Chapter 1: I did it for you.
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—Prometiste que no lo harías, Yue. —El golpeteo de la lluvia arremete en una deprimente sinfonía con los barrotes de la ventana, el día tiene un color tormentoso que no hace más que enfermarlo acá dentro, irónico considerando que se encuentra en un hospital.
—Lo sé.
—Me juraste que no lo harías. —Su mejor amigo frunce la boca, la aprieta ligeramente en un tiritón apenas perceptible, casi fantasma, anhela acunar la huesuda mano de Eiji en la camilla, pero ambos saben que no lo hará, qué es una línea que jamás ha cruzado ni va a cruzar. Si la hubiese tomado un año atrás, apenas esto comenzó, ¿algo habría cambiado? Aunque no sabe, no altera el patrón.
—Lo hice por ti.
Eiji sonríe con ironía, regresa su atención hacia la ventana, a la vaporosa ópera que se está llevando a cabo a las afueras de la habitación, las gotas crean patrones curiosos que le resultarían dignos de fotografiar, caen contra el centro del barrote, logran escaparse hasta el grueso vidrio que clava una estaca entre la libertad (su libertad) y este mundo artificial, lloran, lloran cayendo de los rebosantes marcos de madera hacia el soporte de metal para perderse en un riachuelo que destila hacia el piso bajo, el cuadro es hermosamente deprimente, queda perfecto con su estado de ánimo, últimamente no se siente muy bien.
Si fuese más valiente, tuviese más energía o fuera más joven intentaría buscar un soporte para poder aferrarse con garras y dientes, pero va a mediados de sus veinte y siente que la vida se le ha acabado, que lo ha arrollado como si fuese una especie de tractor con grandes ruedas y siendo sincero, cuesta encontrar el punto positivo, cuesta levantarse, cuesta encontrar ganas de vivir. No, no es un suicida.
—Me estoy muriendo, Yue.
Le ha tomado meses pronunciar la realidad en voz alta.
—Me estoy muriendo de verdad.
Hela acá, sin tapujos ni palabras amigables, se está muriendo ¡maldita sea! y se da mucha pena. Hay días donde lo sobrelleva mejor que otros, días donde olvida la gravedad de su situación y parece no tener consciencia de la enfermedad, días donde se siente, se ve y actúa como una persona normal, ese es el beneficio de la disociación se lo explicó Yue, esos días son realmente buenos, lo motivan incluso para intentar retomar la fotografía (aunque no aprieta jamás el disparador, carga con el aparato). Entonces basta de una inocente tos primaveral, un síntoma de alergia o de un resfriado, de un estímulo pequeño e insignificante para que caiga en cuenta de que no es normal, de que se está muriendo, de que está perdiendo el poco tiempo que le queda y ah.
Lo acepta todo otra vez, lo revive día tras día como si fuese algo nuevo: «Me estoy muriendo», dice.
«Me estoy muriendo y no me sé ayudar», se lamenta.
—Sé que odias los hospitales, lo siento. —La frustración que hierve en la voz de Yue es aplacada por la preocupación, le da una sonrisa débil y forzada, algo que pretende animarlos a ambos pero acaba deprimiéndolos todavía más, el monitor marca una subida del ritmo cardiaco, poniendo en voz alta lo mucho que significa tenerlo acá—. Sé que odias las hospitalizaciones.
—Pero me hospitalizaste de todas maneras.
—Estabas muy grave.
—Rompiste tu promesa. —Insiste, no porque Eiji esté realmente molesto, no lo está, solo quiere sentir algo, enfadarse por algo, enfadarse por él mismo si es que queda algo de vida dentro—. Me prometiste que si me sometías a tu tratamiento experimental no habrían más hospitalizaciones.
—Sé. —Las piernas del más joven parecen haber perdido voluntad, tiemblan contra la baranda de plástico enfundada en un roñoso pantalón de pijama, sino lo hubiese encontrado agonizando dentro del baño a las dos de la mañana, ¿seguiría acá? No fue un intento suicida, Eiji no hizo absolutamente nada de hecho, pero de nuevo, ¿hay diferencia?—. Lo siento.
—Yue... —Ambos lucen tan cansados.
—No puedes seguir viviendo solo, es peligroso. —Las palabras quiebran su corazón por razones que son incorrectas, separa la boca, aunque pretende armar una protesta no encuentra el sonido de su propia voz, lo único que sale es un diminuto pétalo escarlata, un pétalo de rosa, se bambolea al son de la calefacción hasta caer encima de la cama, haciendo evidente el elefante en el cuarto—. Por favor, ven a vivir conmigo.
—No puedo hacer eso, ni siquiera por ti. —No quiere hacerlo, más bien.
—No seas terco.
—No renunciaré a la poca autonomía que me queda.
—¿Acaso no has medido los riesgos de la situación? Si te vuelve a dar un ataque como el de anoche, si no alcanzas a marcarme vas a morirte de verdad, necesitas un cuidador.
—No quiero uno.
—No te estoy preguntando. —Es tan frustrante no ser visto ni siquiera en sus últimos días—. Te voy a poner un cuidador aunque no quieras. —La única manera que Eiji tenía para ser realmente visto y libre era la fotografía, una vez la dejó quedó esto. Grita pero no escuchan, miran pero no ven y a fin de cuentas es invisible otra vez, eso le da coraje, si va a morir al menos quiere morir intentando algo a su estilo—. Te voy a internar en el mejor centro que pueda pagar.
—¡Ya déjalo! Soy un caso perdido, no tengo cura. —Yut-Lung aprieta sus nudillos, frunce el entrecejo y bufa con una cólera destructiva, odia ponerlo así, sin embargo, gruesas y abundantes lágrimas han comenzado a brotar de los ojos de Eiji porque no quiere más, está cansado, está realmente cansado, quiere que pare, sin cuidadores ni tratamientos desgastantes ni nada—. Al menos déjame conservar mi dignidad hasta el final, no quiero ser una carga.
—¿Una carga?
—¡Exacto! Déjame así, ya basta.
—Eres un debilucho, Okumura. —Gruñe, clava sus uñas dentro de su propia piel, intentando liberar la cólera hacia cualquier otro lado para no pelear, puede ser la última vez que se vean y ambos son conscientes de esa realidad—. ¡Dijiste que lo intentarías! ¡Me prometiste que lucharías!
—¡¿Qué crees que he estado haciendo este tiempo?! —Un hipeo destroza su voz en un áspero y lastimero jadeo, sus manos se tensan encima de la manta, las intravenosas tiran y le duele—. ¡¿Crees que es fácil para mí?! ¿Qué me encanta estar enfermo? —Bronca, sintiendo una espina desgarrarle la tráquea, cercenándole las cuerdas vocales e inhabilitándolo, haciéndolo un mudo con voz.
—Creo que te has rendido. —Masculla, se fuerza a sí mismo a contener el llanto enfrente de Eiji, se abanica si es necesario con tal de no soltar una sola lágrima—. Creo que te rendiste incluso antes de empezar el tratamiento.
—Eres injusto.
—¡Tú eres injusto! —Grita, alarmando a los enfermeros de alrededor, captando la atención de todos los presentes—. No sé qué más hacer por ti, he hecho todo lo posible para que mejores, pero nunca nada te es suficiente y yo...¿Qué esperas de mí? ¡¿Qué mierda quieres de mí?!
—Nada.
—¿Eh?
—No te pedí que hicieras nada por mí. —Declara, soltando esas palabras como una bomba atómica en medio de su relación, la conversación se ha convertido en un campo minado donde ambos salen heridos, son soldados en agonía que regresarán a casa con la mitad de su peso, siendo cadáveres andantes, claro, él ya lo es, da risa el pensamiento. Mentira, da pena—. No te pedí que me salvaras.
—Claro. —Yut-Lung se ríe sin gracia, permite que su cuerpo caiga inerte en la silla de visita, las patas de plástico arrojan un alarido pastoso ante el aumento de peso—. Soy un idiota.
«Hanahaki».
Ese fue el diagnóstico.
Una enfermedad nacida por amor no correspondido, donde el paciente lanza y tose pétalos ante un amor unidireccional, los síntomas pueden empeorar al punto de que las flores se ramifiquen, brotan desde los pulmones o el corazón igual que una enfermedad terminal al resto de los órganos, lo más molesto son las heridas en la tráquea y la imprevista regurgitación de pétalos. El tratamiento óptimo es remover la infección por medio de una cirugía que corte la raíz, no obstante, esta clase de cáncer ya ha ido demasiado lejos en su organismo y la única solución factible es confesarse y lograr que su amor sea correspondido. El único problema es que Eiji no sabe quién diablos lo enfermó.
¿Hanahaki?
¿Hanahaki? ¿Por quién?
Por eso negó la enfermedad durante tanto tiempo hasta este punto irreversible, si bien, él ha tenido algunas parejas jamás ha estado enamorado y aun así, los pétalos revuelven sus entrañas en martirio de hambre, la lozanía de su piel se marchita y se fuerza a sí mismo a seguir adelante, suplica, le reza a los dioses de Izumo para que le den una motivación lo suficientemente fuerte para resistir un poco más, no tiene que ser para siempre, aunque sea solo por ahora.
No quiere morirse aún si actúa como un suicida.
¿A quién engaña?
Quiere ver a Yue graduarse de medicina con su flamante especialización en psiquiatría (en Hanahaki irónicamente), desea ser tan viejo para entregar a su hermanita al altar, papá murió hace un par de años y se lo pidió personalmente durante una videollamada, anhela ver la primera muestra de arte que lance Sing, su pupilo fotógrafo mil veces más talentoso, su orgullo, quiere ver el nacimiento del hijo de Ibe. Quiere vivir un poco más, aún si es tiempo prestado, quiere vivir, desea un poco de vida.
Suspira, volviendo su atención a la lluvia, permanece en silencio, los párpados se le han hinchado a causa del llanto, el corazón lo tiene roto, extiende su puño a la bata celeste de papel y la aprieta con una angustia mal disimulada, tiembla.
Bajo la bata yace la correa suelta de su cámara, la atrae hacia su pecho, la sostiene con la esperanza de sentir más, la lluvia golpetea con fuerza los barrotes, las enfermeras le dan una mirada lastimera, quiere llorar un poco más, no tendrá sentido, debe levantarse tarde o temprano, no es justo para él o para Yue o para Sing o para Ibe o para cualquier persona que lo ame, necesita reponerse, aparentar que está mejor y tiene ganas de mejorarse.
Así que lo hace.
Se las arregla para lucir menos patético, disimula el cansancio inherente de la enfermedad, mitiga los pétalos que ascienden por su garganta con una sonrisa e intenta tomar la mano de Yue del otro lado de la camilla, aunque no llega (ninguno ha llegado en realidad) la intención queda plasmada en una fotografía que nadie va a fotografiar, igual a su nueva exposición, queda en su museo fantasma.
—Lo hiciste por mí. —Musita, aligerando la tensión—. Lo entiendo, no estoy enfadado.
—Pero yo sí. —Yue presiona sus párpados con fuerza, los restriega contra sus nudillos, a pesar de lo ruidosa que es la sala de hospital lo único que escuchan es la lluvia cayendo a las afueras, chorreando y destiñendo las calles de Nueva York—. Estoy cabreado, Eiji.
—Lo siento. —Lo siento por ser una carga, no dice.
—Pero no contigo. —Apresura a explicar aunque la mitad de eso sea mentira—. Con la situación.
—Sí. —Eiji juguetea con sus dedos nerviosos entre las sábanas, toma y suelta los bordes de algodón en busca de cualquier distracción posible para la muerte, no va a sacar nada pensando más o menos, pero a veces es inevitable—. Lo entiendo.
Pero no del todo.
Eiji empujó a Yue durante mucho tiempo hacia la ignorancia, no toda la responsabilidad cae encima de sus hombros, por supuesto, fue una cuestión de los dos y tal vez, por eso su mejor amigo muestra su verdadera desesperación ahora, porque es culpa. Culpa por ignorar los pétalos que brotaban del fondo de una tos gutural durante sus salidas, culpa por ignorar los papeles ensangrentados que caen del basurero, culpa por no preocuparse más por su alarmante baja de peso o su obvia anemia acerca de la vida o la pasión.
Yut-Lung siente mucha culpa, ha sido cómplice de esta muerte.
Ha sido responsable de que Eiji empeorara tanto porque lo dejó.
Eligió ignorar el Hanahaki, sabiendo muy bien que Eiji probablemente estaba sufriendo, se juró a sí mismo que el fotógrafo estaría más agradecido si respetaba su privacidad cuando era mera mentira para consolarse a sí mismo. Recuerda una noche especialmente nítida entre ellos dos, donde el rosal eran apenas algunas flores brotando entre los pulmones del japonés, bebieron en exceso al lado de Sing, estaban celebrando su nuevo concepto de arte, fue una salida cursi. Pero eso da igual, el punto es que despertó en medio de la noche y lo escuchó vomitar, con una respiración entrecortada, gritos que sonaban demasiado brutos para ser amortiguados por la puerta, tocó un par de veces antes de entrar y vio, lo vio con un camino de pétalos escarlatas hacia el suelo pendiendo desde su boca rota por las espinas hacia las brillantes baldosas manchadas por sangre.
—Lo siento.
Se disculpó, claro que ese es el primer instinto de Okumura, aún con el cuerpo tembloroso, repleto de sudor y pétalos de rosas, con los dedos tiritones alrededor de la taza del inodoro, se disculpa con Yut-Lung sabiendo que le muestra algo desagradable e incómodo. Todavía si llevaban años en esta presunta amistad, el psiquiatra no sabía dónde diablos estaban los límites, tampoco los buscó, se forzó a mirarlo toser flores frenético mientras cada poro de su alma le suplicaba por abrazarlo.
—No le digas a nadie.
Fue la segunda implora que arrojó, arrastrando las palabras evidentemente ebrio, con la mirada tan cansada que francamente le dio un escalofrío, se veía tan vacío, tan resignado y viejo, tan poco Eiji.
Así que Yue prefirió concluir que este no era realmente Eiji, se convenció a sí mismo de que esto era un mal sueño y no lo mencionó, lo limpió, lo recostó al lado de Sing, lo tapó con una manta de polar y al día siguiente todo estaba bien otra vez, todos actuaban con normalidad, así que también lo hizo. Nunca se atrevió a poner el tema en la mesa, aún si esta clase de eventos se repitieron o él se volvió más perceptivo a esta clase de estímulos, no lo forzó a hablarle del Hanahaki o a preguntarle por los pétalos ni nada.
Lo dejó morirse, así de simple.
Es cómplice de su cercana muerte.
Yut-Lung se cuestiona constantemente por qué no actuó antes, por qué no se atrevió a mirarlo a los ojos y a confesarle lo que pasó, por qué no lo ayudó un poco más, por qué no hizo algo, porqué dejó que llegaran hasta este extremo, de tenerlo en agonía en una camilla de hospital con los pocos días contados en el calendario, quiso ignorar lo obvio y le salió peor. Debió hacer más porque lo ama, es su estúpido y terco mejor amigo, debió ayudarlo, porque Eiji siempre ayuda y antepone a los demás, ahora que fue su turno para ser cuidado y apoyado no pasó.
—Perdón. —Acá están ahora, han pasado por tantas hospitalizaciones, Yue entiende que no desee más, que esté cansado e incluso frustrado porque el destino es un hijo de puta que se lleva a gente buena, a los más buenos en realidad—. Lo siento
—¿Por qué te disculpas? —Y de pronto, el más joven ha roto en llanto. Si bien, ya se ha lamentado incontables veces por este padecimiento, es la única vez que se quiebra frente a Eiji, se lo permite.
Perdóname por ser un mal amigo.
Perdóname por no salvarte.
Perdóname por hablar tan tarde.
Perdóname, no te mueras por favor.
No me dejes.
—Por romper nuestra promesa. —Miente, con la boca reseca y las pupilas ardiendo, con dos manos que se mueren por abrazar a Eiji porque puede ser la última vez que lo haga pero no lo hace, hacerlo es admitir la derrota en cierta manera—. No te pondré un cuidador sino lo quieres, te pasé a llevar.
—Gracias por entenderlo. —La mirada cobriza del japonés chispea una pizca de esperanza con este simple gesto, eso pellizca el corazón de Yut-Lung, incluso en estas circunstancias la determinación inquebrantable sigue intacta dentro de esas pupilas que absorben estrellas—. No quise decir lo que dije, aprecio todo lo que haces por mí, solo...Estoy algo cansado y exploté, estuvo mal.
—Lo sé. —Dios, si tan solo se hubiera atrevido a marcar una línea, ¡no! A pensar en la línea, a hacerlo sentir amado con un gesto pequeño, a picotear en la incomodidad, a escuchar el sufrimiento de Eiji, su última exposición de fotografías fue evidente, pero no lo hizo y no se lo perdonará jamás—. Iré a hablar con tu doctor para tramitar tu alta, ya te estabilizaron, estará bien.
—¿De verdad? —A Eiji le sorprende la poca pelea que da su amigo, más, muestra su satisfacción.
—De verdad. —Le promete, enredando sus dedos en su lacio y largo cabello, buscando un consuelo al cual aferrarse—. Vamos a comer algo delicioso luego de esto, la comida del hospital me enferma. —Intenta aligerar la tensión bajo el diluvio, escuchando el eco de las gotas en la penumbra, mirando el día gris a través de una ventana demasiado gruesa para efectivamente mirar.
—Pensé que estabas a dieta.
—Me vas a hacer romper mi dieta, supongo. —Sabe que es atípico e incluso inmoral pretender usar sus conocimientos médicos con su mejor amigo, le ha prescrito medicamentos para aplacar el dolor, son un escueto confort y lo vislumbra con suma claridad, este es su castigo, que ahora le restrieguen el sufrimiento de quién más adora y no pueda hacer más que observar impotente—. Voy a escribirle a Sing para que nos encuentre afuera del hospital.
—¡No! —Eiji le aprieta la muñeca, una expresión desesperada late en sus pupilas, si fuera cualquier otra persona tocándolo con semejante confianza la habría golpeado, pero es el chico que odia y ama en medidas iguales, es su hermano mayor que se comporta como menor, el chico con ojos de ciervo que no tiene nada de adorable—. No le cuentes. —Esa petición lo rompe, lo estampa otra vez contra la espada y la pared. ¿Volverá a ser cómplice? ¿Otra vez fingirá que no lo ve?
—Deberías decirle.
—No quiero que él sepa. —La enfermedad a fin de cuentas los consume a ambos, a Eiji al padecerla y a Yut-Lung por ser su único testigo silencioso—. No quiero que nadie más sepa.
—Te adora, merece saberlo.
—Lo sé. —Eiji se hace pequeño entre las sábanas—. Pero no todavía.
¿Cuándo, entonces? ¿Cuándo tenga que reconocer su cuerpo en una maldita morgue? Quiere gritar, sacudirlo, abofetearlo y odiarlo, todo al mismo tiempo, todo en este segundo. Está enfermo de ser un cómplice taciturno de su muerte, de ayudarlo a matarse con esos silencios que crecen como una bola de nieve cuesta abajo hasta terminar con una nueva hospitalización o peor, con Eiji muerto de verdad.
—Por favor, Yue.
Pero él es un cobarde y no se atreverá a cortar este ciclo, a tomar esas plantas entre sus manos para al menos intentarlas arrancar, tienen espinas y acabará lastimado. Lo deja destruirse como lo llevan haciendo tanto tiempo, suplicando para que Eiji le permita vislumbrar aquel genuino malestar, que le deje mirar las fotografías de verdad, que lo deje mirarlo.
—Lo hago por ti.
Pero no lo hace, Eiji nunca se las muestra y Yue nunca las pide.
Chapter 2: Soulmate not destined.
Notes:
Hi~ Como varios sabrán por el anuncio de mi perfil, anduve con una anemia horrible que me dejó muerta por días, eso me pasa por tener un estilo de vida triste y precario, pero acá estamos otra vez, again, el inicio de esta dinamica es lento pero finalmente me gusta mucho, así que paciencia con los contextos, nos vamos con Ash hoy.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—Oh my darling, oh my darling. Oh my darling Clementine.
La pegajosa voz de Griffin entremezclada al alarido de la metrópoli taladra sus tímpanos, incidiendo hasta lo más profundo de su mente, retumbando igual que un eco vacío en una cueva congelada, se cae como un témpano de hielo, se quiebra en una superficie rocosa, sus restos yacen ahí, sobre esa caverna que simula sus pensamientos, se queda alrededor de una poza de escarcha derretida. Aslan odia esa canción, es la tonada preferida de su hermano, solía tararearla en su Cape Cod, con Jennifer horneando panecillos dulces en la cocina mientras ambos limpiaban las mesas del comedor, rústica, bruta y áspera, se las enseñó Jim.
Ama Nueva York porque no se parece en nada a su pueblucho natal.
Prende un cigarrillo, hunde sus hombros contra la vieja camioneta estacionada, enfoca su atención en el edificio que tiene enfrente antes de arrojar una calada de humo, las bombillas amarillentas y fosforescentes le dan un aspecto deslavado al blanco de las paredes, los grafitis son deprimentes y el ambiente a Downtown le es patético, con su pensión debería poder pagarse un mejor retiro, pero no, Jim es tozudo y tacaño, le negaba dinero para educación y no lo ayudó cuando sus hijos nacieron.
Orgulloso de mierda.
Le da otra profunda calada al papelillo, mira a sus hijos corretear con Jennifer en el jardín del edificio, regresa su atención a Griffin, quien tiene las manos dentro de los bolsillos y no ha dejado de tararear esa maldita canción, aspira un poco más fuerte el tabaco, el gustillo a café quemado aún le escurre por los dientes, recuerda el rostro disgustado de Amelia y sonríe. Un torbellino de sentimientos nace de su pecho para expandirse por doquier. Siendo sincero, está contento por ella. Ni en el embarazo de los mellizos consideraron el matrimonio, le alegra que ella se vaya a casar.
¿Por qué esa mujer tuvo que conocer a su alma gemela al otro extremo del mundo? Esa es la única y verdadera pregunta.
Sigue siendo una mamá.
—Te ves pensativo. —Griff canturrea, toma el cigarrillo entre sus gruesos y ásperos dedos, el trabajo de campo los ha dejado así, Aslan mejor que nadie lo comprende, la vida no es gentil con forasteros perdidos—. Fumar te hace mal, te lo he dicho. —Suspira, permitiendo que le quite el papelillo para arrojarlo hacia una mugrienta poza de agua, las cenizas se extinguen de manera progresiva, lanzan un par de mohosas burbujas antes de apagarse por completo.
—¿El humo molesta al anciano? —Se burla, dándole una sonrisa tiritona y sagaz.
—Bastante, deberías cuidar la salud de tu viejo hermano mayor. —Griffin no cede.
—Idiota. —Gruñe, saboreando el cambio progresivo de la atmósfera, sintiendo la seriedad gotearle desde las yemas de los dedos igual que las hojas de tabaco secas, destila junto a la lluvia incolora.
—¿Te arrepientes de no haberte casado con ella?
—¿Eh? —Griffin pisa el cigarro una última vez antes de mirarlo, una emoción indescifrable endurece sus facciones, dándole una apariencia más cansada y polvosa, más Jim.
—¿Quieres ir tras Amelia?
—No es eso. —Funcionan como amigos, lo dejaron claro desde que quedó embarazada, su primer amor no es el amor de su vida, está bien, está perfecto, han entablado una relación mucho más sana a causa de esa confianza ciega y su inherente afecto—. Pero se fue tan lejos. —Suspira.
—¿De dónde es el sujeto?
—De España, creo. —Ni siquiera lo recuerda, la noticia fue abrupta, no le dio tiempo de refugiarse, cayó igual que una bomba de destrucción masiva encima de una casa de cartas de papel, no existió oportunidad desde el inicio y eso le da pena—. Dawn y Jade todavía no lo asimilan, mamá no volverá.
—Son muy jóvenes para entenderlo todavía, necesitan explicárselo con más calma entre los dos. —Entonces, su hermano mayor suaviza su mirada azulada y le pone una mano encima del hombro, el tacto es suave, seguro y de ninguna manera demandante—. No acarrees con la responsabilidad solo.
—Lo sé, han pasado meses y no lo comprenden aún.
—No seas tan duro contigo mismo, Aslan. —Le da risa aquella frase, suena muy Griffin Callenreese—. Haces un grandioso trabajo con ellos, tus hijos te adoran.
—Lo sé. —Musita, frunce la boca, besando la reminiscencia fantasma del cigarro—. Pero también la adoran a ella y se fue.
Jade y Dawn.
Son sus pequeños revoltosos.
Su primera novia quedó embarazada con apenas quince años, fue una mierda, el matrimonio fue la opción que ambas familias propusieron, nunca estuvieron de acuerdo ni lo hicieron, les tomó cuatro meses de relación comprender que no iban a funcionar siendo una pareja. Pero sacaron el embarazo adelante, Ash se hizo cargo principalmente de los niños, su trabajo de escritor le ofrece esa libertad mientras que Amelia navega por el mundo. Si bien, él entiende que el nacimiento de sus hijos es un preciado regalo, existe el temor irracional a haberle arruinado la vida a su ex, haberla vuelto aversiva al amor, le alegra que se vaya a casar y que no sea así.
Es duro para sus hijos, Dawn lo ha asimilado con una frívola resignación, mientras que Jade aún yace en cierta etapa de negación. Por eso Griffin propuso traerlos al asilo de Jim, la idea le asquea, no es que haya sido el peor padre del mundo, sin embargo, hay ciertas invalidaciones, maltratos y deslices que no se pueden perdonar. «Micro-trauma», ese es el concepto correcto, una serie de eventos que resultan nocivos acumulados en el tiempo que dejan una herida irreparable.
—¡Entremos a ver al abuelito, papá! —Por eso tener que ver a Jim luego de tanto tiempo evitándolo le resulta tan repulsivo, es indignante que el viejo se muestre arrepentido porque está agonizando, tuvo una larga y próspera vida para intentar hacer lo correcto y no—. Vamos.
—El abuelo no está tan bien como la última vez que lo vieron. —¿Hace cinco años? ¿Seis? Griff vive en Cape Cod y lo visitó esporádicamente, pero Aslan que reside en Nueva York, a un par de cuadras de la casa de reposo, ni siquiera miró a ese sector de Downtown. Odiarlo es fácil, se repite.
—¿Por qué? ¿Qué le pasa? —Jennifer niega, resignada, ejerciendo una presión apenas perceptible en las manos de los niños.
—Puede verse confundido.
Demencia de tipo Alzheimer.
Se la diagnosticaron hace algunos meses y ha ido en un desgaste progresivo, a Ash le da igual siendo transparente, no quiere ni debe tener lazo con un hombre tan bruto emocionalmente que es incapaz de ver, entender y lamentarse por el daño que hizo. No es su obligación hacerse cargo, lo dejó más que claro imponiendo su lejanía, trazando una línea de Jim con el resto de la humanidad, debería ir y hacer como los gatos, apartarse antes de morir en vez de dar pena.
—Vamos… —Aslan no piensa todo eso realmente, solo está dolido con su padre, todavía no puede verlo, ni podrá verlo dentro de mucho tiempo ante la falta de herramientas, pero Griffin de alguna manera lo sabe y se lo transmite en un toque de hombro gentil—. Papá nos está esperando.
—No quiero verlo.
—Dijiste que sería bueno para Jade y Dawn.
—Pueden entrar sin mí. —Bufa, comportándose igual que un niño, ni siquiera sus pequeños de ocho años hacen esos ataques de cólera infantil.
—¿Tienes miedo? —Una carcajada indignada es su respuesta caída. ¿Miedo? ¿El grandioso lince de Nueva York? ¡Por favor! Se las arregló para sacar adelante una familia y una carrera en la que nadie creía, pero deseó que lo hicieran, realmente lo deseó mucho.
—¿A qué? —Tensa el entrecejo, haciendo reír a su hermano por su actitud infantil, probablemente lo sigue mirando como ese niño con corte principesco que correteaba entre los maizales dorados.
—De que no te reconozca.
—Espero que no lo haga.
—Aslan.
—Será un dolor de culo si lo hace.
Entran a la residencia, lo que capta su atención es la estética lúgubre del lugar, parece una morgue, repleta de cadáveres andantes con pieles casi translúcidas, con olor a naftalina y ojos apagados, casi puede ver la esperanza extinguiéndose en arrugadas sonrisas de medialunas y suéteres gigantescos que se usan para esconder la delgadez. Ash escanea por todas partes, la madera está podrida en los soportes, los muros de piedra han humedecido la casa, enfermando a sus huéspedes, lo comprueba al verlos temblar bajo mantas agujereadas, los techos son altos y el entretenimiento está muerto, dan pasos tímidos, sus hijos se esconden detrás de él hasta que…
—Jim.
Cuando el médico le diagnosticó demencia recuerda una serie de nunca y siempre durante la charla, no los exámenes ni el diagnóstico, solo nuncas y siempres. ¿Su papá nunca le contó del terrible dolor de cabeza que padecía?, ¿su padre nunca dio la impresión de estar perdido?, ¿su padre nunca habló de su pérdida del apetito?, ¿su padre nunca manifestó confusión o malestar por las incoherencias?, ¿su padre nunca pidió ayuda? La respuesta a todas las cuestiones era un siempre. Jim siempre trató desesperadamente de suplicar por el apoyo de sus hijos.
Y ellos nunca lo escucharon.
Así que verlo acá, con las mejillas tan chupadas que parecen piñones, con la piel arrugada, manchada y pálida, con los ojos tristes e idos clavados en el piso, con capas de ropa cubriendo el saco de huesos que tiene en lugar de cuerpo, encorvado en una silla, realmente encorvado, no debería afectarlo.
—Jim. —Pero el nombrado alza el mentón—. Los chicos te vinieron a visitar.
—¡Aslan! ¡Griff! —Luce tan pero tan feliz al verlos—. Mis niños. —Los llama con esa voz suave y Ash debe asimilarlo otra vez, papá se está muriendo, se está muriendo porque él no hizo nada y era más fácil no ver eso, ser un cómplice silencioso a confrontar las consecuencias de sus acciones.
—¡Abuelito! —Jim impresiona confundido por la presencia de sus nietos, no apetece saber qué tan lejos ha avanzado la enfermedad, si los conoce o no, prefiere limitarse a arrastrarse a su lado, aprieta de esa áspera y lastimada mano y lo recuerda, las tiene así porque lo crío, porque lo amó. Quizás no fue el mejor padre del mundo, sin embargo, él fue un hijo malagradecido.
—¿Ellos…? —Ni siquiera termina la oración, Jennifer presiona un beso en su frente para calmarlo, sus dedos trepidan por la confusión, la idea de un Parkinson le ofusca la mente y la borra de manera automática, la expulsa—. ¿Por qué se ven tan viejos? No se cuidaron de la edad. —Se burla, extiende su pulgar tembloroso para tocar el rostro de Ash—. Mírate, tienes barba.
—Me la acabo de afeitar. —Intenta sonreír, no va a mirar hacia atrás porque Griff debe estar todavía más afectado y eso los lastimará, mejor seguir siendo cómplice silencioso, dejando que se muera al frente sin decir nada, porque decirlo dolerá y no cree resistirlo.
—Las chicas deben volverse locas contigo en la universidad.
—¿Universidad? —Es inconsciente mostrarse afligido—. Yo…
—Aslan no quiso terminar su carrera. —Griffin interviene, arrodillándose ante su progenitor—. Sacó su primer libro y no tuvo tiempo, ¿lo olvidas? —No obstante, esa mirada vidriosa azul luce muy ida y vacía, como si sus recuerdos y todas esas cosas especiales que hubiesen constituido a su padre ya no estuviesen ahí.
—C-Cierto. —Miente—. Felicidades, siempre amaste escribir. —Es un contenedor roto.
Porque el verdadero Jim casi sufre un infarto cuando dejó la universidad, le dio un discurso fastidioso sobre las oportunidades que nunca tuvo, que quería que fuese mejor y bla, bla, bla. Claro, ahora Ash mira esto y le da vergüenza su actitud de rebelde sin causa, en retrospectiva estaba cumpliendo con su rol de protector, intentando darle lo que consideraba mejor, pero en esa época, que invalidase y no creyese en su sueño de escritor fue lo más terrible del mundo.
—¿Qué tan mal está? —Finalmente se atreve a preguntar a Jennifer, soltando las manos del cadáver andante, del padre falso que nunca despertará.
—Empeora cada día, no tiene un buen pronóstico. —Musita—. A veces se pone agresivo y ataca al resto, tanto a los cuidadores como a mí.
«Lo siento», quiere decir.
«Lo siento por dejarte sola con este peso».
«Lo siento por dejarlo morirse».
—¡Eiji! —El grito de Jim interrumpe el hilo catastrófico de pensamientos—. Debes conocer a mi hijo, se van a llevar tan bien.
—¿Eiji? —Su progenitor asiente energéticamente, igual que un niño que comió mucha azúcar.
—Es mi cuidador, te agradará.
Ash no tiene tiempo para protestar, huir o escapar, es atrapado al instante por los ojos más bonitos del mundo del otro lado del cuarto, eso lo deja boquiabierto, con los labios ligeramente tiritones, la lengua pesada y las palabras mudas. Una oleada de emociones indescifrables lo ahoga igual que una gigantesca ola contra un roquerío, ese chico con apariencia de ciervo perdido en el bosque, cabello negro, espeso y curvo que se alza con rebeldía encima de un largo abanico de pestañas, el chico con mejillas tan regordetas que quiere pellizcarlas y hacerlas enrojecer aún más en ese bronceado sexy, ese chico que se vuelve aún más bonito y brillante cuando esboza una tímida sonrisa, sí, ese mismo, lo ha dejado completamente embriagado. ¿Por qué? No tiene idea.
Siente una conexión instantánea por muy ridículo que suene, tal como los personajes en sus cuentos al conocerse o como esperó hacerlo con Amelia, la electricidad escurre desde la punta de sus dedos hasta el último mechón de su cabeza, es indescriptible y lo deja fascinado.
Mierda, el cuidador de su padre es lindo.
—Pero no te quedes con cara de bobo, salúdalo. —Jim le golpea la espalda, empujándolo directo al fuego—. Perdónalo Eiji, hace mucho que no coquetea.
—¡Viejo! —Gimotea, se ha puesto más rojo que el vestido de Dawn—. ¡No digas esa clase de cosas!
—¿Acaso no estás fuera del closet? —Griffin contiene una carcajada contra el dorso de su palma, el desgraciado está disfrutando de aquello, no es un tema nuevo su sexualidad, sus hijos lo saben, para Ash era importante transmitirles que el amor es independiente del género—. Saluda hombre, no es tan difícil. —Pero esto es humillante.
—¿Papá está coqueteando? —Que por favor lo trague la tierra.
—Apesta.
—Hola. —Entonces, el chico bonito toma la iniciativa—. Soy Eiji Okumura. —Y Dios, su nombre es perfecto, incluso le es familiar gracias a la armonía que entonan las letras.
—Aslan. —Musita, extendiendo la mano, galante—. Aslan Jade Callenreese.
El resto de la visita es un caos, aunque la presencia de Eiji lo ayudó a aligerar la atmósfera, es real, esto está pasando y será inevitable empeorar, lo sabe, la pérdida de memoria será inhumana, puede escuchar las manecillas del reloj saltando en su cabeza en un ritmo errático. Tic, tic, tic, tic, igual que las bombas de tiempo. No puede hacer nada más que la estimulación cognitiva pero esto va a pasar, papá se está muriendo, se pierde a sí mismo y un día no lo reconocerá.
Aslan se arroja en una de las sillas de mimbre bajo el ventanal, se culpa, se culpa por miles de razones y a la vez por ninguna, tenerlo más cerca no habría curado mágicamente la demencia y es consciente de aquello, sin embargo, habría hecho más llevadera la carga de Jim. Entonces lo acepta, ama a este ermitaño y esto le duele, lo ama y lo lamenta, lo lamenta y no sirve de nada. Su nuca se hunde en el grabado del mueble, sus fosas nasales se llenan de perfume pastoso, presiona los párpados, permite que la silla se bambolee desde adelante hacia atrás, se ahoga.
—Te ves preocupado. —Y esa suave voz lo saca a la superficie, aún estando bajo el agua, se esfuerza por respirar, lo revitaliza, lo limpia y lo rescata—. ¿Es la primera vez que lo visitas?
—Lo es. —Ash sonríe sin gracia, hunde sus yemas en los bordes de mimbre, rasga las puntas afiladas a causa de la edad, las arranca igual que Jade lo hace cuando está aburrido en clase—. No creía que fuese tan…
—¿Malo? —Abre los ojos con lentitud, encontrándose con esas grandes pupilas brillantes—. Hoy es un día duro para Jim, te prometo que tiene días mejores, donde está más lúcido. —Eiji se ha sentado en la mecedora del lado, balanceándose con parsimonia, consigue que su oscuro y tupido flequillo salte encima de sus cejas, huele a flores, piensa.
No a cualquier flor.
—Gracias.
Huele a rosas
—¿Llevas mucho tiempo con mi papá?
—Un año. —Musita, frunciendo el entrecejo y arrugando la nariz, el movimiento lo hace carcajear y le recuerda a un conejito—. Cuando fue mi modelo para mi último trabajo nos hicimos amigos.
—¿Modelo? —Ash ladea la cabeza, clava sus zapatillas en la vieja alfombra, deteniendo el arrullo.
—No soy su cuidador, soy su amigo. —Eiji lo dice como si fuese lo más natural del mundo pasar su tiempo libre en un asilo repleto de cadáveres andantes—. Soy fotógrafo, Jim fue el último modelo que usé. —Aslan abre los ojos con asombro.
—¡Por eso me sonabas! —Grita, conmocionado—. Conozco tu trabajo, Eiji Okumura. —Se siente tan estúpido por atar los cabos sueltos ahora, era obvio, un hombre senil no es la fuente más verosímil o confiada.
—G-Gracias. —El japonés luce extraordinariamente avergonzado por el comentario—. No he hecho gran cosa.
—Conocí tu trabajo en una exhibición de Central Park, estaba buscando inspiración para mi libro y… —La cara se le pone caliente—. Wow, eres tan wow.
Entonces, se atreve a hacer contacto visual, la mandíbula se le cae, el corazón le late con fuerza, las piernas se le rinden en la mecedora. Porque Eiji lo está contemplando como si hiciese estrellas, yace un brillo absolutamente arrebatador consumiendo sus pupilas negras, calcinando esa iris cobriza en su propio Big Bang o agujero de destrucción masiva, eso hace que le duela el corazón, no sabía que los seres humanos podían poner expresiones tan maravillosas.
—¿De verdad? —Pregunta finalmente, saliendo de su trance, mostrándole una belleza discordante a la crudeza que caracteriza su arte acerca de Nueva York, anhela ver la exposición en que Jim posó, quiere ver toda la ciudad con esos ojos—. ¿De verdad lo piensas?
—¿Por qué estás tan sorprendido? —Ash se burla, intenta aligerar el tono de la conversación, busca cualquier excusa para ignorar el traqueteo dentro de su pecho—. Eres un artista. —Y Eiji impresiona tan lastimado por ese comentario mordaz, no lo ha dicho con mala intención, lo lamenta.
—Desde hace un tiempo estoy sin inspiración para fotografiar. —El japonés carraspea enfermo, la tos que escapa es gutural, brusca y forzada, es una tos fea—. A veces olvido que hice cosas buenas.
—Realmente buenas. —Insiste, alzando su voz un par de tonos. Aslan no es fanático de la fotografía, no es un fanático personal de este chico ni mucho menos es conocedor, no obstante, presiente que sino le dice esto ahora se arrepentirá por siempre, es una cuestión instintiva—. ¿Por qué dejaste de lado el arte? Últimamente no he visto tus trabajos exhibiéndose. —El aludido encoge sus hombros, bamboleándose en la mecedora una y otra vez.
—Bloqueo creativo. —Más que una afirmación parece una pregunta.
—Ajá.
—¡Es verdad! —Chilla, inflando mejillas y tensando el ceño, es lindo—. Tengo un bloqueo creativo, solo a los más grandes genios nos pasa. —Patea el piso, igual que un conejo terco, Ash tiene muchas ganas de seguirlo molestando, de provocar más de esos tenues arrebatos.
—Pues perdóname por nunca haber sufrido un bloqueo creativo, las ideas solo brotan en mi mente, supongo que eso me pone más arriba de los genios. —Bufa, con una sonrisa socarrona y una mirada de absoluta picardía—. Al nivel de un Dios o algo así.
—No eres nada humilde. —Eiji se queja, cruzándose los brazos encima del pecho, balanceándose con una expresión amargada para nada convincente—. Si eres tan grandioso, ¿por qué nunca te he leído?
—Simple. —Se inclina, apoyando su mentón contra su palma, cerca—. Tu gusto de lectura apesta.
—¡Eso no…!
—Probablemente eres la clase de chico que prefiere los mangas porque están repletos de dibujitos a los libros clásicos como Hemingway o Salinger. —Ah, lo ha hecho callar—. ¿Tengo razón?
—Eres malo.
—Si fuera malo te habría mandado a leer plaza sésamo.
—¡Ash!
—Salud.
Es divertido hablar con Eiji, concluye.
Una extraña sensación lo envuelve mientras charlan y ríen hasta que anochece, han creado un jardín secreto del que no quiere salir. Algo invade lo más profundo de Aslan durante estas conversaciones, es como si genuinamente hubiese conectado con el chico, como si lo sintiese filtrarse por cada poro de su piel, llenando esa alma polvosa de sol, abriendo las cortinas del tormento y permitiendo que los rayos empapen por doquier, no le preocupa más el matrimonio de su ex o la demencia de Jim, no al punto abrumador de esta mañana al menos, supone que es un avance.
De pronto, Ash se encuentra a sí mismo demasiado maravillado escuchando a ese chico bonito, una dura autoconsciencia lo golpea, ¿qué está haciendo? Es un papá y no tiene tiempo para esto, apenas le dedica un par de horas al día a sus amigos, no puede conocer más gente, no hay espacio para más gente, se repite. Pero Eiji ladea la cabeza, contemplándolo con esos grandes ojos, tiene una sonrisa que lo deslumbra y lo hace profesarse lo más interesante de la faz de la tierra, ridículo e infantil, aún así se siente correcto para ellos dos, tan natural.
—¿Por qué pasas tiempo con Jim? —La pregunta escapa con confianza, aunque son extraños, ambos han roto ese pacto silencioso al entablar una cercanía sutil y apenas perceptible para ojos ajenos.
—Es un hombre agradable. —Lo defiende.
—No lo es, no tienes que ser amable. —No funciona, él ha arrastrado su silla lo más cerca que puede de Eiji en ese rincón, está mal, sin embargo, la emoción de estar haciendo una maldad al escabullirse con este chico agita su corazón igual que un pajarito—. Hablo en serio.
—Supongo que me identifico con él. —Murmura, una sonrisa triste reemplaza ese fulgor que tanto lo ha embelesado, siendo cubierto por un manto de melancolía, pasando a confundirse con el ambiente de esa fúnebre casa, igual que un mueble más—. Nuestras situaciones son un poco similares.
—¿Tu padre tiene demencia? —Niega.
—Mi padre falleció hace un par de años.
—Lo lamento. —Eiji lo detiene, meciendo su mano un poco más cerca, baja el mentón, acaricia el borde de mimbre en busca de una mera distracción.
—Jim se veía perdido cuando lo conocí, tan apagado. —Las palabras chocan en sus labios, resuenan amortiguadas por la aspereza del invierno, escapan con dificultad, como si hubiesen brotado espinas de las vocales y pétalos de las consonantes—. No pude ignorar eso, no cuando yo…
—Eiji. —Ash se atreve a apretarle la mano, entonces lo mira con los ojos muy abiertos, repletos de conmoción desbordante, como si esta fuese la primera vez que alguien efectivamente toma su mano para consolarlo y ve su malestar—. ¿Estás bien?
—Lo estoy. —Es un terrible mentiroso—. Gracias, Ash.
—Si tú lo dices. —Pero tampoco pregunta más, teme hacerlo—. Entonces, ¿me das tu número?
Su primer amor no es su alma gemela, piensa y se pregunta por qué.
Notes:
Ready for the spam? Al menos por esta semana creo que tengo actualizaciones diarías, no porque me sobreesfuerce, relax, escribir es mi pequeño refugio contra las tormentas y realmente disfruto de sacar las tramas como seguido, pero en este fic tendremos capítulos diarios hasta ponernos al día el lunes, mañana veremos un poco de Sing, el culpable de muchos sin haber aparecido, pobre hombre, tenganle fe.
¡Nos vemos mañanita!
Chapter 3: Gaslighting.
Notes:
Hi~ Es demasiado temprano para actualizar, i know, pero no tengo certeza de cómo ira mi tarde, así que lo subo a esta hora no más. Desde acá creo que el fic se vuelve más largo, no fue si ocurrió consciente o inconscientemente al tener menos promps, pero se me alargaron un poco los capítulos, la relación entre Ash y Eiji diría que va rapida, pero al mismo tiempo se siente bien justo por el largo de esto, so don´t know, espero que salga algo decente.
¡Muchas gracias a quienes se tomaron el cariño para leer!
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Chapter Text
Clic.
—¿Qué haces? —La suave carcajada de Eiji anega el estudio de fotografía, el aroma de los químicos entremezclado con la tenue reminiscencia de Nueva York le han inundado los pulmones, su mirada abandona el alfeizar de la ventana para posarse en el lente de la cámara, viejo, gastado, de bordes amortiguados y repletos de abolladuras pero aun así, capaz de desprender flashes cegadores.
—Te estoy sacando una fotografía. —Proclama con orgullo, dándole una sonrisa de muchos dientes alegre e infantil.
—¿Por qué?
—Te veías muy lindo. —Sing musita, contemplando con orgullo la miniatura en la pantalla, tiene una expresión núbil que solo se intensifica con el sutil sonrojo que salpica sus mejillas—. Deberías ser mi modelo. —Suelta con voz cantarina, tentado a elevar otra vez la cámara, no se atreve, la correa de alguna manera se siente demasiado pesada contra su cuello en una advertencia.
—Si quieres tener éxito en esto deberás tener modelos reales. —Se burla, mirando la escarcha que ha cristalizado la ventana una última vez, observa cómo recubre las plantas de enfrente y teme.
—Tú puedes ser un modelo real. —Insiste—. Eres bastante guapo.
—Sing.
—Me gusta tomarte fotos a ti. —Musita, bajando la mirada a las imágenes recién reveladas—. Y me gusta mirar tus fotografías.
—Ibe-san es un buen instructor. —Eiji intenta desviar el tema, es experto en el arte del escamoteo y saca a relucir sus talentos—. También es tu maestro ¿no?
—Es diferente. —Pero no funciona con Sing—. La clase de mundo que plasmas en tus imágenes es… —El muchacho frunce la boca y mira el techo con suma concentración, como si pudiese encontrar una respuesta entre las mugrientas grietas blancas que la humedad ha dejado—. Impactante.
—¿Impactante? —Esa no es la palabra que él habría usado.
—¡Sí! ¡Sí! —Sing salta emocionado—. Aunque escoges paisajes o modelos sumamente crudos, dan la impresión de ser atesorados con compasión e incluso con ternura, creo que eso es muy admirable. —Sus pulmones se contraen dolorosamente dentro de su pecho, suben y bajan, el oxígeno se torna pesado, puede percibir los pétalos brotándole en la tráquea, clavando sus espinas entre sus cuerdas vocales con ferocidad, haciéndolo sangrar en silencio—. Te admiro bastante.
—Gracias. —Eiji apenas encuentra su propia voz para decir eso, carraspea, usando la excusa de que se ha resfriado, todos le creen por supuesto, es más fácil ignorar lo incómodo y feo.
—Hay un concurso de fotografía dentro de un par de meses.
—Sing…
—Deberías participar. —Eso no es lo que realmente quiere decir y Eiji lo sabe.
«¿Por qué no participas?».
No se atreverá a pronunciarlo, nunca lo hace aunque la conversación siempre termina con aquella cuestión como punto final.
Si bien, Eiji agradece que Sing respete su privacidad y haya aprendido a caminar de puntitas con el tema de su talento muerto (igual que un campo minado en plena batalla), su relación yace repleta de preguntas sin formular, preguntas mudas que se arrastran por el aire, convirtiendo la atmósfera en algo pesado e insoportable, en preguntas que lo aplastan como un bloque de concreto, preguntas que lo atraviesan justo en el pecho, dejando una sensación tan helada y desagradable en su corazón que cree que ha recubierto cada uno de sus órganos con una sutil capa de escarcha, preguntas que lo dejan helado, realmente helado, preguntas que lo hacen sostenerse tan fuerte, con tanta tensión, que teme que al estirar la mano o siquiera moverse se desmorone por completo y se vea incapaz de recogerse a sí mismo.
Hay preguntas que matan al no ser formuladas.
Eiji se pregunta muchas veces acerca de su enfermedad, no sabe si realmente quiere que Sing sepa, se pregunta si lo ha escondido bien, si su amigo es simplemente torpe por no darse cuenta o sino le importa lo suficiente como para indagar un poco más. Es triste, sabe que es válido que en momentos esta impotencia lo azote de golpe, todo al mismo tiempo y nada a la vez, porque siente mucha culpa contra sus amigos, es él quien ha decidido matarse de a poco al no hablar del tema, pero no puede, no sabe cómo hablarlo y se queda callado.
Cierra todas sus puertas y suplica que alguien las abra y lo vea.
Realmente lo vea.
Ash.
—¿Vas a participar en el concurso? —Eiji musita, es un patético intento por retomar la conversación, una disculpa muda por haber arruinado el ambiente previo con su característico amargor.
—Lo haré. —Sing no lo mira cuando sisea aquello—. Aunque hay un tema predeterminado, tengo algunas ideas en mente.
—¿Cuál es el tema? —Entonces, el más joven alza el mentón con una mirada muy pero muy dolida, separa los labios en una bruma fantasma y musita…
—Amor. —Eiji es incapaz de mover las piernas una maldita pulgada, siente que posee grilletes en cada uno de sus huesos, como si cargase con un peso aplastante fundido a su propia piel, como si al dar un paso adelante todo su ser fuese capaz de colapsar y la oscuridad que lo absorbió al renunciar al brillo del flash lo tragase por completo—. El amor es el tema. —Repite.
—Ya veo. —Es lo único que su voz le permite articular, se abraza a sí mismo, bajando la mirada hacia las relucientes baldosas blancas del estudio, debe entrecerrar la mirada por el reflejo del foco contra la pulcritud del perlado—. Es un tema interesante, estoy seguro de que podrás ingeniártelas y sacar algo maravilloso adelante.
—¿Qué crees del amor, Eiji? —Los tímpanos le queman en esa inocente cuestión, como si las vocales se hubiesen visto envueltas por llamas violentas y las consonantes fuesen ácido corrosivo, él sangra.
—No entiendo a lo que te refieres. —Sing asiente, caminando hacia la mesa en medio del estudio, acomodando las fotografías que acaban de tomar de Central Park—. Creo que me sobreestimas.
—Creo que eres un terrible mentiroso. —Murmura.
—Sí. —Ríe—. Yo también.
—Creo que debes retomar tu carrera. —Así como hay preguntas que matan al no ser formuladas—. Creo que es un desperdicio que te hayas acobardado. —Hay cuestiones que asesinan el alma por ser pronunciadas—. Cobarde.
Eiji no responde.
No puede responder a eso.
Eiji le tiene terror a las fotografías.
Luego de su último trabajo fue todo, llegó a un punto tan alto de su carrera, a una cúspide de pasión e inspiración que lo dejó lo suficientemente embriagado y motivado para que lidiara con la fatiga, se empujó a un límite sobrehumano para bosquejar la perfección, la fotografía lo hacía tan feliz que apenas lo podía soportar, esa era una vocación pura a inquebrantable y mierda, fue una exhibición significativa, el orgullo lo abrumó tras contemplar sus cuadros en la galería, voló alto, voló realmente alto y cayó.
Apenas intentó iniciar un nuevo proyecto, él no…
Nada.
Nada de nada.
No queda nada dentro de él para plasmar, primero pensó que era un bloqueo artístico, Ibe lo había entrenado para que los sobreviviera, intentó cambiar aires, inspirarse con arte, con música, pintura, libros, mangas, lo que sea. Nada, Eiji quedó completamente vacío, como si en esa última exhibición se hubiese esforzado al punto de romperse y su creatividad se hubiese derramado igual que tinta al piso, goteó y goteó hasta quedar completamente vacío.
No fue temporal, simplemente perdió la pasión, no, perdió un pedazo de sí mismo, lo guardó en una caja de cartón junto a sus cámaras, lo encerró en el closet y se sumió a la autodestrucción. Sabe que es irreal el negativismo, que no debería ser tan difícil poder apretar el disparador y ya, pero no, esto se siente tan real que le duele, ha quedado vacío, es real, se rompió, se rompió y no se sabe arreglar. El terror de tener que cargar con las expectativas de los demás cuando ni siquiera es capaz de mirar sus viejas fotografías, no hay salida, eso lo resignó al Hanahaki, cree. No hay final, no hay nada, solo flota sin rumbo carente de control a dónde va, y aún así, tiene la certeza de que no flotará por mucho más. Ayuda, ayuda por favor, quien sea. No puedo respirar.
¿Qué sentido tiene una vida tan pobre que no vale la pena ser vivida?
¿Qué sentido tiene una vida sin la fotografía?
Pero eso es algo que jamás le contará a Sing, por supuesto, porque pronunciarían en voz alta muchas otras preguntas que Eiji no quiere responder, está muy cansado, lleva un año sintiéndose así y basta, está agotado, no nada más contra la corriente porque no queda dentro de él nada.
—Lo siento.
—¿Eh?
—Te dije algo insensible. —Sing lo sisea como un cachorro pateado, ha bajado la cabeza, apretando las fotografías entre sus palmas, apoyando el peso de su cuerpo contra la mesa de plástico como si la culpa fuese tan pesada que no la pudiese cargar—. Lo lamento, no quise ser tan duro. —El corazón del japonés se derrite ante esa disculpa sincera, es débil, no tiene sentido pretender lo contrario.
—No te preocupes. —Finalmente camina hacia él, contemplando las fotografías, enfoca su atención en la magnanimidad de Central Park y la belleza exuberante que este chico logró atrapar en gráciles detalles, no le da envidia el desbordante talento de su compañero, lo alivia—. No es nada.
—¡Claro que lo es! —El más joven brama, eleva la voz tan agudo que sus orejas queman—. ¡Eres tan talentoso! Me da mucha rabia que te quedes así sin hacer nada, eres increíble en la fotografía, pones una expresión maravillosa cuando se trata de tu arte y me lastima verte así, me duele que no hayas tomado una cámara en un año ni tengas otra exhibición más adelante.
—Detente.
—¡Eres el más talentoso del mundo y odio que no lo veas! Eres el único que no lo ve, ¡¿por qué?! —Entonces, Eiji se sostiene exasperado de los hombros de Sing, aprieta su camiseta, desesperado por ser visto, siente como si se estuviese agarrando al borde de un precipicio, que se caerá de la cornisa si siguen hablando—. Valórate, fuiste la razón por la que me metí a estudiar fotografía, eres mi musa y mi inspiración, eres mi amigo, ¡maldición!
—Detente. —De pronto, está llorando—. Por favor para, no quiero escuchar. —Las gruesas lágrimas caen hacia su mentón en un río que fluye hacia un abismo, hay desesperación en los temblores del japonés, es un remolino de crudeza que lo va a matar—. Me duele.
—Pero…
—Duele demasiado, no lo digas.
Guardan silencio, Sing lo mira sollozar como un niño pequeño sin saber qué diablos hacer en aquella situación, la respiración de Eiji escapa en grandes bocanadas de aire, como si estuviese ahogado en el fondo de un pantano y saliese de vez en cuando a la superficie, intentando mantenerse con vida un poquito más. Es como iluminación de gas, el cuarto entero se ha llenado de esto, de una grotesca luz amarillenta apenas perceptible que pende envenenada hasta las espinas en su tráquea, envuelve los pétalos escarlata y come a través de sus poros. Eiji no puede más, le da vergüenza estar llorando frente a su preciado amigo, sin embargo, escucharlo decir eso sin consideración cuando él…
Está vacío.
No hay nada.
Solo hay rosas podridas en su interior, no hay más pasión ni chispa, ni arte ni nada. Pese a la apacible intención de su amigo, que lo haga dudar así de su propia percepción y juicio lo sobrepasó.
—Eiji…
Sing le toca suavemente el hombro, eso lo sacude, no sabe si es más humillante quedarse congelado enfrente, amortiguando sus propios lamentos con sus manos, haciéndose un ovillo contra sí mismo o ser acunado por esos fornidos brazos en un roce temeroso y suave, casi melancólico. Aunque el toque jamás llega, la cercanía lo hace estremecerse de sobremanera. Y cuando cree que es imposible que las cosas vayan aún más mal, un estruendoso y pegajoso sonido inunda el cuarto.
—Es mi celular. —Lo agradece, se limpia las lágrimas con las mangas de su suéter sin alzar la barbilla, un número desconocido brilla en la pantalla, no desea atender en su patético estado, no obstante, está desesperado—. ¿Diga? —Una respiración frenética retumba del otro lado, la estática eriza cada fibra de su piel y cala hacia lo más profundo de su pecho, hacia sus órganos recubiertos por escarcha, se va a romper.
—¿Señor Eiji? —Desconoce completamente la voz—. ¿Es usted? ¿Es el señor Eiji?
—Soy yo. —Contesta con desconfianza—. ¿En qué lo puedo ayudar?
—Soy Jade. —El extraño pronuncia su nombre con mucho orgullo—. Nos conocimos en la casa del abuelito Jim. —Y de pronto, la imagen de un niño extraordinariamente rubio, hiperactivo y adorable golpea su cabeza.
—¡Ah! —Una sonrisa burbujea entre sus mejillas—. Te recuerdo. —El niño suspira aliviado del otro lado, quiere preguntarle cómo consiguió su número, pero sabe que Jim probablemente se lo dio.
—Quiero contratar sus servicios.
—¿Eh?
—¡Quiero que me tome una fotografía! —Antes de que pueda contradecir—. Mamá está lejos, hace mucho no me ve y… —Se le destroza el corazón en miles de pedazos—. Quiero mandarle una foto mía, casi nunca contesta mis mensajes, por eso, si le mando una foto bonita tal vez ella me llame.
—Oh, Jade. —Su alma se ve inundada por un remolino de sensaciones indescifrables y abrumadoras. De pronto, la situación con Sing pierde importancia y este niñito que extraña a su mamá pasa a ser su prioridad, lo más importante del mundo aunque recién lo haya conocido.
—He juntado mi mesada, puedo pagarle. —La voz del infante se apaga—. Por favor, venga ahora.
—Voy para allá. —Proclama, tropezándose con sus propios latidos y empujando hacia el rabillo de su ojo el mal presentimiento que escalda entre sus venas—. Mándame la dirección.
—¡Gracias! —Cuelga.
Sing lo mira con una mueca preocupada, ha apretado las fotografías de Central Park tan fuerte que las ha craquelado entre sus palmas, Eiji suspira, desea poner en palabras lo que le pasa, sin embargo, cada vez que lo intenta una espina se incrusta con violencia en su garganta y duele, el sabor a oxido le inunda el paladar y hablar lo mata, entonces debe encerrarse en el baño para sacarla de un tirón, la lengua suele cortarse en este doloroso e incómodo proceso.
El Hanahaki no lo deja hablar, es una enfermedad muda.
—Tenemos trabajo. —Susurra en su lugar, las pupilas de Sing se iluminan con un fulgor casi religioso y celestial, eso le roba una risita—. ¿Quieres acompañarme? Ya sabes, como en los viejos tiempos.
—¡Definitivamente!
Van a Downtown.
Lo primero en recibirlos frente al elegante condominio de apartamentos es una desordenada matita dorada junto con un rostro embarrado por chocolate y galletas, Eiji no puede evitarlo, su instinto es poderoso y lo fuerza a limpiarlo con un pañuelo, suele cargarlos, el Hanahaki no es una enfermedad muy limpia. El niño recibe gustoso los mimos, le preocupa que se muestre tan confiado, ¿acaso su padre no le enseñó a no hablar con extraños? Aunque claro, en teoría no es un desconocido, es el preciado amigo de Jim.
—¿Tu padre sabe de esto? —Advierte, el tema de los niños es complicado por el consentimiento y los límites, Eiji no tomará nada sin el permiso explícito de un adulto, no tranza en esa regla—. ¿Jade? —El nombrado patea el piso con inocencia, le da parpadeos dulces y ojitos de ciervo perdido.
—Mi papá tiene un terrible carácter, me va a castigar, no quiero leer más a Hemingway.
—¿Hemingway? —Okey, la situación es peculiar.
—Cuando me porto mal papá me obliga a leer su libro favorito, es horrible, la trama es tan aburrida que quiero llorar, el protagonista es fastidioso y en la historia no pasa nada, me gustan los cuentos que tienen príncipes y dragones, ¡odio el guardián entre el centeno! —Una risa choca con los dientes de Eiji ante la imagen mental del temerario lince de Nueva York imponiendo esta clase de sanciones. Si bien Jim suele hablarle de sus dos hijos, el menor es especial.
Aslan Jade Callenreese.
«Amanecer».
Ahora que lo piensa, combina a la perfección con el nombre de Jade y Dawn.
—No le digamos. —Jade rebusca en los bolsillos de su jardinera desesperado—. Junté mis mesadas para ti. —Al japonés se le estruja el alma cuando una montonera de centavos se le extiende frente al rostro, ¿tanto quiere ver a su mamá? No tiene derecho a opinar si es ajeno a la situación, el mundo adulto es complicado y probablemente su madre hace lo mejor que puede pero le hiere verlo así.
—No voy a cobrarte ni un centavo. —Eiji musita, se ha arrodillado frente al niño, revuelve esa matita dorada con suma ternura, consiguiendo que un inocente sonrojo salpique hasta sus orejas, dándole una apariencia aún más líquida a ese verde limpio—. Guárdalos para comprarle un regalo a mamá.
—Gracias señor.
—Dime Eiji, señor suena extraño. —Insiste, sin embargo, el infante no luce convencido—. Mi tutor me llama Ei-chan, también tienes permiso para llamarme así.
—¡Ei-chan! —Entonces lo grita con toda la fuerza que sus pulmones le permiten una y otra y otra vez, queda encantado con el apodo y no lo disimula. O tal vez, es el simple hecho de ser especial, de ser visto por otro ser humano lo que lo ilusiona.
—¡Jade! —La estruendosa y fiera voz de Aslan corta el aire, se sobrepone a la luz de gas que arrastró desde el apartamento—. ¡Dawn me dijo que estabas en problemas! —Se mira como un desastre, con una camisa celeste mal abotonada gigantesca en contraste con unos jeans roñosos y rasgados, esos mechones extraordinariamente refulgentes serpentean por doquier, como si hubiese estado durmiendo antes de salir disparado por la puerta.
—Mira papá, invité al fotógrafo bonito que tanto te gusta. —Entonces enrojece.
—¡Jade!
—¿Qué? —El nombrado se encoge con inocencia—. Dijiste que era el chico más bonito que habías visto en tu vida y que eso te hizo sentir muy gay. —Sing le agarra el hombro con fuerza para contener un ataque de risa, el caos le ha hecho gracia y no lo disimula—. Además quiero fotos para mamá.
—Oh. —Algo se rompe en ese verde pétreo, es sutil, apenas perceptible, se extingue con una rapidez que debería incitarlo a ignorar el presentimiento—. Ya veo. —Pero Ash…
Está arrojando una última y desesperada señal de auxilio.
Solo lo sabe.
—¿Por qué no charlamos sobre esto? —Se niega a ignorarla, no puede, la ha visto, la ha sentido en sus propios huesos, no puede dejarlo solo aún si no tiene ninguna responsabilidad con esta familia además del cariño que le resguarda a Jim, quizás es forma de agradecerle por ser su último modelo en la exhibición que mató su carrera, le ha pedido que cuide de sus hijos en caso de su muerte más de una vez y luego se retracta, pide demasiado y es consciente.
—¿De verdad?
—Claro, podemos arreglarlo.
Pero Eiji se está muriendo y se niega a malgastar su poco tiempo revolcándose en la autocompasión, así que si puede ayudar a la familia de Jim aun si es tomándoles algunas fotografías, lo hará.
Ash es comprensivo con el capricho de su hijo, le ofrece una disculpa cortés y se relajan. Discuten la posibilidad de una sesión fotográfica familiar en Central Park, a los niños les fascina la idea a pesar de la mueca reticente de su papá, queda agendada dentro de un par de semanas, tiene miedo siendo honesto, ni siquiera ha podido tocar una cámara y ahora pretende usar una, es demasiado irreal, es tonto, pero Sing le está dando una sonrisa de mierda y lo hace suspirar.
—Gracias por quedarte, debió ser una sorpresa que Jade te llamara.
—No te preocupes, vine por voluntad.
—Aún así. —Suspira—. Debió tomarte desprevenido.
Se ha sentado junto a Aslan, terminaron dando un paseo cerca, Sing corretea en los juegos con Jade y Dawn mientras ellos reposan en una banca. El asiento es pequeño, sus hombros no se rozan, pero la cercanía es lo suficiente para que el calor de ese hombre vibre hacia su propia piel y lo electrocute, se siente natural estar cerca de Ash y se pregunta si es por el parentesco que guarda con Jim, alguna familiaridad proyectada o algo así. Deja de lado la idea, sea cual sea el caso, se siente cómodo, siente que es donde debería estar.
—Ellos parecen querer mucho a su mamá, lamento que la estén pasando mal por la mudanza, creo que las fotografías pueden ayudarlos a sentirse mejor.
—Tienes razón.
—Tú… —La pregunta se arranca de su voz igual que una espina—. ¿Cómo estás con eso?
—Esto ha sido duro para los niños, estoy feliz de que ella se vaya a casar pero nos ha dejado de lado y eso les duele. —Ash deja escapar ese hilo de catástrofe en un suspiro, el brillo purpúreo de la tarde ha creado una atmósfera íntima junto a las carcajadas en el parque—. Estoy desesperado, no sé qué más hacer, siento que los estoy arruinando, que estoy jodiendo sus infancias igual que el viejo hizo conmigo y me da pena, no quiero que crezcan carentes de una mamá, no quiero que… —Se frena—. No quiero que se sientan poco amados.
Eiji aprieta su mano, no es un toque demandante ni brusco, es un simple gesto que desea transmitir que no está solo en esto, que está haciendo lo mejor que puede y eso es más que suficiente, que su dolor es visto y es válido, que él es visto. El corazón le late muy rápido dentro del pecho cuando esos ojos jade chocan con su cobrizo, es más intenso que la cafeína en su lengua o la euforia escaldando entre sus venas.
—Ellos lo saben. —Asegura, es cuidadoso con sus palabras, apenas se conocen, no quiere propasar el límite de su creciente confianza—. Ellos saben que te estás esforzando y los amas, eso es más que suficiente, te lo aseguro.
—¿Cómo pueden saberlo? —Entonces, Eiji suaviza su sonrisa, mirando a Sing juguetear con los niños en los columpios, memorizando esas expresiones despreocupadas bajo las flores de cerezo, bañados por los matices iridiscentes y la ventisca primaveral.
—Ellos saben que son muy amados, solo míralos. —Musita—. Se ven seguros y felices. Es esperable que sufran porque su madre está más ausente, son pequeños y no deben entenderlo, pero tú estás acá, que la busquen no significa que no vean eso, significa que la extrañan y ya, y tú deberías darte crédito por eso. —Cuando vuelve a mirar a Ash una expresión indescifrable lo recibe.
—Tú… —Un grácil tinte carmesí empieza a extenderse desde la punta de las orejas del más joven hacia sus mejillas, se ve lindo, piensa. Eso acrecienta la ferocidad con la que late su corazón, lo nota cuando el agarre entre sus manos se torna aún más rígido—. De verdad tienes un buen ojo.
—¿Eh?
—Si le pediste a Jim que fuera tu modelo debes leer a las personas bien. —Eiji toma un gran bocado de aire para mantener el contacto visual, las espinas le hacen cosquillas dentro de su garganta, cree que estornudará algún pétalo y no pasa—. Dijiste que estaban en situaciones similares.
—Lo dije.
—¿A qué te refieres? —Se ahoga en ese verde como si fuese una fotografía, el color es curioso, no sabe si es único en su estilo o son varios matices colisionando en ese iris fulgurante.
—Se podría decir que he experimentado mis propias pérdidas. —Le cuesta sostener una mirada, siente que esos jades lo absorben a un vórtice del que es imposible escapar, recuerda el seudónimo de ese hombre, lince significa ojos brillantes y le sienta de maravilla—. La pérdida de mí mismo, por eso me siento especialmente vinculado con Jim. —No tiene idea de porqué lo ha soltado tan sencillo, ¿hola? Sing lleva meses intentando que escupa algo sobre sí mismo y ha fallado.
—¿Duele? —Tal vez es eso, Ash no lo ha presionado a tirabuzón para que hable—. ¿Lo que perdiste te duele? —Solo lo ha escuchado.
—Bastante. —Entonces, el agarre se torna aún más afanoso por encima de la banca, fingen no darse cuenta, tampoco dicen nada, solo se acarician en silencio, igual que dos adolescentes primerizos.
—Espero que lo encuentres. —La sinceridad es nítida en su voz, como si hubiese envuelto cada letra en verdad sangrante y palpitante, Eiji teme verse arrastrado por tan repentina conexión, lo concibe cercano porque es el hijo de Jim, se repite, es la desesperación que una muerte anunciada conlleva a acercarse a alguien, jura.
—Yo también. —Pero miente, sabe que miente—. Hay un concurso de fotografía pronto.
—¡Eso es genial! —Grita, enrojeciendo aún más por tan infantil reacción—. ¿Vas a participar?
—El tema es complicado. —Escamotea.
—¿De qué es?
—Amor.
Eiji no se da cuenta del temblor en su propia voz hasta que Aslan acaricia el dorso de su palma, traza círculos por encima de sus nudillos para que se relaje progresivamente, es reconfortante y funciona a la perfección, hay algo en la desesperanza en que Eiji se ve cautivado hacia este verde diamantino que lo hace profesarse en un trance de inspiración, como si fuese indestructible y pudiese tomar las fotografías que quisiera y ya, es una aplastante invasión de la presencia de este depredador, se mira consumido en un buen sentido, como si tuviese enfrente lo que hubiese perdido.
—¿Qué es el amor para ti? —Tal vez es tonto, pero cree que este hombre es lindo por ofrecerle una zona de seguridad, consuelo y apoyo. Es íntimo en un sentido completamente irracional y cursi.
—Amor. —Murmura, presionando los párpados, permitiendo que su cabeza descanse en el hombro de Ash mientras el dulce aroma de las rosas lo invade—. No creo conocerlo, Aslan. —Miente, lamentándose con esas palabras lentas y sangrantes.
—No crees conocerlo aún. —Replica, inclinando su propia cabeza encima de la de Eiji sin aplastarlo jamás, los mechones rubios le hacen cosquilla contra su nariz, el aroma a libros viejos lo hace sonreír, la tela de la camisa se siente áspera contra sus yemas. Hay una marejada de emociones rompiendo en el risco que no cayó durante la conversación con Sing.
El amor.
Claro que sabe lo que es el amor.
El amor es dolor.
El amor lo está matando.
¿Por qué amó?
Notes:
Con la actualización de mañana volvemos al día a la actividad, que alivio, sé que la narración es como ultra densa para darle el ambiente pero actualmente eso me gusta mucho, ni idea el otro mes, ya veremos, por ahora, espero que tambien los haga felices, muchas gracias por tanto.
¡Nos vemos mañana!
Chapter 4: Homophobia.
Notes:
Hi~ Se sube capítulo en horario extraño porque no estoy segura de poderlo hacer más tarde y no estoy dispuesta a ceder en esta bendita dínamica, me da risa, porque vamos en el día cuatro y siento que ya me quede corta para hablar los temas. Hay una pequeña notita abajo como siempre cuando los capítulos se enfocan con ciertos sintomas, ya me conocen, pero eso es todo, espero que les guste.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—Te gusta el fotógrafo.
Ash eleva su vista, desviando su atención del periódico, estaba leyendo el último artículo de Max en el New York Times (pura basura comercial, en su humilde opinión debería dedicarse a ser columnista en el Greenwich Tribune y renunciar a ser reportero) cuando esas palabras remecieron su tranquila mañana igual que una marejada, la ola le explotó sobre la cara sin previo aviso, es un asalto violento y duro que lo tomó desprevenido. Dobla el diario con suma tranquilidad, la reminiscencia a cafeína cosquillea debajo de su nariz, sus labios aún tienen restos de crema y el local está vacío, deja encima de la mesa sus preciadas noticias y solo entonces, luego de dejar más que clara la indignación muda, le dedica una larga mirada a Shorter.
—Estás enamorado del fotógrafo. —Repite con una sonrisa de mierda—. No lo niegues.
—No estoy enamorado de Eiji. —Y claro que lo hace, Ash Lynx es el orgullo personificado.
—Quieres comértelo a besitos, lo sé.
—No, Shorter. —Refuta—. No quiero eso, soy un adulto.
—Bien. —El moreno sonríe—. Entonces quieres cogértelo. —Consiguiendo que un rubor explote en las pálidas mejillas del escritor, expandiéndose con furia hasta salpicar sus orejas, su cuello, su nariz y cada retazo de piel visible. Bingo, piensa con orgullo, ha dado en el clavo.
—¡Apenas conozco al chico! —Shorter tararea detrás de la repisa, ha alzado una serie de pastelillos brillantes y asquerosamente dulces del otro lado de la vitrina, cuando dijo que pretendía dedicarse a la repostería jamás se imaginó que sería un cursi con los detalles, magdalenas brillantes y muffins rebosantes de azúcar, ¿quién lo diría? Por eso sus hijos lo aman.
—Pero buscas cualquier excusa para estar con él. —Okey, esa verdad es circunstancial, no cualquier excusa, solo lo llama cuando tiene ganas de verlo (lo que es prácticamente a diario, detalles)—. Y cuando hablas de él te salen corazones en los ojos. Amigo, estás enamorado.
—¡No es cierto! —Chilla, golpeando la mesa con ambas palmas, levantándose de la butaca colérico, con la respiración subiendo y bajando erráticamente contra su pecho, taladrando su corazón con un dulce veneno, expandiéndose por doquier, lo ahoga—. Pero es que Eiji es tan bonito.
—Ajá.
—Es verdad.
—¿Por qué es tan bonito? —Shorter le extiende una trampa—. Necesito un ejemplo para entenderlo bien. —Y claro que Aslan cae en ella, se encuentra embriagado por una creciente expectación acerca del fotógrafo.
¿Cómo ponerlo en simples palabras?
—Cuando habla de fotografía pone una expresión maravillosa, Shorter, nunca había visto a alguien que le brillen los ojos así, y cuando sonríe, Dios, su risa hace estrellas, al principio pensé que estaba loco y era un simple efecto de sus ojitos oscuros, pero no. Shorter, te juro que caen estrellas en sus pupilas cuando se ríe y yo… —Suspira, regresando a su silla—. Es tan bonito que no sé qué hacer. —Se da cuenta muy tarde del carril de cursilerías que destrabó, el chino está contemplándolo con una mueca de absoluto triunfo apenas se hunde en el periódico.
—Eso se escucha de heterosexualidad dudosa.
—Cállate. —Gruñe, ahoga su rostro en los desabridos títulos acerca de política y leyes que a nadie le importan—. Tal vez es un pequeño e insignificante crush.
—Debo confesarte que me siento un poco herido. —Shorter saca dos panecillos de la vitrina, son de un rosa brillante y colorido, casi fosforescente, de esos que Dawn tanto adora comer para que luego le duela la pancita y deban partir al pediatra—. Siempre pensé que yo sería tu primer crush gay.
—¿Tú? —Ash se atraganta aún sin haber tomado café—. ¿Por qué?
—¿Algún problema? —Shorter luce genuinamente dolido por el comentario, ha cruzado sus brazos en su chaqueta blanca de chef, apartando las magdalenas de su vista.
—Es solo que tú eres tan… —Aslan lo examina de arriba hacia abajo—. Shorter. —Ni siquiera debe musitar las palabras correctas para romperle el corazón a su mejor amigo, puede apreciarlo a través del cristal polarizado de los lentes, ha pisado, aplastado y destruido su orgullo masculino.
—¿Eso qué significa? —No sabe cómo arreglar este lío.
—No eres mi tipo. —Shorter bufa, sentándose frente a Ash, arrojando las magdalenas en un platillo de cerámica con una indignación propia de un niño.
—No te preocupes, tampoco eres mi tipo. —Espeta, suavizando su mirada apenas choca con el jade, es débil ante este hombre y lo sabe, lo ha tratado como un hermano menor desde su primer año de universidad, compartieron cuarto y se volvieron inseparables—. ¿Por qué te gusta tanto?
—¿Eh?
—¿Por qué te gusta tanto Eiji? Estuviste años repeliendo el amor.
¿Por qué?
¿Cómo puede explicarlo?
Hay una extraña sensación de incertidumbre que lo atrae constantemente hacia el fotógrafo de ojos de ciervo y sonrisa bonita, hay una sensación a fragilidad latiendo e invadiendo cada fibra de su alma con cada descubrimiento que hace de Eiji, cada día jura que puede sentirlo más, como si atravesase una especie de coraza o más bien, espinas, lo siente infiltrarse en su cuerpo con la simple presencia de su calidez y penetrar su mente durante las noches de insomnio, sondeando en su piel, dejándolo entrever un algo, algo palpitante y desesperado que se extingue en sus ojos.
Un grito de ayuda.
Ash no sabe cómo llamar el sentimiento aún, sin embargo, todos los días que pasa con Eiji cree que lo vislumbra un poquito más, igual que una rosa que se esconde tras sus múltiples pétalos escarlatas, encogiéndose sobre sí misma para que no la arranquen, intentando defenderse con cuatro espinas, inmediatamente recuerda al principito, la historia favorita de Jade (quien carece de gusto, pero al menos lee algo), se pregunta si ese chico está constantemente cuidándose de algo o alguien, hiere, no sabe por qué pero le duele mucho el pensamiento.
Quiere ver la paleta de emociones, colores y dolores que Eiji le anhele ofrecer, un instinto protector despertó apenas lo conoció, es impulsivo y lo incita a resguardarlo, es tonto considerando que ha sido el único protegido por este chico suave y gentil desde que se derrumbó por la demencia de su padre, ¿por qué le queda esa impresión?, ¿por qué si es tan brillante teme que se extinga?
Es casi irracional, pero cree que Eiji es una estrella fugaz que acaba de pasar.
La vio brillar ya estando muerta.
—No sé. —Prefiere decir, es demasiado complicado para explicarlo con esas palabras cursis, además el corazón le sangra al pensar en el japonés, en los endebles y temerosos movimientos de sus dedos alrededor de una cámara, un pájaro que ya no puede cantar, un ángel sin alas—. Solo me gusta.
—Eres un mentiroso. —Shorter resopla, dándole un mordisco voraz a su magdalena, su boca queda embarrada de glaseado brillante, sus perforaciones se llenan de bizcocho y eso le saca una risa, luce como un desastre —. No te juzgaré cuando elijas contarme, solo quiero decirte eso.
—¿Alguna vez has sentido una conexión instantánea e intensa con alguien? —Ash intenta darle una voz a aquella inefable sensación eléctrica, porque sobre esa dulce y cálida mirada se sobrepone una venda de puro negativismo y sufrimiento, no descifra exactamente qué, el chico es un libro abierto imposible de leer, irónico, demasiado irónico para su gusto—. Algo más allá de lo físico.
—No entiendo. —Claro que no lo hace, no ha tenido una relación estable desde la universidad.
—Una conexión de almas. —Musita, bajando la cabeza, tensando sus manos encima de sus jeans—. Así me sentí la primera vez que vi a Eiji, como si él realmente me viera y yo lo viera a él. —Frunce la boca, dándole coraje para soltar el broche de oro de esta declaración inquebrantable de pasión—. Sentí que estábamos destinados a conocernos. —Y por supuesto, el hijo de puta carcajea.
