Actions

Work Header

Your blood, my dinner guapito | 🩸

Summary:

Cellbit después de una agotadora jornada laboral regresa a casa con el deseo de estar con su esposo y pasar un buen tiempo juntos, pero los cólicos lo ponen algo difícil. Para su buena suerte, Cellbit es un hombre amable que no dejará que su esposo sufra y le ayudará a aliviar su dolor, si se lleva una buena cena al mismo tiempo es solo un ganar/ganar más.

Soy pésima haciendo resumenes.... pero es eso,,, si considera que faltan etiquetas, por favor comente.

Notes:

Esta es mi primer obra en ao3 y claramente sería obsenidad JAJA.

Debo decir que no me considero una buena escritora, no lo soy, pero disfruto algunas veces de hacerlo y dejar fluir mis ideas porque realmente es muy difícil encontrar un fanfiction con las ideas que justamente quieres. Si no lo encuentras en ningún lado, hazlo tu mismo :]

Espero que disfruten, traté de dar lo mejor de mi JIJIJA, los comentarios se agradecen <3

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Cellbit salió de la oficina luego de una dura jornada, estaba agotado y solo quería volver a casa, a los cálidos brazos de su marido.

 

Pasó por los pasillos mientras se colocaba mejor su chaqueta y en cuanto pasó por la puerta de salida fue recibido por el viento frío sobre su rostro, salió apresurado dirigiéndose a su hogar.

 

Fue durante el camino a tan solo unas pocas cuadras de su hogar cuando un leve olor llegó hasta él, inhaló profundamente y pasó saliva, un dulce pero leve olor inundó su nariz, al reconocer aquello negó con la cabeza con rapidez, tenía que llegar a casa, necesitaba ver a su esposo, así que lo ignoró y continúo su camino mucho más rápido. Cuando estaba ya frente a su puerta se hizo consciente del olor que sin darse cuenta ahora era más intenso, provocando que poco a poco sus instintos despertaran. Abrió la puerta de su hogar desesperado por escapar de ello pero en cuanto lo hizo aquel aroma solo se intensificó al punto de conseguir sentirlo en su paladar haciéndolo babear.

 

Confundido entró a su hogar, cerrando la puerta delicadamente y en contraste se deshizo de sus cosas de forma brusca al lanzarlas hacía cualquier parte. Pero esa dulce y tentadora fragancia no lo dejaría en paz, esta pasó a su lado, como un fantasma tomándolo de su barbilla y atrayendo su mirada hacía un punto no específico, sus encías ya picaban queriendo morder, los instintos comenzaban a nublar su pensamiento.

 

En medio de su ya cercano delirio una sola voz en su cerebro se intensificó: "¿Guapito?". Fue todo lo que había que decir para que el hombre consiguiera reaccionar, sus pupilas ya dilatadas se volvieron una franja del escalofrío inseguro y preocupado que recorrió su cuerpo. Ese dulce olor venía de su hogar y la única persona allí debería ser su esposo.

 

Con ahora el miedo llenando su cuerpo corrió siguiendo el olor hasta llegar a su habitación, abrió la puerta con rapidez para revelar sobre su cama un bulto de mantas sobre lo que parecía ser su esposo hecho un ovillo mientras veía su teléfono. En cuanto notó su presencia por la brusca entrada, se destapó y pudo apreciar a su chico totalmente vestido, pants abrigados, calcetines largos y una sudadera suya cubriendo su cuerpo, Roier en ese momento extendió los brazos hacía su marido con un leve puchero.

 

Cell soltó un leve ronroneo al ver qué todo estaba bien y gateo sobre su cama hasta llegar a los brazos de su marido, donde fue recibido por un fuerte y cálido abrazo en contraste al frío natural de su piel y lo helado del tiempo afuera. Ahora recostado, se abrió paso acomodándose entre las piernas de moreno y comenzó a repartir suaves besos por todo su rostro y cuello, hasta que aquel dulce olor se hizo nuevamente presente mientras su esposo se arqueaba y hacía una mueca de incomodidad.

