Chapter 1: Aemond l
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Aemond es un héroe, un héroe al servicio de los dioses, su castigo por pagar, aunque los demás digan que era una bendición, para los héroes nunca lo fue.
Luchar contra el mal en nombre de los dioses es su deber, su sacrificio.
Aemond recuerda haber vivido 14 vidas, en casi todas siendo el Héroe de otros, su deber protegerlos del mal.
Su mente ya olvidó su primera vida, a su madre, a su padre, olvidó toda su primera vida.
La vida de un héroe es la vida de un Huérfano que lucha contra el mal personificado, que muere siendo olvidado, nunca nadie vuelve a hablar de los héroes que dan su vida por salvar a otros del mal.
Su primera vida es un recuerdo que guarda en su corazón, fue en la única que tuvo una madre o un padre.
Aemond no la recuerda, pero sabe que era una mujer con fuego como cabello, su madre lucharía con dientes y garras por protegerlo del mal y que lo amo con todo su corazón.
Un hombre en armadura, seguramente su padre, que también pelearía con garras y dientes para protegerlo.
Aemond anhela volver a sentir esas emociones, quiere volver a tener una familia.
Odia tener que ver su apariencia en un espejo y ver los regalos que los dioses le otorgaron como héroe.
Cabello blanco, símbolo del poder sagrado que los dioses le otorgan.
Los ojos morados, que lo dotan con toda la sabiduría del mundo.
Con cada vida vivida, Aemond odia ver su apariencia, ¿un regalo de los dioses?, mentiras y engaños, no son más que un castigo para Aemond.
El tener que luchar constantemente contra el mal y tener que dejar todo atrás para poder ser la esperanza de otros, no es la forma que Aemond espero vivir su vida.
Un simple Huérfano que es acogido por algún noble, llamándolo su hijo, dándole su amor, para luego hacerlo pasar horas infernales, entrenando o sanando heridos, hasta caer muertos, sin que a nadie le importe, después de todo los héroes están para eso, para salvarlos del mal.
Vivir toda su vida encerrada en el sagrado templo de los héroes, no es más que la vida de un prisionero, los héroes no tienen el derecho a los lujos, corrompe los corazones, vuelve a los héroes avariciosos, el amor está prohibido, los vuelve lujuriosos, las amistades los vuelven demasiado sentimentales.
Un héroe no puede hablar con nadie más que los otros héroes o las hermanas silenciosas, al servicio de los catorce dioses primordiales.
En esta vida Aemond nació y se crio en el templo, nunca salió del templo, el mal había sido erradicado del mundo hacía más de treinta años por el héroe, Maceo, no había vuelto a nacer desde que murió a manos del héroe, las hermanas silenciosas habían mantenido todo el silencio, sin dejar que ningún “niño bendecido” abandonará el templo según las reglas de los catorce.
Cuando el mal finalmente deje esta tierra los héroes deben ser liberados, temerosas del poder otorgados a estos niños, se les prohibió salir, aunque el mal ya no existiera en este mundo.
Los humanos a menudo eran temerosos a lo que no son capaz de controlar y los poderes de un héroe son algo que todo humano codicia.
Nadie sabe cómo nacen los niños benditos, ningún héroe tenía permitido tener hijos, pero el mundo seguía dando a luz a niños de cabellos blancos y ojos morados, regalo de los dioses, cada niño con diferentes poderes, según el dios que los bendijo, catorce en total, cada uno con tres categorías diferentes.
Aemond, era un niño de la diosa Vhagar, diosa de la guerra y la sabiduría.
Diosa la cual odiaba con todo su corazón, Aemond se le dio un regalo que ningún otro héroe tenía, el recuerdo, el poder recordar cada vida para acumular experiencia y sabiduría, era un regalo excepcional que la diosa Vhagar le dio, pero también el fruto de todo su sufrimiento.
En cada vida Aemond era el hijo más amado de la diosa Vhagar, ningún otro héroe bendito bajo la misma diosa tenía los mismos dotes que él, los suyos habitualmente eran mayores que los demás, más poder sagrado, más hábil en la lucha, el más sabio de todos, Aemond lo tenía todo, era el héroe más envidiado por todos, el amor que la diosa Vhagar derramo en él era inmenso.
Un día un héroe bajo el mando del dios caraxes dios de la guerra, levantó una revuelta, otros héroes se le unieron, querían su liberta, poder salir del templo.
Mataron a las hermanas, sobre la sangre y el fuego, los héroes crearon Valyria, un imperio gobernado por los héroes, en donde dejaron libres todos sus deseos.
