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There's gotta be somebody for me like that

Summary:

—No, Crouch. No decides de quién te enamoras —le respondió Regulus irritado—. Si alguna vez lo hubieras experimentado, lo sabrías.

—¡Pff! Por favor. El amor está sobrevalorado.

—No podrías reconocer el amor aunque te viera directo a los ojos—lo retó.

—¿Quieres apostar?

o

University AU en donde Regulus reta a Barty a encontrar al amor de su vida antes de San Valentín. Barty es el último en enterarse de que todo este tiempo ha estado buscando algo que ya tenía en Evan Rosier.

Notes:

Chapter 1: La apuesta

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

There's gotta be somebody for me like that

Las manos de Barty bajaban por el torso de Evan hasta llegar a sus caderas. Tenía los ojos cerrados y su cuerpo vibraba. Las olas de sonido lo habían transportado a otra dimensión. El ritmo se apoderaba de su corazón, palpitando al mismo tiempo que el sintetizador, y el tiempo se dilataba y retraía.

Los universitarios, con vasos rojos en sus manos, en grupos animados o en parejas improvisadas, bailaban en la sala de la casa de Lucius. Era quien organizaba ese tipo de fiestas donde las drogas pasaban de mano en mano y el alcohol nunca se acababa. La euforia se reflejaba en sus rostros sonrientes y sus movimientos desenfrenados. Los cuerpos estaban tan cerca los unos de los otros que era imposible no sentir la piel de alguien más tocando la tuya.

Una de las chicas lo jaló del hombro hacia atrás y compartió sus labios con él. Sabían a cereza y vodka y se movían al son de las luces. Eran una dulce perdición en la que caería una y mil veces.

Cortando el beso, Evan intercambió su lugar con Barty y puso una mano en su brazo, pero antes de poder decir otra cosa, un grito interrumpió el momento:

—¡Crouch!

Volteó la mirada y encontró a Avery entre la multitud acercandose a él. Vestido en un abrigo largo que no se había quitado al entrar, suéter de lana fina, pantalones ajustados y zapatos Oxford.

—¡Hey! —Barty le regaló una sonrisa diplomática— ¿Qué tal? Se te extraña en clase. La próxima semana deberíamos… —llevó la mano a la altura de la boca, dos dedos separados, imitando la forma de sujetar un cigarrillo invisible. Inhaló suavemente, como si estuviera disfrutando de una calada. “Fumarnos uno” , era lo que quería decir.

—¡Claro! Siempre estoy disponible para tí, Crouch.

—Eso me gusta escuchar —le regaló una sonrisa complice y volvió a lo suyo.

Estaba en su elemento. Pasó un brazo por encima de los hombros de Evan y se inclinó hacia su oído.

—¿Vamos a fumarnos un cigarro? —le gritó sobre el ruido de la música y las conversaciones aledañas. 

Evan asintió con la cabeza y los guió hacia el jardín de la casa. Una vez allí, respiró una cala profunda de aire fresco y sacó la caja de Belmonts. La música se escuchaba solo como el eco de lo que pasaba dentro. 

—Pensé que odiabas a ese tipo —le dijo Evan con un claro dejo prejuicio. No le agradaba aquel ambiente, no de la misma forma en que a Barty. Estaba dispuesto a acompañarlo, vivir la experiencia, disfrutar el momento, pero: “Siento que para tí significa algo diferente” , le había dicho una noche después de un porro y cuatro cervezas, “que llegamos aquí con razones muy distintas”. Barty no entendía a qué se refería.

—Sí, lo detesto —admitió tranquilo. Encendió un cigarro y le ofreció otro a Evan, quien lo encendió con la ayuda del suyo—, pero vende las mejores onzas del campus —se encogió de hombros—. No hace falta hacer enemigos si puedes obtener algo de ellos.

Evan puso los ojos en blanco.

De las puertas abiertas de la sala de la que habían salido, una chica caminó directamente hacia él.

—¿Barty?

Vanity.

Estaba cubierta por un vestido largo y transparente color piel que brillaba ante la luz de los reflectores, pero bien podría simplemente no llevar ropa. Sonrió de lado a lado al verla, sin poder ignorar la forma natural en que sus pechos tocaban la tela. Sus ojos bajaron a sus caderas, curvas por las que deslizarse si se lo permitía, y de vuelta a su rostro, que le advertía que tendria que esforzarse para tenerla esa noche. Oh, pero cómo adoraba Barty el juego. Vanity era la combinación perfecta entre desafío y recompensa

—¿En dónde estabas? —le dio un beso en la mejilla— Estuve buscándote.

Vanity estava mintiendo, pero podía jugar ese juego si ella lo que quería. 

—Me sentía algo apagado, pero me acabas de encender, Van —Tomó su mano, levantándola con suavidad mientras la hacía girar. Al mismo tiempo, se mordió el labio, dejando clara su intención—. Te ves… ¡ufff!

Vanity puso los ojos en blanco y miró de reojo a Evan, como si no entendiera qué estaba haciendo allí aún. Se enfocó de nuevo en Barty y jaló de su corbata.

—¿Qué tal si vamos al jacuzzi? —dijo mientras enredaba un dedo en el cabello de Barty, trazando pequeños círculos.

—Barty… —intentó interrumpir Evan.

—¡Por supuesto! —respondió sin dudarlo. No había forma de que dejara pasar la oportunidad de enrollarse con Vanity. Si Regulus hubiera estado allí, ya se hubiera burlado de él: “Barty se acostaría hasta con un sacapuntas si tuviera falda” .

—Barty —volvió a decir Evan. Su voz comenzando a sonar molesta.

—Te veo más tarde, ¿vale?

El rubio bufó por lo bajo y puso los ojos en blanco, pero no se opuso. Nunca lo hacía. Nunca se metía en los asuntos de Barty.

—Como sea —lo tomó del codo y lo detuvo, ojos serios y determinados—, pero recuerda que quedamos de ver a Regulus en hora y media, en el dormitorio.

—Tranquilo Evan —le regaló una sonrisa tranquila—, puedo ser rápido —respondió pícaramente y le guiñó el ojo—. Estaré ahí a tiempo —se acercó y dejó un húmedo y exagerado beso en su mejilla antes de dejarse alejar por la fuerza del jalón de Vanity, quien lo estaba arrastrando hacia una de las esquinas del patio hacia el jacuzzi.

Lo último que notó, fue como Evan suspiraba con desidia, ojos fijos en el agua turbia de la piscina, y tiraba el cigarrillo a medio fumar en ella.



 

════ ⋆★⋆ ════

 

 

Regulus estaba nervioso como pocas veces en su vida. 

Le había dicho a James que no necesitaban hacer un gran anuncio oficial, pero su novio le había pedido, al menos, poco a poco, ir confesando el secreto de su relación a sus amigos más cercanos. No tenía muchos de esos. Su círculo consistía de dos idiotas y la persona más genial que conocía: Evan, Barty y Pandora. Pero era importante para él que al menos, ellos fueran los primeros en enterarse y que no lo escucharan de otras fuentes. Y le parecía que él y James ya no estaban siendo tan discretos como pensaban, lo que eventualmente llevaría a que alguien se enterara y dispersara el chisme. No que a Regulus le importara lo que dijeran los demás, pero sí le importaba lo que pensaran sus amigos.

Porque sí, Regulus Black estaba saliendo oficialmente con James Potter, y aquello no era fácil de asimilar. Sobre todo porque jamás le había contado a nadie sobre su relación. Ni cuando lo conoció, ni cuando comenzaron a pretender que no salían, ni cuando al fin admitieron que les gustaba pasar tiempo el uno con el otro, ni cuando se dio cuenta de que quería vivir para siempre de sus labios.

Estaba sentado sobre la cama de Barty, con la mirada fija en la pared, las manos sobre las piernas y el terror escrito en sus ojos. No tenía idea del camino que iba a tomar esa discusión. Había tenido tiempo para charlar con Evan y Pandora sobre otras cosas, pero había decidido soltar la bomba cuando estuvieran todos presentes.

Barty entró al dormitorio veinte minutos después de la hora acordada, subiéndose la cremallera al darse cuenta de que no lo había hecho antes y ajustando sus pantalones. Olía a cloro y humo. Traía el cabello mojado, su rostro estaba lleno de purpurina y a su camiseta le faltaban varios botones. Claras señales de que había tenido un acostón con alguien esa noche. 

Pandora, que estaba sentada al lado de Regulus con una mano sobre la suya, se percató de la atención que le dio Evan al entrar; sentado desde el escritorio, mirandolo de reojo mientras iba de un lado a otro de la habitación buscando una camiseta para cambiarse.

—¿Qué era tan importante que no podía esperar hasta mañana? —preguntó casualmente Barty. No arrastraba las palabras, probablemente se le había bajado la borrachera.

—Tengo algo que decirles y no podía esperar más—la voz de Regulus era distante, lo suficiente fría para hacer que Barty se detuviera por un segundo, olvidando que seguía con el torso desnudo, y se sentara a un lado de Evan. Evan se levantó de inmediato y se sentó sobre su cama, lejos de él.

—¿Qué pasó? —preguntó Barty más serio.

—¿Estás bien? —Evan miró a Regulus con preocupación.

—Sí —respondió rápidamente—, pero tengo que confesarles algo.

La razón por la que los había llamado a todos a mitad de la noche era que Regulus en verdad había querido ir a esa estúpida fiesta con James. Besar a James. Bailar con James. Y no había podido hacerlo porque nadie sabía aún de su relación.

—Mierda, con esa cara parece que nos vas a decir que mataste a alguien —Barty se rió por lo bajo.

—Espera, ¿mataste a alguien? —preguntó Evan—. Porque eso se puede arreglar.

—¿Qué? Evan… 

Pandora miró a su hermano de reojo.

—¿Enserio, Ev?

—No, no. Regulus —siguió Barty—. Evan tiene razón. Podemos solucionarlo. No será fácil pero tengo un par de amigos que…

—¡No! ¿Qué carajos? No vine a confesarles que asesiné a alguien —suspiró con cansancio y miró a Pandora a los ojos, buscando la fuerza que necesitaba. Se llevó una mano al puente de la nariz.

Pandora se rió suavemente pero asintió en su dirección. Tal vez dandole ánimos sin saber para qué. Tal vez, de todos ellos, ella fue la que siempre lo supo sin necesidad de decirlo en voz alta. Regulus decidió solo lanzarlo fuera, al universo:

—Está bien: Soy gay, me gustan los chicos —soltó repentinamente.

Los cuatro se quedaron envueltos en un silencio sepulcral, no tan sorprendidos como esperaba, pero definitivamente sin saber cómo reaccionar.

Bien, segunda bomba:

—Y estoy saliendo con James Potter —Barty y Evan se miraron confundidos. Pandora fijó la mirada en el suelo como si fuera la cosa más interesante de la habitación. Pasaron unos segundos más en silencio antes de que Regulus perdiera la paciencia—. ¡Digan algo! —los presionó.

Luego meneó la cabeza de un lado a otro, negando cederles el control de la situación.

—No —se rió amargamente y levantó una mano en el aire frente a ellos—. Como sea, no me importa qué piensen. Esta es la situación y tendrán que lidiar con ella. Estoy saliendo con James Potter.

—¿James Potter? —preguntó Barty confundido—. ¿Por qué Potter?

—¿Qué?

—Me parece maravilloso, Reggie —interrumpió amablemente Pandora a su lado y le dedicó una sonrisa calmante—. James parece un un buen chico.

—Barty —lo detuvo Evan al mismo tiempo—, esto es algo importante para Reggie.

—¿Por qué no lo había mencionado antes entonces?

Evan lo miró de mala gana y contrajo la mandíbula con impaciencia, como lo hacía cuando Barty lo sacaba de quicio.

—¿Qué importa? Lo está haciendo ahora.

—Estaba en su derecho de no decírnoslo —alegó Pandora, su más fiel defensora. A veces le parecía que pondría a Regulus incluso antes que a su propio hermano—y nosotros, como sus buenos amigos, deberíamos demostrarle lo felices que estamos por él.

Barty bufó con sarcasmo.

—¡No!

Los tres se miraron confundidos en silencio.

—¿No? —preguntó Evan, su tono cargado de incredulidad. Su mandíbula se tensó, como si estuviera conteniendo un impulso. Respiró hondo, pero el aire parecía no ser suficiente para calmarlo, y un músculo palpitó en su mejilla.

—No me agrada Potter ¿Por qué no sales con alguien más? Podría presentarte a un par de personas. Tengo un amigo que conoce a alguien que le gustan los hombres.

—Barty… —dijo Evan entre dientes.

—Espera, espera —lo detuvo Regulus—. Entonces no tienes problema con que salga con otro chico… —entrecerró los ojos en su dirección—, pero ¿tienes un problema con que esa persona sea James Potter?

Barty alzó las manos en el aire con desesperación.

—¡Claro! Reggie no me puede importar menos si te follas un extraterrestre. Haz lo que quieras. Pero, ¿Potter? ¿Qué carajos viste en ese simio? No lo soporto, es un niño mimado y pretencioso.

—Tu eres un niño mimado y pretencioso —le reclamó Pandora. Barty entrecerró los ojos y le envió una mirada de rencor.

—Bueno, estoy saliendo con Potter porque… —comenzó Regulus. Puso los ojos en blanco—. Estoy saliendo con James porque estoy enamorado de él, Barty —parecía que le estuvieran arrancando las palabras con una pinza.

Barty se cruzó de brazos y se paró erguido frente a sus tres mejores amigos, indispuesto a cambiar de opinión sin importar lo que Regulus tuviera que decir al respecto.

—¿Hace cuánto tiempo que están saliendo? —preguntó Evan después de unos segundos. interrumpiendo el silencio que se había generado mientras Barty pensaba.

—¿No puedes enamorarte de alguien más? —siguió Barty— ¿Alguien que no tenga complejo de Golden Retriever y una estúpida sonrisa en el rostro todo el tiempo como si cagara arcoíris?

—No, Crouch. No decides de quién te enamoras —le respondió Regulus irritado—. Si alguna vez lo hubieras experimentado, lo sabrías.

—¡Pff! Por favor. El amor está sobrevalorado.

—No podrías reconocer el amor aunque te viera directo a los ojos—lo retó.

—¿Quieres apostar?

—Basta, creo que eso es suficiente —Evan se puso entre los dos e intentó detener el enfrentamiento, pero sus amigos siguieron discutiendo como si no estuviera allí. 

—¡Me parece maravilloso! ¡Apostemos! Mil libras a que no puedes enamorarte de alguien para San Valentín.

—Trato. Y si yo gano, terminas tu relación con James.

—¿Qué? —Evan miró a Barty como si hubiera perdido la cabeza— No puedes pedirle que haga eso.

—Todos deberiamos respirar y pensar bien las cosas —alegó Pandora.

—Trato —afirmó Regulus seguro.

Tres cabezas se voltearon para mirarlo con sorpresa.

—¿Enserio? —le preguntó Barty—, ¿así de fácil?

—Así de fácil —lo desafió Regulus, levantando el mentón.

—Entonces es un trato —dijo por segunda vez Barty, reconfirmando la negociación. Tal vez un poco escéptico de que todo hubiera sido tan rápido.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Pasaron unos segundos en los que ninguno supo cómo cortar con la repentina tensión de la habitación. Les sirvió para caer en la realización de lo que había sucedido. Regulus tenía un novio, y ese novio era James Potter, quien ahora también sería parte de sus vidas por afinidad. Mierda. ¿En verdad tenía que llegar Regulus y arruinar todo de esa forma?

No le gustaba eso.

No le gustaba ni un poco.

Miró a su alrededor, las sábanas deshechas y la pila de libros sin leer en su estante, buscando qué era lo que le molestaba. Se sentía acorralado. No le gustaba el cambio. Estaban creciendo, tomando caminos diferentes. Iba a pasar inevitablemente, pero esperaba tener más tiempo. No estaba preparado para perderlos aún, tenía que hacer lo posible por intentar que no sucediera. Doble mierda , no tenía ganas de lidiar con eso ahora. Pasó un rato bastante bueno con Vanity en el jacuzzi y había sido el final perfecto para su noche.

—Como sea, ahora voy a tener que sacarme ese mal sabor de boca con otra cosa ¿Quieren salir de aquí? Si voy a tener que soportar otras cuatro semanas escuchando el nombre de Potter salir de tu boca —se enfocó en Regulus—, es mejor que comience a perder la razón desde ahora con algo de alcohol.

—No suena como la mejor idea… —alegó Pandora.

—La Cabeza de Puerco aún sigue abierta —sugirió Regulus impasivo. Estaba tomandose eso con una tranquilidad impresionante.

—¡Perfecto! La Cabeza de Puerco entonces.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Evan los miraba a ambos confundido, claramente no estaba entendiendo nada. ¿Cómo habían pasado de un tema a otro tan rápido? Barty tomó una camiseta limpia del buró de Evan, la camiseta de franela blanca que más le gustaba usar. Se la pasó por la cabeza y cruzó la puerta sin decir nada más.

Y solo quedaron tres…

—Yo diría que eso fue bastante bien, ¿no? —preguntó Regulus con una sonrisa complaciente en el rostro, y se rió por lo bajo.

Pandora lo miró extrañada por un segundo, la frente arrugada y las manos entrelazadas frente a ella. Evan conocía esa mirada, estaba intentando entender sus motivos. Tal vez, incluso, estaba fascinada con ellos.

—¿Qué crees que estás haciendo, Reg? —le preguntó acusatoria.

—Arreglando el problema.

—¿Cómo crees que eso va a arreglar el problema?

—No hay ningun problema que arreglar —interrumpió Evan-. Si Barty no puede aceptarlo solo... dejalo hacer su rabieta y se le pasará en unas semanas.

Regulus sonrió. Un intercambio de miradas con Pandora le indicó que había una conversación paralela que no estaba entendiendo.

—No sé qué decir —Evan suspiró—. Me parece una reverenda tontería lo que están haciendo.

—Oh, Evs, pero tu eres el que está completamente perdido por ese simio —bromeó, y le revolvió el cabello con una mano mientras salían por el marco de la puerta.

—Cállate. Nadie está perdido por nada —le respondió de mala gana mientras se acomodaba algunos mechones de cabello suelto.

 

Pandora no los acompañó al bar, alegando que tenía que estudiar para uno de sus exámenes de psicología. No hablaron sobre James por el resto de la noche, pero Barty acabó totalmente destruido. 

 

Shot.

Shot.

Shot.

Shot.

 

La música no era tan abrumadora en el bar de los Weasley como lo había sido en la fiesta de Malfoy.

 

Stay by my side

When the nightmare goes

I've been feeling distant

Just way out of control

But I laugh inside

Just so you can glow in the dark

When it's time for me

So just stay

 

En algún punto de la noche, Barty le confesó a Regulus que siempre había sospechado que bateaba para el otro equipo. Le preguntó si alguna vez se había sentido atraído por él. 

—Por supuesto que no —respondió Regulus, pero Evan sabía que Barty había jugado un gran papel en su despertar sexual y… no lo culpaba.

Tuvieron que sacar a Barty del bar a empujones cuando intentó subirse a la barra para cantarle:  “Total eclipse of a heart” a Regulus y, después de eso, la noche llegó a su final.

—Ustedes me aman, ¿cierto? —preguntó cuando se encontraban de camino al dormitorio, incapaz de dar dos pasos por sí solo. Tenía ambos brazos sobre cada uno de los hombros de sus mejores amigos, usándolos de soporte.

Lo tiraron sobre su cama y respiraron profundamente, recuperando el aire que habían perdido por el cansancio.

—Sí, Barty —le aseguró Regulus cansado—. Te amamos.

Evan puso los ojos en blanco, pero no dijo nada, y Barty se quedó dormido minutos después. Probablemente ni siquiera lo fuera a recordar, pero la pregunta retumbó en su cabeza por el resto de la noche.

Ustedes me aman, ¿cierto?

Vaya ironía.

 

 

════ ⋆★⋆ ════

 

 

Regulus era el mejor amigo de Barty, y de no ser porque Regulus ya tenía un obstinado y molesto hermano mayor, también sería eso para él. 

Nunca les había hablado mucho de su sexualidad. Evan y él habían asumido que simplemente no estaba interesado. Pandora los había preparado mentalmente para aceptar que tal vez estaba en el espectro asexual. Honestamente, a Barty no podía interesarle en lo absoluto si prefería dar o recibir y con qué instrumental lo quería hacer siempre y cuando no lo hirieran, algo que nunca admitiría en voz alta. James Potter le parecía la persona perfecta para romperle el corazón.

Así que había lidiado con el mal presentimiento instalado en el fondo de su estómago de la única manera que conocía. Alcohol y mujeres.

—Crouch.

Emma le tronó los dedos frente a la cara, tratando de recuperar su atención. La música del apartamento en el que se celebraba la fiesta de aquel día inundaba cada rincón vacío del lugar, las luces estaban apagadas, solo los alumbraba el tenue esplendor de la luz ultravioleta y todos estaban cubiertos en pintura neón.

Barty había fumado demasiada hierba, solo podía concentrarse en una cosa a la vez, y, actualmente, no era el bombón sentado en su regazo con el que tenía sexo casual cuando ambos estaban totalmente perdidos, era Regulus Black y James Potter. 

—Sí, perdón.

La chica suspiró con cansancio y cruzó los brazos en su pecho.

—Pensé que querías saber más sobre mí —le dijo con cinismo.

—Sí —se acomodó en el sofá—, cierto. ¿Qué estabas diciendo, linda?

Con otro suspiro, la chica lo montó a arcadas y puso los ojos en blanco.

—¿Al menos vamos a follar, Barty?

Abrió levemente la boca sorprendido, su línea de pensamientos volando hacia más furtivos, calientes e interesantes temas. Sus labios buscaron el camino hacia su oído, rozando levemente la delicada piel de su lóbulo y susurró con una sonrisa:

—¿Aquí frente a todos?

La chica puso los ojos en blanco pero le regaló una sonrisa pícara.

—Te veo en cinco en el baño —le respondió al oído antes de tomar su miembro en la mano, apretarlo, y luego alejarse como si nada hubiera pasado.

Mierda.

Tal vez Barty no iba a ganar esa apuesta, pero tenía que celebrar las pequeñas victorias.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Tres días después de haber decretado que conocería a alguien por quien sintiera… algo antes de San Valentín, Barty se encontraba, a falta de ideas, considerando aliarse con el enemigo.

Primero intentó integrarse a un ambiente diferente, con la esperanza de encontrar, entre personas que no lo conocían a él ni a su reputación, alguien con quien “conectar”. 

Viajó dos horas hacia las afueras de Oxford, a la fiesta del primo del amigo de Diggory; y así fue como conoció a Mary Macdonnald, estudiante becada de ciberseguridad en Durmstrang -Cambridge-, sólo un año mayor que él, excelentes piernas; sus ojos y la manera en que gobernaba la conversación eran sus mejores cualidades. No solo era su tipo, también era su propia persona, pero después de haber pasado toda la noche escuchándola quejarse sobre su compañero de piso, un tal Peter, cuando fue hora de cerrar el trato, sucedió algo insólito.

—Un momento —puso una mano sobre su pecho y lo detuvo—, dijiste que no querías algo casual.

—Sí —la miró confundido—. No, no quiero algo casual.

Mary soltó una risa por lo bajo, pasó su dedo de arriba abajo por su torso desnudo, y se lo llevó a los labios, provocando y mirándolo como si lo tuviera exactamente donde lo quería.

—No follo en la primera cita, vaquero—le dijo con gracia.

—¿Qué? ¿Qué clase de regla estúpida es esa?

Mary frunció el ceño, le dio una palmada en el pecho, empujándolo lejos de ella y se rió por lo bajo, como si supiera la respuesta a un chiste que él no había escuchado.

—Además, aunque lo hiciera, no te ves como el tipo de chico con el que se puede tener algo más allá de una buena noche.

Mary no se había quitado más que la chaqueta de cuero cubierta en parches con la que había llegado, pero la recogió del suelo, se la puso de nuevo y dejó un beso en su mejilla.

—Buena suerte —sonrió de lado—, la vas a necesitar.

 

════ ⋆★⋆ ════



Barty regresó a su dormitorio casi al amanecer, aún exitado e insatisfecho, y encontró a Evan aún despierto, mirando hacia el techo, metido profundamente en las imágenes de su propia mente.

—¿Dió resultado? ¿Conociste a alguien? —le preguntó desde la cama, con la voz ronca y la mirada perdida.

Barty entró al baño pero dejó la puerta semi abierta para escuchar a Evan desde el otro lado de la habitación.

—Conocí a una chica… —tomó el cepillo de dientes y puso la pasta dental sobre él, solo una gota—, las cosas iban bien pero cuando estábamos a punto de consumar nuestro amor de la manera más natural en que un hombre y una mujer pueden hacerlo —Evan resopló por lo bajo. Barty pasó el cepillo bajo el agua y comenzó a cepillarse los dientes—, dijo que “no me veía como alguien con quien pudiera tener algo más que solo una noche de diversión”. ¿Qué carajos significa eso?

Evan se rió suavemente desde el otro lado de la habitación y sonrió disimuladamente, haciendo que Barty se sintiera realmente estúpido.

—Tal vez tienes que abordarlo de otra manera, tratar de crear una conexión íntima, más allá de lo físico, ¿empezar a ver a las personas como más que solo sexo? No lo sé. Probablemente yo no sea el mejor para decirte qué hacer.

Barty hizo gárgaras de agua y escupió en el lavado los restos de pasta dental. Se apoyó en el marco de la puerta y miró a Evan preocupado.

—Tal vez no lo entiendo, ¿cómo lo hacen los demás? ¿Cómo consiguen esa “conexión íntima” ? Después de toda una noche escuchándola hablar sobre sus amigas y su molesto compañero de apartamento, lo único que encontré medianamente interesante fue el hecho de que no vivía muy lejos de la casa en la que estábamos.

Evan se encogió de hombros y lo miró de reojo con afecto.

—¿Barty? 

—¿Qué?

—¿Estás usando mi cepillo de dientes?

Barty analizó el cepillo de dientes que tenía entre manos y se encogió de hombros, restándole importancia.

—Siempre olvido de qué color es el tuyo.

Su mejor amigo asintió con la cabeza y sonrió de nuevo. 

—¿Te molesta si me fumo un cigarrillo antes de ir a dormir?

Evan negó con la cabeza y se dió media vuelta, arropándose por completo con la sábana y cerrando los ojos. Por segunda vez en la noche -o día- sintió esa noción natural y clara flotar en el aire sin poder entenderla. Había algo que se le estaba escapando. Algo que aún no había entendido. Algo que los demás tenían claro y él no.

Mientras fumaba, ocasionalmente, sus ojos volvían al bulto de sábanas bajo el cual se encontraba su mejor amigo y sentía algo arrugarse en el centro de su pecho. ¿Sería Evan el siguiente? ¿Cuánto faltaba para que también lo abandonara?

Barty se negaba a ser el último de ellos.

Así fue como se encontró a sí mismo poniendo pie en el ala este de la universidad de Hogwarts, a un lado de los dormitorios de Gryffindor (un lugar que evitaba cuando podía), y entrando en la biblioteca en busca de James Potter, de todas las personas.

—Lover boy, necesito tu asistencia —se sentó a su lado haciendo un ruido estruendoso.

James levantó la cabeza y sus ojos se ensancharon como pelotas de tenis al ver de quién se trataba. En sus tres años en Hogwarts, Barty nunca le había dirigido la palabra. No significa que no hubieran interactuado, al revés, cada que podía, Crouch se encargaba de hacerlo sentir como si pudiera traspasarlo con la mirada. Sus ojos decían: “No me agradas”.

—Hola —tartamudeó confundido y miró hacia ambas direcciones esperando ver a Regulus tras él, pero solo era Barty.

—De ser posible, evitaría esto a toda costa, pero hay momentos en la vida, Potter, en los que se debe dejar el ego de lado por un bien mayor mucho más importante.

—¿Qué- 

—Entiendo que esta es tu área de experiencia…

—¿Mi área de experiencia?

—El… —Barty suspiró y puso los ojos en blanco— amor. Las citas. Las relaciones.

—No estoy entendiendo nada —admitió James escondiendo la gracia que le causaba todo eso.

Barty tronó los dedos frente a él y lo miró con los ojos entrecerrados.

—Lover boy, lleva el ritmo. Necesito tu ayuda para hacer que alguien se enamore de mí antes de San Valentín.

James resopló por lo bajo y luego sonrió de lado a lado, fascinado por la propuesta. Barty podría haber vomitado allí mismo, pero no lo hizo, en cambio continuó con la negociación como si eso se tratara de una de las asignaciones del profesor Flitwhich -su maestro de relaciones públicas-.

—Esta es la situación… —comenzó a explicar. James lo interrumpió.

—Un momento, ¿Qué es lo que yo gano ayudándote?

—¿Qué es lo que- —Barty apretó la mandíbula— ¿Qué es lo que ganas?

—Sí, dijiste que necesitas mi ayuda pero ¿Qué voy a ganar yo en todo esto?

Barty no podía creer lo que estaba escuchando.

—Dejaré esto claro, Potter. No me agradas. Nunca me has agradado. ¿Has escuchado el dicho de “no todo lo que brilla es oro” ? Eso es exactamente lo que pienso de tí. Pienso que detrás de esa sonrisa de héroe y “ buenas intenciones” hay algo extraño y seriamente malo, y no puedo esperar a que Regulus averigue qué es para partirte la cara cuando, indiscutiblemente, le rompas el corazón —James lo miró con sorpresa e intentó interrumpirlo, pero Barty levantó una mano en el aire—. Ahórrate las explicaciones, no me interesan. ¿Quieres hacer algo útil? Entonces necesito que me ayudes a ganar esta apuesta. Tengo que hacer que alguien se enamore de mí antes de San Valentín.

A James le tomó unos segundos recuperarse de la bomba de información con la que lo había arrollado Barty. Su rostro se contrajo con duda y desilusión por un segundo, sus cejas fruncidas y sus labios apretados; pero, en su defensa, lo superó bastante rápido.

—De acuerdo —trató de recolectar sus pensamientos—, no vamos a desempacar todo lo que acabas de decir ahora, aunque tengo que admitir que estoy… sorprendido —Barty bufó por lo bajo—, pero ¿sabes qué? Te tengo una contrapropuesta, yo también estoy en un apuro y podríamos ayudarnos el uno al otro.

Barty esperó a que James mencionara su precio.

—¿Qué quieres que haga por tí?

James le dedicó media sonrisa.

—Quiero darle el mejor regalo de San Valentín a Regulus y ¿quién mejor para ayudarme a hacerlo que su mejor amigo? —le dió una palmada de comadrería en la espalda, a la cual respondió con una mueca de desagrado. 

La serpiente respiró profundo, canalizando la paciencia de su línea ancestral para no irse de allí en ese mismo momento. Lo evaluó por unos segundos. Los pros y los contras. 

Si su plan funcionaba y ganaba la apuesta, en realidad no tendría que hacer nada por James. Regulus terminaría su estúpida relación con Potter y todo volvería a la normalidad: Evan, Barty y Regulus; la manera en la que siempre había sido, la manera en que debían de ser las cosas. Barty no compartía con nadie.

—De acuerdo —respondió de mala gana.

—¡Genial! —exclamó James emocionado.

Barty quería tirarse del puente más cercano.

—¿Cómo hacemos esto? —preguntó directamente, indispuesto a perder un solo segundo más en la compañía del león.

—Déjame pensar… —se rascó la cabeza con una mano—, nunca he hecho esto. ¿Por qué no me cuentas un poco sobre la situación?

—El objetivo es lograr que alguien se enamoré o… que yo me enamore de alguien antes de San Valentín —Barty no había entendido muy bien el propósito de la apuesta.

—Bueno, ¿qué es? ¿Que alguien se enamore de tí o que tu te enamores de alguien? Son dos cosas muy diferentes.

—¿Lo son?

James abrió los ojos como platos y volvió a reír. Una risa honesta desde lo más profundo de su pecho.

—Tenemos mucho trabajo por delante.

Notes:

Esta historia fue escrita para la dinámica de San Valentín de nuestro grupo de escritura de los Merodeadores. Hay dos canciones que giran en torno a la historia: "Gotta be somebody" de Nickleback y "Humanos como tú", de División Minúscula.

Los prompts que le dieron sentido a esta historia:

“¿Por qué estás sosteniendo un ramo de flores? ¿Qué hiciste?” y "Dos personajes en una tienda de discos antiguos escuchan el mismo disco en la misma cabina."

Claramente, nuestra imaginación pudo más que los prompts.

Está dedicada para dos hermosas personitas: Xime y Ann The First (Anngie_black). ¡Feliz día de San Valentín! Para que recuerden que siempre hay una persona para todos. Las queremos mucho.

Moonleen
-
Este es la primera historia en la que tengo el honor de trabajar con alguien más, es la persona que me motiva a seguir escribiendo aún en los días en los que pienso que todo lo que escribo es basura. No tiene idea del impacto que su apoyo ha tenido en mi escritura. Gracias Majito <3 Feliz día.

Chapter 2: Mary Macdonald

Notes:

Trigger Warnings:

Esta es una historia de descubrimiento sexual y Barty tienes algunos prejuicios con los que lidiar todavía. En este capítulo Barty utiliza la palabra "normal" para describir la relación hetera que el piensa que debería tener para cumplir las expectativas de la sociedad, en específico de su padre. Quiero decirles de una vez que Barty está equivocado, la palabra "normal" no es sinonimo de "hetero". Prometo que en el futuro todo esto tendrá sentido y será explorado con el respeto que merece. Sin embargo, no quiero dejar de lado el hecho de que muchas personas siguen pensando y haciendo creer a sus hijos que ser parte de la comunidad, en cualquier espectro que te encuentres, es algo fuera de lo común.

Si alguna vez te has sentido marginado de esta forma, recuerda que siempre hay personas maravillosas que te aceptarán tal y como eres, y si por alguna desafortunada razón no conoces a ninguna, quisiera presentarme en tu vida para decirte que aquí, al menos por un pequeño instante de la historia, tienes a una de ellas.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Mary Macdonald

Regulus tenía un mal presentimiento sobre esta nueva alianza entre Barty y James. Cuando ambos se acercaron con el propósito de aclarar los términos de la apuesta, entendió rápidamente que Barty no le había contado la historia completa a su novio (en específico la parte en la que, si ganaba, dejaría de salir con él); pero no podía siquiera imaginar la ilusión desaparecer de los ojos de James cuando se enterara de que su mejor amigo sólo quería ganar la apuesta para apartarlo de su vida, y aunque podía haberlo expuesto en ese momento, no lo hizo.

Si eso era una buena o mala decisión, suponía que lo descubriría más tarde. 

—Bueno, es complicado… —comenzó Regulus.

—¿Complicado? —preguntó Barty defensivo.

—Si establecemos que la regla es que debes enamorarte de alguien antes de San Valentín solo dirás que lo hiciste aunque no sea verdad.

—Yo nunca… —comenzó a debatir Barty, pero Regulus lo detuvo rápidamente.

—Te conozco mejor que tú mismo, Crouch —Barty entrecerró los ojos en su dirección—. Harías todo para ganar.

Necesitaba pensar bien aquello. 

Regulus tomó la mano de James bajo la mesa. Siempre pensaba mejor cuando sentía su piel cálida sobre la suya, lo hacía sentir con los pies en la tierra, aclaraba las aguas turbias de sus tormentosos pensamientos. Era un chiste recurrente: “Eres mi compás.” y al mismo tiempo una noción de su vida. No sabría qué hacer sin James. Había vivido veinte años de su vida sin él y en solo un par de meses se había convertido en el punto focal de su mundo, en su norte, su brújula.

—¿Cómo podemos resolver esto? —murmuró pensativo.

 James chasqueó los dedos en el aire con emoción.

—¡Ya sé! ¿Qué tal si la condición para ganar es que la otra persona tenga que confesarle su amor? De esa manera no estará en las manos de Barty. Es decir… más o menos, pero no puedes obligar a nadie a enamorarse de otra persona, ¿cierto? No realmente.

—Hmm —Regulus pareció analizarlo por unos segundos antes de decir:—, y cuando lo haga, tú tienes que reciprocar, tienes que hacerlo de regreso.

—¿Vas a creer en mi palabra? ¿Qué te asegura que no mienta y diga que estoy enamorado cuando no es así?

James se rió por lo bajo e intervino:

—Oh, ¡Lo sabrá! Creeme, algo así no se puede ocultar.

Barty no entendía a qué se refería.

Podía ser muchas cosas: interesado, escéptico, hedonista; pero nunca, jamás había sido un mentiroso acerca de las cosas que le importaban. Si algún día esas dos palabras dejaban sus labios, solo sería porque realmente las sentía. ¿Qué necesidad había de decirlas si no era así? Se estaría engañando y traicionando a sí mismo. 

Barty era muchas cosas, pero nunca un traidor. 

Suspiró y miró al horizonte con ira.

Aquello era estúpido, ¿verdad? Porque Barty no creía en el amor, nunca lo había sentido, no lo entendía ni lo anhelaba. Decirlo no significaba nada. Eventualmente tendría que fingirlo, tendría que estar dispuesto a traicionarse a sí mismo. ¿Estaba dispuesto?

Hasta ese momento no había evaluado, realmente, la dificultad de lo que le estaba pidiendo Regulus; pero no iba a dar el pie a torcer, no ahora que estaba tan cerca de conseguir lo que quería. No cuando era su última oportunidad de detener el cambio que parecía inevitable en sus vidas. No cuando su amistad con Regulus estaba de por medio.

Regulus y él se dieron la mano, y de esa forma cerraron el trato. 

Todavía tenía tres semanas por delante para descubrir qué tanto estaba dispuesto a hacer por sus amigos.

—Potter, ¡vámonos! Tenemos cosas importantes de las que hablar.

James lo siguió por los pasillos sin chistar y una vez que estuvieron lejos de la cafetería, de camino hacia el gran patio empedrado, comenzó la verdadera planificación de su estrategia.

—¿Qué has intentado hasta ahora? —fue la primera pregunta de James.

—Bueno, la noche pasada estuve en una fiesta en Cambridge y conocí a una chica llamada Mary, pero las cosas no salieron como esperaba.

James lo miró con sospecha.

—Desarrolla.

Barty suspiró.

—Cuando estábamos a punto de hacerlo dijo que “no me veía como el tipo de chico con el que se podía estar más de una noche” .

James analizó sus palabras sin prejuicio, como si aquello fuera una movida de ajedrez en el juego de su vida.

—¿Por qué te acercaste a ella?

Barty se encogió de hombros.

—Estudiamos la misma carrera, pudimos haber tenido alguna conversación interesante, supongo.

Barty había desafiado a su padre cuando, no solo entretuvo la idea de perseguir la carrera de Marketing en Hogwarts, sino que la convirtió en realidad. Nunca lo perdonó por haber desperdiciado su “ potencial ” y “ privilegio ” en una ciencia tan mundana. 

Le gustaba la idea de poder moldear el inconsciente de las personas a su favor. De alguna forma su carrera sacaba en él su lado maquiavélico, y podía ver la misma pasión desenfrenada por tener el control en Mary. Tal vez por eso se había acercado a ella. Sabía lo que quería y cómo conseguirlo; y, de alguna forma, a Barty le quemaba que no lo quisiera a él.

—Pero ¿no la tuvieron?

—Eh —Barty se rascó la cabeza con pereza y decidió ser honesto—, la verdad desde que empezó a hablar mi cerebro se apagó. ¿Qué puedo decir? Es la costumbre.

Pandora, en uno de esos días en los que trataba de armar un perfíl psicológico de cada uno de sus amigos, le había dicho que era su mejor mecanismo de defensa. “Es fascinante la manera en que tu cerebro se desconecta cuando existe la posibilidad de que crees lazos afectivos que puedan herirte.” 

A Barty no le gustaba que lo psicoanalizaran.

—¿De qué hablaron durante la noche entonces?

—Me contó sobre sus amigos y su patética excusa de compañero de apartamento.

—¿Y tú? ¿Qué le dijiste?

—¿Qué le dije? —Barty frunció el ceño.

—Sí, ella te contó sobre sus amigos y tú ¿sobre qué le hablaste?

Barty miró hacia un lado y hacia el otro, buscando la cámara oculta, porque aquello tenía que ser una broma. ¿Qué demonios esperaba que le dijera? No era como si Barty tuviera mucho que contar.

—Le dije que deberíamos hacer buen uso de su departamento —respondió como si fuera lo más natural del mundo.

—Ah… —James frunció los labios—, tal vez podemos empezar por allí. Podrías intentar salir con alguien con quien te sientas cómodo hablando de tí mismo, de las cosas que te interesan o te gustan.

—Puedo hablar de mi mismo —se quejó, sintiéndose ligeramente ofendido por la subestimación de James.

—¿Por qué no practicamos entonces? —Se sentaron en una banca de piedra frente a la fuente del patio empedrado. Barty estaba de brazos cruzados, malhumorado y fastidiado—. ¿Qué tipo de chicas te agradan? —James lo pensó mejor y puso un dedo en el aire, queriendo corregir lo que había dicho— ¡o chicos! ¡o personas!, cualquiera está bien.

—Me gustan las chicas. No soy… como tú. No todos tenemos que serlo, ¿de acuerdo? —contestó amenazante.

James puso las manos en el aire en señal de rendición.

—Está bien, solo era una pregunta.

Parecía querer indagar más al respecto, pero Barty agradeció que no lo hiciera. 

No que tuviera ningún problema con el hecho de que ellos lo fueran, o con sus preferencias, o con nada realmente. Todos eran libres de hacer lo que quisieran, no era su problema, pero ese no era él. Barty era una persona promedio, no había nada especial en él, “ normal ”. 

Le gustaban las chicas, siempre las chicas. En especial las chicas decididas y en busca de lo mismo que él: que lo hicieran sentir como si pudiera desaparecer por solo unos minutos, como si pudiera dejar de ser Barty Crouch, totalmente esclavo del placer, de sus manos y sus labios, y con las que no tuviera que conversar después de ello porque estaban en la misma sintonía: aquello solo era casual y eso era, realmente, lo único que podía ofrecer.

—Esta chica… Mary. ¿Es alguien con quien te ves teniendo una cita? 

Barty se encogió de hombros.

—Tal vez.

James tronó los dedos en el aire.

—¡Genial! Podríamos empezar por ahí. ¿Tienes su teléfono? —Barty levantó una ceja, por supuesto que no le había pedido su número, y James volvió a su postura pensativa—. De acuerdo, nuestra primera tarea será conseguirlo.

Las campanadas del cambio de clase retumbaron por todos los espacios de la universidad y James se levantó, colocándose la mochila sobre el hombro y estirando sus piernas. Su rostro vigorizante por la emoción del avance que habían hecho brillaba con ánimo, como si él también ganara algo con el éxito de Barty. Pobre , no tenía la menor idea.

—Tengo clase —lo apuntó con un dedo en su pecho—. Consigue ese número. Es tu primera misión.

Barty se llevó ambas manos a la cabeza con frustración y pateó el pasto a un lado de su pie. 

Antes de levantarse y marcharse también a clase, su teléfono sonó con la canción de la marcha imperial y en la pantalla estaba escrita la frase “No abrir, muerte dentro” (Una referencia a Walking Dead que Barty encontraba hilarante, porque la persona al otro lado de la llamada era su padre.) 

Desactivó la señal de su teléfono y se lo metió en el bolsillo, esperando olvidarlo. 

 

════ ⋆★⋆ ════

 

♪ 'Cause nobody wants to be the last one there

'Cause everyone wants to feel like someone cares

Someone to love with my life in their hands

There's gotta be somebody for me like that ♪

 

Después de su última clase del día se dirigió a su dormitorio. Encontró a Evan sentado sobre su cama, escuchando música a un volumen descomunal y fumándose un porro. En cualquier momento, los chicos de los dormitorios adyacentes vendrían a quejarse del ruido y tendría que pedirles que se metieran en sus propios asuntos a menos de que quisieran amanecer sin camas. No sería la primera vez que los amenazaba. Tampoco sería la primera vez que hacía desaparecer sus camas.

Pasó al lado del altavoz y lo bajó unos cuantos niveles antes de sentarse junto a él. 

—Genial, pediste comida.

Abrió la caja de pizza que se encontraba sobre la mesa de noche que compartían. Pizza de champiñones y aceitunas. Pero antes de poder tomar una rebanada con sus manos desnudas, Evan lo detuvo. Negó con la cabeza en silencio y se levantó en busca de uno de los platos de papel y servilletas. 

Barty se acomodó en la cama, tomó el cigarrillo que Evan había dejado en el marco de la ventana sobre su cabeza y aspiró: una y dos veces mientras Evan revisaba su pequeño almacén con suministros.

—¿Qué tienes? —preguntó.

—Nada —respondió Barty distraído.

—Ajá.

—Necesito encontrar el número de la chica con la que salí ayer —respondió pensativo. 

Lo que fuera para evitar lo que realmente lo tenía tan confundido. 

Después de recibir la llamada de su padre, su mente sentía la inutil compulsión de recordarle que era su padre el que le había dicho que era alguien imposible de amar .

Evan colocó una de las rebanadas de pizza sobre el plato de papel y comenzó a quitarle las aceitunas y ponerlas en su propio plato.

—Alguien logró capturar tu atención entonces…

Barty se encogió de hombros.

—James dijo que era mejor empezar por ahí.

Evan levantó la cabeza con asombro y se rió por lo bajo. Metió el pedazo de pizza en el microondas y escribió en la pantalla electrónica: quince segundos. Barty odiaba cuando su comida estaba demasiado caliente o demasiado fría.

