Actions

Work Header

Hunters of Artemis: Blood of Orion

Summary:

Hace muchos siglos la gigantomaquia terminó. Empezó porque los dioses de los gigantes nefilim se armaron contra los dioses del Olimpo por el control de los cielos. Eligieron a 12 de los más fuertes para luchar contra los olímpicos, cada uno debería vencer a uno de los dioses olímpicos, y reclamarían para sí sus tronos. Pero un gigante no siguió su misión, era El Cazador de Invierno, el más cruel de todos. Traicionó a los suyos y les dió la victoria a los dioses, y sus hermanos cayeron en el infierno.
Desde entonces los nefilim buscan reclamar neuvamente el cielo, y para luchar contra ellos, es que existe la élite del Olimpo, los cazadores de Artemisa.

Notes:

UN PREFACIO IMPROVISADO

Chapter 1: PREFACIO

Chapter Text

Es jueves 26 de junio de 2025. Son las 6:17 a.m, mi nombre es J. D. Lizcano Ariza (aunque me llaman en internet J Gacha) y con suerte, mañana empiezo a publicar mi novela. Es mi primera novela, pero no mi primer trabajo. Creo que desde que estudiaba en secundaria, y más en La Institución Educativa La Sanjuana, de Bucarasica, de dónde me gradué, he sido escritor. Como todo autor he tenido varias obras, mis primeros relatos fueron cuentos que hoy están perdidos, no existen. Creo que los escribí en Cúcuta, cuando cursaba sexto. Luego me fuí a estudiar en Salazar de las Palmas el grado Séptimo, era colegio de mi padre. Pero como a todo rector, lo trasladaron y terminé Séptimo en Bucarasica, ahí también terminé de estudiar bachillerato.

En este colegio destaca un poema que escribí, era para una clase de Español en grado Octavo, pero, como podrán imaginar, también está perdido. No hay nada que destaque de esta época, de 2017 a 2023 prácticamente solo destaca ese poema. Como buen escritor, mi hobby no sirvió de alimento y se limitó a pasatiempo. Eso hasta el año pasado a cuando escribo esto, 2024. Llegué siguiendo a mi padre (que por cierto, su nombre es Félix Lizcano, del 57), fue trasladado como rector a El Guacamayo, Santander. Ahí conseguí trabajo no remunerado como profesor suplente de ciencias sociales.

No buscaba ganar dinero, no en ese momento, solo quería aprender a ser docente, ya que estudio para ser profesor. Posteriormente, me ofrecí ayudar a una profesora a hacer una obra de teatro para el día del idioma, el 23 de Abril de 2024 se estrenó mi primer trabajo como director de teatro. Desde entonces he escrito guiones, a veces con la ayuda de mi padre, a veces con la ayuda de alguien más y a veces solo. Estos guiones a diferencia de mis primeras obras, los conservo, y los considero mis primeros trabajos profesionales como autor. Y gracias a esa experiencia, desde mayo de 2025 trabajo con una empresa privada como profesor de teatro, y aunque gano el mínimo, es lo que necesito y me sirve.

Esa novela, no es solo la extensión de mi trabajo como escritor, sino también de un viaje que empezó cuando era niño. No recuerdo bien el cumpleaños, pero ya había pasado tiempo desde que mi familia dejó Pamplona para ir a vivir a Cúcuta. En un cumpleaños, me regalaron un libro de animales. En este libro, venían animales prehistóricos (siempre he sido aficionado por la paleontología), pero también animales mitológicos. Gracias a esto conocí la mitología, y luego, con la película Furia de Titanes del 2010 y luego con el documental Clash of Gods del 2009, se reafirmó mi amor por la mitología. Este gusto luego se hizo personal gracias a mi tío Pedro Simón Lizcano.

Verán, en el siglo XX, el colombiano Victor Manuel Gomez Rodriguez fundaría una religión tipo secta (entiéndase secta como división y no como algo intrínsecamente negativo), basada en la gnósis, una doctrina que estuvo presente en los inicios del cristianismo. Bajo el pseudónimo de Samael Aun Weor, Gómez Rodriguez difundiría su religión que es conocida como Gnósis Samaeliana. ¿Que tiene que ver esto conmigo? Simple, mi tío es sacerdote de esta religión. Gracias a él conseguí una Liturgia de esta religión y me introduje en un mundo maravilloso que va más allá de la mitología, las religiones.

Para mí, desde entonces, la mitología, sea griega, china, nórdica o egipcia, tiene el mismo valor que la religión cristiana. Evito reducir su cultura a mera invenciones producto del desconocimiento, y los veo como la fé de los pueblos, algo valioso no solo para ellos sino para el mundo. La Iliada es para mí como La Biblia, cada relato mitológico, es como una parábola de Jesús. Así veo las cosas.

Curiosamente, la semana pasada, tuve una capacitación en el trabajo. Llegué a Bucaramanga un Lunes y la capacitación se dió de Martes a Jueves (volvía a casa ese mismo Jueves). El Martes conocí al nuevo encargado de la revisión de la Malla Curricular, quien para cuando escribo esto, a penas lleva un mes. Su nombre es Juan Manuel, y es un profesional hecho y derecho. Juan Manuel el Martes, por allá despúes de medio día, nos dió una charla sobre los objetivos que debe tener todo hombre en su vida. Me causa gracia que dijera que uno de esos es escribir un libro.

Escribo este prefacio inspirado en esa pequeña intervención de Juan Manuel. No espero que esta obra rompa esquemas, aunque me gustaría pasarla de digital a físico y ganar algo de plata con ella. Puede que caiga en el olvido, como puede que se vuelva un éxito. No creo que mi estilo sea particularmente llamativo, pero igual escribo, escribo porque me apasiona y lo considero mi vida. Esta novela, es al fín y al cabo, la conjunción de mis pasiones: escritura, religión y, aunque no la mencioné antes, filosofía.
Como dije, veo la mitología con los mismos ojos que con los que veo el cristianismo. Por ello, creo que es apropiado decir que ante todo, esta es una novela cristiana. Ya cada quien interprete lo que quiero decir con eso.

Son las 6:48 a.m, es jueves 26 de junio.

Chapter 2: PRÓLOGO DEL ACTO 1

Summary:

Orión, tómate una memantina.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Tras horas de ardua lucha el campo de batalla por fin conocía la paz. El combate que acababa de finalizar, había sido una lucha de dos fuerzas de la naturaleza como cuando el aire frío choca contra el caliente formando un tornado que lo arrasa todo. No fue una lucha entre dos hombres, fue una lucha entre dos bestias, y como el león que ha matado a su homólogo y se dispone a tomar su lugar como alfa de la manada, el vencedor (quien era un hombre robusto y muy bello) se alzaba victorioso delante del cuerpo de su rival vencido, y la sangre del vencido bañaba el cuerpo del vencedor. Se llamaba Guayota aquel que fue derrotado, y su piel era amarillenta como la arena y no tenía pelo, sino dos cuernos como los de un yak; y era lampiño, teniendo un cuerno en el mentón como si de la barba de una cabra se tratara. Y el vencedor se dirigió a los cielos, a aquello que según su fe reina en los cielos, y dijo estas incultas palabras:

- ¡¿Hay algo más de lo cual no puedan hacerse cargo los dioses omnipotentes?! ¡¿Necesitan acaso que yo les salve el culo de nuevo, hijos de perra?!

Y no recibió respuesta de los cielos, sonrió entonces sarcásticamente. El perro con el que venía acompañado mordía el cadáver, mientras gruñía. Más que perro parecía un oso, puesto que era un can enorme de tamaño.

- Entonces supongo que puedo ir a divertirme un rato ya que no volverán a joderme en un buen tiempo.

El hombre, se dirigió al cuerpo de su víctima quien tenía en su pecho la espada que le había dado muerte, una espada griega, no del tipo xifos, sino del tipo kopis. El vencedor tomó la espada con su mano derecha que era tan blanca como la nieve y puso su pie izquierdo en el cuerpo de su presa. Tiro de la espada con su brazo mientras su pierna ejercía presión sobre el cuerpo, del caído. Fue tal la presión que hizo su pierna, que las costillas de Guayota se aplastaron y se volvieron trozos. Al sacar la espada se escuchó como se cortaban los tejidos y un chorro de sangre salió del cuerpo, y cuando estuvo al fin libre, El Cazador de Invierno se dispuso a contemplar su arma bañada en sangre.

Envainó la espada, y mientras recogía el resto de sus pertenencias con las que también había luchado y que consistían de un escudo con piel de León, flechas de plata y un arco de oro, escuchó cómo el pueblo guanche se acercaba a contemplar su victoria.

- ¡Un gigante! ¡¿Los dioses han enviado a un gigante a salvarnos?! - Dijo uno de los presentes en su lengua natal, con miedo y sorpresa en su noble voz.
- Puta madre - entonó el gigante en un susurro. Aunque provenía de otra tierra, la lejana Beocia, sabía de primera mano la lengua de cien pueblos, y pudo entender lo que decían como si hablasen también el griego. - ¿van a empezar con eso? y yo que decía que los guanches no rompían las bolas como los atenienses.

Sin embargo, para sorpresa del gigante, los guanches vitorearon su victoria.

- ¡¿Qué importa que nos haya salvado un gigante?! Los dioses enviaron al Cazador de Invierno a salvarnos, está aquí por mandato divino. ¡Que ofender al Cazador de Invierno sea como ofender a los dioses! – dijo el Guadameñe, sumo sacerdote de los Guanches de Tenerife. Su nombre era Nuhazet.
- ¡Gloria al cazador de invierno! ¡Gloria a aquel que nos salvó de Guayota, El Infierno de Echeide! – dijo otro Guanche, una más joven. Que quede registro en la historia que se llamaba Odalay porque llenaba de alegría a todo aquel con el que estaba.
- ¡Hermanos, hemos sido librados por obra del gran Cazador de Invierno, enviado por los dioses que obedecen a Achamán! Guañajé, Canajá y Jucancha perdieron a su señor, y han huido a las profundidades del Echeide, muy lejos han ido a parar y no atormentarán a nuestro pueblo más. – dijo Nuhazet.

Así vitoreaban los guanches, habitantes de la isla de Tenerife que hoy es parte de Canarias, que a su vez es parte de España desde el siglo XV cuando fue conquistada por los españoles liderados por Jean de Béthencourt, Gadifer de la Salle, Pedro de Vera y Alonso Fernández de Lugo. El gigante se alegró con la celebración de los guanches, y extendió los brazos en señal de cortesía ante aquel agradecido pueblo, una forma de recibir las alabanzas que los guanches hacían a su persona.

Más tarde, los guanches dedicaron un banquete en honor al gigante, siendo ordenado por Nuhazet, noble sabio temeroso de Dios. El cazador de invierno comió con los guanches, disfrutó de la carne de cabra y se deleitó con el exquisito gofio, platos típicos de esta tierra. Y tras saciar la comida, se dispusieron a deleitar el oído con los sonidos de tambores, del tajaraste, del carrascal, la flauta de caña y la chácara. Al finalizar, ya caía la noche y El Cazador de Invierno se despidió del pueblo guanche, y se dirigió hacia la costa que limita con el barranco de Anosma, de bello paisaje.

Tan pronto el gigante llegó a la costa observó el inmenso mar. Él nunca fue marino, aunque sí que varias veces surcó los mares, su verdadera pasión era la caza y correr por los bosques persiguiendo a bestias y hombres perversos. Sin embargo, su amor por el mar era algo nato. Desde siempre sintió una profunda conexión con el mar y los dioses que reinan sobre las aguas, sean ríos u océanos. Podía faltarles el respeto a todos los dioses posibles, pero nunca se atrevería a faltarle el respeto a los dioses del mar.

Estaba ya listo el cazador de invierno para regresar a su tierra natal: la tierra de los griegos. Pero todavía tenía un asunto que atender en aquella isla antes de regresar a Grecia, y lo supo cuando vio en los cielos un halo de luz materializarse.

- ¿Ya regresas a casa, querido? - dijo una voz desde los cielos, era femenina pero potente.

El cazador de invierno olvidó los mares y observó cómo halo de luz se volvía una figura femenina que descendía de los cielos, una diosa de tez marrón, de cuerpo fuerte y atlético con silueta deseable, era una diosa de su tierra natal.

- ¡Artemisa! ¿Cómo estás? ¿sucede algo? - dijo el gigante alegremente, extendió los brazos y le abrazó alzándola.
- ¿Te divertiste con este trabajo que te encargó mi padre? – dijo Artemisa, directa y con rostro inmutable sin detenerse en la presión de los fuertes brazos sobre su cintura.
- ¿Qué mierda preguntas? ¡Claro que me divertí! No todos los días te enfrentas a un diablo en un cerro. ¿Solo viniste por eso? Carajo, no debiste haber perdido así el tiempo. Pero bueno, supongo que los dioses disfrutan de perder el tiempo.
- En realidad no vine por eso. - Artemisa mantuvo en todo momento una expresión estoica y su voz, como siempre, se caracterizaba por hablar de forma corta y directa. - ¿Ya estás listo para irte, querido?
- Claro, ya hice todo el trabajo. – El Gigante la bajó de sus brazos dejándola en el suelo.
- ¿No se te está olvidando algo?

El cazador de invierno no respondió esta vez, en su cabeza el cerebro estaba buscando algo que le diese una pista siquiera que le indicase que había olvidado, trabajaba a toda máquina siendo incapaz de recordarlo. Al no hallar respuesta, mantuvo la mirada en los ojos verdes de Artemisa intentando ver sus pensamientos a través de su mirada, quería saber que le estaba tratando de decir. Entró al mundo de las Ideas a través de sus bellos ojos, y ahí buscó la respuesta. Finalmente, después de un minuto cayó en cuenta de que había olvidado.

- ¡La gran puta que parió a Gaia! ¡Me olvidé de Sirio! – dijo esto llevando sus manos a la cabeza.
- ¡Exactamente infeliz! ¡Te ibas a ir y a dejar al perro tirado en esta isla!
- A la mierda… - el cazador de invierno llevó su mano a su frente, presionando sus dedos en el entrecejo. - Gracias por acordarme, Artemisa. Volveré a buscar a Sirio, perro idiota, ¿cómo se quedó allá atrás? De seguro bebió vino y se olvidó de seguirme el muy estúpido.

El cazador de invierno volvió al interior de la isla, dejando atrás a la diosa, no sin antes darle un beso en la frente al despedirse.

- ¡No hace falta que me esperes! ¡vuelve al Olimpo, estaré bien! - dijo con su rasposa y gruesa, una voz que, al escucharla una vez, nunca la olvidarías.
- Más te vale que no te pase nada malo. ¡Si me llego a enterar de que te pasó algo, te mato!

Ambos tomaron caminos separados, uno hacia el interior de la isla, la otra hacia los cielos. Para el cazador de invierno, solo era un asunto personal que atender. Un asunto que se resolvería con rapidez y sin problemas. Y si se presentaba algún problema, fácilmente podría manejarlo, total, era un cazador al cual ninguna bestia, hombre o dios podía hacerle frente…

Ni siquiera los dioses hubiesen imaginado que tan equivocado estaba aquel gigante.






- ¿Regresó? – dijo en medio de los bosques una voz varonil y hueca.
- Parece que así es, Hipólogo. – Respondió una voz femenina sensual.
- ¿Puedo hacerlo yo? Sabes que este es mi asunto.
- También es asunto del romano, deja que sea él quien lo haga.
- Pero es personal.
- Es más personal lo de él, deja que él se encargue de este asunto y luego podrás tú atender tus otros asuntos, tienes muchos pendientes, así que siente satisfacción con que él cumpla este asunto que compete a ambos.
- Está bien, que el romano mate al padre, yo mataré a los hijos mestizos. – guardó silencio Hipólogo mientras el romano tensaba la flecha y apuntaba a su víctima. – Quiero saber algo… ahí estaba esa diosa. Tengo entendida que ella hace parte de tu asunto, ¿por qué no hiciste nada, Aradia?
- Es solo parte de mi asunto, y yo no quiero resolverlo por partes, quiero resolverlo por completo. Quiero primero conocer a mi hermano, luego liberar a mi padre. Cuando esto esté listo, ya podré atender mi asunto con ella.
Y el glorioso romano soltó la cuerda y voló la flecha.

Notes:

Acorde con el cronista español Antonio Sedeño y Ordaz, los guanches no creían que el alma estuviese destinada a la gloria o a la pena. Sin embargo, sí que hablaban de un infierno que era habitado por un solo ser llamado Guayota. Aparentemente, los cristianos españoles como Sedeño, Fray Alonso Espinosa y Tomas Arias Marín de Cubas asimilaron el concepto de Echeide con el Infierno cristiano. Es posible que los Guanches se referían a Echeide a un tártaro especial para Guayota, quien mora en Teide donde es único prisionero. Será bueno averiguar quién carajos tuvo la excelente idea de poner un tártaro en la tierra.
Paralelamente, sabemos gracias a Juan Bethencourt Alfonso, que Guayota posee unos asistentes llamados Guañajé, Canajá y Jucancha. Estos dioses son tanto protectores como maleantes, pero bastante débiles, por lo que para un cazador especializado no deben ser una amenaza... a menos que seas un puto inútil como Acteón.

Chapter 3: 1 El Estrecho de Mesina

Summary:

Pinches racistas.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Faltando 400 años para el nacimiento de Cristo, y habiendo pasado tres meses de nuestro calendario tras la derrota de Guayota, señor de muchos males en el pueblo guanche, un barco de origen griego se encontraba navegando por la que nosotros llamamos península griega, y ellos Magna Grecia. Emprendió su viaje partiendo desde la isla de Rodas, tierra que rendía culto a Helios, el que ve todo, y que recibía su nombre de Rodo, amada por Helios. El nombre de aquel barco era “El Cuarto Argos”, gran y negro Trirreme. Era el último barco realizado a semejanza de aquella nave que una vez llevó a los argonautas a enfrentarse a Talos, el gigante de bronce; y hasta la lejana Cólquida a recuperar la piel de Crisómalo, el vellocino de oro. Es mejor no preguntar que pasó con los otros tres.

El capitán provenía de la tierra de Odiseo, Ítaca, y era de la misma estirpe que el legendario héroe tramposo que con su ingenio sobrevivió a 20 años de viaje en El Mediterráneo. Por ende, no era nuevo en el mundo de la navegación, había nacido para ser navegante, ya que se dice que los hijos heredan las mejores cualidades de los padres. El capitán tenía por nombre Telémaco de Ítaca, hijo de Odiseo. Y aunque lideraba una tripulación como la que hacía tiempo su padre lideró contra Troya, tierra del copero Ganímedes, no estaba en un viaje de guerra, sino en viaje de caza hacia el estrecho maldito, que hoy llamamos Estrecho de Mesina

Tomando las notas de su padre que había tomado hacía muchos siglos, comparó aquellas aguas con la descripción que su padre había plasmado en ellas:

“Cuando llegué a aquel estrecho por un lado encontré la tierra de los sículos, dónde ha estado por muchos años retraído el gigante Encelado. Las aguas se tornan tranquilas, aunque el viento se mantiene constante, pero la tranquilidad es solo un preludio para las desgracias que se aproximan, puesto que no tardarás en notar una espesa niebla que no permite ver nada más allá de tu propia nariz, por lo que te deja prácticamente ciego. Una vez los barcos entran por la niebla, tienen solo dos opciones: sacrificar seis de sus hombres a Escila, o arriesgarse a que Caribdis devore a todos sin misericordia. Caribdis cada tanto abre sus fauces para devorar barcos enteros, y otras veces no lo hace, nunca se sabe cuándo lo hará así que es de sabios no tomar este segundo camino. No hay tercera opción, puesto que aquellas aguas están en medio de un estrecho y ambas bestias tienen dominio de uno de los dos extremos. Si buscas huir de una, serás devorado por la otra. Considero conveniente decir en que son aguas olvidadas de la mano del creador”.

Y al ver la niebla, Telémaco sabía que había llegado al lugar que describió su padre y en el que perecieron todos sus hombres. Sonrió antes de entrar al estrecho, dio la espalda a la proa y se dirigió a su tripulación. Él estaba sobre una plataforma sobre la cual, podía ver a todos y ser visto por todos.

- Cazadores, bienvenidos al estrecho maldito.

Hombres y mujeres se levantaron de sus asientos que eran básicamente cada rincón del suelo de la baranda del barco y se reunieron delante de Telémaco quien estaba observándolos desde su altura. Había 237 caras que encontraron a Telémaco. A destacar de todos ellos, se encontraban el bravo Hipotoo; Lélege fundador de pueblos; General Pausanias de Esparta, héroe e las guerras Médicas; Macaria Heraclida; Arcas, cazador engendrado por Calisto, amada por Artemisa. Estaban también Driante, Perses Perseida, Toxeo, Pelasgo y Pirro Neoptólemo, hijo de Aquiles. Había una cazadora tocaya de la bella Ariadna, y estaban también los célebres Lacedemón, la vidente Casandra de Troya, Partenopeo y el argonauta Acasto. La bella Hedoné también estaba, hija de Eros y psique, el iracundo Arquitas, el bravo Aristocles llamado Platón, el robusto Acrafón y el horrible Timeo de Locros.
Todos estos cazadores junto con otros tantos que la falta de aire me impide mencionarlos a todos por su nombre, se reunieron delante de Telémaco, con Toxeo siendo el más cercano a Telémaco. Y Telémaco les habló con bravura.

- Damas y caballeros, después de varios días de viaje finalmente hemos llegado a nuestro destino. Mi querida y amada tripulación nos acercamos al estrecho maldito, hogar de Escila y Caribdis. Dentro de unos minutos estaremos enfrentándonos a estas bestias que han aterrorizado durante años a los humildes e inocentes marineros que por error y sin culpa entran en sus dominios.

Los bravos cazadores no sintieron temor ante esta sentencia. No estaban entrando a sus dominios por error ni con terror, estaban entrando a sus dominios porque eso era lo que querían. Habían iniciado ese viaje por ese simple motivo: parar con el reinado de Escila y Caribdis en el estrecho maldito. No había miedo, solo arrogancia y orgullo en los rostros de aquellos cazadores. Cada uno pensaba en las apoteósicas odas que les dedicarían a todos y cada uno de ellos. Se volverían dentro de poco los héroes de los navegantes del mediterráneo.

Sin embargo, de entre los cazadores se dejó oír la voz de Partenopeo, hijo de la versátil Atalanta. Su voz fue crítica con los cazadores más orgullosos, y les recordó las cualidades que tiene la prudencia.

- ¡No se dejen llevar por su arrogancia, cazadores! No olvidemos levantar nuestras plegarias a nuestra diosa, la reina Artemisa, para que nos cuide y proteja en esta cacería. Artemisa es nuestra patrona y protectora y quien nos guía en estos momentos en dónde nuestras almas se ponen en riesgo, más cuando nos enfrentamos a bestias malditas, que son de las pocas cosas capaz de matarnos. Como cazadores, debemos rezarle a nuestra diosa antes de iniciar nuestra labor y así saldremos con sanos de esta cacería. Y cuando termine la caza, debemos ofrecerle sacrificios a nuestra señora que los recibirá con mucho agrado, porque será nuestra ofrenda de gratidu por su protección. En serio es urgente esta noche hacer ello, porque esta noche en el cielo está… - La voz se detuvo un momento, Partenopeo tuvo dudas si pronunciar aquel nombre. Pero finalmente de su boca, que era tapada por una máscara blanca que ocultaba su rostro, continuó hablando - esta noche en los cielos está la constelación del cazador, regida por el poderoso Cazador de Invierno. En verdad os digo, que hay que entregar hoy ofrendas, para que ellos nos permitan salir triunfantes ¡Que Artemisa interceda por nosotros y que el Cazador de Invierno no se ensañe contra nosotros!

Aquella voz dejó de hablar. El dueño de aquella grave pero dulce voz cerró los ojos y empezó a rezar con devoción delante de todos. Definitivamente era un hombre religioso, demasiado religioso. Entonces, Telémaco rio amistosamente e interrumpió los rezos de aquel hombre de fe dándole palmadas amistosas en el hombro y le dirigió estas aladas palabras:

- Por Zeus, Partenopeo… no te preocupes, no hará falta hacer eso. ¡Esta noche, el Cazador de Invierno está con nosotros! Esta cacería será exitosa, todos volveremos victoriosos a Rodas cuando llegue el amanecer.

A diferencia de Partenopeo, Telémaco no veía necesaria la devoción total a los dioses. Aunque al igual que él era un hombre de fe, como todo buen hombre versado. Pero Telémaco tenía también un tipo de fe de la cuál carecía Partenopeo, y esta es la fe en sí mismo, que no debía confundirse con la arrogancia que tenían los demás cazadores.

- Ah, sí, hablando del Cazador de Invierno. - Dijo Toxeo, hijo de Eneo de Calidón. - ¿Dónde está el gigante?

Y la interrupción de Toxeo, sembró semillas de dudas en algunos cazadores, como lo fue en el caso de Lélege.

- ¿Gigante? ¿Cuál gigante?

Y le respondió Toxeo, hijo de Eneo de Calidón.

- El gigante que se subió con nosotros al barco en Rodas. Ahora que lo pienso, en realidad eran dos. Uno marrón y otro blanco. ¿No te acuerdas?
- Pensé que eran esclavos que iban con otra nave. Jamás pensé que Telémaco nos hiciera cazar codo a codo con unos gigantes. ¡Explícate infeliz!

Telémaco mantuvo su sonrisa, pero el ingenio de su padre no se manifestó en aquel momento, así que no supo que responder. Recurrió entonces a su amigo Pirro Neoptólemo empezando el diálogo con una risa fingida.

- Buena pregunta, Toxeo y entiendo la frustración de Lélege. Luego iremos a ese problema, pero primero lo primero. Neoptólemo, amigo mío ¿sabes dónde están los gigantes?
- ¡¿En serio eran dos?! – gritó con indignación Casandra. Y Neoptólemo respondió después de gruñir.
- Debe saberlo ese ateniense de allá, no sé su nombre verdadero, pero le dicen Platón.
- Gracias Neoptólemo. ¡Platón! Descendiente de Néstor ¿Me escuchas? - la sonrisa de Telémaco no dejaba su rostro.
- ¡Aquí estoy! Para Pirro Neoptólemo, debo aclararle que mi nombre es Aristocles Podros de Atenas, hijo de Aristón. Pero me llaman Platón por mi gran fuerza.
- Platón, muchacho ¿sabes dónde están los gigantes que la diosa Artemisa envió a nuestro favor?
- Así es señor. – Dijo con sencillez Platón, el tono de su voz contrastaba con su timbre viril y su cuerpo descomunal. Era fácilmente el más alto de todos aquellos cazadores y generó en Toxeo intimidación y respeto por él. – Están bajo cubierta.
- Excelente, es bueno saberlo… tráelos.
- ¿Qué? ¿Ahora? ¿En serio?
- Si, por supuesto. Ve ahora y no demores. – terminó su frase con un silbido el alegre Telémaco.
- Pero deben estar durmiendo.
- Bueno, entonces tendrán que levantarse porque los estamos necesitando.

Telémaco hizo una seña con el dedo y Platón dejó de dar trabas y bajó al interior de la nave a buscar al gigante. Mientras bajaba alcanzó a oír todo tipo de comentarios.

- Un gigante en nuestro barco... vaya insulto a nuestro orgullo - dijo Hipotoo, héroe de Ática.
- ¿Este es el respeto que nos tienen a nosotros, grandes héroes de Grecia, los líderes de esta expedición? - dijo Lélege, fundador de Laconia.
- De haber sabido que en esta cacería trabajaríamos con tal desagradable ser, no me hubiese enlistado como tripulante de este barco. Los cazadores no trabajamos con gigantes, ¡los cazamos! - dijo el argonauta Acasto.
- ¡Muy bien, basta de comentarios innecesarios y presten atención! ¡Repasemos el plan que hicimos en Rodas! - dijo finalmente Telémaco como una forma de calmar a los cazadores mientras Neoptólemo le reprendía por no avisarles a tiempo a los tripulantes sobre el gigante que los acompañaban.

Así, con estos comentarios injuriosos, Platón bajó al interior de la nave en busca de aquellos gigantes que habían sembrado discordia entre los cazadores.

Notes:

Diario de El Cazador:
Los gigantes somos una raza de seres de aspecto humanoide de gran altura, pero no tan exagerada como algunos nos presentan. Nuestra principal característica es una piel blanca como la nieve, por lo demás, parecemos humanos comunes y corrientes, pero muy altos. Según Flavio Josefo, en Grecia somos llamados gigantes y en Judea somos llamados Nefilim. Descendemos de los ángeles que se rebelaron contra dios y de la estirpe de Caín, y hace siglos luchamos la gigantomaquia contra los dioses.

Chapter 4: II El Cazador de Estrellas

Summary:

¡Un negro!

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Bajó el Ilustre Platón al interior de la negra nave, y dejó a su voz herir el silencio que reinaba en su interior.
- Maestro, ¡¿Dónde se encuentra, maestro?! - Decía Platón mientras se adentraba en el interior del barco, pero por más que llamaba al Cazador de Estrellas, no recibía respuesta. - Por todos los dioses, debe de estar dormido. Sé dónde queda su cama, es por ahí.

Platón avanzó a través de la silenciosa nave. Aquel corpulento hombre se deslizó por los pasillos del barco mientras casi se tropezaba por el movimiento de la nave sobre las aguas. Se dirigió casi por instinto hacia una litera dónde sabía que estaría, una apartada del resto de camas, escondida en el fondo de la nave donde nadie podría verle. Así dormía aquel monstruoso cazador que los demás temían por ser gigante.

Y ahí se encontraba el Cazador de Estrellas, durmiendo plácidamente en su cama mientras su hermano, héroe ocular de Beocia y fundador de Acrefia, estaba en la suya leyendo un libro, que de haber conocido Platón el lenguaje, hubiese sabido que era la épica Epopeya de Gilgamesh. Ambas camas estaban al lado una de la otra, buscando juntas evitar ser captadas por los demás cazadores durante el sueño. Y al verlos Platón se dirigió a ellos.

- Oigan, ¿qué hacen aquí? Maestro, Acrafón; Telémaco ya dio el aviso. Estamos por llegar al estrecho maldito. ¡Levántense! No es que los necesiten con urgencia, pero tengo entendido que ustedes si tienen urgencia en participar en esta caza.

El gigante hermano, que tenía bigote y largo pelo negro y era llamado Acrafón, cerró el libro que leí, así se levantó y se dirigió a despertar al gigante que seguía durmiendo. Intercambiaron palabras hermanos y empezó hablando Acrafón, el más noble Orionida.

- Oye, levántate. Hemos llegado.
- ¿Padre?
- No soy papá, soy yo, tu hermano. Escucha mi voz, no es rasposa.
- ¿Mi hermano…? Sé más específico ¿Cuál de todos? ¿Melaron, Bricono?
- ¡Acrafón!
- ¡Ah! Acrafón, es cierto. Perdona hermano, tengo tantas cosas en la cabeza que no estoy pendiente de mi entorno. – y el gigante se levantó a sentarse en su cama, dónde encontró delante suyo a Platón. - Veo que también está aquí mi querido Aristocles. Déjame adivinar, hemos llegado.

Y tan pronto terminaron de hablar, Platón respondió.

Así es. – Y lo mejor es apurarnos puesto que estamos atrasados.

Los hermanos gigantes no hicieron esperar a Platón y se encaminaron junto con él hacia el exterior del barco, y en el camino el Cazador de Estrellas, que era de piel marrón a diferencia de su hermano, luchaba contra el sueño y el cansancio mental, más su rostro no mostró su debilidad. Era como el león que mantiene su mirada imponente aun cuando ha sido vencido en la lucha por el control de la manada. Y al salir encontraron la voz de Telémaco con sus oídos. Este noble capitán, les recordaba las instrucciones de caza a los cazadores. Y estas eran las siguientes:

- Recuerden nobles cazadores, todo ustedes se encargarán de mantener a flote el barco y de defenderlo de los ataques de Escila. Lacedemón los dirigirá a ustedes en la defensa de la nave. Escila es demasiado poderosa, así que no cualquiera puede hacerle frente. Tiene al menos seis cabezas, por lo que se necesita al menos seis cazadores para hacerle frente a cada una. Súmenle a esos seis uno más, que debe de encargarse de evitar que hieran a los atacantes y serían entonces siete cazadores los necesarios para cazar a esta bestia. Ese seré yo, que, al haber sido entrenado en las artes de la magia por Circe, puedo hacerles de soporte. Los encargados de esta caza serán entonces: Pirro Neoptólemo, hijo ilustre del gran Aquiles; Macaria Heraclida, heredera de la fuerza de su padre; Partenopeo, hijo de Atalanta y caudillo contra los tebanos, él será nuestro perro de caza; Arcas, hijo de Calisto y Zeus; Arquitas, campeón de Hestia y finalmente Timeo de Locri.

Todos recibieron y aprobaron las instrucciones sin dudas presentes. Pero delante de todos ellos se encontraba Toxeo, quien manifestó la siguiente duda.

- Disculpa, Telémaco. Hasta el momento usted solo nos ha hablado de lo que haremos con Escila, pero… ¿qué hay de Caribdis? Esa bestia no tiene comparación con Escila, ¿Qué haremos con ella?
- Excelente pregunta Toxeo - respondió Telémaco con una sonrisa en el rostro. - Caribdis es un monstruo mucho más poderoso que Escila. Caribdis no devora a unos cuantos hombres de la tripulación de los barcos como lo hace Escila, Caribdis destruye el barco entero. No podemos con esa bestia, ese es nuestro problema, pero sí podemos con Escila. Las órdenes de Cernunnos son que debemos liberar estas aguas y volverlas seguras para navegar. Más no ha dado un plazo de tiempo para esta tarea. Por ello, no es necesario matar hoy a Caribdis. Con esto dicho, creo que no debemos preocuparnos puesto que Escila es el único objetivo que tendremos este día. Dudo que alguien tenga objeción.

La tripulación se mantuvo satisfecha con las palabras de Telémaco y lo demostró con su silencio. Era razonable su postura, pero creyeron erróneamente que Telémaco no tendría objetor alguno. ¡Pobres bastardos ignorantes! Al rato se oyó la voz de un hombre que era profunda y cavernosa, como si la tierra misma cobrase vida y empezase a hablar.

- ¡Si, yo tengo una objeción! - rompió el silencio una voz profunda como una cueva.

Toxeo fue el primero en voltearse, aunque era el más separado del gigante, quería saber a quién le podría pertenecer una voz tan poderosa como la del mismo rayo de Zeus. Pronto vio al gigante que tanto temor había generado en los cazadores. Y cuando todos lo vieron, comentaron con desagrado y asco su presencia. Siendo el primero en hablar Hipotoo.

- ¿Es este uno de esos asquerosos seres que Telémaco permitió subir a este barco? Insisto en saber cuándo se subió exactamente, no lo vi embarcar.

Toxeo tampoco había prestado atención a cuando se subió el gigante, al igual que todos desconocía su origen, más a diferencia del resto no le temía y ni le provocaba rechazo. Y Ariadna fue la siguiente en hablar por todos por el aspecto físico del gigante, que era anormal para tremenda bestia.

- ¿Es de piel marrón? ¿cómo es posible eso sí los gigantes tienen la piel blanca como la nieve? Todos los que hemos visto a uno lo sabemos.

Este comentario, venía porque en aquellos años había todo tipo de gigantes y a día de hoy todavía los hay, pero en menor medida, excluidos en rincones apartados a raíz del avance de la humanidad. Desde los terribles Jotnar hasta los estúpidos Trolls, pasando por los extintos quinametzin hasta los aterradores nefilim, llamados gigantes por los griegos. Sin embargo, hay algo que caracteriza a los gigantes más allá de que el más bajo de ellos en su etapa adulta mide 180 centímetros, según nuestra métrica. Y ese algo, es que no hay un solo gigante que tenga la piel del tono en que la tenía aquel gigante de la raza nefilim, una raza similar a la raza humana, pero con una piel tan blanca que no pueden exponerse al sol mucho tiempo a menos que deseen padecer cáncer de piel.

Y por los comentarios mordaces, que hubo muchos más a parte de los ya mencionados, Telémaco se dirigió al gigante que había llegado. Mantuvo aún su sonrisa, porque su carácter era inmutable

- Bueno ese comentario no lo esperaba ¿A qué se debe esta protesta, cazador de Artemisa?

El gigante de piel marrón avanzó abriéndose paso a través de la multitud para tener frente a sí a Telémaco, tan pronto pasaba todos alzaban la mirada y se horrorizaban con su cara que era deforme y recordaba a la cara de un simio. Pero se topó en el trayecto con Neoptólemo, hijo de Aquiles quien se encontraba al lado de Telémaco, y Pirro Neoptólemo llevó su mano izquierda al mango de su espada, mirando con hostilidad al Cazador de Estrellas.

- Telémaco, no estoy de acuerdo con aquello que dices sobre Caribdis. Enfrentaremos a Escila y a Caribdis por igual y será hoy, no Escila hoy y otro día Caribdis. No importa lo que opines tú o lo que opinen los demás en este barco, ambas bestias deben caer.

Tras lo dicho por el gigante marrón, se armó una discusión en el barco. Toxeo se mantuvo en silencio mientras la polémica crecía en el barco, gracias a esto fue el único que se percató de la llegada de Platón y del gigante Acrafón, cuya ausencia o presencia había dejado de ser importante para el resto del barco, ahora había un asunto más interesante. Teniendo a la bestia delante, Neoptólemo dejó fluir su rabia con palabras, mientras hablaba desenvainó su espada.

