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Leche de Fresas

Summary:

Un mes después del Día de San Valentín, Lee Su-hyeok se encuentra en un dilema frustrante, pues ahora necesita descubrir cuál es el regalo perfecto que refleje sus sentimientos hacia Lee Cheong-san sin caer en exageraciones.

Notes:

Todas las entregas de esta serie están relacionadas entre sí, mas no hace falta leer las dos publicaciones anteriores para entender esta tercera parte. Aún así, te invito a echarles un vistazo, podrían llegar a gustarte.

1. Pollo de Chocolate Amargo.
2. Ganache.

Chapter 1: PRIMER PASO

Chapter Text

Anaqueles rústicos atestados de llamativos dulces con todo tipo de rellenos, formas y decoraciones son los acompañantes ideales para el colorido panorama que registran sus ojos. Está tratando de organizar el nudo de su corbata a rayas al tiempo que barre con la mirada los productos ofrecidos por algunos vendedores. Hay una impresionante cantidad de flores a su alrededor, hecho que le resultaría menos abrumador si la diferencia entre su opaco panorama habitual y este nuevo horizonte arcoíris no fuese notablemente fuerte.

Mientras agradece a los cielos que gran parte de los vendedores no sean igual de insistentes que hace un mes, aún tiene que rechazar a varios de ellos, quienes resultan ser bastante entusiastas al momento de promocionar sus productos, en especial si se encuentran con jóvenes sonrientes como él. Es como si tuviesen algún tipo de visión sobrehumana que les permite saber cuál es el motivo de dichas sonrisas y expresiones brillantes, porque, de otro modo, él no podría entender cómo parece atraer a muchos de ellos.

¿Acaso la amplia sonrisa en su rostro al ver las coloridas cajas de regalo con formas redondeadas es lo que revela el interior de su corazón? ¿O es su posición como estudiante de preparatoria? Porque, según Su-hyeok, en su frente no está escrita la frase “Pienso en los adorables hoyuelos de Sannie, mi lindo compañero de instituto, siempre que veo algo circular”, ¿o sí?

—¿Buscas algo para darle a tu novia en este día tan especial, jovencito?

Su andar se detiene abruptamente al tiempo que su rostro gira en dirección a la vendedora. La mujer parece sorprendida por su drástico cambio de expresión, mas no tarda en recuperar su sonrisa al creer que su predicción ha sido acertada, sin embargo, Su-hyeok rápidamente la rechaza con una sonrisa forzada antes de retomar su camino y después de recordarse a sí mismo que nadie fuera de su círculo más íntimo de amigos tiene idea sobre su “relación” con Cheong-san, y que lo común es pensar que, siendo él un hombre, su corazón le pertenezca a una mujer.

Y sí, el término “relación” es subjetivo en su caso, pues ninguno de los dos sabe exactamente cómo llamar a lo que sea que está pasando entre ellos, y todo gracias a un entrometido Han Gyeong-su.

Hace un mes, cuando Su-hyeok fue bendecido con la encantadora confesión de su mejor amigo y sus deliciosas gallinas de chocolate, no pensó que debía hacer algo más después de eso; Cheong-san le dio chocolates a Su-hyeok, éste los aceptó y se abrazaron, y al día siguiente aclararon el significado de todo lo anterior (vagamente, si es sincero). ¿No es eso suficiente para confirmar que se gustan y que están saliendo?

Bueno, según Gyeong-su, respaldado por I-sak y Dae-su, es esencial responder adecuadamente para confirmar el interés de la persona que aceptó los chocolates en San Valentín, de lo contrario, quien recibió el regalo quedará como un idiota sin corazón. Y Su-hyeok se hubiese burlado de eso de no ser por la indescriptible expresión que apareció en el rostro de su Cheong-san al escuchar la conversación, gesto que sólo empeoró gracias a las palabras de apoyo a dicha afirmación provenientes de On-jo.

No es como si Su-hyeok fuese indiferente a la importancia de este día y toda esa tradición, simplemente… es la primera vez que lo vive en carne propia; nunca antes había correspondido a la confesión de otra persona, por lo que no sabe cómo debería hacer las cosas sin quedar como un idiota. Sabe que Cheong-san merece lo mejor, pero la inexperiencia de Su-hyeok en el amor le juega en contra. Podría ser más sencillo conversar directamente con él… pero Su-hyeok no tiene idea de cómo iniciar una conversación de ese tipo sin decir algo fuera de lugar. Ya complicó las cosas una vez por no saber comportarse justo después de aceptar los sentimientos de su amigo, y no pretende hacerlo de nuevo.

Es por todo lo anterior que sus neuronas han estado haciendo corto circuito durante las últimas dos semanas al tratar de hallar una solución a la maldita encrucijada en la que se encuentran metidas, pero siempre que una respuesta sale a flote, inmediatamente es rechazada por la inseguridad del propio Su-hyeok y arrojada al gigantesco agujero del olvido.

¿Peluches? Su-hyeok ha estado suficiente tiempo en la habitación de Cheong-san para saber que éstos no forman parte de sus intereses.

¿Pósteres de su película favorita? Su-hyeok no cree que las paredes de esa habitación tengan capacidad suficiente para uno más.

¿Un arreglo con globos y chocolates? Excesivo. ¿Una carta? Las palabras no son su fuerte. ¿Joyas? Pésima idea. ¿Ropa y calzado? No conoce las medidas de Cheong-san. ¿Una canasta de frutas? No es una ofrenda. ¿Flores? Muy simple. ¿Una canción?... De acuerdo, es evidente que su cerebro se está secando.

Sin saber qué hacer con la frustración que se acumula en el centro de su pecho, Su-hyeok deja escapar un ruidoso suspiro con la esperanza de despejar un poco la tormenta en su cabeza.

Él podría solicitar algunos consejos a sus compañeras de clase si fuese lo suficientemente cercano a ellas, pues sus amigos están descartados por razones más que obvias, especialmente Gyeong-su. Para su mala suerte, este no es el caso. La única opción cercana es On-jo, mejor amiga de Cheong-san desde la infancia, sin embargo, siempre que Su-hyeok trata de iniciar una conversación con ella, la chica parece incómoda con su presencia, y apenas dice un par de sílabas antes de ocuparse con otras cosas.

Él supone que On-jo aún no puede olvidar la mala reputación que le precede, y no la culpa. El propio Su-hyeok aún es incapaz de perdonarse a sí mismo por sus malas decisiones del pasado.

—¡Bare-su! —grita alguien a sus espaldas minutos después de que haya pasado junto al entrenador Kang, quien está parado en la entrada principal del instituto como cada mañana.

Su-hyeok gira su cuerpo hacia atrás sobre sus talones, consiguiendo que sus ojos capturen la reconocible silueta de su pequeño amigo corriendo hacia él como nunca antes lo había visto hacerlo, y antes de permitirle pensar cualquier cosa, Cheong-san ya está prácticamente pegado al cuerpo de Su-hyeok mientras rodea su cintura con ambos brazos para después ocultarse tras su espalda.

—¿Qué…?

Todas sus preguntas quedan atrapadas dentro de su garganta cuando levanta su cabeza y captura la llegada de un segundo cuerpo que luce más pequeño y delgado si lo compara con el de la persona que lo está abrazando por la espalda, o, mejor dicho, que lo está utilizando como escudo humano frente a la amenaza de sonrojadas mejillas que sostiene una mochila negra entre sus brazos.

—¡Eso no es justo! —dice ella al detenerse frente a Su-hyeok y recuperar un poco el aliento. Casi parece querer asesinar al culpable de su rabia, mas no hace algo para acercarse—. ¡Hiciste trampa, Lee Cheong-san!

—¿Cómo voy a hacer trampa en Piedra, Papel o Tijeras? —replica Cheong-san, quien aún permanece oculto tras Su-hyeok, y sólo asoma su cabeza para responderle a su mejor amiga—. Acepta tu derrota, Nam On-jo.

Aunque Su-hyeok no pueda ver la expresión de Cheong-san, está casi seguro de que éste le está mostrando su lengua a On-jo a modo de burla.

—¡Eres un…! —inicia ella, pero parece arrepentirse de todas las maldiciones que quiere soltar después de cruzar miradas con Su-hyeok—. Idiota —murmura antes de irse.

Su-hyeok se permite disfrutar de la calidez que desprende el otro cuerpo mientras sigue con sus ojos la trayectoria de On-jo. Una vez que la ve desaparecer en la lejanía, gira su cabeza hacia atrás sólo para encontrarse con la alegre expresión de un adorable Cheong-san, la cual se ve adornada por la amplia sonrisa que saca a relucir ese par de profundos hoyuelos que Su-hyeok desearía poder mimar con sus labios.

—Buenos días, Sannie —saluda Su-hyeok con una sonrisa.

—Buenos días, Su-hyeokie —responde Cheong-san, quien aún no aparta su mirada de los encantadores ojos chocolate que posee el más alto.

Su abrazo todavía permanece, y si Su-hyeok es sincero consigo mismo, no está interesado en que termine, incluso si eso significa que su cuello sufra un poco debido a la incómoda posición en la que se encuentra.

—¿Entonces? —pregunta él, enarcando una de sus cejas.

Antes de responder, Cheong-san deja escapar una corta risita que altera el palpitar de su corazón. Esto hace que Su-hyeok se pregunte si Cheong-san luce más hermoso que de costumbre por la dulzura que desprende su risa o por los rayos de luz solar que lo cubren como el manto dorado de un ángel.

—Es lo que escuchaste. Le gané a On-jo esta mañana, justamente —enfatiza Cheong-san—, sólo que ella no es capaz de reconocer su derrota.

—¿Así que no hiciste trampa?

Haciendo uso de las manos entrelazadas sobre el abdomen de Su-hyeok, Cheong-san golpea sin mucha fuerza esa zona como un gesto de indignación antes de liberar al más alto de sus brazos, moviéndose hasta quedar frente a frente.

—¡Oye! ¿Por quién me tomas? No es mi culpa que On-jo sea tan predecible. Aprovecharme de eso no es hacer trampa, es ser estratégico.

—Tienes razón —responde Su-hyeok mientras acaricia su abdomen como si el golpe de Cheong-san realmente le hubiese dolido, pero se detiene al ver la fugaz expresión de genuina preocupación en el rostro del más joven, una completamente alejada de su risueña expresión anterior—. Oye, oye, estoy bien. Sólo estaba jugando.

—Imbécil —dice Cheong-san en el momento que termina de procesar que no había lastimado a Su-hyeok y emprende un nuevo camino al interior del instituto.

Aun con eso, Su-hyeok no hace nada para ocultar su sonrisa.

—¿Sannie estaba preocupado por mí? —pregunta él después de correr hacia Cheong-san y rodear los hombros de éste con uno de sus brazos al tiempo que consigue igualar la velocidad de su andar.

—Cállate, idiota. Debí golpearte más fuerte —dice Cheong-san con falsa una molestia impregnada en sus palabras.

Su-hyeok sólo necesita un par de sonrisas para conseguir apaciguar la endeble indignación de Cheong-san, arrebatándole uno que otro sonrojo.

Este último mes les ha servido de sendero hacia nuevos horizontes que los han ayudado a ser conscientes de algunas cosas, tales como la burbuja de colores pastel que se crea a su alrededor y los envuelve en una cálida atmósfera de felicidad siempre que ambos comparten tiempo juntos, aun si sus encuentros están llenos de simples conversaciones sin mucho sentido.

Sentir la presencia del otro cerca les resulta reconfortante, y es suficiente para envolver sus corazones con un manto sin nombre que evoca algunas juguetonas sonrisas y miradas cómplices capaces de atravesar todo tipo de barreras, incluso aquellas llamadas “entrometido Gyeong-su” o “bromista Dae-su”, quienes parecen vivir con el único propósito de interferir entre los dos por el bien del chisme, o como lo llama Woo-jin, “información esencial de uso público”.

En cualquier caso, Su-hyeok agradece que, finalmente, hayan terminado sus responsabilidades de la mañana mientras camina junto a sus amigos en dirección al gimnasio para tener su primera clase del día. No hace falta señalar que su brazo derecho está rodeando los hombros de Cheong-san mientras el brazo izquierdo de éste abraza la cintura de Su-hyeok desde un costado, ya que, para este punto, esa posición al caminar es la habitual entre ambos.

Su-hyeok está debatiendo junto a Dae-su y Woo-jin los resultados de un tonto, pero divertido, programa de variedades que vieron ayer al tiempo que Joon-yeong le comparte a Gyeong-su y Cheong-san los comandos ocultos en el último videojuego que pudieron adquirir, sin embargo, lo que parece ser una epifanía en la mente de Dae-su lo obliga a detenerse en seco para después agarrar a Woo-jin de la muñeca, arrastrarlo de regreso al edificio principal y desaparecer en la profundidad de los pasillos.

