Chapter 1: PREFACIO
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━Lo único que hace es ordenarme qué hacer y qué no aun cuando estamos fuera de horario laboral ━Debe de tomar un momento para llenarse los pulmones de oxígeno y lograr expulsar todo ese veneno acumulado en el pecho━, me tiene harto. Es insufrible trabajar a su lado.
El hombre frente suyo eleva la comisura de sus labios, soberbio: ━El asunto aquí, Gustabo, es que no trabajas conmigo, trabajas para mí ━Esa aterciopelada voz retumba dentro de sus oídos. Nadie era mejor que el superintendente para escupir toxinas por doquier, ni siquiera él━. Debes de estar realmente loco si piensas que puedo enamorarme de ti ━El rubio tensa la mandíbula, humillado, carente de cualquier fuerza que pueda hacerlo desenfundar el arma y dispararle━. Tú no significas nada para mí, eres un peón más en un tablero de puros alfiles simulando ser reyes.
Gustabo lo mira estupefacto, con el pecho desbocado, deseando una disculpa o la culpabilidad reflejada en su rostro, algo que le dijera que esas palabras eran erróneas, que sus sentimientos no eran el problema de la relación. Ante el silencio se limita a mirar el suelo conteniendo la aflicción que quiere derramarse por sus ojos. La persona por la cual se desvive apresuradamente le ha dado un buen golpe de realidad, uno lamentable e hiriente que despedaza su corazón en fracciones irremplazables. Quiere ser fuerte y mandarlo a la mierda, sin embargo, está paralizado por su propia vergüenza. Es como si lo empujaran de un precipicio adrede con la finalidad de hacerlo sentir un revoltón en el estómago que le agita las entrañas y deja un vacío adrenalínico en su interior, para al final sentir un tirón en el corazón.
La sonrisa del superintendente deja en evidencia que cada palabra estaba intencionada para elevar la inferioridad de Gustabo. No había mejor abastecimiento ególatra que el doblegamiento de un hombre fuerte hacia otro débil. Jack no quería exponer sus pensamientos de tal forma, pero cuando se trataba de Gustabo todo se volvía difícil de controlar. Haber conocido los sentimientos del oficial a su cargo no era algo que debía ocurrir, no obstante, las paredes de los vestidores hablaron mientras él estaba por entrar. Su primera reacción fue carcajear de ironía, una vez cayó en cuenta de que el rubio murmuraba en serio un nudo se instaló en su esófago, incapaz de hacerlo digerir la situación.
Él se consideraba a sí mismo una persona sin filtros, directo y realista, aunque su realismo se base en la crueldad y en los actos desenfrenados. Es decir, ¿cómo alguien así podía corresponder el enamoramiento de un hombre inestable? Exacto, no podría. Gustabo era alguien quisquilloso, descortés y consentido, le gustan las cosas fáciles y la música soez, pero sobre todo era un psicótico que encadenaba sus emociones hasta estallar.
━Tiene razón, cada uno es el peón en la vida de los demás ━añade borrando la tensión en su rostro. Psicótico━, pero no sea arrogante, usted jamás podrá gustarme más allá de una paja ━La oscura mirada que le dedica el mayor lo hace ladear la cabeza y reír brevemente con fingida seguridad. Sale del despacho mordiendo su lengua, absteniéndose de contradecir sus propias palabras, el bombeo de su corazón es frenético, casi puede sentir el movimiento de su piel sobresaliendo por los latidos desbocados y el ardor en sus ojos al recorrer los pasillos.
Aquí no hay lugar para llorar.
Exhala todo el aire una vez encuentra su auto. Debería detenerse porque su horario aún no concluye y sería demasiado inmaduro huir en lugar de afrontar la situación, pero él jamás se queda, siempre escapa, porque es muy fácil dejar todo atrás e iniciar de cero con otro nombre. Así que sigue sus mecanismos por un instante y conduce hasta su departamento, aquella residencia gélida que lo empapa de recuerdos nada más entrar, aquel piso que penetra su coraza con risas congeladas. Odia el estancamiento que suprime la valía con la que siempre estuvo, se esfuma y deja un cuerpo vacío con ganas de un cálido embarque que lo abrace.
Es irreal cómo el dolor de un rechazo se siente sobre la zona torácica y se extiende por todos sus músculos, se vuelve una sensación continua y eterna, y detestable, no soporta la idea de sufrir por una persona que siempre fue desinteresada, no aguanta ver el genuino afecto en sus ojos cuando lo mira, ni las preguntas cargadas de preocupación cuando se queda en silencio, no resiste saber que Conway es quien cubre su cuerpo con una manta cuando se queda dormido en el escritorio. Las lágrimas bajan una a una sin permiso hasta que no puede disolver los sollozos estancados en su garganta. Duele un poco. Ni siquiera lo consideraba un enamoramiento desarrollado, pero cada una de esas miradas lo golpeó como un desalmado. La culpa es suya por hablar cuando está nervioso. Convencerse a sí mismo de que no importa si es una atracción unilateral y que el peso se desvanece una vez lo das por hecho en voz alta es solo una mentira autocompasiva para los fracasados que temen sentir emociones primitivas. Es un desvergonzado y le sorprende la naturalidad con la que lo es.
La bienvenida a su casa es frívola. Admira la oscuridad sin atreverse a cruzar la estancia, se queda quieto viendo cómo todo está intacto, de verdad... intacto. Se desliza por la puerta hasta terminar sentado sobre el piso. Desearía tener el coraje que siempre lo distinguió, desearía seguir enojado y tener el valor para recalcar el tipo de persona que es el superintendente, no obstante, toda esa rabia se vuelve una flama a punto de apagarse. Sus manos inquietas halan su cabello sin control, el único sonido presente es el de sus gimoteos y el segundero de ese estúpido reloj. Quiere, no, debe de ser cruel consigo mismo porque de otra forma seguiría lamentándose hasta unirse a la monotonía.
Él no lloró cuando sus padres lo abandonaron. No lloró cuando los hombres de la calle lo golpearon. No lloró cuando "la mujer de su vida" lo traicionó. ¿Qué era diferente ahora?
Ah, sí. No estaba completamente solo en ese entonces.
La noche volverá a ser la misma, una cena de porquería y cigarros sin acabar que apestan el departamento, no hay nadie que lo regañe, la televisión en su principal arrullo. El silencio es muy ruidoso. Todo ese martirio cautivo que lo consume sin piedad sale a flote cuando está solo y la habitación muteada. Pasan treinta segundos donde contiene su movimiento, cree que, si finge no estar, el mal desaparecerá. Él lo hará. A veces, cuando se queda dormido en la sala, sueña con las voces finas corriendo apresurados a su primer día de trabajo, sueña con los tintes rosas manchando el lavabo del baño, sueña con la música a todo volumen, aunque no sueña con él, no imagina su rostro ni su sonrisa. La muerte de Horacio secó su boca.
Muerto está, muerto se quedará.
Ni siquiera logra pasar fuera de su habitación porque sospecha que no podrá salir. Trata de recordar la última conversación que tuvieron, se ve a sí mismo con un ceño fruncido y con las llaves del auto, ve a Horacio callado con una hoja de papel arrugada en su regazo. Vuelve a ver las letras y las lágrimas de su amigo, la palabra "testamento" sigue quemando sus retinas. Ya sabía. Recuerda vívidamente cómo volvió dos días después a casa, las luces estaban apagadas y no había voces molestas que le preguntaran a dónde había ido. No había nadie.
La presencia de una repentina tos corta sus memorias, algo obstruye su tráquea y lo desespera, introduce uno de sus dedos a su boca y toca su úvula, tose más fuerte y vomita saliva. Hay un cuerpo suave en toda esa baba, es un pétalo blanco que le supo ácido. Disgustado se levanta para enjuagar su boca y limpiar el piso. Gustabo escucha el sonido del agua gotear cuando cierra la llave, nada parece real, ni él, ni sus sentimientos, ni el hecho de que tras veintinueve años acompañado ahora debe continuar su vida sin alguien que lo haga pertenecer a un vínculo. No puede evitar hacerse preguntas y preguntas cuando se mira al espejo. ¿Dónde estaría ahora si no hubiera vuelto por Horacio? ¿Habría tolerado la pérdida de un conocido? Lo peor de todo es que no se arrepiente de volver a su lado, incluso si le atribuía su destino y sus metas.
Los edredones lo llaman con dulzura, la oscuridad lo envuelve con calidez, como si fuera parte de ese vacío. Experimenta un cambio de temperatura inoportuno, arde en fiebre, pero su cuerpo tirita de frío, cae de rodillas antes de tocar la cama. Se siente borracho y enfermo. Siempre supo que estaría solo, aun cuando Horacio estaba a su alrededor podía percibir la insistencia de algo más allá de su comprensión jalando su cuerpo hasta hundirlo en el piso de la bañera, era un miedo que le presionaba el pecho hasta el fondo del agua y nadaba por él, creía que estaba bien si se quedaba quieto, que el ardor en su nariz pasaría una vez sus pulmones se llenaran de agua. Nunca sucedía nada porque Horacio estaba ahí para vaciar la tina y darle palmadas en la espalda. Le gritaba que debía tener cuidado, que él no era paramédico y que si se volvía a sentir triste lo llamara, que él no le daría vergüenza estar a su lado lavando su cabellera.
"Vuelve a comisaría".
Su teléfono vibra con insistencia. Contesta después de cuatro tonos: ━¿Quién te crees que eres? ━Conway sigue hablando y Gustabo solo mira la pantalla, la imagen que se proyecta cuando el comisario le marca es de tres personas posando delante de una patrulla, dos sonríen y un amargado solo masajea su nariz. Hace una mueca, ¿por qué el Conway de la foto se ve más amable que el que le está gritando por teléfono?
━Estoy en mi hora de descanso.
Recuesta su cabeza en el piso, el superintendente vuelve a hablar y solo cuelga interrumpiendo sus palabras. Lamenta no soportar el orgullo del otro. Lamenta haberse dejado consumir por sus pensamientos y explotar cuando el hormigueo lo succiona. Lamenta estar quemando cigarros en su piel. Apuesta a que si alguien lo viera se reiría de lo ridículo que es ver a un adulto sin inteligencia emocional. Lamenta ser un peón fácil de desechar y lamenta profundamente no ser ese alguien que transmite sosiego. No tiene presente cuando fue que el coqueteo indecente pasó a ser "tanteando el terreno" de su jefe, fue como haber sido atrapado en una telaraña caótica. Está seguro de que Conway solo lo quiere cuando trabaja bien, su boca lo expresa con prolijos cumplidos que ruborizan sus mejillas. Le gustaría ahorrarse la molestia y ahorrarle la pesadumbre a su jefe, le gustaría extraerse el corazón y enterrarlo junto al de Horacio.
Le gustaría morir por una noche.
━Capullo ━maldijo Jack por lo bajo depositando su teléfono a un lado y masajeando una de sus sienes.
Tensa la mandíbula y se pasa su mano por el cabello. Por primera vez los ojos de Gustabo no vislumbraron burla, no había atisbo de nada en sus palabras, sonaba hueco. Una pesadez recae sobre sí cuando vuelve a repetir el momento en su cabeza, las pupilas del rubio contraídas y el azul más oscuro que jamás había presenciado. Él nunca tendría sentimientos por otro hombre, no de esa forma, no en esas circunstancias. Cree que si quisiera alejar al menor de su vida lo habría hecho, pero de forma inesperada, por más que le molesten sus insubordinaciones, no lo hace, se queda cautivo sopesando el peso de su ausencia. ¿De dónde nacen esas ganas de buscarlo? Cuando se retiró quiso detenerlo, sabe que una disculpa no brotará de su propia boca y eso era lo que Gustabo quería, cosa que no podía ofrecerle.
Tal vez, solo tal vez, si se arrepiente de cómo se expresó. Jugó con su paciencia, sus sentimientos y su valía. Refriega sus ojos, cansado. No está enamorado de García, tampoco lo detesta, lo aprecia, de cierta forma. Conway sabe que no está capacitado para ese tipo de afecciones, conoce su lugar, conoce la situación, conoce el tipo de personas que rodean su espacio y conoce lo que es ver la vida desvanecerse en los ojos que aprecias.
Así que él no puede enamorarse de García.
Chapter 2: No me hagas ponerme violento
Notes:
! Yo sé que Gustabo está mal escrito, por favor, déjame seguir publicando ¡
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Hanahaki. "Enfermedad... flores... unilateral... muerte".
Las lágrimas cesaron en algún punto de la noche, las emociones siguen cautivas dentro de su diafragma, esperando ver al superintendente de nuevo para adherirse a su piel y desviar su raciocinio. Su corazón es como el ave que visita su jardín cuando no está, plumas blancas que terminan en azul y una corona oscura en su cabeza, es silenciosa, el ave observa todo a la distancia sin molestarse en formar parte de algo, se aleja de su familia, de alimento, de una larga vida. ¿A quién se parece? El corazón de Gustabo es como esa ave abandonada. Deseando tanto el amor sin saber cómo recibirlo.
Si no fuera por el dinero, ¿dónde se encontraría?
Antes de entrar a comisaría piensa en lo extraño que se siente ese espacio sin la presencia de su amigo. La compañía de Horacio no era una piedra en el camino, no era el tipo de persona que te limita, sino que era un maldito arroyo que marcaba la diferencia entre estar solo y sentirse solo. Y... lo detestaba tanto porque una parte fundamental murió con él.
Ser oficial de policía no era una de sus metas, tampoco escalar tan alto dentro de la misma jerarquía. No iba a admitir en voz alta que aquellos rasgos que conforman su personalidad se iban quebrantando hasta pasar desapercibido en su conciencia por aquel empleo, su mentalidad es frágil y nadie en Los Santos ama a la policía. Incluyéndose. Se pregunta si es por Jack que sigue ahí, por todos esos momentos agridulces y carcajadas ligeras, sin embargo, está seguro de que solo bastaba con un cruce para sentirse ridículo. Tal vez sí era por el dinero.
Él podrá ser negligente, pero un negligente malhumorado jamás. La recepción está en calma, el sonido del teléfono sonando y las computadoras siendo tecleadas en lo único que se escucha dentro. Coloca su dedo en el checador de personal y deja que se registre su entrada, arriba de este hay un pizarrón que es llenado por carteles de desaparecidos cada cierto tiempo. Horacio y él estuvieron un tiempo en uno de esos. Antes. Cuando no huían de sus propios fantasmas.
A unos metros está Greco, un hombre robusto y divertido. Está en el área de denuncias hablando por teléfono, su ceño se frunce y toma notas. Recompone la aflicción de su rostro y toma asiento a su lado, nadie quiere contagiarse de tristeza, así que se dedica a trabajar hasta que sus dedos se endurecen por las grapas. ¿Por qué de pronto eres tan melancólico? No es como si tu vida estuviera llena de rosas sin espinas. ¡Supéralo o suicídate! Existen cosas peores en el mundo que llorar por un rechazo, como la pizza con champiñones o esas camisetas fluorescentes "mírame porque sí". Pudo antes, puede hacerlo ahora. De amor no se muere nadie, ¿cierto? Solo necesita tiempo para recuperarse y ordenar su vida, tal vez se mude cerca de la playa y compre unas sandalias de marca para presumirle a los pueblerinos sabiendo que pueden robarle.
Inspector Fred "O tal vez no pueda hacerlo porque Gustabo no estaba vivo, ni James, ni Checho, ni Pogo. Exhala muy lento. Me llamaré Raúl la próxima vez... ¿Saldrá a comer? "El ojiazul levantó la mirada encontrándose con Greco, maldito Greco y maldita su amabilidad antinatural.
"¿Qué hora es?
━Las seis.
Maldito estado anímico que me pierde la noción del tiempo: ━Se me pasó el día volando. ¿A dónde irá a comer? ━Se limita a estirar la espalda y olisquea el aroma del comisario, no es que fuera muy homosexual, pero... huele a madera... No, sí es demasiado homo.
━Aún no sé, vamos, acompáñeme.
Las manos del comisario sobre sus hombros son fraternales, está seguro de que es un intento por familiarizarse con él, se necesita de una habilidad bastante grande para mentirle a la cara sin que se dé cuenta y Rodríguez no contaba con tal habilidad. Sin embargo, Greco veía cosas que los demás no, veía dentro de su alma, dentro de sus ojos, y con un par de palabras deseaba ahuyentar la tristeza. Mientras caminan él pregunta si es raro volver a trabajar solo, Gustabo niega, segundos después, en un tono más bajo que el anterior, le dice que está abierto a platicar con él si un día se siente lo suficientemente afligido como para no querer volver al trabajo, que no debería tener vergüenza de sentir.
Asiente, aterrado de verse tan mal como dice.
Necesito drogas, no hablar.
"Inspector Fred, diríjase a mi oficina" habla Conway por el intercomunicador.
Bufa, molesto: ━No puede ser en serio ━Apenas ha puesto un pie fuera de comisaría. Greco carcajea ante los hombros caídos del más bajo━. Enseguida, superintendente... no te rías, sufro cada vez que me llama a su despacho ━Logra sonreír en paz después de que el comisario le golpee los hombros con osadía. Le transmite la misma confianza que Horacio.
━Compraré un Subway para ti, no te preocupes por hacer fila.
Agradece el compañerismo, a veces, cuando no es cursi y supera su comodidad.
El pasamontaña no se había sentido nunca tan asfixiante, ni siquiera cuando le apuntan con un arma a la cabeza. Quiere huir, quiere ser más grande, quiere sentirse enojado una y otra vez y tener la valentía de renunciar, quiere cambiarse el nombre para que jamás lo encuentren. Quiere volver a ser nadie en la vida de otros. Inhala y exhala. Un nudo se instala en lo más recóndito de sus órganos, le impiden accionar sus piernas con naturalidad ━es débil, tan frágil que cualquier movimiento en falso puede tumbarlo al suelo━, escucha la respiración de Jack a través de la puerta, olisquea el aroma a cigarro y colonia masculina, es menos hogareño que el aroma de Greco y, aun así, sigue encantado con esa combinación tan dañina.
Conway sostiene una de sus sienes con la mano, está cansado y sigue siendo intimidante. La postura sigue infringiendo un tipo de temor en su alma. Odia sus ojos marrones y la forma de sus labios, odia esa perfilada nariz y se odia por seguir admirando su oscura belleza a través de una máscara blanca. No toma asiento. Se detiene a unos metros sin mostrar un poco de debilidad.
Él exhala antes de hablar: ━Estás consciente de que me perteneces, ¿verdad? Por lo tanto, mientras pises comisaría con el poder que te ofrezco, debes de seguir mis órdenes al pie de la letra, y si te digo que lamas la acera, tú lo harás.
━Buenas tardes para usted también.
━De buenas no tienen nada ━El superintendente se levanta empujando la silla hasta chocar contra pared━. Compórtate como alguien de veintinueve años, por dios. ¿Irte a medio día como si nada? ━Su ceño fruncido se pronuncia con cada palabra, está seguro de que quiere reventarlo a golpes hasta hacerle entender el tipo de persona que es━. El comisario Volkov se encargó de tu maldito papeleo.
━Que lindo de su parte.
━Eres un.
¿Qué más puede perder a parte de su empleo? Su dignidad sigue rebozándose en el mismo suelo donde se para.
"Si fuera por mí, tú ya estarías fuera de aquí, no mereces un puesto. Te queda demasiado grande el ser una persona decente.
"¿Y qué le impide despedirme? ━Silencio. Feo y cruel silencio que los traga━. Despídeme ━Lo reto. Como si fuera incapaz de mirarlo pasea su vista por los cuadros de honor pegados a la pared, durante el tiempo que estuvo trabajando ahí jamás se tomó la molestia de leer por qué Jack Conway era tan imponente en la comisaría. "Militar" dice en uno de ellos. Son tantos honoríficos que, sin duda, se pregunta cuántas personas muertas equivalía cada título.
━Te recuerdo que tú querías un puesto más alto. Las consecuencias están en el tipo de información que tienes ━Su pecho es como un tambor gigante queriendo explotar. Está petrificado por el tipo de sensaciones desagradables que corroe por sus venas, es miedo y repulsión, furia y desesperación━. Así que deja de hacerte el sentimental porque no te queda y haz algo significativo con tu maldita vida. Consigue datos, ¿puedes hacer eso o no? ━Observa el rostro de Conway, tiene una sonrisa hermosa incluso cuando la cólera pinta su cuello, ¿cómo podía ser que esa sonrisa irreal fuera de un hombre cruel?
━10-4, super. ¿Ya me puedo retirar?
Fred ━Aquel nombre en su boca se siente dulce, amable, jodidamente bueno━, espabila ━A veces, solo a veces, debía permitir que las cosas pasen, aunque eso implique guardar silencio━. Retírate.
No es como si alguna vez hayas intentado hacer que me quedara.
Diez minutos donde no respiró. Sus pulmones comienzan a picar y siente una necesidad enfermiza de arrancarse el corazón. Jamás podría competir con Conway, su ego es mucho más pequeño y su corazón parece tomar las riendas de la lógica. De pronto sus piernas flaqueaban, su sangre dejó de fluir y debe de quedarse quieto para no caerse, los segundos transcurren y él no puede salir de aquella cápsula invisible que lo contiene. Quiere huir.
━Es un imbécil sin piedad.
━Completamente. Pero entiéndelo, ha sufrido más de lo que piensas.
Entender.
Entender.
¿Qué debo de entender?
━No estoy hablando contigo ━contesta sin una pizca de respeto.
Volkov niega: ━No es forma de hablar con un superior, no soy su amigo.
━Tienes razón, amigo, superior, entrometido, como sea, permiso ━Tiene hambre y el hormigueo en su pecho ha comenzado a endurecer sus extremidades.
━No me puede ignorar por siempre ━Volkov le sigue el paso.
"¿Es una apuesta? ━inquiere sin intenciones de intercambiar más palabras con él.
El soviético se queda en su lugar. Quieto. Herido. Es difícil mirar a Gustabo y no acordarse de Horacio. No es que anhele la cercanía fraudulenta del rubio, pero no es un hombre sin escrúpulos, no es un hombre de piedra que pueda pasar a su lado como si nada, quería ser un soporte para García, un soporte para sí mismo. Lo necesitaba, así la culpa no lo devoraría vivo. Así Horacio podría perdonarlo por no amarlo.
Horacio.
Camina hasta llegar al establecimiento de comida rápida más cercana, a unas mesas de la entrada está Greco hablando por teléfono. Eleva la comisura de sus labios inclusive si el comisario no puede verlo, inmediatamente cuelga y le dirige toda su atención, lo cual es raro porque no está acostumbrado a ese enfoque directo, él es el tipo de persona que bromea y no se toma en serio nada, el tipo de hombre que se droga para no sentir. Pero Greco se interesa genuinamente por su bienestar y no es divertido hablar de sentimientos estando sobrio.
━Espera, iré a llenar nuestros vasos.
Greco es amable.
Greco es guapo.
Greco lo rechazaría con amabilidad.
Pero Greco no le gusta.
Le gusta Jack. Lo adora. Y es repulsivo.
Su garganta se ve afectada por una intromisión áspera. Tose una y otra vez y las miradas lo juzgan. Pétalos incompletos brotan de su boca, frunce el ceño porque no entiende el significado, pero sabe que duele, y duele tanto que se traga sus sentimientos, se traga todo ese cúmulo de emociones que no sabe diferenciar y bota esos pétalos a la basura. El hombre que le gusta es horrible, enfermizo y despiadado, y dice la verdad, y duele más porque es cierto todo lo que dice. Se vuelve a sentir un niño de doce años con el pecho descubierto y el abandono floreciente, se vuelve a sentir desprotegido y ya no hay nadie que lo salve. Inclusive si Greco se vuelve esa persona, él no querría verlo ahí. No quería ver su preocupación aplastarlo ni sus comentarios comprensivos empaparlo, Gustabo quería a Conway de nuevo, quería ser devorado por sus brazos y arrastrado por sus ademanes. Quería que fuera él quien le extendiera una servilleta al verlo lagrimear.
━Ya no hay pepsi, pero lo llene de sprite.
Asiente, agradecido.
━Tanto refresco me tapará las arterias.
━Es mejor que un tiro en el hombro, ¿no cree?
Gustabo ríe, incrédulo de esa burla: ━Cada vez que se ríe de mí un hada muere.
━El sacrificio de un hada lo vale.
━Oiga, usted es malo.
Sonríe por debajo de la máscara. Por un momento pudo olvidarse de la guerra que se instala en su pecho. Es capaz de concentrarse en otra cosa que no sea la comezón en sus manos. La falta de nubes en el cielo hace que se pregunte si el suplicio es real, si todo lo que dijo Conway tenía un peso verdadero en su vida o en general, en si la muerte de su mejor amigo es real o solo se fue a conocer Italia como deseó sin darle aviso. Se permite creer que sí. Que todo está bien y él no está soñando despierto debido al calor.
"¿Te gustan los cerezos?"
Despierta agitado. Mira alrededor en busca de orientación, se encuentra en su auto con el asiento reclinado y las ventanas cerradas, no porta uniforme y se sigue reproduciendo música en la radio. Supone que manejo hasta su hogar, y enfatiza en la palabra supone porque no recuerda haber sentido el motor rugir bajo sus pies ni la palanca de cambios adormecer su muñeca. Debería entrar a su casa, debería dejar de sentirse tan extraño cuando el sol está a punto de esconderse porque el día no se termina ahí, el día se termina hasta que se queda dormido y no piensa, pero Gustabo siempre piensa, día y noche, entonces sus días no acaban nunca.
Cede por el frío.
Las paredes lo atrapan, el silencio lo quiebra. Le parece agobiante la cantidad de veces que ha sentido su pecho desplomarse y retorcerse en el mismo lugar, golpeando tan fuerte contra su tórax que puede vomitar del dolor. Su cabeza sangra ante tantos pensamientos y, por primera vez en semanas, se queda mirando desde el umbral el interior de su hogar. Nadie nunca habla de la forma en que la muerte de alguien cercano te estanca, alguien con quien pensabas seguir compartiendo desayunos y viajes en auto.
Un duelo y un rechazo es algo que apenas y puede sostener con ambas manos sin tropezar en un abismo.
Todo lo que dice Jack es hiriente. Él podría ser más amable. Gustabo lo ha visto sonreír y hablar entre susurros, lo ha observado ser blando. ¿Qué debía de decir para que también lo fuera con él? No, no, no, no llores por él. Frunce el ceño. Refriega sus ojos. En contra de su voluntad la fragilidad nace en su rostro como algo establecido y no es capaz de soportarlo, rasca su piel en busca de alivio inmediato, la rasca tanto que termina por rasgarse. Es un ridículo con el corazón hecho pedazos. Y el dolor no nace de las situaciones, nace de las personas que te hacen enfrentar ese tipo de sucesos.
Su teléfono vibra y entra al chat, Greco le pregunta si llegó bien a casa. Y bajo ese chat está el nombre de Horacio con un mensaje sin leer. Quiere entrar y no quiere hacerlo. La nostalgia cala cada centímetro de su ser al escuchar su voz en ese mensaje, su risa contagia y por unos segundos es como si estuviera ahí, junto a él, esperando una respuesta a sus preguntas inoportunas. ¿Por qué es tan difícil tener impulso de continuar, de dejar los malos recuerdos atrás y simplemente vivir por el muerto? Su mirada se nubla, todo se vuelve oscuro y su garganta deja fluir todo ese aire comprimido en los pulmones, solloza y gimotea y jadea, adolorido. Como si una bala lo hubiera golpeado en el corazón sin llegar a matarlo.
"Oh, de verdad, ya sé a dónde irnos de vacaciones... ━Se oye contento, ni siquiera parece esconder el sufrimiento que lleva━, Italia, ¿qué opinas?"
Te extraño más que a nadie, y me siento tan estúpido de llorarte a través de un audio.
Si alguien le hubiera dicho que su mejor amigo, que Horacio moriría antes que él, probablemente lo habría creído, pero no del todo, porque sus pensamientos nunca abandonaron el ensueño de su compañía, así que en lo que menos ideaba eran en sí sus vidas acabarían pronto. Con veintinueve años no podías morir, tal vez después de los treinta y con suerte antes de los sesenta, sin embargo, durante los veinte era muy pronto y malo de pasar. Se sienta sobre la cama en silencio. Cavila sobre el tiempo, en que deseaba retroceder unas semanas más y vender su alma al mismísimo belcebú con tal de impedir que Horacio cediera ante una muerte prematura. Tenía tantas ganas de gritarle a la cara y rogarle que no fuera estúpido, que se sometiera a cirugía, que los efectos secundarios no significaban que lo perdería todo, que la alexitimia sonaba como una canción que compondría Nirvana. Pero se queda ahí, recordando sus ojos tristes y su voz ronca.
No lo entiende. El egoísmo no le deja ver el porqué de sus decisiones. No le permite analizar la pureza de los sentimientos que retuvieron a Horacio de salvar su vida. Quiso pensar que si le restaba importancia dolería menos. Por eso no lloró en el hospital, mucho menos asistió al funeral.
━¿Por qué tienes que ser tan atroz? ━Se hunde entre la alfombra esperando que sus huesos se pulvericen y se muera.
Te veo en todos lados, inclusive cuando no estás.
La mañana siguiente se comportó como un imbécil. No llenó ni un solo informe y tuvo que escabullirse en la sala de evidencias para no ser interrogado por la ineficiencia laboral. Anhela ver a Jack una vez más y golpearlo tantas veces hasta caer rendido al suelo de cansancio, asimismo, añora que lo abrace contra su pecho, sentir sus brazos protegerlo y su pulso volverse errático por la cercanía. Quiere seguir viviendo en una mentira piadosa.
"Evidencia número veintidós: Cocaína". Viene escrito en una caja de cartón frente suyo. Y mierda. Ojalá Gustabo tuviera autocontrol.
━¿Qué mierda haces? ━El superintendente lo mira sorprendido, no lleva las gafas puestas y eso lo hace más imponente. El inspector Fred sale de turno en cuanto se quita el pasamontaña, sus pómulos están ruborizados, las pupilas dilatadas, sus manos sudorosas━. ¿Qué necesitas?
━Conway ━Inhala━, el papeleo ya fue archivado ━Exhala, mintiendo. Es más difícil de lo que creyó━, el caso de los mecánicos está siendo fructífero y ━Inhala. Los ojos de Jack lo instigan a continuar━, y también quiero ━necesito━, saber si lo que dijo el otro día es verdad ━Cierra sus ojos por medio segundo, Conway se ve diferente, lo mira diferente y él se comporta diferente. Necesita sostenerse de algo, lo que inhalo no era sólo cocaína. Malditas etiquetas erradas.
━¿De qué hablas?
━Lo de ser un peón, porque no puedo trabajar con alguien... que... que me menosprecia y descalifica por un desliz emocional.
━Mira, no tengo ganas de hablar, ¿sí? ━El pelinegro baja la mirada hasta los informes━. No me hagas ponerme violento y vete.
━Conway ━pide al mismo tiempo que golpea la madera del escritorio.
━Gustabo.
