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He Wants to be Hers

Summary:

In her silence he found the certainty of not letting her go, because every time he looked at her like that, the world disappeared and he seemed a little more of her.

 

➡️Day 1. Mission Gone Wrong
➡️Day 2. Forced Proximity

Notes:

¡Mi participación para la semana de Satoru y Utahime 2024! ¡Feliz semana Gouta 💜✨!

🙏Este trabajo es de mi autoría y no autorizo el uso de este contenido en herramientas de inteligencia artificial, recopilación automatizada de datos (scraping), ni su distribución en otros sitios o redes sin mi permiso.

Mejor comparte el trabajo, y si te gustaría traducir o algo similar que involucre el fic, contacta conmigo primero.

Gracias por respetar el trabajo ajeno 💜

Chapter 1: Mission Gone Wrong

Summary:

Yaga está seguro que una misión entre estos dos va a salir mal al final incluso si tienen éxito.

Notes:

Todos mis pensamientos siempre se movían para el lado oscuro y trágico de este prompt y yo quería escribir cosas suaves, hasta que me tope con este bonito arte de pinata09 y dije que esto era de lo que estaba hablando, ahahah.

¡Feliz lectura 🌻!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Yaga tuvo una migraña instantánea en cuanto vio el par de nombres en la recomendación de la misión.

Reflexionó seriamente si debía esperar a Getou Suguru para suplantar al otro hechicero de grado especial a cargo, antes de descartar la idea. Suguru había tenido días apretados con regularidad últimamente. El muchacho merecía un descanso. Así que el profesor decidió que él mismo podía soportar el estrés que despertaba el otro lado del Yin.

Pero cuando Gojo atravesó la puerta y entró a su oficina con una sonrisa petulante, seguido de una mirada de ojos duros por parte de la senpai del muchacho, Yaga pensó que era más fácil que fuera él en persona a la misión, en lugar de mandar a estos dos juntos. Se había jurado a sí mismo que la última misión en pareja de Gojo y Utahime era, sin duda, eso: la última.

Pensó que, tras el lastre que estos dos habían acumulado hasta ahora, alguien entre los ancianos tendría algo de sentido común y no volvería a sugerirlos como un dúo accesible en una misión.

No ignoraba el hecho de que los ancianos de Jujutsu estaban evaluando el tipo de relación y lealtad que tenían los dos hechiceros. El desprecio hacia la irreverencia y rebelión de Gojo no era nada nuevo, y estaba lejos de disminuir. A los ojos de todos, no era un líder confiable y seguramente iba a ser un jefe de clan terrible. Pero era osado y poderoso. Si él decidía tomar el poder que Utahime prometía con su propia técnica ritual, el mundo temblaría y se partiría en ínfimos pedazos ante cada despliegue de poder y capricho del único Seis Ojos en más de 400 años.

Probaban la lealtad de Utahime y evaluaban si valía la pena mantenerla con vida o, en dado caso, debían amarrarla con cuanta cadena y voto vinculante pudieran... o tramar su próximo asesinato.

El desdén de Utahime en todo lo que se refería a Gojo Satoru, para nada impresionada por su poderío de energía maldita y arrogancia, hacía que cada anciano suspirara de alivio y arrogancia en su asiento, pensando que la pequeña Iori estaba totalmente a merced de sus tradiciones y costumbres. Una fe ciega en sus superiores.

Yaga vio a la joven hechicera sentándose de manera remilgada en el taburete frente al escritorio, dando una leve reverencia de respeto hacia su profesor. Luego lanzó una mirada arrugada a Gojo cuando se sentó despatarrado, con las piernas abiertas, lanzando un bostezo desvergonzado y exagerado. Ella le dio una palmada en la rodilla y él solo se enderezó con un gesto tan dramático que estaba lejos de parecer respetuoso o sincero. Luego mostró sus afilados dientes en una sonrisa cargada de mofa.

El dolor de cabeza solo se acrecentaba mientras los veía. Los ancianos habían perdido la visión si no podían ver el fuego de rebelión en Utahime. Uno distinto a las exorbitantes muestras de lucha de Gojo, pero no por ello menos abrazador. No era algo que a Yaga le preocupara. Tal vez era lo que Satoru necesitaría en el futuro.

Con su fuerza, podría abrirse paso con toda la crueldad y violencia que podía albergar en sus músculos bendecidos de energía maldita. Pero un corazón y una mente bien cimentados en el futuro y en sus convicciones se volverían compañeros leales y necesarios.

Suspiró y empezó a decir las características de la misión. La bien entendida de Utahime asentía y anotaba un par de detalles en una libreta. Gojo, por otro lado, estaba viendo el celular y se estaba riendo, sin prestar atención realmente, sin mostrar ni un ápice de culpa por su irreverencia.

Yaga sintió que se le iba a explotar una aneurisma.

No tenía que ver siquiera con que estos dos siempre colisionaban en discusiones avivadas por la descortesía y falta de tacto de Satoru cada vez que se cruzaban. Aquello, extraordinariamente, no interrumpía el resultado de la misión ni ponía en riesgo la integridad de los no hechiceros o los gerentes o de ellos mismos, como había sucedido en algunos casos en que Suguru y Satoru habían ido juntos. Cuando esos dos últimos se juntaban, el sentido de competencia y las bromas alcanzaban escalas peligrosas y letales. Una vez Getou había regreso con un brazo roto y Gojo con un ojo morado y patojo, toda la zona de exorcismo dejada atrás era como si una bomba atómica hubiera azotado a su objetivo, y los dos idiotas volvían riéndose como si hubieran entrado a un concurso de pedos y eructos. Yaga sabía que no los mató en el acto solo porque al solo entrar en el campo de Tengen-sama, Getou se desmayó por la pérdida de sangre y Gojo le siguió no sin antes reírse como una foca con retraso diciendo que había ganado.

Eso no sucedía con Utahime. Ya sea porque Gojo era lo suficiente consciente como para no perder el juicio de su fuerza con ella presente, o porque sus peleas nunca alcanzaban tales escalas de despliegues de poder. Utahime no competía con la fuerza de Gojo y Gojo no intentaba someter a Utahime con su energía mortal natural. Dicho margen de convivencia era una barrera que naturalmente ninguno tenía interés de cruzar o demostrar al otro. El conflicto de ellos siempre se inclinaba a otro tipo de índole que aunque la misión se completara con éxito, siempre había algo que salía mal.

No era nada que pusiera en peligro mortal a alguno de ellos o en tela de duda la lealtad de Utahime. Pero siempre era algo que le subía la presión a su profesor y le entraban ganas de colgarlos a ambos hasta que se comportaran; lo sentía un poco por Utahime, ella siempre había sido su favorita, pero se volvía una total amenaza cuando algo involucraba a Gojo Satoru en la ecuación. Siempre que ella tenía problemas con la autoridad o la sistemática de una misión, el nombre del heredero Gojo aparecía en kanjis enormes de color rojo, escritos con furia y frustración.

