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Thicker Than Water

Summary:

❝Thicker❞
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤhaving a very close, friendly relationship.

-ˏˋ En donde Aegon II Targaryen muere y renace como Aegon Velaryon, heredero de la princesa Rhaenyra Targaryen, y debe luchar para sobrevivir a la destrucción de su hogar. ˎˊ˗

ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ❝Water❞
a stretch or area of water, such as a river, sea, or lake.
─────────
House of The Dragon fanfic.
Parte de Dragones de Valyria.

Chapter 1: AEGON VELARYON

Chapter Text

T H I C K E R

T H A N

W A T E R

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"Lo hice para proteger a mis hermanos y termine perdiendolos, esta vez no voy a fallar."

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Aegon Velaryon, hijo primogénito de Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, nació en medio de una tormenta, gritando tan alto que todos en la fortaleza escucharon su llanto. El niño que la Reina falló en tener. El niño que sabía más de lo que dejaba ver. La esperanza de la casa Targaryen.

Después de morir envenenado en el trono de hierro, Aegon II Targaryen es enviado al pasado por los dioses para corregir lo que había hecho, para corregir la destrucción de su familia. Teniendo más memorias de las que le gustaría, Aegon se encarga de la supervivencia de su familia, de los hermanos que perdió y los que ganó. Muchos creían que era un poco cruel, pero él no estaba dispuesto a perder su familia por culpa de los Hightower, no si podía detenerlo.

A Aegon no le importaba si tenía que destruir a Alicent y Otto Hightower, lo haría si eso significaba que sus hermanos iban a vivir.

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THICKER THAN WATER me pertenece parcialmente, parte de la trama de la historia fueron creados, y desarrollados por mi.

No se permite ninguna traducción sin autorización y/o copia del trabajo que me costó mucho crear.

Los personajes originales de HOUSE OF THE DRAGON son propiedad de HBO y George R. R. Martin.

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A C L A R A T I O N S

Habrán posibles cambios en ciertas cosas para ajustar a Aegon en la historia, pero la historia estará basada en los eventos de la serie y no del libro ya que no lo he leído aún.

Se advierte que la historia contendrá vocabulario fuerte, descripciones explícitas de violencia y muertes, uso de sustancias, menciones de contenido sexual, y sobre todo, incesto. Para el contenido sexual solo pongo la advertencia como "menciones" ya que no se me da escribir buenas escenas subidas de tono así que prefiero ahorrarme el pasar vergüenza con eso.

Advierto que en ciertas partes no sera muy Alicent friendly ya que se verá mucho el trauma de Aegon y sus hermanos en sus primeras vidas, eso quiere decir que mayormente se le pintara como la villana. Pero el verdadero villano de la historia es Otto así que no se alarmen.

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D E D I C A C I Ó N

La historia, en su totalidad, esta dedicada a analymalfoy (wattpad) que siempre me pedía que la escribiera. Muchas gracias por todo tu apoyo, cariño, espero que te guste la historia.

Chapter 2: MADRE

Summary:

Aegon escoge a su madre.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Aegon se arrepentía de muchas cosas, demasiadas si era honesto, pero si había algo que lideraba esa lista era sin duda haber escuchado a su madre cuando le dijo que Rhaenyra los mataría si no usurpaba el trono. Claro que, nada de eso funcionó porque al final todos murieron, incluso aquellos que eran demasiado jóvenes para tener una gota de culpa en ellos. Recuerda con claridad cómo sucedió todo, como cada uno de ellos murió sin la oportunidad de decir adiós, pero quizás eso era más de lo que se merecían después de lo que hicieron. Iniciaron una guerra, derramaron sangre inocente, lo que les pasó fue un castigo de los dioses. Lo sabía, pero eso no fue suficiente para detener sus súplicas.

Estaba muerto. Veneno, seguramente puesto por Lord Corlys, en venganza por la muerte de su esposa, y otros más que temían el ataque de los norteños que buscaban vengar a Rhaenyra y poner a Aegon el menor en el trono. Había escuchado que Cregan Stark lideraba el ejército que marchaba hacia King’s Landing, también escuchó que Rhaena Targaryen tenía un dragón, y que iban por su cabeza. Sin embargo, él ya no estaría cuando ellos llegaran.

Todo a su alrededor estaba consumido por la oscuridad, pero su mente estaba despierta, suplicando a los dioses por otra oportunidad. Suplicando que Jaehaera tuviera otra oportunidad. Su hija era la única que quedaba, Jaehaerys y Maelor no estaban, Helaena se había ido por su cuenta propia y él no podía culparla. Al menos ella había tenido el coraje de irse por su cuenta, él era un cobarde que prefirió seguir las órdenes de su madre.

¿Qué sentido tenía seguir? No tenía ningún sentido, pero se quedó y acabó muriendo, traicionado por los que se supone le eran leales.

¿Así se sintió Rhaenyra cuando la traicionaron?

Si cerraba los ojos aún podía escuchar las voces de las personas que lloraban la muerte de su media-hermana, la joven doncella que se sacó los ojos para no verlo, y el pequeño Aegon que lloró y gritó al ver como su única familia moría frente a él de forma sangrienta. Había sido cruel al hacer que el niño estuviera presente, pero después de la guerra, de tanta pérdida, había perdido la cabeza. Estaba desquiciado y se convirtió en algo peor que Maegor el Cruel.

Por lo menos Maegor se encargó de mantener a los dragones.

¿Él qué hizo?

Los destruyó.

Si tan solo las cosas hubieran sido diferentes, si Otto no hubiera envenenado a su madre, si hubieran dejado que se acercara a Rhaenyra de pequeño, si tan solo su madre lo hubiera amado.

Si no hubiera sido una decepción.

Recuerda que le preguntó a su madre si lo amaba, ella nunca le respondió honestamente. Sabía que lo amaba, aunque sea un poco, pero nunca como amó a sus otros hijos. Nunca como Rhaenyra amó a sus hijos. Y en ese momento, rodeado de oscuridad, se preguntó cómo sería tener una madre como Rhaenyra, que lo amase sin condiciones y peleara por él.

Rhaenyra, Rhaenyra, Rhaenyra…

Al final todo se resumía en ella, ¿no?

Era la heredera, debía ser Reina.

Estaba seguro que si le dieran la oportunidad la escogería a ella sobre cualquiera, incluso por encima de su madre. Porque Rhaenyra era mejor madre, intentó ser una buena hermana, fue una buena hija, fue una buena princesa, y hubiese sido una buena Reina. Así que si, si pudiera la escogería a ella.

Porque siempre fue Rhaenyra.

Hubo un movimiento en la oscuridad, apenas pudo sentirlo, pero sus pensamientos desaparecieron y una luz apareció. ¿Estaba a punto de ser envíado a los siete infiernos? Se lo merecía. Sus ojos se cerraron y la oscuridad volvió a consumirlo, pero aún podía ver la luz detrás de sus párpados, una luz que comenzaba a molestarle.

—Es un niño.

—Déjame verlo.

Las voces se escuchaban distantes, como si estuviera bajo el agua y ellos estuvieran hablando en la superficie. Poco a poco comenzó a sentir las cosas a su alrededor, el aire fresco y el calor que solo otra persona podría brindar, un par de labios en su frente y una caricia en su mejilla. Se sentía cálido, pero su cuerpo estaba pesado, como si hubiera corrido por horas.

—Aegon—susurraron en su oído—, Aegon…

Sus ojos se abrieron, él reconocía esa voz.

Le costó acostumbrarse a la luz, pero cuando por fin lo hizo pudo reconocer el rostro que lo estaba mirando. El cabello blanco, los ojos violetas, esa sonrisa y la mirada llenas de amor que solo veía dirigidas a sus sobrinos.

—Princesa, deje que lo limpiemos apropiadamente.

Sintió que alguien más lo agarraba, lo estaban alejando de ella, y eso le causó pánico. Solo bastó una última caricia en su mejilla para que el llanto de un bebé se escuchará, fuerte y molesto. Le tomó un par de minutos darse cuenta que provenía de él.

—Yo lo haré—la voz se escuchó suave y el tacto lo fue aún más cuando volvió a pegarlo en su pecho, arrullandolo—. Shh, está bien, Aegon, no dejaré que te lleven.

El llanto cesó y la oscuridad volvió a consumirlo, ¿estaba en el infierno viviendo lo que nunca pudo vivir? ¿Acaso ese era su castigo?

—La Reina tuvo un hijo, princesa, pero nació sin vida—otra vez las voces sonaban distantes—. Ella lo nombró Aegon.

La Reina, Alicent, su madre. Aegon, ¿él?

Con mucho esfuerzo pudo abrir los ojos, su visión estaba algo borrosa, pero podía sentir el mismo calor de antes así que no se alarmó. Al contrario, intentó moverse para buscar una posición más cómoda.

—¿Lo nombró Aegon?—el tono fue tenso, pero los brazos a su alrededor se mantuvieron relajados.

—Princesa…la Reina no dejaba de decir que era su culpa—¿Culpa de quién?—, dijo que usted y el príncipe causaron la muerte del niño.

Ahora los brazos a su alrededor se tensaron y él no pudo retener la protesta que se le escapó, por suerte fue suficiente para llamar la atención de la persona que lo sostenía.

—Lo siento, cariño—susurraron contra su frente—, no quise despertarte.

Cariño. El apodo se repitió en su mente más de una vez y cada vez que lo escuchaba sentía su corazón más en paz, se sentía amado por primera vez. ¿Era esto lo que sentían ellos todos los días?

—El príncipe debe tener hambre, princesa, iré por la nodriza.

La puerta fue abierta y cerrada con cuidado.

—Quizás esto le enseñe a mi padre que no debió casarse una segunda vez—las palabras fueron dichas con rencor—, menos con alguien…

—Quizás es una lección para los dos—otra voz que no logró reconocer se escuchó, un poco más cerca—. Karma por la traición que cometieron.

Un suspiro cansado y un besó en su frente le hicieron parpadear, sus ojos buscaron el rostro familiar sobre él y su corazón se encogió al encontrarse con un par de ojos que desbordaban amor. Amor que estaba dirigido a él y solo a él.

—Serás el niño más amado de los siete reinos—una mano, no tan delicada como la de ella acarició su mejilla—, crecerás para ser un mimado—sus ojos brillaron con amor desmesurado.

Una madre y un padre que lo amaban.

Entonces se dio cuenta quién era realmente. No era Aegon Targaryen, hijo del Rey Viserys Targaryen y su esposa Alicent Hightower.

Era Aegon Velaryon, primogénito de la princesa heredera Rhaenyra Targaryen y el heredero de Driftmark Laenor Velaryon.

Pero nada de eso importaba porque tenía padres que lo amaban.

Notes:

la historia será actualizada una vez por semana.

Chapter 3: EL PRÍNCIPE

Summary:

Aegon se encuentra con rostros del pasado, ama a sus padres y recibe su juguete favorito.

Notes:

Apariencia de Aegon en la historia: pelo castaño con mechones blancos que irán oscureciendo con el tiempo, ojos violetas, y piel ligeramente oscura.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Aegon reconocía que quizás había exagerado, pero ¿cómo se supone que debía reaccionar cuando el rostro de Viserys Targaryen entró en su campo de visión? Claro que no debió gritar y patalear como un mimado, pero solo había tenido un par de horas de haber llegado a esa nueva realidad así que verlo le había causado un ataque de pánico. Lo único que logró calmarlo fue Rhaenyra sosteniéndolo una vez más, besando su cabeza mientras le susurraba que estaba bien. Desde ese día habían decidido que nadie podía cargarlo hasta que se acostumbrara a otras personas.

Eso había sido hace siete meses atrás. Ahora si tenía que socializar con su familia. La primera persona que logró cargarlo sin que gritara como si estuviera muriendo fue Rhaenys y solo porque llegó con una maraca azul que sacudió frente a su rostro para distraerlo mientras lo cargaba. Aegon sinceramente no se dio cuenta que estaba en brazos de la mujer hasta que intentó agarrar la maraca y esta cayó al suelo porque no podía sostenerla por sí solo. Con el juguete en el suelo sus ojos fueron al rostro de la mujer y entonces se dio cuenta que quizás no era tan malo que otros lo tomaran en brazos.

La maraca se convirtió en su juguete favorito y siempre lo llevaba a todos lados sacudiéndola con fuerza cuando quería atención, o cuando Viserys abría la boca porque era divertido interrumpirlo. Solía sacudir la maraca de más cuando estaba cerca de Otto o Alicent porque descubrió que a ambos les disgustaba el sonido, aunque la segunda lo evitaba a toda costa. La primera vez que Aegon la vio había gritado tanto que su garganta dolió por tres días seguidos y Rhaenyra se desesperó de escuchar como se quejaba por el dolor.

Gracias a las doncellas de su madre se enteró que Rhaenyra y Alicent habían discutido el día que ambas entraron en labor de parto, al parecer rumores decían que Rhaenyra había quedado embarazada antes de casarse y Alicent la cuestionó, cosa que no acabó bien porque ninguna de las dos estaba lista para dar a luz. El hijo de Alicent había nacido sin vida y ella culpaba a Rhaenyra de eso, aunque Aegon sabía que era su culpa porque él decidió que Rhaenyra sería su madre. Algo que haría mil veces más.

Había aprendido a gatear una semana antes de su séptimo mes, estaba solo con Laenor cuando lo hizo. Su padre estaba escribiendo una carta a su hermana cuando él decidió que era tiempo de gatear y se movió desde dónde estaba en el suelo hasta su padre que lo miró con los ojos bien abiertos al darse cuenta lo que había hecho. Ese día lo bañaron con cariño y su madre no dudó en asegurar que todos en la fortaleza se enteraran del pequeño logró de su hijo. El Rey le regaló un collar de oro por eso.

Él casi le lanza la maraca en medio de la cara.

—¿Aegon?—escuchó la voz de Rhaenyra—¿Dónde estás?

Él parpadeó mirando la oscuridad a su alrededor. Estaba debajo de la cama, no sabía por qué, pero le había parecido interesante ver qué había debajo de la cama. Con movimientos algo torpes gateo hasta llegar a la sábana que colgaba por el borde de la cama y salió, seguramente con la ropa sucia. Cansado de gatear por cinco minutos se sentó en el suelo y dejó salir un sonido de disgusto al ver sus manos sucias.

—Ahí estás—levantó la mirada para ver a Rhaenyra. —¿Qué hacías debajo de la cama?

Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando Rhaenyra se inclinó para levantarlo y sus pies se movieron con felicidad al ser elevado en el aire, ella también estaba sonriendo y no dudó en pegarlo a su pecho, sin importarle que estaba sucio.

—¿Qué encontraste?—con delicadeza tomó una de las manos de Aegon e intentó limpiar el polvo—¿Solo polvo? ¿No encontraste oro?

Aegon dejó salir una risa y se tiró hacia adelante para abrazarla. Nunca se iba a cansar de eso. Rhaenyra se rio y besó su cabeza, murmurando algo sobre un baño que él no escuchó bien.

Después de bañarlo y cambiar su ropa por segunda vez en el día, la primera había sido cuando regó leche sobre su camisa por accidente, fue sacado de la habitación. Tenía su maraca en una mano, apoyándola en el pecho de Rhaenyra para que no fuera a caerse, y en su otra mano llevaba un muñeco de trapo en forma de dragón que su madre le había obsequiado. Su pequeño viaje se detuvo en el Godswood y él dejó salir un sonido de felicidad al ver la manta extendida bajo la sombra del weirwood y la cesta que seguramente estaba llena de su fruta favorita.

Esa se había convertido en una tradición, por las tardes después de la reunión del concejo Rhaenyra lo llevaba al Godswood y mientras él jugaba ella leía, después de eso Laenor aparecía y se lo llevaba a volar con Seasmoke. Aunque él temía que esa segunda parte de la tradición fuese a terminar pronto porque sabía que en cualquier momento Laenor se iría a la guerra de los Peldaños de Piedra, seguramente después de su primer día de nombre.

—Hoy vamos a leer sobre Aegon y la conquista—con cuidado fue puesto sobre la manta, junto a su madre que tomó un libro grueso y lo puso sobre sus piernas—, la historia de nuestra familia.

Aegon soltó la maraca y llevó la cola del muñeco de trapo a su boca para morderla como hacía siempre que sus encías comenzaban a picar gracias a los dientes que recién comenzaban a salir. Rhaenyra sonrió y dejó el libro por un momento para abrir la cesta y sacar un cuenco lleno de frutas frescas. De inmediato Aegon dejó de morder el muñeco y aceptó la fresa que su madre le pasó, estaba algo fría así que cuando la puso en su boca para morderla sintió algo de confort en su encía.

—Con cuidado—la mano de su madre tomó la fresa y la sacó de su boca—, puedes ahogarte.

Él soltó el muñeco y aferró sus manos a la de su madre, sosteniendo la fresa a su alcance, apenas tragó lo que tenía en la boca abrió la boca y Rhaenyra acercó aún más la fresa. Los ojos de la princesa revisaron la boca de su hijo y pudo notar dos dientes sobresaliendo en la encía inferior.

—Mi pobre niño, debes estar sufriendo—Aegon la miró, sus ojos cerrándose por un segundo y su nariz arrugandose porque la fresa estaba algo ácida—. ¿Te gusta?

Aegon balbuceo y abrió la boca otra vez, pidiendo más. Cuando terminó de comer la fresa Rhaenyra le limpió la boca con un trapo y él agarró la nave de madera que no estaba muy lejos de su pierna para jugar. La voz de Rhaenyra leyendo la historia de Aegon mientras él jugaba era calmante, hace tiempo había hecho paces con que era un bebé así que se dispuso a disfrutarlo tanto como podía.

La nave de madera fue puesta junto a la pierna de Rhaenyra y justo entonces Aegon notó que había una mariposa volando cerca de ellos. La mariposa era azul y por un segundo se acordó de Helaena, un nudo se formó en su garganta y antes de que se diera cuenta ya estaba gateando detrás de la mariposa. Rhaenyra se dio cuenta y cerró el libro para verlo, la princesa sonrió con dulzura al verlo sentarse frente a un arbusto para seguir observando la mariposa. La mariposa voló sobre Aegon antes de pararse en su nariz, el niño levantó sus manos para agarrarla y acabó estornudando haciendo reír a su madre que se levantó para ir por él.

—¿Te diviertes?—Rhaenyra lo levantó y acarició su mejilla con delicadeza, Aegon la miró con sus ojos brillantes e inocentes.

Aegon miró detrás de Rhaenyra y su pequeño cuerpo se tensó, cerca de la entrada a la fortaleza estaba Alicent Hightower, vestida de rojo y con el rostro pálido. Sus ojos estaban fijos en él y su entrecejo se frunció como siempre hacía cuando lo veía observándola. El miedo llenó a Aegon entonces, en el fondo de su mente podía escuchar los gritos de la mujer y el sonido de su mano impactando contra su mejilla, sus ojos se llenaron de lágrimas y no dudó en ocultar su rostro en el hombro de su madre. Rhaenyra dejó salir un sonido de sorpresa y se giró para ver qué había molestado a su hijo, cuando sus ojos se encontraron con Alicent ella también se tensó.

Por suerte Laenor llegó en ese momento y rompió la tensión avisando que se lo llevaría a volar. Pasó de los brazos de Rhaenyra a los de Laenor, pero no dejó de ocultar su rostro, no quería verla y recordar, solo quería disfrutar del amor de sus padres. Laenor le acarició la espalda y besó su cabeza susurrando su canción favorita de cuna, la que siempre lograba calmarlo. Aegon no levantó la cabeza hasta que estuvieron en el pozo de dragones con Seasmoke, el dragón lo olfateó como siempre haciendo que él riera y extendiera una mano para acariciarlo.

—Cuando tu huevo eclosione y tu dragón crezca te enseñaré a volar—Laenor le prometió y él lo miró con los ojos bien abiertos.

La única cosa que no le gustaba de esa vida, aparte de los Hightower, era que su huevo aún no eclosionaba, pero él no se apresuraba porque sabía que Sunfyre pronto llegaría a su vida. Solo tenía que esperar.

Por mientras disfrutaría volar con Seasmoke, Syrax, Meleys y Vhagar. No importa que dragón fuera, siempre disfrutaba volar amarrado al pecho de cualquiera de su familia, incluso Laena que se había convertido en su tía favorita. Aunque volar siempre lo hacía sentir cansado, después de varios minutos en el aire apoyó su cabeza en el pecho de su padre para escuchar el latido de su corazón y sus ojos se cerraron, listo para tomar una siesta.

Cuando despertó lo hizo estirando sus brazos sobre su cabeza, parpadeo para acostumbrarse a la luz y se dio cuenta enseguida que estaba en la habitación de sus padres. Estaba por dejar salir una queja para alertar que estaba despierto cuando un rostro conocido apareció sobre su cuna. La respiración se le cortó y el pánico lo llenó al ver los ojos de Alicent mirarlo con odio mal oculto. Su cuerpo se sacudió con la fuerza de su llanto, el grito salió más alto y desgarrador de lo que esperaba, pero al menos alertaría a cualquiera que estuviera cerca. Alicent frunció el entrecejo y se alejó de su cuna dejando que otra persona se asomará, Otto lo miró con una ceja levantada y él sintió terror. ¿Qué hacían ellos ahí? ¿Dónde estaban Rhaenyra y Laenor?

—Malcriado—sentenció el hombre.

Otto desapareció de su campo de visión dejando que una doncella se asomará ahora. Aegon la reconoció como una de las doncellas que algunas veces limpiaba la habitación de su madre, traidora . La mujer lo levantó para calmarlo, pero él comenzó a mover sus pies y sus manos tratando de mantenerla lejos, no quería a una traidora. Sabía que su garganta iba a doler por días una vez más, pero prefería eso a estar solo con los Hightowers una vez más.

Por suerte ambos salieron de la habitación apenas se dieron cuenta que él no dejaría de llorar y gritar, pero ni siquiera cuando se fueron dejó de hacerlo, solo se detuvo cuando Rhaenyra entró a la habitación con preocupación escrita en su rostro. La princesa fue hasta la doncella y lo arrebató de sus brazos, él no tardó en ocultar su rostro en el hombro de su madre, el llanto cedió, pero las lágrimas siguieron cayendo.

—¿Qué le hiciste?—demandó Rhaenyra con un tono duro.

—Princesa, el príncipe despertó de mal humor, le juro que no hice nada—la mujer bajó la cabeza.

—Te pregunté qué le hiciste—volvió a presionar—. Aegon no solo despierta de mal humor gritando de esa forma—el Rey ingresó en la habitación acompañado de sir Harrold—. No volveré a preguntarte.

—Princesa, le juro…

—Sir Harrold quiero que esta mujer abandone la fortaleza y nunca más ponga un pie aquí—demandó Rhaenyra sin dejar de mirar a la mujer con fuego en los ojos.

—Rhaenyra, no tomes decisiones apresuradas—el Rey intervinó.

—Aegon estaba gritando, claramente le hicieron algo, padre—la princesa miró al hombre sin cambiar su tono de voz duro.

—Sir Harrold—Viserys asintió hacia el hombre.

La mujer trató de disculparse mientras era sacada de la habitación, pero nadie la escuchó. Apenas la puerta fue cerrada Rhaenyra se relajo un poco y besó la cabeza de Aegon, susurrando palabras de cariño en su oído. Aegon levantó la cabeza para mirarla y subió sus manos para agarrar el rostro de su madre y poder juntar sus frentes. Rhaenyra sonrió y cerró los ojos.

—Está bien, cariño, no dejaré que te hagan daño—susurró antes de besar la mejilla de su hijo.

Viserys los observó con una sonrisa y se acercó para pasar una mano por la cabeza de su nieto. Aegon lo miró y parpadeó varias veces antes de estirar una mano para inocentemente tirar del cabello de su abuelo haciendo reír a su madre.

Si, estaría seguro con Rhaenyra.

Notes:

Aegon y la maraca serán la siguiente amenaza del reino.

Chapter 4: ORGULLLO DE PADRES

Summary:

Aegon aprende a hablar, hace un berrinche, y forma un plan.

Chapter Text

Driftmark era mil veces mejor que King’s Landing y nadie haría que Aegon pensará lo contrario. En Driftmark solo estaba su familia que no dudaba en llenarlo de amor y cumplir el más insignificante de sus caprichos, lo único que no le gustaba era que estaba Vaemond Velaryon. Detestaba al hombre. Por lo menos no tenía que pasar tiempo con él porque sus abuelos paternos y su tía acaparaban toda su atención, y no era como si él quisiera pasar tiempo con Vaemond.

Algo que él adoraba de Driftmark, aparte de la paz, eran la brisa marina y la playa. Sus padres habían decidido visitar Driftmark por un par de días, pero al ver su fascinación con la playa decidieron quedarse hasta que llegase la fecha de su primer día de nombre. Él agradeció la decisión haciendo la cosa que de seguro haría que todos soltaran lágrimas de felicidad. Estaban reunidos en la playa, Aegon estaba sentado en la orilla con Laenor y Rhaenyra, jugando con el agua y su nave de madera. Estaba completamente mojado y en otros tiempos le hubiera disgustado sentir la arena pegándose en lugar dónde no debería , pero ahora lo disfrutaba porque por primera vez podía tener eso. Una familia que hacía lo que fuera necesario para verlo feliz.

—Todo un Velaryon—Laenor lo levantó, sonriendo con orgullo—, pronto iremos a navegar juntos.

Aegon se rió, aplaudiendo y moviendo sus pies con emoción porque si le emocionaba . Rhaenyra sonrió con cariño y estiró una mano para acariciar su mejilla.

—Deberíamos regresar, tienes una reunión con tu padre—le recordó Rhaenyra a Laenor.

—Claro, pero podrían quedarse un poco más—con cuidado fue dejado en el regazo de Rhaenyra—. Los veré en la cena.

Aegon levantó la mirada y estiró sus manos hacia Laenor, dejando salir balbuceos sin sentido. Laenor le sonrió, besó su cabeza y se levantó, listo para irse.

—¡Pa…pá!—gritó, más alto de lo que quería.

Tanto Laenor como Rhaenyra se congelaron, mirándolo como si le hubiera salido otra cabeza y él hizo lo que mejor se le daba. Dejó salir un sonido de disgusto y comenzó a sacudirse en los brazos de su madre, sus manos aún extendidas hacia su padre.

—¡Papá!—repitió, esperando que reacionaran.

—Por los dioses—Laenor lo agarró, casi lanzándolo en el aire. —¡Hablo!

Aegon volvió a reír, sus pies pateando el aire. En cuestión de segundos se vio lleno de besos y caricias, ambos padres felicitándolo por su primera palabra. Nunca se acostumbrara a eso.

High Tide celebró por lo grande su primera palabra, aunque él se hizo el tímido cuando le pedían que la repitiera frente a otras personas y se ocultaba en el hombro de sus padres, abuelos o tía. Durante la cena usó su maraca con felicidad, sacudiéndola cuando quería llamar la atención. Estaba contento, no podía pedir algo mejor que eso, pero claro que algo siempre tenía que dañar su felicidad.

Estaba sentado en las piernas de su abuelo cuando el olor llegó a su nariz, vino. Enseguida arrugó la nariz y sus ojos se llenaron de lágrimas. El olor del vino le daba muchos malos recuerdos. Los golpes, los gritos, las miradas llenas de decepción, su muerte . Sus padres sabían que no soportaba el olor del vino así que lo habían prohibido en sus aposentos, pero no podían hacer nada por las demás personas que lo bebían en las fiestas. La maraca se deslizó fuera de su mano y cayó sobre la mesa llamando la atención de todos.

—Papá—balbuceo, sus brazos estirándose hacia Laenor—Papá—sus mejillas se mojaron con las lágrimas que comenzaron a salir.

La respiración comenzó a fallarle y se sintió a segundos de desmayarse, quería gritar, pero no quería alterar a su familia de más. Laenor se levantó de su silla enseguida, yendo hacia él para levantarlo y alejarlo del olor del vino. Rhaenyra también se había levantado y estaba junto a ellos acariciando su espalda, hablando con Lord Corlys y Rhaenys a sus espaldas, pero él no se molestó en escuchar la conversación. Solo quería salir de ahí.

—Debe estar cansado—Rhaenyra dejó de acariciar su espalda para tomar la maraca de la mesa—, será mejor que lo llevemos a descansar.

—Claro, ya es su hora de dormir—Rhaenys les asintió.

Sus ojos se asomaron por el hombro de su padre y estiró una mano hacia la mesa, sacudiéndola para despedirse de su familia. Laena sonrió y le regresó el saludo con entusiasmo haciéndolo sonreír. Ah, como amaba a su tía, debía buscar la forma de hacer que Baela y Rhaena nacieran sin que ella perdiera la vida en su tercer embarazo. ¿Si hiciera que su tía se casará con alguien más? Pero entonces Daemon solo entraría a arruinar sus planes. Tenía que pensar más sobre eso.

No se dio cuenta que estaba en la habitación de sus padres hasta que fue cambiado de brazos, ahora era Rhaenyra la que lo cargaba hacia la bañera. Laenor se quedó atrás, en el recibidor, a esperar por ellos. El agua estaba tibia y él lo agradeció moviendo sus pies bajo el agua con una sonrisa. Rhaenyra besó su cabeza y se encargó de bañarlo con cuidado y cariño, murmurando una canción de cuna. Era algo que siempre hacía, buscando que le diera sueño antes de ponerlo en su cuna.

Siempre funcionaba y a veces Aegon lo odiaba porque no podía quedarse despierto a escuchar qué hablaban sus padres.

Después de ser vestido y arrullado quedó totalmente rendido en los brazos de Rhaenyra, babeando su vestido. Cuando despertó al día siguiente fue con el sonido de susurros y personas moviéndose de un lado a otro. A su lado estaba el muñeco de trapo que mentalmente había nombrado Sunfyre, así que lo agarró para morderlo mientras esperaba a que alguien se asomará en su cuna. En otra vida hubiera odiado la idea de morder un muñeco de trapo de esa forma, pero la verdad es que lo encontraba algo relajante. Mejor que morder las uñas de sus dedos o beber vino.

Estaba pensando que tenía hambre cuando alguien por fin se asomó en su cuna. Era una doncella de su madre, la mujer le sonrió y avisó a las otras personas en la habitación que ya estaba despierto. La misma mujer le quitó el muñeco de la boca y lo levantó dejando que viera al resto de las doncellas que no dudaron en acercarse para verlo. Él les sonrió y metió una mano en su boca haciendo que todas dejaran salir un aw que le llegó al corazón. Si, definitivamente amaba la atención.

—La princesa dijo que debíamos bañarlo antes de su desayuno, príncipe—la mujer que lo cargaba le susurró—. Hoy regresamos a King’s Landing.

Ah, ya lo había olvidado.

Hizo un sonido de disgusto y las mujeres se rieron regresando a sus trabajos. Fue bañado y vestido con la misma delicadeza que su madre hacía todos los días, una vez estuvo listo fue alimentado y puesto en el suelo para que jugará mientras sus padres regresaban de su reunión con sus abuelos. Había intentado gatear fuera de la manta más de una vez hasta que una de las más jóvenes tuvo que sentarse con él para que no se aburriera y decidiera ensuciar su ropa.

—¡Ah!—exclamó sacudiendo la figura de un dragón.

—¿Syrax?—él asintió y dejó la figura en el suelo junto a otra.

—El príncipe es muy inteligente—otra de las mujeres comentó con orgullo.

Aegon aplaudió, aceptando el cumplido. Antes no había sido el más inteligente, pero ahora tenía el conocimiento de una vida entera de sufrimiento, ahora sí podía demostrar de qué estaba hecho. Además su familia lo apoyaba.

Con cuidado de no golpear su cabeza se acostó en la manta sobre su espalda y agarró la figura de dragón más cercana para llevarla a su boca. Odiaba que le estuvieran saliendo los dientes, le daba el impulso de meterse cualquier cosa a la boca para tratar de calmar la incomodidad. Trató de morder la madera, pero esta fue arrebatada de sus manos de inmediato y fue cambiada por su muñeco de trapo. Sin dudarlo se llevó la punta del dragón a la boca y la mordió.

—¿Estámos listos?—las puertas se abrieron dejando ver a Rhaenyra.

—¡Má!

En un segundo lanzó el muñeco sobre la manta y rodó para poder gatear hacia ella. Por suerte una doncella pudo agarrarlo antes de que pusiera una mano fuera de la manta y ensuciara su ropa, las demás riendo suavemente.

—Cariño—Rhaenyra lo recibió con una sonrisa—, buenos días—besó su mejilla. —¿Te divertías?

—Má—se giró un poco y señaló la manta llena de juguetes.

—¿Jugabas?—Rhaenyra se acercó a la manta y tomó el muñeco de trapo que una de las doncellas le ofrecía—¿La maraca?

El sonido del objeto siendo sacudido atrajo su atención enseguida y no dudó en tomarlo cuando lo acercaron. Le dio unas tres sacudidas y sonrió asintiendo, estaba listo para irse. Aunque no quisiera irse.

Iba a ponerse a llorar cuando se enteró que su abuelo no iría con ellos, después de acostumbrarse al ver a Lord Corlys se había convertido en su abuelo favorito y disfrutaba estar con él escuchando cómo se quejaba del Rey. Já, hasta es mejor abuelo que Viserys . Sin embargo, antes de que se pusiera a llorar Rhaenys le dejó saber que ella y Laena irían con ellos. Regresarán a King’s Landing en dragón.

Como era un mimado y un caprichoso, lo aceptaba, luchó contra todos para que su tía lo llevará sobre Vhagar. La dragona era enorme y lo hacía sentir como una hormiga, y le hacía sentir un poco más cerca de Aemond. Ah, no podía esperar a que naciera, ya quería que llegara ese momento. Aunque le causaba terror pensar en el ojo que Aemond tendría que perder. ¿Realmente tenía que perderlo? Mmh, si no era irritante dejaría que conservará su ojo, pero si era una molestía él mismo le sacaría el ojo sin dudarlo.

Durante todo el viaje estuvo riendo, balbuceando y babeando la ropa de su tía cuando tomaba pequeñas siestas. El viaje no era tan largo así que su emoción fue más corta de lo que hubiera querido. En el pozo de dragones ya los esperaban los capa blanca con un carruaje que los llevó hasta la Fortaleza. Apenas bajaron del carruaje fue puesto en brazos de Viserys que no dudó en decirle cuánto lo habían extrañado. Él sacudió su maraca y casi lo golpeo en la cara con ella.

—Ya dijo su primera palabra—comentó su madre durante el pequeño almuerzo al aire libre que organizó el Rey.

—¿Oh?—Viserys lo miró. —Parece que mi nieto será un príncipe muy inteligente.

Aegon mordió un pedazo de pan y estiró el resto hacia su abuelo que, como no podía decirle que no, lo tomó y se lo comió.

—Papá—balbuceo con la boca llena, una mano estirada hacia Laenor—, má—ahora señaló a Rhaenyra.

—Demasiado listo—Viserys comentó con orgullo.

Rhaenyra tomó la mano de su hijo y la besó con cariño, pero tuvo que agarrarlo bien cuando Aegon se lanzó hacia ella, pidiendo ser cargado. Una vez en brazos de su madre Aegon sacudió su maraca, señalando hacia la mesa de postres. Desde que llegaron había querido una galleta, pero no lo dejaban comer una hasta que terminara su comida, ahora ya la había terminado así que merecía una galleta. Los dos rieron de su insistencia y él dejó salir un sonido de disgusto. Quería una galleta, no que se rieran de él.

—Bien, iremos por esa galleta—su madre cedió besando su cabeza.

La maraca se agitó en sus manos con emoción, por fin.

Otto Hightower se acercó a ellos con su hija, interrumpiendo la pequeña victoria de Aegon.

—Princesa, no habíamos podido darle la bienvenida—Alicent forzó una sonrisa.

—No tenía que, majestad, sé que no se estaba sintiendo bien—Rhaenyra puso una mano sobreprotectora en la espalda de su hijo.

—¡Má!—Aegon gritó, agitando la maraca con fuerza.

—El príncipe ya dijo su primera palabra—Viserys les informó a los recién llegados—, creo que pronto tendremos que comenzar a enseñarle alto valyrio.

Aegon no quería aprender alto valyrio, quería una galleta.

Si no le daban su galleta iba a gritar.

—Escuché a mi sobrino protestar—la voz de Laena llegó a sus oídos—, pensé que quería una galleta—el dulce apareció en su rostro y él sonrió soltando su maraca para agarrar la galleta—. Buenas tardes, majestad, mi Lord.

—Lady Laena—Otto saludó—. Veo que el príncipe tiene un gustó refinado por lo dulce.

—Si fuera por él comería galletas todo el día—Rhaenyra agarró la maraca antes de que cayera al suelo.

Aegon los ignoró, a ellos que les importaba, se merecía una galleta después de tener que soportar los saludos de toda esa gente que a él no le interesaba. Continuó comiendo su galleta en silencio, ocasionalmente prestando atención a la conversación que tenían a su alrededor, pero solo era una conversación tensa así que ignoró la mayor parte. Estaba en la mitad de su galleta cuando una mariposa pasó volando entre ellos llamando su atención.

—Má—murmuró con la boca llena, estirando una mano para alcanzar la mariposa.

—¿Te gustan las mariposas?—Viserys preguntó acariciando su cabeza.

—Le encantan—respondió su mamá por él.

Le recordaban a Helaena, a Jaehaerys, a Jaehaera y a Maelor.

La mariposa desapareció de su vista y se sintió triste, quería seguir viéndola. Extrañaba a sus hermanos. Un nudo se le formó en la garganta, antes no los había apreciado y los había perdido, pero ahora tenía una nueva oportunidad para hacer todo bien. No iba a fallarles otra vez.

Su primer día de nombre llegó una semana después de su regreso de Driftmark. Para celebrarlo habían decidido hacer una fiesta, quizás era desconsiderado porque también era el aniversario de la muerte del hijo de la Reina, pero todos parecían querer disfrutar ese día así que nadie se opuso a que la fiesta fuera a lo grande. Lo vistieron con ropa nueva, el rojo y el azul combinados en su conjunto. Pantalón azul y camisa roja. En las mangas de su camisa estaban cocidos los escudos de sus dos casas con hilos de plata, Velaryon y Targaryen, recordándole que ahora era feliz.

La primera parte de la fiesta la pasó en las piernas de sus padres, comiendo todo lo que le acercaban a la boca y bebiendo tanta leche tibia como podía. Cuando se estaba acercando la hora de llevarlo a dormir se encontró en las piernas de su abuelo, de pie para poder ver la pista de baile. Estaba tratando de sacudir la maraca al ritmo de la música, una sonrisa permanente en su rostro, con los ojos puestos en sus padres que bailaban entre la gente. Por la esquina del ojo vio movimiento y no dudó en girar la cabeza para ver qué era. Alicent se había sentado, después de huir hacia su familia, y estaba mirando hacia el frente con el entrecejo fruncido mientras bebía de su copa.

Habían prohibido el vino en la mesa principal para no alterarlo.

Aegon sacudió su maraca en su dirección, notando los ojos llenos de tristeza de la mujer. Alicent lo miró, sus ojos abriéndose con sorpresa al ver que estaba estirando sus brazos hacia ella, pidiendo ser cargado. El Rey también se mostró sorprendido, pero giró el cuerpo de su nieto hacia su esposa, dudando por un momento cuando Aegon intentó lanzarse sobre ella.

—Bu…bu.

No sabía qué diablos significaba eso, pero lo dijo. Alicent parpadeo incomoda y lo tomó cuando notó que estaba por gritar al ser ignorado. Nadie lo ignoraba por más de cinco segundos sin ganarse un grito. La mujer estaba tensa, pero lo sentó en sus piernas sin dejar de mirarlo, como si esperase que se soltará a llorar. En cambio, Aegon sacudió su maraca y comenzó a bailar al ritmo de la música, sus ojos yendo a la mesa. Cerca de ellos había un plato con galletas y él no dudó en estirar su mano, pidiendo una.

—Aquí tienes—Alicent agarró una y se la ofreció.

Aegon la agarró y le dio una mordida, sacudiendo su maraca con felicidad.

Alguien se sentó junto a ellos y él miró, pero se arrepintió apenas sus ojos se encontraron con los de Otto Hightower. El hombre tenía el entrecejo fruncido y él podía notar el disgusto en sus ojos. Los recuerdos cayeron sobre él como una avalancha y en cuestión de segundos las lágrimas aparecieron. Alicent se dio cuenta de lo que estaba pasando y se levantó de inmediato, tratando de poner distancia entre el niño y su padre, pero ya era tarde. Aegon dejó salir un grito, su galleta y la maraca cayendo al suelo.

La música se detuvo y Alicent lo acomodó en su hombro, meciendolo para intentar calmarlo, pero los recuerdos eran demasiado. No podía respirar bien. Necesitaba a sus padres, ahora. Sus manos se apretaron en el vestido de Alicent y llamó por sus padres entre sollozos. Quería salir de ahí.

—¿Qué le pasó?—manos lo tomaron, alejandolo de Alicent—¿Qué le hicieron?

—Má—sollozó, ocultando el rostro en el hombro de su madre.

—No fue…yo no…—Alicent intentó decir algo, pero era claro que no sabía qué decir.

—Má—Aegon llamó, apretando el vestido de su madre—, má.

—Shh, está bien, cariño, está bien—Rhaenyra pasó una mano por su espalda.

—Deberíamos llevarlo a descansar—Laenor puso una mano en el hombro libre de Rhaenyra—, ya se está acercando su hora de dormir.

Cuando su madre se dio la vuelta para salir él levantó la cabeza, sus ojos yendo al suelo dónde descansaba su maraca. Estiró una mano, quejándose, pero nadie le hizo caso. Frunció el entrecejo y pensó volver a gritar, pero ya había causado una escena, no quería causar otra.

Su madre lo bañó y lo cambió, pero en lugar de ponerlo en su cuna lo acostó en una manta en el suelo cerca del fuego con su muñeco de trapo. Laenor había ido a buscar su maraca porque se dieron cuenta que la dejaron atrás cuando lo sacaron de la bañera y él protestó tirando un dragón de madera al suelo. Estaba mordiendo el cuello del muñeco cuando llamaron a la puerta.

—Princesa, la Reina—anunciaron.

Rhaenyra se sentó de inmediato, dejando de acariciar la cabeza de su hijo, sus ojos fueron a la puerta y frunció el entrecejo. Aegon dejó salir un sonido detrás de ella y sonrió al ver cómo se relajaba.

—Déjala pasar.

La puerta se abrió y Alicent la cruzó, tenía las manos juntas frente a ella y Aegon pudo reconocer su maraca. Con una exclamación de emoción soltó su muñeco e intentó sentarse, sus manos estiradas hacia el objeto. Rhaenyra le ayudó a sentarse y él no dudó en gatear, pero se detuvo junto a la mesa.

—El príncipe la dejó caer—comenzó Alicent, sus ojos puestos en Aegon que intentaba sostenerse de la mesa—, e visto que es unido a ella así que quise regresarla.

Aegon se sostuvo de la mesa y se giró hacia Alicent que le ofrecía la maraca. Con cuidado soltó la mesa y dio un primer paso indeciso hacia el frente y después otro. Escuchó tres exclamaciones ahogadas y entonces se dio cuenta que alguien más había llegado. Laenor estaba de pie cerca de la puerta, sus ojos puestos en su hijo. Pudo dar dos pasos más antes de caer sentado al suelo, pero en lugar de llorar aplaudió, riendo cuando su madre lo agarró y besó su mejilla.

—Mi pequeño príncipe está creciendo muy rápido—su madre le pellizcó la mejilla con cariño.

—Yo…los dejaré—Alicent dejó la maraca sobre la mesa—. Disculpe lo de antes, princesa, no quise hacer que el príncipe se molestara.

Con un asentimiento la mujer se dio la vuelta y desapareció por la puerta antes de que alguien pudiera decir algo más. Aegon dejó salir un sonido de desaprobación, pero estiró su mano hacia la maraca.

—Eso fue…incomodo—Laenor se acercó y agarró el juguete para pasarlo a su hijo.

Aegon sacudió la maraca y sonrió a su madre, feliz. Rhaenyra besó su frente y suspiró, sus ojos yendo hacia la puerta con tristeza brillando en ellos. Antes había escuchado que su madre y Alicent fueron amigas de la infancia, pero dejaron de serlo cuando Alicent se casó con el Rey y de ahí nació la rivalidad. Quizás ahora podría hacer que todo mejorara. Si eran amigas de nuevo no habría planes de usurpar el trono, ¿cierto?

Chapter 5: EL PADRE Y EL HIJO

Summary:

En donde Laenor se va a la guerra, Aegon llora, y Otto es atacado por la maraca.

Chapter Text

Aprender a correr sin duda era algo que Aegon forzó porque ¿qué bebé comienza a correr dos días después de dar su primer paso? La verdad es que él no sabía, quizás había otros bebés que sí lo hacían, pero a ojos de sus padres era él único así que eso le bastaba. Le gustaba correr en medias, siempre con sus fieles juguetes en mano, Sunfyre y su maraca azul a la que mentalmente nombró Searax en honor a los dragones de sus padres. Claro que los que más sufrieron por su nueva habilidad eran sus cuidadoras y su abuelo Viserys porque Aegon siempre corría por todos lados cuando estaba con ellos.

Siempre había una excusa para molestar a Viserys.

La vida era hermosa. Ese día despertó con las caricias de su madre, fue bañado y vestido con cariño, desayunó en las piernas de su padre, pudo jugar con él a la guerra con sus naves y dragones de madera. Todo estaba bien. O al menos lo estuvo hasta que recordó que ese día su padre se iría a la guerra y por eso pasó más tiempo con él que con alguien más. No se dio cuenta hasta que fue llevado a la fosa de dragones y estuvo sentado en medio de Syrax y Seasmoke por unos buenos minutos. Rhaenyra estaba acariciando a Syrax, no muy lejos de él para poder vigilarlo, pero Laenor no estaba por ningún lado.

—Mamá—llamó extendiendo sus manos hacia ella, sacudiendo la maraca para llamar su atención.

Rhaenyra lo miró con una sonrisa y se acercó a él para cargarlo, en ese momento Aegon sintió que su mundo se inclinaba y las nubes tapaban el sol arruinando su día perfecto. Laenor llegó, vestido con su armadura, y la expresión en su rostro era una de duda, como si no quisiera irse. Aegon estiró una mano hacia él y chilló haciendo que Rhaenyra se girase para mirar qué sucedía.

—¡Papá!—gritó con una sonrisa.

—Hey, pequeño dragón—Laenor los alcanzó y agarró su mano para besarla—. Está todo listo.

No me gusta esto —Rhaenyra suspiró y miró a su hijo—, Aegon te va a extrañar.

Aegon frunció el entrecejo, podía entender lo que decían, pero debía pretender que no lo hacía. De su garganta salió un sonido de protesta e intentó tirarse hacia su padre, pero Rhaenyra lo sujetó con fuerza impidiendo que lo lograse. Laenor lo miró con ojos tristes y besó su cabeza.

—Cuida de tu madre, ¿si?—Otro beso, ahora en la mejilla—. Portate bien y no crezcas mucho.

—Cuidate, Laenor.

—Tu igual.

Rhaenyra comenzó a alejarse, yendo hacia el carruaje que los esperaba, pero Aegon se inquietó. No podía dejar que Laenor se fuera, había cambiado las cosas, ¿qué tal si ahora si moría en la guerra?

—¡Papá!—Aegon gritó, sus manos extendidas sobre el hombro de Rhaenyra, hacia Laenor—¡Papá!

Laenor ni siquiera lo miró, de seguro para no arrepentirse de ir a la guerra, y Aegon siguió gritando. Rhaenyra intentó calmarlo, pero él no la escuchó. La idea de perder a Laenor comenzó a romper su corazón, no quería perder a quién le enseñó que valía la pena, a quién más amaba en el mundo. Seasmoke alzó el vuelo y el corazón de Aegon se partió en mil pedazos.

—Shh, está bien, cariño, está bien—Rhaenyra acarició su espalda, la tristeza filtrándose en su voz.

—Papá—Aegon balbuceo, sus lágrimas mojando la ropa de su madre—. Mamá…papá.

—Lo sé, lo sé, cariño, está bien.

No dejó de llorar durante todo el camino a la fortaleza, ni cuando llegaron, todos intentaron hacer que se calmará, pero nadie lo logró. Fue el sueño lo que le hizo dejar de llorar. Estaba en brazos de Rhaenyra que lucía al borde de romper a llorar ella misma cuando se durmió, al ver que sus ojos se cerraban y las lágrimas cesaban la princesa suspiró de alivio y dejó que una lágrima se le escapara. No le gustaba ver a su hijo sufrir, le rompía el corazón.

Aegon despertó un par de horas después, pero su vida ya no era perfecta, le hacía falta una pieza para poder sentir que era perfecta. Rhaenyra lo sacó de la cuna con cuidado y lo arrulló en su pecho, cuando se dio cuenta que no iba a llorar decidió sacarlo de la habitación. Los ojos de Aegon se cerraron y su cabeza cayó en el hombro de su madre mientras ella lo llevaba hacia el Godswood, detrás de ellos iba Criston Cole a quién él siempre ignoraba porque su existencia era insignificante. Aegon aún no lograba comprender por qué era escudo juramentado de Rhaenyra y no de Alicent como lo era antes.

—Princesa—al escuchar la voz de la Reina Aegon levantó la cabeza, no se había dado cuenta que ya estaban en Godswood.

—Majestad—Rhaenyra acomodó a su hijo en sus brazos.

—Escuché que el príncipe no tomó muy bien la partida de sir Laenor—la mujer miró al niño que la miraba con ojos curiosos.

—Me sorprende que no haya escuchado sus gritos—Aegon dejó salir un sonido de protesta y volvió a recostar su cabeza en el hombro de su madre haciéndole reír—. Está bien, cariño, no volveré a burlarme.

—Los dejaré para que puedan disfrutar su tiempo, princesa.

Rhaenyra se mordió el interior de la mejilla y negó con la cabeza.

—No es necesario que se vaya, majestad—Aegon frunció el entrecejo—, nosotros solo ocuparemos una esquina de Godswood.

Sin esperar respuesta comenzó a caminar hacia su lugar preferido, cerca de las flores dónde las mariposas volaban de vez en cuando. Aegon fue puesto en el suelo sobre una manta y enseguida agarró una de sus naves de madera, sus ojos yendo a Alicent que se sentó en una banca cerca de la entrada a la fortaleza. Rhaenyra se sentó junto a él y abrió su libro para comenzar su lectura.

—¿Quieres una fruta?—Aegon miró a su madre—¿Manzana?

De la cesta junto a ellos Rhaenyra sacó una manzana y un cuchillo que usó para cortar la fruta. El pedazo fue puesto frente a él que lo tomó con su mano libre de inmediato, dándole una mordida grande que quizás le haría atorarse. Con la manzana en mano comenzó a mover sus juguetes con su otra mano armando un campo de guerra en medio de la manta mientras Rhaenyra le leía sobre la guerra entre los conquistadores y Dorne. Su pedazo de manzana iba por la mitad cuando una mariposa pasó volando sobre él y lo distrajo de su juego.

Blanco y negro.

Helaena.

Jaehaerys.

Jaehaera.

Maelor.

Sus ojos siguieron la mariposa hasta que esta se posó en el arbusto más cercano a ellos. Quisiera poder tenerlos ahí, pero sabía que si le dieran la oportunidad no aceptaría casarse con Helaena de nuevo. No otra vez.

No cometería ese error dos veces.

Terminó de comer su manzana sin dejar de ver la mariposa hasta que alzó el vuelo nuevamente. La siguió con sus ojos hasta que pasó frente a la banca dónde Alicent estaba sentada. Sus ojos se detuvieron en la mujer que lo miraba, él levantó una mano y la sacudió como saludo, casi se ríe cuando ella apartó la mirada como si la hubieran atrapado cometiendo un crimen. Debía hacer que su madre y ella se hicieran amigas otra vez. Era ahora o nunca.

Con cuidado se levantó de la manta y agarró su maraca, la voz de Rhaenyra se detuvo avisando que lo estaba mirando así que él dejó salir una risa antes de comenzar su carrera hacia la banca. Escuchó el libro cerrarse detrás suyo, pero no se detuvo. Alicent levantó la mirada cuando escuchó el sonido de la maraca acercándose y forzó una sonrisa al verlo. Otra cosa que debía cambiar, que Alcient deje de estar tensa a su alrededor.

—Príncipe—lo saludó cuando se chocó contra sus piernas, sus manos yendo hacia los brazos de Aegon para estabilizarlo. —¿Te diviertes?

Aegon la miró y sacudió su maraca riendo. Como el ángel inocente que todos pensaban que era.

Si supieran .

—Desde que descubrió lo que era correr no deja de hacerlo—tanto Alicent como él llevaron sus miradas a Rhaenyra que se había acercado—. Disculpe la molestía, majestad, Aegon tiende a huir cuando ve la oportunidad.

—No se preocupe, princesa, no es una molestía—forzó una sonrisa y bajó la mirada al niño que miraba detrás de su madre.

Aegon parpadeo y se alejó de Alicent con un paso, sus ojos siguiendo las mariposas que volaban frente al weirwood. Escuchó que estaban hablando, pero no les prestó atención, simplemente comenzó a caminar hacia las mariposas. Habían seis de ellas, de diferentes colores, y él sonrió cuando logró alcanzarlas. Una mariposa azul se posó en su maraca y casi lloró, la imagen de un dragón azul y su jinete apareciendo en el fondo de su mente. Daeron. Oh, ni siquiera podía recordar con detalles el rostro de su hermano.

Lo siento, Daeron .

La mariposa alzó el vuelo nuevamente y se unió a las demás. Sin cuidado alguno se dejó caer en el suelo, levantando la cabeza para ver como volaban sobre él. Podía sentir las miradas de su madre y su abuela detrás de él, pero no se giró a verlas, continuó viendo las mariposas hasta que estas desaparecieron entre las hojas del weirwood.

Pronto. Los veré pronto.

Los siguientes días fueron aburridos para Aegon. Lo único que cambió fue que en lugar de ir a volar con Laenor por las tardes, lloraba mientras lo llamaba y Rhaenyra lloraba de frustración al no poder calmarlo. No le gustaba hacer que su madre llorara, pero seguía teniendo pesadillas dónde Laenor moría en la guerra y eso le aterraba. Por suerte, al cuarto día Viserys anunció que unos comerciantes de Lys visitarían la fortaleza y Rhaenyra enseguida comenzó a hablar de las cosas que quería comprar. A él no le interesaban esas cosas, pero sabía que lo habían hecho para distraerlo así que no se quejó cuando su madre lo llevó al patio donde se habían acomodado los comerciantes. 

Había varias personas que vivían en la fortaleza viendo la mercancía, pero se le dio prioridad a la familia real al momento de ver los mejores productos. Aegon estaba en brazos de su abuelo buscando un regalo para su madre, Viserys lo llevó a ver las telas, pero ninguna era del agrado de Aegon. Las joyas por otro lado llamaron su atención de inmediato y el Rey lo inclinó sobre los cofres para que pudiera ver las piezas que esperaban ser compradas.

—Uhm—Aegon agarró un collar de entre el montón—, abu…

Viserys lo acomodo en sus brazos y agarró el collar. Era de oro y cuando el Rey lo levantó Aegon se dio cuenta que eran dos collares. Uno tenía una media luna con pequeños zafiros incrustados y el otro era la parte faltante con un rubí en el centro. Con emoción sacudió su maraca, era el regalo perfecto.

—¿Te gusta?—él estiró la mano tratando de agarrarlo nuevamente. —Llevaremos este entonces, estoy seguro que a Rhaenyra le gustará.

Mientras Viserys hablaba con la mujer encargada de las joyas, él miró el resto de los cofres sobre la mesa encontrando uno lleno de piedras de obsidiana negra. Serían perfectas para regalarle algo a su tía Laena y su abuela. Al notar que Viserys estaba por cerrar el trato por los collares dejó salir un quejido y estiró su mano hacia el cofre con las piedras.

—¿Qué pasa? ¿Quieres cambiar tu regalo?—Viserys miró el cofre.

—¡Lala!—exclamó señalando el cofre.

—¿Para la tía Laena?—sacudió su maraca en confirmación.

Lala , así le había puesto a su tía porque todavía no podía pronunciar su nombre correctamente. Ella había llorado la primera vez que la llamó así.

Viserys compró cuatro piedras y Aegon le agradeció con una sonrisa y un abrazó. Tener al Rey de abuelo sin duda tenía sus ventajas porque era mejor abuelo que padre . Después de moverse hacia las telas nuevamente pasó a los brazos de su madre que comenzó a revisar telas para él. Al final se decidió por una tela de seda azul que a él le había gustado y una roja de terciopelo que no dejaba de tocar por lo suave que se sentía. También le compró un collar de oro simple, solo la cadena, y uno que otro juguete nuevo que él recibió con los brazos abiertos.

Estaban por llevarlo a tomar su siesta cuando lo vio. Era una tela de un azul oscuro que le recordaba a los vestidos que su abuela usaba y sin poder evitarlo estiró su mano hacia la tela. Rhaenyra, siendo la consentidora que era, no dudó en comprarla. Quizás debía dejar de abusar de su familia, pero era su momento de disfrutar lo que antes no tuvo.

Después de haber comprado un montón de tela comenzó la parte molesta. Las mujeres que confeccionaban los atuendos de la familia real se la pasaron tomando sus medidas y haciendo que modelase la ropa a medio terminar para saber qué cambios debían hacer. Lo poco que quedaba de las telas era convertido en capas que Rhaenyra guardaba para cuando él creciera un poco más y pudiera usarlas. Las ropas eran bonitas y Aegon se tuvo que tragar sus quejas cada vez que las mujeres cruzaban las puertas con un nuevo set de ropas que ponían en él como si fuese un muñeco.

El primer conjunto que estrenó frente a la corte fue uno que su madre mandó a hacer específicamente para su día de nombre. La fiesta de la princesa sería por lo grande así que se aseguró de vestir a su hijo lo mejor que pudo para el almuerzo de ese día. La celebración se haría en dos partes, un almuerzo para que Aegon pueda estar con su madre y una fiesta en la noche para el resto de los invitados. Su ropa consistía de una camisa roja y pantalones azules oscuros, una cadena de oro en su cuello y unos zapato negros.

Se veía muy bien, no iba a negarlo.

Para combinar con él Rhaenyra se puso un vestido rojo que se abría en varias secciones de la falda dejando ver una tela azul oscura debajo, similar a la de su pantalón. El regalo que su abuelo y él escogieron para su madre había sido entregado esa misma mañana durante el desayuno en familia y Rhaenyra no dudó en ponerse el de la media luna y poner el otro en el cuello de su hijo porque tu completas mi luna, amor.

Aegon nunca se sintió más feliz en sus dos vidas.

Durante el almuerzo lo dejaron caminar por sí mismo entre las personas que se detenían para saludarlo aunque él los ignoraba la mayor parte del tiempo. No quería ver caras de viejos sedientos de poder. Estaba caminando tranquilamente por el patio cuando sintió que alguien lo levantaba del suelo, iba protestar hasta que escuchó la voz de su abuela.

—¿Pero quién es este príncipe hermoso?—Aegon se rió y abrazó a su abuela apenas fue acomodado en sus brazos. —Te ves deslumbrante, mi sol.

—Abu, abu—con una sonrisa enorme en el rostro besó la mejilla de su abuela que le regresó la sonrisa. —¿Lala?

—Tu tía Laena está buscando galletas para poder secuestrarte—ambos rieron.

Las galletas no serían necesarias, Laena solo tenía que agarrarlo y Aegon iría con ella a donde quisiera sin problema.

Todavía recuerda cuando su tía Laena lo secuestró para ir a volar y su abuelo Corlys casi tiene un infarto pensando que lo había perdido.

—Parece que lo encontraste—Viserys se acercó a ellos con una sonrisa—. ¿Te diviertes, mi príncipe?

—Abu—Aegon se volvió a reír y sacudió su maraca.

—Parece que el príncipe se divierte.

Otto Hightower . Aegon frunció el entrecejo y miró al hombre que lo miraba con emociones ocultas. Puedo leerte maldito , ¿quieres lastimar a mi familia? Pues come madera.

Ni siquiera lo pensó cuando alzó su maraca y la lanzó con fuerza hacia el hombre. Todos los que vieron su acción jadearon de sorpresa, pero él sintió satisfacción pura al ver como el objeto se estrellaba en la cara de Otto. Aunque, para mantener apariencias, se soltó a llorar y ocultó su rostro en el hombro de su abuela que parecía estar aguantando su risa.

En el fondo pudo escuchar la risa de su tía Laena. Ah, cómo quería a esa mujer que se reía de todas sus travesuras sin importar a quién ofendería.

—Aegon aún no puede sostener el peso de la maraca muy bien—excusó Viserys agarrando el objeto que descansaba en el suelo—, menos si lo levanta de esa forma.

—Claro, pobre, debe sentirse apenado—Rhaenys tuvo que tragarse la risa que estaba amenazando con escapársele—. Una vez casi golpea a Corlys con ella.

—Oh, yo mismo he sido víctima de ello—continuó Viserys—. Deberías ir con un maester Otto.

El hombre se excusó y cuando sus pasos se alejaron Aegon levantó la cabeza otra vez, sus ojos yendo de inmediato a su madre y su tía que se acercaban, ambas intentando no reír. Aunque Laena estaba haciendo un muy mal trabajo en ocultar su diversión.

¿Causando problemas, pequeño sol? —Rhaenyra acarició su mejilla cuando se acercó.

—Eso se merece una galleta—Laena puso el dulce frente a él que lo tomó enseguida—, bien hecho Aegon.

—Parece que tenemos un pequeño rufián en nuestras manos—Viserys lo señaló con la maraca.

¿Qué más podía hacer Aegon? Solo sonrió con inocencia y mordió su galleta.

La próxima vez se aseguraría de romperle la nariz.

Chapter 6: DOS PASOS ATRÁS

Summary:

En donde Aegon planea uan estrategia de asesinato y es feliz por primera vez desde que su padre se fue.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La risa de Aegon llenó los pasillos desde temprano, acompañada por el sonido de pasos y la risa de su madre. Esa mañana, por primera vez desde que Laenor se fue, Aegon despertó de buen humor y decidió correr por la fortaleza apenas una doncella abrió la puerta cuando su madre estaba distraída. Criston Cole iba detrás de ellos en silencio como protección, aunque Aegon hubiera preferido estar a solas con su madre, pero no era como si pudiera hacer algo… aún.

En la esquina del pasillo Aegon vio aparecer a Viserys y dejó salir un grito para llamar su atención. El hombre lo miró y enseguida su sonrisa creció y sus ojos se iluminaron, Aegon casi no puede ocultar su dolor al ver esa expresión. Nunca la había visto dirigida a él antes. Alicent solo lo miraba con reproche y decepción, Viserys lo ignoraba, Aemond lo miraba con disgusto a pesar que se llevaban bien, Helaena apenas y lo miraba, y Daeron ni siquiera lo conocía. Eran miradas que aparecían en el fondo de su mente cada vez que alguien lo miraba con amor desmesurado y le causaba ganas de gritar y llorar.

¿Realmente se merecía todo ese amor? No.

¿Era capaz de dejar ir ese sentimiento de felicidad? Nunca.

No importa qué, debía proteger a sus hermanos. A los de antes y los de ahora. No podía fallarles.

Estaba a unos cuantos pasos del Rey cuando fue levantado por su madre. Un grito de felicidad se le escapó y su risa resonó por el pasillo cuando sintió besos lloviendo en todo su rostro, cuando por fin pudo abrir los ojos bien se dio cuenta por qué su madre no lo dejó llegar hasta Viserys. Otto estaba ahí, dándole esa mirada que ocultaba cosas de los demás, pero no ocultaba nada para Aegon. Ya estaba acostumbrado a su mirada, llena de decepción y asco. No dudó en regresarle la mirada lo mejor que podía considerando que era un bebé.

—¿Qué pasa, príncipe, estás molesto?—Viserys estiró una mano y le picó la mejilla haciéndolo reír. —Ahí está esa sonrisa que me gusta ver.

—Buenos días padre, Lord Mano—Rhaenyra los saludo algo tensa.

—Bubu—Aegon saludo sacudiendo una mano.

—¿A dónde iban con tanta prisa?—Viserys dejó a Aegon agarrar uno de sus dedos.

—Aegon decidió que sería bueno correr por los pasillos—Rhaenyra bajó la mirada a su hijo y sonrió al verlo jugar con los dedos de su padre—, estaba por dejarlo con sus cuidadoras para asistir a la reunión del concejo.

—No será necesario—Viserys estiró ambas manos hacia Aegon y él se lanzó a los brazos de su abuelo que lo cargo con una sonrisa—, será bueno que comience en las reuniones desde ahora.

Rhaenyra lucía a punto de negarse, pero Aegon la convenció cuando recostó su cabeza en el hombro de Viserys y se aferró a la cadena de oro que el hombre usaba. Ella no era capaz de molestar la comodidad de su hijo. Aegon, por su parte, intentó jalar la cadena tanto como podía. ¿Si jalaba lo suficientemente fuerte podría ahorcar a alguien? Quizás debía dejar que Otto lo cargara y probar con él, le haría un favor a todos si el hombre caía muerto lo más pronto posible.

Estaba concentrado en tirar de la cadena que se asustó cuando su maraca apareció frente a él. Oh, claro, la había dejado en la habitación cuando salió corriendo. Sus ojos fueron a la doncella que le ofrecía el objeto y le sonrió lo más dulce que podía, aunque no requería de mucho esfuerzo porque todos decían que era el niño más adorable de los siete reinos . Dejó de jalar la cadena, seguiría su experimento después, y tomó su maraca sacudiéndola un poco. Sus ojos fueron a Otto que lo miró con disgusto y él sonrió sacudiendola más fuerte. Todo para que el hombre sufriera tanto como fuese posible.

Los miembros del concejo se mostraron sorprendidos al verlo, pero él ni los volteo a ver, no quería ver a un montón de víboras en un solo lugar. Como era de esperarse, estaba sentado en las piernas del Rey y solo entonces se dignó en mirar a los presentes. El molesto de Lannister, Lyonel Strong, Lord Beesbury, el maester, y Otto. Los únicos que le caían bien eran Lord Beesbury y Lyonel porque eran los únicos que nunca cayeron en los planes de Otto. Con una sonrisa Aegon sacudió la maraca hacia Lyonel Strong y extendió una mano cuando el hombre lo miró con curiosidad. Sunfyre apareció frente a él entonces y sus ojos subieron a su madre que tenía una jarra en mano, que mantuvo lejos de él para que no pudiera oler el vino.

Agarró el muñeco dejando el otro juguete en la mesa y se llevó la cola a la boca para morderla. Estaba medio escuchando lo que hablaban, mayormente de la guerra en los Peldaños de Piedra, cada vez que escuchaba el nombre de su padre se enderezaba para escuchar, pero cuando escuchaba el nombre de Daemon Targaryen su cuerpo se tensaba. Desde que despertó en esa realidad había estado ignorando la existencia del hombre, empujándola al fondo de su mente, pero ya no podía ignorarla.

Tarde o temprano tendría que enfrentarse al hombre que mandó a matar a su hijo.

Sunfyre se deslizó fuera de su boca y Viserys tuvo que agarrarlo para que no cayera al suelo. Su pobre Jaehaerys. Un escalofrío lo recorrió, pero antes de que se pudiera poner a llorar una bola brillante fue presentada y captó toda su atención. En momentos como esos agradece que de verdad tiene el periodo de atención de un niño de un año y todo lo distrae. Tomó el objeto y lo giró en sus manos ignorando la mirada de desaprobación que su madre le lanzó a su abuelo. Sin cuidado alguno, haciendo demasiado ruido como para interrumpir a Otto, soltó el objeto sobre la mesa y lo vio rodar hacia la izquierda donde Lyonel Strong lo tomó para que no cayera al suelo.

Aegon sonrió y aplaudió antes de extender su mano, pidiéndole en silencio. Lyonel miró a su madre y luego a su abuelo buscando aprobación, cuando ambos asintieron rodó la bola de regreso hacia Aegon que la tomó con interés. ¿Qué pasaría si se la metía en la boca? ¿Siquiera le cabría? No hacía daño probar. Pero espero a que Otto retomará su charla para hacerlo e interrumpirlo nuevamente.

—¡Aegon!—Rhaenyra exclamó con horror dejando la jarra junto a la copa de Tyland y corrió hacia su hijo.

Viserys enseguida le sacó la bola de las manos y la puso de regreso en la mesa dejando que Rhaenyra lo cargara y lo regañase por tratar de comerla. No era un regaño, pero era lo más cercano a ello.

—Solo es un niño curioso, Rhaenyra—Viserys lo excusó, como siempre.

—Pudo tragarla—no podía porque el objeto era muy grande, pero nadie podía pelear con una madre preocupada.

—Mamá—Aegon la llamó y estiró una mano a la mesa, pidiendo su maraca.

Rhaenyra suspiró y besó su cabeza dejándolo nuevamente en las piernas de su abuelo. En lugar de sentarse se quedó de pie y agarró la maraca sacudiéndola mientras balbuceaba incoherencias, claramente interrumpiendo la reunión, pero nadie podía decirle nada. ¡ ! ¿ Cómo te quedó el ojo Otto ? Viserys sólo se rió y dijo que estaba practicando para cuando sea miembro del concejo , y los demás rieron diciendo que sería un caballero muy inteligente. Lame botas.

Cuando se cansó de estar en el lugar dejó salir una queja y llamó por su madre. Rhaenyra lo cargó agarrando su muñeco y se despidió del concejo diciendo que era su hora de comer. No lo era, pero era una excusa válida. Cuando estaban por salir Aegon escuchó algo que lo dejó helado. Alicent estaba embarazada . Sus ojos se abrieron con sorpresa y en su mente apareció la mirada distante de Helaena. No estaba listo, no podía enfrentar esa realidad aún.

—¿Qué pasa, cariño?—Rhaenyra lo miró con curiosidad—¿Se te acabó la energía?—él ocultó su rostro en el cuello de ella, disfrutando el olor a flores que desprendía—¿No quieres ir a volar?

—¡Yrac!—gritó levantando la cabeza—¡Yrac!

—Si, iremos con Syrax—Rhaenyra sonrió y besó su frente.

Rhaenyra los llevó de regreso a su habitación donde cambió su vestido por su ropa de montar y él dejó sus juguetes más preciados al cuidado de su doncella favorita, la mayor de todas que sabía hacer sus galletas favoritas y se aseguraba de hacerlas todos los días para que las comiera frescas. Su madre lo regañaba por comer muchas galletas, pero eran mejores que el vino y él no pensaba dejar de comerlas.

Durante el camino hacia la fosa de dragones se comió una de las galletas con un poco de leche tibia. Cuando llegaron a su destino se metió el último pedazo en la boca y chilló de felicidad al ver a Syrax esperando por ellos en el patio. La dragona lo olfateó cuando se acercaron haciéndole reír. Eso era algo que había notado, desde que despertó ahí los dragones que se le acercaban siempre lo olfateaban. ¿Será que saben lo que hizo en su vida pasada y al olfatearlo pueden asegurarse que no hará lo mismo? ¿O solo se aseguran que siga siendo él? De cualquier forma, le causaba cosquillas el sentir el aliento de los dragones chocar con su rostro.

¿Lista para volar, linda?

Syrax dejó salir un gruñido y se movió para dejarlos trepar en su lomo. Antes de subir Rhaenyra se aseguró de que él estuviera bien sujetado a su pecho y entonces el remordimiento lo llenó. Siempre que iba a volar con Rhaenyra recordaba cuando ordenó su muerte, como Sunfyre se la comió frente al único hijo que le quedaba. No se merecía estar en sus brazos, riendo mientras Syrax giraba en el aire, no se merecía el amor que ella le brindaba después de eso . Pero se negaba a dejarla ir.

Rhaenyra era lo más importante en su vida, junto a Laenor, y no la dejaría ir por nada en el mundo. Si tenía que derrumbar los muros que rodeaban King’s Landing para permanecer a su lado lo haría, pero no dejaría que nadie le quite el amor de su madre. Ni siquiera Daemon Targaryen.

Quizás deba comenzar a observar los entrenamientos de los caballeros para aprender a derribarlo lo más pronto posible. Si lo mataba después que su tía tuviera a las gemelas podría salvarla y todos serían felices. Si, ese era un buen plan.

Ni siquiera se dio cuenta cuando quedó rendido en el pecho de su madre, solo recuerda que lo último que vio fue el mar extendiéndose más allá del muelle y las ganas de visitar Driftmark que se formaron en su pecho. Al abrir los ojos nuevamente lo hizo por el sonido de pasos rápidos y una discusión entre susurros. Al dar una mirada rápida a su alrededor se dio cuenta que estaba en la cama de su madre y la encontró a ella poco después hablando con ¿era esa Laena?

—¡Lala!—gritó sin poder evitarlo, el sueño dejó su cuerpo de inmediato.

Ambas mujeres giraron para verlo justo cuando se sentó y Laena cambió su rostro serio por una sonrisa. Su tía se acercó a la cama y lo cargó besando su mejilla repetidas veces haciéndole reír. Quizás debió esperar a que terminaran de hablar para escuchar qué estabas discutiendo, no le gustaba el rostro serio de su madre y cómo intentaba ocultarlo de él.

—Mira nada más, no te veo en unas semanas y te atraves a crecer—Laena le sonrió—, madre estará volando hacia la luna cuando te vea.

—¿Bubu?—¿Su abuela estaba ahí? ¿Qué estaba pasando?

—Bubu vendrá a verte en unos momentos, precioso—su tía besó su frente.

¿Por qué estaban en King’s Landing? Su abuela debía quedarse en Driftmark mientras…oh, no. ¿Había pasado algo en la guerra? ¿Su papá estaba bien?

—¿Papá?—preguntó en un murmullo, sintiendo terror de escuchar una respuesta.

—Papá aún sigue peleando como un caballero valiente, cariño—Rhaenyra se acercó, sus ojos tristes al ver la decepción en el rostro de su hijo—, pronto va a regresar.

La guerra duraría por otro año y medio más, pasaría su segundo día de nombre sin su padre y quizás el tercero, crecería por dos años sin él. Un puchero se formó en su rostro y enseguida ambas mujeres se movieron para buscarle una distracción. Terminó sentado cerca del fuego con su tía jugando con unos bloques de madera, estaban construyendo una torre cuando Rhaenys llegó vestida con su ropa de montar. Apenas la vio Aegon dejó de lado la torre y se levantó para correr hacia ella.

—Parece que me extrañaste tanto como yo te extrañe—Rhaenys lo levantó y besó su mejilla. —¿Quién te dio permiso de crecer tanto?

—Parece que le gusta desobedecer—Rhaenyra sonrió desde el sofá donde leía uno de sus tantos libros—, no me hace caso cuando le digo que no crezca.

Aegon se rio y besó la mejilla de su abuela. Quería ir a Driftmark, estar cerca del mar, cerca de su padre y su abuelo que estaban peleando una guerra estupida.

—Elys—miró a su abuela con emoción—¿Elys?

—Meleys está descansando, quizás si tu madre lo permite puedas regresar con nosotros a Dirmark—Rhaenys miró a Rhaenyra.

—Creo que a él le gustaría eso—ella sonrió. — La reina está embarazada, otra vez comenzaron los rumores, no me gustaría que él esté en el medio.

Los que deberían irse son otros —gruñó Laena dejando caer la torre.

—Nos iremos por la mañana, para que descanse bien—Rhaenys avanzó hasta el sofá y se sentó junto a Rhaenyra—. Vendrás con nosotras y regresaras en una semana.

Rhaenyra iba a discutir la decisión, pero con una sola mirada Rhaenys le hizo guardar silencio y aceptar los términos. La risa de Laena llenó la habitación y Aegon le hizo eco aplaudiendo con emoción.

¿Qué clase de rumores se estaban esparciendo? ¿Sobre él? ¿Su madre? ¿El príncipe que no nació?

Más tarde, cuando se supone debía estar dormido, escuchó a las doncellas hablando en susurros. Al parecer muchos decían que la reina se había recluido al escuchar de su embarazo por miedo a perderlo nuevamente, algunos hasta lo llamaban un mal augurio por la forma en la que nació diciendo que si la reina lo veía su hijo iba a morir en el vientre. Él jamás había escuchado tanta mierda junta. Excluyendo los momentos en los que Otto abría la boca . Pero entonces una pregunta creció en su interior. ¿Qué haría cuando diera a luz a una niña y no a un niño?

¿También los culparían de eso?

Notes:

Disculpen la tardanza, he tenido ciertas complicaciones y por eso no podía actualizar, pero trataré de hacerlo una vez por semana nuevamente.

Chapter 7: ABUELA QUERIDA

Summary:

En donde Aegon conoce a su abuela y se ríe de las desgracias de los demás.

Chapter Text

El agua estaba fría, pero a Aegon no le importaba, le gustaba sentir como acariciaba sus pies. Tal como su abuela había planeado, su madre y él abandonaron King’s Landing e hicieron de Driftmark su hogar los últimos tres días. Aegon estaba más que feliz ante el cambio. Por las mañanas tomaba el desayuno con las tres mujeres más importantes de su vida, acompañaba a su abuela cuando tenía que escuchar las quejas y peticiones del pueblo, iba a volar con su tía, tomaba su siesta y despertaba a la hora de la cena. ¿Quién en su sano juicio se quejaría de tal horario? Exacto, nadie.

El sol estaba brillando sobre la playa con intensidad, razón por la cual tenía un sombrero en la cabeza, pero eso era lo de menos. Lo mejor era que iba de la mano de su abuela, la mujer iba hablando con su madre sobre la cacería que harían por su segundo día de nombre y a él no le interesaba en lo más mínimo. Le importaba más patear la arena bajo sus pies y tocar el agua con sus manos. Bueno, era tiempo de aceptar que ser un bebé le estaba afectando, cada vez caía más y más en sus instintos de bebé. Estaba estirando la mano para tocar el agua otra vez cuando fue levantado de forma abrupta y un grito se le escapó.

—¿Te diviertes, cariño?—Su abuela lo miró con cariño y él casi se pone a llorar.

Ah, cómo odiaba los recuerdos de su vida pasada.

—¡A!—exclamó señalando el agua—¡Abu!

—Es hora de regresar, Egg, tienes que tomar tu siesta—su madre le recordó acomodando el gorro en su cabeza.