- ¡Desgraciado animal! Ser de raza inferior, demuestras que los dioses tuvieron razón cuando hicieron todo lo que estuvo en sus manos para llevar al borde de la extinción a los tuyos. ¿Nos quieres ver muertos? ¡¿eso quieres?! ¡Vuelve a abrir la boca y quitaré tu cabeza de encima de tus hombros y la daré como ofrenda a Zeus!

Más no todos los cazadores ignoraban la vida del gigante, aunque eran muy pocos. Uno de ellos era el religioso Partenopeo, cuyo rostro era tapado por una máscara y sus manos llevaban cadenas. Al oír las palabras de Neoptólemo, junto con el iracundo Arquitas intentó apaciguarlo. Empezó hablando Partenopeo.

- ¡Cálmate, Neoptólemo! Tú no sabes quién es este gigante.
- Créele. A menos que quieras que la diosa Artemisa te masacre, más te vale que no le pongas un dedo encima.

Y estos comentarios sorprendieron a Neoptólemo, que extrañado les dijo.

- Esperen un momento. ¿Ustedes lo conocen?

Y su duda fue respondida por Arquitas, campeón de Hestia, hablando con desagrado.

- Más de lo que me gustaría.

Partenopeo solo asintió, y al temer de sus palabras, Neoptólemo desistió de sus amenazas y envainó su arma, no sin antes dedicarle una mirada de odio al gigante que mantenía una expresión estoica. Telémaco sintió gozo al ver a su amigo calmarse, así que se dirigió a los interventores.

- Gracias por calmar a Neoptólemo amigos míos. Disculpen la actitud de mi mano derecha, es igual de terco que su padre. – Rio Telémaco y su risa irritó a Neoptólemo. Dejó de reír y siguió. - podrían dejar que el gigante siga. ¡Ea, mi gran amigo! ¡Ven y hablemos a solas en la proa!

Todos en el barco observaron como el gigante pasaba al lado de Neoptólemo, quien quedaba empequeñecido a su lado incluso siendo algo imponente. Toxeo era quien mejor controlaba sus emociones que se inclinaban más hacia la curiosidad. El cazador tenía a su lado a Platón y a Acrafón, que por la presencia del Cazador de Estrellas habían quedado olvidados por el resto. Platón había sido hasta el momento el más imponente, puesto tenía un cuerpo musculoso de 193 centímetros de alto, según nuestra métrica actual, un hombre enorme para los estándares griegos de aquel tiempo. Sin embargo, el imponente Platón quedaba eclipsado al lado de Acrafón con sus monstruosos 255 centímetros de alto, por 11 cifras más alto que su hermano menor. Toxeo solo podía sentirse insignificante ante hombres tan imponentes en ese barco.

Y mientras Toxeo se sentía suprimido, entre los cazadores había murmullos de desconfianza y opiniones divididas por El Cazador de Estrellas. Apartándose del tumulto, el gigante marrón se dirigió junto con Telémaco a la proa del barco con el objetivo de hablar a solas sin que los demás cazadores les interrumpieran. Intercambiaron palabras y empezó hablando el gigante.

- Telémaco, entiende que necesito acabar tanto con Escila como Caribdis lo más pronto posible. Sé bien que Cernunnos dijo que no era necesario hacer el trabajo hoy y que podíamos tomarnos el tiempo que necesitáramos, pero no puedo hacerlo otro día. Necesito el Grial lo más pronto posible.
- Escúchame amigo mío, sé bien lo que pasó en las tierras guanches con tu padre hace unas lunas, pero quiero que entiendas que esto es lo más seguro para todos. Timeo, Caribdis es un monstruo que ni Heracles ha podido vencer. Es hija de Poseidón y eso significa que está al nivel de tu padre en poder. Cálmate y espera a que matemos a Escila y después nos encargamos otro día de Caribdis.
¡Mi padre no puede esperar! ¡Mientras perdemos el tiempo aquí debatiendo que es lo que hay que hacer, mi padre está agonizando! ¡Entiende, maldito marino! ¡Mi padre fue atacado por una maldición!

Notes:

Diario del cazador:
Las maldiciones son la única forma que existe de matar a un inmortal. Este tipo de armas son difíciles de conseguir y aún más de crear, motivo por el cual, los comerciantes sobrenaturales exigen fortunas a cambio de estas armas. Existen las maldiciones de uso único y las maldiciones como tales, las primeras, solo tienen una oportunidad de ser usadas, pero es fácil crearlas. Lo que hace una maldición, es no solo herir el cuerpo físico, también el espiritual. Aunque un arma divina también puede herir el espíritu, la maldición hiere con tal fuerza tanto cuerpo como espíritu que impide que ambos se regeneren. Así, si decapitas a un dios con un arma divina, al rato vuelve al juego, pero con una maldición, nunca se levantará.
Sin espíritu y cuerpo, el alma queda herida y se dirige a un lugar llamado El Vacío de la Existencia. Nadie sabe que hay allá, pero se sabe que las almas que quedan ahí, esperan a que sus espíritus sean reconstruidos por alguna fuerza misteriosa y así poder reencarnar. El problema es que al reencarnar pierdes tus recuerdos y estatus divino que hayas alcanzado. Y si tu religión ya no existe, estás en problemas. Y si para colmo reencarnas como alguna mierda tipo bacteria, hongo o una puta planta, olvídate de que volverás a ser un dios.

Chapter 5: III Heracles vs Escila

Summary:

Dato curioso: si un cazador sobrevive 7 meses se considera una hazaña.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La discusión que hubo entre Telémaco y Timeo, despertó el interés de algunos cazadores y después una enorme preocupación por la seguridad del risueño capitán. Cuando los cazadores hubieron escuchado la potente voz de Timeo, Cazador de Estrellas, sintieron temor y maldijeron a Timeo. Primero habló Antenor de Ática.

 

- Maldito gigante. Maldito sea como todos los de su raza.

 

Al callar la voz de Antenor, se alzó la de Pasifae de Tracia. Esta dijo con muchos nervios lo que ha quedado escrito.

 

- Me preocupa Telémaco. ¿De qué sería capaz ese vil gigante contra un hombre tan bueno?

 

Mientras los murmullos se hacían oír, el empequeñecido Toxeo se encontraba con Platón y Acrafón, bello gigante de pelo como carbón. Aunque no quería ser prejuicioso con los gigantes, no pudo evitar preguntarles acerca del bienestar de Telémaco ya que los comentarios de sus compañeros le despertaron miedo por aquel que estaba desprotegido al lado del gigante marrón.


- Ese gigante, tu hermano, Acrafón, ¿le hará algo a Telémaco?

 

Acrafón recibió sin desagrado la pregunta, puesto que ya estaba acostumbrado a los prejuicios contra su pueblo. Dirigió sus palabras a Toxeo entonces.

 

- No creo. No te preocupes por Telémaco, ni te deje engañar por el aspecto de mi hermano no es alguien que se enoje al punto de querer matar a alguien y en realidad es muy tranquilo y dócil. Tampoco te preocupes por tu lenguaje, no nos ofende que nos digan “esos gigantes”, puesto que ya estamos acostumbrados a las acusaciones que caen sobre nosotros como las cayeron las flechas de los persas sobre los bravos helenos que pasaron a la inmortalidad en Las Termópilas.

 

Toxeo sintió seguridad con la cálida voz de Acrafón, y entonces expresó sus inquietudes.

 

- Bueno es que por lo general los gigantes no son relacionados con cosas positivas ¿sabes? Dicen mucho sobre ustedes, como que son violadores y asesinos de mujeres. He oído rumores, por ejemplo, de que durante la gigantomaquia deseaban repartirse a las sacras diosas del Olimpo como sus concubinas y tenerlas de incubadoras. Aunque también he oído que un gigante los traicionó.

 

Les interrumpió la voz de Arquitas de Roma, mismo Arquitas que había detenido junto con Partenopeo a Pirro Neoptólemo de cometer sacrilegio degollando a Timeo, bendecido por Artemisa. Y la voz de Arquitas dijo esto.

 

- Y no se equivocan esos rumores. Estos bastardos de mierda son las peores lacras que puede haber sobre la faz de la tierra.

 

Se alegró con sarcasmo Acrafón, quien saludó a Arquitas con brazos abiertos. Luego respondió Arquitas a su saludo.

 

- ¡Arquitas! que gusto verte, amigo. Veo que sigues siendo tan amargado como la última vez que nos vimos ¿Cuánto ha pasado?

- Tu horrible compañía es algo en lo que no prefiero pensar, Acrafón.

 

Recordando la intervención de Arquitas frente a la disputa entre Timeo y Neoptólemo, Platón se dirigió a Arquitas, y entre ambos hubo corta conversación.

 

- Vaya, usted fue el tipo que ayudó a Partenopeo a calmar a Pirro Neoptólemo ¿Desde hace cuando conoce usted al maestro Timeo? Nunca me había hablado de alguien como usted, del único Arquitas del que me ha hablado es de Arquitas de Tarento.

- Oh, no sabes cómo me alegra que ese infeliz no me haya mencionado

 

Luego Toxeo le tomó conversación a Arquitas, intrigado por el desprecio que este demostraba a los gigantes.

.

- Supondré que usted no es del tipo de persona que aprecie mucho a los gigantes. ¿A qué se debe ese desprecio?

- ¿Me tomas del pelo hijo de Eneo de Caledonia? Un hombre cuerdo debe odiar a los gigantes puesto que las historias que cuentan de ellos no son mentira. Además, ese gigante no es cualquier gigante, ese gigante es el niño consentido de Artemisa, la señora de Éfeso, otra razón para odiarlo. ¿Te recuerdo lo que hizo esa ramera cuando tu padre, Eneo de Calidón olvidó accidentalmente incluirla en su tributo anual a los dioses? Es odioso por donde le mires, y si realmente eres hijo de Eneo, estás en deber moral de odiarlo por su vínculo con la ramera cazadora.

- Lo siento, no tengo la mejor con mi padre. Solo diré que se merecía ese castigo.

 

Acrafón le tomó la conversación a Arquitas, y le habló con cierto disgusto.

 

- Vaya, llamar ramera a la diosa Artemisa. ¿Estás buscando que los dioses te conviertan en rana para enviarte a la guerra contra los ratones?

- Muy gracioso, Acrafón. Pero solo me estás dando la razón al no ser capaz de responder seriamente y recurrir a la burla. Esa diosa a la que admiras tanto no merece tener otro nombre que ramera y usada, ningún otro título merece Artemisa.

 

Platón sintió que el peso de las palabras podría hundir el barco, así que decidió calmarlos e intervino.

 

- No creo que debamos discutir en estos momentos. No, más bien creo que este es de esos temas que bajo ninguna circunstancia deben ser discutidos. No creo que sea muy sano ofender de esa forma a los dioses.

 

Arquitas hubiese lanzado otra injuria contra la casta Artemisa, pero un aviso de Acrafón impidió que él pudiese hacerlo.

 

- ¡Oigan, mi hermano está regresando!

 

La cara de aquel gigante resumía perfectamente el desarrollo y desenlace de aquella discusión: Telémaco demostró ser hijo de Odiseo y se impuso sobre el gigante quien no tuvo de otra que resignarse y aceptar que fue humillado por un tipo la mitad de grande que él, pero con más intelecto y persuasión. Sintiéndose humillado volvió con sus compañeros, y mientras tanto Telémaco dio un discurso más, su sonrisa permanecía radiante.

- Bien, damas y caballeros disculpen esa pequeña escena. Cazadores, no perdamos más tiempo. ¡Todos a sus puestos! ¡Los miembros de la Fuerza Élite todos juntos, pendientes a Babor, listos para cualquier contacto con Escila! Los demás a Estribor para evitar los ataques de la bestia, y que el grupo de Hipotoo esté listo para bajar al interior de la nave en caso de que se abra algún hueco que se haga necesario tapar. Si todo sale bien, Escila habrá muerto antes del amanecer y podremos prepararnos para enfrentarnos a Caribdis en otra ocasión.

 

Al oír esto, sonrió Arquitas, y miró con recelo a Timeo, que tenía la cara alargada.

 

- Supongo que alguien no está contento con este informe. - Dijo con una sonrisa Sarcástica Arquitas mientras el gigante marrón se reunía con su grupo.

 

Timeo se enfureció, pero controló su ira y su rostro no expresó sus emociones.

 

- Ese infeliz, no puedo creer que… ¡si fuera su padre no estaría preocupado por el bienestar de este barco!

- Cálmate, hermano. - Dijo Acrafón. - Telémaco es solo un hombre precavido al igual que su padre Odiseo. No podemos contradecirle, porque él sabe lo que hace.

 

Arquitas aprovechó la mención de Odiseo para mofarse en ese momento de los gigantes.

 

- Y cómo su padre Odiseo, es un experto en dejar mal parados a los hijos de Poseidón. No llores, Timeo, aún puedes servir para algo hoy. Vayamos a reunirnos con los demás, no olvides que somos parte de la Fuerza Élite.

 

Arquitas salió adelante dejando atrás al grupo de Toxeo, Platón y Acrafón, y el hermano de este último tardó un poco en alcanzarle. Toxeo habló sobre lo que debían de hacer.

 

- Creo que debemos irnos al equipo de Hipotoo, Platón. Tu fuerza es prodigiosa según lo que he oído, y servirá para arreglar los daños que pueda sufrir el barco. Acrafón, creo que también deberías venir.

 

Platón lo escuchó y luego dijo.

 

- Concuerdo. Además, entre más cerca de Escila, más chances hay de que seamos comida de esa bestia. Es mejor buscar la seguridad y dejar a La Fuerza Élite encargarse de este monstruo.

 

Finalmente, Acrafón se despidió de su hermano, y este le respondió la despedida.

 

- Adiós hermano, y ten cuidado con Escila.

- ¿Quién crees que soy? Cuídense ustedes, salvo por La Fuerza Élite, nadie tiene posibilidades contra Escila.

 

Timeo se unió a Arquitas, y juntos se pusieron en formación a babor, mirando hacia dónde hoy es llamado Reggio de Calabria, en Italia, nación cuya capital hoy es Roma.

 

Pasaron seis largos minutos desde que oficialmente la tripulación estaba en el estrecho maldito. Las velas no se movían puesto que el viento ya no soplaba, señal mortal, puesto que, si debían de huir, solo quedaba remar con todas sus fuerzas y eso no aseguraba que pudiesen salir libres de las fauces de Escila. Para aliviar la tensión, Partenopeo, el perro de caza, inició una conversación.


- Disculpa Macaria. ¿Puedo preguntarte algo?

 

Y Macaria dio permiso de hablar. Pero el bravo Neoptólemo quiso impedirles hablar.

 

- No se distraigan, un despiste basta para condenarnos a todos al fracaso.

 

Pero Telémaco, sabio en las necesidades de sus hombres, entendió que la liberación de estrés es algo que realza el vigor de un cazador. Así, Telémaco intercedió por Partenopeo, manteniendo siempre su sonrisa.

 

- Tranquilo, Neoptólemo. Somos seis cazadores experimentados,

podemos estar hablando mientras vigilamos. Además, la conversación sirve para herir el silencio, que aflige duramente y amarga cualquier espera. El diálogo prepara el alma a cualquier tragedia o dicha. Habla con libertad, Partenopeo.

- Gracias, Telémaco. Ahora, Macaria. Eres hija de Heracles, dime ¿es cierto eso que dicen que tu padre enfrentó a Escila hace unos siglos?

 

Macaria alzó la mirada, y preparó su voz. Al hablar de las hazañas de su padre, era necesario que las expresara con orgullo y con todo el respeto que un hombre tan virtuoso merecía. Cuando tuvo las que consideraba las más honrosas palabras que se podrían usar para describir al dios del valor y la fuerza, Macaria contó la historia de Heracles, El Más Fuerte de los Héroes.

 

- Mi padre me solía contar de niña sus experiencias como cazador. En una ocasión me contó esta historia que es la que quiere escuchar Partenopeo: Luego de derrotar al gigante Gerión, de tres cabezas; a su pastor Euritión y a su perro Ortro, que era bicéfalo, mi padre volvió hacia las tierras helenas atravesando una ruta similar a la que el padre de Telémaco tuvo que atravesar para llegar hasta Ítaca. La isla en la que habitaba Gerión se llama Eritea, y para llegar a ella en barco hay que pasar por las columnas de mi padre, y está al frente de la tierra que llaman Didyme los helenos (esto es Cádiz, en la España de nuestros tiempos). Dejó mi padre Eritea y pasó por la isla de Sikelia, tierra de los Sículos. Durante su viaje, le contaron en Sikelia la historia de Escila, así que decidió cazarla para llenarse de gloria, todavía no reinaba Caribdis estas aguas. Inclinó su barco hacia donde se encontraba Escila, y esta sin dudarlo lo atacó. Escila intentó devorar el ganado que llevaba Heracles y a los miembros de la tripulación de su barco. Sin embargo, mi padre no permitiría que inocentes perecieran ante tal monstruo.

Sin ningún terror, mi padre sacó su maza, se acomodó la túnica del León de Nemea, primera bestia que mató sirviendo al rey Euristeo y se arrojó contra Escila. Mi padre menciona que fue un combate interesante y desafiante por partes iguales: Escila tenía seis cabezas cuya forma recuera a la de los canes saliendo desde su cintura con cuellos serpentinos capaces de estirarse hasta ser tan largos el cuerpo mismo de Escila. No contenta con contar con esas fauces, aquella bestia tenía también otras tantas cabezas en forma de rostros horribles con cuellos como los anteriores. En un momento parecían cuellos cortos, y al siguiente eran tan largos como el barco en que se encontraba mi padre.

Mi padre sabía gracias a su pelea con Hidra de Lerna que un ser con tantas cabezas solo moriría si cortaba la cabeza principal. Así lo hizo: se abrió paso cercenando y aplastando las cabezas que le atacaban, era más ágil que Hidra, más violenta y más fuerte, pero Heracles, mi amado padre, había adquirido experiencia tras todas sus cacerías previas que le llevaron incluso a cazar a la cierva sagrada de Artemisa. A pesar del desafío, supo que hacer en todo momento hasta que, finalmente encontró la cabeza principal. Esto dice mi padre de como es el cuerpo de Escila: más allá de sus cabezas, el cuerpo de Escila tiene una composición curiosa. Del torso hacia arriba Escila tiene un cuerpo similar a una mujer, mientras que del torso hacia abajo es semejante a cualquier otro ser menos natural. Tiene rasgos de perro, lagarto y pez, e incluso, podría decirse que de ballena. Tomando su maza, mi padre saltó contra Escila que intentó protegerse en vano con sus brazos, pero el poder de mi padre provenía de la sangre de Zeus, que corre en sus venas más que en las venas de cualquier otro dios y de un solo golpe partió ambos brazos y aplastó el cráneo de Escila. Fue tal la fuerza que los ojos salieron volando de sus cuencas por el impacto y los sesos se licuaron.

Mi padre pensó erróneamente que la pelea había terminado. Pero antes de poder irse, se dio cuenta que mientras destruía la cabeza principal, las otras tantas se regeneraron. Por obra del rey de los daimones o por algún motivo extraño, se habían vuelto más poderosas después de haber perdido a la cabeza madre, podían aguantar hasta diez ataques del mismísimo Heracles y aun así mantenerse en pie. Era como si la cabeza principal fuese una especie de control que impidiese a las otras desatar todo su poder, así que mi padre pensó por un momento que estaba destinado a perder aquella batalla, pero se negó a rendirse porque Atenea, la de ojos de lechuza, inspiró rigor en su querido hermano. Heracles, mi amado padre, le dijo a aquella bestia: “¿Si he de morir, bestia, ten por hecho que tú vendrás conmigo!”.

La pelea continuó con más fiereza, mi padre no demostraba cansancio ni la bestia demostraba interés por dejar aquella presa irse libre de sus fauces. No había logrado destrozar ninguna cabeza después de matar a la principal, pero durante esos treinta largos minutos la cabeza principal no se había recuperado, lo que indicaba que ahora ya no tenía el factor regeneración. Sabiendo esto, se motivó a mi padre y sacó fuerzas de dónde ya no tenía y de un golpe preciso decapitó un cuello que se asemejaba a una foca. Con otro golpe decapitó otro cuello, y estuvo así por un largo rato hasta que finalmente, tras una hora de combate, Heracles se alzaba victorioso sobre el cadáver de Escila. Los marineros que le acompañaron fueron a su rescate cuando su cuerpo adolorido colapsó y cayó a las aguas. Le subieron al barco y le atendieron sus heridas. En todo momento, una sonrisa estaba en el rostro de mi padre.

Así mi padre obtuvo otro logro a su lista, y cuando llegó al reino de Euristeo, fue recibido por el pueblo con alegría puesto que logró ser el cazador que acabó con la invencible Escila.

 

Acabada la historia, todos aplaudieron a Macaria por su historia, contada en un tono que recordaba a cuando David, rey de Israel, adoraba a su dios en el templo de Jerusalén. Pero en Arcas hubo una inquietud que escapó de su boca.

 

- Interesante historia, Macaria. Ahora respóndeme una duda que tengo. Si mi hermano Heracles pudo derrotar y asesinar a Escila, cosa que no dudo porque conozco de primera mano su fuerza ¿Por qué estamos aquí entonces?

 

Telémaco rio y asintió con agrado indicando que también tenía esa misma duda. Macaria entonces, aclaró la garganta y contó el destino de Escila.

 

- Escila como todas las almas bajó al Hades. Una vez allí, Escila pasaría a ser arrojada al tártaro por decreto del dios Hades, mas desconozco a cuál de todos fue enviada, pero tengo entendido que fue enviada al círculo tercero, dónde arden los glotones. Sin embargo, nadie sabe por qué, un dios del mar llamado Forcis, le resucitó. Escila había vuelto, y ahora era más poderosa que antes, esto gracias a la bendición de Forcis. Por lo que escuché actualmente los cazadores más fuertes no están disponibles para encargarse de Escila, incluso mi padre no ha tenido tiempo de venir hasta aquí para volver a enfrentarse a Escila. Por eso es que estamos aquí y hemos venido a cazarla.

 

Terminada la exposición de Macaria, los cazadores guardaron silencio. Nadie volvió a hablar hasta que Telémaco propuso una nueva conversación.

 

- Bueno, la historia de Macaria suena interesante. ¿Alguien más tiene intención de compartirnos alguna hazaña heroica de alguno de sus padres? Tengo entendido que acá hay hijos de figuras gloriosas.

 

Arquitas fue el primero en hablar.

 

- Paso, no me agrada hablar de eso.

 

El siguiente fue Arcas.

 

- Igual yo, paso. En serio no quiero hablar de eso.

 

Y como Timeo guardó silencio, Partenopeo entonces tomó la palabra.

 

- Bueno, mis padres participaron en la cacería del Jabalí de Calidonia. Luego mi madre me abandonó en el monte.

 

 

Estaba en aquel entonces el Cazador de Invierno postrado en cama. Con la fiebre partiéndole la cabeza, el hombre permanecía débil. Pero había algo que le afligía en el pecho, y esto lo notó la cazadora llamada Calisto, La Osa Mayor, hermosa, alta y fuerte en partes iguales. Calisto se sentó en la cama y su cabellera blanca cayó sobre su espalda. Miró al Cazador de Invierno con dulces ojos y le habló con dulzura.

 

- ¿Qué te sucede? Te noto afligido.

 

El Cazador de Invierno, le respondió con su voz rasposa.

 

- Me preocupa algo, en serio estoy preocupado. Puta madre, Timeo está allá abajo en el plano terrenal ¿cómo mierda no estaré preocupado? No, creo que eso no es lo que me aflige. ¡Si! Es eso, ¡Mierda, tengo que hablar con Zeus! ¡Tenemos que convocar al consejo! ¡Timeo, Acrafón y todos esos hijos de puta están en peligro!

 

El Cazador de Invierno se levantó con fuerza, una fuerza tal que Calisto se sobresaltó. Ella intentó detenerle de levantarse, pero la voz de Artemisa se le adelantó y congeló su cuerpo. La diosa estaba de pie en la entrada, recostada y con los brazos cruzados, con mirada fría y un porte que era la encarnación de toda la gracia y elegancia que una mujer pudiese tener.

 

- No te levantes, no puedes hacerlo en estos momentos.

 

Entre los cazadores hubo intercambio de palabras, y Calisto guardó silencio mientras Artemisa buscaba controlarlo.

 

- No te preocupes por Timeo. El dia en que nació, vi en él tu fuerza, así que estará bien. Lo mismo con Acrafón, ambos pueden cuidarse solos y cuidar a los demás.

- Artemisa, eso sería si el problema solo fuese Escila.

- ¿Qué quieres decir?

- El día en que vencí a Guayota, solo los 12 olímpicos estaban al tanto de que sería yo quien iría, nadie más fuera del Olimpo salvo algunos héroes sabían que iría yo y que haría. ¿Cómo es posible que con tanto secretismo un enemigo del Olimpo me haya tendido una trampa?

- Querido, no entiendo lo que quieres decir.

- Lo que estoy diciendo es que hay un puto traidor entre nosotros. Ahora de quiero preguntar algo, ¿Quiénes son justamente los que saben que Timeo está allá en la tierra compitiendo por el Grial?

 

Captando finalmente lo que quería decir el Cazador de Invierno, Artemisa le miró ya no frialdad sino con miedo, miedo por Timeo y Acrafón. Artemisa controlando su voz que amenazaba con temblar, dijo entonces.

 

- Hablaré con mi padre inmediatamente. Calisto, asegúrate que no se levante.

- ¡Ay, así ¿Qué chiste?!

Notes:

Diario del Cazador:
Heracles o Hércules, como le dicen algunos. Es discutiblemente el héroe griego por excelencia, el más fuerte y viril de todos. Obviamente no tanto como yo, que soy mucho más increíble y macizo que él, pero no me robo el título no más porque me cae bien. Heracles es la definición de fuerza, dudo que haya un cazador con más renombre que él. Como hijo de Zeus, es un oponente formidable y no aconsejo a nadie enfrentársele a él. Ahora, ¿Por qué putas la gente habla más de él que de mí? Yo también hice cosas incluso más increíbles que Heracles, digo… no mamen me pelee con un escorpión gigante enviado por mi cuñado y también me peleo con mi suegro todas las noches.
No me van a negar que eso es jodidamente increíble ¿no?

Chapter 6: IV Escila Ataca

Summary:

Esto está escalando rápido.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

E0NO0AG /> 

 

Hubo conmoción entonces en el Olimpo cuando Artemisa, carnicera de los dioses, presentó solicitud de consejo. Se reunieron entonces los Doce Grandes Olímpicos, estos son los doce dioses más fuertes de su panteón, y que son adorados por sobre los demás dioses del Olimpo. Los Doce Grandes Olímpicos eran aquel momento estos doce: a la cabeza de todos estaba Zeus, el menor de los hijos de Cronos después de Quirón; la segunda era hermana y esposa de Zeus, Hera, reina del Olimpo; el tercero era el señor de los mares, Poseidón, regente de la Atlántida; la cuarta era Atenea, tan sabia como hermosa, llevando en su hombro a un hermoso níctido macho que se acurrucaba n su cabellera; el quinto era Hefesto, hombre bruto y tosco, más bello que cualquier mortal, pero inferior en belleza a los demás dioses; el sexto era Ares, el más despreciado de los suyos, pero adorado en Roma bajo el nombre de Marte; la séptima era Afrodita, que se presentaba casi desnuda en toda su gloria, de anchas caderas y dulces senos; el octavo era Apolo, el más fuerte de todos los doce, siendo solo superado por Zeus; la novena era la misma Artemisa, repudiada como Ares por su brutalidad, pero respetada por su valor; el décimo era el astuto Hermes, ladrón y bromista, que fungía como mensajero; el penúltimo de ellos es Dionisio, quien su mera presencia sirve para excitar a los hombres.

 

Estos eran los Doce Grandes Olímpicos reunidos ese día. Solo faltaba Heracles, quien se ausentó porque estaba con el sabio Siddhartha en tierras muy lejanas. Al consejo también llegaron otros dioses, algunos fueron olímpicos en el pasado como la recta Deméter, o la virginal Hestia, quien se afligía pensando en Arquitas. Estaban también entre ellos Perséfone, reina de los muertos, representando a su marido que detesta estas reuniones. Llegaron también el bravo Aquiles, que estaba parado junto Perseo, Cástor y Pólux. Erictonio de Atenas estaba al lado del trono de su madre, Atenea. Helios y Sémele estaban sobre balcones viendo desde lo alto el encuentro, les acompañaban Calisto, que es la Osa Mayor y también estaba Ganimedes que es acuario, Pan que es Capricornio, Crisómalo que es Aries y Quirón que es Sagitario.

 

Se presentaron también Iris, Tetis, el rubio Menelao, Eros, Deimos y Fobos. Fueron también Hebe, Teseo, Tanatos, Prometeo, Zelos, Bía, Nike y Kratos. Representando a los gigantes se reunieron el bravo Encelado, el ciego Efialtes, Damasén y el brutal Escipión, este último gigante era mortal, pero se le permitía pisar el Olimpo porque era él quien estaba buscando a los responsables de envenenar al Cazador de Invierno. Así se reunieron todas las divinidades, desde las ninfas hasta los sátiros, incluso los centauros y los daimones se presentaron. En el centro de la sala, estaba de pie, y dejando su asiento libre, Artemisa, la feroz cazadora.

 

Habló entonces Zeus.

 

- Dime, hija mía, ¿Qué es el motivo de esta reunión?

 

Artemisa alzó el rostro, y todos la escucharon con conmoción cuando dijo estas palabras.

 

- Hay un traidor entre nosotros.

 

El salón del Olimpo se llenó de bullicio y rompieron en acusaciones unos contra otros. Atenea alzó su lanza y golpeó el suelo con el lado sin filo. Fue tal la fuerza del golpe que provocó una vibración que cayó a los demás dioses. Atenea, miró a su hermana con sus bellos ojos, semejantes a los de una lechuza, así dio le dio permiso de hablar.

 

- Lo que decía, hay un traidor entre nosotros. O eso piensa mi compañero.

 

Y una voz rasposa la interrumpió, un hombre venía cojeando, apoyado con un bastón y ayudado a caminar por dos de las Pléyades que eran Asterópe y Electra. Esa voz fue reconocida por todos en la sala, era el Cazador de Invierno.

 

- No pienso, ¡lo sé! Son dos cosas muy diferentes, preciosa.

 

La presencia del cazador gigante provocó murmullos entre los presentes. Artemisa al verle, miró con rabia a Calisto, que estaba entre lo más alto para alejarse de las deidades del mar. Calisto vio su mirada y se ocultó, puesto que Artemisa le había encomendado asegurarse que el más cruel de los dioses no saliese de sus aposentos. La siguiente en hablar fue Hera, con mucha indignación.

 

- ¿Cómo te atreves a presentarte inmundo ser? Ya tenemos suficiente con permitirles a los de tu clase presentarse en el Olimpo, ¿por qué debemos soportar también al peor de todos los malvados?

 

El Cazador de Invierno rio y dijo con una sonrisa estas escandalosas palabras.

 

- ¡Zeus! Gran Zeus, tu hermana parece disfrutar hablar mucho. ¿Por qué no la callas y le pides que use su boca para algo más útil como podría ser, no sé, tal chuparte la verga? Vamos, yo hago eso con tu hija cuando molesta mucho, de echo le encanta hacerlo aunque no lo crean.

 

Varios dioses estallaron en carcajadas. Y algunos como Pan, soltaron expresiones tales como esta.

 

- Sería un espectáculo digno de ver.

 

Otros más razonables como Perseo, se dijeron a sí mismos.

 

- Alguien recuérdeme por qué aceptamos el berrinche de Artemisa de inmortalizarlo.

 

Y el mochuelo de Atenea le dijo a su hermosa compañera.

 

- Debimos dejar que ese escorpión lo matara.

 

Hera se ruborizó de vergüenza y furia, mientras Zeus luchaba por contener la cólera. Artemisa se limitó a ocultar su rostro con sus manos, soportando las ganas de asesinar a aquel gigante en ese instante. El Cazador de Invierno siguió con sus comentarios injuriosos, riendo él mismo y haciendo él reír a ninfas, sátiros y demás dioses menores.

 

- Aunque bueno, la que debe ser una completa zorra haciendo una mamada debe ser Atenea. Ya saben lo que dicen, entre más calladas son, más putas resultan.

 

Artemisa se arrojó contra él y le hizo sentarse, mirándolo con furia por sus palabras obscenas. Ella le dijo entonces en forma de regaño.

- Te dije que te quedaras en nuestro lecho, maldito gigante. No tanto porque estés enfermo y no debas caminar o solo empeorarás, sino por esto. ¡¿No tienes vergüenza?!

 

Ya silenciado el alborotador. Encelado, gigante de buen porte se dirigió a Zeus y le dijo esto.

 

- Disculpa esta interrupción, intentamos encadenarlo para que no se levantase, pero al final logró liberarse y vino aquí. No queríamos que viniese porque bueno, ya sabes cómo es él. Pero ya que está acá, aprovechemos a que diga que es lo que piensa nuestro rey.

 

Zeus reordenó el consejo. Y siguiendo con agrado la recomendación de Encelado se dirigió al Cazador de Invierno y le pidió hablar de este modo.

 

- Ya que las cosas se han calmado, doy permiso al rey de los gigantes de hablar. ¿Qué es lo que te atormenta, Orión?

 

Se escuchó el nombre, y los dioses palidecieron, puesto que había pacto para no pronunciar un nombre tan vulgar y oscuro en el Olimpo por todo lo que representaba, incluso cuando el Cazador de Invierno estuviese presente, nadie se atrevía a llamarle por su nombre. Así, al oír su nombre, Orión rio y se reclinó en su asiento. Miró arrogante a Zeus y le dijo estas palabras mientras Artemisa se mantuvo de pie detrás de su asiento.

 

- Lo que me preocupa es que son una panda de pendejos, todos los que están acá. Incluso yo, carajo, yo debo de ser el más pendejo de todos por no haber caído en cuenta de una puta y simple cosa. Cuando recibí el trabajo de que yo debía derrotar a Guayota, ¿se acuerdan que hicimos? Un consejo, ¡Un puto consejo como el día de hoy! Y nadie fuera de este consejo, sabe que mierda hablamos ese día. Si nadie sabía que iba a hacer, ¿cómo mierda alguien sabría que yo estaría ese día cazando a Guayota. Tenemos dos posibilidades, muchachos. O alguien le contó a alguien que iba a hacer yo y ese alguien se lo contó a un lameculos, o tenemos a un puto traidor entre nosotros.

Yo en lo personal, creo en la segunda idea, porque si fuera la primera ya habríamos sabido desde hace tiempo que alguien fue descuidado. Lo estarían diciendo los mortales y todos los dioses de los demás panteones. Así que esa chance está descartada.

 

Entre los dioses hubo silencio, pero Atenea lo rompió.

 

- Concuerdo con su razonamiento. Es bastante sospechoso que alguien supiese dónde estaba el Cazador de Invierno cuando venció a Guayota. Y si tenemos en cuenta todos los enemigos que tiene incluso dentro del Olimpo, es normal que haya un traidor contra él.

 

Todos los dioses miraron inmediatamente a Apolo, este con brazos expresivos, se defendió de sus acusaciones.

 

- ¡Vamos! Sé que en el pasado tuvimos nuestros conflictos, pero ya hemos hecho las paces.

 

Y su defensa fue aprobada por el mismo Orión, Cazador de Invierno, quien dijo.

 

- No, claramente no fue Apolo, siento que hay algo detrás de todo esto a parte de un mal cogido detrás de mí.

 

Entonces dijo Aquiles, con voz potente y firme.

 

- Pido la palabra gran Zeus. Personalmente, pienso que si hay un traidor no puede ser Apolo, puesto que esto claramente es obra de alguien que busca la destrucción del Olimpo. Atenea, sé que tú también lo vez. ¿No están acaso los hijos del Cazador de Invierno junto con otros grandes héroes buscando el Grial en el Cuarto Argos?

 

Atenea palideció al caer en cuenta de lo que quería decir Aquiles, y complementó sus palabras.

 

- Timeo y Acrafón están con Lacedemón. A estos los acompañan héroes de gran renombre, algunos siendo de los más fuertes como Telémaco. ¡Por Caos! No atacaron por nada al Cazador de Invierno, los malvados sabían que sus hijos saldrían a buscar una forma de salvar a su padre, y sabían que se subirían al Cuarto Argos para competir por El Santo Grial. Han de haberlos seguido y dejado a un infiltrado entre ellos para saber que trabajos recibirían. El objetivo real era matar a todos esos cazadores y llevarlos a una trampa.

 

El Cazador de Invierno se puso de pie, ya no sonreía, sino que fruncía el ceño y señalaba con la mano libre de su bastón.