 

— Amor, está tudo bem? — preguntó el brasileño tratando de mantenerse centrado cuando aquel olor nuevamente llenaba sus sentidos. Comenzó a tantear el cuerpo del joven buscando la fuente del olor.

 

Roier se retorció nuevamente de incomodidad y miro atento al rubio avergonzado, podía notar en su mirada lo emocionado que estaba, por alguna razón no creyó que fuera capaz de sentir el olor de eso, mucho menos de que lo disfrutará por lo que podía ver en cada inhalación profunda sobre varios lugares de su cuerpo aún vestido. — Yo... Uhm~ es vergonzoso, detente. — y a pesar de su profundo deseo de llegar hasta aquello dulce se detuvo y se volvió hasta quedar frente a frente del moreno, esperando.

 

— O que vc tem?, pode me dizer, Guapito. — aseguró rozando una de las mejillas coloradas por la vergüenza, Roier solo asintió y se acomodó mejor en la cama, quiso tratar de cerrar las piernas cuando otra oleada de incomodidad lo recorrió pero el hombre alto entre ellas lo impedía.

 

— Estoy en mi período, me bajó esta tarde y duele. — Cellbit lo vió sorprendido por un momento, trató de ocultar la emoción que sintió mientras se enfocaba en algo en específico. — ¿Duele?, ¿no tomaste ningún medicamento? — Roier negó de inmediato.

 

— No había y tampoco quería salir, este frío no ayuda a que me sienta mejor. — asintió en comprensión ante la respuesta de su marido, debió avisarle y así pudo haber pasado por la farmacia y conseguir algo para él. — Da igual, mañana puedo ir y... —

 

— No. Iré yo, no te preocupes, te cuidaré. — Sonrió dulcemente y Roier lo besó suave en recompensa mientras asentía.

 

Se mantuvieron así por un tiempo, solo dándose suaves besos que relajaban a Roier y lo hacían olvidar el dolor algunos segundos, hasta que un fuerte cólico llegaba nuevamente y lo hacía retorcerse en su lugar. Por un momento mientras se acomodaba miró fijamente a Cellbit que lo veía de forma intensa de vuelta, pudo ver cómo sus pupilas estaban dilatadas y como se relamía los colmillos que comenzaban a asomar, se veía hambriento y eso solo hizo temblar a Roier bajo su cuerpo.

 

— Cariño, deje tu cena en el refrigerador — insinuó, su cena especial, Cellbit continúo mirándolo pero no se movió, estaba hambriento pero lo que quería estaba justo frente a él... Un poco más abajo si era exacto.

 

Con una leve sonrisa se inclinó hacia atrás haciéndole creer al menor que se alejaría, pero solo bajó por su cuerpo hasta recostarse quedando frente a frente sobre la entrepierna de su marido. — Había leído en un artículo por ahí que, para aliviar el dolor, podrías uhm... ya sabes. — Cellbit tomó el borde de la cintura de sus pants y lo bajó despacio acariciando ligeramente sus caderas y cada espacio de piel que se iba revelando.

 

Roier lo vió sorprendido, sin querer moverse por el shock, de ninguna manera ese tipo estaba pensando en eso, pero a juzgar por la intensa mirada que dirigía hacia su entrepierna mientras aún trataba de bajar la ropa delicadamente no era una broma.

 

A pesar de la incomodidad, vergüenza e inseguridad el moreno no lo detuvo, dejándolo ser, la idea de Cellbit aunque podía parecer asquerosa hacía que su estómago inconscientemente se resolviera de emoción y que un calor se instalará en su ingle lentamente conforme Cellbit acariciaba sus muslos ya desnudos esperando la confirmación directa de su esposo. Roier gimió, se reacomodo en su lugar y levantó las caderas hacía el rostro del rubio quien sonrió mostrando sus colmillos ya totalmente fuera.

