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Inefable [Libro 2]

Summary:

❝ Takemichi Hanagaki intenta nivelar la vida en su casa, sus obligaciones escolares y su relación con Manjirō Sano, intentando todo lo posible para que su novio no sospeche de sus secretos domésticos.

Las tensiones entre Mikey y Rindō aumentan, lo cual provoca que su amistad se vuelva un sube y baja de emociones.

Rindō Haitani lidia con las complicaciones de su amor no correspondido y poco a poco pierde el control sobre sus acciones, lo que menos esperaba era recibir ayuda de la última persona en la que confiaría sus secretos más profundos, esos que ni siquiera puede confesar a su mejor amigo.

¿Hallarán un punto de estabilidad o serás arrastrados por el caos? ❞

« La palabra Inefable se refiere a algo que no puede ser expresado o explicado con palabras.»

Chapter 1: El poder de una mirada

Chapter Text



Link de playlist en youtube con subtítulos: https://www.youtube.com/playlist?list=PLh_I2PadL0vX5hwQxW6INl2HQ-cZQl-3z


[Takemichi] - Casa de Manjirō

La música inundaba el salón. El sonido de la guitarra retumbaba entre las cuatro paredes, mezclándose de una forma armoniosa con la suave voz de Rindō, que cantaba con los ojos cerrados y sosteniendo el micrófono con las dos manos, reflejando en su rostro una expresión de concentración. A su lado, Mikey mantenía la mirada en su guitarra, sus dedos parecían moverse solos, tocando cada acorde con maestría, conociendo qué cuerda hacer vibrar y qué melodía resaltar.

Se complementan de maravilla, sincronizándose de un modo que realmente impresionaba. La melodía de Mikey y la voz de Rindō se unían de forma que parecía un solo sonido. Uno impresionante. Ojalá estuviera aquí Draken para acompañarlos, debido a los múltiples trabajos que estaba tomando, prefería dormir en su casa.

Llevaba los últimos quince minutos embobado mirándolos con la boca abierta mientras permanecía sentado en el suelo con las piernas cruzadas y mi espalda apoyada en el sofá, el cual habíamos desplazado algunos metros de su sitio para tener más espacio. Detrás de mí, Yuzuha vociferaba y aclamaba la música, moviéndose de un lado a otro de manera inquieta, dando algún salto a la vez que palmeaba sus manos en el aire, gritando eufórica. A mi lado, también sentado en el suelo, Ran permanecía con el ceño fruncido, frotándose los oídos, aunque estoy seguro que su malestar no era debido a la música de los chicos, sino a los gritos de su novia que iban subiendo de tono a medida que pasaba los minutos.

Al principio me había reído al ver a Ran, para después quedarme enfrascado en la música de una forma que ya ni siquiera escuchaba las aclamaciones de Yuzuha. 

Tenía la mirada fija en los dos, Mikey y Rindō, estaba impresionado, jamás me hubiera imaginado que esos “famosos ensayos” en el sótano de la escuela pudieran haber dado fruto a esa clase de música. Una música que te hacía sentir en el aire.

En tus ojos, me perdí
¿Podrías quedarte un poco más?
Y me derrito entonces en tus ojos,
como la primera vez que me atrapó tu fuego
solo quédate conmigo,
mantente conmigo ahora.

De vez en cuando, Mikey levanta la vista y enfocaba sus ojos en los míos, sonriendo de medio lado. Esos eran los momentos en los que mi estómago daba un vuelco irremediable y yo sentía mis mejillas sonrojarse sin remedio. Aquello no era un concierto en toda regla, pero sí una de las tantas e improvisadas reuniones que tenía con los chicos estos últimos días, faltaba Draken que aprovechaba su tiempo durmiendo porque después de clases se dedicaba a trabajar.

Mi amistad con ellos había comenzado a raíz de mi relación con Mikey, y lo cierto es que, poco a poco, esa amistad ha ido creciendo más y más. Ahora la mayoría de mis tardes las dedicaba a algo que nunca había creído posible: Estar con ellos y divertirme, solo pasarlo bien mientras les decía a mis padres que me quedaba en la escuela, como siempre, trabajando en la sala del consejo y estudiando. Eso conllevaba que todas mis noches tuviera que matarme trabajando para adelantar las tareas que durante las tardes no hacía. Por eso es que a menudo me encontraba cansado y somnoliento. Todos lo habían notado y Mikey insistió varias veces en que fuera a ver a un doctor, pero yo salí del problema admitiendo que duermo menos de lo normal por insomnio crónico, y no era mentira, pero el método al que ya empezaba a acostumbrarme era el único realmente efectivo.

Es el único modo de poder estar con los chicos y con Mikey sin que en mi casa se enteraran, al mismo tiempo que no descuidaba mis tareas como estudiante y presidente estudiantil. Era mucho estrés a veces, pero merecía la pena.

Mikey y Rindō finalizaron la canción con una sincronización perfecta, lo cual no hizo sino arrancar más gritos de Yuzuha, quien de forma repentina, saltó del sofá por encima de Ran y de mí para gritarle a los chicos en la cara y felicitarlos por su música. 

Ran no dudó en suspirar aliviado y ponerse en pie, aún frotándose los oídos. 

—Ya era hora, tiene fuerza en los pulmones —Murmuró tambaleándose un poco, me eché a reír por sus palabras antes de volver a dirigir mi mirada a la persona que había estado observando todo el tiempo: Mikey.

Trataba de quitarse de encima a Yuzuha, la cual saltaba alrededor de él aplaudiendo y bromeando con que era su primera fan, divirtiéndose mucho por las muecas de Mikey. Estaba claro que le encantaba hacerlo rabiar.

Sin embargo, aunque Mikey frunció el ceño con todo aquel escándalo y comenzó a gritarle por enésima vez lo loca que estaba, lo cierto es que no engañó a nadie, todos sabíamos que no estaba enfadado de verdad. 

—¿Qué dices? —Me preguntó Mikey en cuanto logró zafarse de Yuzuha y pudo acercarse a mí, esbozando una sonrisa y tendiéndome ambos brazos para ayudarme a levantarme.