 

- Oh, Atenea, en serio te amo. En serio, cada día tengo más ganas de cogerte. No eres solo eres poseedora de grandes senos y caderas sino también de un gran cerebro. ¡Efectivamente, bastardos de mierda! El objetivo del pendejo que me atacó no era matarme, no falló su misión, ¡la logró! Su objetivo era El Cuarto Argos, dónde van los cazadores más fuertes. Me hirieron y lo encontraron gracias a mis hijos, mis putos y estúpidos hijos que revelaron la ubicación de ese barco de mierda por querer salvarme. ¿Ustedes no saben que en ese barco se suele ser frecuentado por más de 200 cazadores héroes de Grecia? Es un objetivo apetitoso porque destruirlo significa, que perdemos más de 200 efectivos que pueden salvarnos el culo si inicia una guerra. ¿Y por qué alguien querría hacer eso? ¡Pues porque precisamente alguien quiere iniciar una guerra y agarrarnos con los pantalones abajo! Y el responsable de todo eso, ese hijo de mil perras, está entre nosotros. Pendejo con suerte, lo buscaremos después de haber salvado a los cazadores.

 

Entraron en silencio los dioses y empezaron todo tipo de bullicios. Perseo pensó en Perses, hijo suyo que iba en dicho barco. Aquiles dijo en voz alta.

 

- ¡Mi hijo Neoptólemo también va!

 

Zeus ordenó silencio, y así recapacitaron mejor la situación.

 

- Tenemos que avisarles al Cuarto Argos que les van a atacar, que Escila fue avisada y se prepara para el ataque. Pero debe hablar un dios que no sea de los Doce, Cernunnos no nos permite hablar con los cazadores.

 

Así se levantó Hestia, quien con el corazón afligido dijo.

 

- Desde que Dionisio habita entre los olímpicos, he renunciado a mi puesto entre los Doce. Así que yo puedo ir porque no hay diosa no olímpica en la que los cazadores confíe más.

 

Los dioses aprobaron las palabras de Hestia, y la diosa se retiró. Zeus dijo serenamente entonces.

 

- Ahora esperemos a ver qué sucede.

 

 

Mientras en el Olimpo se armaba la discordia, dijo Acrafón, dirigiéndose Toxeo estas palabras. El noble gigante se sentó en el suelo para tener a Toxeo a su altura, un gesto que el hombre apreció.

 

- ¿Sucede algo, Toxeo?

 

Dijo Toxeo entonces.

- Sí, está demasiado tranquilo, eso me fastidia. Vamos, incluso nos dio tiempo de recoger las velas para evitar irnos por accidente en caso de que volviera a soplar el viento y Telémaco se puso a cantar por el aburrimiento.

 

Platón, sentado como un yogui, también para que Toxeo no se sintiera superado, dijo esto.

 

- Esto no es tranquilidad. Pienso que tal vez Escila sabe que hemos venido a por ella y se oculta con la intención de tomarnos desprevenidos. Pero de ser cierto eso, ¿cómo podría saberlo ella? Si nadie salvo en el Olimpo sabe que estamos aquí.

 

El trío de cazadores observó a la Fuerza Élite. Aquellos cazadores que debían estar pendientes a todo momento de lo que podría ocurrir con Escila se encontraban contando historias mundanas sobre experiencias personales o experiencias familiares. Telémaco era el más hablador, contando las hazañas de su padre Odiseo como si estuviera cantando la misma Odisea, obra escrita por Homero, que, según algunos sabios, era hijo del propio Telémaco. Partenopeo contó historias sobre diversos cazadores de los que había oído hablar, y disfrutaba de consultar ante su compañera Macaria la veracidad de las historias del gran Heracles. Y por su parte Arcas de vez en cuando contaba sus experiencias de caza, como la ocasión en que mató a un licántropo con sus propias manos. Sobre esto dijo.

 

- Ese infeliz creo que era el mismo Licaón. Así que, pueden llamarme, matador de Licaón. Suena bien, ¿no creen?

 

De lejos, algunos curiosos escuchaban las historias de cada cazador y realizaban sus comentarios. Entre ellos estaba Lacedemón.

 

- No hay justicia para Arcas.

 

Estas palabras de Lacedemón, llamaron la atención de Hipotoo. Entonces dijo Hipotoo.

 

- ¿He? ¿Por qué lo dices, Lacedemón?

 

Intercambiaron entonces palabras los cazadores.

 

- ¿Sabes que tenemos en común Arcas y yo, Hipotoo?

- No, ¿qué tienen en común?

- Ambos somos hijos de cazadoras miembros del cortejo de Artemisa y ambos somos hijos de Zeus.

- Oh, ¿en serio? Vaya, ahora lo entiendo. Si es hijo de dos grandes figuras, es raro que sea poco reverenciado. ¿De cuál cazadora es hijo?

- Arcas es hijo de la más importante cazadora de Artemisa antes de la llegada de Orión, hablo de Calisto, quien incluso fue consorte de la diosa Artemisa. Sin embargo, no importa que tan famosa sea su madre ni que sea el hijo de Zeus, nadie se acuerda de sus hazañas, aunque son dignas de héroes de la talla de Perseo, Teseo y los gemelos Cástor y Pólux.

 

La conversación fue interrumpida por Lélege, quien fue un gran cazador en Laconia y fue héroe venerado.

 

- A mí no me molesta que ese tipo sea ignorado. Lo que me molesta o inquieta (no sé exactamente cómo describir esta emoción), es que ni Arquitas ni el gigante ese de piel marrón hayan dicho algo. Por cierto, ¿Cómo se llamaba ese gigante?

 

Se acercaron a la conversación Acrafón, Toxeo y Platón, interesados por lo que decían. Habló entonces Acrafón.

 

- Mi hermano y yo conocemos a Arquitas desde hace tiempo. Perdió a su madre cuando era niño, y la diosa Hestia le adoptó como su protegido. Es básicamente un dios, incluso luchamos juntos en la gigantomaquia, pero es un dios de perfil tan bajo que prácticamente nadie sabe algo de él. Ni siquiera Timeo y yo, no sabemos quiénes eran sus padres ni cómo murió su madre, y mucho menos por qué nos tiene tanto rencor a nosotros los gigantes.

 

Hipotoo miró con desagrado a Acrafón, a pesar de ser un hombre bello y noble.

- Vaya, vaya, parece que el pequeño gigante sabe cosas. Lástima que nadie te pidió hablar, maldito bastardo. Pero bueno, dime, ya que estás, ¿tu hermano quién es? no dice nada y me gustaría saber de dónde salieron ustedes dos, en especial Timeo. ¿Sabes? Un gigante de piel oscura con heterocromía no pasa desapercibido por ahí. Claramente es un mestizo, pero ¿de dónde salió?

 

Lacedemón se acercó con rabia a Hipotoo y lo calló, despreciando sus palabras contra Acrafón y Timeo. Le recordó entonces a Hipotoo las advertencias que dejaron Partenopeo y Arquitas a Neoptólemo. Hipotoo gruñó por su tono y le dijo al padre de los espartanos, Lacedemón.

 

- Vamos, no me digas que los conoces tú también.

 

Lacedemón le respondió.

 

- Así es, soy su hermanastro y los conozco a ambos desde que nacieron de madres diferentes. Créeme cuando te digo que son hijos de un gigante muy temido, al que Partenopeo le reza antes de cada caza. Son cazadores de Artemisa, así que tenles respeto, Hipotoo.

 

 

La discusión pudo haber seguido, pero fueron cayadas todas las voces cuando, en el cielo, un halo de luz como el fuego se materializó. Era una deidad que entraba al plano terrenal, Arquitas fue el primero en verla y se conmovió, y todos los cazadores dejaron lo que hacían para poder contemplar a la diosa Hestia manifestándose entre ellos. La diosa, era una dulce niña de pelo rojizo y rojas de fuego, esta habló con La Fuerza Élite, flotando en el aire.

 

- Nobles cazadores, debo advertirles que han caído tal vez en una trampa. No puedo profundizar ahora, pero hay un traidor entre los olímpicos. Y es posible que hayan caído en una trampa.

 

Toxeo se sintió helado, y Platón dijo.

 

- Odio siempre tener razón.

 

En el rostro estoico del gigante de piel marrón no se notaba ninguna expresión, más su pulso revelaba sus sentimientos. Su mirada se encontró con la de Arquitas, que a través de sus ojos le dijo lo que pensaba. Ambos ya sabían que iba a acontecer y acordaron que debían hacer. Entonces repentinamente, el gigante de piel marrón pegó un salto y se paró sobre la baranda del barco. Macaría se asustó al ver lo que hacía.

 

- ¡Por el amor a Zeus!

 

Y le siguió Neoptólemo.

 

- ¡¿Qué hace ese loco?!

 

El gigante se arrojó a las aguas oscuras sin decir palabra alguna, Hestia se apartó para no quemarlo mientras se zambullía y su cuerpo gigantesco pero delgado desapareció ante los ojos de todos. Neoptólemo y Macaria quedaron boquiabiertos ante la inesperada escena, pero Telémaco, Partenopeo y Arcas no comentaron nada; mientras tanto, Arquitas se dirigió a todos los presentes.


- ¡Prepárense todos! ¡Estamos bajo ataque! ¡Hestia, vete al Olimpo u ocúltate en el barco, pero ponte a salvo!

 

El gigante se dejó hundir por su peso y su expresión eternamente estoica e inexpresiva custodiaba los distintos rincones del estrecho, hasta que notó una forma extraña bajo el agua. El rostro dejó de ser sereno y se transmutó en otra expresión, puesto que la forma que vio era la de un cuello alargado, cubierto de pelo marrón y con ojos negros. Timeo tragó saliva y comprendió la situación. Estaban en un serio problema.

 

- ¿Qué sucede? - Dijo Toxeo quien no se había fijado en lo que el gigante había hecho y desconocía del peligro.

 

Y Arquitas seguí gritando, dando señales y ordenando ponerse a salvo a todos. Nadie entendía que pasaba. Telémaco, dejando su sonrisa por primera vez en la noche, dijo con frialdad.

 

- Arcas, ve con Arquitas. Neoptólemo, acompáñale.

 

Arcas obedeció, pero Neoptólemo dudó de lo que sugería su amigo.

 

- Telémaco. ¿Qué diablos sucede? Primero ocultas la identidad de ese gigante y ahora estás aprobando una actitud rara de Arquitas. ¿Qué sucede?

- Neoptólemo. Eres nuevo en el mudo de los cazadores, te entiendo. Yo llevo varios años en este mundo y he sabido estar en él. Escucha bien lo que te diré, los cazadores de élite tenemos un dicho: “Si Timeo que actúa, solo sigue la corriente y no le cuestiones”.

 

Al terminar de hablar, Neoptólemo solo tenía más dudas y ninguna respuesta.

 

- ¡¿Quién daimones es Timeo?! ¿Por qué confías tanto en él?

 

Dos hombres se acercaron, estos eran un cazador llamado Esquilo y otro llamado Quérilo. Estos se acercaron preguntando por información, pero para desgracia de ellos dos cabezas emergieron de las aguas de pronto. Una tomó el brazo izquierdo de Quérilo y lo levantó en los aires, y la otra le agarró el brazo a Esquilo. Este con fuerza trató de escaparse, pero solo produjo que la bestia le arrancara el brazo, y el poeta vio horrorizado su cuerpo destruirse y gritó de dolor pidiendo ayuda. A los gritos Telémaco y Neoptólemo fueron a ayudar. Macaria golpeó la cabeza que soltó a Esquilo y este se retorció de dolor.

En cuanto a Quérilo, Idas y Temístocles lo agarraron por las piernas. Pero la bestia ya lo tenía por los pectorales y él escupía sangre. Los cazadores tiraron con todas sus fuerzas, pero Quérilo solo fue partido por la mitad y sus entrañas cayeron sobre la cubierta. Lo que quedaba desapareció gimiendo en las fauces de la bestia en medio de la niebla.

 

Ocurrido esto, nadie fue capaz de procesar lo ocurrido, esto porque ante los ojos de todos, vieron como una bestia levantó por los aires el barco. Esto fue por las cabezas serpentinas que Timeo había encontrado bajo el agua y con sus potentes cuellos los elevaron por los aires.

 

Arcas gritó.

 

- ¡Oh por Zeus!

 

Y Macaria la gritó, ordenándole a los demás.

 

- ¡Todos agárrense!

 

Y Toxeo, viendo que el barco caería con violencia, entró en pánico y dijo entonces.

 

- ¡En el nombre de los dioses! ¡El barco se partirá en dos!

 

Más el alegre Telémaco le dijo agarrándose a dónde pudo, y riendo como loco.

 

- ¡No temas Toxeo! Este barco lo construyó Hefesto, tiene los mejores materiales de toda Grecia y del mundo, ¡No se partirá fácilmente! - Telémaco siguió riéndose de la emoción, sería erróneo decir que no lo estaba disfrutando.

 

Y mientras reía Telémaco, Neoptólemo dijo agarrado al mástil.

 

- ¡Partenopeo! Acuérdame de decapitar a este imbécil cuando salgamos de esta.

 

Asintió Partenopeo, y el barco cayó con estruendo en las aguas con fuerza, pero una corriente lo empezó a llevar al otro extremo, hacia dónde se encontraba aquella bestia que nadie había enfrentado nunca antes. Caribdis, estaba lista para devorar el barco tan pronto llegase. Se alertó Hipotoo al ver lo que acontecería y gritó dando aviso a todos los demás.

 

- ¡Maldición! ¡El barco se está dirigiendo hacia Caribdis! ¡Escila creó una corriente para llevarnos contra ella, sabe no podremos vencerla!

 

Ariadna dijo en respuesta.

 

- ¡Oh por Artemisa! ¿Hay alguna forma de detener la nave?

 

Hubo varios lamentos entre los cazadores. Más los cazadores que conocían al Cazador de Estrellas, no tuvieron miedo, puesto que sabían lo que los demás desconocían. Así dijo Arquitas con rabia.

 

- ¡Ese hijo de perra! ¡¿Por qué se demora tanto?!

 

Toxeo, más preocupado por salvar su vida que en otra cosa, dijo a Arquitas confundido por sus palabras.

 

- ¿De quién hablan? ¿Quién se demora?

 

Lacedemón, sosteniéndose con su lanza al suelo del barco. Le respondió a Toxeo mientras le ayudaba a no caerse por los suelos.

 

- En unos segundos lo descubrirás amigo mío.

 

De pronto, el barco que parecía que se dirigía hacia el final de la expedición, se detuvo de golpe. Los cazadores se tambalearon por el freno del movimiento del barco, y cuando los cazadores se levantaron, se dirigieron a estribor para descubrir que era aquello que había frenado al barco. Toxeo fue delante de todos, y fue entonces el primero en observarlo. Era una figura humanoide parada sobre el agua.

 

- ¡Miren! ¡Hay algo sobre el agua! ¿No es acaso ese gigante de piel marrón?

 

Platón, de pie y recuperado, sonrió y dijo a Toxeo.

 

- Así es, es Timeo, el buen Timeo de Locri.

 

El gigante de piel marrón se encontraba de pie sobre las aguas, como si estas fueran suelo sólido. Sus poderosos y delgados brazos sostenían el barco, e impedían que este siguiese su rumbo contra Caribdis, empujándolo para acercarlo a Escila. Su fuerza impresionó a los cazadores que le desconocían. Unos a otros se preguntaban qué pasaba, puesto que nunca habían visto tal hazaña o algo parecido. Solo sabían de un cazador gigante capaz de caminar sobre las aguas, y este era el Cazador de Invierno. Si hubieran sido más listos, hubiesen entendido en ese instante que Timeo era hijo de tal monstruo, y, por lo tanto, era el príncipe de los cazadores. Así, cuando todos se hubieron calmado, Telémaco coordinó a los cazadores con estas palabras, sin tiempo de lamentarse por el hombre fallecido o por el brazo de Esquilo.

 

- Muy bien, señoritas ¡Todos a sus posiciones! ¡La cacería ha comenzado!

 

Cuando hubo asegurado el barco, el gigante de piel marrón saltó desde el agua y le recibió su hermano, Acrafón. Su fuerte y bello brazo lo sostuvo y lo ayudó a subir a  ,cubierta. Una vez en cubierta, Timeo se reunió con Acrafón, Toxeo, Platón y Arquitas. Por cubierta se encontraban Lacedemón reorganizando a los cazadores en posición, y Lélege e Hipotoo eran los encargados de reunir al grupo de mantenimiento y reparación, preparados para ver que daños había sufrido el barco por el impacto. El primero en hablar con Timeo fue, para su desgracia, Arquitas.

 

- Imbécil, ¿por qué demoraste tanto?

 

Más a Arquitas lo calmó Hestia, materializada a su lado, como dulce niña en halo de fuego que aplacó su ira al poner su mano en el hombro de Arquitas. Con Arquitas calmado, Timeo pudo hablar y dijo con su voz cavernosa.

 

- Lo siento, el impacto de Escila contra la nave me aturdió un instante, pero afortunadamente me recobré a tiempo y no pasó a mayores. Arquitas, discutamos luego, tenemos una cacería que completar; Toxeo, quédate con Aristocles y con Acrafón.

 

Toxeo asintió inmediatamente a estas palabras y a su gesto añadió sus propias.

 

- No hace falta que me pida eso, señor. No tenía pensado ponerme a mí mismo en riesgo.

 

Hestia, por su lado, se dirigió a Arquitas y le dijo al iracundo cazador.

 

- No te dejes llevar por la ira, mi querido Arquitas. Concéntrate solo en la cacería, y olvídate de que Timeo sea gigante, o de lo contrario todos sufriremos por las discordias que se puedan generar entre ustedes.

 

Arquitas bajó la cabeza como un niño reprendido por su madre, y junto con el gigante se reunieron con La Fuerza Élite. Telémaco, Neoptólemo, Macaria, Arcas, Partenopeo, Arquitas y el gigante Timeo; los siete héroes se desplegaron al frente de todos los cazadores para encontrarse cara a cara con la bestia. De las aguas emergieron entonces seis monstruosos cuellos serpentinos y largos, cuyos extremos terminaban en cabezas de perro que les observaban con ojos negros, cada cabeza era distinta en algún sentido, pero compartían, a parte de los ojos negros, un pelaje marrón como el de un oso pardo o un perro de caza. Tenía sentido que hubiese poetas que le atribuyeran a Tifón, la bestia de Gaia, la paternidad de aquel monstruo, porque era aborrecible por dónde se le viese.

 

De pronto, una de las cabezas de Escila se acercó al barco, y de su boca salió una voz rasposa y que lastimaba el oído de solo escucharla.

 

- Tú, el gigante de piel marrón. Nunca antes había oído hablar de acerca de ti. Conozco a los cazadores que están junto a ti, conozco sus nombres, las tierras de dónde vienen y a sus padres. Salvo por aquel de piel clara y de largo pelo negro al que llaman Arquitas, todos me son conocidos, en especial Macaria y Telémaco, cuyos padres me enfrentaron hacen siglos. Dime tu nombre, gigante, y el nombre tu tierra y también el nombre de tus padres. Quiero saber tu nombre para que así sepa entonces a qué cazador he de asesinar hoy.

 

Entonces Timeo frunció el ceño. Chasqueó los dedos, y una cadena se materializó en su brazo derecho, rodeándole y Timeo la empuñó. Esta cadena terminaba en una punta afilada, y era el arma usada por este feroz gigante. Estaba hecha de los huesos fundidos de los Aloadas, monstruosos gigantes que intentaron asaltar el Olimpo, pero que Artemisa y Apolo vencieron al hacerles matarse entre ellos. Hubo que hacerlo de este modo, porque sus huesos eran tan duros que resistían cualquier golpe. Artemisa tiempo después desenterraría sus cadáveres, y Hefesto fundiría sus huesos y los volvería estas cadenas. Artemisa las dio por regalo a Timeo, y por haber sido hechas por los huesos de los Aloadas, Timeo la nombró El Látigo de los Aloadas.

 

Fue blandiendo este látigo que Timeo respondió a Escila, diciéndole estas palabras.

 

- ¿Dices querer saber mi nombre, el nombre de mi tierra y el nombre de mis padres, bestia? Está bien, te lo diré. Soy hijo del Olimpo, mi madre es la luna naciente, que cuida de las mujeres que dan a luz y de las niñas que no han conocido a varón, cuidándolas de doncellas y hasta que estas deciden yacer con los hombres. Mi padre es aquella constelación que en lo alto que para algunos marineros es augurio de buen viaje, pero para otros pueblos es indicio de que habrá tormenta y es llamada constelación del cazador. La tierra en la que mi madre me dio a luz, es la tierra de Locros Epicefirios que también llama Locri. Es por esta tierra que me llaman Timeo de Locri, y es por mi padre que me dicen Orionida. Si quieres saber mi nombre, ¡Ese es! ¡Soy Timeo, hijo de Artemisa!

 

Dichas estas palabras, Neoptólemo dirigió una mirada a Partenopeo y a Arquitas. Entonces entendió por qué estos querían evitar que degollara a Timeo, y suspiró aliviado y pálido al pensar que casi se condenaba por subnormal.

 

Notes:

Diario de El Cazador:

Timeo de Locri o Timeo Locros, es un personaje que aparece en dos diálogos de Platón, siendo una figura secundaria en Critias y el personaje principal de su obra Homónima, que es famosa por presentar las ideas de Platón sobre la naturaleza, así como ser la primera obra en la que es mencionada la Atlántida. Sobre su vida hay demasiado debate al ser un personaje poco registrado, algunos incluso asegurando que ni siquiera existió y se inspiró en filósofos que conoció Platón como lo pudo ser Arquitas de Tarento (no confundir con el imbécil que le quiere joder la vida a mi hijo), mientras que otros como Diógenes Laercio, sugieren que se trataba en realidad de Filolao.
Fue un estudioso de la escuela de Pitágoras, y residió algún tiempo en Italia, dónde Platón, tras la muerte de Sócrates viviría para aprender con él sobre Astronomía. A lo largo de los años, se le han atribuido varios trabajos como lo sería Sobre La Naturaleza del Mundo y el Alma, Matemática y una Biografía de Pitágoras, pero se ha puesto en duda que realmente haya escrito esto. No se sabe realmente nada de Timeo, y los mortales solo lo conocen a partir de Platón. Si hay verdad en estos trabajos sobre el Timeo histórico o no, probablemente nunca se sepa.

Chapter 7: V Escila vs El Cuarto Argos

Summary:

A partir de aquí, hay muertes cada capítulo.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

¡Ah, crueles Moiras! ¿Por qué sus hilos llevan a tantas tragedias? ¿Por qué Átropos, dime por qué cortaste los hilos de la vida de tantos hombres que perecieron aquel día? Dime, Láquesis, ¿No pudiste hacer más largos sus hilos? Acaso Cloto ¿No hubiera sido mejor nunca haber tejido sus hilos en primer lugar, si les deparaba tal cruel destino? Que quede registro de cómo empezó la tragedia del Cuarto Argos, tragedia que ni los dioses pudieron prever porque pensaban erróneamente que el único mal era Escila. Si tan solo hubiesen nacido aquellos bravos cazadores unos dos milenios más tarde, hubieran conocido a Lovecraft, y al menos así hubieran sabido que los aniquiló aquel día.

 

De los doscientos treintaiocho cazadores que habían empezado el viaje, ya había muerto uno.

 

Justo después de que Escila apareciera, Timeo de Locri, que es el horrible Timeo de Locros, agitó su látigo cadena y la punta de este látigo, obra de Hefesto, cegó uno de los ojos izquierdos de Escila. La bestia rugió, y de su herida emanó negra sangre. Vieron esto con ánimo los cazadores de La Fuerza Élite, y siguieron entonces su ejemplo. Estas son las armas que cada cazador llevó aquel día. Partenopeo, que era perro de caza condenado por ofender a los dioses cuando se enfrentó a los Tebanos acaudillando a los arcadios, llevaba un escudo de esta región y una espada del tipo Xifos, esta es una espada corta semejante a un puñal grande, con la punta más ancha conforme se aleja del mango, pero volviendo a estrecharse hacia el final. Arcas, el temible cazador que fundó la mítica Arcadia e hijo de la bella y feroz Calisto, se olvidó de cualquier armadura o escudo y se arrojó con una maza de hierro puro, un arma poco usual en aquellos años en Grecia, puesto que los ejércitos griegos confiaban más en las falanges.

Telémaco, de eterna sonrisa, se puso detrás de todos los cazadores, y su brazo diestro se envolvió en fuego y de este lanzaba llamaradas contra Escila que, al ser llamas santas, nunca tocaron la madera del barco. Macaria Heraclida, de gran fuerza, llevaba un escudo de bronce y una clava que en el pasado usó su padre para enfrentarse a Hidra de Lerna; la clava es un tipo de garrote, generalmente de madera, que se vuelve más ancho conforme se aleja de la empuñadura y llega al extremo. Neoptólemo, hijo del poderoso Aquiles, tenía una pica, que es un arma de asta de más de 3 metros que los griegos llamaban sarisa, y un escudo mirmidón. Finalmente, el iracundo Arquitas, aquel cuyo pasado era un enigma para todos los allí presentes, salvo para Hestia, llevaba a la caza dos kopesh egipcias, armas de rara forma y semejantes a una media luna, defendido por una armadura romana azul y por Hestia, transformada en un halo de fuego a su alrededor para protegerle de Escila.

 

Estos fueron los cazadores de La Fuerza Élite que cazaron a la bestia aquel día y las armas que usaron contra Escila, bestia temida por su gula. Ignorando la ceguera parcial de una de sus cabezas, la bestia empezó a atacar a los cazadores, y estos se defendían ya sea esquivando o bloqueando sus ataques. Luego de escapar de sus fauces, devolvían el ataque y así seguía la brava lucha. Eran seis cuellos y cada cuello luchaba contra un cazador distinto. Y el cuello que enfrentaba a Timeo, le dijo en medio del combate.

- ¿Timeo Orionida? Es la primera vez que oigo ese nombre. Si no fuera por tus padres hubiera pensado que eras un cazador recién versado y novato. Pero eres hijo de dos leyendas entre los cazadores, los dos más grandes de sus dioses. ¿Cómo es posible que haya oído nunca hablar de ti?

 

Timeo, de rostro inmutable, siguió luchando con el látigo, cortando la piel de Escila. Le respondió a Escila sin ceder en ningún momento ante los esfuerzos de la bestia por vencerle.

 

- Soy hombre de principios. Me niego a ganarme la fama entre los mortales usando la que ya han ganado mis padres. ¡Que me recuerden los hombres por mis obras propias y no por quienes me concibieron, aunque mi madre sea santa en Éfeso y mi padre lo sea en Beocia!

 

La pelea y conversación seguían y se unió el fiero Pirro Neoptólemo. Neoptólemo se enfrentaba al cuello que le correspondía perforando la piel y boca con su pica, su arma cada vez estaba más negra por la sangre. Cuando perforaba sacaba la pica con una fuerza que ni diez mortales de los más fuertes podrían igualar, y así seguía el combate con bravura. Se dirigió a Timeo, recordándolas palabras que dijo en su contra tan solo hace unos momentos, cuando todavía desconocía su linaje y lo amenazó con la muerte, movido por su racismo.

 

- Oye, ¡Timeo! Este… lo que dije hace un rato, de que te degollaría y eso, era broma ¿entiendes? No pensaba hacerlo realmente, solo estaba jugando. Si te encuentras luego con Artemisa, que Caos quiera que ella no me haya oído y malinterpretado lo que quería decir, no le cuentes que te amenacé de muerte. Lo que dije solo era una broma entre compañeros de caza, ella comprenderá. ¡Y tú, Orión! Sé que me estás escuchando allá en el Olimpo, así que dime ¡¿Por qué daimones nunca me dijiste que habías tenido un hijo con Artemisa?!

 

Ante esta sentencia, cayó un rayo y fundió la madera delante de Neoptólemo. Donde cayó el rayo se escribieron unas letras y estas formaban un mensaje para Neoptólemo. Este mensaje rezaba.

 

“¿Y yo por qué mierda te voy a contar que hago con mi vida si ni te hablo?”.

 

Este mensaje hizo enfurecer a Neoptólemo, tanto por el lenguaje vulgar usado por el Cazador de Invierno, como por la actitud desagradecida de aquel gigante al olvidar o ignorar por completo que cuando los atenienses invadieron Beocia hacía ya unos cuantos años, el Cazador de Invierno recurrió al apoyo de diversos héroes para defender su tierra natal del cruel Tólmides. Este era un político y militar ateniense nacido en el siglo V a.C. partidario de Pericles. Con su astucia militar sometió a muchos pueblos y reprendió a los beocios que se sublevaron contra Atenas durante la invasión ateniense a Beocia que fue parte de la primera Guerra del Peloponeso. Pero por no seguir el consejo de Pericles, sería asesinado por el Cazador de Invierno en Coronea, liberando así a los beocios, a los fócidos y a los locrenses. Esto fue en la Batalla de Coronea, del 447 a.C. Neoptólemo iría a su ayuda en esta batalla, pero el cruel gigante prefirió ignorar su apoyo ya que Neoptólemo luchó antes en Troya contra Apolo y Artemisa, y asesinó al hijo de Héctor, quien era niño todavía.

 

El combate proseguía y Timeo se mostraba furioso al no ser capaz de decapitar aquella cabeza que hace un momento estaba tuerta. Por más cortes o golpes que recibía Escila, siempre lograba regenerarse antes de que cualquiera de los cazadores pudiera separar cabeza de cuello. Furioso por esto, Timeo se arrojó contra Escila, pero en un descuido quedó expuesto y las fauces de la bestia se arrojaron contra él. Telémaco salió a rescate del gigante de tez marrón, chasqueando los dedos de su brazo de fuego y provocando que una llamarada apartase a Escila de su camino contra Timeo. Tranquilizándolo, le dijo el sabio Telémaco al bravo Timeo.

 

- Tranquilo amigo mío, esa bestia solo ha sido vencida por Heracles. Aunque tengas sangre de dos dioses poderosos, no creas que podrás vencerle, así como así.

 

Mientras la caza continuaba, los demás cazadores se estaban organizando ya sea para empezar a armas las catapultas o preparando arcos y lanzas para apoyar a La Fuerza Élite. Entre ellos estaban Toxeo, Platón y Acrafón, y estos observan el espectacular combate con cierto temor de lo que llegase a ocurrir. Sus mentes se afligían por la idea de que en cualquier momento la caza saliese mal y Escila remontase la situación en la que estaba. Cualquier cosa podía terminar en tragedia, ya sea que los cazadores fuesen vencidos y devorados, el barco se rompiera o que Escila empujase la nave contra Caribdis. Así, cuando observaron como Lacedemón reorganizaba a los cazadores, decidieron seguir sus órdenes para olvidar aquellos pensamientos. Escucharon como Lélege e Hipotoo serían quienes liderarían un grupo para bajar hacia el interior de la nave.

 

Siguiendo las indicaciones de Lacedemón, el trio habló con Lélege, quien estuvo de acuerdo en que les dieran apoyo aquellos tres hombres. Más Hipotoo, se opuso a que Acrafón les apoyase. Este rechazo era porque Acrafón al ser gigante le recordaba a su padre Cerción, que era hombre muy cruel, aunque otros afirman que Cerción fue su abuelo, pero, de todos modos, lo único que es un hecho es que Hipotoo nunca conoció a su madre, porque Cerción la mató de forma cruel. Pero al no saber la historia entre Hipotoo y Cerción, Toxeo no entendió el rechazo de Hipotoo, y entonces le dijo.

 

- Espera Hipotoo, ¿por qué no puede apoyarnos Acrafón? Se supone que él es un gigante y por ende es de gran fuerza. Sería útil que él nos apoyase.

 

Entonces le respondió Hipotoo.

 

- Ciertamente, Toxeo. Sin embargo, los gigantes son también muy crueles, no ignores lo que hicieron los Aloadas, Tición, el tirano Ofión, Porfirión, el terrible Caco o el mismo Cazador de Invierno, que si lo que dice Timeo es cierto, entonces es padre de Acrafón. Los cazadores somos los encargados de mantener el orden, y eso es algo que los gigantes no representan. Ya tengo suficiente con viajar en el mismo barco que un gigante, me niego a trabajar con él codo a codo.

 

Estas afrentas movieron el corazón de Toxeo, quien salió en defensa de su amigo con palabras.

 

- Héroe de Ática, pero si el Cazador de Invierno es de tu misma casa. Eres hijo de Poseidón, aunque algunos digan que tu padre es Cerción. El padre de Acrafón es entonces hermano tuyo, aunque criado por tu otro hermano que se llamaba Hirieo. Son de misma estirpe y, por lo tanto, creo que merece respeto fraternal de parte tuya.

 

Hipotoo miró con rabia a Toxeo, y le gritó por tal insulto.

 

- ¡Orión no es hijo de Poseidón! ¡Ni se te ocurra asociar mi sangre con la sangre de algún gigante! Sé bien que los mortales cuentan que Orión es hijo de Poseidón al igual que yo, pero lo cierto es que esa no es la verdadera historia. El Cazador de Invierno cuando nació, fue bajo el nombre de Sah, en las tierras de Egipto, más sus padres, que eran gigantes puros ambos, fueron sabiamente asesinados durante la segunda gigantomaquia. Poseidón, sin embargo, sintió compasión por el infante e impidió que Artemisa le matara. Con Zeus y Hermes, Poseidón le entregó a mi hermano, que en aquel entonces era el profeta de Tanagra, a aquel niño gigante con la esperanza de que al ser criado entre los hombres no fuese a ser una bestia, fue mi hermano, Hirieo, quien lo llamó Orión, porque al ser un niño gigante desde que era infante ya era robusto y todo indicaba que sería enorme cundo llegase a la edad adulta. Pero ya sabes cómo es ese bastardo. Entiende entonces Toxeo, ¡Los gigantes son crueles solo por nacer!

 

Se pudieron haber batido en duelo ambos cazadores, uno por odio y el otro por defender el honor de aquel noble gigante que en poco tiempo se hizo amigo. Pero Acrafón, siendo fiel a su nobleza, medió entre ambos y sonriendo les dijo.

 

- Tranquilos los dos. Gracias por tu intervención Toxeo, porque a pesar de no conocernos sino hasta este día, has sido muy cordial conmigo y un querido amigo. Hipoteonte, entiendo que tengas prejuicios contra nosotros por culpa de algunos miembros de nuestra raza que despiertan en ti profundos traumas por la actitud que tuvo Cerción contra ti. Si sirve de algo, decido quedarme arriba para no ser un estorbo para ti, noble héroe, que en mi lugar baje Platón, que posee una fuerza equiparable a la de un gigante. Será más útil un ateniense que yo.

 

Rio entonces Acrafón y por su parte, Lélege e Hipotoo se quedaron callados por un instante, pero luego procedieron a reírse con Acrafón, pero de forma más cruel. Lélege entonces dijo.

 

- Vaya, un gigante razonable. Es la primera vez que veo a uno desde que conocí a Encelado. Está bien, Acrafón, parece que el Cazador de Invierno a pesar de sus defectos sabe criar y engendrar hijos. Ahora te hablo, Platón, ¿seguro que este gigante habla verdades sobre tu fuerza?

 

Respondió el fornido Platón.

- Sí señor. Soy un amante de la gimnasia, la practico cuando no estoy cazando o filosofando con el maestro Sócrates. Por algo, a pesar de que me llamo Aristocles, todos me dicen Platón.

 

Recibieron con agrado Lélege e Hipotoo estas palabras, y reunidos con otros hombres, Platón y el bajo Toxeo descendieron al interior de la nave. El grupo encargado de reparar la negra nave, estaba conformado por Platón, Toxeo, Hipotoo, Lélege, un tal Driante, Pausanias, Temístocles y Casandra de Troya.

 

Y mientras el equipo de reparación descendía, la batalla entre La Fuerza Élite y Escila continuaba. Habían llegado a punto muerto, ya que gracias al fuego de Telémaco Escila no había vuelto a dañar la nave. Escila por más que atacase no lograba asestar golpe alguno, pero los cazadores tampoco estaban evidenciando avances a pesar de sus esfuerzos. Escila por cada golpe que recibía, regeneraba casi al instante sus heridas, lo único que avanzaba era la fatiga de los cazadores. Escila no había mostrado su cabeza principal todavía, aquella que es lo único humano de su cuerpo, por lo que, si no la decapitaban, este problema seguiría sin fin alguno. Debían entonces provocar una apertura en la formidable defensa de Escila, y permitir así que el horrible Timeo pudiese lanzarse a buscar la cabeza principal y así poder matarla. Los dioses vieron esto desde su consejo, y respiraron aliviados de que aquel gigante mestizo hubiese logrado evitar que el plan de Escila había orquestado con ayuda del traidor. Habló entonces Apolo.

 

- Por fortuna, Timeo es todo menos un pusilánime. Ese hombre ha logrado frustrar la emboscada que Escila les había puesto a nuestros cazadores. ¡Que recuerden siempre esto aquellos que desprecian a los gigantes! Puesto que es un gigante que las leyes de la genética no bendijeron, a pesar de ser hijo de una bella diosa y un hombre bien parecido, quien ha salvado a 237 cazadores de morir cruelmente.

 

Más Hera no recibió con agrado estas palabras, y dijo de forma tajante.

 

- Timeo permitió que un hombre fuese devorado por aquella bestia y Esquilo ha perdido su brazo por culpa de aquel monstruo. ¿Cómo podemos llamarle héroe, si igual permitió que la bestia hiciera daño?

 

Hefesto dijo en respuesta a Hera, buscando tranquilizarla.

 

- Santa madre, Quérilo y Esquilo fueron imprudentes al no acatar las órdenes del noble Arquitas. Si hubieran obedecido, no hubieran sido pillados por las cabezas de Escila y no hubieran sido devorados.

