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Hola! Esta historia sería un songfic, y por lo tanto contiene la letra (en inglés original, y luego traducida al español) de "All that jazz", canción de la película musical "Chicago". No tiene nada que ver con la película, solamente la letra de la canción se relaciona un poco, para hacerlo más sexy ;). Los personajes de esta historia pertenecen a Inagaki y Boichi, de Dr. Stone.
Five, six, seven, eight
Juego de rol sexual. Esa era la dinámica que había salido “sorteada” para esa noche, y que compartirían los tres. Tenían muchas opciones candentes entre los papelitos escritos y doblados, celosamente guardados en una bolsa de raso, echando a la suerte cómo sucedería, para hacerlo más intrigante y divertido. Querían hacer algo nuevo y pasar la noche juntos, tantas veces que habían percibido la fuerte atracción sexual entre ellos, era hora de concretarlo y volver real la fantasía. Kohaku había estado íntimamente con Tsukasa y con Stan, y ambos lo sabían, motivo del cual no habían dudas de que todo saldría bien y estaban en confianza para hacerlo. Esa noche no importaba si eran conocidos, amigos, amantes, novios, esposos o cualquiera que fuera el vínculo que los definiera a cada uno con el otro, todo iba a redefinirse para preparar un nuevo escenario. Uno que disfrutarían sin reservas, y tal como el cuento de la Cenicienta, simularían algo que no eran, pero una vez que terminara esa noche, todo volvería a la normalidad.
Definieron los roles, vínculos y las personalidades de cada uno para ese juego, así como los límites de lo que no estaban dispuestos a hacer, todo lo demás sería válido. Kohaku y Tsukasa serían novios, e irían a tomar unas copas al bar de un elegante hotel cinco estrellas, mientras que Stan sería un soltero en busca de diversión. Dejaron muchas cosas a libre albedrío para que la sorpresa hiciera más divertidas las cosas y que fuera más natural, al fin y al cabo, era la finalidad de la dinámica. Lo único que sabían, era que esa noche sería única, memorable, épica.
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Come on babe, why don't we paint the town?
And all that jazz
I'm gonna rouge my knees and roll my stockings down
And all that jazz
Start the car, I know a whoopee spot
Where the gin is cold but the piano's hot
It's just a noisy hall, where there's a nightly brawl
And all that jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Vamos nena, ¿Por qué no pintamos la ciudad?
Y todo el jazz
Voy a colorearme las rodillas y bajar mis medias
Y todo el jazz
Arranca el coche, conozco un sitio
Donde la ginebra está fría, pero el piano está que arde
Es sólo un sitio ruidoso, donde hay peleas a menudo
Y todo el jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Se separaron para prepararse, la pareja por un lado, el soltero por el otro, y de esa forma acudirían al punto de encuentro, donde habían reservado una habitación para la noche. Kohaku optó por un sensual y largo vestido azul marino de raso, con un profundo tajo que le llegaba bien arriba en el muslo derecho. La sedosa tela permitía un tacto suave y fácil de deslizar los dedos, ideal para lo que seguiría. Acompañaba con un delicado choker de cuero blanco, destacaba su fino cuello con el accesorio ya que llevaba el pelo recogido en una coleta alta. Finalizaba el look con elegantes y altos stilettos negros como calzado, aretes pequeños de zafiro y ónix, y un sutil maquillaje que realzaba sus ya bellos rasgos. Tsukasa optó por una camisa color bordó de algodón egipcio, unos pantalones de vestir color caqui con un cinto, y unos zapatos de cuero marrón oscuro. Stan, por su parte y en otra ubicación, eligió una vestimenta más elegante, enteramente de negro. Una camisa de seda al cuerpo, dejando los primeros dos botones abiertos, pantalones de vestir entallados, un cinto de cuero platinado, y unos mocasines de charol.
- Soy muy afortunado, tengo una novia muy hermosa y sensual –dijo Tsukasa en voz baja, rozándole los brazos a Kohaku, que se miraba en el espejo, comprobando que todo estuviera perfecto antes de salir– Una mujer exitosa que siempre logra lo que quiere. Nada mal.
- Esa última línea no es tuya, teníamos que cambiar un poco nuestras personalidades, pero no entre nosotros –rió, cuando Tsukasa la miró, poniendo la mano en el cinto, gesto típico de Stan– “Hmm” –imitó ella, con la voz más grave que pudo– Logro lo que quiero porque voy a buscarlo, no me quedo esperando a que me lo den servido.
- Sí. Por supuesto –concedió el castaño, y deslizó las manos por las sinuosas curvas de ella, hasta posarlas en las caderas, cruzando miradas en el espejo.
- No gastes esas manos ahora, guárdalas para después... las necesitaré.
- No te preocupes, tendrás más que suficiente de eso y más–le susurró al oído y le besó el cuello, luego la soltó y le ofreció su brazo– ¿Lista para esta noche?
- ¡Ja! Más bien es lo que debería preguntarte a ti –contestó con confianza, aceptando el ofrecimiento– Vamos.
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Slick your hair and wear your buckle shoes
And all that jazz
I hear that Father Dip is gonna blow the blues
And all that jazz
Hold on hon, we're gonna bunny-hug
I bought some aspirin down at United Drug
In case you shake apart and want a brand new start
To do that jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Lleva un bonito peinado y ponte tus zapatos de hebilla
Y todo el jazz
He oído que el gran Louis tocará allí
Y todo el jazz
Espera, cariño, bailaremos sin control
He comprado aspirinas en la tienda de la esquina
Por si te cansas y quieres algo más
Para bailar el jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Kohaku y Tsukasa llegaron al hotel, y se dirigieron al bar. Era más que elegante y de primer nivel desde el diseño hasta las comodidades y el servicio, y si bien había personas vestidas casualmente, la mayoría llevaban ropas finas, por lo que la pareja calzaba perfecta ahí. Todo el salón estaba ambientado con una paleta de colores crema, blanco y negro, con arañas colgantes de cristales. Las paredes y el mobiliario en los tonos claros, y los manteles y toques decorativos de negro, además de un piano de cola completo centrado al final de la sala, donde un magnífico pianista tocaba grandes obras de jazz adaptadas para el instrumento solo. La pareja eligió una mesa con dos sillas, con el detalle secreto de que tuvieran espacio y sillas libres alrededor. Era una hora temprana de la noche, por lo que no estaba muy concurrido todavía.
Se sentaron un momento, admirando el lugar, que visitaban por primera vez, para que fuera más auténtico todo. El pianista hábilmente improvisó para conectar con otra pieza, una canción muy bonita y conocida, con mucho swing y dulzura, “Fly me to the moon” de Frank Sinatra. Impulsiva y decidida como siempre, Kohaku se levantó y tiró de la mano de Tsukasa para que se ponga de pie.
- ¿Bailamos?
- Pero no hay pista de baile, nos mirarán raro –dijo él, sonriendo con timidez.
- ¿Y a quién le importa? Si hay música así, no creo que sea sólo para oírla, tampoco vamos a molestar a nadie por mover un poco los pies. Si quieres vamos al lado del pianista y todo.
- No, está bien aquí –accedió rápidamente.
Tsukasa la abrazó por la cintura, y a pesar de que él era tan alto, los tacones de la rubia ayudaban a estar más parejos. Se movieron al compás de la música, sonriéndose con inocente diversión, y recibieron una sonrisa cómplice del pianista, que adornó y animó un poco más su interpretación. Cuando se percibió que la canción estaba por terminar, Tsukasa le hizo dar a Kohaku un giro completo y la inclinó hacia atrás todo lo que pudo, sosteniéndola firmemente, y así terminando galantemente de bailar. Incentivados por la diversión y el papel que desempeñaban en la dinámica de esa noche, compartieron unos cortos besos en esa posición, y luego se enderezaron y se volvieron a sentar, un poco sonrojados por la emoción y la exposición, después de agradecer al pianista con otra gran sonrisa.
- No sé tú, pero a mí se me secó la boca –Le dijo el pelilargo.
- Lo hiciste muy bien, no seas tímido. Fue divertido, y bailas bien.
- Gracias, y a ti se nota que te gusta, siempre te mueves bien en todo. ¿Qué te gustaría tomar? Voy a pedir algo a la barra.
- Un cóctel con piña y cítricos, que sea dulce y picante.
- Como tú.
Guiñándole un ojo a la par de su semblante sereno, lo que lo hacía el doble de sensual, el pelilargo se puso de pie y se dirigió a la barra. Kohaku se cruzó de piernas, dejando expuesto aún más el largo tajo revelador de su vestido, mientras observaba a su pareja hacer el pedido y luego esperar pacientemente a que estuvieran listas las bebidas de ambos.
