Actions

Work Header

Rating:
Archive Warning:
Category:
Fandoms:
Relationship:
Characters:
Additional Tags:
Language:
Español
Stats:
Published:
2022-05-19
Completed:
2022-07-03
Words:
40,892
Chapters:
3/3
Comments:
3
Kudos:
9
Bookmarks:
1
Hits:
180

Cálida Nevada

Summary:

En medio de una intensa nevada que azota al reino científico, los ex-compañeros de la misión lunar Stan y Kohaku deben resguardarse juntos a la vuelta de un viaje diplomático en la casa de descanso del Dr. Xeno, sin estar preparados para ello. Hasta que el tiempo les permita regresar a casa, se encuentran con una inesperada convivencia en la que la búsqueda de calor resultará ser la excusa que los acercará más allá de lo que nunca imaginarían.

Spoilers del manga. Lemon. Stan x Kohaku

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter Text

Como parte de la estrategia diplomática de restablecimiento de la civilización mundial, acordaron que en diferentes momentos los principales representantes de la misión lunar fueran entrevistados un par de veces por año, según lo solicitaran los distintos países y reporteros interesados. En ocasiones esas entrevistas eran en Japón, y otras veces tenían que viajar por el mundo. Los científicos por un lado, a cargo de Xeno y Senku, Sai como matemático y programador, Ryusui como asistente de piloto y por su proeza de salvar el anclaje del cohete cuando había sufrido una avería del sistema eléctrico en pleno vuelo espacial, y por otro lado Kohaku y Stan como los guerreros, además de que el soldado había sido el piloto oficial.

No era ya una tarea emocionante para ninguno, pero habían acordado poner su mejor disposición y actitud, y así ayudaban a Gen como el diplomático principal que tenía la ardua tarea de viajar constantemente de un país a otro para mantener la paz, los recursos y el apoyo de todo el mundo para los proyectos científicos que se hicieran a partir de la investigación del dispositivo despetrificador, así como seguir edificando y modernizando las ciudades restablecidas.

Dos años después del inicio de la nueva era de paz mundial, los que habían viajado a Sudamérica para su entrevista habían sido Stan y Kohaku, que además sumaban la curiosidad y el jugoso dato sensacionalista de que la última vez que habían estado en ese lado del continente americano, habían sido mortales enemigos y se habían enfrentado cara a cara, y años después volvían a encontrarse como aliados, siendo parte de la tripulación que salvó el mundo. Los dos rubios ya estaban acostumbrados y se reían por dentro de las repetitivas preguntas que buscaban saber cómo se habían sentido con ese cambio, siendo que se los veía relajados y con una amistosa relación. Ambos eran agradables y carismáticos, Kohaku mucho más extrovertida y efusiva que Stan, quién encantaba por su parte con su atractivo, confianza y serenidad, aunque tenía también un humor provocador.

Lo único que era un tanto incómodo de esos viajes, además de las largas horas de vuelo que tenían a veces, era el abrupto cambio de estación cuando iban del hemisferio norte al sur, o a un país con un clima más extremo. En esa ocasión, ellos habían partido de Japón en un invierno bastante frío, para encontrarse con un verano latino que los derretía bajo el sol. Stan estaba bastante acostumbrado a usar su uniforme militar largo en cualquier estación y temperatura, gajes del oficio, mientras que Kohaku también seguía usando su viejo y sencillo vestido azul de la aldea Ishigami, el cual era bastante conveniente para no sufrir el clima caluroso, así como se había acostumbrado su cuerpo luego de tantos años a soportar bajas temperaturas con ese mismo vestido, y sólo con el abrigo de su capa de tela y piel animal, y unas botas para sus pies.

Normalmente ese cambio no suponía un problema por mucho tiempo, ya que Francois solía ir a buscarlos en coche al aeropuerto, pero en la ocasión de la vuelta de ese viaje, la mayordomo había ido a acompañar a Ryusui a otro lugar, y él tenía siempre la prioridad por el vínculo de trabajo con la familia Nanami. Por lo que cuando aterrizaron, a Kohaku y Stan no les quedó de otra que hacer el recorrido de vuelta solos. Como ambos eran sencillos y no gustaban de cargar equipaje de un lado a otro, solían dejar un bolso con mudas de ropa y accesorios de higiene directamente en una sala del aeropuerto, luego los asistentes del lugar se encargaban de enviárselos.

Los dos seguían viviendo en el reino científico, Kohaku tenía su propia cabaña allí junto a la aldea, y Stan también se había asentado junto a sus colegas estadounidenses, no habían vuelto al castillo más que para algún viaje corto. A medida que seguían expandiéndose y construyendo ciudades más parecidas a las que solía haber en el mundo moderno, el único que quiso hacerse una “elegante casa” extra fue Xeno, bien lejos del enorme laboratorio principal en el que seguía trabajando junto a los científicos, ya que su filosofía era tener un espacio lejos de su trabajo para poder descansar apropiadamente.

Esa tarde que habían aterrizado, en cuanto habían salido del aeropuerto se habían encontrado con un frío crudo que no esperaban, para colmo todo nublado y ni un rayo de sol se filtraba para aliviarlos con un poco de calor. Stan vestía sólo su uniforme y Kohaku su vestido, la capa y las botas, por lo que ambos se estremecieron ligeramente reconociendo que estaban en el punto límite de necesitar más abrigo. Al rato que habían empezado a caminar, ya que para ambos era algo agradable hacer largas caminatas de al menos seis kilómetros, tuvieron la desventura de que había empezado a nevar. En un primer momento habían sido sólo unos suaves copos de nieve, que incluso los había hecho sonreír. Sin embargo, cuando habían recorrido unos tres kilómetros, la nevada se había vuelto más copiosa y molesta.

Se sobresaltaron cuando de pronto una puerta se abrió, una ciudadana saludándolos desde la puerta, aunque se veía preocupada en su rostro.

- ¡Deben apurarse! ¡Anunciaron por la radio que está llegando antes de lo previsto un temporal de nieve muy fuerte!

- Gracias por el aviso –Contestó Stan con voz fuerte y clara.

La mujer asintió y se metió en su hogar, y los dos se miraron e hicieron una mueca.

- Vaya recepción, justo cuando Francois no pudo venir a recibirnos, y rechazamos a los demás que se ofrecieron –Murmuró Kohaku resignada.

- No sabíamos que iba a ponerse así, y no estaba nada mal la idea de estirar las piernas. Tanto vuelo y transporte estos días, ya me quedó el trasero cuadrado.

- A mí también –Rió la rubia, divertida con la imagen.

- Si se pone feo, de todas formas lo mejor será ser precavidos y buscar refugio hasta que pase. Si no me equivoco… –Entrecerró los ojos y miró unos puntos de referencia alrededor– Estamos aproximadamente entre uno y dos kilómetros de la casa de Xeno, podemos quedarnos ahí. No hay nadie, así que nos ahorraremos la incomodidad de pedirle a alguna otra persona que nos reciba.

- ¡Ja! “Nada mal” –Aceptó Kohaku, bromeando con la frase insignia de su compañero, a lo que él la miró alzando una ceja, sonriendo.

- Es que no está nada mal de verdad, creo que no conoces la casa por dentro. Con lo exigente y elegante que es él, es un lujo comparado con nuestras viviendas.

- Está bien, se lo merece, Xeno trabaja muy duro. Y por esta vez nosotros podremos aprovecharlo. ¿No se enojará de que le vamos a invadir la casa?

- No, y es por seguridad nuestra, lo entenderá. Mientras dejemos todo ordenado y pulcro como lo encontremos, no ladrará.

Caminaron lo que quedaba a un paso mucho más acelerado, lo que no supuso ninguna exigencia para ellos. Finalmente llegaron, habían dado un par de vueltas más ya que Stan no recordaba exactamente la calle. Como allí todo era tranquilo y seguro, no había necesidad de cerraduras, por lo que entraron a la casa directamente activando el picaporte. Apenas entró, Kohaku soltó una exclamación de sorpresa y entusiasmo, no podía creer lo grande y distinta que era esa casa. Paredes claras impolutas, techo alto, una sala de estar en el que había un sillón largo en el que cabían hasta cuatro personas cómodamente sentadas, una chimenea a leña, una mesa rectangular con sillas alrededor, y había al menos tres o cuatro puertas más para el resto de los ambientes.

- ¡Esto es enorme! ¡Nunca había visto una casa así, y con este estilo! –Exclamó con ingenuidad la rubia.

- Sí, Xeno se consintió bastante. Tiene la estructura y diseño de las casas de nuestro país, al menos una forma de no sentir tanta nostalgia –Frunció el ceño al mirar el techo– Aunque nos jugará en contra que tenga techo alto, costará mantener caliente la casa. A él le funciona porque detesta el calor.

- Sólo estaremos aquí por unas horas, tampoco será un gran problema.

- Voy a encender el fuego en la chimenea para que se vaya calentando el ambiente.

- Estaría bien. ¿Tengo que traer leña?

- No, aquí hay una reserva. Luego buscamos más, primero entremos en calor.

No tenían mucho que acomodar ya que sólo llevaban lo puesto, por lo cual se quedaron allí parados. Stan se miró el uniforme, así como la ropa y botas de Kohaku.

- Quitémonos la ropa cuanto antes, está húmeda de la nevada. Si la dejamos cerca se va a secar, lo cual será mejor para la vuelta.

- ¡Buena idea, Stan!

Kohaku asintió, y sin demora ni irse a otro lado empezó a quitarse su capa de abrigo y su vestido, que era cierto que estaba todo frío y húmedo, ni hablar el calzado. Al darse cuenta que Stan estaba quitándose lo suyo también con toda naturalidad cerca de ella, rió por lo bajo, que igualmente fue oído por el soldado, quién la miró con curiosidad.

- ¿Qué fue lo divertido?

- Que no te diste vuelta ni te incomodó que yo me desvistiera aquí también.

- Ah –Mostró una media sonrisa– Eso es porque ya te conozco, y sé que no te importa en lo más mínimo hacerlo frente a otro, hombre o mujer.

- ¡Ja! No, es verdad –Asintió con una sonrisa más amplia.

- Desde los entrenamientos de astronauta, creo que no te faltó nada por mostrar.

- ¡Oye, que igual siempre estaba algo vestida! –Protestó un poco avergonzada.

- Lo sé, era una broma. ¿Lo ves? Un poco te importa.

- Es que son dos cosas distintas, no me molesta cambiarme, pero tampoco estoy caminando desnuda por todos lados. Como sea, olvídalo, yo fui la que empezó.

- Ven, vamos a ver si hay algo que podemos ponernos para no pasar frío aquí dentro.

- ¿Ropa de Xeno?

- Sí, al menos para ti. Aunque... –la miró de arriba abajo rápidamente, pensando en lo incompatible que era la figura generosamente curvilínea de su compañera con la esbelta de su amigo– Veremos qué puede funcionar.

- ¿Y para ti?

- No creo que me sirva nada, me va a quedar chico todo lo de él. Quizás un abrigo o un saco me quede apretado pero tolerable.

Se dirigieron al dormitorio de Xeno, y Kohaku volvió a mirar alrededor admirada. Tampoco podía creer lo grande que era la cama, allí cabían cómodamente hasta tres personas juntas. Tocó el esponjoso colchón cubierto con sus prolijas mantas, y sonrió cuando tuvo una divertida idea. Hizo un salto con buen impulso para aterrizar en el medio de la cama, y soltó una carcajada cuando su cuerpo rebotó. Stan la observó con una sonrisa amplia, esa era la reacción normal e inocente de cualquier persona fascinada con un colchón nuevo, le trajo recuerdos.

- Que Xeno no se entere de que estás saltando en su cama, o se quejará de lo poco elegante que estás siendo con sus cosas.

- Perdón, fue irresistible –Murmuró con una mezcla de culpa y picardía.

- Lo sé, todos lo hicimos alguna vez –Desestimó, guiñándole un ojo– Las camas tan grandes dan ganas de hacer eso. Bueno, veamos qué hay por aquí.

Stan abrió el armario que tenía toda la ropa prolijamente colgada y doblada de Xeno, y sacó una camisa al azar, que se la dio a Kohaku para que se la probara. Pareció quedarle bastante bien, larga hasta los muslos, hasta que llegó el momento de cerrar los botones, y fue evidente que los que estaban a la altura de sus pechos no iban a cerrar, así como tampoco los que terminaban a la altura de la cadera. Ella pareció satisfecha, a pesar de que no le convencía que le quedaran tan largas las mangas, pero Stan no pudo evitar notar la imagen tan sensual que ella ofrecía. Lo que era peor, como la había visto anteriormente más veces en ropa interior mientras ella se cambiaba, el verla con una camisa de hombre y la piel de sus pechos y muslos expuestos a medias le resultaba incluso más sensual. Tuvo que rechazar el tentador pensamiento de su mente, y la dejó elegir si quería quedarse con eso puesto o no, mientras buscaba más ropa.

- No es lo más cómodo, pero me mantendrá más caliente –Observó la rubia– ¿No hay un pantalón también?

- No te quedará.

- Si no me lo pruebo no lo sabré.

- Sí, sé. No te va a subir por el… –Se detuvo a tiempo para corregirse– Por los muslos. Tendrá que alcanzarte con eso, luego puedes cubrirte con una manta el resto del cuerpo.

- Está bien, de todas formas no es tan distinto a lo que cubre mi vestido, me las arreglaré.

Stan asintió, y buscó algo para él. Encontró un saco largo negro, otro que su amigo tenía de cambio, y se lo probó directamente sobre su torso desnudo. Ni bien empezó a ponérselo, hizo una mueca cuando ya sintió sus brazos bastante más musculosos entrando con dificultad, no podría siquiera flexionarlos luego. Si lo dejaba abierto podría considerarlo aceptable, no había forma de que cerrara ni un solo botón, pero no podía con tan limitada movilidad de sus brazos, prefería también quedarse en ropa interior hasta que se secaran sus ropas, y cubrirse con una manta de abrigo.

En ese momento fue Kohaku la que se quedó mirando unos segundos más de la cuenta al estadounidense, y cómo lucía esa ropa tan ajustada que a la vez exponía su musculado pecho y abdomen, y todo lo que estaba más abajo. No supo por qué le llamó tanto la atención y le generó un poco de calor incluso, estaba más que acostumbrada a ver hombres encuerados ya que al menos Tsukasa y Hyoga la mayor parte del tiempo habían estado así bajo sus capas, pero había algo distinto y más llamativo en los finos y a la vez masculinos rasgos de Stan, además de su actitud, que la volvió más consciente de su atractivo en ese momento.

- No, no funciona, maldito flacucho –Gruñó– . Toca cubrirse con una manta y quedarse cerca del fuego.

- Suena bien igual. Podríamos hacer un té para entrar en calor.

- Sí, eso no estaría nada mal. ¿Sabes usar la estufa que tiene esta cocina?

- Eeeh… No –Admitió avergonzada– ¿Me enseñas?

- Claro.

Luego de encontrar dos mantas de abrigo que no era demasiado grande ni pesada, las llevó a la sala de estar para dejarlas apoyadas en el sillón, y se dirigieron juntos a la cocina para encender la hornalla, alimentada por las garrafas de gas. Para no sentirse tan inútil, Kohaku había llenado una jarra de metal con agua, así como había encontrado dos tazas y las hebras de té. Como Xeno era tan pulcro y organizado, le había resultado muy fácil encontrar todo, cada envase o lata de acero inoxidable tenía su etiqueta. Cuando estuvo listo, sirvieron allí la bebida y cada uno llevó la suya a la sala de estar, donde se sentaron bien cerca del fuego de la chimenea, y se envolvieron en las abrigadas mantas. Luego del primer sorbo de la caliente bebida que los reconfortó por dentro, suspiraron profundamente al unísono, por lo que se miraron y sonrieron.

- No hay nada como sentir el té calentando la boca y el cuerpo cuando hace tanto frío alrededor, ¿eh? –Dijo Kohaku satisfecha.

- Sí, aunque yo iba a decir lo mismo de descansar frente a una chimenea así, hay algo muy familiar y hogareño, mucha tranquilidad, me gusta.

La joven asintió, y cerró los ojos para saborear ambas experiencias, verdaderamente agradables. Como no tenían mucho que hacer hasta que se secara la ropa y dejara de nevar, se quedaron allí sentados en un cómodo silencio. Sin dudas el sillón sería más cómodo para sentarse largo rato, pero estaba demasiado lejos de la chimenea y había una mesa baja grande en el medio, tampoco querían desacomodar tanto por un rato.

Sin embargo, un par de horas después vieron que empezaba a atardecer, la nieve no paraba, incluso parecía más copiosa.

- Me parece que tendremos que pasar la noche aquí –Dijo Stan.

- ¿Habrá comida, o tendremos que aguantarnos?

- Estamos hablando de Xeno, Kohaku, por supuesto que tendrá reservas de comida, al menos de las secas. Hablando del rey de Roma, deberíamos decirle que estamos aquí, ya le debe extrañar que nuestro avión llegó, pero nosotros no.

Stan se puso de pie, y buscó el teléfono fijo. Llamó al laboratorio, se imaginaba que su amigo todavía estaría allí trabajando. No atendió él, pero le pasaron la llamada de inmediato.

- ¿Stan? ¿Dónde estás?

- En tu casa de descanso. Estamos aquí con Kohaku.

- ¿Por qué están ustedes en mi casa?

- Estábamos volviendo del viaje, y empezó a nevar. Un ciudadano dijo que se avecinaba un fuerte temporal de nieve, y estábamos relativamente cerca de aquí, por lo que nos refugiamos aquí. Pero la nevada no afloja, así que lo más seguro será quedarnos esta noche.

- Entiendo. Sí, está bien, no hay problema… Mientras no desacomoden mucho las cosas.

Stan rodó los ojos mientras sonreía, Xeno era demasiado previsible.

- Hay comida y suficiente leña, que luego tendrán que reponer. Y no se les ocurra acostarse en mi casa vestidos con sus ropas sucias.

- Oye, tampoco digas “sucias”. De todas formas estamos sin ellas, se están secando –Miró a Kohaku de reojo, y se giró para darle la espalda y hablar en confidencia en inglés, con una sonrisa llena de diablura– A Kohaku no le queda nada mal tu camisa, qué lástima que todavía no haya smartphones con cámara para mostrarte.

- ¿Qué…? –Su turbación fue evidente, mientras se hacía una imagen de la situación completa– ¡Stan!

- Sólo digo. Te dejo trabajar, supongo que mañana nos volveremos a ver.

- No, espera… El temporal que se avecina esta noche de verdad va a ser muy fuerte, lo hemos comprobado, y se esperan más nevadas al menos el día de mañana. Es probable que haya una acumulación de nieve de hasta veinte centímetros en algunas zonas, no será buena idea moverse.

- ¿Estás diciendo que mejor nos quedemos aquí hasta que se derrita la nieve o que alguien pueda venir a buscarnos de forma segura? No me molesta y no estoy apurado, pero Kohaku y yo somos resistentes, podemos intentar volver en cuanto mejore un poco.

- ¿Para qué arriesgarse? Y si algo pasa o luego se enferman, eso no será nada elegante. Hay provisiones para varios días.

- De acuerdo, entonces nos quedamos aquí –Sonrió a medias– Será como revivir la experiencia del cohete, sólo que aquí tendremos menos cosas para hacer aún.

- Se las arreglarán, aunque me temo que a la enérgica Miss Kohaku no le gustará tanta pasividad.

- Ya lo veremos.

Luego de despedirse, Stan cortó la llamada, y le confirmó a la joven que iban a quedarse allí no sólo por esa noche, sino probablemente el día siguiente también, por el inoportuno temporal. La mirada alrededor que Kohaku dedicó a la casa bastó para evidenciar que se estaba preguntando qué haría con tanto tiempo libre, cuando encima esa no era su casa y no tenía sus pertenencias. Él la entendía, se encontraba en la misma situación, por lo que se imaginó que al menos iban a recuperar mucho descanso y dormir largamente.

Una hora más tarde se fijaron en la cocina qué había para cenar, y encontraron afortunadamente varias latas de conservas de carnes y vegetales, aceite, huevos, mucha harina de maíz y arroz, además de unos vegetales deshidratados. Stan se ofreció a cocinar, lo cual le vino genial a Kohaku ya que ella no tenía esa práctica con aquellos productos. Se tomó un buen tiempo para preparar un arroz con verduras y algo de carne, además de hacer un sencillo pan de maíz que iba a servirles también de desayuno.

- ¡Mmmm! ¡Huele muy bien! –Exclamó Kohaku, que ya se le había hecho agua la boca– ¡Ja! ¡De verdad sabes cocinar, Stan, qué inesperado!

- ¿Cómo crees que hice para vivir en el siglo XXI, y estos últimos años? Es lo elemental.

- Igual, me sorprendí. ¿Podemos comer de la olla directamente?

- Cuantos menos trastos tengamos que limpiar después, mejor, así que no tengo problema. Y menos mal que no está Xeno aquí para joder con su elegancia y etiqueta –Dijo burlón– Lleva esto a la mesada de la sala, yo voy a buscar las cucharas, vasos y algo de agua fresca.

Una vez listos, empezaron a comer y hundieron sus cucharas en la modesta cena, no podían permitirse ser abundantes con la cantidad para no agotar las reservas antes de tiempo, por lo que al menos compensaba con el buen sabor. Para colmo, los dos eran de buen comer, así que se llenaron con el pan de maíz. Quedaron bastante satisfechos, y disfrutaron de estar allí sentados junto a la chimenea, hasta que la leña se consumió y Stan decidió apagarla, iba a ser mejor irse a dormir. El soldado se detuvo a pensar que no les quedaba de otra que compartir la cama, aunque con lo grande que era y que a Kohaku no solía importarle ni se avergonzaba fácilmente, no creía que hubiese problema. Como pensaba, ella no puso objeciones, pero ni bien entraron al dormitorio, la rubia se estremeció visiblemente.

- ¿No hay calefacción aquí? –Preguntó Kohaku, sentía demasiado fría la habitación.

- Me temo que no.

- ¿Y no podemos dormir en la otra sala?

- Ya apagamos el fuego, y tampoco deberíamos usar demasiado los recursos, en especial si no sabemos cuándo mejorará el clima, tenemos que cuidar la leña que queda.

- Hmm, de acuerdo –Murmuró resignada.

- Ah, y Xeno nos mataría si nos metemos en su cama vestidos y con nuestra ropa usada, por más que se haya secado. Así que tendremos que dormir sólo con la ropa interior –Y continuó, al verla que iba a protestar– No te preocupes, nos vamos a tapar con todas las mantas que podamos.

- Si no queda de otra.

Como la cama tenía sus propias y más pesadas mantas, se sacaron las que cubrían sus cuerpos -lamentándolo porque estaban muy calentitos y cómodos ya- y se metieron en la cama, Stan del lado izquierdo y Kohaku del derecho. A la rubia se le puso la piel de gallina cuando sintió las frías sábanas contra su piel, y tembló de pies a cabeza ante la horrible sensación, lo último que faltaba. No importaba la cantidad de mantas que se pusiera encima, las sábanas estarían frías hasta que se acostumbrara. Se hizo un ovillo, tratando de hacerse una bola de protección y calor con el abrigo. Por su lado, en ese momento fue Stan el que se estremeció cuando quedó casi destapado, el aire fresco contra su piel, además de haber experimentado el mismo fresco desagradable de la tela.

- Oye, no te lleves toda la manta, somos dos aquí.

- ¡Ah! Perdón, Stan, me acostumbré a dormir sola.

- Sólo no jales demasiado, trata de quedarte con tu mitad, no puede separarse en dos la frazada.

Una vez que recuperó su abrigo, Stan se giró de lado, dándole la espalda a Kohaku para evitar la incomodidad de estar tan cerca y con tan poca ropa. No era realmente incomodidad, no le desagradaba para nada, e instintivamente sentir el peso de otra persona en la cama a su lado le traía gratos recuerdos. Por su parte, la joven se encontró con la “pared” que era de pronto la amplia y fuerte espalda de Stan, y le resultaba raro el dormir en esa cama grande con alguien más. Era cómodo, pero se preguntaba si los movimientos de uno u otro al dormir no iban a despertarlos eventualmente, esa era la ventaja de las bolsas de dormir o las camas individuales.

Kohaku no podía librarse de la molesta y fría sensación de la habitación y de las sábanas, incluso la almohada en la que apoyaba su cabeza estaba demasiado fresca todavía. Suspiró resignada, cerrando los ojos para tratar de atraer el sueño. Sin embargo, unos minutos después empezó a percatarse de un agradable y sutil calor cercano, procedente de la espalda de Stan. Era tentador buscar al menos un poco de sentir esa sensación más cálida, por lo que mínimamente se arrastró como una oruga para acercarse. Él no pareció percatarse, quizás hasta estaba dormido, por lo que ella se relajó y cerró los ojos, sonriendo más a gusto de esa peculiar sensación confortable de tener a alguien cerca, no estaba incómoda ni nerviosa, además de que confiaba en el soldado.

Sin embargo, la quietud no duró mucho, cuando de pronto Stan se removió y acabó chocándose contra ella, de lo cerca que se había puesto la joven. Se sobresaltó y abrió los ojos, girando la cabeza para sorprenderse al encontrarla tan cerca, y que lo miraba apenada.

- ¡P-Perdón! –Se disculpó, muy sonrojada, avergonzada de que al final él se diera cuenta– Me acerqué porque sentí el calor de tu cuerpo, sólo eso, no quería invadir tu espacio… Yo…

- Está bien, no te preocupes –La calmó, notando lo nerviosa que se había puesto. Se giró para quedar frente a frente con ella– ¿Tienes frío todavía?

- Sí… Con mi vestido no suelo pasar frío porque es de cuero animal, y lo mismo con mis abrigos y mantas, me acostumbré así pese a lo “moderno” de estas telas y camas. Pero aquí no logro entrar en calor.

- Entiendo. Hay algo que podemos hacer, si no te incomoda. Es una forma comprobada, y la más efectiva para ayudar a templar a alguien.

- ¿De qué se trata?

- Compartir calor corporal mediante cercanía, en un abrazo o algo así –Intentó decirlo lo más casual y serio que pudo– Funciona mejor con poca ropa como estamos nosotros, ya que así se transfiere con más facilidad el calor de un cuerpo a otro, del más cálido al más frío.

- Ah… ¿Dormir abrazados, dices? –Preguntó con duda, creyó entender eso.

- Sí. Si no estás segura o te incomoda no te preocupes, no te sientas presionada. A mí no me molesta, y es lo único que se me ocurre para ayudarte.

- Hmmm… Bueno –Aceptó, sin pensarlo demasiado– Algo así pensé antes, cuando me fui acercando a ti sentí calor, funcionó.

- ¿Segura que es sólo por eso que quieres acercarte tanto a mí y que te dió calor cuando lo hiciste? –Bromeó Stan con tono acaramelado y juguetón, provocándola.

- ¿Qué…? ¡Ay, calla! –Se sonrojó furiosamente, y se alejó de él, indignada, volviendo a hacerse un ovillo– Olvídalo, voy a entrar en calor sola tarde o temprano.

- Era una broma, ven aquí –Rió Stan suavemente, y la jaló para acercarla a su cuerpo, abrazándola con fuerza para vencer la resistencia temperamental de ella– Necesitas entrar en calor, y es cierto que entre dos es más fácil lograrlo y mantenerlo, ya que no tenemos otra fuente.

- Bueno… Pero compórtate.

Luego de atraparla en sus brazos y que ella ya no se resistió, el rubio respiró profundamente, y se quedaron los dos quietos y tranquilos un rato. Stan sonrió un poco contento, tenía que admitir que era agradable y se sentía bien esa calidez y esa cercanía, así como los buenos y tiernos recuerdos de abrazar suavemente a una mujer. Le generaba un poco de ternura esa nueva faceta de Kohaku, siempre ella era tan independiente, enérgica y directa, que se relajara y se mostrara así de confiada y hasta un punto vulnerable. Instintivamente le despertaba protegerla y cuidarla, asegurarse de verla bien. Respiró profundamente, la calidez empezando a darle sueño, por lo que adelantó las piernas al buscar acurrucarse más contra ella, hasta de que de pronto se sobresaltó.

- ¡Ah! –Jadeó Stan sonoramente, con una inspiración brusca, como si se hubiera asustado.

- ¡¿Qué pasó?!

- Tus pies… Están congelados, mujer

- ¡Perdón! ¡Te dije que tenía frío! –Rozó los de él una vez más, y pudo verle a pesar de la oscuridad los ojos entrecerrados y guardando otra queja– Es injusto, los tuyos están calentitos.

Stan suspiró, y la miró en silencio, para al fin apiadarse de ella.

- Si quieres puedo frotar tus pies entre los míos, a ver si con la fricción generas un poco más de calor.

- ¿Podrías hacerlo? –Lo miró con ruego– Lo que sea para librarme de este endemoniado frío. Si tuviera algo más de ropa quizás no estaría tan congelada.

- Como si me quedara otra opción, si me pones esos ojos de cordero degollado.

- ¿De… qué? –Preguntó Kohaku, que nada de eso tuvo sentido para ella, y apenas contuvo una risa burlona.

- Es un decir, no le des vueltas. Es como los chistes, pierde la gracia si los explicas.

- No, pero… ¿Cómo es la mirada de un cordero degollado? –Insistió, jocosa.

- Así como la tuya ahora, ya –Contestó Stan, empezando a avergonzarse de haber usado esa frase.

- Pero si al cordero lo degollan, pierde la cabeza. Así que… ¿cómo es que tiene le ves la expresión, si ya no tiene la cabeza?

- Buen punto, nada mal. Pero cállate, o te dejo morirte de frío y esos cubitos que tienes por pies van a quedarse así –Amenazó, aunque sonriendo un poco.

- No vas a poder hacerlo, ahora que expusiste tu debilidad.

- ¿Mi debilidad? No tengo debilidades –Declaró con soberbia.

- ¿Ah, no? –Dijo con malicia– ¿Qué tal esto?

Rápida, Kohaku aprovechó que tenía las manos frías también para apoyarlas en el torso de Stan, al mismo tiempo que hizo lo mismo con las plantas de los pies en los muslos de Stan, quién jadeó de frío y soltó un insulto ante la repentina sensación.

- ¡Aléjate! ¡Mujer Yeti! –Stan le atrapó las manos para que no lo volviese a tocar, mientras trataba de alejar sus piernas del alcance de ella.

- ¡¿Qué es un “Yeti”?!

- Es un gorila gigante que vivía en las nieves –Explicó con burla.

- ¡¿Tú también con eso?! ¡No soy una gorila!

- Si sigues peleándome así de fuerte y toda fría, no estás muy lejos, mujer Yeti.

