Actions

Work Header

Rating:
Archive Warning:
Category:
Fandoms:
Relationships:
Characters:
Additional Tags:
Language:
Español
Stats:
Published:
2023-03-27
Updated:
2023-03-27
Words:
11,941
Chapters:
1/?
Kudos:
5
Hits:
67

Corazones Indomables

Summary:

Con la nueva paz del mundo post misión lunar, Tsukasa reconocer tener nuevos sentimientos románticos por Kohaku, y al saberse correspondido, los dos probarán por primera vez las mieles del amor y la pasión

Tsukasa x Kohaku (Eventual lemon)

Los personajes pertenecen a Inagaki y Boichi

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter Text

La paz del mundo de piedra al liberarse para siempre de la amenaza de los dispositivos despetrificadores fue la oportunidad para muchos de rehacer sus vidas, así como para otros de dar un paso adelante en situaciones personales que habían contenido por muchos años. Si bien todavía estaban muy atareados y concentrados en reestablecer por completo la civilización petrificada en todo el mundo, el no tener la incertidumbre de qué les depararía el futuro les permitió priorizar al fin sus vidas personales.

Se afianzaron en sus profesiones, así como por otro lado florecieron algunas parejas y algunas formalizaron su relación, como fue el esperado caso de Taiju y Yuzuriha. Si bien era obvio su desenlace feliz, ambos quisieron disfrutar su noviazgo por un par de años, mientras ayudaban a los demás en el progreso de la despetrificación gradual y de la evolución tecnológica. Para hacer más eficiente el avance, solían separarse en tres o cuatro grupos que se encargaban de coordinar cada área importante para mantener la paz y el desarrollo.

Tsukasa se ofreció a viajar con Gen por el mundo en esos primeros años, el mentalista como diplomático de los “renovados” países, y el luchador se aseguraba con su influencia de que no hubiera abusos de poder ni líderes que pretendieran poner en peligro la paz mundial. Por otro lado, buena parte del equipo de siempre hacía viajes a otros países para revivir más personas, a la vez que continuaban buscando materiales especiales para el desarrollo científico, como era el caso de Kohaku, Ryusui, Chelsea, Taiju, Senku y otros. Los avances tecnológicos estaban a cargo de Xeno, acompañado de Chrome, Suika y Sai, y el resto del equipo principal se repartía entre los grupos viajeros para apoyar una u otra misión.

En el caso de los antiguos países más desafiantes, varios de los más hábiles y fuertes hacían un sólido equipo, como era el caso del imponente cuarteto de guerreros formado por Tsukasa, Stan, Kohaku y Hyoga, además de los “cerebros” negociadores y pacifistas, como eran Gen, Ryusui y Ukyo. Esos viajes forjaron una relación mucho más cercana y amistosa entre ellos, lo cual había resultado en que cuando regresaban a la base en Japón, donde todos vivían, continuaban juntándose y divirtiéndose juntos, algunos más que otros.

Si bien la mayoría habían sido buenos amigos desde el principio, fue entonces cuando Tsukasa se dio cuenta de que algunas cosas estaban cambiando, y no alcanzó a saber en qué momento había comenzado a suceder. Lo primero, fue darse cuenta de que una sensación molesta como un frío hormigueo aparecía en su estómago cuando veía a Kohaku hablar muy animadamente con algunos amigos, como con sus ex-compañeros astronautas, Stan y Ryusui. Él también se llevaba ya muy bien con los dos hombres, y su carácter era más parecido al del militar estadounidense, calmo y maduro, aunque era evidente la picardía y soltura social que tenía el otro a diferencia de él.

La misión lunar los había vuelto más cercanos y compinches a los tres rubios en especial, y de vez en cuando el luchador tenía un resabio un tanto amargo de sentirse excluido de ello. No tanto de haber sido parte de la misión, sino de tener un anhelo muy profundo de ser parte de esa camaradería tan divertida, en especial la que surgía de Kohaku. Además, ella estaba tomando clases de tiro con el soldado, ya que le habían ofrecido un trabajo a futuro como policía, por lo cual a veces sentía una presión en su estómago cuando los veía compartiendo más tiempo juntos. No llegaban a ser celos como tales, sin embargo, cuando esa palabra surgió en su mente, se turbó al darse cuenta lo que podía implicar, en especial cuando descartaba esas ideas con la justificación de que Stan se había emparejado con su mano derecha, Charlotte, y que Ryusui había conquistado finalmente a la elusiva reportera, Minami. Eso le había dado la pauta de que había considerado a sus amigos como “competencia”, y que una parte de él había visto a la rubia como algo distinto a una amiga.

Si bien él prefería definirse como reservado en lugar de tímido, tenía que admitir su completa inexperiencia en el ámbito romántico, no había siquiera probado los labios de alguna mujer en toda su vida, y ya había pasado los veinticinco años de edad. Eso sin dudas lo hacía sentir inseguro a la hora de lanzarse al romance, aunque se consolaba pensando que Kohaku tampoco había tenido vida romántica, o al menos no que él supiera, por lo cual no lo juzgaría en ese aspecto. Cuantos más pensamientos dedicaba a la cuestión, más se daba cuenta que sus sentimientos y expectativas eran más intensos de lo que pensaba.

Ya que no estaba seguro de que sus incipientes sentimientos románticos fueran correspondidos, Tsukasa se los guardó para sí mismo, contentándose con interactuar con ella como de costumbre, disfrutando simplemente de verla siempre enérgica y radiante, la rubia tenía una sonrisa y entusiasmos contagiosos y le gustaba estar cerca de ella. Por momentos dudaba de si era buena idea albergar y fomentar esos sentimientos, eran compañeros y amigos confiables hacía unos diez años, le preocupaba un poco cómo cambiarían las cosas, o si se pondrían difíciles o incómodas si la cosa no funcionaba. En esos momentos, soltaba un largo suspiro y se quedaba viéndola con una pequeña sonrisa, al menos le bastaba verla feliz cada día.

Sin percatarse de ello, sus ratos de contemplación fueron cada vez más seguidos, aunque Kohaku en ningún momento se dio cuenta de ser observada con esa intención, y cuando lo hacía, le devolvía su usual animada sonrisa y lo hacía parte de la actividad que estuviese llevando a cabo. A veces pensaba cuál sería la mejor oportunidad para acercarse un poco más y tantear su reacción, no terminaba de decidirse, la aldeana no era de las que parecía entender indirectas, y le preocupaba que las veces que había visto a Gen o Mozu bromear seductoramente con ella, no terminaba bien para ellos.

Mientras que Tsukasa pensaba que contenía sus sentimientos por completo, una tarde otoñal en la que estaban todos descansando luego de unos intensos días de trabajo en el avanzado reino científico, fue sorprendido por Stan, que luego de mirarlo de reojo varias veces mientras fumaba un cigarrillo, se decidió a hablarle.

- ¿Hasta cuándo vas a contenerte, Tsukasa?

- ¿Hmm? ¿A qué te refieres?

- A que tus sentimientos hablan tan alto a través de tu rostro, que no puedo creer que Kohaku todavía no se dé cuenta que babeas por ella.

Los orbes cobrizos del luchador se abrieron al máximo, fue una observación demasiado directa y repentina, aunque no se sentía identificado con la burda expresión última, por lo que su respuesta fue en tono indignado.

- ¿Qué dices? No la miro de esa forma.

- No te caracterizas por tu sentido del humor, así que me ahorraré la explicación. Ahora bien, ¿te atreves a negar la cuestión principal?

Tsukasa hizo una mueca y miró a un costado, un tono sonrojado cubriendo sus mejillas. En los cincelados labios de Stan se dibujó una sonrisita, sabiendo que había acertado.

- No sé por cuánto pretendes seguir así, ya vas casi dos meses que no le quitas la mirada de encima, pero no haces nada con ello.

En lugar de replicar, el castaño suspiró largamente, y aceptó el comentario con una sonrisa resignada.

- ¿Tanto así se me nota?

- Mira que los hombres no nacimos para entender indirectas, así que el hecho de que hasta yo me dé cuenta que le haces ojitos dulces y le estás encima a cada rato, dice suficiente –Dio otra pitada al cigarrillo– Ah, y no soy el único, pero no te preocupes, somos discretos.

- ¿Y cómo son las mujeres con las indirectas? Porque parece que ella no se da cuenta.

- Diría que Kohaku es un caso especial, en eso te doy la derecha. Tengo entendido que nunca asumió su feminidad, al menos no desde que la conozco, quizás esa sea la explicación. La cuestión aquí es que ya tienes un pie adentro de la friendzone, y si sigues así, tendrás los dos... O alguien más va a pensar que ya no estás interesado y se te va a adelantar.

- Hay dos cosas que me hacen dudar de si confesarle que me gusta –Se sinceró Tsukasa– Una, es que me preocupa que se pueda arruinar lo que tenemos si algo no sale bien, sería muy incómodo vivir y trabajar en el mismo lugar, y que sea difícil vernos las caras. La otra, es que no sé cómo ni dónde dar el primer paso, no tengo facilidad en seducir a mujeres.

- Entiendo –Asintió Stan– Sobre lo primero, es un salto de fe... No hay nada que te asegure que sean la media naranja del otro, así como que no funcionen como pareja. Pongan lo mejor de cada uno, y no habrá arrepentimientos, eso creo. En cuanto a lo segundo, puedes aprovechar un festejo especial, será más fácil que encararla en un día cotidiano, ¿no lo crees?