- ¿Este asiento está ocupado?
Una voz profunda y levemente rasposa, resonó frente a Kohaku. El que había hablado era un hombre, alto y de buen porte, vestido impecablemente de negro, de rasgos terriblemente atractivos. Destacaba por su cabello platinado echado hacia atrás, excepto por un largo mechón al frente, ojos de un azul vibrante y adornados de larguísimas y espesas pestañas, y unos carnosos y cincelados labios. Tenía una pequeña sonrisa en los labios, juguetona y seductora.
- Sí, por mi novio –contestó la rubia, sin vueltas.
- Ah, disculpa, mi error –Inclinó la cabeza respetuosamente, y se dio la vuelta.
- No te dije que te fueras –le dijo Kohaku con un tono mandón en su voz, aunque con un dejo acaramelado.
- Pero tu novio...
- Mi novio seguirá siéndolo, aunque estés sentado aquí. ¿Y cuál es tu plan para hoy?
- Yo vine solo, abierto a compartir la velada con otra persona que se encontrara en la misma situación y gustara de compañía.
- Puede que me guste tu compañía, aunque no estaría cumpliendo el primer requisito, no vengo sola en el paquete.
- Todo es negociable, suena interesante –se sentó en la silla libre– ¿Cómo te llamas?
- Kohaku. ¿Y tú?
- Stanley. Stanley Sny...
- Sin apellidos, ahórratelo por favor –y agregó, burlona– Ni que nos fuéramos a casar, no necesitas decírmelo.
- Bien, entonces puedes decirme Stan.
- ¿Así que buscabas compañía para la noche, Stan? –Preguntó, con una sonrisa pícara.
- También, si se diera la feliz casualidad. Qué directa, nada mal.
- No veo el punto en disimular cuando tú ya dijiste suficiente como para que se entienda.
- Y si fue tan evidente, ¿para qué lo recalcaste?
- Para comprobar que estabas a la altura de dar una respuesta honesta.
- ¿Y el veredicto?
- Aprobado. Aunque no seré la única a la cual convencer, si te interesa seguir compartiendo la velada.
- Ya me parecía que una mujer tan preciosa y arreglada no podía estar sola después de todo.
- Y aun así te acercaste.
- Tenía que intentarlo. Si llegara a equivocarme, sería una terrible lástima.
- Punto para tu valor. Ah, ahí viene...
Tsukasa se acercaba con las dos bebidas, el cóctel frutal y ácido para Kohaku, y uno rojizo de granadita, ginebra y ron, el de él. Con su mirada recorrió de arriba abajo a Stan, relajadamente sentado hablando con su novia.
- ¿Tenemos compañía?
- Así parece, él buscaba una, y lo invité a quedarse. Amor, te presento a Stan, un nuevo amigo. Stan, él es Tsukasa, mi novio.
- Un gusto conocerte, Stan –Contestó Tsukasa, con una leve reverencia de la cabeza, luego tomó la mano que el hombre le extendía– ¿Qué te gustaría beber? Puedo pedir otro trago en la barra.
- No te preocupes, no quisiera que te molestes en hacerlo tú, no corresponde –se excusó.
- Insisto –Remarcó el castaño, su voz suave pero confiada e imponente– Sería de mala educación compartir una mesa y que el invitado no beba nada.
- De acuerdo, gracias. Una cerveza estaría bien, la Smokey Stout, la tienen aquí.
- Ya vuelvo, sigan conversando –Dijo, acariciando el cuello de Kohaku, y luego se fue hacia la barra nuevamente.
Luego de unos segundos en silencio, Stan volvió sus ojos a la joven que tenía enfrente, admirando tanto su belleza como esa mirada misteriosa que tenía, desafiante y divertida incluso. Kohaku le devolvió la mirada, y se “midieron” de esa forma, el diálogo entre sus ojos más que con palabras.
- Qué generoso y comprensivo es tu novio.
- Lo es, confiamos mucho el uno en el otro, por lo que nos ahorramos muchas preguntas y explicaciones.
- Ya veo, me gusta como suena. ¿Están habituados a aceptar a un tercero a sus citas?
- No, pero lo hemos conversado, y coincidimos en que sería interesante si se diera.
- Y aquí estamos... reconozco que se ven como una pareja un tanto intimidante, quizás muchos no se sientan a la altura de interceder.
- ¿Y tú sí te sientes a la altura?
- Sí –dijo sin dudarlo– Aunque para ser honestos, no intercedí, sino que me acerqué a ti solamente, y tú me invitaste a quedarme.
- Me gusta tu confianza, aunque espero que sean más que palabras.
Tsukasa regresó, entregándole el vaso de espumosa cerveza a Stan, y acercó una silla libre para sentarse. Alzó su cóctel, y los otros dos lo imitaron, para brindar.
- Salud –Dijo Stan– Por nuevos encuentros y oportunidades.
Conversaron los tres sobre temas variados, conociéndose un poco más en cuanto a sus vidas y profesiones, a la par de algunas bromas y opiniones personales sobre diferentes temas. Se sentía una buena energía y química entre los tres, además de que estaban en la misma página con respecto a muchas cosas. Cuando se terminaron las bebidas de todos, Kohaku le tomó la mano a Tsukasa, y asintió un par de veces, mensaje sin palabras que él entendió. Stan los observó a ambos, con una pequeña sonrisa adornando sus carnosos labios.
- ¿Cómo te llevas con que te digan qué hacer, Stan? –Preguntó la rubia de pronto.
- Eso no tiene una única respuesta, y depende de lo que me ordenen, si está alineado con mis valores, y cuál es mi rol en el vínculo con quien me ordena. Vamos, pregúntame lo que realmente quieres saber, creo que ya sabemos que no estamos hablando de trabajo en relación de dependencia aquí.
- Bien –Sonrió Kohaku– ¿Cómo te llevas con que una mujer guíe un encuentro íntimo?
- Si me gusta la mujer, hay confianza, y no pide nada degradante, estoy bien con eso. Nada más excitante que alguien que sabe lo que quiere y lo hace, mujer u hombre. Así que... ¿ya estás fantaseando con darme órdenes sensuales, Kohaku? No mencionaste a tu novio, así que parece que la mandona exigente eres tú.
- No te creas, es un líder nato, y se le da bien, en todos los ámbitos. Aunque reconozco que es más gentil y sereno que yo. Pero sí, soy exigente, y me gusta dar y recibir lo mejor.
- Me gusta cómo suena eso y que te hagas cargo, tienes mis respetos. Así que... asumo que me están preguntando indirectamente si me gustaría continuar esta agradable compañía y velada con ustedes en otro lado.
- Sí –Contestó Tsukasa– Le gustas a mi novia y me caes bien, también eres sincero y vas al grano. Así que, ¿por qué no?
- Eso mismo me venía preguntando desde que me dejaron acompañarlos. Son una pareja guapa, y por lo que veo ninguno de nosotros se va aburrir, tampoco me pongo muchos límites.
- ¿Estás limpio? –Le preguntó directamente– Me cuido con anticonceptivos, y me gusta sentir todo lo que tienen para ofrecerme, pero no quiero enfermedades.
- Sí, lo estoy, te doy mi palabra –le respondió, mirándola serio y fijo a los ojos.
- Bien, confiaremos entonces. ¿Vamos? La noche no se hará más larga por más que sigamos aquí.
- No sería problema, tenemos hasta el amanecer –le retrucó Stan, guiñándole un ojo.
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Find a flask, we're playin' fast and loose
And all that jazz
Right up here is where I store the juice
And all that jazz
Come on babe, we're gonna brush the sky
I betcha Lucky Lindy never flew so high
'Cause in the stratosphere, how could he lend an ear
To all that jazz?
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Trae una botella, nos vamos a desmadrar
y todo el jazz
Aquí arriba es donde guardo la bebida
y todo el jazz
Ven cariño, tocaremos el cielo
ni los aviadores llegan tan alto
Porque en la estratósfera no puede oírse
Todo el jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Como ya estaban en el hotel en el que se hospedaban, se dirigieron hacia los ascensores para subir por ellos hasta el piso donde la pareja tenía la habitación reservada. Tsukasa sacó la tarjeta que abría la puerta de su bolsillo, y cuando se vio la luz verde de activación, entraron. La habitación era más bien una suite, con una elegante sala de estar con cómodos sillones, minibar, un enorme baño con hidromasaje, y una generosa habitación con una cama tamaño king. Los tres sonrieron cómplices y satisfechos, era perfecta y cómoda para todo lo que tenían en mente, y más, y la noche era larga. Kohaku se volteó, mirando al estadounidense.