—¿Cómo decirlo? —Dije sonriendo de oreja a oreja fingiendo pensar, agarrando sus manos y dejándome impulsar hacia arriba. En un abrir y cerrar de ojos me encontraba de pie, frente a él —¡Fue impresionante! Jamás me imaginé que su música sonara de esa forma. Tienes un gran talento, ambos lo tienen.

—No creo que sea para tanto —Se rio Mikey haciéndome centrar mis ojos en él, justo después de apreciar como Ran se unía a su hermano y a Yuzuha, sin dejar de hacer muecas ante los gritos de su novia —Lo que pasa es que la música nos encanta, supongo que eso se ve reflejado después en las canciones, en las canciones de Rindō, él es la mente maestra.

Al verlo, aumenté mi sonrisa y lo abrace, tomándolo por sorpresa, a pesar de su desconcierto, no dudó en devolver el abrazo, suspirando fuertemente.

—Tienes talento, Mikey —Le susurré en voz baja por los gritos de fondo. Aunque seguían resonando con fuerza dificultando el oír con claridad, en aquel momento supe que Mikey escucharía lo que fuera a decirle —Es puro talento, de verdad y estoy muy orgulloso de ti.

En cuanto acabé de hablar, Mikey me abrazó con más fuerza sin decir nada. Sonreí. Ya habían pasado cuatro o cinco semanas desde el inicio de mi relación con Mikey, tampoco importaba la cantidad. El tiempo había transcurrido volando, literalmente volando, en un abrir y cerrar de ojos pasaron tantas cosas entre nosotros, tantas que la fecha del comienzo me era indiferente y sabía que para él también. Lo importante de recordar era cada momento, cada minuto, cada beso, cada palabra, cada caricia, cada instante a su lado y de eso me acordaba a la perfección.

Sin embargo, a pesar de no saber con claridad si ese tiempo juntos fue mucho o poco, sí que había comenzado a sentir como a cada día que pasaba lo conocía más y más, comenzaba a ser consciente de sus pensamientos, de sus manías, de sus inquietudes, de su nerviosismo, de sus alegrías y de sus silencios, esos silencios cargados de palabras que lo dicen todo. Por eso, en aquel instante, cuando me abrazó con fuerza sin dar una respuesta supe que no hacía falta porque sabía lo que quiere decirme con solo estar cerca de él. 

Comenzábamos a entendernos por el hecho de querernos, comenzábamos a aprender a comunicarnos haciendo a un lado el habla. Comenzábamos a decírnoslo todo a través de una simple mirada y entonces, apoyando mi barbilla en su hombro, sonreí al recordar cómo apenas una semana atrás, Mikey me había dicho que, a veces la verdadera clave de las cosas, era no decir nada y tenía razón.

—A ti también te ha gustado, ¿Verdad, Takemichi? —Preguntó de pronto Yuzuha, utilizando para alivio de todos los presentes, un tono de voz mucho más sosegado que antes.

—Fue increíble —Sonreí tomando distancia de Mikey y girando hacia los chicos —Tienes una voz impresionante, Rindō.

Rindō, el cual se había cuidado de apartar el micrófono y la guitarra apoyada a un lado, dejando el salón un poco más despejado, me dedicó una sonrisa amable.

—Gracias —Sonrió —Pero creo que exageras, solo reflejamos en la música la gran afición que sentimos por ella.

No dejo de sorprenderme con estos dos, Rindō acaba de repetir lo que Mikey me dijo antes.

—¿Ya ves? ¿Qué te decía yo? —Bromeó Mikey riendo levemente, tomándome por la cintura desde atrás —Por cierto, ¿Dónde anda el gemelo pitufo?

—¿Angry? —Pregunté frunciendo el ceño —Debe de seguir afuera, no creo que se haya marchado sin despedirse.

—Hace un buen rato que salió, ¿Se encuentra bien? —Preguntó Ran uniéndose a la conversación.

Justo iba a responderle cuando comenzó a sonar el tono de un teléfono, haciéndonos sobresaltar a todos.

—Es el mío —Dijo Rindō buscando en su bolsillo derecho su teléfono y ver la identidad del llamante —Ya vengo. 

No nos dirigió la mirada al ver su teléfono, se alejó con paso ligero en dirección a la cocina. En cuanto se hubo alejado, voltee encarando a Mikey.

—Voy a ver qué hace Angry —Le comenté ladeando la cabeza y tratando de mantenerme indiferente a su ceño fruncido y gruñido de protesta —¡No seas animal! Es mi amigo.

Salí al ver que abría la boca para replicar. 

Sé de sobra que Mikey no terminaba de aceptar del todo a Angry desde el día que estuve con él en el centro comercial después de todo lo ocurrido con Akkun, Mikey tenía la absurda idea de que Angry pretendía algo más conmigo que una simple amistad. Ya traté de explicarle mil veces que estaba equivocado, quise hacerle ver por todos los medios posibles que sus ideas eran inciertas y que sus celos no tenían fundamento alguno, pero no sirvió de mucho. Mikey era demasiado testarudo como para pretender hacerle cambiar de opinión.

A pesar de ello, yo prefería pensar que en el fondo era consciente de que sus suposiciones estaban totalmente equivocadas. Angry solo es mi amigo y fue un gran apoyo para mí durante aquellos momentos en los que mi relación con Mikey se encontraba resquebrajada a causa del malentendido que sucedió con Akkun.

Yo me había sentido mucho mejor abriéndome esa tarde, y él también había decidido depositar su confianza en mí contándome su secreto, su interés por Mitsuya. Realmente no estaba seguro de si se trataba o no de un secreto, pero al menos me tuvo en cuenta a la hora de confesar algo importante. Por eso yo lo valoro mucho. Tanto así que desde aquel día, me había cuidado de interesarme por su asunto, sintiéndome dispuesto a ayudarle cuando hiciera falta. Al fin y al cabo, él me había ayudado a mí en su momento, y mucho, Angry fue una de las personas que contribuyeron a ayudarme para solucionar mi problema con Mikey. Gracias a él, además de Yuzuha, Ran, Draken y Rindō, finalmente Mikey y yo habíamos logrado estar donde estamos y eso nunca, nunca podría dejar de agradecérselo.