 

Pero el Cazador de Invierno dijo algo que preocupó a los demás dioses.

 

- No he visto el alma de Quérilo descender al Hades, ni a Esquilo regenerar su brazo. En estos momentos ese idiota está cagándose encima por el dolor de tener que cauterizar su herida, está siendo atendido justo ahora por mi hijo Acrafón, mírenlo nada más. Que puto idiota eres Esquilo, pero más idiotas nosotros al no ser capaces de recordar que Escila es una maldición y por ende cualquier herida que cause a nuestros cazadores será indicio de que esa cosa los mande al Limbo.

 

La tensión se armó en el consejo del Olimpo por este detalle, puesto que los cazadores no conocían tan importante dato. Al enfrentarse a una maldición, la caza puede cambiar dependiendo de qué tipo de maldición es y cómo se manifiesta, y al ser Escila una maldición manifestada como kaiju, los cazadores debieron de haber llevado armas capaces de contrarrestar sus efectos. Pero al no haber sido informados de antemano por descuido de los dioses y por artimañas de Cernunnos, quien es aquel que les encomendó la misión de liberar el estrecho maldito de Escila y Caribdis, los cazadores iban sin las armas necesarias ni los hechizos requeridos para cazar a Escila. Pero la casta Artemisa, calmó los humores de los dioses. Puso su mano en el hombro del Cazador de Invierno, y le calmó los ánimos diciendo.

 

- Que Iris vaya y les de aviso a los cazadores, así, podrán retirarse y volver después con las armas que necesiten. No te aflijas tanto, Orión, puesto que nuestros hijos son fuertes y sabrán cómo enfrentarse a este adversario.

 

Recibió con agrado estas palabras y el Cazador de Invierno sintió alivio en su corazón. Zeus le dio las órdenes que propuso Artemisa a Iris, y esta diosa, rápida como el viento, se dispuso a salir del palacio del Olimpo y atravesar las dimensiones el infinito cosmos hasta llegar al plano terrenal. Mientras hablaban los dioses e Iris viajaba entre planos de la existencia, fue cuando los cazadores llegaron al interior de la nave, aquí encontraron que la nave apenas recibió daños por el golpe de Escila, pero encontraron un agujero por el cual se filtraba algo de agua, y al otro extremo, otro agujero en el techo de la nave estaba ubicado paralelamente al otro. Toxeo fue el primero en decir algo al respecto.

 

- Eso no lo hizo Escila.

 

¡Pobres cazadores! No contentas las Moiras con trazar su destino hacia Escila y Caribdis, ahora había otro mal asechando contra ellos allá fuera, entre las aguas. Aunque debían de reparar la nave, el pánico de pensar que había algo allá afuera les impidió ponerse al trabajo. Pausanias fue el siguiente en hablar.

 

- Esto es demasiado, raro, solo el Olimpo sabe dónde estamos, ni siquiera los dioses de los muertos que son de nuestros aliados más cercanos lo saben. ¿Cómo es posible que Escila nos haya preparado una emboscada y ahora pase esto? Todo por ese maldito traidor que no conocemos.

 

Platón dijo esto.

 

- Temo mucho de este traidor del que hablan, es exactamente como ocurrió en Termópilas hace décadas. Efialtes dio aviso a los persas de dónde atacarían los griegos y así les tendieron una emboscada. Se necesitó del sacrificio de trescientos espartanos para evitar perder lo que quedaba del ejército. Temo que ahora nos pase a nosotros eso.

 

Temístocles, que era un gran militar ateniense, encontró oportunidad de dar su opinión de la situación.

 

- Compañeros, creo que debemos reparar la nave y retirarnos. Hay que encontrar primero al traidor en el Olimpo antes de poder cazar a Escila.

 

Pero el pobre Temístocles no pudo seguir hablando, puesto que de pronto una lanza apareció y rompió la pared del barco desde fuera, solo para clavarse con fuerza contra el hombro de Temístocles que impactó contra la pared. Todos quedaron pálidos por el repentino ataque, pero retomaron fuerzas al ver como Temístocles quedó empalado contra la pared, gimiendo de dolor por la lanza que atravesó su hombro derecho. Lélege dio la siguiente orden en medio de la conmoción.

 

- ¡Maldita sea, ayúdenlo!

 

Bajaron con rapidez a Temístocles, quien se retorcía por el dolor. Toxeo e Hipotoo lo sujetaron mientras Platón le arrancaba la lanza. Casandra se echó de rodillas, y le frenó el sangrado. Mientras Temístocles se lamentaba por la herida profunda que había provocado no un hueco, sino un túnel en su cuerpo, Platón revisó la lanza y se dio cuenta de lo peor.

 

- Oh por Dios, ¡es una maldición!

 

Aquella sentencia, sirvió para acabar el poco orden que ya había en el interior del barco. Mientras en el exterior, los cazadores ya estaban armando las ballestas, arcos y catapultas para hacerle todo el daño posible a Escila, en el interior del barco ya estaban desenvainando las espadas para luchar entre ellos. Esto fue porque Hipotoo se volvió loco, y empezó a lanzar acusaciones contra sus aliados gigantes de esta forma en la que quedó escrita.

 

- ¡Fueron esos malditos gigantes! ¡Les dije que no se puede confiar en tal raza vil! Ellos y su padre planearon todo para traernos al estrecho maldito, y nos han preparado una emboscada. De seguro afuera de la nave está todo un batallón de esos inmundos seres listos para masacrarnos. Escila solo era la distracción para poder tomarnos por sorpresa y asaltar la nave buscando hundirnos para luego devorarnos.

 

Estas y más incoherencias pronunciaba Hipotoo, provocadas por su odio y también por el miedo. Los lamentos y gemidos de Temístocles solo ayudaban a estresar más a los nobles cazadores, y Casandra ya no sabía que más hacer con él. Así, Pausanias tomó el mando y dijo lo siguiente.

 

- Driante, ayuda a Casandra a sacar a ese inepto ateniense de aquí, llévenlo arriba junto con Esquilo y déjenlo con el grupo de Macaón para que lo atiendan.

 

Obedecieron entonces los dos cazadores que atendieron a Temístocles con diligencia y lo sacaron al exterior, dónde la lucha contra Escila continuaba y sacudía el barco. Estaban afuera, y ahí ya estaba el grupo dirigido por Pitágoras preparando las catapultas, y el grupo de Teucro con los arcos y ballestas disparando a los ojos de Escila. Ahora les tocaba a ellos soportar los quejidos de Temístocles, pero gracias a eso pudieron organizarse mejor en el interior de la nave. Ya con las cosas bajo control, habló Lélege.

 

- Hipotoo, sé que los gigantes son una panda de seres inmundos, pero tranquilicémonos un momento. ¿Cómo podrían estar afuera si estamos en un barco? Lo que esté afuera no pueden ser gigantes, sino otra cosa.

 

Toxeo aprobó la observación, y dando sus razones les dijo.

 

- Yo pienso que lo que esté allá afuera, debe ser algún tipo de monstruo semejante a Escila al ser una bestia marina. No creo que sea del tamaño de Escila, pero debe de ser seguramente una criatura marina. Pueden ser sirenas o alguna nereida agresiva.

 

Hipotoo suspiró pesadamente, miró con ojos huecos a sus compañeros, y les hizo una pregunta desafiante.

 

- Esas son suposiciones. Y hasta donde sé, las sirenas no usan lanzas y las nereidas no son seres violentos. Quiero saber, que es lo que hay allá afuera. Y hasta dónde sé, lo único raro que hemos visto es que hay dos gigantes hijos del mismo sujeto que los propios gigantes llaman El Gran Traidor. No hay que darle vueltas al asunto para saber que está pasando aquí.

 

Hubo silencio, puesto que Pausanias entendió rápidamente que con Hipotoo razonar sería imposible. Pero entonces Lélege tuvo una idea, y trató de compartirla.

 

- Creo que sé que es lo que hay allá afuera.

 

Más otro estruendo se oyó. Entraron en pánico porque de un momento a otro, otra lanza fue lanzada. Esta fue directa contra ellos a una velocidad que sus sentidos tuvieron tiempo de verla, pero sus cuerpos no alcanzaron a moverse de sus sitios. Esta lanza iba dirigida contra Hipotoo, ese era el objetivo de aquello que estaba allá afuera.

 

Pero por suerte para el colérico Hipotoo, la lanza falló su objetivo. Pero no se quedó sin víctima, porque fue contra Lélege. Entró por la córnea del ojo izquierdo y salió por la nuca. Era tan gruesa que dónde antes había cara solo quedó un túnel de sangre, hueso, carne y sesos. La lanza atravesó la cabeza y siguió con su camino tirando el cuerpo de Lélege al suelo. No paró sino hasta que impactó contra el cuello de Toxeo. Entró por la manzana de Adán y la punta salió por el pescuezo. Pero como el cuello de Toxeo era fuerte, la lanza quedó atorada y Toxeo cayó al suelo aún con vida.

 

De los 237 cazadores que quedaban, dos estaban heridos, había un nuevo muerto, y pronto serían dos más.

Notes:

Diario del Cazador:

El Kaiju es un tipo de monstruo que se caracteriza por una simple cosa: es jodidamente grande. Son del tamaño de barco los más pequeños, y los más grandes… no hay puto registro de cuáles son los más grandes porque si digo que los más grandes son del tamaño de un país, aparece uno del tamaño de un planeta de una puta galaxia. Solo para que se hagan una idea: Jörmungander es tan grande que puede darle la vuelta a la tierra por el puto paralelo del Ecuador y encontrarse con su propia cola. Tenemos a otras cosas como Hidra, Mantícora o Fenrir. Es de las cosas más jodidas de cazar porque son demasiado grandes así que asegúrate de tener una bomba de hidrógeno bendecida por el cura de tu barrio en nombre de nuestro señor Jesucristo si quieres cazar sin problemas a una de estas cosas o vas a pasar un muy mal rato.

Chapter 8: VI La tripulación del cuarto Argos contra Escila y la Orden Esotérica de Dagón

Summary:

¿Esta gente de dónde salió?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Él dijo que la amaría siempre…
Que siempre la protegería y evitaría que cualquiera le hiciera daño…
Por eso fue tan dolorosa su traición…

….
….
….

Cayó Toxeo herido de muerte al suelo, e instintivamente a su lado se arrodilló Platón quien quedó paralizado por la horrible imagen del hombre con el cuello perforado. Instintivamente se llevó la mano al cuello, un acto reflejo porque sentía que la lanza estaba clavada en su cuello y no en el de Toxeo. El hijo de Eneo se revolcó, pero sus ojos encontraron a Platón y se relajó a pesar del dolor puesto que su querido amigo con su mera presencia era capaz de aliviar cualquier herida. Le dijo entonces Toxeo con voz entrecortada y desfallecido.

- Yo quería salvar a Meleagro, él es mi hermano. Pero parece que ya no podré.

Dijo esto Toxeo, y su alma fue a parar tristemente al Limbo de la existencia. Habiendo muerto Toxeo en sus brazos, Platón sintió que su cuerpo caería al suelo y pensó que vomitaría siendo incapaz de tolerar el mórbido escenario visual que estaba presenciando, como también por el pésame de ver a alguien tan noble morir de forma cruel. Pero Pausanias, de corazón virtuoso, le ayudó a no caer y le reconfortó con palabras aladas para que reavivarle el espíritu.

- Llora a los muertos después, Platón. La aflicción produce que un hombre se aparte de la realidad y por ende no pueda seguir luchando. Solo los muertos lloran a los muertos en medio de la lucha, así que ponte de pie y reorganicémonos porque debemos informar a Lacedemón de lo que ocurre. Presiento que las cosas pronto se pondrán feas.

Por su parte, Hipotoo temblaba ante la idea de que estuvo a punto de ser él y no Lélege el que hubiese muerto en cuestión de segundos. Si no lo hubiera visto con sus ojos, nadie nunca hubiera pensado que aquel cadáver era de Lélege, uno de los grandes héroes del pasado puesto que ya no había cabeza, solo un charco de sangre en el suelo que pronto se secaría y volvería pegajosa y repugnante. Más Pausanias le sacudió y le sacó de su ensimismamiento, tendiendo su atención, Pausanias le dijo.

- ¿Estás bien? Sé que puede ser fuerte esto, nunca te acostumbras aun cuando tienes siglos de experiencia, ver morir a alguien siempre te deja tocado. Me recuerda a cuando era mortal y me dieron la noticia de que mi padre había muerto. Luego fue cuando estuvimos en guerra con los medos, me informaron de la muerte de mi tío Leónidas. A pesar de esas y otras tantas pérdidas que he sufrido, me cuesta adaptarme a este tipo de situaciones. Ven, vayamos arriba, las cosas deben ser aclaradas con Lacedemón.

Quedó vacío el interior del barco, y desde el Olimpo los dioses vieron como las cosas poco a poco se tornaban oscuras para los cazadores, aunque desconocían aún de lo que había ocurrido en el interior del barco por estar demasiado atentos a la caza de Escila. Aquiles, bravo guerrero, dio advertencia de ello a sus compañeros dioses.

- Es extraño, Temístocles salió herido y ahora han salido otros hombres, pero no hay rastro de Toxeo o Lélege.

Atenea, sabia entre las hijas de Zeus, se paró de su trono con rapidez que hizo casi caerse a su compañero aviare que descansaba en su hombro. Dijo con gran preocupación.

- ¡Platón tiene sangre en sus manos!

Tras dar aviso de esto, el Cazador de Invierno endureció su mirada y observó en silencio como avanzaba la situación, a su lado estaba la bella, quien Calisto no podía evitar lamentar la ausencia de Heracles, y Artemisa, esta estaba apretando los dientes cubiertos por sus labios, y miró a Zeus esperando una respuesta. Poseidón comprendió la preocupación de la Carnicera del Olimpo, así que motivado por la preocupación de sus hermanos dioses se acercó a Zeus y le pidió con tono firme lo que queda entonces escrito para el registro de los años.

- Hermano, en ese barco van tus nietos y los míos, así como también algunos de nuestros hijos y de otros dioses aquí presentes. Te imploro, Zeus, que tan pronto Iris los convenza de irse de esas aguas, envíes al gran Hermes a traer a Cernunnos para discutir con ese dios bárbaro que es lo que está pasando aquí.

Zeus entonces le dijo a Poseidón.

- No creo que haga falta hablar con Cernunnos, al menos no todavía porque no sabemos qué está pasando. Además, si lo llegamos a llamar y resulta no ser nada grave podría enojarse y castigar a los cazadores con una dura penitencia porque los Doce Grandes Olímpicos intervinieron. Siéntate entonces en el trono tuyo, Poseidón. Escila es asunto de los cazadores, el traidor asunto nuestro.

Pronto habría de arrepentirse el rey de los dioses por esta decisión, más Poseidón obedeció a sus palabras y tomó asiento, no sin tener pesadez en su pecho. Mientras la caza seguía, los arqueros lanzaban todo su arsenal contra Escila, y en un rincón improvisado estaban los heridos entre los cuales estaban el gran Esquilo y Temístocles quien carecía de honor. Junto a ellos estaban otros cazadores cuyos nombres no fueron mencionados entre los heridos con anterioridad, porque salieron lastimados mientras Platón y compañía estaban dentro de la nave. Los otros heridos eran Turno, Dido y un tal Pródico. Los otros tres fueron heridos mientras preparaban las armas que ya se lanzaban contra Escila, y cuando vieron a Temístocles llegar, junto con Esquilo le preguntaron qué sucedió. Temístocles les dijo.

- No lo sé, simplemente algo me atacó y no sé qué fue. Lo que sí sé es que lo hizo con una maldición en forma de lanza. ¿De dónde habrán sacado una maldición de ese aspecto? Son raras de conseguir por lo peligrosas que son.

Tras salir del interior del barco, rápidamente Platón, Pausanias e Hipotoo fueron a hablar con Lacedemón. Este estaba hablando con la bella Safo y el sabio Anaxágoras, y tan pronto les descubrió, les miró con rabia, puesto que no entendía como Hipotoo y Lélege permitieron que alguien saliera herido, pronto conocería por parte de Platón que Toxeo y Lélege estaban muertos. Les dijo Lacedemón.

- ¿Qué ha pasado Hipotoo? Temístocles está herido y ahora sales al exterior sin Toxeo y Lélege. ¿Se puede saber que está ocurriendo?

Platón entonces dijo, con voz pesada y decaída.

- Ambos, ellos dos, digo, Toxeo y Lélege, los dos han muerto.

El corazón de Lacedemón se hablando por el tono de la voz de Platón, que estaba decaída y se le veía medio muerto. Pero su compasión se fue cuando reencontró a Hipotoo con la mirada. Miró con furia a Hipotoo, listo para reprenderle, más Pausanias al ver que Lacedemón empezaría otra discusión, intentó apaciguar las aguas y le dijo.

- Noble padre, no es culpa de Hipotoo que hayan muerto nuestros compañeros. Hipotoo ni siquiera sabe que es lo que nos atacó, nadie lo sabe de echo.

Pero Hipotoo interrumpió las palabras de su compañero, y le dijo entonces a cualquiera que tuviera oídos.

- Sé lo que es esto. Vi la lanza y lo supe, no sé cómo la volvieron maldición, pero el diseño es exactamente el mismo. Temo que sea cierto lo que pienso y eso me impide decirlo, así que Lacedemón, te pregunto ¿recuerdas la gigantomaquia? ¿Recuerdas a los Profundos?

Y palideció Lacedemón al oír esas palabras de Hipotoo. Tragó saliva y dijo.

- Imposible, los profundos están en el octavo círculo del infierno.

Tras la muerte de Lélege, quedaban doscientos treinta y seis cazadores. Luego morirían otros dos, justo tras Lélege. El primero fue Toxeo, quien moriría empalado por el cuello, luego caería una lanza desde la popa del barco sobre la cabeza de Hipotoo mientras hablaban. La lanza entró por la cabeza y salió por la mandíbula chocando contra el suelo. No cayó Hipotoo porque su cuerpo se atoró con la lanza, pero si cayó de espaldas Lacedemón impactado por la repentina escena. En ese momento llegó finalmente Iris, enviada para ordenar la retirada.

- ¡Cazadores! Escila es una maldición, cualquier herida es incurable con ella. Retírense y vuelvan con mejores armas. ¡Oh por Caos! ¡Hipotoo!

Todos vieron la escena con horror, incluso Escila detuvo su ataque por la sorpresa y también los cazadores. Era una imagen que heló los cuerpos de cada hombre que estaba ahí presente. Menos mal Hipotoo murió de un golpe a la cabeza y no sufrió como Toxeo. Sin embargo, Poseidón si sintió un gran dolor en su corazón al ver como de un momento a otro, el alma de su hijo caía en el Limbo de la existencia y todos los dioses quedaron petrificados por la repentina muerte. Solo el asesino y sus compañeros reían por la muerte de Hipotoo.

Cuando escucharon las risas, los cazadores dirigieron sus miradas a la popa, incluyendo la misma Escila. No entendían ni una sola palabra de lo que decían aquellos hombres que desde la popa subieron al barco puesto que hablaban una lengua que ni siquiera Telémaco, que entendía más de veinte idiomas, conocía siquiera. Pero lo peor vino de parte de Hestia, quien le dijo a Arquitas, aún materializada como armadura de fuego, lo siguiente.

- Arquitas, no entiendo nada de lo que dicen. Sabes bien que soy hija de Cronos y he existido por millones de años, pero no conozco a un solo pueblo en la tierra que hable esa lengua. Ni siquiera en la Atlántida hay pueblos que hablen estas lenguas.

A estas palabras se sumaron las de Timeo, quien jadeante por el cansancio le dijo a Escila que estaba ahora a sus espaldas.

- Oye, ¿son amigos tuyos? ¿Escila? ¡Ay! ¡¿Y ahora dónde se fue?!

Y efectivamente, Escila había desaparecido cuando Timeo se hubo volteado. Ni una sola cabeza estaba ahora a la vista de los cazadores.

Los hombres que se subieron al barco desde la Popa, eran hombres monstruosos. De ojos negros y piel azulada, algunos de ellos eran hombres que parecían parcial o totalmente peces de grandes fauces, los más humanos tenían branquias en el cuello. Algunos de estos últimos eran calvos totalmente y otros en pez de pelo tenían espinas en la cabeza. Eran bestias que vestían atuendos raros, algunos no llevaban nada e iban con el pecho descubierto y sus genitales colgaban si eran hombres o eran cubiertos por sus muslos si eran mujeres. Los que tenían ropas tenían armaduras puntiagudas que seguramente repelerían cualquier golpe mal dado y partiría cualquier espada si era lo suficientemente frágil, otros llevaban ropas que parecían de gigantes, pero todos, salvo uno, llevaban lanzas o armas que solo tenían los gigantes. Las armas de los gigantes son cañones de mano que lanzan perdigones al apretar un gatillo que está cerca de una culata. Es tal la fuerza de estas armas que tiene un retroceso que en algunos casos hace perder el equilibrio.

Aquel que no venía armado, era un hombre delgado y lampiño, que vestía ropas negras con pantalón y zapatos del mismo color, como si de un gigante se tratase. Este no era calvo y tenía el pelo corto peinado hacia un lado, pero el cuello de su traje permitía ver branquias en su cuello y sus ojos eran negros. Este hombre sonrió con dientes puntiagudos y les dijo a los cazadores.

- Disculpen amigos, es que estábamos celebrando nuestra formidable matanza. Toxeo de Calidonia, Lélege de Laconia e Hipotoo de Eleusis en Ática. ¿Quién lo diría? ¡Qué maravilla! Los tres fueron de los cazadores que estuvieron en la caza del Jabalí de Calidonia, en mi época son unas celebridades hechas y derechas. O bueno, eran celebridades porque, adivinen que, ¡nosotros los hemos matado! – rieron las bestias con este comentario y el hombre continuó. - Bueno, a Toxeo y Lélege los mató Onesiphorous y a Hipotoo lo mató… ¿Quién lo mató? Ah, fuiste tú, Barnabas. ¡Buen tiro, viejo! Y pensar que antes de odiaba.

Le escucharon los cazadores, confundidos por su voz, y los dioses temblaron en sus tronos al ver la escena. Estas bestias eran profundos, los seguidores del dios Dagón, que gobernaba sobre los filisteos. Este fue un dios que reinó en el pasado y era muy poderoso. Pero el deseo de poder lo llevó a crear una secta de crueles y violentos seguidores. Sus seguidores al hacer pacto con el monstruoso Dagón, convertían sus cuerpos en los de monstruosos hombres bestia, perdiendo su humanidad tanto física como mental. Se volvían entonces bestias dispuestas a hacer todo mal posible y a disfrutar de hacerlo. Entonces le gritó Arquitas con rabia que ni Hestia era capaz de contener.

- ¡¿Quién eres, maldito bastardo?! Mierda, ¿Y por qué tu griego es tan raro? A penas entiendo ese dialecto y eso que soy malo hablando griego. ¡Habla bien, hijo de puta!

El misterioso hombre rio y con una reverencia se presentó.

- Cierto, ¿dónde están mis modales? Me llamo Robert Olmstead, historiador y arqueólogo oficial de la Orden Esotérica de Dagón. Soy el encargado de mantener al día a esta panda de ineptos sobre ustedes, cazadores, ya que ellos no son precisamente los más versados en historia y no están al tanto de lo que ocurrió en esta época. Mis compañeros son los ya mencionados Onesiphorous Marsh y Barnabas Marsh, pero también me acompañan Jules Etienne, Alexis Smith, Rudolph Brown y bueno, si sigo así no termino en toda la noche, pero somos exactamente noventa y dos los hombres que hemos venido a esta región.

Confundidos por la rareza de aquellos nombres, los cazadores se llenaron de temor y entonces dijo Macaria a aquellos misteriosos hombres.

- ¿De dónde son ustedes? Sus nombres son demasiado extraños para nosotros. Y más importante aún, ¿a qué se refiere con “Esta época”?

Robert les respondió.

- Oh, preciosa mujer, somos de una nación que aún no nace. Me encantaría contarles nuestra historia, pero tenemos ordenes claras de nuestro dios, el gran Padre Dagón. Sus órdenes son capturar a Timeo de Locri.

Le hirvió la sangre a Artemisa en el Olimpo al escuchar aquellas palabras del profundo llamado Robert Olmstead. Esta furia la compartió Timeo, quien rugió de furia y agitando su látigo les dijo a los malvados.

- ¿Qué tiene Zeus Arotrios conmigo? ¿Y por qué le dices “Dagón” como le dicen los hebreos si no pareces ser hebreo? Los pueblos que adoran a Zeus Arotrios le dicen a él “Dagan” puesto que su nombre verdadero es Dagana.

A Robert se le dibujó una sonrisa en el rostro y le dijo a Timeo.

- Oh, debes ser Timeo de Locri, el gran Psycho. En mi época luces demasiado distinto, Cazador de Estrellas. Verás, Dagón o Zeus Arotrios como lo llamas, no tiene nada en contra de ti. Simplemente tiene un pacto con una bruja que se llama Herodías. No sabes cómo me encantaría seguir hablando, Psycho, pero estos caballeros de aquí no son para nada pacientes y se mueren por masacrarlos a todos ustedes. Así que, sin más preámbulo, damas y caballeros ¡Dispónganse a morir!

Timeo le gritó dejando de lado su expresión eternamente estoica.

- ¡Oye! ¡No hemos terminado! ¡Olmstead!

Pero poco sirvió eso, puesto que, a partir de la orden de Robert, los profundos se arrojaron contra los cazadores. Timeo se puso a cubierto y con desesperación buscó a su hermano para ponerlo a salvo, pero la matanza ya había comenzado y los cazadores empezaron a caer.
Primero cayó Ira, cuando Friedrich McCain le perforó con su lanza en el pecho y la punta salió por la espalda, luego le sujetó por la lanza y lo arrojó a las aguas. Luego moriría a manos de Kara Reagans el ilustre Nicomedes de Mesina, quien murió cuando la bestia le mató de un tajo de su lanza que le dio en el cuello. Ante esta muerte, dio la orden Lacedemón que reorganizarse. Tomaron sus armas los cazadores y se pusieron en formación de falange con los arqueros detrás de ellos disparando a sus adversarios que se cubrían con sus escudos. Iban delante de la formación Arquitas, Arcas, Macaria, Timeo e Iris, quien como diosa se unió a la lucha al sentirse incapaz de abandonarlos a su suerte.

Pero a los arqueros les cayó la mala fortuna acompañada de la muerte, porque a sus espaldas subieron por la proa más profundos armados con armas cortas. Con una de estas armas mató Louis Bonet a Meriones de un apuñalada entre ceja y ceja. Desde el Olimpo se afligieron porque él fue un buen hombre al servicio aqueo en Troya. A Dolón lo mató Richard Rutherford cuando le degolló el cuello mientras se defendía de Rudolph Brown. Y otra arquera llamada Annipe, hija de Nilo, fue asesinada por Vincent Claude cuando este con una lanza le perforó la yugular.

Esto hizo que Telémaco ordenase reorganizarse lo más pronto posible, poniéndose los arqueros en el centro, pero luego tuvieron que reorganizarse, porque debían resguardar a los heridos. A parte de los cinco cazadores que ya sabemos que fueron heridos, cayeron también Pirro Neoptólemo herido por un perdigón lanzado por el arma de Austin Rivers. El sabio Telémaco también fue lastimado por una lanza de Onesiphorous que le atravesó la mano para evitar que siguiera quemando a sus adversarios, y la responsabilidad del mando cayó entonces en Lacedemón. Otro herido fue Driante, que le hirió Kendra Smith en la pierna con su lanza.

Forcejearon los cazadores con los profundos, y los primeros descubrirían que el más mortal de los monstruos era el llamado Onesiphorous, quien con lanza en mano mató a Polidamas, consejero de Héctor y a un desconocido llamado Argenis. Después de esta muerte, se arrojó contra Ariadna, y Dionisio en el Olimpo sintió como su corazón se saliera por su boca ya que esta era su muy amada esposa. Pero Ariadna eludió el golpe, que lastimosamente fue a dar contra Teódulo, quien murió cuando Onesiphorous le perforó la garganta. Después moriría Mebunai Husatita, a manos del mismo matador cuando le rajaron el vientre y también morirían Dárdano y Perses de Egipto. Como la lanza estaba maldita, todos cayeron al Limbo de la Existencia.

Siguió la carnicería, y luego murió Polideuco cuando Andrew Desmoláis le tiró al suelo y le atravesó con la lanza a través de la oreja, puesto que Polideuco cayó de lado. A Priaso lo tomó el infame Iván Kidman, quien se le arrojó y con las manos desnudas rajó su vientre en dos. Luego vino Loucius Kant y le empaló una lanza a través de la herida que le abrió el anterior profundo. A Aristarco de Ortigia le mató Paul Wilkes, quien le mató con una lanza clavada por su frente y perforando directamente por el cerebro y cayendo al instante.

Así lucharon los profundos contra los cazadores muy ferozmente hasta que separaron la formación sin sufrir baja alguna, y siete de ellos se lanzaron contra los heridos, hiriendo en el camino a Teano. Acrafón advirtió esto, así que, al estar entre los arqueros, con su arco en mano materializó cinco flechas luminosas, soltó la cuerda y arrojó las cinco flechas que mataron cada una a un profundo. Mató entonces a David Rockland, a Manfred Carradine, a Kid Richards, a Sarah Cotton y a Paul Wilkes, vengando así a Aristarco. A cada uno la flecha le dio entre las cejas y al caer al suelo se desmaterializaron las flechas. Y como no eran malditas las flechas, sus almas bajaron a los infiernos, condenadas al sexto círculo por seguir una secta impía.

Muertos estos hombres blasfemos, Acrafón llamó a sus compañeros para contra atacar, preocupado por sus compañeros herido. Dijo entonces el noble Acrafón.

- ¡Hermanos cazadores! No desistan de la lucha que ya han visto que estas cosas pueden sangrar y por ende morir. ¡Qué ardan entonces en el averno!

Así, respondieron a la ofensa los cazadores quienes empezaron a matar a sus oponentes con sus armas y poderes. Antes de reorganizarse, mataron a los dos profundos que quedaban de los siete que habían intentado deshonrosamente matar a un cazador desarmado. Teucro mató a uno con su flecha, perforándole el ojo a Edgar Thorndike y esta le mató cuando se clavó en el cerebro. Luego Anaximandro de Mileto, discípulo del gran Tales, con sus espadas mató a Rock Rogers y Arquitas mataría finalmente a Howard Hawkins. Al primero lo mató Anaximandro cortándole la garganta, y al segundo, Arquitas le mató cuando sus dos espadas partieron en dos su cabeza al introducirse por su ancha boca y empujar hacia lados opuestos.

Luego murió Richard Rutherford, quien lo mató Teucro con una flecha en el pecho que le hizo sangrarse por el corazón. Timeo, de fuertes brazos, mataría a Anthony Jenkins, esto fue cuando le lanzó su fuerte cadena al abdomen y lo agitó con tal fuerza contra la fuerte madera del barco que su cuerpo se partió en dos. Las vísceras del profundo hicieron que durante el combate Don Scully se resbalara y cayese con fuerza contra la baranda del barco partiéndose el cuello contra la madera y muriese en el acto. Vio Partenopeo que los demás profundos estaban en el agua y buscaban subir al barco, dio aviso entonces a Lacedemón.

- Lacedemón, ¡Más profundos en el agua! Ya decía yo que noventa y dos no había acá todavía, es evidente, el resto está en el agua.

Lacedemón se dirigió a Timeo, y le dijo.

- Hermano, tú encárgate de ellos ya que tienes la bendición de Poseidón. Corre sobre las aguas y mata a cuanto bastardo haya bajo ellas.

Timeo asintió y se lanzó a las aguas agitando sus cadenas. Robert gritó que siguiera la lucha justo después de que Rick Kidman hiriese a Sarpedón y Abraham Randall matase a Plinio de Judea. Les dijo estas palabras a sus aliados en su lengua extraña.

- ¡Drake, Collins! ¡Bajen y díganle a esos idiotas de allá abajo y ordénenles que lo capturen! Los demás, ¡no se dejen vencer!

Obedecieron los profundos, pero Timeo ya estaba en las aguas y sus pies se posaron sobre las olas como si no hubiese agitación de las aguas, al caer mató a Sarah Taboada que estaba saltando para subir al barco, pero la cadena de Timeo la ahorcó. Muerta Sarah, el siguiente en morir sería a manos de Iris, que corrió con tal velocidad que atravesó con su mano el pecho de Tim R. Truman, matándole cuando le arrancó el corazón. A penas podía hacer algo la diosa, porque su poder era tal que podía herir sin querer a sus aliados.

Timeo peleaba contra los profundos que buscaban subir al barco, arrojándolos de nuevo a las aguas, impidiendo que siguieran luchando. Y aunque un profundo femenino de nombre Tapia Talavera mató a un cazador llamado Euxénidas Laercida, poco a poco el panorama se tornaba más desfavorable para los Profundos, superados en número, Robert les ordenó en su lenguaje a los profundos con estas palabras.

- ¡Reagrúpense! Retírense hacia el interior del barco y atrinchérense ahí dentro.

Le dijo en respuesta Randall Mitchell.

- Señor, ¿por qué no destruimos de una vez el barco en lugar de seguir luchando como llevamos haciendo?

Le respondió entonces Robert.

- Idiota, no es para nada razonable lo que propones. Este barco lo quiere Artemisia para poder transportar fácilmente a los demás sin que nos descubran. Si lo destruimos, ella me mata, así que más te vale no hacerle nada a esta nave. Retirémonos al interior y resistamos, poco a poco les iremos ganando si recobramos fuerzas.

Randall le volvió a preguntar.

- Pero señor, ¿Qué no Artemisa es nuestra enemiga al ser madre de Timeo?

Y Robert estalló en furia.

- ¡Artemisia, idiota! No Artemisa, ¡Artemisia I de Caria!

Al escucharles, nadie captó lo que decían, pero por el tono de la voz advirtió Anaxágoras que sentían ahora miedo. Así, Anaxágoras le dio aviso a Telémaco con palabras que destilaban su emoción.

- Telémaco, esos infelices se están retirando. Parece ser que somos más fuertes que ellos y que solo nos tuvieron ventaja inicial por tomarnos por sorpresa.

Sonrió Telémaco por la noticia que le hizo dejar de lamentarse por sus muertos y de sus heridas que le impedían seguir luchando. Entonces Telémaco se puso de pie a pesar de estar herido, y caminando hacia el frente como si estuviera sano, dio la orden de continuar luchando e inspiró a cazarlos.

- ¡No desistan del combate cazadores! ¡Sé que duele ver a nuestros hermanos muertos, pero que sus muertes alimenten su ira y los vuelvan bravos hombres y mujeres capaces de masacrar a cuanta bestia se presente en su camino! ¡Acabemos con estos monstruos de una vez por todas!

Gritaron como un solo hombre los cazadores, y ni siquiera los cañones de los profundos pudieron pararlos. Safo mató a Robert Nilo con un tajo que le partió en dos la cabeza. Arcas le aplastó el cráneo con su maza a Kim Rudolfs. Edward Cochrane murió cuando Acrafón le tiró una flecha a los ojos y gritó amargamente al morir. Maine Lee fue asesinado por Macaria que con sus manos le arrancó la cabeza y la aplastó contra el cuerpo de Ron Jobs, quien murió por el impacto que hizo que se le colapsaran los pulmones.
Timeo caminando sobre las aguas, pateó la cabeza de Rodion Hernández cuando se asomaba para subir al barco, fue tal impacto que le decapitó al instante. Murieron también a manos de Partenopeo Stan Crimson y Nick Grimm. Luego murieron Michael Oak, Carl Langdon, Jean Pierre Trudeau y Otto Karlsson, estos matados por Timeo quien los pescó en las aguas.

Robert al ver la masacre, ordenó que no desistieran del combate, pero Barnabas Marsh le tomó en contra de su voluntad y se lo llevó en retirada junto con otros profundos. Estas bestias cobardes saltaron al agua y huyeron por sus vidas, y Timeo se negó a matarles porque su ética le impedía matar a una presa que se ha rendido. Sin embargo, 21 de estos monstruos se escondieron en el interior de la negra nave, liderados por Onesiphorous.

Quedaron entonces con vida doscientos dieciocho cazadores, de los cuales 10 estaban heridos, dos de ellos eran de La Fuerza Élite. Todos los cazadores que murieron ahora estaban en el Limbo dela Existencia. Sin embargo, de noventa y dos profundos, habían logrado bajar el número a sesenta y ocho. De estos sesenta y ocho, cuarenta y siete escaparon temiendo por sus vidas, quedando solo veintiuno en el interior del barco. Tras esta matanza los cazadores trataron de tomar aire, y Telémaco dio la orden de reagruparse a todos los cazadores. Timeo volvió a subir al barco, ayudándole Platón con sus fuertes brazos a subir y así se reunió la Fuerza Élite junto con Lacedemón, Teucro, Anaxágoras, Platón e Iris. El primero en hablar tras la matanza fue Arcas.

- Eso fue horrible, muy horrible. ¿Quién son esos sujetos? Son demasiado raros, aunque les logramos repeler, perdimos a demasiados.