Le bastó dos incursiones a Utahime para que ella dejara de poner empeño en las misiones donde era emparejada con Gojo. El tipo terminaba haciéndolo todo por su cuenta, saltando y riendo, de alguna manera presumiendo todo su poder, fuerza y habilidad mientras Utahime ponía el velo y se aseguraba de que no hubiera civiles que pudieran terminar involucrados. A veces ella le gritaba que tuviera cuidado, pero la misión terminaba pronto y con éxito. Luego, Gojo la arrastraba a una ciudad cercana y empezaban a comer cualquier golosina que se le pasara enfrente.

La primera vez que escucho el informe del gerente no le había creído la mitad, ese donde decía que Utahime terminaba cediendo, disfrutando de las salidas y retrasando también el regreso a la escuela mientras arrastraba a Gojo a un matsuri de turno o Gojo la empujaba a un restaurante de comida rápida o antigua. Utahime casi siempre volvía con recuerdos que repartía a los gerentes, sus compañeros de clase e incluso sus profesores. Yaga tenía a Ebisu impreso en una taza en el escritorio, presente de la chica, hasta hace un tiempo después se dio cuenta que el objeto había sido comprado con el dinero viejo de Gojo.

Siempre pensó que Utahime era de la clase de alumnos que cumplía las normas al pie de la letra, en especial con lo estricto que había sido el templo de donde provenía.

El señor Iori era un sacerdote que caminaba con un bastón y estaba medio ciego, pero era alto e intimidante, e imponía su presencia. Utahime siempre se había esforzado por manifestar la misma presencia de solemnidad y control. Que ella consintiera y gozara de esas escapadas con Gojo lo desconcertaba, pero nuevamente, no era un peligro real. Gojo siempre estaba con lanzas apuntando a su cuello y Utahime había sido demasiado reprimida en su infancia, era de lejos la mejor influencia, pero la libertad de Gojo equilibraba la falta de ella en Utahime.

Cuando actuaban así le recordaba lo jóvenes que eran ellos y como su vida podría terminar en un suspiro abrupto. Le irritaba el retraso, pero podía vivir desviando la mirada de los informes siempre y cuando se mantuvieran seguros, y Gojo se asegurase que Utahime volviese en una pieza y a salvo.

Un retraso en la misión. Si tan solo fuera eso lo que tuviera que preocuparse.

En los días realmente malos, uno de ellos era afectado por la técnica de una maldición, la misión completa, pero no sin daño colaterales. Todavía recordaba cómo Gojo había atormentado al conejito de indias de pelo morado oscuro en el que se había convertido Utahime cuando Gojo activó el Infinito y la técnica le rebotó a ella. La lanzaba al aire, la apretaba con una mano, le intenta de dar comida cuestionable para su estado en el cuerpo de animal, tomaba miles y miles de fotografías mientras se reía como si hubiera perdido el juicio. Utahime solo chillaba como si la estuviera matando, le mordía la mano, le rasguñaba la cara y mordisqueaba todo a su paso con puro resentimiento. Cuando ella volvió en sí, ella calentó el agua del baño de los niños con temperaturas alarmantes, Utahime cayó al suelo carcajeándose cuando escuchó el grito de Gojo, y luego lo vio salir todo rojo como una langosta. Lo disimulaba bien, pero Utahime podía ser igual de mezquina que él.

Y cuando Utahime volvió con un caracol en una palma y la ropa del hechicero de grado especial en la otra mano, Yaga casi se desmayó de la cólera si no fuera porque Utahime estaba con una cara brillante como si se hubiera ganado la lotería. Debió haber dudado de ella cuando se ofreció para cuidar de Gojo hasta que el efecto pasara. Pero no pensó mucho en ello, intentando digerir alguna excusa para ocultar que el heredero Gojo se había convertido en una babosa por tiempo indefinido. Utahime había tomado fotografías del estado penoso de Gojo, se burlaba de él, a veces lo dejaba atrás y veía lo lento que se movía, lo pinchaba y lo levantaba, lo dejaba en el agua y lo veía retorcerse mientras se reía, un deleite malévolo de poder cobrárselas todas de una vez.

Cuando Gojo volvió en sí, la escuela tuvo que reponer todas y cada una de las ventanas, porque Gojo había levantado a Utahime con su Infinito hasta la máxima altura que él manejaba y la hacía girar en el aire. Sus gritos amplificados haciendo añicos toda el área circundante, algunos alumnos y auxiliares desmayados en el piso, convulsionando por la resonancia de la voz de horror de Utahime.

Y ni hablar cuando los dos habían traído una maldición «adorable» con apariencia de felino alado que ninguno de los dos quería exorcizar y habían tratado de convencer a Getou que la conservara. De alguna manera, las misiones donde ambos terminaban de acuerdo de algo eran las peores, porque nunca antes había visto lo peligroso que era Gojo cuando en lugar de frenarlo, Utahime lo animaba, el mocoso era imparable.

Así que con la promesa de un posible derrame cerebral o un paro cardíaco por la presión alta, el director Yaga los despidió esperando que la misión resultara con alguna tontería menor donde Gojo presumiera sus poderes o Utahime fingiera darle una empuje mientras balbuceaba un canto inútil, o donde Gojo levantara a Utahime y le mostrara desde un mejor ángulo la potencia de su poder. 

Cosas pequeñas y tontas, dignas de un par de adolescentes tontos y despreocupados.

 

 


 

 

Se había encontrado con Getou Suguru en la entrada y luego le había invitado un jugo de naranja para disminuir el sabor de las maldiciones mientras caminaban para la oficina a recibir el informe cuando Utahime se cruzó en su periferia. Venía sola y caminaba con una amplia sonrisa, de inmediato sintió que las alarmas se activaban y empezó a buscar al mocoso de pelo blanco por puro nervio de su corazón. Getou a su lado no sintió ningún peligro y levantó la mano para saludar a su senpai.

Utahime se fijó en ellos y sus ojos se entrecerraron como medias lunas con una sorna nada propia de la chica, una sonrisa lobuna que anunciaba problemas, como el gato de Cheshire jugando con la presa entre sus garras. Corrió hacia ellos con las manos en el aire.

—¡Profe! ¡Suguru! —exclamó con una alegría desbordante.

Apenas tuvieron un momento de reaccionar ante la forma inusual de Utahime de nombrarlos, antes de que ella les diera un efusivo abrazo. Parecía tener dificultades para abarcarlos a ambos con sus delgados brazos, pero esta era Utahime, la confiable senpai, así que Getou le dio una palmada en el hombro a modo de saludo, un poco incómodo por la bienvenida extraña.

Utahime se liberó de ellos, sus ojos castaños brillaban con travesura y deleite, y algo se retorció dentro de Yaga porque no se miraba como Utahime, más bien se sentía como-

—¡Voy a casarme con Satoru-kun! —ambos hombres se congelaron en acto, mirando a Utahime con horror—. ¡Estoy tan feliz que Satoru-kun me acepte! ¡Me convertiré en la señora Gojo!

