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Siempre serás mío

Summary:

Nathaniel ha sido maltratado por su padre, pero lo que no sabe es un secreto que ese hombre oculta: está enamorado de él y desea su cuerpo de una forma más sexual.

Notes:

No lo sé, simplemente hice esto por pensar en la posibilidad. Tomen precaución, no sigan si son personas sensibles.

(Mención al Casthaniel, Castiel x Nathaniel)

-MM

Work Text:

Nathaniel.

 

Aún puedo abrir mis ojos, aún puedo sentirlo... 

 

Siento que me quema la piel, líquido carmesí no deja salir de mi boca, mi cuerpo está pintado por colores grisáceos y morados

 

No puedo soportarlo, si paso otro segundo así, creo que moriré... 

 

Estoy en mi cama, al menos eso ya terminó. Por fin dejó de golpearme, ya estoy un poco más tranquilo. Sinceramente, lo mejor que me puede pasar en este momento, es que mis heridas se infecten y termine muriendo. 

No me muevo ni un centímetro, no quiero ni puedo, estaba a dos puñetazos de acabarme. Mi padre no deja de golpearme en cuanto tiene oportunidad, ya perdí la cuenta del tiempo que él lleva haciéndome esto, sólo quiero desaparecer, no quiero provocarle problemas a nadie...

 

¿Quién me necesita? No tengo amigos, mi hermana no es la persona más amable, a mí madre no podría importarle menos mi estado, ¿qué hago aquí, si mi dolor es indiferente a todos a mi alrededor? 

 

Se me hiela la sangra cuando escucho pasos, sé que no es Amber, ella ya estaba en su habitación y puedo reconocer perfectamente al dueño de ese sonido. ¿Ahora que quiere? Ya le di lo que quería, ya serví como su saco de boxeo, se desahogo conmigo, ¿qué quiere? 

 

Escucho como abre la puerta y se para en la entrada, no me dirige la palabra y crea un silencio sepulcral en mi cuarto, ojalá se vaya pronto...

 

—Nathaniel —lo escucho pronunciar después de algunos minutos —, ¿cómo te sientes? —siento una punzada en el corazón cuando dice eso, ¿en serio está preguntándome eso...? Qué asco, tal vez quiere saber cuán mal me siento para sentirse mejor, sé cuánto ama verme sufrir.

 

¿Qué te importa, viejo bastardo? —No muy bien, yo... apenas puedo respirar. 

 

—... —por favor, que no sea lo que estoy pensando... Escucho sus pasos dirigiéndose a mi cama, siento como se sienta a mi lado y acaricia mi cabello mientras yo le doy la espalda. Me da escalofríos, ¿qué le pasa? —. Es mi culpa. —¿qué? 

 

—¿A qué se refiere...? —le pregunto con temor.

 

—Hoy me pasé, ¿te duele demasiado? 

 

—Más de lo que me gustaría...

 

—... —escucho un suspiro, no quiero verlo, no sé qué trama y me asusta —. Nathaniel, ven acá. —lo obedezco y volteo a verlo girando todo mi cuerpo hacia él. No quiero tenerlo cerca, pero sé que me irá peor si no lo hago. 

 

—¿Qué pasa? 

 

No me responde, pero toma mis mejillas con delicadeza, las cuales no tardaron en mojarse. Tiemblo como si estuviera desnudo y enterrado en la nieve...

Cierro los ojos para evitar verlo, pero eso parece ser mejor para él, empezó a... besarme en los labios...

 

Me quedo paralizado, ¿¡qué le sucede!?

 

Acaricia mi rostro y se encima sobre mí sin dejar de besarme, ¡qué asco, ojalá se quite de una vez! Lo aparto con debilidad, pero su fuerza me gana y termina metiendo su lengua en mi boca. 

 

—¿Qué hace...? —alcanzo a murmurar cuando se separa ligeramente para tomar algo de aire. 

 

—Te deseo. 

 

¿¡QUÉ MIERDA!? No, no, quiero correr, ¡LÁRGATE! —¿Qué...? —tengo tantos insultos, tantas cosas en la punta de la lengua para decirle pero no me sale nada, siento que va a empeorar, siento que... no tengo palabras, no creí que estuviera tan enfermo —. ¿Por qué...? Usted me odia, no soporta lo mediocre que soy, ¿por qué...? —empiezo a llorar, siento como su mano baja hacia mi entrepierna y la acaricia con brusquedad. 