━No puedes hacer eso, no puedes ser una así ━No conmigo, por favor━, ¿de verdad podrías alejarte si no me necesitaras? ━Ha dejado de hablarle como un superior, y sabe que podría acabar mal, pero está drogado y todo parece posible de vencer━. Dime que puedes hacerlo y olvidaré todo, me haré cargo de actuar profesionalmente junto a ti y pediré un traslado a California para que no tengas que lidiar con mis desastres.
Jack lo mira en silencio. Esconde cualquier rastro de emoción y es un experto en eso. Ama sentir el control sobre otras personas, que estas dependan de sus palabras, le complace sentir el poder en su mano ante cualquier ser humano, pero ¿por qué esta vez no es capaz de sacar a flote ese placer? Más bien. ¿Por qué quería ir hasta él y esposarlo para que no vuelva a tener esas ideas estúpidas? Gustabo es un idiota si cree que puede marcar una distancia, es un inepto que se volvió una carga con el pasar del tiempo, no sabe desde cuándo se volvió exhaustivo evitar comportamientos e impulsos táctiles. Aún si García no tenía la razón terminaba dándosela, acababa rozando sus brazos cuando descansaban contra el capó de la patrulla. Mentiría si dijera que no pensó en enviarlo a otra comisaría, sin embargo, no quería tenerlo lejos. ¿Quién haría el papeleo de forma eficaz? Sí, el papeleo. Su aporte a la policía es excelente. Esa es la razón.
━Gustabo...
"Código tres en badulaque".
━Superintendente Conway, en camino ━Parece agradecido de la interrupción y García quiere desplomarse en el escritorio. Jack se levanta sin dirigirle una última mirada━. Andando ━La incertidumbre de qué hacer sofoca la garganta del pelinegro, ¿debía disculparse? Debería. Pero ninguna palabra brota ni nace de su pecho, no es considerado y tampoco le importa el martirio que Gustabo sufre sin razón aparente, es pasajero, se convence.
━10-4 ━Vuelve a colocarse el pasamontaña.
Le sigue el paso al superintendente. Esta vez ni siquiera dolió tanto, sonríe a medias antes de percibir el ardor en su cuello, solo necesita volver a inhalar ese polvo para inhibir los ataques de tos, porque a medida que sigue pensando en su corazón herido, siente la obstrucción de algo nadando en su faringe. Sube su máscara hasta la mitad de la cara. Jack se aleja. Finalmente escupe los pétalos, la saliva baja por su barbilla en una tonalidad rosa, vomita sus sentimientos, vomita su corazón, vomita cada recuerdo con Horacio y cada caricia de Conway.
Sus rodillas son palillos que se doblan con facilidad, sangra internamente hasta llegar al piso de evidencias, el impulso lo carpôre, lo devora con tantas ganas que es imposible no rasgar la bolsa de plástico e inhalar dos líneas de polvo estrellado. Es un desastre. Los dedos de sus manos están congelados y su rostro arde en fiebre, tarda un poco en darse cuenta de lo patético que se ve agonizando y ensangrentado, todo porque, al final del día, le gusta un hombre.
Chapter 3: Dices que me extrañas así que vuelvo a ti
Notes:
! Escribí esto cuando tenía 15 años, actualmente estoy reescribiéndola para una mejor lectura, sin embargo, ¿por qué hago a los personajes tan infelices? ¡
Chapter Text
━Llegas tarde ━Es lo primero que escucha al ingresar a comisaría. Para ser sincero necesita un poco de estabilidad en el suelo porque llegó derrapando de la autovía y sus órganos están en una fiesta psicodélica en la que le gustaría estar, al menos para no sentirse tan friolento con tantos cambios de temperatura━. ¿Por qué tiemblas? No hace frío.
━Cafeína ━Que bonitos ojos tiene el desgraciado... ¿por qué me ve así? Ah, ¡ya descubrió que me robé la bolsa de cocaína! Una risa se le escapa, ojalá lo despidan pronto.
━¿De qué te ríes? ━Esta vez deja escapar una risa nasal, Conway gruñe━. ¿Por qué tus ojos..?
━Debo irme ━¿Era él o la luz de repente es muy intensa?
Las personas se mueven lento, su lengua ralentiza las palabras. Es divertido ver a Conway desde ese ángulo, luce atrapado en la misma rutina, las ojeras se marcan en su rostro y se pregunta si ha tenido tiempo de rasurarse porque puede apreciar el inicio de una barba poco prominente. Seguramente está estresado, lo sabe por la forma en que jala el cuello de su camisa. Se deja caer en la silla de recepción, es desagradable conocer las reacciones que muestra Jack, y son tan fáciles de leer cuando está atento.
Su teléfono vibra. "Tenemos que hablar" se lee en la pantalla, es alguien agendado como Nadando y teme que sea malo. Teclea una respuesta rápida y cuando vuelve a subir la mirada el superintendente ya no se encuentra bajo su campo de visión. Ignora el ardor dentro de su pecho, debe enfocarse en la misión, para lo único que sigue ahí. La mafia. Una mafia de mierda. Son solo hombres desinteresados e incomprendidos, justo como él, por ello, de cierta forma, atrasa la información que recaba en su cerebro, solo un poco. Hasta que pueda decidir qué hacer con todas esas emociones complejas que lo atacan cuando se encuentra rodeado de mafiosos. Al principio estaba claro el objetivo. Las consecuencias de una aceptación voluntaria fue un daño colateral que no consideró tan importante en un inicio, después esos hombres de pacotilla pudieron adentrarse en lo más profundo de su vulnerabilidad, ofreciéndole un trato humano. Demasiado trato humano para mí. No lo merezco.
Debió de retirarse cuando aún podía.
Cuando el primer muerto cayó frente a sus ojos y tenía la oportunidad de desaparecer.
Comprende las razones de las personas, entiende el comportamiento de la mafia ante las circunstancias, pero eso no los libra de Conway ni de los delitos decorando su historial. Sin embargo, no logra descifrar el porqué de Jack, la desesperación con la que busca encarcelar a esos criminales en específico roza la demencia, de verdad. Lo ve rascarse el dorso de la mano cuando no logra enfocarse o se queda tan quieto que parece una estatua. Gustabo lo contiene en esos momentos. Lo ha hecho antes, no se molesta en volverlo a hacer.
La mafia le brinda calidez ━es un ser humano en busca de pertenencia, ¿soy un traidor por sentirme así con otra familia?━, y le da controversia a su moralidad, haciéndolo dudar en cada informe que escribe de ellos. Porque "sin escrúpulos" no describe al mismo Nadando que juega solitario en una mesa y le prepara el desayuno al más joven de la alianza.
Su radio suena. El deber lo llama. El deber...
No mide la velocidad con la que conduce, derrama la botella de agua y los asientos se mojan. Frena de golpe cuando el semáforo cambia repentinamente a rojo. Su respiración es errática, quiere toser, se ahoga con su saliva, pero ya no tiene agua para pasarse el escozor. El claxon de los autos tras suyo lo despiertan del trance, tiene que darse una bofetada para volver a la lucidez e ir a donde le flecha le marca en el GPS. La radio vuelve a sonar, la agente Paola exclama conmocionada, recalca que no puede controlar la situación y no hay respuesta de otros oficiales más que él. Ya no está tan drogado para ignorar que ningún apoyo estaba respondiendo a una emergencia civil.
Cuando llega distingue a Paola. Está erguida y eleva sus manos, desesperada, se acerca a la orilla del puente. Es un 10-55. No es ningún disturbio, era un individuo decidido a terminar con su vida. Cada vez que Paola tomaba la valentía de avanzar, el muchacho de no más de dieciocho años retrocedía hasta hallarse con los pies entre el pavimento y el aire.
━Paola, retírate. Ve a comisaría y pide una ambulancia ━Los ojos de la fémina están a punto de romperse, obedece sin réplicas. Su propia estabilidad no está preparada para más situaciones desafiantes que jueguen con el límite de su propia capacidad de aguante. El muchacho relaja los hombros, se balancea contra el viento━. ¿Cómo te llamas? ━vocifera con cautela al mantener el contacto visual━, mi nombre es Fred, ¿cuál es el tuyo?
━Aléjate o me lanzo ━Gustabo notó mucho en esas palabras. Su voz es quebrada, hay morado en uno de sus pómulos, lleva uniforme escolar━. ¿De qué manera un oficial enmascarado puede ayudarme?
━Tienes razón ━Retira su máscara en contra de las reglas━. No busco ayudarte como un oficial, sino como una persona ━No escucha ambulancias, están lejos de la carretera, los autos no se interesan lo suficiente, a nadie le importa━. ¿Por qué estás acá, niño?
━No soy un niño, mi nombre es Jaume ━bramó, sus pies tocan por completo el pavimento del puente.
━Bien, Jaume, ¿por qué estás a la orilla de un puente? ━Se acerca un paso, el adolescente no pierde la compostura, voltea hacia atrás━. ¿Sabes nadar o planeas quitarte la vida?
Los ojos de Jaume se cristalizan, sus manos abrazan sus codos, se tambalea. Tiembla con determinación, una falsa determinación que quiebra la coraza de Gustabo y lo hace alucinar.
━No soporto estar vivo.
"No me gusta la sensación de estar con vida".
━¿Tu sabes lo que es sentirse perdido y abandonado? ━El rubio se queda callado. Cada palabra cobra peso, ha escuchado eso antes, lo ha sentido, y de repente está en la misma posición que el menor. Al borde de un precipicio, aterrado, con un oficial de policía hablándole para que no se lance━. Nadie notaría si desaparezco, eso duele... maldición, duele sentirse enfermo y odiado.
━No lo hagas ━¿Con qué derecho le digo eso? No lo conoce, no sabe de sus incertidumbres o sus pesares, no puede interrumpir la idea cuando está decidido a tomarla. No obstante, no sabe qué más articular para detener el balanceo que vuelve a empujarlo hacia atrás━. Tu familia, dime de tu familia, ¿no te preocupan?
━Mi mamá está mejor sin mí, lo sé ━El adolescente suspira y el vapor se escapa de sus labios, tirita de frío. Fred se acerca dos pasos sin despegar la mirada del menor, si se acerca un poco más puede tomarlo y asegurar que caiga encima de él para evitar un accidente━. Lo va a superar, sabe cómo hacer ese tipo de cosas.
━Ella puede pensar que... la abandonaste.
Su percepción se distorsiona. Ya no ve a Jaume, ve a Horacio, se ve a sí mismo. Su estómago se siente pesado y su cabeza imposible de soportar.
Gustabo prosigue: ━Ella llorará y se lamentará no haber podido alcanzarte. Una madre jamás superaría la muerte de su hijo con rapidez ━Avanza otro paso, el adolescente cierra los ojos, solloza más y más━. El suicidio es solo una solución permanente a problemas efímeros.
━Usted qué sabe.
━No tienes que morir aquí ━Su pecho se vuelve una fábrica de explosiones, volátil━. Morir no te liberará de nada y tampoco traerá paz a tus seres queridos.
Jaume lucha por hablar, ve al oficial cerca y está asustado. Sus pies vuelven a pararse en nubes y estrellas: ━¿Por qué le importa? Ni siquiera nos conocemos. ¡Lárguese!
Un temblor. Dos pasos más. Debe estirarse.
━¡Déjame ayudarte..! ━Sucede rápido. No puede alcanzarlo desde abajo, así que salta hasta donde está y tira de él. El suelo impacta contra el cuerpo del joven. Oye las ambulancias. Todo está bien. Jaume alarga su mano y es muy tarde para darse cuenta de que su peso cae hacia el río.
"¡Déjame ayudarte, Horacio!"
No hay heridos.
Sus órganos se revuelven en el aire, sus extremidades no luchan por aferrarse a nada. Su cuerpo impacta con el río y el agua no tarda en adentrarse a su nariz, es incapaz de nadar hacia la superficie porque lo escucha. Escucha los murmullos de Horacio en su oído, incluso puede sentir el calor envolver su tórax y jalarlo hacia abajo, el dolor se apacigua por un instante donde la falta de oxígeno le regala un segundo de seguridad e ilusión, le brinda a un Horacio entrando al agua por él, le habla y lo sostiene con amor, entonces el calor en su pecho se intensifica y deja de sentir dolor, deja de sentir el desasosiego de no saber qué hacer sin él y está de acuerdo con ello.
No es tiempo, ¿verdad?
Simultáneamente a él, Conway baja la pendiente sin cuidado, desesperado, hecho un manojo de nervios. Cuando Paola avisó de una agravación sin control con el inspector Fred toda la sangre en su sistema se sintió como agua, palideció y el frío se coló por cada fibra sensorial activa. De pronto, una preocupación que lo devoraba por dentro, es un monstruo que se come sus entrañas sin remordimiento, tasajea su cerebro hasta llegar al núcleo, es ahí cuando no tiene más opción que beber hasta la inconsciencia, porque dormido no hay dolor ━al menos cuando no hay pesadillas━. Debe de tomar distintas rutas para llegar al río, ve el movimiento oscilar envolver el cuerpo de ━su━ rubio.
Pero no puede adentrarse. El agua se traga el cuerpo de Gustabo. Su piel se eriza, debe actuar rápido, escucha más patrullas seguirle. No puedo dejarlo morir. Corre hasta que sus pies no tocan el piso, y sus brazos son guiadores para una salvación. Nunca antes el mundo se había sentido tan callado, toda esa cólera y melancolía se deshace mientras que la imagen de un rubio dentro de un ataúd se proyecta delante de sus ojos. Su corazón duele.
García no lucha por tomarle la mano, solo abre los ojos y se deja llevar por la asfixia, acepta una muerte lenta. Conway nada hasta enredar sus brazos en el torso contrario, lo aprisiona, aunque perciba forcejeo en su agarre. Gustabo no quiere subir, lucha contra su rescate y quiere gritarle, exasperado, que no es capaz de soportar otro funeral, que no sea un dolor de cabeza y acepte su tacto, que no toleraría verlo en una caja de madera. No a él.
Cuando tocan tierra firme lo observa por primera vez en meses, observa su piel manchada de escasas pecas y la fiel cicatriz en su ceja, analiza el color de sus ojos y la humedad en su cabello ━Ha crecido desde la última vez que lo vi bien━, recargó su frente en el pecho errático del rubio, no dura mucho dado que Gustabo se gira a expulsar el agua ingerida.
━Eso fue peligroso ━No es capaz de darse cuenta como su propia voz se rompe al pronunciar esas palabras. Y es demasiado cauteloso para olvidar la tendencia suicida que se asoma━. ¿En qué coño estabas..? ━Gustabo aspira e inspira, y se aferra a la tierra, Jack ve la espalda del rubio contraerse de frío, tal vez miedo, tal vez ira━. Vayamos al hospital.
Gustabo no llora.
No se mueve.
Solo tirita de frío.
━¿Por qué no me dejo ahí?
Su garganta se cierra y la vista se le nubla.
No hay más que oscuridad.
Toda su vida siempre ha sido entornada a la lobreguez, y no se refiere a los actos maliciosos que condenaron su alma, sino a las circunstancias que lo empujaron a actuar, a todas las personas que atentaron contra su vida y la de su amigo. Es destacable cómo él tuvo que perdonar para seguir en paz, pero nunca, jamás lo perdonaron por ser sacrificado y egoísta.
Conway percibe un aroma dulzón en cuanto pisan el hospital, es suave y extrañamente nostálgico. Su pecho se encoge en busca de un calor que su propio cuerpo es incapaz de producir, los oídos se embotellan con los sonidos a su alrededor, ni siquiera la voz de Greco lo distrae del pulso errático y los espasmos. Él habla del inspector Fred como si fueran íntimos, no sabía que Gustabo tuviera más amigos además de Horacio, de hecho, ya no sabe nada de él o de lo que hace.
Y es lamentable porque su mandíbula se tensa al escuchar cómo el médico solo deja pasar a Greco a la habitación.
Gustabo está lo suficientemente bien como para que me tome el tiempo de verlo.
Debería ocuparse de sus propios asuntos, revisar los informes que Michelle le manda al correo y dejar de evadir a Volkov, avanzar en las investigaciones, pero ni siquiera puede averiguar qué es lo que sucede con su oficial de confianza. No se queda más tiempo en la sala, se convence de que está bien y huye del océano en los ojos de García. Le está comenzando a doler el cuerpo otra vez, sus ojos luchan por cerrarse y descansar porque en las últimas treinta y dos horas no ha dormido sin despertar entre sueños, la oscuridad no es suficiente cuando los llamados de la muerte a través de un velo esclarecen memorias bloqueadas.
━Jack ━Exhala, esa voz━. ¿Me evitas o por qué no has venido a verme?
━Michelle...
Gustabo se levanta de la camilla en contra de las advertencias del médico. Su cabeza da vueltas, sus pies se hunden y es una gelatina que Greco sostiene durante unos segundos.
━Mire la luz, por favor ━dice el hombre de bata blanca, le apunta con una linterna pequeña. Sus pupilas se contraen correctamente━. Por fortuna no hay trauma cerebral, pero si muestra fiebre alta, quizás una bacteria, por ello el desmayo ━Greco le toma del hombro, preocupado, quiere alejarlo, no está de buen humor y el noticiero es más en su contra que a favor━. ¿Ha descansado?
━Si, lo normal.
El médico sonríe a boca cerrada: ━Tiene ojeras y arritmia, puede ser alguna taquicardia ventricular ━Hace un silencio━, o ansiedad.
━Me desmaye por agotamiento ━añade, cansado, casi anestesiado━. Últimamente trabajo hasta tarde.
El doctor Muerte, como dice en su gafete, ladea la cabeza: ━¿Puedo preguntar por la máscara, oficial?
━No.
Greco abandona la sala después de unos minutos, Gustabo debe de recostarse de nuevo en la camilla, vuelven a colocar la intravenosa y a darle un diagnóstico más específico. Se arrepiente de todas sus decisiones, de permitir que lo cedan porque se queda riendo con una enfermera que solo hace su trabajo. Cuando ella también se va de la pequeña habitación es cuando se pregunta si alguien más vendrá a visitarlo, desea que Conway venga y lo abrace, mínimo se vea preocupado de su estado. Sale con la solución salina colgando, quiere encontrar a Greco, pero ya no está, en su lugar, lejos de la sala de espera está el superintendente con una mujer, con una pelinaranja hermosa.
Su sonrisa es bonita. Él le sonríe. Las manos de ella arreglan la corbata de Conway, sus ojos se sienten vidriosos, su corazón punza de forma colérica, inestable, cada bombeo perpetúa sus oídos, lo deja sordo. Vuelve a entrar a su habitación. El estómago se le revuelve y su organismo se contrae dolorosamente, en cada uno de sus lóbulos craneales se siembra la idea de querer ser como ella, de querer ser ella, solo de esa forma, tal vez podría ser él quien arregle su corbata y sea receptor de esas sonrisas.
¿Por qué conmigo se ve inconforme y molesto? ¿Tan decepcionante soy?
Me siento pequeño... ¿Qué mierda?
Se quita la máscara. Las risas se convierten en lágrimas desahuciadas, y se ríe, y llora, porque no entiende esas sensaciones amargas que calan hasta su garganta, termina expulsando su estómago en unas cuantas arcadas. Nadie más va por él, nadie más se preocupa y se siente incorrecto buscar migajas de afecto de cualquier persona y sentirse vacío por querer solo las migajas de Jack. Se da un par de golpes en la cabeza, en el pecho, en las piernas, no lo soporta, no soporta ser él, no soporta tener que verse al espejo y ver la destrucción que él mismo se provoca. Gruñe, agobiado, cansado. La sangre baja por su nariz, su cabeza se siente como una bomba a punto de explotar. Ojalá nadie lo hubiera rescatado... ¿Quién me... quién me rescató? Sus uñas se encajan en su rostro, quiere morir, quiere encontrarse con Horacio, no tolera la soledad de su alma. Está sentado esperando porque se apiaden de él, que lo traten con amabilidad. Extraña eso.
El control de su propia vida se torna en su contra, desaparece, lo reemplaza por miedo y vacilación. Se arranca la intravenosa y se da dos bofetadas lo suficientemente fuertes para enrojecer su pómulo. ¿Por qué no lo dejan morir?
¿Qué más debo de hacer para que estés contento?
"Señor, por favor suelte la intravenosa".
Su cuello está rojo. La respiración vuelve a escaparse de sus pulmones.
Pero esta vez, varios enfermeros deben luchar para detener su ahorcamiento desesperado.
━Anemia, en el peor de los casos ━Otra vez ese señor━, ¿ha vomitado con regularidad? ━El hombre de bata agrega a sus registros un análisis de sangre, se sienta a su lado, no lleva máscara. Los ojos azules de Gustabo son irreconocibles a estas alturas. Asiente, inseguro━. ¿Has consumido drogas?
━¿Por qué me pregunta si ya sabe?
Sus sentidos se queman, ahora mismo podría arrancarse las cócleas para dejar de escuchar al doctor Muerte.
━Gustabo...
━No me llame así.
━Me enteré de la muerte de Horacio, lamento no haber podido asistir a su velorio ━El rubio se estremece, no ahora━. No tuve el valor de ir...
━Da igual, no es como si eso cambiara algo.
El cielo es tornasol.
Conway está ahí, lo puede ver a través del vidrio. Habla con alguien más, no es la pelirroja. O es más la ensoñación que su conexión con la realidad, está loco.
Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio.
━Vamos, te llevaré a casa.
Por un momento se olvida de los últimos dos días encerrado y adormecido, se queda inmóvil porque sigue cautivado por la belleza que jamás tocarán sus manos. Es un imbécil que tiene todo el amor en sus manos, intacto, incapaz de ser amado.
━No sabía que era tu contacto de emergencia ━La voz de Conway es cálida.
Falso.
━Olvidé cambiarlo.
Conway carga con una bolsa plástica, lleva al menos tres cajas de medicinas para él y su negligencia íntegra. Su corazón calma los pensamientos que lo han perturbado y palpita con normalidad. Mira el cielo, el auto de Conway huele a colonia ━huele bien, huelo a ti━. Por un instante se pregunta si Horacio puede ver lo que él ve a través de sus ojos.
Jack se comporta amable dentro de los quince minutos que tardan en llegar a su hogar. Gustabo puede creer cortamente que no es tan malo como cree, que... Vuelve a llenar su cabeza de "tal vez" y muchos deseos incoherentes, pero nada parece cambiar. Incluso la forma en que llama su atención tocándole el hombro es distante, como si trazara un límite que Gustabo no podrá cruzar. Lo escucha decir algo sobre tener cuidado en las próximas misiones porque no puede acudir a cada situación que se le salga de control, odia el enfermizo sabor de la indiferencia en su boca. Asiente.
━Ya vete, necesito descansar.
━Gustabo, necesito saber si entendiste lo que dije.
━Lo entendí.
━Mírame a los ojos cuando te hablo.
¿Alguna vez has escuchado la canción francesa de una pareja joven, enamorándose? Esa que tiene un ritmo calmo e inquietante de lo lindo que es. Así se siente hacer contacto visual con Conway y que, por primera vez en largo tiempo, no haya enfado en sus ojos. Murmura un lo siento y el pelinegro flaquea, cierra la boca, ordenando a su razón a permanecer cautivo mientras que su cariño actúa por él. Encierra a Gustabo en un cándido abrazo.
━Lamento la pérdida de tu hermano ━Lo amo. Lo amo y lo odio. No quiero que me veas así. Lo odio━. Te necesito vivo, llámame si necesitas algo...
"Te necesito".
Después de esa noche Conway volvió a tratarlo con frialdad, ignora su presencia a menos a que haya actualizaciones con el caso de los criminales. Y es por ello que sigue adelante, que va hasta la sede con un micrófono colocado en su tobillo. El inspector Fred desaparece y Wilson debe emerger, con esa cara dura al cubierto. Espera obtener algo con lo que desligarse de esas falsas identidades porque justo ahora no sabe quién es o quién debería ser, cómo debería actuar o qué debería de olvidar. Necesita algo que le diga que está haciendo bien en traicionar a esos hombres, que va por buen camino y que esa mala racha va a enterrarse en lo más oscuro de su inconsciente.
Es recibido por Xiaomi, un hombre de ascendencia asiática, lleva una máscara para seguridad y le apunta con una ametralladora. Es divertido cómo se ríe después de amenazarlo, inhala todo el aire atorado en su garganta, Xiaomi le extiende la mano. Odia que haga eso. Es un pacto silencioso, la firma de una sentencia. Se dice a sí mismo que no morirán, que les está haciendo un favor al no poner a consideración las sillas eléctricas. Que, de hecho, está dando la cara al no contar todos los puntos débiles detrás de esas máscaras sociales que fingen inclemencia y prepotencia. Es lo mínimo que puede hacer por ellos.
━Te esperábamos ━Nadando aparece, a estas alturas las máscaras son formalidades que ellos dejaron de usar en cuanto Wilson perdió a un ser querido, porque así demostraban sus condolencias. Gustabo rueda los ojos de igual forma, cosas de criminales, supongo.
━¿Es algo que deba preocuparme?
Nadando ríe a secas.
Él sabe que soy un desastre.
━Para nada, al contrario, lo hemos pensado y queremos consolidar que eres parte vital de nosotros.
Ambos somos un desastre.
Toman asiento. Cada uno de ellos tiene una cara rara, bastante amable para ser real. Xiaomi sirve un par de tragos en los old fashioned, hay una extraña calma en el ambiente. No confía. No quiere hacerlo, su corazón vuelve a sentirse entristecido ante el calor que emanan sus manos alrededor de sí.
━La familia es importante ━comenta Emilio, digo, Diablo━. Y eres parte de nuestra familia.
Y por confiar en mí van a caer.
Es parte de algo. De algo falso. Sonríe abatido de oír una mentira con la que pueda vivir un poco más. Los criminales brindan, hablan, ríen. Entiende que sean malas personas, arrebatan vidas y estafan personas, lo que no comprende es por qué les otorga de su misericordia. Está ahí, tomándose un shot de tequila con dos de ellos, riéndose como si no estuvieran en su maldita mira. Se pierde entre la desgracia que los une, se pierde en la condenada necesidad de ser amado y vuelve a fortalecer ese vínculo que debe quemar.
Once sillas que quedarán vacías cuando Gustabo de aviso.
Pero aún no. Todavía puedo hacer algo.
━Necesitamos una distracción, algo grande que el superintendente sea incapaz de ignorar ━Hay rigor en la voz de Nadando━. Posteriormente, secuestrar a los dos agentes más cercanos a él, Rodríguez y Volkov.
━¿Para qué los queremos a ellos si podemos ir por el pez grande? ━añade Culebra.
━Debemos de causarle el mismo sufrimiento que nos causó, él y su séquito de moralistas nos arrebató a un miembro importante ━Nadando, a cara descubierta, coloca su mano en el hombro de Gustabo, es el mismo tacto sintiéndose diferente━. No quedarán impunes por la muerte de Horacio ━Suspira, a falta de explicación coherente había decidido contarles una mentira.
Solo una de muchas.
━Robo en un banco a mano armada, siempre asisten a donde hay más civiles ya que su prioridad es rescatarlos ━dijo, las miradas caen en él. Carraspea━, mientras tanto causemos una manifestación céntrica donde vayan los oficiales de bajo rango, así contenemos a los refuerzos cuando se oigan disparos.
━¡Que inteligente, Wilson! ━halaga Xiaomi.
Pero tampoco quiere los halagos de él.
Se graba en su memoria el mapa que dibuja rutas de escape y escondites por si llegan a acorralarlos, incluso puede grabarse la frase de Nadando sobre la unión. Frunce el ceño, es insólito. Su cuerpo se vuelve arena cuando lo abraza, el hombre refugia su nariz en la curvatura de su cuello, inspira el aroma y pregunta, divertido, que con quién ha estado para tener esa fragancia floral sobre sí. Solo ríe. Observa cómo se lava las manos y desaparece el color carmín de sus uñas. Las ideas lúcidas nadan dentro de su cerebro, no habla con un amigo, convive con asesinos y traficantes. Hay silencio en su cabeza, ve la alucinación del superintendente tras los criminales, se pierde con ellos, Conway también está sucio de sangre ajena. También es un asesino.
No me mires con esos ojos, Conway, pareces culpable y no sé si eres real.
Traicionar a la mafia suena más grotesco que traicionar al CNI, pero traicionar exactamente a Jack es como perforar su cráneo, impensable.
Culebra le ofrece cocaína cuando está perdido. En su defensa, nunca fue una persona estable que niegue un poco de droga. Aspira dos líneas. Los hombres no deberíamos sufrir por otros hombres. Se ríe un poco y empuja a Diablo cuando le empina la botella de tequila contra la boca, hay vitoreo cuando le arrebata el recipiente para empinarla él mismo. Xiaomi saca pintura y comienza a ensuciar a los miembros, les dibuja sonrisas y ojeras, y es divertido verse en el reflejo del espejo cuando va a lavarse y vomitar todo el alcohol ingerido. Su cuerpo está tibio, sus mejillas rojas, se siente como una pluma volando entre ráfagas de viento en un ambiente intacto.
Estar contento es una maravilla.
El alcohol lo vuelve liviano. Las drogas, invencible. Y el desamparo incapaz de separarse de aquellos a quienes debe de matar.
Tengo que volver.
━¿Gustabo?
Dilatación de pupilas, rastro de maquillaje en sus ojos, huellas de labios en su cuello, peste a alcohol, sangre seca en su nariz, analiza detalle a detalle.
━Límpiate antes de venir.
Gustabo sonríe, entusiasmado: ━Ding dong, información a la vista ━Hace un redoble de tambores contra el escritorio━. Quieren matar a Greco y al comunista de mierda ━Jack alza una ceja, la vocalización de García sí que era una mierda━. Planeamos un atraco al banco y una manifestación para que no haya apoyo disponible.
━Habla lento.
━Mis dedos son tan sosos. Mire.
━Gustabo.
━¿Qué? ━vocifera, enojado.
━Entrega el audio y vete.
El rubio hace caso omiso, se concentra en doblar sus dedos. Ignorando el hecho de no saber en qué parte de su auto olvidó el micrófono.
━Cabrón, cuando presentas información, sé prudente y respetuoso ━Da un golpe a la mesa, encara al rubio, tan cerca que olisquea muchos aromas en él.
━Claro, como usted es tan respetuoso con todo el puto mundo.
━Apestas a prostíbulo ━añade después de un rato largo.
━¿No le gusta? Nadando le encanta restregarme su colonia ━Su boca está muy floja y ama las reacciones que este comentario desencadenó en el rostro del superintendente. Su ceño se frunce y la mirada se enfría, parece colérico.
━También parece que te gusta ser tratado como muñeca inflable ━Conway arregla su corbata, el rostro de Gustabo es sereno, como detesta esa sonrisa suficiente, no le gusta ver ese aspecto en él, los labios ajenos se trazan perfectamente en su cuello y en la comisura de sus labios. ¿No estaba enamorado de mí hace unos días? ¿Qué está cambiando? No, es algo bueno, así la tensión desaparece y la dinámica vuelve a ser la misma.