Pronto Valyria fue el imperio más grande originado en la historia y los héroes escondieron “la verdad” sobre sus nacimientos, los héroes empezaron a tener hijos, los niños nacían con cabellos blancos y ojos morados, pero sin ningún don más allá, los niños simplemente eran normales.
Los héroes le dieron los dragones a sus hijos y el mundo nuevamente se olvidó de los héroes que alguna vez fueron explotados hasta morir para salvarlos del mal.
Aemond vivió esa vida en un pequeño templo en Valyria, con otros héroes que nacían, pero se escondían entre los demás, en otros lados los empezaron a llamar magos de sangre ocultando la verdad de sus dotes.
Aemond conoció a varios pequeños niños, que amo con todo su corazón, como sus amados hijos.
Daella una hermana niña de cabellos rubio y ojos morados, bendita por la diosa, Meleys creaba músicas curativas para todos los héroes cansado de sus vidas en el templo, era una buena niña que vivió muy poco lamentablemente.
Murió salvando vidas en el campo de batalla, olvidando su propia seguridad por salvar a “magos de agua”, el enemigo, ni una estatua a su nombre se pudo generar a su honor, ella se había vuelto una traidora al salvar al enemigo, Aemond lloro y se lamentó su muerte, fue la única persona que se lamentó por aquella niña de tan solo doce soles, que había muerte creyendo que hacía lo correcto.
Aemond observo un día desde lo más alto, Valyria, entendió por primera vez por qué las hermanas encerraban a los héroes en templos y le prohibían cualquier tipo de deseos, los héroes se corrompen fácilmente, Valyria era la prueba viviente de la libertad de los deseos de los héroes, era un lugar retorcido, en donde el sufrimiento abundaba como el agua, no había ningún lugar de este hermoso imperio en donde no se respirará sufrimiento.
Un día en su larga vida, llegó un hombre al templo con su hija a cuestas, Aemond reconoció a la pequeña como un héroe, durante el último siglo estos eran tan escasos, que llegó a preocupar a los grandes mandos de Valyria.
La niña se llamaba Daenys, era una pequeña cosa asustadiza, su padre Aenar, un hombre valiente y orgulloso, se puso de rodillas a sus pies y pidió por su hija, su pequeña y amada hija.
Daenys era un héroe de la diosa Meleys, dotada en toda la gracia de la diosa, le dio el don de la profetizacion, sus visiones del futuro no dejaban en ningún momento a la niña, la bendición era tan grande que la estaba matando lentamente, sin nadie capaz de ayudarla.
Aemond la toma bajo su mando, le enseño como controlar su bendición, Daenys aprendió rápido a controlar su don, sus otras bendiciones florecieron con el control
Un durante el último día del solsticio de verano, Daenys se presentó ante él, con la cara cubierta de lágrimas y entre sollozos le contó sobre la destrucción de Valyria.
Le suplico que fuera con ella y su familia a una isla en donde tenían una fortaleza.
Aemond le sonrió a Daenys.
—Estuve presente durante su creación, debo de estar durante su destrucción. — entre lágrimas, Daenys se despidió prometiendo nunca olvidarlo.
—Será honrado por la Familia Targaryen está el fin de nuestra casa — fue lo último que dijo la pequeña, Héroe.
Tal como lo predijo Daenys la destrucción de Valyria se acercaba, en lo más alto de la torre del templo Aemond contempló la destrucción de los deseos de los héroes, los dioses se habían cansado del orgullo y avaricia de sus hijos, era hora que los héroes cumplieran con su castigo por incumplir las santas reglas de los catorce dioses que los bendijeron , los habitantes ingenuos estúpidos no sabían cuál era el castigo que debían de sufrir, los héroes mantuvieron a todos en la ignorancia, solamente los héroes sabían la causa de la destrucción de Valyria.
Todos y cada uno de los héroes viviente se pararon en lo más alto de las torres, viendo la destrucción del imperio que crearon.
Todos esperaron la muerte, ¿los dioses serían tan misericordiosos que les concederían finalmente la muerte a sus benditos hijos?, los héroes esperaban que los dioses lo fueran.
Cansados de vivir la vida que sus padres benditos les dieron, los héroes únicamente anhelaban la pacífica muerte.
Aemond siente que flota, todo a su alrededor está oscuro, cierra los ojos, durmiendo.