Hizo un puchero y se dejó caer en el hombro de su abuela fingiendo molestia. Ambas rieron de su actitud y él no pudo evitar sonreír, como amaba a esas mujeres. Mientras caminaban de regreso a High Tide no pudo evitar pensar en lo que se avecinaba. Helaena nacería después de su segundo día de nombre y su padre regresaría poco después, eso significaba que tenía tiempo para prepararse. Le aterraba pensar en enfrentarse a Daemon y Helaena. De verdad que no podía esperar a que Jacaerys y Lucerys nacieran…

Oh, no había pensado en eso.

¿Cómo había podido evitar pensar en eso? ¿Cómo no pensó en la fiesta que hizo para celebrar la muerte de Lucerys? Su estómago se revolvió y tuvo ganas de vomitar, pero se contuvo, no quería tener que lidiar con los maesters revisandolo para ver qué estaba mal con él. En su vida pasada falló como tío, pero en esta vida se aseguraría de ser el mejor hermano mayor para ellos. Los haría felices. Si, esa sería su misión principal.

A pesar de no haber querido tomar su siesta cayó rendido apenas su cabeza tocó la almohada. Rhaenyra sonrió con cariño al verlo acurrucado con su peluche en la cuna y se quedó a su lado por varios minutos, solo observandolo dormir en paz. La princesa sonrió y limpió la lágrima que se le escapó, cada vez que veía a su niño no podía evitar recordar a su madre y su hermano fallecido. Si tan solo ella hubiera vivido un poco más, quizás ahora su Aegon tendría otra abuela que lo amaría como a nadie más en el mundo. Su niño tenía a tantas personas que lo amaban, pero no era suficiente, nunca sería suficiente cuando la persona más importante para ella no podía amarlo.

Si los dioses no hubieran sido tan crueles.

Aegon abrió los ojos lentamente, confundido al notar la luz rodeandolo, su madre siempre se aseguraba de cerrar las cortinas para que la luz no le molestase. Con algo de dificultad se sentó y entonces se dio cuenta que no estaba dónde debía estar. Estaba en medio de un jardín que se veía sospechosamente como el jardín de la reina. Sus ojos escanearon el lugar mientras se levantaba, sus ojos fueron a sus manos y se dio cuenta de otra cosa, no estaba en su cuerpo de bebé. Una vez de pie se apresuró hacia la fuente más cercana y se asomó en el agua, sus ojos se abrieron de más con sorpresa al notar que si bien estaba en su cuerpo adulto aún mantenía sus rasgos de bebé. El cabello oscuro, al parecer sus mechones blancos habían reducido, los ojos violetas y la piel levemente más oscura.

—¿Te sorprende lo que ves?—una voz suave habló detrás suyo y él saltó en su lugar, girando para ver quién era. —Me gusta esta nueva versión, te ves más guapo.

Frente a él estaba una mujer que se veía sospechosamente idéntica a su madre y si entrecerraba los ojos podía ver a Lucerys en ella.

—Usted…yo…¿dónde estoy?—la mujer sonrió y avanzó hacia él—¿Quién es usted?

—Ven, es mejor que nos sentemos—ella se sentó en el borde de la fuente y tomó su mano para hacer que se sentará—. Estuve tratando de hablar contigo desde que naciste, pero algo me lo impedía, creo que debemos agradecerle a Rhaenyra que por fin podamos vernos.

Entonces Aegon lo entendió. En su primera vida Alicent nunca hablaba de ella, pero en esta vida su madre si lo hacía todo el tiempo. Siempre le contaba de su abuela Aemma.

—¿Abuela?—la mujer asintió y subió una mano para acariciar su mejilla. —Lo siento…yo no quise…

—Shh, está bien—ella lo interrumpió—. No fue tu culpa, fue culpa de ellos que no podían ver más allá de su sed de poder.

—Pero yo fui parte de ello—una lágrima se le escapó y ella la limpió, sus ojos llenándose de cariño que él no merecía —, asesine a…fue mi culpa.

—Oh, mi niño, incluso si te hubieras negado todo hubiera acabado igual. Los planes de usurpar el trono estaban en marcha desde antes que tu nacieras—un suspiro se le escapó—. No te culpo por haber sido de esa forma teniéndolos a ellos de familia, pero ahora puedes arreglarlo.

—¿Realmente puedo?

—Mmh, puedes y lo harás, ¿sabes por qué?—él negó con la cabeza. —Porque eres mi nieto, tienes la sangre de los más valientes de todo el continente corriendo por tus venas, los Targaryen, los Velaryon, los Arryn—sus ojos se endurecieron—. Vas a lograrlo, confía en ti, todos nosotros lo hacemos.

Aegon giró la cabeza hacía la derecha y jadeo de sorpresa al ver a más gente observándolos, todos sonriendo con orgullo. Regresó su mirada a su abuela y asintió. Iba a hacerlo, lo haría por ellos, por ella. Por su madre, por sus hermanos, por todos los inocentes que sufrieron. Aemma lo atrajó hacía ella y lo rodeó con sus brazos, él no dudó en esconder el rostro en su hombro y llorar como hace tanto quería hacer.

—Te amo, mi dragón dorado—susurró ella.

—No te vayas—suplicó él con la voz rota—, por favor, abuela.

—Shh, estará bien, nos veremos otra vez.

Rhaenyra se sobresaltó al escuchar el repentino llanto de su hijo. Con un salto se levantó del sofá y corrió hacia la cuna para cargarlo. Aegon tenía el rostro rojo y lleno de lágrimas, hacía tiempo no despertaba de esa forma y ella se alarmó. Con cuidado lo cargó, pegandolo a su pecho para arrullarlo con cariño. Odiaba ver a su pequeño llorar, le partía el corazón, sobre todo cuando no sabía qué le estaba pasando. ¿Habría sido un mal sueño? Su niño apenas tenía un día de nombre, ¿por qué los dioses serían tan crueles como para darle un mal sueño?

—Abu…abu—Aegon llamó entre sollozos.

—¿Quieres que llame a la abuela Rhaenys?—la voz de Rhaenyra sonó casi desesperada.

—No…abu…ema…—Aegon se aferró al vestido de su madre—. Abu Aemma…

La mujer se tensó y eso sólo aumentó el llanto de Aegon que se removió incómodo en sus brazos. En la mente de Rhaenyra estaba buscando de dónde Aegon habría escuchado el nombre, ella nunca lo había mencionado, solo la llamaba abuela cuando le hablaba de ella. ¿Su padre se lo había mencionado? Pero eso no explicaba por qué Aegon estaba pidiendo por ella en ese momento. En un momento de desesperación la princesa salió de la habitación y corrió por los pasillos con su hijo aún llorando.

En la sala principal de High Tide Rhaenys estaba escuchando las quejas de su gente cuando las puertas fueron abiertas de forma abrupta y el llanto de su nieto llenó la sala. Todos giraron para ver a la heredera acercarse con lágrimas en los ojos a la señora de Driftmark que se levantó apenas los vió. Rhaenys tomó a Aegon de los brazos de su madre y le ordenó a todos dejarlos a solas. Una vez estuvieron solas dejó que Rhaenyra se sentará en el trono de Driftwood y comenzó a mecer a Aegon.

—¿Qué sucedió?—preguntó la mayor con preocupación.

—Se despertó llorando, él…

—Abu—Aegon volvió a llamar—, abu Aemma.

Rhaenys lo alejó un poco para verlo, sus ojos abiertos con sorpresa.

—Ya veo lo que sucede.

Después de calmar tanto a Aegon como a su madre Rhaenys los llevó de regreso a sus habitaciones para que descansaran. La mujer se quedó con ellos hasta que Rhaenyra se quedó dormida abrazando a su hijo.

Aegon no volvió a mencionar a su abuela la semana que les restaba en Driftmark, no lo hizo hasta que fue llevado con su abuelo. Rhaenyra y él llegaron a King’s Landing por la tarde y ella no dudó en llevarlo con su abuelo para hablar temas importantes . Aegon solo se dedicó a babear su peluche y sacudir su maraca, tratando de visualizar la reacción de Viserys cuando le soltará el nombre de su difunta esposa en la cara. Se esperaba ojos bien abiertos y lágrimas. Sin embargo, cuando las puertas de los aposentos de su abuelo fueron abiertas todas su expectativas se cayeron porque Alicent y Otto estaban ahí.

Como era de esperarse, el rostro de su abuelo se iluminó apenas lo vio y él, siendo el nieto perfecto, se lanzó a sus brazos con una sonrisa. Viserys lo cargó con cariño y pico su nariz con un dedo haciéndole reír. Escuchó a su madre decir algo, pero él se concentró en la mano de su abuelo, específicamente en el anillo de nido de aguilas. El rostro sonriente de su abuela apareció en su rostro y él no dudó en soltar su peluche para agarrar el dedo de su abuelo.

—Abu Aemma—murmuró agarrando el anillo—. ¡Abu!—todos lo miraron con sorpresa—¡Abu Aemma!

Aegon levantó la mirada encontrándose con los ojos sorprendidos de Viserys, apartó la mirada del hombre y la llevó a Alicent y Otto. La primera estaba pálida y el segundo tenía una ceja levantada con algo de sorpresa. Escuchó a su madre acercarse y entonces fue removido de los brazos del Rey, su peluche regresó a su mano y sacudió su maraca como si no acabara de crear un ambiente incómodo en la habitación. Ah, claro, tenía que mantener su aura de inocencia.

—¿Majestad?—Otto llamó al ver como el Rey tomaba asiento.

—Dejenme solo con mi hija—pidió.

Los ojos de Aegon fueron a Alicent que sostenía su vientre y lo miraba con algo que él conocía mejor que nadie. El resentimiento en sus ojos, el despreció, era algo que veía constantemente en su vida pasada. ¿No había arreglado eso? Se suponía que ahora se llevaba bien con ella, ¿o no? ¿Se equivocó?

El sonido de piel chocando con piel resonó en su cabeza y su mejilla dolió al recordarlo. Tu eres el reto…Rhaenyra los matará si no tomas el trono. Los gritos regresaron y el pánico creció en su interior. ¿Y si no podía hacerlo? ¿Y si todo regresaba a como era antes? No era digno de ser hijo de Rhaenyra, era un fracaso, estaba destinado a arruinarlo todo. No podía hacerlo.

Un sollozo salió de él y eso fue suficiente para sacar a Viserys de su estado de shock. El hombre miró a su hija que trataba de acallar el suave llanto de su nieto. Su nieto que por alguna razón sabía el nombre de su difunta esposa. El llanto de Aegon no creció, por suerte el cansancio del viaje lo hizo dormir apenas su madre comenzó a mecerlo y, sin un lugar dónde ponerlo mientras hablaba con su padre, fue puesto en la cama del Rey.

Aegon soñó con mariposas. Soñó que estaba sentado en medio de un campo de flores y que muchas mariposas volaban a su alrededor. Podía escuchar su propia risa, pero también podía escuchar los pasos de alguien acercándose. Cuando despertó solo podía recordar el rostro sonriente de Helaena y las mariposas que la rodeaban. No podía esperar para verla de nuevo. Ya quería que sus hermanos llegaran, todos ellos, los viejos y los nuevos.

El sueño lo había llenado de una paz inexplicable y por el resto del día estuvo riendo con todos los que le hablaban. Su madre se notaba aliviada de verlo reír y jugar sin preocupaciones, cosa que le hizo sentir mal porque no quería preocuparla. Así que al día siguiente volvió a ser el niño que reía y corría por todos lados.

Estaba sentado en medio del jardín de la reina cavando un agujero con su dragón de madera. Sabía que estaba completamente lleno de tierra, pero nadie había podido alejarlo del agujero sin que llorara así que lo dejaron seguir con su juego. Cuando el agujero estuvo listo agarró su otro dragón de madera, el más pequeño, y lo metió. Luego acomodo sus naves alrededor del agujero y tomó otro dragón de madera más grande.

—¿Qué hace, príncipe?—una doncella le preguntó agachándose frente a él.

—Erra—respondió como si nada.

La mujer rio suave y lo dejó jugar tranquilo. Con nada de cuidado Aegon usó sus dragones para voltear las naves, murmurando para sí mismo. Si había algo que disfrutaba de su segunda infancia era que tenía la habilidad de inventar escenarios para sus juegos. Le resultaba divertido imaginar que iba a guerras para defender el trono de su madre. Quizás fue una guerra la que lo envió ahí y no debía querer empezar otra, pero estaba más que dispuesto a empezar una por ella.

Solo le quedaba una nave de pie cuando un jadeo de sorpresa lo sacó de su juego, levantó la cabeza y sonrió con inocencia al ver el rostro de su madre. Rhaenyra lo estaba mirando con el entrecejo fruncido, claramente disgustada ante la cantidad de tierra que tenía pegada en la ropa. Él sacudió sus dragones y extendió uno hacía ella.

—Mamá—llamó—, moke.

—¿Seasmoke?—Rhaenyra se acercó y se agachó frente a él agarrando el juguete.

—Papá—asintió empujando la última nave.

Rhaenyra sonrió y lo levantó anunciando que era hora de un baño. En el baño jugó un poco más con sus naves y los dragones, pero esa vez su madre lo acompañó. Durante el baño su madre le informó que la cacería por su día de nombre estaba lista y él aplaudió haciéndole reír.

La verdad era que no le llamaba la atención la cacería, pero ir solo significaba que Hela estaba más cerca de nacer y su papá estaba por regresar. Eso bastaba para hacerlo sentir feliz. Después del baño fueron a cenar con el Rey y Alicent. Aegon se mantuvo en las piernas de su madre comiendo y jugando con su maraca en paz, escuchando a los mayores hablar de su próximo día de nombre. Todos parecían emocionados por la celebración y se mantuvo de esa forma hasta que llegó el día.

Aegon fue vestido con sus mejores ropas y su mamá se aseguró de presumirles a todos lo mucho que había crecido. Él solo se dedicó a ser un ángel y sacudir su fiel maraca con emoción. El bosque real fue un cambio de ambiente que él agradeció inmensamente. Lo único que criticaba era que en el viaje tuvo que ir en el mismo carruaje que Alicent y ella no dejó de verlo con descontento. Aunque todo fue compensado cuando bajaron y todos aplaudieron por él, su mamá lo miró con orgullo y su abuelo lo cargó para levantarlo y que todos pudieran verlo. Aegon aplaudió también como pudo sacudiendo su maraca en el proceso, ganándose un aw por parte de todos.

En la carpa principal todos lo saludaban cuando pasaban a su lado y su madre agradecía los buenos deseos en su nombre. Estaba concentrado en morder la oreja de Sunfyre cuando su madre detuvo sus pasos y él escuchó algo que le llamó la atención.

—Larys Strong, el hijo más joven de nuestro maestro de Leyes, Lyonel Strong.

Sentadas como buitres listos para atacar estaban un grupo de mujeres de las cuáles él solo lograba reconocer a Alicent. La mención de Larys le causó escalofríos, no había pensado en el hombre desde que despertó en esa vida y no quería volver a verlo.

—Mi esposo dice que ningún rey ha podido domar los Peldaños de Piedra por mucho.

Aegon quiso poner los ojos en blanco. Al menos ellos hacían algo para solucionar el problema, aunque sea por un tiempo.

—Tal vez la Princesa pueda darnos alguna idea—todas giraron a ver a su madre y él también la miró con sus ojos brillantes.

Rhaenyra lo miró y le sonrió antes de avanzar hacía las mujeres, para él era claro que había querido evitar involucrarse en la conversación.

—No estoy segura de poder—comentó ella entre una pequeña risa—, yo nunca he ido a los Peldaños de Piedra.

—Su querido tío es la mente detrás de esta guerra y su esposo está a su lado apoyándolo, ¿no es así?

Aegon quería lanzarle la maraca.

—No lo sabría, no he hablado con Daemon desde hace años—Rhaenyra se tensó—. Mi esposo está apoyando a su padre como heredero de Driftmark.

—Desde que lo suplantó como heredera.

Qué mujer más insufrible. Aegon frunció el entrecejo y balbuceo sacudiendo su maraca, ya no quería estar ahí. Si se quedaban por otro segundo iba a causar una escena desagradable.

—Daemon tomó sus decisiones, Lady Ceira—Alicent intervinó. —La Princesa es la mejor para ese puesto.

Los ojos de Aegon dieron con la mujer y le sonrió en agradecimiento.

—Ha creado un lío y el Rey debe ponerle fin—otra mujer habló y Aegon casi se lanza contra ella—. Que envíe hombres y navíos, y acabe con la Triarquía de una vez.

—Pero la corona no está en guerra— correcto , su mamá era tan inteligente.

—La corona…está en guerra. Aunque su padre se rehúse a admitirlo, hemos sido arrastrados a ella por su tío, su esposo y la Serpiente Marina.

Oh no, eso sí que no. Nadie insultaba a su padre y a su abuelo en su cara.

Aegon dejó salir un sonido de disgusto y trató de lanzar su maraca, pero Rhaenyra agarró su brazo deteniéndolo.

—¿Y cómo ha servido al reino, Lady Redwyne?—su madre lo acomodo agarrando la maraca para evitar que se convirtiera en un arma—¿Comiendo pastel?

No esperaba eso. La risa de Aegon llenó el silencio tenso y su madre lo miró con una ceja levantada. Se estaba riendo con ganas, incluso aplaudió, y la mujer que había sido ofendida los miró con indignación.

—¿Y tú de qué ríes?—su madre preguntó divertida, dándose la vuelta para alejarse.

Él siguió riendo mientras se alejaban, llamando la atención de varias personas. No dejó de reír hasta que fue puesto en el suelo, sobre una manta llena de sus juguetes, dónde su tía Lala esperaba por él para cuidarlo. Se despidió de su madre con un beso en la mejilla y gateo hasta su tía para sentarse en sus piernas. En ese momento su tía le hizo entrega de su regalo, un anillo de oro con el sello de los Velaryon grabado, le dijo que era un regalo de toda la familia y él casi llora porque extrañaba a su padre .

Se mantuvo entretenido toda la tarde, jugó con su tía, paseo en caballo con su abuela, se sentó con su abuelo a comer. Pero sin duda lo que más lo entretuvo fue tirar a Otto Hightower al suelo. Estaba sentado junto a la silla de su abuelo después de comer, a su alrededor habían varios juguetes regados que usaba para entretenerse mientras Otto hablaba sobre algo que no le importaba. Sin querer , lanzó uno de sus dragones de madera justo cuando Otto estaba alejándose y este cayó por accidente frente al hombre que no lo vio hasta que lo pisó y quedó en el suelo. Otra vez comenzó a reír con ganas.

—Solo estaba jugando, Otto, ya sabes cómo es que le gusta lanzar cosas—Viserys excusó sacudiendo una mano.

—Debería tener más cuidado, mi Lord—Laena apareció para cargar a su sobrino, aguantando la risa—. Caídas como esas son peligrosas, podría lesionarse.

Al día siguiente Otto parecía hermano de Larys, cojeando como él y con un bastón improvisado. Aegon y Laena volvieron a reírse y por ese momento Aegon olvidó que no había visto a su madre desde el día anterior. Estaba por comenzar un escándalo cuando algo llamó su atención y la de todos. Su madre caminaba de regreso al campamento cubierta de sangre con Criston a sus espaldas arrastrando un jabalí muerto. Aegon abrió los ojos con admiración y aplaudió gritando de emoción. Su madre lo cargó y a él no le importó la sangre, se aferró a ella con una sonrisa.

Chapter 8: ALAS NEGRAS Y OJOS VERDES

Summary:

En donde Aegon reclama un dragón...o un dragón lo reclama a él, Laenor regresa, y Helaena nace.

Chapter Text

Estar tirado en el suelo en medio del patio, bajo el sol, quizás no sea lo más inteligente, pero ¿quién le iba a decir a un niño de dos años que eso estaba mal? Exacto, nadie. Así que Aegon se tiró en medio del patio para mirar las nubes. Su madre estaba en una reunión del consejo y él se había aburrido de esperar en su habitación, por suerte sus niñeras ya lo conocían bien como para saber que si tiraba a Sunfyre al suelo en una rabieta era que quería salir. Su pobre Sunfyre se había ensuciado y tuvieron que quitárselo para lavarlo, eso causaría una rabieta más tarde cuando tuviera que tomar su siesta, pero era un problema para el resto, no para él.

—La reina dio a luz a una niña—alguien murmuró a su derecha.

Habían pasado dos meses de su segundo día de nombre y estaba a la espera de escuchar esa noticia. Una risa se le escapó y sus niñeras no tardaron ni un segundo en llenarlo de atención. El joven príncipe fue puesto en las piernas de una de sus niñeras mientras la otra ordenaba sus juguetes para que pudiera jugar tranquilo, él se entretuvo sacudiendo su maraca mientras esperaba a que lo dejaran en el suelo una vez más. Jugó a la guerra nuevamente cuando lo dejaron, estaba gateando hacía su última nave cuando escuchó pasos apresurados acercándose. Dejó de lado su misión y levantó la mirada para encontrarse con una doncella que parecía haber corrido por toda la fortaleza.

—La princesa quiere que arreglemos al príncipe y lo llevemos a los aposentos de la reina—anunció.

En seguida todos se movieron, fue levantado del suelo y alejado de sus juguetes que fueron recogidos por las otras dos mujeres. Un puchero apareció en su rostro, no había podido dejar que su Seasmoke de madera quemase la última nave, pero dejó que se lo llevaran sin pelea. Le dieron un baño y lo vistieron con ropa limpia antes de llevarlo a los aposentos de la reina.

Iba a conocer a Helaena. Su querida hermana, ahora tía, estaba ahí. Su corazón se detuvo cuando las puertas fueron abiertas y sus ojos buscaron con desesperación la cabellera blanca que quería ver, necesitaba estar en los brazos de su madre si iba a hacer eso, necesitaba que ella lo mantuviera en el presente. Encontró la cabellera que buscaba de pie cerca de la cama, pero a una distancia prudente, los ojos de su madre se posaron sobre él y ella se relajó de inmediato estirando sus brazos para sostenerlo. Aegon, siendo el mimado que era, se tiró hacia sus brazos dejando salir una risa de felicidad. Estar en los brazos cálidos de su madre era la mejor sensación del mundo.

Su abuelo también estaba ahí, más cerca de la cama, con Otto a su lado. Sus ojos pasaron por ambos hombres hasta Alicent y el bulto de mantas en sus brazos. La mujer sostenía a la bebé algo tensa, sus ojos estaban cargados de un desprecio que él reconocía muy bien y estaban puestos en su pequeño cuerpo de dos años. Ya se encargaría de arreglar eso después, ahora quería ver a su Helaena. Con un sonido de curiosidad estiró una mano hacía la cama, hacía Alicent, hacía Helaena. Su abuelo dejó salir una risa y se acercó a él para cargarlo.

—¿Quieres conocer a tu tía?—dejó que su abuelo lo cargara sin problema. —Aegon, conoce a Helaena, tu tía.

Su abuelo se inclinó sobre la cama y él dejó que sus ojos vieran el pequeño rostro de la princesa. Helaena tenía los ojos cerrados, durmiendo cómoda, y él se sintió lleno de calidez. Sus ojitos se llenaron de lágrimas y tuvo que luchar para no dejarlas salir, claro que eso fue imposible cuando Alicent se movió alejando a la bebé de él y lo miró con ojos fríos. La reacción fue instantánea, Aegon giró la cabeza y se aferró a su abuelo dejando salir un sollozo. Viserys se enderezó y le acarició la espalda con cariño, pero él no quería eso, quería a su mamá.

—Mamá—balbuceó entre sollozos.

Rhaenyra se movió con pasos largos y lo tomó en brazos, sosteniéndolo contra su pecho, sus ojos chocaron con los de Alicent y las dos se miraron con rabia. Aegon se aferró a la ropa de su madre y siguió llorando, ya quería salir de ahí, los recuerdos le dolían. Los insultos, los gritos, los golpes.

—Llevaré a mi hijo a que se calme—la heredera miró a su padre—, me parece que debes hablar con tu esposa sobre cómo tratar a un niño ya que aparentemente no sabe hacerlo.

Sin esperar respuesta Rhaenyra se giró y marchó hacía la salida con ira hirviendo en su sangre. Ella estaba dispuesta a ayudarla con la niña, iba a dejar de lado su rencor para que recuperaran su amistad, pero no iba a dejar que nadie intimidara a su hijo de esa forma. Primero se lanzaría de Syrax.

Aegon continuó llorando hasta que estuvieron en la seguridad del ala de Syrax en la fosa con su maraca y su dragón de peluche pegados a su pecho. La dragona había olfateado al niño cuando llegaron y sin dudarlo los rodeo con su cuerpo para cubrirlos con su ala, Rhaenyra se sentó en el suelo con la espalda recargada en el cuerpo de Syrax. Estaban relajados, con Aegon recostado en el pecho de su madre mordiendo la cola de su peluche y ella acariciando su cabello con cariño.

—No dejaré que te hagan daño, mi dragón dorado—Aegon la miró con los ojos brillando—, te voy a proteger de todos.

Tristemente no pudo ver a Helaena otra vez. Su madre le tenía prohibido a todos llevarlo en presencia de la reina y él no se opuso, no quería volver a recordar, así que solo pasó sus días con su madre y su abuelo. Laena lo iba a visitar regularmente, siempre con un regalo nuevo, esos días eran sus favoritos porque podía ir a volar con ella y Vhagar. La falta de Sunfyre comenzaba a preocuparlo, había escuchado a su madre hablar con su abuelo de su dragón y su huevo que no eclosionaba, al parecer ningún huevo en Dragonstone había eclosionado como para decir que podía reclamar un dragón bebé. ¿Su Sunfyre no había nacido? Eso le causó dolor, quería poder ver a su dragón una vez más, pedirle disculpas.

Helaena estaba cumpliendo tres meses cuando Aegon se encontró solo en los jardines. Estaba comiendo una galleta mientras caminaba con su niñera cuando escuchó un alboroto delante de ellos. Una doncella apareció con el rostro rojo y lágrimas en sus mejillas, Aegon ladeo la cabeza dejando salir un sonido de curiosidad, pero antes de que pudiera pasar algo más la mujer habló con felicidad en su voz.

—Sir Laenor está de regreso.

¿Su papá?

¡Su papá regresó!

La galleta quedó en el olvido, deslizándose fuera de su mano hacía el suelo, y sus pies se movieron antes de que pudiera procesarlo bien. Corrió tan rápido como podía con sus piernas cortas, escuchó a las niñeras siguiéndolo, pero no se detuvo. Las lágrimas mojaron sus mejillas y un sollozo se le escapó. Por fin, por fin, su papá estaba en casa. Sus pies tropezaron y cayó al suelo, pero no se detuvo a llorar, intentó levantarse para seguir. Una de las niñeras lo alcanzó cuando lograba levantarse y lo cargó en medio de sus protestas, quería llegar a su papá.

Ahora.

—Tranquilo, príncipe, lo llevaremos con su padre—la mujer le aseguró.

Fue más rápido que si él hubiese insistido en correr, las mujeres se apresuraron por los pasillos y escaleras hasta que alcanzaron la sala del trono. Las puertas estaban abiertas y Aegon se removió en los brazos de su niñera exigiendo ser puesto en el suelo. El guardia fuera de la sala del trono les dio una mirada y sonrió girando hacia la sala para anunciar su llegada.

—El príncipe Aegon de la casa Velaryon—anunció el hombre.

Los pies de Aegon tocaron el suelo y todos giraron para verlo. Entonces lo vió. Su papá vestido con armadura. Su papá con vida. Su papá que lo miraba como si fuese un espejismo.

—¡Papá!—gritó tan alto como pudo.

Corrió hacía su padre con los brazos extendidos y Laenor no dudó en ir a su encuentro, arrodillándose para recibirlo a mitad de camino. Aegon sollozó cuando su padre lo rodeó con sus brazos y se levantó, su llanto llenó la sala y todos miraron con ternura el reencuentro de padre e hijo después de casi dos años separados. Rhaenyra, desde dónde estaba cerca del trono, sonrió con lágrimas en los ojos, feliz de ver a su esposo y su hijo juntos.

—Mira nada más cuánto has crecido—Laenor lo alejó un poco para verlo—. Te extrañe mucho, mi dragón dorado —juntó su frente con la de su hijo—, no sabes cuanto .

—Papá—Aegon balbuceó—, papá.

—Si, cariño, papá está aquí—besó su mejilla mojada—y no se irá otra vez.

Aegon sonrió y besó la mejilla de su papá antes de abrazarlo. Sus ojos buscaron a su madre, pero en su lugar encontró a Daemon Targaryen mirándolo con curiosidad. De la emoción se había olvidado que él estaría ahí. No, no, no estaba listo. Cerró los ojos con fuerza y escondió el rostro en el cuello de su padre que dejó salir una risa acariciando su espalda. Solo quería concentrarse en su padre ese día, no quería preocuparse por Daemon Targaryen.

Para su suerte su padre decidió pasar todo el día con él en su habitación, rodeados de juguetes y cariño profundo. Rhaenyra fue quién tuvo que hacer acto de presencia en la bienvenida que les hizo el rey a Laenor y Daemon, la princesa se había quejado de eso, pero fue de todos modos. Cuando Rhaenyra regresó a la habitación, casi al anochecer, se encontró a su hijo dormido en el pecho de su padre que también estaba dormido en el suelo. La joven sonrió y se acercó para cargar a su hijo que siguió dormido, incluso cuando lo puso en la cuna Aegon no se despertó, solo rodó hasta que pudo abrazar a Sunfyre y siguió durmiendo en paz.

Aegon despertó con el sonido de una discusión, su entrecejo se frunció y bostezo estirando sus brazos sobre su cabeza, con Sunfyre aún agarrado fuertemente por la oreja en su mano derecha. Abrió los ojos parpadeando para acostumbrarse a la luz del sol y sin dudarlo se levantó con ayuda de los barrotes de la cuna para ver quién lo había despertado. Sus ojos dieron con su madre y su padre, los dos tensos hablando en alto valyrio, o mejor dicho, discutiendo. Fue Laenor quién se dio cuenta que estaba despierto y dejó lo que estaba diciendo a medias para ir por él. Su padre lo levantó y besó su mejilla.

—Buenos días, príncipe, ¿dormiste bien?—Aegon descansó la cabeza en su hombro—¿Quieres ir de viaje, cariño?

—Laenor, no podemos irnos ahora—Rhaenyra se cruzó de brazos—. Otto Hightower nos está respirando en el cuello ahora que Daemon está aquí, no podemos simplemente…

—Que se jodan todos, Rhaenyra—la interrumpió Laenor y Aegon parpadeo confundido, ¿qué estaba pasando? —Acabo de regresar de la guerra, quiero pasar un tiempo en calma con mi hijo, sé que tú también quieres eso.

—Bien, le diré a padre que iremos a Dragonstone, Aegon tiene que conocer su herencia—la heredera suspiro con cansancio—. Otto puede esperar.

Oh, no, Otto no podía esperar.

Apenas Aegon tuvo la oportunidad, cuando su padre y su madre fueron llamados a una reunión del consejo, se escapó de sus niñeras. El niño fue hasta la torre de la Mano y se quedó sentado frente a su oficina esperando al hombre. Había sido toda una aventura llegar a ese lugar, pero valió la pena cuando el hombre apareció y lo miró con despreció. Él, siendo el buen actor que era, se levantó y pisó al hombre con toda la fuerza que tenía.

Otto intentó agarrarlo cuando salió corriendo, llamándolo pequeño bastardo , pero Aegon tropezó y cayó por la escalera con un grito de horror. Una sirvienta estaba caminando hacía ellos cuando vio al príncipe caer por la escalera y gritó horrorizada antes de pedir ayuda. La mujer corrió hacía el príncipe que lloraba desconsolado y lo sostuvo con cariño gritando por un maestre. Otto se quedó en el comienzo de la escalera mirando todo atónito. No tenía idea de lo que había pasado, pero no pudo reaccionar cuando dos guardias lo agarraron por los brazos y lo arrastraron por la misma escalera que el príncipe había caído.

Rhaenyra y Laenor estaban caminando hacía sus aposentos con Daemon cuando una doncella apareció corriendo con lágrimas. La mujer los miró con pánico puro en los ojos y se aferró a los brazos de la princesa pidiendo disculpas.

—El príncipe estaba dormido, princesa, me giré un segundo para acomodar su cuna y cuando quise buscarlo no lo encontré—la mujer sollozó—. Cuando lo busqué en los pasillos nadie lo había visto y…

—¿Qué pasa? ¿Dónde está mi hijo?—Rhaenyra preguntó con brusquedad sacudiendo a la mujer.

—El príncipe está en los aposentos del rey, una sirvienta dijo que lo vio caer por las escaleras en la Torre de la Mano.

Rhaenyra y Laenor se congelaron. Daemon los miró y al ver que no reaccionaban se aclaró la garganta de forma ruidosa. Laenor fue el primero en reaccionar, agarró el brazo de Rhaenyra y los dos se alejaron por el pasillo corriendo, Daemon los siguió caminando sin apuro.

Aegon estaba llorando, todo le dolía, se arrepentía de haber ideado ese plan. Mejor hubiera hecho otra cosa. El maester aún lo estaba revisando para asegurarse que no tuviera ninguna herida de gravedad y su abuelo parecía estar a punto de asesinar a alguien, pero no se movió de su lado. El maester estaba terminando de poner ungüento en sus rodillas cuando las puertas se abrieron y sus padres entraron con miradas preocupadas, él lloró más fuerte. Tenía que hacer ver que estaba realmente aterrado y traumado.

—Aegon—Rhaenyra fue la primera en llegar a su lado, empujando al maester fuera de su camino—. Oh, mi niño, mírate nada más.

Tenía un raspón en la frente, varios en sus manos, brazos, rodillas y piernas, pero por suerte no se había roto algo importante.

—El príncipe está con mucho dolor, princesa, aconsejaría no moverlo hasta que la leche de amapolas haga efecto—el maester dejó una taza en la mesita de noche—. Solo le administre un poco, lo suficiente como para calmar el dolor, al ser un niño no se le puede…

—¿Qué fue lo que pasó?—Laenor interrumpió, mirando a su hijo con preocupación.

—Es lo que trato de entender—Viserys miró a su hija y su sobrino—, la doncella que lo encontró dijo que vio a Otto tirarlo por las escaleras, pero Otto dice que solo intentaba agarrarlo para evitar que cayera.

—Quiero su cabeza—Rhaenyra demandó justo cuando Daemon llegó, el príncipe levantó una ceja al escucharla—, mira lo que le hizo a mi niño.

—¿Cómo demonios Aegon llegó a la Torre de la Mano sin que alguien lo viera?— Las ventajas de ser chiquito, pensó Aegon, aún llorando. —Alguien tuvo que llevarlo.

Daemon miró a los presentes, pero sobre todo al niño que se aferraba al dedo de su madre y lloraba sin consuelo. El niño dejó de llorar poco a poco, al parecer la leche de amapolas le estaba haciendo efecto y eso alivió el corazón de sus padres que se quedaron a su lado hasta que se quedó dormido. Laenor se quedó con el niño mientras Rhaenyra acosaba a su padre para que matara a Otto, Daemon se quedó con Laenor y el niño, estudiandolos a ambos.

—Tiene pulmones fuertes—comentó el mayor mirando al niño.

—No tienes idea—Laenor acarició el cabello oscuro de su hijo—, solía gritar con todo lo que tenía cuando no le prestaban atención.

Aegon despertó adolorido y maldijo a todos los dioses que conocía. Se sentía estúpido por haberse tirado por las escaleras, pero al menos había funcionado porque escuchó que Otto había sido exiliado, pero su madre se había molestado con el rey por no mandarlo a matar así que empacó sus cosas y apenas el maester le dió permiso de volar se lo llevó a Dragonstone. Fue casi una semana después y tanto Daemon como su tía Laena fueron con ellos. Aegon no se quejó porque eso solo significaba que podía molestar a Daemon y tener más dragones para volar.

El frío de Dragonstone le recordaba a Driftmark y Aegon disfruto la playa como nunca antes. Sus pies en la arena húmeda le daba paz, el sonido de su maraca siendo agitada en compás con las olas que chocaban con las piedras de la costa era música para sus oídos. Fue en uno de sus viajes a la playa que pudo, por fin, estar a solas con Daemon. Sus padres habían ido a ver huevos de dragón para él y su tía estaba visitando Dragonmont así que solo Daemon podía cuidarlo. El hombre mantuvo su distancia y Aegon lo agradece porque estar cerca de él era demasiado.

—¿Qué haces pequeña bestia?—Daemon se acercó para ver qué estaba haciendo, un agujero en la arena. —¿Qué es eso?

—Mal—balbuceó Aegon sin prestarle atención.

—¿Mal?

—Mal—repitió el niño.

—¿Mal?

—¡Mal!—gritó lanzándole su dragón de madera en la pierna.

—Quiere decir mar—Laena se acercó a ellos con una sonrisa de diversión—, juega a eso todo el tiempo.

Aegon sonrió a su tía como un ángel inocente y se levantó para correr hacía ella, pisando a Daemon en el camino.

—¡Lala!—gritó extendiendo sus brazos.

—Hola, mi amor—Laena lo cargó y sacudió su maraca—, mira lo que encontré.

El niño aceptó su juguete y lo sacudió con fuerza, si casi le pega a Daemon en la cara nadie podía decir que no fue por accidente.

Se pasó la tarde con su tía y Daemon, haciéndole la vida imposible al mayor que lo miraba con desprecio, pero al escuchar de todos sus crímenes contra Otto la mirada cambió a una de orgullo y entonces Aegon se encontró bajó el brazo de Daemon Targaryen que lo cargaba como si fuera un balón. En su tercer día en Dragonstone lo llevaron a ver los huevos, pero no sintió conexión con ninguno así que los ignoró. En el cuarto día estaba corriendo a los pies de Dragonmont, el sol ya estaba cayendo del cielo, sus padres lo seguían entre risas porque estás ganando la carrera, corazón .

Estaba feliz, con el viento sacudiendo su cabello, tan concentrado en el juego que no se dio cuenta del peligro que se acercaba. Sus ojos se abrieron con sorpresa y un gritó se le escapó al ver la enorme bestia negra que salía de Dragonmont. Todo se detuvo entonces, él cayó sobre su trasero y sus padres se congelaron en su lugar para no alterar al dragón que los miraba como si fueran su próxima cena. Aegon sintió el miedo en todo su cuerpo y gritó llamando por sus padres, pero Laenor le gritó que no se moviera. ¿Qué no se moviera? ¿Cómo no iba a moverse cuando esa bestia se le acercaba con ganas de comérselo? Gritó con desesperación intentando levantarse, pero el dragón rugió y él se congeló al sentir la respiración cálida en su nuca. 

Ay, por los dioses, le voy a fallar a la abuela Aemma porque un maldito dragón me va a comer vivo . Aegon cerró los ojos con fuerza y pensó que era irónico porque él había hecho que Sunfyre se comiera a Rhaenyra frente a su hijo y ahora él moriría de esa forma, pero ella lo tendría que ver.

El suelo tembló bajo sus manos y la cabeza del dragón apareció en su derecha, la bestia lo miró con su ojo verde y él contuvo la respiración. Aegon se sentó para ver bien al dragón y entonces lo sintió, el calor que lo rodeaba de forma placentera. Con cuidado estiró una mano y tocó las escamas negras, el calor incrementó y el dragón rugió hacía el cielo, en la distancia otros dragones respondieron a su rugido y en la fosa de King’s Landing un huevo eclosionó y de el nació un dragón dorado.

Chapter 9: EL AZUL DE TUS OJOS

Summary:

En donde regresan a casa, Aegon se reencuentra con Sunfyre, se convierte en el jinete de dragón más joven de la casa y conoce a Aemond por segunda vez.

Chapter Text

Aegon concluyó que adoraba a Caníbal. La bestia negra que se tiraba bajo el sol en la playa y le dejaba sentarse frente a él era inofensiva a sus ojos. Sus padres estaban preocupados, él los había escuchado hablar sobre eso, dijeron que Caníbal era un peligro y que no podían dejarlo estar con él, pero el dragón no se fue. Le prohibieron salir durante tres días para esperar que se fuera , pero el dragón dormía y comía fuera de la fortaleza, como si esperase por él. Por eso se escapó en la cuarta noche y se tiró a dormir acurrucado bajo el ala del dragón. Después de ser encontrado por sus padres y sus tíos en la mañana, dormido junto a Caníbal, le dejaron acercarse al dragón sin problema.

A él le gustaba sentarse frente al dragón y tocar sus escamas calientes, Caníbal siempre dejaba salir humo contra su rostro para hacerlo reír y él en cambio pasaba horas acariciándolo y hablando . Los cuidadores eran quienes alimentaban al dragón porque al menos lograron hacer que comiera otra cosa que no fueran dragones o huevos de dragón . Su madre mandó una carta a King’s Landing anunciando el evento para que se preparasen. Laena se ofreció a acompañarlos de regreso para neutralizar al dragón de ser necesario, Daemon se ofendió porque Caraxes es suficiente , pero la verdad era que necesitaban a Vhagar. Caníbal era del tamaño de la dragona, Aegon lo confirmó cuando esta se acercó de más y el dragón le rugió en la cara sin temor alguno. Ver a ambas bestias rugiendo a punto de empezar una pelea fue aterrador y emocionante. Caraxes no le tenía miedo a ninguno de los dos, pero aún así no era suficiente para someter a Caníbal si era necesario.

—Íbal—Aegon señaló al dragón que descansaba a los pies de Dragonmont—, papá.

—Si, cariño, Caníbal—Laenor le sonrió a su hijo y besó su mejilla—. Él irá detrás de nosotros, ¿bien?

Aegon inclinó la cabeza a la derecha y fingió que lo pensaba por un segundo haciendo reír a su padre. Finalmente asintió y sacudió su maraca llamando la atención del dragón que levantó la cabeza para verlo.

—¡Moke!—Aegon gritó, sus ojos yendo al dragón que se acercaba—¡Moke, papá!—Laenor también giró la cabeza para ver a su dragón—¡Olar!

—¿Quieres volar con Seasmoke?—Aegon asintió con emoción.

—¡Aegon, papá, olvar…uh…moke!—exclamó.

—Si, Aegon y papá van a volar con Seasmoke.

Su maraca fue guardada en una bolsa al costado de la montura de Seasmoke que apenas se acercaron lo olfateo haciéndolo reír. Su madre decía que los dragones lo olfateaban tanto porque olía a un dragón de verdad. Estar sobre Seasmoke con su padre una vez más era increíble, ya no necesitaba ir amarrado a su pecho así que su padre ató la tela en la silla y sus brazos como seguridad extra.

—¡Estámos listos!—Laenor le gritó a Rhaenyra que esperaba por ellos sobre Syrax.

Los dragones alzaron el vuelo, Syrax y Seasmoke adelante, Caníbal en medio, y Vhagar y Caraxes detrás. Aegon gritó emocionado, el aire le ponía las mejillas y la nariz rojas, pero ya estaba más que acostumbrado a ello. El vuelo, una vez más, fue corto. Syrax y Seasmoke aterrizaron en la fosa cuando el sol comenzaba a ocultarse, detrás de ellos Caraxes aterrizó y los cuidadores tuvieron que apresurarse a liberar el patio antes de que Caníbal decidiera aterrizar sobre todos. Vhagar siguió su vuelo hasta pasar de la fosa por completo, la dragona solía quedarse en el patio cuando Laena visitaba, pero con Caníbal ahí, no había forma de meter a ambos dragones en un solo lugar sin tirar las paredes abajo.

Los ojos de Aegon se abrieron con asombro al ver como Caníbal aterriza rugiendo a los cuidadores que se alejaron aterrorizados. No fue hasta ese momento que cayó en cuenta de algo. Había reclamado a Caníbal. O más bien, Caníbal lo reclamó. ¿Qué pasaría con Sunfyre ahora? ¿No iba a nacer? Un nudo se formó en su garganta, pero se lo tragó cuando escuchó a su madre hablando con los cuidadores y logró escuchar algo que le llamó la atención.

Un dragón dorado, princesa, del huevo que usted había escogido para el príncipe Baelon —le dijo el cuidador.

Aegon vió a su madre tensarse. ¿Quién era Baelon? ¿Su madre había escogido un huevo para él? ¿Sería un pariente que no conoció?

Quiero verlo —pidió su madre y él, siendo el chismoso que era, dejó salir un sonido de disgusto cuando la vio alejarse—. Laenor, lleva a Aegon para que tome su siesta.

No quería dormir, quería ver a Sunfyre.

—¡Sun!—gritó desesperado al sentir como su padre comenzaba a caminar—¡Sun!

Caníbal rugió y todos se detuvieron, temiendo enojar al dragón.

—¡Sun!—su garganta dolió, pero no se detuvo, necesitaba verlo—¡Sun!

Hubo un chillido y entonces un pequeño dragón dorado apareció seguido de dos cuidadores que intentaban atraparlo. Sus ojos se abrieron con sorpresa y lágrimas bajaron por sus mejillas al verlo otra vez. Sunfyre estaba ahí, pequeño, pero era él. El dragón voló directamente hacía él y Aegon estiró sus brazos tratando de agarrarlo. Nadie se movió, todos observaron con atención y respiraciones contenidas como el dragón se posaba en el hombro de Laenor para dejar que Aegon lo acariciara. Aegon lloró de felicidad y tristeza. Tenía a Sunfyre, estaba ahí con él, pero no era suyo.

Lo más seguro era que lo reservaran para Aemond, era lo correcto, pero su corazón dolía al pensar en eso. Él quería a su Sunfyre, quería tenerlo con él, quería volver a volar con él. Un sollozo se le escapó cuando el dragón se deslizó fuera de su agarré y voló lejos de él. Caníbal dejó salir un bufido, pero dejó que el dragón más pequeño se posara en su cabeza.

Lo siento, viejo amigo, tengo que dejarte ir.

Aegon ocultó el rostro en el hombro de su padre y siguió llorando. Lloró todo el camino hacía la fortaleza e incluso cuando su abuelo intentó animarlo, quería estar solo, no quería ver a nadie. Para su suerte su cuerpo de niño no resistía mucho y quedó rendido en los brazos de su madre después de un baño con agua tibia. Esa noche soñó con escamas doradas y el sol brillando sobre su cabeza.

A la mañana siguiente su abuelo organizó un almuerzo para celebrar que había reclamado un dragón, toda su familia no dudó en presumir que con apenas dos veranos ya tenía un dragón tan grande. Él no se quejó por la atención, la aceptó como el príncipe mimado que era, pero cuando Daemon lo llamó mimado le lanzó su maraca con todas sus fuerzas. El objeto lo golpeó en el hombro y el hombre se tuvo que tragar su exclamación de dolor, pero Aegon notó que si le había dolido.

—Esa pequeña bestia es una amenaza cuando tiene algo en la mano—le dijo Daemon a su hermano.

—Solo le gusta tirar cosas—Viserys sacudió una mano—, es un niño—Aegon sonrió con inocencia y sacudió su maraca frente al rostro de su abuelo que le regresó la sonrisa. —¿Quieres una galleta, cariño?

—¡Sí!—exclamó con emoción.

Daemon puso los ojos en blanco y dio un paso hacía atrás cuando la maraca se acercó demasiado a su rostro.

—Pequeño manipulador—murmuró viendo como su hermano se alejaba con el niño en brazos.

Niño que lo miró y le mostró la lengua por sobre el hombro de su abuelo.

La tragedia sucedió cuando Aegon cumplió su tercer verano, después que escapó de la fortaleza y trepó en la nueva montura de Caníbal para volar con él por primera vez. Sus padres casi lo matan cuando regresó, pero se mostraron orgullosos, aún así lo castigaron por irresponsable y por darles el susto de su vida. Su abuelo regañó a los cuidadores y despidió a los guardias por no haber notado su escape. Su tía Lala iba a casarse con Daemon, o eso quería, pero esa no era la tragedia. No, la tragedia era otra que lo dejó con la sangre helada.

—La reina tuvo un niño, princesa—anunció una doncella.

Un niño.

Aemond.

¿Aemond?

Sus juguetes perdieron importancia en cuanto escuchó aquello, sus ojos fueron a su madre que tenía los labios apretados y los hombros tensos. Su padre estaba de pie cerca de la puerta y levantó una ceja al escuchar la noticia. Minutos después se encontró en brazos de su padre yendo a la habitación de la reina escuchando a su madre quejarse y decir que sí hace a nuestro hijo llorar otra vez voy a golpearla sin importar que acaba de dar a luz . Aegon arrugó la nariz al escuchar eso. Al menos sabía que su mamá era capaz hasta de matar a alguien por él.

En la habitación ya estaba el rey que era quién sostenía el bulto de mantas. Alicent estaba sentada en la cama sonriendo, claramente orgullosa de haberle dado un hijo al rey, y Aegon se sintió mal. Daba por sentado que ella no se había sentido así cuando él nació, pero ¿qué pasaba con Hela? ¿Se sentía decepcionada de dar a luz a una niña? ¿La iba a querer?

—Aegon, conoce a tu tío—Viserys se acercó con una sonrisa que Aegon sabía no iba a durar mucho tiempo—. Dile hola a tu tío Aemond.

Aegon lo vió, dormido, con el cabello blanco y tan pequeño como Helaena había sido. Lágrimas hicieron que sus ojos picaran, pero peleó con ellas, no iba a ponerse a llorar frente a todos sin razón alguna. Estiró una mano con cuidado y acarició la mejilla de Aemond con un dedo. El bebé se removió, inclinándose hacía el contacto, y abrió sus ojitos revelando los ojos más azules que Aegon jamás había visto. Aegon jadeo de sorpresa y retiró su mano como si lo hubieran quemado, pero Aemond siguió mirándolo.

—Mond—dijo levantando la mirada para ver a su padre—, papá, shío Mond—señaló al bebé.

—Mmh, tío Aemond—Laenor besó su frente.

—¿Shía Ela?—preguntó ahora mirando a su abuelo.

—Tía Hela está descansando, cariño, puedes jugar con ella después—su abuelo le sonrió.

Sonrió satisfecho y miró a su madre que lo miraba con cariño desmesurado. Ah, cuánto amaba esa mirada.

Ese día ni Alicent ni Otto lo intimidaron, estuvo feliz, más feliz de lo que se hubiera imaginado. Solo faltaba que nacieran Daeron y sus nuevos hermanos. Lo único que mató su felicidad salió de la boca de su propio abuelo. El muy traidor, Aegon quería pegarle, anunció que cuando Aemond tuviera la edad necesaria dejarían que reclamase a Sunfyre.

Incluso en esa vida lo traicionaba.

—Sunsun—Aegon le dijo a su madre con ojos tristes.

Quería que su madre lo impidiera, él quería a Sunfyre, pero sabía que era imposible.

No te preocupes, cariño, está bien —su madre besó su frente.

Aegon no se dio cuenta de la mirada que sus padres compartieron, no se dio cuenta que ellos estaban armando un plan en silencio para que su hijo fuera feliz sin importar qué.

Cuando Helaena por fin despertó de su siesta dejaron que Aegon jugase con ella. La niña apenas tenía un verano, pero jugó con su sobrino de tres sin problema. La risa de ambos niños llenó la sala de juego y contagió a sus cuidadoras que se unieron al juego corriendo con ellos y moviendo dragones de madera por los aires. Desde entonces Aegon iba a jugar con Helaena casi todas las tardes bajo la vigilancia de al menos cinco mujeres y de vez en cuando su madre o Alicent.

—¡Lala!—Aegon gritó emocionado al ver a su tía favorita.

—¡Mi niño!—Laena lo cargó para llenar su rostro de besos—¡Que grande estás!

—Amo…Lala—Aegon besó la mejilla de su tía.

—Tu tía Lala también te ama, cielo—Laena besó su mejilla repetidas veces haciéndolo reír.

Su familia había viajado para celebrar el nacimiento de Aemond, el primer hijo varón del rey, el niño que habían estado esperando por mucho tiempo. La llegada de su hermano, tío, había sido agridulce. Por un lado estaba feliz de verlo otra vez, pero no podía evitar sentirse triste. Iba a perder a Sunfyre y de seguro sería forzado a tener una rivalidad con él por el trono. ¿Por qué no podían simplemente aceptar que su madre era la heredera y listo? Malditas sanguijuelas.

—Mira que guapo te ves, mi vida—Rhaenys se acercó a ellos y, prácticamente, lo arrebató de los brazos de su hija—, te extrañe mucho.

—Abu Nys—Aegon se rio abrazándola.

—Madre, no deberías ser así con tu propia hija—Laena negó con la cabeza.

—Lo ves más seguido que yo, hija, ¿por qué no vas a saludar a tu hermano?—la mayor miró a su hija que puso los ojos en blanco.

—Increíble, ni fuiste a saludar a tu hijo—Laena miró a Aegon—, ¿escuchas eso?

Aegon arrugó la nariz riendo.

—Anda, ve a saludar—la menor se alejó murmurando quejas—. Tu tía no aprende que para un abuelo no hay nada más importante que sus nietos.

Él sabía eso y no lo había aprendido por las buenas.

—¿Abu Lys?—preguntó mirando a todos lados en busca de su abuelo.

—Tu abuelo tuvo un viaje de último minuto, cielo, vendrá otro día a verte—un puchero se formó en su rostro—. Prometo que lo traeré sobre Meleys de ser necesario—eso le hizo sonreír—, lo ataré a la silla.

Los dos rieron imaginando al gran Corlys Velaryon atado a la silla de Meleys, aterrorizado por la hazaña de su esposa mientras volaban sobre el mar.

—¿De qué ríen ustedes dos?—Viserys se acercó a ellos.

Chismoso , pensó Aegon. No era como si él mismo no fuese un chismoso, para nada.

—Edeto—dijo él poniendo un dedo contra sus labios.

—¿Un secreto?—asintió.

—¡Eta!—gritó él de repente llamando la atención de varios. —Abu…egg…eta.

Aegon luchaba con las palabras, cada vez que intentaba hablar se trababa, pero los maesters decían que tenía un vocabulario avanzado para su edad así que no se apresuraba por hablar perfectamente.

Se sacudió en los brazos de su abuela hasta que lo puso en el suelo y pudo correr hacía la mesa de dulces dónde estaba Daemon Targaryen agarrando algo que él no podía ver. Su maraca se sacudió con cada uno de sus pasos y Daemon apenas pudo registrar su presencia antes de ser pisado y golpeado con la maraca. Aegon lo miró con inocencia y sacudió su juguete favorito estirando los brazos en un gesto que todos conocían como cargame .

—Niño… malcriado —Daemon gruñó mirándolo mal.

—Iba—gritó Aegon comenzando a frustrarse. —¡Shío Iba!

Daemon no tuvo de otra más que cargarlo porque todos estaban viéndolos . Aegon se acomodo en los brazos de su tío y estiró una mano hacía la mesa, en dirección de sus galletas favoritas, las que sabía estaban ahí para él.

—Eta, shío, egg…eta—dijo mirando a Daemon y después el plato de galletas.

—¿Quieres una?— no, solo quería balbucear como menso.

—Egg…eta—repitió en lugar de gritar y pegarle.

Por fin, Daemon agarró una galleta y se la dió, él la recibió con gusto y se la llevó a la boca para darle una mordida. Estaba justo como le gustaba, crujiente en el borde y suavecita en el centro, con la cantidad correcta de miel y fresas. Estaba saboreando el cielo en la tierra cuando Daemon intentó ponerlo en el piso. Dejó salir un sonido de protesta y sacudió su maraca con agresividad.

—Demo…uh…shío—arrugó la nariz, aún no encontraba un apodo sencillo para Daemon—. ¿Eta?

Estiró la galleta hacía su tío, pero él negó con la cabeza, claramente disgustado por la galleta babeada. Bah, su abuelo se las comía sin problema cuando él las babeaba. Hablando de su abuelo, el hombre se estaba acercando a ellos con su madre.

—Mamá, abu—los saludó sacudiendo su maraca y una sonrisa llena de galleta.

—¿Te diviertes con el tío Daemon?—Rhaenyra estiró una mano para limpiar las migajas de su mejilla.

—De…aem…o…— maldición, ¿por qué no podía decir el nombre?

—¿Te gusta el tío Daemon?—Viserys preguntó con un tono de burla.

¿Le gustaba el tío Daemon?

Aegon miró al hombre que lo miraba con una ceja levantada. Daemon abrió la boca para hablar y antes de pensarlo bien Aegon le metió la galleta en la boca a la fuerza.

—Eta, shío.

Algunos a su alrededor rieron con la escena, pero con una sola mirada de Daemon se tragaron las risas, las únicas que siguieron riendo fueron Laena y Rhaenys, aunque la segunda lo ocultaba mejor que la primera.

—Aegon, te he dicho que no hagas eso—su madre lo regañó y lo quitó de los brazos de Daemon—. Discúlpate con tu tío.

—Solo estaba jugando, cariño, ya sabes que le gusta compartir su comida—Viserys limpio la mejilla de su nieto sonriendo con complicidad.

—Es un mimado que acabará con nosotros si siguen así—Daemon tiró los restos de la galleta al suelo y se limpió con la manga de su camisa.

—¡No!—Aegon gritó.

Su mamá podía llamarlo mimado, su papá también, su tía Lala, y sus abuelos, pero ellos lo decían con cariño y seguían consintiendolo. Daemon lo decía de mala forma. No le gustaba que él lo llamase mimado.

Trató de tirarle la maraca, pero su madre se la quitó antes de que pudiera hacerlo. Rhaenyra le dio una mirada de disculpa a su tío y se dio la vuelta para llevarse a su hijo antes de que lo agrediera nuevamente. Aegon miró mal a Daemon sobre el hombro de su madre. Algún día iba a lograr tirarle la maraca en la cara. Algún día .

Chapter 10: COMO EL ORO Y LA SANGRE

Summary:

En donde Aegon recolecta flores, adopta a sir Harrold como su abuelo, acusa a Daemon, lo ataca y hace la paz con él.

Chapter Text

Caníbal cruzó la ciudad oscureciendo el suelo a su paso, sobre el dragón que aterrorizaba a la ciudad entera iba el joven príncipe Aegon. El niño de tres veranos, casi cuatro, iba riendo sobre el dragón que volaba con calma. Sus padres habían ordenado la confección de una montura lo más pronto posible para el dragón y, milagrosamente, lograron hacerla en poco tiempo para que pudiera volar tranquilo sin preocupar a sus padres. Otro milagro fue que Caníbal se dejó poner la montura, aunque apenas terminaron intentó comerse a dos de los cuidadores que estaban más cerca. Aegon no iba a negar que se había reído y hasta aplaudió al ver como todos se alejaban del dragón que intentaba comérselos.

Su mamá le dio una lección sobre lo importante que era mantener a su dragón bajo control y desde ese día ella misma lo llevaba a la fosa para darle clases de jinete de dragón. El valyrio todavía se le enredaba en la lengua, pero Caníbal parecía entender sus órdenes porque casi siempre las seguía. Había visto a Sunfyre en varias ocasiones, casi siempre su madre lo llevaba al hombro durante sus clases en la fosa, incluso le explicó que el huevo de Sunfyre era de su difunto hermano Baelon. Eso lo puso a pensar porque en su vida pasada Sunfyre nació en Dragonstone, ¿había cambiado eso?

Estaban volando sobre el mar cuando escuchó el rugido de un dragón que él conocía muy bien. Caníbal rugió y giró a la derecha para evitar a otro dragón que pasaba cerca de ellos, Aegon se aferró a la silla y gritó asustado. Maldito Daemon, ¿qué no veía que estaba chiquito? ¿Cómo iba a darle tremendo susto? Se iba a divertir diciéndole a su abuelo y viendo como regañaba al muy graciosito. Caníbal gruñó disgustado y siguió su vuelo con calma descendiendo hasta que su cola podía arrastrarse en el agua. Volaron un poco más con Daemon y Caraxes dándoles vueltas, Aegon le hubiera tirado a Caníbal encima, pero sabía que su dragón tenía mal temperamento y no quería causar un accidente.

Aterrizaron en la fosa uno después del otro. Primero aterrizó Caraxes y después Caníbal. Aegon se agarró de la cuerda que colgaba de la silla y se deslizó por el ala de su dragón entre risas, siempre le parecía divertido hacer eso. Apenas sus pies tocaron el suelo corrió hacía donde Daemon hablaba con los cuidadores, sin cuidado se estrelló con las piernas de su tío y lo miró con inocencia cuando este bajó la cabeza para verlo.

—Mi príncipe, la princesa me pidió llevar al príncipe Aegon de regreso—Sir Criston se acercó a ellos.

—¡Shío Mon!—Aegon estiró su mano y agarró la de Daemon señalando los caballos con la otra—¡Abalo!

Daemon lo miró por varios segundos, considerando lo que le estaba pidiendo. ¿Se negaba y lo hacía llorar como el mimado que era? ¿O lo llevaba y se ganaba el favor de su hermano complaciendo al mimado?

—Llevaré al príncipe yo mismo—terminó accediendo—, no se preocupe por eso sir Crispín.

—¡Tison!—Aegon exclamó sacudiendo una mano como despedida al caballero.

Criston los observó alejarse y sacudió una mano como despedida al niño que aún se despedía. En esa vida Criston le parecía de lo más tranquilo, siempre siguiendo a su madre o a él, incluso cuando hacía travesuras o cosas que no debía estar haciendo. Todavía no entendía cómo se había convertido en el perro de su madre en su vida pasada. Cosas que nunca tendrán sentido para él.

Cabalgó con Daemon de regreso a la fortaleza, sus ojos cerrándose por sí mismos en el camino. Estaba cansado, se estaba saltando la hora de su siesta, tanto que ni se dio cuenta que llegaron hasta que Daemon intentó ponerlo en el suelo. Fue más instinto que nada, pero no se negó. Sus brazos rodearon el cuello de su tío y dejó salir una protesta para que no lo pusiera en el suelo. Sin poder quitárselo de encima Daemon se resignó a cargarlo, dejando que se acurrucara en su hombro a dormir a gusto. Los guardias y los sirvientes que se cruzaron en su camino los miraban, las mujeres riendo entre susurros mientras comentaban lo encantador que se veía el príncipe cargando a un niño. Aegon bostezó enterrando su rostro en el cuello de su tío, su mano cayendo sin fuerza a su costado, estaba más dormido que despierto cuando escuchó la voz que había estado esperando escuchar hace días.

—Daemon.

—Lord Corlys.

En un segundo, como si no hubiera estado más dormido que despierto, Aegon levantó la cabeza. Daemon tuvo que agarrarlo por la espalda para que no se cayera por la rapidez de sus movimientos, Aegon ni se detuvo a verlo, su atención ya estaba en su abuelo.

—¡Abu!—gritó estirando los brazos hacía él con desesperación.

Corlys dejó salir una risa y lo agarró dejando que se aferrara a él entre lágrimas y exclamaciones de felicidad.

—¿Estabas volando con el tío Daemon?—Aegon asintió balbuceando. —Yo también te extrañé, cariño.

Así como se le fue el sueño por completo. Su abuelo lo cargó el resto del camino a los jardines donde, al parecer, se había reunido la familia. En el jardín estaban sus abuelos Rhaenys y Viserys, sus padres, su tía Lala, Alicent con Aemond en sus brazos, y Helaena. Ver a la última le hizo sonreír más grande todavía porque Helaena estaba cómoda en los brazos de Rhaenyra comiendo una fresa de la mano de la heredera mientras ella hablaba con Laena.

—¡Papá, abu Lys!—exclamó llamando la atención de todos.

—Parece que encontraste a tu abuelo, cariño—Laenor le sonrió cuando lo vio.

—Me encontró mientras babeaba el hombro de su tío—Corlys le lanzó una mirada a Daemon cuando pasó junto a ellos.

—¿Tienes sueño, mi pedazo de cielo ?—Rhaenyra se levantó acomodando a Helaena en sus brazos.

—¡No!—Aegon gritó aferrándose a su abuelo—¡Abu!

Todos, casi, rieron de sus acciones. Aegon se mantuvo en brazos de su abuelo hasta que este se cansó de cargarlo y tuvo que ponerlo en el suelo por órdenes de su esposa porque ya no puedes estar cargando niños por todos lados, menos uno tan grande como nuestro niño . Aunque poner a Aegon en el suelo fue un grave error, sobre todo cuando su madre le entregó su preciada maraca.

Cuando Aegon estaba en el suelo corriendo por todos lados sacudiendo su maraca Helaena también quiso ir al suelo así que una de las doncellas de Rhaenyra tuvo que hacer de niñera para que no se lastimaran jugando. Las risas de los dos y el sonido de la maraca llenaba el aire mientras los adultos hablaban tratando de ignorar el ambiente tenso entre ellos. Helaena apenas y podía mantener el paso a Aegon que era mucho más grande que ella así que decidieron sentarse bajó la sombra de un árbol a ver la mariposa que pasaba volando por el jardín. Antes siempre había muchas, pero ahora solo había una.

Daeron.

Pronto, hermano, pronto nos veremos de nuevo .

La mariposa se fue y Aegon se levantó dejando a Helaena con la niñera que la entretenía. Con cuidado se acercó a un arbusto y sacó varias flores, poniéndolas en el suelo para sacar más, una vez tuvo la cantidad correcta las tomó todas en una mano. Regresó con su tía y la niñera que le sonrió al verlo con las flores. Dejó una flor frente a Helaena y le dio otra a la mujer que le agradeció con la promesa de una galleta. Siguió su camino hacía donde estaba su familia y se movió por cada uno entregando flores. Su abuelo Viserys, Corlys, Rhaenys, su tía Laena, Daemon, Aemond, Alicent, sus padres, incluso le dio flores a los capas blancas que las aceptaron sin protesta.

—Nuestro niño crece para ser todo un caballero—comentó Rhaenyra viendo como sir Harrold cargaba a Aegon de cabeza haciéndole reír.

Aegon adoraba a los capas blancas, cada uno de ellos era parte de los que no dudaban en cumplir sus caprichos, sobre todo sir Harrold y sir Criston. El primero porque cuidaba a su madre como a una hija y por lo tanto a él como a un nieto, y el segundo porque pasaba demasiado tiempo con él y tuvo que acostumbrarse. Sir Harrold lo alzó en el aire y él gritó emocionado.

—¡Mamá!—Aegon exclamó cuando lo dejaron en el suelo—¡Mida!

Solo bastó aquel grito para que llenaran una mesa de comida. Alicent se excusó para poner a sus hijos a dormir, cosa que puso triste a Aegon porque él quería seguir jugando con su tía Ela , pero su madre le aseguró que después podían ir a verla. Comió sentado con su abuelo Corlys, metiendo a su boca todo lo que le pusieran en el plato como el niño bueno que era. Era tan bueno que hasta le compartió su comida a su abuelos, abuelos que no podían negarse a la comida babeada.

—Así que encontraste a Aegon en la fosa—Viserys comentó en medio de la comida.

—Lo encontré volando sobre el mar—corrigió Daemon.

—Abu, ibal y axes—Aegon subió sus manos e hizo la dramática explicación de un choque.

Su abuelo levantó una ceja y todos giraron a mirar a Daemon que puso los ojos en blanco.

—No fue un choque, solo volé a su lado—el mayor agarró su copa y le dio un trago.

—Uh, huh—Aegon volvió a hacer la demostración—. Ibal, axes…

—Tío…—Rhaenyra comenzó con los dientes apretados—le pediré que no vuelva a hacerlo, Aegon puede montar a Caníbal, pero es un niño apenas—se relajó a medida que hablaba—. Aún está aprendiendo a ser jinete de dragón, no es bueno que pase por esos sustos.

¡Ja! ¡En tu cara!

—Lo mimas demasiado, ya tiene un dragón, debe aprender lo que es ser un jinete de verdad—Daemon levantó una ceja hacia su sobrina.

¡Mimado tu cola!

Aegon agarró su maraca y antes de que alguien pudiera reaccionar la lanzó con fuerza hacía Daemon. El objeto chocó con la frente del príncipe que se levantó de inmediato al sentir el impacto.

—¡Aegon!—su madre lo regañó levantándose también.

Laena escupió su jugo hacía un lado y comenzó a toser entre risas. Su papá estuvo a su lado en un segundo y lo levantó, para añadirle más fuego al asunto pataleo dejando que las lágrimas falsas salieran.

—Daemon, te he dicho que no llames a mi nieto un mimado, sabes que no le gusta—Viserys se levantó mirando mal a su hermano—. Deberías disculparte.

—Tu nieto es una pequeña bestia mimada—Daemon agarró la maraca y la apretó en su mano.

Oh, no, no, no.

Aegon gritó, sus manos estirandas hacía Daemon, hacía la maraca. Su madre al ver su desesperación se acercó a Daemon.

—Tío, lo siento mucho, prometo que no volverá a pasar—sus ojos bajaron al juguete favorito de su hijo—. ¿Puede regresarlo?

Daemon miró a su sobrina y luego al juguete. ¿Debía regresarlo? Quizás, pero primero iba a causar un poco de caos.

Sin decir nada Daemon se dio la vuelta y regresó al interior de la fortaleza. Al ver como su juguete favorito se iba Aegon gritó y las lágrimas dejaron de ser falsas. Su padre intentó calmarlo, pero no lo logró. Aegon lloró todo el camino a su habitación, su madre y Laena habían ido a buscar a Daemon para recuperar la maraca, pero ninguna aparecía y Aegon se desesperaba cada segundo más. ¿Y si Daemon la tiraba? No quería perderla, ya tenía planes de educar a Jacaerys para que la usara como arma de defensa y manipulación.

La noche llegó y con ella una Rhaenyra molesta, la mujer no dejaba de caminar de un lado a otro, meciendo a su hijo que se rehusaba a dormir, mientras insultaba a Daemon sin insultos verdaderos. Al parecer no habían podido encontrarlo y eso puso de mal humor a Aegon. Rechazó la leche tibia, hasta la galleta, que le ofrecieron y se dedicó a mirar a todos con el entrecejo fruncido y un puchero permanente en el rostro. Al final pretendió quedarse dormido en medio de sus padres que si se quedaron dormidos . Tras confirmar que estaban dormidos se escapó con su fiel acompañante, su peluche de Sunfyre. Afuera estaba Criston que lo miró por un segundo analizando lo que estaba viendo, ese segundo fue suficiente para que Aegon comenzará a correr por el pasillo huyendo.

—¡Príncipe!—gritó el caballero corriendo detrás de él.

Corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron, tristemente no llegó muy lejos porque sir Arryk apareció en una esquina y se tropezó con el caballero. Se miraron por un segundo esperando a que Criston los alcanzara.

—Príncipe, no puede hacer eso—Criston lo levantó del suelo.

—Deberías avisar a la princesa—sir Arryk apartó la mirada y continuó su camino.

Criston suspiro y se giró para regresar a la habitación y dar aviso de su escapada, pero pasos acercándose por el pasillo lo detuvieron. Aegon se asomó por el final del pasillo y sus ojos se abrieron al ver que era Daemon quién se acercaba.

—¡Mon!—gritó sacudiendo a Sunfyre en el aire.

—¿Qué demonios haces despierto?—Daemon frunció el entrecejo al verlo en brazos de Criston.

—Príncipe—Criston hizo una reverencia—, el joven príncipe escapó, estaba por…

—Si, cómo sea—Daemon siguió su camino.

Aegon se sacudió en los brazos de Criston hasta que lo puso en el suelo, sin pensarlo corrió tras Daemon llamando por él. Maldito, ¿por qué lo ignoraba? Solo quería recuperar su juguete. Daemon por fin se detuvo al inicio de las escaleras, sus ojos yendo al niño que se detuvo a su lado y al caballero que los seguía. Aegon levantó los brazos hacía su tío con los ojos llenos de inocencia y sueño.

—Maldito niño—Daemon se agachó para estar a su altura.

Podía lanzarlo de ahí, su abuelo no lo culparía, de seguro solo diría que fue un accidente.

—Mío—señaló su maraca en el cinturón de su tío—, fe Egg.

—¿Es tuyo?— no, era de Vhagar —¿Lo quieres?

—Abod—suplicó, ya se estaba cansando.

Daemon agarró la maraca y se la extendió. Aegon la agarró, pero Daemon no la soltó. Se miraron por varios segundos hasta que Aegon hizo algo que solo había hecho una vez, mordió a su tío. Solo fue una mordida inofensiva, pero Criston tuvo que agarrarlo para evitar que Daemon lo lanzara por la escalera para desquitarse, uno nunca sabía con esa gente.

Maldita bestia… —Daemon apretó los dientes mirando mal a su sobrino que apretaba sus juguetes a su pecho mientras Criston lo alejaba. —Déjalo, yo me encargaré de él.

—La princesa…

—Yo le explico a mi sobrina lo que pasó—Daemon se levantó sacudiendo su mano—, déjanos.

Criston dudó, pero al final obedeció. Daemon no podía hacerle nada al niño, ¿cierto? Antes de dar la vuelta por el final del pasillo los miró encontrándose a Daemon cargando a Aegon antes de bajar las escaleras, por lo menos no lo lanzó por las escaleras.

Aegon miró a Daemon con sospecha, ¿a dónde iban? Esperaba que no estuviese tratando de secuestrarlo, quizás debía pedir ayuda. Sabía que era mala idea escapar en medio de la noche, el pensamiento ni había cruzado su mente . Para su fortuna Daemon solo los llevó a la fosa de dragones, Caraxes estaba dentro del domo terminando de comer cuando llegaron y Aegon no pudo evitar mirar a la enorme bestia con admiración. Ni siquiera se puso a pensar que esa bestia ayudó a la muerte de su hermano, estaba demasiado cansado como para ponerse a llorar por eso, además Sunfyre estaba ahí.

—Sunsun—le dijo a Daemon señalando al dragón dorado con su maraca.

El mayor no le respondió, solo lo llevó cerca de Caraxes cuando el dragón terminó de comer. Aegon se rio cuando el dragón lo olfateó igual que los demás. No se dio cuenta cuándo o cómo, pero quedó totalmente rendido en los brazos de Daemon. Cuando el sol salió aún estaba en los brazos de su tío, pero ya no estaban en la fosa, estaban en la habitación del mayor. Daemon estaba dormido todavía y él estaba tirado en su pecho babeando su ropa, sin querer levantarse bostezó y volvió a cerrar los ojos. 

Abrió los ojos de nuevo cuando era levantado de la cama, una queja se le salió y sus ojos se abrieron un poco. Su madre era quién lo estaba levantando, Daemon estaba de pie junto a la mesa sirviendo algo en una copa. Con pereza se recostó en el hombro de su madre y dejó que lo sacará de la habitación, Rhaenyra cubrió su cabeza con una manta para protegerlo del sol que ya brillaba sobre la ciudad.

Después de ese día Aegon se convirtió en la sombra de Daemon, cada vez que se lo cruzaba iba detrás de él. Todavía se peleaban, el menor siempre tirando del cabello del mayor, mordiéndolo, o lanzándole cosas, pero siempre encontraban la forma de estar en paz, al menos por un momento.

—Cariño, ¿puedes pasarme esa cinta?—Rhaenyra señaló la mesa.

Aegon agarró la cinta y se la pasó a su madre sin protestar. Estaban en la habitación que funcionaba como guardería para los niños, Aemond estaba acostado en el suelo sobre mantas y cojines con Aegon a su lado mientras Rhaenyra ataba cintas al vestido de Helaena. La niña reía con emoción cada vez que se agregaba una cinta nueva, el corazón de Aegon se apretaba cada vez que veía a su madre sonreír. ¿De eso se perdieron en su vida pasada?

—Mamá, amo tu—Aegon se acercó a su madre.

—Yo también te amo, mi pedazo de cielo —Rhaenyra le besó la frente—, te amo mucho.

Podía verlo en sus ojos, en su sonrisa, en cada pequeña acción de ella.

Como amaba a su madre, la amaba tanto que le dolía. En el suelo Aemond balbuceo llamando su atención, también los amaba a ellos, a Aemond y a Helaena, los amaba mucho. Con cuidado se acercó a Aemond y lo miró. El bebé sonrió llevándose una mano a la boca y él se rio, recordaba cuando hacía eso. Estaban tranquilos los cuatro, riendo y jugando, estaban felices. Así debieron ser las cosas siempre.

Se aseguraría que todos fueran felices, aún si eso le costaba la vida.

Chapter 11: LA HIJA Y EL HIJO

Summary:

En donde Aegon cumple sus cuatro veranos, recibe un regalo, y hace que Alicent se moleste.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Las reuniones del concejo eran aburridas, pero Aegon disfrutaba ir y causar una escena. Su abuelo lo dejaba porque era su niño consentido así que tenía mucho entretenimiento en la sala. Cuando iba se sentaba en las piernas de su abuelo con sus dragones y naves de madera esparcidas por la mesa, jugando mientras ellos hablaban de cosas aburridas. Su madre se sentaba en la mesa como la heredera y la reina también ocupaba un lugar en ella así que algunas veces era divertido escucharlas pelear. Aunque sus peleas terminaban apenas empezaban porque Aegon sufría un arrebato si trataban mal a su madre.

Ese día no tenían reunión del concejo porque el día anterior había alcanzado los cuatro veranos y su abuelo quería pasar un día solo con él, por eso se encontraba caminando por los pasillos agarrado de la mano del hombre. Habían tomado el almuerzo en los jardines, la comida favorita de Aegon, y ahora se dirigían a quién-sabe-dónde. Aegon iba sacudiendo su maraca feliz, casi saltando con cada paso que daba, una sonrisa inocente en sus labios que logra encantar a cualquiera.

—Algún día todo esto será tuyo—Viserys comenzó—, desde el Muro hasta Oldtown, todo será tuyo—Aegon levantó la cabeza para verlo—. Vas a sentarte en el trono de hierro y serás mejor Rey que todos tus ancestros, incluso que tu viejo abuelo.

Las puertas de la sala del trono fueron abiertas y Aegon miró la silla que tanto había odiado en su vida pasada. En esta vida solo la había visto una vez, cuando su padre regresó de la guerra y en ese entonces no le prestó atención porque reunirse con su padre había sido más importante. Viserys lo llevó hasta que estuvieron frente al trono, los dos mirándolo con diferentes sentimientos. Viserys se sentía orgulloso cuando lo veía, honrado de poder continuar con el legado de sus ancestros, pero Aegon se sentía temeroso. Aquel pedazo de metal le había quitado demasiadas cosas desde el segundo en el que fue engendrado, lo odiaba.