Desde entonces, mantuvimos el contacto, y él me ha ido contando más detalles acerca de su interés en Mitsuya.

Al parecer, llevaba enamorado de él desde hace bastante tiempo, pero a día de hoy, Angry sigue sin estar seguro de si era o no correspondido, claro que no perdía la fe. Era un chico increíblemente optimista y no se rendía en su amor. Estaba convencido de que tarde o temprano Mitsuya se fijaría en él. En los últimos días se ha sentido muy feliz, ya que ha quedado con Mitsuya a solas un par de veces, en la hamburguesería o pasear por la ciudad para matar el tiempo. Angry tenía la certeza de que lograría su objetivo algún día y no le importaba esperar el tiempo que hiciera falta siempre y cuando su sueño se cumpliera al final.

A raíz de eso, de todo lo que ha ocurrido, yo estuve invitando a Angry a venir con nosotros cuando nos reunimos después de clase.

Los chicos mostraron su acuerdo desde el primer momento, y aunque Mikey fue un poco reticente al principio alegando que a Draken no le gustaría, al final acabó aceptando de mala gana cuando supo que no vendría por estar demasiado cansado. Aquella noche, constituía una de esas reuniones en las que nos habíamos juntado los seis. Durante los últimos días, Yuzuha insistió una y otra vez en que le apetecía oír lo nuevo de Mikey y Rindō, quienes últimamente están más entregados a la música que nunca y ya eran más un dúo que un trío, porque Draken estaba saturado de trabajo. Tras mucho insistir finalmente ambos aceptaron y decidieron organizar un pequeño espectáculo en casa de Mikey, a pesar de que Yuzuha había insistido en publicarlo en redes para invitar a media ciudad.

Por supuesto que Mikey se negó en rotundo gritando a los cuatro vientos que ni hablar, que si se había vuelto loca o qué. Por petición mía, la reunión era organizada tras la cena. De ese modo, pude volver a escaparme de casa sin problemas, después de que mis padres y Kazutora se fueran a dormir. Lo cierto es que, últimamente, aquella práctica se estaba volviendo casi una costumbre en mi vida.

Me pasaba los días teniendo sueño, cansado y sintiéndome un poco débil a causa de dormir menos horas cada vez, pero no me importaba en absoluto, vale la pena si con ello podía estar con Mikey y con los chicos a menudo.

—Bien —Aceptó finalmente Mikey a mis espaldas.

—Como si te estuviera pidiendo permiso —Dije antes de salir corriendo.

Aproximadamente a la mitad del espectáculo, Angry decidió salir fuera, a esperar a Mitsuya.

Me había preguntado antes de venir si podía invitarlo, confiando en que quizás ese encuentro podría unirlos un poco más, a mí no me había importado que lo invitara y a los demás tampoco porque era un ex compañero de curso. Mikey volvió a poner objeciones y malas caras durante un rato, solo para aceptar al final.

No obstante, ya estábamos por finalizar la reunión y Mitsuya no aparecía.

—Ya no eres mi presidente dulce, sino un rebelde —Añadió Mikey acercándose a la puerta para hablarme —No me fío nada del gemelo pitufo.

—Eres el colmo —Reí con resignación antes de darle un golpe en el hombro e ir a la puerta principal.

Cuando salí a la calle, me encontré con que Angry se encontraba apoyado en la pared de la casa con la mirada fija en la oscura calle. El viento era frío y le alborota el cabello rizado de color en varias direcciones.

—Hola —Susurré reprimiendo un escalofrío a causa de la diferencia de temperatura del exterior con respecto al interior de la casa.

—Ah, Takemichi —Exclamó girándose hacia mí en cuanto hubo escuchado que lo llamaba —¿Han terminado? 

—Sí, hace un momento —Respondí esbozando una leve sonrisa mientras me acercaba a su lado —Oye, hace frío, ¿No crees? ¿Por qué no entras? Llevas aquí mucho tiempo.

—Sí, sí, voy enseguida —Respondió introduciendo sus manos en los bolsillos de su cárdigan que era más grueso de lo habitual y se ocultaba tras la bufanda de lana —Supongo que ya no tiene sentido seguir esperando, no parece que Mitsuya vaya a venir.

Suspiré clavando mis ojos en él. A pesar de que la persona de la que estaba perdidamente enamorado acababa de darle plantón, Angry parecía estar igual de tranquilo. Era muy admirable esa capacidad suya de no perder el buen humor ni en sus peores momentos.

—Lo siento, Angry —Susurré —Quizás le haya surgido algo, dijo que vendría, ¿No es así?

—¡Sí, pero no pasa nada! —Intentó sonreír con los ojos cerrados, tal como su hermano, pero acabó echando la cabeza hacia atrás hasta apoyarla en la pared —Seguramente le surgió algo, como dices, pero estoy seguro de que la próxima vez vendrá.

El optimismo y el convencimiento con el que decía las cosas es impresionante.

Me quedé mirándolo fijamente unos segundos mientras sentía como el viento subía de intensidad, alborotándonos el cabello. Hacía frío.

—Claro que sí —Sonreí mostrando así mi apoyo, lo cual agradeció, devolviendo la sonrisa y asintiendo con ímpetu —La próxima vez.


[Manjirō] - Casa de Manjirō

Había dejado a Ran en el sofá recuperándose de los gritos que había dado su novia durante la actuación y a Yuzuha tirada en el suelo del salón jugueteando con mi guitarra. Esta chica no pierde la adrenalina ni aunque le pagaran para ello.

Tengo dos opciones mientras esperaba a que todos volviéramos a reunirnos para decidir qué hacer a continuación: Espiar la conversación de Takemitchy con el gemelo pitufo, del cual no me fiaba ni un pelo, o ir a ver a Rindō, quien a juzgar por el murmullo que salía de la cocina aún estaba al teléfono. Después de haber visto su expresión a la hora de contestar la llamada, puedo jurar que se trataba de Luna. Suspiré. Esa estupidez que hizo con ella l semana pasada le estaba trayendo más problemas que en toda su vida junta. Ahora Luna no paraba de llamarlo a todas horas, de pegarse como sanguijuela, de no dejarlo ni respirar.