—Descansa, hijo mío, tu alma debe de tener descanso, para poder volver a la vida— una solitaria voz se escucha en la oscuridad infinita, sin que nadie le escuchara, al alrededor de Aemond, los cuerpos de los héroes estaban esparcidos, todos en un profundo sueño, esperando la salvación y purificación de sus almas antes de volver a nacer en el mundo mortal nuevamente.
Los dioses son crueles con sus hijos,
incapaces de permitirles el descanso eterno, sus almas seguirán luchando por siglos para el entrenamiento de los dioses.
Chapter 2: Aemond & Daemon l
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En la profunda oscuridad se escucharon oraciones espeluznantes acompañadas de gritos, Aemond en sus sueños escucha cada una de las oraciones, en cada una su nombre se repetía con diferentes oraciones.
“Héroe, sálvame”
“¡Aemond, maldito asesino!”
“Asesino…”
“¡Aemond, maldito kinslayer!”
“¡Aemond, hijo mío!”
“¡Aemond!”
Las voces cesan, Aemond siente manos, toca su cuerpo, en sus brazos siente fuertes tirones.
—Oh, héroe… por favor… Salva este mundo—una mujer llorando lo toma de las manos con fuerza.
—¡Salvamos héroe! — un par de niños, toman con fuerza sus rodillas.
—¿Tú eres realmente el héroe…?.
—Por favor… Ayúdame… sálvame.
—…Héroe…
—Sálvame….
—¡Héroe…! — alguien grita en su cara, un ser de oscuridad, sus profundos ojos blancos lo miran con codicia. Aemond abre los ojos gritando.
“Calma hijo mío.”
“Madre bendita, ¿eres tú?”
“Si hijo mío calma tienes diez soles”
“¿diez?” Aemond parpadea confundido cuando su diosa no responde.
“¿Diosa Vhagar?”
Pero, ¿por qué tenía diez años esta vez?, Aemond no puede encontrar ninguna razón para que sus recuerdos se desbloqueen justo en este momento.
¿Por qué tiene diez años, y dónde están las hermanas del templo?
¿Dónde están los otros héroes?.
¿Por que Aemond no siente a ningun Heroe?
Siente la cabeza pesada, un abrazador dolor en su ojo izquierdo. Trata de mirar a su alrededor buscando a las hermanas, pero su vista estaba nublada, no era capaz de ver nada más que motas de colores.
Un hombre le habla, Aemond trata de enfocar su vista, finalmente es capaz de verlo, es un hombre viejo plagado de enfermedades, el hombre le grita algo, su rostro se vuelve rojo del enojo cuando no recibe respuesta. Aemond frunció el ceño, ¿Quién se creía este hombre?, Aemond era un héroe, hijo bendito de Vhagar, nadie en sus infinitos años de vida tuvo la valentía de hablarle de este modo. Aemond suspira y deja que el poder divino lo envuelva, calmando y sanando sus heridas.
El ojo le empieza a doler, Aemond se toca el rostro encontrado la causa de su dolor y el impedimento de que la herida no sana.
—Mi príncipe, no toque la herida —un hombre viejo habla.
—Cállate. —sisea Aemond. Con fuerza tira del hilo, una mujer grita con horror.
—¡Aemond hijo! —Alguien trata de tocarlo, Aemond vuelve a sisar.
—Cállate — Un suspiro de dolor abandonada sus labios temblorosos, la herida empieza a sanar lentamente, mantiene la cabeza baja, evitando que la sangre que sale de su ojo le manche la ropa.
—¡Aemond, responde! — Grita el hombre a su lado, su fétido aliento al alcance de su nariz, su moribundo rostro rojo del enfado, Aemond se cuestionó ¿Hubo alguien que alguna vez le hablo así?. Bueno, no recordaba si eso pasó. Tal vez en el pasado sucedió en alguna de sus catorce vidas.
Pero desde que se convirtió en un héroe oficial nunca nadie le había hablado o gritado de esta forma, esta fue la primera vez en milenios. Aemond molestando.
Pero nadie pensaría que esta sonrisa era genuina, Aenys a menudo comentaba que daba miedo como la mierda, los demás pensaban igual,¿Cómo se podría expresar una sonrisa que a los otros parecería tan espeluznantes?, todo vio con horror el rostro del príncipe Aemond desde su sonrisa y sus dos ojos intactos.
El hombre dio un paso hacia atrás horrorizado, su mano soltó el bastón que tenía y se deslizó lentamente a la daga que estaba atada a su cintura, en ningún momento apartó los ojos del rostro de Aemond, a sus ojos el rostro de un monstruo.