Yaga tosió al estarse ahogando con su propia saliva de la incredulidad. Sus oídos sin duda jugándole la broma más espantosa que hubiera escuchado en su vida.

Utahime parecía realmente encantada por gritarlo. Ella siguió parloteando sobre la gracia y el orgullo de portar el nombre de una familia tan antigua y venerada como la de Gojo y, por supuesto, el honor de ser la única esposa del maravilloso Seis Ojos nacido en 400 años. Estaba temblando de risa y exclamaba agradecimientos. Sin embargo, tenía un brillo malicioso en el borde de sus ojos que no concordaba del todo con sus palabras.

Getou la detuvo de los hombros y le tomó la temperatura con una mano. Había una sonrisa suave en su semblante y un pequeño ceño fruncido de preocupación en las esquinas de sus cejas.

—¿Estás borracha, senpai? ¿Necesitas que te lleve con Shoko? —el chico realmente creía que su senpai tenía zafado un tornillo y estaba seguro que su amigo era el responsable del estado actual de locura de Utahime.

—¿Dónde está Satoru? —se unió su profesor, con la expresión amarga y arremangándose la camisa. Si Gojo tenía algo que ver con el trastorno de Utahime, le iba a sacar la verdad a puñetazos.

Utahime abrió la boca sin intimidarse, pero un chillido para nada femenino, pero todavía chirriante, interrumpió sus palabras. Corriendo por el pasillo, con Shoko levantada como un saco de papas sobre su hombro, el susodicho de grado especial entraba con una expresión de terror puro. Yaga y Getou se detuvieron a mirarlo con curiosidad y un poco de nerviosismo, pues nunca habían visto tal expresión en el albino.

—¡GOJO! —Gojo gritó, tomando del hombro a Utahime y bajando a Shoko. Luego sacudió a la chica de coletas—. ¡CIERRA LA BOCA, MALDITO!

Mientras ellos dos seguían discutiendo, Yaga le lanzó una mirada a Shoko, que era la única que no parecía congelada por el intercambio. Ella captó la mirada ansiosa de su compañero de clase y su profesor y se encogió de hombros.

—Han cambiado de cuerpos —explicó como si fuera lo más normal.

—Ah, eso —como si eso fuera suficiente para entender la rareza frente a él, toda la preocupación de Suguru se desvaneció, sonriendo como si todo esto fuera una broma.

Yaga no estaba para nada divertido y la migraña lo azotó de regreso.

—¡Explícate, Satoru! —gritó el profesor, sosteniendo por el cuello a Gojo y levantándolo en el aire.

Solo que Gojo no estaba en su cuerpo, sino que estaba Utahime, quien aterrada por la expresión de su maestro, empezó a retorcerse, disculpándose al borde del llanto mientras intentaba mantener los lentes en su lugar.

Yaga nunca había sentido pena por Gojo, pero mirando el estado de colapso que Utahime estaba teniendo en su cuerpo, decidió bajarlo con cuidado mientras ella trataba de explicarse y evitar a la vez tener un ataque de hipo.

Utahime, es decir, Gojo en el cuerpo de Utahime, ladeó la cabeza en su dirección con una expresión para nada impresionada y un poco aburrida.

—Cielos, contrólate, Utahime. Vas a hacer que tenga un paro cardíaco con tu histeria.

Yaga tuvo el impulso ahora de alzar a Utahime en el aire, pero cuando quiso hacerlo solo pudo ver a su pequeña alumna que se esforzaba siempre cada día y le saludaba con respeto y admiración, y se limitó a lanzarle una mirada cansada a quien estaba seguro que era Gojo, quien correspondió encogiéndose de hombros y riéndose. Sí, definitivamente era Satoru.

—Por eso deberías casarte conmigo. Me aseguraré de mantenerte a salvo de tus nervios. Además que la histeria no es atractiva, pero lo soportaré. ¿No soy el mejor?

Gojo, bueno, Utahime en su cuerpo, giró la cabeza hacia donde estaba el espíritu de Satoru y le lanzó una mirada odiosa que podría haber atravesado a cualquiera, pero luego sus ojos se humedecieron y empezó a temblar.

—¡Gojo, ya basta! ¡Arreglemos esto! —sollozó la chica en el cuerpo del albino, apretándose los ojos con furia.

Gojo intentó quitarle las manos de la cara, diciendo que debía de tratar sus ojos con mayor cuidado y amabilidad, pero Utahime estaba teniendo una crisis donde temblaba y hiperventilaba. Shoko le puso la mano en la espalda con una expresión plana. De seguro le resultaba extraño consolar a su amiga en el cuerpo de su molesto amigo pálido, o tal vez estaba evitando reírse a carcajadas de esto y no hacer sentir peor a Utahime.

—¿Al menos la misión salió bien? —preguntó Getou con una sonrisa lobuna y bastante despreocupada, captando la atención de su amigo en el cuerpo de su senpai.

Gojo levantó el dedo pulgar, todavía con una mano intentando evitar que Utahime se sacara uno de los preciados Seis Ojos del clan Gojo.

—¡La misión fue un total éxito!

Yaga entrecerró los ojos viendo el desastre en que ambos estaban convertidos. Con Gojo opinando que el cuerpo de Utahime era tan pequeño y enclenque que no entendía cómo ella podía estar viva, si incluso sus campanillas suzu pesaban en sus brazos. Y con Utahime calmando su llanto diciendo que sentía que la cabeza le iba a explotar si seguía recibiendo señales sensoriales por todas partes y que los ojos le ardían demasiado.

Un completo éxito mi trasero .

 

Un completo éxito mi trasero.

Notes:

Al principio iba a escribir algo trágico y dramático de esto, pero no tenía la idea fija y pues para alrededor de que todavía estaba tanteando sobre que escribir, ocurrieron los eventos del infame 261 y lo único que mi alma quería eran tonterías y fluff GojoHime 🥹💜. Así que me decidí a escribir esto a raíz de una lluvia de ideas de las ilustraciones de Pinata09.

Esperemos que en las próximas entradas haya más cosas románticas GojoHime. Hehe 🤭. ¡Gracias por acompañarme en esta semana Gouta para nuestro querido barco! 💜

PD 2025. No puedo creer que haya dejado suspendida este librito durante un año y ya estamos a un mes de la próxima GoUta Week... ¡perdonen el retraso! Estaba tan animada en aquel entonces y luego el tiempo solo paso, así que veamos hasta donde puedo terminar ajaja Finalmente pude editar los diálogos de este escrito ¡Muchas gracias por volver a leer!

Chapter 2: Forced Proximity (1/2)

Summary:

Probablemente no sea tan malo permanecer juntos, pero al menos que Gojo y Utahime decidan poner de su parte, ambos van a continuar saboteándose y echando a perder el status quo de su relación.