—James como en….

—Potter —admitió rápidamente Barty—. Sí, le pedí su ayuda. No vamos a hablar de eso.

Evan comenzó a comerse las aceitunas de su plato y se rió suavemente.

—¿Y él aceptó? —le preguntó con curiosidad—. ¿En verdad estás comprometido con eso de la apuesta?

—Algo así.

El microondas dió unos cuántos pitidos y se apagó. Evan sacó la rebanada de pizza y se la tendió a Barty.

—Gracias —le dió un mordisco y casi suelta un gemido de placer. Tenía la temperatura perfecta. No sabía si era el efecto acelerado del porro o el hambre que no se había dado cuenta de que tenía, pero esa pizza sabía a paraíso. La dejó sobre el plato y la miró con curiosidad— ¿Le quitaste las aceitunas?

Evan se encogió de hombros y se sentó de nuevo junto a él en la cama sin darle importancia. 

Barty odiaba las aceitunas. 

—Gracias.

—No es nada.

Lo miró de reojo y suspiró, sintiendo la calma natural de Evan desvanecer poco a poco su ansiedad.

—Esta canción me recuerda a tí —le dijo antes de acostarse de nuevo en la cama a su lado. Barty hizo lo mismo y ambos se dejaron absorber por el efecto del cigarro y la melodía de la canción.

 

♪ Tonight, out on the street, out in the moonlight

And dammit, this feels too right

It's just like déjà vu

Me, standing here with you

So I'll be holding my breath, could this be the end?

Is it that moment when I find the one that I'll spend forever with? ♪

 

—¿Alguna vez te has sentido así? —preguntó Barty.

—¿Cómo?

—Como que lo tienes claro. Como que encontraste a tu persona.

Evan se quedó inusualmente callado por unos segundos. Barty se volteó, esperando encontrarlo dormido, pero seguía con la mirada perdida en el techo, exhalando una bocanada de humo. A pesar de las dudas y la incertidumbre, la música les brindaba un consuelo temporal. Dos partes de angustia y una de esperanza. 

 

♪  'Cause nobody wants to be the last one there

And everyone wants to feel like someone cares

Someone to love with my life in their hands

There's gotta be somebody for me, oh ♪ 

 

Tal vez. 

Tal vez había alguien para Barty allí afuera. Tendría que estar igual de roto que él, alguien a quien no pudiera dañar más. ¿En verdad valía la pena dejar entrar a alguien más si lo único que tenía para ofrecer era a sí mismo? 

—¿Crees que todos necesitan a alguien? ¿Que es necesario tener a alguien para no sentirse solo?

Evan suspiró.

—Hoy estás particularmente profundo, ¿eh? —Barty frunció los labios y se cruzó de brazos. Evan tenía razón. Estaba actuando  particularmente ridículo. Era la apuesta, Regulus, y James Potter; revoloteando en su mente sin pagar renta. Tal vez también era su padre—. ¿Te sientes solo, Barty?

No.

Barty no se sentía solo en ese momento.

—Estoy contigo, ¿no?

La última nota se desvaneció en el aire, dejando un vacío momentáneo. El dormitorio no parecía ser el mismo. El humo se disipaba lentamente, dejando espacio a la luz del atardecer para que se colara por la ventana.

Evan tomó su teléfono y cambió la canción.

—Me gusta esta.

—¿También te recuerda a mí? —bromeó, pero Evan no lo encontró gracioso—. ¿Te pasa algo?

 

♪ Quiero que me raptes como ayer

Perderme en tu galaxia y no volver

Si alguien me puede alejar de aquí

¿Sabes? Yo te escojo a ti ♪

 

Evan se puso de lado y lo miró a los ojos. 

Barty era de las pocas personas con las que podía sostener contacto visual por tanto tiempo, era algo que había aprendido cuando eran adolescentes, algo que lo hacía especial. 

Había pasado mucho tiempo en su vida pensando en los ojos de Evan, imaginando que era el único que los conocía porque era el único que tenía el privilegio de verlos por tanto tiempo. Sus ojos eran un caleidoscopio de colores. Gris, verde y azul. Los de algunas personas parecían un túnel vacío que te llevaba a sus oscuras pupilas, parecía que podías perderte en ellos y nunca volver a encontrar quién eras; los de Evan no eran así, eran como el tronco de un árbol, sólidos y seguros. 

Si sus ojos fueran algo, serían su hogar. 

 

♪ Solo tú

Desconéctame

Humanos como tú aquí no hay ♪

 

Evan no podía dejar de ser su amigo, porque la sola idea de perderlo, de dejar de ser su persona especial, hacía que quisiera gritar de agonía. Lo hacía sentir , y Barty no quería sentir nada, porque una vez que abriera esa puerta no habría forma de cerrarla. Se convertiría en otro de los sumisos estudiantes que iban por ahí siendo esclavos de sus propios y estúpidos sentimientos. Tendría que recordar , cuando prefería olvidar.

 

♪ Si alguien me puede alejar de aquí

¿Sabes? Yo te escojo a ti

Solo tú

Desconéctame

Humanos como tú aquí no hay, no hay ♪

 

—No respondiste mi pregunta —le recordó Barty.

Evan se quedó en silencio de nuevo por un par de segundos.

 

♪ Te espero cada noche en ansiedad

Te busco en las estrellas y oscuridad

De todos los caminos por seguir

¿Sabes? Yo te escojo a ti

Solo tú

Desconéctame

Humanos como tú aquí no hay, no hay ♪ 

 

—Sí, lo he sentido antes —respondió eventualmente, Barty sintió una punzada de dolor en el pecho—, pero ahora creo que estaba equivocado.

Evan había sentido que conoció a la persona correcta.

La persona correcta .

¿Quién había sido? ¿Hace cuanto? ¿La conocía? ¿Por qué estaba equivocado? ¿Por qué nunca se lo había contado? 

Pensaba que se decían todo.

 

Tenía que tranquilizarse. 

 

La marihuana, lo había puesto más paranoico de lo normal. No era nada más que un mal viaje. 

Evan no se lo había contado porque no había sido lo suficientemente importante para él, porque al final se había equivocado, no era la persona correcta.

Evan seguía siendo su mejor amigo, Barty seguía siendo su lugar seguro, su hogar.

A pesar de que lo estaba carcomiendo la curiosidad y la ansiedad, lo único que terminó diciendo fue:

—No sabe de lo que se pierde —y le regaló una de sus mejores sonrisas, aquellas que, a pesar de lo horrible que hubiera sido su día, solo era capaz de regalarle a Evan. 

 

♪ Piérdeme a millones de años luz

Solo tú

Desconéctame

Humanos como tú aquí no hay, no hay ♪ 

 

En ese momento, era suficiente que solo estuvieran ellos dos.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Dos días después, Barty había realizado un gran número de llamadas a las personas habían asistido a la fiesta sin resultado alguno. Mary Macdonald era imposible de ubicar. 

Al tercer día, James Potter fue su salvación.

—¡No lo vas a creer! —gritó mientras caminaba hacia él por el pasillo. Evan, quien se encontraba a su lado, miró a James con curiosidad— ¡Encontré el número de tu chica! —celebró, dándole una palmada sobre el hombro—. No sé por qué no uní los cabos la primera vez que hablamos de ello. Mary es la compañera de piso de Peter, uno de mis mejores amigos.

—¿Peter Pettigrew? —preguntó Evan sorprendido.

—¡Él mismo! Hola, soy…

—James Potter —lo cortó Evan—. Regulus nos ha contado sobre tí —aclaró rápidamente. 

—Bien —suspiró Barty, desviando la atención de James—, ¿entonces te dio su número?

—¡Así es! —James sacó un papel de su mochila y lo extendió en el aire—. Aquí está —antes de que Barty pudiera arrebatarselo, alejó su mano—, pero creo que lo mejor sería practicar antes.

—Sé cómo invitar a una chica en una cita, Potter —le respondió altanero.

—Sí pero… ¿sabes cómo hacer que suene como si no quisieras solo llevártela a la cama? —Evan rió por lo bajo y Barty lo miró con reproche—. ¿Ves? No soy el único que lo piensa. Te veo en el patio a un cuarto para las cinco. La llamaremos juntos. Voy tarde a clase. ¡No lo hagas sin mí!

Vieron a James desaparecer por el pasillo a paso apresurado. Evan no dejaba de verlo como si fuera la frase final de un chiste que no conocía. Se estaba burlando de él. Lo golpeó en el hombro y soltó un gemido de dolor entre risas.

—Jódete, Rosier —cerró su mochila y se dirigió hacia la clase del profesor Flitwick. 

 

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—¿Mary? —preguntó Barty del otro lado del teléfono, el altavoz activado, con James a su lado escuchando todo lo que decía y preparado para intervenir si hacía falta.

—La misma que respira y habla, ¿quién es? —preguntó casualmente. Se escuchaba un suave bullicio de fondo.

—Soy… Barty —James le golpeó el hombro y Barty puso los ojos en blanco—. Barty Crouch, el chico de la fiesta del sábado.

—¿Barty? —preguntó Mary con sorpresa— ¿A qué debo el honor de esta llamada?

—Bueno… me preguntaba si… —James asintió animadamente con la cabeza—, dijiste que pensabas que no era el tipo de chico con el que se podía tener una segunda cita y me preguntaba si… —Barty suspiró para que las palabras no sonaran como si estuvieran siendo arrancadas de sus labios con una pinza—, me preguntaba si estás dispuesta a que te demuestre lo contrario.

La risa armoniosa de Mary danzó a través del altavoz del teléfono. No parecía sarcástica o malintencionada, solo honestamente sorprendida.

—¡Vaya…! Eso es… diferente —admitió entre risas— ¿Y qué haríamos en esta cita?

Barty miró a James con los ojos abiertos como platos sin saber qué decir, no habían hablado de esa parte del plan.

—Bueno… —le urgió con las manos a James para que le diera una idea, pero el castaño parecía estar igual de perdido que él—, podríamos… —James alzó una mano en el aire, una idea acababa de iluminarlo. Con mímica, comenzó a comer de un bowl imaginario—... ir a cenar —James asintió con triunfo—, y podríamos ir a alguna fiesta después de eso… —James negó con la cabeza con desesperación, y luego caminó exageradamente por el parque con alegría— ¡Perdón! Podríamos ir a cenar y luego caminar por el campus.

Mary se reía con fuerza del otro lado del teléfono.

—¿Sabes qué, Crouch? A cualquiera le diría que se puede joder pero… —chistó con la lengua y soltó otra risa—, me agarraste de buen humor. Te enviaré un mensaje con mi ubicación y el nombre del restaurante para que hagas la reservación —Barty se sorprendió de lo determinada que sonaba esa respuesta, mientras, James estaba celebrando su victoria a su lado—. Estaré lista a las siete y tengo que estar de regreso a las diez y media como máximo.

—De acuerdo…

—Esto será interesante —continuó Mary. Baty comenzó a arrepentirse— ¡Nos vemos por la noche, vaquero!

La llamada terminó.

—Mierda —exhaló.

—Eso fue bastante bien, ¿No crees? —le preguntó James animado y alzó su mano en el aire para que chocara los cinco con él.

—Si tu lo dices —Barty se levantó y dejó el patio sin siquiera despedirse de James.

 

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Regulus entró al dormitorio de Evan y Barty hecho un manojo de nervios.

—James me invitó a cenar con su familia —declaró mientras se tiraba con dramatismo sobre la cama de Barty.

—¡Woow! —Evan sonrió de lado a lado y Barty frunció el ceño.

—Genial —dijo con sarcasmo.

—¿Qué voy a hacer? —preguntó mirando al techo— No he visto a los Potter desde la vez en que los insulté por “secuestrar” a Sirius cuando se lo llevaron de Grimmauld Place.

Evan soltó una risa y se tiró en la cama de Barty a un lado de Regulus.

—A su favor, ellos realmente no lo “ secuestraron ”, Sirius siempre quiso vivir con ellos —acotó Barty. 

—¿Qué es lo peor que puede pasar? —dijo Evan—. Ya no puedes cagarla más de lo que lo hiciste.

—Gracias. Es exactamente lo que quería escuchar —le respondió Regulus con sarcasmo.

—¿No son los Potters la familia perfecta? Estoy seguro de que van a actuar como si nada hubiera pasado.

Barty pasaba de camisa en camisa distraído, tratando de escoger la que usaría para su cita por la noche. Todavía tenía que manejar dos horas hacia Cambridge y el restaurante que había escogido Mary, un lugar -más caro de lo que pagaría por cualquier otra cita- de comida tailandesa en el norte de Cambridge, no había tenido espacio para una reservación de último minuto; por lo que había tenido que llamar a todos los restaurantes de la zona hasta encontrar uno en el que tuvieran una mesa disponible. 

Así que, básicamente, todo estaba comenzando mal.

—Es importante para tí, ¿No es así? —le preguntó Evan a Regulus, con una sutileza y afecto que llamó la atención de Barty.

Regulus no respondió, se cubrió la cara con una de las almohadas y soltó un grito ahogado por la tela.

—Lo siento, Regulus, pero no quiero escucharlo —lo interrumpió Barty—, estoy preparándome para salir con Mary. Lo mejor es que ni siquiera te molestes en hacer las paces con la familia de Potter.

Regulus volvió a soltar un grito sordo bajo la almohada y Evan se rió por lo bajo a su lado, quitándole la almohada de encima de la cara.

—¿En realidad piensas salir con Mary? —le preguntó Regulus curioso.

—Ujum.

Tomó una de las camisas blancas sólidas que su padre había comprado para él al inicio del año y se quitó la que traía puesta.

—Sabes que no va a funcionar, ¿cierto?

Barty se volteó sorprendido y miró a Regulus a los ojos.

—¿Perdón?

Regulus miró a Evan de reojo como si compartieran un secreto que él desconocía.

—¿Y tú estás bien con eso?

Evan suspiró y miró a Regulus de mala gana.

—¿Por qué no lo estaría? —preguntó Barty, comenzando a frustrarse con sus dos mejores amigos.

Fue el sonido de un puño sobre la puerta lo que acabó con aquella conversación.

—¡Regulus! Sé que estás allí adentro —gritó la voz de Potter del otro lado de la puerta.

—¡Magnífico! —se quejó Barty—. Ahora Potter sabe en donde dormimos.

—¿Estás escondiéndote de James? —le preguntó Evan sorprendido. Secretamente complacido con el hecho de que la conversación hubiera vuelto a Regulus, pero sorprendido por la manera en que los eventos que se estaban desarrollando.

—No le digan que estoy aquí —les pidió en un susurro.

—¡Está aquí! —gritó Barty inmediatamente, ganándose otra carcajada de Evan.

—Tiempo de enfrentar la música, Reggie —Evan lo ayudó a levantarse de la cama mientras Barty terminaba de abotonarse la camisa—. Todo saldrá bien. Tienes a Potter comiendo de la palma de tu mano. Te amarán.

Regulus gruñó por lo bajo malhumorado y miró a la puerta con indecisión. James volvió a tocar, esa vez a un ritmo más desesperado.

—Evan tiene razón —admitió Barty y le dió una palmada en la espalda—, ve allá afuera y enseñale por qué la mascota de Slytherin es una serpiente.

Evan empujó a Regulus hacia la puerta y masajeó sus hombros en el camino.

—Recuerda, Reggie. No es tu lengua, es lo que haces con ella.

—Ustedes dos son despreciables, se merecen el uno al otro —balbuceó Regulus enojado.

Evan abrió la puerta.

—¡Potter! ¿Cómo estás? Regulus estaba por salir.

James, del otro lado de la puerta, lo miró sorprendido; con esa mirada de perro perdido que ponía cada que estaba frente a su mejor amigo. 

Regulus cruzó el marco de la puerta en una posición rígida, con los codos presionados a su cuerpo como si tratara de ocupar el menor espacio posible. Era entretenido ver este nuevo lado de Regulus. No era el marfil impenetrable al que no podían herir, era vulnerable ante el poder de una fuerza que ninguno de los dos entendía muy bien.

—¿Podemos hablar? —le preguntó James por lo bajo.

—¿Podemos no hacerlo? 

Potter intentó bajar el tono de su voz un poco más, pero Evan y Barty escucharon su conversación de todas maneras.

—Creo que deberíamos de hablar de esto. No puedes salir corriendo cada que se presenta el más mínimo conflicto. Somos un equipo, ¿recuerdas? Lo podemos solucionar. Dime qué es lo que te preocupa y trabajaremos en ello.

Regulus miró de reojo dentro de la habitación y jaló a James por el pasillo, lejos de los oídos curiosos de sus mejores amigos. Evan gritó a sus espaldas:

—¡Tú puedes, Reggie! ¡Muestrale tu basilisco!

Ambos se soltaron en carcajadas a sus espaldas y Regulus le sacó el dedo antes de desaparecer por la curva. Barty desordenó el cabello dorado de Evan con un terrible sentimiento de ternura y afecto; por un segundo, recordando la posibilidad de que todo aquello estuviera por terminar. La etapa dorada de su amistad que no había visto pasar.

—Suficiente. Tu atención de vuelta en mí, Rosier. ¿Qué pantalones harían ver mejor a “ mi basilisco”?

 

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Mary Mcdonald era divertida, rebelde e interesante, pero Barty no se atrevía a admitirlo, porque a pesar de la estimulante conversación que estaba manteniendo y lo caliente que lo había puesto cuando comenzó a coquetear indiscriminadamente con él por debajo de la mesa con la promesa de regresar a su casa al final de su caminata nocturna, aún no sentía esa chispa de la que tanto le habló James antes de dejar Hogwarts. 

No era su culpa. Barty estaba seguro de que cualquier hombre sería afortunado de tenerla. No solo era hermosa, sino también extremadamente inteligente. Se encontró a sí mismo discutiendo las teorías de Noam Chomsky con ella, como si fueran dos estudiantes debatiendo en la clase del profesor Binns.

Mary le contó sobre Peter Pettigrew, su compañero de piso y novio de su mejor amiga, Marlene, y cómo se relacionaba directamente con James Potter. Al parecer habían sido mejores amigos desde la secundaria. Él, Sirius, James y Remus. Juntos tenían una banda de música que tocaba todos los sábados por la noche en un pub diferente de la ciudad. Se hacían llamar a sí mismos: “Los merodeadores”. 

Vaya nombre estúpido.

—¿Y tú? ¿Cómo conoces a Potter? —preguntó Mary.

Barty suspiró pesadamente.

—Es el… novio de mi mejor amigo —respondió con incomodidad. 

—¿Regulus?

—¿Conoces a Reggie? —preguntó sorprendido.

—Lo he visto en un par de fiestas —se encogió de hombros—, para ser honesta nunca imaginé que esos dos acabaran juntos. Supongo que cosas más extrañas han sucedido —lo miró de reojo—, como haber recibido tu llamada —Mary entrelazó sus dedos y apoyó su mentón encima, inclinándose hacia él para escrutinizarlo con su mirada. Otra cosa que le agradaba de Mary Mcdonald era que no tenía miedo de decir lo que pensaba—. ¿De qué va todo esto? Tengo la sospecha de que toqué tu enorme y masculino ego esa noche y ahora estás intentado probarte a tí mismo que puedes tenerme.

—¡¿Qué?! —Barty actuó falsamente ofendido, cuando en realidad, estaba avergonzado de que hubiera podido verlo tan fácilmente—. Por favor, te estás dando demasiado crédito Mcdonald.

Mary se rió por lo bajo.

—Pero hay una razón, ¿no es así?

Barty consideró por unos minutos en silencio: si decirle a Mary la verdad o continuar omitiendo la razón de su llamada. Honestidad por delante de todo , eso era lo que había dicho el idiota de James.

—Mi amigo y yo hicimos una apuesta.

De todas las cosas que pudieron haber pasado, el hecho de que Mary se soltara en carcajadas fue de las que menos esperaba. Después de unos segundos se aclaró la garganta y lo miró con una sonrisa traviesa.

—¿Era la apuesta que tenías que conquistarme? —preguntó sin decoro, sus ojos ardiendo en picardía.

Barty entrecerró los ojos y con orgullo dijo:

—No. Mi amigo apostó que no podía hacer que nadie se enamorara de mí antes de San Valentín —Mary soltó otra risa, esta vez más corta y ligera—. ¿De qué te ríes?

—Bueno, no creo que tu estrategia esté funcionando muy bien, ¿no es así? Y de todas las personas que pudiste elegir, no pudo haber alguien peor.

—¿Qué quieres decir?

Mary volvió a sonreírle, esa vez cálidamente.

—Si vamos a ser honestos, sólo acepté salir de nuevo contigo para distraerme. Tengo una abrasiva y terriblemente no correspondida obsesión y adoración por mi mejor amiga.

—¿Qué? —Barty pensó que había escuchado mal. Tuvo que repetir la conversación en su cabeza dos veces antes de volver su atención a ella—. ¿Ni siquiera te gustan los hombres? ¿por eso…-

—Oh, no no no —Mary se volvió a reir, una risa incontenible a ese punto, y Barty se sintió realmente estúpido—. Me gustan los hombres —se detuvo—, me gustan tanto como las mujeres —Barty se encogió en su asiento tratando de entender en dónde quedaba él en aquella situación— ¿Barty? —le preguntó inquisitiva— ¿Qué hay de tí?

—¿De mí? —le devolvió desubicado.

—Sí, ¿eres…? —se rió por lo bajo— ¿Qué tipo de caballos montas, vaquero?

—Yo sólo… solo me gustan las chicas, eso es todo. Lo normal —respondió de inmediato. 

—¿Lo normal? —Mary parecía ofendida por su respuesta.

Barty se encogió de hombros. 

Un recuerdo inutil hizo su camino al frente de su memoria.

“Normal.”

Eso era lo que su padre había dicho durante el funeral de su madre.

“Compartiendo genes con la loca de tu madre nunca serás una persona normal”. 

Se estaba sintiendo repentinamente encajonado. ¿Por qué todos tenían la necesidad de preguntarle si estaba seguro de su sexualidad? ¿No era claro? ¿Sus acciones no hablaban por él? Era extraño, sentirse intimidado por otra persona cuando generalmente era quien mantenía el control de la conversación. Lo quería de regreso.

“Compartiendo genes con la loca de tu madre nunca serás una persona normal”. 

¿Por qué tenía que recordar a su padre en momentos como ese?

—Tal vez lo normal para tí —dijo Mary, un poco menos animada.

—Esto fue un error —la miró de reojo—, lo siento, no hay nada malo contigo, es solo que… —pero Barty no sabía qué estaba mal en toda esa situación o por qué se disculpaba cuando nunca antes había tenido problemas diciendo lo que pensaba sin importarle si afectaba o no a alguien más.

—Hey —Mary puso una mano encima de su brazo y su expresión cambió a una de preocupación. 

Los sonidos del restaurante se destaparon como si todo ese tiempo hubieran estado encerrados en su propia burbuja. Volvió el crepitar de las sartenes, el chirrido de las especias y el golpeteo de los cuchillos contra los platos mezclados con la melodía de fondo. 

Barty tenía que salir de allí porque todo, de repente, era demasiado para él.

—Un segundo, tengo que hacer una llamada —se excusó apresurado antes de levantarse y salir por la puerta del restaurante, en donde el frío aire de la noche lo recibió con los brazos abiertos y aclaró, solo un poco, su mente abrumada.

Respiró profundamente, caminó en círculos por unos segundos hasta que sintió el aire regresar a sus pulmones ¿Cuándo había dejado de respirar? ¿Por qué era tan difícil de repente? Levantó el teléfono y, sin siquiera pensarlo, ya estaba llamando a Evan.

“¿Barty?” , escuchó desde el otro lado del altavoz como la cuerda de salvación que necesitaba.

—Evs —no se había percatado hasta ese momento de su respiración intranquila.

“¿Estás bien?”

Barty respiró profundo y miró hacia el cielo, no sabiendo en dónde fijar su mirada.

—Sí, sí —dijo más para sí mismo que para Evan.

“¿Tengo que pretender que estoy en el hospital y necesito que vengas a buscarme? ¿Estás tratando de escapar de tu cita con Mcdonald?”

—¡No! —Barty se llevó una mano a la cabeza—. Tal vez…

“¿Qué sucede, Barty?”

—Hay algo mal conmigo, Evan —le confesó honestamente, un tinte extraño de tristeza en su voz y el palpitar nervioso de su corazón.

Evan suspiró del otro lado del teléfono.

“Barty, escuchame —hizo una pausa y Barty pudo escuchar el movimiento de la sabana y el rechinar de la cama— , no hay nada mal contigo. No tienes que seguir haciendo esto si no es lo que quieres. Que se jodan Potter y Black.

—No lo estoy sintiendo, Evs… —Barty cerró los ojos—, lo que sea que se supone que tengo que sentir. No está ahí. Debería de estar ahí pero no lo encuentro.

“Eso está bien. No puedes esperar que el amor se vea igual para todos.”

Barty quería preguntarle: ¿Cómo se siente para tí? ¿No me lo contaste porque pensaste que no lo entendería? Quiero que confíes en mí. A veces le parecía que Evan, además de Regulus -quien no hacía un buen trabajo de ocultarlo o ser paciente al respecto- era la única persona que realmente entendía la manera en que funcionaba su mente, que lo aceptaba tal y como era. ¿Había estado en lo incorrecto todo ese tiempo?

Barty se recordó a sí mismo que era una persona “ normal ”, que era lo opuesto a lo que su padre pensaba que era, porque su padre había estado en lo incorrecto todo ese tiempo. 

Su padre no podía definir quién era.

“Vuelve a Hogwarts, Barty” , le pidió Evan, “hablaremos de ello cuando regreses.”

No fue porque Evan se lo pidió, no fue porque Evan parecía necesitar que regresara tanto como él necesitaba irse, pero cuando volvió a la mesa le dijo a Mary que su mejor amigo había tenido una emergencia y tenía que ir al hospital.

Mary fue amable al respecto, le preguntó si quería que lo acompañara, a lo que Barty se negó rotundamente alegando que “no hacía falta”

Pagó por la cena, dejando la cuenta abierta con su tarjeta como método de pago, y le dejó efectivo suficiente para que regresara en taxi a Durmstrang. Se había comportado como un caballero, a pesar de que, bajo otras circunstancias, se hubiera marchado sin siquiera decir “Adiós”.

Manejó a una velocidad inhumana de regreso a su dormitorio en el campus de Slytherin y estuvo sentado en su coche por varios minutos antes de atreverse a entrar; cuando lo hizo, Evan lo miró de arriba a abajo con preocupación y lo guió hacia la cama.

—¿Qué mierda pasó?

—Nada —y era la verdad, no había sucedido nada, Barty solamente la había cagado, como siempre; sin ninguna razón aparente más que la de… el no ser capaz de ser una persona normal .

—¿Nada? —preguntó Evan desconcertado.

—¿Podemos no hablar de ello? —le preguntó rápidamente.

Evan lo volvió a mirar con preocupación, se agachó en el suelo para estar a la altura de su rostro y mirarlo a los ojos, buscando en ellos algo. Barty le quería decir: “No hay nada, solo soy yo” , pero, en cambio, sintió una extraña compulsividad que le pedía acercarse y extender sus brazos por los hombros de su mejor amigo para darle un abrazo. No lo hizo. Sus ojos se quedaron fijos en los de Evan por un largo rato, pensando en lo curiosas que eran las olas de color en ellos, hasta que se sintió de regreso a la realidad.

—Barty…

—Evan… —dijeron ambos al mismo tiempo.

Evan puso una mano sobre su pierna para apoyarse y acercarse más hacia él. El contacto hizo que un repentino subidón de adrenalina lo abrazara, subiendo por su pecho y ahogándolo. Barty estaba asustado, sentía que estaba perdiendo el control de sus propias emociones. ¿Por qué de repente era tan importante que Evan se acercara más a él? ¿Por qué sentía que necesitaba que lo tocara?

—Nunca debiste haber aceptado esa estúpida apuesta —trató de tranquilizarlo—, es ridículo. No hay nada mal contigo, pero no puedes esperar enamorarte de alguien de un día al otro.

—¿Y tú qué sabes sobre eso? —le preguntó agresivamente— Nunca has tenido una novia, Rosier —Evan lo miró perplejo, claramente no esperaba esa reacción. Suspiró con pesadez y le dió un apretón a la mano que seguía sobre su pierna. El corazón de Barty estaba a punto de salirse de su pecho y no sabía qué hacer con ello—. ¿O sí? ¿Esa es otra de las cosas que nunca me has dicho?

Lo que Barty estaba haciendo no era justo. Lo sabía, pero su mente fue en busca de la primera cosa que le asegurara que podía alejarlo; porque no sabía qué hacer con la manera en que lo estaba haciendo sentir y tenía miedo.

Estaba completamente aterrado de que tuviera tanto control sobre él.

Eso, definitivamente, no era normal .

Evan se levantó y se cruzó de brazos, caminando de reversa hacia su propia cama y sentándose frente a Barty.

—¿Esto es por lo del otro día? Creeme, si supiera como arreglar esto te hubiera dado la receta secreta, pero nadie lo sabe realmente —No supo si fue la distancia entre ellos o el hecho de que Evan tampoco supiera cómo se suponía que se veía el amor, pero sintió su pecho liberarse suavemente de lo que apretaba sus pulmones—. Lo que quiero decir… es que está bien no saberlo.

Dios, Barty ni siquiera sabía de qué estaban hablando. ¿Por qué se estaba comportando como un completo idiota? ¿Por qué le estaba dando más importancia a ese asunto de la que merecía? Ese no era él, teniendo ataques de pánico y lloriqueando de vuelta hacia su mejor amigo.

¿Barty? —Evan lo miró, reclamando su atención por tercera vez esa semana, como si supiera algo que él no—. Es lo más normal del mundo no saberlo, ¿de acuerdo?

Barty asintió con la cabeza, pero solo unos minutos después dejó el dormitorio y pasó el resto de la noche bebiendo en el bar de los Weasley hasta perder la conciencia.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Al día siguiente, Barty despertó con un mensaje de Mary Mcdonald en su teléfono. Una foto en la que estaba abrazada de una chica morena de cabello crespo y rebelde, ambas blandiendo un par de tarros de cervezas en el aire con enormes y tontas sonrisas; y un texto que decía: “Gracias por la mejor noche en mucho tiempo, vaquero”

Recibió el cobro del restaurante a mitad del día: alrededor de doscientas libras. Ni siquiera se detuvo a pensar en ello. Respondió al mensaje de Mary con: “Salud”, y se olvidó de ello. 

Ni siquiera había espacio en su mente para ello cuando lo único que seguía repitiendose en su cabeza, como una mala película, eran las ondas de color verde y gris en los ojos de Evan y la manera en que lo había hecho sentir con sus manos. No sabía si era lo único que lo mantenía cuerdo o aquello que lo estaba haciendo perder la cabeza.

—¡Hey! ¡Crouch! —James Potter pasó un brazo encima de sus hombros y se sentó junto a él en la cafetería. Regulus lo seguía, cargando una torre de libros que dejó en la mesa de sopetón—. Cuéntamelo todo, ¿cómo te fue con Mary?

Barty gruñó malhumorado.

—¿Tan mal? —preguntó preocupado. 

Regulus se rió por lo bajo con malicia y Barty le dió un golpe bajo la mesa con el pie.

—¡Barty! —lo saludó Pandora, a quien no había visto llegar detrás de Regulus. La rubia, dejó un beso sobre su mejilla y le regaló una cálida sonrisa, sentándose frente a él en la pequeña mesa de la cafetería. A veces ni siquiera entendía cómo era que Evan y ella eran hermanos cuando eran tan diferentes—. ¿De qué hablan? —preguntó con curiosidad. 

Regulus le dió un corto resumen de la situación, desde aquella noche en su habitación después de haber formalizado la apuesta hasta la cita con Mary.

Pandora estaba en su tercer año de psicología, una carrera que la acogió a ella y su excentricismo como si siempre hubiera estado destinada a dedicarse a ello. Si había algo que su mejor amiga gozaba más que cualquier otra cosa era utilizar a sus amigos como los sujetos de prueba para sus locas teorías psicológicas.

—Panda, ¿qué le recomendarías a mi amigo? —le preguntó James. Barty lo miró con dagas en los ojos.

—No somos amigos, Potter.

James se encogió de hombros, ignorándolo, y Regulus sonrió complacido. 

—Hmmm, bueno, lo primero sería preguntarte si es algo que quieres —dijo Pandora con tranquilidad—, podrías ser arromántico.

—¿Qué significa eso?

—Barty no es arromántico —anunció Regulus decidido.

—¡Hey! Podría serlo —se quejó Barty, dándole otro golpe con su pie bajo la mesa.

—Alguien arromántico puede sentir muchas ganas de tener sexo con alguien, pero cero o pocas ganas de tener una relación romántica con esa persona. Es diferente para cada persona. Cada una puede sentir diferentes grados o nada de atracción romántica y experimentar las relaciones de maneras diferentes. Al final, la atracción, el deseo, el interés, los gustos son muy personales y únicos y hay tantas maneras de definirlos como de vivirlos.  

Barty jugó con sus cubiertos y los restos de comida en su plato pensativo. Su mente considerando la posibilidad y volviendo a la manera en que su corazón se había acelerado en el momento en que sintió la mano de Evan subir por su pierna.

—Barty no es arromántico —repitió Regulus—, solo es un idiota.

—¿Cuál es tu problema, Black? —le preguntó perdiendo la paciencia—. ¿Ahora que Potter es tu novio piensas que eres superior a todos nosotros los mortales que no queremos estar en una relación? —Barty chistó y se levantó de la mesa causando un estruendo con su bandeja— ¡Jódete! Hace no mucho tú estabas de este lado de la ecuación, imbécil.

—Barty… —comenzó a decir Potter preocupado.

—No, James. Déjalo —lo interrumpió Regulus—, solo está de mal humor porque las cosas, por primera vez en su vida, no están saliendo como quiere.

Barty bufó por lo bajo y tiró los restos de su comida en la papelera frente a ellos.

—No tiene nada de malo explorar con tu sexualidad, Barty —intervino Pandora amablemente.

—¡Esto no se trata de mi sexualidad! —gritó enojado, esperando que dejara el tema.

—De acuerdo, esto se está saliendo de control —dijo James con calma. Se levantó de la mesa y puso sus manos encima de los hombros de Barty, quien se las sacudió tan rápido como pudo—. Barty y yo vamos a tener una charla mientras ustedes se quedan aquí y nos compran un par de cafés. ¿Está bien?

Regulus se encogió de hombros, no parecía sorprendido con el repentino ataque de ira de Barty, como si ya lo hubiera visto venir. Se estiró en la silla frente a Pandora y se despidió con un movimiento de su mano. 

James lo sacó de la cafetería y caminaron alrededor de la manzana por un par de minutos. Inesperadamente, James logró calmarlo. Hablaron un poco sobre su cita con Mary, sobre cómo lo hizo sentir, sobre su repentino y ridículo ataque de pánico. Claramente no le iba a contar sobre lo que había pasado con Evan más tarde esa misma noche, prefería lanzarse de la torre de astronomía.

—Lo hiciste bien —le aseguró James—, nadie dijo que sería fácil. Solo tienes que seguir intentándolo hasta que encuentres a alguien con quien puedas conectar, y Mary es una persona genial para tener como amiga aunque las cosas no hayan funcionado—. Barty podía estar de acuerdo al menos con eso. Mary era una chica genial, solo no era el tipo de chica para él—. Está allá afuera, amigo, solo tienes que seguir buscándolo.

—Deja de llamarme “amigo”, Potter —le advirtió amenazadoramente, pero sin ninguna intención de llevar más lejos su amenaza.

Eventualmente, una vez que Barty se fumó tres cigarrillos y dejó de insultar a Regulus en su mente, volvieron a la cafetería. 

Regulus y Pandora no volvieron a tocar el tema de la apuesta, pero Barty se quedó extrañamente callado durante el resto del tiempo que pasaron juntos. Cuando fue momento de que cada uno tomara su camino, Pandora lo tomó del brazo, deteniendolo.

—Vas con Mcgonagall, ¿cierto? Te acompaño. Yo también voy hacia allá.

Caminaron en silencio hacia el edificio de ciencias humanas hasta que Pandora se volteó y lo miró con un brillo de emoción en sus ojos.

—¿Sabes qué? Tal vez lo que te hace falta es salir con personas extremadamente diferentes a tí. Mary es genial, pero ustedes fácilmente podrían ser hermanos. Si quieres intentar algo diferente, puedo arreglar un par de citas a ciegas para tí —antes de que pudiera negarse o decir algo más, Pandora continuó—, si no quieres volver a verlos todo está bien. Así funcionan estas cosas. Tienen una cita, evalúas cómo te sientes y si no quieres tener nada más que ver con ella solo se lo dices.

—¿Así de fácil? —preguntó con sarcasmo.

—Así de fácil —le aseguró su mejor amiga.

¿Qué otra opción tenía?

—Lo pensaré.

Pandora sonrió de lado a lado con emoción. Barty suspiró con cansancio. Después de todo el tumulto de sentimientos de aquel día, lo único que quería hacer era regresar a su dormitorio, porque no podía dejar de pensar en una sola cosa: ¿Quién hubiera dicho que las ondas de colores en los ojos de Evan podían recordarle a casa?

Notes:

Moonleen:

No me voy a extender, pero quiero agradecer a dos hermosas personas por ayudarme a terminar este capítulo. SMoon28 y Luis, los quiero muchísimo. No saben lo agradecida que estoy de que estén en mi vida.

Chapter 3: Narcissa Black

Summary:

Barty y James descubren terreno en común. Un beso. Mucho angst.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Narcissa Black

 

Los siguientes días fueron una sucesión de rostros, nombres y restaurantes de los que Barty perdió la cuenta.

Su primera cita a ciegas fue con Sybill Trelawney. Estudiante de medicina alternativa oriental en La Academia de Ciencias Médicas de Ilvermorny. Sybill era peculiar, desde la forma en que vestía, con largos vestidos con patrones míticos y flores naturales adornando su cabello, hasta la manera en que hablaba, con el acento galés deslizándose por cada una de sus palabras. 

Cuando Pandora le recomendó intentar algo distinto no se imaginó… lo que sea que eso fuera; pero allí estaba ahora, escuchándolo todo sobre su carta astral.

Barty sabía que no iban a llegar a ser nada serio -estuvo a punto de pararse e irse al verla entrar por la puerta- y, por la manera en que Sybill había ignorado cada uno de sus intentos de coqueteo, tampoco iban a llegar a ser nada casual.

—¿Puedo preguntarte algo? —le preguntó Sybill cuando acabaron con el plato fuerte—. Ya que esta cita no va a llegar a ningún lado… 

Barty se atragantó con uno de los tomates de su platillo ante la franqueza desvergonzada de Sybill. Se llevó la mano al pecho e intentó disculparse de inmediato, más por diplomacia que porque en verdad lo sintiera, pero ella lo detuvo antes de que pudiera decir nada.

—¡Oh! No me malinterpretes, estoy segura de que eres una persona maravillosa, pero tu aura está totalmente desincronizada con la mía y los Sagitarios no son compatibles con los Piscis. De todas formas, volviendo al tema. Ya que lo nuestro no tiene futuro, ¿te importa si te leo el tuyo con las cartas? Tengo esta… —movió sus brazos en el aire, buscando la palabra—, llamada del universo. Hay algo en tí. Una energía que se mueve a tu alrededor. Creo que quiere decirte algo. 

Sybill parecía emocionada.

Barty soltó una risa ligera, anonadado y al mismo tiempo divertido por la situación. Si tenía que ser honesto consigo mismo, estaba algo decepcionado por haber fallado de nuevo en el intento de ganar la apuesta, pero esa vez, la amarga angustia que lo abrumó después de su cita con McDonald, no tomó el control sobre él. 

Pandora le había asegurado que habrían más oportunidades y Sybill tenía razón, simplemente no eran compatibles. Era un alivio que ambos se hubieran dado cuenta tan pronto porque así no perderían tiempo tratando de hacer funcionar algo que no tenía potencial.

Se encogió de hombros. 

¿Qué tenía que perder?

 

Quince minutos después, dos platos de postres a medias y tres cartas desplegadas entre ellos en la mesa, a Barty se le pusieron los pelos de punta. 

No le había explicado a Sybill sobre la apuesta, sobre sus problemas para conectar con otras personas o sobre lo confundido y alienígena que se sentía últimamente en su propia mente, pero ella lo vio todo. 

—Esta tirada que hicimos fue para ver tu pasado, presente y futuro; por lo tanto las levantarás en este orden —y señaló las cartas de izquierda a derecha, dejándolo a él mismo levantar la primera. Barty la volteó de arriba hacia abajo—. Este es tu pasado —le recordó—. La reina de copas invertida.

 

 

—¿Qué significa? —preguntó con anticipación.

—La reina de copas es hermosa, es la gobernanta del mundo de las emociones. Sin embargo, ¿sabes cuál es su defecto más grande? —no tenía idea de qué estaba hablando—, puede perderse y olvidar realmente quién es. Parece que tienes o tenías mucha dificultad para mostrar tu mundo interior a los demás.

Barty tragó grueso.

—¿Y qué significa que esté boca abajo?

Sybill lo miró curiosa y con una sonrisa cálida le preguntó:

—¿Qué crees que significa?

Barty observó la carta por unos segundos antes de que Sybill comenzara a señalar, uno por uno, los elementos dentro de ella.

—Primero tenemos a la reina como tal —señaló a la hermosa mujer en el medio de la carta— que está admirando su copa.  ¿Sabías que la copa de la reina es la única que está cerrada en todo el tarot?

—Eh…

—Simboliza el misterio de nuestro inconsciente —lo interrumpió, siguiendo con su explicación—, cerrado para nosotros en nuestra mente pero gobernando nuestro entorno, su túnica y el agua que la rodea también lo simbolizan —señaló ambos elementos en la carta—. Luego tenemos el trono en el que está sentada. ¿Qué piensas de él?

—Es un trono —respondió Barty despistado.

—Es un trono gris, no es blanco ni negro, representa la imparcialidad de la reina —lo miró fijamente a los ojos— Los sentimientos no son buenos o malos, solo son. ¿El enojo o la tristeza? La gente suele pensar que son testigos de que hay algo mal en tu vida, pero en realidad la vida solo empieza cuando te atreves a sentirla.

Barty sentía que había algo flotando entre ellos que no entendía por completo. Era un poco frustrante considerar que su propia mente pudiera estar escondiendo algo, ¿o era él quien estaba escondiendo algo de su propia mente?

—Entonces… ¿Qué significa todo eso?

—Tú tienes que darle tu propio significado —Sybill miró a un punto fijo sobre su hombro izquierdo, como si viera algo tras de él, y luego dijo:—Si bien es noble dedicar gran parte de tu tiempo a cuidar de otras personas, realmente no puedes ayudarlas hasta que te ayudes a ti mismo primero; y parece que eso es lo que has estado haciendo todo este tiempo. 

Barty, impaciente, volteó la segunda.

Su presente.

—Cinco de espadas —lo miró incrédula— pareces estar en el ojo del huracán, ¿no es así?

 

 

—¿Lo estoy? —inspeccionó la carta atentamente y esperó la interpretación.

—El cinco es un número de cambios y desafíos. Es un número impar, indica un conflicto —lo miró con amabilidad y colocó una  mano sobre su brazo tenso—. No te preocupes, Barty, los conflictos siempre tienen una resolución. Es el momento de un cambio, para bien o para mal, está ahí y no puedes evitarlo.

—Odio los cambios —Barty no quería cambiar nada, estaba contento con su vida, con sus amigos, con lo que tenía. Si había aceptado esa estúpida apuesta con Regulus había sido por esa misma razón, porque si había algo que deseara, es que nada tuviera que cambiar— ¿Me vas a decir qué significan los elementos de la carta?

—¿Te interesa saberlo?

—Parecía interesante —admitió avergonzado pero tratando de sonar casual.

—Tenemos tres hombres y cinco espadas, ¿quién crees que es el ganador?

—El primero, por supuesto —era el que cargaba las espadas en sus manos, mientras los otros dos se alejaban dándole la espalda como si hubieran aceptado su derrota.

—Tal vez —Sybill se encogió de hombros—, pero no se sabe realmente, ¿no es así? No hay un detalle específico que te indique quién es el ganador. El más grande de ellos podría estar recogiendo los pedazos restantes de su derrota. Y ese es el sentido de la carta, que te cuestiones si estás ganando realmente la batalla cuando los medios para lograr esa victoria implican herir a otras personas o, tal vez, herirte a tí mismo en el proceso. En otras palabras: ¿los fines realmente justifican los medios?

De todas las personas en las que pudo haber pensado, su mente lo obligó a recordar a James Potter, e indirectamente, a Regulus. En cómo estaba poniendo en riesgo la indiscutible felicidad de su mejor amigo. 

Era algo que no podía ignorar. La manera en que esos dos se miraban como si no hubiera nada que no pudieran hacer si estaban juntos. Era parte de la razón por la que estaba tan enojado con Regulus. Porque -dios, quería vomitar solo de pensar en ello-, pero en un rincón muy alejado e inhóspito de su mente, deseaba algún día encontrar algo parecido; y lo más cercano a ese tipo de amor para él en ese momento era el de sus mejores amigos, al cual se estaba aferrando con uñas y dientes para no perder.

Entonces… ¿Los fines realmente justificaban los medios? Tal vez no, pero si tuviera que elegir entre la felicidad de los demás y la suya, se escogería siempre a sí mismo.