Con paso vacilante se acercó a Aemond con daga en mano, la mujer de cabellos rojos trata de detener al hombre, los demás que la miraban simplemente se pusieron nerviosos, pero ninguno intervino en ayuda de la mujer de largos cabellos rojos. Sin embargo, Aemond simplemente lo mira con el rostro en blanco, sin ninguna emoción en sus tiernas fracciones.
Y luego otras personas entraron en la habitación.
-¡Padre! —Dos personas llegaron al salón, una mujer de largo cabello plateado junto con un hombre a su lado, ambos observan confundidos la escena, la mujer pelirroja aprovecha la confusión para quitarle la daga de las manos al hombre. Con el cuerpo tembloroso se para enfrente de Aemond,
—No dejaré que dañes a mi hijo—gruñe, con la daga apuntando hacia el hombre.
Aemond miró con confusión a la mujer, No podía decirlo en voz alta, pero esta era la primera vez que conoció a alguien que se interpuso contra el peligro tan solo para salvarlo… algo que nunca pasaría en el templo de las hermanas o en Valyria, nunca un humano normal defendía de esta forma a un héroe, mientras más la miraba Aemond más claro entendía que esta mujer no era simplemente otra persona al azar.
Hombres armados se acercan hacia la mujer, Aemond la agarra del brazo y tira de ella hacia atrás protegiéndolo. La mujer, que fue arrastrada hacia atrás, mira a Aemond con una expresión extraña.
—Crees que podrás seguir con vida después de mostrar tal nivel de arrogancia frente a mí? ¡Soy tu rey, Alicent! ¹ — grita el hombre mirando con fuego a la mujer, los guardias lo rodean, protegiéndolo. Estas palabras hicieron que todos se pusieran rígidos.
—Padre… — la mujer de antes llama al hombre, Aemond la mira fijamente, ve sus faldas mal acomodadas, la arena en los bordes del vestido.
—Calla, Rhaenyra—Aemond contiene el aliento y vuelve a mirar a la mujer, ve su rostro, sus ojos, Aemond parpadea reconociendo a la mujer, Rhaenyra Héroe bendito de la diosa Syrax, Aemond la había conocido en su segunda vida en donde la mujer tuvo un mal final por desobedecer las órdenes del templo.
Por lo que puede ver, la mujer seguía con sus malas costumbres de acostarse con hombres mortales.
Al parecer el sufrir en las llamas no fue castigo suficiente para apaciguar su incontrolable lujuria.
Ella era una vergüenza para los héroes, su tan sola mención atraía la vergüenza sobre los héroes.
— ¿Qué pasa aquí Viserys? — Pregunta el hombre, mirándolos con diversión.
Unos de los guardias toman con fuerza el brazo de la mujer, de sus labios sale un grito de todos con urgencia,esos ojos chocolates lo miran con preocupación.
— ¿Quién eres?, el templo no permite el maltrato alguno a la mujer— Aemond habla fuerte y claro mirando al hombre moribundo, por lo que pudo entender es un rey, entre los héroes no había nadie más superior, qué sus dioses, un mero rey no era alguien a quien Aemond debía de respetar. Luego de la muerte de los héroes Baela y Rhaena, se estipuló qué ninguna mujer, ya sea mortal o héroe, no debía de ser tocada de ninguna Forma capaz de dañarla.
Con fuerza tira al hombre que tomaba el brazo de la mujer.
—Aemond, hijo, por favor no digas más, mamá estará bien — susurra con lágrimas colgando de sus pestañas la hermosa mujer de ojos de cierva.
….
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¿Mamá? Aemond parpadea confundido, mirando fijamente a su madre, algo que nunca tuvo durante todos estos siglos de vida. —Gracias… —Susurra en alto Valyrio para su amada diosa, la única persona que pudo cumplir su más profundo deseo no fue más que otra aquella a que él servía, Vhagar.
La mujer lo abraza contra su pecho con amor, Aemond deja que lo abrace.
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Daemon frunció el ceño mirando a Aemond frente a él.
Cuando miró su rostro, el niño parecía una persona normal, un poco golpeado y cubierto de sangre, pero normal.
Por lo general, Daemon podía decir si la persona frente a él era alguien para tener en cuenta o un don nadie, pero cuanto más miraba al hijo de la perra verde, una sensación lo recorría, era extraño, su sangre rugía en sus venas por el mestizo verde.
Cuanto más miraba al niño, más se calentaba su sangre, parecía vacío sin vida, pero también abundaba en vida.
