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Echoes of Yearning Resound / Ecos de Anhelo Resuenan.

Summary:

Noriaki Kakyoin fue herido de gravedad durante su enfrentamiento con DIO; sin embargo, fue gracias a su sacrificio que se pudo desvelar el secreto del Stand de su enemigo.

Eso no quitó las secuelas que todos sufrieron a su alrededor; en ese viaje, los Crusaders perdieron cosas que jamás podrán recuperar...

Pero Jotaro no estaba dispuesto a dejarlo ir.

Diez años después, se ven las consecuencias de su egoísmo.

Chapter Text

Lo último que recordaba era la pelea contra DIO. Su último Emerald Splash contra la torre del reloj, intentando enviar un mensaje a aquellos que le sobrevivirían... los Joestar.

Sabía que no quedaba mucho tiempo. Su vida se escapaba de su cuerpo en grandes chorros de sangre que se mezclaban con el agua del estanque que detuvo su trayectoria. Sus órganos internos estaban destrozados; ese era el fin de la corta vida de Noriaki Kakyoin... Y no podía decir que se arrepentía de cómo había vivido hasta ese momento.

Esperaba que la señora Holly mejorara. Que el señor Joseph disfrutara de una vida tranquila durante el resto de sus años. Y que Jotaro...

No lo olvidara. Como uno nunca olvida su primer amor.

Era triste. Incluso cuando quería dedicar sus últimos pensamientos a su familia en Japón, quienes seguramente estarían devastados por la noticia de la muerte de su hijo, no podía. Toda su mente estaba consumida por los recuerdos del viaje de 50 días, tantas batallas y dolor que sufrieron, pero también tanta dicha al mismo tiempo.

Nunca había tenido amigos, mucho menos un grupo al que pertenecer. Aunque cada día fuera un desafío, valía la pena. Una parte de sí mismo quería que no terminara, pero era un pensamiento egoísta. La señora Holly no merecía un destino tan cruel.

Y aún así... Ya todo había terminado.

Si se permitía ser honesto en sus últimos momentos, si había algo de lo que se arrepentía. Era de no poder seguir al lado de Jotaro. De no poder crecer a su lado.
No estaba seguro de qué existía entre ellos, pero las sensaciones que compartían eran agradables. Compañerismo, afecto, incluso un cierto interés romántico. Era inevitable no ver al más fuerte con esos ojos, desde el momento en que el brote de carne fue extraído de su ser y sus manos lo sujetaron de esa manera, su corazón pareció dar un vuelco.

Al principio se propuso viajar con ellos como agradecimiento a la familia Kujo en general por su amabilidad y cuidado, así como para redimirse por la maligna influencia de DIO, sin embargo, más temprano que tarde, se vio envuelto en un mar de sensaciones que no solo lo incentivaban a pelear con más fuerza, sino también a buscar proteger y cuidar a sus compañeros.

Y velar por Jotaro.

Con esas pesadas respiraciones, Kakyoin siguió pensando en los Joestar. En cómo nunca pudo hablar con Jotaro sobre el tema en cuestión. Emociones, sentimientos confusos, dudas... Todo se extinguió tan rápido como apagar un fósforo con los dedos.

Si Dios existía, ¿podría darle una segunda oportunidad? ¿Y permitirle vivir... aunque fuera tiempo prestado?

(...)

Chapter Text

DIO había sido derrotado y los Crusaders se dirigían al hospital a toda velocidad, exhaustos después de semejante batalla. Todos habían sobrevivido, aunque las heridas que llevaban eran dolorosas y mortales si no se trataban.

Avdol había perdido sus brazos debido a Vanilla Ice. Iggy sufría daños internos. Polnareff no estaba exento del daño, pero mantenía su optimismo, comentando en como le dieron su merecido a todos esos locos.

Y Kakyoin...

Jotaro apenas pudo saborear su victoria contra DIO cuando recibió esa noticia que cayó como un balde de agua fría sobre la cabeza. Noriaki había sido destrozado por el puño del Stand "The World" y se encontraba en estado crítico, al borde de la muerte. Joseph estaba aplicándole Hamon concentrado con Hermit Purple en la zona de la herida, pero era difícil mantener con vida a alguien que había perdido tanta sangre y órganos.

Jotaro solo podía mirarlo horrorizado mientras la ambulancia corría rápidamente por las calles. Sabía que el anciano podría decir que el esfuerzo era inútil, pero la expresión de Kujo dejaba claro que eso no era lo que quería escuchar. No se rendiría con Kakyoin. No con él.

Fue casi un milagro que llegara vivo al hospital. Cada herida que cerraba con Hamon se volvía a abrir segundos después con pequeños rastros rojizos de sangre. Incluso si lograban mantenerlo con vida, era probable que muriera desangrado.

Pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta. La presencia de Jotaro, imponente y aterradora, mantenía a todos en silencio. Polnareff intentó razonar con él en cierto momento, pero terminaron en una pelea verbal que estuvo a punto de llegar a los golpes.

El personal del hospital hacía todo lo posible, pero las esperanzas disminuían con cada minuto que pasaba. Lo único que pudieron hacer fue conectarlo a múltiples máquinas para mantenerlo vivo, permitiendo que Joseph se tomara un descanso.

Pero Kakyoin ahora dependía completamente de esas máquinas para aferrarse a la vida. Aunque la SPW intervino y comenzaron las investigaciones, las esperanzas eran escasas.

Aun así, Jotaro no podía permitir que lo desconectaran. Y los padres de Noriaki estuvieron de acuerdo. El primer mes fue tortuoso para todos. Aunque la buena noticia de la mejoría de Holly ayudó a aliviar un poco la carga, el estado decadente de Noriaki eclipsaba todo. Pero nadie podía convencer a Jotaro de lo contrario. Todavía había esperanza, todavía había algo que hacer.

Incluso si le tomara 100 años, encontraría la forma de ayudarlo. Nada le importaba más.

Chapter Text

El tiempo pasó y los Crusaders siguieron caminos separados. Jotaro, Joseph y Kakyoin regresaron a Japón con la ayuda de la SPW. Joseph ansiaba ver a su hija una vez más y acompañar a su nieto en toda esta situación.

El traslado de Noriaki fue complicado y costoso, además de emocionalmente agotador. Los padres del joven pelirrojo lloraron amargamente al ver a su hijo apenas sobreviviendo con miles de tubos y cables conectados a su cuerpo inerte. Al principio, odiaron a Jotaro y al grupo por llevar a su hijo a una situación tan peligrosa, lo que solo aumentó el dolor en el corazón de Kujo.

Sin embargo, Jotaro no pudo responder a esas acusaciones. Solo pudo decir que lamentaba todo esto y que haría hasta lo imposible por ayudarlo.

Holly y Jotaro se abrazaron por primera vez en mucho tiempo cuando él llegó a casa. Holly acarició el cabello de su hijo mientras le agradecía sin parar, y Jotaro contuvo las lágrimas que querían caer en ese momento. Todo era tan doloroso.

Eventualmente, Jotaro tuvo que regresar a la escuela secundaria para terminar sus estudios. Kakyoin había mostrado mejoras considerables gracias a la medicina de la Fundación, pero seguía sedado y conectado a las máquinas. Jotaro lo visitaba todos los días durante al menos una hora. A menudo estudiaba o leía manga a su lado, con una paciencia casi sobrenatural. A veces traía flores, pequeñas y silvestres, que permanecían junto al joven hasta que se marchitaban.

En un momento, Holly le preguntó por qué se preocupaba tanto por ese chico. Jotaro respondió con simpleza.

"Porque lo aprecio. No merece este destino."

La mujer quiso darle una explicación sobre dejar ir, pero la mirada determinada de Jotaro la hizo quedarse en silencio y asentir.

No podía luchar contra el amor incondicional, ¿verdad? Ese mismo amor motivó al joven a unirse a una aventura de 50 días para salvarla. Sabía que no se rendiría, así que solo podía apoyarlo.

Y rezar por un milagro.

Chapter Text

Jotaro salió de la secundaria finalmente. La enorme herida de Kakyoin había sido reparada, aunque dejando una terrible cicatriz de tono oscuro en su estómago. Su cabello había crecido unos 10 centímetros, lo cual significaba qué seguía con vida, muy en el fondo.

Pero, ¿Sería algo que valdría la pena vivir? Las dudas atormentaban a Kujo constantemente, quien se había tomado toda la carga del destino de Kakyoin entre sus manos, arena escapándose por sus dedos. Aun cuando la decisión final quedaba en manos de los padres, su presencia representaba casi un forzoso "continuar."

¿Qué es lo que esperaba el poderoso usuario de Stand? Ni él mismo lo sabía. Un milagro, algo que traiga de vuelta a Kakyoin y le permita retomar su vida, una que fue injustamente arrebatada por un desgraciado. Todos los demás Crusaders habían podido regresar, ¿Por qué él no? No era justo. No era justo. Simplemente no lo era.

Este pensamiento le obsesionaba hasta el punto de no poder dormir ciertas noches. No poder dejar ir, era algo que nunca le había dado problemas, pero... Ahora no parecía poder hacerlo, su cerebro se negaba y se aferraba inutilmente a una luz qué podía ser una mera ilusión, un espejismo. Egoísmo. No había otra forma de describirlo.

Algunos días pensaba en detener todo, pedirle a la fundación que esto terminará y dejarán a Noriaki descansar, así como a su familia. Sin embargo, ver su rostro tranquilo en la camilla, casi le hacía parecer que estaba dormido y que en cualquier momento se despertaría, preguntándose si ya habían derrotado a DIO. Cómo podría dejarlo morir sin decirle que gracias a él descubrieron su poder. ¿Cómo no podrían celebrar su astucia incluso en un momento tan cercano a la muerte?

Jotaro de vez en cuando compraba cerezas y las comía junto a él mientras lo miraba, recordando el... Curioso truco que solía hacer. En su momento le dio repelús, ahora le provocaba una cálida sensación en el corazón.
El hospital tenía alrededor varios árboles de cerezo, los cuales ya había visto un par de veces florecer y marchitarse, tal como él...

Holly varias veces había sugerido a Jotaro el solicitar ayuda psicológica por el claro problema que no se hablaba. Ya habían pasado casi dos años y aun cuando habían mejoras, nada aseguraba que Kakyoin vuelva a ser el mismo si siquiera llega a despertar una vez más. Y en un punto... Jotaro aceptó, aunque, fue para darle el gusto a su madre que por voluntad propia. No permitió que interrumpieran el tratamiento de Noriaki.

El tiempo siguió pasando después de eso. Siempre lo hace.