Lo odiaba con todo su corazón, pero era un peso que debía llevar.

—Serás Aegon de la casa Targaryen, segundo con el nombre—Viserys le hizo subir las escaleras hacía el trono—, un gran Rey.

Dejó que su abuelo lo sentara en el trono, por fuera lucía calmado y curioso, pero por dentro estaba gritando y pataleando. No quería ese maldito trono, quería huir y no verlo nunca más, hasta aceptaría el trono de Driftmark en lugar de ese. Sin embargo, estaba empeñado en ser un buen hermano mayor y no podía poner ese peso en los hombros de sus hermanos, debía salvarlos de eso. A fin de cuentas, no importaba en qué vida fuera, la hija y el hijo siempre pelearían por el trono.

—Abu—subió una mano y la puso en su cabeza—, Egg dey.

—Si, mi niño, serás un Rey—Viserys sonrió con ternura al verlo—. Tendrás tu propia corona, será más bonita que la mía.

—¡Blida, blida!—exclamó sacudiendo su maraca.

—Va a brillar mucho, claro—con cuidado levantó a su nieto y se sentó en el trono con el niño en sus piernas—. ¿Quieres que te cuente una historia?

Asintió recostándose en el pecho de su abuelo. Viserys le contó cómo construyeron el trono de hierro, acariciando su espalda durante todo el relato y asegurándose que estuviera cómodo. Había aprendido a ignorar el malestar que le causaba estar así con Viserys, pero a veces no podía dejar de pensar en lo mal padre que fue y posiblemente siga siendo. Todavía recuerda cuando Aemond perdió el ojo, al hombre sólo le había importado que llamaron a sus nietos bastardos, ni siquiera se preocupó por Aemond.

O el pobre de Daeron que tuvo que crecer lejos de su familia porque su propio padre prefería ignorar a sus hijos. Era el menor de los cuatro y él se salvó de todo, pero no merecía crecer lejos de su familia. Ya ni recordaba cómo lucía su hermano, su pobre hermano que murió defendiendo el reclamo de alguien a quién no conocía. Quizás la que estuvo un poco mejor en ese tema fue Helaena porque a pesar de todo Viserys si le prestaba atención y ella parecía llevarse bien con el hombre. Si solo iba a prestarle atención a sus hijas, ¿por qué se empeñó en tener hijos? Ese era uno de los más grandes misterios de su vida. Aunque quizás si el hijo hubiera sido de la difunta Reina, su abuela Aemma, el hombre lo hubiera querido como a nadie en el mundo.

Cuando la historia terminó salieron de la sala del trono, tomados de las manos una vez más. Aegon iba con el mismo entusiasmo que antes, saltando con cada paso que daba y sonriendo en grande a todos los que pasaban a su lado. Podía estar muriendo por dentro, pero era un niño y era feliz en esta vida, debía aparentar. Su siguiente parada fue la habitación del Rey donde su abuelo le presentó su edificación de Valyria. Era un set muy bonito y a un niño de cuatro como Aegon le llamó mucho la atención. Tuvo que usar un banco para poder verlo, pero no le importó. El resto del día lo pasó ahí, aprendiendo la historia de Valyria y qué significaba cada cosa en la edificación de su abuelo.

—Aquí quiero que hagas tu propio lugar—señaló un espacio vacío—, te enseñaré a hacer tus propias figuras.

Su propio lugar. ¿Un templo en nombre de su madre? ¿Sería eso demasiado? No importaba, eso haría.

Cenó con su abuelo, otra vez sus comidas favoritas y le dejó tomar dos porciones de postre, con la promesa de no decirle a su madre . Después de cenar fue bañado por su madre y vestido para que su abuelo le leyera una historia. No le tomó mucho tiempo caer rendido ante el sueño, lo hizo escuchando la voz de su abuelo, viendo la figura de su madre moverse por la habitación en el fondo. Había sido un buen día y esperaba tener más días así con todo lo que se avecinaba.

—¡Papá!—Aegon corrió hacía su padre entre risas.

Estaban en Driftmark, dos días después de su día de nombre, para visitar a la familia. El sol brillaba con intensidad sobre su cabeza, pero el frío de la brisa marina mitigaba el calor, era la combinación perfecta para estar en la playa. Había estado recogiendo conchas con su tía Laena en la costa, poniéndolas en una cesta que se llenaba con cada diez pasos que daban, él pensaba hacer un regalo con ellas para las mujeres de su vida.

—¿Te diviertes con tu tía?—Su padre lo cargó apenas estuvo cerca.

—¡Si!—exclamó con una sonrisa.

—Este pequeño monstruo tiene mucha energía—Laena se acercó con una sonrisa y acomodó el gorro en la cabeza de su sobrino—, estaba tratando de convencerlo de regresar.

—Bueno, parece que es hora de regresar—Laenor besó la mejilla de su hijo—, tu abuelo quiere verte.

Solo eso bastó para que Aegon se dejara llevar de regreso sin protestas. Se despidió de Laena con muchos besos y risas, esos momentos con su tía eran apreciados como si fueran oro mismo, le daba miedo pensar en perderla, pero ya estaba ideando un plan para arreglar eso. Su madre lo bañó y él tuvo que luchar para no dormirse mientras lo vestían, quería ir a ver a su abuelo.

—Está cansado—señaló Rhaenyra pasando una mano por su cabello.

—Abu—balbuceó él parpadeando.

—Yo lo llevaré con mi padre y lo traeré de regreso—le aseguró Laenor.

Para demostrar que no estaba cansado, sí lo estaba, tomó la mano de su padre y no dejó que lo cargara. En el camino iba sacudiendo su maraca, como siempre, anunciando su presencia a los que pasaban en los pasillos. Fueron hacía la sala del trono de driftwood. Su abuelo estaba sentado en el trono y había más gente con él, pero Aegon solo reconocía a Vaemond Velaryon entre ellos. Sin importarle el resto de los presentes soltó la mano de su padre y corrió hacía su abuelo causando un escándalo. Corlys sonrió al verlo y lo levantó del suelo para sentarlo en sus piernas sin problema.

—Mi Lord…

—Continua—le pidió Corlys con sus ojos puestos en su nieto.

Aegon se quedó tranquilo escuchando lo que hablaban, cosas de comercio, viajes y esas cosas. Le pareció interesante lo que hablaban, ¿no podría ser heredero de Driftmark mejor? Parecía más interesante que ser Rey. A la derecha de su padre Laenor notó el interés de su hijo en la conversación, como miraba a las personas y a su abuelo con los ojos bien abiertos brillando de curiosidad. Quizás debía hablar con Rhaenyra sobre tener otro hijo y cambiar la herencia. Sabía que eso sería un problema, pero valía la pena por la felicidad de su hijo.

Uno a uno los hombres fueron saliendo de la sala hasta que solo quedó la familia Velaryon. Aegon aprovechó para demandar la atención de su abuelo, interrumpiendo lo que Vaemond estaba por decir. A quién le importaba lo que tenía por decir, Aegon era más importante. La ventaja de ser hijo único era que todos le prestaban atención en la más mínima cosa.

—Abu—llamó sacudiendo su maraca.

—¿Quieres ver el regalo que tengo para ti?—Eso iluminó el rostro de Aegon. —Claro que quieres.

Un guardia se acercó entonces con algo en las manos, no había que ser un genio para notar que era una espada. Aegon contuvo la respiración cuando su padre la agarró por él, la hoja brillo cuando fue desenfundada y él tuvo que tragarse su jadeo de sorpresa. Era acero valyrio y cuando su padre le acercó el mango para que lo viera notó que todo el mango asemejaba escamas de dragón. Agarró el mango con ambas manos y sintió el peso que su padre le dejaba cargar.

—La mejor espada para mi nieto—Corlys pasó una mano por su espalda—, estoy seguro que serás un gran guerrero cuando crezcas.

Lo sería, por ellos. Dejó ir la espada para que su padre la guardará una vez más, pero nunca dejó de verla. Antes creía que Dark Sister y Blackfyre eran las espadas más bonitas que había visto, pero esa era aún más bonita, solo debía ponerle un buen nombre.

—Escuché que estabas en la playa con tu tía—su abuelo llamó su atención—, debes estar cansado, ve a descansar.

Corlys besó su cabeza y se levantó con él en brazos para pasarlo a su hijo. Aegon abrazó a su padre y descansó su cabeza en su segundo lugar favorito, el hombro de su papá. El primero siempre sería el espacio en medio de sus padres en la cama. Ese día durmió de lo más tranquilo acurrucado entre sus padres.

Se quedaron varios días en Driftmark, días en los que Aegon corría detrás de su tía y sus abuelos como el niño lleno de energía que era. Regresaron un día por la mañana, él iba sobre Syrax con su madre, y fueron recibidos con un gran desayuno. Claro que él aprovechó esa oportunidad para presumir el regalo de su abuelo Corlys, su abuelo frunció el rostro y comenzó a murmurar sobre buscar un buen regalo para él. A Aegon le causaba gracia la pelea silenciosa de sus abuelos por ser el favorito porque ninguno de los dos se comparaba con su abuela Nys.

—Egg—Helaena lo llamó.

Aegon levantó la mirada de sus juguetes justo a tiempo para ver como Helaena se soltaba de la mesa y comenzaba a caminar hacía él. Detrás de ellos las cuidadoras jadearon de sorpresa al ver como él apañaba a su hermana, tía , cuando llegó a su lado. La niña comenzó a reír aplaudiendo y él sintió que podía llorar.

—Bien hecho, Hela—Aegon besó su frente sonriendo.

Helaena se acomodó en el regazo de su sobrino y estiró su mano para agarrar el dragón de madera más cercano. Comenzaron su juego así, sentados juntos y sacudiendo los dragones por todos lados. Estaban tan bien concentrados en su juego que no se dieron cuenta cuando alguien más llegó, solo lo notaron cuando Helaena fue removida de su lugar.

—¿Qué estás haciendo?—la voz de Alicent resonó por la habitación.

Aegon levantó la mirada confundido, ¿ahora qué?

—Dagon—dijo sacudiendo su juguete.

—Solo estaban jugando, Majestad—una de las doncellas de su madre se acercó de inmediato para agarrarlo y alejarlo de la mujer.

—Les he dicho que no lo dejen acercarse mucho a mi hija—Aegon se encogió en su lugar.

—Solo jugaban, Majestad—repitió otra de las cuidadoras—, son niños.

Aegon abrazó a la doncella de su madre que lo cargó dejando que escondiera su rostro en su hombro. Las lágrimas no iban a tardar, pero quería mantenerlas hasta que se fuera, no quería llorar frente a Helaena y ponerla triste.

—Está es la última vez que dejó a mi hija jugar con este…—se calló a sí misma.

El insulto no dicho fue suficiente para hacerlo llorar. El pequeño sollozo que se le escapó fue el comienzo del llanto que nadie podía calmar. Alicent se fue de la habitación hecha una furia con Helaena en brazos y sus doncellas siguiéndola.

—Ya, ya, príncipe, no tiene que hacer caso a eso—la doncella que lo cargaba le susurro.

Siguió llorando hasta que apareció su madre con el entrecejo fruncido y ganas de pegarle a alguien evidentes. Solo dejó de llorar cuando estuvo en sus brazos mientras una doncella le explicaba lo que había pasado, sintió a su madre tensarse, pero se relajó de inmediato cuando él se quejó.

Rhaenyra lo dejó en su habitación cuando se quedó dormido y mandó a llamar a su esposo. Laenor apareció confundido, pero no dijo nada cuando ella le pidió quedarse con Aegon. La heredera caminó por los pasillos de la fortaleza con propósito, todos los que se cruzaban en su camino se hacían a un lado, Criston iba detrás de ella a una distancia que no provocara la ira de la princesa. Sin importarle nada irrumpió en la habitación de su padre encontrándose con Daemon de pie cerca de la chimenea hablando con el hombre. Los dos la miraron confundidos con su arrebato, pero Viserys lo entendió apenas la vio. Algo había pasado con Aegon.

—¿Qué pasa?—preguntó Viserys.

—Tu esposa otra vez hizo llorar a mi hijo—escupió el título con rabia—, quiero que se disculpe de rodillas.

—Rhaenyra—su padre le dio una mirada que decía cálmate —. ¿Podrías explicar qué sucedió?

—Insulto a mi hijo solo por querer jugar con Helaena, no es la primera vez—apretó sus manos con fuerza, la rabia comenzando a nublarle la vista—. Lo deje pasar antes, pero es suficiente, no voy a permitir que siga insultando a mi hijo.

—Yo hablaré con ella—le aseguró Viserys.

—No quiero que esto se vuelva a repetir, mi hijo no merece esta clase de trato, es solo un niño—miró a Daemon observaba el intercambio con interés—. No me importa si es la Reina, a la próxima ofensa no me voy a contener.

Después que la heredera abandonara la habitación igual de molesta que cuando llegó Daemon miró a su hermano que suspiro cansado. El príncipe dejó salir una risa y se sentó en una silla con las piernas cruzadas, lo que venía estaría bueno y no se lo perdería por nada del mundo. Viserys mandó a llamar a su esposa, ignorando la sonrisa maliciosa de su hermano que no se movió de su silla cuando le lanzó una mirada de advertencia. Alicent llegó con el rostro neutro, sus ojos pasando por Daemon antes de posarse en el Rey.

—Rhaenyra está molesta—comenzó mirando a su esposa con seriedad para darle peso a sus palabras—, dice qué hiciste llorar a Aegon mientras jugaba con Helaena.

—Sabes que no me gusta que dejes a nuestra hija jugar con él—miró a Daemon que miraba todo con diversión en los ojos—, el príncipe es volátil, le gusta agredir a los demás.

—Aegon es solo un niño, Alicent—Viserys pasó una mano por su rostro, cansado de lidiar con eso—. Sabes que le gusta jugar con Helaena y nunca le ha hecho daño, incluso juega con Aemond.

—Por el momento—la mujer no dio su brazo a torcer—. No quiero que mi hija pase mucho tiempo con él—Daemon dejó salir una carcajada seca—. ¿Debe el príncipe estar aquí escuchando esta conversación?

—Están hablando de mi sobrino, no veo por qué no debería estar presente—el príncipe levantó una ceja.

—Es la última vez que levantas un insulto contra mi nieto, Alicent—declaró el Rey—. Aegon, Helaena y Aemond son niños, déjalos que jueguen juntos, ellos son el futuro de la casa y deben estar unidos.

—El príncipe Aegon es agresivo y lo sabes—la mujer comenzó a perder la paciencia—, no me sentaré a ver cómo agrede a mis hijos en alguno de sus arrebatos.

La mujer se dio la vuelta para abandonar la habitación ignorando los llamados de su esposo. Daemon se levantó de su silla cuando la puerta se cerró y se despidió de su hermano, por más entretenido que le había parecido el asunto debía velar por el bien de su familia. En el tiempo que llevaba conviviendo con el hijo de su sobrina no podía negar que se había encariñado un poco con él, a pesar de que el niño parecía odiarlo la mitad del tiempo.

Aegon despertó con el sonido de la voz de Daemon, su entrecejo se frunció y se removió un poco en la cama abriendo los ojos. Lo primero que vio fue a su madre caminando de un lado a otro, después vio a su padre y Daemon sentados en el sofá hablando de algo que no entendía del todo. ¿Había pasado algo? Con pereza se estiró dejando salir un sonido que alertó a todos que estaba despierto. La primera en llegar a su lado fue su madre que le sonrió sentándose en la cama para que él pudiera recostarse a su lado mientras despertaba del todo.

—¿Te sientes mejor, pedazo de cielo ?—él asintió. —Te trajeron tus galletas favoritas, la leche está fría, pero puedo mandar a que la calienten.

—Eta—murmuró aún medio dormido.

—Ven aquí.

Fue levantado de la cama con cuidado y llevado al sofá dónde su padre lo recibió con los brazos abiertos.

—Mon—extendió una mano para saludar a su tío que asintió como saludo.

Recostó su cabeza en el pecho de su padre y cerró los ojos, casi volviendo a dormir, casi porque apenas sintió el olor de la galleta abrió los ojos. Comió su galleta en silencio, escuchándolos hablar sobre cuándo deberían comenzar su entrenamiento, su madre decía que aún era muy pequeño, pero su padre y su tío decían que tenía la edad perfecta para empezar. Al final ganaron los hombres y se decidió que comenzaría en una semana cuando Daemon regresara de su viaje porque quería estar ahí para su primera lección.

Al terminar su galleta y la leche lo dejaron ir a jugar un rato. Se entretuvo jugando con sus barcos de madera mientras su padre le enseñaba a Daemon la espada que le había regalado su abuelo Corlys. Escuchó a Daemon despedirse tiempo después y él como buen sobrino se despidió de la mejor forma que podía, lanzándole un dragón de madera porque se iba a ir sin despedirse, qué maleducado.

—Mon—sacudió su mano en despedida con una sonrisa de inocencia.

—Maldito mocoso—murmuró Daemon agarrando el dragón de madera del suelo.

Daemon se llevó el juguete y Aegon lloró porque se lo había regalado su tía. Nada más esperaría a que regrese de su viaje para hacerle la vida imposible al roba juguete, por lo menos no se había llevado su maraca.

Notes:

Por Dios, estuve todos estos días intentando subir algo, pero apenas y estuve en mi casa. Espero que les haya gustado el capitulo, nos leemos en el próximo.

Con cariño,
Lucienne.

Chapter 12: EL FUTURO DEL REINO

Summary:

En dónde Aegon hace amigos.

Chapter Text

Su mundo estaba de cabeza.

Literalmente.

La risa de Aegon resonaba en el patio, el niño estaba siendo cargado de cabeza por sir Harrold que lo llevaba de regreso a la fortaleza después de un viaje a la fosa de dragones. El comandante de los capas blancas tenía una sonrisa en el rostro que era resultado de las risas del príncipe. Aegon estiró una mano y saludó a los sirvientes que pasaban riendo al ver cómo lo llevaban, muchos diciendo que parecía un bebé dragón colgado del brazo de su futuro jinete. La comparación le hizo recordar a Sunfyre, su pequeño compañero que crecía en la fosa de dragones, el futuro dragón de Aemond. Estaba por hundirse en esos pensamientos que lo harían llorar sin duda alguna, ya estaba abriendo la boca para pedir que lo bajaran cuando su papá apareció por una esquina acompañado de Joffrey Lonmouth.

—¡Papá!—gritó con emoción estirando sus manos hacía él.

Sir Harrold lo volteo con cuidado, Aegon volvió a reír cuando sus pies tocaron el suelo y casi se cae por el mareo. Cuando se recompuso corrió hacía su padre que se agachó para recibirlo con los brazos abiertos.

—¿Te divertiste?—le preguntó Laenor besando su cabeza.

—¡Mucho!—exclamó abrazando el cuello de su papá cuando este se levantó con él en brazos. —¡Hola!

—Príncipe—Joffrey sonrió levantando una mano para saludarlo con el mismo entusiasmo.

—Gracias, sir Harrold, yo me encargaré de este pequeño terror—Aegon dejó salir un sonido de queja.

Sir Harrold se despidió con una reverencia y siguió su camino dejándolos atrás. Aegon hizo un puchero y miró a su padre ofendido, él no era un pequeño terror. No, era un santo.

—Parece que ofendió al Príncipe, mi Lord—Joffrey levantó una ceja, divertido con la escena frente a él.

—Lo siento, mi príncipe, ¿me perdonas?—Aegon miró a su papá y negó con la cabeza, pero volvió a abrazarlo cuando comenzó a caminar. —Supongo que debo ganarme tu perdón, mi Príncipe.

Aegon mantuvo su puchero hasta que llegaron a su habitación, su madre no estaba ahí así que tuvo que perdonar a su padre para poder tomar su siesta. Laenor fue quién le ayudó a darse un baño y vestirse, también lo metió en la cama y le cantó una canción de cuna para ayudarlo a dormir. Sus ojos no resistieron mucho y se quedó dormido en poco tiempo abrazando su peluche de Sunfyre. Laenor observó a su hijo dormir en paz y se inclinó para besar su frente antes de levantarse, debía ir al patio a entrenar así que dejaría a su hijo al cuidado de una de sus cuidadoras.

La mujer llegó a la habitación poco después que Laenor se fuera y sonrió al encontrar al Príncipe dormido con la boca medio abierta. Sin hacer ruido, se dispuso a limpiar la habitación y ordenar los juguetes del niño, que no eran muchos ya que a Aegon le gustaba guardar sus propios juguetes al terminar de jugar. Rhaenyra llegó cuando la doncella terminaba de guardar la ropa del Príncipe, la Princesa fue directo a la cama de su hijo para verlo y besar su cabeza con cuidado de no despertarlo. Una vez se aseguró que su hijo no iba a despertarse ni aunque atacaran la fortaleza Rhaenyra volvió a irse para seguir con sus deberes.

Esa misma tarde Daemon regresó de su viaje, el hermano del Rey apareció con una sonrisa y un dragón de madera en la mano. Aegon aún seguía dormido cuando su tío llegó y no planeaba despertarse, pero su tío no tenía consideración de sus horas de descanso. No, Daemon Targaryen simplemente invadió la habitación de su sobrino con todo el escándalo que podía hacer. El joven Príncipe despertó exaltado, sus ojos llenos de lágrimas y su corazón a punto de salir de su pecho por el susto. Apenas Aegon vio el rostro de Daemon le lanzó a Sunfyre en la cara y se puso a llorar.

—Llorón—Daemon lo agarró y lo dejó en sus piernas—. Ya, deja de llorar.

Aegon lo miró mal, ¿así era como pensaba tratar con sus hijos cuando nacieran? Pobres niños.

—No—gritó el niño poniendo una mano en la cara de su tío para alejarlo—, Amon, no.

—Niño insolente—Daemon se levantó poniéndolo bajo su brazo, cargándolo cómo uno cargaba un costal—, te traje regalos.

La mención de los regalos hizo que dejará de llorar. Aegon parpadeo y levantó la cabeza para intentar mirar a su tío, pero el hombre no lo miró. Daemon se sentó en una silla junto a la chimenea y lo sentó en sus piernas una vez más. El niño miró con curiosidad como el mayor buscaba algo en su cinturón, sus ojos abriéndose de más cuando reconoció un anillo con el símbolo de la casa Arryn.

—Tu abuelo dijo que te gustaba el que él tenía—le extendió el anillo de oro—, Lady Jeyne solo me aceptó en sus tierras porque le hablé de tu interés por ese lado de la familia.

Aegon giró el anillo en sus manos, era parecido a los que ya tenía de las casas Targaryen y Velaryon, anillos que guardaba muy bien en un cofre en la habitación de sus padres. Daemon lo observó en silencio, viendo cómo giraba el anillo con una sonrisa.

—Abu Aemma—dijo de repente Aegon levantando la cabeza para ver a Daemon.

El mayor se tensó, cuando su hermano le dijo que Aegon hablaba de su difunta abuela no lo había creído, pero ahí estaba la prueba. El niño sonreía ampliamente tras mencionar el nombre de la mujer que nunca logró conocer.

—¿Te gusta?—decidió ignorar la mención de su prima.

Aegon asintió y abrazó a su tío como agradecimiento, Daemon le regresó el abrazo palmeando su espalda. Su tío también le regresó el dragón de madera que se había llevado la última vez que se vieron y Aegon sonrió con inocencia al recibir el objeto. Después de jugar un rato con el anillo Daemon anunció que iría a ver a su hermano, Aegon demandó ir con él aferrándose a su pierna y gritando. El mayor no pudo hacer nada para quitárselo de encima así que no le quedó de otra más que llevarlo.

Con su maraca en mano Aegon siguió a su tío sonriendo. Viserys los recibió con una sonrisa, aunque solo le dio la bienvenida a su hermano con un abrazo breve antes de enfocar toda su atención en su nieto que exigió sentarse con su abuelo. Los dos se sentaron en una silla, con Aegon en las piernas de su abuelo, y Daemon se sentó en la silla frente a ellos para hablar de su viaje. Aegon lo escuchó a medias, al parecer había recorrido el Norte solo para molestar a los Royce cuando voló sobre Runestone más veces de las necesarias.

Que provocador , pensó Aegon al escucharlo.

Una doncella les llevó aperitivos, leche tibia para Aegon y vino para los adultos. Su nariz se arrugó al oler el vino, pero por suerte ya no se alteraba con el olor. Aegon se sentó en el suelo a comer como el niño bien portado que era. Su plato tenía pan, queso, jamón y unas cuantas frutas, su merienda de casi todos los días. Estaba comiendo su pedazo de pan cuando su madre apareció, Rhaenyra ingresó en la habitación y apenas lo vio sonrió.

—Padre, tío—saludó acercándose a ellos—. Disculpen la interrupción, estaba buscando a mi hijo.

—Mamá—Aegon le sonrió agarrando una uva de su plato para ofrecérsela—, ¿uva?

—No interrumpes hija, ven, come con nosotros—el Rey le sonrió a su hija.

—Gracias, padre—Rhaenyra tomó la uva que le ofreció su hijo—, pero Aegon tiene una cita con la costurera.

Aegon hizo un sonido de protesta llenando su boca de queso, no le gustaba ir con la costurera, siempre tardaban demasiado con ella. Su madre lo miró con una ceja levantada, pero sonrió al verlo masticar con una mueca de molestia, demasiado tierno a sus ojos.

—Será rápido, lo prometo—estiró una mano hacía él.

—Cuando termines te llevaré a volar en Caraxes—ofreció Daemon llamando la atención de todos.

Sin duda alguna Aegon tomó la mano de su madre, pero antes de alejarse de la mesita le dio un último trago a su leche y tomó su maraca. Rhaenyra le sonrió en agradecimiento a su tío y comenzó su camino a la salida. Aegon se despidió de sir Harrold sacudiendo su maraca, el guardia le sonrió inclinando la cabeza como despedida. Ah, como quería Aegon al hombre, era como un tercer abuelo.

Como Aegon ya esperaba, la cita con la costurera fue demasiado larga, hasta su padre había aparecido a preguntar si ya habían terminado dos veces. Entendía que la celebración de su quinto verano era importante, pero ¿no podían hacer algo simple? ¿Por qué debía pasar por esa tortura? Lo único bueno fue que mientras tomaban sus medidas por milésima vez llegaron la Reina y sus hijos. Aegon sonrió al ver a sus tíos y los saludo con entusiasmo. Helaena le sonrió y corrió hacía él sin importarle que su madre miraba aquella acción con malos ojos, los dos se abrazaron riendo, Rhaenyra sonrió con ternura al verlos.

—No quiero algo que pueda sofocarlo rápido—comentó Rhaenyra ignorando a la Reina—, Aegon tiende a correr mucho, debe usar algo más ligero.

—Usaré telas ligeras, Princesa—le aseguró la mujer—. ¿Usará el mismo patrón de colores de siempre?

—No, está vez quiero usar los colores de la casa Arryn—Aegon giró la cabeza para ver a su madre desde dónde estaba con sus tíos en el suelo—. Yo también usaré los colores, pensé que podrías usar uno de los vestidos de mi madre como inspiración.

Un silencio tenso cayó sobre la habitación, incluso Aemond dejó de balbucear al sentir la tensión. Las doncellas presentes compartieron una mirada incómoda, pero nadie hizo el intento de romper el silencio, el único capaz de romper un momento tenso era Aegon así que lo hizo.

—Hela—llamó a su tía que en seguida giró para verlo—, ven.

Aegon movió uno de sus juguetes y ellos continuaron su juego ignorando lo que decían los adultos. Aemond, al ser el más pequeño de los tres, no jugaba mucho con ellos, pero siempre se mantenía cerca. Los tres niños se mantuvieron jugando, haciendo pausas para que pudieran medirlos y probar qué colores le quedaban mejor. Pasaron buen rato así, hasta que Laenor apareció una tercera vez para preguntar si habían terminado, Rhaenyra lo miró mal y casi le lanza lo que tenía en la mano por la interrupción, pero se contuvo porque Aegon corrió hacía su padre. Como era claro que Aegon no dejaría ir a su padre, se aferró a él con brazos y piernas, y Laenor no se iba a quedar ahí, decidieron ponerle fin a la cita.

—Tendré los trajes listos tan rápido como pueda, Princesa—le aseguró la encargada.

—Estaremos esperando.

Aegon se despidió de todos con una sonrisa, sentado en los hombros de su padre. La pequeña familia de tres, y Criston, caminaron por los pasillos de la fortaleza. El joven Príncipe iba de lo mejor en los hombros de su padre, sacudiendo su maraca de vez en cuando, hasta que vio a Daemon al final del pasillo. Apenas lo vió se acordó de su ofrecimiento de ir a volar con Caraxes. Con un gritó llamó a su tío, asustando a sus padres que no habían visto al hombre, Aegon se comenzó a reír de sus padres.

—Pequeño terror—Laenor se inclinó para dejar que Rhaenyra lo agarrara.

—¿Irás con el tío Daemon?—preguntó Rhaenyra dejándolo en el suelo, viendo como el mencionado se acercaba.

—¿Puedo?—preguntó con los ojos brillantes.

—Claro cielo—su madre besó su frente—, pórtate bien.

—Tienes mi permiso de darle dolores de cabeza—Laenor le sacudió el cabello.

Aegon dejó salir una risa y le entregó su maraca a su madre antes de correr hacía Daemon que lo apañó cuando se lanzó hacía él. El mayor asintió hacía sus sobrinos y acomodó al niño en sus brazos antes de darse la vuelta y alejarse otra vez. El niño sacudió su mano sobre el hombro de su tío para despedirse de sus padre que le regresaron la despedida sonriendo.

Aegon disfrutó volar en Caraxes, se la pasó riendo todo el viaje, Caníbal los siguió cuando dejaron la fosa de dragones. El enorme dragón negro voló guardando la distancia, pero sin perderlos de vista. Sobre la ciudad Daemon hizo que Caraxes escupiera fuego y Aegon tuvo que parpadear para borrar los recuerdos dolorosos de su mente. Le había costado empujar todos esos recuerdos al fondo de su mente, no era momento de revivirlos ahora. Volaron por buen rato, hasta que el sol comenzó a ocultarse y Aegon se sintió cansado.

La celebración de su quinto verano fue en Driftmark, en la playa a petición suya. Su abuelo había invitado a todo el reino a la celebración y Aegon disfruto de jugar con todos los niños que asistieron. Se hizo amigo de Cregan Stark, Aliandra Martell, Joffrey Arryn, Clement Celtigar, Alan Beesbury, y Cassandra Baratheon. Los ocho niños, contando a una tímida Helaena, pasaron toda la tarde juntos. Habían otros niños, pero solo ellos se hicieron realmente cercanos al joven Príncipe, aunque Aliandra había tenido sus dudas en un principio.

—Mi abuelo me regaló un barco enorme—comentó Aegon con emoción—, se llama El Águila.

—Como el símbolo de mi casa—Joffrey Arryn levantó la cabeza con una sonrisa.

—Mmh, en honor a mi abuela Aemma—Aegon sonrió.

—¿Podemos verla?—preguntó Aliandra.

—¡Si!

Los ocho niños rodearon a Laenor que no pudo negarse a llevarlos, claro que tuvo que llevar refuerzos para lidiar con ellos. La nave, El Águila, era hermosa y ondeaba los estandartes de los Velaryon y los Targaryen. Aegon había llorado cuando su abuelo se la presentó esa mañana y no se bajó hasta que su padre le dijo que era hora de comenzar la celebración. Jugaron a ser comerciantes, con Aegon como el capitán de la embarcación y Cregan como su mano derecha.

Laenor los observó con una sonrisa, en medio del juego y las risas podía reconocer que su hijo tenía material de capitán de barco. Sabía que lo había aprendido de verlo a él y su padre, Aegon siempre había sido rápido para entender las cosas así que no era sorpresa que hubiera aprendido a dirigir un barco con tan solo cinco veranos. Según los niños estaban en medio del mar, yendo hacía Braavos, y de repente un barco pirata los atacó. Entonces los adultos presentes tomaron el papel de piratas y comenzó la guerra por el control del barco. Claro que los niños salieron victoriosos, gritando y saltando con emoción al derribar al último pirata.

Aegon se lanzó sobre su padre que se quejó porque estás pesado , pero no lo apartó. Laenor lo rodeo con sus brazos y le besó la cabeza varias veces, Aegon se rio abrazándolo. Después de enviar a los demás niños de regreso a la playa, padre e hijo miraron el mar tranquilo, con Aegon en brazos de su padre a quién ya se le hacía algo difícil poder cargarlo, pero se rehusaba a dejar de hacerlo.

—Serás un gran capitán de barco—le dijo Laenor y Aegon giró la cabeza para mirarlo—, estás hecho para eso, puedo verlo—sus ojos se encontraron y el niño sintió que podría llorar al ver el orgullo en los ojos de su padre—. No estás atado a ser heredero de tu madre, puede ser lo que tu corazón desee, Señor de Driftmark o capitán de la mejor flota de todo Poniente.

Aegon recostó su cabeza en el hombro de su padre y pensó en lo que le había dicho. No quería el trono, lo odiaba, era una maldición para él. Driftmark era más tranquilo, le daba paz, pero entonces pensaba en sus hermanos y se retractaba de pensar así. No podía poner el peso de la corona sobre los hombros de Jace otra vez, debía darle la oportunidad de ser libre, feliz. Con un suspiro su padre besó su hombro y se movió para regresar a la playa. Su madre los recibió en la playa y él huyó para seguir jugando cuando su padre lo puso en el suelo. Rhaenyra lo vio irse y sonrió al notar que se unía a sus nuevos amigos en el suelo para jugar.

—Debiste verlo, jugaron a ser comerciantes y Aegon tomó el rol de capitán—comenzó Laenor cruzándose de brazos.

—¿Hablaste con él?—Rhaenyra se giró para mirarlo.

—Aún es muy joven, pero sé que cuando crezca tomará la decisión correcta.

Los dos miraron a su hijo y sonrieron, solo esperaban que Aegon tomará la opción que lo hiciera feliz, lo que menos querían era que fuese infeliz por el resto de su vida. Su niño merecía ser feliz.

Chapter 13: EL PASADO Y EL PRESENTE

Summary:

En dónde Aegon tiene una pesadilla, se cuestiona cosas, y llena la cara de su padre de mermelada.

Chapter Text

Tenía calor, demasiada calor, pero sentía que estaba mojado y aún así, a pesar de la brisa marina, el calor no se iba. Sus ojos estaban cerrados así que no podía ver dónde estaba, pero podía sentir manos sosteniendo su cuerpo, sus rodillas dolían por estar contra el suelo y la cabeza comenzaba a dolerle gracias a las voces que hablaban a su alrededor. Intentó abrir los ojos, pero tenía los párpados pesados y la luz le hizo cerrar los ojos otra vez. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaban sus padres?

Su cuerpo se dobló de repente con una arcada que lo dejó jadeando, le dolía todo el cuerpo y aquel movimiento brusco solo hizo que el dolor empeorara. Por fin pudo abrir los ojos cuando la voz de Aemond se escuchó en medio del escándalo. Aegon levantó la cabeza lentamente para evitar agravar el dolor que comenzaba a punzar detrás de sus ojos. Estaba en Dragonstone, lo reconoció de inmediato porque la escena era muy familiar. Las doncellas que lo cuidaban estaban ahí, encadenadas como criminales, pero a pesar de la familiaridad, algo había cambiado. Reconoció a su madre, siendo aprendida por guardias, tenía el rostro arrugado en una mueca de odio dirigida al hombre de pie frente a ellos.

La respiración de Aegon se atascó en su garganta al ver a Aemond de pie frente a un dragón dorado, el dragón estaba herido, pero lo que más llamó su atención fue la corona en la cabeza del peliblanco. Hubo un sonido seco a su derecha y una espada fue lanzada frente a él, ¿Dark Sister? Sus ojos fueron de la espada a su madre que aún estaba mirando con odio a Aemond. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era eso?

—El príncipe Daemon está muerto—declaró Aemond con una sonrisa de suficiencia—, no tienes a nadie que pueda defenderte ahora, hermana —el título fue dicho con asco y resentimiento—. ¿Por fin vas a rendirte?

Los ojos de su madre fueron hasta él y su expresión se suavizó, había lágrimas acumuladas en sus ojos que se negaba a dejar salir y él se sintió aún más confundido. ¿Qué estaba pasando? Abrió la boca para hablar, pero solo pudo toser sin control, sentía que estaba apunto de desmayarse, ¿estaba enfermo?

—Si te rindes puede que dejé vivir al único hijo que te queda—comentó Aemond con burla.

No, no, sus hermanos. Se le nubló la vista e intentó luchar contra las manos que lo tenían agarrado, pero solo logró caer al suelo sobre su costado, el guardia no dudó en presionarlo contra el suelo con su pie.

—¡Suficiente!—gritó su madre liberándose del agarre de los guardias. —Solo eres un cobarde, no mereces esa corona—Aegon giró la cabeza para verla, más allá de ella había una niña llorando desconsolada—. Nunca serás Rey.

Aegon miró a la niña y se dio cuenta que Baela no estaba muy lejos, sus ojos puestos en la niña que lucía sospechosamente idéntica a su tía Laena. ¿Dónde estaba ella? ¿Y su papá? ¿Dónde estaba Laenor?

—Y aún así yo soy quien lleva la corona—Aemond hizo una seña con la mano para que los guardias se alejaran—. Perdonaré a tu hijo, solo para mantener a los Velaryon calmados, pero tu no saldrás de aquí con vida.

—¡No!—se escuchó a sí mismo gritar—¡Madre!

Intentó levantarse, luchó con toda la fuerza que le quedaba, pero no pudo moverse, no pudo alcanzarla. Sus ojos se abrieron con horror al ver como Sunfyre escupía fuego, el grito que salía de su garganta fue doloroso, pero nada dolía más que ver como su madre era consumida por el fuego. Antes de que el dragón pudiera moverse para devorar su cuerpo se escucharon dos rugidos y fuego llovió sobre ellos. No le importó que todos a su alrededor corrieran buscando refugió, sus ojos estaban puestos en el cuerpo de su madre que aún era consumido por las llamas. No podía respirar, le dolía todo el cuerpo y la cabeza, no se podía mover. Manos calientes tomaron su rostro forzándolo a dejar de mirar la escena y cuando sus ojos chocaron con los violetas de su padre un sollozo le sacudió el cuerpo.

—Está bien, mi príncipe—su padre lo levantó para que descansara en su regazo—, todo estará bien, ya acabo todo.

Vio a Caníbal aterrizar no muy lejos de ellos, con el ala de Sunfyre entre sus dientes. ¿Era una advertencia de los dioses? Caníbal lo miró y escupió el ala gruñendo.

—Aegon, Aegon despierta mi pedazo de cielo—alguien lo sacudió, él cerró los ojos sintiéndose cansado—. Cariño, despierta, por favor.

Un grito se le escapó y cuando volvió a abrir los ojos se encontró con el rostro preocupado de sus padres. No tardó ni un segundo en lanzarse sobre su madre para abrazarla, pequeños sollozos escapando de él, afuera los dragones rugieron y él se encogió entre los brazos que lo sostenían. Su padre murmuró algo y se alejó por un momento, cuando regresó presionaron una copa contra sus labios y él bebió la leche tibia que logró relajarlo un poco.

—Está bien, mi vida, estamos aquí—su mamá susurró contra su cabeza meciendo su cuerpo un poco.

Aegon agarró una de las manos de su padre y se mantuvo acurrucado en el regazo de su madre, se quedó así hasta que volvió a quedar dormido, esta vez sin pesadillas. Despertó en medio de sus padres, pero los dos estaban dormidos, con cuidado se salió de su lugar favorito y se bajó de la cama. El suelo estaba frío, pero no le importó. Agarró su peluche de Sunfyre y caminó hacía la puerta descalzo. Cuando abrió la puerta sir Criston no estaba en su lugar, aquello lo confundió, pero no lo cuestiono en ese momento. Salió al pasillo y comenzó su camino al otro pasillo, donde sabía estaban Helaena y Aemond. En la puerta se encontró a sir Erryk, Arryk y Criston, los tres estaban hablando de algo que parecía importante, pero apenas se dieron cuenta de su presencia dejaron de hablar.

—Mi príncipe—Criston se agachó para estar a su altura—, ¿está bien? ¿Qué hace solo en el pasillo?

—Quiero…—hizo una mueca ante el dolor de su garganta y lo mal que se escuchaba su voz—...Hela.

Hubo un silencio, pero al final Criston se levantó y puso una mano en su espalda para empujarlo hacía la puerta que fue abierta por sir Erryk. Escuchó al guardia decir que iría a avisar a su madre dónde estaba, pero no le prestó atención. Adentró estaban sus tíos , y también estaba la Reina. Alicent se giró hacía la puerta cuando la escuchó y se tensó al verlo, pero cuando notó su estado frunció el entrecejo.

—¿Está bien, príncipe?—una de las cuidadoras se acercó a él preocupada.

Abrió la boca para hablar, pero el dolor en su garganta le hizo quejarse. Enseguida tenía a las cuidadoras a su alrededor, todas preocupadas, incluso Alicent se acercó cuando lo sentaron en una silla.

—Busca a la princesa y traigan algo fresco para el príncipe—ordenó a las mujeres.

Apenas las mujeres se fueron Alicent puso una mano en la frente de Aegon para comprobar que no tuviera fiebre, al ver que no era así se sentó a su lado y lo observó por un rato hasta que decidió agarrarlo. Él pensó que iba a sacarlo, pero en lugar de eso fue puesto en el regazo de la Reina que pasó una mano por su espalda.

—¿Qué pasa?—preguntó ella y él levantó la mirada para verla—¿Pesadillas?—asintió.

No dijeron nada más, Aegon se recostó en su pecho y abrazó a Sunfyre con fuerza dejando que Alicent le acariciara la cabeza. Helaena se acercó a ellos y le sonrió a su sobrino antes de regresar a su juego con Aemond. Estaba por volver a cerrar los ojos para dormir cuando la puerta fue abierta con brusquedad, Aegon se sobresaltó, pero no se movió de su lugar. Se sentía cansado, quería dormir.

—¿Aegon?—su madre apareció, mirándolo con preocupación. —Ven aquí mi niño.

Con cuidado pasó del regazo de la Reina a los brazos de su madre que lo apretó con cariño dejando un beso en su hombro.

—Gracias, Majestad—agradeció su padre algo tenso, una mano pasando por su cabello.

—No es nada…—Alicent se puso de pie con el entrecejo fruncido—me pareció que el Príncipe tiene una molestia en la garganta así que pedí algo fresco para él.

—Gracias—Rhaenyra se sentó en una silla acomodando a su hijo en su regazo.

Aegon bostezó recostando su cabeza en el pecho de su madre, se sentía seguro, querido, cómodo, podía dormir tranquilo. Una pequeña mano tocó su pierna y Helaena le sonrió antes de levantar la mirada para ver a Rhaenyra.

—Nyda—la niña sonrió.

Rhaenyra sonrió estirando una mano para acariciar el cabello de la niña que dejó salir una pequeña risa. Quizás eso era lo que querían los dioses, que su madre se acercara a sus hermanos, así podría evitar aquel futuro tan doloroso que los esperaba.

Los días que siguieron a la pesadilla, o advertencia, Aegon dio inicio a su plan. Aunque no era un plan en sí, sólo se aseguró de hacer que su madre pasara más tiempo con sus hermanos. Era más fácil que se acercara a Helaena porque Aegon siempre iba a jugar con ella, pero Aemond era más protegido que la pequeña Princesa. Sus esfuerzos rindieron frutos al menos, Helaena parecía encantada con su hermana mayor y muy seguido pedía ir con ella a jugar o solo a pasar la tarde comiendo frutas y dulces. Aemond no pasaba mucho tiempo con ellos, pero Aegon siempre lograba manipular a las cuidadoras para que le dejaran jugar con él, por suerte el niño disfrutaba sus momentos juntos y eso funcionaba para convencer a las mujeres de dejarlos jugar.

Caníbal también estaba más gruñón desde aquel día, siempre que iba a verlo gruñía cuando lo olfateaba, entonces fue que Aegon se dio cuenta de algo. El dragón había sido enviado a su vida por los dioses, como un protector para asegurar que lograra la voluntad de los mismos. Aquello le dio algo de consuelo en medio de su agonía por no tener a Sunfyre. Aunque según la advertencia, si Aemond reclamaba al dragón todo acabaría con su madre muriendo, ¿acaso tendría que matar a Sunfyre para evitar aquel destino?

Su respuesta llegó en su sexto día de nombre. Estaba con Caníbal, esperando a que los cuidadores llevaran la comida del dragón, recién habían regresado de volar y su padre estaba con él. Pero Laenor guardaba distancia con la enorme bestia negra que solo parecía tolerar a su jinete. Aegon estaba distraído acariciando a su dragón, contemplando el futuro, cuando escuchó un chillido. Del domo apareció Sunfyre, ya lo suficientemente grande como para llevar a un jinete en la montura que ya tenía puesta, tenía una cadena colgando de su cuello que no le dejaba volar muy alto y los cuidadores que intentaban hacer que regresara.

—¡ Sunfyre, no !—se escuchó a sí mismo gritar antes de que pudiera pensarlo—¡ Baja !

—¡Aegon!—escuchó a su padre gritar y a Seasmoke gruñir.

Caníbal rugió y Sunfyre aterrizó cerca de ellos rugiendo de regreso. Aegon no tenía miedo, lo había perdido cuando golpeó a Daemon Targaryen en la cara y nadie lo regañó. Sus pasos hacía Sunfyre fueron lentos, pero seguros, y el dragón gruño bajando la cabeza para olfatearlo.

¿Me recuerdas? —Sunfyre gruñó en respuesta.

Su mano hizo contacto con las escamas del dragón y todo su cuerpo se sintió cálido. Ignoró el llamado de su padre y las órdenes de los cuidadores, tenía seis veranos y era el niño de sus padres, el único nieto del Rey, y ahora el jinete de dos dragones. Caníbal pisó la cadena que colgaba del cuello de Sunfyre y la rompió de un mordisco. No recordaba cuando se subió a la montura de Sunfyre, solo recordaba cuando el dragón alzó el vuelo con Caníbal y Seasmoke siguiéndolos. En el aire cerró los ojos y las lágrimas se le salieron al recordar su vida pasada, las veces que voló con Sunfyre, cuando fueron a la guerra juntos, cuando le hizo matar a Rhaenyra.

Tocaron suelo un par de minutos después porque Sunfyre aún no podía volar con un jinete por mucho tiempo, Caníbal no aterrizó con ellos, el dragón se mantuvo volando sobre la fosa mientras Seasmoke aterrizaba junto a Sunfyre. Aegon se bajó de la montura de su nuevo dragón y enseguida se vio envuelto en los brazos de su madre, ni se había dado cuenta que estaba ahí. Su padre los alcanzó después de haberse lanzado de la montura de Seasmoke, preocupado. No le dieron tiempo de procesar lo que acababa de pasar, lo regañaron mientras revisaban que no estuviera herido, una vez se dieron cuenta que estaba sano lo llevaron de regreso a la fortaleza.

Debió esperarlo, en serio, pero aún así se sintió tenso al presentarse frente a su abuelo. Daemon y la Reina estaban ahí, ella miraba a su tío con desprecio y él la miraba con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Su abuelo parecía estar a punto de lanzarse por una ventana. Sus padres lo sostuvieron por los hombros, manteniéndolo en medio de ellos, listos para defenderlo de la tormenta que se avecinaba.

—Rhaenyra—comenzó el Rey con cansancio—, ¿qué fue lo que sucedió?

—Majestad, si me permite—Laenor dio un paso al frente—. Al parecer sucedió lo que todos temíamos, Sunfyre escapó de la fosa y Aegon intentó calmarlo, pero…creo que era inevitable.

—¿Era inevitable que su hijo robara el dragón de mi hijo?—Alicent apretó sus manos tratando de contenerse. —Difícilmente parece de esa forma, considerando que al Príncipe se le permite hacer y deshacer como más le plazca.

—Sunfyre era el dragón de Baelon—Rhaenyra dijo entre dientes—, e incluso así, no había sido reclamado.

—Los dragones se reclaman, no se heredan—Daemon apoyó a su sobrina.

Aegon se sintió mal entonces. ¿Por qué lo hizo? Debió dejar que Aemond lo reclamara, pero entonces su madre hubiera estado en peligro. La pesadilla de hace un año regresó y con ella el miedo. Con lágrimas cayendo por sus mejillas se soltó del agarre de su madre y corrió hacía el trono, hacía su abuelo. Viserys al verlo acercarse dejó que Blackfyre cayera al suelo y abrió los brazos para cargar a su nieto.

—Lo siento—sollozó Aegon abrazando a su abuelo—, lo siento, abuelo.

—Está bien, Aegon, no llores—pero él siguió llorando—. Traigan al Príncipe Aemond—ordenó a los capa blanca—, y ustedes déjenos a solas.

Su madre y la Reina protestaron, pero fueron sacadas por los capa blanca que se movieron para seguir las órdenes del Rey. Su padre le dio una última mirada antes de salir y él asintió aún acurrucado en las piernas de su abuelo. Daemon fue el último en salir, aún sonriendo con burla, Aegon quería pegarle. Los capas blancas regresaron poco después con un Aemond confundido, el niño se detuvo frente al trono algo incómodo, pero siguió su camino cuando su padre le hizo una seña para que se acercara.

—Aegon tiene algo que decirte—Viserys puso una mano en el hombro de su hijo menor que se encogió un poco.

—Lo siento, tío—el título sonaba extraño, pero empujo ese sentimiento al fondo de su mente—, lo siento mucho.

Aemond lo miró confundido, solo tenía tres veranos, apenas comprendía la importancia de los dragones en su familia, ni siquiera había tenido su primer vuelo en dragón.

—Sunfyre ya no será tuyo—le explicó el Rey—, ahora es de Aegon—Aemond frunció el entrecejo.

—Pero hay dragones más grandes—Aegon estiró una mano y agarró el brazo de Aemond—, puedes tener uno como Caníbal.

Aemond se acercó más y con algo de duda se trepó en el trono, con ayuda de Viserys, los dos niños se abrazaron y el Rey suspiró con derrota. Si tan solo el resto de su familia fuese así de sencilla de complacer.

Después de eso la tensión entre las familias creció, pero los niños siguieron ajenos a eso, al menos Helaena y Aemond. Apenas un mes después de lo sucedido, y a petición de Aegon, Rhaenyra trepó a Helaena en el lomo de Syrax y las dos volaron sobre la ciudad, unos días después hizo lo mismo con Aemond. La Reina se encontraba molesta por lo sucedido, pero el Rey no hizo nada al respecto, era tradición de la familia así que no podía regañar a Rhaenyra por llevar a sus hermanos a volar.

Daemon le regaló a Aegon guantes nuevos y lo felicitó por reclamar a Sunfyre. Ese mismo año fue la boda de su querida tía Laena con Daemon, Aegon casi tiene un ataque de pánico, pero se calmó al recordar su pesadilla pues había visto a una niña parecida a su tía así que eso le daba la idea que ella sobrevivía un poco más. En la celebración se aseguró de acaparar toda la atención de su tía solo para molestar a Daemon, su actividad favorita. Dos días después de la boda pudo disfrutar los frutos de su plan.

—Hela, ven, pedí tu dulce favorito—Rhaenyra le sonrió a su hermana que le regresó la sonrisa.

—Mamá, ¿podemos…

Su padre se ahogó con lo que estaba tomando interrumpiendo lo que Helaena estaba por decir. Aegon también se sorprendió, pero por suerte él no tenía nada en la boca. Su madre guardó silencio por un segundo antes de agarrar a Helaena y besarle las mejillas.

—Haremos lo que tu quieras, dulzura—Helaena sonrió y se sentó en las piernas de su hermana para poder comer.

Aegon sonrió viéndolas, debía hacer lo que fuera necesario para mantener esa relación. ¿Sería capaz de volver a casarse con ella? Había dicho que no, que la dejaría ser feliz, pero ahora lo cuestionaba. Muchas cosas habían cambiado, él había cambiado, quizás ahora si podía hacerla feliz.

—¿Estás aquí?—su padre le susurró al oído haciéndole saltar en su lugar.

Aegon frunció el entrecejo y en venganza agarró un poco de la mermelada en su plato con su mano, su papá no pudo alejarse a tiempo y acabó con la mejilla llena de mermelada.

Chapter 14: EL KARMA DE AEGON

Summary:

En dónde nace Jace, Aegon le hereda su juguete favorito, y tiene a sus amigos.

Chapter Text

Aegon tenía siete veranos y su madre estaba embarazada una vez más, pero con ella la reina también se encontraba en espera de su tercer hijo. La espera emocionaba a Aegon más de lo que mostraba, estaba emocionado por ver a sus hermanos nuevamente, quería poder cargarlos como no pudo hacer en su otra vida. Su madre pensó que era adorable su emoción, siempre acariciando su cabello con una sonrisa enorme en el rostro. Helaena también pasaba mucho tiempo con ellos, siempre queriendo tocar el vientre abultado de Rhaenyra, la joven princesa siempre iba sonriendo después de un encuentro con su hermana. Aemond, por otro lado, solo los visitaba de vez en cuando, cuando la propia Rhaenyra manda a llamar por él.

En el tiempo que había pasado desde que reclamó a Sunfyre, ya no había tenido más pesadillas sobre el posible futuro que los esperaba. Se entrenaba con la espada y le pidió a su abuelo que lo aceptara como copero, sus padres se habían mostrado orgullosos de él y siempre se aseguraban de demostrarlo. Ser Harwin había sido asignado como guardia jurado de su madre y a Criston lo nombraron su escudo juramentado gracias a la buena relación que mantenía con el hombre. Su padre y Daemon eran quienes lo entrenaban, los dos empujándolo a ser el mejor y él no los decepcionaba cuando levantaba su espada de madera. Su tía Laena y Daemon se casaron durante ese tiempo, Aegon se aseguró de pegarse a su tía durante toda la celebración y ella no le negaba nada así que sostenía su mano y lo llevaba con ella a dónde iba.

Habían sido unas hermosas lunas que pasó siendo mimado por su familia, como siempre, pero al mismo tiempo demostró que era más que un caprichoso. Era copero del Rey, estudiaba, entrenaba, se esforzaba por ser un buen ejemplo para sus futuros hermanos y sus tíos menores. Estaba haciendo un buen trabajo, tan bueno que llegaban cartas de todo el reino pidiendo un compromiso para sus hijas con el príncipe, cada una de esas cartas fue leída por Rhaenyra y Laenor que las rechazaban de la mejor manera posible. Aegon ni se molestaba con esos asuntos, sus padres le habían asegurado que lo dejarían escoger a su futura esposa y él consideraba que todavía no estaba listo para eso. Era un niño así que ese sería un problema para el Aegon adolescente.

—¿Qué estás haciendo?

Aegon se sobresaltó, la tapa de la incubadora deslizándose fuera de su mano y cayendo al suelo con un sonido que se escuchó más allá de la puerta. Sus ojos fueron a la puerta dónde su padre lo miraba con los brazos cruzados y las cejas levantadas.

—Solo…nada—se agachó para recoger la tapa—. Encontré un huevo para Jace, sir Criston me ayudó a traerlo.

—Parece el huevo perfecto—Laenor se acercó y puso una mano en la cabeza de su hijo—, escuché que tu madre terminó la labor de parto, por eso te estaba buscando—Aegon cerró la incubadora y levantó la cabeza para ver a su padre—. ¿Quieres ir a verlo?

Asintió lentamente alejándose de la incubadora, apenas cruzaron la puerta tanto sir Criston como sir Harwin ingresaron para mover el huevo a la habitación de la princesa. Aegon tomó la mano de su padre y caminó a su lado sintiendo como su garganta se cerraba con cada paso que daba, estaba a punto de ver a Jacaerys una vez más, por primera vez desde que murió en medio del mar tratando de salvar a su hermano menor. Jacaerys había sido mejor hermano mayor que él y por eso se había prometido ser buen hermano mayor, quería quitar esa responsabilidad de los hombros de su hermano. Sería un buen ejemplo para ellos y se aseguraría de protegerlos de todos y todo.

Llegaron a la habitación más pronto de lo que le hubiera gustado, su padre abrió la puerta para dejarlo pasar primero, apenas puso un pie adentro sus ojos encontraron la figura de su madre recostada en una silla con un bulto de mantas en sus brazos. Con pasos suaves se acercó a ella, su cuerpo entero temblando de nervios, la respiración se le atascó en la garganta y tuvo que detenerse a unos cuantos pasos. Rhaenyra le sonrió y estiró una mano en su dirección, su mirada siempre llena de amor dirigida a su hijo mayor. Aegon respiró profundo y se acercó.

—Conoce a tu hermano menor, mi pedazo de cielo—su madre se inclinó un poco para que pudiera verlo—, Jacaerys.

Lo primero que vio fue el rostro relajado del bebé, después vio el poco cabello que tenía. Blanco. Jace tenía el cabello blanco.

Aquello hizo que sus hombros se relajaran, pero entonces cayó en cuenta de algo. Jace tenía el pelo blanco, seguramente sus ojos eran violetas, pero él tenía el pelo oscuro. ¿Era ese el karma que tenía que pagar? ¿Por qué parecía bastardo ahora? Oh, cómo deseaba poder conocer a su yo anterior y pegarle. Aunque bien podía tirarse de las escaleras otra vez.

—Jace—susurró estirando una mano para tocar su cabello.

—Oh, mi pedazo de cielo, no llores—las manos de su madre limpiaron su mejilla y él se sobresaltó, ¿cuando comenzó a llorar?

Su padre se acercó entonces para ver a su segundo hijo, Aegon se hizo a un lado y observó como Laenor cargaba a Jacaerys con una sonrisa en el rostro. La misma mirada llena de amor que le daba a él ahora estaba dirigida a Jacaerys, como siempre debía ser. Ahora con la manos libres Rhaenyra no dudó en agarrar a su hijo mayor para abrazarlo y limpiarle las mejillas.

—¿Encontraste un huevo?—él asintió girando la cabeza hacía la mesa dónde habían puesto la incubadora—¿Me dejas verlo?

Con cuidado Aegon fue hasta la mesa y destapó el huevo una vez más. Era verde, como Vermax sería, y estaba seguramente caliente gracias a las brasas sobre las que descansaba. Rhaenyra lo miró y asintió satisfecha.

—Lo escogí yo solo—comentó volviendo a taparlo—, los cuidadores dicen que es de una nidada de Syrax.

—Mmh, ¿cuántos huevos hay?

—Tres—regresó junto a su madre y se trepó en la silla—. ¿Cuándo podemos llevar a Jace a volar?

—Cuando tenga los meses suficientes—Laenor fue quién respondió, meciendo a Jace en sus brazos.

Verlo le dio nostalgia, si cerraba los ojos podía sentir los brazos de su padre sosteniéndolo mientras le cantaba para que fuera a dormir. Ah, ya extrañaba esa parte de su vida, cómo quisiera poder encogerse para estar siempre en los brazos de sus padres. Rhaenyra lo abrazó, besando su cabeza con cariño, y él se relajó en sus brazos.

El Rey apareció poco después, feliz de conocer a su segundo nieto. Aegon se mantuvo sentado en el suelo dibujando mientras la gente iba a conocer a su hermano, en algún punto su tía Laena se sentó a su lado para ayudarlo mientras sus abuelos hablaban con sus padres sobre Jacaerys. Terminó su dibujo cuando el último de los visitantes abandonó la habitación, un bostezo escapando de sus labios. Dejó el papel sobre la mesa y se levantó cuando su padre le dio una palmadita en la cabeza, la señal de que era momento de ir a la cama. Después de besar las mejillas de su madre y recibir mimos abandonó la habitación con su padre. 

Laenor le ayudó a cambiar su ropa y meterse en la cama, se quedó con él a cantarle hasta que se quedó dormido abrazando a Sunfyre. Cuando se despertó al día siguiente lo hizo con el sonido de las doncellas arreglando su baño. Le tomó un buen rato poder levantarse, se había despertado con más pereza de la normal porque ese día no tendría entrenamiento y quería disfrutar de su cama lo más que podía. Después de vestirse fue llevado a la habitación de sus padres dónde tomó el desayuno con ellos y Jace. Se quedó con ellos hasta que su abuela Rhaenys fue por él para que pasaran el día juntos.

Pasaron tres semanas hasta que por fin hicieron una celebración para presentar a Jacaerys en la corte. A Aegon lo vistieron como el heredero digno que era, alguien que desde pequeño se notaba que estaba destinado a sentarse en el trono de hierro. El niño de siete veranos se mostró orgulloso cuando presentaron a su hermano menor en la corte, siempre de pie en medio de sus padres, de vez en cuando pidiendo ver a su hermano para asegurarse que estuviera cómodo. Cuando se reunieron en el jardín fue que se alejó de sus padres para jugar con sus amigos, los ocho niños reunidos al fin después de meses sin verse. Helaena y Aemond se unieron a sus juegos por petición de Aegon. Todo estaba bien, más que bien a ojos de Aegon, al menos hasta que Aemond se tropezó con otro niño y cayó al suelo.

—¡Hey, tu!—Aliandra Martell gritó al ver como el otro niño huía—¡Cobarde!

Cassandra miró a Aliandra con reproche, lista para educarla en la forma que se supone debe comportarse una dama, pero Joffrey hizo un sonido de exasperación que le ganó las miradas molestas de ambas. Clement y Alan se rieron de él, Cregan puso los ojos en blanco y Aegon se acercó a Aemond para ver que estuviera bien. Helaena ya estaba agachada a su lado preguntando si estaba bien así que Aegon le ayudó a levantarse para ver si estaba herido. Por suerte solo tenía un pequeño rasguño en las manos, solo había que limpiarlo con un paño mojado y estaría bien.

—Mamá tiene paños mojados—comentó—, los tiene en caso de que me caiga mientras juego—había sucedido muchas veces y Rhaenyra quería estar preparada.

—Yo puedo llevarlo—Helaena murmuró tomando la mano de su hermano.

Aegon lo vio alejarse, los siguió con la mirada hasta que alguien lo empujó y casi se cae de cara al suelo.

—¡Es Aegon!—gritó Alan corriendo en dirección contraria.

—¡No es justo!—gritó él antes de correr tras su amigo.

Rhaenyra los vio comenzar a correr de nuevo como si nada hubiera pasado mientras Aemond y Helaena caminaban en su dirección. La niña fue quién se acercó más a ella, aún sosteniendo la mano de su hermano, y con cuidado le enseñó el corte en la palma de Aemond.

—¿Puedes limpiarlo, mamá?—preguntó en un susurro para que solo ella la escuchase.

—Claro, mi dulce niña—le sonrió con cariño.

Sentó a Aemond en una silla junto a ella y le ofreció una galleta a Helaena para que comiera mientras ella atendía al menor. Después de limpiar el corte y vendarlo con un paño puso un plato con dulces frente a él que no dudó en comer. La princesa sonrió viendo a sus hermanos, feliz de verlos ser niños sin presiones. El gritó de su hijo le hizo salir de sus pensamientos, un suspiró se le escapó y apenas levantó la mirada vio a su hijo tirado en el suelo con otros dos de sus amigos. No podía ver quiénes eran, pero identificó a Aliandra tirada unos pasos más allá de ellos.

No era una celebración normal si ellos no acababan en el suelo. Sobre todo Aegon.

Por suerte el niño estaba acostumbrado a caerse y se levantó de un salto para seguir corriendo, Cassandra le gritó y siguió huyendo de Clement. Aliandra fue la segunda en levantarse, la niña ni se acomodo el vestido, solo siguió corriendo tras ellos entre risas.

—Tengo hambre—se quejó Alan deteniendo sus pasos, Cregan chocó con él y casi caen al suelo—. Oye, ten cuidado.

—No te detengas en medio del camino—Cregan lo empujó y pasó a su lado.

—¿Vamos a comer?—Joffrey se metió en medio de ellos.

—¡Comida!—gritó Clement.

Aegon los miró con una sonrisa y su corazón dolió. Antes no tenía ni un solo amigo, pero ahora tenía seis amigos con los que siempre jugaba y se escribía mensajes. Eran sus mejores amigos y pretendía mantenerlos para toda la vida, sobre todo a Cregan y Joffrey que eran los que más le escribían. El segundo llamándose el mejor amigo de Aegon ya que eran familia lejana.

—¿Si hacemos un picnic?—Aliandra se acercó con el brazo entrelazado con el de Cassandra.

—Buena idea—Aegon asintió—, le diré a mi mamá.

Los siete se separaron para avisarle a sus padres lo que tenían planeado. Aegon primero fue hacía su padre para avisarle y ver a Jacaerys que descansaba en sus brazos, luego fue hacía su madre para invitar a Aemond y Helaena. Su madre le besó la frente y preparó dos platos de comida para él y Helaena porque Aemond ya había comido con ella y quería quedarse sentado. Se reunieron una vez más bajo la sombra de un árbol, algo alejados de los demás, y procedieron a compartir la comida que llevaron mientras hablaban de cosas sin sentido.

Terminaron planeando un viaje por todas sus casas, empezando del sur al norte, incluso Cregan estuvo de acuerdo. Aegon se ofreció a llevarlo al sur en su embarcación para que hicieran el recorrido de regreso en un carruaje. Era un buen plan, sobre todo si Aegon convencía a su madre de ir con él porque así se ganaría a los señores de todo el reino, él ya se había encargado de ganarse a los Baratheon, Beesbury, Stark, Arryn, Celtigar, e incluso a los Martell con su inocencia y amistad. Se asegurará de mantener esas alianzas hasta que pongan la corona en su cabeza, porque son necesarias y porque aprecia la relación que tiene con sus amigos.

Ese día hicieron una pijamada, con unas doncellas presentes ya que Aliandra y Cassandra se rehusaban a perderse aquel evento. La hicieron en la habitación de Aegon, reunieron sábanas y almohadones en el suelo frente al fuego para poder leer un libro de historias que el príncipe tenía en su habitación. Durmieron en el suelo, las niñas un poco alejadas de ellos, pero al final todo quedaron regados por el suelo, enredados en las sabanas. Por la mañana fue un enredo poder levantarse por lo enredado que estaban, las doncellas los ayudaron entre risitas y les dejaron tomar el desayuno juntos.

Sus amigos se quedaron por tres días más y Aegon lloró cuando se fueron, aunque nunca lo admitiría, sólo lloró en presencia de sus padres y ellos no lo traicionarían diciéndole a alguien más. Ese mismo día tomó su maraca, guardada en un cofre en su armario, y la puso en la cuna de Jacaerys bajo la atenta mirada de sus padres. Rhaenyra lloró al verlo porque es tu juguete favorito, mi pedazo de cielo . Aegon tuvo que abrazarla y asegurarle que estaba bien, aunque ella no se calmó hasta que lo tuvo en sus brazos, acurrucados en la cama como cuando era un niño más pequeño.

—Mi pedazo de cielo está creciendo muy rápido.

Aegon se dejó mimar, como siempre.

Chapter 15: RECUERDOS AZULES

Summary:

En dónde la ciudad es cerrada y el caos se desata en la Fortaleza roja.

Chapter Text

Aegon entendía muchas cosas, podía entender que las miradas lanzadas a su persona en los pasillos no eran más que miradas juzgadoras, entendía que los susurros a sus espaldas eran acusaciones. Pero a pesar de todo, nada de eso importaba, porque lo más importante era que entendía el por qué tenía dos dragones. Lo entendió después de soñar con Caníbal por quinta vez, el dragón siempre aparecía como una advertencia, como si quisiera decir algo, fue entonces que todo se aclaró. Los dioses habían enviado a Caníbal para que lo protegiera, para asegurarse que siguiera el camino correcto, una especie de guardián, pero Sunfyre estaba vinculado a su alma y por eso no podía rechazar el llamado del dragón. Entender aquello le hizo sentir mejor consigo mismo, después de todo se sentía mal por haber dejado a Aemond sin dragón.

Aunque por esa razón se encontraba en la fosa de dragones tan temprano ese día. Sunfyre estaba comiendo no muy lejos de él y seguramente Caníbal estaba haciendo lo mismo en el patio, Aegon miró al dragón dorado y suspiró girando el anillo de los Arryn en su mano derecha. Dos cuidadores aparecieron por las escaleras que llevaban al lugar de descanso de los dragones cargando una incubadora, el joven príncipe se acercó cuando la dejaron sobre una mesa en medio del domo y la destaparon para dejar ver el huevo que descansaba en su interior. Era uno de los dos huevos que Syrax había puesto, era de un color similar al fuego, naranja con destellos amarillos.

—Que lo lleven a la habitación del Príncipe Aemond—ordenó sin mirar a los hombres—, es una orden de la Princesa Rhaenyra y fue aprobada por el Rey.

Realmente había sido su idea, pero solo sus padres lo sabían.

Claro, Príncipe —uno de los cuidadores habló cubriendo el huevo nuevamente—. ¿Desea que preparemos a los dragones?

No, hoy no saldré a volar, gracias .

Ambos cuidadores hicieron una reverencia y él se dio la vuelta para salir al patio, a su espalda Sunfyre se movió para seguirlo. Aegon tenía siete años, pero irradiaba un aura de madurez y elegancia que incluso algunos adultos no alcanzaban a tener, cualquiera que lo viera pensaría que era un adulto atrapado en el cuerpo de un niño. Era cierto, pero nadie tenía porqué saberlo.

Afuera Caníbal estaba terminando su segunda oveja, Aegon puso los ojos en blanco y murmuró algo sobre el dragón teniendo un apetito insaciable, detrás de él Sunfyre dejó salir un gruñido. Sir Criston estaba esperando cerca de la entrada con dos caballos, listo para huir de la presencia de los dragones en cualquier momento. El día estaba relativamente bueno, unas cuantas nubes cubrían el cielo, pero no lo suficiente como para oscurecer el día, el clima estaba perfecto para volar.

Vayan a volar —ordenó a los dragones. Caníbal gruñó con descontento y Sunfyre alzó el vuelo apenas pudo—. Desobediente.

El dragón avanzó hacía él y lo olfateó antes de empujarlo, tuvo que dar dos pasos hacía atrás para no caer, pero aún así estiró una mano para empujar al dragón.

Se supone que debes cuidarme, no matarme —Caníbal gruñó en respuesta—. ¿No quieres ir a volar?

El suelo se sacudió bajó los pasos de Caníbal cuando el dragón se movió y Aegon tuvo que quitarse del camino para no ser aplastado, a veces se preguntaba por qué los dioses no habían enviado a Vermithor o Silverwing como niñeros. Incluso Grey Ghost sería mejor que el dragón que le tocó. Pero nunca diría eso en voz alta, realmente se había encariñado con Caníbal.

Sus ojos subieron al cielo justo a tiempo para ver a Caníbal intentar agarrar a Sunfyre con sus garras, un juego que siempre tenían cuando volaban sin su jinete. Él no se preocupaba por ellos, sabía que realmente no iban a matarse, aunque todos los demás si se preocupaban y seguido le preguntaban por qué no se deshacía de uno de sus dragones ya que estos no se llevaban bien. Con eso se referían a que debía deshacerse de Caníbal, pero él nunca dejaría a su fiel acompañante. Apartó la mirada de los dragones y siguió su camino hacía Criston, debía regresar a prepararse para su entrenamiento, aunque aún era muy temprano y se iba a quedar rondando la fortaleza hasta que llegase la hora.

—Mi Príncipe, ¿es seguro que los deje sueltos?—preguntó Criston mirando los dragones alejarse de la fosa.

—Regresaran cuando se cansen, no te preocupes por ellos—sacudió una mano para restarle importancia.

Criston no parecía muy convencido, pero no dijo más nada. Aegon se trepó en su caballo con ayuda del guardia y juntos regresaron a la fortaleza. En el camino el joven Príncipe no dejaba de pensar en lo que estaba por pasar, ahora que su hermano había nacido era cuestión de unas lunas más para que Daeron naciera, la presión era sofocante porque no solo debía ser un buen hermano mayor, también debía ser un buen sobrino y evitar que enviaran a Daeron a Oldtown. El constante recuerdo de la ausencia de Daeron en su vida pasada le abría un hueco en el pecho, su hermano había muerto luchando por alguien a quién no conocía, por alguien que no lo merecía.

Todos sus hermanos habían muerto por su culpa.

Una punzada en el pecho le hizo cerrar los ojos, una de sus manos subió y se apoyó sobre su corazón para tratar de aliviar el dolor. Era normal sentir ese dolor cuando pensaba en su vida pasada, cuando pensaba en cómo habían muerto sus hermanos. Abrió los ojos al escuchar el rugido de Caníbal en la distancia y la tensión en su cuerpo desapareció. Lo primero que vio fue las puertas de la fortaleza que se abrieron apenas se acercaron, después levantó la mirada al cielo y vio al enorme dragón negro aparecer de entre las nubes, lo segundo hizo que una sonrisa apareciera en su rostro. Apartó la mirada cuando el caballo se detuvo y bajó de un salto antes de que alguien pudiera acercarse para ayudarlo.

—Príncipe, la Princesa Helaena estaba preguntando por usted—le avisaron en la puerta—, dijo que lo esperaría en…

—Claro, gracias—le interrumpió con una dulce sonrisa, esa que siempre usaba para ganarse a la gente.

Los pasillos de la fortaleza estaban medio vacíos, cosa que era de esperarse siendo tan temprano, en ese momento Aegon se arrepentía de haberse despertado más temprano de lo normal. Pasó una mano por su cabello para arreglarlo cuando estaba a unos cuantos pasos de su destino y, por si acaso, también arregló su ropa. La puerta de la habitación utilizada para el cuidado de los Príncipes fue abierta para él y adentro se encontraba solamente Helaena, sentada en una silla frente a la mesa llena de comida. Al escuchar la puerta abriéndose la Princesa giró la cabeza para ver quién había llegado, una sonrisa apareció en su rostro al ver a Aegon.

Ver aquella sonrisa dirigida a su persona le causaba conflicto. En su vida pasada había sido cruel con ella, había manchado su nombre y al final fue culpable de su muerte. Por más que tratase de enmendar el daño provocado, nunca lo lograría porque el daño que causó era irreparable. No podía mirar a Helaena sin sentirse culpable, sin sentir que le faltaba el aire, y cuando ella le sonreía o lo llamaba egg sentía su pecho doler. Ella había sido tan inocente, no se merecía nada de lo que él le hizo pasar, se merecía alguien mejor, una vida sin la presión de la corte. Sabía que antes Rhaenyra había querido casarla con Jacaerys, quizás ahora podría hacer que su madre presionara la unión. Dejaría que ambos fueran felices.

Se lo merecían más que él.

—¿Egg?—Helaena lo llamó con la voz suave, sus ojos llenos de preocupación al ver que se había detenido a unos cuantos pasos de la puerta. —¿Estás bien?

—¿Uh? Si, si, estoy bien—sacudió la cabeza y siguió caminando.

Tomó su lugar en la mesa y le agradeció a la doncella que llenó su copa con jugo. Helaena seguía mirándolo, seguramente no le creyó que estaba bien, ni él se hubiera creído . Sin embargo, ella no dijo nada, solo se dedicó a mirarlo como si esperase que él dijera algo. Se quedaron en silencio, algo incómodo, hasta que la puerta fue abierta una vez más y Aemond se asomó. El menor de los tres ignoró por completo la incomodidad y se acercó para tomar su asiento, saludando con la voz baja.

—Tengo hambre—declaró Aegon estirando una mano para agarrar un pedazo de pan.

—Debemos hacer una oración primero—le recordó Aemond.

Ah, claro, ellos seguían la fe de los siete.

Helaena fue quién dijo la oración y Aegon fingió rezar para complacer a sus tíos, apenas terminaron procedió a comer porque si tenía hambre . Siempre desayunaba con sus padres, pero una vez cada luna tomaba su desayuno con Helaena y Aemond, aquella tradición la había comenzado su madre para que mantuvieran las buenas relaciones . Él no se quejó porque eso le daba excusas para seguir con su plan de fortalecer los lazos familiares.

—¿Qué harás hoy?—preguntó Helaena a nadie en específico.

—Entrenare, creo que hay una reunión del concejo y luego pasaré la tarde con Jace—respondió Aegon encogiéndose de hombros.

—Debo estudiar—fue la respuesta corta de Aemond.

Aegon puso los ojos en blanco, claro que iba a estudiar cómo el niño bueno que era. Sabía que lo hacía para complacer a su madre que lo obligaba a estudiar hasta que ya no diera más, claramente quería que fuera superará los logros que Aegon alcanzó a esa edad, aún si era absurdo porque él solo alcanzó esos logros gracias a sus recuerdos y su mente avanzada. Ningún niño normal pudiera haber logrado todo lo que él logró.

Se llevó una uva a la boca y miró al menor de los tres notando que estaba vestido de verde. El color le hizo arrugar la nariz con desagrado, como odiaba ese color, el verde representaba todo su sufrimiento y sus pecados. Cada vez que lo veía escuchaba el llanto de Alicent, sus gritos, sentía los golpes, veía las miradas llenas de desprecio, de odio, de disgusto. Apretó sus manos tratando de matar aquellos recuerdos, de mantenerse en el presente, pero le era imposible ignorarlos. Se levantó de la mesa cuando comenzó a sentir que la respiración se le atascaba en la garganta, Helaena y Aemond lo miraron con ojos curiosos cuando se alejó de la mesa.

—Debo irme.

Sin esperar respuesta se alejó hacía la puerta. Tenía la respiración acelerada y las manos le temblaban para cuando salió de la habitación, Criston lo miró con el entrecejo fruncido y se inclinó para preguntarle si estaba bien, pero antes de que pudiera abrir la boca Aegon ya había comenzado a correr por el pasillo. El hombre frunció el entrecejo y lo siguió con pasos rápidos, ya sabía a dónde iba así que no había problema.

Aegon empujó la puerta de la habitación de sus padres con fuerza, la sensación de estar siendo quemado con vida esparciéndose en su cuerpo con cada respiración que tomaba. En la habitación estaban sus padres, sentados en la mesa tomando el desayuno, ambos se sobresaltaron al escuchar como abrían la puerta. El joven príncipe los ignoró y corrió hacía la cama dónde se lanzó para ocultarse bajo las sábanas, buscando refugió de los recuerdos que lo atormentaban. Casi no podía respirar y todo su cuerpo estaba temblando, casi retorciéndose, con la sensación fantasma del fuego consumiendolo.