Gyeong-su abre la boca para hablar, pero se detiene en el momento que una irritante voz femenina difícil de olvidar se escucha a lo lejos, recordándole que, si la dueña de dicha voz llega antes que él al gimnasio, será recibido con desagradables comentarios que hoy no está dispuesto a soportar. Apenas dice alguna incoherencia que pretende servir como excusa antes de iniciar una carrera imaginaria hacia su destino, dejando al trío de amigos muy atrás.

Joon-yeong no tiene intención alguna de convertirse en el cero a la izquierda de una ecuación que sólo permite la presencia de dos dígitos, así que, sin molestarse por inventar una excusa, decide acelerar la velocidad de su caminar en silencio.

Debido al inicio de las primeras horas académicas del día, los pasillos del instituto y sus senderos aledaños, que conducen a diferentes partes de las instalaciones, están prácticamente vacíos, a excepción de uno que otro estudiante o maestro. Esto significa que, después de varios días, Su-hyeok y Cheong-san finalmente tienen la oportunidad de compartir tiempo juntos sin la presencia de una tercera persona.

Son sólo ellos dos disfrutando en silencio de la presencia y calidez ajena.

Los ojos chocolate del más alto barren el verde horizonte que se abre frente a él sin un genuino interés por ver algo en específico, y es este movimiento el que consigue hacer que sus pupilas capturen la imagen de una pareja de estudiantes que permanece oculta tras uno de los edificios. Gracias a que ninguno está hablando, la pareja no es consciente de su presencia, por lo que, inevitablemente, Su-hyeok es testigo de cómo el chico de sonrojadas mejillas le entrega un gran ramo de flores blancas, junto a una bolsa de papel del mismo color, a una chica de suéter rosa.

Su-hyeok no sabe si el universo está tratando de ayudarlo o de joderlo, porque, al bajar su atención al hombre que camina a su lado prácticamente pegado a él, se da cuenta de que ambos habían estado mirando en la misma dirección, incluso si su andar no se había detenido. Lo poco que ambos alcanzan a espectar antes de perder a la pareja de vista es suficiente para que Su-hyeok no sepa si maldecir a Gyeong-su, a su suerte o al día mismo.

El silencio entre ambos todavía permanece, pero ha dejado de ser cómodo. En su lugar, Su-hyeok siente que una extraña atmósfera se ha instalado entre ellos, y cree que debería decir algo, aunque no sepa qué, pero Cheong-san habla primero.

—Bare-su.

Cheong-san ha regresado su atención al frente del camino; no parece tener intenciones de mirar directamente a Su-hyeok. Su expresión delata el pequeño debate mental en el que parece estar metido, y Su-hyeok se pregunta si hay algo que su pequeño mejor amigo no pueda hacer sin verse peligrosamente lindo. Aún con la vacilación brillando sobre su rostro, el movimiento de sus cejas no hace más que acentuar sus adorables rasgos.

Su-hyeok tiene que poner todo su esfuerzo en no apretar y besar las mejillas de Cheong-san justo ahora.

—Sólo por si acaso —continúa Cheong-san después de algunos segundos, regresando a Su-hyeok a la realidad—, a mí realmente no me importa…

—¡Niños!

Ambos adolescentes se separan de golpe al escuchar la voz de la profesora Park sonar tras sus espaldas y rápidamente se giran en su dirección.

—Qué bueno que los encontré —dice ella una vez se ha acercado lo suficiente al par de estudiantes y después de recuperar el aliento—. Lamento molestarlos ahora, pero necesito llevar unos libros a la sala de maestros, y son demasiados. ¿Podrías ayudarme, Su-hyeok? Te daré un justificante firmado si te demoro mucho.

—Claro —responde él, algo vacilante si se le permite admitir.

No es como si realmente pudiera negarse.

—¿No necesita mi ayuda también, profesora Park? —pregunta Cheong-san cuando ve cómo la mujer le agradece a Su-hyeok antes de indicarle, con un movimiento de mano, que la siguiera.

—Oh, no, está bien. Con una persona es suficiente.

Dicho esto, ambos caminan de regreso al interior del edificio principal. Su-hyeok apenas tiene tiempo de sonreírle al más bajo como gesto de disculpa por tener que abandonarlo, pero Cheong-san le responde con una sonrisa comprensiva que desaparece en cuanto lo pierde de vista. A pesar de eso, ambos sienten una extraña amargura instalarse en lo profundo de sus corazones. Quizá Su-hyeok se siente un poco molesto con la profesora Park.

- x -

Cuando Su-hyeok cruza la entrada de los casilleros masculinos del gimnasio, ve que gran parte de sus compañeros ya están uniformados con su ropa deportiva mientras salen del lugar y se dirigen a las gradas. Sólo algunos de ellos aún están sentados en el banco central atando sus cordones al tiempo que otro par está guardando su uniforme de diario en los casilleros, y entre ese grupo se encuentra Cheong-san, quien no tarda en percatarse de su llegada.

—¿Pesados? —pregunta Cheong-san al observar que Su-hyeok ha estado apretando su hombro izquierdo, estirando su cuello y girando ese mismo brazo desde que llegó, como si sintiese dolor.

—Demasiado. Parecían malditas enciclopedias.

Aunque luzca adolorido, Su-hyeok utiliza un tono despreocupado al responder la interrogante de Cheong-san. Si combina esto con la sonrisa que le dedica, consigue que el más bajo responda con una ligera risita de inocente burla. Esto, junto a las miradas llenas de cariño que ambos adolescentes comparten mientras Su-hyeok se dirige a su casillero, el cual está convenientemente junto al de Cheong-san, refuerza la presencia de ese algo sin nombre que hay entre ambos.

—¿Qué es eso? —Gyeong-su consigue llamar la atención de los pocos adolescentes que quedan en los casilleros.

Su pregunta va dirigida a Dae-su, quien se encuentra parado junto a Woo-jin en el otro extremo de la habitación. Y gracias a la repentina atención sobre él, sus brazos se mueven hacia atrás al tiempo que se gira para enfrentar a sus amigos como si buscase ocultar algo entre su espalda y los casilleros. Woo-jin no luce sorprendido, más bien parece divertido por la reacción de Dae-su.

—No-no sé de qué hablas.

La siguiente escena se resume en una breve discusión que involucra a Gyeong-su siendo insistente y a Dae-su actuando a la defensiva. Por su parte, Woo-jin se limita a disfrutar del espectáculo mientras Su-hyeok y Cheong-san permanecen en silencio, mas siguen atentos al desarrollo de la divertida discusión. Es por esto que Su-hyeok decide cambiarse mientras los escucha hablar, pues no puede darse el lujo de perder más tiempo, de lo contrario será castigado.

Su-hyeok no se percata de la mirada que cae sobre él mientras, descuidadamente, desliza su camisa sobre sus brazos después de haberse quitado su corbata y blazer escolar. Ahora la zona superior de su cuerpo está completamente descubierta y a la vista de alguien que estaría prácticamente pegado a él de no ser por los pocos centímetros que los separan. Él observa la piel canela frente a sus ojos con excesivo asombro y quizás algo más, siendo incapaz de moverse. Su-hyeok sólo se da cuenta después de algunos segundos.

Las miradas de ambos adolescentes se encuentran por menos de dos segundos, pues Cheong-san, al darse cuenta de lo que ha estado haciendo, desvía su atención al interior de su propio casillero como si hubiese algo muy interesante dentro. Su-hyeok separa sus labios para hablar, pero se detiene y un ligero rubor aparece sobre sus pómulos en el momento que es consciente del sonrojo que adorna las mejillas, cuello y orejas de Cheong-san. Sólo entonces se da cuenta de que está semidesnudo frente a él como si nada.

Se cubre a gran velocidad con una camiseta deportiva que agarró descuidadamente del interior de su propio casillero y pretende que no está nervioso, porque no está nervioso en absoluto; no es la primera vez que se viste y desviste en los casilleros. Bueno… si es objetivo, esas tantas veces han ocurrido frente a muchos otros compañeros que consiguen desviar toda su atención con el bullicio que generan sus movimientos y conversaciones, no frente a Cheong-san con menos de cinco personas a su alrededor.

—¡Son macarrones rellenos! —grita un emocionado Gyeong-su—. Quién diría que eras tan romántico, Dae-su. ¿Son para Woo-jin?

—¡No! —responden los dos involucrados al unísono, y sus asqueadas expresiones logran que Gyeong-su no pueda contener sus burlas.

—Entonces ¿por qué querías meterlas en su casillero?

Su-hyeok no se abstiene de reír por un breve instante debido a lo cómica que le resulta toda la situación; no es un secreto para él ni para sus amigos que Dae-su tiene sentimientos hacia la hermana mayor de Woo-jin, aunque Dae-su piense que sí, por lo que ver cómo trata de ocultarlo es realmente entretenido.

—¿Y tú de qué te ríes? —pregunta Dae-su con evidente fastidio en su voz, y Su-hyeok ya se está arrepintiendo de haber hecho ruido—. Al menos yo tengo algo que dar en lugar de fingir como un idiota que no acepté la confesión de alguien hace un mes para luego andar como si nada.

Su-hyeok está avergonzado, pero también molesto por las calumnias que Dae-su suelta siempre que está a la defensiva, y pretende contraatacar, pero la intervención de un compañero que aún no se ha retirado de la habitación llega antes que su defensa.

—¿Bare-su tiene novia? —El cuarteto de amigos desvía sus respectivas miradas hacia el hombre que ha hablado, quien reacciona con un ligero encogimiento corporal—. Lo siento... Es que Bare-su nunca mostró interés en algo más que no fuera el baloncesto, así que me sorprendió escuchar lo que dijo Sunbae.

No hay respuesta.

Su-hyeok agradece que Dae-su haya tenido la suficiente discreción para evitar mencionar nombres o pronombres, y no es como si le avergonzara admitir lo que siente por su mejor amigo, sólo que esa conversación aún no se ha dado entre ambos. Su-hyeok desconoce cómo se sentiría Cheong-san si alguien fuera de su círculo de confianza supiera sobre su “relación”, ni siquiera sabe cómo se sentiría él mismo con eso.

—¡¿Creen que tengo todo el día?! —Su-hyeok nunca estuvo tan agradecido de la repentina presencia del entrenador Kang como ahora—. Joven Lee Su-hyeok, ¿por qué aún no está listo? Vístase rápido. Me debe diez vueltas alrededor de la cancha, y cada minuto que tarde se le agregarán otras cinco, ¿entendido?

—Sí, señor.

Su-hyeok inclina su cabeza como gesto de disculpa, pero el entrenador Kang es indiferente frente a esto. Simplemente se limita a ordenarles a los estudiantes restantes que se dirijan a la cancha. Todos obedecen en silencio una vez que el hombre se da la vuelta, pero antes de que Dae-su pueda retirarse, Su-hyeok le da una fuerte palmada en la nuca. Él se queja, mas no se defiende. Parece ser consciente de lo que ha hecho, y luce avergonzado por eso.

—Idiota.

—Lo sé.

Chapter 2: SEGUNDO PASO

Chapter Text

Su cuerpo se mueve con destreza a través de sus oponentes al tiempo que sus manos controlan el balón como si éste fuese una extensión más de su cuerpo. Puede escuchar gritos expectantes cuando varios jugadores se mueven peligrosamente cerca de él para arrebatarle el tesoro anaranjado, pero antes de permitir que más obstáculos se atraviesen en su camino, decide que es momento de lanzar la pelota hacia el aro metálico frente a sus ojos. Sus pies lo impulsan hacia arriba al tiempo que sus brazos se extienden hacia adelante, y los vítores de sus compañeras no se hacen esperar cuando el marcador cambia a su favor.

El entrenador Kang hace sonar el silbato, indicando el final del partido.

Su-hyeok apenas tiene tiempo de tomar algunas bocanadas de aire antes de que sus compañeros de equipo, y algunos otros estudiantes que lo estaban apoyando fuera de los límites de la cancha, se amontonen a su alrededor. Gritos eufóricos cargados de elogios llegan hasta sus oídos mientras algunos de sus compañeros se aventuran a rodearlo con sus brazos, haciendo el amago de querer levantarlo.

—Está bien. Ya entendí, ya entendí, Dae-su. Gracias —dice entre risas entrecortadas causadas por las inevitables cosquillas que los nervios de su cuerpo despiertan por el abrazo de su amigo.

Una vez que el bullicio de su victoria se ha calmado, sus ojos se aventuran a viajar entre todos los rostros que lo rodean. Evita desanimarse por no encontrar la familiar dulzura que ha estado buscando, en su lugar, mueve su vista más allá de la pequeña multitud hasta las últimas gradas; es consciente de lo poco entusiasta que es Cheong-san cuando se trata de participar dentro de una ruidosa aglomeración de personas.