Ante eso, Kohaku se lo pensó dos veces y dejó de forcejear, aunque hervía por dentro. En su lugar, soltó su indignación y se mostró herida por el poco caballeresco comentario -Stan nunca la había llamado así antes, eso sólo era un feo apodo de Senku y Chrome- al darse vuelta y arrastrarse al borde de la cama, jalando con fuerza todas las mantas para cubrirse ella, dejando a Stan totalmente destapado. El soldado siseó al instante por el aire fresco que recorrió su cuerpo, pero como ella no le había contestado ni siguió moviéndose, se le quedó mirando con culpa de haberla molestado, no se esperaba que ella fuera tan sensible a los chistes burlones, había sido bastante divertido hasta ese momento, lo cual también era inusual entre ellos.

- Hey… Kohaku, ¿de verdad te enojaste por eso? –Preguntó, dudoso.

En lugar de contestar, la rubia se hizo un ovillo más apretado. Si alguien que nunca había escuchado ese apodo también le decía algo parecido, era porque ella debía de estar actuando así. Estaba molesta con él, pero más consigo misma, era evidente que ella no era alguien que supiera bromear ni tolerar bromas, el humor no era lo suyo.

- Perdón, no quise ofenderte –Continuó Stan– ¿Tregua de paz?

- No me gusta que me traten de gorila, leona o cualquier otro animal salvaje sólo porque soy fuerte. Soy una mujer, ¿no puedo simplemente ser una mujer fuerte?

Stan entendió que sí había sido eso lo que le había dolido a su compañera, y no podía negar que tenía la razón. Estiró una mano para apoyarla sobre la espalda de ella por encima de las mantas, a modo de suave caricia de consuelo.

- Sí, eres una mujer fuerte, y tu fuerza ayudó a salvar a la humanidad –Reconoció con tono sereno– No volveré a bromear con eso si no te divierte, no era mi intención herir tus sentimientos, Kohaku.

Luego de unos segundos, la joven soltó la férrea posesión de las mantas, permitiendo recuperar a Stan “su parte”. Una vez bien tapado nuevamente, el soldado se le quedó mirando, esperando que ella decidiera voltear una vez más. Tentando su suerte, y la paciencia de la joven, quiso hacer las paces y se acomodó detrás de ella aunque sin invadirla, rodeándola muy suavemente por encima del abrigo, invitándole de esa forma indirecta a que volvieran al plan original de compartir la cercanía para que el calor corporal de ambos ayudara a que se le pasara el frío.

- ¿Estarías más cómoda de frente o de espaldas a mí? –Preguntó el soldado– Si no te molesta, de frente puede ser la mejor opción, ya que el cuerpo irradia más calor por el pecho, cara y abdomen que la espalda.

Al escuchar eso, Kohaku se giró lentamente, todavía en silencio. En un gesto conciliador, Stan sonrió y abrió sus brazos para animarla a acercarse, y así quedaran ambos más centrados en la cama. Cuando ella finalmente se quedó a un palmo de distancia de él, bajando un poco la cabeza para no mirarlo a los ojos, el soldado completó la distancia que los separaba y la rodeó con sus fuertes brazos colándolos por debajo de las mantas, y así transferir su calor con más eficacia.

Kohaku agradeció la oscuridad que los rodeaba para no evidenciar su repentino sonrojo, nunca había estado tan cerca de Stan de esa forma, y por más que fuera algo inocente y con el objetivo de lidiar con el frío alrededor, una parte de ella empezó a ser consciente de que estaban semi desnudos y compartiendo la misma cama. Juntó sus brazos flexionados y los acercó a su pecho, de esa forma al menos no tenía que pensar en si devolverle o no el abrazo, o si se pondría más o menos cohibida con eso. Sin embargo, no tardó en darse cuenta que lo que decía el hombre era bien cierto, podía sentir con mucha más claridad el calor que emanaba el cuerpo de él, y podía sentir su cálida respiración soplando junto a su frente.

- ¿Estás mejor, se te pasó un poco el frío? –Preguntó Stan en un susurro.

- Sí.

- Podemos dormir así para mantenernos calentitos y dormir mejor, aunque eres libre de alejarte en cuanto quieras.

- Está bien., sí.

El rubio acomodó ligeramente su cuerpo, y sus piernas volvieron a chocar con los fríos pies de Kohaku. En lugar de bromear o volver a acotar sobre eso, lo dijo con tranquilidad y confianza.

- Voy a hacer lo de frotar nuestros pies a ver si también entran en calor así, es más difícil dormir cuando los sentimos fríos.

- Gracias –Murmuró la joven, estirando sus piernas para que estuvieran más alineadas con las de Stan y así facilitarle la tarea.

El soldado empezó a mover sus pies en forma de una suave caricia alrededor de los pies y pantorrillas de ella, y no tardó en soltar una breve risa por lo bajo, tenía su gracia y un poco de torpeza hacer eso, además de que sentía unas ligeras cosquillas. No fue el único, ya que percibió que Kohaku estaba sonriendo también, aunque tratando de contener su risa. Aliviado con que ella había recuperado el humor, y reconociendo lo gracioso y a la vez hasta tierno que era eso, Stan dejó salir una risa más audible, aunque con la boca casi cerrada. Eso contagió y relajó a la rubia, que también se tentó y dejó salir unas risillas.

Pasaron unos breves minutos en que ambos reían tontamente, el soldado eventualmente logró sincronizar sus pies de una forma más fluida y que parecía más un masaje, y ya podía sentir que los pies de Kohaku habían tomado una temperatura más pareja con la de él. Si se preguntaba cuándo había hecho algo así con una mujer anteriormente, la respuesta era probablemente “nunca”, y lo más asombroso era ese nivel de simple ternura y hasta intimidad aunque no hubiera una intención romántica entre ellos. No eran más que compañeros y colegas, quizás podían considerarse amigos ya, y sin embargo allí estaban, acurrucados durmiendo juntos apenas en ropa interior -aunque eso por fuerza mayor de que no tenían unas condiciones más apropiadas y decentes-, haciendo esas cosas que podrían considerar casi bochornosas ya que no tenían el grado de confianza e intimidad para eso.

A pesar de esa aparente realidad, Stan no podía ser hipócrita y negar que no la había apreciado más de una vez como una hermosa mujer, Kohaku tenía no sólo un rostro fino y bello, sino que su figura atlética y a la vez curvilínea y generosa en los mejores lugares rozaba la perfección. Si a eso le sumaba su increíble agilidad, velocidad y fuerza, era casi increíble, apenas había conocido un par de mujeres que reunieran todas esas características en la misma persona. Pero siempre la había considerado y tratado con respeto y compañerismo, nada más, quizás porque una parte de él no lograba reconciliarse con el hecho de que en el pasado habían sido enemigos y le había disparado por cumplir con su misión, y simplemente habían pasado página, nunca le había preguntado si ella lo había perdonado por eso.

Posiblemente tenía su respuesta sin palabras allí mismo, dudaba que Kohaku, más con lo honesta y directa que era siempre, albergara algún resentimiento hacia él, y a la vez le permitiera esa confianza y cercanía, brevemente amenazada cuando él le había herido su orgullo femenino. Cuánta fuerza y sensibilidad albergaba esa joven, era digna de admiración y de interés, sin dudas. Junto con la conclusión de sus pensamientos fue que notó que al fin la rubia estaba ya bien calentita de pies a cabeza, y suspiró aliviado.

- Gracias, Stan, me siento mucho mejor –Murmuró ella, y se animó a quitar los brazos del frente de su pecho, bajando al fin sus defensas.

- Me alegro. Yo también me siento mejor.

- No… No me molesta quedarnos así –Admitió un poco sonrojada– Si dices que ayudará a que no nos vuelva el frío.

- Así es. Mientras mantengamos el calor, dormiremos mejor.

- Bien, confío en eso entonces.

- Buenas noches.

- Para ti también.

Quedándose al fin quieto, Stan se acomodó a una posición más cómoda y flexionada de todo su cuerpo, y mantuvo un abrazo suave alrededor de los hombros de Kohaku, que alcanzó a apoyar su cabeza rozando el pecho de él. Los cuerpos de ambos estaban enfrentados cerca y sin tocarse más, excepto las piernas que habían quedado ligeramente entrelazadas. Con los ojos cerrados, sintió cómo ella se movía cada tanto para acomodarse, le pareció que estaba permitiendo relajarse poco a poco, lo cual lo hizo sentir bien, dejaba un buen sabor saber que confiaban en él. Se dejó vencer por lo confortable que se sentía, una paz y bonita serenidad, era increíble cómo podía cambiar el ánimo una simple cercanía y abrazo.

Cuando Kohaku volvió a abrir los ojos, la luz natural de un nuevo día llegó a ella, aunque era una luz más bien gris y opaca, que no invitaba a levantarse enérgicamente para ver lo que deparaba el día. Sin embargo, dicha luz fue suficiente para revelar su situación. Si bien sabía que se había quedado dormida muy cerca de Stan, a causa del eficiente método de compartir calor corporal que la ayudó mucho, era muy distinto verlo con toda claridad. Empezó a sentir su propio cuerpo a medida que despertaba, y con ello sintió también el peso de la mano grande del soldado sobre ella. Él se veía profundamente dormido todavía, y el brazo que había quedado rodeando el hombro de ella por la noche se había deslizado hacia abajo, cómodamente apoyado en la cintura de la joven, anclado allí gracias a las curvas del cuerpo.

La rubia sintió su corazón dar unos latidos más fuertes y rápidos al percatarse de aquello, en especial porque se sentía natural e íntimo, nunca había despertado con un hombre abrazándola, fuera o no intencional con cariño. Como estaban ambos tapados hasta el cuello, levantó la cabeza y la mirada lentamente hasta encontrarse de frente a la de Stan, y pudo contemplarlo discretamente. Si bien él siempre solía mostrarse sereno, tenía una expresión de total relajo, sus carnosos y cincelados labios entreabiertos mientras respiraba suavemente, sus largas y tupidas pestañas parecían aún más largas, y su flequillo largo cayendo a un lado. Era guapo, muy guapo.

No sabía si moverse o no, no solía quedarse remoloneando en la cama, ella era más de abrir los ojos y levantarse al instante, con las energías renovadas para empezar el día. Sin embargo, esa vez no sólo dudaba si hacerlo para no despertarlo, sino porque de verdad se sentía muy bien estar descansando así, para variar. Un bostezo surgió de pronto de ella, y con ello un breve estremecimiento de su cuerpo entre la rigidez y el posterior estiramiento de desperezarse instintivamente. No pudo evitarlo, y eso bastó para despertar al hombre a su lado, que se removió y emitió un gemido bajo y ronco, mientras batía sus pestañas al abrir los ojos adormilados. Kohaku se sintió culpable de despertarlo, pero quedó inmediatamente atraída por esa mirada color esmeralda que había conectado con sus ojos, inspiró profundamente al quedarse viéndose mutuamente mientras él despertaba del todo.

Stan empezó a situarse en dónde estaba, todavía confundido y arrastrado por el sueño, además de que se sentía como flotando de tan relajado y calentito que estaba, demasiado a gusto. A su vez, era tan raro el darse cuenta que estaba despertando en la misma cama que Kohaku, agregando que se percató de que no se habían separado de la cercanía y del abrazo en toda la noche. Le estaba dando la impresión de que habían dormido más horas de lo habitual, todavía no lo sabía, pero la latencia de su cuerpo por el profundo estado de relajación así lo hacía parecer. Incluso era muy raro para él quedarse dormido de más, tantos años de acostumbrarse a despertar al alba, su reloj biológico lo hacía madrugar, pero curiosamente había “fallado” esa mañana.

Cuando al fin sus ojos se aclararon, se encontró mirando fijamente los grandes y de color aguamarina tan cristalinos como un lago de Kohaku, era fácil perderse en ellos, más estando adormilado y tan tranquilo. De hecho, hacía mucho tiempo que no experimentaba tanta paz, ni urgencia por despertarse y disponerse a trabajar o a entrenar. Y más curioso aún, era lo cómodo y normal que se sentía estando así, como si fuese algo habitual despertar junto a ella, y no la primera vez en su vida, al menos de esa forma. También era la primera vez que despertaba junto a una mujer pero sin que hubiera pasado absolutamente nada romántico o sexual, pura inocencia. Eso lo hizo sonreír por dentro, aunque su gesto se reflejó en la comisura de sus labios y en el brillo de sus ojos.

- Buen día –Saludó Stan con voz suave y una cálida sonrisa.

Kohaku tardó un poco en responder, sus labios se habían entreabierto, pero ninguna palabra había salido de su boca, ya que por un instante se había quedado como hipnotizada con el inesperado tono tan suave y esa expresión de él, que recién en ese momento quitó su mano de encima de ella.

- B-Buen día.

- ¿Dormiste bien toda la noche?

- Sí, no me desperté, descansé muy bien.

- Yo también. Me siento como si hubiera dormido un día entero, y ahora tampoco quiero levantarme.

Kohaku entrecerró los ojos mientras miraba la pequeña ventana que tenía enfrente, detrás de Stan.

- Hmm, no tenemos mucho que hacer de todas formas, sigue nevando, como había anticipado Xeno.

- Eso significa que tenemos otro día completo aquí.

- No lo odio, pero no sé qué hacer con tanto tiempo libre y tan quieta.

- Si hay algo que yo siempre odié, fue levantarme los días que empezaban oscuros. Así que hoy tengo la excusa perfecta para no hacer nada, sin presión.

- Disfrútalo entonces, yo voy a levantarme e iré calentando la casa con el fuego de la chimenea.

Kohaku se giró para el otro lado y se sentó, estremeciéndose un poco al sentir el fresco de la habitación contra su piel, inmediatamente extrañó el abrigo y el calor de la cama. Buscó la cobija que había dejado a un lado la noche anterior, y se cubrió enteramente con ella, caminando luego hacia la sala. Encontró su ropa extendida, y comprobó con alivio que ya estaba todo seco, por lo cual pudo vestirse con todo eso, dejando a un lado la manta. Pensó en abrir la puerta para chequear qué tan grave había sido la nevada, pero le bastó con mirar por la ventana al frente de la casa para saberlo, y quedó boquiabierta: La estrecha calle parecía cubierta por un colchón de nieve blanca e impoluta, las casas, árboles y todo lo que allí había tenía una capa de un par de centímetros por encima. Pocas veces en su vida había visto tanta nieve junta lejos de un bosque o una montaña, de verdad que no había chance de que volvieran al reino científico ese día, probablemente tampoco el siguiente, ya que encima el cielo seguía amenazando con seguir dejando caer más de la nevada.

Resoplando resignada, se dispuso a echar leña en la chimenea y encenderla con fuego, la casa estaba helada. Quería darse un baño caliente, aprovechando que Stan seguía dormitando, así desayunaban luego juntos un té y las sobras del pan del día anterior. De camino al baño, para preparar el agua caliente, dobló la ropa del soldado que también estaba seca, y se la llevó, apoyándola a los pies de la cama, del lado vacío que ella había dejado.

- Gracias, Kohaku.

- De nada. Pensé que estarías dormido otra vez.

- Era la intención, pero no tengo nada de sueño. Ya me imaginaba que no podía ser tan fácil, demasiada costumbre de disciplina y actividad.

Stan dijo eso, pero también había una pizca de otra cuestión: En cuanto la joven se había ido de la cama y la habitación, algo cambió y ya no estaba tan motivado a seguir durmiendo, hasta le estaba empezando a parecer aburrido y una pérdida de tiempo.

- Te entiendo, me pasa igual. Me voy a dar un buen baño, luego si quieres puedes hacerlo tú, así desayunamos después de eso.

- Bien. En el segundo o tercer cajón del armario hay toallas

- Gracias.

Kohaku buscó y encontró una, y se fue a dar ese ansiado y delicioso baño, que fue tan bueno como lo imaginó, le calentó el cuerpo maravillosamente, por fuera y por dentro. No quería salir, pero tenía que dejarle el lugar a Stan, así que se quedó unos pocos minutos más y luego se secó y vistió. Mientras lo hacía, le llegó un aroma delicioso a comida, lo cual fue inesperado. Salió del baño, curiosa.

- ¿Stan? ¿No ibas a bañarte, y luego desayunar? Eso no es olor a desayuno.

- No, es almuerzo. Mira la hora –Contestó, señalando con el cucharón el reloj que colgaba de la pared– Quería tener el desayuno listo para cuando salieras del baño, pero me pareció un poco tarde para eso, de paso ahorramos comida y unimos ambas.

La rubia miró el reloj y quedó boquiabierta, eran las doce y media del mediodía. Nunca en la vida se había despertado a esa hora, excepto alguna vez que había tenido una fiebre alta, o se recuperaba de algún malestar fuerte.

- ¿Tan tarde? No sé cómo sucedió eso.

- Ni yo. Aunque si le buscamos una explicación lógica, acabamos de volver de un continente al otro lado del mundo, exactamente la hora opuesta aquí. Quizás era lo que necesitábamos para volvernos a acomodar.

- Sí, será eso. ¿Te ayudo?

- Con los vasos y el agua, si vamos a volver a comer de la olla no hay mucho que preparar además de eso.

Un rato después la comida estaba lista, y disfrutaron el rico almuerzo igual que la noche anterior, delante del fuego de la chimenea, aunque en esa ocasión estaban los dos ya vestidos normalmente. Stan prefirió bañarse por la tarde, no le gustaba hacerlo con el estómago lleno, y luego de comer tuvieron otra vez la sensación de no saber qué hacer para pasar el tiempo. Como esa era la casa de descanso de Xeno y él vivía solo allí, no había muchas cosas entretenidas, y a pesar de los avances tecnológicos y de comunidad, la prioridad había estado en hacer las ciudades con los servicios básicos cubiertos, por lo que no se habían dedicado al entretenimiento todavía. Tampoco podían salir, por lo que sus únicas dos opciones fueron conversar entre ellos o dormir, además de limpiar un poco la casa.

Entre la limpieza, Stan encontró un mazo de cartas de póker, lo cual fue como un oasis en el desierto. Se las mostró a Kohaku con alegría, hasta que ella reconoció que no sabía ningún juego de cartas, siempre miraba a otros jugar. Eso lo frustró un poco, pero se solucionaba fácilmente, enseñándole las reglas de un par de juegos, al menos ella tenía una excelente memoria, era astuta, y era buena en la matemática básica, por lo que dedicaron la tarde a entretenerse de esa forma, y se divirtieron bastante.

Antes de cenar el soldado se dio su merecido baño, y luego chasqueó cuando por la ventana vio que había vuelto a empezar a nevar, y fuerte, justo que a la tarde se había detenido. Al menos tenía unos atados de cigarrillos más para calmar su frustración y ansiedad por el encierro forzado, aunque desde el entrenamiento de astronauta que había empezado a fumar un poco menos, ya que necesitaba toda la fuerza de sus pulmones sanos, y luego ya se había acostumbrado a mantener esa cantidad diaria más saludable y que a la vez lo mantenía satisfecho.

Al igual que la noche anterior, esperaron a que la leña estuviera a punto de consumirse por completo para irse a dormir. También era agradable cómo compartían ese rato de la cena y hasta acostarse, charlando de sus vidas antes de conocerse, o comparando lo que estaban haciendo en el castillo a la par que desarrollaban el reino científico. Tenían muchas cosas en común en la forma de ver la vida y sus valores, quizás no tanto en cómo hacían las cosas, ya que Stan era mucho más calmo y observador, estratégico y preciso, mientras que Kohaku era mucho más impulsiva e improvisada, le gustaba más la acción que pensar. A pesar de los años que ya se conocían, ambos se dieron cuenta que no lo hacían en profundidad hasta ese entonces, lo cual volvió más grato ese intercambio.

- Bueno, mucha charla por hoy, guardemos algo para mañana, que nos espera otro día de reclusión –Dijo el rubio, poniéndose de pie con agilidad.

- ¡Ja! Si no quieres hablar voy a patearte el trasero ganándote con las cartas, ahora que aprendí bien

- Oooh, nada mal, me gusta ese espíritu competitivo, la discípula retando al Maestro. Quizás si te animas podemos apostar algo.

- ¡Acepto el desafío!

Con una sonrisa cómplice, finalmente se dirigieron al dormitorio, ya mentalizados en lo difíciles que iban a ser esos primeros momentos de calentar las frías sábanas contra sus cuerpos tan desvestidos. El soldado se metió primero, estremeciéndose y siseando con desagrado, lamentando que no le quedara la ropa de Xeno, tampoco la de dormir. Lo que lo sorprendió mucho y le hizo olvidar todo eso, fue que Kohaku no dudó en acercarse y acurrucarse contra él apenas se metió en la cama, tal como se habían quedado dormidos la noche anterior. Se quedó muy quieto por unos segundos, genuinamente sorprendido, y sintió cómo sus mejillas aumentaron de temperatura al instante.

- ¿Podemos hacer esto otra vez? –Preguntó la rubia sin mirarlo.

- ¿Primero haces y luego preguntas? –Re-preguntó Stan, con humor.

- Es que luego sentí que te pusiste rígido –Murmuró con pena– No quiero molestar ni ser pesada, perdón…

Se arrepintió de su exceso de confianza, y empezó a alejarse, cuando él la detuvo, apoyando rápidamente una mano en la espalda de ella para evitar que se alejara más.

- No lo haces, y no dije que no podemos, tranquila.

Aliviada, Kohaku se relajó y volvió a acercarse a Stan, solamente dudando de qué hacer con sus manos. Sabía que lo más cómodo sería apoyar al menos la superior sobre él, pero no se terminaba de animar, quizás eso sería demasiado íntimo, aunque Stan parecía muy relajado y que no le estaba dando vueltas a las cosas, para él seguro que sólo era ayudarla con lo de entrar en calor y ya. Sin embargo, lo que él continuó diciendo después, con ese mismo tono juguetón y bromista, fue el tiro de gracia para que lo que le hirviera fuera el rostro, aunque de vergüenza.

- Sólo me sorprendí, te acercaste tan fácil y dócil como una cachorrita.

- ¡Agh! ¡Contigo no se puede! –Se quejó, volviéndose a alejar, pero Stan la detuvo a tiempo otra vez, tan rápido que le pareció que había incluso anticipado que ella iba a reaccionar así.

- Es la verdad, no me estoy burlando, me dio ternura –Dijo, ampliando su sonrisa, y sosteniéndola con firmeza de la espalda.

- No sabes callarte, esa es la única verdad –Replicó roja hasta las orejas, que le dijera que le había parecido tierno la había abochornado más.

- Hablo poco normalmente, así que no creo que sea tan así.

- ¡Pero con lo poco que dices, lo arruinas!

Eso silenció a Stan un rato, que parpadeó varias veces, perplejo. ¿Qué… había arruinado? ¿Acaso ella buscaba algo más, y él la había expuesto con esa broma? No, no podía ser, no había percibido ningún tipo de insinuación de su parte, ninguna mirada particularmente dulce. No podía descartarlo, ya que no conocía los sentimientos de Kohaku hacia él más allá del compañerismo y la confianza que le mostraba, pero tenía su experiencia con mujeres como para detectar cuando una estaba interesada en él, que más bien era lo común. Eso también era lo entretenido con ella, que era una de las pocas que no se le quedaba viendo como tonta, y que no se sonrojaba cuando él se le acercaba más.

No podía quedarse callado mucho más tiempo, aunque tampoco sabía bien cómo contestarle. No quería volver a meter la pata, pero tampoco ser indiferente para no herir sus sentimientos, de los cuales sólo podía hacer suposiciones, y probablemente una exageración suya. Kohaku era demasiado honesta y directa como para jugar a las indirectas con él. Por lo tanto, optó por lo más prudente y que no iba a fallar, mientras se proponía ser mucho más observador desde ese momento.

- Lo siento, lo que te dije antes lo pensé como un halago. Es reconfortante saber que confías en mí tanto como para hacer eso, y te agradezco, eres generosa.

Lo había dicho honestamente, a él tampoco le gustaba exagerar o mentir para quedar bien, y una parte suya se ablandó cuando notó que ella se había doblado un poco más sobre sí misma, haciéndose un ovillo para que él no pudiera verla.

- Ya… Cállate –Murmuró la joven.

Si algo no sabía, era aceptar halagos sin ponerse tímida, no estaba nada acostumbrada. Para colmo, Stan tenía esa facilidad en su carácter para ponerse serio y respetuoso inmediatamente, con mucho tacto y siempre correcto, además de su usual buen humor, por lo cual era difícil quedarse indignada o enojada con él. Apenas pudo contener un jadeo de sorpresa cuando sintió que él la rodeaba en un abrazo más contenedor como el de la noche anterior, aunque era gracioso que siempre lo hiciera después de provocarla o molestarla con sus “bromas”.

- No diré más, que descanses –Susurró Stan.

Eso bastó para aflojarla, aunque el susurro y el aire caliente de la respiración de él tan cerca le generaron una repentina ola de calor que la recorrió entera, y apretó sus piernas juntas para contener la sensación. Lo peor era que Stan no había sido desagradable ni había dicho algo malo, sólo era ella y su torpeza de que le costaba oír cosas que la avergonzaran. Pero lo que debía ser muy confuso para él, y podía entenderlo, era que la noche anterior se había enojado porque la había tratado de gorila indirectamente, por su fuerza bruta, y esa noche se estaba enojando porque él había hecho lo contrario, considerándola adorable. De ser honesta, prefería mil veces la segunda opción, aunque lo que le molestaba era ese punto de vulnerabilidad que evidenciaba el ser considerada “tierna”.

Para no darle el mensaje incorrecto, reunió toda su valentía y aguantó su vergüenza, antes de respirar hondo y apoyar tímidamente su mano en el musculoso brazo de él, como si pretendiera devolverle el abrazo o algo así. No era tan íntimo como tocarle el pecho o la cintura, era un buen punto medio.

- Gracias, tú también –Murmuró.

Ese fue el turno de Stan de quedarse otro tanto boquiabierto, cuando sintió la pequeña mano de ella apoyarse con delicadeza sobre su brazo. Era un toque casual, seguido de un recatado agradecimiento, por lo que no se esperó que le provocara un aumento en la velocidad y fuerza de los latidos de su corazón. ¿Era por el gesto, por la sensación, por la cercanía, por ella…? No lo tenía claro, era la primera vez que se lo planteaba. Pero sin dudas le destapó algo, ya no podía ser indiferente, y tenía que admitir que no sentía rechazo, sino curiosidad, y unas instintivas ganas de abrazarla un poco más fuerte, ya fuera empatía, consuelo o algo más de su parte, tampoco iba a desentenderse de sí mismo. Por esa noche lo dejó estar, no quería darle más vueltas, aunque no podía ni imaginar el embrollo de pensamientos y emociones que dejaría de tarea para el día siguiente.

Durante la noche, probablemente debido a que su sentido de vulnerabilidad la había dejado más expuesta, Kohaku despertó de pronto y confundida, aunque no tardó más de un segundo en darse cuenta de por qué: En ese mismo momento, en aparente inconsciencia mientras dormía, Stan se estaba removiendo y acomodando en la cama, y como estaban tan cerca ella lo había percibido. Sin embargo, la rubia ahogó un jadeo cuando sintió el preciso momento en que él inspiraba profundamente y la abrazaba por la cintura con fuerza, acercándose a la vez hacia ella, por lo que sus cuerpos se juntaron completamente. Ya fuera por el calor corporal compartido, o por la conmoción que le generó, le pareció que ese contacto fue como poner las manos en el fuego, le dio la sensación de que sus pieles juntas ardieron por un breve instante.

- ¿Stan? –Susurró con un hilo de voz, para comprobar si él había hecho eso dormido o despierto.

No encontró respuesta, y él no se movió ni un milímetro más después de eso, por lo que dedujo que estaba dormido. Aún así, no podía aquietar los pulsantes latidos de su corazón, y un calor vibrante recorriéndola. Estaban demasiado cerca, demasiado. No sabía si despertarlo, o si alejarse ella haciéndose la dormida, para evitar la incómoda situación y no exponerlo. Era eso, o quedarse quieta, y no hacer nada más que eventualmente relajarse. Tragó duramente cuando se dio cuenta que le causaba más curiosidad que rechazo, no quería realmente alejarse, ni tampoco generar una incomodidad entre ellos. No cuando ella había sido la que se había acercado a él en busca de calor esa noche, sería injusta si luego lo alejaba por un motivo probablemente igual.

Intentando controlar su corazón desbocado, respiró hondo para tranquilizarse, así como trató de relajar su cuerpo. Tan cerca estaban, que no le quedó de otra que apoyar su cabeza contra el pecho de él, y dejó que su mano se mantuviera apoyada sobre el antebrazo del rubio, rozando su cintura, hasta que se dio cuenta que era más cómodo dejarla colgar alrededor de la misma. Poco a poco logró calmarse, hasta que fue el suave latido del corazón de él que la invitó a sincronizarse, llamándola después a que el sueño volviera a ella.

Cuando Stan despertó a la mañana siguiente, quedó tanto o más sorprendido que como se había dormido: Kohaku estaba pegada a él, abrazada. No supo en qué momento había cambiado, si ella lo había hecho adrede, aprovechando su “sueño”, o si se había dejado llevar inconscientemente, pero allí estaba. Durmiendo profunda, apoyando la mejilla contra el pectoral de él, y abrazándolo por la cintura. Se sonrojó cuando sintió sus cuerpos tan juntos, los pechos de ella se presionaban contra la parte superior de su abdomen. Intencional o no, ya no le cabía mucha duda, Kohaku sentía algo más por él, eso era otro tipo de abrazo al de sólo buscar calor.

No podía creerlo, no salía de su asombro, y más aún le sorprendió que él tampoco quería alejarla, sino lo contrario. Si la rechazaba sería un completo idiota, él mismo había reconocido que le llamaba la atención lo fácil que era llevarse bien y conectar juntos, tanto en lo profesional como compañeros luchadores, como en lo personal, potenciado por esos últimos dos días que estaban compartiendo. Con eso en mente, inspiró profundo, y cerró sus dedos alrededor de la cintura de ella, que ya calzaban en el lugar, curiosamente.

Esa presión extra hizo que Kohaku despertara, parpadeando lentamente hasta que abrió sus ojos, y al instante sus mejillas tomaron calor y color cuando vio que seguía tan cerca de Stan como cuando se había logrado dormir a mitad de la noche, sólo que ya tenía la luz de día para verlo con claridad. Levantó la vista poco a poco, hasta que se encontró por segundo día consecutivo con aquella mirada verde tan brillante y cálida, aunque esa mañana fue ella la que estaba siendo observada.

- Buen día –Saludó Stan con voz aterciopelada, mostrando su sonrisa afloja-rodillas, y en vez de aflojar el abrazo por la cintura de ella, lo reforzó.

