Chapter Text
I. RETIRADA
Esa noche:
Changmin se detuvo frente a la puerta del departamento. Con cuidado reacomodó su postura, tratando de no despertar a Hana quien dormía plácidamente con la cabeza sobre su hombro izquierdo. El brazo que sostenía a la niña en su lugar le empezaba a doler por la incómoda posición y la mochila de Pororo que llevaba en el otro hombro se había empeñado en deslizarse una y otra vez por su brazo en el trayecto desde el estacionamiento del edificio.
¡Vaya día para que no funcionara el elevador! Normalmente nunca le costaba mucho trabajo cargar a Hana hasta el departamento, pero esta vez había tenido que subir cinco pisos de escaleras con la niña en brazos y todo lo que quería era entrar y poder recostarla en su cama lo antes posible.
Por si fuera poco, le tomó algunos minutos encontrar las llaves con la única mano que tenía libre. Una vez lo hizo, entró y nuevamente encontró el lugar en oscuridad.
Changmin suspiró. Jaejoong otra vez no estaba en casa.
Una de las reglas del departamento, era que mientras uno de los dos estuviera presente, al menos una de las luces de la sala debía estar encendida, como un gesto de bienvenida para el otro. Era la tercera noche consecutiva en que Min había sido recibido por un departamento a oscuras, y el nudo que se había instalado en su estómago desde el fatídico fin de semana, se apretó por enésima vez; conteniendo en él todos los ensayos de disculpas que hasta ahora no había podido ofrecer.
Pocas veces Changmin se había sentido tan estúpido como se sintió ese viernes después de que todas las emociones se asentaran y hubiera reunido la claridad suficiente para analizar sus acciones. Esa misma noche había querido correr de regreso al lugar y pedir la más humillante de las disculpas y de haber podido, lo hubiera hecho. En su lugar se había quedado en la sala toda la noche esperando el regreso de Jae para hablar con él y tratar de enmendar su error tan pronto fuera posible, pero Jaejoong no había vuelto a casa a dormir.
Las siguientes dos noches habían transcurrido de manera casi idéntica. Changmin había llegado, la oscuridad le indicaba la ausencia de su amigo, había esperado unas horas en las áreas comunes del departamento por su llegada, y eventualmente se había resignado e ido a su habitación a dormir. Aunque en su ansiedad, apenas lograba dormitar. Su cerebro parecía mantenerse alerta para notar la llegada de Jae.
Ambas noches, por la madrugada había escuchado la puerta principal abrirse y se había apresurado a sacudir el sueño y tratar de interceptar a Jaejoong. Pero este era mucho más rápido, y para cuando Changmin salía de su habitación, Jae ya se había encerrado en la propia, sin decir una palabra.
Min sabía que durante las tardes mientras él no estaba en casa, Jae se quedaba en el departamento. Lo sabía porque su presencia estaba marcada por todos los rincones del lugar. En la manta de Hello Kitty doblada sobre el sillón de la sala, en la cafetera limpia que reposaba con la tapa abierta, en la taza de Ponyo secándose en el rack al lado del lavaplatos, en el olor a tierra mojada del balcón, donde Jae nunca dejaba de regar las plantas.
Changmin suponía que Jaejoong había logrado evitarlo tan magníficamente por los últimos días a base de consultar el asistente virtual en la cocina, donde Changmin tenía que registrar su horario de todo el mes para poder coordinarse con Jinri en la rutina de Hana.
Desde aquel viernes en que Changmin había conocido una nueva cara de sí mismo —una insegura y desagradable, que le gustaría poder enterrar para siempre— había intentado hablar con Jaejoong por todos los medios posibles. Le había llamado, le había enviado mensajes, había tocado la puerta de su habitación por las mañanas. Nada había funcionado.
Las únicas respuestas que había obtenido de Jae fueron dos mensajes, el primero, unas horas después de que se dieran los eventos: “por el momento no quiero hablar”, y otro más el domingo, mientras Changmin lo esperaba en el comedor con el desayuno listo, Jaejoong aún encerrado en su cuarto: “Necesito espacio”.