- Hmm, ya veo. Sí, ciertamente.

- Sólo te pido que no llegues a ser como Chrome, que no ve las oportunidades ni aunque estén frente a su rostro, y eso que tiene asegurada a su enamorada, ese chico me desespera.

Las comisuras de los labios de Tsukasa se elevaron ante el comentario, en eso tenía que coincidir con el piloto, todos sentían un poco de pena por Ruri, la sacerdotisa era demasiado paciente. Se prometió a sí mismo que no tardaría tanto, tampoco era bueno para su corazón seguir prolongando ese agónico anhelo de que pudieran ser más que amigos, y si no estaban destinados a serlo, prefería saberlo antes. Le intrigó un poco el saber que sus otros amigos también se habían dado cuenta de sus sentimientos por Kohaku, Stan no había dicho quiénes ni él iba a preguntarle, aunque eso debía significar que realmente estaba siendo obvio en su actitud.

 

Afortunadamente, la semana siguiente hubo una gran y feliz novedad: Taiju y Yuzuriha finalmente habían decidido casarse. Si bien querían que todos estuviesen allí para compartirlo, todavía algunos de sus amigos estaban muy ocupados viajando de un lado a otro del mundo y pretender una asistencia completa era casi imposible, por lo cual acordaron casarse y compartirlo con los que estuvieran en ese momento. Cuando Yuzuriha dijo que le gustaría que los invitados también fueran vestidos con ropas modernas formales, las mujeres fueron las primeras en aceptar encantadas, eran raras las ocasiones en que podían ponerse vestidos más elegantes y finos. Incluso Mirai se entusiasmó con ello, la primera boda a la que asistiría en su vida, por lo cual rogó a su hermano mayor para que la acompañase a elegir un vestido.

Tsukasa aprovechó la ocasión para charlar sobre eso con Kohaku, en su mente ya se estaba preguntando cómo se vería ella vestida así también, siempre la había visto con su tradicional vestido azul, y la única ocasión en que la había visto en otras ropas había sido durante el primer viaje a Estados Unidos en el Perseo, en aquel juego de póker. Si bien en ese entonces no la miraba con otros ojos, había reconocido lo guapa que ella estaba en ese sensual vestido largo. En cuanto la vio sola, se le acercó para conversar, hablando con un tono casual.

- Kohaku, esta será otra ocasión para que te vistas con ropas modernas, ¿ya tienes algo, o tú también vas a comprar en la tienda de moda de Yuzuriha?

- ¿Eh? ¿Tengo que comprar ropa? Iba a ir así, este es un vestido, no sé cómo serán las bodas de su tiempo, en la aldea los invitados no se preparan de forma especial.

- Sí, tienes un vestido, pero... Hmm... ¿No es el que usas todos los días? –Dijo, contando con que ella no se lo tomara a crítica– Quiero decir, para los novios también es como si se los honrara y agasajara.

- ¿De verdad? Si es así, entonces debería conseguirme uno, no tengo ropa moderna de ese estilo –Frunció el ceño, e hizo una mueca de frustración– No sé mucho de comprar esas cosas, no son mi estilo.

- Bueno, si quieres puedes venir conmigo y con Mirai, ella también va a comprar, me pidió que la acompañara a elegirlo.

- ¡Sí! ¡Gracias, Tsukasa, eso lo hace más fácil para mí! –Aceptó, entusiasmada– ¿Cuándo vamos?

- ¿Mañana está bien para ti? Si lo hacemos pronto, habrá menos gente.

- Bien, entonces mañana. ¿Tú vas a comprar también?

- Sí, tampoco tengo uno para un evento así. ¿Nos encontramos aquí mismo después de desayunar?

- Está bien, hagamos eso.

 

Quedaron de esa forma para el día siguiente, apenas se encontraron fueron caminando lo tres juntos, conversando amenamente. Llegaron un rato después a la tienda, esa era la primera que Yuzuriha había inaugurado, también tenía otra tienda en una zona mucho más céntrica de Japón, ya que era una afamada modista. El lugar era mediano, abarrotado de filas de percheros metálicos con las prendas colgando, así como alguno maniquíes y fotos grandes enmarcadas, luciendo la ropa de muy buen gusto.

Pasaron varios minutos revisando la larga fila de vestidos que había en el perchero, todos en distintos colores y cortes, muy bonitos, con lo cual era más difícil decidirse por uno. Mirai tenía una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando mucho de ver los hermosos vestidos, mientras que Kohaku se estaba empezando a marear con tanta variedad, honestamente prefería elegir uno cualquiera y terminar con ello, no tenía paciencia ni gusto para esas cosas. Tsukasa sólo miraba de cerca, dando su modesta opinión, tampoco entendía mucho de moda.

- ¡Kohaku, mira! –Exclamó Mirai de pronto, sacando un vestido– ¡Este es muy bonito para ti!

- Es verdad, se ve lindo, aunque no sé cómo me quedará.

- Puedes probártelo, Mirai y yo estamos aquí para ayudarte a elegir –La animó Tsukasa.

Kohaku asintió con una sonrisa, y de inmediato tomó con sus manos el borde de la falda de su vestido, comenzando a subirlo desde allí para quitárselo, exponiendo sus muslos. Al verla, el castaño se sonrojó furiosamente, y la detuvo.

- ¡Kohaku, detente! ¿Qué haces?

- Iba a probármelo, como me dijiste.

- Sí, pero no aquí... Allí al fondo hay cambiadores, puedes cerrar la cortina para que no te vean.

- No me molesta que me vean –Replicó la rubia, encogiéndose de hombros.

- Hmm... Pero... –Tsukasa parpadeó varias veces, tratando de ordenar sus alborotados pensamientos– No estaría bien para una dama que se exponga así...

- ¿Qué dama? Soy yo, Tsukasa.

El luchador suspiró, sin poder creer a qué punto a Kohaku no le importaba el mostrarse semi-desnuda e ignorando su feminidad, sin sentirse identificada con ser una “dama”. A decir verdad, reconocía que en su torpeza había elegido una palabra bastante pomposa, más propia de oírla del Dr. Xeno que de él. Recuperó la compostura, explicándole a su amiga en un tono tranquilo y de confianza.

- Lo sé, me refiero a que eres una mujer, y es más apropiado que te lo pruebes en privacidad en esos cambiadores, no quedaría bien que lo hagas aquí, donde hay otros clientes que pueden no conocerte.

- Sí que son complicados, tú andas con el pecho descubierto más veces de la que te veo vestido completo, y nadie se anda quejando de que no sea apropiado –Replicó Kohaku, frunciendo el ceño.

- Hmm... Tienes un punto allí. Te entiendo, pero quiero decir que sería mejor si...

- ¡Yo también elegí uno que quiero probarme, Kohaku, vamos juntas! –Intervino Mirai, tomándola de la mano y llevándola con ella, poniendo fin a conversación incómoda.

Tsukasa agradeció internamente a su hermana, y aprovechó que quedó solo para buscar su traje. Para los hombres era más fácil la elección, él quería un traje negro clásico, con una camisa blanca debajo. El único problema era encontrar un talle que le quedara, dado que era mucho más alto y musculoso que el promedio, en todo caso tendría que encargar un trabajo de sastrería. Unos minutos más tarde, tenía ya en su mano el modelo elegido, cuando oyó la voz de Mirai llamándolo. Se acercó a la zona de los cambiadores, sonriendo al ver al ver la hermosa señorita en que se había convertido su hermanita, había elegido un vestido delicado y con un aire inocente, en un tono rosado pálido.

- Te queda muy bien, Mirai, estás bonita. ¿Quieres ver otros?

- No, me gustó mucho este. ¿Puedo llevarlo?

- Claro que sí, yo te lo compro. ¿Kohaku? ¿Cómo vas tú?

Se hizo un prolongado silencio, en los que los hermanos Shishio se miraron con curiosidad, dudando de si ofrecerse a ayudarla. Finalmente, la cortina se abrió, y la aldeana se mostró, de pronto con una actitud mucho más calmada y hasta un poco tímida, evidenciando que no era su fuerte el mostrarse así. Tsukasa no pudo evitar quedar boquiabierto por varios segundos, no alcanzaba en su mente a elegir una palabra para lo hermosa que se veía ella. Sin embargo, eso dio el mensaje equivocado, ya que la rubia lo miró dubitativa, y luego una pizca de desilusión se vio en sus ojos aguamarina.

- ¿Y bien? –Musitó– No me desagrada... Pensé que se veía bien en mí. Pero quizás no, ya sé que esto no es lo mío...

Al oírla así, la mente del luchador volvió a funcionar, carraspeando para aclarar la voz que creía que no iba a encontrar, e incluso cuando habló, lo hizo un tono más agudo que de costumbre.

- No... Quiero decir, sí, sí se ve bien. Te ves bien, Kohaku, estás herm... Hmm... –Dudó si eso iba a ser atrevido, aunque un instante después decidiéndose a ser más sincero, de una buena vez– Estás muy hermosa.

Lo dijo, por fin, y sintió sacarse un peso de encima con ello, al mismo tiempo que percibía cómo sus mejillas hervían de calor, y el corazón se le aceleraba un tanto, nervioso por cómo reaccionaría ella ante ese elogio. Por su parte, ese fue el momento en que Kohaku también quedó un tanto boquiabierta, no se esperaba ese comentario tan halagador, y nunca había oído a Tsukasa ser tan expresivo y a la vez un poco torpe. La alegría se reflejó en la rubia, una deslumbrante sonrisa y confianza reemplazando su anterior inseguridad.