Notes:

HAN PASADO 84 AÑOS, PERO ESTOY AQUÍ!!!!! Hola!!! Gracias por volver, disfruta la lectura~ uwu~

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Getou se preguntó si un hombre adulto podía ponerse a llorar frente a unos niños. Probablemente Yaga-sensei lloraría de la cólera y la frustración si lo dejaran solo ahora. 

Incluso si no estaba involucrado en la causa de estrés de su profesor está vez, Getou se sintió mal por él y se rascó la nuca con vergüenza, tratando de no mover la cabeza en dirección al verdadero elefante de la habitación causante del caos porque estaba seguro de que iba a empezar a reírse con saliva y dientes de afuera, sin poder detenerse, y su imagen del amable y comprensivo del lado del Yang se vería ensuciado una vez más.

Shoko estaba tarareando, la única en la habitación con los nervios de acero que no dudaba en demostrar lo mucho que estaba disfrutando del caos. Estaba revisando el enlace por pura cortesía por su amiga, ya que podía darle vueltas una y otra vez y el resultado iba a ser el mismo, pero Utahime la miraba como si le hubieran crecido alas y una aureola iluminaba su cabeza al pensar que ella podría encontrar una solución diferente a los resultados ya demostrados anteriormente; y Shoko al menos tenía que mostrar interés que estaba esforzándose por buscar para no herir sus sentimientos. 

Pero la respuesta era dolorosamente (no, en realidad era muy graciosa) obvia.

Ahí donde el radio y el cúbito se enlazaban a los huesos carpianos, revestidos de los músculos delgados de la mano. En dónde la muñeca derecha de Gojo rozaba la muñeca izquierda de Utahime, estaba un cinturón morado como un tatuaje titilante que delataba un vínculo maldito. Utahime trató de alejarse, empapada en irritación, jalando bruscamente su mano hacia arriba y el brazo de Gojo se levantó con ella. Diablos, eso sí que era mala suerte

Shoko se compadece un poco de su amiga, pero sus sentimientos eran vanos cuando ella todavía se estaba riendo del asunto.

Utahime puso su rodilla en la pantorrilla de Gojo, y su otra mano en su pecho, e intentó jalar de nuevo en la dirección opuesta. Gojo no intentó hacer fuerza en el lado contrario, porque lo había hecho la primera vez y había jalado a Utahime como una muñeca de trapo hacia adelante, y ella casi había rasguñado su cara como un gato furioso; así que esta vez se quedó quieto y firme como un roble, dejando que ella zarandeara la cuerda imaginaria que los unía a voluntad y se percatara de su durabilidad por sus propios intentos.

Se alejaban solo un par de centímetros antes de volver a juntarse, como si fueran dos imanes que se atraen y se juntan a una distancia corta. Estables, consistentes, juntos de nuevo, de vuelta en la órbita del otro. Los dientes de Utahime chirriaron.

—Supongo que no encontraste nada, ¿verdad? —inquirió Gojo desviando la mirada hacia Shoko, tratando de evitar mirar fijamente la iracunda expresión de Utahime; sentía como si le estuviera quemando la nuca con la mirada. 

Gojo temió que Utahime se abalanzara y le diera un mordisco como un chihuahua rabioso, y le arrancara un pedazo de cuello.

Shoko se balanceó con ayuda de sus pies y escondió terriblemente una risita, su amigo albino negó con la cabeza, cuestionando la naturaleza conflictiva y caótica de su compañera de clase más rara.

—No. Ustedes dos seguirán juntos como un chicle en el zapato hasta que el efecto pase, y no hay nada que pueda hacer para adelantar lo inevitable —Shoko inclinó la cabeza y escondió un poco de su cabello detrás de la oreja—. Al menos que quieras arrancarte el brazo, pero no tengo la destreza de hacer que vuelva a brotarte uno nuevo, así que te sugiero que no lo hagas, al menos que quieras correr el riesgo de quedarte sin brazo derecho por el resto de tu vida.

—Prefiero que mi brazo esté unido a mi cuerpo, gracias por nada.

—Cuando quieras —Shoko sonrío con sus ojos como rendijas.

Utahime empezó a golpear la pierna de Gojo sin convicción con la punta de la bota, mascullando como esto era totalmente culpa suya. Gojo solo recibía el golpe en silencio, queriendo bromear sobre ello, pero siendo lo suficiente consciente del ambiente tenso que había, en especial porque si, había sido culpa suya, pero no del todo .

Más que una misión de exorcismo, había sido una misión de recuperación. Y debido a la naturaleza de los talismanes y los sellos, Utahime había ido con ellos. No se supone que ella estuviera cerca, ella tenía claro cuando no debía meterse para no quedar en medio de fuego cruzado. Pero todavía había civiles en la zona y ella estuvo orientando la evacuación para evitar más víctimas de las maldiciones mientras que Gojo buscaba como sabueso al causante. 

La maldición ya había madurado y era más sigilosa que nunca cuando llegaron. Se había dado cuenta que no podía confrontar a Gojo Satoru de frente así que se había escabullido para intentar engullir a Utahime y así continuar creciendo al alimentarse de hechiceros.

Gojo reaccionó a tiempo, pero no sin antes que la maldición activase su técnica. Su intención había sido inmovilizar a Utahime a una superficie y devorarla sin mucha resistencia, como ya había estado haciendo con 13 personas antes del atentado, usando la sangre de las víctimas para mancillar los sellos que lo mantenían cautivo; desde que había devorado el objeto maldito que deseaban recuperar, la maldición había aprendido a atacar de formas diferentes y había comenzado a hechiceros para alimentarse.

Gojo le lanzó un Rojo que lo hizo estallar, pero la maldición alcanzó a Utahime, quién había activado su técnica potenciándose como defensa al fortalecer su cuerpo, y en lugar de enlazarse con una superficie, la técnica siguió su energía de maldición y se vinculó con Gojo. Su técnica como un río buscando enlazarse con la fuente de energía de maldición más fuerte, y cuando Gojo estaba cerca, era él.

Al instante en que la maldición explotaba, Utahime se había pegado a Gojo chocando con él como si la hubieran empujado y entonces, Infinito se tambaleó al intentar cubrirlos a ambos y no se pudo evitar que fueran escupidos por repugnante ectoplasma de maldición que expulsó al morir por la técnica de Rojo. 

La reacción había sido automática y pronto Gojo se dio cuenta que no había sido consciente de ello, y que tampoco podía cubrirse solamente a él mientras el vínculo estuviera vigente. Mientras Infinito estaba arriba y ellos siguieran maldecidos, la técnica ancestral iba a tomar en cuenta a Utahime como una extensión del cuerpo de Gojo, lo cual provocaba que la carga fuera mayor y Gojo se cansase más rápido.

—Probablemente el tiempo dure menos ahora que la maldición está muerta —el profesor Yaga dio un vistazo al informe, tratando de evitar mirarlos a los dos—. De cualquier manera, no creo que puedan ir a misiones, así que suspenderé su trabajo hasta nuevo aviso.

Utahime levantó la cabeza, angustiada.