Kujo fue a un par de sesiones de psicólogo y pronto se retiró. No le vio el sentido a ir, esas actividades y consejos parecían tan tontos que más de una vez quiso golpear al hombre rechoncho que lo atendía. Prefirió no ir más y concentrar sus esfuerzos en algo más productivo: Estudiar.

Ahí comenzó su carrera como biólogo marino.

En parte, busco algo así porque quería distanciarse de Japón. Era un sentimiento entendible, considerando que sus mejores (y peores) momentos fueron lejos del país. También se trataba de una forma inconsciente de alejarse del hospital donde tantos días había visto al joven ahí, inerte.

Se sentía como admirar una estatua, esperando que reaccione o de repente cobre vida.

Eventualmente, Jotaro se fue del país para estudiar, donde por fin parecía que el joven Kujo dejaría ir al muchacho pelirrojo. Por varios años se consideró así, aun cuando Kakyoin se mantenía conectado por la aprobación de sus familiares y recibiendo los diversos tratamientos de la Fundación, él tuvo una hija y se casó. Aunque... La decisión de casarse fue repentina, arbitraria casi. Una vez quiso intimar con alguien solamente para curar esa profunda herida causada por la soledad y terminó con esa noticia.

No estaba emocionado por ser padre. Quería concentrarse en sus estudios. Quería... Volver a esos momentos donde no tenía que preocuparse tanto, antes de los stands, antes de (todo.)

Kujo Jotaro realmente no sabia que quería en la vida después de todo lo que había vivido.

Chapter Text

Diez años habían pasado desde que DIO fue derrotado.

Jotaro se había formado una vida, queriéndolo o no. Su relación con hija y esposa no había mejorado, de hecho, nunca fue buena para empezar.
Se aferró a ella en un momento de extrema soledad, del cual terminó arrepintiéndose casi de inmediato. Jolyne ahora tiene 7 años... La ha visto pocas veces y aun así, ha intentado dejar una marca positiva con lo poco que tiene para ofrecer.

Aunque, ¿Qué tan positiva puede ser la de un padre ausente? Casi de manera inconsciente terminó igual que su padre, Sadao. Nunca han vuelto a hablar. Quizá meramente esta destinado a repetir estos ciclos, una y otra vez...

Hace un par de años que no ha visto a Kakyoin, pero, sigue enviando flores cada vez que puede. Las silvestres se transformaron en intrincados ramos de diversas flores, rosas, tulipanes, alhelí amarillos y la lista sigue. Aun en la distancia, no quiere rendirse, pero... No sabe si tiene la fuerza para verlo una vez más en ese estado.

Por eso se sumió en sus estudios y más recientemente trabajo. La aparición de flechas que proveen stands. El objeto que inicio absolutamente todo... DIO, incluso muerto, seguía afectando profundamente en sus vidas. No se puede matar a un fantasma, pero como desearía hacerlo.

Se contactó con Polnareff para comenzar a buscar estas flechas repartidas por los diferentes continentes. Al mismo tiempo, se enteró que Joseph tuvo un hijo fuera del matrimonio... No cabe mencionar que lo regañaron hasta más no poder, más, después de la molestia, tocaba ir a buscarlo.

Mediante Hermit Purple pudieron divisar al estudiante, sin embargo, una presencia oscura se marcaba en el fondo de la fotografía. Las memorias de Egipto le golpeaban con firmeza y por esto mismo se motivó a viajar una vez más, retornando a Japón. Más precisamente a esta ciudad de Morioh.

Y ahí fue donde lo conoció: Josuke Higashitaka, un usuario de Stand formidable, así como la solución a este problema que ha arrastrado durante tantos años.

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— ¿Quieres que lo cure? — Preguntó el muchacho de peinado extravagante mientras observaba a Jotaro con una expresión consternada. Bueno, tampoco esperaba menos... El viaje de los 50 días casi parece algo sacado de un libro de fantasía, sin embargo, todo fue real.

Y la prueba fidedigna de esto es Kakyoin. En este momento debe tener atrofia muscular. Su cabello ha crecido muchísimo, cayendo en una larga enredadera de color rojo. Su cuerpo ya no está conectado a máquinas, sino, las máquinas están dentro suyo.

Espina, estómago, parte de los intestinos. Todo fue recreado gracias a la Fundación, pero, aún seguía en coma. Si Josuke no podía "repararlo", sería el momento de dejarlo ir...

Pero, aun conservaba esperanzas. Es lo último que le queda en ese momento.

Les tomó un largo viaje en auto llegar al hospital de la fundación, donde Josuke fue recibido con amabilidad. El muchacho lucia confundido más que otra cosa y... ¿Cómo no estarlo? Hasta hace poco, era un estudiante normal que solo debía preocuparse de sus notas. Ahora luchaba contra usuarios de Stand y estaba apunto de traer de vuelta a la vida a un hombre que llevaba 10 años en coma...

No podía mentir. Estaba nervioso.

— Josuke.

La voz de Jotaro lo sacó de sus pensamientos con un sobresalto. Aun con su rostro usualmente estoico, estaba sudando, ansioso por ese elusivo momento en su vida. Podría tener a Kakyoin de vuelta o... Tendría que organizar un funeral después de 10 largos años de tormento.

Si existe un Dios, por favor, que permita este milagro.

Crazy Diamond se manifestó y colocó sus manos sobre el cuerpo del hombre, un brillo dorado etéreo lo cubrió por completo durante un par de segundos. Pronto, el Stand desapareció y Josuke se giro en dirección de su familiar, haciendo un ligero movimiento con la cabeza.

"Está listo. Hice lo que pude."

Y así tomo distancia. Todo se sentía como pendiendo de un hilo.

Jotaro avanzó a la cama y sujetó la mano del pelirrojo, sintiendo que aún seguía cálida. Espero con paciencia...

Y por primera vez en 10 años, los ojos de Noriaki Kakyoin se abrieron, mostrando un perfecto iris de color púrpura.

— ¿Jotaro...?

Pronunció con una voz rota, debido a los múltiples instrumentos que tuvo adheridos a su garganta por años. Todos en la habitación se paralizaron.

Kujo Jotaro por primera vez en años, comenzó a llorar. Incluso Josuke no pudo creerlo.

Kakyoin había regresado y con él, una serie de enormes desafíos por delante. Pero estaba vivo.

Vivo.

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Noriaki Kakyoin abrió sus ojos una vez más, sintiendo que había dormido por un muy, muy largo tiempo.

Lo último que recordaba era ese estanque de agua que detuvo su trayectoria al recibir un golpe prácticamente mortal de parte de DIO. Como fue atravesado de par en par y sintió sus huesos quebrarse, su vida escapando con más rapidez de la que podía contenerla.

Su último Emerald Splash cayó en la torre del reloj y todo se fue a negro, acompañados como pequeños destellos verdes. Adora ese color.

Dentro de esa oscuridad, Kakyoin fue vagando, inseguro de que hacer. Estaba atrapado en su propio cuerpo, incapaz de moverse más allá de ese espacio mental y meramente con la compañía de Hierophant Green, quien parecía deshacerse lentamente mientras recorrían esa espesa negrura.
Podía escuchar voces a los lejos, reconociendo varias.

Su madre, llorando. Su padre intentando consolarla. El señor Joestar hablando con Jotaro. Incluso Polnareff, Iggy y Avdul le hablaban; como anhelaba responderles. Pero no podía. Eso se volvía cada vez más pesado a nivel psicológico.

En parte, le recordó bastante a su batalla con Death 13. Nadie puede oírte, nadie te cree, estás completamente…

Solo.

Bueno, eso sería egoísta de pensar. Siempre había una voz constante en la oscuridad, la voz de Jotaro. Todo el tiempo hablaba sobre la familia, recordándole una y otra vez que él salvó a Holly. Que la señora Holly vive felizmente y espera ansiosa verlo una vez más para darle las gracias personalmente.

Lamentablemente, estas conversaciones se iban perdiendo poco a poco, al mismo tiempo en que Hierophant se volvía pequeños trozos de esmeralda qué se iban en el viento. Estaba muriendo y lo sabía, aunque… Quizá era mejor morir, qué seguir atrapado en ese espacio.

Oscuro y donde sus memorias se pierden como agua por sus dedos.

En un punto, había aceptado que ese era su destino y se dedicó a recordar toda su vida. Su infancia y adolescencia, jamás pudiendo llegar a la adultez. ¿Qué hubiera sido de él si nunca viajaban a El Cairo con su familia? Quizá seguiría estudiando y siendo sobresaliente, pero…

Estaría solo.
Y jamás habría sentido la chispa del gran primer amor.

No se arrepiente de sus decisiones. Ni de nada. Amo y sufrió, al final, de eso se trata vivir, ¿No? Kakyoin se había entregado a los brazos de la parca para momentos después abrir los ojos lentamente, divisando un techo blanco puro por un breve instante.

¿Había llegado al cielo? No, lo dudaba. El volver a estar consiente le hizo percatarse de lo débil que estaba su cuerpo, tanto que siquiera pudo erguirse en la cama y solo parpadeo, adormecido más allá del entendimiento.

Sin embargo, aun en su confusión, pudo reconocer su rostro y con una voz rasposa lo llamó.

— ¿Jotaro…?

Esa fue la primera vez que vio a Kujo llorar. Y le hizo caer en cuenta de la realidad: Estaba vivo. Le habían otorgado una segunda oportunidad.

Casi una decena de personas entraron a la habitación prontamente, todos vestidos con batas. Médicos, asumió y no se equivocaba, pronto fue alejado de Jotaro y de un desconocido en traje de estudiante que se encontraba en la habitación para recibir múltiples exámenes.

Jotaro lucia diferente de igual forma.

¿Cuánto tiempo había estado dormido?

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Escuchar la voz de Noriaki una vez más fue como beber agua después de estar deshidratado por años. Está vivo, Josuke realmente lo había logrado…

Kujo siquiera se había percatado de las lágrimas qué caían sin parar de sus ojos. Se las secó rápidamente con las manos y se reincorporó, ocultando sus ojos enrojecidos bajo su sombrero blanco. Carraspeo de igual forma, quitando el nudo en su garganta.

— Gracias, Josuke. Tu poder… Tu Stand, realmente es una bendición.

El estudiante por su parte, seguía igual de confundido que al principio, pero, ahora sonreía con suavidad. Había hecho su buena acción del día y eso le llenó el pecho de emoción. Sin embargo… Aún se sentía bastante curioso al respecto de toda esta situación. ¿Quién era ese hombre? ¿Y por qué es tan importante para el temible Jotaro Kujo al punto de hacerle llorar con su despertar? Muchas preguntas pero muy poco tiempo. El reloj en la pared señaló que era momento de regresar a sus clases, vaya historia tendría para contar a sus amigos.