Barty destapó la última carta. 

Su futuro.

—Oh Barty…

—¿Qué? —preguntó preocupado.

—El loco invertido es una de las cartas más poderosas del tarot.

 

 

—¿Qué mierda significa eso?

—Bueno… si tu carta anterior hablaba de un cambio, el loco invertido habla de la toma de decisiones equivocadas. No es necesariamente señal de que las cosas no salgan bien pero…

Comenzaba a perder la paciencia, estaba cansado de ese juego y de que, como todas las otras personas en su vida, Sybill solo estuviera prediciendo lo mal que le iría. ¿No había algún tipo de recompensa para él después de toda la mierda que había pasado en su vida? 

—¿Pero?

—Tal vez te estás engañando a tí mismo, pensando que estás llevando la situación de la manera correcta cuando estás haciendo lo contrario.

Y entonces Barty explotó.

—¿Sabes qué? Creo que he tenido suficiente por esta noche —levantó la mano para llamar al mesero y pidió la cuenta con el movimiento de su mano.

—Barty…

—No quiero hablar más de ello —la cortó de inmediato.

Sybill se quedó callada hasta que llegó la cuenta. Cuando Barty fue a colocar las cincuenta libras que había costado la cena encima de la bandeja, la chica puso una mano encima de la suya y le pasó la mitad del dinero. 

—Lo siento —le dijo honestamente—, a veces las cosas más difíciles de escuchar son las más importantes.

Barty alejó la mano de debajo de la suya con desdén. Diez minutos después salieron del restaurante dispuestos a ir por caminos separados para siempre. Barty seguía molesto, pero Sybill no perdió la calma en ningún momento.

—Fue una noche adorable —le dijo amablemente. Barty resopló por lo bajo—, mi departamento está por allá —señaló al camino hacia su izquierda—. No está muy lejos, ¿te importaría acompañarme hasta la puerta de mi edificio?

No podía creer la desvergüenza que había en aquella chica.

Respiró profundo, aferrándose al último hilo de paciencia que le quedaba, y, sin decir nada más, comenzó a caminar. Durante su corta caminata, Sybill miraba continuamente a las estrellas y sonreía hacia ellas como si estuviera hablándoles. Él no se atrevió a decir nada más,  por miedo a que lo que saliera de su boca fuera solamente veneno, con el único propósito de causar destrucción, pero estaba rogando que ella iniciara la conversación solo para tener una excusa para hacerlo. Prefería el ruido del restaurante y el caos de una discusión al silencio de la noche.

—Gracias por acompañarme —dijo Sybill al llegar frente a la puerta de su edificio. Antes de que Barty se fuera, tomó su brazo de nuevo como lo había hecho en el restaurante y lo detuvo— Quería decirte algo más, algo que vi en tu lectura. Era una imagen que seguía llegando a mi mente. Tal vez signifique algo para tí —No quería escucharlo—. Sigo viendo a una persona que está interconectada a tí a través de cientos de vidas. ¿Conoces la leyenda oriental del hilo rojo?

—Mira Trelawney… 

—«Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper».

Barty se alejó de Sybill, soltándose de su agarre.

Ya había sido suficiente.

—Gracias, pero no estoy interesado en toda esa basura. No creo en ella. No me llames de nuevo, ¿de acuerdo? —y a pesar de que sabía que estaba siendo un completo idiota, a pesar de que había intentado no serlo, esa fue la última vez que habló con Trelawney.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Dos días después salió con Apolline Delacour, probablemente la chica más atractiva con la que había salido hasta ese momento, pero tampoco encontraron terreno en común. Delacour buscaba un romance de cuento de hadas y Barty estaba terriblemente lejos de ser el príncipe carismático.

Sus caminos se dividieron tan rápido como se encontraron.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Su tercera cita a ciegas fue con Mérula Snyde, totalmente lo opuesto a Delacour.

—La verdad es que esto no es tan malo como pensé —le dijo con una sonrisa pícara del otro lado de la mesa. 

Mérula era dos años menor que él, pero parecía saberselas todas. Pandora había dicho que era una chica interesante, con una personalidad fuerte y bastante opinionada. A Barty le parecía que solo quería coger en el baño del pub al que habían ido a beber. Bien por él, no era el tipo de personas que dejaba pasar una oportunidad como esa.

Además, Merula lo había hecho reír, legitimamente le parecía que ambos estaban en busca de lo mismo: una noche en la que ninguno tuviera que pensar en la vida que los esperaba fuera de las paredes del bar.

—Ugh —tiró su celular a un lado con desprecio—, es el imbécil de mi padre.

Barty se rió.

—Hmm, sí, tengo experiencia con esos —le dió un sorbo a su bebida.

Merula le regaló una sonrisa sagaz desde el otro lado de la mesa. 

—Brindemos por ellos —sugirió alzando su tarro de cerveza en el aire con energía—, para que salgan pronto de nuestras vidas...

—¡Salud! —celebró Barty levantando su tarro en el aire.

—... y por una magnífica noche —añadió con picardía, guiñandole el ojo solo segundos antes de chocar los tarros. 

Barty sonrió con suspicacia. 

Sí, definitivamente quería enrollarse con él. 

Ambos terminaron el contenido de sus bebidas de un solo trago.

 

Efectivamente, antes de acabara la noche, después de haber perdido la cuenta de sus cervezas, terminaron teniendo sexo en uno de los cubiculos del baño del bar. Barty consideró aquello como una victoria a medias. No se veía llamando de nuevo a Mérula para otra cita, no por falta de interés, sino porque le era claro que la chica solo buscaba un poco de diversión desmedida. ¿Y quién mejor que Barty para ofrecerle aquello? Era casi un servicio a la comunidad.

Sus manos subían por sus piernas mientras embestía una y otra vez al compás de su respiración intranquila. No sabía cuánto había necesitado aquello, necesitaba la perdición de la fricción, recurrir a sus instintos más primarios, porque en ese momento no era Barty Crouch, era hedonismo desproporcionado, era el pequeño y único momento de felicidad que se podía permitir, el único que se merecía realmente. 

—Me gusta cuando me miran mientras… —Mérula susurró en su oído una sarta de palabras que estaban a punto de llevarlo al borde. Su voz rasposa estaba mezclada con uno de sus gemidos de placer. Barty no se detuvo, levantó la mirada y la vio directo a los ojos mientras perseguía el sentimiento.

Antes de alcanzar el clímax y sentir el éxtasis y liberación que solo una aventura como aquella podía darle, sucedió algo que no pudo haber visto venir, algo que cambió las cosas para siempre, porque después de algo así, estaba cien por ciento seguro de que no había vuelta atrás.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Barty llegó al dormitorio pasadas las dos de la mañana. Tenía miedo de estar tan borracho como para hacer una tontería, así que realizó la prueba de los skittles -como le llamaba Pandora-, antes de entrar al cuarto que compartía con Evan. 

La prueba de los skittles consistía en tres básicos pasos para saber si estabas lo suficientemente sobrio para ser responsable de tus acciones: 

Primero: ¿Estaba lo suficientemente consciente para recordar su nombre?  

Sí, sí lo estaba. Su nombre era Bartemius Felicis Crouch

Segundo: ¿Podía aguantar el peso de su cuerpo en una pierna sin caer al suelo? 

Tal vez no estuvieran a punto de llamarlo del circo para contratarlo como balancista, pero sí, podía hacerlo. 

Tercero: ¿Podía comprar efectivamente unos skittles de la máquina de aperitivos de la sala común? 

Le tomó quince minutos y la ayuda de uno de sus compañeros de casa, pero los skittles estuvieron en su mano antes de pasar el marco de la puerta. Eso era otra victoria a medias, lo que quería decir que ya tenía una completa.

Lo primero que notó al entrar a la habitación fue la mirada preocupada de Evan y se sintió culpable por ser la razón de su angustia.

—¿Cómo te fue? —preguntó intentando sonar casual.

—¡Fantástico! —respondió Barty arrastrando las palabras y tiró los skittles encima del libro que Evan había estado leyendo hasta ese momento.

Se tiró a la cama y puso un brazo sobre su frente, esperando quedarse dormido antes de que Evan pudiera hacerle más preguntas. Desafortunadamente, eso no ocurrió. Evan se sentó en el borde de su cama y le apartó el brazo de encima del rostro.

—Estás borracho.

—Pasé la prueba de los skittles —se excusó.

—De acuerdo —se levantó de la cama y abrió el pequeño refrigerador de su habitación para sacar un Gatorade y lanzarlo encima de su pecho—, no tienes que hablar de ello, pero tienes que hidratarte antes de irte a dormir.

Barty rezongó por lo bajo pero se sentó, abrió la tapa de la botella, e ingirió la mitad de sus contenidos de un solo jalón, limpiándose la boca con la parte trasera de su brazo una vez que terminó. Evan se sentó a su lado y Barty sintió una horrible ola de vergüenza arrastrarlo por la habitación. 

—Has estado bebiendo más de lo normal —dijo suavemente Evan.

Allí estaban de nuevo. Sus ojos preocupados y llenos de afecto. Los malditos ojos que había visto justo antes de alcanzar uno de los mejores orgasmos de su vida solo minutos antes. Estaba seguro de que era un juego de su mente. Mérula tenía los ojos verdes, eran parecidos a los de Evan, de ahí su confusión ¿o no lo eran? Ahora que los veía mejor…

—¿De qué color son tus ojos? —le preguntó curioso, dejando que el alcohol excusara lo extraña que era esa pregunta e inclinándose hacia él para inspeccionarlos— ¿Son azules o verdes? —La gente normal no veía los ojos de su mejor amigo en su mente antes de alcanzar el clímax, estaba muy seguro de ello.

Evan no se alejó, pero Barty notó el suave rubor que subió por su cuello hasta sus mejillas y lo encontró adorable. Tal vez en verdad si estaba muy borracho después de todo.

—Ambos —respondió nervioso— cambian de color dependiendo de la luz.

Se quedaron en silencio. Barty observando atentamente cada una de las formas en los ojos de Evan, los picos y los valles de color bajo la tenue luz de la lámpara de mesa que los hacían parecer grises y por un segundo se cuestionó si…

—¿Por qué lo preguntas?

Entonces encontró algo más fascinante en lo que enfocarse. Su mirada bajó instintivamente a sus labios. Nunca se había percatado de lo voluminosos y suaves que parecían ser los labios de Evan. Se preguntaba si las chicas que lo habían besado pensaban lo mismo. Si las había besado lento y dulce, era el tipo de persona que se tomaría su tiempo, que las trataría con cuidado, esperando tocar algo más que sus labios, tal vez ser capaz de tocar también su alma con ellos. Se preguntaba sí había colocado una mano en la parte de atrás de su cuello para intensificar la fuerza del beso, si había mordido y explorado con su lengua, si aquello lo había excitado. 

—Barty… me preocupas.

Un calor familiar y desesperado comenzó a bajar por su pecho y se instaló en sus pantalones.

—Yo…

Se acercó un poco más a él, esperando descubrirlo… quería descubrirlo, no tenía solo que imaginarlo, podía hacerlo si solo se movía un poco más. Evan estaba terriblemente cerca. Tal vez él también se preguntaba lo mismo.

El teléfono de Barty vibró en su bolsillo. El sonido de la marcha imperial regresandolo a la realidad .

Mierda —suspiró por lo bajo.

No tenía que verlo para saber de quién se trataba, era su padre. Entonces, pensando dos veces en lo que estaba haciendo y concluyendo que era lo mejor para los dos, Barty se alejó. 

Dios, qué estaba haciendo.

Se levantó de la cama culpando al alcohol de jugar con su mente, a Regulus de crear inseguridades falsas en él y a sí mismo por sus asquerosos pensamientos y la manera en que su cuerpo lo había traicionado. 

“Compartiendo genes con la loca de tu madre nunca serás una persona normal”. 

Apagó su teléfono y lo tiró bajo la cama.

Las personas normales no alcanzaban el clímax con la imagen de los ojos de su mejor amigo en mente, ni tenían erecciones pensando en sus labios. Había algo seriamente mal en Barty y no pensaba llevarse de por medio a la persona que más le importaba, la única que se  preocupaba por él, la persona que lo había cuidado en las buenas y en las malas. No podía hacerle eso.

—Tienes razón, estoy completamente destruido Evs —se llevó una mano a la cabeza y dio unos pasos hacia el baño que compartían—, voy a darme una ducha y luego a dormir. Hablaremos de esto mañana, ¿de acuerdo? No me esperes despierto.

Ni siquiera volteó a ver a Evan.

Toda esa situación era totalmente ridícula y vergonzosa.  

Solo salió del baño una vez que se aseguró de que ya estaba dormido y entonces, después de eso, pasó el resto de la noche pensando en que se encontraba solo a unos pasos de distancia. No pudo conciliar el sueño hasta la mañana siguiente. 

Estaba perdiendo la cabeza, y nunca había estado tan aterrorizado como en ese momento.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Estuvo varios días evitando a Evan. Como resultado, pasó la mayor parte de su escaso tiempo libre -porque con tantas citas y fiestas no había tenido tiempo para ocuparse de estudiar y ahora tenía que compensar su falta de responsabilidad con horas de estudio- con James Potter; hablando sobre cómo mejorar su estrategia de conquista, cómo identificar posibles puntos en común y buscando futuros prospectos por el campus. 

La mayor parte del tiempo Barty se lo tomaba como un juego. Solo escuchaba la mitad de las cosas de las que hablaba, pero su charla desmedida era de alguna forma reconfortante.

Cumpliendo su parte del pacto, también le ayudó a distraerse el que estuvieran planeando juntos cómo sorprender a Regulus para San Valentín.

—A Regulus no le gustan nada esas muestras de afecto exageradas y públicas que tienes en mente, olvídate de eso Potter. Tu mejor opción es encontrar un lugar callado y privado en el que pasar la tarde con él.

—¿Como cuál?

Visitaron el invernadero, los cines, los salones de artes, pero ningún lugar cautivó tanto a James como el Observatorio. Había sido amor a primera vista, si es que Barty era capaz de reconocerlo a ese punto.

—Es el lugar perfecto —declaró, y sentados con las piernas sobre los respaldos de las sillas, mirando hacia el falso cielo estrellado sobre sus cabezas, intercambiaron ideas de lo que podían hacer una vez que estuvieran allí.

—Podría poner un mantel en medio de la sala, como si estuviéramos fuera en un picnic,  pero aquí adentro.

—Podrían tener sexo contra el telescopio —bromeó Barty. James le golpeó el hombro y lo miró con reprobación.

—¿Te puedo preguntar algo?

James lo miró con curiosidad.

—¡Claro! Dispara.

Barty se tomó unos segundos en juntar el suficiente valor para preguntar lo siguiente.

—¿Cómo es que pasó para ustedes?

Se quedaron en silencio por unos segundos  hasta que Barty comenzó a impacientarse.

—Bueno… —comenzó James, pensándolo un poco más antes de continuar—, a veces no lo sabes a la primera. Toma un poco de tiempo entenderlo. El enamoramiento no lo es todo, el amor no siempre se ve como una montaña rusa de emociones intensas. La paz que viene con el amor es el verdadero tesoro. El sentimiento de que llevas tú hogar en el corazón de otra persona, de no necesitar, pero saber que si estuvieran juntos todo sería mejor.

—¿Y cómo supiste que…?

—¿Cómo supe que era Reggie? —preguntó, adelantándose a su pregunta.

—No… —suspiró profundamente, esperando que James, mantuviera solo entre ellos aquella conversación— ¿Cómo supiste que te gustaban las personas de tu mismo sexo? —No sabía por qué, de entre todas las personas con las que pudo hablar de ello, fue James Potter el primero al que le dejó ver bajo su máscara. Agradecía que James no pudiera ver su rostro, porque estaba seguro, por el calor que sentía, que estaba rojo como un tomate y avergonzado como si hubiera hecho algo totalmente inmoral, y tal vez así se sentía para él. Inmoral e incorrecto—. ¿No tenías miedo de que las cosas cambiaran? ¿De que todo se fuera a la mierda? ¿De que tus amigos y familia te vieran diferente?

James no dijo nada por un buen rato, pero Barty, por miedo o respeto, no volteó el rostro en ningún momento para evaluar su reacción.

—Al principio fue un poco intimidante y cualquiera que te diga que no siente al menos un poco de miedo estaría mintiendo, pero… no sé. Realmente nada tenía por qué cambiar, siempre había sido esa persona, solamente aún no lo había descubierto —Barty estaba aguantando la respiración sin darse cuenta—Lo más difícil fue ponerle un nombre. Hay tantas posibilidades… lo que es maravilloso —se apresuró a decir—, pero también puede ser bastante confuso.

—¿Y… al final qué nombre le pusiste?

James se encogió de hombros, aún miraba al cielo estrellado sobre sus cabezas. 

—Nunca estuve enamorado del género de las personas, era solo una característica más de quienes eran, lo que importaba siempre iba mucho más allá de eso.

Barty suspiró de nuevo, preguntándose si importaba para él. 

La verdad es que nunca lo había considerado una opción hasta que tuvo que pensar en ello, hasta que tuvo la libertad de elegir.

Pero sí lo hacía , le importaba muchísimo. Era importante porque para los demás era importante. Porque nunca había considerado las implicaciones de que tal vez todo ese tiempo había estado evitando salirse de lo convencional. Porque entonces su padre tendría la razón, nunca había sido normal , siempre diferente , y entonces ¿En dónde lo dejaba aquello? ¿Sería su destino igual al de su madre? ¿Se perdería lentamente a manos de la demencia hasta no recordar siquiera a sus amigos? ¿En qué mundo podía darse la oportunidad de que eso fuera cierto? Y si no lo hacía, ¿significaba que estaría toda su vida pasando de chica en chica esperando sentir algo que se asimiliara remotamente a lo que en realidad buscaba?

Lo más importante de todo era: ¿Por qué ahora? Y ¿por qué Evan?

¿Por qué de repente todo había cambiado en su dinámica de un día para otro? ¿Era el hecho de que nunca se había considerado una persona merecedora de amor hasta el momento en que Regulus mencionó la posibilidad? ¿Era porque el resto de sus amigos le hicieron creer que sí lo era? ¿Y qué tanto lo creía? Porque si Barty era merecedor de amor, estaba seguro de que no era merecedor del de Evan. No. Él merecía el mismo tipo de amor que podía ofrecer. Oculto, dañado y maldito. Evan se merecía muchísimo más. Para empezar, Evan era completa e irrevocablemente heterosexual.

—Puede parecer que lo cambia todo —dijo James—, y puede que sea así, pero es el tipo de cambio que te hace una mejor persona, porque siempre que descubres un poco más de quién eres, te acercas a ser más honesto contigo y con los demás.

Barty lo pensó por unos minutos mientras las constelaciones se movían de lugar en el cielo y daban paso al otro hemisferio de la tierra.

—¿Crees que las personas que están en el closet se están traicionando a sí mismas? —le preguntó en un susurro.

James no supo qué responderle.

Tal vez estaba exagerando. Tal vez solo estaba confundido. Tal vez aún podía encontrar lo que buscaba en el cuerpo de una mujer.

¿Qué había de Regulus? ¿Por qué nunca se había sentido así por él? Era su mejor amigo, al igual que Evan, había compartido más de la mitad de su vida con él y era bastante atractivo, viéndolo desde un punto totalmente objetivo; pero imaginarse besando a Regulus le daba arcadas. Imaginarse besando a Evan, por el otro lado… era algo en lo que no se podía permitir pensar.

—Tal vez… de alguna forma —terminó diciendo James. Lo que lo hizo sentir como una mierda.

Solo para distraerse, decidió desviar la conversación a otro tema, uno que había empezado a revolotear en su mente mientras más tiempo pasaba con James.

—¿Lo amas? —le preguntó Barty curioso.

Escuchó a James suspirar a su lado y no pasó mucho tiempo antes de que dijera:

—¿Sabes? Nunca lo he dicho en voz alta, pero sí. Amo a Regulus como si lo hubiera hecho toda mi vida.

Barty sintió un torbellino de emociones en su estómago. 

“Como si lo hubiera hecho toda mi vida”

Las implicaciones de sus palabras despertaron algo nuevo en él. 

Los celos que había sentido desde que Regulus le confesó que era novio de James Potter se esfumaron. Se encontró a sí mismo, incapaz de seguir odiando a James.

—Bien —le respondió suavemente—, asegurate de que lo sepa.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Barty lo entendió todo para el fin de semana, después de hablar seriamente con James sobre la variedad de posibilidades y nombres que podían identificarlo. James se había convertido en la única persona que sabía de su confusión y al que había hecho jurar bajo amenaza que no hablaría con nadie al respecto.

—¿Has pensado que tal vez solo eres bisexual? ¿que te gustan ambos? ¿o que tal vez te gusta todo?

—Potter, ¡Eres un genio!

Barty solo estaba confundido. Era típico de él, siempre querer todo. Su fijación por Evan solo se trataba de su miedo a perderlo. Sí, tal vez sentía cosas que no entendía por él, pero eso no quería decir que fuera la única persona por la que podía sentir cosas, ¿cierto?

—Supongo que el amor es una decisión —dijo James, no tan seguro de sí mismo.

El primer paso que tomó fue dejar de esconderse entre las sombras de sus dos mejores amigos. Evan y Regulus no tenían la culpa de su tormenta mental y no tenían por qué sufrir las consecuencias de sus indecisiones.

El segundo fue salir con Narcissa Black.

Ella era la persona que Sybill había visto en las cartas aquella noche del lunes. Estaba seguro. Cabello claro y ojos grises, parecidos a los de Evan, por eso había sido la primera persona que se le vino a la mente.

Pandora les organizó de inmediato una cita y, ante la sorpresa de todos, Cissa aceptó. 

—Te sentirás más en confianza si uno de tus amigos está contigo —sugirió James.

Solo había una cosa que ni siquiera James sabía: quién era la persona que había comenzado toda esa guerra de sentimientos en su interior. Pandora le pidió a Evan que lo acompañara a la cena, nadie hubiera imaginado que eso llegaría a ser un problema para él. 

Una cita doble. Barty y Narcissa, Evan y alguna otra chica. Regulus se había marchado de la cafetería que solían visitar sin poder contener la risa. Barty quería golpearlo.

—Es un idiota —se quejó por lo bajo y Evan lo miró con ese dejo de preocupación que no había dejado su rostro desde que realizaron la apuesta.

La noche del sábado llegó rápido. Se bañó, vistió, perfumó e incluso compró un bouquet de flores para Cissa.

—Entonces… ¿A quién invitaste? —le preguntó Barty.

—Willow Greengrass. Lilo para sus amigos —se encogió de hombros—, me pareció que era agradable. Está en mi clase de historia del arte, la que llevo con Minerva.

—¿La acabas de conocer o…?

Evan se rió por lo bajo, pero parecía algo nervioso.

—Hemos estado en la misma clase todo el curso, pero nunca habíamos hablado antes.

—Bien. Suena bien —le regaló una sonrisa forzada y se metió al baño para arreglar las últimas hebras sueltas de su cabello.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Willow, o Lilo como pedían que lo llamaran, era un chico. 

Un chico.

Sexo masculino.

Barty no sabía cómo sentirse al respecto. Un poco traicionado, un poco ofendido, un poco triste y un poco celoso de una manera en que no había experimentado antes. ¿Desde cuándo Evan salía con otros chicos? ¿Qué mierda significaba eso? ¿Por qué nunca le había hablado de esa parte de su vida? Ni siquiera lo corrigió cuando usó el pronombre femenino para referirse a su cita ¿Estaba ocultandolo a propósito?

Su presentación fue incómoda. 

—Barty Crouch —frunció el ceño.

Lilo era de buen ver, en esa forma discreta que llama tu atención sin mucho esfuerzo. Era alto, de cabello marrón claro, ojos color miel y una sonrisa contagiosa.

—Es un gusto. Me emociona conocer a los amigos de Evan —respondió animado, su  mirada solo hablaba de lo alegre que se encontraba de estar allí. Barty quería vomitar sobre sus zapatos.

Lo peor de todo era que Evan tenía razón, Willow era bastante agradable, en especial si lo ponías en contraste con Narcissa, quien miraba a un lado y otro como si estuviera siendo perseguida por la policía y no le había dirigido la palabra a Barty desde que se sentaron en la mesa. Parecía no importarle en lo absoluto lo que pasaba a su alrededor.

Evan, por su parte, se veía jodidamente apuesto esa noche.

—¿Cómo se conocieron? —preguntó Lilo después de pedir las entradas y platos fuertes al mesero.

—Oh —Barty miró de reojo a Narcissa, quien tenía la mirada fija en su teléfono y escribía un mensaje de texto a la velocidad de la luz—, Cissa es la prima de Regulus, nuestro mejor amigo —respondió lo más cortés que pudo—. ¿Qué hay de tí? Evan no me ha contado mucho de… —Barty no sabía cómo explicar la situación.

Willow se rió ligeramente, un ligero rubor se pintó en sus mejillas y vió a Evan como si sostuviera todos los planetas del sistema solar. Barty sintió la insensata necesidad de borrar esa sonrisa de su cara con un golpe. 

—Honestamente, pensé que nunca iba a preguntar —se rió de nuevo—, creo que hice el ridículo muchas veces tratando de que se enterara de que existo.

—Oh, sabía que existías —respondió Evan apenado y se rió por lo bajo.

—Vaya —Barty respiró profundo y se encogió de hombros—, que extraño. Nunca había escuchado tu nombre hasta hoy. Una gran impresión no has de haber dejado.

Sintió la patada de Evan bajo la mesa y soltó un gemido de dolor exagerado. El rubio lo miraba desde el otro lado de la mesa furioso.

—Tengo derecho a guardar mis secretos —dijo de mala gana.

Willow escondió su incomodidad tras una risa nerviosa y tomó la mano de Evan bajo la mesa.

—¿Desde cuándo sales con otros chicos, Evan? —le preguntó de repente Narcissa, quien solo levantó la mirada para examinar la interacción entre ellos.

—Esa es una buena pregunta —secundó Barty.

—Eh… —Evan parecía incómodo al ser el centro de atención.

—¿Por qué mejor no hablamos de otra cosa? —sugirió Willow—. Perdoname si estoy sobrepasando mis límites —le dijo a Evan—, pero creo que es algo que ambos estamos explorando recientemente. Estamos tomando nuestro tiempo para entenderlo, ¿Cierto?

Evan asintió, ensimismado con la gentilidad con la que Willow dijo aquello. Barty lo odió incluso más, el tipo de odio que nace de la envidia. Narcissa se encogió de hombros sin darle importancia.

—Siempre pensé que Evan terminaría saliendo con Pandora. Aún recuerdo como la perseguía por todas partes durante las fiestas de los Rosier.

Barty y Evan se miraron totalmente anonadados, con las bocas ligeramente abiertas por la sorpresa.

—Cissa… es su hermana —le recordó Barty—, Pandora es su hermana. ¿Cómo es que no sabías eso?

Evan explotó en risas, lo que hizo que Willow lo viera como si hubieran encendido la luz en la habitación, y Barty se llevó una mano a la frente sintiendo vergüenza ajena, la que Narcissa no sentía.

—¡Já! ¿Enserio? Ahora todo tiene sentido.

—Tiene razón. Siempre he perseguido a mi hermana mayor por todas partes. De pequeño estaba obsesionado con ser como ella —alegó Evan.

—No terminaron tomando caminos tan diferentes —añadió Narcissa.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó Barty con curiosidad.

—¿No lo sabes? Pandora está en toda esa mierda de poliamor. Lo último que supe es que estaba saliendo con el fenómeno de Lovegood y la piojosa de Lili Evans. Hay una nueva palabra para ello, honestamente no tengo idea de cuál es.

—Pansexual —dijo Evan seguro—, mi hermana es pansexual.

Barty se quedó callado por unos segundos. Primero pensando en Pandora, y en cómo le parecía que ninguno de ellos hablaban de las cosas que realmente importaban, o que tal vez simplemente no las hablaban con él; y luego pensando en lo incompatibles que eran él y Narcissa, y el error que había cometido al organizar aquella cita.

La comida llegó, alivianando un poco el ambiente tenso que se había levantado en la mesa. Barty descubrió que Willow era un escultor, que era un estudiante becado con una larga suma de deuda estudiantil y que planeaba mudarse a New York una vez que terminara su carrera en Hogwarts. Una vez que terminaron con el plato fuerte, la conversación se tornó en dirección a Narcissa y Evan, quienes intercambiaron historias de su juventud. Barty no había formado parte de sus vidas hasta mucho después, durante su primer año de secundaria.

—Barty siempre ha sido un bruto —se burló Cissa con gracia.

—¡Hey! Este bruto te trajo a cenar —se quejó.

—Es más que eso, solamente le gusta que piensen que no tiene mucho que ofrecer —respondió Evan tranquilo.

—Mantén las expectativas de los demás bajas esperando que siempre puedas superarlas —Barty se encogió de hombros.

—Si alguien lo conoce, ese serías tú —le devolvió Narcissa a Evan sin darle mucha importancia.

—¿Desde hace cuánto son amigos? —preguntó Willow, repentinamente interesado.

—Nos conocimos en el primer año de secundaria —dijo Evan—, gracias a Regulus.

—Recuerdo eso, por un tiempo no se soportaban. Evan creía que Barty era un creído sabelotodo —Barty se rió por lo bajo recordando su enemistad durante esas primeras semanas. Evan resopló por lo bajo.

—Lo sigue siendo.

—¿Cuándo te diste cuenta de que te gustaba Evan? —le preguntó Willow con falsa animosidad a Barty. El silencio incómodo del doble sentido de esa pregunta los arropó a los cuatro. Barty sabía identificar un comentario venenoso cuando lo escuchaba, ese lo tomó desprevenido. Se quedó con los ojos fijos en Willow mientras sonreía—, digo, ¿Cuándo se hicieron amigos y eso?

Como odiaba a ese tipo.

No solo lo odiaba, esa era una pregunta que no quería responder. 

Era un tema de dos, ni siquiera Regulus sabía exactamente los detalles de la historia. Evan y Barty le habían pedido una tregua a su enemistad el día en que Barty llegó a su casa temblando y tiritando del frío, bajo la lluvia de Agosto, pidiendo asilo porque su padre se había olvidado de dejarle las llaves de su propia casa. 

—¿Suele hacer eso? —le había preguntado Evan.

—¿Qué? —preguntó Barty entre temblores.

—Olvidarse de tí.

El lazo entre Barty y Evan estuvo sellado con el dolor de sus traumas compartidos desde ese día. Nunca más habían hablado de ello. Ni entre ellos, ni con otras personas. Pero de alguna forma, con el tiempo, la repetición y la costumbre, se convirtieron en lo más importante de sus vidas.

—No te olvides de tí como tu padre lo hizo —le recordaba en los días que tenía que cuidar de él.

Pero Barty no quería hablar de eso, esa historia tenía su valor en el hecho de que solo ellos dos la conocían.

—Eventualmente me gané su corazón —respondió socarrón y Evan puso los ojos en blanco—, no hubo un momento exacto. Simplemente pasó.

—Muy bien, basta de hablar de mí —contestó Evan apenado y tratando de cortar la tensión que se había creado en la mesa.

—Me parece bien, le toca a Willow, casi no sabemos nada de él —sugirió Barty.

—¿Qué quieren saber? Soy un libro abierto —respondió desafiante.

—¿Qué tanto te gusta Evan?

—Bastante —respondió seguro con una sonrisa pícara y, solo para demostrar su punto, tomó a Evan de la mano y dejó un beso en ella—, quiero estar en su vida por un buen tiempo, si me lo permite.

Evan se movió incómodo en su asiento y miró a Barty de reojo, inspeccionando su reacción. Estaba seguro de que no se sentía cómodo mostrandole ese lado suyo a Barty, por alguna razón no le había contado al respecto. Tal vez el incidente del otro día lo había desubicado, tal vez se había dado cuenta de la manera en que su cuerpo había reaccionado la noche en que llegó borracho a su habitación, tal vez no quería complicar su amistad.

Todas aquellas eran razones válidas para no confiar en Barty, pero lo hacían morir un poco por dentro.

—Bueno, nunca vas a poder estar en su vida por más tiempo que nosotros —dijo a propósito, intentando borrar la sonrisa de su rostro.

—No es lo que busco. ¿Cómo dicen? ¿No es sobre el tamaño de la embarcación sino la moción del océano? Estoy seguro de que puedo dejar una impresión que no podrá olvidar por mucho tiempo.

Barty lo iba a matar con sus propias manos.

—¡De acuerdo! La noche se acaba cuando comienzan las insinuaciones descaradas —interrumpió Evan—. Tengo que ir al baño. ¿Alguien quiere pedir el postre o estamos listos para irnos?

Willow se encogió de hombros y Narcissa parecía lista para marcharse.

—Te acompaño —terminó diciéndole a Evan. Lo empujó por el hombro y se fueron caminando en silencio hacia los lavatorios.

Una vez que estuvieron dentro del baño, y Barty se aseguró de que no hubiera nadie más en la estancia, cerró la puerta con seguro y miró a Evan furioso.

—¿Por qué no me dijiste nada?

—¿Nada de qué? —Evan estaba igual de tenso que Barty, mirando de reojo la puerta como si quisiera asegurarse de que seguía teniendo una oportunidad de salir de allí, de escapar si así lo deseaba.

—Sabes muy bien de qué, Rosier.

—No es tu problema. No es el problema de nadie, de hecho, puedo hacer lo que quiera con mi vida —Barty se llevó una mano a la cabeza y desordenó su cabello con impaciencia. Había algo que quería decir. Algo que estaba escalando por su pecho, arañando y jalando porque no podía seguir más dentro de él—. ¿Estás tratando de arruinar mi cita? —le preguntó con desdén.

—¿Qué? ¡No! Por supuesto que no.

—¿Entonces? ¿Qué intentas hacer? —Evan estaba igual de enojado que él—. No soy Regulus, Barty. No me puedes decir con quién salir. No tienes ningún tipo de derecho sobre mi vida.

—¡Nadie dijo nada sobre eso! No me estoy quejando de tu estúpida cita, ¿de acuerdo? —Barty exhaló profundamente y se acercó solo unos pasos frente a Evan para verlo mejor. Inspeccionar su semblante, la manera en que sus manos temblaban y por eso tenía que cerrarlas en puños a sus costados, la forma en que se mordía los labios porque estaba nervioso—. Siento que no confías en mí, ¿por qué no me habías dicho que tu cita era un chico? —pero Evan no tenía una respuesta y eso era incluso peor—. ¿Es eso? ¿No confías en mí?

—No, no es eso —admitió nervioso—, no quería que pasara justo lo que está sucediendo ahora, lo mismo que pasó con James —soltó una risa irónica—. ¡Por dios! Vienes con Narcissa y ni siquiera han intercambiado más de dos o tres miradas en toda la noche cuando en la tarde pensabas que era la solución a todos tus problemas. ¿De qué se trata eso?

—¿Qué estás insinuando?

—Es bastante obvio, Narcissa no te va a hacer ganar la apuesta con Regulus, no estás siquiera un poco interesado en ella y ahora estás sacando tu furia con la única persona a tu alcance —lo desafió Evan con firmeza—. ¿Qué quieres de mí? Estoy harto de este juego.

Lo más extraño de todo, era que Barty no lo sabía, pero lo que quería decir estaba a punto de subir por sus cuerdas vocales y tomar posesión de su cuerpo. Lo que quería decir era más como lo que quería hacer y sus manos estaban temblando con anticipación porque no quería que se fuera con Willow y el no quería irse con Narcissa, quería regresar a su dormitorio y terminar lo que no había podido unas noches atrás, y se sentía tan mal con ello, pero lo deseaba tanto que no podía contenerlo. 

¿Alguna vez has sentido tanta desesperación que lo único que puedes hacer es llorar? Eso era lo que quería hacer Barty, lanzarse a llorar a sus pies y pedirle que no lo dejara. Porque ¿Dónde quedaba él en todo eso?

—No te vayas con él —le pidió en un último intento de reconciliar su necesidad, pero Evan no dió paso atrás, siempre tocando el botón rojo, tocando las sensibles partes que nadie más se atrevía a tocar, aquellas que tenían una cita amarilla de “No pasar”.

—Voy a hacer lo que quiera —lo desafió.

—No me hagas esto, Evan —le volvió a suplicar.

—¿Por qué no?

Eso cortó la última cuerda que lo contenía.

No está orgulloso de lo que hizo después. 

Lo que había estado queriendo salir de su boca encontró la manera de empujar a Evan hacia la pared del baño, juntar sus cuerpos de pies a hombros y terminar con lo que había empezado el miércoles por la noche.

Barty lo besó, y se sintió mejor de lo que había imaginado. Evan era como whiskey de miel; un veneno dulce y cálido que podía tomar sin parar hasta perder la conciencia. Podía saborear el alcohol en sus labios, podía sentir lo suaves que eran y la necesidad de morder, de explorar, de probar. 

Su corazón se había elevado a una frecuencia totalmente inexplorada para él. No era solo algo físico, Barty había tenido suficiente de eso en su vida para saber que se sentía diferente, era una familiaridad extraña. 

No lo detuvo el hecho de que Evan fuera un chico, el primero al que besaba y la única  persona por la que había sentido algo más que atracción sexual, o de que fuera su mejor amigo, o de que estuviera allí con alguien más, o de que eso lo hiciera diferente y, por consecuencia, exactamente lo que su padre esperaba de él; solo quería que nunca lo dejara, porque no se imaginaba un mundo en el que tuviera que compartir ese sentimiento con nadie.

 Evan tampoco lo detuvo y Barty aprovechó para intensificar su beso solo por unos segundos antes de que lo empujara hacia atrás y lo mirara como si hubiera perdido la cabeza. 

Sintió el rechazo de sus manos como si hubiera tirado un balde de agua fría en la fogata de su interior, la que él mismo había encendido. “No puedes tenerme” , eso era lo que significaba, “no eres lo suficientemente bueno.”

 Las palabras de su padre retumbaron en su cabeza. No era normal, estaba condenado, no había un mundo en el que no sufriera la inminente posibilidad de la soledad porque estaba escrita en su ADN, y mientras más rápido lo entendiera, más rápido podría superarlo. Por eso actuaba como si no existiera, ¿cierto? Era su forma de protegerlo y enseñarle lo que el mundo real era, ¿No era eso lo que había dicho antes de marcharse? ¿Que solo lo hacía pasar por todo aquello porque lo quería?

—¿Qué acabas de hacer, Barty? —le preguntó Evan con la respiración entrecortada y los ojos dilatados.

—Mierda —susurró, dándose cuenta de lo mucho que la había cagado—, perdón.

—Estoy aquí con otra persona.

—Lo sé —miró al suelo avergonzado.

Evan cruzó la estancia, abrió la puerta con fuerza y dejó a Barty solo con sus pensamientos. 

Si lo hubieran encerrado en una jaula con un león hambriento hubiera estado más a salvo.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

La cita con Narcissa fue un fiasco. 

Al final, descubrió que solo había aceptado salir con él para poner celoso a Lucius Malfoy, quien estaba esperando fuera del restaurante listo para golpear a Barty en la cara y llevarse a Cissa a casa. 

Barty no desaprovechó la oportunidad de desahogar un poco de la rabia contenida en sí mismo. 

Regresó al dormitorio con el labio roto y un dolor intenso en el antebrazo, entumecido y hormigueando, los síntomas de que se había roto algo. Pero tenía una botella de alcohol en cada mano y bebió hasta que olvidó su nombre, esperando a que Evan pasara por la puerta en cualquier momento para pedirle disculpas.

Perdió la conciencia antes de que eso pasara, sentado con la espalda contra la mesa de noche entre sus camas y los pies en dirección a la puerta. Barty amaneció en la misma posición y la cama de Evan seguía vacía.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

—¿Estás bien, Crouch? —le preguntó James la mañana del lunes cuando coincidieron en uno de los pasillos—. ¿Qué le pasó a su cara?

Como ya era de costumbre, Regulus estaba solo a unos pasos de él y se acercó alarmado cuando escuchó a James.

—Barty ¿qué demonios?

—No es su problema, ¿de acuerdo? —sacudió la mano de James de su hombro.

—Una mierda no es mi problema —replicó Regulus con firmeza—, me vas a decir qué pasó ahora mismo. Te ves como si te hubiera atropellado un camión.

Tal vez eso hubiera sido menos doloroso, pensó Barty. 

Optó por decir la verdad a medias para que lo dejaran en paz. Le dolía la cabeza y se sentía más seco que un cactus.

—El novio de Cissa no estaba muy feliz de que sacara a su novia a cenar.

—¿El novio de Narcissa? —preguntó Regulus desubicado.

—El imbécil de Lucius, supongo que lo mínimo que puedo hacer después de que me metiera en problemas es esparcir su secreto por ahí —bufó por lo bajo y se tocó el labio con la mano para asegurarse de que no estuviera sangrando activamente.

—Lo siento —James le dió una palmada en la espalda—, de haberlo sabido te hubiéramos advertido.

Barty se encogió de hombros desanimado.

—Da igual, era una idea estúpida desde el principio.

James y Regulus lo acompañaron hacia su próxima clase en silencio. Regulus insistió en llevarlo a la enfermería, en donde le colocaron una férula en el brazo para reducir el dolor y sujetar el hueso fracturado en su lugar. 

Los días pasaron, pero no volvió a ver a Evan. 

Barty sabía ver muy bien las señales de cuando alguien intentaba ignorar su existencia.

Notes:

Moonleen-

Tengo que admitir que este es: 1.-Uno de los capítulos más personales que he escrito y 2.-Uno de los capítulos más explícitos que he escrito. 3.-Uno de los capítulos de los que me siento más orgullosa y avergonzada al mismo tiempo.

Me agarró en un par de días difíciles y, aunque pensé que no lo iba a poder publicar, aquí estoy.

Ojalá todos tengan un Regulus y James en su vida.

Chapter 4: Lily Evans

Summary:

Lily y Barty se convierten en amigos. Mucho agnst. Más besos. Lo mejor que he escrito hasta ahora.

TW: En este capítulo se tratan temas de trauma religioso y demencia.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Lili Evans

Sirius Black y James Potter siempre habían sido mejores amigos, desde el día en que se vieron por primera vez en la primaria y compartieron su desayuno porque Walburga mandaba a sus hijos a la escuela sin comida, hasta la actualidad. Nunca había sido testigo de una situación en la que esos dos dejaran de hablar por más de 72 horas, pero desde que Regulus y James anunciaron su relación al público, Barty no los había visto juntos ni una sola vez. 

—No está muy cómodo con la idea de tener a sus “dos hermanos” como cuñados —le dijo Regulus—. En realidad creo que solamente está haciendo un drama porque se siente abandonado —Barty levantó una ceja incrédulo—. Sirius tiene serios problemas de abandono. Se tuvo que ir de casa a los dieciséis años y dejar todo lo que conocía atrás. No le gusta el cambio. No solo no le gusta, haría lo que fuera para que no sucediera.

—Siempre he pensado que es bastante egoísta. Piensa que el mundo gira a su alrededor ¿no? Yo dejé mi casa a los diecisiete y no tengo ese tipo de problemas.

—¿Enserio?

—¿Qué? —reclamó sin entender—¿Tienes algo que decir, Reggie?

Regulus movió la cabeza de un lado a otro, negando, y luego soltó una risa ligera.

—Eres un completo idiota, Crouch.

—Gracias —respondió con sarcasmo—. ¿Y qué piensa Potter de todo eso?

Regulus se encogió de hombros.

—¿Qué va a pensar? Es su mejor amigo, claramente está sufriendo.

El resultado de esta separación dio paso a una serie de eventos que desencadenaron una situación que no pudo haber visto venir jamás.

—Me dijeron que estabas buscando con quién salir, ¿sigue siendo así? —le preguntó Lily Evans desde el otro lado de la mesa que compartía con Regulus y James en el comedor de los Kowalski.

Era de conocimiento público que Lily era una de las chicas más inteligentes de Hogwarts, nadie que pudiera ver dos dedos de frente se atrevía a meterse con ella a menos de que tuviera la intención de tratarla con el más absoluto respeto. Barty no sabía qué responder. Después de su fracaso con Cissa había decidido que tal vez no valía la pena seguir persiguiendo su victoria, después de todo, las cosas comenzaban a fluir mejor ahora que James, Barty y Regulus pasaban más tiempo juntos. No tenía caso decirlo, y tal vez su ego no lo dejaba, pero no pensaba ser el catalizador de su separación; ahora solo tenía en mente el cómo no perder la cantidad ridícula de dinero que había apostado en el calor del momento.

—¿Por qué lo preguntas? —preguntó con sospecha.

—Quiero una cita contigo, Crouch. ¿Qué te parece el miércoles a las siete de la noche?

No entendía qué estaba ocurriendo, y si la expresión de sus amigos era algún indicador de ello, al parecer no era el único. Evans no era el tipo de chicas que salía con personas como Barty. Entonces ¿de qué iba todo eso?

—¿Estás segura de que no te golpeaste la cabeza? ¿Quieres ir a la enfermería?

Regulus a su lado soltó una risita indiscreta y James, que tenía la boca abierta indecorosamente, la miraba con un parpadeo rápido de sus ojos, como si creyera que estaba soñando y que así podría despertar.

—¿Tienes miedo, Crouch? —lo desafió la pelirroja.

Ah, el truco más viejo del libro , y Barty caía en él cada vez. Nada mejor para convencerlo que tocarle el ego.

—Pff —se cruzó de brazos—, ¿No?