Rhaenyra fue la primera en llegar a la cama, su rostro lleno de preocupación, con cuidado tiró de la sábana que cubría a su hijo y su corazón se encogió al ver su rostro lleno de lágrimas. Laenor le dio la vuelta a la cama y se trepó por el otro lado, el Heredero de Driftmark no dudó ni un segundo en agarrar el cuerpo de su hijo y moverlo hasta que estuvo descansando en su regazo.

—Aegon—Laenor lo llamó, apretandolo con fuerza cuando comenzó a removerse—. Shh, está bien, estamos aquí.

—¿Está enfermo?—Rhaenyra preguntó con preocupación.

—Está muy caliente—Laenor se levantó cargando a Aegon—, no podemos esperar a que llamen al maester.

Rhaenyra se apresuró a seguir a su esposo cuando se precipitó hacía la puerta. La Princesa ignoró a todos los que se cruzaban en su camino, no le importaba estar perdiendo cara frente a la corte, no cuando su hijo seguía temblando y llorando sin consuelo. El camino a la sala del maester se le hizo demasiado largo, con cada paso que daba se sentía más lejos del lugar, como si estuviera estancada en el comienzo.

Aegon sentía que se estaba moviendo, pero no sabía si era producto de estar atrapado en sus recuerdos o realmente estaba siendo movido. Sea como sea, el movimiento le revolvió el estómago y el olor a carne quemada que lo estaba atacando no ayudaba, quería regresar su desayuno y lo haría si no lograba recuperar el control de su cuerpo. Sin embargo, no podía recuperar el control, cada vez que intentaba abrir los ojos solo podía ver fuego y sangre. Necesitaba ver a Caníbal, él lo ayudaría a salir de ese estado, pero no podía luchar para llegar a él, no era lo suficientemente fuerte como para vencer los fantasmas de su pasado.

Era patético.

Los dioses debieron enviar a alguien más fuerte que él. Rhaenyra hubiera hecho un mejor trabajo, Jacaerys, Lucerys, incluso Helaena, cualquiera de ellos era más fuerte que él. Él solo empeoró las cosas. No podía lograr que Alicent dejará la guerra que tenía con Rhaenyra, no podía eliminar a Otto del tablero de una vez por todas, ¿por qué los dioses confiaron aquella tarea a alguien que no era capaz? Debieron dejarlo morir, dejar que se pudriera en los siete infiernos por toda la eternidad. No merecía esa segunda oportunidad, no era digno, estaba lejos de serlo.

Fue el responsable de la muerte de su familia, solo por el simple hecho de haber nacido los condenó a todos, y ni siquiera se arrepintió, no hasta que se vio cara a cara con el extraño. Se arrepintió cuando murió, como un cobarde, envenenado por sus propios seguidores, tal como la rata que era. Y eso había sido más de lo que se merecía porque, por los dioses, se merecía una muerte peor que esa. Al menos Rhaenyra había muerto con la cabeza en alto, con gente llorando su muerte, pero estaba seguro que nadie lloró la suya, lo más seguro es que la hubieran celebrado.

Laenor irrumpió en la habitación del maester que, apenas lo vio ingresar con un Aegon casi inconsciente, se apresuró a buscar medicinas y libros para atenderlo. Con cuidado el cuerpo del Príncipe fue puesto sobre la mesa de madera en medio de la habitación dónde Laenor tuvo que sostenerlo con fuerza por los hombros para que no se moviera. Rhaenyra se apoyó en la pared junto a la puerta dejando que Harwin y Criston ingresaran para ayudar a Laenor. Cada guardia sostuvo una pierna y un brazo del Príncipe mientras el maester se movía a su alrededor tratando de revisar que no estuviera herido. Apenas se aseguro que no estaba herido, procedió a quitar las ropas que cubrían al Príncipe para poder poner trapos húmedos en su cuerpo, buscando aliviar la fiebre.

—Debemos ponerlo en agua fría—declaró el maester moviéndose para pedir que les llevasen agua cuanto antes.

—¿Qué le pasa?—Rhaenyra preguntó al hombre, alejándose de la pared para avanzar hacía su hijo.

—Es la fiebre, Princesa, debemos bajarla cuanto antes—respondió el hombre revisando sus frascos—. ¿Desde cuándo tiene fiebre?

—El Príncipe estaba bien cuando fuimos a la fosa temprano—comentó Criston mirando a la Princesa—, solo se pudo agitado cuando terminó su desayuno con la Princesa Helaena y el Príncipe Aemond.

—Veneno—murmuró el maester detrás de ellos—. Debemos poner una alerta, Princesa, puede que el Príncipe haya sido envenenado.

Aquellas palabras desataron el caos en la fortaleza. El maester sumergió a Aegon en una bañera de agua después de forzarlo a tomar un antídoto que funcionaba con casi todos los venenos conocidos en los siete reinos, y Criston tuvo que ir a avisar al Rey lo que estaba pasando. La fortaleza cerró sus puerta de inmediato y minutos después la ciudad lo hizo, alertando a las personas que intentaban seguir con su día como de costumbre. La Reina fue avisada y a pesar de que sus hijos no presentaban síntomas los llevó con el maester que les dió el visto bueno al no encontrar nada extraño.

Tuvieron que cambiar el agua de la bañera de Aegon unas cinco veces antes de que la fiebre comenzara a bajar. Rhaenyra y Laenor se mantuvieron a su lado todo el tiempo, asegurándose que siguiera respirando aún si lo hacía con dificultad. El personal de la cocina había sido llevado a la sala del trono apenas se enteraron del suceso y fueron interrogados, amenazados, por el mismo Rey que lucía iracundo con la noticia del estado de su nieto. Desde la derecha de su hijo, con lágrimas cayendo por sus mejillas, Rhaenyra ordenó que se interrogará a todos los habitantes de la fortaleza, incluyendo a la propia Alicent.

Ya habían movido a Aegon a la habitación de sus padres cuando Daemon, Laena y Rhaenys llegaron a la ciudad, el sol estaba comenzando a ocultarse y el joven Príncipe aún no despertaba. La fiebre había bajado, pero aún seguía presente. Laenor había dejado a su esposa para ir personalmente a interrogar a sus principales sospechosos, el Heredero de Driftmark estaba lleno de ira y deseo de matar a alguien, específicamente al culpable del dolor de su hijo.

—Rhaenyra—Laena ingresó en la habitación con el rostro lleno de preocupación—, por los dioses.

—Laena, gracias por venir—Rhaenyra la recibió con un abrazo—. Todavía no despierta…no sabemos…oh, Laena.

—Shh, está bien, Aegon es fuerte—los ojos de Laena fueron hacía su sobrino que aún respiraba con dificultad—. Todo estará bien, tenlo por seguro.

Mientras Laena consolaba a Rhaenyra, en la sala del trono los guardias arrastraban el cuerpo sin vida de la primera víctima del Príncipe Canalla. Daemon limpió la hoja de Dark Sister con un pañuelo y miró a los hombres que se mantenían de rodillas frente a él, hombres que estaban acabando con su paciencia. Laenor estaba de pie a su lado, con las manos manchadas de sangre por haber golpeado al hombre antes de que Daemon decidiera acabar con su vida.

—Un Príncipe fue envenenado—Rhaenys alzó la voz desde su lugar a los pies del trono—, no cualquier Príncipe, si no el primogénito de la Heredera. Su futuro Rey. —La Princesa pasó la mirada por todos los presentes.

—¡Majestad!—Sir Erryk ingresó a la sala con pasos rápidos. —Los capa doradas atraparon a dos sirvientes de la fortaleza intentando escapar.

—¡Que los traigan!—ordenó el Rey levantándose del trono—¡Que todos salgan!

En segundos la sala del trono se encontró casi vacía, los sospechosos huyeron apenas recibieron la orden, no queriendo estar presentes cuando se ejecuten a los culpables.

—Ejecución pública—Daemon se giró para ver a su hermano—, es lo menos que se merecen.

—Si me disculpan, su Majestad, Príncipe—Lyonel Strong habló llamando la atención de la familia real—. Debemos encontrar el veneno con el que intentaron asesinar al Príncipe, más que una ejecución pública, podemos exponerlos al veneno.

—Su Majestad.

Todos se giraron hacía las puertas dónde Harwin Strong ingresaba con cuatro capas doradas y dos capas blancas, arrastrando a dos sirvientes que lucían golpeados. Laenor los reconoció como los sirvientes que cuidaban el establo, uno de ellos era quién se encargaba personalmente de cuidar el caballo de Aegon. La rabia se esparció por su cuerpo y sin detenerse a pensar con razón se fue contra el hombre que no pudo defenderse. Rhaenys y Viserys intentaron llamarlo, pero Laenor no les hacía caso, estaba cegado por la ira. Con cada golpe que caía sobre el hombre recordaba a su hijo inconsciente.

Se encargaría de hacerlo pagar por eso.

Chapter 16: CORAZÓN DE MADRE

Summary:

En dónde Laenor casi asesina a alguien, Rhaenyra se enfrenta a Alicent, y encuentran al culpable.

Chapter Text

La fiebre se había ido, eso había relajado momentáneamente a Rhaenyra, al menos lo suficiente como para dormir por un par de horas. La Princesa no se había movido de su lugar junto a su hijo mayor en ningún momento, casi no comía, y apenas se movía para darse un baño rápido, hasta durante las visitas de Jacaerys se mantenía a un lado de la cama. Laena era quién pasaba más tiempo con ella, siempre manteniéndose cerca por si algo sucedía, Laenor estaba encargado de interrogar a los sospechosos que tenían así que sólo regresaba a la habitación por la noche. Rhaenyra agradece profundamente que su esposo fuera quién se hacía cargo de todo aquello porque ella no podía soportar el pensamiento de alejarse de su hijo por mucho tiempo.

Tanta había sido su desesperación que acabó mandando a llamar al maester Gerardys en Dragonstone apenas un día después de lo ocurrido.

Era la mañana del tercer día y la preocupación la estaba consumiendo al no tener reacción alguna de su hijo, pero se distraía trenzando el cabello de su niño con cariño o leyendo su libro favorito. Estaba sentada en la cama, con Helaena en sus piernas y un libro grueso abierto frente a ellas, la menor leyendo a medias la página que hablaba sobre como el Norte se unió a Aegon el Conquistador. Era el libro que siempre le leía a Aegon en el Godswood, su favorito, y el que ahora usaba para ayudar a Helaena con su lectura.

—Mamá, ¿cuando despertara Egg?—preguntó Helaena, completamente ignorando como Rhaenyra pasaba la página del libro. Sus ojos llenos de preocupación cayeron sobre el rostro de su hermana mayor, su madre .

Rhaenyra miró a su hijo, inconsciente junto a ellas, y luego miró a su hermana, la que siempre había deseado. La hija que quería. Un suspiro derrotado se le escapó y tuvo que forzarse a sonreír para darle confort a la niña.

—Debemos esperar un poco más, aún necesita descansar—le aseguro pasando una mano por su cabello—, pronto va a despertar.

Realmente no estaban seguros de si iba a despertar, pero no iba a decirle eso a Helaena, no podía.

Helaena no dijo más nada, solo asintió y regresó su mirada al libro, pero no continuó leyendo. La mayor la atrajó a su pecho y acarició su espalda con cariño. Se quedaron así por un buen rato, solo disfrutando del confort que les brindaba el estar cerca. La menor de las dos cerró los ojos, acurrucadose en el regazo de su hermana. Antes pensaba que eso estaba mal, pero mientras más tiempo pasaba con Rhaenyra, Aegon y Laenor, más se daba cuenta que quizás era su madre, Alicent, quién estaba equivocada.

Rhaenyra no quería matarlos, ella los quería.

—Rhaenyra—la voz de Laena llamó su atención y las dos se giraron para mirarla. —La Reina pide que la Princesa Helaena regrese con ella.

—Vendré mañana—comentó la niña al sentir como Rhaenyra se tensaba—, lo prometo, Nyra.

—Te esperaré aquí—le prometió besando su cabeza antes de soltarla.

Helaena se bajó de la cama y le sonrió a la mayor antes de caminar hacía la puerta, Laena le sonrió cuando pasó a su lado y la dejó irse sin problema. Una vez la puerta se cerró Laena avanzó hacía la cama y se sentó en el borde, sus ojos cayendo sobre su sobrino.

—Al parecer encontraron más sospechosos, pero madre dice que es mejor no divulgarlo hasta que tengan pruebas concretas—le comentó sin despegar la mirada de su sobrino.

Rhaenyra no dijo nada, ¿qué podría decir? ¿Demandar saber los nombres? No podía, eso solo reduciría sus oportunidades de atrapar al culpable y entonces no podría hacer justicia por lo que le había pasado a su hijo. Debía esperar a que Laenor encontrase al culpable, que lo arrastrara a sus pies para ejecutarlo.

—¿Hay algo que puedas decirme?

—La embarcación de Dragonstone llegará hoy por la noche así que el maester Gerardys podrá revisar a Aegon hoy mismo.

Aquello logró que Rhaenyra se relajase. Si había alguien en quién confiaba plenamente era el maester Gerardys. Quizás podría pedir que se quedara en la fortaleza, pero si lo pensaba mejor la idea de irse ella misma con su familia a Dragonstone era más atractiva. Sus hijos podrían crecer lejos de la presión de la corona, lejos de aquellos que podrían hacerles daño, serían felices en Dragonstone. Pero no, si se iba estaría dejando a sus hermanos a merced de la corte, le estaría dando permiso a todos de intentar eliminarla del camino y aplastar todo lo que había logrado.

—Quizás él pueda decirme por qué Aegon no despierta—su mano pasó por la mejilla de su hijo con delicadeza, casi con miedo de lastimarlo—, han pasado tres días ya.

El maester le había dicho que Aegon estaba muriendo la noche anterior cuando Laenor preguntó por qué no despertaba y el hombre había tenido que ser sacado con ayuda de los guardias cuando el Heredero de Driftmark casi se lanza sobre él para matarlo por haber dicho semejante cosa. Todos estaban al borde del abismo, la mínima cosa los hacía reaccionar de forma violenta, incluso la Princesa Rhaenys que siempre se mostraba como alguien que podía controlarse había reaccionado con violencia en los últimos tres días. El golpe que apenas desaparecía en la mejilla de un hombre de la corte era recordatorio suficiente de que la Princesa era capaz de defenderse y a los suyos con violencia de ser necesario. La verdad es que Rhaenyra no recordaba qué había pasado para que la mujer agrediera al hombre.

—Llegó una carta de Cassandra Baratheon anunciando que vendrá a la ciudad en nombre de los amigos de Aegon—aquello hizo que la Heredera sonriera—, aunque aseguró que todos estarían escribiendo y esperando noticias de su amigo.

—Son buenos amigos los que consiguió Aegon, estaban planeando un viaje, ¿sabes?—Lágrimas se formaron en las esquinas de sus ojos. —Se supone que en dos meses Cregan, Clement, Joffrey y Cassandra vendrían para comenzar el viaje, iríamos a Dorne primero.

—Nyra…

—Ahora es posible que nunca hagamos ese viaje—un sollozo se le escapó—. Laena, ¿qué haré si mi hijo no despierta? Es mi primer hijo, lo más preciado que tengo, no puedo perderlo.

—Y no vas a perderlo, Aegon va a despertar y todo estará bien—le aseguró tomando una de sus manos entre las suyas—. Él prometió que haría ese viaje, y sé que tú y Laenor le han enseñado que una promesa nunca se rompe.

Rhaenyra se aferró a su prima y lloró en su hombro. Antes había estado asustada de ser madre, más allá de temer la cama de parto, temía no ser suficiente para su hijo. No quería ser una mala madre y esos pensamientos solo crecieron cuando lo tuvo en sus brazos por primera vez. Sin embargo, el amor que sentía por su niño fue más grande que sus inseguridades, fue más grande que cualquier dificultad arrojada en su camino. Los ojos brillantes de su niño y su sonrisa hacían que todo se sintiera mejor siempre. Pensar en que iba a perderlo se sentía como si alguien le estuviera arrancando el corazón del pecho, como si su alma estuviera rompiéndose poco a poco, el fuego extinguiéndose con cada segundo que pasaba.

Como Laena había dicho, el maester Gerardys llegó a la ciudad esa noche escoltado por la flota de los Velaryon, a órdenes de Lord Corlys para asegurar que el hombre llegase con bien. Fueron Laenor y Daemon quiénes lo llevaron a la habitación donde ya se encontraba el resto de la familia. Todos observaron con ojos expectantes como el hombre revisaba a Aegon, pero a pesar de que sus manos tocaban y apretaban en ciertos lugares el Príncipe nunca reaccionó.

—Quizás el veneno que utilizaron tiene como efecto inducir a sus víctimas en un sueño profundo, o posiblemente la cura sea la culpable—comentó el hombre cubriendo a Aegon con una manta otra vez—. Debemos descubrir qué veneno se utilizó para poder saber cuánto tardará el Príncipe en despertar.

—¿Él despertara?—preguntó Rhaenyra con un nudo en la garganta.

—El Príncipe está sano, Princesa, por cómo describieron su estado en la carta parece ser que se está recuperando. Su respiración es buena y el latido de su corazón es normal.

Aquello hizo que todos perdieran un poco de tensión. Rhaenyra le agradeció al maester y le pidió a sir Harwin que lo llevase a sus aposentos y sirviera como guardia, por si acaso .

—Creo que es hora de hablar—Daemon habló apenas la puerta se cerró detrás del maester.

—¿Qué sucede?—preguntó Rhaenyra mirando a su tío.

—Tenemos pruebas que revelan a Otto Hightower como la persona detrás del atentado contra Aegon—reveló Laenor con rabia en sus palabras, el fuego en su interior quemando todo a su paso. —No sabemos la razón, pero si sabemos que es el culpable.

—Iré a Oldtown yo mismo, Laenor irá conmigo, no le daremos tiempo de huir—Daemon se sirvió una copa de vino.

—Corlys y la flota de los Velaryon ya zarparon hacía Oldtown, si intentan huir por mar se encontraran con ellos—Rhaenys añadió—, enviamos mensajes a las embarcaciones que tenemos cerca para que estén alerta.

—Quiero que sufra—fue todo lo que dijo Rhaenyra antes de darles la espalda y caminar hacía la cama.

—Nos aseguraremos de eso—Viserys se levantó de la silla donde estaba escuchando lo que decían los demás—, ya lo perdoné una vez, pero esta vez no cometeré ese error.

Al día siguiente Laenor se vistió con su armadura y besó las frentes de su esposa e hijos antes de abandonar la habitación, ese mismo día saldrían hacia Dorne para coordinar con el Príncipe Qoren la ayuda que les brindaría por tierra. Con ellos llevaban un mensaje de Lord Beesbury que autorizaba a su casa a ayudar en el arresto de Otto Hightower. Tal como había dicho Laena, esa mañana llegó una carta de Joffrey Arryn preguntando sobre Aegon. Rhaenyra había sonreído al leer la carta y escribió una antes de recibir otra de Clement Celtigar anunciando que estaba en camino a la ciudad.

Laenor y Daemon abandonaron la ciudad, el primero con dirección de Driftmark y el otro hacía el Norte para despistar a la gente de su verdadera trayectoría. Rhaenys tuvo que irse a Driftmark a la hora del almuerzo pues el lugar había quedado solo y ella debía tomar las responsabilidades en ausencia de su esposo e hijo, y Laena se quedó con Rhaenyra para no dejarla sola. Ese día se quedaron juntas, el maester Gerardys las visitó en varias ocasiones para asegurarse que Aegon seguía bien y no tuviera complicaciones, pero no importaba cuantas veces lo revisara, él nunca reaccionaba.

Laena la dejó sola para ir a preparar una habitación extra para la llegada del heredero de Isla Zarpa por la tarde. Durante ese tiempo Rhaenyra se quedó sentada junto a su hijo peinando su cabello, poniendo un poco de aceite para que no perdiera el brillo que a ella tanto le gustaba. Estaba tan concentrada en su trabajo que no se dio cuenta que alguien estaba llamando a la puerta hasta que la misma fue abierta y la voz de Criston llegó a sus oídos.

—Princesa, la Reina—anunció el hombre.

Rhaenyra llevó la mirada a la puerta y sintió su sangre congelarse al ver a Alicent ingresar, vestida de verde como siempre y con el rostro neutro, carente de alguna emoción que traicionara como se sentía. ¿Ya le habrían dicho de la traición de su padre?

—Princesa.

—Majestad—saludó ella, seca como siempre, y le dio la espalda para seguir con su trabajo de peinar a su hijo—, ¿puedo ayudarla con algo?

—Esperaba que la Princesa pudiera encontrar en su corazón poder pedirle al Rey que desista de arrestar a mi padre—Rhaenyra se tensó, su mano congelándose en el cabello de su hijo. —Las cartas que encontraron pudieron ser manipuladas por cualquiera, mi padre no es capaz de cometer tales actos.

Rhaenyra miró el rostro de su hijo. ¿Cómo podía pedirle eso? Había pasado casi cinco días junto a su hijo, incapaz de funcionar correctamente por el miedo que se rehusaba a abandonarla. Cada segundo que se alejaba más de tres pasos de la cama sentía que su hijo podía morir, apenas y podía sostener a Jacaerys sin llorar porque tenerlo en brazos le recordaba los ojos de su primer hijo. Los ojos que ya no podía ver, que ya no podían verla con ese brillo especial que tenían.

—Ambas somos madres, yo sé lo que es perder un hijo—las palabras se clavaron en su pecho como cuchillos calientes—, la entiendo perfectamente, pero no puedo dejar que castiguen a mi padre por algo que no hizo.

—¿Me entiendes? ¿No puedes dejar que…—Rhaenyra se giró para verla, sus ojos ardiendo con ira. ¿Cómo se atrevía? Si no estuviera embarazada la hubiera sacado a patadas de su habitación. —¿Cómo te atreves? Mi hijo no se ha muerto, está luchando por sobrevivir por culpa de tu padre, y te atreves a decir que me entiendes.

—Princesa, las pruebas que tienen no son suficientes, no puede acusar a mi padre de tal cosa—Alicent no retrocedió, se mantuvo firme con su petición—. Otras personas pudieron haber cometido tal acto, el Príncipe es conocido por su lengua afilada a pesar de su edad, quizás ofendió a alguien.

—Vete—demandó Rhaenyra entre dientes.

—Está cometiendo un error, Pr…

—¡Vete!—gritó levantándose de la cama. No quería seguir escuchándola, estaba cerca de cometer una atrocidad. —¡Criston!

La puerta fue abierta enseguida y el caballero ingresó en la habitación haciendo una reverencia.

—Princesa—sus ojos fueron de la Princesa a la Reina.

—La Reina ya se va y no va a regresar—declaró sin dar espacio a que la otra mujer replicara—, sacala de mi vista.

—Majestad—Criston se movió para abrir aún más la puerta.

Alicent apretó los labios, pero no dijo más nada, no cuando podía ver que Rhaenyra se estaba conteniendo. Criston la dejó salir primero antes de hacer otra reverencia hacía Rhaenyra y abandonar la habitación.

Rhaenyra se alejó de la cama con pasos inestables, las palabras de Alicent repitiendose en su cabeza hasta que alcanzó la mesa. Casi cinco días junto a su hijo que parecía estar muriendo aún si el maester decía que estaba bien, casi cinco días de agonía pura. El dolor en su pecho incrementó y sintió ganas de gritar. Quería gritar, llorar, subirse a Syrax y quemar el faro de los Hightower, destruirlos de una vez por todas. Pero no podía hacer eso. Al menos no lo último.

Un grito desgarrador salió de su garganta, sus manos apoyándose en la mesa frente a ella cuando sus piernas perdieron la habilidad de sostenerla por sí solas. Escuchó la puerta ser abierta otra vez, no se giró a ver quién era, solo agarró la jarra de vino frente a ella y la lanzó al suelo. Las lágrimas cayeron por sus mejillas y otro grito de frustración se le escapó, sus manos se movieron solas y tiraron todo lo que había a su alcance al suelo creando un escándalo. Manos que ella conocía muy bien se posaron en sus hombros y tiraron de ella hacía atrás para alejarla de la mesa, pero se sacudió hasta salirse de su agarré.

—¡Quiero que se muera!—gritó girando para darle la cara a su padre—¡Se lo merece!

Quería ver a Otto Hightower a sus pies suplicando por piedad, quería verlo morir, quería derramar su sangre.

—Rhaenyra…

—Mi hijo está muriendo y es su culpa—ahora si se dejó caer al suelo cuando sus piernas fallaron—, tiene que morir.

Viserys se arrodilló frente a su hija y la rodeó con sus brazos, dejó que Rhaenyra llorase en su pecho, que maldijera a los dioses y a todo el mundo. Odiaba ver a su hija en ese estado, pero no podía hacer más que tratar de brindarle confort.

—¿Nyra?—la voz casi silenciosa de alguien le hizo mirar hacía la puerta.

Helaena estaba de pie en la puerta con Aemond, los dos estaban mirando con los ojos bien abiertos a su hermana mayor llorando en los brazos de su padre. Al ver que el hombre los estaba mirando de regreso Aemond se movió para ocultarse detrás de su hermana y la niña bajó la mirada.

—Lo siento, vendremos después—la niña agarró el brazo de su hermano y se dio la vuelta, desapareciendo como había llegado, en silencio.

Laena apareció un segundo después con el entrecejo fruncido, seguramente confundida por haber visto a sus primos huyendo, pero al ver el estado de la habitación entendió el por qué.

—Sir Criston, busque al maester Gerardys, que prepare un té tranquilizante para la Princesa—ordenó y el hombre asintió sin decir nada.

Las manos de Laena ayudaron a poner a Rhaenyra en el sofá, Viserys se alejó un paso de las dos para darles un poco de espacio y observó en silencio como Laena limpiaba las lágrimas de su hija. En ese momento se sentía como un hombre común, no como el Rey que se supone que era. Podía tener todo el poder de los siete reinos, pero no podía hacer que su hija se sintiera mejor, no podía hacer que su nieto despertara, no podía hacer nada.

El maester llegó poco después con una taza de té que ofreció a Rhaenyra para que la tomase. El efecto del té fue casi inmediato y en poco tiempo Rhaenyra estaba dormida en el sofá, solo entonces Viserys se movió para sentarse en una silla cerca de la cama, con sus ojos puestos en su nieto que seguía inconsciente. Detrás de él Laena pidió a las doncellas limpiar la habitación, tomando cargo de la situación con una facilidad que solo pudo haber aprendido de su madre. No se dio cuenta cuando Laena y las doncellas se fueron, pero sí se dio cuenta cuando el sol se estaba ocultando pues Lyonel apareció para asegurarse que todo estaba bien en ese momento.

—La Reina pide verlo, Majestad—susurró el nombre lanzando una mirada hacía la figura de Rhaenyra que aún descansaba en el sofá.

—Dile que en este momento no puedo—respondió enseguida—. Trae a mis hijos, vinieron antes cuando Rhaenyra no estaba bien y no han regresado.

El hombre asintió y se movió para cumplir las órdenes del Rey.

Helaena y Aemond aparecieron como antes, en silencio, y con miradas algo temerosas. Los dos parecieron dudar al ver a Rhaenyra dormida, pero Helaena siguió su camino a la cama arrastrando a su hermano con ella.

—Majestad—saludó haciendo una pequeña reverencia, Aemond la siguió con algo de torpeza.

—Helaena, Aemond—los saludo levantándose de la silla que estaba ocupando—. ¿Vienen a ver a su sobrino?—los dos asintieron—. Entonces los dejo, cuiden de Aegon.

Viserys se alejó para darles espacio y ocupó otra silla más cerca de Rhaenyra, sus ojos aún puestos en sus hijos menores. Helaena fue la primera en subirse a la cama para ayudar a su hermano a subir, una vez los dos estuvieron arriba se quitaron los zapatos y se movieron para estar más cerca de Aegon.

—Hoy encontré una mariposa roja—Helaena comentó estirando una mano para tocar el cabello de Aegon—. Oh, Nyra peinó tu cabello.

—¿Dónde la encontraste?—preguntó Aemond curioso.

—En la ventana de mi habitación, era muy bonita—sus ojos brillaron al recordarla—, pero se fue cuando intenté acercarme.

—Uh, que mal, quizás otro día regresará.

Aemond miró a su sobrino y frunció el entrecejo al notar como su párpado se movió. La última vez que estuvo con él Aegon no se había movido ni un poco, por más que picó su mejilla con su dedo, así que ¿por qué se estaba moviendo ahora? Con algo de curiosidad estiró su mano y tocó la mejilla de Aegon con su dedo. Helaena frunció el entrecejo y le agarró la mano para que no volviera a hacerlo, seguramente lo hubiera regañado si Aegon no hubiera decidido abrir los ojos en ese momento. Los dos se congelaron en sus lugares.

—Ya no se puede morir en paz.

Dos jadeos de sorpresa se escucharon en la habitación alertando al Rey y la recién despertada Rhaenyra.

Chapter 17: PRÍNCIPE DEL PUEBLO

Summary:

En dónde amigos se reencuentran, Aegon quiere darle un aumento a su niñera favorita, y Criston sigue luchando por su vida como guardia de Aegon.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La cabeza de Aegon se sentía como si la estuvieran presionando por todos lados y la luz que golpeaba sus párpados no ayudaba en nada. Había sentido manos tocándolo por todos lados y la voz desesperada de su madre llamando, pero cada vez que intentaba hablar sentía una punzada en la cabeza. Quería ocultarse de todo, meterse bajo las sábanas y dejar que sus padres se deshicieran del dolor, pero no podía moverse sin sentir que estaba pasando por fuego de dragón. Podía abrir los ojos, ver las formas borrosas sobre su cabeza, podía escuchar las voces a su alrededor y sentir las manos que lo tocaban, pero no reaccionaba bien a ello. Se sentía abrumado con tantas cosas pasando al mismo tiempo.

Necesitaba que lo dejaran solo.

Quería…

Mamá…

La palabra salió como un susurro apenas audible, acompañada de un quejido cuando alguien tocó su pecho.

—Mamá está aquí, pedazo de cielo—la dulce voz de su madre se escuchó entre todas las demás—, siempre estará aquí.

Un suspiro se le escapó y el nudo de tensión que sentía en todo su cuerpo se disipó. Todo estaba bien, su madre estaba ahí, no lo iba a dejar solo, no dejaría que nadie le hiciera daño.

No volvió a abrir los ojos en un rato, esperando a que todos se alejaran y su cuerpo dejará de sentirse como si estuviera flotando sobre agua. Cuando por fin pudo abrirlos no encontró ningún rostro borroso frente a él, tampoco escuchaba voces, pero podía sentir que alguien estaba cerca. Con cuidado giró la cabeza a la derecha y sus ojos cayeron sobre la figura de su madre, estaba dándole la espalda, haciendo algo en la mesa, y Aegon no pudo luchar contra el puchero que se formó en sus labios. Abrió la boca para llamarla, pero entonces sintió algo tocando su brazo, como si alguien lo hubiera tocado para llamar su atención. Parpadeo confundido y bajó la mirada, sus ojos se encontraron con los ojos violetas de su hermano menor, Jacaerys, que estaba acostado a su lado mirándolo con ojos expectantes.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí?

—¿Jace?—su voz salió ronca, pero el niño sonrió satisfecho y cerró su pequeña mano en la manga de la camisa de su hermano mayor.

—¿Aegon?—escuchó la voz de su madre antes de escuchar sus pasos apresurados. —Gracias a los dioses, ¿quieres un poco de agua? El maester dijo que debías tomar algo cuando despertaras.

Sin esperar por una respuesta su madre agarró la copa que descansaba en la mesita junto a la cama y tomó asiento junto a sus hijos para poder ayudarlo a beber. Él no protestó, realmente necesitaba beber algo para quitar esa sensación de sequedad de su boca. Su madre le ayudó a sentarse y beber el agua con cuidado de que no se ahogara, Jace en ningún momento soltó la manga de su hermano.

—No sabes el susto que nos diste, mi pedazo de cielo, estuvimos tan preocupados por ti—Rhaenyra le sonrió mientras lo ayudaba a acostarse otra vez.

—¿Papá?

No había escuchado a su padre entre las personas que invadieron la habitación momentos antes así que asumió que no se encontraba, pero eso era extraño. Si él estuviera enfermo su padre estaría a su lado, ¿no?

—Tu padre abandonó la ciudad ayer, fueron en busca de Otto Hightower—aquello le hizo fruncir el entrecejo—. Otto será condenado por orquestar tu envenenamiento.

¿Envenenamiento?

Su cara se arrugó en un gesto de confusión. ¿Acaso no había sido solo un ataque de pánico?

—Estuviste dormido por cinco días, cariño—la mano cálida de su madre le acarició la mejilla.

Oh.

¿Cinco días? Asintió a su madre sin saber que decir porque ¿qué demonios iba a decir? Fue envenenado, cosa que debió esperar sinceramente. Había expulsado a Otto de la Fortaleza y disminuyó el apoyo que el hombre y su hija recibían en la corte. Se podría hasta decir que él tenía más poder sobre la corona que la esposa del Rey. Tomando todo eso en cuenta, era más que claro que alguien intentará eliminarlo del tablero, tenía sentido cuando era el jugador más fuerte. Y si fuese cualquier otro idiota ya estaría muerto, pero como era el favorito de los dioses había sobrevivido.

¡Ja! Pobres inútiles, ni matar a alguien saben.

Se movió con algo de dificultad para quitar algo de presión a su espalda que ya lo estaba matando, necesitaba levantarse de esa cama cuanto antes, pero estaba seguro de que si se levantaba iba a estar besando el suelo en menos de un segundo. Su madre lo ayudó y pasó una mano por su espalda, al ver el puchero en el rostro de su hijo mayor sonrió.

—El maester recomendó masajear tu espalda, supongo que debe ser incómodo—él volvió a asentir—. Lo haré cuando Jacaerys sea llevado a tomar su siesta, por el momento no te esfuerces.

Sus ojos fueron a su hermano otra vez que mordía la sábana que lo arropaba. ¿Así se veía de chiquito? No pudo evitar hacer una mueca al ver toda la baba que su hermano había expulsado de su boca. Ah, de haber sabido que así se veía nunca lo hubiera hecho. Aunque aquello le había ganado varios puntos con la gente porque, según ellos, era demasiado tierno. Él lo veía asqueroso, ¿qué tiene de tierno la baba? Nunca entendería a la gente.

Viendo a Jacaerys no pudo evitar preguntarse cómo estarían Helaena y Aemond, no estuvo con ellos por cinco días y no dudaba en que estuvieran usando este asunto para envenenarlos en su contra. Estaba seguro que todos usarían eso para atacarlo y atacar a su madre, la gente era como buitres después de todo, no dudaban en atacar cuando alguien mostraba el más mínimo atisbo de debilidad. Los pocos aliados que le quedaban a los Hightower sin duda moverían todos los hilos para usar esto, para ellos sería fácil argumentar que la acusación contra Otto era producto de la rivalidad entre la Reina y la Princesa. Tendría que prepararse para pelear con la gente cuando eso pasara, no dejaría que todo su trabajo se derrumbase solo porque fue envenenado.

Primero que nada, aprovecharía esta oportunidad para aumentar la simpatía que la gente le tenía. Después se aseguraría de seguir con su plan de recorrer el reino con su familia, así la gente vería que su madre era la única opción para heredar el trono. Cuando todo eso sucediera pensaría en otra estrategia, el viaje duraría meses así que no había apuro, él ya había calculado que culminarían su viaje cerca del primer verano de Jacaerys. Justo a tiempo para que su madre anunciara que estaba en espera de su tercer hijo, Lucerys.

Escuchó la voz de su madre entre todos sus pensamientos, estaba cantando una canción de cuna en valyrio, la que solían cantarle cuando era un bebé que apenas podía mantener los ojos abiertos por más de un minuto. Llevó sus ojos a su madre y se encontró con una sonrisa hermosa y unos ojos llenos de amor a los que ya se había acostumbrado. Rhaenyra le acarició la mejilla y él le regresó la sonrisa. Aún se preguntaba si así hubieran sido las cosas de haber sido cercano a su hermana mayor en su vida pasada, no dejaba de pensar en esa posibilidad y aquello le formaba un nudo en el pecho porque recordaba todo el dolor por el que pasaron todas sus vidas. En esa vida ninguno de ellos estaba destinado a ser feliz, pero en esta vida él se aseguraría de que lo fueran. Merecían ser felices y si él debía dar su vida para que ese sueño se hiciera realidad entonces no dudaría en hacerlo.

Hizo una promesa y no iba a romperla.

Jacaerys fue removido de la habitación no mucho después y Rhaenyra no dudó en masajear la espalda dolorida de su hijo mayor que quedó dormido ni bien sintió el olor del aceite de lavanda. La Princesa besó la cabeza de su hijo antes de levantarse para dejarlo descansar, aunque ya había despertado y sabía que estaba bien, Rhaenyra se rehusaba a dejarlo solo. Tras darle una última mirada a su hijo regresó a la mesa para seguir con lo que estaba haciendo antes, escribir cartas a los amigos de su hijo. En unos escasos tres días Cassandra Baratheon y Clement Celtigar estarían con ellos, ambos niños viajando sin descanso para llegar cuanto antes a ver a su amigo y asegurarse que estuviese bien. Ella no podía evitar sentirse alegre de que su hijo tuviera amigos tan fieles como ellos, también se sentía aliviada porque eso significaba que su hijo tenía personas que pelearían por él en el futuro. Ella ya podía ver a los siete siendo parte clave para la paz del reino.

Quizás no estaría presente para ver a su hijo convertirse en Rey, pero al menos podría dejarlo en buena compañía.

Aegon volvió a despertar cuando el sol se estaba ocultando, su espalda ya no dolía tanto como antes, pero aún sentía una presión que no se iba del todo. Con cuidado se movió hasta que pudo sentarse, de verdad esperaba que nadie fuese a intentar matarlo otra vez porque estar todo el día en cama apestaba. Él quería levantarse y salir de la Fortaleza. Quería volar, realmente.

—Realmente estás despierto—una voz se escuchó a su derecha haciéndolo saltar en su lugar.

Se giró rápido hacía la voz y se volvió a sobresaltar cuando vió a la persona junto a su cama. Clement Celtigar estaba sentado en una silla viendolo con curiosidad y preocupación. ¿Qué rayos hacía ahí? ¿Cuándo había llegado?

—¿Qué…cuándo…ah?—ni siquiera sabía qué preguntar, su amigo lo había tomado por sorpresa.

—Acabo de llegar, no he dormido en varios días—confesó el menor, por unos días—, pero quería verte.

Clement se bajó de la silla y se trepó en la cama para poder verlo de cerca.

—El viaje desde la Isla Zarpa toma casi una semana y…

—Ujum, pero vinimos más rápido y sin descanso—sacudió una mano para restarle importancia, después se dejó caer sobre la cama suspirando de cansancio—. ¿Estás bien?

—Si—frunció el entrecejo al ver como su amigo se tapaba con la sabana—. Desperté ayer…creo.

—La Princesa dijo que fue ayer—ante la mención de su madre levantó la mirada para buscarla y la encontró en una silla leyendo un libro, alejada de la cama para darles privacidad—. Cassandra llegará en unos días más, mañana si no tiene problemas en el camino.

—¿Acaso vienen todos?—esperaba que si, después de estar al borde de la muerte apreciaba más a sus amigos.

—Uh, no, sabes que para Cregan y Alan está muy lejos, Aliandra envió mensajes y Joffrey dijo que sería imposible para él llegar tan rápido como Cassandra o yo.

Aegon asintió y dejó que su amigo se acomodara en la cama para dormir. Saber que había viajado sin descanso para verlo y asegurarse que estaba bien hizo que su corazón doliera. En su vida pasada no había tenido amigos, ni siquiera se llevaba bien con sus hermanos, pero en esa vida tenía seis grandes amigos. Cuando los conoció en su celebración no pensó que realmente fueran a convertirse en grandes amigos, pero por suerte habían congeniado tan bien como para establecer un lazo fuerte. Ahora solo le quedaba pedirle a los dioses que no rompieran ese lazo, quería mantener esa amistad para toda la vida.

Cuando su madre se dio cuenta que Clement estaba dormido le dejó leer las cartas de sus amigos, había una de cada uno, y le aseguró que ya había enviado respuestas. Con ayuda pudo moverse hasta la mesa, se sentía extraño caminar después de estar acostado tanto tiempo, pero no se rindió hasta que estuvo sentado en una silla. Primero comió porque realmente tenía mucha hambre, y después se dispuso a escribir cartas a sus amigos, menos a Cassandra porque a ella la vería al día siguiente. Los mensajes fueron enviados a primera hora el día siguiente y Cassandra Baratheon apareció a la hora del almuerzo con una sonrisa enorme y tanta energía que Aegon se sorprendió.

—Estábamos tan preocupados por ti, Egg—la mayor le sonrió tomando sus manos—. No vuelvas a darnos ese susto, queda totalmente prohibido para ti, ¿bien?

Rhaenyra y Laena tuvieron que cubrir sus bocas para contener sus risas ante la declaración de la niña que no dudó en abrazar a sus dos amigos.

—Me asfixias—Clement se quejó—. El veneno no mató a Aegon, pero tú lo harás. ¡Hey!

Cassandra le pellizcó la mejilla al escucharlo y Aegon no pudo contener su risa. Ah, como amaba a sus amigos.

—Estoy bien, Cassandra—le aseguró con una sonrisa—, lamento haberlos asustado.

—Más te vale que lo lamentes—lo señalo con un dedo acusador—, no pude dormir porque estaba muy preocupada.

—No parece—murmuró Clement sobando su mejilla.

—Deberías descansar, luego podemos comer los tres juntos—sugirió Aegon a la mayor de sus amigas.

—Buena idea, me muero de sueño—se bajó de la cama de un salto—. Los veo después, no vayan a meterse en problemas.

Cassandra se despidió de Rhaenyra con una reverencia y abandonó la habitación siendo escoltada por Criston. Clement suspiró con cansancio y se bajó de la cama también, diciendo que iría a buscar algo en su habitación. Aegon lo vio irse y suspiro antes de bajarse de la cama, ojalá él también pudiera salir de la habitación, ya sentía que se estaba volviendo loco de estar ahí encerrado.

—¿Por qué no comen en el jardín?—preguntó su madre cuando se sentó a su lado, rodeándolo con un brazo para dejar un beso en su cabeza.

—¿Puedo salir?—la miró con esperanza en sus ojos.

—Sería bueno que los dos salieran, llevan más de cinco días encerrados aquí—comentó Laena, sentada frente a ellos con Jacaerys en brazos.

¡Libertad! ¡Al fin!

Aegon estaba feliz por salir, tomó un baño y se vistió tan rápido como podía, deseaba salir de una vez por todas. Aún se sentía algo débil y el maester no estaba seguro de dejarlo salir, pero él insistió tanto que lo dejaron salir casi sin problema. La única condición era que no se esforzara de más. Ver algo que no fuesen las paredes de la habitación de sus padres se sintió como la primera vez que despertó en esa vida, magnífico.

Saludó a los guardias y los miembros de la corte que no había visto desde que se desmayó, y cada uno le expresó que siempre rezaron por su recuperación. Sin duda entre todos esos reencuentros su favorito fue el de Sir Harrold. Lo vio en el jardín, de pie junto al Rey y la Mano del Rey, el hombre le sonrió y puso una mano sobre su cabeza mientras le decía que estaba aliviado de verlo bien. Él le regresó la sonrisa y lo abrazó. Si, tenía favoritismo entre los guardias, pero nadie lo podía culpar porque Sir Harrold también era el favorito de su madre. De tal madre tal hijo.

—Tus amigos están por allá—su abuelo señaló una mesa bajo la sombra de un árbol donde se podía ver a su amigos esperando por él—, no los hagas esperar.

Comer con sus amigos al aire libre fue un alivio para él, era lo más cercano que estaría de ir a volar en un buen tiempo. Desde que se despertó había deseado poder ir a ver a sus dragones, pero naturalmente su madre se había negado, así que solo podía escuchar a Caníbal rugir cuando volaba sobre la fortaleza todos los días. Como en ese momento que escuchó el rugido del dragón y pudo ver su silueta pasar sobre ellos.

—¿Es tu dragón?—preguntó Clement mirando la silueta que se alejaba por el horizonte.

—Caníbal—confirmó cuando el dragón desapareció de su vista.

—¿Por qué no le cambiaste el nombre?—Cassandra lo miró con una ceja levantada.

—Quise ponerle Stardust, pero no le gustó—bromeó y ella puso los ojos en blanco. —Me gusta Caníbal, hace que la gente le tenga miedo y eso hace que me tengan respeto por reclamarlo.

—¿Cómo lo reclamaste?

Se encogió de hombros, no iba a decirles que realmente casi mancha sus pantalones la primera vez que vio al dragón. Sin olvidar que él no reclamó a Caníbal, Caníbal lo reclamó a él por órdenes de los dioses. Si, no podía decir eso, pensarían que estaba loco.

—Solo pasó, tenemos una conexión especial.

—Seguro pensó que eras tan…tu que no podrías cuidarte solo—Cassandra lo miró con seriedad y él se ofendió.

Era cierto, pero no había necesidad de decirlo en voz alta.

—Seguramente olió que eras un inutil—asintió Clement.

—Puedo hacer que les corten las lenguas, ¿saben?—los dos se encogieron de hombros.

—Como si tuvieras las agallas.

El pan que iba a comerse terminó en el rostro de Clement que gritó de sorpresa al no esperarse el ataque. Cassandra se pegó en la frente con la palma de su mano y negó con la cabeza cuando los escuchó gritarse entre ellos.

—Ojalá Aliandra hubiera venido—murmuró la niña viendo como los dos se levantaban y comenzaban a empujarse.

Nadie se metió a detenerlos porque sabían que era una pelea amistosa y más que pelear estaban jugando. Aunque, claro, no duraron mucho así porque Aegon aún estaba débil y después de unos momentos sintió que el aire le faltaba así que tuvo que sentarse para descansar. Como postre comieron las galletas favoritas de Aegon, el joven Príncipe casi llora cuando mordió la primera porque extrañaba comerlas.

—Ya entiendo por qué te gustan tanto—Cassandra hizo una mueca de disgusto al escuchar a Clement hablar con la boca llena.

—Es desagradable que hagas eso—le dijo.

Clement le respondió abriendo la boca y Cassandra lo miró mal, Aegon solo se dedicó a comer su quinta galleta en paz. Deberían darle un aumento a su niñera favorita solo por esas galletas.

Estaba tan concentrado en comer que no se dio cuenta cuando sus amigos comenzaron a discutir hasta que uno de ellos tiró su vaso con leche haciendo que se manchara. Los tres se quedaron quietos, mirando el vaso volteado en la mesa. Aegon frunció el entrecejo y miró a sus amigos. Así fue como acabaron corriendo por el jardín entre gritos con Criston que intentaba agarrarlos para que no corrieran porque, se suponía, Aegon no podía esforzarse de más.

Iban a regañarlo, pero valía la pena si podía pasar un buen rato con sus amigos.

Notes:

#PrayForCriston

Chapter 18: EL JINETE Y EL DRAGÓN

Summary:

En dónde Aegon pierde un dragón, se divierte con sus amigos, Criston necesita un aumento, y Caníbal quiere venganza.

Chapter Text

—Bruja—susurró Clement ocultándose detrás de Aegon.

—Inutil—le gritó Cassandra cruzándose de brazos mientras les daba la espalda.

—Solo les pregunté si querían conocer a Sunfyre—murmuró Aegon.

Ya habían pasado tres días desde que sus amigos llegaron de visita y su madre pensó que sería bueno que saliera de la Fortaleza. Para poder salir tendría que ir con sir Criston, sir Harwin, sir Harrold, y algunos capas doradas. Quizás sea una exageración, pero él no iba a decirle eso a su mamá sabiendo el susto que se había llevado cuando casi se muere.

—No gracias, puedo tener sangre valyria, pero no es sangre de jinete de dragón—Clement le palmeó el hombro—. No quiero ser comida de dragón.

—Sunfyre no come gente, ese es Caníbal—lo corrigió.

—¿No estará él ahí?—Cassandra lo miró por sobre su hombro.

—Ya no come gente.

—¡Acabas de decir que si lo hace!

—¿Por qué gritas?

—¡Porque estoy a punto de convertirme en comida de dragón!

—¡Que no te van a comer!

—¡Dejen de gritar los dos!—la mayor los agarró por los hombros para separarlos. —Iremos a ver a los dragones, dioses, que molestos.

Aegon hizo un puchero inconscientemente. No era molesto, era un buen niño, todos se lo decían siempre.

Los tres fueron llevados a la fosa en un carruaje para evitar que Aegon se esforzará, él realmente quería ir a caballo y casi grita de frustración cuando sus amigos lo arrastraron al carruaje, pero no podía oponerse si no quería quedarse encerrado. Salir del carruaje y ver a sus dragones le dio un sentimiento de paz que solo asociaba con ellos. Ignorando a todos corrió hasta que se estrelló con el costado del cuello de Caníbal, el dragón gruñó, pero no se movió para alejarlo. Se sentía tan bien estar de regreso con ellos.

¿Me extrañaron? —Sunfyre rugió acercándose, metiéndose bajo la cabeza de Caníbal para poder alcanzarlo. — Yo también los extrañe.

Acarició a Sunfyre como si fuese un perrito, con varias palmaditas en la cabeza, antes de que Caníbal gruñera y se moviera para alejarse de ellos.

Gruñón —se giró para mirar a sus amigos que lo miraban desde una distancia…considerable—. Ven Sunfyre, quiero presentarte a alguien .

Sunfyre lo siguió como el dragón obediente que era, todo lo contrario a la enorme bestia negra que ya había alzado el vuelo. Aegon levantó la cabeza para verlo y deseo poder ir con él, quería volar.

—Cassandra, Clement, este es Sunfyre—presentó con una sonrisa de orgullo.

—Es más bonito de cerca—Clement lo miró con los ojos bien abiertos.

—Claro que lo es, es mi dragón.

—¿Acaso que sea tu dragón tiene algo que ver?—Cassandra levantó una ceja. —Aparte, ¿no dijiste que primeramente no había sido para ti?

—Cierto, dijiste que era para tu tío Baelon y después para Aemond.

Otra vez, ¿por qué era necesario tener amigos?

Bien podría ser un pequeño dragón solitario volando por el mundo en busca de paz. Pero entonces quizás acabaría como Otto o Larys, amargado y siendo una rata por el resto de su vida. El solo pensamiento le causó escalofríos, no quería ser como ellos en el futuro.

Por eso prefiero a los otros —murmuró ofendido.

Por eso prefiero a Alan —Clement le mostró la lengua.

—No hablen valyrio que no los entiendo—se quejó Cassandra.

Se quedaron en la fosa un buen rato, Aegon les mostró los pocos huevos de dragón que había y ambos se mostraron maravillados al ver la variedad de colores. Sunfyre siempre se mantuvo cerca y Caníbal no regresó en todo el rato que estuvieron ahí, cosa que preocupó a Aegon porque habían enviado un mensajero de las paredes de la ciudad a informar que el dragón se había alejado de la ciudad y no alcanzaron a ver hacía dónde se dirigía. Ya habían tenido el problema de que Caníbal se iba a los asentamientos cercanos y se comía el ganado de la gente, pero él mismo lo corrigió al pedir que le hicieran una pequeña granja cerca de la ciudad para que el dragón pudiera cazar. A veces hasta se iban a Dragonstone a cazar al ganado que vivía libremente a los pies de Dragonmont. Que se haya ido solo lejos de la ciudad era preocupante.

Por eso decidió que era mejor regresar a la Fortaleza, para avisarle a su abuelo y a su madre. Se despidió de sus amigos cerca de la sala del trono y siguió su camino acompañado de sir Harrold y sir Criston. La puerta de la sala del consejo estaba abierta y los guardias cuidandolas hicieron una reverencia al verlo llegar, adentro estaban su abuelo y Lord Lyonel que guardaron silencio apenas lo vieron.

—Pensé que aún estarías en la fosa—su abuelo le sonrió poniendo una mano en su cabeza cuando estuvo cerca.

—Quise regresar para avisar que…uh—sus ojos fueron a Lord Lyonel que revisaba unos documentos en la mesa—. Vieron a Caníbal alejarse de la ciudad y ya ha pasado un tiempo desde que se fue.

—Ya veo, no te preocupes, tendré todo listo en caso de que acabe comiendo el ganado de otra persona—él asintió con una sonrisa—. Aunque, esperemos que solo haya ido a Dragonstone. ¿No vieron a dónde se fue?

—No, dijeron que se perdió entre las nubes así que no están seguros.

Se quedó con su abuelo, viendo como trataba con ciertas situaciones de urgencia, absorbiendo todo el aprendizaje que podía en ese momento. Le gustaba escuchar cómo manejaban los asuntos del reino, en su vida pasada hubiera dicho que era una pérdida de tiempo, pero en esta le parecía la forma más valiosa de pasar el tiempo. Todo ese conocimiento le sería de ayuda en el futuro, a él y a su madre. Ambos serían buenos reyes.

Su interés en los temas inspiró a su abuelo que, después de decidir llevarlo a caminar, no dudó en contarle sobre el reinado de Jaehaerys I y como su padre, Baelon, había sido Mano del Rey. Aquel pedazo de información llamó su atención y no dudó en preguntar muchas cosas al respecto. De verdad que era una lástima el no haber conocido a su bisabuelo, le hubiera gustado preguntarle algunas cosas, se escucha como una persona que él admiraría tanto en su vida pasada como en esta. Aunque de haber sobrevivido seguramente él no hubiera existido.

¿Era realmente malo eso? No.

Si él no hubiera existido su familia no hubiera estado en guerra, no hubiera tenido que haber una usurpación, seguramente todos hubieran sido felices porque él era el problema. Fue el problema desde antes de nacer y siguió siéndolo hasta el día de su muerte. Incluso en esta vida era un problema, pero al menos ahora era un problema controlado por los dioses, sabía que si se desviaba de su objetivo sería su fin.

—Serás un gran Rey, Aegon—su abuelo se detuvo para verlo, su sonrisa y sus ojos llenos de orgullo.

—¿Cómo estás tan seguro?—preguntó él con la voz suave, lleno de inseguridades y a punto de ponerse a llorar.

¿Realmente era merecedor? ¿Realmente podía llegar a ser un buen Rey? Tenía miedo, estaba aterrado, no iba a negarlo. Nunca se sintió listo, incluso cuando se llamaba a sí mismo Rey sabía, en el fondo, que no se lo merecía, que no estaba listo. Ahora que todos creían en él era peor.

—Has estudiado, te has preparado, puedo decir que incluso más que yo. Tienes siete veranos y ya demuestras tener buena cabeza para resolver problemas—una lágrima se deslizó por su mejilla y Viserys la limpió enseguida—. Vas a ser el mejor Rey que Poniente jamás haya visto, hablaran de tu reinado por muchos años, no dudes de ti.

No pudo contenerse, se lanzó a abrazarlo y dejó salir un sollozo que sacudió todo su cuerpo. Esas palabras, llenas de amor, eran las que necesitó en su vida pasada cuando todos a su alrededor no paraban de decirle que era un inutil. Necesitó que su padre se las dijera en ese entonces y nunca llegaron, pero ahora podía escucharlas de su propia boca, solo que ya no era su papá.

Era su abuelo y lo agradecía porque Laenor Velaryon era el mejor padre que jamás pudo haber pedido. Laenor era todo lo que necesitaba y más. Siempre lo trataba con amor, no dudaba en recordarle lo orgulloso que estaba de él, lo ayudaba cuando lo necesitaba, y desde el primer día se mantuvo a su lado apoyándolo.

Laenor y Rhaenyra eran todo lo que necesitaba para sanar.

—¿Qué pasa? ¿Por qué llora mi pedazo de cielo?—la voz de su madre lo alcanzó en medio de su llanto.

—Solo hablábamos de lo buen Rey que será—Viserys respondió, aún acariciando su cabeza para calmarlo.

—Oh, mi niño—sintió manos cálidas en sus hombros antes de ser alejado de su abuelo. Sus ojos cayeron en su madre que estaba agachada para poder estar a su altura. —Eres el niño más inteligente que conozco, la gente ya te quiere, vas a ser un buen Rey. No dudes de ti, mi amor, todos sabemos que puedes hacerlo.

Él asintió y dejó que su madre limpiara sus lágrimas. No había palabras suficientes para expresar lo mucho que amaba a su madre.

—¿Cuándo regresará papá?

Contando que estuvo inconsciente por cinco días, no había visto a su padre en casi dos semanas, lo extrañaba.

—Por eso estaba buscándolos—su madre se levantó para mirar a su abuelo—. Llegó un mensaje de Lord Corlys, lograron aprender a Otto y están navegando de regreso, avisó que Laenor se adelantó para llegar antes.

—¡Si!—exclamó emocionado. —Si el mensaje llegó recién eso quiere decir que papá llegará hoy.

—O mañana, no sab…

—¡Tenemos que recibirlo!—interrumpió lo que estaba diciendo su abuelo.

Sin esperar a que le dijeran algo se alejó corriendo hacía el interior de la Fortaleza, seguramente con sir Criston siguiéndolo. Deberían darle un aumento al hombre, pasaba la mayor parte de su día corriendo detrás de Aegon, estaba seguro que se ejercitaba más cuidándolo que en el campo de entrenamiento.

Corrió por toda la Fortaleza hasta la entrada principal ignorando a todos los que se cruzaban en su camino. Sabía que, por lógica, no era seguro que su padre llegase ese día, pero no importaba en ese momento. Si tenía que dormir en las escaleras hasta que llegase lo haría. El exterior de la Fortaleza estaba movido, como siempre, los sirvientes que lo vieron salir no dudaron en saludarlo y preguntarle si necesitaba algo, él solo negó con la cabeza y se quedó parado al inicio de las escaleras. Escuchó pasos apresurados a sus espaldas, seguramente Criston lo había alcanzado al fin, pero no se molestó en ver si era él. Sus ojos estaban puestos en las puertas abiertas que llevaban a la ciudad, la puerta por la que salía para ir a la fosa todo el tiempo. En ese momento estaban ingresando comerciantes, proveedores de la corona, y en medio de toda la gente Aegon logró distinguir algo que llamó su atención.

—¡ Papá !—gritó llamando la atención, más de lo que ya había hecho con su sola presencia.

Laenor iba entrando por las puertas, en medio de los comerciantes, y al escuchar la voz de su hijo hizo que el caballo se detuviera. Sus pies apenas y tocaron el suelo cuando sintió un cuerpo más pequeño chocar con el suyo.

Papá —Aegon sollozo abrazando con fuerza a su padre—, estás aquí .

—Aegon, dejame verte—las manos de Laenor empujaron a su hijo para verlo—. Realmente estás despierto.

Aegon lloró con más fuerza al ver que su padre estaba llorando también. Tenía siete veranos ya, pero cuando su padre lo levantó para sostenerlo como si fuese un bebé, no se negó. Ocultó su rostro en el hombro de su padre y se aferró a él con fuerza. No importaba cuantos veranos tuviera, siempre se sentiría como un bebé indefenso en los brazos de sus padres.

—No sabes lo asustado que estaba, mi pequeña águila —Laenor murmuró en el hombro de su hijo, apretandolo con fuerza—, pensé que te iba a perder.

Escucharlo hizo que Aegon llorase aún más, a pesar de saber que no era su culpa, se sentía un poco culpable por haberlos preocupado tanto. La gente a su alrededor los miraba con algo de lástima, algunos limpiando las lágrimas que se les escaparon al ver la escena de padre e hijo. Laenor acomodo a su hijo en sus brazos y avanzó hacía el interior de la Fortaleza justo cuando Rhaenyra iba saliendo, la Princesa le sonrió y pasó una mano por la espalda de su hijo cuando se acercaron.

Aegon no soltó a su padre, solo para que se limpiara y cambiara su ropa, se mantuvo aferrado a él como si no hubiera un mañana. Su madre había reído de él, pero lo dejó ser mientras ella se ocupaba de Jacaerys. Con la cabeza apoyada en el pecho de su padre, sus ojos puestos en su madre y Jacaerys, Aegon pensó una vez más que era muy afortunado de haber tenido esa segunda oportunidad. Puede que no se lo merezca, pero está agradecido de tener esa oportunidad de vivir lo que siempre quiso.

Sentir el amor incondicional de un padre y una madre era todo lo que siempre había querido, lo demás no importaba, solo quería algo que se le fue negado desde antes de nacer. Y por fin, gracias a los dioses, lo tenía.

—Los amo—dijo cuando sus padres se quedaron en silencio—, los amo mucho.

—Nosotros también te amamos mucho, ¿verdad, Jace?—Rhaenyra se acercó a ellos y se sentó a su lado, Jacaerys se rio y estiró una mano hacia su padre y su hermano.

—Mis dos angeles—Laenor sonrió viendo a sus hijos, su razón de ser—, los amo como no tienen idea.

—Son los mejores papás del mundo—dijo con toda la seriedad que un niño de siete podría expresar, que era mucha si era él.

—Y tu eres el mejor hijo del mundo—Rhaenyra le pellizcó la mejilla—, mi pequeño Príncipe dorado.

Lo dudaba, realmente lo dudaba, pero no iba a contradecirla. Rhaenyra no conocía ninguno de sus pecados, no sabía los horrores que había cometido en su vida pasada, ella pensaba que él era un niño con el alma pura. Si ellos supieran todo no estarían mimandolo, no lo mirarían más de dos veces, así como hacían en su vida pasada donde ni siquiera parecían notar que existía. La única persona que parecía notar su existencia era Alicent y solo era para recordarle que era un fracaso, y después para tratar de manipularlo cuando lograron usurpar el trono.

Ese día durmió con sus padres como cuando era más chico y al día siguiente paseo por la ciudad con sus amigos y su madre. No había sido fácil convencer a Rhaenyra de dejarlos ir, pero cuando Aegon le sugirió que fuese con ellos porque así la gente podría sentirse más cerca de la corona no tuvo más remedio que aceptar porque tenía razón . Recorrer la ciudad le recordó momentos que no quería recordar de su vida pasada, pero se tragó sus penas para jugar bien su papel de Príncipe perfecto. No se le hizo difícil hacer que la gente lo aceptasen a él y su madre, tenía un encanto natural que sabía usar a su favor.

Cassandra y Clement también disfrutaron de la salida, y entre los tres compraron regalos para el resto de sus amigos, regalos que prometieron entregarles cuando comiencen su viaje en dos meses. Dos meses porque era el tiempo que le tomaba a Cregan llegar del Norte y el heredero de Winterfell ya había enviado un mensaje para avisar que su viaje al sur había comenzado. Cregan se encontraría con Joffrey en el camino y los dos seguirán su viaje al sur juntos. Por otro lado, su padre le había avisado que Alan y Aliandra venían con la flota Velaryon que transportaba a Otto. Todo el viaje ya estaba planeado, solo faltaba que hiciera de Otto comida de dragón.

—Caníbal no ha regresado—murmuró al ver un peluche relleno que era parecido a su dragón.

—¿No deberían buscarlo?—preguntó Casandra—¿Es bueno que se vaya solo un día entero?

—No, pero envíe a Sunfyre por él y regresó solo—hizo un puchero inconscientemente—. Tendré que ir a buscarlo yo mismo…

—Le pediremos a tu tía Laena que lo busque en Dragonstone—su madre se metió en la conversación—, aún no puedes volar largas distancias con Sunfyre.

Aquel recordatorio le hizo querer gritar. Sunfyre aún era muy pequeño como para llevarlo largas distancias, por eso siempre volaba con Caníbal.

—¡Aegon, mira!—Clement llamó desde el fondo.

El resto del día pasó así, con ellos corriendo por la ciudad. Hasta alcanzaron a jugar con varios niños en la calle mientras su madre hablaba con algunas personas. La mayoría preguntaba por él, queriendo saber cómo estaba después de haber sido envenenado, sobre todo las madres que sentían simpatía con la joven Princesa que estuvo a punto de perder a su primer hijo. Su madre prometió hacer un orfanato para que los niños ya no estuvieran en las calles y fueran víctimas de adultos que solo veían presas fáciles en ellos.

En su regreso a la Fortaleza hicieron una carrera que dejaron ganar a Cassandra. Fue un buen día, otro día más para recordarle todo lo que podría perder si no hacía las cosas bien. Ya no era solo su familia la que saldría lastimada si fallaba, ahora sus amigos estaban involucrados por el simple hecho de ser sus amigos. Tenía al Norte de su lado por Cregan, el Valle por Joffrey, Isla Zarpa por Clement, las tierras de la tormenta por Cassandra, Dorne por Aliandra, y Sotomiel por Alan. Seis casas que serían aliadas de su madre si los verdes intentaban usurpar a su madre en esa vida, seis amigos que se verían perjudicados por la guerra.

No iba a negar que la idea de ir a la guerra le causaba pánico por sus amigos más que nada. En su vida pasada solo sabía de Cregan porque ya era Lord de Winterfell cuando usurpó el trono, pero no tenía idea de si el resto logró vivir después de la guerra, o si estaban vivos cuando la guerra tomó lugar. Solo los dioses sabrían si en esa vida iban a sobrevivir tanto tiempo, él ya había confirmado que su llegada a esa vida salvó a Joffrey Lonmouth de una muerte segura y ahora había condenado a Otto a una muerte prematura, quién sabe si algo más cambiaría.

Tan solo pensar en eso le aterraba.

—Príncipe Aegon—un cuidador de dragones estaba esperando por él en las puertas de la fortaleza—, Lady Laena ha enviado un mensaje, nos informa que se vio a Caníbal volando sobre Driftmark la noche de ayer .

¿En Driftmark? ¿Qué estaba haciendo en Driftmark?

Creemos que puede estar volando hacía el sur.

¿Al sur? ¿Hacía la flota de los Velaryon? ¿Qué demonios estaba haciendo?

Chapter 19: LA FURIA DEL DRAGÓN

Summary:

En dónde Aegon hace una promesa, se reune con su guardian y sus amigos, y se hace justicia.

Chapter Text

Tres días. Tres días en los que Aegon se la pasó rondando por la Fortaleza en espera de que alguien le dijera algo, lo que sea, sobre su dragón perdido. Nadie sabía nada del dragón, era como si hubiese volado tan alto que alcanzó a los dioses. A ese punto no le sorprendería si era cierto. Con un suspiro cargado de frustración se sentó en el suelo junto a Jacaerys que no dudó en trepar en su regazo apenas lo sintió cerca. Sus brazos se cerraron alrededor de su hermano menor para prevenir que cayera al suelo y sonrió cuando este lo miró con sus ojitos brillantes. Ahora se preguntaba por qué no había sido un buen tío antes si Jace era un amor.

—Era un asco, ¿verdad?—picó la nariz de su hermano con un dedo haciéndole reír. —Te prometo que ahora seré mejor.

Jace parpadeó sin entender lo que su hermano le decía. Claro, apenas había aprendido a gatear, no esperaba que ya entendiera lo que le estaba diciendo. La cadena que colgaba de su camisa llamó la atención del bebé y Aegon dejó que jugase con ella todo lo que quería, no podía decirle que no a su hermano. Quizás eso sería un problema en el futuro, pero sería un problema para el Aegon del futuro.

—Aegon, tu padre te estaba buscando—su madre ingresó a la habitación tomada de la mano con Helaena.

—No tengo ganas de entrenar hoy—hizo un puchero. —Hola, Hela.

—Hola Egg—la niña le sonrió y enseguida se agachó frente a él para saludar a Jacaerys—, hola Jace.

—La Reina entró en labor de parto así que pronto vendré a buscarlos—les avisó su madre.

Los dos mayores asintieron y Rhaenyra abandonó la habitación. Aegon regresó la mirada a Helaena encontrándose con un pedazo de tela que cubría toda su visión.

—Lo hice para Jace—era una pequeña manta con una araña tejida en la esquina—, ¿te gusta?

—Es bonita—Helaena bajó la manta y le sonrió—. ¿Dónde está Aemond?

—No lo se—hizo una mueca de desagrado—, fui a buscarlo, pero no pude encontrarlo, Rhaenyra dijo que lo buscaría.

Aegon asintió y no dijo nada más. La tensión en la Fortaleza había crecido demasiado en los últimos días. Esa era la primera vez que veía a Helaena desde que había despertado. Estaba claro que la Reina quería mantenerlos separados lo más que pudiera y estaba teniendo éxito en ello.

Helaena se quedó con ellos el resto del día, tomaron una pequeña merienda juntos cuando su padre apareció para asegurarse que estuvieran bien y se quedó con ellos a jugar. Su tío Joffrey llegó poco después acompañado de Clement y Cassandra, los tres acabaron uniéndose al juego donde usaron a Jace como dragón. Más rápido de lo que esperaban llegó la hora de la siesta del menor de todos, así que lo dejaron ir con las cuidadoras, entonces los niños se sentaron en el suelo a escuchar las historias que Laenor tenía que contar sobre la guerra. Aegon ya conocía las historias de principio a fin, pero nunca se cansaba de escucharlas, eran sus historias favoritas.

—Cuando crezca quiero ser un gran guerrero—Clement comentó emocionado—y así poder ir a batallas con mis amigos.

—Estoy seguro de que serás un gran guerrero—Laenor le revolvió el cabello.

—¿Podemos nosotras ser guerreras?—Cassandra lo miró con ojos expectantes.

—Como Visenya—murmuró Helaena.

—El abuelo dijo que su madre también sabía pelear con una espada—añadió Aegon.

—Si, las niñas pueden ser guerreras también—Laenor miró a las únicas niñas en la habitación—. Si lo desean pueden serlo.

El sol se estaba ocultando cuando su madre regresó para avisar que la Reina había dado a luz a un niño. Aegon tuvo que ocultar su emoción ante la noticia. Por fin, después de tanta espera, su hermano estaba ahí. Sin embargo, su emoción fue apagada cuando su madre le dijo que no podrían ir a verlo por las circunstancias y aunque él entendía no podía evitar sentirse desanimado. Para ignorar el dolor de no poder ver a su hermano decidió salir con sus amigos a caminar y estos aceptaron con entusiasmo.

Era realmente bueno tener a sus amigos con él para brindarle apoyo cuando lo necesitaba, sobre todo para distraerlo de sus sentimientos. Sentimientos que comenzaban a comerle el alma una vez más. ¿Acaso algún día dejaría de enterrarse en sus sentimientos de tristeza infinita? Seguramente no y eso era lo que más le molestaba. Quería ser plenamente feliz, pero cada vez que se sentía extremadamente bien los recuerdos y la culpa regresaban, quizás era algo de los dioses que no le dejaban olvidar su pasado para que no echara a perder esa oportunidad. Ah, si eran ellos iba a gritarles cuando muriera.

Ya era suficiente con el desprecio que se tenía el mismo, no eran necesarios los recuerdos.

—¿Qué pasará cuando lleguen?—preguntó Cassandra llamando su atención.

No había necesidad de preguntar a qué se refería, ya lo sabía.

—Ejecución pública—respondió Clement por él—, intentó matar a Aegon.

—Es realmente poco inteligente que haya decidido atacar a Aegon y dejado evidencias—la niña frunció el entrecejo—, algo no está bien.

—Quizás alguien lo inculpo—apoyó Clement.

Aegon los miró y se preguntó por un segundo si podrían tener razón. En su vida pasada, y en esta, Otto siempre había sido un hombre cuidadoso. Cuidaba sus pasos para no dejar rastro de su intervención en las cosas que sucedían en la corte, pero ahora, de repente, había pruebas suficientes como para señalarlo como el culpable. ¿Alguien lo había traicionado? Posiblemente, pero no era como si importase, Otto sería un peligro si lo dejaban vivir un día más. Puede que en el momento fuese inocente, pero no lo sería en el futuro. Aegon debía eliminarlo para poner a su familia a salvo.

El día siguiente lo recibió con un tirón en el pecho. Se sentó tan rápido que se mareo y asustó a las mujeres que preparaban su vestimenta del día. No sabía por qué se despertó de aquella forma hasta que escuchó un rugido que conocía muy bien. Caníbal estaba en la ciudad. Sin dudarlo más de dos segundos se bajó de un salto de su cama y corrió hacía la puerta, listo para salir y buscar a su dragón. Claro que no contó con la presencia de su padre en la puerta, apenas la abrió se chocó con el hombre que al parecer estaba por ingresar a la habitación.

—¿A dónde vas con tanta prisa?—Laenor lo miró con una ceja levantada.

—¡Escuché a Caníbal!—exclamó tratando de rodear a su padre para salir.

—Ve a darte un baño y a cambiar tu ropa, la corte nos espera, después puedes ir a verlo.

Con un puchero se dio un baño y se vistió lo más rápido que pudo, su padre solo rió de su rapidez. En el camino a la sala del trono le explicó que la embarcación de los Velaryon, al fin, había llegado a la ciudad, escuchar aquello hizo que Aegon se sintiera aliviado. Al fin le pondrían fin a todo ese drama, por el momento. La sala del trono estaba llena de gente y Aegon alcanzó a ver a su madre de pie cerca del trono hablando con Lord Lyonel y Daemon, al otro lado estaba una delegación de los Hightower.

—¡Tío Daemon!—exclamó soltando la mano de su padre.

Daemon giró la cabeza en su dirección y lanzó una de sus famosas sonrisas, Aegon saltó a los brazos del hombre que lo recibió sin quejas.

—Me alegra ver que estas bien, pequeña bestia mimada—Aegon puso los ojos en blanco.

—No puedes librarte de mi, tío—los ojos de Aegon fueron hasta las personas detrás de su madre y sus ojos brillaron. —¡Abuelo!—se sacudió en los brazos de Daemon hasta que estuvo en el suelo otra vez.

—Mi niño, qué alegría es verte—Corlys se agachó para abrazarlo y poder dejar un beso en su cabeza—. Ya extrañaba poder escucharte hablar.

—No te preocupes, abuelo, no pienso hacerlo de nuevo—murmuró contra el hombro del hombre.

De repente los murmullos de la sala fueron silenciados, Aegon se alejó de su abuelo paterno para ver a su abuelo materno ingresar a la sala con Blackfyre en una mano y su corona adornando su cabeza. El Rey se detuvo frente a su hermano para compartir un abrazo antes de subir hasta el trono, entonces Aegon se movió entre la gente para llegar a sus padres y poder tomar sus manos. Rhaenyra bajó la mirada para verlo y le sonrió apretando su mano levemente.

—Traiganlo—ordenó el Rey.

Los capa blanca ingresaron a la sala, Sir Harrold y Sir Criston arrastrando a Otto, todos con sus manos en sus espadas. Cuando Otto fue soltado de rodillas frente al trono Aegon tuvo que retener su jadeo de sorpresa porque el hombre se veía acabado. Tenía el rostro golpeado y su ropa estaba en malas condiciones. ¿Qué había pasado durante su arresto? Su respuesta llegó en la forma de su padre tensandose a su lado. Claro, no podía esperar que su padre se fuera a controlar con Otto después de saber que él casi se muere por su culpa.

—Otto Hightower—su abuelo apretó su mano en la empuñadura de Blackfyre—, estás acusado de intentar asesinar a mi nieto, el Príncipe Aegon—la gente comenzó a murmurar. —¿Tienes algo que decir en tu defensa?

Estaba claro que estar ahí solo era una formalidad, la sentencia de Otto ya estaba dada.

—Su Majestad, por favor—Otto bajó la cabeza—, es un mal entendido…

—¿Cómo te atreves?—Su madre tiró de él para ocultarlo detrás de ella cuando Otto miró en su dirección. —Intentaste asesinar a mi hijo, tenemos las pruebas y las confesiones de varios sirvientes.

—Serví por muchos años a la corona, nunca me atrevería a…

—¡Ja!—Daemon lo interrumpió. —¿No fuiste tú quién ordenó a su hija meterse a los aposentos de mi hermano cuando aún estaba de luto por la muerte de la Reina Aemma?—Los murmullos estallaron en la sala. —Intentaste asesinar a Aegon porque era competencia para Aemond, sabes que incluso si Rhaenyra no se sienta en el trono no hay forma de que salten a Aegon para darle la corona a tu nieto.

Eso era cierto, estaba seguro que incluso si su madre no llegaba al trono su abuelo lo nombraría a él heredero saltando a sus propios hijos.

—Mentiras—gruñó Otto.

—La prueba está en tu contra, Otto—el Rey intervinó.

Fue un buen rato de discusiones entre la familia real y la delegación de los Hightower, en algún punto Daemon había desenfundado Dark Sister y amenazó con cortarle la cabeza a Gwayne Hightower, y en otro los capas blancas tuvieron que retener a su padre para que no se lanzará contra Otto. Había sido un caos, pero él se mantuvo medio oculto detrás de su madre que estaba siendo medio cubierta por su padre. Las cosas escalaron cuando los Hightower ofrecieron lealtad en la forma de un matrimonio entre Aegon y una muchacha que él no conocía, una mujer que era unos diez años mayor que él. Mientras su madre rechazaba la oferta, llamándola una ofensa, él se alejó y fue hacía el trono donde su abuelo lucía tan molesto como el resto de la familia.

—¿Cómo te atreves a sugerir tal cosa?—su abuela alzó la voz. —Mi nieto no se casará con la segunda hija del hijo de un tercer hijo—Rhaenys sonaba realmente ofendida en su nombre—, menos con una que proviene de una casa de traidores.

Cuando alcanzó a su abuelo este se relajó visiblemente al verlo y le regaló una sonrisa acompañada de una caricia en el cabello.

—¿Tienes algo que decir, Príncipe?—él asintió. —¡Suficiente!—Todos guardaron silencio de inmediato. —El Príncipe Aegon desea hablar.

Sus ojos fueron a sus padres que lo miraban algo preocupados, sobre todo su madre que no se había dado cuenta que desapareció de su lado.

—Cuando fui envenenado yo…—ah, si, sus mejores armas, ser adorable y sacar lágrimas falsas—pensé que realmente moriría, pero solo dormí por cinco días en los que mi madre no se separó de mi lado. —Miró a su madre que ya tenía lágrimas en los ojos. —Lo que nos hizo Otto Hightower fue cruel, no es justo que busquen dejarlo libre de culpa cuando todos sufrimos mucho.

Las lágrimas ya estaban cayendo por sus mejillas y casi sonríe cuando Otto lo miró con rabia al escuchar que la gente comenzaba a pedir su muerte.

—El Príncipe tiene razón, Majestad—exclamaron varias personas.