 

—Amo lo sumiso que eres, amo cómo te ves cuando te someto a mi voluntad, tu cuerpo frágil me excita tanto... Apuesto que eres virgen, ¿no? 

 

—S-sí, lo soy...

 

No dice nada, desabotona suavemente mi camiseta, acaricia mi piel cuando terminan de deshacerse de ella... Si roce me quema, ¿de verdad encontró una forma peor para torturarme? 

 

—Lo que sea que haya hecho no lo volveré a hacer, pero por favor, suélteme... —trato de resistirme, pero toma mis muñecas con fuerza —. ¡AH! —me duele mucho, estoy seguro de que me cortó la circulación. 

 

—Nath... No te resistas. —me dice con molestia para después pasar a morder con fuerza mi cuello, sacándome más lágrimas en el proceso. ¡Está loco! 

 

Bajó el resto de mi ropa con violencia, dejándome sólo en boxers. Me tomó de las caderas y abrió mis piernas, ¿no está pensando en...? 

Mi pene está en su boca... 

 

Mis mejillas se sonrojan, es asqueroso, pero mi cuerpo no puede evitar la extraña sensación de excitación. Asco... 

 

¡LOCO DE MIERDA, VETE! ¡VETE! 

 

—Ah... A-ah... Para... Por favor... —gimo suplicante mientras me revuelvo en mi lugar tratando de irme, pero no lo logro... Lo único que logro es que me tome con más fuerza. —. ¡AAAAHHHH! —grito con fuerza, me está mordiendo ahí, duele como el maldito infierno, mis testículos también están siendo casi destrozados por él, no puedo soportarlo. 

 

—¡CÁLLATE! ¿Quieres que se enteren tu mamá y tu hermana? —me dice molesto, ¡sí quiero, quiero escapar! ¡Prefiero mil veces que me mate con sus puños antes de seguir siendo tocado por él! Sus manos recorren mi cuerpo entero, aprietan mi trasero y encajan sus uñas en él... —. Bésame, Nathaniel. 

 

—¡No! 

 

—¡ES UNA ORDEN! —me toma con fuerza del mentón y se acerca a mi boca, haciéndome retroceder. Trago saliva y me acerco, no puedo creer que estoy probando su asquerosa boca. Muerde mi labio y siento el sabor a hierro en mi boca, sangre... estoy seguro de que hay sangre...

 

Siento como sus dedos se meten en mi ano, secos y enormes, puedo decir que son tres de una vez. Lloro con fuerza, pero no puedo emitir sonido alguno, su boca no se separa de la mía y me quita la respiración. No puedo... empiezo a marearme, el sonido de nuestro... beso y nuestras respiraciones agitadas empieza a distorsionarse en mi mente, mi vista se nubla, pero de repente, se separa y mete todo su pene en mí. 

 

—¡S-suélteme! ¡Por favor! ¡Ah! ¡No hice nada malo! ¡Yo no merezco esto! ¡Ah! A-ah...

 

—Cierra la puta boca y quédate así. No quiero oírte para otra maldita cosa que no sea oír tus gemidos y mi nombre. 

 

—P-padre... —digo entre sollozos y gemidos ahogados. No espera mucho hasta moverse con fuerza y velocidad dentro de mí, no puede parar de hacerlo de la forma más asquerosa que encontró... Empieza a cachetearme con fuerza, toco con cuidado mi mejilla y siento su marca en ella, dejó impresa su mano ahí...

 

No puedo dejar de llorar, este hombre está loco, me revuelve el estómago pensar que él... Me aparto para vomitar en el suelo junto a mi cama, todas estas emociones me matan. 

Aún así, él me toma y me atrae de nuevo hacia él, no logré salir de su interior, pero sí no llenar de vómito mi cama... Tiene un fetiche por golpearme, no ha dejado de hacerlo, como si el simple hecho de que me penetre con tal brusquedad no le fuera suficiente. Toma mi cuello y lo llena de chupetones, me masturba y no puedo aguantar, me vengo en su mano...

