Chapter Text
Bajo los árboles de sauce, los lotos florecen
por
千里之行 , 始于足下
Un viaje de mil li comienza con un solo paso
Siente como si se estuviera ahogando.
Todo sonido está apagado.
Jiang Cheng siente como si sus oídos estuvieran rellenos de algodón mientras su mente rebobina las palabras de Lan Xichen. Dichas tan sólo minutos atrás, sus ojos arrugados con cansancio y angustia, remordimiento pulsando en la delgada línea de sus labios apretados.
Creo que sería beneficioso para ambos si pasamos algo de tiempo alejados.
Jiang Cheng no sabe si Lan Xichen lo notó entonces, pero sus palabras habían eliminado el aire y sus ganas de pelear. Dejaron a Jiang Cheng con nada más que un vacío que no está seguro si alguna vez se desvanecerá.
No recuerda el asentimiento brusco de cabeza que le dio a Lan Xichen como respuesta, no recuerda retornar al Hanshi ni arrastrar sus pasos de vuelta a su… no, hacia la habitación de Lan Xichen. No recuerda comenzar a recoger sus cosas, yendo a través de sus movimientos sin rumbo con una mente en blanco y manos frías y pegajosas.
¿Qué estoy haciendo?
Sus pies se sienten pesados y torpes como bloques de madera, el tutum de cada paso suena demasiado fuerte, reverbera en el silencio de la habitación vacía.
No hay mucho que empacar ya que no ha creado el hábito de dejar sus posesiones en el Hanshi como si… como si esta también fuera su casa.
(Nunca lo ha sido y nunca lo podrá ser.)
Es una cuestión de minutos para que Jiang Cheng reúna desordenadamente sus pocas pertenencias en un bulto de tela.
Si Jiang Cheng es honesto consigo mismo, en los últimos meses, cuando sea que se tuvo que quedar en el Hanshi, él siempre sintió una subyacente tensión fermentándose en el ajeno y elegante interior de la casa de Lan Xichen que le susurraba no eres bienvenido, no eres bienvenido, no eres bienvenido…
Ha sentido a Xichen distanciarse gradualmente más y más, convirtiéndose menos en Lan Xichen y más en Zewu-Jun al tiempo que sus peleas aumentaron en frecuencia y duración, revolviendo de nuevo los mismos pequeños problemas que han plagado sus respectivos pensamientos desde el incidente en el Templo Guanyin hace tres años atrás.
¿Fue mi culpa?
(Por supuesto que lo fue, niño tonto. ¿Cuándo es que no ha sido tu culpa?)
No siempre se sintió así, cuando Jiang Cheng todavía era el Líder de Secta Jiang para Lan Xichen. En ese entonces, el Hanshi había sido reconfortante; como suaves risitas y cálido sol filtrándose a través del papel de la ventana.
Jiang Cheng desea poder preguntarse qué ha causado el cambio en su relación, pero sabe muy dentro de sí que el problema yace en él. Después de todo, ¿qué otra cosa más podría haber sido aparte del parasitario mal que Jiang Cheng es en sí mismo?
Con su misteriosa habilidad para corromper cualquier cosa buena que entrara en contacto con él, destruyendo, destruyendo, destruyendo todo en el momento en que lo tocara, es sin lugar a dudas culpa de Jiang Cheng por tratar de crear felicidad allí donde heridas abiertas residían, forzando sus sentimientos en alguien que estaba lastimado… esperando, esperando, esperando que tal vez en esta ocasión, si era lo suficientemente útil, podría funcionar favorablemente después de todo.
No eres lo suficientemente bueno. Nadie te quiere. Nunca serás aquel por el que ellos se preocupen.
(¡A-Ying! ¡Rápido, trae a un médico! A-Cheng, ¿qué haces parado allí? A-Ying está…)
(A-Cheng, ¿por qué no has mejorado? ¿Acaso estás tratando de avergonzarme deliberadamente…?)
(¡Lan Zhan! ¡Lan Zhan! Mira…)
(A-Yao… ¿por qué me dejaste atrás…?)
—Supongo que no. —Jiang Cheng ríe amargamente para sí mismo. Después de todo, había olvidado algo muy importante la primera vez que se acercó a Lan Xichen en su reclusión… y es que, a diferencia de Wei Wuxian, quien es amado por los cielos y favorecido por el destino, nunca será el turno de Jiang Cheng para disfrutar tales bendiciones.
Siempre ha sido así desde que era un niño, qué ingenuo de su parte por pensar que tal vez, sólo tal vez, las cosas serían mejores una vez que hubiera crecido.
Corriendo a través de su cabeza como una manada de caballos dejados en libertad, están las palabras que Lan Xichen había dejado no dichas, porque incluso en su enojo él era demasiado amable, demasiado bueno, pero Jiang Cheng las escuchó de todos modos, ahora repiquetean en su mente como el tintineo de su campanilla.
Quiero que te vayas. Que me dejes solo.
Las manos de Jiang Cheng dejan de moverse cuando acarician una ropa blanca de seda bordada con flores de loto a través de la longitud de las mangas, en pálidos pero brillantes hilos púrpura que están entrelazados con nubes arreboladas color azul bebé; una perfecta armonía de sus respectivos símbolos de secta.