Y por segundo día consecutivo, Kohaku quedó torpe e hipnotizada, tuvo que contener su boca de abrirse, con todas sus fuerzas. ¿Qué era esa sonrisa, ese tono de voz tan cautivador, ese toque, ni bien despertaba? ¿Acaso Stan sentía algo por ella, más que una amistad, y se estaba animando a actuar, dado que ella parecía corresponderle con su cercanía física? No podía creerlo, dudaba mucho que alguien como él estuviera interesado en ella, además de que habían estado dos noches juntos, apenas en ropa interior, y él no había intentado nada, ni la había mirado con deseo. El soldado le parecía alguien que estaba fuera de su alcance, muy lejano, y a la vez… A la vez, todo se daba tan natural y relajado entre ellos, que si no prejuzgaba, tampoco podía decir que fuera una locura que pudiera haber un interés romántico eventualmente, eran unas buenas bases.

Pero empezaba a tener sentido, que él ofreciera su cercanía, que la tratara con cuidado, que estuviera atento a su bienestar… Que hubiera pensado de esa forma tierna de ella, cómo no dudaba en rodearla con sus brazos, el “abrazo” en sueños durante la noche, y en ese momento, cómo lo estaba haciendo voluntariamente, hasta con una bonita sonrisa y los ojos cálidos. No podía interpretarlo tan mal, algo de eso tenía que haber, nunca había tenido algo parecido con ninguno de sus compañeros o amigos. Aunque a decir verdad, tampoco había tenido nada romántico con un hombre, por lo cual no podía asegurarlo. Quizás Stan era un hombre simplemente confiado y con mucha ternura por dentro, por más que no lo pareciera a primera vista, relajado y mucho más maduro emocionalmente. De la forma que fuera, le estaba empezando a interesar.

- Creo que no tengo que preguntar si dormiste bien, te veo cómoda –Continuó, con ese mismo tono.

- Lo mismo podría decir de ti –Replicó Kohaku, sonriendo ligeramente a la par, aunque le pareció astuto que él ignorara que había sido el primero en acercarse así.

- Despertarse así no está nada mal, nada mal.

- Hmm, sí –Reconoció en voz baja– Funciona muy bien tu táctica de calor corporal.

- Sí, claro, “mi táctica” –Sonrió burlón. ¿Así que la estrategia de ella era acercarse y justificar todo con eso?

- ¿Por qué lo dices así?

- Nada, nada. Sabes, nada nos apura a levantarnos, podemos quedarnos un poco más aquí –”Así” era más preciso, pero prefería empezar más sutil, a ver cómo reaccionaba.

- Es verdad. Pero yo no soy buena para quedarme quieta en la cama sin hacer nada.

Stan tuvo que respirar hondo y contener su sonrisa pícara, ni decir algo al respecto. En otra ocasión, si ya hubieran tenido un acercamiento más dulce o uno caliente, ese “nada” se transformaría en algo mucho más interesante. Sin embargo por el momento, ella tenía la razón, y no podía justificar de otra forma el que se quedaran juntos en la cama. Siguiente a eso, Kohaku quitó su mano de la cintura de él, y giró su cuerpo sólo un poco, para que ya no se estuvieran rozando. ¿Así que era de las tímidas que no se aprovechaba de la oportunidad? Para todo lo directa que la conocía, era lindo que tuviera también esa faceta. Fluyendo con esa intención, Stan asintió y le dio la razón, tardando unos segundos más en quitar su mano de encima de ella.

- ¿Quieres bañarte ahora, y luego comemos? No sé si será desayuno o almuerzo hoy.

- Sí, está bien. Mejor que sea almuerzo, así ahorramos comida.

Kohaku no necesitaba tanto ese baño inmediato para asearse, como sí para “refrescarse” y pensar. Tal como el día anterior, apenas salió de la cama se cubrió con su cobija, agarró su único cambio de ropa, y se dirigió primero a la sala para encender la chimenea, y luego al baño, donde le dio muchas vueltas a sus pensamientos, decidiendo que se tomaría ese día para observar mejor las actitudes de Stan, y tratar de identificar si las actitudes de él eran casuales, o si había algo más Cuando salió del baño, olfateó el aire pero no parecía haber comida en proceso.

- ¿Tienes hambre? –Preguntó Stan, detrás de ella, divertido cuando la vio dar un salto, desprevenida– Ya que dijiste que almorzamos directamente, y hoy no es tan tarde, preferí bañarme yo también ahora.

- Ah, bien –Asintió, tratando de no desviar su mirada del rostro de él cuando se dio cuenta que estaba bien tranquilo en ropa interior, sin cubrirse con la manta.

- En la mesa te dejé pan de maíz y un té listo en la tetera, sírvete si quieres.

- Oh, gracias...

Con un guiño amistoso, el soldado pasó por su lado y se dirigió al baño. Antes de entrar, se dio vuelta y la llamó.

- No le digamos nada a Xeno, pero pensé que podemos usar los calzones de él mientras lavamos lo nuestro, están en el primer cajón. Luego le compramos otros de repuesto, porque de seguro vamos a estirarlos.

- Buena idea –Asintió con una risilla.

Para que no se enfriara el té que Stan le había dejado preparado, Kohaku fue primero a desayunar, tenía una pequeña sonrisa en el rostro que no se le iba, y ella tampoco se percataba. Luego fue a la habitación a ver eso de la ropa interior, le dio un poco de vergüenza revisar entre la ropa interior del científico, pero era cierto que tenían que lavar la de ellos, ya iban dos días además del viaje que no se cambiaban. El sostén iba a tener que aguantar, tampoco había hecho ejercicio como para sudarlo, y sino no tendría con qué cubrir sus pechos a la hora de dormir, ya que no podía usar su vestido en la cama, y la ropa de Xeno tampoco le cerraba bien ahí.

Eligió uno y se lo probó, frunciendo el ceño cuando sintió lo ajustados que le quedaban, pero no quedaba de otra, tendría que apurarse a lavar sus bragas y quizás podía dejarlas secar más rápido cerca de la chimenea.

Por su parte, Stan disfrutaba del revitalizador baño caliente, especialmente relajado luego de haberse ocupado del tentador despertar de sus partes bajas. Además de lo que se había encontrado a la mañana con Kohaku, y recordar ciertas sensaciones de sus cuerpos tan juntas, el hecho de imaginarla brevemente con la ropa interior de hombre -que en su mente podía imaginar que fuera suya, y no de su amigo- hizo su magia rápidamente. Aunque claro, después de eso sabía que le costaría mucho más mirarla con indiferencia durante la tarde, mientras buscaba desentrañar las verdaderas intenciones de la joven con él.

Terminó su baño, e hizo una mueca cuando se puso los calzones de Xeno, ya que eran unos cómodos boxers, pero a él le quedaban como un ajustado slip, y apretaba demasiado sus musculosos muslos. Ya que iba a comprarle otros, podía hacerle unos ajustes, así que cortó un poco la costura inferior y los lados para que no le apretara tanto. No podía hacer nada por lo otro, que le ajustaba bastante pero no era insoportable, por lo que también se apuró a lavar sus calzones para tenerlos listos cuanto antes.

Como él no era friolento, había hecho esas modificaciones con un cuchillo en la cocina, todavía en ropa interior y con la toalla húmeda colgando de su cuello, y levantó la vista rápidamente cuando oyó un jadeo, y se encontró a Kohaku con los ojos graciosamente abiertos y detenida en su paso, mirándolo.

- Ah, perdona, era más fácil hacerlo aquí que estar llevando y trayendo el cuchillo.

- N-no, está bien, no es problema.

- Ahora están mejor, me apretaban todo –Sonrió satisfecho, y sólo por diablura, puso las manos en sus caderas para lucirse y provocarla, mostrándose de frente y por detrás– ¿Me queda bien?

- Eeh… Sí, supongo. Es lo que hay, ¿no?

Kohaku trató de contestar lo más casual que pudo, luchando con sus mejillas que querían prenderse fuego, mientras el atlético cuerpo de Stan se lucía completo frente a ella, y el maldito le había hecho fijarse especialmente en sus partes privadas, lo cual no había podido evitar de cualquier forma. Esos pantaloncillos parecían una segunda piel, le marcaban todo, y los llenaba a reventar de ambos lados, una imagen que no esperaba encontrarse, menos en ese momento en que estaba empezando a sentir nuevas emociones con su compañero. Aunque podía devolverle el golpe, el desgraciado no iba a divertirse con ella, por lo que jaló el borde de su vestido y lo levantó para mostrarle cómo le quedaban los calzones de Xeno, también girando su cuerpo. Ella no se había atrevido a modificarlos, al menos eran de un algodón elástico y suave, y la tela que cubría su trasero estaba empezando a transparentarse de tan estirada que estaba la prenda.

Sonrió con malicia cuando vio la misma expresión ligeramente boquiabierta de él, también sus mejillas poniéndose coloradas, aunque titubeó cuando vio que él tardó un poco más en mirar a otro lado, era evidente que los hombres eran criaturas visuales, todos.

- Nada mal –Murmuró Stan– Es lo que hay, ¿eh? Bueno, voy a terminar de vestirme.

El estadounidense hizo todo lo posible para no mostrar su sobresalto y controlar su expresión aturdida al girarse e irse de ahí, dejando a Kohaku con una sonrisa de picardía, había logrado su cometido. Si bien comenzaban a llevarse de manera mucho más abierta, demostrándose mayor confianza en cada interacción, era evidente que tras aquella escena ambos habían empezado a dar lugar al atrevimiento y divertida seducción. Mientras caminaba al baño, Stan no dejaba de sonreír y no podía evitar pensar que lo que quedaba de esa estancia juntos allí podría tornarse un poco más interesante, las personalidades fuertes y siempre honestas nunca se contenían, y su instinto le decía que ellos no serían la excepción.

Chapter 2

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El almuerzo de ese día fue el más silencioso de toda la estadía hasta el momento. No por molestia o incomodidad, sino porque ambos todavía estaban procesando el sutil cambio que se estaba dando entre ellos. Ambos se habían percatado de la búsqueda de cercanía del otro, además de que se estaban permitiendo chistes más en confianza y atrevidos sólo por divertirse. El problema era que dada la “confusión” de la noche anterior, uno creía que el otro era al que se le estaban despertando sentimientos e intenciones más allá del compañerismo que tenían, ignorando su propia parte. Stan, porque no se había enterado que él la había abrazado tan fuerte y con suma cercanía mientras dormía, mientras que Kohaku había sido ambigua con sus expresiones y el atento soldado las había tomado como muestras de interés romántico.

Como resultado de eso, ambos planearon observarse con disimulo durante todo el dia, tratando de buscar más signos que confirmaran su hipótesis de los sentimientos del otro, aunque lo cierto era que en ese caso ninguno iba a responder con indiferencia. Durante el almuerzo, eso llevó a que empezaran a ser mucho más atentos entre ellos, sus miradas cada tanto encontrándose, y ante eso había tanto pequeñas sonrisas como miradas huidizas, no queriendo ser tan evidentes. Como no podía ser de otra forma, eso no hizo más que alimentar la suposición de que el otro estaba tan interesado que no podía dejar de mirarlo.

Para Stan el hecho de ser tan observado o que una mujer gustara de él no le resultaba novedoso, más bien era a lo que más estaba acostumbrado, aunque le sorprendía que Kohaku lo hiciera, no había mostrado ese interés durante esos años desde que se habían aliado. Aunque tampoco habían sido tan cercanos antes, eso estaba marcando la diferencia. No sabía si era indiferencia o simplemente mucho recato en ese tema, ya que creía no haberla visto de forma romántica con un hombre. Sí la había visto bastante cercana y cómoda con Tsukasa, dos guerreros afines, y que el siempre estoico lancero Hyoga -que él había disparado a quemarropa- era especialmente paciente e indulgente con ella, pero nada más que eso. O no se mostraba y era privada con sus afectos, o de verdad era una mujer sin vida romántica.

Por su parte, él sí había salido con algunas mujeres, aunque ninguna lo había cautivado como para seguir con algo más serio. Estaba bastante seguro de que Charlotte sentía algo más que admiración por él, y había considerado invitarla a salir, pero la rubia se mostraba tan rígida y era pura alabanzas con él, que al final desistió. Prefería una mujer que representara un desafío y fuera interesante seducirla y conocerla, no una que ya estuviera entregada en bandeja y adorándolo desde el principio. Y eso mismo era lo que empezaba a gustarle de Kohaku, si recapitulaba: Que no babeaba abiertamente por él, era segura y confiada, siempre sonriente y amante de los desafíos, un bellezón especial, muy habilidosa e intuitiva, y también tenía ese punto de timidez y vulnerabilidad de su inocente corazón. Aunque claro, a la vez no había tenido problema en mostrarle desfachatadamente los calzones de Xeno que llevaba puestos por el momento, eso le había hecho mucha gracia, y la forma en que había confiado al compartir la cama y la cercanía con él desde la primera noche… Qué chica intrigante, no estaba nada mal.

Por su parte, Kohaku estaba empezando a no saber manejar bien las imborrables pequeñas sonrisas y las miradas de Stan, tenían algo que le hacían difícil ignorarlas. Para colmo, se percataba de que el soldado la miraba cada vez más seguido, siempre en silencio y con disimulo, y no podía más que preguntarse por qué, qué debía hacer con eso, si seguirle el juego y ver lo que pretendía, o si ignorarlo y esperar a que él se decidiera a hacer algo. Cuando sus ojos se encontraban, él no hacía la mirada a un lado, como si hubiera sido atrapado, sino que mostraba una mínima sonrisa. Sus pensamientos fueron interrumpidos en ese momento por la voz de Stan.

- Sigue habiendo una montaña de nieve afuera, el temporal se extendió bastante. Ya que vamos a estar al menos otro día más aquí, podríamos hacer el cambio de poner el sofá cerca de la chimenea, y dejar esa mesa enorme que no usamos mucho detrás, ¿qué te parece?

- Está bien. Mejor que estar sentados en el piso o en cojines para estar calentitos frente al fuego, ya que hay más comodidad.

- Bien, hagámoslo ahora entonces.

Luego de lavar los trastes del almuerzo, levantaron el sillón gracias a la fuerza de ambos, y lo cambiaron de lugar con la decorativa y enorme mesa baja, poniéndolo a una prudente distancia de la chimenea, aunque lo suficiente para recibir el calorcito de esta. Satisfechos con el almuerzo, agarraron una sola cobija grande y se sentaron cómodamente en el sillón, compartiéndola. Stan seguía vestido con parte de su uniforme, su camisa blanca y pantalones, mientras que Kohaku se lo pasaba con su vestido azul, cubriendo parte de su cuerpo con el abrigo de piel del mismo color. Se tapó las piernas descubiertas con la manta, agradeciendo la calidez y suavidad extra del material.

- No, no, esto hay que hacerlo bien, no puedes taparte simplemente así con una cobija de sillón –Dijo Stan.

- ¿Eh? ¿Por qué está mal?

- Porque no estás aprovechando todo su potencial, se nota que te faltan siestas así. Mira.

El soldado estiró los brazos para agarrar el mayor largo posible de la amplia manta, y la sacudió una vez para que la tela se extendiera por completo y cayera sobre ellos. Primero “arropó” a Kohaku, subiéndole la cobija hasta el cuello, y luego se la acomodó él también para estar igual, y asintió, con una sonrisa satisfecha y casi infantil.

- Así está mucho mejor, ya vas a ver cómo te dan ganas de cerrar los ojos en cualquier momento.

- ¿Otra vez vamos a dormir? –Preguntó la rubia frunciendo el sueño.

- No dormir, pero es una siesta, ¿sabes que la siesta después de comer era una costumbre en el siglo XXI? Hasta dos horas se tomaban muchas personas. Descansar, reponer energías, y seguir con el día.

- No tenemos que reponer mucha energía, no la estamos gastando –Contestó con burla.

- Tampoco tenemos mucho que hacer, aprovecha para descansar. Apenas volvamos con los demás empezaremos a trabajar como siempre.

- Me gusta más ocupar el tiempo en hacer algo más productivo.

- A mí también, pero no está nada mal simplemente tomarse unos días para relajar y no hacer nada, disfrutar sin culpa.

- No te pensaba como un hombre de siestas y cobijas.

- Entonces tienes que conocerme mejor –Dijo Stan, guiñándole un ojo– Disfruto de las buenas cosas, sencillas, también los pequeños detalles que hacen a los buenos momentos de la vida.

- Eso es bueno, también me gustan las cosas sencillas.

- ¿Lo ves? Por esos pequeños detalles es que nos entendemos y hacemos un buen equipo, a pesar de las diferencias.

Kohaku asintió con una sonrisa confiada, y se sintió bien con el agradable comentario. Le daba la impresión que desde esa mañana Stan estaba más abierto y expresivo con ella, había algo más de simpatía y juego en la forma en que se expresaba últimamente, como si estuviera contento de darse a conocer un poco más, y que ella compartiera esa apertura. Eso hacía que confirmara cada vez más su suposición de que había un interés personal con ella, nunca lo había visto hablar o interactuar así con otra mujer, no era algo que solía hacer abiertamente, al contrario que el seductor de Mozu o el siempre caballero y halagador Ryusui. El soldado era mucho más sereno y recatado, no llamaba la atención adrede, y siempre muy sensato. Sumado a lo guapo que era, no podía negar que era buen partido, y se sentía honrada de que él estuviera interesado en ella, al parecer.

El silencio se hizo entre ellos, mientras estaban sentados cómodamente en el sillón, uno junto al otro, bajo la misma cobija. No era incómodo, pero la hizo preguntarse si debería hacer algo más. El problema era que no sabía mucho de esas cosas, no era femenina ni cuidadosa, y no quería mostrarse indiferente, aunque tampoco actuar con un cariño que no sentía, ni exagerar, ya que tampoco sabía cómo iba a reaccionar Stan, era obvio que era un hombre con mucho más trayecto y experiencia en el romance, no lo había visto ponerse torpe, incómodo o muy sonrojado en esos días, al contrario de ella, por lo cual se estaba delatando.

Miró de reojo a Stan, que ya tenía los ojos entrecerrados en un estado de relajación. Respiró profundo, armándose de valor, y se fue inclinando de lado poco a poco, hasta que apoyó la cabeza en el hombro del rubio. Sólo fue eso, no lo abrazó ni se acercó a él, y cerró los ojos inmediatamente, tratando de mantenerse relajada. No quería mirarlo a los ojos, ya que de seguro iba a sonrojarse, lo sabía.

El estadounidense abrió los ojos inmediatamente, sorprendido de que ella buscara su contacto también ahí, cuando no era necesario realmente porque ya estaban bien calentitos y cómodos entre el fuego y la cobija. Teniendo eso en cuenta, no tuvo dudas que Kohaku estaba buscando más de esa tierna cercanía que estaban desarrollando, que se estaba direccionando cada vez con más claridad a que empezaban a haber sentimientos entre ellos fuera del compañerismo.

Estaba tentado de rodearla con su mano para demostrarle que estaba a gusto con ese contacto, pero dado que ella había hecho algo muy sutil, podía hacer él eso mismo. Inclinó su cabeza a un lado, hasta apoyarla sobre la de la joven, y se quedó atento a la reacción. Como Kohaku no se movió, decidió quedarse así con ella. Sentía un fuerte impulso de hacer algo más, ese abrazo le resultaba irresistible, pero sabía que seguramente esa noche tendrían otra vez la ocasión de dormir así juntos como la anterior, y quién sabía, tal vez algo más, era prometedor.

Pronto la somnolencia les llegó a ambos, había algo muy reconfortante en la calidez y paz de estar así juntos, y acabaron quedándose dormidos. No fue hasta poco más de una hora después que Kohaku despertó, abriendo los ojos lentamente. Sin embargo, estaba demasiado cómoda como para abandonar su dulce descanso, y no había nada mejor que hacer si era sincera, por lo cual se hizo un ovillo, poniéndose más de lado hacia Stan y no de frente a la chimenea, y volvió a cerrar los ojos. En ese movimiento, ya no sólo su cabeza estaba apoyada sobre él, sino también sus brazos y costados se tocaban, poco le faltó a la rubia para enroscarse a su compañero.

Sin embargo, ese cambio de posición había despertado también al soldado, que sin abrir los ojos sintió todo a su lado, y todavía entregado a su sueño y convicción de que no había nada mejor que ese estado actual, no dejó pasar la oportunidad y también se removió para girarse un poco. Al fin se decidió a rodear a Kohaku, con mucha liviandad para no sobresaltar ni despertarla, lo suficiente para corresponderle el gesto.

Otra hora más pasó, hasta que esa vez fue Stan el que se despertó, y notó que la sala estaba ligeramente más fría, el fuego estaba a punto de consumir por completo la leña. No le iba a quedar de otra que levantarse a poner otro buen trozo, pero eso significaría interrumpir la deliciosa siesta, y siempre costaba ese primer momento de decidirse a ponerle fin. Miró a Kohaku, todavía dormida a su lado, y se sorprendió que no fuera ella la que se había despertado por el fresco primero. El mechón ancho de pelo se había caído hacia adelante, a poco de rozar los labios de ella. Con suma delicadeza, acercó un par de dedos para quitarlo de en medio y acomodarlo, y acabó deslizándolos por la quijada de la rubia en una suave caricia, ida y vuelta.

Se dio cuenta en ese entonces que era la primera vez que le tocaba el rostro, y sin embargo lo había hecho con suma naturalidad y confianza. Como no sabía cuál iba a ser la reacción de ella estaba a punto de quitar su mano, cuando de pronto los brillantes orbes aguamarina se entreabrieron y se fijaron en él. Fueron unos breves y a la vez eternos segundos de completa quietud, en los que Kohaku miró de reojo a los dedos tan cerca, y luego miró los ojos verdes que lucían un tanto sorprendidos. No dijo nada, mientras muchos pensamientos empezaban a inundar su mente, y el corazón se le iba acelerando. Tampoco sabía qué decir, por lo que sólo se quedó mirando a Stan, sin moverse un milímetro.

Durante el rato en que el tiempo pareció detenerse para los dos, la joven empezó a sentir una curiosa atracción, como un imán, no podía interrumpir la conexión de sus miradas, ni podía tampoco alejarse. Adelantarse parecía ser la única opción, responder a ese instintivo llamado de cercanía. Y empezó a hacerlo, luchando contra la quietud de su cuerpo, cuando de pronto fue Stan el que la soltó, y con un ligero carraspeo sonrió nerviosamente. Los labios de Kohaku se entreabrieron en un ahogado jadeo de sorpresa, repentinamente arrancada de ese clima tan particular, pero no tenía las fuerzas ni la reacción para moverse, sólo se quedó mirando al soldado con confusión.

- Vaya siesta, ¿eh? Estuvo buena –Comentó Stan, disimulando.

- Sí…

- Me desperté porque se está apagando el fuego, tengo que avivarlo. Ah, y perdona, se te estaba metiendo el cabello en la boca –Se justificó, mientras hacía a un lado la cobija y se levantaba.

Kohaku no se movió de allí, no podía responder más que monosílabos, mientras la realización de que había estado a punto de besar a Stan, cautivada por su tierno toque y cercanía. Tampoco había besado a alguien antes, pero sin dudas había pensado en hacerlo. Tanto que creía que él era el que estaba interesado en ella, y resultó ser que la que estuvo a punto de dar el primer paso con toda claridad había sido ella, hasta que se interrumpió. La siguiente pregunta que la había dejado helada, fue por qué Stan lo había interrumpido. ¿De verdad lo había interpretado todo tan mal? Aunque ese toque, ese abrazo, y él tampoco le había quitado la mirada de encima. No, ahí había algo más también, era una completa novata en eso, pero tenía una certeza clara.

La mente del estadounidense no estaba muy distinta, mientras se arrodillaba frente al fuego y echaba una leña más al fuego, una de las pocas que quedaban. No sólo le había prácticamente acariciado el rostro en “secreto”, impulsado más allá de la razón, sino que se había perdido completamente en esa cristalina mirada como un lago, hasta que percibió cómo la rubia se había empezado a acercar más a él, y había estado a muy poco de tomar eso como la iniciativa para besarla, aunque ella parecía más bien la que estaba dando el primer paso. Completamente confirmado, Kohaku tenía sentimientos por él, y él… quería corresponderle, probar cómo sería con ella, pero no sentía que estuviese bien hacerlo en ese momento, cuando la había tocado sin pedirle permiso o que lo viera venir. Era el rostro, tampoco nada atrevido, pero intuía que ella era tan nueva en todo eso, que no quería lucir como que se estaba aprovechando, o que era un cobarde.

La rubia se levantó del sofá, y caminó en dirección al baño, cerrando la puerta tras de sí con suavidad. Stan, que la había visto y podía notar una poco común lentitud en ella, resopló frustrado, lo había arruinado. No había forma de remontar eso, por lo que tenía que cambiar de tema con urgencia, y aunque fuese torpe, agarró el mazo de cartas para jugar como el día anterior. Cuando la vio volver, pareciendo más ella misma, le sonrió y agitó las cartas frente a él.

- ¿Qué decías ayer de patearme el trasero con los juegos? Espero que no hayan sido palabras vacías.

- ¡Ja! Ya quisieras. No te enojes luego cuando pierdas.

- Ya veremos.

Aliviado de su respuesta desafiante y segura como siempre, eligió el juego que ella había aprendido mejor, y pasaron así la tarde. Le sorprendió que de verdad acabaron empatando, y era muy divertido provocarse con tonta competitividad.Cuando finalmente se cansaron, se dispusieron a hacer la cena, Kohaku ya estaba aprendiendo a seguir las recetas sencillas pero ricas a las que trataban de darle un toque diferente para no repetir tan igual. A ella le daba lo mismo, tan acostumbrada había estado muchos años a comer pescado y verduras asadas, pero Stan tenía un paladar más fino y prefería algo de variedad si tenía la opción.

Luego de cenar, el soldado de pronto maldijo entre dientes cuando se dio cuenta que se había olvidado de ir a buscar otra bolsa de leña, y ya no quedaba para empezar un fuego decente para el siguiente día. De seguro el pequeño depósito al lado de la casa de Xeno tenía algunas reservas, su amigo era de lo más previsor y no le gustaban las sorpresas ni abastecerse a último momento. No tenía ni pizca de ganas de hacerlo a esa hora, pero no quedaba de otra.

- Kohaku, voy a buscar más leña, vuelvo en un rato.

- ¿Vas a cortar árboles? Te ayudo.

- No, no, ya está lista. ¿Viste la puerta del costado, por fuera de la casa?

- Ah, sí.

- Eso es un depósito, allí hay materiales, montañas de cosas de Xeno, y puedo apostar que leña y algo más. Vuelvo en un rato.

Kohaku asintió, y se quedó allí sentada. Con todo lo energética que solía ser, era raro de pronto estar tanto tiempo sentada, y a la vez sentía su cabeza flotando, mientras trataba de alejar de su mente las preguntas y dudas que tenía con respecto a la actitud de Stan, de nada servía darle vueltas.

El soldado se encontró con que el pequeño depósito estaba atiborrado de cosas, no estaba desordenado, pero tampoco le fue fácil encontrar un bolsón de leña entre tantos papeles, rollos, materiales y prototipos científicos de Xeno. Y como evidentemente eran cosas guardadas y medio olvidadas, había una capa de polvo y tierra que se había filtrado, haciéndolo estornudar un par de veces. Al fin tenía algo para molestar a su amigo con que no era absolutamente elegante. Demás estaba decir que el depósito estaba helado, entre el polvo y el frío necesitaba darse un buen baño.

Volvió a la casa, y encontró a Kohaku acostada en el sofá, con la mirada perdida en el fuego. Colocó la bolsa de madera en el lugar de la otra, que ya no quedaban más que dos troncos.

- Misión cumplida –Dijo satisfecho, y la miró– Me voy a bañar, lo necesito.

- Está bien, yo voy a quedarme aquí un poco más.

Stan asintió, y fue a hacer lo suyo, mientras recapitulaba en su mente lo que había pasado en el día, mientras trataba de no hacerse muchas expectativas y preguntas por cómo sería esa noche. Creía que Kohaku también lo había dejado fluir, aunque no podía evitar la duda de si ella volvería a abrazarlo como la noche anterior, o si la tonta actitud de él la haría poner distancia, para evitar otra incomodidad, la chica era orgullosa sin dudas. Quería demostrarle que no la estaba rechazando, por lo que en ese caso podía ser él quién se acercara.

Luego del relajante baño, fue directamente al dormitorio, que estaba vacío. “¿Así que yo tengo que calentar la cama? Qué astuta, nada mal”, pensó, y apretó los dientes cuando nuevamente la fría sensación de las sábanas le desagradó. Afinó su oído, atento a si escuchaba algún movimiento de Kohaku en la sala, pero el silencio era absoluto. Estuvo tentado de llamarla o ir a la sala, pero tampoco quería apurarla a ir a la cama, como si fuera un esposo reclamando la compañía y el irse a la cama juntos.

Aunque sí lo dejó pensando, quizás ella estaba esperando adrede a que él se quedara dormido primero, para evitar dicha incomodidad. Algo le decía que tendría que descartar la idea de dormir compartiendo el calor, y le dio un poco de pesar, se estaba acostumbrando y le estaba gustando mucho, sentía una calidez y paz interior que antes no tenía, era lindo compartir. Los minutos pasaron, por más que no era un hombre friolento, esa noche le costó entrar en calor como nunca, y la cama le parecía de pronto demasiado grande y vacía. Resignado, cerró los ojos y se obligó a dormir.

Como era de esperarse, no tardó en despertarse a mitad de la noche, y todavía con los ojos cerrados tuvo el reflejo de estirar el brazo al otro lado de la cama. No encontró nada más que las mantas, y abrió los ojos, con eso se despabiló al instante. ¿Por qué Kohaku no había vuelto a la cama? Tuvo la mala impresión de que en el fondo había quedado incómoda con la confusa situación de la tarde, y lo de que uno “durmiera en el sofá” le provocó una sonrisa amarga por lo literal que estaba siendo, pese a que tampoco creía que fuera para tanto. Junto con ese pensamiento, fue consciente del frío que sentía, sólo que no era sólo una sensación física.

No podía quedarse así, por lo que se levantó de la cama y caminó hasta la sala, encontrando a Kohaku dormida en el sofá, tapada a medias con la cobija. El fuego se había extinguido hacía rato, y la habitación estaba mucho más fresca que el dormitorio, a causa de los ventanales y el espacio tan grande y de techo altos. Sintió una presión en el pecho que no le gustó, y al menos quiso taparla bien, subiendo la manta hasta taparle el cuello.

A pesar de lo lento y cuidadoso que fue, vio cómo los ojos de la rubia se abrieron lentamente, parpadeando confundida por el sueño.

- ¿Stan?

- Me desperté y no estabas en la cama, así que quería chequear que estuvieras bien. Sólo te tapé un poco más, podrías resfriarte.

- Ah, me quedé dormida –Frunció el ceño.

- ¿De verdad? –Preguntó Stan, con un dejo de alivio en la voz. Eso podía significar que no lo había hecho adrede.

- Sí, cerré los ojos mientras te bañabas porque estaba cómoda, y me terminé durmiendo –Lo miró con los ojos más abiertos y cuando lo vio en ropa interior se estremeció ella de verlo así, con tan poco abrigo– ¿Acaso no tienes frío?