Pero Telémaco, voz de la razón, calmó a los hombres y les dijo. Con voz débil por el combate

- Tranquilos nobles cazadores, esto es solo un breve contra tiempo, a pesar de la sorpresa, hemos vencido. Iris, bella Iris, sube al Olimpo y dale aviso a los dioses del Olimpo para que hablen con Cernunnos. En serio, será bueno oír que querrá decir él sobre esto. Anaxágoras, prepara las catapultas y Teucro, los arcos. Que Acrafón se reúna con Macaón para atender a los heridos. Ahora, Lacedemón, quiero saber que tienes en mente para hacer con nuestros amigos abajo que no recibieron invitación.

Incluso la bella diosa obedeció a las palabras de Telémaco, y abandonó el barco para dirigirse hacia el reino de los dioses. Y mientras Lacedemón se disponía a hablar, un rugido estremecedor se dejó escuchar a través de la espesa niebla. Este rugido era la advertencia de que Escila había vuelto y continuaría con la dura caza. Con este presagio, los cazadores apresuraron su armamento para continuar con la cacería viendo que no tendrían otra opción ya que durante el combate las velas fueron gravemente dañadas y los remos estaban custodiados por los profundos restantes. Debían improvisar la caza ahora que la Fuerza Élite estaba incompleta en lo que Neoptólemo y Telémaco se recuperaban
Timeo y Arquitas suspiraron y al unísono soltaron como si de una sola mente se tratase estas palabras.

- Ni un minuto de descanso.

Iris llegó al Olimpo, y no la recibió la grandilocuencia de los dioses, sino un aire de melancolía ya que muchos de los cazadores que habían muerto eran hombres muy queridos. Por todas partes había llanto de diosas y lamentos de dioses, e Iris misma sintió una presión en el pecho. Con el consejo disuelto para que los dioses pudieran desahogarse, la sala central del palacio del Olimpo solo contaba con la presencia de los Doce Grandes Olímpicos y de Orión, Cazador de Invierno, así como de algunos gigantes como Encelado o Escipión y del bravo Aquiles. Estos dioses reunidos, conversaban cuando Iris llegó y les interrumpió la discusión.

- Disculpen si los interrumpo, mis señores, entiendo el dolor de muchos aquí por lo que acaba de pasar, esto es algo que nadie hubiera podido imaginar. Debido a la masacre que acaba de ocurrir, Telémaco quiere que haya consejo entre los cazadores.

Oyeron los dioses estas palabras y cada uno vio con agrado esta propuesta. Entonces Zeus, grande entre los dioses dijo con voz potente.

- Cometí el grave error de subestimar la amenaza que sufrían los cazadores. Hemos perdido a más de nuestros hombres, así que no hay otra opción. Hermes, llama a Cernunnos, quiero hablar con él.

Sin embargo, El Cazador de Invierno interrumpió a Zeus. Dijo, sosteniéndose sobre un bastón porque su enfermedad avanzaba cruelmente.

- ¡Ni una mierda! Que Hermes vaya y hable con Hades, es necesario saber que acaba de pasar porque se supone que los Profundos deben de estar en el Octavo Círculo. Es necesario que Hades nos explique qué ha sucedido para que esos infelices estén ahora por fuera del infierno.

Tosió sangre El Cazador de Invierno y cayó al suelo. Artemisa se arrodilló a su lado y le ayudó a incorporarse, afligida por verlo en tal estado. Jadeó Orión por el dolor en su pecho, pero las palabras de Aquiles le reconfortaron y este le dijo.

- No te preocupes por eso, amigo mío. Yo iré a hablar con Hades y así Hermes podrá traer a Cernunnos. Yo también quiero explicaciones porque mi hijo está gravemente herido por esta lucha.

El Cazador de Invierno intentó reprocharle a Aquiles, pero la dulce voz de Artemisa le impidió decir alguna de sus vulgaridades.

- Debes descansar, Orión. Ya te has estresado demasiado y por eso has empeorado. Deja que Aquiles se encargue de ello. Apolo, ayúdame a llevarlo a la cama.

Los mellizos se llevaron al gigante hacia su recámara, y Escipión fue detrás de ellos, porque quería hablar con su rey. Habiendo ordenado las cosas, Aquiles y Hermes salieron a sus respectivos destinos. Y con esto arreglado, los demás Olímpicos y Encelado se retiraron a tomar un descanso en lo que Cernunnos llegaba.




¿Qué fue lo que hizo Escila en medio de la matanza? Esta monstruosa bestia había desaparecido en medio de la lucha, y lo hizo para hablar con Aradia e Hipólogo, el mismo dúo que ayudó al glorioso romano a herir a Orión con la maldición que ahora le estaba matando. Dijo en reclamo Hipólogo por la ausencia de Escila en la lucha.

- ¿Qué haces aquí? ¿No sabes que los profundos son superados en número? Requieren de ti para poder vencer a los cazadores.
- Hipólogo, tenme más respeto, lo que quiero saber es que tienen en mente. Vienen aquí y me avisan de que me vienen cazadores a por mí y ahora aparecen esos misteriosos hombres que nunca antes había visto. Explíquenme que sucede.
- Oh, dulce Escila, si Hipólogo o yo te dijésemos que tenemos en mente, serías un cabo suelto. Si quieres, puedes preguntarle a Circe que pasó con el último cabo suelto que dejamos.
- ¡Por Caos! Al menos díganme que es en lo que me han metido sin mi consentimiento. No hay cosa que más deteste que hagan las cosas sin mi consentimiento, así que al menos quiero saber si es importante lo que están haciendo, lo último que me importa es que luego deban matarme.
- Está bien, pequeña. ¿Hipólogo, te gustaría hacer los honores?

El gigante suspiró.

- Es un asunto familiar, pero no puedo profundizar en eso. Pero si hay algo que puedo decirte.

Notes:

Diario de El Cazador.
Profundos, ay, mis queridos profundos. Recuerdo que ustedes fueron un dolor de cabeza en la gigantomaquia. No son fuertes, pero cuando son muchos se vuelve jodido matarlos, así que asegúrate de siempre mantenerlos separados o de lo contrario vas a tener que usar una ametralladora como Sylvester Stallone en Rambo… una vez lo hice y salió mal, así que no es recomendable. Los profundos han sido épicamente ignorados por los mitógrafos que guardan registros de bestias para que los cazadores puedan cazarlos ya que desde la gigantomaquia todos estaban encerrados en el infierno o en América… hasta que Obed Marsh resucitó el culto. Sería hasta la llegada de Howard Phillips Lovecraft, que los mitógrafos volverían a registrar información sobre los profundos… Pero a Lovecraft le vale madres ayudar a los cazadores, así que no se fíen mucho de su información.

Chapter 9: VII Más Preguntas que respuestas

Summary:

¡Es un chingo de Lore!

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Quede registro del viaje previo al de Dante que realizó Aquiles por los infiernos. Que, aunque a diferencia del poeta Florentino, no tuvo la fortuna de ver lo que vería Dante. Más ambos compartirían la fortuna de no sufrir las desdichas que en unos meses sufriría el Cazador de Invierno.

Llegó Aquiles al tártaro llamado infierno. Este se encuentra en el mundo de los muertos, tierra llamada por unos Hellheim y por otros El Más Allá. Esta tierra tantos que está alejada del plano terrenal mortal y el divino inmortal tiene tantos nombres como lenguas hay en el cosmos infinito. Dicho esto, sería bueno mencionar que es en sí un tártaro en el mundo de los muertos. Que valga la pena presidir esta explicación, contando que el origen de este tártaro se remonta a antes de la gran guerra. Esto es, cuando Urano gobernaba, y fue su hijo Japeto quien lo creó para que sirviese de hogar a Tártaro, dios de los castigos.

Un tártaro es una prisión para las almas de los peores pecadores, habiendo cientos de ellos a lo largo del más allá, siendo acá donde son juzgados los criminales tras su muerte. El más famoso de estos en la tierra, es El Infierno, llamado así porque no es un palacio o fortaleza como lo son otras tierras, sino que, mientras las almas virtuosas del Eliseo caminan con gloria por las bellas praderas del más allá, los pecadores están bajo sus pies en fosas que se forman en nueve círculos donde son juzgados por sus crímenes, salvo por el primer círculo dónde está el juez. El juez en el infierno es a veces Minos, a veces es Eaco, otras veces es Radamantis. Estos tres hijos de Zeus, juzgan a los pecadores y se toman turnos para poder descansar de juzgar a los muertos.

Aquiles llegó al infierno cuando estaba el gran Minos, predecesor en leyes a Licurgo, y estaba juzgando a los profundos. Minos es un alma monstruosa, que asemeja a hombre y serpiente a la vez. Llevaba una capucha que ocultaba su rostro, y una corona que dejaba en claro que fue rey entre lo mortales. Minos agitó su cola seis veces con cada profundo, condenan a cada uno al círculo de la herejía por seguir a un dios malvado, indigno de ser llamado dios y más digno de ser llamado arconte. Sin embargo, con algunos profundos agitaba siete veces su cola, porque fueron más violentos que los otros, en especial contra Dios. Y los herejes profundos que caían en el círculo de la Herejía, eran castigados por las Erinias, llamadas Furias en Roma. Estas son Megera, Alecto y Tisífone. Se acercó Aquiles a Minos y habló con él justo cuando condenaba a arder en tumbas a Kim Rudolfs.

- ¿Cómo estás, Minos? Necesito hablar con Hades. Dime, ¿dónde puedo encontrarlo?

Le respondió con voz profunda el macabro juez de los muertos.

- Aquiles, amigo mío, Hades no está en su trono en estos momentos, sino que está en el Noveno Círculo custodiando a los traidores ya que recientemente hubo una fuga de algunos de esos bastardos.

Aquiles le escuchó y recibió con gran sorpresa la noticia, así que le dijo a Minos.

- ¿Una fuga en el noveno círculo? ¿Cómo es posible?

Le dijo entonces Minos.

- Así es. Desde hace siglos no ha habido fugas en dicho círculo. Misteriosamente de un momento a otro escapó El Señor de Las Moscas, y también escaparon los Aloadas Oto y Efialtes. Por gracia de Dios, Tifón no ha escapado, pero si ha preocupado a Hades que estos tres males hayan salido sin despertar ninguna alarma. Pero más misterioso es que lo hicieron hace tres días y aun así no hay rastro de ellos en ningún lado. Ahora, si me disculpas, continúo con mi labor ya que estoy en mi turno, Aquiles. La semana que viene empieza mi tiempo libre, así que, si quieres hacerme visita, estaré en mi casa reposando.

Se despidieron los dos dioses, y Aquiles se dispuso a descender hasta el fondo del Infierno. Para este viaje, primero se reunió con Perséfone, quien le ofreció la guía de su hijo Zagreo, el Dionisio de los muertos. Aquiles fue guiado por Zagreo, hijo de Hades, y se subieron juntos en un carro negro tirado por dos kelpies y juntos descendieron hacia el fondo de aquel abismo. Pasaron por cada círculo, dejando atrás el primero, que es el círculo del juez, justo cuando el rey de Creta ya juzgaba a una nueva víctima, más Aquiles no alcanzó a ver que se trataba de Nick Grimm.

Así son los círculos en donde se castigan a los pecadores. Del primero se pasa al segundo círculo, que es donde se castigan a los lujuriosos. Acá estaban Helena, Paris Alejandro, Semíramis, Asmodeo, Aracne y Falange. Cada uno estaba condenado en una tormenta eterna por haber pecado dejándose llevar por sus deseos carnales.

En el tercer círculo están condenado los glotones, devorándose los unos a los otros y bañándose en sus propias heces y vómito, dado que a partir de este punto estaban los peores pecadores, aquí reinaba Cerbero, que devoraba a quienes intentaban escapar del círculo. Cerbero es llamado perro del Hades, más es más parecido a un gusano de tres cabezas que a un can. Acá estaban condenados Licaón y Tántalo junto con Eresictón de Tesalia, maldito por Deméter.

En el Cuarto Círculo se condenan a los avariciosos. Aquí estuvo una vez el rey Midas, pero encontró el perdón de los dioses y fue liberado de su tormento. Estaba aquí también encerrado Pluto, señor de las riquezas junto con el demonio Mammón. Y también estaba la hija de Euristeo con ellos, porque su avaricia fue la que casi condena a Heracles por violento.

En el Quinto Círculo arden los iracundos, como el propio Flegias, quien quemó el templo de Apolo. Acá también sufrían un cruel tormento Simeón y Leví, quienes masacraron a inocentes por el crimen Siquem, hijo de Hamor, quien había violado a la hermana de los hijos de Abraham, Dina. Cada alma estaba golpeándose los unos a los otros.

Los Herejes arden en el sexto círculo, donde también caían los Profundos por adorar al malvado Dagón. Los adoradores de Baal también ardían y Aquiles los vio a todos, como los matados por el gran Elías. Ardía Akenatón junto con sus hijos, ya que se atrevió a llamarse hijo de Dios y prohibió el culto a los demás dioses. También estaba acá condenado el infame Sísifo, cargando su piedra e Ixión giraba en su rueda eternamente. A lo lejos estaban ardiendo los Rakshasas, que estorban en los rituales religiosos de los hindúes.

Eran castigados de tres formas distintas los violentos en el séptimo círculo. Ya sea por ser tiranos, por ser violentos contra sí mismos o violentos contra Dios. La diferencia de la ira con la violencia, es que los castigados por Ira lo son porque al menos tenían una causa de su violencia. Mientras los castigados en el séptimo círculo lo son porque encontraban placer en ella, como los violadores o asesinos en serie. Acá ardían Nabucodonosor, Goliat, Zipacna, Cabracán y Siquem.

El Octavo Círculo siempre sorprendía Aquiles, porque siempre era el que más condenados tenía y siempre será el que más posea, ya que aquí se castiga el fraude. El fraude es despreciado por Dios en gran medida, y hay varias formas de cometerlo: seducción y proxenetismo, adulación, simonía, adivinación y hechicería, estafa, hipocresía, robo, falso consejo, siembra de la discordia y Falsificación. Estaban acá Tiresias, Jasón, Odiseo, Diomedes, Anfiarao, Dalila, Euristeo, Medea, Enopión, Mérope de Quíos, Mastemá, Eris, los magos de Faraón y muchos otros tantos que son difíciles de mencionar a todos.

Cuando un alma comete varios pecados, o es juzgado por el más grave de ellos, o, por el contrario, cambia cada tanto de círculo para sufrir por su pena. Solo será libre cuando haya cumplido su condena o cuando encontrase el perdón de Dios. Aquellos que salgan del infierno huyendo de su castigo, reciben penas mayores. Otros eligen volverse perros de caza, acompañando a los cazadores en sus trabajos para bajar sus condenas en base a sus obras.

Y tras viajar por todo el infierno, finalmente Zagreo dejó a Aquiles en el noveno círculo. Este círculo es distinto a todos los demás porque no hay fuego ni calor, sino un frio eterno que congela las almas de los condenados. Y bajándose del carro Aquiles caminó a través de un frio pasaje, y a cada lado de él había columnas de hielo con las almas de los condenados.

Encontró primero a Tifón, quien faltó al compromiso que tenía con Orión, y este en venganza le vendió a los Olímpicos y ahora estaba en una prisión de hielo, obra del mismo Cazador de Invierno. Y también estaban todos los gigantes que enfrentaron a Zeus y los olímpicos y que no respetaron el pacto de paz tras la gigantomaquia, congelados en prisiones de hielo estaban Alciones, Mimas, Palante, Polibotes y muchos más.

Solo Ticio estaba condenado de forma diferente, porque a él le devoraban eternamente las almas de aves de rapiña. Esto fue, porque intentó violar a Leto, madre de Apolo y Artemisa. Un pájaro le devoraba por este crimen, más un segundo le devoraba porque no contento con Leto, también trató de violar a Artemisa.

Encontró también a Gea, que fue condenada por traicionar primero a su esposo, Urano. Luego traicionó a Cronos y después a los Olímpicos para finalmente traicionar al Cazador de Invierno. Por esto, ella estaba en una prisión de hielo. Y también estaba Caín, primero de los asesinos, condenado con hielo y cadenas, porque era tan poderoso que el hielo no era suficiente.

Aquiles caminó y contempló a los condenados, encontrando pronto a Hades quien estaba contemplando al Gran Traidor, el más cruel y malvado de los pecadores. Rodeado de sus ángeles estaba aquel gran mal llamado por unos Iblis, otros le llaman El Diablo y otros le conocen como Satanás. Hades estaba hablando con unos de los guardianes de este círculo, estos eran el gigante Anteo y el mutante Gerión. Se les acercó Aquiles, y con reverencia habló con ellos.

- Hades y amigos míos, ¿cómo se encuentran? Vengo de parte de Orión.

Y tan pronto dijo este nombre, templaron de furia los gigantes, Tifón y Gea. Y empezaron a estos a maldecir al Cazador de Invierno diciendo.

- ¡Maldito seas, Gran Traidor! Mereces este tormento más que nosotros, bastardo lujurioso. ¡Orión, maldita sea toda tu estirpe!

Satanás sintió curiosidad por lo que decían estas almas, puesto que nunca antes había oído ese nombre. Y Anteo le reprendió a Aquiles por su descuido y le dijo.

- De todos los lugares del cosmos, no hay peor sitio para pronunciar ese nombre prohibido que este. Aquiles, no vuelvas a mencionar a mi rey frente a estos bastardos impuros traidores a nuestra raza, porque de la furia son capaces de adquirir fuerzas y escapar de esta prisión.

Más el noble Hades calmó a Anteo con un gesto, y luego se dirigió a Aquiles.

- Noble Aquiles, te perdono por tu descuido ya que no lo has hecho con maldad. Dime, ¿Qué necesita de mi parte Candaón?

Le dijo Aquiles en respuesta.

- Orión y todos los dioses del Olimpo quieren saber que sucede. Han aparecido profundos atacando a los cazadores de Artemisa en el estrecho maldito. El problema es que estos seres no deberían estar libres ya que desde la gigantomaquia están condenados en el sexto círculo por su culto hereje. Hades, si me lo permites, quiero saber cuándo escaparon estos seres y por qué no dijiste nada. Más importante aún, ¿por qué no diste aviso de los tres prisioneros que escaparon?

Hades le respondió, era solemne y tranquilo al hablar.

- Que extraño, Aquiles. Lo mismo me dijo Minos tan pronto empezaron a llegar almas de profundos. Nunca se han escapado ni uno solo de ellos y, de hecho, todos ya han reencarnado. Pensaba que ya nos habíamos desecho de esa plaga, pero si han vuelto a aparecer debe ser por algo que desconozca. Los he visto y no reconozco a ninguno, he oído su lengua y es extraña como sus nombres, es como si no fueran de esta época. Sobre lo de las otras fugas, no he dado aviso por solicitud de Candaón, por lo que, si quieres saber algo sobre estos tres, deberás hablar directamente con el Cazador de Invierno.

Estas últimas palabras sorprendieron a Aquiles, quien le dijo a Hades.

- Sube conmigo al Olimpo, hablemos con Cernunnos y todos los otros dioses, ya que es demasiado raro lo que está pasando, hay que aclarar todo, sobre todo eso de que Orión haya pedido que no se diga una sola palabra sobre una fuga.

Aprobó Hades esta propuesta y se dispusieron a salir de los infiernos, no sin antes dejar a cargo a Anteo y a Gerión las tareas de reconstrucción. Más antes de salir de los infiernos, la voz gélida de Satanás les retuvo y les dijo.

- Oye, Plutón, salúdame a Júpiter y si la ves, también a Diana. No sabes cuánto extraño a Diana. Dale también al muchacho mis saludos, no es lo mismo acá abajo desde que lo sacaron de este lugar.

Miraron con temor a Satanás, y salieron Aquiles y Hades. Este último en el trayecto, notó un aire melancólico en Aquiles. Sintiendo preocupación por su huésped, el noble señor de los muertos le dijo.

- Aquiles, ¿Qué sucede amigo mío? Te noto decaído.

Aquiles respondió con sonrisa forzada.

- Es que este lugar es horrible. Si hay una razón por la cual respeto a Orión y no le temo, sino que le entiendo, es porque él soportó 10 años el tormento del Noveno Círculo. Yo no sería capaz de soportar tal cosa, es un milagro que solo se haya vuelto loco.

Mientras Aquiles regresaba al Olimpo con Hades, los cazadores se enfrentaban a Escila con bravura, pero les estaba ganando la bestia. Sin Neoptólemo y Telémaco, los cazadores hacían más esfuerzo que el que hicieron con anterioridad enfrentando a la bestia. Fue entonces que Platón, cayó en cuenta que unas lanzas de los profundos habían quedado en la cubierta tras la matanza, y recordando que estas lanzas eran malditas, Platón dio aviso a Telémaco de una idea que le había llegado.

- Telémaco, tengo una idea. Si estas lanzas están malditas, podrían evitar que Escila se siga regenerando, si la atacamos con ellas.

Sonrió Telémaco a pesar de sus heridas, y mientras Acrafón le vendaba, alzó su voz y dio estas órdenes.

- ¡Timeo! Toma las lanzas que puedas y deja ciega a la bestia. Que los demás le sigan en la lucha, ¡tomen cada uno una lanza si es posible y acaben con Escila!

Los bravos cazadores obedecieron a su capitán, y se armaron de lanzas los que pudieron hacerlo. Arrojó Timeo una de estas lanzas, y fue tal la fuerza del lanzamiento que la lanza perforó uno de los negros ojos de Escila y le salió por el otro lado. Así, ambos ojos de la cabeza quedaron ciegos, y Escila chilló de dolor. Le siguió Arcas, que cegó el ojo de una cabeza, y Macaria le cegó el segundo. La tercera cabeza fue cegada por Lacedemón y Teucro, quienes en trabajo en conjunto lograron distraer la cabeza para que Lacedemón le cegara de un solo golpe. Otra cabeza fue cegada por una lanza enviada por Partenopeo y otra que lanzó Safo. La siguiente fue cegada por las lanzas que le arrojó Pitágoras quien, con una en cada mano, le bastó un solo movimiento para cegar los dos ojos. El más valeroso fue Arquitas, que se subió a la sexta cabeza de Escila. Y apuñalando seguidamente a la bestia, con las lanzas, cortó los ligamentos y el hueso, decapitando la cabeza y dejando a Escila sin una de sus seis cabezas.

La bestia renunció a cualquier ataque y solo se retorcía de dolor. Al ver esto, Arquitas se lanzó y cayó de pie en la cubierta del barco. Dijo entonces con emoción Arquitas.

- ¡Así se hace, mierda! Timeo, ya sabes que hacer.

Asintió Timeo, y este se puso de pie sobre la baranda del barco. Rugió y saltó a las aguas, pisando las suaves olas. Timeo corrió sobre las aguas en busca del cuerpo real de Escila, y la Bestia al escuchar sus pasos, supo que Timeo iba a por su cabeza principal. Escila abandonó nuevamente el barco, con la intención de encontrar al gigante y devorarlo.

Ya sin Escila, los cazadores se sentaron por la cubierta del barco soltando sus piros y disponiéndose a descansar. Sin embargo, el problema de los profundos en el interior del barco siguió acosando la mente de Neoptólemo. El bravo guerrero se dirigió a Telémaco, y le interrogó.

- Bien Telémaco, ya no tenemos a Escila fastidiándonos, pero tenemos ese problema de allá abajo llamado profundos. Tenemos a varios heridos entre los cuales tú y yo nos encontramos y ese tal Onesiphorous es un sujeto bastante duro, dudo mucho que podamos matarle.

Le respondió Telémaco.

- Si Timeo logra matar a Escila, entonces el plan será muy simple, subir a los botes que tenemos y que no se rompieron durante la batalla y abandonar el barco. De ser posible, serían necesarios varios viajes si no caben todos, ya después armamos otro barco.

Estas palabras alertaron a los cazadores quienes miraron con duda a Telémaco. Entonces le dijo Acrafón.

- Espera, ¿Qué quieres decir? Que abandonaremos el barco solo porque hay unos veinte locos allá abajo a los que le superamos en número.

Telémaco le respondió.

- Veinte locos que hacían parte de un grupo que mató a varios de los nuestros. La pérdida no es excesivamente alta, pero si es notoria, no podemos arriesgarnos a perder a más cazadores. Lo siento, pero prefiero perder el barco a que perdamos a más hombres, si llegamos a entrar ahí, aunque solo sean veintiuno, es seguro que vamos a perder a otros tantos hombres.

Platón escuchó las palabras de Telémaco, y sintió rechazo por su opinión. Aunque no entendía lo que decían los profundos, sabía que aquel barco era demasiado valioso para ellos, de lo contrario simplemente lo hubieran agujereado hasta hundirlo. Abandonar el Cuarto Argos, era precisamente lo que ellos querían. Aunque Telémaco se opusiese, Platón prefería morir antes que dejar que el barco fuese entregado a sus adversarios. Así, Platón tomó del suelo dos lanzas y las cargó una en cada mano. Quienes le vieron hacerlo quedaron extrañados, así que Macaria se le acercó y le preguntó por lo que hacía. Le dijo entonces a Platón

- Platón, ¿Qué tienes pensado hacer? No me digas que piensas bajar tú solo contra esas bestias.

Platón le respondió con una sonrisa de lado, y descansando las lanzas sobre sus hombros.

- Dejo las cosas claras de una vez: Esas cosas parece que quieren el barco para quedárselo ellos, si nos vamos les daremos lo que quieren y no podemos permitir eso. Así que, si me disculpan, iré a cazar.

Platón salió en carrera a enfrentarse a los profundos, y llegando a la entrada saltó hacia el interior del barco sin que nadie pudiera detenerle. Y aquel que estaba más cerca, que era Teucro, temió entrar detrás de él para detenerle, ya que no quería morir todavía. En el interior de la nave, formados en formación estaban los profundos, ocultándose tras las literas y apuntando hacia dónde venía el Platón, el agua ya llegaba a los tobillos, puesto que aún no había sido reparado el agujero que hizo Onesiphorous cuando mató a Toxeo. Alexis se dirigió a Onesiphorous y le dijo.

- Viene alguien.

- Entonces atentos, según Robert en este barco vienen leyendas de estos años, así que no debemos bajar la guardia.

Y Los profundos encontraron con la mirada a Platón, quien tenía los ojos echando llamas. Caminando con paso lento, pasó al lado del cadáver de Toxeo y Lélege, recordando al hombre que murió en sus brazos, y buscando entre los rostros de los monstruos, encontró a Onesiphorous y le dijo.

- Onesiphorous, ¿cierto? ¿Es verdad lo que dijo Robert Olmstead? ¿fuiste tú quien mató a mi amigo?

Onesiphorous no entendía una palabra de lo que decía, así que le dijo a Platón.

- Oye, idiota, no sé si no te has fijado, pero no hablo tu puto idioma. Ni siquiera sé que acabas de decir a parte de los nombres de un par de nosotros. Puede que tampoco entiendas una mierda de lo que estoy diciendo, pero tengo una política simple con gente de tu estilo: si no habla inglés, no merece seguir viviendo.

Y arrojó Onesiphorous su lanza, más Platón la esquivó rodando por el suelo, y arrojó sus dos lanzas contra dos profundos. Una de estas le dio en medio delos dos senos a Samantha Whitehorse, quien se desangró hasta morir, y la otra le dio a Agustine Marlowe, a quien el golpe le perforó la vejiga y murió chorreando sangre y orina por la herida. Con la lanza que le arrojó Onesiphorous, Platón mató luego a Kiefer Kellogg empalándole por el sobaco. Muertos estos tres, los profundos entraron en consternación, y sin saber que decía Platón, le escucharon decir estas palabras en griego.

- Muertos tres, faltan diecinueve.

Rugió de furia Onesiphorous, quien echando carrera con sus compañeros dio la orden en su lengua.

- ¡Maten a ese bastardo!

Y chocando el pequeño ejército contra el hombre, perdieron a otros dos cuando Platón de un codazo le partió la cara a Curtis Haggard y a Brandon Walsh le mató cuando le perforó el estómago con su propia mano. Quedaban entonces diecisiete.

En el Olimpo, Apolo y Artemisa habían dejado a Orión, Cazador de Invierno en su cama. Reposando ahora, el Cazador de Invierno cerró los ojos, más no durmió. Con los ojos cerrados por el cansancio, habló con sus compañeros y les pidió lo siguiente.

- Avísenme cuando llegue el lame culos de Cernunnos, quiero hablar con él.

Más Apolo le reprendió por sus palabras y le dijo.

- ¿De qué hablas? No estás en condiciones de levantarte. Por el numerito que hiciste en el consejo, maldito misógino, es por lo que estás aquí ahora más cansado de lo que estabas antes. Y hablando de ese numerito, ¿en serio no te cansas de hablar así?

- ¿Tú te cansas cuando Jacinto te revienta el culo con su polla?

- ¡Bastardo infeliz!

Artemisa se sentó en la cama y medió entre ellos calmando la tensión. Acarició la frente del Cazador de Invierno. Dado que él tenía los ojos cerrados, ella le indicaba que estaba pasando a su alrededor, y así le dijo.

- Escipión quiere hablar contigo.

El Cazador de Invierno hizo un ademán con su mano permitiéndole al gigante de pelo rojizo entrar. Luego, con su voz le dijo a Artemisa.

- Querida, trae un poco de vino para Escipión, y si Apolon gusta, también para él, y no te olvides de ti misma, por supuesto. Te ruego que me perdones por no poder hacerlo yo mismo tal y como acostumbro ya que no estoy en condiciones.

Se levantó Artemisa y se dirigió a traer las vasijas personales para cada uno de los presentes, repartió vino para cada uno desde un jarrón grande que llenaba cada vasija, y cada uno pudo tomar, salvo el Cazador de Invierno, quien se negaba a tomar vino desde que tuvo un inconveniente en Quíos. Luego entraron Ares, Hefesto y Encelado a la habitación. Artemisa les ofreció vino, más Encelado, de tono cortés, le dijo.

- Oh, Febe, no, no te preocupes por nosotros, yo sirvo, tu siéntate.

Artemisa le insistió en servirle ella, y mientras le llenaba su vasija le dijo a Encelado.

- Tranquilo Encelado, puedo encargarme de esto, ustedes son los invitados y no es respetuoso hacer que un invitado se atienda a sí mismo. Si te sirve de consuelo, piensa que es más indebido pensar que es indebido que una mujer quiera atender a su esposo y amigos.

Los tres dioses recién llegados recibieron sus porciones de vino y bebieron gustosos, aunque Encelado sentía vergüenza de hacer que la salvaje Artemisa actuara como una mujer indigna de su estatus. Y fue mientras la diosa servía a los hombres que hablaron Escipión y el Cazador de Invierno. Habló primero Escipión en un intercambio de palabras entre los dos hombres.

- Orión, mi dios.

- Eh, hermano, quieto ahí, ¿Cómo que “Orión”? Hijo de perra, a penas y confío en ti. Nadie me llama por mi nombre a menos que sea alguien cercano, y eso que incluso mis amigos más íntimos rara vez me dicen por mi nombre de pila, pinches hijos de la de gran puta.

- Disculpe, mi señor por mi descuido. Le diré entonces como le dicen los Beocios, Candaón, si no le molesta. Le quiero decir, mi señor, que soy un simple mortal, y si estoy aquí es porque usted me ha sido favorable y benevolente conmigo. Yo quiero devolverle el favor, Candaón, por tantos milagros que usted me ha dado, grande entre mis dioses. Si me lo permite, yo me encargaré de buscar al traidor que le ha provocado la enfermedad que ahora la aqueja.

- Bueno, Escipión, antes tenías mi curiosidad, ahora tienes toda mi puta atención.

- Usted sabe por las historias que cuentan que soy el más bravo de los nefilim mortales. Como Alfa de los Lestrigones, soy el que más poder tiene de todos los nefilim que la inmortalidad no ha bendecido. Yo entonces tengo el poder de hacerle frente a cientos de desafíos, y por ello me considero digno de esta tarea. Sabe bien usted que he rezado a los dioses nefilim toda mi vida, Encelado, Efialtes Toxota, Anteo y a usted, que los gobierna a todos. Mi devoción religiosa es evidencia de que hablo con sinceridad y ciertamente estoy dispuesto a arriesgarlo todo por usted. Dígame si acepta otorgarme esta misión.

El Cazador de Invierno abrió los ojos y se acomodó en la cama para no quedar tan acostado, le sonrió a Escipión y sus barbas bailaron mientras le decía al gigante de pelo rojo.

- Escúchame bien, muchacho, te permito realizar la empresa que me cuentas y créeme que si lo consigues te bendeciré con riquezas de todo tipo, todo lo que desees: dinero que gastar, zorras para coger, ¡todo! Mira, a mí en lo personal me importa una mierda que ese traidor nos haya traicionado en primer lugar, me importa un carajo que me haya maldecido con esta enfermedad ¡Si quiere joder, está bien! Sin embargo, ese pendejo conspiró contra mi familia, y eso es algo que como dios y hombre no puedo permitir. No sabes las ganas que tengo de llenarle el culo con petróleo y prenderle un fósforo para quemarle las entrañas desde adentro a ese infeliz por poner en riesgo la vida de mis hijos. ¡Así que sí, Escipión! Tráeme al sopla pollas con vida para que pueda torturarlo y desee estar muerto por intentar matar a mis hijos. Tienes mi permiso y créeme que te recompensaré si lo consigues, y si mueres, te volveré un dios yo mismo en gratitud contigo.

- Gracias por sus palabras, gran Candaón. Si no le es mucha molestia, me retiro para dejarlo

Se levantó Escipión, y terminando de tomar el vino que le dio la feroz Artemisa, Carnicera del Olimpo, se despidió con una reverencia y pidió permiso a los dioses para salir. Y se retiró Escipión de regreso al mundo mortal, dónde su cuerpo esperaba, tendido en la cama, a que su espíritu inmortal volviera a poseerlo. Con Escipión fuera, Ares, el más violento de los dioses, se acercó con su voz a los cazadores y les dijo.

- ¿Cómo han estado muchachos? Dos años sin verlos. Ese viaje a Nibiru fue lo mejor que Afrodita y yo pudimos haber hecho, realmente agradezco tu recomendación, Candaón. Bueno hermana, ¿te ha tratado bien este lunático?

Rio el Cazador de Invierno por las palabras de Ares, y Artemisa, sentada en una silla que estaba en la mesa de noche, le dijo a su hermano.

- Para los estándares de Orión, ha sido todo un encanto a pesar de lo que hemos vivido los últimos meses. Es un hombre fuerte, cualquiera se volvería loco con lo que hemos vivido

Luego Hefesto tomó la palabra con un hondo suspiro.

- Por Caos, los últimos meses fueron un tormento. Te envidio, hermano, tanto por quedarte con mi ex esposa como por haber estado alejado de esto toda una temporada. Horus desapareció sin dejar rastro, Guayota escapó de su encierro y ahora Candaón está enfermo y Timeo con Acrafón y Lacedemón están buscando como salvarlo. Es demasiado largo de explicar, pero por encima, eso ha sido lo que ha ocurrido.

Ares comprendiendo la situación, hizo una pregunta razonable dada su ausencia en el Olimpo.

- ¿Qué tiene Candaón?

Y le respondió Apolo.

- Cuando Guayota escapó, Orión se ofreció a cazarlo y lo derrotó. Con Guayota derrotado intentó volver a casa, pero Artemisa le hizo devolverse porque había dejado atrás a Sirio. Orión regresó a buscarlo, pero alguien, no sabemos quién, pero sí que fue informado por el traidor, le disparó una flecha. Normalmente no le hubiera pasado nada, pero esta flecha tenía algo especial, estaba bañada en una maldición en forma líquida bastante extraña, luego descubrimos que era veneno de Aqrabuamelu, o sea, de un hombre escorpión.

Artemisa siguió el relato, tomándole la mano al Cazador de Invierno.

- Tras dos días sin noticias de él, entré en pánico y con Apolo y Hermes fuimos a buscarlo. Al llegar nos pusieron al tanto de lo ocurrido. Sirio lo encontró, tirado en el suelo y bañado en sangre seca, luego dio aviso a los guanches y los llevó hacia donde estaba. Él Guadameñe Nuhazet le atendió y logró evitar que la maldición le matase. El problema, es que, al ser un veneno, la herida no era el problema, sino que la maldición se dispersó por la sangre. Cuando lo encontramos en una casa de los guanches, casi caigo al suelo por el Shock. Al ser veneno de un hombre escorpión, del cual Orión es alérgico, este le hizo más daño del que le haría naturalmente si fuera una simple maldición del tipo veneno y por eso está constantemente enfermo.

Terminó de hablar Artemisa y Ares comprendió sus palabras, notando como a la diosa le dolía el solo pronunciarlas, ya que le recordaban el deplorable estado en el cual encontró a su marido cuando llegaron a la tierra de los guanches. Tenía el marco de los ojos y los labios negros, y el contorno de las venas sobresalía entre la piel ennegreciéndola. Incluso al escupir sangre, esta se parecía al petróleo. Por la presión en el aire, el Cazador de Invierno decidió aliviar la pesadez, dijo entonces.

- Oye, Ares, volviendo al tema de tu paseo con Afrodita por Nibiru. ¿Leíste el libro que te recomendé para practicar con Afrodita?

Ares le respondió con una pregunta.

- ¿Libro? ¿Cuál libro?

Y entonces le respondió el Cazador de Invierno.