Ah, piensa mientras su garganta se cierra en sí misma y sus ojos arden con lágrimas no derramadas, hice esto sólo días después de nuestra boda. Quería sorprender a Xichen con algo que fuera nuestro…
Excepto… excepto que los ropajes a juego, guardados y doblados en un baúl de ropa de alguna parte del Hanshi, jamás han sido usados. Lan Xichen le había sonreído cuando Jiang Cheng se los había dado, murmurando un bajo «gracias, Wanyin. Son un conjunto precioso y me aseguraré de atesorarlos bien.»
En ese entonces, Jiang Cheng se había sonrojado y replicado que le alegraba que a Xichen le gustaran, y que si quería, podía mandar a hacer más conjuntos para ellos.
Ahora, Jiang Cheng sabe. Sabe que Xichen sólo estaba siendo educado, mostrando nada más que extrema cortesía cuando aceptó un regalo que no había deseado. Sabe ahora que Lan Xichen no le había sonreído con afección, sino con arrepentimiento tejido en la curva de sus labios y en las sombras de sus ojos. Sabe ahora que ese regalo no era querido, como él.
Una carga, como él.
Jiang Cheng sabe que esta felicidad nunca fue suya, que las sonrisas más alegres de Lan Xichen no estaban reservadas para él.
Sabe en su corazón que es alguien más a quién Lan Xichen esperaba que estuviera en lugar de Jiang Cheng cuando ellos se inclinaron ante los cielos y ante el otro.
Jiang Cheng no sabe cuándo es que sus lágrimas comenzaron a gotear, cayendo al suelo con un suave blip, blip, blip. No sabe cuándo presionó aquellos ropajes más cerca de él y los aplastó contra su pecho, aquel que cargaba su corazón roto y su interminable río de dolor. Es sólo ahora que Jiang Cheng se siente fuera de balance, como un títere cuyas cuerdas han sido cortadas a la mitad.
Restriega las palmas de sus manos contra sus ojos con fuerza, limpia sus lágrimas como siempre ha hecho, se endereza de vuelta (como siempre ha hecho, como siempre ha necesitado hacer…) y atiborra los últimos artículos que le pertenecen a su bulto.
Respira profundamente para calmarse a sí mismo, lo suficiente para que sus manos dejen de temblar y prepara una rápida nota para Lan Xichen.
Lan Xichen,
Quizá estás en lo cierto, ya que estás con más asuntos, en que algún tiempo apartados podría ser lo mejor para ambos esta vez. Retornaré al Muelle de Loto por ahora.
Jiang Wanyin
Una vez que lee la nota otra vez, Jiang Cheng añade titubeante un tembloroso Lo siento y Te amo en el espacio entre su última oración y su nombre, antes de colocarlo en la mesa de té y asegurarlo con una taza de té vacía.
Entonces… ¿qué? Jiang Cheng quiere quedarse aquí, cree que tal vez, tal vez Xichen retornará y arreglará las cosas con su gentil voz y sus manos firmes. Sin embargo, el también siente como si no pudiera quedarse un segundo más aquí porque cada lugar que se queda viendo, cada cosa que toca, hace que su piel se erice con el conocimiento de no ser la persona con la que Xichen había intentado, había esperado compartir esta casa.
Es mejor irme. Después de todo, ¿cuál es el punto de seguir luchando por una batalla perdida? ¿Cuál es el punto de quedarme donde ya no soy querido ni necesitado?
(¿Me extrañarás, Lan Xichen?)
Con una pesada exhalación, Jiang Cheng camina hacía la puerta del Hanshi, una irracional urgencia de voltearse y beber de los detalles una vez más se precipita en él antes de que dar su último paso fuera de la puerta. Se gira, observa el espacio y los muebles que se han vuelto familiares para él en el transcurso de los tres años en que se volvió amigo de Lan Xichen, para después perseguirlo y para finalmente casarse con él.
Dejando que su vista delinee el elegante interior ante él, Jiang Cheng sella la imagen del Hanshi en su mente, nota los muebles hechos del más fino sándalo, donde él y Xichen compartieron espacio varias tardes mientras trabajaban en el respectivo papeleo de sus sectas. Se remoja en la otrora calmada atmósfera que ahora se ha tornado fría y quebradiza.
Mientras lo hace, Jiang Cheng deja que una sensación de pérdida y derrota se enrosque a través de él mientras el repiqueo de una risa histérica gradualmente se eleva dentro de él y amenaza con borbotear cuando se da cuenta de cuán necio ha sido por haber mantenido la esperanza de tener un final feliz aquí.
Aquí, con Lan Xichen, donde seguía viviendo a la sombra de una persona muerta, persiguiendo de nuevo un amor que nunca será suyo.
¿Acaso estoy maldecido para ser siempre ensombrecido por las memorias de fantasmas que ya han muerto? ¿Para ser observado con ojos que acarrean deseos ocultos, esperando que yo sea alguien más?
(Padre, Madre, Wei Wuxian y ahora, Lan Xichen.)
Resopla una risa sin humor, ¿qué otra cosa puede hacer Jiang Cheng aparte de resignarse a sí mismo a la realidad donde su matrimonio se ha convertido en nada más que una nueva variante igual a cualquier otra historia que se desarrolló en su miserable vida hasta ahora?