Stan mostró una media sonrisa, y tuvo el impulso de ser más honesto, todavía se sentía un poco culpable por lo del día.

- Sentí frío cuando me desperté solo, que no estabas.

- Pero si ya estabas durmiendo y siempre estás calentito, qué raro.

- Frío por dentro –Dijo con voz suave, mirándola a los ojos.

Kohaku entreabrió los labios al oír eso. ¿Qué se suponía que significaban esas palabras? Creía entenderlo, pero de ser así… No pudo seguir con sus pensamientos, cuando el soldado bajó la mirada y continuó hablando.

- ¿Quieres venir a dormir a la cama? Aquí te puedes resfriar si te destapas.

- Eeh… Sí, claro.

Se puso de pie, manteniéndose cubierta con la abrigada manta, y Stan empezó a caminar hacia el dormitorio. Como forma de agradecimiento porque él se había levantado a mitad de la madrugada para chequear cómo estaba y abrigarla apropiadamente, lo cual le pareció muy considerado y dulce, se quitó la cobija y se la echó por detrás al rubio, que se giró con sorpresa.

- Me da frío sólo de verte, al menos yo estaba vestida, el que se va a resfriar eres tú, qué descuidado.

- Oh, gracias. No lo pensé siquiera.

Se detuvo sobre sus pasos, hasta que se dio cuenta de otra posibilidad que podía ser mejor para ambos. Estiró el abrigo y extendió un brazo cubierto como si fuera un ala, y le hizo un gesto a Kohaku para invitarla a acercarse a él, y compartir el calor. “Compartir”, era algo que le estaba gustando mucho, y le dibujaba una sonrisa imborrable en los labios. La joven titubeó, pensando que no estaban tan lejos del dormitorio como para que fuera necesario compartir el abrigo, hasta que se dio cuenta que no era eso lo que importaba, y nuevamente el gesto de Stan le producía un agradable calor en el interior de su cuerpo, en su pecho precisamente. Asintió con una pequeña sonrisa, y se puso “bajo el ala”, el soldado rodeándole el hombro con su mano y la manta, y caminaron así la escasa distancia hasta la cama, donde se metieron luego de que ella se desvistiera rápidamente.

En cuanto se acostaron, Stan sonrió animado con sus pensamientos: Aunque otra vez la cama se sintiera un poco fresca ya no estaba solo, y en su interior volvía a recobrar el agradable calor. Rió suavemente cuando vio a Kohaku tiritar también con una sonrisa tensa, de seguro antes ya estaba más calentita con su abrigo. Esa vez no iba a equivocarse, y sin dudarlo la abrazó y la acercó a él, frotándole la espalda.

- Ven aquí, cosita fría –Bromeó.

- Hoy no estás tan calentito, creo que yo lo estoy más, así que la cosita fría eres tú.

- ¿Entonces será tu turno de devolver gentilezas, quizás?

- ¡Ja! Es lo justo, me parece bien.

Kohaku dudó un segundo antes de devolverle el abrazo, y trató de no sonrojarse cuando su rostro se apoyó en el pecho de Stan. Eso le llevó el recuerdo nuevamente de lo que había pasado a la tarde, y la reciente expresión tan sentida de él hacía unos minutos. "Frío por dentro"... Eso, sumado a la caricia anterior, no podía olvidarlo. Tampoco iba a poder dormir si seguía pensando en eso. Se alejó sólo un poco, para poder levantar la cabeza y mirar a Stan, y cuando él le devolvió la mirada, se la sostuvo.

- Stan –Lo llamó con suavidad.

- ¿Sí?

Quería decirle algo, sacarse la duda de una vez si podía pasar algo romántico entre ellos, pero encontrar las palabras no era su fuerte, ella era más de la acción. En su lugar, juntó todo su valor, y lo miró fijo, sus ojos pasando de los orbes esmeralda de él a sus labios, sólo por un momento, antes de volver a mirarlo a los ojos. No sabía si eso alcanzaría, por lo que se animó a acercarse mínimamente, mientras dedicaba otra breve mirada a los apetecibles labios del soldado. Cuando vio que el hombre abrió ligeramente los ojos con sorpresa y no se echó para atrás, sino que cerró sus dedos con más firmeza alrededor de ella, fue que sintió una pizca de alivio. De reojo vio la mano de Stan acercarse lentamente al rostro de ella, hasta apoyarse en su mejilla.

- Kohaku, ¿puedo hacerlo bien esta vez? ¿Continuar lo de la tarde?

- Sí –Susurró, entendiendo la indirecta por el gesto.

- Perdona por cómo reaccioné antes, no fue mi intención rechazarte, sólo que no sentía que estuviese bien como yo lo había hecho.

- Está bien. Entonces yo también continuaré.

Ante la mirada curiosa de Stan, la joven no lo pensó dos veces y se impulsó y adelantó para darle un beso rápido en los labios. Sonrió con coqueta timidez, ese había sido su primer beso, y se lo había dado ella. Pudo ver a pesar de la oscuridad el reflejo de los ojos del estadounidense, parpadeando un par de veces con el batir de sus largas pestañas, hasta que le devolvió la sonrisa coqueta.

- Te alejaste demasiado rápido, no pude ni saborear ese dulce beso.

- ¿Cómo sabes que era dulce? –Inquirió, enternecida.

- Es verdad, necesito probarlo de nuevo para confirmarlo –Contestó con voz acaramelada, acercándose hasta quedar a unos pocos centímetros.

- ¡Ja! Qué astuto. ¿Así coqueteas con todas las chicas?

- No, sólo contigo. Otras no se animan a besarme primero tampoco, sólo tú.

Stan volvió a acariciarle la mejilla para llevar luego la mano hacia la parte trasera de la cabeza de ella, y sostenerla así mientras le daba un beso suave en los labios, mucho más largo, y se separó mínimamente luego para mirarla con los ojos entrecerrados.

- Sí, fue dulce, nada mal. Y para que sepas algo más de mí, me gusta mucho lo dulce, y me gusta repetir.

Apenas la dejó sonreír con su respuesta, cuando recortó la distancia entre ambos nuevamente para darle un beso con más presión y pasión, abrazándola con fuerza con su otra mano para pegarla a su cuerpo. Repitió luego besos más cortos sin separarse del todo de los pequeños y tersos labios de la joven, succionando cada labio alternadamente, cada rincón de esa linda boquita que le estaba encantando probar. Sólo interrumpió su ataque romántico para dejarla recobrar el aire, aunque ya no quería alejarse por mucho rato, y le daba pequeños y cortos besos en las comisuras y en los labios, Kohaku correspondiéndole tímidamente los que alcanzaba.

- Me parece que el dulce aquí eres tú, Stan.

En respuesta, el estadounidense volvió a acercarse hasta quedar tan cerca de ella que sus respiraciones se mezclaban, y amagó darle un beso, deteniéndose justo antes. Cuando la rubia vio que él no pensaba terminar lo que había empezado, se animó a besarlo ella, y al sentir que no volvía a unir sus labios, pero tenía una linda sonrisa en el rostro, se decidió a ser ella la que lo besara. Compartieron así un ida y vuelta de suaves y tiernos besos, algunos más juguetones, otros más largos y apasionados, hasta que suspiraron a la par. Stan no soltaba su abrazo, y pasó a acariciar toda la espalda de ella de arriba abajo, entreteniéndose también con el surco de la columna.

Por su parte, Kohaku lo abrazó por la cintura con más fuerza, mientras apoyaba su cabeza en el pecho de él, esa vez ya sin timidez ni duda. No podía creer lo que había pasado de un momento a otro, y sin embargo se sentía tan bien y emocionada. Tantos besos, todos distintos y especiales, no tenía idea que podía ser así, siempre había visto tímidos y castos besos. Tampoco se esperaba que fueran tan cálidos y sentidos de parte de Stan, como si de verdad la quisiera, eso la había emocionado y la había relajado. Y que después la siguiera mirando con una expresión de contento y dulzura, acariciándola con delicadeza y caballerosidad, no se había propasado ni la había presionado a algo más apasionado o incómodo.

Se derritió de ternura cuando luego Stan le dio un beso en la cabeza, la llamó con suavidad, y le dio otro último beso infinitamente largo y bonito. Apenas podía creerlo, y al mismo tiempo era coherente con los gestos tan cálidos que él había tenido con ella desde la primera noche. Para todo lo intimidante que era por su habilidad y su habitual seriedad, compensaba totalmente con toda esa ternura que sólo con ella y en ese momento estaba dejando ver.

- Ahora sí será una buena noche, que descanses –Dijo Stan con voz baja y suave, mientras se acurrucaba más contra ella en el abrazo que compartían.

Sí, la noche había sido de lo más tranquila, sin más despertares excepto por un momento en que ella había cambiado de posición y se había girado de espaldas a él, quién no rompió el abrazo tampoco entonces, sólo lo adaptó. Kohaku podía sentirse tan cómoda y relajada entre el cobijo de los fuertes brazos de Stan, un abrazo verdaderamente cálido, que la hacía olvidar completamente del extremo frío que había en realidad en el exterior.

Podía percibir que la luz matutina se filtraba tenuemente por la ventana junto con los primeros rayos de sol cálidos sobre su adormilado rostro, se removió cómodamente entre las sábanas, todo era tan agradable que no tenía la menor intención de querer dejar ese sitio, podía casi suspirar de gusto. Finalmente podía escuchar la apacible y serena respiración de Stan que dormía profundamente a sus espaldas, se sentía más que bien aquella cercanía.

En un discreto movimiento fue bajando su cuerpo para intentar girarse sin despertar a Stan y fue entonces que una presión que antes no había, se rozó contra su cuerpo, específicamente a lo bajo entre su trasero y sus piernas, una dureza que obviamente no era de una mano, ligeramente esa presión la hizo sobresaltarse y abrir los ojos por completo, eso tan abultado y rígido era algo que no podía ignorar. De inmediato el rostro se le puso completamente rojo, su respiración se aceleró al igual que los latidos de su corazón, y se contuvo de emitir un chillido de sorpresa, simplemente se quedó completamente inmóvil.

Se encontró abochornada en sentirlo así, era algo abrumador y aunque estaba sumamente avergonzada no lo encontraba mal, nunca se hubiera imaginado que dicha situación pudiera estar pasando ni bien se despertaran y sin ninguna interacción entre ellos en esa mañana, ¡por todos los dioses! No era desagradable, por el contrario, sentirlo presionar tan cerca con esa parte de su cuerpo estaba agradándole más de lo conveniente hasta el punto de provocar que un fino jadeo se le escapara, su cuerpo reaccionando más instintivo que su mente.

Se llevó las manos a los labios para taparse la boca y callarse. Justo en ese sobresalto, Stan abrió los ojos, percatándose inmediatamente que estaba en ese estado, y se quedó igual de inmóvil mientras tragaba duro, sus cuerpos estaban tan juntos que era difícil disimular. Inspiró fuerte, iba a mover su cadera hacia atrás, cuando para su mala suerte Kohaku giró su cabeza hacia él, encontrando el rostro del estadounidense con una expresión nerviosa y sonrojada. El intercambio de sus miradas atónitas fue breve, Stan se fijó que Kohaku estaba con las mejillas completamente enrojecidas, se encontró aún más inquieto y mortificado, no pudo expresar ni una palabra, no encontraba forma de poder explicarse. Soltó a Kohaku del abrazo, apartándose, y salió disparado en un salto fuera de la cama, casi corriendo hasta el cuarto de baño, cerrando violentamente la puerta al entrar.

- Fuck! –Stan maldijo entre dientes, conteniendo las ganas de gritar, llevando sus manos hacia su entrepierna.

Estaba más que excitado y a su pesar tenía razones suficientes, si bien la noche anterior había sido increíblemente conmovedora al compartir aquellos besos tan suaves con Kohaku. A su mente dormida le habían vuelto todas las escenas de aquella primera unión de sus labios y el intercambio tan íntimo, tan único, tan especial. Todo eso le había provocado muchas sensaciones agradables en su interior, había sido tan real y perfecto que le costaba creer que aquello había sido completamente real y no un sueño.

Aunque hubo algo de eso último, ya que se habían detonado otra serie de escenas, precisamente recuerdos del sueño que tuvo a lo largo de la noche, imágenes detalladas del hermoso rostro de Kohaku, una luz del sol resplandeciendo contra su cabellera rubia, iluminando su piel, el brillo de sus ojos, su sonrisa, sus pequeños y rosados labios, una visión absolutamente cautivadora, la contemplaba mientras ella lo llamaba con voz aterciopelada.

- Stan.

La dulce voz de la rubia lo llamaba, ella se mostraba frente a él con su divino cuerpo a la vista, acercándose más mientras se inclinaba y notaba como sus generosos pechos destacaban a su vista. Era perfecta, su cuerpo atlético, firme y esbelto en ropa interior. Ese fue su sueño, toda esa fantasía suya había detonado ese calor en su interior y esa reacción natural e instintiva que con urgencia necesitaba aliviar. No iba a rechazar esa llamada, pero evidentemente no era el mejor de los momentos.

Kohaku aún estaba inmóvil sola y bajo las sábanas, enterrando su rostro aún más rojo que un tomate, condenadamente avergonzada, la manera en la que Stan se había despertado estaba provocando una serie de cuestionamientos con respecto a todo lo que había ocurrido entre ellos dos, el haber experimentado por primera vez un intercambio de besos tan dulces, verdaderamente la emocionaba tanto que provocaba que su corazón se acelerara. ¿De verdad podía haber algo más entre ellos? Cada vez le tenía más estima a su compañero y se sentía mucho más interesada en él, tenía que confesarlo, aunque no quería verse ni desesperada ni atrevida, ya no podía ocultar por más tiempo como se sentía con Stan. Hubo un silencio que perduró un largo rato más, ya que el estadounidense permaneció dentro del cuarto de baño alrededor de unos diez minutos.

Kohaku no podía quedarse el resto del día ocultando su rostro entre las sábanas, por lo que se levantó de la cama vistiéndose y luego envolviéndose con una de las enormes cobijas, así ya se había acostumbrado en esos días. Caminó directo a la sala, de alguna manera tenía que buscar despejar su mente y calmar su sobresaltado estado.

En la sala, el fuego de la chimenea empezaba a arder tenuemente, Kohaku se encargó de poner un poco más de leña y de atizar más las llamas hasta que la calefacción fuera lo suficientemente confortable para toda la habitación. Mientras se ocupaba y concentraba en eso, notó que Stan se asomó acercándose al sofá, de inmediato ella se giró nerviosamente hacia él, tenían que enfrentar lo sucedido. Aquellos ojos verdes tan intensos no esquivaron ni evitaron encontrarla, miraron fijamente a los suyos aguamarina, contemplándola también con inquietud y culpa.

- Entiendo si esta noche prefieres dormir otra vez aquí, discúlpame si te hice sentir incómoda.

- No, no, nada de eso –Kohaku se apresuró a responder.

- De verdad, perdón, debí ser más precavido con que algo así podía pasar, es una reacción completamente instintiva y que no podemos controlar como quisiéramos. Les sucede a todos los hombres, no quiero que pienses mal de mí, no tengo ningún tipo de mala intención contigo, mucho menos aprovecharme de ti mientras dormías.

- Está bien Stan, lo comprendo, por eso no hay problema.

- ¿Segura?

- No te preocupes más, si es como dices, les sucede a los hombres como algo natural e involuntario. Llevamos varias noches aquí juntos, simplemente durmiendo y protegiéndonos de todo el frío, en ningún momento he sentido algún tipo de importunación de tu parte, ni siquiera anoche cuando solo nos besamos, y nunca buscaste aprovecharte de mí. Me consta que eres un buen hombre y que no tienes ninguna mala intención, me agrada mucho la cercanía que tenemos, y no quisiera que eso cambiara.

- Kohaku…

- Si te soy honesta con todo lo que está pasando, no es para nada incómodo, por eso quiero que la confianza que ya tenemos siga. Me gustaría que continuemos así, compartiendo buenos momentos juntos –Comentó, calmada y sonriente– Si tú quieres…

Kohaku dio un paso adelante, acercándose a Stan mientras él la miraba conmovido por aquella declaración, no había rechazo, ni un rastro de molestia, por el contrario, la rubia estaba confesándole que estaba bien si continuaban tratándose de manera íntima.

- Yo… Yo también quiero eso, sí.

- Entonces ya, dejemos de discutirlo –Comentó con ternura– Y si ambos somos honestos con lo que hacemos y sentimos no hay nada de qué avergonzarnos, ¿verdad?

Stan le dedicó la más amplia y jovial sonrisa, se acercó a Kohaku, aceptando más que encantado la propuesta de estar juntos, con toda la confianza el estadounidense llevó una de sus manos para buscar tomar la de ella y entrelazar sus dedos juntos.

Sin soltar la mano de Stan, Kohaku extendió los brazos, levantando así parte de la cobija que la envolvía, invitándolo a que se acercara, de inmediato el rubio dio un paso adelante para pegarse, así los dos terminaron por cubrirse con la gran cobija para darse calor con todo gusto y afecto, ya más tranquilos y sabiendo que ambos querían eso.

- ¿Te parece si desayunamos?

- Vendría estupendo, ya tengo algo de hambre

- Bien, yo me encargo. Si te parece bien, luego de comer podríamos acostarnos en el sofá como ayer.

Ambos compartieron una risilla en confidencia, mostrándose más que contentos. Stan le dio un beso en la mejilla a Kohaku, provocando que ella reaccionara con un respingo de sorpresa, de inmediato sus mejillas se tiñeron de rojo, pero sonrió tiernamente sin contener su gozo, el rubio le guiño el ojo seductor mientras también le dedicaba una media sonrisa atrevida.

Compartir las comidas de manera cómoda se había establecido como parte de su rutina, Stan procuraba aprovechar los ingredientes y las provisiones disponibles para preparar algunas variaciones de sus platillos, una habilidad que continuaba sorprendiendo a Kohaku y que no dejaba de agradecer que el estadounidense la consintiera con una comida de tan buena sazón.

Al terminar con su desayuno, Kohaku amablemente se ofreció a lavar los trastes, esto en retribución por que Stan ya se había encargado de cocinar. Después de ese breve quehacer, Kohaku y Stan dieron paso a recostarse en el sofá para simplemente disfrutar su cercanía, abrazados y envueltos bajo el calor de las cobijas, confortados también por la calefacción que les llegaba de la chimenea. Habían decidido que pasarían la mañana así, en completa tranquilidad, la calidez que emanaba del enlace de sus cuerpos abrazados también los relajó hasta el punto de que empezaran a dormitar.

La siesta les duró una larga hora, Stan abrió los ojos primero, para deleitarse una vez más con la imagen de Kohaku durmiendo entre sus brazos, una visión que le enternecía y le aumentaba el calor en su pecho, consideraba injusto despertar a su joven bella durmiente, pero se atrevió a darle un suave beso, simplemente por afecto.

Apenas sintió la fina presión sobre sus labios, Kohaku abrió sus ojos, encontrando con su mirada la de Stan.

- ¿Puedo confesarte algo? –Preguntó con suavidad el soldado.

- Habla con toda confianza.

- Hay algo en ti que me cautiva, no es solo admiración por tu personalidad valerosa y atrevida. Me conmueve tu buen corazón, es un tanto inocente, pero no es algo para aprovecharse, solo me hace apreciarte mucho más. Realmente hay algo especial en ti, Kohaku.

- Sé que lo estás diciendo con honestidad, me halagas.

- Más que halagarte, quería expresar mi gratitud, ya que me siento más que afortunado de que nos encontremos así aquí, y confíes tanto en mí.

- Yo… No sé bien cómo responder a palabras tan dulces.

- No hay necesidad, con tu sonrisa lo dices todo, y veo que te gusta sonreír.

- Ay, ya basta –Murmuró abochornada, mirando a un costado, recibir halagos no era lo suyo.

- Ahora no te la guardes, sino me ocuparé de provocarla

- ¿Eh?

Con una actitud juguetona y a la vez predadora, Stan adelantó sus manos en forma de garras. Sin tener la menor idea de lo que pretendía, Kohaku lo miró intrigada, hasta que los dedos del soldado le tocaron la zona de las costillas de una forma rápida que le dio una sensación cosquilleante, de la cual quiso alejarse. Stan amplió su sonrisa pícara provocando que Kohaku dejara escapar una divertida risa, el soldado no perdía oportunidad para provocarla, por lo que la rubia decidió hacer un contraataque con la acción de sus manos de igual forma. Llevó sus dedos al abdomen de Stan para propinarle una serie de cosquillas, él se sobresaltó y con eso solo se vio más animado a continuar el juego, cambiando ágilmente a hacerle las cosquillas en el cuello, la rubia tratando de esconderlo como una tortuga.

- ¡Basta!

- ¡Tú lo buscaste!

Ambos luchaban por contener la risa, forcejeando bajo la cobija y buscando escapar de los ataques de los dedos de cada uno, hasta que las manos de Stan fueron más rápidas y hábiles. Kohaku ya no pudo contener la carcajada y explotó de risa, involuntariamente empujando a Stan fuera del sofá de una patada con su gran fuerza.

- ¡Tiempo fuera! –Exclamó entre risas el soldado, levantando la mano desde el piso.

- ¡Ay, Stan! ¡Lo siento! ¿Te lastimé?

- No, estoy bien, una patada samurái no me matará.

- ¡Perdiste! –Kohaku exclamó burlona.

- ¡Claro que no!

- ¿Quieres empezar otra vez? –La rubia expresó con provocación.

- No, ya estamos bien –Dijo con una gran sonrisa mientras se sentaba, alzando las manos en alto– Suficiente de eso

Mientras el estadounidense se ponía de pie, Kohaku se percató que el clima de afuera se notaba diferente, definitivamente se veía mucho más soleado y la nieve que estaba acumulada se había disminuido considerablemente. Stan se sorprendió también y se alegró que el cielo se viera mucho más despejado, los dos aprovecharon acercarse y asomarse a una de las ventanas para confirmar que el clima estuviera verdaderamente en mejores condiciones para salir.

- All clear…

Dijo con una expresión en su idioma nativo, mientras sonreía contento. Aunque al instante, su sonrisa flaqueó cuando se dio cuenta que eso significaba que pronto volverían a la “normalidad”, cada uno a su casas y rutinas. Cuando fue consciente de su desánimo, se quedó mirando a Kohaku, cuyos ojos brillaban radiantes de contemplar al fin el cielo azul y la calidez de los rayos del sol rebotando contra la ventana y todo a su alrededor. Le parecieron tanto más hermosos ese par de ojos aguamarina con esa expresión, que lo que fuera que había del otro lado de la ventana, le costó quitar la mirada, y supo que odiaría irse justo cuando habían empezado a compartir algo tan bonito, a solas.

- Kohaku –La llamó con suavidad.

- ¿Sí, Stan?

- Hoy podríamos volver, pero… Me gustaría pasar un día más aquí –Apoyó su mano sobre la de ella.

- No me molestaría –Negó con una sonrisa tímida– Aunque no sé si a Xeno le extrañará, sólo nos quedamos aquí para refugiarnos del temporal.

- Puedo hablar con él y que nos deje quedarnos un día más, además tenemos que comprar todas las provisiones para reponer lo que consumimos, leña y comida. Nos damos el gusto y preparamos algo especial para hoy, un último día juntos ¿qué dices?

- Está bien, me gusta la idea –Asintió.

- Haré entonces la llamada, déjamelo a mí.

Stan se dirigió a la mesada que tenía el teléfono, y llamó al laboratorio donde ya sabía que estaba su amigo, quién tomó la llamada luego de que un operario se la pasara.

- Buenas –Saludó Stan.

- Hola, Stan, ¿todo bien por allí?

- Sí, todo en orden.

- Supongo que estás haciendo la llamada desde mi casa para avisarme que están por volver, o para que mandemos un coche a buscarlos.

- En realidad era para preguntarte si podemos quedarnos un día más, y mañana podrías mandar ese coche, es buena idea.

- El temporal pasó y los caminos de nieve se derritieron bastante, ni tú ni Kohaku son del tipo delicado, ¿qué sucede? –Contestó con extrañeza.

- Es tal como dices, aunque… Queremos pasar un último día juntos aquí, luego de que compremos todas las provisiones para abastecer de nuevo tu casa.

- ¿Juntos? –Repitió el científico, confundido porque le pareció que había una connotación distinta en esa palabra– ¿Juntos de compartir el espacio por lo cómodo, o…?

- Ayer pasaron cosas, y acabamos besándonos.

- Oh –Xeno dejó salir una suave exclamación de sorpresa.

- Sí, y hoy…–Decidió ignorar su vergonzoso despertar– Nos gustaría pasar un día más a solas, antes de volver, y no cortar en la mejor parte.

- Ya veo. Así que tú y Kohaku.

- Nada mal, ¿eh? –Dijo con voz suave.

- Si oyeras el tono con que te expresaste recién… –Xeno iba a bromear, pero acabó sonriendo– Qué elegante. Bien, no hay problema. Mañana a las cuatro de la tarde podemos mandarles un coche, así tienen tiempo de poner todo en su lugar.

- Gracias, amigo.

- Sólo espero que no… Sean poco elegantes con mi cama –Advirtió, incómodo– En el peor de los casos, hay protección en mi mesita, pero preferiría que no fuera necesario.

- Xeno, por cómo se pone tímida todavía, apuesto que Kohaku es más virgen que el aceite de oliva. ¿De verdad crees que buscaría algo así con ella apenas después de unos besos?

- Lo digo justamente porque te conozco a ti, desconozco la experiencia de ella.

- Sí, pero sé controlarme según el contexto, no estoy desesperado. Y Kohaku… Es una buena mujer, no quiero apurarme con ella, ni presionarla.

- Eso sí es elegante, excelente –Asintió Xeno, apoyando a su amigo, aunque sorprendido por lo suave que lo oía, hacía años que no lo escuchaba así– Tengo que seguir trabajando, disfruten el día, suerte con eso.

- Gracias, amigo.

Stan cortó la llamada y se quedó un momento frente al teléfono, pensando en lo que había dicho. Agradecía el apoyo de Xeno, y que no hubiera hecho muchas preguntas, todavía era un poco sorprendente para sí mismo lo que estaba pasando con su compañera, aunque lo recibía con los brazos abiertos, real y metafóricamente, de tantos abrazos que habían compartidos, ya fuera por calor o por cariño.

- ¿Todo bien con Xeno? –Preguntó Kohaku, acercándose.

- Sí, no tuvo problema. ¿Vamos a comprar? Hay unos puestos comerciales por la zona.

- ¡Sí! Aunque... ¿Con qué dinero? No tenemos nuestras cosas aquí.

- Podría preguntarle a Xeno si tiene algo guardado en la casa, o simplemente comprarlo a cuenta y pagarlo luego, no somos caras desconocidas precisamente.

- Prefiero lo segundo, estoy segura que los vendedores entenderán y serán gentiles.

- Bien, entonces vamos.

Apenas lo dijo, Stan extendió su mano abierta hacia Kohaku, ofreciéndosela para que ella la tomara. La vio titubear, mirando fijamente su mano, hasta que se decidió a apoyarla sobre la de él, y fue cuando se dio cuenta que lo había hecho muy natural y relajando, siquiera pensándolo. Quizás a ella le preocupaba que alguien más los viera así, aunque a él no le importaba, y tampoco había muchos vecinos a la vista, la zona era muy silenciosa y la gente estaba ocupada. Con decisión, cerró sus dedos alrededor de la pequeña mano de Kohaku, y salieron.

El aire estaba helado, refrescante, un gran contraste respecto del ambiente cálido que habían logrado en la casa. La primera respiración los sorprendió y les hizo sonreír a la vez, la exhalación saliendo con vapor de entre sus labios. Stan guió el camino, recordando dónde estaban los pequeños mercados, que eran sencillos puestos como los de ferias, a lo largo de unas calles. Había un poco de todo gracias a que se importaban recursos de todo el mundo en los grandes barcos de la nueva corporación Nanami. Toda clase de verduras de estación, harinas, algunas frutas, hongos, quesos, panes, lácteos y conservas.

- ¿Qué te gustaría comer, Kohaku? Algo diferente, ya tuvimos suficiente de arroz con verduras y carne enlatada.

- Hmm, creo que prefiero dejarte la elección a ti, me gusta cómo cocinas. Me gustaría probar algo típico de tu país, François nunca preparó algo así.

- ¿Algo típico? Veamos...

Recorrieron los puestos a lo largo, hasta que sonrió ampliamente y sus ojos brillaron cuando reconoció algo.

- Esto servirá.

- ¿Qué es? –Preguntó con curiosidad Kohaku, viendo un disco fino de una masa de color pálido.

- Masa de pizza ya preparada.

- ¿Pizza? Creo que nunca comí eso antes.

- No me jodas... –Dijo horrorizado, sin poder creerlo– Inadmisible. No es precisamente estadounidense, pero sí es una comida muy habitual. Y en todo el mundo.

- ¿Qué lleva?

- Hay muchos tipos, la más común es de salsa de tomate y queso. Podemos ponernos creativos, pero esa no falla, no está nada mal. Y en este puesto comercial venden todo lo necesario, puré de tomate enlatado, queso, y... ¡OOOOOOH!

Ante la expresión tan honestamente sorprendida y efusiva de Stan, al cual nunca en todos años lo había oído reaccionar así, Kohaku siguió la mirada de él para encontrar lo que había generado eso, todavía los ojos verdes del rubio estaban ampliamente abiertos, así como su boca en una enorme sonrisa que por poco y mostraba todos sus dientes.

- ¿Qué es eso, Stan?

- Pepperoni. ¡Nada mal, nada, nada mal!

Ante el ceño fruncido de la joven, que seguía sin entender, se controló para explicarse, mientras agarraba el ingrediente para olerlo mientras cerraba los ojos, con una expresión de puro gozo y buenos recuerdos.

- Es un tipo de salami... un embutido, como una salchicha seca y curada, con condimentos picantes y a la vez dulzones como el pimentón. Y es como la bandera de la pizza estadounidense. Huélelo.

- ¡Mmm! Me gusta, parece bueno. Hagamos entonces esa pizza.

Se presentaron frente al vendedor, que los reconoció inmediatamente, y explicaron un poco avergonzados su situación. Lejos de ponerles a cuenta la comida, el señor estaba tan agradecido con ellos y honrado de conocer a dos de los héroes que habían participado de la misión lunar, que con todo gusto les regaló los ingredientes, agregándoles incluso otro pepperoni más, y unos ramilletes de hierbas como albahaca y orégano secos, para que le diera más sabor. Le agradecieron mucho al señor, y antes de volver a la casa fueron a comprar unas bolsas de leña para la chimenea, esas sí cargándolas a cuenta. Le entregó a Kohaku la bolsa de papel con los ingredientes para las pizzas, y él cargó los bolsones de leña.