Cielos, esa niña parecía un chicle, muy empalagosa, más de una vez tuve ganas de responder yo el teléfono de Rindō y decirle cuatro verdades, pero él no lo permitió. Según él, le debía una buena explicación, además de una disculpa y quizás tenga razón, pero ya llevaba una docena de explicaciones y sigue sin entender que Rindō no quería nada con ella. Era desesperante la situación y ni siquiera me relacionaba. Él tampoco ayuda siendo tan bueno y amable, en su intento de no lastimarla solo estaba alimentando esos sentimientos.

Al final opté por ir a ver a Rindō, suponiendo que su asunto urgía más que espiar a Takemitchy hablando con el gemelo pitufo.

Cuando llegué a la cocina, confirmé lo que ya me imaginaba: Rindō continuaba al teléfono, hablando con un tono de voz suave, pero al mismo tiempo cargado de impaciencia mientras se paseaba a un lado y a otro. A pesar de que apenas hice ruido, se giró como un resorte hacia mí en cuanto puse un pie.

—Es ella, ¿No? —Pregunté con irritación, apretando los puños a ambos lados de mi cuerpo.

—De acuerdo —Murmuró Rindō sin despegar sus ojos de mí, dirigiéndose a la persona con la que estaba hablando —Pero todo eso ya lo hemos discutido y… 

Rindō calló de golpe al ser interrumpido por una voz de lo más escandalosa que se oía a través del teléfono. Inmediatamente la reconocí y al hacerlo, resoplé molesto, conteniendome para no actuar sin pensar y sacarle el teléfono, después de un par de minutos oyendo lo mismo no pude contenerme más.

—¡Corta ya, Rindō! Apaga el teléfono y si no lo entiende por las buenas, lo hará por las malas.

—Mikey por favor —Susurró Rindō tapando con su mano el altavoz, tratando de llamarme la atención.

—Ni Mikey ni nada, dame eso —Repliqué tratando de arrebatarle el teléfono con un movimiento rápido, dando una zancada hacia él y alargando el brazo, pero Rindō se echó a un lado y me esquivó.

—Luna, lo siento, tengo que dejarte —Dijo antes de colgar. Seguidamente se giró hacia mí con el ceño fruncido —No vuelvas a hacer eso.

—¿Qué? —Dije de mal humor —¿Intentar decirle a esa chica una o dos verdades? ¿Tratar de hacer que te deje tranquilo de una vez? Lo siento, Rindō, pero estoy viendo día tras día como ella no te deja ni respirar y no puedo quedarme callado. ¡No puedo! 

Rindō no dijo nada, solo me miraba, sin ninguna expresión en su rostro. ¡Ya volvíamos a lo mismo! Ya estaba de nuevo comportándose así, como si no sintiera, como si todo le diera igual.

—Más bien el que tendría que decirle todo eso eres tu, no sé cómo la aguantas, lleva encima de ti una semana —Añadí, con el tono de voz un poco más bajo, aunque sin llegar a ser calmado.

Nada.

No dijo nada.

Siguió mirándome. Me era imposible saber lo que estaba pensando cuando me miraba sin hacer nada, ni siquiera pestañear. En este momento necesito la intervención de Draken.

¿Está molesto? ¿Cansado? ¿Triste? ¿Hambriento? ¿No sabe qué hacer? ¿No sabe qué decir? No lo sé, no lo sé porque sigue sin mostrar una expresión en su rostro. ¿Hasta cuándo íbamos a estar así?

—Rindō, por lo que más quieras, háblame —Dije impaciente, sintiéndome incapaz de estar ni un minuto más en aquella situación silenciosa.

—No vuelvas a hacer eso —Repitió apenas en un susurro.

Nada más. no dijo nada más, simplemente suspiró y agachó la cabeza, mordiéndose el labio inferior y comenzando a caminar para salir de la cocina.

—¿Quieres hacerme el favor de parar? —Murmuré en cuanto pasó por mi lado, sorprendiéndome a mí mismo por el tono calmado de mi voz aunque lo cierto es que no pude evitar que la frase sonara un tanto resentida.

—¿Qué es lo que quieres que pare, Mikey? —Respondió en mi mismo tono, sin mirarme —Me pediste que te hablara de mis sentimientos, lo hice, y después de todo lo que sucedió estuviste de acuerdo en que Luns merecía una explicación.

—¡Una, no cincuenta! —Grité ya sin poder contenerme, girando hacia él y haciendo que levantara la cabeza bruscamente —Estuve de acuerdo, sí, pero ni por asomo me iba a imaginar que esa chica iba a ser tan pesada, ¿No ves que por más explicaciones que le des a ella no le importa? No va a entender que la besaste por error, es incapaz de ver que no la quieres y mientras más amable seas, más esperanzas va a tener.

—Pero ella no se merece que la deje de lado, tampoco que puedo comportarme con indiferencia cuando el único culpable soy yo, ella también sufre con todo esto, no tengo ningún derecho de hacerle más daño —Replicó subiendo ligeramente el tono de voz sin llegar a gritar.

Me sorprendí. Aquella era la primera vez que veía a Rindō hablar con irritación, hablar sin utilizar ese monótono tono de voz que tenía siempre para todo y para todos. Sin embargo no le dije nada, ni le hice ver que estaba sorprendido. No pude evitar abrir los ojos con sorpresa y levantar las cejas quedándome pasmado, no dije nada.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Salir con ella para que no sufra? —Protesté con ironía —¿Amargarte la vida al lado de alguien a quien no quieres solo porque te da lástima que lo pase mal?

No respondió, suspiró. Tratando de ignorar un sudor frío que me recorrió toda la espina dorsal, apreté los puños y suspiré tratando de calmar mis nervios, aunque de lo único que tenía ganas en aquel momento era de largarme de allí porque sentía que si seguía un minuto más en la misma habitación que Rindō no podría evitar discutir más sobre el asunto. 

