Chapter Text
Cada cierto tiempo, el apodado como Capitán Frío se colaba en los laboratorios STAR., pero no para robar nada, ni para hablar con nadie.
Esquivaba las cámaras como el ladrón profesional que era, y se paseaba por el lugar como si fuera su propia casa para espiar a los amiguitos de Flash y al propio velocista.
Lo más habitual era encontrárselos centrados en algún caso o pensando en cómo derrotar a algún meta especialmente molesto, pero también había veces en las que simplemente los veía charlando e incluso rara vez discutiendo.
Ésa era una de las no habituales.
–¿Viajaste en el tiempo para salvar a tu madre?
Fue Cisco el que lo preguntó, evidentemente molesto y con ganas de tirarse al cuello de su mejor amigo.
–Sí, verás, yo… estaba hundido, no pensaba cuando lo hice –El chico estaba nervioso y, por alguna razón, hablaba con culpabilidad–. Pero corregí el error.
–¿Corregiste el error? –preguntó de nuevo el otro–. ¿O tan solo empeoraste las cosas? –Se levantó de la mesa, casi temblando por la rabia que sentía–. ¡Mi hermano está muerto, John tiene un hijo en vez de una hija, Iris no le habla a su padre y Caitlin tiene los poderes de Killer Frost!
–Cisco, yo…
–¡Y lo peor de todo es que ahora no quieres volver al pasado para cambiar todos los desastres que has causado!
El criminal se sorprendió y a la vez se alteró, pues el que era el héroe de Central City no solo podía viajar en el tiempo y cambiar la historia, sino que además les había hecho algo horrible a sus amigos más cercanos.
Eso le dio qué pensar mientras salía de allí de la misma forma sigilosa en la que había entrado, pues si el joven había podido matar al hermano del científico y hacer que la chica de la que estaba enamorado no le hablara a su padre, ¿qué sería entonces capaz de hacerles a sus enemigos? ¿A él?
Fue en ese momento que decidió que no quería averiguarlo, y por ello se fue a su apartamento a pensar un plan.
***
Tras la discusión con sus amigos, Barry había sido prácticamente echado de los Laboratorios STAR, por lo que sin ganas de ir a casa a discutir también con su padre y su mejor amiga, se marchó al único lugar al que sabría que podría ir sin tener que preocuparse demasiado de lo que opinara la gente de él.
En Jitters, el velocista se puso en la cola para esperar su turno, pidió un “Flash” y se sentó en una mesa, solo y sin poder dejar de pensar ni un solo segundo en cómo la había fastidiado.
Unos minutos después de que el chico pidiera su segundo café y volviera a sentarse en el mismo sitio en el que había estado hasta ese momento, entró en el local alguien que llamó mucho la atención del joven.
Durante todo el rato que el hombre estuvo esperando su turno para pedir lo estuvo observando, pero no fue hasta que pidió que el otro se acercó a él y colocó el vaso sobre la mesa mientras se sentaba.
–¿Qué diablos quieres, Barry? –preguntó el ladrón–. Has estado mirándome desde que he entrado, así que habla.
El velocista lo miró fijamente, en silencio, durante unos segundos, observando después a su alrededor como si creyera que todo lo que estaba viviendo no era real, pero finalmente volvió a dirigir sus ojos hasta donde estaba el criminal, mirándolo confundido.
–Parece que no lo fastidié todo al fin y al cabo.
–¿De qué hablas? Sé claro o me largo.
El joven se quedó pensativo, dudando en si era buena idea o no contarle su situación al hombre que tenía delante de él, pero necesitaba hablar con alguien, y en ese mismo momento no tenía una mejor opción.
–Había otro velocista, Zoom –Comenzó a explicar–, que me puso las cosas muy difíciles, y bueno, entre otras cosas… asesinó a mi padre –Bajó la mirada hasta su café–. Cuando por fin conseguí pararlo yo… estaba destrozado, necesitaba un descanso, una recompensa –Se llevó una mano la cara y suspiró–. Así que viajé al pasado hasta la noche en que mi madre fue asesinada y la salvé –Negó levemente con la cabeza–. Unos meses después me di cuenta de que todo había sido un error y volví a dejar que todo pasara como estaba previsto, pero cuando volví aquí, algunas cosas eran distintas.
–Espera un momento, chico –dijo el ladrón–, algunos no podemos llevar tu velocidad –El CSI se obligó a aguantar la sonrisa que quería salir a causa de la broma–. ¿Viajar al pasado y cambiar acontecimientos es algo que haces a menudo?
–No –contestó–, ¿de hacerlo no crees que te hubiera impedido traicionarme, o hacerte con la pistola de hielo desde un principio? –preguntó–. O me habría advertido de que Wells era en realidad Reverso, o que Jay en realidad era Zoom, o también habría podido impedirme crear la singularidad… Así habría salvado a mucha gente que no merecía morir por mi culpa.
–Tu rollo de súper héroe acaba cansando –Le dio un sorbo a su café tras decirlo–. ¿Todas esas personas que han muerto lo hicieron porque tú las pusiste en el camino? –preguntó– ¿Las pusiste en ese lugar y en ese momento? –El criminal negó con la cabeza– La gente toma sus propias decisiones, chico, y si te sigues culpando de lo que hacen los demás, ese error tan grave del que te estás lamentando no será el único.
–Supongo que tienes razón –murmuró–. ¿Por qué estás siendo tan amable conmigo?
–Quizá tenga un plan que requiera tenerte de mi lado –contestó–, o quizá tan solo busque información.
–O tal vez no seas tan malo como quieres hacer ver y tan solo has querido ayudarme al ver que tenía mala cara.
El chico sonrió levemente de lado, pensando de nuevo que tenía razón sobre lo que pensaba de él y que el Capitán Frío no era tan horrible, tan solo había crecido bajo circunstancias horribles.
–Ve más despacio, chico –Lo miró fijamente a los ojos–. Soy un criminal, no te fíes de mí, te acabaré volviendo a traicionar.
–O quizá solo tienes miedo de admitir que puedes ser mejor.
El mayor se terminó su café y se levantó de la mesa, dispuesto a irse. Él ya había hecho su trabajo acercándose al velocista y advirtiéndole sobre sus intenciones para no jugar tan sucio como en un principio había planeado.
–Yo ya te he advertido.
–Oye, Snart –Volvió a hablar el joven–. Ha sido… agradable hablar contigo.
El ladrón lo miró a los ojos durante un momento, pensando en que tal vez podría dar el siguiente paso de su plan y que el otro no se daría cuenta, por lo que acabó sonriendo levemente de lado.
–Hay una pequeña posibilidad de que mañana me pase por aquí a la misma hora de hoy –explicó sin dar muchas vueltas–. Y hay una pequeña posibilidad de que si para cuando llegue ya tenga un café listo, pueda quedarme un rato a hablar.
Sin decir nada más, se dio la vuelta y se marchó sin prisas, igual que había entrado, y unos minutos después ya había desaparecido del campo visual del CSI.
Barry, sin embargo, se quedó sentado durante un rato más, bebiéndose su café con calma y pensando en si debería o no volver allí al día siguiente a la misma hora para hablar con alguien del que no debería fiarse tanto como lo hacía.
Finalmente, se levantó de la mesa, comenzó a caminar hacia su casa y sonrió levemente pensando en que no estaría mal tomarse un pequeño descanso de su vida y volver a hablar un rato con alguien para desahogarse.
Por su cabeza se le pasó que, ya que en esos momentos no tenía a nadie más para charlar, ¿qué mal podía hacerle pasar un rato con alguien que ya sabía muchos de sus problemas?