- El Kāma Śāstra, aunque es más fácil conseguir el Kama Sutra, pero es lo mismo. Te lo recomiendo, le encantará a tu esposa, es un excelente manual para tener sexo, si quieres le puedes preguntar a tu hermana las hazañas que logrado gracias a ese… ¡Ay! ¡Artemisa! Bueno, ya me callo.

Mientras en el Olimpo los dioses descansaban antes de retomar asamblea, Timeo había llegado a tierra gracias a su don de caminar sobre las aguas. Una vez en tierra, se encontró con la rareza de no hallar a Escila por ningún lado. Era extraño, puesto que, al ser una bestia marina tan grande, inevitablemente la encontraría antes de llegar a tierra. Sería bueno mencionar, que la tierra dónde estaba Timeo, era la que años más tarde sería conocida como Regio de Calabria, que es la ciudad más poblada de la región de Calabria en Italia y su capital es Catanzaro. Esta región vería nacer a una de las tres grandes mafias, cuya tradición se remonta al legado de los Reyes Magos, que para el siglo XIX las novelas mitológicas en Europa les dieron el nombre de Osso, Mastrosso y Carcagnosso. Estos fundarían las tradiciones de las mafias italianas que son la Cosa Nostra, la Carmosa y la ´Ndrangheta.

Es posible que estas mafias hayan heredado algo de los cazadores de Artemisa, porque la ´Ndrangheta, nació en Calabria, misma tierra en la que Timeo, hijo de Artemisa y Orión (que son Luna y Estrellas), se enfrentaría y vencería a Escila. Y esto se evidencia, porque cuando los mafiosos nombran un nuevo soldado, lo nombran en un ritual de iniciación en el cual rezan: «Bajo la luz de las estrellas y el esplendor de la Luna, formo la Santa Cadena. En el nombre de Garibaldi, Mazzini y La Marmora, con palabras de humildad, formo la Santa Sociedad. Juro renegar de todo mi pasado hasta la séptima generación, para salvaguardar el honor de mis sabios hermanos».

Si es cierto que la ´Ndrangheta se inspiró en los Cazadores de Artemisa, entonces habrá sido por la hazaña que he de contar ahora, con la gracia de las Musas. He aquí, como fue que Timeo de Locri se enfrentó a Escila.

Tan pronto el Cazador de Estrellas se encontró solo, y sin la visión de Escila ante él, se puso a reflexionar sobre su situación tratando de comprender que ocurría. Entendió que Escila no pudo haber huido, puesto que era bestia demasiado grande como para escapar sin ser vista. Con esto en mente, entendió que Escila seguía ahí, pero estaba invisible a sus ojos. Entonces, Escila debía ser capaz de alterar la visión de los hombres, ya sea provocando niebla, o haciendo invisible su cuerpo a los ojos de sus rivales.

Entonces Timeo cerró los ojos, ya que la vista no sería de ayuda en esta situación. Guiado por el oído, buscaba como escuchar cada paso, y el tacto buscaba percibir cualquier cambio en la presión del aire que indicase que una bestia colosal se estaba movimiento, o en su defecto sentir como vibraba la tierra cuando Escila estaba por atacarle. Fue con ojos cerrados que Timeo sintió como una gran masa se arrojaba contra él. Oyendo el zumbido en el aire y sintiendo el cambio de presión, agitó el látigo contra Escila, creyendo que la bestia venía de ese lado. Más, sin embargo, la bestia le atacó por el lado opuesto, y una descomunal mano atrapó a Timeo.

Manteniendo la calma, Timeo, de mente tranquila, recapituló lo que sabía de Escila. “Es una Maldición, puede quedarse quieta por largo tiempo, así que es muy paciente. Tiene cuellos largos, múltiples cabezas capaces de extenderse por una longitud indefinida y son demasiado fuertes, incluso pueden levantar un barco. Es inteligente, usa estrategias para evitar ser cazada. Posee poderes para engañar los sentidos, como crear niebla, hacerse invisible o hacer que la gente perciba mal su entorno. Perfecto, esta cosa es dura de matar, ahora entiendo por qué Heracles tuvo tantos problemas con ella”.

Controlando su rabia, el Cazador de Estrellas se alistó para enfrentarse a Escila tan pronto la bestia le soltase. Oculto en la mano de la bestia, Timeo sintió como Escila dejaba de hacer fuerza tras alzarlo en el aire. Lentamente se abrió la mano, y Timeo, bravo cazador, se alistó para enfrentarla, más quedó en silencio tan pronto Escila lo soltó y finalmente vio su rostro verdadero. Confundido por la apariencia de Escila, Timeo se quedó quieto mientras observaba a la femenina bestia.

Escila, tal como había descrito Macaria, era de la cintura hacia abajo una bestia semejante a un reptil o un pez, con una cola larga que se enroscaba sobre sí misma al igual que las serpientes. De su vientre era de dónde salían los cuellos, pero ahora estaban retraídos y no había rastro de ellos, por lo que la bestia tenía más aspecto de sirena grande que de Hidra. Todo lo demás, su pecho, brazos, cuello y rostro, semejante a las sirenas, era muy bello.

Tenía una cintura esbelta y silueta graciosa con brazos delgados, sin embargo, era de cuerpo fuerte. Tenía pechos firmes y bien formados, y su clavícula estaba marcada generosamente. Su piel carecía de lunares, pecas, cicatrices o cualquier imperfección, era limpia y suave a la vista, de tono claro y ligeramente azulado. Su rostro era esbelto y delgado, como una pintura renacentista viviente, con cejas oscuras y arqueadas que adornaban ojos verdes como las esmeraldas de la Atlántida y cabellos de un color tal, que hacía pensar que hubieran sido tocados por el mismo rey Midas.

A Timeo le costaba procesar la idea, de que aquella bella criatura era también un temible monstruo que había provocado la muerte de cientos de hombres a lo largo de la historia, incluyendo uno de sus compañeros. Más antes de terminar de procesar todo, fue golpeado por una segunda sorpresa, esta era la voz de Escila. Hablando desde su cabeza real, Escila tenía la voz de una mujer. No de una muchacha juguetona o de una doncella, sino de una mujer recta y con presencia.

- Que tipo tan problemático eres, Timeo.




- Creo que debemos retirarnos, Aradia.

- Concuerdo contigo, Hipólogo. Esta batalla ha sido una derrota. Lo único que puede librarnos es que Caribdis sea de utilidad y acabe con todos de una vez.

- ¿Están locos? El barco es demasiado valioso.

- Con los profundos bastará para movernos por el Mediterráneo, Artemisia. Ahora, esta no es una derrota, Aradia.

- ¿Seguro?

- Claro que sí. Ellos nos han dado un montón de información valiosa que nos servirá para enfrentarnos a ellos. Gracias a esto sabemos cuáles son sus estrategias, fortalezas y debilidades. ¡Robert Olmstead! Diles esto a los profundos: ¡Nos vamos a Creta! Tengo un plan en mente para matar a dos pájaros de un tiro. Podremos masacrar a esos cazadores, y podremos liberar de una vez por todas a Satanás. Sin los cazadores, el Olimpo será pan comido, ¿así es como sería en griego, Robert Olmstead?

Notes:

Diario del Cazador:
El Kama Sutra, es comunmente conocido como el mejor libro de sexo de la historia. Realmente, la versión que tenemos hoy en día, compuesta por Vatsiaiana en el periodo Gupta, es una recopilación de trabajos anteriores, como los trabajos de Babhravia. Es un error verlo como un libro pornográfico, ya que la intensión de este texto hindú es dar consejos para un práctica adecuada de la sexualidad. Es posible que versiones previas ya existiesen desde el siglo VIII a.C. pero todas serían una copia del original Kama Sastra.
El Kama Sutra, debe su nombre al dios Primordial Kamadeva, creación de Brahma, Kamadeva es el dios del amor y del placer. Según el Kumāra Sāmbhava, Kamadeva intentó ayudar a Parvati a seducir a su esposo, Shiva. Esto salió mal, ya que Shiva estaba practicando la meditación de los Yoguis y quería alejarse de los deseos mundanos. Por ello, Shiva Tryambakeshvara asesinaría a Kamadeva viéndolo con su tercer ojo. Sin embargo, luego sería resucitado por gracia de Shiva, a petición de Rati y Parvati. Virtualmente Kamadeva sigue muerto, pero su poder se mantiene eterno en el cosmos.

Chapter 10: VIII Timeo de Locri contra Escila, Aristocles Podros contra Onesiphorous Marsh

Summary:

¿Quién se lleva el MVP?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

<< “Que extraño”, es lo que estoy pensando en este momento. Hermes acaba de llegar, me está pidiendo que me reúna con los dioses del Olimpo, pero tan pronto llegó, notó lo que estoy viendo. Se trata de una Ventana, se ha abierto en medio de mi habitación. Parece que esta es de esas Ventanas que permiten ver hacia ambos lados, porque los hombres que están del otro lado me observan incrédulos. Deben estar en una guerra, o preparados para una, porque hay muchos hombres vestidos de uniforme elegante y con armas que recuerdan a las de los gigantes.
Delante de los hombres, destaca uno que viste con un uniforme que tiene una esvástica negra mal hecha en medio de un círculo blanco que hace parte de un listón rojo que cubre el brazo izquierdo. Es de estatura promedio y de pelo negro, con un bigote corto y bien parecido.
Parecen que están en Italia, pero no sé de qué años, hablan un idioma que no entiendo, pero, por sus gestos, seguramente están igual de confundidos que yo. Dicen mi nombre, y cuando llegó Hermes, parece que también lo llamaron, lo que significa que de algún modo estos hombres lo conocen y lo más probable es que esta Ventana esté mostrando el futuro. Últimamente se han abierto muchas Ventanas y algunas Puertas también, más de lo normal. Es como si nos estuviésemos acercando hacia el punto del tiempo que provocó que todas las Ventanas y Puertas aparecieran en primer lugar. Cuando vaya al Olimpo, tendré que comentarles esto.
Vaya, parece ser que la Ventana se ha cerrado, es una lástima que por el idioma no pudiésemos hablar, ese hombre de bigote raro y con la esvástica mal hecha parecía un buen tipo”.

Extraído del Diario de Cernunnos, almacenado en el Museo Focke de Bremen y recuperado en algún punto de 1907 por Gerhard Bersu.

Antes de continuar con la caza de Escila a manos de Timeo, es bueno contar que fue de Platón justo después de hacer matar a Brandon Walsh. Se cuenta que siguió la lucha entre Platón y los profundos, y uno a uno fueron cayendo estos últimos a manos de Platón.

Luke Frank fue perforado en el abdomen por su propia lanza, que se la arrebató Platón, y entonces quedó con quince profundos. De un lanzado mató a Platón, a Karina Mann y a Angela Voltaire, quienes fueron perforadas por el corazón, quedando entonces trece. A Shinzo Kirby le mató cuando, esquivando su lanza, Platón le perforó el abdomen con sus puños y, sujetándolo con fuerza, lo estampó contra un gancho que colgaba en lo alto, que perforó la cabeza del profundo por detrás hasta llegar al cerebro. Luego quedaron justo la decena de profundos cuando Platón mató a otro clavándole un hacha en el cuello. Este se llamaba Tyrone Kelly, quien trató de quitarse el arma del cuello, pero cuando lo consiguió salió un chorro de sangre hasta que cayó de narices contra el suelo.

Onesiphorous contempló sus muertes, y maldijo en gran medida con la misma palabra todo el escenario que veía, puesto que por más esfuerzo le ponían a la lucha, nada parecía poder matar a Platón, quien ni un solo golpe había recibido. Y por escuchar tanto la misma palabra de Onesiphorous, dijo Platón.

- “Shit”, veo que estás pronunciando mucho esa palabra, y como la dices tanto en este contexto, debe significar que estás frustrado. “Shit”, en serio es una palabra rara, pero suena bien, aunque no sepa qué significa.

Viendo lo duro que era Platón, Alexis se acercó a Onesiphorous, y cerca de él le dijo en su extraña lengua.

- Parece que este hombre es más sabio que los demás cazadores. Pregúntale quién es, porque no conozco a nadie parecido, debe ser una figura histórica olvidada. Si fuera ignorante, hubiese dicho que era Heracles, pero no se parece en nada a él. Este es de pelo naranja y él es de pelo azabache.

Onesiphorous, le pareció bueno, puesto que quería saber el nombre de aquel invencible hombre. Así, usando gestos para poder expresar mejor lo que decía, Onesiphorous le dijo a Platón.

- Oye, hijo de perra, tú ya sabes quién soy gracias a Robert, pero no sé quién eres. Dime tu nombre, por cortesía, digo. No es apropiado que solo tú sepas mi nombre. Si entiendes lo que digo, responde.

Entendiendo lo que quería decir Onesiphorous, leyendo sus gestos, Platón les dijo a los profundos su nombre, mientras se señalaba a sí mismo.

- Aristócles Podros. Platón. Ese es mi nombre, Onesiphorous.

Y al escuchar este nombre, palideció Onesiphorous, puesto que recordó lo que leyó cuando recuperaron en su tiempo el trabajo perdido de Timeo de Locri, “Sobre el Hombre Virtuoso”. Contrario a lo que pensaban, su enemigo era todo menos una figura desconocida, pero para Onesiphorous era funesta la noticia de que su rival fuese Platón.

Es apropiado mencionar esta obra de Timeo, porque sería justo después de cazar a sus enemigos en el Estrecho Maldito, que empezaría a escribirla inspirado por su experiencia y sus trabajos. Mientras Platón luchaba, también lo hacía Timeo, y sintió aflicción Artemisa en su pecho, puesto que la maternidad le dotó del don de sentir la aflicción de sus hijos aún en la distancia. Pidió permiso y salió de la habitación en la que estaban el Cazador de Invierno con sus amigos. Se dirigió hacia los jardines del Olimpo, puesto que aquí los dioses se conectan con el mundo mortal. Acá encontró a Atenea, a Afrodita y a Perséfone, quien ya estaba de vuelta en el Olimpo tras haberle encomendado a Zagreo llevar a Aquiles con Hades y ahora reía junto con las demás diosas. Se acercó a estas, y les dijo.

- ¿Qué hacen hermanas mías? Las veo muy divertidas por algo.

Entonces le respondió Perséfone, quien se cubría el rostro de forma graciosa para ocultarle su sonrisa a la cazadora.

- Bueno, hermana, ¿Qué te puedo decir? Parece ser que no hay duda en que Timeo es hijo de su padre.

El comentario extrañó a Artemisa, quien se acercó a sus hermanas diosas para contemplar con ellas el plano terrenal, buscando entender a qué se referían ellas. Y antes de que reaccionara frente a la escena de Timeo paralizado por la belleza de Escila, Artemisa escuchó las palabras de Atenea.

- Te equivocas, hermana mía. Aunque el Cazador de Invierno aparenta lo contrario con sus palabras, se ha vuelto alguien muy frío frente a la belleza de las mujeres desde que fue traicionado en Quíos. Enopión le había asegurado que su hija Mérope sería su esposa si cumplía una serie de tareas referentes a limpiar la isla de toda bestia. Hizo caso el Cazador de Invierno, pero Enopión le traicionó y en vez de darle a su hija por esposa, le quemó los ojos y le dejó ciego. No fue sino hasta que Helios le curó con sus rayos que pudo volver a ver.
A quien Timeo le ha heredado la fácil fascinación por las mujeres, ha sido a Artemisa. No es ningún misterio el que suele gozar de la compañía de jóvenes de cuerpos dulces. Solo mírala, ella también acaba de quedarse sin palabras al ver a Escila, hasta está sangrando un poco

Atenea sacudió a Artemisa, así salió la cazadora de su ensimismamiento. Apegada a la realidad ahora, Artemisa frunció el ceño y se mantuvo al tanto de cómo evolucionaba el combate entre Timeo y Escila.

La bestia tenía a Timeo de pie en la palma de su mano. Escila le observó curiosa, puesto que le parecía por lo menos extraordinario que un cazador tan experimentado fuese en realidad un hombre fácil de disuadir si se era una mujer muy bella. Entonces Escila, con tono de burla y cierto jugueteo, le dijo a Timeo.

- ¿Qué sucede, Timeo? ¿Dudas de matar a una mujer solo por ser muy bella? ¡Qué hombre tan simple!

Y al escuchar la voz de Escila, gruñó el horrible Cazador de Estrellas, y le respondió a la bestia.

- No me malentiendas, Escila. Sí, admito que eres muy bella, mas no creas que estoy dudando. Simplemente me ha impresionado el ver tu verdadero rostro, ya que es difícil pensar que un ser tan bello sea a la vez tan perverso. Pero por eso es que hay que siempre recordar la historia del caído contada por los levan

Entonces Timeo agitó su látigo, y este fue a dar contra el ojo izquierdo de Escila, reventándolo al chocar. Chilló Escila, y cayó Timeo al suelo. Con la bestia retirándose un poco para poder recuperar la compostura, Timeo se irguió y declaró esta sentencia.

- ¡Escúchame, Escila! Cuando te enfrentaste a Heracles, él era aún un mortal. Pero ahora, si él no ha venido a por ti todavía, es porque te tiene pena, puesto que hoy Heracles es un dios, y no le costaría ni un segundo vencerte. Yo en cambio, soy dios desde mi más tierna niñez, por ende, soy más fuerte que Heracles cuando te enfrentó.

Dichas estas palabras, Escila le frunció el ceño. Se incorporó la descomunal bestia, y gritó con una fuerza que hizo temblar la tierra y las aguas sacudirse. Arqueó su espalda y en su vientre se formaron unas protuberancias semejantes a grandes granos. De estas protuberancias, salieron los cinco largos cuellos con cabeza de perro que restaban del cuerpo de Escila tras que Arquitas cortase una. Luego de esto, Escila arrojó su cuerpo contra el suelo, sosteniéndose sobre sus manos, como si de un reptil se tratara, y las cabezas de perro sobresalían por debajo como si fueran serpientes bajo una piedra. Y de su espalda salieron otras protuberancias, esta vez eran nueve. Y de estas salieron nueve rostros horripilantes, que eran el final de largos cuellos serpentinos.

Los rostros eran estos: el primero era una cara sin piel, el segundo, una cara deforme con nariz larga y sin frente, el tercero parecía una anciana calva y sin nariz, el cuarto era semejante a una foca sin pelo y con dientes cerrados, el quinto tenía el aspecto de una fiera de boca ancha cuyos dientes seguían marcados por el cuello, el sexto tenía la apariencia de una mórbida mujer de pelos largos y boca cortada por las mejillas, el séptimo era una boca sin mandíbula de la que colgaba una alargada lengua en forma de tubo y que estaba rodeada por hileras de diente, el penúltimo rostro era el de una doncella hermosa salvo por su boca carente de labios, finalmente estaba el último rostro, este aparentaba ser la cara de una mujer de mirada vacía. Era este último, el más humano de todos los rostros, y a la vez el más inquietante.

Viendo entonces la monstruosidad que ahora era Escila, Timeo solo pudo concluir que estaba mal el clasificarla como Kaiju ya que, en definitiva, era más semejante esta bestia a un horror cósmico. Esta visión de la monstruosa Escila, preocupó en gran medida a Afrodita, quien sentía aprecio por Timeo al ser hijo de Artemisa. Este aprecio tenía una causa, puesto que Artemisa, estando en Troya, salvó de la muerte a Eneas, hijo de Afrodita. Habiendo intentado Diomedes matar a Eneas, Apolo le cubrió la retirada para que en las murallas de Troya las diosas Leto y Artemisa, madre e hija, pudieran atenderle las heridas. Desde entonces, Afrodita siente la necesidad de cuidar del hijo de Artemisa, así como ella cuidó del suyo. Notando la preocupación de Afrodita, le dijo Atenea.

- No temas, hermana, aunque esa bestia luzca amenazante, acuérdate de qué diosa es quien ha dado a luz a Timeo. Tampoco olvides quién es el hombre que le dio tal hijo a Artemisa, puesto que es de los más fuertes guerreros que han conocido los helenos. Ese hombre derrotará a Escila sin sufrir un solo rasguño.

Más Escila volvió a rugir. Su gran poder se intensificó cuando de su cuerpo empezó a emanar un calor que hizo hervir el agua. Se marcaron venas rojas en el cuerpo de Escila, y de los ojos de Escila emanó fuego. Se tornó rojiza la piel de la bestia, y su cabellera dorada se convirtió en una intensa llamarada. Rugió nuevamente, ahora como un verdadero monstruo, y pudo ver Timeo cómo una llama se forjaba en cada boca del monstruo. Gracias a su percepción y reflejos, logró Timeo esquivar cada una de las catorce llamaradas que arrojaba la temible bestia. Visto esto, tragó saliva Atenea y dijo.

- Bueno, no dije nada de que lo incineren.

A Artemisa no le agradó esta broma, ni a Timeo el tener que hacerle frente ahora a una bestia del infierno mismo. Solo pudo huir de cada una de las bocanadas de fuego que arrojaba el monstruo, rodaba sobre las aguas o se hundía en las aguas para huir del fuego abrazador, pero aun así sentía el calor en su piel. Y poco a poco el agua cercana a Escila se calentaba aún más, y donde justo estaba la bestia estaba hirviendo el agua. Fue
aún más duro para Timeo el enfrentarla cuando usó sus ilusiones en él. Cuando Timeo veía que una bola de fuego se arrojaba contra él desde un lado, realmente venía del lado opuesto. A veces logró esquivar sus golpes, más por cada vez que lograba esquivar un golpe, cada tanto era golpeado por estos.

Timeo no ardía en fuego, porque del impacto caía al agua y se apagaban las llamas. Más le ardía el cuerpo cuando el fuego hacía hervir el agua que empapaba la piel de Timeo. Esto hacía que la piel de Timeo se llenase cada vez más de quemaduras; estas heridas le ardían aún más por la sal del agua. Timeo salió una vez más de las aguas, gritó de dolor y esto le provocó placer a Escila. El monstruoso ser se acercó con una cabeza de perro a devorar a Timeo. Más el fuerte cazador halló fuerzas donde no le quedaban y arrojó el látigo para envolver las fauces de Escila y que estas no pudiesen abrirse.

Sosteniendo una cabeza, otras dos fueron contra él. Timeo tuvo que soltar la cabeza y dejar su látigo colgando en Escila para poder escapar de las dos fauces. Huyendo de Escila, enfrentó Timeo ahora la realidad de no tener en sus manos la preciada arma y ya no era capaz de enfrentarse físicamente a Escila de forma alguna. Así que Timeo, jadeante por el cansancio y el dolor de las heridas, se levantó con mucha dificultad antes de poder decirle a Escila.

- No creas, que esto es lo único que tengo, Escila. Aunque no tenga armas ahora en mi mano, mi poder como dios del Olimpo no se limita únicamente al poder usar un arma. Mi poder también lleva a dotes y hazañas que ningún mortal es capaz de comprender o imaginar. Escila, estoy harto de tenerte compasión, y si debo sacrificar mi cuerpo para vencerte, ¡Estoy dispuesto a ello!

Se rió la macabra bestia, y Escila se puso encima de Timeo, rodeándole con su cuerpo e impidiéndole escapar. Timeo, en cambio, cerró los ojos y permitió que la bestia se acercase más. Y tan pronto Escila estuvo a centímetros de devorarle, rugió Timeo e hizo sonar su pecho al golpearlo con sus fuertes puños. Sus venas se tornaron de un tono azulado y su piel brilló con intensidad, cegando a la bestia un instante. Más el verdadero poder de Timeo se liberó al golpear su pecho una segunda vez.

Timeo provocó una onda expansiva muy intensa, era tan caliente que quemó la piel de Escila en segundos. Escila chilló cuando su piel se fue carbonizando, y el dolor fue tal, que no pudo mantenerse más en pie y cayó sobre su espalda, ahora con la piel ennegrecida. Este era el verdadero poder que tenía Timeo, como cazador de estrellas. Más tras vencer a Escila, tosió sangre y casi cayó al suelo. Se limpió la sangre del labio y descansó un momento antes de ir a terminar la tarea.

El poder de Timeo era el poder de una estrella. Casi no usaba este poder por ser él un dios joven, tanto que carecía del poder para controlar esta ola de destrucción y su cuerpo era herido hasta que lo intentaba. A esto había que sumarle que Timeo debía controlar la intensidad de su ola de calor, o de lo contrario podría destruir no solo su alrededor, sino también el planeta entero. Era entonces grande el sacrificio que hacía Timeo para derrotar a Escila.

 

Las diosas sintieron compasión por Timeo, más celebraron gustosas su victoria. Y aunque lo deseaban con gran esmero, sabían que no podían salir a su ayuda, puesto que iba en contra de los deseos del cruel Cernunnos. Más la noticia de la victoria frente a Escila llenó de orgullo a Artemisa, quien se dirigió a Afrodita y con tono tajante le dijo.

- Que esto te sirva de experiencia, amada hermana, para que no vuelvas nunca a poner en duda el valor de mi hijo.

Terminada la lucha entre Timeo y Escila, se dispuso Platón también a terminar la suya. He aquí, el enfrentamiento entre Aristócles Podros y Onesiphorous Marsh.

Alexis Smith, uno de los mórbidos profundos, se encontraba desangrándose por el cuello. Esto era por una herida del gran Platón, quien le arrancó la tráquea. Herido, se tambaleaba por el barco, iba en busca de algo para sellar la herida. Más a su alrededor solo veía cómo estaban esparcidos los cuerpos de sus compañeros. Estaban algunos muertos por la mano de Platón, otros matados con las lanzas. A los primeros les esperaba el infierno, a los segundos el limbo de la existencia.

Estaban desparramadas las entrañas de Jeremiah Mauller, producto de que Platón le abriese el vientre con sus propias manos. Otro muerto era Edward Cawthon, cuyos sesos ahora estaban en la madera del barco, puesto que de un hachazo le abrieron el cráneo. La siguiente en haber muerto fue Emma Dickens, cuyas manos ya no estaban en los brazos y se desangró hasta morir. Luego estaba Jules Etienne, quien fue de los primeros en subir al barco, pero ahora era un cadáver con una lanza clavada en la clavícula. A Leon Douglas Lee le habían arrancado la cabeza de un lanzazo, y ahora estaba la lanza ocupando el lugar de su cabeza. Eduardo Castellanos ya no tenía mandíbula, y de esa forma murió por desangramiento. A Emily Rock la mató Platón atravesándole el vientre con su propia lanza, y de esta forma murió empalada contra las paredes del barco. Y Eduardo Rizzo fue el último en morir antes que Alexis, y a este le mató el desangre que le produjo una herida en el pecho.

Bajo este escenario fúnebre, caería Alexis Smith escupiendo sangre. Antes de desfallecer, miraría al cielo y maldeciría a todos los dioses diciendo.

- Maldigo a todos los dioses, ¡Hijos de perra! ¿Por qué tuve que venir a esta era?

Cayó Alexis Smith, cuya muerte atormentó a Onesiphorous porque ahora estaba solo. Bajo esta situación, el profundo recordaría lo leído en el trabajo de Timeo de Locri “Sobre el Hombre Virtuoso”. Este texto que estuvo perdido por alrededor de dos mil años, contaba las experiencias de Timeo en las que registraba y reflexionaba sobre acciones de hombres que conoció durante su vida en la Antigua Grecia. Acá mencionaba sobre Platón, que le conoció cuando se volvió discípulo de Sócrates. Era entonces, un hombre muy fornido y musculoso, llegando a viejo aún con un físico prodigioso y una salud tan destacable, que moriría por vejez y de forma tranquila.

Pero el acto más destacable de Platón, según Timeo, habría sido el ser capaz de vencer a veintiún hombres monstruosos en el hoy llamado Estrecho de Mesina. Con Platón saliendo victorioso, de entre los muertos se encontraría uno llamado Onesiphorous Marsh, bravo guerrero según Timeo, quien mataría a cazadores que fueron grandes héroes en Troya y en Calidonia. Entendió Onesiphorous, que finalmente había llegado el día de su muerte.

Solo piensen un momento en cómo había de sentirse este hombre, como un prisionero en el corredor de la muerte esperando su ejecución, sabiendo exactamente a qué hora y qué día habría de dejar este mundo. Cada comida deja de dar placer, y cada segundo se vuelve angustiante. ¡Qué envidia sienten ellos de los ignorantes! Porque cuando no sabemos el momento de nuestra muerte, disfrutamos mejor nuestra vida al soñar que el día de mañana será uno nuevo, y no un día menos.

Platón notó el nerviosismo de Onesiphorous, entonces inició un intercambio de palabras. Aunque no entendían el idioma del otro, los gestos bastaban para que ambos guerreros captasen lo que decía el otro.

- Te noto alterado, como si estuvieras viendo a un muerto.

- ¿Te burlas de mí? Platón.

- No me malentiendas.

- Bueno, ¿Entonces qué quieres decirme?

- Verte es como ver un condenado a muerte.

- ¿Es eso? ¿Lo notaste? Tu rostro dice que lo hiciste. Mierda, ¿en serio moriré hoy aquí?

- Por si te lo preguntas, así es, no pienso dejarte con vida, maldito asesino.

Se acercó Platón al cadáver de su amigo Toxeo. Se arrodilló a su lado y con fuerza y delicadeza tomó la lanza que estaba en su cuello y se la sacó. Con la lanza en mano, observó a Onesiphorous y él dijo.

- Esta es el arma que mató a mi amigo, considero apropiado asesinarte con la misma.

Rió Onesiphorous, y blandiendo una lanza dijo.

- Bien, terminemos con esto de una jodida vez.

Se arrojó Onesiphorous contra Platón, quien le repelió la lanza con la suya. Más Onesiphorous logró sujetarle cuando intentó apuñalarle con la hoja de la lanza. Desvió el ataque de Platón y sacó de sus ropas una daga escondida. Apuñaló a Platón, y el ateniense gruñó de dolor, más aún no podía rendirse. Con un giro de su cuerpo, Platón golpeó la cabeza de Onesiphorus con el mango de su lanza; esto hizo al profundo perder el equilibrio. Sin poder prever el ataque de Platón, Onesiphorous fue golpeado por la lanza en el pecho, entrando un poco la hoja en su carne. La sujetó con sus manos impidiendo que le apuñalase del todo, pero la fuerza de Platón era descomunal.

Platón arrinconó a su rival contra la pared, del barco, y Onesiphorous empezó a ceder conforme la lanza le perforaba más el cuerpo. Con un grito salvaje, Platón dio todo de sí y la lanza maldita atravesó el cuerpo de Onesiphorous hasta que atravesó su pulmón izquierdo y le hizo toser sangre. El profundo le miró con rabia, intentó hacer algo con sus manos, tal vez arrancarle los ojos a Platón, pero fue todo en vano. Cayeron su cabeza y sus brazos, y no murió sin antes decir.

- Me pregunto, ¿Qué hubiera pasado con la línea temporal si te hubiera matado yo?

Muerto Onesiphorous, Platón descansó. Se sujetó la daga del vientre en vez de arrancarla, puesto que el daño era tal, que era la daga la que impedía que se desangrase. Tambaleando y con su cuerpo cubierto de moretones, cortes y la sangre de sus enemigos, Platón salió del interior del barco por las escaleras. En su trayecto fue diciéndose.

- Ya están todos muertos, el barco vuelve a ser nuestro. Hay que arreglarlo antes de que se inunde por completo, ha subido demasiado el agua, pero podemos sellar ese agujero sin problemas. Maldito Onesiphorous, sí que eras un tipo duro, pero yo soy mucho más duro. “Shit”, “Shit”, “Shit”, puede que nunca sepa qué signifique esa palabra que decía tanto, pero me gusta. Nueva palabra extranjera favorita.

Notes:

Diario del Cazador:
Nacido el 427 a.C. en Atenas o en Egina, Aristócles Podros es uno de los personajes más importantes de la filosofía e historia de Grecia. Su cuerpo prodigioso y su amplia frente, le darían el apodo de “Platón”, que significa “Ancho”. Este hombre corpulento, hijo de Aristón y de Perictione, sería una figura política importante durante su juventud, ocupando cargos importantes y fue primo de Cármides como sobrino de Critias, dos de los Treinta Tiranos, lo que motivaría su filosofía antidemocrática.

A sus 20 años, Platón conocería a Sócrates, volviéndose un fiel discípulo de él y de otros tantos filósofos que luego aparecerían como protagonistas de sus diálogos, tales como El Banquete, La República, Timeo, Critias, Apología de Sócrates o Laques. En el 387 a.C. fundaría su academia, y luego moriría en el 347 a.C., siendo la ubicación de su tumba perdida hasta 2024.

Su filosofía fue muy importante para los cristianos, judíos y musulmanes, siendo el autor predilecto para autores como San Agustín, Avicena y Maimónides. El paralelismo de su pensamiento con el pensamiento cristiano, hasta el punto que hay quienes aseguran que predijo a Jesucristo en su República, fueron unas de las tantas razones por las cuales es de las figuras más importantes dentro de la historia del cristianismo, y algunos le han

Chapter 11: IX La Historia de Escila

Summary:

Bueno, al menos ya hay algunas respuestas.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Se reunieron nuevamente los dioses, tras descansar de la anterior sesión. Recibieron con agrado la noticia de la llegada de Cernunnos, y así entraron en consejo todos los dioses que habitan el Olimpo. Llegó también Artemisa, acompañada de sus hermanas, y su corazón estaba descansado al saber del triunfo de su hijo. Estaba también Hades, traído por Aquiles para dar testimonio de lo ocurrido. Aquiles se separó de Hades, y fue a sentarse con los grandes héroes de Grecia. Se presentó en su trono el Cazador de Invierno, quien había sido traído por sus amigos a pesar de que estos le pidieron que descansara. Más Orión se negó a descansar todavía, puesto que deseaba escuchar cualquier excusa de Cernunnos con tal de no matarlo por enviarlo a una lucha en la que sus hijos estaban en peligro.

Entró Cernunnos, acompañado de Hermes. Este era un dios muy delgado, y su pecho estaba desnudo. Tenía una manta sobre los hombros de piel de oso, y en su cabeza estaba una cornamenta a forma de corona. Era un dios muy antiguo, incluso más que los Olímpicos. Cernunnos fue un dios que llegó a ser adorado por los neandertales y otras especies humanas hoy ya extintas. Y se presentó junto con Hades en el centro de toda la sala del Olimpo, al tenerlos delante, dijo Zeus.

- Me alegra mucho el tenerlos hoy aquí reunidos. Hermano, Cernunnos, si no estoy mal, Hermes y Aquiles les pusieron al día del problema que ahora enfrentamos. Aunque mis hijas me aseguran que Timeo ha vencido a Escila, con Orión hemos confirmado que no era la única amenaza. Un grupo de al menos noventa y dos profundos los atacó, uno de ellos, Onesiphorous Marsh, acabó con varios cazadores. Hades, dime por qué no me diste aviso de que estas bestias escaparon del infierno.

Le respondió Hades, rey de los muertos.
- Zeus, sabes bien que soy leal a ti en todos los aspectos, nunca te oculto nada a menos que me lo pida tu yerno, que es grande entre los nobles gigantes. Te pido de todo corazón que no arrojes acusaciones contra mí, puesto que los profundos ya no están en el infierno al haber reencarnado hace siglos todos. Desconozco cómo es que esta secta haya vuelto a aparecer, pero te juro por el Creador que no han salido del infierno.

Terminado el discurso de Hades, tomó palabra el lúgubre Cernunnos, quien con voz que hizo temblar las columnas del Olimpo, aclaró cualquier duda que quedase sobre los profundos.

- Hades no tiene nada que ver con los profundos, Zeus. Creo saber bien qué es lo que está pasando. Antes de venir aquí por llamada de Hermes, se abrió una Ventana en mi hogar. A través de esta Ventana vi un tiempo distinto, siendo así setenta las ventanas que encuentro este mes. Pero lo peor, es que también he visto abrirse Puertas, ya van treinta este mes. Aunque he evitado que ningún ser atreviese alguna Puerta con la que me haya topado, nada asegura que en otro lugar no se haya abierto una puerta distinta y que nadie la haya visto cuando alguien la haya atravesado.
Dicho esto, Zeus, los profundos que han enfrentado a Telémaco y compañía no son más que viajeros del tiempo, provenientes de otra época en la que el culto de los profundos ha resucitado. Eso explica por qué su lengua es tan rara como me lo ha contado Hermes.

Guardó silencio Cernunnos y los dioses entraron en debate. Se oyeron murmullos hasta que finalmente el rey de los olímpicos dijo.

- No hay otra explicación, hermanos e hijos míos. Una Puerta ha traído a nuestra era a hombres de otros tiempos, y ahora ellos son nuestros enemigos.

Más a Zeus le interrumpió Hera, quien le dijo.

- Hermano, solo dime una cosa, ¿cómo es posible que no nos hayamos dado cuenta que una Puerta trajo de otro tiempo a los profundos? Exijo que alguien aclare esta duda que tengo.

Volvió a tomar la palabra Cernunnos, quien les entregó su teoría.

- Pienso que tal vez, al haber aumentado el número de Puertas y Ventanas estos años, a los dioses se nos ha dificultado cada vez más sentir las fluctuaciones en el tiempo. Se han abierto tantas, que seguramente ocurrió un despiste por distraernos en las otras. Pienso que el motivo por el que cada vez se abren más puertas, es porque nos acercamos al momento en la línea del tiempo que provocó el origen de las Ventanas y las Puertas. Solo un dios del tiempo podría confirmar esta teoría, y no solo eso, sino que también podría ayudarnos a saber cuándo está abierta una Ventana o una Puerta con más facilidad e inmediatez.