- ¡Sí, es como dice mi hermano! ¡Estás muy bonita, Kohaku! –Coincidió Mirai, aplaudiendo entusiasmada.

La aldeana aceptó el cumplido y volvió a mirarse en el espejo, satisfecha. No lo había querido admitir, pero en cuanto se había visto en el espejo, se había sentido muy bien. El vestido era de una tela muy suave, daba gusto acariciarlo, de un color azul turquesa ligeramente perlado, con un escote corazón y hombros caídos, que se ceñía bien a todo su cuerpo hasta las rodillas, y abriéndose luego hasta el piso en una falda estilo sirena. Lo único que no le gustaba era que ya se sentía limitada para caminar con comodidad, pero le gustaba tanto cómo se veía que estaba dispuesta a lidiar con eso por un par de horas. Y si era tan bonito como para provocar esa reacción en el siempre tranquilo y estoico Tsukasa, le daba la seguridad de elegirlo.

- A mí también me gusta, tendré que acostumbrarme un poco a usarlo, eso seguro. No puedo separar mucho las piernas, me preocupa caminar raro o tropezarme.

- Yo te llevaré... Del brazo, digo –Dijo Tsukasa, tratando de sonreír con naturalidad– Si quieres, por supuesto, lo que te haga sentir más tranquila.

- Oh, gracias –Aceptó, sonriendo con timidez, pensando que nunca había caminado del brazo con un hombre, eso de pronto le había generado un inesperado calor en el rostro– Bueno, debería cambiarme otra vez, espérenme un momento.

Kohaku volvió a cerrar la cortina, mientras que Mirai miró muy sonriente a su hermano, y también se dispuso a ponerse su ropa. Tsukasa las esperó pacientemente a un lado, y cuando salieron, la aldeana notó el traje negro que colgaba del brazo de él.

- ¿Tú ya elegiste uno, Tsukasa? –Preguntó Kohaku.

- Sí, este me gusta.

- Qué fácil, no tardaste nada.

- Los de los hombres son más parecidos, y me gusta este color para ir de invitado a una boda, no quiero nada llamativo.

- ¿Puedo verlos? Me gustaría ver la diferencia con los trajes normales.

- Sí, claro –Aceptó Tsukasa, consintiendo su curiosidad, contento de que ella demostrara interés por la ropa.

Fueron a la sección masculina, donde había una larga fila de trajes, aunque no tantos como la variedad femenina. Kohaku miró los distintos colores y cortes, acotando cada tanto con buena observación cuál sería el estilo que seguramente elegirían sus amigos, según su personalidad y gustos. De pronto, sus ojos aguamarina se iluminaron.

- Oooh, ¡miren este! –Dijo Kohaku, sacando uno del perchero para mostrarlo a los hermanos– Es parecido al tuyo, pero me gusta más cómo se ven estos botones y la solapa con ese ligero brillo, como el de mi vestido. Estoy segura que te quedaría muy bien, Tsukasa. ¡Ja! Estarías bien guapo así.

- ¿Sí? –Preguntó, cautivado por la idea de que ella se lo imaginara de esa forma– Bien, lo llevo.

- ¡¿Eh?! ¿Así nomás? ¿No vas a probártelo?

- No, no creo que haya un talle para mí en este momento, de cualquier forma. Lo mandaré a hacer.

- Tú habías elegido uno antes...

- No había mirado bien, este me gusta más ahora –Insistió Tsukasa– Gracias por la sugerencia, Kohaku, tienes muy buen gusto.

Ante ese comentario, la rubia se sorprendió y se sintió halagada, mostrándole otra radiante sonrisa.

- Bien, ya todos tenemos la ropa para la boda, ¿eso es todo?

- Sí, pueden pedir algún ajuste a las modistas si hace falta, luego de eso pagamos, y terminamos aquí por hoy.

Los tres se ocuparon de las últimas tareas, regresando contentos con la experiencia. La boda iba a ser en un mes, tiempo suficiente para todas las preparaciones necesarias. Mientras tanto, continuaron trabajando y ocupándose de sus cosas, con un viaje de por medio que los separó unas dos semanas. Si bien Tsukasa se caracterizaba por ser un hombre bajo perfil, curiosamente los amigos más cercanos y confidentes que había hecho en esos años no lo eran tanto, entre ellos Gen, Ryusui y Stan. Entre ellos, el único que lo había acorralado con respecto a revelar sus verdaderos sentimientos por Kohaku era Stan, pero gracias a que él había dejado entrever que no era el único que se había dado cuenta de ese cambio de corazón, sutilmente prestó más atención a sus otros colegas, y alcanzó a percatarse de que cuando él estaba cerca de la rubia, los ojos curiosos de los dos eran los que más se posaban sobre ellos, y sus sonrisitas pícaras al cruzar miradas con él, indicaban que se estaban conteniendo de hacerle algún comentario o broma al respecto.

Tsukasa sabía bien que Gen no se había rendido en cuanto a intentar seducirla, ya se tomaba los rechazos o amistosos golpes de ella con humor, generando una dinámica de continua provocación y bromas picantes entre ellos. Dudaba que Kohaku cambiara su sentir hacia el mago, y era sólo en esos momentos que lamentaba no ser un poco más avispado y divertido, no tenía la chispa del humor y la picardía, suponía que eso lo daba la extroversión y la experiencia romántica. No era casualidad que los que más hacían eso eran los hombres conocidos por estar siempre al acecho de seducir muchas mujeres, como era el caso de Mozu. Él no era grosero con sus palabras, pero no podía evitar sonreír cuando oía a Stan referirse al isleño como el “perseguidor de culos”, y cuando Mozu lo oía, lucía particularmente orgulloso del apodo.

 

Para cuando llegó el día de la boda, en la cual la gran mayoría de los amigos de los novios habían ayudado a decorar y organizar, se podía respirar un aire relajado y dulce. Esa iba a ser la primer gran boda en los trece años que habían pasado desde el despertar en el mundo de piedra, y por ello el entusiasmo general ese día era mucho más evidente, incluso entre los que no eran tan allegados a la pareja. Todos se alistaron muy guapos, los hombres de trajes en general de colores sobrios, mientras que las mujeres habían elegidos variados colores y corte de sus vestidos. Entre los invitados hombres, destacaron especialmente por su elegancia y atractivo el Dr. Xeno, Stan, Tsukasa, Matsukaze y los hermanos Nanami, mientras que, entre las mujeres, Amaryllis, Minami, Charlotte y Ruri se llevaron todas las miradas. O eso fue así, hasta que un murmullo de sorpresa se propagó alrededor, y más de uno tardó en reconocer a la bella mujer que se llegó un poco más tarde.

Cuando Tsukasa se volteó a ver, siguiendo la mirada general, por un instante pensó que se trataba de una de las tres más bellas hermanas de la aldea, hasta que reconoció el vestido turquesa, y el brillo de unos conocidos ojos aguamarina destelló con la luz del sol. Su boca cayó abierta sin poder controlarlo, por varios segundos no pudo articular palabra ni movimiento, todavía su mente haciéndose a la idea de esa hermosísima mujer que llevaba el cabello suelto y lacio, con el rostro delicadamente maquillado realzando sus agraciados rasgos, era Kohaku. Lo único que lo sacó de su trance fue sentir una mano pesada en su hombro, dándole amistosas palmaditas, junto a un silbido de admiración y un acento norteamericano.

- Nada mal... Nada, nada mal, ¿eh, Tsukasa?

- Hmm... –Sólo pudo articular el castaño, todavía sin hallar su voz.

- Sabía que era del “aldea del agua”, pero no me esperaba ver a esta sirenita en tierra firme –Bromeó Stan– No tienes excusa, sé un buen chico y acércate, o alguno se te va a adelantar hoy y no podrás culparlo.

Asintió, sin poder despegar los ojos de la rubia, y comenzó a caminar lentamente hacia ella, que en cuanto lo vio, se notó su expresión de alivio. Sin embargo, el que se le adelantó fue Mozu, que rápidamente se puso frente a ella y le tomó la mano para darle un beso en el dorso, lo cual no fue recibido con gusto por Kohaku, que hizo una mueca de molestia.

- Vaya, Kohaku-chan, no pensé que volvería a verte así de guapa, aunque te prefiero de vestido corto y mostrando más piel, como cuando nos conocimos. Harás que vuelva a intentar convencerte de lo bien que lo podrías pasar en una cita conmigo, eres un bomboncito fuerte.

- Mozu –Gruñó la joven, ignorando la propuesta, aunque luego lo miró con sorpresa de arriba abajo, y sonrió– ¡Ja! Nunca pensé que te vería con... tanta ropa, y te sienta bien la ropa moderna.

- Lo sé –Admitió con descaro el castaño, luciéndose y empujando la cadera hacia adelante mientras metía una mano en el bolsillo del pantalón del traje.

