Chapter 1: 1
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Para nadie era un secreto que los más altos tenían ciertas tendencias. . . homosexuales.
Y para nadie era un secreto que oficialmente eran pareja, y que demostraban su cariño sin parches, ¿qué pasaría? Eran los líderes, nadie les diría nada.
Sin embargo, su intimidad sí que era un secreto, y que a pesar de tener todas las bases de la relación cubiertas. . . Algo pasaba.
El más alto Púrpura, el que mayormente era pasivo, se había comenzado a distanciar de a poco de su adverso, comenzando con evitar sus contactos físicos, alejándolo levemente cuando daba sus abrazos, besos y en la intimidad, esto solo agravó más las inseguridades del más alto Rojo, que totalmente confundido no comprendía porque su pareja le trataba así, ¿estaba haciendo algo mal? ¿Le presionaba de alguna manera? ¿había alguien más. . .?
Inevitablemente él también dejaba de insistir, no quería incomodar al contrario, pero más que nada fue para pensar, aunque en realidad no hacía más que alimentar sus conjeturas e inquietar su mente.
Púrpura notaba esto, y sabía que era su culpa, sin embargo no tenía la valentía como para intentar hablar las cosas y admitir lo que le pasaba, lo que le impulsaba a actuar tan distante.
Pero la gota que derramó el vaso fue aquella noche en que Púrpura no asistió a descansar junto a su pareja como siempre lo hacían, las noches se tornaban mayormente aburridas y desde que tuvieron derecho a una habitación como para pasar las veladas decidieron que la compartirían, y que ahí verían como se entretenían.
Y en los últimos años se había vuelto una regla no escrita que al acabar el "día de trabajo" se dirigieran a la habitación a ser solamente ellos, a pasar ratos de intimidad sexual (en la que acababan durmiendo), a bromear, jugar con marionetas, o simplemente acostarse a ver las estrellas que les rodeaban eternamente.
Sin embargo esta vez no hubo posibilidad de ninguna de esas, ni siguiera se pudo deleitar con la misma presencia, puesto que esa presencia nunca apareció.
Esa noche no pudo evitar llorar, en realidad, no pudieron evitar llorar, se sentían solos, incompletos, no estaban para nada acostumbrados a esa clase de soledad y realmente se tenían sin cuidado.
Una noche nunca le había parecido tan jodidamente larga, sin embargo, esa noche, en la que parecía que las estrellas se reservaron para sí mismas a causa de tal infortunio, estaban indispuestas, no habían podido dar su espectáculo de luces para sus amantes favoritos, nadie estuvo, le dejaron solo, los pequeños astros se retiraron a lamentarse, llorar y lamentar por tal tragedia, ¿qué había pasado? ¿Si se extrañaban tanto porque no se abrazaban? ¿Si se anhelaban tanto porque no iban corriendo por el otro? ¿Por qué en veces piensas los sentimientos? Si por eso son sentimientos, se sienten, no se piensan.
Esa "mañana" se dirigieron de nuevo a la sala de controles principal de La Inmensa, para recibir llamadas, ver progresos de invasiones, etcétera.
Notando que su compañero tenía leves ojeras, que hacían resaltar más sus ojos color amatista, pero de una mala manera.
Éste intentaba desviar la mirada, apenado, sabía que todo ese drama se había estado ocasionando por su falta de determinación, no quería que lo vieran así.
Rojo le veía con tristeza, cómo deseaba tomarle de las manos, acariciar su rostro y antenas, acercarlo, obligarlo a qué lo viera. . . Y preguntarle con ternura. . . qué le pasaba, consolarlo con delicadeza, susurrarle con consideración, y. . . simplemente, amarlo, amarlo como siempre, amarlo como nunca.
Pero ahora no se sentía con ese derecho, no sentía que pudiese, ni mucho menos que debiera.
Se hacía cambio de funcionarios, era cierto que los Irkens no dormían, pero ocupaban descansar, relajarse, tomarse un tiempo, y este cambio solía durar unos minutos, en ese momento de la jornada era que los líderes se retiraban, algunas veces se esperaban hasta el siguiente cambio, o cosas por el estilo.
Esta vez Púrpura esperó hasta este momento de soledad para dirigirle palabra.
— Yo. . . me iré a descansar, ¿te encargas? — Dijo en un hilo de voz que denotaba la tristeza y pena.
Rojo arqueó las cejas, odiaba verlo así, sin embargo no comentó nada sobre esto.
— Si, les diré a los invasores que su más alto fue secuestrado — Bromeó, intentando mejorar su relación, Púrpura sonrió levemente, se dió la vuelta — P-¡Púrpura! — Llamó, ocasionando un escalofrío mutuo, hacía mucho que no decía su nombre. . . ni que él lo escuchaba de sus labios, se giró de nuevo, viéndolo con esperanza en sus cansados ojos.
— ¿Si?
Rojo desvío la mirada, no sabía porqué había hecho eso, pero, impulsado por sus instintos, se acercó a su allegado, que retrocedió un paso, sin embargo permitió la cercanía.
Le tomó de la cabeza, ocasionando un temblar en el contrario, y con delicadeza, depositó un corto y tímido beso en la punta de sus labios.