- No puedo creer que realmente consiguiera esto aquí –Dijo Stan, todavía sorprendido y feliz con los ingredientes– Ese maldito ambicioso de Ryusui se ganó mi entero reconocimiento. No lo había visto antes por aquí, así que será un producto nuevo que pidió hacer o traer, ese genio de verdad lo desea todo, y le agradezco esta vez. Al fin puedo saborear mi patria aquí.

- Yo lo que no puedo creer, es verte reaccionar así –Acotó Kohaku en tono burlón.

- Es que no te das una idea cuánto significa volver a probar algo que adoraba hace miles de años, y en esta década que pasó, que me recuerde a mi hogar. Ni siquiera Xeno se había tomado la molestia de hacerlo, y mira que es otro que le pone el ojo a los detalles y cosas más insólitas para darse sus gustos.

- Me gusta esa expresión que tienes, pareces feliz –Quería agregar “inocente”, ya que veía una expresión tan luminosa y aniñada en su rostro, pero se contuvo.

- Lo estoy, no puedo esperar.

Ni bien llegaron a la casa, Stan demostró la honestidad de sus palabras, y lo primero que hizo fue cortar unas lonjas del embutido, dándole a Kohaku para probar, y comiéndola él también de un solo bocado. La expresión de satisfacción y placer en su rostro con los ojos cerrados y una imborrable sonrisa fue tan evidente, que la rubia estalló en una carcajada, y probó un bocado.

- ¡Mmmm! ¡Esto está delicioso! –Trató de contener otra risotada– Parece que vas a llorar, Stan.

- Estoy a poco, es demasiado bueno –Dijo con la boca llena, porque se había metido otra lonja en la boca.

- Lo bueno es que nos regaló una más, así que podemos picotear esta mientras.

- Sí, podemos –Asintió encantado con la propuesta, comiendo otra más mientras le daba una segunda a Kohaku.

- Así que también puedes poner esas expresiones por la comida, ¿eh?

- Te lo dije, soy un hombre que disfruta mucho las pequeñas cosas.

- ¡Ja! ¡Me gustas mucho más así! –Expresó con toda sinceridad la rubia, aunque al instante se percató que lo había dicho en voz alta.

Por un momento, Stan detuvo su masticar por lo sorprendido que estaba de oír esa declaración, y cómo cada segundo luego el rostro de Kohaku adquiría un tono más colorado que empezaba a parecerse al del salami.

- Ah... Perdón, yo... Quiero decir...

- No lo aclares.

En un segundo, el soldado había recortado la distancia entre ambos y le estaba plantando un fuerte y largo beso en los labios, con el atrevido gesto luego de relamerse los propios.

- Qué rico. Si ya estaban buenos por separado, el pepperoni y tus labios juntos están aún más deliciosos, nada mal –Susurró con tono acaramelado, provocándola adrede para molestarla.

- ¡Stan! –Se quejó la joven, alborotada.

Sin embargo, nuevamente quedó muy sorprendida cuando oyó una risa fuerte y libre de parte del estadounidense, otra cosa nueva. Él era de las sonrisas pequeñas y misteriosas, a veces regalaba esas otras más amplias que hacían perder la fuerza de las piernas, pero casi nunca lo había oído reír tan fuerte y agradable, se lo veía realmente relajado y animado.

- Si comer cosas así te pone de tan buen humor, tendrías que comer esto más seguido –Bromeó ella, picándolo.

- Me encantaría, pero tengo que cuidar la figura –Contestó, guiñándole el ojo y señalándose el firme y musculado abdomen– Y ya ves como en unos segundos desapareció la mitad, es un peligro. Aaah, pero...

Volvió a acercarse a ella, para rodearle la cintura con su aire seductor, y le habló junto a sus labios.

- Podría ser nuestro secreto, y sólo tú puedes ser testigo de este permitido.

Si pretendía seguir siendo divertido, Kohaku no pudo procesarlo, ya que quedó inmediatamente cautivada y sintiendo un inesperado calor y hormigueo en el interior de su cuerpo, en su bajo vientre. No tuvo ninguna respuesta ingeniosa o provocadora, y sólo pudo asentir, antes de que el soldado la sorprendiera con otro beso un poco más tentador, que no ayudó a bajar su fogata interna. De los tiernos besos de la noche anterior, sus primeros besos en toda su vida, a ese último, había una gran diferencia, la habían hecho sentir muy distinto. No sabía si era porque Stan estaba más suelto y animado, pero no había siquiera dudado en acercarse y besarla de esa forma, con tanta confianza y seducción, además del comentario atrevido que había hecho antes con respecto al sabor de su beso y lo otro juntos. No le disgustó para nada, aunque todavía no estaba acostumbrada a esas cosas, por lo cual sólo alcanzó a mostrarle una sonrisa que trató que luciera natural, mientras controlaba su acelerado corazón.

Afortunadamente, Stan se concentró en hacer la pizza a continuación, disponiendo prolijamente los sabrosos ingredientes, y poniéndolos a cocinar en el horno de la cocina. Un rato después, el delicioso aroma del queso gratinado empezó a inundar el ambiente, y se les hizo agua la boca inmediatamente, no podían esperar para comer. Cuando sacaron la pizza del horno, se veía deliciosa, el estadounidense sirvió dos buenas porciones en cada plato, y volvió a poner la comida en el horno apagado para que no se enfriara.

- Sólo falta “una buena fría” y sería perfecto.

- ¿Una qué? –Preguntó Kohaku sin entender.

- Una cerveza. Pero no dudo que podré conseguirla para la próxima vez.

- ¿Esa bebida amarga y espumosa de color miel? ¡Ja! ¡La hicimos con Senku antes de viajar al país de ustedes?

- ¿Lo dices en serio? –Preguntó Stan incrédulo.

- Sí, bebimos bastante en el viaje, y el resto se perdió cuando... Bueno, cuando tú y tu equipo secuestraron el barco, y luego se echó a perder con la petrificación mundial.

- Oh... –Frunció el ceño ante el incómodo recuerdo, y luego sonrió más bromista– No puedo creer que nos hayamos perdido eso, qué descuido el nuestro al no saquear su barquito científico.

Kohaku le sacó la lengua, y luego le dio un buen mordisco a su porción de pizza, abriendo mucho los ojos y soltando una expresión de gusto con la boca cerrada.

- Está buena, ¿verdad? –Preguntó Stan con confianza, antes de probar la suya– Te dije, no falla.

- ¡Por todos los dioses, esto está más que delicioso! ¡Ahora entiendo por qué te indignaste cuando te dije que no lo había probado antes, qué lástima!

- ¿Lo ves? Es muy sencillo, y a la vez de las comidas más ricas que hay.

- No va a sobrar nada, desde ya te lo aseguro.

- Los permitidos hay que aprovecharlos bien. Aunque no te preocupes, la idea es cenar lo mismo hoy, quedó un poco de todo para hacer otra, así que tendremos la ocasión de volver a saborearla.

Comieron muy bien, acabando toda la enorme y abundante pizza entre los dos, y sólo de glotones hubieran comido otra, pero estaban satisfechos. Luego de las escuetas comidas con las que se habían alimentado esos días, era un verdadero gusto terminar la estadía con algo tan rico y especial como eso.

- Es claro que vamos a dormir otra buena siesta juntos y pasar la tarde en el sillón frente a la chimenea después de esto, ¿verdad? –Dijo Stan con una sonrisa cómplice.

- ¡Claro que sí!

Más allá de que siguieran sin muchas opciones de entretenimiento, esa tarde sí tenían ganas de pasarlo así, disfrutando la compañía y la cercanía sin distracciones. Luego de encargarse de limpiar y ordenar lo que habían usado, alimentaron el fuego con unos trozos de leña. Kohaku se sentó primero, poniéndose la cobija sobre los hombros, dispuesta a acomodarse en cuando Stan se sentara a su lado, pero en su lugar el soldado le palmeó los muslos.

- ¿Puedo recostar mi cabeza aquí?

- Eeeh, sí, claro.

El estadounidense se recostó a lo largo del sofá, apoyando su cabeza sobre el regazo de la joven, mirándola con una de sus sonrisas cálidas y deslumbrantes. Kohaku no sabía bien qué hacer, nunca había dejado a un hombre descansar así sobre sus piernas, por lo que empezó con cubrirlo con la cobija, y dejó su mano apoyada sobre el pecho de él, mientras le devolvía la sonrisa. Le quitaba el aliento lo guapo, relajado y dócil que Stan se estaba mostrando, cada vez más desde esa mañana, aunque sin desmerecer su actitud en los días anteriores, y la dulce noche anterior que había expuesto los nuevos sentimientos de ambos. Y ese cabello rubio brillante y suave, le daban ganas de acariciarlo y pasar sus dedos por allí, aunque se contuvo. Se sobresaltó ligeramente cuando los dedos de una mano del soldado tocaron su mejilla, en un suave pellizco amistoso.

- ¿Qué es esa expresión en ti? No logro descifrarla. ¿Te incomoda esto?

- ¡No, no es eso! –Negó rápidamente, maldiciendo lo transparente que era con su rostro– Es que te ves tan relajado, como si fuese lo más natural para nosotros estar así, y no estoy acostumbrada a hacer estas cosas.

- Estoy relajado, sí. Normalmente no sería tan confianzudo con una chica que estoy conociendo y empezando a tener más cercanía, pero ya que parece que estamos avanzando escalones de dos en dos y no está nada mal, es cuestión de probar. Si algo te incomoda, sólo dímelo.

- Gracias, está bien. No se siente mal, sólo que me tengo que acostumbrar. Confío en ti.

- Acércate –Dijo Stan, haciéndole un gesto con el dedo para llamarla.

Con curiosidad, Kohaku se dobló sobre sí misma para acatar el pedido del hombre, y se sorprendió cuando él levantó ágilmente su cuerpo para robarle un rápido beso, y volvió a su lugar, guiñándole un ojo y sacándole la lengua, en actitud juguetona.

- Te haces la brava, pero eres una cosita adorable.

- ¡Ah! –Exclamó, sonrojándose– ¡Podría decir lo mismo de ti! Sueles intimidar, pero pareces otro aquí.

- Puede ser, ¿por qué será? –Preguntó al aire Stan, suspirando y continuando con su tono provocador.

Pasaron un rato así, bromeando entre sí y en conversación ligera, hasta que tanto confort les dio tanto relajo como sueño. Stan se quitó del regazo de ella, acomodándose para cambiar de posición. Se colocó él hacia el borde, estirando bien las piernas, y Kohaku cambió para acurrucarse entre la parte alta del sofá y él, encimándose un poco, cubriendo a ambos con la amplia cobija que ya tenían ahí. Era llamativo para ella cómo la calidez y el abrazo con otro cuerpo la invitaba a un apacible sueño, una sensación de seguridad y paz muy agradables.

Las horas pasaron, entre dormitar y volver a conversar de a ratos, hasta que los colores del atardecer empezaban a filtrarse por la ventana. Decidieron levantarse tomar un baño y luego preparar la cena, una segunda ronda de esa exquisita pizza. Kohaku se ofreció a ayudar, cortando el pepperoni mientras Stan se ocupaba del queso fresco y de la salsa de tomate, y cenaron en cuanto estuvo lista. Dejaron pasar una hora para digerir antes de acostarse, jugando a las cartas como los días anteriores para divertirse un poco. Cuando se cansaron de repetir tanto, el estadounidense extendió su mano para tomar la de ella con delicadeza, por encima de la mesa.

- ¿Vamos a dormir?

- Sí, vamos.

Se dirigieron al dormitorio, desvistiéndose a medias y dedicando los primeros minutos como todas las noches para calentar la cama, ya lo hacían con una sonrisa resignada y con más ánimo. Kohaku estaba un poco ansiosa, preguntándose cómo sería esa noche, si volverían a besarse hasta dormir, o no, le había gustado mucho. Su mirada y pregunta silenciosa debió ser tan evidente, que Stan apoyó su mano para sostenerse la cabeza, y la miró con una sonrisa sensual, sus ojos verdes reluciendo bajo sus largas pestañas que les hacían sombra.

- Tus pensamientos hablan alto, Kohaku.

- ¿Eh...?

- Eres demasiado honesta. No me quejo, me gusta eso de las personas. Y también me gusta cuando van a buscar lo que quieren, sin miedo.

- No tengo miedo, sólo me preguntaba si soy la única que lo quiere.

- Veamos qué interpretas por esta respuesta.

Ante la mirada atenta de la rubia, Stan la abrazó por la parte más baja de la cintura para atraerla con fuerza hacia él. Sin embargo, el beso que le dio cuando sus labios conectaron fue mucho más suave y tentador, un notorio contraste que ella no se esperó. Compartieron un largo beso, continuando con otros más cortos, hasta que el soldado tuvo la iniciativa de darle uno más invasivo, abriendo más la boca, demandando más de ella. La joven apenas contuvo un suave gemido por el repentino calor que sintió ante eso, pero hizo lo mejor para corresponderle, le estaba gustando mucho también esos despliegues más apasionados.

De pronto, sí dejó escapar un jadeo cuando sintió algo mucho más caliente, suave y húmedo invadiendo su boca, y se sonrojó intensamente cuando se percató que Stan había empujado su lengua para acariciar la de ella, algo que no había hecho antes y le pareció mucho más atrevido.

- ¿Qué tal eso, eh? –Preguntó en un susurro el rubio, su voz grave y acaramelada haciendo eco en lo más profundo de ella– Quiero ver tu respuesta.

- Yo...

Stan la interrumpió apoyando su dedo sobre los labios de ella, silenciándola.

- No quiero que respondas con palabras.

Kohaku estaba a punto de humear por las orejas, pero asintió y se animó a corresponderle tratando de imitar el toque, acercándose con los ojos entrecerrados y empujando tímidamente su lengua dentro de la boca de él. Eso era una sensación completamente nueva para ella, y cuando oyó un gemido ronco de apreciación de él que le causó un agradable estremecimiento de pies a cabeza, se animó a hacerlo con más seguridad. Pronto esos besos se volvieron una sensual y apasionada lucha, en la cual ambos se alternaban para ir más profundo y recorrer la boca del otro.

- Nada mal, Kohaku, nada mal –La animó Stan en un provocador susurro, mordisqueándole el lóbulo de la oreja, antes de volver a reclamar su boca una vez más.

Continuaron con su fogoso intercambio, perdiéndose cada segundo un poco más en esa intensidad y entrega. Había algo distinto aquella vez, algo que se sentía con una necesidad y urgencia desconocidas para Kohaku, como si no le alcanzara sólo con esos besos y su cuerpo le estuviera pidiendo más, aunque ese “más” era algo más intenso que hasta ese momento desconocía. Abrazó la espalda de Stan con el brazo superior y con más firmeza, hundiendo un poco más sus dedos en la fibrosa y musculosa carne, mientras trataba de comunicar esa creciente y apasionada necesidad desconocida. Stan le correspondió con besos más profundos y demandantes, invadiendo su boca con una presión que no hacía más que alimentar ese fuego interno que empezaba a descontrolarse en ambos.

Eso le estaba gustando demasiado, el soldado besaba muy bien, pero no sabía si era bueno o malo que pronto eso tampoco le pareció suficiente, necesitaba más, el ardiente hormigueo en su bajo vientre empezaba a ser molesto, quería aliviarlo de alguna forma, nunca antes había sentido algo así con tanta intensidad. Quería abrazarse completamente con Stan, buscando más cercanía, por lo que colgó la pierna superior alrededor de la de él, y lo jaló y apretó contra ella. En cuanto lo hizo, una nueva sensación de lo más placentera la invadió y le produjo un agradable estremecimiento que la recorrió entera, haciéndola jadear. Lo que le llamó la atención fue no ser la única, el rubio también había dejado salir un jadeo que sonó de lo más cautivante junto a su oído.

Le tomó un segundo de más darse cuenta qué había hecho, y cuando la realización de que había chocado su intimidad directamente con la de Stan, que estaba nuevamente muy firme y caliente como el “accidente” de la mañana, se sobresaltó con vergüenza y se alejó inmediatamente, de pronto interrumpiendo el clima tan ardiente.

- ¿Qué pasa? –Susurró el soldado, acariciándole la cintura cuando la notó alterada, queriendo acercarla otra vez.

- Yo… Hice algo atrevido que no debía –Murmuró abochornada, su rostro hirviendo de calor.

- ¿Por qué no? Se sintió bien, no le pongas tanta cabeza.

Lo dijo con ligereza, pero debía imaginarse que Kohaku no estaría tan relajada con ese tipo de contacto más íntimo y directo. Por lo que sonrió para animarla y le levantó la barbilla con un dedo para que lo mirara a los ojos, dándole luego un tierno beso en la comisura de los labios.

- Eso que hiciste es algo bastante natural y normal cuando uno busca más placer, de hecho, es la parte del cuerpo que más placer genera con el contacto, para ambos. Y no tienes nada de qué avergonzarte, estamos en confianza, más cercanos e íntimos, ¿no es así?

- Sí…

- Te digo más, me encantaría volver a sentirlo, y apuesto que a ti también. Sé que eres nueva en todo esto, así que sólo hagamos un poco y a tu ritmo, siempre que tú así lo quieras. ¿O prefieres dejarlo así por hoy?

- No, no, me gustó… –Tragó y habló con más seguridad– Quiero seguir como estábamos.

- Yo también –Le dio un beso más largo en los labios.

Para volverla a hacer entrar en el clima tan sensual, empezó a besarla gradualmente con más intensidad, hasta que sintió que ella se relajó y volvió a corresponderle en sintonía. Como se imaginaba que todavía podía estar un poco tímida con animarse a hacer ese “atrevimiento”, fue él quién le acarició el muslo largamente, una y otra vez, hasta que con delicadeza le sostuvo la pierna por detrás de la rodilla, y la jaló hacia él para que lo rodeara como antes. Con esa renovada cercanía y sin soltarle la pierna, Stan la besó profundamente al tiempo que empujaba su cadera con suavidad hasta volver a rozar sus intimidades. Él entreabrió sus labios en un gemido silencioso, mientras veía cómo Kohaku entrecerraba sus ojos con una divina expresión de placer. Cadenciosamente volvió a hacerlo una vez más, y luego otra, sin separar el contacto de sus sexos por encima de la ropa interior.

La miró con intensidad, no quería perderse ni un segundo de aquella expresión tan cautivante, de las primeras veces que ella tenía un contacto tan íntimo y caliente con un hombre. Le emocionaba cuánto confiaba en él, no había dudado de sus palabras ni de continuar, y por ello mismo quería hacerla sentir lo mejor posible. Pero en cuanto ella se dio cuenta que estaba siendo tan fijamente observada, volvió a sonrojarse y bajó la cabeza, escondiéndose contra el cuello de él.

- No me mires.

- ¿Por qué no? Vamos, no me prives del gusto de ver tan hermosas expresiones en tu rostro, me gusta mucho saber que lo estás pasando bien.

- Es raro, tu mirada… –Insistió, sin ceder. El corazón le había martillado cuando vio esa expresión tan intensa y llena de deseo.

- Como todavía no estás acostumbrada a conocer y decir lo que te gusta o cómo te sientes, necesito verte para saber si voy bien. Aunque si lo prefieres, hay otra opción.

- ¿Cuál?

En respuesta, Stan le sostuvo la espalda con una mano y el muslo con la otra, y dio medio giro para apoyar la espalda contra el colchón, Kohaku quedando recostada encima de él.

- ¡¿Qué haces?! –Exclamó, aún más abochornada, en ese momento podía sentir todo el cuerpo de Stan en contacto con el suyo, todo, incluso su agradablemente punzante erección que la hizo casi morderse el labio inferior de gusto.

- Si no quieres que te mire, puedes abrazarme fuerte así, pero a cambio, te mueves tú y eres libre de probar lo que más te guste.

- Fácil decirlo y hacerlo para ti –Se quejó Kohaku.

Stan cambió la posición de sus manos, subiendo la que estaba en el muslo de la joven para abrazarla contra su cuerpo, y la otra la bajó para hacerla flexionar la otra pierna, de forma que ella quedara recostada y con sus piernas rodeando las caderas de él. Eso hizo mucho más notable el contacto de sus sexos, podía rozar mucho más de la intimidad de Kohaku de esa forma, y estimular así deliciosamente la de ambos.

- Ooh, nada mal –Susurró con un gemido ronco y extasiado, también al sentir el gemido apenas ahogado de ella, que apretó los dedos de una mano con más fuerza sobre el pecho de él– Muévete así, sigue mi guía.

Confiando en que Kohaku se quedaría en esa posición, llevó las manos para apoyarlas en el hermoso trasero tan generoso de ella, sonriendo con diablura cuando le oyó un respingo. Con firmeza y lentitud, empezó a moverla desde allí hacia adelante y hacia atrás, para que sus intimidades se rozaran con más intensidad, y ella se acostumbrara a la nueva y tan deliciosa sensación. No pudo evitar mirarla un poco, era instintivo querer verla disfrutar, por suerte los ojos de ella estaban cerrados y no se dio cuenta, era toda sensaciones.

- Aah, Stan…

- ¿Te gusta cómo se siente esto? –Preguntó con voz acaramelada, entre sus propios suaves jadeos de placer.

- Sí… Sí… ¿Stan? –Abrió los ojos para encontrar sus miradas.

- Dime.

- No dejes de besarme.

El soldado llevó una mano al costado de la cabeza de la joven para jalarla suavemente hasta su rostro, y así besarla tal como le había pedido, aunque no hubiera hecho falta que lo hiciera, él quería lo mismo. Sus labios no se separaban mientras ella empezaba a moverse, acompasada a la guía de su compañero amante, dejándose llevar y tratando de no pensar en más nada que disfrutar ese momento. El cuerpo de Kohaku empezaba a moverse solo, acomodándose naturalmente para sentir esos lugares en que un calor casi electrizante la recorría entera.

Se estaba empezando a entusiasmar, era como si no pudiese detenerse, porque cada segundo se sentía más delicioso aquel contacto. Cuando dejó salir de su boca un gemido audible y largo entre los besos, Stan se estremeció bajo ella ante tal sensual sonido, y la miró con los ojos oscuros y cargados de deseo.

- Kohaku, ¿podemos cambiar, que yo quede encima tuyo? Tranquila, seguiremos con esto mismo.

La rubia asintió en respuesta, y el soldado se giró con ella encima para recostarla sobre el colchón, y se acomodó entre las piernas de ella separándose lo mínimo posible en el proceso. Cuando quedó arriba, se apoyó en un codo para no cargar todo su peso en ella, y la besó con pasión mientras con la mano libre le agarraba el muslo y lo jalaba hacia él para que Kohaku lo rodeara con sus piernas sin timidez. No quería ser demasiado invasivo, menos cuando la había dejado abajo a su merced, pero no podía resistirse a besarle algo más que la boca. Al compás de sus suaves empujes y movimientos cadenciosos y circulares, hizo un poco a un lado la cabeza para besarle el cuello. La oyó gemir sensualmente una vez más, y se animó a bajar un poco más, por la clavícula y sólo hasta el borde del sostén, jugando con tentarla con sus labios y lengua, antes de volver a besarla profundamente en la boca.

Sus movimientos empezaron a volverse más intensos y rápidos, concentrado en rozar su miembro por encima de la ropa directamente donde estaría el clítoris de ella, y supo que había hecho bien cuando Kohaku lo apretó más con sus piernas, a la par de abrazarlo por la espalda con más fuerza.

- Ooh, Stan… Eso… Eso es…

- Lo sé, te va a desconectar de este mundo –Contestó con una sonrisa confiada– Quizás nunca sentiste esto y lo que viene, pero tú tranquila, confía y déjate llevar, entrégate a lo que sientas.

- Está bien… Aah…

Kohaku se sentía cada vez más acalorada, las mejillas le ardían, y percibía cómo esa intensa sensación le embotaba la mente y la estaba arrastrando a un lugar desconocido, aunque no tenía miedo, menos aún desde la tranquilidad que le había dado Stan. Si ya creía que eso era suficientemente bueno, el rubio aumentó un poco más el ritmo y la incesante presión de sí mismo contra ella, y fue cuando instintivamente la joven empezó a buscar más a su vez. Se animó a mover sus caderas, tratando de sincronizarse con él.

- Oh, Kohaku, sí… –Gruñó Stan guturalmente, asintiendo con la cabeza– Sigue así.

Entusiasmada con la respuesta de él, repitió a continuación ese movimiento, que no hacía más que derretirla de gozo y pura excitación, la estaba llevando más rápido a eso que no sabía qué era, pero sabía que lo quería alcanzar. Podía sentir a Stan más acelerado y jadeando contra su oído, incluso luego se sobresaltó cuando sintió el filo de los dientes de él contra la piel de su fino cuello, estremeciéndose completa, con una sensación salvaje dentro, que le pedía más. Le preocupaba un poco que estaba empezando a perder el control de su respiración, también acelerándose, y por momentos no podía ni hacerlo, pero a la vez era como que tenía esa urgencia de continuar con ese nuevo placer y por nada del mundo quería interrumpirlo, era tanto o más necesario que respirar.

- ¡Stan! –Exclamó en medio de un gemido, hundiendo las puntas de los dedos en la musculosa espalda de él, cuando la sensación se estaba volviendo tan deliciosa como insoportable.

- Sigue así… Un poco más…

Ese “poco más” llegó medio minuto después, cuando sintió que llegó al límite de su control y resistencia, y algo simplemente se desbordó dentro de ella, anulando su mente y hasta su respiración, mientras una ola de las más intensas sensaciones se adueñaba de ella, empezando en el punto de su intimidad que Stan estaba frotando inclemente, y poco a poco recorriendo todo su cuerpo. No pudo controlar unos fuertes espasmos que le siguieron, y tuvo que empujar un poco al soldado desde el abdomen para pedirle así que se alejara un momento, no podía soportar más de ese abrumador placer. Cuando al fin pasó un poco y pudo volver a ingresar aire a sus pulmones, Stan volvió a empujarse contra ella, adquiriendo rápidamente un ritmo más frenético mientras dejaba salir de sus labios los más eróticos y bajos gemidos que había escuchado nunca. Unos segundos después lo sintió detenerse abruptamente y estremecerse visiblemente sobre ella, y notó con claridad una sensación bastante húmeda y caliente entre ellos.

El pecho del soldado se agitaba como si hubiera hecho una carrera a todo pulmón, y Kohaku hasta podía sentirle el corazón bombeando y martillando, parecía que quería salirse del cuerpo. No se alejó de ella por un momento más, frotándose contra su intimidad unas últimas veces más, con mucha presión como si buscara traspasar la ropa, que le generó el impulso de abrazarlo con sus brazos y piernas. Los dos se quedaron en silencio, recuperándose de su agitado y caliente estado, hasta que Stan se giró y se recostó al lado de ella, todavía sin abrir los ojos.

- No sabía que sentir algo así podía ser posible –Dijo Kohaku, mirándolo abrumada.

- Fue intenso, nada mal. Aun así, te aseguro que tienes mucho más por conocer, cuando quieras –Contestó el soldado, y luego frunció el ceño, al sentir su descarga en la ropa interior, se había dejado llevar demasiado, no pensaba que llegaran a eso tan pronto– Ah, perdona, pero vamos a tener que cambiarnos y dormir otra vez con los calzones de Xeno.

- Hmm, sí, ya me parecía… –Murmuró, tocándose disimuladamente y sintiendo la humedad en sus bragas, la suya y la de él.

- Ve tú primero al baño, cámbiate cuanto antes. Como estaba nuestra ropa de por medio, no creo que haya riesgo, pero… por las dudas –Musitó, incómodo al recordar cuánto se había presionado contra ella al final, luego de acabar.

Creyendo entender lo que significaba la indirecta de Stan, se puso un poco nerviosa y se levantó de la cama de un salto, envolviéndose con la cobija antes de ir a buscar la otra prenda que ya debía de estar seca del lavado del uso previo. Luego de cambiarse, y de que el estadounidense también lo hiciera, volvieron a acostarse juntos y acurrucarse. Al poco rato, Kohaku seguía con la necesidad de hacer una aclaración, todavía abrumada por los ecos de las sensaciones tan ardientes.

- Stan

- ¿Sí?

- Esta fue la primera vez que hacía algo así.

- Lo supuse –Asintió, mientras le acariciaba la espalda para animarla.

- Quiero decir que no es algo que pudiera hacer con cualquiera.

- Te agradezco la confianza, y yo también lo disfruté mucho. No te preocupes, esto quedará entre nosotros.

- Hmm, sí –Murmuró un poco frustrada, no era ni por asomo lo que había querido decirle– Buenas noches.

- Buenas noches, dulces sueños.

El cuerpo liberado de Stan le rogaba por entregarse al descanso, todavía se sentía flotar luego de tanto placer, por lo que no le costó caer dormido profundamente a los pocos minutos. La mente de Kohaku seguía muy activa, no tenía una pizca de sueño, y recordar lo que había sucedido le hacía arder las mejillas, y a la vez le plasmaba una enorme sonrisa pícara en el rostro. Por tradición no pensaba hacer ese tipo de cosas hasta casarse o algo así, pero se había dado de una forma tan natural y sin presiones, y con un hombre que le gustaba y que tenía muy en claro lo que tenía que hacer para que ella se sintiera cómoda y lo disfrutara, eso le había resultado revelador y tranquilizador. Levantó la mirada hacia Stan, viéndolo profundamente dormido, hasta así se veía guapísimo, por lo que sonrió y se animó a levantar una mano para acariciarle mínimamente el cabello rubio y tan suave que tenía, y luego de su toque secreto cerró los ojos y se concentró en dormir.

Luego de otra noche de sueño reparador y sin interrupciones, Stan despertó primero. Hacerlo con Kohaku entre sus brazos, demasiado confortables y calentitos los dos, se estaba volviendo un gusto culposo de lo más dulce y rico, más aún después de una noche tan especial. Se quedó un rato quieto mientras despertaba del todo, sin dejar de mirarla, hasta que no pudo contenerse y le dio un beso en la frente. No la despertó, por suerte, aunque pensó lo lindo que debía sentirse despertarse con el rostro regado por besos. Estuvo a punto de hacerlo, pero se contuvo, quizás era muy pronto para algo así, por lo que se contentó con otro beso en el mismo lugar, más largo. Eso sí la despertó, y la sintió enroscarse más fuerte a él y seguir intentando dormir, sin la mínima intención de abrir los ojos y levantarse.

Eso lo hizo reír por lo bajo y querer jugar un poco con ella, entre apretujarla y para darle unos ruidosos pequeños besos en el cuello, que seguro le harían cosquillas. Todavía parecía estar muy adormilada, ya que sólo sonrió y trató de esconder el cuello cual tortuga, y siguió intentando dormir. Sin rendirse, Stan acercó sus labios a la oreja de ella, para susurrarle.

- Buen día, bella durmiente y remolona.

- ¿Puedes culparme? –Dijo con voz ronca– Esto es demasiado cómodo y bonito

- Lo es... Pero hay que despertar del sueño.