Lo que había comenzado como un inicio lleno de esperanza terminó con Jiang Cheng siendo despedazado, su corazón siéndole arrojado de vuelta en piezas. Jiang Cheng tuvo la ligera sospecha de que esto podía pasar cuando se embarcó en el viaje de cortejar al estimado Primer Jade de Gusu, los indicios hechos sonrisas tristes y ensombrecidas por un amor no resuelto, y a pesar de ello, de alguna manera, Jiang Cheng se mantuvo terco en su esperanza.
Tuvo la esperanza de que, con Lan Xichen, podrían ser capaces de encontrar la felicidad en el otro. Ahora Jiang Cheng sabe que su terquedad fue por nada, aquel deseo que todo lo consumía por un final feliz (sólo esta vez, por favor, sólo esta vez) y que había sentido esa vez no fue rival para sus frágiles sentimientos y corazón de cristal, destinado a arruinar todo aquello en que posara la mirada.
Camina a través de los corredores sinuosos de La Profundidad de las Nubes, acallado por la quietud de la noche tardía; aprieta su magro bulto de posesiones mientras sus pasos ligeros apenas dejan un débil frufrú y hace su camino lejos del Hanshi. Lejos de Lan Xichen.
Cuando finalmente había visto a Lan Xichen sonreír, muchas visitas después de la primera que había hecho Jiang Cheng, su corazón había revoloteado contra sus cosquillas y se había prometido a sí mismo entonces que, si alguna vez le daban la oportunidad de estar con Lan Xichen, nunca se alejaría de él. Que nunca lo dejaría atrás de la misma forma en que sus hermanos jurados lo habían hecho.
Así que ahora… ¿qué está haciendo Jiang Cheng?
Dejado solo con nada más de que sus acongojados y desesperados pensamientos, Jiang Cheng no tiene el poder para detener a su mente de vagar, de reflexionar, de buscar por algo, lo que sea que pueda ayudarlo a entender por qué está rompiendo una promesa que silenciosamente juró años atrás.
¿Por qué lo...? ¿Por qué hice…? ¿Cómo es que terminé en este patético estado?
En la bruma de su desamor, Jiang Cheng permite que su mente rememore el camino que abarcó apenas un día, pero que lo condujo a esto.
Tener que lidiar con irrazonables peticiones y peleas pequeñas por ser vecino de sectas más pequeñas, las que esperaban engañarlo para conseguir beneficios extra por trabajar con la Secta Yunmeng Jiang, no había sido la manera en que Jiang Cheng había planeado empezar la mañana.
Mientras que los problemas eran mayormente pequeñas molestias que podían ser resueltas, ya fuera con dinero o recursos extra, el tiempo empleado en encontrar las soluciones con sus confiables discípulos iba acumulándose, y antes de que se diera cuenta, Jiang Cheng ya había perdido el desayuno y el almuerzo. Como bono adicional, terminó con un dolor que amenazaba con partir en dos su cabeza. Cortesía del universo y los cielos y el destino, porque todos ellos lo amaban muchísimo. Claramente.
Elevando sus brazos para un largo estiramiento y sintiendo la quemazón de sus tensos músculos al ser estimulados, Jiang Cheng nunca extrañó a su esposo más de lo que lo hizo en ese momento. Oh, cómo extrañó la paz y quietud que la residencia de Xichen le ofrecía, extrañó la calidez que acompañaba las serenas sonrisas de Lan Xichen y los brazos fuertes que lo empujaban hacia un cálido pecho en los malos días, borrando con suavidad un vida llena de daño y dolor por esos pocos momentos.
Una vez que atendió el montón de papeles que requerían su inmediata atención tan rápido como pudo, Jiang Cheng se sintió victorioso cuando plegó y selló la última carta antes de agregarla a la pila que su mano derecha, Jiang An, vigilaría que fuera enviada a los sitios correctos que se necesitaban.
Después de informarle a su equipo que se dirigiría a Gusu por un corto viaje, Jiang Cheng había montado su espada y comenzado su recorrido hacia La Profundidad de las Nubes, volando a una rapidez no recomendada porque realmente, realmente esperaba ganar un par de horas extras con Lan Xichen. Habían sido semanas desde la última vez que había visitado La Profundidad de las Nubes y realmente echaba de menos a su esposo.
Urgiéndose a sí mismo, Jiang Cheng haló de las profundidades de su núcleo para volar incluso más rápido, la recompensa de ser capaz de ver a su esposo calentando su corazón incluso a través del cansancio causado por forzar así su energía espiritual.
Rápido, más rápido, hasta que los límites de la elegante y majestuosa arquitectura de los edificios de la Secta Lan se hicieron visibles a través del velo de nubes tenues. Sólo entonces Jiang Cheng desaceleró su velocidad a una más regular, sintiendo la tirantes de su energía espiritual debilitarse y así ser más un jalón que un constante frenesí. Sabía que era innecesario por su parte (y pobre de aquel que se diera cuenta), pero a Jiang Cheng le importaba lucir presentable cuando viera de nuevo a Lan Xichen después de semanas separados.
Secretamente, se preguntaba si Lan Xichen lo había extrañado tanto como él lo había hecho.