—Pero... ¿Qué pasará con mi servicio social? Todavía tengo informes que revisar.

—Si eres capaz de mantener a Gojo sentado en tu escritorio por más de 15 minutos, entonces puedes intentar entregarlos. Sino, tendrás que avisar que tendrás un retraso por indisposición.

Getou se burló, no pudiendo mantener su expresión serena por más tiempo: —¿Quince minutos? Considérate bendecida si puedes siquiera lograr que guarde silencio por tres minutos.

Gojo le lanzó una mirada arrugada.

—¿Qué haces tú aquí, de todas formas? Nadie te llamó y no puedes hacer nada.

Getou levantó la barbilla con petulancia: —Vine a chismear.

—Imbécil.

—¿Qué? ¿Quieres pelear? Oh, es cierto, no puedes —Los ojos rasgados se burlaron—. Tienes a un polizón contigo. Que pena. Ganó por default.

Gojo se crispó, se enderezó como una fiera preparándose para la carrera de la cacería. Una sonrisa peligrosa se extendió por sus labios: —Como el infierno que-

—No te atrevas —Utahime lo jaló de regreso a su lado con una mirada sombría—. Me niego a que me arrastres a más imprudencias tuyas y menos a ser una muñeca de boxeo mientras te zarandeas por ahí a fanfarronear —Ahora ella estaba mirando a Getou con el labio fruncido, como un animal que se está preparando para mostrar los dientes—. Getou-kun.

—Bueno, bueno —Getou levantó las manos para apaciguar a la bestia—. Pasó. De todas maneras no hubiera sido una victoria justa.

—No hubiera sido una victoria de ninguna manera —Gojo afirmó.

—¡Los quiero a todos afuera de mi oficina! —Harto del comportamiento juvenil, Yaga señaló la puerta con fervor—. Tengo llamadas que hacer, papeleo que arreglar y más hechiceros que solicitar debido a esto —Lanzó una mirada iracunda al par de idiotas que habían terminado enredados con la técnica de una maldición—. ¡Y en cuanto a ustedes! ¡Tendrán que ordenar, limpiar, y dejar implacable la oficina del director Yoshinori!

—¡¿Qué?! —ambos gritaron, sacudiendo sus cuerpos.

—¡No quiero objeciones!

—¡Pero le salve la vida! —Se quejó Gojo por el trato injusto cuando a sus ojos no hizo nada malo, de hecho, era culpa de Utahime y la naturaleza de su técnica que no le permitía defenderse del todo, haciendo que él estuviera un poco más pendiente de su seguridad.

Utahime se erizó como un gato frustrado: —¡No necesitaba de tu ayuda!

—¡He dicho fuera! ¡Y por el amor de todo lo bueno, dense una maldita ducha!

 


 

—¿Entonces? ¿Cómo le van a hacer? —inquirió Shoko una vez estaban todos afuera—. ¿Prefieren meterse en una bañera juntos? ¿Qué les tiremos agua en el patio con pistolas de agua? ¿O tal vez, compartir una regadera? —Shoko levantó la cejas con un gesto insinuante que Utahime rechazó con un chillido indigno—. Solo digo, hay que resolver eso.

Getou a su lado sacó su celular y empezó a enfocarlos a los dos, Gojo le frunció el ceño: —¿Qué rayos haces?

—Capturando la humillación —Estiró los labios en una sonrisa nihilista—. ¿Te imaginas lo frustrante que es regresar de una misión hecho jirones y sucio mientras tú vuelves fresco como una lechuga? Es refrescante verte recibir una cucharada de tu propia medicina.

Gojo apretó los labios en una sonrisa para nada amigable: —Maldito hijo de-

Utahime le dio un codazo, Gojo se ajustó los lentes recuperando el flow.

—La envidia te sienta mal, Suguru.

—No tan mal como horrible que te ves —Ahogó una carcajada mientras guardaba el teléfono—. Esa maldición te hizo un numerito antes de perecer, Satoru.

—Todo es culpa de Utahime y su técnica vinculante.

—¡Ugh! ¡Ya te expliqué que sucedió! ¡Y fue culpa tuya por alardear de tu poder en lugar de exorcizarlo rápido! —Ella se llevó la mano a la cara—. Estoy contando los segundos para ser libre de ti.

—Ya somos dos —arrugó la nariz al darse una revisión rápida de su estado físico—. Pero primero, la ducha. Vamos, vamos.

Utahime lo jalo en dirección opuesta y su rostro se contorsionó por el pánico.

—Espera, espera, ¿qué planeas? ¡No me meteré a la ducha contigo!

—Eso quisieras, ¿no? —Burbujeante y sonriente, Gojo le dio un amigable codazo en el estómago y Utahime se alejó como si la hubiera quemado.

—¡Claro que no! —Utahime estaba roja como una manzana y sus ojos brillaban en la oscuridad del ceño fruncido.

Gojo se rascó el interior de la oreja, como si su grito se los hubiera tapado.

—No te erices. Solo vamos a dejar que Suguru y Shoko nos tiren agua. Nada del otro mundo —él le lanzó una mirada molesta a su amigo—. No más que no te aproveches, desgraciado. Sabré si me tiras agua con energía maldita.

—No prometo nada —completamente despreocupado, Getou se encogió de brazos.

Utahime puso la imagen en su cabeza. Ella y Gojo en medio del patio, empapados de agua e incapaces de quitarse los residuos de maldición de manera efectiva por estar discutiendo. Los demás alumnos asomándose para ver al hechicero de grado especial sufriendo por un altercado de novato. El respeto que ella había estado construyendo estos años, fragmentado por la humillación del descuido y la exhibición. Gojo burlándose sobre cómo su haori se enredó con el ectoplasma. Y ella muerta de vergüenza por pedirle ayuda para lavar su cabello. Él nunca lo olvidará y, para su desdicha, ella tampoco.

No. Nunca . No podría evitar que su situación se corriera por la escuela como sorbete en día caluroso, pero al menos podría preservar parte de su dignidad deshaciéndose de los residuos de manera efectiva y arreglando su apariencia.

Inconscientemente alzó la mano hacia Shoko, su mente maquinando la única opción donde ambos podrían pasar un poco más discretos, pero no se veía a sí misma soportándolo todo sola. Shoko alzó una ceja y los chicos prestaron atención a ella.

—Se... Se me ocurre algo.

 


 

—Bueno, esto sin duda es más cómodo, pero no pensé que te obligarías a pasar por algo así.

Ella se tapó los oídos y apretó los ojos con fuerza, pero todavía podía escuchar el canturreo de Gojo a sus espaldas. Shoko a su lado, la pellizcó del brazo para tratar de llevar su atención a otro lado, como los mensajes que ella estaba leyendo de sus amigos de la secundaria donde le sugerían lugares para visitar en Tokio y la nueva chaqueta que quería comprar.