¿Cómo puede haber tantos aspectos diferentes viniendo de una sola persona?, Daemon no lo sabía con seguridad si tal perdona existía, pero frente a su nariz estaba aquel ser tan contradictorio.
Esto no era simplemente curiosidad.
Era algo más, Daemon lo sabía, lo mismo pasaba con Rhaenyra su sangre corría igual de fuerte cuando estaba con su sobrina, pero al mismo tiempo era diferente, su sangre corría con más vigor, con más fuera y fiereza qué nunca.
Daemon tenía tanta curiosidad por lo que este niño provocaba dentro de él que no podía soportarlo, quería acercarse más, quería más.
Daemon miro a Rhaenyra, hermosa y fuerte, Rhaenyra su sangre aún rugía por ella, pero sus sentimientos por ella y su sobrino en este momento eran extraños.
¿Alguna vez ha estado tan emocionado como en los últimos minutos?, Daemon sabía la respuesta a esa pregunta, era no, ni siquiera unirse a Rhaenyra había despertado esta emoción en el cómo lo hacía una sola mirada del hijo de Viserys.
Fue extraño.
Demasiado Extraño.
Daemon respiró hondo y miró directamente a la fuente de su emoción una vez más, envuelto entre los brazos de la perra verde.
¡Daemon sintió su sangre rugir aún más! Lo está contaminando, ¡la perra verde lo está contaminando!, no podía apartar la mirada del niño, sus manos se cerraban en puños.
El niño lo mira con una extraña mirada en sus profundos ojos amatistas, Daemon le devuelve la mirada,su sangre ruge en alegría, el niño era de su sangre, era su familia. Después de toda la sangre no hay momento. Daemon cierra sus ojos por un momento acariciando a Dark Sister mientras piensa detenidamente, el niño era de su sangre, la perra verde no puede contaminar su preciada sangre con sus costumbres ándales o su estúpida fe de los siete. Daemon se asegurará qué su preciado sobrino entienda sus costumbres.
La alegría desapareció del rostro de Daemon viendo al coño de Otto acercarse a su ahora preciado sobrino, con pasos lentos se acercó a la perra verde, levantó lentamente Dark Sister y apuntó hacia Otto.
—Aléjate de él— ruñé Daemon, Otto lo ve con sorpresa, la perra verde levanta sus llorosos ojos mirándolo con extrañeza, abraza con más fuerza al niño contra su pecho, tratándolo de protegerlo contra cualquier qué quiera acercarse a su hijo. Como si Daemon fuera a dañar a su preciado sobrino, tal vez antes Daemon con gusto mataría al niño, pero ahora no, era su sangre, el niño era precioso de ahora en adelante.
—Madre… —habla suavemente Aemond su voz era suave y dulce.
Fue muy agradable a los oídos, inexplicablemente relajaba a aquellos que lo escuchaban. Inconsciente Daemon se estremece, un placer intoxicable recorrió su cuerpo. Daemon sonrie solo unas pocas veces en su vida habia sentido este placer y fue cuando monto por primera vez su dragon y sostuvo por primera vez a sus gemelas en brazos.
Chapter 3: “Primera vida”
Summary:
Conocemos un poco más de la vida de Aemond el “Héroe”, para ser precisos la primera vida del hombre que se volverá en uno de los grandes héroes.
Conocemos la vida de los héroes después de la terrible guerra conocida como danza de dragones
Chapter Text
“Los humanos nunca han sido iguales desde el principio de las eras, los Valyrios eran diferentes a cualquier ser humano conocido en la tierra”
Escrituras sagradas
— Desconocido —.
El mundo que fue gobernado por siglos por los dragones, tal y como conocíamos, fue destruido, solo por una silla de hierro.
El bando ganador, qué lucho durante la guerra conocida como la danza de dragones, se sentó en el trono de hierro, en contra de todo pronóstico, a todo aquel que se levantó contra su gobierno fue erradicado, a la gente libre se le privó de su libertad, cadenas adornaron sus cuellos y fueron vendidos cuál ganado por los altos nobles.
Se había trazado una clara diferencia entre el pueblo llano de poniente, todo para justificar la violencia y corrupción qué corrompía al rey desde la muerte de su reina, la reina verde.
Relatos de la guerra danza de dragones.
—….. —
“No lo niegues, los humanos sobreviven a costa de otros, pisoteándolos y escalando sobre sus cadáveres”
Los proverbios de las sagradas escrituras de los catorce dioses dejan pensando al más de los letrados maestros, el provenir de una raza santa qué cura todo el mal del mundo, al mismo tiempo que su descendencia trae destrucción y sangre a los seres vivos.