- Stan, antes de seguir, convéncenos de que valdrá la pena haberte invitado a que nos acostemos juntos.
- ¿A tu novio también tengo que demostrarle?
- No, conmigo basta, pero Tsukasa también tiene voz y voto si no le satisface lo que ve. Sólo quiere lo mejor para mí, verás.
- Ok ¿Con qué parte de mí quieres tu prueba?
- ¡Ja! Cuánta seguridad… Sorpréndeme, entonces.
Stan la miró fijo con una seductora sonrisa, comenzando a caminar lentamente hacia ella. Cuando estuvo a menos de un metro, no se detuvo, y continuó avanzando. Kohaku no le quitó los ojos de encima, así como no se echó para atrás, ni siquiera un paso o una leve inclinación, bien plantada. Eso pareció sorprender y complacer al hombre, que la alcanzó hasta que sus cuerpos se rozaron.
- No retrocedes... nada mal –Se inclinó un poco para susurrarle al oído– Realmente me deseas y quieres esto, ¿eh?
- No estaríamos aquí si no fuera así.
Stan asintió, y soltó una suave y cálida exhalación junto a la oreja de ella, sonriendo con malicia cuando la notó estremecerse. No la tocó, sino que solamente le recorrió desde la oreja hasta la base del cuello a esa mínima distancia, solamente la energía y el calor que su cuerpo y su boca emanaba le alcanzaban a la rubia. Volvió a subir hasta el lóbulo de la oreja, donde sí mínimamente rozó aquella sensible zona con la punta de su lengua, sin siquiera apoyar sus labios. La oyó jadear muy suavemente, y fue entonces cuando continuó el recorrido, delineando con el aire caliente de su respiración la quijada de Kohaku, hasta detenerse frente a sus labios. La miró a los ojos nuevamente, de reojo, ojos zafiro y aguamarina refulgiendo en la conexión y la dulce tensión expectante. Abrió la boca mientras exhalaba y recortó la distancia entre ambos, pero se detuvo milímetros antes de concretar el beso, sonriendo victorioso cuando la rubia intuitivamente se había acercado a él para corresponderle. La breve y grave risa que él dejó salir hizo abrir los ojos con sorpresa a Kohaku, que luego los entrecerró cuando se percató que había caído en la sensual trampa.
- Serás... –murmuró con una pequeña sonrisa– Bien, me alcanza con eso. Ahora bésame de verdad, pero... no puedes usar tus manos.
- Acepto el desafío.
Stan recortó la mínima distancia, esa vez para sí unir sus labios, y más. Contrastando con la lentitud y provocación anterior, la besó con mucha pasión, empujando sin demora su lengua contra ella, al mismo tiempo que volvía a caminar hacia adelante con las manos en los bolsillos. Como prácticamente la estaba arrollando con su fuerte cuerpo, a Kohaku no le quedó opción más que retroceder, de a un paso a la vez, una batalla que sin dudas perdería, pero no sin “luchar”. Los labios y la lengua del peliplateado eran muy demandantes, con lo cual no la dejaba ni pensar, a medida que la hacía caminar hacia atrás, empujándola con su cadera. Pronto la arrinconó hasta que la espalda de la rubia se chocó con la pared, pero él no se detuvo y abrió un poco las piernas para encerrarla completamente. Interrumpió el beso para mirarla a los ojos brevemente, sonriéndose mutuamente, y luego arremetió contra el cuello de Kohaku, depositando suaves mordiscos y húmedos y amplios besos, como si pretendiera devorarla.
La joven gimió, conteniendo sus ganas de colgarse del cuello de él, y expuso ese lado de su cuello para que Stan tuviera mejor acceso. “Demasiado sensual para su propio bien, y encima hace todo bien” pensó, con tan poco y ya quería mucho más, eso era lo que él le provocaba. Lo deseaba, mucho, y no tendría vergüenza en demostrárselo toda la noche, pero no era el único al que deseaba y con el que quería gozar. Le iba a costar mucho trabajo ser paciente y juguetona, si así empezaba la noche. Su boca fue intensamente invadida una vez más, a la par que sentía la entrepierna de él presionando contra ella, contribuyendo a “clavarla” contra la pared. La tenía a su merced, efectivamente sin dominarla ni usar las manos.
- Suficiente, por el momento –dijo Tsukasa– Que no se te olvide que es mi novia, Stan.
- Sólo le daba un poco de lo que pidió. Pero es fácil dejarse llevar con ella.
- Lo es –concedió el pelilargo, con una sonrisa, y extendió su mano hacia Kohaku.
Stan dio un paso atrás para liberarla de la sensual cárcel de sus piernas, y ella sin volver a mirarlo caminó hacia su novio, apoyando su palma contra la de él. La rubia le rodeó el cuello con su mano libre, y lo jaló para hacerlo inclinarse y así compartir un apasionado beso con él. Tsukasa la abrazó por la cintura con ambas manos luego, y las deslizó por las amplias caderas, hasta posarlas en el trasero de ella, apretándoselo con fuerza. Eso la hizo jadear, y como venganza ella le contestó mordiéndole el labio inferior, y tironeando del mismo. El castaño no iba a quedarse atrás, y le jaló de la coleta del cabello para hacerle alzar la cabeza, y así luego besarla apasionadamente hasta que la necesidad de respirar una buena bocanada de aire los interrumpiera. Cuando eso sucedió, Kohaku se apartó de él muy sonrojada y jadeante, llena de deseo.
- Tan tranquilo y tan salvaje, nunca sé con qué versión de ti voy a encontrarme.
- Hmm, ¿dónde estaría la diversión sino, si fuera tan predecible?
- Oh, no tienes idea, te subestimas –le contestó juguetona– Y no te preocupes, si te falta creatividad algún día, yo con gusto te doy ideas.
Escurriéndose de los brazos de Tsukasa, Kohaku se dirigió a la pequeña heladera, a considerando que era momento de usar aquello que había llevado con anticipación, en secreto. Sacó un bol con unas rojas y grandes fresas frescas, y se fue a sentar al amplio sillón, apoyando el bol en una mesita baja cercana. Miró a los dos hombres, haciéndoles el gesto con el dedo índice para que se acerquen. Los dos sonrieron y fueron hacia ella, sentándose uno a cada lado.
- Estoy antojada de fresas, ¿me das de comer, Stan?
- Claro, empecemos por darte de comer eso.
Stan tomó una frutilla, sosteniéndola por el cabo, y la acercó a la boca de Kohaku. Pero en lugar de dársela, jugó como si fuese un labial, y la frotó por los tersos labios de ella. La rubia lo miró a los ojos, y sonrió antes de dar un mordisco, que se cerró vacío, ya que el hombre había quitado la fruta de su alcance.
- Tú estarás antojada de comerlas, pero ahora estoy antojado de verte jugar un poco.
- ¿Quieres que te muestre lo que haría contigo? –Lo provocó, rozándole la entrepierna delicadamente con sus dedos.
- Me encantaría ser yo quien tenga una demostración de tu parte esta vez.
Antes de ponerse a ello, Kohaku se sentó a horcajadas de Tsukasa, dejando a Stan ocupar el espacio que había dejado, y así quedando los tres mucho más cerca. Una vez acomodados –el castaño aprovechando para acariciarle el muslo expuesto por el sensual tajo del vestido– Stan volvió a acercar la fresa a la boca de ella. Mirándolo a los ojos provocadoramente, Kohaku jugó con la fruta, primero jugueteando con su lengua sólo la punta, y luego recorriéndola con lamidas. Sus ojos conectaron con los cobrizos de su novio, cuando él la atrajo más contra su cuerpo, provocándola con empujar su entrepierna ligeramente contra ella. La rubia gimió, y aprovechó su boca un poco abierta para apoyar sus labios alrededor de la fresa, y desde allí chuparla lenta y sensualmente. La excitación de Stan aumentó notoriamente ante eso, era una imagen demasiado buena para sus ojos, más viniendo de ella.
Sintiendo la intensa mirada zafiro, Kohaku volvió a mirar al estadounidense directo a los ojos, y le encantó verlo un poco sonrojado. Esa noche estaba decidida a provocar con todo su ser, por lo que mientras continuaba saboreando por fuera la dulce y ácida fruta, apoyó una mano desvergonzadamente en el ya prominente bulto en el pantalón de Stan. Lo oyó inspirar bruscamente, y acompañó el jugueteo de sus dedos con la acción de su boca. Tsukasa también estaba encantado como una serpiente con lo que veía, y buscaba estimular su propia fantasía con buscar más contacto, acariciándola y frotándose contra ella tentadoramente. Finalmente, Kohaku se decidió por terminar de jugar con aquella fresa, y la mordió, deleitándose con el sabor, uno de sus favoritos.