Utahime se concentró todo lo que pudo en cada letra y palabra de Shoko para olvidar que estaba en las duchas de los baños de los varones, con una cortina húmeda separando a Gojo y a Getou, el segundo ayudando al primero a ducharse ante la falta de movilidad de un brazo.

Podía sentir el vapor de la ducha y los baños tenían un revoltijo de esencias masculinas que le crispaban los nervios. De vez en cuando se asomaba un muchacho para entrar a las duchas. Les daba un vistazo a las dos chicas y vergonzosamente retrocedía tropezando con sus pies. Algunos habían entrado solo con pantalones Otros más despreocupados como Haibara-kun habían entrado semidesnudos, con solo una toalla y habían salido gritando del susto.

Shoko se reía a su lado, su confiable amiga dándole apoyo moral y no viéndose para nada afectada por eso, manteniendo una sonrisa de ironía en sus labios; quizás ella ya había pasado por situaciones similares al tener a dos compañeros masculinos que eran descuidados y desvergonzados, y había ganado cierta insensibilidad. 

Ella hacía comentarios casuales como que los chicos se hacen los valientes, pero ninguno de ellos puede hablarle a una chica sin ser un saco de nervios, lo cual era muy divertido desde la perspectiva de la chica de pelo corto. Utahime por otro lado, tartamudeaba mientras se disculpaba con cada chico que entraba, sintiendo como todo su rostro estaba ardiendo.

—¿O tal vez sólo querías ver a unos chicos con poca ropa? Que sucia eres, senpai. Ahora me siento incómodo estando tan cerca de ti. Eres una amenaza para los jóvenes hechiceros.

Utahime le clavó las uñas como garras en la palma que estaba vinculada a la suya, pero eso solo la hizo consciente del estado de desnudez que Gojo tenía detrás de la cortina al sentir la espuma de jabón y la humedad embarrar sus dedos. Se sacudió como si la espuma fuera ácido hirviente y se llevó una mano libre a la cara.

—Quiero que la tierra me trague —susurró Utahime, perturbada.

Shoko se inclinó a ella. 

—No todo es tan malo. Algunos chicos tienen músculos trabajados. Son una vista agradable.

Su amiga respondió con un latigazo al girar la cabeza en su dirección y la mirada más arrugada que Utahime pudo concebir en su estado nervioso.

—No hay nada atractivo en un montón de chicos de secundaria que gritan cuando ven a un par de niñas en el baño. ¡Esto es un atentado a la privacidad! —Ella se tapó la cara y se apoyó en una pierna—. ¡Apresúrate, Gojo! ¡Yo también quiero quitarme esta porquería de encima!

—¿Iremos al baño de niñas después? —preguntó Getou, su voz amortiguada por la ducha indirecta que estaba teniendo porque, claro, su amigo decidió ser un mocoso y le salpicó agua en la primera oportunidad.

Las chicas se dieron una mirada. No había muchas niñas en el mundo de la hechicería y aún menos aquellas que iban a la escuela, pero aquí también estudiaban las chicas que se inclinaban a la asistencia de exorcismos y había capacitaciones para gerentes femeninas. Seguían sin ser muchas, pero todavía podía ser un poco incómodo.

Pero la idea de bañarse en este lugar que pronto se llenaría de entes masculinos la hacía sentirse pequeña y nerviosa. Además que probablemente todo ese aroma a Gojo iba a envolverla y no quería oler como él, de alguna manera denotando que eran más cercanos e íntimos de lo que parecían. 

Lo último que quería era dar otra idea y su reputación realmente se iría por los cielos si alguien pensara que estaba relacionada con Gojo Satoru de alguna manera más allá de lo profesional. Y ella no quería ese tipo de fama en su historial.

—Si —Utahime sacudió la mano que la conectaba con Gojo—. Será mejor que te comportes y no digas ninguna broma inadecuada, ¿entiendes? No todos toleramos tu excesiva insensibilidad.

—Querrás decir mi inmaculada franqueza.

—No, no —Shoko concedió—. Ella lo dijo bien la primera vez.

 


 

—Eres un tarado inmaduro —Getou dejó caer el puñetazo en la cabeza de Gojo, mientras que él se secaba la cabeza con una toalla Él estaba totalmente empapado como un enorme gato, mientras que Gojo, ahora con ropa seca, fresca y limpia, lo sacaba de quicio—. Debí haberte dejado que te resbalaras en el baño en lugar de ayudarte.

Shoko, al otro lado de la ducha de los baños femenino, puso los ojos en blanco por las quejas de su compañero de clase mientras seguía masajeando la cabeza de Utahime para sacar los residuos.

—Nadie te obliga a quedarte aquí empapado como un triste gatito que abandonaron en la lluvia. Puedes ir a cambiarte a tu habitación —acusó Shoko.

—¿Y quién vigilará a Satoru para que se comporte? —inquirió Getou, bufando.

—No necesito una niñera y menos una tan fea como tú.

—Si, claro —Getou lo señaló con el dedo mientras lo veía con rencor—, a ti hay que darte bocado y dejarte encerrado. Por eso ahora tienes una correa.

—A decir verdad me preocupa más la reacción de las chicas si te ven a ti, Getou. Gojo les da miedo —Shoko pensó en voz alta mirando al punto donde sus amigos estaban discutiendo al otro lado de la cortina de los baños de las niñas.

Gojo, ofendido, agitó las manos con descontento; dentro de la ducha, Utahime hizo una mueca cuando su brazo se movió de arriba a abajo: —¡Shoko, que cruel! ¡Yo también les gustó mucho a las chicas!

—¡No es cierto! —Utahime intentó recuperar su brazo para continuar con su aseo—. ¡No lo haces! ¡Eres muy raro!

—Aww, no hay necesidad de que seas tímida, Utahimeee~.

Ahora era Utahime era quién agitaba los brazos tratando de vengarse.

Shoko le estaba restregando el champú con olor a lavanda sin poder evitar reírse.

—Ustedes dos son divertidos.

Utahime achicó la nariz con repulsión y sus ojos brillaron con el reconocimiento de la traición.

—Estás disfrutando esto —acusó, no sin rencor.

—Pues sí —Se encogió de hombros sin culpa y se limpió la frente con la manga arremangada—. No todos los días ves al gran Gojo metiendo la pata, tratando de enmendarlo y nervioso todo en el mismo día. Es muy divertido.

—Él está siendo igual de despreocupado que siempre. No veo cómo notas la diferencia.

—Oh, pero si él está siendo tan lindo, esperándote detrás de las duchas como un cachorro.

—¡Literalmente estamos atados por una maldición! ¡No es porque él quiere! ¡Y yo no quiero!

—Mi punto es el mismo.

—Tu punto no se sostiene.

Shoko le sacó la lengua y su amiga se lo regresó. Impulsiva, Shoko encendió la ducha y la dejó ir de lleno en la cara de la hechicera senpai.

—¡Hey, hey, ¿Qué están haciendo ahí?! —Gojo sacudió el brazo que estaba enlazado con el de Utahime—. ¡Están mojando mi ropa!