Tsukasa se mostró sorprendido ante esa breve conversación. ¿Así que no era la primera vez que ella estaba con el cabello suelto, y un vestido bonito? Supuso que eso había ocurrido mientras él había estado congelado. Le hubiera gustado verla así, aunque de seguro la vista actual no tenía nada que envidiarle. Dio unos pasos adelante, intercediendo para al fin saludar a Kohaku, quién le dedicó una sonrisa deslumbrante cuando él le ofreció su brazo, caballerosamente. Sin embargo, Mozu soltó una risilla burlona ante ello.

- Kohaku-chan, tú no eres de las que busca la ayuda de un hombre fuerte para algo tan fácil como caminar.

- No es tanto la ayuda, sino la buena compañía –Replicó la rubia, y se acercó más a su amigo, rodeándole el brazo.

Tsukasa tuvo que esforzarse en no mostrarse gratamente sorprendido, así como su propia sonrisita de satisfacción y confianza, aunque en el fondo ese bonito comentario había calado en su corazón. Sí, eso era, tenía que relajarse y no tratar de hacer algo distinto para agradar más a Kohaku, la realidad era que ya bastaba con lo cercanos y amigos que eran, podía verse claramente en cómo ella gustaba de tenerlo cerca, mientras que hacia otros como Mozu no disimulaba en ponerles el freno.

- Kohaku, ¿cómo te encuentras? Me estaba preguntando qué te había demorado.

- Estoy bien, me costó prepararme sin ayuda, arreglarme así no es algo que se me dé bien.

- Lo pongo en duda, más allá de mi opinión de que te ves hermosa hoy, te aseguro que los demás comentaban lo mismo, así que ten más confianza en ti misma.

- Gracias, Tsukasa.

La pareja de amigos se fue reuniendo con los demás, que saludaron a Kohaku llenándola de halagos, incluso Chrome la sorprendió con no hacer mención alguna del acostumbrado apodo de “gorila”. Una media hora después ya estaban todos presentes, por lo cual dieron aviso a los novios y comenzaron la ceremonia. Fue muy bonita y dulce, Taiju se dividía entre llorar a mares y gritar con mucho entusiasmo sobre su felicidad, mientras que Yuzuriha estaba sonriente y emocionada. Incluso para alguien como Kohaku, ajena a la moda y gustos estéticos, el vestido hecho a mano por la novia misma fue digno de admiración. Cuando la rubia se lo dijo a Yuzuriha, la castaña la miró con los ojos brillantes.

- ¡Gracias Kohaku! ¡Cuando sea el momento, quiero hacer también el tuyo, estarás bellísima!

- ¿Eh? ¿Yo? ¡No, qué dices! –Rechazó, sacudiendo la mano al aire como si fuera una broma.

- ¿Por qué te lo niegas? –Preguntó la modista, confundida– ¿No hay nadie que te guste, después de todo este tiempo?

La pregunta tomó por sorpresa a la joven, se puso un tanto nerviosa y sonrojada de ser expuesta así, además de sentir el peso de la mirada de Yuzuriha, así como de Tsukasa a su lado. No sabía cómo explicarlo, no rechazaba la idea de estar en pareja, pero no era novedad que su actitud usualmente de marimacho no era un rasgo muy atractivo, y seguramente por ello nunca había recibido una declaración romántica, sin contar los deseos babosos de algunos hombres como Gen y Mozu. Percatándose de la incomodidad, Yuzuriha se apresuró a restarle importancia a la respuesta.

- De seguro lo harás a tu tiempo, cuando encuentres un hombre guapo y de buen corazón que te guste mucho, ¿no lo crees también, Tsukasa?

En ese momento, el que había sido tomado con la guardia baja había sido el luchador, cuyas mejillas se tiñeron de rojo oscuro ya que para sus adentros había estado muy interesado de oír la respuesta, y él pensaba que bien podía cumplir con ser ese noble pretendiente que había sido sugerido.

- Hmm, sí... Así es.

Con un guiño de ojo, Yuzuriha se alejó, dejándolos solos nuevamente. Kohaku miró de reojo a su amigo, mostrando una pequeña sonrisa tensa.

- ¿Vamos a comer algo? Se ve delicioso todo lo que preparó François, como siempre.

Tsukasa asintió y le ofreció su brazo una vez más, lo cual ella agradecía ya que tenía un movimiento muy limitado con sus piernas bajo ese vestido, y sumado a los zapatos con tacones nuevos que llevaba, había dado algunos pasos inseguros. Tomaron un plato y se sirvieron a gusto cada uno, además de llenar una copa con su bebida favorita. A medida que sus amigos pasaban cerca, fueron conversando animadamente, y Kohaku eventualmente comenzó a mostrarse más a gusto con los halagos, incluso animándose a hacer un grácil giro para lucir su vestido cuando Luna, que iba colgada del brazo de Xeno, le dijo lo linda que se veía y cuánto la favorecía verse así, apoyada en el comentario por el científico, que estaba hablando con Stan al otro lado.

- Te sienta bien el cambio, Kohaku, disfrutando de estar tan guapa –Dijo Ryusui, acercándose al grupo, y agregó en tono juguetón– Ten cuidado, podrías tentar hasta al buenazo de Tsukasa a que te diga algo atrevido hoy.

- ¡Ja! Al contrario, por cómo es, sé que pudo relajarme con él. Es bueno tener amigos así.

- Auch, justo en la friendzone –Siseó Stan, palmeándole el hombro al pelilargo, que apretó los labios.

- Ah, perdonen, voy a buscar a mi hermana, casi no pude hablar con ella todavía.

En cuanto la rubia se fue, los dos rubios dedicaron una intencionada mirada en Tsukasa. En respuesta, el luchador suspiró y encogió los hombros.

- No hay mucho que hacerle si ella me ve así.

- Si ella te ve así, es porque tú te muestras así –Dijo Ryusui, astuto.

- Así es –Coincidió Stan– Tu actuación del buen amigo incondicional el que te puso en este lugar hoy.

- No es una actuación de mi parte, me gusta ser un amigo confiable para ella.

- Por supuesto, así como también te gustaría... Reforzar la amistad de otras formas. ¿Sabes qué? Tienes una misión hasta el fin de la tarde, soldado.

Tsukasa alzó una ceja, mirándolo, no apreciaba ese tipo de actitudes.

- Si no quieres ser encasillado en ser el BFF castrado para ella, vas a demostrarle hoy mismo que no tiene que relajarse tanto contigo, porque eres un hombre, que la ve como una mujer deseable. Todo con respeto, ya sabemos cómo es nuestra chica samurái, pero hoy ella no se irá de aquí sin reconocer tu verdadero potencial, ¿de acuerdo?

- ¡Jaja! Apoyo lo que dice Stan –Intervino Ryusui, chasqueando sus dedos– Es el mejor momento, y si no lo haces, te ayudaremos.

- No, gracias... Yo lo haré.

Tsukasa aprovechó que Kohaku se había alejado para chequear cómo lo estaba pasando su hermana, que se estaba tan entretenida con Suika que apenas lo saludó con una gran sonrisa y siguió a su aire con su buena amiga. Regresó con sus amigos, mientras pensaba cuál sería la mejor forma de acercarse a la rubia. El momento perfecto llegó con el comienzo del baile, luego de ver cómo los flamantes nuevos esposos inauguraban el momento. Sabía que Kohaku gustaba mucho de bailar, la había visto aprender a bailar samba brasilera junto a los lugareños unos años atrás, así como ella le había contado del flamenco en España. En cuanto la vio mirar la pista de baile con ojos animados, caminó hacia ella y le extendió su mano para invitarla a la pista.

- Kohaku, ¿quieres bailar conmigo?

- ¡Sí! –Contestó contenta la rubia, poniendo su mano encima.

- Sólo quiero anticiparte que no soy un gran bailarín, pero me esforzaré.

- ¡Ja! No es una competición de habilidades, hoy estamos para divertirnos.

Tsukasa sonrió ante la respuesta, que marcaba cuánto se había relajado Kohaku, ella siempre había tenido su corazón competitivo. Agradeció que la música fuese tranquila y dulce, al menos iba a ser más fácil para él guiarla en algo así. Además, era la ocasión perfecta para probar cómo se sentía ella con la cercanía del tacto. Le colocó su mano grande y abierta en la espalda, mientras la otra que ya tenía en contacto la acomodó para rodear la de ella. Sus orbes cobrizos se encontraron con los aguamarina de ella, y le sonrió cálidamente antes de empezar a moverse juntos. Si fuera por él, no hubiera querido romper el contacto visual en mucho tiempo, pero tuvo que hacerlo cuando fue la rubia la que bajó la mirada primero, ligeramente sonrojada. Fue entonces cuando Tsukasa se dio cuenta de que Kohaku no era inmune a cohibirse por un acercamiento así. No pretendía incomodarla, sin embargo, tenía que aprovechar para empezar a mostrarse más que como sólo un amigo, como le habían dicho Ryusui y Stan.

La hizo dar un elegante giro, para luego reforzar el medio abrazo que tenían, hasta sentir que los pechos de la joven rozaran con su torso. Le gustaba la expresión sorprendida y curiosa de ella, una pequeña sonrisita asomaba en las comisuras de la boca, eso lo relajó un poco.

- ¿Voy bien, Kohaku? Puedes guiarme.

- Sí, para decir de ti mismo que no eres tan bueno, creo que te estabas subestimando.

- Gracias –Aceptó con una sonrisa deslumbrante– Hmm, a decir verdad, hay algo de verdad en que un combate y un baile están emparentados. Uno se mueve acorde y en respuesta al otro, midiendo las distancias, girando...