— Cuídate, Jotaro-san. Y cuida bien de él…

Le dio un pequeño toque en el hombro antes de retirarse por el mismo camino del que había venido. Se metió las manos a los bolsillos y mantuvo la mirada hacia adelante, sin embargo, pudo sentir una mirada pegada sobre sí mismo a través de una de las puertas qué pasó. La del pelirrojo, observándolo entre la multitud de profesionales de la salud.

Kakyoin le regaló una sonrisa y un signo de paz. Josuke se sonrojó un poco, avergonzado de repente recibir «alabanzas», aun cuando estas fueran más gestos que palabras. Se rio a lo bajo e hizo un ademán con la mano para despedirse, buscando retirarse. A las afueras del hospital se encontraba el auto de la Fundación Speedwagon junto al chófer.

Hora de retornar a sus clases, pero… Regresa con el corazón lleno, sabiendo que hizo algo bien.

— Señor Higashikata, iremos a recibir a una persona al puerto antes de llevarlo a clases.

Los ojos del muchacho se abrieron con sorpresa. Ese día parecía estar lleno de estas.

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Después de una hora que casi pareció una eternidad, Jotaro y Kakyoin pudieron reencontrarse, solo interviniendo el médico de cabecera que les explicó en detalle la condición del Nipón.

Perdida de masa muscular. Posibles problemas mentales debido al suceso traumático previo al estado de coma. Falta de vitaminas. Posible dolor crónico. Y el señor seguía postulando contrariedades tras otra, sin embargo, Jotaro meramente podía observar los ojos de Noriaki como si estuviese hipnotizado por ellos.

Sus ojos morados, brillando y observándolo de verdad. Se veía hermoso, incluso si sus mejillas lucían pálidas y sus labios estaban resecos. Los besaría sin parar, hasta sangrar.

Pronto salió de su ensoñación ante un movimiento del doctor que le indicó que se acercará, mostrando una notable cantidad de pastillas. Mañana, medio día y noche. Sin faltar, esto ayudará a recuperar poco a poco su estado físico anterior… O lo más cercano posible a eso. Así como una dieta estricta y fuerte vigilancia ante cualquier cosa que pueda parecer extraña, ya que, sus órganos y partes faltantes eran prácticamente prototipos.

— Lo entiendo. Yo me encargaré de todo. — Y así, Jotaro firmó una hoja, haciéndole una señal al médico para que se largara de una vez por todas. El señor regordete entendió la señal y se retiró con la cabeza agachada. Pero nada de eso importaba.

Solo importaba Kakyoin.

— Jotaro… — Susurró el pelirrojo con suavidad. Y Kujo respondió envolviendo su cuerpo en un abrazo, no muy fuerte pero tampoco muy suave. Lo necesario para tenerlo a su lado, sentirlo ahí, reconocer que realmente había despertado después de todo.

— Kakyoin… Te extrañé. Te extrañé demasiado… — Las lágrimas amenazaban por aparecer y el ajeno solo pudo acariciar esos mechones de pelo negro qué sobresalían por la parte de abajo de su gorro. Había un sentimiento nostálgico en hacer ese gesto, de esos días en Egipto.

— Nyohoh. ¿De verdad eres mi Jotaro? Él nunca lo aceptaría tan fácilmente… — Sus memorias se cortaron abruptamente en el estanque de agua que parecía ser su tumba. Ahora, estaba siendo firmemente abrazado por su amante en una cama de hospital, confundido, pero… Profundamente feliz.

Ya tendría tiempo de recordar y entender. Ahora, quería aprovechar ese pequeño sueño.

— He vuelto a casa, JoJo. — Depositó un pequeño beso en la nariz del ajeno y sonrió, sin embargo, el ajeno tenía otros planes. Un beso, recayó sobre sus labios, un beso hambriento y casi rozando la desesperación. Ya no existía ese regusto a tabaco que caracterizaba los besos que compartieron quien sabe hace cuanto tiempo, pero, seguían siendo cálidos. Y tan apasionados…

Correspondió sin dudar, permitiéndose acariciar las facciones del hombre más alto. Este hizo lo mismo y en un punto, ambos terminaron sobre la cama, frente a frente.

Kakyoin soltó una respiración, nervioso. Aunque, siquiera pudo reclamar el repentino acercamiento ni como su peso encima le provocaba cierta molestia en el vientre. Pequeñas gotas calientes cayeron en su rostro, lágrimas de los hermosos ojos de Jotaro, ese verde enigmático que le atrapó por completo… Ahora inundado en tristeza.

— ¿Qué pasó... Mientras estaba dormido? Para que llores así… — Sus finos dedos limpiaron sus lágrimas con cuidado, a lo que Jotaro respondió con un gentil beso en su mano.

— Bienvenido a casa, Noriaki Kakyoin. Estuviste ausente durante 10… Casi 11 años.

Noriaki sintió que su estómago daba un vuelco con semejante bomba de información.

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Eventualmente, los amantes tuvieron que distanciarse un poco. Jotaro no solo imponía por su tamaño, sino, por su peso. Esos músculos lo hacían casi una mole comparado con el débil pelirrojo, quien no pudo evitar toser al momento en que su cuerpo se descomprimió un poco del peso ajeno. Todo se sentía extraño, como si ese… No fuese su cuerpo. Y en parte, no lo era, solo que él carecía de ese conocimiento de momento.

Kujo tomó asiento a su lado y marcó un recorrido por su brazo con sus dedos. Viejas marcas de agujas se marcaron con los años, provocándole un suspiro pesado, aun cuando había regresado, las memorias presentaban un enorme peso en los hombros del descendiente Joestar. Noriaki se mantuvo estático, paciente por la explicación, pero… Al final, parecía ser él quien necesitará de un momento para reflexionar.

Primero y lo más importante, su herida. Fue atravesado de par en par por el puño de un Stand y chocó contra una torre de agua, donde pocos minutos le faltaron para desangrarse. El señor Joestar logró salvarle con Hamon constante, sin embargo, el pronostico no se veía nada bueno… Más, Jotaro se negó a rendirse.

Y se negó.

Y se negó, durante 10 largos años.

El pensamiento de haber dejado solo al azabache durante tanto tiempo le hizo sentir terrible, sin embargo, lo que venía fue peor. Los dedos de su pareja recorrieron su vientre para levantar la bata de hospital, mostrando la enorme cicatriz resultante de la casi fatal herida que recorría todo su estomago. Los ojos de Kakyoin inevitablemente se llenaron de lagrimas. Aun cuando había recibido las mismas noticias del doctor hacía pocos minutos, ver que se trataba de algo real era un golpe fuerte a su psique. En pocas palabras, debería estar muerto… Debió morir hace una década, pero, su amado decidió cargar con ese dolor con la esperanza de volver a verlo.

En una parte, estaba tan agradecido de que el corazón de Jotaro siguiera siendo suyo, sin embargo… Ese apego no podía ser sano. Su relación fue fugaz como la misma travesía a Egipto, aun así… Ahora estaba ahí, todo gracias al profundo amor y necesidad de ese ex-delincuente. Los finos dedos del pelirrojo buscaron los del ajeno, enredando sus manos en un firme apretón. Siquiera encontraba palabras para ese instante, ¿Debía disculparse? ¿Debía indagar más en la salud mental de Kujo? ¿Debía quedarse en silencio y permitir que sus acciones hablaran por si mismo? No sabía, más, Jotaro se percató de la intranquilidad de su pareja, por lo que le besó con suavidad en la frente.

— Lo haría de nuevo de ser necesario por estar contigo. Te amo. — Un lado de su mente exclamó “¿¡Cómo puedes amar a alguien que conociste por menos de dos meses!?”, pero, sus labios pronunciaron débilmente un “Yo también te amo. Lo siento.”

Un pequeño beso selló ese tema como si de un hechizo se tratase, al menos de momento. Kakyoin se apegó a la musculatura de Jotaro durante un largo rato, simplemente respirando su aroma. Extrañaba el toque a tabaco de su “amante pasado”, sin embargo, la colonia del actual tampoco le disgustaba. Era algo más… Adulto, lo cual tenía bastante sentido teniendo en cuenta de que ahora él tenía 28 años.

Ese pensamiento le hizo percatarse de algo con rapidez. ¿Cómo lucía él, Noriaki Kakyoin, después de 10 años en coma? Un pequeño temblor se manifestó en todo su ser al pensarlo, algo de lo que su pareja se percató. Siquiera alcanzó a preguntar qué sucedía cuando el hombre más delgado mostró una mirada determinada, casi intimidante.

— Jotaro, necesito un espejo. Necesito… Verme.

Los ojos verdes del más alto le analizaron por un pequeño momento, antes de extenderle el espejo de mano hecho de plata. Un regalo de la madre de Kakyoin porque ella había pensando lo mismo “Querrá verse después de tanto tiempo.”

— Tómatelo con calma. — Advirtió con la misma voz seria de siempre, pero, con una permanente caricia en sus mechones rojizos, que ahora llegaban casi hasta su pecho. El pelirrojo inhaló profundamente y exhaló a la vez que con lentitud daba vuelta el espejo en su dirección…

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Lo que divisó en ese espejo eran los vestigios de un muchacho, un cascarón, un… residual de lo que alguna vez Noriaki Kakyoin.

Sus mejillas se habían pegado a su cráneo debido a la perdida de peso por la dieta líquida, su piel estaba blanca, pálida. Su cabello, antes brillante y bien cuidado por sus rutinas auto-impuestas, ahora caía por sus hombros en un tono opaco, pero aun así peinado, libre de nudos. Probablemente cepillado por su madre o por el mismo Jotaro. Sus ojos morados permanecían igual pero a la vez… ¿No? Era complicado de explicar, pero, sabía que había cambiado. Además de las profundas ojeras que decoraban estos, dándole un aspecto…

“Patético.” Fue la palabra que se le vino a la mente y le hizo sentir un agujero en el estómago. Irónico.

Los años no pasan en vano. Ni siquiera para él mismo que se vio sumergido en ese sueño del cual parecía no poder despertar.

— Soy-…

— Hermoso. Como una hoja de otoño.

Las palabras de Kujo le hicieron abrir los ojos de forma exagerada, no creyendo aquello que había escuchado. En primer lugar, el Jotaro que conoció jamás diría algo tan… Meloso, en segundo lugar, ¿No podía leer el ambiente? La expresión de Noriaki se presentaba cerca de las lágrimas mientras intentaba asimilar toda la información que había recibido, mientras que el de Jotaro hasta presentaba un pequeño brillo. Felicidad.

Podía comprender la alegría de tener a su amado de vuelta, pero…

— ¡No digas tonterías, JoJo! — Exclamó a la vez que un par de lágrimas se le escaparon, enojo tembloroso se manifestaba en sus cuerdas vocales. — ¡Mírame! Soy… Soy un desastre, parezco un cadáver… ¿Cómo puedes llamarme hermoso? ¿Es que estás ciego?