Escrituras sagradas
— Desconocido—.
“La esencia de la sangre del dragón es la destrucción misma, son seres malditos por el pecado “
Cuando el rey Aegon lll, “El veneno de dragón” murió, la rueda del destino dejo de girar hacia adelante, la rueda empezó a girar para atrás, con la muerte del rey negro y la reina verde, la casa del dragón cayó presa de la oscuridad qué asechaba a los dragones.
Relatos del fin de la casa Targaryen
—Maestre Edward —
Mientras estás bajo el inmenso cielo azul, ¿alguna vez has albergado dudas sobre el mundo en el que estás?
Como tu tan sola existencia fuera contra el mundo entero, Aemond lo sentía en su sangre, las dudas sobre el gran mundo fuera de la oscuridad, qué lo acechaba día y noche, algo en su sangre lo llamaba tanto como lo asustaba.
Aemond no sabía que era la vida, pero su mente a gritos le decía que su vida acabaría, si no llegaba hacia su familia, que debía dejar sus miedos y correr hasta encontrarlo, qué las cadenas qué lo sujetaban no debían ser un impedimento para poder correr hacia su familia, hacia toda su familia.
Todo lo que veía era oscuridad, día y noche, el frío en sus huesos, el agua.
Se sentía encadenado, como si gruesas cadenas lo mantuviesen bajo el agua.
Escucha la voz de una mujer llamándolo a gritos desgarradores, sus manos inmóviles picaban.
El lamento de un hombre roto, que llamaba entre sollozos su nombre.
El triste llanto de un infante que lo llamaba con urgencia.
Hasta que un día, solamente sucedió Aemond, había nacido.
Aemond nace en un día de tormenta.
La mujer que lo cuida se llama a Ayls, ella dice que es su madre, Aemond sabe que es mentira, no sabe por qué piensa eso, pero el simple pensamiento de llamar a esa mujer madre lo angustia.
Vive en lo más profundo del bosque, cada luna llena, Alys, corta sus brazos, guarda la sangre en grandes frascos, donde posteriormente echara hierbas
Cuando preguntó para qué era, Alys le dijo que tenía mucha sangre en el cuerpo y debía de darle un poco, que no fue tan mezquino siendo tan pequeño, Aemond no sabe que es mezquino, pero reflexiona que debe de ser algo malo.
Cada día Aemond pierde preciados recuerdos, los rostros de las personas ya son solo un borrón en sus recuerdos, ya no recuerda porque debía de encontrarlos, ya no tenía sentido.
Deja que Ayls tome toda la sangre que quiera de sus cortes, después de todo Aemond no es ningún niño malo ni uno mezquino.
Ayls, no lo deja salir a menos que pinte su cabello con el jugo de unas plantas, Aemond solo tenía permitido salir sola una vez al año, no más ni menos.
Realmente no era una gran salida, Ayls solo lo lleva al templo, en donde debe de rezarle a los siete desde el amanecer hasta el anochecer.
Fue durante una de sus visitas al templo en donde Aemond ve otra emoción aparte de la fría indiferencia en el rostro de Ayls, el éxtasis y euforia se mostraban en las suaves fracciones, ese día lo dejó dar un pequeño paseo por la plaza del pueblo.
Días después unos hombres entra a su casa, los hombres golpean a Ayls, Aemond escucha desde el sitio, escondió en el sótano, como Ayls llora y ruega misericordia.
— Esta es un regalo del rey bastarda, debería de estar agradecida con la gran bondad de nuestro rey, cuando encontremos al bastado del príncipe Aemond, lo quemaremos, para que muera como la madre de nuestro rey. —
Después de horas los hombres se van, Aemond no sale de su escondite, Ayls le dijo que sin importar nada no debía de salir a menos que ella lo sacara.
Un ruido lo hace alzar la vista, Ayls toda golpeada lo mira.
—Sal, Aemond. — dice Ayls cansada.
Aemond mira fijamente el hermoso rostro golpeado de Alys, uno de sus ojos verdes estaba cerrado, en su pálido cuello marcas moradas lo adornaban, el vestido se le estaba cayendo a pedazos, sangre manchaba el piso por donde Ayls caminaba, sus pasos eran temblorosos y pausados.
—Aemond. —
—¿Qué? —
—No me mires— Aemond aparta los ojos del golpeado cuerpo de Alys con vergüenza.