Se armó por esta sugerencia un momento de incomodidad entre los Olímpicos. Temblando, dijo Artemisa a Cernunnos.

- Oye, no me digas que estás sugiriendo que recurramos a ese sujeto.

Le siguió en su crítica Deméter.

- Cernunnos, sabes bien lo que hizo ese hombre. ¡De ningún modo lo haremos!

Estas y más críticas vinieron de cada dios contra Cernunnos. Más el dios cornudo los cayó a todos, y les dijo.

- Si quieren que caiga el Olimpo, bien. No es problema mío que ustedes sean masacrados. Pero, si quieren evitar su caída, los olímpicos van a tener que recurrir al dios caído, Cronos.

En su trono, cubrió su rostro con sus manos el gran Zeus, esto hizo reír al Cazador de Invierno.

- Mierda, el gran enemigo del Olimpo es ahora su última esperanza. ¿Quién lo diría?

En el Cuarto Argos, estaban los cazadores preocupados por el noble Platón. Junto con los heridos, además de Acrafón, Casandra y Macaón, estaba Teucro, pero no atendiendo a los heridos, sino sentado con sus manos sujetando su rostro. Le movía la culpa, puesto que no había logrado detener a Platón. Y decía una y otra vez Teucro.

- ¡Es mi culpa! De haberlo detenido, ese hombre no estaría muerto.

Se le acercó Arquitas, y este estaba furioso, puesto que le hartaba el llanto de Teucro. Le tomó del cuello y le dijo gritándole.

- ¡Ya cállate, maldito bastardo! Lamentarte no traerá de regreso a ese imbécil que decidió morir por nada. ¡Así que cierra el puto hocico antes de que te lo parta en dos!

Lloró Teucro y pidió que le tuviera piedad, pero su llanto solo hizo arder más de furia a Arquitas. Sus compañeros se le acercaron para que no lastimara a Teucro, pero Arquitas no escuchó sus voces y solo le hicieron sentir más ira. No fue sino Hestia, diosa dulce y protectora, quien le aplacaría su furia y le diría tocándole el hombro que sostenía a Toxeo.

- Querido Arquitas, sé bien que te cuesta controlar tus emociones, pero no hagas sufrir más de lo debido a un buen hombre que está llorando la muerte de otro buen hombre. No es justo lo que vas a hacer, recuerda el por qué estás aquí.

Estas palabras tocaron el corazón de Arquitas, quien suavizó la mirada al ver a Hestia. Gruñó y dejó caer a Teucro, quien cayó de bruces al suelo a continuar su lamento. Le vieron todos los que estaban con amplia pena, ya que cada uno se sentía igual por cada compañero que había muerto. Habían estado unos al lado de otros, y aun así no pudieron salvarlos. Pero algo llamó la atención de Arcas al pasar por el rabillo de su ojo. El cazador observó a alguien salir del interior del barco y dio aviso a sus compañeros.

- ¡Todos, es Platón! ¡Está vivo!

La noticia llegó a oídos de todos, quienes contemplaron al gran Platón saliendo victorioso. Cada uno se le acercó, todos a hacerle preguntas sobre lo ocurrido. Pero Acrafón intervino y los apartó, más por ser gigante, que por ser agresivo. Les dijo Acrafón.

- ¡A un lado! Platón está herido. Déjenme atenderle.

Llevaron a Platón junto con los heridos, haciéndose al lado de Esquilo. Mientras le atendían las heridas, se le dirigió por la palabra Temístocles. Este le dijo a Platón.

- Joven Platón, dime una cosa, ¿Qué pasó con ese tipo? El tal Onesiphorous.

Le respondió Platón con voz débil, pero con su carácter aún fuerte e intacto.

- Está muerto, él y todos sus compañeros. Maté a los veintiuno, ¿Oíste, Telémaco? El barco sigue siendo nuestro, no necesitamos abandonarlo.

Esto dejó incrédulo a Telémaco, quien con una sonrisa le dijo a Lacedemón estas órdenes.

- Muy bien, Lacedemón, ahora que está libre el barco, envía a un nuevo equipo de reparación a que lo arreglen. Recomiendo mucho a Pitágoras y Anaxágoras, esos saben lo que hacen.

Atendió a estas palabras Lacedemón, luego se dirigió a los hombres y mujeres que estaban como tripulación y les dijo.

- ¡Apurémonos, hermanos cazadores! Hay que ponernos manos a la obra, puesto que se hunde el barco. Ustedes vengan conmigo, Pitágoras, Anaxágoras, Cabrias, Safo y Anaximandro. Que Creteo y Pausanias formen un equipo para preparar los botes y apoyar a Timeo, reemplacen pronto Telémaco y Neoptólemo en la Fuerza Élite.

Ante su repentino ascenso, dijo de broma Creteo.

- Vaya, parece ser que la mejor forma de ascender en la cadena de mando en este barco es dejando que mueran tus compañeros. Lo tomaré en cuenta.

Se fueron reorganizando los cazadores, ahora bajo el mando de Lacedemón en lo que Telémaco se mejoraba. Viendo que Pausanias buscaba voluntarios, Acrafón sintió la necesidad de unirse al nuevo grupo, ya que el destello del poder de Timeo se vio hasta el barco, y temía que su hermano saliese herido. Le dijo entonces Macaón.

- No temas por los heridos, yo y Casandra podemos ocuparnos junto a los demás médicos. Tú preocúpate por tu hermano menor, que debe estar herido por usar tanto poder contra Escila. Ve sin miedo, Acrafón.

Así, se enlistó Acrafón en la nueva Fuerza Élite. Y el mismo Acrafón, sugirió llevar a Platón como reemplazo de Neoptólemo. Así fue como lo dijo.

- Pausanias, considero apropiado llevar a Platón, puesto que es hombre muy fuerte. Ha logrado vencer a tantos oponentes él y yo solo, sorprendiéndonos a todos. Te ruego que le dejes venir, noble Pausanias.

Respondió el gran Pausanias.

- De acuerdo, Platón irá como nuevo miembro de La Fuerza Élite. Sin ningún problema desempeñará un gran rol en caso de que Escila siga con vida.

Recibió con agrado esta noticia el noble Platón, y se unió al nuevo equipo. Pausanias ordenó que se lanzara al agua un bote, y sus hombres obedecieron. Y mientras el nuevo equipo de reparación descendía al interior del barco para arreglarlo, la Fuerza Élite subió al bote y se lanzó a las aguas. Era este nuevo equipo liderado por Pausanias, e iban Macaria Heraclida, Platón, Arcas, Acrafón y Arquitas de quien Hestia aún no se separaba y ahora estaba como un brazalete en su mano izquierda. Partenopeo, aunque no había sido herido con anterioridad, se quedó en el barco porque quería resguardarlo.

Llegaron los cazadores a tierra, y encontraron una niebla que se disipaba poco a poco. En medio de la niebla, llamaron a Timeo, puesto que les extrañó que todo estuviese en calma. Cada cazador llamaba a Timeo por un nombre en específico, según la cercanía y aprecio que tenía cada uno por El Cazador de Estrellas. Así, decía Pausanias.

- ¡Gigante! ¡¿Qué ha pasado?! ¿dónde te encuentras?

Decía Macaria

- ¡Timeo! ¿te encuentras bien?

Decía Arcas

- ¡¿Has vencido ya a Escila, Timeo?!

Le seguía Platón.

- ¡Maestro! ¡El barco está a salvo! ¡Dígame dónde está ahora usted!

Acrafón era el siguiente en hablar.

- ¡Hermano!

Y finalmente estaba Arquitas, a quien Hestia reprendía por decir.

- ¡Asqueroso cerdo mestizo! ¡Sal ya de una buena vez!

No tardaron mucho en encontrarlo, estaba Timeo de pie con su cadena en sus manos y sus puños apretados. Observaba a la vencida Escila, sin haberla vuelto a herir. Se acercaron a Escila y Timeo, primero asombrados por la belleza de Escila, luego por el hecho de que siguiera viva. Le reprendió entonces Arquitas a Timeo diciéndole.

- ¡Bastardo de mierda! ¿Qué haces? ¿Por qué no has matado a esta cosa?

Timeo guardó silencio, quien les dio respuesta fue la propia Escila, quien les dijo, aún tirada en el suelo.

- Ni idea, lleva viéndome un largo rato y no ha hecho nada.

Le ordenó callarse Arquitas, pero Pausanias medió para que el romano se tranquilizara. Acrafón se acercó a su hermano, y con voz suave le preguntó.

- Hermano, ¿sucede algo?

Bajó la cabeza Timeo antes de responder. Luego les dijo esto que queda escrito.

- Una vez, cuando era niño, el tío Apolo me contó una historia. Muchos años atrás, el dios Forcis se enamoró de una mujer llamada Cratéis. De su amor saldría una niña, una bella ninfa a quien llamaría Escila. Poco se sabe de su infancia, incluso se desconoce si realmente estos eran sus padres. Lo que sí se sabe, es que cuando era niña, todos cuanto la conocían aseguraban que sería una mujer muy bella al llegar a la adultez. La premonición resultó ser cierta.

Escila se volvió mujer, una mujer muy bella y deseable. Era tan deseable, que dos dioses se enamoraron de ella. Estos dioses eran Glauco y Poseidón, ambos dioses de los mares, y ambos disputarían el amor de Escila. Escila preferiría a Poseidón, puesto que este, a diferencia de Glauco, le tenía un gran respeto. Glauco, en cambio, cada vez que tenía la oportunidad, intentaba violar a Escila, quien huía a los brazos de Poseidón para encontrarse a salvo de la lascivia de Glauco. Esto enfurecía a Glauco, quien sentía que tenía más derecho a Escila que Poseidón.

Glauco un día fue a reunirse con Anfitrite, la esposa de Poseidón. Le contó a ella la infidelidad de su marido, y esto la hizo estallar de furia. Anfitrite planeó una cruel venganza, pero para ello debía pedirle ayuda a Circe. Esta diosa, hija de Helios, estaba enamorada de Glauco, y sabía desde hace tiempo que este dios se fijaba más en Escila que en ella misma, por lo tanto, cuando llegó a Anfitrite a pedirle ayuda para vengarse de Escila, lo tomó como una oportunidad para desquitarse también ella.

Las dos diosas engañaron a Glauco con la promesa de hacer que Escila se fijara en él, así le convencieron de llevarlas a donde Escila solía bañarse. Una vez en dicha zona, Circe creó a partir de unas hierbas una maldición. Anfitrite se encargaría de echar en las aguas esta maldición, y ambas sustancias se fundieron como si solo fueran una sola. Los tres se fueron, dejando solo el estanque, y esperaron a que Escila llegase a bañarse. No pasó mucho tiempo, y llegó la ninfa a las aguas que solía frecuentar y se dio un baño sin notar la maldición.

Terminado su baño, Escila salió de las aguas y se dispuso a ir a casa. Pero dio unos pasos y empezó a sentir un ardor estremecedor por todo su cuerpo. Ella se retorció en el suelo gimiendo por el calor que la sofocaba. Era tal el calor, que su sudor y lágrimas se evaporaban al instante. Sintió su cuerpo crecer, sus músculos y sus huesos desgarrándose al estirarse de pronto sin razón alguna. Su cuerpo cada vez le pesaba y cada vez era más grande. Le dolía el romperse y regenerarse cada segundo de su lenta transformación. Sus piernas se partieron y fusionaron en una cola, y los huesos de esta cola se estiraron por metros. Su piel se endureció y le salieron escamas, sin poder hacer nada, solo pudo ver como se convertía poco a poco en un monstruo.

De su vientre salieron seis largos cuellos en forma de perro, y de su espalda otros nueve que terminaban en cabezas mórbidas. Adquirió un cuerpo tan terrible, que cualquier deseo que alguna vez sintieron por ella Poseidón y Glauco quedó opacado por el asco que ahora le tenían al verla convertida en una bestia inhumana. Lloró Escila al verse ahora convertida en una bestia, y huyó a los rincones más apartados del mundo para que nadie la viese, pero los cazadores, movidos por la ambición de tener entre sus trofeos a una bestia semejante, le dieron caza por años.

Escila poco a poco fue aprendiendo a controlar su cuerpo, permitiendo ahora retraer sus cuellos y manejando mejor el arte de nadar bajo la superficie, pero nunca logró librarse de la cola de reptil ni de su gran tamaño monstruoso. Fue así, tras largos años huyendo, que finalmente se asentaría en este estrecho, desde donde puede estar alerta sin problemas cuando una embarcación de cazadores venga a por ella.

Pasaron los años, y Escila fue perdiendo su humanidad y compasión. La que una vez fue una bella ninfa que corría en los bosques y era motivo de suspiros entre los hombres, ahora era una bestia temida por su voracidad y hambre insaciable. Un demonio que solo Heracles podía vencer, un terror para los marineros que al tomar un atajo caían en sus fauces, devorados aún con vida por la monstruosa Escila. Y aun así, una parte de su humanidad quedaba en ella, gritando por ayuda para que la sacaran de esto que era su tormento.

Ser odiada por los hombres, perseguida por cazadores y nunca poder ver el descanso. Este era el castigo de Escila por el crimen de no permitir que la violaran.

Terminó así Timeo la historia de Escila, y guardaron silencio todos los cazadores. Timeo hirió el silencio al volver a hablar con su voz cavernosa. Dijo temblando el Cazador de Estrellas, dirigiéndose a sus amigos.

- Sé qué debo hacerlo, que debo matarla para que mi padre pueda vivir. Pero no puedo hacerlo, es injusto que tras años de dolor este sea su destino. Pensaba que podía apuñalarla, pero no tengo la fuerza para poder hacerlo.



- ¿Qué me está tratando de decir?

- En resumidas cuentas, Hipólogo, que hay una forma de remontar esta situación.

- ¿Qué sugieres?

- Podemos conseguir el barco, solo necesito que vayan siete de mis hombres y podrán hacerlo. En cuanto Caribdis haga acto de presencia…

Robert Olmstead dio su plan, e Hipólogo tras escucharlo le dijo.

- ¿Seguro podemos confiar en este tal Bartholomew Roberts?

Notes:

Diario de El Cazador

Llevo siglos en este negocio… y ni yo sé quiénes putas son los putos padres de Escila. Dependiendo del mal cogido al que le preguntes, pueden aparecerte hasta seis nombres distintos. No sé por qué mierda hay tantas versiones de quiénes son los padres de Escila, y si le preguntas a ella, tampoco sabrá responderte. Lo que sí puedo decir, es que Escila es posiblemente una de las bestias más famosas de la mitología griega. El relato más antiguo que narra su historia, proviene de Homero en su Odisea. En esta obra, es descrita como un monstruo marino que devora a seis de los hombres de Odiseo en su viaje de regreso a Ítaca. Desde entonces, hay debate de la ubicación exacta de este estrecho, pero la mayoría concuerda en que se trata del estrecho de Mesina.

Chapter 12: X Caribdis

Summary:

Timeo, estás loco.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

En el lado opuesto de donde se encontraba Escila, estaba el territorio de Caribdis. Este territorio es lo que hoy llamamos Isla de Sicilia, tierra de mafias y del crimen organizado en la península itálica. La Sicilia es tierra famosa por ser tierra de gigantes, siendo que esta hermosa isla ha sido habitada por todo tipo de gigantes desde tiempos remotos. Fue el hogar del Cazador de Invierno, y prisión del brutal Encelado. Sin embargo, también fue la tierra donde habitó Caribdis, quien devoraría a todos los hombres de Odiseo hacia la Edad de Bronce. Con Caribdis reinando ahora en aquellos años, Bartholomew Roberts guió un grupo de siete hombres para preparar una emboscada. Le dijo entonces Andrew Desmoláis, quien estaba entre aquellos siete.

- Roberts, no me convence mucho esta idea. Es básicamente un plan suicida.

Le respondió entonces Bartholomew Roberts

- Sé que es un plan suicida, pero es necesario al menos intentarlo. La idea de Olmstead es la única oportunidad que tenemos de conseguir ese barco. Pero debe ser rápido, si fallamos, Caribdis lo destruirá y lo perderemos. Ahora, deja de ser un maldito pesado y ponte en posición.

Gruñó Andrew al escuchar esto. El profundo se limitó entonces a decir.

- Algo me dice que vamos a morir todos.

Mientras los profundos maquinaban su plan, seguían las discusiones en el Olimpo. Era un escenario de gritos y desorden, puesto que muchos dioses se negaban a aliarse con Cronos, pero otros tantos consideraban necesaria tal alianza. En medio de las discusiones, estaban en silencio los dioses de la caza. Sentado en su trono, el Cazador de Invierno analizaba la situación y concluyó de forma tajante.

- Es una situación de mierda.

Estaban a su lado Artemisa, Apolo, Calisto y Encelado, dijo este último a su rey.

- Detesto tu lenguaje, pero concluyo. Es una pésima situación, sabemos qué tenemos que hacer, pero Zeus se niega a hacerlo. Su relación con Cronos sigue siendo una relación basada en rencor.

Le contestó Apolo, una vez que Encelado guardó silencio.

- No es solo una cuestión de rencor, también es una cuestión de orgullo. Mi padre es alguien que no perdona a Cronos porque juró nunca hacerlo. Perdonarle y aliarse con él en este momento, es abandonar su juramento y renuncia a su propio orgullo.

Tras esto, dio su opinión Encelado sobre las palabras de Apolo.

- Vaya líder, preocupado más por su orgullo que por actuar de forma racional. Ya hemos perdido a varios cazadores y el insiste en no recurrir a ayuda que nos pueda ser útil. Lo mismo pasó con Cernunnos, no será sino hasta que ocurra una masacre nuevamente que Zeus irá a traer a Cronos.

Viendo el escenario y al escuchar los gritos de dioses y diosas por igual, el Cazador de Invierno dijo, aún sentado en su trono.

- Bueno, si algo he de admitir, es que desde que estuve en esa orgía con las hijas de Céfiso no escuchaba tantos gritos.

Le reprendió Artemisa dándole un codazo en la mandíbula, esto le hizo gemir de dolor al gigante. Luego tomaría palabra la bella Calisto, ella diría esto.

- Orión, ¿no puedes pasar dos minutos sin pensar en sexo?

Las discusiones entre los dioses hubiesen seguido hasta el infinito, pero la sabia Atenea dio aviso a sus compañeros dioses de un evento que ocurría en el plano terrenal. No sabía bien qué estaba pasando, y aun así, no dudó en advertirles a sus compañeros dioses de la lucha entre Timeo y Arquitas.

- ¡Miren todos al plano terrenal! Arquitas y Timeo están peleando.

Miraron los dioses hacia aquel otro plano de la existencia. Lastimosamente para Hestia, ninguno de sus esfuerzos logró calmar esta vez a Arquitas, quien intentaba cortarle la cabeza a Timeo. El gigante forcejeaba, bloqueando la espada de Arquitas con su cadena. Discutían ambos hombres mientras peleaban, diciendo entonces Arquitas.

- ¡¿Por qué te niegas a matarla?! ¡Maldito gigante bastardo! Estamos a punto de poder acabar con todo lo que nos ha pasado hoy, pero ahora vienes y proteges a esta bestia.

Le respondió Timeo en medio de la lucha, sin dejarse dar a torcer el brazo.

- Arquitas, entiendo que estés furioso, pero déjame explicar bien las cosas.

Arquitas rugió e hizo que Timeo perdiera el equilibrio y bajase su guardia. Le dijo mientras se arrojaba a cortarle el ojo.

- ¡Nada de explicaciones! ¡Esa bestia muere aquí y ahora!

Estuvo por desfallecer Artemisa en ese momento, porque era inevitable que le arrancasen un ojo a Timeo. Más la fortuna sonrió a Timeo cuando, de pronto, el brazo de Arquitas fue detenido por las fuertes manos de Platón. Arquitas intentaba con todas sus fuerzas zafarse de los brazos de Platón, no podía entender por qué no podía soltarse, si Platón apenas era un mortal. Arquitas le gritó al sabio Platón.

- ¡Imbécil! Suéltame ahora o te mato.

Platón le dijo en voz baja.

- Recuerda que yo asesiné a Onesiphorous y a otros veinte profundos. Te reto a intentarlo, bastardo.

Arquitas apretó los dientes y bajó el brazo, reacio desistió de matar a Escila. Ya con todos calmados en el plano terrenal, y con Encelado echándole aire a Artemisa por casi sufrir un infarto, se dispusieron a escuchar a Timeo, quien no podía creer que Onesiphorous había sido asesinado por Platón. Más dejó Timeo para más tarde los elogios a Platón, y le dijo entonces a todo el mundo.

- Escila no es culpable de ser un monstruo, es una víctima de un intento de violación. Todo lo que ella ha hecho, es solo producto de su injusto tormento. Ella solo actúa como resultado de su sufrimiento. Amigos míos, ¿no creen que es injusto matarla? Miren, recuerden esto: Cernunnos dijo que debíamos liberar el estrecho maldito, no matar a Escila y Caribdis. Aunque sus palabras sugieren que era válido el matarlas, no indican que fuese obligatorio.

Le escucharon hasta que finalmente calló, y le respondió Pausanias, grande entre los guerreros.

- ¿Sugieres que la dejemos irse? Timeo, admiro tu compasión, pero es estúpido lo que sugieres.

Timeo alzó su brazo, y con un gesto hizo silenciar a Pausanias. Tomando la voz, Timeo les dijo.

- No sugiero dejarla ir, sugiero hacerle una propuesta. ¿Saben que Caribdis es como dos veces más fuerte que Escila?

Todos, tanto los dioses como los cazadores que estaban frente a Timeo, pensaron al mismo tiempo lo mismo: “Timeo, estás loco”.

...

Con un panorama distinto, El Cuarto Argos disfrutaba de paz por primera vez en la noche. Más esta paz pronto tendría un amargo final. Pero no hay que adelantarse, que se cuente en orden cómo ocurrieron paso a paso los eventos de aquella noche que corresponden al final de la caza de Mesina. Fueron guardando las armas cada cazador, y llevaron a los heridos al interior del barco, puesto que ya había sido arreglado y ya habían sacado toda el agua. Mientras a Esquilo, Dido, Turno y Pródico los dejaron en una habitación común para ser atendidos por Casandra y Macaón, Neoptólemo y Telémaco estaban en la habitación de este último, porque era él el capitán. Por su parte, Driante y Temístocles salieron al exterior del barco a tomar aire fresco, puesto que ya se sentían mejor de sus heridas.

Se encontraron entonces los dos cazadores que huían del encierro con Idas, quien tomaba vino con Acasto, grande entre los argonautas. Se sentaron juntos y Temístocles pidió algo de vino para poder saciar su sed. Con mucho gusto le llenaron su taza y los tres bebieron gustosos. Driante se negó a beber, puesto que el vino le caía bastante mal. Y sintiendo mal que hubiera silencio, dijo Temístocles.

- Esta ha sido una larga y dura noche, amigos míos.
Le contestó Idas.

- Ni hace falta que lo digas. ¡Oye, idiota, deja ese arco quieto, es el mío! – esta afrenta fue dirigida contra Eurípides, quien estaba levantando del suelo los arcos caídos. Tras resolver su problema con Eurípides, porque desconfiaba mucho en él, prosiguió. - Como iba diciendo, que horrible noche. Lo único bueno que nos ha pasado es que esos Profundos resultaron ser tremendos vende humo.

Dijo luego Acasto, uniéndose a la conversación.

- Lo que si no puedo creer es que ese tipo sea hijo de Artemisa. El poco respeto que le tenía a esa diosa lo acabo de perder.

Este comentario llamó la atención de Driante, quien le dijo a Acasto.

- ¿Por qué lo dices?

Acasto le dio respuesta a su duda, dijo tras tomar un sorbo de buen vino.

- Es simple, es una decepción. Solo piénsalo, los dioses han luchado por siglos para exterminar a esa plaga que son los gigantes. Viene ahora justo una diosa del Olimpo y se acuesta con una de esas plagas, ¿Para qué? Para traer a otro de esos infelices al mundo. No sé ustedes, pero para mí es una falta de respeto. Se supone que como diosa y cazadora debe exterminarlos, no traer más al mundo.

Estas palabras hicieron reír a los cazadores, ahora ya ebrios. Le diría Temístocles, tras toser, lo siguiente.

- Pero debes admitir una cosa, es muy fuerte y poderoso. Sin él no hubiésemos vencido a Escila.

Rió Acasto por estas palabras, aunque no le hacían gracia alguna, sino quien las decía.

- Típico de Temístocles, el traidor de Atenas. Los hombres impíos ven honor en los impíos.

Temístocles no sintió ofensa, sino un orgullo intenso por ese comentario, porque escrito está que el gran héroe de Atenas, tras las guerras entre griegos y persas, abandonó la tierra patria para ponerse al servicio de los máximos regentes del Imperio Persa Aqueménida. Esto fue porque Temístocles, grande entre los arcontes, se volvió arrogante y se llenó de enemigos. Condenado al ostracismo, se dirigió a Asia Menor y allí se reuniría Nicógenes, quien le pondría en contacto con Artajerjes, rey aqueménida. Si le preguntas a Tucídides hablaron por correspondencia, y si le preguntas a Plutarco o a Diodoro, te dirán que hablaron cara a cara. En cualquiera de los casos, Temístocles terminaría siendo el gobernador del Distrito de Magnesia.

Dejando de lado a estos cazadores y sus discusiones, pasemos a narrar lo que fue de Telémaco y Neoptólemo. Estaban en la habitación del capitán Neoptólemo y Telémaco. El primero en una silla en forma de mecedora, el segundo en una pobre pero cómoda cama. A Telémaco le atendía Partenopeo las heridas, puesto que gracias a ser un experimentado cazador sabía todo tipo de remedios. Y como el silencio pesaba duramente sobre ellos, decidió Partenopeo iniciar una conversación. Dijo entonces Partenopeo.

- Dime una cosa, Telémaco. ¿Qué haces en este barco?

Rió Telémaco por esa pregunta, también para aliviar el dolor del ardor que tenía en su piel por el ungüento de Partenopeo. Se estaba cerrando la herida de su mano, pero lo más seguro es que no podría moverla nunca más como lo hacía antes. Ignorando el dolor, le dijo Telémaco a Partenopeo.

- ¿A qué viene esa pregunta, amigo mío?

Le respondió Partenopeo.

- Nadie viene a este barco si no es por algo. Todos buscamos el grial y debemos cumplir las tareas que nos impone Cernunnos. Yo llevo sirviéndole más de 10 años, todo para que el Santo Grial me otorgue la libertad que busco y pueda salir del infierno, ya que estoy condenado al círculo de la herejía. Aunque puedo librarme de la condena por ser perro de caza, si encuentro el grial, mi condena terminará de inmediato. Timeo y Acrafón se nos unieron hace unos días para salvar a su padre, ya que el grial puede librarlo de esa maldición que lo está matando. Pero tú, Telémaco, te conozco desde hace años y no sé por qué estás en este barco. ¿Qué es lo que te impulsa a buscar ganarte el grial?

Sonrió Telémaco por la pregunta, pero su rostro expresaba tristeza. Suspiró profundamente y luego le dijo a Partenopeo.

- Llevo aproximadamente 800 años en este barco. Mi trabajo ha sido una tarea muy simple que me ha tomado mucho tiempo y no sé cuándo terminé. Lo que hago es por salvar a mi padre, el gran Odiseo, que está en el infierno por el pecado del fraude. Cernunnos solo me ha puesto un trabajo a diferencia de todos ustedes: ser el capitán de este barco una semana por cada persona cuya vida se destruyó por culpa de mi padre. Quiero sacar a mi padre del infierno, para ello debo viajar en este barco todos los años que hagan falta hasta que las almas que perecieron en Troya por el engaño de mi padre encuentren la paz finalmente. Cernunnos es un bastardo, me ha obligado a hacer esto por tanto tiempo y me suele hablar buscando hacerme flaquear de mi misión. Me dice que llevo poco tiempo y aún me faltan muchos años más porque mi padre hizo mucho daño. Si hizo mucho daño y yo sufro por eso, ¿por qué insisto en sacarlo del infierno si se lo merece?
A decir verdad, no sé por qué sigo aquí. Hace años pude renunciar, pero tal vez amo demasiado a mi padre como para abandonarlo. Por más que me haya persuadido Cernunnos, nunca abandonaré esta misión. Créeme, si Cernunnos me dice que debo matar a Timeo, a ti o cualquiera de los cazadores que viajan conmigo para sacar finalmente a mi padre de su tormento, lo haría sin ninguna duda.

Partenopeo terminó de vendarle la herida a Telémaco. Le miró a través de los huecos de la máscara que le cubría el rostro. Le dijo el hijo de Atalanta al hijo de Odiseo.

- Mentiría si dijera que te entiendo. Nunca conocí a mi padre y mi madre me abandonó. Desconozco el aprecio por los padres que tú sí tienes. Pero lo que sí reconozco es que eres egoísta como yo. Nadie en su sano juicio mataría a sus amigos por algo así, pero ni tú ni yo estamos en nuestro sano juicio. Te diré lo mismo, Telémaco, si Cernunnos dice que debo matarte, lo haré sin duda alguna.

Los hombres se dedicaron a un intercambio de miradas, comprendiendo que, en aquel barco, nadie era amigo de nadie. Pero luego empezaron a reírse entre ellos, una risa que incomodó a Neoptólemo, mucho más cuando Partenopeo le dijo.

- Y bueno, Neoptólemo, no has dicho ni una palabra. Dinos qué haces aquí.

Neoptólemo les dijo con voz nerviosa. Bajó la cabeza y luego les dijo.

- Miren, si les llego a decir qué hago en este barco, me van a asesinar. Es una estupidez que no quiero mencionar.

Telémaco, se inclinó hacia adelante, le sonrió de lado y le dirigió esta interrogante.

- Neoptólemo, no te vamos a juzgar, no importa por qué razón estés aquí.

Neoptólemo suspiró hondo y se cubrió la frente con la cabeza. Levantó el rostro y observó a sus compañeros antes de decirles lo siguiente.

- Bueno, seré breve. Esta historia empieza con un par de senos.

Seguramente hubiese sido una historia interesante la de Neoptólemo. Más no pudo continuarla, porque el barco fue agitado por una fuerza misteriosa. Todos cayeron al suelo o se tambalearon y estuvieron a punto de romperse las narices. Se movieron con temor los cazadores, desearon que solo fuese un viento, porque era claro que la otra bestia fuese la responsable. Pensaron al unísono Neoptólemo, Lacedemón y Zeus que está en lo alto observando junto con los dioses lo que acaba de pasar: “Caribdis”.

Dos grandes tentáculos levantaron los extremos del barco, y la negra nave dejó de tocar las aguas y fue elevada por los cielos. Varios cazadores cayeron al suelo y rodaron por la cubierta, mientras los que estaban en el interior del barco se chocaban con todo lo que hubiese, cayéndole encima a Creteo una cama y quedó este inconsciente. Mientras que a Parménides le cayó un hacha en el brazo, gritando por el dolor del impacto. Casandra hizo lo que pudo para evitar que hubiese más heridos, pero Ariadna se rompió una pierna y a Pitágoras se le clavó un trozo de hierro por la oreja.

Los cazadores que estaban bebiendo en la parte de afuera se tambalearon y estuvieron por caerse por la borda. Temístocles e Idas quedaron colgando desde la baranda del barco, pero Temístocles colgaba desde un solo brazo y era el brazo que justo le hirieron los profundos. Gritó de dolor el ateniense mientras el brazo se desgarraba y se cortaba. E Idas vio en primer plano cómo Temístocles caía gritando en desesperación a las fauces de Caribdis que abría justo su boca en ese momento.

Idas tembló y sintió que ese sería su destino, pero Acasto y Driante le sujetaron con fuerza y tiraron de Idas, impidiendo que cumpliese un destino similar al de Temístocles. Con Idas a salvo, los tres hombres junto con otros tantos salieron a ver el cuerpo de Caribdis. Esta era una masa semejante a un largo gusano, pero también a un reptil. Caribdis tenía el torso y el pecho de una mujer, de su vientre salían unos cortos brazos semejantes a los de un tiranosaurido y su cuello se partía en forma de Y. Hacia atrás se reclinaba una cabeza humana de rojos cabellos y mirada vacía con boca ancha que llegaba hasta las orejas y luego estaba un grueso cuello que fue el que devoró a Temístocles. Esta era una cabeza muy vertical con grandes fauces de tres hileras de dientes, su piel era rojiza y parecía más un gusano saliendo del cuerpo de Caribdis que parte del cuerpo de Caribdis. Los brazos de Caribdis eran largos y grisáceos, y desde su lomo largos tentáculos salían a la superficie terminando en garfios o garras, sujetando con estos el barco.

Entonces, sobre Caribdis alcanzó a divisar Acasto una figura. Llamó a sus compañeros y todos fueron a ver que veía Acasto. Juntos vieron que en realidad eran siete hombres parados sobre Caribdis, y estos les saludaron con malicia. Dijo uno de ellos.

- ¡Hela, cazadores!

No pudo evitar murmurar con desagrado Safo.

- Profundos.

Le gritó Lacedemón a Bartholomew Roberts, quien era el profundo que les había saludado con un horrible griego.

- ¡Bastardo! ¡¿Quién eres?! ¿Te envió Olmstead? Y se dice “Hola” idiota, no “hela”

Rió Roberts antes de responder.

- Me llamo Bartholomew Roberts. Sey el enviado por Olmstead para metorles.

Le respondió Lacedemón.

- ¡Se dice “soy” y “matarles”! Habla bien. Eso ya lo sabemos, pero ¿cómo Caribdis está de su lado?

Roberts les respondió.

- Tenamos un trato con Caribdis. Fue una misión sueceda pero la convencimas a pesar de toda chance. Es trato justo, Caribdis no devora el barco y nes lo entrego, a cambio la libaremos de sus cadanas y podrá devorar a todos los cazadores que quera. Si ello nos acompaña, podrá davorar incluso dioses.

Anaxágoras se dirigió a Lacedemón y con sinceridad le dijo.

- No sé qué es más horrible, el rostro de Caribdis, esta situación en la que estamos o el griego de ese sujeto. En lo que le entendí, parece ser que tienen un trato con Caribdis, si ella no devora este barco y se lo entrega a los profundos, ellos le sacarán de su encierro acá, en el estrecho maldito, permitiéndole devorar a cuantos cazadores quiera. Y si ella se une a su causa, incluso le darán dioses como alimento a esa bestia.

Terminadas estas palabras, oyeron a Bartholomew Roberts lanzar la orden a Caribdis de atacar. Sacudió la bestia el barco y lo puso de cabeza en el aire. Con el cuidado suficiente como para no romper la nave, pero también con la fuerza suficiente como para que los cazadores perdieran fuerzas y cayeran al agua directo a sus fauces. Se lograron sostener con gran fuerza aquellos como Lacedemón, Acasto, Idas y muchos otros. Más otros tantos cayeron y fueron devorados por la maldición llamada Caribdis.

Los devorados por Caribdis fueron Yolao de Calidón (no confundir con el sobrino y amante de Heracles), Crises, Briseo, Melas, Argos Frixida, Calcíope, Hagnias, Pero, Cloris, Peneleo, Eagro, Mopso, Leito, Partaón, Arcesio, Testio y Naubalo. Más cuatro lograron salvarse de caer en las fauces de Caribdis. Estos eran Menecio, Tálao, Euridamante y Corono. Más los profundos al verlos en las aguas, tomaron sus lanzas y pescaron a los cazadores. A Menecio le mataría Randy Collins de un lanzazo directo al cerebro. Tálao moriría a manos de Tao Rupert, quien se lanzó al agua y le perforó desde la espalda. Euridamante sería asesinado por obra de Katrina Landau. Finalmente, quedaría en manos de Sandra Barton matar a Corono, ella le perforaría el pescuezo con su lanza, y luego arrojaría su cuerpo contra Caribdis.

Los dioses vieron el espectáculo macabro y sintieron un profundo desprecio por tal acto. Más no actuaron de ninguna forma porque Cernunnos les impidió actuar en favor de los cazadores. El frío dios cornudo, les dijo a los dioses estas palabras que quedan escritas.

- Zeus, que ni se te ocurra enviar a ningún dios. Ya han intervenido lo suficiente, esta es prueba para los cazadores, no para los dioses.

Le contestó furiosa Artemisa, quien le costó articular las palabras que decía porque la ira la enmudecía.

- ¡Bastardo! Esos son del ejército del Olimpo, están siendo masacrados sin piedad y tú quieres que los dejemos. Si ellos mueren, ¿quién cuidará del Olimpo?

Cernunnos cambió la dirección de sus palabras hacia Artemisa, y le dijo con una sonrisa pintada en el rostro.

- Artemisa, si quieres, puedes intervenir si quieres. Pero recuerda cuáles son las reglas de mi barco y las mías. Llegas a mover un dedo por tus hijos o por los cazadores, y tu marido se muere.

Artemisia gimió de furia e impotencia, pero se tranquilizó al sentir el tacto de la mano del Cazador de Invierno tomando la suya. Sintió la calidez tomar control de su cuerpo y la cazadora divina cerró los ojos y rezó para que aquella noche por fin terminara. Los dioses todopoderosos se sintieron impotentes ante la autoridad de Cernunnos y pensaron que había llegado el fin de sus cazadores. Pero Hades notó algo que ningún otro dios había visto, y tan pronto como se dio cuenta de que era, les dio aviso a todos los dioses diciendo.