- ¿A qué te refieres? –Eso la hizo abrir los ojos, y mirarlo con duda.

- Tenemos que volver a nuestras vidas “normales” en unas horas.

- Sí, pero... Esto no tiene por qué cambiar, ¿no? –Preguntó con timidez– Lo nuestro, digo.

Stan se quedó callado, su corazón fue el que se expuso latiendo más acelerado al oír eso. ¿Ellos, juntos? Lo que había pasado la noche anterior había sido un gran paso, y no lo había hecho solamente por excitación, era consciente que para Kohaku un nivel de intimidad sexual, aunque no hubiera completo desnudo ni penetración, no era juego ni algo para tomarse a la ligera. Tampoco significaba que ya fuesen novios, pero abría esa puerta a mediano plazo. No era un hombre que se apurara a formalizar, aunque tampoco le molestaba la idea de hacerlo si era con la mujer que se sintiera bien, que fueran compatibles. Y con Kohaku…

- Hay... Hay un "nosotros" ahora, ¿verdad?

La pregunta de Kohaku fue expresada con timidez, inseguridad incluso. Ante el silencio de Stan, de pronto tuvo un feo pensamiento de que lo que había pasado entre ellos podía acabar en cuanto volvieran a la "normalidad". Stan lo acababa de decir, despertar del sueño, y volver. Habían estado muy acaramelados últimamente, pero no habían intercambiado palabras de amor más allá de algún halago sentido. Quizás se estaba adelantando, y para un hombre “adulto” como él, y con sus costumbres del mundo moderno, algo tan dulce y a la vez tan atrevido como lo que habían hecho podía no significar lo mismo que para ella. Oyó a Stan suspirar, y levantó la vista para encontrarse con una intensa mirada esmeralda de él.

- Si quieres que lo haya, I'm all in.

- Stan... ¿De verdad te sientes así? ¿No porque te haya presionado con la pregunta?

- Deberías saber a esta altura que a mí nadie me obliga a nada, y no soy alguien que sea falso para contentar a otros. Todo lo que salga de mi boca es mío, en plena consciencia. Todo. Cada palabra, cada gesto –sonrió tiernamente–, cada beso.

Dicho eso, se acercó para darle un suave y largo beso en los labios a la joven, sorprendiéndose cuando la sintió relajarse bajo sus manos. Nuevamente, para todo lo segura que Kohaku, tenía también un grado de inocencia que le despertaba mucha ternura e instinto de protección, le parecía tan pura, y estaba seguro que nunca haría algo para jugar con sus sentimientos.

- Gracias, Stan.

- Lo mismo digo, gracias a ti, Kohaku.

- ¿Podemos quedarnos un ratito más, así juntos?

- Pretendamos que si cerramos los ojos, el tiempo se detiene.

- ¿Podemos hacer eso? –Preguntó Kohaku con una pequeña sonrisa.

- Por supuesto que podemos.

Notes:

Buenaaas! Como esperábamos... el two-shot se convirtió en tri-shot, qué raro, ¿no? xD. No hay dos sin tres, y es que es tan lindo escribir un romance a fuego lento, más realista y sentido, que las palabras sólo fluyeron, y aquí estamos. Así que habrá un capítulo más, con el desenlace y toda la ternura, pasión y el esperado delicioso que se hace sentir y desear jeje.

Gracias por leer, apoyar y dar amor, hoy y siempre! Es estimulante pensar nuevos escenarios y posibilidades, sin repetir a pesar de tantos capítulos y varias historias que le dedico a esta ship, siempre hay más por explorar para ellos y sus multiversos.

Ahora la duda es si terminar este fic, o escribir el de “Otros Caminos”, que claro se me está demorando. Si gustan de opinar y elegir, seguiré el deseo de la mayoría, y sino... lo que la inspiración haga fluir primero jaja.

Hasta el próximo capítulo!

Chapter 3

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El “ratito” extra de seguir remoloneando se convirtió en dos horas más, la mañana convirtiéndose casi en mediodía. Como ya habían hecho las compras para reponer las provisiones de Xeno, no tenían apuro ni obligaciones pendientes, excepto cambiar las sábanas de la cama, limpiar un poco la casa y volver a poner el sofá y la mesa baja en su lugar. Se dieron un último buen baño caliente, intercambiándose en ir adelantando esas tareas mientras el otro se bañaba, dejando lo del sofá para hacerlos juntos. Se hizo un poco tarde, pero Stan cocinó algo rápido con los ingredientes extra que le habían sobrado del día anterior. Comieron de la olla una vez más, no sólo para facilitar la limpieza sino como broma interna de cómo habían empezado allí.

- No tenemos que preocuparnos por caminar con el estómago lleno, esta vez vendrán a buscarnos en coche.

- Oh… No me hubiera molestado caminar.

- Ni a mí, llevamos casi la mitad del recorrido hecho. Pero Xeno insistió en darnos esa comodidad, y no estaría mal ya que tú no tienes el calzado apropiado para andar entre la nieve que queda, no vaya a ser que te enfermes justo ahora.

- Está bien, tienes razón. ¿Cuándo llegarán?

- Alrededor de las cuatro de la tarde, en media hora. Dejamos esto limpio y no hay más que hacer.

Los dos ya estaban vestidos normalmente, Stan con el traje-uniforme completo, y Kohaku con su vestido, abrigo y sandalias. Habían guardado hasta las cobijas, por lo cual luego de limpiar los trastes se quedaron sentados en el sillón hasta que pasaran a recogerlos. El soldado le tapó las piernas descubiertas a la joven con el saco de su traje, lo cual ella le agradeció y se acurrucó junto a él.

- Me gustó nuestra estadía forzada –Dijo Kohaku, suspirando.

- A mí también. Será raro volver a la normalidad, por más contradictorio que parezca.

- Te entiendo, sí.

- Oye… Creo que tengo que confesarte esto antes de regresar. Xeno sabe que algo empezó a pasar entre nosotros. Obviamente no diré nada de lo de anoche, pero sabe que hubo unos besos. Digamos que por eso fue que no dijo nada de que pasáramos un día extra aquí.

- ¡Ah! –Exclamó, sonrojándose– Bueno, no será el único, ¿no? Si empezamos a vernos más seguido por fuera de nuestras tareas, dejará de ser un secreto.

- ¿Me estás diciendo que vamos a tener citas? –La provocó, con una sonrisa seductora– Tú me diste nuestro primer beso, me gustaría ver que planearas esa cita también.

- ¡No sé nada de citas! –Negó Kohaku apenada– El único tipo de citas que conozco o vi son de paseos o algo así. Te aburrirías.

- No te creas que eso es muy distinto al tipo de citas que teníamos en el mundo moderno. Agrégale comida y ya era el tipo de cita más común.

- ¿Entonces estaría bien algo así? ¿Caminar por algún lugar con paisaje bonito, y comer algo mientras?

- Suena perfecto –Aceptó con una deslumbrante sonrisa, y se acercó a ella con actitud acaramelada– Y no iría a una cita contigo con la idea de distraerme de ti, todo lo contrario.

- Oh… Claro –Asintió con una sonrisa tímida.

- Estaré a la espera de tu invitación.

Stan le guiñó el ojo, y le tomó la mano para entrelazar sus dedos para animarla. Se quedaron así un rato más, hasta que oyeron ruidos en la calle y se levantaron, sabiendo que venían a buscarlos. Kohaku cargó una bolsa con las sábanas a lavar de Xeno y como no tenían nada más que llevar, salieron juntos.

El viaje en el coche fue silencioso, no duraría más de veinte minutos, por lo que se quedaron mirando relajadamente por las ventanas. Como la rubia había dejado su mano apoyada en el asiento, al costado de su cuerpo, Stan con mucho disimulo acercó su mano, de forma que sólo sus meñiques se rozaran. Kohaku notó el contacto y lo miró de reojo, percibiendo una fina sonrisa en los labios del estadounidense, que seguía mirando por la ventana. Eso le hizo sentir un cosquilleo divertido y tierno, y acercó milimétricamente su dedo para que se toque con más seguridad, la más mínima y disimulada caricia. También sonrió coqueta con eso, haciendo su parte en fingir mirar la ventana sin más.

Cuando finalmente llegaron, la aldeana se sorprendió de ver allí ya esperando a Ruri y a su padre. Los dos tenían una expresión ansiosa, y su hermana mayor apenas esperó a que ella saliera del coche para correr y darle un abrazo.

- ¡Kohaku! ¡Al fin vuelves! ¡¿Estás bien?!

- Ruri, sí, tranquila –Calmó a su hermana devolviéndole un afectuoso abrazo– Gracias a la casa de Xeno de camino, no sufrimos el temporal más que por la demora en volver, estamos bien.

- Qué alivio. Cuando tardaste tanto en regresar y supimos que el avión ya había llegado, nos preocupamos tanto. Xeno nos dijo que estaban a salvo, pero igual…

- ¿Tú también, papá? –Preguntó en tono burlón y alzando una ceja, mirando a su padre– Tantos años que viví a la intemperie, y te vienes a preocupar cuando estaba refugiada en una casa.

- Lo sé, hija, pero fue una tormenta de nieve muy fuerte –Miró de reojo a Stan con sospecha– Y estuviste ahí varios días recluida a la fuerza y a solas con…

- Stan me cuidó muy bien, es un hombre muy confiable –Lo interrumpió, y miró con una sonrisa a su compañero y algo más– Se ocupó de mantenerme abrigada y nos alimentó con comida deliciosa. Creo que, si yo hubiera estado sola por mi cuenta, hubieras tenido más que preocuparte.

- Ah, ¿sí? –Inquirió sorprendido.

Ruri notó la breve mirada que compartieron los dos guerreros, había una calidez que acompañaba sus sonrisas, no habían sido muchas las ocasiones de ver esa expresión en su pequeña hermana. Se acercó a Stan y se inclinó frente a él, sonriéndole.

- Gracias por cuidar tan bien de mi hermana, Stan.

- Fue un placer –Asintió él, imitando la breve inclinación– Y a pesar de tener que cuidar los recursos y vivir frente al fuego y bajo múltiples mantas, no lo pasamos nada mal, ¿no, Kohaku?

- No, nada mal –Coincidió, tratando de contener una sonrisa pícara y el sonrojo, el maldito lo había hecho adrede, sin afectarse en lo más mínimo.

- Bien, me quedo tranquilo –Concluyó Kokuyo– Volvamos entonces. Kohaku, ¿quieres venir a cenar con nosotros hoy?

- Sí, claro, papá.

Stan entendió que lo que seguía para Kohaku era su reencuentro familiar, por lo que simplemente se despidió de ellos e hizo su camino. No miró para atrás, aunque en un momento pudo sentir el peso de una mirada encima, y sonrió para sus adentros. Le hubiera gustado despedirse de otra forma de ella, más con las promesas de citas y de que empezara un vínculo más personal y romántico, pero habría tiempo de sobra. Sin embargo, hubo una sensación amarga extra que no esperaba sentir, una pizca de soledad, y el saber que nadie iría a buscarlo a él de esa forma, ni se preocuparían así. Él era el fuerte y el que todo lo podía, su gente no dudaba de que estaría bien.

La tarde pasó, cada uno con sus ocupaciones, volviendo a la rutina, y durante la cena familiar Kohaku se sorprendió de sí misma cuando no pudo dejar de pensar en Stan, preguntándose si estaría solo, si estaría comiendo algo calentito también. Le hubiera gustado invitarlo, pero sabía que sería un poco raro e incómodo para su familia, que no tenían un trato confiado con él más allá del respeto mutuo. Estuvo así de distraída toda la velada, mientras tranquilizaba a su hermana contándole lo que había sido de esos días de refugio. No dio los detalles de la cercanía con el soldado, aunque sí se encargó de dejarlo bien parado con sus actitudes de ayudarla a entrar el calor. Cuando volvió a su cabaña y se acostó, no pudo conciliar el sueño por un buen rato.

Estaba calentita con su vestido de piel y las mantas, y sin embargo sentía un poco de ese “frío por dentro” que había mencionado Stan dos noches antes. Pudo identificarlo como soledad, no tenía nada que ver con el frío del ambiente. Su cama era pequeña, entraba sola y justa, y a la vez se sentía vacía y grande. ¿Tanta diferencia había hecho mella en ella la compañía y calidez de Stan? Kohaku tuvo su respuesta de inmediato, al recordar justo el momento pasado en el que Stan le había expresado haberse sentido “frío por dentro”. Finalmente entendió aquel sentimiento, la cercanía e intimidad que había compartido con Stan por tan solo unos días, habían resultado para ella de gran importancia y significado, sabía que no solo por haberse acostumbrado, lo extrañaba honestamente, con su corazón.

La rubia se removió en la cama hasta sentarse, ya era bastante tarde, todo estaba a oscuras y en completo silencio, pero el sueño estaba lejos de llamarla. Aquel frío interior seguía expandiéndose en ella, comenzaba a provocarle cierta desesperación, no era algo que podía controlar, a pesar de que ella no era de controlarse ni de reprimirse, y entendió que sólo había una forma de resolver esa sensación. Abandonó la cama de un salto, rápidamente buscó uno de sus abrigos para cubrirse y dio paso a dirigirse hasta una de las ventanas de su habitación, más silenciosa al abrirla que la puerta a veces chirriante.

La luz de la luna iluminaba lo suficiente como para distinguir el ambiente nocturno, todo despejado y en absoluta calma, aunque igual trató de ser sigilosa para no llamar la atención. Quitó el seguro de la ventana y con sumo cuidado la abrió para asomar más su vista y mirar de lado a lado, impulsó su cuerpo hacia arriba y se trepó por el borde para ponerse de pie con la intención de saltar desde ahí, lo había hecho tantas veces que era algo natural y fácil para ella. Saltó y aterrizó con destreza, sonrió confiada y de inmediato se echó a correr en dirección hacia donde se ubicaba la casa de Stan. Evitó ir por la calle principal y optó por tomar un atajo por los callejones entre las casa y edificios vecinos, mientras corría hacia su destino su sonrisa se ampliaba más, era tanta su emoción que no le importaba tanto la sensación de la helada brisa que percibía sobre su rostro, nariz y mejillas.

Al cabo de unos minutos llego al sitio donde se encontraban una fila de casas un poco más grandes que la suya, y en un estilo mucho más parecido a la casa de descanso de Xeno, en ese “barrio” se habían acomodado la mayoría de los estadounidenses que se habían establecido en la zona. Lo bueno era que, si alguien la veía llegar, tampoco haría un comentario ni preguntaría, en especial porque Stan era de los que todavía inspiraban un respeto un tanto intimidante, nadie iba a ser chismoso con su vida.

Se detuvo delante de la puerta de la casa, mientras volvía su respiración a la normalidad luego de la corrida, sintiendo un cosquilleo en el estómago porque se había animado a ir hasta allí. Cuando se relajó un poco, dio un par de golpes a la puerta, fuertes, pensando que seguramente él estaría en su dormitorio. Le dio un poco de culpa saber que quizás lo estaría despertando a media noche, pero no creía que el rubio se molestara por ello. Un minuto después, cuando estuvo a punto de tocar otra vez antes de darse por rendida, la puerta se abrió. Stan no dudó en abrirla sin preguntar antes quién era, de seguro estaba ya en la cama ya que vestía una camiseta y unos pantaloncillos holgados, mucho más relajado que con su vestimenta normal. La expresión brevemente intrigada del soldado ante su tardía visita sin aviso cambió a una de total sorpresa.

- Kohaku, ¿qué haces aquí a esta hora? ¿Sucedió algo malo?

- No, perdón por lo repentino y tarde. Pero...Tenía frío... De ese que no se quita con el abrigo.

- Oh.

Inmediatamente luego de la sorpresa inicial al verla y oír eso, Stan sonrió. Dándose cuenta de cuánto podría malinterpretarse, se explicó.

- Perdón, no disfruto de que te sientas de esa forma, sino que yo también confieso que me sentía un poco así, y estaba pensando en ti. Me asombra que hayas venido hasta aquí.

- Sí, bueno... No lo pensé mucho, fue el impulso. No podía dormir.

- Yo tampoco logré hacerlo –Admitió en voz baja– Dormí tan bien contigo, que hoy hasta mi propia cama me parecía desconocida y fría.

- Sí, así mismo me pasó –Miró de reojo hacia dentro– ¿Puedo...?

Antes de que Kohaku alcanzara a terminar lo que estaba diciendo, Stan abrió la puerta de par en par y se hizo a un lado, invitándola a entrar con un gesto de la mano. Ella sonrió en respuesta, avanzando, y ni bien el soldado cerró la puerta, la rodeó por la cintura y le dio un suave beso en los labios, sorprendiéndola, aunque ninguno se alejó rápido.

- Ahora sí, ese es un saludo más apropiado para nosotros, ¿no crees? –Le dijo con voz acaramelada.

- Ah, ¿sí? –Re-preguntó, con una pequeña sonrisa.

- Sí, y es lo mínimo con lo que tendría que recibirte luego de que pasaste frío viniendo hasta aquí –Dijo, completando el abrazo alrededor de la cintura de ella con su otro brazo– ¿Quieres tomar algo caliente primero, para entrar en calor? Ya que ninguno está con mucho sueño todavía.

- Buena idea, gracias.

- Acomódate a tu gusto, también si quieres quitarte el abrigo y buscar algo mío para cubrirte, ropa o manta, siéntete como en casa.

- Gracias, Stan, eso es muy gentil.

El rubio le contestó con una preciosa sonrisa y otro beso en los labios, antes de soltarla y dirigirse a la cocina para hacer la bebida. Preparó un té, ya tenía el agua medio tibia de usarla previamente. Era tan curioso como agradable cómo estaba sintiendo una inmediata paz interior, también había contento, desde que le había abierto la puerta a Kohaku. Como si la hubiera llamado con el pensamiento, allí había aparecido en medio de la noche, todavía no terminaba de creerlo. Él había deseado verla, había estado pensando recurrentemente en ella, recordando que debía estar con su familia teniendo una bonita cena, pero si tenía que ser honesto, no se hubiera atrevido a ir a buscarla, estaba resignado a pasar esa noche solo, y la vería al día siguiente.

Le conmovió que ella sí hubiera sentido un llamado muy fuerte de ir a buscarlo, de no conformarse con el amargo sentimiento de soledad y extrañarlo, y de presentarse allí para preguntarle si podían dormir juntos. ¿Qué tal valiente y decidida era? Qué chica especial, como ninguna otra que había conocido, ya el “nada mal” le estaba quedando corto.

A unos pocos metros de allí, en la otra sala, Kohaku conocía por primera vez la casa de Stan por dentro, nunca antes había entrado. Por más que él le había dado plena confianza de recorrer y ponerse cómoda, no quería ser indiscreta, por lo que se limitó a mirar alrededor tímidamente, se quitó el abrigo y se sentó en un cómodo sofá que había en la sala. Era más blando que el de Xeno, se hundía más en él, no daban ganas de levantarse después, era acogedor. Ya estaba tranquila de que Stan la había recibido bien y bonito, haciéndola emocionar un poco con ese “saludo apropiado para nosotros”, y tan predispuesto a besarla de esa forma dulce, a ella todavía le costaba hacer esas cosas, pero las apreciaba y le gustaban.

El rubio se asomó discretamente para ver qué estaba haciendo ella, y cuando la vio ya sentada mirando alrededor con curiosidad, sonrió a medias. Fue a su dormitorio rápidamente a buscar una buena manta pesada y abrigada, y volvió a la sala de estar para aparecer por detrás de la joven y estirarla con un vigoroso movimiento para dejarla caer sobre Kohaku, cubriéndola hasta el cuello.

- Y eso que te dije que te sintieras como en tu casa. ¿Te gusta pasar frío en la tuya?

- No... –Se sonrojó, apenada– Pero no me sentía cómoda con la idea de recorrerla y curiosear sola, perdón.

- Entonces ven, te hago un mini tour mientras se calienta el agua.

- Dejo la manta aquí, por el momento.

Stan asintió, al menos había sido suficiente con el gesto de cubrirla, que ella entendiera su intención y que quería verla relajada y cómoda. Le ofreció su mano cuando se puso de pie, llevándola y mostrándole dónde había cada cosa. No tenía una casa demasiado grande, tenía las habitaciones y el tamaño justo para estar cómodo, él y una persona más, ya que había considerado la posibilidad de estar en pareja con alguien, más allá de las citas ocasionales. Tampoco había sido muy quisquilloso con el diseño, era más de la funcionalidad y comodidad sin abarrotar su espacio. Cuando llegaron al dormitorio, Kohaku se sorprendió de ver la cama grande, apenas un poco más chica que la de Xeno.

- ¿Para qué tanta cama para ti solo? –Preguntó Kohaku.

- Ah, eso no se negocia, no hay nada mejor que estirarme y rodar a mis anchas, si quisiera.

- Tampoco te mueves tanto en la noche.

- Quizás no, pero insisto en que cuando te despiertas por la mañana, no está nada mal extender los brazos y que sigan estando contenidos por el colchón a los lados, y acomodarme como me dé la gana –Y agregó, en voz más baja– Y ya vez que es conveniente para la comodidad de una visitante.

Kohaku trató de omitir el pensamiento de que eso significaba que seguramente no había sido la única “visitante nocturna”, ya que le provocó una pequeña punzada, una que nunca había sentido en su vida y no sabía cómo manejarla, por lo cual intentó desecharla. En su lugar, decidió bromear un poco más con él.

- Dices eso, cuando cada día que nos despertamos, más que estirados, estábamos como planta enredadera de tan juntos.

- Mucho mejor plan que despertarse y estirarse solo y frío en medio de la cama, sin alguien con quien compartir el inicio del nuevo día, ¿no? –Retrucó él, astuto, deslizando sus dedos como cosquillas por los costados de ella.

- En eso sí tengo que darte la razón, al menos –Aceptó.

- Ah, el agua debe estar lista. Vuelve al sofá y deja un lugar para mí bajo la manta.

Para corresponderle un poco, Kohaku se puso en puntillas y alcanzó a darle un beso en la mejilla al soldado, lo que lo sorprendió un poco, dejando ver una inocente sonrisa.

- Hazlo otra vez.

- ¿Eh? ¿Por qué?

- Por favor, fuiste demasiado adorable.

Vergonzosa ante esa exposición, lo empujó a un lado y fue a sentarse en el sillón, aunque con una sonrisa en el rostro y mirándolo desde allí. Un breve momento después, Stan llegó con las dos tazas humeantes de té, además de un plato con unas galletas que tenía, solía recibirlas de regalo. Ella le hizo lugar bajo la manta, cubriéndolo primero y aceptando la taza después. Con su mano libre, el rubio la acercó un poco más a él, dejándola apoyada sobre la cadera de ella mientras bebían el té disfrutando silenciosamente de la compañía que tanta falta les había hecho, muy a gusto. Cuando terminaron la bebida caliente, incitado por ese calmo ánimo, le dio un tierno beso en la sien, sosteniéndole la mirada cálida cuando ella lo miró y sonrió, apretando su mano suavemente en la camiseta de él, sobre su abdomen.

- Gracias por venir, Kohaku. La noche está resultando mucho más agradable ahora.

- Yo también estoy contenta de haber venido, y gracias a ti por recibirme.

- Cuando quieras –Susurró, mientras se acercaban ambos para unir sus labios, en cortos y sucesivos besos. Una vez satisfechos, continuó hablando– ¿Vamos a dormir?

- Extrañé esa invitación hoy –Contestó, asintiendo con una sonrisa.

Dejando la manta abrigada allí, se dirigieron al dormitorio, que ya estaba con la cama deshecha ya que Stan había estado intentando dormir previamente. Antes de que Kohaku tuviera el ademán de meterse en la cama, él se adelantó a un detalle.

- No soy como Xeno, no me sacaría de quicio que te acuestes con tu ropa normal, como viniste. Pero si quieres dormir más cómoda, te puedo prestar algo mío.

- Está bien, gracias.

El soldado abrió su armario, tomando una camiseta como la que llevaba puesta y se la dio para que se la pruebe. A diferencia de la muy ajustada camisa de su esbelto amigo, ésta le quedaba hasta grande a la joven, viéndose sólo un poco más ajustada a la altura de los pechos, y sí mucho más tirante alrededor de las caderas y el trasero, quedándole como un vestido corto ya que le llegaba hasta los muslos. Se veía muy bonita y le parecía hasta sensual, o quizás le resultaba mucho más porque estaba vistiendo la ropa de él.

- Estoy cómoda, me gusta.

- Y a mí me gusta lo que veo, te queda perfecta. Es más, te la regalo.

- ¡Ja! ¿De verdad?

- Sí, toda tuya.

- ¡Gracias! No tengo ropa de dormir, así que podría usarla para cuando dormimos juntos.

- Eso también me gustaría verlo, nada mal.

Como él ya estaba listo para dormir, se acostaron de inmediato, apagando la luz del velador que se apoyaba en la mesita de noche. Kohaku tuvo una agradable sorpresa que la hizo sonreír ampliamente, aliviada.

- Oye, tu cama es más calentita que la de Xeno.

- Bien que lo notaste, las sábanas son de franela, un tejido especial para el frío, además de las mantas. Y no sólo la cama mi habitación lo es, porque yo sí tengo calefacción aquí.

- Qué gusto dormir aquí –Dijo contenta, acurrucándose con una sonrisa en el rostro.

- Me alegra que te sientas así, eres bienvenida cuando quieras. Pero esta comodidad no nos va a quitar lo mejor de todo esto, que es...

Luego de cubrirse bien, abrazó a Kohaku y la jaló hacia él hasta chocar sus cuerpos, entrelazando sus piernas. Los dos cerraron los ojos de puro contento, ampliando su sonrisa.

- Así es, para esto vine.

Rieron suavemente por lo bajo, acariciándose mutuamente con cariño para mejorar aún más la bonita sensación de dormir juntos que tanto habían anhelado. Justo después de que Kohaku hubiera apoyado su cabeza contra el pecho de él, lo que significaba que esa noche simplemente dormirían de forma inocente, Stan quiso compartir un último gusto, al menos.

- Sólo me falta mi besito de las buenas noches, ese es el que garantiza los dulces sueños.

- Ah, ¿sí? ¿Y cómo es? –Preguntó la rubia, siguiéndole el juego, le había resultado muy tierno.

- En la frente alcanza y es bonito, pero si me dejas elegir, me quedo con la dulce sensación de tus labios en los míos.

- Bien, entonces vamos por ese.

Kohaku levantó la cabeza y se estiró para acercarse hasta el rostro de él, depositando el más largo y cariñoso beso que pudo darle. Tuvo que admitir que para cuando lo terminó y se alejó, de verdad se sentía más tranquila y predispuesta a un bonito sueño. Volvió a acurrucarse contra él, al fin sabiendo que en cuanto cerrara los ojos, su cuerpo y su mente sí iban a entregarse a un buen descanso.

- Buenas noches, Stan.

- Más que buena, será la mejor. Que descanses.

Tal como imaginaban, el sueño les alcanzó al poco rato, sus respiraciones volviéndose más livianas. Durmieron de corrido toda la noche, un gran descanso mucho más calentito y cómodo que el de las noches anteriores. Tan profundo lo hicieron, que cuando la mañana llegó, seguían prácticamente en la misma posición y manteniendo el abrazo. Kohaku se despertó primero, el que no fuera su cama también había sido el motivo, y sonrió nomás ver el apuesto y relajado rostro del estadounidense. ¿Era algo normal, despertar con tanta paz interior y a la vez calor en su pecho? Como si no necesitara nada más para ser feliz, si sólo se concentraba en disfrutar del momento y la compañía.

Con ese pensamiento, y aunque le daba pena despertarlo, levantó su mano para acariciarle con suma delicadeza la mejilla, sonriendo con afecto cuando al poco rato lo vio suspirar y frotar su rostro contra la mano de ella, todavía con los ojos cerrados. Lo escuchó hablar, en voz ronca y rasposa, aunque suave.

- No hay forma de que quiera levantarme de esta cama si así empieza el día. Nunca la disfruté tanto como hoy.

- Digo lo mismo, pero lamentablemente tengo que irme lo antes que pueda.

- ¿No puedo secuestrarte? –Murmuró, abriendo sus ojos, poniendo adrede una expresión de cachorrito en ellos.

- No deberías pedírmelo si fuera el caso, pero igual hoy me resistiría con todas mis fuerzas, a mi pesar –Rió ella, que se le había hecho muy difícil la negativa cuando recibió esa mirada– No juegues sucio, ¡esa mirada no vale!

- ¿Qué mirada? Son mis ojos, como siempre –Fingió inocencia, batiendo sus largas pestañas, lo cual lo hizo hasta más atractivo.

- Basta ya... –Advirtió, divertida. Luego miró alrededor, notando una buena ventana por la que podría pasar sin problemas– Stan, ¿cuál es la mejor ventana por la que puedo salir, para que no me vean?

- ¿De qué hablas? –Rió Stan– ¿Planeas escapar de aquí como si fueses una amante prohibida?

- No lo pienso así, pero no creo que sería bueno que me vieran salir de aquí temprano en la mañana, van a saber que dormimos juntos.

- ¿Y cuál es el problema? Vas a salir por la puerta principal a toda honra, como corresponde.

- No, Stan, lo digo en serio.

Ante esa firme respuesta, el rubio parpadeó un par de veces y se quedó estupefacto, hasta que varios pensamientos y cuestionamientos llegaron al fin a su mente, junto con una sensación más pesada en su pecho, arruinando su increíblemente buen humor mañanero.

- ¿Quieres que sea un secreto que estamos empezando a estar juntos? Tú fuiste la que propuso que hubiera un “nosotros”, y estabas contenta hasta con la idea de las citas y eso. No me imaginé que lo quisieras hacer a escondidas.

- ¡Lo sé! No quiero que sea a escondidas como dices.

- ¿Entonces? Me falta una pieza en el juego. Anoche entraste por la puerta, no por la ventana.

- Sí, pero no había nadie en la calle. Sólo no ahora, así, que sea una sorpresa que de pronto salgo de tu casa tan temprano. Si mi padre se enterara...

- ¿Cuántos años tienes, Kohaku? No eres una niña ya.

- No, pero prefiero que lo sepa porque yo se lo diga, y no que alguien le haga el comentario de “así que tu hija está de novia con Stanley, felicitaciones”.

- Nadie aquí va a hacerlo, mis colegas no son indiscretos.

- Lo imagino, pero no estoy hablando de tus colegas. Stan –Se acercó a él en la cama, abrazándolo más fuerte cuando lo vio de pronto serio y ofuscado– Sólo por esta vez, ya luego veré cómo hacerlo más prolijo. ¿Puede ser?

- Está bien, tampoco voy a obligarte a salir por la puerta –Contestó él, resoplando– Sólo no quiero que te sientas como que estás haciendo algo malo, no hay vergüenza en lo que estamos haciendo.