—Estudie muy bien las leyes del reino, la condena por intentar asesinar a un Príncipe es la muerte—añadió Aegon, sus ojos fijos en los de Otto.

—Con gusto cumplo tu sueño, sobrino—Daemon levantó su espada listo para asesinar al hombre ahí mismo.

—Lord Otto quería ser uno más de los dragones, debería sentir el fuego de uno.— Sabía que un niño de siete años no debería decir esas cosas, pero ¿qué importaba? Ya creían que era más maduro que otros niños de su edad.— Quizás así se de cuenta que nunca será un dragón.

Murmullos de apoyo se escucharon por toda la sala, ahogando las protestas de los Hightower. Al final, como era de esperarse, el Rey declaró que Otto Hightower sería llevado a la fosa dónde sufriría una muerte por fuego de dragón. Intentaron hacer que Aegon se quedará, su padre le dijo que Seasmoke se encargaría de acabar con Otto, pero él quería ir. De todos modos tenía que ver a Caníbal, ¿no?

Algunos miembros de la corte los acompañaron, incluyendo a los Hightower que fueron obligados a asistir. En el patio de la fosa Caníbal los recibió rugiendo, claramente molesto, y Aegon no dudó en correr hacía él mientras preparaban a Otto para su ejecución. El dragón negro lo olfateo y empujó hacía su montura con cuidado, como si ahora se diera cuenta que era un humano que podría morir su lo empujaba con mucha fuerza. Se trepó en la montura de Caníbal sin problema, con una enorme sonrisa en el rostro, y desde ahí vio cómo la gente intentaba alejarse lo más que podían del dragón. Caníbal dio un paso al frente y bajó su cuerpo para rugir en la cara de Otto. Aegon se levantó un poco en la montura para ver, sus ojos encontrándose con los de Otto.

Su abuelo en otra vida.

Su abuelo que lo maltrato.

Su abuelo que hizo de su vida una miserable.

El culpable de todos sus dolores.

El culpable de la muerte de todos.

Otto Hightower.

Dracarys .

Apenas fue un murmullo, pero Caníbal no necesitó que lo repitiera, el dragón abrió su boca y escupió fuego. La gente jadeo sorprendida al no haber escuchado la orden del Príncipe, aquel simple momento aumentando los susurros sobre la conexión especial que compartían jinete y dragón. Otto gritó, comenzando a rodar por el suelo para apagar el fuego, pero Caníbal era un dragón agresivo y al ver como intentaba arrastrarse lejos de su alcance avanzó hasta que pudo agarrarle la pierna de un mordisco. Los gritos del hombre incrementaron al sentir los colmillos del dragón desgarrando su pierna, pero no duraron mucho porque en cuestión de segundos un dragón dorado apareció y lo atacó. Caníbal se alejó al mismo tiempo que Sunfyre y entre los dos dragones destrozaron el cuerpo de Otto Hightower, matándolo al instante. Sunfyre escupió la cabeza rugiendo mientras sacudía sus alas para alzar el vuelo.

Aegon parpadeo, la verdad es que no se esperaba aquel espectáculo, pero al parecer había subestimado la molestia de sus dragones. Caníbal, esta vez sin necesitar la orden, alzó el vuelo escupiendo la pierna que aún tenía en la boca. Cualquier preocupación que Aegon tenía murió apenas estuvo en el aire. Todo su cuerpo se relajó y se sintió feliz de estar ahí con sus dragones. Sus ojos fueron hacía el límite de la ciudad, hacía el mar, y por un segundo juró ver la silueta de varios dragones volando en la distancia. Una sonrisa se formó en su rostro.

Puedo hacerlo —murmuró—, puedo salvar a mi familia .

Caníbal y Sunfyre rugieron.

No sabe por cuánto tiempo voló, de hecho ni siquiera sabía a dónde iban, pero siguieron volando sin interrupciones. No identificó dónde estaban hasta que la fortaleza de los Arryn apareció frente a él. El Nido de Águilas era hermoso, más hermoso de lo que su madre había dicho, y le cortó la respiración. Antes habían volado cerca del Valle de Arryn, pero nunca habían llegado hasta el Nido de Águilas, su madre lo castigaría si se entera que estuvo tan lejos.

Pensó que irían a la fortaleza, pero en lugar de acercarse más Caníbal giró para alejarse, ¿estaban yendo de regreso a casa? Claramente no porque de repente Caníbal comenzó a perder altura en su vuelo. Fue entonces que Aegon lo vió, una pequeña procesión de ¿eran esos hombres del norte? ¡Estaban siguiendo a Cregan y Joffrey!

—¡ Aterriza !—exclamó tirando de las riendas.

Caníbal aterrizó delante de la caravana que se había detenido en medio del camino al darse cuenta que dos dragones estaban cerca. Aegon se soltó de la montura y se bajó con una sonrisa en el rostro, Cregan fue el primero en correr hacía él con una sonrisa idéntica a la suya.

—¡Realmente estás bien!—exclamó el norteño abrazándolo con fuerza.

—¡Aegon!—Joffrey se unió al abrazo.

—¡Los extrañe!—exclamó el Príncipe.

—Nosotros a ti—Joffrey se alejó para verlo—, pero ¿qué haces aquí?

—Caníbal me trajo—los tres miraron al dragón que estaba empujando a Sunfyre con su cola.

—Todavía nos faltan días para llegar a la ciudad, semanas incluso, ¿viajaras con nosotros?—preguntó Cregan.

—O podemos viajar contigo—sugirió Joffrey.

—¡Buena idea!

A pesar de las quejas de Cregan dejó que sus amigos lo arrastraran hacía el dragón negro. Cargaron un par de cosas en las sillas de ambos dragones antes de treparse, el resto de la caravana seguiría hasta la ciudad, pero ahora con menos apuro que antes. Cregan iba en medio de Joffrey y Aegon por seguridad extra, aunque aún se sentía inseguro de ir sobre el dragón.

—¡ Vuela !

Caníbal alzó el vuelo sin dudarlo sacándole gritos a sus dos pasajeros extra. Aegon comenzó a reírse de sus amigos, pero no dijo nada, solo se aseguró de mantener un vuelo tranquilo. Sunfyre iba frente a ellos, guiando el camino de regreso a casa. El vuelo fue cómodo, el vuelo más estable que Aegon había tenido en su corta vida, y tristemente llegaron a la ciudad más rápido de lo que le hubiera gustado. En la fosa ya no había rastro de la ejecución de Otto, al contrario, estaban sus amigos esperando por él. Aliandra y Alan estaban ahí también, él no había podido saludarlos por todo lo que había sucedido así que apenas sus pies tocaron el suelo, después de asegurarse que sus dos acompañantes no fuesen a morir, los abrazó con entusiasmo. Al final los siete acabaron en el suelo cuando intentaron abrazarse al mismo tiempo. Amaba demasiado a sus amigos.

Chapter 20: LOS SIETE REINOS PARTE I

Summary:

En dónde Aegon, su familia, y sus amigos comienzan su viaje.

Parte I: Las Tierras de La Tormenta.

Chapter Text

Las risas llenaron los pasillos de la Fortaleza apenas un día después de la ejecución de Otto Hightower, y en cuestión de días se volvió algo normal, sin importar cuanto molestaba a la Reina. Siete niños corrían por los pasillos sin importarles nada más que su juego inocente y disfrutar la compañía del otro. De vez en cuando se les unían Helaena y Aemond, pero era en raras ocasiones ya que la Reina tendía a controlar el tiempo de sus hijos con mano de hierro. Por eso la vista más común era ver a los siete niños juntos. Como en ese momento que corrían sin preocupaciones por el jardín.

—¡Cuidado!—el gritó de Cassandra llegó tarde.

Alan se tropezó con Joffrey y los dos rodaron por el suelo, Cregan apenas pudo detenerse para evitar caer con ellos. El resto hizo una mueca al verlo porque, bueno, se suponía que no debían estar corriendo. Ese día comenzarán su viaje por el reino y ya estaban listos, no debían ensuciar su ropa.

—Mamá va a matarnos—murmuró Aegon.

—No seas exagerado—Aliandra se acercó a Joffrey y comenzó a ayudarlo para limpiar su ropa.

Al final lograron limpiarlos y, casi , no se notaba que habían rodado por el suelo. Y para evitar más accidentes decidieron solo caminar. Estaban regresando al interior de la fortaleza cuando Aemond apareció corriendo, con los ojos bien abiertos mientras ocultaba algo con un trapo en sus brazos. Aegon frunció el entrecejo, no había visto a Aemond desde el día anterior así que verlo en ese momento lo confundió, pero también se preocupó al ver la expresión que tenía en el rostro.

—¡Aegon!—lo llamó apenas sus ojos se encontraron.

—¿Estás bien?—preguntó confundido cuando el menor se detuvo frente a él.

—Mira—Aemond extendió el trapo hacía él haciendo que se deslizara un poco y dejara ver ¿un dragón?

—Un dragón—jadeo Alan sorprendido.

—¿De dónde lo sacaste?—preguntó Clement.

—¿Eclosiono el huevo que te regaló mamá?—Aemond asintió emocionado—¿Le dijiste?—ahora negó. —Íbamos a buscarla, ven con nosotros.

El pequeño dragón era de escamas naranjas con alas y crestas amarillas, parecía una pequeña flama de fuego, siempre ardiendo. Aegon no podía dejar de verlo, incluso cuando Aemond lo apretó contra su pecho como si temiera que fuese a desaparecer en cualquier segundo, su corazón dolió al ver la escena. ¿Por qué no pudo haber sido un buen hermano antes y encontrar un huevo para él? ¿Por qué tuvo que hacerlo sufrir por no tener un dragón?

Sacudió la cabeza para eliminar esos pensamientos y siguió su camino. Estaban llegando a su destino cuando sir Harrold los interceptó para avisarles que estaban esperando por ellos para comenzar su viaje. Aemond hizo una mueca de incomodidad, no del todo feliz ante la idea de despedirse de su tío y su hermana, pero los siguió de todos modos. Fueron llevados a la entrada principal de la fortaleza dónde ya se encontraban todos, incluso Helaena y su madre. Aegon fue hasta su madre que le sonrió a penas lo vio, pero su sonrisa fue cambiada por una expresión de sorpresa al ver a Aemond.

—Oh, Aemond, que felicidad—Rhaenyra se agachó a su altura para ver bien al dragón. —¿Lo nombraste?

—¡Si!—Aemond sonrió, tan emocionado que ignoró la mirada desaprobatoria de su madre—¡Se llama Stormfyre!

—Un gran nombre para un gran dragón—la Princesa pasó su dedo por la nariz de su hermano haciéndole reír. —Cuando regrese te regalaré tu primera ropa de montar.

—Gracias, Nyra.

Ver los ojos brillantes de Aemond casi hace que Aegon se ponga a llorar ahí mismo. Era tan doloroso ver cómo las cosas pudieron ser diferentes desde un principio si tan solo les hubieran dejado crecer cerca de su hermana mayor, si tan solo los hubieran amado sin condiciones. Si Otto no hubiera estado en sus vidas, si hubieran respetado el derecho de Rhaenyra. Los si hubieran no existen , le recordó una voz muy parecida a la de su abuela.

—Adiós, Egg, Nyra—Helaena y Aemond se despidieron de ellos con sonrisas que podían opacar al sol.

Aegon se despidió de igual forma, después de ser abrazado y besado por sus abuelos y sus tíos, aunque Daemon solamente le dio una palmada en la cabeza y pellizcó su mejilla. Aquello le ganó una patada en la pierna y una casi mordida, lo hubiera mordido de no ser porque su papá lo cargo para evitar que le arrancara un dedo a su tío. Cuando regresara se aseguraría de hacerlo pagar por eso, Aegon no perdonaba y tampoco olvidaba, menos si era algo relacionado a Daemon Targaryen.

No era su tío favorito, nunca lo sería, no importaba cuantas veces todos lo dijeran.

No lo quería.

Bueno, quizás un poco, solo un poquito.

Sus amigos y él viajarían solos en un carruaje mientras sus padres y Jace irían en otro, era para que pudieran tener privacidad , supuestamente, eso fue lo que dijo su mamá. Realmente era porque ir todos juntos sería un desastre, eran muchos niños. El carruaje dónde iban era escoltado por guardias del Norte, el Valle, y Storm’s End, y claro que Sir Criston. Tenían las ventanas abiertas para poder ver el paisaje por el que pasaban, de vez en cuando veían a los cuatro dragones que los seguían volando entre las nubes.

—Papá preparó un banquete para nosotros—comentó Cassandra con emoción—, me asegure de pedir sus postres favoritos.

—Ojalá no lleguemos en medio de una tormenta—Clement se inclinó hacía la ventana para ver el cielo.

—Aún estamos lejos, no puedes ver si hay una tormenta o no—Alan puso los ojos en blanco.

—No puedo esperar a conocer a tus hermanas, ya no soporto estar rodeada de tantos hombres—Aliandra abrazó a su amiga.

—Hey—los cinco exclamaron mirándola ofendidos.

—Tengo hambre—Aegon hizo un puchero y se recostó en el hombro de Joffrey a su derecha.

—Siempre tienes hambre—Cregan lo miró con una ceja levantada.

Alan sacó un pan de la bolsa con comida que habían preparado y lo dividieron entre los siete. Pronto harían una pausa antes de llegar al bosque real para que los niños estiracen sus piernas antes de seguir hacía Puerta Bronce dónde los recibiría la casa Buckler. Llegarían al lugar en dos días si seguían sin inconvenientes, tenían programado alcanzar Bastión de Tormentas dentro de dos semanas y aunque apenas llevaban un día en el camino parecía que todo iba de maravilla. Tendrían que dormir en tiendas algunas noches, pero valía la pena.

Cuando los dejaron bajar del carruaje Aegon corrió hacía sus dragones que aterrizaron en medio del camino delante de la caravana. Caníbal tenía entre sus dientes una vaca y Aegon hizo una mueca porque su mamá iba a regañarlo por eso. Sunfyre, por su parte, se acercó a él chillando de felicidad. Aegon lo acarició un poco mirando como Syrax y Seasmoke aterrizaban no muy lejos de ellos.

—Otra vez robo ganado de un pobre granjero—la voz de su papá lo sobresaltó.

—Supongo que tenía hambre—se encogió de hombros con una sonrisa inocente.

Laenor le revolvió el cabello y se alejó para ver que Syrax y Seasmoke estuvieran bien. Aegon besó las escamas de su dragón dorado y se alejó de ellos para ir con sus amigos que estaban ¿recogiendo rocas?

—¿Qué hacen?—preguntó confundido.

—Recogemos rocas para jugar—le respondió Cregan.

Bueno, no era lo más extraño que habían hecho. Sin preguntar más se unió a sus amigos en la recolección de rocas. Recogieron rocas hasta que les avisaron que era momento de seguir con el viaje antes de que se ocultara el sol. Guardaron sus rocas en una bolsa y lavaron sus manos antes de regresar al carruaje. Antes de subirse Aegon logró identificar a sir Harwin entre los guardias y lo saludó con una sonrisa que el hombre regresó. Realmente se supone que sir Harwin no iría con ellos, pero Aegon se puso a llorar porque no me dejás llevar a sir Harrold y ahora no quieres que lleve a sir Harwin y Viserys no tuvo más remedio que decirle que si. Siete años y todavía tenía poder sobre su abuelo con sus lágrimas.

Aunque también ayudó que Rhaenys miró a Viserys como si hubiese cometido el peor de los crímenes conocidos por el hombre, la mujer de verdad daba miedo y más cuando quería defender a su querido nieto.

Volvieron a dejar el carruaje cuando el sol se estaba ocultando, estaban en medio del bosque real, y los acompañantes se pudieron manos a la obra para levantar las tiendas dónde dormirían. Mientras hacían eso, y preparaban la comida, Aegon y sus amigos sacaron sus rocas y se propusieron levantar una fortaleza. O al menos lo intentaron, no tenían suficientes rocas como habían pensado, y no lograban hacer que se mantuviera firme, pero al menos se divirtieron hasta que hicieron el llamado para la cena. 

Se sentaron juntos alrededor del fuego con varios guardias haciendo vigilancia, mientras comían hablaron de las cosas que verían en su viaje y lo que querían hacer, Rhaenyra y Laenor solo los escuchaban con sonrisas. En la tienda de los niños armaron dos camas, una extra para las niñas porque no podían dormir con sus amigos, y sir Criston se quedaría dentro para cuidarlos. Se fueron a dormir no mucho después de comer porque se sentían cansados. Aegon soñó con sus amigos esa noche, estaban corriendo en un bosque, pero no eran niños, eran adultos. Cuando abrió los ojos la mañana siguiente aún podía escuchar el eco de las risas de sus amigos y no pudo evitar sonreír. Sin poder contenerse se lanzó sobre Cregan que dormía a su izquierda, al borde de la cama.

—¡Príncipe!—Criston exclamó al verlos caer de la cama y corrió hacia ellos.

—Lo siento—Aegon miró a Cregan que tenía el entrecejo fruncido y aún no despertaba del todo.

—Pesas, bajate—el del norte lo empujó al suelo.

—Dejen dormir—murmuró alguien en la cama.

—¿Príncipe, se encuentra bien?—Criston preguntó ayudando a Cregan a levantarse, pero sus ojos estaban puestos en Aegon.

—Muy bien, Criston—le sonrió levantándose—. Iré con mis padres.

Antes de que el hombre pudiera decir algo, Aegon ya estaba corriendo fuera de la tienda. Con su ropa de dormir y descalzo. El hombre suspiró y volvió a su lugar cerca de la entrada de la tienda para esperar a que los sirvientes que los acompañaban llegaran a atender a los niños. Mientras afuera Aegon saltaba a los brazos de su padre que apenas pudo atraparlo cuando lo vio correr hacia él.

—¿Ya nos vamos?—preguntó el joven Príncipe emocionado.

—¿Despertaste feliz?—Laenor levantó una ceja.

—Mucho—Aegon abrazó a su padre y le dejó un beso en la mejilla—. Te amo, papá.

—También te amo, Aegon—Laenor besó su cabeza con una sonrisa.

Partieron hacia Puerta Bronce después de tomar el desayuno, el sol ya estaba brillando en el cielo, y los niños decidieron ir a caballo en lugar de ir encerrados. Aegon iba solo pues había pedido que llevaran su caballo personal, pero su padre iba a su lado para evitar cualquier accidente. Sin olvidar a Criston que iba frente a ellos.

Llegaron a Puerta Bronce en el tiempo en el que predijeron, la casa Buckler los recibió a mitad del día, con sonrisas cordiales. Aegon y sus amigos fueron llevados a dar un recorrido por la fortaleza para entretenerlos mientras sus padres hablaban con los señores de la casa. Era una fortaleza bonita y ellos disfrutaron recorrerla, siempre admirando todo con respeto. El recorrido terminó cuando dieron el aviso de la cena, se reunieron con sus padres en el salón y ahí conocieron al hijo de Lord Buckler, era mayor que ellos así que no congeniaba mucho con ellos.

—Escuchamos lo sucedido con la Mano del Rey—Aegon apartó la mirada de su comida para ver a su madre que se había tensado—, lamentamos mucho que hayan pasado por eso, fue realmente desagradable lo que sucedió.

—Atacar a un niño es inaceptable—la señora de la casa suspiro—. Sobre todo cuando es un niño tan encantador.

Aegon le sonrió con toda su inocencia e ignoró las risas de sus amigos y los susurros de uy, si, que encantador . Quizás las únicas personas que no lo encontraban encantador eran los que querían deshacerse de él y su madre, y sus amigos, ellos solo veían al pequeño demonio que era debajo de su disfraz. Si tan solo supieran.

Su segundo día en la fortaleza fue entretenido, como eran niños inquietos el señor de la casa ofreció ir por una cacería en el bosque cercano. Era más una invitación para Laenor, pero como Aegon se colgaba de su padre y sus amigos de él tuvieron que llevarlos. No se unieron a la cacería, pero montaron a caballo acompañados de varios guardias. Recogieron flores del bosque también y Cassandra les hizo coronas con ellas para que usaran mientras jugaban a que eran los reyes del bosque. Cuando regresaron a la fortaleza Aegon entregó un ramo de flores a su madre y los demás entregaron uno a la señora Buckler.

Se quedaron en Puerta Bronce por tres días en total, durante su último día hubo un pequeño banquete de despedida que todos disfrutaron. Abandonaron la fortaleza por la mañana cuando una caravana de soldados Baratheon apareció para escortarlos a Bastión de Tormentas. Cassandra estaba feliz cuando abandonaron Puerta Bronce para comenzar su viaje a Bastión de Tormentas, no paró de hablarles sobre sus hermanas y su padre, siempre con una sonrisa enorme que sus amigos regresaban. En cada parada que hacían ellos corrían por los alrededores sin alejarse mucho, incluso Aegon se trepaba en sus dragones para ir a volar un rato con sus padres, hasta arrastró a sus amigos a volar con él. La primera vez hicieron una apuesta sobre quién lo haría sin vomitar, Clement fue quién ganó.

—Llegaremos a Bastión de Tormentas en dragón, y tú—su madre le picó la nariz con un dedo—irás con tus amigos, ¿bien?—él asintió. —Sir Criston y sir Harwin van a cuidar de ti así que quédate con ellos.

—¿Y el tío Joffrey?—sus ojos fueron al hombre que no estaba muy lejos hablando con sir Harwin.

—Él también—su madre besó su frente—. Jacaerys quedará a tu cargo.

Sus ojos se abrieron con sorpresa y su madre sonrió dando un paso atrás. Pensó que lo llevarían con ellos, no pensó que fueran a dejarlo a su cargo. Si, antes había estado solo con Jace, pero sus padres siempre estaban lo suficientemente cerca como para aparecer si sucedía algo.

—Pero…

—Sé que vas a cuidarlo bien—con una seña de su madre una muchacha se acercó y le pasó a Jacaerys—, puedes hacerlo, cariño.

Con cuidado, demasiado, dejó que su madre pusiera a Jacaerys en sus brazos, su hermano lo miró con ojos brillantes y una sonrisa que él no pudo evitar regresar. Por inercia besó la mejilla de su hermano.

—Cuidaré de él—le dijo a su madre.

—Bien, confió en ti.

Vio a sus padres irse con Jace en brazos y su cuidadora favorita a su lado, la mujer iba a estar con él todo el tiempo para asegurarse que ambos niños estuvieran bien. Sus amigos se acercaron a él cuando lo vieron con su hermano y Cassandra no tardó en quitarle al bebé para cargarlo. Aegon la dejó porque sabía que ella tenía más experiencia cargando bebés que él.

—Mi niño, aún tenemos galletas, ¿quieres una merienda antes de retomar el viaje?—su cuidadora favorita le preguntó inclinándose a su lado.

—¡Si!—exclamó emocionado. —Por favor, Lalia.

—Enseguida les preparo la merienda, mi niño.

Aegon le sonrió y regresó a su conversación con sus amigos una vez la mujer se alejó. Jacaerys pasó de los brazos de Cassandra a una manta en el suelo cuando pidió que lo bajaran. Les llevaron la merienda cuando sir Criston les aviso que estaban casi listos para salir y comieron con calma sentados en el suelo. Aegon tomó a su hermano del suelo y caminó con él hasta el carruaje que ocuparían en lo que restaba del viaje, esta vez la cuidadora de Jace iría con ellos para evitar accidentes.

—¿Usted cuido de Aegon cuando era un bebé?—Aliandra preguntó a la mujer que los acompañaba.

—Así es, mi Lady, aún es mi deber cuidarlo.

—¿Nunca quiso abandonar su trabajo?—preguntó Joffrey. —Si yo tuviera que cuidarlo habría dejado mi trabajo hace mucho.

Aegon frunció el entrecejo y pellizco a su querido primo. No sabía si realmente eran primos lejanos, pero así se llamaban. Joffrey le mostró la lengua en respuesta.

El resto del viaje pasó entre pequeñas bromas y risas, los siete niños estaban más que felices de, por fin, llegar a Bastión de Tormentas. Sobre todo Cassandra que casi saltaba de felicidad en su lugar. Cuando estaban cerca y ya podían ver la fortaleza en la lejanía el cielo se tornó oscuro, anunciando que se acercaba una tormenta, pero no dejaron que eso arruinara su emoción. Cruzaron los muros de la fortaleza sin problema y Aegon pudo ver a Syrax y Seasmoke ocupando parte del patio, también vio a sus padres acompañados de Lord Boremund, su hijo, y las hijas de este. La primera en descender del carruaje fue Cassandra que no dudó en correr a saludar a su familia. Aegon, por su parte, fue el último en unirse a ellos ya que debía caminar con cuidado de no dejar caer a su hermano.

—Lord Boremund, es un placer estar aquí—Aegon saludo al hombre que sonrió complacido al escucharlo.

—Príncipe Aegon, el placer es todo nuestro.

Rhaenyra y Laenor le sonrieron a su hijo, visiblemente orgullosos por sus modales y su comportamiento ejemplar.

—Preparamos una comida especial para ustedes, a petición de mi nieta—Casandra se enderezó asintiendo—. Por favor, pasen.

Lo poco que vieron de la fortaleza en el camino al salón fue impresionante, Aegon se preguntaba por qué nunca visitó la fortaleza en su vida pasada. Comieron escuchando las aventuras que tuvieron en su viaje, narrado por Cassandra, y escucharon algunas de las aventuras de Lord Boremund durante el reinado de Jaehaerys. Durante esa comida cayó en cuenta que Cassandra era realmente un familiar lejana al igual que Joffrey.

—Quizás todos somos familiares lejanos de Aegon—bromeó Alan.

—Ew, no—Aliandra arrugó la nariz.

De nuevo, ¿era realmente importante mantener la amistad?

Chapter 21: LOS SIETE REINOS PARTE II

Summary:

En dónde Aegon obtiene un nuevo abuelo, sueña con sus bisabuelos, llegan a Dorne, y Aegon cumple ocho años.

Chapter Text

Bastión de Tormentas fue divertido, Aegon se la pasó corriendo por todos lados con sus amigos detrás de Cassandra que no dudaba en contarles todo lo que sabía sobre su hogar. Pero sin duda sus momentos favoritos fueron cuando corrían por el patio después de la lluvia, riendo sin preocupaciones y llenándose de lodo como un niño cualquiera. Su padre y su tío Joffrey se unían a sus juegos cuando el primero no estaba ocupado hablando con Lord Borros, fueron momentos en los que Aegon de verdad amaba su vida y se olvidaba de toda tristeza que pudiera tener sobre su vida pasada.

La última noche que iban a pasar en el lugar, después de una semana, Aegon se metió a una galería de la fortaleza para ver las fotos de su bisabuela una vez más. Estaba de pie frente al cuadro de Lady Jocelyn cuando escuchó que alguien más ingresaba, sus ojos fueron a Lord Boremund que se acercaba a él con una mirada de comprensión. Aegon le sonrió y regresó su mirada al cuadro mirando a la mujer que se parecía en parte a él. Pelo oscuro y ojos claros. Su abuela Rhaenys ciertamente se parecía demasiado a su madre.

—Te pareces a ella—Lord Boremund llegó a su lado—, supongo que por eso Rhaenys insiste en que eres su consentido.

—Era muy bonita—murmuró girando la cabeza para verlo.

—Lo era, si—el hombre bajó la cabeza para verlo. —No olvides que somos familia, eres tan Baratheon como Rhaenys lo es.

—Te prometo que nunca lo olvidaré…¿tío?—lo miró con algo de duda.

—Puedes llamarme abuelo si eso te gusta más—hubo un brillo en sus ojos que hizo sonreír a Aegon.

—Bien, abuelo—tomó la mano del hombre y regresó la mirada al cuadro de Jocelyn.

Regresó a su habitación después de escuchar varias historias de su bisabuela y se quedó dormido apenas su cabeza tocó la almohada. Soñó con una mujer de cabellos negros que le cantaba una canción de cuna mientras acariciaba su cabello, sus hermosos ojos parecían brillar y la sonrisa en su rostro era suficiente para iluminar el día. Soñó que estaba recostado en el regazo de la mujer disfrutando del momento y segundos antes de despertar vió la figura de un hombre sentado a dos pasos de ellos, el hombre le sonrió cuando sus ojos se encontraron y en ese momento se despertó. Se quedó buen rato mirando el techo de su habitación, escuchando la respiración de sus amigos que seguían durmiendo, si se desconectaba lo suficiente de la realidad aún podía ver los ojos de ambos.

Jocelyn Baratheon y Aemon Targaryen.

Sus bisabuelos.

Suspiró cansado y se giró para tratar de dormir un poco más, pero calculó mal y acabó empujando a la persona a su lado que cayó al suelo. Se asomó por el borde de la cama e hizo una mueca al ver a Alan tirado en el suelo.

—Lo siento—se disculpó.

—La próxima vez duermes con tus dragones—Alan se sentó bostezando.

—¿Ya es hora de irnos?—la voz amortiguada de Joffrey preguntó, aún medio dormido.

—Creo—murmuró Aegon—, ya debemos despertar.

Hubo una queja, pero en ese momento la puerta se abrió dejando que Lalia se asomará y no tuvieron más remedio que levantarse. Después de bañarse y ponerse ropa descente abandonaron la habitación para ir a tomar el desayuno. Se reunieron con Aliandra y Cassandra fuera del comedor, la segunda lucía un poco decaída por tener que abandonar su hogar otra vez, pero la emoción de seguir el viaje mataba la tristeza.

—Debemos agradecerle una vez más por habernos recibido, Lord Boremund—su madre le agradeció al hombre cuando estaban listos para partir una vez más—. Y también le agradecemos por permitir que Lady Cassandra nos acompañe.

—No tiene nada que agradecer, Princesa, es un placer tenerlos aquí—el hombre le sonrió—. Además, Cassandra insistió demasiado en ir y no pudimos decirle que no.

—Casi nos deja sin oídos de tanto insistir—Lord Borros miró a su hija mayor que sonrió con inocencia.

—Espero regresar pronto, abuelo—Aegon le sonrió a Lord Boremund que regresó la sonrisa con una caricia a su cabello.

—Cuando quieras serás bienvenido.

—¡Oye, ese es mi abuelo!—Cassandra exclamó y se acercó para alejar a Aegon de su abuelo.

—Gruñona.

—No le digas así, maleducado—Aliandra le pellizcó el brazo.

—¡Auch!—se quejó girando para mirar a su amiga.

—Merecido—Cassandra le mostró la lengua.

—Será mejor que se vayan antes de que empiece una guerra—Lord Boremund miró a los demás adultos que estaban tratando de no reír de los niños.

Después de dejar Bastión de Tormentas pasaron una semana en el camino antes de llegar a Nido de Grifos. Aegon quedó encantado con la fortaleza apenas la vio. Lo primero que hicieron los siete fue ir a un balcón y asomarse para ver qué tan alto estaban, aunque Joffrey dijo que no era tan alto como Nido de Águilas así que no era muy impresionante. Se quedarían tres días en la fortaleza antes de ir a Nido de Cuervos así que los niños aprovecharon para explorar toda la fortaleza.

Lord Connington los dejó correr por todos lados haciendo miles de preguntas a los encargados de cuidarlos, con cada cosa que escuchaban miles de preguntas más aparecían en sus cabezas y no dudaban en hacerlas. Aegon absorbió la información como si fuese su galleta favorita con una copa de leche tibia por la noche, y para que no se le olvidase algo anotaba ciertas cosas en un pequeño libro que su abuelo Boremund le había obsequiado. Así pasaron sus tres días en el lugar hasta que lo abandonaron para viajar a Nido de Cuervos.

La casa Morrigen los recibió en Nido de Cuervos y al igual que en Nido del Grifo, se quedaron por tres días. Aegon había cuestionado a su madre sobre la corta visita a ambas casas, pero esta solo le dijo que no se preocupara por eso. Y bueno, ¿quién era él para llevarle la contraria? Por lo menos podía saciar su curiosidad, aunque gracias a eso ya había llenado casi la mitad de su libreta. Fue divertido quedarse en Nido de Cuervos, quizás no tanto como en Bastión de Tormentas, pero divertido en fin.

Su viaje siguió hacía Yelmo de Piedra, de la casa Swann, dónde tomarían una embarcación hacía Wyl. Aliandra estaba emocionada, casi saltando por todos lados, ante la idea de entrar en las tierras de Dorne. Gracias a ella, el resto se sentía igual de feliz por consecuencia, emocionados por ver el lugar que su amiga iba a dirigir en el futuro. Se quedaron por tres días en Yelmo de Piedra antes de zarpar hacía Wyl dónde, igual, se quedaron por tres días.

Las tierras de Dorne eran bonitas, Aegon disfrutó de verlas cuando pasaron por Palosanto, Tor, y Bondadivina. No era una vista a la que estaba acostumbrado, los desiertos tenían su belleza única. El calor era ciertamente molesto, los únicos que no se veían tan afectados por eso eran Aliandra y Alan mientras que el resto sufría bajo el sol. Cregan y Joffrey venían del norte del continente, Clement y Cassandra venían de lugares cercanos a la brisa marina, y King's Landing no era tan cálido, ninguno de ellos estaba acostumbrados.

—¡Llegamos!—Aliandra exclamó al ver los muros de Lanza del Sol.

Los seis niños miraron con atención los muros que se levantaban alrededor del hogar de los Martell, todos maravillados con la estructura. Iban a caballo así que podían ver todo con claridad. El Príncipe Qoren Martell los recibió acompañado de varios nobles de Dorne, y el único que lucía realmente feliz de recibirlos era el mismo Príncipe, aunque eso seguro era porque Aliandra iba con ellos.

—Bienvenida, Princesa, es un honor tenerla con nosotros—el Príncipe Qoren saludo con una sonrisa amable.

—El honor es nuestro, Príncipe Qoren, le agradecemos que nos recibiera—su madre respondió con cortesía.

—No sería digno de nosotros rechazar a la Heredera, sobre todo cuando nuestros hijos se llevan tan bien—sus ojos fueron a su hija que seguía de pie junto a sus amigos—. Feliz día de nombre, Príncipe Aegon.

¿Día de nombre?

¿Ya era esa fecha?

Oh, por eso la prisa en el viaje.

—¡Feliz día de nombre!—sus amigos exclamaron antes de abrazarlo.

¿Siete niños abrazados? Si, eso significaba que uno de ellos perdió el balance y todos cayeron. Por lo menos no lo hicieron sobre la arena o eso sería mucho más incómodo.

—Tenemos un regalo para ti—Aliandra se levantó como si nada y corrió hacía su padre.

—¿Qué?—Aegon se levantó con ayuda de Cregan y sacudió su ropa—¿Ya tenían esto planeado?

—Claro que sí—Alan lo abrazó por los hombros—, también tenemos planeado el de Joffrey, pero no le digas—le susurró al oído.

Aliandra se acercó con un bulto en sus manos que le entregó con una sonrisa. Aegon lo recibió bajo la atenta mirada de todos y lo abrió con algo de curiosidad, no iba a negar que le gustaba recibir regalos, después de todo estaba acostumbrado a recibirlos siempre. Dentro de la tela amarilla había siete collares, todos con los sellos de sus casas y una piedra de amatista en ellos.

—En realidad es un regalo para todos, para siempre recordar que somos amigos—le explicó Aliandra.

—Gracias, Ali—Aegon le sonrió.

—Son muy bonitos—Clement estiró su mano y agarró el que reconoció como suyo.

Aegon repartió el resto entre sus amigos y dejó que su madre le pusiera el suyo. Después de recibir todas las felicitaciones y un regalo de sus padres, ropa de montar nueva, fueron llevados a las habitaciones que ocuparían durante la semana que planeaban quedarse en Lanza del Sol. La cama era suave y Aegon no tardó en quedarse dormido en medio de sus amigos que, igual que él, estaban cansados.

Despertaron cuando el sol ya se estaba ocultando y fueron arreglados para asistir al banquete que había sido preparado para celebrar el día de nombre de Aegon. Los siete se reunieron en el comedor, sentados uno junto al otro en la misma mesa. Fue un gran banquete, uno que Aegon disfrutó en compañía de sus mejores amigos en todo el mundo conocido y desconocido. Ese banquete fue un recordatorio de lo que tenía, de lo que podía perder si cometía un error, de todo lo que estaba en riesgo.

—Vamos a bailar—Aliandra se levantó.

—Buena idea—Cassandra la siguió arrastrando a Clement con ella.

El resto no pudo negarse a la petición de sus amigas y pronto se encontraron en medio del salón bailando juntos entre risas. En momentos como esos era que se olvidaba de su otra vida porque no valía la pena pensar en eso cuando estaba tan feliz con las personas a las que más quería. Su primera vida había sido horrible, lo había perdido todo desde antes de nacer gracias a las ambiciones de su familia, pero su segunda vida era buena. Su segunda vida era todo lo que siempre había querido, lo que siempre había esperado, soñado. Era perfecta.

Cregan lo agarró de la muñeca y tiró de él hacía la salida dónde ya estaban Alan y Joffrey esperando por ellos. Los siete abandonaron el salón para adentrarse en los pasillos, siempre siguiendo a Aliandra que los guiaba. Llegaron a un balcón que les permitía ver más allá de los muros que rodeaban Lanza del Sol, la noche era hermosa, tenía un encanto que atraía a cualquiera.

—Es muy bonito—Joffrey murmuró con los ojos puestos en el desierto que se extendía más allá del muro.

—¿Verdad?—Aliandra lo miró con una sonrisa. —Me gusta venir aquí todas las noches para verlo.

—Te entiendo, yo lo haría si tuviera esta vista—Alan apoyó su frente en el barandal del balcón.

—Hagamos una promesa—Cassandra se giró para verlos—, prometan que siempre vamos a ser amigos.

—Lo prometo—Clement se asomó por el hombro de Cregan—, siempre van a ser mis mejores amigos.

—Pensé que la promesa estaba desde que nos conocimos—Joffrey sonrió—, pero lo prometo.

—Ser amigos por siempre no suena tan mal—Cregan pasó su brazo por los hombros de Alan.

—Son los mejores amigos del mundo—Aegon les sonrió.

Esa noche se quedaron en el balcón hablando hasta que fueron por ellos porque ya era muy tarde. Los niños se quedaron en una sola habitación, como siempre, pero a pesar de intentar dormir Aegon no lo logró. Bajarse de la cama sin despertar a sus amigos fue todo un trabajo, casi patea a Clement en el proceso, pero logró su meta al final. Con pasos silenciosos se asomó por la ventana cuando escuchó el rugido de un dragón. El cielo estaba iluminado por las estrellas, no había nubes a la vista, así que podía ver la silueta de Caníbal y Sunfyre con claridad. Los dos dragones estaban volando más allá del muro y por un segundo deseo estar con ellos, quizás volar le ayudaría a dormir.

—¿No puedes dormir?

Saltó en su lugar al escuchar la voz de alguien. ¿Desde cuándo había alguien más despierto? ¡Casi muere por segunda vez!

—Si quieres matarme solo tienes que decirlo—susurró girando para ver a Cregan.

—Si quisiera matarte ya estarías muerto, te descuidas demasiado—el norteño se acercó hasta quedar a su lado—. ¿Qué ves?

—Mis dragones—volvió a ver por la ventana.

—¿Cómo sabes que son los tuyos?

—Caníbal es más grande que Syrax y Seasmoke, es fácil de distinguir—se encogió de hombros—, y el único dragón que volaría con él es Sunfyre.

—Buenos puntos.

Se quedaron en silencio mirando los dragones volar por un buen rato hasta que desaparecieron en el horizonte. Entonces se movieron al suelo dónde se pusieron a hablar de varias cosas. Hablaron de todo y de nada hasta que se quedaron dormidos. Al despertar seguían en el suelo, con dolor en todo el cuerpo, pero al menos habían logrado dormir, ¿no? Tomaron el desayuno en un balcón acompañados de sus padres y el Príncipe Qoren.

Esa tarde Aliandra los llevó por un recorrido en los jardines y tomaron el almuerzo en su jardín favorito. Fue una tarde muy bonita, todos lo disfrutaron, al menos hasta que se dieron cuenta de las miradas que les lanzaban otros niños que se encontraban en el lugar. Era de esperarse que no todos estuvieran de acuerdo con su presencia, después de todo la enemistad entre la corona y Dorne era muy conocida. Aegon se sintió un poco incómodo, pero no mencionó nada, prefería hablar con sus padres antes que nadie más.

Se reunió con sus padres esa noche después de la cena, no los había visto en todo el día después del desayuno así que decidió visitarlos antes de ir a dormir. Su madre le sonrió apenas lo vio y no dudó en abrazarlo, su padre solo le puso una mano en la cabeza con una sonrisa. Jacaerys estaba con ellos, jugando con la maraca en la cama, así que fue directamente hasta su hermano para saludarlo. Jace chilló de felicidad al verlo y no dudó en tirarse a sus brazos cuando Aegon se movió para agarrarlo.

—¿Sucede algo, cariño?—su madre se acercó a ellos. —Pensé que ya estarías dormido.

—Quería verlos antes de dormir—agarró la maraca y la sacudió frente a Jace que estiró sus manos para agarrarla—. También quería hablar sobre algo.

—¿Es sobre el descontento de la gente con nuestra visita?—su padre lo miró desde dónde estaba sentado. —No te preocupes por eso, Aegon, es algo que tu madre y yo debemos tratar con el Príncipe Qoren.

—Tu padre tiene razón, no les prestes atención, cariño—Rhaenyra dejó un beso en su frente—. Solo enfócate en disfrutar con tus amigos, ¿bien?

—Está bien—murmuró.

Fue más difícil de lo que pensó. De verdad quería ignorarlos, pero era casi imposible, sobre todo cuando los escuchaba susurrar a sus espaldas. No le molestaba que hablaran de él, pero sabía que también estaban hablando de sus amigos, los había escuchado. Cregan simplemente había puesto los ojos en blanco y murmurado un solo son unos mimados , y Joffrey se había reído, ojalá él pudiera ignorar las cosas con esa facilidad.

Lo hubiera ignorado si no hubiera escuchado cómo hablaban de Cassandra y Aliandra.

No quería causar problemas.

Bueno, si quería, pero nadie lo iba a saber.

—¿Tenías que pegarle?—su madre lo miró con el entrecejo fruncido.

—Si, dijo que…—apretó los labios y miró hacía otro lado—dijo cosas feas de…

—Aegon, tienes que decirnos qué pasó—su padre se agachó frente a él y le dio esa mirada que decía estoy orgulloso, pero tu mamá está molesta .

—Dijo cosas feas de Cassandra—murmuró para que solo su padre lo escuchara—, no podía dejar que hablara así de ella, es mi amiga y mi prima.

—Lo entiendo, cariño, pero no puedes resolver todo con violencia—Laenor se levantó para mirar a su esposa.

—¡Él comenzó!—exclamó Aegon ofendido—¡Me empujo!

Al final el Príncipe Qoren y Rhaenyra decidieron que los dos debían ser castigados por la pelea que causaron en el jardín. Aliandra protestó en favor de Aegon, pero su padre no le hizo caso. Lo único bueno era que el otro niño había salido más lastimado que él, en ese momento Aegon agradece que Daemon lo había entrenado en combate mano a mano.

—Daemon estará orgulloso de escuchar que ganaste tu primera pelea—su padre lo levantó cuando cruzaron la puerta de su habitación—, yo también lo estoy, pero no le digas a tu madre.

—¿Sigo castigado?

—Si, no te vas a librar de tu castigo tan fácil, jovencito—su madre ingresó en ese momento. —No te estoy criando para que vayas por ahí peleando.

Al menos su papá estaba orgulloso de él.

Chapter 22: LOS SIETE REINOS PARTE III

Summary:

En donde llegan a Dorne, se despiertan sentimientos, y la dinámica del grupo cambia.

Notes:

Revisen los tags, se agrego una relación...

Chapter Text

El castigo de Aegon fue quedarse encerrado en su habitación por tres días, casi salta por el balcón a mitad del primer día, pero por suerte sus amigos lo visitaron a escondidas de sus padres con ayuda de su cuidadora favorita. Por suerte lo dejaron salir en los últimos dos días de su visita y pudo correr por todos lados con sus amigos en busca de nuevas aventuras. Una de sus aventuras incluyó una serpiente que los asustó mientras caminaban por el desierto, Aegon casi se tira sobre Alan cuando la vio y gritó tan alto que estaba seguro que sus padres lo habían escuchado en la fortaleza. Pero sin duda alguna, la aventura que más lo impactó fue la que tuvo solo durante su último día en Lanza del Sol.

Estaba caminando por los jardines con tranquilidad, viendo a las mariposas y los pájaros volar, observando las flores mientras esperaba a sus amigos. No se dio cuenta cuando alcanzó una parte más alejada del jardín hasta que escuchó a alguien jadear. Se dio la vuelta tan rápido que casi pierde el balance, pero no vio a nadie así que pensó que se lo estaba imaginando. Iba a regresar sobre sus pasos cuando escuchó un movimiento a su derecha y la curiosidad le ganó. Se acercó con pasos suaves hasta que pudo ver detrás del muro que lo separaba de lo que sea que se ocultaba del otro lado y sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta qué era.

Dos personas besándose.

Dos hombres.

Sabía que su padre y su tío Joffrey estaban juntos, pero nunca los había visto besarse porque nunca lo hacían cuando él estaba cerca, así que verlo por primera vez le sacudió el alma. Tan rápido como había llegado se fue, corriendo sobre sus pasos de regreso al centro del jardín. Tenía las mejillas rojas y no por el sol, en ese momento agradeció que sus amigos no estaban con él. Estaba tan concentrado en huir que no se fijó por dónde iba y acabó chocando con alguien. Fuerte. Tan fuerte que hizo que la otra persona cayera al suelo y él sobre ella.

—¿Aegon?—sus ojos se encontraron con los de Cregan—¿Estás bien?

—¡Si!—le gritó en la cara.

Cregan lo miró confundido, como si hubiera dicho algo extraño.

—¿Podrías bajarte? Estás pesado.

Juró que sus mejillas se calentaron aún más, pero asintió moviéndose para levantarse. Ayudó a Cregan a ponerse de pie y le pidió disculpas por haberlo tirado, el menor solo sacudió una mano para restarle importancia, pero le preguntó si le había pasado algo. Aegon le contó lo que vio y Cregan solo lo observó por unos segundos, cuando intentó decir algo al respecto Clement llegó gritando sus nombres.

No volvieron a hablar del tema, pero Aegon podía sentir la mirada de Cregan sobre él casi todo el tiempo, como si quisiera decirle algo. No le comentó a más nadie sobre lo sucedido y siguió su vida como si nada hubiese pasado. Abandonaron Lanza del Sol por mar hacía El Rejo dónde pasarían tres días antes de pasar a las Tres Torres y finalmente a Antigua dónde irían a Hightower para que su madre hiciera efectiva la orden del Rey de destituir a los Hightower como los guardianes del Dominio.

Era casi karma que el día de nombre de Jacaerys cayera justo durante los días que estarían en Antigua por lo que tendrían que celebrar mientras los Hightower se fundían en su miseria al haber perdido a uno de los suyos, al que movía todo desde las sombras. Aegon estaba más que feliz de poder restregarles en la cara que estaba bien y no iría a ningún lado pronto. Su padre, por otra parte, parecía disgustado con tener que visitar a los Hightower una vez más y Aegon no lo podía culpar.

El paso por El Rejo y Tres Torres fue pacifico, la gente no parecía guardarles rencor y Aegon se encargó de ser adorable con ayuda de sus amigos. Sin embargo, su llegada a Antigua fue algo tensa. Fueron recibidos por el Septon Supremo que se disculpó profundamente por lo ocurrido con Otto y Aegon a lo que su madre respondió con amabilidad, pero Aegon podía notar que estaba molesta. Los Hightower juraron lealtad a su madre y a él como su heredero, una falsedad, pero ellos lo aceptaron para no armar una escena.

Estar dentro de la casa de las personas que le hicieron daño en la vida pasada y que en esa vida intentaron matarlo no lo dejó dormir durante dos noches seguidas. Por más que trataba de dormir, aún cuando trató con sus padres la segunda noche, no pudo lograrlo. Para la tercera noche ya no soportaba estar despierto, sólo había podido dormir bien durante el día cuando iba a visitar a sus dragones, estar con ellos le brindaba paz. La tercera noche se fue a la cama con sus amigos, pero después de dar tantas vueltas en la cama tratando de dormir decidió salir.

—¿A dónde vas?—Joffrey murmuró con el rostro medio enterrado en la almohada.

—Iré a ver a mis dragones, no puedo dormir—susurró.

—Aegon, es muy tarde—el de pelo castaño se giró para verlo bien—. No puedes salir solo.

—Duérmanse—Clement se movió para darles la espalda.

—Yo iré con él—Cregan se sentó asustándolos.

—Maldita sea, Cregan—Joffrey se puso una mano en el pecho—, avisa cuando te despiertes.

—Cállense—Alan pateó a Cregan que se quejó y le regresó el golpe.

—No dejan dormir—Clement se quejó sentándose—. ¿Qué pasa ahora?

—Nada—Aegon miró a sus amigos que se habían despertado por su culpa—. Siento haberlos despertado, no fue mi intención.

—Estoy despierto desde que te estabas moviendo como pez fuera del agua—murmuró Cregan.

Aegon lo miró mal.

—¿Podemos regresar a dormir?—Alan se quejó.

—Ven aquí, Aeg—Joffrey lo agarró por el brazo y tiró de él—, vamos a dormir.

Joffrey lo abrazó y tiró de Clement para que lo abrazara también. Era algo sofocante estar apretado entre ellos, pero no dijo nada, simplemente cerró los ojos y trató de dormir.

Le tomó un par de minutos volver a abrir los ojos y cuando lo hizo vio un par de ojos violetas mirándolo. Parpadeo tratando de aclarar su visión, pero esta solo se desenfoco aún más. El sonido de alguien cantando una canción de cuna en valyrio llegó a sus oídos acompañado de manos acariciando su cabello.

—Duerme, mi niño, nosotros cuidaremos de ti—alguien susurró antes de dejar un beso en su frente.

Cuando despertó al día siguiente lo hizo solo, con él solo estaba sir Criston que lo cuidaba junto a la puerta. Sin ganas de querer levantarse se acurruco en la cama y cerró los ojos una vez más. Su abuela había visitado sus sueños para decirle que iban a protegerlo, ella iba a protegerlo de todo. Aquel pensamiento puso una sonrisa en su rostro y no tardó en volver a dormirse. Se volvió a despertar cuando alguien se le tiró encima, escuchó voces a su alrededor, pero no pudo identificarlas porque la persona que le tiró encima le sacó el aire. Iba a patear a quién sea que se le haya tirado encima.

—Vas a matarlo, Alan—escuchó a Cassandra.

—Solo quería avisarle que nos iremos hoy.

Aegon abrió los ojos y se encontró con los ojos oscuros de su amigo mirándolo fijamente. Los dos se miraron por unos segundos hasta que él decidió moverse para ver a los demás. Clement y Joffrey estaban con Aliandra en la mesa viendo un libro que no podía reconocer, Cassandra estaba sirviendo jugo en unas copas, y Cregan estaba ayudando a Casandra. Todos estaban arreglados, él único que no estaba arreglado era él. Con pereza se levantó y Alan se bajó de la cama cuando notó que no iba a seguir durmiendo. Todos se reunieron en la mesa justo cuando varias doncellas llegaron con la comida.

No fue hasta ese momento que se dio cuenta que tenía hambre, quizás no debió dormir hasta tarde después de todo. Durante la comida hablaron sobre el adelanto de su viaje a Sotomiel. Alan estaba muy emocionado de visitar su casa con sus amigos y verlo así de feliz hacía que los demás sonrieran. No era mucho secreto que ellos lo sobreprotegen por ser el menor. Estaba terminando de comer un pedazo de carne cuando otro fue puesto en su plato, sus ojos se movieron hacía su derecha y se encontró con Cregan comiendo como si no acabara de poner algo en su plato. Su estómago dio un vuelco que le hizo bajar la mirada y sus mejillas se calentaron.

—Será mejor que dejemos a Aegon para que tome un baño—Cassandra se levantó de un salto—. Vamos, lo esperaremos afuera.

Los ojos de Aegon se encontraron con los de ella y notó una mirada que nunca le había visto, pero que decidió ignorar. Uno a uno sus amigos se fueron levantando para abandonar la habitación, el último fue Cregan que se detuvo por un segundo para mirarlo.

—Debes comer más, te saltaste el desayuno—murmuró antes de alejarse, sin darle la oportunidad de decir algo.

Se dio un baño rápido con agua tibia y se vistió con los colores de los Velaryon. Sir Criston lo llevó hasta el exterior de Hightower dónde sus amigos ya esperaban junto a los caballos que usarían en el viaje a Sotomiel. Su madre se iba a quedar dos días más en Hightower con su padre así que ellos solo irían con los guardias que harían de escoltas. Por suerte su tío Joffrey estaba entre esos guardias.

El viaje les tomaría máximo cinco horas ya que Sotomiel no estaba tan lejos de Hightower. Alan pasó todo el camino hablando sobre su familia y lo emocionado que estaba por tenerlos en su casa. Caníbal y Sunfyre pasaron volando sobre ellos, ambos dragones rugiendo como si estuviesen llamando a su jinete, Aegon levantó la cabeza para verlos y sonrió. Quizás podría ir a volar con ellos cuando llegaran a Sotomiel.

Sotomiel era hermoso, tal como Alan les había recalcado, y su familia fue muy acogedora con ellos. Pudo volar con Sunfyre esa tarde, mientras Caníbal descansaba, y lo hizo hasta que sintió que iba a quedarse dormido en la silla. Esa noche no le costó mucho quedarse dormido, tal parecía que la falta de sueño que sufrió en Antigua lo estaba alcanzando. Al día siguiente sus padres llegaron para el almuerzo y le dieron la noticia de que su madre estaba esperando a su segundo hermano. La noticia lo puso muy feliz y no dudó en abrazar a su madre prometiendo que iba a ser un buen hermano mayor. Jacaerys rio sin entender qué estaba pasando, pero se dejó cargar por su hermano que lo abrazó y besó sus mejillas con felicidad.

Sentía que estaba volando entre las nubes desde que le dieron la noticia que Lucerys estaba en camino, simplemente no podía ocultar su felicidad tras la noticia y todos podían notar que estaba muy feliz. La estadía en Sotomiel fue increíble, la familia de Alan los trató como si fuesen uno más de ellos. Fue realmente maravilloso sentir que era querido por personas que no eran parte de su familia. Antes la gente no lo quería, solo lo señalaban y susurraban cosas horribles de él, y no era como si estuvieran equivocados porque él fue una persona horrible en su vida pasada. Antes solo era capaz de cometer atrocidades, ahora podía ser mejor persona. Tenía el apoyo de su familia que era todo lo que necesitaba en el mundo.

—A veces me aterra pensar en el futuro—murmuró Cassandra durante su última noche en Sotomiel, con los ojos puestos en las estrellas que brillaban sobre ellos.

—¿Por qué?—Clement la miró con algo de duda.

—Me da miedo pensar que dejaremos de ser amigos una vez consigamos matrimonio—la mayor abrazó sus rodillas contra su pecho bajando la mirada para verlos—, no quiero que dejemos de ser amigos.

—Y nunca dejaremos de serlo—Joffrey le sonrió—, prometimos que seríamos amigos por siempre.

—De esta amistad solo se sale muerto—Aliandra recostó su cabeza en el hombro de Aegon.

—No me agrada la idea de morir—Aegon arrugó la nariz.

Antes lo había pensado, morir para salvarlos a todos, pero ahora estaba seguro de eso.

—No te dejaré morir—Cregan murmuró, apenas audible bajo el grito de Clement.

—¡Nadie morirá!—había gritado el heredero de Isla Zarpa luciendo escandalizado. —Si alguno de ustedes se atreve a morir voy a traerlos de regreso.

—Dramáticos—Aliandra se enderezó—, pero son mis dramáticos y así los quiero.

—Lo amo—Cassandra agarró a Cregan y tiró de él para abrazarlo—, mucho.

—¡Abrazo de grupo!—exclamó Alan.

Se abrazaron, tirados en el suelo, aplastándose entre ellos, y en ese momento Aegon sintió una felicidad inmensa. Puede que sea un príncipe y el heredero de su madre, pero antes que nada era un hijo y un amigo, y eso era todo lo que quería. Quería estar con las personas que más amaba en el mundo y protegerlas de cualquier mal, quería que estuvieran con él hasta el final. Ahí, siendo abrazado por sus amigos, se sentía amado y sentía que era merecedor de esa oportunidad que le dieron los dioses.

—Nunca cambien—murmuró Alan.

—Nunca crezcas—Aliandra le apretó las mejillas—, sigue siendo el bebé del grupo.

—¡No soy un bebé!

—Si lo eres—Clement le sacudió el cabello.

La conversación se convirtió en un juego de atrapadas rápidamente y los sietes se encontraron corriendo por el patio entre risas y gritos. Aegon vio a su tío Joffrey aparecer por una esquina y sin dudarlo corrió hasta él para abrazarse de sus piernas y usarlo de escudo. Joffrey no tardó en levantarlo sacándole un grito que llamó la atención de todos. Jugaron hasta que los mandaron a dormir y decidieron dormir todos juntos para seguir hablando.

Está de más decir que a la mañana siguiente apenas pudieron levantarse.

Después de Sotomiel viajaron a la fortaleza de Aguasclaras dónde se quedaron una semana. Desde que anunciaron el embarazo de la Heredera habían aumentado las precauciones en el viaje y hasta se había discutido sobre un regreso adelantado a King’s Landing, pero Rhaenyra sabía lo importante que era el viaje para su hijo y no quería arruinarles el viaje así que se negó a regresar. Laenor solo la dejo ser, no quería discutir sobre cosas que él no sabía muy bien.

Aguasclaras fue bueno, los niños estuvieron más tranquilos que en otros lugares, pero su curiosidad era la misma y por eso hacían miles de preguntas para saciarla. Jugaron con los niños que residían en la fortaleza hasta cansarse y entablaron buenas relaciones con el heredero de la misma. Aegon voló con sus dragones y sus padres ahí, disfrutando de estar en el aire sin preocupaciones, recibiendo la paz que eso traía con los brazos abiertos. Cualquiera de los malestares que tuvo en Antigua desaparecieron por completo en Aguasclaras. Y mientras más se alejaba de Antigua, más se sentía en paz. 

—¿Han pensado en su futuro?—preguntó Alan durante su camino a Alto Jardín.

—No realmente—Aliandra le respondió con un encogimiento de hombros.

—No—ante la respuesta de Aegon todos se giraron para verlo—, ¿qué?

—Eres el heredero del trono, deberías haber pensado en tu futuro ya—Clement le aclaró—. Yo pensé en mi futuro, solo me falta conocer a mi futura esposa.

—Yo también lo hice. O bueno, mi tía lo hizo por mi—Joffrey ladeo la cabeza—. Me casaré con una descendiente de los Royce.

—¿Y tu?—todos giraron la cabeza para ver a Cregan que se había quedado en silencio.

—No lo sé, no estoy seguro—el del Norte se encogió de hombros.

—Mmh, aún somos muy jóvenes para preocuparnos por eso—les recordó Cassandra.

—Además las cosas cambian, no vamos a desear lo mismo toda la vida—Aegon recostó su cabeza en la ventana del carruaje.

—Eso es cierto, los gustos cambian—Aliandra lo empujó con su codo.

Aegon la miró con el entrecejo fruncido, pero ella no lo estaba viendo, estaba mirando a Cregan que le estaba regresando la mirada. A él de verdad le causaba escalofríos ver esa mirada en Cregan, era un niño que se veía muy adorable, pero cuando ponía esa mirada de “cierra la boca” daba miedo. Tenía dos veranos menos que él y daba más miedo que él. Aegon pensaba que quizás debía pedirle clases para intimidar a los demás.

Llegaron a Altojardín a la hora del almuerzo y los Tyrell los recibieron con un banquete que los niños devoraron con gusto. Su estadía estuvo llena de vistas hermosas de las que ellos se maravillaron. Igual que en los otros lugares hicieron miles de preguntas que fueron respondidas y pudieron saciar su curiosidad. Tuvieron muchos paseos por los jardines y muchas comidas al aire libre, fue bonito estar en un lugar tan hermoso como ese y Aegon deseaba poder tener un cuadro de los jardines en su habitación.

—Podrías casarte con una Tyrell—opinó Clement cuando le dijo que le encantaba Altojardín.

—No seas bobo, deja de decir esas cosas—Aliandra miró mal a Clement.

—¿Qué…?

—No hablemos de eso—Cassandra lo interrumpió.

No volvieron a hablar del tema y Aegon comenzó a notar que sus amigas estaban extrañas, pero no solo ellas, Cregan también estaba extraño, pero no le prestó mucha atención a aquello. Sabía que cuando estuvieran listos hablarían con todos para decir qué los estaba molestando y mientras tanto él esperaría. Aunque había una parte de él que le decía que preguntara y era difícil aguantar el impulso de hacerlo.

Roble Viejo y Refugio Quebrado fueron sus siguientes visitas, entrando en las tierras del Oeste y comenzando su viaje a Casterly Rock. Aegon estaba aterrado de ir a Casterly Rock, pero tenía que enfrentarlo si quería seguir con su vida. Era el último hogar de sus mayores aliados en la vida pasada al que iría. Luego de eso estaría en las tierras de sus conocidos, de gente en la que confiaba. Ambas paradas fueron placenteras, los habitantes estuvieron maravillados con los dragones y los recibieron de buena manera, algo que él agradeció porque no quería una repetición de Dorne.

Cuando abandonaron Refugio Quebrado hacía Lannisport tomó una respiración profunda y pensó en su abuela.

Aemma estaría con él, lo sabía, ella siempre estaba con él.

Chapter 23: LOS SIETE REINOS PARTE IV

Summary:

En dónde aparece una nueva persona, hay celos, Caníbal casi se come a alguien, y Jace es un ángel dulce.

Chapter Text

El camino a Lannisport fue…extraño. Aliandra y Cassandra se pasaron todo el viaje hablando en códigos, mirándolo de forma extraña, y susurrando entre ellas. Aegon quería gritar porque cuando les preguntó qué pasaba ellas solo lo miraron como si se hubiese convertido en un insecto. Clement le dijo que se estaban volviendo locas. Fuera de eso suponía que todo lo demás fue bueno. Hicieron algunas paradas, pudieron explorar todo lo que quisieron, dejaron salir toda su energía de niños hiperactivos. En conclusión, hicieron que los guardias entrenaran correteándolos por todos lados. Aegon juraba que sir Criston deseaba ser escudo juramentado de su madre y no de él.

Envió mensajes a King’s Landing para Aemond y Helaena, para que no se olvidasen de él y los mismos fueron respondidos cuando llegaron a Casterly Rock. Los Lannister los recibieron de buena manera, todos con sonrisas que ocultan sus verdaderas intenciones. Aegon odio llegar al lugar, pero no lo demostró, simplemente se concentró en sus amigos. Trató de ser lo más cordial posible, ocultando su desagrado por los Lannister detrás de sonrisas encantadoras y preguntas llenas de curiosidad. Nadie, con excepción de sus amigos, se dio cuenta que le disgustaba estar ahí.

—¿Por qué no te agradan los Lannister?—preguntó Alan con inocencia.

—Porque son unos arrogantes—respondió Aliandra poniendo los ojos en blanco.

—Ellos dicen lo mismo de los Martell—dijo Aegon sin prestar atención realmente, ganándose un golpe por parte de la niña. —¡Auch! ¡Eso dolió!

—Para que sigas diciendo tantas tonterías.

—No peleen—Cregan les lanzó una mirada seria.

—Claro, se me olvida que eres el defensor número uno de Aegon—Aliandra se giró para mirarlo.

—¿Van a pelear?—Alan miró entre sus dos amigos que se miraban fijamente.

—No van a pelear—Aegon puso los ojos en blanco—. Dejen de mirarse así.

¿Dónde rayos estaba Cassandra cuando la necesitaba?

—Mejor vamos a comer—Alan agarró la mano de Aliandra—, vamos, vamos.

No les quedó más remedio que seguirlo, por suerte Cassandra apareció cuando estaban acercándose a la mesa llena de comida. La niña iba sonriendo, acompañada de Joffrey y Clement que lucían aburridos hasta que vieron al resto de sus amigos.

—Al fin—Clement pasó sus brazos por los hombros de Aegon y Aliandra—, pensé que íbamos a quedar atrapados con esas niñas todo el día.

—Lo dices como si fuese algo malo—Alan lo miró con el entrecejo fruncido.

—Lo es si solo hablan sobre cosas que no entiendo—Joffrey pasó junto a ellos, directo hacía la mesa.

—Exagerados—Cassandra unió su brazo al de Aliandra alejándola de Clement.

Aegon sonrió siguiendo a Joffrey, dejando que Cassandra y Clement discutieran sobre el tema. En la mesa tomó un plato y lo llenó de dulces. Tristemente no estaban sus galletas favoritas, pero algo era algo, ya después podría pedir que le hicieran unas cuantas.

—No deberías comer tanto dulce—Cassandra lo miró con desaprobación.

—Si, mamá—puso los ojos en blanco ganándose un golpe en la cabeza.

—¿Acaso hoy es día de pegarle a Aegon?—se quejó.

—No se, dime tu—Clement lo golpeó en el brazo.

—Dejen de pegarle, lo harán más estúpido de lo que ya es.

Tenía las manos ocupadas así que usó su pierna para pegarle a su querido primo. Joffrey se quejó, pero no le regresó el golpe pues Cassandra los regañó. Aegon le mostró la lengua y sacó algunos dulces de su plato para no llevarle la contraria a Cassandra y ganarse otro golpe.

—Vamos a montar luego—ofreció Cregan.

—Buena idea, por eso me agradas más que todos—Aliandra lo agarró del brazo—. Eres mi favorito, Cregan.

Se sentaron en una mesa alejada de todos a comer tranquilos, hablando de las cosas que planeaban hacer durante su estadía en Casterly Rock. Lo que más deseaban era recorrer Lannisport así que planearon salir todos los días que estarían en la fortaleza. Ese día solo montarían a caballo cerca de la fortaleza para ver el panorama y explorar un poco el lugar dónde se estarían quedando. Aegon le pediría a su padre y sir Criston con él, quizás le diría a sir Harwin que fuera con ellos, no pasaba mucho tiempo con el novio de su mamá y el poco tiempo que pasaba con él era agradable.

Apenas terminaron de comer abandonaron su mesa y Aegon corrió hacia sus padres para avisarles que querían ir a montar. Su padre accedió a ir con ellos enseguida y su madre le pidió a sir Harwin acompañarlos, Aegon besó la mejilla de su madre en despedida y tomó la mano de su padre para ir por los caballos. Agradece haber llevado a su caballo personal, era el único caballo en el que confiaba si iba a montar solo, era su fiel compañero. Lo había nombrado Valerian cuando tenía tres veranos. Era un animal completamente blanco y casi se reía cuando se dio cuenta que tenía el color que él deseaba tener en su cabello. Aunque después de ver el cuadro de Jocelyn Baratheon en Bastión de Tormentas ya no pensaba de esa forma.

Fueron por un sendero marcado en el bosque cercano a la fortaleza, los niños se dispersaron por el área apenas tuvieron oportunidad. Aegon se mantuvo cerca de Joffrey y Cregan, los tres hablando sobre cosas casuales hasta que el del Valle se alejó de ellos para ir con Clement que lo llamaba unos pasos más adelante. Se detuvieron en un claro, Aegon miró a su alrededor admirando la naturaleza que lo rodeaba. Ahora que tenía una segunda oportunidad se encontraba admirando todo lo que lo rodeaba más seguido que nunca antes.

—Es un día hermoso—comentó levantando la mirada para ver la copa de los árboles.

—Lo es—le respondió Cregan a su derecha.

El sol que pasaba entre las ramas de los árboles que los rodeaban hacían brillar los mechones blancos en el cabello de Aegon, dándole un aire de deidad que muy pocos podían alcanzar. Sus ojos violetas se veían más claros que nunca antes añadiendo a esta imagen que Cregan no podía dejar de mirar. Cuando Aegon apartó la mirada de los árboles se encontró con los ojos oscuros de Cregan mirándolo y no pudo evitar sentir sus mejillas calentarse.

—¡Aegon, Cregan!—alguien gritó llamando la atención de ambos.

Cregan tenía siete inviernos, apenas estaba descubriendo lo que realmente era el tener sentimientos por otra persona. Su padre le había hablado de ello durante sus charlas sobre sus obligaciones como heredero de Winterfell, pero nunca pensó que sentiría esas cosas con respecto a uno de sus amigos. Todo había sido repentino para él, el día que Aegon le comentó lo que había visto en Dorne fue el día que todo cambió para él. Quiso hacerlo pasar por una confusión de momento, pero no podía negar que su corazón se aceleraba cuando estaba muy cerca de Aegon, tampoco podía negar sus ganas de defenderlo siempre aún cuando sabía que él se podía defender solo.

—Deberíamos ir con ellos—murmuró Aegon.

El norteño asintió y lo siguió en silencio, cosa que Aegon agradeció porque no entendía su repentino nerviosismo. ¿Estaba enfermando? No, no podía ser.

El resto del día lo pasaron explorando los alrededores de la fortaleza, escalando colinas y corriendo libremente. Para cuando llegó la hora de la cena apenas podían mantenerse despiertos para comer algo, Aegon no soportó toda la cena y su padre tuvo que cargarlo cuando llegó la hora del postre y casi cae de la silla. El resto de los niños decidieron irse a dormir apenas vieron a su amigo dormido en los brazos de su padre y a ninguno le costó quedarse dormido en la cama que iban a compartir.

Se despertó al día siguiente con el sonido de alguien llamando a la puerta, le hubiese gustado seguir durmiendo, pero la voz de Aliandra llamándolos le quitó el sueño. Con cuidado se sentó para verla, asomándose por la puerta, apenas lo suficiente para que se vieran sus ojos y nada más. A su lado Joffrey se sentó también, frotando uno de sus ojos con su mano para espantar el sueño.

—Nos están esperando para tomar el desayuno—anunció Aliandra moviéndose para que pudieran verla mejor—, solo faltan ustedes, Cassandra fue a hacerles tiempo.

—Estaremos listos enseguida—le aseguró Aegon sacudiendo la cabeza para tratar de espantar el sueño.

Ella los miró con duda por un segundo, sabiendo que si por ellos fuera seguirían durmiendo, pero al final decidió dejarlos para que se arreglaran con calma. Después de despertar al resto varias doncellas aparecieron para ayudarlos. Tuvieron que tomar un baño rápido, el más rápido que Aegon jamás había tomado en su vida, y se vistieron con lo primero que vieron. Aegon optó por un conjunto rojo, algo sencillo, y los anillos de su familia.

—Buena mañana, mi pedazo de cielo—su madre le sonrió apenas lo vio llegar a su lado, pasando una mano por su cabello que no había sido peinado.

—Buena mañana, madre—le regresó la sonrisa inclinándose hacía la caricia—, ¿ya vamos a comer?

—Solo esperamos a que Lord Jason y su familia lleguen—le informó, aún pasando la mano por su cabello para tratar de acomodarlo.

Aquello había llamado la atención de Aegon. El día anterior los había recibido Lord Jason solo pues su esposa y su hija no estaban en casa. No iba a negar que le causaba curiosidad conocerlas pues no las recordaba de su vida pasada. Era realmente estúpido como esta gente sacrificó mucho por él y él ni se acuerda de sus rostros o sus nombres.

—La hija de Lord Jason se llama Cerelle y es menor que tú por un verano, quizás puedan ser amigos.

Quizás.

Lady Johanna Westerling se presentó acompañada de su hija Cerelle que lucía algo tímida de ver a tantos niños desconocidos en su hogar. Aegon abrió los ojos con sorpresa al escuchar el apellido de la mujer, pensando en sir Harrold. Cuando tomaron asiento junto a la mesa no dudo en preguntarle sobre ello a su madre que solo asintió diciendo que quizás eran familia lejana. Cerelle no habló con ellos durante el desayuno, mucho menos después de este, solo se dedicó a verlos como si los estuviese estudiando, no fue hasta que su padre la impulsó a juntarse con ellos que les habló.

Aliandra y Cassandra la recibieron bien, siendo las mujeres del grupo se encargaron de hacer que se sintiera cómoda, y el resto trato de ser tan respetuosos como pudieron considerando que se la pasaban insultándose y golpeándose. Aegon, siendo seguido por un Jace que apenas y les mantenía el paso, fue quién se unió un poco más a la niña. Decidieron sentarse en un balcón a hablar para que pudieran conocerse mejor y que Jace no tuviera que correr para alcanzarlos. Como buen hermano mayor Aegon cargó a su hermano hasta el balcón y lo sentó en sus piernas cuando tomaron asiento en el suelo. Jace se mostró más que contento de estar con su hermano.

—Mi Príncipe…

—No lo llames así, se le sube el ego, solo llámalo Aegon—la interrumpió Aliandra.

—Está bien, solo llámame Aegon—le pidió con una sonrisa amable.

Cerelle asintió algo dudosa, mirando a Aliandra por la esquina de su ojo. Clement miró la interacción y después se giró para mirar a Cregan preguntando con su mirada si había visto lo mismo que él.

—Aegon…—pronunció el nombre como si fuese la primera vez que lo decía, de forma lenta como si estuviera probando las palabras—¿es cierto que tienes dos dragones?

—Oh, si, Caníbal y Sunfyre—comentó con orgullo.

—Íbal, Sunsun—Jace exclamó levantando sus manos.

—Si, Jace, Caníbal y Sunfyre—Aegon le sonrió a su hermano, sus ojos iluminándose como faros.

—¿Por qué no le cambió el nombre?—preguntó Cerelle moviéndose para acercarse más a él, con curiosidad en sus palabras.

—Caníbal es un nombre más…interesante—se encogió de hombros restándole importancia.

—Igual de interesante que su jinete—Cerelle le sonrió—. Me gustaría conocerlos antes de su partida.

—Quizás hoy, o mañana—le ofreció.

Cassandra y Aliandra compartieron una mirada discreta antes de mirar a Cregan quién miraba la interacción del Príncipe y la joven con el entrecejo fruncido.

—Hoy iríamos al mercado—le recordó Joffrey estirando una mano para picar la mejilla de Jace.

—Cierto, debemos ir—Alan se levantó de un salto.

Salieron al mercado después de buscar a los padres de Aegon, tanto Laenor como Rhaenyra se unieron a ellos y recorrieron el mercado juntos. Cerelle se mantuvo un poco alejada de ellos pues le provocó timidez que todos fuesen tan…peculiares. Lo que Aegon pudo notar más fue que miraba a Aliandra como si fuese la primera vez que ve a otra niña y él lo entendía, su amiga dorniense no se comportaba como acostumbraban comportarse las jóvenes de alta cuna. Cassandra había intentado corregir su comportamiento, pero se dio por vencida y aceptó a su amiga tal y como era. Aegon pensaba que Aliandra era perfecta tal y como era, no la cambiaría por nada en el mundo.

Los días que siguieron a ese continuaron con su exploración, para el tercer día Joffrey se dio cuenta que algo andaba mal y para el cuarto fue Clement quién lo notó. Los únicos que no lo notaron fueron Alan y Aegon. Para todos fue evidente que Cregan y Aliandra no se llevaron bien con Cerelle por lo que al estar todos juntos era un poco incómodo, pero Casandra trataba de mantenerse con su amiga para que no se sintiera muy incómoda. Durante su último día en Casterly Rock Alan se dio cuenta y fue por error. Habían organizado un banquete y ellos, como siempre, se sentaron juntos a comer y hablar, pero en algún momento Aegon se había alejado de la mesa para buscar a Jacaerys en la mesa dónde sus padres hablaban con Jason Lannister y su esposa.

Alan estaba comiendo inocentemente, viendo a Clement y Aliandra hacer el ridículo en medio de la gente que bailaba, escuchando como Cassandra y Joffrey se reían de ellos, cuando escuchó algo romperse. El sonido logró que dejara de ver a sus amigos, sus ojos fueron a su izquierda dónde se encontró con Cregan sosteniendo las migajas de una galleta. Iba a preguntarle si estaba bien, pero entonces se dio cuenta que el norteño estaba mirando algo más allá de la mesa y la curiosidad le ganó. Siguió la mirada del mayor y se encontró con Aegon caminando hacía ellos, tomado de una mano con Jace y de la otra con Cerelle. Él no hubiese pensado mucho en eso, hasta hubiera bromeado sobre el asunto, si Cregan no se hubiese levantado repentinamente asustando a Joffrey y Cassandra.

—Me retiro por la noche—les aviso sin más antes de alejarse de la mesa.

Después de eso Alan notó muchas cosas que antes no había notado, fue como si la venda de sus ojos hubiese desaparecido. Fue realmente divertido abandonar Casterly Rock y ver como Cregan seguía de mal humor, aunque le costó aguantar la risa.

Aegon era el único que parecía no darse cuenta de lo que estaba pasando, seguía yendo por la vida saltando por todos lados como el niño inocente que pretendía ser. Todos querían agarrarlo y gritarle, pero Cassandra los calmaba diciendo que era cosa de ellos. Por suerte, no dejaron que el tema los afectará y siguieron creando caos a su paso. Caos como cuando Caníbal casi se come a alguien en Aguasdulces.

Habían pasado por el Cruce de Bueyes, Sarsfield, y Colmillo Dorado sin problema alguno, pero al llegar a Aguasdulces toda la tranquilidad desapareció. Aegon había ido a visitar a sus dragones con su padre y Jacaerys, sus amigos se unieron pues se habían acostumbrado a estar cerca de los dragones que parecen dóciles junto a su jinete. Estaban tranquilos viendo como Jace jugaba con un recién nacido Vermax, el niño riendo al ver como el pequeño dragón intentaba volar, cuando escucharon pasos apresurados acercándose a ellos. Sir Criston estaba a una distancia considerable hablando con sir Joffrey y otros guardias, el guardia ya estaba acostumbrado a Aegon que corría por todos lados como si caminar fuese a matarlo así que atrapó a la persona que corría hacia ellos con facilidad.

Resultó ser uno de los niños que vivía en la fortaleza, al parecer quería conocer a los dragones, en cualquier otra ocasión Aegon hubiese aceptado, pero podía ver que el pequeño escándalo había puesto en alerta a Caníbal y por lo tanto a Sunfyre. Seasmoke y Syrax estaban un poco más alejados de ellos, pero ambos giraron sus cabezas para ver qué pasaba.