━¿Y por qué no? ¿Jamás ha hecho tríos? ━Se atreve a bromear, goza del rubor en los pómulos de Jack━. Le agarras el gusto ━Su lengua se vuelve aterciopelada, su presencia está muy cerca del rostro del mayor, Gustabo se inclina en el escritorio. Toma la corbata del pelinegro y la jala para reducir la distancia━. Es demasiado divertido cuando no sabes en quién concentrarte, si en el que toma tu cabello en un beso o el que se empuja contra ti.
━Capullo.
━Super ━Abren la puerta y el aludido se separa como si su cercanía quemara━. Oh, lo siento, no sabía que había alguien ━Es Greco, agh, no se voltea aún.
━No se preocupe, comisario, ya acabamos de todas formas.
Se voltea finalmente, Greco lleva ropa casual, está saliendo de turno: ━Oh, Gus.
Conway muerde el interior de su mejilla, ¿ahora todo el mundo está interesado en él o qué?
━Comisario.
━Pensé que estabas muerto... ¿Qué te ha sucedido, pasaste por una fiesta?
━Un cumpleaños, sí, se alocaron ━Ríe, ignora a Jack━. Reviví de un lugar llamado Venecia ━¿Por qué no? En sus delirios podía ser real.
━¿Por qué estás aquí, Greco? ━Interrumpe Conway.
━Ah, los demás y yo queremos ir al vanilla, ¿quiere ir?
━No, odio esos lugares.
━¿Y tú, Gustabo?
━Como en los viejos tiempos, ¿no? ━Asiente, cediendo ante la idea de extender el bienestar.
No importa que su cuerpo ruegue por reposo a gritos, lo único que quiere es beber para olvidar las molestas punzadas que interfieren en su diversión.
━¿Y tú amigo, el de cresta? ━Ambos salen del despacho, Conway se sienta sobre su silla de cuero, no comprende ese fastidio inoportuno, no entiende nada y no quiere hacerlo━. No hay uno sin el otro.
Gustabo carraspea: ━Ah, sí, Horacio decidió quedarse un poco más, ya sabes. No le gustó tanto la ciudad, al parecer.
Ya no se siente tan eufórico ante la mención de Pérez. Finge su sonrisa hasta llegar al auto de Greco. Le hubiera gustado un halago por parte de su superior antes de irse como si nada le importara, sus ojos eran un pozo sin fondo, sin quietud y sin vida. Sigue ansioso por unas palabras, ambiciona escucharlas, una felicitación, una esperanza que incremente su percepción como persona. Ha convertido en necesidad algo que quiere oír, solo de esa forma sabría a qué bando pertenecer. Si Jack fuera suyo, en un caso lejos de la realidad, ¿podría tocarlo o besarlo? ¿podría sanar cada una de sus heridas sin recelo?
Ojalá tuviera el valor para molerlo a golpes y renunciar.
¿Cómo borro todo esto que siento sin herirme en el proceso?
Su corazón bombea ansioso. Sabe la razón por la que Conway es reacio a la hora de trabajar, y también sabe que no puede cambiar eso. Es decir, ¿quién es él en su vida? Un peón que puede desechar cuando ya no le haga falta. Gustabo es una persona indigna, ilícita y vacía, como una lata.
Antes, cuando estaban en la oficina, Conway se mostró amargado, más de lo común, ¿estaba celoso? Interpretar señales no es lo suyo, pero el arte de ilusionarse sí. No sabe cuándo detenerse, no importa si su integridad emocional está en juego, arriesga más de lo que gana, y no puede cambiar eso, en algo debíamos de parecemos, ¿no, Jack?
Para Greco, Gustabo era una persona extraña, imprudente y en ocasiones lunática, sin embargo, solo era un hombre sin nada que perder, con "muchos amigos y buena vida". Tal vez por eso es que le gusta la escasa compañía que establecen, le gusta sentir que, por un instante, él también es capaz de disfrutar de la experiencia sin sentirse presionado. Ojalá, Fred, estuviera aquí, odiaría a Gus, o armarían una buena ronda de bebidas.
━No me acordaba que tus ojos también son azules.
━¿Quién más tiene?
━Un inspector de aquí, aunque siempre está con su máscara.
Y para Conway, Gustabo era...
Gustabo es una tortura que, en lugar de quedarse fuera de su vista, perdura en sus pensamientos. Las preguntas lo sofocan y recuerda esos labios ensalivados a punto de chocar con los suyos, su cuerpo entero entra en un estado indescriptible, le duelen los dedos y su boca hormiguea, hubiera anhelado el contacto, aunque sea una vez.
Toma su chaqueta. No importa qué tan lejos empuje a Gustabo, este regresa a él, se acostumbró a eso, entonces, verlo alejarse, verdaderamente alejarse, le causa un desequilibrio mental. Necesita a Gustabo más de lo que él quiere. Y lo quiere cerca.
Mírame solo a mí.
No es que quiera evitarlo, pero ahora mismo no sabía si su corazón palpitaba de arrepentimiento o de ímpetu al atrapar al rubio tomando un shot como si de agua se tratase. Hay un cosquilleo en su vientre. Se sienta a su lado, finge no estar ahí por él, rozan sus rodillas, Conway sabe lo que hace, sabe que juega con los sentimientos de Gustabo por no comprender los suyos. Pero no quiere detenerse.
Chapter 4: Quiero mi anillo de diamantes devuelta
Chapter Text
Si algo caracterizaba a Gustabo es la forma tan irreal que tenía para hacerse notar, aún más en lugares como esos. Existe cierta chispa en su risa que atrae a las personas, ellos no ven el destrozo en sus ojos ni el impacto de sus pensamientos, sino que se saciaban con el tipo que invitaba tragos e incitaba a la fiesta ━"el rubio que se darían en cuanto bajara la guardia"━. Su cuerpo pasa de la pista de baile a los mosaicos del baño, ha perdido la chaqueta y está seguro de tener más polvo blanco delator en su nariz. Sonríe ante las punzadas de su tórax, son piquetes de adrenalina y fatiga que confunden a su sistema.
No sabe qué sucede, ni qué hacer. Parece haber visto un fantasma, pálido, sin vida, con la sangre atrofiando sus venas. Es él. Soy yo. Es quien yo quiera que sea. Vive en el cuerpo de ese fantasma. Los pisos vibran al mismo tiempo que su torpe corazón. Frunce el ceño, el techo tiene manchas que comienzan a distorsionarse segundo a segundo conforme se queda mirándolo. Los pinchazos se convierten en dolores intensos que recorren todo su esófago, lo carbura por dentro, debe de ponerse de pie debido a la sensación de ahogamiento que lo estaba matando.
Su garganta vuelve a sentirse obstruida, tose de manera violenta lanzándose contra uno de los cubículos, la acidez golpeando su úvula le avisa lo que está por venir, le hace saber que esas arcadas no son más que el principio de un suplicio capaz de hacerlo desear destruir sus ventrículos con tal de detener el bombeo. Odia el sabor del vómito bañando su lengua, la contracción de su estómago y el insufrible mareo que lo tumba contra una de las paredes. Lagrimea un poco, quiere que alguien vaya a verlo, socorrerlo, jamás había deseado con tantas fuerzas tener a alguien de quien sostenerse.
Es un mar de lava recorriendo sus venas.
El deseo es lava caliente y sus venas son la realidad. Quema.
Ahoga su rostro en el lavabo, esperando que la frialdad del agua lo devuelva a la lucidez y le quite la suciedad, el hormigueo está dejando de parecer excitante, ahora solo quiere escapar de su propio cuerpo. Mientras tanto, la puerta se azota detrás, los dedos de alguien palpan su espalda, luego su brazo, al final su cuello. Los sentidos de alerta se disparan con debilidad, quieren aprovecharse de él, y algo que no puede permitir es tener el corazón roto y una agresión sexual, al mismo tiempo. Toma uno de los botes de jabón a medio vaciar y lo lanza contra el rostro del desconocido, el fuerte giro lo hace caer de rodillas.
Frente a él se quejan.
Se sostiene del piso movedizo, quiere seguir vomitando hasta que sus órganos sean expulsados por completo y pierda el conocimiento.
━Bastardo ━vocifera él.
Reconoce esos pulcros zapatos de marca.
━Trato de hacer algo bueno por ti.
Es tan guapo... podría hundirme en el color de tus ojos y aun así sentir que nunca es suficiente. Maldito hombre guapo e inteligente... Si tan solo me dejaras...
━Estás super drogado, ¿no es así? ━pregunta. Su voz es profunda.
━Estoy feliz ━añade cuando el superintendente se coloca en cuclillas. No lleva el típico traje que lo hace ver dominante, sino que usa una camiseta que huele a colonia y se adhiere a sus bíceps. Sonríe a medias, los dígitos de Conway limpian su barbilla, es mi imaginación, su tacto es suave.
━¿Por qué?
━Porque está aquí.
Su comportamiento y la situación son un fraude, no está preparado para enfrentar lo que él mismo construye, no sabe lidiar con las secuelas de sus propias acciones. Jadea, inseguro cuando Conway lo levanta de un jalón. No le sorprende la facilidad con la que lo carga, sino el afiance tan cauteloso que lo cuida, lo lleva hasta la salida, Jack decide postrarlo en el capó del auto antes de abrir las puertas.
Deja salir un suspiro. Las mariposas en su pecho se sienten más saladas que de costumbre. Escucha a Jack encender el motor, así que se quita con la intención de irse. Su chaqueta sigue desaparecida, pero no se agobia, de eso debe encargarse el Gustabo del futuro, sino es que también lo posterga hasta que no tenga más remedio que cancelar sus tarjetas y volver a procesar el DNI. Despeina su cabello, extenuado, ahora el estómago le tiembla para conseguir alimento que no sea alcohol o fideos instantáneos.
Unos mariscos suenan de maravilla ahora mismo.
A Conway le toma cinco segundos darse cuenta del tambaleo de su oficial. Está por dejarlo ir a pesar de sentir los huesos pesados, pierde el aliento cuando García cruza la calle sin fijarse a los lados. Desearía que Gustabo fuera solo un peón, una grieta en su vida que puede reparar, sin embargo, solo le da el título de idiota indispensable, atrevido y divertido. Sale del auto y sigue los mismos pasos que el rubio, escucha sus jadeos, como si con cada paso que diera la vitalidad se escapara.
━¿A dónde vas? ━Llega a su lado, el rubio, al escuchar la voz del superintendente tan cerca, ahoga un jadeo━. ¿Qué haces?
━Váyase.
━Apenas puedes caminar, ¿crees que te voy a dejar así?
Gustabo ríe: ━Nunca ha tenido problemas en dejarme ir ━murmura frotando su rostro, hay pequeñas marcas rojizas alrededor de sus ojos.
━Ven aquí ━Lo vuelve a tomar de la mano. Dios, Gustabo puede jurar que algo dentro suyo se rompió ante el tacto ardiente.
Las manos de Jack son cálidas. O él está muy frío.
━Lo odio, ¿lo sabe?
━Lo sé.
Bufa: ━No, no lo sabe.
Sus ojos son como hermosos túneles, aprecian su alma. O está muy drogado para analizar lo que está diciendo.
Conway, por otro lado, arrastra al rubio hasta el auto, cada una de sus fibras sensoriales chocan entre sí. Su piel se eriza, comete el error de hundir la nariz en el cuello del menor, podía oler un montón de cosas, pero ese rocío floral perduraba en la zona más íntima de sus clavículas.
━¿Usted me odia?
Silencio. El auto se inunda de silencio.
Gustabo no podría vivir sabiendo que él lo odia, verdaderamente no podía.
Jack es ese efecto placebo que detiene el crecimiento irracional de flores en sus entrañas. Permite ser egoísta y se aprovecha de eso. Anhela su compañía, el calor de sus manos y la seguridad de estar con él. Se rompería por completo con tal de merecer el amor que tanto mendiga. Es lo que debe hacer, porque amarlo es como regar un jardín podrido, no importa cuántas veces se inunde de agua, es agotador y vano, y al final terminan olvidándolo.
Mientras conduce, Jack se muerde la lengua. Todas las preguntas que no ha formulado lo alteran por conseguir una respuesta desesperada. Se siente intimidado ante sus propias ideas. ¿Que si lo odio? ¿cómo puede pensar eso? Lo ve encender la radio, cambia de frecuencia hasta que encuentra una de música. Está somnoliento. Le gusta la calma plasmada en sus facciones cuando lucha por no quedarse dormido, su ritmo cardiaco disminuye al máximo, ni siquiera parece que respire. Su camisa está empapada y, por un fragmento de segundo, quiere hundirse en sus maltratados labios. La idea le parece maravillosa hasta que recuerda quién es.
━No te odio...
Un hombre. No cualquier hombre. Gustabo.
━Detén el auto ━García golpea levemente el brazo del superintendente, puede saborear los jugos gástricos subiendo por su tráquea━. Detente, necesito ━Abre la puerta cuando no hay más movimiento y sale del auto para devolver el estómago, no solo hay acidez humedeciendo su boca, sus mejillas enredan pétalos manchados de rojo, los escupe, incapaz de asimilar la idea de estar muriendo lentamente. Está tan oscuro que evita asomarse a analizar las consecuencias de un deterioro físico.
━Gustabo. ¿Por qué mierda no tienes autocontrol?
Las manos de Jack vuelven a su espalda, no tiene tiempo para la compasión ajena, de hecho, no tiene tiempo para nada, los segundos siguen esfumándose como arena dentro de un cuenco quebrado. Retira los brazos de Jack con un manotazo, anhela tanto su atención que arde amarse tan poco. Pronuncia un vago "lo siento" antes de fruncir el ceño, enojado consigo mismo, con Conway, incluso con Horacio, porque teniéndolo a él, ¿por qué decidió dejarse morir por alguien que lo hacía llorar en las noches? ¿Por qué se dejó engañar por un sentimiento que no existe? que simplemente permanece hasta que aparece la costumbre. Jack lo sostiene para evitar su tambaleo, sus cejas parecen juntarse, afligido, inseguro, su sangre burbujea y aminora el cansancio.
Deja de mirarme así. No puedo pensar.
━Tranquilo ━Él vuelve a sentarlo en el auto, incluso es tan amable que le coloca el cinturón de seguridad━. Te llevaré a casa.
No es justo. No eres justo.
Su cuerpo no se mueve, su mente desaparece en cortos periodos de tiempo, piensa en lo mucho que quiere ahogarse en la bañera ahora que está drogado o en la pistola escondida debajo de sus camisetas, en lo fácil que es tirar del gatillo al mismo tiempo que exhalas. El intento de Conway por sacar conversación es lamentable, no obstante, se alegra de presenciar a un superintendente vacilador y torpe. No cree que sea él. Es una alucinación de su propio cerebro para llenar el hueco de soledad. Cuando divisa la entrada de su casa se encuentra a sí mismo ansioso, seguro de la imagen de él dentro de la bañera, su piel pica por arrancarse y sangrar. Jack le dice que tenga cuidado, que puede caerse si no pisa bien, que le vendría bien algo caliente para comer antes de dormir, le pregunta si tiene algo picante que pueda hacer. Confundido, observa desde la estancia, Conway pisa su cocina como si fuera un invitado prudente, saca una olla y vierte agua en ella.
━Puedo encargarme de ello, debería irse.
━No es tan tarde ━Suena casi socarrón━. Vete a dar una ducha, no me iré hasta asegurarme de que no vas a drogarte otra vez.
━No soy un adicto.
━Pero pareces uno.
━Luces estúpido cocinando ━Añade dejándolo con la palabra en la boca, tuteándolo━. Primero me trata mal y después irrumpe mi casa, ¿quién se cree? ━Dentro del baño se quita las prendas sucias, llena la bañera y no espera el agua tibia. Se hunde en el jabón y la temperatura fría. Escucha la cocina ser manipulada mientras él lucha por no desesperarse al bañar su cuerpo. Es ameno el aroma a comida caliente y la voz de Conway quejándose por la frialdad del apartamento, es tan cómodo que le enfada, le enfurece sentir ese cuidado brindado por alguien más.
Pero lo amo.
━No sabía que te gustaban los libros de ficción ━Le sirve un plato completo de sopa, a su lado hay rodajas crujientes de pan━. Están en catalán, ¿dónde los conseguiste?
━Los robé.
Conway distingue la manera apática de romper el confort en el ambiente, no puede culparlo.
━Siéntate bien, puedes derramar la comida.
━No te importa cómo me siente.
Suspira: ━Tienes razón, es tu casa ━Enfatiza en esa última palabra antes de lavarse las manos y sentarse al otro extremo de la isla, comiendo con él en completo silencio. Su estómago agradece la comida, pero su orgullo se abstiene de hablar━. Deberías comprar algo más que comida rápida, te hace mal.
━¿Desde cuándo te importa qué coma? ━El rubio se digna a conectar miradas, su boca articula más rápido que su cabeza, solo quiere ver hasta dónde puede llegar Conway con esa faceta de crédula benevolencia.
━No me importa, haz lo que quieras ━Jack empuja su mejilla con la lengua, inhala y exhala en busca de paciencia, no la encuentra, no cuando oye los murmullos agresivos del menor. Ríe, amargo━. ¿Te cuido y así es como reaccionas?
━¿Cómo esperas que reaccione cuando llevas semanas tratándome como una mierda? ━Sus hombros, inconscientemente, se tensan━. Oh, gracias, Jack, tu buen acto de humanidad ha logrado que siga como perro detrás de ti.
El pelinegro azota su palma en el mármol: ━No te vendría mal ser más agradecido, ¿no te has preguntado por qué me sigo negando a tus idioteces?
━¡Ilumíname!
━¡Por esto, no podemos llevarnos bien, eres un malcriado que culpa a todos por su miseria en lugar de preguntarse qué tan mierda es para que no lo quieran!
Gustabo ríe escandaloso, se levanta empujando la silla y apuntando a Conway: ━¡¿Tú qué sabes? Tengo personas a mi lado! ━¿Verdad?━, ¿tú a quién tienes? ¿Volkov? Te aseguro que si está contigo no es porque sea tu amigo.
━¡Dios santo, eres un infeliz!
━¡No quieras culpar mi comportamiento por tu cobardía!
━¡¿Cobardía?!
━Sí, eres un maldito cobarde ━Vocifera, la distancia se va haciendo cada vez más corta, el aroma a jabón penetra la nariz de Conway━. ¿Por qué no mejor admites que no puedes ser alguien fácil de amar?
━Yo soy fácil de amar, sino no estaríamos aquí, ¿no lo crees?
━Incluso siendo así ahora solo veo a un hombre sin polvos ni amantes con que llenar su vacía vida.
Jack respira errático, quiere seguir gritando, negar las mentiras que Gustabo dice sin pensar y, maldición, quiere estampar su boca contra la del menor porque jamás se había sentido tan alterado y desesperado por callarlo. Lo toma bruscamente de la barbilla, García no se queda atrás, consigue hacer presión en el brazo, sus respiraciones se mezclan, ahora hay algo más punzando en su vientre.
━Tu bien sabes que eso es mentira.
Juntan sus labios en un beso, un húmedo y necesitado beso. La mano de Conway se desvía hasta su nuca y lo atrae más. Gustabo, colérico, muerde el belfo inferior del mayor, un gruñido sale de la garganta ajena, pero no se separa, al contrario, saborea el sabor metálico. El músculo caliente se mueve dentro de su boca, puede asfixiarse con las acciones que Jack está provocando en su cuerpo, jadea cuando los besos del mayor bajan hasta su cuello, mordiendo y succionando con eficacia. Escucha algo caer, no se inmuta, no puede porque las manos de Jack se están paseando por su espalda baja, siente estrellas en las piernas y Conway lo percibe. Quiere decir algo, pero en lo único que piensa es en cómo Jack es mucho más fuerte que él y en su facilidad para llevarlo hasta la habitación oscura sin siquiera detener sus mordidas.
Está atrapado entre los brazos de un hombre cruel, su pecho sube y baja, es una montaña rusa de sensaciones vívidas, Conway sabe exactamente dónde tocar para hacerlo retorcerse por un toque más profundo, se aprovecha de su sensibilidad corpórea. La figura del pelinegro cubre por completo su cuerpo, le quita la camisa, urgido, se avergüenza de las cicatrices adornando su tórax. Por un instante los ojos de Jack se tornan duros, lo vulneran de una forma inexplicable, ni siquiera puede moverse para detenerlo porque su boca vuelve a atacarle la piel con necesidad. Se encuentra pasmado, incrédulo de los gemidos que abandonan sus labios y que incitan al otro a seguir bajando hasta besar la zona v.
Su lógica le susurra que no es correcto.
Pronto ya no puede pensar. El impacto de la intimidad inhibe todo lo que su mente trate de procesar, simplemente disfruta de la posesividad distinguida de Jack al posicionarse entre sus piernas. Le dice que procure no tensarse, se burla cuando da suaves caricias en su abdomen y se desplaza hasta la entrepierna, está pegajoso y el pelinegro juega con los límites placenteros del rubio. Gustabo gruñe, caliente, encaja sus uñas en los bíceps de Jack, al principio solo es Conway frotando el glande contra su entrada, parece ensimismado con esa acción, hasta que se anima a introducirse. Conway ahoga un jadeo, hunde sus dedos en los huesos de la cadera, Gustabo no le pide nada, no dice nada, solo lagrimea por la intromisión, solloza cuando el vaivén aumenta y reduce la velocidad para alargar el proceso.
━Maldito ━Su glande es estimulado, interrumpe sus palabras. Quiere, desesperadamente, correrse.
━Te ves bien así ━Conway no lo permite, no sin antes sentir que su interior se apriete alrededor de él.
Su corazón no puede continuar así. Conway lo mira con deseo, solo lo mira a él, lo marca y lo besa como si siempre se hubieran pertenecido. Deja su esencia dentro de él y vuelve a someterlo a un acto carnal que solo lo deja con ganas de más. Su piel no se había sentido tan azotada en tanto tiempo, Conway sigue tomando su cuerpo contra el suyo, sus pieles están hirviendo, el aire lo ahoga. Si pudiera vivir en ese momento lleno de éxtasis y libido, se quedaría a voluntad hasta que sus piernas no aguanten y su dermis se rompa.
Conway se deja abrazar cuando sus ojos se cierran de cansancio. Esperaba verlo huir o sentir su presencia deshacerse entre sus brazos, sin embargo, lo único que lo mantuvo cuerdo fue la respiración pesada del mayor en su pecho, aferrado a su enfermo cuerpo que pierde la arritmia poco a poco. A veces, solo a veces, cuando su cabeza está en silencio, puede preguntarse si la felicidad efímera podría perdurar solo unas horas más sin hacerlo sentir cohibido por abusar del sentimiento. Se siente enfermizo estar esperando por algo que cure su alma, como si fuera posible erradicar las raíces de angustia con alguien a su lado.
Odia a Conway. Lo odia porque no es capaz de hacerlo.
━¿Ya te dormiste? ━Logra preguntar con el ardor escapando de sus lagrimales, Jack respira lento, la inercia hace que acaricie el cabello del pelinegro, brindándole confort━. Me enfurece gustar de ti ━Su pecho se contrae, quiere despertar al superintendente y volver a reflejar su ira, en cambio, solo muerde sus labios, cansado. Estoy harto de suplicarte y que me rechaces━. ¿Sientes algo o solo me estás usando? ━Miénteme, no quiero saberlo realmente━, yo también siento, yo también existo, por favor no juegues conmigo.
Silencio.
Deposita un beso en la coronilla de Jack antes de darse la vuelta. Esta vez no va a huir, no va a rogar. Nunca se ha quedado en ningún lugar, pero ver al pelinegro lo influencia a congelarse bajo las sábanas, aumentando la expectativa que ya está depositada en la percepción que tiene de Conway. Si lo deja en mitad de la madrugada, entonces se sometería a cirugía, se cambiaría de nombre y compraría un perro, si lo deja, entonces él estaba en su derecho de escapar. Pero si no, si Conway se quedaba a recoger los pedazos que él mismo destrozó, podía afrontar las consecuencias de no saber cuándo parar y recibir amor sin saber qué hacer con él.
Paulatinamente, Jack abre los ojos. Observa la tenue luz iluminando el techo, calcula que son alrededor de las ocho de la mañana, su cabeza no deja de repetir aquella voz que entre sueños esclareció sus ideas. La espalda de Gustabo tiene una serie de lunares, nunca antes le había prestado atención a esas pequeñas constelaciones, su rostro se enrojece al mismo tiempo que divisa la marca de sus dientes y una cantidad excesiva de marcas rojas en sus hombros y cuello. ¿Cómo permites que te haga eso, Gustabo? Con miedo de despertarlo toca su columna vertebral, pasea sus dígitos por cada hueso y se detiene en las cicatrices que delatan un apuñalamiento severo. Su corazón se estruja.
¿Será bueno seguir aquí para cuando despiertes?
Se levanta a buscar sus prendas, sus insaciables acciones lo dejaron con una rasgadura en el cuello de la camisa. Se maldice múltiples veces por dejarse llevar, por concebir un acto que solo debía quedarse en la imaginación, pero no se vuelve loco, puede con ello, no se arrepiente de haber disfrutado, de haberse sentido atraído, y eso le genera más conflicto. El pensar que, en su defecto, había estado esperando una oportunidad para besar a Gustabo.
Con sigilo sale hasta el pasillo, no encuentra su teléfono. ¿Qué debe hacer ahora? Él nunca ha tenido sexo con alguien desconocido, siempre ha habido una atracción y un sentimiento de por medio. No sabe reconocer si puede decir lo mismo con Gustabo.
━Todo esto me da migraña.
Recorre con la mirada el pasillo, las dos puertas que se asoman y los cuadros con fotografías que no se atreve a observar más de treinta segundos. Una de las puertas tiene la manija manchada de tinte azul, su curiosidad lo entromete de más en la vida de García. Dentro de la habitación hay una cama, muchos discos musicales esparcidos en el piso, un espejo con notas adhesivas, incluso las sábanas siguen desordenadas. Olisquea el ambiente. Huele a uno de sus oficiales, huele a Horacio. Su garganta se cierra. Se nota a leguas que el dormitorio está intacto, que las cosas siguen exactamente como Horacio las dejó.
No quiere tocar sus cosas.
Se entristece de forma inconsciente. Desde la muerte de Horacio no había dejado de pensar en lo fácil que es perder a alguien. Incluso sigue escuchando los lamentos de dolor que no lo dejaban dormir a través de las paredes. ¿Por qué Gustabo no quiso acompañar a su hermano? Recuerda poco de esas noches en el hospital. Llegó a enojarse cuando descubrió que el rubio estaba ahogándose en la oscuridad del dormitorio jugando videojuegos mientras el velorio ocurría. Suspira, rendido. No sigue contemplando la habitación debido a todas las dudas que surgen. Luego ve una de las fotos colgadas en la pared, Gustabo brilla en la foto, deduce que tiene alrededor de dieciséis años y una obsesión por los piercings en la oreja. Se los quitó con el tiempo.
No puede seguir culpando a Gustabo por no saber afrontar la muerte. Y Gustabo no puede culparlo por no querer afrontar eso otra vez.
Encuentra sus cosas en el sofá, con lo poco que trae en efectivo puede comprar algo de comida antes de que Gustabo despierte, ayer se intoxicó a más no poder y estaba seguro que despertaría apático. Pone a hervir agua, cocinar algo ligero los ayudaría a digerir lo que hicieron. A Conway no le asusta el hecho de haber compartido cama con el rubio, sino el verse a sí mismo con bolsas de comida en las manos. Deja de sentirse enojado y agobiado, solo desea no arruinar algo que no ha construido.
━¿Qué haces por aquí?
Exhala, no ahora, estoy muriendo de hambre y confusión. Ve a Viktor correr hasta llegar a su lado: ━Caminando.
━Te llamé anoche ━añade después de un par de segundos━, no respondiste.
━Estuve ocupado.
━¿Haciendo qué? ━Viktor endereza la espalda, inocente, cuando Conway lo mira con saña━. Solo pregunto, desapareciste después de una ronda de shots.
━Sabes que no soporto las multitudes.
━Tu no soportas nada.
Chista la boca, desinteresado. Son las nueve y no pensó que tardaría mucho buscando la carne. Volkov lo detiene para comprar un café para llevar, lo incita a hacer tiempo antes de que regrese a donde va con tanta prisa, si no conociera tan bien al soviético diría que algo está pensando detrás de esa máscara gélida. Rueda los ojos. Quizás si necesita una dosis de cafeína antes de todo.
Viktor tiene un comportamiento diferente, incluso rodea sus hombros en un abrazo que nunca antes había sucedido, más que nada porque su relación no llegaba a ser tan íntima. Es decir, sí, son amigos, pero Viktor siempre fue demasiado reacio al contacto físico, demasiado ruso para ser real.
━Dormí con Gustabo.
Los ojos de Volkov se vuelven opacos, sorprendidos, incluso evasivos.
━Estaba lo suficientemente lúcido para saber lo que hacía ━agrega tomando un sorbo, el tacto con Volkov se corta━, el asunto es que no estoy seguro de cómo sentirme.
━Pensé que habías terminado con las relaciones después de Julia.
━Lo hice. No planeo algo con Gustabo.
━¿Entonces? ━Se queda callado, maquinar una respuesta donde no se vea como un desgraciado está costándole la paciencia del comisario━. Hasta hace una semana me dijiste que solo te causaba problemas y ahora me cuentas que te acostaste con él. ¿Es una broma?
━Entiendo tu desconcierto, estoy igual ━masculla━, pero pasó muy rápido. El asunto no es solo lo que sucedió, sino que ━Carraspea━, tampoco me arrepiento.
Viktor toma otro sorbo a su café, cerciorándose de que no está siendo muy duro con sus palabras. Repite el mantra de calma una y otra vez, sin embargo, la indecisión de su amigo comienza a hacerle estragos en el estómago.
━Si solo fue algo pasajero debes aclararlo ━Mira a Conway, debajo de su camisa hay finas líneas rojas que... exhala, no tiene sentido pensarlo mucho━. Las personas no entienden hasta que les abren los ojos, si lo que quieres es alejarlo, no le des ilusiones.
Él suelta el oxígeno gradualmente, pensativo.
━Me gustaba la dinámica que teníamos ━Sus pasos se van haciendo más cortos, evitando llegar a una de las calles principales que guían a la casa del rubio━, antes de que sus sentimientos se mezclaran. Me gustaba estar con él.
Volkov suelta una risa nasal: ━Lo que a ti te gustaba era tenerlo para cuando quisieras, te gusta su atención sin compromisos ━Jack frunce el ceño, detiene su paso, incapaz de procesar aquello que dijo. Y al parecer Viktor tarda en darse cuenta de lo que brotó de su boca, insensible y adormecida━. ¿O no? ¿No fuerzas el foco de atención cuando alguien más lo aleja de ti? ━El ruso pasa una de sus manos por el cabello━. Lo he visto, ¿por qué le darías oportunidad al oficial de menor rango cuando tenías a una supuesta esposa y conmociones por tratar?
━Retráctate ━Se niega a escuchar las palabras de Volkov, más que nada porque la mención de la mujer seguía corroyendo su alma como un escozor insoportable━. Sabes que eso no es cierto.