- ¡Miren! ¿Es Timeo?

Vieron todos los dioses cómo corría sobre las aguas un hombre musculoso y corpulento. Se arrojó este hombre contra un profundo, el mismo que mató a Tálao. El hombre le perforó el pecho con sus propias manos y salió en carrera caminando sobre las aguas sin ser alcanzado por los compañeros de Tao. Como si se tratara del mismo Hermes robando el ganado de Apolo, el hombre le robó la lanza al profundo y la agarró bien cerca de la punta. Miró a su presa con furia y entonces le arrancó el corazón al tiempo que le clavaba su propia lanza en la sien. Muerto el profundo, los cazadores en el barco, aún sujetado por Caribdis, dijeron a través de la voz de Eurípides.

- No puede ser, ese no es Timeo. Es demasiado pequeño para ser él, y con todo respeto, Artemisa, ese hombre es infinitamente más bello.

Sería el Cazador de Invierno desde el Olimpo quien con sorpresa diría el nombre de aquel caminante sobre las aguas.

- ¿Aristocles? Timeo, no me digas que hiciste eso.

Efectivamente, era Platón quien caminaba ahora sobre las aguas y agregaba a un nuevo profundo a su lista de víctimas. Platón miró hacia Bartholomew Roberts y este estaba sobre Caribdis, quien rugió de furia al ver a su nuevo enemigo. Dijo entonces Platón.

- Vaya… justo lo que no queríamos enfrentar hoy, Caribdis. Oye, ¿Quién eres tú?

Le respondió Bartholomew Roberts.

- Me llamo Bartholomew Roberts, mucho guesto, y bien, ¿Onesiphorous?

Platón frunció el ceño y le dijo.

- Se dice “mucho gusto”, no “mucho guesto”. Sobre Onesiphorous, lamento decirte que está muerto, yo lo asesiné. Por si preguntas, me llamo Aristocles Podros, pero me llaman Platón.

Bajó la cabeza Bartholomew Roberts, y el profundo luego dijo.

- Entiendo, Platón. El gran filósofo de Atenas. Es cureso pensar que Onesiphorous realmente setaba destinado a morir aquí poroto mano. ¡Entonces deberé vengarlo!

Sacó no una lanza, sino un sable el profundo llamado Bartholomew Roberts. Más cuando fue desenvainada el arma, fue cuando el bramido de otra bestia se haría escuchar. Todos los cazadores supieron en ese instante que se trataba de Escila. Bartholomew Roberts entrecerró los ojos y observó el horizonte, dónde la figura de la monstruosa Escila de presentaba ante sus ojos mientras la niebla empezaba a cubrir todo a su paso. Y enfrente de Escila, caminando sobre las aguas, ahora sí, estaba Timeo de Locri, domador de bestias.

Los dioses quedaron sorprendidos al ver a Timeo caminando con Escila. Más no les pareció raro esta escena a sus padres, quienes vieron con orgullo a su hijo hecho ahora hombre. Y observándose a los ojos Bartholomew Roberts y Timeo de Locri, dijo el profundo.

- El hijo de Orión y Artemisa, Psycho.

Sonrió el horrible Timeo.

- Terminemos con esta caza de una buena vez.

Así empezó el final del que ahora llamamos, Combate de Mesina.

Notes:

Diario del Cazador:

John Roberts, más conocido como Bartholomew Roberts, es seguramente uno de los piratas más famosos de la historia. De origen gales, nacería en Casnewydd Bach en 1682, a sus treinta y siete años se uniría a la tripulación del pirata conocido como Howell David, cuya carrera como pirata solo duraría 11 meses. Sin embargo, esta corta experiencia con David inspiraría a Roberts a convertirse en una leyenda de la piratería. Desde los trece años era un gran marinero, se cree que pudo incluso haber servido como comerciante de esclavos o como parte de la Marina Real Británica, participando en la guerra de Secesión española.
Entre sus hazañas se encontraría haber destruido 20 embarcaciones en Trepassey, Terranova. Posteriormente derrotaría a una flota francesa y se quedaría con uno de los barcos para él solo. Hacia 1721, tras atacar a una fragata de la Royal Africa Company, se le informó que dos buques de guerra británicos iban tras él, el Swallow y el Weymouth.
Así en 1722, el capitán del Swallow, Charloner Ogle, derrotaría uno de los barcos de Roberts, el Ranger, y con el barco también asesinaría a su comandante, James Skyrme. Dias después, Ogle se enfrentaría a Roberts en cabo López, esta batalla terminaría con la muerte de Roberts, y con él, de la gran piratería americana.

Chapter 13: XI Como llegamos aquí

Summary:

Ya todo se está uniendo :v

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

¿Qué llevó a Escila a unirse a Timeo? Pero más importante aún, ¿cómo Platón fue bendecido con el mismo don que solo tenía Orión, Cazador de Invierno y su hijo más pequeño y preciado. Es apropiado contar, antes de la lucha contra Caribdis, el porqué de estas dos hazañas del Cazador de Estrellas. Fue por boca de Bartholomew Roberts, que esta pregunta se haría escuchar por fuera de la mente de todos los presentes, incluso de la mente de los propios dioses. Y fue con estas palabras que la pregunta sería dada.

- Timeo, antes de empezar, quisiera saber qué hace Escila de tu lado.

Le contestó el bravo Timeo.

- Bueno Roberts, es una larga historia, por lo que dudo mucho que quieras oírla toda.

Le respondió luego el imponente Bartholomew Roberts.

- No tengo ningún problema en oír tal historia. Debo ser gran hazaña, y merece ser uida.

Pero un profundo, cuyo nombre era Sylas Carter le dijo.

- ¿De qué hablan, maldita sea? ¿Por qué no podemos simplemente empezar a pelear?

Ajustando el cuello de su traje, el pirata de nombre Bartholomew Roberts le dio respuesta a su incógnita.

- Psycho me va a contar cómo hizo él para poner a Escila de su parte. Es una historia que genuinamente quiero oír. Se las iré traduciendo conforme él vaya hablando, ya que eso es cortesía. Si tienen un reclamo, les recuerdo que me llamo Bartholomew Roberts, y las historias que cuentan sobre mí enfatizan que, aunque fui pirata, fui un hombre muy cortés. Por algo mi alma no ardía en el infierno, sino que mi prisión fue mucho más cómoda hasta el día en que caí en este tiempo.

Roberts luego de esto cambió su lengua y le dijo a Timeo en griego.

- Cuenta, hijo de la bella Artemisa.

Timeo recibió con gran agrado este permiso y empezó a contar su anécdota.

- Tras vencer a Escila en un duro combate que casi me causó el desmayo por usar el poder de mi padre, me encontraron mis compañeros frente a Escila y les extrañó el que no la hubiese matado. Luché con Arquitas, quien quería matarla, pero mediaron entre nosotros y así les pude explicar la ausencia de mis acciones. Era porque a la bestia Escila le tenía mucha lástima, puesto que su historia era muy trágica y cruel. Así fue que, tras escucharme, ellos que son mis queridos compañeros me interrogaron por lo que haríamos entonces con Escila. No demoré en hallar una respuesta razonable que fuese justa tanto para Escila como para nuestra causa. Me arrodillé ante Escila y entonces le dije.

“Escila, te tengo una propuesta, pero primero he de contarte mi historia. Como sabes bien, soy hijo de Artemisa y mi padre es Orión, llamado Cazador de Invierno. Mi padre, al igual que tú, fue maldecido por un cruel mal. Hace ya varias lunas que él enfrentó al poderoso Guayota en la tierra de los Guanches. Esto es, más allá de las Columnas de Heracles, que los fenicios llaman de Melkart porque este dios también realizó grandes hazañas

Tras vencer a Guayota, mi padre se disponía a volver, pero un malvado le disparó una flecha cubierta de una maldición en forma de veneno de Aqrabuamelu. Como mi padre es de los dioses más fuertes, la maldición pudo no haberle hecho daño nunca, pero al ser un veneno del cual él es alérgico, está haciendo estragos en su cuerpo y sangre. La maldición está carcomiéndolo por dentro y poco a poco lo está matando con fiebre y horribles dolores. Si no hacemos nada pronto, veré a mi madre viuda.

Fue por esto que me uní al Cuarto Argos, siguiendo el mandato de Cernunnos. Este barco es frecuentado por los cazadores más fuertes que sirven al Olimpo y a otros dioses, siendo los más bravos que hay entre todos los bravos. Nos sometemos a las órdenes de Cernunnos, que nos pone a cada uno o varios trabajos, pero todos cumplen las mismas condiciones, que son tres.

La primera es que todos los que servimos en este barco recibimos las misiones en una sola frase y esta puede ser interpretada como cada uno quiera siempre y cuando no sea sacada de contexto, así podemos cumplir con toda la libertad que sea necesaria. La segunda condición es que no podemos recibir ayuda de ningún dios de rango superior para arriba bajo ninguna circunstancia, a menos que Cernunnos lo permita. Es por esto que los dioses más fuertes no han venido a nuestro auxilio. La tercera condición es que, si nos negamos a cumplir los trabajos de Cernunnos, fracasamos en su cumplimiento o recurrimos sin permiso de Cernunnos al apoyo de los dioses más fuertes, seremos expulsados del Cuarto Argos.

Todo esto lo hacemos los cazadores porque buscamos el Santo Grial que su guardián, el Bafometo Cernunnos, le otorgará a aquel que haya cumplido con todos sus trabajos. Este objeto es un milagro, la única cosa en toda la tierra que puede vencer el poder de una maldición y es por eso que los cazadores compiten entre ellos para poder conseguirlo. Escila, yo busco este milagro llamado Santo Grial para salvar a mi padre de la muerte, otros lo buscan por riqueza y tú puedes buscarlo para ti misma”.

Terminé de hablar y luego me observó Escila, cuyo cuerpo ya estaba sanando tras la dura lucha. Y me dijo Escila.

- ¿Qué quieres decir, Timeo?

Y le contestó mi hermano Acrafón.

- Escila, déjame explicarte lo que quiere decir mi hermano, puesto que él es poco social y no sabe cómo expresar bien sus pensamientos. Me llamo Acrafón, y aunque soy hijo de Orión, la mujer que me dio a luz no fue Artemisa sino Eos. Ahora bien, lo que quiere decirte mi hermano es que la orden que nos dio Cernunnos es muy simple: “Liberen el estrecho maldito y vuélvanlo seguro para navegar”. Nunca nos dijo que hacía falta matarte a ti o a Caribdis. Con esto dicho, mi hermano interpretó la orden basándose en su propia compasión y te ofrece algo muy simple: deja este estrecho y de atacar a los inocentes que no tiene culpa de tu dolor, y a cambio Timeo hablará con Cernunnos para que te permita unirte a la tripulación y puedas buscar el Santo Grial y darle fin a tu tormento”.

Terminó de hablar mi hermano y pasó a hablar Escila, quien nos dijo.

“Llevo siglos habitando estas aguas donde la única compañía que he tenido han sido Caribdis y los cazadores que vienen a por mí. Extraño desde hace siglos la sensación de correr libre en los bosques o nadar en las aguas con mis piernas y no con esta larga cola. Timeo, si es cierto lo que me dices, entonces aceptaré ayudarte con tal de que por fin pueda encontrar paz a todo esto. Te seguiré junto al Cuarto Argos”.

Así fue como puse a Escila de mi parte, Roberts. No es necesario pelear, Caribdis, si alguno de ustedes aún tiene humanidad en su corazón, que venga con nosotros en busca del Santo Grial y no encuentre consuelo de sus penas en la maldad. Creo en la redención y es por eso que por mi mano nunca ha caído alma alguna al Limbo y rezo para que mis enemigos en el infierno expíen sus culpas y encuentren finalmente el buen camino.

Sobre Platón, es una historia muy simple. Cuando vimos que Caribdis atacó el barco, entramos en pánico todos salvo Platón, quien ya estaba listo para pelear. Y como él mató a Onesiphorous Marsh y a otros veinte profundos, entendimos que es el más fuerte de todos los mortales. Por eso confié el poder que está en mi sangre a Platón: me corté la mano y serví mi sangre en una vasija de plata que llevo siempre conmigo, se la di a Platón y le dije.

“Estoy cansado por haber vencido a Escila con el poder de mi sangre, necesito apoyo para terminar con esta caza de una vez por todas. Platón, eres el único aquí que puede soportar el poder que voy a darte, cuando llegue el momento, grita a todo pulmón el nombre prohibido y así tendrás por unos minutos el poder de aquel que aterroriza a los dioses con su espada dorada. Esta, Platón, es la sangre de Orión”.

Terminó de hablar Timeo y de traducir Roberts a sus compañeros. Gruñeron los Profundos, y ya querían lanzarse contra Timeo, Escila y Platón, más, sin embargo, el ruido de los aplausos de Roberts les detuvo, y el pirata dijo a Timeo.

- Me conmueve mecho tu compasión, Timeo. No he conocedo cazador igual a ti, que me recuarda a mis días de gloria. Lucharé contra ti un uno contra uno y no me atraverá a matarte. Si llego a vencerte, dejaré ir a tus aledos aunque eso me cueste el cuello.

Y después de unos murmullos de parte de Platón sobre el horrible griego de Roberts, le dijo Timeo a su rival mientras tomaba una postura de lucha.

- ¡Que comience la cacería!

Y a este grito se arrojaron profundos y Caribdis contra los tres más fuertes de aquella noche.



<< Ese día sentí un gran alivio, porque cuando Plutón se fue con ese tal Aquiles supe que estaba ocurriendo algo. Desde el día en que supe que Diana estaba embarazada y seríamos padres, nunca había vuelto a sentir tanto dicha. Era evidente que, sea lo que fuera que estaba pasando en el plano terrenal, pronto me sacaría de aquella prisión de hielo. Me detuve un momento en mis pensamientos, ya que quería saber qué podría hacer.
Lo primero en lo que pensé era en lo evidente, debía tomar venganza. Vengarme de Diana por abandonarnos a mí y a nuestra hija, de Miguel por faltar a nuestro pacto de siempre estar unidos como hermanos. Pero, sobre todo, debía vengarme de Emmanuel por haber sido él quien me condenó a pudrirme eternamente en el infierno. >>

Tomado del diario de Satanás, encontrado por Pablo apóstol en su viaje a Corinto y que hoy está en la Biblioteca del Vaticano.

Notes:

Diario del Cazador:
Un milagro es la principal defensa contra una maldición. Pueden revivir a los muertos, multiplicar alimentos, sanar enfermos de nacimiento y un montón de otros prodigios. A quienes realizan milagros se les llama Hacedores de Milagros, aunque depende mucho de la cultura, ya que dependiendo de dónde te encuentres les dicen de una forma diferente. La Iglesia Católica es la que más venera a los hacedores de milagros, llamándolos santos por sus dotes.
Si una maldición es rara de encontrar, un milagro es mucho más difícil.

Chapter 14: XII Último duelo del Estrecho Maldito, El nacimiento del Panteón Oscuro.

Summary:

En el siguiente capítulo habrá sexo :v

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

He aquí, el sexto y último encuentro en aquella noche, que ya estaba siendo herida por un nuevo día. Me siento indigno de contar esta historia, al no poseer de la gloria ni de la belleza literaria de Homero y de Hesíodo, más se me ha encargado la tarea de narrar esta historia, y con mucho gusto he de hacerlo.

Aquello fue como si hubieran chocado dos ejércitos el uno contra el otro, pero no eran ni las legiones de Napoleón ni los ejércitos de César, sino que eran siete por un lado y tres por el otro. Y mientras los dioses observaban la mortífera contienda entre los dos más fuertes de aquella noche, se dirigía hacia el cuarto Argos un bote de madera que era remado por Pausanias y Acrafón. Le dijo Acrafón a su compañero.

- Acerquémonos más al Cuarto Argos, que Caribdis lo ha soltado. Mis brazos tirarán del barco y así podremos alejar a nuestros compañeros de esta caza.
Le respondió el innoble Pausanias.

- Dime una cosa, Acrafón. ¿Crees tener la fuerza suficiente para tirar de ese barco?

Y le contestó Acrafón a las dudas de Pausanias.

- Aunque carezco del don de mi padre para caminar sobre las aguas, poseo una fuerza mucho mayor que la que posee Timeo. Ayúdame a atarme el barco a mis espaldas, y podré nadar hasta Mesina, tierra del gran Zanclo. Una vez en Mesina, podremos reparar los daños del barco y sanar a los heridos.

Le obedeció Pausanias, y con una gruesa cuerda que en tamaño se asemejaba a las serpientes enormes de la Atlántida, Pausanias ató el Cuarto Argos. Luego se desvistió Acrafón y expuso su pálida piel a la luz de la luna. De lejos pareciera que Acrafón era reflejo de la luna misma, porque así de bello era aquel musculoso hombre. Ató Pausanias el otro extremo de la cuerda a las espaldas y pecho de Acrafón, y cuando estuvo bien asegurado, se arrojó Acrafón a las aguas y su cuerpo se hundió hasta el cuello para desgracia de las ninfas que estaban en el Olimpo, quienes estaban contemplando con lascivia su cuerpo.

El Cuarto Argos empezó a moverse por las aguas, tirado por Acrafón como si de un caballo tirando de la carreta de su amo se tratase. Era tal la velocidad del barco, que Pausanias tuvo que abandonar su bote para pegar un brinco y subirse al barco para no quedarse atrás. Una vez arriba en la negra nave, se dirigió a encontrarse con Lacedemón. Intercambiaron palabras los espartanos, hablando primero el hijo de Zeus.

- ¿Qué está pasando, Pausanias? ¿Por qué se mueve el barco como si estuviera propulsado por un motor?

- Es simple, mi señor. Cuando Timeo y Platón vinieron a enfrentar a Escila, lo hicieron motivados por mis órdenes. Yo dejé a los demás preparando un arma para enfrentar a la maldita Caribdis mientras acompañaba yo mismo a Acrafón para rescatar este barco. Até el barco al cuerpo de Acrafón, quien nos llevará hasta Mesina. Como Caribdis y los profundos están siendo distraídos por esos tres monstruos, podremos llegar sin ningún contratiempo. Dejemos ahora en manos de ellos el acabar la caza. Ahora, dime dónde está Telémaco, que temo que lo haya devorado Caribdis.

- Me alegra escuchar eso, joven Pausanias. Sobre Telémaco, pasamos de tenerle herido de una mano a que ahora tenga las espinas de un puercoespín por medio cuerpo debido a que cuando Caribdis nos atacó, chocamos todos contra todos subiendo el número de nuestros heridos.

- ¿Cómo se subió un puercoespín a este barco? Si partimos de Rodas.

Los dioses devolvieron su atención a la lucha contra Caribdis y los profundos. Mató Platón iniciando la lucha a un profundo, pero no fue al instante de haber chocado en el inicio de la última lucha de aquella noche, sino que fue tras un par de minutos de haber empezado el combate. Chocaron los dos pequeños ejércitos y contra Platón se lanzó Andrew Desmoláis antes que cualquier otro profundo. Contendieron ambos muy ferozmente, más antes de que llegasen refuerzos a apoyar a Andrew, Platón logró matarle cuando le clavó por la boca del estómago la lanza que le arrebató a Tao.
Lucharon por su parte Escila y Caribdis, en las espaldas de cada bestia iban sus domadores, Bartholomew Roberts y Timeo de Locri respectivamente. Sin sentir nada por luchar contra Caribdis, puesto que su compañía era igual que la absoluta soledad tras más de ochocientos años, Escila mordía con sus cabezas de perro los tentáculos y brazos de Caribdis, cuya boca más grande se arrojaba contra Escila, y esta sujetaba con sus brazos para que los dientes malditos no dañaran su piel. Con las dos bestias chocando la una contra la otra, se vieron a los ojos Roberts y Timeo, y sin ruido alguno se arrojaron uno contra el otro.

Mientras Platón mataba a Sandra Barton decapitándola de un golpe con su lanza, Timeo arrojó el látigo contra Roberts. Este último vio como el látigo se ataba a su fuerte brazo y con la fuerza que solo un dios posee, Timeo tiró de su arma e hizo volar por los aires a Roberts. Roberts golpeó las aguas con fuerza, pero al seguir atado a Timeo, este le sacó del agua y tiró nuevamente lanzándolo a tierra. De un salto Timeo puso sus pies en el agua, salió corriendo hacia tierra firme y se encontró con Roberts que se levantaba tras el impacto. Antes de que el gigante pudiese golpearle, Roberts sacó de sus ropas una de sus armas, que era una pistola de chispa. Dio el proyectil en el pecho de Timeo, y hubiese muerto sin duda alguna de no haber sido un dios, porque el proyectil le dio en el corazón. Pero dejó Timeo una puerta abierta para que Roberts se arrojara contra él, ahora portando su espada.

Mató Platón luego a Katrina Landau. Huyendo de la lanza de Randy Collins, Platón fue a dar contra la monstruosa mujer, que tenía largos brazos azules. Se le arrojó desde el fondo de las aguas, pero Platón se deslizó y esquivó su ataque. Tomándole una pierna antes de que volviera a sumergirse, la arrastró el gran ateniense hasta encontrarse con Caribdis que contendía con Escila. Platón vio a Escila perder fuerzas en sus brazos, por lo que pronto las fauces de Caribdis la devorarían. Entonces le arrojó Platón con todas sus fuerzas a Caribdis la profunda que tenía sujeta de una pierna. Cayó Katrina en las fauces de Caribdis, que se cerraron justo cuando su cabeza reposaba sobre sus dientes. Luego le lanzó Platón la lanza de Katrina a Caribdis, y le cayó la lanza justo en el nervio, haciendo que del dolor Caribdis ya no pudiese mover más la mandíbula.

Quedando solo Sylas Carter y Randy Collins, Platón se dirigió a Escila y le dijo.

- Solo quedan estos dos, aguanta un poco, tan pronto los mate, voy contigo.

Le respondió Escila a Platón.

- Poco importas tú, quien importa es Timeo. Estoy perdiendo fuerza contra esta desgraciada, pero ella también está perdiendo fuerza, Timeo debe deshacerse de Roberts de una vez para poder matar a Caribdis.

Mientras seguía la caza, Timeo repelía cada ataque de Bartholomew Roberts. No lo mataba de una vez, porque estaba cansado y quería mantener fuerzas en sus brazos para poder enfrentar a Caribdis. Así que cuando vio Roberts sacar el sable, entendió que era cuestión de tiempo hasta que él le diese una abertura.

La táctica de lucha de Roberts era la siguiente: cuando tenía al enemigo cerca, usaba como arma principal el sable, por lo que tenía listo el combate a corta distancia. Pero cuando se alejaba, usaba su arma de chispa, la cual recargaba con gran habilidad antes de que el látigo de Timeo pudiese alcanzarle. Una vez tenía listo el arma, disparaba y aturdía a Timeo, para luego poder luchar contra él usando la espada. Pero Timeo sabía que el punto débil de Roberts era precisamente el que tuviese dos formas de combate. Cuando cambiaba de arma en medio de la lucha, dejaba el riesgo de una apertura. Timeo, por su parte, solo manejaba la cadena que portaba como látigo, y era además un dios por lo que tenía ventaja de clase. La estrategia de Timeo era simplemente usar el látigo para impedir a Roberts apuñalarle de cerca, y resistir los disparos del arma.

Estuvieron así gigante y profundo largo rato en un tira y afloja, sin avances reales en la lucha. Pero en un descuido, Roberts retrocedió para preparar su arma, y un espasmo de la mano le impidió tener la destreza que había demostrado todo el combate. Así, Timeo vio su oportunidad y arrojó su látigo justo contra el pecho de Roberts. Con el arma atascada en el cuerpo de su rival, tiró con fuerza Timeo y atrajo contra sí a Roberts, recibiéndole de un puño en toda la nariz que hizo al pirata caer de espaldas al suelo. Escupió sangre Roberts, y en lugar de maldecir la situación, dejó escapar una risa y en un horrible griego le dijo a Timeo.

- Me has vencedo sin recibir daño a penas. Te apauso, defintiviamente eres hijo de Artemis, Psycho. No te procupes por mí, no iré a ninguna parte. Podes ir a enfrentar a Caribdis.

Antes de retirarse, le dijo Timeo a Roberts.

- Te admiro y respeto, Bartholomew Roberts. A diferencia de los otros profundos, demuestras cierta cordialidad. Por ello, no te mataré ni permitiré que lo hagan, más bien, te tomaré como cautivo para que nos sirvas de traductor. No hay profundo que merezca ese respeto, solo tú, Bartholomew Roberts.

Se dibujó una sonrisa en el rostro de Roberts, quien, al quedar solo, cerró los ojos para descansar del combate. Timeo se dirigió a dónde se encontraba Caribdis, y su cadena que hacía de látigo se arrastró por los suelos mientras andaba para enfrentar a la bestia, último enemigo de la noche. Mientras andaba Timeo, Platón se enfrentaba a Sylas Carter y Randy Collins. Estaban los profundos nadando bajo las aguas, y dijo Sylas a Randy.

- Matemos a ese hombre de una vez. Solo quedamos nosotros y Caribdis, debemos hacer algo porque de lo contrario, esos tres juntos podrán vencerla.

Pero le respondió Randy.

- Lo mejor es retirarnos, Carter. Hemos perdido el barco, siendo que el plan original era conseguirlo. Si seguimos luchando, lo más seguro es que nos maten.

Y por estas palabras dijo Sylas.

- Pero si volvemos, lo más seguro es que no juzguen por cobardes. Ya fracasamos en el primer ataque, hemos vuelto a fracasar. De seguro Olmstead nos castigará por huir del combate y hasta podría colgarnos. Está furioso con Barnabas y los demás por la primera retirada, ¿Qué haremos ahora?

Le respondió Randy.

- Huir, Collins. Vamos a huir.

Sacaron sus manos en señal de rendición, y Platón vio cómo sobresalían del agua. Posteriormente, ambos profundos se marcharon nadando sin rumbo fijo. Pero, aunque Randy y Sylas hayan abandonado este combate, que se recuerde bien su nombre porque luego volverían a toparse con los cazadores. Pero volviendo al presente de la historia, Platón recibió con agrado que dos profundos se rindieran, y se dirigió luego a apoyar a Escila. Esquivó los tentáculos de Caribdis y llegó a su espalda. Subió el ateniense apoyándose con la lanza por la espalda de Caribdis, clavándola en la gruesa piel y usándola para escalar.

Teniendo a Caribdis bajo sus pies, Platón encontró la segunda cabeza de Caribdis, que era la que se inclinaba hacia atrás. Abrió las fauces la segunda boca de Caribdis mientras la primera contendía con Escila, y partiendo en dos la mandíbula inferior salió su larga lengua roja y viscosa termina en unas fauces. Estas fauces, junto con los tentáculos del lomo de Caribdis, le cortaron el paso a Platón. Rodaba sobre el lomo de Caribdis el ateniense para esquivar sus ataques, y con su lanza logró cortar tres tentáculos antes de que Caribdis atrapase sus brazos y sus piernas. Tiró la bestia con fuerza buscando enviar a Platón al Limbo despedazándolo. Pero Timeo llegó a tiempo a apoyar a Platón, y con un latigazo cortó los tentáculos que sujetaban a su compañero.

Libre Platón, los dos hombres enfrentaron a Caribdis cortando cada tentáculo con el cual la bestia les atacaba. Una vez hubo el espacio suficiente corrió Timeo al frente y pasó la cabeza trasera de Caribdis, topándose con la delantera. Con sus cadenas sujetó las fauces de Caribdis y usando todas las fuerzas que le quedaban las cerró. Libre del acoso de Caribdis, Escila procedió golpearle con sus puños causándole mucho daño, y con sus fauces de perro se arrojó al cuello rojizo. Desgarró la carne de Caribdis hasta el hueso, y aunque los brazos de Caribdis trataron de apartar a Escila, los cuellos de la bestia eran más largos. Y con solo mordidas, logró Escila decapitar una cabeza de Caribdis, que cayó al mar provocando fuertes olas.

Platón, por su parte, se lanzó contra Caribdis y perforó su cráneo con su lanza. Pero, aunque el daño llegó al cerebro, no alcanzó a matar a la bestia. Los tentáculos de Caribdis se alzaron contra Platón, y él tuvo que dejarse caer para que no le alcanzasen, siendo atrapado en el aire por una de las cabezas de Escila. Vieron los tres como Caribdis se retorcía y su cuerpo empezaba a iluminarse. De dónde antes estaba la cabeza que decapitó Escila, emergió una columna de carne que chilló desgarradoramente, y a su alrededor tentáculos se agitaban sin control. Era este, el verdadero cuerpo de Caribdis.

Caribdis, llamada también Sirtis, no era más que un asqueroso gusano parido por Gaia, madre de los titanes, en uno de sus tantos experimentos. Tomó la sangre de Poseidón, buscando parir a una deidad con el poder de un olímpico desde el nacimiento. Pero el poder de Poseidón fue tal, que al nacer Caribdis su cuerpo fue destruido, perdiendo brazos y piernas y estirándose sin control. Caribdis era una mutante de nacimiento, y su regeneración nata estaba tan descontrolada, que en vez de regenerarse adquiría cualquier forma posible. Por ello, Gaia vio en Caribdis un experimento fallido, pero la maldijo para volverla un arma de último recurso en caso de una guerra con los dioses. Mucho antes de que la gigantomaquia, terrible guerra llegase, los dioses encadenaron a Caribdis en el Estrecho de Mesina.

Era entonces Caribdis, una maldición ajena a cualquier lógica o razonamiento, una bestia sin razón y sin lógica alguna. Cortarle una extremidad con una maldición era imposible, porque su cuerpo se regeneraba por cualquier otro lado de forma abominable. Pero esto era justo lo que querían los cazadores, porque la debilidad de Caribdis estaba cuando se regeneraba.

En el otro extremo del estrecho, Macaria y Arquitas junto con Hestia habían armado una catapulta. Tan pronto como los tres más fuertes de aquella noche le produjesen el daño suficiente a Caribdis, esta empezaría a regenerarse, luego se retirarían para darle espacio al tiro de la catapulta, que golpearía a Caribdis con una enorme piedra que tenía en su superficie escrito el sello de Salomón. Este es un poderoso símbolo que usan los cazadores para encerrar demonios, más es necesario herir al demonio lo suficiente para que funcione.

Y con el símbolo grabado en la piedra, Arquitas cortó la cuerda de la catapulta y esta piedra voló los kilómetros que separaban un lado del estrecho del otro. La piedra cayó sobre Caribdis con fuerza. Tomó Escila con sus manos a Timeo y Platón y huyó de la escena mientras Caribdis ardía y se iluminaba la oscura madrugada con un destello que provenía del símbolo que estaba sobre Caribdis. Una vez apagado el destello de Caribdis, vieron todos como la bestia ya no estaba. Caribdis quedó sellada en la piedra, y esta se hundió en el fondo del estrecho de Mesina, encerrada hasta 1943.

Los dioses presenciaron todo esto desde el Olimpo, y se alzaron sus voces en gritería a festejar la victoria de los cazadores frente a la terrible Caribdis. Sintió mucha dicha Artemisa en su pecho al ver como terminaba aquella dura noche y empezaba a brillar el sol en el horizonte, sus hijos volvían a estar a salvo. Por su parte, el Cazador de Invierno se llenó de orgullo. Se levantó de su trono, aunque algo adolorido, tomó de la mano a Artemisa y pidió permiso para irse. Le detuvo Apolo con sus palabras diciendo.

- Orión, ¿a dónde vas?

Y le respondió el cazador gigante.

- A follarme a tu madre, ¡¿A dónde putas crees que voy a ir si mi hijo acaba de ser participe en la derrota de Caribdis?! ¡A Mesina a festejar!

Se retiró el Cazador de Invierno con Artemisa a su lado, y Apolo decidió acompañarle, como también le acompañarían Encelado y Calisto. Los dioses también organizaron una celebración, olvidando por completo que el problema verdadero seguía vigente. Cuando los dioses estaban entregados al vino y a los manjares, se le acercó Zeus a Cernunnos y le dijo.

- Aunque creo que es motivo de celebración la victoria de mi nieto, no deja de preocuparme ese traidor y el que las Puertas y Ventanas sean cada vez más, sin mencionar los profundos y tantas otras cosas. Hay que reanudar el consejo para preparar un plan de contraataque.

Le respondió Cernunnos.

- Solo haz lo que te diga, resuelve tus problemas con tu padre y reclutémoslo. Pero eso será luego, Zeus, ¡estamos celebrando la victoria de tu nieto! Bebe algo de vino y relájate. Yo mientras tanto, veré si logro divertirme con Afrodita.

Mientras los dioses festejaban, Escila se acercó a recoger a Macaria y a Arquitas, que llevaba a Hestia a su lado. Se subieron a las espaldas de Escila, y ella los llevó hasta la ciudad de Mesina, que está en Sicilia, a unos kilómetros de dónde habían luchado. Hablaron entre risas los cazadores, comenzando por Arquitas.

- Al fin, podemos descansar.
Y le siguió Platón.

- Fue una larga y horrible noche, quiero dormir todo el día.

Le dio una palmada Arquitas a Escila y dijo.

- Bueno, al final resultaste ser muy útil. Te perdono por matar a Quérilo, ese tipo era tremendo idiota, se lo merecía. Oye, Timeo, ¿A dónde vas?

Había saltado Timeo a las aguas y sus pies se posaron sobre las olas. Se dirigió a sus compañeros y les dijo, con una sonrisa sincera por primera vez en su rostro.

- Me olvidaba de alguien, ya los alcanzaré luego. Escila, gracias por unirte a nosotros.

 

Combate del Estrecho de Mesina.

Fecha: 6 de Julio – 7 de Julio del 400 a.C.

Combatientes:
Cuarto Argos
238 cazadores
Doce Grandes Olímpicos (apoyo indirecto)
Iris (Solo segundo encuentro)
Hestia (apoyo)
Escila (Aliada desde el último encuentro).
Coalición no identificada
Profundos – 92
Escila (hasta el quinto encuentro)
Caribdis
Líderes intelectuales sin identificar

Comandantes:
Cuarto argos
Telémaco (Capitán del barco. Jefe de la Fuerza Élite y Líder táctico hasta el segundo encuentro)
Lacedemón (Líder táctico desde el tercer encuentro).
Pausanias (Líder de la Fuerza Élite desde el Tercer Encuentro)
Coalición no identificada
Robert Olmstead (retirado tras el segundo encuentro)
Bartholomew Roberts (Líder de unidad especial en el último encuentro).

BAJAS:
Cuarto argos
42 muertos
10 heridos
1 Bote abandonado
Cuarto Argos severamente dañado

 

Coalición no identificada
56 muertos
2 desertores
1 prisionero
59 maldiciones

RESULTADO:
Victoria del Cuarto Argos, Escila y Hestia se unen a la tripulación. Tripulación actual del Cuarto Argos: 198 más un prisionero.



- Bueno, dime una cosa, ¿quién es el muchacho?

Con estas palabras se dirigió Nemrod a Satanás, ambos prisioneros en el Noveno Círculo del Infierno.

- Oh, fue un tipo que estuvo aquí hace muchos años. Pero solo fueron diez años, y fue mucho antes de que te trasladaran a esta parte del círculo por tu intento de escape. Es un nefilim, al igual que nosotros dos, un cazador al igual que tú. Vino aquí por haber intentado engañar a una diosa, la sedujo y manipuló para luego traicionarla. Sin embargo, por algún motivo le dieron una segunda oportunidad, ya no sé qué ha sido de él desde entonces. Fue una buena compañía, mucho más hablador que tú.

- Bueno, ya que quieres charlar, dime una cosa, ¿Cómo acabaste aquí?

- No me digas que no sabes por qué estoy aquí.

- Anciano, soy de la era postdiluviana, de la segunda gigantomaquia. Ni idea de qué pasó contigo.

- Yo estuve en la primera gigantomaquia. Fui el que la lideró de hecho.

- ¿Te condenaron por eso?

- No.

- ¿Entonces por qué?

- Es una larga historia, pero quien la cuenta mejor es Noé.
Él dijo que la amaría siempre…
Que siempre la protegería y evitaría que cualquiera le hiciera daño…
Por eso fue tan dolorosa su traición…

- Nunca había oído de ese poema.

- Se llama Nafilat Hamlachim, escrito por Noé, tu abuelo. Es una larga historia del por qué estoy condenado aquí. Todo empieza por una mujer, yo le decía Diana, pero su nombre es Artemisa.

Notes:

Diario del Cazador:
A Caribdis se le dice también Trieno, que quiere decir “tres tiempos”, ya que su poder consiste en absorber el agua y todo a su alrededor tres veces por día. Según Aristóteles, su poder es tal, que puede crear islas por todo el mundo solo absorbiendo un poco de agua del planeta. Varios autores hablan de Caribdis, incluso Séneca. Caribdis es, ante todo, una bestia amorfa que los poetas no encontraron mejor forma para describirla que como un arrecife o un remolino que devora barcos. Es una bestia casi invencible, siendo que muy pocos han logrado enfrentarse a ella y sobrevivir para contarlo, los más famosos supervivientes de este monstruo son Eneas, Odiseo y Jasón.

Bajo ninguna circunstancia se debe sacar a Caribdis de su prisión, es una fuerza cósmica difícil de controlar y un peligro para cualquiera que intente manipularla.

Actualización: ¡Eisenhower! ¡¿Qué hiciste?!