- Una danza de guerra, suena bien. Con todo lo que me gusta entrenar y la lucha, honestamente prefiero este tipo de danza, más divertida y en paz, que la vida de ninguno esté en juego.

- Es verdad, coincido completamente.

- También podría decir que somos buenos bailando, porque somos buenos guerreros. No nos tropezamos ni avanzamos sobre el otro, estamos siempre a una distancia justa, y anticipamos al momento justo cómo reaccionar.

- Eso suena más como tú, ya sabía que no habías perdido el filo ni siquiera en unos días tranquilos como estos.

- Es más divertido así, está en nuestra naturaleza, ¿verdad?

Tsukasa asintió, aprovechando ese intercambio para volver a quedársele mirando. Algo se sacudió en el corazón de Kohaku en ese momento, sintió que los ojos cobrizos tan cálidos y brillantes la estaban atravesando, era como mirar al sol directamente, demasiado intenso. No sabía de dónde venía ese sentimiento, pero se reforzó cuando él le apretó ligeramente los dedos de la mano derecha, a la vez que bajaba con la otra un par de centímetros por su espalda. Tampoco le desagradaba, aunque sí sintió que un nuevo y cosquilleante calor interno se alojaba en su bajo abdomen. La rubia pensó que ese debía de ser el baile que más había disfrutado en su vida, mucho más bonito que hacerlo sola, por más que se divirtiera.

Sin embargo, empezaba a sentir una molestia sorda en la planta de los pies, en especial hacia el empeine, producto de los zapatos nuevos que la estaban cansando. Debía de tener alguna otra lastimadura, ya que cuando trató de acomodar su pie, un latigazo ardiente de dolor casi la hizo tambalear. Una mueca involuntaria escapó de sus labios, que fue suficiente para que su amigo la notara.

- ¿Estás bien?

- Sí, sí, sólo que ya me están molestando estos zapatos, no estoy acostumbrada a usarlos.

- ¿Quieres que dejemos de bailar? Puedo acompañarte a sentarte, así descansas.

- Me gustaría, necesito un alivio. Perdona, Tsukasa...

- No hay nada que perdonar. ¿No te dije que hoy te llevaría yo, para ayudarte si estabas incómoda con el vestido? Los zapatos están dentro del paquete también.

- Gracias, eres muy bueno conmigo –Dijo, mirándolo con afecto.

Ni bien dieron unos pasos hacia la zona de las sillas y mesas, el castaño se lo pensó mejor, y se detuvo.

- Tengo una mejor idea, Kohaku. ¿Qué te parece si nos vamos de aquí y buscamos otro lugar cómodo para sentarnos? Así podrás sacarte los zapatos y descansar mejor.

- ¿Mi aldea?

- Sí, donde gustes. Tendrás que aguantarte de caminar un poco más.

- Está bien. Sólo espérame, que le avisaré a mi hermana para que no se preocupe si no me ve más.

- Voy contigo.

Luego de avisar que iban a retirarse, y de que Tsukasa compartiera una sonrisa intencional con sus dos amigos casamenteros, los dos emprendieron camino hacia la aldea. Sin embargo, en cuanto comenzaron a adentrarse por el bosque lindante, Kohaku no pudo disimular su incomodidad al dar rígidos pasos por el dolor de sus pies.

- Permiso, Kohaku.

El pelilargo de pronto la cargó en brazos, ante lo cual ella jadeó de sorpresa, abochornada.

- ¡¿Eh?! ¡¿Q-Qué haces, Tsukasa?!

- Te duelen mucho los pies, no me gusta verte adolorida, cuando puedo hacer algo como esto para ayudarte.

- Oh... Pero todo el camino... Será pesado para ti.

- Hmm, ¿le dices eso al “primate más fuerte”? No me subestimes –Dijo Tsukasa con una sonrisa cómplice– ¿Te incomoda que te tenga en mis brazos así?

- No. Es algo nuevo, pero no me desagrada, sólo me sorprendiste y me apena un poco, no me gusta sentirme una carga.

- No es una carga si soy yo el que elije hacerlo, ¿verdad?

Kohaku asintió, enternecida, no podía contradecirlo en eso ya que ella pensaba igual. Se relajó y lo dejó cargarla así el resto del viaje, hasta que cruzaron el puente de madera y llegaron a la aldea. Allí Tsukasa la bajó, y fue rápidamente a la choza de Kokuyo y Ruri para agarrar dos bancos para sentarse sin ensuciar sus elegantes y delicadas ropas. Una vez que se acomodaron, cerca del acantilado para disfrutar la bonita vista del mar y el horizonte que ya tenía sutiles tonos anaranjados por el comienzo del atardecer.

Ni bien Kohaku se quitó los zapatos, maldijo por lo bajo al ver que tenía ampollas y lastimaduras, no era de extrañar que le molestara tanto el caminar. Protestando y diciendo que no pensaba usar ese horrendo calzado otra vez, prefiriendo mucho más sus sandalias de siempre, estiró las piernas y los pies, suspirando aliviada. Tsukasa la miró divertido, aunque sintiendo pena por cómo siempre había oído, tanto en el mundo moderno como el de piedra, que la moda elegante no era tan cómoda para las mujeres como para los hombres. Valoró que ella se hubiera esforzado en adaptarse al estilo moderno, y se arriesgó a hacer algo que esperaba que no se pasara de la raya, para ayudarla a aliviarse. Pidiéndole permiso nuevamente, le tomó las pantorrillas y le levantó las piernas para acomodarlas en su regazo, ante la expresión sorprendida de la joven. Llevó sus manos al pie que tenía más cerca, y comenzó a mover sus dedos para darle un suave masaje allí.

- ¿Te molesta que haga esto? Te ayudará a aliviar tus pies más rápido. Si crees que no es apropiado, puedes detenerme.

- Eeh... No, no es malo, sé que lo haces con buena intención y confío en ti.

- Gracias por eso, Kohaku –Contestó, devolviéndole una mirada y sonrisa cálidas.

Una vez más, el corazón de la rubia se saltó unos latidos al ver esos hermosos ojos cobrizos, hipnotizantes en el cariño que reflejaban. No sabía por qué se sentía así de pronto, después de tantos años de conocerse bien y estar cerca, aunque sentía que había algo más en aquella mirada para ser tan dulce, algo que no había antes. Se dio cuenta que no le incomodaba particularmente, cuando sintió que podía sostenérsela sin querer apresurarse por mirar a otro lado, hasta que él bajó los ojos para poner más atención a la tarea. Disfrutó del masaje en sus pies con gusto, ambos en silencio, confirmando cuánto más aliviada se sentía cada segundo. Sin embargo, en cuanto le miró el rostro a Tsukasa, se percató de que la expresión de él había cambiado a una más tensa, como si estuviese conteniéndose o con una lucha interna por sus pensamientos.

- ¿Estás bien? Gracias por el masaje, no hace falta que sigas si te está cansando o aburriendo.

- No es eso –Suspiró, y juntó valor para decir lo siguiente– Kohaku, ¿seguirías confiando en mí si te dijera algo que podría incomodarte?

- ¿Eh? ¿Cómo qué? –Inquirió, curiosa– Si es con buena intención, no creo que haya problema.

- Hmm, ya veo. Déjame terminar con esto, hay algo que quiero decirte luego.

Kohaku asintió, y lo dejó hacer, sin poder evitar una sensación pesada al imaginar qué podría ser tan malo como para que él le advirtiera eso de pronto. Unos pocos minutos que se hicieron de pronto interminables pasaron, hasta que Tsukasa al fin le dejó los pies libres, y le bajó las piernas delicadamente de encima de las suyas. Esperó con paciencia a que él se decidiera a hablar, aunque le estaba costando horrores hacerlo. Finalmente, mientras el luchador miraba sus manos con los dedos que movía distraídamente, se decidió a expresar sus conflictuados pensamientos.

- Kohaku, hay algo que quiero que sepas, cada vez me cuesta más contenerme y no quiero que luego se preste a confusiones entre los dos. Algo va a tener que cambiar pronto.

- Está bien, dime –Lo animó la rubia, ya demasiado intrigada.

- No quiero que te sientas tan relajada conmigo, yo soy un hombre... –Empezó, pausando ante los ligeros nervios que sintió a la hora de confesarse.

- Pues claro que eres un hombre, Tsukasa –Lo interrumpió ella, frunciendo el ceño.

- Me refiero a que soy un hombre como cualquier otro...

- ¡Ja! No diría como “cualquier otro”, eres especialmente bueno y noble.

- Kohaku, por favor, déjame terminar, no me interrumpas o no podré decirlo.

- Ah, perdón... –Se tapó la boca con una sonrisita culpable– Perdón, sigue. No digo más.

Tsukasa la miró, contagiado de la pequeña sonrisa, y soltó un suspiro. Si ella no hiciera esas cosas, no sería la Kohaku impulsiva y siempre simpática que conocía. Tomó valor para continuar de una vez, se había dado cuenta que no podía dar más vueltas alrededor del tema, y de nada servían las indirectas con ella.

- Hmm, estoy tratando de decir que tú sólo me ves como compañero y amigo, y estás tan relajada como mujer, alrededor mío, que pareces no darte cuenta de esa influencia que tienes en mí, y de lo que me haces sentir, como hombre –Ante la expresión confundida de la aldeana, continuó– Y la verdad es que, en los últimos meses, no sé bien por qué ahora y no antes, mis sentimientos por ti cambiaron. Ya no me gustas sólo como amiga, sino también como mujer.