—Wow. —Shorter toma su taza de café y se la bebe, es un desconsiderado, se cuestiona seriamente el seguir visitando esta pastelería con tan horrendo servicio personal—. Ni siquiera te gusta escribir de amor y me acabas de dar un discurso de romántico empedernido.
—No es eso. —Se queja—. Es solo que…
Eiji Okumura.
El infame Eiji Okumura.
Su mente está repleta de él, está absolutamente absorta y deslumbrada por ese chico, por las risitas que le lanza cuando lo molesta sobre la comida apestosa japonesa, por el brillo nostálgico que arde al verlo jugar con sus hijitos, por los roces infantiles entre sus manos y el sufrimiento que sangra en su alma, es un idiota por andar con el corazón desnudo en la manga, mostrando sus pedazos heridos y no temer a que lo rompan más. Aslan quiere cuidar su presunta ingenuidad, sería fácil convencerse acerca de que ese impulso ha nacido por la benevolencia que le ofreció a Jim, no es así.
Esta es una cuestión de alma.
—De todas maneras no funcionaría. —Se obliga a regresar a la realidad, a la tienda de pastelillos, a un borrador de novela estancado y una fecha roja en el calendario—. Soy padre de dos hijos, él es joven, no voy a atarlo con esto. —¿Qué diablos está diciendo? Ni siquiera sabe si le gusta. ¿Gustar? Ja, ni siquiera son amigos.
—Ash.
—Aunque la verdad él es dos años mayor que yo, la primera vez que me lo contó me atraganté.
—Ash.
—Pero se ve extraordinariamente joven con sus mejillas rellenas, tengo muchas ganas de pellizcarlas ¿sabes? Él se enoja si lo hago y mierda es lindo cuando se enfada, cree que infunde miedo arrugando el ceño y esbozando un puchero pero solo es endemoniadamente lindo y me dan ganas de molestarlo mucho más, Eiji es… —Shorter le ha dado la mano por encima de la mesa, deteniendo la catástrofe, apretando sus dedos con suma suavidad, no es brusco ni demandante, es seguro, es su amigo.
—Deberías darte una oportunidad. —La sinceridad llora en su voz, a veces Shorter adopta la actitud protectora que lo descoloca, es más sencillo encubrirse en una farsa o afiliar múltiples farsas hasta olvidar cuál es la real—. Espero que las cosas resulten entre ustedes dos.
—Sí. —Musita—. Yo también.
¿Cuestión de alma?
Repasa la idea camino a casa, ha quedado de invitar a su padre a cenar porque Griffin lo ha obligado y prefiere rumiar alrededor de cualquier otra cosa, Eiji es una buena opción siempre. Han sido tantas las cursilerías que soltó en la mañana con Shorter, ha camuflado más de alguna mentira. Si bien, esa atracción ha sido instantánea, la conexión ha crecido en la paciencia de los días, igual que un capullo siendo regado, pero dijo que fue algo trascendental y casi mágico porque sonaba lindo, tan genial, igual que lo que diría un personaje de sus libros, sin embargo, tiene la sensación de que ambos están destrozados, de que ambos luchan constantemente para mantener esas farsas y entre falsos pueden reconocerse.
Que ambos son ciegos que quieren ser vistos.
Ayuda.
—¡Papá! Dawn me está molestando. —Lo primero que lo recibe apenas llega a su casa es Jade en la entrada, refugiándose detrás como si fuese un conejito herido—. Me quiere obligar a leer con ella. —Ash amortigua su risa con un bufido, la relación que sus hijos llevan es particular.
—¡Mentira! —Su hija chilla, sosteniendo una pesada novela de Dostoyevski, presumida—. Él quería leer algo diferente.
—¡Ese libro no es divertido! Hizo que me doliera mucho la cabeza. —Griff aparece del otro lado de la puerta, una sonrisa polvorienta y cansada marca el paso del tiempo, le han hecho moños en el pelo y una especie de maquillaje artístico, Aslan es grosero con su carcajada de burla.
—Te ves bien, Griff. —Rueda los ojos, tensando sus brazos contra su pecho.
—Uno de estos días te empezaré a cobrar por mis servicios de modelo.
—Eres un modelo bastante feo. —Espeta, consiguiendo las miradas curiosas de sus dos hijitos.
—¿Puedo decir que Dawn es fea?
—No, es una palabra solo para adultos. —Jade refunfuña, pateando el suelo y metiendo sus manos en los bolsillos de su jardinera—. Además decirle fea sería decirte feo, son mellizos. —Lo dice como si fuese lo más obvio del mundo para un niño saber esto.
—¡Es verdad! —El infante agarra su cara horrorizado—. Pero en Dawn se ve mal, yo soy bonito.
Sus hijos son especiales.
Su relación con Amelía era especial y ella lo rompió.
No la ama, no de la manera romántica en que las parejas deberían, no la ve más allá del rol de madre para sus hijos y aun así se siente traicionado. Porque Ash es quien lleva la carga de la familia, intentó buscar un trabajo que le diese libertad a ella para extender sus alas, pensó que volvería, esperó que lo hiciera porque si te importa algo lo dejas ir, pero ni siquiera responde las llamadas de sus niños y eso le da mucha cólera. Está perfecto si quiere reiniciar de cero, no obstante, cuando se trata de sus dos cachorritos, de los tesoros más grandes que resguarda el universo, es diferente.
Por ellos es capaz de hacer las paces con Jim.
Por ellos es capaz de dar su propia vida.
Los ama de una manera absolutamente irracional y paternal que nunca tuvo de su propio papá pero sí llegó a conocer gracias a la bondad de Max, el único profesor decente que tuvo en la universidad, quien creyó de manera incondicional y lo alentó a dejar la carrera para perseguir su sueño. El silbido del timbre no lo deja pensar, al diablo, no ha cocinado nada, al carajo impresionar al viejo.
—¡Ei-chan!
Pero Eiji está con él y…
—Lamento la interrupción.
Es tan lindo que quiere llorar.
—No interrumpes. —Jim le golpea su espalda antes de meter sus mugrosas botas dentro de la casa, es un maldito desconsiderado, Griffin acaba de trapear (porque Ash no sabe tomar una escoba y es un maniático secreto de la limpieza), manchando el reluciente suelo de madera—. Eres mi invitado.
—¡Ei-chan! —Jade salta hacia sus brazos sin previo aviso, Eiji impresiona genuinamente maravillado y contento de recibirlo, es una imagen dulce y…Hogareña, por alguna razón se siente como estar en casa, tan natural.
—Lo siento por no avisarte antes, estaba visitando a Jim cuando me arrastró.
—Nos encantará tenerte con nosotros en la cena. —Balbucea completamente embobado, sintiendo a sus mejillas calentarse progresivamente y una oleada de mariposas retumbar en su estómago, no le agrada aquella creciente sensación, le aterra siendo más preciso.
Esa fulgurante inocencia es digna de celos, de burla o de admiración, se lo pregunta constantemente cuando se detiene a observarlo, intentando mirar la fotografía una y otra vez, pero no puede todavía y eso lo frustra. Es una dualidad curiosa, Eiji ha mostrado una visión cruda a través de su arte incluso antes de su padre, sin embargo, tiene esa mirada, esa mirada que hace estrellas y lo hizo balbucear toda la mañana. Aslan teme igual que un gato magullado, ¿su sonrisa dulce lo debe deslumbrar o herir?, ¿es una sonrisa de brazos abiertos?, ¿o es una sonrisa de espinas que lo apuñalará cuando no mire? Ash es experto en cautela, sus hijos lo han hecho fuerte e hiperalerta, pero este chico…
Algo se siente increíblemente roto en Eiji.
Solo.
Muy solo y fuera de lugar.
Aunque ha tenido la intención de marcar una línea porque aborrece involucrarse con los demás, no puede apartarlo, no puede evitar su mano cuando luce extraordinariamente dolido y querer acunar esa dolencia misteriosa. Han pasado algunas semanas desde que se conocieron y Ash ya ha decidido que le ha permitido echar un vistazo a los rincones más mugrientos y feos de su alma, esos que llena con escritura para no mirar y edita una y otra vez esperando que sean más lindos, esos que no sanan y él maquilla con mecanismos de protecciones, puede ver todo el horror que quiera, adelante, no le pedirá nada a cambio más que estar a su lado.
Porque Eiji se desangra y Ash no puede fingir que no ve nada.
Una rosa.
Eiji es una rosa que se marchita.
—¡Apesta! —Por supuesto, el tozudo se ha compadecido de sus nulas habilidades culinarias y lo ha ayudado con la cena, aunque Ash aceptó más que encantado la oferta, no esperó recibir la repulsiva plasta encima de la mesa—. ¿Qué diablos es esto? Está podrido. —Jim lo devora como si nada, le da tragadas voraces y famélicas, casi parece agradecido por degustarlo.
—Natto. —Eiji canturrea, se ha sentado a su lado en la mesa, sus hombros están lo suficientemente cerca para rozarse, le agrada esa calidez atravesando su piel, igual que un día de verano salpicando su rostro en Cape Cod, lo reconforta—. Es un platillo de mi país natal, deberías sentirte honrado.
—¿Los japoneses solo comen comida apestosa?
—No apesta tanto.
—Claro que lo hace, huele peor que los calcetines de Jade. —Entonces, Eiji infla las mejillas y tensa el ceño, se ve endemoniadamente lindo, Aslan no puede detenerse y hunde su dedo en uno de sus mofletes, consiguiendo que un sonrojo furioso le pinte hasta la nariz—. Eres suave.
—¡Ash! —Chilla (por supuesto que chilla, es un chillón)—. ¡No me molestes!
—¿Eh? —Se inclina, divertido en la mesa—. Pero sí eres tan fácil de molestar.
—Le estás dando un pésimo ejemplo a tus hijos.
—Tú les estás dando un pésimo ejemplo a mis hijos, envenenándolos con comida apestosa, ¿acaso es una especie de fetiche? —Ah, lo ha hecho enfadar, lo sabe por la manera en que patea el piso y crispa los puños contra los servicios absolutamente indignado. Si esto debe intimidarlo cree que ha fracasado vilmente, es adorable.
—Eres malo,
—Tú eres malo, onii-chan. —Ash canturrea el apodo con orgullo, saca sus dotes internacionales más que encantado solo para verlo enojar, desliza sus yemas alrededor de la cuchara hacia el mantel, de pronto el natto no luce tan asqueroso y enfermizo como hace algunos minutos.
—¿De dónde sacaste el apodo?
—Jade te puso un apodo bonito, también quería. —Eiji rueda los ojos con falsa molestia, apoyando su mentón encima de su palma, mirándolo con esos ojos jodidamente oscuros y bonitos.
—Es una falta de respeto para mi cultura. —Se burla con una sonrisa astuta, detrás de esa apariencia de ciervo perdido se esconde una sagacidad descarada de la que quiere ser conocedor y espectador. Vuelve a pensar en el libro de su hijo, para que el zorro pudiese domesticar al principito día tras día se acercaron un poco más, sentándose levemente más cerca hasta que fue imposible separarse. ¿El zorro lo domesticó o fue el principito? Ambos, probablemente—. Me estás diciendo viejo.
—Te ves como un anciano con esos suéteres.
—¡Nori Nori es genial! —Entonces, lo saca de sus cabales en una pelea infantil y se siente satisfecho, es divertido molestar a este tozudo de una forma diferente a Shorter, esto es más íntimo y…Dulce—. A Jade le gusta. —Se fuerza a salir de sus propios pensamientos cuando su hijo asiente con energía.
—Nori Nori es genial. —La afirmación lo deja horrorizado, no puede estar hablando en serio, cuando vio el estampado el pájaro le pareció a lo menos satánico, ¿qué clase de enfermo lo dibujó?
—Tú seguirás viendo plaza sésamo, no esos monos japoneses. —Y Eiji le saca la lengua sin moverse un solo centímetro de la mesa, muy maduro de su parte, piensa.
—¿Ei-chan puede verlo conmigo?
—Eso lo ayudaría con su terrible inglés.
—¡Ash!
Se ríe.
Es que existe algo innegablemente encantador en ese fotógrafo que apenas consigue cuidarse de sí mismo, de voz suave, ojos amables y consideración devota a su familia, el descaro arrebatador que relumbra en estos momentos donde baja la guardia, donde no debe mostrarse tan perfecto ni bien lo mantiene despampanado, se pregunta si eso habría incitado al zorro a domesticar al principito, si habrá quedado completamente ofuscado por alguien de un mundo completamente diferente cuyos destinos de alguna manera se las arreglaron para colisionar.
Mierda, esto es malo.
Tal vez le gusta un poco demasiado su compañía.
—La sesión fotográfica. —Dawn pone el tema encima de la mesa, tiene la cabeza gacha y las mejillas rosadas—. ¿Podemos tenerla pronto? —Lo pregunta con una voz muy débil y tiritona, con una voz que muestra las ansias de una niñita por saber de mamá, por ser escuchada, vista y amada. Lo siento por no ser lo suficiente, lo estoy intentando.
—Claro que sí. —Aunque afirma eso, existe una mueca casi imperceptible de dolor tras su sonrisa.
—¿Estás seguro? —Eiji luce conmocionado cuando toca su mano y lo ve, conteniendo la respiración como si estuviese a punto de ahogarse, gritando con esos ojos palabras que no puede leer—. Sino te sientes cómodo con la idea podemos detenernos, estoy bien con eso.
—Ash… —Es su imaginación, no obstante, el japonés parece a punto de llorar, se cubre la boca como si esta fuese la primera vez que es entendido, ridículo, piensa. Porque sería triste considerar que ese fotógrafo que todo lo ve no es visto por nadie—. Gracias. —Murmura, tomando su palma de regreso, consiguiendo que un estallido de electricidad bombee con fuerza a su corazón y lo derrita, lo quema, quema por doquier, lo hace trizas.
—N-No es nada. —Tartamudea colorado y nervioso—. Me importa tu comodidad más que nada.
—Eres un grandioso amigo.
Amigo.
Eiji lo considera su amigo.
La idea es irracional, por donde se mire estos dos no pegan, no tienen nada en común además de la desgracia de conocer a Jim pero de alguna manera posee sentido. Dos personas perdidas que se han encontrado por accidente, le da miedo, este es el sujeto más extraño que ha conocido, el chico que va con su corazón sangrante y desnudo a la guerra, que ama la fotografía y es incapaz de tomar una, que dice no saber nada del amor y esconde sus pedazos rotos, no desea que la amargura se lo trague y deje un cascarón vacío igual que Jim. Aun sabiendo todo esto se siente vergonzosamente contento de ser llamado amigo por el terco, es diferente a Shorter o a Max, incluso a Griffin.
¿Cuestión de alma?
—Aslan. —Jade parpadea confundido cuando Jim le dirige la pregunta—. ¿Más tarde saldrás a jugar béisbol? Quiero enseñarte una nueva atrapada que he visto. —Su hijo aprieta los cubiertos contra la mesa, el jugueteo con sus zapatillas cesa. Silencio, un rotundo e incómodo silencio reina, quedan en un silencio fúnebre, apenas pueden respirar.
—Abuelito. —Lo llama con la cabeza gacha, como si las palabras estuviesen batallando para salir de lo más profundo de su garganta—. Aslan es papá. —Lo apunta al otro lado de la mesa, Jim sigue con su mirada el gesto, sus ojos yacen completamente opacos y muertos, como si estuviesen recubiertos por una fina película de pétalos podridos.
—¿Aslan? —Ladea la cabeza, ido. Hay algo muy malo en esta situación.
—Abuelito. —Lo vuelve a llamar—. Soy Jade, tu nieto.
—¿Nieto?
—Tu nieto Jade.
Entonces, ve algo para lo que no estaba preparado ni nunca nada lo prepararía. Mira la boca de su padre, ese mismo padre invalidante y agresivo temblar con mucha violencia, lo mira afirmarse de la cabeza como si una jaqueca estuviese martillando contra su frente, lo ve encogerse y abrazarse a sí mismo pequeño, realmente pequeño y luego llorar. Primero son llantos sutiles que paralizan a los presentes, sus hijos no saben qué hacer y están desesperados, pero luego…
Después viene el ataque de cólera, hay una furia ardiendo en Jim que lo incita a pararse para intentar volcar la mesa, no lo logra y eso lo hace patalear a un más fuerte, se tira al piso, llora, llora, llora aún más fuerte, como si las cuerdas vocales se estuviesen desgarrando, se pega en la cabeza, se arranca algunos mechones de pelo, grita, jadea, suplica, nadie entiende nada, se quedan estáticos y fríos en la mesa, porque hace un maldito segundo su padre estaba bien y de pronto la demencia le come el cerebro.
—Papá ya basta. —Ash intenta levantarlo del piso, detener este berrinche como puede o calmarlo.
—¡No! ¡No quiero! —Jim patalea más fuerte, tapándose con fuerza las orejas, negando varias veces, le da rabia—. ¡No me toques! ¡No me toques!
—Papá, eres un adulto, basta. —Intenta racionalizar, pero Jim se ha vuelto agresivo, le arroja lo que encuentra a la cara, un tenedor, eso pudo ser peligroso y tiene mucha rabia, una frustración lo ciega ante la actitud inapropiada de su progenitor, lo está avergonzando—. ¡Párate! —Sí, sabe que no es adrede pero es un maldito ser humano y esto lo sobrepasa—. ¡Jim!
Un horrendo: gua, gua, gua, guaaa, le sangra los tímpanos.
Igual que un bebé.
—¡Papá! ¡Maldición!
Gua, gua, gua.
Guaaa.
—¡Ya basta! ¡Compórtate!
Nada.
No hay nada dentro de Jim.
Y debe aceptarlo.
Esto será así y no mejorará, su papá se está muriendo y deteriorando, cada día quedará poco menos de ese hombre imponente y habrá más de esto, patalea frustrado en el suelo como un niño asustado y le da pena, le da mucha pena verlo desbaratarse así. Eiji es quien se arrodilla frente a ese cascarón vacío, Jim intenta golpearlo y lo hace, no es fuerte, es como si hubiesen retrocedido y efectivamente fuese un niño, lo mira con ojos vidriosos y dolidos, hay tanta confusión chocando, Ash lo desconoce.
—Estás a salvo. —Musita, tomando las mejillas de Jim para que lo mire, los temblores violentos en su cuerpo cesan y se vuelven a intensificar, ¿qué es esto?—. Estás en casa, nadie te hará daño.
—¿C-Casa? —Repite, las lágrimas caen hacia sus rodillas, empapando la mezclilla vieja—. ¿Mi mamá vendrá por mí? —No sabe cómo diablos explicarle esto a sus hijos, Jim se orinó en algún punto de la pataleta y es…Horrible, esto es horrible, ¿por qué le tuvo que pasar a su familia?, ¿qué hizo para merecerlo?, ¿por qué a él?, ¿por qué a mí?—. Dijo que vendría y no vuelve. —Griff se cubre la boca en una mueca indescifrable, tiene sus ojos azules muy pero muy abiertos y duele.
—Jim.
—¿Alguien vendrá por mí? ¿Sabes si Aslan me va a visitar? Lo llamé otra vez, pero... —La demencia le ha comido el cerebro, vuelve a pensar—. ¿Alguien? —Eiji está a punto de abrazarlo para calmarlo, es grandioso realizando contención emocional y lleva lidiando con estos ataques de desconcierto desde que lo conoce.
—¡No! —Pero Dawn se interpone iracunda—. ¡No lo toques!
—¡Oye! —Aslan se levanta con rapidez de la mesa, es instintivo proteger a Eiji y contradictorio ante su pequeña hija—. No seas grosera.
—¡Él está usando al abuelito para robarte! —Grita frustrada, tensando los puños y remeciéndose, toda la ira en su cuerpo burbujea, la hace temblar, no tiene salida, no puede salir, va a explotar sino sale, Jim observa la escena con mucha confusión, se vuelve a encoger hacia sus piernas, se cubre la cabeza como un perro pateado suplicando para que se detenga el maltrato—. ¡Quiere robarse el lugar de mamá!
—Dawn… —Su hija le da un manotazo para que no la toque.
—Nunca lo aceptaré. —Gruñe—. Nunca te perdonaré si reemplazas a mamá.
Aslan se pregunta si es este momento cuando su familia se quebró, si fue esa acalorada discusión la que marcó un antes y un después, se cuestiona miles de veces qué podría haber hecho mejor, ¿debió hablar con Dawn antes?, ¿debió extinguir sus esperanzas apenas su madre se fue?, ¿debió ser mejor hijo con Jim mientras aún lo tenía?, ¿debió actuar en lugar de no hacer nada? No lo sabe ni obtiene las respuestas, pero Ash cree que es acá, que puede arrancar este momento de la película de su vida igual que una fotografía, examinarla y decirse:
«Acá mi vida se fue a la mierda, acá lo arruiné».
Pero Aslan no sabe esto ahora, ni lo sabrá durante mucho tiempo.
Ahora solo se queda mirando horrorizado la escena, con Jim hecho una muñeca hueca sobre el suelo, con las lágrimas entremezcladas a la orina en el piso, con Dawn amenazándolo y forzándolo a elegir una felicidad que aún no conocía, con Eiji mirándolo con esa clase de sonrisa que…
Si hubiera hecho algo acá y ahora, ¿se habría marchito?
Su rosa, su pequeña rosa.
Su vida.
Ay de su vida.
Notes:
Okey~ Hay muchas maneras en que la demencia se manifiesta, de hecho hay varios subtipos documentadas y si bien, la de Jim se enfoca más en el olvido abrupto, existen esta clase de sintomas comportamentales que saldrán a flote durante la trama. En mi experiencia con demencia lo que se puede hacer es acompañar en una especie de retroceso, pero esta clase de "ataques más infantiles" pueden volverse comunes, so, acá vamos con los temas de fondo, lo de Dawn igual da, friendly reminder de que ella es una niña que practicamente la abandonó su mamá, y no tiene manejo ni tiene porqué tenerlo, para lidiar con estas cosas, eso es todo por hoy.
Por ahora esto se ve super deprimente, i know, pero evoluciona a un domestic bonito, lo juro. ¡Nos vemos mañana!
Chapter 5: Ghosting.
Notes:
Hi~ Necesitaba desconectarme un rato antes de regresar al triste mundo adulto e ironicamente este fic me está haciendo bastante feliz, más que nada por lo que se viene y ciertos desarrollos puntuales. Muchas gracias a quienes apoyan este cosito, de verdad.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—¡Ash! ¡Ash! —No lo escucha, permanece con la cara hundida contra la almohada, su espalda se encuentra desnuda entre las sábanas, un relumbrante charco de saliva a adornado la almohada, Eiji suspira, derritiéndose ante los ojitos soñadores que Jade le arroja, lamenta que su progenitor sea un dolor de culo al despertar, con razón lo llamó tan temprano.
—Ei-chan… —Le suplica en voz baja, apretando los bordes de la jardinera, jugando con sus converse contra la alfombra, arrastrándolas hacia la puerta una y otra vez—. Lo siento, papá da miedo cuando despierta. —Dawn permanece estática desde el marco, observando con una sonrisa astuta y felina semejante espectáculo.
—No te preocupes. —Se lo asegura, revolviéndole el cabello antes de regresar su atención al infame depredador que yace entre las sábanas, parece un perezoso más que lince, piensa—. ¡Ya es la quinta vez! ¿Cuánto más piensas seguir durmiendo? Ya es pasado el mediodía. —Él lo ignora, ahogándose aún más contra la almohada, encogiéndose entre las frazadas porque es testarudo y ama hacer las labores domésticas de Eiji aún más difíciles—. En serio, no sé cómo puedes vivir así.
—Ayer le entregué mi borrador a Max. —Su voz escapa somnolienta contra la funda de algodón—. Necesito descansar. —Es verdad, el fotógrafo ha sido testigo de su desvelo a causa de su vehemente novela, sabe que debe estar cansado y lo correcto debería ser darse la vuelta para dejarlo dormir el resto de la tarde, sin embargo, es terco y odia que le hagan competencia.
—He preparado el desayuno. —Insiste, viendo cómo aquel adulto se convierte en una especie de fajita humana contra el colchón, Eiji procede a tironear de las sábanas, intentando arrastrarlo fuera de la cama—. ¡Voy a despertarte sin importar qué!
—Ya ríndete, anciano.
—¡Ash!
Chilla, utilizando todas sus fuerzas para tironearlo, Jade no ha dudado en unírsele, aún así, su fuerza física impresiona insuficiente, ¿dónde quedó la musculatura de pertiguista? Se lamenta, tal vez deba empezar a entrenar con Sing. Sus manos se aflojan alrededor de la sábana, pasea su mirada hacia el presunto culpable de su frustración, viéndolo aferrarse al almohadón con una terquedad pueril que solo lo incita a seguir halando. De ninguna forma se habría imaginado que todas sus mañanas serían esto: niños traviesos y escritores con insomnio, se ríe de su propio pensamiento y de lo natural que se profesa la cercanía, no es nuevo despertando a la familia Callenreese, de hecho, ayuda a Jim con bastante frecuencia y aun así…
Son amigos.
Son amigos de verdad.
A Eiji le hacía falta con desesperación un amigo ajeno a toda esta situación del Hanahaki, no porque Sing o Ibe o todos sus conocidos sepan, al contrario, Yue es el único consciente de dicha agonía, sino porque necesitaba a quien no esperara nada a cambio, que quisiese de su compañía al agradarle y ya, no por un intercambio de expectativas, admiración, inspiración o lo que sea. Desde que vio a Ash quebrarse a causa de la demencia de su padre, aferrándose a él como si su vida dependiese de esa caricia, como si fuese un salvavidas, ha jurado estar ahí para este idiota con 200 de IQ y sus hijos, se ha prometido que al menos puede hacer eso.
—Ven acá. —Ash no le da tiempo para reaccionar, lo ha atrapado bajo las sábanas, arrastrándolo a su nido igual que un lince voraz lo haría con su presa—. Duerme un rato.
—Yo vine desde mi casa a prepararte el desayuno porque Jade me lo pidió, ¿sabes?
—Entonces deberías vivir acá. —Musita adormilado, restregándose sobre Eiji porque en el fondo no es más que un gatito mimado—. Deberías vivir con nosotros.
—No puedo aprovecharme de tu confianza así.
—¿Por qué no? —Bosteza, sus párpados amenazan con cerrarse en cualquier momento, la sábana ha cubierto de pies a cabeza, forjando un refugio donde no rompen las tormentas—. Eres mi amigo.
Amigo.
Ash también lo considera un amigo.
Es patético profesarse tan feliz por una simple palabra, a Eiji no le faltan los amigos, de hecho estar en el mundo artístico requiere forjar constantemente amistades con nuevas personas, aún así, esto es diferente, es extraño para sus oídos y al mismo tiempo, es una rareza hermosa, como una pintura surrealista colgada en un museo o una tonada muda, ser considerado su amigo es lo más asombroso que le ha pasado desde el diagnóstico de esa enfermedad terminal. Es indiscutible, lo ha aprendido a apreciar al punto de levantarse en la madrugada solo para hacerle compañía en su casa, a escuchar de libros jodidamente aburridos solo porque a él le encantan e incluso lo ha impulsado a retomar la fotografía o al menos intentarlo.
Si se está muriendo no debería atarse a nadie.
—Eres suavecito. —Pero Aslan se está aferrando a su cintura con una expresión tonta y adormilada que le deja revoloteando el corazón, Jade y Dawn han empezado a tirar de las sábanas, una calidez desconocida se expande e inunda por doquier, derritiendo aquella capa de hielo que suele recubrir su alma—. Me gusta despertar contigo, onii-chan.
—No te ves convincente con esa cara de sueño. —Se burla, quitándole un mechón increíblemente dorado de la cara, Eiji siente algo palpitar dentro de su pecho, algo que duele, una emoción familiar que no ha dejado de manifestarse y crecer desde que conoció a Aslan, igual que una inundación—. Tus hijos quieren ir de compras.
—Llévalos tú.
—No soy tu sirviente. —Regaña, apretándole la nariz sin ejercer la presión para lastimarlo pero sí para fastidiarlo—. Ni siquiera me pagas. —Eiji no tiene idea de qué nombre ponerle al sentimiento, es profundo, es algo que ni siquiera habría soñado con tener, es intenso y aterrador.
—Podrías serlo, te quedaría el delantal.
—Idiota. —Se queja—. Americano idiota. —El japonés pasea sus dedos distraídamente por esos rebeldes hilos de oro, alejándolos del rostro somnoliento de Aslan para colocarlos detrás de su oreja, el más joven se acerca en la inconsciencia clamando por su calidez, restregándose como si la vida fuese momentos de pura cotidianidad y brillara.
Eiji desearía que sus mañanas pudiesen ser esto: peleas tontas para levantarse al desayuno con una suave luz dorada, cortinas imponentes con aires florales, un piso repleto de libros, despertar a Jade y Dawn para ser recibido por sonrisas brillantes y miradas líquidas, los roncos quejidos de Ash entre sueños porque los autores de literatura modernos son una basura y bla, bla, bla, esos jades brillando con risas infantiles y bromas que lo sacan de quicio, empujando sus cabales lejos, ni siquiera necesita despertar para convertir su mente en un lío, igual que un verdadero fuego, encendiendo el lugar de oscuridad donde la fotografía lo abandonó.
Desearía que fuese esto en lugar de pétalos putrefactos en la tapa del inodoro, aroma a lejía fundido con el limpiador, piernas tiritonas, lágrimas amortiguadas mientras con toda su fuerza, toma tallos de las rosas e intenta tirarlos desde su garganta sin lastimarse demasiado, es un ritual grotesco que debe hacer a diario o no puede respirar.
Una vida sin Hanahaki.
Una vida donde podría haber pertenecido a una familia como la de Aslan…
Ya nunca lo sabrá.
—¿Eiji? —Escucha su nombre débilmente escapar entre bostezos, los niños siguen tironeando desde la parte posterior de las sábanas, su palma se ha cerrado por inercia alrededor de la espalda de Ash, de su amigo, de su preciado amigo por quien haría lo que fuera, lo que fuera menos vivir.
—El desayuno ya está listo. —Musita otra vez, apartando ligeramente los largos mechones dorados del cuello del más joven, permitiendo que el alba presione besos suaves en esa palidez angelical, en ese arrullo de luna—. Te esperamos en la mesa. —Se levanta, obligándose a sí mismo a romper esa preciada fantasía, no merece esto, no si se ha convertido en cómplice de su muerte, se da pena.
Se da pena y la autocompasión no sirve de nada.
Esta amistad es angustiante en un buen y mal sentido. Le es enfermizamente irónico haber conocido a alguien tan maravilloso como Aslan cuando se resignó a morir, ¿para qué? No tiene sentido seguir luchando, ha estado luchando demasiado tiempo y está cansado, por eso arrojó raíces igual que las rosas en sus pulmones y decidió permanecer ahí, en una tumba autoimpuesta de desesperanza, Ash ni siquiera tuvo que entenderlo para extenderle una palma, sostenerlo con gentileza, jamás con una especie de demanda implícita, solo ternura, y arrastrarlo lejos de esa tumba de agua y flores donde se ahogaba, guiándolo por un lugar desconocido y desierto, Eiji lo sigue a ciegas, Dios, Eiji lo seguiría a ciegas a donde fuera, pero le da miedo, le da miedo que se entere y lo abandone.
No porque le tenga terror al abandono o exista una especie de codependencia emocional, Eiji puede estar solo más que encantado, pero siente que ha encontrado a alguien extraordinario e inspirador, a un nuevo significado de libertad hecho persona y le duele dejarlo entrar, porque si permite que él realmente lo vea, si permite que entre de verdad mientras van a ese lugar repleto de maravillas y él lo deja…
No.
Ya le han roto el corazón antes.
No debe pensar en tonterías.
—¿A qué hora te levantaste? —La voz de Aslan rompe la superficie de sus pensamientos, lo craquela igual que hielo espeso, forzándolo a regresar su atención al desayuno en la mesa, con Jade encima de su regazo y Dawn leyendo una novela al otro extremo.
—A las ocho y media. —El más joven se arrastra con pereza, hay una punzada por hacerlo pagar por sus futuras canas que lo incita a molestarlo—. ¿Tienes la presión baja? Pareces una niña frágil.
—Los viejos se despiertan temprano. ¿Por qué no empiezas a practicar cróquet con Griff y Max? —Maldita sea, ya despertó completamente—. Así que ensalada de aguacate y camarón. —Esos ojos verdes se entornan con curiosidad frente al desayuno, analizándolo como si hubiese algo incorrecto o malo en el plato, Eiji está a punto de preguntar pero—. Alguien la ha probado. —¿Es en serio?
—¡Sí! ¡Fuiste tú! —Y por supuesto, ni siquiera lo escucha.
—Está delicioso, serías una buena esposa. —Por alguna razón las mejillas del japonés arden cuando lo escucha musitar aquello, Jade se bambolea encima de su regazo, clamando por atención, le gusta que lo ayuden a devorar panqueques y no lo disimula.
—No sabía que habían norteamericanos que odiaran las hamburguesas.
—No es tan raro. —La acidez de los camarones lo despertó—. No a todos los japoneses les gusta el natto. —Eiji infla los mofletes, tiene la intención de intimidar o manifestar indignación, ha fracasado, lo desglosa por la sonrisa suave que Ash esboza, consiguiendo que su corazón lata rápido—. Lo estás malcriando. —Aunque dice eso, su voz escapa en un suspiro somnoliento y dulce, casi azucarado, mirando cómo Jade devora en un avioncito de tenedor sus panqueques desbordantes de salsa.
—Él dijo que tú le dabas de comer así. —Se defiende—. ¿No es verdad?
—Ei-chan debe alimentarme para que crezca sano y fuerte. —Jade se aferra a Eiji, abre la boca muy grande, a la espera de otro bocado—. ¿Quieres privarme de una buena salud, papá?
—Pequeño manipulador. —Se queja, ensartando de mala gana uno de los camarones en los dientes del tenedor—. Dawn, no leas en la mesa, te lo he dicho.
—Es tu último libro. —Se excusa, tomando de un trago el zumo de frutas—. Realmente apesta, papá.
—¡Más respeto!
—¿De qué trata? —Eiji lo escanea con curiosidad, memorizando la forma en que esos jades se abren mientras juguetea taciturno con los servicios, se ve tan avergonzado en estos momentos, vulnerable y pequeño, tan frágil que teme que si una brisa lo golpee en el lugar correcto Aslan se desmorone en polvo fino junto al viento, como cenizas.
—Es una metáfora sobre los linces y la muerte, es mi propia versión del leopardo de Hemingway, ha sido muy alabado por la crítica. —El bufido escapa inconsciente de sus labios—. ¡¿Qué?! —No quiso ofenderlo, no obstante, luce tan lindo con las mejillas ruborizadas, no lo puede evitar.
—Es tan predecible que escribas sobre linces. —Se explica, ensartando otro trozo de panqueque.
—¿Y de qué quieres que escriba? ¿De conejos?
—¿Conejos? —Eiji ladea la cabeza, confundido—. ¿Por qué conejos? Nunca los mencioné.
—Es que tú me recuerdas a un conejito porque son lindos. —La mente de Eiji deja de funcionar ante tan adorable reacción, su boca no logra articular un sonido, el corazón se le atora en la tráquea, esas rosas arden en su garganta, crecen en cada hueso, vértebra y arteria, dificultándole disimular de ese amor unidireccional, (¿a quién?, ¿quién es responsable de su muerte además del propio penado?).
—¿L-Lindo? —Las orejas le queman, hasta la punta de la nariz le arde.
—Lindo y esponjosito entonces… —Jade y Dawn contienen las carcajadas en la mesa—. ¡No es nada! —Se queja, golpeándose las mejillas una y otra vez como si fuese una especie de ritual—. ¿Querían ir al centro comercial? ¡Nos vamos! —Eiji parpadea, se ha quedado atónito en la mesa, sus brazos se han aferrado a Jade en un intento por permanecer en el momento y no explotar de felicidad.
¿Lindo? ¿Ash piensa que él es lindo?
«Los girasoles no son lindos, Eiji. No se equiparan en nada a la magnanimidad de las rosas», le dijo.
«Tú eres un girasol, no pretendas otra cosa», añadió.
Por poco lo olvida.
Por poco lo olvida y no puede olvidarlo.
El camino al centro comercial lo ayuda a distraerse del creciente malestar ardiendo entre las cuerdas vocales, había estado bien este último tiempo, le da pena tener una recaída, se pregunta si así serán los trastornos alimentarios, rumiando con pensamientos obsesivos una y otra vez sobre lo que debe o no tragar para delatarse y se ríe, enfocando su atención en la fina construcción. No frecuenta esta clase de lugares si no es con Yue, por eso, pasear entre diferentes tiendas con dos niñitos revoltosos, bañados bajo las luces de neón que se reflectan en escaparates artificiales, es extraño. Sí, es extraña la manera en que Aslan toma su mano para revisar camisetas, es extraña la ferocidad con la que late su corazón y es extraña la gentileza con que las rosas brotan en su garganta.
—Este me gusta. —Jade anuncia, alzando un suéter con un estampado de Nori Nori, consiguiendo que el pecho de Eiji se infle de puro orgullo, no es que haya sido una mala influencia a propósito por el puro deseo de molestar al rubio, pero sí—. Con este quiero ir a tu premiación.
—De ninguna manera. —Chista, tomando con un asco evidente el chaleco para arrojarlo lejos entre los letreros de oferta—. Busca otra cosa.
—Eres un viejo amargado. —Gruñe, cruzando los brazos antes de volver a los escaparates.
—¿V-Viejo? —Ash parece sumamente mortificado por el comentario.
—¿No te pasas burlándote de Griffin por eso? —Es instintivo ponerse del bando contrario, supone que es parte de la amistad mantener una línea de rivalidad, no lo sabe, sus amistades suelen tener alguna colisión implícita.
—Es diferente. —Se excusa, tomando una bufanda mullida y ridículamente esponjada—. Todos los que son mayores que yo son ancianos. —Eiji rueda los ojos, enfocando su atención en la bondad de la lana y los bordados, luce suave y extremadamente hogareña, es verde, pero no cualquier verde.
—¿De qué premiación hablas? —Es del verde pétreo que relumbra en los ojos de Aslan.
—Mi libro de linces va a recibir un reconocimiento literario. —Ash la analiza un poco más solo para ponerla sobre los hombros de Eiji, la sensación de la franela contra su cuello desnudo lo congela, lo deja estático ante tan imponente hombre, con el aire abandonando sus labios y espinas, con el alma cosquilleando por la cercanía, con la adicción pendiendo al sol en una promesa—. Te queda bien.
—El verde es tu color. —Apenas puede confesar, un gorjeo escapa inconscientemente perdiéndose entre la música del local, esto es agradable, cree. Permite que Aslan le acomode la bufanda, el toque quema en sus mejillas, arde, limpia y lo desgarra—. Te quedaría mejor a ti. —Hace frío aún con la calefacción puesta, hace poco llovió, lo recuerda, cuando estuvo hospitalizado estaba lloviendo.
—No creo. —Aunque vacila, el japonés no duda en estirarse hacia el escaparate para tomar una prenda igual y enrollarla alrededor del más joven, Eiji sonríe, disfrutando de la textura derretirse entre sus yemas, se deleita de esta tibieza cotidiana antes de alzar el mentón y…Ash lo está mirando.
—Te ves muy bien. —Lo está vislumbrando con tanto cariño que el fotógrafo pierde sus latidos, hay una mirada extraordinariamente suave y significativa bordeando su enmarque de pestañas doradas y su flequillo rebelde, cae de forma descuidada sobre sus párpados, confiriéndole un aura tan jovial, viva y humana, muy humana, las personas que vanaglorian al lince de Nueva York no tienen idea.
—Eiji. —Lo llama con esa clase de voz que lo quiebra, sus manos siguen temblando alrededor de la bufanda, intentando arreglarla sobre la gabardina del más joven, sabe que tiene una mueca estúpida en estos momentos, pero no puede evitarlo.
—Eres hermoso. —Deja escapar el pensamiento, grabando a fuego lento cada facción—. Realmente eres hermoso, Aslan. —No sabe por qué lo dice, sin embargo, no se logra contener tras ahogarse en ese jade líquido, más cálido que un rosal moribundo y más precioso que una fantasía celestial.
—No. —Asegura, entrelazando sus dedos—. Tú eres precioso, Eiji. —El aludido sonríe, apartándose.
—No es verdad. —Le asegura—. Las rosas son preciosas, no los girasoles.
Y se aleja.
Hay mucho dolor burbujeando en su corazón, Eiji no sabe cómo lidiar con ese torbellino. Un lado de él no quiere arruinar esta salida familiar con sus inseguridades, puede ser la última vez, lo repite una y otra vez porque no falta mucho para que lo intuben y muera, mierda sabe, Dios sabe lo consciente que es de eso. Pero por otro lado le da pena, hay una intensa necesidad a quebrarse entre los brazos de Ash y permitir que lo reclame como suyo, a pasear sus dedos por mechones extraordinariamente dorados y beber de su calidez en un patético consuelo. No puede depender de los demás, no puede dejarlo ver demasiado porque cuando menos lo espere, apenas se descuide estará solo, con la mano huérfana tiritando en ese lugar desconocido porque Aslan lo ha dejado y ya no puede volver a casa.
¿Casa? ¿Alguna vez hubo un hogar al cual regresar?
Prefiere no hacerse preguntas cuyas respuestas no quiere y se deja caer en la banca con Jade, quien no para de moverse y alardear de lo feliz que está con la compra, le alegra que crezca en la inocencia y que a pesar de la tristeza que le provoque la lejanía de su madre sea capaz de sacarla. Hace mucho frío en la zona de comida, su aliento se ha vuelto visible contra sus labios, mira los desconocidos con melancolía, repasando las filas de chatarra hasta aterrizar en Ash, sonríe, siempre encuentra a Aslan.
—¿Puedes tomarme una fotografía?
—¿Eh? —La pregunta lo toma por sorpresa, arrastrándolo de su agujero negro que constantemente le devora hasta los huesos en esta enfermedad.
—¿Puedes tomarme una foto? Quiero presumirle a mis amigos mi nuevo suéter. —Se salió con la suya al comprarse un chaleco con un estampado de Nori Nori, Eiji quiere satisfacer este capricho.
—Claro. —Así que lo intenta.
Al menos quiere intentarlo.
Jade posa enfrente con una sonrisa de muchos dientes brillante y abierta, Eiji sostiene la cámara de su celular entre sus manos, no es la gran cosa, una fotografía y ya, solo debe apretar el botón, clic y ya está. Sin embargo, su respiración sube en un crescendo violento, no como una sinfonía armónica, sino como una explosión de bombas en medio de un campo de batalla, sus dedos trepidan alrededor del aparato, sudorosos y vacilantes, una tos escapa entrecortadamente, se vuelve a ahogar en dicha oscuridad familiar, se sumerge de golpe, no puede tomar oxígeno ni extender su mano para salvarse a sí mismo, se ahoga, su cuerpo no puede relajarse.
Duele, todo duele, algunos pétalos se han enrollado tras su lengua, impidiéndole pronunciar más que un jadeo desesperado, se golpea el cuello, probablemente se ha puesto morado, el dolor arroja sus raíces por todas partes, todo duele, sus pies, sus rodillas, sus muslos, todos lados, es como si las flores hubiesen lanzado espinas en cada centímetro de su piel, debe apretar el botón, debe…
Clic. Clic. Clic.
No puede moverse, su cuerpo se ha convertido en una prisión muerta de pétalos, sus pulmones han sido expandidos por las espinas, sangran por dentro, no sabe lo que está pasando, no comprende lo que es esto, no porque no quiera, sino porque está lastimado, muy lastimado, tantas cosas lo hieren, tantas personas lo han visto y no han hecho nada. Yut-Lung, ¿por qué no puso el tema? Eiji no puede, no sabe salvarse a sí mismo. Ayuda por favor, me muero.
Clic. Clic. Clic.
Puede sentir la increíble cantidad de magullones dentro de su garganta, alrededor de su cuello, teme que las espinas crezcan lo suficiente para escapar por su carne abierta y sea el final, es duro respirar, se ahoga, hay jadeos combinados con sangre, hay sonidos bloqueando el silencio, lágrimas caen por sus mejillas y queman, está vacío, es incapaz de tomar una maldita foto, nada, ¡nada de nada!
—Ei-chan. —No estaba preparado para que Jade lo tocara, tirita con violencia, da varios parpadeos hasta que se incorpora hacia la realidad. Hay una rosa entera encima de su regazo, cayendo en la pantalla de su celular, empapada de rocío, no, de lágrimas y sangre.
—Perdón. —Se rinde, sin poder evitar el grito que brota cuando se intenta parar, el dolor impresiona provenir de todas partes y de ninguna, empeorando el desgarro interno que el clic le provoca, él se encoge sobre sí mismo, evitando la mirada del infante, sintiendo calar la decepción a sus huesos.
Le mostró este lado grotesco a Jade.
Mierda, lo arruinó.
—No puedo, lo siento. —Sonríe débilmente, hundiéndose en la bufanda como si hubiese enfrascado tan especial momento, no pasó, no puede congelar la realidad—. Deberíamos irnos, tu papá se va a preocupar. —Pero Jade lo ha detenido, enrollando su palma alrededor de su muñeca, intentando poner palabras demasiado complicadas y adultas para la ingenuidad de un niño.
—Sino te gusta lo que vas a fotografiar… —Comienza, frunciendo el ceño, tomando el celular entre sus sudorosos dedos—. Deberías buscar otro ángulo.
—¿Otro ángulo? —Jade asiente.
—Si te da miedo que la fotografía sea fea. —Musita, acomodándose al lado de Eiji, dando vuelta su teléfono para que la cámara los apunte—. Busca una imagen más bonita.
Clic.
—No te presiones, Ei-chan.
Cuando mira la imagen, Eiji finalmente entiende que a esto se refería Sing al pedirle ser su modelo, él no es lindo porque tenga una especie de belleza sublime y elegante como Ash o porque desprenda elegancia como Yut-Lung Lee, es porque se aprecia malditamente triste en esa diminuta pantalla de plástico, este es el rostro de alguien que sabe que morirá y lo ha aceptado, pero a nadie le importa, ni siquiera a la propia víctima le importa, es la magia de una rosa el instante antes de ser cortada.
Tan sublime.
Tan desconsoladamente triste.
Tan Eiji.
El resto de la tarde pasa como una fotografía quemada, las memorias arden alrededor de las siluetas hasta que se funden en una plasta confusa y decolorada, las sonrisas se deforman en retazos de ese papel transparente que alguna vez adoró, ese que alguna vez fue su refugio contra las bombas antes de convertirse en un arma de doble filo. Eiji nunca se ha sentido visto, no es culpa de Yue ni de nadie en realidad, es una cuestión suya, siente que lo ven pero no realmente. Poder plasmar el mundo en sus ojos, su versión de realidad incuestionable a inquebrantable, era el único techito que lo protegía de los estallidos mientras las bombas calcinaban todo, dejándolo desnudo. Ahora que lo ha perdido, que se ha perdido a sí mismo al ni siquiera verse capaz de tomar una maldita imagen con un simple celular.
¿Qué le queda? ¿Esperar que el Hanahaki lo mate? Ni siquiera se cree capaz de amar a estas alturas, así que ¿por qué?
¿Por qué a mí?
¿Por qué tuvo que pasarme esto?
¿Por qué tuve que perder lo único que me hacía feliz? Lo siento, lo siento, perdón.
No va seguirse atormentando en una salida tan agradable, se apaga, da vueltas el interruptor, queda en blanco su mente, los niños no tienen que lidiar con esta clase de situaciones ni es justo, ya se ven estresados por el desamparo de su madre, que se muera en silencio y ya, no debe estorbar, no debe ser una carga, si es una carga Ash lo abandonará acá, en este invernadero muerto de maravillas.
—¿Te gustaron las cosas que compraste, Dawn? —La nombrada lo mira con aburrimiento, ha alzado una ceja, apretando las bolsas coloridas encima de su vestido, el ambiente es incómodo y pesado.
—Sí. —Se han quedado a solas mientras Ash lleva a Jade al baño, están frente a un parque, el aroma de las flores los ha envuelto con suma suavidad, igual que la iridiscencia de una pluma de mirlo, fino, delicado e increíblemente devoto, Eiji se encoge en la bufanda, sabe que es una locura considerando que el rubio ni siquiera la usó, sin embargo, puede percibir su reminiscencia impregnada a la tela.
—¿Estás emocionada por la sesión? —No debería preguntarle eso sino será capaz de cumplir con la promesa, los niños no son responsables de la inutilidad adulta, se repite, recordando su decadente infancia, su padre murió de algo similar ¿no? Pero no lo mataron las rosas.
—Algo. —Lo mataron los girasoles.
—Me alegro.
—¿Puede dejar de hablarme? —Eiji abre los ojos de golpe, le toma trabajo procesar que una niña tan dulce acabe de ser tan directa, le está dando una mirada afilada, casi depredadora que le hiela la sangre, reforzando la escarcha que cubre sus órganos y juró derretida, no se irá, jamás se irá porque nunca estará bien, él no sabe estar bien—. Estoy tratando de ser cortés pero me la pones difícil.
—No entiendo. —Parpadea igual que una lechuza, el sudor le quema desde las ondas en el flequillo hacia el cuello, empapa la bufanda, salpica como lo haría una herida de bala, explota, no hay refugio donde esconderse, no debería temer sino puede ser visto—. ¿Hice algo que te molestara?
—Tú no eres mi mamá.
—Yo no intento ser tu mamá.
—Tú nunca usarás el lugar de mamá. —Puede sentir la rabia goteando en las palabras de Dawn igual que ocurrió durante el ataque de Jim, pensó que esa crueldad fue causada por la conmoción, intentó acercarse a ella para aclarar el tema, aunque ella refirió que no era importante—. No me agradas.
—¿Por qué?
—Hay algo sumamente roto en ti que no me gusta.
Oh.
Hasta una niña lo puede ver.
—No te quiero cerca de papá ni de Jade.
Duele aún más ser visto, se siente sucio, como un maldito farsante que acaba de ser descubierto en un lugar hermoso al que no pertenece, Eiji debe estar al fondo de su lago de desesperanza, rodeado de flores putrefactas, con las raíces devorándolo, clavando las espinas, forjando las cicatrices por las que llorará y aún así nadie verá, es lo mejor, es mucho mejor que ser visto para ser rechazado como acaba de pasar. «¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?». Se hunde, cae y cae, se acurruca contra sí mismo sin pelear o poner resistencia, esperando que las rosas terminen de carcomer su piel, que aprieten con tanta fuerza su corazón que lo detengan.
Ayuda.
Ayuda por favor.
—Eiji. —Pero Ash le ha pedido que se quede luego de acostar a los niños, dándole una mirada suave, apretándole la mano por encima del sillón en un toque apenas perceptible que lo salva, es un respiro que envía fuerzas y vitalidad a través del moreno—. ¿Qué pasó? Has estado actuando extraño.
—No creo que debamos vernos más.
—Eiji… —Por favor no me llames así, no me mires con esa cara suplicante o no podré pararme, por favor basta—. ¿Te dijo algo? —Niega, no va a acusar a una niña, por el amor de Dios, es un adulto y no puede rebajarse a ese nivel, sino quiere hablarle o tenerlo cerca está perfecto, Dawn no es más que una niñita que asimila el abandono de su madre, ¿con qué derecho ensucia eso?
—No es nada. —Si quiere hacerle ghosting adelante, no se interpondrá más—. Solo siento que me estoy entrometiendo demasiado en tu familia, Ash. —El nombrado se acerca en el sofá, están cerca, lo suficientemente cerca para que sus rodillas se acaricien por encima de los cojines.
—Jade está encariñado contigo. —Sus palabras fluyen igual que la seda, no, como agua brotando del océano, como los girasoles y el chocolate caliente, como los ojos vidriosos de una muñeca que han usado tanto para jugar que ya no sirve, como un hogar roto, como un alma desconocida.
—Eso no significa que deba involucrarme tanto.
—Yo estoy encariñado contigo. —Oh, como le duele escuchar eso, quiere pedirle que se detenga, que deje de hacer esta clase de cosas que hacen que su corazón sangre y gotee en su manga, esas flores no hacen más que acribillarse en su garganta.
—Tú tienes tu propia familia. —Se mantiene impermeable, cierra las puertas de su refugio aunque está desnudo bajo la tormenta, mira el cielo gris, espera que las bombas caigan y pase lo inevitable.
—¿Quieres beber algo? —Asiente.
No sabe qué más hacer.
No pronuncian otra palabra durante un rato, ambos parecen haber sido golpeados por esa emoción indescriptible que no hace más que crecer y crecer con violencia entre ellos dos, eso que los incita a estar constantemente unidos pese a no tener mucho en común, eso que los inspira y remece, eso que los hace profesarse más real. A fin de cuentas, por eso a Eiji le duele, el Hanahaki ha sido excusa para encontrar la vida falsa, para resignarse a morirse y salir del cuadro, volviéndose un espectador de sus propias vivencias, Aslan lo arrastra de regreso, es duro estar conectado y es todavía más duro conectarse sabiendo que esto es terminal y no posee vuelta atrás. Por eso bebe, se da valor líquido para mantener una conversación honesta y real.
No ha sido culpa de Dawn que haya golpeado fondo (¿este es su fondo? ¿alguna vez tocará fondo?), es solo que haber sido visto luego de suplicarlo durante tanto tiempo y que rechazo sea la reacción…
Tiene razón, hay algo increíblemente roto dentro de él.
Algo que no se puede arreglar.
Algo que empezó a matarlo porque amó.
Ay de mi vida.
Ay de mi corazón.
—Dale tiempo a Dawn. —Lee exactamente la catástrofe que está explotando en su mente porque es Ash Lynx, por supuesto y lo sabe todo—. Es duro para ella tener a su madre tan lejos y no está acostumbrada a verme coquetear con nadie. —Definitivamente está ebrio, piensa y tiene razón.
—¿Acaso me estabas coqueteando? —Se burla, repasando el color purpúreo que ha teñido las mejillas del rubio, es lindo, se aprecia increíblemente lindo avergonzado.
—¿Acaso no se notaba? —Eiji rueda los ojos, resoplando cerca de la boquilla—. Me paseo sin camisa por mi casa.
—¡Ash!
—¿Qué? —Se encoge de hombros, dándole otro trago a la cerveza—. Es mi estrategia de seducción.
—Una terrible estrategia de seducción. —Musita, quitándole la botella para evitar más humillación, su corazón está latiendo muy rápido, el nudo crece y crece en su cuello, arrojando y clavando agujas por doquier, duele, duele tenerlo cerca aún más—. Dawn teme que reemplace a su madre. —Lo suelta, nunca ha podido esconderle nada a Ash, se le hace injusto por quienes ama y tanta paciencia y esfuerzo han invertido para escucharlo, quedándose al otro lado de la puerta, sin abrirla.
—Eiji. —Tal vez, esa es la cuestión con este hombre, ni siquiera debe tocar la puerta, se derrumba a sus pies por el simple hecho de que es él—. Tú nunca podrás reemplazar a su madre. —Las palabras son navajas en su pecho, pero al mirar hacia abajo solo ve un tímido pétalo rojo bamboleándose.
—Lo sé.
—No me malentiendas. —Ash parece repentinamente ahogado por algo, tan pronto dijo aquello ha puesto sus manos sobre las mejillas del japonés con toques urgentes y temblorosos, presionando solo para deleitarse con la tibieza ajena, saboreando el ónix líquido, casi dorado que arde en pupilas profundas que hacen estrellas—. Nunca me sentí así por la madre de Dawn. —Eiji luce tan lastimado por esa confesión, ni siquiera lo está diciendo en voz alta y lo ha dicho todo—. Jamás me sentí así por nadie más que tú.
—Ash…
—Me importas lo suficiente como para escribir un libro sobre linces y conejos. —Bromea.
—Un lince y un conejo no pueden ser amigos. —Le rebate.
—¿Por qué?
Ash presiona los párpados, permite que el alcohol lo arrastre hacia un mundo lejano, hunde su nuca contra el cojín del sillón, traga saliva, sintiendo las manos de Eiji descender hacia sus yemas, lo siente esfumarse como si fuese agua entre sus palmas, aún si es un toque suave el chisporroteo del fuego no hace más que explotar como ráfagas iridiscentes en su corazón, concibe sus latidos en grandes respiraciones tensas, se aferra al japonés como si fuese un salvavidas, con las burbujas de la cerveza chispeando aun en su lengua, danzando en una sinfonía peligrosa.
—No creo que el conejo merezca esa amistad.
Aslan quiere preguntar por qué Eiji ha dicho eso mientras se funde en este trémulo abrazo, se da el coraje de hacerlo, exhala con fuerza, relajando los párpados, abre los ojos, y cuando el jade colisiona finalmente con el cobre, lo ha olvidado.
—No creo que el conejo merezca ser feliz, pero el lince sí.
Si hubiera preguntado aquí, si hubiese podido recordarlo…
Eiji.
Su dulce Eiji.
Lo lamenta.
Notes:
Friendly reminder de que los niños pueden tener esta clase de actitudes porque no comprenden del todo la situación y necesitan expresarse de cierta manera, solo para prevenir alguna clase de comentario inapropiado y que las enfermedades cronicas están repletas de ambivalencias que son perfectamente comprensibles. Siento que he estado jodiendo demasiado con este fic, pero al mismo tiempo siento que se me fue muy rapido, así que a darle con todo.
¡Muchas gracias por tanto! ¡Nos vemos mañana!
Chapter 6: Break up.
Notes:
Hi~ Finalmente estamos al día con esto de poner el fic día por medio, me doy por satisfecha en la vida a estas alturas, qué bien. Muchas gracias a las personitas que mantienen con vida este perfil y me dan cuerda con las dinamicas, de todo corazoncito, espero que este capítulo les guste, ya vamos más a fondo con los temas importantes por así decirlo.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—¡Más fuerte! —Jade gimotea, pateando el suelo, tensando su agarre alrededor de la pelota de béisbol, esbozando un puchero que debería intimidarlo o incitarlo a tomar la situación más en serio pero le roba una sonrisa descarada—. ¡Ei-chan! Te estás conteniendo. —Vuelve a quejarse, es igual de quejoso que su padre, cree y le divierte ese travieso pensamiento—. Hazlo más fuerte.
—Lo estoy intentando de verdad. —Se defiende, tomando la pelota que rodó hasta sus pies—. Tú eres demasiado bueno.
—Sé que lo soy, pero inténtalo con más ganas. —Bueno, al menos el hijo de Aslan crecerá con un carácter fuerte y una autoestima alta.
—Acá vamos.
Eiji retrocede con un toque de dramatismo, alza su brazo hacia atrás muy pero muy lento antes de lanzarle la pelota a Jade, quien logra atraparla con un roñoso guante de béisbol que Griffin le regaló, fue el primero que recibió Aslan en su infancia, por eso lo atesora con semejante devoción, sus ojos verdes e infantiles relumbran con satisfacción ante su proeza, alza la bola con el pecho más inflado que los pichones a su alrededor, su respiración sube y baja erráticamente, su centelleante cabellera dorada se ha convertido en un desastre sudoroso y terroso, llevan horas jugando en el parque.
—¡Wow! ¡Tu atrapada fue asombrosa! —Jade se mira complacido por la alabanza, tiene las mejillas rojas y brillantes, es una imagen reconfortante que lo hace profesarse en casa—. ¿Qué sigue?
—Me toca lanzar, a ti golpear. —Más que una petición parece una orden, aunque claro, Eiji satisface sus caprichos más que encantado, es terrible disimulando la debilidad de su corazón ante este niño, de hecho, no lo disimula en absoluto—. ¿Listo? —El japonés toma el bate que se encuentra apoyado contra un árbol, la adrenalina le escalda entre las venas, los músculos le pesan y el corazón le palpita con mucha fuerza, hace mucho no se ejercitaba, desde sus días de pértiga.
—Listo.
—Así no se hace. —Jade se queja (de nuevo, es un quejoso igual que su papá).
—¿Eh?
—Estás tomando mal el bate. —Suspira—. Deja que te enseñe.
Eiji no pone resistencia a los deseos del infante, al contrario, se agacha en el parque, las luces rojizas anuncian el apogeo de la tarde, quemando las hojas de los árboles hasta convertirlas en una fantasía iridiscente otoñal, el pasto se mece en un mosaico moteado que refleja las sombras irregulares, son los únicos además de otra familia usando los juegos de plástico al otro extremo, sonríe, no consigue frenar el pensamiento de lo bella que sería una fotografía, con el turquesa naciente creando efecto casi mágico en esas pupilas jades y líquidas, con centenares de pétalos bamboleándose igual que un cántico de luciérnagas huérfanas, seguramente es el único idiota que no la toma, Sing o Ibe lo harían.
—Ei-chan. —Jade ha apretado sus manos junto al bate, mostrándole cómo debe sostenerlo para que golpee directamente la pelota y no se escape.
—¿Lo estoy haciendo bien? —Pregunta con voz dulce y paciente, Ash se lo ha dejado a cargo porque Dawn tenía club de lectura y le era imposible estar en dos lugares en paralelo.
—S-Sí. —Jade impresiona nervioso.
—¿Qué sucede? —Eiji se relaja contra el suelo, la frialdad no tarda en atravesarle el cuerpo entero al dejarse caer completamente encima de hierba fresca, hace demasiado frío, parece tarde invernal.
—No lo entiendo. —Musita, apretando los párpados muy fuerte antes de atreverse a tocarle la cara, lo está examinando con astucia, repasando sus facciones con manos pequeñas y curiosas, da trazos finos desde su nariz hacia su boca, pasa por su mentón y se detiene en su mejilla, Aslan también las pica de esa manera solo para molestarlo, supone es genética—. Eres tan bonito.
—¿E-Eh? —Se ha puesto rojo en el tartamudeo—. ¿Bonito?
—Eres muy bonito. —Suspira como si fuese algo malo—. ¿Tienes novia? ¿Por eso no te gusta papá?
—Jade…
—Ojalá te gustara.
Oh, Jade.
Mi dulce niñito.
Eiji intenta articular una respuesta lo suficientemente simple y verosímil para que Jade comprenda, sin embargo, apenas alza el mentón el hielo alrededor de su corazón se derrite, esa gruesa capa que suele recubrir cada uno de sus órganos, fundiéndose como escarcha a su propia identidad, haciendo que siempre tenga frío y actuando como constante recordatorio de su pronta muerte, se desvanece en la pena que le muestra, algo en esa expresión simplemente lo destroza. Cada centímetro tiembla tras encontrarse con sus pupilas cristalizadas, no duda en limpiar la pena fantasma, en repasar entre sus pulgares las lágrimas que se niegan a salir por orgullo y a acunar las emociones buenas y malas, es importante mostrarle que ambas son bienvenidas, que a veces las cosas se rompen y se reparan, que en la mayoría de los casos sin importar el daño, la vida se reorganiza para compensar la pérdida, a veces de formas maravillosas.
Él se cree el ejemplo perfecto, se está muriendo y finalmente ha encontrado personas que lo llenan, no porque sea dependiente emocional o pretenda rellenar su vacío proyectando expectativas en los demás, no, sino que finalmente se siente visto y siente que ve. Por muy malagradecido e injusto que esto se escuche con sus otros amigos, el Hanahaki los terminó encerrando en un campo minado de puras mentiras, él sabe que Yue sabe sobre su enfermedad, él sabe que Sing sabe pero no dice nada, él sabe que ambos saben pero nadie admite que saben porque es incómodo saber, eso lo enloquece, Ash es alguien ajeno a todo esto, es alguien que no lo ha reducido a un problema aún, consciente o inconscientemente así siente que sus amigos lo ven.
Ya no es un ser humano, ya no es un artista, ya no es un ave libre, es una enfermedad.
Eiji Okumura = Hanahaki.
Eiji Okumura = Enfermo.
Eiji Okumura = Vacío.
No hay más.
—¿Por qué quieres que me guste? —Sale a la superficie de su cabeza, últimamente le es más sencillo ahogarse en ese mar turbio, hundirse hasta convertirse en un ovillo de sí mismo al fondo, resignado a cerrar los párpados y permitir que sus monstruos lo devoren, cada vez más rápido, cayendo mucho más hondo que antes, un día tocará fondo y sabe que será el final.
—Porque… —Jade vacila, sus puños tensan alrededor del agarre del bate, pero no lo suelta, se limita a agacharse a su lado a pesar de la creciente oscuridad—. Extraño a mamá.
—No puedo usar ese lugar. —Le explica.
—No es eso. —Jade lo interrumpe—. Dawn tiene a papá, los dos son similares y comparten cosas que yo no entiendo, no me gustan los libros, las matemáticas me dan dolor de cabeza y la escuela me da mucho sueño, me gusta el deporte, pero nadie habla de eso conmigo y… —Se detiene, frunce el entrecejo, intentando buscar las palabras correctas—. No tengo a nadie.
—No es verdad. —El primer instinto de Eiji es contenerlo, está mal, no debe invalidar la pena o va a sentir que no debe expresarla—. Es verdad. —Se corrige, si le afecta lo suficiente para generar sufrimiento es real—. Entiendo que te sientas así, no fue mi intención menospreciar tus emociones, pero veo lo mucho que Ash y tu hermana te aman, por eso quiero transmitirte que no estás solo, no según lo que yo veo al menos.
—Sé que me aman. —Murmura, sentándose en el piso de golpe, enfocando su mirada en los pétalos danzarines de alrededor—. Pero me siento solo de todas maneras, nunca fui muy apegado a mamá, esa es Dawn. —Sus manitos se hunden en los bordes de la jardinera con mucha fuerza—. Pensé que sería genial finalmente tener a alguien que me comprenda de mi lado.
—Oh cariño. —Eiji lo envuelve entre sus brazos—. Estoy acá.
—Ei-chan…
—Estoy a tu lado y te quiero.
Jade se estremece en esas palabras, se esconde contra Eiji, usándolo como si fuese su refugio contra las bombas atómicas, deja escapar hipos débiles y lágrimas silenciosas, ¿qué tan solo debió sentirse? Le duele el pensamiento, no porque Aslan sea un mal padre, al contrario, lo admira de sobremanera. A veces las cosas pasan así, a veces las personas se mantienen flotando cuando la vida es una mierda y luchan contra las olas, intentando llegar a la superficie sin poder romperla, aunque uno se ahogue en un vaso de agua se sigue ahogando, lo sabe, todo dolor es válido y real.
Todo dolor excepto el suyo, claro.
Eiji Okumura = Enfermedad terminal.
Eiji Okumura = Amor no correspondido.
¿Por qué lo amó?
¿Por qué se mató así?
Niega, sintiendo las plantas extenderse por su garganta con ferocidad mientras abraza a Jade, tensa aún más el acuno, intentando protegerlo del Hanahaki, temiendo que saquen raíces a través de esa pálida y enfermiza piel para reclamar a otro inocente, es monstruoso el amor unidireccional, lo único que puede hacer para darle consuelo es protegerlo en esta trémula y tímida caricia, intentar decirle con cada fibra de su cuerpo que es un niño maravilloso y muy amado, procura ser gentil en el mimo, repasa su espalda con suma suavidad, permitiéndole que descargue su pena y sea vista, escuchada, bienvenida y procesada, no lo juzgará, Dios sabe que no lo juzgará por nada.
—Quizás no pueda ser papá o usar el lugar de tu mamá. —Musita, apartándolo algunos centímetros, no los suficientes para romper este refugio contra bombas atómicas, no lo suficiente para que dejen de compartir su paraguas quebrado bajo la lluvia de crueldad, pero sí para que lo mire—. Pero puedo ser tu amigo.
—¿Qué tienen de grandiosos los amigos? Tengo varios y no es lo mismo. —Se lamenta con gruesas lágrimas cayendo por sus regordetas y pecosas mejillas, iluminando brillo de estrellas con escarcha que no para de derretirse y remolinos de pétalos marchitos.
—Los amigos son lo más maravilloso del mundo. —Dice calmo—. Es mucho mejor que una relación amorosa.
—¿Por qué?
—Porque no demandan nada más que la mutua compañía. —A diferencia del romance, a los amigos no los une la atracción física, ni el sexo, ni los hijos, ni nada, es el mero placer a seguir adelante con el otro, a poder mostrarse en los momentos más vulnerables a cambio de reciprocidad, es un secreto mutuo imposible de descifrar—. Un amigo está contigo porque disfruta de tu compañía. —Al menos las buenas amistades, las reales, las significativas—. Porque te quieren y los quieres.
—¿Somos amigos? —Pregunta ingenuo, limpiándose las lágrimas con los bordes de mezclilla sucia, permitiendo que Eiji lo mime porque es un conejito mimoso.
—Lo somos. —Le asegura, llevándose la pena—. Los mejores amigos, lo prometo.
—Entonces… —Jade baja la barbilla, apretando con un nudo tiritón el estampado de Nori Nori que ha empapado—. ¿Me quieres más a mí o a mi papá? —El japonés sonríe, extiende sus palmas para revolver esa rebelde matita dorada, observando cómo aquellas curvas se alzan igual que girasoles anhelantes de calidez.
—No le digas a Aslan. —Se lo pide—. Pero te quiero mucho más a ti.
—Lo sabía. —Jade sonríe satisfecho, apretándole la mano para regresar al apartamento, la tarde ha caído en sombras melifluas, el cansancio los ha clamado, Ash llegará luego—. ¿Puedo tener galletas?
—Mientras tu padre no lo sepa no le hará daño.
Amigos.
Ash es su preciado amigo, el simple hecho de pensarlo lo hace sonreír apenado. Tonto considerando que no sabe absolutamente nada de ese hombre, se queda metabolizando esa idea mientras suben al apartamento, no es eso, de hecho, ha aprendido varias cosas sobre el lince pero al mismo tiempo, siente que apenas ha rozado la superficie. El imponente depredador de lengua mordaz aclamado en la crítica por sus libros, quien lucha por mantener una familia a flote y criar solo a dos hijos, o aquel chico tan torpe como lindo que se queja para levantarse, se la pasa insultando el natto y adora poder molestarlo porque tiene la edad mental de cinco años. ¿Quién de los dos es el verdadero? ¿O son ambos coexistiendo? No saber solo lo impulsa a querer aprender todo acerca de ese enigma, es algo así como un tirón de alma, tan cursi como risible, podría ser la desesperanza de su muerte temprana la que hable o la soledad que produce en Hanahaki pero no, lo sabe, solo lo sabe.
—¡Eiji Okumura! —No posee tiempo para reaccionar cuando ingresa a su apartamento—. No creas que te vas a zafar de mí, dejaste la medicación a propósito en el hospital, es imposible que te sanes sino sigues el maldito tratamiento, te voy a acusar con Ibe la próxima vez, ¿quedó claro?
—Yue… —El nombrado detiene el monumental regaño que ha preparado ante la presencia del niño, da pestañeos curiosos que se convierten en aleteos erráticos, se restriega los párpados, confundido.
—Hola. —Jade saluda con cortesía, apretando la palma de Eiji con orgullo, restregando la naturaleza de su relación en la cara de todos.
—¿De dónde diablos sacaste un niño? —Finalmente le pregunta—. Sé que tu situación es dura pero adoptar a un mocoso no te hará sentir bien. —Solo Yut-Lung podría llegar a semejante disparate en cuestión de segundos, no debería sorprenderle, adora pasarse películas y lo demuestra, debería ser actor o dramaturgo de novelas además de médico, le sienta a la perfección.
—Jade es el hijo de Ash. —Le explica—. Lo estoy cuidando.
—¿El hijo de quién? —Okey, tiene muchas cosas que explicar.
—¡Soy el mejor amigo de Ei-chan! —Yue se aprieta el pecho como si acabase de sufrir un infarto, su mirada horrorizada se graba en sus pupilas, borrando la lozanía de su belleza para reemplazarla por una mueca que grita: «¿Cómo te atreves a reemplazarme con un mocoso que aún usa pañales?».
—¿Cómo dijiste? —Pregunta, subiendo los tonos de su voz, mostrando sus colmillos.
—Soy el mejor amigo de Ei-chan.
Será una noche larga.
Yut-Lung lo arrastra hacia el cuarto exigiendo explicaciones, dejan a Jade con un paquete de galletas mirando a Nori Nori en la televisión por el simple placer de molestar a Aslan y fomentar en paralelo el odio irracional que siente hacia la avecilla. Yue lo acorrala, lo pone entre la espada y la pared, son pocas veces las que lo confronta, confrontar implica ver cosas en una relación, ver cosas incomoda, ver cosas abre preguntas cuyas respuestas darán paso a más preguntas y nadie se detendrá. Si ellos han funcionado tan bien durante estos años es porque se conforman con las versiones falsas que el otro da. El chino se queda con la actuación que Eiji da de sí mismo y viceversa, ¿eso es amistad?, ¿se puede llamar de esa manera?, ¿es amistad si se deja morir al otro?, ¿cómo no dejarlo morir sino se deja ayudar? Es complicado.
—¿Quién es Ash? —Le bastaron tres palabras para formular una pregunta imposible de responder.
—Ash… —Lo medita, se encuentra literalmente acorralado contra la pared, Yut-Lung no le permitirá escapar sin darle una respuesta convincente, le da rabia que no sea así de insistente con el Hanahaki, pero al mismo tiempo es consciente de lo injusto que es al lamentarse aquello. Sigue acá a pesar de todo, podría haberlo dejado y sigue a su lado porque son amigos, lo agradece—. Es el hijo de Jim.
—¿El anciano del que eres amigo?
—¡No lo llames así! —Gimotea—. Jim no es tan viejo.
—Ajá. —Se frota el entrecejo, intentando acomodar sus pensamientos.
Aslan Jade Callenreese = ¿?
—Ash es la persona más maravillosa del universo. —Comienza—. Es padre de mellizos increíbles, es un escritor muy talentoso, da miedo ¿sabes? Se la pasa criticando a otros géneros por conformistas, pero él se mantiene aferrado a las mismas novelas feas una y otra vez, le echa mostaza a casi todas sus comidas ¡eso es terrible para su salud! Cuesta un infierno despertarlo, me saca de quicio porque es un terco sin remedio, se ve intimidante a primera vista pero es adorable, especialmente cuando esboza pucheros, Jade y Dawn lo copian y es gracioso, es insoportablemente lindo.
—Eiji…
—Él mata sin piedad entre tintas y páginas, odia las calabazas y se sonroja por eso. —Ríe, recordando la anécdota que Griffin les contó sobre la calabaza de Jack en Halloween—. Me inspira porque él es tan inteligente, talentoso y determinado que me quedo pensando: wow, podría escucharlo hablar por siempre y jamás me aburriría, quiero volverme mejor o al menos intentarlo porque me infunde a hacerlo, es contagiosa su terquedad, me gusta mucho estar a su lado y al de los niños, Aslan es…
—Eiji.
—Hermoso. —Libera, poniéndose rojo hasta los oídos—. ¡No me malentiendas! Aunque es atractivo lo que me encanta de él es su alma, no sé cómo explicarlo, solo es hermosa, me siento con mucha paz estando a su lado, como si pudiese permanecer ahí por siempre flotando, ese es Aslan.
—Estás enamorado de ese idiota. —Libera colérico—. Él es el responsable de tu Hanahaki. —Prende una nueva película innecesariamente dramática acerca de esto porque es intrínseco del ser humano buscar una causa para las desgracias.
—Lo conocí después de haberme enfermado. —Se defiende, cruzando los brazos contra su pecho, alza un muro entre ellos dos, conteniendo una tos enfermizamente seca que arde en sus entrañas—. No puede ser Ash.
—Has estado peor este tiempo. —Es verdad, en eso le da la razón—. ¿Qué tal si empeoró por él?
—Ash es mi preciado amigo, no es él.
—Nadie habla de sus amigos de esa manera. —Le rebate, acomodando una palma sobre el hombro del japonés, ejerciendo una presión apenas perceptible en sus huesos, pesa, de pronto el mundo pesa—. ¿De verdad te sientes así? No te interrogo para presionarte, solo quiero saber si aún hay…
Una cura, quiere decir y no lo hace.
Porque no la hay, se encuentra demasiado arraigado en su interior, ya es parte de Eiji, son sus raíces.
—Lamento que las cosas sean así. —Entonces Eiji se atreve a pronunciar—. Lo siento por hacerte pasar por esto.
Yut-Lung se culpabiliza por haberle permitido llegar a este extremo, sabe qué hace algo mucho peor que Sing al fingir ignorancia: tolera la destrucción de Eiji. Opta por olvidar que está enfermo, porque es demasiado duro aceptar que no existe cura, y porque quiere disfrutar de la persona que él quiere que vea, esa versión brillante, apasionada y falsa, no la agonía que realmente esconde. Se une a ese complot donde Eiji no es visto, se queda tras la puerta y no golpea, nunca golpea, nunca pasa, nunca llama lo suficiente ni lo hace sentir que le importa lo suficiente para intentarlo, es un jodido cobarde, sin embargo, una parte de Yue cree que si deja al fotógrafo escoger en compensación de todas esas veces que no pudo como si estuviesen en una especie de balanza, puff, se abrirá por arte de magia, le confesará quién es su amor unidireccional en una epifanía y el cáncer desaparecerá.
¿Cáncer? No.
El Hanahaki es la bulimia de las flores.
Ha visto a Eiji darse atracones y atracones de amor unidireccional para luego volcarlos sin piedad en el retrete, suplicando para quedarse vacío, vomitando y vomitando las flores en su estómago a pesar de ser destructivo, esperando que esas mariposas en su vientre también salgan, que pueda quedar limpio, da igual si queda vacío, mejor vacío que muerto. Quiere vomitarlo todo, desde las raíces que se han arraigado en sus pulmones hasta las espinas que no le dejan hablar, no puede, mientras más vomita más flores dentro de él crecen y mierda, lo pierde.
Lo está perdiendo y no está haciendo nada otra vez. Debió dejarle en claro al comienzo de esto que él no era una carga, que lo apoyaría independiente de lo que pasara, que nunca se reduciría a aquella enfermedad, debió decírselo y aclararlo antes y no lo hizo, permitió que Eiji confirmase sus mayores temores, permitió que Eiji realmente creyese que era un estorbo.
Permitió que su mejor amigo se viese a sí mismo reducido a: Eiji Okumura = Ojalá te mueras pronto para que dejes de estorbarle a los demás.
Y le duele que se sienta así.
—Deberías analizar tus sentimientos con Ash y con el Hanahaki. —Le súplica, puede ver las disculpas gritando mudas en esos ojitos de ciervo, pidiéndole perdón por hacerlo pasar por esto, rogando por paciencia, diciéndole: «me voy a morir pronto, por favor aguántame un poco más, lo lamento, duele ser una carga para ti, duele hacerte pasar por esto pero estoy cansado, tan cansado, Yue».
—Lo haré.
—Eiji… —Yut-Lung ha tensado su agarre con fuerza alrededor de su hombro, no sabe por qué pero le han entrado unas horribles ganas de llorar, mentira, desglosa a la perfección la razón, esta puede ser la última conversación que tengan, aún si lo teme siempre, últimamente ese terror se ha vuelto más potente y real—. Te ves más feliz. —Es una confrontación menos directa a una súplica para que luche, aun si es en vano, que no se rinda hasta el final—. El mocoso parece tenerte mucho cariño.
—¿No lo escuchaste? —Se burla—. Es mi mejor amigo.
—¡Maldito malagradecido!
De pronto, ambos están riendo, no porque el Hanahaki haya desaparecido o la conversación hubiese sido una epifanía, sino porque son dos idiotas que no están juntos por atracción física, ni por interés, ni por sexo, ni por hijos, ni por una hipoteca, ni nada, están juntos porque se aman igual que un par de hermanos revoltosos y catastróficos, Yue ama a Eiji, lo ama con todo su corazón y por eso le duele tanto verlo así, y Eiji ama a Yue, lo ama con todo su corazón, por eso le duele estar así.
—¡Ei-chan! ¡Nori Nori tiene amigos lindos! —Los otros dos pájaros con aspectos más serios y toscos hacen su aparición en la pantalla apenas regresan—. Siéntense a verlos conmigo. —Lo obedecen.
—Nunca entenderé tu fascinación por esos pájaros horrendos, ¿siquiera es apropiado para un niño? Le va a dar pesadillas—. Yue suspira, acurrucándose en el sofá igual que un gato mimoso.
—¡No son horribles! —Jade los defiende, alza su mentón para quedarse mudo y rojo—. Eres bonito.