—Está bien, entonces te veo en las puertas del dormitorio de Gryffindor a las siete de la noche del día miércoles. Lleva flores, me gustan las petunias.

Lily dejó su mesa y se encaminó a la que compartía junto a Sirius y Remus al otro lado de la cafetería, en donde los tres compartieron una sonrisa triunfante y miraron con picardía y curiosidad hacia su mesa.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Barty desubicado.

—Evans te acaba de invitar a una cita —le respondió Regulus.

—Y tú aceptaste —continuó James.

—Sí, eso me quedó claro, pero ¿Por qué?

Regulus bufó por lo bajo y se cruzó de brazos, mirando hacia la mesa unos metros frente a ellos con disgusto enmascarado de indiferencia.

—¿No es obvio? Esto es obra de mi hermano.

—¿Qué ganaría Sirius con organizar una cita entre Lily y Barty? —preguntó James totalmente confundido.

Ambos se quedaron en silencio y Barty entendió rápidamente a qué se refería Regulus. Sirius, de alguna forma, se había enterado de la estúpida apuesta entre ellos y estaba saboteando el juego de su hermano, tratando de hacer que Barty se enamorara de Lily. Era una estrategia estúpida, Barty no tenía tiempo para pensar en nadie cuando su mente solo giraba en torno a cómo arreglar lo que le estaban pasando con Evan sin perder su amistad en el intento.

—Sirius haría lo que fuera para verme perder —resumió Regulus.

James miró hacia la mesa de Sirius con nostalgia y anhelo. 

Pobre tipo , de seguro la estaba pasando muy mal. No se imaginaba lo que haría si fuera Evan al otro lado de la cafetería… Bueno, pensándolo mejor, tal vez sí se lo imaginaba, tal vez por eso podía empatizar con él, porque Evan y él no habían hablado desde aquella noche después de la cena y la posibilidad de haberlo perdido para siempre hervía su sangre desde su interior.

—Solo está teniendo problemas para aceptar la situación. Déjame hablar con él, ¿de acuerdo? —le susurró James.

Regulus negó con la cabeza y estaba a punto de hablar cuando Barty lo interrumpió:

—Puede que no sea una mala idea —sus amigos lo miraron incrédulos—, nunca lo he hecho con una pelirroja.

James tuvo que respirar profundamente en busca de calma.

—Lily no es el tipo de chica que te llevas a la cama —le aseguró ofendido—, es el tipo de chica que le presentas a tus papás, con la que te casas, la que gana premios nobeles y da entrevistas para The Times.

Regulus golpeó a James en la cabeza.

—¿Disculpa? —se aclaró la voz—. ¿Puedes bajar el nivel de afecto con el que dijiste eso? —Barty los miró extrañado y Regulus explicó:— James solía tener la más grande infatuación con Evans hace unos años.

—No. Te juro que no siento nada más por ella, ese tren salió de la estación hace mucho tiempo. Es decir… —James le sonrió—, ahora te tengo a tí y eso es… —Potter era totalmente ridículo—, mucho más de lo que hubiera imaginado, eres todo para mí, no hay comparación —Barty fingió que le daban arcadas y Regulus puso los ojos en blanco—, pero no significa que no vea lo mucho que vale como persona —Regulus entrecerró los ojos con desdén hacia su novio—. Además, hasta donde estaba enterado, preferiría salir contigo un millón de veces más que conmigo.

—¿Qué? —preguntó Barty confundido.

—Mejor no hablemos de eso… —intentó Regulus, pero ninguno de los dos lo iba a dejar ir.

—Lily le pidió una cita a Regulus durante su primer año.

—¿James? ¿Enserio? —se quejó—. Te conté eso en confidencia.

Pudo ver a Regulus sonrojarse por el rabillo del ojo.

—¿A Regulus? —Barty ahogó una risa—. ¿Por qué le pediría una cita a la persona más asexual que conozco?

—¿Disculpa?

—Regulus no tiene un pelo de asexual —le contestó James con picardía—, deberías ver esta cosa que hace con…

Regulus le tapó la boca a James agresivamente y Barty soltó una carcajada. James parecía complacido de todas formas, sonriendo con los ojos y encogiéndose de hombros.

Le gustaba esa repentina comadrería entre él y James, lo hacía sentir como que aún había un lugar para él en el futuro de su mejor amigo. Al menos , pensó, no estaba a punto de perder a uno de ellos.

—Un segundo, volvamos al tema en cuestión: ¿No crees que yo pueda estar también en las ligas mayores, Potter? —lo desafió Barty.

—No quise decir eso…

—No, de hecho, concuerdo con James. Lily está totalmente fuera de tu alcance —concluyó Regulus.

Barty acomodó la férula encima de la mesa para que no colgara en frente de su pecho y se golpeara con la mesa, luego frunció el ceño, no le gustaba que lo subestimaran.

—Como sea, tengo una cita con ella ¿no es así? Eso cuenta para algo, tal vez todo este tiempo he estado comprando en la sección de descuentos cuando podía estar haciéndolo en la preventa exclusiva.

—Sigue hablando, con algo de práctica de seguro dices algo inteligente —se burló Regulus.

—No me provoques —le advirtió Barty—, lo digo en serio.

—Hay algo muy extraño en todo esto —reflexionó James, interrumpiendo sus dimes y diretes—. ¿Soy el único que piensa que esto no tiene sentido en lo absoluto? ¿Qué está pensando Sirius que hace?

Regulus lo miró con lo que a Barty le pareció preocupación. Se sintió culpable de haber causado tanta parafernalia para separarlos cuando era claro que Regulus estaba totalmente perdido por él, que movería el cielo y las estrellas si tuviera que hacerlo para recobrar la sonrisa en los ojos de James. La verdad estaba allí, al alcance de su mirada, en la manera en que Regulus tomaba su mano bajo la mesa y dejaba un beso discreto sobre su hombro.

Volvió los ojos a su yogurt, pensando en por qué todo era tan difícil para él, por qué nadie podía mirarlo de la manera en que Regulus miraba a James; pero se olvidó por completo de la situación cuando Evan y Willow cruzaron la cafetería juntos. 

Se encontraban sumidos en una intensa conversación que, de no ser porque sabía que era imposible, hubiera asumido que era una discusión. Evan ni siquiera le dirigió la mirada y su indiferencia le quemaba, apretaba ese lugar dentro suyo en donde todo aún dolía. Aún recordaba el fantasma de sus labios sobre los de él.

—No me importa, saldré con Lily Evans —les dijo por lo bajo con resentimiento.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Barty estuvo parado en el marco de la puerta de la sala común de Gryffindor a partir de las seis cuarenta de la tarde. Olvidó por completo las petunias. No estaba realmente emocionado por la cita, pero estaba determinado a afrontar la situación y hacer lo mejor de ella. Tal vez aún podía engañar a Regulus para no tener que pagar las mil libras que había apostado.

—¡Crouch! —lo saludó Evans desde la puerta del pasillo que llevaba a los dormitorios de las chicas—, llegaste temprano.

Lily estaba vestida en un pantalón deportivo negro y una sudadera rosa con un enorme gato tigre pintado en el medio de ella. Se veía cómoda, como si estuviera lista para pasar el resto de la noche tirada en el sofá comiendo chucherías y viendo la televisión. Barty llevaba pantalones de tela y una de sus camisetas de color sólido en cuello en V. Se había quitado la férula, estaba harto de lo incómodo que lo hacía sentir y lo mucho que le recordaba a la noche de la cita con Narcissa.

Se miraron extrañados por unos segundos. 

—¿Necesitas tiempo para cambiarte? —le preguntó confundido.

Lily se llevó una mano a la boca, ahogando una carcajada y le sonrió de lado a lado.

—No realmente, ¡estoy lista! Tú te ves… despampanante, Barty —se burló entre risas.

Barty estaba confundido.

—El restaurante que elegí queda del lado opuesto del campus —le señaló la puerta con una mano—, si nos vamos en quince minutos aún podemos llegar a la reservación.

—¿Restaurante? —Lily se volvió a reír—. Oh no, ya está todo arreglado. Yo te invité, ¿recuerdas? ¡Es más! ¡Yo voy a pagar esta noche!

—¿Qué? —preguntó aún más confundido.

—Dame cinco minutos, voy por mi cartera.

Lily subió las escaleras de su dormitorio mientras Barty trataba de entender qué demonios esperaba Evans de él. 

Al bajar, lo tomó de la mano y salieron de la sala común. Los recibió el fresco de la noche en sus rostros, las hojas subiendo y bajando, siseando en su camino por el viento. Era una noche agradable. Adoptaron un ritmo ameno, caminando por toda la fachada de Hogwarts hacia el centro de la ciudad. Barty se preguntaban hacia dónde lo estaba llevando.

—Así que… —dijo Lily cortando el silencio entre ellos—, ¿Cómo estás hoy, Barty?

—¿Bien?

—Muy bien, me alegro —le dedicó una amplia y ligera sonrisa.

Traía el cabello en dos largas trenzas y tenía ese aspecto juvenil que caracterizaba a los universitarios. Barty se miró a sí mismo, a la formalidad con la que se manejaba, como si no hubiera espacio para ser lo que era: un adolescente.

—¿A dónde vamos? —preguntó de nuevo confundido.

—¡Al IHOP!

—¿Vamos a comer panqueques?

—El desayuno es la mejor cena, todos lo saben —contestó segura. Barty tenía que estar soñando. Eso era demasiado ridículo como para ser real—. ¿Cuándo fue la última vez que lo visitaste?

—Nunca he ido —contestó honestamente.

—Uff —Lily se llevó una mano a la frente y se rió suavemente—, definitivamente tenemos que arreglar eso. IHOP es de mis lugares preferidos.

Se quedaron en silencio durante unos minutos y entonces Lily tomó su mano de nuevo. Barty miró con curiosidad la forma en que sus dedos se entrelazaron con los suyos y se sorprendió al darse cuenta de que no sentía mariposas revolotear en su estómago o la clásica incomodidad de cuando no quieres que alguien te toque; pero se sentía bien. Solo bien .

—Lily…

La marcha imperial.

Su teléfono interrumpió lo que había estado a punto de preguntar. Barty vio el nombre de su padre con desagrado en la pantalla de su celular y, avergonzado, le pidió unos minutos de privacidad a Lily. Llevaba días llamando y solo podía costearse ignorarlo una cantidad limitada de veces antes de que se enfureciera.

—Hola.

“Bartemius, ¿todo bien?”

Oh , ya estaba enfurecido de todas formas. Barty no tenía ganas de lidiar con sus demandas en ese momento.

—Todo bien, ¿qué quieres?

“Podemos empezar por un poco más de respeto y que pierdas ese tono en el que me hablas.” Barty respiró profundamente, tratando de resguardar su paciencia. “Te llamo para asegurarme de aún estamos en pie para la cena del viernes”

—Sí, está bien. Como sea, pasaré si tengo tiempo.

“Bartemius, hablo enserio. Te quiero ver aquí a más tardar a las ocho de la noche.”

—¿Por qué tanta insistencia? Creía que mientras más lejos estuviera de Santolan mejor —aquel era el nombre de la zona en la que se encontraba la mansión en la que vivía su padre cuando residía en la ciudad, lo que pasaba una vez cada año solo por necesidad y no indicaba, necesariamente, que Barty tuviera que ir a verlo. Aquel suceso era inédito.

“No utilices ese tono conmigo. Tengo una noticia que darte. Es importante que estés aquí.”

—No hace falta que nos veamos, puedes decírmelo por teléfono. Tengo planes para el viernes por la noche —si las cosas salían bien, pensaba invitar a Lily en una segunda cita.

“No es posible, tendrás que cancelar tus compromisos. Esto es más importante.”

Barty puso los ojos en blanco. Clásico de él , querer mantenerlo amarrado a su autoridad a pesar de ser una triste excusa de padre. No podía esperar para graduarse y dejar de ser parte de su vida. Iba a ordeñar al maldito de cada libra hasta que no pudiera hacerlo más y entonces desaparecería.

—De acuerdo, como ordene el puto general —respondió sarcásticamente y colgó el teléfono con rabia. Se volteó para mirar a Lily de reojo, quien no había podido evitar escuchar su conversación a la lejanía y traía un brillo de preocupación en los ojos. ¡Genial!— Lo siento.

Lily se colgó de su brazo y se encogió de hombros.

—¿Quién era? —le preguntó sin filtro alguno. 

Barty no estaba acostumbrado a que las personas quisieran saber sobre él y, cuando lo hacían, generalmente tenían un motivo superior; era algún tipo de manipulación para conseguir favores o información. Tal vez Lily también lo tenía, tal vez se trataba de la apuesta y Sirius Black. 

No confíes en nadie.

—Nadie —respondió seco.

—Lo siento ¿No quieres hablar de ello?

—No, en realidad no.

—De acuerdo —Lily no pareció ofendida y tampoco se apartó de su lado. No soltó su brazo hasta que llegaron al IHOP. 

Ocuparon uno de los cubículos, alejados de ojos curiosos, y Lily pidió inmediatamente una torre de panqueques de arándanos y una malteada de Oreo. Barty pidió una hamburguesa clásica con tocino.

—¿Enserio? —Lily le golpeó el hombro y miró a la mesera como si Barty la hubiera avergonzado—Borre eso señorita, el joven va a querer el combo de waffles, los que vienen con crema y fresas, y si podemos agregar a eso un desayuno americano y una coca-cola estaría perfecto.

La mesera se rió discretamente mientras corregía la comanda. Barty suspiró.

—Esto solo se sigue poniendo mejor, ¿no es así? —dijo con sarcasmo.

Lily tronó sus dedos frente a Barty, reclamando su atención, y lo miró decidida.

—Crouch, esta es una cita. ¡Se supone que las citas son divertidas! De los dos, tú eres el que tiene la fama de rebelde, el que piensa fuera de la caja.

—¿Por eso te acercaste a mí? —preguntó serio.

—¡De hecho! Sí, esa fue exactamente la razón por la que te invité a salir.

Barty la miró incrédulo.

—No tiene nada que ver con Sirius Black —dijo con sarcasmo.

—¿Sirius? ¿Qué tiene que ver Sirius en todo esto?

La ventaja de ser un mentiroso serial, era que podías ver la mentira en el rostro de los demás cuando trataban de usarla en tu contra; y Lily estaba mintiendo. Sirius si tenía algo que ver en todo eso.

—Eres una terrible mentirosa, Evans.

—¡Agh! Está bien —Lily tiró sus brazos al aire—, tienes razón —se inclinó hacia él y bajó el tono de su voz—. Yo, como tú, estoy en esto porque quiero obtener algo de ello, de tí , y porque mis amigos me retaron a hacerlo y no pude decir que no. ¿Y qué? No quiere decir que los dos no podamos sacar lo mejor de esta situación. La miseria es una decisión, ¿sabías?

Barty la miró de reojo curioso.

—¿Por qué te retarían tus amigos a salir conmigo?

Lily se cruzó de brazos y suspiró.

—Intentar algo diferente —respondió sencillamente.

No terminaban encajándole del todo sus motivaciones, estaba seguro de que Lily escondía algo. Entonces recordó un pedazo de información que había aprendido durante su cita con Narcissa. 

—¿No estabas saliendo con Lovegood y Rosier?

Lily no parecía el tipo de persona que necesitaba novedad en su vida si había salido con ambos, Xenophilius y Pandora, al mismo tiempo.

—No pensé que fueras de los que levantan la oreja al chisme —dijo sorprendida y un poco ofendida por la brutalidad con la que Barty preguntó aquello—. Sí, ¿y qué?

—No tiene sentido —argumentó Barty.

—¿Qué no tiene sentido?

—¿Por qué saldrías conmigo?

—¿Vamos a pasar toda la noche debatiendo los términos de mi invitación? —Lily puso los ojos en blanco, exasperada—. Mis amigos piensan que necesito salir allí afuera de nuevo después de lo de Pandora, ¿de acuerdo? ¡Y tal vez yo también lo pienso! Tal vez me merezco esto. Salir con alguien “ divertido ” y vivir un poco más. Se supone que estos son mis “ mejores años ” y ¿qué he hecho? ¿Qué he hecho además de estudiar las veinticuatro horas e ir tras la misma persona con la que no puedo estar una y otra vez? —Lily se volteó, para que Barty no pudiera verla, y se quedó callada por unos segundos antes de volver a agarrar fuerzas para continuar—. Las cosas con Pandora no terminaron en los mejores términos y me vendría bien intentar un poco de amor hétero por un tiempo.

Barty levantó una ceja igual de confundido.

—¿A diferencia de…?

Lily se tardó unos segundos en entender a qué se refería. Le estaba preguntando por su orientación sexual. Barty no tenía mucha experiencia haciendo la pregunta, la sentía extraña y, hasta cierto punto, ofensiva. Sabía que si la fuera dirigida a él, probablemente lo tomaría así.

Lily suspiró, torció los labios, cerró los ojos, y cuando los abrió de nuevo, algo cambió en ella. Como si de repente hubiera recobrado toda la paciencia que la había hecho perder.

—Ya empiezas a hacer las preguntas correctas —le dijo más tranquila. Se volteó hacia él y extendió su mano entre ellos—. Mucho gusto, soy Lily Evans. Soy bisexual, me gustan ambos los hombres y las mujeres y, podría ser que, todo lo que esté en el medio pero… honestamente no lo he intentado. Así que bisexual por ahora, hasta nuevo aviso. ¿Y tú?

Sintió el peso de esa pregunta al no ser capaz de responderla. Admiraba la ligereza con la que Lily simplemente lo había admitido. Como si no tuviera nada de lo que avergonzarse.

—Yo… —nadie le había preguntado eso durante ninguna de sus citas. ¿Mary lo había hecho? No podía recordarlo. En su momento no hubiera tenido idea de qué responder, en ese momento tampoco la tenía, solo sabía que no sabía nada—. No lo sé.

—Lo estás descubriendo —dijo Lily fácilmente.

—¿Qué?

—Sí, lo estás descubriendo. No tiene nada de malo. Un hétero hubiera dicho de buenas a primeras que lo es, no los ves dudar mucho cuando intentan defender su sexualidad. Tú, querido, estás descubriendo la tuya.

Mierda

James tenía razón. 

Lily estaba muy fuera de su liga. 

Se quedaron en silencio por unos segundos. Era claro que ella esperaba que dijera algo de regreso, pero él no sabía qué decir. No dió el brazo a torcer hasta que el silencio se convirtió en algo tan incómodo que hubiera dicho lo que fuera solo para terminar con él.

—Lo estoy descubriendo, supongo.

—¡Genial! —Lily le sonrió animadamente.

Su comida llegó y la pelirroja no dudó un segundo en tomar lo que quiso de su plato. Compartieron los panqueques con fresas y crema, y a cambio de ello, le dejó uno de sus panqueques de arándano en el plato. Barty tenía que admitir que eran mucho mejores de lo que había esperado, y que de no ser porque Lily lo había llevado hasta allí, hubiera muerto sin haber probado aquella delicia melosa.

—¿Has besado a alguien de tu mismo sexo antes? —preguntó Lily con curiosidad.

El rostro de Barty se descompuso. 

Dios , en verdad no quería hablar de eso con Evans pero se estaba muriendo, al mismo tiempo, por simplemente hablar de ello con alguien que no fuera James; porque a James no podía contarle de quién se trataba, era demasiado cercano a Regulus como para arriesgarlo, pero Lily era una persona totalmente ajena al problema. 

No soportaba darle vueltas en su cabeza una y otra vez a la situación, llegando siempre a la misma conclusión, necesitaba una segunda opinión. 

Pero, por el otro lado, Lily probablemente era la última persona con la que debería estar hablando de eso. No la conocía, no confiaba en ella y estaba seguro de que había algo que le estaba escondiendo.

Barty nunca fue muy inteligente.

—Una vez —respondió inseguro.

—¿Y qué te pareció? —Lily lo apuntó con el tenedor. 

Barty se encogió de hombros. Había sido la mejor noche de su puta vida pero no lo admitiría en voz alta aún.

—¿Así de bien? —se burló.

—Estuvo bien —respondió de mala gana—. ¿Y tú?

—Varias veces —sonrió y se metió un pedazo de panqueque a la boca—, es bastante genial, pero todo depende de la persona ¿sabes? A veces no solamente se trata de su género. Tienes que tener química con la persona.

Barty suponía que tenía razón.

—¿No te causó un poco de conflicto?

Lily se rió.

—Sí, fue terrible —se tapó la boca con una servilleta— ¿El pánico gay? Totalmente real —Barty miró a su alrededor, inspeccionando a las personas a su alrededor y calculando la distancia para averiguar si podían escucharlos—. Es gigante, la primera vez, parece que tu mundo cambia en un cerrar y abrir de ojos, pero es totalmente normal. Todos pasamos por eso, Crouch —Barty asintió levemente con la cabeza y le dio un sorbo a su soda, absorbiendo sus palabras—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Algo me dice que lo harás de todas formas.

—El que estaba hablando por el teléfono ¿Era tu papá? —Barty se movió con incomodidad en su asiento—. Lo siento, lo podía escuchar por el altavoz. No puedo evitar proyectar mi trauma familiar en los demás —se llevó otro pedazo de panqueque a la boca—, sé cómo puede ser todo eso cuando estás descubriendo quien eres. Solo quería decir que —Lily colocó su mano encima de su brazo— no somos nuestras familias, no sientas que estás obligado a ser alguien que no quieres porque eso es lo que esperan.

Barty sintió una ola de calor pasar por su cuerpo ante las palabras de Lily, como si alguien hubiera prendido la calefacción en medio de su peor noche de invierno. No estaba acostumbrado a que la gente lo viera, tal vez a que lo notara de vez en cuando, le gustaba ocupar espacio en una habitación, que todos supieran que estaba allí, pero que no lo vieran, no que pudieran traspasarlo. 

Su privacidad era un lugar privilegiado y seguro. 

Sentado en el IHOP, mientras desayunaba a las ocho de la noche, se encontró a sí mismo en el ojo del huracán, tal como había dicho Trelawney unos días antes. 

Carraspeó y tomó otro sorbo de su bebida.

—Gracias —dijo suavemente.

—No es nada.

—¿Tu familia aún no lo acepta? —le preguntó curioso.

—Mi familia nunca lo aceptará —dijo un poco menos animada que antes, pero su sonrisa no dejó su rostro ni siquiera por un segundo—, están metidos profundamente en la iglesia. Tendrían que dejarla para poder aceptarme y no es algo que estén dispuestos a sacrificar.

—¿Ni siquiera por su hija?

Lily se encogió de hombros, pero pudo ver la tristeza dar un paseo por su rostro.

—Ni siquiera por su hija —admitió con pesar.

Barty había tenido una crianza laica, su padre solo creía en la religión del dinero y el poder. Si lo pensaba bien, suponía que aquello en sí era una ideología que inculcaron en él desde pequeño. 

Pensó en ello por un rato, cómo hubiera sido si su madre hubiera estado más involucrada en su vida, sabía que su familia era cristiana. Creían en el bautismo, confirmación y toda esa parafernalia. ¿Lo habrían obligado a visitar la iglesia los fines de semana? ¿A creer en Dios? ¿Hubiera podido creer? ¿Y qué hubiera dicho de la persona en la que se había convertido? Estaba seguro de que solo hubiera decepcionado a su madre. Tal vez había una ventaja en el hecho de que lo hubiera dejado, en su muerte. Al menos no estaba allí para presenciar lo mal que había hecho las cosas.

—Mi padre tampoco lo aceptaría —admitió de repente.

Lily levantó la cabeza y lo miró de reojo con curiosidad.

—Es muy jodido cargar con el peso de lo que nos han hecho creer durante toda nuestra vida.

Barty frunció el ceño con la mirada puesta en las manos que apretaban su bebida.

—¿Qué te han hecho creer? —preguntó con curiosidad, tratando de no demostrarle lo mucho que le interesaba escuchar su historia.

Lily se metió uno de los arándanos en la boca y lo tragó antes de volver a hablar.

—¿A mi? Muchas cosas. La iglesia de mis padres es terriblemente conservadora, son del tipo de comunidad que piensa que el sexo es el pecado más grande que puedes cometer y que la mujer solo es pura si llega virgen al matrimonio —Lily se rió por lo bajo—. Cuando era pequeña, solían decirnos que cuando tenías sexo con alguien, dejabas una parte de tu alma en ellos, y que por eso solo debías hacerlo con una persona en toda tu vida. Tu gran y único amor. Encontrarlo era el objetivo de tu vida. Te imaginarás lo que pensaban de las personas que tenían múltiples parejas. Básicamente no tenían alma.

Además, del otro lado tenías a un montón de adolescentes calientes sin ningún tipo de educación sexual, tratando de lidiar con el hecho de que sus padres los vigilaban 24/7 para evitar que se masturbaran. Dios, las cosas que llegan a hacer las personas por sobrepasar la “palabra de dios” son ridículas. Es un puto chiste.

Barty estaba sorprendido, no solo por lo loco que sonaba aquello, sino por la manera en que Lily era capaz de contarlo con tanta tranquilidad. 

Ella era, sin lugar a dudas, la persona más valiente que conocía. 

—Lo que más me duele es haber perdido el contacto con mi hermana. Solíamos ser las mejores amigas, pero hace dos años, cuando comencé a salir con Pandora, decidió que no podíamos serlo más. Pintó su raya. Supongo que todos tienen un límite en cuanto a lo que pueden tolerar. Está casada ahora, esperando un hijo de su esposo. Una de mis tías me envía mails para actualizarme sobre su vida. 

Había algo en la manera en que Lily podía ser vulnerable que te dejaba saber que, a pesar de toda la mierda retorcida que había pasado en su vida, haber superado todo aquello la había convertido en una persona maravillosa. Había convertido el dolor en belleza y fuerza. Cuando conoces a personas así, inconscientemente, quieras o no, te inspiran a pensar que puedes hacerlo también.

—¿Qué hay de tí? —le preguntó.

—¿Qué hay de mí?

—Sí, ¿qué es lo que tus padres te hicieron creer?

Barty bajó los ojos a su comida.

—No sé si me siento cómodo hablando de esto, apenas nos conocemos.

Lily levantó la cabeza y frunció los labios, dándose cuenta de la incomodidad que Barty estaba tratando de ocultar. Porque allí estaba él, junto a una de las personas más valientes que había conocido, y no podía reciprocar cuando siempre se había considerado el más audaz de su grupo de amigos.

—Lo siento, no era mi intención presionarte —le dijo honestamente—, solo quería ayudar.

—Está bien.

Lily le ofreció otro de sus panqueques de arándano como ofrenda y Barty lo pasó a su plato con una sonrisa de lado.

—Esa es la razón por la que entré a la carrera de derecho —le confesó—, quiero ayudar a resolver el problema.

Barty jugó con la comida de su plato y levantó la mano para llamar a la mesera. La chica lo miró y le pidió unos minutos.

—¿No hubiera sido mejor que estudiaras algo como psicología en ese caso?

—Mi objetivo es realizar un cambio estructural. Esos son más permanentes. Pienso entrar en la política después de terminar mi carrera en Hogwarts. Quiero asegurarme de que las próximas generaciones crezcan en un mundo en el que no tengan que luchar por demostrar que merecen un lugar en el mundo, que no tengan que luchar por algo que debería ser tan básico y fundamental como el respeto y la tolerancia, o la educación sexual. Yo voy a hacer que eso suceda, no solo para unos cuántos, sino para todos los que vengan después de nosotros.

Barty sonrió. Una sonrisa honesta.

Ahora entendía por qué Lily se llevaba tan bien con Pandora, ambas tenían el mismo tipo de  ambición idealista basada en hechos. No el tipo de ambición que tenían Sirius o James, quienes pensaban que cambiarían el mundo simplemente siendo buenas personas, sino el tipo de ambición metódica que lograba cosas. Que, en realidad, si cambiaba al mundo.

—Suena terriblemente idealista —se burló Barty en juego.

—¿Qué puedo decir? Soy una soñadora —Lily se rió.

Se quedaron en silencio, disfrutando de la comida sumidos en sus propios pensamientos, lo que le dio tiempo a Barty de buscar una respuesta para la pregunta que le había hecho hace rato: 

¿Qué era lo que su familia le había hecho creer?

—Mi madre murió cuando tenía doce años —comenzó a decir con dificultad, Lily levantó la mirada de sus panqueues—, después de haber vivido sus últimos dos años totalmente desconectada de la realidad. Sufría de demencia —Lily dejó el tenedor sobre su plato y lo miró fijamente a los ojos, asegurandole que lo estaba escuchando. Barty se sentía intimidado, pero a pesar de los nervios, continuó—. Es una enfermedad hereditaria. Mi padre pagó una cantidad absurda de dinero en doctores para saber si era algo de lo que yo sufriría en el futuro. Para él era muy importante que su único heredero fuera capaz de hacerse cargo de su legado.

—¿La llevas contigo? ¿La enfermedad? —preguntó Lily preocupada.

—No, al menos no por ahora —admitió tranquilo—, pero ningún doctor es capaz de saber si no se desarrollará en el futuro.

—Lo siento.

Barty se encogió de hombros.

—No es culpa de nadie. Mi papá intentó mantenerme en el camino de la “ normalidad ”, con la idea de que eso evitaría que pudiera desencadenar algún episodio, pero supongo que nunca he sido muy apegado a lo convencional.

—Tenía miedo de perderte como lo hizo con ella —concluyó Lily. Barty asintió suavemente con la cabeza. Lo había pensado antes. Era una posibilidad. A veces no sabía si podía creerlo, que su padre hubiera hecho todo aquello por “ amor ”, y si era así como se suponía que se veía el amor, tal vez no quisiera tener nada que ver con él—. A veces las personas tienen formas muy retorcidas de demostrar sus sentimientos—suspiró.

La mesera llegó a su mesa y Barty le pidió un vaso de agua para cada uno.

—¡Claro! En un momento vuelvo con ustedes —Barty asintió con la cabeza.

—¿Extrañas a tu madre? —preguntó Lily una vez que se fue.

Barty se rió por lo bajo.

—¿Por qué estamos hablando de esto?

Lily se encogió de hombros y le sonrió de lado.

—¿Por qué no?

El aroma a panqueques y jarabe de arce impregnaba el aire del IHOP. Barty, con el ceño fruncido y la mirada clavada en el menú, intentaba contener las lágrimas que amenazaban con romper su coraza de estoicismo. Nunca hablaba de su madre. La impotencia, la tristeza y la rabia acumuladas durante años no se lo permitía.

Pero quería decir aquello, quería que alguien lo supiera, que no siguiera creciendo en su interior como plantas venenosas que subían por cada uno de sus órganos, subían a su mente e infectaban cada uno de sus pensamientos.

Ya no quería ser el único guardando el secreto.

—Tal vez solo extraño sentir que alguien cuidaba de mí —admitió suavemente.

Lily esperó unos segundos y se movió en el asiento hasta pegar su cuerpo con el suyo y tomarlo del brazo, apoyando su cabeza en su hombro sin decir nada.

—Podemos ser mejores que ellos —le aseguró—, no dejes que las limitaciones de tu padre te persigan por el resto de tu vida. No es fácil, pero tampoco es imposible.

Barty suspiró pesadamente, orgulloso de no haber soltado ni una lágrima, pero sintiendo una presión debastante instalarse en su pecho mientras luchaba contra ello. 

Decidió cambiar el tema para distraerse.

—¿Puedo preguntarte algo? ¿De qué se trata todo eso de Xenophilius y Pandora?

Lily levantó la mirada y le sonrió levemente, se rió por lo bajo, entendiendo que Barty prefería cambiar el tema, y respetó que no quisiera seguir hablando de ello.

—En realidad solo estaba ahí por Pandora. Ella estaba intentando algo nuevo y yo tengo problemas para decirle que no a las personas.

—¿Y por qué ya no están juntos? ¿No querías estar con Xenophilius?

Podía ver la tristeza en los ojos de la pelirroja, su mirada enfocada en sus manos.

—Xeno era agradable, y hacía feliz a Pandora, algo con lo que yo tenía problemas últimamente —Lily sonrió de lado—. A veces tienes que tomar decisiones difíciles para no herir a las personas que quieres. Aún tengo mucho que entender sobre mí misma, años de trauma religioso y familiar que superar —Lily se rió y su voz se entrecortó en el camino—, y no me parece justo forzar a alguien más a tener que lidiar con ello. En especial a alguien a quien quiero tanto como lo hago con Panda.

Barty no sabía cómo reconfortarla, así que tomó una página de su propio libro y la apretó contra él en un abrazo. Aquello la hizo sonreír. El mundo se iluminaba cuando Lily Evans sonreía.

—Ahora… quiero que me cuentes un poco más sobre ese chico que te tiene las hormonas revolucionadas. ¿Cómo empezó todo?

Barty no quería hablar de ello, en verdad no quería, pero tal vez sí quería, porque terminó haciéndolo.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

—¿Y qué hizo después de eso?

—No ha regresado al dormitorio, está ignorándome.

Lily se empezó a comer la uña del dedo gordo mientras reflexionaba sobre lo que le había contado Barty, la reacción de Evan en el baño después de haberlo besado y su comportamiento durante su cita.

—¿Ya le pediste disculpas?

Barty bufó.

—¿Disculpas? ¿Por qué?

Lily lo miró muy mal, así fue como supo que se había equivocado.

—Actuaste como un idiota cuando te confesó, de una manera muy impactante debo admitir, que le gustaban los hombres, empezando por ahí, luego lo besaste sin su consentimiento, y suena como que arruinaste su cita con el chico que le gustaba. 

Barty se quedó en silencio durante unos segundos, sopesando sus palabras.

—¿Crees que eso fue lo que le molestó?

Lily se encogió de hombros.

—Probablemente —le dio un gran sorbo a su malteada, haciendo ruido cuando su popote no pudo aspirar más helado del vaso—, o puede que esté tan apenado que no pueda darte la cara.

—Que frustrante es todo esto —se quejó Barty—, todo era más sencillo cuando solo me gustaban las chicas —Lily se rió—. No entiendo por qué no solo podemos fingir que no sucedió nada y dejarlo así.

Lily sonrió de lado, divertida con la frustración de Barty, encontrándolo adorable.

—Tal vez porque es algo importante. Deberías estar feliz por él, parece que encontró a alguien que lo pueda querer. ¿No es eso lo que hacen los mejores amigos? Se alegran de tus victorias y todo eso…

Barty suspiró. No podía estar feliz con ello, por qué aún se sentía traicionado cuando pensaba en cómo se pasearon juntos por la cafetería. En cómo Evan lo había empujado en el baño, alejándose con indiferencia, sin entender que él también estaba pasando por cosas que no entendía. Pero en el fondo, había un pensamiento que sonaba racional, uno que le decía que solo quería lo mejor para Evan, que lo único que deseaba era verlo feliz, así no fuera con él.

—Debería estarlo, ¿No es así? —Lily enarcó una ceja y lo miró con curiosidad.

—Deberías.

Barty se mordió el labio, recordando otra cosa por la que debería haber celebrado. El momento en que Regulus soltó la noticia de su relación con James.

—¿Te cuento algo estúpido?

—Soy toda oídos.

—Ahora que dijiste que debía alegrarme de las victorias de mis amigos pensé en la apuesta —se metió el último bocado de panqueques a la boca. Se habían acabado de comer casi todo—. La razón por la que estamos saliendo hoy ¿ya sabes? Regulus me dijo que rompería con James si lograba ganarla, parece bastante estúpido en retrospectiva. Probablemente nunca lo hubiera hecho, ¿cierto? Nunca hubiera dejado a James por algo tan estúpido. Y yo… tal vez debí “celebrar su victoria” —hizo comillas en el aire.

Lily se rió de nuevo y le dió un golpe en el hombro.

—¿Celoso, Crouch?

—Jódete —bromeó.

—Es dulce.

—Tal vez tienes razón —se encogió de hombros—. Evan no me pertenece y si está feliz… —pero el solo pensamiento de perderlo, de no poder tomarlo de la mano o descubrir a qué sabían sus labios cuando no había bebido, hacía que quisiera volver el tiempo atrás y hacer todo diferente—. En fin —Barty fue a buscar su billetera de su bolsillo trasero— ¿Estás lista para regresar?

—Sí, ya se hizo tarde —el reloj marcaba las dos de la mañana. Habían estado hablando por horas.

La mesera llegó con la terminal y Barty le tendió la tarjeta de crédito de inmediato a pesar de las quejas de Lily a sus espaldas. 

“Puedo comprar mi propia comida, Crouch” .

—Lo siento, dice que su tarjeta se encuentra inactiva.

Barty miró la tarjeta extrañado y la cambió por otra.

—Intenta con esta.

Miró con nerviosismo la terminal hasta que, con dos pitidos, la chica cortó la factura y negó con la cabeza. 

Tampoco había pasado.

Lily puso una mano encima de la suya y lo miró exasperada.

—Dije que yo pagaría la cena, déjame hacerlo.

A Barty no le quedó otra opción más que acceder a que pagara.

Regresaron caminando hacia la sala común de Gryffindor bajo una suave llovizna, compartiendo sus mejores historias de la universidad hasta ese momento. Barty y Lily no podían dejar de reír. Las cosas que había hecho Lily en el hombre de lo que pensaba que era amor eran totalmente disparatadas. 

Le contó sobre su pequeña fijación por Regulus durante su primer año. Ambos estudiaban la misma carrera, así fue como lo conoció. La había dejado sin palabras durante su primer debate, la había desafiado de una manera en que ninguna otra persona lo había hecho antes, y desde ese día se había prometido a sí misma alguna vez invitarlo a salir.

—James iba detrás de mí y yo detrás de Regulus, ahora que lo pienso es totalmente ridículo —dijo entre risas.

Al llegar a la sala común, la calidez y familiaridad que se había instalado en su pecho amenazaba con desaparecer, y se encontró deseando que su cita durara un poco más.

—Evans, ¿te gustaría vernos de nuevo? —le preguntó seguro.

Lily sonrió ampliamente y asintió con la cabeza.

—De hecho… Tengo algo en mente.

—¿Ah sí? —Barty se rió.

—Las malas lenguas dicen que tu eres la persona perfecta para salir de fiesta. ¿Qué te parece si me llevas a una?

Podía hacer eso, las malas lenguas no estaban en lo incorrecto, nadie salía de fiesta como Barty Crouch.

—Suena bien.

—¿Viernes?

—Te vengo a buscar aquí de nuevo.

—¡Buenas noches, Barty! ¡Que se jodan nuestros padres! —le gritó mientras cerraba la puerta. 

Barty no pudo evitar volver a sonreír.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Un día antes de San Valentín, estaba seguro de que no ganaría la apuesta con Regulus, pero esperaba al menos poder rescatar su amistad con Evan. 

Había llegado a la conclusión de que si lo que hacía falta para no perderlo para siempre era aceptar que solo sería su amigo, entonces lo haría. Dejaría de lado sus propios intereses para proteger su amistad. 

Realmente no sabía qué era lo que quería aún, y tal como había dicho Lily, no era justo que lo hiciera pasar por su caos emocional cuando ya había estado a su lado durante muchos otros momentos difíciles en su vida. Era momento de hacerse responsable de su propia vida. Evan y Regulus ya lo habían ayudado lo suficiente en el camino.

Sin embargo, incluso habiendo llegado a esa conclusión, no podía evitar sentir algo rompiéndose en su interior. Si lo hubiera sabido antes, tal vez hubieran tenido una oportunidad. Ahora podía admitirlo, ahora que estaba seguro de que Evan no estaba interesado en él de esa manera, podía admitir que lo que sentía por él iba más allá de una simple atracción.

No solo lo había imaginado con su peso contra la cama, con sus labios en su cuello y sus manos subiendo por su pecho. También los había visto juntos saliendo de la universidad, rentando un apartamento, cenando por primera vez en él, coronando cada una de las habitaciones con el fantasma de sus gemidos, comprando su primer carro con su mísero salario de aprendices y comiendo de contenedores de comida rápida porque ninguno de los dos sabía cocinar.

Era difícil desprenderse de todo aquello cuando ni siquiera había tenido tiempo de apreciarlo lo suficiente durante el tiempo en el que sí estuvieron juntos.

Decidió que se disculparía la próxima vez que lo viera, pero no fue hasta la noche del viernes, antes de su segunda cita con Lily, que lo atrapó llegando al dormitorio en busca de un par de camisetas. 

Evan solo había estado pasando por el dormitorio para llevarse su ropa. Barty lo había notado por la extraña manera en que su parte del closet, lentamente, iba desapareciendo. Era algo que lo angustiaba, se sentía como si, poco a poco, estuviera marchandose de su vida.

—Te estaba buscando —Evan lo ignoró por completo y metió un par de boxers en su mochila—. ¿Podemos hablar? —Estaba actuando como si no existiera y no había tiempo para preámbulos. Decidió solo soltar la bomba en medio de ellos—. Quería decirte que lo siento —aquello llamó su atención, se detuvo y volteó para mirarlo directamente a los ojos—, me porté como un imbécil. 

—¿Estás disculpándote? —preguntó sorprendido, una chispa de esperanza y escepticismo en sus ojos. Barty lo tomó como su señal para continuar.

—Lamento haber hecho lo que hice sin tomarte en cuenta y lamento haber arruinado tu cita. Willow parece un buen chico —lo dijo lo menos forzado que pudo y luego suspiró—Lily me ayudó a ver lo mal que estaba, dijo que…

—¿Lily? —preguntó confundido.

—Es una larga historia. No tiene importancia.

—Me voy un par de días y ya hay una “Lily” en tu vida —de no ser porque Barty sabía que solo se trataba de la furia que no había logrado descargar en el restaurante, hubiera pensado que estaba molesto porque había salido con Lily. Pero no pensaba distraerse, tenía una misión.

 —El caso es que lo siento. No quiero poner en riesgo nuestra amistad, ¿podemos volver a la normalidad? ¿Por favor?

—¿Qué normalidad, Barty? —le preguntó serio y mirándolo a los ojos— ¿Qué clase de normalidad hay después de algo como esto?

Barty quería demostrarle lo mucho que lo sentía, pero no sabía cómo hacerlo, porque parte de él no lo sentía en realidad; parte de él recordaba lo que se sentía ser besado por Evan y solo quería despellejarse vivo ante la idea de no volver a hacerlo nunca.

Así que hizo lo único que sabía hacer.

—Fue un error —dijo arrepentido. De inmediato supo que había empeorado las cosas, porque la esperanza que había danzado por sus ojos solo unos minutos antes, había desaparecido—. En verdad espero que seas feliz con él, es lo que hacen los mejores amigos, ¿no es así? ¿se alegran de tus victorias?

—¿Lo dices enserio? —preguntó Evan confundido.

—Lo más serio que he sido en mi vida.

Evan miró a su alrededor, su mirada se posó en la mochila en la que había guardado un par de camisetas y ropa interior, y luego suspiró.

—De acuerdo, Barty. Te perdono.

Lo malo de ser un mentiroso seria, era que podías identificar cuando alguien más estaba mintiendo. Evan no lo podía perdonar aún, solo estaba tratando de hacer que lo dejara en paz.

Sin embargo, se rió y le golpeó el hombro, porque si no le creía entonces tendría que demostrárselo y estaba dispuesto a esperar. Las cosas no se arreglaran del día a la mañana, pero aquello ya era un gran avance. Día tras día, el incidente del restaurante quedaría un poco más en el pasado, hasta que ninguno de los dos pudiera recordarlo.

Hasta que no pudiera recordar el sabor en los labios de Evan.

—¿Vas a algún lado? —le preguntó con sospecha.

—Voy a la fiesta de los Malfoy. Es mi segunda cita con Lily.

—¿Segunda cita? ¿Enserio?

—¡Yep! —sonrió y se colocó la chaqueta de cuero encima de los hombros. 

Tenía que demostrarle que podían seguir siendo amigos después del beso, que cada uno podía volver a tener su propia vida y que podían seguir siendo ellos cuando no estuvieran viviendola.

—Entonces… ¿Es algo serio?

—Tal vez, ya lo veremos —No tenía ningún tipo de expectativa, solo le gustaba pasar tiempo con Lily, pero la llamarada de la ilusión se prendió en su interior. ¿Y si en verdad había algo allí? Era muy pronto como para saberlo—. ¿Tu vas a algún lado? —miró inseguro la mochila llena de ropa.

—Voy a ver a Lilo esta noche —respondió serio.

Barty volvió a sentir esa punzada de fuego en el centro de su pecho, la punzada de celos y posesividad, pero la aceptó con amargura como parte de él. Tenía dos opciones, dejar que sus sentimientos arruinarán la amistad con Evan o tratar de cambiarlos. 

No estaba dispuesto a perderlo.

Sacó de su bolsillo el condón de emergencia que había guardado por si las cosas subían de tono esa noche, asumiendo que de todas formas no lo usaría, se sentía bastante bien simplemente pasando tiempo con Lily y ni siquiera se le había ocurrido llevarsela a la cama.

—Para la suerte —extendió una mano y se lo pasó, como si fuera una ofrenda de paz. Le guiñó un ojo y le dedicó la mejor de sus sonrisas. Barty nunca se había esforzado tanto por fingir que estaba bien.

—Gracias —respondió Evan, aún serio, y después de meter el resto de su ropa en la mochila, cruzaron el marco de la puerta juntos y se despidieron en la puerta—. Ten una buena noche.

Se miraron a los ojos por un largo rato. 

Barty aún tendría un hogar al que llegar si se aseguraba de mantener a Evan a su lado -tal vez no en la manera en que lo necesitaba pero en la que era aceptable para ambos- siempre que hiciera aquello, sus ojos siempre serían su lugar seguro.