Los orbes aguamarina de Kohaku se abrieron un poco al oír eso, sorprendida con la declaración. Creía entender lo que estaba diciéndole Tsukasa, pero a una parte de ella todavía le costaba aceptarlo, por el simple hecho de que nunca nadie antes le había dicho algo así con buenas intenciones. Se sobresaltó ligeramente cuando los dedos de la gran mano del castaño se acercaron y rozaron los suyos, acompañado de la más dulce mirada en sus ojos, ese destello cobrizo tan cálido que sentía que le podía llegar a derretir el corazón, de tanto cariño que contenían. Al fin pudo conectar con otras veces en que él le había dedicado esa misma mirada, así como ella había sentido algo distinto, sin haber podido ponerle nombre a la emoción que le había generado, o la que percibía de parte de él. Comenzaba a atar los cabos.

- Kohaku, no es mi intención presionarte ni pedirte una respuesta ahora mismo, quédate tranquila –Continuó el pelilargo– Sólo es la forma que encontré para decirte lo que siento, y que, si algún día me correspondes, puedes acercarte a mí y continuaremos con esta conversación, guardaré la esperanza de que podamos ser más que amigos. Mi corazón está contigo, no hay ninguna otra “leona”.

Agregó eso último como humorada para aligerar el ambiente, nunca se había declarado a una chica y no sabía si había hecho bien o no. Le dedicó una última bonita sonrisa, antes de mirar al horizonte, tratando de controlar su corazón que ya martillaba fuerte en su pecho. Sin embargo, le sorprendió sentir la pequeña mano de la joven en su antebrazo, y giró la cabeza para volver a conectar sus miradas. Le apenó un poco la expresión confundida y abrumada de Kohaku, ella también debía de tener una maraña de sentimientos mezclados en ese momento, por lo que la esperó pacientemente a que dijera lo que parecía estar armando en su cabeza.

- Tsukasa, yo... No, tú... ¿Te gusto como mujer, dices? –Preguntó con timidez, sonrojándose como pocas veces antes.

- Sí, así es.

- ¿Qué te gusta de mí?

- ¿Que qué...? Hmm... Muchas cosas –Admitió, en un murmullo, no se esperaba esa pregunta– Tu bondad, tu disposición a ayudar y a ser amiga de todos, dando segundas oportunidades sin rencor alguno a personas que te perjudicaron –“Como yo”, pensó– Que siempre estás con una sonrisa, lo fuerte y valiente que eres, la forma en que todavía cuidas a Suika como una hermana menor, y a Mirai también. Lo hermosa que eres, y cuánto te esfuerzas por seguir aprendiendo y adaptándose a un mundo que se te vino encima y puso todo de pies a cabeza, sin quejarte de nada ni nadie, sólo seguiste adelante con tan buen espíritu. Eso sólo son algunas cosas, claro.

- ¿“Algunas cosas”? –Repitió, incrédula, sus mejillas ardían como fuego vivo– Por todos los dioses, Tsukasa, son un montón de cosas. ¿Tanto así me ves?

- Sí, y no son cosas que sólo yo podría decir de ti. ¿Qué sucede, no lo crees?

- No lo sé, es que nunca nadie me lo había dicho antes, así tan amplio y claro, con palabras tan bonitas. Más bien siempre recalcan lo bruta, fuerte e impulsiva que soy, o sólo se me acercan los pervertidos...

- ¿Lo dices en serio? –Preguntó atónito. Luego sonrió un poco más, y posó su mano sobre la de ella– Hmm, entonces quizás tenga que repetírtelo más seguido, hasta que tú mismo te lo creas, no fui exagerado con ninguna.

- Gracias, Tsukasa –Aceptó Kohaku, con el corazón colmado de gratitud– Yo no me esperaba eso, ni sabía de tus sentimientos, me sorprendiste mucho. No sabría que decirte, no me lo hubiera imaginado antes...

- Te dije que no te preocuparas, no tienes que...

- Ahora eres tú el que me está interrumpiendo y no me deja terminar –Lo regañó la rubia, alzando una ceja.

- Perdón.

- Mi fuerte no son las palabras bonitas, soy más de la acción, ¿verdad? –Dijo con una media sonrisa– Quiero ser honesta con lo que estoy sintiendo, con lo primero que me “dijeron” mi corazón y mis tripas, con tu confesión.

Tsukasa la miró curioso, a la par de un hormigueo expectante y ansioso en su estómago, ya que esa actitud de ella no parecía estar rechazándolo, tenía esperanzas. Sus cejas se alzaron con asombro cuando Kohaku se le arrimó, el lado externo de los muslos de ambos rozándose, y sin mirarlo directamente, apoyó su cabeza sobre el hombro de él. La rubia movió su mano libre para rodear el musculoso brazo del luchador, dejando la otra todavía debajo de su gran mano, la de ella parecía tan pequeña en comparación.

- Así de a gusto me siento contigo, para empezar.

Solamente eso provocó una enorme emoción en el pelilargo, era una declaración inocente, y a la vez, para él significaba mucho. No respondió más que con una cálida sonrisa, esperando que ella continuara, hasta que eventualmente lo hizo.

- Vas a tener que tenerme paciencia o ayudarme, porque para lo que sigue no tengo experiencia.

- ¿Quieres eso? –Preguntó con voz suave Tsukasa.

- Sí, me gustaría contigo.

Ya sin timidez al saberse correspondido, él se giró de lado para estar un poco más de frente a ella. Subió su mano libre para acunar el bello rostro de Kohaku, mirándola largamente con afecto mientras le acariciaba la mejilla con el pulgar. Pronto los ojos de ambos estaban tan conectados, que la atracción se hizo agradablemente insoportable, y ahí fue cuando Tsukasa comenzó a recortar la distancia. Él también estaba un tanto nervioso, nunca había besado a una chica, aunque sabía lo básico. Se detuvo mínimamente junto a los labios de la joven, lo suficiente para que sirviera como un pedido de permiso, y cuando ella bajó instintivamente la mirada a sus labios, los entreabrió y los unió en un suavísimo y largo beso, disfrutándolo al máximo.

El hormigueo y la calidez se expandieron por su cuerpo, en cuanto Kohaku presionó también sus labios contra los de él, al reconocer que al fin estaba besando y siendo correspondido por la mujer que tanto le gustaba desde hacía meses. Que además ella estuviera tan hermosa ese día, lo haría inolvidable. Se animó un poco más, y bajó la mano del rostro de ella para deslizarle con suma delicadeza por el fino cuello, para luego acariciarle la clavícula y los hombros, sentir su cremosa piel lo emocionaba un poco más. Ese toque le hizo estremecer involuntariamente a la joven, aunque para no enviar el mensaje incorrecto de incomodidad, fue ella la que al instante llevó una mano a la solapa de la chaqueta de él, para jalarlo tímidamente y mantenerlo cerca.

Tsukasa apenas podía contener el impulso de abrazarla, hasta que decidió que no tenía por qué hacerlo, y la rodeó así, causándole ternura lo bien que ella cabía entre sus brazos, dado que él era tan grandote de cuerpo. Ambos con los ojos cerrados para centrarse en el disfrute y las dulces sensaciones de los besos, perdieron toda noción del tiempo mientras compartían uno tras otro, algunos más delicados, otros más demandantes en su presión. Eran tan agradables como adictivos, ese punto tan cálido de sus labios conectando, esa tersura carnosa, las suaves respiraciones mezclándose en el medio.

No querían separarse, pero tuvieron que hacerlo para recuperar aire, así como para lidiar con la temperatura que iba en aumento en el cuerpo de los dos. Respiraron profundamente, sin dejar de verse con los ojos entrecerrados, todavía perdido en el precioso momento que habían compartido.

Kohaku se sentía flotar, su mente ausente y ligera, como si estuviera borracha. Para ser la primera vez que se besaba con alguien, le había parecido que no lo había hecho nada mal, y lo mismo podía decir de Tsukasa, le habían gustado mucho sus sentidos besos. No sabía si era normal, pero sentía que podían continuar en ese dulce intercambio por mucho tiempo más, incluso cuando se alejaron un poco, una sensación fría la recorrió, quería volver a estar dentro de los cálidos brazos de él. Apenas podía mirarlo a los ojos, aunque pensaba que nunca lo había visto tan masculino y guapo como ese día, curiosamente cuando más ropa tenía encima. Por poco quiso ronronear cuando sintió los dedos de él acariciándole delicadamente la espalda y la cintura, todo eso le estaba gustando demasiado.

- ¿Y ahora qué? –Preguntó.

- No lo sé, también es la primera vez que hago esto –Contestó Tsukasa con un adorable sonrojo, restándole importancia– No creo que haya un manual de guía, sólo disfrutar a nuestro ritmo de lo que nos guste hacer, ¿no lo crees?

- Sí, pero...

Kohaku se calló, con una sonrisita pícara, lo que la delató junto a sus mejillas aún más sonrojadas. ¿Cómo decirle que aquello que le estaba empezando gustar hacer, era seguir besándose? Quería saber si a él le pasaba lo mismo, o si ya estaba bien con ese momento que habían compartido.

- ¿Pero? –Repitió el luchador, muy atento a lo que fuera que la estaba haciendo dudar.