Changmin había decidido dejar de insistir, y esperar a que fuera el mismo Jae quien se acercara a él. Se sentía sumamente avergonzado por haber transgredido los límites de su amigo y no estaba dispuesto a incurrir en ello nuevamente.
Ese día por la mañana, había dejado un post it en la puerta de la habitación de Jae, como único medio de comunicación:
-
Hyung,
Lo lamento mucho. Fui un estúpido.
Cuando estés listo, por favor déjame
disculparme como es debido.
No sé qué me pasó.
Saranghae ㅊ
-
Con la pesadumbre que se había negado a abandonarlo en los últimos días y tambaleándose un poco en el esfuerzo de sostener a Hana con un brazo adolorido, y la muñeca y mochila de esta en el otro, Min procedió a quitarse los zapatos frente a la puerta empujándolos con sus pies. Encendió las luces tenues y pronto su vista fue distraída por un par de Nike blancos con detalles en colores neón que conocía perfectamente.
—¿Jae…? ¿Jaejoong? —dijo en un susurro, reaccionando que su hyung se encontraba en el departamento. Por un momento estuvo apunto de repetir el nombre en voz alta, para asegurarse de que en efecto Jaejoong estaba ahí, pero con dificultad se contuvo. Eran las 9:30 de la noche, no podía despertar a Hana en ese momento.
Atravesó la sala algo nervioso y apresurado y llegó al pasillo de las habitaciones, el cual también estaba a oscuras, pero podía ver luz saliendo de debajo de la puerta de Jaejoong, e incluso le parecía escuchar sus pasos a través de ella.
Quizá esta sería su oportunidad de hablar con él.
Se dirigió rápidamente a la habitación de Hana, encendió solo una de las lámparas, para poder ver con un poco más de claridad pero sin despertar a la niña y se agachó con dificultad al lado de la cama, donde acomodó y arropó a su hija con tanta paciencia como podía concebir en el momento. Estaba tan nervioso por ir a buscar a Jaejoong que por primera vez no se quejó de lo bajas que eran las camas Montessori.
Revisó que Hana estuviera cómoda, que no hubiera objetos en la cama que pudieran obstruir sus vías respiratorias, le dio un beso en la frente, encendió la luz de noche con forma de abejita dormida, y activó la cámara del monitor de bebé. Cuando estaba a punto de abandonar la habitación para ir a buscar a Jaejoong, se dio cuenta de que aún llevaba la mochila de Pororo al hombro. Se agachó para dejarla en el pechero de mariposas de la pared y salió dejando la puerta de la habitación entreabierta.
En el pasillo, tomó unos pasos nerviosos hacia la recámara de Jaejoong, escuchaba claramente ruido provenir de ésta. Pasos, y cajones siendo abiertos y cerrados. Se paró nervioso frente a la puerta, pensando en si debía o no tocar. Llevaba todo el día tratando de respetar el deseo de espacio que su amigo le había comunicado.
Tomó aire mirando la puerta, que aún tenía puesto el post it que había dejado por la mañana, y apenas cuando estaba por pronunciar el nombre de su hyung, notó que la nota tenía un pequeño agregado en tinta morada en la parte de abajo.
-
Hyung,
Lo lamento mucho. Fui un estúpido.
Cuando estés listo, por favor déjame
disculparme como es debido.
No sé qué me pasó.
Saranghae ㅊ
Pasa. ㅈ
-
Changmin se quedó en su lugar por unos segundos, un poco sorprendido por el mensaje. Pero pronto salió de su ensimismamiento y giró la perilla de la puerta.
Apenas entró, Jae hizo contacto visual con él y esbozó una sonrisa incómoda como saludo, para después continuar con lo que hacía. Changmin sintió como si algo lo aplastara cuando notó la maleta abierta y a medio llenar sobre la cama de Jaejoong, este último hacía viajes entre su clóset y ella, trayendo objetos del primero para agregarlos al equipaje.