Quizá estaba exagerando. Quizá estaba sensible debido a su reciente despertar, sin embargo, el ajeno parecía superarse cada vez más y eso golpeaba firmemente los ya de por sí frágiles nervios de Noriaki.

— Jamás he tenido mejor visión. Estos años sin ti han sido… Malos, por decirlo de una forma. Pero ahora que regresaste, todo irá mejor… — Los dedos del azabache tocaron su estómago una vez más, casi como un esposo acariciaría el vientre de su esposa embarazada. Pero aquí no había ningún bebé, sino, la marca de una herida mortal que alcanzó a no serlo debido a la inquebrantable… obsesión de este muchacho.

— Jotaro, no me estás escuchando-… — Casi sin darse cuenta, el rostro del pelirrojo retomó un poco de color debido a que estaba llorando. Sus mejillas y ojos tomaron un suave tono rojo, incluso terminó con hipo mientras su piel se humedecía a causa de su propia pena y confusión. Las grandes manos de Jotaro limpiaron sus lágrimas con dedicación, maravillado ante la vista que tenía de él moviéndose. Incluso si lloraba, era algo que iba a atesorar profundamente, hasta eso era mejor que nada.

— Te amo, Kakyoin. Y siempre lo haré, sin importar como cambies, ni tu aspecto, ni tu género, ni nada podrá borrar ese sentimiento. — El más alto se inclinó buscando darle un beso, no obstante, la mano de Noriaki se puso en medio mientras le miraba enojado. No quería pensar mal de él, pero ahora parecía estar ignorando su dolor, como si tuviese puestos un par de lentes de color rosa que lograran ignorar todo lo malo.

— ¡Ese no es el problema! ¿¡Por qué no puedes-…? — Un repentino dolor subió por su cuerpo al agitarse y un repentino sabor óxido llenó su boca por completo. Sangre.

En ese momento, el tiempo se detuvo. De forma literal, pues Star Platinum se había manifestado detrás de su usuario.

Un suspiro se le escapó. Ese primer encuentro no había sido como lo esperaba… Así que decidió cambiar su curso de actitud. Debía preocuparse más, incluso cuando su corazón se llenaba del más genuino gozo al verlo activo; no podía empalagarlo. Debía mantener esa seriedad… Era algo triste, si se permitía ser sincero.

Estaba tan feliz, tanto que salía a relucir su egoísmo y obsesión. Debía encontrar la calma, su centro y retomar al “Jotaro frío” de siempre.

Quedando un pequeño momento para que se reanudara el tiempo, Jotaro acercó sus labios a los del ajeno para así besarle. Pudo saborear la sangre que llenaba su boca, la cual lamió gustoso por lo máximo que se le fue posible. Antes de que el tiempo retomará su curso habitual, aplicó una pequeña presión en la parte de atrás de su cuello, logrando que Kakyoin se desmayará cuando su habilidad terminó.

Presionó el botón cerca de la camilla para llamar a los médicos y comunicarles lo que había sucedido, así mismo para avisar que regresaría más tarde. No sería necesario recordar nada de esto, al menos, no para su amado.

Kujo Jotaro relamió sus labios para saborear la sangre restante y se retiró, una ligera sonrisa marcada en sus labios. Aun cuando quisiera ocultarlo… Estaba tan feliz que podría morir.

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Los ojos purpúreos de Noriaki se abrieron con increíble pesadez varias horas más tarde, siendo incapaz de diferenciar la realidad del espumoso sueño que lo tenía perdido en ese limbo borroso. Lo primero que divisó cuando pudo levantar los párpados fue la presencia de una mujer pelirroja, aunque, el pelo rojo se comenzaba haber opacado por las frondosas canas que brotaban debido a la edad. Aún no comprendía nada, pero… Hubo algo casi primitivo en sus palabras, un instinto que le permitió reconocerla incluso entre la enorme niebla que cubría su mente.

— ¿Mamá…? — Parpadeó en intento para verla con más claridad, sin embargo, su visión pronto fue obstruida. Su madre lo tenía abrazado con fuerza y lo único en su campo de visión eran esos mismos mechones canosos/rojizos. Un olor dulce le cubrió por completo y un sentimiento de familiaridad, calma y amor puro le hicieron derretirse en los brazos de la mujer. — ¡Mamá…! He- He vuelto a casa… — Nuevamente, sus ojos ardieron con lágrimas y sabía que la situación era igual para ella, pero, estaba bien. Había regresado, permitiendo que ese encuentro ocurriera… Y eso era más que suficiente.

Pronto, un hombre se unió al abrazo, formando un firme grupo rodeado de una calidez indescriptible. Su padre también se encontraba con ellos, ahora luciendo un flamante look avejentado gracias a las canas que dominaban su cabellera. Los años no habían pasado en vano… Ese pensamiento ardió en su pecho, aun cuando debía sentirse agradecido de que estaba vivo.

El abrazo duro sus buenos minutos, hasta que el padre se distanció a petición de uno de los doctores. El hombre salió fuera de la habitación, asegurando que retornaría con rapidez. Noriaki observó a su madre, plena felicidad reflejada en su expresión.

— Yo… Siquiera sé por donde empezar, madre…

— Yo sí lo sé, Noriaki. ¿¡En qué estabas pensando!? — El suave ambiente se rompió en pedazos al momento en que la mujer levantó la voz, claramente afectada. — ¡Tú…! Siquiera nos avisaste, desapareces casi por dos meses y después recibo la noticia de que mi hijo está en coma-… ¿Por qué tomaste tal decisión? — Los ojos de la mujer, morados tal como los de él, estaban llenos de lágrimas y de confusión mezclada con molestia.

Kakyoin agachó la cabeza. ¿Por qué lo había hecho? Retrocedió sus pensamientos hacia ese instante donde Jotaro extrajo el brote de DIO de su cuerpo. Podría haber retornado a su vida normal después de esos sucesos tan bizarros, nada ni nadie le obligó a acompañar a los Joestar en esa travesía… Sin embargo, ¿Cómo no devolver la tranquilidad y seguridad que Jotaro le expresó en ese momento tan tenso?

No podía explicarle eso a su madre. No podía admitir su homosexualidad ni mucho menos que se había embarcado en eso… Por amor.

Iba a intentar explicarse, tomó una gran bocanada de aire y abrió su boca, dispuesto a hablar. Sin embargo, la puerta de su habitación se abrió de par en par, permitiendo que su padre entrará de regreso acompañado del doctor y de un tercero: Kujo Jotaro.

— ¡Jotaro! — Exclamó, su cara mostrando un poco de luz entre la oscuridad del tópico tocado por su madre. El ajeno se percató de ello, un pequeño gesto de molestia fue ocultado con un pequeño movimiento de acomodar su gorra. El tacón de sus zapatos resonó en el piso de cerámica mientras tomaba, cercanía a la cama, una bolsa entre sus manos.

— Señora. Mi madre les envía esto en forma de agradecimiento y… Disculpas, de parte de toda la familia. Ya debe encontrarse tranquila, ¿No es así? Kakyoin está vivo y con grandes expectativas a mejorar, justo como lo prometí. — ¿Promesas? El pelirrojo parpadeó, perplejo. Su madre carraspeó mientras asentía.

— Sí… Es bueno tenerte de vuelta, Nori. Los Joestar y Kujo se encargaron casi por completo de tu cuidado durante estos largos años, donde casi parecía no haber esperanza… Tenerte aquí de verdad es… Un milagro. — Los dedos delicados de la mujer acariciaron la mejilla pálida del muchacho y este suspiró, reposando su rostro contra la palma de su mano. Era doloroso pensar en el sufrimiento que vivieron todos durante esa década.

Y por eso mismo dirigió su mirada a Jotaro. ¿De verdad había valido la pena todo esto? Él meramente le sonrió. Todo es tan raro… Más aún porque tenía la sensación de que ya lo había visto ese día, pero, no era capaz de recordarlo.

La tarde transcurrió con toda la familia de Kakyoin presente, donde conversaron hasta cansarse (sin tocar ni por error el “elefante en la habitación”). Jotaro permaneció rondando el hospital durante todo el día hasta que los familiares se retiraron y permitieron al muchacho descansar, ahí fue donde los interceptó para hablar con ellos. No fue violento ni mucho menos los amenazó, simplemente recalcó lo obvio.

No debían indagar tanto, debían concentrarse en lo importante. Que Kakyoin está vivo.

Y nada más.

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Jotaro usualmente volvía a su hogar con su mujer e hija al llegar la noche, sin embargo, ese día no podía marcharse cuando Kakyoin por fin despertó de su largo sueño.

Estaba seguro de que su pareja no recordaba nada de lo que sucedió en su reencuentro y se aseguró que nadie fuese comentándolo, simplemente… Aquello no pasó; no habían tenido tiempo para hablar, fue un día lleno de caos y ahora que el silencio dominaba por completo el hospital (clínica, más bien), Kujo se dirigió a la habitación y abrió lentamente la puerta, rompiendo varias reglas en el proceso. Entrada ilegal, interrupción de pacientes en descanso… Había cierto regusto en ignorar toda moral por su amor. Más, había algo extraño en el ambiente, algo que acompañó el chirriante sonido de las bisagras.

El aire se sentía tenso. En la oscuridad de la noche, un pequeño destello iluminó todo.

— Hierophant Green! — Una ráfaga de centelleantes esmeraldas le golpeó casi de lleno al abrirse por completo la puerta. El destello verde casi parecía espuma de mar, como un océano que le abrazó por un cándido segundo. Aunque, Star Platinum no tardó en aparecer para sujetar las manifestaciones del alma del muchacho. Ah… Había extrañado ver su Stand, incluso si ahora luce más apagado que antes. El sentir este dolor de la mano de Noriaki era hermoso, de verdad está vivo.

Sin embargo, ese no era el tema, se había jurado no caer en su obsesión frente a él otra vez.

¿Por qué estaba tan a la defensiva? Kakyoin no pareció reaccionar hasta varios segundos más tarde, dándose cuenta de que la enorme figura de Kujo se acercaba amenazadoramente a él. Se frotó los ojos, como si no pudiese ver bien lo que tenía delante.

— Kakyoin… — Mencionó con suavidad, casi aterciopelada. El pelirrojo se sobresaltó de inmediato.

— ¡Jotaro! ¿Eres tú…? Lo siento, creo que mi vista está-… Me cuesta ver. Pensé que podría-… Ser un enemigo… — Aun cuando lo que más deseaba era lanzarse sobre él y besarlo hasta que no pudiera más, meramente se sentó a su lado para así mover sus mechones rojizos lejos de sus ojos, observando esos prismas morados que parecían cubiertos de nubes. Probablemente, esto era consecuencia de su letargo, algún problema neuronal derivado de… Bueno, todo lo que pasó. No importaba. Lo arreglarían de una forma u otra.