Finalmente, el iris marrón de sus ojos captura el reflejo de la figura que ha estado paseándose por su mente las últimas cuatro semanas, consiguiendo ensanchar su sonrisa hasta que sus ojos se convierten en dos pequeños arcos. Más allá de sus compañeros se encuentra Cheong-san luciendo igual de entusiasmado que los demás por la victoria de Su-hyeok. Está de pie sobre la penúltima grada con los brazos extendidos hacia arriba, y parece que, a juzgar por el rojo sobre sus pómulos, estuvo dando un par de saltos antes de que la mirada de Su-hyeok lo encontrara.

Un par de segundos en los que parecen ser los únicos en el mundo consiguen evocar un sinfín de sentimientos dentro de sus corazones.

No existen palabras suficientes en ningún idioma para describir con exactitud el significado de sus emociones, aunque no hace falta; la calidez naciente de sus pechos, que se extiende hasta sus amplias sonrisas y miradas cargadas de brillo, dicen más de lo que alguna vez podrían expresar con palabras.

—Equipo C aquí —ordena el entrenador Kang desde el centro de la cancha—. Equipo A, regrese a las gradas.

Su-hyeok aclara su garganta con una tos poco creíble para obligarse a poner los pies sobre la tierra y de mala gana aparta su mirada de Cheong-san. Accidentalmente se encuentra con la extraña sonrisa de Dae-su en su camino hacia el entrenador. Parece que se está conteniendo de decir algo, y sea lo que sea, Su-hyeok no tiene ganas de escucharlo.

Ambos equipos se reúnen alrededor del hombre más viejo. Sus indicaciones son superficiales y sus palabras de “apoyo” son las más vacías que el grupo ha escuchado hasta ahora. El entrenador Kang no se esfuerza en disimular su favoritismo por algunos estudiantes ni su falta de vocación como educador, pero muchos ya se han acostumbrado, resignado, a ese comportamiento suyo, por lo que les resulta más fácil ignorar todo lo relacionado con ese hombre.

Cuando los dos equipos han terminado sus discusiones internas sobre el plan que van a ejecutar, se ubican en sus posiciones dentro del espacio de juego, intercambian un par de amenazas inocentes e inician a moverse cuando escuchan el silbatazo del entrenador.

El primer tiempo se desenvuelve sin problemas importantes para ambos equipos, lo que indica una igualdad de condiciones entre oponentes. Si esto no fuese un partido amistoso, estarían en problemas con el entrenador Kang. Por fortuna, el hombre no parece estar prestando atención a lo que sucede en la cancha, y luce más preocupado por cepillar su copete teñido de negro. Esto les da más libertad a los jugadores, permitiéndoles disfrutar de su encuentro con menos seriedad y tensión de la necesaria.

Gracias a que sus compañeros de equipo han decidido involucrarse más en esta segunda ronda, Su-hyeok puede relajarse, y esa ventaja no es desaprovechada; después de alejarse un par de pasos, se atreve a apartar la mirada del juego en busca de la figura masculina que alegra todas sus mañanas, y cuando la encuentra sentada en las gradas, su sonrisa no se hace esperar. Es correspondido por una falsa expresión molesta que le dice “Presta atención al juego”, pero Su-hyeok todavía puede ver la sonrisa que Cheong-san intenta ocultar.

—¡BARE-SU!

Apenas tiene tiempo de atender al llamado antes de recibir un golpe directo en el costado derecho de su rostro y perder el equilibrio hasta caer sobre la dura madera bajo sus pies. De no haber sido por el apoyo automático de sus antebrazos, es seguro que la parte posterior de su cabeza también hubiese recibido el mismo impacto que su trasero. Aun así, se deja caer por completo una vez ha llegado al final para llevarse ambas manos al rostro, tratando de apaciguar el creciente ardor que se expande sobre toda la zona con bruscas caricias y mucha presión ejercida por sus palmas.

No está seguro de cuánto tiempo ha pasado, porque su cerebro está más ocupado emitiendo estímulos de dolor, por lo que apenas puede procesar el bullicio a su alrededor; sólo es capaz de reconocer el grito de alguien que parece más cercano a cada segundo. Su pecho se contrae mientras desea no discernir el tono de preocupación que desprende dicha voz, y por un momento se siente culpable. Escuchar a Cheong-san de ese modo, casi desesperado, es realmente angustiante.

Es por esto que Su-hyeok, de alguna manera, se obliga a despejar su vista que había permanecido cerrada. Lo hace justo a tiempo; Cheong-san está de rodillas junto a él, y si antes se había sentido mal por el tono en su voz, ahora se siente fatal por la expresión que le está dirigiendo. Con su entrecejo fruncido hacia arriba y las comisuras de sus labios temblando, Cheong-san se inclina hacia Su-hyeok como si estuviese examinando la situación, pero antes de que pueda preguntar cualquier cosa, la irritante voz de su entrenador resuena dentro de sus tímpanos.

—¿Aún puedes jugar? — Lo ve caminar hacia él mientras aparta con brusquedad a algunos estudiantes.

Correcto. Al hombre nunca le ha interesado la integridad de sus estudiantes, ni siquiera se molesta en disimularlo, pero esto es ridículo. Si Su-hyeok no sintiese que su frente palpita como si quisiera explotar, es probable que ya le hubiera lanzado algún insulto camuflado con ironía.

—Su rostro está rojo, y parece que se está hinchando —declara Cheong-san, todavía de rodillas junto a Su-hyeok.

De no ser por el creciente ardor que aún permanece sobre su piel, Su-hyeok se hubiera reído por la evidente furia e indignación reflejada en las palabras de su amigo. Sabe que su autocontrol nunca ha sido muy bueno, pero si lo compara con el de Cheong-san, es realmente lamentable. Gracias a los cielos que lo tiene a su lado; parece el más sensato y paciente de los dos, porque si estuviesen en el caso contrario, Su-hyeok ya le hubiese reclamado, sin ninguna moderación, la falta de cuidado a su entrenador.

—Deberíamos llevarlo a la enfermería —vuelve a decir Cheong-san casi como una orden.

El hombre parece meditar esas palabras por unos segundos, y Su-hyeok cree que se deba a su dolor de cabeza, pero no puede ver ningún rastro de preocupación en ese arrugado rostro. Cheong-san no le da tiempo a refutar, pues ya lo está ayudando a levantarse del suelo con un brazo alrededor de su cintura mientras le indica que lo rodee por los hombros para poder sostenerlo.

Si bien es cierto que su dolor de cabeza es excesivamente fastidioso y el ardor aún prevalece sobre su piel, su situación no amerita la ayuda de otra persona para que pueda caminar,  aunque por supuesto que no se va a quejar. Si es su Cheong-san quien lo abraza de esta manera para “cargarlo” fuera del gimnasio, él no piensa discutirlo. Por el contrario, deja que gran parte de su peso caiga sobre Cheong-san, incluso si es consciente de la diferencia de alturas.

—Idiota —le escucha decir, amortiguando una risa.

Su-hyeok cree que Cheong-san lo dejará sobre una de las camillas y regresará al gimnasio una vez que hayan llegado a la enfermería. No se espera que, en su lugar, Cheong-san decida quedarse y ser quien le cuente lo sucedido a la enfermera al tiempo que ella le realiza el respectivo chequeo.

—Tienes una contusión superficial, pero nada de qué preocuparse. —Ella se yergue sobre sus pies y le entrega una bolsa de hielo a Su-hyeok—. Mantén esto sobre la zona afectada hasta que baje la hinchazón y el ardor.

Su-hyeok asiente y decide que es mejor relajarse. Lentamente se recuesta boca arriba sobre la camilla con una mano sosteniendo la bolsa sobre el costado derecho de su rostro, y un suspiro adolorido se desliza fuera de sus labios. Quiere preguntarle a la enfermera si tiene agua caliente o algún analgésico que pueda darle, pero la vibración de algún celular interrumpe sus palabras. La escucha disculparse con ellos antes de salir de la enfermería para contestar.

—Pensé que tenías mejores reflejos —dice Cheong-san después de algunos segundos de silencio—. Eso fue muy estúpido.

—Bueno, dicen que el amor nos hace estúpidos, ¿no?

Aunque Su-hyeok no se arrepiente de sus palabras, mentiría si dijese que no habló sin pensar. El enrojecimiento de su piel, que nace desde sus mejillas, se extiende hasta la punta de sus orejas, y no sabe si el calor que cubre su rostro es causado por el reciente golpe que recibió o por la vergüenza que deja su declaración.

Se aclara la garganta, que está más seca de lo que pensaba, y se atreve a asomarse bajo la bolsa de hielo para encontrar la mirada de Cheong-san, quien ya se ha sentado en la cabecera de la camilla. Lo que ve, para su fortuna, es una expresión que oscila entre la sorpresa y la timidez, a juzgar por el rojo que cubre las adorables mejillas de su Sannie.

—Eso fue tan increíblemente cursi.

Su-hyeok no sabe si Cheong-san pretendía sonar molesto, porque de ser así, le salió terriblemente mal; no es como si su sonrisa, que deja al descubierto ese par de lindos hoyuelos, dijese que estaba disgustado.

—Y te gustó —declara firmemente con la misma boba sonrisa dibujada en su rostro, pero ahora sin algo que obstaculice su visión.

—Idiota.

La risita cómplice que ambos comparten es la única respuesta que necesitan. Sin tiempo que perder, Su-hyeok desliza su brazo libre bajo la cintura de Cheong-san, atrayéndolo un par de centímetros más cerca. El silencio vuelve a reinar entre ellos, pero no es incómodo, de hecho, es un silencio necesario y agradable. Aunque todavía existe una duda que pica dentro de su pecho, y no puede evitar sacarla a flote.

—¿Vas a…? ¿Vas a quedarte?

Cheong-san le regresa la mirada y en lugar de responder, pregunta—: ¿Por qué? ¿Quieres que me vaya?

—¡No! —Su-hyeok sisea por la repentina punzada de dolor que golpea el costado de su cabeza—. Quiero decir, no es que no me guste tenerte aquí, pero ya sabes que el entrenador Kang…

—¿Está más ocupado cuidando que no se le caiga su peluquín? —continúa Cheong-san, más como una afirmación que una pregunta—. Lo único que le importa a ese hombre es su paga mensual y castigar a todos los estudiantes que llegan medio segundo después de la hora. Estoy seguro que ni siquiera se sabe nuestros nombres.

Su-hyeok ríe en respuesta.

—Tienes razón.

Su-hyeok cierra sus ojos al tiempo que un suspiro cansado sale de su boca, y una repentina calidez cubre su mejilla derecha, sobresaltándolo.

—¿Seguro que estás bien? Tu cara está ardiendo —pregunta un preocupado Cheong-san mientras deja que la palma de su mano descanse sobre la mejilla derecha de Su-hyeok.

En lugar de sentirse avergonzado por el íntimo gesto que inició Cheong-san, algo poco habitual en él, Su-hyeok siente que una repentina oleada de valentía inunda cada parte de su cuerpo hasta llegar a su cerebro, por lo que, antes de permitirse pensar de más, acerca la mano que había estado acariciando la cintura de Cheong-san para apoyarla sobre aquella que descansa sobre su propio rostro y sin ningún tipo de vacilación dice:

—No creo que sea por el golpe.

Su-hyeok nunca creyó en esas cursilerías que veía en las series de amor; algo como escuchar la risa de alguien no debería ser tan encantador en la vida real, no debería ser tan hipnótico ni agradable de escuchar hasta el punto de hacerte creer que ese es el sonido más maravilloso que alguna vez ha existido en el mundo y, sin embargo, aquí está él, con sus ojos ensanchados y su boca abierta, incapaz de creer que alguien puede verse tan malditamente adorable mientras se ríe a carcajadas.

—Dios mío —suelta Cheong-san medio riendo y medio suspirando por la incredulidad—. La enfermera se equivocó. Ese golpe sí te afectó.

Embelesado por la pegadiza risa de su Sannie, Su-hyeok se obliga a sí mismo a acomodarse sobre la cama hasta sentarse en la cabecera sólo para tener una imagen más clara de ese jovial rostro que dibuja en él amplias sonrisas. Una vez que está erguido y sus manos permanecen juntas sobre su propio regazo, Su-hyeok se ve incapaz de apartar la mirada de Cheong-san. Quizá sea sólo su imaginación, pero casi puede jurar que hay una especie de halo blanco contorneando la figura del más bajo.

—¿Qué tanto miras? —pregunta Cheong-san con diversión en su voz.

—A ti.

Sus labios no tardan en curvarse hacia arriba en el momento que ve cómo las mejillas de su Sannie enrojecen casi de inmediato mientras se permite disfrutar de la adorable vista que esta reacción le ofrece.