Bajó la mirada apartando sus ojos de los míos y rehuyó mi pregunta. Automáticamente, la ira dentro de mi pecho, creció. Creció con su gesto, con su decisión de agachar la cabeza y no mirarme, creció porque yo era consciente de que a veces, una mirada puede decirlo todo. Pero en la mayoría de las ocasiones, la cosa resultaba al revés: Era precisamente la ausencia de la mirada, la que más verdades acaba revelando.

—Espero que sea una broma —Susurré apretando los dientes y mordiéndome el interior de la mejilla para no gritar. Pero pasados segundos, y al comprobar que Rindō no me contestaba, de pronto ya no pude contenerme más —¡Dime que es una maldita broma!

Acabe dándole una fuerte patada al suelo, cuando de pronto la puerta de la cocina se abrió, haciéndome callar de forma repentina.

—Ya estamos aquí, siento la… tardanza… —Dijo Takemitchy con entusiasmo primero y con algo de sorpresa después al observar seguramente, las expresiones en el rostro de Rindō y en el mío.

A su lado estaba Angry nos miraba con la cabeza ladeada, tratando de entender por qué al entrar me encontró gritando.

—¿Qué pasa aquí? —Añadió Takemitchy pasando los ojos desde Rindō hasta mí, clavando sus ojos en los míos un momento antes de que le desviara la mirada y suspirara tratando de calmarme —¿Mikey?

—No pasa nada —Respondí tratando de esbozar una sonrisa, aunque al final solo logré dibujar una extraña mueca —Absolutamente nada.

No pude ocultar la ironía en mi tono de voz, antes de suspirar nuevamente y echar a andar para salir de la cocina, no sin antes agarrar a Takemitchy del brazo arrastrándolo tras de mí. 


[Rindō] - Casa de Manjirō

Cuando Mikey y Hanagaki salieron de la cocina, levanté mi vista del suelo y froté mi frente con cansancio. Me sentía un tanto débil últimamente.

Suspirando y tratando de ordenar mis ideas, contemplé el teléfono que sostenía en mi mano y me decidí a hablar con Mikey sobre todo aquel enrevesado asunto. Aquello no podía seguir así, en los últimos días habíamos discutido demasiado debido a lo mismo, comprendía el punto de vista de Mikey, pero aquello no era fácil. Necesitaba que él también me entendiera un poco, yo no podía pretender que Luna se conformara con una explicación de diez minutos en la que en realidad no le había dicho nada, ni siquiera tuve el valor suficiente como para decirle de frente que no la quería, que todo fue un error, que aquel beso no había significado nada para mí.

Únicamente le había puesto una excusa tras otra, comportándome como un cobarde. No lograba comprenderlo, yo no soy así, pero no me sentía capaz de enfrentarla, no me sentía con derecho de fracturar los sueños y las ilusiones de Luna en mil pedazos, yo no puedo causarle ese daño que supondría hacerle ver la realidad, una realidad en lo que yo no sentía lo mismo que ella, una realidad en la que no podía corresponder sus sentimientos.

Aunque, ¿Engañarla no es peor? Cerré los ojos respirando hondamente. No la estaba engañando, solo había evitado hablar del tema por miedo a su dolor, sin embargo, mis acciones se convertirían en engaño si yo no me decidía a actuar pronto.

Debo hablar con ella, evitar que siguiera haciéndose ilusiones, necesito armarme de valor y dar la cara y pagando por mis errores. Lo terrible es que en vez de pagar yo, lo haría Luna. Habiendo tomado una decisión al fin, abrí los ojos. También debía hablar con Mikey, tengo que explicarle por qué Luna seguía insistiendo en hablar conmigo, es mi deber informarle que yo aún no le había dado ninguna explicación ni había sido capaz de enfrentar el tema.

Con esta idea en mente, de pronto me sentí mucho mejor, y me giré dispuesto a salir de la cocina y reunirme con el grupo, aún con la mirada clavada en el suelo.

—Hablaré con ella —Murmuré para mí mismo. 

—¿Qué hablarás con quién?

Esa voz me hizo sobresaltarme y dar un paso hacia atrás, logrando que mi espalda chocara contra la encimera. Tratando de ocultar una mueca de dolor, fijé en mis ojos en la persona que había hablado y me sorprendí al comprobar que Angry aún no salía de la cocina. 

Se encontraba parado en la puerta con sus manos ocultas con las mangas del cárdigan y había aflojado la bufanda alrededor de su cuello. Sus labios dibujaban un círculo y sus ojos estaban muy abiertos, como si se encontrara dispuesto a observar algo verdaderamente interesante, luce curioso.

—Angry, no sabía que seguías aquí —Murmuré sacudiéndome la ropa. 

—Entonces, ¿Con quién hablabas? —Rió de buen humor, sacando sus manos de los bolsillos y cruzándolas delante de las piernas.

—Con nadie —Respondí despacio en voz baja —Solo reflexionaba.

Angry torció el gesto y me observó fijamente, ocultando sus manos detrás de la espalda al tiempo que disminuía su sonrisa, dibujando en su rostro una extraña mueca confusa.

—¿Estás bien? —Preguntó en mi mismo tono de voz, casi con cautela. Sin mirarle, suspiré pasando por su lado dispuesto a salir de la cocina.

—He estado mejor.


[Atsushi] - Casa de Sendō

Hacía ya un buen rato que el reloj había marcado las dos de la madrugada. Los ojos me escocían, y se me cerraban solos, la luz de la pequeña lámpara situada sobre el escritorio no hacía sino incrementar mi dolor de cabeza. Estoy convencido de que a la mañana siguiente me costaría mucho trabajo levantarme, pero estaba tan cerca.

Hice una pausa, apartando el papel en el que escribía y froté mis cansados ojos con la yema de mis dedos. Picaban, seguramente los tenía irritados. 