— Tranquilízate. Estoy aquí… Seré tus ojos de ser necesario. Mañana se lo comentaré a los doctores y probablemente quedarás como nuevo en muy poco tiempo. — Un pequeño beso reposó en la frente del más delgado y eso logró que el cuerpo de Noriaki abandonará toda la tensión acumulada, permitiendo su peso caer sobre el pecho del ajeno. El silencio dominó todo por un par de minutos donde el azabache peinó el cabello pelirrojo del ajeno con sus dedos, meramente disfrutando de la suavidad de este. Extrañaba su “rulo” característico que alguna vez tuvo, pero pronto todo retornaría a la normalidad… Se aseguraría de ello.

Kakyoin fue el primero en hablar después de un buen rato.

— Soñé… Que estaba en la torre del reloj. Todo de nuevo. Pude sentir el puño atravesándome… ¿Cómo… estoy vivo, Jotaro? ¿Cómo es físicamente posible?

— Yiyi te salvó con Hamon. Lo estuvo administrando directamente a tu cuerpo con tal de que siga funcionando. Llegamos de suerte con los médicos de la Fundación… No tuvieron esperanzas. Todos decían que ibas a morir, pero, mírate ahora… — Sus dedos jugueteaban con sus mechones de pelo, girándolos y pasándolos entre las yemas. — Vivo. Siempre se equivocaron…

— (…) ¿Por qué no te rendiste? — La pregunta descolocó al hombre de blanco. Las manos de Noriaki subieron por su ropa para exponer su vientre, una expresión de dolor recorriendo su expresión. — Mi madre me contó sobre todo lo que tuvieron que hacer para… Reconstruirme. Lo difícil y complicado, pero, por sobre todo, costoso… ¿Por qué?

Volvían al mismo punto, pero, no tenía sentido hacerse el tonto.

— Porque te necesito.

— ¡Eso es mentira!

— ¿De qué hablas…? — Prontamente se vio enredado con Hierophant Green, amarrado tal como en su primer encuentro. Había un agradable recuerdo en ser sujetado por su stand de esa forma. Se mantuvo quieto, genuinamente curioso de por qué decía algo así, aun teniendo en cuenta la enorme devoción que sentía por él.

— ¿Por qué me necesitarías si estás casado, eh…?

Un largo momento de silencio dominó el ambiente mientras Kakyoin luchaba contra las lágrimas, sintiéndose traicionado muy en el fondo. Inesperadamente, el primer sonido proveniente de Jotaro fue una pequeña risa que pronto escaló a una carcajada. Ya de por sí era raro verlo feliz en general…

— ¿Estás celoso? — Le llegó una esmeralda directamente a la mejilla. Completamente merecido.

— Te explicaré todo, Noriaki. Puedo jurarte por mi vida que jamás dejé de pensar en ti, ni por un segundo… Pero, no fue solamente difícil para tu familia. Yo me sentí extremadamente solo. Tanto que… Recurrí a una medida extrema para quitarme esa sensación. No funcionó y terminé en un matrimonio infeliz con una hija. Jolyne. — Fue directo con la realidad de las cosas, no tendría sentido suavizar este hecho.

— Solo nos casamos porque quedó embarazada. No estamos atraídos al otro en ningun sentido, nos dimos cuenta muy rápido de ello… Cometí muchos errores. Espero puedas perdonarme.

El stand del muchacho hospitalizado se retiró lentamente, una expresión de disgusto marcada en su rostro. — Todo de lo que me entero de ese tiempo es tan doloroso… ¿Realmente valgo tanto la pena, JoJo?

— Eres lo único que vale la pena en este mundo. Por eso no era justo que murieras. Tu historia no podía acabar en 17… Me disculpo por mi egoísmo más no tomaría otra decisión, incluso si tuviese la oportunidad de repetir todo. — Ya era la segunda vez que se disculpaba y ahora hasta adaptó la posición de reverencia sobre la cama, inclinando su cabeza hacia delante.

Kakyoin le quitó su gorro para así poder devolver un poco los mimos en el cabello de su nuca.

— (…) Gracias, Jotaro. Gracias por luchar por mí y… Supongo que tendré que llegar a un entendimiento con el hecho de que ya tienes descendencia. Es realmente… Curioso. Haha. — Una pequeña risa se le escapó mientras reposaba su cuerpo sobre él, atrapándolo en un extraño abrazo.

— Te amo, Noriaki.

— Yo también, mi salvador. Aunque, de verdad, tenemos que hablar de esa aterradora devoción…

Jotaro decidió ignorar las pequeñas indirectas respecto a su salud mental por el resto de la noche. Al final, se quedaron dormidos uno al lado del otro, perdidos en una calidez solo comparable a las noches de viaje que compartieron hace 10 años.

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Una semana había transcurrido desde que Noriaki despertó.

Todo ese tiempo estuvo cargado de fuertes emociones debido a los reencuentros y memorias compartidas. Avdol, Polnareff y un ya avejentado Joseph Joestar lo visitaron para así traerle las actualizaciones de sus vidas en la última década. Entre risas y lágrimas, Kakyoin no escatimó en reclamos cuando se enteró de que su salvador, Josuke, fue producto de una infidelidad del señor Joestar, dato que se le escapó con demasiada naturalidad al francés entre los múltiples tópicos tocados.

El destino daba vueltas muy curiosas. Jotaro permanecía sentado al lado de su pareja, sonriente y participando en la conversación de vez en cuando, pero, más que nada… Observaba al muchacho resplandecer de felicidad en ese instante.

Avdol poseía prótesis donde alguna vez estuvieron sus brazos, pero parecía llevarlo bastante bien. Él vive con Marlene (Sí, le contaron toda la historia con Alessi) y Polnareff en Francia, en la casa de su infancia. Se negó a especificar qué tipo de relación compartían los 3, pero, el hecho era que Jean-Pierre ya tenía 2 preciosos hijos, morenos. Parecía que sus genes iban a quedar escondidos hasta la próxima generación.

Iggy había fallecido hacía poco tiempo. Vivió muy a gusto en compañía de Polnareff en Francia e incluso tuvo familia, Jean-Pierre le mostró su billetera llena de fotos de sus propios hijos y de la familia de Iggy. Era gracioso y tierno, considerando que en un momento se odiaron a morir.

Las visitas se hacían tan cortas que casi siempre quedaban con la palabra en la boca cuando la enfermera entraba a la habitación. Se siguieron juntando constantemente hasta que un día Avdol y Polnareff tuvieron que retirarse, ya que, la SPW consiguió información sobre unas flechas en otro país. La despedida fue emotiva y culminó con un abrazo de grupo, uno al que incluso Jotaro fue arrastrado.

Prontamente, Joseph también retornó a América. Solo quedaron Kakyoin y Jotaro en Morioh, solos una vez más. El pelirrojo incluso aprovechó de tener un corte de pelo para regresar a su estilo antiguo, así como las comidas sólidas finalmente le permitieron recuperar peso y su color de piel usual. El azabache había logrado robar un poco de cabello utilizando su habilidad para detener el tiempo, detalle que guardó con recelo entre sus pertenencias.

Un pequeño recuerdo, se decía.

Los días se tornaron monótonos de ahí en adelante, pero, en el buen sentido. La recuperación de Noriaki era lenta y tortuosa, a lo que Jotaro intentaba ayudar a distraerlo del dolor físico. Su habitación llena de blanco puro comenzó a llenarse de cosas que compartían, libros, mangas, incluso en un punto trajo una televisión y una consola para poder jugar F-MEGA juntos. Así mismo, Kujo terminó pidiendo una cama extra para sí mismo, negándose a dejar por ni un segundo al muchacho. Su teléfono rebosaba en llamadas perdidas de su mujer, pero, no le interesaba en absoluto.

Tenía a su Cherry boy de vuelta. ¿Qué más podía importar?

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La vida se había vuelto dulce desde que su amor de secundaria regresó.

Cada día era algo que valía la pena vivir. Incluso si meramente existían uno al lado del otro, la presencia del pelirrojo hacía todo más ameno, como que todo puede tener respuesta. Kujo Jotaro era feliz por primera vez en años, quizá desde el mismo viaje a Egipto que marcó el inicio de todo. Sin embargo, la vista del azabache se había centrado tanto en Kakyoin que comenzó a tener problemas laborales, así como familiares. Su teléfono rebosaba con llamadas perdidas y un día, Noriaki notó esto.

Se encontraban en la habitación como era de costumbre. Kakyoin había tenido una pesada sesión de rehabilitación, tanto que terminó durmiéndose poco después de llevar y Jotaro decidió acompañarlo, ambos se abrazaron para tomar una pequeña siesta de la cual el pelirrojo despertó primero, donde los primeros minutos se dedicó a oler la suave colonia que cubría al ajeno. Ese olor extraño ahora se había vuelto tan familiar y agradable, quería olerlo todos los días de su vida…

Sin embargo, ese momento de paz pronto fue interrumpido por una molesta vibración que no se detenía y esta provenía del bolsillo interno de su chaqueta. Al principio pensó en meramente ignorarlo, pararía eventualmente, ¿verdad? Pero… No fue así. 5 largos minutos bastaron para que el muchacho tomará el asunto en sus manos y extrajera (con ayuda de Hierophant Green) el celular de su bolsillo. En la pantalla relucía un nombre “Ms. Kujo” y eso hizo que su estómago doliera por un instante.

Era difícil de pensar que él está aún casado…

Presionó el botón para cortar la llamada y poder regresar a la comodidad de los brazos del ajeno, no obstante, rápidamente volvió a aparecer el nombre en la pantalla. Lo intentó una vez más, y otra… Pero seguía apareciendo, haciéndole palidecer. ¿Qué es lo que sucedía? En sus múltiples intentos de negar la llamada, su dedo se desvió y por error terminó aceptándola, sintiendo su alma salir del cuerpo por un breve instante.

— ¡Jotaro! — Exclamó una voz femenina del otro lado del teléfono. — ¡No has venido a casa en días, Jolyne está preocupada por ti…! ¿¡Qué clase de padre eres!? — Kakyoin cubrió sus propios labios con miedo a dejar escapar siquiera una respiración mientras escuchaba, paralizado.

— ¿De verdad vas a abandonar tu vida, tu familia… por ese hombre? Yo-… Jotaro, ¿Qué tan loco puedes estar? Acepté tus excentricidades por mucho tiempo y aun así… — Hubo un largo momento de silencio. — ¿Siquiera tendrás la decencia de hablarme? ¿O estás muy ocupado con él?