- Otra –dijo en cuanto la tragó.
- Todas las que quieras, preciosa –bajó la voz, a un acaramelado susurro– Pero no te llenes, glotona, que tienes más por comer.
Stan le acercó otra fresa, más pequeña, y ella repitió la acción. Esa vez no duró tanto, pero a cambio ella continuó lamiendo y chupando la punta de los dedos de él, robándole un gruñido sensual, mientras seguía jugueteando con sus dedos en la entrepierna de él, por encima de la ropa.
- Otra.
Accediendo, le acercó una más, pero ella la tomó entre sus dedos, y la llevó a la boca de Tsukasa, para que fuera él quien jugara con la fruta. Sonriendo, el castaño no le quitó la mirada de encima mientras saboreaba a su forma, y luego la rasgó con sus dientes, antes de anclar una mordida y mover la cara, los dulces jugos comenzando a chorrear por sus labios. Ante eso, Kohaku sonrió con picardía, y recortó la distancia entre ambos para lamerle las comisuras de la boca, dejándolo limpio una vez más. Cuando el pelilargo quiso besarla de verdad, ella apoyó el dedo índice en los tersos labios de su novio, dejándolo con ganas. Tsukasa alzó una ceja, y en su lugar le recorrió el dedo con el filo de sus dientes, sin dejar de mirarla, esos ojos cobrizos se fundían ardientes.
- Yo también quiero –dijo Stan.
Kohaku tuvo una idea, y tomó una fresa grande del bol. En lugar de dársela, la sostuvo en el aire en el medio de los dos hombres.
- Vengan a buscarla, los dos al mismo tiempo, y no dejen nada –ordenó con voz sensualmente autoritaria– Como si fuera yo.
Sonriendo ante aquella provocación, los dos se acercaron, y jugaron besando y lamiendo la fruta, sus labios y lenguas rozándose. Deleitándose con la vista de esos hermosos hombres así, Kohaku continuó acariciando el miembro de Stan por encima de la ropa que parecía que iba a abrirse por sí sola en cualquier momento, mientras a su vez ella se mecía contra la entrepierna de Tsukasa, en la misma condición. Cuánto los deseaba, pero tenía que jugar mucho más, aprovechar cada segundo de esa noche para cumplir sus fantasías con ambos. Eventualmente la fresa quedó sensualmente maltratada, por lo que la acabaron de un mordisco cada uno, y otra nueva apareció inmediatamente, más pequeña.
- Ahora cómanla, pero la tienen que desintegrar entre sus bocas, que no quede nada.
Kohaku le quitó el cabo y se la dio en la boca a Stan, que la atrapó entre sus dientes y luego la introdujo jugueteando en la boca, con una ardiente mirada que le derritió las entrañas a la joven. El peliplateado se adelantó sin dudarlo, y Tsukasa fue a su encuentro, sus bocas conectando. Ella no podía ver lo que sucedía allí dentro, pero la imagen sensual de esos hombres tan sexy devorando lo que se encontraba entre ellos a causa de esa sensual lucha, era demasiado buena. Para cumplir con la orden de que “no quede nada”, se tomaron casi un minuto, y cuando terminaron sonrieron satisfechos.
- A ver, déjame comprobar –dijo Kohaku, tomando la cara de Stan entre sus manos.
El hombre abrió su boca, pero Kohaku terminó trepándose sobre él y besándolo profundamente, efectivamente recorriendo cada milímetro de su boca con su lengua, deleitándose del sabor de la fresa combinado con la boca de Stan. Él la abrazó por la cintura y le agarró apasionadamente el muslo expuesto por el tajo del vestido. La llevó hacia atrás, cayendo ambos sobre el regazo de Tsukasa, y continuaron besándose sin darse tregua. La rubia se abrazó a la espalda de él, y poco le faltaba para arrancarle la camisa, una repentina sensación salvaje y de urgencia invadiéndolos a ambos. Kohaku coló sus manos por debajo del pantalón de Stan para rodear el musculoso trasero de él, y lo apretó clavándole las uñas, lo que lo hizo jadear y empujarse fuerte contra ella. El castaño los dejó así un rato más, hasta que consideró que era hora de cambiar a un lugar más cómodo para continuar.
- Hmm, dejen para después –dijo con un dejo divertido.
Ambos se separaron jadeando y sonriendo, reconociendo que se habían entusiasmado demasiado. Asintieron, y se pusieron de pie. Kohaku se puso en medio, agarrando el brazo de ambos para ir hacia el amplio dormitorio, donde quitaron el cobertor de la cama para que ya estuviera listo. Una vez hecho eso, Tsukasa acaparó la atención de su novia, apoyando las manos en las caderas de ella y atrayéndola hacia él para besarla, un ligero y provocador roce más bien. Encantada y con ganas de más, ella lo abrazó por el cuello, y con atrevimiento se ubicó de tal forma de la pierna izquierda de él quedó entre las de ella, con la intención de frotarse sensualmente contra el muslo del hombre. Sin querer perderse la diversión, Stan se colocó a espaldas de la rubia, adelantando su propia pierna izquierda para que también quede en medio de las de ella, mientras la rodeaba por el abdomen y la jalaba suavemente para que su precioso trasero se frote contra él.
Tsukasa tomó eso como un pequeño duelo para llamar la atención de la mujer, por lo que sonrió y se adelantó para volver a reclamar sus labios, a lo que ella accedió gustosa. Pero el contacto no duró mucho, ya que Stan no estaba dispuesto a entregar a su “presa”, por lo que luego de besarle el cuello, atrapó entre sus dientes el choker de Kohaku, y tironeó para alejarla del beso del otro. Ante eso, ella lo miró de reojo con una pequeña sonrisa, y se estremeció cuando sus ojos conectaron, los de Stan se veían desafiantes y oscuros, tanto de deseo como por la proyección de sus largas pestañas sobre sus ojos entrecerrados. Ninguno de los dos hombres estaba dispuesto a soltarla, por lo que ella terminó agradablemente atrapada entre sus cuerpos y manos demandantes, en una sensual lucha de caricias y besos de ambos.
Kohaku estaba sintiendo ya un delicioso calor recorriéndola, por dentro y por fuera, y fue entonces cuando se giró, poniéndose de espaldas a Tsukasa, y estiró el brazo para detener a Stan antes de que volviera al ataque. Sonriendo victorioso, el pelilargo la abrazó y le besó el cuello, dejando sus manos recorrer la divina figura que ella tenía, el tacto sedoso del vestido facilitando el recorrido como si fuese aceite.
- ¿Qué puedo hacer para volver a ganar tu favor, preciosa? –Le preguntó el estadounidense.
- Tienes demasiada ropa, Stan, no puedo verte bien así –contestó con tono de reproche.
- Eso tiene fácil solución –dijo, dirigiendo sus manos a los botones de la camisa.
- No, quiero hacerlo yo. Ven aquí.
Alzando una ceja con interés, Stan se acercó a ella hasta quedar al alcance de sus manos. Mientras seguía siendo besada y acariciada desde atrás por Tsukasa, ella se dispuso a desabotonar toda la camisa del peliplateado, sin apuro, y permitiendo a sus dedos recorrer la piel que dejaba expuesta. Quería hacer mucho más que eso, pero tenía otros planes. Le soltó también los botones de las mangas, y le quitó la camisa, arrojándola a un costado. Ya ver a Stan así encuerado era una imagen divina que la calentaba muchísimo, pero había mucho más por disfrutar, ese hombre era una obra de arte, así como el que tenía detrás de ella, era realmente suertuda por poder estar con ambos, y en la misma noche también. Y en especial, saber que ambos la querían y cuidaban a su manera, no era simplemente una noche de desenfreno pasional.
Procedió a quitarle el cinturón y a encargarse de desabrochar el botón y el cierre del pantalón, manteniendo la mirada fija en los magnéticos ojos de él. Había algo muy sexy en mirarse así, mientras sus manos tanteaban allí abajo y se encargaban de aliviar la presión de la ropa. Le bajó los pantalones junto con la ropa interior lentamente, arrodillándose sin abandonar la conexión de sus ojos, aunque se permitió una miradita de reojo al generoso miembro de su amante junto lo tuvo junto a su rostro, al fin libre. Estaba tentada de probarlo entonces, pero quería hacerlo desear un poco más, por lo que volvió a ponerse de pie, recorriendo las musculosas piernas en una larga y fuerte caricia.