 

—Empieza a gustarte, ¿no, Nathanielito? —susurra en mi oído, me produce escalofríos... ¡NI UNA MIERDA ME GUSTA ESTA PUTA ASQUEROSIDAD! No soy de utilizar vocabulario fuerte pero ¡QUE SE JODA ESTE BASTARDO! 

 

—No... Vete... Ah... Por favor... —había bajado la velocidad, pero seguía doliéndome horrible.

 

—Suplícame más, quiero oírte hasta que tu garganta se desgaste y ya no pueda decir nada, quiero tenerte entero. 

 

Ya ni me sorprende, aunque al mismo tiempo sí, era lo que esperaba, pero no dejo de sentir que esto es demasiado extraño. 

 

—¡Déjame, padre! ¡Por favor! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —aumentaba en todo lo que podía, su boca toma mi cuello y no puedo hacer más que gritar, estoy horrorizado... 

 

No pasa mucho antes de que él se corra en mi interior y pueda sentirlo todo... Se detuvo, no sé qué signifique, pero ojalá que sea porque está muy cansado para seguir conmigo. Siento su pesado aliento en mi nuca, parece agitado. Cánsate, por favor...

 

Me abraza con fuerza, sale de mí por fin... Se levanta de la cama y me jala con fuerza del brazo, obligándome a sentarme. —Auch... —murmuro, me duele todo, no soporto ni mi propia vida...

 

—Ven acá —levanto la mirada y veo que no lleva sus pantalones, pero el resto de su traje sigue ahí. Se sienta y me jala del cabello con fuerza, poniendo mi rostro en su miembro —. Termina de darme placer, sirve para algo de una vez. 

 

Asiento con la cabeza lo meto en mi boca, escuchando un gemido grave de su parte cuando mi lengua toca su erectado pene. Asco, el sabor es amargo y me da asco, pero no puedo hacer más...

 

Hago como puedo, nunca he chupado un... jamás esperé nada de esto, estoy asustado, siento que voy a rendirme ya... Lo mordería, le devolvería la piedra que me lanzó al morderme a mí o al hacerme todo, pero sé que lo empeorará... Se viene dentro de mi boca y lo escupo, pero cuando trato de apartarme, toma con fuerza mi cabello y me jala de nuevo para que lo trague. 

 

Podría ahogarme, pero intento tragar lo más que pueda, sólo siento asco. 

 

—No sabía lo bueno que eras, ¿o son mis ganas de ti lo que me hacen creer que eres mejor de lo que realmente eres? 

 

—¿Ganas de mí...? —pregunto con dificultad, ¡deja de remarcar eso, no está bien! 

 

—Me encantó...

 

—No me toque, destruya su cinturón en mi espalda pero no vuelva a hacer esto. 

 

—Puede que ya haya encontrado una mejor manera de desestresarme todos los días...

 

NO. 

 

—¿Y qué hay de mamá? —pregunto con un atrevimiento que no sé de dónde sale, supongo que el que ya me rendí hace que me dé igual si vivo o muero. 

 

—Ella nunca se compararía a ti. No puedo creer que tu hermoso cuerpo sea mío...

 

NO SOY TUYO, NUNCA LO FUI.

 

—¿Suyo...? 

 

—Mientras sigas con vida, siempre serás de mi propiedad —deja un suave beso en mis labios, se levanta y se va, quedándose en la entrada de mi cuarto —. No lo olvides. 

 

—Sí, está bien...

 

Se va y cierra la puerta. Mi llanto se reanuda y mi rostro se hunde en mi almohada, ¿cómo puede ser esto posible? ¿De verdad merezco todo esto? ¡Me siento sucio, sucio como nadie! Aún siento sus manos recorrer mi cuerpo, aún sus golpes y todo lo que me hizo se sienten en mi cuerpo. Sólo quiero morirme... Me levanto con dificultad hacia el baño y enciendo la regadera. 

 

Quema.

 

Es agua tibia, pero da igual, tengo muchas heridas abiertas y no puedo mantenerme de pie por mucho tiempo. Caigo de rodillas al suelo y ahí continúo tallando mis brazos, piernas y todo mi cuerpo con la esponja. Me duele mucho, arde y no puedo comparar este dolor con algún otro que haya sentido, pero no puedo quitarme este sentimiento de suciedad en el cuerpo. Me tocó todo, fui de su propiedad de la forma que menos esperaba serlo...