— Y-yo… — La mujer, quizá demasiado atenta, detectó de inmediato la voz extraña y su voz ya de por sí alterada, ahora se mostraba colérica. — ¡No puedo creerlo, Kujo-…! — Una enorme mano cubrió el celular, tapando el sonido proveniente de este. Jotaro despertó y aun así portaba una sonrisa dulce, ¿De verdad este hombre estaba abandonando a su familia por estar con él? El rostro de Noriaki estaba pálido como papel, pero, el ajeno le dedicó un beso en la frente antes de levantarse para atender la llamada como corresponde.

— Yo me encargaré de todo. No te preocupes.

Una enorme culpa se cargó sobre los hombros del muchacho en ese instante, sintiendo hasta la urgencia de llorar. ¿Qué demonios era todo esto…?

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Desde el incidente del teléfono, Jotaro no estaba tan presente como antes en el hospital. Dijo que iba a solucionar todo y Kakyoin confiaba plenamente en él, sin embargo, ¿Cuál era su definición de solucionar? El biólogo marino había cambiado bastante durante esa época donde estuvo él en coma, en una parte, su agria actitud adolescente se desvaneció para dejar un adulto sensible, controlado, pero intenso… Muy intenso.

Solo esperaba que no hiciera una locura.

Después de sus ejercicios matutinos, Noriaki pudo descansar en la cama blanca de su habitación, sintiéndose un poco más satisfecho con su progreso cada vez. Cada día se volvía más fácil el moverse, aunque, en el fondo, sabía que nunca podría regresar a su movilidad previa a… Eso.

Su juventud y vitalidad se habían ido con el pasar de las primaveras, él meramente está recogiendo los pétalos marchitos de su persona, con esperanza de reconstruir el cerezo qué una vez fue.

Su familia venía de vez en cuando a verlo y a conversar con el doctor, quien mostraba altas expectativas por su recuperación. Josuke realmente había hecho maravillas e incluso, gracias a la insistencia de Jotaro, este ocupó a Crazy Diamond sobre su cuerpo varias veces para así mejorar cualquier cosa que pudiese causar problemas. Incluso si el joven decía con claridad que no podía hacer más, este no podía hacer mucho frente a la aterradora presencia de Star Platinum.

Era reconfortante ver a los Stands, de igual forma.

Hierophant Green también podía salir, pero, su cuerpo brillante y cristalino se mostraba quebrado, como cuando se tira una piedra a una ventana. Él también se había vuelto un vestigio, incluso su alma…

Aunque, no tuvo oportunidad de llorar por los cambios. Star Platinum rodeó a Hierophant en un abrazo, que hizo a Kakyoin suspirar, acurrucado en una calidez más allá de su propio corazón. Lo sabía, sabía que no debía mirar más al pasado, pero… ¿Cómo no hacerlo? Cuando incluso en su alma, la marca quedaría.

Solo quedaba seguir viviendo.

 

(…)

 

El tiempo pasaba relativamente rápido para el muchacho, quién ahora retomaba sus estudios para terminar la secundaria. Sus días se intercalaban entre pasar tiempo con Jotaro, hacer sus entrenamientos de rehabilitación y estudiar, algo que él mismo decidió.

Después de todo, si sigue mejorando, eventualmente tendrá que salir al mundo exterior y ser una persona de provecho. Tocaba recuperar el tiempo perdido, dentro de lo posible.

Sin embargo, había algo que no se hablaba en esa pequeña habitación que se había vuelto su universo entero. Jotaro le aseguró que se encargaría sobre su familia y nunca especificó de que forma, algo que le apretaba el estómago con solo pensarlo. No sabía por qué su mente se inclinaba a lo peor, pero, era un presentimiento encarnado, casi intrusivo. Uno que inevitablemente tuvo que expresar mientras terminaban una partida de videojuegos.

— Jotaro… ¿Podemos hablar? — El pelirrojo dejó de lado el control de la consola para llamar la atención del ajeno.

— ¿Qué sucede, Nori?

Los ojos preocupados del hombre más alto se enfocaron en él, Kakyoin le regaló una pequeña caricia en la mejilla para que se calmara. Era un tema importante, sí, pero su compañero casi parecía listo para darle [ Ora, Ora ] a cualquiera que él dijera.

Aterrador.

— ¿Recuerdas lo que pasó el otro día? Con tú… Familia. — Una sensación desagradable se acomodaba en su estómago al recordarlo. — ¿Qué fue lo que pasó? No me has comentado nada y estoy algo preocupado…

— Ah, eso. — La expresión del descendiente Joestar se relajó casi de inmediato, como si el ajeno hubiese contado algo tonto o simple. — Voy a divorciarme.

— ¿Eh?

Jotaro sonrió.

— ¡¿Eh?! ¡Espera, no puedes hablar en serio…!

— ¿Por qué no? Volviste, Nori. Y tú eres con quien me casaré después de terminar todo el papeleo. Eso puedo prometerlo.

— Pe-Pero… ¿Y tu hija?

— Haré mi parte como su padre. No soy un monstruo… De hecho.

Los dedos de Jotaro sujetaron el mentón del pelirrojo y así forzó a que sus miradas chocaran. El azabache lucia feliz, algo que fue limpiando de a poco la ansiedad que le consumía.

— ¿Quieres conocerla?

No se pudo negar a eso.

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El encuentro con la primogénita de Jotaro no fue de inmediato. De hecho, cada día que pasaba —qué demoraba—, su estómago se apretaba más y más, ansioso sobre la primera impresión que le daría. Después de todo y según el descendiente Joestar, terminarían siendo una familia.

Todo era tan…

Extraño.

En parte, le emocionaba poder pasar esta nueva vida junto a Jotaro, sabía que jamás le faltaría nada y que tendrían un amor incondicional, casi eterno, sin embargo, se siente como si fuese arrastrado por la corriente. Una corriente que el mismo Kujo creó, idealizándolo durante 10 largos años.

Siquiera estar casado lo detuvo. Siquiera tener hijos.

Intentaba no pensar demasiado en aquello que le carcomía en sus sueños. Debía aceptar su realidad ahora, no estaría vivo sin Jotaro y le debía recompensar por su paciencia. Sin mencionar que, ese amor incompleto ardía por tener desarrollo, ese que se estancó el día en que fue casi asesinado por DIO.

Tenía que concentrarse en recuperarse y salir pronto del hospital, recuperar su vida y por fin… Vivirla.

(…)

Jotaro anunció que iría con Jolyne después de sus clases en una tarde de otoño. Kakyoin se agarró el estómago, nervioso. Este gesto se le había quedado pegado desde el incidente.

¿Debería considerarla su hija? ¿O tratarla como una hermana pequeña? De por sí sus interacciones sociales en general eran precarias…

Solo tuvo tiempo para peinarse un poco antes de que Jotaro entrará por la puerta, retirando su gorro en el proceso con una mano. En la otra, sujetaba una pequeña manita, la cual provenía de…

Una niña de cabello extravagante, un par de mechones rubios reposando en su frente, su ropa llena de decoraciones de mariposas y… Sus ojos, verdes.

Justo como los de Jotaro.

Era difícil de creer el hecho de que hubiese tenido una hija, pero, ahora que la tenía en frente… Era indudable el parentesco. Una sonrisa se esbozó en la expresión de Kakyoin, cargada de amabilidad y ternura.

— Hola, pequeña.

— Hola. Tu pelo… ¿Por qué es tan rojo? — La pregunta le pilló por sorpresa, si era sincero. Qué directa. Bueno, siendo hija de Kujo…

— Porque…

— Su cabeza está en llamas. — Habló Jotaro antes de que Kakyoin pudiese contestar, algo que le descoloco incluso más.

— ¡¿JoJo?! — Pudo divisar una sonrisa en su cara, algo que en parte le dio un sentimiento agradable en su corazón.

— Wow… Pelo de fuego… — La pequeña, con su inocencia por delante, se acercó a él con claras intenciones de intentar tocar su cabello. Su estatura no se lo permitió, sin mencionar que la cama del hospital era algo alta.

Jotaro se movió alrededor de la habitación para colocar una silla cerca de la cama y así sujeto a Jolyne para ponerla en su regazo al sentarse. La niña agarró el mechón qué colgaba al lado de su rostro y lo acarició, como si se tratase de una mascota o algo similar.

Kakyoin solo pudo reírse, resignado.

— No es de fuego real. Tu padre es… Gracioso cuando quiere. — Le dedicó una mirada algo molesta, Jotaro estaba radiante.

— Eres Jolyne, ¿cierto? Yo soy Noriaki Kakyoin. — Intento presentarse mientras la menor jugueteaba con su cabello, ahora haciéndole una pequeña trenza.

— ¡Lo sé! Papá habla siempre de ti. Todo el tiempo, incluso tiene pinturas de ti en casa.

Un largo silencio se formó en la habitación. ¿Hasta dónde había llegado la obsesión de Jotaro…? Intentó conectar su mirada con la del ajeno, pero, este la evitaba. Había un deje de vergüenza en su expresión.

— Ya… Ya veo. — Carraspeo. — ¿Cuántos años tienes, pequeña?

La conversación de ahí en adelante siguió con normalidad. Aun cuando no era lo que buscaba, gracias a la pequeña pudo descubrir varios detalles más que curiosos de Jotaro en su vida privada. Una obsesión incesante, imparable y que casi había roto la familia a la mitad con Jolyne en medio.

Le daba tristeza. No quería considerarse un reemplazo, pero, intentaría ser un buen padre adoptivo cuando ya todo lo que tuviese que pasar, pasara.

Las horas pasaron con tal rapidez que pronto el sol se ocultó y la chiquilla se había quedado dormida en el regazo de su padre, tranquila y segura. El cabello de Noriaki terminó lleno de trenzas y lucia más que curioso, pero, se sentía… Feliz.

La idea de tener una familia con Jotaro se volvió un deseo dulce y afable, algo que quería vivir más a menudo.

Se despidieron con un beso, el primero (qué recordaba) desde que Kakyoin había despertado. Realmente anhelaba fundirse en esa calidez, una que le recordó algo muy importante.

Valía la pena estar vivo.

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La incomodidad que en su momento atormentó a Kakyoin se había desvanecido. El pensar en que ahora tenía una familia junto a Jotaro era una emoción que volvía loco a su corazón, incluso con el raro contexto que había de por medio.

Conocer a la pequeña Jolyne y ver el lado más parental de Kujo fue como tomar un trago de agua después de estar caminando en un desierto por horas, años. Era aquello que le devolvió la esperanza y le hizo anhelar salir pronto del hospital, queriendo concretar esa vida que tanto ha anhelado. Donde es amado y puede amar recíprocamente, con gente que no está forzada por sangre a aceptarlo.