—¿Vas a algún lado? —le preguntó Changmin, aunque presentía saber la respuesta.
Jaejoong se detuvo frente a la cama, y con movimientos inseguros y lentos, continuó metiendo en la maleta las camisas que había traído de su clóset.
—Me voy unos días, Min… —Dijo con una voz que parecía ausente.
—¿A dónde? —preguntó Changmin, deseando con todas sus fuerzas que el mayor le contestara que se trataba solo de un viaje de trabajo del que había olvidado contarle. Pero sabía que no era la respuesta que obtendría.
Jaejoong paró por un segundo lo que hacía y vio a su amigo a los ojos. Ninguno de los dos habló por varios segundos. Changmin sentía que eran horas.
—Quería hacer esto correctamente —rompió el silencio Jaejoong —Bien me podría haber ido sin decir una sola palabra, pero yo no soy así y tú no te mereces eso. Así que te lo digo de frente…
—¿Te vas de la casa? —preguntó Changmin con lo que parecía solo un remanente de su voz.
Jaejoong respiró hondo.
—Sí.
Ambos volvieron a quedarse en silencio y tras unos segundos, Jaejoong continuó doblando su ropa y metiéndola en la maleta.
—¿Qué tan definitivo es esto? —preguntó Changmin contrariado —Dijiste unos días… ¿De verdad son unos días o…?
—Es definitivo, Changmin —respondió Jaejoong, deteniendo el trabajo de sus manos y mirando al menor a los ojos —Dije unos días porque por el momento me estaré quedando en casa de un amigo. Seguiré pagando la renta uno o dos meses más en lo que encuentro un departamento, y entonces vendré por el resto de mis cosas.
Changmin sintió algo revolverse en su estómago. Jaejoong nunca le hablaba de nadie refiriéndose a ellos como “un amigo”. Changmin conocía a todos sus amigos.
La necesidad de no pronunciar el nombre de la persona a la que recurría le dejaba muy claro de quién se trataba. Una sensación muy parecida a la que lo había llevado a arruinarlo todo hacía tres días, comenzó a expandirse dentro de él pero esta vez pudo mantenerla a raya más fácilmente. El dolor causado por las consecuencias de sus acciones era mucho más fuerte.
—Es por lo del viernes, ¿verdad? —preguntó Changmin —Hyung, por favor discúlpame, yo…
Jaejoong alzó una mano para detenerlo mientras negaba con la cabeza. su expresión parecía dolorida, sus ojos casi cerrados y una mueca amarga sobre sus labios.
—Ya te disculpaste muchas veces. Leí todos tus mensajes, los que me enviaste a mí y los grupales. Acepto tu disculpa.
Jaejoong volvió a quedarse callado por unos instantes, con la mirada perdida en algún punto de la habitación. Su manzana de Adán se movió por su cuello mientras tragaba saliva. Changmin lo observaba y sentía el nudo en su estómago apretarse más, al mismo tiempo que algo en su pecho se estrujaba.
—Pero ya no quiero esto, Min —volvió a hablar Jaejoong. Su voz se escuchaba sorprendentemente en calma y en control. Changmin podía saborear la tristeza en cada palabra y en cada silencio, pero también percibía la seguridad en ellos. Esto no era algo que Jae hubiera pensado recientemente. Esto llevaba tiempo dando vueltas en su cabeza.
—¿A qué te refieres? —le preguntó dando un paso inseguro hacia su hyung, este no se movió pero respondió casi inmediatamente.
—A esto —usó sus manos para señalar el espacio entre ellos —A lo que sea que es esto…
—¿Lo que sea que es esto…? —citó Changmin dando un paso más hacia él, y esta vez Jae respondió con uno hacia atrás. Marcando claramente la distancia. Min sentía como si algo dentro de él se astillara —¿Nosotros? ¿Lo que somos nosotros…?