 

Termino y me seco el cuerpo, me pongo mis boxers y me acuesto en mi cama. No sé si pueda dormir esta noche... Voy a suicidarme mañana, definitivamente, no quiero vivir otro maldito segundo en esta puta vida de mierda.

¿Qué puedo hacer? Podría ahorcarme, podría dispararme; pero no tengo el acceso a armas como para poder hacerlo, podría morir de caer de una altura demasiado alta, sí, quizá, también podría morir de uba sobredosis, pero, ¿de qué? 

 

Podrían ser cigarrillos, pero soy demasiado joven para tener acceso a ellos.

 

Sólo conozco a una persona que puede conseguirlos para mí, pero es ridículo. 

 

Castiel nunca me ayudará. 

 

Él me odia después del malentendido con Debrah. Ese día fue espantoso, entre él y mi padre me dieron las golpizas de mi vida, casi me expulsan, Peggy publicó un artículo sobre eso, todos me tacharon de acosador roba novias y me llevé miradas de desdén durante mucho tiempo. 

 

¿Me rebajaré a pedirle a Castiel que los compre por mí sólo para suicidarme? 

 

No está especialmente entre mis planes disculparme de nuevo, ¿y si me acusa o se burla de mí? ¿Qué más da? Ya no me importa, lo que sea para acabar con esto. 

 

A la mañana siguiente, me levanto y preparo para ir temprano a la escuela. Mis ojeras destrozan mi rostro, es obvio el terrible estado en el que me encuentro, incluso preocupo a Melody, puedo verlo en la forma en la que me mira.

 

—Buenos días. —asiento en saludo con la cabeza cuando entro al aula de delegados.

 

—Buenos días. No pareces encontrarte muy bien hoy, ¿no descansaste anoche? ¿Te peleaste? —me agrada que se preocupe por mí, pero de no ser porque es ella... No quiero ser malo, no me hizo nada, pero no me gusta el tipo de persona que es, además, me da un sentimiento extraño la forma en la que está obsesionada conmigo, no lo sé. 

 

—No, para nada. —le digo con una sonrisa, es cierto, mi rostro está lastimado también.

 

—No hace falta que protejas a Castiel, ¿él te hizo todo eso? Tu rostro... —se acerca a mí y desvío la mirada. No es culpa de él, de hecho, será quien me ayudará con mi cometido. 

 

—No fue Castiel, no tiene que ver con esto. Sólo dejalo así, ¿sí? —pero él fue el idiota que decidió golpearme en el rostro para hacerlo visible y dificultarme explicarlo...

 

—Nathaniel... Puedo ayudarte a curar tus heridas, ¿tienes más o sólo en el rostro? 

 

—No lo necesito, estoy perfectamente bien, gracias. —le digo con ligera molestia, pero manteniendo mi expresión. No quiero meterla en esto, a nadie. 

 

Me mantengo trabajando hasta que es hora de clases y ahí está de nuevo, haciendo su aparición tarde, como siempre. 

Lo he estado viendo toda la clase como si fuera mi salvador, pero sé que no es completamente seguro que acepte. Al final de la clase, se acerca a mí molesto y se cruza de brazos. 

 

—¿Puedo saber qué has hecho toda la clase mirándome tanto? Intenté ignorarlo, pero pude sentirlo. —me mira desafiante aprovechando que todos se fueron del salón para el recreo.

 

—Tengo un favor que pedirte.

 

—¿Qué? —estoy tan confundido como él, pero ya nada me importa. 

 

—Lo que escuchaste. Sé que no soy tu persona favorita y tú tampoco eres la mía, pero necesito tu ayuda. 

 

—Ja, vaya. ¿Qué es tan importante para que el delegadito esté tan desesperado? —muestra una sonrisa burlesca y se acerca a mí. 

 

—Necesito... una caja de cigarrillos pero no puedo conseguirla yo, por obvias razones. Mi padre me la pidió para cuando vuelva a casa y no quiso darme ninguna forma en la que yo pueda hacerlo. 

 

—¿Por qué no simplemente va él?

 

—Porque no quiere y listo, ¿quieres otra razón? No la tengo, fue todo lo que dijo. 

 

—¿Es en serio? ¿Y qué recibo yo a cambio? 