Tener esos fibrosos músculos delante de ella no era fácil de ignorar, ni quería hacerlo, por lo que comenzó a besarle y acariciarle el cuerpo mientras subía. El abdomen marcado de Stan era como una tableta de chocolate blanco, incluso su piel era bien deliciosa, por lo que se dedicó a besar y mordisquear cada “cuadradito”, mientras sus dedos jugaban con el músculo en forma de “V” que conducía a su entrepierna. Subió hasta alcanzar sus pectorales, que recorrió enteramente, dedicándole especial atención a provocar con la punta de la lengua sus pequeños pezones. Lo oía gemir suavemente, y permitió que el peliplateado le acaricie el pelo mientras tanto. Cuando se sintió satisfecha, terminó de erguirse y conectó su mirada con aquellos orbes azules vibrantes. Los ojos de Stan ardían con una llama azul cuyo calor parecía proyectarse sólo con la mirada. Acercó su boca al oído de él.
- Quítate los zapatos y lo que queda de la ropa, tú –le ordenó en un susurro, y le lamió y mordisqueó el lóbulo de la oreja antes de alejarse y ponerse frente a frente con Tsukasa– Y ahora te toca a ti, querido, pero primero...
Kohaku le acarició la cara, y su beso con él comenzó mucho más dulce. Le encantaba ese contraste, y era que Tsukasa, aunque bien podía ser un amante apasionado y fogoso, tenía ese cuidado y ternura en su forma de ser, que la inclinaba a ser más suave, al menos al principio. Tampoco debía subestimarlo, era un hombre joven y lleno de deseo, pero su estilo romántico era más delicado, mientras que con Stan era mucho más fácil entregarse a una pasión salvaje. Le recorrió los fuertes brazos, disfrutando cada músculo a su paso hasta llegar a las manos, y sonrió contra los labios de él cuando lo sintió entrelazar los dedos con los de ella, derritiéndose de ternura. Pero unos segundos después, el castaño le demostró que no tenía que confiarse, ya que la hizo doblar sus brazos hacia atrás, como si los tuviese esposados, solo que las manos de él eran las que la retenían. Tan fuerte era el pelilargo, que ella no tenía oportunidad de “pelearle” para recobrar el control. Un pequeño recordatorio que sólo podía “dominarlo” mientras él la dejara hacerlo, y que en cualquier momento los roles podían cambiar.
Manteniéndola así, Tsukasa se inclinó para besarla, con mucha menos delicadeza que antes. El contacto fue profundo, invasivo, necesitado, mientras la hacía caminar hacia atrás, hasta hacerla chocar contra Stan, que ya se había librado de todas sus ropas.
- ¿No era que querías verme? Aquí tienes, todo de mí ¿O será que primero quieres sentirme?
- Paciencia, ya llegaremos a eso, pero no eres al único que quiero ver. ¿Me ayudas a desvestirlo? –Preguntó juguetona y con un tono inocente– Como ves, tengo las manos restringidas, no puedo.
Stan sonrió, y pegó su cuerpo desnudo al de ella, empujando su cadera hacia adelante para que su miembro excitado roce el medio del trasero de ella. La sensación sedosa y fresca de la tela del vestido lo hizo gemir de gusto, en contraste con lo caliente que él se sentía. Estiró sus brazos y comenzó a desabotonar la camisa de Tsukasa, y cuando llegó al cinto, aprovechó para besar el cuello y los hombros de Kohaku, tenía esa tersa y deliciosa piel al alcance de sus labios, demasiado tentador como para desaprovecharlo. La rubia no pensaba hacérselo tan fácil a ninguno, por lo que bajó las manos, que seguían entrelazadas con las de su novio, hasta que alcanzó el pubis y la base del miembro de Stan, el cual acarició con sus nudillos y el dorso de la mano.
- No te quedas quieta, ¿eh? –Le susurró el hombre desnudo al oído, aunque encantado con el roce.
- No puedo hacer mucho así, me aburro sino.
- Yo me ocupo de entretenerte un poco más, entonces –Le contestó Tsukasa, y la besó profundamente, mientras empujaba su entrepierna hacia adelante y dejaba que Stan le quite el cinturón y le baje el cierre del pantalón.
- Espera, Stan, deja algo para mí –logró decir Kohaku entre los demandantes besos– Tsukasa...
El susodicho la soltó inmediatamente, y ella no se demoró en quitarle la camisa abierta, pasando sus uñas por el marcado y tentador abdomen, bajando hasta colar la mano por debajo de la ropa interior, y agarrar y apretar ligeramente con sus dedos el miembro de generosas proporciones también. El castaño soltó un siseo jadeante ante la brusca acción, pero luego buscó más de ese contacto y se empujó varias veces contra la mano de ella, entreabriendo sus labios en un gemido ahogado.
- Qué ansioso –canturreó Kohaku.
Ella tampoco podía aguantar más para ver a aquellos dos sementales desnudos y a su merced, por lo que no se demoró en arrodillarse y quitarle los zapatos, para luego bajarle el pantalón y los calzones, al fin liberando su maravilloso cuerpo de la prisión de tela. Se giró un poco, de tal forma que en su campo de visión ya tenía los sexos de ambos hombres cerca, y rodeó uno con cada mano.
- Oh, perfectos –dijo la joven relamiéndose los labios– Y todos míos hoy.
Comenzó a tocarlos, moviendo lentamente sus manos de forma sincronizada. Ambos eran grandes, no excesivos, el punto justo y un poco más, lo suficiente para saber que iba a gozar como nunca. Le encantaba sentirse observada por esos candentes ojos sensualmente entrecerrados, mientras los oía gemir, era más que excitante verlos disfrutar. Luego se acercó alternadamente a uno y a otro, primero jugando con besar y lamer delicadamente las jugosas puntas, mirándolos a los ojos, lo cual los encendió completamente, un profundo sonrojo de excitación en sus hermosos rostros. Tenía pensado dedicarse a cada uno a su tiempo, pero no iba a dejar pasar la oportunidad de disfrutarlos juntos. Y podía tenerlos más cerca.
Los jaló suavemente desde sus sexos para acercarlos lo más posible, hasta que quedaron frente a frente, y los cubrió juntos con ambas manos. Los masturbó de esa forma, entre sus manos y entre ellos mismos, y los oyó gemir roncamente. Jugó un poco con los glandes, usándolos como pinceles para frotarlos uno con el otro, suave el toque, pero muy intensa la sensación que los embargaba. Tenerlos así era muy tentador, por lo que no dudó en recorrerlos y saborearlos como si fuesen uno solo. Sus gemidos eran música para sus oídos, y quería mucho más, por lo que los atendió con dedicación. Pero podía ser más atrevida, era la noche ideal para sacar todas las inhibiciones.
- Háganle el amor a mi boca.
- Oh, preciosa, qué boquita endemoniada tienes –dijo Stan sonriendo y cerrando los ojos, encantado con la propuesta.
- Hmm, sí, dulce y picante –agregó Tsukasa, y le acarició la cara a la joven, colocándole el mechón de pelo detrás de la oreja.
Alternadamente, ambos empujaron con cuidado sus caderas hacia adelante, deleitándose no sólo con cómo la cálida y húmeda boca de Kohaku los recibía, sino con el roce entre sus miembros juntos, era peligrosamente perfecto, además de la lujuriosa imagen que acompañaba las sensaciones. Cumplieron con la intención de “hacerle el amor”, buscando placer y sensualidad para todos, y no abrumar a su bella y bien predispuesta amante. Cuando tuvo suficiente, Kohaku les dio un beso casi tierno allí, sonriendo con picardía. Ni bien alcanzó a ponerse de pie, Stan se abalanzó para besarla apasionadamente, acariciándole la mejilla con una mano, mientras rodeaba con su otro brazo la cintura de Tsukasa para acercarlo, apretando a la rubia entre ambos.
- ¿Cómo es que sigues vestida? –Le dijo con voz acaramelada y un poco ronca.
- Un descuido de nuestra parte, Stan –coincidió Tsukasa– Será como desenvolver un regalo, ¿lo hacemos juntos?
- Claro.
Ambos se agacharon un poco para tomar el dobladillo del vestido, y lo levantaron al mismo tiempo para quitárselo por arriba. Fue casi cómica la expresión de sorpresa que adornó sus rostros, cuando se encontraron con que Kohaku estaba ya completamente desnuda, no llevaba ropa interior.
- Hmm, pensaba que tenías algo pequeño al menos, pero esto...
- ¿Así que andabas sin braguitas por la calle y en el bar? Qué atrevida, nada mal.