—¿Eh?
—¿Por qué son tan bonitos? Es injusto que sean tan hermosos. —Gimotea, ganándose algo mucho más importante que el corazón del médico: su ego.
Se quedan toda la noche viendo televisión hasta que llega Aslan, Yut-Lung no se demora ni siquiera un segundo para analizar, desarmar, leer y concluir que este tipejo no está a la altura de su preciado mejor amigo, si el desgraciado es el causante del Hanahaki o su empeoramiento al menos pretende ponérsela difícil, no dejará que se salga con la suya tan fácil, no hace daño un poco de diversión.
—Eiji. —Lo llama con un tono empalagoso, captando la atención de Ash desde la puerta—. Te espero en la cama, no tardes. —Si bien, no son palabras ajenas para ellos pues suelen tener pijamadas, hay un tono jodidamente sugestivo y sexual que irrita al rubio y lo nota—. Estoy impaciente por tenerte.
—¡Yue!
—Estaré usando el camisón que tanto te encanta, bebé.
Eiji se cuestiona seriamente su amistad cuando acompaña a Aslan hacia abajo. Aunque es de noche, Jade y Dawn juguetean con Griffin en el jardín del edificio mientras ellos dos han tomado asiento en la maletera de la vieja camioneta (se llama Clementine, el poeta se lo explicó con orgullo). No hablan sobre el pequeño incidente de las cervezas, ninguno lo recuerda bien y francamente temen recordar haber metido la pata, así que se acomodan al lado del otro, con las zapatillas apoyadas en el piso de lata y sus hombros tan cerca que pueden beber de la calidez ajena, es agradable, hogareño y dulce.
—Entonces… —Es Aslan quien se atreve a iniciar la conversación, se mira nervioso, tan nervioso que los dientes le castañean y el ceño le retiembla—. ¿Él es tu novio?
—¿Qué? —El moreno parpadea atónito, se rasca las orejas, probablemente escuchó mal semejante disparate—. ¿Qué dijiste?
—El tipo chillón de antes. —No puede creer que de verdad esté pasando—. ¿Es tu novio o algo así?
—Es mi mejor amigo, qué asco. —Lo pronuncia con una seguridad tan fría que resulta casi cruel—. No puedo verlo de esa manera, no lo tomes a mal, Yue es fabuloso. —Pero Ash le sonríe.
—No. —Deteniendo el tren de pensamientos catastróficos que amenazaba con colisionar contra la pared—. Tuve una conversación similar con Shorter hace poco. —Ha escuchado bastantes veces ese nombre en sus conversaciones, tiene curiosidad por conocer al panadero de cabello de piña, piropos baratos y ropa de gusto grotesco que usa lentes de sol todo el tiempo porque se cree genial.
—¿Se te confesó? —Lo molesta.
—Esperaba que yo me confesara, creo. —Ash se mira absolutamente asqueado por el pensamiento, ha arrugado la nariz y tensado el ceño en uno de esos pucheros que le dejan agitando el corazón, el japonés no logra contener una risita, apretándose el vientre y dejándose caer mucho más cerca de lo que debería—. No te burles. —Si es una amenaza ha fracasado al inflar las mejillas.
—No me burlo. —Le explica—. Pero eres muy lindo cuando haces berrinches.
—¡Yo no hago berrinches! —Chilla, es un chillón igual que Jade.
—Estás haciendo uno justo ahora. —Lo molesta—. Ya veo de donde tus hijos heredaron el carácter.
—Eres insoportable. —Se queja, acurrucándose al lado de Eiji, dejando que su cabeza repose en ese mullido suéter de lana con estampado feo—. Eres un insoportable y terco japonés.
—Y eso te encanta.
—Sí. —Confiesa—. Me encantas.
Mierda.
La ansiedad es el primer sentimiento que lo abruma, rompiendo en una marejada de pétalos rojizos en su interior, arremetiendo desde su tráquea a sus labios, presionando sus pulmones con violencia, envolviendo cada uno de sus órganos con sus espinas venenosas, intenta inhalar y exhalar, calmarse es algo que no logra cuando Aslan le aprieta la mano, la presión en su corazón se torna mucho peor, le duele, le sangra demasiado, no sale el aire por su nariz, no pasa nada, necesita respirar y no puede, pero tampoco desea hacerse más daño con las flores en su tráquea, el dolor físico ya no es tanto, es más la vergüenza de rendirse, de recaer, siente que se queda sin tiempo, que las flores en su interior crecen y crecen, tomando y devastando todo el bosquecito en su alma, rasgándolo.
—Gracias por cuidar a Jade. —De pronto hay algunos pétalos en su regazo, agradece que Aslan esté con los párpados cerrados escondido en su cuello, así no puede mirarlo, así no lo va a reducir a una enfermedad como todos los demás y Eiji puede seguir siendo Eiji, no un problema.
—Adoro cuidarlos. —Musita, aferrándose asustado a la palma del escritor, es más grande, áspera y fría, le gusta el contraste que hace entre la suya, le gusta la diferencia de tamaño y lo protegido que se siente por eso—. Lamento no poder ayudarte con Dawn, no creo que me quiera tan cerca todavía. —Se disculpa, es su primer instinto, lo siento por ser una carga.
—Dale tiempo, sé que se llevarán bien.
—Eso espero, no me gustaría llevarme mal con ella por siempre. —Aslan abre los ojos, los pétalos se los ha llevado el viento, perpetuando esta ignorancia un poco más, no tiene que ser para siempre, al menos solo por ahora.
—¿Por qué te importan tanto? —Lo pregunta sin querer sonar rudo, ni siquiera lo ha apartado, esto es mera curiosidad—. Para cualquier otra persona sería un dolor de culo lidiar con niños.
—¿Por qué me importan? —Eiji repite—. Porque son importantes para ti, Ash. —Y le responde eso como si fuese lo más obvio del mundo, como si fuese su segunda naturaleza ser una disonancia de transparencia y andarse exponiendo así, extendiendo su quebradizo corazón desnudo y sangrante en plena guerra, tragándose su valor una y otra vez como un trozo de carbón.
—Ya veo. —Musita, bajando el mentón, enfocando su atención en el jugueteo de los niños con el pobre y viejo Griff, no le falta mucho para irse al asilo, igual que Max, se burla mentalmente—. Dawn solo está desquitándose contigo porque perdió a su mamá, no es personal.
—Yo creo que lo es. —Eiji se hace pequeño contra sus rodillas, encoge sus zapatillas hacia los bordes de la camioneta, intentando protegerse del frío cuando el frío viene de adentro.
—¿Por qué?
—Vio algo en mí que es verdad. —Abre esas viejas heridas, permitiendo que las espinas le desgarren la carne abierta y los pétalos lo infecten todo, igual que la bulimia, mientras más vomita más muere, qué bella ironía—. Ella vio algo desagradable.
—Eiji…
—¿Cómo es su madre? —Cambia de tema, es un experto escamoteando y está cansado.
—Fue mi primer amor. —El cariño llora en cada palabra que escapa de los labios de Aslan, igual que la caricia de un pétalo, es suave y tierno—. Quedó embarazada porque fuimos descuidados, ambos acordamos que apestábamos como pareja y quedamos siendo amigos. Yo me hice cargo de los niños porque no quería privarla de oportunidades, es guía turística, ama serlo, lo mío es más flexible, soy capaz de escribir en cualquier lugar, por eso tome el rol de papá soltero por así decirlo, Amelia casi nunca estaba por su trabajo y estaba bien, al menos regresaba.
—Ash.
—Ahora impresiona como una ruptura definitiva con su rol de madre, es injusto para ellos, a mí me da igual, pero a ellos les duele.
—No te da igual. —Le asegura.
—¿Qué puedes saber tú? —Es más agresivo de lo que desea—. Ni siquiera tienes pareja.
—Porque si te diera igual no pondrías una expresión tan dolorosamente triste, idiota.
Y es así de simple.
Eiji ve a Aslan con suma claridad.
Y Aslan ve a Eiji.
—Eres imposible. —Se queja—. ¿Por qué eres tan irracional?
—No soy irracional. —Le rebate en una competencia de terquedad—. Pero pareces sufrir por ella y no puedo ignorarlo, no tienes que contarme nada que no quieras, Ash. Respetaré absolutamente todo lo que te quieras guardar, no te presionaré para saber algo, pero tampoco fingiré que me trago tus mentiras y me quedo satisfecho con eso, prefiero que seas directo, que me digas que no quieres decirme, porque si entro en ese juego es como si no te viera y… —La boca se le seca—. Es doloroso no ser visto o peor, ser reducido a algo.
—Gracias. —No alcanza a hundirse, aunque siente que se ha estrellado contra el agua de su océano no se sumerge, alguien está apretando su mano en la superficie—. Papá tiene razón, eres increíble.
—No lo digas así. —Se queja, con las mejillas rojas y el coraje atorado, tragándoselo una y otra vez.
—Pero es la verdad. —Le asegura, acomodando sus palmas entre sus mejillas, tocándolo con tanta gentileza, devoción y cariño que lo rompe, le duele mucho que Aslan lo mire así, porque eso lo hace profesarse especial y es…Terrible—. Eres increíble.
—No es verdad.
—Lo es. —Ash hace estrellas con su sonrisa—. No sé qué haría sin ti.
Yut-Lung tiene razón.
Probablemente le guste Ash y no puede gustarle.
Probablemente haya encontrado al hombre más maravilloso que jamás ha existido sobre la faz de la tierra pero no puede gustarle porque se está muriendo. Eiji quiere desechar ese pensamiento, no mirarlo, fingir que no existe, que su corazón no se acelera con cada maldita cosa que Ash hace, dice o piensa, pero no puede. Le gustaría poderlo arrancar en un dolor físico, llorarlo, sangrar e inclusive vomitarlo, no obstante, está vacío, está ausente de sí mismo y duele, duele ser un simple Hanahaki, duele haberse perdido al punto de no reconocerse sin la enfermedad, duele estar tan muerto y aún así, seguir luchando para estar vivo.
—Sé que también tienes tu tema con las fotografías. —Y Aslan, Dios…Aslan pone el tema porque lo ve, lo ve con esos ojitos verdes y brillantes que le hacen justicia a su apodo—. No te presionaré para que me cuentes. —No lo idolatra igual que Sing ni lo reprocha como Ibe o lo mira con la tristeza rota de Yut-Lung, lo mira como un ser humano—. Pero estoy acá para ti, me importas y jamás te juzgaré.
No como un Hanahaki.
No como un enfermo.
No como un vacío.
Eiji Okumura = Eiji Okumura.
Así es para Aslan.
—Me da miedo intentarlo en la fotografía. —Así que se permite volver a ser él mismo solo un mero instante de pura compasión—. Desde que fotografié a tu padre siento que perdí algo de mí, que me quedé sin musa, sin inspiración, sin ideas, sin nada. —Ocurrió un poco después de que enfermara, conoció a muchos en ese entonces y creyó haberse enamorado pero no recuerda de quién y acá radica el problema.
Dio su corazón estando ciego.
—Siento que me perdí, suena tonto, pero me da terror tomar mi cámara, no quiero comprobar que soy inútil en esto, que dejé de servir, que perdí esa cosa que me hacía tan feliz y especial, no puedo.
—No es tonto. —Aslan lo valida, envolviéndolo entre sus fornidos brazos, haciendo que su corazón le duela un poco más en un pinchazo—. Te duele porque es importante para ti.
—Ash…
—Y porque es importante para ti lo es para mí.
Es todo, esto lo derrumba, Eiji se desmorona en el abrazo, permite que Aslan le sostenga la cintura, que se aferren como si fuesen el refugio contra las bombas del contrario, se acurrucan, igual que la pareja de pajaritos en un nido refugiando a su polluelo de la lluvia. El moreno se sostiene con fuerza de los hombros del más joven, cada roce envía un espasmo de electricidad en su piel, encendiendo un fuego interno que perjuraba extinto, arrojando leña al incendio que la pena mató. Tiembla en el toque, permitiendo que esas ásperas y grandes manos naveguen hacia su nuca, enredándose entre sus mechones negros y rebeldes mientras no musitan nada, no es necesario, se dedican a memorizar este instante, a arrancárselo a la eternidad, destino o quien fuese que controlase los axiomas en esa locura que llaman vida.
No es brusco, Ash nunca es demandante con él y eso lo hace llorar, porque su suavidad duele, tiene dándolo vueltas en su mente, aspirando de ese perfume que no es más que shampoo mezclado a la dulce reminiscencia de los libros viejos, café mañanero y el aroma tan propio de Aslan, se restriegan en el contrario con suavidad, paso tras paso, caricia tras caricia, flotan entre sus pieles, se confiesan mudamente lo que sienten y no dirán, sus respiraciones se mezclan en una risita nerviosa mientras el mundo se acaba y tiene que aceptarlo.
Realmente le gusta Ash.
Se ha aferrado a quien no debería, ha encontrado una razón para luchar y duele.
Ash lo mira entonces y Eiji siente una sensación tan abrumadora de pena, hay una tristeza compasiva mucho más grande de lo que puede comprender, una que abarca, envuelve y destruye hasta el último de sus sentidos, arremetiendo en millones de pétalos escarlatas nacientes en su garganta, haciendo que tiemble mientras Aslan deja caer un beso silencioso contra su cabello negro, incitándole una sonrisa tan bonita y juvenil que intensifica el dolor un poco más.
No hablan más del tema, pero cuando Eiji regresa al apartamento se escabulle hacia el baño, vomita, vomita y vomita los pétalos, suplicando para que las mariposas en su vientre salgan junto a las rosas ensangrentadas, pero no pasa.
Eiji Okumura = Una rosa putrefacta.
Notes:
Los siguientes capítulos van más intensos en cuanto a la sintomatología depresiva de Eiji, porque again, es duro tener una enfermedad o condición cronica, hacer la vida normal y de repente pum, sentir otra vez el golpe de: ah, me estoy muriendo, verdad. Son temas bien ambivalentes y así lo mantendré acá. Es probableme que el 14 de febrero haya un pequeño Os en este perfil, estoy emocionada con la idea y sino parece es porque morí vilmente en el intento.
¡Nos vemos en dos días acá!
Chapter 7: Overthink.
Notes:
Hi~ ¿Manera de aligerar un fin de semana jodidamente pesado? Esto, los siguientes capítulos son mi mezcla favorita entre dulzor y angustía así que estoy bastante emocionada por ellos, partiendo con el de hoy, así que espero que les guste.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—Está es la peor cita del mundo ¿sabes? —Ash alza su atención del manuscrito que reside entre sus manos, repasa la aspereza de la cubierta, delineando ese título sobresaliente con devoción religiosa, las luces doradas han salpicado las regordetas mejillas de Eiji, dándole un aspecto aún más adorable e infantil, le cuesta creer que es dos años mayor—. La peor de todas. —Confirma indignado.
—¿Entonces admites que es una cita, onii-chan? —Canturrea el apodo divertido, consiguiendo que un dulce rubor se expanda hacia sus orejas, no sabe si es por la vergüenza o la furia, ambas opciones son tentadoras.
—No lo digas tan feliz, estoy tratando de insultarla. —Se queja, encogiéndose bajo el fino resplandor melocotón que se cola a través de los murales de la biblioteca—. Si es una cita deberíamos hacer algo más romántico. —El japonés se encoge al otro lado de la mesa, hundiéndose en uno de esos odiosos (realmente odiosos) suéteres mullidos y feos.
—Ayudarme a investigar suena romántico. —Se burla.
—No lo es.
—Claro que sí, no hay nada más romántico que mirar a otra persona leer.
—Se me ocurren miles de cosas. —Chilla, lo que es indignante por supuesto, se ha atrevido a traerlo a la biblioteca pública de Nueva York, su refugio ante el resto del mundo, una inmensa construcción que le hace oda a la infinidad de manuscritos que suspenden en hileras paradisíacas y magnánimos murales refinados—. Lo único que has hecho desde que llegamos es quejarte de los otros autores.
—Ese es mi proceso de inspiración. —Le explica, acomodándose los anteojos de montura gruesa hacia la nariz—. Debo enfadarme antes de escribir, debo encontrar tanta mierda en los libros de los demás que finalmente acabo pensando: yo puedo sacar algo mucho mejor.
—Eso es terrible.
—Pero funciona, Max está encantado con el borrador que le di. —Un agudo gemido fatigado escapa entre la boca del moreno antes de hundirse contra la mesa, su atención salta a la montonera de libros que Aslan ha acomodado encima, justo al lado de la lámpara.
—No te he visto criticar estos.
—Hemingway no se critica, es un Dios en la literatura. —Eiji no puede creer que estén hablando del mismo autor, hizo un esfuerzo sobrehumano para no solo empezar, sino que efectivamente acabar las novelas favoritas del ególatra, lo que encontró fue miseria humana mortificantemente aburrida.
—Holden es un protagonista grosero, no sé por qué te gusta tanto. —Ash cierra el libro de golpe, le da una mueca repleta de indignación e incredulidad ante esas palabras, ese brillo orgulloso desata un dulzor en su corazón, presionándole en una punzada de malicia que siga molestándolo.
—¿Qué dijiste?
—Holden es un protagonista antipático que cree saberlo todo porque tiene 17 años, es grosero, muy cínico y además no tiene respeto por los demás. El único personaje peor que existe eres tú. —Suelta la bomba sin pelos en la lengua, viendo cómo la expresión de Aslan cambia progresivamente en un bricolaje de pura sorpresa, frustración y luego humillación, adora sacarlo de quicio, ¿para qué finge lo contrario? Ama provocar estas reacciones infantiles e imperfectas, son tan reales y bonitas.
—Retráctate. —Gruñe, igual que un niño peleando por su superhéroe favorito—. Él es genial.
—No me retractaré. —Canturrea, estirando sus brazos por encima de la cabeza, crujiendo.
—Retráctate. —Le pide otra vez, quitándose los lentes porque es cosa seria—. Además ese libro es de Salinger, retráctate.
—¿Y si no me quiero retractar? —Lo pregunta con un toque de altanería, apoyando su palma encima de la mesa, hundiendo su mentón en la tibieza pueril de una estrella muerta—. ¿Qué harás? —Aslan se mira a punto de explotar en un berrinche antes de calmarse y recobrar la compostura.
—Soy más maduro que tú. —Proclama, sin embargo, Eiji siente un extraño cosquilleo expandirse por sus pies—. Puedes quedarte con tu patética victoria.
—¿Qué estás…? —El idiota le está intentando sacar las zapatillas por debajo de la mesa mientras finge leer—. ¡Ash! —No solo eso, lo logra, dejándolo descalzo con una impresionante maestría sin usar más que sus propias converse por debajo, al intentarlas recuperar se arma un desastre, ha tirado de los zapatos del americano en lugar de encontrar los suyos—. No seas infantil, compórtate.
—Tú eres dos años mayor, compórtate tú y déjame ganar.
—Muy maduro de tu parte.
—Tú debes ser el maduro entre nosotros dos, eres un adulto.
—Tú eres padre de dos hijos, pensé que la madurez te la daba la vida. —Se han puesto a pelear con sus pies por debajo de la mesa, haciéndose cosquillas porque son muy profesionales y adultos.
—Pensé que te la daba las arrugas. —Ash le rebate, inclinándose aún más cerca, negándose a perder esta batalla, acariciándole desde el talón al japonés hacia la pantorrilla, provocando su risa ahogada.
—¡Ah! Entonces tú debes ser un sabio. —Eiji se burla, apuntando su frente como si estuviese repleta de arrugas, Aslan cae (por supuesto que lo hace, en el fondo es ingenuo) cubriéndose con las palmas el entrecejo, colocándose muy rojo antes de colapsar en la silla igual que un gato panzón.
—¡Eiji! —Finalmente chilla, concediéndole la victoria—. Esta es la peor cita del mundo.
—Te dije.
Proclama orgulloso, parpadeando ante la luz dorada de la biblioteca, observando la manera en que los gráciles rayos de oro se filtran por los imponentes ventanales, envolviendo el verde pétreo hasta convertirlo en un jade líquido, vivo y sagaz, como un diamante fundido en una acuarela iridiscente, desearía tener una cámara para capturar el momento, sus dedos tiemblan encima de sus jeans con una especie de craving fotográfico, pero no la tiene y debe conformarse memorizando la escena, en poder absorber de la sonrisa brillante, pequeña pero bastante brillante, sonrisa que encarna la vida, la pasión y la vulnerabilidad. Está muy cerca, pero teme que se vaya a algún lugar lejano, ¿por qué?, ¿por qué tendrá un horrible presentimiento punzándole el corazón?
—¿Qué? —Ash pregunta antes de apretar su novela, impresiona nervioso aunque le echa la culpa a esa acalorada pelea—. ¿Por qué me miras así?
—Me acabo de dar cuenta que tus pestañas también son rubias. —Suelta con timidez, sabe que no es sutil cuando le contempla, no obstante, le es inevitable quedar despampanado y maravillado ante semejante disonancia entre belleza y hosquedad.
—Ahí abajo también. —Aslan le da una sonrisa de muchos dientes orgullosa antes de presionar los párpados—. ¿Quieres ver?
—¡¿En serio?! ¡Déjame ver! —Y los ojitos de Eiji se iluminan con la petición, lo que es una estupidez, están en medio de la biblioteca siendo la molestia de los demás visitantes, pero aun así, el resto del mundo se esfuma cuando se trata de Ash—. Era una broma. —Finalmente suspira.
—Eres muy raro.
—Voy a buscar libros infantiles, espérame acá. —Dice, levantándose de la mesa, consiguiendo que cada hueso le truene al llevar unas cinco horas pegado a la silla de madera.
—Trae un diccionario de plaza sésamo para entender las páginas sin ilustraciones. —Se burla, tiene muchas ganas de lastimarle la boca para que se calle y deje de tratarlo como idiota.
—No son para mí. —Eiji tensa los puños contra su suéter en un espasmo de humillación, deteniendo sus pasos antes de que nazcan en los brillantes pasillos de la biblioteca—. Son para los niños.
—Como digas. —Entonces aprieta los párpados muy pero muy fuerte antes de sacarle la lengua y desaparecer.
Una cita.
Una cita con su preciado amigo.
Ni siquiera debería tenerla, ¿para qué se está saboteando? Dijo que estaba bien, que podía fingir si se esforzaba lo suficiente, casi podía imaginarse por un segundo que volvía a ser él mismo antes del Hanahaki, que era otra vez normal y se hallaba en una cita con el hombre más maravilloso de la faz de la tierra porque la vida había sido tan benevolente para compensarlo por sus pérdidas y al menos darle esta ilusión de felicidad, sin pánico en sus entrañas ni espinas desgarrándole una gruesa capa de cicatrices internas en su garganta, si se sentía audaz podía cerrar los ojos y fingir que no era solo un problema o una enfermedad y su cuerpo había renacido en algo limpio y nuevo. Golpea el borde del alféizar más lejano que encuentra entre los estantes, crispa sus piernas hacia la pared, se reduce a un ovillo tembloroso, sudoroso y patético de carne floja, contiene una arcada contra su palma con mucha fuerza, los ojos le lloran, la boca le arde, el ácido le escurre entre los dedos.
Yue tiene razón, ha empeorado desde que conoció a Ash.
Aslan.
Oh Aslan, lo lamento.
Le duele, hay un dolor inexplicable arrojando raíces en su vientre, arañándolo por dentro igual que si se hubiese tragado a un monstruo sediento de sangre, las entrañas se le retuercen, agradece que no hayan muchas más personas en la biblioteca para observarlo, se esconde en un rincón, es incapaz de dejar el alféizar, las piernas le han fallado, los ojos le lloran, incluso de la nariz quieren florecerle las rosas, su cuerpo se reduce poco a poco esto, puede sentir a los tallos reemplazándole los huesos, envolviendo cada músculo, pudriéndolo, convirtiéndolo en un montón de carne podrida y vacía, Eiji está vacío, tose de manera ahogada, intentando vomitar la mayor cantidad de pétalos en las pulcras y bonitas alfombras de la biblioteca.
Vomita y vomita flores.
No se acaban.
No paran.
A veces puede sentir las espinas agarrándolo con susurros húmedos y un crepitar malévolo, aquello le recuerda que es una carga, que nunca va a ser normal, que se va a morir y ni siquiera quedará un saco de huesos al cual llorarle. Otras solo es consciente de las rosas expandiéndose, envolviendo de la capa de escarcha que recubre sus órganos, presionando sus pulmones como si una mano apretase con fuerza, como si una mano dentada estrujase su corazón de mirlo agonizante. Diablos, se profesa tan quebrado en este punto, vomitando una y otra vez pétalos en lo que debería ser una cita y le da mucha pena, nadie más puede lastimarlo.
Pero Aslan.
¿Por qué tenía que conocer a Aslan?
Lo enferma, se juró nunca volver a amar, si bien, Eiji no está seguro de quién es el responsable de la ruptura de su corazón, sabe que alguien lo hizo pedazos por el sufrimiento que escurrió, inclusive antes de la exhibición, un día se dio cuenta que era pedazos incompletos, que lo rompieron, dejaron y ahora era esto. Sin un porqué, un dónde, un cuándo y un quién. Duele, el Hanahaki lo devora igual que un parásito, crece adentrándose por cada vértebra, arteria, fibra, retazo, cicatriz y lo abre, rasga, rasga y rasga, mostrándole su interior putrefacto de flores. Es algo que teme y lamenta pero disimula porque no quiere molestar a Yue o a Sing o a Ibe ni a nadie.
Solo por hoy, por un ratito quería fingir que era normal, que podía acostumbrarse a despertar entre libros viejos, camas deshechas, niños traviesos, ensaladas de aguacates y camarones, peleas idiotas, bromas infantiles, natto, mostaza, guantes de béisbol, risas suaves, ojos verdes y cabellos dorados.
«Tú eres un girasol, no pretendas otra cosa».
¿Por qué está pensando en él otra vez?
No vale la pena.
Eiji abre la ventana a rastras, recolecta los pétalos ensangrentados y los esconde ahí, quiere sollozar por lo asqueroso que se siente con las manos repletas de ácido, sangre y espinas goteando, da asco, no puede mostrárselo a Aslan, que al menos se lleve una imagen agradable antes de que muera, por favor se quede con la versión falsa que Eiji actúa de Eiji en lugar de verlo, no lo soportaría. Se fuerza a recomponerse con una impresionante disociación, su cuerpo sigue temblando gracias al remezón mierdoso que acaba de sufrir, pero se obliga a arrastrarse al baño para asearse apenas puede cojear y regresa a su cita con el alma un poco más putrefacta.
—¿Y los cuentos? —Le pregunta desconfiado, alzando una ceja, apenas desviando su atención.
—No habían. —Es una mentira trémula y patética.
—Ajá.
«Perdóname, Aslan».
—Gracias por venir a esta cita conmigo, Eiji. Pensé que me ibas a rechazar, estoy muy contento de que finalmente tuviésemos una oportunidad para charlar a solas, eres maravilloso y quería volverme más cercano a ti, lamento si esto te resulta aburrido, debo admitir que lo elegí para molestarte, deja que termine y vamos por unos perritos calientes. —Se ríe rojo, acariciándose el cuello erráticamente con el corazón sangrante y expuesto—. No sé porque estoy contándote esto, pero eres tan increíble que no puedo evitar pensar en la suerte que tengo y en lo mucho que quiero que esto salga bien.
—Yo igual. —Miente, escondiendo el rostro detrás de un libro o sabrá que están lloviendo flores.
«Perdóname».
«Perdóname».
«Perdóname».
Eiji es incapaz de mantenerse presente el resto de la cita, regresa a sí mismo cuando ya están afuera frente al carrito de hot dogs, sentados en las imponentes escaleras que dan a las estatuas de leones, Sing adora este lugar, recuerda, le prometió hacer una sesión fotográfica antes del Hanahaki y ahora perecerá siendo un mentiroso. Niega, intentando sacar los pensamientos intrusivos, la catástrofe se ha hecho demasiado omnipotente en su racionalización, consiguiendo que cualquier estímulo gatille reacciones demasiado reveladoras. Arrastra sus zapatillas hacia la grada inferior, acá se percata que se las han puesto mal, está vistiendo una de las converse de Ash junto a sus mocasines y se ven tan ridículos que le roba una sonrisa.
Graba a fuego lento la imagen que tiene al costado, apoyando su mentón contra su palma sin soltar el perrito caliente, permite que su atención fantasma flote desde esas largas pestañas doradas (que probablemente combinen con los pelos de ahí abajo, pero detalles) hacia un lacio y aún así rebelde flequillo de oro, marina de forma descuidada sobre sus párpados, consiguiendo un enmarque etéreo para esos ojos verdes que diablos, le robaron la respiración el instante que los conoció, Eiji no había anhelado tanto una cámara en años, pero al encontrarse con ese verde pétreo y duro que encapsula una soledad sublime fue imposible no querer capturarlo en una imagen, igual que ahora o cada vez que lo vislumbra siendo honesto, es un contraste lindo y cautivante. Luce tan guapo con la gabardina elegante y sus jeans rasgados, su respiración es pacífica mientras devora el hot dog, una muy tímida sonrisa enciende sus mejillas al saborear la mostaza porque la ama.
Y Eiji se permite aceptarlo completamente.
Le gusta Ash.
Realmente le gusta Ash y eso lo va a matar.
Le da un mordisco a su perrito caliente para distraerse, la mostaza resulta más desgarradora que las flores creciendo en su interior, ¿cómo diablos puede gustarle tanto? El sabor es tan fuerte que ha tenido que apretarse la nariz y cerrar los párpados para que el picor no lo haga llorar, pero lágrimas han empapado el pan y se han perdido en la mayonesa de todas maneras, tan amargo.
—¿Qué pasa? —Ash le pregunta, despegando su atención de su propio bocadillo (que tiene el doble de mostaza por cierto), ¿cómo diablos sigue vivo?, ¿cómo sus hijos han sobrevivido?
—La mostaza está muy fuerte. —Es indignante que Aslan desprecie la delicia que es el natto pero sea capaz de tragarse esta abominación por deleite.
—Que mocoso, llorando por la mostaza.
—¿Mocoso? —Repite completamente indignado—. Ya verás.
Oh, ahora es personal. Sin despegar su mirada desafiante de Ash, con un fuego intenso, competitivo e infantil ardiendo en sus pupilas procede a darle una serie de mordiscos nerviosos al perrito caliente aunque la mostaza esté mutilando sus pobres papilas gustativas, debe inhalar y exhalar varias veces para evitar atragantarse con aquel desbordante picor, soplándose la lengua como si fuese una nube de humo, volviendo a darle un mordisco con los ojos llorosos y una sonrisa victoriosa al acabarlo.
—Muy maduro de tu parte. —Ash niega divertido, terminando de devorar su bocadillo—. No puedo creer que te haya invitado a una cita si eres así.
—Una terrible cita, por cierto. —Añade juguetón, lamiéndose los restos del condimento solo para reafirmar su genialidad.
—¿La cita está empeorando?
—Bastante. —Se burla—. Ahora me tratas de intoxicar con perritos calientes.
—Esa debería ser mi línea al probar tus comidas apestosas.
—¡Ash!
—Salud. —Eiji infla las mejillas con indignación, bien, sino valora una exquisitez tan deliciosa como el natto no malgastará energía en convencerlo—. ¿Has tenido muchas citas antes? —La pregunta se estrella contra sus dientes en un áspero lloriqueo, sus mejillas se tornan cálidas y anaranjadas, él se encoge sobre sí mismo, enfocando su atención en el par disparejo de zapatillas, ni siquiera le quedan bien, ¿cómo no se dio cuenta?
—Algunas. —Escamotea—. ¿Y tú? ¿Tuviste citas con Amelia?
—No realmente. —Eiji odia lo aliviado que se profesa tras escuchar aquello—. No éramos una pareja romántica o algo así, de hecho no parecíamos una pareja en absoluto. —Bufa, hundiendo su mejilla contra su palma, alzando su flequillo como si fuesen hebras doradas con un resoplido.
—¿Te molesta? —El japonés se inclina, permitiendo que sus hombros se toquen y la calidez del más joven lo atraviese entero, expandiéndose por las fibras de lana del suéter hasta el rincón desolado donde reside su alma. Sus mofletes se niegan a extinguirse, la tibieza sangra desde su interior para derretirlo, le es satírico que el Hanahaki crezca y se suavice al lado de este hombre.
Las rosas son curiosas, piensa.
—No. —Pueden simbolizar desde un tímido anhelo a esconder una pasión desbordante, si se regala una significa amor, si se obsequian cien es la petición para permanecer toda la vida, cualquiera sea el significado disfruta la ironía en su agonía—. No habrían sido citas divertidas. —Se excusa.
—¿Esta es una cita divertida? —Por supuesto, Eiji lo molesta de vuelta.
—Te burlas ahora, pero encontré una nueva trama para mi libro. —Aslan canturrea satisfecho, las luces del atardecer acarician sus cabellos, convirtiendo el dorado que arde en sus mechones en una acuarela desparramada contra el lienzo nítido de Nueva York, es hermoso—. Será un éxito.
—¿De qué tratará?
—De linces. —No lo deja burlarse—. Y conejos. —Okey, esto capta su atención, Dawn suele quejarse acerca de que su padre usa las mismas metáforas aburridas de Hemingway con un felino diferente, Eiji cree que tiene razón, es un artista, debería aprovechar esa creatividad en su máximo apogeo.
—¿Son amigos? —Ash juguetea nervioso con sus manos, hay una chispa de curiosidad fundiéndose en ese verde líquido que hace que le duela mucho el corazón. De pronto, se vuelve consciente de lo cerca que están en ese pequeño escalón, la respiración se le corta en un traqueteo, la tráquea se le tensa desde adentro, quiere rasgarse para liberarse de la opresión, quiere que pare.
—No lo sé aún. —Duele, duele que lo contemple con semejante brillo de estrellas—. Me gustaría que fuesen algo más que amigos, pero es decisión del conejo.
—¿Los linces no comen conejos?
—No arruines mi fantasía. —Se queja, empujándolo levemente hacia la gradilla, provocando que el corazón le salte con tanta fuerza que lo pierde, abraza sus manos en vano, es imposible atrapar su corazón y lo sabe, no va a encontrarlo, no va a regresar jamás, se ha ido—. ¿Y tú?
—¿Yo? —Pero al mirar a Aslan, Dios, Aslan.
Sabe perfectamente dónde ha quedado su corazón.
Ash es todo lo que importa.
Ash y esa mirada jodidamente cariñosa.
Ash y esos pucheros ridículamente lindos al leer libros.
Ash y esos infames deseos por hacerlo sentir valioso y amado.
Solo Ash.
Ash. Ash. Ash.
No debe darle su corazón a Ash.
Eiji quiere dejarlo ir sin haberlo encontrado aún, desea amar a alguien con todas sus fuerzas y poder ser amado si se atreve a soñar, encontrar a quien lo vea más allá de una mera enfermedad, Hanahaki o problema, alguien que no quiera nada a cambio de su amor, solo su compañía, alguien que a pesar de no exigirle nada a Eiji le nazca darle todo porque lo ame, porque se lastima a sí mismo fingiendo que no lo quiere, convenciéndose una y otra vez de que para el resto es una maldita molestia, que lo odian, que lo culpan por estarse muriendo porque él se odia, se culpa y cree que es una maldita molestia, porque le es demasiado duro aceptar que el resto no piensa eso, porque no se podrá morir en paz si alguien lo ama, si ama y es amado, no se puede llevar nada ni a nadie.
No es justo.
«Perdóname».
«Perdóname».
«Perdóname, Ash».
—¿Te has enamorado antes, Eiji? —Se ha perdido del mundo al quedarse ajeno al tiempo, el tiempo ha pasado a ser un concepto muerto para él, tarde o temprano perecerá, dos meses o cinco, no hace la diferencia, así que deja de ser parte del mundo y se enajena—. ¿Alguna vez has estado enamorado hasta no poder más? Yo no aún.
—No estoy seguro. —Susurra, encogiéndose de hombros, jugueteando con las yemas de sus dedos con suma parsimonia, sabe que se derrumbará si contempla a esos ojitos verdes, que se hará trizas en este instante y no se podrá salvar, no puede, no debe, no tiene derecho, ¡ya basta!—. Pero tenía a alguien especial a quien admiré mucho, esa persona me inspiró a fotografiar a Jim de hecho. —Lo recuerda, sacándolo de la caja mental donde lo encerró junto a todas sus viejas fotografías, como si hiciese la diferencia—. Me gustaba pasar tiempo con él.
—¿Cómo puedes no estar seguro? ¿Cómo puedes confundir un enamoramiento? —Aslan luce tan afligido por el descubrimiento, parece batallar acerca de si debe tomar su mano o dejarla colgando, por favor tómala.
—Porque en ese momento pasaron hartas cosas. —Fue mucho más que eso—. En retrospectiva creo que sí era amor. —Aunque no se encuentra seguro de que fuese un enamoramiento, ¿qué es el amor de todas formas? Le resulta un axioma imposible de describir.
—¿Era correspondido?
—No lo sé. —Eiji frunce la mandíbula, enfoca su mirada en el cielo, contemplando a las nubes danzar entre matices grises y deprimentes, hay nubarrones negros formándose entre los techos de lejanos edificios, esa ominosa bruma impresiona desplazarse justo hacia él, es inevitable, lloverán rosas.
—¿Cómo puedes no saberlo? —Lo empuja un poco más.
—Es complicado. —Repite, escamoteando porque es lo único que sabe hacer, ¡grandioso!
—¿Complicado? —Ash ríe—. Ya veo.
Recuerda que él solía regañarlo por sus silencios, le decía que sino aprendía a hablar se ahogaría.
Él. Él. Él.
Ese hombre pudo haber estado equivocado en muchas cosas, pero tenía razón acerca de esta, si Eiji en ese entonces no hubiese callado y le hubiese respondido algo, si hubiese defendido un poco más a los girasoles en lugar de dejarse aplastar por las rosas, si hubiese descosido su boca para liberar la voz un poco más, si al menos hubiese tenido el maldito coraje para decir algo…Pero no lo hizo. Igual que Yue no lo detuvo cuando descubrió que el Hanahaki recién se ramificaba, igual que Sing excluye los pétalos que caen con obviedad de su boca, igual que Ibe que fingió no verlo sangrar por las fotos, él se vuelve cómplice de su muerte cada día y escoge guardar silencio (mentira, no sé cómo hablar, no sé cómo ayudarme, no puedo salvarme). Al menos cree que lo amó en cierta medida, la razón es bastante simple de hecho:
Él le enviaba rosas.
Le enviaba muchas y muchas rosas.
Se encaminan de regreso a casa en silencio, Eiji se abraza a sí mismo, debería estar feliz del resultado de este desastre, probablemente termine alejando a Ash como lo hace con el resto, no porque sean sus deseos, sino porque mientras más cerca, más mire y más lo deje entrar, más Hanahaki aparecerá y no soportaría ser reducido a esa simple etiqueta, no por él, por cualquiera menos él. Así que sonríe sabiendo que ha cumplido su cometido, que sus barreras han sido alzadas, que Aslan se aburrirá de tocar una y otra vez la puerta y eventualmente lo dejará. Está contento, está tan contento que teme llorar en plena calle, se abraza a sí mismo, hundiendo sus yemas en su suéter, las ramas se alzan con hambre hacia su garganta, ramificándose por doquier, impidiéndole pronunciar alguna palabra.
Está bien, se dice.
Es lo mejor.
—Una florería. —Ash balbucea metido en sus propios pensamientos.
Entra sin darle mayor explicación, Eiji no sabe si seguirlo o escapar, es su oportunidad de comprobar absolutamente todos sus pensamientos catastróficos, de huir y regresar a ese refugio convertido en prisión floreada, de encerrarse y agonizar en paz. Sin embargo, sus pies, esos pies que visten un fino escarpín y una converse roñosa siguen a Aslan como si fuese el otro extremo de su imán, lo quiere alcanzar, quiere aferrarse a él aunque le quede tan poca vida que no valga la pena, al menos desearía poder amar antes de perecer, es egoísta, es tan egoísta, no puede.
—¿Buscas algo en particular? —Se las arregla para decir, intentando disipar la incomodidad, tantea el terreno, no sabe si es correcto estar aquí o ya lo ha aburrido su presencia, apesta captando alguna clase de indirecta, por eso prefiere recordarle que sigue acá.
—Flores que puedan expresarse por mí. —Responde con simpleza.
—¿Flores que puedan expresarse por ti?
—Que puedan decir algo especial.
Oh.
«Flores especiales».
A Eiji le han bastado esas palabras para saber que tomará las rosas, son llamativas, rebosan vitalidad y se alzan con elegancia entre las demás flores marchitas, son flores echas para ser vistas y adoradas, se queda quieto en un rincón, mirando a las afiladas espinas de las plantas y preguntándose cuántos más pinchazos podrá sobrevivir, cuánto más de vida le quedará, claro que le da miedo, él es humano, claro que está actuando a ciegas, tambaleándose en la oscuridad porque no puede tomar con plena seguridad el camino de la autodestrucción, pero es humano cambiar de parecer, es humano cambiar porque tiene sabiduría, no es un leopardo, al menos algo aprendió del libro de Hemingway supone.
Va a tomar rosas.
Va a decírselo con rosas.
Va a morirse por las rosas.
Rosas. Rosas. Rosas.
—Estoy listo. —Aslan ya ha finalizado su compra cuando sale de su mente.
—¿Cuántas rosas compraste? —Se burla pero…
—No son rosas. —Hay un rebosante y brillante ramo de pétalos áureos alzándose hacia su cara, son imponentes, grandes y tienen botones negros que generan un contraste fulgurante—. Creo que te sientan de maravilla los girasoles. —Aslan nunca sabrá lo qué esas palabras removieron en su alma, destrozándolo igual que un tifón, revolviendo pétalos ajados, espinas sangrantes y tallos huérfanos, haciendo el desastre más y más grande.
Por favor basta.
Me vas a matar si me amas.
No me ames, no puedes amarme.
—Son para ti.
—¿Para mí? —Le cuesta sentir sus propios pies contra el piso, le cuesta sentir su cuerpo porque su corazón y la ferocidad con la que late es lo que ha tomado el control, lo único que siente es su propio terror calando en sus huesos, royendo igual que una rata hambrienta—. ¿Por qué?
—Simbolizan felicidad y admiración, son tercas y siempre buscan la calidez del sol, tienen la belleza que no es tan cotidiana pero aun así son hermosas, creo que son tus flores, Eiji.
—Yo no…
—Creo que eres un girasol.
Eiji retrocede, sabe que se derrumbará en cualquier momento, es vulnerable, realmente vulnerable cuando se trata de esos ojitos verdes, la respiración se le atora entre hojas que no saldrán, el pecho se le comprime en bocanadas desesperadas de aire, va a romperse, va a romperse si se acerca más, no es por la intrínseca necesidad de ser amado, sino porque realmente le gusta Ash, lo hiere lo poco sorprendido que el pensamiento lo deja y lo bien que se siente, la vitalidad que bombea en su sangre y la adrenalina que escalda entre sus venas, va a romperse, por eso baja la mirada, concentrándose en las zapatillas que viste, a Aslan ni siquiera le quedan sus mocasines, se ve ridículamente lindo y…
Quiere vivir.
Quiere ver a dónde lleva esto.
—¿Por qué tú…?
—Porque siento que te perderé sino lo digo.
—Vámonos. —Musita, intentando zafarse e ir a casa.
No van a casa, Aslan no le permite escapar y Eiji no lucha demasiado fuerte, su cabeza es una plasta de intrusión tras intrusión que lo va a ahorcar, acaban sentados en un parque cercano, con el pasto rozando sus jeans, con las piernas cansadas encima de la hierba, con la sombra del árbol coloreando manchas moteadas que podrían confundirse con estrellas.
—Eiji… —Y Ash lo llama con esa clase de voz—. Por favor mírame. —Obedece, no puede luchar.
Aslan le roza levemente los mofletes, el corazón le arde mucho, su sonrisa retiembla en una mueca de puro sufrimiento mientras las rosas arrojan sus afiladas raíces más y más adentro de él, dejándolo aún más vacío y agonizante. Son innumerables sensaciones las que estos toques le producen, asume miles de razones para apartarlo, huir y no volver nunca, no puede hacerlo, le es demasiado familiar y vivo de una forma completamente ilusoria, tierna y nueva. La cicatriz de su corazón se abre, gotea encima de los pétalos, mostrando lo realmente feo y echado a perder que está.
Esto es todo, piensa.
Ha visto lo realmente podrido que yace, goteando y goteando un poco más, nunca limpió las heridas que le dejó el desamor, trató, Dios sabe que trató de hacerlo, pero el Hanahaki lo infectó, quitándole la posibilidad de amar y…
—Me gustas, Eiji Okumura. —Lo declara en voz alta, con esos ojos verdes ardiendo en un cariño que no merece, es un hombre muerto, ¿qué sentido tiene?
—Lo siento. —¿Para qué lo hará sufrir?, ¿para qué seguir siendo una carga si no lo va a lograr? Sería cruel aceptarlo, pero Ash…
—Te quiero.
Oh Aslan.
—Creo que me estoy enamorando de ti, Eiji.
Se lo dijo con girasoles, no con rosas.
Un ramo de girasoles.
Girasoles…
—¿Eiji? —Aslan entra en pánico frente a la reacción, no puede contener más el desborde de lágrimas que se encuentra estancado en su interior, ha aguantado demasiado, basta, no va a fingir más, no para él ni para Ash, está jodidamente asustado de morirse porque se ha vuelto a enamorar de la vida, ha descubierto una razón para recuperarse—. ¿Tanto te desagrada la idea? Lo lamento, yo…
—Gracias.
Eiji se abalanza hacia sus brazos conmocionado, ¿tanto le afectó la memoria de sus fantasmas para reaccionar así por un simple girasol? Por algo tan pequeño, tan cotidiano, tan lindo. Sabe que Aslan no debe tener ni una maldita idea, no obstante, que haya escogido un girasol lo remonta al inicio de todo esto, a ese instante donde no pudo defenderse pero quería, a ese momento donde se empezó a perder a sí mismo y se condenó. El americano no lo reprocha ni lo aparta ni le transmite otra cosa además de una sublime comprensión, aferrándose a su tembloroso cuerpo hecho de rosas podridas, limpiándolo al trazar pequeños remolinos sin sentido por su piel, hundiéndolo en una intimidad que le recuerda que sigue siendo un humano, no una carga, no un problema, no un Hanahaki.
Un humano.
—También te quiero. —Su voz sangra cada palabra por las púas, gotea y gotea, tiñendo la vida con escarlata—. Te quiero tanto que me duele. —Gimotea, entrelazando sus dedos en suaves mechones dorados, atento a cualquier señal de rechazo, siempre espera ser rechazado en el fondo porque él se rechaza desde dentro, pero no, lo abraza en lugar de repelerlo, envolviendo sus hombros con una ternura descorazonada.
—Japonés descuidado. —Sisea, presionando un beso gentil en su frente—. Mi terco, terco japonés.
—Americano idiota.
Eiji se destroza en ese abrazo, en ese toque sumamente suave y delicado que le recuerda que sigue vivo a pesar de haberse resignado a la muerte y puede luchar. No, no es un negador como Yut-Lung, ni un optimista como Sing, pero mierda, si tan solo tuviera un poco más de tiempo, no mucho, unos meses y ya, un año, lo que sea, ¡por favor lo que sea!, él podría…
—Ash. —Lo llama sin alejarse, el pecho le explota con una emoción que no logra articular y desgarra su carne—. No funcionaría. —Libera, con los ojos apagados, aferrándose desesperado a la chaqueta del más joven, dando grandes bocanadas de aire porque el instante que pare, que se rinda, que deje de luchar, va a dejar de respirar por culpa de las rosas.
—¿Es por mis hijos? —Lo pregunta tan triste que lo quiebra.
—Claro que no. —Le asegura, sosteniendo sus mejillas con suma delicadeza, mirándolo a los ojos, sabiendo que con este abrupto empeoramiento ahora sí puede ser la última vez, la última, la última real.
—¿Entonces…?
—Es por mí. —Confiesa—. Me queda poco tiempo.
Y se lo dice con rosas.
Notes:
Nos veremos con unos de mis capítulos preferidos en dos días, los temas suben de intensidad ya, pero mañana por 14 de febrero si saltan por este perfil igual habrá un regalo no tan pequeñito porque no sirvo para resumir, muchas gracias por tanto.
¡Nos vemos!
Chapter 8: Dysphoria.
Notes:
Hi~ Aprovecho mi ratito libre para subir el capítulo de hoy, luego del tema de los zombies era necesario escribir otra cosa again, como les mencione, el capítulo se me hace muy lindo por varias razones. Le daré una estrellita o un besito a quien entienda la bendita referencia de hoy porque la adoro demasiado.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—¿Puedes dejar de burlarte por un segundo y ayudarme? —Eiji le lanza una mirada fulminante con la pregunta, ha estado batallando para poner su mierda junta, sin embargo, escuchar la sarcástica carcajada de Aslan golpearle el cuello mientras él hace todo el trabajo es la gota que rebasa su vaso.
—Yo veo que lo estás haciendo bien, onii-chan. —Canturrea y Dios, el aludido quiere golpearlo para que guarde silencio, sus dedos retiemblan alrededor de las tijeras, esa mirada jodidamente verde lo ha puesto nervioso. Si bien, no es extraño para él recortar el cabello (lo hace con Sing todo el tiempo, incluso estiliza a Yut-Lung), esto es…Diferente.
Esto es con Ash.
Ash Lynx, el padre de dos hijos con 200 puntos de IQ que actúa como un idiota casi siempre.
Ash Lynx, quien tiene más de veinte años pero hace pucheros por el natto.
Ash Lynx, su musa, su inspiración, su vitalidad fluyente, su destructor.
Ash Lynx, quien le regaló girasoles en lugar de rosas.
Rosas.
Le gusta Aslan, ¿para qué negarlo o escamotearlo aún más? Y es tan simple en retrospectiva, ha sido obvio, tanto como las órbitas de los planetas alrededor del sol o el cambio de estaciones, ha elegido a este irracional para dar un corazón que no puede ser dado, eso le genera un miedo atronador. Le asustan muchas cosas acerca de esto: la calma con que Ash se tomó prácticamente su confesión de una muerte anunciada, la manera en que sigue buscando acariciar su mano, lo natural que se volvió insertarse en la familia Callenreese, el resplandor extraordinariamente cariñoso en esos ojos verdes, y sobre todo, la manera en que él le da fortaleza para extenderse un poco más.
Sigue vivo, a pesar de lo crónico del Hanahaki sigue vivo.
—Te quedó la punta chueca. —Se burla, sosteniendo la hebra dorada ante Eiji con orgullo—. Tendré que contratar a un peluquero profesional. —Entonces, alza una ceja, saliendo de los pensamientos intrusivos antes de ahogarse en estos, antes de que extiendan sus raíces hacia lo más oscuro de su alma, voluntad y mente, convirtiéndose en parte de él.
—Te dije que hicieras eso de un inicio. —Suspira—. Pero eres tan irracional.
—Lo dice el rey de los irracionales.
—Touché. —Ríen—. ¿Por qué querías un corte de cabello? —Intenta emparejar la última punta dorada con las tijeras, no ha hecho más que un sutil recorte, prácticamente no se nota la diferencia.
—Dijiste que estaba largo. —Ash lo sisea, atrapando su mirada entre la luz iridiscente del amanecer, consiguiendo que sea mil veces más difícil respirar por la imagen refulgente del cuarto. Recuerda la charla que tuvo con Sing cuando esto recién comenzó, su insistencia para convertirlo en modelo aun si es tan simple, este hombre es la pieza de arte perfecta, lo sabe—. Quería gustarte más.
Oh.
Oh no.
—N-No era necesario. —Musita, encogiéndose frente a él en la cama, los mechones han caído hacia la toalla que sostiene encima de su regazo, la boca se le ha secado, de pronto se ha vuelto consciente de la oscuridad que los envuelve y lo íntimo del ambiente—. Te ves bien con todo. —El más joven esboza una sonrisa traviesa y divertida, aprovecha que ha bajado la guardia para acercarse, sus ojos brillan mucho esa noche, lince significa ojos brillantes, piensa que le va de maravilla.
—¿Eso crees? —Pregunta en un ronroneo deliberadamente bajo y sensual—. ¿Me estás llamando guapo? —Las mejillas le calcinan con tanta furia que teme le brotará humo por las orejas, el corazón le revolotea como un pequeño colibrí, es violento, imponente y desconocido.
—Deja de molestarme. —Se queja, intentando apartar su cara con sus palmas, dejó los implementos de peluquería encima de la cama—. Sabes que eres guapo, no te creas la gran cosa. —Bufa, inflando las mejillas y tensando el ceño, intensificando mil veces más la altanería que el lince le muestra.
—No lo sé. —Parpadea con falso candor—. ¿Qué tan guapo soy? —Suspira, aunque le es imposible esconder una sonrisa, se pregunta cómo sería su vida si hubiese conocido a Aslan antes, un año, una década, lo que sea, ¿estaría felizmente en una relación o la habría saboteado?
—El más guapo de todos. —Sigue el juego, apretando sus mofletes de pálido angelical en sus manos, la calidez que desprende el más joven lo atraviesa entero—. Casi tan guapo como Jade.
—Tienes favoritismo. —Se queja.
—Claro que lo tengo. —Ambos se ríen.
Se quedan en silencio, acunando el rostro del contrario en el aire, escuchando los latidos de corazón arremeter junto a las respiraciones nerviosas, se encuentran tan cerca que Eiji puede saborear aquel café que Aslan bebió luego de su cita (¿la tercera?, ¿la cuarta? Ya ha perdido la cuenta), repasa con melancolía las facciones gráciles de ese hombre, es perfecto, piensa una y otra vez. No por su obvio atractivo o su encanto introvertido de escritor, sino por…Todo. Nunca creyó que llegaría el día donde se volviese un cursi empedernido, no obstante, mientras más conoce a este idiota, más le encanta, eso es terrible considerando que se está muriendo.
¿En qué está pensando? Se reprocha una y otra vez al insertarse con esa familia, igual que un mirlo, aves falsas que van robando los nidos de los otros pájaros para depositar sus crías, básicamente son parásitos y él no cree estar muy lejos de eso, la sensación visceral lo golpea estando en la mesa ante la afilada mirada de Dawn, teniendo que contener los quejidos que le generan los pétalos, dándose atracones y atracones de amores no correspondidos que se percata de lo roto que está, es incurable. Por eso la tranquilidad de Aslan con esta situación llama su atención, no lo presionó para continuar hablando, ni se lo reprochó, ni lo rechazó ni nada.
«Esperaré a que me quieras contar», fue lo que dijo.
Y añadió «Veamos a dónde esto nos lleva».
Le resulta tan curioso que insista en cuidar un alma predestinada a sucumbir, dañada del comienzo, convertida en un cúmulo de espinas y pétalos putrefactos, no queda persona que salvar, imposible separar la enfermedad de Eiji. ¿Qué pretende Aslan con esto? ¿Es su amigo? ¿Un amante afanoso a tomar más y más? ¿Su perdición? No saberlo acrecienta el malestar. Quiere estar hiperalerta, aquel funcionamiento lo ha mantenido con vida, pero este irracional se preocupa de él más que cualquier otro ser humano por muy injusto que suene con sus amigos, lo valora por encima de todas las cosas, igual que si fuese un integrante más en su familia y no un pájaro falso. El japonés lo quiere, lo quiere tanto que está dispuesto a seguir con vida un poco más, solo un poco.
Dios, por favor.
—Quiero besarte. —Finalmente Ash lo suelta, porque mientras él estaba en un estado catastrófico de disforia, repleto de emociones desagradables y molestas, esos jades estaban memorizándolo al otro lado de su oscuridad, atesorando cada gesto, puchero y ceño fruncido que le obsequió.
—¿Q-Qué? —Tartamudea, pues la confesión le resulta irracional.
—Muero por besarte. —Repite otra vez, inclinándose, los mechones dorados le hacen cosquillas en la nariz, la reminiscencia del café le quema la boca en un cosquilleo de fuego, hay un fuego danzante y destructivo expandiéndose por doquier—. Desde que te conocí lo hago. —Se relaja, inclinándose hacia adelante, escuchando los resortes de la cama crujir y a su corazón desbordarse.
—Esa es una confesión bastante audaz. —Se burla.
—Es tu culpa por ser lindo. —Rebate con un argumento tan descabezado que solo puede funcionar con él, Eiji tiene muchas ganas de besarlo, lo ha pensado más veces de las que debería, sin embargo, los pétalos se revuelven en su vientre, ascendiendo hacia su garganta, obligándolo a apretar la boca muy pero muy fuerte y esbozar una mueca de desagrado porque las espinas arden—. ¿Eiji?
—No estoy listo. —Miente, es un terrible mentiroso y teme.
—Ya veo. —Ash no impresiona molesto por la caricia frustrada, aunque sí dolido, realmente dolido, eso intensifica aún más el huracán de pétalos que surge en su interior, es una agonía, sabe que no va a sobrevivir a otra hospitalización y lo más sencillo sería deshacerse de esos sentimientos, buscar a ese presunto amor no correspondido y marchitarlo como hojas secas en una brisa veraniega.
—Lo siento. —Pero no quiere eso. Tal vez es el masoquismo de atesorar amor unidireccional, pero teme que de alguna manera la vida se las haya arreglado para coludir y hacer que se enamorase de Aslan incluso antes de conocerlo, sí, suena increíblemente tonto, aunque ¿tan imposible? Recuerda que Jim le hablaba mucho acerca del menor de sus hijos, fueron charlas y charlas sostenidas un poco antes de la exhibición, justo en la incidencia de sus síntomas, lo ha considerado.
¿Puede enamorarse de quién no conoce?
¿Puede ceder su corazón con semejante facilidad?
Suspira.
—Barba. —Es lo único que logra articular en su lugar, se ha distraído por la textura rasposa entre sus dedos mientras permite que la disforia escale, recubriéndolo todo igual que una tenue capa de escarcha, envolviendo cada pétalo, raíz, hoja y tallo con hielo fino, le aterra que ante el primer golpe se destroce, se haga trizas y queden sus miles de restos en el piso—. Tu barba pica.
—¿Me ayudas a afeitarme? —Ash se muestra dulce y compasivo ante su reticencia, siempre es así, tiene muchas ganas de llorar, porque es sumamente injusto haberlo conocido estando muerto.
—¿No tienes miedo de que te deje feo? —Lo deja ir, apartando aquel toque de flor, poniéndose a la orilla del nido porque es un pájaro falso y este no es su lugar—. Ya sabes, que arruine tu belleza.
—Creo que me arriesgaré.
Es una disonancia complicada ¿verdad? Una parte de él, la parte que es pura enfermedad se profesa más que dispuesta, resignada e incluso aburrida ante la muerte, se va a morir, no cambiará nada en un intento desesperado por revertir el destino, es terminal, igual que la demencia de Jim. Pero otro lado de él, ese que es más Eiji, más persona, más vida, quiere luchar aún si es inútil. Hanahaki es una enfermedad curiosa, vivió mucho tiempo en una especie de pantalla, sometido a actuar una versión más aceptable y menos desagradable de sí mismo, convirtiéndose en más actor que persona al estar entrampado en esas dinámicas constantemente con sus amigos y su familia que acabó así, no pudo soportar la falsedad y su cuerpo se enfermó, matándolo por dentro con flores.
Con rosas rojas.
Rosas.
Rosas. Rosas. Rosas.
Niega, buscando los suministros para afeitar a su no novio bajo el lavabo, Jade y Dawn se encuentran descansando en el cuarto del lado, tuvieron su tarde familiar agradable, incluso si la niña se muestra reticente a su cercanía le permite tener esto. Humedece una toalla con agua caliente, saca una gran cantidad de botellas, navajas de afeitar y se ata un delantal a la cintura.
—Vele el lado positivo. —Ash se ha acomodado en una silla frente al escritorio de libros—. Sino te funciona la fotografía puedes recurrir a la peluquería. —Eiji rueda los ojos, amarrándole la bata en el cuello, sintiendo la electricidad líquida expandirse por sus yemas y derretir cada vena de cordura.
—Muy gracioso. —Intenta mitigar su puchero en vano—. Pensé que los libros eran valiosos para ti. —Murmura, haciendo un ademán hacia la montonera descuidada encima del escritorio—. ¡Eres un hipócrita! ¡Me regañaste en la biblioteca por no tocarlos con respeto y los utilizas de portavaso! —Chilla, tensando un poco más el nudo contra la nuca rubia, completamente indignado.
—Estos son mis libros de castigo para los niños. —Ash Lynx de padre definitivamente es curioso—. Para Jade, Dawn ve cualquier lectura como premio a menos que sean mis novelas. —Una risita choca entre sus dientes a causa de la ironía.
—Es una cucharada de tu propia medicina. —Se burla—. Dawn es una versión femenina tuya. —Ash toma una novela con la mano izquierda mientras sostiene el bol de agua caliente con la derecha.
—Ella es peor que yo. —Asegura, permitiendo que la toalla caliente presione su cara para limpiarla, el japonés no duda en sacar una generosa cantidad de crema de afeitar, la reparte en el mentón del más joven con una sonrisa penosa, el calor del bol es agradable y relajante—. Es terca, igual que tú.
—¡Ash!
—Es la verdad, parece más hija tuya que mía. —Suelta con inocencia, la garganta se le desgarra ante el contacto visual, consiguiendo que una tos guturalmente seca retumbe por el cuarto, presiona con fuerza los párpados, intentando disimular la balada de la agonía—. ¿Estás bien?
—Son alergias. —Se excusa, Ash no es tonto y le ha preguntado varias veces por sus síntomas.
—Supongo que deberé cuidar de ti. —Musita, extendiendo su palma para atrás, apoyando su cabeza en el respaldo de la silla solo para poder vislumbrar mejor a Eiji y Dios, los tallos le hacen cosquillas contra la boca, sofocándolo en una dulce congoja, el Hanahaki es asfixiante, desesperante y cruel.
Precioso.
—Quédate quieto si no quieres accidentes. —Lo amenaza ligeramente.
—Sé cuidadoso, vivo de mi cara. —Eiji rueda los ojos, divertido.
—Tus fans no soportarían eso.
Enfoca su concentración, quiere darle una buena afeitada a Ash, quiere gustarle a Ash, quiere tener una vida más adelante con Ash…¿Qué está haciendo? Se lo cuestiona otra vez, esto es una constante ruptura a su estado de disociación, igual que una burbuja que estalla para volverse a constituir una y otra vez en un ciclo infinito. Sus dedos retiemblan alrededor de la crema, le hace pedazos aquella mirada tan comprensiva, tirando los hilos sueltos que cuelgan de su cuerpo, esos hilos que usa para zurcirse de las espinas y remendarse. No puede amarlo si se irá, duele mucho, es egoísta mantenerse aferrado a este retazo de felicidad, debería poderlo rechazar, debió decirle que no sentía nada, que su corazón estaba demasiado putrefacto para amar en lugar de derrumbarse como lo hizo.
Pero Aslan.
Oh Aslan.
Es el único en este punto tan cercano a la muerte, es el único por quien ha tenido emociones vivaces, crudas y violentas, Eiji cree que así probablemente se siente un primer amor, repleto de mariposas en el vientre, risas nerviosas y mimos. Ama mimarlo sin ninguna razón aparente, aunque sea tonto afeitarlo a las cinco de la mañana, adora frotarle aceites de olores agradables, acomodarle el cabello con pasadores, presionarle besos en la frente, trazar círculos para relajarlo, ama mimarlo, ama dicha sonrisa brillante que le entrega Ash con sus mimos, ama el ambiente que se genera, ama lo natural que es esta cercanía, ama tantas cosas que no quiere amar, eso hiere.
—Si realmente les interesa lo que voy a contarles, probablemente lo primero que querrán saber es dónde nací, y lo asquerosa que fue mi infancia, y qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y todas esas gilipolleces estilo David Copperfield. —Por supuesto, he aquí el único ser humano en la faz de la tierra lo suficientemente irritante para leer el guardián entre el centeno tan temprano.
—Ni siquiera intentes convertirme a tu religión. —Ash baja el libro hacia su regazo, la crema se le ha metido entre los labios por el ajetreo, el vapor ha envuelto el cuarto—. Soy ateo, no creo en Hemingway ni Salinger. —Eso lo hace esbozar un puchero.
—Aún no les das una oportunidad. —Se queja.
—Escriben libros de cadáveres de leopardos y peces banana, no gracias.
—¡Eiji! —Gimotea—. No lo digas así.
—Con razón tú escribes sobre linces, ya veo de dónde surgió la creatividad, la sociedad está perdida.
—No discutiré contigo a las cinco de la mañana. —Rebate, Eiji le quita los anteojos (¿cuándo diablos los tomó de la mesita?) para dejarlos junto al libro en el escritorio, no es que los autores predilectos de Ash sean lo más terrible, de hecho en algún punto las tramas le interesaron, aún así no cambiaría por nada la satisfacción que le provoca llevarle la contraria.
—Entonces cierra la boca. —Parece sumamente indignado por su descaro.
—Ciérramela tú. —Ahora es Eiji el perplejo—. ¿Qué? —Se ríe—. ¿Acaso te acobardaste, onii-chan?
—Eso no… —¡Claro que sí! Sus bocas están realmente cerca.
—Cobarde. —Se burla—. Eres un cobarde. —Y le da una sonrisa que interpreta como una invitación.
—Y tú eres absolutamente infantil, no voy a besarte si estás lleno de crema de afeitar.
—Aguafiestas. —Bufa, Eiji puede contar cada pestaña dorada desde ese ángulo, recuerda la infame invitación en la biblioteca y se ríe, no cree que este grácil albor plateado sea justicia para su belleza, incluso con la enfermiza luz mañanera, su piel es perlada en la sombra de Nueva York, es una imagen perfecta para una fotografía, siente el craving en sus dedos—. ¿En qué piensas?
—Serías un gran modelo. —Traga duro por la conclusión, la suavidad del aliento del lince se derrite bajo su barbilla como estática líquida, las flores arañan en su interior, pasa la cuchilla sin titubear.
—Úsame de modelo. —Tiembla—. Fotografíame como a tus chicas francesas, onii-chan.
—No puedo. —Nunca permitió que alguien se acercara tanto—. Destruí todas las cámaras, no tengo ninguna que no sea prestada de Ibe-san. —Pero Eiji realmente adora a este hombre, lo adora en el verdadero sentido de la palabra, eso lo deja con el corazón sangrando y le revuelve las entrañas.
—Vamos a comprar una. —Proclama con obviedad, haciéndose aún más bonito bajo la luz naciente, es injusto, cree—. Le mandé mi borrador a Max ayer y tengo el día libre, vamos a otra cita, Griff llevará a los niños con el anciano, es la escapada romántica perfecta. —Eiji suspira, sus dedos se encuentran pegajosos y tibios, la navaja pesa, las flores lo rasgan.
—No puedo.
—Cobarde. —Utiliza aquella estrategia infantil otra vez, ¿cuántos años cree que tiene para caer? No funcionará—. Eres un conejito gallina.
—¡Bien! —Pero funciona y odia lo divertido que es caer por eso—. Iremos por una cámara.
—Gané. —Espeta, alzándose mientras le limpia los restos de la cara solo para presionar un beso en el mentón de Eiji, dejándolo tartamudo y asombrado—. ¿Quedé guapo? —Los latidos se le acribillan en los tímpanos, intenta dar bocanadas erráticas de aire para calmarse y no puede. Se inclina.
—El más guapo del universo entero. —Musita, dándole un beso sobre la frente, dejándolo rojo hasta las orejas—. A excepción de Jade, obviamente.
—¡Eiji!
Diablos, le gusta un poco demasiado.
No puede.
Cuando deciden comportarse acorde a su edad y dejan de tontear con la espuma para afeitar ya es más de medio día, Eiji y Griffin intentan cocinar un desayuno que alcance para todos en poco tiempo, sin embargo, no ayuda en nada tener a Aslan quejándose acerca de que quiere ensalada de aguacate y camarones porque es un niño mimado y es terrible disimulándolo, se cuestiona si habría sido muy consentido en casa y sonríe ante la idea, le gusta pensar que tuvo una agradable infancia, encuentra su percepción sesgada por las obvias anécdotas de Jim y lo sabe, aun así, le gusta pensarlo.
Se acomodan frente a la mesa, Jade se sienta en su regazo para que lo alimente porque es regalón, (en el fondo también ama sacarle pica a su padre pero detalles), Dawn mordisquea una tostada, sus manos se encuentran ocupadas en el cabello de Griffin, le ha puesto una serie de coletas que le dan un aspecto adorable e incluso estiloso, Ash contiene una carcajada entre sus dientes, probando más que encantado la lechuga al salirse con la suya y persuadirlo. Pero Eiji antepone su comodidad, adora esos berrinches vulnerables lo suficiente para convencerlo sobre sacrificar el natto, vaya, es malo.
—¿Me das un camarón? —Jade pregunta con ojos muy grandes mientras se restriega encima de Eiji, no tiene idea de por qué diablos le ha agarrado semejante cariño, aunque cree que probablemente Jim habló bien de él, sospecha algo más.
—Tú tienes tu propio desayuno. —Gruñe, mordisqueando la lechuga para despertar.
—Ei-chan, papá no me quiere dar camarones.
—¿Por qué me acusas a Eiji? —Se queja, deteniendo sus movimientos, tomando el zumo de naranja de un trago como si fuese intimidante y no lo es.
—Porque Ei-chan es el único con poder de regañarte sin salir herido, he visto cómo tratas a Shorter o al abuelito Max con tus pataletas. —Dawn lanza un resoplido que aviva las llamas de la vergüenza.
—¿Escuchaste? —Griff lo llama del otro lado de la mesa, tiene más coletas que cabello suelto a estas alturas—. Eres el doma fieras. —Ash tensa su agarre alrededor de los cubiertos, ha fruncido el ceño y estirado la boca, tiene un aspecto mucho más infantil, a veces se cuestiona cómo alguien tan joven pudo ser padre y lo admira por sacarlos adelante, no debió ser fácil, menos sin apoyo materno.
Amelia no lo valoró.
Él lo valoraría mejor.
—¿Tienen que coludirse en mi contra? —Niega, sacando pensamientos negativos, no tiene razones para ponerse celoso de la madre de los mellizos, ni siquiera conoce a la pobre mujer y juzga, injusto, piensa, es injusto que critique con semejante facilidad sino es padre, pero aún así…Los ve tan solos, le duele, quiere estar para ellos, no para usar o llenar un vacío, solo para apoyarlos.
—Claro que tenemos. —Finalmente responde, poniéndose del lado de Griff—. Eres caprichoso sino.
—Te fascino siendo caprichoso, te mueres por mí. —Se burla, pateándolo por debajo de la mesa, consiguiendo que ría y Jade lo vea con ojos repletos de curiosidad e ilusión.
—No me dejas muchas opciones ¿sabes? —Eiji ensarta un camarón sin temor a robárselo, de hecho, se lo restriega en la cara justo antes de dárselo a Jade—. Eres persistente.
—Lo dice el rey de la terquedad. —Vaya, de pronto es un monarca de dos títulos—. Conejito terco.
—¡No soy tan terco!
—Visitaste al viejo durante un año porque fue tu modelo. —Espeta—. No tenías ninguna obligación con él, podrías haberlo ignorado. —Es verdad, de hecho cuando acabó esa deprimente composición acerca de la desesperanza y la revivificación creyó que no lo volvería a ver nunca, sin embargo, lucía tan solo llamando a sus hijos sin respuesta, no los juzga, Eiji también fue duro con su padre antes de morir, por eso tal vez, llamase compasión, benevolencia o proyección, le tendió una mano.
—Sentía que era mi responsabilidad. —Musita, enfocándose en el plato de cereales.
—Los japoneses son raros. —Ash canturrea—. Sienten responsabilidad por todo. —Antes de pararse de la mesa, va a buscar un suéter, no hay necesidad de andar sin camiseta por el apartamento para coquetearle aunque la idea lo hace sonreír, lo hace profesarse especial.
—¿Qué ocurre? —La pregunta va dirigida hacia Dawn, quien se ha quedado analizando dicha escena con suma parsimonia, impresiona anonadada, tensando sus dedos alrededor de las coletas.
—Papá luce diferente. —Musita con una voz muy pero muy baja—. Se ve…
—¿Feliz? —Jade aprieta su mano con fuerza.
—Sí. —Dice ida—. Feliz.
Feliz.
«No puedes ser feliz si amas a alguien, Eiji. Enamorarse es condenarse a la infelicidad», fue la última charla seria que sostuvo con su padre, el Hanahaki también lo mató, aunque claro, no fueron rosas, sino girasoles y aún así, posee buenos recuerdos de los girasoles, su madre no recriminó a su padre por haberse enamorado de otra mujer, al contrario, los incitó a guardarle cariño y cada año plantar flores en su tumba.
A Eiji le gustan mucho los girasoles a pesar de todo, eso le causa ironía.
Pero tiene que ser una rosa, él se lo dejó más que claro.
El resto del desayuno transcurre con normalidad, Griffin se lleva a los niños a la casa de reposo, ellos aprovechan la soledad para tener otra cita, ambos tienen las ojeras marcadas, los bostezos escapan a causa del desvelo, no debió seguirle el juego, pudo haber parado a Ash a las dos de la mañana con la película, a la una con los bocadillos, a las doce con las conversaciones torpes, pero no lo hizo, yace deslumbrado por ese hombre y le da miedo.
Dejó la fotografía tras quedarse vacío por la exhibición, se repite mentalmente como si fuese alguna clase de película ajena, pero sabe que hay algo más, que hubo alguien que le dijo algo y eso lastimó su orgullo de sobremanera y acá empezó un sinfín de inseguridad, fue la caída de la venda, antes de su enfermedad Eiji no era consciente de lo realmente malo que era fotografiando hasta que puff, esa realidad indestructible lo rompió. Probablemente por eso esto es un revoltijo, ¿se enamoró en ese entonces? Si lo hizo, ¿de quién?, ¿se enamoró indirectamente de Aslan por las historias de Jim?, ¿se enamoró de la idea de repetir una muerte dramática como su padre?, ¿se enamoró de quien rompió su orgullo al hacerlo consciente de lo feos que eran los girasoles? No sabe, la disforia ha empañado cada recuerdo, sensación y pensamiento como un tinte oscuro.
Hay mucha disforia.
Así que recae en el problema otra vez, Eiji no sabe si se enamoró efectivamente o no, asume que es de esa manera por las flores en su interior, y aún al mismo tiempo sabe que no ha sentido nada tan potente como el desborde de pasión que Aslan enciende así que vuelve al bucle de confusión una y otra vez, reviviendo fragmentos sueltos en busca de sentido. ¿Quién?, ¿por qué?, ¿dónde?
—Eiji. —Ash aprieta su mano, lo saca a la superficie, es cada vez más común ahogarse, no se culpa, acepta que quiere vivir y no tiene más manera que encontrar al culpable—. ¿Estás bien? —Asiente.
—Solo me perdí en mi mente.
—Sueles hacer eso con facilidad. —No es una queja ni un regaño, solo una afirmación—. Yo lo hago cuando pienso en las tramas de mis libros. —Se encuentran paseando en una avenida de Central Park, el toque es agradable y extraordinariamente cálido, le fascina.
—¿Siempre supiste que querías ser escritor? —El rubio niega, sacudiendo esos rebeldes mechones de oro sobre esa bufanda verde que combina con sus ojos, Eiji se ha puesto la misma, ropa de pareja.
—Me metí a la universidad a estudiar finanzas, Jim quería heredarme su comedor de mierda y a mí no me gustaba nada más, así que acepté. Ahí conocí a Max, el psicópata no me dejó en paz hasta que mandé uno de mis borradores a un concurso de literatura y gané. —Eiji memoriza el momento, aprieta un flash mental, inmortalizando esa sonrisa suave y bonita, precioso, piensa.
—Suena paternal. —No existe otra palabra para describir el sentimiento que transmite.
—Es un dolor de culo. —Bufa, sonrojándose tenuemente—. Pero me alentó a seguir lo que quería, estaba aterrado cuando le conté a Griffin y a Jim, mi hermano me apoyó mientras que el viejo…
—Sí. —Eiji se encoge en su sudadera—. Me pasó algo similar.
—¿Tus padres odiaban la fotografía?
—El salto de pértiga. —Explica, consiguiendo que Aslan clave sus zapatillas en las calles y se queden paralizados—. Solía ser un saltador de pértiga en Japón pero acabé lesionado.
—No sabía. —Musita asombrado, como si fuese lo más interesante del mundo—. ¿Puedes volar?
—Podía. —Cuando sus miradas se entrelazan todo su ser se estremece, es una sensación de invasión sumamente violenta, porque hay algo en la forma en que Ash sonríe por sus tontas anécdotas, por cómo inclina su cabeza cuando habla, escuchándolo atentamente como si Eiji fuese la persona más interesante sobre la faz de la tierra y no una simple enfermedad, que lo deja sangrando—. Ya no.
—¿Cuándo empezaste con la fotografía? —Hay un brillo en sus ojos, una luz interior que parece brillar solo para él y ya, tonto es ese pensamiento e ingenuo.
—Me enganché en la fotografía gracias a Ibe-san, pero realmente la amé, incluso más que el salto de pértiga, sentí que estaba hecho para eso, que había nacido para fotografiar, algo así como una vocación supongo, presuntuoso ¿cierto? —El americano niega, dándole el tipo de expresión que lo derrite, una que exuda pura ternura y cariño, una que lo hace quedarse sin aliento, que lo incita a inclinarse para ponerlo rojo, a devolverle las molestias, a mimarlo con ensaladas y afeitadas, mierda.
—Creo que eres deslumbrante, Eiji. —Mierda, mierda.
—No lo soy.
—No era una pregunta. —Susurra—. Eres tan deslumbrante como brillo de girasol.
¿Por qué ahora?
Es incapaz de responder algo coherente, se limita a arrastrar al lince a la primera tienda de cámaras que encuentra, sabe que debe terminar con esto, no va a escamotear el tema del Hanahaki siempre, aunque pudiera no es correcto para Aslan, no quiere dañarlo. Pero no puede evitar lamentarse que es demasiado pronto para terminar, se quiere permitir un poco más, solo por ahora. Y sí, son excusas ante el tic tac que son las rosas, creciendo igual que una bomba cronometrada, no va a pensarlo, no ahora. Basta, ya basta.
—¿Cuál es la diferencia entre tantas cámaras? —El más joven impresiona tan confundido rondando los diferentes escaparates, deteniéndose entre los lentes brillantes, las correas de cuero y modelos que no puede costear, ¿para qué vino? Sabía que le haría mal. Recuerda los días donde ahorraba en una increíble determinación para poderse permitir el modelo más barato, su primera exhibición fue un rotundo fracaso, nadie además de Ibe y sus amigos asistieron.
—Depende para qué la quieras. —Pero Eiji estaba feliz con eso, pudo plasmar lo que quería, plasmó lo que consideró importante y eso era más satisfactorio que cualquier público o crítica—. Este… —Se ve guiado de manera automática hacia el mismo modelo que usó siendo un pajarito—. Tomé mis primeras fotos con este modelo. —Una Canon A-1.
—Debió ser una muestra impresionante.
—Apestó, hasta mis profesores dijeron. —No lo dice con pena, sino con nostalgia—. Fue un desastre, en ese entonces no sabía de conceptos y fotografiaba lo que se me daba la gana así que faltaba la coherencia en mis obras pero era divertido sentir ese impulso, el que te guste tanto una imagen que surja la repentina necesidad de hacerla eterna, era tan especial, lo amaba. —Su boca tiembla, el corazón le duele mucho, el cuerpo se siente débil y pesado—. Lo amaba mucho.
—Creo que deberíamos llevarla.
—No vale la pena, es demasiado costosa y… —Aslan lo está mirando.
—Yo invitó. —Como si fuese lo más especial del universo entero—. Amo escucharte hablar de esto. —La sinceridad arde en esos jades, envolviendo esa infinidad de tonos fulgurantes en una supernova que lo ciega y lo deja embelesado—. Y también me duele verte así.
—Ash.