Nunca había peleado tanto en contra de sus propios instintos.

—Ten una buena noche —intentó decir con ánimo.

Unos segundos después, ambos caminaron en sentidos opuestos de la calle.

Después de unos minutos se echó a correr, intentando hacer que sus grandes y abrumantes sentimientos desaparecieran con cada paso, pero su mente volvía una y otra vez a aquella noche en el restaurante.

A su alrededor, la ciudad se movía en cámara lenta. Los coches parecían estatuas inmóviles, los peatones figuras borrosas que se fundían con el paisaje. El único sonido que rompía el silencio era el de su propio jadeo, cada vez más entrecortado. Llegó hecho un mar de sudor. Se apoyó contra la pared con el cuerpo temblando, no solo por el esfuerzo físico, sino también por la angustia que lo quemaba por dentro.

 Lily lo juzgó con toda la fuerza de su mirada al verlo llegar.

 —Se lo dije —explicó, aún hiperventilando.

La pelirroja suspiró y lo encerró en sus brazos con simpatía.

—Hoy vamos a tomar hasta olvidar nuestras penas, ¿de acuerdo?

Barty asintió con la cabeza.

Tomaron un taxi a la casa de los Malfoy, en donde se estaba celebrando lo que tenía el potencial de ser la mejor fiesta del cuatrimestre. Todo eran luces, inflables, música, alcohol duro y cuerpos pintados en neón bailando tentadoramente cerca los unos de los otros.

Lily y Barty no perdieron ni un segundo. Después de cuatro shots de tequila se unieron a la masa de cuerpos y acabaron pintados de pies a cabeza. Cuatro shots más y Lily tenía marcada la mano neón de una de las chicas sobre su pecho y los dedos de Barty sobre sus caderas. Cuatro más y a Barty le habían pintado un pene en el pecho y su cabello lucía los colores del arcoíris en sus puntas. 

Dejó que Lily se divirtiera cuanto quisiera, y cuando fue suficiente para él, salió y se tiró en el pasto del inmenso jardín de los Malfoy esperando a que se le bajara un poco la borrachera.

—Esta es de las mejores noches de mi vida —anunció Lily, radiante de emoción a su lado después de unos minutos.

—¿Ya besaste a alguien? —le preguntó entre risas.

—Esa chica de ahí —apuntó con un dedo a, nada más y nada menos, que Mary Mcdonald. Barty soltó una carcajada. Las vueltas que daba la vida.

—Bien —asintió feliz.

—¿Y tú?

¿Él? 

Por primera vez en mucho tiempo, Barty no tenía ganas de acostarse con nadie, de besar a nadie, siquiera de tocar a nadie con intenciones de hacer algo más. La única persona con la que quería algo era exactamente la única con la que no podía estar. Podía imaginarse a Evan junto a Greengrass, atrapándolo con su cuerpo y haciéndolo gritar su nombre hasta que olvidara el suyo. 

Maldita sea.  

Lily lo devolvió a la realidad

—¿Quieres follar? —le preguntó divertida.

—¡Evans! —Barty se rió por lo bajo sorprendido—. ¡Por dios! ¿Cuánto tomaste?

—Puede que alguien me haya dado una de esas pastillas coloridas —dijo divertida—. Además, siento que no es la mejor fiesta del año si no arruinamos la amistad.

Barty soltó otra carcajada y recordó a donde había ido a parar su condón de emergencia. Al bolsillo de Evan. No que hubiera considerado honestamente acostarse con Lily, o tal vez sí, solo para “arruinar la amistad” , pero aquello parecía otra de las señales del destino.

—Tal vez en otra ocasión.

Lily se encogió de hombros.

—Tú te lo pierdes.

Barty la miró con afecto.

—Gracias por esto, lo necesitaba.

Lily se rió.

—Pensaba que asistías a estos eventos más de lo que lo hacías a tus clases —bromeó.

—Me refiero a tu amistad.

Lily se congeló en su mirada y sonrió, podía ver sus ojos tornándose cristalinos frente a él. Notó con orgullo que, por primera vez, había dicho algo que la pelirroja no había visto venir. Lily se tiró encima de él, haciéndolos caer a ambos sobre el pasto entre risas. Un abrazo honesto y cálido. Podía contar esos con los dedos de una mano.

—¿Lily? —de todas las personas que pudieron haber interrumpido el momento, fue Pandora, la hermana de Evan, quien lo hizo. En un vestido de lentejuelas plateadas que no dejaba mucho a la imaginación, los miraba como si vinieran de otro planeta. Lily se alejó de Barty, incómoda, y miró de reojo a Pandora, casi con culpa—. ¿Qué haces aquí con Barty?

—Es mi cita —presumió orgullosamente.

—No, no lo es —tomó la mano de Lily y la levantó del pasto—Dios ¿Cuánto bebieron?

—Bastante —respondió Lily entre risas, perdiendo la seriedad con la que había tratado de manejarse.

Pandora suspiró y tomó de igual forma a Barty, impulsándolo para que se levantara del pasto.

—Vamos de regreso, antes de que hagan algo de lo que se puedan arrepentir.

Lily y Barty se miraron cómplices y se soltaron a carcajadas, pero la siguieron.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Cuando Barty regresó a su cuarto sin haber pasado la prueba de los skittles, lo primero que notó fue la presencia de Evan, quien se encontraba sentado en su cama, lanzando pluma tras pluma hacia uno de sus portalapices sin éxito alguno.

—¿Qué tal estuvo la fiesta? —le preguntó inmediatamente.

—Casi follo con Evans —respondió triunfante. Aún seguía borracho.

Estaba a mitad de camino hacia su cama cuando levantó una ceja y miró a Evan completamente confundido.

—Un momento, ¿no se supone que estabas con Greengrass?

Evan bajó la mirada a sus manos y se encogió de hombros.

—¿Por qué no lo hiciste? —le preguntó Evan serio.

—¿Por qué no hice qué? —Barty tenía problemas para seguir esa conversación.

—¿Por qué no te acostaste con Evans?

Barty no sabía qué responder así que solo dijo la verdad:

—No quería.

Evan se quedó callado y sacó de su bolsillo el condón que le había dado Barty antes de irse a la fiesta. La ironía de la situación hizo que soltara una risa y se regodeara en su felicidad un poco más de lo que se sentía permitido. No lo diría jamás en voz alta, pero era un alivio saber que Evan no había estado acostándose con Greengrass mientras él sufría miserablemente a manos de su propia confusión.

Se sentó a su lado en su cama y tomó uno de los lápices entre sus manos, tirándolo hacia el portalápices.

—Si lo meto, limpias mi ropa por un mes.

El lápiz terminó golpeando la pared y cayendo hacia el suelo. La puntería de Barty mientras estaba borracho era una mierda. 

Evan se rió suavemente y se quedó mirando el lapicero por un largo rato antes de hablar de nuevo.

—Si lo meto, respondes mi pregunta.

Milagrosamente, Evan metió uno de los colores directo en el portalapicero. Barty lo miró sorprendido y se rió de lo ridículo que era todo aquello.

—¿Cómo te sientes verdaderamente con la apuesta?

Barty lo pensó por unos segundos. Habían sucedido tantas cosas en el transcurso de aquellas casi cuatro semanas que no había tenido tiempo de detenerse y pensar en ello.

—¿Mal? —se rió—. Pensé que sería más fácil —admitió—, no me imaginé que algo tan estúpido desencaderara tantas cosas —jugó con la pluma entre sus dedos mientras pensaba—. Siento que soy el final de un chiste que no conozco, me siento como si estuviera viendo el mundo desde el exterior. James pasó casi cuatro semanas tratando de explicarme cómo debía sentirme y, hasta ahora, no estoy ni cerca de entender a qué se refería.

—¿Crees que no estás interesado en el amor?

Barty bufó por lo bajo.

—Estoy interesado, pero creo que el amor no está interesado en mí —se rió de lo ridículo y cursi que sonó aquello —levantó la pluma y la apuntó hacia el portalápices—. ¡Já! —celebró cuando cayó directamente en el centro, dando vueltas en su descenso—. Te toca responder mi pregunta —le dio un vistazo a la mochila vacía en el rincón de la habitación, preguntándose a donde había ido su ropa—, ¿Estás enamorado de Greengrass?

Evan se tomó su tiempo en responder. Barty observó la manera en que movía otra de las plumas en el aire con facilidad, pasándola entre sus dedos rítmicamente mientras pensaba. ¿Qué tanto tenía que pensar? Le dio el tiempo suficiente para imaginarse cómo se sentíría que sus dedos recorrieran de igual forma la curva de su espalda, su cuello y su rostro.

—No —confesó Evan—, me gusta alguien más. Esta noche solamente fui a visitar a Lilo para despedirme de él.

—¿Enserio? —preguntó Barty sorprendido. Evan asintió con la cabeza— ¿No te habías estado quedando con él todo estos días?

—No…

Evan no quiso darle más detalles y Barty no presionó por más. Levantó otra de las plumas y la llevó de nuevo al centro del portalápices con una puntería perfecta.

—¿En verdad te arrepientes de haberme besado? —preguntó.

Barty tragó grueso.

Era la primera vez que admitían en voz alta lo que había pasado entre ellos.

Un beso. Algo más que una amistad. De repente todo parecía extremadamente real. El alcohol en los labios de Evan, la manera en que su cuerpo encajaba con el suyo contra la pared, el hecho de que a Barty le gustaban los hombres, o tal vez solo le gustaba Evan. Aún lo estaba descubriendo.

Pero entonces ¿qué le preocupaba tanto? ¿por qué no podía decirle que no se arrepentía de ello?

“¿Qué es lo que tus padres te hicieron creer?”

—Odio pensar en lo que mi padre hubiera dicho de haberse enterado —le confesó—, así que tal vez, en ese sentido… sí, me arrepiento de haberlo hecho.

Evan volvió a tirar una de las plumas hacia la lapicera, atinándole justo al centro.

—¿Cómo demonios haces eso? —preguntó Barty sorprendido.

—¿Lo harías de nuevo? —le preguntó rápidamente, interrumpiendolo.

Barty tragó grueso de nuevo. La tensión en el aire revelando cada uno de los ruidos a su alrededor: el rechinar de la cama cuando se movían, la respiración intranquila de Evan, las gotas de lluvia que golpeaban contra la ventana.

—Evan…

—¿Lo harías? —presionó.

Su mirada voló hacia sus labios, semi abiertos, como si esperara que simplemente se acercara y los tomara. Evan le estaba haciendo todo ese trabajo de descubrir su sexualidad y mantener su amistad a salvo mucho más complicado de lo que tenía que serlo.

—Sí, lo haría de nuevo —admitió nervioso. Evan se volteó, se subió de arcadas encima de él en la cama y atrapó su rostro entre sus manos, quedando peligrosamente cerca de él—. No hagas eso —le pidió instintivamente, sintiendo como las restricciones que se había puesto a sí mismo se esfumaban y eran reemplazadas por el magnetismo sobrenatural que lo animaba a cortar la distancia entre ellos.

—Déjame hacerlo —le pidió Evan, igual de atrapado en el momento. 

—No puedo.

Evan levantó su rostro para que lo viera a los ojos.

Dios, ¿por qué le estaba haciendo las cosas tan difíciles?

—¿Por qué no? —Barty negó con la cabeza y desvió su mirada. Evan lo tomó del mentón y lo obligó a mirarlo de nuevo—. ¿Por qué no?

Respiró profundo y hundió sus dedos en las caderas de Evan, sosteniéndolo en su lugar, asegurándose de que seguía allí y no era un invento de su imaginación.

—Soy un puto desastre —le confesó con la voz entrecortada—, no tengo absolutamente nada que ofrecerte que sea lo suficientemente valioso para que te quedes una vez que lo hagamos y no puedo perderte —llevó sus manos a su rostro, sintiendo la textura de su piel, marcando las cuencas de sus ojos, su nariz y luego sus labios. Adoraba esos labios.

—No importa —le dijo seguro.

Barty se rió amargamente.

—Claro que importa.

Evan se comenzó a mover, sus labios subieron por su cuello, dejando un camino de humedad que llegó hasta su lóbulo, en donde lo mordió solo con la punta de sus dientes como si estuviera tocandolo con una pluma.

—Hagámoslo de todas formas —le susurró al oído.

Barty no podía más. Si el infierno estaba hecho de momentos como ese, lo mejor era que se preparara para vivir en él.

Su cuerpo vibraba con ganas de hacer algo, de moverse, de tomar, de besar. Sus pantalones hacían un pobre trabajo de ocultar su emoción y estaba seguro de que Evan ya lo había notado. ¿Había realmente algo que ocultar? Todo parecía estar flotando entre ellos. Ambos podían verlo claramente, pero ¿Por qué ahora? ¿Por qué Evan?

Tal vez…

Tal vez necesitaba que alguien lo consolara después de haber terminado con Willow.

Quédate conmigo, yo cuidaré de tí. Podemos cuidar el uno del otro. 

—Por favor, Barty —le volvió a susurrar, el vaivén de sus caderas presionando en los lugares correctos—. Ambos lo queremos.

Él lo quería.

Lo quería.

Lo quería como nunca había querido ninguna otra cosa en su vida.

 

Hizo suyos los labios de Evan. 

El beso fue suave, casi tímido, muy diferente a su primer beso, como si ambos exploraran un territorio desconocido. Sus manos se buscaron, entrelazándose con dedos ansiosos. Barty se aferró a la camisa de Evan, acercándose aún más. 

Evan se apartó un poco, mirándolo a los ojos. Sus ojos grises brillaban con una intensidad que Barty nunca había visto antes.

—¿Estás seguro? —susurró Barty.

Evan asintió, sin palabras. La certeza ardía en su pecho como una llama incandescente. 

Barty volvió a besarlo, esta vez más imponente, más demandante. Sus lenguas se enredaron en un baile íntimo, explorando cada rincón de la boca del otro. Gimió sobre sus labios, un sonido que vibró en el cuerpo de Evan. Sus manos recorrieron su cuerpo, acariciando su espalda, deslizándose por sus musculosos brazos. Respondió con igual fervor, sus dedos recorriendo la suave piel de Evan, deteniéndose en la curva de su cadera, apretando, empujándolo hacia él.

Se separaron por un momento, jadeando en busca de aire. Sus frentes se apoyadas la una contra la otra, sus corazones latiendo al mismo tiempo.

—No quiero que tengamos sexo —dijo Barty seguro.

—No importa —contestó Evan rápidamente.

Entonces perdieron el control por completo.

Inmediatamente rodaron por la cama y Barty lo atrapó bajo su cuerpo. Lo besó y mientras lo hacía, recordó lo que James le había hecho memorizar durante esas cuatro semanas, la lista de señales a las que estar atento. ¿Cómo reconocer el amor cuando estuviera frente a él? 

“No puedes imaginar un futuro sin él.”

“Te importa su bienestar y felicidad por encima de la tuya.”

“Sientes que puedes depositar total confianza en él.”

“Tienes miedo de que la relación pueda terminar en algún momento porque es un acto de fé” , eso era lo que había dicho Potter: “Amar es un acto de fé” .

Se arrodillaría y rezaría cada uno de sus días frente al altar de Evan Rosier.

Besó a Evan hasta que sus labios se hincharon, y luego pasó a su cuello, y bajó por su torso, pero esa noche solo se besaron; como si el tiempo estuviera contado, porque todo ese tiempo Barty había tenido la razón: Evan besaba como si estuviera tocando tu alma con sus labios.

Así que dejó que los suyos besaran lo que no se atrevía a decir y Barty tenía miedo de que nunca fuera suficiente para expresar lo mucho que significaba para él.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Barty fue el primero en caer dormido, entrelazado de pies a cabeza a Evan, pero fue el segundo en despertar, y cuando lo hizo, se encontró con que el rubio estaba sacando ropa de su armario y metiéndola de nuevo en la mochila que llevaba consigo.

—Buenos días —dijo aún soñoliento y confundido— ¿Qué haces?

—Barty, tenemos que hablar.

No le agradaba el tono que estaba usando. Era el tono que usaba cuando tenía que darle malas noticias. Era el tono que habían usado cuando le dijeron: “Tu madre está enferma” .

El sonido de la marcha imperial interrumpió la tensión que se respiraba en el cuarto. 

—Mierda —El mundo iba demasiado rápido para ser apenas sus primeros minutos de vuelta a la realidad.  Puso los ojos en blanco y tomó el celular de la mesa de noche. Era su padre. Se peinó el cabello con una mano y atendió la llamada— ¿Qué quieres?

“Te lo advertí, Barty” , le dijo con tono amenazador, “las cosas entre nosotros solo funcionan si son recíprocas.”

—La cena —recordó con amargura—, se me olvidó por completo.

“Estoy harto de intentar poner un poco de razón en esa cabeza tuya. Ya que decidiste no venir a la casa tendré que darte la noticia ahora. Me voy a casar.”

Barty bufó por lo bajo con sarcasmo. Se levantó y dejó el dormitorio en sus boxers y una camiseta de manga corta, no quería que Evan tuviera que escuchar lo que iba a decir

—¿Tú? ¿Con quién?

“Lo sabrías si hubieras asistido a la cena de ayer.”

—¿Cómo es que es la primera vez que escucho de esto?

“Dorothea esperaba conocerte, es la única razón por la que vinimos a Oxford, pero no esperaba más de tí. Tu madre estaría completamente decepcionada si siguiera viva.”

Barty estaba anonadado.

—¿Estás hablando de mi madre en este momento? ¿En verdad crees que es el momento para hablar de ella? ¿Cuando me acabas de decir que te vas a casar con alguien que ni siquiera conozco?

“Contigo nunca hay un buen momento.”

—La única razón por la que estás interesado en verme es porque tu novia del momento te pidió conocer a su futuro hijo. Bien, pues, puedes decirle que no tengo ninguna intención de jugar a la casita feliz, ni de conocerla.

“Dios, eres idéntico a ella.”

—¿Sabes qué? No tienes el derecho de decir eso como si fuera algo malo. Sí, lo soy, porque era mi madre, y al menos ella estuvo allí cuando la necesité, al menos ella tuvo la decencia de criarme mientras estuvo viva, lo que es mucho más de lo que tu hiciste por mí en veinticuatro años. 

“Esta conversación es inutil. Tus tarjetas están canceladas, olvídate de los pagos de tu universidad, si quieres que las cosas vuelvan a la normalidad vas a tener que rogarme de rodillas. De otra forma, es mejor que vayas buscando un trabajo y un lugar donde vivir. Seguramente es algo nuevo para tí, tener que valerte por tí mismo. A ver si entonces entiendes qué es lo que he hecho para criarte estos veinticuatro años.”

—Jódete.

Barty colgó el teléfono y se quedó mirando al espacio vacío frente a él por unos minutos,  mientras las consecuencias de lo que acababa de hacer caían alrededor de él como las paredes de una vieja edificación que ya no tenía forma de mantenerse en pie. 

Siempre supo que así sería como terminarían las cosas, pero pensó que tendría más tiempo.

¿De dónde sacaría el dinero para pagar la universidad? ¿En donde viviría? ¿Cómo conseguiría un trabajo sin un diploma? ¿Qué tanto tendría que cambiar su vida? Y ¿valdría la pena después de todo?

Evan carraspeó a sus espaldas, interrumpiendo sus pensamientos.

—¿Estás bien? —Barty se secó las lágrimas que no se había dado cuenta que había derramado—. Creo que tenemos que hablar sobre lo de ayer —comenzó suavemente, colocando una mano sobre su hombro. Barty no podía hablar de eso, no quería hacerlo, no en ese momento—, solo quiero saber qué significa todo esto para tí.

—No lo sé —respondió rápidamente, cortante.

Evan se sorprendió al notar la agresividad en su tono de voz.

—¿Necesitas tiempo para pensarlo?

—No lo sé, Evan. No lo sé, ¿de acuerdo? Somos mejores amigos, eso es lo que somos.

—¿Mejores amigos que follan?

—Nosotros no follamos —lo corrigió cruelmente.

—Ayer parecía que eso era lo único que querías hacer —le reclamó molesto—. Te conozco, te gusta que los demás piensen que no sabes a donde van los tiros, pero la verdad es que solo tienes miedo de enfrentar la realidad.

Barty soltó una risa ahogada.

—¿Quién eres tú para decirme que tengo miedo? ¡Tú! El que no me había dicho que le gustaban los chicos hasta hace una semana. ¡Hemos sido amigos por más de diez años! Al menos yo ni siquiera sabía lo que sentía pero ¿tú? Tu decidiste esconderlo. Así que perdóname si ignoro por completo lo que acabas de decir porque el único cobarde aquí, eres tú.

El veneno de sus palabras borró cualquier rastro de felicidad en el rostro de Evan.

—Tienes razón —se miraron por unos segundos con el fuego quemándose entre sus miradas—, decidí esconderlo y ese fue mi error, pero ahora necesito que dejes eso de lado y me respondas con la verdad. ¿Qué somos, Barty? ¿Qué es esto? —preguntó de nuevo—. Es una pregunta sencilla. Solo necesito que lo digas. Solo necesito saber qué significa esto para nosotros.

—No quiero hablar de eso ahora. 

Se metió al cuarto, se subió los pantalones tan rápido como pudo por las piernas, se cambió a una camiseta a cuadros, una que no oliera a tequila y humo de cigarro, y salió por la puerta tan rápido como pudo.

Esa fue la última vez que vio a Evan.

Notes:

Moonleen-

No tengo palabras para lo que significa para mí este capítulo. No es solo una de las cosas de las que estoy más orgullosa de haber escrito sino que es casi el final de esta historia.

AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Ya quiero que lean el resto. Gracias por leer este humilde delulu.

Chapter 5: Evan Rosier: Parte I

Summary:

Para reconstruir nuestras vidas, primero debemos destruir todo lo que queremos dejar atrás.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Evan Rosier

 

La sensación justo antes de ser golpeado por la ola,

Lo vi venir y traté de correr.

Pero estaba atrapado en una cala,

y no había salida.

 

Las ráfagas de viento azotaban su rostro empapado mientras caminaba. Cada paso era un recordatorio de la humillación que vivió en el que se hacía llamar “ su hogar ”. Había llegado a su destino sin ningún tipo de expectativa, esperando que lo echaran. Si ni siquiera su padre lo quería cerca ¿Por qué lo haría el chico que lo detestaba?

Si el destino no hubiese jugado sus cartas de forma caprichosa, si no hubiera estado lloviendo, si su padre no hubiera arrojado su celular a la calle, si no lo hubiera dejado afuera bajo la lluvia recia de Agosto, si la casa de Regulus hubiera quedado más cerca, si no hubiera recordado en dónde vivía Evan, si hubiera sido su madre, en vez de él, abriendo la puerta, entonces, tal vez, nunca se hubieran convertido en mejores amigos.

—¿Puedo pasar? —le había preguntado entre temblores—. Solo necesito llamar a Regulus.

La expresión en el rostro de Evan se suavizó al verlo, empapado de pies a cabeza y tiritando del frío. La puerta de madera crujió al abrirse, revelando un refugio cálido y acogedor en contraste con la tormenta que rugía afuera.

—No hagas mucho ruido —le advirtió.

Para su desgracia, o tal vez fortuna, el teléfono de la casa de Regulus parecía estar fuera de servicio. En los siguiente días, descubriría que su madre lo desconectaba por las noches para que Sirius no pudiera llamar a James a escondidas. 

—Puedes quedarte aquí, le explicaré a mi mamá por la mañana —le susurró el rubio.

Barty se sintió abrumado por la inesperada amabilidad.

—Está bien, no quiero meterte en problemas, puedo caminar hasta la casa de Reggie.

—¿Bajo la lluvia? —bufó—. Se está cayendo el cielo. Te vas a enfermar.

—No importa —se encogió de hombros, pero se arropó los brazos, extrañando tempranamente el calor del interior de la casa.

Evan lo miró de reojo, tratando de decidir qué partes de lo que decía eran verdad, esperando el segundo en el que flaqueara para aprovecharse de su descuido. Barty, maestro del disfraz que solía camuflarse tras una máscara de humor y petulancia, dejó de lado la armadura de su falsa personalidad, dejando al descubierto una vulnerabilidad que jamás había mostrado a nadie más que Regulus.

—No tienes que ser tan testarudo —le respondió—, no tienes que actuar siempre como si el mundo estuviera a tus pies. Está bien que no lo esté. Si necesitas ayuda solo tienes que pedirla.

Tenían trece años, pero Evan podía ver a través de él.

—No sé por qué vine aquí —respondió enfadado y confundido.

Barty se dio media vuelta y Evan le sostuvo la muñeca, deteniendolo en su lugar.

—Te vas a quedar hasta mañana, no tiene caso que vuelvas allá afuera. Es tarde, es peligroso y estás empapado.

Barty se deshizo de su agarre con un movimiento brusco de su brazo, pero no se movió. Estaba fijo en el suelo. Congelado. Repitiendo en su mente las escenas de lo que había sucedido aquella noche. La verdad era que no tenía a dónde ir, y aquello lo hacía sentir a la deriva, como si el mundo estuviera a punto de acabar para él.

¿Por qué era tan amable?  

De repente estaba llorando. 

¿Por qué un extraño era capaz de mostrarle más compasión que su propio padre?

Evan no dejó que lo pensara mucho, lo guió por las escaleras hasta su habitación mientras él lo seguía en silencio, sintiendo una mezcla de gratitud y desasosiego por su amabilidad inesperada. 

Tembloroso y tiritando de frío, se quitó la ropa mojada, revelando una piel pálida, amoratada y vulnerable. Con manos temblorosas, se puso un pijama de Evan, buscando un poco de calor en la prenda prestada. Se metieron bajo las gruesas sábanas de su cama y se voltearon para no tener que verse la cara mientras dormían. Se sentía incómodo y foráneo, la casa de Evan era demasiado silenciosa, pero al menos estaba aliviado de tener un lugar en el que pasar la noche; por un segundo pensó que tendría que dormir bajo la lluvia, frente a los escalones de su departamento o del edificio de Regulus.

—¿Quieres quedarte aquí un tiempo? —le preguntó Evan.

—No, está bien. Mañana mi padre me dejará entrar de nuevo.

Después de unos minutos, antes de que cayera dormido, Evan se volteó y Barty, con curiosidad, hizo lo mismo, encontrando su mirada del otro lado de la cama.

Evan tomó su mano debajo de las sábanas y Barty se estremeció repentinamente, asustado. Un impulso instintivo lo empujó a apartarse, pero la mirada herida de Evan lo detuvo en seco. Tras una batalla interna de segundos, y con un movimiento lento y tembloroso, extendió su mano hacia la de Evan y sintió el calor de su piel irradiando contra el frío de la suya.

A veces encontramos cosas hermosas en los lugares más desalentadores.

—Los padres no deberían de querer a sus hijos sólo cuando se portan bien —le susurró—. Lo siento.

Barty recuerda haberse volteado de nuevo y llorado en la oscuridad. 

Recuerda haber soñado con el murmullo de las olas, arrastrándolo a playas doradas bajo un cielo infinito. A su madre, ahogándose en el mar mientras él veía desde la orilla.

Recuerda cómo, al día siguiente, Evan no se burló de él por haber pasado la mitad de la noche en llanto. Como ni siquiera lo presionó para hablar de ello. Era el secreto que sellaría para siempre su amistad.

A la mañana siguiente, tenía unas ganas terribles de haber aceptado la propuesta de Evan, de quedarse a vivir allí con él si se lo permitieran. 

El aroma del café recién hecho y mantequilla flotaban en el aire. La señora Rosier, con una sonrisa maternal, les sirvió el desayuno en silencio. Barty había olvidado cuánta hambre tenía, pero trataba de mantener la calma y no avorazar con la comida en un intento de parecer civilizado.

—Lo mejor sería que hablaran sobre lo que pasó anoche —le recomendó la mamá de Evan.

Cada músculo de su cuerpo se tensó al recordar la frase con la que lo había sacado su padre a patadas de la casa: “¿Quieres vivir la vida de un vago? ¡Adelante!” La humillación ardía en sus mejillas. 

No le había contado historia completa a la señora Rosier. No sabía sobre cómo lo había empujado contra la piedra dura y fría de la calle (ocasionandole los moretones que ahora vestía en la espalda), o como había tocado la puerta una y otra vez, y sus manos se habían astillado, o como se quedó allí hasta que la lluvia comenzó a ahogarlo y tuvo que buscar un lugar en el que resguardarse.

—Es tu papá —le dijo con dulzura la señora Rosier—. No hay nada que un padre no pueda perdonar.

Pero la señora Rosier siempre había sido muy idealista, y al regresar a su casa esa tarde, furioso y aún borracho por las copas de la noche pasada, esa fue la primera vez en que su padre lo golpeó. 



════ ⋆★⋆ ════



Ahora se encontraba frente a los escalones de la mansión de Santolan y lo único en lo que podía pensar era en ese día, y en cada día después de ese en que le puso una mano encima.  

El sol naciente derramaba su luz dorada sobre la imponente fachada de la mansión. Sus amplios ventanales, enmarcados en hierro tallado, reflejaban el cielo anaranjado como espejos, mientras que la hilera de chimeneas que coronaban el tejado humeaba con pereza, anunciando el inicio de un nuevo día. A diferencia de la casa de su infancia, impregnada de recuerdos y vivencias, esta residencia temporal emanaba un aura de formalidad y frialdad. 

Era en este escenario donde su padre habitaba cuando sus obligaciones en Oxford lo requerían.

Sus manos estaban apretadas en puños, un temblor recorría su cuerpo, no de miedo, sino de ira contenida que pugnaba por salir. Estaba impulsado por un torrente de emociones: dolor, rencor e impotencia, pero también por algo mucho más importante: No estaba dispuesto a aceptar las condiciones de su padre, a solo sentarse y ver como destruía lo que quedaba de su vida. Pelearía, con uñas y dientes si eso era lo que tenía que hacer, por el único derecho que le quedaba. El derecho de un futuro.

Al entrar, Winky lo recibió con un cálido abrazo. De todas las personas que vivieron con él durante su infancia, ella fue la que más se asimiló a una madre después de que la suya falleciera. Su piel estaba curtida y arrugada, como si hubiera pasado horas bajo el sol. Su cabello, canoso y enmarañado, se recogía en un moño desaliñado. Sus ojos, grandes y saltones, reflejaban una mezcla de tristeza y resignación, pero poseía la misma sonrisa cálida de siempre, esa que le hacía preguntarse por qué todavía trabajaba para su padre. 

—¿El amo desea pasar a la cocina mientras espera? Le puedo preparar un servicio de té y galletas.

—No tengo tiempo para esperar, Winky. ¿En dónde está mi padre?

Cruzó el recibidor vacío de la mansión y buscó de inmediato su propio camino, ignorando las protestas a sus espaldas. Cuando encontró la oficina, pasó el marco de la puerta, la cerró tras él, y colocó las palmas de sus manos con fuerza sobre la mesa de madera frente a la que se encontraba el señor Barty Crouch, demandando su atención. 

No había visto a su padre desde la graduación. El cabello se le estaba callendo, sus entradas eran más pronunciadas que nunca y lucía un estúpido bigote negro. Pero sus ojos eran los mismos: vacíos, oscuros y desapegados. Le recordaban al olor del cuero y el sabor de las lágrimas.

—Un segundo, Dwight. Tengo que resolver una situación. Te llamo cuando haya terminado —colgó el teléfono, lo puso sobre la mesa, y la rodeó parándose al lado de él con aires de superioridad—Así que eso es lo que hace falta para verte la cara.

—Hola para tí también, papá ¿Hace cuánto que no nos vemos? ¡Tres maravillosos años!

La tensión en el aire era palpable. Tres años de rencor, dolor y traición se condensaban en ese breve encuentro.

—Esperaba que vinieras. Por desgracia, el deber raramente está por encima del interés.

—¡Por favor! —Barty se rió irónicamente. 

El señor Crouch lo ignoró por completo, y lo miró de arriba a abajo.

—¿No piensas felicitarme?

Barty tuvo que respirar profundamente antes de responder, porque lo único que quería hacer era gritar.

—¡Felicidades! —anunció con sarcasmo—. Ahora tendrás otra familia a la que arruinar. Espero que esta te dure un poco más que la anterior.

El señor Crouch arrugó su expresión con desagrado. Fue directo al grano después de eso, dejando de lado cualquier gesto de cordialidad.

—¿Qué quieres, Bartemius?

Barty levantó la cara desafiante y lo miró a los ojos.

—No vas a congelar mis cuentas bancarias.

Su padre se cruzó de brazos y lo miró inquisitivo.

—¿Ah no?

—No, no lo vas a hacer.

—Te lo advertí. Superaste el límite de mi tolerancia y este es el resultado. Ahora tendrás que atenerte a las consecuencias de tus actos.

—El límite de tu tolerancia —se burló con sarcasmo.

El señor Crouch frunció el ceño y abatió su bastón contra el suelo, reclamando el silencio de su hijo con un estruendo y perdiendo la paciencia solo por unos segundos. Barty apretó los labios en una delgada línea, asustado, pero se regodeó en, al menos, haber sido capaz de sacar a su padre de quicio.

—¿Sabes lo que es tenerte como hijo? —le preguntó atiborrado—. Deberían pagarme por soportar lo malagradecido e inutil que eres  —Lo podía ver cerrando el puño sobre su bastón.

—Eres mi maldito padre, ese es tu trabajo. Si no lo querías, entonces no me hubieras tenido.

Su padre se rió cruelmente, y esa risa dijo tanto. Le tomó unos segundos, pero Barty lo entendió. El deseo detrás. Lo haría. Si pudiera regresar en el tiempo y evitar que naciera lo haría . Pero estaban atrapados siendo familia para siempre. 

¿No era ese el final del peor chiste?

Es difícil entender que algunos padres no piden serlo, que algunas personas simplemente no están hechas para ello. La vida a veces los coloca en una posición para la que nunca estuvieron listos. Es irónico e injusto, pero es indetenible, porque en la gran escala del mundo, nadie te debe nada. Barty era el castigo de su padre. Nunca había pedido serlo, pero eso era exactamente en lo que se había convertido.

—Te propongo algo —dijo con voz diplomática—. ¿Quieres que descongele las cuentas? De acuerdo. Lo haré. Con una condición.

—No gracias —se negó de inmediato, cruzandose de brazos—, no me interesa escuchar sobre condiciones.

—¡Ven a la boda, Bartemius! —intentó con fervor—. No faltes a este día tan importante para tu padre. Dejemos de lado nuestras diferencias por un par de días. Sé que te encanta Italia, ¿verdad? ¿Te gustaría traer a tus amigos? ¡Te invito a que los traigas contigo! —dibujó una sonrisa que no le llegaba a los ojos—. No elegimos a nuestra familia, hijo—añadió con un tono paternal condescendiente—, pero debemos hacer lo mejor que podamos con lo que tenemos. Quiero que estés ahí. Tu presencia significaría mucho para Dorothea.

Sus palabras sonaban amables, pero Barty podía ver la manipulación a kilómetros de distancia.

—Dios, esto es increíble —se quejó entre risas sarcásticas y dolidas—. ¿Por qué estás jugando a ser padre ahora? Solo quiero el maldito dinero, ¿de acuerdo? Descongela mis cuentas y no tendrás que verme de nuevo.

—Piensalo bien, Barty —le dijo lentamente, era una amenaza escondida en preocupación.

—No tengo que pensarlo, no tengo intención de volver a ser parte de tu circo de vida.

—Entonces tendrás que arreglartelas solo —se encogió de hombros con un falso lamento.

—No lo creo —lo desafió con valor—. Si no lo haces, en este mismo momento iré a contarle a tu nueva esposa sobre la persona con la que se está casando.

El señor Crouch recibió la noticia con una serenidad inesperada. Ni un músculo de su rostro se inmutó, ni una pizca de sorpresa o preocupación se reflejó en sus ojos. La imperturbable compostura de su progenitor heló la sangre de Barty. Tal vez había sobreestimado su valor. Tal vez no tenía tanto control sobre la situación como se imaginaba.

—¿Qué juego piensas que estás jugando? —le preguntó con curiosidad venenosa.

—Estoy harto de los juegos. No quiero jugar más. Me debes ese dinero después de toda la mierda que me hiciste pasar.

Su padre inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado y se rió con crueldad y ligereza.

—¿Y qué vas a decirle exactamente a Dorothea? —preguntó, tentándolo a decirlo en voz alta porque sabía que nunca lo había hecho, que no podía—. Te he dado todo en esta vida, te he mantenido, te he dado educación, incluso he pagado esa farsa de universidad que solo te convertirá en un mediocre. ¿Y me respondes con amenazas? ¿No te das cuenta de lo mal que estás, Bartemius?

Barty lo miró con odio y apretó los puños a sus costados.

—Sabes muy bien a qué me refiero.

Su padre suspiró con cansancio e impaciencia, como si cada segundo que pasara lidiando con Barty fuera un segundo de su vida tirado a la basura.

—No sé qué tipo de historia ridícula te inventaste para explicar la muerte de tu madre, pero es hora de que madures y lo superes, o de que empieces a verte con un doctor. 

—¿Historia? ¿Ahora es una historia?

—¿Sabes, Barty? Solo estoy haciendo esto por tu bien. Estoy preocupado. Honestamente —pero sus palabras eran frías, y denotaban que no lo estaba, que aquello era solo parte de su manipulación—, veo tanto de ella en tí —su padre suspiró con tristeza.

Barty se descolocó un poco al escucharlo, un escalofrío le cruzó la espalda, se dió cuenta de algo que debió haber visto venir desde el principio. Logró ver el haz bajo la manga de su padre. Después de todo, en el juego de la manipulación, él le había enseñado todo lo que sabía y se había quedado con los mejores trucos

—¿Que tratas de decir? —le preguntó tenso.

—Bueno… que no me extrañaría que estuvieras perdiendo lentamente la cabeza como ella. Tú y yo sabemos que solo era cuestión de tiempo.

Tenía los labios retraídos con repulsión, y se alejó unos pasos, queriendo marcar la distancia entre ellos. Esas palabras dolieron más de lo que hubiera pensado. 

Deseó poder quemar cada una de las gotas de sangre compartidas de su cuerpo solo para olvidarlo de la misma forma en que él quería hacerlo. Había quedado reducido a la pieza más inconveniente de su plan ahora que quería casarse, porque no era nada más que un obstáculo en su camino a la vida perfecta. 

Ahora la forma de deshacerse de él no era sacarlo a patadas de su casa, era fingir que las noches de dolor y lágrimas, golpes y cicatrices estaban en su mente, que eran la única herencia que le dejó su madre cuando en realidad era el único legado que le había dejado él. 

El señor Crouch le había hecho creer por la mayor parte de su vida que nadie querría escuchar sobre su dolor. Le había repetido una y otra vez que, si mostraba vulnerabilidad, lo único que obtendría de las personas era que se aprovecharan de él. Ahora Barty lo veía más claro. Todo había sido para asegurar su propia supervivencia.

Pero Evan y Regulus habían estado ahí para confirmarle que los moretones en sus costados eran reales, que las palabras de su padre eran mentiras dichas con el más honesto tono de la verdad, lo habían llevado al hospital más de una vez, estuvieron después de las primeras noches en que había preferido regalar su cuerpo a alguien más a cambio de unos minutos de olvido. Le habían hecho prometer que no lo haría de nuevo. 

Ellos eran su ancla. 

Si había algo que su padre no podía arrebatarle, era eso. Podía intentar ocultar la verdad con dinero y amenazas, pero nunca le arrebataría su historia. En esta danza macabra de dolor y rencor, ambos estaban condenados a llevar el peso de su pasado. Un pasado que, por más que quisieran, jamás podrían borrar.

No podía seguir haciendo eso. No podía seguir haciéndose daño a sí mismo a cuentas de una persona que lo odiaba tanto. 

Los padres no deberían de querer a sus hijos solo cuando les hacen la vida fácil. 

—Mierda —susurró impresionado ante su propia epifanía—. No importa —dijo seguro. La vida no había sido justa con él, y si no era justa para él, tampoco tendría que serlo para su padre—, lo haré de todas formas.

—¿Qué? 

—Sí, lo haré de todas formas. ¿Qué tengo que perder? ¿Sabes por qué? Porque sin importar si lo cree o no, la idea ya estará planteada en su cabeza. Porque si no me das lo que necesito…. ¡Es más! Si no me das lo que quiero , iré con los noticieros y les contaré la misma historia y no va a importar si es real o no, porque tu reputación quedará manchada y no podrás volver de eso. ¿Una acusación como esa? ¿maltrato infantil? Solo la sospecha de que pueda ser real acabaría con tu campaña.

Era todo o nada.

Ganarlo todo o perderlo todo.

Esta era su última carta y esperaba, desde lo más profundo de su alma, que funcionara.

Pasó un minuto entero de silencio en el que Barty podía escuchar el latido acelerado de su propio corazón. Su padre respiró profundo, sus cejas se juntaron y lo miró con desagrado.   Barty no va a mentir. Estaba preparado para que su padre lo golpeara. Sus manos se abrían y cerraban en puños, listas para tomar una posición defensiva si hacía falta.

Pero Barty Senior había dejado de tomar hace cinco años. No por él, nunca por él. Había dejado de tomar porque las acusaciones de alcoholismo amenazaban su carrera política. El alcohol siempre había sido el catalizador de su ira, pero la política siempre había sido su único y verdadero amor. El que lo consoló después de perder a su primera esposa. Sin él, sería solo el fantasma del hombre que había sido. Era lo único que realmente le importaba en ese mundo.

Tal vez el estaba tan casado como Barty de la pelea. Eso era lo único que encontraba en sus ojos: cansancio. Estaba cansado de tener que lidiar con él.

Y entonces, con un último suspiro, todo acabó.

Se dio la vuelta, se sentó en la silla de piel y sacó su chequera. Escribió una cantidad exorbitante de dinero en uno de los cheques y se lo tiró en la cara a su hijo con desprecio. Barty lo tomó anonadado.

—Lárgate, no te quiero ver más —le dijo su padre—, no vuelvas a poner un pie en esta casa.

Barty seguía mirando el cheque sin poder entender lo que acababa de pasar. 

Cuando cayó en la realización de que su padre estaba comprando su silencio se volvió a reír, porque repentinamente le parecía que la situación era totalmente ridícula, que eso no podía estar pasándole a él.

Asintió lentamente con la cabeza.

—Va a ser mi maldito gusto —respondió antes de marcharse.

Dejó que la puerta se descolocara cuando la cerró lo más fuerte que pudo a su salida.

Cuando estaba pasando por el vestidor, vió de reojo a la que pensaba que era Dorothea, una mujer jóven y hermosa en sus cuarentas que sería pronto su siguiente esposa, y se percató del pequeño tumulto en su estómago al que arrullaba con dulzura.

¿No era el mundo totalmente irónico?

 

════ ⋆★⋆ ════



La primera persona en la que Barty pensó al salir de Santolan fue Evan. 

Pasó todo el camino de regreso ensayando en su mente lo que le diría. Decidido a proponerle que intentaran explorar lo que pasaba entre ellos. Muerto de miedo, porque estaba seguro de que cometería una cantidad sin fin de errores en el camino, pero completamente seguro de que no había nadie más para él. 

Era Evan, siempre había sido Evan. 

Las palabras de James tuvieron sentido de un momento a otro: “Lo amo como si siempre lo hubiera hecho” , y aunque no estaba ni cerca de decirlas en voz alta, sentía la realidad y el peso de ellas. Solo esperaba que, llegado el momento, fuera capaz de decirlo; si no podía con palabras, entonces con sus labios o sus manos.

Pero un inconveniente más se puso en su camino.

Después de estacionar el coche en el estacionamiento frente al campus de Slytherin, y mojarse de piés a cabeza gracias al torrencial de lluvia que acababa de empezar a caer, encontró a James y Sirius, luciendo expresiones de descontento, mientras lo esperaban en la entrada de la sala común.

—¿Potter? —preguntó con extrañeza—. ¿Estás buscando a Regulus?

Con la barbilla en alto, James lo empujó contra la pared de la chimenea abruptamente y Barty soltó un gemido de dolor.

—¿Qué caraj….?

El cielo rugía con truenos, alumbrando el rostro enrojecido de ira de James. Sirius lo miraba con una mezcla de sorpresa y preocupación desde sus espaldas.

—Tranquilo, Prongs —le advirtió.

—Tú y yo vamos a hablar. Tienes un par de cosas que explicar.

—¿Qué demonios te pasa? —se quejó Barty, sacandose las manos de James de encima. James volvió a empujarlo y fue Sirius quien intervino:

—Solo díselo, Crouch. Ya lo sabe todo. Dile cuál era el premio de la apuesta.

Barty resopló por lo bajo.

—Ya lo sabe —miró a Sirius—, le tengo que pagar mil libras a tu hermano.

James respiró hondo, tratando de controlar su furia.

—Hay más ¿No es así? —alegó Sirius— Lo has estado utilizando y burlándote de él a sus espaldas todo este tiempo.

—¿Te golpeaste la cabeza, Black? —le preguntó Barty con desagrado.

—Tu propósito siempre fue terminar la relación entre Regulus y James.

—Mierda. ¿De dónde carajos sacaste eso, Black? 

Las únicas personas que sabían del premio de la apuesta eran Barty, Regulus, Pandora y Evan, quienes estuvieron presentes el día en que la formalizaron. Estaba seguro de que ninguno de ellos había soltado la sopa, ¿o había estado Evan tan decepcionado de él que le había contado sobre ello a Sirius Black de entre todas las personas? No tenía sentido. Evan no haría algo así.