—Controla a Caníbal—su padre se alejó de ellos para ver qué pasaba cuando dos personas más se acercaron.

Aegon miró a su dragón que se había levantado en todo su tamaño, si lo miraba así realmente lucía intimidante. Bueno, a sus ojos siempre sería como un perro gruñón.

Caníbal, atrás —el dragón gruñó, pero bajó la cabeza para olfatearlo—. No es nada, cálmate —murmuró pegándose al costado de su cabeza.

Sunfyre chilló, alzando el vuelo para ir hacía los otros dragones que habían regresado a su descanso. Aegon cerró sus ojos, abrazado al costado de la cabeza de Caníbal, tratando de calmar al dragón. Sintió las escamas del dragón vibrar antes de que este se moviera hacía el frente, haciendo que perdiera el balance. Aegon se sorprendió, pero el rugido de Caníbal mató su sorpresa. El dragón negro ocultó a su jinete bajó su ala y se preparó para escupir fuego.

—¡ Caníbal, no !—Aegon gritó, agarrando la correa de la montura del dragón—¡ Detente !

Caníbal volvió a rugir pero, sorpresivamente, hizo caso a su jinete y bajó la guardia. En lugar de irse a volar o regresar a descansar, el dragón se giró hacía su jinete y ronroneo enroscándose a su alrededor, cubriéndolo de la vista de los demás.

—¿Aegon?—su padre llamó.

—¡Estoy bien!—gritó de regreso, moviéndose para sentarse contra el costado de Caníbal—¡Me quedaré con él!

—¡No te quedes hasta tarde!

—Eres justo como un perro gruñón, amargado pero tierno—murmuró acariciando las escamas del dragón.

Caníbal bufó y se acomodó para dejar su cola sobre el regazo de Aegon, dejándolo sin escapatoria por las próximas tres horas.

Chapter 24: LOS SIETE REINOS PARTE V

Summary:

En dónde llegan a Harrenhal, Jace hace uso de la maraca, Aegon tiene un sueño y nace Lucerys.

Chapter Text

Harrenhal sorprendió a Aegon, realmente no era lo que esperaba, la enorme fortaleza lo asombró a pesar de verse medio destruida. Sir Harwin estaba orgulloso de encargarse de los niños cuando comenzaron a hacer preguntas ni bien pusieron un pie dentro del lugar. Jace se unió a ellos esa vez, siempre de la mano con su hermano mayor mientras sacudía la maraca con la otra. Aegon juraba que su hermano era lo más adorable del mundo cuando sacudía la maraca con cada paso que daba. En ese momento si veía el por qué la gente se peleaba por estar con él cuando era un bebé.

Si era así de adorable como Jace, entonces no volvería a quejarse.

El nacimiento de Lucerys estaba cerca así que decidieron quedarse por más tiempo en Harrenhal para que su madre pudiera dar a luz en paz y descansar los días posteriores. Aegon y sus amigos disfrutaron de esto pues aprovecharon para recorrer toda la fortaleza en los primeros días y luego planearon pasear por los alrededores. Estar en Harrenhal era un poco amargo para Aegon pues recordaba que de ese lugar había salido su hermano a su muerte. Aemond había conocido a Alys en Harrenhal y murió no muy lejos de la fortaleza en la batalla contra Daemon. Aunque intentó ignorar esos recuerdos para concentrarse en sus amigos.

—Que adorable eres—Cassandra sonrió, agachada frente a Jace—, mucho más adorable que Aegon.

—Es por la edad—la miró ofendido.

—No creo que sea la edad…—murmuró Joffrey.

Estaban en el patio afuera de Harrenhal, jugando en el suelo con Jacaerys y sus juguetes de madera. Los adultos estaban esparcidos por a su alrededor, cuidando que no se fueran muy lejos y que no se fueran a meter en problemas.

—Tengo hambre—Aliandra se levantó—, iré por comida, ¿quieren?

—Te ayudo—Clement se levantó.

—Voy con ustedes—Alan saltó para ponerse de pie—, quiero dulces.

—Yo estoy bien, gracias—Aegon se encogió de hombros sin dejar de mirar a su hermano.

—Debes comer algo, los acompañó para traer comida para todos—Cassandra dejó el juguete a un lado y se levantó también.

—¿Quieren que los acompañe?—Cregan miró entre los que estaban de pie y Aegon.

—No es necesario, estaremos bien—Aliandra agarró los brazos de Clement y Alan—, ayuda a Aegon a cuidar a Jace.

Los cinco se alejaron con sonrisas cómplices dejando a Aegon y Cregan con Jace que se había puesto de pie también al ver que los demás lo hacían.

—¿Quieres ir a caminar?—Jace miró a su hermano y sacudió la maraca—¿Eso es un sí o un no?

—Creo que es un sí—Cregan se acercó más a ellos agarrando el juguete que Cassandra había dejado.

—Bien, iremos a caminar.

Dejó de ver a Jace por un segundo, realmente un segundo, y al segundo siguiente el niño ya estaba corriendo lejos de ellos. Ahora Aegon sabía lo que sentía sir Criston cuando él comenzaba a correr sin avisar. Aunque al menos él tenía el sonido de la maraca como aviso, el pobre de Criston no tenía ninguna señal. En cuanto se dio cuenta que Jace se estaba alejando se levantó y comenzó a correr detrás de él. Se tropezó y casi cae al suelo de cara, pero por suerte pudo mantener su balance, y por suerte Criston ya estaba acostumbrado y pudo atrapar a Jace antes de que fuera muy lejos.

—Jace, no hagas eso de nuevo—lo regañó cuando los alcanzó—, puedes lastimarte.

—Egg—balbuceó el niño con una sonrisa, estirando sus brazos para que su hermano lo cargara.

—Solo porque eres adorable—murmuró tomándolo en sus brazos.

Jace sonrió con inocencia abrazándose a su cuello, balbuceando sin sentido mientras sacudía su maraca. Estaba concentrado en no caerse que no se dio cuenta cuando la maraca salió volando de la mano de Jacaerys hasta que escuchó un quejido, varios jadeos, y el llanto de su hermano. Se detuvo enseguida porque ¿qué rayos acababa de pasar? Su mirada fue a dónde escuchó el objeto caer y se lo encontró a los pies de Larys Strong que tenía una expresión de dolor en el rostro.

No te rías, se dijo mentalmente, no te rías…

—Ya, ya, Jace, está bien—meció a su hermano tratando de ahogar su risa mientras Cregan iba por la maraca y pedía disculpas en nombre de Jace—. Fue un accidente, no llores.

El niño escondió su rostro en el hombro de su hermano y disminuyó su llanto a pequeños sollozos que Aegon intentó callar con palabras de cariño. Cregan se acercó a ellos y le entregó la maraca a Aegon que le sonrió en agradecimiento. Por suerte su padre no estaba tan lejos y se acercó a ellos para encargarse de Jacaerys.

—Yo lo cuido, ve con tus amigos y come algo—su padre le puso una mano en el hombro.

Aegon asintió y, acompañado de Cregan, fue hasta el resto de sus amigos que estaban junto a la mesa mirando en su dirección. Ninguno dijo algo al respecto y terminaron de servir comida en varios platos para ir a comer en su lugar sobre la manta que descansaba en el suelo. Después de ese suceso casi no vieron a Larys Strong y Aegon lo agradece porque ver al hombre es algo desagradable.

Durante la tercera semana en Harrenhal Rhaenyra entró en labor de parto. Aegon estaba con ella cuando comenzó, sentado junto a su madre para que esta peinara su cabello como acostumbraba hacer siempre. Estaba tranquilo leyendo sobre Harrenhal cuando escuchó un quejido y las manos se alejaron de su cabello, y ni un segundo después estaba siendo agarrado por los hombros para ser sacado de la habitación mientras las parteras se movían a atender a su madre. La miró cuando estaba en la puerta, esperando decirle algo, pero su madre estaba hablando con la partera, sobando su vientre para calmar el dolor de la contracción que acababa de tener. Se distrajo el resto del día jugando con sus amigos, o al menos lo intentó porque no podía dejar de pensar en su madre y Lucerys, sobre todo cuando estaba con Jacaerys.

No pudo estar cerca de su madre hasta la noche, cuando pudo escaparse de su habitación y ocultarse entre las sombras para llegar con ella, en ese momento estaba inmensamente agradecido de tener el pelo oscuro. No llegó hasta la habitación de su madre, pero llegó lo suficientemente cerca como para escuchar sus gritos, lo suficientemente cerca como para sacudirse por el dolor que estos reflejaban. Se pegó a la pared a la que estaba recostado y cerró los ojos, pidiéndole a los dioses que todo estuviera bien y que nada malo pasara. Esperaba que su madre saliera bien de esa habitación y que Lucerys naciera sano.

—¿Príncipe?

Saltó en su lugar cuando escuchó la voz de alguien sobre él. Levantó la cabeza para ver quién era y no se sorprendió al ver a sir Harwin. Le sonrió sin mostrar sus dientes, algo apenas visible, y se levantó de donde estaba sentado.

—Sir Harwin…—saludó bajando la mirada.

—¿Qué hace aquí, Príncipe? Debería estar durmiendo.

—Yo solo…—su mirada fue a la dirección en la que venían los gritos—quería ver a mamá.

—Lo llevaré con su padre.

Dejó que lo llevaran con su padre que se encontraba en una habitación no muy lejos de la habitación de su madre. Laenor no lucía sorprendido de verlo y le agradeció a sir Harwin por llevarlo a su habitación con bien. Aegon ingresó a la habitación sin decir nada y se trepó en la cama y se metió bajo las sábanas para acomodarse. Si no podría ver a su madre entonces dormiría con su padre. Laenor no le dijo nada, solamente se metió en la cama con él y lo abrazó dejando un beso en su frente. Se sentía como cuando era un bebé, seguro y cálido, así que no le costó mucho quedarse dormido.

Cuando despertó al día siguiente lo hizo con el solo pensamiento de ver a Lucerys y así lo hizo pues su padre le avisó que su hermano ya había nacido y que su madre quería verlo. No iba a negar que no le dieron nervios caminar a la habitación de su madre, en el camino una dama de compañía de su madre le entregó a Jacaerys que lucía más despierto de lo que el mismo Aegon se sentía. Alcanzaron la habitación de Rhaenyra y Aegon no dudó en correr a la cama para ver que su madre estuviera bien. Tenía a Lucerys en sus brazos y no dudó en invitarlo a subirse a la cama, cosa que él hizo sin dudarlo. Lucerys lucía tan pequeño y frágil que quiso llorar.

—Este es Lucerys—lo presentó Rhaenyra.

—Es tan pequeño—murmuró, mirando los escasos cabellos blancos en la cabeza de su hermano. —Lo amo mucho.

Su madre le sonrió con cariño y besó su frente.

Él lloró internamente.

Ya había pasado buen tiempo en esa vida, pero algunas veces aún podía sentir que no era merecedor de las muestras de cariño que le daban, sobre todo Rhaenyra y Laenor que siempre estaban llenándolo de amor. Se quedó casi todo el día junto a su madre, incluso tomó una siesta con ella, no importó cuantas veces intentaron sacarlo de la habitación, él se aferró a su madre hasta que ella reía y le decía que podía quedarse. Si, estaba actuando como un mimado, pero lo era y esa vez no iba a negarlo. Aunque si alguien más se lo decía iban a terminar lamentándolo.

Dejaron Harrenhal tres meses después del nacimiento de Lucerys, tras recibir una carta de sus abuelos y sus tíos felicitando a su madre por el nacimiento de su hermano. Continuaron su viaje como lo habían planeado, aunque con más pausas por comodidad de Lucerys. El huevo de dragón de Jace eclosionó cuando se detuvieron en Vallepardo, a un mes de Isla Zarpa, y celebraron entre ellos con emoción al pequeño dragón verde que había nacido. Ver a Vermax sacudió a Aegon porque en su vida pasada Jace había muerto con su dragón y si no arreglaba las cosas lo haría también en esa vida. Pensar en eso le hizo recordar el sueño que tuvo con su madre muriendo.

En el sueño Aemond había dicho que él era el único hijo que le quedaba a su madre, dando a entender que todos sus hermanos habían muerto y de alguna forma él se salvó, un castigo de los dioses sin duda. El dejarlo vivo después de las muertes de sus hermanos era una crueldad que sólo los dioses podían cumplir y él no los dejaría porque si alguien se iba a morir sería él. Ninguno de sus hermanos iba a morir y si tenía que dar su vida para asegurarse de eso lo haría.

Llegaron a Isla Zarpa cargados de emoción pues estaban en la casa de uno de sus mejores amigos. El padre de Clement los recibió con una sonrisa y un banquete exquisito que los niños devoraron sin reparo. La fortaleza de los Celtigar era hermosa y Aegon no se contuvo en hacer miles de preguntas, tanto de la fortaleza como de las raíces de los Celtigar pues sabía que ellos también eran descendientes de Valyria y le daba mucha curiosidad. Clement los llevó a recorrer sus lugares favoritos de la fortaleza, mostrándoles qué atajos tomaba cuando escapa de sus lecciones y en qué lugares fue que se cayó más. Fue divertido seguir a Clement por todos lados cuando el niño se veía realmente emocionado por enseñarles su hogar.

Durante su tercera noche en Isla Zarpa Aegon se fue a dormir temprano, antes que todos sus amigos, por lo que se sorprendió de sentir como alguien lo sacudía con violencia. Sin embargo, cuando abrió los ojos tuvo que cerrarlos otra vez porque la luz que lo golpeó directamente fue demasiado. Escuchó la voz de alguien gritar su nombre y el sonido de otras voces gritando, pero no podía descifrar lo que decían. Volvió a abrir los ojos, despacio, y entonces pudo definir la escena frente a él. Estaba en una playa, había fuego por todos lados y sangre, no muy lejos había un dragón herido que reconoció como Sunfyre gracias a sus escamas doradas.

—Aegon—la persona llamó otra vez y él la miró encontrándose con ojos violetas—, debemos irnos, no hay nada que podamos hacer por Driftmark, lo quemaron por completo.

¿Driftmark? ¿High Tide?

—¿Los abuelos?—preguntó con pánico, levantándose de la arena, sintiendo como su ropa se pegaba a su piel de forma incómoda—¿Dónde están todos?

—La abuela Rhaenys no estaba—la persona, el niño ahora que lo veía bien, le dio una mirada de confusión—, pero…Visenya estaba adentro.

Visenya. Visenya. Visenya.

—Joffrey—llamó y el niño lo miró con los ojos llenos de preocupación.

Escuchó el rugido de Caníbal antes de verlo, el dragón aterrizó en la playa y se sacudió agachándose en señal de que debían irse.

—¿Sunfyre?—miró a su dragón que chilló tratando de agitar sus alas para volar, pero no podía, estaba muy lastimado.

—Pelearon contra Stormfyre, Tessarion y Vermithor antes de que la abuela Rhaenys y yo llegáramos, está muy herido, no podemos quedarnos a esperar que muera, lo siento.

Su corazón se apretó y sus ojos pasaron de Sunfyre al castillo que aún ardía en llamas. El castillo donde Visenya había muerto. Su hermana. Visenya iba a nacer. Caníbal rugió una vez más y él no dudó en correr hacía su dragón, dejando atrás a Sunfyre que rugió en respuesta cuando el dragón negro alzó el vuelo. Las lágrimas salieron acompañadas de un grito de impotencia, sabía que era un sueño, pero no quitaba el dolor que sentía en todo su ser al saber que aún no había evitado la muerte de sus hermanos.

Cuando abrió los ojos una vez más casi grita al ver otro dragón negro, solo entonces se dio cuenta que ya no estaban volando, estaban en medio de ruinas, rodeado de dragones que parecían del tamaño de Caníbal y algunos hasta más grandes. Sus ojos fueron al dragón negro frente a ellos que se agachó dejando ver a su jinete, un hombre de apariencia valyria con la corona de…sus ojos se abrieron con sorpresa y casi cae de la silla al darse cuenta de a quién estaba viendo.

¡El tiempo está corriendo, Aegon! —el hombre exclamó.

Caníbal se alzó de repente y entonces sí gritó porque sintió como caía de la silla. Una mano en su hombro lo sacó del sueño y casi estrelló su cabeza contra la de Clement cuando se sentó de golpe. Todos sus amigos estaban ahí, incluso Aliandra y Cassandra, hasta Ser Criston estaba en la habitación mirándolo con preocupación.

—¿Está bien, Príncipe?—preguntó el hombre.

—Si, gracias Ser Criston—asintió—. Deseo ir con mi madre.

Ninguno de sus amigos intervino cuando se bajó de la cama y abandonó la habitación, todos viendo con preocupación cómo se iba, pero entendían que necesitaba espacio. Cassandra fue la primera en moverse para irse, pero antes de eso miró a los hombres.

—No le hablaremos de esto, esperaremos a que él nos diga—todos asintieron—. Vamos, Ali, debemos dormir.

Aliandra se despidió de todos y siguió a su amiga fuera de la habitación. Una vez quedaron solos los cuatro compartieron una mirada, pero ninguno dijo algo al respecto, al menos no hasta que Alan y Joffrey se quedaron dormidos y Cregan decidió sentarse en una silla porque no podía dormir, cosa que molestaba a Clement así que él fue a hacerle compañía.

—¿Estás preocupado por Aegon?—preguntó Clement en un susurro.

—Creo que todos lo estamos—respondió el norteño sin mirarlo—, estaba llorando.

—Parece que el sueño lo afectó mucho.

En la habitación de la Princesa y su esposo Aegon dormía tranquilo en medio de sus padres, sintiéndose protegido al estar con ellos y saber que Jace y Lucerys estaban bien en la cuna junto a la cama. Lo que soñó cuando cerró los ojos fue que era un niño de nuevo y su abuela Aemma lo llevaba a todos lados en sus brazos, sonriéndole mientras le contaba sobre su infancia en el Valle. Aegon disfrutó ese sueño, sobre todo cuando Jocelyn Baratheon y Aemon Targaryen aparecieron para tomarlo en brazos también. Se sentía querido al estar entre la gente que lo quería sabiendo las cosas horribles que hizo. El último que apareció en su sueño fue Baelon Targaryen que le sonrió y puso una mano en su cabeza antes de que se despertara con la dulce voz de su madre susurrando su nombre.

No habló con nadie sobre su sueño, solo le dijo a sus padres que soñó que Sunfyre moría y eso lo había puesto muy triste, ellos le creyeron y no siguieron preguntando. Sin embargo, ninguno de sus amigos preguntó al respecto y él lo agradeció porque no se sentía listo para hablar sobre eso. Si les contaba sobre el sueño tendría que contarles todo y eso implicaba arruinar su amistad y él no soportaría perderlos.

—¿Estás bien?—fue Joffrey quién le preguntó cuando estaban solos. —No queríamos preguntar porque sabíamos que no querías hablar de ello, pero quiero saber si estás bien.

—Estoy bien—mintió.

—Bien, eso es lo que importa.

Y suponía que Joffrey le dijo a todos porque ninguno le preguntó algo.

Los días en Isla Zarpa terminaron bien. No volvió a tener más sueños que lo atormentaran o sueños de confort así que pretendió que aquel sueño no había sucedido. Pasearon por la isla varios días, comprando pequeñas cosas como recuerdo de su estancia en el lugar, y jugaron hasta más no poder. Cuestionaron cuanta cosa pudieron cuestionar y absorbieron las respuestas como los niños curiosos que eran. Abandonaron Isla Zarpa dos semanas después, todos contentos pero tristes de decirle adiós a la familia de Clement que los había tratado muy bien.

Su siguiente gran parada era el Nido de Águilas así que Aegon estaba emocionado. Su abuela le había contado del lugar en sus sueños y él quería ver los lugares de los que ella habló. Quería visitar el jardín, sentirse cerca de las nubes sin tener que trepar en el lomo de sus dragones, quería conocer ese lado de su familia porque eran su familia a final de cuentas. Su madre lucía algo afligida por los recuerdos de su abuela así que él trató de hacerla feliz siendo él niño encantador que era.

Blasfemias, susurró la voz de Aliandra en su cabeza.

—No puedo esperar a llegar a casa—Joffrey estaba que saltaba en su lugar—, verán que es el lugar más hermoso de todos.

Aegon hubiera compartido su emoción si la familia de la ex esposa de su tío no los estuvieran mirando con ojos extraños. En ese momento quiso maldecir a su tío. No había escuchado realmente qué había pasado con la mujer, pero sabía que culpaban a Daemon de su muerte y los Royce apoyaban a Otto y los Lannister gracias a eso. Ah, al menos podría arreglar eso con ayuda de Joffrey. Después de todo un matrimonio lo arreglaba todo, ¿no?

No habla de casarse él, claro que no, hablaba de que Joffrey se casaría con una Royce. Él no pensaba casarse nunca. Llegaría al trono solo, nombraría a Lucerys su heredero, y moriría solo. No habría Reina, Lucerys le daría al reino los herederos que quisieran y él se encargaría de mantenerlos a salvo. Era un buen plan.

—Come más—Cregan puso un pedazo de carne en su plato.

Aunque ni tan solo porque tenía a sus amigos. Si, con ellos le bastaba.

Chapter 25: LOS SIETE REINOS PARTE VI

Summary:

En dónde llegan al Nido de Águilas, Aegon tiene un colapso y dice cosas que no debió decir.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El Nido de Águilas era más de lo que Aegon se esperaba y sin duda tuvo problemas manteniendo la boca cerrada desde que lo vio. Todos los lugares a los que habían ido fueron maravillosos, sin duda, pero no podía compararlos con el Nido de Águilas porque este lugar se sentía especial. Era el lugar en el que su abuela había nacido y crecido hasta que se casó con su abuelo. Era un lugar que lo llenaba de nostalgia y de paz. Se sentía maravillado por todo lo que veía, sus ojos tratando de capturar cada espacio disponible a su vista. El castillo estaba hecho de ladrillo blanco, y siete esbeltas torres coronadas por planchas azules, ascendiendo hacia el cielo y rodeando el edificio principal, irguiéndose en la cumbre de la gigantesca montaña, de la cual manaban una decena de ríos, que caían hacia el suelo y formaban ríos que se derramaban por el Valle.

Era justo como su abuela lo describía, hermoso. Joffrey, tan emocionado como estaba, comenzó a contarles todo sobre su vida desde que se mudó al Nido de Águilas tras ser nombrado heredero de su tía. Aegon lo escuchó a medias, aún maravillado por el enorme castillo que pertenecía a su familia porque él también tenía la sangre de los Arryn en sus venas. Lady Jeyne los recibió en el mismo jardín en el que Visenya Targaryen conquistó el Valle, acompañada de distintas familias que habían ido a recibir a la Heredera, y comida que los niños no dudaron en disfrutar.

—Es tan hermoso—Aegon comentó mirando el Valle que se extendía debajo del castillo.

—Lo es—Alan dio un paso atrás—, pero si sigo mirando voy a regresar la comida.

—Es realmente alto, no creo que asomarse sea muy bueno para nadie—Cassandra sacudió la cabeza.

—Porque no están acostumbrados a las alturas—Aegon se encogió de hombros.

—Claro porque tu te la pasas todo el día trepado en dragón—Clement puso los ojos en blanco.

—No lo molestes o te va a destruir con su maraca—Aliandra se abrazó al brazo de Cassandra—. ¿Me acompañas por más dulces?

—No deberías comer tanto dulce.

—Hazle caso a mamá y deja de molestar—Aegon le mostró la lengua.

—Como se ponen—Cregan agarró el brazo de Clement y tiró de él—, vamos a comer.

Clement agarró a Aegon y tiró de él para que fuera con ellos, y a pesar de sus protestas se dejó arrastrar. Joffrey se les unió en la mesa, después de terminar de saludar a su familia, y los siete comieron juntos. Después de esa comida en el jardín fueron a descansar del viaje y esa noche Aegon soñó que estaba recostado en una banca en el jardín con su abuela que acariciaba su cabello. Fue un sueño placentero y cuando despertó deseó volver a dormir.

El segundo día en el Valle lo pasaron explorando el castillo con Joffrey como guía. Jace se unió a ellos a medio día después de despertar de su siesta, el niño iba de lo más feliz pasando de persona en persona. El que no estaba feliz con eso era Aegon que siempre estaba asegurándose que no dejaran caer a su hermano. Se notaba que, realmente, ser hermano mayor responsable estaba haciendo efecto en él y sus amigos no dudaban en decirle que era un hermano mayor sobreprotector. Aceptaba que lo era porque Jace era muy pequeño y necesitaba que lo cuidara mucho.

También estaba que su conciencia no lo dejaba solo.

Durante la primera semana bajaron a recorrer los lugares cercanos al Nido de Águilas en caballo. Pasaron unos días increíbles juntos, entre juegos y bromas, siempre riendo de cualquier cosa. No hubo sueños proféticos, ni visitas en su sueños que no fuesen su abuela, no hubo nada de eso y él lo agradece. Voló con Caníbal y Sunfyre varias veces, como no había hecho en sus paradas anteriores, y pudo volar en compañía de sus padres en más de una ocasión. Llevaron a Lucerys en su primer vuelo al finalizar la primera semana y dejaron que Aegon llevase a Jace solo por primera vez. Volar solo con Jacaerys había sido inquietante, pero logró hacerlo sin problema alguno, y su hermano se divirtió volando sobre Caníbal. Aegon no podía esperar a que Jace creciera y pudiera volar con Vermax.

La segunda semana fue más tranquila, no salieron mucho, prefiriendo quedarse a aprender sobre la historia del castillo y la familia Arryn. Aegon y su madre hicieron costumbre de ir a visitar la antigua habitación de su abuela en la que aún quedaban pocas cosas de ella. Entre los dos se encargaron de quitar el polvo de sus pertenencias y guardarlas en baúles que llevarían con ellos de regreso a King’s Landing. Había dibujos, figuras de madera, juguetes, y uno que otro conjunto de ropa que su madre sostenía con reverencia. Ver a su madre sosteniendo la ropa recordaba su sueño de Visenya y le causaba un dolor inmenso porque Visenya no nacería hasta muchos años después y ya estaba destinada a morir.

No dijo nada al respecto, solo ayudó a su madre en silencio y disfrutó de conocer cosas nuevas de su abuela. La última vez que estuvieron en la habitación, después de terminar de recoger todo, Aegon regresó por la noche. La única luz que iluminaba la habitación era la luz de la vela que llevaba con él y daba un poco de miedo, pero no se retractó cuando cerró la puerta a sus espaldas. Dejó la vela sobre la pequeña mesa junto a la cama y se sentó en la misma pensando en cómo se habría sentido su abuela estando en ese lugar. Bajó la mirada a su regazo y suspiró con pesadez, pensar en la vida de su abuela lo ponía triste.

La luz de la vela disminuyó de repente y la cama a su lado se hundió sobresaltandolo. Se giró al mismo tiempo que la habitación a su alrededor se iluminaba con varias velas, sus ojos cayeron sobre la figura de una mujer que él nunca había visto antes pero que se le hacía reconocida de alguna forma. Se miraron por varios segundos, ella lo miraba con un poco de temor, pero con una sonrisa dulce en su rostro. Mirarla era como ver a su abuela y aquel recordatorio fue lo que le hizo reaccionar.

—¿Bisabuela?—preguntó con la voz baja, apenas un susurro.

¿Cuándo se había quedado dormido?

—Aegon—la mujer estiró una mano y la puso sobre su cabello—. Aemma tenía razón, te pareces mucho a Jocelyn.

La mano sobre su cabello lo acarició con delicadeza, como si temiera que fuese a romperse en algún momento y él quiso llorar. Quiso llorar porque su bisabuela se veía tan joven, aún más joven que su abuela, y le dolía verla tan joven.

—Oh, no llores, ¿por qué lloras?—la mano pasó de su cabeza a sus mejillas para secar las lágrimas.

—Lo siento—susurró tratando de dejar de llorar—. Eres muy hermosa.

—Eres muy amable, Aegon—ella le sonrió.

No pudo evitar el impulso que tuvo de lanzarse a sus brazos. Daella lo abrazó poniendo una mano en su cabeza y la otra en su espalda, dejando que él se ocultara en su hombro.

—Gracias, Aegon—le susurró ella dejando un beso en su cabeza.

—¿Por qué?

—Por darme la oportunidad de sostener a mi niño en brazos aunque sea una vez.

Él se alejó para verla, pero cuando abrió los ojos estaba solo, el sol ya había salido y la vela sobre la mesa se había consumido por completo. Aún podía sentir la calidez del abrazo, las caricias en su cabeza y su espalda, el sonido de la dulce voz, y el cariño desbordante. Todo eso le hizo llorar porque le dolía demasiado conocer a todas esas personas que confiaban en él aún cuando conocían su peor versión. Sobre todo porque eran personas que deberían tener la segunda oportunidad que está teniendo él, ellos deberían estar en su lugar, deberían poder vivir otra vez porque ellos murieron de forma injusta.

No sabe cuánto tiempo estuvo ahí llorando, pero quizás debió abandonar la habitación apenas despertó porque en la habitación de su madre la mujer casi se desmaya cuando le avisaron que su hijo no aparecía desde la noche anterior. Rhaenyra al recibir la noticia demandó que registraran todo el castillo y Laenor fue personalmente a buscar a su hijo mientras ella intentaba pensar en dónde podía estar su niño. Le bastó ver a Jacaerys jugando con un águila de madera para darse cuenta dónde estaba su hijo. Sin pensarlo dos veces fue a la antigua habitación de su madre y, sin importarle mucho, abrió la puerta con más fuerza de la necesaria. Ver a su hijo llorando en la cama sacudió su corazón y sin dudarlo corrió hacía él para asegurarse que estaba bien.

—¿Qué pasa mi niño?—sostuvo el rostro de su hijo entre sus manos con preocupación—¿Por qué lloras?

—Duele mucho, mamá—Aegon se lanzó a abrazarla sin dejar de llorar—, duele mucho.

—¿Qué duele?—Laenor ingresó en la habitación preocupado al escuchar a su hijo llorar desde el pasillo. —Hablame, mi niño, cuéntale a tu madre qué duele.

—Todo—Aegon ocultó su rostro en el hombro de su madre.

—Dejennos—ordenó Laenor a los guardias.

Los guardias abandonaron la habitación enseguida y Laenor cerró la puerta antes de acercarse a la cama con su familia.

—Aegon…

—Lo siento, lo siento mucho, no debí hacerlo, yo no quería—el niño se alejó para verlos—. Me arrepiento mucho, por favor perdonenme.

—¿De qué hablas mi vida?—Rhaenyra lo miró con desesperación, no comprendiendo qué estaba pasando.

—No debí tomar la corona, no debí matarte…

Las palabras cayeron sobre ellos como agua helada. Tanto Laenor como Rhaenyra miraron a su hijo que se alejaba de ellos aún llorando y pidiendo perdón.

—Los dioses no debieron traerme de regreso, debieron dejarme morir.

Laenor fue quién reaccionó primero, subiendo a la cama y abrazando a Aegon sin importar que él tratase de huir. Rhaenyra los miró con lágrimas mojando sus mejillas, sin poder creer las cosas que decía su hijo. Era descabellado que su niño dijera esas cosas, pero ella le creía porque era su madre y ella sabía que Aegon no diría esas cosas solo por decirlas.

—Eres nuestro hijo y siempre le vamos a agradecer a los dioses por traerte a nuestra vida—Laenor besó su cabeza y Aegon dejó de pelear—. No logramos comprender de qué estás hablando, pero no tienes que decirnos ahora.

—Tu padre tiene razón—Rhaenyra se subió a la cama junto a ellos y pasó una mano por el cabello de su hijo—, eres el mejor regalo que los dioses pudieron darnos.

—Los amo tanto que siento que me voy a ahogar en amor—susurró débilmente.

—Nunca dejaríamos que te ahogues, mi pedazo de cielo—su madre le sonrió antes de besar su frente—. Podemos hablar de esto cuando estés listo.

Aegon asintió y ocultó su rostro en el pecho de su padre que suspiró mirando a su esposa con preocupación. Rhaenyra veía a su hijo y no podía evitar sentir como su corazón se encogía, odiaba ver a su niño sufriendo y no saber cómo arreglarlo. Su corazón de madre no soportaba verlo llorar o escucharlo decir las cosas que dijo porque aún si no lo entendía no podía dejar que su hijo pensara que no merecía estar ahí con ellos.

No hablaron del tema durante el día, pero Aegon se quedó encerrado en su habitación y ni siquiera sus amigos pudieron hacer que saliera. Pasaron dos días más de esa forma, con Aegon retraído del mundo a su alrededor, hasta que sus amigos no soportaron y lo confrontaron al respecto. Rhaenyra acababa de abandonar la habitación para que su hijo descansará cuando los niños llegaron en medio de una discusión. 

—Aegon, tenemos que hablar—Cassandra se acercó a la cama para verlo mejor—. Nos preocupa que estés así, por favor habla con nosotros.

—Estoy bien—murmuró girandose para darle la espalda.

—No estás bien y ya nos cansamos de esperar—Aliandra, perdiendo la paciencia, fue hasta la cama y tiró de él para darle la vuelta una vez más—. Vamos a hablar y nos vas a decir qué demonios te pasa.

Aegon se sentó mirándola con el entrecejo fruncido, ella le regresó la mirada en desafío, retandolo a negarse. ¿Cómo iba a negarse cuando todos sus amigos lo estaban mirando esperando a que dijera algo? Incluso Joffrey que era el más comprensivo y Cregan que siempre lo defendía estaban en silencio esperando a que hablara.

—Solo tuve un mal sueño sobre mi abuela—se encogió en su lugar y apartó la mirada—, no quiero hablar de eso.

No le gustaba mentirles, pero no podía decirles la verdad, no hasta que tuviera el valor de contarle a sus padres.

—Les dije que era algo relacionado con su abuela—Joffrey se acercó y se trepó en la cama poniendo una mano en su hombro.

—¿Seguro que estás bien?—Cassandra lo miró con preocupación.

—Estoy bien—asintió.

En ese momento se sentía bien porque sus amigos estaban ahí con él, demostrando una vez más que realmente lo querían. Clement fue el siguiente en subir a la cama y se tiró sobre él abrazándolo, él se dejó pues se sentía mal de haberlos preocupado.

Después de eso pudo abandonar su habitación y regresar a correr por todos lados con sus amigos como si nada hubiera pasado. Lo único que seguía molestando en el fondo de su mente era que le había confesado a sus padres parte de su pasado y ellos no habían dicho nada, pero lo prefería así porque aún no se sentía listo para hablar de ello. No esperaba estar listo en ningún momento, pero tendría que hacerlo en algún momento porque ya había abierto esa caja y no podría cerrarla nunca. Sus padres lo seguían tratando con normalidad, pero ahora con un toque extra de cariño que él recibía con gusto.

—Aeg—Jace lo llamó sacudiendo la maraca—, Aeg.

—¿Qué pasa Jace?—dejó de lado su libro para ver a su hermano que estiró sus manos en su dirección.

Aegon lo levantó sin dudarlo, dejándolo en su regazo dónde el niño sonrió acurrucandose en el pecho de su hermano mayor. Rhaenyra sonrió viéndolos mientras mecía a Lucerys en sus brazos. No había nada que amara más en el mundo que sus hijos y verlos así, juntos y felices, le hacía sentir una calidez enorme. Laenor llegó en ese momento y tuvo que detenerse en la puerta para ver bien a su familia.

—¿Está todo listo?—Rhaenyra le preguntó cuando lo vio.

—Si, podemos irnos por la mañana—le respondió cerrando la puerta antes de moverse hacía sus hijos mayores—. ¿Ya se durmió mi pequeño dragón?

Jace gritó cuando fue alzado en el aire, sus pies pateando la nada con emoción.

—Acaba de comer, papá—le avisó Aegon volviendo a tomar su libro para bajarse del sofá—. Buena noche madre, padre, Jace, Luke.

—Buena noche, mi pedazo de cielo—Rhaenyra le sonrió acariciando su mejilla.

—Buena noche, hijo, no duermas tarde—Laenor se agachó para besar su cabeza y dejar que Jace se despidiera.

Aegon los miró una última vez cuando llegó a la puerta y sonrió viendo como sus padres se acercaban para dejar que Jace viera a Lucerys. Ah, amaba demasiado a su familia. Nunca debió decir que los dioses debieron dejarlo morir porque si no le hubieran dado esa oportunidad no los tendría. Con la sonrisa aún en su rostro abandonó la habitación y cuando llegó a la habitación que compartía con sus amigos la sonrisa aumentó porque encontró a sus dos amigas ahí esperando por él para que pasaran su última noche en el Nido de Águilas todos juntos.

Abandonaron el hogar de los Arryn por la mañana y partieron hacía el norte. Se reunieron con un grupo de hombres de los Stark en la posada de la encrucijada y Cregan se emocionó porque al fin irían a su hogar. El frío se hizo presente a medida que continuaban su viaje y cambiaron sus ropas por algo más abrigado, aunque los dragones protestaron más que nadie, sobre todo Caníbal que no dudaba en mostrar su mal humor gruñendo y atacando al pobre de Sunfyre. Aegon ya no sabía qué hacer con él, cosa que lo tenía frustrado.

Se sentía como una madre enfrentándose a su hijo rebelde.

Debes dejar de atacar a Sunfyre —el dragón negro gruñó—, sé que el frío no te gusta pero no…¡Hey!

Caníbal sacudió sus alas forzandolo a dar un par de pasos atrás. Escuchó una risa detrás suyo y la voz de su padre.

Deberías ir a volar con él, quizás así comience a comportarse —Seasmoke pasó junto a ellos deteniéndose junto a Sunfyre y Syrax no muy lejos. —Syrax también estaba inquieta, pero tu madre la llevó a dar una vuelta y ya no está tan irritada.

—¿Irás conmigo?—miró a su padre que le sonrió y asintió.

Decidieron que Aegon volaría hacía su siguiente parada y Caníbal dejó de protestar cuando su jinete se subió a su lomo y volaron juntos todos los días. Entonces él pensó que quizás el dragón solo estaba quejándose de que no volaba lo suficiente. Sunfyre, por su parte, fue más considerado con su jinete y se conformó con volar dos veces a la semana con él.

—Lo tienes mimado—le dijo su padre cuando llegaron al Castillo Cerwyn—. Quién diría que el Caníbal podría ser mimado, has logrado una hazaña.

—No hay nada que no pueda hacer, papá.

Estaba esperando que eso sea real porque no quería ni pensar en qué pasaría si llegase a fallar en su misión principal.

—Eso lo creo, mi niño, tu madre también lo cree.

Si sus padres creían en él entonces no tenía por qué dudarlo. Además, sus abuelos creían en él también. Aemma, Daella, Aemon, Jocelyn, y estaba seguro que hasta su abuelo Baelon. En el fondo deseaba poder ver al último una vez más pues era el único con el que no había hablado en sus sueños, solo lo había visto una vez. Esa noche antes de irse a dormir pensó en él y, gracias a los dioses, pudo conocerlo junto a su abuela Alyssa. Un sueño que le recordó el dolor de su familia y el amor que estos sentían por él a pesar de sus errores.

Notes:

Las actualizaciones de la historia serán los días miércoles.

Chapter 26: LOS SIETE REINOS PARTE VII

Summary:

En dónde llegan al Norte, Aegon es Aegon, y Rickon Stark se da cuenta de algo.

Notes:

Disculpen la tardanza, ayer me ocupe y no pude actualizar.

Chapter Text

No sabía dónde estaba, pero sabía que estaba en su cuerpo de niño, lo había confirmado cuando se asomó por el borde de la fuente y se encontró con su rostro de niño. Estaba, quizás, en su cuerpo de tres años, era un estimado. Sabía que estaba soñando porque aquel era el mismo lugar en el que veía a sus abuelos cuando lo visitaban en sus sueños, pero ya había pasado un tiempo y nadie llegaba. Había llamado por todos sus abuelos, pero ninguno respondió, así que decidió sentarse bajó la sombra del árbol dónde había conocido a Jocelyn y Aemon. Estaba concentrado jugando con las hojas que caían a su alrededor, tratando de atraparlas, cuando sintió cómo era levantado. Se le escapó un jadeo de sorpresa y sus pies patearon el aire, pero no pudo soltarse del agarre.

Solo esperaba que no fuese Maegor Targaryen el que lo estaba agarrando.

—Mira, Baelon, nuestro Aegon—la voz de una mujer se escuchó detrás suyo—, ¿no es hermoso?

Sus ojos se encontraron con los de su bisabuelo Baelon que se acercaba con una sonrisa.

—Claro que lo es, Alyssa—respondió cuando los alcanzó.

Aegon fue acomodado en los brazos de su abuela y entonces pudo verla. Ella le sonrió y él se maravilló porque era hermosa, además de que tenía un aura que le daba mucha paz.

—No tenemos permitido visitarte muy seguido, pero tu abuela insistió en que debíamos hacerlo—¿Su abuela Aemma?—Se supone que las visitas solo serían en casos extremos, pero todos queríamos conocerte.

¿Estaba diciendo que no se supone que debía conocerlos? ¿Su abuela Aemma lo había ayudado a conocerlos?

—Los dioses son muy estrictos con eso, pero vale la pena si podemos ver a nuestro Aegon—su abuelo acarició su cabello.

—¿No hablas?—Su abuela le apretó la mejilla derecha.

—Eres muy bonita—fue lo primero que dijo haciéndolos reír.

Se quedó con ellos escuchando sus aventuras de jóvenes, cómo su abuelo golpeó a Balerion un día, cómo su abuela humilló a su tío-abuelo Vaegon por meterse con su bisabuela Daella. Así se enteró de que posiblemente Vaegon aún esté vivo en Antigua, aunque se le hizo raro el no haberlo conocido cuando estuvieron en el lugar, pero no dijo nada al respecto. Su abuelo le contó sobre su hijo Aegon que no vivió ni el año completo, escuchar aquello le dolió, pero se sintió bien de ser un consuelo para su abuela que lo abrazó con fuerza.

—Al menos pude sostener a mi Aegon—murmuró besando su cabeza.

Cuando se despertó lo hizo con una sonrisa y sintiendo paz en todo su ser. Aunque el frío le borró la sonrisa un poco cuando comenzaron el último pedazo de su viaje hacía Winterfell. Cregan estaba emocionado, pero sabía cómo ocultar su emoción tras su máscara de neutralidad, Clement se burlaba de él porque parece un anciano en el cuerpo de un niño . Aegon solo reía de eso porque realmente, entre los siete, él era el anciano en el cuerpo de un niño.

—Llegaremos en unas horas—le avisó su padre pasando a su lado—, tengo que cuidar de Jacaerys así que no te alejes de tus tíos.

—Claro, padre.

Sus ojos dieron con sus tíos Joffrey y Harwin que iban hablando juntos hacía los caballos que usarían ya que Cregan quería que sus amigos vieran todo el paisaje de camino a Winterfell.

—¡Aegon, vamos!—Alan pasó a su lado corriendo—¡Es hora de irnos!

—¡Cuidado te caes!—gritó Joffrey.

—Niños, así son cuando crecen, ya no hacen caso—Clement apareció a su lado pasando un brazo por sus hombros.

—Solo somos dos años mayor que él—le recordó él dejándose llevar por su amigo.

—Detalles—el rubio sacudió su mano—. Joffrey es menor por un año y aún así lo trato como si fuese un bebé.

—No es apreciado—el mencionado pasó junto a ellos con Aliandra.

—Todos son unos bebés—la dorniense los miró sobre su hombro.

—Exclamó la anciana—Clement puso los ojos en blanco—¡Auch!

—No le digas así, insolente—Cassandra lo miró mal.

—Se me hacía raro que no hubieran golpeado a alguien aún—murmuró Aegon viendo como Clement sobaba su oreja.

Alcanzaron los caballos justo cuando Cregan estaba llegando, acompañado de los norteños que los escoltaban hacía Winterfell, y Aegon fue directo hacia el suyo. Ser Harwin lo ayudó a subir en el caballo y él le agradeció con una sonrisa encantadora, sus ojos yendo hacía el fondo de la caravana dónde Caníbal y Sunfyre comían en calma junto a Seasmoke, Syrax y Vermax. Le hubiese gustado ir con ellos, pero no quería dejar a sus amigos cuando se supone que el viaje era para pasarla con ellos.

El viaje no se sintió largo, no cuando estuvo hablando todo el tiempo con sus amigos. Los dragones alzaron el vuelo apenas terminaron de comer, aunque Aegon vio a Vermax descender y posarse en el hombro de su padre desde dónde estaba. Sunfyre, siendo más energético, se movía entre los otros dragones dando vueltas y chillando cuando alguno intentaba atraparlo entre sus dientes. Sobre todo Caníbal que de vez en cuando lo perseguía haciendo que su jinete pusiera los ojos en blanco. Su padre tenía razón, había domesticado a Caníbal de alguna forma.

Alcanzaron Winterfell cuando el sol estaba en su punto más alto, la gente que los veía pasar en el camino los saludaba y ellos regresaban el saludo de igual forma. Aegon se maravillo con todo lo que veía, nunca había estado en el norte y verlo por primera vez era una experiencia única. Cregan iba hablándoles un poco sobre la historia del lugar, de vez en cuando señalando algún lugar que tuviera importancia para él, también les habló de su hermano menor y les advirtió que era un poco travieso. Fuera de la fortaleza de los Stark Lord Rickon los estaba esperando en compañía de su hijo menor que no dudó en correr hacía su hermano mayor apenas lo vió. Los demás se enternecieron al ver al niño de tres inviernos abrazando a su hermano mayor.

—Bienvenidos a Winterfell—Lord Rickon los saludó con una sonrisa sincera—, espero que hayan tenido un buen viaje.

—Gracias a usted por recibirnos, Lord Stark, sin duda fue un viaje placentero—su madre saludó al hombre.

—Padre—Cregan avanzó hasta su padre.

—Hijo, ¿estás bien?—Cregan asintió. —Espero que no les haya puesto mucho trabajo.

—Cregan es un niño encantador, mi Lord—Laenor le sonrió al niño que le regresó la sonrisa.

—Y gruñón—murmuró Clement.

Los invitaron a pasar y se reunieron en la sala principal dónde los esperaba un banquete por su llegada. Los niños se sentaron en la mesa más cercana a la que ocupaban los adultos, después de que saludaran a los familiares de Cregan. Aegon se sentó en medio de Joffrey y Alan, directamente frente a Cassandra que estaba en medio de Clement y Aliandra, mientras Cregan tomaba su lugar a la cabeza de la mesa. Comieron tranquilos, dando una buena imagen como habían hecho en los primeros días de visita en cada casa a la que iban, imagen que desaparecía al día siguiente porque no podían evitar ser un desastre.

Después de comer se quedaron en la mesa hablando de lo que harían en el norte, habrían un par de días en los que sus padre irían al muro así que ellos se quedarían bajo el cuidado de los guardias y el tío de Cregan. Planearon expediciones al bosque y los lugares más cercanos buscando mantenerse entretenidos todos los días porque si no estaban entretenidos acabarían quemando algo por accidente. No es como si hubiese pasado antes pero era mejor evitar. Cuando se cansaron de estar sentados decidieron salir a ver el campo de entrenamiento, Cregan fue quién los guió y les contó sobre su experiencia en el lugar, no era sorpresa para ninguno que el niño pasará mucho tiempo entrenando.

—Deberíamos hacer una competencia—opinó Aliandra.

—Siempre que hacemos competencias me dejan ganar—se quejó Alan—, no hagamos eso.

—Es cierto, deben dejar de consentirlo—Clement pellizcó la mejilla de Alan que lo pateó en represalia.

Un juego de atrapadas surgió de aquella patada y pronto los siete estaban corriendo mientras gritaban. No era recomendable dado que acababan de comer, pero no había nadie que se los impidiera. Aegon tocó a Joffrey que dejó salir un grito de indignación antes de darse la vuelta y perseguirlo. Con suerte Joffrey pudo tocar a Clement dándole oportunidad a Aegon de ocultarse tras un muro de madera, Cregan y Aliandra estaban ahí susurrando hasta que Aegon llegó. La dorniense lo miró por un segundo antes de levantarse y gritar.

—¡Hey, deja a Cassandra!

La niña comenzó a correr persiguiendo a Clement, Aegon y Cregan la vieron irse preguntándose si debían ir a ayudar a su amigo.

—Deberíamos dejar que le de una lección—concluyó Cregan.

—¿A quién van a darle una lección?—los dos se sobresaltaron al escuchar la voz de Joffrey.

—Voy a amarrar una campana a tu cuello—Aegon lo empujó.

—No soy un gato—Joffrey puso los ojos en blanco.

—Pareces uno—Cregan lo empujó y se levantó—. Deberíamos regresar.

En su regreso a la fortaleza se encontraron al resto de sus amigos que se les unieron tras decidir que ya estaban cansados de correr. Regresaron juntos a la fortaleza dónde aún había gente en el banquete y se quedaron un momento más antes de ir a dormir. Aegon se bañó con agua caliente en los aposentos de sus padres, acompañado de Jacaerys que quiso compartir la bañera con su hermano mayor. Su madre lo peinó cuando salieron del agua y lo ayudó a vestirse para dormir mientras su padre se encargaba de Jace. Una vez estuvo listo se despidió de ellos con besos en las mejillas.

—¡Aeg, no!—gritó Jace cuando vio a su hermano mayor caminar a la puerta—¡Aeg!

—¿Quieres dormir con tu hermano, mi amor?—Jace pateó el aire dejando salir un sonido de protesta, sus brazos estirados hacía su hermano.

—¿Puede dormir conmigo?—preguntó Aegon regresando hasta su madre que puso a Jace en sus brazos.

—Solo asegurate que no duerma muy tarde, y si se despierta no dudes en venir a buscarnos—su madre dejó un beso en su frente.

Abandonó la habitación con Jace abrazándolo como si temiera que fueran a separarlos, el menor ni siquiera protestó cuando sus padres se despidieron de él. En la habitación que compartiría con sus amigos estos ya estaban acomodados para dormir y apenas vieron que llegó con su hermano le hicieron un espacio en medio de la cama para que los dos pudieran dormir sin miedo a que el menor cayera al suelo. Por suerte esa noche Jacaerys no se despertó, ni siquiera cuando Ser Criston se movía hacía la chimenea para avivar el fuego, y todos pudieron dormir bien.

Al día siguiente comenzaron su exploración del bosque, todos bien abrigados y siendo guiados por Cregan y su padre. El bosque era hermoso, Aegon estaba maravillado, podría decir que era de sus lugares favoritos desde ese momento. Los que no gustaron del lugar, por el frío, fueron Aliandra y Alan que venían de lugares más calientes, pero no se quejaron mucho durante la exploración. Cregan les contó sobre sus aventuras en el bosque y todas las veces que su padre lo había regañado por perderse en el mismo. Los niños iban más alejados de los adultos que hablaban de temas serios así que aprovechaban para hacer sus travesuras sin que los regañaran.

—Te reto a comer nieve—Clement se puso frente a Aegon con los brazos cruzados.

—No lo hagas—Cregan, a su derecha, miró a Clement con el entrecejo fruncido.

—Eso es asqueroso, Clement—Cassandra arrugó el rostro en una mueca de disgusto.

—¡Hazlo!—Alan exclamó.

—No seas gallina—Joffrey lo miró con diversión.

—¿Vas a dejar que te diga gallina?—Aliandra levantó una ceja.

—No le digas gallina—Cregan y Cassandra golpearon a Joffrey en el brazo.

—¡Auch!

Aegon miró a sus amigos en silencio, escuchando como comenzaron una discusión porque según Clement lo defienden mucho, por eso está mimado , y según Cassandra eres un asqueroso, ¿cómo vas a pedirle que haga eso? , y Cregan decía que comer nieve no es sano, podría enfermar . Ignoró la discusión y se agachó para coger un puñado de nieve, no iba a enfermar solo por comer un poco, ¿si? Además podía escupirla…si, lo haría, ya le había dado curiosidad.

—¡Aegon, no!—Cassandra gritó al verlo llevarse la nieve a la boca.

—¡Escupelo!—Cregan se agachó a su lado y le agarró la mano para quitarle el resto de la nieve.

—¡Realmente lo hizo!—Clement se soltó a reír acompañado del resto de sus amigos.

No había valido la pena como lo pensó, realmente no debió hacerlo. Sabía a tierra, asqueroso, tuvo que lavarse la boca unas tres veces y comer algo para quitarse el sabor de la boca, y después de eso sus guardias personales no lo dejaron solo. Por guardias personales se refería a Cassandra y Cregan. Aunque en algún momento la mayor los abandonó para ir a atormentar a Clement, pero Cregan no le soltó la mano en ningún momento.

Estaban sentados junto a un pequeño lago que cruzaba por el bosque cuando Rickon Stark se dio cuenta que su hijo iba tomado de la mano del Príncipe, los dos distraídos con las escasas flores que aún decoraban la orilla del lago, ignorando como sus amigos estaban corriendo mientras se lanzaban nieve. El Señor de Winterfell hubiese ignorado aquel hecho si su hijo no hubiese tomado una flor para entregarla al Príncipe, no pudo evitar levantar una ceja al ver como el Príncipe la aceptaba con una sonrisa y un leve sonrojo en las mejillas. Sin duda tendría que mantener un ojo sobre su hijo de ahora en adelante.

Terminaron la expedición cuando los niños estaban cansados. Aegon terminó siendo cargado por su padre que agradece haber dejado a Lucerys y Jacaerys en la fortaleza. El niño apoyó su barbilla en el hombro de su padre mirando como su madre ordenaba las flores que él le había obsequiado de la orilla del lago. Apenas regresaron a la fortaleza los niños fueron a sus habitaciones y cambiaron su ropa antes de lanzarse en la cama a dormir. Aegon durmió en el suelo frente al fuego junto a Alan que lo abrazó como si fuese un peluche y no quiso soltarlo por más que el mayor trató de moverse.

Cuando abrió los ojos, en su sueño, se encontró con el bosque de Winterfell. Era extraño soñar con un lugar que conocía, pero no pensó mucho en ello cuando se sentó y vio a una mujer de pie no muy lejos de él. Estaba en su cuerpo normal, al menos, así que quizás no estaba soñando con alguno de sus abuelos pues ellos siempre preferían poder cargarlo como si fuese su muñeco de trapo personal.

—¿Quién eres?—preguntó con algo de duda, levantándose del suelo en el que estaba.

—Tu abuela, en algún sentido—la mujer se giró para verlo—, tuve que pelear para poder verte.

—¿Reina Alysanne?

—Llamame abuela.

Con pasos algo dudosos se acercó a la mujer que le sonreía con simpatía. Realmente no pensó verla, pero ya había visto a Aegon el Conquistador así que nada le sorprendía.

—¿Por qué está aquí?—no quería ofenderla, pero realmente quería saber. —Esperaba poder ver a mi abuela Aemma, el abuelo Baelon dijo que solo podría ver a alguien más por un tiempo…

—Lo sé, y lo siento, pero necesitaba verte—una mano fría se posó en su mejilla—. Tenemos que hablar sobre mis errores y el cómo solucionarlo, además quería que habláramos sobre cómo tienes los mismos gustos que yo.

Aegon frunció el entrecejo confundido. ¿Qué errores? ¿Qué gustos? Estaba por pensar que la mujer había perdido la cabeza cuando comenzó a contarle sobre sus hijos, específicamente sobre Vaegon y Saera. Ya sabía de Vaegon, pero no había pensado en Saera. Se mantuvo en silencio durante toda la conversación, escuchando cómo le contaba sobre sus hijos que vivían en exilio, lejos de su familia. Hablar con Vaegon sería más fácil, podría convocarlo a King’s Landing, pero ¿cómo demonios iba a encontrar a Saera?

—No creo poder encontrarla—confesó—, para el tiempo en el que consiga gente leal para hacerlo ya será demasiado tarde.

—Lo sé—le sonrió con tristeza—, espero que al menos Vaegon quiera escucharte.

—Si…dijiste que querías hablar de algo más—levantó la mirada para verla—, que teníamos los mismos gustos…¿a qué te refieres?

—Pronto lo entenderás.

Abrió la boca para decir algo más, pero todo a su alrededor se distorsionó y al parpadear se dio cuenta que ya había despertado. Pensó bastante en ese sueño, incluso cuando abandonaron Winterfell para visitar la Aldea de Crofter o cuando visitaron Agua Bellota. Sus padres dejaron Winterfell cuando regresaron para visitar el Muro con Lord Rickon y ellos se quedaron atrás por seguridad. Pasaron sus días solos entre travesuras y exploraciones vigiladas por sus tíos que se quedaron con ellos.

Si, estaba contando a Criston entre sus tíos.

Lo único que arruinó su felicidad fue el regreso de sus padres pues con el regreso llegó la hora de partir. Dejaron Winterfell para visitar Puerto Blanco y tomar una embarcación que los llevaría a su última parada del viaje, Las Tres Hermanas. Fue en la última isla dónde tuvieron que despedirse de Cregan y Joffrey entre lágrimas, después de haber pasado casi dos años juntos les costó separarse, pero lo hicieron aún si dolía. Aegon miró hacía Dragonstone cuando pasaron por la isla y sonrió al ver que Caníbal volaba hacía Dragonmont con Sunfyre. Desembarcaron en la isla para despedirse de Cassandra, Aliandra y Alan que iban a seguir hacía el sur solos. Otra vez hubieron lágrimas, pero pudieron despedirse sin problemas.

Clement iría con ellos a King’s Landing así que se quedó con ellos en Dragonstone los dos días que se quedaron a descansar. Mientras estuvieron en la isla pensó en cómo hablaría de sus padres sobre la misión puesta por su abuela Alysanne, pero no no encontró ninguna solución, todo lo que había pensado terminaba con él contando la verdad y aún no estaba listo para eso. Necesitaba más tiempo para pensar.

Debía pensarlo bien.

Chapter 27: EL RETORNO DEL PRÍNCIPE

Summary:

En dónde Aegon regresa y tiene primas.

Notes:

Se supone que iba a subir esta parte la semana pasada pero me acabo de dar cuenta que no lo había subido, disculpen.

Chapter Text

Caníbal descendió en la fosa de dragones por primera vez en casi dos veranos, el enorme dragón negro le rugió a los cuidadores que se acercaron a recibirlo, todos se alejaron de inmediato para no provocarlo y desde la distancia Laenor negó con la cabeza al ver la actitud del dragón. Sunfyre, por el contrario, aterrizó y dejó que los cuidadores se acercaran a guiarlo a su lugar de descanso dentro de la fosa. Aegon se bajó de la montura con una sonrisa y corrió a abrazar a su dragón negro que gruñó en respuesta, pero se dejó acariciar por su jinete. El joven príncipe le murmuró algo y se alejó gritando una despedida para Sunfyre mientras detrás de él Caníbal se acomodaba para tomar una siesta. Jacaerys exclamó emocionado apenas vio que su hermano se acercaba, estirando sus brazos hacía él mientras lo llamaba.

—¡Egg!—gritó moviendo sus brazos para que su hermano lo cargara.

Laenor no tuvo más remedio que dejarlo en brazos de su hermano mayor porque si no lo dejaba ir iba a tirarse.

—Padre debe estar esperándonos, no lo hagamos esperar—Rhaenyra le sonrió a sus hijos.

—Vamos, quiero ver al abuelo—Aegon comenzó a caminar sin que lo apresuraran, realmente emocionado de ver a su familia.

Quería ver a Helaena, Aemond y Daeron, a su tía Laena, sus abuelos, e incluso a Daemon. Aunque al último quizás no mucho. Un poquito…si, un poquito.

Fueron a la Fortaleza en carruaje y tuvo que dejar a su hermano en brazos de una de las cuidadoras, Jacaerys protestó haciendo puchero y amenazando con llorar, pero cuando pusieron la maraca en sus manos quedó contento. Aegon, junto a su madre, miraba hacía afuera escuchando el sonido de la maraca acompañado de los balbuceos de Lucerys que estaba muy despierto y riendo con su padre. Él realmente no entendía, si hubiera sido él ya estaría dormido después del viaje. Aunque, él era un flojo y se aprovechaba de que era un niño para dormir de más. Nadie podía culparlo por eso, si los dioses te dan la oportunidad debes aprovecharla, no vaya a ser que decidan matarte por no aprovecharla. Eso era lo que se decía cuando se sentía mal por manipular a alguien, no funcionaba, pero era algo.

Descendieron del carruaje en orden, él primero y luego sus padres y sus hermanos. Apenas sus pies tocaron el suelo sus ojos dieron con los de su abuela y no pudo detenerse, estaba corriendo antes de que se diera cuenta. Chocó con su abuela que se agachó para recibirlo y la abrazó con fuerza. Había extrañado tanto a su abuela, más que nadie, y estar con ella se sentía tan bien.

—Bienvenido de regreso, mi príncipe—le susurró ella.

—Te extrañé mucho, abuela—murmuró ocultando su rostro en el hombro de su abuela.

—Mimado—escuchó un susurro que le hizo levantar la cabeza.

Sus ojos dieron con Clement que lo miraba de pie junto a Helaena y Aemond. Se arrepentía de haberlo invitado a la ciudad, realmente.

—¡Abuelo!—Viserys fue el siguiente en ser atacado por Aegon.

—¡Mi nieto!—el hombre estaba sonriendo de oreja a oreja, feliz de tener a su nieto de regreso. —Mira nada más cuánto has crecido, parece que eres otro.

Se había dejado crecer el cabello, pero no sentía que había crecido mucho, hasta Alan y Cregan se veían que iban a crecer más que él y eran menores por dos veranos. Incluso Joffrey se notaba que sería más alto que él. Temía que sería más bajo que Aliandra y Cassandra.

—No he crecido, abuelo—arrugó la nariz.

—Pues parece que sí—su abuelo Corlys se agachó a su lado—. Bienvenido, Aegon.

—Abuelo—lo abrazó igual que a sus otros abuelos.

Si le preguntaban quién era su abuelo favorito, quitando a Rhaenys, diría que era Lord Corlys. No importaba que el hombre hubiese sido el causante de su muerte, él entendía por qué lo había hecho y lo perdonaba porque sabía que hizo cosas peores que la muerte de un monstruo como él.

—Hola, Aegon—Helaena lo saludó con una sonrisa.

—Hela, Aemond.

Ignoró a todos y se lanzó a abrazarlos, los había extrañado mucho, casi tanto como a su abuela y su tía Laena. Ambos lo abrazaron y rieron de felicidad, suponía que la fortaleza sin él había sido aburrida.

—¿No vas a saludar a tu tía favorita?—Laena se acercó.

—¡Tía Lala!—se lanzó a sus brazos sin pensarlo y besó su mejilla sonoramente haciendo reír a todos—¡Te extrañe mucho mucho!

—Yo también te extrañe, mi pequeño dragón salvaje—su tía le beso la cabeza repetidas veces.

—Lo miman demasiado—la voz de Daemon lo hizo fruncir el entrecejo.

—Tío Daemon—lo saludó con un asentimiento que el mayor regresó.

—Vamos adentro, mandé a que preparasen la comida favorita de mi nieto—Viserys estiró una mano hacía él que la tomó de inmediato.

Antes de ingresar a la fortaleza sus ojos dieron con otra persona a la que había extrañado. Ser Harrold estaba de pie cerca de la puerta y al verlos hizo una reverencia, el hombre se estaba enderezando cuando Aegon soltó la mano de su abuelo y se precipitó hacía él gritando algo que dejó a todos estáticos.

—¡Abuelo!

Ser Harrold lo atrapó cuando se lanzó a sus brazos y lo levantó para sostenerlo bien. Él se comenzó a reír con inocencia y lo abrazó ignorando lo dura que estaba su armadura, a sus espaldas escuchó como Daemon comenzaba a reírse seguido de su tía Laena y su abuela.

—Bienvenido a casa, Príncipe—lo saludó Ser Harrold mirando hacía los que aún los miraban.

Cuando sus pies tocaron el suelo una vez más se giró para ver de qué se reían y comprendió. Los rostros de sus abuelos eran todo un poema y él se hubiera reído si no tuviera que fingir inocencia. Sin decir nada fue hasta su abuela y tomó su mano diciendo que tenía hambre, haciendo que la mujer dejará de reírse y continuará caminando porque el niño tiene hambre, pueden seguir pensando en cómo ser el favorito mientras comemos . Daemon molestó a su abuelo todo el camino ganándose varias amenazas de exilio que solo lo incitaron a seguir con sus bromas. Cuando llegaron a la sala donde comerían se encontró de frente con la Reina, Alicent estaba de pie junto a la mesa y apenas los vio se enderezó y levantó la cabeza.

Cierto, ahora lo odiaba más que antes.

—Siento no haber estado presente para recibirlos, debía asegurarme que todo estuviera en orden—se disculpó con ellos.

—Lo agradecemos, Majestad—fue la respuesta de su madre.

Aegon acabó sentado en medio de su abuela y Clement, para desagrado de sus abuelos que querían acaparar su atención. Comió con gusto, contando con ayuda de Clement los momentos más emocionantes del viaje, omitiendo las travesuras más graves que cometieron. Helaena y Aemond eran los más interesados en escuchar, prestando atención con ojos curiosos y haciendo preguntas de vez en cuando. La mayor quedó encantada con su descripción de Highgarden y él le prometió llevarla algún día a lo que ella le sonrió y asintió. A pesar de la tensión palpable en la mesa todos mantuvieron la cordura y pudieron tener una comida pacífica. Al menos él pensó que lo fue cuando se levantó de la mesa para ir a descansar en compañía de Clement que estaba a punto de quedarse dormido en su silla.

Durmieron en la habitación de Aegon, sin haberse dado un baño porque estaban muy cansados para eso, y no se despertaron hasta que el sol estaba comenzando a ocultarse. Cuando se despertó Aegon sentía su cuerpo pesado así que se quedó en la cama esperando a que su amigo se despertara, cosa que tardó un buen tiempo, pero apenas vio que su amigo se frotaba los ojos se sentó dejando salir un bostezo. Aún se sentía cansado, pero tampoco quería seguir durmiendo, aún no había visto a Daeron y quería visitarlo. Clement se movió a su lado, murmurando algo sobre seguir durmiendo, y Aegon puso los ojos en blanco antes de pegarle en el hombro.

—¡Hey!—el peliblanco se asomó por debajo de las sábanas y lo miró mal.

—No vuelvas a dormir, quiero salir—ignoró la mueca de dolor de su amigo y se bajó de la cama.

—Puedes ir solo—Clement se sentó para verlo mejor—. ¿A dónde vas?

—Quiero ver a Daeron, ven conmigo.

—¿Por qué?

—Porque la Reina me odia y si vas conmigo no me dirá nada.

Se miraron por unos segundos hasta que el mayor de los dos puso los ojos en blanco y se bajó de la cama para acompañarlo. Cómo seguían vestidos con la ropa del viaje solo tuvieron que ponerse sus botas una vez más antes de salir. Ser Criston los recibió afuera, como siempre, y los llevó hasta la guardería de la fortaleza dónde se encontraban los bebés de la familia, Daeron, Jace y Luke. Al llegar las cuidadoras los saludaron con reverencias y él les regresó el saludo con una sonrisa encantadora. Jacaerys fue el primero en verlos y dejó de lado su juego para levantarse y correr hacía su hermano gritando de emoción.

—¡Egg!—Aegon lo levantó haciendo reír al niño que lo abrazó.

—Hola Jace—el mayor sonrió caminando con su hermano hacía el centro de la habitación dónde Daeron estaba sentado—, hola Daeron.

Daeron lo miró con curiosidad, sus ojos violetas bien abiertos y brillantes. La vista del niño le apretó el pecho. Su hermano más pequeño, tan inocente y puro, el hermano al que le había fallado. Un nudo se le formó en la garganta y quiso llorar, pero el llanto repentino de Lucerys le hizo olvidar lo que estaba pensando. Con cuidado dejó a Jacaerys en el suelo y se acercó a la mujer que mecía a Lucerys.

—¿Puedo cargarlo?—pidió mirando a la mujer con ojos inocentes.

La mujer dudó, pero al final se agachó para poner a su hermano en sus brazos. El efecto de estar en los brazos de su hermano fue inmediato y el llanto se redujo a simples hipidos y una que otra lágrima. Los ojos de Lucerys se posaron en el rostro de su hermano mayor y una sonrisa apareció en medio de las lágrimas.

—¿Solo querías estar con tu hermano?—Aegon le sonrió acercando su rostro al de Lucerys.

Se quedaron con los bebés buen tiempo, Clement se entretuvo jugando con Jacaerys y Daeron mientras Aegon entretenía a Lucerys hasta que este se durmió y decidieron irse. Jacaerys hizo un puchero cuando su hermano se despidió, pero no lloró gracias a que Daeron estaba con él y se distrajeron jugando. Ya casi era tiempo de la cena así que los dos amigos recorrieron los pasillos de la fortaleza hablando de futuros planes de visitar a sus amigos. Tomaron la cena en la misma sala donde tomaron el almuerzo y esta vez Aegon se sentó junto a su tía Laena y su padre, comiendo con felicidad. Estaba muy concentrado comiendo así que no se dio cuenta que todos se habían quedado en silencio hasta que su padre puso una mano en su cabeza.

—¿Qué sucede?—preguntó al notar que todos lo miraban.

—Aegon, hay algo que quiero decirte—su tía lo miró con seriedad, aunque él podía notar algo de felicidad en sus ojos.

Oh, ¿le diría que estaba embarazada?

—No lo dejes con la duda, Laena—su abuela le habló desde el otro lado de la mesa.

—Mientras estaban en su viaje Daemon y yo fuimos bendecidos por los dioses con…— ¿actuaba sorprendido? —gemelas.

Espera un segundo. Parpadeo un par de veces para asegurarse que no había escuchado mal. ¿Ya habían nacido? ¿Por qué no le dijeron nada? ¿Dónde estaban?

—¿Tengo primas?—fue lo único que pudo preguntar porque estaba muy sorprendido como para decir algo más.

—Si, cariño, tienes dos primas—su tía le sonrió.

Él le regresó la sonrisa y la abrazó con fuerza. Estaba realmente feliz, quitando su sorpresa, de que las gemelas hubieran nacido con bien. Realmente con todo lo que había cambiado desde su nacimiento en ese mundo le causaba mucho miedo descubrir cómo iban a desarrollarse los eventos en el futuro. Había tantas cosas que podían cambiar para mal, cosas que podían terminar de la peor forma posible, cosas buenas que quizás no iban a pasar gracias a él, muchas tantas posibilidades que le aterraba descubrir qué sucedería. Sin embargo, trataba de no pensar en ello pues pensarlo mucho le causaba dolor de cabeza y el dolor de cabeza no lo dejaba dormir tranquilo.

Continuaron la comida en paz, después que le prometieron dejarle ver a las gemelas antes de ir a dormir. De postre comió sus galletas favoritas, tantas como su madre le permitió, acompañadas de una copa llena de leche tibia. Una vez terminó de comer fue llevado a los aposentos de su tía y Daemon dónde le presentaron a sus primas, ambas se veían tan pequeñas que temió romperlas cuando las pusieron en sus brazos. No podía identificarlas realmente así que agradecía que como identificación estaban vestidas de forma diferente. Ver a Baela le revolvió el estómago porque en otra vida fue esta niña tan inocente la que casi lo mata cuando tomó Dragonstone. Aquel recuerdo lo sacudió por completo, había sido un asco de primo para ellas en esa vida, pero ahora se aseguraría de ser un buen ejemplo. Iba a cuidar de ellas como si fuese su hermano mayor.

Se despidió de sus tíos una vez las gemelas se durmieron y fue llevado a su habitación dónde Clement ya lo esperaba. Su amigo estaba acostado en la cama, ya listo para dormir, así que él se arregló con el menor ruido posible para no molestarlo. Apenas estuvo listo se metió bajo las sábanas y se acomodo para dormir, seguía cansado así que no le costó mucho quedarse dormido.

Clement abandonó la ciudad tres días después con pesar, Aegon siguió la embarcación que se llevaba a su amigo hasta Dragonstone y regresó a la ciudad una vez dejó de verlos. Estar sin sus amigos le pesaba, pero al menos tenía a sus tíos. Aún se le hacía extraño llamarlos tíos en lugar de hermanos, pero ya se estaba acostumbrando, sobre todo porque no usaban títulos entre ellos. Lo único malo de todo era que Helaena aún no había reclamado a Dreamfyre y Aemond aún no podía volar con Stormfyre así que tenía que salir a volar solo si sus padres no podían.

Su tía Laena, Daemon, y sus abuelos regresaron a Driftmark una semana después de su llegada y él prometió visitarlos tan pronto como pudiera. Los despidió con abrazos y besos en las frentes de las gemelas, no le gusto que se fueran, pero al menos sabía que podría verlos cuando quisiera. Especialmente porque Daemon seguía siendo el Comandante de la Guardia de la Ciudad así que regresaría en poco tiempo. No es como si a él le importe que Daemon esté en la fortaleza, claro que no, a Aegon no le agradaba Daemon.

—No descuides tu entrenamiento, pequeña bestia—Daemon lo miró con ojos calculadores.

—¡Mamá, el tío Daemon me dijo bestia mimada otra vez!—gritó corriendo hacía su madre.

—Daemon—Laena miró a su esposo con advertencia.

—Daemon, ya te he dicho que no llames así a mi nieto—Viserys miró mal a su hermano.

El Príncipe puso los ojos en blanco al darse cuenta que toda su familia, incluido Jacaerys, lo estaban viendo como si hubiese cometido el peor de los crímenes. Aunque si lo veía desde cierto punto de vista estaba seguro que insultar al Príncipe más consentido del reino era una ofensa más grande que insultar al mismo Rey. No dudaba en que su hermano mandaría a cortar las lenguas de todos los que se atrevieran a insultar a su preciado nieto.

—Bestia engañosa—murmuró viendo como Aegon le mostraba la lengua desde dónde estaba abrazando las piernas de su madre.

—Deja de pelear con un niño, ¿no te da vergüenza?—Rhaenys se puso a su lado, dándole una mirada juzgadora que haría a cualquiera huir.

—Deberían dejar de mimarlo tanto—contraatacó él.

—Es el primer nieto y el heredero de su madre, claramente va a ser el más mimado del reino—le recordó.

¿Cómo iba a olvidar aquel detalle si Viserys siempre estaba hablando de su preciado nieto mayor? Realmente se cansaba de estar con su hermano cuando tenía que escucharlo hablar de Aegon por horas.

Aegon los vió irse desde un balcón en la fortaleza con un puchero en los labios, sus padres habían ido a ocuparse de algo importante así que él estaba solo. Ah, ya se había acostumbrado a sus amigos. Un suspiro se le escapó, quisiera poder ir a visitarlos, aunque sea a sus primos en el Eyrie o Storm’s End.

—¿Estás bien?

No se asustó, para nada, no saltó en su lugar y casi cae al suelo al escuchar la voz de alguien que, definitivamente, no estaba con él antes. Sus ojos cayeron sobre Helaena que lo miraba arrepentido de haberlo asustado, unos pasos más allá de ella estaban Alicent y Aemond. La primera se notaba disgustada de que su hija le estuviera hablando y el segundo trataba de no reírse de él.

—Si, estoy bien—respondió en un murmullo.

—Siento haberte asustado, solo…pensé que quizás te sentías solo ahora que tu amigo no estaba— eso era tan cierto —. Vamos al jardín, ¿quieres venir con nosotros?

—Uh, no, yo…mi padre me pidió que lo esperase para retomar mi entrenamiento.

—Oh, entonces que te vaya muy bien—la niña le sonrió genuinamente.

Los vio irse por el pasillo, antes de que desaparecieran de su vista Aemon miró hacía él y sacudió su mano como despedida, él regresó el saludo, casi riéndose cuando el menor tropezó con sus propios pies.

—Príncipe, su padre lo está buscando—anunció un sirviente.

Ah, entrenar. Realmente amaba entrenar…¿acaso no podía llover en ese momento? ¿No podía abrirse en suelo y tragarse el campo de entrenamiento? Quizás debía llorar con su abuelo para que le quite los entrenamientos, quizás, pero no lo haría porque sabía que debía prepararse para lo que venía. Antes no había sido un buen guerrero, pero ahora lo sería, defendería el reclamo de su madre y su derecho al trono. Él mismo pondría la corona en su cabeza de ser necesario.

No importaba qué tenía que hacer, su madre se sentaría en ese maldito pedazo de metal.

Chapter 28: PRINCESA DE PORCELANA

Summary:

En dónde llega un nuevo miembro a la familia y el Norte despide a uno de los suyos.

Notes:

El inicio de la historia ocurre en 116 d. C.

Chapter Text

Aegon no soportaba a Daemon, lo decía en serio, era lo peor del mundo. No soportaba verlo, ver esa estúpida sonrisa en su rostro, su molesta mirada de superioridad y…simplemente todo. Cualquiera que los viera podría notar que no se soportaban, pero por sobre todo les resultaba muy gracioso ver al niño peleando con el adulto, escuchar los comentarios que se lanzaban o, mayormente, ver como Aegon pateaba a su tío y salía corriendo mientras gritaba por ayuda. Daemon nunca podía alcanzarlo antes de que el niño pudiera ocultarse con alguien que no tuviera miedo de enfrentarse a él. Aunque había veces en las que durante los entrenamientos, después de caer al suelo por milésima vez, Aegon lanzaba tierra a su tío o fingía estar herido solo para que lo dejaran en paz.

Todo un mimado si le preguntaban a Daemon.

Las únicas veces en las que Aegon se comportaba alrededor de Daemon era cuando Jacaerys estaba con él. Desde que sus padres le permitieron cuidar de Jace casi siempre se veía al niño de dos veranos siguiendo a su hermano mayor a todos lados o yendo en brazos de este. Ambos niños estaban unidos, con Aegon siempre asegurándose que su hermano esté bien y que esté cómodo, y Jace siempre demandando la atención de su hermano mayor. Otros que estaban muy unidos, pero peleaban a cada rato, eran Aegon y Aemond. Tío y sobrino entrenaban y estudiaban juntos, pero las peleas típicas de niños siempre estaban presentes y las personas que las presenciaban no paraban de susurrar lo tiernos que eran discutiendo como dos adultos.

Aegon haría una rabieta si escuchaba que aún lo llaman tierno.

—Levántate—la voz de Daemon sonó dura.

—No quiero—se quejó, estaba cansado, quería irse a dormir—, estoy cansado.