Dando zancadas a través de los corredores de La Profundidad de las Nubes, la base de sus botas crujiendo sobre la grava espolvoreada en la parte superior de los escalones de piedra, los pasos de Jiang Cheng se detuvieron cuando se distrajo momentáneamente por una pequeña parcela de tierra cubierta de hierba oscura a un lado del corredor que estaba recorriendo.
No lo había visto antes, pero ciertamente lucía como un lugar que sería apropiado para que él y Xichen tuvieran un picnic.
Con las hojas crujiendo bajo las suelas de sus zapatos, Jiang Cheng deambuló por ese trozo de tierra que estaba protegida por la sombra de árboles gingko. Incluso ahora que ya llevaba casado más de un año con Xichen, todavía había nuevos lugares de los que estaba aprendiendo en La Profundidad de las Nubes.
Al ver la cálida luz del sol que descendía a través de los huecos de las hojas de los árboles, la mente de Jiang Cheng pintó amablemente una escena encantadora de él y su esposo, que tropezaban el uno con el otro mientras se reían, rodeados de hojas de árboles que caían y felicidad…
—¡Lan Zhan! ¡Lan Zhan! Mira estas hojas, ¡parecen orejas de conejo!
Ugh, Jiang Cheng exhaló un suspiro resignado internamente al escuchar la risa despreocupada de Wei Wuxian deslizar su camino hacia él, traída por la brisa de la tarde que agitaba los árboles y hacía sonar su campana.
Honestamente, parecía que cualquier lugar al que fuera, era absolutamente imposible no encontrarse con Wei Wuxian y su esposo de rostro impasible. Jiang Cheng no guardaba mucha esperanza de que ambos no estuvieran envueltos en alguna forma de comportamiento desvergonzado. Y no estuvo equivocado al rodear el árbol más cercano a él.
Acurrucado sobre el regazo de su precioso Lan Zhan, Wei Wuxian agarraba una pequeña montaña de ramitas, hojas y flores en su propio regazo. Aparentemente, Wei Wuxian era tan libre en esos días que incluso había aprendido a realizar arreglos florales y ahora estaba elaborando una especie de corona de flores para su esposo.
Jiang Cheng medio resopló ante la idea de Lan Wangji siendo decorado con una pobremente construida corona de flores; de seguro chocaría con la estoica expresión que siempre estaba grabada en su rostro.
(Y si Jiang Cheng era honesto, ver a esos dos encerrados en su burbuja de felicidad hizo que algo sospechosamente parecido a envidia se torciera en su pecho, porque era algo que nunca había tenido la oportunidad de hacer por su propio esposo).
Con su ojo contrayéndose al ver a Wei Wuxian dejar de lado su trabajo en progreso para plantar un beso grande y largo en los labios de Lan Wangji, Jiang Cheng sintió que su paciencia llegaba al final de su (muy) pequeña extensión y rugió:
—¡Wei Wuxian! ¡¿Acaso no tienes vergüenza?! ¿Tienes que maldecir mis ojos con tu jodido coqueteo cada vez que tienes oportunidad?!
—¡Ah! Jiang Cheng, ¡estás aquí! ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no viniste a decir hola?
—¿Qué te hace pensar que debo reportarme ante ti cuando llego? —ladró en respuesta.
—No… eso, ¡eso no es lo que quería decir, A-Cheng!
—He dicho esto cientos de veces antes y lo diré de otra vez, ¡no me llames así! Y también, deja de ser tan jodidamente descarado a plena luz de día. No todos son como tú, sin una pizca de vergüenza en su…
—Detente.
Frente a la mirada helada de Lan Wangji, Jiang Cheng sólo sintió que su ira se elevaba a niveles monumentales al verlo apretar los brazos alrededor de Wei Wuxian (siempre, siempre, siempre actuando como una especie de guardaespaldas en exceso comprometido. ¿Creía que Wei Wuxian era tan débil que no podía vencer a un hermano menor al que ya había derrotado mil veces antes?)
—No le hables así a Wei Ying.
Y allí estaba. La retórica «no te metas con Wei Ying o voy a atacarte» que parecía ser lo único que Lan Wangji era capaz de hacer brotar de sí cada vez que tenían la desgracia de encontrarse. Realmente era una habilidad la que tenía Lan Wangji, quien necesitaba expresar menos de diez palabras para hacer que la presión arterial de Jiang Cheng se elevara a niveles poco saludables.
—¿Qué si no quiero, honorable HangGuang-Jun? ¿Cuándo es que mis palabras hacia Wei Wuxian han sido de tu concernimiento? Puede que seas su esposo, pero no pienses que obedeceré tus palabras respetuosamente sólo porque lo eres. ¡No seas tan arrogante como para pensar que tienes la autoridad para silenciarme! —se burló Jiang Cheng, su expresión pintada de sorna y rabia.
En retrospectiva, probablemente Jiang Cheng debió haberlo visto venir, ¿qué con él pudiendo ser la bruja malvada del universo en cualquier otro momento aparte de ese en específico? Las siguientes palabras de Lan Wangji dispararon una serie de explosiones en el campo minado que eran las inseguridades de Jiang Cheng.