—Esto es lo que hacen, James —le dijo Sirius con desprecio, y puso una mano sobre su hombro—, todos ellos. Mentir y traicionar, es lo único que saben hacer.

—¿Cuál es tu problema? —le gritó Barty con rabia, avanzando hacia él dispuesto a empezar una pelea, pero antes de que pudiera alcanzarlo, James lo detuvo con la palma de su mano encima de su pecho.

—¿Es verdad? —preguntó desesperado, parecía haber perdido la paciencia cuando Barty no lo negó inmediatamente.

—No es así como lo está haciendo sonar… —le aseguró Barty.

—Lily no mentiría, Crouch —respondió Sirius con veneno.

Barty se rió por lo bajo ante lo ridículo que sonaba eso.

—¿Lily? ¿Qué tiene que ver Lily en…

Su rostro se transformó en una expresión de sorpresa y profundo dolor.

Oh.

Oh.

Mierda .

No lo había visto venir.

¿Por qué no lo había visto venir?

 

Antes de que su madre muriera a manos de la demencia, estuvieron por un largo tiempo de viaje por la costa oeste de Estados Unidos. San Diego, Los Ángeles, San Francisco y Seattle; las ciudades que contaban con las dos cosas que su madre adoraba más en ese mundo: el frío y la playa. 

Uno de sus pasatiempos favoritos era recolectar piedras de la playa, llevarlas a casa y pulirlas. Aunque no lo pareciera, era un pasatiempo peligroso. Su madre le había advertido muchas veces sobre las olas silenciosas. 

¿Por qué no lo había visto venir?

Las olas silenciosas son olas enormes y peligrosas que acechan a los visitantes desprevenidos de la playa. Se van formando incluso cuando el océano está tranquilo, no las puedes escuchar por lo que no puedes prepararte para su llegada y, generalmente, son enormes, lo suficientemente grandes para jalarte hacia el mar. Esperan sorprenderte, llevarte con ellas como si necesitaran rendir tributo al océano; vienen y van, frías, listas para devorar en una carrera contra el viento, y se llevan todo a su paso. 

Muchas personas mueren a manos de las olas silenciosas cada año. 

¿Por qué no lo había visto venir?

Durante la noche de su primera cita con Lily, una de esas olas silenciosas se había empezado a formar lentamente a sus espaldas y él no la había visto, no la había escuchado, ni siquiera se había acordado de la posibilidad de su existencia.

Las palabras de su padre retumbaron en sus oídos como la única advertencia antes de que rompieran con él: “Si le dejas ver a los demás lo vulnerable que eres, solo lo usarán en tu contra”.

—No lo haría —negó Barty—. Lily no haría algo así.

La chica que quería cambiar el mundo para personas como él no lo traicionaría de esa forma.

—Por sus amigos lo haría —respondió Sirius seguro.

¿Por qué no lo había visto venir?

Por más que corriera, no había escapatoria. Ese es el peligro de las olas silenciosas, para el momento en que te das cuenta de que están allí, ya es demasiado tarde.

Lily era todas esas cosas que pensaba: leal, valiente, amable, desafiante; pero no era todas esas cosas exclusivamente para él. Barty no era realmente su amigo. No merecía ningún tipo de lealtad ante sus verdaderos amigos. Solo era el chico que la había ayudado a salir de la rutina. El que la había llevado de fiesta, con el que casi se acuesta, la clave en el juego de los hermanos Black. Siempre la pieza, siempre parte del juego, nunca en control.

—Barty ¿Cómo pudiste? —le preguntó James sorprendido y herido. Ahora podía apreciar mejor su postura rígida y el lamento en sus ojos. La segunda víctima de la ola: James Potter. Había confiado en él, y de regreso, Barty lo había usado a su gusto—. Pensé que éramos amigos.

A Barty nunca lo habían atrapado en una mentira. Cuando una mentira comenzaba a consumirlo era capaz de convertirla en realidad antes de ser atrapado. Tal vez así fue como terminó pensando que única y exclusivamente tenía ojos para las mujeres.

Se sentía acorralado y extrañamente avergonzado; porque por dentro sabía que James no merecía pasar por eso. 

También se sentía traicionado y enfurecido con Sirius y Lily, porque harían lo que fuera para recuperar a su amigo ¿y quién era él para juzgarlos? 

—¿Sabes qué, Potter? Para empezar, yo nunca dije que fuéramos amigos. Mis únicos amigos son Regulus y Evan.

Aquello hirió a James de una manera que no pudo haber previsto

—¿Es eso lo que piensas en verdad? Tú viniste a buscarme —replicó James con furia, envuelto en el dolor de la traición. Sirius se hizo un paso atrás, dejándoles espacio—, tú me pediste ayuda, tú querías que pasaramos tiempo juntos.

—¡Sí! —soltó frustrado—, te pedí tu ayuda porque la necesitaba…

Barty quería decir algo que arreglara las cosas, pero nunca había sido bueno para ello. Y tal vez fue el shock del momento, tal vez fue él mismo volviendo a ponerse en los zapatos del viejo Barty, protegiendo su corazón para no sentir que se perdía a sí mismo al perder la amistad de los demás. 

Porque si era capaz de actuar como si aquello hubiera sido planeado entonces no dolería tanto, porque cuando le respondió, ni siquiera pensó antes de hablar, porque a veces, solo a veces, es mucho más fácil estar enojado que triste.

Había una frase que su padre solía decir. Una que había adoptado. Se la había parafraseado a Evan en el patio de los Malfoy. Aún recordaba la facilidad con que la había dicho acerca de Avery. Así que, tal vez, en ese momento, también se le hizo fácil repetirla.

—No hace falta hacer enemigos si puedes obtener algo de ellos.

Barty y James habían compartido su tiempo, la historia de sus vidas, miedos, inseguridades y victorias juntos; pero ahora él estaba destruyendo todo aquello con la ligereza de unas cuantas palabras.

 Sirius soltó un silbido de burla a espaldas de James.

—Wow, Crouch —se burló entre risas—, no podías haberla cagado más —se volteó hacia James y lo jaló suavemente del brazo—. Vamos, Prongs. No hay nada más que hablar aquí.

—Basta, Sirius —le respondió James enojado y se soltó de su agarre. Sirius se sorprendió ante la brusquedad con la que dijo aquello—. ¿Qué carajos, Crouch? ¿Quién hace algo así? ¿Por qué pondrías en riesgo la felicidad de tu mejor amigo?

Barty bufó con resentimiento.

¿Qué sabía él de la felicidad de Regulus?

Un torrente de palabras amenazaba con brotar de sus labios. Verdades que había guardado en silencio durante semanas. Eran palabras que no había querido pronunciar, que guardaba por respeto a Regulus. Temía herir, lastimar y romper la frágil tregua que los mantenía unidos. Eran palabras que ni siquiera se había permitido pensar, recuerdos dolorosos que había enterrado en las profundidades de su mente. 

Un tormento interno se liberaba en forma de confesión dolorosa.

—Es bastante irónico que digas eso, Potter. ¿Sabes por qué? Porque tú —lo apuntó con el dedo en el pecho—, solo llevas unos cuántos meses en la vida de Regulus, pero yo llevo a su lado muchísimo más tiempo. ¿Qué sabes tú de proteger a Regulus si nunca has estado a su lado en sus peores momentos? —miró con odio a Sirius— ¿Pensaste en él cuando te llevaste a su hermano, pero no a él, lejos de Grimmauld Place sabiendo lo que ocurría en ese lugar? —se rió sarcásticamente—, pero ahora todo eso quedó en el pasado. ¡Borrón y cuenta nueva! —negó con la cabeza—. ¿Sabes qué? Yo no lo he olvidado. No he olvidado la manera en que Regulus sufrió cuando ustedes dos lo convirtieron en la diana de práctica de sus padres. Y ¿sabes otra cosa? ¡Sí! No quería que estuvieran juntos. Porque sé que eventualmente tú y tu ego lo van a arruinar todo. Porque siempre lo vas a elegir a él —señaló a Sirius—, antes que a Reggie. Y yo siempre voy a elegir a Reggie, antes que a cualquier otra persona.

Las miradas de James y Barty se cruzaron como dos espadas en un duelo silencioso. 

—Crees que me conoces pero no es así —le respondió James—. Si eso es lo que en realidad piensas…

—Es lo que en realidad pienso —confirmó con odio.

Tras unos segundos cargados de tensión, James se dio la vuelta, alejándose de Barty con pasos pesados, como si cada uno le pesara una tonelada. Su mirada se posó en Sirius, buscando refugio en su amigo, buscando un oasis en medio de la guerra que lo consumía.

—No vale la pena —le dijo Sirius suavemente.

A Sirius no le importaba James, solo le importaba ganar.

Vaya mejor amigo.

James no dijo nada más antes de marcharse de la sala común.

 

════ ⋆★⋆ ════



Barty entró al dormitorio sintiendo como el mundo se desmoronaba pedazo a pedazo bajo sus pies, esperando ver a la única persona que podía ayudarlo a arreglar todo ese desastre, esperando volver a sus brazos como la noche anterior, volver al lugar que era como su hogar. Pero cuando cruzó el marco de la puerta, Evan no estaba allí. Ni Evan, ni sus cosas. 

Abrió el armario y los cajones en el escritorio con desesperación, revisó la superficie desnuda de la cama donde ya no había sábanas. Todo estaba vacío. Era como si nunca hubiera estado allí, como si todo hubiera sido un invento de su imaginación. 

Temió que su padre estuviera en lo correcto, que hubiera perdido la cabeza por completo, que se hubiera inventado a Evan.

Lo único que había en su lado de la habitación era una nota doblada a la mitad sobre la mesa de noche que compartían, y cuando Barty la leyó, el mundo terminó de caerse frente a sus ojos. 

“Lo siento, Barty… ”

¿Cómo no lo vio venir? 

Tal vez de haber estado menos distraído, se hubiera dado la media vuelta y la hubiera visto: la maldita ola silenciosa que ahora lo estaba ahogando.

Notes:

¿Recuerdan como dije que estaba trabajando en el último capítulo? Bueno, pasaron muchas cosas y si espero a terminarlo para publicar algo nunca lo voy a hacer. Así que decidí solo darles esto mientras tanto. Todavía falta la segunda parte que, ahora sí, será el final de esta historia. Mi objetivo es terminarla pronto <3

Un abrazo y disculpen por el angst. Este capítulo fue increíblemente difícil de publicar.

Chapter 6: Evan Rosier: Parte II

Summary:

Es chistoso, como olvidamos toda clase de cosas a falta de práctica, pero siempre sabremos cómo llorar. 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Evan Rosier

Parte II

Regulus empujó las puertas chirriantes del bar de los Weasley pasadas las seis de la tarde. El humo y el olor a cerveza lo envolvieron de inmediato. Con el rostro enrojecido por la rabia y la mirada apuntada en Barty, quien estaba encorvado en una mesa solitaria en la esquina, se abrió paso entre la poca gente que visitaba el bar a esa hora del día.

—¡Aquí estás! —lo agarró por el hombro y lo volteó bruscamente—. Juro que esta vez te voy a matar, ¿qué demonios le dijiste a James?

—Déjame en paz, Regulus —Barty se giró de vuelta a la mesa—¡Que se joda, Potter!

Levantó la vista hacia la cantina, dejando ver que sus ojos estaban enrojecidos y vidriosos. Las botellas vacías se apilaban como un ejército derrotado junto a él. La música y las risas ajenas parecían amplificarse en su cabeza.

—¿Qué estás haciendo aquí a mitad del día más borracho que una cuba?

—No tengo ganas de hacer esto. No es tu problema ¿te puedes ir?

Se tomó de golpe un gran sorbo de su cerveza. Regulus le golpeó la mano, haciéndolo perder el balance de su agarre y derramandola en su camiseta.

—Es mi problema si James está involucrado.

Barty intentó secarse con las manos pero solo terminó empeorando la situación.

—¿Sabes qué, Reggie? ¡No me puede importar menos! ¿Querías ganar la apuesta? Ya lo hiciste. ¡Felicidades! Ahora puedes irte de aquí y dejarme en paz.

—¿Eso fue lo que le dijiste entonces? ¿Sobre la apuesta? 

—No le dije nada que no fuera verdad.

—¿Qué significa eso?

Barty se llevó ambas manos a la cabeza con frustración se volteó hacia él con determinación y gritó:

—¡Estoy cansado! Eso es lo que significa. 

»Estoy cansado de que me importe lo que piensen, porque estaba mucho mejor cuando no lo hacía. James puede lloriquear lo que quiera porque fui la única persona capaz de decirle la verdad en su cara, pero eso no cambia el hecho de que, en algún momento, alguien tenía que hacerlo.

Regulus se quedó rígido ante sus palabras. Las miradas de los demás clientes se enfocaban discreta e indiscretamente hacia su dirección.

—Estás borracho y no sabes ni siquiera qué estás diciendo.

—No trates de ser condescendiente, Reggie, porque no va contigo.

Encuadró la quijada y lo miró serio.

—¿Quieres que sea honesto entonces? 

—Puedes hacer lo que quieras —soltó una risa adolorida y se encogió de hombros—. No me importa.

Se terminó el resto de la cerveza de un sorbo, se limpió la boca con el costado de la mano y dejó la botella en la mesa con fuerza, tanta que fue un milagro que no se hubiera roto.

—Lo que hiciste hirió a James, y puedes decir lo que quieras sobre mí, puedes estar enojado conmigo si quieres, no sería la primera vez, pero él nunca hizo nada para que lo trataras de esa forma. Hiciste sentir mal a una persona inocente.

Barty estaba harto.

—¡No puedo creer que estés tan jodidamente obsesionado con Potter! —lo miró con rabia—. Debe follar como una puta estrella de porno para tenerte comiendo de la palma de su mano.

Barty sabía que había puesto el dedo sobre la llaga. Los ojos de Regulus se encendieron con odio y sus manos se agarraron del cuello de su camiseta, empujándolo con una fuerza brutal. Lo estrelló contra la barra del bar con un golpe seco que resonó en el local. Barty solo pudo gemir de dolor cuando la dura madera se clavó en su espalda.

Tal vez, una parte de él quería sentir su cuerpo romperse ante la fuerza de algo que pudiera tocar. Solo quería tener una razón tangible para poder sentir todo el dolor que sentía.

—Es la última vez que hablas de James así —lo amenazó fríamente, como si fuera una promesa. Barty estaba seguro de que lo era.

 Pudo habérselo sacado de encima con un golpe o un empujón. Era más grande, más fornido y tenía más experiencia golpeando a otras personas que Regulus. Pero no lo hizo.

—Oblígame entonces —le dijo en cambio; pidiendo a gritos que aquello lo llevara al borde.

Si alguien tenía que destrozarle la cara, prefería que fuera Regulus antes que nadie más.

Podía ver en su expresión que estaba tentado a hacerlo, que la mano que no lo estaba sosteniendo del cuello de la camiseta estaba cerrada en un puño y lista para ser utilizada.

Nunca se habían comprometido en una pelea física. Era una regla silenciosa que no se atrevían a romper. Una experiencia demasiado cercana a lo que habían vivido ambos durante su infancia. 

Pero ahora Barty lo estaba pidiendo, lo miró a los ojos, esperando con anticipación y necesidad poder sentir como se rompía bajo sus manos. Quería ser aplastado por el mundo. Sentir algo más ; algo que reemplazara sus ganas de darse por vencido.  Si todo se desmorona al mismo tiempo, tal vez solo tendría que sufrirlo una vez.

—Hazlo Reggie —le susurró con la respiración entrecortada—, sé que te estás muriendo por continuar.

No sirvió de nada.

Regulus siempre había sido más inteligente que todos ellos.

—¿En dónde está Evan? —preguntó repentinamente, como si hubiera caído en cuenta de que algo faltaba. Barty se rió de nuevo ante la ironía. 

—No está —sentenció seguro, sin poder ocultar la amargura en su tono de voz. 

Lo había abandonado. Había decidido que no tenía por qué cargar con su mierda. Sabía que pasaría eventualmente, le pasaría a Regulus también algún día, porque ¿quién querría quedarse?

—Se fue —confirmó Regulus sin titubear. Suavizó su agarre y, lentamente, lo soltó.

“No. Espera. Regresa” , quería pedirle “, aún no has terminado conmigo” .

Levantó la mirada y, en vez de encontrar sorpresa en su rostro como había esperado, solo encontró entendimiento.

—¿Lo sabías? ¿Sabías que se iba a ir? —Regulus no respondió nada, que era lo mismo que si le hubiera confirmado que era cierto—. ¿Te lo dijo? Porque a mí —se rió de nuevo—, a mí, ni siquiera tuvo el valor de mirarme a la cara y decirmelo en persona —sus ojos brillaban con una mezcla de furia y dolor. Regulus se limitó a sostener su mirada, indispuesto a ser el primero en ceder—. Pero tú tampoco pensaste en decirmelo, ¿cierto? —se volvió a reír ante lo irónico que era todo aquello. Siempre el último en enterarse.

Respiró profundo, pero ya no sentía que el aire pasara por su garganta hacia sus pulmones

—Te odio —le dijo con desprecio, un torrente de emociones desatadas en su voz.

Habían pasado años desde la última vez en que Regulus lo había visto llorar. Una sola vez, el día después del funeral de su madre. Incluso en los momentos más difíciles, siempre había mantenido una fachada de estoicismo, una máscara de ironía y sarcasmo. Pero ahora, esa máscara se había esfumado. 

Su cuerpo temblabla, mientras apretaba con fuerza los puños de sus manos a sus costados. Es chistoso, como olvidamos toda clase de cosas a falta de práctica, pero siempre sabremos cómo llorar. 

—Está bien, puedes odiarme —le dijo suavemente Regulus, resignado.

Barty se tomó de la madera de la barra con una mano, se dio media vuelta para que no pudiera verlo, y dejó que sus propias lágrimas lo ahogaran, que se convirtieran en la ola que se lo estaba llevando, porque no quería seguir peleando contra ella, era como si hubiera estado nadando contra ella por años. Vergonzosos y ruidosos gemidos de dolor y desesperación.

—¿Por qué me está haciendo sentir así? —golepó la madera de la barra con fuerza—. ¡Mierda!

Se limpió las lágrimas en un intento patético de recuperar el control, pero eso solo hizo que la muralla que lo contenía se desplomara más rápido y que el llanto se desbordara por sus ojos como si, en vez de cerrar la llave, la hubiera abierto. Regulus se acercó con cautela. No lo tocó. No presionó.

—No creo que esa haya sido su intención —dijo como si aquello fuera algún tipo de consuelo.

—¿Ya lo sabías, Reggie? —preguntó de nuevo. Lo vio asentir suavemente con la cabeza a través del reflejo del espejo—. ¿Y sabes por qué se fue? —asintió de nuevo.

No sabía qué era peor. 

Si la indignación, los celos o la furia. 

Indignación por sentirse tan ignorante ante lo que había estado pasando frente a sus ojos todo ese tiempo, celos porque se lo había dicho a Regulus antes que a él, y furioso, porque no podía expresar todo lo que sentía contra la persona que en realidad se lo merecía; porque Evan se había esfumado de su vida como si nunca hubiera existido y era completamente injusto.

—Solo soy un maldito imbécil en todo esto, ¿no es así? ¿soy el último en enterarse?

El barman, uno de los gemelos Weasley, se acercó a ellos con precaución y una mirada de sospecha.

—Reg, hermano, tendré que pedirles que se retiren. Están espantando a mis clientes.

Regulus evaluó la estancia, respiró profundo y asintió con la cabeza.

—Vamos a tu dormitorio, Barty.

—No quiero ir ahí —respondió rápidamente con brusquedad. 

Los recuerdos vacíos de Evan envenenaban toda la habitación. Había salido de allí porque, en donde ahora no había nada, solo lo veía a él; y en donde había estado él, ahora solo se encontraba dolor.

—De acuerdo, entonces vamos al mío.

No quería hacerlo, pero volvió a la mesa, tomó su chaqueta del respaldo del asiento y salió del bar de mala gana, golpeando el hombro de Regulus al pasar al lado de él.



════ ⋆★⋆ ════



Regulus había pagado su cuenta en el bar. Bien, era lo mínimo que podía hacer por él. Ahora que sólo tenía lo que su padre le había dado para mantenerse callado tendría que administrar su dinero mejor.

—Toma esto —le tendió una taza de café cargado—. Si vas a vomitar, hazlo en el baño, por favor —le dijo con reprobación.

Barty dejó la taza de café de lado.

La luz desfalleciente del atardecer se filtraba a través de las rendijas de las persianas, iluminando la habitación en la residencia de Slytherin. Walburga y Orion la habían decorado para él como un último intento de que los perdonara y volviera a casa los fines de semana, pero una vez que Regulus estuvo fuera de Grimmauld Place, nunca más puso un pie de vuelta. 

Regulus rompió el encanto del silencio.

—¿No vas a preguntar?

Se acomodó en la cama incómodo y entumecido. Ni siquiera sabía por dónde empezar.

—¿Desde hace cuánto lo sabías? 

—¿Que se iba a ir?, desde el inicio del año.

Lo miró con sospecha.

—¿Y qué más sabes?

Regulus hizo una pausa antes de contestar. Estaba ocultando algo.

—Sé por qué se fue.

—¿Fue por mí?

 —Estás entendiendo todo mal de nuevo —lo reprochó—. Evan… —se detuvo, y hubo una pausa incómoda. Como si hubiera tenido que detenerse a sí mismo antes de decir algo muy importante.

—¿Qué es lo que no me estás diciendo?

Tenía los labios presionados entre sí.

—Lleva tiempo pensando en marcharse —Regulus suspiró—. Mira, Barty, quiero ayudarlos, pero contarte más al respecto sería negarle la oportunidad a él de hacerlo.

—¿Cuándo, Regulus? ¿Cuándo me va a explicar toda esta mierda? —bufó por lo bajo con molestia y sacó la carta de Evan de su bolsillo, tirándola frente a sus pies—. Hemos sido mejores amigos por más de diez años ¿y ahora decide irse y pedirme que no lo busque más? ¿con qué valor?

Barty no quería volver a llorar, pero eso fue lo que terminó haciendo. Regulus pasó un brazo por sus hombros y lo dejó hacerlo. Lo dejó sacar todo el veneno que traía dentro sobre sus hombros. El que había acumulado por años en los pliegues de sus ojos. 

Primero se sintió como si el mar se lo estuviera tragando. Como si estuviera atrapado en una ola que lo estaba arrastrando sin control, y no tenía idea de cuándo ni cómo terminaría. Estaba jadeando y sentía que algo lo estaba consumiendo por dentro. Nunca había estado en peligro en el mar, su madre se había encargado de eso, pero se imaginaba que, de haberlo estado, así es como si se hubiera sentido. Y tal vez era justamente eso, el hecho de que su madre no estuviera allí para protegerlo, lo que le había hecho olvidar que, eventualmente, acabaría de nuevo en la orilla.

—Respira, Barty —le recordó Regulus.

Se llevó un mano al pecho, como si pudiera sostener sus pulmones con ella, hacerlos expanderse y retraerse como lo harían normalmente.

Al final, solamente hubo tranquilidad.

Estaba cansado, era un cansancio milenario. Cansado de pelear contra la marea que había intentado llevárselo como sacrificio al dios de los mares desde que era un niño. Cansado del abandono. Cansado de sentirse tan jodidamente solo, de ser él contra el mundo, de no tener nadie en quien recostarse. 

Solo quería descansar. 

Solo quería un lugar en el que se le permitiera sentirse cansado.

—Lo siento.

—Lo odio —susurró con la voz temblorosa, las lágrimas aún brotando de sus ojos.

—No, no lo haces —le aseguró tranquilo.

—Quisiera poder odiarlo —corrigió.

—Está bien.

Después de unos minutos, Regulus regresó la mirada hacia el alféizar y dijo pensativo:

—La apuesta era un intento de evitar que Evan se fuera —le confesó. Barty levantó la cabeza confundido—. A finales del año pasado me contó que ya había encontrado una universidad con la que hacer el traspaso de sus materias y, cuando la oportunidad se dió, pensé que ya no había nada que perder —apretó los labios en una delgada línea y dudó mucho antes de decir:—. Sí, tal vez eres la razón por la que decidió irse, pero no de la manera en que te imaginas.

—No entiendo nada —Regulus puso los ojos en blanco—. No se me dan los acertijos, Black; y no tengo ganas de siquiera intentar entender qué tratas de decir. Sólo escúpelo. ¿Eres o no eres mi mejor amigo?

Regulus entrecerró los ojos.

—También soy el suyo.

Maldita sea.

—Bueno, tal vez deberías reconsiderarlo. Lo que hizo es injusto y bajo —reclamó con rencor—. Si vas a dejar a alguien… si vas a… sacarlo de tu vida para siempre, lo mínimo que puedes hacer es enfrentarlo con el mentón en alto, dando la maldita cara.

Regulus suspiró con frustración.

—Tal vez tienes razón.

—¡Claro que la tengo!

Regulus se rió por lo bajo.

—Eso es nuevo —bromeó. 

Barty no encontró la gracia en su chiste. Regulus frunció el ceño de nuevo y se quedó pensativo por otro largo rato.

—Panda y yo hemos estado esperando por siempre, el maldito día en que te des cuenta de que tu también lo amas —dijo renuente.

—¿Qué?

—Dije lo que dije. Entiéndelo como quieras.

—¿Qué estás diciendo…?

—Entiéndelo como quieras, Crouch —volvió a repetir.

Así que Barty lo intentó. Intentó entender la criptividad con la que se manejaba Regulus. Moviendo los engranajes oxidados de su mente al son de su canción. Una cosa era clara: lo que sea que no le estaba diciendo, no podía decírselo, no sin violar la confianza de Evan.

“El día en que te des cuenta de que tú también lo amas”.

Como si….

Como si Evan también lo hiciera.

Como si Evan lo hubiera amado primero.

Pero eso era imposible…

Evaluó cada uno de sus recuerdos tras un lente diferente. Cada vez que se dijeron “te amo” sin decirlo realmente. Lo podía encontrar en la manera en que cuidaba de él cuando no tenía porqué hacerlo, en cada roce de su piel, cada palabra dicha en la oscuridad de ese dormitorio. 

“Siempre seremos tu y yo” , en la primera noche en que durmieron juntos en Hogwarts.

“A veces siento que conocerte me hace una mejor persona” , el día en que se quedaron estudiando juntos hasta las cuatro de la mañana, un día antes de que comenzara su primera semana de examenes.

“Me gusta cuando te ríes”, antes de golpearle el hombro y reirse d enuevo.

“¿Sabes que podrías acostarte con quien quisieras?” , bromeó, “Son tus ojos.”

Luego encontró otra cosa, la manera en que lo había arruinado todo, en todas las demás veces en que había dicho algo que probablemente lo había herido, dichas en la brillantez del mundo exterior. Sus palabras no eran para él, sino para mantener la fachada de una persona diferente, la que quería que los demás respetaran y temieran.

“No seas asqueroso, Avery” , cuando había insinuado que no era normal que estuvieran siempre juntos.

“Que tú seas una mariquita no significa que todos los demás lo sean”, cuando Snape lo había encontrado sentado en el regazo de Evan, en un salón vacío, mientras lo maquillaba.

Recordó con amargura, todas las veces en que había besado a alguien más en su presencia y le había asegurado, al mismo tiempo, que era lo que más le importaba en ese mundo.

¿Era él la razón por la que había decidido irse? ¿Porque lo había amado primero y no le había correspondido? Ni siquiera había podido entender sus propios sentimientos. 

Porque había ocultado esa parte de sí mismo, envuelto y apartado, para desmantelarla en el futuro, algún día en el que se sintiera lo suficientemente valiente. La había suprimido, por mucho tiempo y de muchas distintas maneras; unas más dolorosas que otras, pero nunca había considerado que fueran dolorosas para alguien más qué sí mismo. Nadie más tendría que haber cargado con ello.

“Siento que siempre lo he amado”, había dicho James en el observatorio, y algo despertó ese día en él. 

—¿Evan te…?

—No voy a decir nada más al respecto —lo cortó. Podía notar, en la manera en que Regulus había dicho eso, que una parte de él lo culpaba por haber cometido tantos errores—. No pienso meterme de nuevo en el medio de esto.

—Como lo hice yo —dijo con sarcasmo—. ¿Por qué nunca dijo nada?

—¿Y arriesgar su amistad? No tienes idea de lo que hubiera significado para Evan.

—¿Y esto es mejor? —Regulus se quedó en silencio con la mirada fija en la ventana—. Es una decisión estúpida. Ni siquiera me está dando la oportunidad de decir algo de vuelta o de arreglar las cosas —se limpió las lágrimas de la cara con la parte trasera de su mano.

—Hacemos cosas estúpidas en el nombre del amor —respondió Regulus reflexivo.

Barty se quedó callado, mirando el piso de madera de la habitación como si hubiera algo que encontrar en él, detallando cada línea oscura de la madera y tonalidad.

—He estado haciendo muchas cosas estúpidas en nombre del amor últimamente — se quejó.

Regulus se rió por lo bajo.

—Está bien, puedes culparme si te hace sentir mejor —sonrió de lado—, pero si quiero saber una cosa: ¿Lo amas?

Regulus sabía que no lo diría en voz alta. Barty no respondió. Nunca lo hacía. No podía decirles que los amaba a pesar de tenerlo más claro que el agua. Estaba acostumbrado a perder todo lo que tocaba con afecto. 

Pero lo sabía, ¿cierto? ¿ambos lo sabían? A pesar de nunca habérselo dicho. Que él era de esas personas que amaba. Que era su persona preferida en el mundo después de Evan, a veces incluso en paralelo, porque su amor era diferente. Era el amor que crecía de haber vivido una vida de tragedias y soledades juntos que nadie más puede entender.

Entonces entendió una cosa más.

—Sabías cómo ganarme desde el principio, ¿no es así? —le preguntó cansado.

Regulus volvió a sonreír de lado con aires de superioridad.

—No sé de qué estás hablando.

Las comisuras de sus labios lo delataban.

—Sabías que no iba a ser capaz de decirlo de regreso. Porque ni siquiera he sido capaz de decírtelo a tí. Así fue como te aseguraste de que no ganaría la apuesta y no tendrías que dejar a James.

—Quería ser sorprendido —confesó.

—Pero no lo fuiste —concluyó—, porque no puedo hacerlo. No estoy armado de esa manera —Barty respiró entrecortado y sintió de nuevo el nudo en la garganta. No quería seguir llorando. En verdad no lo quería—. Lo jodí todo masivamente, ¿cierto? —dijo con dificultad.

Regulus miró al suelo, a sus pies descalzos sobre la madera.

—Lo jodiste masivamente. Sí —admitió—, pero no todo está perdido —puso una mano sobre su pierna—. ¿Sabes qué es lo que siempre admiré de tí, Barty? Tu logras las cosas. Eres ambicioso, orgulloso, y harías lo que fuera necesario para proteger lo que quieres. Y tal vez no puedas demostrarlo con palabras, pero tus acciones siempre han hablado mucho más alto por tí. Somos creadores, no poetas. Somos muy diferentes a James y Evan —aclaró.

—Esa es una estupidez —se quejó por lo bajo, sin poder desmentirlo.

—No lo es —argumentó Regulus y sonrió melancólico—, no en realidad.

—Odio cuanto te pones sentimental.

—Y yo odio cuando te pones necio y llorón, pero aquí estamos.

Aquello logró sacarle el fantasma de una sonrisa.

—Mereces decirle lo que sientes. Si no es por él entonces por tí, porque mereces decirlo y que alguien lo escuche.

Dios , odio que vayas a terapia —dijo Barty estresado—. Me agradabas más cuando tirabamos mierda al universo juntos. 

Regulus se rió suavemente, probablemente recordando como habían estado en esa situación muchas veces antes.

—Incluso si quisiera hacerlo, si quisiera decirle lo que siento, no sé cómo hacer que regrese, ni siquiera sé si es posible —levantó su teléfono—, bloqueó mi número, mis redes sociales, incluso Pandora se negó a decirme en dónde está. Y si lo supiera, ¿Cómo demonios lo convencería de volver? No tengo absolutamente nada que ofrecerle. Soy un puto desastre.

—Hmm —Regulus lo pensó por unos segundos.

—Odio esto —admitió con vergüenza.

—¿Qué tal si te digo que hay una forma de saber en dónde está?

Barty frunció el ceño.

—No necesito tu compasión, Black.

Regulus negó con la cabeza.

—Lo digo enserio —y sus ojos lo confirmaban.

Barty sintió su corazón detenerse por un segundo ante la posibilidad. No quería sentirse esperanzado, solo para decepcionarse de nuevo al final.

—¿Sabes en dónde está?

—No, tampoco me lo dijo, pero hay alguien que podría saberlo.

—Te dije que ya intenté hablar con Pandora-

Regulus lo cortó de inmediato.

—Oh, no es Pandora.

Barty lo miró extrañado.

—¿Quién es entonces?

—No te va a gustar.

—¿Cómo que no me va a gustar? —preguntó confundido. Regulus sonrió de lado —¿De qué te ríes, imbécil?

—Es gracioso —se encogió de hombros y levantó las cejas con curiosidad—, casi como si hubiera sabido que no ibas a ser capaz de pedir su ayuda.

—Deja de hablar en acertijos, maldita sea.

—Vas a tener que pedirle perdón.

No.

—Tienes que estar bromeando —dijo de inmediato.

 —No —recitó complacido.

—¿James?

—Evan le pidió ayuda para mover el resto de sus cosas a su nueva universidad. Fue hace varios días y no le ha dicho a nadie en dónde está, ni siquiera a mí. Pero ¿Sabes como lo escupiría todo en cuestión de segundos?

—No.

—Si supiera lo que sientes por él —Regulus sonrió—. James es un perdedor por las historias de amor.

—Dios, cuando pensé que esto no podía ser peor…

 —Así que, ¿Quieres decirme qué demonios le dijiste a mi novio para que ni siquiera quisiera hablar conmigo?

Barty suspiró de nuevo, cansado, y en ese momento comenzó a sentir unas náuseas incontrolables.

—Tengo que… —una arcada se hizo paso por su garganta y salió corriendo al baño.

 Los últimos efectos de su borrachera se fueron por el excusado. Fue catártico. Una vez que se lavó los dientes y se tomó el café que Regulus había preparado, ambos se sentaron, uno frente al otro, y Barty le contó sobre todo lo que había pasado en las últimas semanas, terminando con el relato de su pelea con James aquella misma tarde.

Regulus suspiró y negó con la cabeza.

—No me haces el trabajo fácil —le dijo con pesar—. ¡Bueno! Llegó la hora de poner esas habilidades sociales en práctica. Después de todo, no hay nada que no puedas hacer ¿verdad?

Incluso, disculparse con James Potter. 



════ ⋆★⋆ ════



Si había algo que Barty no había aprendido aún, eso era pedir disculpas.

—No. No puedes decirle que todo era una broma —le gritó Regulus del otro lado de la puerta del baño mientras él dejaba que el agua de la regadera se llevara consigo cualquier rastro de alcohol que quedaba sobre él. Después de cambiarse de ropa y repasar los hechos con Regulus de principio a fin, salieron del dormitorio dispuestos a encontrar a James.

—Es toda una princesa del drama —se quejó de mala gana.

—Deja de hablar así de mi novio.

Barty puso los ojos en blanco, pero se quedó callado.

—Le gusta reflexionar al aire libre —argumentó mientras cruzaban la cancha de futból para llegar hasta la orilla del lago negro, pero James no estaba allí—. Debería estar aquí.

—Tal vez no lo conoces tan bien como pensabas —respondió malhumorado. No sabía lidiar bien con los nervios.

Regulus entrecerró los ojos y suspiró con molestia en dirección a sus espaldas. Barty se volteó, buscando la fuente de su discordia, y se encontró, nada más y nada menos, que con Sirius y Remus. 

Estaban caminando hacia su dirección, analizando el lugar de arriba abajo.

—¿También estás buscándolo? —le preguntó a Sirius.

Por la expresión en su rostro, así era. Sirius estaba desesperado, cerró los ojos con fuerza mientras pateaba y golpeaba el aire con frustración. Remus lo miraba con preocupación y se aseguraba de que no se fuera a caer en el lago.

—Está bien, Padfoot. Debe estar en los gimnasios, a lo mejor fue a sacar su ira con los costales —lo escuchó decir en un susurro. 

Regulus se acercó a ellos.

—¿Tampoco saben en dónde está?

Remus negó con la cabeza y Barty posó su mirada sobre el lago, el lugar donde “supuestamente” James estaría tratando de obtener un poco de tiempo a solas. 

—¿Te dijo algo? —preguntó Sirius preocupado.

Regulus negó con la cabeza.

—Solo que quería estar solo.

—¡Por favor! James no sabe estar solo.

Los tres siguieron discutiendo a sus espaldas mientras él pensaba: ¿A dónde podría haber ido James Potter? No al lugar en el que todos esperaban que estuviera. No en el gimnasio, ni en su dormitorio, ni en el lago. Tal vez un lugar privado. Tal vez el último lugar en donde esperarían que estuviera.

En uno de los salones, o en la cafetería, o fuera del campus donde nadie pudiera encontrarlo. Tal vez había ido a casa de sus papás. Parecía el tipo de persona que iría lloriqueando de vuelta a sus padres.

O tal vez…

—Tengo una idea de dónde podría estar —le dijo a Regulus rápidamente. Pero no le hizo caso y siguió discutiendo pasivamente con Sirius, haciendo que con cada palabra, se desesperara un poco más.

Sin esperar a que respondiera, se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el observatorio. 

—¿A dónde vas Crouch?

Los tres chicos detuvieron su discusión con extrañeza y lo siguieron, sino por inercia, por el hecho de que no tenían la menor idea de dónde buscar después. Aceleró el paso. Esperaba perderlos en el camino, pero Sirius y Regulus gritaban a sus espaldas: 

—¡Espera, Barty!

—¿A dónde carajos piensas que vas?

Cuando abrió las grandes puertas del observatorio se sintió orgulloso de haber sido el primero en encontrarlo. James estaba acostado boca arriba en el suelo, mirando el cielo estrellado como hacía solo unas semanas lo habían hecho juntos.

—¡Potter! 

James se levantó, impulsándose en uno de sus codos y lo observó confundido. Tras de él, Sirius corrió para alcanzarlo primero y Barty lo miró como si pudiera asesinarlo

—Ni se te ocurra, yo lo encontré primero —se quejó, empujándolo hacia un lado—, apártate y espera tu turno, Black.

—Tú no me vas a decir qué hacer. James es mi mejor amigo —se quejó el pelinegro de regreso—, y esto es todo tu culpa.

—¡Já! —se rió Barty con sarcasmo—. ¡Mi culpa! Si tú no hubieras abierto tu maldita boca nada de esto hubiera pasado. ¡Vaya mejor amigo que eres!

—¿Qué estás tratando de decir, Crouch? —Sirius se volteó para enfrentar a Barty, olvidándose por un momento que James se encontraba a su lado.

—¡Basta! —les gritó James a ambos— ¡Dios! ¿No pueden ver lo completamente egoístas que están siendo en este momento? ¡Ambos! No pueden sacar su cabeza de la cloaca por un segundo para cuestionarse si esto es realmente sobre ustedes —Barty y Sirius lo miraron sorprendidos.

—Yo solo quería… —comenzó Sirius, pero James lo hizo callar con un gesto de su mano.

—¡No! ¿Qué hay de lo que nosotros queremos? ¿Eh? ¿Qué hay de lo que yo quiero? —Barty se limitó a quedarse callado, como espectador de la pequeña crisis por la que estaba pasando James—¿Qué hay de lo que Regulus y yo queremos? Ambos han sido tan egoístas.  Cada uno tratando de mantener una parte de nosotros con ustedes, que no se han dado cuenta de que lo han estado empeorando todo. De que mientras más lo intentan, más se alejan.

Regulus y Remus los analizaban desde la puerta preocupados, incapaces de acercarse por miedo a alterar más a James.

—En verdad quería ser tu amigo, Crouch —le dijo primero—. Cuando te acercaste para pedir mi ayuda pensé que tal vez era tu manera de…de pasar más tiempo juntos—James respiró entrecortadamente—, pero ¿Sabes cómo se siente enterarme de que siempre estuviste intentando sacarme de sus vidas? Es… —se llevó una mano a la cabeza—, no merecía que me hicieras eso. Ni siquiera me conocías lo suficiente. Si hay algo que no puedo perdonar es la mentira y la traición.

A Barty se le hizo un nudo en la garganta.

—¡Y tú! —señaló a Sirius—. ¡Tú! Hiciste tu número como siempre —lo reprendió—. No te pertenezco, Sirius. No nos pertenecemos y pensé que lo entendías. Pensé que entendías que no importa qué pase siempre estaré ahí para tí, y me duele que no confíes en mí lo suficiente como para darte cuenta. Que tengas que recurrir a planes venenosos y estúpidas mofas para sentirte querido. Eres mi hermano, la persona que más debería conocerme en todo el mundo ¿cuándo me has visto abandonar a alguien? —bufó por lo bajo con angustia—. En verdad pensé que lo entendías.

—No es…

—Solo… cállate —James alzó una mano.

Los tres se quedaron en silencio por unos momentos, sopesando qué decir. Sirius y Barty se sentían tan culpables que no querían gastar aire intentando elaborar una respuesta que probablemente no tuviera sentido para James.

—James —dijo Regulus a sus espaldas. Barty no se dió cuenta de cuándo se había acercado—, escúchalo, ¿de acuerdo? Todo va a tener sentido después de que sepas la historia completa —Los hombros de James se tensaron y levantó la mirada hacia él, sopesando la idea.

Barty no dijo nada, pero había algo en sus ojos que aclamaba derrota. Probablemente lo hinchados que estaban o la manera en que no sabía qué hacer con su cuerpo.

—Muévete, Crouch —James empujó a Barty para que comenzara a caminar. 

Soltó un gemido de dolor en protesta, pero caminó en la dirección que estaba marcando, fuera del observatorio, a través de las grandes puertas del ala este. Ni siquiera sabía a dónde estaban yendo, pero no se sorprendió al terminar sentado en el pasto frente al lago negro. Tal vez Regulus si lo conocía lo suficiente.

—¿Entonces? —lo sacudió la voz de James, cortando el silencio—. ¿Qué tienes que decir?

Barty tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. No. Aún no había aprendido el arte del perdón.

—Todo esto es culpa de Sirius—espetó, buscando una excusa—. Si no te hubiera dicho que…

James se levantó de inmediato, con la furia ardiendo en sus ojos, pero Barty lo sujetó del brazo, deteniéndolo.

—¡Espera! —rodó los ojos con frustración—. Está bien, de acuerdo. No todo es culpa de Sirius. Yo también tengo algunas cosas por las que… disculparme —James se dejó caer de nuevo sobre el pasto junto a él, con un suspiro derrotado—. Al final de cuentas, yo comencé con toda esa estupidez de la apuesta.

Barty no estaba seguro de que pudiera hacer aquello, que pudiera sentir que se rebajaba lo suficiente como para admitir que había sido su culpa. Una cosa era sentirlo dentro de él, pero otra totalmente diferente era decirlo en voz alta.

James detuvo su tren de pensamientos.

—Lo más estúpido es que no tienes idea de lo mucho que Regulus haría por tí—le respondió frustrado—, que no tienes razón para estar celoso o enojado. Cuando le pedí que saliéramos en público, lo primero que dijo fue que necesitaba contarles primero. No a su hermano, no a su familia, a ustedes .

Barty llevó su mirada hacia el lago pensativo.

—Tal vez me di cuenta demasiado tarde de que había cometido un error, pero eso no significa que no me haya dado cuenta. Mi plan era no volver a hablar de la estúpida apuesta de nuevo. Hacer como si nada hubiera pasado.

—Como si eso arreglara algo —interrumpió James.

—Tal vez no arregle nada, pero significa algo —alegó a su favor—. Significa que, de alguna forma, parte de lo que dijiste en el observatorio es verdad. Tal vez no comenzó de la manera en que te lo contaste en tu cabeza, tal vez ese primer día me acerqué solo con la intención de obtener algo de tí, pero ¿importa realmente? Si al final teníamos… algo.

—¿Algo? —preguntó James incierto.

Se habían convertido en amigos. En algún momento entre el odio y las bromas, James también se había convertido en parte fundamental de su vida.

—No me vas a hacer decirlo, Potter. Prefiero lanzarme al lago —le aseguró.

James perdió el ceño fruncido, pero la sonrisa y vitalidad característica del león no regresaron a su expresión.

—No me parece justo.

James comenzó a arrancar pedazos de hierba del suelo y a lanzarlos con frustración hacia la orilla.

—La vida no es justa —concluyó Barty, sus ojos clavados en la superficie del agua. 

Un silencio incómodo se apoderó de ellos, roto solo por el suave susurro del viento entre las hojas de los sauces llorones que bordeaban el lago.

—Me agrada lo que teníamos —le confesó a duras penas—, no es tan malo como pensaba.

—¿Entonces... independientemente de cómo haya empezado, somos amigos ahora? —preguntó James, su voz apenas un susurro.

Un escalofrío recorrió la espalda de Barty.

—Potter —lo reprendió con un tono áspero, intentando ocultar su turbación.

—Tengo un nombre —replicó con un dejo de rebeldía.

—James... —murmuró, corrigiendo su error, pero sin encontrar las palabras adecuadas para responder a la pregunta. Un silencio cargado de incertidumbre se instaló entre ellos.