—De pie—insistió el mayor.

Aegon se sentó y frunció el entrecejo, le dolían las manos, los pies, la cabeza, hasta el cabello le dolía, pero Daemon no quería dejarlo ir aún. ¿Debía gritar hasta que alguien fuese a salvarlo? Su abuelo estaba viendo el entrenamiento así que él lo salvaría. Daemon le movió la pierna con un pie y él lo tomó como una señal de los dioses. Con desesperación se abrazó a la pierna de su tío mientras gritaba.

—¡Es tortura!

—¿Qué…? ¡Suéltame!—Daemon sacudió su pierna tratando de alejarlo pero él no lo soltó—¡Aegon!

Apretó su agarre y cerró los ojos al sentir una mano en su cabeza. Escuchó la risa de alguien, seguramente Helaena que estaba con el Rey y Jacaerys viendo el entrenamiento, y los pasos de varias personas acercándose.

—Mocoso mimado—escuchó a su tío murmurar.

Varias manos lo agarraron y él abrió los ojos para encontrarse con los ojos llenos de diversión de Ser Arryk. Dejó que lo apartaran de su tío, pero antes lo pateó por haberlo llamado mimado.

—¡Abuelo, el tío Daemon me quiere golpear!—exclamó huyendo de su tío que fue detenido por los capas blancas cuando intentó agarrarlo.

—¡Aegon, Aegon!—Jace gritó con emoción al ver que su hermano se acercaba.

—Daemon, te he dicho que no molestes a Aegon—el Rey miró a su hermano que caminaba hacía ellos.

Aegon se detuvo junto a su abuelo que le sonrió poniendo una mano en su cabeza y Jacaerys que aplaudió entusiasmado antes de estirar los brazos hacia él. Le dolían los brazos, pero no iba a decirle que no a su hermano, así que con cuidado lo agarró de dónde estaba sentado en las piernas de su abuelo.

—Aegon necesita clases de cómo no ser un mimado—Aegon lo miró mal—. ¿No querías irte? Ve a molestar a tus padres.

—Molesto—murmuró el niño girando para ver a su abuelo—. Iré a darme un baño, nos vemos después abuelo.

—Claro, claro, ve cariño. Lleva a tu tía contigo.

—Adiós padre—Helaena se despidió con un beso en la mejilla.

Los tres niños, acompañados de Ser Criston y Ser Arryk, se alejaron hacía la Fortaleza dejando atrás a los adultos. Helaena iba caminando con una sonrisa y un pequeño salto en sus pasos, viéndola de esa forma Aegon se preguntaba por qué era diferente. Esa versión de Helaena no era la misma con la que él había crecido antes, era como si algo fuese diferente en ella, pero no sabía el por qué del cambio y realmente no le molestaba. Le gustaba saber que al menos era feliz y podía ser una niña más que caminaba por los pasillos tarareando una canción de cuna.

Fueron llevados a la habitación de Rhaenyra, cosa que confundió a Aegon porque realmente no se supone que vería a su madre hasta más tarde, a no ser que…Sin esperar se apresuró a las puertas, sin correr porque aún tenía a Jace en brazos, y agradeció a Ser Criston con un grito cuando le abrió la puerta. Dentro de la habitación estaban sus padres y sus tíos, Harwin y Joffrey, acompañados de Lucerys y…

—Ya nació—dijo deteniendo sus pasos cuando sus ojos cayeron sobre su padre que tenía en sus brazos un pequeño bulto de mantas. —¿Puedo verla? Déjame verla.

Con cuidado dejó a Jace en el suelo y el niño enseguida corrió hacía su madre y su hermano menor mientras Aegon se acercaba a su padre saltando de emoción. Laenor le sonrió y se agachó para estar a su altura.

—Ella también está emocionada de conocerte, Aegon—le dijo cuando, por fin, él pudo verla.

—Visenya—susurró admirando a su pequeña hermana—, es hermosa.

—¿Estás bien madre?—escuchó a Helaena preguntar detrás suyo.

—Estoy muy bien cariño—su madre respondió y él pudo escuchar la sonrisa en su voz.

Después de besar la frente de su hermana fue con su madre para besar sus mejillas y decirle cuánto la amaba. Le hubiese gustado quedarse para estar más tiempo con su familia, pero su padre lo arrastró fuera de la habitación cuando su madre le ordenó darse un baño. Si, sabía que apestaba, pero en su opinión fue bastante cruel que lo alejaran de sus hermanos.

Los días que siguieron al nacimiento de Visenya estuvieron llenos de emoción. Aegon se sentía en la luna ahora que casi todos sus hermanos estaban ahí con él. Y a medida que el tiempo pasaba y sus hermanos crecían se sentía aún más en la luna. Con cada día de nombre renovaba su promesa de ser un buen hermano mayor y todos siempre podían ver que realmente se esforzaba por cumplir aquella promesa.

En los tres años que siguieron al nacimiento de su hermana visitó en varias ocasiones a sus amigos, acompañó a Aemond en su primer vuelo con Stormfyre, los huevos de Rhaena, Lucerys y Visenya eclosionaron, pudo navegar su nave por primera vez él solo con supervisión de su abuelo Corlys. Habían sido tres años de paz en los que poco a poco fue avanzando en su plan de llevarse bien con la Reina. Alicent seguía reacia a pasar mucho tiempo con él, pero ahora podían estar en el mismo lugar por más de cinco minutos sin salir huyendo. Su madre aún no confiaba en dejarlo estar mucho tiempo con la mujer así que ella siempre estaba ahí y Aegon lo entendía. Habían pasado ya casi cinco años desde que casi muere pero su madre aún no supera aquel susto y era completamente justo a sus ojos.

Era el año 119 después de la conquista, Aegon ya tenía diez y doce, y las propuestas de matrimonio regresaron. Quizás la más obvia de todas era la de los Lannister pero Aegon ignoró cualquier significado oculto y se hizo amigo de la joven que comenzó a vivir con ellos. Cerelle era una buena muchacha que rápidamente se hizo amiga de Helaena y por consecuencia Aegon ya que el niño era muy amigable. Aunque Aegon podía notar que por alguna razón a dos de sus amigos no le caían muy bien la joven, Aliandra y Cregan parecían estar en un acuerdo silencioso con respecto a ello.

—Disculpe la interrupción, Majestad, pero el Príncipe Aegon pidió que avisaran si recibía carta de sus amigos—el maestre hizo una reverencia cerca de la puerta.

—No hay problema, maestre Gerardys—el Rey miró a su nieto que lucía expectante.

—Es una carta del Norte, Príncipe—Aegon dejó caer su tenedor en el plato y saltó fuera de su silla en un segundo.

—Gracias maestre Gerardys—agradeció apenas tuvo el papel en sus manos.

El hombre abandonó la sala para dejarlos y Aegon no pudo aguantarse. Sabía que estaban en medio de una cena dónde los Lannister iban a pedir un compromiso entre él y Cerelle, pero no iba a pasar toda la cena ignorando que tenía una carta de Cregan. Además no era la primera vez que ignoraba sus deberes para leer una carta de sus amigos, todos estaban acostumbrados a que dejara de hacer sus cosas para leer los mensajes. Aquellas cartas eran prioridades en su vida.

Abrió el papel con cuidado y frunció el entrecejo al ver que era mucho más corta que las anteriores. Sus amigos y él acostumbraban enviar mensajes largos así que era algo extraño que Cregan enviase un mensaje corto, aunque todo tuvo sentido cuando terminó de leer. Su estómago dio un vuelco y la boca se le secó.

Mi hermano ha fallecido.

—¿Aegon?—escuchó que su madre lo llamaba desde la mesa.

Lo leyó unas tres veces más antes de escuchar como alguien se levantaba y se acercaba a él. Manos delicadas tomaron el papel y un jadeo de sorpresa se escuchó.

—¿Qué pasa?—Laenor preguntó levantándose.

—El hijo menor de Lord Rickon ha fallecido—anunció para toda la sala.

Un silencio pesado cayó sobre ellos y Aegon se sintió mal. Él conocía muy bien lo que era pasar por aquello, perder un hermano, sobre todo cuando era un hermano con el que creciste cerca. Puede que él y Aemond no se hubieran llevado tan bien antes, pero eran hermanos y eso era lo que más importaba.

—Debo ir—dijo levantando la cabeza para ver a su madre.

—Está bien, ve—ella le sonrió con pesar y le devolvió el mensaje.

Miró hacía la mesa y asintió como despedida antes de correr fuera de la sala. No pensó en nada mientras se cambiaba de ropa y metía otro poco en una bolsa, cuando terminó se colgó la bolsa al hombro y se apresuró a salir una vez más. Quizás no era necesario que fuese con tanta prisa pero los recuerdos no le permitían detenerse, necesitaba salir de ahí, necesitaba irse de la Fortaleza esa misma noche.

—Directo al Norte, Aegon—escuchó la voz de su madre cuando alcanzó las puertas de la Fortaleza—. Yo iré a Sotomiel personalmente para buscar a Alan y tu padre irá por Aliandra a Dorne.

—¿Qué hay de Cassandra?—preguntó confundido.

—Le pediré a Laena que vaya por ella, pero tu te vas directo al Norte—le tomó el rostro con sus manos—. Clement y Joffrey están más cerca, si quieres puedes ir por ellos después de descansar, pero no quiero que estén deteniéndose en el camino, sé que Caníbal puede volar hasta el Norte sin descanso.

—Está bien, directo al Norte, lo prometo.

Se despidió de su madre con un abrazo y un beso en la mejilla, y su padre lo acompañó hasta la fosa de dragones. Caníbal estaba dormido cuando llegaron, pero apenas escuchó la voz de su jinete levantó la cabeza y olvidó su sueño. Aegon abrazó a su padre como despedida y fue hasta su dragón que no se quejó. Guardó su bolsa con ropa en la bolsa que estaba atada a la silla y trepó en ella de inmediato, Caníbal se alzó en toda su estatura sacudiendo su cuerpo y no esperó a la señal para alzar el vuelo. Detrás de ellos se escuchó un chillido y segundos después Sunfyre apareció a su derecha. Los recuerdos de las muertes de sus hermanos dejaron de perseguirlo cuando salieron de la ciudad, llevándose con ellos la presión que sentía en el pecho y las ganas de llorar.

Volaron por horas sin descanso y Aegon no se permitió dormir en todo el viaje así que cuando aterrizaron detrás de Winterfell, en una colina más cercana, los tres estaban cansados. Caníbal gruñó dejándolo bajar, esperando a que se alejara para poder acomodarse y dormir. Aegon miró a sus dragones, viendo con una pequeña sonrisa como Caníbal se enrollaba alrededor de Sunfyre y lo cubría con su ala, el dragón dorado desapareciendo casi por completo bajo la enorme figura del dragón viejo. Escuchó caballos acercándose así que se preparó para fingir que no había volado toda la noche y una parte de la mañana para llegar.

—Príncipe Aegon—fue el mismo Lord Rickon quién fue por él, acompañado de dos guardias.

—Lord Stark—saludo con una pequeña sonrisa.

—Supongo que está cansado, no lo esperábamos hasta quizás el día de mañana—explicó mientras uno de sus guardias descendía de su caballo.

—Quise venir apenas me enteré lo que había pasado—le agradeció al hombre que lo ayudó a subir a un caballo.

—El joven Joffrey fue el primero en enterarse así que lo esperábamos a él antes que a usted, supongo que no le molestara usar la habitación de mi hijo para descansar.

—Para nada, ya sé que Cregan puede llegar a patear cuando duerme—el hombre lo miró por un segundo antes de soltarse a reír.

Llegaron a la fortaleza de los Stark en silencio, la gente hacía reverencias cuando lo veían y él sonreía a todos como saludo, pero no se detuvo a hablar con nadie. Lord Rickon lo llevó hasta la habitación de Cregan que estaba a oscuras a pesar de que el sol ya estaba brillando afuera. Aegon arrugó la nariz al sentir el frío de la habitación, pero no dijo nada.

—Mandaré a que enciendan el fuego—ofreció Lord Rickon en un murmullo, sospechando que su hijo aún dormía.

—No será necesario, así está bien, gracias—le aseguró con una sonrisa tenue.

El hombre se fue dejándolo a solas y él suspiró. Bien, antes había huido de su habitación a oscuras así que podía llegar a la cama sin golpear nada. Caminó con cuidado en medio de la oscuridad, sobre todo después de casi tropezar con la alfombra, hasta que tocó las pieles suaves que cubrían la cama de su amigo. Entonces dejó su bolsa en el suelo y se quitó los guantes de montar antes de proceder a quitarse los zapatos.

—¿Quién está ahí?—escuchó la voz ronca de Cregan.

No se asustó. Solo se sobresaltó y su corazón casi deja de latir. ¿Lo había escuchado cuando casi se cae con la alfombra? Aquello hizo que se sonrojara, debía ser más cuidadoso.

—Soy yo—respondió cuando se recuperó.

—¿Aegon?

—¿Esperabas a alguien más?—preguntó en tono de broma trepandose en la cama.

—No, siempre espero que seas tu—fue la respuesta algo callada de Cregan.

Sus mejillas se calentaran aún más y agradeció que la habitación estuviera a oscuras.

—Joffrey vive más cerca—dijo metiéndose bajo las sábanas.

—Pero tu eres al que siempre quiero ver—murmuró el pelinegro.

Sentía que estaba por enfermar, en serio, no estaba mintiendo para no entrenar. Sintió una mano rozar su brazo y sin decir nada la agarró con una de las suyas. Cregan lo necesitaba en ese momento, así como Alan los había necesitado hace un año cuando su padre falleció, y él no iba a fallarle.

—Estás frío, pediré que enciendan el fuego—el pelinegro intentó levantarse, pero Aegon lo detuvo.

—Está bien, por algo estás a oscuras, déjalo así.

—Pero…

No lo dejó terminar, tiró de él y lo obligó a acostarse una vez más. Ninguno dijo algo cuando Aegon lo abrazó y lo único que se escuchó fue el pequeño sollozo que se le salió al menor. Al final Aegon terminó siendo abrazado como si fuese un peluche, se preguntaba si así se sintió su peluche de Sunfyre cuando lo abrazaba con fuerza al dormir, con su cabeza descansando en el hombro de Cregan. Los dos se quedaron dormidos, uno por lo cansado que estaba y el otro por llorar, y nadie los molestó.

Cregan fue el primero en despertar, sintiéndose desorientado con la oscuridad de su habitación y el peso de alguien más durmiendo casi encima de él, le costó recordar quién era pero cuando sus recuerdos se aclararon no pudo evitar sonreír. Con cuidado se movió dejando a Aegon sobre la cama sin despertarlo y se bajó para ir a encender el fuego. No hacía tanto frío como en la mañana pero sabía que aún así era más frío del que Aegon estaba acostumbrado. Él mismo encendió el fuego, unas cuantas velas para poder ver mejor, y abrió una de las ventanas. Regresó a la cama con Aegon y se sentó a su lado para verlo dormir. En algún momento el Príncipe se había movido y ahora estaba casi metido bajo las sábanas por completo. Hubo dos golpes en la puerta que le hicieron bajarse de la cama de un salto y correr hasta ella para evitar que volvieran a tocar.

—Pensé que seguías dormido—su padre lo miró con algo de sorpresa.

—Acabo de despertar—confesó—, Aegon está dormido.

—Claro, llegó muy temprano, seguramente está cansado—el hombre asintió y dejó salir un suspiro pesado—. Pediré que les traigan algo de comer en un rato, es probable que el Príncipe estuviera volando toda la noche y parte de la mañana para llegar tan rápido así que debemos cuidarlo.

—Está bien, gracias.

Rickon miró bien a su hijo por unos segundos antes de decidir que debía irse. Cregan lo vió alejarse y suspiró antes de cerrar la puerta. Regresó a la cama y volvió a meterse bajo las sábanas, cuando las mujeres llegaron con la comida él seguía acostado, con la mirada perdida en las llamas que ardían en la chimenea y ellas hicieron todo en silencio para no molestarlos. Una vez se fueron Cregan decidió que ya debían despertarse, sabía que Aegon no había comido nada y no iba a dejar que se muriera de hambre bajo su cuidado. Con cuidado de no asustarlo se sentó y tocó su hombro.

—Aegon, despierta, es hora de comer—le dijo mientras lo sacudía un poco.

—Mmh, no, un rato más mamá—el Príncipe se dio la vuelta para seguir durmiendo.

—Aegon despierta—volvió a llamarlo, una sonrisa creciendo en su rostro porque Aegon se veía realmente adorable de esa forma.

—Por favor—murmuró el otro tratando de alejarse de él.

—Vas a caer si sigues yendo en esa dirección—le advirtió tratando de no reírse—, debemos comer. —Un balbuceo que no logró identificar fue su respuesta. —No estás en King’s Landing, ¿lo recuerdas? Estás en el Norte.

Aquellas parecían ser las palabras mágicas pues Aegon se sentó apenas las escuchó, como si le hubiesen dicho que Caníbal se comió a Sunfyre. Los ojos desorbitados del Príncipe cayeron sobre Cregan que lo miraba expectante. Parpadeo un par de veces para quitarse el sueño y se tapó la boca cuando un bostezo se le escapó. Escuchó la risa suave de Cregan y sintió la cama moverse indicando que el otro estaba bajando de la misma, y él sintió sus mejillas calentarse una vez más. ¿Estaba enfermando? No, no lo creía.

Sin decir nada se bajó de la cama también y se sentó en la silla más cercana al fuego viendo como Cregan comenzaba a mover la comida en la mesa. Su plato dejó de estar vacío en cuestión de segundos y la cantidad de comida le hizo levantar una ceja, era mucha incluso para él. Levantó la mirada encontrándose con los ojos grises de Cregan que lo miraba como si esperase a que hiciera algo.

—Gracias—murmuró bajando la mirada una vez más, sintiendo que se sonrojaba hasta la punta de sus orejas.

—Sé que no has comido nada, debes comer—fue lo que dijo el otro, comenzando a llenar su plato.

La verdad es que no comía nada desde el almuerzo del día anterior, cuando el maestre le llevó la carta de Cregan no había comido mucho así que no dudó mucho en comenzar a comer. La comida fue de su agrado, como siempre, así que pudo comer sin problema. No hablaron mientras comían, acostumbraban a comer en silencio si no había más personas con ellos, habían descubierto ese pequeño detalle durante las distintas visitas de Aegon al Norte en los últimos tres años. Con el resto de sus amigos hablaba mientras comía, hasta reía, pero con Cregan solo comía en silencio disfrutando la paz, quizás por eso era su favorito. Aunque nunca diría eso frente a los otros.

Sobre todo frente a Aliandra, no quería morir estrangulado.

—Estaba pensando en ir por Clement a…

—Clement estaba en Nido de Águilas con Joffrey cuando recibieron la noticia—lo interrumpió Cregan sin mirarlo—, vendrán juntos.

Asintió en respuesta y llevó la última cucharada de pastel de nueces a su boca. Cuando terminaron de comer los sirvientes se llevaron los platos sucios y le avisaron a Aegon que ya habían preparado su habitación usual y que había un baño esperando por él. Se despidió de Cregan con la mano y abandonó la habitación para ir a darse un baño porque estaba seguro que apestaba. ¿Cómo pudo estar tan cerca de Cregan apestando así? Su madre lo hubiera arrastrado fuera de la cama si lo veía acostado sin darse un baño.

Se dio un baño un poco largo porque el agua estaba caliente, y porque casi se quedaba dormido en la bañera, y se arregló para salir. Debía ver que sus dragones estén bien y que coman algo antes de que Caníbal decida comerse a la primera persona que pase frente a él. Salió de la habitación sintiéndose mejor que nunca, relajado y sin preocupaciones, siempre que visitaba a sus amigos se sentía de esa forma. Era como si estar cerca de ellos le quitará cualquier preocupación de encima y por eso los apreciaba demasiado. Aunque a veces quería lanzarse del lomo de sus dragones por culpa de ellos igual los quería como si fuesen sus hermanos, los hermanos molestos que nunca quiso.

—Ah, Príncipe Aegon—Lord Rickon lo saludó cuando llegó a la entrada principal de la fortaleza—, mi hijo estaba diciendo que irían a ver a sus dragones.

Cregan se asomó desde dónde estaba detrás de su padre y lo miró esperando una confirmación.

—Debo asegurarme que estén bien y que coman, Lord Stark—confirmó con una sonrisa.

—Permítame acompañarlos entonces.

No pudieron decirle que no al hombre así que los tres fueron a ver a los dragones, acompañados de dos hombres que llevaban tres cerdos. Cuando llegaron con los dragones Aegon se bajó de su caballo con facilidad y tomó los cerdos para llevarlos con sus dragones que se levantaron apenas lo vieron. Sunfyre chilló de felicidad acercándose como un perrito emocionado y Caníbal arrastró su cola por el suelo levantando tierra y nieve. Con cuidado clavó una de las estacas que tenía en la mano al suelo frente a Sunfyre que gruñó bajando la cabeza, listo para escupir fuego.

Dracarys —ordenó cuando estuvo lo suficientemente lejos, dejando ir la cuerda que sostenía los otros dos cerdos.

Sunfyre escupió fuego asustando a los tres cerdos, pero antes de que los otros dos pudieran escapar Caníbal la había escupido fuego hacía ellos. El olor a carne quemada llenó el lugar y Aegon arrugó la nariz viendo como Caníbal devoraba un cerdo entero de un mordisco, al menos Sunfyre comía con calma.

—¿Eso saciará su hambre?—la voz de Lord Rickon lo hizo girar hacía ellos.

—Comieron antes de venir, estarán bien con eso por ahora—respondió regresando la mirada a sus dragones.

Sunfyre fue el primero en terminar, alzando el vuelo ni bien tragó su último bocado, Aegon lo vio irse con una sonrisa. Ah, como amaba ver las escamas de Sunfyre brillando cuando volaba. La tierra bajo sus pies tembló y casi cae al suelo cuando el ala de Caníbal lo golpeó. A veces dudaba que el dragón quisiera estar a su lado realmente.

—¡Hey!—el dragón se sacudió y acercó su cabeza a él, rodeándolo casi por completo.

Se quitó los guantes que tenía y acarició el costado de la cabeza de su dragón como si fuese un perro inofensivo. Bien, su padre tenía razón, si lo trataba como a un perro inofensivo cuando no lo era, pero no podía evitarlo. Caníbal gruñó un poco y Aegon giró la cabeza para ver que Cregan se acercaba a ellos con pasos suaves, detrás de él Lord Rickon parecía listo para desmayarse.

—Tu padre va a desmayarse—le dijo cuando llegó a su lado.

—Aún no se acostumbra a que me acerque a los dragones—el pelinegro se encogió de hombros y miró al dragón negro.

Desde dónde estaba parado Rickon vio como el Príncipe tomaba la mano de su hijo y la guiaba hasta ponerla sobre las escamas del dragón. No podía verlos muy bien, pero sabía que su hijo estaba sonriendo porque Cregan siempre sonreía cuando estaba con el Príncipe. Sin poder evitarlo él mismo sonrió, sobre todo al escuchar la risa de su hijo. Realmente se sentía tranquilo al saber que su hijo tenía amigos, aún si en un principio tenía sus dudas con respecto a ciertas cosas, pero al verlo tan feliz se sentía en paz. Cregan había perdido a su madre y a su hermano, pero al menos tenía amigos que estarían con él siempre.

Cuando ambos jóvenes regresaron con él estaban agarrados de la mano como si fuese algo natural y él suponía que lo era porque no era la primera vez que lo hacían sin darse cuenta. No les dijo nada, ni siquiera cuando ambos se sonrojaron al darse cuenta, pero sabía que tendría que hablar con su hijo al respecto.

Chapter 29: PREGUNTAS SIN RESPUESTAS

Summary:

En dónde Aegon llora y se siente extraño.

Chapter Text

La siguiente en llegar al Norte fue Cassandra que llegó vestida con ropa oscura y se bajó de Vhagar con ayuda de su tía Laena. La adolescente abrazó primero a Cregan, presentando las condolencias de parte de su familia a Lord Rickon luego de saludar a su amigo, y luego abrazó a Aegon como si no se vieran a diario. Se veían al menos una vez al mes gracias a lo cerca que vivían. Los tres entonces recibieron al resto de sus amigos. Aliandra y Alan llegaron apenas unas horas antes que Joffrey y Clement, y los padres de Aegon le dieron permiso de quedarse por unos días, avisando que irían por Aliandra y Alan para llevarlos de regreso.

Con todo el grupo completo los niños se encargaron de distraer a Cregan lo más que podían para no dejar que se dejara consumir por la tristeza de perder a su hermano. Fue difícil, pero lo lograron con mucho esfuerzo, y Lord Rickon les agradeció el estar ahí para su hijo. Los siete pasaron los días juntos, caminando por el bosque, recogiendo hojas secas y piedras solo para mantenerse ocupados. Hicieron un fuego con las hojas y se sentaron bajo la sombra de un árbol a hablar de lo que había sucedido en los últimos días. Cuando Aegon mencionó a Cerelle notó que hasta Cassandra hizo una mueca de incomodidad que disfrazó con una sonrisa.

Estaba comenzando a sospechar que algo más estaba pasando, pero no dijo nada.

—Padre quería hablar conmigo, los veré después—les avisó Cregan durante su último día en el Norte, tras decidir que ya iban a dormir.

—Te esperaremos—le avisó Clement volviendo a sentarse.

—No tienen que…

—Solo ve, te esperamos—Cassandra se sentó una vez más arrastrando a Aliandra con ella.

Cregan asintió y abandonó la sala para buscar a su padre. Lo encontró en su oficina, revisando algunos documentos que no dudó en dejar de lado cuando se dio cuenta que había llegado. No tenía ni idea de lo que su padre quería hablar con él, pero si había estado sintiendo sus miradas en los últimos días y no eran para nada algo que él pudiera descifrar con facilidad.

—Eres mi heredero, Cregan, el único hijo que me queda—comenzó su padre señalando la silla del otro lado del escritorio—, por eso quería que habláramos de esto cuanto antes.

—¿Qué sucede?—se sentó con algo de duda, comenzaba a sentir ganas de huir, pero no era un cobarde.

—Quiero que hablemos sobre tu relación con el Príncipe Aegon.

Sus mejillas se sonrojaron de inmediato y las ganas de huir crecieron. No quería hablar de eso. El tema de Aegon era algo que no hablaba con nadie que no fuesen Cassandra y Aliandra porque ellas se dieron cuenta de lo que pasaba apenas sus pensamientos comenzaron a cambiar y él no pudo negarlo cuando lo interrogaron. Clement y Joffrey sabían, pero ellos no hablaban de eso, solo se burlaban de vez en cuando. Y Alan, bueno, Alan pretendía no saber.

Cuando Cregan regresó a la sala con sus amigos, completamente sonrojado y con el corazón acelerado, casi todos estaban dormidos alrededor de la chimenea. Cassandra y Aliandra estaban más alejadas, abrazadas bajo sus abrigos, y el resto estaban aún más alejados del fuego, dejando que ellas disfrutaran más del calor. Él único despierto era Aegon que estaba viendo el fuego como si esperase que alguien emergiera de las llamas. Lo escuchó susurrar algo, pero no pudo comprender lo que decía, sus palabras fueron dichas en valyrio así que el único que podría entenderlas era Clement.

—¿Te vas a quedar ahí toda la noche?—escuchó la voz de Cassandra y saltó en su lugar.

—Pensé que estabas dormida—le dijo avanzando hacía ellos.

—Solo funciono como almohada para Aliandra, te estaba esperando.

Aegon giró la cabeza para verlo y la respiración de ambos se congeló por un segundo. Los mechones blancos en el cabello de Aegon parecían brillar bajo la luz del fuego y sus ojos se veían aún más claros, a ojos de Cregan se veía hermoso ante el elemento de su familia. Y Aegon estaba pasando por una crisis interna. Se sentía enfermo y no podía dejar de apreciar la forma en la que el fuego iluminaba los ojos grises de Cregan, sus mejillas estaban rojas, estaba seguro de eso.

Estás babeando —murmuró Clement estirándose en el suelo.

Silencio —Aegon lo miró mal.

—Dejen de hablar en valyrio—los regañó Cassandra—, es de mala educación cuando solo ustedes se pueden entender.

—Yo pienso que suena hermoso, es un idioma muy lindo—Cregan se sentó junto a Aegon, pero sus ojos estaban puestos en Clement que ya se había quedado dormido una vez más.

—Supongo que nos quedaremos aquí, buenas noches—la mayor les sonrió y abrazó a Aliandra para dormir.

Se quedaron en silencio por buen rato, escuchando a sus amigos dormir y las llamas consumiendo leña. Aegon se sentía en paz en ese momento, había olvidado por completo sus preocupaciones, como si las hubiese arrojado al fuego y dejase que fueran consumidas por completo. Realmente le hubiese gustado hacerlo realmente, pero no podía simplemente deshacerse de sus preocupaciones, no podía olvidar su vida pasada. En silencio se recostó en el suelo junto a Joffrey y se cubrió con su abrigo, Cregan se acostó a su lado y Aegon tomó su mano inconscientemente haciendo sonreír al menor. Al día siguiente despertaron abrazados, con Joffrey pegado a Aegon como un oso.

Cuando se despidieron prometieron verse una vez más para el día de nombre número trece de Aegon.

Desde que Visenya aprendió a caminar, también aprendió a aferrarse a las piernas de su hermano mayor. Realmente Aegon debió esperarlo, Jacaerys siempre quería estar con él y Lucerys siempre lloraba si lo dejaba con las cuidadoras, así que era normal que Visenya fuese igual de mimosa con él que sus otros hermanos. Todos lo encontraban realmente tierno, sobre todo cuando lo veían caminando por el pasillo con sus tres hermanos. Al menos no tenía que cargarlos cuando estaban los cuatro juntos así que los dejaba seguirlo a todos lados. Sin embargo, estar con sus hermanos significaba que alguno iba a escapar cuando le diese su atención a otro, y generalmente el que siempre se perdía era Lucerys porque se distraía con cualquier cosa que sus ojos vieran. Muchas veces Aegon estuvo a punto de estrellar su cabeza con la pared más cercana gracias a la habilidad de Lucerys para perderse.

¿Era eso karma por haber sido un mal hermano en su vida pasada?

Si.

Por suerte Jace nunca se perdía, porque siempre estaba tomando a Aegon de la mano, y Visenya solo los seguía como un pequeño dragón siguiendo a su jinete. Como en ese momento que Aegon era seguido por sus hermanos menores mientras caminaba hacía el jardín dónde iba a encontrarse con Helaena, Cerelle, Aemond y Daeron. Jacaerys iba agarrado de su mano porque si no iba tomando su mano los siete reinos colapsarían por el llanto del niño, Lucerys estaba un poco más atrás con Visenya que iba tomada de su mano dando pequeños saltos como la niña de tres dulces veranos que era, también para que Lucerys no se perdiera. Y detrás de ellos iban Ser Criston y su tío Joffrey para cuidarlos. Y evitar que Lucerys se perdiera, o que Jacaerys le lanzara la maraca a alguien, o que Aegon accidentalmente ofenda a alguien, o Visenya haga un berrinche. Bueno, eran un desastre, pero al menos eran un desastre colectivo.

—¡Tía Hela!—Jace soltó su mano y corrió como si un dragón lo estuviera persiguiendo.

Aegon lo miró ofendido, hace unos momentos se estaba peleando con todos porque quería tomar su mano y ahora lo cambiaba por Helaena así como así. Al menos Visenya tomó su mano al darse cuenta que Jace no estaba y Lucerys se aferró a su pantalón mirando con ojos curiosos a las personas presentes en el jardín.

—¡Chicos!—Aegon exclamó con emoción porque sus amigos estaban ahí.

 Él no corrió como Jacaerys, por el contrario, caminó con sus hermanos hacía ellos y saludó a sus amigos con abrazos. Se suponía que no estarían ahí hasta dentro de una semana así que verlos era una sorpresa. Aliandra, Cassandra, Clement, y Alan estaban ahí, solo faltaban Joffrey y Cregan para que estén completos.

—Mira que preciosa está la Princesa—Cassandra se arrodilló en el suelo para saludar a Visenya—, hola linda.

—Hola—Visenya le sonrió soltando la mano de su hermano para abrazarla.

—¿Por qué vinieron antes?—preguntó genuinamente curioso.

—No nos vemos desde hace un año, quisimos venir para pasar más tiempo juntos, Joffrey y Cregan llegarán mañana—le avisó Clement.

—¿No estás feliz de vernos Aeg?—Aliandra lo miró con diversión, el apodo sonando algo burlesco.

Los únicos que lo llamaban así eran sus hermanos, y Cerelle de vez en cuando.

—Claro que sí, solo no los esperaba—sus ojos dieron con Aemond y Daeron sentados en la mesa viendo todo con atención.

—La comida está servida, Príncipe, debería comer—Cerelle le sonrió ofreciendo el lugar junto a ella para él.

Se sentaron a comer, Aegon tomando el lugar que le habían ofrecido con Lucerys en sus piernas y Jacaerys a su derecha, Visenya había preferido sentarse con las chicas del otro lado de la mesa. Comieron hablando de cosas triviales, con Aegon integrando a Aemond en la conversación. El menor era algo tímido cuando estaba con mucha gente, pero una vez alguien, generalmente Aegon, lo empujaba a hablar se volvía alguien bastante social. Daeron era más hablador y se la pasó hablando con Jacaerys toda la comida, ambos niños jugando mientras comían bajo la vigilancia de sus hermanos mayores.

—Ya quiero que lleguen los demás—Aliandra arrugó la nariz—, cuando lleguen deberíamos hacer algo.

—Quizás podríamos ir al mercado—Cassandra comentó sin dejar de ver a Visenya que comía felizmente un pedazo de pan.

—Sé que ya no podemos pero ¿si vamos a compartir habitación?—Alan preguntó mirando a Cassandra por confirmación.

—Claro que sí—Aliandra fue la que respondió.

—No es propio que…

—Si, si, no es propio que dos jovencitas compartan habitación con hombres, ya me sé el sermón de memoria—la interrumpió la dorniense.

—Lo hemos hecho desde que somos niños, Lady Cerelle, es casi una tradición—la mayor de todos apretó un poco los labios mirando a su amiga con desaprobación—, no pasará nada.

—Solo los ronquidos de Clement—murmuró Aegon.

—O Aegon revolcándose como pez fuera del agua—contraatacó el platinado.

—O Cassandra apretandome como si fuese un peluche—añadió la dorniense.

—O Aliandra usandome de almohada—la mayor la pateó bajo la mesa.

O ciertas personas tomándose de la mano para dormir.

Ante aquel comentario Aemond casi se ahoga con lo que estaba comiendo y Helaena tuvo que tragarse sus ganas de reír. Ninguno de los dos sabía valyrio a la perfección como Aegon o Clement, pero pudieron entender a la perfección lo que dijo el otro.

—Has silencio, a Cassandra no le gusta que hablemos valyrio—Aegon lo miró mal.

Sus mejillas se habían tornado de un suave color rosa que le llegaba hasta el cuello y que trató de ocultar con su hermano que estuvo feliz de ser usado como escudo. Se quedaron la mayor parte de la tarde en el jardín, en medio de risas y discusiones que terminaban con ellos gritando sobre cosas que perdían el sentido mientras más gritaban. Mayormente eran Clement y Aliandra contra Aegon y Cassandra dejando a Alan de mediador y a los otros de observadores, aunque Helaena ya estaba acostumbrada y simplemente empujaba a cualquiera de los más pequeños en medio de los que estuviesen peleando, siempre funciona.

Al día siguiente anunciaron que Cregan y Joffrey ya habían entrado a la ciudad y Aegon estaba vibrando de felicidad. Ver a su primo y a su mejor amigo después de un año fue sin duda alguna algo que casi le hace llorar. Joffrey se burló porque ya casi todos eran más altos que Aegon, aquello le ganó una patada de parte de Lucerys que defendió a su hermano diciendo que “Aeg no es pequeño”. Cregan, por su parte, lo abrazó como siempre solía hacerlo, con fuerza y tomando su mano por unos segundos después de separarse. Aegon realmente odiaba que hasta Cregan era un poco más alto que él cuando era dos veranos menor.

—Aún seguirás creciendo mi niño, no debes preocuparte por eso—su madre le había sonreído cuando se quejó de aquello y besó su frente—, solo espera un par de años y verás que estarás aún más alto.

Sabía que era mentira, pero le creyó porque era su madre y su madre nunca miente.

Cosas muy extrañas pasaron durante los días anteriores a la celebración de Aegon. No harían algo tan grande porque su madre y su tía Laena estaban embarazadas así que sólo harían una cena para sus invitados y al día siguiente los niños podrían ir a navegar desde la ciudad hasta Driftmark con Lord Corlys y Laenor. Eso significaba que no había razón para que algo saliera mal, era tan sencillo como un día cualquiera, por eso Aegon se sorprendió al notar que habían cosas que realmente estaban mal. Empezando por la creciente animosidad entre sus amigos y Cerelle, era poco notable, pero él podía notarlo claramente porque conocía muy bien a sus amigos. Y terminando con que Lucerys le plantó la maraca en medio de la cara a Jason Lannister cuando el hombre intentó saludarlo.

Bueno, eso último fue muy gracioso, pero no se pudo reír porque su madre lo regañaría por semejante cosa.

También estaba el hecho de que Cregan estaba algo distante cuando siempre era el que más cerca estaba de Aegon. Aquello lo hizo sentir mal, como si hubiese cometido algún error y ahora estaba pagando ello, pero según él no había hecho algo malo. La última carta que le envió Cregan avisando que había partido de Winterfell fue idéntica a las demás así que el cambio repentino lo tenía incómodo. No podía evitar sentirse decepcionado cuando intentaba hablar con él y Cregan solo respondía con pocas palabras, y a veces no respondía para nada. Se sentía horrible, pero no podía comprender del todo el por qué se sentía de aquella forma. Seguramente solo era algo momentáneo y estarían bien, pero su pecho dolía cuando el de ojos grises evitaba su mirada.

—¿Estás bien cariño?—su madre se sentó a su lado en la cama.

—Si…no…no lo sé—murmuró apretando sus rodillas contra su pecho.

—¿Qué tienes? Hace días te veo algo decaído—una mano pasó por su cabello y él cerró los ojos.

—Cregan está extraño, no sé qué le pasa—murmuró bajando la cabeza—. Es mi mejor amigo, no me gusta sentir que está molesto conmigo.

Hubo una pausa antes de que su madre suspirara de forma pesada y lo abrazara. Estaba seguro que le había recordado a su amistad con Alicent y la forma en la que terminaron, pero no podía sentirse mal por ellas, no cuando se sentía tan mal por sí mismo.

—Estoy segura que no es nada, solo dale tiempo o trata de hablarlo con él, ¿está bien?—asintió escondiendo el rostro en el hombro de su madre. —Tienes buenos amigos, asegúrate de mantenerlos siempre.

Se quedó dormido en brazos de su madre esa noche, como si aún tuviera un verano y necesitase estar en sus brazos para dormir en paz. Esa noche soñó con los amigos que tuvo en su vida pasada y cuando despertó se sintió tan enfermo que tuvo que vomitar, cosa que causó un caos en la fortaleza porque de inmediato sus padres estaban a su lado con el maester que lo revisó hasta que delcaró que no tenía nada, pero aún así debía descansar y comer ligero. Sus abuelos lo visitaron segundos después que el hombre se fuera y su abuela le besó la frente prometiendo prepararle su té favorito. Sus amigos llegaron después acompañados de una de sus cuidadoras.

—¿Dónde está Lalia?—preguntó al no ver a la mujer por ningún lado.

Las mujeres compartieron miradas que no le gustaron para nada y un mal presentimiento se instaló en su pecho. Lalia lo había cuidado desde que nació, era la única que sabía hacer sus galletas favoritas, sabía cómo le gustaba comer cada cosa y cómo le gustaba hacer la mayoría de las cosas en su día a día, ella conocía todo de él. Al menos sobre toda esa vida.

—Príncipe, Lalia no se sentía muy bien por lo que solicitó ir con su familia unos días—le informó su segunda cuidadora favorita—. Estará de regreso en un par de días más.

Asintió como agradecimiento y aceptó la sopa que estaba puesta frente a él sobre la mesa. La sopa estaba rica y pudo comerla en silencio bajo la atenta mirada de sus amigos que estaban esperando a que terminase para llenarlo de preguntas sobre su estado de salud. Por ello estaba comiendo más lento de lo normal, pero ninguno dijo algo sobre eso. Apenas terminó de comer le llovieron las preguntas.

¿Cómo estás?

¿Comiste algo que no debiste?

¿Estás bien?

¿No quieres comer más?

Respondió todas las preguntas con calma y agradeció que su padre llegase a avisar que debía darse un baño. Cuando sus amigos se fueron tomó su baño rápido y se vistió lo más pronto posible para salir de la habitación. Estaba caminando por el pasillo en busca de sus amigos cuando se cruzó con una de las doncellas que cuidaban a los niños, la mujer estaba llorando en brazos de otra y apenas se dieron cuenta de su presencia se tensaron como si él no hubiese tenido que encontrarlas así. Le picaba la curiosidad por preguntar qué había pasado, pero no quería ser un entrometido por si era algo personal. Aunque después de cruzarse con tres muchachas más llorando comenzó a comprender que algo había pasado, que algo muy malo había pasado.

—¡Príncipe Aegon!—Ser Harwin lo llamó por el final de un pasillo. —Su madre solicita su presencia.

Fue extraño, su madre siempre iba por él ella misma. Sin decir nada lo siguió, sintiendo que el mal presentimiento en su pecho crecía a medida que se acercaba a los aposentos de su madre. Si eran malas noticias no quería escucharlas, tenía suficiente con lo que sea que esté pasando con Cregan. Las puertas fueron abiertas para él y tuvo que detenerse un momento para ver el panorama. Sus padres estaban ahí, luciendo preocupados, pero solo estaban ellos.

—¿Llamaste por mi?—preguntó avanzando hacía ellos.

—Aegon—su madre le sonrió, con una mano en su abultado vientre—, tu padre y yo queríamos hablar de algo contigo.

—¿Qué sucede?—frunció el entrecejo confundido.

—Sabes que Lalia no está en la fortaleza—comenzó su padre con un tono cuidadoso—, se fue con su familia por unos días.

—Me dijeron que regresará en unos días más—dijo como si el miedo no estuviese comiendoselo por dentro.

—Cariño, Lalia no va a regresar—su madre tomó sus manos con delicadeza—. No sabíamos cómo decirte, pero esta mañana llegó un mensaje de su hija y…

—Pero—su voz sonó pequeña, como si le costara hablar.

—Sé que la querías mucho mi niño, lo siento tanto.

Su padre se sentó en el espacio libre a su lado y lo abrazó mientras él trataba de entender la noticia. La última vez que vio a Lalia fue la mañana del día anterior cuando le llevó su desayuno favorito, la mujer le había sonreído y ayudado a comenzar su día con entusiasmo. Pensó que aquello era normal porque de vez en cuando lo hacía, pero ¿y si lo hizo para despedirse de él? Recuerda que había besado su mejilla como despedida antes de salir de la habitación para encontrar a sus amigos. Se despidió de ella para siempre sin saberlo.

Era la primera pérdida que había sufrido desde que llegó a esa vida y sirvió como recordatorio de que todo lo que estaba logrando se podía desmoronar como si nada. Su tía Laena podía morir en el parto, Harwin podía morir, todos podían morirse y él no podría hacer nada para detenerlo. Los sollozos sacudieron su cuerpo y su padre tuvo que sostenerlo con fuerza para que no se desmoronara por completo pero él se sentía horrible. Podía perderlos a todos otra vez en un abrir y cerrar de ojos. La idea de perder a su familia y sus amigos era sofocante, no le dejaba respirar, le hacía sentir que estaba por desmayarse. No ayudaba para nada que uno de sus amigos estuviese enojado con él.

Recordando el asunto con Cregan se soltó del agarre de su padre y corrió hacía la puerta, saliendo antes de que ellos pudieran reaccionar. Ni Criston pudo reaccionar cuando pasó corriendo a su lado. El hombre ni lo pensó dos veces, ya estaba acostumbrado a correr detrás del Príncipe, y Harwin rezó por él mentalmente al ver como corría siguiendo al adolescente que corría como si lo estuvieran siguiendo para asesinarlo. Aegon corrió por los pasillos y las escaleras sin detenerse hasta que encontró a sus amigos en el jardín, estaban esparcidos por todo el lugar buscando insectos con Helaena, pero sus ojos se enfocaron en Cregan que estaba de pie junto a Alan cerca de una fuente.

—¿Aegon?—Daeron fue el primero en verlo pues estaba más cerca.

Era realmente grosero no responderle, pero sus pies se movieron antes de que pudiera pensarlo y se encontró corriendo una vez más, solo que esta vez se detuvo cuando chocó con Cregan. El norteño se sorprendió por el abrazo repentino y casi cae al suelo cuando perdió el balance, pero por suerte Alan pudo jalarlo del brazo a tiempo. Todos los demás miraron con ojos curiosos como Aegon abrazaba a Cregan como si fuese su muñeco de Sunfyre.

—No estés enojado conmigo—murmuró el mayor contra su hombro—, no quiero perderte.

—¿Estás enojado con Aegon?—Alan lo miró alzando una ceja.

—¿Qué? No, claro que no—Cregan frunció el entrecejo. —¿Estás bien?

—Lalia ya no está.

—Oh.

Helaena, no muy lejos de ellos dejó que las flores en sus manos se deslizaran hacia el suelo y a su lado Aemond hizo una mueca bajando la mirada. Ambos habían sido cuidados parcialmente por la mujer y habían llegado a quererla, pero nadie les había avisado de lo sucedido. Ese día los niños armaron un ramo de flores y lo enviaron con unos guardias a la casa de Lalia ya que no los dejaban salir a todos, pero Aegon, Helaena y Aemond firmaron una carta avisando que esperaban poder verlos pronto.

Dos días después sus amigos abandonaron la ciudad y antes de irse Cregan tomó sus manos y le prometió que nunca se enojaría con él. Aegon se sintió como la peor persona del mundo porque sabía que Cregan no lo vería de esa forma si supiera sobre su vida pasada. Dos meses después nació Joffrey, aunque no iba a ser llamado Joffrey por lo que escuchó de sus padres, pero cuando por fin dejaron que viera a su hermano pidió ser quién escogiera el nombre.

—Joffrey—sentenció y todos lo miraron confundidos—. Tengo un primo y mejor amigo llamado Joffrey, y mi tío Joffrey, me hace falta un hermano con nombre Joffrey.

Sus padres compartieron una mirada llena de confusión ante su razón, pero cuando su abuelo Viserys dijo que era un buen nombre nadie pudo refutar. Hasta Alicent miró a su madre con confusión y Aegon lo tomó como una pequeña victoria, al menos no era una mirada de desprecio.

Se arrepintió de llamar a su hermano Joffrey cuando su primo se volvió insoportable por cartas. Quizás debió cambiarle el nombre después de todo.

Un mes después nació Aegon Targaryen, hijo de su tía Laena y Daemon. El niño nació sano y Aegon se sintió confundido porque entonces ¿su madre no tendría más hijos? ¿Aegon el menor ya no sería hijo de su madre? ¿No sería su hermano? El nacimiento del niño le causó muchas preguntas y no sabía si alguna tenía respuesta.

Quizás si tuvieran respuestas, pero solo el tiempo se las daría.

Chapter 30: HIELO Y FUEGO

Summary:

En donde el hielo y el fuego por fin se encuentran.

Chapter Text

Aegon realmente debió pensarlo bien antes de decidir pasar su preciada maraca de hermano a hermano. Ver el objeto pasar por las manos de sus hermanos era nostálgico, Jace ya había dejado de lado el juguete para que Lucerys y Visenya lo usarán cuando quisieran pues su atención ahora estaba en entrenar para convertirse en jinete de dragón. Aegon, Aemond, Helaena y Daeron iban con Jacaerys a esas clases, aunque el mayor solo iba para estar mimando a Sunfyre mientras sus tíos y su hermano aprendían sobre el vínculo que debían tener con sus dragones. De hecho fue durante una de esas clases, después que Aemond le ordenase a Stormfyre escupir fuego por primera vez, que Helaena reclamó a Dreamfyre. Había sido impresionante verla sobre la dragona una vez más y se sintió llorar cuando ella le sonrió desde la montura mientras los cuidadores le decían que tuviera cuidado. Jacaerys se había mostrado maravillado aquel día y en un susurro le dijo a su hermano que pensaba que Helaena era muy hermosa.

Aquel comentario le hizo pensar en que tal vez debía poner la idea de un matrimonio entre ellos en la cabeza de su abuelo, pero después vio a Jace y Baela juntos y ese plan quedó en el olvido.

Lucerys, por su parte, seguía amando la maraca que ahora compartía con su hermana. A Visenya le gustaba, más que nada, sacudirla para Joffrey que disfrutaba escuchar el sonido que hacía el objeto. Tanto gusto tenía su hermana por el objeto que decidió nombrar a su dragón Searax cuando Aegon le comentó que así solía llamar a su maraca cuando era un niño. De cierta forma se sintió conmovido porque sus tres hermanos tomaban muy en cuenta lo que él decía y para ellos su palabra era la definitiva. A veces se sentía mal por ello porque no lo merecía, no había sido una buena persona, pero la mayor parte del tiempo se sentía feliz de ser tan cercano a sus hermanos. Era difícil ignorar la culpa que sentía al comprar esa relación con la que tuvo en su vida pasada con sus otros hermanos, pero trataba de ahogarla pasando tiempo con ellos y manteniendo una buena relación de tíos y sobrino.

—Tiene una carta de Lady Cassandra mi Príncipe—el maestre le extendió el mensaje con una pequeña sonrisa.

—Muchas gracias—le regaló una sonrisa grande mientras lo tomaba.

El maestre se alejó de ellos tras saludar a los presentes y Aegon comenzó a abrir el mensaje para leerlo. Había estado esperando aquel mensaje desde hace dos semanas así que estaba más que feliz de poder leerlo. Hace apenas unas horas había enviado un cuervo a Sotomiel y recibido uno de Isla Zarpa, la gente sonreía siempre que lo veía con cartas en sus manos porque sabían que eran de sus amigos.

—Aegon—su madre lo llamó.

—¿Sí madre?—levantó la mirada para verla.

—¿Crees que puedas hacer eso después?—los ojos de su madre bajaron al mensaje. —Le prometiste a Lady Cerelle que la acompañarías a caminar por el jardín.

Cierto, por un segundo lo había olvidado. Nadie lo podía culpar por eso, siempre ponía a sus amigos por sobre todos los que no eran parte de su familia.

—Claro, ¿lo cuidas por mi?—estiró el papel hacía ella.

—Lo tendré bien guardado—le prometió.

Asintió satisfecho con aquello y sin más señaló la puerta con su brazo para que pudieran salir. Se despidió de su madre con un beso en la mejilla y de los demás con un pequeño asentimiento. Ser Criston iba con ellos, como siempre, así que no requerían que alguien más los acompañara, pero su tío Joffrey decidió unirse a su pequeño paseo. Fueron al jardín favorito de Aegon, el jardín con el que siempre soñaba cuando veía a su abuela Aemma, su refugio en esos años que no la había visto. Iban hablando de cosas triviales, sobre Sunfyre y Caníbal, sus clases, sus hermanos, sus tíos, y un poco de sus amigos. Aunque el último tema parecía ser un poco sensible pues la menor arrugó la nariz con desagrado cuando hablaron de ellos.

—¿Ha pensado en su futuro Príncipe?—la menor se detuvo para verlo mejor. —Quiero decir, está en la edad para casarse, sobre todo siendo el primogénito de la heredera.

Aegon se quedó congelado en su lugar. Había estado ignorando el tema de su propio matrimonio por razones que desconocía, sabía que debía casarse, pero era muy difícil verse casado con alguien en esa vida. Su matrimonio con Helaena en su vida pasada había sido miserable, más para ella que para él, y no pensaba pasar por eso una vez más. Casarse sin amor había sido la condena de todos pero ¿acaso había alguien que llegué a amarlo aún sabiendo la clase de monstruo que era? ¿Podía él llegar a amar a alguien?

El único amor que podía llegar a sentir aparte del amor familiar era el amor que sentía por sus amigos. Aliandra, Cassandra, Clement, Joffrey, Alan, Cregan, a ellos los amaba demasiado, eran sus mejores amigos. Pero cada vez que pensaba en el amor que debían tenerse las parejas casadas un escalofrío lo recorría de pies a cabeza y no porque no se sintiera merecedor, si no porque la persona que aparecía en su mente cuando pensaba en ello hacía que se sonrojara hasta las puntas de sus orejas y que su corazón se acelerara. Estaba seguro que estaba enfermando y que iba a morir pronto, era la conclusión más lógica que encontró a su dilema.

—Yo no…realmente no—miró su árbol favorito, aquel dónde había conocido a Jocelyn y Aemon en su sueño hace años—. Aunque supongo que es muy probable que me case con Baela o Helaena, son las candidatas más fuertes para un matrimonio, incluyendo a Rhaena.

—¿Qué hay de Lady Cassandra o…Lady Aliandra?

—Uh, no, ellas son como mis hermanas—la miró con el entrecejo fruncido—. Es como si me pidieran casarme con Visenya, sería normal, pero no lo haría.

—¿Consideraría casarse con alguien fuera de su familia?

Aegon sabía que estaba tratando de meterle en la cabeza la idea de un compromiso entre ellos, unir a los Lannister con los Targaryen, lograr lo que su padre no logró con la madre de Aegon. Casi ríe al pensar en lo que sus amigos dirán cuando les cuente, pero logró contenerse a tiempo. No quería ofenderla o hacerla sentir mal.

—Aún no lo he pensado bien, pero quizás.

Ella asintió y regresaron a hablar de cosas triviales, pero la pregunta no dejó de dar vueltas en su cabeza. Tenía catorce veranos, en su vida pasada ya estaba comprometido con Helaena a esa edad, pero en esa vida su tía Laena ya estaba muerta así que estaba bien que las cosas hubiesen cambiado. Al menos algunas porque ver a Aemond mirando a Cassandra con ojos brillantes realmente lo había sacado de balance, pero no esperaba menos cuando el menor casi siempre iba con él a Bastión de Tormentas o estaba presente cuando Cassandra visitaba. Era extraño, pero podía pasarlo, así como el aparente gusto de Jace por Baela y Helaena.

Lo que sí le sorprendió fue que Joffrey, su amigo, se comprometió con Nadia Royce. La noticia le había hecho levantar una ceja, pero no dijo nada aparte de un “felicidades” y esperó a que Aliandra y Cassandra conocieran a la joven para que les dieran su opinión. A ambas les cayó bien y, aunque el padre de ella odiaba a Aegon por ser un Targaryen, a él también le cayó bien. No iba a decirle que no a una nueva forma de molestar a Daemon. Y con el compromiso de Joffrey comenzaron a llover las preguntas de sus amigos sobre con quién iba a comprometerse, los únicos que no le preguntaban eran Cregan y Alan que parecían no querer tocar esos temas aún. El segundo porque era el más joven de los siete y el primero seguramente para darle privacidad a Aegon sobre eso.

—No debes apresurarte, seguramente madre no quiere ni pensar en comprometerte con alguien aún—le dijo Helaena una tarde mientras veían a Joffrey gatear por la habitación. —Además, el hielo aún no se encuentra con el fuego.

—¿Qué significa eso? Aliandra y Cassandra lo dicen mucho—la miró confundido y ella solo le sonrió.

—Oh, nada, es solo algo que hablamos las tres.

Comenzaba a arrepentirse de dejar que se hicieran amigas.

—Aeg—Joffrey lo llamó tirando de su pantalón.

Olvidó su conversación con Helaena para darle toda su atención a su hermano, y cuando Joffrey fue a tomar una siesta Visenya ocupó su lugar demandando que Aegon le diera atención. Amaba a sus hermanos pero estaba comenzando a pensar que los tenía muy mimados. Aunque ¿quién era él para juzgarlos cuando fue el más mimado de todos? Pero Daemon no podía saber que pensaba en sí mismo como un mimado. Hablando de Daemon…

—Bestia, tenemos entrenamiento en unos minutos, ¿por qué no estás listo?—el mayor lo miró como si fuese un insecto.

Aegon comenzaba a pensar que soñaba con las mil formas de torturarlo todos los días.

—Eh…el abuelo dijo que me necesitaba—mintió.

—¿En serio?—Daemon alzó una ceja. —Nadie me informó de eso, pero está bien, te llevaré con él.

—No será necesario, Ser Criston me llevará—miró al hombre que le regresó la mirada con algo de diversión en sus ojos, ya acostumbrado a eso.

—No, insisto, yo te llevaré.

Estaba a punto de patearlo y huir, algo que hacía mucho, pero corría el riesgo de ser atrapado. Por suerte Baela y Rhaena aparecieron a tiempo para salvarlo.

—¡Padre!—Rhaena se apresuró hacía su padre riendo. —¿Ya iremos a volar?

—Debo entrenar con Aegon, cariño, cuando termine las llevaré a volar—su voz se suavizó cuando le habló a su hija.

—¿Podemos ver el entrenamiento?—Baela se detuvo junto a Aegon.

—¡Aegon!—la voz de su padre lo sobresaltó.

¿Había hecho algo que mereciera un castigo? No, y si lo hubiese hecho su padre nunca lo castigaría, solo lo miraría con resignación y lo dejaría ir después de decirle que no lo volviera a hacer. Se giró a verlo y frunció el entrecejo al darse cuenta que se acercaba a él con pasos apresurados y su tío Joffrey casi corriendo detrás de él. Ya comenzaba a cuestionarse qué había hecho mal, pero en todo el día solo había estado en clases y volando así que no hizo nada mal. ¿Cierto?

—¿Padre?—dijo con duda, mirando a su tío que miraba la escena con diversión, seguramente esperando que lo castigaran.

—Ven conmigo, tu madre nos espera.

—¿Qué sucede?—comenzó a preocuparse entonces, la última vez que lo miraron así fue cuando le avisaron que Lalia ya no estaba con ellos.

Su padre no le dijo nada, solo tomó su mano y lo guió lejos de su tío y sus primas. Su corazón se apretó, algo estaba mal, podía sentirlo en todo su ser. No dijo nada tampoco, solo siguió a su padre a los aposentos de ¿su abuelo? ¿No iban a ver a su madre? ¿Por qué estaban ahí? Dentro de la habitación estaban su abuelo, su madre, y Lord Lyonel, los tres lo miraron al entrar y Aegon notó la tristeza en sus ojos.

—¿Madre?

—Aegon cariño, ven, tenemos que…

—¿Qué pasa?—la interrumpió con desesperación—¿Pasó algo malo?

Su padre lo soltó para tomarlo por los hombros y bloquear su vista de los demás.

—Llegó una carta del Norte, escrita por Lord Benjen.

—¿El tío de Cregan?—el terror le cortó la respiración—¿Le pasó algo a Cregan?

—No, Aegon, Cregan esta…es su padre.

Sus ojos se abrieron con sorpresa y todos contuvieron la respiración esperando por la reacción que tendría ante la noticia. ¿Pero cuál sería su reacción si no corriera hacía la fosa para treparse en Caníbal y volar al Norte para estar con Cregan? Sin cuidado se soltó del agarre de su padre y corrió fuera de la habitación dejándolos atrás. Sentía ganas de vomitar, no podía ni imaginar el dolor por el que Cregan debe estar pasando porque tan solo pensar en perder a su padre le hacía querer lanzarse al mar desde el lomo de Caníbal.

Nadie lo detuvo en su camino, ya acostumbrados a verlo correr por toda la fortaleza sin cuidado. Esa vez no escuchó a Ser Criston siguiéndolo así que asumió que se había quedado atrás por petición de sus padres. Como siempre sus dragones estaban afuera así que solo tuvo que subirse al lomo de Caníbal y ordenarle alzar el vuelo. Su corazón estaba acelerado, doliendo por su amigo que estaba sufriendo en ese momento. Fue realmente cruel porque Cregan perdió a toda su familia, su madre, su hermano, y ahora su padre, pero suponía que no podía cambiar todo. Y no había sido el único de sus amigos en perder a alguien. Alan había perdido a su padre, Aliandra a su madre cuando aún era una niña, y Cassandra también había perdido a su madre hace años atrás, pero ellos seguían teniendo a sus otros padres con ellos. Cregan acababa de perder al único padre que le quedaba.

Voló sin descanso todo el día y la mayor parte de la noche, alcanzó Winterfell cuando la luna estaba en el punto más alto del cielo, iluminando el lugar dónde aterrizó con Caníbal y Sunfyre. No esperó nada para bajar de la silla y en ese momento lamentó no haber llevado un abrigo con él. En la noche se sentía aún más el frío y estar sin abrigo era literalmente una sentencia de muerte. Se conocía el camino hacía la fortaleza de los Stark aún sin las antorchas en el camino encendidas así que comenzó a descender la colina. Cuando iba por la mitad dos guardias de los Stark aparecieron con antorchas y un caballo extra para él.

—Bienvenido de regreso Príncipe.

Uno de los guardias le prestó su abrigo y terminaron de descender la colina juntos. Al llegar a la fortaleza el tío de Cregan lo estaba esperando con sus hijos pero Cregan no estaba por ningún lado.

—Príncipe Aegon, quisiera decir que no lo esperábamos, pero no pensé que fuese a tardar mucho en llegar una vez recibiera la noticia.

—Lord Benjen—saludó con una sonrisa forzada—, pensé que llegaría cuando el sol estuviese saliendo, supongo que Caníbal voló más rápido esta vez.

—Supongo que está cansado, no tenemos una habitación preparada en estos momentos pero puedo pedir que arreglen una—por fin se movió para dejarlo pasar y Aegon se quitó el abrigo que tenía sobre sus hombros para regresarlo a su dueño.

—No se preocupe, quisiera ver a Cregan—el hombre asintió—. Disculpen la interrupción a su descanso.

—No es problema, Príncipe.

Benjen Stark lo acompañó hasta la puerta de la habitación de Cregan y ahí se despidió de él. Aegon ingresó en silencio, no queriendo molestar a Cregan, pero cuando se asomó encontró al pelinegro sentado en la cama mirando hacía la ventana. Con el sonido de la puerta siendo abierta Cregan giró la cabeza para mirarlo y él le sonrió levemente antes de cerrar la puerta.

—Pensé que estarías dormido—murmuró avanzando hacía la cama.

—Escuché a Sunfyre chillar—movió las sábanas de la cama invitandolo a subir—. No estás abrigado, hace frío.

—Siento haberte despertado—se disculpó quitando sus guantes—. No está tan frío—mintió. —¿Cómo estás?

—No me despertaste, ya estaba despierto, sabía que llegarías hoy así que estaba esperando por ti—confesó apartando la mirada con las mejillas rojas.

—No debiste hacerlo, debes dormir—lo regañó mientras se quitaba los zapatos—, no era seguro que llegará hoy.

—Pero yo sabía que lo harías—volvió a mirarlo cuando se trepó en la cama.

—No respondiste mi pregunta—le recordó cuando se cubrió con las sábanas. —¿Cómo estás?

—Estoy…no lo sé.

Se acostaron en silencio por varios minutos y Aegon tomó la mano de Cregan bajo las sábanas, mirándolo con simpatía. Cregan se veía tan triste que tenía ganas de abrazarlo hasta que se sintiera mejor. Pero solo se quedaron en silencio con sus manos unidas.

—Si quieres llorar puedes hacerlo—susurró Aegon al fin.

—Ya lloré lo suficiente—estaba seguro que lloró solo en su habitación sin que nadie lo viera u escuchase.

—Cregan…

—Estoy bien—lo interrumpió.

Aegon apretó los labios pero no dijo nada más, solo se movió más cerca con intenciones de abrazarlo, pero Cregan se giró hacía él en ese momento y se encontraron cara a cara de repente. Los ojos grises de Cregan se veían oscuros gracias a la poca luz que les brindaban la luna y el fuego en la chimenea y no se despegaron de los suyos en ningún momento desde que se encontraron. Su estómago dio un vuelco, la respiración y el corazón se aceleraron, y sintió el calor subir a sus mejillas. La mano libre de Cregan subió hasta llegar a su mejilla y la acarició con un roce que le hizo contener la respiración.

—Aegon—lo llamó en un susurro—, eres realmente hermoso, ¿lo sabes?

Las palabras se atoraron en su garganta y le fue imposible reaccionar de otra forma que no fuese la impulsiva. Sin más se inclinó hacía adelante y dejó que sus labios chocaran con los de Cregan. Fue un beso torpe, el primer beso de ambos, al menos en esa vida para Aegon, pero los sentimientos estuvieron presentes en el. Se alejaron sorprendidos, con los ojos bien abiertos y las mejillas completamente rojas. Aegon abrió la boca para decir algo pero no le salió nada. No sabía si sentirse avergonzado o no, solo sabía que no se arrepentía de haberlo hecho.

—Deberíamos dormir—susurró soltando la mano de Cregan.

—Si…—el pelinegro lo miró por varios segundos. —Buenas noches, Aegon.

—Buenas noches, Cregan.

Ninguno de los dos pudo dormir esa noche, Aegon estaba pasando por una crisis muy grande como para pensar en dormir. No podía dejar de pensar en lo que había hecho, se comenzó a sentir mal cuando sintió a Cregan moverse por décima vez. Era dos años más grande que Cregan, pero estaba viviendo su segunda vida, eso quería decir que tenía toda una vida de diferencia. Sin contar que en esa vida pasada Cregan realmente había deseado asesinarlo en nombre de Rhaenyra. El recordatorio le revolvió el estómago y no de la forma en la que el beso lo hizo. Sentía que se estaba aprovechando de Cregan y no podía hacerle eso. Debía disculparse y nunca volver a hacerlo.

Cuando el sol salió al día siguiente ninguno de los dos dijo algo, solamente siguieron con su día como si nada hubiese pasado. Aegon fue a visitar a sus dragones, recibió a su padre cuando apareció después del desayuno y lo ayudó a instalarse en una de las habitaciones de invitados de los Stark. No vio a Cregan hasta la tarde, cuando decidió ir al bosque para despejar su mente y tratar de olvidar lo que había hecho e ignorar los sentimientos que comenzaban a tener sentido para él. No podía hacerle caso a su corazón, no era lo correcto, tenía responsabilidades y expectativas que debía cumplir, no podía simplemente dejar todo porque si lo hacía no solo se estaría perjudicando a sí mismo. No iba a perjudicar a su familia, mucho menos a Cregan.

—¿Me estás evitando?—la voz de Cregan lo hizo saltar en su lugar.

—No, no lo hago, simplemente estuve con mi padre—se excusó negándose a verlo.

—Es una excusa—Aegon podía escucharlo poner los ojos en blanco—. Debemos hablar de lo que pasó.

—No fue nada, me disculpo por eso, yo…

—¿No fue nada para ti?—lo interrumpió, avanzando hacía él con pasos pesados. —Mírame a los ojos y dime que no fue nada.

Era realmente injusto que aún cuando era dos años menor Cregan ya era de la misma estatura que él porque eso significaba que sería más alto. No era el momento de quejarse de eso, pero era mejor que enfrentar la realidad, cosa que era difícil cuando Cregan lo tenía agarrado del brazo y no lo dejaba huir como hacía siempre.

—Dilo Aegon, dime que no fue nada—insistió con los dientes apretados, claramente molesto.

—¿Por qué?—frunció el entrecejo—¿Para que me juzgues como lo harán todos si se enteran?

La expresión de dolor que apareció en el rostro de Cregan le hizo sentir mal y quiso disculparse, pero la disculpa murió en su boca cuando los labios del pelinegro chocaron con los suyos una segunda vez. El beso, una vez más, fue torpe, pero ninguno de los dos se quejaba y Aegon tomó el control del beso rápidamente, poniendo en uso su experiencia. Se separaron cuando el aire les faltó y ambos tenían las mejillas rojas, Aegon más que nada.

—Tu…

—Pensé que era muy obvio, al menos lo fue para los demás y para mi padre.

Claro que todos se darían cuenta antes que él. Los sentimientos románticos no eran una prioridad en su vida, nunca lo fueron, ni en esa ni en la pasada, era algo que nunca tuvo y nunca pensó tener. Pero ahí estaba, de pie en medio del bosque con Cregan que lo miraba como si Aegon fuese la persona más hermosa del reino. Su mente comenzó a gritar y los recuerdos de su vida pasada, todo lo que hizo, le hicieron alejarse. Cuando se alejó su corazón dolió porque las pequeñas acciones de Cregan, y las suyas, comenzaron a tener sentido.

¿De tanto huir de las relaciones con mujeres había acabado interesándose en los hombres?

—Tenemos responsabilidades, no podemos…

—No voy a dejarte ir si tu te sientes igual, Aegon, no importa si debemos huir a Essos, lo haré por ti.

La determinación en los ojos de Cregan debió asustarlo, pero en lugar de eso le hizo sonreír porque su corazón había ganado la batalla contra su cerebro en ese momento y no existía nada más que ellos dos en medio de ese bosque. El Aegon del futuro se preocupará por el compromiso y los hijos, el Aegon del presente quería saber lo que era ser amado por alguien.

Chapter 31: MATRIMONIO DE ORO

Summary:

En donde las conversaciones de compromisos llegan al límite y Aegon debe tomar una desición.

Notes:

Disculpen la tardanza pero comencé a trabajar y se me hace difícil poder escribir, sobre todo por la univeridad.

Chapter Text

Después de aquella confesión Aegon sentía que estaba entre las nubes. Pasaba todo su día junto a Cregan, paseando por el bosque, el pueblo, o simplemente se quedaban sentados frente al fuego en la sala principal de la fortaleza jugando o hablando de cualquier cosa. Pero sin duda alguna sus momentos favoritos eran las noches, cuando podía dormir abrazado de Cregan sin que nadie le dijera algo. Antes dormían tomados de las manos bajo las sábanas o muy cerca el uno del otro, pero ahora Aegon no podía dormir sin ocultar su rostro en el cuello de Cregan, o sin sentir los brazos del pelinegro abrazandolo. Para Aegon despertar junto a Cregan era lo mismo que la palabra perfección. Siempre era el último en despertar y lo hacía de a poco sintiendo como el pelinegro le acariciaba el cabello o dejaba besos en su cabeza.

Si alguien le hubiese dicho que iba terminar convirtiéndose en un romántico con tan solo una semana de haber notado sus sentimientos se hubiera reído en su cara porque nunca pensó que llegaría ese momento. Ahora podía entender a las mujeres con las que solía acostarse antes y le hablaban de amor, de lo que ellas alguna vez quisieron en sus vidas y eso de lo que él se burló tantas veces. Estaba seguro que ellas se reirían de él ahora si lo vieran metido bajo las pieles y las sábanas en su cama, mirando con ojos brillantes como Cregan acomodaba la mesa para que pudieran comer algo.

Ah, realmente estaba enamorado.

Aquel pensamiento hizo que sus mejillas se calentaran. Dioses, quién lo diría. Aegon enamorado. Él que se la pasaba metido en burdeles haciendo cosas que no debía, que nunca recibió ni siquiera el amor de su familia, que nunca supo el significado de la palabra amar. Pero estaba viviendo su segunda vida, ahora tenía el amor de su familia, sus amigos, el amor de su ¿novio? ¿Eran novios? Había pasado casi un mes ya desde que se confesaron en el bosque y aún no habían hablado de eso. La verdad le aterraba preguntar así que cada vez que tenía el tema en la punta de la lengua se lo tragaba y no volvía a pensar en ello por un tiempo.

—¿Estás bien?—la voz de Cregan lo sacó de sus pensamientos. El pelinegro lo miraba desde la mesa.

—Si, estoy bien—respondió sentándose en la cama, ya era hora de levantarse por completo.

—Joffrey y Clement llegarán en unos momentos pero si quieres puedes quedarte a seguir durmiendo—le ofreció abriendo una silla para él.

—No hay problema, debo ver que Caníbal y Sunfyre estén bien—le sonrió en agradecimiento antes de sentarse.

—¿Irás a volar?—asintió en respuesta tomando un pedazo de pan.

—Puedes venir conmigo, Caníbal y Sunfyre ya te conocen así que no te harán daño—duda eso de Caníbal pero todos debían creer que confiaba en el dragón.

—Claro…aunque solo aceptaré si es con Sunfyre.

Aegon puso los ojos en blanco. Claro, todos siempre dudaban de Caníbal, nunca le creían cuando decía que ya había cambiado. Si, aún era algo agresivo, pero estaba más controlado que antes. Ya no trata de comerse otros dragones y solo intenta comerse a las personas una vez al mes. ¡Era un gran progreso! No era justo que siguieran dudando de él cuando se esforzaba.

—Mejor no, no llevaré a volar a nadie que discrimine mis dragones—murmuró metiendo un pedazo de pan a su boca.

Cregan lo miró tratando de descifrar si estaba hablando en serio o no, después de unos segundos trató de contener su risa porque era chistoso ver a Aegon fingiendo que estaba ofendido.

—¿Y te atreves a reírte?—Aegon lo miró mal. —Ush, que mal novio eres, mejor hubiera ido a desayunar con mi padre.

La risa de Cregan se detuvo de forma abrupta al escucharlo. Sus mejillas se sonrojaron y sus ojos se fijaron en Aegon que miraba hacía otro lado fingiendo indignación. Al notar el silencio Aegon lo miró, encontrándo directamente los ojos grises de Cregan que lo miraban con atención.

—¿Qué…?

—Tu…dilo de nuevo—Cregan lo interrumpió.

—¿Ah?—Aegon lo miró confundido, ¿había dicho algo mal? No sería la primera vez que ofende a alguien por decir algo sin pensarlo.

Aún recuerda cuando a los cinco le dijo a una señora que su perro estaba feo y su madre tuvo que regañarlo para mantener las apariencias. O la vez que le dijo a Aemond que era peor que un títere dejándose manipular y se ganó un libro en la cabeza. Y ni hablar de la vez que le dijo a Helaena que su vestido verde estaba feo y que no le quedaba bien, ese día casi lo arrastra por toda la fortaleza del cabello y solo su padre pudo salvarlo.

—Lo que dijiste—insistió Cregan—, repitelo.

—¿Que debí ir a desayunar con mi padre?—dijo con algo de duda.

—Lo otro.

¿Lo otro?

Cuando su cerebro captó lo que había dicho se sonrojó hasta la punta de las orejas y se encogió en su silla. Maldición, debía pedirle a los dioses que controlaran lo que salía de su boca.

—Yo…—apartó la mirada huyendo de los ojos grises que no dejaban de verlo. —Si lo somos, ¿no?

Hubo una pausa que lo llenó de ansiedad. ¿Y si decía que no? Le había entregado su corazón a Cregan aquella tarde en el bosque y lo seguía haciendo cada día que pasaban juntos. Sabía que eventualmente su padre y él tendrían que regresar a casa, ya habían estado en Winterfell por casi un mes, pero se iría dejando su corazón a Cregan. Porque lo amaba, era la primera persona a la que amaba realmente, y solo confiaba en que él nunca le haría daño.

—Si—respondió después de unos segundos—, lo somos desde esa tarde, ¿no?

Volvió a mirarlo y asintió al encontrarse con sus ojos. Si, claro que si, su corazón le pertenecía a Cregan desde aquella tarde así que estaba bien.

Se encontraron con Laenor y Benjen en la puerta principal de la fortaleza, ambos hombres los despidieron cuando avisaron que irían con los dragones y no se ofrecieron a acompañarlos porque Laenor confiaba en Aegon y Benjen realmente no se preocupaba tanto por Cregan. Cuando alcanzaron a los dragones Sunfyre no estaba, solo estaban Caníbal y Seasmoke, pero Aegon sabía que aparecería apenas alzaran el vuelo. Caníbal los dejó subirse a la montura sin problema, aunque Aegon tuvo que arrastrar a Cregan para que se subiera, y alzaron el vuelo en poco tiempo. Apenas habían dejado la tierra cuando Sunfyre apareció de entre las nubes chillando con felicidad. Aegon sonrió viendo como daba vueltas antes de volar a su lado con calma.

No volaron por mucho tiempo porque Aegon sabía que a pesar de haberlo hecho muchas veces nadie sin la sangre del dragón se acostumbraba a eso realmente. A menos que sea Joffrey con su amor por las alturas. Regresaron a tierra sanos y salvos, más o menos. Aegon arrugó la nariz al ver como Cregan regresaba la mayor parte de su desayuno detrás de un árbol. Antes de irse pudo ver a Sunfyre acurrucarse bajo el ala de Caníbal que lo rodeó con su cuerpo. El dragón dorado ya no era tan pequeño como antes y era más difícil para él meterse bajo el ala del dragón negro, pero no parecía importarle en lo más minimo. Descendieron la colina juntos y cuando llegaron al final se encontraron con los primos de Cregan que les avisaron de la llegada de sus amigos.

Clement y Joffrey estaban en la sala principal de la fortaleza, el primero con tres cartas en sus manos que entregó a Cregan luego de darle sus condolencias por la muerte de su padre. Las cartas eran de sus amigos que no podrían viajar al Norte en un tiempo, aunque Aliandra aseguró que iría a visitarlo pronto con Alan y Cassandra lo invitó a Bastión de Tormentas.

—Así que…—comenzó Clement mirando entre Aegon y Cregan—¿Ya pasó?

—¿Qué pasó?—Aegon lo miró confundido.

—Si—Cregan respondió como si nada.

—¡Al fin!—Joffrey exclamó pasando un brazo por los hombros de Aegon. —Dime, querido primo, ¿qué se siente tener pareja?

Aegon de verdad debí comenzar a prestar más atención a ciertas cosas.

—Dime tu, tu eres el que está comprometido—puso los ojos en blanco.

—De verdad me sorprende que haya pasado algo, pensé que se iban a morir sin confesarse—añadió Clement.

—Yo también lo pensé—el entrecejo de Aegon se frunció y le pegó a Cregan en el hombro al escuchar su respuesta.

—Me has ofendido dos veces hoy, ya no me hables por el resto del día—se cruzó de brazos, ofendido , y miró hacía otro lado.

Clement y Joffrey no se aguantaron la risa, disfrutando del show de Aegon fingiendo estar ofendido. Al menos hasta que terminaron siendo golpeados por Aegon y comenzaron una pequeña guerra que los llevó a correr por toda la fortaleza.