Por la espalda del de color morado no pudo evitar pasar un escalofrío, un escalofrío tan. . . confuso. Como en todas las ocasiones pasadas, se alejaba unos centímetros, pero esta vez. . . tuvo un leve impulso a corresponderle, a arreglar las cosas, por lo que, al término del beso, no pudo evadir las ganas de acercarse para continuar, sin embargo su contrario ya había acabado con su pequeña demostración de afecto, ¡sin embargo! no pasó por alto esto último, ¡abriéndose una brecha! ¡Una chispa! ¡Que creía, ¡Tal vez ya estaba perdida!
Púrpura sonrió muy leve y se retiró al tiempo que los relevos llegaban, ¡le sonrió! ¡A él! Su corazón latió con rapidez y se dirigió con velocidad a su habitación, tenía una idea, ¡una magnífica idea nacida de esa leve demostración de misma esperanza!
¡En nombre de su imperio, en nombre de su vida y de su amor! ¡Reconquistaría al Más Alto Púrpura!
Chapter 2: 2
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«Te veo en el observatorio, cuando La Inmensa marca las sesenta horas»
Dictaba una pequeña nota que había sido deslizada por abajo de su puerta con una linda letra.
Realmente tuvo que haber pasado horas practicando su caligrafía, no era como que escribía a diario, Púrpura entendió esto y no pudo evitar reír leve, le pareció tierna la imagen de su compañero haciendo prueba y error con oraciones seguramente amorosas.
La Inmensa tenía un reloj en su interior que marcaba un día de cien horas, para hacer un poco más cuerdo el paso de los días. El tiempo siempre ha de reinar.
Las sesenta horas eran de las más tranquilas de la gran nave, dónde la mayoría de los Irkens de puestos poco relevantes reposaban en salas especiales para ello, era cuando los pasillos, salas de controles y en sí gran parte se hacía deshabitado.
Momento perfecto para tener privacidad.
Aunque de todas formas si alguno de los dos lo ordenaba podía aislar a todos en La Inmensa.
Púrpura miraba la carta, la leía, reposaba y regresaba de nuevo. No sabía qué contestar
No anhelaba tanto la pronta privacidad que Rojo sugeriría, pero tampoco deseaba empeorar las cosas y prácticamente romper su noviazgo al no asistir.
Finalmente no tuvo otra opción.
[ ◽▪️◽ ▪️◽ ]
Fue un evento que fue meticulosamente convenenciero.
El observatorio se posaba por la parte más alta de la nave, teniendo la opción de abrir el techo para que fuera un cristal quien los cubriese en lugar de un pedazo de metal y dar acceso a la vista de todas las estrellas y planetas.
Estaban pasando por aquella reciente galaxia que aún estaban explorando, aquella que él había nombrado como regalo de aniversario para su Irken púrpura.
Había decidido que ese fuera su obsequio al recordarle al destinatario, se adornaba por nubes de gas lilas, cúmulos de estrellas que por alguna razón daban destellos morados y luces parecidas a los ojos de su pareja.
Simplemente una obra de arte. Y ahora estaban pasando por ella.
Ya minutos hacía que Rojo se había sentado en el suelo observando tales tonalidades, hasta que el silencio hizo notar la respiración que hacía presencia en el lugar.
Dejó escapar el aire de sus pulmones, sonando, aún sin dejar de ver las nebulosas que el cielo le proveía.
— ¿Sabes porqué es tuya?
Púrpura llegó hasta su lado y se mantuvo de pie, observando igual que su adverso.
— Porque tú me la diste — Contestó sin mucho chiste
— ¿Pero sabes por qué te la di cuando en realidad no hiciste nada por tomar su control? — El de matiz igual a la galaxia frunció el ceño arrogante y orgulloso, ¿cómo que no? Puso la presencia.
— No, ¿por qué? — Alzó una ceja con desdén
— Porque me recuerda a ti.
Volvió a voltear rápidamente hacia arriba, no veía nada parecido a él; punto, punto, gas, nube, punto, punto, ¡ah! cúmulo.
Nada parecido a él.
— ¡No se parece nada a mí!
—Ambos son morados. — Espetó y Púrpura cayó en ese razonamiento, era verdad.
Volvió a mirar y logró captar más o menos a lo que refería, nunca habían tomado gusto por las estrellas, al menos no mucho, y al fin, después de ya hacía meses que habían bautizado a la presente, había recibido el valor sentimental en sí. .
Se sintió halagado y querido, ¡nombraron una galaxia a su nombre! Por aquello que el contrario siempre le repitió y repitió que lo adoraba, su color.
— No me importa sí para los demás no, pero tu color es único — Expresó dejando a ver a la gran masa de materia para dirigir sus orbes a quien estaba a lado suyo — único de ti. . .
«Y sólo para ti. . . » Repitió en un pensamiento, arqueando las cejas con pena, le conmovía pero. . . Simplemente ahora no podía corresponderle.
Se acercó unos centímetros a Rojo, en un impulso por hacerle compañía, pero no, se detuvo, se contuvo, y no pudo hacer más que retroceder cuando quién estaba frente a él se había levantado con esperanza en sus ojos, no pudo hacer más que negar con la cabeza y retirarse cabizbajo.