 

—No te molestaré otra vez. 

 

—¿No más justificantes, peleas o bromas? 

 

—Ninguna más, aunque lo de los justificantes es más de la escuela que por mí. 

 

—Ajá. Bueno, te ayudaré. Espérame después de clase, pero promete que hablas en serio. 

 

—Oh, Castiel, hablo muy en serio. Te esperaré en el sótano. —finalizo con una sonrisa fantaseando con mi funeral. 

 

—... —me mira algo sorprendido, pero no noto mayor interés y se va. 

 

¿Qué clase de desperdicio humano sería si me fuera sin terminar las montañas de trabajo de la directora? Dedico todo mi tiempo a hacerlas durante el descanso, entre papeles, trato de olvidar lo que el desgraciado me ha hecho, lo que todos en la vida me han hecho...

 

Voy a clase y al terminar, me quedo esperando en el sótano como acordamos. Poco tarda Castiel en llegar, veo sus manos libres, pero probablemente lo tenga oculto en su chaqueta o algo. No me importa. 

 

—¿Cómo es eso de que te quieres alivianar, delegadito? 

 

—Ya te dije que no son para mí, ¿cuál es la relación con que son para mí?

 

—Que no tiene sentido, es eso.

 

—Lástima, es la mayor información que tendrás al respecto, creo que te basta con tu recompensa, ¿no? —le pago el dinero sin mirarle a la cara, no soy capaz.  

 

—Supongo. —suspira. 

 

—Bueno, fue un gusto conocerte mientras nos llevamos bien. La verdad es que extrañaré de alguna forma verte tan molesto, era divertido. Nunca lograremos aclarar "nuestro asunto" y sé que es inútil intentarlo, por última vez, tu estúpida novia se insinuó a mí esa vez, yo no le hice nada y tú malinterpretaste todo. No te odio, pero tampoco fuiste la cosa más desagradable de todas. —empezaba a decir mientras me iba, dejando a Castiel sorprendido y confundido. 

 

—¿¡Qué mierda estás diciendo!? —noto la molestia en sus palabras, no es común que diga ese tipo de cosas y lo entiendo, sé que se hace una idea de mi destino. 

 

—Sólo quería despedirme, es todo. Nos vemos, Castiel. —termino de irme y cierro la puerta al salir. 

 

Voy a paso lento pero decidido, hoy será el día. Sea como sea, sé que los 20 cigarrillos de la cajetilla son más que mortales. Nunca creí llegar a una sobredosis de nicotina, pero tampoco creí llegar a un punto tan bajo de mi vida. Llego a mi casa y me encierro en mi habitación, la cena es en algunas horas y me da tiempo de hacerlo. 

 

No puedo creer que mi mayor vínculo sea con mi enemigo, estoy solo... Tengo en encendedor listo en mis manos junto a la cajetilla. 

 

Saco el primero. 

 

Nunca en mi vida había hecho esto. Doy un suspiro y lo enciendo. El humo no tarda en propagarse, empiezo a aspirarlo y toso con violencia cuando lo siento entrar en mis pulmones. Ya nada me importa, no hay nada más irrelevante que yo en este momento. 

 

Uno... Dos... Tres...

 

...

 

Quince...

 

Mi respiración se agita demasiado igual que mi corazón, mi boca arde... trato de tragar saliva para deshacer este dolor pero es inútil, empieza a ser tarde para mí. Estoy mareado, no puedo creerlo, esto es lo que quería, empiezo a perder el conocimiento. Vomito por todo el suelo, no puedo dejar de hacerlo. Ojos llorosos, ¿por tristeza o irritación? No lo sé, no me importa. 

 

No puedo... respirar... 

 

Necesito más, no quiero un simple desmayo, no quiero sólo quedar hospitalizado, por una vez en la vida quiero ser olvidado por el mundo para descansar en paz, por una vez en la vida estaré tranquilo... 

 

Tiemblo como loco, no puedo evitar sentir mareos fuertes que prometen tirarme al suelo. Enciendo los cigarros restantes y me inundo en su olor a nicotina que cubre toda la habitación. 

 

DUELE.

 

Mi pecho quema, de hecho, todo mi cuerpo. 