—Changmin, esto no puede continuar —Le interrumpió Jaejoong. Se puso los jeans que acaba de doblar contra el estómago y cruzó sus brazos sobre ellos, como abrazándolos. Changmin deseo que lo abrazara a él —No sé qué te está pasando a ti, no sé qué me está pasando a mí… o bueno quizá eso sí lo sé. Pero no podemos seguir así. Yo no puedo. No puedo y no quiero esto, necesito irme. Necesito salir de esta situación.
Changmin se quedó inmóvil en su lugar. Una parte de él sentía que no entendía nada, que Jaejoong estaba siendo muy ambiguo y que nada de lo que decía tenía sentido, pero la otra parte de él, la que conocía a este hombre como la palma de su mano, la que era capaz de adivinar su humor solo escuchando el timbre de su voz, la que preparaba para su amigo un café, o un té o un trago según lo necesitara y sin que él se lo pidiera, la parte de él que llevaba prácticamente toda una vida anticipando los movimientos y las necesidades de Jaejoong con tal de verlo sonreír, sabía lo que estaba por venir. Y también sabía…
Que lo iba a destruir.
—¿De esta situación? —repitió Changmin para instar a su hyung a continuar. Todo lo que él mismo quería decir parecía quedarse atorado en su garganta.
Jaejoong no contestó y sus manos volvieron a ocuparse con la ropa que introducía a su maleta. Claramente evitando la mirada del menor.
—¿Es mi culpa, hyung? —Changmin dio otro paso tentativo hacia su amigo y vio con dolor como este hacía una mueca y su cuerpo se contraía, como si estuviera a punto de recibir un golpe en el rostro. Comprendiendo que en este momento Jaejoong no lo quería cerca y sintiendo como si algo lo ahogara, retomó la distancia anterior dando un paso hacia atrás —¿Es por lo que hice?
Jaejoong suspiró y su cuerpo volvió a relajarse, su rostro ya no mostraba signos de estar siendo invadido, pero en cambio, una expresión cercana al llanto y a la desesperación se enmarcó en él.
—Sí, en parte es por eso —Respondió. Y Changmin sintió que se hundía un poco más en la vergüenza —Pero no es solo eso… es todo.
Min se quedó callado, sabía que Jaejoong estaba por dar una explicación, pero por el momento solo se encargaba de seguir haciendo su maleta. Su rostro aún adolorido, y su mirada completamente ausente. Changmin sabía que estaba buscando dentro de sí lo que quería decir.
—Nunca debimos mudarnos juntos.
La voz de Jae nuevamente llenó la habitación y Changmin se estremeció de lo segura que sonaba.
—Cruzamos una línea que no debíamos cruzar —Continuó. Aún con la voz completamente serena que hacía contraste con su rostro adolorido —Ya no tenemos 15 y 17 años, las cosas ya no funcionan igual. No podemos vivir juntos, ya no es lo mismo…Ya no somos unos niños que tienen una figura adulta que responde por ellos, que los va guiando y les va diciendo que hacer, ya somos nosotros quienes decidimos qué hacer y no está funcionando. No juntos.
Jaejoong cerró la maleta sobre la cama y volvió a mirar a Changmin a los ojos antes de hablar.
—Está bien que cada quien haga su vida…—la frase se sintió tan incompleta, pero al mismo tiempo tan definitiva.
—Pero nuestra vida siempre ha sido compartida… —objetó Changmin, y Jaejoong negó con la cabeza profusamente al escucharlo. Tomó la maleta de la cama y la colocó en el suelo, junto a sus piernas, sujetando la asa contra su cadera.
—Quizá en la infancia y en la adolescencia nuestra vida fue compartida. Pero no ahora, Changmin —Su voz sonaba firme y Min sentía que el efecto de ésta se agravaba por el fuerte agarre de Jaejoong en su equipaje, que marcaba claramente la despedida que se avecinaba —Tú hiciste tu vida y ahora yo tengo que hacer la mía.
Por primera vez la voz de Jaejoong parecía perder un poco el control ante sus emociones. Changmin podía escuchar el nudo en su garganta, y la desesperación y el reclamo que le acompañaban.