Rojo al fin en soledad acarició su entrecejo en un intento de calmarse, se sintió frustrado, ignorado y rechazado. Rechazando la naturaleza no reaccionó como un Irken lo haría, se lastimó, le dolía cada que su noviazgo parecía decaer, en lugar de llenarse la cabeza con vanaglorias falsas y soberbios pensamientos.
Respiró hondo y acarició sus antenas una vez de arriba a abajo, sabía que no podía funcionar como quisiera, pero por algo se empezaba, Púrpura había parecido más tentado a hacer cercanía y eso estaba bien, era un progreso, no había porqué desanimarse.
¡Si pudo enamorarlo una vez sin saber qué hacía, podría volver a hacerlo conociéndolo bien!
¡El que te la hace una vez te la hace dos veces!
Chapter 3: 3
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«¡Hola! ¿Estás ocupado en la tarde? Seguro que no. Bueno, he visto que hace mucho no comes golosinas, ven al comedor allá por las cuarenta, te espero en la misma mesa»
Dictaba una nueva carta con la misma letra que la anterior.
Se había pasado toda la "noche" pensando en lo que le aconteció en el observatorio, y haciendo un intento nada favorable de distraerse, no estaba para nada cansado como para dormir, ¡no había tenido un esfuerzo máximo como para dormir! En veces odiaba la biología que se le había concedido, y más en esos momentos de soledad.
Sin pensarlo mucho accedió, es decir, hablamos de golosinas, ese azúcar adictivo que te embriaga con simplemente mencionarlo.
Además tenía razón aquél pedazo de papel, hacía mucho no consumía el preciado alimento, y, por alguna razón, se sintió como en aquellos días en los que su mandato era apenas reciente, en los que ambos planeaban tantos eventos cómo les era posible, incluídos aquellos de poca magnitud que se reservaban únicamente para ellos dos, y tal vez uno que otro Irken alto que invitaban a pasar el rato.
Y así como en aquellos prematuros años, sintió la luz, emoción y ansiedad por asistir.
[ 🔹🔸🔹🔸]
El comedor era un lugar que la mayor parte del tiempo se encontraba con ruido, durante todas las horas de la jornada los Irkens tomaban pequeños intervalos para ir por algo de comer, aunque su ración de dulces fuera muy reducida y limitada, nunca se perdían de ésta.
Rojo esperaba con cara de aburrimiento en la mesa más grande, con su cabeza apoyada en su mano y la otra alzando y chocando ambos dedos contra la mesa en una secuencia, en fin, estaba algo ansioso porque su espera acabara.
De igual manera estaba casi totalmente rodeado de escoltas, que abrieron paso ante su segundo gobernante, que llegó con un rostro iluminado por la misma felicidad, que decayó en arrogancia al notar la mesa vacía
— ¡Pensé que estaría toda una pila para mí! — Reclamó de brazos cruzados.
— Ahora mismo. — Mencionó dejando de lado su golpeteo y expresión, cambiando por una sonriente pero pacífica.
Chasqueó sus únicos dedos y de pronto llegaban muchísimos Irkens en una fila con pequeños postres en platos pequeños, había de todo, bebidas, golosinas, repostería, o simple azúcar para ser comida a dedazos.
Los granos blancos brillaban en los globos oculares del de color violeta, que no hacía mas que expandir su sonrisa y morder sus labios al mismo tiempo, no podía con tanta belleza.
Muchos de los platos fueron depositados en la mesa, los cuales fueron bastantes considerando de la mesa era gigante comparada con los chicos recipientes.
Fueron al menos sesenta pequeñas opciones que estuvieron enfrente suyo, además de que alimentos como las bebidas eran sostenidas por Irken pequeños a sus lados.
Apenas acabaron con su corto desfile de comida, Púrpura se abalanzó contra las donas, que era de las que más abundaban, en cada plato en las que había de éstas reposaban mínimo seis amontonadas una sobre la otra.
Devoraba con euforia, realmente hacia mucho que no lo hacía.
Rojo tomó un pastel de frutos dulces y lo comía con devoción, sin embargo no podía parar en veces al perderse con la felicidad del contrario, parecía una pequeña criatura tierna.
El remitente notó que empezaban a escasear las rosquillas, en un susurro demandante ordenó que los platos vacíos fueran retirados y llenados con más, y que las donas que se encontraban en su lado de la mesa fueran cambiadas a la disposición del otro.
Hizo este intercambio unas tres veces.
Inevitablemente Púrpura notó la constante renovación que su compañero le hacía, sintiéndose halagado y por alguna razón, escuchado. Sentía la atención que Rojo le daba, cuando incluso interrumpía su propio consumo hasta no ver qué nada le faltara a su pareja.
Para hacerle mas llevadero este trabajo comenzó a comer con más tranquilidad (en parte porque ya se estaba saciando)
Empezó a lamer y saborear el glaseado con el que compartía color, era su sabor favorito, y se impresionaba notar que no estaba el que a Rojo le gustaba, era como si toda la ración de rosquillas había sido predestinada sólo para él.
— ¿Qué te gusta más, dulce o salado? — Partió la plática
La mirada descisiva que Rojo le otorgaba realmente era dulce, misma dedicación con la que el adverso planeaba contestarle
— Dulce, pero en este momento no me molestaría un poco de salado. — Respondió volviendo a lamer las destellantes porciones de dulce que se encontraba por encima del pan.