━Sin embargo, es tu excusa.
━¿Por qué la menciones tan de repente? ━Cansado de la actitud que tomó su amigo, le hace frente, ya no importa si tarda y Gustabo yace despierto, no piensa irse hasta que Volkov le explique ese comportamiento desagradable.
━Solo pienso en el bien de Gustabo ━La persona con la que habla es fría, lo desconoce.
━Julia jamás fue mi impedimento para relacionarme con las personas ━Inicia grabándose en su memoria las facciones desastrosas del más alto━. No planeo algo con Gustabo si eso es lo que tanto te conflictúa.
━Solo juegas con él ━El ruso señala brevemente al pelinegro━. Solo dile que quieres coger con él sin tener que asumir las responsabilidades de una pareja.
━Estás cruzando la línea.
━¿Cuál línea, Jack? Dime, ¿te molesta que te diga la verdad? ━Volkov frunce el ceño, forma un puño y está listo para cualquier cosa. Siendo sincero, le daba igual la relación que tuviera con el rubio, se alegraría si no fuera por tanta incertidumbre en él, de qué habría pasado si no hubiera preferido la compañía de Conway que la de Horacio━. No es justo ━susurra, dándose cuenta de porqué reacciona así━, no es justo que le hagas creer que es importante y después buscar a alguien más para seguir con el círculo ━Es tan idiota por pensar que podía llenar huecos con la cercanía de Jack como si eso fuera vital, odia la sensación que se presenta en cuanto ve la oportunidad que se le presenta a Gustabo y las puertas abiertas que Jack le ofrece. Mientras que él es el maldito guardaespaldas con una muerte en sus hombros y un corazón débil que no soporta que su amigo se acerque a otro. ¿Cómo pude ser tan tonto?
━¿De qué mierda me estás hablando?
Ni siquiera lo nota.
━Yo no ━Inhala y exhala━. No puedo ayudarte esta vez, date cuenta solo o déjalo morir ━Deja de respirar, se ahoga━, no importa lo que hagas solo hay un final ━Sus ojos se enrojecen, habla de sí mismo, conoce la amargura en su lengua━, estar contigo, quererte, amarte, sabes cómo termina ━Se siente celoso y culpable, Gustabo no tiene la culpa de vivir su prohibición━. Morir no es la peor de las opciones.
━Volkov.
Dentro del hogar del rubio el vapor se extiende, enrojece el metal y lo quema. Puede oler el aroma a humo invadiendo sus pulmones, está muy mareado para tomar la iniciativa de levantarse a investigar, sus músculos son piedras encima de la cama. A su lado no hay nadie. Su corazón se oprime de forma grotesca, suplica por un respiro que no torture sus pulmones, en cambio, recibe un latigazo de realidad. Lo deja ensangrentado y sucio. Volver a la consciencia solo aprieta más los pedazos viscerales en su interior, huye al baño y vomita la acidez estomacal, su faringe se irrita, hay algo más machacando su esófago. Los pétalos salen sin romperse, ensalivados y rojos, no se detiene. Duele más. Puede sentir la irrigación sanguínea explotar debajo de sus tejidos, su dermis se vuelve amoratada.
Tiene la sensación de un mal presagio.
Odia sentirse asfixiado por su alrededor, por sí mismo, odia ver lo que el espejo refleja cuando se para delante, odia con toda su alma no entender por qué es tan difícil soltar aquello que le hiere. Odia la incertidumbre y odia vivir en su cuerpo. La desesperación juega con su vulnerabilidad y sus límites, lo dejan al borde una vez más, lo maldicen por no saber detenerse, por ser tan estúpido de aferrarse a alguien que no lo quiere cerca. Odia que Conway no haya estado a su lado después de hacerlo sentir amado. Jala su cabello, quiere romper su piel hasta que no haya más que destruir. Se cubre el cuerpo con una bata, se abraza ante una nueva sensación de penumbra.
No hay nadie.
Nunca hay nadie que esté con él.
Nunca.
Algunas personas simplemente nacen con un destino prefijo, nacen y viven con la tragedia incrustada en la sangre.
No importa qué hagan. Ya hay un final prescrito.
Susceptible a su propia condena, destruye todo a su paso, enloquece bajo su propio techo, las fotos son solo momentos capturados que se desvanecen con el paso del tiempo, tira los discos porque ya no hay nadie que escuche esa música, arroja los percheros porque ya nadie usa esas chaquetas, quiebra las tazas porque ya nadie toma té en la sala. E ignora la puerta del jardín porque no tiene la valentía de acercarse.
Apaga la estufa, su cuerpo cansado. Podría morir ahí mismo y nadie se daría cuenta de que algo falta.
El timbre de la puerta suena antes de pensar en tocar la olla, una pizca de esperanza. Sus ojos se iluminan cuando abre, no obstante, solo es el joven vecino quien lo saluda. Le pregunta si podría regalarle una pieza de tomate, que su madre le vendrá a devolver el favor más tarde. El muchacho espera impaciente por una respuesta, añade que si ha estado fumando o si ha vuelto de una misión "super secreta". Asiente, desganado. Cree tener algo en la cocina que le pueda ayudar al menor, pero hay un desastre detrás suyo y una cantidad preocupante de sangre empañando sus rodillas.
"¿Todo bien? ━El adolescente deja de reírse, extiende sus brazos cuando ve un tambaleo en el rubio.
━Solo un mareo.
"No te preocupes por el tomate, puedo ir a comprar, solo quería ver si estabas vivo... no puedo jugar con tu consola si no estás para abrir la puerta ━. De verdad tiene la sensación de que va a caerse si no toma asiento━. ¿Gustabo?
"Segismundo... Llama a alguien.
Termina desmayándose en un golpe seco. Desconoce los dedos que tocan su cabello y le dicen que no deje de respirar. Escucha la voz entrecortada del adolescente gritarle a su madre, los vecinos se asoman, impactados por la escena, la ambulancia se estaciona frente a la vereda. Lo cargan. Observa el cielo. Las nubes se esconden, está despejado, el cielo es brillante, el día instiga a comprar un helado y dar un paseo. El día es hermoso.
Gustabo tiene un concepto distorsionado de lo que es amar. "Para que funcione debe de doler". Debe arder en el interior de sus músculos, como ejercicio extenuante y cansino, debe carbonizar su alma. Debía conceder su cuerpo para obtener amor ━¿Cómo lo llamaban de niños? ¿Anillos a cambio de abrazos?━. "Amar nunca será malo" La voz de Horacio se repite, sigue hablando hasta que toca una fibra, "deja de llorar, no me dolió, el rechazo no me dolió".
¿A qué te refieres? No puede contenerse. Quédate a mi lado o llévame contigo.
Conway no volvió a la casa de Gustabo. No encendió su teléfono a pesar de las llamadas, no siguió a Volkov. Sus pies se congelan en el tiempo, cavila en qué debe hacer, en el frío que hiela sus pulmones y en el poco control de sus opciones que lo ponen en riesgo, en el automóvil negro que no percibió a tiempo y desconoce qué tanto ha visto. Finge no darse cuenta y toma un camino hacia la estación.
Él estará bien por su cuenta. Conmigo no tiene posibilidades.
Chapter 5: Lágrimas de datura
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Si hay algo que Jack odia es el dolor. Así que lo evita, es lo que algunos hacen cuando sufren. Mientras conduce a su hogar se da cuenta de la ausencia del todo en su vida, el destino no fue quien le arrebató lo que construyó, sino las consecuencias de sus propios actos, no fue un hombre ajeno quien se llevó a su ex esposa, fue él quien la despreció, fueron sus propios impulsos quienes liquidaron a la brigada bajo su comando. Fueron sus manos quienes golpearon al líder de esa mafia en lugar de apretar una herida cuando se rompieron negociaciones disparándole al vientre de su ex esposa a sabiendas del fruto que cargaba.
Son cosas que no puede dejar pasar por alto.
El sol está en su punto más fuerte, pero él se debilita con cada rayo. Gustabo nunca llamó y él no hizo nada para contactarlo, ni el día después, o el posterior a ese. Sus ojos se pierden en la carretera, por más que su integridad emocional ruegue por un respiro su deseo de venganza sigue en la cúspide de todo aquello que persigue su determinación.
Y por ello es que debe aislarse, por el bien de todos, por el bien de sí mismo.
Se pregunta si es bueno pensar tanto en Gustabo, en su piel y su voz. Acelera cuando la luz vuelve a verde, las curvas son una delicia para la velocidad en la que maneja, no se detiene, no quiere, el color rojo pinta su cuello, su mandíbula se define y sus encías duelen de la presión. La bilis mancha todo su hígado, puede sentir la acidez paseándose deliberadamente por su boca. Odia sentir dolor, odia no comprenderlo. Muchas veces antes ha sentido el exilio de las personas que le importan, pero pocas veces había alguien con el mar en los ojos y miel en el cabello que lo regresara a voluntad hacia ese círculo de vida o muerte.
Gustabo no debería necesitarlo como él lo hace. Solo necesitan tiempo para lidiar con aquello que los hostiga.
Frena de golpe cuando ha llegado a su hogar, la sangre en sus sienes punza de forma intensa, tiene sed y su piel pica. Hay alguien sentado en las escaleras de su entrada, la silueta se levanta en cuanto apaga el motor, es extraño cómo su cuerpo se mueve a voluntad propia, en lucidez habría tomado el arma guardada en la guantera, pero solo sale del auto, encarando al desconocido postrado en su puerta. Espera por un movimiento, el silencio solo le hace pensar que alguien se atreve a confrontarlo con la guardia baja.
━Sal de mi pórtico ━dice, su voz suena extraña, más rasposa, más débil.
Se siente resfriado.
El hombre frente a sí le extiende un teléfono, su rostro es cubierto con una máscara.
━¿Qué es esto? ━La pantalla brilla, es una colección de fotos de él y Gustabo. Su ceño se frunce, sus dedos pasan de fotografías hasta que encuentra un video donde está tomando al rubio debajo de las sábanas. Todo su enojo se dispara━. ¿Te parece gracioso espiar a las personas? ━vocifera, le lanza el teléfono de vuelta━. ¿A qué vienes? ━El desconocido no reacciona, sus pies se entierran en el pavimento, tampoco es capaz de moverse a atacarlo━. Si crees que me dan miedo, un par de fotografías estás muy equivocado.
━Deberías prestar atención.
La oscuridad lo absorbe. Solo es capaz de verle los ojos, nada que pueda reconocer después. Solo ese aroma a flor que distinguió antes sobre Gustabo. Para cuando quiere abrir la boca es interrumpido por el sonido de algo explotando al lado de su oído, huele a pólvora y es aturdido por el sonido de la bala. Conway sabía que lo estaban siguiendo, no sabía desde cuándo y maldice su comportamiento por no haberse dado cuenta antes. Piensa en tantas cosas a la vez que el ambiente pasa a segundo plano, piensa en Gustabo y su viveza se pone en peligro.
━Lo necesitas con vida más que otros ━Pero reconoce su voz, esa maldita voz que le quita la felicidad de las manos━. Y si muere, será tu culpa, Jack.
Vuelve aquí. Su cabeza da vueltas, el piso lo entierra, sus extremidades pesan tanto que deja ir al hombre: ━Huye mientras puedas, desgraciado.
Su ritmo cardiaco se transforma en una bestia errabunda, sus ojos buscan desesperadamente algo que lo haga levantarse, se arrastra hasta llegar a su hogar, esas paredes están llenas de piedras, las tantea hasta que se raspa las palmas. Necesita saber que Gustabo está bien, necesita verlo bien para no caer en demencia, necesita remendar toda su vida. Lo llama con desespero, siente el móvil entre sus dedos, tiembla de frío e ira, cae al suelo con la presión en el pecho filtrándose hasta sus sentidos. Debió haberlo enviado lejos, debió cortar lazos desde que pudo, debió ignorar sus impulsos y deseos. Los nervios de encontrar a un Gustabo muerto lo hacen golpearse contra el piso, piensa en él y lo necesita vivo, necesita escucharlo quejarse y verlo bailar en un bar otra vez.
Está harto de perder por hacer su trabajo.
Es su culpa que Gustabo no esté bien. Mi culpa si no lo veo, mi culpa si llora, mi culpa si muere.
La rabia recorre todo su sistema, se envenena del aroma a hierro y flores. Va a matar a todo aquel que lo provoque, si creen que es un imbécil con fragilidad se los va a demostrar y ejecutará a cada uno de los bastardos que se atrevieron a jugar con él, no dejará a nadie vivo para contarlo, no busca una redención, no busca felicidad o algún lugar donde pertenecer, busca aquel camino que siempre estuvo disponible para erradicar el dolor. No importa si para vengarse debe morir o matar.
Debe deshacerse de Gustabo, aunque eso signifique arrancarse el pecho para no sentir esas contracciones que lo alteran cuando lo ve.
Pierde la noción del tiempo, de la fatalidad, su juicio se consume.
En la sala de su cocina escucha las pisadas de un tacón, intenta verlo de soslayo, pero solo consigue sentirse abrumado por la familiaridad. Quiere quemar todo. Supone que, en algún momento de la noche, terminó en la cama, supone porque no recuerda haber caminado hasta el segundo piso. Abre los ojos, alguien con las mismas facciones de su exesposa se asoma "fue tu culpa" murmura, ella sigue acariciando su barbilla, "déjame ir". Vuelve a cerrar los ojos, muere de sueño y pelea por curiosidad, en cuestión de segundos ya no está frente a él, sino que se encuentra jalando uno de sus pies mientras llora, grita y patalea. Lo quiere arrastrar al infierno.
━Julia, déjame "susurra", lamento haberte perdido.
"No lo lamentas".
Abre los ojos de golpe. No hay nadie otra vez.
Su cuerpo suda, es de día. Su boca se seca al instante donde cobra consciencia. Si fuéramos dos personas completamente ajenas, ¿seguiría olisqueándote en mi propio cuerpo? Levantarse de la cama fue el primer reto de la mañana, sus piernas son dos masas inconsistentes que lo hacen sentir enfermo, percibe el frío calando dentro de sus pulmones. Por primera vez en muchos años, no sabe cómo actuar ni cómo maquinar palabras, se queda por lo menos cinco minutos mirándose al espejo con el agua goteando de su barbilla. Tal vez yo soy el verdadero psicótico. El nombre de Michelle no deja de aparecer en la pantalla de su teléfono.
Ríe solo. Se carcajea hasta que se queda sin aire. Cuando conoció a Gustabo sintió todo su cuerpo erizarse, hablaba alto y se reía sin discreción, se burló de sus gafas y tocó muchas cosas de su despacho. Quiso aportar tanto en tan poco tiempo que su presencia comenzó a sentirse vital. Inconscientemente, lo buscaba en la sala de espera, en los pasillos, incluso en las calles, y cuando lo sentía cerca, de pronto, ya no lo quería ver más. Lo hacía sentir enfermizo, todas sus neuronas se canalizaban en un mismo sentido y dejaba de sentirse armonioso.
La señorita Evans está en su despacho, admira el mapa de la ciudad enmarcado en una de sus paredes. Le permite tomar asiento y procede a quejarse de la iluminación, le pregunta si ha dormido. Hay ciertos días donde hablar se siente como una tortura ambigua, las vocales y consonantes se mezclan y pensar se convierte en una prueba de probabilidad, ¿terminará la conversación antes de que se pegue un tiro? Se apuesta tres minutos para ello.
Primeros treinta segundos .
━¿Qué haces aquí?
━No he recibido mucha información esta semana, debemos movernos ya ━Ella echa un par de cabellos detrás de su oreja━, no pienso perderlos de vista.
━Mi informante está recabando ciertas ubicaciones.
Michelle exhala, enojada: ━¿Sabes que dos de mis agentes desaparecieron? ━Se cruza de brazos━, es interesante que en sus últimos informes han descrito a un hombre ajeno que siempre está rondando con ellos ━Conway se echa sobre su silla, hay un par de sobres en su escritorio. Evans lo incita a revisar, sus ojos arden ante la presión en su mirada━. Un hombre que apareció sin más, y que, buscando a profundidad aparece en tres países bajo diferentes nombres.
Sesenta segundos.
Deja de tocar el sobre, quema el contacto, sus ojos viajan en cada espacio libre de la presencia de su jefa.
━Canadá ━La primera foto es de un joven con una adicción con los piercings ━, Singapur ━La segunda es un adulto castaño con ondas largas, tiene ropa hippie━, y Brasil ━La tercera es de un hombre con sonrisa abatida y cabello violeta━. ¿Se te hace conocido? "Michelle toma asiento frente al escritorio, todas tienen algo en común: sus ojos, sus distinguidos irises azules y claro, esas facciones que ya había visto antes... Por tu expresión diré que sí.
━¿Ha cometido un crimen?
━Solo ciertos disturbios públicos y un caso de terrorismo que no escaló a mucho, y del cual sigue prófugo: ━Su simpleza le permite ver que confiar en la información de Gustabo no debía ser del todo fiable". ¿Por qué no lo investigaste a fondo antes de ponerlo en un mando alto?
━No había razones.
No hay razones. No había razones ━¿Las había?━. Y si así era, ¿por qué me distraje? ¿Por qué puedo ver esas miradas de dubitación cuando antes no lo hacía? Sabía que me ocultaba algo, pero quería esperar ━¿A qué?━, a descubrir por qué sigo protegiéndolo.
━¿Dónde está él ahora? ━Michelle pierde la paciencia, suspira derrotada cuando no ve reacción por parte del superintendente━. Conway, eres un estúpido.
Hace días no lo veo, no tengo señal de él, ¿escapó?
La mujer da un golpe en la mesa, hace que frunza el entrecejo: ━Confiar en él se va a convertir en un error, no podemos permitir que arruine esta misión, no cuando hemos llegado tan lejos ━Echa su cabello para atrás, puede percibir el tono de sus palabras, se ve reflejado en ella━. Estoy segura de que su lugar no es en la policía, ni contigo .
Jack casi nunca deja que sienta esos jalones en el corazón, los inunda con alcohol. Pero esa punzada lo tomó desprevenido, duele como si sus entrañas se desintegraran entre ácidos. Su cabeza está en el día que conoció a Gustabo y el último día que lo vio.
━Nos va a traicionar tarde o temprano, si no es que lo hizo ya.
━Él no es así.
━¿Y dónde está ahora? ━añade, sus manos formaron puños, quiere zarandear a su empleado hasta que asimile que su informante no es más que un estafador━. Si sabes dónde está, confiaré en ti, de lo contrario mi plan se llevará a cabo a como dé lugar.
Cada una de esas palabras desarma su confianza, porque, en efecto, no sabe del paradero de Gustabo.
Nunca ha sabido nada de él.
Inclusive ahora, lo que sabe de García es lo que él ha querido que conozca.
Perdí la cuenta de los segundos.
━Gustabo, ¿alguna vez has pensado en dejar de huir? para ti es muy fácil olvidar a las personas, temo que algún día desaparezcas sin más, que llegue a casa y no estés. Me da miedo que sigas ahogándote en la tina y yo no esté para ayudarte".
Los dedos de Jack se habían hundido debajo de su ropa, lo ahondaron por completo. Incluso cuando tenía dolor en el pecho tomó todo lo que pudo, pero no fue suficiente, estoy . La máquina a su lado suelta un pitido repetitivo, su corazón aún late y eso lo exaspera. Gustabo es consciente de su corazón latiendo, y que, de no ser por ese tubo en su garganta, estaría muerto. Al principio se tensa, todo el lugar en sí es desconocido y no parece ser un hospital, es más como una habitación de hotel, lo cual provoca una alteración en la máquina que detecta sus latidos.
━Tranquilo, tranquilo ━En su campo de visión aparece el doctor Muerte, no lleva su bata, pero si su estetoscopio... Me preocupaba que no despertaras ━Las preguntas lo inundan, tiene tanto miedo que solo busca salidas alrededor suyo━, estabas muy mal cuando llegaste.
No me acuerdo de nada... No sé qué está pasando.
━No sabía que tuvieras amigos tan peculiares" hace un pequeño énfasis en esa palabra. Poco a poco el médico maniobra con el tubo, le pide que inhale suave antes de retirar aquel tubo que le salvó de una trágica muerte, posteriormente puede sentir el plástico recorrer toda su faringe━. Al menos no te han dejado abandonado, me daba pena pensar que estuvieras solo.
Tose un poco cuando es liberado.
━Agua.
Cuando el hombre se voltea para llenar un vaso de agua se toma unos segundos para apreciar en dónde está, aunque quisiera levantarse e irse, su cuerpo se encuentra en un estado completo de desgaste. Es un dolor inexplicable que recorre todos sus nervios.
━Noté algo mientras estabas inconsciente ━Le extiende el vaso de agua, lo toma como desquiciado━. Tuviste un colapso pulmonar, generalmente son causados por enfermedades o traumatismos severos, pero tu estabas intacto ━Gustabo no se dignó a mirarlo, sus ojos se endurecen al mismo tiempo que siente su estómago vibrar, hambriento━, lo cual se me hizo extraño. Lo bueno es que uno de tus amigos me permitió realizarte una radiografía.
━¿Qué encontraste? ━interrumpe, su voz está quebrada.
━De tu tórax salía demasiado aire, como si te hubieran apuñalado ━Inhala y exhala. Duele, es un dolor grave. ¿Desde hace cuánto que tienes eso ?
Gustabo ríe: ━¿Qué? "El médico le dedica una mirada obvia sin llegar a ser ruda", ah, eso . Desde hace unas semanas, creo, no lo sé, no cuento los días.
━¿Habías considerado ir a un chequeo?
━Había considerado morir antes de los treinta.
El médico exhala, mira hacia la única puerta: ━Siempre puedes llamarme para buscar opciones, aún puedo revisar si eres compatible con una cirugía ━Es contagiado por el nerviosismo del hombre, traga saliva, inquieto.
━¿Se refiere a una desintoxicación o algo así?
Muerte lo observa, alza una ceja: ━Es una operación a pecho abierto, bastante estudiada, pero poco probada ━Parece apenado por lo que va a decir━. No te puedo asegurar que todo salga bien.
El silencio es interrumpido por la abrupta entrada de un hombre enmascarado, lo reconoce al instante. El doctor Muerte cierra la boca, si antes quería seguir interrogando, ahora solo quería irse. Nadando se acerca, sin embargo, esa mirada cálida que había construido no está, en cambio solo hay gélidos irises que lo analizan de pies a cabeza. Sus sienes duelen ante ese rechazo indirecto. Claudio, como Nadando lo llama, le da una recapitulación totalmente errada sobre su estado, no objeta, porque un neumotórax suena más sencillo de explicar que flores creciendo en su interior.
Finalmente, abandona la habitación.
━Estuviste dos días con ese tubo respirando por ti ━añade. Su piel se eriza, dos días... Conway ━. Decidí traerte a un lugar seguro en cuánto te vi ━Traga saliva, es áspero. No es momento de verse vulnerable, no puede echarlo a perder. Ni siquiera quiere hacer preguntas al respecto porque sabe cómo funciona esto. Los médicos no son tan estúpidos como para delatar a un criminal herido teniendo vigilantes apuntándole con un rifle━. Qué suerte que estaba pasando por tu casa, ¿no crees?
Asiente. Todo este juego lo desespera, su cabeza comienza a arder aún más. Si le va a disparar que lo haga de una vez, no soporta sentirse acorralado y en desventaja.
━Quiero que seas sincero ━Sus oídos se agudizan al punto en que escucha las gotas de suero bajar y viajar hasta sus venas, se muerde la lengua, observa la pistola enfundada en el cinturón de Nadando. Solo es cuestión de segundos para que explote la bomba de la verdad y él tenga que actuar, si no es su vida, tendrá que ser la de él━. Encontré esto la última vez que visitaste la sede ━Le enseña un micrófono, ay , quiere reírse de lo imbécil que es━. Lo revisé, tiene mala música ━Nadando bufa, divertido━, aunque se me hizo raro que también hubiera conversaciones.
Debo escapar.
No vale la pena arriesgarse por algo que ya está fuera de su control. No sabe en dónde está, ni cuántas armas están detrás de las puertas a punto de fusilarlo, no sabe qué tanto podrá correr o qué tanto aguantará antes de caer.
Debo matarlo.
━Decidí seguirte, necesitaba asegurarme de que no estabas del lado enemigo. Te vi con el superintendente de la ciudad ━Toma fuerza cómo puede, Nadando está distraído y su arma está cada vez más cerca de su mano. El rostro del líder frunce el ceño, pensativo━, ¿estuviste espiando a la policía?
Debo sobrevivir.
Su boca se seca.
━La mayoría de las conversaciones son un poco iugh ━Carcajea━, pero lograste capturar información sólida ━Nadando se retira la máscara, está sonrojado debido al calor, reproduce el audio en su teléfono.
━Volkov está en el norte, tenemos sospechas de que ahí se esconden... Greco, Gonetti y Torrente investigan los locales centrales, habrá información más tarde... Fred y... ¡Oye, deja de jugar y sal de aquí!
━¿Cómo lograste infiltrarte entre sus comisarios?
━Cuando llegué a la ciudad lo conocí, no sabía que era policía hasta que semanas después lo vi patrullando. Fui persuasivo y solo dejé que me contara cosas ━miente━, le coloqué un micrófono en su oficina cuando no se dio cuenta.
Nadando eleva la comisura de sus labios, alegre, total y alocadamente alegre: ━Eres una joya, ahora sabemos qué tanto están de atraparnos ━Le toma del hombro, después acaricia su cabello, Gustabo siente que debe volver a utilizar el tubo porque el aire deja de pasar por su nariz━. Sin embargo, no hagas misiones sin consultarnos primero, por un momento creí que eras un desertor.
━Nunca ━Luce tan determinado que se aplaude por ser un mentiroso.
━No le comenté a los demás para estar seguro, tampoco necesito inconvenientes justo cuando estamos a punto de terminar con Conway y sus lacayos ━Nadando le deja en claro con una sola mirada que esa penosa situación debía quedarse entre ellos dos, y que esa información extra se quedaría como intuiciones del líder.
Él más que nadie sabe que Nadando es un hombre de palabra que no teme presionar el gatillo con tal de defenderse, que no se anda con juegos donde pueda salir perdiendo. Por eso es que sabe reconocer la poca parcialidad que muestra cuando le habla. Es el cariño aquel que le ha salvado. De no ser porque fijó un vínculo con anterioridad habría acabado atado con tal de exprimir toda la información posible. Nadando le sonríe y él corresponde, lamenta aprovecharse de eso, pero el instinto de resistencia le pudo más que la debilidad.
━Ahora solo necesito que vuelvas a usar tus labios y descubras dónde está la sede oficial del CNI ━Nadando no es tonto tampoco, el cariño reboza en sus dedos, pero también la lógica. Quiere probar sus palabras. Una vez más está en su mira━. No vamos a dejar ni sus cenizas.
━Solo dame un par de días y lo conseguiré para ti.
A punto de cruzar la puerta, le echa un vistazo: ━Ah, Gustabo , no vuelvas a grabar los planes, si olvidas algo, dímelo, yo me encargaré de hacerte recordar.
La máscara social se cae en cuánto se queda solo. Inhala y exhala obligándose a guardar la calma, no hay pasos detrás de la puerta, ni voces, ni nada que pueda hacerlo entrar en una decadencia mental inexplorable. Cada respiración se siente como una aguja perforándolo. Le gusta la idea de que puede aguantar todo lo que se le venga encima, sin embargo, sólo puede percibir el sofoco de la incertidumbre hostigarlo hasta provocar un par de lágrimas desbordándose. Se arranca la intravenosa con coraje, no puede contener todo ese suplicio. Se dice a sí mismo que respire, que deje de llorar, pero cada intento se queda en el olvido cuando la angustia lo domina, llora sin consuelo, como un niño pequeño.
Su cabeza da vueltas, su pecho se hunde, el nudo en la garganta lo deja sin habla. Hay algo que continúa patente en su mente: Conway. La cólera sube a su boca en forma de bilis, se levanta a vomitar en un cesto. Primero debe encargarse de bajar la sospecha del criminal a quien persigue, después se encargaría de lanzarse contra Jack hasta que le queden hematomas por todo el cuerpo.
Supéralo o muere.
Supéralo o muere.
El piso se mueve, sus ojos se salen de las cuencas. ¿En qué me he convertido? Vomita pétalos y llora por la más mínima situación. Esto no es él. No lo soy. No estoy enfermo, no estoy enamorado, no me estoy muriendo por una corazonada .
Dignamente comenzó a borrar el rastro de lágrimas. En el instante donde bajó las escaleras localizó tres cosas: uno, Xiaomi y Diablo están discutiendo entre gritos, dos, hay tierra manchando sus rostros y tres, el médico está desmayado en el suelo. Si ellos no lo saben, no hay porqué sentirse intimidado. Una peculiaridad del lugar donde están es el calor que penetra su dermis, no están cerca de Los Santos, además, huele a una naturaleza extremadamente cautivadora.
━¡Lo necesitamos vivo!
━No está muerto, un golpecito no lo iba a matar.
Xiaomi lanza las gafas al suelo, enfurecido, su lengua se traba antes de siquiera hablar: ━ ¿Y qué harás cuando Wilson tenga una convulsión otra vez? ¿Sabes qué hacer? ━Diablo bufa, su presencia se hace invisible mientras pelean, no observa a más personas cerca, o al menos no en esa habitación, no hay señal de Nadando y eso, de alguna forma, lo tranquiliza━. O cuando vomité sangre, dime, ¿qué harás?!
━Secuestraré a otro doctor si hace falta, le daré un tranquilizante o una de esas mierdas que Claudio le dio, pero déjame de !
Aclara su garganta. Le asusta escuchar la palabra "convulsión" y "sangre" en la misma oración: ━¿Dónde estamos?
El asiático se tensa, lo analiza por dos largos segundos antes de pasar su mano por la raíz del cabello.
━ Estás despierto ━Suena conmocionado, recupera la compostura una vez Gustabo se acerca━.Vinewood, vinimos a recoger un par de paquetes ━Tiene muchas ganas de preguntar sobre el hematoma en su pómulo izquierdo, pero el agarre de Diablo lo impide, lo abraza y huele humo en su ropa.
━Pensamos que morirías cuando Armando dijo que estabas en un estado crítico, te trajimos acá por seguridad ━Xiaomi poco después asiente, toma el cuerpo inerte del médico y lo recuesta sobre el sofá impecable que le apena manchar━. Nos dijo que Conway está detrás de ti.
Conway.
Conway. .
━Al no le bastó con aniquilar a Horacio .
Niega: ━Da igual, sé cuidarme.
Solo han transcurrido dos días y, técnicamente, Nadando lo ha secuestrado. Lo único que puede agradecer es que no le han arrancado los dedos. Xiaomi está hablándole en la cocina de la nueva residencia, le extiende el mismo plato de comida rápida del que comió excusándose con que, al no visitar seguido Vinewood, no tenían cristalería como en la sede oficial. Al lado de él se escucha un golpe seco en la ventana, ambos saltan en su lugar. El pelirrojo lo esconde detrás de él y empuña su arma, no hay nadie visible en la ventana que los divide del jardín, no obstante, no se relaja hasta que no ha investigado por completo la hierba alta y los arbustos sin forma.