—Me preocupan los golpes — susurra suave mirando el piso.
—Tu sangre sería de ayuda para mamá, hijo mío— suspira Alys mirándolo fijamente.
—¿Mi sangre? —
—Sí, la sangre del dragón ayudará con las heridas más profundas. —
—Nunca lo olvides, hijo, la tierra es vida, es la fuente de la vida y el comienzo de un mundo próspero, vive en esta tierra sin pecado alguno confía en los dioses. —murmuró Alys con su último aliento, sus brazos cayeron inertes, Aemond levanta la cabeza y ve el rostro de su madre, la mujer que lo protegió contra todo mal y con su último aliento le pidió que viviera.
Las lágrimas corren por su rostro —Lo siento, nunca te dije que te amaba, pero te amo, gracias por darme a luz—.
Después de la muerte de Alys, Aemond, pasa su tiempo en las calles mirando a los niños con sus madres y padres, los mira con dolor y sufrimiento, ¿Qué tienen ellos de especial?, Aemond se cuestiona todos los días, esos niños no tenían nada en especial, pero ¿por qué?, ¿por qué ellos tenían el amor que tanto anhela Aemond?.
Un día una mujer santa lo llevó a su orfanato.
Por el camino la mujer iba murmurando—Otro bastardo de los Targaryen. —¿un bastardo?, ¿Aemond era un bastardo?, Aemond recuerda a Alys, recuerda como ella una vez le dijo que su señor padre, su esposo, lo Anhelaba tanto como ella a él, Aemond no es un bastardo, sus padres estaban casados según Alys.
En el orfanato conoce a una niña un tanto peculiar, todos la llamaban Hela, era una niña pequeña de cabellos blancos y ojos morados, los susurros de los pasillos hablaban de bastardía, la misma historia de bastardía que perseguía a Aemond.
Los susurros decían que era una hija bastarda del rey Aegon, otros de que era una hija del rey Aegon ll y su hermana esposa, la reina Helaena, por el gran parecido que tenía Hela con la difunta reina consorte.
Hela con toda su extrañeza hacía oídos sordos a todos los susurros que la perseguían, era una chica tan peculiar que Aemond jura verla hablar con las ratas y arañas más de una vez.
En el primer momento que Hela lo vio lo tomó bajo su brazo, en donde iba ella lo llevaba con ella, un día lo llevó a la parte más pobre del pueblo, en las casas de las prostitutas, en donde conoce a Egg un niño hijo de una de las prostitutas, Hela dijo que ahora ellos eran los hermanos mayores que debían de cuidarlo, su madre había muerto no hace mucho, a causa de la fiebre de invierno.
Egg ese día se volvió su hermano, cuando llegaron con el niño de 4 años a cuestas al orfanato, la hermana a cargo pego un grito y los castigo durante una semana con trabajo forzoso.
Un día, cuando Egg cumplió seis años, Hela lo tomó a ambos de la mano y los llevó cerca del río en donde encontraron a un bebé de cabellos blancos y ojos morados a juego con los de ellos.
—Finalmente, nuestro hermano Da llegó a nosotros. — había dicho con orgullo, Hela meciendo con amor al niño en brazos, Aemond y Egg se miraron a los ojos antes de sonreír en grande, un nuevo miembro de su extraña familia.
En cuanto pisaron el orfanato, otra vez la septa los hechos al ver que traían un niño en brazos.
— Este orfanato ya no puede criar a más bastardos de la casa del dragón, que lo siente, se apiaden de nosotros y nos libren de su existencia— el odio en la voz en la Santa hermana era evidente, la mirada que les dio no fue buena, pero les permitió llevarse sus cosas.
Aemond llevó a sus hermanos a la cabaña en donde había crecido con Ayls, tuvieron que limpiar el lugar abandonado, pero la sonrisa de sus rostros no se borraba.
Hela salía todos los días para poder vender flores juntos con el pan que hacían, Aemond se quedaba en la casa cuidando de Egg y Da, cocinaba para cuando Hela llegara comieran todos juntos.
Un día de invierno Hela no volvió a comer, la esperaron durante horas, al caer la noche Aemond se quedó despierto toda la noche esperando a su hermana.
Al día siguiente partió con sus hermanos a cuestas para buscar a su hermana, durante horas buscaron y no encontraron nada de Hela.
Hasta que Aemond ve como las ratas tratan de apuntarle una dirección, con el corazón latiendo rápido, corre con sus hermanos siguiendo las ratas.