Rojo rió leve
— Lo suponía. — Chasqueó de nuevo los dedos sin dejar de verlo, sin dejar de ver la mirada confundida de su colega al ver que los sirvientes recogían los platos vacíos y no los devolvían renovados.
A los pocos minutos llegaron cuatro bolsas llenas hasta el tope de palomitas con mantequilla, saladas.
— Ey. . . palomitas — Reconoció sonriendo enternecido.
Tomó una unidad y comenzó a comer risueño, Rojo le imitó, y, seguro de sí mismo, se aventuró a reanudar una conversación
— ¿Qué te pareció el observatorio ayer?
Púrpura paró un momento y volvió a su realidad cotidiana, comenzando a sentir un poco de incomodidad.
— Fue. . . lindo — Respondió sin mucha pizca de veracidad, parecía que lo decía por conveniencia y por obligación.
Rojo reposó unos segundos, le veía con pena, se sentía mal, aunque no fuese normal entre Irkens, él deseaba que su novio le tuviera confianza, confianza para contarle qué le pasaba, qué sentía, ¡¿qué hacía o qué no hacía como para que él le hablara con tan poca voluntad?!
— Púr. . . — Susurró impulsivo, y en ese mismo estado arrastró su mano izquierda hasta la mejilla del mencionado, que a pesar de tener ya la costumbre de alejarse, deseó romper ese hábito, así como su pareja había roto levemente la barrera que les dividía.
Un escalofrío le recorrió, acabando su camino asomándose por sus ojos, sentía ganas de llorar, decirle qué le pasaba, contar con él, pero no podía permitir a alguien más sí él no confiaba en sí mismo.
Solamente pequeñas gotas hicieron presencia en sus ojos, pero sonrió y arqueó las cejas, enternecido, sonrojado.
Le ofreció un grano de tantos que tenía en su reciente aperitivo, lo tomó dudoso.
Le imitó una vez que recibió su regalo, tomó de su rostro con delicadeza y le miró aún más conmovido.
Apenas parecía que Rojo iba a pronunciar palabra alguna, cuando, sorpresivamente, Púrpura le otorgó un fugaz y cariñosísimo beso, suficiente como que para que al cerrar los ojos una lágrima bajara por la mejilla que era anteriormente acariciada.
— Nos vemos mañana — Despidió levantándose con paciencia.
Rojo se quedó estático, sentía su corazón tan pacífico. . . no deseaba moverse, quería aparecer mágicamente a lado de donde sea que estuviese su co-gobernante, hallarse alrededor del cuerpo del de color morado, abrazarlo y ser de nuevo ellos dos solos en el universo, mientras todo gira, todo se mueve, y nada muere, nada muere, todo perece, menos su limbo, el limbo, limbo, amor e hipnotizar, pensar y amar, amar y ser, ser y amar.
En fin, existir.
Existir en conjunto.
[ 🔸🔹🔸🔹]
Ya a horas próximas Púrpura recibió una canasta con todos los dulces que habían sobrado, y, en la bolsa de palomitas que había dejado incompleta se hallaba otro mensaje.
«Mañana será entonces. En tú bella estrella. Creo que sabes a qué me refiero.»
En realidad. . .
Tardó horas en descifrar a qué se refería.
Chapter 4: 4
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— Es una gran magnificencia. Es roja, nada mejor para un astro para demostrar poderío y energía
. . .
— ¿Sabes? Me recuerda a ti. Eres una bella estrella.
Mi bella estrella.
[ ⍟ ✪ ⍟ ✪ ]
Que una sala estuviese poblada nunca fue impedimento para tener momentos inolvidables e inigualables.
Púrpura se dirigía hacia el núcleo de La Inmensa, dónde reposaba una gran y enorme masa de energía que era cercada a varios metros de distancia, no sólo cercada, sino que estaba rodeada por un resistente cristal, sin embargo ésto no impedía que igual la sintieras extremadamente cerca.
A ambos altos le encantaban esto.
Rojo esperaba a lado de la entrada, con la intención de asustar a su colega cuando entrara.
Púrpura atravesaba la puerta observando con timidez la estrella que tenían cautiva, incluso despedía explosiones solares, la parte favorita de ambos. Era tan entretenido ver cómo se veían frenadas por el cristal y se desplazaban por todo éste, llegando a hacer una especial de neblina rojiza que desaparecía con los segundos, puesto que el cristal las absorbía y era usada para dar abastecimiento a la nave, así funcionaba el núcleo.
Púrpura avanzó poco y Rojo exclamó un resonante ¡Boo!, desconcentrando a todos los que estaban encargándose de calibrar y mantener en orden la masiva energía.
Su carcajada no se hizo esperar y dió varias vueltas a causa de la gracia, Púrpura tampoco pudo reprimir su risa, sin embargo no podía quitarse de la cabeza la incomodidad que sentía ante los sucesos del día anterior.
A los segundos su risa se extinguió, ocultó levemente su rostro y volvió a expresar su mirada de confusión constante.
Rojo igual fue apagando su bullicio al notar ésto, suspiró y con la misma comprensiva sonrisa con la que se había estado dirigiendo a él se hizo presente.