- Si hubieran sido un poco menos decentes y hubieran tratado de meterme mano antes, se habrían dado cuenta. Les pasa por inocentes –se burló ella.
- Error que no volveremos a cometer, preciosa. Mírate nada más, toda diosa, nunca conocí a alguien como tú.
- Te queda mucho por conocer todavía –retrucó Kohaku.
- Me encargaré de no dejar nada de ti sin explorar, no lo dudes.
- Hay que hacer, no hablar –murmuró Tsukasa con una sonrisa desafiante.
De pronto, Kohaku soltó un grito de sorpresa cuando el castaño la levantó y la cargó en brazos, para arrojarla en el medio de la cama. Sin dejarla recuperarse ni esperar a Stan, fue su turno de abalanzarse sobre ella, colocándose entre sus piernas para restringirla con el peso de su musculoso cuerpo, y la besó. Cuando ella quiso abrazarlo, Tsukasa entrelazó los dedos de sus manos, y las llevó por encima de la cabeza de su novia para apoyarlas en el colchón, teniéndola completamente a su merced. Se empujó tentadoramente contra ella, frotando sus sexos, y aprovechó cuando ella soltó un gemido gutural para invadir su boca con la lengua. Kohaku adoraba que él se soltara así, tan apasionado y demandante, era un lobo disfrazado de cordero. Ni bien se separaron para respirar, Tsukasa le atacó con sus besos el cuello, y fue bajando poco a poco, depositando un sendero de húmedos besos hasta llegar a sus pechos, que besó como si quisiera ocuparlos enteros con su boca.
Ante eso Kohaku gimió fuerte, y le clavó los tacones en el trasero, rasguñándolo un poco. Tsukasa siseó, pero luego sonrió divertido.
- No soy un caballo para que claves las espuelas, mi amor.
- En eso disentimos, eres un semental, todo tú, en especial con esto –Como no podía usar las manos, movió las caderas para frotar su intimidad contra la de él.
- Todo a su tiempo. Es nuestro turno de complacerte ahora.
Tsukasa repitió en el otro pecho su intención de devorarlo, y luego continuó bajando, besando su abdomen y más allá. Le soltó las manos, para rodearle los muslos y mantenerla abierta, mientras no se demoraba en alcanzar su tierno sexo. Kohaku jadeó fuerte ante la ansiada y placentera sensación, y arqueó mucho la espalda. Otra cosa que el castaño hacía maravillosamente, era complacerla así, lento, provocador, dedicado. La recorría con sus labios y su lengua como si fuese el más delicioso helado, atento a las expresiones y sonidos que ella emitía.
- Oye, deja un poco para mí, Tarzán –bromeó Stan, y le jaló del cabello a Tsukasa, que lo miró fieramente, aunque con una sonrisa cómplice y satisfecha.
- Todavía no, es mi novia, te la dejaré cuando lo decida.
- ¿Oh, es así? Bueno, como quieras.
Stan se subió a la cama, detrás de Tsukasa, y se inclinó sobre él para besarlo a lo largo de la columna, apretándole los dedos en las caderas.
- Compártela conmigo, o sentirás más de mí –Lo provocó el peliplateado.
- Dijimos que eso no... –le advirtió en respuesta, entrecerrando los ojos en advertencia.
- Lo sé, tranquilo. Pero hazme un lugarcito al menos, que no estoy aquí solo para mirar. ¿Qué no te enseñaron a compartir los juguetes?
A regañadientes, Tsukasa se giró de lado, y Stan se recostó junto a él. El estadounidense comenzó a besar la cara interna del muslo de Kohaku, y luego se deslizó con una amplia lamida hacia arriba, hasta alcanzar uno de los pechos. Jugueteó con el pezón con la punta de la lengua, y luego lo succionó con mucha fuerza, haciéndola gemir sonoramente. Repitió la acción, solo que esa vez rozándole aquel sensible lugar con el filo de sus dientes, al borde entre el placer y el dolor.
- ¡AHH! Mierda, Stan... –soltó Kohaku, siseando.
- Shhh, qué boquita sucia. No digas malas palabras, o voy a llenártela para que no puedas hablar.
- ¡Ja! Se te dan las amenazas sens...
Pero Kohaku no alcanzó a terminar su provocadora frase, cuando Stan la besó chocando sus labios con violencia, invadiéndole la boca con su lengua. Se separó un momento, para mirarla con la sonrisa más maliciosa que Kohaku le había conocido.
- ¿Todavía estás antojada de comer algo?
No la dejó responder, cuando ágilmente se sentó sobre ella, colocando una pierna a cada lado de la cabeza de la rubia, y sostuvo su miembro para delinearle la boca como si fuera un labial con él. Kohaku no pensaba rendirse a la invasión, por lo que se lo agarró y apretó con brusquedad, haciéndolo sisear a él, sus ojos zafiro refulgiendo ardientes de excitación y desafío, y fue ella la que no dudó en introducirlo en su boca.
- Oh, serás... tranquila tigresa, o vas a despertar instintos menos gentiles en mí.
- Hazlo –Susurró Kohaku, sus ojos aguamarina oscuros y llenos de deseo– Fuck my mouth.
Stan abrió mucho los ojos y quedó boquiabierto, sin esperarse eso. Sabía que la rubia no se achicaba ante ningún desafío, pero nunca había sido tan directa y lujuriosa. Oírla hablar así lo excitó muchísimo, y terminó de barrer las inhibiciones que guardaban. Se apoyó en sus rodillas y manos para controlar de no ir muy profundo, y se empujó contra ella, en cortas y rápidas embestidas. Nunca habían hecho algo así antes, pero Kohaku estaba pasada de excitación, y lo deseaba, además de seguir disfrutando mientras tanto de que Tsukasa la llevara al borde de la cordura con sus atenciones orales. La atrevida invasión no se prolongó demasiado, y Stan se hizo a un lado, dejándola respirar entre jadeos.
- ¿Estás bien? –Le preguntó mirándola intensamente, con preocupación y queriendo a la vez sonreír– Dios, te pasas de perfecta, mi amor.
- Sí, sí –Respondió, y le acarició la cara, un poco enternecida ante la expresión un poco inquieta de él de haberse propasado un poco.
- Te mereces el mundo, y vamos a dártelo.
Sin dejar de mirarla, gateó hacia atrás para volver a ubicarse a la altura de Tsukasa, ambas cabezas entre las piernas de Kohaku. Los dos hombres se miraron, y Stan le guiñó un ojo.
- ¿Te molestaría compartir este manjar?
- Para eso estamos hoy, ¿no?
Kohaku se estremeció cuando recibió al mismo tiempo una ardiente y lasciva mirada de ambos, dándole a entender sus planes. Guardó esa imagen en su retina y en su memoria por siempre, no sólo aquel intenso contacto visual, sino ver luego a los dos hombres más hermosos y sexy del mundo, hundirse en su entrepierna y adorar su sexo a la par. Gimió fuerte y rodó sus ojos hacia atrás de puro gusto, al sentir ambas lenguas y pares de labios recorriendo cada milímetro de ella. Ni siquiera en sus sueños más eróticos podía haber imaginado vivir algo similar. A pesar de lo intenso que era sentir eso, por nada del mundo quería que terminara pronto, por lo que dobló sus fuertes piernas sobre las espaldas de ambos, presionándolo más contra ella, y los agarró de las bases de sus cabezas, impidiéndoles alejarse.
- Aah... por favor... –gimió, casi un ruego.
Su cordura estuvo a punto de quebrarse, cuando Stan introdujo un dedo en ella, y segundos después Tsukasa lo imitó, teniendo encima la increíble idea de moverlos en sentido opuesto, con lo cual eran como olas de placer continuo e ininterrumpido. Las piernas de la joven comenzaron a temblar, era simplemente demasiado placer para su sistema nervioso, ellos entusiasmándose más al sentirla cada vez más rígida y jadeante. No tuvieron piedad, y aumentaron la velocidad y presión de sus caricias, hasta que el cuerpo entero de Kohaku se puso rígido y comenzó a temblar fuera de control, un abrumador orgasmo recorriéndola enteramente.