—Puede ser egoísta, pero me gustaría regalártela. —Sus mejillas salpican del tono carmesí adorable, sus labios tiritan en tartamudeos primerizos y su mentón se oculta contra su bufanda—. Así cuando la mires pensarás en mí y no sé, tal vez te atrevas a tomar fotografías, porque sabrás que la persona que te la obsequió te quiere y tiene su fe absoluta en ti, independiente de que tú no te la tengas. —Acá lo entiende—. Es solo una idea, yo no sé por qué…
—Gracias. —Musita, apretando con fuerza la palma del contrario—. Gracias.
Ante los ojos de Aslan, Eiji es la fotografía.
Caminan hacia Central Park perdidos en sus propios pensamientos, la cámara se profesa pesada en su cuello, se vuelve demasiado consciente de la familiaridad de la correa y la gentileza que conlleva, desearía ser más valiente en este punto, poder enroscar sus dedos alrededor del botón, dar un flash y plasmar lo que se le diese la gana porque puede y ya. Pero la presión, ha pasado por tanta presión, de sí mismo, de quien lo rompió, de su familia, de sus amigos, del mundo entero en su contra y a fin de cuentas se escuda tras el Hanahaki, porque si se muere al menos no decepcionará a nadie.
Es ilógico que le guste tanto Aslan, saborea el pensamiento mientras se dejan caer encima del pasto en Central Park, con los pétalos iridiscentes danzando en una acuarela azulada y la brisa tatareando en una canción de cuna negada. Lo conoce desde hace algunos meses, sin embargo, Eiji recibiría un disparo por él, ¿por qué? No lo sabe, pero a Aslan no le importó agacharse a su lado roto, muy roto a su manera y herido, para que ambos recogiesen sus pedazos en compañía, eso lo hace profesarse pequeño y vulnerable, como si su corazón pudiese desaparecer en su bolsillo.
¿Esto es amor real?
¿Esto es amor que mata?
¿O esto es amor que sana?
¿Esto es una rosa o es un girasol?
Enfoca su atención en Ash buscando la respuesta, quien sonríe metido en sus propios pensamientos, con las mejillas tenuemente ruborizadas contrastando contra su palidez angelical, con las pestañas gachas enmarcando un verde dulce, no ese verde pétreo e imponente que los fanáticos vanaglorian, sino una tonalidad más líquida y suave, hermosa, es hermoso en sentido completamente irracional e incomprensible. A veces hace cosas que le dejan doliendo el corazón, otras hay unos irrefrenables deseos por presionarle besitos en toda la cara para hacerlo carcajear, contemplar aún más del rubor furioso porque le encanta y…
Clic.
—¿Eh?
Eiji parpadea anonadado, le toma un tiempo procesar lo que acaba de pasar, siente su propio cuerpo en un ejercicio de relajación muscular progresiva, sus piernas se encuentran rozando los jeans del más joven encima de la hierba, los pétalos continúan presionándole desde el pecho hacia la tráquea, arrojando raíces furiosas bajo su piel, devorándolo.
—¿Eiji?
Su rostro sigue con una mueca constipada, el corazón le sube y le baja en respiraciones pesadas, se asemeja a las bocanadas desesperadas que arroja un pez fuera del agua, sus pies están contra tierra y sus manos, ¿dónde están sus manos? Entonces se atreve a bajar la mirada para…
—No llores por favor.
Ash.
Ash. Ash. Ash.
Acaba de sacar una fotografía de Ash Lynx.
—¿Eiji?
Pero no puede dejar de llorar como si fuese un niñito por eso, ha pasado tanto convenciéndose a sí mismo de que odiaba y era inútil en la fotografía, vendiéndose a la disforia, hundiéndose en ese mar de puro negativismo porque si se muere y no le gusta nada está bien, no hay más motivo para luchar, y ahora. Se derrumba ante Aslan otra vez, no es justo, piensa. Este americano delicado no solo le ha devuelto su vocación inquebrantable en un flash de libertad, sino que lo inspiró sin siquiera intentar, fue tan natural apuntar la cámara para capturar el momento, fue tan significativo. Son de mundos diferentes y aun así, concibe que lo entiende mejor que nadie, como si hubiese vislumbrado su alma entera desde que se conocieron, lo aterroriza, más vida aparece, más pierde.
Queda tan poca.
Tan poca vida.
—Lo siento. —Finalmente musita, apartándose del más joven quien entrelaza sus dedos con fuerza en una silenciosa complicidad, debería estar molesto, le tomó la fotografía sin su consentimiento—. Si te molesta puedo borrarla. —Debería apartarlo en lugar de apretarlo más fuerte y no puede, no puede liberarse de estos sentimientos. ¿Para qué? No se irán por escamotearlos, tampoco su amor por las fotografías.
—¿Estás loco? —Ash procura ser gentil al limpiarle las lágrimas con sus yemas—. Eiji Okumura me acaba de fotografiar, soy el hombre más afortunado del mundo. —Y él pronuncia su nombre como si fuese seda en su lengua, ni siquiera se da cuenta de la cercanía, del acuno, de la protección, de lo mucho que necesitaba esta comprensión, ser visto, finalmente visto.
—Ya veo. —Una sonrisa juguetona y agridulce se rompe en su boca.
—Tal vez solo te faltaba una musa. —Eiji se encuentra listo para alzar sus últimas espinas en busca de protección—. Jim no es un modelo guapo. —No puede, ya no le queda ninguna.
—¿Estás insinuando que tú serías mejor modelo?
—Me ofrezco de voluntario. —Juguetea, una chispa de diablura arde en esos jades y le encanta.
—Te dije que esto no podía funcionar, lo sabes ¿verdad? —Se fuerza a regresar a tierra.
—No. —Aslan no lo deja—. Dijiste que te quedaba poco tiempo.
—Exacto.
—Eso solo significa que debemos hacernos más tiempo juntos.
Oh Aslan.
Mi dulce, dulce Aslan.
Perdón.
Notes:
Vamos por uno de los capítulos más fuertes pero dulce en dos días más, la trama oficialmente se me hizo nada, siento que ya se acabó, se me fue muy rápido y lento al mismo tiempo, no sé, siento que llevo como un año con este fic, lo escribo con harto cariño y planificación, ¿qué será de mi vida sin él? Muchas gracias por el apoyo.
¡Nos vemos!
Chapter 9: Hanahaki.
Notes:
Hi~ Llegamos finalmente al promp que me impulsó a sacar esta trama, el capítulo es bien especial para mí, siento que entre este y el siguiente cambia completamente el ritmo y pasamos con turbo a responder preguntas y a tratar ya los temas más a profundidad porque nos queda practicamente una semana de dinamica y ya.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Clic.
Clic. Clic. Clic.
—¿Qué estás haciendo?
La amortiguada risita mañanera de Aslan choca en el cuarto, la tenue brisa primaveral se cola entre las gruesas cortinas amarillas, la cama cruje apenas se levanta para darle una sonrisa mansa y suave a su acompañante, quien baja la cámara con una expresión que si bien, le es indescifrable, le resulta absolutamente maravillosa, atrapa el momento con un flash mental, con la luz dorada enmarcando esos ojos cobrizos brillantes y rasgados, realmente brillantes en una ternura arrebatadora, con aquel cabello rebelde y entintado meciéndose al son de su tararear, es lo suficientemente esponjado para proyectar sombras en sus mejillas y constelaciones de estrellas, aún si es un artista en lugar de musa le parece etéreo, tan lejano.
Una rosa.
Eiji es una rosa pero se siente ¿mal?
—Te veías bien para una fotografía. —Eiji responde con simpleza, acaricia los bordes de la cámara con movimientos delatores y frenéticos, tirando de la correa alrededor de su cuello para sacarse el aparato, enganchando la cuerina en el soporte de su camiseta—. ¿Quieres ver?
—Quiero ver. —Afirma, haciéndole un espacio en la desastrosa cama para que se siente a su lado, las mantas caen hacia la alfombra de felpa, los libros retumban a la orilla del colchón, se desvelaron leyendo a Salinger porque es un ganador—. Has tomado muchas imágenes mías en este tiempo.
—Creo que estoy con inspiración. —Susurra con una sonrisa nerviosa, sentándose al otro extremo de la cama con timidez, como si estuviese pidiendo permiso y en cierta medida, lo hace—. Gracias por aceptar ser mi modelo. —Su voz se estrella contra sus dientes, consiguiendo que su acento se vuelva más áspero y duro, es casi difícil de comprender.
—Lo que sea para hacerte feliz, dulzura. —Se burla, utilizando un apodo de mierda que sabe lo hará enrojecer de pies a cabeza.
—Eres de lo peor.
—Pero aun así sigues volviendo a mí. —Eiji rueda los ojos, apoya su espalda contra el respaldo de la cama, baja la cámara hacia su regazo para que ambos puedan contemplar la diminuta mirilla—. No lo estás negando. —Empuja sus cabales un poco más lejos, quiere ver a dónde se encuentra el límite de la paciencia para ponerlo a prueba, Griffin suele decirle que sea cuidadoso jugando con fuego.
—No lo estoy negando, tienes razón. —Y por supuesto—. Dulzura. —Se quema.
Eiji proyecta la imagen con cierta reticencia, la fotografía era su único refugio contra las bombas en un mundo que se acababa, en un mundo que lo dejó desnudo con su corazón sangrante tragándose una y otra vez su valor del tamaño de un carbón, tiene miedo de muchas cosas y piensa en miles de cosas más el segundo que presiona el botón de la cámara. ¿Qué pasa si no le gusta?, ¿qué pasa si no es capaz de captar esa esencia meliflua?, ¿qué pasa si confirma todos sus peores temores?, ¿qué pasa si carece de talento y efectivamente es un girasol? Los girasoles no son bonitos, no puede serlo, no puede darle la razón.
Respira.
Respira, respira, respira.
La imagen de Aslan sentado de piernas cruzadas encima de la cama, envuelto desde la cabeza hasta el torso por una manta, con los hombros caídos y uno de los brazos apenas cubierto por la tela, con cada músculo de su cuerpo relajado, con el cabello completamente despeinado con una mueca de puro sueño que francamente lo atrapa, bañado por la centella del tragaluz, con los párpados todavía pesados, sin mirar hacia la cámara al haberla tomado de sorpresa, contemplativo y solitario, en una soledad sublime que parece llevarlo lejos de Eiji y a la vez es diferente a la que conoce, se refleja en la mirilla.
Pasa una eternidad (o al menos así se siente) para que Ash diga algo, tiene una sonrisa imposible de leer alzada entre sus mejillas, ha sostenido la cámara entre sus propias palmas, aún si en esa imagen existe cierta posible connotación sexual al estar sin camisa solo cubierto por la manta, aquello nunca fue la visión del japonés, no sabe por qué la ha tomado, no sabe por qué ama tomar tanto fotografías de Aslan si ni siquiera es modelo profesional, solo hay algo, algo completamente despampanante y cegador, algo más allá de su apariencia física. ¿Cómo puede decirlo? Algo que transmite.
—Soy yo. —Finalmente musita como si fuese un descubrimiento revelador—. Realmente soy yo.
—Claro que lo eres. —No se atreve a burlarse, no con ese tono tan vulnerable, honesto y maravillado que utiliza—. ¿No te reconoces? —Presiona un poco más, permitiendo que sus hombros se palpen por el respaldo y esa manta que aún permanece cubriendo al más joven caiga encima de él.
—No es eso. —Musita, frunciendo la boca, acercando aún más la cámara hacia su pecho, como si quisiese guardarla en el bolsillo de su corazón—. Para ser escritor hay que abandonar una parte de ti mismo, Max lo decía todo el tiempo en clases, hay que estar dispuesto a sacrificar la identidad en una cuota para poder lograr una inmersión real en los personajes.
—¿Cómo los actores? —Ash se ríe y Dios, su risa es tan bonita que lo derrite, dejándolo como una plasta temblorosa contra la pared, con su corazón desnudo y sangrante mientras las bombas caen y caen, si siguen cayendo ¿llegará un punto donde se acaben?
—Algo así. —Susurra—. Me ha ayudado de cierta forma ser más personaje que ser humano. —Eiji lo comprende a la perfección, vive atrapado en una obra donde se protagoniza a sí mismo, porque las personas a su alrededor no quieren verlo realmente a él, sino la versión falsa y más funcional que les agrada, la versión sana, la versión carente de problemas, no puede ser un problema.
Es una carga.
Una maldita carga.
Ojalá se muera pronto para dejar de molestar.
—Creo que lo entiendo. —Niega, esos pensamientos intrusivos se hacen más frecuentes a medida que empeora el Hanahaki, Yue le advirtió que era un posible síntoma residual de la enfermedad, aun así no se esperaba algo casi delirante, es como si las flores en su interior hubiesen forjado un monstruo con voz propia—. Creo que lo entiendo. —Se conecta otra vez.
—Tienes razón, me afectó que Amelia me dejara solo, me dio rabia y la mejor forma que encontré para lidiar con eso sin afectar tanto a los niños fue dejándome atrás, me sentía igual que una pila de libros acumulados con diferentes portadas, era el mismo contenido siempre pero cambiaba portada según la situación, no sé si se entiende. —Un manuscrito de letras inmutables y tapas engañosas.
—Lo hago. —De alguna manera la metáfora le sienta de maravilla.
—Así que realmente verme es… —Esa sonrisa infantil vuelve a florecer, haciéndolo lucir mucho más joven y lo recuerda, este hombre es dos años menor—. Wow. —Las mejillas se le ponen rojas, sus venas se convierten en un circuito de pura electricidad destinado únicamente a reaccionar a Aslan.
—No hice gran cosa. —No lo dice para que lo validen o lo compadezcan, genuinamente lo expresa.
—Lo hiciste. —Aslan le da refugio, lo sostiene cerca de él, acomodando esa vieja y mugrienta manta por encima de sus hombros, abrazándolo, diciéndole cosas maravillosas de las que no es merecedor, no aún al menos—. Ahora comprendo por qué fotografiaste a Jim.
—¿Por qué? —Lo cuestiona con curiosidad, ladeando la cabeza, permitiendo que su oscuro cabello caiga por encima de sus párpados y se enrede a sus pestañas.
—Eres el único ser humano que podría hacer menos feo al hombre más feo del mundo.
—¡Ash! —Gimotea, llevándose la cámara hacia el pecho—. Es tu padre.
—Heredé la belleza de mi madre.
—Es el padre de Griffin.
—Griff sabe que es más feo que yo. —Entonces rueda los ojos ante tan irracional discusión.
—Tienes el ego muy alto. —Se mofa, dejándose acurrucar, restregándose bajo el cuello de Ash una y otra vez, adora este rincón de pura felicidad y seguridad, es su zona de confort, sus manos acaban entrelazadas por encima de la cama, la cámara es dejada de lado—. Tus fans deberían saberlo.
—Por ningún motivo deben saberlo, tengo una reputación que mantener. —Rueda los ojos un poco más antes de enfocar su atención en el borrador que estaba escribiendo anoche sobre el escritorio, una libreta repleta de garabatos y algunas notas de colores se convertirá en un nuevo best seller, lo sabe, solo lo sabe con una fe pura, ciega e inquebrantable. Confía su misma vida en Aslan.
—¿Es difícil escribir un libro? —El rubio luce sorprendido y fascinado por su pregunta en medidas iguales, se aparta apenas un centímetro para poderlo mirar.
—No tanto. —Espeta—. Te puedo enseñar cómo.
—¡¿De verdad?! —Su grito escapa mucho más emocionado de lo que hubiese deseado, Eiji se maldice internamente, debería retroceder mientras aún puede, ponerle un final por el bienestar del rubio, no obstante, se encuentra temblando, bebiendo de ese cálido arrullo como si Aslan fuese la última gota de agua en el desierto y él llevase una eternidad vagando descalzo.
—De verdad. —Intenta recomponer su cordura para enfocarse en la manera gentil que esa libreta es acunada—. Lo primero es elegir un personaje. —Le explica, la paciencia llora en su voz, baja la mirada, no cree posible resistir la estridencia de sus latidos si queda atrapado ante dichosos jades—. Por ejemplo un conejito.
—¿Hablas en serio? —Pero la provocación funciona y acaba en las fauces del lince de todas maneras, debió saberlo, era inevitable del inicio, se condenó incluso antes de conocerlo.
—Siempre hablo en serio. —Se burla, apretándole la nariz porque es muy maduro—. Ahora hay que decir algo del personaje, por ejemplo, el conejito japonés es terco.
—¡Ash! —El nombrado se encoge con inocencia.
—Solo soy un humilde escritor, los personajes llegan a mí. —Se ríe aunque no quiere, es tan injusto que exista alguien tan encantador—. Y ahora necesitamos una trama.
—¿Una trama? —Suena un proceso bastante sencillo—. ¿Se te ocurre alguna?
—El conejito terco salió a pasear al bosque cuando… —La libreta cae, esa sonrisa repleta de picardía es un mal augurio, debe huir, es su primer instinto—. ¡Un lince se lo come! —Muy tarde, se abalanzó sobre él aprovechando la diferencia de altura y peso para inmovilizarlo contra el colchón.
—¡Ash! —Se queja, siendo víctima en este ataque de muchos besitos—. ¡Hace cosquillas!
—Tú te lo buscaste. —Se ríen, apartándose ligeramente y…
Mierda.
Oh mierda.
Ash lo acaricia con suma suavidad, le cuesta respirar, su respiración sube y baja erráticamente entre los botones de su camisa, siente la suavidad del colchón atravesarle la espalda mientras esa mirada jade lo derrite, matándolo tiernamente con toques de electricidad, con pestañeos repletos de dulzor y sonrisas trémulas, algo en el ambiente ha cambiado, consiguiendo que sus latidos exploten en sus tímpanos y no se pueda armar, es un barco navegando a ciegas en el océano de Aslan, en ese verde pétreo iridiscente que cambia de tonalidad con cada mirada, queda maravillado, es esclavo de esas afiladas pupilas que gritan soledad, esas que arrojaron una llamada de auxilio silenciosa en casa de Jim, esas que constantemente parecen perdidas pero deseosas por ser encontradas, esas que gritan dos simples palabras, dos palabras para las que no está listo ni debe pronunciar.
Eiji extiende sus dedos hacia esa cascada dorada para acomodarla detrás de su oreja, consiguiendo que un apenas perceptible rubor encienda sus mejillas, confiriéndole un aura infantil y tierna. Le es tan curioso, desde que lo conoce Aslan le ha gustado en silencio y con culpa: «Te quiero». Tan breve, tan fácil de pronunciar, es más que un jadeo infantil a dos palabras, una cruda exhalación de aliento donde lo único que debe hacer es despegar los labios y decírselo.
«Te quiero, Aslan».
«Realmente te quiero».
Pero, ¿luego qué?
Es un hecho que se va a morir pronto por el Hanahaki y todos los días se propone decírselo a Aslan, no porque pueda hacer algo para cambiarlo, hay cosas que simplemente no se pueden cambiar, sino porque tiene derecho a saber, pero cada vez que lo mira se dice a sí mismo «solo un poco más». Día tras día lo intenta y fracasa, fracasa, fracasa, el problema es que si sigue fracasando se lo dirá cuando esté metido en una bolsa para cadáveres, no quiere eso, no soportaría ser tan egoísta.
Está agradecido de al menos haber conocido esto, de haber recuperado un poco de vida siendo pura enfermedad y cúmulo de rosas.
Díselo con rosas.
Se lo dirá con rosas.
—Me haces cosquillas.
Eiji navega desde las mejillas de Ash hacia su mentón por su barba fantasma, procura atesorar cada detalle, de hacerlo sentir adorado y vislumbrado en la totalidad, lo repasa con una suavidad de seda, graba, convirtiendo sus dedos en una cámara táctil de recuerdos atemporales. «Te quiero», anhela decirle y no lo hace. No puede darle esas dos palabras, está condenado, condenaría a Aslan aún más al pronunciarlas en voz alta, sin embargo, hay sentimientos viviendo en su interior, alzando raíces, vomitando pétalos y pétalos y más pétalos, hirviendo a fuego lento entre sus entrañas y suplicándole para que los deje salir aunque pretenda luchar contra ellos. No puede, se repite, no puede permitirse quererlo, amarlo o gustarle aún más ni lo hará.
—Eiji… —Pero entonces él pronuncia su nombre tan pero tan débil—. Quiero besarte.
Y no puede.
No es tan fuerte, no cuando se trata de esos ojos verdes.
Se besan en una colisión donde dejan escapar todos esos sentimientos que han estado ardiendo en una erupción dentro de su pecho, hay ansias en las caricias que transmiten, el calor enciende su ser, cada fibra lo derrite, desde sus mejillas quemando por el rubor hacia lo más recóndito de su espíritu, su voluntad, su cuerpo, todo lo toma, lo limpia, lo alza como si fuese su fulgurante mata de girasoles en lugar de esas putrefactas rosas. Ash se aferra bruscamente a su cintura, sus toques son urgentes e invasivos, hay respiraciones apresuradas perdiéndose en la habitación, sus mentes están nubladas de pura pasión, Eiji gime cuando siente la lengua de su compañero introducirse en su boca.
—A-Ash… —Apenas logra jadear.
—Relájate, onii-chan. —Ronronea en respuesta.
El japonés se aferra con desesperación a la fornida espalda del más joven, clava sus uñas como si él fuese lo único que lo sostuviese al borde de su cornisa, va a caerse sino se aferra con más intensidad, más, debe dar más. Aslan se atreve a explorar su vientre desnudo por debajo de la camiseta rosada, toca con toques fantasmas, dejándolo mareado y taciturno, el beso se alarga, es una asfixia deliciosa y completamente diferente a las que ha sentido. Los labios de Ash se estampan con urgencia, es casi como si supiese que existe fecha de caducidad, una avalancha de sensaciones se derrite en su boca cuando profundiza aún más el toque implacable, clama por esto, no existe nada que Eiji quiera más que tenerlo clamando por él, repartiendo besos hasta dejarlo sofocado, delineando con sus dientes desde su mandíbula hacia su cuello, queriéndolo, realmente queriéndolo tanto.
—Te quiero, Eiji.
Entonces lo dice.
—Te quiero.
Dice esas dos palabras y no puede respirar, ni siquiera alcanza a formular un pensamiento, su boca se ve prisionera por este depredador otra vez, tensa los párpados con urgencia, temblando por cada toque de fuego mientras el pulso se le dispara, se enreda con fuerza al cuello de Aslan, quien intenta con cada caricia transmitirle una pasión desbordantemente infinita que ha estado almacenando en la bodega de su corazón, esperando y esperando para dársela, el ritmo disminuye a falta de aire, Eiji no puede concentrarse en otra cosa además de lo natural que se siente esta intimidad, de lo adictiva que es la esencia de Ash y lo vivo que esto lo deja, no puede tener suficiente, es cálido y suave y…
—Te quiero. —Le repite, mirándolo con esa mirada verde extraordinariamente cariñosa mientras le retira mechones negros del rostro.
—Ash.
—Te quiero tanto que no lo logro soportar, me duele el corazón cada vez que te veo, sé que es tonto porque no tengo mucho que ofrecerte, pero te quiero y no me imagino un futuro sin ti, no después de haberte conocido. —Se arranca, hundiéndose en el pecho del japonés, robándole aquel errático y trémulo latido de corazón, ahogando sus dedos por encima de la tela, justo entre sus espaldillas, aferrándose como si supiese que inevitablemente lo perderá y es acá donde debería decirle y darle final.
«Solo un poco más», le suplica la voz en su interior.
—Aslan. —Lo llama, aferrándose al abrazo con mucha fuerza, hundiéndose en su refugio contra las bombas, escondiéndose en ese hueco entre su cuello y su hombro, de esa manera no lo verá llorar.
No dicen más, Eiji hace un esfuerzo sobrehumano por amortiguar sus sollozos contra el hombro del más joven, por hacer que las lágrimas no se desborden, se deja esa puñalada floreada incrustada en el pecho mientras las rosas comen y comen más de él, es la calidez que gotea Ash lo que lo mantiene aferrado al presente, con esos mechones refulgentemente dorados cayendo hacia sus párpados, Eiji frunce con fuerza su boca, sintiendo los primeros pétalos erupcionar, quedando completamente en los brazos del caballero de armadura plateada, con el cuerpo pudriéndose y pudriéndose del interior con espinas, quiere arañarse la garganta, arrancarse ese maldito rosal de las entrañas y estamparlo contra la pared, pero no lo hace, se limita a quedarse acá, sintiendo a sus pedazos desprenderse de sus grietas para estrellarse contra el suelo, quebrandose y quebrandose un poco más.
¿Quedará algo que salvar luego de esto?
¿Qué tanta vida queda?
Permanecen abrazados un largo tiempo, ambos se aferran al otro como si sus vidas dependiesen de esa caricia, no obstante, de esa manera lo conciben. Sus dedos se crispan contra la espalda desnuda de Aslan, tirita con violencia, intentando procesar emociones para las que no está listo, el aire se va al percatarse de que sus yemas encajan en las cicatrices invisibles de un hombre doliente quien pese al desamor acá está, dándose el valor para rodearlo y es maravilloso, tiene que morderse el interior de la boca para contener los pétalos, está herido, muy herido, odia sus heridas, se odia a sí mismo.
—Eiji… —Pero Ash lo quiere—. ¿Me enseñas a disparar?
Porque es Eiji y ya.
—Claro. —Murmura, levantándose de la cama con flojera, Jade y Dawn han ido a jugar con Michael, por eso el apartamento se encuentra tan silencioso—. No es tan difícil ¿sabes?
—Pero quiero que me enseñes. —Se burla, apoyándose contra el respaldo de la cama con un aire relajado y de flojera, flectando una de sus piernas encima del colchón—. Estoy a tu cuidado. —El japonés sonríe con ternura, aferrándose a los bordes de la cámara, enternecido por los besos aún.
—Déjaselo a tu onii-chan.
Se acerca, posa la cámara entre ellos, empieza explicándole el funcionamiento básico de los botones antes de hablarle sobre el ajuste del lente, las diferentes configuraciones o los filtros que se utilizan para capturar mejor el momento, no duda en entregársela a Ash, quien luce completamente curioso y fascinado, como si tuviese el mismo secreto del universo entre la punta de sus labios, Eiji se queda embobado contemplando la manera infantil en que sus ojos verdes enfocan una imagen, lo observa jugar con la cámara con una calidez consumiéndolo en un crescendo violento.
—A los niños les encantaría verte usarla. —Las mejillas le arden, Ash presiona un beso encima de su hombro solo porque puede y ya, es incapaz de fingir, mitigar o ignorar sus sentimientos, se ha roto la presa que los contenía—. Jade cree que es fotogénico.
—¿No lo es? —Se burla, apretando su mano en silencio, sintiéndose tan fuerte como débil, nadie es capaz de entender la cronicidad del Hanahaki o lo traumatizante que es aceptar una y otra vez la muerte, por eso es más fácil meterlo en cajas para que no salga y abandonarlo con viejas fotografías.
—No tanto como yo. —Eiji rueda los ojos como de costumbre, buscándolo.
—¿A Dawn le gustan las fotos? —Ese nombre escapa quebrado entre su acento, como si no tuviese permiso para pronunciarlo y probablemente así sea.
—No tanto. —Ash es susceptible, le ha dado espacio para hablar—. He charlado con ella ¿sabes? —Como le cuesta tomar la iniciativa se atreve a dar el primer paso—. Le expliqué que tú jamás serías el reemplazo de su madre, pero está dolida por el abandono, no puede aceptarlo, es inteligente y probablemente sabe que me encantas, es mucho, no está lista. —Lo entiende.
—Yo…
—No aún.
Aún.
Aún implica que queda tiempo, ¿por qué lo asume? No debería.
—Es verdad. —Es lo que dice en su lugar—. Aunque si lo pones de esa manera me haces sonar como tu novio o algo así. —Carcajea nervioso, Nueva York está gritando por la ventana, alzando sus rayos dorados a través de las cortinas de papel, envolviéndolos en canciones mudas e infancias perdidas.
—Te acabo de comer, ¿debes preguntarlo?
—¡Ash! —Enrojece de golpe.
—Es la verdad. —Se encoge de hombros—. El lince devoró al conejito japonés. —Y Eiji no sabe por qué se molesta en discutir en primer lugar, es obvio que no acatará ningún argumento remotamente racional o lógica creíble, ni siquiera debería desgastarse.
—Eso no significa que seamos pareja. —Alza una pared pero la pared ya es polvo.
—¿Acaso te besas con todos tus modelos? —Tiene la intención de burlarse, Eiji lo conoce bien, lo ha visto en un brillo jodidamente infantil junto a una mueca socarrona, incluso lo ha rodeado con el brazo.
—Tal vez. —Se la devuelve—. Supongo que no lo sabrás.
—¡Eiji! —Gimotea y sabe que ha ganado—. Eres malo.
—Y tú eres lindo.
Lo besa.
Dios, lo besa hasta que no puede más.
«Solo un poco más», se vuelve a suplicar.
Fue un día agradable, se queda con esa sensación a pesar de la creciente confusión que Ash desata en su interior. Al llegar a su apartamento se siente incluso vagamente esperanzado por el futuro, ha podido retomar la fotografía, si bien, no tiene la confianza exuberante para participar en el concurso del que Sing le habló, trata de dar pasos pequeñitos, poco a poco, tiene unos grandiosos amigos que lo apoyan en todo, sabe que no son los mejores tocando temas incómodos y aun así siguen a su lado en la adversidad, le gusta ese americano que hace pucheros en serio, le gusta más de lo que debería, se ha encariñado con esa familia y espera poder ser parte más adelante.
Aún hay tiempo para descifrarlo.
Es amado.
Es realmente amado y puede mejorarse, ¡vamos!
—No te creas la gran cosa por haber tomado una patética fotografía.
—¿Quién es?
—Eres un mediocre y te morirás siendo un mediocre.
Eiji se congela, repasa su apartamento en busca de aquella persona, sin embargo, no hay nadie más ahí dentro, le toma tiempo comprender que es ese monstruo de pétalos podridos palpitando dentro de él quien acaba de despertar, arrastrando sus largas garras hechas de plasta de espinas, sonriendo con ese asqueroso escarlata, goteando arriba de él, asfixiándolo, cubriéndolo con una maldita capa que no podrá salir, presionando una venda sangrienta encima de sus ojos, no puede respirar, se toca la garganta desesperado, sintiendo cómo esa bestia incrusta sus colmillos contra su carne, lo quiebra por dentro igual que si se hubiese tragado una granada y sus sesos estuviesen a punto de pintar las paredes. No respiro, no respiro, no respiro, no respiro, no respiro, no respiro.
—A-Ah…
A duras penas se puede arrastrar hacia el lavabo, de pronto se siente mareado, realmente mareado, es incapaz de mantener sus pasos en línea recta, se golpea con los muebles hasta finalmente llegar, aprieta sus puños con fuerza alrededor del lavamanos, un hilo escarlata pende de su boca, luce muy demacrado, las rodillas le tiritan, las espinas se le marcan del otro lado de la garganta, es grotesco, es asqueroso, los focos amarillentos le dan una apariencia muerta y enfermiza pero eso es, ¿verdad? Una maldita enfermedad terminal con dos patas, se profesa increíblemente vulnerable e indefenso, parpadea, sin ser capaz de reconocer la figura que se deforma del otro lado del espejo.
¿Quién es? No, no es una persona.
Es una enfermedad.
—Eres patético.
Le repite el monstruo del otro lado, alzando sus pétalos, reemplazando la lozanía de su piel con esto, una montonera de flores y flores podridas, lo abre, lo está abriendo con sus espinas, pero lo único que logra ver es un polvoriento rosal siendo devorado por las larvas.
Contiene un grito, aferrándose a los bordes del lavamanos para volcar hasta sus tripas, ácido escurre por su nariz mezclado a grandes y violentos pétalos, no salen, se quedan atorados a medio camino, se va a morir acá, se está muriendo, ayuda, no respira, aprieta los párpados, saca la lengua, sintiendo las espinas incrustadas a la piel, da una bocanada de aire antes de tomar la planta con cuidado antes de tirarla, un grito desgarrador retumba por el baño, un charco de sangre cae, salpicando desde las botellas de jabones hasta la camisa rosa. Carcajea con el llanto escurriendo por las mejillas, con cada fibra de su cuerpo siendo reemplazada por hojas secas, con unos ojos vidriosos e idos, vacíos, iguales a los de una muñeca de trapo, da arcadas que arden, vomitar arde, tragar arde, hablar arde, todo le duele. Alto. Alto. Alto. Llorar arde, vivir arde, amar arde, morir arde. ¡Basta!
No puedo detenerme, no puedo detenerme, no puedo detenerme, no puedo detenerme.
¡Ayuda!
¡Me estoy muriendo y no me puedo salvar!
¡Por favor, ayuda!
Cae contra el suelo, haciéndose un ovillo contra su propia sangre y la marejada de pétalos, las rosas lo ahogan, hay demasiadas echando raíces en su garganta, las espinas se incrustan en su lengua otra vez, siente a los tallos apretarle el corazón, no puede más, no puede, cada músculo pesa un infierno, duele mucho amar, se intenta levantar, no obstante, ya no es un ser humano, es una enfermedad.
—Voy a morirme de esto. —Dice en voz alta—. Me estoy muriendo.
Arroja la nuca impotente hacia atrás y llora, es lo único que puede hacer aunque duele, porque cada día se muere un poco más y aunque suele bromear con el tema, tomarlo a la ligera o escamotearlo, tiene mucho miedo de no tener marcha atrás, así que intenta no aferrarse a nada ni nadie, ni Aslan, ni la fotografía, ni su familia, ni sus amigos, corta lazo, porque si se mantiene indiferente a todo y a todos da igual que se muera.
—¿Eiji? —No sabe cómo Yut-Lung Lee llega al apartamento o por qué—. ¿Eiji?
Quiere responderle, dar una señal de auxilio porque se desangra en el baño, no puede, hay una rosa presionando su boca.
Ayuda. Ayuda. Ayuda.
Piedad, no puedo, ya no puedo, ya no…
—¿Eiji? —Su tono se vuelve desesperado, se escuchan una serie de pasos arremeter contra el piso de madera, el sudor se le derrite bajo el cabello, está afiebrado—. ¡¿Eiji?! ¡¿Dónde estás?!
Acá estoy.
¡Acá! ¡Acá! ¡Por favor encuéntrame!
¡Mírame! ¡Mira lo que realmente soy!
—Mierda. —Parpadea, ladeando la cabeza, ido y enfermo.
—Y-Yue… —Finalmente pronuncia.
—¿Pero qué diablos pasó? —El médico se agacha horrorizado a su lado, Eiji lo abraza desesperado, no puede sostenerse a sí mismo, es una montonera de pétalos muertos que se los llevará el viento, debe refugiarse, la tempestad lo matará, no logra calmarse, su cabeza es una olla a presión sin tapa.
—Lo siento, lo siento, lo siento. —Las disculpas chocan en tartamudeos torpes, apenas es un sonido humano, ya no queda nada humano en él, es puro Hanahaki—. Lo siento. —Retiembla como un niño asustado encima de las frías baldosas, hay muchos pétalos y sangre por doquier, está muy mareado y pálido, ¿cuánto tiempo ha pasado?, ¿Yue siquiera es real? No puede tocarlo, su cuerpo no es suyo, su mente no es suya, su identidad no es nada, él no es nada, nada más que enfermedad.
—¿Por qué te estás disculpando? —El más joven parece estar haciendo un esfuerzo desmedido para mantener la calma y analizar la situación.
—Lo siento. —Gimotea, hundiendo su cabeza contra el pecho de Yue solo para sentir la calidez de algo, apretándolo de los brazos, vomitando y vomitando rosas, no puede parar, la pena se desborda y no lo entiende, fue un bonito día, ¿por qué?
Ash.
Ash. Ash. Ash.
Ash se pondrá triste si muere.
—Sé que los tengo a todos cansados, son humanos, me han aguantado mucho tiempo, lo siento, no es voluntario, no quiero, estoy tratando, te juro que estoy tratando pero nada cambia y no puedo, ya no quiero más, no lo soporto, perdón. —Las emociones se vuelcan en ese grito ininteligible, tiene la cabeza caliente, como si estuviese palpitando hierro hirviendo en su cerebro.
—Voy a llamar una ambulancia. —Finalmente reacciona con la boca temblorosa.
—No quiero morir, Yue. Tengo pesadillas acerca de mi muerte muy seguido, de cómo esto me come y veo mi cadáver, me da asco, estoy lleno de flores podridas y ya no puedo, no tengo el control sobre nada, ni siquiera sobre mi cuerpo, ni siquiera sobre mi arte. Al menos me habría gustado…
Aslan.
Su dulce Aslan.
—Dile a Ash que lo siento mucho, dile que lo quería por favor, yo nunca tuve el coraje para decírselo y lo quiero mucho, dile que quería salvarme, dile que es un grandioso padre y que lo está haciendo bien, dale las gracias por haberme salvado, por haberme hecho sentir más vivo que en toda mi vida. —No puede seguir hablando, una segunda mata de espinas le clava la lengua.
—Mierda. —Yut-Lung Lee repite horrorizado—. Eiji. —Emergencias no contesta, lo único que atina a hacer presa del pánico es aferrarse a su mejor amigo y odiarse por no hacer más, por no empujarlo antes de que esto fuese así de grave. ¿Hola? Esto es terminal, ha sido un año. Niega—. Vas a estar bien. —Pero llama y llama y nadie le responde.
—Y-Yue…
—Vas a estar bien. —Lo esconde contra su pecho—. Lo prometo.
Perdóname.
Perdóname.
Perdóname.
«Te quiero, Aslan».
«Realmente te quiero».
Notes:
Estoy cansada de este sufrimiendo llamado abandone todas mis otras historias para sacar esta adelante pero voy bien en el ritmo así que tampoco la quiero dejar, juro que mañana subiré cualquier otra cosa, pero a pesar del drama, les recuerdo Eiji anda con la media depresión por obvias razones, me hace feliz este fic. Ya en el siguiente capítulo tenemos la reacción definitiva de Ash y una de mis referencias favoritas por supuesto.
¡Nos vemos el sabado!
Chapter 10: Traitor.
Notes:
Hi~ Me atrase un día más de lo que quería, pero solo quiere decir que tendrán spam varios días seguidos, lo que es bueno, porque estos capítulos funcionan mejor más pegados. El de hoy es más que nada Aslan procesando la situación, quiero recordarles que todas las personas entramos en crisis y en las crisis, ahogado por las emociones es dificil pensar y decir las cosas con claridad, es humano, no, no justifica dañar a nadie, solo quiero decir que es entendible que pase, para recordarles que los personajes no están excentos de eso. Muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
«Hanahaki».
Una palabra.
Una simple palabra que acabó con su vida.
Aslan no sabe cuánto tiempo lleva en el hospital, hundiendo sus temblorosos nudillos contra su ceño como si pudiese meter sus dedos en su cerebro y comenzar a ordenar sus pensamientos, sus piernas se encuentran entumecidas en el asiento de plástico, el matiz es un naranja chillón francamente de mal gusto, uno de los colores favoritos de Jade y una aberración para Dawn, ¿a Eiji?, ¿le atraerían a Eiji esta clase de colores o le agradarían los tonos más suaves y gráciles? No saberlo le escalda entre las tripas con un malestar indescriptible, intenta respirar, sin embargo, el aire le arde contra las fosas nasales como si hubiese sido reemplazado por carboncillo o estuviese contaminado.
Hay muchas preguntas flotando en su mente en este instante: ¿Qué? ¿Para qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? Hay muchas preguntas que es incapaz de formular porque las respuestas verdaderas le aterran, Ash enfoca su mirada en un riachuelo de cafeína que se ha formado frente a la sala de espera, la máquina se rompió y ese ha sido el resultado, un camino empalagoso de azúcar barata rodeando sus converse rojas, él se encoge dentro de su abrigo, hunde sus dedos cerca de sus codos, viste esa bufanda verde que creyó simbolizaba una promesa pero al parecer no era nada.
Eiji se está muriendo.
Eiji se va a morir.
Eiji es una rosa.
Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas. Rosas.
Suspira.
—¿Estás bien? —No, absolutamente no.
—Lo estoy. —Yut-Lung le ofrece un vaso de papel de esa misma mugrienta máquina averiada antes de sentarse a su lado, el anaranjado chilla ante el peso extra, las vigas crujen alrededor, no, son sus huesos dilatándose y volviéndose a comprimir mientras el cuarto se llena de sonido blanco, es todo y nada en un momento que ya pasó—. Hanahaki. —Musita.
—Hanahaki. —Repite con una sonrisa irónica.
Su mirada se clava en el reflejo que entorna el amarillento café, sus labios se encuentran resecos, la cabeza le martillea como si hubiese un taladro desde dentro y el corazón le pesa. Debió ser divertido para Eiji esconderle esto, ¿verdad? Jugar con Aslan a pesar de estar enamorado de otra persona por verle la cara de menso encandilado, debió ser divertido esconder aquel secreto en busca y busca de una especie de autocompasión, clavando sus espinas para tomar su vitalidad, chupando y chupando igual que un parásito, da igual mientras pueda ser amado, debió ser divertido utilizarlo de reemplazo al estar completamente cegado por sus ojitos de ciervo mentiroso, vaya, debe darle puntos por buen actor, ¡bravo! De verdad creyó que le importaba, que existía algo como una pizca de cariño genuino hacia sus hijos, qué tonto debió verse, ja, Amelia tenía razón.
Es un fracaso en el amor.
Ash hunde sus dedos en la textura del tergopol, es suave pero áspera, la combinación contradictoria no debería ser posible y lo recuerda, le es similar porque esos feos suéteres de Nori Nori son iguales, le ha dicho que los lave con suavizante para quitarle esas pelusas que parecen herirlo apenas quiere arremangarse, no lo hace, es terco, ama que lo sea y toda esa mierda intrusiva no fue más que cólera hirviendo contra la tapa rota que es su corazón, no piensa nada de lo que pensó de Eiji y justamente por eso le duele y las preguntas no dejan de brotar, como si se hubiese quebrado una presa.
«¿Quién te hirió? ¿Desde cuándo lo tienes? ¿Cuánto tiempo has estado sufriendo solo? ¿Por qué no me contaste sobre las hospitalizaciones? ¿Por qué no me dijiste antes? Habría sido más cuidadoso, te habría tratado con más delicadeza, lo habría hecho mejor».
«¿Por qué no confiaste en mí?».
Claro que le duele la idea de que Eiji se encuentre enamorado de otra persona, sin embargo, le duele mucho más la idea de que lo haya conocido estando enfermo y lo mantuvo como un secreto cuando Aslan le confió los rincones más mugrientos de su alma, esos feos, los más feos repletos de telarañas, no lo presionaría para retribuirle, solo lo lastima un poco la brecha.
Le cerró la puerta al amor apenas Jade y Dawn llegaron a su vida, las personas aprendieron a usarlos para acercarse a Aslan con dobles intenciones y ellos solían salir heridos, así que encerró su corazón dentro de una caja fuerte con el último sistema de seguridad y luego lo enterró, sabiendo que sería tonto esperar que alguien amase a sus niñitos como él lo hacía si ni su madre era capaz. Esperó esto de Eiji también, incluso a través de la bruma de relajación y calidez que le transmitía, pensamientos brotaban hacia la superficie de su cerebro con una claridad incómoda. ¿Cuánto pasará hasta que se lo pida? ¿Cuánto tardará en cobrarle el afecto que les da y se vuelva exigente?
Se encontraba familiarizado con cierto nivel de violencia, quisieron aprovecharse de él y de sus hijos en más de una ocasión, eso lo convirtió en un depredador. Es solo cuestión de tiempo antes de que Eiji se muestre igual, por muy lindo que sea, la dulzura no puede ser para siempre, se repetía. Jamás se trató de esto con esos ojitos cafés y lo sabe.
—Estoy enamorado de él.
Permite que las palabras broten de sus labios antes de que las consiga procesar, no duda, lo asegura desde lo más profundo de su alma, lo siente hasta en sus huesos, se encuentra enamorado de aquel terco, terco conejito japonés y le duele, por eso la situación es una reverenda mierda.
—Lo sé. —Yue musita, apretando su propio vaso de tergopol—. Lo lamento.
—No lo lamentes. —Eleva su voz un par de tonos más de los que pretende, las palabras rebotan por las paredes del hospital y Aslan casi puede verlas, devolviéndoseles igual que una pelota antiestrés—. No hables de él como si ya se hubiese muerto.
—Lynx… —Su mirada lo deja helado, aunque puede ver a sus manos enrojecer a causa del café, no duele quemarse las palmas, no hay nada, la situación lo ha convertido en un témpano de hielo, Eiji se muere, no puede ser real—. Lo lamento. —Tan pronto lo repite, algo punza en el interior de Ash, desgarrándolo desde dentro como si un trozo de vidrio estuviese rajándolo para sacarle el relleno.
—Estoy enamorado. —Balbucea para sí mismo en completa negación.
¿Eiji? ¿Muriéndose? No, que ridículo.
—¿Por qué? —El ambiente cambia, Yue ha apretado su bebida con tanta fuerza que le ha salpicado a las manos, quemando aquella palidez exquisita y refinada, tiñéndola de un anaranjado tan chillón y desagradable como el asiento—. ¿Qué te hace creer eso? ¿Por qué lo amas?
¿Por qué?
Sonríe.
Sería tan sencillo darle una respuesta cliché de libro, pero no, hay sutilezas que adora atesorar sobre ese idiota que a pesar del Hanahaki va con el corazón desnudo y sangrante dentro de su manga, son detalles que hacen de Eiji simplemente irresistible. Primero se encuentra la amorosa manera en que se atreve a levantarlo, ni siquiera Shorter fue tan audaz para arrancarlo de las sábanas pero sin una pizca de arrepentimiento ese fotógrafo con ojos negros, realmente negros, toma el mando y no solo eso, se muestra orgulloso el desgraciado. La suave sonrisa que se posa y dibuja hoyuelos al hablar y hablar de arte, Aslan se derrite por esa sonrisa, es tímida, casi inexistente, no obstante, enmarca de forma maravillosa su belleza. Sus largas pestañas chocando contra el lente de la cámara mientras lo atrapa en fotografías como si fuese una especie de cazafantasmas, plasmando su esencia genuina a pesar de haberla enterrado, la mirada jodidamente afectuosa que les lanza a sus hijos aunque Dawn sea grosera, la compasión que exuda su alma, la benevolencia que esconde como si ser buena gente fuese motivo de vergüenza, sus manos suavecitas y pequeñas, su carácter fuerte, hay tanto que ama y aún hay tanto que descubrir y amar.
Puede seguir por horas y horas balbuceando sobre lo mucho que ama esas cosas que lo irritan y las cosas que verdaderamente le encantan, cree que puede dedicarse a escribirle una novela entera sin problemas, una sobre linces y conejos.
«El efecto Eiji Okumura», se llamaría.
Así que la pregunta de Yut-Lung no es más que tonta.
¿Por qué lo ama? ¿Por qué no lo amaría? Es la verdadera interrogante.
—No lo sé. —Se limita a manifestar—. Solo estoy seguro. —Consiguiendo lo que debe ser la mueca más indignada de la faz del universo, admite que hay algo satisfactorio en sacar, desgarrar y pisotear los cabales de este histriónico, no es por venganza hacia su primer encuentro, claro que no, Ash es muy maduro y nunca haría algo así—. Estoy enamorado y ya.
—Estoy perdido. —Se queja, golpeándose la cabeza con dramatismo detrás de la pared (es apenas un roce en realidad, pero sino le presta la atención debida teme que no pare).
—¿Desde hace cuánto tiene Hanahaki? —Empieza a sacar entresijos que tenía atorados en la cabeza con pinzas, tantea el terreno igual que si se tratase de un campo minado, el aire se profesa pesado entre sus pulmones y los músculos le tiemblan igual que bloques de concreto.
—Más de un año. —Ash presiona los párpados, los recuerdos le queman tras aquella delicada capa de piel, reviviendo una y otra vez en una película casi obsesiva el instante desde que lo conoció.
—Ya veo. —La situación es extrañamente familiar a cuando le dieron el diagnóstico de su padre.
¿Eiji muriéndose? No, no, no.
Una serie de nuncas y siempres continúa la charla, no pregunta acerca de las otras hospitalizaciones ni saca de su cabeza las otras preguntas que han llenado sus pulmones al punto de impedirle siquiera respirar, solo nuncas y siempres otra vez. ¿Nunca notó que Eiji escamotease el tema del amor?, ¿Eiji nunca se mostró reticente ante la intimidad?, ¿Eiji nunca le dijo algo extrañamente revelador acerca de su pasado?, ¿Eiji nunca se mostró especialmente herido ante sus cuidados? La respuesta a todas estas cuestiones vuelve a ser siempre, Eiji puede ser muy inteligente pero siempre estuvo mandando una señal de auxilio con la esperanza de que alguien la escuchara y nunca nadie la escuchó, por eso se encuentra internado, se está muriendo, se muere, se muere, es real.
—¿De quién está enamorado?
—No sabemos.
—¿Qué?
—No sabemos. —Okey, debe mantener la calma ante la respuesta más patética posible, si existe la cura es encontrar al responsable, debe conversarlo con propiedad. Respira. Respira. Respira.
—¿Cómo pueden no saberlo? —No está respirando, la furia se hace presente entre sus dientes como si fuese una capa de suciedad, arde igual que una quemadura de cigarrillo, irónico considerando que derramó el café encima y ni siquiera lo sintió—. ¿Cómo diablos puede no saberlo? —Aumenta en el crescendo de la ópera, sino descubren al responsable de aquel amor unidireccional lo perderá para siempre y acaba de encontrarlo, siente que lleva una vida esperándolo, no puede, no ahora.
—Tal vez no quiere verlo. —Yue se pone a la defensiva, dejando el vaso en el asiento, tensando el entrecejo con una mueca que le recuerda a una serpiente venenosa—. Ha pasado un año.
—Debieron tener tiempo para averiguar quién lo causó y así curarlo. —Una bola desagradable de sentimientos se derrite en sus entrañas y sube hacia su garganta, es mortífero, no lo deja respirar, el cuarto se vuelve sofocante, las paredes se le vienen encima, le duele la cabeza, está mareado.
—¿Crees que no lo intentamos? —El corazón le late con violencia, tensándose y recogiéndose contra los botones de su camisa y de a poco debe aceptarlo otra vez, esto será real, Eiji—. ¿Qué crees que he estado haciendo? —El chico más maravilloso del mundo se va a morir y al carajo, no puede hacer más que sentarse con las piernas cruzadas a esperar para llorarle en su maldito funeral. No. No. No.
—¡¿Por qué no hiciste más?! —Finalmente grita, siente las lágrimas calientes caer desde sus mejillas a su mentón y solo ahí se vuelve consciente de que acaban de descuartizar su corazón—. ¡¿Por qué no lo empujaste a hablar más fuerte?! ¡Eres su amigo! ¿Qué clase de amigo lo deja morirse así? —Esos ojos oscuros y amatistas escurren veneno como una especie de espuma rabiosa, gotean en olas furiosas de peste blanca e inflada, inundando el cuarto, se ahoga. Eiji, ¿dónde está? No lo ve.
—¡¿Qué diablos sabes tú?! —Le grita, no duda en pararse para empujarlo, es agresivo, ambos cargan con demasiado y necesitan explotar contra lo que sea, cualquier cosa que los lastime servirá—. Soy yo quien ha estado cada jodida hospitalización con él, no te atrevas a fingir que entiendes algo. —Amenaza hundiendo esas largas uñas que le recuerdan a una bruja contra el bolsillo de su camiseta.
—No hiciste un buen trabajo si llegó a este extremo.
—¡Empeoró por tu maldita culpa! —Grita, armando un espectáculo, sus tímpanos taladran con ruido blanco, es como estar bajo el agua, nada se siente real, aunque se ha quemado la mano por el café y este idiota se encuentra empujándolo contra la pared, no se profesa acá, está ido, Eiji morirá sino encuentra al responsable, no puede perderlo, lo ama, ¡lo ama, maldición!
Eiji. Eiji. Eiji.
Su dulce, dulce Eiji.
—Lo estás matando.
—¡No es verdad! —Espeta, luchando y luchando, dando el último esfuerzo, intentando hacer lo que jamás hizo por Jim porque es una basura con las despedidas, apuñalándose con su propio amor para que la carne le quede abierta y palpitante—. Yo fui la única persona que lo escuchó, no tienes idea de lo mal que estaba cuando lo conocí, parecía tan deprimido, lo único que has hecho es ignorar el Hanahaki porque te incomoda.
—Cállate. —Y este es el momento donde toda la hipocresía toma forma humana para dar el adiós.
—¡Dices que te importa! ¡Dices que lo quieres! Dices que darías lo que fuera por tenerlo más tiempo contigo cuando lo único que quieres es hacer el papel del amigo dolido por la pérdida, las veces que te necesitó estando vivo jamás estuviste para él, era demasiado incómodo ¿verdad? Dejaste que se sintiera como una carga, dejaste que solo se sintiera como…
—¡Esto es una carga! No tienes idea de lo que es lidiar con el Hanahaki, he renunciado a mi libertad para desvivirme por él, ¡es una carga y estoy cansado!, ¡ya no puedo más!, ¡Eiji es una puta carga!
La puerta se abre.
Eiji está del otro lado, con una bata de hospital que lo hace darse cuenta de lo esquelético que luce, con las mejillas chupadas, con varios aparatos conectados alrededor de sus muñecas, con ese dulce cobrizo convertido en un color polvoso y gastado, con mofletes pálidos y los ojos tristes, realmente tristes y cansados.
—¿Pueden guardar silencio? Hay más pacientes de este lado.
—Eiji…
—Por favor paren.
Está conteniendo el llanto, lo nota por el temblor en sus dedos alrededor de la puerta, por la forma en que sus pupilas de estrellas se extinguen en un desborde de lágrimas silenciosas, por el dolor que escurre en su voz y sobre todo, por los pétalos que impresionan presionar sus labios, mira a Ash tan dolido y vulnerable antes de encerrarse en el cuarto otra vez, hicieron que se levantara de la camilla aunque tiene indicaciones de descanso. ¿Qué clase de…? Mierda. Y es que sí, no existe un protocolo o un manual para reaccionar cuando sabes que se morirá un ser querido, solo duele y el dolor mata, necesita dejarlo salir porque necesita ser fuerte por Eiji, para poderlo apoyar, pero no así.
Le hicieron daño.
Daño que no necesitaba.
—Largo.
Fue injusto con Yut-Lung, lo piensa camino a casa. Probablemente hizo lo mejor que pudo con pocas herramientas, ha apoyado a Eiji aunque no ha cortado su comportamiento autodestructivo y ¿acaso él es mejor? Le dijo que les quedaba poco tiempo y él sobreestimó esas palabras, asumió, creyó que se refería sobre Dawn o lo inevitable que sería la paternidad, jamás se le pasó por la cabeza Hanahaki o una enfermedad terminal, debió preguntar más, todos debieron hacer cosas diferentes.
Sabe que parte de la ira que sintió, que la crueldad casual que soltó bajo el pretexto de la honestidad fue una proyección hacia sí mismo en una discusión de espejo. Ash se gritó a sí mismo las cosas que no hizo por Jim: «¿Por qué no lo empujaste a hablar más fuerte? ¡Eres su hijo! ¿Qué clase de hijo lo deja morirse así?». Y que para ese histriónico de carácter puntiagudo fue lo mismo, no le gruñó esas cosas a Aslan, sino que se excusó consigo mismo, suplicando para ser más compasivo y es que nadie actúa con la compostura puesta en esta clase de situaciones, cortaron el cable equivocado, la bomba explotó y eso estaría bien sino hubiesen daños colaterales.
Pero Eiji.
Dios, Eiji.
—¡Papá! —Rompe su cabeza en la superficie cuando su hijo salta a sus brazos, se las ha arreglado para llegar a su casa—. ¡Dawn me está molestando! —Una sonrisa nace automáticamente entre sus mejillas al vislumbrar a su pequeña acercarse con un set de maquillaje, será una gran artista.
—Él se ofreció como mi modelo.
—¡Dijo que me dejaría bonito! —Chilla porque es un chillón, le recuerda a Eiji siendo honesto.
Eiji. Eiji. Eiji.
Alto.
—Ni siquiera me has dejado comenzar. —Se queja, cruzando los brazos sobre su vestido, sacudiendo su melena rubia hacia atrás—. Eres un cobarde. —Vaya, el argumento le es familiar y duele.
—¡Dejaste horrible al abuelito Max y al tío Griff! —El nombrado aparece con un colorete tan fuerte en las mejillas que le gatilla una mueca de aversión automática—. ¡Parecen payasos! —Es verdad, aunque no lo dirá, si el sueño de su hija es ser maquillista la apoyará, le da igual si sus amigos acaban viéndose como la mierda, es un sacrificio justo.
—Bienvenido. —Baja a Jade de regreso al piso, palpando la espalda de Max en agradecimiento—. Griffin está preparando la cena, te tomaste tu tiempo, ¿pasó algo?
No tiene energía suficiente para responder, se arrastra a la mesa desconectado, se mantiene con un aporte flojo a la conversación, siempre atento a sus niños, no se encuentra a discusión desligarse de su rol de papá porque no quiere que haya deficiencia de ambos lados. Demencia y Hanahaki, es más de lo que puede soportar, concibe que el mundo se le ha venido encima pero que a su vez lo procesa aún, le resulta inverosímil que el mismo Eiji que llenó de besos a más no dar esté hospitalizado con la vida marcada por un amor unidireccional, lucía tan genuino mientras lo amaba, tan real.
¿Cómo podría haberle dado su corazón a alguien más? Sí, la idea le molesta.
—¿Qué ocurre Jade? —Max es quien pone el tema en la mesa—. Te ves preocupado.
—Ei-chan no me ha respondido. —Sus palabras le queman el alma, sus yemas no alcanzan a tomar los cubiertos y ya se encuentra aferrado a sus omóplatos, como si estuviese cayendo, puede sentirse atravesando el piso del apartamento, cayendo hacia la planta inferior, pasa por el sótano, se hunde entre las rosas que tiene el dueño y se ahoga en una plasta de desesperanza, se sofoca.
—Debe estar ocupado. —Se hunde, extiende una mano como lo ha hecho toda una vida, ni siquiera sabía lo real, lo persona que podía ser, por mucho que ame escribir se siente igual al líquido pasando por diferentes botellas, perdiendo un poco de él mismo con cada nueva trama que esboza, fluyendo, fluyendo y fluyendo, se pregunta constantemente si algún día se acabará, pero con Eiji esto cambió.
—Me preocupa. —Esos ojos jodidamente amorosos le hicieron sentir que sin importar por los tubos, frascos o matrices que pasara, trama tras trama, siempre estaría el residuo que es verdaderamente Aslan, esa esencia inmutable e inquebrantable que sale a la luz a su lado—. ¿Y si no me quiere más?
—Jade… —Le duele ver a su hijo así.
—¿Y si me ignora como mamá? —Siente que es un fracaso de padre, no tiene más cabeza para lidiar con otros problemas, sus dedos se hunden en sus omóplatos con lo fuerte que se ha abrazado, cruje por la intensidad, va a romperse, el vidrio se craquela—. ¿Y si me odia?
—Está enfermo.
—¿Eh?
—Eiji está muy enfermo. —Suelta porque se desborda de líquido que ni siquiera es suyo, goteando y goteando para romper su lugar seguro, amenazando como una tormenta contra vidrio frágil.
—¿Enfermo? —Max capta la señal—. ¿Podemos irlo a visitar, papá?
—Niños, ¿quieren algo de helado?
—¡Sí! —Gritan al unísono.
—Hablen ustedes dos, yo los cuido. —Max lo lee con una impresionante nitidez porque es más papá que su papá pero su papá se está muriendo y él es un terrible papá. Va a vomitar la cena que no ha tragado, niega, sosteniéndose la cabeza, se profesa al borde del colapso, ¿por qué está tan cansado? No es ni la mitad de lo que han lidiado Griffin o Yut-Lung.
Cobarde, es el único cobarde.
—Vamos a tu cuarto.
Navega inerte encima de su cama, flota sobre un montón de problemas que no sabe lidiar y debería, es un profesional responsable y padre de dos hijos, no puede ser negligente, es adulto, obviamente debe saber lidiar con la muerte y toda clase de situaciones duras, no disfruta derecho a derrumbarse ni es un niño para hacer un berrinche, dejó de ser un niño cuando tuvo a sus propios niños. Pero Eiji, se siente tan él mismo al lado de Eiji, mientras pellizca sus mejillas y sus cabellos esponjosos penden como seda entre sus dedos, con esa risa que enciende el mismo sol, con su fragancia cosquilleándole debajo de la nariz y un puchero tan adorable que se ha robado la caja fuerte entera con su corazón.
¿Para qué pretende? No es fuerte, sigue siendo un niño.
Un niño que no quiere perder a quien ama.
Es la primera vez que se enamora y…
—Eiji tiene Hanahaki diagnosticado. —Lo dice con la voz quebrada, no quiere mirar hacia la puerta, tensa sus nudillos encima de las rasgaduras de sus jeans, flotando en esta nada, no sabe a dónde va a llegar, ni siquiera creía importarle, antes varaba y varaba hasta que chocó con los ojos más amables del mundo—. Va a morirse, Griff. —Casi puede ver los pedazos de su nueva botella desprenderse al océano, los escucha golpear y salpicar, si se quiebra el contenedor se derramará y quedará reducido a algo insignificante—. Va a morirse y no podré hacer nada más que mirar.
—Aslan.
—Igual que papá. —El dolor aumenta mientras más intenta arreglarse—. No puedo hacer nada.
—Oh, Aslan.
Griffin lo abraza con fuerza en ese botecito de papel, hunde su rostro en su pecho como si fuese un niño y él hubiese llegado a salvarlo de los monstruos con una flota entera, repasa su espalda, mitiga los hipos con palabras dulces y diablos, está llorando, Ash no recuerda la última vez que lloró porque se vio en la obligación de crecer, le pasaron a los hijos y ¡puff!, de repente era un adulto jodido, pero no podía joderlos a ellos, son lo más importante de su vida. Eiji. Eiji también es importante y por eso llora a moco suelto contra su hermano en un maldito berrinche, necesita consuelo, se aferra, el bote está repleto de agujeros, el vidrio se quiebra y se avecina una tormenta, ¿cómo sobrevivirá?
—Lo lamento. —Dice con ese mismo tono que usaba cuando corría demasiado rápido en Cape Cod y él tenía que curarlo, era un terrible enfermero y le encantaba. Aslan tuvo que aprender a cuidar a los demás demasiado rápido, ¿quién lo cuida a él?, ¿quién cuida a Eiji en ese mugriento hospital?
—Estoy enamorado. —Suelta por milésima vez en el día, pero claro, probablemente el fotógrafo no escuchó esto y se haya quedado solo con la parte de la carga al ser la intrínseca confirmación a sus mayores temores, es más fácil darse por vencido—. No es justo. —Musita—. ¡No es justo!
—No lo es. —Su hermano mayor lo acuna con fuerza, intentando protegerlo de la lluvia y los rayos, no puede.
—No sé qué más hacer. —No tiene energía para batallar contra sí mismo—. Lo siento, lo siento, lo siento. —Ni entiende por qué la culpa lo asfixia como una estaca clavada en su corazón, la sangre cae al agua, mezclándose con un remolino furioso que succiona su barco, las velas se rasgan, las olas rugen bajo las endebles tablas, va a ahogarse.
Eiji, perdóname por no poder estar a tu lado.
Eiji. Eiji. Eiji.
¡Eiji!
A pesar de todo, ese japonés que estornuda su nombre con sonrisitas, ese terco que da patadas tras enojarse porque debe ser la reencarnación de un conejo y lo toma entre gentiles manos, haciéndolo sentir limpio y amado, es su primer amor real. ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Va a dejarlo atrás? Es la razón por la que se apasionó por la escritura otra vez, su perseverancia en la fotografía despertó esa motivación que perjuraba muerta, su capacidad de plasmar el mundo en un flash lo hizo sentirse tan real, tan vivo, tan ¿Aslan? Sí, es el primero en verlo en realidad.
Le da miedo perder esto, no quiere estar de luto por dos muertes que no han sucedido y siente que todo esto lo golpea al mismo tiempo, como una ola demasiado grande que ha volcado su bote para devorarlo a las profundidades del mar, intenta nadar pero la corriente es muy turbia, quiere ayudar, quiere hacer algo, no puede quedarse simplemente sentado esperando que la vida se vaya en puras rosas, quiere traerlo a vivir a su lado, ¡lo que sea! No porque lo hará mejor que Yut-Lung, solo…
Lo ama.
Lo ama y espera que sea suficiente.
—¿Qué quieres hacer? —Griffin no lo aparta cuando le pregunta eso, usa palabras gentiles y suaves, igual que la brisa marina, repasa sus hombros en una súplica para que se relaje.
—Quiero estar con él. —Se sincera con un jadeo penoso—. Quiero volver a su lado.
—No será fácil, es Hanahaki.
Ash sabe, es sencillo enamorarse de alguien por primera vez, por eso existen tantos diagnósticos de esa enfermedad mortal, pero tratar de enamorarse una segunda vez, luego de sobrevivir al malestar y los moretones en el corazón, con las flores arraigadas a cada fibra, poro y célula del alma. Acá cree que el amor comienza, cuando pese a conocer el sufrimiento aún se arriesga.
—No me malentiendas, no intento desalentarte con Eiji. —Comienza, sus dedos se aferran a la orilla del barco de Ash en vano, no va a poder sostenerlo contra tan violenta corriente, se pregunta si esto es lo que su terco constantemente siente, como algo ínfimo, vulnerable y sumamente frágil nadando contra la corriente porque el instante que deje de nadar, sabe que se hundirá y no volverá—. Solo te estoy advirtiendo que será difícil entablar una relación. —Sus manos se encuentran encima de la cama, es un toque amable.
—Lo sé. —Es paternal, Griffin siempre ha sido más papá que el propio Jim, obviamente es doloroso verse en la obligación de forjar una relación paternal porque es ahora o nunca en el fondo, o permite que su progenitor sane sus heridas solo para olvidarlo o se queda sumido en el rencor—. Sé que no me estás desalentando. —Afirma, sintiendo su cuerpo un poco más firme en el barco imaginario—. Solo gracias por escuchar. —Necesitaba que alguien lo hiciera.
—Para eso estoy. —Revuelve su cabello, enredando sus dedos en esos rebeldes mechones dorados que Eiji cortó y lo sabe, no pudo estar conectado al Hanahaki al ser muy duro aceptarlo—. Me alegra verte enamorado. —Confiesa con las mejillas rojas y la boca tiritona—. Luego de Amelia te cerraste tanto al amor, me era doloroso verte así.
—La felicidad no está en una pareja. —Bufa.
—Pero es agradable contar con alguien. —Claro que tiene razón, Ash puede tener 200 puntos de IQ, sin embargo, Griffin sigue siendo el mayor—. Es agradable saber que a pesar de todo habrá alguien creyendo en ti, inspirándote a mejorar más. —Recuerda el discurso cursi y rosado que soltó apenas vieron la cámara, quería que Eiji pensase en él al tomar fotografías, es tan presuntuoso, sonríe.
—Él me hace muy feliz.
—Lo sé. —Griffin es comprensivo—. Se te nota en la cara.
—Así como a ti tu enamoramiento con Max. —Lo molesta, ha tenido muchas conversaciones serias y necesita a alguien que molestar.
—¡Aslan! —Gimotea—. No estoy enamorado de Max. —Alza una ceja.
—Ajá.
—Nuestra amistad es perfectamente normal. —Se levanta de la cama, tomando una chaqueta.
—Díselo a Jess. —Su hermano mayor suspira con una sonrisa divertida—. Voy de regreso al hospital.
—Lo supuse.
Fue necesario encerrarse un rato para rasgar la disociación luego de sobrellevarla, es un mecanismo de defensa sumamente primitivo, cuando las emociones inundan con demasiada violencia ayuda en favor a la desconexión, a respirar, es como presionar el botón de cámara lenta, una bomba atómica puede estar cayendo pero da igual por esos fotogramas, cada quien tiene maneras de sobrellevarla, su padre usaba el alcohol, vio mucha disociación en Jim durante su infancia, Griff usa las cartas, Ash usa las máscaras que plasma en libros y Eiji, su dulce y lindo Eiji, ¿al menos tuvo eso? Un refugio, un lugar seguro aunque las rosas lo estuviesen devorando todo, le da pena, le da pena amarlo si se está muriendo, le da pena haberlo conocido tan tarde, le da pena no poder hacer nada y le da pena estar estancado. Pero de todas maneras se arma de coraje y regresa, no lleva su armadura, nunca ha sido capaz de ponérsela cuando se trata de él.
—Hola. —Abre la puerta en su botecito de papel, el cuarto está inundado de pétalos invisibles, de rosas que siempre han estado aquí pero eran demasiado incómodas para ver, no se puede ver nada, el rojo lo ha recubierto todo, ni siquiera se escucha un suspiro de agonía.
—Ash… —Pero lo encuentra, por supuesto que lo hace—. Hola.
Es cuestión de almas gemelas.
—¿Qué haces aquí?
Hay una infinidad de cosas que pretende decirle, no obstante, un abismo yace entre ellos, una grieta que se hace aún más obvia por la bata azul de papel pegada a su cuerpo igual que una camiseta de fuerza, por el florero descolorido con rosas en la ventana, por sus ojitos empañados con una gruesa capa de fatiga, hay una mueca de traición en su rostro, traición y vergüenza, Aslan se concibe como un traidor luego de haberle fallado. Sus labios se separan, no escapa nada, se abruma por la barrera entre ellos, por la distancia, debería dar un paso hacia atrás y darse por vencido. ¿Cómo ayudarlo si no quiere ser ayudado?, ¿cómo salvarlo si no quiere salvarse? Lo ve en sus pupilas, lo ve nítidamente en un grito silencioso: «lo siento por ser una carga, odio que estés pasando por esto, déjame morir».
Eiji se ve a sí mismo como una enfermedad.
Todos ven a Eiji como una enfermedad porque negarla sería aún más enfermizo.
—Estoy enamorado de ti. —Pero Aslan nunca lo ha visto ni lo verá así, es cierto, no ha cargado con la cantidad de hospitalizaciones que Yue aqueja, se acaba de enterar hoy del Hanahaki, es ignorante en el tema, apenas se profesa aprendiendo a gatear.
—Ash…
—Está bien sino me correspondes y quieres rechazarme, pero si vas a rechazarme porque crees que serás un problema para mí, porque crees que me estás protegiendo de algo o me estás librando de una especie de condena, estás equivocado. Eso sería egoísmo y orgullo, me importas, pretendo estar acá para ti y apoyarte como corresponde, quiero que me dejes entrar, comparte tu peso conmigo, tal como yo lo he hecho contigo, por favor. —Suelta de golpe, su cabeza puede ser un revoltijo pero su corazón está más que claro, se acerca, paso a paso.
—No sabes en lo que te estás metiendo. —Eiji retrocede hacia la camilla, jalando de las intravenosas como si fuese un animal herido en busca de refugio—. Me convertiré en un problema.
—Ambos somos problemáticos, nos echaron de la biblioteca por jugar con los libros. —Entonces se ríe y Dios, Aslan jamás ha estado más seguro de una decisión en su vida.
—Te vas a cansar de mí.
—Nunca podría cansarme de esos pucheros, me dan ganas de llenarte de besitos.
—Te será incómodo salir conmigo, no puedo comer muy bien a estas alturas, la gente nos mirará.
—¿Me has visto? La gente ya me mira, soy increíblemente guapo. —Eiji rueda los ojos, divertido.
—Presumido. —Finalmente Aslan llega a su lado, aprieta su mano, es suavecita y pequeña, encaja a la perfección entre la suya, quiere sostenerla por siempre.
—¿Ya se te acabaron los argumentos? ¿Eso es todo? —Se burla con descaro antes de sentarse en la camilla, las converse cuelgan por la elevación mecánica.
—¿Por qué eres tan irracional? —Ash se encoge de hombros, presionándole un beso encima de los nudillos sin pedir permiso ni perdón.
—Porque estoy enamorado. —Enrojece con violencia, le encanta esa expresión.
—¿Sabes? Es descarado venir a soltar todas estas cosas cuando no te has disculpado por lo que pasó antes. —Se queja, inflando sus mejillas y tensando los brazos sobre el pecho porque es muy macho y rudo, lo había olvidado.
—Si yo hipotéticamente me disculpara. —Advierte, regresando a Eiji y qué injusto es que exista un ser humano tan sublime y hermoso, no hay ruido blanco ni olas ni lluvia, solo hay latidos de corazón explotando en sus tímpanos en un dulce arrullo calmo, esto es agradable—. ¿Me perdonarías? —El japonés se ríe entre dientes, trazando figuras al azar alrededor de la palma de Aslan.
—Tienes una manera de averiguarlo ¿no? —Se muerde la boca, suplicando para que sus neuronas vuelvan a hacer sinapsis y no se queden repasando una y otra vez lo mucho que le fascinan sus ojos, su sonrisa, su nariz de botón, sus mejillas rellenas, su bronceado sexy, sus brazos fornidos, mierda.
—Yut-Lung no quiso decir nada de lo que dijo.
—¡No te disculpes por Yue! —Chilla indignado—. Ash, no seas malo. —Es un bebé, piensa y ambos lo son.
—Lo siento. —Dice en serio, inclinándose, acariciándole el borde del rostro con una delicadeza que incluso a Hemingway le sería imposible de narrar, queda cerca, realmente cerca, Eiji contiene el aire en los pulmones como si estuviese a punto de zambullirse, se aferra a los hombros de Ash, quien no deja de enviarle espasmos de pura electricidad con sus caricias de mariposa—. Reaccioné muy mal a la noticia y dije cosas crueles que realmente no pienso, estaba enfadado y sobrepasado, me asusté, estoy asustado aún porque no quiero perderte.
—Tampoco quiero perderte. —Eiji se encoge dentro de la bata, la sal de mar chispea entre su lengua, lo ha encontrado varado, flotando con sus últimas fuerzas, el barco de Ash no es grande, pueden hundirse ambos si se arriesga—. Pero no soportaría que me vieras solo como una enfermedad. —Él está llorando en silencio, ¿cuántas veces habrá llorado en silencio para no molestar?
—Nunca podría. —Le promete, encendiendo un fuego que debía permanecer extinto, subiéndolo a su bote a pesar de las consecuencias, tiemblan con la suavidad de los toques—. Nunca te vería como un simple Hanahaki. —Eiji no se resiste, al contrario, relaja sus párpados para restregarse contra su palma porque es un conejito mimoso.
—Nunca es una palabra bastante fuerte ¿sabes? —Musita.
—No te gustan esa clase de cosas.
—Porque no debería mantener promesas que no puedo cumplir en mi condición. —Y si Ash fuese más racional aceptaría la crudeza de este destino, lo dejaría, son de mundos diferentes, no estaba escrito que se encontrasen, debería seguir con su vida y no puede.
—Eiji… —Los últimos rayos del sol lo delinean, convirtiéndolo en un cuadro que lo despoja hasta de su misma existencia—. Quédate a mi lado. —Suplica con voz temblorosa, dedicándose a memorizar este instante, a arrancárselo al destino, al Hanahaki o a quien sea, aprieta sus mejillas con un aleteo grácil, no es brusco ni demandante—. No tiene que ser para siempre, aunque sea solo por ahora.
Se derrumba en el regazo de Eiji, esconde su rostro entre sus brazos, se sumerge, intentando que el bote siga a flote, usando todas sus fuerzas para mantenerlo a salvo. El toque del japonés encima de su nuca desata un torbellino en su corazón, las mejillas le queman, las flores apenas tocan sus labios, el alma le sangra, es un niño lastimado.
—Para siempre.
Y Aslan sabe que el para siempre de Eiji es diferente al suyo, pero no le importa, es una promesa, es una promesa de almas que no traicionará jamás.
«Para siempre».
Notes:
El sindrome del burn out del cuidador es super común en quienes se hacen cargo de alguien enfermo, es importante que las redes de apoyo se cuiden porque sino pasa esto, una persona quemada y lastimada no ayuda a nadie, al contrario, puede empeorarlo, eso no hace a Yue malo, es un evento puntual y cabe recordar que ha apoyado a Eiji en esto durante un año de la mejor manera que supo hacerlo, tampoco define a Aslan, y se puede arreglar aunque nunca se borra lo dicho.
Me queda nada de planificación con este fic, los capítulos aumentan horriblemente en el largo y la verdad me siento muy orgullosa de su desenlace, no sé, creo que realmente quería transmitir el mensaje que deja ese fic y aprecio mucho a quien le llega, gracias y nos vemos mañana con algo más concreto.
Chapter 11: Bullying.
Notes:
Hi~ He regresado con mi pequeño spam masivo por estos lares, creo que a excepción de un día esto tendrá practicamente actualizaciones diarias hasta acabarlo, el mes se me hizo nada, la trama se me hizo nada pero al mismo tiempo siento que llevo una eternidad escribiendo esta trama, es algo bien curioso. Mil gracias a todas las personas que me han acompañado hasta este punto, hoy se viene una de las referencias de los últimos artes oficiales que nos dieron por la colaboración con el restaurante, así que ojala se entienda.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
«Ordinario».
Esa es la palabra que ha acompañado a Eiji durante toda su vida, las personas suelen referirse como si le faltase personalidad en comparación a quienes lo salvaguardan, como si fuese extra en un libro de Aslan o el transeúnte casual en una de las fotografías de Sing, Eiji es ordinario, su arte es ordinario e incluso su apariencia, todo de él es ordinario y se dijo que estaba bien con eso.
Lo ordinario…¿Qué es lo ordinario? Desde que tiene memoria no ha pasado un solo día donde no se sienta así o haya sufrido esta clase de revoltijo visceral, incluso antes de los pétalos devorándolo por dentro, ser ordinario luce tentador, así al menos puede olvidar que es un feo monstruo, un Hanahaki personificado. A veces, posee la impresión de que los únicos instantes donde es realmente él mismo es cuando la oscuridad lo cubre todo y puede dejar salir a esa aberración de pétalos podridos, como si se quitase el disfraz de humano y permitiese que esa grotesca criatura saliese a dar un respiro con sus raíces derretidas arrastrándose por doquier, sus pétalos carcomidos por las larvas y la pestilencia a muerte impregnada en su segunda piel, es asqueroso.
Es en esos momentos, cuando Eiji se encuentra apenas de pie, intentando sostenerse como si fuese una montonera de huesos trémulos y quebrados, vomitando y vomitando y vomitando rosas, viendo con una mirada vidriosa y desenfocada los matices fundirse en una mezcolanza casi preciosa de rojo vivo y sangriento. Es en esos momentos cuando se da cuenta de que no es para nada ordinario, sino algo (ni siquiera alguien, no se considera persona en este punto) abominable, patético y nocivo que daña a quienes él ama en una especie de karma divino.
Ser ordinario es mejor, piensa.
Al menos si su arte es ordinario, si su personalidad es ordinaria, si su aspecto es ordinario, si su vida simula ser ordinaria podrá desaparecer sin mayor relevancia, eso le es angustiante y reconfortante en iguales medidas. Piensa en Yue y lo mucho que ha sufrido por su culpa, aísla aquel recuerdo que padeció tras la puerta del hospital para pasarlo mil veces detrás de sus párpados, las palabras arden contra su corazón hasta dejarlo como un trozo chamuscado e irreconocible, un trozo de plástico, un guijarro deforme que olvidó la erupción de algún volcán o un animal que murió hirviendo contra el calor de la carretera.
—¡Esto es una carga! No tienes idea de lo que es lidiar con el Hanahaki, he renunciado a mi libertad para desvivirme por él, ¡es una carga y estoy cansado!, ¡ya no puedo más!, ¡Eiji es una puta carga!
«¡Eiji es una puta carga!».
Ja.
Fue al escuchar esas palabras que deseó ser ordinario con todas sus fuerzas, el tener una vida normal al borde de ser aburrida se escucha realmente tentador en este punto, no puede y le da pena.