- Me gustó eso que hicimos recién –Musitó en respuesta, esperando que él entendiera la indirecta.

- Hmm, a mí también –Reconoció el castaño, con un brillo juguetón en los ojos.

Tsukasa había entendido perfectamente lo que ella había insinuado con eso, y podía ser un perfecto caballero que la consintiera sin exponerla más. Sin embargo, le interesaba ver hasta a qué punto Kohaku también se animaba a buscarlo, sabía que ella no era tímida ni vergonzosa, jamás sería del tipo “damisela en apuros”. En todo caso, si se encontraba en apuros, era porque ella misma se metía en dichos problemas, con su confianza en que podía hacerle frente a todo. Y si pudo hacerle frente a los más fuertes y peligrosos hombres que se había cruzado en todos esos años, ser ella la que buscara unos besos más no debería ser mayor inconveniente. Con eso en mente, sólo se le quedó mirando, una pequeña sonrisita asomando a las comisuras de sus labios, hasta que vio cómo unos segundos después los ojos aguamarina también se abrieron un poco más, llegando a una conclusión similar, dada la sonrisita que le devolvió.

Eso era lo más divertido y refrescante de Kohaku, por eso le gustaba tanto. Contrario a su instinto natural de protección de las mujeres, ella le demostraba una y otra vez con su determinación y confianza, que siempre iba a estar a la par de él, codo a codo, espalda con espalda. Por lo que, cuando la rubia recortó la distancia entre ambos para ser ella quién lo besara, y le rodeó el cuello con sus dos brazos para asegurarse de mantenerlo bien cerca hasta saciar su disfrute, él no dudó en corresponderle el entusiasmo. Ambos pudieron percibir la sonrisa en los labios del otro mientras se besaban, confirmando que estaban en la misma sintonía de pensamientos y consideraciones.

Animándose un poco más, Tsukasa la rodeó por la espalda y la parte trasera de los muslos para subirla a su regazo de un impulso, sirviéndole él de asiento. Kohaku se dejó hacer, estaba encontrando puro gusto en estar contenida por todo el cuerpo de él, tan firme y cálido. Como no quería todavía tocarla de formas más atrevidas para que ella no pensara que sólo eso era lo que buscaba, ya que se había quejado de los “pervertidos”, se concentró en mantenerla abrazada y acariciarle el cabello o el cuello mientras se seguían derritiendo en aquellos deliciosos besos, aumentando de intensidad al succionar alternadamente el labio inferior y el superior, probando cada centímetro de ellos hasta que cuando se separaron para tomar aire, ambos los sentían más calientes y voluptuosos por la irrigación de la sangre concentrada allí.

Iba a besarla de vuelta, hasta que le oyó una risita y vio cómo ella pasaba su dedo pulgar por los labios de él. La miró con curiosidad, ante lo cual ella respondió al interrogante.

- Perdón, es que te manché un poco la boca con mi maquillaje, por el pintalabios que traía puesto. Parece como si te hubiera dado unos puñetazos.

- Oh...

La miró con atención, y fue ahí cuando notó lo mismo en ella, su pequeña boca parecía la de un payaso, con todo el cosmético corrido. Aunque más que apenarlo, tenía que admitir que lo excitó, era la prueba de cuán fogosos estaban siendo con esos “inocente” besos.

- Si alguien viniera no creo que pudiéramos disimular, ¿verdad? –Continuó Tsukasa, guiñándole un ojo con complicidad.

- ¡Ja! No lo creo.

Rieron por lo bajo, y el pelilargo le prestó su pañuelo para que ella se limpiase bien la boca, luego lo hizo él. Kohaku volvió a arrimarse, descansando su cuerpo sobre el de él además de estar todavía en su regazo, y Tsukasa la rodeó en un abrazo por la cintura con las dos manos. Se quedaron contemplando el horizonte, los tonos del cielo y el mar eran de lo más cautivantes. Esa había sido una gran conclusión para tan bello y emocionante día, no sólo habían celebrado la felicidad de sus amigos, sino también habían dado un paso en compartir la suya.

 

Al día siguiente, todo había vuelto a la normalidad, si bien los ánimos estaban todavía muy elevados y festivos. Ninguno de los dos había contado su experiencia romántica a nadie, así como tampoco los demás habían sido curiosos con los dos que se habían ido solos antes de que la boda terminara. La única excepción a eso fueron Stan y Ryusui, que habían quedado con la intriga de si Tsukasa había cumplido con la “misión”, y el luchador fue muy astuto y habilidoso en esquivarlos, no sabía si Kohaku quería que les contase o no, no habían hablado sobre la cuestión de hacer público su naciente romance.

Eso fue interpretado para los rubios como que su amigo no había animado al avance, por lo cual el soldado pensó que podía darle una mano, y ayudarlo con tantear con indirectas a Kohaku para que se despabilase un poco y al fin se diera cuenta de las contenidas intenciones románticas del otro. En el descanso del almuerzo, se acercó a la joven con un par de botellitas de cerveza ligera y un plato de comida para compartir, sabía que ella gustaba de tomar de vez en cuando, y tenía una excelente resistencia al alcohol, por lo cual era una buena compañera de copas.

Se sentaron a la sombra de un árbol grande, y Kohaku no tardó en picotear la comida, estaba hambrienta, y nunca tomaba una gota de alcohol sin llenarse un poco el estómago primero. Chocaron las botellitas a modo de brindis antes de dar un primer sorbo, y comenzaron a hablar de lo lindo que había estado la boda, rememorando los mejores momentos. Al rato Stan aprovechó para sacar el tema que quería, haciéndolo sonar casual.

- Tsukasa hizo un buen trabajo ayer en acompañarte, ¿verdad? Es un buen tipo.

- Sí, lo es –Coincidió con una sonrisa cariñosa– Gracias a él pude lidiar más tiempo con esos tacones del demonio, son tan incómodos de llevar, prefiero mis sandalias.

- Eso dicen, pero les quedan terriblemente sexys a las mujeres, nada mal. Y a algunas las emparejan en altura un poco más con su pareja... Charlotte casi estaba cabeza a cabeza conmigo ayer.

- Es verdad, y estaba muy hermosa ayer.

- Lo es, sí. Aunque con Tsukasa, no hay tacón que ayude, es una pared andante el bastardo. Hasta yo me siento pequeño a su lado, es tan raro para mí tener que mirar a otro hombre hacia arriba, además de lo fornido que es.

- Ya estoy tan acostumbrada que no me molesta, aunque sí es cierto eso, yo le llego apenas al pecho.

- No podrías susurrarle nunca un secreto al oído, a menos que estuviese sentado.

Kohaku hizo una mueca ante la acertada broma, aunque de pronto el recuerdo del día anterior, en el que había tenido cómodamente al alcance los carnosos labios del castaño, le provocaron un involuntario sonrojo. Por supuesto que eso no pasó desapercibido por Stan, que sonrió con malicia, dispuesto a aprovecharse de eso.

- Oye... Eres una chica guapa y fuerte, además de que te llevas muy bien con él, que es otro soltero codiciado. ¿Nunca lo consideraste como un potencial novio?

- Eeeh... No lo había visto así antes de ayer. Somos amigos hace unos diez años, y eso era todo.

- ¿“Antes de ayer”? –Repitió el soldado, sorprendido. “Ah, así que ella no era tan despistada como parecía, sí lo había visto como hombre”, pensó.

- Ah... Bueno... Es que... –Murmuró nerviosa, dándose cuenta de que había hablado de más, y Stan no dejaba pasar ni un desliz, el zorro astuto.

- ¿Tsukasa se te declaró, al fin?

- ¿Cómo que “al fin”? ¡¿Tú sabías?! –Preguntó, boquiabierta.

- Digamos que estabas a poco de ser la única que no se daba cuenta, Tsukasa te viene haciendo ojitos dulces hace meses, Kohaku.

La rubia se sonrojó, apenada. Ella sí se había dado cuenta de las veces en que él se le quedaba mirando de una forma especialmente bonita, pero siempre lo había considerado como que era parte de la amable personalidad de su amigo.

- No voy a ser indiscreto, no diré más que eso –Continuó Stan– Ahora, vamos a los detalles jugosos. Por tu reacción, y que los dos se veían animados hoy, puedo intuir que aceptaste sus sentimientos y se los correspondiste, ¿verdad?

- Sí, y nos besamos –Admitió. No había pensado hablarlo con nadie todavía, pero confiaba en el piloto ya que también eran buenos amigos.

- Ooh, nada mal. Un buen comienzo –Y añadió, guiñándole un ojo– ¿Con lengua?

- ¿Eh? ¿A qué te refieres? –Preguntó con inocencia.

- Pues... No hay mucho que explicar. Usas los labios, y la lengua, es un beso más apasionado.

- ¿Cómo sería? No sé si logro imaginarlo bien.

- Oh, no, blondie, si yo llegara a darte una prueba de eso y alguien nos ve, mañana aparecería tirado y golpeado en una zanja... Dos veces –Bromeó– Nuestros “corazoncitos” son del tipo fuerte y peligroso.

- ¡No lo decía de esa forma! –Rió Kohaku, empujándolo, y añadió con burla– Lo dices como si tú y yo no lo fuéramos.

- Nah, tú y yo somos inofensivos –Negó despreocupado, dando una pitada a su cigarrillo.