—¡Perdón! —gritó Shoko, aunque no mostraba culpa, mientras luchaba contra una Utahime cubierta con una toalla que trataba de jalarla a la ducha—. ¡Espera, senpai, no tengo otro uniforme limpio!

—Mójala —Getou dijo afuera, con un tono plano—. Así no seré el único que vaya a clases en ropa casual.

—¿Están planeando excluirme? Tampoco llevaré el uniforme entonces.

—Tienes como 5 repuestos —recordó Getou, alzando una ceja.

—¿Y? Ni loco iré yo solo con el uniforme.

—¡Senpai!

Hubo el sonido semejante al de un balde caerse y el característico correr del agua. Shoko siguió lavando la cabeza de Utahime de mala gana, con el informe empapado por la ducha, ya no tenía el cuidado para evitar que el salpicara agua.

—A veces también eres una mocosa, Utahime-senpai —dijo derrotada, echándole más agua para lavar el cabello.

—Eh... Shoko... —Getou susurró como un gato rasgando la puerta de la casa y que su dueña lo dejara entrar.

Fría, Shoko abrió un poco la cortina, y le lanzó una mirada a las niñas que estaban apiñadas en la puerta.

A pesar de su bravuconería, Gojo y Getou eran bastante respetuosos con los límites de Shoko y de las chicas en general, eran lo suficiente desvergonzados como para no importarles ser una pequeña exhibición en el baño de niñas, y lo suficiente prudentes como para saber que no se debían de aprovechar de eso. Y esto sería muy vergonzoso para Utahime si se enteraba del origen de las risitas tímidas.

—Solo lo diré una vez —La mirada de Shoko era sombría, captando las miradas sonrojadas de las niñas. Shoko levantó su brazo mojado y las señaló—. La próxima vez que una se me acerque para que alivie su dolor menstrual, la ignoraré. Fuera de aquí, ahora.

Las chicas salieron corriendo como polvo llevado por ventisca del desierto.

—Ja, ninguna cara bonita vale el dolor de cada mes.

Gojo y Getou se lanzaron miradas comprensivas. Shoko era aterradora.

 


 

Una vez listos, cambiados y secos, lejos de toda esa podredumbre de maldición y todavía unidos por un enlace maldito. Utahime tomó la delantera ahora que ya podía moverse sin esa incomodidad, esperando pasar lo más ocupada posible para no recordar su trágica situación.

—Oye, ¿qué haces? —Gojo empujó a Utahime hacia atrás. No era su intención zarandearla de regreso, pero no podía controlar su fuerza al jalar en dirección contraria. Su senpai era bastante liviana.

Ella le lanzó una mirada amargada como si pudiera leer sus pensamientos e interpretara un insulto a su fuerza. Luego levantó una ceja y negó con la cabeza sintiéndose que estaba hablando con un idiota sin remedio.

—A la oficina del director Yoshinori. Duh.

—¿Por qué?

—¿Cómo qué por qué? ¿No escuchaste al profesor Yaga?

Gojo hizo un puchero, agitó sus manos gesticulando su desacuerdo y Utahime apretó los dientes para evitar chillar cuando él zarandeó su mano con el gesto.

—Es injusto. Completamos la misión con éxito. Salvamos a los civiles. No hubo más heridos y recuperamos los restos de hechiceros, el objeto maldito, y los restos de no hechiceros medio masticados. ¿Y en su lugar nos castiga por esta tontería?

—Fue un descuido grave —espetó ella frunciendo el ceño—. Tuvimos suerte de que la naturaleza de esta maldición no era una enfermedad, envenenamiento o desvanecimiento. Es molesto, pero si estamos ocupados seremos libres sin mayores problemas cuando menos nos demos cuenta.

—Es culpa de tu técnica. No voy a hacer trabajo de oficina por eso.

—¡Es culpa de tu arrogancia! ¡Yo me estaba defendiendo! —Utahime presionó el dedo índice en el pecho de Gojo con exasperación— ¿Por qué bajaste Infinito en medio del exorcismo? ¡Claramente estabas alardeando!

—El héroe siempre tiene una entrada épica y-

—Escúchame, Gojo, tengo informes que terminar y no puedo permitirme que mi pasantía se alargue más. Así que vamos a terminar esto y luego te vas a quedar en silencio mientras intento terminar mi parte del trabajo de hoy —Ella lo jalo de la solapa de la camisa y lo bajó a su altura— ¿Te quedó claro?

—¿Podemos comer en algún momento? —musitó insufrible y despreocupado, sin inmutarse por la distancia corta entre ellos—. Realmente no puedo trabajar con el estómago vacío.

—¡Ughhh, como sea!

Getou le lanzó una mirada a Shoko mientras escuchaba a su amigo y a su senpai caminar a trompicones hacia la oficina del director. La pequeña chica estaba buscando un palo para fumar en su bolsillo trasero sin poder disimular su risa.

—Realmente disfrutas de ver el mundo arder, ¿cierto?

—Estoy a un pensamiento de arrastrarme a la oficina y escuchar cómo les va. Será toda una novela tsundere; pero tengo el presentimiento que escucharíamos todo desde cualquier parte de la escuela —ella se animó cuando encontró el cigarro, que por suerte no estaba mojado, Getou rebusco en sus bolsillos y levantó un encendedor a la altura de su rostro como una segunda naturaleza—. Como sea, vamos a descubrir cómo terminó esto en poco tiempo. Solo hay que dejar que se cocine.

 


 

Una de las peores partes de la vinculación era la falta de movimiento. Gojo nunca ha estado atado a nada y su cuerpo es largo y fuerte a comparación del comprimido cuerpo de Utahime. Así que cada vez que él intentaba limpiar, sacudir o barrer una superficie, arrastraba inevitablemente a Utahime con él, y todos los libros y papeles que ella había logrado juntar se venían con ella.

A veces ella se volvía mezquina y le pateaba los pies o lo empujaba con la cabeza, y él le regresaba el gesto amable sacudiendo el trapo lleno de polvo en su cabeza. Otras veces, ella terminaba siendo arrastrada de un lado para otro y Gojo tenía que sacudirse los oídos después de que ella lo sermoneaba. Vaya que había energía en ese cuerpo tan pequeñito.

Lo peor, sin duda alguna, era cuando Gojo se aburría de hacer lo que sea que estaba haciendo con su concentración de pez dorado, y empezaba a jalar una de las coletas de Utahime hasta que ella se la quitaba de sus largos y ambiciosos dedos, o cuando él se quejaba de cualquier cosa, o cuando estornudaba sin contenerse ni taparse, viéndose como un bulldogs.

Lo que más los atormentaba, indudablemente, era la cercanía. No tanto en el sentido práctico sino en el sentido táctil. Utahime preferiría no pasar mucho tiempo cerca de Gojo porque él ponía en peligro su presión arterial y la ponía un pie más cerca de la tumba debido a una taquicardia peligrosa. Así que nunca había sido realmente consciente de él, era fácil olvidar lo alto, largo y fuerte que era cuando le resultaba más fácil afiliarlo al mocoso que era.