Las temperaturas eran bajas, el invierno estaba a la vuelta de la esquina y por ello, el frío incrementa con cada día que pasa. No obstante, en aquel momento yo me sentía acalorado. Cerré un momento los ojos, descansando la vista, y cuando volví a abrirlos me dediqué a continuar con mi quehacer. Estaba cerca, muy cerca, no podía evitar pensar lo próximo que se encontraba mi victoria. Me sentía eufórico de solo pensar que si mi plan resultaba con éxito Takemichi y Sano no tardaría en separarse. No me gustaba que Takemichi tuviera que sufrir, no me gustaba en absoluto, pero consideraba el mal trago que estaba por llegar necesario para que, de una vez por todas, comprendiera que la única persona que siempre estaría a su lado era yo.

Al terminar de escribir, aparté el bolígrafo a un lado y observé satisfecha el resultado de mi trabajo, tomando el folio entre mis manos y releyendo lo escrito. 

Bien, la primera parte del plan estaba preparada, ahora solo restaba la segunda y la más difícil en realidad. Difícil y larga, el proceso llevaría tiempo, pero al final, obtendría unos resultados perfectos. Al haber elegido ese plan y no otro, mi éxito estaba garantizado. Observé la gran montaña de papeles que se alzaba al fondo de mi escritorio y un escalofrío me recorrió de arriba a abajo, es demasiado tarde y debo continuar al día siguiente, una vez hubiera repuesto fuerzas. 

Encontrándome tan cansado, era fácil cometer un error o pasar algún dato de interés por alto y eso no me convenía. Una vez recogí todo y estuve en la cama con los ojos cerrados, descansando la vista al fin, me dediqué a repasar una vez más el plan. Era algo que hacía todas las noches sin falta, aquello se había convertido en una necesidad para mí. 

Nada podía salir mal. Solo me quedaba dedicarme en cuerpo y alma a realizar esa pequeña tarea y una vez conseguida Takemichi iba a conocer la verdad de Sano.

Chapter 2: Aquello que nos da miedo

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[Manjirō] - Casa de Manjirō

—¿Vas a decirme por qué discutían? —Preguntó Takemitchy detrás de mí.

Sin responder, seguimos caminando a mi cuarto donde me saque con un movimiento rápido la camiseta, abriendo el armario y arrojándola adentro con más fuerza de la necesaria. Busqué una limpia y me la coloqué.

—Mikey…

—No es nada —Respondí enfocando mis ojos en los suyos.

Se había quedado de pie apoyado en la puerta, la cual se encontraba entrecerrada, dejando ver un poco de la luz proveniente del pasillo. El resto de la habitación estaba en penumbra.

Al salir de la cocina había arrastrado a Takemitchy hasta mi habitación, mientras este no dejaba de preguntarme el por qué de mis gritos hacia Rindō. Sin embargo, no le había respondido, me limité a tirar de su mano escaleras arriba, ignorando tanto sus preguntas como el jugueteo de Yuzuha con mi guitarra en el salón. Al entrar en mi habitación le solté la mano y sin ni siquiera encender la luz, corrí a cambiarme de camiseta. Aunque las temperaturas eran bajas, no había dejado de moverme en todo el tiempo que estuve tocando la guitarra y la verdad es que estaba sudando.

Sumando eso a que la conversación con Rindō me dejó de mal humor, al final decidí cambiarme de camiseta y refrescarme.

—Si no es nada, ¿Por qué estabas gritando? —Insistió sin apartar su mirada de la mía, con el semblante bastante serio —¿Y por qué Rindō parecía querer que la tierra se lo tragara?

No respondí. Solo resoplé de mal humor arrastrando mis pies hasta la cama, dejándome caer en ella y cerrando los ojos al mismo tiempo. Acto seguido, me llevé una mano a la frente.

—¿No tienes calor?

—No —Respondió Takemitchy comenzando a caminar hasta mí. Con los ojos cerrados, sentí que se subía a la cama a mi lado —No tengo calor porque yo no estoy estresado, a diferencia de ti.

—¡Yo no estoy estresado! —Protesté levantando la cabeza y dedicándole una mirada cargada de indignación, subiendo las cejas al tiempo que fruncía el ceño.

Takemitchy disimuló una sonrisa leve y se puso de rodillas en la cama, inclinándose sobre la pared y estirando el brazo hasta abrir una pequeña ventana que se hallaba situada por encima de la cabecera. Al momento, una fresca brisa nocturna se adentró en la habitación, refrescándome.

—¿Mejor? —Sonrió dejándose caer de nuevo a mi lado. 

—Presumido —Susurré reposando de nuevo mi cabeza sobre la almohada, sintiendo que poco a poco me iba relajando.

Antes de cerrar los ojos otra vez, busqué con mi brazo la mano de Takemitchy y la sostuve con fuerza. La brisa se hizo más potente durante los siguientes segundos. Ahí acostado podía sentir como mi camiseta se levantaba y mi cabello se movía en todas direcciones. 

—Takemitchy, si tienes frío, cierra —Murmuré con voz débil.

Me estaba entrando sueño, siento que en cualquier momento voy a quedarme dormido.

—No, no tengo —Dijo aún dándome la mano y acostándose a mi lado. Una vez que sentí su cuerpo echado junto al mío, tiré de su brazo atrayéndolo hacia mí, con la cabeza apoyada en mi hombro y su brazo rodeando mi estómago. Al sentir su respiración en mi cuello, instintivamente lo abracé con más fuerza.

Así es como puedo sentirme realmente bien. Estos eran los momentos en los que me sentía en completa paz, en los que el resto del mundo no me importaba, nada de hermanos ausentes, un padre detestable ni un amigo misterioso que no confía en mí. En estos ratos en los que tenía a Takemitchy conmigo, en los que simplemente estábamos juntos, sin hacer nada en especial, solo quedándonos acostados, olvidándonos de todo, momentos en los que no nos hacía falta hablar, en los que nos lo decíamos todo con solo estar juntos, eran perfectos.

Desde mi posición, sonreí irónicamente. 

Quién hubiera imaginado que iba a llegar un día en el que Takemitchy y yo estaríamos tan unidos, en el que se convertiría en lo más importante que tenía en el mundo. Quién me iba a decir a mí que llegaría un tiempo en el que cada mañana, me levantaría de la cama ideando nuevas formas de hacerlo feliz y que lo nuestro funcione.