 

Ya no siento que yo pueda... respirar... No entiendo exactamente qué me pasa, pero es seguro que me estoy muriendo. Pierdo el conocimiento lentamente, ya no sé cuánto más...

 

 

Narrador onmisciente.

 

Al cerrar los ojos, Nathaniel no despertó. El olor no tardó en propagarse por la casa y llegar a sus padres, quienes apresuradamente, abrieron la puerta.

 

—¡¡NATHANIEL ABRE LA PUTA PUERTA!! ¡¡PUEDO OLER LO QUE HACES, ESTO NO ESTÁ BIEN!! —golpeó con violencia la puerta Francis, su padre —. ¡¡HAZ CRUZADO EL LÍMITE, ¿CÓMO TE ATREVES A HACER ESTO?!! —cerrada con seguro, el mayor logró abrirla destrozándola con su propia fuerza. 

 

Al entrar, el humo no tardó en propagarse y Francis corrió hacia su hijo, el cual se encontraba tendido en el suelo sin mover ni un solo músculo. 

Lo revolvió en su lugar con fuerza, pero no obtuvo respuesta. —¡Nathaniel, niño idiota, responde! Por favor... —lo cacheteó, pero siguió sin despertar. 

 

Los días pasaron, nadie en el instituto sabía dónde estaba Nathaniel. Algunos intentaron averiguar lo que pasaba, pero Amber no daba respuestas, estaba más que asustada y dejó de ser la misma de antes; cuando se visitaba la casa de los Carello, no había respuesta o la madre salía a regalar malas miradas y cerrar la puerta en la cara de quien lo intentara. 

 

Dos meses, Nathaniel no aparecía. Finalmente, Francis llegó a la escuela. Entró y llegó directamente a la sala de delegados. —¿Quién se encarga de los alumnos? Vine por la ausencia de Nathaniel.

 

Melody lo recibió sorprendida, nunca había visto la presencia de ese hombre ahí. —¿Pasa algo malo con él? 

 

—Vine a presentar su acta de defunción. 

 

—... —se quedó helada en su lugar, ¿qué significaba todo eso? Sintió cómo la sangre descendió de su cuerpo y sus ojos se pusieron rápidamente lagrimosos al entenderlo.

 

—¿Qué? ¿Era tu novio? 

 

—Yo- eh... No, no lo era. Él era un... compañero muy importante...

 

—Está bien. Entonces responde mi pregunta. 

 

—Le diré a la directora... ¿Me la da? 

 

—Claro. —la tomó en sus manos y la leyó varias veces, asegurándose de que era su nombre el que estaba escrito ahí. 

 

Nathaniel Carello.

 

Melody salió de la sala envuelta en lágrimas y por los pasillos llamó la atención de todos, ¿por qué lloraba? Llegó a la oficina de la directora y se le acercó.

 

—Melody, estoy algo ocupada, ¿qué pasa? 

 

—N-Nathaniel no ha vuelto a clases porque murió. —le enseñó el papel y la mujer lo miró con sopresa, no podía creerlo. Acomodó sus lentes y puso atención a cada detalle.

 

—No es posible... Lo lamento mucho, yo me encargaré de todo.

 

—¿Todo bien? —entró Francis a la oficina con curiosidad.

 

—Señor, lamento mucho su pérdida, ¿usted es su padre? 

 

—Correcto. No había venido porque no me sentía muy bien para hacerlo, lo lamento. —no quería admitir que muy probablemente era culpa suya que Nathaniel haya acabado con su vida. Había tenido bastante dificultad para ayudar en identificar la causa de sus golpes sin dar la cara con que había sido él, agradeció al cielo que todos estuvieran casi seguros de que habia sido un fuerte caso de bullying. 

 

—Oh, no —abrazó a Kiki con fuerza, le tenía mucho aprecio al delegado —. Gracias por venir, haré todo lo necesario, usted no se preocupe. Melody, explícale a sus amigos lo que le pasó, no pueden quedarse así, ¿se lo permite, señor Francis?

 

—Por supuesto. —no había dado más detalles, nada sabía la delegada como para formular teorías o algo más relacionado a él, por lo tanto, no temía a lo que podría pasar.