Le dolía en el inicio del estómago darse cuenta de las marcadas diferencias que habían entre ellos. Podía sentir su fuerza despampanante, libre, natural y densa consumiéndola, y la sensación de conexión y furor cuando su técnica se enlazó por unos pocos segundos con su energía maldita, reviviendo el impulso de poder en su sangre. 

Su energía maldita fluctuaba e intentaba acercarse a la de Gojo para repetir la sensación, inquieta y feliz de mezclarse con la cruda pureza de su poder salvaje de la naturaleza que era él. Así que ella se esforzaba por mantenerse a raya, lo que era más difícil cuando Gojo estaba tan cerca. 

Nunca había usado su técnica para su propio deleite y no le gustaba saber que era la energía de Gojo la que inspiraba esa debilidad de su parte. Él ya era lo suficiente poderoso como para alguna vez requerir de su impulso y su energía se marchitaba al pensar que nunca tendría excusa para mezclarse de nuevo. No debía de ceder más a la provocaciones del hechicero.

De alguna manera estaban limpiando la oficina y ordenándola. Para ser un director de escuela de hechicería, el director Yoshinori realmente dejaba todo un desastre a su lado, se preguntaron cuándo había sido la última vez que usó la oficina o encontró un expediente en esa jungla.

—Tengo hambre —confesó Gojo, dejando una caja titulada “para reciclar”.

Utahime no le dio una segunda mirada, más atenta al papeleo que tenía en manos, clasificando los recientes documentos en un mueble con un clip y los más viejos en otro.

—Ummh, que bien —ella se puso de puntillas para empezar a revisar los libros y sacudir el mueble. Se detuvo cuando su brazo izquierdo tuvo un tirón hacia atrás. Ella dio un vistazo por encima del hombro y se encontró con que Gojo se había cruzado de brazos, imperturbable como roble—. ¿En serio?

—Tengo hambre —repitió, con el vaivén de su pie delatando su impaciencia.

Utahime apretó los labios y regresó su atención a tratar de bajar los libros que alcanzaba: —Terminemos esta sección y vayamos a comer.

—Tengo hambre ahora.

—No seas mocoso.

—Utahimeeeee —balanceó un brazo, el brazo que estaba enlazado con el de ella, haciendo que la columpiara con él—. Vayamos a comer algo, yo invito.

—Ni siquiera pienses que voy a-

—Además este lugar necesita nuevos organizadores de escritorio. Compraré algunos y pasamos a comer, ¿no es un buen plan?

Utahime sintió un escalofrío, no era que fuera un mal plan, de hecho, era muy práctico. Pero la idea de salir de la escuela, con ellos dos enlazados, paseándose por las calles como si fuera una especie de pareja tímida que no se toma de las manos... Sintió una opresión que rallaba el nerviosismo y le generó rechazo.

—No quiero que me vean contigo.

—Vamoooos —Gojo sonrió, todo dientes y ojos arrugados, Utahime sintió como sus dedos largos y curiosos jugaban con la palma de su mano, ella se quedó rígida como con un venado frente a un auto—. ¿No quieres dejar este lugar impecable? Si me acompañas, prometo no molestarte cuando estés escribiendo tus informes.

Utahime achicó los ojos y alejó su mano como pudo (no fue suficiente): —No te creo.

—Palabra de explorador —Gojo levantó la mano libre en un símbolo de honor.

—Dudo mucho que seas un niño explorador.

—No, pero me hubiera gustado. Se veía divertido. Soy uno de corazón, así que la promesa sigue valiendo. ¿Y bien?

Ella se mordió el labio inferior, pensativa. Algo tenía claro, Gojo tenía hambre, si lo dejaba aguantando hambre claramente se volvería una amenaza peor. Y ella también tenía un poco de hambre. No llegarían a ningún lugar intentando terminar algo cuando ambos estaban malhumorados, lo mejor era saciar sus necesidades. Tragarse la vergüenza de caminar por la ciudad con él tan cerca que la gente podría pensar que era una pareja de estudiantes de secundaria en una especie de cita.

Utahime agitó la cabeza y desvió la mirada. Una cosa de la disciplina era exponerse de vez en cuando a la incomodidad. Someterse a cosas fuera de la zona de confort creaba fuerza mental y ayudaba al desarrollo personal. Podía tenerlo en cuenta como un entrenamiento.

Gojo se inclinó a su altura, él estaba tan cerca que podía percibir el olor de su champú y ella volvió a ponerse rígida. Mocoso provocador .

—¿Bueno? —Esa sonrisa que llegaba hasta las orejas era un peligro.

¿Cómo es que él podía estar tan tranquilo con una chica tan cerca de él? ¿Era esto normal para Gojo? ¿No tenía ningún sentido de la conservación? Utahime apretó los dientes. ¿O tal vez era ella la que no le causaba ninguna sensación? Una cosa era que no consideraba su fuerza como un peligro (cosa que le molestaba, pero era un punto sostenible); otra muy diferente es que tampoco la percibiera como una chica.

 

“No todos los días ves al gran Gojo metiendo la pata, tratando de enmendarlo y nervioso todo en el mismo día” .

 

Tonterías. No hay nada de nervioso en este tipo. Shoko debería revisarse los ojos.

Ella terminó empujándolo y él rebotó, riéndose con facilidad mientras se arreglaba los lentes.

—Bueno, está bien. Compramos las cosas, comemos y te quedas el resto del día calladito como una piedra, ¿entendido?

—Señorita Iori, es un placer hacer tratos con usted. Que señora más benévola.

—Cállate —Ella tomó la delantera, Gojo se mantuvo a su paso con bastante comodidad—. Terminemos esto rápido.

Notes:

Resulta que estaba por terminar el capítulo que originalmente tenía pensando para este día, pero alguien en Wattpad me comentó en el capítulo anterior que debían amárralos para que GojoHime se tranquilizara y mi mente inmediatamente pensó: ¡amárrenlos juntos! Y esto surgió ajajaja 🤣🤣.

Así que esto podría decirse que ocurre tiempo después del capítulo anterior o al menos la misma línea, más payasas de gjhm adolescente. Que estoy tan feliz que les haya gustado y les haya sacado algunas risas 🫶💜, ¡muchas gracias por leer y comentar 🌻! ¡Vamos allá una vez más~!

En la marcha pensé si debía escribir algo que cuando cambiaron de cuerpo, pero ya llevaba la idea general original de esto y me gustaba mucho. Así que así quedó. Muahaha 💜🫶.

Empecé a escribir esta cosa al día siguiente y de la nada pasó mas de un mes... que pesadilla.

Edit 2025. -Hablándole a mi yo de hace un año- Hey, era broma que actualizaras un año después ;-; Ahora tengo que limpiar esto antes que gane más polvo ajajaj

Aunque supongo que un poco de GojoHime extra no hace daño, ¿verdad? 🥹✨

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