"Un pájaro" añade volviendo a entrar.
Es una pena.
Una maldita pena.
Plumas blancas que terminan en azul y una corona oscura en su cabeza, es silenciosa, sin familia, sin alimento, sin una muerte decente, abandonada.
"Tu corazón aún late, Horacio, cuando salgamos de aquí iremos a Italia".
Se le escapa una risa nasal, inclusive si su mente colapsó, las personas no aguantan hasta el final. La tristeza, la angustia, el temor no son sentimientos que uno añore conservar en su interior. Ya no se trata solo de Conway, sino de todas y cada una de las personas que obligó a mantenerse a su lado, se trata de la miseria que imparte en cuanto toca algo. Una vez uno de los dos bandos pierda él será el mismo peón que debió morir en lugar de Horacio, será un alienado que no sabe elegir el camino de la paz, que no es capaz de abandonar la guerra porque siempre es arrastrado por ella.
━ Yun , ¿puedo pedirte un favor?
Él no es frágil, su cara torácica almacena deliciosas toxinas de datura, no podía ser frágil así. Los poros de sus manos comienzan a sudar y sus pómulos delatan la ansiedad por abusar de la caridad del pelirrojo.
━ Claro ━De todas las personas que están en esa residencia, espera que Yun sea lo suficientemente inteligente para huir antes de percatarse de su desconecte mental━. ¿Te duele algo? ━Espera que aprenda a dominar el español y se olvide de Los Santos. Espera que cumpla sus objetivos y no lo vuelva a ver, espera que tenga una muerte tranquila.
━¿Puedes conseguirme de las pastillas que mencionó Emilio?
"El número que usted marcó se encuentra fuera de servicio. Intente llamar más tarde".
Conway y Gustabo están destinados a matarse entre ellos.
Chapter 6: Prometo que limpiaré mi desastre
Notes:
! yo hago de todo menos estudiar ¡
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Yun habla, se mueve de forma que apenas puede procesar. Está explicando el plan a detalle, pero Gustabo ama el movimiento que hace la cadena al rebotar sobre su pecho, es de plata y tiene un dije de trébol, brilla contra el sol. Al parecer al asiático no le agrada la intensidad de sus ojos debido a que va perdiendo el entusiasmo en su monólogo, se queda pasmado hasta que hacen contacto visual, Nadando le interrumpe para proseguir, dice algo de cargar el armamento y preparar los pasaportes de emergencia.
El Nolotil hizo efecto desde hace una hora, sin embargo, debido a la magnitud del dolor decidió aumentar la dosis recomendada, solo así pudo seguirle el ritmo a los demás. Parpadea dos veces, traga saliva una, quiere irse a dormir. El calor de Vinewood no lo deja pensar, ni siquiera se atreve a preguntar por cuántos días más van a quedarse, cuenta los minutos y recarga su cabeza en el sofá, tiene lagunas, se pierde en memorias difusas. ¿Qué estaría haciendo Horacio? Bufa, divertido. Ah, qué calor tan asqueroso, puedo sentir mi pecho transpirar, jaja, que divertido. "Transpirar".
━Tenemos algo pendiente, Wilson ━Nadando se acerca sin la máscara, le sonríe y es bien correspondido━. Tú serás verdugo hoy ━Se ha perdido en la conversación, la mejor reacción que obtiene es un asentamiento de cabeza.
¿Dónde dejé mi teléfono? piensa demasiado ensimismado. Armando le dice a los demás que vayan "al punto", luego lo guía hasta una de las camionetas. Huele a tierra mojada, se lo hace saber tan pronto están por subirse al vehículo, él lo atrae en un fuerte abrazo, "confío en ti" murmura con pesadumbre. Deja de sentir el efecto de la medicina, su garganta se cierra y sus ojos arden, ¿quién diría que un arrastrado llegaría a sentirse desdichado por un criminal? Conducen por veinte minutos, todo es irreconocible, las palmeras, el clima, las calles, está fuera de lugar. Es obligado a colocarse una máscara antes de llegar al destino, Nadando dice que ha preparado algo que desatará el caos, que no se cansará hasta ganar todo.
Tiene el hábito de quedarse mirando fijo al pelinegro cuando comienza a relatar algo, ahora más que nunca, hay un destello en sus ojos, sus manos aprietan el volante, dice algo que lo devuelve a la realidad en la que está metido, sus brazos se erizan.
━El superintendente tiene cosas que no puede ver, que no sabe apreciar ━Se toma unos segundos antes de seguir sin saber cómo hacerlo con un Gustabo dopado, lo voltea a ver y ríe socarrón". Voy a quitarle todo aquello que quiere proteger, así como él hizo conmigo ━Su pie presiona el pedal de velocidad, su ritmo se aloca, instintivamente se afianza a la puerta y el asiento━. ¿Soy el malo por regresarle el golpe de la misma manera? ━Frena cuando las piedras comienzan a sacudir la camioneta━. Respóndeme, si él hubiera matado a Horacio frente a ti, ¿no harías lo mismo con él?
Teme por su seguridad en el momento en que los ojos de Nadando se vuelven copas a punto de reventarse: ━Sí, lo haría ━Entonces, le da una respuesta coherente.
━No quiero que me culpes después.
Sus huesos crujen, se desbaratan en su cuerpo. Tiene la misma mirada demente que Conway. Ahoga un jadeo al darse cuenta qué ya vivió eso, pero esta vez no sabe sostener al hombre que desborda cólera.
Tal vez debió tirarse del auto en movimiento. Por un instante quiso regresar, Nadando le toma de la nuca y lo incita a seguir hasta llegar al final de la montaña, sabe reconocer la saña bajo su tacto, sus palabras le cosquillean los oídos. Al llegar a la cima divisa al menor de todos ellos detrás de dos hombres amordazados, les apunta con un rifle ━¿De verdad Culebra querrá hacer esto?━. En sus camisas está la palabra "topo" escrita con la sangre goteante de sus bocas, ahora hace sentido la tierra en Yun y Emilio, y la sangre, y quiere vomitar ━¿O no tiene más opción que eso?━. No estaba preparado para que Gringo, un hombre de rastas y poco habla, le retirara las bolsas de la cabeza, descubriendo por completo sus agonizantes rostros. Uno de ellos apenas y puede mantenerse en cuclillas, y el otro frunce el ceño, rendido, preparado para un final sin escapatoria.
━Wilson, ellos son dos oficiales de policía que rondaban el local del servicio automotriz, se la pasaron días vigilando a nuestros empleados desde dentro ━Los hombros comienzan a pesarle━. ¿Les gustó arreglar la de otros? "Abofetea la cara de uno de ellos". ¿Les gustó convivir con los de abajo?
Reconoce a los dos, los ha visto, ha hablado con ellos, ha comido a su lado. No es fan de relacionarse, pero presta atención a quién entra y sale de la comisaría, Conway le dijo que estaban trabajando en otro lugar, dijo que habían sido ascendidos y sus nombres estaban en uno de esos papeles que tanto escondía de su mirada. Dijo que estarían bien.
━Tienen que respetar límites, ¿no es por eso que le pagamos a la de su jefa? Para que se metan en sus asuntos ━Nadando patea al otro, lo hace dos veces más hasta que le provoca un escupitajo rojo━. ¿O qué, planeaba quedarse con mi dinero y jodernos? "Pierde el control, es muy susceptible a la traición. Se carcajea, demasiado genuino para percibir arrepentimiento━. Wilson ━Le hace un ademán para que se acerque, obedece al instante. Tiene muchas preguntas y poco tiempo, pocas palabras, poca energía... No tolero siquiera verlos, así que, por favor ━Le apunta con el arma. Sus cejas se relajan, Gustabo se traga ese amargo sentimiento antes de fingir coraje y arrebatarle la pistola━. Hazles saber que nosotros no jugamos.
Alza la pistola para enfocar a uno de ellos. Gonetti. Inhibe su temblor, no puede estar pasando por esta situación por segunda ocasión. La mirada de todos recae sobre él. No puede flaquear ahora.
━Alto ━Nadando suelta un suspiro agotado, divertido, como si fuera una situación cómica━. Quítate la máscara.
"No te arrepentirás", le había respondido a Nadando.
Obedece. Uno de los oficiales, Torrente, lo observa con incredulidad. No puede aceptar que el extranjero al cual entrenó está empuñando un arma contra su sien. Gustabo frunce el ceño, se obliga a mantener la calma después de una serie de pensamientos invasivos, deja que la mentira continúe.
"Quiero que los veas a los ojos y les digas todo lo que te hicieron pasar.
Su boca se seca, sus ojos van de los policías a Nadando y viceversa. Quiere huir. El sol crea un destello en su mirada. Este soy yo. Es lo que debe ser: ━Ustedes son un montón de mentiras, no protegen a los civiles, les hacen temer ━Todo el barboteo lo discierne de sus principios, de todo lo que prometió una vez se convirtió en inspector, de los ideales que Horacio fue imponiendo en sus decisiones━. Son un desastre, no pudieron contra nosotros estando de nuestro lado, solo juegan y se lucran del dinero de otros.
"Los criminales tarde o temprano son víctimas de sus propias ambiciones.
"La policía también "Su mente va más rápido de lo que puede permitir, recuerdos, palabras, aromas, canciones, no las quiere más. No quiere seguir siendo él, ni estar rodeado de ellos, ni volver a su casa... Son una que solo sirve de abono.
En un último intento, Torrente inhala profundo: ━¿Por qué haces esto? ¿Qué ganas? Tú y tu amigo... estaba orgulloso...
━Cállate, maldita paria.
Apesta a pólvora. El cuerpo de Torrente cae frente a él, la sangre brota y brota de su frente. Ahora no hay vuelta atrás, maldice todo lo que se mueve, es desgastante, terrorífico, tan traumático que no puede despegar la mirada del suelo. El otro hombre jadea, desesperado, ruega porque no quiere morir, sus alaridos llenos de suplicio lo carcomen, no es capaz de verlo, no es capaz de moverse, Nadando luce satisfecho. Así que termina con la vida del otro oficial, brama algo, los demás se mueven con eficacia y los cuerpos desaparecen. Él no quería hacerle daño, de verdad no quería, pero él... Horacio... no debió mencionarlo. No quería presionar el gatillo, sus pies se congelan en la tierra, lo tragan hasta que Diablo coloca una mano en su hombro, le da aliento.
La realidad es triste, las personas entran a su vida y parece desecharlos como si nada importara, pero no es así. El ser humano tiene la habilidad de olvidar rápido, le asusta. Vuelve a colocarse la máscara, lo único que le queda es aceptar el tipo de persona que es, apropiarse de ese sufrimiento, volver su personalidad esa alteración minúscula de emociones. Recarga el arma antes de subir a la camioneta, aguarda un minuto antes de borrar cada rastro de pertenencia invisible que le hiciera difícil desapegarse de los sujetos que lo rodean.
Su hogar no era más un refugio. Eran paredes y un techo.
Conway es solo su jefe.
Armando solo es un criminal al que debe detener.
Horacio debía quedarse ahí, intacto en su memoria.
Le sorprende el cambio radical de temperatura, nada más llegar a Los Santos. Huele a azahares. Las palabras se filtran entre sus lóbulos craneales, como si no procesaran la serie de estímulos. Las luces de su hogar están apagadas y Nadando, sin la máscara distintiva, le hace entrega de su teléfono, le advierte, lo mira con un afán de intimidar, asiente, seguro de lo mucho que lo detesta. Después de encerrarse en la casa se deja caer en el sofá, su cuerpo entero sigue en el calor de Vinewood, pero su mente está gélida. Enciende el televisor en el canal de National Geographic, no hará nada, no tiene la energía para moverse aún si su estómago gruñe.
El reloj sigue su curso.
No reconoce quién se refleja en el televisor cuando la pantalla se oscurece, ese cuerpo no es más que un saco de órganos que debe cubrir, con millones de conexiones sinápticas que mueren cada día. Tal vez si fuera diferente, si hubiera tenido una infancia distinta, si hubiera sido amado, ahora no tendría que sentirse incómodo en su propia piel. Las costillas se aprisionan violentamente contra sus pulmones, se entierran y lo hacen sangrar, es incapaz de moverse cuando el rojo brota de su nariz, lo saborea, es metálico.
El sofá lo traga.
El timbre suena antes de ahogarse en su sangre.
Pero nadie abre la puerta.
━Conway ━Viktor da un golpe a la mesa, lo despierta sin amabilidad━. ¿Por qué no nos hemos movido? La señorita Evans está mandando tantos emails que el maldito sonido de la notificación suena en mis sueños.
"Estoy "Tarda unos segundos en acostumbrarse a la luz, bosteza", esperando al inspector Fred.
"Lleva una semana y media en lo mismo ━Volkov suspira, totalmente agotado de hacer trabajo doble por falta de oficiales". ¿Por qué no va a verlo a su casa? Seguramente está refugiándose de su presencia.
━No cruces la línea.
━Lo siento ━Lo dice sin una gota de sinceridad, ríe muy bajo al ver al superintendente pálido y exhausto━. ¿Te está matando la angustia de no verlo?
━Me está matando el dolor de cabeza ━Parece parpadear un par de veces más. Estos últimos días no puede diferenciar sus memorias de los sueños.
Tal vez Volkov es una ilusión hoy también.
Volkov suspira, lo ve con desdén. No han vuelto a mencionar el tema por el que se han distanciado y eso parece molestar al soviético, más que nada porque Conway no lo busca a él. El pelinegro se levanta de la mesa, absorto de cualquier sonido que el más alto emita, se queda sin pensamientos coherentes que puedan bajarle los pies a la tierra. Viktor le toma del brazo, impide que siga su camino. Le acusa de inmaduro, sigue haciendo preguntas como “¿Te parece correcto crear más problemas y no hacer nada?” o “¿Por qué siempre te comportas así conmigo?” y “¿Por qué no me miras a mí?”. Solo parece callarse cuando refriega sus ojos, incapaz de encender su máquina de raciocinio que le permita reconocer a lo que Volkov se refiere.
Niega, tampoco soy apto para entender qué hago o porqué lo hago. Su garganta se siente seca, Volkov le toma de los hombros, le pide que reaccione, que hablará con Michelle, y que cuando regrese lo quiere espabilado. Se va azotando la puerta. Daría todo por reaccionar, por volver a la realidad, pero sigo atascado en el pasado, me sigo aferrando a lo que conozco. Sigo viendo a quienes odio. Las paredes de su oficina son pequeñas, se sienten más apretadas, a punto de aplastarlo si no sale de ahí rápido. Es consciente de la ola de calor que golpea frenéticamente su dermis, la corbata se enrolla de forma que el aire deja de pasarle por la faringe. Su vista se nubla y el suelo es tan suave que no siente dolor en las rodillas cuando tropieza.
“Prometió que lo cuidaría”.
“No lo deje solo, sabe cómo es”.
“No sabe pedir ayuda cuando lo necesita”.
Una fina capa de sudor empapa su frente. Ha corrido desde su oficina hasta el estacionamiento chocando con múltiples hombros. Las luces se sienten muy brillantes, poco a poco acorta la distancia que se ha prolongado desde que Gustabo desapareció. Estaciona el auto sobre la rampa de bienvenida, rompe una maceta y la tierra se esparce.
El hogar del rubio está sumergido en la oscuridad. Toca el timbre, nadie responde.
No pierde los estribos, así que vuelve al día siguiente, y el posterior a ese, y continúa yendo hasta que Michelle lo intercepta en una de sus huidas. No hay una respuesta válida que pueda darle y ella lo sabe, así que, totalmente enfurecida, lo retira del mando a cargo de la investigación, en su lugar, coloca a Volkov. “No necesito más problemas” gritó. La frustración hace que su cabeza colapse, no ha podido dormir y no desea que sea por Gustabo.
Pero lo es.
Antes podía estar solo, la idea de alguien perturbando sus días le daba jaqueca. Ahora no entiende cómo sobrevivía a la soledad.
Esperanzado, vuelve a tocar el timbre. Esta vez se impacientó más de lo debido.
La puerta sí se abre. Su pecho se vuelve una caja de emociones que obliga a permanecer bajo control. Por un momento pensó que lo encontraría muerto y era su negación la que le impedía forzar la puerta, porque imaginarse la escena que Horacio le contaba entre suspiros le daba pánico.
━¿Sucede algo? ━Su voz está más ronca, lo baña de indiferencia, como si no hubiera desaparecido por días. Luce tan determinado como el día que lo conoció.
━¿Dónde estabas?
━Ocupado.
Silencio. Gustabo usa un suéter, aunque sigue temblando, se siente herido cuando no hay pizca de afecto en sus palabras, sabe que se lo merece.
━¿Puedo pasar?
━No. Si quieres decirme algo, puedes hacerlo desde fuera.
El frío recorre su cuerpo. Está agradecido de verlo con vida, sin embargo, se lamenta no saber cómo hablarle. Dentro de cada sensación vívida que almacena se siente incoherente de pedirle que lo trate con la misma familiaridad de la que antes escapó. Es cómo un niño malcriado que no sabe qué hacer con tanto amor, y por ello, lo desperdicia. Sus ojos suplican por algo que le haga olvidar que está por cometer traición a sus propios principios si es que García se lo pide, ¿lo extraño? él jamás le pediría eso. Ni siquiera para protegerse.
━Quiero hablar contigo, estoy aquí para aclarar las cosas.
━Si te refieres a lo que sucedió esa noche, lo entiendo. No habrá más instigaciones de mi parte.
━No me refiero a eso ━Gustabo frunce el ceño, ver al hombre de pie hace que su cuerpo tiemble. Quiere echarlo, golpearlo, dispararle. Trata de cerrarle la puerta en la cara, Jack coloca su brazo en medio, magullando su piel en el proceso. El rubio se altera cuando oye al otro quejarse━. Déjame explicarte.
━Que sea rápido.
Mierda. Con qué facilidad cedo a él. Por eso van a matarme.
El ambiente dentro también es gélido. Hay muchas cosas en el suelo y objetos rotos: ━¿Dónde estuviste?
━Ocupado.
━¿Con ellos? ━La tensión es débil, triste, quiere preguntar hasta abrumarlo y descubrir de dónde viene el escozor que está nublando sus sentidos otra vez━. ¿Por qué desapareces sin avisar? Pude haberte dado por muerto ━Su naturalidad sale a la luz una vez Gustabo no hace nada para echarlo. Emite un quejido━. ¿Qué pasa en esa cabecita tuya? Atrasé mucho la investigación para asegurarme que no estabas en mal estado ━Gustabo rueda los ojos, es notorio para el mayor━. Te dije que no debías arruinarlo, llevamos mucho tiempo trabajando en esto.
━¿Por qué me regaña? ━exclama sin miedo━. ¡Haya hecho lo que hice, son temas que no le importan! No estaba con ellos, estaba… meditando ━Bufa, cruza sus brazos━. Diga lo que tenga que decir antes de que me arrepienta.
━Ese día no volví contigo, no porque me haya disgustado o haya querido lastimarte ━Gustabo frunce el ceño━, sino porque pensé que estarías en peligro si me veían llegar a tu casa ━Es suficiente para que Gustabo suelte un chasquido y se voltee, dispuesto a abrirle la puerta y echarlo━. Espera ━Lo toma del brazo━, es verdad. Ese día, en la mañana, salí a comprar comida y cuando iba de regreso había un auto siguiéndome. Me asusté al pensar que podrían llegar a ti.
No sabe qué responder por unos segundos. Inhala: ━Pudiste llamarme.
━Lo sé.
Observa a Conway acercarse de soslayo, es brusco y teme que sea para agredirlo. Reacciona dándole un golpe en el estómago, se queda quieto, recuperando el aliento. Se dice a sí mismo que, aunque su corazón llore, desahuciado, no se dejará pisotear. Y que eso era lo mínimo que el mayor se merecía. Luego Jack se lanza hacia él, no lo tira al suelo, no lo domina. Lo sostiene tan fuerte que sus rodillas tiemblan. Lo abraza y acaricia su nuca, se deshace bajo la caricia.
Su corazón llora más fuerte.
━Estaba preocupado por ti.
La bruma sigue a flor de piel. Quisiera decirle a Conway que debe renunciar a su puesto, que debe alejarse antes de envolverlo en su desastre. Quiere decir que está por traicionarlo. Pero se queda en silencio, apañando la sensación de acidez y sal ahogar su boca. Esconde la nariz en aquel surco de su cuello, se hunde en el aroma y deja que la sangre de su nariz manche la camisa.
No es amor, es guerra. Somos guerra.
Enamorarse de Jack es permanecer en un limbo, doloso y pasivo ante los sentidos, destructor ante su percepción.
━Pensé que no ibas a regresar.
━¿Por qué te importa tanto? ━Gustabo se aleja un poco, Conway limpia sus labios de la sangre que brotó, no hace preguntas porque el rubio luce desorientado━. ¿No querías que me alejara?
━No.
Quiere hacer un berrinche hasta que no le quede más por lo que quejarse.
━Yo no te entiendo, un día me tratas bien y al siguiente eres distante ━Se mantiene firme, aunque las ramas dentro de sí lo dejen acalambrado━. Estoy tratando de alejarme y vuelves convenciéndome de que no lo haga, ¿por qué? ¿Te divierte verme como un perrito faldero?
━No, no ━Se afianza al agarre de Gustabo. De nuevo ese aroma floral que quema su sistema respiratorio. Ahora no sabe si es real, si Gustabo estaba ahí o estaba teniendo una ilusión por la mezcla de bajas defensas y cansancio━. Lamento haberte tratado así, no quise… no quise hacerte daño.
━Sí lo quisiste ━Todo se detiene cuando Gustabo se aparta━. Es tu turno de rogarme ━Jamás ha prestado atención a la forma tan rápida en la que los ojos se le enrojecen antes de seguir hablando, totalmente herido de su silencio━. Di que lo lamentas, que te arrepientes de ser un imbécil conmigo. Dime que no lo merecía.
Todo el tiempo se queda ensimismado, sus párpados se sienten pesados, la vista se le nubla.
━Lamento alejarte cuando solo quería mantenerte cerca, lamento echarte la culpa cuando solo tratas de ayudar ━Gustabo debe de callarlo, debe de darle un puñetazo tan fuerte que lo deje en el piso, pero no puede. Solo piensa en cómo esas palabras rescatan la poca compasión que le sigue teniendo, ¿cómo no puedes odiarme?━. Lamento no saber amarte como quieres ━Descansa la mano en su hombro, luego limpia las lágrimas que salen por montones desde que Jack empezó a hablar, ¿por qué no puedo odiarte?
━Cállate.
━Lamento que hayas tenido que irte para escuchar algo de mi.
Enojado, se separa más de la cercanía que comienza a quemar.
Toda su vida se siente patética. El verse reflejado en los ojos de Conway le hacen saber que está condenado a mentir porque no sabe lidiar con la verdad, porque se enferma si no sabe qué hacer, porque muere cuando le duele. Se traga sus sentimientos. Ahora tiene otra misión.
━No te necesito más ━Su voz tiembla━. Estuve bien sin ti, así que puedes irte sin culpa. Tengo a mucha gente de mi lado, no te necesito.
━Lo sé.
━Vete.
━No te dejaré solo.
━Jamás has tenido un problema con ello.
━Puedes decir lo que quieras, no me iré ━Jack toma la manga del menor, le da a entender que tendrá que echarlo a punta de pistola para que salga de su propiedad.
━¿Por qué nunca escuchas nada de lo que digo?
Quisiera poder mandarlo todo lejos. Quisiera que Conway no lo tome en brazos y lo haga fundirse de nuevo con su calor. Quisiera no afianzarse de su agarre. Quisiera no compartir la misma cama llena de lágrimas para poder dormir bien. Quisiera que Conway tuviera bloqueadas las ubicaciones del teléfono para que no pudiera verlas. Pero las tiene activadas.
No hay mucho que rescatar, de hecho, ni siquiera se detiene a leer. Pero hay llamadas perdidas y mensajes contradictorios de Evans atolondrando el chat. “Están muertos”, “te lo dije”, “iré a buscarte”, “voy a matarlo antes de que pueda hacernos algo”. Lo borra y se manda una serie de códigos que, somnoliento, no entiende, se encargará de descifrarlo después.
El sueño le gana. Conway respira en su espalda, las cosquillas lo calman.
Solo por un momento, déjame sentirme bien.
Durante la mañana continúa durmiendo cada vez que un rayo de luz se filtra por la ventana, incluso Conway sigue a su lado. Ha recibido una llamada del doctor Muerte, le dice que debería pasar más tarde al hospital, que no tiene buenas noticias. Una sensación desoladora se explaya por todo su sistema, lo carcome vivo, lo devora hasta borrar cualquier pensamiento, cualquier movimiento, lo deja inerte, irreconocible. Su nariz está irritada, y cada cierta hora debía de colocarse un pañuelo por las hemorragias espontáneas, al menos no sufre de vómitos durante la noche. No puede evitar ver el cuerpo de Jack y preguntarse si esas manchas rojas en su piel se debía a las toxinas de su aroma calando en su interior como un abrasador sol quemando sus pulmones.
No encuentra la voluntad para levantarse. Tampoco se mueve cuando Jack despierta, desorientado. Todo su ser se vuelve una anomalía que se debe erradicar, ¿qué debería hacer? No, de verdad. ¿Qué debo hacer para no sentirme así? Ve al superintendente y quiere lagrimear, esconde su rostro en la almohada. Dime qué debo hacer para que estemos bien, dime cómo actuar, qué decir, qué ser, dímelo y lo seré. Si retrocediera en el tiempo y se viera disfrutando de “un nuevo comienzo”, lloraría por la desgracia que es ahora.
Los laureles siguen penetrando sus órganos, la caja torácica impide que perforen su piel. De lo contrario, sería un florero de veneno. Demasiado grotesco para verse real. Comparando muchas de las cosas que han arruinado su psiquis, este momento se lleva el premio, es divertido, porque entre más piensa, más desearía arrancarse el cerebro y no pensar más.
No importa que su cuerpo sufra de una extraña enfermedad, ¿sabes qué más tengo ahí? Amor y melancolía, ellos se desharán de las raíces.
Le parece raro que Conway se quede en silencio sin desayunar, sin moverse de su lado, fatigado de solo ver la luz. Pronuncia un suave “estoy suspendido” mientras que enrolla sus piernas con las de Gustabo. Olisquea un aroma dulzón, es suyo, es de ellos.
Si Dios cree que es adecuado morir, quiere hacerlo ahora. En ese preciso momento.
Quiere que sea al lado de Jack, aún si este no merece las gotas de su afecto. Quiere morir a su lado y ser enterrado junto a la tumba de Horacio.
Quiero dejar de ser violento.
Conway no sale de su casa. Él va al hospital. Claudio le dice que no hay posibilidad de hacer una cirugía, más que nada porque su corazón se detendría una vez hicieran los cortes adecuados. Murmura que lo lamenta, pero a estas alturas parece ser que lo ha aceptado, siempre lo supo. Solo quiere algo para aliviar el dolor de garganta.
El nombre de “Nadando” aparece en la pantalla, interrumpe a Claudio y no hace mucho por disculparse. Nadando se escucha sereno, y Gustabo le explica la serie de códigos que tiene a la mano, agrega que no ha confirmado su interpretación. Es suficiente para mantener a Armando ocupado, cuelga, no hay vuelta atrás. Se la pasa preocupado el resto de la tarde, no logra comer o bañarse, se queda recostado en el sofá. Conway no lo deja en paz, su regazo sirve de almohada.
━Cuéntame una historia.
Jack hace un ruido con la garganta: ━¿Sobre qué?
━No lo sé.
━No sé contar historias.
━Sí sabes. Inventa algo.
━Déjame pensar ━¿Cómo me mirarás cuando notes que soy un desertor? Ah, no debería de importarme━. ¿Alguna vez has oído sobre “La mariposa blanca”?
«Un hombre, hace mucho tiempo, construyó su hogar cerca del cementerio… Nunca se casó, lo cual es sorprendente… Enfermó, y acudieron a cuidarlo. “Creo que mi vida se acerca a su fin” dijo… Una tarde, mientras su sobrino lo acompañaba, una mariposa blanca entró en la habitación, revoloteó alrededor del viejo y luego se fue, el chico decidió seguir su belleza… El anciano que murió cuando una mariposa voló lejos de su cuerpo, guiando su alma al cementerio, junto a la tumba de su amada, ahora estaba bien. El joven se queda en silencio, pensando, el hombre solitario se había encontrado con ella finalmente».
Es suficiente para reafirmar su misión.
Viktor Volkov lidera la misión. Tiene menos de veinticuatro horas para leer los archivos y recabar la mayor información posible para no dejar ningún cabo suelto. Conway no aparece, debe de hacerse cargo él, Michelle, a su lado, habla por teléfono. Si sus neuronas no estuvieran quemadas, habría cuestionado en ese momento a qué se refería la mujer con “transacción” y “código negro”. Lo poco que puede procesar son los nombres de pila en el informe de Fred, es incoherente cómo, a pesar de seguir sus pasos durante el año, no fueron capaces de atraparlos cuando los primeros cadetes murieron. Se disculpa mentalmente con los afectados por haber tardado, comiéndose la culpa. Sigue leyendo, Michelle inspira aire, agitada, palidece en cuanto cuelga.
“Debo irme” es lo único que sale de su boca.
No es estúpido. Un poco brusco sí. Pero sabe leer entre líneas.
Lo último que recuerda es la ubicación de terrenos donde han encontrado a varios desaparecidos. Despliega la sección de historial en la computadora, una página inusual había sido visitada con regularidad ━Es un chat━, son números de cuenta apuntados y respondidos con una suma de dinero que incrementó el mes pasado.
Tocan la puerta, Greco llega con una pila de papeles, masculla que quiere irse a casa a tomar una ducha y dormir porque no ha abandonado la comisaría desde hace dos días. Y que extraña a su perrita. Volkov sostiene su argumento con cansancio, está en las mismas.
━Estoy preocupado ━añade después de no encontrar de qué otra forma exteriorizar sus pensamientos━. Todo esto me da mala espina, ¿sabes? ━El de barba toma asiento delante suyo, pasa una mano por su cabello━. En estos meses jamás nos dieron información relevante y ahora, de la nada, estás a cargo, conmigo, ¿y el superintendente? ━Su desesperación por saber razones es palpable, tanto que bebe del vaso de Volkov sin permiso.
━El superintendente fue suspendido temporalmente debido a cuestiones personales. Es lo único que sé.
━Aún así, ¿no es raro que el CNI no meta las manos?
━Tal vez no son tan peligrosos como creímos ━Alza sus hombros, confundido━. El CNP se hace cargo de investigaciones pequeñas.
━Tienen cuatro sedes alrededor de Los Santos y quien sabe cuantos en el extranjero. Son asesinos, ¿y es algo pequeño?
━No te desquites conmigo, yo solo hago lo que me dicen.
━Como sea ━Greco suspira, hastío━, extrañé a Fred… Creo que está de incapacidad, lucía enfermo cuando recogió sus chaquetas del vestidor.