 

De todas maneras, podría ser asqueroso pero ambos lo disfrutarán y su esposo se alimentará, sería un ganar/ganar, ¿no?

 

Se estremeció con anticipación cuando el más alto comenzó a repartir besos por la zona interna de su muslo, gruñendo a la ropa interior cuando llegó hasta la unión de su pierna y cadera, que se interponía en su camino junto a la toalla blanca para su periodo, Roier solo pudo sonrojarse cuando, sin vergüenza alguna el otro solo tomo su ropa y la bajó de un jalón casi desgarrando la prenda con sus uñas afiladas y la lanzó por la habitación, tendría que limpiar más tarde.

 

Suavemente Cell bajó y acercó su rostro hasta su ahora desnuda entrepierna e inhaló fuerte a unos centímetros llenándose del tentador olor de la sangre de su pareja, un olor tan dulce a su parecer que nublaba sus sentidos y erizaba cada parte de su piel. Con cuidado el pálido hombre terminó de acortar la distancia dando un suave beso en su coño, provocando que Roier soltara un suspiro que ni siquiera había notado que estaba conteniendo.

 

Después de aquel roce directo que manchó sus labios de carmín se enterró por completo entre sus piernas, comenzando a besar y chupar los gruesos labios del coño de su esposo saboreando la sangre intensa mezclada con la lubricación natural que comenzaba a cubrir toda la extensión.

 

A pesar de su hambre creciente trataba de aferrarse a la parte racional de su cabeza para asegurarse de que el chico frente a él estuviera disfrutando, pero contrario a sus deseos, solo basto un momento en que la sangre escurriera del coño en una dosis mayor a la inicial para que el fuerte olor y sabor que corrió sobre su lengua nublara su cordura y el autocontrol desapareciera.

 

Roier pudo ver en cámara lenta como los ojos de su marido se dilataban mucho más, casi cubriendo por completo el color azul manchado de su mirada. Antes de que la sangre que no atrapó con su lengua terminará de recorrer el camino para manchar la cama, Cellbit se acercó y lamió otra larga raya hasta su centro y ahí siguió bebiendo su sangre, abriendo grande tratando de cubrir por completo su entrepierna. En su mirada no se podía apreciar más que hambre y deseo, mientras bebía todo aquel desecho que su cuerpo naturalmente liberaba, todo era tan sucio, se sentía sucio, pero el placer que su esposo le provocaba era mayor, casi olvidando los calambres en su vientre con cada succión y lamida, el castaño se retorcía de placer a cada succión sobre su clítoris, en cada beso húmedo sobre su intimidad y a cada lamida ansiosa por atrapar más de aquella sangre.

 

Por su parte, Cellbit estaba extasiado, la sangre que bebía con tanto fervor no tenía un sabor usual considerando que era un desecho, pero no era malo, era tan delicioso como la sangre que corría por las venas de las personas, tan deliciosa como la misma sangre de su marido, sin duda su favorita, era superior y tan perfecta.

 

Roier dejó escapar un gemido ahogado cuando los colmillos de Cell rozaron ligeramente su piel, el contraste entre el dolor y el placer era abrumador. Cada parte de su cuerpo parecía encenderse, estremeciéndose bajo el toque ansioso de su esposo, mientras los restos de vergüenza y el deseo se entrelazaban en una mezcla embriagadora. La respiración del castaño se hacía más pesada, su pecho subía y bajaba rápidamente mientras su cabeza se nublaba con las sensaciones.

 

El frío que irradiaba de Cellbit lo hacía estremecerse más, su propio aumento de temperatura se sentía casi sofocante entre más profundo sentía la lengua en su interior, recogiendo y sorbiendo cada rastro de sangre y lubricación. Era demasiado a ese punto, no estaba acostumbrado a sentirse así en ese periodo, pero no quería apartarse, no quería que aquello terminara a pesar de la vergüenza interior.