Apenas se dirigía a tomarle la mano Púrpura la apartó, mas por un reflejo que por voluntad propia, presionandola contra su pecho, como si se estuviera protegiendo.
Por un momento la angustia invadió el rostro de Rojo, siendo reemplazada por la tristeza, se giró y se sentó en el piso desprendido en el aire que separaba la cerca del vidrio, dejando sus pies columpiando. Con un semblante triste.
Púrpura comprendió lo que había hecho, y realmente deseaba disculparse, aunque realmente no tenía caso si no estaba dispuesto a arreglar las cosas ahí mismo. . .
Se dirigió a su lado y se sentó, abrazándose a sí mismo, y por primera vez en este plan, Rojo se mostró soberbio, cruzado de brazos y con la mirada hacia el lado contrario de donde estaba Púrpura, no quería seguir siendo él quien se rebajaba.
Aunque en realidad su conducta se debía al rechazo público que le había hecho, no era necesario explicar que muchos Irkens notaron como su alto de color morado se había apartado del otro, y notablemente no hizo mucha falta para que los murmullos sonaran.
Le había herido en el peor de las heridas Irken, el orgullo, la humillación, humillación frente a varios de sus allegados, ¡por Irk! Todos habían visto como prefería la lejanía antes de tocarlo, no reprimía sus quejidos y semblante molesto, aunque aún así ya era tiempo que de Púrpura sintiera que lo que hacía si que lastimaba a su pareja, en todos sentidos, y que no era bueno prolongarlo.
— O-oye — Llamó casi forzando una sonrisa, más bien, tratando de contagiar al contrario con ésta, aunque no se sentía con el derecho de hablarle. — T-tú me diste una galaxia. . . puedo siquiera. . . ¿darte esta estrella? — Sugirió tomándole del brazo, moviéndolo leve, tratando de llamar su atención.
— Prácticamente esta no es una estrella señor, es una gran masa de energía artificial que funciona como una pero. . .
— ¡¿Te quieres callar?! ¡Es una estrella y punto! ¡Y el que diga lo contrario será condenado a ser mesa durante cincuenta años! — Interrumpió a un Irken metiche, amenazando a todos de paso — ¡Y al siguiente que haga cualquier ruido cien años! — Todos voltearon a su área de trabajo, temerosos, ¡eran demasiado altos como para ser mesas!
Rojo rió lo más bajo que pudo, tapando su sonrisa con su mano, Púrpura notó esto e igual sonrió, de manera totalmente honesta y victoriosa.
— ¡Já! ¡Te reíste! ¡Es decir que sí te la puedo dar!
— No ocupas estar en buenos términos conmigo para darme un regalo — Exclamó risueño, al fin volteando a su izquierda, notando que quedaron muy cerca el uno del otro, sonrojándose mutuamente.
Aunque en los términos contemporáneos, hubiese sido Rojo el primero en sonreírle al contrario, fue Púrpura quien cayó risueño ante la tierna imagen de su compañero, sintiéndose bien de haber logrado que le dirigiera palabra.
— Perdón si me he hecho del rogar — Bromeó (tal vez no) sin dejar de verlo, hipnotizado.
— Te perdono por hacerte del rogar — Terminó de darse la vuelta completamente para rodearlo con un brazo y con el otro alzar su mentón, haciendo que ambos pares de orbes se encontraran como hacía días que no lo hacían, se acercaban, querían ver qué más podían descubrir omitiendo la simple vista.
Deseaban explorarse, verse, de esa forma que sólo ellos sabían, que sólo ellos podían. Embriagantes y que lograban elevarse más allá de la última galaxia descubierta.
Sin notarlo, culminaron con un beso y una dramática explosión solar frente a ellos, que hizo reír a Púrpura aún unido a su contrario puesto que se había asustado levemente.
Se separó unos milímetros, prácticamente aún estaban unidos, risueño y juguetón le observaba a los ojos.
— Ah. . . perdón. — Volvió a reír.
— Creo que debemos hablarlo, ¿no crees? — Susurró acariciando su mentón.
— Si. . . — Suspiró, volviendo a unir sus labios fugazmente.
Quedó segundos prensado a la vista de los labios contrarios, notando lo bien que se le apetecía.
— ¿En tu habitación o en la mía? — Hizo cuestión pícaro.
Todas las neuronas de Rojo despertaron ante tal atrevida proposición, sonriendo amplio.
— En nuestra habitación.
Púrpura rió
— ¿Hoy duermo?
— Hoy te toca sueño cariño. — Bajó su dedo por en medio de sus ojos, causándole unas especies de cosquillas, rió suave, alejándose poco y acariciando el rostro contrario.
— Escalofríos. . .
— Te aseguro que hoy te dará calor — Arrojó con osadía en un susurro, provocando un intenso rubor en toda la cara contraria, cubriendo su boca y ojos, en sí todo el rostro, no podía creer lo que acababa de decir, moría de risa y de vergüenza.
Rojo se levantó y ofreció su mano al contrario, que la tomó con determinación y cuando estuvo de pie atrajó a su ayudante hacía sí, otorgándole otro beso mucho más pasional.