Esa noche, el joven pelirrojo durmió con una sonrisa en sus labios.

Pero, el mundo tenía planeado algo diferente para él.

( . . . )

La mañana llegó prontamente, motivando al muchacho a levantarse de la cama para dirigirse a sus ejercicios matutinos. La cicatriz en su estómago tiraba de forma extraña al moverse, una molestia que expresó a los médicos con rapidez, a lo que ellos respondieron que era algo normal considerando todos los procedimientos que había vivido y que si persistía, le brindarían cremas y masajes.

Kakyoin aceptó la explicación, aun así, no podía combatir esa sensación extrañaba que acompañaba a esos tirones. Después de los ejercicios, regresó a su habitación para proseguir con sus estudios y las horas pasaron sin mucha relevancia, hasta que una enfermera entró con un teléfono en mano. Era una llamada para él, ¿Tal vez su madre o alguno de los Crusaders? Tomó el teléfono y contestó, en una mano jugueteaba con una cereza que le habían dado al almuerzo.

— ¿Hola?

— Nori. Soy yo, Jotaro.

Esa fue una sorpresa agradable, su expresión se iluminó casi de inmediato.

— ¡JoJo! ¿Vas a venir hoy? ¿Vendrá Jolyne también?

— Es-… Complicado. Estaré ahí tan pronto como pueda, pero, mi exesposa…

— ¿Eh?

Antes de que pudiese entender la información entregada, una mujer entró con furia a la habitación, azotando la puerta y provocándole un sobresalto al muchacho, uno tal que terminó tirando el teléfono al piso de la impresión. Parpadeó un par de veces, estupefacto y dirigió su mirada a la enfermera, como esperando intervención de ella. Más esta no existió, incluso la enfermera se retiró después de recoger el celular.

— Tú-… Tenemos que hablar. — La voz de la fémina mostraba agotamiento, como si hubiese corrido hasta aquí. Su pelo rubio se mostraba desordenado y sus ojos lo observaban con desdén, casi con disgusto.

— Disculpe- No te conozco… — Hierophant Green había salido involuntariamente. Esa mujer… No podía ser la esposa de Jotaro, ¿Verdad? Sus dudas se confirmaron cuando los tentáculos de su Stand fueron circulando alrededor de la mujer, no había reacción: No era una usuaria. Aun así, podía notar una intención casi asesina.

— ¿Acaso Jotaro no te contó sobre mí? Soy Marina. Su exesposa. — Recalcó el “ex” como una víbora amenaza con atacar. Noriaki solo pudo bajar la mirada con cierta vergüenza.

— Yo…

— ¿Qué? ¿Te vas a disculpar? No necesito eso. Tú siempre… Consumiste a Jotaro desde el primer momento en que nos conocimos. Pensé que te olvidaría con el tiempo, pero no, su fijación solo se volvía cada vez peor. Año tras año… Incluso con el nacimiento de nuestra hija…

— (…) ¿Entonces, qué quieres? ¿Vienes a desearme que muera?

— Solo quiero dejarte en claro una cosa… Destruiste a mi familia, dejarás a Jolyne sin su madre y crecerá rodeada de burlas debido a que su padre es un jodido homosexual. ¿Alguna vez te paraste a pensar en ello? No, porque tú eres una víctima de las circunstancias y Jotaro tu fiel salvador… — Se acercó dando pasos rápidos, el tacón resonaba contra el piso y eso le hizo rechinar los dientes.

— Deberías haber muerto. Su obsesión te mantuvo con vida, ¿Qué pasará el día en que su obsesión decida que morir es la mejor opción? Él está loco y la fuente eres tú… ¡Tú y ese maldito viaje a Egipto! ¡Desperdicie años en intentar unir una familia que fue un error desde el inicio! — La mujer alzó la mano con intención de pegarle una cachetada y Kakyoin sabía que podía detenerla, más, no lo hizo.

Simplemente, cerró los ojos y aceptó su ira, sabiendo que era el culpable directo de todo esto. Más, nunca llegó.

Cuando volvió a abrir los ojos, Jotaro estaba ahí, sujetando su mano.

— Jo-… taro… — La mujer se paralizó al ser sujetada por el descendiente Joestar, un aura oscura cubría al biólogo.

— Eres una perra escandalosa. — Esa era una frase que no escuchaba hace tiempo. Antes de que pudiera decir algo, ambos habían desaparecido… Asumiendo que Kujo usó su stand para llevar la discusión a otra parte.

Noriaki sintió unas repentinas ganas de llorar y permitió que unas lágrimas cayeran sobre las sabanas blancas, hasta que, se percató de que alguien más lo miraba. La pequeña Jolyne estaba parada ahí, ojos enrojecidos debido a que también había llorado. Él no pudo hacer más que extender sus brazos y ofrecerle un abrazo.

Ambos lloraron mientras Kakyoin repetía que lo sentía y la apretaba contra su pecho, sintiéndose irremediablemente culpable. Prometió que todo sería mejor. Juraba por su vida que todo sería mejor…

Chapter 19

Notes:

Dedicado al grupo de JoJomaniacos, más que un montón de autistas, una familia. <3

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Kujo Jotaro finalmente se había divorciado, quedando con custodia compartida con su ex-esposa.

Así mismo, se encargaría de darle suficiente dinero como para que Jolyne pudiera vivir cómoda en esos días que no podría velar por ella. En esa situación fue donde Jotaro mostró su lado más maduro, incluso con los constantes roces que tenía con la rubia. Ya no le interesaba lo que sea que tuviese que decir, solo importaba que Jolyne creciera bien y pudiese ser amada dentro de sus dos familias.

Con su madre por un lado y con sus dos padres por el otro.

Kakyoin había quedado profundamente afligido por toda la discusión que existió ese día, pero, Jotaro pudo divisar algo que le hizo saber que había tomado una buena decisión al elegirlo para pasar el resto de su vida con él, la forma en que reconforto a Jolyne después de ese desastre... Una figura maternal casi innata, algo sorpresivo considerando su masculinidad pero que era bien recibido.

Todo salía justo como él quería. Maravilloso.

Aun cuando costó retomar la calma después de toda la situación que vivieron, eventualmente sus días regresaron a la monotonía y a los pequeños gestos de amor combinados con absoluta devoción. Todo iba bien e incluso mejoró cuando el doctor les dio las siguientes palabras.

"El señor Kakyoin será dado de alta gracias a su impresionante recuperación. Seguirá con medicación y chequeos mensuales, pero, no es necesario el monitoreo constante del personal."

Sin mencionar que Jotaro ya lo monitoreaba bastante...

La noticia les tomó por sorpresa a ambos y el rostro de Noriaki se iluminó, emocionado por conocer la ciudad y en general, ver más del mundo exterior. Morioh se había vuelto un lugar preciado para ambos, así que pronto tomaron la decisión (más bien, Jotaro insistió) de comprar una casa ahí, cerca del mar.

La vida de "casados" ya empezaría pronto (lo cual es irónico cuando siquiera habían tenido un noviazgo), así como la rutina y mucho trabajo... Pero, poder vivir con Jotaro después de tanto tiempo y así explorar esos sentimientos era lo que más le emocionaba y a la vez, le ponía terriblemente nervioso.

¿Qué cosas pasarían de ahora en adelante entre ellos? Aun cuando su condición había mejorado, ¿Podría... Tomar el rol de "recibidor" considerando la fuerza y el tamaño de Kujo? Esos pensamientos se volvieron más recurrentes con cada día en que se acercaba su dada de alta.

Hasta que un día, Jotaro tuvo que chasquearle los dedos delante de la cara para que reaccionará, ya que estaba muy ensimismado en sus pensamientos.

— Si sigues pensando tanto, tu cabeza si va a estar en llamas, Nori.

— Ha-ha. ¿Tu carrera tenía una materia de comedia, acaso?

— Por supuesto, soy un comediante.

Compartieron una pequeña risa, antes de que girará el rostro para mirar por la ventana adyacente, viendo los árboles de cerezo.

Estar afuera... Ya siquiera tenía que ver con Jotaro como tal, había una serie de desafíos notables en abandonar esa habitación que durante tanto tiempo fue su mundo entero. Le ponía ansioso. ¿Cuánto había cambiado todo en 10 años? Sin mencionar que ya tiene 28 años, pero, sin la madurez ni aquello que se esperaría de un adulto.

Al contrario, su mente adolescente sigue ahí, tal como el día donde cayó en coma y se paralizó el flujo de conocimiento, de su mero ser.

— Kakyoin... ¿Te preocupa estar afuera?

Cuestionó el azabache mientras retiraba la gorra. Noriaki se giró en su dirección, ojos abiertos en sorpresa... O sea, sí, ese era el problema como tal, sin embargo, no esperaba tal intuición de parte de Kujo. El peso de los años golpeaba a todos menos a él mismo, de repente sintiéndose sobrecogido por todo.

— Es... Solo que-... En un momento tenía 17 y ahora, tengo 28 años. ¿No es eso una especie de chiste cruel? A esta edad debería ser un-... Un adulto. Tener trabajo, familia, logros, ya sabes. Cosas que realmente te hacen sentir que el tiempo ha pasado. — Un pesado suspiró se escapó del lúgubre muchacho.

— Noriaki. — La voz de Jotaro sonó profundamente seria mientras su mano derecha era sujetada, acariciando la palma de esta misma por breves instantes.

— Lo sé, no debería torturarme pensando en eso... — Buscó sujetar la mano ajena, entrelanzando sus dedos en un dulce agarre.

— Es normal, considerando todo lo que sucedió. Pero, créeme, has recorrido un largo camino para este momento, no creo que valga la pena pensar en lo que podría haber sido. Ya no fue, solo te queda... Vivir, vivir como tal a mi lado. Lograr cosas de a poco, porque tu tiempo fue robado pero no detenido. Ahora tienes una oportunidad de continuar.

Los ojos purpureos del muchacho se llenaron de lágrimas abruptamente. Jamás creyó que Jotaro pudiera ser tan elocuente, no por una falta de inteligencia, sino, por esa característica falta de tacto que estaba presente en su juventud. Cada vez se sorprendía más con este nuevo Jotaro.

Compartieron un abrazo y unos besos, sin más palabras entre ambos. Kakyoin pudo permitirse llorar en los brazos del hombre de blanco hasta dormirse, simplemente liberandose de ese peso. Tenía que hacerle caso, tenía que vivir y disfrutar de su vida, ahora que el universo (o Jotaro más bien) le había concedido esa segunda oportunidad.

Pronto, el día de alta llegó y consigo, Noriaki pudo ponerse por primera vez en años, un atuendo decente: Un regalo de parte de Holly y los Crusaders para que salga del hospital con estilo. Constaba de una chaqueta blanca y una camiseta de cuello de tortuga de color negro, así como pantalones rectos a conjunto. Sus padres también se presentaron y le regalaron un nuevo par de anteojos de marco verde, así como le entregaron sus viejos lentes de sol negros que llevaba en la batalla final.