Recuerda una noche que Yue se quedó a dormir en su apartamento, no sabe si fue un sueño porque el agotamiento lo drenó igual que una sanguijuela raquítica, aun así, asegura haber tosido rosas con gritos amortiguados contra la almohada. Aún si era un sueño creía que Yut-Lung sabía lo que pasaba, se estaba muriendo y tenía demasiada vergüenza para pedir ayuda, para ser una carga, así que lloró impotente por estarle mostrando esta parte tan imperdonablemente asquerosa de él mismo, creyó que al menos lo consolaría extendiendo su mano hacia su espalda por reflejo o preguntándole al día siguiente: «¿acaso estás enfermo?». Y esperaría que Eiji le respondiera que no, así seguirían con esa farsa, porque el delgado hilo del que pende constantemente su amistad se mantiene inalterable, en un perfecto equilibrio al borde de la ruptura y la seguridad, de esa manera podrían continuar con la actuación de ellos mismos donde fingen ser buenos amigos pero no se miran en realidad. No ocurrió, aún si la actuación no ha dejado de correr, no ocurrió, poner el tema en la mesa lo haría real ¿no?
Ordinario.
Eiji desearía ser ordinario.
Eiji = Ordinario.
Rosas = Ordinarias.
Eiji Okumura = Rosas.
—Vaya, eres extraordinario.
Por eso, escuchar esa palabra lo deja congelado, generando un efecto casi venenoso en el monstruo que yace en su interior a plena luz del día. Se obliga a sí mismo a bajar los cubiertos, clavando contra el mantel de cuadros sus propios puños, conteniendo una decena de preguntas que no desglosa por dónde empezar a articular, y mira con ojos muy pero muy grandes al chico del cabello genial, lentes de sol alzados con orgullo sobre una cresta púrpura y un conjunto tan rosado y brillante que combina a la perfección con el restaurante de ostras al que han ido.
—¿Extraordinario? —Shorter asiente, terminando de devorar las ostras del plato, es un local bonito y agradable, parecido a un bar pero con ambiente aún más relajado donde el más joven ha escogido presentarlos.
—Claro que sí. —Canturrea como si fuese lo más obvio del mundo, chupando sus dedos, mirando a Eiji con una expresión que le resulta indescifrable y entrañable—. Cualquiera que pueda soportar a este hijo de puta es extraordinario.
—¡Shorter! —Ash gimotea, pateándolo por el piso, lo sabe porque la mesa se ha empezado a mover de arriba hacia abajo aún con la mirada desaprobadora del camarero, las luces cálidas bañan desde el mantel de cuadrille hasta los apetitosos platos de abundantes alimentos. Si bien, le es duro tragar a causa del Hanahaki está haciendo su mejor esfuerzo, pidió un almuerzo americano para tener una experiencia completa, bistec y papas fritas—. No lo escuches, Eiji. —Como los adultos que son, Aslan procede a cubrirle las orejas, consiguiendo que arda por los toques, quema, quema como el sol.
—No seas infantil. —Lo reprocha, deseando que los latidos de su corazón se calmen en la mesa.
—Además, ya debe saberlo. —Shorter sopla divertido, los bordes de la silla crujen cuando el japonés se hunde contra el revestimiento de cuerina, se ha puesto un mullido suéter crema y un chaleco con diseño de cuadros azules y rojos, le recuerdan un poco a las despreocupadas camisas que Ash suele utilizar a solas en casa, esas que le encanta robar—. Eres insoportable y no puedes disimularlo.
—Ni siquiera sé para qué los presenté. —Bufa, frotándose el entrecejo una y otra vez, apretando los servicios entre sus dedos como si fuese el protagonista de alguna película ochentera y el tenedor un cigarro a medio fumar, todo un James Dean.
—Porque yo me moría por conocer al chico bonito del que no dejas de balbucear. —Responde con simpleza, encaminando otra vez la conversación—. Eres fotógrafo, ¿verdad?
—Sí. —Una bola de ansiedad cae en el estómago de Eiji, impidiéndole dar cualquier otra mordida a la carne pese a encontrarse deliciosa, deja los servicios de lado. Si bien, Shorter impresiona poseer un aura amigable y cándida alrededor, es intimidante conocer a personas importantes para el rubio, lo mismo le pasó al presentarle a Max, creyó que moriría en combustión espontánea—. Lo soy.
—Es una ventaja tener un novio fotógrafo, te pediré tus servicios para mi pastelería.
«Novio», adora cómo suena eso.
Ash es su novio.
Ash y él…
Sabe que la muerte es inevitable para cualquier ser humano, que a todos en algún punto les llega el momento de perecer y es lamentable, sin embargo, es mucho más doloroso tener la fecha marcada y estar forjando esta clase de relación tan meliflua con otra persona. Es egoísta porque hará sufrir innecesariamente al alma más resplandeciente que jamás ha conocido, pero por otro lado, no le es tan egoísta querer pasar tiempo con la persona que ama. Quizás no es ninguna de las dos, no es ni blanco ni negro sino una simple justificación para lidiar con su propio pesar.
—Eres extraordinario por hacer que Ash pose. —Lo libera, arrastrándolo de regreso al local, es como si Eiji estuviese flotando en algún plano astral con sus pensamientos y la fragancia de las rosas y de repente, pum, Shorter lo tirase de regreso a la silla—. Él odia las cámaras.
—¿Eh? —El japonés parpadea incrédulo, alterna su atención desde ese verde pétreo hasta el agarre que pende sobre la mesa, le encanta que las manos de Aslan sean más grandes y ásperas, son frías, su madre solía decir que quienes tenían las palmas cálidas tenían un corazón cálido y es una tontería.
—No es que las odie. —Refuta—. Solo no me gustan mucho, tuve malas experiencias de modelo, un cerdo intentó pasarse de listo conmigo cuando era niño, Griff me defendió, no fue la gran cosa.
—Pero fue tu idea ser mi modelo, lo lamento, no te lo hubiese pedido si… —Ash detiene la catástrofe antes que se encienda con un roce gentil, es delicado, igual que el aleteo de una mariposa encima de una rosa, debería tener cuidado, sus alas son frágiles, puede perecer bajo sus espinas.
—Contigo es diferente. —Entonces, su novio le regala una expresión que le pellizca el corazón por lo adorable que es—. Contigo todo siempre ha sido diferente. —Musita, con las mejillas ligeramente rojas y una mirada tan brillante que derrite la pelota de angustia en su interior, las flores no demoran en alzar raíces hacia su garganta, clamando hambrientas para ser alimentadas.
—Ya veo. —Es lo único que puede responder—. Así que fue otra táctica de tu coqueteo, me siento estafado. —Bromea—. Aunque salió mejor que andar sin camiseta por tu propia casa.
—¿De verdad andaba sin camisa? —Shorter le da cuerda.
—¡Sí! ¡Sí! —Eiji no duda en tirarla—. Incluso Jade agarró el hábito pensando que se veía genial, pero ¿sabes? Recién despertado no se ve sexy si no adorable, es como un gatito enfurruñado suplicando por mimos. —Shorter resopla divertido entre dientes.
—¿Gatito enfurruñado? Más bien un demonio que rasguña cuando te acercas, estoy agradecido de que sus adorables hijos tengan una personalidad menos mierdosa.
—Pero Dawn heredó sus gustos por la lectura y es horrible, el otro día se enfadó conmigo y empezó a recitarme a Hemingway de memoria para castigarme, ¿qué clase de niña hace eso, Shorter? ¡Tuve pesadillas con cadáveres de leopardos esa noche! ¡Fue espantoso! —Eiji gimotea aún más relajado, estirando sus pies por debajo de la mesa, atragantándose con papas fritas porque es divertido joder a Aslan y no pretenderá otra cosa.
—Una vez me leyó a Salinger toda la noche, da miedo el parentesco.
—¡Lo sé!
—¿Van a seguirme molestando? —Él espeta, ensartando con furia un camarón, porque claro, pudo haber venido a un restaurante lujoso pero ha pedido ensalada de aguacates con camarones.
—Un rato más. —Shorter canturrea, haciéndole señas al mesero para que les traiga cervezas.
—Voy al baño.
Ash se levanta de la mesa con un puchero y Eiji no puede hacer más que sacar una fotografía mental, está vistiendo un conjunto tan colorido que al salir de la casa se tuvo que preguntar verdaderamente si este era el mismo chico de poleras rotas de Walmart y jeans rasgados, solo más adelante entendió que estaba nervioso por presentarlos. Es una polera roja que se ve acunada por una camisa azul que combina casi accidentalmente con Eiji, cubierta por una casaca café, sus afilados ojos depredadores se han visto enmarcados por unos lentes de montura delgada y su cabello fue domado por una sutil coleta, le dijo que fuera a un estilista profesional pero no, es terco y se mira absolutamente lindo.
Adora cómo ese conjunto se mira en Aslan, la manera en que la chaqueta quiere ceñirse a su cintura pero el bulto de prendas debajo no lo deja, cómo sus piernas parecen aún más largas en un pantalón de tela y no un jeans adolescente, cómo sus cabellos dorados resaltan aún más su palidez, tiñéndolo con un aura casi angelical, se mira etéreo y lejano, toda una musa.
Clic.
Capta la fotografía mental de Ash sacándole la lengua para ir al baño porque es muy maduro, murió en la habitación de hospital por esta misma sensación congelada de alma, como si pudiese tomar el reloj de la vida entre sus manos y detener las manecillas, espesando el poco tiempo que les queda hasta un indefinido, dejando descansar su corazón acá, entumecido igual que ese leopardo.
—Realmente estás enamorado. —La confesión de Shorter lo toma por sorpresa, más, no lo exalta—. Es un alivio. —Porque cuando alza el mentón hacia el hombre del cabello más genial del mundo choca únicamente con una mirada dulce y comprensiva, él reconoce esa clase de mirada, la ha visto en Yue incontables veces—. Estaba preocupado.
—¿Preocupado? —Eiji puede imaginarse la razón, no obstante, desea escucharlas si se lo permite—. ¿Por qué? —El contrario frunce la boca, enfocando su atención en las conchas vacías de las ostras.
—¿Cómo decirlo? La gente suele acercarse a los hijos de Ash para conseguir algo de él, luego se van, eso lo volvió bastante desconfiado en el amor, no puedo culparlo, para los niños era duro verlo así.
—¿Qué? —Eiji suelta los cubiertos contra el plato, la cerámica chirría en un alarido ante tan abrupto movimiento y es que no puede creerlo, ¿realmente existen personas que caerían tan bajo para herir a los niños?—. ¿Hablas en serio? —No le extraña que Dawn sea tan reticente de esa manera.
—Ash no siempre fue tan desconfiado. —Intenta explicarse, frunciendo el ceño, provocando que los lentes le retiemblen incluso encima de la cabeza—. No sé, las personas probablemente vieron a sus hijos como una oportunidad para hacerlo más accesible, se ha vuelto mucho más feroz, por eso me preocupé mucho cuando escuché que te acercaste porque Jade llamó. —Recuerda perfectamente aquel día, estaba discutiendo por Sing y su vaga concepción de amor, sintiendo que el monstruo que habita en su interior se encontraba a punto de rasgar su piel igual que una farsa.
—Nunca me acercaría a él con doble intención. —Musita pero, ¿acaso es verdad?, ¿su amor puede ser desinteresado del todo?—. Miento, lo siento.
—¿Eh? —Shorter no lo entiende, se inclina con más seriedad hacia adelante, duda antes de rozar su palma para incitarlo a hablar, pero Eiji no puede hablar, ese siempre ha sido el problema, perdió su voz apenas se enfermó—. ¿A qué te refieres?
—En que si realmente lo amase desinteresadamente me alejaría de él y le evitaría sufrimiento, no tengo mucho tiempo disponible, no es justo que se encariñe de mí sí de todas formas me perderá, intenté apartarlo varias veces, supongo que jamás usé todas mis fuerzas o no estaríamos acá, pero es tan terco, siguió insistiendo conmigo y ya no quiero luchar más contra mis sentimientos, perdón.
—Eiji… —Entonces, su palma se ve acunada por este desconocido de look increíblemente genial—. No me refería a eso. —Su voz es tan dócil que se le revienta en los tímpanos, igual que una explosión, la siente caer y no puede refugiarse de la onda de expansión, las flores rasgan su tráquea, incrustan sus espinas como si fuesen colmillos, intenta sonreír y aun así, apuesta que romperá en llanto. Claro que sí, es duro aceptar que Aslan lo ama incluso sabiendo del Hanahaki.
—Aun así. —Musita bajando el mentón, sintiéndose débil y viejo, cansado—. Lo justo es que lo sepas porque lo quieres, es tu amigo.
—¿Es grave?
—Es un Hanahaki ramificado de hace un año.
—Oh. —No sabe qué responder a eso, nunca nadie sabe—. Lo lamento.
—También yo.
Se quedan frente a frente en un silencio incómodo, los platos se encuentran vacíos, sus manos están empapadas entre las de Shorter, cree que debe desagradarle, seguramente acaba de decepcionar a Aslan quien no solo le entrega una comprensión desmesurada, sino que le presenta a quienes define de importantes como si fuese a permanecer en su vida y no fuese una simple mancha pasajera. Tirita en silencio, siempre en silencio porque es lo que aprendió a hacer, fingiendo ser ordinario en vez de un monstruo disfrazado, se pregunta si Shorter lo habrá descubierto, si habrá visto la podredumbre que yace en su interior, envolviendo su corazoncito de pájaro muerto con espinas.
—¿Ash sabe? —Asiente, aunque el agarre se vuelve más ligero, Eiji lo concibe como si fuese un par de cadenas y lo hubiesen arrojado en pleno campo minado, tarde o temprano va a tropezarse con sus propios pies y eso lo matará, pisará el lugar equivocado y será lo último—. Mientras él lo sepa no creo que sea mala su relación.
—¿Cómo puedes decir eso? —No quiere alzar la voz—. Es egoísta mantenerlo a mi lado.
—¿Lo es? —Shorter divaga al aire—. Creo que sería estúpido dejarlo ir solo por temor a sufrir, todos sufrimos en cierta medida y si Ash está dispuesto a amarte aun sabiendo eso me parece una mierda que no tengas las pelotas suficientes para amarlo de la misma manera.
—¡Oye! —Grita, alzándose de la mesa, no está enfadado por la honestidad—. Eres directo. —Sino sorprendido, es ajeno a su mundo que el malestar se diga en voz alta, que se quiebren los impasse, piensa en Sing y la venda que se ha colocado o en Ibe y la ignorancia selectiva, todos dirán más tarde que no se dieron cuenta, que no sabían y jamás lo vieron venir, mentira.
—Es parte de mi encanto. —Eiji sonríe, regresa al asiento, los pétalos persisten arañando su interior, gruñen porque quieren salir, abrirle la piel y mostrarles a todos lo qué es—. ¿Te molesta?
—No. —La nostalgia pende en el ambiente—. Me recuerdas a un amigo.
—¿Tu amigo es lindo? —Esa sonrisa socarrona lo pone nervioso—. Estoy soltero y desesperado.
—Es una manera poco atractiva de presentarse. —Se burla—. Pero es muy lindo. —Yue lo mataría si sabe que ha definido su magnánima belleza con tan burda palabra, pero detalles, no lo sabrá.
—Invítalo a mi pastelería uno de estos días.
—No le gustan mucho las cosas dulces.
—Es para que yo me lo sabrosee. —Shorter carcajea entre dientes al verlo ponerse rojo de golpe, le cuesta comprender cómo se volvieron mejores amigos con personalidades más disonantes que el ying y el yang—. Si gustas tú también puedes ir. —El guiño coqueto no ayuda.
—Controla tu calentura. —Ash regresa, acomodando un brazo receloso encima de sus hombros.
—Si quieres van los dos juntos.
—¡No seas asqueroso!
Dios, es una tarde larga de bullying mutuo.
Se alegra que Aslan tenga a alguien como Shorter en su vida, de manera completamente irreverente y tonta le recuerda a Yue, probablemente sea la misma sensación de apoyo y molestia incondicional lo que fulgura. Vuelve a recordar la confrontación en el hospital, piensa en el síndrome del burn out del cuidador, ocurre cuando la red de apoyo se ve tan sobrepasada que explota al borde de padecer una depresión, le preocupa, no es su intención depender al punto de convertirse en el parásito, pese a esos sentimientos explotando unos contra otros, es capaz de vislumbrar que él haría lo mismo por cualquiera de sus seres queridos, si uno se quema es porque ama a la otra persona, no es sano, ni lo justificará, solo quiere decir que es cariño de por medio y que si él ama a Yut-Lung debe empezarlo a cuidar cuidándose por muy enredado que suene.
Ver a Shorter y a Ash irónicamente le confirió esa claridad, escuchar las estridentes anécdotas sobre cómo quedaron atrapados en el mismo cuarto de universidad y se hicieron inseparables, Shorter no lo engaña, tiene una grandiosa capacidad para apreciar la soledad y mitigarla aun si Aslan pretende ser un depredador voraz, porque incluso el pequeño y duro lince no podía soportar estar solo, lindo, y le alegra haberlo conocido siendo sincero, ¡al diablo el Hanahaki! (como si fuese tan sencillo), tiene razón, es afortunado, el cosmos le dio la oportunidad de amar antes de apagarse por completo, lo que es una maravillosa sorpresa, no es una retribución por robarse su talento o inspiración, solo es esto, ellos dos.
Ash y Eiji.
Nada más.
—Lamento el comportamiento de Shorter. —¿Quién es él para acobardarse si prometió quedarse a su lado? Independiente de lo que dure el para siempre, quiere dárselo—. Es un bocón. —Ash musita, han quedado a solas en el automóvil del más joven, un último modelo escarlata y llamativo, elegante y cómodo, le gusta lo acogedor que impresiona con las fotografías de Jade y Dawn por doquier.
—Fue divertido conocer ese lado tuyo. —Juguetea con sus zapatillas alrededor del fierro del seguro, tensando sus manos en los bordes de su chaqueta, repasando los cuadros para aplacar el aleteo feroz de su corazón, igual que un fénix imparable—. No sabía que tenías gustos tan llamativos. —Se han estacionado cerca de los apartamentos, están a solas y eso lo pone nervioso aun siendo pareja.
—Me lo regalaron a los 16 años. —Se burla, desabrochándose el cinturón y quitándose la casaca.
—A los 16 no podías conducir. —Eiji gruñe, Ash no le pide permiso ni perdón antes de desabrocharle su propio cinturón y bajar el asiento con una palanca, dejándolo completamente recostado y ansioso por lo que podría ocurrir o no, está a su merced—. ¿Cómo lo pagaste de todas formas?
—Es un automóvil de segunda mano, no salió costoso. —Musita, acomodándose arriba de Eiji como si fuese un gato mimoso y claro que lo es—. Lo conducía a esa edad.
—Eso es ilegal.
—Lo sé.
—No te imagino siendo rebelde. —Se burla, enredando sus dedos entre los mechones que escapan a la coleta, acariciándolos sin jamás ser demandante o brusco, permitiendo que Ash forje un hogar encima de su pecho. Eiji no se enamoró, se desplomó en este amor, se resbaló de la cornisa sin tener oportunidad de aferrarse a la orilla y chocó, quedando más armado que quebrado por el impacto.
—¿No? En la universidad Max decía que parecía un pandillero. —Recuerda divertido.
—¿El nerd que va a la biblioteca a rezarle a autores mortalmente fastidiosos? No te imagino, serías la clase de pandillero que mata a sus rivales de aburrimiento. —Empuja un poco más, la respiración del lince se hueca contra su cuello, quemando y adormeciendo cada fibra de su existencia, Eiji lo atrae, ambos miran el techo como si estuviese repleto de estrellas en lugar de esa gruesa funda.
—Entonces voy a escribir una trama sobre mí siendo un pandillero. —El japonés bufa, consiguiendo que su cabello esponjado salte sobre sus cejas.
—No te quedaría bien. —Presiona un beso sobre esa matita dorada solo para aplacar el puchero, se aferra a Aslan como si fuese un salvavidas, no porque pueda salvarlo, sino porque desea extender el tiempo de ambos recostados en el asiento del auto, fingiendo que no existe nada más, que son los dos últimos sobrevivientes a una apocalipsis o los primeros en ser creados—. Líder de pandilla, es poco creíble.
—¡No es verdad! —Gimotea porque es un niño—. Tú serías algo así como un fotógrafo extranjero.
—¿Vine desde Japón a América solo para fotografiarte? —Él asiente con orgullo—. Vaya que debes ser un pandillero importante. —Se burla, sintiéndose más ligero aun si las flores aprietan su corazón igual que dos cuerdas tensas, teme que en algún momento se corten o lo corten, pero no sabe cuál de las opciones lo aterra más.
—Lo soy. —Ash continúa vacilando, restregándose contra la melodía errática que no deja de resonar dentro del automóvil, el aroma a su shampoo le cosquillea por debajo de la nariz, le roba una sonrisa y de repente, tiene muchas ganas de abrazarlo fuerte y no dejarlo ir jamás. Esa sensación de soledad a pesar de tenerlo encima, derritiendo el hielo que lo recubre se mantiene omnipotente porque por mucho que lo desee el Hanahaki no se esfumará—. Y tú serías un terco en esa situación, estoy seguro que te mandaría de regreso a Japón mil veces y no te irías.
—¿Por qué me iría? —Aslan eleva el mentón con una expresión tan pura de amor, con las luces del atardecer empapando el lienzo que es su piel, con el corazón pesado flotando hacia él.
—Porque yo sería peligroso.
—¡Por favor! ¿Peligroso según quién? Yo debería ser el único que decida si creo que eres peligroso para mí y si quiero permanecer a tu lado. —Espeta sin disimular la indignación, el pecho le punza, el hedor de las flores escapa como si hubiese roto una presa (¿tal vez se quebró él?), es un constante recordatorio del monstruo que yace expectante en su interior, abraza a su pareja con más fuerza, temiendo que lo devore también.
—Esa también debería ser mi línea. —Finalmente ve el punto de toda la conversación, seguramente escuchó lo que le dijo a Shorter—. Yo debería ser el único que decida si quiero permanecer a tu lado o no. —Pero en realidad no yacen pandillas que impidan el amor, sino una enfermedad terminal con dos ojos cafés y un cabello desordenado.
—No es lo mismo. —Aslan lo aparta, no lo suficiente para liberarlo de la caricia, pero sí lo suficiente para mirarlo.
—Es lo mismo. —Le asegura—. Estoy enamorado de ti.
Y Eiji se ahoga en este momento.
No alcanza a tomar ni una bocanada de oxígeno antes de sumergirse dentro de tan despampanantes ojos, son líquidos y brillantes, excepcionalmente verdes, es donde quiere permanecer para siempre, sabe que su corazón yace ahí, grabado a fuego lento en una promesa temblorosa, igual que las flores arraigadas a sus órganos, tan incrustadas a él que francamente no sabe quién es sin Hanahaki. Eiji se restriega contra Ash, escucha el palpitar con suma facilidad, es más rápido que un disparo, le es ridículo, por supuesto, se conocen desde poco, no es lógico que estén tan...enamorados.
Pero lo están.
Y durante cinco minutos quiere esto nada más, quedarse inmóvil, pegado a Ash, con el alma desnuda y el corazón sangrante goteándole desde la manga, almacenando el momento en su memorándum fantasma del verdadero significado del amor, el amor que es un girasol y no una rosa, amor que cura y no mata, amor que inspira y no extingue. Amor que no alcanzaría a pronunciar ni en un millón de palabras porque parece haber sido creado única y exclusivamente para amarlo.
Un amor que no es ordinario, sino extraordinario.
—Supongo que en todas mis vidas estoy condenado a amarte, onii-chan. —Se ríe el desgraciado, se eleva, presionando un beso empalagoso sobre su mejilla inflada y roja—. Estamos destinados a esto.
—¿Terminamos bien en tu novela de pandilleros? —Pregunta con cierto temor, sus dedos se crispan contra la camisa azulada, vacilantes, no quiere hundirlo pero se hundirá sino lo toma, ¿qué es menos egoísta?, ¿qué tanto puede persuadirlo si tiene libre albedrío?—. ¿Terminamos juntos?
—No lo sé. —Le responde, acurrucándose contra Eiji—. Aún no la escribo.
Irónico, ¿verdad?
Eiji ha escrito toda la historia antes de vivirla, la premonición al futuro lo ha ligado incluso antes de ese destructivo Hanahaki, como si su mismo nombre lo hubiese condenado a la ordinalidad falsa, él quedó atado al significado de esas flores. Es una criatura, un monstruo, destinado a la muerte, no a tan dulce amor, no comprende por qué Aslan insiste tanto, ¿para qué?, la batalla se perdió antes de empezar, a veces esta clase de pensamientos intrusivos lo abofetean de golpe, voltean el frágil barco que usa para mantenerse a la deriva y lo arrojan a las aguas infestadas sin que pueda hacer más. Es una sensación tan confusa tener a dos Eijis luchando dentro de él: uno que realmente quiere vivir y recuperarse y uno que es enfermedad, uno que ama con todo su ser y uno indigno de ser amado o de amar, uno que es un girasol y uno que es una rosa.
¿Será posible? Arrancar las raíces del destino y volverlo a plantar o tal vez Aslan no quiera arrancarlo como los demás, sino que desviar el curso, igual que un árbol que crece chueco y le dan un soporte para ayudarlo, tal vez no odia al Hanahaki pero pretende resignificarlo. De cualquier manera aquello pierde importancia apenas ponen un pie dentro del apartamento, el lugar es un caos de platos rotos y gritos, los niños están en sus cuartos a puertas cerradas, Griffin se cubre las orejas con fuerza, luce tan impotente y cansado mientras Jim no deja de arremeter su ira contra los objetos del hogar.
—Papá confundió la cocina con el baño y se orinó, se enfadó cuando le traté de poner pañales.
Ash impresiona a punto de colapsar ante la imagen, la pestilencia entremezclada a los arranques de cólera una y otra vez, los gritos taladrándoles los tímpanos contra la carne viva, las súplicas perdidas contra una tela de ojos empañada, los rezos chocando contra dientes en nombre de Dios. Eiji quiere cubrirle los ojos, no está familiarizado con esta clase de arranques y desea protegerlo, como si con ese gesto pudiese mantenerlo impune, como si pudiese adivinar lo mucho que esto lo lastima, pero no lo hace. En su lugar, camina hacia Jim y aprieta su mano muy suave, igual que a un niño.
—Todo está bien. —Musita con voz muy pero muy baja, tolerando los golpes que le estampa contra su pecho, es más fuerte que él y le duele, pero clava sus zapatillas contra las baldosas de la cocina para contenerlo, es experto a estas alturas—. Estás a salvo. —Entonces, los golpes disminuyen de intensidad y aparece un llanto desconsolado, cayendo en gruesas lágrimas por una fea y masacrada expresión.
—Aslan. —Lo llama—. ¿Por qué Aslan nunca viene? —Y se derrumba sobre Eiji—. ¿Por qué mis hijos no me quieren? Lo siento, lo lamento por haber sido un terrible papá, lo intenté lo mejor que pude, comprendo que no me quieran, pero estoy tan solo, mi padre tampoco me amaba, no me enseñó a ser papá, él era duro, él era cruel, intenté no ser cruel, no los golpeé como él me golpeó, los defendí.
—Jim. —Solloza con fuerza, apretando el chaleco del japonés con una fragilidad que le resulta violenta, teme que se derrumbe ante la más mínima brisa.
—¿Por qué jamás me vienen a ver? ¿Por qué no me quieren? ¿Por qué…? —Hipea con fuerza, débil y pequeño.
—Estás a salvo. —Eiji lo acuna contra su pecho, le acaricia el cabello ante las miradas horrorizadas del resto, la demencia ha convertido a Jim en un niño, así ocurrirá el retroceso mental, su cerebro es una lucha contra el tiempo igual que su Hanahaki—. Estás a salvo. —Tararea la canción de cuna que suele calmarlo, es grácil y delicada, igual que el canturreo de un mirlo.
Le da pena saber que ninguno de los dos se rehabilitará, antes creía que podía meter los problemas en una caja mental, esa que arrojaba al lago del olvido que tiene por alma, por más que quisiera las cajas siempre se terminaban abriendo, explotándole en la cara con esa clase de arranques furiosos o con un desangramiento de pétalos a las dos de la mañana. Le canta a Jim, nadie se mueve, pájaros graznan en la ventana, no obstante, no captan la atención de nadie.
—Jim… —Entonces, Eiji lo aparta una vez ha contenido la tristeza, su ropa es un desastre asqueroso del que más tarde lidiará, porque sí, esto es parte del retroceso psicológico—. Tus hijos te vinieron a ver. —Les hace una seña para que se acerquen, la atmósfera es decadente, carente, fría y olvidada.
—Papá. —El aludido ladea la cabeza como una lechuza, intentando encontrar la familiaridad dentro de las palabras, queriendo entender por qué lloran como si fuese el fin del mundo.
—¿Quiénes son? —Pregunta confundido, apretándose la cabeza con mucha fuerza, conteniendo una mueca de dolor—. Yo no…
—Son tus hijos. —Eiji le explica con paciencia—. Griffin y Aslan.
—¿Mis hijos? —Vuelve a preguntar, las lágrimas continúan cayendo aunque ya no se mira alterado, no hay más brillo ni vida en sus pupilas, son un vórtice hambriento siendo carcomido por alguna enfermedad—. ¿Tengo hijos? ¿Quiénes son ellos? Quiero ir a casa. —Tiembla, encogiéndose contra sí mismo como un animal herido.
—Aslan y Griffin. —Insiste.
—¿A-Aslan? —Pronuncia despacio, con la boca partida, la piel quebrada igual que un papel y el alma perdida—. ¡Ash! ¡Griff! —Proclama como si fuese una persona completamente diferente, ignorando lo que acaba de ocurrir para abrazar a sus dos hijos con nervio, dejándolos helados—. Me alegra que me hayan venido a visitar. —Ni siquiera se ha percatado de que sigue orinado, tampoco parece tener la capacidad de ver el malestar de sus hijos, hay una pantalla entre ellos tres—. ¡Vamos! Tengo muchas cosas que mostrarles.
—Eiji… —Ash aprieta su mano asustado.
—Tendrá días mejores. —Promete—. Ya lo verás. —No lo sabe.
Aslan debería estar contento, Jim fue una mierda, ¡sí!, ¡se merece lo que está pasando!, pero dentro de sí mismo sabe que no es así, que lo ama, que el odio es una coraza autoimpuesta para evitar que le duela tanto perderlo cuando ya lo ha perdido. No es más que una carcasa decrépita con el disfraz de su padre, no es justo, no es justo tener que quedarse de piernas cruzadas viendo la agonía, jamás hizo nada para ser el padre del año, pero lo amó lo mejor que pudo y Ash lo ama, lo ama y no quiere perder a dos personas tan importantes para él, ¡no es justo!
No es justo. No es justo. No es justo. No es justo. No es justo. No es justo. No es justo. No es justo.
¡Es una mierda!
No dicen más durante el resto de la tarde, Aslan se mantiene en un hermético estado de disociación procesando y pensando en el verdadero significado de la muerte, suena tan asimilable en su novela predilecta, siempre le dio confort e incluso inspiración el cadáver de ese leopardo, pero ahora, tener que aceptar que posiblemente ninguno de ellos mejore y no haga más que empeorar…No, no puede mantener la calma, se siente como en una endeble embarcación repleta de agujeros, navegando en aguas infestadas de criaturas abominables, se hunde cada instante que pasa y no es capaz de hacer más que mirar. No sostiene su fachada de adultez ni madurez, se hace pequeño bajo la frazada, Jim se está muriendo, Jim se morirá, Jim dejará de reconocerlo, Jim dejará de ser él mismo, Jim va a ser un completo desconocido y solo va a sentarse a contar los días en el calendario, ¡ja!
—Ash. —Y sabe que es muy egoísta, que no es voluntario lo que vivencia su pareja, sin embargo, no se logra detener a sí mismo y lo abraza muy pero muy asustado.
—Por favor no mueras. —Le suplica, sintiendo la embarcación agujerearse un poco más, no consigue tomar aire, se hunde con tanta fuerza que ya se encuentra al fondo del lago, extiende su mano por ayuda, pero la demencia no tiene piedad ¿verdad?—. Por favor, inténtalo.
¿Intentarlo?
Es injusto.
Aslan está siendo jodidamente injusto porque tiene razón.
Eiji aún no lo intenta con todas sus fuerzas, no al borde de desvivirse, no al borde de exprimir hasta su última gota de vida porque efectivamente ha sido un cobarde ordinario toda su vida, es más fácil correr, asumir el final y ponerle un punto a luchar. Pero ver a Ash de esa manera, cayéndose pedazo tras pedazo entre sus brazos, aferrándose a lo poco que queda de Eiji, remece dentro algo potente, ferviente e inquebrantable. Sabe que su propia situación no alterará el curso de la demencia de Jim, que no puede borrar nada de lo que ha empeorado, no obstante, puede estar de ahora en adelante para Aslan y sus hijitos, puede ser un refugio incondicional para las tormentas, no va a pasarlas solo otra vez, no lo permitirá, no porque este terco sea débil o algo así, Dios sabe que puede, sino porque lo ama.
Y amarlo lo mata.
Y amarlo lo revive.
—Prometo intentarlo de verdad. —Le jura con el corazón desnudo y sangrante, volviendo a tragarse su coraje una y otra vez igual que un trozo de carbón, encendiendo con furor las brasas de quién fue y de quién pretende ser—. Podemos hacer una lista de sospechosos para el Hanahaki. —De hecho la tiene, sin embargo, qué aterrador es despertar a los fantasmas.
—Así puedo ir golpeando a los desgraciados que te rompieron el corazón, me agrada. —Eiji se ríe, no es demandante ni sofocante con su abrazo, es protector, como si quisiese y pudiese esconderlo de todo el dolor entre sus brazos, tensa ligeramente el acuno contra su pecho, permite que beba de la melodía que retumba, aplaca las rosas alzando raíces—. Patearé las pelotas de cualquiera que te haya hecho daño.
—Eres un idiota. —Musita, presionándole un beso.
—Y tú eres increíble. —¿Increíble? Eiji ríe con amargura, sintiendo al monstruo en su interior gruñir con sus pétalos y espinas.
—No. —Lo desea proteger con toda su fuerza, usándose de escudo para separarse, ya no le importa si Aslan ve lo podrida que efectivamente yace su alma, tiene permiso para verlo absolutamente todo si de esa manera lo ha escogido—. Soy ordinario. —Musita la defensa.
—¿Ordinario? ¿Hablas en serio? —Ash se aparta, acunándolo del rostro, dando vueltas los papeles, repasándolo con una suavidad que lo quiebra, lo deja convertido en una montonera de pétalos que el viento se lleva al no soportar la tormenta, los mimos son gentiles y embriagadores, navega desde su espalda hacia su nuca, es airoso—. Eres todo menos ordinario.
—Pero…
—Eres extraordinario, Eiji Okumura.
«Extraordinario», ríe.
Por primera vez no se escucha tan mal.
Notes:
Mañana tenemos actualización femenina por otros lares si saben a qué me refiero~ Y en el siguiente capítulo por fin tenemos un rostro nuevo, para que se disipe un poco tanta interrogante y se vaya aclarando quién es el causante del Hanahaki, es de mis capítulos favoritos, pero de nuevo, siempre le tengo algo de favoritismo al final por todo lo que provoca.
¡Mil gracias por tanto! Espero que les haya gustado.
Chapter 12: Hallucinations.
Notes:
Hi~ Acá me tienen a tiempo, este es un capítulo bastante especial porque ya le da pie real al final y va aclarando o dejado en paralelo una que otra interrogante que resolveremos de manera definitiva el fin de semana con el termino de la dínamica.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Lo intenta.
Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta. Lo intenta.
Eiji lo intenta todos los días, tomó la decisión de vivir por muy irreverente, inocente y pretencioso que se escuche, sabe que no por desearlo con más fuerza el Hanahaki desaparecerá en una especie de acto mágico o benevolente del universo, de hecho, cree estar pasando por las etapas de su duelo bastante rápido y violento, sin embargo, sentir a Aslan quebrarse entre sus brazos porque carga con el mundo entero encima de los hombros reventó su burbuja de disociación ¡pop!
«Debes protegerlo».
Comenzó a retumbar por su cabeza, será duro intentarlo de verdad, acumular su fuerza, aferrarse con garras y uñas para presunto fracaso prescrito, no porque sea pesimista, sino que debe afrontar que ha empeorado.
La criatura en su interior es mucho más grande que antes y se encuentra hambrienta, es una lucha diaria tener que pretender ante la familia de Aslan (frente a los niños, no tiene sentido fingir con su novio y lo sabe), pero el Hanahaki se ha vuelto insaciable, igual a una hiena hambrienta, acechándolo desde su refugio en la pradera, relamiéndose los colmillos, lanzando un aullido voraz que le taladra hasta los tímpanos y la única forma de aplacarlo es lastimándose, volcando espinas, tallos, pétalos, incluso rosales enteros, no le importa, que duela, que duela con ganas.
Más, más, más.
Mientras más daño se hace más satisfecho está el monstruo en su interior, más, quiere ver algo aún más grotesco, quiere verlo sacarse las espinas de la garganta, quiere ver sangre salpicar las baldosas del baño, pétalos atorados en su nariz al haberse desviado, quiere clavar sus garras para echar raíces y de esa manera poder envolver a todo Eiji en una cuerda que tensa y tensa, si sigue tensando lo va a cercenar y ambos lo saben. Solo entonces, cuando el japonés yace agotado, con una mirada vacía frente al espejo, con el putrefacto sabor a flores quemándole la lengua, con un espeso hilo escarlata goteándole hacia el mentón, con los órganos recubiertos cada vez por hielo más fino y el alma hecha pedazos que se profesa satisfecha la bestia.
«¿Ya estás contento?», le preguntaría.
Aunque nunca responde, el monstruo le da una sonrisa torcida y grotesca, mostrando las larvas que caen entre sus dientes mientras se pudre, toda la casa se está pudriendo en rosas, y se vuelve a dar una siesta, dejándolo en paz durante algunas horas, dejándolo respirar. Y mierda, es duro intentarlo en esa clase de condiciones.
Estoy tan cansado.
Estoy tan podrido.
Aprecia la misma putrefacción del rosal dentro expandirse por doquier, física y psicológicamente, lo ve desde la repentina caída que ha tenido de cabello, el cansancio que no le permite dejar de tiritar como si fuese una especie de Parkinson, el aumento de pensamientos intrusivos, las pesadillas, esta es su propia exposición de síntomas, tal como a Jim la demencia le come el cerebro, a él lo carcome el Hanahaki pero de una manera más sangrienta, como un zombi incrustando sus colmillos en algún niño sollozante, suplicando y suplicando para que lo dejen ir. «¡Ya déjame, basta! ¡Me rindo!», pero sabe que si se rinde será el final y no puede permitirlo, así que continúa con los músculos temblando en una especie de gelatina, con los párpados pesados, suplicando para que el monstruo no despierte todavía. Todo duele, duele más que antes, duele más que cuando practicaba pértiga. Y aunque tiene personas dispuestas a ayudar…
—¡Eiji es una puta carga!
Mierda, a veces lo empeoran todo, fue inconsciente obviamente (¿hola? Nadie escoge empeorar los síntomas por voluntad, así funcionan las enfermedades), no obstante, desde ese altercado empeoró el Hanahaki con creces, arrinconándolos a agotar hasta el último recurso para salvarse. Y es que Eiji ha sido lastimado más veces de las que logra contar, se han aprovechado de su bondad al punto de traicionarlo y hacer que se traicione, a pesar de la presunta actuación donde quienes lo aman dicen preocuparse por él, nunca nadie lo ha sostenido para consolarlo, fingen que no lo ven, es incómodo mirarlo y eso implicaría aceptar que hay algo malo, no lo hay.
—Adelante. —Esta es la primera vez que alguien explícitamente acuna ese malestar—. Dímelo. —Lo saca de su cabeza porque es demasiado, le permite respirar y no puede estar más agradecido de dicha compasión—. No seas tímido, onii-chan.
—¿Realmente es necesario? —Bufa, ambos se encuentran en la habitación de Ash, están encima de la cama, con el más joven sentado contra el respaldo, hundiendo los músculos de su espalda contra la pared como si fuesen piezas complementarias a un rompecabezas viejo.
—Lo es. —Y con Eiji a horcajadas, le ha prestado la parte superior de su pijama (parece una camisa en realidad) mientras Ash se mantiene con la inferior y el torso desnudo, es una ridiculez vergonzosa que sigan con esta clase de coqueteos—. Es absolutamente necesario. —Le gusta.
—No lo es. —El japonés refuta, cargando su peso sobre el regazo de Aslan, se siente increíblemente vulnerable en esta posición, con las cálidas y ásperas manos de su pareja tocándole los muslos por debajo de la camiseta—. Dijiste que los intentaríamos todos y soy el último de la lista. —Se encoge, escondiéndose en el hueco entre el hombro y el cuello de su novio, haciéndose pequeño acá, en su lugar seguro, su refugio contra las bombas en plena guerra.
—Me pones nervioso, no es justo. —Hunde su nariz, ahogándose en tan embriagadora esencia, ama lo reconfortante que es su aroma, mechones de oro le cosquillean encima de la frente, enredan sus puntas en el desastre esponjado que tiene en la cabeza, es un toque apenas perceptible de mariposa y se pregunta si esto bastará para cortar la intrusión, es una tontería—. No quiero.
—Llevas semanas confesándote, una más no hará la diferencia. —Tensa sus yemas en los brazos del más joven, alargando y estirando esos formados músculos que no sabe cómo diablos los ha ganado si no puede caminar hasta la esquina sin quejarse o quedar sudado, están demasiado cerca en aquel nido, su calidez envuelve a Eiji entero, sangrando gota a gota hacia sus grietas.
—Hará la diferencia, eres tú. —Rebate, poniéndose rojo apenas aprecia un beso fantasma sobre su entrecejo y diablos, siente que no puede luchar más.
—Por favor. —Suplica con una voz muy débil y es trampa.
—Tú ganas.
Eiji se separa lo suficiente para mirarlo, tensa sus yemas aún más contra los hombros de Aslan, quien no deja de sonreír encantado con la situación, sus ojos verdes brillan jodidamente enamorados, eso le presiona el pecho, le entran unas horribles ganas de llorar mientras tiembla, las rosas queman en su interior y es un dolor crónico sostenido, aún sin decirle nada, Ash acomoda sus palmas con suma gentileza detrás de su cintura, lo sostiene, frenando los temblores, asegurándose de musitarle mudo que a pesar de lo imposible de la situación las cosas estarán bien, ambos podrán estar a salvo y es mágico. La tensión y el miedo se disipan en el aire, sus caricias deambulan hacia esas pálidas mejillas, las memorizan, vislumbrándolas teñirse de un adorable rosa, absorbe su calidez y no solo eso, le da de la suya, se detienen los espasmos, las explosiones cesan y de pronto, no importa si nadie lo miró antes, no importan los meses que ha sobrellevado el Hanahaki siendo un niño abandonado y herido, no importa lo perdido que se profesó o lo poco que queda que salvar.
Ash está acá y ahora.
Ash lo está abrazando, transmitiéndole con cada caricia que lo ama, que es más que Hanahaki, que Eiji Okumura = Eiji Okumura.
Ash está acá y aunque sea por un momento, Eiji se permite soñar que las cosas estarán bien en este futuro incierto, que podrá envejecer a su lado, porque diablos, hay tanto que desea hacer, el fuego que arde dentro de su alma se desborda, quemando todo el rosal hasta convertirlo en cenizas. Y no debería ansiar esto sino existe la certeza de una mejoría, quiere vivir y es realmente doloroso enamorarse de la vida estando muerto.
—Me gustas. —Finalmente sisea sin bajar la mirada, acomodando un mechón dorado detrás de la oreja roja de Ash, el tacto chispea enviando un espasmo de pura electricidad líquida hacia el corazón del moreno, como si cada roce fuese leña lista a engrandecer el fuego de su espíritu—. Me gustas, Aslan.
—Y-Yo… —El aludido es incapaz de hallar palabras para responder, han estado las últimas semanas haciendo listas de sospechosos que podrían haber causado en Hanahaki, arrastrando a su novio para que se confiese a otros hombres a ver si desaparecen las rosas con eso, no lo ha conseguido—. ¿Solo eso? —Ash Lynx era el último nombre de la lista.
—¿Ah?
—¿Solo te gusto? —Lo empuja un poco más lejos, hundiendo sus manos en la suavidad del algodón, le encanta cómo esa prenda le luce a Eiji, le encanta sentirlo contra su pecho desnudo, quiere poder meterlo ahí, dentro del bolsillo de su corazón por siempre, así no se tendría que preocupar—. ¿Nada más? —El japonés rueda los ojos, divertido.
—Eres infantil. —Aunque se queja, aprieta sus mejillas con una sonrisa que hace estrellas, se inclina, juntando sus frentes como si fuesen dos pingüinos acurrucados en un nido y se ríe de la cursi idea, sabe que los pingüinos eligen a una pareja de por vida y sabe que independiente de esta enfermedad él también lo ha hecho—. Te quiero, Aslan. —Susurra y esto le cae como una bomba de destrucción masiva, son palabras extraordinariamente delicadas que apenas puede saborear ante el soplo de los nervios, palabras que lo dejan herido, se han clavado igual que una daga que si saca lo matará.
—¿Solo…?
—Estoy enamorado de ti. —Interrumpe—. Estoy tan enamorado de ti que duele. —Las emociones escurren en cada sílaba, destiñendo las vocales y salpicando las consonantes, Eiji tensa su agarre, se acerca sin levantarse, quedando completamente desnudo y vulnerable en alma, no más engaños, ni sobreadaptación ni nada, es solo esto.
—Eiji.
—Estoy tan enamorado de ti que realmente me lastima tener que dejarte y estoy lo suficientemente enamorado de ti para batallar con todas mis fuerzas para no hacerlo, no porque quiera vivir para ti, sino que me has inspirado a volverme a encontrar y quiero que puedas conocer esa versión que me enorgullece un poco más, quiero poder ser tu refugio para las tormentas y que tú seas el mío, quiero estar ahí para ti cuando las cosas con Jim se pongan más difíciles, quiero ir al partido de Jade, quiero ver la obra que Dawn presentará, quiero mostrarte lo bueno que soy con las fotografías, quiero escuchar más anécdotas de Griff sobre tu infancia, quiero leer tu estúpida novela de linces y conejos, así de tonto me traes, quiero estar mejor, quiero vivir, quiero ser viejito contigo, quiero…
—Eiji. —Esto le rompe el corazón.
—Te amo. —Suelta un pétalo dentro de un hipeo, han fracasado en su nuevo intento de confesión—. Te amo tanto que no creo que me alcance esta vida ni la otra ni todas mis vidas juntas para amarte.
—También te amo. —Lo envuelve con impotencia, queriendo arrancar con sus propias manos ese Hanahaki como si fuese una especie de parásito alimentándose de su adoración y tirarlo lejos, poder estamparlo contra la pared, matarlo a sangre fría—. Mi terco japonés. —Susurra débil, ha conocido a la persona perfecta en el tiempo equivocado, le duele, no quiere aceptarlo, no puede.
—Mi americano idiota.
—Ya cállate. —Eiji se ríe, acercándose aún más, tensando sus muslos alrededor de la cadera de Ash, consiguiendo que escape un jadeo ansioso de lo más hondo de su garganta, el toque es adictivo y cegador, igual que un destello de luz en una noche carente de estrellas.
—Cállame tú.
Y lo hace.
Dios, realmente lo hace.
Los labios de Ash contra los suyos se sienten extraordinariamente dulces y suaves, es un beso tierno, cargado de emociones que no sabía eran posibles y a las que teme haberse vuelto adicto, las manos de su novio se enredan a sus cabellos en un toque gentil para profundizarlo, él se enreda a su cuello en una súplica silenciosa para que no lo deje ir jamás, siente que lo besan por primera vez, aun si ha tenido esta clase de intimidad, hay algo especialmente cargado en esta caricia, anhela una fotografía de las sensaciones para poderlo grabar en su memoria y guardarlo, lo ama, este es el sabor del amor. El agarre alrededor de su nuca se tensa, lo maravilla lo delicado que puede ser Ash pese a su obvia impaciencia, sus toques navegan desde su cuello para enmarcar la cara aún sonriente de su amante, flota ligeramente encima del sonrojo, lo toca con cuidado, su corazón brinca de pura felicidad, es esto, no hay más, no importa lo que pasará luego de romper el beso, aquí y ahora son solo ellos dos siendo unos idiotas enamorados.
Las caricias suben de intensidad, no puede respirar, las flores se vuelven a hacer presentes entre sus labios, pero a ninguno le importa, no rompen los besos, al contrario, le acrecientan, espiraciones de placer retumban por la noche, la tenue luz de luna los esconde a través de la cortina, Aslan le lame la comisura de la boca y diablos, se siente borracho aun sin haber tomado nada. Se sienta más cerca a horcajadas, asegurándose de fundir sus pieles como si fuese una repentina necesidad física tenerlo encima, encajan a la perfección, risas entrecortadas y nerviosas llenan el aire, no precisan dónde se acaba uno y empieza el otro, se torna impaciente, lo aturde, lo quema, ese fuego ardiendo agranda su llama por los puros toques de este hombre, lo vuelve suyo, es hermoso, se ahoga en una mirada de puro jade, en un verde esmeralda e intenso, están ansiosos, la atracción es insostenible.
—Eiji. —Ash jadea, tira de su labio inferior, abrazándolo con tanta fragilidad que teme que se haga trizas por el soplo de la cortina—. Debe quedar alguien más. —Aunque el tema vuelve a caer, no se levanta, permanece débil, con la mitad de quién fue recostado contra el hombro de su amante.
—Me hiciste confesarme a toda persona que se me ocurrió, ¿eso no te basta? —Fue una solución un tanto ridícula, aun así, fue más de lo que él se atrevió—. ¿Viste la cara horrorizada de Yue?
—Debía asegurarme. —Bufa, escribieron una lista de absolutamente todas las personas que podrían haber gatillado el Hanahaki, si lo provoca un amor no correspondido creía que les daría alguna pista ser aceptado o rechazado explícitamente pero no ocurrió con ninguno de los candidatos—. Sing se veía bastante feliz con la idea de que le gustaras. —Gruñe porque es un gato celoso.
—Es un pequeño crush de admiración. —Se defiende.
—No me gusta. —Le rebate, enrollando sus brazos alrededor de su cintura, escondiendo un puchero contra el pecho de Eiji, presionando un pijama que es suyo y ya no huele más a él.
—Sing nunca podría haber gatillado el Hanahaki, no lo veía de esa manera aunque lo quiero, es algo así como un hermano para mí. —Miente—. Pero me ponía mucha presión que me admirase, sentía que era un constante fracaso ¿sabes? Creo que ahí me empezó a dar más miedo tomar fotografías, porque cuando la gente espera algo de ti se vuelve más duro, más real, lo odiaba. —Y deja de mentir, es Aslan con quien se encuentra hablando, no hay necesidad de alzar sus espinas, es su zona segura, es su refugio contra las tormentas, jamás le haría daño.
—¿Yut-Lung?
—Menos, me es imposible verlo de esa manera. —Su mueca de asco es tan sincera que Ash se ríe.
—¿Ibe? —Eiji alza una ceja, indignado.
—¿En serio? —Le pellizca la mejilla en un regaño descarado—. No es ninguno de mis cercanos, lo habría notado.
—¿Entonces quién? —Se lamenta, estrechando a Eiji como si fuese lo más valioso del universo y de esa manera es.
—Si supiera no estaría enfermo, Sherlock.
—No voy a rendirme. —Una vocecita en la cabeza de Eiji grita alarmada, pidiéndole que frene esto porque ambos saldrán heridos, sin embargo, el aliento de su pareja le está quemando el cuello, eso hace latir su corazón con tanta fuerza que cada hueso le retiembla, pierde el aliento, el monstruo en su interior gruñe, envolviéndolo lentamente con espinas y pétalos—. No me rendiré contigo.
—Ash. —Debe detenerse, porque es malo amarlo si lo hace sentir más vivo que nunca y ¡al carajo!—. Tampoco me rendiré. —Claro que es agotador tomar una decisión y estarla constantemente reafirmando, el negativismo y la catástrofe no desaparecerán por sí solos, al contrario, se harán más desgarradores para que vacile, pero acá está—. Te amo. —Más débil y fuerte que nunca.
—Tienes que. —Lo amenaza—. Prometiste ser el primero en leer mi nueva novela.
—Lo hice. —Musita, presionándole un suave beso bajo el mentón—. Te he hecho muchas promesas en este último tiempo.
—También prometiste quedarte a mi lado.
—Lo hice. —Para siempre.
—Te mataré si te mueres antes de cumplir esa promesa.
No dicen más.
No pueden.
Eiji se encamina hacia la cocina aun adormilado, irá a primera hora al estudio de Ibe para entregarle las fotografías que le encargó, últimamente se ha animado a hacer trabajos pequeños, paso a paso, diablos que le hacía falta, había olvidado la adrenalina que escalda en sus venas al instante de tocar la mirilla y arrebatarle un cuadro a la realidad, es emocionante, es satisfactorio y le ha costado, Dios sabe lo duro que ha sido tener que enfrentarse contra sus propias inseguridades, el Hanahaki genera alucinaciones auditivas que parecen tan reales, voces crueles y despiadadas que clavan sus palabras como un zombi desgarrando la carne putrefacta. Pero va de a poco, el problema es que…Bueno, ¿si no va más rápido podrá llegar? No, prometió intentarlo, no quiere pensar en la cuenta regresiva.
Así que abre el refrigerador, a Jade le encanta despertar con el aroma a panqueques y satisfará ese pequeño capricho, Dawn por el otro lado es una fanática de las ensaladas de aguacates y camarones (se pregunta a quién habrá salido), así que mientras Aslan se ducha hará esto. Antes de poder cerrar la puerta de la nevera, un par de fornidos brazos lo rodean, hundiéndose en la gentileza del algodón, acomodando su nariz contra su cuello y robándole un suspiro, siempre lo hace suspirar, presionando un tímido beso contra su barbilla, casi lo escucha ronronear.
—Pensé que te ibas a duchar. —Se burla, sus manos recorren nerviosas los bordes del refrigerador, su pecho sube y baja erráticamente, tensándose y encogiéndose contra los botones celestes de la camiseta, ama usar la ropa de su novio, ama estos momentos tan insignificantes y familiares.
—¿No vas a acompañarme para ver si soy rubio ahí abajo? —Bufa, dándose vueltas con las mejillas tan rojas que resultan pétalos de rosas, permitiendo que su amante lo tome de las caderas, el toque de la tela contra sus muslos quema, es intenso pero grácil, están prácticamente a oscuras, Ash apagó la luz, tampoco la necesita, esos ojos verdes son más que suficientes.
—Es demasiado temprano para molestarme. —El rubio tararea, balanceándose de un lado a otro en la cocina sin soltarlo, arrastrándolo con esos sutiles movimientos a una danza silenciosa.
—No te estoy molestando. —Ambos se encuentran descalzos encima de las baldosas, sus manos se aferran a Aslan como si estuviesen a punto de caer por una cornisa y hundirse, se sostienen.
—¿Entonces qué estás haciendo?
—Estamos bailando. —Claro que le da una respuesta completamente irracional, es su especialidad, ya debería saberlo, antes de que pueda preguntar—. Estamos practicando para cuando te proponga matrimonio más adelante.
Más adelante.
Eiji baja la cabeza, sintiendo que ambos caen hacia ese océano de intrusión, siente el agua golpearlo en cada uno de sus músculos y al Hanahaki arrojar sus raíces para tirarlo hasta el fondo igual que un ancla, pero Aslan no lo suelta, continúa tarareando, con sus manos acariciándolo protectoramente, repasando desde sus espaldillas hacia su cintura, con la luz del refrigerador únicamente alumbrando las facciones angelicales de quien le recordó aquello que olvidó debía recordar, una bruma de noche los envuelve, se nubla por completo a este hombre, meciéndose de un lado hacia otro, escuchando cómo las baldosas rechinan al estar descalzos, con sus latidos haciendo percusión mientras las rosas revolotean en su interior, como si hubiesen aprendido a volar.
Aslan lo toma de la mano para darle una vuelta, la cocina se ha convertido en su salón de baile, lindo y tierno, piensa. Entonces, Eiji tiene que elevarse en la punta de sus pies para girar a su novio quien parece hacer un esfuerzo sobrehumano para no burlarse y deja que cambien de rol. El japonés acuna la cintura de su pareja, presiona sus labios contra su espalda desnuda, consiguiendo que su piel erice y tiemble, puede sentir sus propios latidos violentos arremetiendo por la cercanía, es adictivo, siente al Hanahaki gruñir furioso por la escena, queriendo asfixiarlo con pétalos, viene un ataque tan fuerte como cuando Yue lo hospitalizó, lo presiente, pero en su lugar, Ash responde a la caricia, caen de la cornisa juntos y él no lo suelta al fondo de ese lago, no lo deja y lo sabe.
—Pensé que no querías casarte. —Sus palabras se estrellan contra la nívea y radiante piel del rubio, la canción imaginaria sigue, el mundo se derrumba y el reloj no deja de correr.
—No con Amelia. —Explica—. Pero contigo es diferente. —Esa confesión a medias lo rompe igual que una promesa, es tan tiernamente cruel que no puede protegerse, su corazón queda expuesto otra vez, sangrante, a la espera de que Ash lo acepte y haga lo que quiera con él, yace a su merced.
—¿Recuerdas el concurso del que habló Sing? —Asiente—. Estaba pensando en participar.
—¡Eso es fabuloso! —Tensa el abrazo alrededor del torso de Aslan solo para evitar que se dé vueltas y vea lo avergonzado que se profesa—. ¿Con qué vas a participar?
—Con tus fotografías.
—Oh. —Ahora es el rubio quien ha enrojecido hasta las orejas—. El tema es el amor.
—Lo sé. —La verdad escapa coja y tartamuda—. Por eso debes ser tú.
—Eiji…
—¡Papá! —Entonces, Jade se abalanza a sus brazos—. ¡Yo también quiero bailar! —Deben ser las cinco de la mañana todavía, sin embargo, en lugar de regañarlo lo hacen el foco del baile.
—¿Por qué despertaste? —Eiji aprieta una de sus manos y Ash la otra, la luz del refrigerador tintinea, siendo el único reflector que necesitan, no hace frío aunque pueden ver sus alientos, hace bastantes horas apagaron la calefacción—. Incluso te leí un cuento antes de irte a dormir.
—Porque quiero levantarme a jugar. —Claro que quiere practicar béisbol a esta hora—. Pero esto es más divertido.
—Papá… —Dawn aparece con timidez por la puerta, se asoma de a poquito, su cabello se encuentra desordenado y enredado, esparcido por toda su cara somnolienta—. ¿Puedo bailar con ustedes?
—Claro. —Aslan le ofrece una mano y no la toma, en su lugar, mira a Eiji.
—Estoy algo cansado. —Quien no necesita que le digan más para que se aparte.
Eiji se apoya contra el mesón contemplándolos bailar de la mano, es una imagen dulce que le duele, ¿para qué lo niega? Le lastima el muro con Dawn, lo que es tonto considerando la brecha etaria y el constante velo del destino, no obstante, la dolencia en su corazón es demasiado real para ignorarla. Se encoge en la camisa, las baldosas están frías a sus pies, los pétalos se encuentran impregnados hasta sus huesos, una grotesca espuma de residuos florales amenaza con subir hacia su garganta y se la traga, no se rendirá.
—Ei-chan. —Pero entonces Jade se para frente a él—. Baila conmigo. —Y es visto otra vez.
—Claro.
Eiji no duda en alzarlo entre sus brazos, Jade se acurruca contra su pecho, prendieron la radio y han puesto una canción al azar, Dawn se ha parado encima de los pies de Ash, se bambolean a compases diferentes y aun así, es perfecto, bailan hasta que les ruge el estómago, bailan hasta que el pequeño cachorro que tiene abrazado contra su pecho necesite ayuda para arreglarse el cabello y como buen padre Aslan refunfuña entre dientes y lo ayuda.
—¿Por qué te molestas en hacerme desayuno? —Creyó que Dawn se encerraría en su habitación al quedar a solas, no lo hace—. No eres mi papá ni nada de eso.
—Porque te quiero. —La respuesta es simple, impresiona ser lo bastante honesta para dejarla muda, procesando en silencio lo que acaba de decir con una expresión que le punza dentro del pecho.
—¿Por qué? —Sus ojos brillan con una emoción tan adulta y cruda que le muestra lo mucho que ha sufrido por el abandono de su madre y lo duro que ha sido para ella procesar aquel duelo—. He sido grosera, no deberías quererme.
—¿Necesitas una razón particular para querer a alguien? —Eiji se sienta, Dawn se acerca como si fuese un depredador herido, con pasos muy lentos y precavidos.
—La necesitas. —Concluye—. Ya eres el novio de mi papá, no necesitas comprarnos, felicidades.
—Nunca los habría usado para acercarme a Ash. —Pone el tema en la mesa—. Lamento mucho que hayas pasado por esa experiencia. —No es capaz de poner sus emociones en frases concretas, están atrapadas en un remolino turbulento y difuso—. Lamento que hayas conocido a personas malas.
—Personas que lastimaron a papá y a Jade. —Se encoge dentro de su mullido pijama—. No es justo.
—La vida muchas veces no lo es. —Comienza, lamenta que ella haya tenido que averiguarlo siendo tan joven—. Pero muchas veces, esa misma vida injusta que nos rompe, nos repara y en la mayoría de los casos, nos ayuda a darnos cuenta de que sin importar qué tanto nos dañe, se reorganiza para compensarnos por la pérdida a veces de maneras maravillosas. —Los ojos cafés de Dawn brillan por la respuesta, es sagaz y dulce, más suave, más infantil, más ella.
—¿Estás diciendo que eres esa compensación? —Niega, tuvo la intención contraria.
—Estoy diciendo que aun sino confías en mí, cosa que entiendo y me parece perfecto dado lo que has pasado, quiero protegerlos a todos ustedes lo mejor que pueda, me importan, los quiero y me siento muy agradecido de quererlos aun si tú no me quieres de regreso.
—Eiji… —Dawn aprieta con fuerza las mangas de su pijama—. ¿Puedo bailar contigo?
Oh Dawn.
Mi dulce niñita.
—Sería un honor.
No comprende si la conexión con este par de mellizos tercos es a raíz del cariño que tiene por los Callenreese, por las anécdotas de Jim, por su enamoramiento con Aslan o un mero reflejo empático a la situación con su madre, pero la conexión es inquebrantable, ya no luchará contra tan entrañable vínculo. El tiempo que le queda, lo que sea, pretende hacerlos sentir amados, son niños maravillosos que no merecían nada de lo que les pasó, merecían una madre presente, merecían tener dos padres, merecían saber que no eran una carga, así que se los dirá así, con estos gestos, espera que baste.
Solo por ahora.
Ibe los recibe en el estudio con una sonrisa ¿extraña? No, más bien…Paternal. Eiji no logra describirlo bien, su padre falleció por Hanahaki cuando era estudiante, probablemente enterró ese sentimiento y probablemente su mentor siempre lo ha vislumbrado de esta manera, pero al tener que estar más conectado con sus emociones, su identidad, su realidad y su cuerpo, le es más sencillo apreciarlo.
El fotógrafo queda más que encantado con el trabajo que le muestra, fue un encomendado para un artículo sobre Central Park, nada muy grande y aun así, una intensa marejada de orgullo remece su interior al recibir la aceptación genuina de Shunichi, quien como buen padre falso se pone a charlar con Ash solo para abochornarlo.
—Fly boy in the sky. —Ash declara, maravillado por la fotografía completamente vergonzosa que su mentor ha sacado (la lleva en su billetera y se la muestra a quien puede como si efectivamente fuese su hijo biológico).
—Con esta imagen gané mi primer concurso. —El fotógrafo proclama con el pecho inflado y una sonrisa tan cegadora que debe cubrirse los ojos con el antebrazo.
—Así que esta es tu faceta de pertiguista, el uniforme es sexy. —Se burla, acunando la imagen, su expresión cambia en un santiamén, sus pupilas verdes entornan con un brillo casi transparente el reflejo de lo que parece un ave volando el cielo, queda boquiabierto, impresiona haberse ahogado en la instantánea—. Wow. —Las mejillas del rubio se colorean de un intenso carmesí, ha quedado hipnotizado.
—¡Ibe-san! ¿Por qué se la mostraste? —Gimotea.
—Es una fotografía maravillosa que tu novio debería conocer. —Bufa, queriendo arrebatársela a Ash, deteniéndose justo antes porque…¿Así se ve volar? Está en el cielo, arqueado perfectamente sobre la barra de metal, con el cabello siendo una maraña desastrosa contra el viento, con un fulgor entre sus ojos que había olvidado, es sublime, no el modelo, sino el sentimiento, casi lo olvida, casi olvida que esto lo empujó a arrancar sus alas rotas y buscar unas nuevas.
—¿Qué pensabas allí arriba? —Sonríe con melancolía, tomando el inicio de esta desastrosa muerte anunciada, acariciando los bordes del papel y repasando cada letra grabada con tinta negra, a pesar de la concentración la felicidad es inconfundible, ese es el sentimiento que perdió con la fotografía y poco a poco va recuperando, esa es su declaración pura e inquebrantable por la libertad.
—Nada.
—Para alguien que no piensa nada pones una expresión realmente maravillosa. —Balbucea, quiebra el embrujo única y exclusivamente para mirarlo—. Me recuerda a cuando me sacas fotos.
—¿Solo a ti? —Se burla divertido.
—Solo a mí, onii-chan. —El apodo empalagoso lo hace sacar humo por las orejas, adora molestarlo y lo peor es que Eiji adora ser molestado para devolvérselas—. Tienes una chica francesa favorita.
—Supongo que la tengo. —Ibe suspira, ha apoyado su mentón contra su palma con esa mirada, con esa clase de mirada que grita: «este es mi hijo y estoy orgulloso de él», la clase de expresión que no recibió ni recibirá de su propio padre, la clase de expresión que mató a los girasoles y lo convirtió en una rosa fallada.
—Estoy tan feliz por ustedes. —Murmura, Aslan le aprieta la mano y ambos creen que podrían pasar una eternidad de esta manera y no lo resentirían, le habría fascinado que su novio hubiese ido a una de sus competencias a apoyarlo, seguramente habría sido el tipo vergonzoso que arma un escándalo con tal de hacerlo sentir amado, lo imagina a la perfección en las gradas, habría sido lindo conocerse en mejores circunstancias, siendo jóvenes y tontos—. Temía que Ei-chan no volviese a amar.
—Imposible con mi encanto. —El más joven ríe con una mueca boba antes de que los engranajes de su cerebro vuelvan a funcionar—. ¿Volviese?
—Ah. —Ibe se acaricia la nuca, buscando aprobación para continuar, pero francamente Eiji no tiene idea de qué está hablando así que se la da—. Ei-chan era bastante apegado a su maestro de facultad, él fue bastante duro con su arte, le rompió el corazón. —Sus jades relumbran con esperanza.
—¿Es alguien de la lista? —Pregunta al borde de la desesperación porque claro, Ash tampoco quiere que se muera y le duele no poder hacer más.
—No lo es. —Porque no ha pensado en él hace años.
«Los girasoles no son lindos, Eiji. No se equiparan en nada a la magnanimidad de las rosas», le dijo.
«Tú eres un girasol, no pretendas otra cosa».
Mentira.
Vivo pensando en él.
—¿Podemos hablar con él? —La desesperación de Aslan lo arrolla igual que un camión.
—Claro, Blanca sigue dando clases en la universidad.
Mierda no.
¿Amó a Blanca?
¿Qué diablos es amar a alguien?
¿Alguna vez se enamoró?
Sí, sabe que está enamorado de Aslan porque su corazón no deja de canturrearlo, es una sensación casi de libro, no, las palabras de los libros no alcanzan. Pero Blanca fue tan diferente, a fin de cuentas fue el artista que lo inspiró con la misma facilidad que destrozó, lo hizo entender que era mediocre, que era ingenuo y no servía para lo que amaba con una tremenda crueldad bajo el nombre de verdad y él se decía que estaba bien no tener talento cuando mentía, se volvió sumamente doloroso adorar la fotografía y ser rechazado, ser malo en eso, ¿qué le quedaba? Se pregunta acerca de los distintos tipos de amor, tal vez el Hanahaki no debe ser gatillado por algo romántico, sino que puede ser por la vocación agónica, no es tonto, este fue el primer hombre que le rompió el corazón aun sin existir un interés amoroso de por medio. Porque cuando alguien que realmente admiras te menosprecia…
—Es un gusto verte.
No sabe cómo se las ha arreglado para disociarse herméticamente en su cabeza, dando vueltas una y otra vez sobre los recuerdos que pasaron y aquello que nunca pasó, solo rompe su burbuja cuando siente que va a vomitar una tonelada de pétalos gracias al aroma del café, está en la universidad, es el estudio de Blanca, de pronto, los ojos le pesan, la migraña le taladra el cerebro y las rosas arañan su interior igual que uñas en una pizarra, el monstruo ha despertado y viene por una matanza.
—C-Claro…
Sabe que Ash le explicó a grandes rasgos la situación a Blanca antes de dejarlos a solas porque vio lo duro que era este encuentro para Eiji e intentó aligerarle la carga. Debe ser cauto con sus palabras, debe demostrarle que es un hombre que lo ha superado, que ese primer rechazo no lo traumó hacia una carrera efímera y patética, debe mostrarse funcional y aceptable, debe colocarse su máscara, debe actuar mejor a Eiji que Eiji.
Debe.
Debe. Debe. Debe.
Debe…
¡Al diablo!
¡No le debe nada a nadie!
—Te amo. —Dice con la esperanza de coger un maldito rechazo de parte de Blanca y que el Hanahaki reaccione creciendo hasta matarlo o desapareciendo, lo que sea es mejor que la incertidumbre—. Te amo. —Repite sin sentir las palabras, Blanca se ha atragantado con ese asqueroso café amargo que tanto disfrutaba antes de las clases, sus cabellos entintados se deslizan hacia las solapas de su traje, haciéndolo lucir increíblemente galante, pero no es Ash.
—No me amas. —Le responde más nervioso que atontado. ¿Puede culparlo? Lo ha estado evitando por años para no confrontar su propio fracaso—. Nunca me has amado, no soy yo. —Le asegura con tanta calma y certeza que le frustra, las espinas arañan con violencia, se siente como si las palabras cobrasen forma física dentro de su tráquea y se viesen envueltas por rosas, duele hablar.
—¿Cómo puedes estar seguro? —Es un inicio torpe que no puede tener más que un final amargo, Eiji debería mostrarse maduro y agradecido por este recibimiento, ha aparecido de la nada con su novio, contándole acerca del Hanahaki y Blanca lo ha recibido pese a no tener ninguna obligación actual.
—Porque te conozco.
—Porque soy un jodido girasol. —Las heridas se abren de golpe, el monstruo no duda en clavar sus garras con tal de hacerle daño y poderlas infectar, llenándolas de esas putrefactas larvas, le duele y no puede respirar, se asfixia, más, lo disimula con una tos enfermiza.
—Los girasoles no tienen nada de malo.
—Los girasoles no son lindos, Eiji. No se equiparan en nada a la magnanimidad de las rosas. —Repite, le echa sal a sus heridas porque ama esa sensación del dolor, el Hanahaki se relame satisfecho y Eiji casi puede jurar que está alucinando al verlo sonreírle, hundiéndolo más hondo en el lago de pasado y empujándolo de la cornisa—. Eso me dijiste.
—Yo no…
—Soy un girasol y no pretenderé otra cosa. —Suspira, eso no es una conversación, es una sátira y le duele mucho, ya no quiere más, ha sido demasiado confesarle un amor falso una y otra vez a todos los que alguna vez pudo haber amado, ¿qué más puede hacer? Quiere vivir, quiere vivir, quiere vivir.
Por favor Dios, aun no me lleves.
No todavía, solo un poco más.
—¿No recuerdas la conversación? Me lo dijiste luego de mi primera gran exhibición, yo te admiraba mucho pero me dijiste que no servía, que era demasiado débil y mediocre, que era ordinario. —Sus puños se tensan encima de sus muslos, están sentados frente a frente en un par de mullidos y viejos sillones, recuerda haber pasado horas acá planificando los siguientes proyectos, permitiendo que la pasión lo consumiera igual que un motor y lo llevara alto, demasiado alto, igual que la pértiga, es un problema no haber prevenido alguna caída—. Me rompiste el corazón. —Blanca luce genuinamente constipado por la verborrea que acaba de vomitarle junto a los pétalos.
—Eiji… —Odia que pronuncie su nombre tan suave—. Tú fuiste quien se dijo eso.
—¿Eh? —Parpadea, procesando esas palabras.
—Tú fuiste quien se llamó mediocre a sí mismo luego de la exposición.
Oh.
—Tú fuiste quien se rompió solo el corazón.
Se ríe.
Ja, ja, ja.
Ja.
Se ríe y las lágrimas no dejan de caer hacia su mentón, no sabe qué le da más risa, descubrir el hecho de que su último sospechoso no puede salvarlo o que se ha saboteado inclusive antes del Hanahaki. De pronto, se siente realmente viejo, así como la demencia de Jim lo infantiliza, él siente que la suya lo hace miles de años más viejo, como si fuese un saco con puro polvo dentro, que al abrirlo soltará aserrín de flores podridas y capullos de larvas, las gotas caen inertes a su boca, aún logra saborear a Aslan por sus besos mañaneros y lo recuerda.
En algún punto la fotografía lo estresó al punto de un colapso nervioso porque no lograba satisfacer lo que esperaban de él, al fotografiar para él mismo llamó la atención de los demás y acá aparecieron las expectativas, entonces, en vez de llenar una galería porque la amaba debía entrar en una especie de juego donde adivinaba lo que sería más aceptado y dejó de ser genuino, empezó a desconocerse, no, a deformarse hasta convertirse en el monstruo que tiene enfrente. El Hanahaki le extiende una palma aún si es una alucinación a causa de la enfermedad, ya no luce tan imponente, las rosas caen al piso, revelando la cara tan cansada de alguien que amó mucho, que amó tanto que no sabe quién es la causa de la enfermedad y siente que todos se fueron, así que dejó de amar, forjó su coraza de puras flores y rencor por cobardía a sí mismo, por cobardía a enfrentar quién fue y quién se prometió ser.
—Te dije que eras un girasol, es verdad. —Blanca capta su atención en un toque cariñoso, no hablan más como si fuesen ajenos, ambos se quisieron y en lugar de sanar las heridas que estallaron a causa de una discusión y un malentendido, se aferró a estas hasta plasmarlas en parte de su identidad—. Los girasoles no son lindos ni elegantes como las rosas, no eres lo que los críticos esperan, nunca lo has sido y eso te ha perseguido toda tu carrera.
—Pero…
—Los girasoles tienen su propia belleza. —Las lágrimas se arremolinan en los dedos de Blanca, quien se ha levantado para consolarlo como siempre ha sabido hacerlo, ¿cómo pudo olvidarlo?, ¿cómo pudo distorsionar tanto ese recuerdo al revivirlo una y otra vez a algo completamente exagerado?—. Eso era lo que quería decir, lo siento por no habértelo aclarado antes, ambos estábamos furiosos, era nuestro primer proyecto juntos.
Juntos.
Pero se atribuyó el fracaso solo ¿verdad?
—Me lastimó mucho enterarme que dejaste de ser fotógrafo, era una pena.
—Pero no soy lo que la mayoría busca.
—¿Y qué? —Bufa—. Como te dije, siempre has sido hermoso por eso, tú y el mundo que miras son hermosos a su propia manera, igual que los girasoles. —Eiji se vuelve transparente, tan transparente que Blanca puede ver a través de su pecho para mirar las espinas que ha sembrado a raíz del dolor—. Te has estado lastimando mucho este tiempo, ¿cierto? Rompiéndote una y otra vez el corazón a ti mismo, recogiendo tus pedazos cada vez más pequeños para romperlos otra vez, probablemente perder ese amor por las fotografías gatillo el Hanahaki.
—¿Se puede? —El profesor se encoge de hombros porque claro, la vida es simple—. ¿Por qué habría amado la fotografía?
—¿Acaso necesitas una razón para amar algo? —Se ríe, más tranquilo, más ligero, ese abismo entre ellos ha desaparecido, admira a esta persona, no la odia, Blanca no es responsable por la tremenda distorsión catastrófica que tuvo, posiblemente en ese momento Eiji lo vivenció así en medio de la crisis porque nadie en una crisis tiene la cabeza fría, el problema fue huir y no aclarar las cosas más.
—Te encanta fingir que eres sabio. —Huyó, temía no ser suficiente para Blanca, para Ibe, para Sing, para Yue, para su público, para Nueva York, para el mundo entero y sobre todo…
Para sí mismo.
Eiji huyó de sí mismo.
—Soy bastante sabio, me ofendes. —Le seca las lágrimas con un pañuelo de seda, es ahora cuando se percata de lo cerca que están y de lo endemoniadamente guapo que es este hombre (de forma objetiva y platónica, claro)—. Uno de estos días deberías pasar a cenar a mi oficina, me encantaría ponerme al día contigo.
—Lo dices como si me quedase mucho tiempo. —Blanca le acomoda un mechón detrás de la oreja, dándole esa sonrisa que siempre ha sabido ponerlo nervioso.
—Confío en que te las arreglarás, Eiji. —Le revuelve los cabellos—. Siempre lo haces.
Sale del estudio con la cabeza gacha y los ojos hinchados, Aslan tiene una expresión descorazonada del otro lado de la puerta, como si efectivamente le hubiesen roto el corazón y de esa manera pasó, pero no exactamente como esperaba, arrulla sus manos con mucha suavidad, la adrenalina escalda entre sus venas, la estática flota en el aire.
—¿Era él? —Niega, el Hanahaki impresiona haber crecido más que nunca en esa conversación—. ¿Qué hacemos? —Se lo pregunta tan pero tan angustiado.
—¿Qué hacemos? —Ríe, siendo un soldado que regresa a casa con la mitad de su peso de la guerra, con las rosas hasta el cuello, con las heridas sangrando y las lágrimas agotadas, está acabado, se jura tan cansado que no debería ser posible—. Lo seguimos intentando.
Y lo intenta un poco más.
Notes:
Los capítulos en este punto están jodidamente largos porque me quedan tres promps para tocar muchas cosas que aún tengo en mente, en dos días más se viene el cierre de Aslan y los cabos sueltos que queden se verán en el epilogo que probablemente salga en Marzo, don´t know, aún estoy cerrando esto y de verdad estoy contenta con esta dínamica, gracias.
¡Nos vemos!
Chapter 13: Drugs.
Notes:
Hi~ Como les comenté hace algunos capítulos, esto se puede decir que es el cierre de Aslan hasta que vuelve a tomarse el epilogo para dar el verdadero cierre ya a todos los temas, pero no sé, esta clase de capítulos a pesar del transfondo medio tragico me resultaron muy dulces de escribir, pareco disco rayado, solo que realmente me hizo feliz esta dinamica, así que gracias por darme cuerda y hacerla posible.
¡Espero que les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—Oh, genial. —Baja el arma con lentitud, la tensión del disparo se disipa de sus hombros apenas se encuentra con esos grandes ojos cafés.
—¿Te desperté? —Aunque llegaron a Cape Cod anoche cree que lleva estancado aquí una eternidad, necesitaba relajarse o disociarse a estas alturas, cualquier cosa era mejor que rumiar en su cabeza—. ¿Hice mucho ruido? —Nunca le deja de asombrar la naturalidad con la que se le acerca, impresiona tan contra instintiva a su dulzura o tal vez, esos son pensamientos destinados a disimular su intenso enamoramiento.
—No. —Eiji llega hasta su lado, contemplando con asombro el arma—. Me desperté hace poco. —Sus pupilas se iluminan con un fulgor que lo deja agonizante en este amor, lo destroza, lo sofoca, lo mata y lo revive, es todo, piensa—. ¿Esa pistola es de verdad?
Y por supuesto, Eiji se las arregla para descolocarlo un poco más, no debería esforzarse en predecir al chico cuyo corazoncito ha estado tan pero tan vulnerable que ni siquiera sabe a quién se lo regaló, esa simple fachada inocentona y despistada del inicio no es más que una carcasa infinitamente frágil y compleja. Aslan piensa en las rosas, flores extraordinariamente magnánimas y elegantes, la causa de que perezca su romance y no cree que le queden, sino los girasoles, Eiji es más un girasol, no por su obvia belleza, sino por la belleza que hay para descubrir si se usan los ojos correctos, igual que la fotografía que lo caracteriza, es una belleza que no cualquiera logra apreciar, es una belleza un poco ciega, es una belleza increíblemente sublime que lo ha dejado boquiabierto y deslumbrado.