—Wei Ying no merece los sentimientos injustos que proyectas hacia él por tu juicio parcial. Con su núcleo dorado ardiendo tan brillantemente dentro de ti, ¿no sientes ni una brizna de agradecimiento hacia él? ¿Ni siquiera para guardar un poco de respeto en tu corazón por sus sacrificios? Sin su sacrificio, nunca habrías sido capaz de alcanzar lo que has logrado hasta ahora. Antes de considerar escupir veneno hacia otros, reflexiona sobre tu vil naturaleza, Sandu Shengshou.
—Yo…
—Lan Zhan, ¡me proteges tanto, jajaja! Jiang Cheng, no lo tomes tan a pecho. Lan Zhan no lo quiso decir en esa manera.
¡¿Qué mierda?!
¿Qué quiso decir Wei Wuxian con eso de que Lan Wangji no quería decir las cosas que dijo de la forma en que lo hizo? ¡Por supuesto que quiso decirlo exactamente así! ¡¿Desde qué perspectiva eso podía ser malinterpretado?!
—Ugh, hablar con ustedes dos es una jodida pérdida de mi tiempo. A la mierda con esto, ¡voy a buscar a Lan Xichen porque claramente es el único ser tolerable por aquí!
Curiosamente, el rostro de Wei Wuxian cambió entonces mientras luchaba por incorporarse apresuradamente de su confortable lugar en el regazo de su esposo.
—Ah, ¡Jiang Cheng! Espera, tal vez no deberías…
Ignoró el incesante bla, bla, bla de Wei Wuxian. Jiang Cheng dio una vuelta seca y caminó directamente lejos del previo jardín pacífico y se dirigió hacia la dirección donde quedaba la pequeña cabaña de Lan Xichen, rodeada por un bosque de bambú.
¿De qué mierda iba Wei Wuxian justo ahora? ¿No había sido suficiente el que retrasara a Jiang Cheng en su camino a ver a su esposo? ¿Para qué estaba tratando de detener a Jiang Cheng?
Empujando su camino más allá de las puertas de madera de la cabaña, Jiang Cheng no fue recibido por una suave mirada y una gentil sonrisa, sino por silencio y oscuridad.
La confusión sangró a través de sus facciones. Jiang Cheng barrió su vista sobre la expansión de ese espacio, buscando por cualquier señal que Lan Xichen hubiera dejado e indicara donde había ido.
Sabedor de que Lan Xichen era un aficionado de ocasionalmente tomar caminatas alrededor de las tierras cercanas al Hanshi cuando estaba de un extraño buen humor, el siguiente paso de Jiang Cheng fue comprobar las tierras afuera. Caminó alrededor del recodo de la casa, y con su atención fija en la franja de árboles de bambú que alineaban el perímetro, su ojo captó un destello de luz a una distancia corta.
Caminó hacía allí y una figura encorvada y vestida de blanco gradualmente se hizo visible. Se enfocó en la túnica blanca arremolinada en el suelo, como resultado de la postura agachada de la figura, estampada con la signatura de nubes arreboladas de la secta Lan.
—Lan Xichen.
Sus labios se curvaron en una casi imperceptible pero cariñosa sonrisa. Jiang Cheng apresuró sus pasos mientras se aproximaba a la redondez blanca que era su esposo. Fue entonces que Jiang Cheng debió notar que algo no estaba del todo correcto, cuando Lan Xichen falló en saludarlo como siempre lo hacía, con una tranquila sonrisa y un suave «Wanyin, estás aquí».
Acercándose a su esposo, Jiang Cheng se dio cuenta que él estaba… ¿quemando papel?
No, no era un mero papel. Esos eran papeles de ofrenda, quemados solamente para los muertos.
Trazando su mente a través de una serie de importantes fechas que le concernían a él y a la familia de Xichen que todavía quedaban por venir, Jiang Cheng sólo pudo preguntar:
—Xichen, ¿qué haces quemando papeles de ofrenda aquí afuera en la oscuridad?
Aunque no era inusual que las preguntas de Jiang Cheng fueran enfrentadas con silencio en singulares ocasiones, el silencio de Xichen ese día se sintió distante. Como si su mente estuviera a millas de distancia, y deslizándose más lejos todavía.
¿Para quién estaba quemando papeles su esposo, acuclillado como algún tipo de mendigo en una desolada esquina de sus tierras privadas?
¿Qué tipo de identidad podría requerirse para que incluso en muerte no se pudiera conseguir la oportunidad de ser venerado apropiadamente?
Su molestia causada por su previo encuentro con su hermano y el esposo de éste recedió temporalmente al ver un tremor hacerse camino a través de su esposo. Jiang Cheng se apresuró a extender la mano para envolver a Xichen cerca de él.
—Xichen, volvamos adentro primero. Estar a la intemperie por demasiado tiempo no es bueno para ti.
—Sólo un minuto más, por favor… Yo quiero…
—¿Umm? Vamos adentro primero. De todos modos, ¿a quién se supone que estás rezando aquí afuera oscuridad y el lodo en un día tan al azar?
Pero… no parecía que Xichen lo estuviera escuchando en absoluto, y Jiang sólo pudo observar indefenso mientras las lágrimas comenzaron a trazar un camino en descenso en el rostro esculpido de Lan Xichen; lucían como riachuelos de plata fundida cuyo líquido reflejaba la luz de la luna.