- Gracias. Perdón, no quise que pensaras que me avergüenza estar contigo. La próxima vez lo haré mejor –Al ver todavía el rostro serio de él, una repentina inseguridad la invadió, quizás le parecía una chiquilla después de esa escena, ya que le había oído ese comentario– ¿Habrá...? Habrá una próxima vez, ¿cierto?

- Hoy empezaste la mañana diciendo algunas tonterías, Kohaku –Suspiró Stan, y luego sonrió a medias, mientras le devolvía el abrazo bajo las mantas– Por supuesto. Y como dijiste hace un momento “de novia con Stanley”, no puedo ignorar eso tampoco.

- ¡Así lo dirían los demás! –Se excusó, sonrojada.

- ¿Entonces no quieres ser mi novia?

- ¡No dije eso!

Stan se rió con diablura, y la abrazó con más fuerza, rodando para quedar de espaldas con ella encima suyo. Al menos con esa pequeña broma se había divertido y mejorado su ánimo nuevamente, Kohaku se alborotaba por cualquier cosa. Tenía que admitir que hasta a él se le habían saltado unos latidos cuando pensó en un noviazgo oficial tan pronto, nunca había hecho algo así antes, pero las etiquetas era lo de menos, ellos eran los únicos que sabían lo que pasaba en su relación, lo demás sería sólo para ahorrarse preguntas o comentarios de otros. Tampoco le molestaba el pensamiento de hacerlo por ellos, todo se sentía tan bien y natural con Kohaku.

- La próxima vez no será necesario que tú lo hagas, tranquila.

- ¿A qué te refieres?

- Que yo seré el que se escabulla por tu ventana. Será divertido, nunca tuve que hacerlo antes, pero sé de otros que sí... Aunque por motivos menos inocentes y fieles.

- No tienes que hacerlo, de verdad.

- Ya lo veremos. Por lo pronto, ¿tienes fecha para esa “próxima” vez? –Inquirió, con una sonrisa juguetona.

- ¿Esta noche?

- Oh...

Luego de una nueva sorpresa que lo descolocó, Stan estalló en una carcajada. No se esperaba esa respuesta, ni ese tipo de ansias por empezar a verse tan pronto, aunque de seguro no tenía mejor plan que ese, y no debía extrañarle si la realidad había sido que no habían siquiera pasado un día alejados. Le encantaba la impulsividad y honestidad de Kohaku, no daba ninguna vuelta a las cosas, ella quería algo, y lo iba a buscar.

- Hazme parte de la broma, ¿quieres? No creo haber dicho algo gracioso –Refunfuñó la rubia.

- No, no es tanto una broma, sino que me encantó tu respuesta. De acuerdo, esta noche. ¿Debería entrar por la puerta, o también por la ventana?

- ¡Ja! Si vienes a una hora en la que ya no haya nadie en la calle, puedes entrar por la puerta. Tengo una ventana trasera, pero creo que sería más sospechoso que alguien se colara en mi casa por la noche desde la ventana.

- Es cierto. Ya resuelto eso, ahora vamos a lo rico.

Recortó la distancia entre ellos para besarla, deslizando sus manos por los costados del cuerpo de ella, profundizando el beso apenas fue correspondido. Si bien había estado muy bonita la tranquila noche que habían pasado juntos, no estaba nada mal revivir un poco más de pasión como habían tenido la noche anterior. Pudo sentir cómo Kohaku se iba dejando llevar, buscando más a su vez. Sonrió con picardía e interrumpió los besos.

- Perdona, me distraje. Como decía, vamos a lo rico ¿desayunamos antes de salir?

La expresión de la rubia valió oro, aunque lo había dicho adrede. Siempre tan transparente, Kohaku dejó ver que para ella lo “rico” lo había entendido como ese momento de besos y caricias, siguiendo la intención de él. Por lo cual con esa broma de cambiar a algo que verdaderamente era rico y el adjetivo era más apropiado y tradicional, la hizo lucir con una pizca de vergüenza como si hubiese creído que sólo ella lo había pensado así. Para no jugar a costa de ella con eso, giró su cuerpo para volver a recostarla de lado, y luego dio un impulso extra para quedar él arriba, sosteniendo un poco el peso de su cuerpo para no aplastarla.

- Lo de recién también fue rico, no lo dudes. Pero lo es demasiado, y me temo que, si seguimos con eso aquí, será nuestra tardanza lo que nos delatará, más que salir por la puerta o la ventana.

- Hmm, sí –Murmuró Kohaku, admitiendo para sus adentros que ese breve intercambio fogoso la había hecho olvidar de todo lo demás, incluso su previo apuro– Bien, acepto el desayuno, pero de verdad tiene que ser rápido.

Mientras Stan lo preparaba, Kohaku volvió a ponerse su vestido, doblando cuidadosamente la camiseta regalada para llevársela. Luego de llenarse el estómago rápidamente, Stan salió de su casa para comprobar si había vecinos en la calle, y como sí había algunos, dejó que Kohaku se trepara y saliera por la ventana de su dormitorio. Negando con la cabeza, divertido, vio cómo ella daba el ágil salto y desaparecía de su vista.

La sonrisa la mantuvo tatuada en el rostro durante buena parte del día, lo cual generó la curiosidad de sus colegas, era demasiado raro verlo sonreír a toda hora y sin motivo, mientras caminaba solo. Sólo Xeno se enteró del motivo de aquello, y también mostró su contento de ver a su amigo tan animado como no lo había visto en años. Stan solía tener buen humor y hacía sus bromas, pero su rostro solía verse entre tranquilo y serio, y sus expresiones siempre calmas, por lo cual una sonrisa tan evidente llamaba sin dudas la atención.

Nunca antes el soldado había esperado una noche con tanta ansiedad, y por ese motivo el día le pasó muy rápido. Habían acordado cenar cada uno por su cuenta, y que alrededor de medianoche, cuando la mayoría de la gente ya estaba en su casa en esas tranquilas zonas residenciales, Stan iría a la casita de Kohaku. A diferencia de ella, él no pensaba ser tan secreto y precavido, por lo cual simplemente se vistió con su uniforme y se dirigió caminando tranquilamente, mientras fumaba su cigarro. Como tampoco había ningún curioso asomando en la calle en la que se encontraba la casa de la joven, simplemente se asomó por la ventana del frente de la misma. No tuvo ni que golpear suavemente para avisar su llegada, Kohaku ya lo estaba esperando allí sentada, quién se levantó de un salto y abrió la puerta con mucha lentitud para que no chirríe, ni siquiera lo saludó antes de jalarlo por el brazo para hacerlo entrar rápidamente, y cerrar la puerta con la misma cautela.

- All clear? –Preguntó Stan en broma, ante tanto sigilo– ¿Podemos saludarnos ahora como dos personas normales y para nada sospechosas?

- Perdón, pero que tú hayas venido hasta aquí en realidad me había puesto más nerviosa, no puedo decir lo mismo de la discreción de mis vecinos que la de tus colegas, yo no soy tan intimidante como para que no me hagan preguntas.

- Entonces...

Stan se acercó, apoyando sus grandes manos en los hombros de ella, frotándoselos como para pedirle que se relajara. Cuando la rubia al fin suspiró y mostró su grande y bonita sonrisa usual, él deslizó las manos hacia abajo para abrazarla y se inclinó para darle un beso en los labios, que ella correspondió al ponerse de puntillas.

- Ahora sí. Hola, Kohaku.

- Hola, Stan.

- Sabes, si hubiera podido cenar aquí, esto ya podría considerarse una cita. Voy a tomarla como media, porque igual fue un encuentro acordado y que pasaremos juntos la noche.

- ¡Ja! Es lo justo.

- ¿Así que esta es tu casa? Acogedora –Dijo, mirando alrededor.

- Hmm, me temo que es muy distinta y mucho más sencilla que la tuya, se parece más a las cabañas de la aldea. No tengo sofá ni esas cosas.

- No hay problema, es a tu estilo y con tus costumbres. No vine aquí para opinar sobre tu hogar, vine para estar contigo.

- Oh... –Sonrió más relajada, además de sonrojarse ligeramente por la cálida mirada y lo que dijo él– ¿Pasaste frío? ¿Quieres algo caliente para beber?

- No, estoy bien, gracias. Sólo si tú quieres beber té, te acompaño con otro, pero no suelo beber mucho antes de ir a dormir.

- Entonces podemos ir a la cama, y pasar el rato allí.

- Buena idea.

- Ah, sobre eso...

Con una expresión un poco avergonzada, Kohaku tomó la mano de Stan y lo llevó hasta su modesto dormitorio, que era simplemente una cama individual y un pequeño armario para su ropa, y tenía unos pocos decorados recordatorios de su aldea colgados en la pared.

- Me temo que no tengo tampoco la cama grande y cómoda que te gusta, estaremos muy justos en esta.

- ¿Y eso es un problema porque...? –Preguntó Stan, mostrando que no le afectaba.

- Porque puedes estar incómodo, no podrás ni estirarte ni moverte demasiado, y tú eres alto y grande. Hmm, ¿o pongo unas mantas y dormimos en el piso?

- Por cómo lo veo, es ideal para dormir con este frío, vamos a asegurarnos de estar bien acurrucados y juntitos, ¿no lo crees? –Dijo con voz suave y acaramelada, abrazándola por detrás.

- Sí, eso es cierto –Admitió con una risilla– ¡Ah! ¿Trajiste tu ropa de dormir?

- No... No iba a venir con un paquete de ropa extra si venía en plan sigiloso.

- Y yo no tengo nada para darte, no tengo ropa de hombre aquí, salvo tu camiseta, y yo duermo como siempre.

- No te preocupes, no la necesito. ¿O te olvidaste que pasamos varios días durmiendo en ropa interior?

- Sí, es verdad –Se giró, de pronto bajando la mirada y hablando más bajo– Ay, pero me da pena que hayas venido y tengas que pasar más frío, tampoco tengo esas sábanas abrigadas.

- Kohaku, relájate de una vez, mujer –Insistió Stan, colocando sus manos en las mejillas de ella para que lo mirara a los ojos– De verdad, ya, tranquila. Además... –Cambió su voz a un tono más seductor– Tenemos nuestras formas para entrar en calor y mantenernos así, que recuerde.

Dicho eso, aprovechó lo cerca que estaban para besarla, profundizándolo casi al instante para volverlo más urgente y apasionado, sin separarse hasta haberla dejado casi sin aire.

- ¿Lo ves? Así, por ejemplo. Te aseguro que no pasaremos frío.

Asintiendo con los labios entreabiertos, fue Kohaku la que a continuación colgó sus brazos alrededor del cuello de él, atrayéndolo cuando luego enterró sus dedos en las suaves hebras del cabello del rubio. No dejaba de sorprenderle lo rápido que podían ponerse fogosos con tan sólo unos besos, y Stan no quedaba atrás y ya había bajado una mano para acariciar y jalarle la cadera para pegarla a su cuerpo. Entre besos, jadeos y caricias se fueron dejando llevar, no habían planeado eso, pero no iban a detenerse tampoco.

- ¿Te ayudo a desvestirte para dormir? –Preguntó con picardía Kohaku, llevando sus manos a los botones del uniforme militar.

- Por favor, gracias –Aceptó, para después darle un beso que parecía pretender devorarle la boca, contrastando con la cortesía de las palabras de ambos.

El gemido de la joven se ahogó en la boca de Stan, al tiempo que esa presión hirviente en su bajo abdomen comenzaba a hacer su presencia. Con rapidez, desabrochó hábilmente los botones del saco, y se lo quitó bajándoselo por los hombros. Lo arrojó a un lado, cuando oyó que algo pareció salirse del bolsillo y caer al piso con un sonido más notorio. Interrumpió el beso para mirar alrededor, y entrecerró los ojos cuando encontró el objeto que había caído. Pensaba que había sido la caja de cigarrillos que Stan siempre llevaba con él, pero se sorprendió al ver un desconocido y fino paquetito cuadrado.

- ¿Qué es eso que se cayó? –Preguntó, alejándose de Stan para agacharse a levantarlo.

- Ah, mierda –Murmuró el soldado, incómodo, identificándolo.

- Nunca vi algo así, y está bien cerrado... ¿qué es? –Inquirió, tocándolo y tratando de adivinar por el tacto.

- Eeh... Bueno, es un condón.

- ¿Un qué? –Repitió, confundida.

- Un método de protección moderno para... –No le incomodaba tanto la explicación, como sí hacerlo en ese preciso momento y cuando no lo habían hablado antes con Kohaku, sólo lo había llevado por precaución, no estaba nunca de más– Tener relaciones sexuales.

Los ojos aguamarina de la rubia se abrieron de par en par al oír las últimas palabras, mientras se sonrojaba furiosamente y no se atrevía a moverse ni un milímetro, procesando las palabras. Stan empezaba a sudar frío, no era así como se había imaginado que podría salir el tema, menos con una mujer que no había tenido ese tipo de intimidad antes con un hombre. Una cosa era ese momento apasionado que habían compartido cuando se habían frotado mutuamente, sin quitarse la ropa, un “simulacro” podía decirse. Otra cosa era que Kohaku empezara a pensar que él ya estaba presentándose esa misma noche con la idea de que sucediera, porque tampoco era que iba a trabajar con un condón en el bolsillo. Esperó a la respuesta de ella, tragando duro.

- ¿Esperabas que nosotros... hiciéramos “eso” hoy? –Preguntó en voz baja la joven, sin mirarlo.

- No, no, lo tenía sólo por precaución, por si... –Se excusó rápidamente, hasta que se evidenció con el “por si” – Como ya tuvimos un acercamiento íntimo la última noche en lo de Xeno, y estamos empezando una relación, podía llegar a suceder que nos entusiasmáramos demasiado, y... Kohaku, si salía esa conversación, quería que vieras que estaba preparado de forma responsable, sólo eso.

- ¿Quién los hizo?

- Se los pidieron a los científicos, Xeno y Senku estuvieron de acuerdo, tomó un par de meses, y ya hace más de un año que están en circulación, se venden públicamente.

- Ah, no sabía nada de eso –Reconoció.

- Si no los has necesitado hasta la fecha, se entiende.

“Y tú sí”, pensó para sus adentros, otra vez esa sensación amarga que trató de ignorar. Sacudió la cabeza, no era tema suyo, Stan era libre de disfrutar su vida amorosa o lo que fuera. Volvió a mirar el paquetito que tenía en sus manos, sorprendiéndose cuando un segundo después la mano de Stan cubrió su mano y el condón, apartándolo.

- Kohaku, no vine aquí esta noche con esa intención, ni pienso apurarte o presionarte para estar juntos de esa forma, te doy mi palabra. Sé que es muy pronto para ti, y como dije, sólo lo tenía encima por precaución. Olvídalo, y...

- No me molesta, Stan, sólo me sorprendió –Lo interrumpió, mirándolo a pesar de todavía sentir el rostro hirviendo– ¿Puedo ser honesta con lo que estoy pensando? Me gustaría saber luego cómo lo ves tú.

- Por supuesto, sí.

- Normalmente sí diría que es muy pronto. Pero... No sé, lo que estamos empezando a tener tú y yo tampoco creo que sea lo que yo misma consideraba normal. Es decir, en unos pocos días pasamos de compañeros a dormir juntos en la misma cama casi desnudos buscando calor corporal, de ahí a gustarnos y besarnos, y un día después incluso hicimos algo parecido a “eso”, y ni siquiera habíamos hablado de estar juntos, novios ni nada. Nunca me pasó algo así antes, sólo tú... Sólo contigo me sentí así. Por todos los dioses, ni bien volvimos a nuestra vida normal, te extrañé a la primera noche, y aquí estamos otra vez, también fue idea mía que fuera tan pronto. Entonces, no sé qué tan apurado o no sea si de pronto queremos hacerlo.

- Comparto lo de que esto es especial, yo tampoco me he sentido tan atraído y pendiente de una mujer en muchos años. Tengo que ser sincero contigo, para mí tener relaciones sexuales con alguien no es una novedad, ni es algo que implique un antes y un después en mi vida. Por supuesto que, si disfruto unos besos o lo que hicimos la otra noche, me encantaría intimar contigo, pero no estoy aquí para eso. Por eso es que estoy bien con lo que sea que tú quieras, tú me dirás si quieres más o menos, antes o después. Ya te lo dije, I’m all in.

Kohaku se quedó pensativa un momento, sopesando cada una de las palabras de Stan. Le aliviaba que él se sintiera parecido, aunque todavía tenía la duda si para ella era más intenso porque era la primera vez que le gustaba un hombre, y tanto, era como una fiebre que no podía apagar. Era impulsiva, lo sabía, así como tenía la certeza de que no se arrepentiría de nada de lo que estaba pasando con Stan, lo hacía por ella misma, y por lo que él le correspondía. Si era honesta con sus sentimientos y ella lo elegía, eso era todo lo que importaba.

Esa realización le aclaró un poco sus pensamientos y tranquilizó su corazón. Respirando hondo, caminó unos pasos para dejar el condón en la mesita junto a la cama, y volvió para quedar frente a Stan, tomándole la mano.

- Gracias por aclararme tus intenciones, Stan. Como ya sabes, confío en ti, así que creo que será mejor que lo dejemos ser... Si queremos que pase, lo haremos, sino, será para más adelante. ¿Qué te parece?

- Me parece muy bien, coincido completamente– La rodeó por la cintura, aliviado de que había resultado bien esa repentinamente seria charla, y si era posible, admiraba más a Kohaku– ¿Continuamos donde lo dejamos? ¿Qué te parece?

- También me parece muy bien –Asintió ella, sonriendo.

Se acercaron al mismo tiempo uno al otro para reanudar sus besos, al principio más tranquilos que como habían terminado antes, disfrutando esa dulzura de compartirlo desde ese lado tierno del que habían abierto su corazón. Con esa profundidad que a la vez todavía era calma, no olvidaron que estaban desvistiéndose para acostarse a la cama, por lo que las manos de ambos fueron dirigiéndose a las ropas del otro para descubrir sus cuerpos. Kohaku desabotonó la camisa de Stan, quitándosela primero y arrojándola junto al saco, pasando sus manos luego por el firme y tan marcado pecho y abdomen del soldado, acariciarlo allí era un placer ardiente. Él hizo lo mismo, primero deshaciendo el nudo de la cuerda que ella siempre tenía atada bajo sus pechos, y después jalando hacia arriba el vestido completo para quitárselo por encima de la cabeza, dejándola en ropa interior. Stan se sacó sus zapatos ayudándose con sus propios pies, y dejó que Kohaku se encargara de aflojarle el pantalón de sus botones y cierres para bajárselo.

- Por más que me gustó tanto verte con mi camiseta, en este momento prefiero verte así.

- Con el calor que siento ahora, no creo que podría soportar esa camiseta encima.

- Mejor así. Te lo dije, nuestra menor preocupación si estamos juntos es la de pasar frío. Ahora toca probar las bondades de una cama de tamaño justo para nosotros, ya verás cómo funciona también.

Kohaku dejó salir una risilla, le encantaba la habilidad de Stan de hacer que todo pareciera acorde y conveniente, un hombre con humor que sabía ver las oportunidades y hacerla sentir cómoda cualquiera fuera la situación. Dio un salto para treparse a él, para luego llevarlo consigo a medida que se dejaba caer en la cama. El rubio cedió a esa fuerza, sonriendo y cayendo pesadamente sobre ella, apenas alcanzando a apoyar sus manos en el colchón para no aplastarla del todo, aunque no se la veía incómoda con ello. Por el contrario, en cuanto sus cuerpos chocaron juntos, Kohaku lo rodeó con sus piernas, mientras se aferraba a la amplia espalda de él sin dejar de besarlo cada vez más fogosa. No era sólo la pasión, sino la necesidad de querer más con el otro lo que los llevaba a aumentar la intensidad de sus besos, a que sus dedos se hundieran más en la carne en la forma que se acariciaban, perdidos en la más que cálida sensación de sus cuerpos, ya parecían afiebrados de tan ardientes que sentían cada toque.

Stan no dudaba que, si seguían así, estaban en el camino de que compartieran otro momento caliente juntos, ninguno iba a querer detenerse, y honestamente sería muy difícil hacerlo. Le encantaba la fuerza que Kohaku estaba aplicando para atraparlo entre sus piernas, ese pedido implícito de que quería tenerlo tan cerca. Eso lo excitaba muchísimo, lo cual no tardó en reflejarse en su cuerpo, un agradable cosquilleo recorriéndolo a medida que sentía cómo su miembro se despertaba. Acarició el muslo de la joven, subiendo su mano hasta rodearle el trasero, apretándoselo con ganas y aprovechando ese movimiento para jalarle la cadera hacia él y hacer que sus sexos se rozaran a través de la ropa interior.

Kohaku inhaló bruscamente ante la doble sensación, buscando luego los cincelados labios de Stan para besarlos con pasión. Bastó una mirada a los ojos esmeralda del soldado para estremecerse de gusto, la expresión que mostraba era demasiado sensual, con sus ojos entrecerrados y más oscuros fijos en ella con mucha intensidad, viéndose a través de sus largas y tupidas pestañas, y los carnosos labios entreabiertos entre los jadeos y los besos que compartían. Le gustaba demasiado lo que estaba sintiendo, ese placer entre electrificante y ardiente, completamente instintivo que la hacía mover su cuerpo y buscar más. El único pensamiento en su mente era que quería más de eso, y ya tenía una referencia de lo bien que podría sentirse.

Cuando las caricias de Stan llegaron a cubrir sus pechos por encima del sostén, fue un toque tan delicado como sensual, contrastando con un beso abierto y un mordisqueo en su cuello, que la hizo gemir en voz alta sin poder evitarlo. El rubio lo volvió a repetir, del otro lado del fino cuello, que Kohaku al instante ladeó para darle más lugar, le había estremecido por completo lo mucho que le había gustado. Pero le faltaba algo, en ese momento supo que quería sentir las deliciosas caricias de Stan directamente en su piel, todo su ser se lo pedía, por lo que lo soltó del firme abrazo y despegó un poco la espalda del sillón para colar su mano allí y desatarse el moño del sostén, dejándolo más fácil de sacar.

Oyó el suave jadeo del soldado, que entendió perfectamente lo que quería, y lo siguiente fue derretirse de gusto con una sonrisa plasmada en el rostro, mientras él le besaba las clavículas y los hombros alternadamente, tirando con sus dientes de los breteles del sostén para ir bajándoselos. Esa renovada pasión le estaba encantando, ningún pensamiento coherente pasaba por su mente más que desear a ese hombre y los placeres que le estaba dando. Luego de que él recorriera todo el borde superior de la piel de sus senos por encima de la floja prenda que todavía los cubría, finalmente lo vio acercar sus manos para sacar el sostén por completo por sus brazos.

Ese movimiento, y verlo por un momento a él sentado entre sus piernas, su espalda más erguida y cada músculo de su torso entrenado delineándose a la perfección, incluso hasta su bajo abdomen que acababa ocultándose en los calzones, aunque dejando ver un bulto muy notorio que los tensaba demasiado, además de ese rostro tan guapo y sensual que tenía, la dejaron inmóvil por unos segundos. El nivel de su propio deseo la sorprendía, nunca había admirado un cuerpo masculino así, que le provocara un fuego interno que urgentemente necesitaba aliviar, y la única forma parecía ser que él la tocara, aun así sentía que faltaba algo, aunque un rincón de su mente empezaba a susurrarle qué. Tampoco era todo físico, era con él con quién lo quería, con ningún otro.

Tal como pensaba, si apenas un toque sobre sus pechos se había sentido bien, lo que sintió luego cuando Stan volvió a recostarse sobre ella para acariciarla y besarla allí la hizo cerrar los ojos de puro gusto. Además de los tersos labios succionándole la delicada piel por primera vez, pudo sentir la muchísimo más suave, caliente y húmeda lengua de él recorriéndola también, dejándola casi con los ojos en blanco cuando alcanzó su pezón, e instintivamente arqueó la espalda hacia arriba.

- Aaah, Stan... –Gimió, casi jalándole un manojo de cabello sin querer.

- Lo sé –Susurró él contra su piel, mientras seguía con sus caricias, empezando a dedicarle la misma atención al otro pecho– Kohaku...

- ¿Hmm? –Preguntó, no tenía palabras.

- Mírame, por favor –Stan se detuvo para subir hasta quedar a la altura del rostro de ella, mirándola a su vez con intensidad, y le tomó una mano con ternura– Kohaku, confíame tu cuerpo.

La rubia supo al instante lo que quería decir con eso, era lo que estaba comenzando a desear por sí misma, y ya lo estaba haciendo desde que decidió revelar más de su cuerpo para que él lo acariciara. Si había sido casualidad o destino que habían tenido esa conversación antes, no lo sabía, pero incluso se sentía más tranquila y preparada.

- Sí, y más que sólo mi cuerpo. Está bien, no quiero otra cosa ahora. Estoy en tus manos, Stan.

- Eres tan preciosa –Susurró, emocionado por la confianza inmediata, la veía tan clara en los ojos aguamarina.

Stan conectó sus labios para besarla de forma larga, lenta y con suma dulzura, rodeándola en un abrazo. Era preciosa, porque no sólo era bonita o hermosa, era valiosa, brillaba desde el alma, y por sintonía hacía brillar a los que estaban con ella. No encontraba palabras para describir lo que sentía, abrasaba su corazón, una radiante sonrisa brotaba naturalmente. Cuánto tenía que agradecerle a esa tormenta de nieve por haberlos acercado, porque lo demás, había sido simplemente ellos en su esencia, conectando. Y que esa preciosa mujer lo quisiera y le entregara su cuerpo y su corazón sin la menor duda, era algo que lo abrumaba, quería retribuírselo con todo de sí.

Manteniendo el abrazo de un lado y apoyando su codo para sostenerse, le acarició la mejilla con la otra mano, deslizándola para acariciarle el cabello, encontrándose con la cuerda que ataba la coleta. Pensó que debía de ser un poco incómodo estar acostada boca arriba con esa gruesa cuerda atrás, por lo que le preguntó si podía sacársela y soltar su cabello, a lo cual ella asintió. Lo hizo con esa mano, arrojándola a un costado, pero cuando volvió a mirarla se quedó unos segundos asombrado, parpadeando al verla: Se veía aún más bella con ese pequeño cambio, su cabello lacio y rubio cubriendo la almohada.

- Oye, no te ves nada mal así, déjate el cabello suelto más seguido, te queda perfecto.

- Ah, es que me suele molestar para entrenar y todo lo que me muevo.

- Claro, lo tienes medio largo, se entiende. Entonces déjatelo así para mí ahora, y para cuando nos veamos, te ves hermosa.

- Oh, está bien. Gracias –Aceptó el cumplido, mostrando una sonrisa tímida, no solía recibir ese cumplido con frecuencia.

- Es más, déjame verte bien.

Stan se sentó sobre sus pantorrillas mientras la sostenía firme por la espalda y la llevaba con él para sentarla a horcajadas suyo. El movimiento sorprendió a la joven, y se sonrojó un poco cuando vio cómo los ojos esmeraldas la recorrían apreciativamente de arriba abajo, su parcial desnudez se sentía aún más expuesta.

- Toda una diosa guerrera, eh, nada mal –Apreció el soldado, acariciándole un largo mechón de cabello, y colocándoselo por delante.

Como notó que ella parecía apenada por el sensual escrutinio, Stan se acercó para volver a besarla, mientras con la mano que seguía por allí la llevó a acariciarle nuevamente un pecho. Le encantaba la sensación del mismo pesando y llenando su mano, amoldándose gracias a su caída natural por la gravedad. A medida que Kohaku se fue dejando llevar una vez más, también empezó a abrazarlo y acariciarlo, otra dulce sensación. Cuando sus manos llegaron hasta las caderas de ella, pasó su mano por las finas cuerdas de sus bragas, le hacía gracia cómo esas cuerditas estaban en casi toda la vestimenta de ella, en su cabello, su vestido y hasta ropa interior, por más de que ya había ropa más moderna para todas las personas.

La miró de reojo, con un pedido de permiso silencioso para bajárselas y terminar de desnudarla, lo cual ella entendió y asintió. Lo hizo desde esa misma posición en que estaban, y cuando se la bajó hasta los muslos y ya no pudo más porque chocaban contra los de él, la volvió a recostar contra el colchón para terminar su tarea. Luego de arrojarlas a un lado, sintió un tirón en sus calzones, y se sorprendió de ver a Kohaku agarrando el borde de los mismos, con el rostro adorablemente rojo como un tomate.

- Tú también, no quiero ser la única así... –Murmuró, mirándolo a los ojos.

Aunque podía hacerlo él mismo, empujó su pelvis hacia adelante, ofreciéndose a ella.

- Quítamelo, todo tuyo –Dijo con voz grave y sensual.

Sonrió cuando la vio titubear un momento, si era posible se había sonrojado aún más. Pero como sabía que sucedería, la duda fue breve, ya que la vio respirar fuerte como llegando a una resolución, y se ayudó también con la otra mano para bajarlo hasta donde pudo. Lo siguiente fue contener una risa cuando vio su reacción a contemplarlo desnudo por primera vez, sus ojos aguamarina muy abiertos y su boca también entreabierta en sorpresa. Posiblemente sería el primer hombre que veía excitado, además de que él era consciente que superaba el tamaño promedio y podía ser intimidante para algunas mujeres. Cuando la joven se recuperó de la sorpresa, miró a un lado rápidamente, abochornada.

- P-Perdón por quedarme mirando...

- ¿Por qué pides perdón? Puedes mirarme todo lo que quieras, Kohaku.

Cuando ella no volvió a hacerlo, Stan dejó salir una risa suave y grave, y acabó de quitarse sus calzones antes de recostarse sobre ella una vez más, besándole la mejilla para llamar su atención.

- Al menos me gustaría que te animes a tocarme un poco allí, se siente muy bien. Cuando tú quieras, por supuesto, yo también te confío mi cuerpo.

Kohaku le devolvió la mirada, asintiendo. No podía decir que no tenía curiosidad por hacerlo, además que quería poder hacerlo sentir bien a él también, pero todavía se sentía un poco torpe, tenía que volver a relajarse. Lo cierto era que se había puesto un poco nerviosa al verlo, preguntándose si era normal y si se sentiría cómodo tener relaciones por primera vez con alguien tan dotado como él. Tampoco iba a detenerse y rechazarlo por eso, era el cuerpo que tenía y ya, no podía cambiarlo, y suponía que con lo cuidadoso y gentil que Stan era, le hubiera advertido antes si creía que iba a ser complicado para ella. Pero no, él le había pedido que le confiara su cuerpo, y con ello implicaba todo su bienestar, así que debía saber lo que hacía.