Su-hyeok guarda silencio durante un par de segundos a la espera de una respuesta, mas nunca llega tal cosa. Sin embargo, no se da la oportunidad de averiguar qué está pasando dentro de esa cabecita, pues está más ocupado delineando con sus ojos la curvatura de los labios de Cheong-san y preguntándose si éste utiliza algún producto para humectar sus labios al tiempo que les da color, de lo contrario, no sabría decir por qué lucen particularmente rojos y brillantes como si fuesen cerezas, fruta que Su-hyeok en serio disfruta saborear con su lengua.

Al darse cuenta de su obvia distracción, Su-hyeok se obliga a regresar su atención a los ojos de Cheong-san. Grande es su sorpresa al descubrir que no era el único perdido en los labios del otro; su Sannie, aún con el rojo bailando sobre sus pómulos, está observando con un brillo indescriptible la boca de Su-hyeok, y antes de que pueda decir cualquier cosa, su mirada se levanta y se vuelve a encontrar con el chocolate de los ojos del más alto.

Un sofocante silencio los cubre a ambos, pero Su-hyeok no tiene tiempo de darle forma a esto, ya que, de alguna manera, la mano de Cheong-san se ha subido nuevamente hacia una de sus mejillas, sosteniendo su rostro, y ahora parecen estar mucho más cerca que antes… cada vez más cerca.

—San…

—Pues a mí tampoco me importa.

La voz de la enfermera llega tan de repente que Cheong-san casi se cae al suelo por la velocidad con la que se alejó de Su-hyeok, y éste, por su parte, siente una molesta pulsación en su cabeza que lo hace sisear de dolor gracias al brusco movimiento que hizo para girar su rostro en dirección contraria.

Ambos escuchan el sonido que emiten los celulares cuando una llamada termina, y cuando Su-hyeok se gira para verificar que la enfermera no los haya visto, se da cuenta de que la mujer luce molesta mientras arroja su teléfono móvil sobre su propio escritorio sin ningún tipo de cuidado. Después libera un largo suspiro y se gira en su dirección.

—Aigoo, tu rostro sigue enrojecido —ella se acerca y extiende su palma contra la mejilla derecha de Su-hyeok—, y caliente. Debieron haber lanzado el balón con demasiada fuerza.

La enfermera se dirige hacia su escritorio e inspecciona uno de los cajones al tiempo que Su-hyeok cree escuchar una risita, aparentemente traviesa, a su lado. Nunca se imaginó que su Cheong-san fuese tan malvado.

—Bebe esto —indica la mujer después de servir un poco de agua purificada en un vaso desechable que le entrega a Su-hyeok junto a una píldora blanca.

Él las acepta mientras murmura un agradecimiento. Primero coloca la pequeña píldora sobre su lengua para asegurarse de que el agua hará su trabajo arrastrándola dentro de su sistema digestivo, pero la aparición de una cuarta figura humana hace que su respiración se corte de golpe y por poco se ahogue. Afortunadamente Cheong-san sigue a su lado, quien reacciona de inmediato, dándole un par de golpes en la espalda.

—¿Estás bien?

Aunque la enfermera suena alarmada, en ningún momento levanta la voz más de lo necesario, y a pesar de que Cheong-san no preguntó, Su-hyeok sabe, por la expresión de pánico en su rostro, que ambos comparten la misma preocupación. Él asiente en respuesta, aún con la tos atravesando su garganta. Después de recuperar el control de su respiración, Su-hyeok bebe un par de sorbos más para bajar la picazón y eliminar cualquier obstrucción restante, también levanta la mirada hacia la figura responsable (no realmente) de todo.

Choi Nam-ra, la presidenta de la clase, está parada frente al escritorio de la enfermera.

La sorpresa de Su-hyeok no estaría justificada si él la hubiese visto entrar por la puerta, pero verla aparecer detrás de la cortina blanca que separa a las únicas dos camillas de la enfermería definitivamente la justifica. Es ahora cuando se pregunta cómo no notó la presencia de Nam-ra antes y si fue el único, pero ver las cejas levantadas de Cheong-san junto a su boca ligeramente entreabierta deja claro que ninguno lo sabía.

Por algún extraño motivo, Su-hyeok le está agradeciendo a Nam-ra, en su mente, que les dé la espalda, de lo contrario, no sabría cómo verla a la cara.

No dijeron nada sospechoso, ¿verdad? Es decir, nada fuera de lugar para dos mejores amigos… ¿verdad?

—¿Cómo sigues? —le pregunta la enfermera a Nam-ra.

—Mucho mejor. Muchas gracias —responde ella con la misma tranquilidad de siempre, aunque eso es algo difícil de evaluar en alguien que habla menos que poco—. Me iré ahora.

La enfermera le sonríe en el momento que Nam-ra le ofrece una breve reverencia y dice—: No olvides regresar la bolsa térmica a la enfermería antes de que termine la jornada.

—Sí, señora.

Nam-ra en ningún momento le ofrece a él o a Cheong-san alguna mirada, ni siquiera un vistazo, y Su-hyeok cree entender el porqué cuando parece ver un intenso rojo pintar las orejas de la presidenta.

De acuerdo, puede que sí hayan dicho algo un poco... no de sólo amigos.

Chapter 3: TERCER PASO

Notes:

¿Decir que me sacaron las cordales de abajo hace unas semanas sirve como excusa de mi ausencia? :D

No te me espantes; terminaré la historia este año jsjsjs

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Los últimos rayos de luz solar se dispersan en el cielo como descuidadas pinceladas rojizas y anaranjadas mientras el lejano horizonte absorbe los cálidos colores del atardecer hasta dar paso al oscuro manto de la noche.

Pocas son las estrellas que titilan sobre la ciudad, pero el brillo de la bien formada luna, junto a la luz artificial que emiten los faroles y las diferentes tiendas a su alrededor, iluminan el camino de Su-hyeok y su pequeño grupo de amigos hacia el restaurante de la señora Lee, quien les invitó, por medio de su hijo, a probar su nueva receta de pollo agridulce.

Para el alivio de Su-hyeok, después de su inesperado encuentro con la presidenta en la enfermería, todo permaneció igual. Al principio temía que Nam-ra pudiera hablar con alguien sobre la conversación para nada discreta que de seguro había escuchado, pero después de toparse con ella un par de veces más a lo largo del día y ver su habitual expresión de indiferencia frente a todo lo que pasa a su alrededor, los temores de Su-hyeok se calmaron.

No es que le sorprenda la indiferencia de Nam-ra ni su falta de comunicación con cualquier persona que no sea un profesor, pero Su-hyeok había esperado aunque fuese un murmullo o una mirada, mas no hubo ningún tipo de reconocimiento al respecto, lo que es, en realidad, un gran alivio; si en algún momento él y su Sannie formalizan ese "algo" entre ambos (él reza por eso), Su-hyeok preferiría que sean ellos los primeros en decidir si se lo dirán a alguien o no y cómo lo harán.

En cualquier caso, Su-hyeok agradece la discreción de Nam-ra, o su falta total de interés. Lo que sea está bien. De hecho, está contento de que haya sido la presidenta la testigo sobre cualquier otra persona; ya se puede imaginar lo intenso que se habría puesto Gyeong-su con el tema si él hubiese estado en el lugar de Nam-ra. Y pensar en el imbécil de Myeong-hwan, o cualquiera de sus secuaces, le hace hervir la sangre.

—Quiero la que tiene corazones.

Hablando de amigos metiches.

Una mujer de avanzada edad que vende manzanas cubiertas con caramelo, y algunas otras con chocolate, llama la atención de un obsesivo del dulce llamado Gyeong-su, quien amablemente les "invita" a probar algunas por la ocasión de un día tan especial para el amor, aunque todos saben que será Su-hyeok quien terminará pagando.

Qué es exactamente lo que termina pasando.

Contrario a lo que pueda parecer, Su-hyeok no tiene quejas al respecto; si tiene la oportunidad de complacer a sus amigos con alguna chuchería de vez en cuando, va a tomarla. Además, no todos los días puede darse el lujo de mimar a su Sannie sin que éste tenga algo que decir gracias a su modestia natural, o mejor dicho, la modestia que nace de él cuando es Su-hyeok quien quiere atenderlo, de lo contrario, será un desvergonzado total si tiene oportunidad, en especial con el hombre a quien considera su hermano de otra madre.

En teoría fue Gyeong-su quien les invitó las manzanas, no Su-hyeok, así que Cheong-san no tiene motivos para rechazarlo. Claro tampoco es excusa para Su-hyeok; aún le debe una buena respuesta a su Sannie más allá de una simple manzana.

—Prefiero de las otras, las de caramelo —dice On-jo cuando Su-hyeok le ofrece una manzana bañada en chocolate blanco con algunos pequeños corazones de dulce adornando la superficie, similar a la de Gyeong-su.

Su-hyeok la observa por un momento con evidente confusión, y no por la aparente preferencia hacia el caramelo sobre el chocolate de On-jo, sino por la expresión incómoda que se dibujó en su cara en el momento que Su-hyeok le ofreció la manzana.

Su-hyeok se pregunta si el verdadero problema es él y no algo tan simple como preferir una manzana u otra por su cobertura, sin embargo, antes de que pueda hacer o decir algo, Cheong-san arrebata la manzana de sus manos y se la entrega a On-jo.

—No te pongas de quisquillosa ahora, On-jo.

En respuesta, la nombrada recibe de mala gana la manzana al tiempo que golpea el hombro de su mejor amigo con su mano libre y rápidamente se da la vuelta para regresar a su lugar inicial junto a I-sak, y todavía así, Cheong-san no parece afectado en lo más mínimo.

La dinámica entre ese par es algo que Su-hyeok nunca va a entender del todo.

- x -

—Se aceptan todo tipo de comentarios y sugerencias  —dice la señora Lee mientras, alegremente, deposita en el centro de la mesa una pequeña bandeja llena de muslos de pollo bañados en, según ella, su nueva y más deliciosa receta de salsa agridulce.

En comparación a otras ocasiones en las que la señora Lee les ha invitado a probar sus nuevas recetas experimentales, hoy la cantidad de pollo es menor, suficiente para que cada quien pueda tomar dos muslos, hecho que Gyeong-su no tarda en señalar descaradamente, ganándose una patada bajo la mesa por parte de Cheong-san.

En respuesta, la señora Lee les ofrece una amable sonrisa cargada de comprensión—: Bueno, como es una receta en la que aún estoy trabajando, tengo que ser cuidadosa con la cantidad que preparo.

—Ahí tienes, ahora deja de quejarte y come —le regaña Cheong-san.

Gyeong-su le saca la lengua a su mejor amigo, pero hace lo que se le dice sin más comentarios, momento en que la señora Lee decide retirarse hacia la cocina acompañada de su esposo, dejando que el pequeño grupo de adolescentes disfrute de la comida.

El primero en lanzarse sobre los indefensos muslos de pollo es, para sorpresa de nadie, Gyeong-su, quien no tarda en robar las dos piezas, según su experto ojo de devorador de pollos, más jugosas y bien preparadas de la bandeja para dejarlas en su propio plato, asegurándose de que nadie más pueda tenerlas.

El siguiente en llevarse otras dos piezas de buen aspecto es Cheong-san, pero no para su propio plato, en su lugar, con cuidado de no hacer mucho desastre con la salsa como sí lo hizo el descuidado de su mejor amigo, deja ambos muslos sobre el plato de Su-hyeok sin decir palabra alguna. No hay comentarios de ningún tipo, puesto que cada quien se estaba ocupando de elegir sus propias porciones en dicho momento, lo que, a su vez, hace que sea Cheong-san quien se quede con los muslos sobrantes.

Al darse cuenta, Su-hyeok le ofrece una mirada sorprendida que poco a poco se transforma en una expresión enternecida; sobre sus labios se extiende una amplia sonrisa que le llega hasta las mejillas y, sosteniendo su propio rostro sobre la palma de su mano al tiempo que su codo se apoya en el borde de la mesa, le dedica una mirada risueña a Cheong-san.

No hace ningún tipo de comentario al respecto; por mucho que esté deseando molestar a Sannie lo suficiente para que el sonrojo, bastante evidente, en sus mejillas se profundice, aún está lo suficientemente consciente de su entorno y situación actual.

Aun así, no se abstiene de permitir que su corazón se llene con la encantadora imagen de Cheong-san tratando de ocultar los efectos de sus propias acciones bajo un semblante de indiferencia, negándose rotundamente a mirar en dirección a Su-hyeok.

El breve sonido de algún material delicado chocando con el borde de su plato lo obliga a regresar su atención hacia el frente, encontrándose con la mirada fija de On-jo sobre él, quien está extendiendo en su dirección un vaso lleno del jugo natural que el señor Lee les ofreció para acompañar la comida.