Ese día estuvo cargado de peso emocional e incluso se sintió aterrado de dar ese paso hacia afuera, ahí donde el piso terminaba y daba paso a cemento. Sin embargo, Jotaro colocó una mano en su espalda y así lo motivó a avanzar, logrando salir de ese hospital qué se había vuelto su hogar por casi un año consiente y 10 años inconsciente.

Lo miró una vez más y miró a su familia, donde cada uno iba a retornar a su respectivo hogar después del emocionante momento. Abrazos y despedidas, pronto solo quedaron ambos hombres vestidos de blanco parados en el estacionamiento.

Y ellos, ¿A dónde irían ahora? Dirigió su mirada a Jotaro quien le sonrió ligeramente.

— Kakyoin, antes de que vayamos a casa, te tengo una sorpresa. — El pelirrojo ladeo la cabeza con confusión mientras se acercaban a la calle, ahí donde el hombre más alto hizo parar un taxi.

— Vaya, ¿Me vas a consentir, JoJo?

— Sí. Te haré sentir amado, Nori... Tanto que te voy a empalagar. — Un pequeño beso reposo en su mejilla antes de que Jotaro abriera la puerta del vehículo, señalando que se suba.

El rostro de Kakyoin estaba pintado en colores ante tal declaración. ¿Realmente iba a poder con el lado romántico de Jotaro? Solo pudo subirse al auto y acomodarse en el asiento mientras su pareja metía todas sus pertenencias en el maletero, para después sentarse a su lado y apegarse a él, rodeando su cadera con una mano.

Rezaba a Dios para que su cuerpo pudiese resistir los 10 años de espera que acumuló Kujo...

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El viaje en el taxi fue silencioso. El único ruido destacable en el ambiente era el del vehículo moviéndose sobre el asfalto.

Kakyoin observaba por la ventana, admirando las calles de Morioh y a su gente.
Diez años. Mucho había cambiado en ese tiempo; incluso pudo divisar gente hablando mediante teléfonos portátiles. Eso hubiese sido útil en la aventura de los 50 días, pensó mientras intentaba imaginar una vida donde no se quedaba atascado en un hospital gracias a Dio.

Aunque, tampoco podía quejarse ni torturarse con el "Que tal si…".
La cabeza de Jotaro reposaba en su hombro mientras lo tenía firmemente abrazado, acariciando de forma sutil su cadera con sus dedos. Si alguien tenía el derecho de querer regresar el tiempo y cambiar la historia, definitivamente sería él… Un matrimonio que desde el inicio estuvo condenado a destruirse, una niña no planeada y que debe creer en una familia rota. (Una donde él intentará hacer de parche aún cuando no le corresponde esa responsabilidad, pero ya se había encariñado con la niñita…).

"La soledad te trastorna." Él mismo es un ejemplo de ello, como en ese momento en el que cayó en las manipulaciones de Dio; podía entender el error de querer llenar el vacío de algo que simplemente no tendrá cabida. Un agujero negro que jamás experimentará satisfacción hasta que realmente se trate la raíz del problema.

Y al parecer, ambos comenzaban a lidiar con esa raíz. Desenterrándola poco a poco.

Eventualmente el conductor se detuvo frente a un hotel (ryokan) y ahí Kujo salió del vehículo —no sin antes pagarle al chofer—, deteniendo el tiempo en el proceso para así poder abrir la puerta del vehículo con rapidez, un gesto caballeroso para su amado. Kakyoin le dedicó una mirada como diciéndole "¿En serio?". El azabache solo pudo sonreír.

Pronto, ambos se encontraron fuera del vehículo. El hombre más delgado miró con curiosidad el edificio delante suyo, embelesado. Le recordaba mucho a la casa de Jotaro… El recuerdo del brote de carne siendo extraído de su cerebro seguía vivido en su mente. Como si hubiese pasado ayer.

Pero no era así.

— Hey, tierra, llamando a Nori. — Le chasqueó los dedos en frente del rostro, cierta preocupación reflejada en esa galaxia verde de sus iris.

— Ah… Perdón, Jotaro. Creo que es verdad lo que decías; si pienso mucho, me quemare el cerebro… — Lanzó una pequeña risa desganada, restándole importancia al asunto con un ademán de sus manos. El hombre de blanco se movió alrededor suyo para besarlo con suavidad en los labios; al distanciarse y chocar miradas, le observó con profunda devoción por delante.

— Déjame oír tus problemas y complejos. Para eso estoy aquí, Nori… — El corazón del pelirrojo se sobresaltó al verlo así, más, no encontró las palabras indicadas para describir el sobrecogedor sentimiento de estar en un mundo completamente diferente al que conocía. Solo pudo apoyar su cabeza sobre su pecho y apretar sus prendas entre sus dedos para mantenerlo cerca, pequeñas lágrimas cayendo sobre la ropa del descendiente Joestar.

Jotaro acarició sus cabellos por unos instantes, permitiendo a su Stand el sacar las maletas de la parte trasera del vehículo. El taxi pronto se marchó al estar descargado y ahí fue cuando el azabache lo incentivó a tomar distancia, secando sus lágrimas con sus dedos.

— Te amo, no lo olvides. Todo es justificable si se trata de ti.

— Qué aterradora devoción, Jojo… Yo también te amo. — La conversación finalizó con un pequeño beso antes de que sujetaran las maletas y se adentraran en el hotel, donde había una mujer en el mostrador con un kimono. Les recibió con una sonrisa y extendió un par de llaves hacia las manos de Jotaro, antes de retirarse por la misma puerta de entrada después de hacer una reverencia frente a ellos.

Kakyoin le observó con confusión y repitió el gesto de la reverencia por cordialidad, antes de jalar un poco la camiseta de su pareja, buscando llamar su atención.

— Espera, Jotaro… ¿A dónde va?

— ¿Mh? Nadie va a atendernos. Me aseguré de que estuviéramos completamente solos, Nori. Fue algo caro. Pero te aseguro que valdrá la pena.

— ¿Eh?

Las palabras parecieron no registrarse en la mente del pelirrojo, que solo parpadeó un par de veces, congelado en el tiempo.

— ¿¡EH!? ¡¿Cuánto gastaste en esto, Jotaro?!

— (…) ¿Quieres saberlo?

— Qu-Que privilegio...

— Solo lo mejor para mi Kakyoin.

El pelirrojo no pudo decir nada en contra del sobreprotector amante que posee. Ambos caminaron hacia la primera habitación accesible del lugar. Habían 6 más a su mano derecha, sin contar la que ocuparían en ese momento… El lugar es enorme y ostentoso, probablemente muy caro. ¿De verdad él valía tanto como para gastar esa cantidad incomprensible de yenes? Se sentía halagado, casi adorado, pero, a la vez…

¿Qué tanto irían a hacer como para necesitar un hotel solo para ellos? Sus mejillas se pintaron de suave rojo ante las posibilidades que comenzaron a volar por su imaginación. Jotaro se percató de esto, más, no le dijo nada. Sonrió para sus adentros sin detener su andar.

Star Platinum se encargó de abrir la puerta con la llave previamente entregada y así pudieron divisar la habitación tradicional japonesa en su máximo esplendor. Contaba con piso de tatami, de aproximadamente 19 metros cuadrados. Tenía una puerta de vidrio que da hacia afuera, ahí donde estaban los onsen, aguas termales volcánicas características de los nipones.

Los ojos de Noriaki se abrieron de par en par, maravillado por la estética presente en el lugar, tal como un ave maravillada porque encontró un objeto reluciente. Pronto acomodaron las maletas en sus respectivos lugares.

— Wow…

—Sabía que te gustaría.

—¿De verdad nos quedaremos aquí? Esto es… demasiado… — Se rascó la nuca. Era preocupante ver el poco cuidado que tenía Kujo con las finanzas cuando se trataba sobre él.

— Si. Pero, no de inmediato… Ponte esto, Nori.

Y así extrajo desde su maleta una bolsa plástica con una prenda de color verde y patrones de flores rosadas en su interior. Una yukata.

Ahí Kakyoin cayó en la realización, a eso sumándole las fechas…

— ¿Iremos al Natsu Matsuri? — (Festival de verano.)

— Correcto. Sé que estás teniendo problemas al adaptarte al nuevo mundo que tienes por delante. Pensé que sería indicado presentarte algo más clásico.

Kujo también extrajo una prenda más acorde a su fisionomía; en su caso era una yukata de color azul y patrones de flores junto con estrellas de color dorado. Así mismo, dejó un par de sandalias (Geta) a disposición.

Kakyoin sentía la urgencia de llorar una vez más. ¿Es esto lo que se siente al ser adorado y cuidado? Hasta el más mínimo detalle era perfecto con él…

— Hey, no llores. Quiero verte feliz en el festival, Kakyoin.

— ¡Lo siento! Lo siento. Es solo que… Si me decías que estaría siendo consentido por ti hace años, parecería una broma de mal gusto. Pero ahora… Es tan real.

— Me haces sonar como un imbécil a mi yo de adolescente. Aunque, sí… Lo era. Kuku. — Jotaro se rió a lo bajo mientras retiraba de su cabeza su gorro, dejándolo a un lado. Lo mismo se repitió con sus prendas.

Kakyoin solo pudo observarlo con impresión mientras este se cambiaba. Impresionado por el cuerpo que portaba el ahora maduro "Señor Kujo", el azabache disfrutaba de la mirada ardiente sobre su piel de su amante, pero sabía que había un momento y lugar para ese tipo de cosas… Aun así, había algo claro en la expresión apenada del pelirrojo.

"Me va a destrozar llegado el momento". Se podía leer en el rostro consternado pero emocionado del usuario de Stand. No estaba muy lejos de la realidad.

Más temprano que tarde, el biólogo marino ahora estaba en una indumentaria mucho más clásica y cómoda, así como de absoluto milagro (asumido por el mismo Kakyoin) estaba sin gorro, dejando ver esos mechones de tono oscuro desordenados.

Eventualmente se colocó su yukata y las sandalias, ahora ambos vestidos en indumentaria y listos para el festival. Su corazón latía fuerte; peor fue cuando Kujo sujetó su mano… Más, aún así entrelazaron sus dedos y caminaron fuera del hotel, dirigiéndose a la plaza donde estaban los puestos de comida.

El atardecer pintaba todo en tonos rojizos, mientras la gente se movía por todos lados, comiendo, celebrando y meramente divirtiéndose.

Había cosas que no cambiaban, ni porque pasaran 100 años.

Era hora de disfrutar del festival.