—¡Y cuando tú hiciste tu vida, yo estaba haciendo la mía! ¡Íbamos por el rumbo correcto! —continuó Jaejoong pasándose una mano por el rostro en frustración —Seguíamos presentes en la vida del otro, pero separamos nuestros caminos cuando tenían que haber sido separados, ¡y estuvimos bien!, ¡por años!.
Jaejoong había comenzado a pasearse por el cuarto sin soltar la maleta, tomando objetos de aquí y de allá, como haciendo una revisión final antes de dejar el lugar. Pero Changmin podía ver como esto era solo una excusa para tener algo que le distrajera. El dolor lo estaba consumiendo, al igual que a él.
—El problema fue que cuando las cosas no salieron como tu las planeaste o como yo las planee, ¡lo peor que se nos pudo ocurrir fue volver a unir nuestra vida como si nunca se hubiera separado!
Jaejoong se detuvo en medio de la habitación. Su rostro parecía reflejar una carga enorme de sufrimiento y confusión. Su respiración se escuchaba trabajada y su mirada vagaba sin rumbo, como si buscara algo que no estaba ahí.
—¿Por qué tú y yo no pudimos ser amigos, como somos amigos de Junsu?
Changmin lo miró desconcertado. Por primera vez desde que entró a la habitación, de verdad no entendía de lo que Jaejoong le estaba hablando. Lo vio esbozar una sonrisa cargada de tristeza.
—A Junsu también lo conocemos desde muy chicos… —Comenzó a explicar —No me puedo imaginar una vida sin Junsu como mi amigo… pero aún así, Junsu no es mi vida, no es tu vida, ¡nosotros no somos la vida de Junsu!
Changmin entendió todo al escuchar estas palabras. La obstrucción en su garganta parecía querer asfixiarlo. Con esfuerzo buscó su voz y trató de preguntar aquello de lo que no quería saber la respuesta.
—Entonces… ¿Este es el fin? ¿El fin de una vida juntos? ¿El fin de nosotros?
Jaejoong no lo miraba. Su vista fija en el suelo de la habitación.
Pudo notar como los ojos de su hyung comenzaban cristalizarse, y como si fuera una señal, en ese mismo momento sintió la primera lágrima caer por su propia mejilla.
Una sucesión de recuerdos se abalanzaron por la cabeza de Changmin. Un Jaejoong de cinco años esperando al pie de la escalera. Un Jaejoong de seis parado de puntillas sobre un banquito para ver en el espejo el hueco que había dejado su primer diente de leche, un Jae de doce cantando canciones de H.O.T en el karaoke cerca de la escuela, un Jae de dieciséis en una cama de hospital, con la nariz rota y el rostro cubierto de moretones. Un Jae de veinte corriendo por la estación de Seúl con una sonrisa en el rostro. Jaejoong de veintiocho montando una tienda de campaña en la playa, Jaejoong de treinta y cuatro cantando una canción infantil mientras cocinaba…
—No solo te estás yendo de la casa, Jae —continuó Changmin. Su voz cargada de dolor —Te estás yendo de mí… ¿para siempre?
Jaejoong sentía como el tormento en su pecho se acrecentaba. No pudo evitar notar que Changmin estaba afirmando, entendiendo perfecto sus intenciones. Infiriendo que esta separación no se llevaba a cabo desde la duda, sino desde la absoluta convicción de que era necesario. La única pregunta que Min había emitido era desde la esperanza de que no fuera permanente.
—Hyung —le llamó Minnie. Su Minnie—Dime que no es para siempre…
Jaejoong comenzó a hiperventilar y pudo ver como Changmin reaccionaba de inmediato, queriendo recurrir a él como cada vez que lo había necesitado. Pero Jaejoong lo detuvo antes de que pudiera dar el primer paso. Extendiendo su brazo hacia él, a más de un metro de distancia, pidiéndole que se quedara en su lugar.