━¿Estuvo aquí?
Se mueve más rápido de lo que procesa. Las cejas se le juntan inconscientemente, colérico, por culpa de él y sus estúpidas emociones es que todo por lo que trabajó el superintendente se fue a la borda. Baja las escaleras y lo ve echando sus pertenencias en la cajuela.
━¿Por qué volviste?
Respira errático.
━Métete en tus asuntos.
Silencio.
Bufa, incrédulo: ━Sé que te sientes miserable, pero no tienes que arrastrar a otros ━habla sin pensar, sin detenerse a ver el colapso mental de alguien más━. Deja en paz a Conway. Si no eres capaz de entenderlo, entonces aléjate.
━Yo me alejé, es él quien no me deja ir.
Eso parece ser un golpe bajo. Disgustado, interfiere con el paso de Gustabo: ━¿No es suficiente con que haya muerto Horacio, también quieres que lo haga Jack?
Su pecho se acelera, iracundo del dolor que no es capaz de digerir. Todo el estima que alguna vez le tuvo se disolvió. Incluso el propio Volkov se sorprende al escucharse decir eso y antes de que pueda retractarse, García lo empuja fuera de su camino.
━Vete a la mierda.
━¿O me equivoco? ━Está enojado porque Gustabo tiene todo y nada, y aún así logra quedarse con lo que él no puede conservar.
━Muévete.
La voz de Volkov sigue taladrando cada centímetro de su oído. Surge una presión sobre su pecho que le impide regular su respiración. Le alza el dedo antes de encerrarse en el auto, Volkov, delante suyo se limpia el labio. Golpeó su boca lo más fuerte que pudo cuando escuchó sus razones, después tuvo que pedirle perdón por lo que estaba por hacer. La determinación deja de nublar sus sentidos. Conduce fuera de la ciudad con una cantidad excesiva de Nolotil recorriendo los torrentes sanguíneos. Se vio en la obligación de aumentar el sonido de la música porque el embotellamiento estaba matándolo.
“Si crees que Horacio murió por mi escucha un poco lo que dices. No creo que tu presencia casi ausente ayudara, tu rechazo también lo asesinó lentamente. Estoy seguro de que sabes a qué me refiero”. Volkov es un imbécil, ¿por qué te gustaba? Desconoce las memorias que le llegan, una tras otra, lo suspenden en el aire. Alguna vez pensó que morir no sería un problema para Horacio, así que lo intentó. Fue horrible verlo sofocado y llorando por detener su sangrado, así que no volvió a hacerlo. Horacio no había empeorado por su distanciamiento, ¿verdad? Fue Viktor quien lo humilló y le gritó.
Aunque, también fue Viktor quien sostuvo sus manos en el hospital cuando él estaba muy ocupado viendo la televisión y temblando de cobardía al no poder cruzar la entrada de su habitación.
Desesperado, realiza una llamada.
Claudio. Él puede darle respuestas.
Frena delante de un prado. Al otro lado está su destino, pero se encuentra muy consternado por la voz de todos y nadie dentro de su cabeza. El hanahaki no solo encapsula lo unilateral de índole romántica, abarca el amor genuino. Todo aquello que ama. La tensión en los hombros vuelve con más intensidad, sube la mirada para encontrarse con el reflejo de sus ojos ━mi culpa también━, se le llenan de lágrimas.
“Desgaste emocional” ¿Cómo funciona esa mierda? “Seguirás sintiendo rechazo, no por la principal causa, sino por sus derivados” ¿Te refieres a ellos? ¿A los que me esperan del otro lado del prado? Puedo desecharlos… puedo hacerlo. “El duelo, considero yo, puede ser uno de ellos”.
Duelo.
Voy a morir porque me duele amar.
Golpea el volante hasta que sus palmas arden. Todo es una mierda, él, Conway, Volkov, incluso, desde el fondo de su corazón, Horacio. La mezcolanza de aromas lo hace jadear, ahogarse y rechazar la llamada que se proyecta en su pantalla. No, tendrás que perdonarme por lo que voy a hacer. El hierro y la esencia floral puede olerse a kilómetros, su persona empapa el ambiente del auto a desgracia y aflicción.
Vuelven a llamar.
━¿Qué?
━¿Dónde estás? ━Del otro lado, Conway sostiene el teléfono con fuerza.
━Métete en tus asuntos.
━No hagas nada estúpido.
━Hablar contigo ya es estúpido.
Colgó.
Vuelven a llamar.
Voy a morir porque no se soltar.
A lo lejos está Nadando.
Baja del auto. Inhala y exhala, ignorando el pulso iracundo en sus venas. Si tiene suerte, le dispararán antes de que se dé cuenta de lo que está haciendo. Solo debe traer a su presente aquellas ideas que encerró bajo cautela, debe de creer que es divertido exponerse al peligro y dispararles a los policías. Con balas. Balas reales. Balas que matan. ¿Por qué siento tanto dolor de ningún lado?
Nadando huele a colonia. Quema su nariz.
━¿Dónde están?
━No lo sé ━Una bofetada recae sobre su pómulo. Se reincorpora. Tensa la mandíbula sin dejar de hacer contacto visual━. De verdad no lo sé.
━Escupe lo que sabes.
━El superintendente fue sustituido por el comisario Volkov, así que tienen un nuevo plan de ataque. Considero que es "disparar a matar" ━Conway de verdad va a desear no haberlo conocido━. La redada se llevará a cabo dentro de dos o tres días, pero inclusive si logramos vencer, tienen registros en el CNI que nos pone en mira internacional ━Se tarda un momento en proseguir, Nadando frunce el ceño, analizando lo que brota de su boca━. Tienen la identidad de Diablo, Xiaomi, Gringo, la tuya y otros más.
Él ríe: ━¿Cómo sabes todo eso?
Alza los hombros: ━Uno de los comisarios es tan ingenuo que me dejó hacerle preguntas... Solo dejé que se desahogara.
Vuelve a reírse, esta vez más fuerte: ━¿Quién es tan imbécil de darle información a un civil?
━El comisario Rodríguez.
━Será al primero que voy a matar.
Chapter 7: Simplemente no me rompas
Notes:
! tuve varios colapsos, pero terminé el capítulo al fin ¡
Chapter Text
Xiaomi bufa, molesto: ━ ¿Por qué tienen que joder justo en mi cumpleaños, ah? ━Se coloca un gorro de cono y le extiende uno a Gustabo━. Me siento ridículo fingiendo una fiesta. Patético ━Maldice en su idioma natal━. ¿Fingir demencia y permitir que nos ataquen mientras Nadando quema comisarías? Nuestro plan se fue a la mierda .
Vuelve a bufar. De su hombro cuelga un arma, complementando el traje de protección. No deja de revisar el teléfono desechable que Armando le dejó por si debían cambiar de plan o abandonar la zona de fuego.
━ ¿Y cómo sabe dónde están las oficinas de los “más grandes”? ¿En qué momento lo descubrió?
━No tengo ni puta idea.
━Prueba esto, ¿está rico? ━Culebra le mete un trozo de pastel a la boca. García niega al saborear la vainilla con excesivo glaseado━. Emilio es un pendejo , le puso mucha azúcar glass.
━Somos el cebo, ¿te das cuenta? ━Yun sigue quejándose.
━Yo seguí las instrucciones. Lee ahí, no me eches la culpa.
Gustabo consigue mantener la ansiedad de aproximar movimientos durante las siguientes horas. La boca se le seca y sus extremidades se adormecen. Hay muchas personas en la sede, todas portan sus armas y un aura que le impide hablar de más. Armando dejó en claro lo que sucedería. El cebo, como dijo Kalahari, sí eran ellos. Es simple. Se dejan atacar al mismo tiempo que Nadando entra a las instalaciones del CNI gracias a la identificación de Torrente, luego elimina los archivos y quema todo ━ Así dijo él ━. Cuando el teléfono que tiene Yun vibre es cuando deben escapar y explotar la base. ¿Lo malo? Gustabo no sabe más de eso. Kalahari es quien queda a cargo después de Grúas, y “él no tiene porqué saber más”. Le dan pocas opciones y mucha angustia que no sabe digerir sin un poco de Nolotil de por medio.
━¿Ganaremos? ━Gringo, o John, da igual , sostiene un vaso con refresco, intacto. Echa sus rastas detrás del gorro de festejo.
━Siempre lo hemos hecho ━interrumpe Emilio dándole un empujón que derrama la bebida━. Bueno, no vamos a ganar si tienes ese agarre.
John rueda los ojos.
━Hasta que la bala nos separe.
Gustabo observa a cada uno. La ausencia de Nadando en esta misión se siente extraña, y ellos lo saben: ━Hasta que la bala nos separe ━Le sigue Culebra. Y luego todos han incorporado la compostura a sus cuerpos.
Los hombres de Armando se mantienen vigilando el perímetro, si son buenos en lo que hacen, entonces, ellos no tendrían que salir heridos . Ve a los cuatro delante suyo y quiere decirles que huyan, que mejor inicien una vida desde cero en otro lado, que Italia suena tranquila, pero son demasiado leales como para abandonar lo que construyeron . Sus entrañas hormiguean cuando ve la hora.
Quiere retractar todo. Huir. Olvidar la información que sabe y ha revelado, borrar la conversación que le mandó a Nadando y quitarse la incomodidad brotando de su garganta.
“No hagas nada estúpido, iré contigo… Solo dime dónde estás para que pueda protegerte”.
No necesito protección.
“Dime que estamos en la misma página, por favor”.
Quiero vomitar .
“Morirás si te unes a ellos, lo sabes. Han matado, robado y quién sabe qué más”.
¿Contigo será diferente?
“Estaré de tu lado. Ellos no saben que tú eres de los buenos ”.
Su pecho no puede parar de tensarse ante cualquier ruido externo. Es horrible, pero es lo mejor . Los nervios lo paralizan y deja de escuchar la conversación de los cuatro, el vaso tiembla en su mano. No cree poder soportar todo ese peso una vez oiga el primer disparo. Emilio le echa una mirada “¿estás bien?” susurra. Se le nubla la vista y de inmediato asiente, sonriente. ¿Dónde estaría si hubiera decidido abandonar todo? Inhala y exhala, una ligera capa de sudor aparece en su cuello. ¿Habría terminado igual? ¿Dolería de la misma forma? No . Ya no puede hacerse preguntas de ese tipo, lo vuelven loco y la comezón se presenta ahora en su cara. Primero es la mejilla, rasca con cuidado; luego es el mentón, hace más presión con sus uñas; al final es el estómago, muerde su lengua. Quiere abrir su tórax para detener esa sensación que lo sofoca.
━Olvide comprar algo para el cumpleañero.
Yun carcajea: ━ Llévame a comer después de esto.
Después de esto… Después de esto no hay nada. No existen .
No hay forma en que la unidad militar atraviese el frondoso bosque sin ser vistos por los francotiradores. No hay forma de que pierdan.
La hay.
Se ve a sí mismo detrás de Emilio, es un fantasma que lo observa con repugnancia, no hace nada, su transparencia se difumina. Cambia. Desaparece y reaparece. Se convierte en Horacio. Un Horacio preocupado.
Frota sus ojos.
No hay nada detrás de Emilio.
Todo está en mi cabeza.
Concéntrate.
Solo concéntrate.
No los mires directamente a los ojos.
Que no vean tu alma.
Inspira aire. Cuenta cuatro segundos ━No importa qué suceda a partir de ahora, lo hecho, hecho está . El mundo no se va a detener en cuanto la bomba de tiempo explote, ni cuando ellos mueran, ni cuando él lo haga━, exhala en otros cuatro segundos. Le echa un par de miradas a los cuatro hombres a su lado, vacila un poco en seguir la conversación, ellos hablan sobre Vinewood y su gran anhelo por visitar el hogar de Yun , quieren descubrir su cultura cautivadora. Traga saliva, sabe metálica.
━Wilson, ¿no quieres ir al bunker?
━Estoy bien, es solo que… tengo una mala sensación.
Gringo bufa, divertido: ━¿Desde cuándo tienes malos augurios? Creí que no eras de esos.
Niega, demasiado insolado para responder con lucidez.
━Déjalo. Tú crees en Santa Claus y nadie te dice nada.
Carcajea antes de dejarse caer en una silla. Una parte de sí desea hacer las cosas correctamente , sin embargo, no quiere hacerles frente a las consecuencias de sus actos, no quiere pedir perdón estando arrepentido , con lágrimas y avergonzado de ser un descarado. Es fácil escapar. Pero esta vez no lo hace, no porque no lo haya considerado, sino porque ya no puede. Sus pies siguen atorados en el mismo fragmento de segundo, el tiempo se quiebra delante de sus ojos y esta vez no hay droga que lo excuse del deterioro mental. Su intento por mantener la calma se interrumpe por el sonido de una llamada entrante, las miradas van hacia él y apenado finge que es una llamada de spam.
━Te siento distraído ━Culebra rompe el silencio━. ¿Tiene que ver con lo que sucedió en la montaña? ━Lo pregunta en voz alta, la vida se escapa por los poros━, ¿te sentiste culpable?
Yun lo mira, esperando una respuesta, interesado. Por un momento no sabe qué decir, pierde la seguridad de sus mentiras . Cada tablón dentro de su monumental traición se va desmoronando al son de sus latidos, se escucha el crujido de las palabras perderse en lo más profundo de su memoria, lo empapa de un tormento incapaz de tragar. Y, en contra de todo lo que ha hecho para sobrevivir, sabe que está muerto. Verdaderamente muerto. Hueco. Patético. Abandonado. Como una lata .
━No, nunca te acostumbras a eso.
━Pero es nuestro trabajo.
━Pero es nuestro trabajo ━repite, como si decirlo en voz alta quitara el peso de sus actos.
De todos en ese círculo es Kalahari quien no despegaba los ojos del rubio. No identifica qué quiere preguntar cuando Emilio y Gringo se han ido por cartuchos de emergencia. Antes de que el asiático hable, él ya se encuentra en una de las terrazas tomando aire, la brisa lo golpea, sus uñas buscan desquitarse con la comezón, toda esa bruma de ansiedad lo sobrepasa. Huele el mar y la arena y sus piernas están tan débiles que se inclina por la barda para calmar los mareos que no le permiten pensar con coherencia.
Las olas no se habían escuchado tan impactantes desde hace años. Es salvaje. Peligroso. Le gustaba estar bajo el sol en época de verano, aunque le salieran más pecas en los hombros. Una vez fue con Horacio y Jack a la playa, no recuerda la razón, pero recuerda haberse sentido cálido, incluso pensó que no sería tan malo vivir ahí, que podía trabajar en una cafetería y estaría bien porque el aroma del café lo hace sentir hogareño. Estaría bien. Habría estado bien. Con cada memoria fugaz, algo se incrusta en su pecho, algo que lo hace sudar y temblar. Ama el océano porque sus ojos son del mismo color. O tal vez porque Horacio solía siempre estar ahí.
Solía .
Enciende el teléfono, el número que le escribe se muestra desconocido. Pero ya había visto esa terminación antes.
“Debiste pensar mejor a quien le regalabas lealtad”.
━ Wilson…
Se infarta.
Al menos así se siente. Ojalá se hubiera infartado. Se sostienen con los ojos, lo enganchan en un silencio espeso. Le parece enigmática la anatomía de Yun, a veces no puede diferenciar si le está sonriendo con la mirada o está por atravesarlo con su armonía. Baja la mirada hasta el collar de trébol que se asoma.
━ ¿Qué es lo que sabes que no quieres decirnos?
Sus tripas se remueven.
Pretender afinación por ellos es insulso. Gustabo se metió en su familia, la destruyó desde dentro y aun así espera que no lo mire con desconfianza, justo como ahora. Kalahari le toma del hombro, no es brusco, no es doloroso, es tan frío que su contacto quema. No deja de verle el pecho. Yun no parece soportar cuando Gustabo se le queda mirando fijo ━no lo dice, pero lo siente━, así que lo obliga a alzar la mirada, los dedos pasan por su mentón hasta su cuello, analizando la rojez repentina.
Presiente que Yun ya no confía en él.
Presiente que va a doler.
Presiente que está por desbordarse.
━¿De qué hablas?
━ No lo sé ━Se desprende de cualquier determinación, duda de seguir hablando, sus ojos se le afligen al ver el ceño fruncido de Gustabo━. ¿Por qué Armando te trajo en primer lugar cuando estabas en el hospital, o qué hacías cuando sucedió? ━Inspira aire, deja de tocarlo, no se aleja━. No soy estúpido, pero tampoco sé lo que te ocurre. Nadie me dice nada y odio que Nadando oculte las cosas.
━Fue un incidente, él me ayudó.
Los ojos de Yun se cierran, tratan de permanecer al tanto de la situación, aunque sea demasiado, aunque intuya que le miente : ━ ¿Por qué no dejas de abrazar tu teléfono? ━No es consciente de que es acorralado contra la barda que los divide del mar. No responde. El celular vuelve a sonar━. Quiero que me digas porque Armando, antes de irse, me dijo que no te dejara de vigilar ━De su pecho se evoca una acidez petrificante, todas sus extremidades se consumen en hormigueos, transpira y la vista se le nubla━. Muéstrame quién te está llamando.
━Perdón.
━ No hagas que me arrepienta de creer en ti ━Observa cómo la mano del asiatico desenfunda una pistola.
Su sangre volátil se le escapa de la garganta, lo ahorca.
Primer estruendo.
Es muy tarde.
Toman sus armas, gritan por la radio, se defienden del CNI.
¿Y él qué hace? Se deja guiar por el pelirrojo, es tumbado al suelo, protegido por su cuerpo, y le gritan para que se apure a defender la base. Todo ocurre demasiado lento, demasiado intenso. Sus manos tiemblan al sostener la metralleta, el gatillo es tan sensible que con solo rozar su dedo se dispara, entonces, en medio de ese apocalipsis la tos lo invade.
Jamás fue fuerte, solo tuvo que ser audaz y desleal para poder sobrevivir, para poder seguir regresando a un hogar dónde lo esperaba un joven de cresta, un alguien que seguía pensando que su trabajo como repartidor era real.
Siempre fue un mentiroso.
Y por eso debe pagar.
Paralelamente, Viktor Volkov habla por el intercomunicador, avisa cómo realizar los movimientos, no se deja intimidar por la cantidad de criminales defendiendo las paredes de una casa ganada con la sangre de otros. Los militares se acercan por los laterales, los obligan a un enfrentamiento con armas que explotan la cabeza de más de uno. Empuña su arma conforme avanza, le dieron instrucciones claras, así que consigue disparar un par de veces ganando ventaja.
Se esconde tras el tronco de un árbol cuando ataca a dos hombres, destruyen la madera sin darle chance de asomar la mirada. Se llena de coraje, de rabia, de una sensación que jamás lo abandonará otra vez. Y dispara una vez tiene oportunidad.
━¡Evo, agáchate!
El cuerpo de ese tal Evo cae inerte.
━¡Cabrón!
El hombre enojado se mueve con una agilidad casi desesperada, esquiva las balas como si anticipará los movimientos. Volkov, en cambio, no goza de la misma habilidad inmediata. Siente el golpe del mango de una metralleta contra la mandíbula, es derribado al suelo con una brutalidad incapaz de hacerlo reaccionar. Los golpes caen sobre él, uno, dos, tres, cada impacto lo sucumbe a un dolor punzante, lo denigra y eso alimenta su cólera interna. Oye que le llaman por el intercomunicador, Greco dice algo que no entiende, que solo lo molesta, la voz es acelerada, confusa, tal vez pide refuerzos, tal vez encontró algo. Demasiados pensamientos agolpan su cabeza, se ve presionado a actuar.
Tiene el borde de la navaja hundiéndose en su pantalón.
Cuando el hombre se abalanza contra su cara es donde la oportunidad de matarlo se hace más intensa. Está seguro de que le rompió la nariz, así que él le rompe la costilla con el cuchillo de emergencias. Lo clava sin vacile, con tanta fuerza que los golpes se detienen, siente el cuerpo del hombre temblar y su jadeo ahogado al darse cuenta de que algo explotó dentro suyo. Solo así puede quitárselo de encima. Lo empuja con disgusto, como si ser salpicado de la sangre de un criminal lo fuera a enfermar. La adrenalina lo recorre por completo, a flor de piel, lo consumen, toma el arma que tiene en mano, apunta con determinación la cabeza del hombre.
Pero no dispara.
Un dolor fulminante y agudo quema su pierna. El mundo vuelve a sentirse arenoso.
Cae a un lado. La sangre salpica sin escrúpulos.
━¡Diablo, escapa!
Reconoce esa voz.
Esa maldita voz .
Esperaba verlo con el enemigo y lo único que le molestaba era saber que, si él estaba ahí, seguramente Conway no tardaría en hacer presencia.
Olvida que está en una misión. Olvida que no odia a Gustabo, sino lo que significa ser reemplazado por segunda vez con él.
Primero un Horacio enfermo y luego un Conway abatido.
¿Qué hace Gustabo que Volkov no pueda hacer mejor?
García sigue temblando, las ganas de vomitar ensucian cada órgano apacible. No dispara por el miedo de asesinar a cualquiera. No se ve capaz. La simple idea de seguir sosteniendo un arma lo deja inseguro. No encuentra a Jack o a Kalahari por ningún lado. Puede lidiar con la decepción en los ojos del superintendente, pero la idea de que la viveza desaparezca de ellos lo destroza.
Lleva a Emilio detrás de un muro agrietado. Lo recuesta y los sonidos no cesan. Pregunta una infinidad de veces por instrucciones que nunca llegan. Hace presión sobre la herida, sus manos se llenan de líquido escarlata y Emilio respira ahogado, se queja cuando Gustabo no mide la fuerza con la que lo toca. “Huye antes de que te maten” logra articular. Sin embargo, el rubio solo se aguanta el nudo en la garganta. Aún podemos escapar , quiere decirle. Nada sale de su boca cuando Emilio empuja las manos del menor lejos de su cuerpo, parece aceptar su destino sin inconvenientes, dice que no se arrepiente de morir defendiendo a los suyos. Su autocontrol desaparece, comienza a rogar mientras el mexicano lucha por mantenerse despierto.
Hace una hora estaba riéndose por el sabor de un pastel demasiado dulce, ahora solo hiperventila.
Un nuevo estruendo se escucha demasiado cerca.
Vuelve a pedir perdón antes de tomar el arma y correr hasta el interior de los muros. Hay personas en el piso, desangrándose, sin vida. Sube las escaleras corriendo, si es capaz de encender el helicóptero podrían tener una oportunidad de escapar. Si tan solo consigue tiempo podría armar un camino que no se vea intervenido por las fuerzas aéreas del CNI.
En una de las habitaciones se encuentra Culebra, escondido detrás de una pared con el cuerpo de un militar entre sus brazos. Respira agitado, la máscara ha desaparecido de su cabeza, no para de repetir que no quería asesinarlo, pero que su cuello se quebró entre sus manos. Gustabo lo toma en brazos, el menor se exalta, alza su pistola y lo apunta. No dispara, reconocer un rostro le permite parar de temblar, deja que el rubio lo guíe hasta el interior de un armario.
━Quédate aquí.
━No… debo pelear ━Sangra. Su mente desaparece entre intervalos largos de segundo, vuelve a mirarlo angustiado━. No puedo dejarlos, son mi familia…
━Nos encargamos nosotros… Si Armando te regaña por esconderte yo te defenderé.
¿De qué lo vamos a defender, traidor?
Cuando está por irse una fuerte contusión lo tira al suelo. De su boca salen quejidos al no identificar quien lo ataca. Las palpitaciones aparecen al igual que chorros de sangre brotando de su nuca. Se aferra al arma que sigue en sus dedos. El militar avanza hasta el armario, Gustabo debe de reaccionar rápido antes de que su promesa se rompa, su cuerpo se interpone entre Juanjo y la boquilla del arma.
━Quítate, escoria.
━No tienes que hacer eso ━Su cabeza hierve━. Solo llévanos tras las rejas.
Niega: ━Disparar a matar.
Apenas escucha eso la sangre se le vuelve hielo. Quiere vomitar. Toma la boquilla del arma y la aleja de su cuerpo, forcejea con el otro hasta que se van a los golpes, es clara su desventaja, pero no se rinde. Debe mantener la postura, aunque sus instintos le pidan que corra lejos. Cuando el militar comienza a golpear su cabeza contra la pared se acuerda de todo, de los aromas que detesta, de la voz de Horacio, de la humedad en sus pies cuando va a la playa, se acuerda de cómo Conway se disculpó y de cómo se quedó con las ganas de golpearlo. El militar lo deja caer, le quita la máscara que lo cubre.
Inhala y exhala, conmocionado.
━¿Gustabo? ━Hay pánico en su voz.
El techo es muy borroso. Los sonidos son demasiado intensos.
━¿Qué haces aquí?
Reconoce eso.
Reconoce el tacto.
Reconoce esa estúpida amabilidad antinatural.
No dice nada. Solo sonríe ante la preocupación de Greco.
La milicia se acerca dejando a los criminales pocas probabilidades de salir con vida. Las municiones se acaban y los cargadores de emergencia se quedaron en las manos de un mexicano sin vida. Armando no llama o llega con una señal de esperanza. El aroma a pólvora penetra su nariz y le devuelve la conciencia que necesita para seguir peleando. Greco lo ha atado y no toca el armario, aunque sabe que debe hacerlo, lo ve pensar durante varios minutos antes de morderse el interior de la mejilla. Tiene preguntas, nada sale de su boca. La amabilidad se posterga un buen rato, sus cejas se fruncen y traga saliva, no está enojado, luce traicionado y decepcionado, Gustabo aparta la mirada, incapaz de darse cuenta que preferiría que se viera enfurecido, que le pegara hasta desquitar su enojo, porque no sabía manejar una mirada que solo podía sanar desapareciendo.
Hay humo saliendo de quién sabe dónde que ahoga sus ideas, puede ver el cielo azul desde esa habitación, lo ve pasar de azul a gris y luego a azul de nuevo. Su audacia no estaba más que matándolo lentamente.
━Avisare que hay civiles secuestrados.
Carcajea débilmente: ━Ambos sabemos que eso no es cierto.
━Conway me dijo que te encontraría aquí ━La comisura de sus labios baja, ninguna broma sale después de oír a Greco hablar por el intercomunicador━. Tienes muchas caras, Fred ━Lo suelta con veneno , lo dices con tanto odio que me duele.
━Así es la vida.
━Solo quédate aquí hasta que el superintendente llegue.
━Greco…
━No digas mi nombre ━Se ve herido. Y tarda en realizar que no le gustó traicionar a un hombre amable━. Ni siquiera sé cuál es el tuyo.
Y con esas últimas palabras, lo abandona.
Su corazón se despedaza. Las lágrimas consiguen empaparlo. No quiere seguir con eso. Sabía que las palabras podían herir, pero no se acostumbra a ser el punto de mira de aquellas merecidas palabras.
“Otro caído”.
No puede pensar y zafarse al mismo tiempo, los sonidos se dispersan sin darle oportunidad de moverse. Todo sucede rápido y lo único que alcanza a procesar es el pitido de la ensoñación anular sus sentidos. La cabeza le pesa y sus párpados pesan toneladas. Reproduce centenares de recuerdos que consiguen lastimarlo una y otra vez, se desmiente a sí mismo sin escrúpulos, esta vez no hay nada que pueda salvarlo del juicio moral que lo espera.
Emilio está muerto, Yun grita incoherencias desesperadas, Gringo lucha por detener la hemorragia de uno de los suyos, Conway busca el rostro de Gustabo entre los muertos. Morirán, el olor metálico los condena, habría deseado ser el primero en morir antes que ver a los tipos malos desangrarse. Llama el nombre de Juanjo un par de veces, su voz está afónica, apenas audible para el muchacho que se rasguñaba por ser cobarde, las palabras “desátame” salen con determinación.
Armando no es estúpido. No construyes un lugar ilegal sin escapatoria.
━No podemos quedarnos a morir ━El rostro de Juanjo se transforma en perdición, lamenta que alguien tan joven sea involucrado por pensar que es un camino fácil, por pensar que les debe a las personas que lo rescataron━. Huye por las alcantarillas, te alcanzaremos.
Jamás habría hecho algo por alguien.
Lo han llamado egoísta, pero jamás lo llamarán humano por reaccionar ante las circunstancias.
━Cuando salgamos de aquí te ayudaré a preparar otro pastel ━El menor sonríe, abatido, la esperanza de algo imposible le llena el rostro.
Pero, ¿cómo hornear con las manos manchadas de sangre? ¿Cómo prometer vida a alguien que debería matarte por traicionar a su familia?
Juanjo, como siempre, obedece. Se coloca el casco del militar que mató y se bendice antes de salir.
Ahora se encuentra solo, puede escuchar la voz entrecortada de Greco a través de uno de los radios estrellados. Incluso si Yun o Armando logran escapar, nada les impide volver a vengar a quienes les arrebataron, y es difícil pensar en matarlos cuando ya ha formado un vínculo con ellos. A pasos lentos baja las escaleras, toma una pistola del antebrazo de un hombre y le pide a Dios que no lo obligue a matar para sobrevivir.
Encuentra la habitación de control, empuja la puerta haciendo caer el cuerpo inerte de uno de sus hombres. Lo voltea, tiene un orificio en el cráneo, las náuseas lo hacen girar la cabeza. Huele a sangre. Y es inevitable que no purgue sus entrañas. Se aleja del cuerpo y vomita en una esquina, sus pulmones aprisionan su pecho, le invitan a dejar ir ese sentimiento de angustia que solo incrementa sin que pueda hacer algo al respecto. Hay pétalos de flor y sangre en su vómito.
Se recompone en cuanto escucha disparos y más pasos. En las pantallas se observan algunas cámaras de vigilancia aún disponibles, la milicia mata a unos más. Si ellos llegan a atrapar a las cabezas de la mafia se verán expuestos, no sabe qué tanto hay en esas computadoras o si debería deshacerse del disco duro, pero tampoco le toma tanto tiempo pensar en que llevárselo al CNI a cambio de sus vidas podría ser un buen trato, aunque la fidelidad a un acuerdo con criminales no se respeta con los maderos .
Necesita llegar a la cochera de la casa. Necesita cables, y combustible, y… Vuelve a sentir asco. El vómito brota sin aviso, violento, como si su estómago no solo quisiera vaciarse, sino arrancarse de raíz. Le quema las paredes, frunce el ceño al sentir la obstrucción de algo doloroso, algo que lo corta desde dentro. Escupe desesperado, en el piso hay bilis, pétalos y líquido rojo, también rizomas que le hacen un nudo en el esófago. Lo que lo paraliza es darse cuenta del estado de los pétalos. Marchitos. El color pierde intensidad, nada comparado con los pétalos del primer síntoma. Es cómo una burla, un spoiler de cómo es por dentro, de cómo va a terminar.
En medio de la conmoción escucha la voz de Emilio, la sorna en el tono de su voz y la risa después de ver a un Gustabo desprotegido. Pero Emilio está muerto. Lo vio. Sus dedos siguen manchados de rojo. Contrario a eso, el mexicano se coloca en cuclillas, lo sigue con la mirada hasta que deja de haber ironía en su rostro.