 

—Gracias, me retiro. —Melody se fue y se sentó en una banca del patio. No tenía ni idea de qué hacer, Nathaniel era demasiado solitario, no recordaba a ni un amigo cercano que el rubio tuviera. La primera idea que le cruzó por la mente fue Castiel. Se odiaban, pero no veía a nadie más cerca de él. 

 

Lo buscó por todas partes y lo encontró con Lysandro en el jardín. Extrañada de la situación, se acercó y desvió la mirada. 

 

—¿Qué tienes, Sinfonía? —le dijo Castiel, aparentemente, olvidando su nombre.

 

—Es Melodía, Castiel. —corrigió Lysandro.

 

—Melody. —respondió con la voz entre cortada.

 

—Lo lamento mucho, no era mi intención ofenderte. ¿Sucede algo malo? —dijo el de pelo verde a la muchacha.

 

—Quería hablar sólo con Castiel, pero-

 

—¿Por qué conmigo? —preguntó el mencionado.

 

—Eres el más cercano que encontré a él.

 

—¿Y estás hablando de...?

 

—Nathaniel... 

 

—¿Qué tiene el idiota? No me importa, y no es mi problema lo que le haya pasado.

 

—¿Ni siquiera si murió?

 

—... —Castiel se quedó petrificado —. ¿De qué hablas?

 

—Su padre no me dio detalles, pero vino y dijo que eso le pasó, i-incluso presentó su acta de defunción...

 

—Oh, vaya... —dijo Lysandro sin encontrar las palabras correctas ante eso. 

 

—... ¿Habrá funeral? —dijo Castiel. Creyó que ese día saltaría de alegría, que bailaría sobre su tumba y que no habría cosa más feliz que escuchar que él se había ido.

 

—No que yo sepa, la directora me envió a decirle a sus amigos.

 

—... Bien, ya puedes irte. 

 

—En fin, lo siento mucho... —se fue, continuando con los compañeros a los que encontraba. 

 

Lysandro no decía nada, no podía adivinar los pensamientos de Castiel. Aún así, sabía el gran aprecio que le tenía al rubio por menos que lo soportara.

 

—¿Es una broma, cierto...? 

 

—No lo creo. 

 

—Así que a eso se refería con que no me volvería a molestar. —empezó a reír a carcajadas, sorprendiendo en gran manera a su amigo. Poco tardó en saber que eran los nervios, que era la impotencia que sentía.

 

—¿De qué estás hablando?

 

—No sé qué pasó, pero me hago una idea. Y... siento que todo es mi culpa. 

 

—¿Qué?

 

—Estoy casi seguro de que fue un suicidio. ¿Sabes? El otro día me dijo que necesitaba mi ayuda para comprar cigarrillos, se excusó diciendo que su padre los quería pero no quería ir a comprarlos y lo mandó a él sin darle forma de hacerlo. Empiezo a creer que... eso tuvo que ver... Como recompensa, había dicho que ya no tendría que soportarlo más, no más peleas ni burlas, no más justificantes dados por él... —sus ojos se pusieron lagrimosos después de decir aquello. Lysandro estaba realmente sorprendido de verlo de esa manera, ¿estaba llorando por él? 

 

—No es tu culp-

 

—¡Sí la es! Hice de su vida un infierno, no puedo perdonármelo... Se despidió de mí al irse, empezó a decir algunas cosas sobre que me apreciaba o Debrah... He sido demasiado idiota con él. Es decir, no lo soportaba pero tampoco quería que muriera, ¿entiendes...? 

 

—Aún así, Nathaniel no pudo haberse suicidado sólo por una razón. No toda es tu culpa. Imagino que sí le afectó bastante, pero por favor... no pienses en cosas que puedan tener resultados terribles. Aprecias a Nathaniel aun como tu enemigo, puedes aceptarlo ya, ¿esto te duele, no es así?

 

—... Como no tienes idea...

 

La mañana se desenvolvió en ellos hablando, ninguno entró a algunas clases para apoyar a Castiel. Escondidos de todos, se mantuvieron ahí.

Castiel cayó en una profunda depresión desde ese día, si solía ser apático, ya no había palabra que pudiera describir su comportamiento. Siguió yendo a anla escuela, comió, se levantó de la cama, pero un sentimiento que vacío siempre estaba en él. 

 

Mientras tanto, Francis se encargó de todo lo relacionado al cuerpo del muchacho. Tuvo su funeral digno, pero había algo que nadie supo. Fue demasiado limitado, nadie más que su familia asistió por sugerencia de su padre.