En lo que parecía un esfuerzo desmedido por mantener el control, Jaejoong comenzó a caminar hacia atrás, buscando a tientas su silla, donde se desplomó y comenzó a llorar con el rostro entre sus manos.
—Hyung… —la voz de Changmin sonaba agónica. Una súplica desesperada para que se le permitiera acercarse. Pero desde su silla Jaejoong repitió el mismo gesto, estirando el brazo en toda su extensión para pedir distancia.
Y continuó llorando.
Changmin se sintió perdido. Nunca en toda su vida, había visto a Jaejoong llorar sin poder hacer algo al respecto.
Jaejoong no había planeado quebrarse así. Desde que había tomado la decisión de irse, se había prometido a sí mismo mostrarse fuerte, porque sabía que estaba por lastimar a la persona más importante de su vida, y también sabía que el dolor que le iba a infligir, solo podía ser agravado por el dolor propio.
Changmin odiaba verlo sufrir. Él odiaba ver sufrir a Changmin. Tristemente, las decisiones descuidadas de ambos los habían llevado a esta única salida.
Después de largos minutos, Jaejoong comenzó a calmarse. Secó sus lágrimas repetidamente con el dorso de la mano y respiró hondo varias veces, tomando valor para decir lo que tenía que decir. Estaba intentando con todas sus fuerzas mantener el dolor de Changmin al mínimo, y tenía muy claro que la incertidumbre solo causaría lo contrario. Tenía que ser honesto, y explicar sus intenciones.
—No lo sé, Min —Comenzó a hablar el mayor nuevamente. Su voz ahogada, y su cabeza sostenida entre sus manos... —Quizá lo mejor es que sea para siempre. Y no sé si esto es muy egoísta, pero no quiero que sea para siempre.
El corazón de Changmin dió un vuelco al escuchar esta última frase. El dolor parecía someter todo su cuerpo, pero con estas últimas palabras, una pequeña chispa de esperanza se hizo presente.
—Necesito tiempo para aclarar mis pensamientos —Jaejoong comenzaba a erguirse nuevamente mientras hablaba —Los años que pasaste en Busán… siento que nos hicieron mucho bien. Tú tenías una vida, y yo tenía otra…
Jaejoong hizo una pausa para inhalar profundamente. Su respiración, interrumpida por los espasmos remanentes del llanto.
—Quizá esto es definitivo, quizá no… —retomó donde se había quedado —No sé aún qué es lo que necesito a largo plazo. Pero me queda claro que el primer paso para averiguarlo es ya no vivir juntos. Ponernos distancia, esta vez absoluta. Y esperar que esto ayude, como ayudó cuando estuviste en Busán…
—Hyung, pero antes de Busán estábamos bien…
Jaejoong sonrió con amargura.
—No, Min. Antes de Busán tú estabas bien. A mí me estaba destruyendo la cercanía.
Changmin abrió la boca para decir algo, aunque realmente no sabía qué. Recién hacía click en él lo que Jaejoong le decía. No hace mucho que se había enterado de lo que su amigo había atravesado en aquel tiempo y aún se sentía avergonzado de no haberse dado cuenta. Con amargura pensó en cómo hoy los papeles estaban invertidos, en cómo había perdido su oportunidad antes incluso de saber que necesitaba una.
Aún le impresionaba pensar en la manera en que Jaejoong había manejado su dolor en aquel tiempo, con tal de ver a Changmin feliz. Y hoy sentía que a él le correspondía devolver el favor.
—¿Recuerdas lo que decía Seohyeon nuna? Creo que todo el tiempo tuvo razón…
Y tras decir esto, Jaejoong emprendió sus pasos hacia la puerta, con la maleta en una mano, con el corazón roto en la otra.
—Dale un beso a Hana de mi parte.
Apenas Jaejoong dio el primer paso, Changmin sintió como si algo abandonara su cuerpo y lo volviera nada más que un objeto inanimado, sin voluntad ni capacidad de mover un músculo para detener el derrumbe que sucedía frente a sus ojos.