—¿A qué te refieres? —Finalmente logra balbucear, reafirmándolo, Eiji es tal como las fotografías que toma y eso es impresionante.
—Las pistolas reales están prohibidas en Japón. —Tantea, bajando el mentón con timidez, tratando de disimular la vergüenza que explota en sus orejas lo que es imposible, a estas alturas es un versado en el arte de apreciar el arte, eso lo hace reír nervioso, porque sus ojos realmente resplandecen tras colisionar contra los suyos, como si fuesen dos estrellas a la espera de hallarse para generar todo un desastre, una especie de Big Bang o un agujero negro, aún no sabe—. ¿Puedo sostenerla?
Oh.
Ash nunca ha permitido que nadie sostenga su revólver, si bien, jamás se ha visto con necesidad de usarlo contra alguien aprendió a defenderse apenas supo del embarazo por si acaso, era una especie de seguro para garantizar la protección de Jade y Dawn, no le encanta ceder el control, no ha tenido una experiencia muy fuerte donde lo pierda pero Dios sabe que hubo quien trató de someterlo, eso lo hizo hiperalerta y suspicaz. Un lince y un conejo no pueden ser amigos, son de mundos diferentes, piensa en las frases con las que inicia su novela. Eiji por muy lastimado que esté sigue andando con su corazón desnudo y sangrante en la manga, quizás el Hanahaki no vomita rosas si no girasoles que se han mojado con tanta sangre que parecen rosas.
—Claro. —De cualquier manera, decide que este irracional tiene permitido vislumbrar los horrores de su alma si así lo desea, así que le extiende la pistola y se la presta, implora para que sus hijos no se despierten todavía, para poder consumar esta travesura completa.
—Increíble. —Eiji musita, acariciándola como si fuese lo más asombroso del cosmos cuando es parte de un pasado tan vergonzoso que le cuesta sacar—. Como pesa.
En su adolescencia habría hecho todo lo posible para mantener a Eiji afuera de sus barreras y habría sido en vano, lo asegura, porque la manera en que sostiene su arma fascinado entre sus manos tan suaves y cálidas, como si fuese algo digno de cariño, benevolencia o bondad, lo aturde. Le da mucha risa haberse rodeado de muros todos estos años para que este irrespetuoso los saltara al conocerse sin darle una oportunidad para refugiarse o forjar sus propias espinas, pero es que sus ojos de luna y estrellas son completamente diferentes a cualquier cosa que lo rodea, lo ha rodeado y lo rodeará en esta vida, son tan deslumbrantes, igual que brillo de girasol o una fotografía a espera de ser vista.
—Gracias por confiar en mí.
—¿Quieres intentarlo? —Aslan apunta hacia la fila de botellas aún acomodada en la reja, los dedos de su novio tiemblan alrededor del arma antes de contener un jadeo, como si esto fuese lo más genial de todo el universo y él cree que lo es.
—¿Qué?
—Puedes disparar si quieres.
—¡¿Puedo?! —Su sonrisa es tan preciosa que le roba la respiración, Aslan comienza a entender lo maravillado que su novio se profesa con las fotografías por esto, daría lo que fuese por poder captar este momento y revivirlo una y otra vez en un bucle eterno, le da cien años más de vida su sonrisa.
—Puedes. —Lo ama tanto.
Así que no duda ofrecerle la oportunidad de disparar con un arma destinada para matar porque era un depredador herido, muy herido y a nadie le importaba en ese tiempo, su adolescencia fue difícil a causa del embarazo, no estaba preparado emocional, psicológica ni económicamente para hacerse cargo, de hecho le sorprende haberlos criado tan bien. Creyó que tendría que usar ese revólver más de alguna ocasión para defender a sus cachorritos y es tan lindo que esta sea la primera vez. Con las piernas de su novio temblando como gelatina por el peso, con sus dedos crepitando alrededor del gatillo, el ceño muy tenso y la columna flectada en una posición graciosa, es adorable.
Gracias por reescribir Cape Cod conmigo.
Te amo.
No te mueras por favor, no me dejes.
—Vamos, endereza la espalda. —Prefiere decir en su lugar, ha apoyado una de sus manos contra su cadera mientras lo mira con desdén e indignación, sabe que es orgulloso como la mierda y ama que explote ante la más mínima provocación—. Sostén el arma más firme. —Lo rodea de los hombros con la excusa de encarrilarlo cuando solo le gusta tocarlo—. Está cargada con un cartucho magnum, herirás tu muñeca de esa manera.
—¿Así está bien? —Le encanta la naturalidad con que una de sus manos logra sostener las dos de Eiji por la brecha de contextura, traga duro, intentando no deleitarse por la tibieza que desprenden y ser un buen maestro con el arma—. ¿Ash? —Pero maldición, estornuda su nombre tan lindo.
—No te preocupes por la resistencia del viento a esta distancia, aprieta el gatillo suavemente. —Están demasiado cerca, puede sentir el aleteo de esas pestañas brunas contra sus mejillas, hace calor, este pueblucho siempre es un infierno, el silencio lo pone nervioso, porque puede escuchar a su corazón golpeando contra la espalda de su novio igual que un ave atemorizada antes de volar—. Apunta bien y…
—¿El impacto me tirará al suelo? —El lince esconde una sonrisa traviesa contra la chaqueta roja y azul de Eiji, es más perspicaz de lo que aparenta.
—No sé. —Eso lo hace arquear las cejas e inflar los mofletes en una mueca para nada intimidante—. No puedo ver el futuro, onii-chan. —Se burla, consiguiendo que patee el piso porque es un conejo.
—No seas malo. —Su perfume le cosquillea debajo de la nariz, Aslan se acerca aún más, presionando sus labios contra esos esponjados mechones negros, le encanta este aroma y la forma en que se las arregló para impregnarse en toda su vida, desde sus camisas de cuadrille a su estudio de literatura.
—Solo hay una manera de averiguarlo. —Insiste, consiguiendo que sus yemas vacilen alrededor del gatillo—. Pero sino confías en mí puedes bajar el arma.
Bang.
Ni siquiera lo dudó.
El impacto lo ha empujado contra su pecho, Aslan no pierde la oportunidad para rodearlo entre sus brazos, presionando besos contra esos cabellos meticulosamente revueltos alrededor del rostro de una inocencia marchita, lo sostiene como si su misma alma residiese aquí, congelada en unas pupilas brillosas, en sonrisas dulces y en sonrojos suaves, Eiji no vacila al completar el mimo, acunándolo en sus palmas sin darse vueltas, riendo nerviosamente aun sin soltar el arma, la fragilidad se posa entre sus huesos, haciéndolo consciente de lo débil que es, casi puede sentir el roce de alas bajo el mentón y le llega de golpe la realidad, sus seres más queridos son más temporales que el resto, es casi como si los hubiese tomado prestados y estuviesen a punto de arrebatárselos, igual que los libros vencidos de la biblioteca, le cobrarán una multa por el atraso.
—Te amo. —Musita frágil, viendo los fragmentos de la botella caer hacia el pasto debajo de la cerca y esa sonrisa ingenua craquelarse—. Gracias por acompañarme. —Prefiere continuar, no quiere que Eiji sospeche que también especula sobre su maldita muerte cada segundo de su existencia porque ya tiene demasiado con que cargar, no le dará más.
—¿Estás nervioso por volver a Cape Cod? —El arma cae al piso, Eiji se da vueltas, enrollando sus brazos alrededor de su cuello, enamorándolo con esos toques de miel mientras sucumbe a sus ojos, son el lugar más maravilloso que existe, ¿cómo podrá seguir sin mirarlos?, ¿cómo diablos puede considerar una vida sin su adoración? Ya ha planificado todas sus vidas a su lado.
—Un poco. —De repente, le entran muchas ganas de llorar—. No me gusta mi pueblo. —Porque lo siente perderse entre sus dedos, escurrirse igual que agua sin que logre sujetarlo, se profesa más delgado y no lo puede culpar, es difícil comer si una erupción de pétalos asciende por su tráquea, Aslan daría lo que sea por tomar su lugar.
—¿Por qué?
—No tuve una infancia tan agradable. —No es mentira, estuvo repleta de carencias—. Pero el doctor dijo que traerlo podría servir de rehabilitación cognitiva, que estos estímulos podrían ser útiles para que el viejo mejore algo. —El problema es que esos mismos estímulos también despiertan cosas desagradables en su cementerio de recuerdos, levantándose en busca de venganza y sangre.
—Los niños se ven felices. —Tararea.
—Claro que están felices, pueden ensuciarse todo lo que quieren y tú los tendrás que limpiar.
—¡Ash! —Lo golpea con suavidad en el hombro—. Sé un padre responsable.
—Tú puedes ser el padre responsable y yo el perezoso. —No quiere mirarlo cuando dice eso, así que se esconde contra el hombro de Eiji, apretando muy fuerte los párpados, conteniendo la respiración y sintiéndose como un niño abandonado otra vez—. La cabaña es tan pequeña acá, hay dos cuartos.
—Ya veo.
—Griff y los niños compartirán uno, el viejo duerme en el sofá y nosotros usamos el otro.
—¡Ash! —Ama hacerlo enfadar, lo ama mucho y no quiere que se lo quiten—. De todas maneras, ¿para qué quieres el cuarto a solas?
—¿Tienes que preguntar? —Ronronea coqueto, separándose de su hombro solo para presionarle un beso contra el cuello, lo escucha tragar duro, eso le roba una sonrisa, el sonrojo frenético que se ha coloreado es absolutamente adorable, le fascina la manera en que los colores contrastan en su piel, es casi mágico, ese bronceado sexy se convierte en un caramelo sublime—. Lee el ambiente.
—Te encanta molestarme. —Retrocede, se ha puesto muy nervioso.
—Así me amas. —Pero Eiji…
—Sí. —Odia esta sonrisa—. Te amo.
Su sonrisa de despedida.
Hay muchas cosas que Ash quiere decirle en este momento, siente que una grieta desgarra el suelo para apartarlos, creando una horrorosa cornisa que al fondo no tiene más que flores hambrientas y espinosas, sedientas de sangre, teme que Eiji se caiga sino se aferra a nada, pero como es un terco, un terco que constantemente lo hace sentir apreciado y amado, lo ha empujado al otro lado con tal de mantenerlo a salvo. Ansía gritarle tantas cosas mientras puede todavía: «Te amo», «lamento no poder salvarte», «perdón por solo quedarme acá y mirarte agonizar», «no me dejes, te necesito, no quiero seguir sin ti, te amo, te amo, te amo, ¡piedad!».
«Por favor, no te mueras».
«Por favor, quédate a mi lado para siempre, lo prometiste».
Pero no logra articular ninguno de esos sentimientos, por mucho que burbujean dentro se extinguen antes de llegar hacia su boca, todo azota de golpe y nada lo hace a la vez, no quiere mostrarse más vulnerable ante la muerte pero siente que está quebrado. Entonces, lo único que atina hacer es dar su mano para guiarlo hacia una rejilla de madera y sentarse arriba, balanceando sus converse sobre el pasto, chocando accidentalmente con las zapatillas de Eiji para jugar, es el amor de su vida, es su alma gemela, es su sol, es su adoración, es su musa, su refugio, su inspiración, ¿cómo podría…?
—Blanca no me gusta. —Pone cualquier tema al azar, necesita salir de su cabeza o se va a asfixiar—. Me sorprendió que ese fuera tu profesor, parecía un mastodonte.
—¿Celoso? —Ash bufa indignado, ¿para qué diablos querría tantos músculos?
—Claro que no. —Gruñe, cruzando sus brazos contra el pecho, enganchando sus zapatillas en la reja de madera, consiguiendo que un húmedo crujido retumbe, la boca se le seca, hay una desagradable sensación atorada en su tráquea, es diferente a las flores supone, quiere arrancársela, poder hundir sus garras dentro de lo más profundo de él y de Eiji, tomar esas asquerosas rosas y quemarlas.
—No te escuchas convincente. —Se burla.
—No necesito músculos si tengo mi intelecto superior. —Entonces, Eiji le sonríe, tal como si hubiese estado esperando ese argumento irreverente.
—De hecho a Blanca le agradan los mismos libros aburridos que a ti, serían buenos amigos.
—De ninguna manera. —No se imagina a ese tipejo valorando a los dioses literarios que tanto adora, no tiene sentido—. Lo dices para molestarme. —El japonés se encoge de hombros, su cabello es un desastre contra la brisa de Cape Cod, el alba lo ha bañado, convirtiendo esa piel cobriza en oro otra vez, igual que los campos de trigo o los pétalos de un girasol.
—Sí. —Le golpea las converse despacio y tímido, como si fuesen niños de preescolar que se gustan.
—¿Cómo te sientes con lo que ha pasado? —Finalmente pone el tema en la mesa, cae igual que una bomba atómica, destrozándolo absolutamente todo y consumiéndolo con el veneno—. No debe ser fácil confesarte una y otra vez a tantas personas. —No fueron tantas, se rebate a sí mismo.
—No sé. —Eiji enrolla sus puños hacia sus muslos, los jeans arrojan un quejido ante la fricción, puede notar que el ritmo de las palabras se enlentece, volviéndose turbio y áspero, así sabe con seguridad que tiene rosas atoradas en la boca e intenta tragarlas para pretender que no es tan grave, como si quisiese protegerlo, empujándolo lejos de la cornisa. Porque así como Aslan daría su propia vida por Eiji, Eiji daría su propia vida por Aslan y eso…
Se quedan en silencio, procesando su fracaso, le da pena haberse enamorado con el tiempo contado y corriendo hacia atrás, siente que hay una especie de reloj con una cuenta regresiva en su relación, que en cualquier segundo de descuido esa bomba detonará y lo perderá, tomó prestado tanto a Eiji como a Jim, tiene que devolverlos y quedarse solo otra vez, es una maldita destrucción mutua ¡y sí! Puede ser absolutamente cursi, estúpido e imprudente haberse imaginado el resto de su vida junto a este chico, ya sea por la desesperación o porque es su primer enamoramiento, pero lo hizo, le dio su corazón sin dudarlo a esos grandes ojos cafés y ahora los ve marchitarse. La impresión es grotesca y le recuerda a la trama del almohadón de pluma, tal como en el libro tiene la sensación de que hay un parásito devorando a su pareja, cada día hay menos Eiji que salvar y lo aborrece, pero en vez de habitar en un almohadón, este se encuentra pegado a su piel, incrustando sus colmillos, burlándose de Aslan porque se lo va a llevar y no puede sacarlo, igual que una garrapata grotesca.
Una vez escuchó que el Hanahaki era una enfermedad hermosa, suele romantizarse en el mundo de las novelas, ¡al carajo! Morir joven no es hermoso, es horrible, ¿cómo diablos pretende disfrutar del resto de su vida si se ha acabado? Es una mierda, mierda, mierda y está tan enfadado. Además, verlo confesarse a otros hombres no ayudó, pero lo intentan, hacen lo que pueden aunque no alcanza, es injusto, es tan injusto. La rabia le pega, sus nudillos marcan sus venas, quiere agarrar la pistola para dispararle a esa grotesca garrapata bebiendo y bebiendo de Eiji, quiere matar al hijo de puta que le rompió el corazón y despertó esto, quiere arrancarle las espinas de los huesos, rasgarle la piel si con eso le quita pétalo por pétalo, hacer una transfusión para que él quede enfermo, lo que sea, mierda, por favor, hacer un trato con el diablo, no le importa, pero Eiji…Si pierde a Eiji.
—Te amo. —Es su novio quien esta vez lo musita, tiene los ojos cristalizados, impresiona al borde del llanto y eso lo mata—. Te amo, Aslan.
—También te amo. —Dice, permitiendo que su pena se rompa, porque ni siquiera pudo cumplir con su promesa de ayudarlo a encontrar el culpable, presume su genio superior cuando no le ha servido de nada, lo lastima igual que una puñalada—. Lo siento. —Tiembla, encogiéndose sobre el cercado.
—También lo siento. —«Tienes que dejarme ir, Ash», es lo que gritan sus ojos.
«No puedo, por favor no me pidas eso», es lo que responden los suyos.
Saca un cigarro para distraerse, mira a su dulce brillo de estrellas para hallar al Hanahaki encima de él, riéndose mientras lo mata, quiere vomitar, va a vomitar, sus dedos tiemblan alrededor del cigarro hasta ponerlo en su boca, el encendedor no prende, está enfermo, anhela llorar, no brotan lágrimas, ha agotado su reserva de lágrimas y ni siquiera podrá llorar estas malditas muertes anunciadas, pese a las drogas que se están tomando esos dos no hacen nada, son inútiles, finalmente prende el papel, viendo a la llama consumirlo todo y espera que lo consuma, no es fácil, aunque la única certeza que hay en la vida es que moriremos es mil veces más difícil amar a quien se va a morir antes con certeza.
—Es malo para tu salud. —Eiji lo regaña, claro que lo hace, la bilis le quema la tráquea igual que un rosal, tal vez también se enferme de amor no correspondido y sabe que no puede, que hay dos niños que dependen de él y morirse no es una opción factible, pero tener que cargar una existencia vacía…
—Da igual. —Sin él todo pierde sentido y de repente, está muy cansado, ¿cuánto tiempo llevan así?, ¿hubo un tiempo antes del Hanahaki? Ni siquiera lo recuerda.
—Bien. —Entonces, el terco le roba el cigarro de la boca para comenzarlo a fumar, no tarda en toser, se ha ahogado con el humo porque es un bebé.
—¡Eiji! Eso puede empeorar tu enfermedad.
—Da igual. —Responde porque es un irracional que lo saca de quicio, el corazón le sangra, le sangra demasiado, sus converse flotan por el océano escarlata imaginario—. Mi salud no es más importante que la tuya.
—Claro que lo es. —Le rebate, intentando quitarle el cigarro que sigue fumando—. Se trata de ti. —Y todo es diferente con ese argumento.
Porque es cuestión de Eiji.
Mi Eiji.
Ay.
—Mi vida no es más valiosa que la tuya, Aslan. —Su tono es duro, aprieta el papelillo entre sus dedos tiritones, el humo le quema los ojos en una desagradable cacofonía.
—¡Tú vida también es valiosa! —No quiere pelear, menos herirlo, sin embargo, ya no puede, aprieta sus manos alrededor de su vientre, tira de sus cabellos hacia atrás, le cuesta respirar, cree que podría tener un ataque de pánico justo en este momento, el pulso se le dispara y se asfixia, la cornisa se va a colapsar en cualquier segundo y Eiji está solo al otro lado—. Tu vida es importante.
—No dije que no lo fuera. —La mandíbula le tiembla, la discusión no estalla porque su amante es su cable a tierra y sabe resguardar la calma por los dos, lo protege aun estando herido, muy herido.
—Lo siento, no quise alterarme, pero es mucho. —Jim ha empeorado, el Hanahaki ha empeorado, Jade lo ha notado, Dawn está más reactiva, todo ha empeorado—. Venir a Cape Cod fue la gota que rebasó mi vaso por así decirlo.
—Aslan. —Eiji suelta el cigarro, acunándolo entre sus pequeñas y tibias manos, son suavecitas—. Mi dulce Aslan. —No me llames con tu voz, no me tires muy fuerte o me romperé—. Estoy a tu lado. —¿Por cuánto más? No quiere responderse, prefiere apretar los párpados con fuerza, dejarse caer en la frente de su pareja y sollozar en silencio, no quiere verlo convertido en el mismo caparazón vacío en el que se ha deformado Jim, no quiere dejarlo ir y es egoísta—. Me estoy tomando mis medicinas.
—Lo sé.
—Yue dijo que a la vuelta podríamos probar otro tratamiento, estaré bien. —Pero miente, sabe que miente porque es un terrible mentiroso.
Se aferra a este momento con fuerza, sintiendo cada centímetro de Eiji fundirse en su piel, su pulso salta erráticamente por sus toques, le acaricia la nuca y navega hacia su oreja, son tibias, no debería extrañarle que todo su novio sea cálido si es su propio sol, incluso con la muerte tan cerca sigue con esa clase de mirada esperanzada que lo embelesó a primera vista, como si pese a esto él fuese capaz de vislumbrar el alma entera de Aslan, desde el rincón más feo y mugriento al más bonito, viese sus heridas, las comprendiese y las aceptase, como si eso fuese lo suficiente para pasar el resto de vida buscando más vida, porque quiere un futuro a su lado.
—Si vuelves a fumar te dejaré sin besos. —Lo amenaza sin apartarse.
—Es un castigo cruel. —Se ríe, necesitaba reírse así que lo hace, llena sus pulmones de aire, ignora el aroma de las rosas y suelta una carcajada infantil que hace sonreír a Eiji, desearía que sonriese de esta manera siempre, es precioso, su sonrisa le da tanta vida—. Eres cruel con tu novio, onii-chan.
—Jade me preguntó por qué me llamas así si somos pareja. —Infla las mejillas y es lindo.
—Supongo que tendrás que explicárselo.
—¡Ash! —Y mierda, tiene tantas ganas de besarlo—. Deberíamos regresar a preparar el desayuno.
—Deja que Griff se encargue de eso.
—Americano idiota.
—Tu americano idiota.
Aslan siente una lágrima rodar hacia su mejilla apenas besa a Eiji, no sabe a quién le pertenece, pero no le importa lo suficiente para detenerse. Se dedica a acariciar sus labios con movimientos tiernos, lentos y gráciles, como si pudiese romperlo al aumentar la brusquedad, besos suaves y aun así están tan cargados e infundidos de ardor que apenas puede respirar, Cape Cod desaparece, solo son ellos dos en un mundo que se derrumba, cierra los ojos, hunde sus dedos en esos mechones esponjados y negros, memoriza esa calidez más embriagadora que cualquier alcohol o droga, la risa de Eiji arde en su rostro, erizándole hasta la columna vertebral, la brisa los envuelve, el aroma dulce del río forja una atmósfera de suma intimidad, como un refugio, no quiere separarse y lo hacen apenas una rosa se interpone, cortándolos, desgarrando la conexión, creando una grieta.
—Cariño. —Lo llama despacio, frotándole la oreja para que se relaje progresivamente—. Sigo aquí. —Sabe que no es voluntario, que no tiene derecho a pedirle algo tan egoísta y los lastimará a ambos si se atreve a pronunciarlo.
—No me dejes. —Suplica, permitiendo que Eiji le bese las lágrimas y ahí comprende que es él quien ha estado llorando todo este tiempo—. Por favor. —Son roces de labios gráciles, igual que plumas de un mirlo, la brisa revuelve sus cabellos, varios pétalos rojos flotan en el aire.
—Para siempre.
¿Pero cuánto es para siempre?
Preparan el desayuno en silencio con lo que tienen, la cabaña es un basurero que se cae a pedazos, no cree que sus hijos aguanten el fin de semana entero encerrados ahí, no obstante, se despiertan hambrientos y con muchas energías para explorar los alrededores, lo hacen sonreír, son sus faroles en medio de la tempestad, lo agradece. Se amoldan en la mesa, Jade como costumbre usa el regazo de Eiji igual que una silla, le pide que lo alimente con pestañeos manipuladores, Dawn no tarda en rodar los ojos (en el fondo quiere hacer lo mismo, pero es orgullosa).
—Está delicioso. —Canturrea el más joven, devorando panqueque tras panqueque, vaya, al parecer el puesto de Shorter peligra en la repostería—. Deberías probar uno. —Jade ensarta un panqueque en el tenedor, extendiéndoselo a su hermana, quien se tensa al instante y dispara su atención a Eiji.
—¿P-Puedo? —Pregunta colorada y nerviosa.
—Los preparé para los dos. —Entonces, toma el servicio incrustado de masa dulce, no se demora ni un minuto en devorarlo entero—. Si quieres más te traigo.
—Gracias. —Está más amable con Eiji y le alegra tanto, claro que no espera que su hija lo acepte, es la primera pareja formal que ha traído en toda su existencia, debe ser intimidante la posibilidad del reemplazo, más con Amelia de madre, sin embargo, van paso a paso. Tiempo. Tic, tic, tic.
—¿El viejo no va a bajar? —Ash le dirige la pregunta a Griff.
—Estaba demasiado cansado. —Musita, tomando de un trago el jugo de naranja—. Le cambiaron la medicación y duerme más de lo habitual. —Cierto, suelen dopar a los ancianos para que no sean una molestia y le da pena, porque Jim se ha convertido en esto, una enfermedad, un problema, una carga a repartirse y ver cómo estorba menos, es triste reducir a un ser humano a esto, algo que se debe resolver porque incomoda a todos, piensa en Yut-Lung y la culpa lo abruma.
—¿Crees que esto resulte? —Griff se encoge de hombros, impresiona mucho más escuálido dentro de esas horribles camisetas a cuadrille (no se asemejan a las suyas, las suyas son geniales, estas son campestres)—. Tendríamos que ver la posibilidad de visitar más Cape Cod si es el caso.
—Eso espero, Aslan. —Pero lo dice con una voz apagada y desganada—. Papá no parece él mismo.
—¿Podemos visitar el lago luego de comer? —Jade rompe la conversación, es un niño, no aprecia la gravedad del tema ni tiene que hacerlo.
—Absolutamente no.
—¡Ei-chan! —Gimotea porque es un traidor—. ¿Podemos?
—Claro que sí, cariño. —Jade aprieta los párpados con mucha madurez antes de sacarle la lengua.
—Dije que no, Eiji no me contradigas. —Chilla—. Dije que no y es punto final.
Van al lago luego de comer.
Pero no solo eso, llevan un montón de chatarra porque son unos malcriados: bananas, nueces, chips de chocolates, cerezas, pescado y papas fritas, una Coca-Cola grande, se sientan bajo la sombra del árbol frente al río, devorando esas porquerías hasta que les duele la panza, el albor del verano pende entre las irregularidades de las hojas, moteando su piel, haciéndolos ver como un bricolaje de puro color, se han cambiado a ropas más ligeras para ir a nadar, Eiji viste un pantalón corto que muestra perfectamente sus piernas de pertiguista y una polera de a dólar que era suya, mientras que él se puso unos jeans que cortó junto a una camiseta con un logo estúpido «amo Nueva York», sus hijos visten jardineras sueltas y roñosas, es una imagen tan Cape Cod.
—Tú no puedes comer eso. —Dawn regaña a Eiji, apuntando acusatoriamente el refresco que pende entre sus manos—. Papá dijo que estás enfermo, eso te hará mal. —Ash mitiga su carcajada entre sus dientes, le da gracia que pueda ser tan dulce de una forma completamente intimidante.
—Deberás hacerle caso, onii-chan. —Ríe, pero Dawn se planta enfrente con una mueca acusatoria.
—Y tú eres un pésimo novio. —Empieza—. Lo dejas beber de una Coca-Cola que es más grande que su cabeza y le duele la pancita.
—Era una promoción.
—No quiero excusas, deberías cuidarlo mejor, es tu novio. —Deja a Ash boquiabierto, sintiéndose como un cachorro que acaba de ser regañado por hacer sus necesidades donde no debería. Al alzar el mentón ve a Eiji sacándole la lengua y tensando los párpados, ahora sabe de quién aprendió Jade.
—Muy maduro de tu parte. —Se queja.
—Quiero ir a nadar. —Jade como siempre permanece impermeable, si Aslan fuese psicólogo podría decir que ese es el mecanismo que tiene para lidiar con la realidad y bla, bla, bla, pero no lo es.
—Vamos. —Eiji se ofrece con esa sonrisa que hace astros, lo ama—. Yo te acompaño, tengo muchas ganas de nadar.
—No sé nadar. —El japonés alza a Jade entre sus brazos.
—Te enseño.
Ambos van al lago, no puede apartar la mirada de Eiji riendo, afirmando a Jade con el cabello mojado y las mejillas rojas por tanto reír mientras la luminiscencia del amanecer se filtra a través de las hojas para darle un aura angelical y moteada, es tan lindo que lo hace suspirar y le duele la temporalidad de esta felicidad.
—Realmente te gusta. —Dawn saca el tema, se ha encogido frente al lago, con coloridos empaques de chatarra a sus pies, se ha puesto esos incómodos zapatos de charol porque tienen algo de tacón y le encanta ser más alta que Jade, es una fashionista—. Estás muy enamorado.
—Lo estoy. —Admite, memorizando en una fotografía mental la sonrisa que hace terremotos y la mirada que desata tsunamis—. Nunca he estado enamorado antes. —Se da cuenta muy tarde de lo que ha soltado frente a su hija—. Con mamá era…
—Sé. —Lo interrumpe—. Ustedes son amigos, nunca pudiste verla de una manera romántica, lo sé.
—Dawn… —La nombrada se convierte en un ovillo tembloroso sobre la hierba, apoya su mentón contra la mezclilla del jeans, la brisa remueve sus mechones dorados hacia su rostro, impresiona al borde del llanto y no tiene idea de qué hacer—. Lo lamento. —Últimamente se disculpa demasiado, no le agrada—. Lamento que las cosas sean así.
—Papá.
—Sé que extrañas a mamá, lamento que se haya desligado tanto de nosotros, te ama, aunque no lo demuestre, sé que los ama y Eiji jamás llegaría a usar ese lugar, él jamás reemplazaría a mamá, nadie puede hacerlo, es algo completamente diferente.
—No es eso lo que me da miedo. —Confiesa, haciéndose aún más pequeña bajo la sombra del árbol, encogiéndose hacia el tronco como si quisiese desaparecer dentro—. Sé que no la reemplazará.
—¿Entonces? —Le da su espacio para hablar, presionarla sería malo pero también pretender que no pasa nada, el silencio ha matado a muchos a fin de cuentas, a Jim y a Eiji encabezando la lista.
—Me da miedo que él se vaya. —Confiesa con una voz muy pero muy bajita—. Me da miedo que se vaya como mamá, que me dejen sola.
Ash queda contra la espada y la pared, ¿qué puede hacer?, ¿mentirle?, ¿decirle que Eiji se quedará al lado de ellos para siempre sabiendo que es cuestión de meses, semanas, días o incluso horas para que lo pierda? No puede, sería traumático y nocivo, pero quiere llorar, tiene mucha pena.
Dios no me lo quites, no todavía.
—A veces las personas se van. —Musita, apretando el suelo, intentando mantenerse acá y no ser arrastrado por la tristeza, memorizando a Eiji como ha aprendido a hacerlo en este tiempo, como si pudiese ser la última vez—. A veces no es culpa de nadie, solo pasa, es parte de la vida. —Tiembla, se cae a pedazos, porque es tan injusto haber conocido a su alma gemela, sabe que no todas están destinadas a quedarse aun así, le frustra, le duele, le quema, lo enloquece, lo desangra, lo culpa, ay.
—¿Papá?
—A veces las personas más estupendas se van sin explicación y quedamos nosotros para lidiar con esos sentimientos, somos los que más sufrimos por esa soledad, pero está bien, aun si se van están con nosotros de alguna manera. —Pierde el aire, frunce la boca, trepida y se quiebra—. Su alma siempre estará con nosotros. —Se consuela a sí mismo queriendo llorar, Dawn está a su lado, debe ser un padre y mantenerse fuerte por ella, es complicado, es mucho y es un simple ser humano.
—Muchas veces la vida que nos rompe, nos repara y en la mayoría de los casos nos ayuda a darnos cuenta de que sin importar qué tanto nos dañe, se reorganiza para compensarnos por la pérdida a veces de maneras maravillosas. —Mira a Dawn anonadado—. Eiji me lo dijo.
—Oh.
—Pensé que estaba hablando de nosotros pero ahora me doy cuenta de que estaba hablando de él mismo. —Sonríe, enfocando su atención en su hermanito dando sus primeras patadas, salpicando por doquier y es un desastre—. Nosotros somos esa retribución maravillosa para Ei-chan.
—¿Ei-chan? —Eleva una ceja, consiguiendo que su hija enrojezca hasta las orejas.
—Jade le puso apodo bonito, también quería. —Musita enfurruñada—. Él me gusta. —Ash la abraza con suavidad, acunándola como si pudiese resguardarla de la crueldad, no puede ni sería bueno, se aprenden de las caídas y bien lo sabe, aun así, la abraza.
—También me gusta a mí. —Impone un beso sobre el cabello de su hija.
—Te ves contento, papá. —Dawn presiona los párpados relajada, se deja acurrucar—. Me alegro.
Se quedan en silencio frente al lago, sentados lado a lado, abrazados como un pajarito protegiendo a su huevo de la tempestad, procura transmitirle seguridad en sus toques, ansía decirle de que pase lo que pase él está y estará acá siempre, que la ama, la adora y que nunca nadie podría reemplazarla y aún si Eiji llega a irse, aún si todo el mundo llega a irse, él no lo hará, no la abandonará jamás.
—¡Dawn! —Jade la llama, dando sus primeras brazadas, Eiji lo sostiene en el agua sin tocarlo, se asegura de que no se hunda—. ¡Ven a jugar conmigo!
—¿Puedo? —Asiente, la niña no tarda en sacarse los zapatos para zambullirse y unirse al juego, se muestra más cariñosa con Eiji, igual que un gato caprichoso en busca de afecto.
Suspira, le da risa haber criticado tanto a su padre cuando no ha sido mejor papá, pero es fácil hablar sin haberlo experimentado, es fácil odiar a los papás por lo mal que lo hicieron y lo poco acogedores que se mostraron cuando al momento de tomar el rol, mierda, hay que tener bolas para ser padres, al menos unos decentes.
—Te ves cansado. —Griffin se acomoda a su lado, acaba de llegar y disimula el micro infarto que le da ver la cantidad de chatarra esparcida en el piso, alza una ceja acusatoriamente apenas se detiene en la Coca-Cola—. ¿Ese ejemplo le das a tus hijos? —Se burla, golpeándolo ligeramente del hombro.
—No es tan grande. —Entonces su hermano alza el empaque para ponerlo contra su nuca.
—Es más grande que mi cabeza. —Okey, si está grande.
—Aguafiestas.
Aunque Aslan odia pensar en su infancia, lo hace por este ínfimo segundo. Sí, Jim no fue el papá del año, eso le ha quedado más que claro, era un adicto al alcohol irresponsable pero aun así, ¿qué tan terrible fue? Lo alentó cuando se quiso meter al equipo de béisbol, crio a dos hijos a pesar de ser un poco negligente, lo ayudaba con sus tareas escolares, lo apoyó probablemente lo mejor que supo el momento que le confesó del embarazo, un niño no debería limpiar las resacas de papá ni soportar los ataques de ira porque su madre se fugó, pero a fin de cuentas hizo lo más maravilloso del mundo como su progenitor.
Le dio a Griffin de hermano.
Eso es algo que no terminará de agradecer, el poeta de corazón bonachón sacrificó su propio sueño de ir a la universidad por anteponerlo y él desertó sin considerar sus emociones, no lo reprochó ni una sola vez, ni le sacó en cara los sacrificios que hizo, no se quejó por estudiar y cuidarlo en paralelo, no odia a Jim por cargarlo demasiado, porque Griffin es así, y Aslan acá se da cuenta de que ups, no ha sido ni el mejor hijo ni el mejor hermano porque es un maldito ser humano y eso está bien, otra vez, no es excusa para lavarse las manos en los errores, pero sí para aprender de estos.
—A veces creo que soy un padre de mierda. —Suelta al aire, echando la nuca hacia atrás, bañándose por el aire salado de Cape Cod, quitándole lo negativo a esos recuerdos, no todo fue malo, ¿por qué permitió que el embarazo de Amelia embarrara toda su infancia? Griffin lo crio acá, su papá lo quiso a pesar de todo y aunque no tuvo mamá, no sintió su falta, era y es amado, muy amado.
—Míralos. —Griffin hace de prueba de realidad—. ¿Te parecen infelices? —Sus niñitos han iniciado una guerra de agua contra Eiji, quien no deja de carcajear a pesar de estarse muriendo y él no puede dejar de pensarlo una y otra vez, reventando burbuja tras burbuja de disociación.
—No. —Musita, tiritando—. Pero me da miedo tener la paternidad de Jim.
—Se puede decir que Max y yo te criamos.
—¿Tienes que hacerlo sonar tan gay? —Ash gimotea avergonzado.
—Por supuesto, somos tus padres adoptivos. —Él contiene un grito contra sus palmas (en secreto está divertido, aunque no lo admitirá en voz alta)—. Jessica es la fachada.
—Griff, no me des material para molestarte más tarde. —Le advierte—. Porque lo usaré.
—Sé. —Su hermano lo vuelve a golpear en el hombro, relajando las piernas encima de la hierba—. No sé qué tanto te preocupa, lo has hecho fantástico, estoy realmente orgulloso de ti. —Le entran muchas ganas de llorar aunque no entiende la razón.
—No es cierto, debí presionar más a Amelia para usar su rol de mamá, ellos sufren por eso y yo se la facilité demasiado porque en el fondo… —La boca le tirita, el corazón le punza, se siente horrible por lo que va a decir—. Sabía que no sería una buena mamá para ellos, no porque no pudiese, lo noté en cuanto nacieron que no había vínculo, no se preocupaba por ellos, no como yo y pensé que sería más dañino tenerla constantemente gritándoles o invalidándolos a no tenerla, al menos así podría garantizarles un ambiente seguro y repleto de amor.
—Aslan.
—Fui egoísta al privarlos de tener una mamá, pero era tan joven y ellos eran tan pequeños que me dio miedo, no quería que se sintieran ignorados como yo por papá, nosotros crecimos sin una mamá y pienso que es mejor a haber tenido una mala mamá, porque al menos me sentía amado y seguro a pesar de todo, a pesar de lo confuso que pudo haber sido Jim, en el instante no lo entendía, ahora como adulto entiendo mejor que nunca su comportamiento y me siento mal, yo…
—No puedes hacerte cargo de las acciones de Amelia. —Griff detiene el tren intrusivo al borde del colapso con palabras suaves y roces de mariposas—. Tal vez pudiste atribuirle responsabilidades de una manera diferente, económica o algo así, pero hiciste lo que mejor pudiste para protegerlos y eso es más que suficiente. —Y de repente, comprende perfectamente por qué ansía llorar igual que un niño pequeño.
—Griff.
—Yo también pude haberte criado mejor, pude pasarle más responsabilidad a Jim y no lo hice, pude haberte educado más y así no la habrías embarazado, pude hacer muchas cosas diferentes que ya no fueron, pero a fin de cuentas da igual, porque tengo al hombre más maravilloso del universo de hermano menor y no puedo estar más orgulloso de quién eres. —No es capaz de articular una simple oración, ¿qué diablos puede responder a eso?—. Te amo.
—Eres un viejo sentimental. —Lo abraza, haciéndose un niño de ocho años dentro de los brazos de su hermano, permite que le acaricie la espalda, calmando los hipos que aumentan en un crescendo.
—Mocoso presumido. —Se burla, presionándole un beso en el ceño—. Lo estás haciendo bien. —Y a veces solo necesita esto, que alguien le diga que no está tan equivocado para ser un niño criando a dos niños—. Lo estás haciendo bien. —Ash se encoge hacia su pecho, tiene un nudo en su garganta que no consigue deshacer, se pregunta si Eiji se sentirá así todo el tiempo y le da pena.
—Tú también lo hiciste bien.
—Lo hice. —Musita, profesándose increíblemente agradecido y amado—. Max y yo somos buenos padres.
—¡Deja de meter al viejo en esto!
—No, me pidió que le mandara fotos del viaje y todo. —Claro que lo hizo, es un sentimental al cual también ama y jamás de los jamases admitirá en voz alta—. Intenta hablar con papá. —Pide en tono bajo y gentil, el pasto le hace cosquillas contra sus piernas desnudas, sus adoraciones salen del lago.
—¿Crees que me entienda? Es como esperar un milagro tener una conversación decente con él.
—¿Eso es tan malo? —La ternura con la que Griffin le revuelve el cabello le saca la puñalada.
—¿Eh? —No se desangra—. ¿A qué te refieres?
—Esperar un milagro. —Mira a Eiji—. ¿Es eso tan malo?
Y lo sabe.
¿Qué tiene de malo ansiar un milagro? ¿Acaso ellos no son un milagro? A él le habría tocado criarse con un hermano que se fue a la guerra para no volver si no fuese por el embarazo de Amelia, habría sido criado a solas por Jim y probablemente se habría visto involucrado en algún drama de pandillas, no sabe y está fantaseando demasiado. Y Eiji, probablemente él se habría quedado en su hogar con nombre de Gremlin y nunca se habrían conocido, ¿acaso no es un milagro su relación? Esa conexión entre sus almas que lo hace pensar constantemente: «Eres tú, te he estado buscando desde mi vida pasada y finalmente te encontré» por muy cursi que suene.
Así que sí, al carajo, si se le da la gana va a esperar todos los milagros que quiera, que Eiji se recupere por arte de magia y que la demencia de Jim empiece a retroceder, que sus niñitos no sufran en este mundo que mata con enfermedades de flores, que Griff se haga un autor famoso, que Max consiga dar una clase de corrido sin que nadie se quede dormido y que él mismo se dé el coraje para aceptar que ha sido malditamente afortunado para poder siquiera desear todo esto. Por eso, se da el valor para entrar a la cabaña y confrontarlo, si la muerte lo lleva y ni siquiera ha querido sanar su relación no se lo podrá perdonar.
—Viejo. —Lo localiza sentado en el pórtico, meciéndose de un lado a otro, mirando cómo Eiji, Jade y Dawn juegan a arrojarse pelotas de béisbol en la pradera cerca del comedor, Griffin no demora en unírseles—. Hola. —Dice al no tener habilidades comunicacionales y nunca tuvo una conversación media decente con su padre, Dios, qué complicado. Se apoya contra la puerta, traga duro, las tablas se encajan en sus músculos y arden.
—Sé que me odias. —Parece más lúcido por los medicamentos—. Sé que me odias, Aslan. —Repite, pero no lo mira, tiene su atención clavada en un punto vacío y le da pena, porque por más que lo escuche siente que este ya no es su padre, sino un cascarón de lo que fue.
—No te odio.
—Lo lamento. —Continúa sin mirarlo, la mecedora cruje en el roñoso suelo de madera, Ash siente a su propio pulso perforarle los pulmones, el mundo es demasiado pesado—. Ni tú ni Griff necesitan hacerse cargo de mí, pueden dejarme en el asilo, de todas maneras no los reconoceré en un tiempo más y no me daré cuenta. —Se congela.
—¿Qué? —Solo entonces, Jim lo mira—. ¿A qué te refieres?
—Los estoy relevando de sus responsabilidades, no me deben nada. —Y esto es lo que pasa cuando una persona se reduce a un problema—. Perdón por no ser mejor papá, sé que no sirve de nada en estos momentos, que es muy tarde, pero no supe cómo recuperarte tras romper nuestra relación, supongo que estaba esperando que tú iniciaras el tema, yo era el adulto y debí insistir más, no sabía cómo y… —La persona misma deja de ser persona y no es justo reducirlo a una enfermedad solo porque es desgastante o porque se equivocó varias veces, ¿quién no lo hace? Ash lo ha hecho.
—Papá.
—Cuando eres padre esperas que tus hijos sean felices pero no solo eso. —Balbucea, aprovechando el instante de lucidez que las drogas le proporcionan, habla rápido y entrecortado, como si acabase de correr un maratón—. Ansías que sean mejores que tú, que tengan oportunidades que no tuviste.
—Lo entiendo. —Y lo hace, se ha desvivido por Jade y Dawn hasta no dar más.
—Para mí era importante que ustedes fueran a la universidad, yo nunca pude ir, ni siquiera tuve la oportunidad de pensar en querer ir, pero ustedes son tan inteligentes, no lo sé, supongo que esperé que tuvieran una vida normal relativamente, que estudiaran, que se casaran, que tuvieran hijos. —Ríe polvoso y áspero—. ¿Sabes cuál es la mejor cualidad que puede tener un padre?
—No.
—Adaptarse rápido a la situación, pensar: bueno, mi hijo no podrá terminar bien el colegio porque embarazó a una chica pero no importa, aun puede ser feliz y encontrar la pasión en otra cosa. Griffin fue mucho más rápido y comprensivo que yo, me quedé demasiado tiempo pegado en lo que ya no podía cambiar en lugar de apoyarte y lo lamento. —De pronto, Aslan está llorando otra vez.
—Papá.
—Lo siento. —Aprieta su mano por encima de la mecedora, con una mirada de botones opacos tan hueca—. Lo que trato de decir mientras puedo es que estoy muy orgulloso de ti y lo siento por no haberte apoyado como merecías, haría muchas cosas diferentes contigo, Aslan, y al mismo tiempo, no haría nada porque estás bien así, eres grandioso, eres todo lo que yo no fui de padre, me alegro.
No tiene idea de cómo reaccionar a eso, nunca quiso pensar en cómo se sintió Jim con esa situación porque era un adolescente malhumorado que odiaba al mundo, se creía el protagonista de rebelde sin causa y amaba los libros. Jamás se detuvo a pensar en que quizás su padre bebía porque la pasó muy mal y que él le estaba haciendo la situación más difícil, jamás se detuvo a pensar en que a pesar de no estar de acuerdo, Jim le buscó una beca y lo dejó renunciar a esta, jamás se detuvo a pensar en que le armó una calabaza de Jack para Halloween aunque eran las tres de la mañana, jamás se detuvo a pensar que nadie le enseñó a ser papá y no fue un mal papá, pero Aslan prefirió encerrarse en lo malo y ahora que sale de eso, es tarde.
Porque papá se muere.
Eiji se muere.
Y no puede hacer nada.
—No eres un horrible papá ¿sabes? —Dice, negándose a soltar una sola lágrima en su presencia o se romperá—. Salí bastante guapo. —Jim se ríe.
—Te pareces a mí.
—Desearías.
Hay muchas cosas que quiere decirle en este momento, que no lo odia, al contrario, que lo ama y le agradece por haberlo criado a pesar de la adversidad porque pudo tirarlo a su suerte, él lo defendió cuando hubo un altercado con el entrenador de béisbol que nunca terminó de comprender, compró las primeras ropas de Jade y Dawn, trabajó doble turno en el comedor para poderlo ayudar, no quitó un techo de su cabeza aunque no lo merecía, no lo protegió ni lo amó como Aslan lo hubiese querido pero lo amó y lo protegió de todas formas de la mejor manera que pudo.
Gracias.
Lo siento por darme cuenta tan tarde, te amo.
Notes:
Ya nos enfocamos en Eiji y en el Hanahaki en sí hasta el final, los últimos dos capítulos van a quedar jodidamente largos y me disculpo de antemano pero es que hay tantos personajes, escenas e interacciones que aún me gustaría hacer y los promps se me fueron no más.
Aun no sé cuándo subiré los capítulos consecutivos, si mañana o el domingo, pero esperenlos~
Mil gracias por tanto.
Chapter 14: Accidental death.
Notes:
Hi~ Ha sido un fin de semana super pesado, he estado muy ausente, así que revivo mañana, pero quería dejar esto subido porque efectivamente pude terminar la dinamica en febrero, o al menos debería. Una notita muy pequeña antes de leer, es que el tema de la muerte está muy presente en el fic, me di cuenta al final, y es porque bueno, incluso si una persona sabe que se va a morir racionalmente de repente pegan más fuerte estas cosas, de repente hay un momento de quiebre donde esas defensas como la disociación se rompen y hay que aceptarlo otra vez: ah, me estoy muriendo y no sé cuando será. Y así escala y escala la intrusión, esto es esperable en esa clase de situaciones tan duras, no implican retrocesos ni nada, es como los pensamientos intrusivos, llegan, solo llegan. Eso quería aclarar antes porque de verdad es bien omnipotente. Muchas gracias por su acompañamietno hasta acá.
¡Espero que les guste!
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Chapter Text
Clic.
—¿Qué haces? —La estridente carcajada de Sing inunda el estudio de fotografía, se ha encogido en una de sus hilarantes poleras con estampados llamativos, trata de disimular el rubor que ha mojado sus orejas cubriéndoselas con su palma en una pose rara que pretende ser cool, irónico al considerar que él en un inicio lo empujó a ser modelo.
—Te estoy sacando una fotografía. —Responde con simpleza, las imágenes para ambas exhibiciones ondean encima del lavabo, aunque no se han compartido los conceptos a participar ambos conocen el contraste que el amor genera. ¿Qué es el amor? Es un tema tan cliché, estuvo a punto de desertar en ese sobrevalorado concurso—. Te veías bien. —¿Alguien sabe cómo luce el amor?
—Ya veo. —Eiji lo sabe ahora que conoce a Aslan—. ¿Soy más guapo que tu novio?
—Desearías. —Burla, agitando la instantánea, dejando que la cámara pese contra su cuello y mierda, se siente realmente bien volver a fundirse con la textura del cuero, la estática que le generó el flash aun corre por sus yemas, expandiéndose en su sangre como si fuese pólvora y el clic la llama traviesa que lo consumió—. Ash es el segundo hombre más guapo del mundo.
—¿El primero?
—Jade. —Sing bufa.
—Tienes un gigantesco favoritismo por tu hijo adoptivo. —Obvio, el japonés nunca ha considerado tener hijos propios a causa del Hanahaki y su carrera, sin embargo, cree que así se debe sentir, que aquel cariño indescriptible, casi melifluo de pura protección, desesperanza y sobre todo miedo, es amor paterno.
—Lo hago. —Se pregunta si Ibe habrá tenido miedo con Eiji y se ríe—. Pronto será la exposición.
—¿Ibe irá? —Asiente—. Debe estar orgulloso de ti.
Miedo.
Eiji no sabía lo jodidamente aterrador que era tener hijos hasta que adoptó a Jade y a Dawn dentro de un secreto a voces. Sí, cuando se habla de paternidad suelen contarte lo bonito y maravilloso que pretende ser, no obstante, lo que más se destaca es un terror garrafal a que una vida (o en este caso dos) pasen a ser completamente dependientes de él y sus acciones, es aterrador, es querer encerrar a aquel dichoso tesoro en una cajita de cristal para enterrarla y esperar que no sufran, que no pasen por nada desagradable, que no toquen mal porque se puedan ensuciar y es ridículo esperarlo de esa misma vida cruel, esa misma hija de puta que anda enfermando a las personas con flores que jamás le ha mostrado benevolencia, aun así, se reza para protegerlos. Realmente le resulta admirador que Ash a pesar de ser un niño haya encarado tremenda responsabilidad, debió estar muerto de miedo, Eiji se jura muerto de miedo ante la paternidad.
Amor.
¿Qué es el amor? ¿Acaso puede haber amor con miedo?
Eiji cree que no son contradictorias, la clase de amor que ha sentido siempre se ha mirado precedida por el miedo, por el miedo al abandono de su padre, por el miedo a agotar a Yut-Lung, por el miedo a decepcionar a Sing, por el miedo a cansar a Ibe, el miedo siempre ha estado ahí, tiñendo igual que anilina derramada su concepción acerca del amor, el miedo que lo ata constantemente al Hanahaki y a su vestigio de identidad. Pero este miedo es nuevo, especula. Miedo a la paternidad, porque una vez aceptados a Jade y Dawn como hijos suyos todo cambió, no es miedo primitivo a garantizar una supervivencia de especie, sino a una especie de victoria sobre el universo y esa inherente fragilidad, es como poder decirle a la vida que todo lo rompe: «¡Puedes destruir mi cuerpo, mi alma y hasta mi propia esencia, pero a ellos no te atrevas a tocarlos!». Y luego, luego de confrontar aquel miedo tan paralizante, ya nada da miedo.
Sonríe, mirando la imagen de Sing anonadado antes de ponerla encima de la mesa, varias fotografías de Jade y Dawn sonriendo, jugando, enfurruñados, durmiendo, saliendo de la escuela, puliendo sus habilidades deportivas, en Cape Cod, en Nueva York, en la tienda de Shorter, se han revuelto con su preciado concepto de la exhibición. Este es otro tipo de amor extraño, uno del que nunca se imaginó que sería merecedor y le alegra tanto no haberse cerrado al tema aun si el Hanahaki ha empeorado y empeorado, no se arrepiente de nada, está bien.
—Pues yo creo que me veo guapo. —Sing no tarda en despedazar su burbuja de amor con los niños, apoya su mentón contra el hombro de Eiji como si fuese un cachorro en busca de cariño, ha estado mucho más cercano desde que tuvieron la conversación—. Digo, soy lo suficientemente guapo para que te me confieses con novio.
—Sing. —Eiji alza una ceja en reproche.
—Estoy halagado de gustarte tanto que no te hayas podido contener. —Se ríe, su carcajada quema contra el cuello de su camiseta de Nori Nori, el aroma de los químicos ha inundado el estudio junto al suave remecer de las instantáneas, la luz es suave—. Pregúntamelo cuando terminen, aunque no te garantizo nada, estoy bastante cotizado por las damiselas.
—No soy una de tus damiselas. —Bufa, dejando la imagen encima de la mesa, dándose vueltas para quedar de frente.
—Podrías serlo.
—Eres un idiota. —Lo golpea en el hombro con suavidad.
—Un idiota al que te confesaste con novio y todo.
—Sabes que no fue así, deja de inflar tu ego con eso. —Se queja, conteniendo una carcajada secreta entre los dientes—. Por cosas así no le agradas a Ash.
—No es mi culpa que mi encanto sea tan grande que hayas confesado tu ferviente amor por mí aun con tu pareja al lado.
—¡Sing! ¡Fue por el Hanahaki! —Chilla—. Lo sabes, también me confesé a Yue para intentarlo.
—Hanahaki. —De pronto—. Cierto. —La frágil atmósfera se destroza en miles de pedazos, igual que si fuese un témpano de hielo pendiendo del techo, estrellándose en un terreno sumamente rocoso y árido, haciéndose trizas ante el mero roce y recordándole la inherente fragilidad de la vida.
—Hanahaki.
Su relación se basa en silencios que pueden cruzar o no, Sing sabe que Eiji está muriéndose, Eiji sabe que Sing sabe que se está muriendo, Sing sabe que Eiji sabe que él sabe, pero ninguno pone el tema y ambos entran a esa especie de teatro donde fingen que las cosas están bien porque al no hablarlas dejan de ser reales ¿verdad? No más. Aslan rompió esa dinámica enfermiza al explicarle el tema del Hanahaki y de la lista de sospechosos, en ese entonces el más joven pudo comprender y apreciar el anhelo constantemente gritando en sus ojos cafés sobre lo mucho que desea ser visto y que le dejen ver, injusto, piensa. Eiji tiene la increíble habilidad de sentir la última y desesperada señal de auxilio que las personas envían, probablemente por eso Ash lo ama tanto y él siendo su amigo…¿Cómo no se dio cuenta? ¿Por qué diablos no hizo más? La cobardía le ganó y ahora va a perderlo.
Eiji va a morirse.
Eiji va a morirse y aunque no lo mató sostiene su cadáver invisible.
—Perdón. —Es lo único que atina a pronunciar, encogiéndose en su camiseta, soltando a Eiji porque de repente es indigno de tocarlo, se ha portado como un cómplice taciturno del Hanahaki, ayudó a cavar un agujero para arrojar al cadáver de su amigo sin espetar—. Debí hacer más.
—No. —El japonés es comprensivo—. No podías saberlo. —Oh, pero lo sabía.
—Lo sospeché. —No va a negarlo más, se alza el telón, no hay público, no hay guion, no hay disfraces y por primera vez Sing desconoce al personaje—. Sabía que podías estar pasando por algo así, pero no sé, no le tomé la importancia debida, no pensé que sería tan grave. —Yut-Lung no le dijo nada y todos en esta amistad aceptaron con parsimonia los roles que les tocó interpretar, ¿a costa de qué?, ¿valió la pena? Se muere, se muere, se muere de verdad, ¡mierda! Está pasando, no hace nada otra vez, nunca hace nada por eso no confían en él, el escenario tiembla, le lanzan rosas, los espectadores invisibles están hambrientos, quieren una matanza—. Actué mal.
—No te preocupes, está bien.
—¡No lo está! —La boca le pesa, los ojos le arden, aprieta su coraje y olvida las líneas del personaje.
—Sing.
—Debí ser más empático contigo. —El escenario se desbarata, las luces tintinean, explotando en miles de pedazos antes de derrumbarse en una lluvia brillante sobre su personaje—. Te dije que te cuidaría y es lo último que he hecho, un año entero, cómo no me… —Sing aprieta los párpados con mucha fuerza, hunde sus dedos en su ceño, le cuesta respirar—. ¿Cómo no me di cuenta?
—No quería que te dieras cuenta, era bueno escondiéndolo. —Admite, felicitándose mentalmente por el aumento de conciencia de enfermedad—. No quería que lo vieras.
—Eiji.
—No quería que me vieras.
—¡Pero te veía de todas formas y fingía no darme cuenta! No sé por qué actúe así.
—Creo que yo lo entiendo. —El moreno se abraza a sí mismo, apoyando su cadera contra la mesa al otro lado de la escena, apreciando la forma en que las tablas gruñen como si hubiese un monstruo intentando desgarrarlas desde abajo—. Por miedo, Sing. —Lo pronuncia en voz alta, dejando caer una bomba atómica encima del teatro.
—¿Miedo? —No se lo toma a mal, se encuentra demasiado abrumado para hacerlo, intenta respirar, subiendo y bajando la velocidad de sus exhalaciones en vano—. ¿A qué te refieres?
—A veces amar da mucho miedo. —Comienza—. Porque amar implica también una pérdida futura, algo por lo que sufrir si se va, tener que confrontar esa clase de duelos da mucho miedo, es un poco inherente de nuestra naturaleza supongo, el ver el final cuando recién estamos al principio. —Ríe—. En el fondo todos estamos muertos de miedo porque no queremos perder algo valioso.
—Eiji…
—Tampoco te lo conté por miedo. —El telón se desgarra en una explosión de pétalos iridiscentes—. Me daba miedo que me dejaras de querer y me vieras como una carga, lo siento por ser egoísta, no fue porque no confiara en ti, pero no quería que tuvieras la última imagen mía de enfermedad.
—Nunca podría reducirte a eso.
Sing rompe la distancia, apoyándose en un teatro que no deja de trepidar al borde del derrumbe, le da igual si se hunde y es arrastrado por ese monstruo hambriento en el sótano, no va a fingir más que no ve, abraza a Eiji porque es su maldito amigo y mierda, debió hacerlo mejor, debió transmitirle que estaría para él y poner el tema sobre la mesa, el propio Eiji no podía, y debe ser jodidamente aterrador saber que perderá la vida pronto, debió aligerarle ese peso, debió abrazarlo mucho más, debió tomarle más fotografías, debió guardar más recuerdos porque pronto los olvidará, debió estar en cada hospitalización, debió darle la mano más seguido.
Debió, debió, debió
—Jamás te vería como una carga. —Pero no lo hizo.
—Dices eso ahora.
—Y lo diré siempre. —De pronto, están abrazándose en medio de un derrumbe y Eiji no puede más que sentirse pequeño y vulnerable bajo esos cálidos y fornidos brazos.
—Yue dijo lo mismo. —Punza recordarlo, aislar esa simple memoria del hospital y proyectarla en su cabeza noche tras noche a la espera de volverse insensible al estímulo, no pasa, al contrario, cada vez que lo revive le duele mucho más, como si la herida se infectase al punto de la necrosis.
—No hablaba en serio. —Lo comprende racionalmente, es experto teniendo colapsos y crisis desde que el Hanahaki apareció, pero procesarlo a nivel emocional es una historia diferente—. Te ama.
—Sé. —Se esconde contra el pecho de Sing, se aferra a los bordes de su horrenda camiseta (a veces hacen competencias para ver quién trae el estampado más feo, Nori Nori gana por hoy)—. Quiero arreglar las cosas con él. —Mientras pueda, quiere añadir y lo omite.
—¿Lo invitaste a la exposición? —Asiente—. Entonces ahí estará.
—Eso espero.
—Ahí estará. —Lo promete—. Y ahí estaré yo.
El telón se cae, las rosas desbordan sus pies, los actores se toman de las manos bajo la luminiscencia de los restos de los focos, alzan el agarre y dan una reverencia, viendo cómo les arrojan flores en un símbolo de felicitación, se acaba la obra, ¡bravo! Y han dejado de actuar, de fingir que no hay miedo, el miedo no es malo, es normal en esta situación.
—¿Quién era el causante del Hanahaki? —Así que Sing hará todas las preguntas que anhele a pesar de esa punzada de incomodidad apuñalándole el corazón, al diablo, sino se lo cuestiona ahora sabe que no lo hará más adelante, ¿cuándo?, ¿al irse a despedir en un cajón?, ¿al llorarle en el velorio?
—No sé. —Suspira, relajándose dentro del abrazo, el primer abrazo genuino que tienen en Dios sabe cuánto—. He buscado a todos los posibles sospechosos y nada.
—Me siento halagado de que me hayas considerado. —Bromea para aligerar la tensión.
—Claro que sí, eres muy cotizado. —Se burla—. Soy una de tus muchas damiselas imaginarias que se mueren por tenerte. —Hijo de puta.
—¿Qué hay de Blanca? —Recuerda al profesor de universidad y la admiración que encendía sus ojos de ciervo con suma facilidad, bebía de sus palabras como si fuesen sagradas, empeñaba todas sus energías para satisfacer sus expectativas—. Él parecía gustarte mucho.
—Ya hablé con él. —Eiji sigue intentando descifrar lo qué es el amor y si existe solo uno—. Me dijo que yo me rompí el corazón.
—¿Eso qué significa? ¿Tiene que hablar siempre con acertijos? —A Sing nunca le agradó, sus clases estaban repletas de adivinanzas y referencias de cerebritos.
—Hanahaki por alguna cosa y no por una persona, no estoy seguro.
—¿Amor por la fotografía?
—También lo pensé, pero he vuelto a sacar fotografías e incluso a disfrutarlo igual que antes. —Una tos seca, rasposa y enfermiza se hace presente—. Nada ha mejorado, los síntomas han empeorado hasta ser insostenibles sin la medicación, el Hanahaki parece haberse enojado por las fotos.
—¿Qué vas a hacer ahora? —La angustia que exuda la voz de Sing le resulta dulce, ha apretado sus hombros sin darse cuenta, pidiéndole con ese toque mudo que permanezca acá, que no lo deje, son amigos, se quieren y le dolerá que se vaya—. ¿Cómo vas a…? —Le hace una pregunta sin respuesta.
—Voy a dejar de preocuparme por eso. —Le contesta una respuesta sin pregunta—. Quiero disfrutar de mi vida lo más que pueda independiente de la fecha, no porque me haya rendido, nunca dejaré de luchar ni tiraré la toalla ante el Hanahaki, pero no quiero que todo se vea empañado por eso. —Lo comprende aún ajeno a la situación.
—Me alegro. —Estos últimos meses Eiji parecía un cadáver viviente en el estudio, arrastrándose con una presencia fantasma y una tristeza desmesurada—. Te ves contento.
—Lo estoy. —Y el aire que solía estar repleto de preguntas sin formular entre ellos dos, esas que convertían la atmósfera en algo pesado e insoportable, esas que le aplastaban el pecho igual que el concreto fresco, dejándolo con una sensación tan helada y desagradable que recubría su interior en una sutil capa de escarcha—. Gracias. —Ha desaparecido con la falsa actuación.
—¿Por qué? —Sing luce genuinamente constipado y eso le roba una sonrisa—. No hice gran cosa.
—Por importarte lo suficiente para escucharme.
—Eiji…
—Eres el mejor.
No rompen esta nueva y preciosa confidencialidad repleta de miedo, es algo frágil y maravilloso que nace a raíz de la destrucción, igual que los girasoles alzándose en Hiroshima y Nagasaki absorbiendo la radiación de las bombas, esto es purificador. Se quedan trabajando en un silencio nuevo, uno que no mata sino que acoge, hasta que Aslan pasa a buscarlo al estudio de fotografías.
—¿Listo para nuestra cita, onii-chan?
El aludido queda boquiabierto ante lo guapo que luce, Ash se halla usando un conjunto combinado, un pantalón oscuro de tela con elegantes líneas escarlatas que hacen juego con su casaca, un suéter negro de cuello alto delinea su silueta a la perfección, la imagen le arrebata el aire, le encantan esos colores fuertes porque resaltan lo porcelana que es su piel de una manera absolutamente angelical y linda, sus cabellos enmarcan su rostro coloreado por un rubor infantil, el verde pétreo, arrebatador y líquido se mira aún más potenciado por esos lentes de lectura, siempre le ha parecido sexy con los anteojos y sabe que lo ha usado en su contra, se ríe nervioso, encogiéndose en su mullida bufanda, se ha puesto un polerón para dejar el estudio por el frío y se ve tan simple en comparación.
—Te ves extraordinario. —Pero Aslan siempre parece saber qué decir.
—No es cierto. —Balbucea apenas, encogiéndose en esa ridículamente mullida bufanda—. Tú te ves extraordinario, siempre lo haces porque eres tú. —Ash suspira completamente embobado, ha traído una motocicleta que presume es de Shorter para verse aún más genial y eso le presiona tanto el corazón, es su primer romance real, no cree que ese nervio fantasma alguna vez desaparezca.
—¿Debo tomar eso como un coqueteo? —Ronronea, alzando su mentón para mirarlo, sus cabellos se han enredado a sus pestañas, incluso sus pestañas son rubias, piensa y se ríe, recobrando el valor.
—No lo sé. —Eiji acomoda sus manos detrás de su espalda, hunde sus yemas en la suavidad del algodón—. ¿Quieres que te coquetee? —Y Aslan se concibe tan deslumbrado por el comentario que lo hace profesarse especial, se sienten como dos niños tontos y eso son.
—Adelante. —Acepta el desafío—. Usa tus encantos para seducirme, pero no me podrás ganar.
—¿Es una competencia de seducción? Ni siquiera hemos formalizado la relación.
—¿Qué se supone que es formal?
—No sé. —El viento corre por las calles de Nueva York—. Supongo que matrimonio.
—Acepto casarme contigo, pero espero una propuesta más romántica al futuro.
—¡Ash! —Se ríe avergonzado—. Eres imposible.
—También te amo. —El rubio aprieta su mano, no es demandante ni agresivo, es cálido a pesar de tener la temperatura corporal más baja que Eiji, es cálido a su manera—. ¿Nos vamos?
—Soy tuyo el resto de la tarde.
Son unos idiotas enamorados.
Eiji no duda en aferrarse a la cintura de Aslan, se siente especialmente audaz en esta cita, el corazón le está golpeteando muy rápido, tensando las raíces ya petrificadas alrededor de su piel, apresando su alma entre los pétalos rojos del Hanahaki, cierra los ojos, hundiendo su nariz contra el cuello del más joven, tomando una fotografía mental de tan embriagadora esencia y dejándose llevar, las rosas no tardan en reclamarlo hambrientas, arañando su garganta, le da igual, está contento, la adrenalina chispeando en sus venas bajo la estridencia de la motocicleta es más abrumador que el dolor.
¿Qué es el amor? ¿Existe el amor sin miedo?
Piensa en su exhibición para el concurso y se ríe.
Terminan en una cafetería pequeña y acogedora en Central Park, lo primero en usurpar su atención son las diferentes flores que decoran las afueras junto a una delicada pizarra de tiza, son rosas, finas y pequeñas, desprenden un aroma agradable y crujen ante el son de la brisa, los muebles de madera contrastados con las baldosas terracota crean un ambiente hogareño y rústico que los envuelve tras cruzar el umbral, Ash ha reservado una mesa dentro, sin embargo, al contemplar lo maravillado que Eiji se concibe por el exterior deciden comer afuera, piden cafés y pasteles, Ash refuta, dice profesar asco por lo empalagoso y aun así, ha vislumbrado con una adorable expectación los postres que han traído, ¿a quién engaña? Se pregunta constantemente y le fascina.
—No era necesario que pidieras tanto, estoy bien con el café. —Eiji rueda los ojos, acunando entre sus palmas el vaso de papel, es un empaque verde y llamativo, el color francamente no le hace justicia al jade que conoce y tanto le fascina.
—¿Por qué no solo admites que tienes debilidad por lo dulce? —Bufa—. Te gusto yo. —Y coquetea.
—¿Eh? —Ash no duda en inclinarse encantado hacia la mesa—. ¿Estás insinuando que eres dulce?
—¿Por qué no me besas y lo compruebas? —Antes de que consiga articular algo más—. ¡Quema! —Los nervios le juegan una mala pasada al sorbo frenético que Eiji le da a la bebida, presiona los párpados lo más fuerte que puede, saca la lengua con la intención de enfriarla y se hunde en esa mullida bufanda.
—Eres un bebé.
—¡No es verdad! —Antes de que pueda refutar—. No es…
Se vuelve a ahogar.
Porque Aslan ha acomodado su mentón encima de su palma mientras le obsequia una mirada suave, absorta y preciosa, hay una pequeña sonrisa que pinta hoyuelos entre sus mejillas, sus cejas se han arqueado con un dulzor que lo embriaga y de pronto, Eiji comprende que así luce el amor, que esta es la mirada absolutamente enamorada que lo salvó, que lo encontró aun sin estar totalmente perdido, que lo revivió sin estar del todo muerto, eso que lo hace humano y no enfermedad, anhela quedarse acá para siempre, congelado en este momento, siendo musa e inspiración.
Eiji hizo todo lo posible para dejarlo ir por miedo, porque a él le daba miedo amar a Aslan y perderlo, ha perdido demasiado y aun así, deseaba tanto amar a alguien y ser amado, encontrar a una persona que no quisiera nada a cambio de su amor. Ash le ha dado eso y lo ha convertido otra vez en Eiji, no en Hanahaki o una carga, o probablemente Eiji nunca ha dejado de ser Eiji pero le costaba precisarlo.
Gracias.
Gracias por encontrarme.
Gracias por recordarme lo único que olvidé no podía olvidar.
—¿Cómo estás en el tema de Jim? —No pretende escamotear, genuinamente le preocupa que haya estado tan tranquilo desde Cape Cod.
—Mejor supongo.
—Ajá. —Eiji alza la ceja, bebiendo indignado de su café, se vuelve a quemar pero está vez se aguanta para no manifestar la molestia, es orgulloso.
—Tuvimos una conversación bastante profunda. —Empieza a articular, apoyando sus manos encima de la mesita de madera, con el amargo escozor del café coloreando una bruna contra la brisa, el día está tan frío que pueden ver sus alientos pender al aire—. Me dijo que se sentía como un papá de mierda, pero ya no lo siento tan así, digo, cometió sus errores pero… —Tensa el agarre—. Me hizo una calabaza de Jack para Halloween e iba al día de la mamá al colegio porque no tenía, él me ayudó a practicar béisbol y fue el primero en regañarme por dejar la universidad.
—Ash.
—Es el único papá que tengo. —Ríe—. Además de Max y Griff. —Eiji prefiere no preguntar—. Le he estado imprimiendo sopas de letras y ejercicios de rehabilitación cognitiva, pero a veces siento que se me va, a veces queda esa mirada vacía en sus ojos y tengo que volverlo a aceptar, que lo estoy perdiendo como si fuese agua entre mis dedos y por muy fuerte que me aferre no puedo detenerlo, odio la impotencia que me genera, odio tener que explicarle a los niños, odio que lo vean mal, pero odiaría aún más privarlos de verlo y enajenarlos a la situación, sería injusto y egoísta.
—Oh Aslan. —Eiji se inclina en la mesa, acariciando suavemente su mejilla irritada por un llanto mudo.
—Sé que son jóvenes y me reprocharán cualquier decisión, ¿por qué me dejaste ver al abuelito así? Era un niño, o me dirán, ¿por qué no me dejaste involucrarme más solo para mantener su imagen intacta? Eres injusto. Me odiarán haga lo que haga y ahora entiendo a papá. —No se aparta de ese toque, permitiendo que Eiji presione un beso al interior de la palma que aun sostiene, sus ojos brillan con una emoción que no sabía que podía tener, hay mucha pena contenida—. Y lo perderé.
—Aún si Jim deja de ser quién conoces. —El corazón se le comprime al apreciar el fantasma de la pena deslizándose hacia su mentón, empañando levemente los cristales de los lentes, alzando las espinas ensangrentadas—. Jim nunca dejará de ser Jim. —Sabe que es difícil de explicar, pero espera que se transmita con tenue claridad este consuelo trémulo.
—Sé. —Musita, dejándose acunar.
—Es cierto, puede ser muy duro verlo deteriorarse, pero a fin de cuentas , ¿no quedarás arrepentido sino pasas todo el tiempo que puedes a su lado? No permitas que el temor te gane, si eso es lo que quieres, por supuesto. —Eiji presiona un beso en la punta de sus dedos tan inocentemente, nunca es demandante ni pide algo en retribución, eso lo abruma, Ash ha dejado su alma en ese chico, no sabe qué hará en soledad, no piensa imaginarse una vida sin él.
—¿Cómo lidiaste con el deterioro un año? —No especifica si es sobre el Hanahaki o la demencia.
—Fue duro de ver, pero ¿sabes? Jim me contaba varias historias acerca de sus pequeños revoltosos y de hecho me dio mucha curiosidad conocerlos. —Recuerda con nostalgia, solía hacerle compañía en el asilo durante las tardes polvosas, eran gatos en agonía apartándose de sus seres queridos que hallaron consuelo en la comprensión mutua del sufrimiento.
—¿Es así? —Ahora es Ash quien acaricia su mejilla, recorre con sus nudillos el cobrizo de su rostro igual que terciopelo, lo atesora como si todo Eiji fuese estrellas y él pudiese sostenerlas en las puntas de sus yemas—. ¿Hablaba más de Griff o de mí?
—De ti, Griff se portaba bien, tú no. —Bufa—. Amaba contar lo revoltoso que era el pequeño Aslan, los problemas que le dabas al no escucharlo y lo mucho que amaba en secreto esa insoportable terquedad tuya, me contó sobre el equipo de béisbol, me mostraba fotografías de tus partidos y de sus nietos con una sonrisa tan orgullosa que recuerdo haber pensado: wow, deben ser las personas más maravillosas del universo.
—Yo…
—No sé. —Eiji musita con las mejillas rojas, encogiéndose en su bufanda en vano—. En un momento me encontré a mí mismo deseoso por conocerte, ¿quién sabe? Quizás me enamoré sin percatarme. —La expresión que Ash le entrega es absolutamente adorable, con las mejillas muy rosadas, la boca temblorosa bajo un transparente bigote de crema y una mirada tan pero tan brillosa que Eiji asegura que ha nacido una galaxia entera.
—No sabía que eras tan romántico. —Se encoge en su casaca roja, apartándose para apretar el vaso.
—Tú me pediste que te sedujera. —Bufa.
—Te extrañaré. —El comentario desgarra la fragilidad del ambiente en un santiamén, el monstruo al interior de Eiji despierta de golpe, sediento por sangre y dolor—. Lo siento, no quise decir eso.
—Está bien.
—No lo está. —Se reprocha, presionando su entrecejo con la respiración aún entrecortada como si estuviese padeciendo de un golpe de calor—. Te pondrás bien, Eiji. —Balbucea.
—Y aún sino me pongo bien…
—No. —Entonces la cara de su pareja cambia a una expresión suplicante y frenética de desesperación, ve a un niño aterrorizado porque va a perder a quien más ama otra vez y no puede hacer más que esperar, una punzada de culpa presiona su pecho, sus manos se vuelven a encontrar en un agarre contra el vaso de plástico—. Te pondrás bien.
—Perdón. —Le dijo a Ash, quien ya había perdido a una madre, estaba al borde de perder a su padre e intentaba tranquilizarse diciéndose que no perdería a nadie más—. Tienes razón, me pondré bien, no quise portarme como un insensible. —Niega.
—No eres insensible, pero no puedes decirme que no te pondrás bien, no puedes. —Le suplica.
—Ash, no me importa cuánto tiempo me quede mientras pueda pasar ese tiempo contigo. Pero me lastima verte mal por mi culpa, vive para ser feliz, tienes una vida maravillosa, mereces ser feliz.
—También mereces ser feliz. —Pero no a costa del sufrimiento de otros—. Mereces envejecer junto a quienes amas, poner una gran galería de fotografías, usar de esos horrendos suéteres de Nori Nori hasta que uses un bastón, mereces una casita con un jardín de flores, mereces despertar a las ocho de la mañana porque de verdad seas un viejo, mereces sanar bien, mereces amor genuino, mereces reírte con esa risita tan linda que tienes que detiene el mundo. —La boca le tirita—. Mereces vivir.
—Estoy viviendo. —El Hanahaki hunde sus garras en su corazón, desgarrándolo desde adentro—. Estoy en una cita contigo en estos momentos y lo tengo todo.
—Pero… —Recuerda la promesa que se hicieron y le lastima, al final va a dejarlo solo, enfrentando a esos demonios crueles que lo han atormentado de demasiado joven—. Quiero que vivas más. —Eiji odia la impotencia que le genera la incertidumbre, no debería calentarse la cabeza sino puede hacer nada, pero al mismo tiempo jamás dejará de batallar, quiere vivir, quiere estar vivo, mierda.
—Lo sé. —La tensión disminuye cuando Ash le devuelve el agarre tembloroso en sus nudillos, repasa con ternura antes de presionarle un beso—. Me pondré bien. —Entonces, los ojos de Aslan lo miran y ya no puede respirar más, son vibrantes y yacen repletos de savia, la sensación es electrizante, lo siente chamuscar hasta su última vena, quemando el rosal en su interior.
—Tienes qué. —Aunque lo amenaza sus ojos rebosan amor, tanto amor—. Jade no te perdonará faltar a su primer partido del año y Dawn quiere verte en su reunión de clase.
—Lo sé. —Se ríe paralizado, tal como la primera vez que lo contempló.
—Te mataré si te atreves a morirte. —Las flores rasgan sus cuerdas vocales, clavándose a sus heridas ya abiertas, extendiéndose y ramificándose igual que un cáncer—. No podría sobrevivir sin ti, tu sonrisa es lo que me motiva, no podría…
—¿Es así? —Se burla ahogado por los pétalos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para disimularlo.
—Lo es. —Entonces, Eiji sonríe.
No dicen más.
Esto es todo, no pensará en muerte ni Hanahaki.
Está vivo, está con Aslan, se aman, es lo único que importa.
Al regresar al apartamento ambos saben lo que pasará, Jade y Dawn se encuentran en casa de Griffin en una especie de pijamada y los sentimientos yacen a flor de piel. Se paran frente a frente, el cuarto está completamente oscuro, pueden escuchar sus respiraciones nerviosas martillando el ambiente, es casi como si perforasen las paredes o las hicieran inspirar, Aslan se ha quitado esa elegante casaca carmesí, Eiji permanece clavado al suelo, paralizado, aterrorizado, hundiéndose en la bufanda como si pudiese protegerlo de algo, pero no puede, le queda claro cuando su amante toma el borde del polerón para sacárselo, llevándose la bufanda en el camino, cae una capa, cae el suéter de Nori Nori, se encoge, sintiéndose muy vulnerable y expuesto a esos jades que nunca han dejado de verlo con tanto pero tanto amor que lo derrumba, lo desarma, lo mata, lo intoxica y lo sana, todo de golpe.
—¿Qué ocurre? —La voz de Aslan es suave, Eiji tensa sus dedos alrededor de esos fornidos hombros enfundados en el suéter de cuello alto aún, yace medio desnudo, aterrorizado que el monstruo de su interior tome el control y le muestre esa verdadera putrefacción, no quiere ser odiado y al mismo tiempo, ¿vale la pena ser amado por algo que no es?
—Estoy asustado. —El amor sin miedo no vale la pena, piensa.
—¿Asustado? —Asiente, dando los primeros pasos hacia su novio, sintiendo la suavidad de la lana derretirse bajo sus dedos, permitiendo que esas palmas grandes lo amolden, es un toque frío de mariposa que lo hace sentir increíblemente protegido, como si pudiesen forjar un refugio alrededor.
—Hacer esto contigo… —Inicia torpe, dándose un inmenso bocado de aire, el pecho le sube y le baja de forma errática y aún en la oscuridad no lo puede disimular—. Me asusta. —La reminiscencia del café pende en el aire, las cortinas se bambolean suavemente con una brisa, haciéndolo consciente de lo helado que está el día—. Me asusta que no lo quieras todo de mí. —No hay tapujos ni barreras.