La dejaron recuperarse, mientras serpenteaban con sus cuerpos hacia arriba, entre besos y suaves caricias a su paso, hasta quedar a la misma altura que la cabeza de ella. Tsukasa la abrazó por la cintura y la giró para que quede de lado, haciéndola colocar sus brazos alrededor del cuello de él. La besó dulcemente, con una pequeña sonrisa de compasión ya que ella todavía no podía responder bien, todavía embotada de tanto placer. Uno tras otro, le cubrió los labios y el rostro de tiernos besos, susurrándole palabras de amor, todas y cada una sentidas. Al mismo tiempo, Stan le acariciaba también con delicadeza el cuerpo, disfrutando las sinuosas curvas desde los muslos hasta los pechos. Cuando ella pareció al fin recobrar el control, Tsukasa la agarró del muslo y lo colocó encima de su cintura, para tener mayor comodidad y comenzar a penetrarla. Kohaku jadeó fuerte al sentirlo llenarla, más allá de lo gloriosa que era la sensación, nunca iba a terminar de acostumbrarse a la primera sensación de él expandiéndola, aunque eso aplicaba a ambos hombres que estaban similar y generosamente dotados.
Mientras Tsukasa ocupaba su boca y su interior, Stan se dedicaba a besarle el cuello y la espalda, mientras le masajeaba los pechos y frotaba su miembro contra el trasero de ella. Hacía un calor inmenso entre ellos, y la presión de los dos cuerpos tan musculosos y deseables de los dos hombres era una delicia para Kohaku. El pelilargo se animó a aumentar el ritmo de sus embestidas, dejándose llevar por lo húmedo y resbaloso que se sentía, y dejó salir su voz en forma de graves y sugerentes gemidos. La rubia bajó sus manos para acariciar los pectorales de él, y continuó con una sola para recorrer sus tentadores abdominales. Era un festín para todos los sentidos ese momento, y estaban amando cada segundo de aquello, por lejos la mejor noche de sus vidas.
Cuando la excitación de Tsukasa llegó cerca del límite, salió de ella, y le agarró el muslo para llevarlo hacia atrás para que abrace el de Stan, sugiriendo que siguiera él. Entendiendo perfectamente, el estadounidense alineó sus sexos y se introdujo, cerrando los ojos con la boca entreabierta no sólo ante el repentino, húmedo y cálido placer, sino porque encajó perfectamente en ella. Kohaku gimió largamente, apoyando su mano sobre las de él, y lo miró de reojo, los orbes zafiro y aguamarina varias tonalidades más oscuras, encontrándose. Stan continuó así, el sonido de sus caderas chocando contra el trasero de ella haciendo eco en la habitación, así como los gemidos y jadeos de ambos. El castaño aprovechó para acomodarse un poco hacia abajo y besarle los pechos a ella, mientras una mano se deslizaba hacia su clítoris para acariciarla. Eso era un cortocircuito de placer para Kohaku, simplemente se estaban ocupando de sus mejores zonas de placer al mismo tiempo, sin darle tregua.
Por más que estaba disfrutando eso, Stan de pronto se detuvo y la giró boca arriba. Salió de ella para moverse y acomodarse entre sus piernas, y la abrazó y besó largamente con mucha más dulzura mientras volvía a penetrarla cadenciosamente, lento y profundo. Quería que también disfrutaran un momento de hacerlo amorosamente, dejando brevemente de lado su papel de desconocido seductor. Ese cambio de ritmo fue especial para ambos, no todo tenía que ser desenfrenado y salvaje. Kohaku también lo abrazó, una mano en la espalda, y la otra bajando hacia el trasero, donde apretó sus dedos. Eso lo hizo gruñir de excitación al peliplateado, peligrando su determinación de ir lento. Hasta que oyó la voz de ella, susurrando llena de necesidad.
- Más... por favor, Stan, más...
Eso lo hizo. Tragó duro, y se dejó llevar por la ola de calor y deseo que lo embargó, con toda la intención de consentirla, lo único que quería era llevarla al cielo una y otra vez, consentirle cada capricho con tal de hacerla gemir su nombre de esa forma varias veces más. Le agarró ambas manos, y luego entrelazaron sus dedos juntos, aprovechando él para apoyar sus codos en el colchón y así aplastarla menos, a la vez que empujaba con un ritmo cada vez más intenso y frenético dentro de ella. No quería acabar, por lo que tendría que contenerse y detenerse a tiempo, tal como había hecho Tsukasa. Aguantó un minuto más así, hasta que le dio un beso a modo de disculpas y salió de ella, jadeando pesadamente. Como si fuese una muñeca, la más hermosa de todo el mundo, el pelilargo la volvió a poner de costado, pero esa vez de espaldas a él. Podía simplemente abrazarla así y sentirse el hombre más satisfecho y feliz sobre la tierra, pero sabía que podía ser mejor para ambos, en especial cuando la oyó decir su nombre, necesitándolo.
Una vez más se hundió en ella, ambos gimiendo al unísono ante la celestial sensación. Pero el cielo podía ser más brillante y alto para Kohaku, y Stan aprovechó mientras alejaba un poco del límite su excitación para depositar un sendero de besos por todo el torso de ella, bajando por su abdomen hasta el pubis. Empujó suavemente a ambos hacia atrás, de forma que la rubia quedara casi recostada boca arriba, y Tsukasa se re-acomodó de lado, volviendo a entrar en ella cuando vio al otro asentir. Pensó un momento cómo hacer lo que tenía en mente, y cuando se decidió, bajó un poco más y se recostó con el abdomen casi contra el colchón, alineando su cara contra la intimidad de ella. Sonrió con malicia, sabiendo que Kohaku se desmayaría de calor y de placer de verlo, y comenzó a estimular aquel dulce botoncito de placer con su lengua, mientras a pocos centímetros el pelilargo la seguía penetrando con calma.
- Oh, por dios... –gimió la joven, mordiéndose luego el labio inferior, completamente sonrojada ante la imagen que sus ojos captaban. Adoraba que Stan no tuviera vergüenza ni tapujos, no cualquier hombre se sentiría cómodo con hacer eso, con tal de complacerla al máximo.
Tsukasa le acarició la mejilla, llamando su atención con delicadeza, y la rubia apoyó su mano sobre la de él, dejándola deslizarse hasta posarse en su antebrazo. Pero una vez más, las sensaciones eran demasiado abrumadoras y placenteras, y Kohaku usó su mano libre para enterrar sus dedos en la sedosa cabellera plateada del otro. Continuaron de esa forma un poco más, hasta que de pronto ella los detuvo.
- ¿Qué pasa? ¿Qué quieres? –Le preguntó Tsukasa en voz baja.
- A los dos –susurró la joven.
- Y aquí nos tienes, preciosa –confirmó Stan, sonriendo– ¿O tanto placer te está confundiendo?
- No... los quiero a los dos... Juntos, dentro mío.
- Oh.
El murmullo vino de ambos al unísono, sorprendidos por la repentina propuesta. Lo habían hablando anteriormente, pero solo como una de las tantas posibilidades, por lo cual la sorpresa de que fuera real fue genuina, Kohaku estaba dispuesta a todo esa noche.
- En mi cartera hay un lubricante, ¿lo puede buscar alguno?
- Yo voy –se ofreció Stan, y se levantó de la cama.
Kohaku se sentó a un lado de la cama, palmeando el hueco que había dejado para que Tsukasa lo ocupe. Se subió a horcajadas de él, y se inclinó para besarle el cuello, deslizando los dedos de una mano por la larga y sedosa melena, adoraba el cabello de Tsukasa así de largo y salvaje. Lo mordisqueó un poco, no tanto como para marcarlo, pero lo suficiente para que él jadee y se estremezca. Luego rozó con los dedos los pectorales y el tentador abdomen, tan perfecto, todo él.
- Me había quedado con ganas de probar esto antes –le dijo con tono juguetón.
- Hmm, no te quedes con las ganas entonces, soy todo tuyo –le contestó, tomándole una mano y besándosela con ternura.
- Sí, lo eres.
Estaba tan excitada con la hermosa vista y el agradable tacto, que se dispuso a saborear aquella firme y a la vez suave piel. Mantuvo contacto visual con aquellos ojos cobrizos todo lo que pudo, y le fundía las entrañas como caramelo ver ese fuego en ellos. Tsukasa tenía siempre una mirada gentil, tal como él era, y también era otro con larguísimas y pobladas pestañas que le daban un aire muy sensual. Más cuando se veían más oscuros y llenos de deseo, como en ese momento, que sólo seguían los movimientos de su dulce amante. Disfrutaron de eso hasta que Stan volvió, al fin con la botellita en mano, una cajita de condones, y sonriendo de oreja a oreja.
- Aquí está. ¿Quién quiere hacer los honores?
- Tú ya estás ahí, ¿no? –contestó Kohaku con un dejo burlón.
- Con todo gusto.
Si ya estaban tocando las puertas del cielo, bien podrían entrar de una vez.