Al doblar la esquina encuentran a su hermana tirada en el piso a medio vestir, su canasta con flores y panes botada a un lado, desde sus piernas Aemond ve sangre, unos de sus ojos estaba cerrado.
Con temor, Aemond se acerca a su hermana, un suspiro de alivio abandonado sus labios cuando siente calidez en el cuerpo de Hela.
Hela no dice que le pasó, pero se vuelve más callada que antes, Aemond le ofrece su sangre, Ayls siempre le dijo que su sangre curas las más profundas heridas.
Hela miró su sangre sin parpadear, Aemond sabía que su sangre era diferente a la de los demás, era de un brillante color dorado verdoso.
Su hermana suelta un suspiro muerde su mano con fuerza, sangre de color dorado azulado cae de la herida
Aemond mira con asombro el color de la sangre de Hela.
—Nuestra sangre es única. — murmura Hela—Sangre de dragones, sangre de los dioses dragones…
—¿Sangre de dragones? —
Hela no responde, Aemond no puede dejar de pensar en los murmuros de Hela, y en su sangre, durante años piensa en lo mismo y en sus peores momentos pensaría en las palabras de su querida hermana
—No llores— murmuró Aemond a sus hermanos, mirando el cuerpo inerte sin vida de Hela, la habían matado a golpes, la dejaron sufriendo durante la fría noche, seguramente murió congelada luego de la golpiza qué le dieron.
La gente los apuntaba por donde quiera que fuesen, los golpeaban y maldecían a cada paso que daban fuera de su cabaña.
30 años
—Ah diosa, tus humildes corderos están temblando de miedo, las mujeres lloran la muerte de sus hijos, los hombres mueren en el campo de batalla sin ningún cuerpo, los niños recogen los cuerpos de sus padres, alzando las espadas de los muertos. ¿Cuándo seremos libres de vivir? —Aemond reza, lo único que hace hoy en día es rezar, Hela siempre le decía que los dioses los escuchaban, que eran más cercanos a ellos gracias a su sangre de dioses dragones, pero con cada muerte que vivía perdía la fe.
Después de cincuenta años, los héroes tratan de plantar nuevamente semillas de esperanza en el corazón de la gente.
Relatos de la gran guerra
— Maestro Baelon —
Aemond es entrenado junto con sus hermanos , los extraños que llegaron le dicen que son héroe, unos de los miles de los príncipes que fueron prometidos, pasa años peleando guerras.
Aemond tiene setenta años, cuando la gente se entera de su edad, se muestra incrédula cuando lo ven, su rostro no muestra ningún rastro del paso del tiempo.
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—Solo quedamos nosotros, espero volver a verte luego de esta batalla, amigo mío — ante esas palabras Aerys dio una sonrisa torcida, una sonrisa algo peculiar, causaba el miedo en los niños, los adultos al verlo sonreír lo llamaban demonio, aemond había conocido a Aerys en su tiempo en entrenamiento como aprendiz de héroe y desde ese momento nunca e alejaban, siempre junto
—Hay dos Héroes santos aquí, ¿Cómo podríamos morir aquí? —
Héroes santos, hijos de los dioses, armas vivientes, con habilidades y poderes que trascienden ejércitos enteros sin ayuda de nadie.
Aerys y Aemond eran los últimos hijos santos de los dioses que quedaban vivos luchando contra el mal.
190 años
—Misericordiosa diosa, tu primer héroe, ¡no podrá acabar con el mal que acecha más allá del norte! ¡Oh mi diosa!, ¿Dime mi diosa, que debe de hacer este humilde hombre? —Aemond reza fielmente todos los días, entre sus rezos se lamenta con su diosa, las preguntan rondas por su cabeza día y noche, sin darle descanso.
Durante el invierno, se libró la más grande batalla contra los demonios, la última batalla contra el peligro que vino desde el lejano Norte, a sembrar el horror a los humanos.
Los infieles a la fe fueron los primeros en morir en las fauces de los monstruos, los civiles armados con lanzas murieron con honor luchando juntos con los últimos héroes en pie.
El hijo más bendito de la diosa Vhagar , lucho solo contra el mal hasta el final, acabó con incontables monstruos y muertos vivientes.
Pero el invierno aún no acabó, lucho solo durante años contra el mal, finalmente el invierno fue vencido y el héroe se perdió para siempre.
Archivos de la prima Gran guerra
—Archimaestre Daeron —

pithiiz on Chapter 2 Wed 26 Jun 2024 01:27PM UTC
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