—Eiji. —Ash le acaricia la barbilla, entablando un contacto visual que le arrebata el aliento, sus cabellos dorados se balancean con elegancia encima de sus pupilas, dándole un contraste aún más surreal a ese verde que tanto adora, ese verde que se ha convertido en el color de la inspiración y al mismo tiempo en su musa—. Lo quiero todo de ti.
—No puedes saberlo.
—Pero tampoco puedes probar lo contrario todavía, ¿verdad? —Se burla, claro que lo hace, usa esos 200 puntos de IQ a mera conveniencia—. Tendrás que confiar en mí.
—Confío en ti. —Asegura, enrollando sus dedos temblorosos en los bordes del suéter—. Te amo. —Sacándoselo.
Eiji sonríe, permitiendo que lo guíe hacia la cama, Ash es el primero en sentarse, los resortes chirrían por el peso extra, piensa en el día que se conocieron y se ríe al pensar que las cosas acabaran de esa manera, tal como en ese instante, tampoco alcanza a tomar una bocanada antes de sumergirse ante esos ojos extremadamente vidriosos, imponentes, afilados y aún así tan pero tan cálidos que perjura son el mismo sol, es donde anhela perecer, si debe elegir una manera que sea esta. Se sienta encima de su pareja, acomoda sus muslos alrededor de su cadera quedando a horcajadas solo para poderse ahogar un poco más, sabe que su corazón yace grabado acá por el resto de la infinidad a fuego lento independiente de las rosas.
Quedan semi desnudos a merced del otro, con las almas expuestas y sangrantes.
—¿Quieres que te cuente un secreto? —El aliento de Ash le golpea la cara, es tibio y tembloroso—. También estoy nervioso por hacer esto. —Eiji bufa como si fuese lo más inverosímil del universo.
—No necesitas decirme cosas dulces para que me tranquilice. —Aunque dice eso, se aferra con desesperación a esos fuertes brazos que lo han rodeado, amoldándose en su cintura con ternura.
—Es la verdad. —El corazón de Ash arremete con violencia entre sus respiraciones erráticas—. Esta es la primera vez que me enamoro de alguien, estoy nervioso. —El corazón de Eiji amenaza con salir disparado de su propio pecho y escapar, que la habitación se encuentre tan oscura no fomenta la calma, al contrario, los hace aún más conscientes del cuerpo ajeno—. Pero quiero hacer esto contigo tanto que siento que moriré de felicidad. —Sus mejillas arden al instante.
—Yo también. —Quiere contestar y no se contiene, la fragancia del más joven cosquillea debajo de su nariz—. Aun con el Hanahaki estoy seguro, eres mi primer enamoramiento. —Musita, deslizando sus dedos por esos mechones increíblemente dorados y suaves, ahogándose en esta tenue calidez que ya le es tan familiar, esa que lo hace profesarse en casa—. Te amo, americano idiota.
—También te amo. —Sonríe—. Mi torpe japonés.
Se besan.
Son besos dulces y torpes, tan primerizos, sus dientes chocan a causa de las risas y sus bocas apenas se rozan en aleteos de plumas, sin embargo, rápido sube la intensidad, se rinden ante el abrumador amor que arde entre ellos. Las palmas de Aslan navegan por la cálida piel desnuda de Eiji sin pudor, van desde su columna hacia el hueso de su cadera que le parece tan sensual, lo acerca, presionando sus intimidades sin romper el beso, puede sentir a sus latidos fundiéndose por la cercanía, la melodía es hipnotizante y peligrosa, igual que la canción profana, sus músculos se derriten progresivamente con esos toques de flor, siente el aroma de las rosas y lo besa aún más fuerte y desesperado, siendo consciente de lo visceralmente frágil que puede ser este instante.
—A-Ash. —Eiji jadea, tiritando por el repentino golpe de excitación, Aslan le ha apretado el trasero con impaciencia, amasándolo con una sensualidad desconocida e intimidante, ansía más de aquellos toques descarados, sus intimidades se presionan contra los jeans, la tela estorba y arde.
—Lo lamento, estoy impaciente. —Se excusa—. No es suficiente tenerte así.
—No. —El japonés suelta un suspiro apenas audible de lo más profundo de su garganta—. Yo igual.
Se vuelven a besar con mucha mayor brusquedad, se encuentran desesperados por más, como si la muerte pudiese arrancarles este precioso tesoro en cualquier segundo, se besan con una ferocidad exuberante, hay intensidad en los toques, Aslan tira de su boca solo para bajar hacia su piel desnuda, la devora con sus labios, sin cambiar de posición, teniéndolo sentado justo encima de su regazo, lo devora igual que un lince hambriento, lame desde su clavícula hasta la extensión de su hombro, eso le arranca un gemido, es una sensación húmeda, áspera y francamente delirante, tan deliciosa.
—A-Aslan.
Eiji se entrega a este sentimiento, se estrella de golpe contra la pasión, se rinde ante Ash, se permite quemar por el magnetismo que arde entre ambos, aprecia el calor explotar en cada fibra de su ser, se muerde el labio apenas siente que los dientes de su amante tiran de su pezón, se ha puesto erecto y no tiene vergüenza para mirarlo. Una ambivalencia febril le arrebata el aliento tras contemplar esa obscena imagen de Ash mirándolo fijo con una sonrisa coqueta tirando de su aréola, lamiendo justo la punta, trazando círculos con suma lentitud como si quisiese llevarlo al borde del éxtasis y la locura, mordiéndole la punta hasta teñirla de un descarado rosado, destruyéndolo en el fuego que arde en sus pupilas, la estimulación es demasiada, su cuerpo se vuelve mil veces más sensible y cae.
Cae por Aslan.
Perece en él.
—Eres delicioso. —Susurra, golpeando sus pezones con su frío aliento, logrando que se estremezca.
—¿Tienes que decir esas cosas ahora? —Eiji siente que hasta sus orejas queman en la oscuridad, es demasiado intenso tenerlo mirándolo fijo, lo hace sentirse más vulnerable que la propia desnudez.
—¿Acaso has visto la expresión que estás poniendo? —Ash espeta, alzándose solo para presionarle un beso debajo del mentón, consiguiendo que cualquier posible protesta se esfume en su lengua—. Me tienes todo mojado y duro. —Toma la palma de Eiji para acomodarla en su entrepierna.
Oh mierda.
—¿Acaso no te harás responsable?
Eiji traga duro, sus dedos se deslizan tiritones alrededor de los botones de jeans, se da el coraje para bajar tenuemente el elástico del boxer y envolver esa cálida y palpitante erección entre sus palmas, hay algo sumamente erótico en la forma que Aslan se rinde y jadea bajo sus caricias. Curva sus dedos en el glande, el líquido preseminal gotea, empapándolo y facilitándole la masturbación, lo estimula de arriba hacia abajo, se detiene en las zonas que sabe que se sienten bien cuando se autocomplace, pretende ser delicado, pero Ash es insaciable, arrojando la nuca hacia atrás, exponiendo su nuez de Adán con un ronco gruñido, apretando las sábanas y permitiéndole tomar el control en un instinto delirante que ni siquiera conocía, es una chispa negra y le encanta, más, necesita más.
Sin detener la masturbación, Eiji se inclina, lamiendo la nuez de Adán de su novio, consiguiendo que libere un jadeo caliente, esas grandes palmas aprietan su trasero en una provocación mutua encima del jeans, pero es el japonés quien tiene el control y no duda en ejercerlo, sentándose aún más cerca para aumentar lo deliciosa de la estimulación, siente a su amante tensarse y sucumbir al éxtasis, los movimientos se intensifican, puede sentir su pene volviéndose más grande, duro y caliente, ansioso por darle aún más, detiene el uso de sus manos y baja.
—¿Eiji?
—Solo relájate, Aslan. —Susurra, nublado por el golpe de placer, si algo quiere es hacerlo disfrutar al máximo esta noche, tenerlo todo y dárselo todo—. Y deja que me encargue.
—Joder.
Eiji respira ansioso, no sabe cómo hacer una mamada pero a estas alturas le da igual, baja el elástico del boxer, contemplando el palpitante pene de su amante suplicar por más atención, el glande gotea de un líquido espeso y blanquecino al resto del tronco, un par de cabellos dorados lo enmarcan, eso lo hace sonreír y liberar la tensión del momento. Presiona un beso al interior del muslo de Aslan con mucha suavidad, besa una y otra vez, esperando que se relaje, el corazón le martillea en la garganta, la habitación está muy pero muy oscura, caliente, todo está caliente, el aire es un manto de pólvora a punto de estallar.
—¡A-Ah! ¡Eiji…!
El nombrado lame desde la punta rosada del pene hasta la base, masajea sus testículos en paralelo, el sabor amargo no tarda en inundarle la garganta, no se detiene, sabe que ha agitado algo profundo en su pareja al contemplar su expresión de pura lujuria mientras lo ve hacerle la mamada, es erótico, Eiji enroscando su lengua en su endurecido miembro, presionando un beso casual en la punta antes de tragársela para intensificar la estimulación y mierda, el calor es tan delicioso que cree que puede correrse en estos momentos, para Eiji es lo mismo, cree que puede correrse por la simple expresión que esboza su novio, contorsionando y jadeando por el placer, a su merced.
La sangre bombea y bombea más rápido, su lengua inexperta parece hacer maravillas, Ash ha tirado de sus cabellos negros con impaciencia mientras él envuelve su polla sensible una y otra vez, hunde sin hacerle daño su pene en su garganta, sentirse tan lleno es abrumador, pero no se detiene, posee a este hombre indefenso, pidiéndole por más, retorciéndose y gimiendo su nombre, se esfuerza por no bajar la mirada, por mantener la tensión visual mientras el miembro de su novio arremete una y otra vez en lo más profundo de su tráquea, volviéndose más grande y duro, está tan duro que apenas puede tensar los labios alrededor de la carne palpitante, presiona el glande con su boca, estirando de esa piel más suave un poco más abajo, volviendo todo más sensible, llenando el cuarto de sonidos eróticos, es orgásmico.
Pero no es suficiente.
Nada será suficiente.
—V-Voy a correrme.
Eiji hace caso omiso de la advertencia, intensificando la velocidad de las estocadas con su garganta, permitiendo que llegue a tal profundidad que se atragante con vellos púbicos, saliva entremezclada al semen chorrea hacia su mentón, desbordándose por la comisura de su boca, el agarre en su pelo se tensa aún más, tirando inconscientemente, follando su boca de manera insaciable, apenas puede respirar al estar tan lleno. El esperma inunda su tráquea, se lo traga por instinto, es tibio, espeso y tiene un sabor peculiar, no desagradable, al alzar el rostro, se encuentra con una mueca de pura satisfacción de su novio, está rojo, sudoroso y tiene las pupilas empañadas por el placer.
—Mierda, Eiji. —Gruñe, arrojándolo contra la cama—. Eres tan sensual.
De repente, parece como si un instinto depredador hubiese sido despertado en Aslan, quien le quita el jeans y el boxer de un tirón, dejándolo completamente desnudo, friccionando sus penes, jadea al estar duro, es doloroso e incómodo y eso impresiona divertir al más joven, quien funde la carne con la carne, arrastrándolo a un torbellino de emociones ferozmente embriagadoras en sus besos, besa su cuerpo entero, repasa su lengua desde su cuello hasta su abdomen, convirtiendo absolutamente cada centímetro en una zona erógena. Eiji no consigue controlar sus suspiros echado en la cama, hunde su nuca en la almohada, las piernas le tiemblan, se derrite contra los labios de su pareja, una serie de chupones son repartidos por doquier y le encanta esta sensación de recelo y propiedad, quiere ser completamente marcado y sometido y al mismo tiempo quiere marcar y someter a Ash.
—Mira cómo te has puesto, onii-chan. —Ríe, mirando su desvergonzada erección alzarse—. Eres tan sucio. —Envolviendo su pene en su fría mano, una sensación de electricidad líquida lo ahoga, Eiji no tarda en estremecerse y dar un respingo en la cama, es demasiado, está al borde, va a correrse.
—Ash. —Suplica lagrimeando.
—¿Qué quieres? —Una gruesa capa de sudor ha cubierto ambos cuerpos, el aire está caliente, como si estuviesen respirando en medio de un incendio, todavía en la oscuridad se pueden vislumbrar a la perfección por el roce de la luna—. Dímelo.
—Tócame. —Jadea—. Tócame, por favor.
Su novio no lo hace esperar, junta ambos penes en un delicioso y húmedo vaivén, la polla de Ash contra la suya se siente demasiado bien, se vuelven a besar, exudan pura desesperación, Eiji hunde sus uñas en tan fornida espalda mientras permite que la lengua de Aslan penetre su boca con mucha brusquedad, presiona los párpados, absorbiendo con cada sentido de semejante locura, sus caderas se restriegan ansiosas en la masturbación, se aferra a la tibieza que este hombre desprende, escucha y siente a los latidos de su corazón muy rápido contra su pecho, es un placer violento, quema, la piel le arde en una sensación tan placentera de destrucción, la pasión lo ahoga, haciéndolo sentir mucho más débil y vulnerable, porque es Ash, es con Ash con quien hace esto y lo ama, lo ama tanto.
Sabe que en el fondo ambos se profesan tan desesperados a causa de la incertidumbre, pero en ese momento no quiere llenarse la mente de intrusión ni de rosas. Así que se abraza más fuerte del más joven, bebe de su calidez, siente la suavidad de sus labios, su sabor, su esencia y perece. El ritmo de la estimulación acrecienta, la sangre hierve igual que una olla a presión, la euforia calcina, soltando vapor igual que un géiser en agonía.
—Tómame. —Le ordena impaciente—. No sigas jugando conmigo. —Siente la sonrisa entre besos de su amante curvarse antes de que se separen.
—Como desees.
Eiji abre sus piernas para que Aslan se pueda acomodar entre sus muslos, aún afiebrado por el placer y con el corazón retumbándole contra las orejas se las arregla para romper a la superficie un instante y contemplar a su pareja. Mierda, el rubor no demora en azotarlo por semejante tentación, Ash está vertiendo lubricante en sus dedos, con el pecho completamente desnudo y empapado, la polla dura, la respiración jadeante y una expresión que lo deja sin habla. Sigue a las gotas de sudor caer de esos mechones extraordinariamente dorados y desordenados hacia el lienzo pálido que es su piel, parece irreal, tallado como si fuese un mismo ángel caído del cielo, con un sonrojo de calor adornando esos pómulos afilados, con una mirada que arremolina un deseo exuberante pero no solo eso, sería fácil si fuese solo eso, lo que lo atrapa y deslumbra es el amor que transmite a pesar de la lujuria.
Ash nunca lo ha contemplado de otra manera, amor, solo hay amor.
De pronto, tiene muchas ganas de llorar por lo débil que se profesa, es feliz, es tan feliz, aun a pesar de todo lo que ha ocurrido el universo lo ha bendecido para que se conozcan, es afortunado, es tan afortunado. Se relaja, hundiendo sus hombros en el colchón, sintiéndose más que nunca en su piel, en el cuarto, frente a Aslan, lo hace sentir deseado y seguro, es una combinación extraña, no debería extrañarle al mismo tiempo, su relación siempre ha sido inefable, igual que un fuego que no destroza sino que reconforta con brasas que sangran tibieza.
—¿Por qué me miras así? —Dice Ash repentinamente rojo y nervioso, encogiéndose como si tratase de esconderse de la sonrisa suave de Eiji.
—¿Así cómo? —Se burla, apretando una de sus manos.
—Tan…
—¿Enamorado? —Asiente—. Porque te amo, Sherlock.
—Idiota. —Musita, presionándole un pequeño beso en la punta de la nariz—. Avísame si te duele.
—Confío en ti.
Confía su vida.
Confía su alma.
Confía su existencia.
—¡Ah! ¡Aslan!
Eiji se crispa una vez preparado, no suelta el agarre de su novio, al contrario, lo refuerza, siendo arrastrado a ese nuevo mar de placer que lo lleva a la intoxicación, estremeciéndose piel a piel, tirita ante la presión creciente que hay en su entrada y da un salto al sentirse tan lleno, Aslan gruñe, clava sus uñas en las firmes nalgas de su pareja, acostumbrándose a la deliciosa presión envolviendo sobre su erección, un nuevo tipo de calor hierve hacia ambos cuerpos, el cuarto se llena de jadeos, el olor a sudor entremezclado a sus esencias pende en el aire.
—¡A-Aslan! —La primera estocada es un disparo de pura electricidad, es mucho para asimilar.
—Te amo. —Musita, inclinándose para repartirle muchos besos en las mejillas, apretando aún más fuerte su mano—. Te amo.
La intromisión hace crujir la cama, lo siente hundirse más profundo en sus entrañas, es caliente, es duro, es desbordante, es doloroso y exquisito en paralelo, se ahoga en este mar, se aferra al cuerpo de su pareja con una euforia retorcida, le abre las piernas, permitiendo que lo penetre aún más, la mirada tierna que entablan con sus besos es un contraste violento para la voracidad de las estocadas impacientes, Eiji se siente completamente devorado y absorbido por esos jades, el placer se lo come entero y luego…
Ash.
Ash lo está mirando con esa clase de mirada otra vez.
Esa clase de mirada que parece a punto de romper en llanto porque lo sabe, puede ser la primera y la última vez que se tengan, entonces una tímida lágrima cae encima de su mejilla y eso lo destroza, Eiji le acaricia los bordes del rostro, es imposible describir lo mucho que significa conectarse en este nivel de intimidad con quien ama, mezclando placer, dolor y devoción, juntan sus frentes, lágrimas no dejan de brotar de esos sublimes jades como una lluvia desteñida.
—No llores, Ash.
—Lo lamento. —Esto le quiebra el corazón—. Estoy asustado.
«Lo siento por hacerte pasar por esto, también estoy jodidamente asustado, perdón» quiere decirle para consolarlo.
—Te amo. —Dice en su lugar.
Limpiando las lágrimas de Aslan con sus besos, permitiendo que este hombre lo reclame como suyo porque eso es, ha escogido este lugar para dejar su alma, su cuerpo, su todo, el amor que siente, el amor que la vida le ha permitido sentir…Si va a morir desea que sea de esta manera. La mirada que arde en esos ojos verdes le dice que se siente exactamente igual, se funden con una promesa vacía, cada toque, sentimiento, palabra y disculpas pasa a segundo plano en la ternura de esta conexión. Ambos se corren al mismo tiempo con un sentimiento extraño arremolinado en el pecho, la soledad se profesa demasiado cerca, tocando su puerta igual que la muerte, no quiere, no quiere, ¡basta!
Se quedan acurrucados sin intercambiar otra palabra, temen romper la magia, le aterra que esto no sea real, que no sea más que una desesperanzada fantasía de agonía.
—Por favor quédate a mi lado. —Le pide con la voz sangrante, presionando sus nudillos contra sus labios como si la vida se le escapase—. Por favor, Eiji.
Amar lo desgarra en miles de pétalos en ese abrazo y al mismo tiempo, lo hace completo, no porque Aslan sea la pieza faltante o algo así, sino que lo complementa, lo ha complementado de maneras inimaginables, así que está bien, pase lo que pase estará bien, ríe cansado, cerrando los párpados.
Si va a morirse elige que sea de esta manera.
Ash.
Ash. Ash. Ash.
Te amo.
El primer recuerdo que logra esbozar luego de eso es una habitación de hospital, incluso antes de abrir los ojos sabe que lo es por el silencio, un silencio que en realidad no es silencio y le es familiar, a su lado se encuentra Aslan en la camilla, parece agotado, con la mirada irritada y unas ojeras tan profundas que le hacen un nudo en el estómago. ¿Qué hace acá?, ¿dónde están los niños? De pronto lo recuerda, se quedó dormido en sus brazos y…
¿Qué pasó luego?
No sabe, pero ese es su primer recuerdo.
El segundo recuerdo es a Yue musitándole una serie de palabras que en ese entonces no comprende al ir demasiado rápidas, como si chocasen una contra otra en explosiones intermitentes, le punza la cabeza y le presiona el pecho, está adolorido, hay un malestar general sangrando en sus músculos.
—No eres una carga, no lo eres. —No se da cuenta de que se halla apretándole la mano muy fuerte hasta que lo mira, quiere devolverle el agarre u ofrecerle otra señal pero no puede, es prisionero de su cuerpo—. Lo siento por lo que dije, lo siento, lo siento, por favor no te mueras, puedes gritarme, puedes odiarme, pero no puedes dejarme así, nunca te lo perdonaré si te atreves, ya no sé… —Se ahoga—. Ya no puedo más.
Cierra los ojos y vuelve a dormir.
El tercer recuerdo son unos grandes ojos cafés repletos de lágrimas, es Dawn, su voz se escucha tan triste que el corazón le pesa una tonelada, está llorando desconsolada encima de su regazo, anhela extender su mano y consolarla, pero no puede, es prisionero de su cuerpo, cada centímetro que se mueve lo matan las espinas desde adentro.
—Mentí cuando dije que no te quería, lo siento, te quiero mucho, así que por favor. —Las lágrimas caen por las regordetas mejillas de la niña, quien se ha aferrado a sus manos inertes como si fuesen un bote salvavidas—. No te mueras, te amo, no es necesario el Hanahaki, es amor correspondido.
Oh Dawn.
¿Piensas que me enfermé por tu culpa?
—Lo siento por decir cosas crueles, prometo ser una niña buena, ayudaré más a Jade con sus tareas y ya no haré enfadar a papá, prometo portarme bien con el tío Griff, no desobedeceré a Max ni me enfadaré cuando el abuelito no entienda lo que le digo, prometo ser buena, prometo ser una hija a la que puedas querer, pero no me dejes, no dejes a papá, no dejes a Jade, te quiero, te amo, no me dejes como mamá, ¡por favor! No me dejes sola, estoy tan sola. ¡No me quites a más personas!
Los siguientes recuerdos son más bien pedazos de sensaciones, toques, disculpas, amenazas, llanto y confesiones de diferentes personas.
Finalmente cuando se puede mover está solo en la habitación de hospital, los sonidos de máquinas rebosan en el aire, la peste del antiséptico es insoportable, va a vomitar y se da cuenta, está rodeado de rosas, hay rosas por doquier, rosas que no han dejado de escapar de su boca porque finalmente llegó a ese punto terminal, a ese punto donde le quedan días, no años para planificar ni meses para prepararse, sino días, días para despedirse.
—¿Estás contento?
Le pregunta a su reflejo en el ventanal, a esas rosas putrefactas que le sonríen en forma de Hanahaki y lo llevan devorando por más de un año.
—Yo lo estoy.
Le afirma cansado, porque a pesar de sus constantes intentos por reducirlo a una enfermedad, a un problema, no lo hizo, nunca permitió que le drenase la esencia, al contrario, se aferró con garras y dientes a su identidad, se enamoró, recobró el amor por las fotografías, se permitió vislumbrar y al mismo tiempo, aprendió a vislumbrar un mundo diferente. Así que adelante, que lo mate, que se lo lleve, le da igual, porque vivió jodidamente bien y eso es algo que jamás le podrá quitar, esa vitalidad que irónicamente siente antes de la muerte más que en cualquier otro momento de su vida, es suyo, es suyo y ningún monstruo menospreciará ese mérito, morirá siendo más Eiji Okumura que nunca.
Notes:
Mañana se nos viene super intenso, Ash y Eiji han estado llevando esto demasiadoooo bien y a fin de cuentas es humano quemarse, es un mensaje constante en el fic, así que veamos cómo termina, y sé que de repente el tema es aversivo, pero las personas pelean, se enfadan, nadie está bien todo el tiempo con otra persona y sería medio patologico hacerlo, es parte de la vida, lo importante es arreglarlo, eso, como una pequeña advertencias antes, saben que no soy muy fan de lo tan idealizado de cierta manera.
¡Nos vemos mañana!
Chapter 15: Mourning.
Notes:
Hi~ Hemos llegado al final de esta dínamica, no pensé que se haría tan larga en cuestión de páginas de capítulos y tan cortita en promps, siento que abarcamos un montón y ame mucho escribirla, fue super especial para mí por miles de razones, por el desarrollo de los personajes, por los impasses que aparecieron, por los complejos de familia, el duelo, no sabía si sacar esta trama aunque tenía la planificación y el prologo apenas llegamos a febrero, porque hay que admitir que está bien rara, onda todo, y agradezco mucho a quien ha leído, especialmente a esas personas que se toman el tiempo y cariño extra para dejarme comentarios sabiendo que soy una insegura de mierda, gracias. Como siempre ocurre en estas dínamicas pasan situaciones o roces un tanto desagradables y desgastante, así que dejó clarita una advertencia acá y ahora, el capítulo está repleto de intrusión porque en este perfil se le da seriedad a la muerte, y sino existe cierta empatia con esa fragilidad y la desesperanza que conlleva, well bro, esta historia no es para ti y no me quemaré con eso ni tolerare cierta clase de comentarios, advertidos desde ya, soy una persona, hola.
Sacando eso y si es que se sienten listos, ¡muchas gracias a quienes deciden leer!, ¡espero que les guste!
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Chapter Text
Clic.
Eiji baja la cámara hacia su pecho, sus dedos tiritan alrededor del soporte, una sonrisa nerviosa nace entre sus mejillas regordetas y cálidas tras contemplar la mirilla. Hermoso, es su primer pensamiento errático. Sabe que a su novio no le encanta esa palabra, que la han usado en su contra, convirtiendo hasta los halagos en un arma con la doble intención de tomar y tomar, dejándolo vacío. Sin embargo, no logra contenerse a sí mismo, repasa con suma ternura la imagen de Ash sentado sobre el marco de la ventana, parece tranquilo, con la frente contra la rodilla y su silueta salpicada de dorado tenue, impresiona estar durmiendo o tal vez rezando, parte de su rostro se encuentra iluminada por el alba y es simplemente surreal.
Le da algo de risa, supone que siempre ha tenido el coraje y la osadía de amar a este hombre de esa manera: en voz alta, con todas sus fuerzas porque es terrible conteniéndose, el mundo ha aprendido a respetarlo a través del arte, Eiji siempre ha plasmado su esencia en las fotografías, pese a ser muy reticente, no teme abrir su alma como si fuesen dos compuertas y mostrar el interior igual que si se tratase de una galería, es consciente de que la mayoría de esas paredes se han llenado de Ash y esa familia, que su alma, su cuerpo, su mente, su ser, su todo se profesan repletos de vitalidad, pasión e inspiración debido a esa nueva muestra espiritual.
¿Cuánto tiempo más la tendrá?
«Para siempre».
Fue lo que dijo antes de ser más consciente de lo frágil que es la vida, de que esa exhibición que con tanto esmero resguarda colgada en su alma igual que las instantáneas del estudio una brisa puede llevárselas en un santiamén, desearía tener alguna pared blindada que lo proteja, alguna especie de refugio impermeable, pero mira al Hanahaki, a ese grotesco monstruo satisfecho con su prematura muerte y se pregunta dónde diablos habría podido esconderlos, lo mira devorar imagen tras imagen con sus dientes de espinas y su putrefacción de rosas, no queda mucho de la exposición intacto.
—¿Qué haces? —Ash capta su atención, moviéndose del ventanal, se encuentra usando esa camisa celeste gigantesca que tanto adora, cree que le sienta de maravilla, su cabello sigue desordenado a causa de la brisa, cae en mechones disparejos hacia esos jades que Dios, si pudiese, llenaría galerías enteras con imágenes de semejante verde.
—Me hacía falta un cierre para el concurso. —Canturrea, mostrándole la mirilla para que contemple la imagen, sus mejillas no tardan en encenderse con un brillante carmesí, adora la expresión que esboza al vislumbrar su trabajo de modelo, es infantil, dulce y suave, tan genuino—. Esta me gusta.
—No alcanzas a imprimirla de acá a mañana.
—Si le pido el favor a Ibe-san alcanzaremos a colgarla algunas horas antes de que abra la muestra. —Hoy debe ir a darle los últimos toques a su concepto sobre el amor para que mañana sea devorado por el público—. Necesitaba un cierre impactante y esto es perfecto. —Aslan bufa muy avergonzado, ocultando una tímida sonrisa contra el hombro de Eiji, envolviéndolo entre sus brazos, es tan cálido.
—¿Cómo vas a llamarla?
—¿Cómo la llamaré? —Tararea, dejando de lado la cámara—. ¿Acaso no es obvio?
—No lo es, puedo ser un genio pero aún no leo mentes, onii-chan. —Declara, hundiendo sus palmas en el vientre de Eiji, restregándose como si fuese un gatito mimoso en busca de atención y eso es—. ¿Cómo vas a llamar a la nueva revolución del arte?
—Amanecer.
—El concepto es el amor. —Sisea anonadado, estrellando sus cálidas palabras contra el hombro de su camiseta, arrugando las hebras rosadas y humedeciendo sutilmente la tela.
—Exacto. —Ríe—. Eres mi concepto de amor, Ash.
Amor.
¿Qué es el amor?
Desde que cayó hospitalizado por el Hanahaki se rinde por comprender qué es el amor, no, no se ha resignado a la muerte ni ha bajado los brazos, pero al mismo tiempo, ¿qué sentido tiene contradecir más? Va a pasar y va a pasar, no permitirá que sus últimos días sean un sinfín de cosas que debieron ser pero no fueron y de preguntas que a lo mejor ni siquiera tienen respuestas. Amor, solía parecerle un concepto tan sobrevalorado por su enfermedad, muchos le decían que lo amaban y era mentira, era una palabra sucia, cargada de falsedad e interés, de control, la gente lo decía porque quería algo de Eiji y Eiji no tardaba en abrir las puertas de su galería de alma, quedando sin nada, siendo robado una y otra vez. Pero Aslan, oh Aslan. Dentro de aquellos ojos verdes esos conceptos banales implican un significado completamente diferente e inefable.
Amor, Hanahaki, enfermedad, al diablo, lo único que puede manejar en este momento es la certeza de que ama al hombre más maravilloso del mundo y es afortunado por poder estar disfrutando este segundo de sus caricias y de esa dulce familia. Las personas sufrimos de angustia por cosas que aún no pasan o pasaron, por cosas que en el presente no podemos cambiar, Eiji eligió no agonizar más angustiado, maldición que es liberador, sacará fotografías hasta que las manos le fallen, amará hasta que el corazón se le detenga y será él mismo hasta el final.
No es una rosa.
Nunca lo ha sido.
—Tu modelo me resulta guapo. —Ash aligera la tensión con un comentario absolutamente humilde porque por supuesto, así es él. Eiji se da vueltas, divertido, sus palmas navegan en la aspereza de la gigantesca camisa, se hunden entre las arrugas y se deleita con el aroma que desprende, ama lo fina que es su silueta y que aun así sea tan fornida, masculino y delicado, simplemente hermoso.
—Mi chica francesa es preciosa.
—¡Eiji! —Aslan tensa el entrecejo e infla las mejillas, es un bebé, piensa.
—Tú empezaste con las referencias a Titanic, es una cucharada de tu propia medicina.
—Pero no pensé que las usarías en mi contra. —La pieza se encuentra atiborrada por cuadernos escolares, juguetes y bocadillos azucarados, se quedaron en vela con los niños usando de excusa las tareas del instituto y terminaron en un maratón de plaza sésamo—. Conejito tramposo.
—¿Sigues con tu novela? —Asiente, emocionado.
—Al final el lince es timado. —Ash enrolla sus dedos por el bronceado cuello de su pareja, repasando cada línea de vida con una parsimonia extraordinaria, enviando un espasmo de pura electricidad en las venas que delinea, es revitalizante y doloroso por los pétalos—. ¿No me preguntarás la razón?
—Me da nervio hacerlo, me dirás algo absolutamente irracional.
—Oh vamos. —Gimotea, consiguiendo que Eiji ruede los ojos, permitiendo que le presione un beso justo debajo del mentón y eso lo derrita—. Pregúntame, sé que quieres. —El roce de su piel desnuda y expuesta contra los dientes de su pareja lo incita a ahogar un jadeo y estremecerse.
—¿No va a ser nada con peces banana ni leopardos? —La risa de Aslan le quema el cuello, le encanta esa risa, daría lo que sea por escucharla un poco más.
—Gracias a que alguien se burló de mi religión literaria tuve que ser más original. —Esas ásperas y grandes palmas ascienden para acariciarle las mejillas, Eiji se ve a sí mismo atrapado por esa mirada brillante y profunda de un contraste incomprensible, el alba chispea en la punta de sus pestañas de oro, cubriéndolo de un aura absolutamente incorpórea e inalcanzable. ¿Acaso eres real?
—Deberías agradecerme. —Es transcendental la forma en que lo vislumbra, sabe que es una idiotez cursilona, pero puede jurar que el más joven contempla su alma tras entablar contacto visual, es paralizante esa sensación de ser visto, como si ninguna armadura de pétalos bastara para esconder las exhibiciones que cuelga con orgullo en su alma—. Te irá mejor en el mercado.
—Tonto. —Se queja, mierda, tiene muchas ganas de abrazarlo—. Eres un tonto, onii-chan.
—¿El lince y el conejo se hacen amigos? —Por eso lo hace, hunde sus yemas en la cadera de su novio con suavidad, es un roce primerizo que le arrebata la respiración a ambos, el monstruo en su interior no tarda en despertar al no soportar su felicidad, da igual, ya todo da igual excepto el amor inefable que se le escapa en la punta de los dedos.
—Más que eso.
—Entonces es un romance prohibido entre diferentes especies, qué escandaloso. —Se burla—. Un herbívoro y un carnívoro, suena complicado.
—Lo es. —Ash le acomoda un mechón detrás de la oreja, han empezado a retroceder a ciegas en la habitación, las caderas de Eiji chocan contra el escritorio repleto de tazas de café sucias y borradores arrugados—. Es bastante complicado porque son de mundos diferentes. —Baja el mentón, tensa su puño contra el pecho de su amante, sintiendo el errático palpitar chispear entre sus yemas.
—Ya veo.
—Aun así, logran sacar adelante su relación, el conejo es terco como el infierno y jamás regresa a su pueblo con nombre de Gremlins.
—¡Ash! —Gimotea—. Izumo no es un nombre de Gremlin.
—Gizmo, Izumo, lo mismo. —Patea el suelo indignado, dándole la razón inconscientemente y lo odia (mentira, lo ama pero el orgullo primero)—. El conejo terco se mantiene al lado del depredador a pesar de todo lo que miró, es extraño porque el lince no acostumbra a la bondad, está herido, muy herido a su manera, no le enorgullece su pasado, en el fondo le aterra el rechazo, nunca antes nadie lo ha tratado con semejante benevolencia y compasión, es duro sentirse amado si toda tu existencia te han temido, te han impuesto un rol que aceptaste para proteger a los demás, a tus cachorros, es aterrador recuperar esa inocencia. —La boca se le seca, de pronto, quiere llorar—. Pero se aman.
—Ash.
—Se aman lo suficiente para vencer a la muerte, al destino o quien sea, porque el lince le da su alma entera al conejo, le da todo lo que es y puede llegar a ser, aunque no sea perfecto y siga destrozado a su manera porque ha perdido a demasiadas personas y está a punto de perder a más, se lo confía sin dudarlo y espera que sea suficiente para mantenerlo a su lado, ya no pretende un solo por ahora, sino que quiere un para siempre y es egoísta, es tan egoísta. —Se detiene—. O algo así va la trama.
—Incluso el pequeño y duro lince, no podía soportar estar solo. —Balbucea anonadado.
Es extraño que lo adore con semejante devoción, Eiji se niega el amor, por eso está tan desesperado ahora, tomando y tomando de sí mismo, tomando hasta dejarse vacío, sacando los escaparates de sus fotografías de alma antes de que alguien más las robe, porque si toma lo suficiente nadie tendrá nada que romper, ya no quedará nada, ya no habrá nada, ya no será nada. Es duro destrozar eso en una relación, le aterra que Ash haya derrumbado esa endeble resistencia, como si hubiese quebrado el último cristal de las puertas donde yace la exposición de su esencia, crack. Y al mismo tiempo le es sumamente emocionante alcanzar el nivel de intimidad donde efectivamente queda desnudo, sangrante y herido en sus rosales, mostrándole hasta el último rincón, diciéndole: «Esto es todo, no hay más, esto es todo lo que soy te guste o no».
—Y luego tienen conejitos y linces de bebés.
—Pensé que eran dos hombres. —Retoma la conversación, sentándose en el escritorio para quedar a la altura de Aslan, deslizando sus dedos por los botones de plástico de la camisa, sintiendo al rosal alzarse hambriento en una segunda piel, tomando y tomando, dejándolo vacío, no lo permitirá.
—Es el poder del amor y la fantasía. —Responde con su IQ superior—. En mi historia eso es posible.
—Te dije que me traerías algo completamente irracional. —Suspira, apoyando su frente contra el pecho de Ash, escuchando su corazón corriendo a mil por la cercanía, contrayendo sus nudillos bajo los puños de la camisa, arrastrándolo por esa tela azulada como si pudiese arrancar la temporalidad.
—El conejo es el que se embaraza.
—Eres un idiota. —Finalmente se ríe—. Americano idiota.
—Un idiota al que amas.
—Un idiota al que adoro. —Responde, delineando los bordes de la camiseta hasta llegar a una barba fantasma, deleitándose con la calidez que desprende su propio alba—. Ya cállate y bésame.
Ash ríe y lo besa.
Los labios de Aslan se derriten con tanta dulzura entre los suyos que lo dejan borracho por el toque, Eiji siente que se derrite bajo la tibieza que su pareja desprende, lo estrecha con cariño, percibiendo al ritmo de sus latidos dispararse hacia su garganta, se dedica a inmortalizar este momento, saborea la suavidad eléctrica que la boca de Ash desprende, sus dedos navegan por esos fornidos omóplatos para delinear cada línea de músculo y herida sin cicatrizar, traza círculos, baja hacia su espalda sobre la camisa, aferrándose a esto, a los suspiros de caramelo, la pena contenida y la disociación que ese Hanahaki le genera, sobre ese constante sentimiento de pérdida omnipotente, lo besa, con ternura, con devoción, con tanto pero tanto amor que se quiebra la vitrina de sus fotografías, jamás consiguió esconder lo que realmente era de esos jades, por eso, Eiji abre sus propias resistencias, arranca esas imágenes que ha enmarcado con tanto recelo y representan su esencia, las acomoda una sobre otra, las despide y se las entrega a Ash.
Puedes tenerlo todo de mí.
Mi alma siempre estará contigo de esa manera.
—¿Deberíamos intentar probar tu teoría sobre linces y conejos? —Eiji musita, presionándole un «te amo» silencioso contra la barbilla, enrollándolo entre sus brazos con una desesperación trémula y patéticamente disimulada—. ¿Deberíamos intentar hacerles hermanitos a Jade y Dawn?
—Me gusta cuando te pones coqueto. —Admite, recorriendo la cadera de su novio con lentitud, es un toque de pura electricidad que se siente bien, sus manos encajan a la perfección en la silueta del japonés y eso le roba una sonrisa.
—Entonces debería ponerme coqueto más seguido. —Se ríe nervioso y Ash queda maravillado.
—Eres deslumbrante. —La inocencia que chispea en la repentina confesión lo deja rojo y tartamudo, retrocediendo en el escritorio hasta golpear la pared, con el corazón sangrante, tiritón y desnudo—. Eres deslumbrante como brillo de girasol, espero que lo sepas.
—Lo dice quien tiene toda una exhibición en su honor.
—Podrías ser tu propio modelo en tu siguiente exhibición. —El japonés alza una ceja, divertido.
—¿Una exposición acerca del narcisismo? —Bufa—. No va conmigo.
—Jade y Dawn podrían estar en tu siguiente exhibición. —No es una demanda bruta ni egoísta, es mero anhelo lo que tirita en cada sílaba de su voz, cayendo igual que una explosión masiva sobre un terreno repleto de vida para convertirlo en tierra árida y muerta—. S-Solo si quieres. —Tartamudea, es un niño, es dos años menor y a veces por su intrínseca fortaleza se le olvida.
—Me encantaría tenerlos ahí. —La ilusión fulgura en sus pupilas, consumiendo su iris cobriza antes de apagarla igual que una estrella fugaz, brilla una vez muerta—. Pero lo más probable es que Sing tenga que hacerla. —Baja su mano por el pecho de Aslan, no ansía alzar el mentón, le resulta injusto.
Dios, Eiji siempre hace esto.
Rompiendo el corazón de los dos él solo.
—Odio que hables así. —De pronto, el ambiente cambia, destrozando el teatro de disociación donde jugaban felizmente a la casita, mostrándoles con una grotesca crudeza la realidad, esto es Hanahaki, están contra el reloj, las rosas no hacen más que acrecentar sus raíces, cada segundo lo desperdician al no buscar una solución, segundos que no tienen, ¡claro! Basta con un jodido instante de descuido como ocurrió luego del sexo para que las flores bloqueen sus pulmones y se lo lleven, ¡hilarante!
—Lo siento.
—Me prometiste mejorar. —Es verdad, no obstante, en ningún instante accedió a vivir en un estado patológico de negación, comprende, debe ser duro para su pareja confrontar la muerte, pero se lo advirtió del inicio y a fin de cuentas no hablar de estas cosas ahora tendrá un costo demasiado alto, no alcanzará, el tiempo se le va, tiempo, tiempo. Tic, tac. Se está muriendo, empieza a martillar una cuenta regresiva en su cabeza, tal como una bomba temporal: Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic.
—Ash. —Suplica su nombre—. Tenemos que poner el tema algún día.
—Es tu exposición, no lo arruinemos discutiendo. —Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Martillea igual que un pájaro carpintero mordisqueándole los sesos, taladrándole las orejas, moliendo su cráneo y devorándolo.
—Ash…
Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic.
—Ya escuchaste al doctor. —De pronto, Eiji se percata de que ha clavado sus uñas demasiado fuerte contra los bordes de madera y que la respiración le punza igual que si se hubiese tragado una botella de lejía, subiendo y bajando erráticamente, tensando los botones igual que si fuese una camisa de fuerza y estuviese en un manicomio. Tic. Tic. Tic. Hace frío—. Tenemos que discutir esto.
—No ahora. —No respira.
—¿Entonces cuándo? Siempre te niegas a hablar del tema. —La mirada le arde de pura frustración—. Entiendo que sea difícil, pero no por ignorarlo va a desaparecer. —El corazón le palpita, tic, tic, tic, hace la cuenta regresiva, el Hanahaki extiende sus brazos de raíces, envolviéndolo igual que si fuese un capullo de mariposa, no hay aire suficiente, los pulmones le pesan como si tuviesen líquido, sudor le escurre por la frente, está afiebrado, quiere vomitar, se siente mal, enfermo. ¡Tic! ¡Tic! ¡Tic!
—No ahora.
—Ash. —Ha pasado tan entrampado en estas dinámicas de invisibilidad y no lo hará más, no porque acepte al Hanahaki como una parte de su ser, es cuestión de orgullo, de querer y poder elegir lo que hará con la poca vida que le queda, de irse con dignidad—. Ya basta.
—Dijiste que resistirías más. —Una carcajada incrédula brota de lo más profundo de la garganta de Eiji, es un sonido hueco e ido, es tan divertido que no puede parar, las rosas no tardan en pender en el aire, haciéndose reales, suele esconderlas de su novio para no lastimarlo, no hoy, que lo vea, que las mire, que le duela.
—Lo estoy intentando. —Le advierte, gruñendo por lo bajo, tensando los puños, el mundo se vuelve pesado, las rosas se cristalizan hasta atraparlo—. Hago lo mejor que puedo.
—Prometiste que llegarías hasta final de año. —¡Mírame! ¡Mírame! ¡Mírame, Ash!
—No puedo adivinar si llegaré, estoy haciendo lo mejor que puedo. —Mira lo cansado que estoy, mírame, me estoy muriendo y es real, mírame y ayúdame a irme, por favor, ya es duro para mí tener que dejarte, no lo hagas aún peor.
—Eres derrotista. —La discusión sube de intensidad, el aire se convierte en pólvora, han aguantado una cantidad delirante sin poner el tema en la mesa y la factura les está cobrando. Tic, tic, tic—. Ni siquiera lo estás intentando de verdad, has tomado una actitud dócil frente al Hanahaki, te rendiste para tratar de encontrar la causa, así no podemos descubrir la cura.
—¿Me rendí?
—Te da miedo encontrar la causa, puede no gustarte. —Se para con violencia en medio de un ataque de pánico, las lágrimas queman su carne, corriendo hacia su mentón, tensa los puños y aprieta tan duro los dientes que le tiemblan—. Eres un derrotista.
—¡¿Qué diablos sabes tú?! ¿Qué mierda sabes sobre cuánto lo intento o no? —No puede contenerlo más, no alcanza ni a pararse bien y acaba vomitando una rosa entera al suelo, las espinas le queman las fosas nasales y la tráquea, quiere arrancárselas como si fuesen un segmento defectuoso de él, la sangre se mezcla con la saliva y la bilis, las converse rojas acaban manchadas de rojo, alza el rostro iracundo—. ¿Quién te crees para decirme si lo intento?
—Desde tu última hospitalización estás resignado a rendirte, no has querido encontrar al causante. —Lo aleja de un manotazo y le quiebra el corazón la expresión que Ash le regala, no, no, no quiere apartarlo, lo arruinó como siempre lo hace, ¡brillante! Ve al Hanahaki sonreírle con orgullo mientras tensa los puños, pequeño, herido—. ¿Te duele escuchar la verdad? —Su novio no esboza una mueca de rencor o recelo, le está dando algo mucho peor.
—Detente. —Decepción—. Tienes razón, tengo que arreglar la muestra, no deberíamos hablar de esto ahora. —Ni nunca, mejor no lo hablemos nunca para que me atragante con mi maldito dolor pero tú puedas fingir que las cosas estén bien, entonces serás feliz ¿verdad? Eiji suspira agotado, el sonido es pastoso y polvoso, despierta fantasmas desagradables en Ash, es el sonido de la muerte, lo sabe porque Jim no ha dejado de suspirar de esa manera y lo odia, odia a esa jodida enfermedad.
Tic. Tic. Tic.
—Ahora no te gustó la conversación.
Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic.
—¡No me toques! —Eiji jala de su muñeca, parece un animal herido abrazándose a sí mismo.
—¿Por qué no quieres seguir buscando una solución? —¿Por qué te rendiste? Prometiste quedarte a mi lado, ¿por qué?, ¿por qué no soy suficiente para que lo intentes? Sé que lo haces, sé que tratas pero estoy tan desesperado, lo siento, no sé qué más hacer, te amo, no me dejes—. ¿Por qué?
Ash intenta controlarse, sin embargo, Jim ha empeorado a pesar de la medicación y su alma gemela se muere, ¿acaso no tiene el derecho a lamentarse?, ¿acaso no tiene derecho a derrumbarse porque es un maldito ser humano y ¡ya basta!? Está tan cansado.
—¿Desde cuándo te importa?
—Desde siempre, eres injusto.
Fue una tarde de domingo cualquiera tras la horrible hospitalización que recuerda haber despertado muy asustado con Eiji entre sus brazos y lo supo, le llegó de golpe: Eiji va a morirse pronto.
Eiji va a irse para siempre.
Eiji nunca volverá.
Nunca volverá a gozar su voz, no volverá a adorar su resplandeciente mirada, no volverá a sentirlo estornudar su nombre, no volverá a olerlo, no volverá a sentir esos brazos envolviéndolo porque ha descubierto que ama ser la cucharita pequeña y le permite el capricho, no volverá a fingir que odia el natto pero se lo traga porque lo hace feliz, no volverá a abrazar sus feos estampados de Nori Nori, no volverá a admirar su sonrisa que hace estrellas al captar una fotografía, no volverá a escucharlo reír, Dios su risa que le da mil años de vida. Nunca más volvería a confiarle los secretos que resguarda en las profundidades de su alma ni tiritaría avergonzado, sintiéndose tonto, como un adolescente iluso por querer compartirlo todo, lo más feo y lo más bello. Nunca más despertaría de una pesadilla tan pero tan asustado y notaría esa mano suavecita acariciándole la mejilla y entonces escucharía: «Estás a salvo, Ash. Estoy a tu lado, se acabó, se acabó, estoy contigo».
Y entonces tiene unas horribles ganas de llorar y de confrontarlo, cualquier cosa para sacar el dolor, de arrancárselo, desearía poder sentar a Eiji en una silla, abofetearlo, gritarle y desquitarse porque odia lo tranquilo que luce, es casi como si la propia muerte de Eiji le importase más a Aslan, pretende obtener una reacción. Y al mismo tiempo, haría lo que fuera para mantenerlo un poquito más a su lado, quiere hundir sus manos en el pecho de su amante, desgarrarlo en dos pedazos para abrir paso entre la sangre y los diferentes órganos hasta llegar al maldito origen de la enfermedad y arrancarlo, no le importaría tener que convertirse en el nuevo huésped del parásito. Pero Eiji…
Su dulce Eiji.
Por favor, no me lo quites.
Dios, llévame en su lugar.
¡Y sí! Sabe que no puede porque tiene dos hijos.
Así que llora, ha roto en llanto frente a Eiji, no da más, se cae a pedazos.
Tic. Tic. Tic.
Ash llora por primera vez luego del diagnóstico de muerte próxima desde la hospitalización, llora porque ha sido cruel y sádico con sus palabras, llora porque Eiji debe estar tan asustado, llora porque la vida es una perra injusta, llora porque no puede hacer nada, llora porque perderá a dos personas indispensables, llora porque escucha a Jade y Dawn rezarle a un salvador inexistente para que Eiji mejore, llora porque Griffin no sabe consolarlo, llora porque la carrera del fotógrafo recién se halla empezando y es tan joven, tiene tanta vida que dar todavía, llora por las rosas, llora por los girasoles, llora, llora, no le faltan razones para llorar. Pero sobre todo, llora por él mismo.
¿Cómo podría vivir sin Eiji?
—Eiji… —Le ruega, cayéndose a pedazos, sintiendo a sus trozos estrellarse contra el piso y hacerse mierda—. Retomemos la lista, hagamos algo para detener esto. —Al moreno le destroza el corazón verlo tan vulnerable y pequeño, no sabe quién de los dos se encuentra muriendo en este punto y se odia por permitir que el parásito del Hanahaki tomase de Aslan cuando se juró protegerlo.
—No tiene sentido. —No es por resignación, es aceptación radical, va a morirse y ya, no puede hacer más que aprovechar el tiempo que le queda, no se curará por arte de magia, no quiere que sus días finales sean un desfile de autocompasión, ¿por qué le cuesta tanto entenderlo? Perdieron.
—Por favor. —Le ruega, cayéndose de rodillas contra el piso, cubriendo su cara empapada de pena con sus palmas, tensándolas, ahogando un grito contra saliva acumulada, la impotencia lo devora, le come hasta los huesos, no puede sostenerse, no puede soportarlo, la bomba sigue taladrando los sesos, tic, tic, tic—. Hazlo por mí, por favor, mi chico valiente, haz un esfuerzo más, por mí, por Jade, por Dawn, por favor. —¿Cómo obligas a alguien a vivir?
—No puedo. —Los puños de Eiji se contraen contra su camisa, realmente lo intenta, las entrañas le hierven en una grotesca mezcolanza de pétalos, no quiere, intenta con todas sus fuerzas tragarse el vómito de pétalos pero no puede, acaba tosiendo ahogado, una espina se le ha clavado en la lengua, duele—. No puedo.
—Te lo suplico. —Ash está al borde del colapso—. Sigamos con la lista de sospechosos.
—No puedo, Ash. ¡Ya basta!
—¡Bien! —El llanto de Aslan hierve en sus ojos—. Si tanto quieres morirte adelante, ¡estoy harto!
—¡Pues yo también estoy harto de ti! ¡Lárgate!
—¡Si eso es lo que quieres entonces me iré!
Y se va.
Se va.
Ash…
Eiji cae de rodillas, no puede dejar de vomitar pétalos de flores entre ráfagas de llanto, se abraza en el piso, haciéndose un ovillo de puros huesos, escondiéndose en el capullo que el Hanahaki le regala. Lo ha intentado una y otra vez, averiguar la causa de su enfermedad sino es un tercero, recuperó el amor genuino por las fotografías y cree estar bien, pero no, las raíces se arraigan en cada respiración que da y eso lo agota, está drenado, lleva soportando más de un año y es humano, es duro de digerir, no puede juzgar a nadie por su reacción, nadie reacciona con mente fría a la muerte y la verdad, le daría tristeza que lo hicieran, eso denotaría indiferencia.
—No te vayas, lo lamento. —Solloza, dándose cuenta de lo estúpido que ha sido, lo arruinó todo.
Se pasó de la raya con Ash y lo sabe, solo quiere ayudarlo, es un niño que perdió a su mamá, un niño que tuvo que sacar a sus dos hijos adelante, un niño que se aferra al padre ausente, no lo culpa por no ansiar ver la realidad, solo que duele seguirse esforzando tan cansado.
—Prometo que mejoraré.
«No lo harás», dice el Hanahaki.
Se pregunta por qué no puede ceder a sus instintos, ignorar a Ash y sus deseos egoístas, ignorar el sufrimiento obvio como lo hicieron una y otra vez con él, en cambio se quita la venda para mirar al Hanahaki justo a los ojos, al principio lo hacían sentir como un loco, como si él fuese el único que lo viese y estuviese perdiendo la cabeza porque todos se hacían los tontos, le parecía cobarde, hablarlo es incómodo, sino se habla no existe, Aslan es un cobarde a su manera, todos son unos cobardes.
Pero Eiji es el cobarde más grande de todos.
Lo sabe.
Tic. Tic. Tic.
Eiji aprieta con fuerza sus orejas, intenta silenciar esa constante cuenta regresiva sobre los segundos de vida que le quedan, pero no para, al contrario, se hace más intrusiva, violenta y feroz, el Hanahaki es una enfermedad sádica, los pétalos no dejan de brotar junto a las lágrimas, debe levantarse, debe recomponerse porque tiene una exhibición que dar, ¿para qué? ¡Mañana probablemente se muera! ¡No vale la pena! ¡Nada vale la pena! Quiere estar bien, quiere vivir, quiere morirse, quiere que pare, quiere que basta, basta, ¡basta!, ¡basta! Tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic, tic…
¡Boom!
—Eiji.
—¡Ash!
Se aferra a sus brazos antes de poderle preguntar por qué ha vuelto, llora por primera vez su luto porque sí, le afecta, le ha afectado todo este tiempo pero creía que si no lo miraba no existiría, pasa, sigue pasando y no dejará de pasar. Da una bocanada de aire desesperado contra el pecho del más joven, lo lamenta, debe disculparse o lo odiará, tiene razón, puede hacer un último esfuerzo, debe hacerlo mejor porque nunca es suficiente, esa exhibición no será suficiente, ¿en qué diablos estaba pensando?, ¿y si Blanca asiste? ¡Lo odiará! Decepcionará a Sing, a Ash, a Ibe, ¿decepcionará? ¡Ja! Ya es una decepción, por eso Yue ni siquiera le ha hablado y…
—Lo siento, lo estoy intentando. —Ash lo estrecha muy fuerte contra su pecho, se ahogan en el mar de pétalos rojos, hay espinas alrededor.
—Mi Eiji. —Musita, presionándole un beso en la frente—. Sé que lo haces, no sentía nada de lo que te dije, pero perderte me matará, no quiero seguir sin ti, no porque no pueda, sino porque te amo y quiero una vida a tu lado, no tienes idea de las ganas que tengo de desquitarme con la enfermedad, quiero arrancártela, quiero destrozarla, quiero que estés bien, quiero hacer algo, me siento inútil e impotente no haciendo más. —Se apartan, no mucho, apenas los centímetros suficientes para que Aslan le limpie las lágrimas con una ternura que punza en su pecho igual que una navaja—. Te amo.
—¿A pesar de todo esto? —Lo pregunta bajito, casi con temor a ser escuchado.
—Ni un segundo me he arrepentido por enamorarme de ti. —Y es verdad, Ash siempre ha separado el Hanahaki de Eiji y no dejará de hacerlo ahora—. Te amo, mi terco, terco, tan terco japonés. —Ríe en un hipo nervioso, bebe de la calidez que desprende su novio al navegar por sus mejillas, cualquier persona racional lo habría dejado hace bastante por este caos, Ash no, al contrario, lo consuela con gentileza aunque también está llorando, como si lo amase con una incondicionalidad indescriptible y buscase la manera más dulce de transmitírselo.
Gracias por todo, no tenías que hacerlo, no tenías que quedarte a mi lado y lo hiciste, gracias, gracias Aslan, te amo.
Por favor no me sueltes, no todavía.
—¿Cómo…? —Eiji se aparta, apretando la mano de su pareja—. ¿Cómo termina tu novela?
—Ambos vivieron felices por siempre.
—No crees en esas cosas. —Aslan no deja de acariciarlo, ahueca sus mejillas, permitiendo que libere los sollozos que llevaba acumulando desde hace un año, haciéndolo sentir extraordinariamente visto y amado—. Esos finales perfectos no te gustan.
—No necesitas ser perfecto para tener un vivieron felices por siempre. —El más joven se dedica a trazar pequeños círculos en su espalda, no consigue detener sus lágrimas, moqueos ni pétalos, es grotesco, pero esos ojos verdes no dejan de contemplarlo con una ternura maravillosa, gracias—. Solo necesitas a alguien con quien valga la pena compartir ese final. —Presiona un beso contra su frente sin apartarlo un centímetro.
—¿Y si no puedo darte eso? —Ash no dice nada durante un rato, alza el mentón, apretando con fuerza la mano de Eiji de regreso, mostrándose como un niño desamparado.
—Puedes. —Musita—. Incluso si te vas, tu alma siempre estará conmigo.
—Es una confesión de amor un poco cursi. —Se ríe, más relajado y ligero, finalmente desahogado.
—Supongo. —Ash se encoge de hombros—. Lo siento por haberte gritado, no estoy preparado para perderte.
—Y yo no estoy preparado para dejarte.
No dicen más hasta la exhibición.
Eiji no sabía lo mucho que necesitaba gritar hasta que lo hizo, fue una prueba contra pensamientos catastróficos e intrusivos, tuvo una pelea con Ash, le mostró lo realmente grotesco que es y todavía van de la mano hacia su exposición con Jade y Dawn, lo sigue apoyando, no lo ama por ser perfecto, Dios sabe lo imperfecto que es, pero suele mostrarse funcional, sobre compensando sus faltas para no ser una carga, una molestia ni una enfermedad. ¿Quién diría que le haría tan bien una pelea? No habría sacado nada conteniéndolo más, se desbordó, es una persona, las personas se queman, todas las personas se rompen al pasar su límite y lo sobrepasó. Se pregunta si será igual en el Hanahaki, si de tanto ignorarlo se habrá acumulado hasta explotar en esta señal de auxilio autodestructiva, como las enfermedades autoinmunes, algo que pretendía ser bueno y salió terrible.
—¡Hay muchas fotos de papá! —Jade grita emocionado, observando la galería, pocos concursantes han quedado seleccionados para esta faceta final, se les han asignado habitaciones diferentes para acomodar su visión artística dentro del mismo edificio, mañana las examinarán para dar el veredicto.
—Te dije, tu modelo es guapo. —Ash se burla, repasando las imágenes suyas con las mejillas rojas y una sonrisa tan linda que sabe que la pelea ha valido la pena, de hecho, sería patológico no pelear jamás en una relación tan cercana, las diferencias son inevitables, la catástrofe pasa al no aclararse el dolor mutuo y buscar soluciones óptimas.
—Yo habría sido una modelo más guapa. —Dawn se queja, apretando la mano de Eiji, está mucho más apegada a él desde la hospitalización, no recuerda esa visita, pero sabe que lo abrazó durante dos horas enteras cuando le dieron el alta—. ¿Verdad?
—Lo serías. —Canturrea divertido, revolviéndole el cabello—. Mucho más guapa que tu papá.
—¿Y yo? —Jade chilla, es un chillón igual que papá. —Dijiste que me querías más a mí, Ei-chan. —Aslan luce completamente indignado por aquel comentario.
—¿Eso dijiste? —Gruñe con un puchero, muy maduro de su parte.
—Tengo favoritismo por mi preciado hijo.
—Quizás deba persuadirte del favoritismo devorándote a besitos. —Juguetea, enrollando sus brazos alrededor de la cintura de Eiji, presionándole un beso en la mejilla y mierda, se siente liberado.
—¡Papá! —Dawn chilla—. Haces trampa, no puedes chantajearlo para ser su favorito.
—Claro que puedo. —Ash le saca la lengua.
—¿De verdad, Aslan? —Griff no tarda en hacer su aparición, viene cargando varios marcos plateados para ayudarlos con los retoques finales, Max viene detrás sosteniendo gigantescos vidrios que darán soporte y forma a su mundo interno, son perfectos—. ¿Te pondrás a ese nivel?
—Ellos comenzaron. —Suspira, dejando los marcos encima del suelo, los demás cuartos también se encuentran repletos de movimiento y ajetreo, van contra el reloj para terminar la exposición.
—Nosotros lo criamos así, no podías esperar más de él, cariño. —Max no vacila en abrazar al poeta por los hombros.
—Es verdad, pero nuestro niño es tan rebelde.
—¡Ya dejen de actuar así! ¡No son mis padres! —Vaya, ya ve de dónde Jade y Dawn heredaron ese carácter berrinchudo y caprichoso—. Tampoco son una pareja, dejen de manosearse.
—Crecen tan rápido. —Max solloza sentimental—. Hay que celebrar a solas esta noche, cariño.
—¡Viejo!
Y Eiji ríe, ríe de verdad, sintiéndose por primera vez completamente inmerso en el momento, el reloj en algún punto ha dejado de sonar y lo sabe, era necesario que alguien lo confrontase para destruir esa bella burbuja de disociación y arrancarle a tirabuzón lo que sentía, no porque Ash lo fuerce para hablar, sino que sabía lo desesperado que estaba por hablar y lo imposibilitado que se concebía.
Mira con orgullo la galería, es elegante y agradable, decenas de fotografías del hombre más hermoso del mundo se encuentran acomodadas en pretenciosos marcos contra paredes de mármol, las luces doradas le dan un toque aún más suave a su musa, a su modelo, a su inspiración, a su alba, un tenue aroma a flores inunda el lugar. Tensa sus brazos encima de su pecho, se queda frente al muro donde pondrá su pieza final una vez Ibe la imprima, ama la fotografía, ama vivir, ama sus amigos, ama esos revoltosos niños, ama a su novio, ama tantas cosas que no quiere dejar de amar, Eiji ama, ama tanto que se ha convertido en esto, pero no se ama a sí mismo.
—Tú mismo te rompiste el corazón. —Repite las palabras de Blanca en voz alta con una sonrisa—. Creo que Blanca tenía razón, como siempre.
En algún punto odiarse se convirtió en algo bueno, en una coraza donde no importaba qué tanto Eiji decepcionase al resto porque se decepcionaba más a sí mismo y esa sensación de dolor le era hasta placentera, si odiaba más que nadie sus imágenes le daría igual la crítica, si se odiaba más que nadie no le dolería tanto ser reducido a un problema, si se destruía más que nadie estaría bien que el resto lo destruyera con su indiferencia. Y no, no es rico vivir odiándose, está cansado de eso, se las arregló para poner una exposición maravillosa aún en agonía, se enamoró, se ha convertido en padre, puso en la mesa temas que le fastidiaban de sus amistades y nadie lo dejó por el simple hecho de no estar de acuerdo con todo lo que pasaba, lo hizo bien, lo hizo jodidamente bien.
Qué orgullo siente.
Está orgulloso de finalmente haber sufrido ese luto.
—De verdad estás enamorado de ese sujeto. —Es Sing quien se acomoda a su lado, contemplando la pared en blanco en medio de todo el ajetreo de la familia Callenreese—. No escatimaste en piezas para el concurso, debe gustarte mucho. —Eiji se encoge de hombros apenado, tiene las mejillas tan calientes que le cosquillean hasta las orejas.
—Llámame romántico pero podría llenar galerías enteras con él y aun así no sería suficiente. —Sing le pega en el hombro, divertido.
—Hace mucho no te veía con este ataque de inspiración, desde la exposición de la desesperanza ¿lo recuerdas? —El trabajo con que conoció a Jim.
—Claro que lo recuerdo.
Jim Callenreese, apenas lo contempló cegado por las primeras luces de la demencia supo que debía usarlo de modelo para generar un contraste con sus trabajos anteriores, quería algo más crudo, más bruto y que aun así, fuese capaz de conservar su visión tierna. El anciano no tardó en mostrar efusión por la idea de modelar, estaba solo, realmente solo y enfermo, le recordó a su padre y todo eso que no pudo hacer porque era demasiado joven e ignorante para tomarle el peso a la muerte, acompañó a Jim durante sus primeras facetas hasta el final, sigue haciéndolo, lo considera un amigo y a veces, se pregunta si lo llegará a olvidar. Sabe que no mejorará porque la demencia no es reversible, injusto es lo que piensa. Jim fue la primera persona en notar su Hanahaki (incluso antes que el mismo Eiji), fue la primera persona que lo aceptó roto y el primero en mostrarse siempre amable y paciente aun reducido a una enfermedad. Sino hubiera sido por Jim no habría podido salir de esto: No conocería a Aslan, no habría vuelto a fotografiar, no habría conocido y sentido amor de padre a hijos, no estaría en el concurso, ni probablemente seguiría acá.
Gracias.
—Debí incluirlo en algún cuadro. —Musita para sí mismo—. Es una pena.
—Hazlo en la siguiente muestra, aún quedan muchos conceptos en los que podrías trabajar. —Sing se lo dice optimista, no hay más escenarios ni papeles que interpretar, aquello es la pura ingenuidad de un amigo que lo quiere y desea que mejore.
—Eso espero, ya quiero saber cuál será el siguiente tema.
—¿Tan seguro estás de que me ganarás? —Lo molesta, alzando una ceja y esbozando una sonrisa socarrona, jugueteando con las suelas de sus zapatos en un bamboleo irregular que rechista el piso.
—Me da igual. —Admite, deslizando sus manos dentro de los bolsillos de sus jeans, imaginando lo extraordinaria que lucirá la imagen de Aslan colgada en esa pared y lo completa que se profesará su visión. Blanca en una clase le dijo que las fotografías plasman el alma del artista, al momento le fue una cursilería romántica, algo que se dice porque suena bonito y ya, ahora cree que tiene razón—. No me importa tanto ganarte siendo franco.
Porque si las fotografías son el reflejo del alma del artista la suya se encuentra repleta de Aslan.
Aslan Jade Callenreese.
Su dulce Aslan.
—¿Eres demasiado bueno para el primer lugar? —Sing lo molesta un poco más, tiene el cabello engomado por un gel barato y apesta a perfume, seguramente corrió a la galería luego de entrenar en el gimnasio, típico—. ¿Es eso?
—Bueno, debo confesar que sí es tentador patearte el trasero. —Le devuelve la molestia—. Pero ya me da igual, quedé contento con lo que hice, si le gusta a la gente bien, sino es así, bien también, el concurso ni siquiera tiene un premio muy interesante. —Se da vueltas, esperando que Sing empuje sus cabales un poco más, sin embargo, en su lugar…
—Me alegro. —Se tropieza con esto—. Te ves contento con tu trabajo.
—L-Lo estoy. —Tartamudea frenético, atropellando las palabras contra sus dientes repentinamente nervioso, de pronto, ese mocoso que apenas le llegaba a los hombros se convirtió en un hombre tan galante como talentoso—. Supongo que te debo el haber participado, tú me empujaste a hacerlo.
—Me quedaré con ese crédito. —Qué gracioso es profesar que avanza pero que al mismo tiempo vuelve a los viejos tiempos, hace mucho no tenía una charla tan relajada y sincera con su amigo—. Podrías pagármelo una vez que te patee el trasero modelando para mí. —Eiji alza una ceja divertido, comparten una cándida sonrisa, el ambiente es ligero y grácil, no se encuentra repleto de preguntas sino de esperanza.
—¿Te gustaría que modele para ti?
—Igual que una chica francesa. —Eiji rueda los ojos
—Esa es una broma interna entre Ash y yo.
—Después me gustaría que vieras mi exhibición, hay algo especial esperando por ti.
—Alto ahí Don Juan. —Aslan los aparta con recelo—. Te recuerdo que esta belleza tiene novio y está muy enamorado de él. —Se restriega como una especie de gato mimoso marcando territorio ante un cachorro de labrador, ha sacado garras y dientes, parece erizado y eso solo divierte a Sing.
—Te recuerdo que de todas maneras se me confesó. —Bufa divertido.
—¡Fue por fines de investigación!
—Lo que digas. —Ash impresiona tan molesto que solo puede reír—. Estoy seguro que seremos muy grandes amigos, podemos ir a comer todos juntos cuando cerremos la galería, podríamos compartir el menú y si te sientes generoso también podríamos compartir a Eiji.
—Ja. —Libera indignado, enrollándose aún más fuerte alrededor de la cintura de Eiji, quien consigue imaginarse a la perfección una cola de lince envolviéndolo y dos orejas alzándose en hiperalerta, la influencia de este hombre definitivamente lo está afectando, le encanta—. Ya desearías.
—Claro que sí.
Se dedican a embellecer la galería el resto de la tarde, le resulta increíble cómo una simple pared es capaz de plasmar semejante belleza, contempla la exhibición con una extraña sensación de orgullo, satisfacción y felicidad ardiendo en el pecho, recibe apenado las alabanzas de la familia Callenreese y se ríe bajito, prometiendo que en la siguiente exhibición los pondrá a todos, incluso a Max a pesar de las obvias protestas de su novio. Se queda ordenando a solas, lo ha pedido, explicándoles que es un método de concentración cuando simplemente quiere espacio para procesar lo que pasó, Ash lo decide esperar en la biblioteca cerca para que se regresen juntos, casi puede imaginárselo tirado en esos mullidos sofás, leyendo libros de leopardo con esos anteojos de montura gruesa, frunciendo el ceño porque su novela preferida lo hace rabiar, es extraordinariamente lindo y adorable, ¡Dios!
Quiere sacarle muchas fotografías.
Vuelve a repasar su propuesta para el concurso, ve a Ash en el apartamento con las piernas cruzadas, medio desnudo y envuelto en una manta con el sol de la ventana bamboleándose por la cortina, ve a Ash con boxer paseándose por la casa, ve a Ash donde se lame salsa en sus dedos y usa una toalla en la cabeza porque es un irracional, ve imágenes de Ash nadando en el río de Cape Cod con el torso desnudo y las gotas creando una crisálida iridiscente que lo colorea como si fuese una segunda piel, ve imágenes que podrían haber sido peligrosas al malinterpretarse, su novio le contó sobre personas que quisieron aprovecharse de él con la fotografía, ve imágenes que tienen semi desnudos y podrían haber sido interpretadas como sexuales o glamorosas o inalcanzables o depredadoras, no lo son. Se ríe con las mejillas espolvoreadas de rosa, suspirando, sabiendo que aun con la belleza pasmosa que posee su amante, jamás lo reduciría a un simple objeto.
Este es solo Ash, siendo un humano de carne y huesos imperfecto.
¿Qué es el amor?
Esto.
Simplemente cada fragmento de la exhibición grita: «aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado».
Eso es amor.
—Vaya, así que Lynx consiguió toda una exhibición para él mismo.
—Yue… —Se voltea completamente anonadado, el corazón le bombea muy vertiginoso, la cabeza se le arremolina con pensamientos que van tan veloces que ya se escuchan como diferentes voces, es una sensación intrusiva y confusa. No lo desglosa, pero de alguna forma quedan frente a frente, con su mejor amigo sosteniendo un ramo de girasoles entre sus manos temblorosas.
—No te iba a traer rosas, eso sería de mal gusto. —Empieza, dando tropezones con sus palabras—. Tampoco amo los girasoles, quería una flor más llamativa pero a ti te gustan así que…
—¿Qué haces acá? —El impasse se hace más real que nunca, Eiji cierra la puerta igual que esa noche que ambos supieron lo que pasaba pero ninguno fue capaz de poner el tema, esa noche donde Yue se quedó al otro lado escuchándolo vomitar y sollozar por pétalos aún no ramificados, negándose a tocarla al ser un cobarde y esperar que Eiji lo hiciera, demasiado inseguro para presionarlo un poco más, suplicante para que le alzase esas barreras a mera voluntad, nunca pasó, jamás lo dejó entrar.
—Vine a ver a Sing. —Nunca dejó entrar a nadie como Ash, eso solía desatar creencias catastróficas y dolorosas acerca de que estaba solo, que era un grotesco Hanahaki que debería aprender de los gatos y morirse a escondidas—. Me invitó antes del concurso mañana. —Se quedan frente a frente, una puerta invisible reside al medio.
—Ya veo. —Eiji espera que Yue la golpee.
—Ajá. —Yue espera que Eiji se la abra.
—Aún no he visto esa exhibición.
—Es un buen concepto.
—Me alegro.
—Sí.
Eiji ya sabe lo que pasará cuando dan el primer paso: Yut-Lung le gritará, Eiji gritará a su vez, llegarán a una tregua falsa donde no cambiará nada y la puerta entre ellos dos se mantendrá intacta porque es demasiado incómodo moverla para contemplar al Hanahaki devorándole hasta los huesos, es una solución parche que no cambiará nada, pero Yue se sentirá mejor consigo mismo, dirá que al menos lo intentó aunque ambos saben que es una mentira. El mismo ciclo de siempre se repetirá, igual que las rosas rotando entre sus pulmones, entrando y saliendo de sus órganos a voluntad, ramificándose hacia el siguiente músculo para aprisionarlo, y luego el siguiente, y el siguiente, y el siguiente. Tic. Tic. Tic. Su amistad es un triste ciclo de repeticiones: verdades a medias, cosas que no hicieron, cosas que no dijeron, soluciones parches, culpa e impotencia.
No está vez, piensa.
—Yue.
—Perdón. —Los ojos del más joven se han cristalizado con una gruesa capa de llanto que le arrebata la respiración, aun si la enfermedad lleva un año de cronicidad nadie derrama lágrimas por cuestión de orgullo—. Lo siento. —Yue es el primero en dar un paso hacia la puerta, si hubiera insistido más para quedarse a su lado esa maldita noche donde todo comenzó, ¿sería diferente?, ¿ese Hanahaki sería menos violento?, ¿Eiji tendría un poco más de vida?
—Yut-Lung. —Aquel paso se convierte en una exuberante carrera hacia la puerta imaginaria, como si estuviese acomodada encima de un risco a punto de desmoronarse, con Eiji siendo prisionero de un monstruo al otro lado, si no llega va a caerse y no podrá recuperarlo, debe correr más rápido.
Corre, corre, corre, corre, corre.
¡Llega a su lado!
—Lo siento tanto. —Sus pulmones se llenan de aire, los girasoles caen contra el suelo, no hay tiempo para decir más, da un gigantesco salto, destroza esa maldita puerta y lo encuentra.
Eiji.
Eiji. Eiji. Eiji.
Eiji siempre ha sido Eiji.
No una enfermedad, no una carga, no un Hanahaki.
Eiji es Eiji.
Debió hacérselo saber mejor, debió decirle que no lo reducía a una carga, que si lo acompañaba con tantas hospitalizaciones es porque lo ama, es porque lo ama y no quiere perderlo, es su dulce amigo, ¿cómo podría…? Y sí, estuvo mal lo que dijo en urgencias, no ha pasado un maldito día donde no se arrepienta y la culpa lo engulla, donde se ahogue en alcohol, memorias y fotografías. Pero Yut-Lung necesitaba odiar a algo o a alguien, ¡lo que sea! Necesitaba echarle la culpa y desquitarse con mucho más que las inherentes injusticias de la vida y en ese momento explotó contra Eiji, se quemó, es una persona, se desgasta, sufre, le duele, le punza no poder hacer más y no estar haciendo más en aquel preciso instante. No volverá a acobardarse, no más.
—Lo siento. —Finalmente se detiene, estrechando al japonés entre sus brazos, tomando la iniciativa por primera vez en su relación, lo estruja con fuerza, lo siente más delgado, eso le rompe el corazón.
—También lo lamento. —La voz del fotógrafo escapa en un trémulo hilo de voz helado—. Debí poner el tema antes.
—No. —La de Yue tirita aún más—. Yo debí venirte a visitar antes.
—¿Dónde has estado? Te he buscado para arreglar las cosas. —Traga duro, hunde sus yemas en la suavidad de la cachemira, aspirando aquel empalagosamente elegante perfume, adora este aroma a familiaridad—. No lo hice lo suficiente. —Se disculpa sin bajar la cabeza, apoyando su mentón en el hombro del más joven, sintiendo sus latidos estrujar su propio pecho, se abrazan mientras la tierra tiembla y ese risco está a punto de quebrarse para que caigan.
—Me estaba escondiendo. —Admite con sinceridad, ocultando el sonrojo que quema sus orejas en el cuello del moreno.
—¿Qué eres? ¿Un niño?
—¡No soy un niño! —Gimotea sin apartarse, su aliento se derrite contra su piel en un espasmo puro de electricidad, las luces han creado una atmósfera agradable alrededor, tan hogareña, la tierra ruge debajo de sus pies y lo abraza un poco más fuerte, debe soltarlo o va a hundirlo, el Hanahaki persiste arriba de Eiji igual que un parásito, succionando su vida, clavando sus putrefactos dientes como hace una garrapata con un perro—. Pero estaba asustado.
—Oh Yue.
—¡No me llames con ese tono! —Chilla, intentando rescatar lo que pende de orgullo—. Acá yo vine a consolarte, no al revés.
—Eres un histérico.
—Y tú eres un terco estúpido que me saca de quicio, he estado más de un año partiéndome la pobre cabeza para tratar de entender quién puede ser el causante del Hanahaki, para poder sanarte, pero tú siempre me sales con algo y no lo soporto, eres un idiota, eres un idiota que se puso a sacar fotos a última hora de un hombre mucho menos guapo que yo, me siento ofendido, aunque sus hijos son encantadores debiste pedírmelo a mí, debí ser tu modelo.
—Lo lamento.
—Debiste pasar más tiempo conmigo. —De pronto, su hombro se humedece—. ¡Lo siento por decir eso en el hospital! No pienso que seas una carga, pero estoy tan asustado, eres mi mejor amigo, no puedo imaginarme un día sin ti y odio que tengas ese control, odio que tengas el control de privarme de tu existencia y que yo pueda sufrir con eso, me hace sentir vulnerable, me desespera, no sé qué más hacer, lo siento, hice lo mejor que pude, lo siento sino fue suficiente, perdóname Eiji, por favor, no te enfades conmigo, no me prohíbas verte el tiempo que nos queda, por favor.
Oh Yue.
Eiji acuna a Yut-Lung a pesar del Hanahaki arremolinándose en su garganta, debe haber sido dura la soledad a la que se sometió, a fin de cuentas, Eiji y Sing son los únicos con quienes cuenta, no quiere imaginarse la impotencia que debe sentir, lo ha acompañado tanto tiempo en la batalla, Eiji siempre se esmeró en actuar en soledad, creyendo que era una carga cuando acá tenía a un compañero con quien confrontar la adversidad. Así que a pesar de su instinto envuelve al más joven contra su pecho, presiona sus párpados y relaja la respiración, el piso se cae a pedazos, la puerta se desmorona entre pétalos carmesíes, se encuentran al borde de la cornisa sin un soporte, debe soltarlo o va a hundirlo, no lo hace, no cederá a esos pensamientos, no es una carga, si fuera una carga no habría venido con esa mueca tan triste a disculparse, es su amigo.
Navega por las espaldillas de Yue, el Hanahaki gruñe furioso, pero ninguno cede, se refugian en este trémulo acuno mientras el mundo se acaba, se cae el suelo, sangran los pétalos, no se sueltan. Puede ver a los brazos de la enfermedad arraigarse mientras cae de la cornisa, intentando hundirlo al fondo del risco, ahogarlo, pero su mejor amigo lo aprieta fuerte y si cae, caerán ambos.
—Has pasado bastante por mi culpa, ¿no es así? —Ninguno se cae.
—Lo haría todo de nuevo, pasaría por esto otra vez.
—Eres masoquista. —Yut-Lung niega, apartándose apenas unos centímetros para verlo.