Todos los presentes bajaron las antenas ante la incomodidad que sentían, no podían evitar encogerse cuando lo único que se oía en la sala eran ciertos fluidos combinándose, ambas telas frotándose y risas tiernas (aunque para ellos no fueran así)
Ya después de tanto fueron de prisa hacia la habitación que compartían originalmente, ordenando que todas las cosas que pudo haber recaudado Púrpura en su temporal estadía ajena fueran llevadas a la estancia principal de ellos dos.
Claro, cuando ellos acabaran los asuntos que tenían pendientes. . .
Chapter 5: 5
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Bien, bien, bien, bien.
Es todo lo que se repetía por la mente del más alto Rojo.
La palabra iba de acompañante junto al vaivén que habían estado haciendo desde ya hacía algunas horas, incluso algunas veces esa exclamación se colaba entre los suspiros que el otro le sacaba.
Era de las cosas que mas extrañó.
Que extrañaron.
Púrpura no podría (ni debía) pensar en renunciar a eso.
De todos los privilegios que ser gobernante le ofrecían, ninguno podía igualar al que su compañero le proveía.
Los suspiros, suspiros y gemidos abundaban, risas y jadeos ahogados, se sentían como el tercer día en que fueron proclamados altos en dúo, había sido tan curioso.
En aquella ocasión se sentía la vibra de que se amaban, y solo fue cuestión de muy poco tiempo como para que se sintieran con el derecho y libertad de poder expresar su amor a todo resplandor, incluyendo sexualmente. . .
Aprovecharon y agradecieron que no se les arrebataba esa parte de su biologia, y no planeaban decretar algo así.
Rojo tomaba grandemente de las piernas contrarias mientras las acariciaba y en veces besaba, con cariño, era cuando mas reía aquel que estaba abajo suyo, sentía tanta vergüenza y cosquillas, al mismo tiempo, se sentía consentido.
Mayormente Púrpura le tenía tomado del cuello y nuca, teniéndolo siempre a su disposición, en realidad lo que más hacían durante el acto era besarse, no lo podían evitar, era. . . la forma más, pero más hermosa de decirse, ¡de gritarse: Te amo!
El pasivo no dejaba de reír y sonreír, ¡le había hecho tanta falta! Lo abrazaba mientras el otro continuaba con su vaivén de caderas y con las caricias que dos dedos podían proveerle.
Rojo en más de una ocasión — principalmente de cansancio — paraba y juntaba ambas frentes, siendo iluminados por la luz que estrellas y galaxias podían darles, en realidad no era mucha, pero no importaba, mientras pudiera ver sus ojos. . . tan radiantes ojos, que le miraban con la mayor de las súplicas y disculpas, que le rogaban perdón y clemencia a pesar de no haber cometido ningún crimen.
Rojo. . . su rostro, era todo, todo un poema, de esos que borras al momento de tener que mostrarlo, que sólo se lo enseñas a la existencia y a las estrellas, ¡que ellas graben tu sentir! ¡que ellas supliquen y lloren al ver que lo pierdes! ¡que borras y desapareces! ¡que desaparece al matar! Matar al caer, y ser al olvidar.
Esa estrella, era Púrpura, sin embargo, él no borró nada, sólo reescribió, lo reescribía para su estrella cada que ésta se lo pedía, cada que se lo pedía con sus ojos, los ojos de la afirmación, aquellos a los que no podías negar nada, no por su ternura, sino que ordenaban, exigían, pero bañados de un perfume de amabilidad y actitudes sumisas, disfrazado, que demostraba su naturaleza versátil solamente con él, sólo. . . único.
Embriagante.
Pero tan conciente.
Ambos terminaron ahogando, matando un gemido de lujuria por un beso de amor.
No podían desear más.
[ ✵ ☼︎ ♥ ☼︎ ✵ ]
— Si estás bien, ¿verdad? — Cuestionó Rojo acariciando el rostro contrario, quién cerraba los ojos para gozar del vacío ya llenado.
Exhaló dichoso y se volteó a su lado, asintió a la pregunta.
— ¿Cuánto tiempo nos queda?
— A mí todavía ochenta horas, suficiente para vivir, creo yo. — Respondió, haciendo alusión a qué ambos retiraban su pak cuando tenían relaciones, el cual, había sido mejorado al momento de ascender como más altos, otrogándoles cien horas en lugar de diez minutos para poder volver a colocarlo.
Púrpura sonrió y se acogió en el pecho contrario, reposando feliz.
Rojo lo acogió, sin embargo lo alejó al rato, viéndolo a los ojos.
— ¿Qué pasa?
— Eso quiero saber yo. — Volvió a acariciar su mejilla — ¿Qué te pasó?
El de color violeta arqueó las cejas y suspiró, no pensó que sería tan difícil explicarle. . .
—. . . Yo. . . Me enteré de que. . . agh — Gruñó, esperaba tener razón, no es como que había una forma concreta de demostrar lo que había escuchado y concluido, sólo esperaba no equivocarse.
Volvió a ver sus rojizos ojos, teniendo la seguridad y confianza para contárselo, calmando todos sus pensamientos, exclamó:
— Yo no soy un más alto, ¿verdad?
Rojo esperaba cualquier otra cosa, abrió los ojos sorprendido, es decir, era el más alto, ¿que no así era? Al notar está confusión, Púrpura se explicó mejor, no sin antes sonreírle y besarlo efímero.