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Oh, you're gonna see your sheba shimmy-shake
And all that jazz
Oh, she's gonna shimmy 'til her garters break
And all that jazz
Show her where to park her girdle
Oh, her mother's blood'll curdle
If she'd hear her baby's queer
For all that jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Vas a ver ver como tu diosa mueve el trasero
y todo el jazz
Lo moverá hasta que rompa el liguero
y todo el jazz
Dile dónde dejar el corsé
a su madre se le helaría la sangre
Si viera a su hija loca
por todo el jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
Para estar más relajada y entretenida con otros placeres, se acomodó sobre la entrepierna de Tsukasa, y le agarró el miembro para alinearlo y hacerlo entrar. Ambos gimieron de gusto de sentirse nuevamente así, había pocas sensaciones tan buenas y excitantes como esa, y más con él que la llenaba maravillosamente. La rubia se movió lento y profundo, su cuerpo moviéndose en suaves ondas, hasta que él tiró suavemente de sus manos para guiarla a recostarse sobre su cuerpo, acariciando así su espalda y compartiendo largos besos que los derretían por igual.
Stan se subió a la cama y se acomodó detrás de Kohaku y con sus piernas por fuera de las de Tsukasa, dejando la botellita a su alcance sobre el colchón. Primero se recostó se dedicó a besar y mordisquear aquel generoso y precioso trasero tan bien expuesto, y no perdió la oportunidad de darle unas juguetonas nalgadas, que hicieron que ella lo mirara de reojo con los ojos refulgentes y ardientes, con una sonrisa entre divertida y llena de deseo. Luego volvió a agarrar el lubricante para echarse un buen chorro sobre el dedo, que desparramó en la pequeña y apretada superficie de la otra entrada. Tendría que dedicarle un buen tiempo a prepararla para que no le duela, pero no había apuro alguno. Se dedicó un rato a jugar así, presionando y masajeando suavemente aquel punto, aprovechando lo resbaloso del gel para suavizar el tacto.
Apoyó su torso contra el de ella, abrazándola por la cintura, y besándole el huequito de la columna mientras su dedo continuaba explorando e introduciéndose mínimamente, para que casi no lo notara. La sintió estremecerse y gemir alto cuando lo sacó, para inmediatamente comenzar con ese vaivén constante que la ayudara a ceder por dentro. Luego se decidió a sumar un segundo dedo, volviendo a echar otro generoso chorro de lubricante, nunca estaba de más. Kohaku se quedó muy quieta cuando sintió la segunda intrusión abrirse paso, por lo que Tsukasa atrajo su atención besándola y empujándose suavemente contra ella, eso la relajó. Stan no quería tentar a la suerte, y además de masajearla interiormente y abrir y mover sus dedos como tijeras, se las arregló para con sumo cuidado agregar un tercer dedo.
- Aaaah... Stan... –Gimió Kohaku, apretando los ojos.
- Ya sabes que necesitas más que esto para recibirme y que sólo sientas placer y no dolor, preciosa.
- Sí, lo sé –Aunque luego se sintiera delicioso su grueso miembro, eso no venía tan fácil en un principio.
Continuó así un poco más, hasta que consideró que estaba lista. Abrió el paquetito del condón, para el sexo anal siempre se cuidaba por el tema de infecciones por obvios motivos, más allá de saber que los tres estaban limpios de enfermedades. Se lo colocó y echó otra buena cantidad de lubricante, que repartió por todo su miembro.
- Preciosa, voy a entrar. ¿Lista?
- Sí, sí.
Procuró estar lo más relajada posible, aprovechando para besar profundamente a Tsukasa. Sintió a Stan acomodarse mejor, y comenzar a empujarse muy lentamente. Estaba siendo muy delicado, pero eso no quitaba lo abrumadora de la sensación, que gracias a la extensa preparación no resultaba dolorosa. Definitivamente él era un poco más que esos dedos, pero lo hacía tan gentil y cuidado que la diferencia no molestaba tanto. Los gemidos de Kohaku hicieron eco en toda la habitación, en especial cuando ya Stan estaba bastante dentro de ella y Tsukasa comenzó a moverse también. Nunca lo había hecho con dos hombres juntos, aunque sí había jugado de otras formas en sentirse doblemente penetrada, por lo que no podía más que absorber la intensa sensación, más por lo dotados que estaban ambos.
Abrazó con fuerza a Tsukasa, rasguñándolo un poco sin querer al hundir sus dedos para descargarse, y él le correspondió besándola profundamente, sus lenguas danzando entre pasión y dulzura.
- Oh, esto es de otro mundo –dijo con voz ronca Stan, quedando boquiabierto con gemidos ahogados– Se siente todo, a ti, incluso a Tsukasa moviéndose dentro tuyo del otro lado.
- Sí –Logró articular el pelilargo, mientras se mordía el labio– Esto no va a durar mucho así, perdón.
- No, está bien –contestó Kohaku con una pequeña sonrisa– Me lo imagino, es demasiado.
- Pero no terminaremos esto hasta que estés temblando como una hoja otra vez, preciosa, tú puedes.
- Ahh... sí, por favor.
Poco a poco fue cada vez más cómodo para Kohaku, por lo que le permitió a Stan moverse con más velocidad y profundidad. Tsukasa mantenía un buen ritmo para lo limitado de movimiento que estaba debajo de todos, hasta que se animó a apoyar los pies y flexionar un poco las piernas, de tal forma de tener más impulso. Eso terminó por enloquecer de gusto a la rubia, que comenzó a gemir de forma ininteligible. Podía sentir en su interior nuevamente cómo se iba formando esa ola de placer, que no iba a hacer más que quebrar lo que quedaba de su cordura. Ansiando sentirla más y más, empezó a mover sus caderas también, de la forma que pudiera, alternadamente hacia ambos hombres. Ese momento se convirtió en una sinfonía de gemidos, los tres sentían un inmenso calor por dentro y por fuera, además del eléctrico placer que los recorría, y la necesidad de liberación. Los hombres se sentían sus miembros imposiblemente apretados dentro, requería de toda su voluntad y auto-control para no dejarse ir.
Sabiendo que estaban en la recta final de aquel perfecto encuentro, Stan y Tsukasa alcanzaron a mirarse y asintieron, acordando de esa forma ir a por todo. Aumentaron un poco más el ritmo de sus embestidas, y el castaño bajó una mano para acariciarle el botoncito de placer a su novia, lo cual le hizo abrir mucho los ojos y la boca, un fuerte estremecimiento recorriéndola ante ese toque para terminar de hacerle conocer el paraíso. Ya respiraba erráticamente, lo mínimo indispensable para incorporar aire bruscamente, mientras su cuerpo se preparaba y dedicaba enteramente a llevarla a la cima del placer. Esa tensión y contracción creciente de su interior era casi tortuosa para los dos hombres, en ese momento sí estaban imposiblemente apretados allí. Finalmente, el orgasmo llegó y arrasó con Kohaku, que apretó los ojos con fuerza en un grito ahogado, nunca había sentido algo así de intenso. Eso fue un disparador inmediato para Tsukasa, que la mezcla de alivio, excitación propia y la que sintió al ver y oír la expresión de placer de la rubia, detonaron en su propio orgasmo. Se vació dentro de ella, su cuerpo también con espasmos. Stan continuó varios segundos más, deleitándose con el mar de sensaciones increíbles que era eso, hasta que también se dejó ir.
El peliplateado dejó caer su cuerpo sobre la espalda de Kohaku unos segundos, aplastándola un poco entre él y el otro, pero ninguno estaba en condiciones de quejarse. En cuanto pudo se hizo a un lado, respirando pesadamente, y se sacó el condón, haciéndole un rápido nudo y arrojándolo a un costado. En cuanto la joven recobró su consciencia, también se dejó caer en medio de ambos, más allá de la satisfacción, no podía creerlo. Tsukasa estaba a la par de los otros, ni siquiera su gran fuerza y resistencia podían prepararlo tanto para algo así. Los tres tenían una sonrisa tonta en el rostro,
Kohaku, extasiada de placer, entrelazó los dedos de la mano con su amado, se miraron y sonrieron cómplices y satisfechos de haber cumplido la fantasía, con creces. Luego miró al otro, también uniendo sus manos, y los dos hombres se recostaron de lado y la abrazaron por la cintura. Ella besó en los labios primero a uno y luego al otro, antes de decir con un tono acaramelado y decidido:
- De ninguna forma esta será la última vez que lo hagamos.
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
No, I'm no one's wife
But oh, I love my life
And all that jazz
That jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。
No soy la esposa de nadie
pero me gusta mi vida
y todo el jazz.
Ese jazz
。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。,。*゚*。