—Amigos —confirmó James.

—Lo que sea —dijo de mala gana.

James sonrió suavemente de lado.

—Bien… ahora, ¿a qué se refería Regulus con "la historia completa" ? —inquirió James con una mirada llena de sospecha, clavada en él como una daga. Barty arrugó la frente. No estaba preparado para hablar de ello. No realmente.

—Encontré a la persona que estaba buscando —resumió.

James lo miró sorprendido y se volteó para urgir de él una mayor explicación, ansioso por conocer el resto de la historia.

—¿Y? ¿Qué más?

Un bufido escapó de los labios de su amigo, cargado de frustración y arrepentimiento.

—Y terminé arruinándolo todo, como siempre —confesó con una voz apenas audible, como si las palabras le quemaran la garganta.

—¿Quién es? —insistió James.

¿Era capaz de decirlo en voz alta ahora que era tan real?

Finalmente, con un susurro tembloroso que apenas se distinguía del silencio, pronunció:

—Evan.

—¿Evan Rosier? —exclamó James, con una mezcla de sorpresa y asombro en su voz. Sus ojos se abrieron como platos, buscando una confirmación en su mirada.

—Sí.

James se tomó unos segundos para absorberlo todo.

—Pero…

—Pero Evan se fue —admitió antes de que preguntara más cosas. Sacó la carta de su bolsillo, la que había recuperado después de haber tirado frente a los pies de Regulus en su habitación, y se la tendió a James. 

Él la abrió con cautela y la leyó en voz baja:

“Lo siento, Barty. Siento haber tenido que hacer las cosas de esta forma. Traté de hablar contigo esta mañana para explicártelo, pero se siente como una ironía que sigamos perdiéndonos en las oportunidades que nunca llegan. Para cuando regreses, todas mis cosas estarán fuera del dormitorio, y te estarás preguntando por qué. 

Al final del año pasado decidí que lo mejor sería cambiarme de universidad. Quiero empezar de cero. Hacer las cosas bien. No espero que entiendas por qué y quisiera que no te culparas por ello, porque a pesar de todo, sigues siendo el mejor amigo que he tenido. Pero este es el momento en que nuestros caminos se separan.

Cuidate, por favor. Si no es por tí, al menos hazlo por mí, si todavía sientes que eso vale algo. 

También te quiero pedir que no intentes buscarme de nuevo, que confíes en mí, y que respetes mi decisión.

Evan.”

—Oh.

—Ajá —murmuró Barty con desgana, evitando el contacto visual con James.

—Espera… —lo miró con los ojos entrecerrados—, entonces, ¿solo viniste para que te diga en dónde está?

Barty puso los ojos en blanco.

—Eso no… —se detuvo antes de mentir de nuevo— es mentira, pero no sólo fue para eso.

James hizo la cosa más rara en ese momento, para sorpresa de Barty, soltó una risa, desviando la mirada hacia la carta que sostenía en sus manos.

—Muy bien.

—¿Qué?

—Te diré en dónde está. 

—¿Así nada más? —preguntó sorprendido y desubicado.

—Entonces habrás ganado la apuesta, ¿no es así? Es una buena forma de probar si tus intenciones son reales.

Barty frunció el ceño.

—Eres totalmente ridículo —le dijo honestamente sorprendido.

—Yo creo que soy un genio —respondió más animado. James le lanzó una de las hojas que había estado arrancando en la cara. Rodó los ojos y se rió suavemente por lo bajo—. ¿Entonces? ¿Vas a recuperarlo?

—Ese es el plan —admitió con temor.

—Está bien —accedió James—, pero deberías ir por flores, Crouch —le ordenó.

Barty lo miró extrañado.

—¿Flores? ¿Flo-res? —comenzó a mirar a su alrededor como si buscara algo.

—¿Qué?

—Estoy buscando tu cabeza, me parece que la perdiste.

James se rió de nuevo.

—Las disculpas con flores son mejores. Hazme caso. Vas a necesitar toda la ayuda que puedas conseguir, y yo necesito unos minutos a solas con Regulus.

—¿Con Regulus?

James asintió con la cabeza.

—Me extraña que no te hayas dado cuenta de que todo este teatro se armó gracias a él.



════ ⋆★⋆ ════




—¿No has hecho suficiente, Reggie? —le preguntó su hermano con desdén.

—¿No has hecho tú suficiente? —le devolvió Regulus.

Aún era extraño ver a los dos hermanos en una misma habitación, la energía de sus temperamentos chocando como fuego y hielo. Regulus puso los ojos en blanco.

—James es mi mejor amigo, y si hice lo que hice es porque todos sabemos que esta farsa a la que llaman relación, solo va a acabar en una tragedia.

—Estás mal —replicó Barty, quien había entrado junto a James y ahora estaba a espaldas de Sirius—. No los conoces lo suficiente si piensas eso. 

Sirius se volteó, haciendo que su largo cabello se moviera de forma dramática, y lo miró como si pudiera golpearlo con su mirada.

—Tienes razón, la apuesta comenzó como una estúpida forma de terminar con su relación, pero era mucho más que eso.

James se volteó a ver a Regulus y le dijo:

—Tu sabías que Mary Macdonald no estaba interesada en Barty desde el principio, Peter te lo había dicho unas noches antes en una de nuestras presentaciones. También fuiste quien recomendó que Barty tuviera la cita doble con Evan porque sabías que eso iba a arruinarla. Y le contaste a Remus sobre la apuesta para que Sirius y él intentaran sabotearla. Pero no importaba si al final Barty encontraba a alguien, porque incluso entonces, tu siempre supiste de quién estaba realmente enamorado ¿No es así? Tenías que dejarle pensar que podía ganar.

—Para ser honestos —Regulus se cruzó de brazos—, nunca vi venir que Barty pidiera tu ayuda, eso fue una grata sorpresa.

—Pero tú también estás mal, Regulus —lo reprendió James, serio—, porque no puedes utilizar a las personas como si solo fueran piezas de un juego, porque cosas como esta —miró a Barty de reojo—, son las que suceden cuando no confías lo suficiente en nadie para decirle lo que traes entre manos. En especial —recalcó—, cuando no confías en mí.

Regulus perdió su sonrisa socarrona y frunció el ceño en dirección de James.

—No quiero interrumpir —interrumpió Sirius—, pero es lo que he estado tratando de decir todo este tiempo. No puedes confiar en ellos.

—Pads —Remus negó con la cabeza con pesar—, solo cállate.

Sirius se cruzó de brazos.

—Tú y yo vamos a tener una conversación larga y tendida —lo amenazó James.

—Después de que recuperemos a Evan —aclaró Barty.

James suspiró y repitió:

—Después de que recuperemos a Evan.

Notes:

Les voy a ser honesta, ¿Estaba este capítulo bien editado? NO. ¿Estaba feliz con el? NO. Lo opuesto. Pero necesito publicar esto porque, sí, tal vez no es lo que quería que fuera pero es lo que salió en su momento y siento que nunca va a ser lo que quiero que sea.

Dios salve a James Potter.

Chapter 7: Evan Rosier: Parte III

Summary:

Evan era suyo, de la misma manera en que Barty siempre había sido de él, y cuando fue su momento, utilizó las palabras que James le había enseñado:

“Te amo como si siempre lo hubiera hecho.”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Evan Rosier

Parte III

 

—Recuérdame de nuevo, ¿por qué tenemos que ayudarlos? —se quejó Sirius desde el asiento del copiloto.

La pierna de Barty subía y bajaba en un ritmo intranquilo. 

Estaba sentado en la parte de atrás de la camioneta de James, a un lado de Regulus, las manos metidas en el hueco de su sudadera y la mirada fija en el magistral edificio frente a él. Escuchaba como ruido de fondo la charla llena de dimes y birretes entre los hermanos, pero no podía pensar en otra cosa más que en todo lo que estaba en juego para él. Yacía sobre él la responsabilidad de convencer a Evan de que regresara y no estaba seguro de poder hacerlo. 

“Solo lo hará si está seguro de que estás siendo honesto” , le advirtió Regulus, “e incluso entonces, se cuestionará que no lo seas. Lleva años acostumbrandose a la idea de que no sientes absolutamente nada por él. Ahora va a ser difícil hacerlo cambiar de opinión.”

Barty había pasado por una montaña rusa de emociones a lo largo del día. Solo estaba seguro de una cosa: No podía permitir que Evan desapareciera de sus vidas como si nunca hubiera existido.

Era casi la media noche y aunque habían considerado la idea de ir al día siguiente, James les recordó amablemente que si Barty no lograba confesarle lo que sentía a Evan antes de que terminara el día de San Valentín entonces perdería la apuesta. A nadie le importaba la apuesta a ese punto, pero, al parecer, James tenía la idea de que aún podían quitarle esas mil libras a Regulus. 

Había una tensión extraña entre ellos dos. James parecía herido por la actitud de Regulus durante todo ese tiempo y la manera en que había lidiado con el problema. Barty no sabía qué hacer con ello, pero, honestamente, tampoco quería hacer nada al respecto, tenía cosas más importantes por las que preocuparse.

Ahora estaban estacionados frente a la fachada de la universidad de Beauxbatons en Bristol, una de las mejores universidades del país. La gran estatua de Nicolas y Perenbelle Flamel se alzaba en la imponente entrada. No le sorprendió que Evan escogiera un lugar así para olvidarse de él. Si tienes que olvidarte de Bartu Crouch, probablemente termines escogiendo un lugar que te recuerde que hay cosas más grandes y mejores que el perdedor que conociste en tu infancia.

—Sal —lo apuró Regulus, abriendo la puerta y empujándolo fuera con un empujón—, tú puedes o… lo que sea —dijo torpemente. Nunca había sido muy bueno para dar aliento.

—¿No piensas venir conmigo?

—¿Quieres que te tome la mano mientras le confiesas tu amor? —se burló.

—No tengo ni una puta idea de dónde está —exclamó exasperado.

James apagó el auto y se bajó del asiento del piloto, caminando alrededor de él hasta que estuvo a un lado de Barty.

—¡Vamos! Te digo en donde está su dormitorio.

Ambos caminaron hacia el lado del campus en donde se encontraban los dormitorios. Barty preguntandose cómo era que James conocía tan bien aquel lugar. El ambiente era muy diferente al de Hogwarts. No había ningún transeúnte borracho y el único ruido que podía escuchar era el de los grillos tocando su serenata nocturna.

—Es allí —le indicó al llegar.

Entre las puertas de vidrio del gran edificio de ladrillos azules se encontraba un chico alto con lentes, sosteniendo una tablilla de notas. Barty no perdió tiempo e intentó entrar como si estuviera muy seguro de lo que hacía, generalmente de esa forma podía entrar a casi cualquier lugar, pero el chico lo detuvo con una mano sobre su pecho y lo miró con desaprobación.

—¿A dónde crees que vas?

—Mi amigo está aquí adentro —dijo seguro.

—¿Estás en la lista de visitas?

Barty delineó una expresión de cansancio.

—¿Qué es esto? ¿Una prisión? —preguntó incrédulo. Observó la placa que llevaba sobre su pecho: “Frank Longbottom, Supervisor de cuartos.” —. Mira, Frank, en verdad no tengo tiempo para esto.

Frank lo detuvo de nuevo con su mano, esa vez más abruptamente, regresandolo unos escalones abajo.

—Si no estás en la lista, no puedes pasar. No se admiten visitantes no registrados después de las diez de la noche.

—Entonces regístrame.

—No funciona de esa forma.

Barty estaba perdiendo rápidamente la paciencia.

—¡Frank! —saludó amablemente James a sus espaldas. El chico inmediatamente relajó el semblante al verlo. Parecía que se conocían.

—¿James? ¿Qué haces aquí?

—Estábamos buscando a un amigo, acaba de hacer su traspaso a Beauxbatons. ¿Evan Rosier?

Frank asintió con la cabeza.

—Lo siento, amigo. No puedo dejarte pasar sin una autorización, pero siempre pueden venir a buscarlo mañana por la mañana.

Barty bufó con impaciencia a su lado, listo para golpear su camino hacia los dormitorios si hacía falta. James sintió la marea de sus emociones y lo aplacó con cautela.

—¿No hay forma de que nos dejes entrar? —intentó. Frank arrugó el ceño y lo pensó severamente durante unos segundos, parecía estar en una encrucijada entre su amistad con James y su deber como supervisor.

—James yo…

—¿No podemos sobornarlo o algo? —preguntó Barty con confianza.

Frank lo miró con reproche y James suspiró por lo bajo, rodando los ojos y maldiciendo a Barty por lo bajo.

—¿Sabes? No quiero meterte en problemas. Tienes razón. Volveremos en la mañana.

—Me encantaría ayudarte pero… —se encogió de hombros—, vuelvan mañana, por la mañana todo es más fácil —recomendó aliviado—. Es solo el turno de la noche. Los padres pagan bastante para garantizar la seguridad de sus hijos.

—No hay problema —le aseguró James. Le dió un empujón a Barty para que caminara de vuelta al carro, pero dió una vuelta hacia los jardines antes de llegar a él.

—¿Qué carajos? —preguntó Barty desesperado.

—No vas a conseguir nada peleando con los supervisores. Es su trabajo no dejar pasar a nadie.

Barty gruñó estresado.

—¿Entonces qué? ¿Vamos a regresar mañana?

—No, para nada—. Buscó algo en el edificio con la mirada y lo señaló—. Esa es su ventana —le indicó. Barty frunció el ceño. La ventana de Evan estaba cubierta por cortinas y la luz estaba apagada—. Vas a meterte por ahí.

—¿Quieres que suba por su ventana?

A Barty le gusta creer que en otro universo se hubiera negado, pero la verdad es que no le quedaba una gota de dignidad que perder desde hacía mucho tiempo y no estaba por encima de traspasar propiedad privada

—Está bien, pero me vas a ayudar a escalar —le dijo decidido.



James era sorprendentemente fuerte.

Entre las sombras y los arbustos que los cubrían, sostuvo el peso de Barty sobre sus hombros y lo ayudó a impulsarse para colgarse de las barras de una de las habitaciones. Le costó impulsarse hacia arriba, pero, por suerte, la habitación de Evan se encontraba en un primer piso. 

Una vez que estuvo parado sobre el carril a un lado de la ventana, bajó la mirada y confirmó con una señal que esa era la habitación. James asintió en silencio.

Se movió con sutileza, escuchando susurros del otro lado. Lentamente, tratando de hacer el menor ruido posible para no asustarlo, levantó el marco de la ventana hasta que logró abrirla por la mitad y luego apartó la cortina.

—Aquí vamos —se dijo a sí mismo antes de meter una pierna por la abertura, tocar el suelo, y luego meter la otra. Cayó con seguridad sobre la alfombra rosa de la habitación

Un momento, ¿la habitación tenía una alfombra rosa?

Al voltear los ojos hacia la cama en el lado izquierdo de la habitación, sobre ella encontró, con los ojos abiertos como un sapo y el corazón en la garganta, a una chica de cabello plateado. 

Era la habitación de una chica.

Ambos se miraron con terror por unos segundos.

Mierda .

La rubia gritó como si su vida dependiera de ello.

—¡Ayuda! —vociferó en pánico con un acento extraño que no lograba identificar. Rápidamente, con manos temblorosas, prendió la luz de su lámpara de noche y se cubrió con la sábana—. ¡Ayuda! ¡Hay alguien en mi ventana!

—No —intentó decir Barty—, un segundo. Es solo una equivocación.

—¡Aide! —la chica se levantó de la cama y tomó un libro de su mesa de noche. Le lanzó uno, luego otro, luego dos más.

Barty dio unos pasos hacia atrás y comenzó a retroceder hacia la ventana.

—¿Este no era el baño? —se rió avergonzado—. Creo que solo me equivoqué de habitación.

La puerta se abrió frente a ellos de golpe y un chico alto con cabello rizado y dorado se adentró y colocó entre los dos, como si tratara de protegerla.

—Gilderoy —susurró la chica con alivio.

—¡Sal de aquí, Fiora!

Fiora salió de la habitación y solo quedaron ellos dos.

—¿Te crees muy valiente entrando a la habitación de una chica a mitad de la noche?

—Es solo un malentendido —explicó alzando las manos en el aire en muestra de rendición.

—¡No te muevas!

Barty ya tenía una pierna fuera de la ventana, pero abajo, donde antes había estado James, ahora no había nada. Sopesó la posibilidad de simplemente saltar y lidiar con las consecuencias, pero entonces, se le ocurrió algo mejor. 

Una vez que encontrara a Evan, él lo ayudaría a solucionar todo aquello. Solo era un malentendido que podían aclarar fácilmente.

Se metió de nuevo dentro de la habitación y caminó hacia Gilderoy cautelosamente. Sorpresivamente, ante su movimiento, el rubio dió un paso atrás con miedo y se cubrió la cara con las manos. Estaba asustado.

—No voy a herir a nadie. Solo tengo que encontrar a mi amigo —aclaró mientras se movía lentamente hacia la puerta.

—Llamaré a los guardias —soltó con una voz aguda y lastimera.

Barty aprovechó el momento para correr hacia el pasillo y perderlo de vista.

—¡Evan! —comenzó a gritar, echando un vistazo en cada una de las habitaciones abiertas antes de moverse a la siguiente hilera de puertas. Las personas salían en pijamas, sorprendidos y asustados, llamados por la conmoción.

—¡Evan!

“¿Quién es?”

“¿Cómo entró?”

Susurraban y lo señalaban mientras llegaba al final del pasillo sin haberlo encontrado. 

Comenzó a bajar las escaleras, pensando que podía estar en la planta baja y no en el primer piso, pero logró captar un vistazo del supervisor de cuartos, Frank, subiendo con un bate en mano, y se detuvo en el acto.

—¡Mierda! —repitió en pánico. 

Tendría que esconderse.

Subió de vuelta los escalones que había bajado y entonces, cuando estaba listo para echarse a correr de nuevo, se topó con ojos claros obstaculizando su camino. Tragó grueso, incapaz de decir o hacer nada más. 

Atrás de él, podía escuchar las pisadas rápidas de Frank y la voz de James, pero solo eran murmullos en la distancia.

Evan llevaba puesto solo unos pantalones de dormir. Las gotas de agua caían por las puntas de su cabello y bajaban por su pecho. Dios , era perfecto.

—Evan —susurró deslumbrado.

No esperaba que lo recibiera con los brazos abiertos y una sonrisa, pero odiaba ver el miedo en su rostro y saber que él era la razón. 

En un momento de egoísmo, lo jaló y lo arropó en un abrazo. Evan no se lo regresó, pero eso no lo detuvo de apretar más fuerte. Por primera vez en el día, Barty sintió la posibilidad de que todo pudiera estar bien de nuevo. Evan los ayudaría a explicar todo eso. Lo solucionarían. No sabía cómo, pero lo harían. Porque como había dicho Regulus: Era Barty Crouch, y no había nada que no pudiera conseguir.

—¡Tú! —sonó la voz frenética de Frank a sus espaldas—¿Qué piensas que haces? Meterse en propiedad privada de esta universidad es un delito penado por el código de conducta.

Soltó a Evan, pero no despegó sus ojos de los suyos en ningún momento.

El radio sujeto del pantalón de Frank dió un pitido.

—Seguridad está de camino, F —proliferó una voz estática desde el aparato.

—Te encontré —le susurró con adoración.

—¡Frank! —exclamó James a sus espaldas mientras jadeaba con cansancio. Traía el estúpido ramo de flores que le había hecho comprar entre manos. Estaba seguro de que lo había ido a buscar cuando se dio cuenta de que se quedó en el carro—. Amigo, es todo un malentendido —intentó explicar. 

Su mirada se posó en Evan, y soltó un pequeño respiro de alivio, como si él también entendiera que esa era la solución a todos sus problemas. Frank estaba furioso y confundido, sus ojos pasaban de Barty a Evan y luego hacia la fila de estudiantes que habían salido de sus habitaciones para presenciar el escándalo.

—¡Todos de vuelta a sus dormitorios! —les gritó—. Y ustedes dos tienen mucho que explicar. ¿Qué carajos es esto, chico nuevo? Tu amigo aquí, se metió por la ventana de una de las habitaciones de las chicas.

Evan miró a Barty sorprendido, luego su mirada viajó hacia James, quien seguía jadeando con el corazón en la garganta. ¿Había estado corriendo? Su cabello estaba alborotado y su pecho subía y bajaba por falta de aire.

—Yo…

Evan cerró la boca repentinamente.

—Solo quiero hablar, ¿de acuerdo? —le rogó Barty por lo bajo, tratando de que solo él lo escuchara—. Solo déjame explicarte las cosas —tomó sus manos. Sus cuerpos estaban tan cerca que podían besarse sí solo daba un paso al frente. Quería dar ese paso.

La expresión de Evan se endureció. Sus ojos nunca abandonaron la conexión entre ellos mientras decía:

—No sé quienes son estos tipos, Frank.

¿Qué?

—Evan —dijo James tras de ellos—, vamos hermano. No hagas esto.

—Es mejor que los saques de aquí —reiteró con frialdad.

—¿Qué carajos estás haciendo, Evan? —preguntó pasmado—. Soy tu puto mejor amigo, ¿Cómo que no sabes quién soy?

—No sé qué clase de juego se traen, pero seguridad está por llegar. Si no quieren pasar la noche en la fiscalía lo mejor es que vengan conmigo afuera de las instalaciones y aclaremos esto antes de que lleguen.

Evan no flaqueó en ningún momento. Barty sentía que el mundo se le venía abajo.

—Evan, escucha —puso las manos sobre sus mejillas y lo obligó a mirarlo—, tienes que volver. Te necesito. Necesitamos hablar de esto, ¿de acuerdo? Necesito que me des una oportunidad. Por favor.

—Sácalos de aquí —repitió, mirándolo a los ojos, con ese mismo tono de indiferencia.

Barty sintió el jalón en su espalda baja. La mano de Frank apartándolo. En un principio se negó a ceder, lo empujó escaleras abajo. 

—Por favor, Evan —le rogó de nuevo.

No se iba a ir de allí hasta que Evan lo escuchara. 

Una corriente eléctrica y dolorosa pasó por su hombro hacia sus brazos y se dió la vuelta abruptamente, lanzando una sarta de maldiciones. Frank aprovechó el momento para empujarlo, amenazando con la chispa del arma aturdidora que alzaba frente a él. 

James estaba sorprendido, pero fue capaz de adaptarse más rápido a la situación.

—Basta, Crouch —le dijo—. Lo intentamos. Volveremos otro día.

—Ustedes dos no van a poner más nunca un pie en este edificio —los amenazó Frank enojado—. ¡Empiezan a bajar!

—No puedo creer que haya hecho eso —susurró al llegar a la puerta de cristal.

Si James no podía creerlo, Barty no podía aceptarlo.

Nada tenía sentido.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

 Evan 

14 días antes.

 

—¡Hey! ¡Evan! ¿Qué haces aquí solo? —lo saludó la voz melodiosa de James Potter.

Evan había salido a fumarse un cigarrillo a la calle, dejando la fiesta tras él. Realmente no sabía por qué había venido. Las fiestas eran algo que solo hacía por Barty.

—¿Estás bien? —Evan asintió con la cabeza y exhaló el humo de su cigarrillo—. No es de mi incumbencia pero… —hizo un gesto con la cabeza hacia la casa de los Lestrange. El lugar de donde provenía la música—, ¿ese tipo te estaba incomodando?

—Ah. Viste eso —suspiró y se encogió de hombros—, estaba intentando algo, pero no salió como esperaba.

Debía de haberse notado a millas la manera en que las manos de Mulciber en sus caderas lo habían hecho entrar en pánico.

—Solo me estaba asegurando que todo estuviera bien —James sonrió y le golpeó el hombro con el suyo—, cuidando de los amigos de Regulus, ya sabes —le guiñó el ojo en comadrería y no pudo evitar sonreír.

Barty tenía razón, James podía llegar a ser bastante ridículo.

—Gracias —le dijo honestamente.

—¿Tienes otro? —señaló su cigarrillo.

Evan se rió y lo miró sorprendido.

—¿Fumas, Potter?

James también se rió por lo bajo y movió la cabeza de un lado a otro.

—No realmente, pero la universidad es sobre intentar cosas nuevas ¿cierto?

Sacó un cigarrillo de la cajetilla y lo ayudó a encenderlo. La primera calada fue tosca, le provocó un leve ahogo y una mueca de disgusto. Sin embargo, James no se rindió. Con determinación, volvió a llevar el cigarrillo a sus labios y esta vez, la bocanada de humo fue más controlada. Lo vio relajarse poco a poco, una sonrisa dibujada en su rostro mientras exhalaba el humo en elegantes espirales. Era ridículo lo bueno que era James Potter para casi todo.

—¿Puedo preguntar qué clase de experimento estabas llevando a cabo? —se apoyó en uno de los carros junto a él.

—Es difícil de explicar —le contestó honestamente. No estaba tratando de evitarlo, simplemente ni siquiera lo entendía él mismo.

—Bueno, hazlo fácil.

Evan se rió de lo relajado que sonó James diciendo aquello, así que decidió contarle. No es como si estuviera ocultandolo de todas formas.

—Soy asexual.

James abrió los ojos como platos y lo miró sorprendido.

—No. Hey… no me refería. No quería insinuar nada entre… No estoy intentando… 

Volvió a reírse del pánico en los ojos de James.

—No estoy diciendo eso —se rió de nuevo—. Soy asexual —continuó, determinado—, pero quería descubrir qué tan asexual. Así que estaba tratando de… ver si Mulciber despertaba algo en mí.

—Oh —James cerró y abrió los ojos varias veces, dándose cuenta de su error—. Oh. Ya entiendo —pasaron unos segundos en silencio cómodo—. ¿Y? ¿Qué tan asexual eres?

—¿Bastante? ¿Algo? ¿Un poco? —Evan se encogió de hombros y le regaló una sonrisa divertida—. No tengo ni puta idea.

—¿Siempre lo has sido?

—Supongo…

—¿Nunca te has sentido… —James no sabía cómo decirlo, era gracioso verlo luchar por decir las palabras correctas—, atraído de esa manera por nadie?

—Recientemente hubo alguien —admitió—, pero no sé lo que significa aún. No sé en qué me convierte eso.

James se quedó pensando por otro rato. Los universitarios salían y entraban de la casa en diferentes estados de ebriedad.

—Eres Evan Rosier —concluyó—. No importa qué te guste o qué sientas, siempre serás tú mismo.

Para ese momento, Evan tuvo que encender otro cigarrillo. Le sonrió a James, sabiendo a qué se refería, pero sin creelo por completo.

—¿No te pasa que a veces no sabes qué significa eso?

—No realmente —Aquello le sacó otra risa honesta a Evan y ambos compartieron una mirada de complicidad—. Es broma, todos nos preguntamos alguna vez quiénes somos en verdad.

Evan suspiró y le dio la primera calada a su tercer cigarrillo.

—Supongo.

—No puedes esperar tenerlo claro a la primera cuando la mitad del mundo te dice qué ser y la otra mitad tiene algo que decir sobre lo que en realidad eres. Estamos constantemente bombardeados de expectativas. ¿Sabes cuál es mi opinión? No hay nada más seguro en esta vida que el cambio. Tal vez hoy te sientes de una manera y mañana de otra, y eso está bien. Al final del día, te guste el azul, el rosado o el blanco, sigues siendo tú —levantó la mano y señaló con la que tenía el cigarro—. Pero ¿intentar averiguarlo con Mulciber? Ugh. Tal vez tienes que experimentar con la persona por la que sentiste algo y ver a dónde te lleva.

Se rió de la ironía de esas palabras, porque aunque había estado toda su vida completamente a los pies de Barty Crouch, no fue hasta que sus manos lo acorralaron contra la pared del baño del restaurante y sus labios le robaron el primer gemido de placer, que sintió por primera vez aquello de lo que todos habían estado hablando durante toda su vida. Una inminente necesidad de obtener más, de saborear más, de tocarlo, de ir más allá.

Pero ¿qué tan jodido era eso? Que la persona de la que estuviera enamorada y por la que sintiera deseo sexual por primera vez en su vida fuera completamente lo opuesto a él. Barty no duraba más de una semana sin coger con alguien. Evan estaba seguro de que nunca podría darle lo que buscaba.

—No es tan sencillo —repitió.

—Bueno —James sonrió pícaramente—, hazlo sencillo.

Ambos se rieron de nuevo.

Evan miró de reojo la camioneta blanca de James estacionada frente a la casa de los Lestrange.

—Hey, ¿Te importaría ayudarme con algo la próxima semana?

—¡Claro! ¿Qué necesitas?

—Tengo que transportar un par de cosas. No sé si Regulus te dijo que…

Barty había pasado una gran cantidad de tiempo con James el último mes, y aquello lo hizo dudar de decir lo siguiente, pensando que, tal vez, pudiera llegar a salir en sus conversaciones.

—¡Oh! Sí. Estás cambiando de campus este año, ¿cierto?

Asintió con la cabeza suavemente.

—¿Podemos dejar esto entre nosotros?

—Sí, claro. Mis labios son una bóveda, no tienes que preocuparte por ello. Regulus ya me había hecho prometer que no se lo diría a nadie.

Se encontró a sí mismo, agradeciendo por segunda vez esa noche a Potter.

—Gracias —señaló la camioneta con una mano—, necesito llevar un par de cosas a mi nuevo dormitorio. ¿Te importa si abuso de tu cordialidad?

James se rió y le dió una palmada en el hombro antes de tirar su cigarrillo al suelo y pisarlo. No le pidió otro por el resto de la noche.

—Puedes abusar de mi cordialidad cuando quieras —le dijo con un tono de picardía que los hizo reír a ambos de nuevo. 

Sintió una mano sobre su hombro y, sin siquiera tener que adivinarlo, ya sabía que era Regulus. Sus pasos eran erráticos y sus palabras arrastradas.

—¡Los estaba buscando! —se tiró en los brazos de su novio, quien lo atrapó instintivamente. James se sonrojó cuando dejó un beso sobre su mejilla. Regulus raramente demostraba su amor en público de esa forma. El alcohol había tumbado sus murallas. Evan sonrió, capturado por la felicidad en sus ojos—. ¿Estaban complotando a mis espaldas? —entrecerró los ojos.

—De hecho… estábamos pensando que ya era hora de irnos.

Regulus lo abucheó.

—Evan aguafiestas Rosier —dijo con sarcasmo.

Levantó una ceja y se rió.

—Algo me dice que la fiesta solo está empezando para tí.

James se sonrojó de nuevo, pero se encogió de hombros mientras brillaba de felicidad.




════ ⋆★⋆ ════



Barty

 

Barty había pasado la última semana yendo de una clase a otra como un zombie. 

Antes pensaba que no había nada peor que amar a alguien, pero eso era porque aún no había sido rechazado por nadie que le importara lo suficiente para romperlo. 

Después de la segunda noche durmiendo solo en su dormitorio (dos noches que había pasado sentado, mirando a la cama vacía y desnuda de Evan, al borde de las lágrimas) Regulus le ofreció su habitación.

—Me quedaré con James —le explicó mientras lanzaba las llaves del cuarto en su dirección—, solo… no traigas a nadie aquí, ¿de acuerdo?

Barty ni siquiera había pensado en acostarse con nadie.

Para la cuarta noche, había adoptado la costumbre de enviar mensajes al número bloqueado de Evan en su teléfono, sabiendo que nunca los recibiría, que se quedarían en ese espacio vacío entre su corazón y la conexión que ya no existía entre ellos.

 

Miércoles, 8:38 pm:  

¿Es así como termina todo?

Miércoles, 10:03 pm: 

Prometiste que siempre seríamos los dos contra el mundo.

 

Jueves, 05:14 pm:

He estado pensando en todas las veces que te hice daño sin saber lo que estaba haciendo.

Yo tampoco querría estar conmigo.

Perdón.

 

Viernes, 12:10 pm:

Creo que pasaré el resto de mi vida sintiéndome como una mierda por lo que hice. Me parece que la vida está enfadada conmigo por haberme burlado del amor por tanto tiempo. ¿No es irónico? Viendo hacia atrás, uno siempre encuentra oportunidades para haber hecho las cosas diferentes, pero ahora ¿de qué sirve eso si no es para sentirse peor?

Yo te hubiera amado con toda mi puta alma.

Viernes, 01:55 pm:

A pesar de todo, espero que seas feliz.

 

Sábado, 03:25 am:

Estoy seguro de que James y Regulus follaron en esta cama más de una vez.

Sábado, 04:09 am:

Quisiera que estuvieras aquí para reírnos de ello.

Sábado, 05:31 am:

Si estuvieras aquí me pedirías que deje de enviarte mensajes.

 

Domingo, 05:10 am:

Me pediste que te escuchara porque estabas por primera vez listo para enfrentar lo que sentías y yo lo arruiné todo, ¿verdad?

No sé cómo arreglar esto.

 

A pesar de que la cama de Regulus era mucho más cómoda que la suya, la primera noche durmió solo tres horas, la segunda no durmió, y para el fin de semana lo único que podía hacer era dormir, porque no tenía ninguna otra cosa que hacer para evitar pensar en Evan.

Regulus y James actuaban como los papás preocupados que nunca había tenido. Y aunque suena divertido y cálido, la realidad es que se hartó rápidamente de ello. Intentaba evitarlos durante los espacios libres de su día escondiéndose en salones vacíos. Se encontraba cruzando la puerta de uno de ellos cuando escuchó una voz familiar a sus espaldas.

—¿Barty Crouch?

Levantó la mirada y encontró a Willow. Alrededor de la habitación había toda clase de canvas a medio pintar. Entendió rápidamente que había entrado a uno de los salones de la carrera de artes.

—Ah —se rascó la nuca—, lo siento. No sabía que estaba ocupado.

—No pasa nada —Willow traía un delantal y estaba mojando un par de pinceles en agua— ¿Cómo has estado?

A Barty se le había olvidado que Lilo era amable, que a pesar de que él lo convirtió por una noche en su villano, realmente parecía ser un buen sujeto.

—Bien —mintió.

—¿Cómo está Evan? —Sintió un golpecito en el pecho. Lilo comenzó a recoger sus materiales de la mesa, acumulando los pedazos cortados de papel y llevándolos hacia la papelera—. ¿Resolvieron las cosas al final de todo?

—¿Eh?

Lilo lo miró confundido.

—¿Evan no habló contigo?

Dio los pasos que faltaban para quedar frente a él, sediento por información.

—¿Qué tendría que hablar conmigo?

Lilo enarcó una ceja con sospecha y frunció el ceño.

—Perdón, pensé que lo habían hablado después de…

—¿Después de qué?

—Después de haber terminado las cosas conmigo —aclaró.

¿Qué?

Era obvio que Willow esperaba que lo entendiera todo en ese momento, como si sus palabras activaran un recuerdo perdido en su memoria, pero estaba todavía más perdido en la narrativa de su historia. Sin embargo, había pasado una semana completa cociéndose en su propia ignorancia, en su propia desolación. No iba a dejar pasar la oportunidad de saber un poco más sobre la razón por la que Evan había decidido irse. Así que juntó la poca voluntad que le quedaba y miró decidido a Willow.

—Ah… ya lo recuerdo. Sí. Hablas de eso .

—La verdad es que… —se rió por lo bajo mientras cerraba cada uno de los pequeños botes de pintura que había estado usando—, presentía que algo así iba a pasar —Lilo estaba extrañamente relajado—. Pero estoy bien con ello. Fue muy amable al contarme sobre lo que pasaba entre ustedes. Entiendo que no quisiera convertirse en el tipo de persona que oculta ese tipo de cosas.

—Sí —asintió sin entender absolutamente nada, pero buscando que abordara de nuevo el tema—, Evan siempre tan amable.

—¿Entonces? —sonrió de lado y guardó sus materiales en un bolso marrón de cuero que se posaba frente a él—. ¿Lo solucionaron?

La clave de mentir, era siempre envolver la verdad dentro de tu mentira.

—No, la verdad es que estamos dándonos un poco de espacio.

—Que lastima —respondió Lilo honestamente—. ¿Sabes? Probablemente no deba decir esto. Sé que fui algo grosero la noche en que nos conocimos, pero solo quiero lo mejor para ustedes. Sé que ese tipo de situaciones no son fáciles. Es decir… tengo que asumir que no lo son. Evan siendo asexual y tú…—se rió—bueno, tu reputación te preside.

¿Qué?

¿Qué acaba de decir?

—¿Qué reputación?

Willow se detuvo y lo miró serio.

—No estoy tratando de juzgarte en lo absoluto. ¡Hey! ¿Quién soy yo para decirte qué hacer con tu vida? Pero no puede ser fácil para alguien como Evan —suspiró.

Mierda .

—¿A qué te refieres con que no es fácil para él?

Lilo bajó la mirada a sus libros y se mordió el labio.

—En verdad no es mi intención entrometerme.

—¡Oh! Nada que ver, quiero escuchar esto —se inclinó hacia él sobre la mesa—, por favor, continúa.

—Bueno… —podía olerse la desconfianza de Willow—. No puede ser fácil sentir que no puedes darle todo lo que quieres a alguien más. ¿Cómo reconcilias eso sin perderte a tí mismo?

—Estás diciendo —recapituló Barty—, que Evan pensaba que no podía darme lo que necesitaba —entrecerró los ojos—, lo que era….

—Sexo, Barty —aclaró un poco molesto.

—Sexo —repitió seguro.

—¿En verdad hablaron de eso?

Barty suspiró, adoptó una postura pensativa y movió su mano en el aire, desviando sus palabras.

—No, no hemos hablando de eso. Te mentí. Evan no me dijo una mierda.

Willow lo procesó por unos segundos en silencio y lo miró con rencor, pero al final terminó por encogerse de hombros y rendirse.

—En verdad te quiere, ¿entiendes?, de la manera en que muchos desearíamos ser queridos. Así que no lo hieras, ¿de acuerdo?

Lo decía enserio. Tan serio como podía decirlo. Evan lo había dejado porque quería arreglar las cosas con Barty. ¿Y Barty? Le había dicho que no había nada de que hablar. Que era amigos.

“¿Necesitas tiempo para pensarlo?”

“No lo sé, Evan. No lo sé, ¿de acuerdo? Somos mejores amigos, eso es lo que somos.”

“¿Mejores amigos que follan?”

“Nosotros no follamos”

“Ayer parecía que eso era lo único que querías hacer”

—No es mi intención —dijo honestamente.

Willow se puso el asa del bolso marrón encima del hombro y tomó sus libros de la mesa.

—Bien. Porque si me dejó para estar contigo, lo mínimo que espero es que lo hagan funcionar.

Dejó el salón sin darle nada más que un movimiento de su mano en el aire.

Barty se había olvidado de cómo respirar de nuevo.



════ ⋆★⋆ ════



Para la mitad de la segunda semana Barty se había convertido en un fantasma. Ni siquiera se sentía con el derecho de ahogar sus penas en alcohol y sexo sin importancia. Le parecía que era como profanar el recuerdo de Evan.

—Vas a ir esta noche —le dijo Regulus desde el otro lado de la habitación.

Se encontraban en su cuarto. Regulus juntando un par de camisas para llevar al dormitorio de James. Hasta ahora, ninguno de los dos había reclamado el espacio de regreso. Barty no creía poder volver a su cuarto de todas formas. Ya había pedido su baja de los dormitorios. Rentaría un apartamento cerca de allí con el dinero que le había dejado su padre. Estaba considerando si le alcanzaba para comprarlo.

—No tengo ganas —balbuceó contra la almohada.

Regulus suspiró con cansancio, se acercó a él y le golpeó el hombro.

—No te estoy preguntando. No puedes seguir encerrado aquí por el resto de tu vida.

—Mirame hacerlo —lo retó.

—Barty Chrouch —le volvió a golpear el hombro—, juro que te voy a sacar aquí como haga falta. Es tu decisión si vienes por las buenas o las malas.

—Intentalo, Black.

—Está bien. Tendré que llamar a James.

Barty levantó la cabeza de la almohada y lo miró con odio. Regulus no era lo suficientemente fuerte o alto para sacarlo de allí arrastrado, pero James si lo era. Le tiró uno de sus pantalones en la cara. 

—Vendremos por tí a las ocho —dijo con firmeza y luego le dio un vistazo a la habitación con detenimiento—, y si vas a pasar la mayor parte de tu tiempo en este lugar, lo mínimo que puedes hacer es limpiarlo.

Barty alzó el dedo medio por todo lo alto mientras cerraba la puerta.

 

Regulus lo había invitado a una de las presentaciones de la banda de James: “Los merodeadores” . El bar era un lugar pequeño pero lujoso y, por lo que había escuchado de Regulus en el camino, les pagarían una buena suma de dinero por presentarse esa noche. Al parecer habían armado una base de fans lo suficientemente grande para llenar un lugar como ese.

—Que nombre tan estúpido —le dijo de mala gana de camino al bar.

—¡Regulus! —saludó un chico pequeño y rechoncho desde la entrada.

—¿Lo conoces?

—Es Peter —aclaró.

Ah, habia escuchado hablar de Peter.

—¿Mary también estará aquí?

—Ni idea —Regulus se encogió de hombros. Se acercó a Peter y lo saludó con un apretón de manos—. ¿Están listos?

—Todos listos. Los chicos están afinando sus instrumentos.

El chico rubio lucía un vendaje en el pie e iba caminando agarrado de muletas.

—Entonces ¿no vas a tocar hoy?

Levantó una de las muletas en el aire y se encogió de hombros.

—Frank va a estar suplatandome mientras me recupero.

Genial , pensó Barty.

—Genial. Eso quiere decir que puedes acompañar a mi amigo por el resto de la noche —dijo Regulus con una tranquilidad inquebrantable.

—¿Qué? ¿A dónde carajos crees que vas? ¿Me vas a dejar con…? —ni siquiera se le ocurrió una palabra adecuada para explicar lo que pensaba sobre Peter. Tal vez “perdedor” era lo que más se acercaba.

—Peter, este es Barty Crouch.

—¡Hey, Barty! —lo saludó Peter con una sonrisa insoportablemente agradable.

—Regulus —lo amenazó.

—Barty —Regulus le sonrió con todos los dientes y se escabullió dentro del bar.

—Maldita s-

Barty podía haber gritado de la frustración, pero Peter lo interrumpió antes de que pudiera explotar.

—¿Quieres tomar algo?

Suponía que negarse, a ese punto, realmente no era una opción.

Así fue como Barty terminó con cinco shots de whiskey puro encima. La falta de práctica había hecho que se convirtiera en un peso ligero en relativamente corto tiempo. Solo cinco shots habían logrado tumbarlo por completo. Peter había resultado ser buena compañía. No tenían mucho en común, pero ambos cantaron a todo pulmón al son de los covers que tocaban Los Merodeadores. 

James y Sirius eran naturalmente carismaticos encima del escenario. Tocaron “Don’t stop believing” de Journey, una canción de Bowie que desconocía,“Somebody to love” de Queen con un ritmo totalmente diferente al que esperaba escuchar, “Seven Nation Army” de The White Stripes, y reservaron la más ridícula para el final, en su opinión. Regulus se había escabullido a un lado del escenario, y para cuando tocaron su última, James lo llevó con él al microfono. Ambos cantaron juntos al ritmo de “Livin on a Prayer” de Bon Jovi.

Barty no podía creer que ese momento fuera real.

—¡Estoy a dos de morir! —gritó encima del ruido hacia Peter.

El chico le sonrió divertido. Por primera vez notó la peculiar manera en que estaba vestido. Traía una camiseta negra con el logo de una banda que no reconocía, pantalones de cuero y botas altas. Parecía el fracaso de un músico de los ochenta. Dios, ¿Qué tan bajo había caído que ahora se codeaba con gente así?

—Es momento de ir a tomar un poco de aire, entonces —le sugirió amablemente.

Se terminó de un golpe el último shot que el barman había puesto frente a él y asintió violentamente con la cabeza, empujando a Peter hacia la salida. Antes de salir, tomó un desvío hacia el baño y le envió un mensaje más al teléfono de Evan, solo porque había estado en su mente toda la noche, solo porque podía, solo porque lo necesitaba para seguir en pie.

El silencio y el frío de la calle lo abatieron e hicieron que se mareara un poco. Se apoyó en la pared de ladrillos del establecimiento y sacó su cajetilla de cigarrillos. Le ofreció uno a Peter, pero él se negó amablemente.

—¿Tu eres el chico que estaba haciendo una apuesta para encontrar al amor de su vida en un mes? —preguntó divertido. Barty bufó con molestia por lo bajo. ¿Todos se habían enterado de eso o qué?—. ¿Cómo terminó?

—¿Cómo crees? —le preguntó con sarcasmo.

Al menos Regulus no le había cobrado las mil libras aún.

—Lo siento —respondió sinceramente—. ¿Qué pasó?

—Me di cuenta de que me gusta chuparla —se rió ante la sorpresa en los ojos de su compañero de borrachera y, luego de reirse, ambos se relajaron—, y luego me di cuenta de que a la persona que amo ni siquiera le interesa hacerlo —volvió a decir con sarcasmo—. ¿No es eso completamente irónico, Pete?

Peter soltó otra risa honesta. Por alguna razón, encontraba a Barty bastante cómico.

—Un poco —admitió—. ¿Es esa la razón por la que no funcionó? ¿No le gustaban los hombres?

Barty negó con la cabeza.

—No —puso una mano sobre su hombro con dramatismo—, es mucho peor que eso.

—¿Qué es entonces? —dijo con gracia, siguiendo el rollo.