(¿Por qué está llorando Lan Xichen? Ya raramente llora, a menos que…)
—A-Yao…
Oh.
Oh, claro.
Era…
Era el cumpleaños de ese sonriente bastardo escoria. No era de extrañar que la carta de Jin Ling ese día había parecido apagada —los caracteres personificando un inusual aire de distracción—. A pesar de que Jiang Cheng no era el mejor en las interacciones cara a cara, el ciertamente podía leer los trazos de pinceladas de Jin Ling bastante bien. Recorriendo sus ojos a través de su carta, Jiang Cheng pudo dilucidar manchas allí donde el pincel de Jin Ling se había detenido por un largo tiempo, muy probablemente a causa de una mente abstraída.
No había conectado las señales entonces; había asumido que su sobrino estuvo meditando sobre algún otro asunto. Jiang Cheng se preguntó, sospechosamente, que no podía ser posible que el concilio de mayores en la Secta Jin estuviera dándole problemas a su sobrino otra vez, ¿cierto? Si era así, podían apostar sus patéticos, llorosos y quejicas traseros que él se presentaría con Zidian y azotaría la estupidez fuera de ellos. (No era como si tal nivel de idiotez pudiera ser curada con sólo unos pocos azotes).
Sintiendo el cuerpo presionado contra él sobre-tensarse como un arco, Jiang Cheng se apresuró a devolver su atención al presente.
Al ver a Xichen tratar de corregir su expresión en una máscara de complacencia y fallar en su intento de esconder trazos de arrepentimiento y algo más que comenzaba a sangrar por los bordes, hizo que algo desagradable se retorciera en el pecho de Jiang Cheng.
No se sentía correcto, algo no se sentía correcto…
—W-Wanyin, estoy bien. ¿Podrías…? ¿Podrías dejarme ir, por favor?
Con la sensación de piezas encajando en su lugar de manera pulcra como algún tipo de rompecabezas en su cabeza, Jiang Cheng finalmente entendió por qué Lan Xichen se estaba comportando de manera tan rara, y también entendió qué emoción se había permeado a través de la máscara de Xichen.
Vergüenza. Era vergüenza. ¿Vergüenza de qué? ¿De sí mismo? ¿De Jiang Cheng? ¿O del hecho de que estaba siendo sostenido por otro sujeto mientras oraba por el hombre que amaba?
Dejó caer sus manos, esas que originalmente apretaban las magras líneas de los hombros y cintura de Xichen. Las dejó caer para que colgaran inertes a sus costados. Jiang Cheng no tenía idea de qué podía hacer, o qué podía decirle a Xichen.
Sé lo que es amar y perder a alguien también. Conozco ese dolor. Déjame estar aquí para ti. Quiero apoyarte a través de esto. No estás solo. (Te amo.)
Esas eran las palabras que Jiang Cheng había querido decir, pero lo que salió de su boca en su lugar fue:
—¿Por qué no puedes dejarlo ir, Xichen?
No. No, no, no, no…
No fue su intención. No tuvo la intención de decirlo en voz alta. No así, no cuando sabía que Xichen estaba herido…
(Pero él está herido también, ¿por qué a Xichen parece no importarle?)
Jiang Cheng sabía que esas fueron todas las palabras incorrectas que podían decirse, pero mirar la expresión de Xichen enfriarse en una máscara de helada cortesía hizo evidente que era demasiado tarde para retractarse de sus palabras. Un mar de silencio se extendió entre ellos cuando quedaron enfrentados el uno al otro, uno demasiado asombrado ante su propia estupidez para conseguir decir algo, el otro demasiado decepcionado para ofrecer cualquier tipo de respuesta.
Antes de que Jiang Cheng pudiera poner su mente en marcha para tratar de salvar la situación, Lan Xichen habló quedamente:
—Estaré un momento más, Wanyin. Tengo oraciones que terminar para A-Yao y algunas ofrendas que quemar.
(Por favor, déjame solo.)
—¿Por qué no puedes amarme? —susurró Jiang Cheng mientras sentía el piquete de la despida de Xichen.
Jiang Cheng se sintió tan perdido, tan desesperado; a la deriva, como un bote sin amarre en las perniciosas aguas del miedo. No pudo evitar que su voz se elevara, como la marea de sus emociones.
—Jin Guangyao fue… ¿qué acerca de él era tan bueno? ¿Por qué lo amaste tanto, Xichen? Te lastimó, causó demasiadas tragedias en el mundo en pos de sus ganancias egoístas, asesinó a muchísimas personas inocentes, ¡asesinó a tu propio hermano jurado! Embaucó a todo el mundo para hacernos creer que era algún benevolente líder cuando sólo era un despreciable, bastardo mentiroso que usaba a cualquiera que lo beneficiara más. Él…
—Wanyin, detente.
—…no era más que una pequeña rata asquerosa que sólo sabía cómo jugar sucio porque carecía de la fuerza para pelear honorablemente. No que hubiera esperado otra cosa de él, dado su…
—¡Suficiente! Wanyin, ¡no voy a tolerar tus calumnias hacia A-Yao cuando nunca conociste su historia ni nunca conociste quién era fuera de lo que viste de él al final!