Cada vez que el otro bebía más, un cosquilleo intenso recorría su espalda nuevamente, haciendo que su cuerpo se arquease, buscando más de ese contacto, deseando más. Los dedos de Roier se aferraron a las sábanas, buscando algún ancla en medio del caos que era su cuerpo y su mente en ese momento.

 

— Más… — Murmuró entre jadeos, su voz apenas audible, rogando. Cellbit lo escuchó claramente y sonrió, con la mirada completamente oscurecida por la lujuria, enterrado entre las gruesas piernas de su marido que lo apretaban de vez en cuando. La boca del rubio se movió aún más rápido, más profundo, más intenso, arrancándole a su esposo gritos que resonaron en la habitación, mientras continuaba lamiendo cada gota de sangre que salía de su cuerpo. En un momento por puro instinto el moreno lo tomó del pelo con fuerza y lo empujó más contra si, a Cellbit no le importó aunque jadeo contra él, no había nada más en ese momento que el sabor de su marido, la sensación de tenerlo completamente a su merced, disfrutando, entregado al placer que solo él podía proporcionarle.

 

Roier sentía que cada succión lo acercaba más y más al borde, su piel hervía bajo las manos y la boca de su esposo, y pronto, con un último grito ahogado, se dejó llevar por la oleada de éxtasis que lo envolvió por completo.

 

Cuando el clímax lo golpeó con la fuerza de una tormenta, Roier sintió que su cuerpo temblaba por completo, con los ojos perdidos en una parte del techo sobre ellos, mientras los últimos vestigios de placer corrían por sus venas. Su pecho se agitaba, intentando recuperar el aliento, y sus dedos, que antes se aferraban con fuerza al cabello de su marido y a las sábanas, comenzaron a relajarse poco a poco. El eco de sus jadeos llenaba la habitación, pero en ese momento, todo lo demás parecía haberse desvanecido, los calambres, la incomodidad… todo.

 

Cellbit levantó la cabeza, sus labios, la mitad inferior de su rostro manchado de rojo y con una expresión satisfecha y triunfante en el rostro, aun con un poco de hambre si mirabas con atención. Se acercó lentamente, depositando suaves besos en el interior de los muslos de Roier, pintando cada pedazo con los restos de su platillo y nuevamente limpiando los rastros de sangre que quedaban y dejaba con suaves lamidas de gatito. Finalmente, cuando el carmesí eran sólo manchas húmedas impregnadas en la piel, subió hasta su rostro, dejando un beso en sus labios que el moreno no pudo evitar, buscando el contacto por si mismo.

 

Con una suave risa y una última caricia, Cell le susurró con una voz ronca — Obrigado pelo jantar, bebê —.

 

Roier, con los ojos entrecerrados, lo miró y sonrió débilmente, sus manos buscando el rostro de su marido para acariciarlo suavemente y limpiar tan solo un poco de toda la mancha. — Pendejo… gracias. — Respondió con voz temblorosa y su cuerpo aún tratando de recuperarse de las sensaciones intensas. Cellbit se tumbó a su lado, envolviéndolo en sus brazos y abrazándolo con fuerza. — Deberíamos limpiar y colocarte una nueva toalla. — Ro se giró suavemente para corresponder, sin avergonzarse unió ligeramente sus piernas con las de su marido. — No creo que te importe realmente, ni siquiera podré levantarme ahora, mis piernas están jodidas—. 

 

Cellbit lo meditó por un tiempo, deseaba quedarse así ahora, con el calor de su esposo rodeándolo de otra manera, pero no podía permitirse dejarlo así sabiendo que después podría estar incómodo de nuevo. Con agilidad se levantó y después, como pudo y con cuidado, cargó a su marido al estilo nupcial y se dirigió al baño.

 

— Tranquilo, guapito… Eu vou cuidar de você. — Cellbit sonrió mientras que su marido, encantado, solo se acurrucó en sus brazos y se dejó llevar a la promesa de una ducha caliente, cuidados y amor. 

 

Notes:

Sangre, sangre, sangre y mamadas