 

Todo esto tenía una simple razón.

 

En ese ataúd, no había un cadáver, y no se iba a arriesgar a que alguien se diera cuenta. 

 

Adelaide, su madre, ni siquiera podía acercarse a él, estaba destrozada, después de todo era su hijo, y ni hablar de Amber. 

 

Francis se encargó de tomar el cuerpo ya embalsamado para tenerlo a su disposición. Nadie supo qué pasó, todo quedó guardado en las paredes de la cabaña en el bosque que compró para verse con él. 

 

Estaba ahogado en deudas y su trabajo no iba de la mejor manera, pero para él, ver de esa forma a Nathaniel valía todas las penas. 

 

—Aunque sea para ser mi juguete, te quedarás conmigo... —murmuró en su oído mientras aún abusaba de su ya fallecido cuerpo. 

 

Los años pasaron, nadie lo supo nunca. 

 

El alma de Nathaniel Carello nunca pudo descansar en paz, siempre era maltratado por él aún ya muerto, siempre era usado como la persona con la que desahogaría todo lo que sentía: cuando estaba feliz, cuando estaba triste, cuando simplemente quería pasar una noche o cuando algo le había causado gran impacto. 

 

Francis.

 

Debo decir que lo extraño. Tengo su cuerpo, pero no es lo mismo... Extraño sus súplicas, sus gemidos, su llanto, su sonrojo, su erección cuando lo toco...

 

Vuelve, Nathaniel, te necesito... Necesito que me beses, necesito que hagas todas las cosas que no puedes hacer por tu frío cuerpo, necesito sentir tu calor...

 

Te puedo besar, puedo tocarte a mi antojo, pero ya no lloras cuando sientes la fuerza de mis golpes en tu frágil cuerpo... ¿Cómo puede ser que un hombre tenga un cuerpo tan delicado y adorable? Se asemeja al de una damisela, eres mi damisela...

 

Adelaide sigue sin sospechar a dónde voy, sigue sin preguntarse por qué mi trabajo me toma demasiado, o por qué está tan lejos lo que debo hacer. 

 

Amber está bastante deprimida por tu pérdida, no la he visto igual desde hace un tiempo. Ha cambiado, y mucho. Tiene novio, un tal Castiel, me suena ese nombre, ¿no era un amigo tuyo? Prácticamente se la pasa en tu cuarto, empiezo a creer que ese idiota estaba enamorado de ti y me siento celoso, sí, lo admito, te amo, y odio la idea de que otro esté obsesionado contigo, sólo yo puedo hacerlo.

 

De igual forma, estoy feliz de haberlo logrado, te tengo conmigo, aún si es en contra de tu voluntad. 

 

Nathaniel... te necesito...

 

Nathaniel, vuelve...

 

Te amo...

 

Por favor, no me dejes así...

 

Tomo tu cuerpo, quiero poseerte una vez más. Te penetro con brusquedad, no puedo evitar volverme loco. Me encantas, no puede haber momento más feliz en mi asquerosa vida, me encanta poder tratarte como se me da la gana, nadie más tiene el derecho de hacerlo, NADIE.

 

—N-Nath... —gimo en tu oído. 

 

¿Cuántas veces he eyaculado dentro de ti? Perdí la cuenta. No era mi intención, pero embalsamarte fue la mejor idea que de tenido, así podría tenerte para siempre, sólo para mí...

 

Al terminar, tomo una ducha y sonrío, no puedo evitarlo. 

Tomo mis cosas y me voy, no sin antes besarte y arroparte en la cama. Al volver a casa, tu madre no tarda en preguntarse el porqué de mi sonrisa, ella no puede saberlo. Simplemente le respondo con un aumento. Hoy vendrá Castiel, no es de mis personas favoritas, pero parece hacer feliz a tu hermana, supongo que con eso me basta.

 

Él entra, la cena ya fue servida. 

 

—¿Puedo saber qué haces en el cuarto de Nathaniel siempre que vienes? —lo interrogo molesto. 

 

—Yo... lo siento, ¿hay inconvenientes con eso? Fue un buen amigo. 

 

Nathaniel, nada va a separarnos.

 

Nunca.