Sin embargo, cuando Su-hyeok hace contacto visual con ella y extiende su mano para aceptar la bebida, On-jo empuja el vaso sobre la mesa, casi logrando derramar un poco de jugo por la brusquedad, para después continuar repartiendo las bebidas restantes, ignorando por completo la sonrisa agradecida a medio terminar en el rostro de Su-hyeok.

Movido por la costumbre, Su-hyeok ignora su comportamiento, aún sintiendo aquella pequeña espina clavada en su conciencia que le recuerda constantemente sus equivocadas decisiones pasadas, y bebe un poco de jugo antes de poner sus dedos a a trabajar, desmenuzando sin prisas su primer muslo de pollo, puesto que la salsa se desliza con mucha facilidad ante cualquier movimiento; la sola idea de tener que limpiar la furiosa mancha rojiza de su única camisa limpia de la semana, a mitad de la noche, le asusta.

—Esto está muy bueno —dice Gyeong-su—. Este es el mejor pollo que he probado nunca —continúa después de haber cerrado sus ojos y suspirar de pura satisfacción.

Su-hyeok hace un breve ruido de reconocimiento, asintiendo con la cabeza.

—Siempre dices lo mismo —dice Cheong-san a su lado.

—¿Y cómo no hacerlo? Si tu mamá prepara el mejor pollo de todos. Ya te lo había dicho. —Entonces se congela por un breve segundo—. No, espera. Me equivoqué. Tú mamá no prepara el mejor pollo de Corea, Cheong-san, sino el mejor pollo de todo el mundo. Esto —enfatiza mientras levanta su primer muslito—, esto es la gloria misma.

Un adorable resoplido de diversión se escapa de Cheong-san y Su-hyeok no puede evitar dejarse contagiar, dibujando una sonrisa genuinamente alegre, que le llega hasta las mejillas, en respuesta. Al girar su rostro y encontrarse con una interesante expresión en el rostro de su Sannie, cargada de felicidad y un poco de timidez, la sonrisa de Su-hyeok se ensancha hasta curvar la línea de sus ojos en dos arrugadas medialunas.

Aún le resulta difícil entender cómo las emociones de Cheong-san le afectan tanto.

Por supuesto, los descuidados halagos de Gyeong-su no se detienen ahí; se vuelven algo constante durante la aparente conversación que comparte consigo mismo, pues el resto se ha limitado a disfrutar de su comida, pero cuando I-sak cae en la tentación de responder a una de sus bromas, es arrastrada a una animada, y para nada coherente, conversación sobre pollos y salsas.

Su-hyeok está contento con sólo escuchar las voces de sus amigos mientras se encarga de lo suyo, sin embargo, un fuerte resoplido consigue llamar su atención por un breve instante.

—¿Pasó algo? —pregunta On-jo con fastidio tiñendo sus palabras.

Su mirada, claramente molesta, está puesta sobre la persona frente a ella, quien le responde con una expresión de inocente sorpresa, inclinando su cabeza en señal de curiosidad, y Su-hyeok no puede pensar en algo (alguien) más adorable que su Sannie.

—¿Por qué me miras tanto?

Las cejas de Cheong-san se levantan, revelando su sorpresa.

—¿Te molesta?

—Mucho.

—¿Por qué?

—Porque es incómodo.

—Pero si tú has estado mirando así a Bare-su desde que salimos del instituto —dice Cheong-san sin cuidado, ganándose una mirada incrédula de su mejor amiga y una patada bajo la mesa que esquiva sin problemas.

—Estás loco —responde On-jo después de un breve, pero casi eterno, momento de silencio en el que incluso el demente devorador de indefensos muslos de pollo dejó de comer.

En lugar de replicar, Cheong-san pregunta—: ¿Por qué te sonrojas?

La expresión en el sonrojado rostro de On-jo se asemeja a la de alguien que acaba de ver un fantasma en el espejo.

—No estoy sonrojada —dice On-jo entre dientes después de, aparentemente, haber suprimido sus evidentes ganas de golpear al idiota de su mejor amigo.

—Sí estás sonrojada —replica Cheong-san.

Esta vez, la respuesta que recibe no es verbal, en cambio, On-jo vuelve a patear a Cheong-san bajo la mesa, y en esta ocasión sí consigue atinarle al empeine de su mejor amigo.

—¡Aish! ¿Por qué me pegas? —Su reclamo viene acompañado de una expresión confundida y ofendida a partes iguales.

—Porque no dejas de decir estupideces.

Ve a Cheong-san separar sus bonitos labios, manchados de una intensa tonalidad rojiza provocada por la salsa agridulce, dispuesto a seguir con la discusión, pero se detiene antes de emitir cualquier sonido. Está observando fijamente a On-jo, incluso ha dejado de acariciar su pie herido, congelando cada uno de sus movimientos.

Después de quién sabe cuánto tiempo, Cheong-san dice—: Te gusta.

Un nuevo y, de alguna manera, más profundo silencio se asienta sobre sus cabezas.

Su-hyeok quiere bromear al respecto, burlarse de Cheong-san por llegar a una conclusión tan descabellada, pero cuando fija su atención en On-jo para invitarla a acompañarlo, su sonrisa se congela antes de desvanecerse.

—¿Cómo? —suelta On-jo débilmente. Parece igual de sorprendida que Su-hyeok.

—Te gusta Bare-su —aclara Cheong-san como si no hubiese dejado caer un balde de agua fría sobre sus cabezas sin avisar, por completo inconsciente de lo que ha provocado en las personas a su alrededor.

—¿Có-cómo? —repite una On-jo, soltando una efímera risa incrédula.

—¿Por eso no aceptaste la manzana?

—¿De qué estás hablando?

—Eso fue estúpido —dice Cheong-san en lugar de responder a la pregunta de su amiga.

On-jo se recompone lo suficiente para expresar algo más que sorpresa, dibujando una expresión incrédula en su delicado rostro que hace juego con la furia que parece estar formándose dentro de ella.

—Cheong-san, ¿te puedes callar?

Más que pregunta, ella lo suelta como una orden bañada en rabia apenas contenida, y Su-hyeok se pregunta si debería intervenir. Por fortuna, no tiene que hacerlo; I-sak está agitando su mano frente a On-jo y Cheong-san de arriba abajo, como si tratara de recordarles que hay otras personas a su alrededor.

—Bueno, a ver, cálmense, ¿quieren? Tampoco es para tanto —dice ella, casi desesperada por mover el foco de atención—. O sea ¿qué pasa si es así?

Entonces, On-jo le da un suave codazo en las costillas junto a una mirada que oscila entre el enojo y la indignación, a lo que I-sak responde—: ¿Qué?

Casi parece genuinamente confundida, pero Su-hyeok no quiere arriesgarse a adivinar qué pasa por la cabeza de las otras personas cuando está metido en una situación como esta .

—Es en serio. Yo no veo ningún problema ni por qué debería importar —dice esto último lanzándole una mirada de reproche a Cheong-san para nada sutil—. No es como que Bare-su tuviera novia o le gustara alguien.

Su-hyeok sabe que, esta vez, no tendrá excusas para no involucrarse cuando I-sak lanza una mirada cómplice en su dirección. Ella espera que él intervenga, que confirme sus palabras y se una a su endeble intento de actuar como si la situación no fuese extraña.

Por supuesto que quiere ayudar a solucionar lo que sea que esté pasando de alguna manera, pero si es sincero consigo mismo, fue atrapado con la guardia baja.

Inconscientemente desvía, por un breve momento, su mirada a un muy callado Cheong-san antes de moverse en dirección contraria, y sabe que ya está jodido cuando escucha la fuerte inhalación de I-sak.

—¡¿SÍ TIENES NOVIA?!

¿Cómo fue que una comida tan tranquila terminó en esto?

—Qué va a tener novia este idiota, si ni siquiera es capaz de responder a los chocolates que aceptó hace un mes —agrega Gyeong-su con total tranquilidad y evidente burla mientras mastica un hueso, porque, por supuesto, retomó su valiosa comida en algún punto de la conversación sin que se dieran cuenta.

Su-hyeok espera (desea) que se le caiga un diente gracias a ese hueso.

—¿¡Te dieron chocolates!?

—Sí… —responde Su-hyeok después de un suspiro resignado.

—¿¡Y los aceptaste!? —pregunta I-sak con efusiva curiosidad—. Momento —dice casi de inmediato, sin darle tiempo a responder, y su mirada se desvía a On-jo—. Ay, mentirosa. Me dijiste que no se los habías dado —le dice con gran júbilo a su mejor amiga después de darle un pequeño golpe de broma en el hombro.

Ante esto, Su-hyeok frunce el entrecejo sin entender las implicaciones.

—No lo hizo —interviene Cheong-san, robándose toda la atención por segunda vez.

—¿Cómo sabes que no lo hice? —defiende On-jo, decidida a ignorar por completo a I-sak.

—Estoy seguro de que no lo hiciste.

—No puedes estar seguro de eso.

Gyeong-su suelta una carcajada burlona antes de decir—: Créeme que sí puede.

Incapaz de seguir tolerando las muy innecesarias intervenciones de Gyeong-su, Su-hyeok mueve su brazo por detrás de Cheong-san para darle una palmada a Gyeong-su en la nuca. Para su sorpresa (no tanto, en realidad), descubre que su Sannie se mueve al mismo tiempo que él; le da un fuerte codazo en las costillas a Gyeong-su y después le indica, con un movimiento rápido de su mano, que se calle.

Su sincronización es fascinante.

—¡Cómo sea! —I-sak vuelve a agitar sus manos en el aire para desviar la atención—. Si no le diste nada hoy, significa que no te importa. Entonces sigues disponible.

—¿Qué? No…

—¿Te ha dicho que le gustas? ¿O tú a ella? —I-sak lo interrumpe de inmediato, moviendo sus cejas de arriba a abajo.

Puede que sea sólo su imaginación o el hecho de que, prácticamente, está siendo interrogado, casi intimidado, pero se atreve a decir que el silencio de su Sannie es bastante ruidoso en este momento.

—Ahí tienes —continúa I-sak con aire de suficiencia y victoria a su alrededor.

Gyeong-su, quien ya está destrozando la tierna carne de su segunda y última porción de pollo, nada dispuesto a permitir que cualquier cosa se interponga entre él y su comida, pregunta mientras mastica—: ¿Y eso qué tiene que ver?

—¿Cómo que qué tiene que ver? Unos chocolates o unos besos no son nada hoy en día —responde I-sak fácilmente.

—¿¡Ya se besaron!? —pregunta Gyeong-su con la boca abierta y los ojos ensanchados de pura sorpresa—. ¿¡Y no me dijeron!? —continúa, luciendo ofendido de una manera exagerada que delata su naturaleza teatral al tiempo que intercala su mirada entre Su-hyeok y Cheong-san.

—No… —Se aclara la garganta—. No, Gyeong-su, no nos hemos besado.

Además, ¿por qué te lo diríamos? Piensa Su-hyeok mientras frota sus propias sienes en un intento desesperado de hacer que su cerebro le ayude a salir de esta situación.

En este punto, negar lo que se ha dicho sería un esfuerzo perdido.

—Ay, pero qué lentos —dicen I-sak y Gyeong-su al unísono con tono de recriminación.

Gracias a todos los cielos que, después de tanto tiempo sin participar, On-jo finalmente reacciona y le regresa el golpe “juguetón” a I-sak en el hombro.

—Se te va a enfriar —murmura con rigidez, empujando el plato de I-sak—. Come.

I-sak parece querer continuar con lo que sea que esté haciendo en este punto, pero On-jo le lanza una mirada que la hace decidirse, a regañadientes si Su-hyeok se permite decir, en dar el tema por terminado.

Aún después de la incómoda discusión, no sorprende que sea Gyoeng-su el primero en recuperar el hilo de su conversación anterior, pero ahora con un especial interés en hablar de gallos y gallinas, sin molestarse en ocultar su diversión por el silencio de las dos personas sentadas a su izquierda.

En poco tiempo, I-sak también se une con una facilidad sorprendente y, de este modo, terminan de comer en tiempo record.

Su-hyeok es el primero en levantarse de la mesa. Está desesperado por distraerse de lo incómodo que le resulta estar en el medio de lo que parece ser una silenciosa batalla de miradas entre Cheong-san y On-jo. Decide organizar todos los platos sobre la bandeja, ahora vacía, junto con el resto de cubiertos sucios para llevarlos a la cocina, pero es superado por la velocidad de un entusiasta Gyeong-su.

Al notar la mirada confundida de Su-hyeok cuando le ve recoger toda la mesa y dirigirse a la cocina, Gyeong-su se limita a decir, con una gran sonrisa—: Estoy practicando.