“De todos los cabrones que podían traicionarnos, nunca pensé que ibas a ser tú”.
Las disculpas no salen inmediatamente, solo lágrimas que alimentan la culpa.
Los sonidos se dispersan sin darle oportunidad de esquivar una bala perdida. Cae de espaldas y la imagen de Emilio desaparece. El dolor lo despierta. La sangre es real. Y eso lo salva. Siente el calor del líquido escurriendo de su brazo, es punzante, se clava en el hueso. Siente el tambor rítmico bombear la herida. Inhala y exhala totalmente desenfocado. Se arrastra con dificultad hasta pegar con una pared, no puede quedarse quieto, los segundos son valiosos y ha perdido el privilegio de esperar.
Si no se mueve morirá rodeado de sangre y flores, morirá como un desgraciado más. Hace presión en su brazo y se golpea la cabeza hasta reaccionar.
“Me duele verte así”.
Mierda. Mierda .
Cierra los ojos, se levanta. De todos los fantasmas que le atormentan, no ahora, no tú .
“¿Qué haces?”
Su voz es distorsionada, pero sigue siendo la de él.
“No te reconozco ━Sabe que no es verdad, que no está viendo a Horacio con una bata de hospital━. Me duele que hayas terminado así”.
Camina como puede y Horacio lo sigue. Siempre lo sigue.
━No eres real… no eres real.
La cochera está más lejos de lo que recuerda, y una vez llega el aroma a aceite lo inunda. Ignora el eco de los pasos que Horacio consigue construir, no hay tiempo. Toma una lata y avienta el contenido, abre el capó de uno de los autos y arranca la batería, inmediatamente chorrea un líquido corrosivo, debe de envolverse la mano antes de llenar la lata.
“Mírame”.
Conecta los cables de la batería a la bujía, huele a gasolina. Frunce el ceño, mareado, se traga la sensación amarga que amenaza por subir a su garganta. Necesita echar trozos de cualquier basura de aluminio y clavos a la lata de ácido. La punzada le impide ser rápido, hay más silencio que nunca y eso le preocupa. No ha sabido nada de Yun, o de Armando y le perdió el rastro a Juanjo.
“¿Por qué te cuesta tanto mirar a quienes les fallas? ━El sentimiento vuelve a emerger del interior de sus entrañas, sólido, crudo, sin intenciones de abandonarlo jamás━. ¿Te puede la culpa? ━ Él nunca haría eso… No alza la mirada, aunque siente la presencia de Horacio más cerca que nunca, incluso se atreve a decir que lo olisquea por brevedad en el ambiente━. ¿O es que no te importa?”
━Cállate…
Quiere una explosión, quiere fuego. Quiere una distracción que les dé una oportunidad.
En segundos, la reacción del ácido comienza a burbujear. No requerirá de mucho tiempo antes de que explote gracias a la presión. Rodea el auto con gasolina y deja una línea como mecha.
“¿O qué? ¿Me vas a matar con tu indiferencia?”.
━¡¿Tú qué sabes?!
━Gustabo.
El último paso es colocar el recipiente en el motor.
━Por fin te encuentro ━Abre los ojos, Horacio ya no está. Pero Conway sí. Y sabe que si se da cuenta de lo que planea, no habrá manera de que ocurra━. Ven… Estás herido.
Conway no es estúpido. Dios, ojalá lo fuera.
━Lárgate.
━Ya no hay nada que puedas hacer, los tienen ━Miente.
El pecho se le hace trizas.
━Dijiste… dijiste que…
━Yo jamás afirmé nada ━No se deja tocar por Jack.
Ojalá pudiera odiarlo con la misma intensidad con la que lo ama.
Observa la cochera. Debe de prender fuego a la línea o crear un impacto.
Morir con Conway sería adecuado. Alguien como ellos dos no debería pisar las calles con libertad.
━Mientes.
Y con ello abre la cochera. Conway no tarda en atraparlo por detrás. Le pide que se calme antes de que los maten por creer que son del bando contrario. Todos, tarde o temprano, acaban muertos y Gustabo ya eligió cómo. El recipiente de ácido burbujea, apenas visible.
Con la fuerza que le queda golpea el estómago del superintendente con el codo, lo hace dos, tres veces hasta que su agarre se afloja. Forcejea, ya no por miedo, por instinto, no puede quedarse esta vez, los brazos de Conway son cómo dos víboras a punto de asesinarlo.
No lo encuentra seguro porque sabe que es un madero fiel que no cuestiona lo que sucede.
━¡Nos van a matar igual por desertores! ━El zumbido del hidrógeno burbujea. Apunta la pistola hacia la cabeza del superintendente y puede ver la carencia de certidumbre en ese momento.
40 segundos.
La puerta de la cochera se abre detrás de Conway.
Yun. El rostro cubierto de polvo y sangre, y sumergido en movimientos decididos, silenciosos. Se acerca paso a paso, los ojos clavados en la nuca del superintendente, colérico, no lleva defensa o algo para atacar. Se lanza sin que Gustabo le avise a Conway que no están solos. Agarra a Jack del cuello, lo mantiene alejado de Gustabo, en su mente, aún puede proteger a los suyos, aún puede mentirse.
━ Hijo de puta ━vocifera━. ¡Dispara!
Ve los ojos de ambos sobre sí. Lo asfixian porque tome una decisión, que le dispare a uno de ellos, que tome uno de los bandos.
Gustabo retrocede, Yun frunce más el ceño: ━¡Xiaomi, atrás! ━El asiático está muy cerca de la puerta a la que debe disparar, y cuando lo apunta, sabe que ha tomado una decisión.
Quince segundos .
El borde de la cochera cruje, despiadada. Cuando Yun gira el cuello es tarde. El silencio hueco. Una luz blanca, un rugido brutal. La cochera vuela en pedazos y el fuego se extiende en lenguas que queman todo a su paso. El impacto lanza los cuerpos contra el acantilado. No puede describir qué se siente volar por los aires porque pensó haber muerto antes, pero sí puede dar por seguro que existe un silencio embotellado que acapara la atención de tus sentidos, es tan sereno y difícil de procesar que no dura mucho. No hay forma correcta de exteriorizar la sensación de pánico, es un pálpito recóndito, un pecho condescendiente que busca escapar y tripas que no soportan el vacío emocional.
Se obsesionó con un amor que no es capaz de conservar, que ni siquiera sabe recibir.
“Mírame”.
Michelle, por otro lado, conduce lo más rápido que el motor le permite. Su pulso se acelera conforme la llamada con un hombre enfurecido retumba en las bocinas del auto. Un montón de “vete a la mierda” hostigan sus oídos. Solo espera que Armando no sea capaz de lo que tanto teme.
━Si me destruyes no te quedará nada, ¿oíste? ━vocifera con cólera, sus nudillos se tornaron blancos al tomar el volante━. Solo debías dejar atrás a un imbécil y huir. ¿Tan difícil era? ━Debe calcular un montón de curvas para no salir volando.
━A la única imbécil que voy a abandonar es a ti.
Michelle respira hondo, los autos a su lado se quedan atrás.
━¿De verdad creíste que te iba a dejar destruirme? ━murmura él, de lejos puede oír un desesperado tecleo. Estar atrapada en la calle la frustra, deja salir un suspiro ahogado━. Te quejas de nosotros y te volviste una lacra desde el momento en que aceptaste jugar, ¿quieres salir limpia después de hacer trampa? ━Pisa el freno una vez un camión se acerca demasiado a su auto, le arranca uno de los espejos.
━Me subestimas.
Armando ríe. No es una risa irónica, es un eco enfermo que revela su deleite por el colapso de la pelirroja.
━Cuando esto termine, no vas a tener a quién culpar.
Cuelga. Golpea el volante hasta que las manos le arden. No puede dejar ir a Armando, no todavía. Vuelve a acelerar, está a un par de kilómetros a las afueras. Todo eso debió terminar hace meses, cuando todavía podía cortar el hilo que los unía sin mancharse las manos, pero quiso abusar de más. Era obvio que el criminal no se iba a dejar intimidar por el alto puesto de la mujer y un par de pistolas, en la mira ya estaba, ¿qué podía perder? Sus lacayos no parecían hacerlo perder los estribos, al menos no todavía. Se quiere convencer de que Volkov cumplió con las misiones que le ordenó, que ya no hay nada en esas computadoras, sin embargo, los gritos de Armando siguen tatuándose en su piel.
“Si por hundirte, tengo que hundirme yo, que así sea”.
No tarda en bajar del auto y correr hasta las oficinas del CNI. Grita porque revisen las cámaras, que busquen si alguien ha entrado sin autorización. La respuesta es negativa. Se crispa ante la sensación de ser vigilada. Armando no quiere destruir todo, solo la quiere a ella. Se encierra en su despacho, trata de comunicarse otra vez con el criminal, sus manos tiemblan y teme haber llegado muy tarde, teme que alguien atraviese la puerta y tenga unas esposas listas.
Solo debía fingir una redada, capturar al líder y meterlo en una celda antes de que pudiera abrir la boca. Los demás reos se encargarían de nunca hacerlo hablar. Fabricar pruebas, simular una traición interna, inculpar a Jack. Ella iba a salir cómo héroe a dar la noticia de que, por supuesto, el superintendente los habría traicionado después de envolverse con uno de la mafia. Todo estaba hecho para que ella pudiera ganar.
Ahora lo que fingió dejar atrás, pende de un hilo que Armando está dispuesto a cortar.
De soslayo ve algo en la mesa del café. Las luces apuntan a que sea el foco de atención. Su estómago se contrae. Es un teléfono con la pantalla rota, vibra anunciando una llamada entrante. Sabe que Armando está cerca.
━Pensé que sería más complicado entrar ━Aprieta el teléfono contra su mano━. Son igual de incompetentes que tú.
━¿Dónde estás?
Suelta una risa. Oye como camina, le desespera su maldita lentitud: ━Estuve meditando estos quince minutos, no somos tan diferentes, ¿sabes? solo tuviste suerte.
━Si planeas seguir jugando puedes meterte tus archivos por…
━Hey, que grosera. ¿Con esa boca le mientes a la prensa? ━Al encender su computador puede ver que todo ha sido bloqueado━. Solo digo que tu cara no es lo único interesante que veo por aquí, no sabía que la señorita Evans estaba desviando tanto dinero… y no solo mío, ¿también le robas al gobierno? ━Chista con desaprobación.
Muerde el interior de su mejilla. No tiene acceso a nada. Le tiembla la mandíbula. Aunque logre borrar todo, sin el acceso a los códigos del chat seguirá apareciendo en los registros.
━Voy a matarte, así que quédate donde estás.
Armando carcajea.
━¿Y cómo lo harás? ¿Vas a dispararme como a un perro?
Michelle oye el traqueteo de un montón de cosas ser movidas de lugar.
Almacén .
Se mueve con prisa, sin hacer ruido.
━Ni siquiera los perros merecen tal atrocidad ━El pecho se le acelera conforme avanza y, mientras trata de hacer tiempo, puede sentir cómo Armando pierde la paciencia, al igual que ella━. Voy a acabar contigo de la misma forma en que mis soldados están acabando con los tuyos.
No hay burla detrás del teléfono. Toca una fibra sensible y es su oportunidad de avanzar.
━Que hija de puta ━masculla━. Piensas que puedes ganar, que amenazándome y encerrándome puedes callarme.
Armando no es ningún cabo suelto, es la bomba que armó con sus manos.
━Incluso si me atrapas, ¿crees que no dejé algo listo?
Corre escaleras abajo, la respiración agitada y un arma firme en mano. Nadie puede entrar al almacén, es una zona restringida, es mucha información sensible que ni ella ha terminado de leer. La puerta de emergencia está trabada.
━No tardaste nada en bajar.
Se estampa contra la puerta, en el primer intento solo golpea su cabeza, Armando se mofa, recupera el tono burlón. Patea la puerta, en el segundo intento la cerradura se rompe. A unos metros está el almacén, ni siquiera debe sacar su tarjeta de seguridad, las puertas están completamente abiertas, los guardias de seguridad tienen la garganta abierta.
Desvía la mirada. Tiene que matarlo, evitar que destruya todo y se lleve con él evidencia que incrimina a más de uno.
━¡Armando! ━vocifera, su voz se pierde entre el estrépito creciente.
La alarma de seguridad no tarda en sonar.
Él está al fondo. No se gira, solo cuelga la llamada. Su calma es escalofriante.
━Haces las cosas más difíciles.
Grúas sonríe: ━De verdad espero que mis muchachos estén bien ━murmura al aire. Delinea con los dedos un encendedor, Michelle busca cualquier artefacto extraño que delate sus movimientos━. ¿Me vas a disparar?
━Me estás obligando.
━No seas dramática ━Los ojos del criminal están llenos de desprecio.
Los de ella de determinación.
━No te daré el placer de matarme ━Chista, molesto━. Ese privilegio se lo cedí al superintendente, tú solo eres una piedrita que arruinó todo mi plan.
Michelle se acerca, al borde de la locura. Sonríe cuando se da cuenta de que ha caído en la trampa del líder. Los charcos bajo sus pies no son de agua. Está a punto de disparar, tantea el gatillo.
━No me importa si nuestros rostros salen en televisión cómo narcos, pero a ti sí, ¿no? ━Ella se detiene, con el corazón en la garganta. No hay mejor redención que la que colapsa en su cabeza segundos antes de sentir el calor fundirse con el piso.
━Realmente jodes todo lo que tocas.
Baja el arma. El encendedor en la mano de Armando libera una flama, el líder no contempla ni una burla, sino un destino. La deja caer al piso, la llama sigue el camino que hizo, encierra a ambos en líneas de fuego. El pelinegro observa todo a su alrededor, no construyes un lugar ilegal sin escapatoria.
━Gané.
“Gustabo, mírame”.
No sabe si Yun respira, o dónde está el cuerpo de Jack. Las olas de mar no lo engullen, sino que lo expulsan. Su cuerpo sigue caliente y el dolor es lo único que le dice que no ha muerto. Consigue llegar hasta tierra. El fuego arriba de él se compromete a arrasar con cualquiera que se acerque, escucha voces enfurecidas y más disparos, esta vez con más potencia. Traga saliva con dificultad. Aún debo… Ha perdido uno de sus zapatos y siente algo tórrido bajar por su frente a chorros. Aún puedo . Hay un montón de piezas metálicas flotando en el mar y estrelladas en la arena, no encuentra su arma.
━ ¿Es esto lo que no quisiste contarme?
“Hierba mala nunca muere, ¿verdad, Gus?”.
El pelirrojo se tambalea, no llega hasta él, arrastra una de sus piernas. Antes, incluso había pensado que Kalahari era más emocional de lo que aparentaba, lo malo es que no se equivoca, y se aprovecha de eso, lo sigue haciendo, como intentó con Armando, solo que esta vez, su plan no se inclina a sobrevivir.
━Lo siento.
━ ¿Por qué? ━Apenas puede hablar sin que se queje de dolor━, ¿por vendernos o por no tener los huevos de admitirlo?
Kalahari mira el piso, luego lo mira otra vez. Está cansado. No solo Gustabo puede mentirle sin que lo cuestione, Armando jamás volvió a aparecer o contestar el teléfono. No hay un solo rastro de él que indique que está vivo, tampoco se encuentra seguro de si debe confiar en que buscan lo mismo. La mitad de su tiempo ha sido desperdiciado en velar por la seguridad de aquellos quienes terminaron siendo desertores, Yun jamás ha traicionado a nadie, ¿por qué le dan la espalda?
━ Te recibimos, te incluimos, a ti y a Tako ¿no valió nada? ━Exhala todo el aire que puede, teme que Yun no vea las circunstancias en las que están atrapados, sin embargo, no interrumpe el suplicio que se escapa de sus palabras. No tiene fuerzas para defenderse━. Están muertos, tú los mataste. Eres un puto mentiroso, sabía que no era normal que desaparecieras por semanas… incluso pensé que podríamos…
━Tienes que salir de aquí antes de que bajen ━Quiere poder llevar su mano hasta la de Yun, pero no hay nada que pueda transmitir━. Aún puedes…
Yun estrella su puño en la cara de Gustabo. Lo hace caer, hay algo que se incrusta en su pierna, un pedazo de fierro que rasga su piel. Grita por el ardor inconfundible.
━ Debí matarte en cuanto tuve la oportunidad, ¿y sabes qué? Me alegro de que Tako muriera ━Las pisadas del asiático van sin ningún tipo de prisa━. Así mueres solo, así nadie te buscará ━Coloca uno de sus pies arriba de la pierna herida, ejerce presión hasta ver las lágrimas en el rostro del rubio, no importa qué tanto se lastime por ver al traidor sufrir, no importa si su pecho se oprime ante la idea de la realidad. Es lo que debe hacer━. Todo lo que tocas se descompone… lo dejas atrás cuando no sirve. ¿Eso fue para ti?
━No ━Hace una pausa, el remordimiento no le permite decir más━. Cuando me di cuenta que no podía hacerlo, ya era muy tarde. No quería que esto pasara...
━ Bastardo.
Se lanza al cuerpo débil de Gustabo. Enreda sus dedos en el cuello del rubio, continúa gritando severamente, no permite que escape, no puede, no después de haber acabado con su familia, con las únicas personas que mantenía en su vida por cariño. Son él y la rabia.
━ Voy a matar a todos las personas que te importan .
El hormigueo inicia en su boca, se propaga a todo su cuerpo como una plaga. La interrupción de oxígeno se manifiesta con la rojez en el rostro, seguido de una intensa necesidad por rasguñar los brazos de Yun. Se asusta, jamás había visto tantas emociones en unos ojos ajenos, la furia, el dolor, el miedo.
━ Y voy a empezar con Conway.
Yun comienza a llorar gradualmente, afloja el agarre del cuello y todo el aire lo golpea. Tose. Yun inhala y exhala y se tensa, y golpea al rubio hasta que le revienta la boca.
"¡ ¿Por qué no puedo matarte?!
Yun ni siquiera lo piensa antes de recoger un pedazo de azulejo y encajarlo en el estómago del rubio, lo hace dos veces más ignorando los gritos de Gustabo y los golpes que le da en el pecho.
━ ¡Muérete ya!
Para Gustabo, todo se vuelve borroso a partir de ahí. El collar de trébol es lo único que reconoce en todo ese desastre. No recuerda cómo es que sus manos se mueven o cómo termina empujando el cuerpo del asiático sobre sí, no recuerda cómo este se calmó una vez estuvo atrapado encima de un cuerpo casi muerto ━El pelirrojo no soporta la deslealtad, ni siquiera la de Gustabo, se abstiene de hacer otro movimiento, porque nada de lo que haga les regresará a los muertos, quiere maldecirlo en un millón de idiomas, pero también quiere mantenerlo a su lado hasta tener respuestas a incógnitas que no sabe hacer━, tampoco recuerda cómo es que encajó una varilla en la carótida de Kalahari.
La Unión perdió.
Y Gustabo también.
Chapter 8: No me hagas huir por la puerta trasera
Notes:
! ya casi se acerca el final, ríanse ¡
Chapter Text
Sus latidos se paralizan. Es más lento. Más cruel.
Dicen que, antes de morir, puedes ver tu vida pasar delante de tus ojos, que incluso puedes sentirla, como si fueras una excepción a la regla y te ofrecieran una segunda oportunidad.
Hay silencio. Finalmente, completo silencio. No sonidos embotellados, no su propia voz haciéndose sufrir. Solo una cautelosa paz que entorpece sus sentidos.
Jack lleva dos minutos consciente, el Sol le quema la espalda, la piel es salpicada por cortes y la boca le sabe a sal. Ve la arena y las olas del mar alejándose de su cuerpo. Parpadea tres veces para asimilar dónde está y porqué duele tanto respirar. Gustabo. Levanta su cabeza rápido, le punza monstruosamente, cada fibra sensorial lo martilla como si no fuera suficiente con el desastre de sus pensamientos. La costa está destruida. Trozos de metal la invaden y en ello, dos bultos en una zona que no puede divisar. La sola idea de perder a Gustabo le aterra, la idea de seguir viviendo con ese pesar lo toman por sorpresa porque… no sabía, realmente no sabía lo que iba a pasar. Su cuerpo se mueve antes de que la mente lo alcance. Corre. Tropieza. Y cuando lo ve, cuando ve los mechones rubios, la sangre, la quietud, el tiempo entero se le viene encima, recriminándolo por estar dormido, por permitir que haya sucedido eso.
Empuja al asiático a un lado, no ve si está vivo o muerto, solo le importa lo que le hizo a Gustabo. No grita. No se enoja. Pero sí le suplica.
Lo acaricia como si fuera a romperse, aún sigue tibio, teme que con un movimiento brusco ese pequeño, casi imperceptible bombeo, fuera a desaparecer. Se detiene a admirar las pecas en su rostro ━son los rayos matutinos de esos días calurosos, son el verano que tanto odia que llegue, son la brisa que abraza cuando se niega al consuelo━, y ver la palidez en su rostro lo quiebran. Conway no llora, no lo hacía, Gustabo siempre es el “pero” que lo descoloca. Las lágrimas se le escapan, su labio inferior tiembla y un nudo crece en su pecho, silencioso, iracundo. Es prisionero de sus palabras, de cómo dejó indefenso al rubio desde un comienzo, de cómo, a pesar de sentirse atraído, quiso distanciarse.
Cuando la ambulancia llega ya se ha escondido el Sol y Conway se ha rendido en moverse, deja que el pálpito débil del rubio lo tranquilice. Ni siquiera puede formular ideas coherentes, se resume a un suplicio que no lo abandona, que lo condena, que lo destruye de afuera hacia dentro. Había visto la muerte más veces de las que puede contar, sin embargo, sigue siendo extraño ver cómo la viveza normativa de una persona se le escapa por los poros, como su respiración se vuelve plana, la forma en que tiembla o simplemente mantiene un espasmo hasta que no hay movimiento.
Los enfermeros hacen de todo para que deje de aferrarse al cuerpo de Gustabo, pero solo logran que entre en pánico. No lo suelta, se aferra a sus prendas incineradas, no quiere verlo desaparecer delante de sus ojos, no quiere que ese bombeo se detenga, porque de hacerlo, algo dentro de él también se iría. Debió cuidarlo tal como prometió. Debió hacer muchas cosas. Pensar antes de hacerlas. Pensar…
Observa cómo se llevan a Gustabo en una camilla y no le suelta la mano cuando ya está arriba de la ambulancia. A diferencia de lo que gritan los enfermeros, la caja torácica de Jack parece a punto de romperse en sus oídos ━“No lo lamentas”━. La imagen del rubio reaccionando al desfibrilador se queda nadando en su mente, es una pesadilla que lo sucumbe al pánico y esta vez no puede despertar.
El enfermero le hace preguntas, le grita si conoce el tipo de sangre del paciente, y Conway solo ve la explosión, el calor, el mar tragándoselo, el rojo. El rojo que está por todas partes.
Los segundos continúan, colapsan en su cerebro. No nota cuando lo despegan de Gustabo. Jack está demasiado inmerso en la bruma como para notar que está siendo transferido a urgencias porque su hombro está dislocado.
“No lo lamentas”.
Lo hago.
━No responde a estímulos ━El médico de piso trata de intervenir, pero no recibe nada más que frases inconclusas llenas de culpa y maltrato hacia su persona.
Lo hago.
El aroma a medicamento inunda su nariz, parece que lo impregna hasta desaparecer la sal de su cuerpo. Ese toque distintivo a datura también se olvida, pero se lleva consigo la rara sensación de no diferenciar la imaginación con la realidad. Se aprieta el pecho con tanta fuerza que sus huesos se rompen y no se mueve más. El latido lo desconcentra de lo que le piden los enfermeros, se queda flotando en un espacio de incertidumbre y miedo y todo le recuerda a un hombre rubio con pecas y ojos azules, pero no reconoce su rostro, no recuerda los nombres, no sabe de quién es el cuerpo que respira. Sabe que duele, que su interior palpita, que debería llorar, pero el recuerdo se escurre como agua caliente entre los dedos.
Silencio.
Completo silencio.
Odia el silencio.
Odia encerrarse en la oscuridad y no ser consciente de lo que sucede.
“No lo lamentas, Jack. Porque solo te preocupa salvarte a ti mismo”.
Sabes que es mentira.
Lo sabes, ¿no?
El médico de piso lo revisa. Al principio intenta hacerlo responder, le toca el rostro ensangrentado, le levanta los párpados. Jack solo susurra cosas sin sentido, mira a alguien que no está: ━Hombro dislocado, traumatismo leve en la cabeza, posible fractura costal... y está completamente desconectado ━El enfermero a cargo lo anota todo en la hoja de ingreso━. ¿Revisaron su ━Conway empieza a temblar, parece que tiene frío, el médico se queda atento━, identificación?
━No traía.
“No puedes amar porque no tienes corazón, y tendrás que vivir con ello el resto de tu vida. Es lo que mereces”.
No sabes nada.
Yo te amé, solo no te supe cuidar.
No lo supe cuidar.
En segundos el temblor se vuelve espasmo.
━¡Está entrando en crisis!
━Preparando diazepam ━El enfermero asegura la vía intravenosa.
El médico le sostiene la cabeza, impide que se siga azotando contra la camilla.
Las voces se filtran en mitad del negro. No sabe si hablan de él o de alguien más. ¿Quién se está perdiendo en el limbo? El olor a desinfectante ya no arde, nada puede hacerle daño. Un sabor metálico sube por su garganta, ¿está sangrando? ¿importa mucho? Cree que abre los ojos, sin embargo, no ve el hospital, no ve la habitación donde lo están sedando. Hay sombras. Hay una alarma. Le gustaría ser capaz de moverse hacia la calidez del centro y olvidar que su cuerpo cansado está luchando por mantenerse sereno. Escucha su propio nombre, lo susurran, lo cuestionan, le piden que deje de aferrarse a él.
A él.
Gustabo.
Lo último que oye antes de que todo se desvanezca en sus sentidos es el pitido largo y continuo de un monitor.
Paulatinamente, el comisario Greco entra al hospital con los ojos rojos. Jamás fue un alma fuerte. Cualquier cosa era capaz de derribarlo, y saber que fue el único de su equipo en regresar casi ileso lo hundía en culpabilidad. Porque si se hubiera quedado más tiempo, se habría dado cuenta que había fuego extendiéndose por la zona. No sabe dónde está Volkov, Michelle no volvió a dictar órdenes y Jack fue hospitalizado en estado crítico. Lo primero que hace al entrar en la habitación del superintendente es sentarse tan cerca como le es posible. Suspira, abrumado. No puede verle la cara amoratada y fingir que sus ojos no se cristalizan, así que se conforma con ver el electrocardiograma subir y bajar.
━Le dije que dejara que nosotros nos hiciéramos cargo.
Algo se atora en su garganta. Miedo. Culpa. Rencor.
━¿Por qué nunca me escucha? No entiendo… ¿por qué tenía que ir tras… él? Ni siquiera sabía que eran cercanos, porque lo son, ¿no? ━¿Por qué otra razón querría que sacara a un criminal de su propia trampa?━. Dios… ha hecho todo por nada ━Quiere continuar, echarle en cara en todo lo que fallo aún estando inconsciente. Su garganta no puede seguir hablando. La voz se le quiebra━. Francamente, pensé que toda esta mierda acabaría mejor.
Esa madrugada, en el hospital, la zona de urgencias no dejó de teñirse en rojo.
Los primeros dos días en cama, Jack apenas pudo comer algo, las enfermeras le dejaban la charola llena de comida, y así como llegaba, se iba. Había un portafolio con papeles del CNI donde lo daban de baja de la comisaría, que estaba temporalmente suspendido y que, aún si regresa, no contaban con la posibilidad de darle la misma posición. Conway se mantiene un minuto observando el techo, lleva grabado en el pensamiento la forma insulsa en la que llegó al hospital, no comprende cómo es que su pecho no ha dejado de latir. Aún después de todo, continúa evocando sensaciones desde todas las arterias que se extienden en su sistema. Y en ese instante, donde el cielo se siente imposible de tocar y las nubes lloran en busca de consuelo, le pregunta a Dios.
¿Qué es lo que tengo que hacer para que me dejes ir? No hay condescendencia en el tono de su pensar, hay duda y miedo, y muchas, muchas plegarias. Nunca te pido nada… así que esta vez, por favor, no me lo quites. Tomaré su lugar si es lo que quieres…
Una hora más tarde se digna a levantarse, lleva consigo el soporte de suero y debe caminar con pasos lentos para no sentir que el peso de un dolor intangible se quiebra en sus piernas. Camina hasta el baño, cierra los ojos antes de entrar por completo. El gran espejo dentro de la habitación solo es un recordatorio de todo lo que no debería ser, de todo lo que es. Sabe que todo lo que ocurre en las noticias lo provocó él. Sabe que merece cada punzada de dolor. Inspira aire, uno de sus costados se crispa. Haría cualquier cosa por no ser cómo es. Por compensar a todo aquel que luchó a su lado y terminó peor que él. Para poder ir a la habitación de Gustabo y pedirle perdón de rodillas.
Puedes quitarme todo, pero por favor… deja a Gustabo en paz.
Después de dos días el pecho no ha dejado de dolerle, y por más que le diga a las enfermeras, estas no encuentran la raíz física de su suplicio. Así que no le queda más que asumir que las consecuencias son por su ineficiencia, por sentir mucho por un hombre que tenía todo el derecho de odiarlo. Traga saliva. Por primera vez desearía que alguien le diga qué hacer, que le guíe o que le de la respuesta correcta. Quiere creer que una deidad omnisciente es capaz de hacerlo entender, pero aún así, la incredulidad se presenta más rápido que cualquier fe.
━Me dijeron que no has estado comiendo…
Las ojeras bajo sus ojos se han profundizado y las magulladuras hacen hincapié en la palidez de la piel.
━¿Conway?
━Estoy aquí.
━Tienes que llamar a alguien cuando te levantes, ¿aún duele?
━No ━Cada vez que habla su garganta flaquea, no sostiene el peso de hacer esfuerzos. Hasta parece que quiere sollozar.
Abre la puerta. Greco está sentado en el sofá. En su mano mueve una bolsa de plástico. Agrega que es comida, que no debe preocuparse por la tabla nutricional, se aseguró de que pudiera comer sin alterar su proceso. De todas las personas que pensó lo acompañaría en el hospital, Greco nunca se cruzó por su cabeza. No por ser malagradecido, sino porque siempre creyó que el comisario no lo consideraba alguien que mereciera su puesto.
Siempre creyó ser demasiada oscuridad para los demás.
━Ya logré localizar a Volkov ━Ayuda a Conway a sentarse en la camilla━. Está recuperándose en el norte, lo darán de alta en unos días ━Asiente, pasivo. Greco abre el tupper y deja salir todo el aroma a verduras. El estómago le ruge, desquiciado. Le gustaría ser apto para preguntar más por Viktor, sin embargo, sabe que es mejor estar así, entre menos sepa, mejor, porque así no surgen las ganas de buscarlo o de asegurarse de que su relación sigue intacta. Tal vez olvidar que existieron es mejor.