Una renovada sorpresa la invadió cuando sintió la mano del soldado serpentear por su cuerpo hacia abajo, acariciando su abdomen, y deteniéndose en su entrepierna. Inspiró bruscamente al sentir el primer toque íntimo, los dedos de Stan acariciando con suma delicadeza la zona, produciéndole numerosas nuevas sensaciones, todas ellas agradables luego de la sorpresa inicial. No podía evitar pequeños sobresaltos de su cuerpo cada tanto, cuando él alcanzaba a tocar algún punto especialmente sensible y placentero. Le daba pena admitir que no conocía mucho cómo complacer su propio cuerpo, normalmente esos temas en la aldea habían estado reservados para las parejas ya casadas o para cuando las jóvenes estaban de novias a poco de hacerlo, pero ella había dedicado más de diez años de su vida desde los dieciséis años a acompañar a Senku y a los demás a salvar el mundo, no había tenido oportunidad, tiempo ni atención de dedicárselo a temas como ese.

- Stan. Quiero confesarte algo.

- Te escucho –Contestó él, atento, dejando de tocarla, pero sin sacar su mano.

- No tuve la oportunidad de hacer o saber algo de esto antes, me refiero a que me toquen así... O Hasta tocarme así mi propio cuerpo, lo siento –Reconoció, apenada.

- No te preocupes, Kohaku, me lo imaginaba, por la otra vez. Al menos ya sabes lo bien que puede sentirse el placer sexual, aunque hayamos hecho algo más superficial. Te prometo que te haré sentir bien y te cuidaré.

- Sé que lo harás, lo estás haciendo, gracias. Lo que quiero decir es que puedes guiarme, daré lo mejor de mí, no quiero que hagas todo tú.

- Qué linda eres, gracias. Primero quiero que te acostumbres a esto y prepararte para que lo que siga sea más cómodo para ti, sólo concéntrate en disfrutar esta noche, ¿de acuerdo?

- Sí, está bien. Hmm, pero así como estoy no alcanzo a tocarte.

- Tengo una idea –Se recostó al lado de ella, de costado y ofreciéndole el brazo que quedaba contra el colchón como almohada, manteniéndose lo más juntos posible ya que tampoco sobraba espacio en la pequeña cama– De esta forma será más cómodo para que los dos podamos tocarnos al mismo tiempo, cuando quieras.

- Oh, es verdad.

Stan acercó sus labios al rostro de Kohaku, depositando varios besos cariñosos mientras volvía a tocarla. Contrario al continuo aumento de intensidad anterior, ese cambio de posición y de actitud lo hizo todo más lento y suave para ambos, serenándolos en vez de excitándolos demasiado. El rubio buscaba acariciar cada centímetro de ella, dedicando un buen tiempo a la parte más carnosa y exterior, así como al sensible botoncito de placer, antes de probar cada vez un poco más hacia dentro, de una forma gradual que no la sobresaltara.

Por su parte, la joven se dejó llevar por la intención que tenía de también conocer y hacer sentir bien a su amante, tanteando y empezando a acariciarlo íntimamente con delicadeza. Le gustaba cómo se sentía, firme y a la vez muy suave, terso, muy agradablemente cálido. Poco a poco le fue pareciendo más atractivo y menos intimidante, de verdad disfrutando de tocarlo, además que le estaba gustando ver cómo Stan también gemía y empujaba su entrepierna hacia ella cadenciosamente, cada tanto susurrándole que lo estaba haciendo muy bien, con una expresión de puro gozo en sus ojos entrecerrados que no dejaban de mirarla. Eso le dio confianza y se animó a tocarlo con más seguridad.

Cuando el soldado sintió que su excitación empezaba a adueñarse de su consciencia, detuvo a Kohaku no sin antes agradecerle, y volvió a impulsar su cuerpo para ponerse encima de ella. La rubia miró de reojo el condón de la mesita, pensando que ya era hora para eso, pero negó con la cabeza y en su lugar la regó de un sendero de apasionados besos desde sus labios hasta su abdomen, devorando la piel de la joven a su paso, pero sin detenerse hasta llegar a su objetivo. Kohaku no alcanzó mirarlo ni a preguntar nada, cuando dejó salir un fuerte jadeo al sentir la boca de Stan entera sobre su entrepierna, algo que no había ni imaginado. Previsor con la reacción de ella, el soldado la había agarrado por las pantorrillas, flexionándoselas hasta apoyarlas contra los muslos, sus grandes manos empujando a la vez hacia afuera para que ella no pudiera cerrar las piernas.

- ¡Aah, Stan! –Gimoteó, abrumada, aferrándose a las sábanas.

- Sé que esto te va a gustar, y mucho –Dijo el rubio, sin despegar sus labios del sensible sexo.

Kohaku luchó contra su respiración contenida fuera de su voluntad, simplemente no podía incorporar aire porque todo si sistema estaba concentrado por la sensación tan intensa y divina. Para todo lo delicado que había sido antes Stan al tocarla, de pronto era inclemente, mientas succionaba con fuerza al mismo tiempo que movía su lengua con suma destreza, desde dibujar círculos, largas lamidas y otras cortas y rápidas que parecían aleteo de mariposa. La rubia se retorcía como pez fuera del agua, sin poder controlar las descargas de placer casi eléctricas que la acometían, anulándola.

Liberándole al fin las piernas, Stan sin embargo no pensaba ser piadoso, y concentró el contacto de su boca sobre el clítoris de ella mientras su mano acompañaba acariciándola en su entrada, hasta que dejó que un dedo empezara a introducirse y salir repetidamente, primero de forma casi superficial, y luego hundirse profundo. Kohaku gemía fuerte, encontrando en esa intrusión un alivio que no esperaba, pero que se dio cuenta que necesitaba urgentemente. Cuando el soldado se percató que ella empezaba a corresponderle y movía sus caderas para buscar más, fue acercando un segundo dedo, repitiendo la provocadora tentación y ese aviso antes de introducirlo también, luego moviendo ambos para ayudar a esa amplitud y flexibilidad interior que necesitaba. Estaba entusiasmado con el hecho de que sentía a la joven muy húmeda y que no la notaba incómoda ni que su interior se resistiera. Sabía que podría parecer una pequeña maldad, pero se detuvo justo cuando el cuerpo de ella empezaba a mostrar algunos espasmos de placer.

- No, Stan... Vuelve, por favor... Dioses... –Protestó, sin poder creer que se había detenido en ese preciso instante.

- Ya lo sé, pero confía en mí, por algo lo hice –Susurró, subiendo por el cuerpo de ella y extendiendo la mano para alcanzar el paquetito del condón.

Demasiado frustrada con la impedida liberación, Kohaku aprovechó que lo tenía encima y lo agarró ya sin vergüenza por el trasero, empujándolo hacia ella mientras elevaba las piernas para tener algo de alivio con el roce directo. Stan jadeó de sorpresa cuando sintió que su miembro rozaba peligrosamente la entrada de ella, esa era una muy mala idea por más de un motivo, y si la rubia se dejaba llevar por su excitación, iba a terminar gritando de dolor si lograba su cometido.

- Kohaku, no hagas más que eso, tengo que ponerme el condón ya mismo. Y déjamelo a mí al principio, luego podrás moverte todo lo que quieras.

- Sólo un poco más, además esa cosa es como si fuese una ropa, ¿verdad? No voy a poder sentirte luego.

Esa última frase anuló toda resistencia de Stan, que ella estuviera lamentando ese detalle, por lo que la dejó seguir con ese frote directo y tan caliente que se sentía divino. Lo más excitante era verla al fin perder su timidez y buscar por sí misma más placer para ambos. Se apoyó obre sus manos dejando su cadera abajo para facilitarle la tarea, además que le permitía verla toda sonrojada y jadeante. Sólo cuando él mismo sintió la necesidad de detenerse al borde de su autocontrol, se dejó caer para susurrarle al oído que ya estaba bien, que no podía esperar para entrar.

Prefería no asustarla anticipadamente avisándole que le podía doler y demás, había una forma en que podía disimularlo mucho y que ella apenas sintiera la molestia, aun con su tamaño. Por lo que intuía de cómo la había tocado tan profunda y ampliamente, dudaba que fuera a sangrar, posiblemente había roto esa membrana en uno de sus tantos entrenamientos, lo cual era un alivio. Se separó de la joven para ponerse el condón, una vez completamente seguro y acomodado volvió a echarse encima de ella, apoyándose en su codo. El gemido de gusto y alivio que le escuchó apenas conectó su punta con el centro de ella le produjo un estremecimiento, en cualquier otra circunstancia lo habría hecho adentrarse de una vez y con pasión.

Ayudándose con una mano, se limitó a continuar ese frote repetidas veces contra el hinchado y sensible botoncito de placer, a veces dejando que también todo el largo fuera el que recorriera ese roce, lo cual hizo que Kohaku lo abrazara por el cuello. Sólo cuando notó que ella empezaba a buscar más instintivamente, se alineó con su entrada y repitió el movimiento de forma superficial, sin entrar, empujaba mínimamente haciendo un poco de presión sobre el sexo, y volvía atrás. Poco a poco, en algunos empujes sí buscó entrar apenas unos milímetros, y a partir de entonces se mantenía en ese nivel, no menos de una quincena de veces cada vez.

Estaba muy concentrado en ella, a la vez que disfrutando mucho ese primer contacto íntimo, sintiendo ese cosquilleo excitante y caliente recorriéndolo a partir la punta de su miembro como una onda expansiva. Incluso a través del condón podía sentir muy bien las divinas sensaciones de ese placer, cómo lo recibía y rodeaba con una deliciosa compresión la parte más sensible de su sexo, así como lo era la de ella, que lo hacía ya gemir sin contener su voz.

Por más fuerte que fuera el deseo e impulso instintivo de moverse con más vigor e introducirse en lo más profundo de Kohaku, le gustaba mucho también esa lentitud y "provocación", sentir cada centímetro de ambos encontrándose y fundiéndose juntos, mirarla y degustar con sus ojos cada expresión de ella de conocer esas sensaciones por primera vez, con él. Además, eso iba a ser mucho mejor que hacer una embestida única y larga, que de seguro iba a dolerle mucho más y no compensaría con una buena sensación, tenía que lograr que la balanza del placer y del dolor se inclinara mucho más seguido a la primera, para así a la joven le resultase más agradable acostumbrarse a su generoso tamaño y tenerlo dentro, mientras su cuerpo cedía y se excitaba naturalmente. Iba a hacerlo perfecto para ella.

Eso era lo que había alcanzado a planear, al menos, aunque estaba ignorando la impulsividad de su querida amante. Era casi una lucha para Stan controlar esos milimétricos movimientos cuando ella ya se había entregado a las sensaciones y buscaba por sí misma aliviar su fuego interno. Podía darse cuenta de los momentos en que Kohaku sentía una molestia, porque la oía sisear o inspirar bruscamente, a la par que sus dedos se hundían con fuerza en la espalda de él. Lo bueno era que no lo estaba deteniendo, aunque no sabía si lo hacía por temeraria, o porque de verdad no le molestaba tanto, tenía que comprobarlo.

- Kohaku, ¿cómo te sientes con esto? No te apures, hazme caso esta vez.

- Bien, pero... –Gimió largamente– Siento como si me estuviera quemando por dentro.

- ¿Quieres que me detenga, y descansas un poco?

- No, por favor, no. Me gusta... Te quiero...

- Dios, me estás matando –Sonrió con resignación, esa mujer no podía ser tan adorable y excitante al mismo tiempo– Te quiero, y te quiero dar todo, pero dame un minuto más. O a ti misma, más bien, ¿de acuerdo?

Kohaku asintió con fervor, tratando de tranquilizarse. Le desesperó un poco que Stan reanudara sus movimientos con aún más lentitud, era casi una dulce tortura. De alguna forma sus plegarias internas fueron oídas, cuando el soldado al menos la consintió bajando una mano y tocándola en ese punto sensible que la derretía de placer, con lo cual redujo bastante la urgente necesidad que sentía de buscarlo ella. Sin embargo, unos segundos después dejó salir de pronto un gemido agudo que la dejó boquiabierta e inmóvil. Stan se había pegado a ella enteramente, abrazándola con fuerza, incluso dejando que buena parte del peso de la mitad inferior de su musculoso cuerpo se recostara encima. Y había algo más, una presión interna que era muy intensa y casi molesta, juraba que podía sentir el miembro de Stan en ese punto tan dentro de ella.

- Ooh, Stan... Te siento... Demasiado profundo –Gimió, sobrepasada por la intensa sensación.

- Sí... Lo estoy –La miró con una pasión que parecía transformar en llamas doradas sus ojos esmeraldas, y le susurró con voz grave y demasiado sensual para su propio bien– Kohaku, I’m all in, en todos los sentidos, me tienes entero, siénteme.

- Eso estoy haciendo, ¡aaah! –Lo abrazó con fuerza, mientras trataba de acostumbrarse a ese nivel tan profundo de unión– No se siente tan mal ahora, pero me gustaba más antes.

- Lo sé, pero quería hacerlo –Gimió, besándola apasionadamente, disfrutando todo lo que pudo ese momento, antes de salir un poco– ¿Mejor?

- Oh, sí, gracias...

- Cuento con que esto será fuerte, pero se sentirá muy bien, justo lo que querías.

- ¿Eh? ¿Qué...?

No alcanzó a preguntar, cuando Stan volvió a bajar una mano para apoyar unos dedos con más firmeza sobre ese botoncito erógeno tan rico en sensibilidad. Moviéndose cadenciosamente dentro de ella, sus dedos sin embargo no eran tan lentos, y en su lugar se dedicaron a acariciarla sin descanso en círculos y jugando con la presión. Cuando al fin sintió que podía moverse cómodamente dentro de ella, salió casi por completo, abandonando también el toque con su mano, para dedicarse a estimularla sólo en esa primera parte y con mucho más ritmo.

- Aaah... –Gimió Kohaku, encontrando más intensidad de placer curiosamente dentro de esa liviandad más tolerable.

Cada tanto Stan volvía a introducirse mucho más profundo una vez, sólo para volver a salir para quedarse con poco más que la punta de su miembro dentro. La rubia no terminaba de decidir qué prefería más, era un extraño alivio cuando lo sentía dentro, y quería abrazarlo para que no volviera a separarse, pero a la vez se derretía de gusto con lo otro. Cuando empezó a sentir nuevamente ese pulso de placer creciendo en su bajo abdomen, se aferró a los brazos del soldado. Sin embargo, temió haberse dado a entender equivocadamente, cuando él de pronto salió por completo.

- No, no, espera, era al revés, Stan –Rogó– Por favor, se sentía muy bien...

- Y te vas a sentir mejor, no seas impaciente –Rió suavemente.

Kohaku no podía saber lo que él tenía en mente, ni seguirle el ritmo, además de que él se veía tan natural y confiado que decidió dejarle hacer. Lo que no se esperaba era que él se moviera hacia abajo con rapidez para volver complacer a base de besos y rápidas lamidas ese punto externo tan sensible que le hacía temblar el cuerpo entero. Y si antes había sido más bien dulce y dedicado, en ese momento estaba decidido a no tener piedad. Por más que ella se retorciera de placer o sus piernas intentaran cerrarse involuntariamente alrededor de la cabeza de él, Stan no se detenía, hasta que volvió a llegar al punto en que su cuerpo se ponía rígido y expectante, anticipando la oleada del clímax.

Sin embargo, cuando ya su cuerpo empezaba a temblar sin vuelta atrás, el rubio de pronto se detuvo. Kohaku estuvo a punto de mirarlo con reproche y ruego, sin entender por qué volvía a hacer eso, pero no llegó a hacerlo ya que Stan demasiado rápido volvió a acomodarse entre sus piernas y se empujó para entrar, haciéndola gemir sonoramente y que todo su cuerpo se estremeciera desde la cabeza hasta los pies. Una vez dentro, el soldado se echó sobre ella de forma que sus sexos estuvieran conectados por dentro y por fuera, y comenzó a moverse en un rápido vaivén sin separarse.

- Oooh, S-Stan... Por favor sigue... No se te ocurra... alejarte otra vez –Gimoteó, aferrándose con fuerza a él.

- No, ya logré lo que buscaba –La calmó, antes de besarla profundamente.

Si el clímax de la vez anterior había sido intenso para Kohaku, el actual lo estaba siendo muchísimo más, sus cuerpos unidos y fundidos completamente. Era un placer que la ahogaba y estaba apoderándose de su cuerpo y su mente, y Stan no se detuvo hasta que sintió sus fuertes temblores y espasmos, acompañándola entonces en quietud mientras le besaba el cuello para dejarla respirar en cuanto pudiera hacerlo, disfrutando lo fuerte que lo comprimía el interior de ella, tampoco creía poder moverse por más que quisiera. Cuando al fin el orgasmo terminó de atravesarla, Kohaku quedó temblando como una hoja y con la vista perdida, creía que se había quedado sin fuerzas.

Stan esperó un minuto más, acariciándole con suavidad el pecho y la cintura, mientras le regaba el rostro de besos. Cuando Kohaku volvió a recuperar todos sus sentidos, la joven le mostró la más brillante y hermosa sonrisa llena de calidez, lo dejó boquiabierto por unos segundos, el corazón le martilló con fuerza contra el pecho. Probó volver a moverse, muy poco, al principio costó porque el interior de ella seguía un tanto comprimido y la oyó jadear, pero sabía que si seguía un poco más, volverían a la fluidez de antes. Ya más tranquilo de que la había hecho acabar, se concentró en seguir a su ritmo para buscar su liberación, no quería alargarlo demasiado, estaba bien para una primera vez juntos, y en especial de ella.

Disfrutando aún más de esa cercanía cariñosa más que de una intención vigorosa y salvaje, mantuvo un ritmo cadencioso e íntimo mientras se miraban con los ojos entrecerrados, compartiendo largos besos y caricias, sus cuerpos moviéndose a la par, hasta que sintió que su clímax se acercaba. Sólo entonces le avisó a su dulce amante con un susurro que iba a ir más rápido y fuerte, y la respuesta de ella fue rodearlo con brazos y piernas y también buscar corresponderle con su propio vaivén para recibirlo y acompañarlo en cada embiste. Stan gemía extasiado, simplemente era la mejor sensación de su vida, en ese momento.

Tranquilo de que estaría dejando sus fluidos en el condón, se empujó unas últimas veces con mucha profundidad, al fin colmando su organismo entero con ese inmenso placer. Disfrutó enormemente el hecho de ser contenido por el caliente, húmedo y apretado interior de Kohaku, aunque en su mente quería sentir dejarse ir en ella sin el maldito condón de por medio, pero sabía que lo primero era la responsabilidad. Continuó jadeando hasta que la gloriosa sensación del clímax fue disminuyendo, todavía sosteniendo su peso en parte de sus rodillas y sus brazos.

Le derritió por completo que Kohaku le hiciera a un lado con un toque tierno los mechones que caían sobre su frente, acariciando luego su rostro y con la otra mano recorriendo su espalda. No quería salir de ella ni separarse, y parecía que no era el único, por lo cual disfrutó unos minutos más de ese ambiente tan dulce y afectuoso.

- Así que de esto se trataba, al final lo hicimos... –Murmuró la rubia, y sonrió con picardía para decirle al oído– “Nada mal”.

- Me estaría quedando corto el “nada mal”, pero sí. Gracias, Kohaku, por confiar y entregarte a mí de esta forma.

- Me alegro de haberlo hecho, me gustó mucho, y se sintió bien contigo.

Finalmente, Stan salió de ella, se quitó el condón y le hizo un nudo para cerrarlo antes de arrojarlo al piso. Volviendo la atención a Kohaku, se echó a su lado y la abrazó, ella girándose de costado al instante para pegarse a su pecho y devolverle el abrazo, mirando con una sonrisa esos ojos esmeraldas tan bonitos y cálidos. Soltó una risilla, cuando decidió confesar algo que le había causado tanta curiosidad como frustración.

- Pero casi me sacaste de quicio, la otra vez no me hiciste desear tanto. ¿Por qué lo hiciste?

- Ah, eso es porque había muy pocas posibilidades de que tuvieras un orgasmo en tu primera vez si me dedicaba a la penetración, por eso fui alternando y probando con lo que sí suele funcionar, como la otra vez. Pero tampoco quería dejar pasar la oportunidad de sentirte acabar alrededor mío, así que pude hacer ambas.

- ¡Ja! Tú siempre puedes –Acotó ella, riendo.

- Cuando das todo de ti, es así como funciona. Tú también logras todo lo que te propones, porque te entregas sin dudarlo y confías con todo tu corazón –Rozó su nariz con la de ella, y le dio un beso en los labios– Por eso quedamos tan bien tú y yo.

- Ya lo creo.

Kohaku lo miró con atención, le veía la mirada un tanto perdida, adormilada, y sonrió para sí misma cuando lo vio suspirar largo y sereno con una sonrisa en el rostro.

- ¿Dormimos ahora, así como estamos?

- Por favor, sí. Buenas noches, Kohaku.

- Igual para ti –Se estiró para darle un beso en la mejilla– Que descanses, Stan.

El sueño de esa noche continuó largo y sin interrupciones, los dos entrelazando sus cuerpos desnudos y tan cálidos en ese abrazo, no había ni una brisa fresca que los molestara. Cuando despertaron por la mañana, fue igual de sereno y feliz encontrarse de la misma forma, acariciándose largamente y con suavidad, no querían levantarse de allí. Luego de compartir unos besos que los despertaron más, Stan miró por la ventana, notando el rayo de luz medianamente intenso, y frunció el ceño, mirándola con picardía después.

- Oye, creo que nos pasamos un poco esta vez... Deben ser las nueve o diez de la mañana.

- Y me siento como si pudiera dormir medio día más –Murmuró Kohaku, acurrucándose contra él.

- Cosita remolona, extrañaba esto. Pensaba que tú también eras tempranera y disciplinada.

- Lo soy, pero hoy es un caso especial, después de lo de anoche.

- Qué lástima que sólo traje un condón, porque podríamos darnos lo buenos días de una forma que de seguro nos despertaría –Susurró con voz acaramelada, mordiéndole el lóbulo de la oreja mientras empujaba tentadoramente su entrepierna hacia ella.

- ¡Ja! Suena bien para otra vez, aunque no sé, quedo demasiado relajada, y... Oye, dices que no podemos, y te estás “despertando”.

- Ah, sí, es así. ¿Puedes culparme? Te tengo desnuda en mis brazos y estamos hablando de eso.

- Sí, ¡¿pero tan rápido?! –Rió, sonrojada.

- Ignóralo. Hmm, o no. Si quieres, podemos...

Pero Stan no terminó su frase, cuando escucharon un par de fuertes golpeteos en la puerta principal, que los hizo saltar de la cama.

- ¿Qué...?

- ¿Esperabas a alguien? –Preguntó Stan, nervioso, buscando su ropa con la mirada.

- ¡No! Y no suelo tener visitas aquí, eh...

Otra vez el golpeteo resonó, más fuerte, hasta que una voz potente y masculina se pronunció.

- ¡Kohaku! ¿Estás ahí?

- Esa voz... –Los ojos de Kohaku se abrieron de par en par, y miró a Stan horrorizada– ¡Mi padre!

- ¡¿Tu qué?! ¡¿Qué demonios hace aquí?!

- ¡No lo sé, es raro que venga! ¡Dioses, esto es malo! ¡La casa no tiene traba, y si entra y nos ve!

- Oh, mierda, mierda... No hay tiempo que perder –Miró alrededor, frustrado– No tienes lugar donde pueda ocultarme hasta que se vaya.

- ¡Perdón! ¡Ah, la ventana! ¡Sal de aquí por ahí!

- ¿Así, desnudo? –Rió nervioso, para colmo todavía su miembro estaba medio excitado– Ya me había hecho a la idea de que iba a salir por la ventana hoy, pero no de esta forma. ¡Rápido, ponte tu vestido y ayúdame a recoger mi ropa! Si tu padre la ve...

- ¡Kohaku, si estás, permiso, voy a entrar! –Exclamó Kokuyo.

- ¡Mierda!

Stan alcanzó a cubrirse con los calzones mientras Kohaku se ponía el vestido sin ropa interior ni nada debajo, abrió la ventana y en un apuro agarró la ropa de Stan y la lanzó hecha un bollo por la ventana. El soldado la miró indignado, ya no le quedaba otra opción que salir de la casa en paños menores, qué dignidad la suya. Alcanzó a saltar por la ventana en el preciso momento en que Kokuyo entraba por la puerta, dejando a Kohaku con el corazón a mil y chequeando que no hubiera más evidencia de que Stan estaba en la casa, ocultando su ropa interior debajo de la cama.

El soldado tuvo que reunir su ropa lo más rápido que pudo, la tremenda fuerza de Kohaku había lanzado las prendas a más distancia de la esperada, y él sólo pudo rezar que ninguna mirada indiscreta alcanzara a verlo así.

- Esto no puede estar pasando –Rió nervioso Stan, echándose el pelo para atrás luego de ponerse algo de la ropa como pudo, y saltar ágilmente al tejado para esconderse y terminar de arreglarse allí.

Dentro de la casa, Kohaku alcanzó a correr hacia la entrada, evitando que su padre viera su dormitorio con la cama deshecha o algo que se les hubiera pasado por alto.

- ¡Papá! ¡¿Qué haces aquí?!

- Oh, así que aquí estabas, ¿por qué no contestabas?

- Estaba.... en el baño –Mintió.

- Ah, perdona –Se excusó el padre, mirando a un costado. Luego frunció el ceño, mirándola extrañado– Tan alterada, y con el cabello así... ¿Por qué lo tienes suelto?

- Eeh... Me estaba alistando para salir, ¡y si estoy alterada es porque entraste a mi casa!

- Avisé que iba a entrar, en esto de las puertas y las casas cerradas es algo que no me termino de acostumbrar, en la aldea no era así, no había tanto protocolo.

- Ya, olvídalo... –Resopló, queriendo cambiar de tema– ¿Por qué viniste?

- Porque fue raro no verte por la mañana, siempre te veo en movimiento apenas sale el sol. Pregunté y tampoco nadie te había visto, pensé que podías estar enferma, justo después de esos días fríos que pasaste y quizás necesitabas ayuda. ¿Te sientes bien?

- Sí, papá –Se apenó por sentirse enojada, y normalmente no le hubiera molestado tanto, pero la necesidad de privacidad era algo que últimamente estaba comenzando a valorar– Sólo me quedé dormida, parece que todavía no recuperé mi descanso.

- Debe ser eso, sí. Bueno, si estás bien me retiro, Ruri también se estaba preguntando por dónde andabas, le diré que no se preocupe.

- Sí, gracias... Nos vemos luego, papá.

En cuanto Kokuyo se fue, Kohaku se apoyó pesadamente contra la pared, aliviada de que su padre fuera tan inocente y se creyera sus excusas sin preguntar más.

- ¡Oh, Stan! –Exclamó en voz alta, tenía que ver qué había pasado con él.

Volvió rápido al dormitorio, desvistiéndose otra vez para ponerse la ropa interior primero, y cuando estuvo presentable se ató el pelo en su típica coleta y se asomó por la ventana, buscándolo.

- ¿Stan? –Preguntó, en un susurro fuerte.

- Aquí arriba.

Sonriendo nerviosa, Kohaku se aseguró que no hubiera nadie antes de saltar con agilidad para subirse al tejado, donde encontró a Stan sentado, ya vestido con su uniforme completo, negando con la cabeza, divertido.

- La próxima vez que arrojes mi ropa tan lejos, te juro que te voy a robar las bragas y vas a tener que cuidarte de cómo caminar para que no se te vea nada.

- ¡Perdón! –Se disculpó, sonriendo con culpa– Estaba desesperada y no calculé mi fuerza. ¿Te vio alguien?

- Por suerte no, tenemos un dios aparte. ¿Qué quería tu viejo?

- Se preguntó si estaba enferma, porque notó mi ausencia.

- Buena intención, pero qué viejo guardabosques, no te da un día de descanso.

- Más bien soy yo la que parece que tiene una rutina tan predecible, que preocupo cuando hago algo distinto. Voy a tener que cambiar eso.

- En fin... –Suspiró, y estalló en una carcajada, rodeándole la cintura a la joven y subiéndola a su regazo– Un buen susto y un recuerdo inolvidable. Ahora puedo ser parte del club de los que huyen en ropa interior de la casa de una señorita.

- ¿Eso sucede a menudo?

- En este nuevo mundo debo ser el primero, pero sí, hay muchas graciosas anécdotas parecidas de parejas “en trampa” del siglo XXI, o jóvenes que tenían que esconderse en el ropero para evitar que el padre de la chica los mate por haber profanado a su hija.

- No entendí lo de la trampa, pero el nuestro sería el último caso, con bastante precisión –Sonrió nerviosa.

- Bueno, a continuar el día, por ahora se acabó la diversión. Creo que lo mejor será que nos veamos en mi casa, así al menos ya tienes la excusa de que estabas fuera por la mañana.

- Sí, tienes razón, será lo mejor –Lo abrazó por el cuello, acercando sus rostros con una expresión coqueta– ¿Cuándo?

- Dicen que esta noche hará frío, y mañana también, y por los próximos meses que dure el invierno, así que...

- ¿Cada noche que haga frío? ¡Ja! Para compartir calor corporal, claro, ya sabes...

- Por supuesto, no estaría nada mal. Te estaré esperando.

Notes:

Buenaaas! Ahora sí, hasta aquí llegó la historia que iba a ser un one-shot, y pasaron cosas xD, muchas cosas, parece. Así de intensos y perfectos juntos son esta parejita preciosa, los amo jaja, mil y un posibilidades para que se desarrolle su amor en los multiversos!

Me hizo mucha gracia que con el capítulo especial del manga de hoy, justo se mencione esta táctica de “calor corporal” con la que empecé esta historia, y un par de años después del final del manga. Qué telepatía, dice... jaja. Ah, y novedad, gracias a la idea de una amiga que ama Stanhaku, voy a escribir luego un “one-shot” como secuela de este fic, o alusión a este, tomando prestada la idea del manga de que esta parejita sufra otro accidente climático/tecnológico y aprovechen su experiencia con la táctica del calor corporal, wuuu!

En fin, mucho texto, así que como siempre muchas gracias por leer, apoyar y dar amor, y un placer para mí compartir todo este paquete hermoso de emociones, amor, risas y ricura.

Hasta la próxima, buena semana!

Notes:

Buenaaas! Así se presenta y avanza este two-shot de esta bella y potente pareja, y la magia de este fic es que lo estamos escribiendo juntas con mi querida Kawaii Miawgical Girl. Calculamos dos capítulos, uno para que se desarrolle a fuego lento la atracción, y el otro para que explote el amor y la ricura (próximo capítulo, cambia a “M”, +18, avisamos)

Gracias por leer, comentar, dejar estrellas, kudos y reviews, y todas las posibilidades que tienen de dar su apoyo y amor a la historia. No sé si lo próximo que se viene será terminar este fic, o actualizar “Otros Caminos”, dependerá de los tiempos (aunque el hype no falta aquí jaja), pero no va a faltar amor a esta ship próximamente.

Hasta el próximo capítulo! Buena semana!