No es un secreto para ninguno de sus amigos que Gyeong-su le ha estado insistiendo a Cheong-san para trabajar en el local de pollo desde que éste fue inaugurado, y a pesar de aún no haberlo convencido, parece no tener intenciones de rendirse pronto. Sin embargo, Su-hyeok no se deja distraer; a juzgar por el brillo de diversión en los ojos de Gyeong-su, sabe que ambos se movieron por la misma razón.

Que I-sak se haya encargado de organizar las mesas del local junto a él en lugar de acompañar a su mejor amiga para recoger las sillas no es casualidad.

Entonces, Su-hyeok aprovecha este momento para reflexionar.

Le gusta a On-jo, por extraño que parezca, de lo contrario, no habría razón para que ella quisiera darle chocolates hace un mes, ¿verdad? Aunque todavía le resulta raro siquiera considerarlo; si alguna vez hubiera tenido que adivinar los sentimientos de On-jo por alguien, a regañadientes habría asegurado que la flecha apuntaba hacia Cheong-san, pues era la opción más probable; amigos de la infancia que se enamoran al crecer, lo típico.

Además, ¿cómo podría haberlo adivinado? On-jo nunca mostró indicios de sentir algo por él, todo lo contrario; Su-hyeok estaba seguro que la mejor amiga de su Sannie todavía le guardaba rencor por sus terribles decisiones pasadas y la mala reputación que, para su desgracia, todavía le persigue. Así que este giro de los hechos le resulta… difícil de procesar.

—Su-hyeok, cariño —la voz de la señora Lee se escucha desde la cocina antes de que ella asome su cabeza detrás de la puerta—, ¿podrías venir un momento?

—Voy —responde en automático, obligándose a regresar al presente.

Sea cual sea el caso, más allá de reconocer la aparente atracción de On-jo hacia él, no hay más que pueda hacer al respecto; no se lo ha dicho directamente por una razón, y Su-hyeok no la presionara para hacerlo. Lo único que desea es que nada de eso cambie su relación. Bueno, para peor. Si pudiera mejorar, para que Su-hyeok deje de asegurar que ella lo odia, sería bueno.

En la cocina, la señora Lee le pide ayuda para organizar y alcanzar algunas cosas que están en las zonas más altas de los gabinetes, puesto que su esposo, el señor Lee, ha salido a entregar un domicilio y Gyeong-su… bueno, es Gyeong-su.

—Mamá —llama Cheong-san desde la entrada de la cocina—. Acompañaré a On-jo a casa. Gyeong-su se irá con I-sak —dice antes de que la señora Lee pueda preguntar.

—Oh, está bien. Dales esto antes de irse —dice ella antes de sacar dos bolsas medianas de comida, ocultas tras algunas ollas, y entregarlas a su hijo.

—Pensé que no habías hecho mucho —responde Cheong-san, mirando ambas bolsas con una ceja levantada.

—Digamos que me quedó un poco más de lo que pensé —dice la señora Lee en tono alegre.

Cheong-san sólo sonríe divertido ante las acciones de su madre y toma las bolsas de comida. Antes de salir, le lanza una mirada directa a Su-hyeok; hay una pregunta implícita bailando en sus hermosos iris de chocolate, a lo que el más alto no puede evitar responder con una sonrisa atontada.

—Me quedaré un poco más ayudando a tu mamá a… organizar aquí.

En respuesta, recibe un breve asentimiento de cabeza y, poco después, escucha las voces de sus amigos despidiéndose en la entrada del local antes de irse, agradeciendo la invitación y, por supuesto, brindando sus opiniones positivas sobre la nueva salsa. Nadie se sorprende al escuchar la entusiasta voz de Gyeong-su sobresalir por sobre las demás con halagos interminables a las habilidades de cocina de la señora Lee.

—Eres todo un caballero, cariño —dice ella poco después de que todos se han ido.

Está guardando los últimos cubiertos en el cajón correspondiente mientras Su-hyeok se encarga de secar algunos platos con un paño de cocina limpio para después dejarlos en el sitio indicado por la señora Lee.

Poco acostumbrado a las felicitaciones de sus mayores, más tratándose de la madre de su dulce Sannie, Su-hyeok se limita a sonreír, avergonzado por el halago. Para su fortuna, la señora Lee no parece querer una respuesta, en cambio, sigue hablando.

—¿Sabes? Me alegra mucho que mi pequeño Sannie tenga tan buenos amigos con los que compartir. Era difícil verlo tan solo cuando estaba en primaria. Sólo tenía a On-jo para compartir sus alocados inventos. ¿Alguna vez te dijo que hizo explotar el microondas tratando de hornear un pastel?

A pesar del preocupante suceso, y el irreparable daño de un valioso electrodoméstico, la señora Lee luce risueña y algo divertida con el recuerdo.

—No —responde él, también sonriente—. Me parece que se le olvidó mencionarlo.

—Ya me lo imagino —dice ella con una risa cómplice—. Entonces supongo que tampoco les ha contado sobre esa vez que On-jo lo ayudó con uno de sus tantos experimentos y le ordenó lavar las fresas. —Dicho esto, ella cubre su boca con su mano tratando de sofocar una carcajada—. ¡Ay, mi inocente y dulce niño! ¿Sabes qué hizo mi Sannie? Llenó un cubo de agua con jabón para ropa, echó todas las fresas ahí y después, con esponja en manos, se puso a restregar una por una. 

No se puede culpar a Su-hyeok por la gran carcajada que salió de su boca sólo poco después de la propia risa de la señora Lee.

—¿Jabón para ropa? —le pregunta en todo risueño.

—¡Sí! —responde ella, aún riendo por el recuerdo—. Cuando lo encontré en el patio y le pregunté, me dijo: “Se lava con agua y con jabón, y para que quede bien limpio hay que usar esponja”.

—¿Y qué pasó con esas pobres fresas bien desinfectadas?

—No hubo problema en usarlas. A veces me pregunto si le gustan tanto las fresas por el sabor o si realmente es por eso; su padre, On-jo y yo no podíamos dejar de reír. ¡Mi Sannie es tan tierno! Incluso el señor Nam lo felicitó por su esfuerzo en mantener a todos seguros de infecciones, y hubieras visto a Sannie, todo orgulloso de su logro.

—¿A Cheong-san le gustan las fresas? —pregunta Su-hyeok de repente.

—No, cariño, no sólo le gustan; son sus favoritas. Cheong-san y On-jo son adictos, aunque creo que On-jo prefiere más las moras.

Para fortuna de Su-hyeok, la última palabra de la señora Lee coincidió con el último plato que le quedaba por limpiar, puesto que, un par de segundos después, transcurridos en un cómodo silencio apenas ocupado por los suaves resoplidos de diversión de la señora Lee, la defectuosa bombilla de ideas dentro de la cabeza de Su-hyeok finalmente se encendió con un brillo potente después de llevar semanas fundida.

¡Eso es! ¿Cómo no se me ocurrió antes?

—Discúlpeme, señora Lee, debo salir un momento. Ya regreso —dice él con afán, corriendo hacia la salida del local a toda prisa.

Segundos después de haberse ido, regresa para recoger su bolso escolar en busca de su cartera y salir como alma que sigue el diablo por segunda vez. En medio de todo, cree escuchar a la señora Lee decirle algo desde la cocina.

“Siempre es un gusto ayudar, cariño.”

Notes:

Se dice que entre los jóvenes existe una superstición relacionada con el tipo de regalo que recibes en El Día Blanco; si te dan galletas es un "te quiero", si te ofrecen dulces es un "me gustas", mientras que recibir chocolate blanco significa "podemos ser amigos".

P.D.: Me reí mucho con los diálogos jsjsjsjs

Chapter 4: Leche de fresas y moras

Chapter Text

El silencio entre ellos es espantosamente incómodo; ninguno de los dos ha pronunciado palabra alguna desde su despedida con Gyeong-su e I-sak en la parada de autobuses. En realidad, no se han dirigido la palabra desde su discusión en el restaurante, y la ansiedad que ha empezado a roer el pecho de Cheong-san desde entonces se está haciendo cada vez más insoportable.

Por cada paso que dan, el ruido a su alrededor parece intensificarse hasta el punto de remarcar la total falta de la conversación que deberían estar compartiendo como es lo usual cuando dos amigos caminan de regreso a casa.

Cheong-san es consciente de lo mal que salieron las cosas por su impulsividad y, después de pensarlo por más de dos segundos como debió hacerlo en un principio, cree que haber dejado caer una revelación de ese calibre de una forma tan descuidada fue un poco cruel; él mismo ha experimentado la amarga incertidumbre de guardar con extremo recelo una confesión de amor por miedo a la respuesta, al resultado, al cambio inevitable que ésta provocará.

Después de todo, además de Gyeong-su, nadie supo alguna vez de su enamoramiento por On-jo en los primeros años de secundaria. En el fondo, Cheong-san sabe que fue la mejor decisión para ambos, sin embargo, aún recuerda lo doloroso que le resultaba ocultarlo; saber que no tenía oportunidad alguna, que nunca podría decirlo en voz alta, confesarselo a ella, le dejaba una sensación en extremo amarga que podía joder su día de la nada.

Y lo único que podía hacer era preguntarse por qué.

¿Por qué On-jo, de todas las personas en la vida de Cheong-san?

¿Por qué resultó así, aún cuando no podía ser?

¿Por qué le importaba tanto si lo único que estaba recibiendo era amargura?

Pensar en arruinar la amistad que han compartido desde que tiene memoria por su completa incapacidad para tener bajo control algo tan estúpido como un enamoramiento era… doloroso. La culpa nunca dejó de ser un sentimiento habitual, igual que una piedra en tu zapato que nunca puedes encontrar cuando la buscas para sacarla.

Siempre presente.

Siempre molesta.

Cheong-san no sabe qué hacer con esta revelación. Ni siquiera tiene idea de cómo llegó a una conclusión que, a pesar de haber confirmado sin querer, aún le parece ridícula. Aunque, puede que sí lo haya hecho queriendo, con toda la intención de confirmar o desmentir la ridícula conclusión de su mente.

Quizá sí esperaba que ella lo negara.

Quizá sí esperaba creerle cuando lo hiciera.

Quizá sí quería estar equivocado.

Puede que su verdadera intención fuera aplastar la maldita culpa que amenaza con enterrarse en lo profundo de su pecho, evitando que pueda disfrutar un solo segundo de su jodida vida.

A Nam On-jo, su mejor amiga de la infancia, le gusta Lee Su-hyeok, uno de sus mejores amigos y, para colmo de males, la persona responsable de acelerar su corazón.

Nam On-jo, una de las personas más importantes en su vida, quería darle chocolates de San Valentín a Lee Su-hyeok, el bobalicón cursi que alegra sus días con su sola presencia.

Nam On-jo, la mujer que camina a su lado en completo silencio, fue rechazada por la persona que le gusta, Lee Su-hyeok, porque él está en el medio.

¿Qué se supone que debería hacer Cheong-san?

—Te gusta —dice On-jo de repente.

—Ah, ¿qué? —responde Cheong-san de forma automática.

Ella se detiene a unos pasos de las escaleras que llevan a su piso y Cheong-san, aún sin saber qué hacer con esta situación, hace lo mismo.

—Tú fuiste quien le dio chocolates hace un mes, ¿verdad?

A pesar de estar parados uno junto al otro, la atención de On-jo permanece puesta en el frente, negándose rotundamente a darle un simple vistazo a Cheong-san.

No la juzga, en verdad, pues él tampoco ha sido capaz de dirigirle la mirada en todo este tiempo, prefiriendo, en su lugar, enfocarse en el asfalto del camino. Sin embargo, de alguna forma sabe que ella es tan consciente de su presencia como él de la suya, por lo que, en lugar de responder con palabras, Cheong-san sólo asiente en respuesta a la pregunta que ella ha dejado suspendida en el aire.

—Te gusta —repite On-jo después de un par de segundos en silencio—. Su-hyeok, te gusta Su-hyeok.

No es una pregunta.

—Sí —responde Cheong-san, siendo la primera admisión en voz alta que ha hecho sobre el tema, incluso a sí mismo.

—Y a él le gustas —continua ella.

Cheong-san se pregunta cómo parece estar tan segura de lo que dice cuando ni él lo está. Por fortuna, On-jo no parece querer, o necesitar, una respuesta.

—¿Desde cuándo?

El silencio no funcionará como respuesta, aunque Cheong-san desearía que así fuera.

—No lo sé. —Es lo único que se le ocurre decir.

En respuesta, On-jo deja escapar un largo suspiro a la par que levanta su cabeza hacia el cielo.

—Si haces algo estúpido, juro que te voy a romper una pierna, Lee Cheong-san.