— Más bien, no debería de serlo, ¿cierto?
Rojo bajó las antenas, no sabría que responderle.
— Dime la verdad, no me voy a. . . ni enojar, ni entristecer — Se acercó a su rostro y susurró: — ya pasé por eso.
El de tono carmesí desvío la mirada y se alejó levemente, se sentía de alguna forma culpable.
— ¿Cómo. . . te enteraste? — Púrpura soltó el aire que tenía en una especie de risa, entonces era cierto.
— Hay mucho ruido en el comedor, y. . . uno que otro Irken no aguanta platicar con otro sobre uno de los mayores rumores que hay aquí.
—. . . ¿Escuchaste Irkens chismear?
— De todas formas no les hubiera tomado importancia, si lo que decían no fue más que la verdad. Y tenía sentido — Expuso — Sí recuerdo haber visto un borrón encima mío cuando me midieron por segunda vez. Por mandato tuyo.
El contrario se sonrojó de vergüenza y desvío la mirada, Púrpura tomó su rostro y le besó la mejilla.
— ¿Cómo burlaste a los cerebros? — Burló incrédulo
— Los cerebros no supervisan la medición de Irkens, solamente la iniciación. Si, borré mi altura en la pared y puse mi nombre en la tuya, fuiste el segundo más alto. . .
— Fue fácil convencer a todos, ¿verdad? Ya no había forma de verificar que eso medías, ya te habías desarrollado lo máximo que podías. . . Esa fue de mis partes menos favoritas de ser promovido, esa cosa sabía horrible.
Rojo rió, era verdad, cuando ascendían a más altos, se les alimentaba un par de veces con una sustancia especial, que explotaba todo el potencial que el pak tenía para ofrecer en relación con la altura.
Rojo ya era todo un alto cuando su amigo de toda la vida había subido a reinar junto a él.
—. . . Y, ¿por eso decidiste alejarte? Siempre dijiste que querías ser alto por sobre todo.
— Fue más. . . algo personal, pensé que tal vez, bueno, s-sugerí la posibilidad de. . . — No podía enunciarlo, era, tan raro de describir, ciertamente había aprendido más de los sentimientos gracias a su relación, sin embargo, eso no quitaba el hecho de que no supiera a ciencia cierta como expresarse, en especial con algo tan poco acontecido en la historia como lo que había pensado.
Sin embargo la mirada comprensiva que le acompañaba le ayudó a decirlo.
— Pensé que tal vez sólo era un capricho tuyo. . .
De nuevo, Rojo no esperaba tal respuesta, ¿cómo? ¿un capricho? ¡¿él?! ¡¿Algo que pasaría de su vista en algún punto?! ¡Jamás!
— ¿Crees eso?
— No. . . — Susurró — Ya no — Tomó el rostro contrario entre sus manos y lo acercó para besarlo, continuó hablando con sus frentes juntas. — Te amo.
Una corriente eléctrica rodeó y atravesó todo su ser, le volvió a besar.
— Y yo a ti. — Otro beso — ¿Y que planeabas? — Rió
— Pues. . . No creo que sea posible renunciar a ser alto, así que. . . solo planeaba salir de vez en cuando para mantener las apariencias, pero. . . Insististe — Se encogió de hombros risueño.
— ¿Pensaste que te utilizaba? ¿Para mis "caprichos"? — Preguntó intentando comprender del todo.
— Si es que. . . ¡Ja! ¡Fuiste muy indiscreto! Apenas subí como alto, ¡a los tres días me llevaste a nuestra cama en Irk! — Mencionó risueño — Y. . . yo creo que lo hacemos seguido, tal vez un poco más de lo que consideraría "normal". Es decir. . . lo relacioné — Admitió apenado.
Rojo no preguntó más, no quería indagar más en un tema que ya estaba resuelto, mejor, lo acogió de nuevo en su pecho y se mantuvieron estáticos varios minutos, fue como estar a merced de una coraza, de una crisálida, al mismo tiempo que lo único que se mueve es un ser amado.
El ser amado.
Habían vuelto a dormir.
A horas después del suceso tocaban la puerta repetidas veces.
Púrpura abrió los ojos con cansancio, frunció el ceño y gruñó, ocultando su cabeza con una almohada, Rojo despertó también, pero él se había enojado más porque su querido Irken había sido molestado.
— ¡Señor! ¡Traigo el pedido que había encargado! — Pronunció el Irken al otro lado de la puerta.
Las antenas del de color carmesí se pararon, al igual que él. Púrpura notó tal desbalance en su cama y volteó aún un poco molesto, pero con basta curiosidad.
Rojo se dirigía eufórico a abrir, sin embargo su compañero lo evitó con una risa pícara.
— ¿Vas a abrir así? — Lo recorrió con su mirada, risueño y con un aura coqueta, aún se encontraba desnudo.
Al notar ésto golpeó su frente apenado y corrió en busca de una bata que habían conseguido ante la necesidad de vestir algo ligero después de esas ocasiones.
Púrpura rió
— ¡Ya va! — Indicó mientras reía con cierta burla
— No planeaba irme mi alto. . .