—Aunque esta vez me aseguraría de tener esta conversación al inicio, necesitábamos aclarar esto, no sé por qué esperamos tanto. —Brama con determinación, sus pupilas exudan fuego que de cierta manera le recuerda a flores espinosas, aprieta sus mejillas sin llegar a ser brusco ni bruto, solo quiere garantizar el contacto visual, eso pesa en su pecho, le cuesta respirar—. Así que dejémoslo claro, jamás has sido ni serás una carga para mí. —De pronto, el corazón le punza y quiere llorar.
—He sido difícil de cuidar.
—Difícil de cuidar no es lo mismo a ser una carga. —Asegura—. Eiji, si me he enfadado tanto y me he visto tan cargado por la enfermedad es porque me importas, es porque te amo y no quiero que desaparezcas y me siento jodidamente impotente por no poder hacer más. —Pétalos de girasoles se desprenden del ramo, desparramándose en el suelo, acariciando las baldosas de la galería—. Pero lo que más me enfadaba de ti era otra cosa.
—¿Qué cosa?
—Que tú vida parecía importarme más a mí que a ti, y es lo más valioso que tienes. —Y es todo, el mundo se ha derrumbado y ellos siguen de pie, aferrados al otro, compartiendo cargas por primera vez y wow, de hecho así es más ligero, los dedos de Yue delinean sus mejillas con paciencia y ternura, eso lo deja demasiado vulnerable, lo hace profesarse pequeño y lo es—. Me dolía que no te vieras.
—¿Qué no me viera? —Asiente.
—Eres el único que no se había visto hasta ahora. —Oh—. Me siento orgulloso de ti.
—Gracias. —Sonríe apenado.
—Te amo incluso si eres un traidor que me cambió por un modelo cualquiera, ¿es en serio? Es como cambiar una cena elegante por McDonald’ s, ¿en qué diablos estabas pensando? Habría lucido galán en las prendas, habríamos armado un concepto jodidamente genial pero elegiste al gato mugriento.
—¡Yue! —De pronto, las cosas vuelven a estar bien, no porque la vida se haya arreglado por arte de magia o el Hanahaki haya desaparecido o las personas hayan cambiado, sino porque a veces ayuda saber que no se encuentra solo en un mundo que le dio la espalda y al mismo tiempo, le ha sido tan duro de aceptar—. Eres un niño.
—Lo dice el que usa suéteres de pájaros feos. —Estar solo era su coraza, cuesta perderla—. Eiji…
—¿Sí?
—No te enfades por lo que te diré. —Suplica, tensando su agarre alrededor de sus hombros—. Pero hay un nuevo tratamiento que podemos probar este tiempo, es experimental aún, no hay garantía de que funcione y sé que estás cansado, sé que realmente quieres parar con los hospitales y que es injusto de mi parte insistirte en esto porque yo no quiero dejarte ir, pero incluso con tu enfermedad tan ramificada creo que tenemos una oportunidad, al menos quiero intentarlo, sé que me dirás que no es mi asunto y que…
—Yo también.
—¿Eh?
—También quiero intentarlo.
—¿Quién diablos eres y cómo suplantaste a mi mejor amigo?
—¡Yue! —Chilla, golpeándolo en el hombro, esbozando un puchero completamente indignado con el entrecejo tenso y los mofletes aireados—. No seas malo, quiero intentarlo de verdad.
—Bien. —Yut-Lung se aparta, mostrándole su cara repleta de llanto, no existe puerta alguna que los aparte esta vez, las gotas rebosan por sus ojos hacia sus hoyuelos, porque a pesar de las lágrimas, ambos sonríen frágiles, más genuinos, más humanos, más atemorizados—. Mañana a primera hora comenzaremos con el tratamiento, pasaré por ti a ese cuchitril.
—Es una cita.
Eiji se queda un tiempo más en la galería, se arrastra por los grandes pasillos desiertos con las manos dentro de los bolsillos y el corazón en la manga. No es tarde para revertir esta situación, es ingenuo pensar de esta manera, incluso infantil pero al carajo, tal vez en ese último intento las cosas cambien para él, tal vez no, no lo sabrá hasta exponerse nuevamente, aunque esté cansado y quiera frenarse, no lo hará. Piensa en esos «qué habría pasado…» y se ríe.
Detiene sus pasos, ha llegado a la exhibición de Sing por accidente, vislumbra maravillado acerca de su concepción del amor y le sorprende que no sea en un tono romántico, sino de amistad. Recuerda lo que le dijo a Jade hace bastantes meses: los amigos son maravillosos, porque no demandan nada más que mutua compañía, no los une la atracción física, ni el sexo, ni los hijos, ni la sangre, ni alguna otra responsabilidad, es el mero placer a quedarse con el otro al disfrutar de su compañía, se quedan juntos porque te quieren y los quieres. La cara le quema ligeramente al encontrarse varias imágenes suyas en los muros del cuarto, imágenes donde aparece con Yue dormitando encima del sillón, fotos donde Ibe parece regañarlo pero esconde una sonrisa tan paterna que lo derrite, imágenes de ellos en sus días de universidad, imágenes de ellos paseando por Central Park, imágenes de muchos Eijis, muchos Eijis y muchos otros amigos.
Se detiene en la pieza central de la muestra, es una fotografía suya sosteniendo una cámara con una sonrisa tan pero tan triste que le aprieta el pecho, los colores de la luz le dan una apariencia helada, casi parece estarse ahogando mientras contempla la cámara, hundiéndose a merced del odio propio y la inutilidad, sostiene el aparato con impotencia, con los párpados hinchados y temblorosos, Sing seguramente la tomó luego de esa exhibición donde modeló Jim, lo recuerda. Se planta enfrente.
—Me veía tan vacío. —Sisea, acariciando los bordes del marco, enfocando su atención en un pétalo que sobresalía de la comisura de sus labios pero era tan pequeño que nadie se dio cuenta.
Nadie.
Ni siquiera él mismo.
Y lo entiende, Eiji rompió su propio corazón.
El Hanahaki nunca ha sido por un tercero, siempre ha estado completamente bajo su control.
Eiji se enfermó porque no se ama a sí mismo, él es su único amor no correspondido, ¿quién lo diría?
Pero odiarse, destruirse y sentirse que no era merecedor de nada bueno en su vida en algún instante escaló a un punto sin retorno en la intrusión, haciéndose más y más grande, dejando cada vez menos Eiji que salvar, menos de ese chico que amaba tanto que al primer error se dejó de amar a sí mismo, porque era imperdonable, se redujo a una etiqueta, fue el primero en hacerlo y le da mucha tristeza haberse tratado de esa manera. El Hanahaki se para a su lado en una proyección fantasma, pétalos de rosas caen hacia el suelo, dejando de recubrir al monstruo para mostrarle al chico triste atrapado en las fotografías, a ese que se arrancó sus alas porque se cayó una vez, a ese chico que se escondió tras rosas para protegerse de sí mismo.
—Supongo que te debo una disculpa. —Se abraza, mirando a su versión más inexperta e ingenua tiritar a falta de coraza, el Hanahaki no es un parásito, es un refugio contra las tormentas, un refugio que ya no le sirve y debe dejarlo, no es funcional, pero fue la mejor forma que encontró para pedir ayuda en ese momento, para enviarse a sí mismo una señal de auxilio que clamaba por ser vista: ¡estoy acá!, ¡deja de ser tan cruel conmigo, Eiji!, ¡hago lo mejor que puedo!, ¡ya basta!—. Supongo que Blanca tenía razón.
Se ríe nervioso, piensa en tener que pasar por otra terapia, aún si ha descubierto que es el causante y aprende a amarse, aún si el Hanahaki deja de ramificarse y sana, ¿podrá realmente mejorar? Sería fantasioso anhelar esa certeza, que Eiji tenga una epifanía al mirarse y puff, de repente se ame, Dios, se ha amado todo este tiempo, no, claro que no pasará, porque es un proceso duro al que debe dar el primer paso, si amarse fuese tan sencillo todos lo harían.
Pero wow.
Simplemente wow.
Ha logrado tanto, así que está bien, pase lo que pase no tiene ni tendrá arrepentimientos.
—Lo hiciste bien. —Susurra a la fotografía, acomodando una palma encima del marco, presionando los párpados con una gentileza casi ingenua, dando fuertes bocanadas de aire, rompe a la superficie, los pétalos dejan de arañar su interior, la tormenta se detiene, las raíces se calman, el Hanahaki no es su enemigo, fue su protector de sí mismo—. Lo hiciste bien y eres lo suficiente.
Se promete, volcando cada emoción en una pequeña flor, la toma de su boca con melancolía, enfoca su atención en el título de la exhibición y se ríe.
«Send me roses», que apropiado.
Se aparta, deja la rosa al pie del cuadro, justo frente al chico que siempre deseó que alguien lo viera pero no podía verse a sí mismo, lo ve, lo ve por primera vez, quiere verlo más, quiere comprenderlo, quiere amarlo y ha dado el primer paso, que el camino dure lo que tenga que durar, él está orgulloso de sí mismo independiente de eso.
Termina la actuación de una vez por todas, no será quién el resto le desee ni adoptará un papel falso de expectativas, el telón empieza a bajar, hace una reverencia, lo extasían los aplausos imaginarios, las ovaciones son acaloradas, el Hanahaki le sonríe desde la primera fila, arroja rosas a sus pies, le llueven flores, muchas y muchas flores. Las rosas son una flor curiosa, pueden simbolizar desde un tímido anhelo a esconder una pasión desbordante, si se regala una significa amor, si se confieren cien es una petición para quedarse toda la vida, pero sobre todo, significan admiración.
Admiración y respeto.
Esta es otra forma de amor.
Amor propio.
—Gracias por cuidarme y regalarme tantas flores. —Le dice al Hanahaki, viendo al telón bajar entre las luces—. Yo me haré cargo desde ahora.
Y Eiji se manda la primera de muchas rosas.
Notes:
Debería haber un epilogo para cerrar definitivamente este tema porque quedó más abierto de lo que tenía en mente, probablemente salga el fin de semana. No me queda más que agradecerles, de verdad, gracias por todo.
Chapter 16: Love you, sunflower.
Notes:
Hi~ El epílogo llega con una semana de atraso porque como mis lectores más regulares sabrán, he estado acomodando fechas semanales para no perder el hilo de los fics hasta que se me ocurra meterme a otra dinamica y Dios ampare. El epilogo para variar quedo bien largo, pero pude abarcar los temas que con Ash habían quedado abiertos y tocarlos de una manera que al menos a su servidora la dejó contenta. Nuevamente, gracias por mantener vivo este perfil chiquito, saben que soy sentimental con estas cosas, pero a fin de cuentas, si mis mensajes no llegaran a nadie ¿para qué publicar? En ese caso los dejaría para mí y ya, así que especialmente acá, agradecerles por todos los comentarios bonitos. Es super lindo ver eso en un fandom relativamente pequeño como el nuestro porque bueno, ¿sino nos apoyamos entre nosotros quién lo hará? Ojala esto les guste, está hecho con amor.
¡Muchas gracias por tanto!
Chapter Text
Rosas.
Flores increíblemente magnánimas de apariencia vanidosa, son conocidas por la divergencia que las confluye entre delicadeza y hosquedad, son símbolo de amor, erotismo y perfección transversal en las culturas, son conocidas como las flores más hermosas del mundo. Incluso en la literaria obtienen personajes protagónicos, piensa en el prestigioso aforismo escrito por Gertrude Stein: «Rosa es una rosa es una rosa es una rosa», significa que las cosas son como son, nada más.
X = X.
Rosas = Rosas.
Eiji Okumura = Eiji Okumura.
Le es increíblemente risible semejante petulancia inclusive al momento de escribir, recuerda el libro favorito de Jade, también en el principito existe una rosa caprichosa que demanda constantemente de atención y cuidados que rayan al borde de una personalidad limítrofe. Aslan odia las rosas siendo honesto, es una persona reflexiva en demasía, calculadora, sus fanáticos han descrito su prosa como fría e implacable, les da la razón. No le gusta detenerse en esta clase de cursilerías para justificar un malintencionado y deliberadamente cruel acto de rosas, hacerlo lo remonta a cuando Eiji casi muere por culpa del Hanahaki y eso lo ahoga, ahogarse no es grato, más considerando que su familia creció al aceptar a un terco conejito en su nido de linces, por eso escamotea esas flores, tanto metafórica como literalmente las evita.
Eiji nunca ha sido una rosa para Aslan, ¿qué puede decir? Es un escéptico.
—¿Qué?
Pero hasta un escéptico como él, debe admitir que hay algo mágico en este instante.
—¿Por qué me miras tanto?
Ash sonríe ante la pregunta, sus mejillas arden contra la almohada, todavía las tiene irritadas y tibias por los besos de anoche, su cabello se encuentra pegoteado por el sudor, cayendo hacia sus cejas y dándole cosquillas, se inclina hacia Eiji dentro de la cama matrimonial, la sábana que los cubre pende hacia el suelo con tan sorpresivo movimiento, abre sus brazos, no lo presiona para corresponder del abrazo, se quedan un instante así, frente a frente, completamente desnudos y vulnerables, alma con alma, cuerpo con cuerpo, piel con piel y rosas con rosas. Le da vergüenza sostener una mirada ante esos ojos cafés, porque transmiten tantas emociones, que si bien, son gratas de descifrar lo colocan en un campo de flores místico e iridiscente: cobrizas, cafés, doradas, chocolates, amatistas, bronces, pardas y otra vez cobrizas. Ríe, absolutamente deslumbrado por su esplendor, vuelve a repasar en la mirada de los conejos y sabe que ha elegido bien un animal para representar a su pareja.
Brillantes, realmente brillantes.
Ojos brillantes, brillo de girasol, sonrisas de terremotos y sonrojos de capullos.
Eiji extiende su mano entonces, acariciando esa barba fantasma y dorada que no crece porque a su novio le encanta mimarlo con afeitadas, aún así es áspera y asegura se vislumbra rubia bajo los rayos del sol, Aslan no espera para devolverle los mimos, alzando su palma hacia su rebelde matita abenuz curvada, acomoda un mechón detrás de su oreja, ganándose una sonrisa tímida. Lo olvida, su pareja es dos años mayor, es el mayor dentro de esta relación y eso lo asusta en cierta medida, sí, sabe que dos años no harán una diferencia de vejez muy significativa, sin embargo, estuvo meses lidiando con la muerte antes de que el Hanahaki entrara en remisión, debe recordarse una y otra vez que ambos están a salvo, que lo malo ya pasó y ese monstruo desapareció.
Están vivos.
Están sanos.
Están enamorados.
—¿Por qué me miras tanto? —Repite, permitiendo que Ash lo atraiga hacia su pecho como si fuesen una pareja de pajaritos con frío, hunde sus yemas en las espaldillas bronceadas del japonés, repasa cada curva con la misma devoción que usa al escribir, de pasión desbordante y liberación ferviente.
—¿Por qué? —Se burla, deslizando sus caricias hacia la parábola de su cadera, bebiendo de la tibieza sangrante de su piel, repasa el hueso que tanto le gusta sin ropa que estorbe de por medio—. ¿Qué no es obvio onii-chan? —El aludido rueda los ojos, le molesta el apodo y por eso sigue usándolo.
—Todavía no puedo leer mentes. —Chilla, porque es un chillón (igual que Jade y Dawn, ya ve de dónde aprendieron).
—Porque te amo. —Un sonrojo brillante no tarda en recubrirle hasta la punta de la nariz.
—Ya veo. —Eiji se encoge en el pecho de Aslan, no es demandante ni agresivo, al contrario, le resulta tierno, como si quisiese esconderse dentro de ese abrazo o construir un hogar cuando ya posee, es sumamente adorable, piensa.
—¿Acaso eso te dio vergüenza? —Lo empuja un poco más con una sonrisa socarrona—. ¿Luego de todo lo que hicimos anoche? ¿Incluso después de que me hablaras sucio en japonés?
—Es diferente. —Se detiene sobre su cintura, absorbiendo de tan desmesurada calidez en un simple roce de palma, las palabras se estrellan contra la barba fantasma, la nuez de Adán le quema ante la cercanía—. Aunque te cueste creerlo todavía me pone nervioso tenerte cerca.
—¿Por qué? —Eiji lo aparta.
—Porque te amo.
Y Aslan se ahoga en este momento.
No alcanza a tomar ni una bocanada de aire antes de sumergirse dentro de tan despampanantes ojos, son líquidos y brillantes, excepcionalmente oscuros, lo remontan a esa noche donde su padre le hizo una calabaza de Jack para Halloween, solía darle miedo la oscuridad hasta que conoció a Eiji, le da risa ser tan vulnerable cuando se trata de este hombre, supone que ni siquiera sus espinas son capaces de salvaguardarlo, porque es acá donde por siempre se quiere quedar. Sabe que su corazón yace ahí, grabado a fuego lento en una promesa de Hanahaki muerto, igual que el anillo que pende entre sus dedos, ese que le regaló durante una recaída al tratamiento, pensó que lo perdería y ahora tiene muchas ganas de llorar, no lo hace, no arruinará su día especial, en su lugar, se restriega contra su amante, presionándole un beso en ese rebelde cabello esponjado, permitiéndole escuchar de sus latidos con suma facilidad, ha decidido que Eiji puede verlo y tenerlo todo de él si así lo desea, pese al temor, le abre las páginas de su alma sin censura, lo bueno y lo malo, lo pone nervioso, ridículo si se considera que llevan casi un año de pareja, no es lógico que sigan tan…
Enamorados.
—¿Estás ansioso? —Oh, pero lo están—. Hoy se lanza tu novela.
—Estoy nervioso. —Se permite ser sincero, Eiji le ha descubierto hasta la última inseguridad que lo atormenta acerca de su falta de amor propio y su crisis vocacional, no sacará nada mostrándose sobreadaptado por susto al abandono, es un mecanismo de defensa patológico que Amelia instauró, le da pena esa fragilidad—. Mi historia sobre linces y conejos finalmente saldrá a la venta.
—Llevas bastante trabajando en esa trama. —Las palabras de su amante queman su cuello, lo siente restregarse contra la curva entre su hombro, esa que se encuentra justo bajo su mentón y le genera mucha ternura que se haya vuelto tan regalón, probablemente siempre fue de esta forma, solo que el inevitable final que el Hanahaki les escribió lo frenaba a demostrarlo, debió ser duro.
—No es fácil escribir acerca de un lince pandillero. —Eiji rueda los ojos—. Y un conejo fotógrafo que es un entrometido sin remedio.
—Suena autorreferente.
—Para nada, cualquier parecido con la realidad es coincidencia. —Se ríen, las cortinas se mecen con el arrullo de Nueva York, los ronquidos perezosos de sus niños se cuelan debajo de la puerta, es más agradable y reconfortante de lo que se imaginó, es afortunado.
—Debes creerte muy importante para que mi personaje haya ido desde Japón hasta América solo a entrevistarte. —Se burla la pequeña mierda y Dios, lo seduce. Ash no vacila en apretar un poco más el agarre, siente que flota entre las sábanas de seda y la suavidad del colchón, recién es de mañana.
—¿Qué puedo decir? El lince de Nueva York es increíble.
—Presumido. —Resopla, consiguiendo que su desastroso flequillo se eleve para enredarse entre sus pestañas de carbón.
—La mejor parte es que el conejito se embaraza con dos crías y gana el amor. —El japonés se aparta, no mucho, apenas lo suficiente para entablar contacto visual, Aslan sabe de antemano que debe escamotearlo o perderá, no presenta defensas suficientes cuando se trata de esa mirada de Bambi.
—¿Tienes que resaltarlo cada vez que puedes?
—Claro que sí. —Responde porque es un mocoso—. Los niños habrían sido mucho más felices si tú desde el inicio hubieses estado en sus vidas. —Suelta por mera imprudencia, algo se quiebra en el ambiente, lo escucha caer contra el suelo igual que un espejo craquelado. Entonces lo mira y pierde.
—No puedo creer que me hayan empezado a llamar papá. —Eiji lo suelta, dándose vueltas sobre su espalda, clavando su atención en el techo con una sonrisa ilusa—. No lo esperaba, menos de Dawn.
—Ella te ama. —Ash le asegura, inclinándose hacia él para poderle presionar un beso encima de la nariz—. Aunque no tanto como yo.
—Idiota. —Se ríe, enredando sus dedos entre mechones dorados para poderle robar otro beso más, ama el nervio Okumura, adora que sea tan terco, es el único capaz de llevarle la contraria. Si bien, valientes lo han intentado antes (Griffin, Shorter y especialmente Max) todos han fallado, pero este fotógrafo que impresiona tener un desprecio por su propia seguridad no es así—. Americano idiota.
—Un idiota al que amas más que a cualquier otro ser humano.
—Mhm.
—¿Verdad? —Eiji frunce la boca, pensativo.
—No lo sé, le prometí a Jade que siempre sería mi favorito, es el hombre de mi vida.
—¡Eiji! —Grita indignado—. ¡Vamos! ¡Es mi día especial! Déjame ganar.
—No debiste embarazar al conejo si querías mimos. —Ah, así que le molestó.
—No es culpa del lince ser tan dominante y genial. —Los dedos del japonés se enredan en la nuca de Ash en un toque de mariposa, esta delicadeza lo derrite, convirtiendo sus sentimientos en una plasta indescifrable pero adictiva que se siente jodidamente bien—. La brecha es grande, onii-chan.
—Dices eso ahora. —Advierte—. Pero cuando tú tenías siete años y yo tenía nueve, definitivamente te hubiese dado una paliza.
—Los únicos años donde seguramente fuiste más alto que yo. —Se burla, inclinándose para darle otro beso y ser recibido por un puchero indignado—. ¿Te acompleja ser un enano?
—No tenemos tanta diferencia de altura, solo un par de centímetros.
—Un par de centímetros, algunos metros, lo importante es que eres irremediablemente más bajo.
—¡Ash! —Gimotea, tensando el entrecejo e inflando las mejillas en una expresión que no exuda más que ternura, no intimidación—. Eres malo.
—Incluso mi yo de siete años te habría pateado el trasero.
—Ya cállate y bésame.
Lo hace.
Dios, como lo hace.
Sus manos se acomodan entre las mejillas de Eiji para poder estamparle los labios, se sienten cálidas y húmedas a causa de las risas, la sábana se desliza hacia su espalda, descendiendo hasta su cadera, Eiji sonríe entre dientes, correspondiendo el toque, enredándose en el cuello de Ash, alzándose solo un poco para poder profundizar más en el toque. Es un roce de bocas suave, tímido e incluso torpe, el más joven puede escuchar a sus propios latidos ensordeciendo el cuarto, sus piernas se entrelazan y él ama lo natural que es tener esta clase de intimidad. No le recuerda a las rosas, sino a los girasoles por su luminiscencia, por el intrínseco significado de la felicidad. Se pregunta qué habría pasado con la muerte del japonés y le parece factible haberse enfermado de Hanahaki o al menos, vislumbra la posibilidad.
El Hanahaki es la enfermedad de un amor no correspondido.
¿Pero qué pasa cuando el amor no se puede corresponder?
Niega, no quiere seguir con esa sensación de velo omnipotente que tantos meses lo acomplejó, este periodo de rehabilitación fue duro para todos, para sus niñitos que lloriqueaban impotentes con Eiji internado constantemente en el hospital, para Jim que además de confrontar su muerte debía estar en un recordatorio seguido de que perdía a la única persona que le dio una mano amable al necesitar de comprensión, para Yut-Lung quien desesperado insistió en diferentes terapias, para Sing, Griffin, Max, Ibe y sobre todo, para Aslan y el propio Eiji.
Si amarse a sí mismo fuera tan fácil todos lo harían ¿verdad? Claro que no se sanó por arte de magia, requirió de una serie de intervenciones en crisis, una terapia a largo plazo y varias operaciones entre curaciones para arrancar la mata de rosas ramificada en su interior. Las rosas se debilitaron una vez que Eiji empezó a mirar temas duros y a aceptarlos, es fácil escudarse tras la muerte, es difícil tener que confrontar la vida y requiere de coraje, lidiar con imperfecciones y heridas que no se esfumarán pero sí pueden sanar y ser resignificadas. Lo admira por tener las pelotas suficientes para continuar a pesar de las bajas y las inevitables recaídas del proceso, porque sí, la recuperación no es una línea recta inmutable. Aunque ahora no quiere pensar en eso, sino en sus labios electrizantes, magnéticos y cálidos chocando contra los suyos, cálidos porque está vivo, están a salvo.
—L-Lo siento. —Y entonces, un pétalo hace su tímida aparición entre ellos dos—. A veces pasa. —Y está bien, Aslan jamás le reprochará por la enfermedad, nadie elige sus enfermedades y si cae en la negación porque esto es demasiado incómodo de mirar, no será mejor que el Hanahaki.
—Es pequeño. —Murmura, tomando el pétalo de rosas entre sus dedos, sus entrañas no tardan en revolverse, odia estas flores asquerosas que quisieron arrebatárselo todo—. Es el más pequeño que has sacado. —Pero ama a Eiji y eso… Eso es más poderoso que cualquier otra cosa, así que presiona un beso encima de la rosa para demostrarle que no lo dejará aun si se toma su tiempo para sanar.
—Supongo que es un avance. —Musita con timidez, cepillando con suavidad los mechones dorados de Aslan con una mirada que es capaz de transmitirle el universo entero sin decir nada.
—No creo que las rosas te definan bien, tu Hanahaki se equivocó al elegir la planta. —Deja escapar el pensamiento, poniendo de lado el pétalo rojo—. Para mí, tú eres un girasol.
—¿Un girasol? —Recuerda las palabras de Blanca.
—Un girasol excepcionalmente brillante y vibrante. —Sonríen apenados—. Además, eso transmites con tus fotografías, ¿cómo podría decirlo? Sé que Nueva York y sus habitantes ciertamente son más agresivos de lo que has conocido, tanto en el buen como en el mal sentido, pero aún así amas ambos lados: la luz y la oscuridad. Por eso los críticos se refieren a tu arte como algo que irradia ternura, la vibra es la de un girasol, es un lente de anhelo brillante sin evitar lo desagradable, me encanta.
—Me estás inflando el ego. —Eiji se encoge, genuinamente sorprendido por tan potente confesión, el tema de la fotografía sigue siendo delicado, no obstante, ha aprendido que al diablo las críticas y las expectativas ajenas, lo único que importa es que tiene la posibilidad de plasmar su mundo en un flash—. Aunque gran parte de esa fama se la debo a mi chica francesa favorita, mi musa.
—Tu musa es guapa. —Aslan se alaba a sí mismo, ama modelar para su amante y el cómo se aprecia en esas fotografías, tan humano, tan él—. Pero tu talento hace todo el trabajo, no lo digo por decir, sino porque realmente lo pienso, eres increíble.
—Supongo que tienes razón. —Suspira constipado—. Aunque tú te pareces más a un girasol que yo.
—¿Por el amarillo y verde? —Eiji bufa, ofendido—. Eres predecible, girasol.
—El apodo no me molesta. —De hecho, se mira bastante cómodo durante esta conversación—. Los girasoles siguen los rayos del sol y yo siempre te estoy siguiendo a ti, así que… —De pronto, se mira muy avergonzado por sus propias palabras, así sabe que ha dejado escapar un pensamiento, aquello le punza mucho en el corazón.
—¿Eso me convierte en tu sol? —Intenta burlarse.
—Así es. —El tiro le sale por la culata, debió prevenirlo, nunca puede ganar cuando se trata de Eiji—. Eso te convierte en mi sol, Aslan.
—Eres un tramposo. —La sangre le hierve para enfocarse en su rostro, puede ver su propio sonrojo salpicado en su nariz mientras sus manos se aferran a la cintura de Eiji—. Injusto.
—No, injusto es haberme escrito como un personaje que se embaraza frente a mi suegro y todos mis otros conocidos. —Aslan carcajea entre dientes porque es verdad.
—Tienes un punto.
—¿Te sientes listo para enfrentar a Jim?
—No. —Suspira—. Nunca lo estaré.
—Ash… —La alarma finalmente suena.
—Vamos, no podemos llegar tarde al lanzamiento.
Rosas.
Las rosas son flores marchitas.
Ash es una rosa y Eiji es un girasol.
Un delicioso aroma a verduras comienza a inundar la cocina, despertando a los niños de su profundo sueño, coloreando el apartamento de una inexplicable vitalidad. Aunque Ash jamás lo admitirá ante su legendario orgullo, los mejores platillos que ha probado vienen a manos del japonés (a excepción del natto, por supuesto). Jade y Dawn no tardan en llenarse de energías para ayudar a Eiji con aquel desayuno y sus preparativos, el pecho se le estruja en una reconfortante presión ante la imagen, él se detiene a pensar en Jim y Amelia, temas recurrentes en su biblioteca mental, se pregunta si estará haciendo lo correcto y le da pena no tener una certeza. Finalmente el tema se volvió legal.
No quería generarles conflictos a la historia de sus hijos, como padre su mayor deseo es que tengan vidas felices y despreocupadas, el traqueteo de sus dedos contra la mesa se paraliza ante ese último pensamiento. Recuerda que Eiji le habló del miedo acerca de ser padre, integrándolo sin abatir ni la idealización ni la devaluación. Habló de miedo porque es aterrador tener hijos y no poderlos guardar en una cajita de cristal para evitar que sufran, que la pasen mal porque él la pasó mal y no soportaría verlos pasar por lo mismo, es egoísta en cierta medida, el sufrimiento es parte de la vida y no debería privarlos de eso si a fin de cuentas con eso creció. Pero el tema de una demanda, de hacer más legal el asunto de la custodia y el dinero de por medio, no sabe, esperó que Amelia fuese más racional, a fin de cuentas supone que no le importa, o tal vez tiene sus propios temas, no es adivino para mirar entre las líneas, cualquiera que sea el caso, esta no es la manera.
Teme que sus hijos lo odien y se lo reprochen.
Teme que sus espinas los vuelvan rosas.
—¡Es un desayuno especial para tu premiación! —Jade no tarda en gritar una vez la cocina se apaga, acomodando de manera estruendosa y poco delicada un plato repleto de panqueques dulces.
—No es una premiación. —Dawn rueda los ojos, sentándose como toda una señorita a su lado—. El libro es tan malo que no pasará más allá del estreno. —Se cuestiona de dónde habrá heredado esa lengua tan filosa y mordaz, ni siquiera le da un descanso por ser su progenitor.
—No seas mala con papá. —Su hijo chilla, acomodándose en el regazo de Eiji, la costumbre jamás se le pasó pero al menos se turnan para ser mimados—. Él escribe genial.
—Si escribe tan genial, ¿por qué todavía no gana un premio? —Es implacable y orgullosa, de cierta manera le recuerda a él mismo—. Dah.
—Es cuestión de tiempo. —Ash tararea, incrustando el tenedor en el panqueque, Jade le ha pasado los más quemados y lo ha intentado ocultar con mucho jarabe de maple, eso le roba una sonrisa, Eiji los ha malcriado de sobremanera y no le molesta—. Estoy seguro de que con esta trama ganaré premios.
—Aja.
—Es cierto, tu padre me mostró el borrador y se ve bastante prometedora. —Eiji alza una ceja con un tono de reflexión—. Si se omiten ciertas cosas acerca del conejo, claro.
—Sin ofender, otōsan. —El apodo consigue que el aludido se sobresalte—. Pero tu gusto literario apesta tanto como el de Jade.
—¡Dawn! —El infante chilla, amurrado—. Mis libros son geniales.
—Tus libros son mangas y apestan.
—¡Son geniales!
—Son libros para bebés, no me extraña que aún te comportes como uno. —Entonces, Jade aprieta los párpados con mucha fuerza antes de sacarle la lengua, muy maduro de su parte. Busca al culpable de esos malos hábitos con una mirada traviesa para quedarse paralizado con su expresión, Eiji se ve al borde del llanto y eso…
Debió ser duro coexistir tanto con el Hanahaki, ¿no es así?
Supone que Eiji nunca creyó que viviría lo suficiente para llegar a este punto, al punto de sentir susto e incluso terror por no poder poner a sus hijos en un pedestal y decirles: «acá estarán a salvo aunque no formen parte de la vida, son espectadores». Da miedo sumergirse en el dolor inherente que amar conlleva, ha visto a sus niños sufrir por la demencia de Jim, mostrar confusión, rabia, negación, pena e incluso una ira desmedida, a fin de cuentas han lidiado con dos duelos en paralelo y ahora se han visto en la obligación de darse cuenta de que mamá nunca fue tan mamá. Le da miedo que les pase algo, no por un sentido primitivo de supervivencia ni nada, esta es una victoria que desea proclamar encima del universo y su desmedida fragilidad, con poderle gritar a esa vida que todo lo rompe que puede destrozarlo entero y a ellos no los tocará.
Como ocurrió con Eiji.
Con Eiji, Jade y Dawn.
No lo logró con Jim.
Supone que su novio se siente de la misma manera, porque a pesar de encontrarse con una mirada tan conmocionada tras escuchar el apodo, con un pétalo rojo asomándose entre su boca porque el Hanahaki fue real y no lo negarán, en un gigantesco mandil que compró solo para molestarlo, viendo a sus dos niños entrampados en una discusión carente de sentido, posee una sonrisa increíblemente risueña mientras le acaricia la cabeza a Jade, con sus hoyuelos teñidos tímidamente de carmesí, con los ojos sonriendo en medialunas y desbordando estrellas, igual que brillo de girasol.
—¿No es así, papá? —Dawn demanda atención, sale a la superficie, se las arregla para permanecer en la mesa y no llevar su mente hacia la intrínseca angustia que le genera Amelia, los panqueques se han enfriado bajo la salsa, la mañana se le ha escapado como arena entre los dedos—. ¿Papá?
—¿Eh? —Parpadea, reincorporándose lentamente a la realidad—. No estaba escuchando, perdón.
—Estábamos hablando acerca de los libros. —Dawn es perspicaz, le han bastado dos segundos para darse cuenta de que algo anda mal.
—Libros aburridos que me hacen doler la cabeza y no tienen dibujitos. —Jade patalea, terminándose de tragar el desayuno—. ¿Puedes ayudarme a arreglarme, otōsan? Quiero verme muy guapo para la fiesta de papá.
—Claro que sí. —Ambos se levantan, aunque probablemente sea porque Eiji haya leído el ambiente, bajo esa mirada de ciervo se oculta una astucia implacable, eso lo embelesa—. Estaremos en el cuarto de los niños por si necesitan algo. —Advierte y lo confirma.
—Claro.
Queda a solas con Dawn.
—¿Qué ocurre?
¿Qué ocurre? Hay muchas cosas que ocurren y quiere poner en voz alta, desea disculparse con Dawn porque sabe lo importante que es para ella tener una mamá y Ash falló siendo suficiente u obligando a Amelia a asumir ese rol aunque no es su deber ni puede responsabilizarse por las acciones ajenas, quiere disculparse por haberla hecho pasar por tanto, por no conseguir mitigar el terror al abandono que a veces relumbra al ser una niñita tan sola, por no poder darle la vida que él se imaginó, por no ser más prudente de joven, por no ser más valiente de adulto, por no tener un manual ni saber cómo debe proceder en estas situaciones, por enamorarse aun cuando se dijo que era indigno del amor y arrastrarlos a esas creencias catastróficas. Por ser papá en un mundo demasiado cruel para los hijos, por ser un hijo malagradecido y un padre ambivalente como Jim.
Jim.
Por privarlos durante años de su abuelito y darse cuenta muy tarde de lo lejos de la situación, perdón por eso. Si pudiese usaría una máquina del tiempo para que formase parte de su infancia, si pudiese los protegería de enfermedades como demencia o Hanahaki, pero eso sería aún más egoísta, no por ser niños deben permanecer ajenos al dolor, eso les enseñaría que es aversivo, eso los dejaría en el terror no la resiliencia. Por supuesto, no dice nada de eso, no porque no confíe en Dawn, pero debe protegerla aun si eso implica morderse la lengua y no mostrarle que todo está bien sino lo está.
No todo está bien y está bien que no todo esté bien.
—¿Entonces? —Dawn alza una ceja, impaciente, ha dejado de lado sus panqueques para demostrar su seriedad, lo que se ve opacado por la salsa de jarabe impregnada entre sus labios, Ash sonríe.
—¿No puedo estar nervioso por el libro? —Se burla, apoyando su barbilla encima de su palma—. Es mi gran regreso como autor después de todo, Max es un crítico exigente.
—El abuelito Max aceptaría cualquier trama basura que le traigas para hacer feliz al tío Griff. —No otra vez, esa amistad de dudosa heterosexualidad, un escalofrío deforma su mandíbula, el escozor de la salsa de maple no tarda en escaldarle entre las tripas—. Son una pareja bonita.
—¡No son una pareja! —Gimotea, arrojando su nuca hacia atrás—. No les des más cuerda.
—No lo sé, papá. —Dawn canturrea, cumpliendo con su único objetivo de irritarlo—. Son intensos.
—Qué fea imagen mental. —Aslan se cubre los párpados con el antebrazo, intentando sacarse de la cabeza a ese irritante profesor de universidad. Es afortunado por conocerlo, no cualquiera sería tan insistente (llegando a ser incluso insoportable) como Max acerca de su talento.
—Tú eres peor con otōsan. —Suspira—. Sin ofender, pero son una pareja asquerosa.
—Me alegra que pienses así. —Se recupera, levantando su nuca con una sonrisa de triunfo, el dulzor de los panqueques le cosquillea debajo de la nariz, aun fríos le resultan deliciosos, ha sido extraño acostumbrarse a un ambiente tan hogareño desde que Eiji llegó a sus vidas, ha sido un lento proceso de aceptación sobre que es merecedor de amor. Vaya, al parecer su novio no es el único con temas acerca de autoestima—. Cuando seamos viejitos tendremos un jardín de flores y una cabaña bonita.
—No los iré a visitar.
—Eres cruel con tu padre.
—Puede que vaya a visitar a otōsan. —¿De dónde diablos ha sacado esta insoportable personalidad? Es un misterio, Aslan es sumamente encantador, no grosero. Dios, las generaciones de hoy.
—Le gusta que lo llames así. —Entonces, Dawn se ruboriza con mucha fuerza.
—L-Lo sé. —Tartamudea, jugueteando con sus pies debajo de la mesa—. Él es tan transparente.
—Esa es una de las razones por las que lo amo. —Ash suspira embelesado y no puede evitarlo, todas sus emociones se sienten como explosiones cuando se trata de esos ojos cafés, aún no encuentra la manera de matar ese sonido ni sabe si desea detenerlo—. Lo amo mucho, es mi alma gemela.
—Sigo desayunando, no seas repugnante. —Se queja, dejando de lado el tenedor y la masa a medio devorar en el plato—. Papá…
—¿Sí?
—No es tu culpa que mamá no nos quiera.
Oh Dawn.
Mi dulce niñita.
Es injusto que sus hijos deban confrontar el rechazo a tan tierna edad, ¿qué mierda tiene Amelia en la cabeza para no verlos? Cierta parte de él siente mucha culpa por no haberla empujado más fuerte a asumir ese rol y hacerse parte de sus vidas, debió probar con la lógica («son tus hijos, debes asumir la responsabilidad porque no los engendré solo»), luego con la culpabilidad («¿no te doy pena? Me hice cargo de ellos durante toda su vida para darte más libertad y ahora te vas»), con la cólera («eres una terrible mamá! Ni siquiera los llamas por sus cumpleaños»), las amenazas («no volverás a verlos sino cambias») y los ruegos («te lo suplico, por favor míralos, por favor ámalos, ellos te aman»). Pero una vez hubiese accedido a eso, sería necesario saber a qué se enfrentaría, porque vería cómo a ella le costaría amarlos, cuánto ansiaría desligarse, irse por la puerta, hacer su vida lejos, olvidarlos. Vería que el mero acto de estar para ellos la agotaría y tendría que repetirse cada día: «hago lo correcto».
¿Por qué?
No vale la pena tener esa clase de mamá, no si hay que obligarla.
—Sé que es duro cómo su relación cambió con mamá. —Así que intenta articular esas emociones demasiado complicadas para que una niñita entienda con la simple finalidad de transmitirle que Ash la adora, que está para ella, que muchas personas más están para ella independiente de la sangre—. Pero ella se lo pierde sino es capaz de ver lo maravillosos que son ustedes dos.
—Papá.
—Y puede que se dé cuenta demasiado tarde, puede que no. Pero esa mujer no posee ni idea de lo extraordinarios que son, tú y Jade son mi vida entera, son mi orgullo más grande, son mis niñitos sin importar la edad que tengan. Agradezco todos los días por tener el honor de ser su padre, de verlos crecer, caerse, levantarse y de poderlos acompañar en esto, lo siento si no soy suficiente, necesitan de su madre y lo entiendo, pero todo mi amor, toda mi alma, todo mi corazón, eso es de…
—Eres suficiente. —Dawn aprieta su mano—. Eres más que suficiente, papá.
No dicen más.
No pueden.
La recepción de un hotel es donde se lleva a cabo el estreno de su novela, Max le ha suplicado para que asista al evento y dé unas palabras, no es que Ash sea un escritor huraño que escapa de la fama y la vanagloria que conlleva (lo hace), sin embargo, le genera bastante presión tener un público que espera cosas de él, sí, sí, Aslan escribe para sí mismo, obvio considerando la singularidad de tramas, pero fue en la literatura donde halló refugio para soportar tormentas, tanto su temprana paternidad como las ambivalencias que puede acoger en torno a su propia infancia, es su lugar seguro, un sitio destinado únicamente para él. Da miedo, antes ese lugar era insensible aun si publicaba, la escritura era inaccesible, una caja fuerte con miles de puertas herméticas reforzadas en un sistema de huellas táctiles y códigos imposibles de pasar sin su consentimiento y ahora siente que se ha vuelto diáfano.
Transparente.
Débil.
¿Débil? No. Más bien, humano, pequeño y frágil, se ha vuelto tan Aslan.
Supone que publicar trae consigo inminentemente la exposición, Ash es consciente de lo mucho que proyecta en sus tramas, de lo significativas y personales que son, se concibe atacado cuando perjura que se menosprecia ese esfuerzo. Es cierto, escribe para sí mismo, no obstante, no ha pasado meses editando para leerse ¿verdad? Si pone tanto empeño es porque en cierta medida ansía que su trama le llegue a alguien, quién sabe el impacto que podría tener, para un lector, para sus hijos, sobre todo para sí mismo. Tal como Eiji quiere ser visto, Aslan quiere ser leído, son tal para cual.
—¡Amigo! —Shorter no duda en colgarse de su hombro apenas lo encuentra, la elegancia del salón le parece surreal, ver gigantografías anunciando un ferviente regreso pone más expectativas encima de él. Expectativas, expectativas, expectativas, expectativas —. Te he estado buscando toda la tarde. —¿Cuándo se enfundó en su traje negro de dos piezas? Probablemente Eiji lo ayudó y vistió a los niños, es un excelente padre y futuro esposo.
—No esperaba que vinieras. —Traga duro, repasando lo fantasioso del ambiente, reconoce a varios rostros importantes de la literatura susurrando a sus alrededores, el salón es ostentoso, las luces están muy fuertes, lo marean—. Pensé que estabas comprometido con tu trabajo. —Se burla, aflojándose la corbata, se siente mal, enfermo se atreve a decir. ¿Por qué? Está seguro de su trama.
—Así de comprometido estoy contigo. —El pomposo y feo traje de Shorter aligera la tensión—. Te ves pálido, ¿estás bien?
—Estoy perfecto.
—Te va a crecer la nariz si dices mentiras, igual que en el cuento de Jade. —Se profesa frágil, igual que una hoja seca en la tormenta.
—No sé, creo que estoy ansioso.
—¿El grandioso Ash Lynx ansioso? —Resopla, consiguiendo que un mechón púrpura protegido por una gruesa capa de gel caiga hacia su entrecejo y se enrede entre sus lentes de sol, ¿por qué diablos los trae dentro? No es cool, sino tonto—. Ni siquiera cuando publicaste la primera vez te dio nervios.
—Sé. —Gruñe, sacando garras y colmillos—. Pero algo se siente diferente en el ambiente. —Shorter se acomoda los anteojos encima de la frente.
—¿Algo? —No tarda en apuntar hacia el otro lado del salón—. Alguien, más bien.
—Eiji. —Su nombre brota de sus labios con desesperación, no puede evitar sonreír al verlo juguetear con sus dos niños en un adorable traje blanco, el blanco le sienta de maravilla, piensa, se lo imagina perfectamente caminando hacia el altar en un conjunto similar y eso le arde en las mejillas. Sus ojos se clavan en el anillo dorado que pende en su dedo.
«Mi alma siempre estará contigo», es lo que tiene escrito al reverso.
De pronto, lo comprende. Así como Eiji le dedicó una exhibición completa dándole acceso a su alma sin censura, lo bueno y lo malo, no solo lo malo aceptable, sino lo realmente malo, eso que escondía acerca del Hanahaki, de la insuficiencia y la falta de amor propio con que se recubría, esa que sanó al aceptar que no eran intrínsecamente malas las rosas, sino cómo las usó, Ash quiere realizar algún gesto similar y significativo, quiere darle acceso a lo más recóndito, incluso a esas cosas de él mismo que todavía desconoce porque dan susto mirar, quiere dárselo, lo ama, eso lo hace valiente, además no tendría sentido entablar una relación con alguien incapaz de aceptarlo todo de él, eso no significa que no pueda ayudarlo a mejorar o cambiar las cosas que le hacen daño, no pide aceptación radical, es un sentimiento más bien de: «esto es todo lo que soy por ahora, es nuestro punto de partida para crecer juntos, ¿me acompañas?».
—¿Ves? Eiji te pone nervioso. —Shorter canturrea, picoteándole la mejilla porque el pobre jamás tiene razón ni es capaz de ganarle en su propio juego de ingenio, el hijo de puta va a aprovechar.
—Es mi novio, obvio me pone nervioso gustarle. —Se defiende, vislumbrando a sus defensas caerse, hacerse trizas en el suelo y desmoronarse en escombros polvorientos. Pero hay algo más que debe sacar todavía—. ¿Sabes? Cuando Amelia estaba embarazada yo recién escribía. —Un poco, solo un paso más—. Ni Jim ni ella fueron muy acogedores con el tema.
—Ash. —El nombrado se acaricia la nuca, está sudando.
—No es que sea importante lo que ella piensa, pero en ese entonces fue mi primera lectora, yo era un niño, todo esto era demasiado nuevo y no sé, fue duro escuchar que el escape que hice era una pérdida de tiempo porque para mí era especial, y después vino Jim, obligándome a ir a la universidad para que no desperdiciara mi aparente talento, ¿talento?, ¡por favor!, me esforcé para salir adelante y era bueno en eso, no significa que me gustara, lo único que me gustaba era escribir.
—Nunca me dijiste eso. —Shorter no lo reprocha, al contrario, lo acoge con una mueca de absoluta preocupación.
—Le he dicho a todo el mundo que no me importa lo que piensen de lo que escribo porque es más fácil, me siento protegido de esa manera, pero en el fondo, me importa, me importa tanto que cada vez que publico me muero de miedo por la reacción, me quebraría escuchar de mis seres amados que es una pérdida de tiempo lo que hago. Sé que es esperable tener inseguridades, a fin de cuentas sería raro que nada me importara, solo, es un poco reactivante, ¿entiendes?
—Aslan. —Son contadas veces las que Shorter lo llama por su nombre—. Eres increíble.
—Por favor. —Rueda los ojos—. Lo dices porque eres mi amigo.
—Justamente porque soy tu amigo no te mentiría. —Su voz escapa dura sin llegar a ser agresiva—. No tengo razones para decirte algo que no pienso, me hiciste leer, eres increíble. —Entonces, Aslan se ríe entre dientes por lo feliz que lo hace aquella torpe confesión.
—Te haces sonar como un analfabeto. —El aludido se encoge de hombros.
—Quizás. —Tararea, estrechándolo aún más fuerte, apestándolo con ese grotesco perfume barato que jura seductor—. Creo que todos tienen miedo en ese sentido, incluso Eiji. De cierta forma hacer algo que amas y exponerlo al público te expone a ti mismo, pones una parte de ti y es inevitable que si llega a desagradar sientas que tú desagradas, está perfecto, lo importante es saber recuperarse de esas caídas y no darle en el gusto a las personas que te quieren ver mal, sería un desperdicio.
—Tú… —Parpadea, anonadado, su mente rechista una y otra vez mientras procesa lo dicho—. ¿Cuándo te volviste tan sabio?
—Siempre lo he sido, gracias por notarlo.
—Sí claro. —Se aparta, arrojándole una mirada afilada a su mejor amigo quien de repente, se mira más ansioso de lo que debería—. ¿Qué pasó?
—Últimamente estoy poniendo mucho de mí en la cocina. —La mirada de Shorter salta hacia Eiji pero no se detiene ahí—. Le pongo mucho corazón. —Sino en…
Oh no.
Joder no.
—No puedes hablar en serio. —Gimotea, conteniendo un puchero colérico luciendo más como un adulto disfrazado que un renombrado autor—. ¿Yut-Lung? —El petulante doctor de personalidad tan insoportable que hasta hoy le saca arcadas. Sí, sí, aprecia todo lo que hizo para salvar a su pareja del Hanahaki y ayudarlo con el proceso de recuperación, eso no significa que le agrade—. ¿Te gusta ese insoportable?
—¿Acaso lo has visto? —Se exalta—. Es tan bonito.
—Bonito si te gustan las serpientes. —Brama—. Pensé que tenías mejor gusto.
—Hombre, quiero tallarle una figura de chocolate entera solo para comerla. —La imagen mental le saca un tic nervioso en el ojo, no puede creer que su grandiosa velada se arruine a causa de eso—. ¿Por qué debe ser tan difícil de conquistar? Aunque eso me mantiene atado a la punta de sus dedos.
—Estás poniendo una cara asquerosa. —La expresión solo se intensifica en un suspiro—. ¡Ya basta! —Y como Ash Lynx es un adulto muy serio, por supuesto, no encuentra nada mejor que comenzar guerra de pellizcos usando sus rostros de objetivos, dejándolos rojos e hinchados—. Te ves feo.
—¡Tú eres el que pone caras asquerosas! —Shorter rebate, siguiéndole el juego, demostrando quién es el mayor entre ellos dos—. Eiji te pone baboso.
—Tú ya estabas baboso antes de Yut-Lung. —Se ríen, deteniéndose únicamente cuando han llamado la atención de la prensa, volviendo a su papel de madurez, golpeándose las pantorrillas con disimulo porque no son adultos, siguen siendo niños—. Gracias por escucharme. —Musita, más sentimental de lo que desearía.
—Gracias por hablar.
—Idiota.
Gracias por ser mi mejor amigo a pesar de todo.
Por favor, sopórtame varios años más.
Se siente más ligero luego de esta conversación, de cierta manera Shorter es bueno conteniéndolo, aún si es con una charla tan grotesca alrededor de lo flechado que quedó con Yut-Lung apenas entró a su negocio, ayuda a bajar los pensamientos catastróficos e intrusivos antes de que escalen a alguna crisis irreparable en su propio debut. Es duro exponerse así, recuerda que antes de conocer a Eiji se sentía como si pasara por varias botellas de colores a través de sus tramas y perdiera pedazos de sí mismo durante el proceso, que solo al conocer a su terco fotógrafo fue capaz de desglosar que había algo inmutable, una esencia, un alma, que sin importar qué tanto se vendiera o fingiera o proyectara seguiría estando ahí, ardiendo en esos ojos cafés y eventualmente en sus jades.
Se dedica a disfrutar de la compañía de sus seres queridos, no porque puff, tenga seguridad por arte de magia y se haya empoderado con una conversación, sino que al carajo, al que no le guste lo que escribe la puerta es ancha y Ash nunca ha obligado a nadie a leerlo. Incluso Hemingway tiene haters.
—De verdad estamos acá. —Max se mira más nervioso que el propio Aslan, bebiendo copa tras copa de champaña para calmar la inherente incertidumbre—. Este es tu gran regreso como autor.
—Cálmate, anciano. —Intenta hacerle prueba de realidad—. Te van a salir más arrugas sino cambias la cara. —Una de sus manos se encuentra cómodamente abrazada alrededor de Eiji, la otra sostiene una copa de espumante, es refrescante y agradable.
—No puedo evitarlo. —Max gimotea—. Me siento como papá orgulloso. —Antes de desmoronarse en el hombro de Griffin, Dawn le arroja una sonrisa sagaz, restregándole en la cara que tiene razón y él no sabe nada—. Nuestro niñito está tan grande.
—¡Me están humillando! —Chilla, estirando la boca contra el cristal—. Griff…
—Max tiene razón. —Claro que se pone de su parte—. Estamos orgullosos de que haya llegado este momento.
—¿No pueden estar orgullosos en silencio?
—No. —Como los ancianos son unos sentimentales, proceden a abrazarlo—. Hay que decírselo al mundo entero. —Casi puede ver los títulos de mañana: «el lince de Nueva York es avergonzado por viejos raros el día de su grandioso debut». Simplemente maravilloso, si fuera más infantil pondría más resistencia a los toques, pero como es benevolente no lo hace.
—Gracias, supongo. —Y les da en el gusto—. Espero que esto no se malentienda, suficiente tengo con Jim.
—Sobre eso… —Griff luce preocupado, la atmósfera cambia, las burbujas se revientan—. ¿Podemos hablar en privado?
Se retiran hacia un rincón del gran salón, lejos de los periodistas, los fotógrafos o cualquiera que sea ajeno a esta hermandad inefable. La atención de Aslan pende hacia sus zapatos, en el fondo sabe lo que le dirá y prefiere pensar o rumiar alrededor de las manchas en el piso antes que enfrentarlo, no puede patearlo por siempre y lo sabe. Así que traga duro, sintiendo asco por el revoltijo en sus tripas subiendo hacia su garganta, se siente como una infinidad de pétalos imaginarios, su propio Hanahaki falso y así se percata que no es asco, sino miedo, y que últimamente tiene mucho miedo porque las máscaras tras las que se ocultaba no eran más que pétalos de rosas.
—Aslan… —Griff no sabe cómo iniciar la conversación, choca sus suelas contra las brillantes baldosas del hotel y mece sus manos erráticamente, es un automóvil a toda velocidad cayendo en la autopista sin un freno—. Papá está teniendo un día malo, está muy desorientado y no entiende bien qué hace aquí, Jennifer tuvo que sacarlo al jardín porque no dejaba de gritar. —Lo suelta de golpe, liberándolo como si fuese una bomba atómica en medio de la acera.
—Ya veo. —Sus pulmones se tensan en una larga raíz espinosa, le cuesta respirar.
—Sé que querías que él viese esto.
—No. —Miente—. Me da igual.
—No seas tan duro, no es su culpa estar tan enfermo y aun si no entiende del todo ha venido a verte porque está orgulloso.
—¿Orgulloso? No necesito que el viejo apruebe mi arte, me da exactamente lo mismo sino me logra reconocer como su hijo o está desorientado, es algo cotidiano a estas alturas ¿no? Ni siquiera sabe dónde queda el baño, ese sujeto no es mi papá, es un maldito envase vacío. —Lo suelta enrabiado, permitiendo que las palabras escurran hacia la superficie con la explosión de fondo, ve la barrera de contención pero no cree poder frenar a tiempo, ni siquiera tiene frenos—. Me da igual, que se muera o no, está a medio camino de todas maneras.
—No es verdad, no sientes eso.
—Lo hago, nunca apoyó mi carrera, si estuviera lúcido maldeciría mi libro, diría que soy una pérdida.
Otra vez, desea usar el escudo del odio como una bolsa de aire para aligerar el choque, para poder sobrevivir el impacto que tendrá y no le funciona, ese mecanismo patológico se ha apagado desde que Eiji entró a su vida y lo hizo no aceptar la demencia (nunca la podrá aceptar) sino mirarla y hacer algo antes de que sea muy tarde. Tic, tic, tic, la cuenta regresiva empieza a sonar en su cabeza, mira la bomba expandirse en el cielo sin que pueda protegerse, no alcanza.
Tic. Tic. Tic.
—Papá siempre era el primero en comprar tus libros. —No quiere escucharlo, no quiere mirar hacia atrás para darse cuenta de que ese impulso primitivamente infantil que lo empuja a ser el niñito de papá, ese que juega béisbol en el patio y lo hace sentirse orgulloso, ese que recibe halagos porque es muy inteligente y será el primero de su familia en ir a la universidad, ese al que le hacen calabazas de Jack para Halloween, sigue ahí esperando—. Está orgulloso de ti.
—Mientes. —La cuenta regresiva martilla contra sus tímpanos, Ash tiene que apretarse las orejas en un desesperado intento por cortarla, detenerla o silenciarla—. ¡Mientes!
—No lo hago.
—Griff. —Advierte—. No sigas. —Tic. Tic. Tic. Tic. Tic. Tic—. Su presencia me molesta, odio que esté acá, no sé qué pensaba en invitarlo. —Taladra su cabeza, debe cortarla o le va a devorar el cerebro, ¡ja! La demencia come el cerebro, recuerda, qué hilarante, igual que un nido de gusanos devorando la putrefacción porque probablemente las neuronas de Jim no sirvan.
—Si quieres, Jennifer se lo puede llevar.
—¡Mejor! —Grita, la música cubre su voz—. No quiero tener a ese remedo de humano acá.
—Aslan. —Sabe que ha sido duro y que para Griff esto también es difícil de lidiar.
—No quiero verlo en mi día glorioso. —No es cierto, no quiero que se vaya, no quiero que se muera, papá, papá, papito, quédate, ámame, vive por favor—. ¡Espero que no vuelva a reconocerme, así no me sentiré culpable y podré dejarlo morir en ese asilo de mierda! —De pronto, él se percata que se ha aferrado a los hombros de su hermano mayor, deteniendo cualquier movimiento que indique rechazo—. Dile que se largue de mi vida.
—Ash.
—Mejor no le digas nada, ¿para qué? Ni siquiera lo sabrá. —La respiración le punza, le sube y le baja dentro del traje, sus botones se tensan, la corbata lo ahorca, las espinas arañan su interior, no es un Hanahaki real y eso solo intensifica más el dolor. Porque se pregunta, se pregunta sino ha amado lo suficiente a su padre para enfermarse y eso le da pena, pero la otra opción, la opción de que lo ama, y a pesar de la demencia en cierta medida es correspondido… —. Has que se vaya. —Suplica—. Has que la demencia se vaya, por favor.
—Oh Aslan. —Eso es mucho peor—. Mi hermanito.
Se abrazan.
Se abrazan porque papá se está muriendo y aunque ambos sean adultos tienen miedo de perderlo, el miedo es natural en la vida, no agradable ni rico, solo parte de esta y eso es fuerte. Claro que Ash prefiere soltar estas palabras venenosas, en una parte de él espera que Jim se vaya, que lo odie, que se horrorice al descubrir la clase de monstruo que engendró y así Ash no tenga que quedarse viendo el deterioro progresivo o la lenta muerte mental de su papá. Claro, hoy no lo reconoce, ¿qué pasará cuando deje de reconocer a Jade y a Dawn?, ¿qué pasará cuando se deje de reconocer a sí mismo?
Es un duelo que lleva arrastrando más de un año, la sintomatología empeora y empeora y esa sádica bomba mental no hace más que gritar más fuerte en su cabeza, haciéndolo consciente de la lasitud humana, diciendo que ha pedido a Eiji y a Jim prestados y debe devolverlos y luego tiene que volver a procesarlo, a recordarse que Eiji está bien, que está mejorando y que Jim sigue vivo aun si no logra hacer lo mismo que antes.
—No quiero que se vaya. —Admite en un apenas perceptible hilo de voz, hundiéndose en el pecho de Griffin, buscando desesperado protección, siendo frágil y pequeño—. No quiero que me olvide más.
—Sé. —Musita, presionándole un beso en el cabello porque por muy súper y heroico que pueda ser su hermano mayor no es una especie de divinidad que pueda detener enfermedades o contradecir la naturaleza por mucho que quiera. Lo único que puede hacer es apoyar a Aslan—. Lo siento.
—¿Cómo puedo ser un buen papá? Ni siquiera fui un buen hijo, pensé que esta era mi oportunidad, las cosas estaban mejores, estábamos progresando en nuestra relación. —Y así como Ash quiere hacerle saber a Dawn que no está sola aun si personas valiosas se van, Griff comparte esa impotencia sangrante, transmitiéndole esa desmedida tibieza al acunarlo entre sus brazos.
—Las cosas pueden estar mejor. —Es una promesa vacía—. Aun sino es el papá que esperas.
—Ni siquiera sé si queda papá a estas alturas.
—Oh Aslan. —Lo llama con esa voz tan comprensiva—. Te ama lo mejor que puede, que no te ame como tú esperas no le resta el mérito. —Y lo sabe con una perfecta ironía, también es papá y se ha encontrado con esa clase de impasse donde sus hijos esperan cierta clase de amor y se queda corto.
—¿Cómo puedes estar seguro? —Alza el mentón con timidez, sintiendo gotas caer hacia su nariz y diablos, está sollozando en su propio estreno—. ¿Cómo puedes saber que está orgulloso? Ni siquiera entiende dónde está, nunca hice nada para que se sintiera orgulloso de mí y ahora es tarde, soy una especie de hijo fracaso, soy un fracasado.
—No permitiré que te trates así. —El reproche en su voz es suave, Griff presenta una desmesurada ternura cuando se trata de esos ojitos verdes, es débil ante su hermano, sabe—. Sé que ustedes se distanciaron luego de que abandonaste la universidad, pero él nunca dejó de alardear sobre su hijo talentoso que sacaba libros tan impresionantes que no podía entenderlos pero aún así los compraba y los almacenaba, debe tener todos tus volúmenes unas tres veces, está orgulloso, rechazaste seguir en la universidad, no cualquiera lo hace, eres extraordinario. —Y de repente, aparece la culpa.
—Griff. —Porque para su hermano debió ser sumamente doloroso verlo cumplir con un sueño que, si bien, nunca fue suyo, era el de Griffin—. Él también está orgulloso de ti. —Se ve como todo un hipócrita soltando estas palabras luego de refunfuñar tanto, ansía resguardarlos de la explosión, de buscar algo que les sirva para amortiguar la caída en la autopista.
—No hice gran cosa. —Susurra, triste, muy triste, las ondas de expansión los alcanzan.
—Griffin.
—Soy el único fracasado. —Tic. Tic. Tic—. No tú.
—Tuviste las pelotas suficientes para quedarte con él. —Lo afirma sin vacilar, no va a huir más de esa inminente cuenta regresiva o de la explosión, elige desvanecerse antes que perecer—. Yo no.
—Tenías otras responsabilidades que asumir, tienes tu propia familia. —La pena solo se intensifica cuando Griffin le repasa las mejillas, llevándose las lágrimas con toques gráciles de mariposa y es ridículo, es un adulto y no necesita de esto, es grande.
—Es verdad. —Tan grande que se hace pequeño—. Pero eso no resta la familia que ya tenía. —Tan pequeño que se siente como si tuviera ocho años. Seguramente el poeta lo entiende porque es así, intrínsecamente dulce con la maleza que lo rodea, aunque no lo merezca y se haya equivocado más veces de las que debería—. Debí ayudarte con la carga. —Aslan se encoge hacia su pecho, ha dejado de llorar y su voz continúa cargada por la congoja, el desconsuelo lo abruma.
—Esa clase de diagnóstico es duro de enfrentar. —Mierda, se ha equivocado tanto al estar vendado, no se justifica, hizo lo mejor que pudo y no ha dejado de hacerlo, está bien.
—Lo es. —Murmura—. Lo lamento.
—Lo que pasó no lo podemos cambiar. —El mayor le asegura—. Pero me has estado ayudando tanto este último tiempo.
—Griff.
—Estamos orgullosos de ti, te amamos. —No necesita mirarlo para saber que el sentimental ha roto en llanto, aunque es más viejo que Aslan se destroza con hilarante facilidad, eso le recuerda a Eiji de cierta manera y así confirma que ha tenido suerte, que ha sido malditamente afortunado al tener a las personas correctas enriqueciéndolo y apoyándolo—. Te amo y sabía que sacarías un grandioso libro. —Él le presiona un beso encima de la frente, es un toque gentil y lento.
—Aún no lo lees.
—No tengo que leerlo para saberlo.
—Claro que sí.
—¿Bromeas? La trama de un lince pandillero me atrapó. —Tiene energía suficiente para burlarse.
—Tonto. —Se queja, permitiendo que le termine de rodear la espalda y eso le duela.
—Probablemente eres la única persona que todavía no es capaz de sentirse orgullosa de tus méritos.
—Probablemente. —Se ríe por la ironía, comprendiendo perfectamente a su terco, terco girasol—. Y probablemente quiero que Jim esté aquí aun sino me recuerda y eso me angustia.
—Sino te recuerda por hoy. —Lo anima—. Sé que tenemos que dejarlo ir, pero los momentos que nos quedan a su lado… —No sabe terminar la oración.
—Sé. —Ni lo necesita—. Griffin. —Detiene a su hermano antes de que se aparte para darle las luces en aquel escenario—. Me gustaría ser el primero en leer tu antología de poemas si algún día quieres publicarla. —Eso parece tomarlo por sorpresa, lo cree porque ha abierto los ojos muy grandes y le ha dado una sonrisa floja y ansiosa.
—Gracias. —Musita—. Aunque Max será el primero en leerla, por supuesto, le dedicaré una sección entera de poemas de amor.
—¡Griff!
Y ya está mejor.
Ha llegado el momento de alzar su telón, no para dar una actuación, hace mucho se despidió de ese falso rol que tanto tiempo lo protegió, Eiji se encargó de hacerle saber y sentir que su imperfección no sería condenada, sino recibida. Pero es natural regresar a los viejos hábitos de vez en cuando, ni siquiera la recuperación del Hanahaki ha ido en línea recta, ¿por qué lo sería su duelo con Jim?, ¿su percepción sobre su escritura?, ¿su sensación de paternidad? Nadie es una pendiente exenta de las recaídas o los retrocesos y es necesario dejar de verlo como algo aversivo. Uy sí, lloró durante todo su estreno antes de pararse al escenario porque se siente inseguro, ¿y qué?, ¿eso lo hace más débil?, ¿menos valioso?, ¿menos persona?
«Rosa es una rosa es una rosa es una rosa», lo vuelve a pensar.
Papá = papá.
Se ríe, mirando el ventanal del hotel antes de salir hacia el escenario, las luces se sienten tan cálidas contra su piel que lo queman, la emoción emerge explotando en pequeñas burbujas que se profesan como ramas o pétalos moribundos y entonces, se ve a sí mismo repleto de Hanahaki, de rosas rojas, brillantes y vibrantes, se ve acunado por ese mismo monstruo que tanto tiempo se esforzó en evitar al haber lastimado a Eiji y lo comprende aún sino es una imagen real. Las rosas no son malas por sus espinas y Ash no es malo por aún querer protegerse como pueda, las rosas no se condenan por solo querer defenderse y él no debería ser tan duro consigo mismo por sobrevivir.
Hizo lo mejor que pudo, se lo vuelve a repetir. Con Amelia, con Jim, con sus hijos, con su pasión, con todo, hizo lo mejor que pudo y por eso, es más que suficiente.
—¿Lo es? —Cuestiona a sí mismo, inhalando profundamente, contemplando las flores caer del otro lado del ventanal mientras lo recibe una vehemente multitud de fans al otro lado del escenario—. ¿Es suficiente? —Y el Hanahaki le sonríe.
«Eres suficiente», se responde a sí mismo.
Sale al escenario a dar su discurso, y tal vez, todos tienen dentro un Hanahaki sin manifestar porque aún no se han dado las condiciones, quizás todos tienen un amor no correspondido en cierta medida y probablemente sea hacia uno mismo, amarse es difícil, porque ¿quién mejor que uno mismo para conocer lo más desagradable y monstruoso?, ¿para reducirse a una etiqueta e invalidarse? Es crudo ser compasivo con uno mismo y es aún más crudo empezar a ser compasivo y ser quien se sabotee.
El discurso es un éxito y el libro su regreso triunfante de autor.
Mientras camina hacia el jardín en busca de aire vuelve a pensar en ese estúpido aforismo «Rosa es una rosa es una rosa es una rosa», las cosas son como son, supone una equivalencia inmovible, una unicidad tan irreductible, absoluta e inmutable que asume la posibilidad de que las cosas no pueden cambiar, pero ese no es el significado que le otorga. Es cierto, hay una elementalidad, llamase alma, esencia u otra cosa, que es irreductible e inmutable, que persiste a través del tiempo, evita que Ash desaparezca en frascos coloridos al gotear entre las tramas. Pero eso no quiere decir que la persona que ha sido es la que siempre será, aún si existe un centro sólido puede cambiar, no es un leopardo de Hemingway para perecer congelado, ha visto ese cambio en todos sus seres amados, en Eiji y su grandioso crecimiento, en Griffin y su aumento de confianza, en Shorter y su vocación. Pero también ha visto lo malo que ese cambio puede ser, en la naturaleza rígida de Amelia, en la demencia, en la muerte.
X = X.
Rosas = Rosas.
Aslan Jade Callenreese = Aslan Jade Callenreese.
¿Qué hay de Jim? ¿No tiene derecho a formar su propio aforismo?
Y como si el destino le quisiese jugar una pasada (buena o mala) lo encuentra sentado frente al salón en el jardín, usa una silla de ruedas porque su cuerpo se ha vuelto realmente frágil, le cuesta caminar y caminar lo confunde, tiene la mirada vidriosa y clavada en la nada, está vacío, ido, muerto aunque vivo, eso le rompe el corazón. Aslan no puede procesar tantos sentimientos, opta por apoyarse a su lado con cientos de cosas que quiere decirle y no le dirá.
—Papá…
Se deja vencer por el miedo, se paraliza ante la idea de que Jim lo desconozca, así que se muerde la lengua, se dirá que lo intentó. Tic, tic, tic. Debe irse, va a irse, va a huir, no lo soporta, no puede, tic…
—Te extraño. —Pero entonces Jim habla, su voz tirita gastada y cansada, casi polvosa—. Te extraño y te necesito. —No tiene idea a quién le está hablando—. Ha pasado mucho desde que me dejaste ¿no? Pero no te puedo culpar, veía que querías irte y habría sido doloroso retenerte, no quería ver cómo te apagabas por mi culpa, pero me dejaste a ese niño y…
Oh.
—Escogiste su nombre con mucho cariño, Aslan Jade Callenreese, suena de la realeza, descubriste una forma de hacer sonar agradable mi apellido. —Sonríe—. Dijiste que le pusiste así porque nació al amanecer, que querías que tuviese una vida hermosa como un jade bajo el alba, me pregunto cómo haré eso sino estás, cómo me las arreglaré para criarlo, tuve suerte de no arruinar a Griff, pero Aslan es terco y creo que me odia.
Está hablando con su mamá.
Aslan lleva años sin pensar en su mamá.
—Cuando tienes un hijo esperas todo lo que se supone que debes sentir, hay muchos sentimientos que puedo comprender y hay otros que ni siquiera puedo procesar y se quedan atorados dentro de mi estómago, a veces siento unas cosas y a veces otras, la mayoría del tiempo creo que lo hago mal, que necesito más lapsos o un manual o algo. Pero la sensación sigue ahí, un presentimiento, algún instinto, no lo sé. —Suspira, encogiéndose en la silla de ruedas, tensando sus palmas encima de la manta que le cubre las piernas—. Nadie te lo dice, pero cuando eres papá, una parte de ti pasa a ser de esa criatura, una parte de ti desaparece y se vuelve suya, da miedo, porque vamos, sabes que no soy el mejor hombre y aceptar que Griffin o Aslan tengan eso es desagradable.
—Papá.
—Al mismo tiempo me da alivio, es tonto, pero siento que al darles una parte de mí, puedo cuidarlos aún si están lejos y deciden hacer sus vidas afuera, y entonces, deja de dar miedo. —Ash traga duro, sin poder hacer más que sentir sus propias emociones calándole hasta los huesos—. Le harás falta, Aslan es diferente a mí, lo sé y apenas tiene cuatro meses, probablemente será un chico inteligente, de esos que van a la universidad, ¿te imaginas? El primero de nuestra familia, me gustaría que Griffin también fuera, no lo sé, no sé tanto.
Pero de repente, Aslan lo sabe.
—Lamento no hablar contigo tanto como antes, estos revoltosos me tienen ocupado y atender el comedor me agota, estoy viejo y siento que lo estoy haciendo todo mal, puedo escuchar tus regaños, diciéndome: «cariño, lo estás haciendo todo mal». Y luego añadiendo: «eso es suficiente, lo intentas y nuestros hijos de alguna manera lo sabrán».
—Oh papá.
—Es irónico que hayas dejado un girasol al cuidado de una rosa, trataré de no lastimarlo con mis espinas, solo… —Jim carraspea, negando—. Gracias por darme una familia con hijos maravillosos, aún si Griff no era tuyo, lo amaste como tal, te extraña, te extraño y Aslan te extrañará, lo sé. Espero que estés a salvo donde sea que estés y espero que seas un sol para que nuestro girasol sepa dónde ir cuando esté perdido, se va a perder, Dios sabe que se perderá, por favor encuéntralo o envíale su propio sol para que siga.
He acá el misterio resuelto.
Jim = Jim.
Aún con la demencia empañándolo todo y comiéndole el cerebro, aún siendo más enfermedad que persona en este momento, nunca dejará de ser su papá, todavía si lo olvida, aún si se olvida y olvida todo lo demás, siempre estará la esencia inmutable que hace de las rosas rosas y le permite al mismo tiempo ser un girasol, siempre estará el tic, tic, tic, persiguiéndolo por detrás para presionarlo y en contraste volviendo al tiempo más valioso.
—Papá. —Aslan acomoda una mano encima del hombro de Jim, esa chispa de lucidez se extingue.
—¿Papá? —Repite confundido, frunciendo el entrecejo y tensando la boca, resaltando las arrugas para hacerlo consciente de lo verdaderamente agotado que debe estar—. ¿Quién diablos es ese?
—Tú. —Responde con simpleza, sin soltarlo porque se puede esfumar—. Tú eres papá.
—¿Yo? —Repite, afligido.
—Así es.
—¿Quién soy yo?
—¿Quién eres? —Jim asiente, angustiado, parece al borde de otro ataque y no lo permitirá.
—No sé quién soy. —Por eso, se agacha con mucha paciencia enfrente de Jim, acaricia sus hombros huesudos por encima de un terno que le queda gigante, se asegura que lo mire, no es brusco ni duro ni exigente en ese toque, solo exuda comprensión.
—Eres Jim Callenreese. —Inicia—. Eres un viejo gruñón sin remedio que juega béisbol mejor que nadie, quema todo lo que cocina pero hornea como nadie aunque es demasiado orgulloso para admitirlo, eres un hombre que ha tenido una vida dura en Cape Cod, eres un hombre que da su corazón más fácil de lo que debería y dice que es por temor a la soledad porque odias verte frágil, eres pareja de Jennifer, eres modelo de Eiji Okumura, eres catador de Shorter Wong, eres inspiración de dos niños pequeños que te adoran, eres un excelente tirador.
—¿Lo soy?
—El mejor que conozco. —Sonríe, apretándole la mano, sintiendo cada fina vena sobresalir bajo su áspera piel—. Eres papá de dos hijos que te dan bastantes problemas, soñaste con ir a la universidad pero en lugar de cumplir con tu sueño los antepusiste a ellos, eres un hijo de puta algunas veces, eres un buen padre otras. Eres de mente cerrada, la clase de inflexible que no cede, un homofóbico con dos hijos cuyas parejas son hombres, un homofóbico que se esforzó por entender y elevó una bandera de diversidad sexual solo para joderlos, un cerrado de mente que a pesar de retarme por embarazar a una mujer y dejar la universidad, compras mis libros y mimas a tus nietos. Eres valiente, astuto y terco, tan terco que solo pude heredar esa terquedad de ti.
—¿De mí?
—Eres el mejor peor padre del mundo. —Respira, reposando encima de esa manta, mirándolo a los ojos, a esos ojos vacíos y vidriosos de muñeca, empañados por una densa capa de demencia—. Aun si tus hijos te trataron horrible porque no hiciste todo lo que ellos esperaban que hicieras, jamás te rendiste ni dejaste de amarlos. —Sigue ardiendo una chispa, débil, apenas perceptible de calidez.
—¿Y quién eres tú? —Le pregunta, más relajado y tranquilo.
—Aslan Jade Callenreese. —Murmura—. Alguien que te ama y no te dejará solo nunca más.
No queda nada más que decir.
Se encuentra a Eiji camino al salón, incluso tras una experiencia tan brusca esos ojitos cafés queman, sabe que su madre le envió a su propio sol, uno de cariño absoluto incondicional. No necesita decirle nada, el japonés no tarda en extender sus brazos como si supiera lo que acaba de pasar, Ash corre cegado por su calidez y lo abraza. Se hunde acá, se descongela, piensa en las rosas, en espinas, en girasoles, en amores no correspondidos y en padres buenos siendo malos y tirita, se aferra a esos cálidos toques que arden en su espalda y le parece extraordinario que la misma vida cruel que quita y quita le haya permitido esto.
Gracias.
Se acunan durante un rato en la oscuridad con una ternura extraordinaria, Aslan no espera en tocar a su amante, sonriendo al verlo vestido de blanco y crear un futuro en el aire, presionándole besitos encima de la frente solo para verlo sonrojarse y amar esos pétalos de rosas que a veces salen, nunca antes los había visto como cicatrices o heridas de guerra, la prueba de que padeció Hanahaki y ganó, su chico es fuerte y le enorgullece, espera poder inspirarse de semejante fortaleza, empapar pétalos de oro con su vitalidad para lograr cualquier cosa, se ha vuelto optimista, ¿quién lo diría?
Deja que las flores florezcan.
Deja que las cosas sean y ya.
Piensa en una vida después de esta, una donde Jim no tenga demencia, donde sus hijos hayan tenido al padre correcto del inicio, donde quizás sean linces y conejos y logren enamorarse a pesar de todas las obvias señales, no le extrañaría que Eiji persistiera en la decisión porque es un terco sin remedio y Dios, lo ama tanto. En esta vida, en la otra, en la pasada, en todas, solo lo sabe. Y a veces, lo sabes.
—He estado pensando en lo que hablamos esta mañana. —Ash musita, permitiendo que sus raíces confluyan hacia Eiji no para hacer una especie de simbiosis, sino para plantar algo en conjunto.
—¿Sí? —El japonés le presiona un beso encima de la frente, puede escuchar las peleas entre Dawn y Jade en la recepción junto a la música del hotel, sus latidos taladran en sus tímpanos, la oscuridad alza sus últimos rayos para darle paso al amanecer—. ¿Qué has estado pensando?
—Tal vez, puedo ser un girasol más que una rosa. —Da vergüenza pronunciarlo en voz alta—. Igual que tú. —Pero lo hace, permitiendo que su corazón pueda más que cualquier otra cosa, aplacan el frío en ese abrazo, sin despegarse un solo centímetro se encaminan hacia la recepción, Max los está esperando, Jim se ve mejor, ha entablado una conversación con Griffin y espera que así sea.
—Esa idea me gusta. —Pero aún si no fuera así, existe algo inmutable entre ellos, algo que los hace rosas, algo que los hace girasoles, algo que les permite cambiar sin llegar a perder el camino, algo que los mantiene acá y aún deben aprender sus niños—. Les tomé cariño a las rosas. —Eiji musita, empujándolo ligeramente del hombro, derritiéndose cuando Aslan lo abraza de la cintura—. Todas las flores tienen cierta belleza, igual que las personas.
—Es verdad. —Sisea, hundiéndose en semejante calidez, deleitándose con sus rayos de sol—. Te amo, mi rosa. —Dice por decir.
—Te amo.
Sabiendo que todas las personas tienen algo de rosas y girasoles, de espinas y de pétalos anhelantes por sol, la cuestión es aprender a mirarlos con los ojos correctos y a pesquisar el aforismo escondido en el interior, así que solo por hoy, tal como «Rosa es una rosa es una rosa es una rosa».
—Te amo, mi dulce girasol.
Rosa = Girasol.
dokvoeux on Chapter 1 Wed 17 Sep 2025 09:55PM UTC
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lione_bianco on Chapter 16 Sun 03 Nov 2024 04:49PM UTC
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TsundereKitty on Chapter 16 Tue 12 Nov 2024 12:08PM UTC
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