—¿Qué diferencia hubiera hecho en ese entonces? ¿Conocer su historia lo habría absuelto de sus crímenes? ¿Son unas pocas buenas acciones suficientes para limpiar la suciedad y pecado de su nombre? Dime, Xichen, ¡¿cómo es que te estás aferrando a un hombre muerto?!
Dolor y decepción fluyeron en los hermosos ojos oscuros de Lan Xichen allí parado frente a Jiang Cheng, las llamas de fuego ondeando tras él. Las tensas líneas de los hombros de Lan Xichen traicionaban su creciente frustración mientras luchaba para gestionar sus emociones. Para recordar la reglas. Para comportarse con la propiedad que le correspondía a un Líder de Secta.
(Pero ni una vez recordó comportarse como un esposo debería.)
—Lan Xichen, ¿es realmente tan imposible para ti seguir adelante? ¿O darme una oportunidad?
Cuando el silencio se extendió, alargado más de lo usual en una significativa pausa cargada de tensión, Jiang Cheng por fin entendió que donde estaba parado en ese momento sería donde estaría destinado a permanecer en el corazón de Lan Xichen; tal como Lan Xichen permanecía de pie protegiendo las llamas que quemaban ofrendas para su amado, continuaría protegiendo la posición de Jin Guangyao en su corazón. ¿Y Jiang Cheng?
Jiang Cheng estaría como siempre había estado, parado el lado opuesto. Queriendo, esperando, deseando. Pero nunca alcanzando.
(Porque él nunca podría alcanzar lo imposible…)
—Jiang Cheng.
Alarmado ante el inesperado uso de su nombre de nacimiento, Jiang Cheng elevó sus ojos para encontrarse con los de Lan Xichen. Ingenuamente, sintió una tentativa oleada de esperanza dentro de las profundidades de su corazón porque… porque si Lan Xichen estaba usando su nombre de nacimiento, eso quería decir…
—Jiang Cheng, yo… creo que lo mejor para ambos es que reconsideremos nuestra situación antes de que esto nos dañe más…
Oh.
Oh, por supuesto. ¿Por qué creería…?
—…He dicho esto antes, que los Lan sólo amamos una vez en nuestras vidas. En ese entonces, cuando fuiste el primero en extender una propuesta formal de cortejo, fui claro contigo al decirte que aquel al que amé, no, aquel a quien todavía amo es A-Yao. Atrás en ese tiempo, tú me pediste una oportunidad y yo te confesé, en medio de la agonía de mi dolor y mi culpa, que era un tiempo oportuno para algo de distracción así que…
Lan Xichen tragó, encontrando difícil poner sus fragmentados pensamientos en palabras, para encontrar alguna forma de explicar lo errado que era su matrimonio sin lastimar a Jiang Wanyin mucho más de lo que ya había hecho.
—Es sólo que… A-Yao ya estaba muerto, y el concilio estaba presionándome para retomar mis responsabilidades, para que así pudiera parecer que las cosas habían retornado a la normalidad del pasado. Trajiste a mí una mano guía que me sacó de reclusión, y siempre voy a agradecerte por eso. Sin embargo, nuestros conflictos acerca de lo que piensas de A-Yao y lo que yo siento por él siempre han sido un muro de traspiés que se interponen en nuestra unión. No niego que A-Yao hizo cosas imperdonables, o que albergó intenciones que a la larga hirieron a muchos otros. Pero en lo que respecta al hecho de si él me usó o no, elijo dejar que las memorias que compartimos hablen por él.
Lan Xichen dejó salir un pesado suspiro y continuó:
—Jin Guangyao pudo haberme usado, pero siempre creeré que Meng Yao no lo hizo. Ahora que se ha ido a un lugar al que todavía no puedo seguirlo, todo lo que puedo hacer es recordarlo con cariño en mis sueños y memorias, y honrarlo con ofrendas en las fechas que fueron importantes en su vida… en nuestra vida juntos.
Se quedó viendo a la distante noche, los ojos de Lan Xichen otra vez rebosantes de lágrimas, su voz agrietándose con el peso de su aflicción mientras susurraba de manera rota.
—Jiang Cheng, ¿alguna vez has experimentado el peso de perder a tu destinado?
Ver cuán acabado estaba Lan Xichen en ese momento, bordes hechos añicos goteando con angustia y remordimientos, extinguió las ganas de luchar de Jiang Cheng como una vela soplada por un viento tormentoso.
En voz baja, Lan Xichen finalmente respondió una de las preguntas que habían estado comiendo vivo a Jiang Cheng desde el día de su boda.
—¿Sabes por qué mantuve mi cinta de la frente durante todo este tiempo en lugar de entregártela como debería haber hecho legítimamente como tu esposo?
Fundiendo sus ojos en la interminable expansión del cielo nocturno punteado de resplandecientes estrellas, Jiang Cheng asintió.
—Sé que nunca me viste como tu destinado.