—No le gusta coger —dijo con falso lamento—. ¡No le gusta coger! —gritó a la calle. Haciendo que la mirada de varias personas se fijara en ellos con curiosidad.

El rubio se rió de nuevo y se encogió de hombro.

—¿Y eso qué?

—¿Eso… —Barty lo miró escandalizado—, ¿eso qué? ¿cómo que eso qué?

—No es el fin del mundo. No es algo que no se pueda resolver si en verdad quieres estar con él.

—No lo entiendes —le dijo menguante—. Evan Rosier tiene los mejores labios que he tenido el placer de probar. Dios. Le daría todo lo que tengo si me dejara hacerlo de nuevo —se puso serio—. Si nunca los hubiera probado. Tal vez… tal vez entonces podría haber funcionado. Pero ¿Ahora? No, querido Pete, ya no hay vuelta atrás. Lo único que quiero es sentir su labios en mí…

—Ok, ok. Me queda claro que te lo quieres llevar a la cama —lo interrumpió. La expresión de Peter se arrugó con disgusto, pero luego solo volvió a reir.

—No es solo eso —admitió—. Mierda. No sé cómo hacer esto sin él.

—¿Cómo hacer qué?

—Todo esto —alzó los brazos en el aire—. Hay tantas cosas que aun no he podido contarle que solo le contaría a él. Ambos se quedaron en silencio y Barty se sintió, de nuevo, al borde de las lágrimas. Maldita sea. Odiaba llorar. Parecía que había estado llorando por semanas. ¿Cuándo se iba a acabar eso?—. Lo más frustrante es no poder hablar con él de esto, de cómo me siento —puso los ojos en blanco y se golpeó la parte de atrás de la cabeza con la pared—. Yo nunca hablo de lo que siento, Peter. Los sentimientos son un montón de mentiras que nuestro cerebro nos hace creer para soportar lo jodida que es la vida. Pero tengo tantos por él. No tienes idea.

Peter se quedó pensativo. Mirando la acera como si buscara algo en ella. Barty miró el cielo estrellado sobre sus cabeza, deseando poder despegar como un cohete y desaparecer de allí para siempre.

—¿Y por qué no hacerlo?

—¿Crees que no lo intenté ya? —se llevó una mano encima de los ojos—. No quiere verme.

—Bueno… —chistó—, entonces hazte ver.

—¿Qué? —preguntó confundido y frustrado.

—En el estilo de los antiguos revolucionarios, o como diría James, —dijo fácilmente—, ve allá y haz que te escuche. 

—No podría.

—Te estás rindiendo muy fácil.

Barty miró de reojo al chico rechoncho y aparentemente tímido al lado de él, y se dio cuenta de que no era lo que había pesado en un principio.

—¿Tú crees?

—Si —respondió seguro—. El papá de James solía decirnos que el único lugar seguro era el presente.

—¿Qué significa eso?

—Significa que el único lugar donde tenemos poder de cambiar las cosas es el ahora. Puedes temerle al pasado y ansiar tu futuro, pero lo único que importa realmente es lo que hagas hoy. Así que… si quieres que te escuche, haz que te escuche. Y si las cosas no funcionan después de eso, al menos sabrás que hiciste todo lo posible de tu parte ¿No?

Barty se quedó pensando aquello por un rato.

—Tienes razón —dijo suavemente en un principio—. ¡Tienes razón! —exclamó más convencido. Peter lo miró de reojo y sonrió—. Peter, ¿Tienes tu celular contigo?

El chico asintió temerosamente con la cabeza y Barty sonrió de lado decidido.

 

════ ⋆★⋆ ════

 

Evan

 

Cuando Evan tenía dieciséis años se dio cuenta de que no funcionaba como las demás personas. Fue, irónicamente, gracias a Barty. 

Durante la mayor parte de su vida pensó que el hecho de no estar interesado en el sexo opuesto se debía exclusivamente a que estaba enamorado de su mejor amigo, y como consecuencia, a que era gay. Pero a la edad de quince años Barty ya había tenido más de una experiencia sexual, las cuales le había relatado con lujo de detalle a pesar de no querer escucharlo, y ninguna de ellas había encendido siquiera una chispa de su interés. Eso le hizo cuestionarse si en realidad estaba interesado sólo en los hombres o simplemente no tenía ningún deseo en tener sexo.

Hizo una lista de cosas “ aceptables ” para él:

-Los abrazos.

-Los besos de su hermana y su madre.

-Tomarse de la mano con Pandora (y Barty, aunque eso solo había sucedido una vez cuando eran niños).

-Acostarse junto a Barty y Regulus.

 

Hizo otra lista con las cosas por las que no tenía interés:

-Tener relaciones sexuales con alguien.

-Besar a alguien.

-Dejar que una persona que no lo conociera lo tocara.

-La apariencia de alguien y si eran de buen ver o no.

Eso no quería decir, de ninguna forma, que no sintiera afecto por las personas que quería. Después de todo, estaba enamorado de Barty, y sentía mariposas en el estómago cada que estaban juntos y solos.

Mediante fueron creciendo, aquellas listas se fueron expandiendo.

No le gustaba escuchar a Barty hablar de sexo (aunque no estaba seguro de que no fuera solo porque odiaba la idea de que alguien más pudiera darle lo que él no se sentía preparado para darle), no le gustaba que las chicas se le encimaran, no le gustaba que le dijeran que simplemente no había encontrado a la persona correcta o que cuestionaran que en realidad no se sentía atraído a nadie porque nunca había intentado acostarse con nadie.

La mayor parte de las personas comunes logran molestarlo al menos en una de esas formas, pero la única persona que nunca lo cuestionó (ya fuera por respeto o por desinterés) fue Barty.

Cuando se mudaron juntos a la universidad y comenzaron a compartir el dormitorio en el ala de Slytherin, llegó a pensar que tal vez había una oportunidad de que pudieran tener un futuro. Su vida se sentía plena, no le importaba compartir su espacio con él o que él invadiera el suyo. 

Su otra lista, la de las cosas “ aceptables ”, también fue creciendo. Le gustaba cuando Barty jugaba con su cabello en los días que estaba aburrido y no sabía qué hacer con sus manos, le gustaba sentarse frente a él en la cama y sentir su calor, le gustaba que, cuando tomaban y la fiesta los ponía de ánimos, terminaban tocandose por todas partes y no se sentía ni un poco incómodo.

Entonces empezó a enumerar cosas en una lista diferente. La lista de cosas que tenía miedo a explorar.

Lo aterraba que cuando estaban ambos igual de borrachos sentía cosas en su cuerpo que no entendía en lo absoluto, lo aterraba que a veces se imaginaba cómo se sentiría besarlo, le aterraba darse cuenta de que, por primera vez en su vida, tenía curiosidad por descubrir qué se sentía ser adorado por sus manos.

Pandora siempre le dijo que la sexualidad no estaba tallada en piedra. Que era algo que fluía con el paso del tiempo y la adquisición de conocimiento. Pero nunca esperó que algo tan personal cambiara sin siquiera haberse dado cuenta.

Fue por eso que, el viernes por la noche de su segunda semana lejos de Hogwarts, agregó una cosa más a su lista de miedos.

 

Barty

Domingo, 10:11 pm

De haberlo sabido, hubiera besado tu alma en vez de tu cuerpo.

 

Mierda .

Barty estaba borracho. Había pasado suficientes borracheras con él para saber que, cuando estaba tomado, se convertía en su versión más afectiva y necesitada de validación. Era otra de las cosas que le gustaban de él. Decía las cosas más ridículas en nombre de la poesía que ni siquiera sabía recitar.

Evan pasó sus primeras noches llorando entre estrellas después de haber desconocido a Barty el día en que fue a buscarlo a Beauxbaton. Nunca lo había herido de esa forma y lo hacía sentir como el peor ser humano sobre la faz de la tierra. Se consolaba pensando que era por su bien, que a pesar de que pensaba que lo que quería era recuperarlo, en realidad solo estaba asegurando un futuro en el que ni siquiera pudieran ser conocidos. 

El cambio de escuela tampoco le estaba sentando muy bien. Beauxbaton estaba lleno de estudiantes privilegiados que no dudaban dos veces en clavarte un puñal por la espalda. En especial en el programa de artes, en donde todos competían por ver quién podía impresionar más a los maestros.

Regulus y él hablaban constantemente a través de mensajes de texto y llamadas. Parecía pensar que contarle lo mal que lo estaba pasando Barty lo haría recapacitar en algún momento. 

Lo peor era extrañarlo, porque ahí donde nunca había existido una chispa de interés en el contacto físico ahora quemaba una llamarada feroz de necesidad. 

Evan se hubiera acostado con él si se lo hubiera pedido esa ultima noche. Estaba seguro de que lo hubiera hecho y de que, más tarde, se hubiera arrepentido. Todavía no entendía qué tanto hacía para complacerlo y qué tanto venía de él mismo. En ese momento, por ejemplo, la carpa en sus pantalones no era un teatro para alguien más. Se había lazado ante las palabras de su mejor amigo.

Rodó en la cama y se tapó la cara con la almohada.

La pantalla de su teléfono iluminó la oscuridad de su habitación de nuevo.

 

Barty

Domingo, 12:03 pm

De haberlo sabido, te hubiera demostrado cuánto te amo.

 

—¡Mierda!

Lanzó el celular al suelo como si se quemara, porque Barty nunca había utilizado esas palabras con él o con nadie. Se levantó de la cama, se puso una chaqueta y fue a dar una caminata por los parques, dejando su teléfono abandonado en el suelo de madera de su habitación, y esperando que el frío de la noche le aclarara la cabeza y borrara sus palabras. Pero Evan estaba alucinando. “Te hubiera demostrado cuánto te amo” , se repetía en su cabeza una y otra vez.

No lo decía enserio.

Barty no tenía idea de lo que decía.

¿Por qué había desbloqueado su número? Sabía muy bien que eso era darle entrada a la posibilidad de recibir un mensaje o una llamada. No debió haber hecho eso. Esta era su segunda oportunidad de hacer las cosas bien, de empezar de nuevo de cero. 

Las cosas no estaban saliendo como las había planeado. 

Se prometió a sí mismo cambiar de número de teléfono al día siguiente. Desecharía el otro para que no le quedara oportunidad de hacer algo de lo que se arrepintiera. 



════ ⋆★⋆ ════

 

Barty

 

—¿Nada? —preguntó Peter ansioso.

—Nada —confirmó Barty frustrado.

—Son casi la una de la mañana, tal vez ya está durmiendo.

Evan casi no dormía durante los fines de semana.

—¿Qué hacen ahí como un par de vagabundos? —preguntó Sirius Black desde la entrada de Las Tres Guitarras.

Peter levantó la cabeza y miró a Barty preocupado. Él intentó llamar una vez más al teléfono de Evan sin resultado.

—¡Hey! —Regulus también salió del bar con una sonrisa risueña en la cara y se abalanzó contra Sirius, quien lo atrapó, tomandolo de las piernas y levantandolo del suelo para llevarlo a caballito donde estaban ellos. Suponía, por la manera en que interactúaban, que habían hecho las paces—. ¿Qué hacen?

Barty respiró profundo con frustración y miró de reojo a Peter.

—No dejes que eso te detenga —le dijo seguro.

Asintió con la cabeza en su dirección y miró a Regulus.

—¿Qué tanto tomó James?

—No he tomado nada, gracias por el voto de confianza —el también salía del establecimiento con aires de satisfacción. Probablemente se debía a que el lugar había estado repleto de gente gritando sus nombres—. Yo, a diferencia de otros —miró severamente a Sirius mientras se acercaba—, no olvido que soy el conductor designado. ¿Qué hacen aquí? ¿Se olvidaron que la fiesta está allá adentro?

—No hay tiempo para eso, Potter. Necesito que me lleves a Beauxbaton.

—¡No! —Regulus se bajó de la espalda de Sirius—. No voy a dejar que involucres a mi novio en uno de tus crímenes de nuevo.

A Barty y a James los habían hecho pasar cinco horas en la fiscalía el día en que intentaron meterse en Beauxbaton. No había sido tan malo. Él y James aprovecharon ese tiempo para dormir en las sillas de la sala de espera mientras Regulus estuvo en el escritorio de la entrada, haciendo todo lo posible por sacarlos lo más rápido que se pudiera.

Ni siquiera habían dado un paso dentro de una celda, por favor.

—Está bien, Reggie —lo intentó aplacar James, quien en verdad parecía no haber tomado una gota de alcohol—. ¿Por qué no regresan adentro mientras yo hablo con Barty?

Regulus frunció el ceño con recelo.

—Vamos —dijo Peter—. Vi un par de bebidas que se veían especialmente mágicas en la barra. ¿Sirius? ¿Vienes con nosotros?

—Solo si Reggie va a ir —respondió testarudo. Sirius también había bebido bastante. Un borracho reconocía a otro borracho. Se preguntaba si esa era la razón por la que los hermanos Black parecían tan afectivos el uno con el otro.

—Me llamo Re-gu-lus —lo corrigió—, aún no tienes derecho de llamarme Reggie.

—¿Y por qué James si lo puede hacer? —se quejó.

—James tiene privilegios.

—¿Qué tipo de privilegios?

—El tipo de privilegios que se otorgan cuando mete su…

—¡De acuerdo! —interrumpió James avergonzado—. ¿Peter? ¿Te los puedes llevar? ¿Antes de que diga algo de lo que no podamos regresar?

Peter parecía estar disfrutando el espectaculo. Barty arrugó el rostro con asco. Una cosa era burlarse de Regulus y otra muy diferente escucharlo afirmar lo que ya sabía que pasaba cuando se quedaban juntos en su habitación.

Los cuatro se marcharon de vuelta al bar de Las Tres Guitarras envueltos en una nueva discusión guiada por los hermanos Black.

—Barty —le dijo James serio—, estás demasiado borracho y ya nos sacaron una vez de ese lugar. ¿No crees que podrías escoger un mejor momento?

—No —respondió Barty decidido—, o me llevas tú o tomaré un taxi ahora mismo. No importa como sea, voy a ir hasta Beauxbaton esta noche.

James suspiró cansado.

—Quédate un segundo aquí, ¿de acuerdo? Voy a hablar con Frank para ver qué podemos hacer al respecto. Me debe un favor así que… tal vez pueda hacer que nos de acceso al edificio esta vez. Pero Barty…—lo miró con preocupación—, si no funciona, tienes que prometerme que lo dejarás de una vez por todas, ¿puedes hacer eso?

Barty no estaba seguro, pero hubiera dicho lo que fuera si eso lograba hacer que James lo llevara hasta Beauxbaton.

—Sí.

 

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Evan

 

Manejó hacia el bar que había descubierto hacía unos días cerca del campus. Las Tres Guitarras era el lugar preferido de los alumnos de Beauxbaton. Bebidas caras pero un ambiente de bar de mala muerte. El lugar que, usualmente, él detestaría. No hubiera acabado allí de no haber sido porque no quería regresar a su dormitorio.

—Regulus —preguntó Evan confundido por encima de la música— ¿Qué haces aquí?

—¿Evan? —abrió los ojos en grande al recibir el abrazo inesperado de Regulus. Estaba ebrio, su aliento inmunsionado con tequila—. ¡Espera! Tú no puedes estar aquí.

—¿Qué? —se rió confundido. 

Fueran cuales fueran las circunstancias, ver a Regulus después de un día de mierda como ese se sentía igual que una canción alegre en medio de su momento más triste. Tal vez podían hablar sobre los mensajes de Barty. Tal vez el le diría que era todo una broma, que alguien más lo había robado y le había escrito esas palabras.

—¿Qué hace Rosier aquí? —preguntó Sirius a sus espaldas con una ceja enarcada.

—Hola —saludó con una mano en el aire, alivianado al darse cuenta de que Barty no se encontraba entre ellos. Regulus no hubiera permitido que fuera allí tan cerca de su campus de todas formas.

—Oh, ¿tu eres Evan Rosier? —le preguntó un chico rubio del otro lado.

No entendía cómo era que todos parecían cautivados por su llegada pero se sentía incómodamente visto.

—Sí —le sonrió apenado—Tú eres… ¿Peter? —le preguntó a Regulus. Solo lo había visto de pasada antes, pero sabía que era el baterista de Los Merodeadores.

—Esto está muy mal —repitió Regulus, colocando una mano encima de su boca.

—¿Te sientes bien? —le preguntó preocupado. 

Sirius soltó una carcajada a su lado y Remus le golpeó el hombro tratando de hacer que se callara.

—No, creo que voy a vomitar.

Salió corriendo entre arcadas hacia el baño, sin decir una palabra más. Evan estaba a punto de ir tras él cuando escuchó la molesta voz de Sirius a su lado.

—¿Sabes qué es gracioso, Rosier? —le gritó Sirius entre risas—. James y Crouch están en este mismo momento tocando en la puerta de tu habitación vacía.



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Barty

 

—¿Estás seguro de que esta es la habitación?

James se encogió de hombros.

—Frank es supervisor de cuartos, si alguien lo sabe es él —Barty volvió a tocar la puerta con el puño cuatro veces más—. Tal vez solamente no está aquí.

Bufó con frustración, apoyó la parte de atrás de cabeza en la puerta y se deslizó hacia el suelo hasta que estuvo sentado de espaldas a ella. Tal vez era como Evan había dicho en su carta. Tal vez el hecho de que siguieran perdiéndose en este tipo de oportunidades era indicador de que no estaba destinado a suceder. 

Sin Peter allí para animarlo y con la borrachera a punto de bajarsele por completo, la valentía que había sentido hace un rato se desvanecía lentamente frente a sus ojos.

James suspiró con cansancio y se sentó a su lado.

—Lo siento.

—Nah —movió su mano en el aire—, no es tu culpa.

Se quedaron en silencio por un rato, mirando de vez en cuando a uno que otro estudiante que salía y entraba de su habitación. Barty volvió el mentón hacia el techo y cerró los ojos desganado.

—Estamos en esto juntos —le aseguró James—. Pasará eventualmente. No existe solo una persona en este mundo con quien puedas conectar. Si no es Evan, será alguien más, y si no hay alguien más por un tiempo eso también está bien.

—No quiero a nadie más.

—Está bien, entonces nos tienes a mí y a Regulus por el resto de tus días.

Barty bufó por lo bajo con frustración.

—Solo quiero a Evan —dijo con seguridad.

—Estoy seguro de que así se siente en este momento —replicó James.

Se quedó en silencio y se arropó las rodillas con los brazos, escondiendo su cara entre ellas porque estaba a punto de llorar de nuevo.

¿Cuánto tiempo más duraría su tristeza? No creía poder soportar mucho más.

—Sigo pensando en todas las veces en que pude haberle dicho lo que sentía pero ni siquiera lo sabía. Ni siquiera sabía qué era amar a alguien porque nunca sentí la necesidad de buscarlo en otra persona. No hasta que se fue, hasta que me dejó —suspiró—. Entonces entendí que todos estos años lo había amado sin siquiera saberlo. ¿Sabes qué es peor que haberlo perdido? Que ni siquiera tuve la oportunidad de valorar realmente los momentos en que lo tenía —Barty se quedó en silencio mientras intentaba controlar su voz entrecortada. Escuchó el movimiento de James a su lado y así supo que aún seguía ahí, pero estaba extrañamente callado—. Y es una putada, porque pienso una y otra vez en el hecho de que ya no hay nadie que le quite las malditas aceitunas a mi pizza, o que se asegure de que esté hidratado cuando he tomado de más, o nadie a quien pueda contarle que mi padre se va a casar de nuevo y que no sé qué hacer con ello. No tengo a nadie a quien decirle que siento que lo perdí todo al mismo tiempo, que me siento a la deriva, que ahora tengo que actuar como un adulto pero nadie nunca me enseñó a serlo. Que ahora tengo que rentar un apartamento, y manejar el poco dinero que me queda, y probablemente buscar un trabajo o no tendré cómo mantenerme en unos meses —sollozó sin poder controlarlo. Está bien, se permitiría llorar en ese momento—. No tengo a quién decirle que extraño a mi mamá. Que usualmente no pienso en ella pero ahora desearía más que nunca que no hubiera muerto porque me siento tan… abandonado, James. Me siento tan solo y abandonado. Lo extraño como si fuera el puto aire que respiro y no sé qué hacer al respecto. No sé qué hacer para dejar de sentirme así. No creo que pueda dejar de sentirme así nunca. Se siente como que durará toda una vida. Estoy tan jodidamente cansado.

Barty levantó la cara y se limpió las lágrimas que corrían sin mesura por sus mejillas.

Odiaba llorar.

Odiaba no poder evitarlo.

Cuando lo hizo, cuando levantó la cabeza, casi le da un infarto, está seguro de que su corazón dejó de latir por más de un par de segundos. 

En el lugar en donde había estado James hace solo unos minutos, habían unos ojos claros mirándolo de regreso. Evan no dijo nada, pero tenía los ojos cristalinos y no dejaba de ver sus labios.

Barty sentía que estaba soñando, que tal vez ya había perdido la cabeza como había dicho su padre, porque aquello no tenía explicación alguna. En vez de sentirse reconfortado, estaba asustado, pensando que lo estaba imaginando todo.

—Lo siento —le dijo honestamente—, no sabía lo jodido que había estado todo para tí.

Era su voz.

Era Evan. 

—¿Qué…?

—Vine corriendo cuando Sirius dijo que James te había traído de nuevo a la universidad. Pensé que esta vez ya no habría nadie para sacarlos de esta.

No lo estaba imaginando entonces.

—James le pidió a Frank que nos pusiera en la lista de registro.

—Ah —respondió pensativo.

No dijeron nada por unos segundos y Barty aprovechó el momento para recobrar la compostura. Para recapitular los hechos.

—¿Qué tanto escuchaste?

—Suficiente —respondió Evan.

—Deberías olvidarlo. No quiero que tengas lástima por mí.

Evan suspiró.

—No lo haría.

Barty volvió a esconder su rostro entre sus rodillas.

—¿En dónde está James?

—Fue a buscar al resto de los chicos al bar —La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo. Ninguno decía nada que realmente importara—. ¿Qué haces aquí, Barty?

—Vine a buscarte —lenvantó el rostro hacia él, las cuencas de sus ojos rojas y moradas, en su lengua aún podía probar el sabor a whiskey en las rocas. Evan miró hacia el otro lado de la pared, evitando su mirada—. ¿Por qué te fuiste?

—No te debo ninguna explicación —le dijo cortante. 

—¡Un demonio no me debes una explicación! —Barty estaba enojado—¿Crees que merezco que un día solo… desaparezcas? Si me lo hubieras dicho las cosas hubieran sido diferentes. No había necesidad de que te fueras al otro lado de la ciudad. Es tan estúpidamente inmaduro de tu parte.

—No empecemos a hablar sobre quién merece qué.

—¿Sabes qué? Sí, hablemos de eso. Quiero escucharlo.

—No, no quieres —Evan escuadriñó el ceño y se levantó del suelo—. Regresa a Hogwarts y no vuelvas.

—No —Barty también se levantó.

—Sí —Evan dio un paso hacia él.

—Oblígame.

Sus rostros estaban terriblemente cerca y Barty solo quería tomarlo entre sus manos y borrar todo lo que había pasado ese día con sus labios, porque -dios- había tenido las peores dos semanas de de su vida y solo necesitaba una victoria. Pero sabiendo lo que ahora sabía, sabiendo que sus besos no significaban lo mismo pra Evan, no lo hizo. No lo hizo a pesar de que sentía que estaban en la misma sintonía, que ambos se deseaban con la misma fuerza, porque había estado mal antes.

En cambio, dió un paso atrás

—Nunca podrías entenderlo —le aseguró el rubio.

Se miraron intensamente por un segundo.

—¡Maldita sea! Al menos intentalo, Rosier. Al menos intenta explicarlo entonces. ¿Es porque eres asexual?

—¿Quién te dijo eso? —preguntó con miedo y rabia en los ojos.

—Al parecer todo el puto planeta lo sabía excepto yo.

No había querido sacarselo en cara pero podía hacer muy poco para controlar lo que salía de su boca. Evan suspiró.

—¿Sabes lo jodido que es ver a la persona que quieres con alguien más por años? —le dijo alterado, perdiendo la calma con la que siempre se manejaba. No, Barty no lo sabía, porque Evan solo había sido para él todo ese tiempo. No se imaginaba compartiéndolo con nadie. La cita con Lilo había sido indicador de lo mal que lo hubiera llevado—. Estoy cansado, Barty. ¿Quieres escuchar la verdad? Ahí está. Estoy cansado y estoy confundido. Me confundes. Quiero descubrir qué mierda es lo que quiero, y eso no va a suceder mientras te tenga cerca.

—Ni siquiera me diste la oportunidad de intentar ayudarte a hacerlo.

—¡Porque no la querías!

—¡Pero ahora si la quiero! —exclamó con frustración—, ahora si la quiero. ¿Quieres quedarte aquí? ¿Quieres un tiempo? Está bien, respetaré tus condiciones, pero vendré a visitarte y necesito saber que no te vas a ir sin antes intentarlo.

—Barty… Esa no es la manera en que funcionan las cosas —estaba harto de escuchar como “deberían” de ser las cosas—. Lo mejor es que ambos nos demos un tiempo para descubrir lo que queremos, separados, es decir tú…. Apenas estás descubriendo esta parte de tí.

Barty conocía ese tono de voz, era el que usaba cuando pensaba que no entendía lo que estaba diciendo.

—Esto no es sobre mí, Evan. Yo sé muy bien lo que quiero. Te quiero a tí.

—Hoy —puntualizó—, hoy me quieres a mí. ¿A quién vas a querer mañana?

Barty sintió el dolor punzante de esas palabras, porque Evan estaba en su derecho de esperar exactamente lo mismo de él que había obtenido hasta ese momento. ¿Qué le aseguraba que Barty no cambiara de opinión de nuevo el día de mañana?

—A nadie, porque nunca he querido a nadie de la manera en que te quiero a tí —Evan cerró los ojos y Barty supo que había hecho algo bien, porque estaba penetrando sus barreras. Así que insistió—. Nunca voy a terminar de pedir perdón por las cosas que he hecho y las maneras en las que, sin siquiera saberlo, te hice daño, pero tienes que saber que nunca las hubiera hecho de haber sabido… —se detuvo.

—¿De haber sabido que me amabas?

Lo miró con pánico y sintió vertigo, como si estuviera a punto de caer y no hubiera nada que pudiera hacer para evitarlo.

Confrontado con la verdad, ¿sería capaz de aceptarla?

Evan estaba buscando que lo dijera en voz alta, era una prueba, como la de aquella mañana cuando le preguntó qué eran. “ ¿Qué somos, Barty?”, y si hubiera dicho que eran algo más que amigos, Evan se hubiera quedado, pero no estaba listo para esa.

—De haber sabido lo jodidamente enamorado que estoy de tí —respiró profundo, porque sentía que se quedaba sin aire—, y cómo no lo supe por completo hasta que leí tu nota. No sabía que lo había estado tomando por sentado, porque es tan fácil como respirar; hemos estado creciendo esta relación durante años sin saberlo. ¿Me vas a decir que no es así?

Evan no despegó los ojos de Barty por un segundo, se llevó las manos al puente de la nariz y apretó con fuerza.

—Mierda, Barty, eso tiene que ser lo más homosexual que has dicho en tu vida.

En otro momento, Barty se hubiera reído, porque era cierto; pero solamente se acercó más a él con desesperación.

—Lo puedo ser por tí. Seré lo que quieras que sea —le rogó. Nunca había rogado por nadie.

—No quiero que seas nadie más —aclaró Evan.

—Entonces dejame ser lo que soy contigo.

—¿Sabes que somos completamente incompatibles? Sabes que nunca vas a tener conmigo lo que puedes tener con alguien más, ¿cierto?

—Sí, lo sé —asintió seguro—, por eso quiero que regreses o… que me dejes quedarme. Lo que quieras darme —repitió—, tomaré lo que quieras darme.

Barty no rogaba por nadie, pero se arrastraría por el suelo pidiendo perdón si era lo que hacía falta para tenerlo de vuelta. Dejaría que lo destruyera mientras fuera con sus manos. Dejaría que lo reparar mientras fuera con sus besos. Dejaría que fuera suyo de la manera en que quisiera.

Evan estaba flaqueando, lo podía ver en la manera en que apretaba sus manos, en la manera en que sus palabras lo sorprendían porque no las había esperado, en la manera en que sus ojos se dilataban cuando decía que lo único que quería era que volviera, que lo necesitaba para seguir.

—No puedo regresar a Hogwarts —recalcó con el último gramo de resolución que le quedaba.

—No lo hagas, pero no me dejes atrás.

Evan rodó los ojos con frustración.

—¿Qué va a pasar si no te gusta la persona que sea cuando descubra quién soy?

Ahí estaba de nuevo. El miedo en sus ojos.

—Quiero todas las versiones tuyas que me quieras dar.

Evan maldijo por lo bajo y Barty sintió el calor de su aliento sobre su rostro.

—Estás haciéndome terriblemente difícil decir que no.

Barty se acercó más y pasó una mano por su brazo, reconfortandolo, permitiendose sentirlo.

—¿Quieres que lo haga más difícil? Porque puedo hacerlo.

Aquello logró sacarle una risa. 

Regulus tenía razón. No había nada que no pudiera lograr. 

Acortó la distancia entre ellos y lo envolvió entre sus brazos.

—¿Esto está bien? —preguntó nervioso. Evan asintió con la cabeza, así que llevó una de sus manos a su cabello—. ¿Y esto?

Asintió de nuevo.

—Pero deberíamos detenernos aquí —le pidió en un susurro.

Barty no quería separarse. Tenía miedo de perderlo de nuevo. Evan no le había asegurado que intentarían arreglar aquello, pero si forzaba las cosas solo un poco más de lo que debía corría el riesgo de cruzar los límites que antes no había visto.

—Está bien —accedió a pesar de la ansiedad.

—¿Barty? —Evan decía tanto con sus ojos—. ¿Los mensajes iban en serio?

Barty frunció el ceño.

—¿Viste los mensajes? —sintió el estómago subirle a la garganta.

—Algunos —se encogió de hombros.

Pestañeó un par de veces, tratando de recordar qué era lo que había escrito medio borracho en el baño de Las Tres Guitarras. Sacó su celular para confirmarlo.

 

Domingo, 12:03 pm

De haberlo sabido, te hubiera demostrado cuánto te amo.

 

—Esa no era la manera en la que había planeado decirlo —bufó por lo bajo con frustración. 

Evan pasó un dedo por las comisuras de sus ojos, borrando el último rastro de sus lágrimas. Todo ese tiempo habían estado susurrando, muy cerca el uno del otro.

—Te quiero. Tengo miedo de lo mucho que te quiero —le confesó el rubio.

—Entonces no me dejes —le pidió una vez más.

Los bordes de los ojos de Evan también parecían maltratados por la falta de sueño y las lágrimas. Se preguntaba si ambos habían estado llorando al mismo tiempo en diferentes lugares. Si cada noche en que lo pensaba, lo había llamado con la fuerza de sus pensamientos. Si por eso no había podido dormir.

—Yo también te debo una disculpa —admitió Evan—. Tienes razón en algo. No tenía el derecho de decidir por tí. Estaba tan enojado de que pudieras haberlo visto tan fácilmente el día en que hablamos por última vez. Me llamaste cobarde y tenías la razón.

—Nunca tengo la razón —dijo con seguridad—, soy un idiota. No tengo idea de lo que sale de mi boca la mayor parte del tiempo y a veces digo cosas que ni siquiera pienso en realidad.

Evan se rió de nuevo.

—Pero tenías razón —siguió—, no he sido lo suficientemente valiente todo este tiempo para decirte lo que siento.

—Hazlo ahora, entonces. Te presto un poco de mi valentía para que lo hagas —presionó.

El claxon de la camioneta de James sonó desde el exterior del edificio. Barty no soltó a Evan.

—Será mejor que salgamos. No van a poder subir si no hay un registro.

Maldijo mil veces en un solo segundo, pero asintió resignado y se dio media vuelta, comenzando a caminar por el pasillo. A mitad de su recorrido se dio cuenta de que Evan no lo estaba siguiendo.

—¿Evan? —preguntó confundido.

—¿Crees que estoy haciendo esto más difícil de lo que tiene que ser?

—No —mintió Barty. No quería hacerlo sentir mal—. Creo que sería una situación difícil en cualquier maldito universo.

Evan sonrió de lado con tristeza.

—¿Crees que lo logramos resolver en alguno?

Barty lo pensó por un segundo.

—Creo que me gustaría que lo intentaramos resolver en este.

Evan asintió, sin decir realmente que lo harían, tal vez no podía prometer algo que no veía posible, pero resumió su caminata hacia Barty.

Cuando bajaron el primer escalón hacia la planta baja se detuvo un segundo.

 Barty sintió el jalón repentino, como Evan, sin previo aviso, lo jaló del brazo, lo azotó contra la pared, lo miró a los ojos solo unos segundos con temor y luego lo besó. Lo besó como si lo necesitara para respirar y Barty sintió el mundo temblar sobre su cabeza. Quería tocarlo, quería quitarle la ropa allí mismo, darle la vuelta, ponerse de rodillas y hacer que gimiera su nombre hasta que olvidara como se llamaba. Nunca había estado con otro hombre, pero estaba seguro de que podía hacerlo, seguro de que no era para olvidar sino para recordar todas las veces en las que le había demostrado que no estaba solo.

Barty hizo lo contrario, se relajó y dejó que lo usara.

Evan se apartó con la respiración entrecortada y juntó sus frentes.

—También te amo —le susurró encima de sus labios.

A Barty lo recorrió un escalofrío. Tuvo que forzarse a no moverse más de la cuenta, porque trataba de recordar que tenía que dejar que Evan llevara el paso de su afecto físico.

—Mierda —se rió suavemente entre su boca y le robó otro beso. Uno corto, suave, uno del que pudiera escapar si quisiera, pero no lo hizo. En cambio, lo alargó e intensificó más hasta que estuvo totalmente apretado entre Evan y la pared.

Barty, para quien tener el control de la situación siempre había significado seguridad, le cedió su libertad en la más grande prueba de amor.

 

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Del otro lado del estacionamiento, James, Remus, Peter, Sirius y Regulus observaban como se acercaban entre risas. Barty estaba tratando de esconder una prominente y clara erección en sus pantalones. Regulus le dió un golpe en la cabeza a Sirius. Ya parecía haber recuperado un poco de su sobriedad y perdido un poco del amor fraternal que había demostrado hace unas horas.

—Parece que perdiste después de todo, hermanito —se burló Sirius—. Barty lo consiguió.

Regulus resopló por lo bajo.

—Ya no estábamos jugando —le respondió de malhumor—. Yo siempre gano.

James se rió por lo bajo. Lo tenía arropado entre sus brazos mientras se inclinaba en la puerta del coche. Una sonrisa plena relucía en su rostro mientras los miraba discretamente de reojo. No sabía si era porque ya se habían reconciliado o si era porque estaba feliz por él.

—¿Quieres apostar? —le preguntó Sirius.

Regulus puso los ojos en blanco, pero James pudo ver el brillo de emoción en ellos.

—Ni siquiera lo piensen —los detuvo Remus de inmediato—. Tú y yo vamos de vuelta a casa, ya has ocasionado suficientes problemas hoy —lo jaló al interior del carro a pesar de sus protestas. Regulus se soltó del agarre de James y caminó hasta estar frente a ellos.

—Siento haberles causado tantos problemas —se disculpó honestamente—. James tiene razón, no puedo jugar así con las personas —se encogió de hombros—. Los malos hábitos tardan en morir.

—Está bien, Reg —respondió Evan seguro, y luego hizo algo que lo dejó estupefacto. Le tomó la mano—. Todo está perdonado.

Regulus asintió con la cabeza, contento y satisfecho.

—Vamos a volver a Hogwarts —dijo James a sus espaldas—. Cuando la gente empieza a dejar los contenidos sus desayunos en el excusado generalmente es una señal de que la noche se está acabando.

Barty miró de reojo a Evan.

—Solo denme un segundo para despedirme —les pidió. Evan frunció el ceño. Todos se metieron en la camioneta y esperaron pacientes dentro. Podía escuchar desde afuera la pelea entre Remus, Regulus y Sirius pero no entendía nada de lo que estaban diciendo—. ¿Puedo venir mañana? —le preguntó seguro.

—Barty —refutó.

—Evan —negó con la cabeza—, después de lo que pasó en las escaleras, después de lo que dijiste, no hay forma de que te deje ir. Es decir… ¿tu también lo sentiste, verdad? ¿no soy solo yo?

Evan puso los ojos en blanco.

—Estoy seguro de que sabes que si lo sentí.

Barty sonrió de lado con satisfacción ante la insinuación. Evan cerró los ojos y vio sus defensas flaquear de nuevo.

—¿Cuál es la diferencia entre que vuelvas mañana y te quedes hoy?

—¿Qué estás diciendo? —preguntó sin poder creer que estaba entendiendo bien.

—Si te quedas hoy o vuelves mañana. Las cosas van a terminar igual.

Barty no estaba seguro de qué estaba pasando.

—¿Me estás pidiendo que me quede? —preguntó directamente—. ¿Crees que es buena idea?

—Sí —asintió seguro—, confío en tí, Barty.

—Oh —se rió suavemente—. No deberías —le dijo convencido—, ni siquiera yo mismo confío en mí.

Tal vez esa mirada en sus ojos. Tal vez el lugar al que siempre llamó “hogar” , era realmente el amor que podía notar en ellos.

—Tenemos toda la noche para hablar de ello —le aseguró Evan—, para buscar una forma de arreglarlo. Eso es lo que querías, ¿cierto?

—No me lo des simplemente porque lo quiero, quiero que tu también lo quieras.

Evan se rió por lo bajo y se cruzó de brazos. Barty presentía que lo había hecho para no abalanzarse a él frente a todos los demás. Tal vez eso lo ponía caliente. Tendría que recordarlo para el futuro. Pasaría el resto de su vida acumulando información sobre cómo hacerlo sentir bien.

—Ve y dile a James que te vas a quedar —le ordenó.

Barty asintió con una sonrisa, y antes de volver al carro, arropó sus mejillas con las manos y lo besó una vez más. Sintió el calor de Evan subir por su cuello e instalarse en sus mejillas.

James bajó la ventana del copiloto en donde se encontraba Regulus. Ambos estaban sonriendo.

—Eh… —se rascó la cabeza—, creo que los veré mañana, ¿de acuerdo?

Sirius gritó desde el asiento de atrás: “¿El está teniendo sexo esta noche y yo no?”, como si fuera la peor noche de su vida. Para Barty era la mejor.

—Fue mi placer, Crouch —le gritó James desde el otro lado.

—Gracias por todo —le respondió suavemente.

El carro dejó la universidad. Tomados de la mano, los vieron alejarse a través de las calles y luces de la ciudad. Si hace un mes le hubieran dicho que acabaría allí, se hubiera burlado totalmente del universo.

 

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Evan lo beso con fiereza apenas dieron un paso dentro de la habitación. Le estaba haciendo la cosas terriblemente difíciles con la manera en que pasaba sus manos por su espalda y jalaba su cabello para intensificar el movimiento de sus labios.

—Deberíamos ir más lento —dijo Barty con la respiración entrecortada. 

Evan lo tiro en la cama de un empujón entre risas y se inclinó encima de él con lentitud.

—Espera —intentó decir. No quería perder la poca resolución que tenía—. Aún hay cosas de las que no hemos hablado.

Evan trazó un camino de besos desde su cuello hasta sus labios. Barty tragó grueso y cerró los ojos al mismo tiempo que soltaba una maldición.

—Hablemos —dijo Evan tranquilo, pero no detuvo su incesante exploración de su cuerpo con sus labios.

—No vamos a hacerlo esta noche —dijo con dificultad.

—Me parece bien —accedió entre besos que bajaban por su pecho.

—Y… —soltó un gemido de placer cuando Evan trazó sus besos a lo largo de su cinturón de Adonis—, quiero saber que estás haciendo esto porque quieres.

Evan se detuvo en ese momento, justo antes de llegar a su pelvis. Casi suelta otra maldición ante la falta de sus labios.

—¿Qué? —preguntó confundido.

Barty lo miro lo más serio que pudo.

—No quiero que hagas nada con lo que no te sientas cómodo por complacerme.

—No lo haría.

—¿Seguro? 

Tal vez Evan no estaba tan seguro.

—Esperaba que lo averiguáramos juntos.

Barty asintió con la cabeza y esa vez fue el quien secuestró sus labios. Le dio la vuelta en la cama y lo atrapó entre su cuerpo.

—Me dirás hasta donde llegar, ¿Si? —Evan asintió, pero podía ver el leve brillo de nerviosismo en sus ojos. Pasó su mano por su cabello suavemente y trazó las facciones de su cara con sus dedos como si tratara de memorizarlas—. Haremos esto bien —le aseguró—. No más errores de ahora en adelante.

Evan frunció levemente el ceño.

—Esa es una expectativa irreal —Evan fijó sus ojos sobre los suyos. Sintió una suave contracción en su pecho—. ¿Cuándo cambiaste tanto?

—¿Aún te gustó? —le preguntó inseguro. Evan sonrió con compasión.

—¿A tí te gusta la persona en la que te estás convirtiendo? —bajó su cabeza, para que sus frentes se tocaran suavemente. Asintió levemente, no queriendo decir las palabras en voz alta por que podían convertirse en polvo. Le tomaría un tiempo entender que, no porque vieran la luz del sol, significaba que estaban destinadas a arder.

—Ahora puedo hacer esto —llevó sus labios hacia su clavícula y dejó el más suave de los besos.

—Oh, mierda. Eso se siente bien —exhaló Evan.

—Solo estoy empezando —le aseguró Barty.

Cuando finalmente ambos se sintieron listos para llevar las cosas más lejos, Barty estuvo seguro de que nunca antes había tenido realmente sexo con nadie.



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Evan no regresó a Hogwarts, en cambio, decidió pasar el resto de su vida universitaria en Beauxbatons con la posibilidad de mudarse a Oxford si se graduaba antes que Barty. En vez de comprar un apartamento, utilizaron el dinero para pagar el resto de su carrera y decidieron que se mudarían juntos una vez terminaran.

Como consecuencia, a Barty, eventualmente, le asignaron un nuevo compañero de habitación.

—Peter Pettigrew —lo saludó entre risas, sin poder creer las vueltas que daba la vida—. ¡Bienvenido al campus de Slytherin! No toques mis cosas, ¿de acuerdo? —le advirtió—, y te conviene no estar aquí entre viernes y sábados por la noche. Mi novio suele visitar y no pienso ajustar el nivel de ruido que hacemos mientras tenemos sexo salvaje en mi cama —Amaba llamar a Evan su “novio”. Peter palideció. Estaba bromeando. Tal vez. Tal vez no. Dependía del día. Barty le acomodó la posición de la gorra azul y roja que estaba usando y le sonrió—. ¿Todo claro? —preguntó sin esperar realmente una respuesta.

—Eh… —tartamudeó Pettigrew —¿Barty? —se volteó antes de salir por la puerta—. ¿Estarás aquí durante las vacaciones?

Barty sonrió de lado.



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Ese verano, Barty utilizó todas las tarjetas que estaban a nombre de su padre para llevar a Evan por la costa Oeste de Estados Unidos. Visitaron el cementerio en el que fue enterrado su madre. Barty le contó sobre Evan y Evan le contó, a la piedra caliza frente a ellos, como había prometido cuidar por el resto de sus días a su hijo. 

Terminaron en Las Vegas, en donde apostaron hasta que los establecimientos declinaron cada una de las cuentas bancarias que su padre había reactivado durante el verano. Se aseguraron de guardar el dinero que ganaron en una cuenta a nombre de Evan, de esa forma no habría forma de que pudieran quitárselo. 

Unos días antes de regresar a Inglaterra, quemaron las tarjetas, el viejo teléfono de Barty, y el único recuerdo que guardaba de su padre: un reloj con sus iniciales. Barty lo vió arder hasta que su pasado se convirtió en polvo y el viento se lo llevó.

Cuando regresaron a Inglaterra, Barty visitó uno de los periódicos más reconocidos de Oxford y contó su historia, esperando que algún reportero la viera por lo que era: una pequeña mina de oro; y aunque no generó muchas ganancias con la entrevista, nada se comparó con la satisfacción que sintió cuando su padre perdió las elecciones del congreso ese año; o más tarde, cuando acabara en la carcel y su esposa lo dejara.

Evan era suyo, de la misma manera en que Barty siempre había sido de él, y cuando fue su momento, utilizó las palabras que James le había enseñado:

“Te amo como si siempre lo hubiera hecho.”

Seguro de que nunca había dicho otra cosa que fuera más real, y de que a pesar de que podía haber más de una persona para él en el mundo, había escogido a la única sin la que no podía vivir.

 

Fin

Notes:

Eventualmente espero regresar y arreglar este capítulo para que sea todo lo que siempre soñé. Pero por ahora, así es como termina esta historia. Porque las cosas tienen que terminar en algún momento.

Gracias por leerlo y, si llegaste hasta aquí, eres un héroe. No puedo creer que hayas leído algo que yo, este pobre ser humano en el planeta tierra, sacó de su cabeza.

Escribí esto esperando que todos escuchen esto: que la persona que eres hoy puede cambiar, y mientras nunca te pierdas a tí mismo, eso está bien. Porque todos tenemos que perdernos un poco para poder encontrarnos.

Me gusta mucho leer sus comentarios, me hacen sentir un poco menos sola <3 Así que si no han dejado ninguno, me encantaría saber qué los hizo sentir mi historia.