Sorprendido por completo, Cheong-san dirige toda su atención a On-jo, quien sigue sin mirar en su dirección.

—¿Lo estás defendiendo? —pregunta él—. Se supone que tu mejor amigo soy yo, ¿cómo es que estás de su lado?

—Él es mucho más guapo —dice On-jo con simpleza y una expresión de total serenidad dibujada en su pequeño rostro.

Después de atravesar un extenso dilema interno, además de procesar la revelación que él mismo adivinó y soltó sin ninguna consideración, Cheong-san no tiene idea de qué hacer ahora.

—Si pasa algo malo, lo sabré —continua ella, gracias al cielo. Su atención ha descendido hacia sus dedos inquietos que parecen jugar nerviosamente con la tela de su suéter—. No me provoques.

—On-jo…

—Eres mi amigo, Cheong-san, ambos lo son. Sólo… no lo arruines, ¿sí?

A pesar de estar hablando con él, hay algo en el comportamiento de On-jo, quizás en su postura encorvada o en el temblor en su voz, que le hace preguntarse a quién le está diciendo eso en realidad. Sin embargo, también hay algo en todo esto que parece aliviar el peso que oprimía el corazón de Cheong-san momentos atrás, y es eso lo que le hace sonreír al tiempo que intenta ignorar el repentino picor en sus ojos.

—On-jo —él la llama con voz suave, sin dejar de sonreír.

—¿Qué?

—Gracias.

Cheong-san no espera una respuesta.

On-jo no le da una.

En su lugar, agarra la bolsa de comida que Cheong-san estuvo llevando todo este tiempo y entra al edificio sin pronunciar palabra, y es gracias a eso que el corazón de Cheong-san ahora está lleno de una profunda calma que alivia el dolor dejado por la culpa pasada, y con una respiración profunda, junto a un último agradecimiento silencioso, camina de regreso al restaurante de sus padres.

Chapter 5: ÚLTIMO PASO

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

No es de sorprender que aún haya movimiento en las calles de Hyosan a pesar de la hora, pues la celebración del día es un importante incentivo comercial que se debe aprovechar hasta el último segundo. Aún así, Su-hyeok no puede evitar inquietarse frente al constante ruido de vendedores buscando llamar su atención al tiempo que algunos transeúntes conversan en voz alta, sin mencionar el chirriante ruido del motor de algunas motocicletas y un par de buses que pasan a su lado de vez en cuando.

Además, los coloridos letreros de algunas tiendas, junto a las luces parpadeantes y demasiado brillantes en sus decoraciones, hacen que le sea difícil concentrarse apropiadamente; aunque se está esforzando por prestar atención a lo que sea que esté diciendo su Sannie en su repentino ataque parlanchín de la semana, pues no hay cosa que le resulte más adorable a Su-hyeok que un emocionado Cheong-san hablando de su actual hiperfijación aleatoria del mes, le está costando más de lo que debería registrar las palabras de su precioso acompañante.

Por supuesto que lo atribuye al ruido a su alrededor debido al activo comercio, pero es consciente, muy en el fondo, de que no es sólo por esa razón; la bolsa de comida que sostiene en una de sus manos es el vivo recordatorio de eso.

Aún no está seguro de haber tomado la decisión correcta; llevar su compra en su bolso escolar habría sido fatal, pero la vergüenza de ser aconsejado y ayudado por la madre de su dulce Sannie en esa situación es desmedida, y sólo porque a Su-hyeok no se le ocurrió mejor idea que comprar algo tan pequeño para llevar sus cuatro libretas y dos lápices.

Aunque recuerda haber perdido el rojo esta mañana en algún momento entre la clase de álgebra y el entrenamiento, así que ahora tiene sólo uno. Genial.

En definitiva habría encontrado la forma de hacer que su compra tuviera espacio suficiente en su bolso sin que algo se arruinara de no ser por la inesperada aparición de la señora Lee a su lado cuando estaba en la salida trasera del restaurante, en medio de un pequeño debate interno sobre cómo le haría para llevar la sorpresa todo el trayecto sin delatarse.

¿Cómo adivinó la señora Lee su pequeño problema para tener ya preparada una bolsa de papel con la publicidad del restaurante lista para entregársela? Ni idea. Su-hyeok prefiere no pensarlo mucho por el bien de su imagen personal.

En cualquier caso, a pesar de haber solucionado un problema, a costa de su dignidad frente a la madre de su lindo Sannie, aún queda pendiente la parte más importante. En definitiva, esa es la razón principal por la que Su-hyeok no puede concentrarse en lo que sea que esté diciendo Cheong-san.

Para empezar, no tiene idea de cómo terminó acompañando a Cheong-san a casa en lugar de haberse quedado en la parada de autobuses como la última vez; recuerda reunirse con él en la entrada principal del restaurante después de que éste regresara de acompañar a On-jo y tener una última charla con la señora Lee que, de algún modo, terminó con él escoltando a Cheong-san hasta su casa mientras sus padres se quedaban a cerrar el restaurante y quién sabe qué más. Su-hyeok no está seguro.

—Llegamos —dice Cheong-san de la nada.

Perfecto, ahora tampoco está seguro de cómo ni en qué segundo terminaron frente al apartamento de la familia de su Sannie. De seguro fue en algún momento entre su crisis interna con respecto a la entrega del regalo y su debate mental sobre cómo terminó en esta situación sin darse cuenta.

—Ah.

Que respuesta tan inteligente, Lee Su-hyeok. Deberías ser tú el primero de la clase en lugar de Nam-ra.

Su-hyeok se da un cabezazo mental; no es momento de discusiones internas. Su misión debe ser completada ahora o nunca se dará. Es importante entregar el paquete el día de hoy, esa respuesta definitiva a lo que ha estado tambaleándose entre los dos este último mes. Sin embargo, no tiene idea de cómo empezar.

En los dramas parece más sencillo.

O quizá sólo sea Su-hyeok el incapaz de hacer algo tan simple como responder a la confesión que recibió en San Valentín. Quién sabe.

Bien.

Puede que Su-hyeok no sea un experto observador de los detalles, pero está casi seguro de que han estado parados uno junto al otro, en completo silencio, frente a la entrada del apartamento por casi cinco minutos. Esto empieza a volverse más incómodo de lo que la desvergüenza del propio Bare-su puede tolerar.

Aunque su corazón está por desbordarse de tantas emociones confusas que amenazan con estallar fuera de su pecho en cualquier segundo, al tiempo que sus manos inquietas ya han empezado a sudar a pesar del gélido viento de la noche, Su-hyeok está decidido a dar el paso hoy. No es un cobarde y nunca lo ha sido; no es momento de echarse para atrás, por mucho que los nervios parezcan querer comérselo vivo.

—Bare… —empieza a decir Cheong-san, pero Su-hyeok lo interrumpe de golpe, parándose frente a él.

—Sannie.

Si antes no estaba seguro de lo que estaba haciendo, ahora está más perdido que San Nicolás repartiendo regalos en Halloween.

¡Una cosa es decirle así en tu cabeza y otra muy diferente llamarlo de esa forma en voz alta!

Oh, Dios, Su-hyeok está seguro de que está a un paso de sufrir combustión espontánea por lo extremadamente caliente que se sienten su rostro y cuello justo ahora, sin mencionar lo rápido que ha empezado a latir su corazón. Su único consuelo se da en el momento que se atreve a regresar su mirada al precioso rostro de su Sannie, quien ahora mantiene su cabeza baja, muy seguramente para ocultar el encantador sonrojo que brilla sobre sus mejillas y la punta de sus adorables orejas.

Con una sonrisa de felicidad pura que trata de controlar, fallando estrepitosamente en el proceso, Su-hyeok extiende hacia la viva encarnación de la dulzura, mejor conocido como Lee Cheong-san, la bolsa de papel que estuvo cargando todo el camino. Éste la recibe con evidente confusión, limitándose a mirar el contenido en lugar de decir algo.

A Su-hyeok le toma poco más de tres respiraciones profundas encontrar el valor suficiente para dar el paso antes de que pueda retractarse por culpa de la inexperiencia que sólo le deja sintiéndose más tímido de lo que nunca ha sido.

—Sabía que te gustaba la leche de fresas, pero no… que te gustaban tanto las fresas —empieza diciendo junto a una risa nerviosa—. Pero entonces recordé… el día que nos conocimos. O, bueno, cuando hablamos por primera vez, de hecho. Aún recuerdo el brillo en tus ojos cuando empezamos a hablar de comida, por alguna razón —dice esto último con una corta carcajada nacida de los buenos recuerdos—. Y entonces tú empezaste a hablar sobre una nueva pastelería que habían abierto hace poco cerca de tu casa. Y, por alguna razón, decidiste invitarme a probar la especialidad que, curiosamente, era un Swiss Roll Cake de fresas. A mí, un completo desconocido con la peor reputación sobre sus hombros. Aún no decido si eres demasiado amable y positivo, o simplemente demasiado imprudente. Quizás un poco de todo.

Dicho esto, su sonrisa se ensancha junto a la calidez que crece dentro de su pecho; resulta que el interior de la bolsa contiene varias botellas de leche de fresas junto a un generoso Strawberry Roll Cake que está resguardado por una caja plástica transparente marcada por la publicidad de esa misma pastelería.

Él jamás podría olvidar el exquisito sabor de ese lugar o, quizá, lo disfrutable que fue por la simple presencia de personas tan radiantes como el propio Cheong-san.

No le preocupa el silencio aún presente de su Sannie, pues ahora son las orejas de éste las que resaltan por un tono más vibrante que la nariz de Rodolfo el reno. Además, su valiente acompañante decide levantar la cabeza en el preciso momento que Su-hyeok elige para decir aquello que estuvo conteniendo todo el día, y la expresión en ese adorable rostro no podría ser más encantadora.

—Desde ese día, es mi pastel favorito —dice Su-hyeok mientras le sostiene la mirada a Cheong-san por primera vez en mucho tiempo—. Feliz Día Blanco, Sannie.

A pesar del nuevo silencio que les abraza, ya no resulta incómodo para ninguno. Es una pena que Su-hyeok sienta la urgente necesidad de decir algo más, cualquier cosa.

—Y, bueno, la crema es blanca y la leche también, así que… bueno, ya sabes —suelta él de la nada con una risa nerviosa que no pasa desapercibida para ninguno, eso sin mencionar que, de nuevo, su mirada se dirige a cualquier lugar menos a Cheong-san—. Tiene que contar, ¿no?

La respuesta que recibe es un suave resoplido de diversión junto a la sonrisa con hoyuelos característica de la persona responsable de convertirlo en un desastre nervioso. Su-hyeok podría jurar que su corazón se hincha de orgullo y felicidad por esa expresión radiante que se le contagia hasta hacerle vibrar de emoción.

—Bueno —repite Su-hyeok por milésima vez en el día, rascando nerviosamente su nuca—. Creo que ya debería irme…

—¡No! —grita Cheong-san de repente, sobresaltando a Su-hyeok—. Ah… Me refiero a… Bueno, aún es temprano y mis padres no llegarán pronto y… parece que el pastel es fresco, y sería una pena no comerlo ahora, y es demasiado para una sola persona y… ¿Quizá te gustaría pasar a probar…? A comer. —Un segundo después, agrega con prisa—: El pastel. Claro, también la leche… de fresas, la leche de fresas.

Le es inevitable a Su-hyeok soltar una carcajada entre incrédula y divertida por las inesperadas aclaraciones de su Sannie dichas entre prisas y sonrojos encantadoramente evidentes.

—Me encantaría. Ah, si estás de acuerdo, por supuesto que me encantaría.

A pesar de haber cruzado la misma entrada en innumerables ocasiones anteriores, en el momento que Su-hyeok pone un pie en el pasillo interior, una extraña sensación de opresión se asienta sobre su pecho y desciende hasta su estómago, provocándole algunas náuseas sin importancia.

Tampoco es la primera vez que ambos se encuentran solos en el hogar de su Sannie y, aún así, Su-hyeok se siente más torpe de lo habitual, sin saber cómo moverse ni hacia dónde hacerlo.

Por fortuna, aunque ni él está seguro de cómo, Su-hyeok consigue actuar como un ser humano normal el tiempo suficiente para tomar un lugar alrededor de la mesa en la sala principal, siguiendo las indicaciones de su Sannie, quien, a pesar de la insistencia de Su-hyeok, no le permitió ayudar a cortar y servir el postre. Por lo que ahora debe encontrar la forma de controlar el movimiento nervioso de sus manos, que descansan sobre sus muslos, mientras espera a que su Sannie regrese de la cocina.