- Dilo sin tu pistola y mi cuchillo. Yo lo veo al revés, ellos son los que parece peores, y resultan ser inofensivos. Nosotros no, “aquí te pillo y te mato”.

- Amén a eso –Concedió Stan con malicia– Ahora, fuera de broma, ¿te gustaría darle una interesante sorpresa a Tsukasa?

- ¿De qué tipo?

- Puedo darte algunas indicaciones para que seas tú la que le dé un poco de amor francés, a esos besos más calientes, me refiero. Y alguna que otra cosa que nos gusta a los hombres, para que la inexperiencia no te ponga tímida para cuando avancen un poco más.

- ¡Ja! Suena bien, soy toda oídos.

 

La lección fue muy interesante para Kohaku, aunque de sólo imaginar alguna de esas cosas se había sonrojado hasta las orejas, su inocencia la había delatado completamente cuando Stan le había dado también unos consejos más íntimos. Los encontró muy valiosos, apreciando la intención de su amigo en que también la estaba cuidando con varios de ellos. Le agradeció al soldado, y cambiaron el tema de conversación a otros menos personales antes de despedirse para continuar cada uno con lo suyo, coordinando también el día y hora de la siguiente clase de tiro, que hacían tres por semana.

Por la tarde, luego de terminar sus ocupaciones, la rubia avistó a Tsukasa a lo lejos, y caminó a paso rápido para llegar a su lado. Cuando lo alcanzó, él la saludó con una sonrisa radiante, y la invitó a dar un paseo para pasar el rato. A los dos les encantaba la tranquilidad del bosque, uno de los pocos lugares que conservaba su esencia como años atrás, ajeno a la recuperación de la civilización del mundo moderno. Caminaron bastante, mientras conversaban de cómo había vuelto todo a la normalidad nuevamente. Eso trajo a la mente de ambos el pensamiento del enorme cambio que estaba produciéndose en su relación, uno muy bienvenido. Con ello, Tsukasa le tomó la mano a Kohaku, entrelazando sus dedos juntos, al tiempo que le dedicaba una cálida mirada con sus orbes cobrizos.

- Lo pasé muy bien ayer contigo, Kohaku. Durante la boda, y después.

- Lo mismo digo. Todo fue muy especial, y te agradezco nuevamente por acompañarme a comprar el vestido, y a estar cerca durante la fiesta, ayudarme con mis pies doloridos, todo. Eres tan considerado y bueno –Se animó a hacer un comentario más romántico– Seré una chica muy afortunada si quieres ser mi pareja.

Ante eso, los ojos del luchador se abrieron de par en par, y sus pasos se hicieron más lentos. Kohaku lo miró con duda, temiendo haberse apresurado con ese comentario, sólo con unos besos ya le estaba proponiendo estar juntos, ¿por qué siempre era tan impulsiva y apasionada? No había ayudado cuánto la había alentado Stan horas antes, y todo lo que habían hablado, sin dudas orientado a cosas que hacían los novios. Todavía estaba a tiempo de corregirse.

- Quiero decir, si seguimos así, y te gusto más... N-no decía ahora mismo.

Los nervios la estaban poniendo en apuros, no ayudaba que Tsukasa seguía mirándola con evidente conmoción en el rostro. No le gustaba echarse atrás, menos cuando era honesta con sus sentimientos e intenciones, contenta de saberse tan querida y atractiva. Bajó la mirada para pensar en cómo seguir, no podía seguir mirando esos ojos tan marrones rojizos tan intensos que la estaban atravesando, a pesar de que él no decía ni palabra todavía. Se sobresaltó ligeramente al sentir los dedos del castaño bajo su barbilla, levantándole el rostro para conectar sus miradas.

- Ahora mismo me gustas mucho, Kohaku, no necesito esperar más para confirmarlo –Dijo con voz suave, sonriéndole con ternura.

- Ooh... ¿No te pareció apresurado de mi parte? –Insistió, con un dejo de pena.

- Ayer te dije que me gustabas hace tiempo, ¿tienes idea cuánto me estuve conteniendo y soñando con algo así? Así que, si tú me dices que yo te gusto para aceptarme como pareja, no podría ser más feliz en este momento.

El corazón de Kohaku se saltó varios latidos con esa respuesta. Tan contenta y aliviada se sintió, que dio un salto con fuerte impulso para treparse del torso de él, colgándose de su grueso cuello, y le plantó un buen beso en los labios. Tsukasa sonrió al instante, y le dio soporte con sus brazos para mantenerla segura y lo más cercano posible a su cuerpo, mientras le correspondía el beso. Para hacerlo más fácil y de paso evitar ojos curiosos, dio unos pasos para ocultarse tras un árbol grande, que además le sirvió de apoyo para la espalda de ella. Aprovechó para aprisionarla un poco más, y bajar sus manos para sostenerla de los muslos, que rodeaban su cintura.

La rubia jadeó ante la combustión interna que de pronto le provocaron esos movimientos, no lo esperaba, había algo inesperadamente caliente en ser aprisionada por el enorme y musculoso cuerpo del luchador, y que sus grandes manos tocaran con firmeza la piel de sus muslos expuestos por el vestido corto que siempre llevaba, mientras la sostenía alzada en el aire. Si bien su intención inicial iba de compartir unos lindos besos como la tarde anterior, le bastó sentir eso y oír un suave y gutural gemido de él al apretarle las piernas con más fuerza alrededor de la cintura, para recordar el beso apasionado que le había sugerido Stan.

Era su mejor oportunidad de probarlo, así que jaló suavemente del labio inferior del pelilargo para hacerlo jadear y abrir un poco más la boca, para besarlo con más profundidad y buscar un primer roce de sus lenguas. Le sorprendió agradablemente la combinación de la suavidad, humedad y calidez, y no fue la única, ya que ni bien Tsukasa se recuperó de la sorpresa de que ella fuera la que aumentara la pasión de ese beso de esa forma, le correspondió con ganas. Ninguno era todavía muy habilidoso en ello, aunque era puro instinto natural el que los llevaba a moverse y sincronizarse para hacerlo muy disfrutable. Como no necesitaba realmente aferrarse a él para tener más soporte, subió sus manos para enterrar los dedos en la ondulada y larga melena, llevándole el cabello hacia atrás.

- Kohaku... –Susurró él con voz cargada de deseo.

El hormigueo producido por el jalón de su pelo estremeció a Tsukasa y le generó el impulso apenas contenido de ser más intenso con ella también. La abrazó con fuerza, apretujándola contra su torso, y separó sus labios para tomar una buena bocanada de aire, antes de adelantarse nuevamente, esa vez para dirigirse al largo y fino cuello de la rubia. Se había imaginado más de una vez besarla allí, sabiendo que eso estaría reservado para un momento de pasión más íntimo, algo que no se esperaba que sucediese tan pronto. No pretendía contenerse, tampoco creía que podría, sólo podía aceptar para sí mismo que Kohaku era la primera y única mujer que podía alterar su siempre calma actitud, sacando el lado más visceral de él. Quizás también influía que, si bien eran nuevos en la experiencia romántica, ya ambos eran adultos que estaban pasando la mitad de sus veinte años, sus cuerpos les pedían más instintivamente.

Continuaron con el apasionado intercambio, aunque Tsukasa tenía todavía un hilo de autocontrol, del que se aferró para detenerse gradualmente. No quería hacerlo realmente, pero no era el momento ni el lugar de ponerse tan fogosos, ni que decir que estaban cerca del reino científico. Cuando al fin se separaron, ambos estaban con una atractiva expresión de sus ojos entrecerrados y las mejillas furiosamente sonrojadas, jadeando suavemente con su acelerada respiración. El castaño le dio un último beso mucho más suave y largo antes de bajarla al piso, y se sonrieron mutuamente con picardía.

- Hmm, eso se volvió muy intenso en poco tiempo –Dijo en voz baja Tsukasa, acariciándole el cabello rubio a la joven.

- ¡Ja! Sí, lo fue... No sé dónde lo teníamos guardado, pero me gustó.

- No se puede esperar docilidad de un par de leones –Bromeó él con sus apodos.

- Es la primera vez que me gusta cómo suena eso.

Se sonrieron cómplices, y volvieron a tomarse de las manos antes de seguir caminando. Tsukasa la miró de reojo, una idea ocurriéndosele en ese momento.

- Kohaku, ¿te gustaría que quedemos para otro día, con más tiempo? Podemos ir a un lugar más alejado y tranquilo.

- ¡Sí! Pasado mañana es el día de descanso. ¿Quieres?

- Claro. Me lo guardaré para nosotros.

- Tsukasa, si hay algo que te gustaría hacer, te seguiré.

- Hmm, ya veremos...

Notes:

Buenaaas! Hace tanto que quería hacerle otro fic a la pareja de leones, tan lindos y potentes juntos. Será un capítulo más o quizás dos, que se van a poner muuy picantes y sabrosas (no podía faltar jaja). Vengo ocupada y con varias cosas, así que sean pacientes conmigo, que al menos les prometo una historia para disfrutar de mucho amor y ricura. Y puede que intercale con publicar algún one-shot, es que tengo varias ideas en mente y me pican los dedos por escribirlas, lo que no me sobra es el tiempo libre para hacerlo jeje.

Como siempre, gracias por leer, apoyar y dar amor, siempre se agradecen los comentarios y la buena onda. Que tengan una hermosa semana, hasta el próximo capítulo!