Jae tenía que pasar a un lado de él para salir de la habitación. Changmin veía en cámara lenta cómo su amigo se acercaba a él sin mirarlo a los ojos, con la vista puesta en la puerta, en la salida y en la despedida.
En ese momento Changmin se percibía a sí mismo como un enjambre de emociones que no podía ordenar. Ni siquiera sabía cómo las estaba sintiendo ¿Era en su cuerpo? ¿Era en su mente? Su voz interior parecía estarse dividiendo en dos, y luego en cuatro, y luego en veinte y no paraban de multiplicarse. Las nuevas voces le estaban hablando al mismo tiempo, dando instrucciones desesperadas, las frases se empalmaban una sobre otra, gritándole, exigiéndole que tomara acción y Changmin continuaba inerte, observando como se quedaba sin opciones.
"HAZ ALGO" Decía una de sus voces, la más prominente de todas "HAZ ALGO, MALDITA SEA ¡LO ESTÁS PERDIENDO!"
Sintió a Jaejoong pasar a su lado, sus brazos apenas se rozaron y ante el contacto, el cuerpo de Changmin reaccionó como si le hubieran vertido un balde de agua helada encima. El vello de todo su cuerpo se erizó, los músculos de sus brazos se contrajeron y sus pulmones se llenaron de aire en una bocanada desesperada, como si previamente se hubiera estado ahogando. Y las voces en su cabeza volvieron a unirse en una sola. Una que exigía acción inmediata.
A su vez Jaejoong daba los últimos pasos hacia la salida. El más difícil de todos siendo aquel que lo hizo pasar a un lado de su mejor amigo, del que hoy se estaba despidiendo, quizá para siempre. Y como si no fuera suficiente con la maraña de sentimientos que se barajaban en su pecho, aquel mínimo roce de su brazo contra el de Changmin, aguzó todos sus sentidos.
Su piel se estremeció ante el escaso contacto, sus ojos le protestaban desesperados por dejarlo ver a su amigo, sus oídos escucharon a Changmin inhalar fuertemente, su olfato sentía aún más claro el aroma de la colonia del otro y con él, su pecho se inundó de la añoranza por algo que nunca fue suyo.
Con un esfuerzo monumental y sintiendo como si dejara su corazón atrás, recorrió los dos escasos pasos que le faltaban hacia la salida.
Justo antes de que pudiera abrir la puerta de la habitación, sintió una mano envolverse en su muñeca. Changmin estaba aún más cerca que antes, sus rostros a solo centímetros y Jaejoong sintió que el dolor y el amor lo rodeaban en una sensación asfixiante, de la que quería huir.
—Jaejoong... —Changmin pronunció su nombre por primera vez. Lo miraba a los ojos de una manera tan íntima que el aludido sentía que podía ver dentro de él, que su amigo era capaz de entrar en su interior y de revolver todo lo que en él contenía.
Pero no dijo nada más.
Jaejoong se quedó inmóvil con la mano envuelta en la perilla. Con la mano de Changmin en la suya, deteniéndolo, con los ojos de este viendo a través de él, sin que sus labios pronunciaran palabra alguna. Sus propios ojos recorrieron el rostro de su amigo, de aquel que nunca había podido llamar nada más que "amigo". Quería recorrer cada centímetro de ese rostro con su mirada, porque probablemente sería la última vez que podrían.
Vio la clara expresión de dolor de Changmin. De dolor y de algo más que no podía reconocer ¿ímpetu? ¿fortaleza? Sus ojos, cristalizados por las lágrimas, sus pómulos marcados, su ceño fruncido, su quijada apretada por la tensión, sus labios…
Sus labios
Y fue como si su cuerpo reaccionara por sí solo. Fue como si tras tantos años de añoranza y de control, su cuerpo le dijera "Al menos una vez..."
Soltó la perilla de la puerta, zafándose a su vez del agarre de Changmin y colocó la mano sobre la mejilla del otro con ternura, como dándole una señal de lo que estaba por pasar. Una oportunidad de que lo detuviera.