Gracias a todos los cielos, que se apiadaron de Su-hyeok por primera vez en mucho tiempo, Cheong-san aparece poco después con dos platos de cerámica que contienen una generosa porción de pastel, junto a dos botella de leche de fresas y un par de cucharas. Cómo puede su Sannie equilibrar todo eso desde la cocina hasta la mesa sin que nada se caiga está fuera de la compresión de Su-hyeok.

—Aún no han perdido el toque —dice él después de saborear el primer bocado.

La respuesta que recibe, como de costumbre, es un bajo sonido gutural que funciona como afirmación; sin duda alguna, observar la expresión de felicidad en su Sannie mientras prueba su propia porción de pastel es la mejor parte de la experiencia.

—A veces me pregunto si la comida sabe mejor por la preparación en sí o por lo satisfactorio que es probarla después de un día largo.

Para enfatizar su punto, Su-hyeok acaricia la mejilla que recibió el balonazo en el entrenamiento.

—¿Aún te duele? —dice Cheong-san en respuesta junto a un resoplido divertido—. Llorón. Has recibido más y peores en los entrenamientos en serio.

—Claro que me duele. Quién sea que la haya hecho, lo hizo con ganas —responde Su-hyeok en tono burlón—. O simplemente le apasiona demasiado el baloncesto. ¿Qué es peor?

—Estás tú para hablar. —Cheong-san se ríe mientras señala a Su-hyeok con su cuchara—. Estoy casi seguro que no hay otro en ese equipo que le guste tanto el baloncesto como a ti.

—Me gusta el baloncesto, pero no tanto —dice Su-hyeok alargando la última palabra. Entonces hace una pausa, y algo que no sabe cómo describir le hace moverse y seguir hablando—. Pero, ¿sabes qué es más curioso? Me gusta el baloncesto, sí. Y también me gustas tú.

El silencio es, francamente, ensordecedor. Su-hyeok no está seguro de siquiera poder escuchar el ruido de la calle o su propia respiración; el tiempo parece haberse detenido por algo que se asemeja a la inquietante eternidad y, aún así, no se detiene; el impulso que lo movió en primer lugar no le permite echarse para atrás.

Una respiración profunda después, decidido a sostenerle la mirada a su Sannie, Su-hyeok dice—: Me gustas tú, Lee Cheong-san.

El chocolate en los ojos de su encantador acompañante nunca había parecido tan hermoso frente a la mirada de Su-hyeok como ahora; los dos se encuentran en un silencio extraño y sostenido que carece de cualquier movimiento, incluso sus pechos parecen haberse detenido, atrapando la respiración de ambos dentro de sus gargantas.

Entonces, los dos sonríen y apartan la mirada al mismo tiempo.

Por primera vez, Cheong-san no tiene respuesta a sus cursilerías; Su-hyeok lo considera un logro personal que celebra en su cabeza.

Pero entonces, de la nada, ese encantador sonido que le hace sentir que el día ha valido la pena sin importar qué haya pasado, mejor conocido como la risa de su Sannie, llena el silencio que habían mantenido hasta ese momento, sorprendiendo a Su-hyeok.

—¿Por qué te estás riendo? —pregunta entre risas, habiendo sido contagiado por la diversión del propio Cheong-san.

—Es sólo que es… es raro. Se siente extraño cuando es mutuo, ¿sabes? Es la primera vez que me pasa, y… No sé, simplemente es… —otra risa después, Cheong-san vuelve a encontrar la mirada de Su-hyeok—. Me hace muy feliz. Demasiado.

Su-hyeok casi puede jurar que su corazón está a nada de saltar fuera de su pecho por lo rápido que ha estado latiendo, sin mencionar la estupida gran sonrisa dibujada en su cara que le llega de oreja a oreja.

—A mí igual —dice él con el tono más cantarín que alguna vez escuchó.

—Sí, bueno… ¿De qué era de lo que estaban hablando con Dae-su esta mañana? —pregunta Cheong-san momentos después, cuando las risas se han calmado y las respiraciones finalmente están funcionando como corresponde.

—Ah, sí, eso. Bueno, es que hace poco salió una nueva serie de zombies en Netflix, entonces…

El resto de la comida transcurre entre las risas ocasionales de Cheong-san, provocadas por los chistes que suelta Su-hyeok en medio de su relato sobre la importancia de tener un plan de contingencia en caso de una muy probable invasión zombie, y uno que otro comentario sobre el feo peluquín del entrenador Kang.

Al terminar, Su-hyeok no tiene tiempo de ofrecerse a lavar los platos, pues su Sannie recoge la mesa en un parpadeo y rápidamente se mueve hacia la cocina, dejándole ofendido por la evidente trampa que, por supuesto, no tarda en dar a conocer, levantándose de golpe para seguir a Cheong-san—: ¡Eso es trampa! ¡Tú trabajas en un restaurante!

Aún no sabe qué le mueve a hacerlo, pero lo único que se le ocurre para distraer a Cheong-san, y así poder robarle los platos sucios, es agarrarlo por la cintura y besar la coronilla de su cabeza. Al menos funciona, pues su objetivo se congela por la sorpresa, dándole a Su-hyeok tiempo suficiente para lograr su propósito y llegar primero a la cocina.

Abre de inmediato la llave, moja un poco los platos y cubiertos, toma la esponja, previamente cubierta de jabón líquido, y da inicio a su labor. Poco después, siente que unos brazos rodean su cintura, vacilantes, antes de que el cálido cuerpo de su pequeño Sannie se apoye contra él.

—Tramposo —le escucha decir por lo bajo, con su voz apagada por tener el rostro apoyado sobre la espalda de Su-hyeok.

—Estamos a mano —responde él entre risas—. Pero si tanto quieres ayudar, seca los platos después de que yo los lave, ¿te parece?

Hay un extraño y adorable gruñido proveniente de Cheong-san, lo más probable es que refleje su insatisfacción por el acuerdo o, quizá, por haber perdido contra Su-hyeok. Por suerte, lo único que dice después de eso es un murmurado “Bien”, acompañado por un puchero que Su-hyeok, aunque no pueda verlo, jura que está ahí.

Después de ese breve momento de limpieza, y uno que otro chiste más, ambos se encuentran ahora frente a frente en la puerta de entrada, inseguros del próximo movimiento. Por su parte, Su-hyeok no está del todo seguro sobre el resultado; hay una molesta voz en el fondo de su mente, la cual, para su eterna desgracia, se escucha igual a Gyeong-su, que le insiste en ser específico y dejar claro el asunto. El problema es que, a pesar de todo lo dicho y hecho hasta ahora por Su-jueok, no tiene idea de qué hacer a continuación.

—Bueno… —dice él, porque, por supuesto, tiene que decir algo, cualquier cosa—, supongo que nos veremos en el instituto.

—Sí… —responde Cheong-san con la cabeza baja y ambas manos moviéndose inquietamente a cada lado de sus piernas.

Cuando Su-hyeok está a punto de despedirse, con toda la intención de iniciar un segundo abrazo, la profunda inhalación de Cheong-san y su repentino inicio de contacto visual lo detienen.

—Lee Su-hyeok —inicia Cheong-san, sorprendiendo tanto al propio Su-hyeok por el inesperado uso de su nombre de pila, que sus ojos se abren hasta el punto de hacerle temer que puedan salirse de sus cuencas.

—Me gustas —dice a continuación, tan de repente que el corazón de Su-hyeok da un brinco preocupante—. Yo no sé cómo decir esto… No, déjame hablar a mí esta vez —dice cuando le ve abrir la boca—. No sé cómo decir esto. Tampoco sé cómo hacerlo. Es la primera vez, y en los dramas se ve mucho más fácil, pero… después de esto quiero aclarar que no quiero que sigamos siendo amigos.

Antes de que Su-hyeok se pueda preocupar, Cheong-san añade con prisa—: O sea, no sólo amigos.

Eso es suficiente incentivo para Su-hyeok.

Aún en silencio, da un paso hacia el frente, obligando a su pequeño Sannie a levantar la cabeza, después sostiene entre sus manos aquel encantador rostro, asegurándose de cubrir ambas mejillas por completo. En respuesta, Cheong-san le rodea el torso con ambos brazos, provocando sin querer, o quizá queriendo, que sus cuerpos hagan contacto directo. Y, por difícil que resulte de creer, el contacto visual que Cheong-san inició en su pequeña confesión se ha mantenido hasta ahora, de modo que el corazón de Su-hyeok no ha parado de latir más rápido de lo que se puede considerar saludable.

Debido a su reciente cercanía física, él sabe que no es el único con un corazón acelerado, y eso le saca una pequeña sonrisa que es inmediatamente correspondida.

Sin embargo, lo que no sabe es cómo él y su dulce Sannie se acercaron tanto, pero ya no importa; cuando ambos deciden cerrar sus ojos al sentir la respiración vacilante del otro tan cerca de sus rostros, lo único que de verdad importa es sentir el suave tacto de los labios contrarios.

Inicialmente es un toque superficial que dura poco, sin embargo, ninguno se mueve para separarse. Por ende, Su-hyeok se aventura a ser el primero en incitar más cercanía, acariciando las mejillas de su Sannie con ambos pulgares y girando un poco mejor su rostro, permitiendo en esta ocasión que sus labios se toquen como corresponde. Aunque no se mueven más allá de eso, el contacto es suficiente para hacer que ambos corazones den un ruidoso brinco.

Una dulce eternidad después, ambos se separan sólo un poco, y aún sin abrir los ojos, Su-hyeok susurra sobre los labios contrarios—: Sé mi novio, Lee Cheong-san… o déjame ser el tuyo.

Un suspiro feliz, de seguro acompañado por esa sonrisa con hoyuelos tan preciosa que posee su Sannie, es el acompañante de la respuesta que Su-hyeok tanto esperó, aún sin saberlo—: Sí.

Si le preguntaran por qué le robó un piquito travieso a su novio después de eso, él sólo respondería “Porque quería”. Misma respuesta a la pregunta de por qué aprovechó su oportunidad para hacer lo que estuvo imaginado desde el primer momento: besar el hoyuelo derecho en la sonrisa más encantadora que alguna vez ha tenido la dicha de observar.

—¿Qué miras tanto? —pregunta un sonriente Cheong-san, quien aún no se ha apartado de su abrazo, y Su-hyeok tampoco piensa hacerlo.

—Es sólo que no sé si acaba de salir el sol o simplemente me has sonreído —responde él, sonriendo de oreja a oreja al tiempo que sigue impartiendo un par de caricias en las mejillas de su novio.

—¿Por qué eres tan cursi? —Cheong-san le reprende, ocultando su rostro entre la curvatura del cuello de Su-hyeok.

—Es mi mecanismo de defensa cuando estoy nervioso, ¿qué quieres que haga?

—Pues parece que estás nervioso todo el tiempo.

—Sólo cuando estoy contigo.

—Ay, por Dios, ya cállate.

Después de separarse y calmar sus risas, un confiado y en extremo alegre Su-hyeok dice—: Nos vemos en el instituto, Sannie.

—Obviamente. —Un igualmente alegre Cheong-san le responde junto a un asentimiento entusiasta de cabeza.

Ambos se despiden después de eso como es debido, y Cheong-san sólo cierra la puerta cuando ve a Su-hyeok desaparecer en la primera esquina. Es por este mismo motivo que no puede ver a un entusiasmado Lee Su-hyeok saltando con la misma emoción de un ganador de los juegos olímpicos; ambos brazos están levantados hacia el cielo junto a los puños cerrados en señal de victoria, además de que no puede evitar soltar algunos “¡Sí!” casi como gritos silenciosos.

Del mismo modo, esa emoción es lo que le impide escuchar que, tras la puerta que se acaba de cerrar, se encuentra un muy exaltado Lee Cheong-san apoyado en la paredes del pasillo, moviendo ambos pies con excesiva emoción a la par que cubre sus boca para evitar que cualquier ruido de emoción se escape de sus labios aún cálidos por el contacto anterior.

Contacto que ambos esperan repetir pronto.

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Notes:

Vamos a fingir que publiqué esto el 31 de diciembre, ¿vale? Graciasss 😚

Que no se pierda la costumbre jajajaja

Lo que pasó esos últimos días no tiene sentido; se fue la luz en la tarde y noche del 28 al 30, y después falleció un familiar lejano el mismo 31. Fueron días curiosos.

En cualquier caso, ¡feliz navidad y próspero año nuevo!

Muchas gracias a todas esas personitas que estuvieron aquí desde el principio, a pesar del hiatus tan largo. También le doy la bienvenida a las nuevas personitas que por azares de la vida encontraron esta cosa.

Me sorprende hasta dónde llegó esto. O sea, se supone que sería sólo un OS de San Valentín, pero se alargó hasta aquí, ni yo sé cómo.

Sin embargo, me enorgullece haberla terminado y haberlo hecho bien.

Sin más que decir, VAQUIRIS se despide <3

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