—¿En qué piensas? —Susurró Takemitchy removiendo un poco la cabeza, rozando mi barbilla con su pelo y haciéndome cosquillas.

Antes de responder, abrí los ojos y deslicé mi mano por su brazo lentamente en una suave caricia, atrayéndolo más hacia mí. Más, lo quería más cerca, mucho más, lo quería conmigo a todas horas, cada vez odiaba más el momento en el que teníamos que separarnos.

—En ti, en mí, en lo que somos ahora y en lo mucho que ha cambiado nuestra relación —Respondí tragando saliva, con la mirada perdida en el techo —En lo loco que me sigue pareciendo todo lo que ha pasado entre nosotros.

Takemitchy tardó un par de minutos en responder, y cuando lo hizo, su voz se oyó susurrante. 

—No eres el único que lo piensa, yo a cada momento le doy vueltas y te aseguro que no encuentro ningún sentido, pero… —Susurró separándose ligeramente e incorporándose en la cama, apoyando su cabeza en su mano y el codo sobre el colchón —Ya no siento esa necesidad de entender lo que nos sucede. Es algo que… 

—Que ya no tiene importancia —Completé sonriéndole, cruzando mis manos por detrás de mi cabeza —Parece que estuvieras describiendo mis pensamientos.

—Sí —Murmuró Takemitchy ligeramente sorprendido ante mis palabras, pero acentuando su sonrisa- —Eso es lo que iba a decir.

Suspiré, dirigiendo mi mirada de nuevo al techo. Era cierto, hacía días que ya no me pregunto el sentido de todo lo que sentimos. De pronto me desperté un día y me encontré con la famosa locura de quererlo y luego ya no era algo tan alocado. De repente no me importaba el por qué a decir verdad, me era indiferente el motivo por el que había acabado enamorándome como un completo idiota, lo único que de verdad me importaba era que lo quería de una forma que incluso asustaba.

En la vida hubiera imaginado que se podía llegar a querer así, y día a día puedo sentir como esto iba creciendo, ese sentimiento, esa forma de querer iba aumentaba y aumentaba a pasos agigantados. Hay veces en las que me asustaba de verdad porque esa forma de querer era demasiado grande, tanto que incluso dolía. Ni por asomo se lo diría porque, después de todo, yo no soy de decir cursiladas, pero lo cierto era que había llegado a un punto en el que, de pronto, no era capaz de imaginarme sin Takemitchy porque, si le perdiera, yo…

De repente, sentí una cosa de lo más rara a la altura de mi pecho. Una especie de calambre, de sacudida, un vuelco que no había sentido antes, ni siquiera cuando había aceptado al fin mis sentimientos hacia Takemitchy semanas atrás, era algo que no había sentido antes. Sin poder evitarlo, me llevé el puño al pecho y apreté con fuerza, reteniendo la respiración, mi cuerpo dio una sacudida al tiempo que yo contraía todos mis músculos con fuerza. La idea de perderlo o de que se aleje de mi, me recordaba a mis padres y mis hermanos, cómo todos ellos se alejaron por diferentes razones y yo no tuve más alternativa que sonreír, sin embargo, si Takemitchy decide alejarse… no podría repetir el mismo proceso.

—Mikey, ¿Estás bien? ¿Qué te pasa? —Preguntó Takemitchy alarmado, seguramente al observar mi gesto y la expresión de mi cara.

—Nada, estoy bien, solo pensé en algo asqueroso —Murmuré distraído, tratando de calmar mi respiración. Sentía que se me habían acelerado los latidos y había vuelto a sudar a pesar del viento.

—Espera, voy a traerte un vaso de agua —Dijo Takemitchy haciendo ademán de bajarse de la cama pero, de forma instintiva y casi con ansias y desesperación, lo agarré del brazo.

—No, Takemitchy, no me dejes solo… quédate conmigo por favor, no te vayas, no te vayas nunca, no me dejes como… —Farfullé en voz cada vez más baja, recordando a mi familia. Takemitchy se quedó quieto, mirándome boquiabierto, estaba claro que esto era de locos.

Comprensible su expresión, ni yo entiendo qué me acaba de pasar ni por qué me había puesto así. A pesar de no entenderlo, no le había soltado el brazo. De repente la idea de que se alejara me aterraba, la idea de qué ocurriría conmigo si un día le perdía me había dejado muerto de miedo.

—¡Mikey, estás hiperventilando! ¿Qué te pasa? Voy a llamar a…!

—No, no, Takemitchy, de verdad, ya... estoy mejor —Dije clavando mis dedos en su brazo y tratando de calmar mi respiración.

¿Qué mierda me está pasando? Takemitchy no deja de mirarme mientras yo me obligaba a respirar con normalidad y no hay forma de que esto sea normal, definitivamente no lo es, era una jodida tontería suponer que me había puesto así con solo imaginarme sin él cuando estuvimos años alejados y odiándonos.

Cerré los ojos. ¿Cómo un simple sentimiento podía ser tan fuerte? ¿Cómo podía doler tanto?

—¿Seguro que te encuentras mejor? —Abrí los ojos como un resorte y lo miré. 

Me miraba fijamente con una gran expresión de preocupación en su rostro, su mano había buscado la mía y me apretaba con fuerza, se encontraba inclinado hacia mí, respirando con fuerza. Le estoy asustando.

—Si —Murmuré sonriéndole levemente —No fue nada, estoy bien, solo… 

—¿Qué? ¿Qué necesitas? —Me cortó abriendo mucho los ojos e inclinándose más hacia mí.

Antes de volver a hablar, tragué saliva y suspiré. No era fácil para mí decir cursiladas, yo nunca fui bueno hablando de mis sentimientos  y en este momento no tengo ni una endemoniada idea de cómo explicarle a Takemitchy lo que acababa de pasarme sin soltar una frase de lo más empalagosa.

—Solo... —Farfullé, mirando hacia otro lado, no podía mirarlo a la cara y a decir palabras cursis, simplemente no podía —¿Te quedarás conmigo? ¿Te quedarás siempre?

Ya, lo dije, al fin y puedo sentir como el calor aumentaba. Mierda, lo único que me hace falta ahora era sonrojarme. 