Dejaron Winterfell tres días después de la llegada de sus amigos. Aegon se despidió de Cregan con un beso en su habitación, pero afuera se abrazaron antes de que el mayor se trepara en la montura de Sunfyre. Los tres dragones abandonaron el Norte y volaron sin descanso para llegar lo antes posible a Desembarco del Rey. Cuando se encontraba de regreso fue que Aegon se puso a pensar en sus hermanos realmente y llegó a la conclusión de que los extrañaba demasiado. No podía esperar cargar a Joffrey y abrazar a sus hermanos. Claro que ser atacado por tres niños ni bien puso un pie en la fortaleza no es muy agradable pero no se quejó.

Escuchó su nombre ser repito muchas veces, sus tres hermanos felices de verlo de regreso y él les sonrió de regreso como saludo, tratando de moverse para poder entrar. Estaba cansado por el viaje y quería dormir, pero pasó a saludar a su madre y a Joffrey antes de quedarse dormido en el sofá. Mientras dormía fue cambiado de lugar por su padre que tuvo compasión al ver la posición incómoda en la que estaba dormido. Cuando despertó al día siguiente retomó su lugar como copero de su abuelo que se veía feliz de tenerlo a su lado una vez más. Aunque Visenya se pegó de él apenas vio que se iba por la mañana y no quiso soltarlo hasta que la invitó a ir con él.

—Debemos guardar silencio durante las reuniones, solo estaremos para ayudar al abuelo—le dijo fuera de las puertas de la sala del concejo—, y si te piden que salgas debes hacerlo sin protestas, ¿entiendes?

—Bien—la niña asintió con una sonrisa.

Aegon sabía que al segundo de que le pidieran salir iba a protestar pero no le dijo nada más. Tomó la mano de su hermana y entró con ella a la sala dónde ya se encontraban todos hablando de algo que él no entendía pero que seguro le explicaría su abuelo después. Visenya, siendo la dulce niña que era, fue hacia su abuelo y lo saludó con un beso en la mejilla antes de sentarse en sus piernas. Aegon, por su parte, fue por la jarra de vino antes de saludar a su abuelo. Fue de puesto en puesto, comenzando por su abuelo y siguiendo a su izquierda. Alicent le agradeció con una sonrisa forzada y él se la regresó, aún no sabía del todo cómo tratarla así que la trataba de la misma forma en la que ella lo trataba a él. Tenso y con un toque de falsedad.

Terminó con la Mano del Rey y tomó su lugar junto a la mesita a esperar que alguno terminase de tomar su vino. Era algo aburrido estar en las reuniones pero aprendía algo nuevo cada día así que se esforzaba para prestar atención. Como siempre, desde que era un bebé, los comentarios llenos de insultos ocultos lanzados entre su madre y la Reina no faltaron, muchos de ellos le hicieron poner los ojos en blanco. Comentarios de la Reina, claro, él nunca pondría los ojos en blanco cuando su madre dice algo porque ella siempre habla con la verdad.

—Creo que debemos hablar sobre otros asuntos, Majestad—el maestre habló mirando a su madre y después a él—. ¿Debería el Príncipe estar presente, Princesa?

Su madre giró la cabeza para mirarlo y pareció pensarlo por varios segundos, Aegon podía ver la duda en sus ojos, pero finalmente asintió.

—Visenya cariño, Ser Arryk te llevará con tus hermanos—le dijo a su hija que hizo un puchero pero no protestó.

La niña se despidió de Aegon con la mano antes de correr hacía el capa blanca que la esperaba cerca de la puerta. Una vez que Visenya desapareció Aegon se sintió tenso porque de repente todos lo miraban a él. El único que no lo miraba era su abuelo que prefirió quedarse viendo la mesa frente a él.

—Han llegado muchas propuestas de matrimonio para el Príncipe—comenzó el maestre llamando la atención de todos. Aegon apretó sus manos porque llegó el momento. —El Príncipe Aegon está en edad de tener un compromiso e incluso de contraer matrimonio.

Sus ojos fueron a su madre que ya no lo miraba. Rhaenyra tenía la mirada puesta en la mesa, estaba claro que estaba escuchando, pero su mente estaba buscando una solución porque sabía que su hijo no aceptaría casarse con nadie en esos momentos. Su madre lo conocía mejor que nadie.

—El Príncipe Aegon ha demostrado ser muy amigo de la heredera de Dorne, quizás con un compromiso podremos mantener la paz con Dorne de forma legal—añadió Lyonel Strong.

—Son amigos, Lord Lyonel, mi hijo no aceptará este compromiso—Rhaenyra respondió de inmediato sin levantar la mirada—. Sin contar con que mucho menos lo harán los Martell, el Príncipe Qoren apoya la amistad de su hija con mi hijo porque sabe que no es con intenciones políticas.

—El Príncipe es el próximo heredero al trono, sacrificios deben ser hechos—opinó Alicent.

—Este sacrificio podría costarle la paz al reino—contraatacó Rhaenyra levantando la mirada—. Si proponemos un matrimonio el Príncipe Qoren dejará de apoyar la amistad que tienen y la paz frágil que existe se perderá por completo.

—La Princesa tiene razón—Lord Beesbury la apoyó con un asentimiento—, Sotomiel mantiene buena relación con Dorne por la amistad de mi nieto con la joven Aliandra y el hecho de que el Príncipe Qoren valore la amistad de su hija.

—¿Qué hay de Lady Cassandra?—Tyland añadió al notar que ese camino no llegaría a nada—¿O, me atrevo a preguntar, mi sobrina Lady Cerelle?

—Lady Cassandra y Aegon no se ven como más que primos, además puedo decir que tenía pensado otro matrimonio con Lady Cassandra—su madre lo miró y él supo enseguida a lo que se refería. —Sobre su sobrina, estoy segura que es una buena muchacha, pero mi hijo no será comprometido aún.

—¿Entonces cuándo, Princesa?—Alicent intervino una vez más. —El Príncipe tiene la edad adecuada.

—Cuando yo decida que es el momento correcto—su madre se levantó sin dejar de mirar a la mujer de verde—. Aegon es mi heredero, solo yo tengo el poder de aceptar o rechazar las propuestas de matrimonio y por el momento escojo rechazarlas.

Hubo un silencio pesado que nadie se atrevió a romper. Ni siquiera su abuelo se atrevió a tratar de mediar en la conversación. Aegon se removió incómodo en su lugar, escuchar cómo hablaban de su futuro sin consultarle era una de las experiencias más incómodas del mundo, por lo menos en su vida pasada no lo discutieron frente a él. Cuando notó que, realmente, nadie diría algo se atrevió a avanzar hacía la mesa con pasos suaves. Todos lo miraron entonces y sintió ganas de esconderse, odiaba que lo mirasen de aquella forma.

—Gracias, madre—dijo con una pequeña sonrisa—. Creo que este asunto debe ser discutido solo con la familia—sus ojos pasaron por todos los presentes. —Solo mis padres y mi abuelo pueden escoger con quién comprometerme, y solo yo puedo aceptarlo.

Nadie dijo nada y él miró como su abuelo, su madre, y el maestre sonreían viendolo con orgullo. Un minuto pasó y su abuelo decidió que era momento de terminar. Apenas el Rey se puso de pie todos lo hicieron.

—Terminamos entonces—el hombre se movió para salir—. Aegon, ven conmigo.

Se despidió de su madre con un asentimiento y una sonrisa mientras seguía a su abuelo fuera de la sala. Caminaron en silencio por los pasillos, pasando la sala del trono y los jardines, así que Aegon asumió que irían a los aposentos de su abuelo. A mitad del pasillo que llevaba a los aposentos del Rey su abuelo se detuvo y se giró para mirarlo. Aegon lo miró con los ojos bien abiertos, esperando a que le dijera qué quería hablar con él. Los capas blancas se alejaron un poco para darles privacidad y Aegon comenzó a sentirse tenso. ¿Había pasado algo?

—¿Has pensado en eso?—preguntó después de pensarlo bien.

—¿En qué?—frunció el entrecejo.

—En el matrimonio.

Bajó la mirada para ver sus zapatos. Si, había pensado en eso, pero nunca en la persona con la que se casaría. La persona por la que tendría que dejar a Cregan en algún momento. Aquello le dolió y tuvo que juntar sus manos para no tocar su pecho cuando su corazón se contrajo.

—Si—confesó—, pero no es…yo no…

—¿No has encontrado a la persona?—negó con la cabeza, aún sin levantar la mirada—¿Qué hay de Helaena?

Aquello hizo que levantara la mirada. Su abuelo tenía el rostro serio, mostrando que él sí había pensado en eso. Pero también se veía como si estuviera un poco desesperado.

—Alicent desea casar a Helaena con Aemond—le contó cuando no fue capaz de responder—, ninguno de los dos está muy feliz con eso.

—Aemond lo haría por deber y Helaena…ella sufriría—susurró lo último.

—Sé que tú tampoco ves a Helaena de esa forma, pero son cercanos y podrían hacerlo funcionar—si aceptaba tendría más tiempo—. Helaena es feliz con…

—Lo pensaré—lo interrumpió—, hablaré con ella y lo pensaré.

No dejó que su abuelo respondiera, simplemente corrió de regreso por el pasillo. Detrás de él, Criston corrió para alcanzarlo, y su abuelo los miró irse con una pequeña sonrisa en el rostro. Aegon tenía una sonrisa enorme en el rostro, aquel era un buen plan. Si se comprometía con Helaena tendría más tiempo de pensar en qué hacer, ya no tendría el peso de estar sin compromiso sobre él, podría estar más tiempo con Cregan. Aquello hizo que pisara mal y juró que vio el fin de su vida cuando perdió el balance en la escalera. Gracias a los dioses Ser Criston lo había alcanzado y pudo agarrarlo por el brazo para evitar que cayera.

—Tenga cuidado, Príncipe—le dijo cuando pudo estabilizarlo.

—¿Intentando huir del matrimonio sobrino?—la voz de su tío Joffrey le hizo mirar al final de las escaleras.

—Gracias Criston—le agradeció volviendo a mirarlo—. Y no, tío, solo fue un mal cálculo en mis pasos.

—Claro, ten más cuidado al correr, harás que a Ser Criston le deje de funcionar el corazón—dijo con un toque de burla.

—Ya estoy más que acostumbrado a las andanzas del Príncipe—Criston miró al adolescente que hizo un puchero.

Si, más de una vez terminó en el suelo por andar corriendo, pero no era motivo para que lo tratasen como si fuese un niño sin control. Si lo era pero nunca lo admitiría.

—Iré por Helaena, pueden quejarse de mi solos—continuó descendiendo las escaleras, con cuidado, fingiendo indignación.

Tanto Criston como Joffrey lo siguieron mientras hablaban de cosas que había escuchado por ahí. Hablaban más del aparente regreso de la triarquía que otra cosa, pero él no les prestó mucha atención. Encontraron a Helaena en el jardín buscando insectos con una doncella. Cuando la mujer los vió acercarse se levantó para recibirlo con una reverencia. Helaena lo miró desde el suelo, con las manos y el vestido llenos de tierra, y él le sonrió como saludo.

—Dejanos por favor—le pidió a la mujer.

—¿Sucedió algo?—preguntó Helaena cuando vio como la mujer se alejaba.

—Necesitamos hablar de algo importante—Aegon se arrodillo a su lado—. ¿Es cierto que piensan comprometerte con Aemond?

—Madre lo quiere así—se encogió de hombros regresando la mirada al suelo—, padre dijo que intervendría.

—Me lo contó—le dijo viendo como movía piedras—, dijo que no lo querías.

—Aemond tampoco lo quiere pero lo hará si madre se lo pide—dejó la piedra en su lugar y lo miró—. Madre Nyra dijo que nos ayudaría.

—El abuelo quiere que nos comprometamos—le soltó antes de arrepentirse—, creo que deberíamos hacerlo.

—Claro, no hay problema—se encogió de hombros una vez más y se levantó—. Así puedes estar con Cregan .

Aegon abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera decir algo comprendió lo que Helaena le dijo y sus mejillas se tornaron de un rojo leve.

—Tu…lo sabías—levantó la mirada para verla.

—Mmh, todos lo sabíamos—dijo como si fuese lo más normal—. Bueno, tú no lo sabías, pero nunca te das cuenta de las cosas.

Aegon la miró ofendido y ella dejó salir una risa suave que le hizo sonreír. Quizás casarse con Helaena no sería una mala opción en esa vida. Además ella sabía sobre su relación con Cregan. Todo estaría bien. Eran amigos, familia, ahora no había rencores entre ellos.

—Pero si sabes de Aemond y Cassandra, ¿no?

—Quién no sabe sobre eso—Aegon puso los ojos en blanco—, hasta madre lo notó.

Ambos se rieron. Si, estaba tomando la decisión correcta. Se comprometería con Helaena y ambos podían posponer el matrimonio lo más que quisieran con el apoyo de su madre. Todo estaría bien.

Chapter 32: TORMENTA DE FUEGO

Summary:

En donde son atacados y Aegon piensa en sus hijos.

Notes:

Capitulo parcialmente inspirado por b&c.

Chapter Text

Bastión de Tormentas estaba lleno de personas y Aegon estaba ahí en medio de ellos. Hacía frío por la tormenta que azotaba la fortaleza pero ni el frío le hizo reaccionar. A su lado estaba Casandra, sosteniendo su mano, ambos brindando apoyo el uno al otro en ese momento tan difícil. Ninguno de sus amigos estaba con ellos. Aliandra estaba en el Norte visitando a Cregan con Alan y Joffrey estaba en Isla Zarpa. Por el momento solo eran ellos, aunque todos habían enviado cartas para expresar lo mucho que sentían lo que estaba pasando. Y, al menos, Aemond y Helaena estaban ahí, quizás no junto a ellos en ese momento, pero estaban en algún lugar de la sala.

—Siento mucho su pérdida, Lady Cassandra, mi Príncipe—alguien se presentó frente a ellos.

—Gracias…mi Lord—Aegon forzó una sonrisa.

Habían ido de visita a Bastión de Tormentas hace unos días, solo él y su abuela, tras recibir un mensaje de Lord Borros anunciando que su padre no se encontraba bien. Sin embargo, su abuelo Boremund solo soportó dos días más antes de irse con los dioses. Aegon y Cassandra habían estado fuera de la habitación esperando a que su abuela Rhaenys y Lord Borros terminasen de visitar a su abuelo para poder verlo cuando falleció. Ambos escucharon las exclamaciones y la discusión que se desató en la habitación. Ambos vieron de lejos el cuerpo sin vida de su abuelo cuando las puertas se abrieron. Aquello había impactado a Cassandra, tanto que no había pronunciado palabra desde aquel momento y todos estaban preocupados por ella.

Aegon suspiró con pesadez, ya cansado de ver a tanta gente, pero no se movió para irse. A su lado Cassandra tampoco se movió, casi pareciendo una estatua en su lugar. Los ojos del menor recorrieron la sala en busca de alguien que conociera, al único que vio fue a Criston que no estaba muy lejos de ellos y luego vio a Aemond que se acercaba con el entrecejo fruncido. Helaena iba detrás de él mirando a todos lados como si estuviera buscando algo. Cuando los alcanzaron ninguno dijo nada, se quedaron de pie en aquel lugar escuchando cómo la gente a su alrededor hablaba. Aegon quería irse.

—Nyra estaba preguntando por ti—avisó Helaena después de un rato.

—Me quedaré con Lady Cassandra—ofreció Aemond enseguida, sin esperar a que Aegon respondiera.

Sin esperar mucho Aegon dejó ir la mano de Cassandra que no protestó y lo dejó ir. Sus ojos se encontraron y Aegon se sintió peor que antes. Los ojos oscuros de Cassandra estaban llenos de tristeza y verlos lo destrozaba porque nunca la había visto de esa forma. Con pesar se alejó de ella para buscar a su madre, Helaena lo siguió colgándose de su brazo con Ser Criston siguiendolos de cerca. La gente los miraba por su cercanía, seguramente ya susurrando que serían comprometidos pronto y se casarían para el próximo verano. Aegon ignoró sus miradas, no quería pensar en eso en ese momento. Encontró a su madre cerca de la puerta y apenas ella lo vio le sonrió con simpatía.

—Tu padre y yo nos retiraremos, no te quedes muy tarde—le avisó acariciando su mejilla—. Cuando te retires, asegúrate de que Helaena y Aemond lo hagan también.

—Está bien—asintió sonriendo—. Buena noche madre.

Rhaenyra besó su frente antes de besar la de Helaena y alejarse de ellos. Su padre apareció un segundo después y se despidió de ambos con una sonrisa. Helaena se quedó a su lado, mirando con algo de duda a la gente que tendrían que cruzar para regresar con Cassandra y Aemond.

—Vayamos a la galería—propuso al notar la incomodidad de su tía.

Helaena asintió y lo siguió fuera de la sala. Caminaron hacia la galería en silencio, escuchando la tormenta que no parecía querer detenerse pronto. Alcanzaron la galería sin problema y Aegon ignoró todos los cuadros hasta que llegó al cuadro de Jocelyn Baratheon. Ahí mismo su abuelo Boremund le había dado permiso de llamarlo abuelo, le dijo que se parecía a su abuela Jocelyn.

—Te pareces a ella—le susurró Helaena.

—Ella era más bonita que yo.

Una pequeña risa llenó el silencio y Aegon sonrió levemente. En el fondo de su corazón deseó poder soñar con ella esa noche. Desde la primera vez que visitó Winterfell hace años no había visto a ninguno de sus abuelos, era como si aquellos sueños hubiesen sido un intento de su mente de protegerlo de las malas cosas. Se quedaron ahí hasta que Aemond apareció para decirles que Cassandra ya se retiraría. Entonces Helaena se fue con ella y él se fue con Aemond. Esa noche apenas su cabeza tocó la almohada quedó dormido y cuando abrió los ojos, en su sueño, se encontró con el rostro de su abuela Jocelyn.

—Bienvenido de regreso cariño—le susurró.

Estaba en su cuerpo de tres años, acurrucado en el regazo de su abuela Daella, con su abuela Aemma sosteniendo sus manos. Fue el sueño más placentero que tuvo en años. Las tres mujeres lo trataron con cariño y lo pasaron entre ellas como si fuese un muñeco, él no se quejó de eso, le gustó estar con ellas. Al final de su sueño apareció su abuelo Aemon y le sonrió mientras sacudía su cabello.

—Siempre estamos contigo aunque no puedas vernos—le dijo segundos antes de que abriera los ojos.

Despertó con una sonrisa en el rostro y se sintió más feliz que antes.

Abandonaron Bastión de Tormentas tres días después del funeral, a Aegon le dolió dejar a Cassandra, pero le prometió que le escribiría cuando llegue a casa. El regreso a Desembarco del Rey fue algo pesado y Aegon deseo poder irse enseguida pero Daeron fue quién los recibió y verlo borró cualquier rastro de queja. No retomó su lugar como copero de su abuelo hasta una semana después del funeral de su abuelo Boremund y solo entonces pudo enfrentar a la corte. Los susurros sobre su compromiso sin concretar eran más fuertes que nunca antes gracias a que ahora lo veían más seguido con Helaena y Cerelle pedía pasar tiempo con él casi todos los días. Sus amigos se burlaban de su situación en las cartas que enviaban, él único que no se burlaba era Cregan que evitaba hablar del tema.

Cada vez que hablaba o pensaba en Cregan se sonrojaba hasta la punta de las orejas. Desde que su relación había comenzado las cartas entre ellos eran más largas que antes y ahora incluían pequeños regalos como flores secas que Cregan recogía porque le recordaban a Aegon o poemas que el pelinegro le escribía, Aegon era más de enviarle detalles como un pequeño dibujo la página de un libro que le recordó al menor. Más de una vez lo regañaron por arrancar páginas de los libros, pero su abuelo solo mandaba a que reemplazaran el libro con uno nuevo. La última carta de Cregan había llegado a manos de un mensajero del Valle y Aegon tuvo que luchar para no sonrojarse al ver la capa de piel que iba en el baúl de madera oscura con el sello de los Stark en la tapa. La capa tenía el sello de los Stark colgando de una cadena que servía como broche para sostenerla. Él sabía muy bien lo que eso significaba.

Un reclamo silencioso .

Sabía que todos sus amigos habían recibido capas iguales, pero la suya había sido la primera porque el resto solo era para que la gente no hablase. Y como respuesta Aegon mandó a hacer broches con el sello de los Targaryen para sus amigos. El primero que hicieron fue el de Cregan y Aegon ató a el broche la cinta roja que usaba para atar su cabello antes de enviarlo con un mensajero al Norte. Helaena le lanzó una mirada conocedora cuando entregó la pequeña caja de madera al mensajero y dos días después le obsequió un pañuelo con un lobo negro bordado en la esquina.

—Mañana no entrenaremos—le avisó su tío durante su entrenamiento.

—¿Por qué?—preguntó confundido, Daemon nunca se saltaba un entrenamiento si podía evitarlo.

—Laena quiere ir a Driftmark así que nos iremos esta noche—señaló el muñeco de paja con la cabeza.

—¿El abuelo Corlys regresó?—ignoró que su tío quería que continuara atacando al muñeco.

—No, por eso iremos—Daemon miró a Aemond que entrenaba con Ser Arryk no muy lejos de ellos—. Continua, no te dije que te detuvieras.

Aegon puso los ojos en blanco y continuó con su entrenamiento escuchando como sus hermanos hablaban con Ser Arryk. Quizás era algo de favoritismo, pero aún cuando su abuelo asignó a Ser Arryk para que entrenase a Aemond, Jace, Luke, y Daeron, Daemon no dejó de entrenarlo. El mayor se negó a dejar que lo cambiaran de clase porque va a perder todo lo que avanzó conmigo . Aegon se hubiese quejado si realmente no hubiese notado un avance con las clases de Daemon.

—Cuando regrese sacaras la espada que Lord Corlys te obsequió y la usaremos por primera vez—aquello le hizo detenerse una vez más.

—¿En serio?—lo miró con los ojos bien abiertos.

Aquella espada estaba en su habitación esperando a ser usada, sólo la colgaba en su cinturón algunas veces para que todos la vieran y no estar desprotegido.

—Es momento de que comiences a familiarizarte con ella.

—¡Aegon, hora de comer!—gritó Lucerys corriendo hacía ellos.

El niño se estrelló con las piernas de su hermano mayor riendo, levantando la cabeza para verlo con una sonrisa dulce que Aegon no dudó en regresar. Ah, como amaba a su hermano. Haría hasta lo imposible por él, por todos.

—¿Podemos irnos, tío?—Jace se acercó, caminando, y tomó la mano libre de su hermano mayor.

—No sé para qué pregunta si igual se saldrán con la suya—Daemon puso los ojos en blanco—. Fuera de aquí mocosos.

Lucerys dejó salir una risa suave y tomó la mano de Aegon apenas el mayor dejó su espada de entrenamiento sobre la mesa más cercana. Aegon llevó a sus hermanos a la habitación que compartían escuchando como ellos hablaban de su entrenamiento, Aemond se había ido con Daeron apenas les dijeron que podían irse así que no estaban con ellos. Ya habían dos mujeres en la habitación de sus hermanos cuando llegaron, esperando por ellos para asistirlos en su baño antes de la comida. Aegon se despidió de ellos con una sonrisa y fue a su habitación que no quedaba muy lejos. Tomó un baño rápido porque tenía hambre y debía responder la carta que llegó del Valle esa mañana.

Comieron en familia en los aposentos de su madre. Aquel día fue tranquilo, después de la muerte de su abuelo hace ya casi cuatro meses por fin estaba sintiéndose más tranquilo y en paz así que no sospechó que nada malo fuese a pasar. Despidió a sus tíos y sus primos en las puertas de la fortaleza y se fue a dormir esa noche con calma acompañado de Jace y Luke. Estaba dormido cuando pasó, lo que lo despertó fue el sonido de un mueble siendo movido, primero pensó que alguno de sus hermanos se había levantado pero entonces sintió a ambos a su lado y el miedo le hizo abrir los ojos. El fuego era lo único que iluminaba la habitación así que le fue difícil reconocer las figuras que se acercaban a la cama. Sus ojos se abrieron con sorpresa y el miedo se instaló en su pecho. Trató de moverse, de gritar, pero una mano pesada cayó sobre la boca de Jace y un cuchillo fue presentado frente a sus ojos.

—Silencio Príncipe, no querrá lastimar a sus hermanos—le ordenaron.

Jace se había despertado y Aegon podía ver el miedo en sus ojos cuando el hombre lo levantó de la cama. Solo apartó los ojos de su hermano cuando escuchó el grito ahogado de Lucerys, su hermano estaba estirando sus manos hacía él, pidiendo ayuda con sus ojos, pero Aegon no podía hacer nada. Si hacía algo iban a lastimar a sus hermanos. Si trataba de salvarlos iban a matarlos.

—Por favor—susurro desesperado, tratando de bajarse de la cama.

—Shhh, calma Príncipe, no vinimos por sus hermanos—una tercera figura apareció con una sonrisa cínica.

¿Estaban ahí por él? ¿Iban a matarlo?

Con el corazón apretado vio cómo ataron a sus hermanos, poniendo mordazas en sus bocas para evitar que hicieran ruido. Jacaerys era el que más luchaba, tratando de gritar por ayuda, queriendo alcanzar a Lucerys que lloraba desconsolado llamando por sus hermanos. Se sentía impotente viendo cómo golpeaban a Jace para hacer que dejara de moverse.

—No lo lastimen—se lanzó al suelo desde la cama, solo para ser detenido por la mano que se cerró en su cuello.

—Calma, Príncipe, no lo lastimaremos si haces caso—la mano apretó cortando su respiración por un segundo—. Mi amigo lamenta pegarle al Príncipe, fue un accidente.

Las lágrimas picaban en sus ojos pero no las dejaba salir. Cuando se aseguraron que sus hermanos estaban bien atados los otros dos hombres se acercaron a él. Aegon los miró con miedo, no miedo por él, miedo por sus hermanos. No quería que ellos tuvieran ese trauma, no quería que recordaran aquello por el resto de sus vidas. Había llegado tan lejos en su plan de darles una vida feliz que no quería fallar en ese momento. No podía fallar.

—¿Van a matarme?—preguntó en un susurro.

—No lo sé, Príncipe, depende de ti—el más alto de todos presionó un cuchillo en su costado—. ¿Quieres morir?

—Quizás después matemos a los jóvenes Príncipes—el tercero señaló a sus hermanos con su espada.

—No, no, no, por favor—suplicó dejando que una lágrima se le escapara—, hagan lo que quieran conmigo.

El hombre que lo estaba sosteniendo dejó salir una carcajada y lo soltó con fuerza estrellándolo con la cama. El golpe con el poste y el suelo le sacó el aire, pero no dejó salir ni una sola queja. Sus ojos fueron a sus hermanos que lo miraban con miedo, lágrimas bajando por sus mejillas, y gritos ahogados saliendo de sus gargantas. Ni siquiera podía decirles que todo estaría bien porque sabía que de esa habitación no saldría vivo.

Nada estaba bien. El sonido de la puerta siendo abierta llamó la atención de todos y Aegon se congeló al ver el pelo blanco de Aemond cuando el niño entró en silencio. No se había dado cuenta de lo que estaba pasando porque estaba cerrando la puerta.

—¡Aemond vete!—gritó Aegon levantándose del suelo.

Aemond se giró entonces, confundido por su grito, pero el miedo se apoderó de su rostro cuando vio a un hombre extraño acercarse a él. Un grito abandonó la garganta del Príncipe que trató de abrir la puerta en vano. Quizás fue algo de misericordia que la puerta quedó medio abierta y el grito de Aemond recorrió los pasillos silenciosos de la fortaleza.

—¡Apresúrate!—gritó el que tenía a Aemond agarrado—¡No tardarán en llegar!

—Dijo que quería la cabeza del Príncipe, solo cortala y vámonos de aquí—demandó el otro agarrándolo por los brazos.

Escuchar aquello lo congeló. ¿Su cabeza? Su mente fue a su vida pasada, a la noche en la que asesinaron a Jaehaerys. Habían cortado su cabeza frente a su hermana, su madre, y su abuela. Jaehaera y Helaena nunca se recuperaron de aquello, haber visto cómo asesinaban a Jaehaerys las había marcado de por vida. ¿Acaso podrían sus hermanos y Aemond recuperarse de eso? Sus ojos fueron a sus hermanos cuando lo tiraron a la cama para retenerlo. Jacaerys estaba intentando soltarse, mirándolo con desesperación en sus ojos, y Lucerys tenía los ojos cerrados, seguramente tratando de no ver lo que estaba por pasar. Apartó la mirada cuando sintió el filo de la espada en su cuello y cerró los ojos, listo para dejarse morir. Al menos moriría sabiendo que sus hermanos y Aemond no serían lastimados.

Le parecía algo un poco poético el hecho de que iba a morir como su hijo, otra lágrima se le escapó. Había sido un mal padre para sus hijos y los dejó morir de formas horribles. Se merecía lo que estaba pasando, se merecía morir como su hijo lo hizo, quizás de esa forma podría verlo y pedirle perdón por exponerlo de aquella forma. En ese momento lo vio todo, la sonrisa de Jaehaerys, los ojos tristes de Jaehaera, y las miradas inocentes de Maelor. Por ese momento quiso imaginar que sus hijos estaban llamando por él y por eso iba a morir, porque ellos querían que fuera con ellos, que los viera y les pidiera perdón por todo.

Lo siento —susurró al sentir que la espada se alejaba de su cuello.

Un gritó le hizo abrir los ojos y los hombres que estaban junto a él se giraron hacía la puerta. Alicent estaba de pie en la puerta, con su ropa de dormir y el cabello deshecho, una mirada de horror en sus ojos. El tercer hombre, que sostenía a Aemond fue quién se movió y Aegon reaccionó de inmediato al ver como su hermano caía al suelo sosteniendo su rostro. Escuchó pasos apresurados y el sonido de las armaduras de los soldados, pero el dolor que lo atravesó de repente cayó todo. Un grito se le escapó y sus ojos bajaron a su brazo de donde la sangre comenzaba a salir.

—¡El Príncipe!—Ser Criston gritó.

La habitación estalló en caos entonces. Los capas blancas invadieron la habitación y Aegon se lanzó de la cama ignorando el dolor en su brazo. Sus ojos estaban puestos en sus hermanos que lo miraban aterrados. Podía escuchar a Alicent gritando, pidiendo que le dejaran llegar a Aemond, pero no podía preocuparse por ello, no cuando sus hermanos estaban indefensos en medio del caos. Alcanzó a Jacaerys primero y le soltó las manos con dificultad, el dolor en su brazo comenzaba a molestarle y la sangre que estaba perdiendo más las emociones lo estaban mareando. Jacaerys se quitó la mordaza y se soltó los pies antes de arrastrarse hacia Lucerys para ayudarlo, entonces Aegon miró a Aemond. El menor estaba en el suelo, sosteniendo su rostro, pidiendo ayuda.

—Aegon—Lucerys se aferró a él llorando—, tengo miedo.

—Está bien, todo estará bien—susurró estirando una mano hacía Aemond, deseando poder llegar a él y consolarlo.

Sus ojos se sintieron pesados de repente, pero no quería cerrarlos, no quería cerrarlos hasta asegurarse que sus hermanos estaban bien.

—¡Déjenme ver a mis hijos!—la voz de su madre resonó por toda la habitación.

Entonces Aegon se dio cuenta que ya no escuchaba el sonido de las espadas, ahora solo escuchaba los gritos de Alicent y su madre. Manos calidas lo tomaron por los hombros haciendo que apartara los ojos de Aemond. Su padre lo estaba mirando con preocupación, con Jacaerys aferrado a su costado llorando sin consuelo.

—Aegon—su madre llegó a su lado, dejándose caer sobre sus rodillas sin cuidado—. Oh, mi niño—lo rodeó con sus brazos pegandolo a su pecho—. Está bien, está bien—susurró contra su cabeza estirando una mano para agarrar a Lucerys.

Aegon cerró los ojos entonces, escuchando la voz de sus padres, aunque aún podía escuchar a Alicent llorar en el fondo. Lo último que sintió antes de perder la consciencia fue que su padre lo levantaba en sus brazos.

Cuando despertó otra vez estaba en la cama de sus padres, con su madre a su lado llorando en silencio. Con cuidado se movió para dejarle saber que estaba despierto y al parecer eso solo empeoró todo porque el llanto incrementó y fue pegado con fuerza al pecho de su madre. Sus ojos se llenaron de lágrimas entonces. Era la segunda vez que estaba cerca de la muerte, no podía ni imaginarse qué estaba sintiendo su madre en ese momento. Rhaenyra no se había recuperado de la primera vez que casi lo pierde y ahora estuvo a punto de perderlo una vez más.

—Madre…

—Oh, mi niño precioso, mi bebé—susurró ella meciendolo en sus brazos—. No sabes lo asustada que estaba, pensé que esta vez si te perdería…oh, Aegon.

No sabía qué decirle así que solo dejó salir un sollozo porque él también tenía miedo. Era la segunda vez que intentaban matarlo y sabía que no sería la última.

—Madre, pensé, yo…Jace y Luke—dijo entre sollozos.

—Lo se, lo se—besó su cabeza—. Ellos están bien, los protegiste mi niño, lo hiciste.

—Ellos iban a…

—No lo hubiera permitido, nunca lo hubiera permitido. Eres mi bebé y nadie te llevará de mi lado—lo alejó para verlo, ambos tenían el rostro rojo por el llanto—. No dejaré que nadie te lleve, vas a estar a mi lado siempre, eres mi corazón entero, mi razón de existir.

—Madre…

—Me regresaste las ganas de vivir después de perder a mi madre—confesó—, eres mi primer hijo, mi bebé—volvió a abrazarlo con fuerza—, nadie puede arrebatarte de mis brazos.

Aegon se quedó en brazos de su madre llorando. Se sentía como un niño pequeño una vez más, asustado ante la idea de estar lejos de sus padres. Su padre y sus hermanos los encontraron así, abrazados en la cama, y Jace fue el primero en correr para unirse al abrazo. Ver el golpe en la mejilla de su hermano lo llenó de ira, pero se la tragó cuando Lucerys descansó su cabeza sobre su pierna. Su brazo izquierdo estaba vendado así que todos tuvieron cuidado de no lastimarlo. Laenor puso una mano en su cabeza y lo miró con una pequeña sonrisa, Aegon podía ver el dolor en sus ojos y un rastro de miedo. Lloró aún más por eso y cuando se estaba quedando dormido vio los rostros de sus hijos en el fondo de su mente.

Despertó de nuevo con su madre peinando su cabello, pero esta vez su abuela y su tía estaban ahí también. Laenor y Daemon estaban cerca de la mesa hablando de algo que él no lograba escuchar, y sus hermanos estaban en el suelo con sus primas. Su abuela le sonrió y le acarició la mejilla cuando se dio cuenta que estaba despierto.

—¿Cómo está Aemond?—fue lo primero que preguntó.

Su madre lo miró con tristeza y suspiró negando con la cabeza.

—Le arrancaron el ojo—dijo en un susurro roto—, el maestre dice que debemos tener cuidado con las fiebres.

Su pecho dolió. Se supone que evitaría que Aemond perdiera el ojo. Se supone que lo salvaría.

—No pude salvarlo—una lágrima se le escapó—, fue mi culpa.

—No, Aegon, no—su madre le ayudó a sentarse—. No fue tu culpa, no digas eso, te tenían amenazado…iban a…

No terminó de hablar porque tan solo pensar en eso le rompía el corazón y Aegon podía verlo. Ya habían pasado por eso una vez cuando lo envenenaron. Asintió sin decir nada, pero en el fondo aún se culpaba porque todo era su culpa.

No pudo ver a Aemond hasta dos días después y cuando lo vio Alicent estaba ahí, sentada junto a Aemond con los ojos llenos de lágrimas. Aegon miró con dolor a Aemond que estaba dormido, bajo la influencia de la leche de amapolas, y lloró pidiendo perdón cuando su abuelo puso una mano en su cabeza. No importa cuantas veces le digan que no es su culpa, él sabía que lo era.

Chapter 33: FLOR DE INVIERNO

Summary:

En dónde suceden confesiones y Aegon comienza a definir el amor.

Chapter Text

No pasaba mucho tiempo lejos de su madre después de lo ocurrido. Rhaenyra estaba asustada, aterrada realmente, con todo lo que había sucedido. Aegon no se quejaba de la sobreprotección, dejó que le asignaran un segundo guardia, y dejó que Ser Criston cuidase de él estando dentro de su habitación. La persona que había estado de guardia cuando sucedió el ataque había sido despedida y castigada, hubiese sido sentenciada a muerte si Aegon no hubiera intervenido. La gente miraba a su madre con lástima cuando la veían sosteniendo su mano y él no los culpaba porque él también sentiría lástima de una madre que casi pierde a su hijo dos veces. Cassandra, Clement y Joffrey habían llegado a la fortaleza casi un mes después del ataque para verlo. La mayor había llorado mientras lo abrazaba diciendo que no quería perderlo a él también. Aegon notó que sus amigos tampoco se habían recuperado de la primera vez que casi muere y eso hizo que su corazón se apretara. Alan, Cregan, y Aliandra llegaron un mes después que ellos, igual de preocupados que todos.

Estar con sus amigos fue gratificante para Aegon, sobre todo cuando Cassandra le confesó que se quedaría como dama de compañía de Helaena. Les contó lo que había pasado cuando estuvieron todos juntos y la voz se le quebró cada vez que habló del miedo que sintió por sus hermanos. Cassandra lo abrazó con fuerza dejando que llorase en su hombro. Quizás lo que se le hizo más difícil fue poder hablar con Cregan a solas. Ser Criston y su tío Joffrey lo seguían a todos lados, hasta se quedaban en sus aposentos con él algunas veces, así que no era fácil poder hablar con Cregan a solas. Al menos hasta que sus amigos decidieron ayudarlos. Su tío Joffrey no fue difícil de convencer, simplemente se plantó frente a él con una mirada que copió de Daemon y el mayor cedió a salir de la habitación arrastrando a Criston con él.

—Tu y yo hablaremos después pequeño demonio—le dijo su tío cerrando la puerta.

Apenas se cerró la puerta suspiró y se giró para ver a Cregan que lo miraba con una ceja levantada. Claro, seguramente se había visto ridículo discutiendo con su tío para que le diera algo de privacidad.

—No me mires así—avanzó hacía el pelinegro y lo abrazó ocultando su rostro en el hombro del contrario—, quería estar a solas contigo.

—Lo sé—Cregan lo rodeó con sus brazos—. ¿Realmente estás bien? Lo que te pasó fue horrible.

Fue lo mismo que le pasó a mi hijo , pensó con amargura.

—¿Aegon?—lo llamó con suavidad.

—Estoy…yo…—levantó la cabeza para verlo.

Debía decirle. No era justo para Cregan.

—No tenemos que hablar de eso ahora—el pelinegro le sonrió tomando sus manos.

Al final no dijo nada, solo dejó que sus labios chocaran con los de Cregan por primera vez en meses. Todos sus problemas desaparecieron en ese momento, solo le importaba estar con su amado que se encargó de distraerlo. Se acomodaron en la cama de Aegon, la misma en la que habían intentado asesinarlo hace poco menos de dos meses, pero esa tarde se olvidaron de eso. Las caricias en su cabello y los pequeños besos borraron de su memoria el frío de la espada contra su cuello y la sensación de manos sosteniéndolo para que no se moviera. La voz de Cregan ahogó las amenazas de muerte y sus ojos borraron los rostros intimidantes.

—Debemos hablar—susurró ocultando su rostro en el hombro de Cregan.

—Después.

No hablaron después de eso.

Al menos no de lo que Aegon quería hablar. Nadie de la familia hablaba con él sobre lo que había pasado, pero sabía que ya estaban investigando, ya estaban buscando a los que quisieron matarlo. Su abuelo Corlys había amenazado con toda la fuerza de su flota al culpable y solo le había dicho a él que todo iba a estar bien. No sabía si tenían sospechosos o algo. Nadie hablaba de eso. Jacaerys y Lucerys se aferraban más a él, ambos temerosos, y Visenya iba detrás de ellos sin saber muy bien qué había sucedido y por qué tenían tantos guardias en los pasillos ahora. Helaena pasaba la mayor parte de sus días con Aemond y Daeron, y Aegon los visitaba con sus amigos al menos una vez al día. Aunque Cassandra iba más de una vez a verlos.

—Crees que…tu crees que…—Aegon miró a Aemond esperando que terminara de formular su pregunta. —¿Crees que alguien quiera casarse conmigo ahora que me falta un ojo?

Vio la tristeza en su ojo y a él no le tomó mucho tiempo descubrir que no quiso decir alguien , quiso decir un nombre en concreto. Aegon suspiró y tomó la mano de su tío, el que en otra vida fue su hermano y acabó muriendo por su culpa.

—Cassandra te visita dos veces al día, estoy seguro que si querrá casarse contigo.

—Tu…—Aemond agarró una almohada y se la lanzó—no dije…yo no…

—Todos lo sabemos.

—Me sorprende que te dieras cuenta de eso y no de que te gusta Cregan—le dijo con tono molesto.

—¡No es justo que usen eso en mi contra!—exclamó ofendido.

—De hecho si lo es—Helaena levantó la mirada de lo que estaba bordando y los miró.

—Mejor me voy, me molestan, ¡en mi propia casa!—escuchó la risa de Daeron mientras salía “ofendido”.

Afuera su tío Joffrey lo miró con una ceja levantada, pero no dijo nada.

—Estaré en mi habitación—les dijo comenzando a caminar—, quiero estar solo.

Criston y Joffrey compartieron una mirada pero no dijeron nada para contradecirlo. En el camino a su habitación se cruzó con Cregan que se le unió apenas lo vio, Joffrey levantó una ceja al ver como Aegon se olvidaba que quería estar solo . En la habitación se sentaron en el suelo frente al fuego, rodeados de cojines para estar más cómodos. O, bueno, Cregan se sentó y Aegon se recostó a su lado para descansar la cabeza sobre sus piernas.

—Alan y Aliandra partirán mañana—le recordó Cregan—, yo tendré que irme pronto también…

—Lo sé—susurró frunciendo el entrecejo—, Joffrey se irá el día después de Alan y Aliandra, supuse que te irías con él.

—Mmh, Clement se quedará, quizás pueda…

—No, tienes obligaciones en el Norte, no puedes quedarte más tiempo del razonable—se sentó dejando que la mano que acariciaba su cabello cayera en el lugar donde antes había estado recostado.

—No es…

—Puedo ir a verte, ir en dragón es más rápido que venir a caballo o en caravana—aquella declaración puso una sonrisa en el rostro de Cregan.

—Tu también tienes obligaciones—le recordó, como si fuese necesario, pero la sonrisa aún estaba en su rostro.

—Obligaciones que no van a comenzar hasta que me case—murmuró apartando la mirada.

La sonrisa en el rostro de Cregan se convirtió en una mueca y Aegon casi ríe cuando lo vio por la esquina de su ojo pero al recordar que estaría en la posición de Cregan también se tragó la risa. Un puchero se formó en sus labios inconscientemente, pensar en el futuro ahora que tenía a Cregan a su lado le aterraba. Por lo menos si él se casaba con Helaena ella los apoyaba, pero no sabía con quién se casaría Cregan en un futuro. ¿Y si conocía a la que fue su esposa en su vida pasada y lo dejaba por ella? Aquel pensamiento generó un sentimiento amargo en su pecho, estaba seguro que si eso llegaba a pasar no podría seguir con su vida sin aquel sentimiento amargo.

—¿Vas a casarte con la…Lady Cerelle?—la pregunta salió cargada de sentimientos negativos.

—No—respondió enseguida—. De hecho, el abuelo me ofreció casarme con Helaena para evitar que la Reina la case con Aemond.

—Helaena es buena opción—Aegon vio como el pelinegro se relajó—, ella lo sabe.

—Lo supo antes que yo—murmuró frunciendo los labios.

—Todos lo supieron…—Cregan lo miró con diversión en los ojos. —Pero, si te casas con ella podremos seguir juntos.

—Dijiste que tu padre también lo sabía—recordó de repente—, ¿qué dijo sobre eso?

—Dijo que no debería apoyar mis deseos, pero que podía ver que nos atraíamos el uno al otro como si estuviésemos atados con una cuerda—aquello hizo que se sonrojara—. Dijo que debíamos disfrutarlo mientras podíamos porque teníamos responsabilidades que no podemos evitar.

—Tu padre era un buen hombre—murmuró abrazando sus rodillas a su pecho—, no me hubiera aceptado de saber la verdad.

Hubo un silencio pesado que ninguno quiso romper, pero la curiosidad de Cregan le ganó. En su cabeza no podía encontrar una razón por la que su padre fuese a rechazar a Aegon, sabía que nadie era totalmente perfecto pero a sus ojos Aegon no tenía nada que le ganase el rechazo de alguien.

—¿De qué hablas?

Aegon no lo miró, solamente abrazó sus piernas con más fuerza. Pensó que no diría nada y él lo respetaría porque nunca presionará a Aegon en su vida, pero entonces sus ojos violetas lo miraron con lágrimas y una tristeza que nunca había visto en él.

—Yo no soy quién crees que soy—comenzó con la voz rota—, realmente ya he vivido una vida completa.

Aegon apartó la mirada, no soportaría ver el disgusto en los ojos de Cregan cuando escuchara la verdad. Una vez abrió la boca ya no pudo quedarse callado, fue como si las palabras estuviesen siendo forzadas a salir de su boca, como si él ya no pudiese detenerse. Le contó todo, su nacimiento, cómo fue criado, su matrimonio con Helaena, la usurpación del trono, la guerra, las cosas horribles que hizo, lo bien que se sintió haciéndolas en el momento. No dejó ningún detalle por fuera, ni siquiera el hecho de que en esa vida ellos eran enemigos y que Cregan estaba detrás de su cabeza.

—Lord Cregan Stark marchaba del Norte a Desembarco del Rey para matar al usurpador—murmuró bajando la cabeza—, el concejo estaba aterrado del ejército que se aproximaba a la ciudad y en medio de la desesperación decidieron matarme.

—Aegon…

—Me merecía una muerte peor, fueron amables conmigo—cerró los ojos recordando aquel día—. Debieron esperar a que el ejército llegara y acabara conmigo.

Los recuerdos lo estaban abrumando, podía verlos con claridad en su mente y aún escuchaba las voces, los gritos, las súplicas. Podía recordar la mirada llena de tristeza de Jaehaera, lo único que le quedaba, y cómo él pensaba casarse con Cassandra Baratheon para tener más hijos. Herederos dignos, o algo parecido, había dicho. Incluso a Sunfyre había intentado reemplazarlo. Pero ninguno de ellos tenía reemplazo. Sus hijos, su dragón, su familia, ninguno se merecía lo que les hizo.

—¡Aegon!—Cregan le gritó, agarrando sus hombros para sacudirlo. —Respira, ¿puedes escucharme? Aegon reacciona.

No se había dado cuenta que la respiración se le había acelerado, tampoco que sus manos estaban temblando y su pecho dolía. Abrió los ojos y se encontró con los ojos preocupados de Cregan. No había rastro de disgusto o de decepción en ellos, solo había preocupación.

—¡Ser Criston!—lo escuchó gritar sin dejar de mirarlo.

La puerta fue abierta enseguida y por ella ingresaron Criston y Joffrey, ambos con las manos en sus espadas. Apenas vieron el estado en el que estaba se apresuraron para llegar a su lado.

—Príncipe, está bien, respire—Criston lo levantó del suelo—. Hay que llevarlo con…

—Mamá—logró forzar la palabra en medio de sollozos y respiraciones cortadas.

—La Princesa está en sus aposentos preparándose para la reunión del concejo—avisó Joffrey.

Aegon miró a Cregan que no dijo nada pero se movió para salir, corriendo como si lo estuvieran persiguiendo para asesinarlo. Ser Criston se movió para seguirlo, hablándole para que reaccionara o se quedará despierto, no lo sabía. Todo le parecía demasiado, quería irse de ahí, necesitaba irse de ahí, debía ir con su madre o su padre. En el fondo de su mente escuchó el rugido de un dragón y la imagen de Caníbal cubriendo a Sunfyre con su ala apareció frente a sus ojos.

—No, no—susurró—. Dra…Caníbal.

—No podemos llevarlo a la fosa, Príncipe—Criston se detuvo de repente.

—¡Aegon!—escuchó la voz de su padre y en cuestión de segundos fue cambiado de brazos. —Está bien, cariño, está bien, estoy aquí.

Fue su padre quién lo cargó hasta la habitación dónde su madre ya los esperaba con los ojos llenos de preocupación. Rhaenyra se trepó en la cama y dejó que Laenor pusiera a su hijo sobre ella para poder abrazarlo.

Mi pedazo de cielo, mamá y papá están aquí —Rhaenyra pasó una mano por su cabello.

La canción de cuna en valyrio ayudó a que se calmara, le recordó que ya no estaba en esa vida, le recordó que ahora Rhaenyra era su madre y que lo amaba con todo su ser. No era Aegon Targaryen hijo del Rey Viserys y la Reina Alicent, era Aegon Velaryon hijo de la Princesa Rhaenyra y Ser Laenor Velaryon. No estaba solo, tenía a Cassandra, Alan, Clement, Aliandra, Joffrey, tenía a Cregan. Sintió una mano pequeña tocando su mejilla y sus ojos se abrieron de inmediato. Joffrey estaba ahí, mirándolo con ojos expectantes, y apenas notó que tenía la atención de su hermano mayor sonrió dejando salir una risa que sirvió para eliminar el resto de los recuerdos. Claro, también tenía a sus hermanos ahora. A los anteriores y a los nuevos.

—¡Egg!—la voz de Visenya llenó la habitación—¡Egg no llores!

La niña corrió hacía la cama con el rostro rojo, seguida de sus hermanos mayores, los tres con los ojos tristes.

—¿Estás bien?—Jacaerys preguntó mientras ayudaba a su hermana a trepar la cama.

—Estoy bien—murmuró recibiendo el abrazo de Visenya cuando pasó sobre su padre para llegar a él.

—No llores, eres muy bonito para llorar—le dijo la niña abrazándolo con fuerza.

—Gracias, Cregan—la voz de su madre le hizo girar la cabeza hacia la derecha dónde Cregan estaba parado—, agradezco que seas un buen amigo para mi hijo.

—Es un placer Princesa—el pelinegro asintió.

Sus ojos se encontraron y Aegon tuvo que morderse la lengua antes de decir alguna estupidez. Era muy pronto para decirle a sus padres.

—Quiero ver a Caníbal—dijo apartando la mirada de Cregan para ver a su padre.

—Iremos en familia—Laenor se levantó, agarrando a Lucerys que gritó al ser levantado sin aviso.

—Vamos entonces—su madre cargó a Joffrey que aplaudió con emoción.

Aegon dejó ir a Visenya y se bajó de la cama de un salto. Aprovechó que Jace y Visenya estaban siguiendo a su padre para acercarse a Cregan que lo estaba siguiendo con la mirada. Se miraron en silencio por varios segundos y Aegon vio la duda en sus ojos. No le gustó verlo pero suponía que era normal dadas las circunstancias.

—Ven con nosotros—le dijo finalmente.

Cregan asintió y lo siguió en silencio cuando Jacaerys decidió que quería ir agarrado de la mano de su hermano mayor, aunque realmente estaba arrastrando a Aegon con él. Llegando a la salida de la fortaleza se encontraron con Tyland Lannister y su sobrina que no dudó en añadirse al paseo cuando Rhaenyra se lo ofreció. Ante la llegada de la menor Aegon no pudo evitar mirar a Cregan que ya se notaba incómodo con la llegada de la joven Lannister. En el camino a la fosa Cregan se sentó a su lado así que Aegon notó sus hombros tensos y sus manos apretadas. Aprovechando que estaba cargando a Jacaerys tomó la mano de Cregan que se relajó visiblemente y giró la cabeza para verlo. Él le sonrió levemente.

En la fosa Caníbal estaba aterrizando cuando llegaron, el dragón negro se sacudió y le gruñó a los cuidadores que estaban más cerca. Aegon sonrió y corrió hacia él ignorando como los cuidadores casi corrían a atender a su madre para alejarse del dragón negro. Caníbal se dejó abrazar, golpeando su cola en el suelo como un perro cuando recibe caricias. Se alejó de él un poco para extender su mano hacía Cregan que estaba de pie junto al carruaje con Cerelle.

—¡Ven a saludarlo!—gritó cuando vio que Cregan no se movía.

Cregan se acercó con pasos indecisos, como siempre, pero tomó su mano para dejar que Aegon lo guiará a tocar al dragón. Caníbal se dejó tocar, hasta se acomodo en el suelo para estar más cómodo.

—No me importa—dijo Cregan. —Fue otra vida, ellos te arruinaron, te convirtieron en un monstruo, ellos…realmente…

Lucía molesto y Caníbal gruñó como si estuviese de acuerdo. Aegon lo miró con los ojos bien abiertos, sorprendido, se había esperado muchas reacciones menos esa.

—Lo que me importa es que estás aquí, redimiendo lo que hiciste—Cregan lo miró—. Has cambiado las cosas, estás cuidando de tu familia y de tus amigos—agarró su mano—. Pienso que todo es culpa de tu familia, ellos no te querían así que te convertiste en…esa persona, pero ahora tu familia te quiere y eres una buena persona.

—Cregan…

—Yo realmente te amo Aegon—confesó apretando su mano—, yo le agradezco a los dioses que te trajeron porque pude conocerte y tenerte a mi lado—volvió a mirarlo—. Y desearía que todas las versiones de mi te encuentren antes de que ellos te arruinen.

—Yo también lo deseo—susurró con una sonrisa y las mejillas rojas—. Realmente no puedo decir que te amo porque no sé lo que es eso, pero lo que siento por ti es…creo que sí lo es.

—Te besaría pero creo que todos nos verían—ambos rieron.

—Vayamos a volar entonces.

Caníbal se levantó y Cregan dio un paso hacía atrás soltando su mano, su rostro pálido y la negación en la punta de la lengua, pero al ver la emoción en los ojos de Aegon accedió.

Chapter 34: FUTURO DE FUEGO Y CENIZAS

Summary:

En dónde Aegon, finalmente, se compromete.

Chapter Text

Un gritó llenó el campo de entrenamiento acallando los murmullos. Todos giraron las cabezas para ver qué estaba pasando y no se sorprendieron de ver a Aegon aferrado a la pierna de su tío. Aquel era un escenario que se repetía casi todos los días desde que el Príncipe Daemon había decidido entrenar a su sobrino. Quizás lo nuevo era que el joven Príncipe estaba llorando, no se le veía llorar sin razón desde que dejó de ser un niño que babeaba por todos lados. Daemon puso los ojos en blanco pero no trató de quitárselo de encima al notar que estaba llorando. Sus ojos fueron hacía su hermano que ya se había levantado para tratar de descubrir qué le sucedía a su preciado nieto.

—¿Qué te sucede mocoso?—le preguntó bajando la mirada para verlo una vez más.

—Ya no quiero entrenar—respondió entre hipidos.

—¿Y por eso lloras?—levantó una ceja. —Tu madre te tiene muy mimado.

Aegon frunció los labios y soltó la pierna de su tío como si lo hubiesen quemado. El adolescente se levantó del suelo murmurando improperios y se alejó dos pasos antes de detenerse para recoger su espada. Miró sobre su hombro a su tío y siguió su camino sin decir nada. Daemon volvió a poner los ojos en blanco y negó con la cabeza, nunca entendería al mocoso.

Estaba empapado en sudor y tenía tierra en lugares dónde no debería tenerla, era incómodo, pero en ese momento no tenía ánimos de darse un baño. Se sentía presionado, todos estaban pendientes de su próximo paso, esperando a que anunciaran un compromiso, deseando que escogiera a sus hijas. Él solo quería tirarse frente al fuego para comer sus galletas favoritas y tomar leche tibia. Sin embargo, aquel era un sueño frustrado pues la única que sabía preparar sus galletas ya no estaba con ellos y nadie sabía recrearlas. Aquel recordatorio le llenó los ojos de lágrimas, extrañaba a su cuidadora favorita, extrañaba a Calia. La gente lo miraba confundido cuando notaban el estado en el que estaba, pero nadie le dijo nada porque ¿qué iban a decirle? ¿Le iban a decir que se veía como un perdedor? Ya lo sabía.

—Mi Príncipe—el maestre lo llamó pero él siguió caminando, no quería hablar con nadie—. Príncipe Aegon, tiene una carta del Norte.

Aquello último lo hizo detenerse. Claro, hoy debía estar recibiendo respuestas de Cregan y Joffrey.

—¿Del Valle?—preguntó cuando el hombre se detuvo a su lado.

—Aún no, Príncipe, solo llegó una carta del Norte—respondió extendiendo el mensaje en su dirección.

—¿Quién lo trajo?—sus ojos cayeron sobre la pequeña caja que el hombre le pasó.

—Un mensajero de los Stark, también dejó una para Lady Cassandra.

—¿Dónde está ella?—apartó la mirada de la caja.

—Me parece que está en el jardín con la Princesa Helaena—él asintió como respuesta—. ¿Está bien mi Príncipe?

—Estoy…realmente, necesito información sobre la familia de Calia—apretó la caja en su mano—. Sé que tenía una hija y tres nietos, necesito saber dónde viven.

—Claro Príncipe, yo investigaré por usted—el maestre hizo una reverencia.

Aegon lo vio irse y suspiro con pesadez. Había enviado pequeños regalos de vez en cuando a la familia de Calia, pero no sabía con certeza dónde vivían, no era como si él fuese mucho por la ciudad. Sin más se dio la vuelta y siguió su camino hasta sus aposentos, quería darse un baño y tumbarse en la cama a dormir un rato. Se encontró con una doncella arreglando su baño cuando llegó y él le agradeció con una sonrisa floja mientras dejaba la carta y la caja sobre su mesa. Ya podría revisarlas luego de quitarse las capas de tierra de encima. El agua estaba tibia, tal como le gustaba, y tenía un olor a lavanda que reconocía como la sal de baño que su madre siempre compraba. El olor y la temperatura del agua lo relajaron al punto de casi quedarse dormido en la bañera, pero el sonido de pequeños golpes en la puerta le hicieron abrir los ojos.

Esperó unos segundos hasta que la voz de Criston se coló por la puerta anunciando que Lucerys lo estaba buscando. Quizás debía decirle que regresara después, realmente no se sentía de ánimos para recibir visitas, pero era su hermano y no iba a rechazarlo. Con cuidado salió de la bañera antes de avisar que podía entrar. Escuchó los pasos de Lucerys ingresando a la habitación, acompañados del suave tintineo de la maraca. No pudo evitar sonreír al escucharlo.

—¿Aegon?—Lucerys se detuvo, seguramente confundido porque no podía verlo.

—Saldré en un momento—le avisó.

Escuchó como los pasos continuaban y se detenían una vez más antes de que el sonido de una silla al ser arrastrada llenase la habitación. Se vistió con prisa, no quería hacer que su hermano esperase mucho por él, y apareció detrás de la pantalla que los separaba con una toalla en la mano y el cabello húmedo. Lucerys estaba sentado en el borde de una silla mirando algo en la mesa, la maraca estaba frente a él, pero apenas escuchó los pasos de su hermano mayor dejó lo que estaba haciendo para verlo y una sonrisa enorme apareció en su rostro.

El corazón de Aegon se encogió.

En otra vida Aemond había acabado con esa sonrisa.

—¿Te escapaste de tus clases?—le preguntó deteniéndose junto a la mesa.

—¡No!—Lucerys lo miró escandalizado y él no pudo evitar reírse. —Solo quería que vieras el dibujo que hice.

El papel frente a Lucerys tenía seis dragones, él reconoció a Caníbal por ser el más grande, pero los otros eran mucho más pequeños así que no podía distinguirlos bien.

—Son Caníbal, Sunfyre, Vermax, Arrax, Searax, y Tyraxes—explicó señalando a cada dragón, el más pequeño de ellos siendo Tyraxes. —No había suficiente espacio para Seasmoke y Syrax.

—Debemos conseguir papeles más grandes—concluyó Aegon sentándose a su lado—. Es un dibujo muy bonito, estoy seguro que a madre le encantará.

—Aegon…—Lucerys lo llamó dejando de lado el dibujo. —¿Es cierto que vas a casarte con la tía Helaena?

—¿Quién te dijo eso?—frunció el entrecejo.

Nadie sabía sobre eso. Se supone que solo su abuelo, Cregan, y él sabían sobre ello. Ni siquiera su madre o su padre sabían del plan de su abuelo.

—Yo solo lo escuché—se encogió de hombros mirando la mesa una vez más.

—¿Eso te pone triste?—estiró una mano para revolver el cabello de su hermano. —No estés triste, eso no cambiará nada.

—Yo…dijeron que tal vez deberás irte a Dragonstone una vez te cases, ¿nos vas a dejar?—lo miró con los ojos llenos de tristeza.

—No voy a dejarlos, Lucerys, nunca lo haría—frunció el entrecejo.

No iba a cometer ese error otra vez, se aseguraría que sus hermanos estuvieran bien por sobre todo lo demás.

—Eres el mejor hermano—Lucerys se bajó de la silla de un saltó y se tiró sobre él como pudo—, gracias Egg.

Aegon sonrió y levantó a su hermano para sentarlo en sus piernas y poder abrazarlo bien. No dijo nada, solo lo abrazó en silencio y espero que aquello transmitiera lo importante que era para él. Lucerys no se molestó por el silencio, al contrario, se acomodo en los brazos de su hermano y disfruto del abrazo por varios minutos. Cuando se cansó de estar ahí se sacudió hasta que Aegon lo dejó en el suelo y entonces agarró la maraca y su dibujo anunciando que iría a mostrárselo a su madre.

Lo acompañó hasta la puerta y le pidió a Ser Criston llevar a su hermano con su madre, su tío Joffrey esperó a que los dos se fueran para lanzarle una mirada que él conocía muy bien. Era la misma mirada que Daemon le daba cuando quería hablar con él y no le daría escapatoria. Una mirada que odiaba porque lo dejaba atrapado.

—Tenemos que hablar sobre el niño del Norte—le dijo girando para verlo mejor.

—No hay nada de qué hablar—dio un paso hacía atrás y comenzó a cerrar la puerta antes de detenerse—. Solo…no le digas a mi padre, aún no.

—Entonces si hay algo—su tío levantó una ceja—. Y así hay quiénes dicen que no eres hijo de tu padre—murmuró poniendo los ojos en blanco con diversión. —No le diré nada, pero debes decirle pronto, antes de que comience a notar lo mismo que yo noté.

Cerró la puerta con las mejillas un poco sonrojadas. Claro que iba a ser pésimo para ocultar que estaba enamorado si nunca antes lo había estado. Con un suspiro de cansancio regresó a la mesa y entonces leyó la carta que le había llegado de Cregan. La caja tenía un anillo de plata, una simple banda de plata con un copo de nieve tallado en medio. Aegon sonrió y no dudó en ponérsela. Se preguntaba si la de Cassandra sería igual. Después de admirar el anillo por varios minutos decidió escribir su respuesta, la enviaría mañana por la mañana junto al mensaje de Clement.

Una vez terminó de escribir la carta abandonó la habitación para tomar un poco de aire. No había mucho que hacer si no estaba en sus clases o acompañando a su abuelo y su madre en las reuniones así que era un poco aburrido tener que caminar la fortaleza solo. Aemond aún no salía de su habitación, Helaena pasaba mayor parte de su día con él, y Daeron casi siempre estaba con Jacaerys corriendo por todos lados cuando no estaban en clases. Sabía que Visenya debía estar con su madre, Joffrey, y Lucerys así que no los interrumpiría. Su única opción de compañía era encontrar a su padre.

—¡Aegon!—la voz de Rhaena estalló en el pasillo haciendo que se detuviera.

La niña iba vestida de azul con una enorme sonrisa en el rostro y detrás de ella iba el maestre que también sonreía levemente. Aegon sonrió al ver a su prima y la saludo con una mano en la cabeza cuando lo alcanzó.

—Lady Rhaena—la saludó y ella hizo un puchero adorable.

—Mi Príncipe, tengo la información que me pidió, solo tuve que preguntar a unos cuantos sirvientes—le explicó estirando un papel en su dirección.

—Muchas gracias, maestre Gerardys, siempre es de gran ayuda—le agradeció con sinceridad.

En otra vida él lo mató después de que el hombre lo ayudase.

—Es un placer, Príncipe.

El hombre hizo una pequeña reverencia y se alejó de ellos. Aegon miró el papel y luego miró a su prima que lo miraba con los ojos bien abiertos.

—¿Qué es eso?—le preguntó con curiosidad.

—Algo que debo hacer—apretó el papel su mano—, ¿por qué no buscas a tu hermana o…?

—¿Puedo ir contigo?—lo miró ansiosa.

—Son cosas de gente grande, pulga, cuando crezcas lo entenderás—le pellizcó la mejilla como sabía que ella odiaba.

—¡No hagas eso!—exclamó ofendida. —¡Y no soy una pulga!

—Pues a mi me parece que sí—le mostró la lengua.

—Le diré a papá—aseguró y se alejó de él con pasos rápidos.

Aegon no pudo contener su risa y negó con la cabeza. Llevarse bien con todos en su familia había sido una de sus mejores decisiones en esa vida.

—Iré a la ciudad—le avisó a Criston y a su tío.

No esperó a que le dijeran algo, comenzó a caminar escuchando como susurraban entre ellos mientras lo seguían. Al final enviaron un aviso a su madre con una doncella para no dejarlo solo. En las puertas de la fortaleza se encontraron a Ser Harwin que se ofreció a acompañarlos, Aegon no rechazó la compañía así que siguieron el camino a la ciudad sin problema.

La gente se sorprendió de verlo, pero todos lo saludaron y él regresó los saludos con una sonrisa encantadora. Se detuvo varias veces a comprar cosas, no quería llegar a su destino con las manos vacías, tenía que dar una buena impresión. Cuando estaban a mitad de camino la calle se oscureció y el sonido de las alas de dragón acalló el murmullo de la gente. Aegon levantó la cabeza y vio como Caníbal volaba muy cerca de la ciudad, no muy lejos de él iba Sunfyre chillando de felicidad. Una sonrisa se formó en sus labios al verlos. Ambos dragones se elevaron aún más en el aire hasta perderse entre las nubes y solo entonces Aegon siguió su camino.

—Deberíamos averiguar si Caníbal no ha decidido comerse el ganado de alguien más—dijo a sus guardias sobre su hombro—. No lo ha hecho en un tiempo, pero quiero estar seguro.

—Me aseguraré de preguntar, Príncipe—Ser Harwin respondió levantando la mirada al cielo una vez más, como esperando ver al dragón negro.

Siguieron el resto del camino en silencio, con Aegon mirando cada rincón de la ciudad para tomar notas de las cosas que debía decirle a su madre cuando regresen a la fortaleza. La calle por la que estaban caminando era algo empinada pero, gracias a los dioses, ahora tenía las condiciones para subirla sin cansarse. Y, por fortuna, no tenían que subir por toda la calle. Su destino quedaba a medio camino y él se detuvo frente a la cantina dónde ya se podían ver varias personas desmayadas de lo borrachas que estaban. Arrugó la nariz al sentir el olor, en otra vida ese era un olor al que estaba acostumbrado, pero en esa vida lo detestaba.

Sin decir nada ingresó al lugar seguido de los tres hombres que lo acompañaban. Las pocas personas que seguían conscientes en el interior del establecimiento se mostraron sorprendidos de verlo y se levantaron en seguida para saludarlo con una reverencia. Él sonrió algo incómodo y pasó la mirada por el lugar tratando de descifrar quién era la persona a la que estaba buscando.

—Príncipe, bienvenido—una mujer algo bajita se acercó a ellos con una sonrisa algo incomoda—, no lo esperábamos…¿puedo ayudarlo en algo?

—Estoy buscando a Odeliah—la mujer abrió los ojos sorprendida al escucharlo y dio un paso más lejos de él. —¿Se encuentra?

—Príncipe…yo…—miró nerviosa detrás de él dónde Ser Harwin y Criston estaban, después miró a Joffrey que estaba caminando entre las mesas.

—Solo necesito hablar con ella, es…era hija de Calia—explicó al ver el pánico en su rostro—. ¿Está aquí?

—No está aquí—otra mujer, una con el pelo rojo y más alta que la otra le respondió—, vive un poco más arriba Príncipe—le informó.

Él asintió como agradecimiento y se dio la vuelta para salir.

—¿Está en problemas?—aquello le hizo detenerse.

—No.

Salió del lugar sin mirar atrás y respiró profundo una vez estuvieron lejos del hedor a alcohol y vomito. Sin pensarlo metió la mano entre su ropa y sacó el pañuelo que Helaena le había obsequiado, aquel que Visenya siempre llenaba con su aroma favorito para que no la olvidara, y se lo llevó a la nariz para borrar aquel olor tan repugnante. El pañuelo olía a una mezcla de flores, una que le daba paz cuando sostenía a su hermana menor en sus brazos.

—¿Está bien Príncipe?—le preguntó Ser Harwin.

—Estoy bien—aseguró apartando el pañuelo de su nariz.

Llegaron a su segundo destino al cabo de unos pocos minutos. Había dos niños jugando frente a la puerta abierta y ambos dejaron de jugar cuando los vieron. El más grande abrió mucho los ojos y tomó la mano del más pequeño antes de correr al interior de la casita. Aegon arrugó el rostro en una mueca de incomodidad y se removió en su lugar esperando a que alguien saliera. No pasó mucho tiempo antes de que una mujer con el pelo negro y mediana estatura apareciera por la puerta. Lucía cansada y Aegon se sintió mal por haber interrumpido su día.

—Príncipe Aegon—la mujer lo saludó con una reverencia.

—¿Odeliah?—preguntó con algo de duda.

—Su alteza—respondió con un asentimiento.

—¿Podemos hablar?—miró a sus acompañantes—¿A solas?

Vio que los tres iban a protestar, pero solo negó con la cabeza para detenerlos. Necesitaba hablar a solas con ella, no quería intimidarla con la presencia de tres guardias en su casa. La mujer asintió y lo invitó a pasar. La casa era tan pequeña como se veía por fuera y tuvo que luchar por no hacer una mueca de asombro. La mujer le dio algo a su hijo mayor y le pidió que se llevase a sus dos hermanos afuera, Aegon los siguió con la mirada hasta que desaparecieron por la puerta que se mantuvo abierta.

—¿Príncipe?—lo llamó al darse cuenta que no decía nada.

Aegon la miró y tomó asiento en la silla que le ofrecía. Se sentía fuera de lugar ahí, en medio de aquella casita cuando sus propios aposentos eran más grandes que aquel lugar. Sacudió la cabeza un poco para eliminar aquellos pensamientos, no era momento de pensar en eso.

—Cuando…Calia…—se aclaró la garganta para continuar. —Me preguntaba si…te gustaría trabajar en la fortaleza, serías la cuidadora de mis hermanos tal como Calia lo fue…

—¿Vino hasta aquí para ofrecerme trabajo Príncipe?—la mujer lo miró con compasión, como si pudiera ver a través de su mentira.

—Las cosas son…sofocantes, en estos momentos me encuentro extrañando a Calia más que nunca—confesó bajando la mirada—. El Príncipe Aemond también lo hace, supongo que ahora que está recuperándose necesitaba un poco de apoyo más que…

—Madre solía decir que preparaba sus galletas para usted cuando lo notaba inquieto—lo interrumpió—. Una galleta y un vaso de leche tibia calman al Príncipe, solía decir eso siempre.

—Calia cuido muy bien de mi y de mis hermanos…incluso de mis tíos—susurró con los ojos llenos de lágrimas.

—Me encantaría ir a trabajar en la fortaleza, Príncipe—la mujer se levantó y se acercó a él con algo de duda—. Sé que a mi madre le encantaría ayudarlo cuando lo necesita.

La mujer pasó una mano por el cabello del Príncipe que se relajó instantáneamente. A ojos de ella el Príncipe lucía como un niño asustado y no pudo evitar pensar en todas las veces que su madre hablaba del niño con un brillo especial en los ojos. Su madre la reprendería por darle la espalda a su niño preciado.

—Puedes ir en cuanto estés lista—Aegon puso sobre la mesa una bolsa llena de cosas—. Traje algo de comida…y esto—dejó un broche sobre la mesa—, cuando llegues a la fortaleza muestraselo a los guardias y ellos te llevaran con mi madre, solo di que el Príncipe Aegon te envió.

Se levantó respirando profundo y con una pequeña sonrisa se despidió antes de salir. Afuera su tío Joffrey lo miró con una ceja levantada pero no dijo nada. Cuando descendieron por la calle Caníbal volvió a pasar sobre la ciudad rugiendo y Aegon decidió que no le haría mal ir a volar un rato así que se desviaron hacía la fosa de dragones. En la fosa solo estaban los cuidadores que lo saludaron apenas lo vieron y le avisaron que Caníbal no había aterrizado en la fosa, solo Sunfyre lo había hecho.

El dragón dorado estaba en el domo y apenas lo vio chilló feliz y se acercó como un perrito feliz de ver a su dueño. Le acarició las escamas con cariño y se trepó en la montura después de unos segundos. Alzaron el vuelo apenas abandonaron el domo. Sunfyre se elevó tan alto como pudo y Aegon pasó la mirada por las nubes en busca de Caníbal. No vio al dragón negro hasta que alcanzaron el mar, entonces fue que apareció de entre las nubes dejando salir un rugido que los alertó de su presencia. Sunfyre respondió con un chillido y voló hacía él cuando Aegon tiró de las riendas de la silla. No tenía su ropa de montar puesta así que el frío del viento se sentía más que si hubiese tenido la ropa adecuada, pero no se podía quejar cuando en Driftmark siempre estaba la brisa marina que lo mantenía fresco a cualquier hora del día.

Regresaron a la fosa sin problema y Caníbal esperó a que Sunfyre ingresara al domo para aterrizar sin problema. Aegon se desmontó de su viejo amigo y le dio una palmadita en la cabeza como despedida. Afuera Caníbal gruñó cuando se le acercó, pero se dejó acariciar. Ya había un carruaje esperando por él así que no dudó en subirse, se sentía más cansado que cuando salió de la fortaleza. Casi se queda dormido en el camino, pero pudo quedarse despierto, al menos hasta que llegó a su cama y solo tuvo que poner la cabeza en la almohada para quedarse rendido del sueño.

Cuando abrió los ojos lo primero que vio fueron los ojos de Jacaerys que lo miraba atentamente como si esperase a que se despertara. Parpadeo varias veces y bostezo antes de estirarse. Sintió la cama moverse, indicación de que Jace estaba bajando, y se sentó con pereza. Su hermano lo miró desde el suelo con atención.

—Madre dijo que debía despertarte—le dijo al notar que su hermano no iba a decirle nada—, el abuelo te estaba buscando.

—Gracias Jace—le sonrió como agradecimiento a su hermano.

Se bajó de la cama con ganas de volver a tirarse en ella y seguir su siesta. Jacaerys lo acompañó, tomando su mano mientras le contaba sobre su día, y Aegon lo escuchó atentamente porque todo lo que decía su hermano era importante. Cuando alcanzaron los aposentos de su abuelo dejó que su hermano se fuera, aunque se arrepintió cuando abrieron las puertas y vio quiénes estaban dentro. Sus padres, sus tíos, sus abuelos, Alicent, y Helaena. Todos lo miraron cuando llegó y él sintió ganas de darse la vuelta y huir.

—Ah, Aegon, ven aquí—su abuelo sonrió estirando una mano en su dirección.

Con algo de duda avanzó hasta que llegó junto a su madre que le sonrió acariciando su mejilla con cariño, pero Aegon podía ver la duda en sus ojos bailando como el fuego que ardía en la chimenea.

—¿Qué sucede?

—Queríamos hablar sobre tu compromiso, cariño—su madre le respondió y con cuidado lo tomó de los hombros para girarlo.

Quedó de frente con Helaena que lo miraba fijamente.

—Cómo les dije—comenzó el Rey—, es mi deseo ver a mi nieto y mi hija unidos en matrimonio—notó a Alicent tensarse—, ambos han aceptado al deseo de su Rey así que solo queda hacerlo oficial.

Nadie dijo nada, todos se mantuvieron en silencio esperando a que alguien dijera algo. Helaena apartó la mirada de él y levantó la cabeza para ver a su madre que lucía a punto de soltar un improperio.

—Un buen compromiso sin duda—fue Laenor quién habló, poniendo una mano en el hombro de su hijo—. Aegon es un buen muchacho, sé que valorará a Helaena y la va a respetar siempre.

Helaena volvió a mirarlo y sonrió asintiendo.

—¿Estás de acuerdo con esto, mi pedazo de cielo ?—su madre le acarició el cabello.

—Sí madre, yo…quiero casarme con Helaena.

Las palabras pesaban en su boca y los recuerdos de su vida pasada le cerraron la garganta. Sin embargo, podía ver los ojos de Helaena que sonreía levemente y le aseguraba con su mirada que todo estaría bien.

—Entonces está hecho—el Rey miró a su esposa como esperando a que se opusiera.

—Deseo hablar con el Príncipe Aegon—fue todo lo que dijo la mujer—, a solas.

—No—su madre se negó enseguida y lo empujó hacía su padre que dio un paso al frente también, cubriéndolo con su cuerpo.

—Rhaenyra…—dijo su abuelo.

—Solo quiero hablar con el Príncipe—aseguró Alicent.

—Yo lo acompañaré—intervinó su abuela dando un paso al frente.

Aegon miró a todos los presentes. Su tía Laena y Daemon tenían el entrecejo fruncido y se miraban como si se estuvieran comunicando en silencio, junto a ellos su abuelo Corlys tenía una mueca de desagrado, y su abuelo Viserys lucía más frustrado que cualquier otra cosa.

—Accederé solo si la Princesa Rhaenys lo acompaña—su madre acabó aceptando, aún si Aegon podía notar la amargura en su voz.

—Bien—la Reina accedió y sus ojos lo encontraron.

Por instinto se movió quedando completamente oculto detrás de su padre que estiró una mano hacía él que no dudó en tomarla. Bien, había llegado el momento, o arreglaba las cosas con Alicent y evitaba la guerra, o todo su esfuerzo se iría al infierno.

Realmente necesitaba esa galleta y esa leche tibia.

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