Y besó sus labios. Besó esos labios que había soñado besar desde la adolescencia, y sintió como si su cuerpo hubiera estado vacío todo este tiempo, y recién en este contacto comenzara a llenarse. A llenarse de un amor desbordante y de un dolor asfixiante.
Changmin supo lo que iba a pasar desde que la mano del otro tocó su mejilla, pero no sabía que iba a doler tanto. Jaejoong apresó su labio inferior entre los suyos en una caricia tierna, que mandó corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Fue tan breve que Changmin apenas tuvo tiempo de responder, presionando los labios contra los de su hyung con los ojos cerrados, sintiendo el peso de todo lo que pudo haber sido y no fue.
Sus puños se aferraron con fuerza al pantalón de Jaejoong, a cada lado de su cadera afianzándolo hacia sí, mientras sentía sus labios separarse y las lágrimas caer por sus mejillas.
Los mismos recuerdos que lo irrumpieron hacía algunos minutos llegaron a él nuevamente, esta vez, como si los viera desde una distancia mayor y pudiera contemplarse a sí mismo. Ahí, compartiendo esos momentos con su hyung.
Un Jaejoong de cinco años le esperaba al pie de la escalera, dándole ánimos para bajar, mientras un Changmin de tres se aferraba con las manos a la barandilla. Un Jaejoong de seis años de pie sobre un banquito viendo sus dientes en el espejo, y un Changmin de cuatro de puntillas sobre el mismo banco, observando el reflejo de su hyung con curiosidad. Un Jaejoong de doce años cantando Candy en el karaoke cerca de la escuela, mientras un Changmin de diez lo animaba y bailaba la coreografía. Un Jaejoong de dieciséis en una cama de hospital con la nariz rota, y un Changmin de catorce con heridas en el rostro, sujetando la mano de su amigo. Jae de veinte, que corría por la estación de Seúl para recibir al recién llegado Changmin con un abrazo, Jae de veintiocho en la playa de Busán, Changmin a su lado ordenando la comida para un picnic. Jaejoong de treinta y cuatro cantando una canción infantil al cocinar, mientras un Changmin de treinta y dos ponía la mesa con una sonrisa y Hana reía desde su silla alta.
¿Cómo podía estar perdiéndolo?
—Hyung... —dijo Changmin cuando se separaron, soltando ambas manos de los costados de Jaejoong y usándolas para sujetar la mano del mismo sobre su rostro, pidiéndole que por favor no lo soltara. Pidiendo que se quedara con él, que lo besara una vez más, que le diera esa oportunidad que sin saberlo, hacía años había desechado.
—No puedo, Min... —la voz de Jaejoong apenas audible. Sus ojos llenos de lágrimas que ya no podía detener. Una sonrisa triste sobre sus labios —Me hace daño estar aquí...
Changmin sintió como estas palabras rompían la voluntad que le quedaba. Por un momento pensó en aferrarse a él, en detenerlo, en decirle todo lo que sentía y no había tenido oportunidad de decir, en implorar por su perdón, por haber sido tan ciego y tan estúpido. Pero también sabía que esto no sería más que un acto de egoísmo.
Sintiéndose como un completo idiota, decidió que ya no podía insistir. Tenía que dejar ir a su hyung, tenía que dejarlo hacer la vida feliz que se merecía. Ojalá no sintiera lo que sentía, ojalá no lo hubiera descubierto tan tarde. Jaejoong tenía que irse para no sufrir más. Su felicidad estaba en otra parte y Changmin tenía que aceptarlo, tal y como Jae lo había hecho por él hacía ya más de ocho años.
Sintió la mano de Jaejoong abandonar su mejilla, soltándose de su agarre, y con la mirada perdida lo percibió saliendo de la habitación.
Unos segundos después escuchó la puerta del departamento cerrarse, y al mismo tiempo, el peso del desconsuelo caer sobre él.