— ¡Que bien! — Rojo ya volvía y su contrario le hizo una seña para que se acercara — Ya dijo que no se irá hasta que le abras, tenemos todo el tiempo del mundo, ¿qué tal que vienes aquí de nuevo y me demuestras lo que ningún Irken es capaz de demostrar? — Susurró seductor con osadía de picardía, intentando atraerlo a sí.
Rojo rió, a pesar de las peticiones de su pareja iba a atender a su subordinado
— ¡Espera! — Carcajeó — Tengo algo que enseñarte.
Se separó al fin y el otro suspiró con malicia
— ¿Algo que no me hayas enseñado ya? — Preguntó atrevido.
El contrario no pudo evitar reír y acercarse a besarlo con pasión, el de color morado se levantó aún en el colchón para gozar más.
Se distanció divertido mordiendo su labio inferior, recordándole que debía de atender.
— ¡Pero no te tardes! — Exclamó en forma de puchero saltando levemente en la cama como un berrinchudo.
— ¡No es como que saldré de la habitación!
— ¡Mas te vale!
El Irken afuera no hacía más que incomodarse ante las palabras que se lograban escapar del interior de la habitación, para su mala fortuna.
Ya cuando le abrieron retomó su postura y presumía el objeto que su alto había encargado, que era un cuadrado cubierto con una sábana de terciopelo. Aunque aún así no pudo evitar sorprenderse de ver a su alto con nada más que una bata con la que nunca pensó ver a ningún Irken.
— ¡Mi alto! ¡Me honra comunicarle que su encargo estuvo listo! Incluso antes de cuando lo pidió — Guiñó un ojo orgulloso del trabajo hecho
— ¿Está como lo pedí?
— ¡Claro! Fue secado con. . .
— ¡Oye! ¡Ya ven aquí! — Lloriqueó el de color violeta.
— ¡Ya voy! — Contestó y el más bajo no contuvo su curiosidad al asomarse hacia la habitación, viendo algo que seguramente nunca debió ni deseaba ver.
Restableció su posición intentando borrar esa imagen de toda su memoria, aferrándose al objeto que tenía en manos.
— Bien, bien. Dame y gracias. — Contestó en resumidas cuentas, volteando y cerrando la puerta tras de sí.
¿Había visto que su alto Rojo no tenía su pak en su espalda? Prefirió irse de nuevo a su puesto de trabajo con un rostro que denotaba la confusión misma.
— ¡Ven aquí! ¡Que me pones a esperar por cosas que ni debería de pedir dos veces!
Extendió sus brazos exigente, aunque aún así su contrario no hacía más que reír enternecido.
—. . . ¿Qué es eso? — Ladeó su cabeza observando el cuadrado frente suyo.
— Un regalo.
— Creo que podrías darme otro regalo ahora mismo, y no necesitas encargarlo — Exclamó sarcástico, refiriéndose a qué no le estaban complaciendo como deseaba.
— Te juro que te va a gustar.
— Pues eso espero — Respondió con aires de exigencia y con los brazos cruzados.
Sin más rodeos, retiró la sábana, y, por una luz tenue que había encendido cuando había vuelto al interior de la habitación, se vio iluminado un retrato del Mas Alto Púrpura, posando con poderío y con esa gracia que le caracterizaba, sus ojos se agrandaron e iluminaron más de lo normal, era tan bello y sublime lo que se posiciona frente a él.
Se arrastró hasta el suelo dónde reposaba su imagen, acarició el lienzo, sorprendiendo por lo que sus dedos estaban tocando.
— ¿Es. . . es pintura y papel? — Preguntó incrédulo, el otro asintió presumido.
El mas bajo quedó boquiabierto, ¿pintura y papel? ¡De los mas escasos componentes que podías encontrar en La Inmensa! ¡Además, encontró a alguien que sabía manipularlos para hacer tal obra maestra!
— ¡Que alguien le dé un millón de dineros al Irken que pintó esto! — Exclamaba eufórico paseando por toda la habitación con su retrato en manos.
Rojo reía, pero mas por el hecho de que no lo había pintado un Irken, habían diseñado la imagen por computadora y una máquina fue la encargada de rocear la pintura en donde correspiendese del lienzo.
— Te gustó — Aseguró posicionándose frente a él, risueño.
— ¡Me encantó! ¡Es tan hermoso! ¡Soy tan hermoso! ¡Divino! ¡Encantador! ¡Soy todo!
— Dímelo a mi — Soltó y el otro dejó de lado su presente y procedió a rodear a su contrario, besarlo, y volverlo a ver con malicia.
— Tú — Señaló su pecho, lascivo — Te mereces otro regalo — Sugirió sonriente. — Es lo mínimo que te puedo dar — Comentó ya más apacible.
Rojo rió y le acarició la mejilla baja, cerca de los labios
— ¿Y lo máximo?
— Lo máximo que te mereces es todo un universo. . .
— ¿Para qué? Si de todas formas yo tengo uno frente a mi.
Halagó y Púrpura no pudo más que arquear las cejas conmovido y entregarle todos sus labios.
Y en sí volverse a entregar a él.

Pankake_Espacial on Chapter 1 Wed 15 Jan 2025 01:08AM UTC
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Vivi (Guest) on Chapter 5 Sat 06 Jul 2024 04:54AM UTC
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