—Te he defraudado, Jiang Cheng, y nunca podré disculparme lo suficiente por haberlo hecho, pero él corazón no puede evitar a quien ama. Sé que debe parecer una broma, una burla viviente de muchas de las reglas que vivo para respetar, pero incluso así, no me arrepiento de amarlo. Si pudiera haberlo hecho sin ofender a cada miembro de mi secta y cada persona en el mundo de cultivación que fue perjudicada por las acciones de A-Yao, habría enterrado mi cinta de la frente con él.
Jiang Cheng lo sabía, siempre lo había sabido, pero escuchar sus sospechas confirmadas de esa forma aún así rompió algo dentro de él justo cuando creyó que era imposible que hubiera algo más dejado en él para romper.
(Era consciente, por supuesto, de que Lan Xichen no lo amaba. Pensó que había hecho paz con el conocimiento de que, como máximo, él era una distracción para que Lan Xichen enfocara sus pensamientos lejos de un amor que nunca podría ser, lejos de Jin Guangyao.)
Y a pesar de eso, fueron las siguientes palabras de Lan Xichen las que sellaron el asunto y confirmaron uno de sus más grandes miedos: No era que Lan Xichen hubiera dejado de amarlo (¿cómo hubiera sido eso posible cuando, para empezar, Lan Xichen nunca lo había amado?), era el hecho de que Lan Xichen había terminado cansándose de él y su personalidad vil; de su tosca naturaleza y su venenosa lengua.
—Jiang Cheng, es sólo… ¿es que siempre debemos terminar peleando por estos asuntos? ¿No te dejan hastiado nuestras discusiones? Es que no puedo… no puedo encontrar la fuerza para continuar luchando contigo sobre esto. Yo… Yo lo siento pero creo que…
Una pausa.
— Creo que sería beneficioso para ambos si pasamos algo de tiempo alejados.
De pie ante la última serie de escalones que guian fuera de la Profundidad de las Nubes, Jiang Cheng se detiene. Él personifica a una figura solitaria, lo sabe, pero ¿y qué? De seguro se le ajusta, dado que su mundo está desmoronándose a su alrededor de nuevo. Lo han dejado varado en medio de las ruinas de sus expectativas incumplidas.
¿Por qué siento que la felicidad es tan sencilla de lograr para todos pero no para mí? ¿Por qué es que, sin importar lo que haga, la felicidad simplemente se desliza entre mis dedos como si fuera arena?
Jiang Cheng lo odia, odia su vida y se odia a sí mismo con una pasión que consume su alma, su corazón y su mente.
Sandu Shengshou, vaya chiste.
Está tan consumido por la ignorancia, la avaricia y la furia que básicamente se ha convertido en un embajador para ellos. Sólo otra cosa que no pudo conquistar, otra imposibilidad que se quedó corto en alcanzar.
Jiang Cheng no puede vivir así, no quiere vivir y morir así. Las últimas brasas de esperanza amenazan con apagarse en él, pero no se han ido del todo todavía. Así que cuando su mente le susurra «¿No mereces tu propia oportunidad de ser feliz? ¿No mereces vivir por ti mismo?», Jiang Cheng no puede evitarlo. Se odia por su debilidad, se odia por el traicionero «Sí» que se desliza desde las profundidades de su desmadejado y magullado corazón.
Es algo tonto, Jiang Cheng lo sabe, pero ya no puede obligarse a sí mismo a que le importe más porque su corazón yace hecho trizas como polvo bajo sus zapatos, como sus esperanzas y sueños fracturados igual al hielo roto.
(Él sabe que ya ha alcanzado su límite, y que si no se detiene, se quebrará. De una vez, y para siempre.)
No puede detenerse a sí mismo de imaginar cómo se sentiría.
Se imagina cómo podría ser una vida sin constante angustia; despertar y dormir en profundidad sin el peso del remordimiento de otras personas presionando sobre sus hombros.
Vivir sin cadenas, lejos de las sombras inminentes de su hermano y el amado muerto de Lan Xichen.
Hacer lo que sea que traiga felicidad a su corazón, y no lo que él creyera que los haría felices.
Sin preocuparse de decepcionar a nadie más que a sí mismo.
(No es como si no pudieras. Después de todo, las preparaciones ya fueron completadas hace tiempo.)
Ha sido bastante tiempo desde la última vez que fue honesto consigo mismo acerca de lo que quiere, que Jiang Cheng apenas y puede trazar una apropiada pintura de un ideal, si es que imaginario, futuro para sí mismo; una genuina satisfacción parte de un pasado tan lejano que tratar de recodar la sensación de eso es difícil.
(Si no puedes recordar cómo se siente la felicidad, entonces búscala.)
Descendiendo perezosamente los escalones de piedra, Jiang Cheng contempla si no sería infinitamente egoísta de su parte tan sólo dejar todo de lado y desaparecer, porque él realmente ya está harto.
¿Por qué no entonces? No es como si alguien realmente fuera a extrañarlo… ¿cierto?
Así, al fondo de las escaleras que guian fuera de La Profundidad de las Nubes, Jiang Cheng decide que es tiempo de que su viaje termine; porque cuando te has estrellado al final del camino, la única opción es regresar, o buscar un nuevo camino.
Jiang Cheng lo decide en el momento que sus pies crujen contra la grava del último escalón de piedra de las escaleras que guían lejos de La Profundidad de las Nubes.
Esta vez, no miraré atrás.