━¿Sabes si Gustabo sigue aquí?
La pregunta tomó por sorpresa a Greco. No le responde, no quiere. Sigue sacando los alimentos de la bolsa, ignorando al pelinegro. La mirada que lo quema se intensifica.
━La mayoría de la comida es hervida, dicen que es bueno para la recuperación.
━Greco.
━No lo sé.
━¿Puedes preguntar por él?
Es una súplica. La primera súplica desde que se estabilizó.
Niega.
━Por favor.
━No, Conway.
━Solo quiero saber si está bien, si está vivo, si ha comido.
━¿Por qué? ━No hay respuesta. Sigue sosteniendo la cuchara con la que revuelve el tupper y desvía la mirada, juega con el interior de su boca, maquinando lo que quiere decir sin ser invasivo━. ¿Por qué quieres que vea al desgraciado que mató a los nuestros?
━Él no…
━Puedo hacer lo que me pidas porque eres mi amigo, pero no quiero verle la cara a alguien que me mintió.
━Fue mi culpa.
━No me importa. No lo haré.
━Greco…
━Si continúas haciendo eso vas a morir, Gustabo mata todo lo que toca, solamente ve cómo terminaron los de su alrededor. Es una… una plaga y…
Y al final siguió escogiendo estar de mi lado.
━Es un idiota que no sabe cuando parar, pero jamás hizo las cosas para dañarme o dañarte ━Finalmente, hacen contacto visual━. Sé que te quiere más de lo que admite.
Algo hace ruido en la cabeza del comisario, algo que es incapaz de ignorar.
Estúpidamente amable.
━Está vivo.
Los ojos de Conway jamás han prestado tanta atención al rostro de Rodríguez como ahora: ━¿Y?
━Y no sé más. No quise verlo, sé que está vivo, pero no sé si ha despertado o si está crítico ━Le extiende la cuchara al pelinegro. Pronto las facciones del comisario se vuelven tensas, recuerda todo al rojo vivo, cada bala que perforó cuerpos, cada maldición que soltó, cada voz que pidió clemencia antes de cometer una atrocidad. No cree estar listo para afrontar que no mató a Gustabo, y que haberlo hecho habría resultado peor━. Come, si te mueres por inanición no te perdonaré.
Conway suelta una risa baja, sin humor. Cuando traga la cucharada de comida es el peso de la inconsistencia atorándose en su garganta, avisándole que por mucho que busque la forma de aliviar su pecho, jamás va a poder deshacer lo que hizo.
Pasó años persiguiendo a una banda de criminales, ideando a la perfección lo qué le diría a “Nadando”, todo lo que le haría sufrir por arrebatarle su vida, pensando que, cuando estuviera en sus manos, obtendría venganza. Y gradualmente, paz. Pero nada de eso pasó. Pudo ver los rostros de los expedientes en las noticias, anunciando que unos narcotraficantes habían sido “capturados”. No hay regocijo, no hay alivio, solo vacío.
El horario de visitas termina a las diez, pero Greco logra irse hasta las once, dejándole un par de calcetines porque según él “el frío empeora el estado”. La enfermera hace las mismas preguntas de siempre y termina checando la dosis de sus medicamentos. Mientras ve el suero bajar por la intravenosa su pecho se va calmando, mitigando el sufrimiento que no se va intensificando, sino que va perdurando.
━Disculpa ━Carraspeó━. Cuando llegué traje a alguien conmigo.
La mujer terminó por anotar algo en su tablero y luego le dedicó una mirada amable: ━¿Nombre?
━Gustabo García.
━Bien, lo checaré con mis compañeras. Por el momento descanse, y cuide de no mover mucho su brazo.
Asiente.
La enfermera no vuelve a cruzar la puerta por la próxima hora y sus ansias no lo dejan dormir. Con el sostén de suero en mano sale de la habitación, se dice a sí mismo que solo será para verlo, que una vez se asegure de que está bien volverá a su camilla, que no le dolerá más el pecho en cuanto pueda ver su rostro. Deambula por el pasillo leyendo las tablillas con el nombre de los pacientes, no le suena ninguno y sus piernas se han cansado de estar en movilidad. ¿Y si no está en este piso? Se recarga en una pared, descansando. Debió insistir más cuando Greco le contó sobre Gustabo, cuando su mirada flaqueba al mencionar su nombre.
Le desconcierta que haya tablillas sin nombre, escasos datos y poca atención. Se arriesga a abrir la primera puerta. Es una mujer embarazada, las disculpas brotan de inmediato al salir. La segunda puerta es un adolescente dormido que sostiene la mano de una mujer mayor, no dice nada después de irse. En la tercera puerta se lo piensa. No quiere ver más ojos, más cuerpos. Pero prueba suerte en la tercera puerta, ni siquiera tiene una tablilla en la pared.
Cómo dice. La tercera es la vencida.
Hay al menos dos máquinas conectadas al cuerpo del rubio. Conway siente el mundo quebrarse debajo de sus pies, las punzadas en su pecho solo hacen que quiera cerrar los ojos y borrar esa imagen. No soporta la vulnerabilidad plasmada en el rostro de alguien duro como Gustabo, se ve tan sereno que pareciera estar soñando con mariposas y yates. Se acerca, incluso en un ambiente así sigue percibiendo el aroma tan fuerte que lo ha distinguido el último mes. Estornuda. Su cuerpo entero se quiebra.
━Disculpe, no está permitido que esté aquí.
━No… no puedo estar lejos de él.
━Lo acompañaré a su habitación.
━Déjeme verlo cinco minutos.
━¿Es usted pariente? ━La pausa en su voz hace que Jack junte las cejas, a punto de dejarse caer━. ¿Hermano, tío, primo?
━Soy su amigo.
━El horario de visitas para amigos y familiares es de nueve de la mañana a diez de la noche, ¿le parece venir mañana? ━El enfermero le extiende la mano como si fuera alguien a quien cuidar, a quien guiar. Y en esta ocasión, en lugar de refutar su lugar en el mundo, solo se dejó llevar━. Le diré al doctor encargado para que pueda recopilar algunos datos personales del paciente, ¿está bien?
La mañana siguiente, antes de que dieran las nueve, él ya estaba de pie delante de la puerta 287. Seguía arrastrando el temblor en sus piernas, y la voz continuaba cortándose en cada respuesta que el doctor preguntaba. No deja al hombre continuar cuando él ya está cuestionando sobre el diagnóstico de Gustabo, finge que no está por desesperarse, por romperse, cómo si fuera de cristal, y el piso, las manos de un niño juguetón. Las palabras “anemia” y “hanahaki” se quedan flotando en su cabeza, sin saber qué reacción tener, también le hacen saber que, gracias a que Conway dictó sus datos, no es la primera vez que visita el hospital, ni que tiene conductas suicidas. Le hacen la sugerencia de buscar una clínica psiquiátrica, pero solo en caso de que sobreviva.
Solo en caso de que sobreviva.
━¿Qué quiere decir?
No hace contacto visual con el doctor.
━El señor Gustabo permanece conectado a soporte vital debido a una aplasia medular ━El médico le muestra los análisis de sangre, señala que la médula ósea del rubio no está produciendo glóbulos blancos adecuadamente, dejándolo vulnerable a infecciones, sangrados y un desgaste físico extremo. Sin las máquinas, moriría━. A esta complicación se suma una patología psiquiátrica que se materializó en sus pulmones ━El doctor hace una pausa, midiendo cada palabra. Conway alza la mirada, pero todo a su alrededor se ve borroso, su cuerpo tarda unos segundos en reaccionar.
━Estoy bien ━dice, apenas notando el pañuelo que el médico le ofrece, lágrimas silenciosas recorren su rostro.
━¿Es la única persona cercana del señor Gustabo?
Asiente: ━No tiene padres ni… hermanos.
━Se lo pregunto porque es importante que se prepare psicológicamente, puede que no sobreviva.
Ni siquiera su voz interna emite reacción ante esa declaración.
━Las radiografías muestran raíces creciendo dentro de sus pulmones. Al no haberse sometido a cirugía a tiempo, la obstrucción ha avanzado hasta provocar hemoptisis, hipoxia y un deterioro respiratorio irreversible. Cada respiración es un riesgo, cada día que pasa, su pronóstico vital empeora de manera crítica.
Niega hasta que no le queda más fortaleza. Luego de esa intervención no quiso quedarse cerca de la habitación de Gustabo, no así de vulnerable, no cuando le iba a ser imposible sostenerlo cómo es debido. La frustración corroe su alma. Se encierra en el baño y deja que las lágrimas mojen su rostro. Junta sus manos, de esa forma los sollozos no salen, le ruega a Dios hasta que se le seca la garganta, hasta que se digna a expulsar el veneno que estaba matándolo. La acidez lo golpea y no queda nada en su estómago cuando le baja al retrete.
Luces como un estúpido.
Entonces, se aísla en su habitación. Incluso si Greco llega horas después, no puede regresar a la realidad durante dos noches.
“Las personas no entienden hasta que les abres los ojos”.
El electrocardiograma inunda la habitación con la constancia de un pitido, asegurando que su corazón seguía palpitando. Despierta porque ha sentido frío en sus pies, pero no puede moverse de dónde está. El paciente de la habitación 287 reaccionó. Las primeras horas no puede quedarse despierto más de tres minutos, hasta que el enfermero entra en la habitación y lo encuentra con los ojos abiertos. Llaman al doctor, le hacen preguntas, y vuelve a cerrar los ojos.
Ni siquiera se pregunta cómo es que llegó a estar entubado.
En ese espacio de oscuridad y calma cae en la única conclusión posible a su sufrimiento.
Es un castigo.
Le arrebatan pedazos de vida, pero continúa respirando para que cargue con el peso de la pérdida, para que duela cada segundo, porque una persona como Gustabo, quien siempre hizo las cosas mal desde el inicio, no puede obtener la felicidad, ni siquiera la muerte lo quiere cerca.
No tiene el valor de llorar, o de siquiera mantenerse despierto en cuanto escucha que la puerta era abierta y su medicamento cambiado.
¿Cuándo se acabará esto? Tú ganas, llévame al infierno si eso quieres, pero no me dejes aquí.
Quisiera olvidar a todos por un instante, borrar cada tacto y cada palabra que salía de sus corazones. Porque eso solo evocaba las lágrimas que derramaron por él. Y esa sensación que inunda su piel es desgarradora, le da comezón de solo pensar, de solo imaginar los rostros de quienes no quiere recordar.
En ocasiones leía novelas sin un final feliz, sin nada reconfortante que lo haga salir de la realidad, porque al hacerlo creía que él también podía tener paz. Gustabo lo sabe bien, las tragedias son lentas, se paran en tu puerta y esperan pacientemente a que abras; sabe que los problemas no se arreglan porque un hada mágica venga a aliviar el pesar. Sin embargo, hubiera dado hasta su alma con tal de estar en un cuento de hadas dónde al finalizar la última hoja todo se queda intacto y la felicidad perdura incluso después del final.
Tal vez la próxima.
Muere todos los días de manera lenta. Es despiadado. Puede escuchar la voz de Horacio al otro lado de la puerta, está diciendo algo que le ha reprochado muchas veces. Cierra los ojos, concentrándose en el sonido de sus movimientos, en cómo abre la puerta y pisa el pasto del jardín, en cómo riega las plantas que bajo el cuidado de Gustabo siempre mueren ━“Te dije que no compraras plantas que no ibas a cuidar. Ven a tirar tu datura”━. Inhala, al menos no hay sofocamiento; exhala, me hubiera disparado en cuanto pude.
En la tercera noche por fin aparece un rostro conocido. Claudio hace el amago de tocarlo, pero se frena en cuanto ve el vacío en sus ojos. Le dice que por el momento deberá permanecer entubado, que, si Dios quiere, podrá comer alimentos sólidos más tarde, que el médico de piso le haya retirado los tubos. Ni siquiera puede mover el cuello sin sentir que su columna colapsa.
━¿Fueron esas personas? ━inquiere después de observar la tabla con su diagnóstico━. Me sorprende que sigas vivo, pero me alegro, eres un guerrero, ¿cierto? ━Ríe bajo, observando las líneas del electrocardiograma subir y bajar━. La mayoría ya se habría rendido hace tiempo, tú sigues aferrado aunque parezca que todo está en tu contra. Eso te hace más fuerte que cualquiera.
Quizás es porque su corazón está demasiado afectado, quizás siempre lo estuvo. Por ello es que unas simples palabras lo impactan tanto.
A Claudio se le borra la media sonrisa de inmediato, frunce las cejas y se levanta, preocupado: ━¿Dije algo mal? no, no llores, podrías ahogarte.
Gustabo no estaba hecho para vivir solo, para que alguien más que no sea Horacio le diga que es un tipo duro. No puede contener todo al mismo tiempo. No puede simplemente agarrarse de una pendiente sin temer caer en un abismo. Todo lo que hace es mentir para que no le duela lo solo que está. ¿Cómo puede doler algo intangible? Su ritmo se acelera y Claudio llama al médico. Grita como si le estuvieran arrancando las costillas una a una, como si las entrañas le quemaran por dentro. ¿Cómo puede superar a su alma gemela? ¿Cómo podría seguir con su vida sin que un pedazo de sí muriera todos los días?
Sigo pensando que podría cruzar la puerta, sigo esperándolo.
No lo cuidé lo suficiente. No estuve cuando más me necesitó. No quise estar. No pude.
Se desmaya gracias a la intervención de los enfermeros.
¿Por qué me lo quitaste, Dios?
Nada importa ya. No quiero despertar más.
¿Cómo puedo seguir sin él?
Desconocía cuántas horas había pasado sedado. El tiempo le resultaba un túnel sin final, imposible de medir. Solo intuía que había sido largo porque, al abrir los ojos, descubrió la luz del atardecer filtrándose por la ventana. El Sol se estaba ocultando, tiñendo la habitación de un tono anaranjado y pesado.
Un hombre de pijama azul se acercó, sin decir demasiado, inclinó la camilla hasta incorporarlo con cuidado, hasta que su espalda pudo sostenerse por sí sola. Sentía el cuerpo extraño, adormecido, como si no le perteneciera del todo. La mano del enfermero se dirigió al tubo que lo mantenía conectado. Le explicó en voz baja lo que iba a hacer, pero sus palabras llegaban amortiguadas, como si vinieran desde ese túnel lejano. Sintió el ajuste de las cintas que lo sujetaban, la ligera presión en la garganta y de pronto, la orden firme “respire hondo” ━Cuando una persona es un riesgo para sí o para otros recurren a la contención mecánica━. Un ardor agudo lo recorrió desde el pecho hasta la boca cuando el tubo fue retirado. Tosió con violencia, ahogándose por un instante en el aire que entraba, demasiado áspero, demasiado real. El reflejo le hizo doblarse un poco hacia adelante, con lágrimas involuntarias asomando por la irritación. El enfermero le sostuvo el hombro para que no se desplomara y colocó de inmediato una mascarilla ligera frente a su rostro. El oxígeno nuevo le supo metálico y frío. Lo hacía consciente de que seguía ahí, despierto, tragando de nuevo por cuenta propia, aunque con el pecho ardiendo en cada inhalación.
Tarda en acostumbrarse a estar despierto y lo último que necesita es ver el estúpido rostro de Jack, sentado en el sofá, mirándolo con aflicción.
Gustabo mira sus propias muñecas atadas. Su expresión no cambia, no es sorpresa, es decepción.
━¿Qué haces aquí?
━Quería verte. Hablar ━Suena apagado, desgastado.
━Prefiero que te lo ahorres.
Jack no se mueve. No hace ni siquiera el amago de levantarse. Gustabo observa que también lleva la camisa del hospital.
━Me alegro que estés vivo.
Bufa. Es incapaz de tragarse eso de Conway, de sentirse en la obligación de escucharlo porque no tiene de otra.
━¿Y qué esperas? ¿Qué te diga que todo está bien?
━No ━Traga saliva. No importa si no tiene intenciones de herirlo, Conway es un imán de daños colaterales━. No vengo a justificarme. Solo… no podía quedarme afuera sabiendo que estás así por mi culpa.
━No te quedes con todo el mérito.
━Hablo en serio…
━Yo también.
━No fue solo una cosa. Lo sé. Fueron muchas. Yo... estaba cegado, perdido, como quieras llamarlo. Pero eso no cambia nada. Solo quería pedirte perdón. Aunque no me lo des. Aunque me odies.
━¿Y qué quieres que haga con tu perdón? ¿Que me lo ponga como curita? ━Conway quiere interrumpirlo y, aunque su garganta este seca, no lo permite━. Mentiste.
━Lo sé.
━Solo te preocupa salvarte a ti mismo.
Su corazón explota, se hace pedazos.
━No sabía que seguirías ahí.
Quisiera tener fuerza para estrangularlo con sus intravenosas.
Quisiera arrancarle la lengua para que no siga mintiendo.
━No seguiré trabajando para ti, no te necesito.
━Gustabo…
Se toma un minuto antes de continuar. Antes de maquinar todo lo que está por decir. Sonríe sin humor: ━Con razón todos se van de tu vida, eres… es muy difícil estar contigo, de verdad, quererte se siente como un castigo.
No hay respuesta.
━No quiero verte.
Él asiente: ━Si llegas a querer gritarme, odiarme, lo que sea… esperaré en otra habitación. No porque crea que eso arreglará todo, sino porque tú mereces que alguien lo escuche.
El sonido de los teléfonos y voces fuera de la habitación hace creer que están a salvo. Qué incluso si deja a Gustabo, estará bien.
Alejarme ahora es lo mejor. Masajea su nuca, herido. Ni siquiera puede dar más de tres pasos por el pasillo, todo el peso se le cierne por los hombros, lo tumba al piso. Conway acepta el daño sin atreverse a refutar, pero no lo hace más sencillo de digerir. El pasillo le parece interminable, como si se alargara en cada intento por avanzar. El dolor físico se confunde con la culpa, lo palpa en la tensión de sus manos. Piensa en Gustabo, en sí lo está salvando o condenando al dejarlo atrás, o si es una forma de hacerse sentir mejor porque las palabras del rubio se quedaron en bucle alrededor de su coronilla.
Se mantiene en silencio.
La enfermera lo lleva hasta su habitación, tiene la sensación de que lo ayudaron a caminar porque no pudo sostener su peso, porque era demasiado.
“¿De verdad pensaste que podrías salvarlo de ti?”. No ve a nadie a su lado. Pero puede oír, puede oler. La alucinación vivaz de una mujer pelirroja sale detrás de la puerta del baño.
━Creí que si me odiaba estaría a salvo.
Su crueldad no nace de la maldad, sino del pánico de repetir el mismo patrón del que no ha podido escapar, del miedo a parecer débil. Parpadea, somnoliento, a punto de llorar. Ser cruel le daba algo que la amabilidad jamás pudo: la ilusión de control. Porque entre más le importa, más brusco se comporta, y menos sabe reaccionar.
“Pero no está a salvo, y tú lo sabes. Lo condenaste cuando lo miraste distinto a los demás”.
Niega, luchando por quedarse despierto. Poco a poco la mujer comienza a darle caricias en el cabello, se atreve a darle un beso en la frente, se vuelve casi tangible. La desesperación hace que se aferre a su brazo, le pide que simplemente lo asesine ahí mismo, que lleve su alma al infierno si eso es lo que merece por no saber querer.
“Lo peor que puedes hacer ahora es morir”.
El suero no es suficiente, necesita que cedan su pecho para que deje de comerse a sí mismo.
━Lo alejé… fui duro… fui…
“Fuiste cobarde”, los ojos se le nublan, el rostro de la mujer deja de verse como el de una desconocida. “Le hiciste daño solo para evitar sentir el tuyo. Lo lastimaste porque lo querías demasiado. Y ahora, lo vas a perder igual”.
Siempre te pareciste demasiado a Julia.
Al finalizar la semana es dado de alta. Greco lo acompaña a casa y lo lleva de regreso al hospital, aún en contra de su voluntad. No deja de intentar convencerlo para que deje ir a Gustabo, porque la forma en que se aferra solo lastima a ambos. Y quiso hacerle caso. Quiso poder despegarse.
━¿Por qué lo hace?
━No lo sé.
Greco ríe, enojado: ━Sí lo sabes, ¿qué es?
Con aflicción y una determinación temblorosa observa el cielo. No hay cortinas grises ni lluvia.
━Lo quiero…
La mano de Conway viaja hasta su pecho, ansioso.
━Lo quiero más de lo que me quiero, más de lo que necesito.
Greco carraspea. Sabía que era extraño que Conway solo se viera motivado al estar cerca de Gustabo, o que hiciera chistes que jamás replicó con ningún otro oficial. El color se le sube al cuello, incluso subió de rango más rápido de lo que otros han podido. Claro que iba a hacer cualquier cosa por cuidarlo. La tensión se fue construyendo, y tan pronto como se sintieron cómodos, todo eso explotó.
━Esperaré aquí, no creo estar listo para verlo… no hoy ━murmura. No deja que el pelinegro se de cuenta del flaqueo en su voz.
La primera vez que vio a Gustabo su cuerpo se erizó. No era un terremoto escandaloso, ni unos bongos en mitad de una canción, sino un respiro veraniego. Resolver sus problemas resultó como un descanso, porque no importaba qué hiciera, de alguna forma tenía solución. Las siguientes veces que lo miró cruzando por la comisaría, exigiendo ayuda, se encontró a sí mismo ajustándose la corbata y arreglando su cabello. Se arrepentía después. Pero Gustabo le seguía sonriendo, acercándose, mofándose de su alta moralidad. No importaba qué tantos rumores se extendieran sobre las calles, Gustabo no lo miraba como si fuera un imbécil.
Tal vez por eso no quiso manchar su reputación.
Traga saliva antes de tocar la puerta con el nombre del rubio. Ajusta su chaqueta y frota sus ojos. Al abrir la puerta no esperaba encontrar a Gustabo durmiendo, son alrededor de las dos de la tarde, pero respira como si estuviera en un lugar lleno de calma. Se queda a unos metros, aspirando el aroma a medicamentos y esa maldita flor. Los ojos se le hacen agua. Repite la escena una y otra vez, y no termina por acostumbrarse, ¿de qué sirve forjar una armadura si se oxida cada vez que alguien lo cuida? Odia el color de sus ojos, el color de su pelo. Odia el sonido de su voz y la burla que lo acompaña cada vez que habla. Odia que quiera tocarlo solo para cerciorarse de que no está soñando. Su pecho sube y baja, inestable. Se recarga sobre la pared, el aroma lo marea. Frente a él, Gustabo sigue con los ojos cerrados, apacible, totalmente tranquilo. El nudo sube hasta su garganta por el miedo a perderlo, quizás se está intoxicando, pero desde ese ángulo el perfil se parecía mucho al de Horacio.
¿Qué tengo que hacer para que esté bien?
━¿No fui claro? ━La voz de Gustabo es firme, casi áspera, pero sus ojos lo traicionan. Hay un cansancio profundo que ni él puede disimular.
━¿Por qué no me dijiste que tenías una enfermedad?
Gustabo rueda los ojos, se toma unos segundos: ━El problema eras tú, ¿qué ibas a hacer si te lo contaba? ¿Quererme? ¿amarme?
━Pude haberte acompañado al hospital, esperar a que te hicieran la cirugía…
━Dios ━Se tensa, reprime una mueca de dolor porque los puntos en el abdomen tiran de su piel━. No te cansas de hablar mierda, ¿cierto? Si no me sometí a cirugía fue por algo más… Tú siempre encuentras la forma de largarte, y yo… ya no tengo fuerzas. Te estoy regalando la ventaja que siempre quisiste. No voy a perseguirte, Conway. Ya no puedo. Así que deja de buscar algo que no está.
Un silencio cae entre ambos, tan pesado que hasta el pitido del electrocardiograma parece doler. Conway baja la mirada, pero su voz no sale rota: ━Te habría amado, Gustabo ━El rubio cierra los ojos. No quiere escuchar, pero tampoco puede detener ese nudo que le sube a la garganta━. Lo habría intentado.
━Cállate.
━Habría huído contigo.
━No es cierto.
La respiración de Gustabo se entrecorta, entre dolor y rabia. Y Conway insiste, acercándose apenas, con miedo de romperlo con el aire mismo.
━Si me decías que estabas enfermo, habría estado ahí. Si me decías que necesitabas un corazón, me lo habría arrancado con tal de que vivieras.
━Mientes.
━Incluso ahora, si sigues necesitando de mi, lo haría.
━Porque eres egoísta.
Conway niega, las cejas se le fruncen y la ropa lo aprisiona: ━Porque te necesito.
━Pero no porque así lo quieras.
━Gustabo, te necesito porque te quiero, porque quiero amarte.
Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar. Amar.
━Me tratas como basura y después dices eso, ¿estás jugando conmigo? ━La determinación le tiembla en la punta de la lengua. No contesta de inmediato, no lo admite, pero sus dedos tiemblan sobre la sábana━. ¿Es una venganza por lo que pasó? ━Conway niega, incapaz de creer que Gustabo piensa que sería capaz de bromear con algo tan inhumano━. Entonces, ¿por qué? ━Suspira, claro que Gustabo va a sentirse desprotegido conmigo━. ¿Qué me quieres? ¿Crees que con eso solucionarás todo? ¿qué perdonaré cada humillación? ¿qué me curaré? ¿Sabes lo que se siente no contar con nadie, y aun así tener que aguantar la mierda de otros?
━Sí, lo sé.
━¿Y por qué me hiciste sentir lo mismo? ━Los ojos de Gustabo se vuelven un mar. Las lágrimas se deslizan sin permiso, y cada sollozo abre más sus heridas internas.
━Perdóname.
━Quiero odiarte. Aún ahora, quiero que me dé asco mirarte.
━Perdóname ━insiste Conway, con la voz quebrada, casi suplicante. Repite la palabra como un mantra, como si al hacerlo pudiera borrar la grieta que él mismo abrió.
Gustabo se cubre el rostro con las manos, pero el llanto no se atenúa, vibra en la habitación como una condena. Conway, en cambio, se queda allí, repitiendo entrecortado “perdóname”, una y otra vez, sabiendo que no hay palabra suficiente, pero incapaz de dejar de intentarlo.
El llanto de Gustabo es un derrumbe sin control. No hay forma de que pueda sostenerlo cuando no quiere ser tocado, y no hay forma de que pueda ser Jack quien lo haga, porque cada sollozo venía de un sitio donde el pelinegro había dejado cicatrices. Se queda inmóvil, recargado apenas por la vergüenza y la súplica muda, mirando cómo el hombre al que había destrozado se ahogaba en un mar que él mismo había provocado. Le tiemblan las manos, sin saber qué hacer con ellas, picando por querer acariciarlo. Se ancla en la distancia, preso del arrepentimiento.
Conway comprende que su perdón no iba a llegar ahora, quizá nunca, aun así, cada fibra palpitante de su cuerpo le gritaba por quedarse, por contener un alma que apenas puede mantenerse despierta. El aire se vuelve espeso, húmedo, imposible de tragar. Aprieta los puños hasta encajarse las uñas. Decir que el pecho se le hunde en cuánto Gustabo comienza a arañarse la cara llena de lágrimas es poco, es un suplicio que no puede describir con coherencia, que solo se siente. Se hunde en la querencia de calmarlo, consciente de que no existía sentencia mayor que ver, de frente, lo irreparable.
Actúa con miedo a ser rechazado.
Toma las manos de Gustabo e impide que siga enrojeciendo su rostro. La reacción del rubio es rápida, la frustración corroe sus venas en cuanto se tocan.
━Respira conmigo, despacio… así… no voy a ir a ningún lado…
Y el rubio, dolido de ser consolado por quien menos quiere, se suelta por completo. Repudia el sufrimiento que eso le trae. Los huesos le duelen y tiene frío. Las manos de Conway siempre fueron más cálidas que las suyas, así que lo traen de vuelta a la realidad.
━Gustabo, necesito saber si entendiste lo que dije.
Asiente, hipando.
━Mírame a los ojos.
Los ojos del rubio están perlados en lágrimas. Son un mar rebosante de olas violentas, iracundas. Conway acaricia su piel, inconscientemente lleva la frente hasta sus manos, exhausto. Se queda hasta que la presión sanguínea de Gustabo vuelve a la normalidad. Ya no habla, solo se desconecta.
Gustabo sabe que está en el hospital, amarrado. Sin embargo, en su estado disociativo comienza a verse a sí mismo desde el otro extremo de la habitación, le da pena su cuerpo en la camilla, vulnerable, conectado a un suero, incapaz de reaccionar al toque de alguien más. Su mente es una llovizna de recuerdos que lo empapan, la voz de Yun, los brazos de Emilio, la mirada de Armando, la voz de Juanjo… Juanjo… ¿Logró escapar? Ah. Es demasiado borroso para que pueda evocarlo a consciencia. Los lugares tienen vida propia, sabe que si llega a ver la sede de nuevo podrá escuchar los gritos, las maldiciones, todo el arrepentimiento que surge a partir de una muerte dolorosa.
En otra vida solo fuimos amigos que celebraban con comida y cerveza los fines de semana.
“¿Por qué no te gusta ser amado?”.
“Porque cuando se van, sufro”.
Inhala, lleva una mano a sus ojos. Vuelve a su cuerpo, es extraño, voluble. Por más que le busque lógica no entiende por qué su consciencia se convierte en una bola de nieve, rodando, desmoronándose, haciéndose más grande.
━No puedo verte, Jack, no ahora.
Tose. Exhala. Frunce el ceño, quebrado.
━Pero no quiero que te vayas…
No puedo amarte más. Amar, querer, necesitar. ¿Cuál es la diferencia?
━No me abandones… hasta que muera.
Yo también siento, yo también existo, por favor no juegues conmigo.
━Me quedaré contigo.
Jack deposita un beso en el dorso de sus manos, no sabe cómo verbalizar lo que explota en su corazón, pero sabe que desparramarlo no es buena idea, que, de hacerlo, Gustabo moriría.
━¿Estás ebrio?
━No ━Ríe sin ganas, forzando la curvatura de las comisuras, su reacción flaquea━. Lamento haberte dejado, no supe lidiar conmigo. Ese día quise regresar.
━Ya no importa.
━A mí me importa, Gustabo. Porque te quiero más de lo que puedo sostener, y ese día fue como flotar después de mucho tiempo, y no puedo olvidar… no…
Gustabo suspira, casi como si quisiera burlarse: ━Cállate… voy a matarte por mencionar eso justo en mi lecho de muerte.
No digas eso…
Se mantiene consistente en la rutina durante los siguientes días, Greco es quien lo acompaña incluso cuando le ha pedido que deje de hacerlo. Permanece fuera, aunque a veces mire la puerta, debatiéndose entre pasar o no. Al final, solo le pide a Conway que se mantengan tranquilos, que cuidará de su privacidad y, por favor, le diga a Gustabo que, cada vez que le mintió sobre su nombre, un hada murió.
Conway frunce el ceño y Greco solo se ríe con una opresión en el pecho.