Takemitchy no respondió al momento, pero sentí su mano sobre la mía perdiendo fuerza. Quise mirarlo, pero no pude, no era fácil, y lo que me faltaba era que se echara a reír, burlándose de mí o algo por ser tan empalagoso y bipolar. 

—Mikey, mírame —Susurró, con voz firme —Mírame, por favor —Tras cerrar los ojos un momento y tomar aire, finalmente levanté la cabeza con un lento movimiento. A pesar de la penumbra distinguí perfectamente la expresión de su rostro, su calidez, su ternura, siempre tenía una mirada dulce que ofrecerme, pasara lo que pasara. Era demasiado adorable. Entendí que era tonto preocuparme, Takemitchy nunca se burlaría de mi —Te quiero —Susurró en cuanto mis ojos se toparon con los suyos —Te adoro de una forma que ni te imaginas y yo nunca, ni por equivocación, podría pensar en dejarte.

Contuve el aliento. De repente, el pecho se me había acelerado otra vez, solo que esta vez no había dolor, sino era otra cosa, algo cálido.

—Así que deja de preguntarme tonterías —Sonrió Takemitchy al fin, bromeando, en tanto pasaba el dorso de sus dedos por mi frente.

Al final, yo también sonreí, sujetando su mano y tirando de él hacia mí, buscando sus labios de una forma ansiosa y una vez que sentí cómo volvía a besarme de aquella forma que me hacía temblar, sentí que me regresaba el alma al cuerpo. 


[Sōuya] - Casa de Manjirō

Al salir de la cocina me encontré a Yuzuha sentada en el sofá del salón, experimentando con la guitarra de Mikey. Ran estaba junto a ella, y a juzgar por la expresión de su cara, me pareció, sinceramente, que ese dolor de cabeza que le había entrado al comienzo de nuestra reunión, iba en aumento.

—¿Dónde están los demás? —Pregunté arrastrando los pies hacia ellos, frente al sofá. 

—Miren quién ha vuelto —Dijo Yuzuha con una sonrisa de oreja a oreja —Pues… Mikey y Takemichi subieron hace un buen rato, y Rindō acaba de decir que iba al baño. 

—Por cierto, ¿Estás bien enano? —Inquirió Ran de pronto, mirándome con curiosidad —Cuando decidiste salir a la calle parecías triste.

—Oh, sí, estoy bien —Respondí sonriendo, sintiendo de pronto un leve rubor en mis mejillas. 

Aún no termino de acostumbrarme a que Ran era quien era porque yo siempre le había considerado el chico al que podía mirar, mientras esperaba a que Mitsuya se decidiera a mirarme a mí y al final, resultó ser el novio de Yuzuha. Ya empezaba a acostumbrarme a ese dato, aún así me había pasado tantos días mirándolo de lejos y yendo a la tienda de ropa solo para verle que ahora cuando me hablaba directamente no podía evitar ponerme un poco nervioso, no sabía por qué, al fin y al cabo, Ran solo ha sido una especie de crush, nada importante en comparación con Mitsuya, desde luego.

A pesar de eso, aún sentía que me chocaba el hecho de que Ran hubiera resultado ser pareja de mi compañera de clase. No sé si por la diferencia de edad o el misterioso que envuelve su relación, por rumores sé que Ran era estudiante y luego dejó la escuela de repente.

—¿Saben si vamos a hacer algo más? —Pregunté, esta vez dirigiéndome a los dos.

—No tengo ni idea —Respondió Yuzuha echándose hacia atrás, quedando tumbada en el sofá —Eso tendría que decirlo el dueño de la casa, pero como SIGUE SIN BAJAR —Las últimas palabras las dijo gritando, girando su cuello en dirección a las escaleras, tal vez con la esperanza de que Mikey la oyera. Ante eso, Ran volvió a dibujar una mueca en su rostro, llevándose ambas manos a los oídos —¿Cómo tiene el descaro de abandonar a su amigos por su novio? ¡Otra vez!

Contemplando la escena, sonreí de medio lado y decidí ir a buscar a los demás, sobre todo viendo el hecho de que tanto Yuzuha como Ran no parecían tener la más mínima intención de levantarse del sofá. 

—Voy a ver que hacen —Dije dirigiéndome a las escaleras.

—¡Asegúrate de no interrumpir nada entre Mikey y Takemichi primero! De lo contrario, esta vez Mikey sí te mata —Gritó Yuzuha antes de comenzar a subir a la segunda planta.


[Takemichi] - Casa de Manjirō

Mikey llevaba unos días bastante raro, apenas dejaba de prestarle atención lo notaba pensativo y con la mirada fija en algún punto indeterminado, como si su cabeza no estuviera realmente conmigo. Cuando llamaba su atención y volvía al presente, se mostraba agobiado, con la respiración acelerada, incómodo y tenso.

Le había preguntado en un par de ocasiones qué le ocurría, pero Mikey nunca da una respuesta clara.

Lo más racional que ha llegado a decirme, es que a veces no podía evitar pensar en cosas malas y que eso le ponía de mal humor. Aunque él afirmaba eso, lo cierto es que yo veía algo totalmente diferente, él no se ponía de mal humor solo porque sí y esos pensamientos que de pronto lo invadían, fueran cuales fueran, no le enfadaban sino que lo asustaban.

Sin embargo, yo no había querido insistir más de la cuenta.

Conozco lo suficientemente bien a Mikey como para saber lo orgulloso y testarudo que era cuando se trataba de sentimientos que lo hacían sentir vulnerable, él nunca aceptaría que estaba asustado por algo.

Aquí la pregunta era: ¿De qué o de quien tenía miedo? Era algo que lleva dando vueltas en mi cabeza desde hace varios días, eso era lo que estaba tratando de descubrir desde que empecé a notar ese extraño comportamiento en él. Quiero ayudarlo, el simple pensamiento de que estuviera asustado o afectado por algo me ponía realmente mal, no puedo soportar saber que él no se encuentra bien por alguna extraña razón y yo no podía hacer nada por él.

Hoy vine a su casa con la idea firme de preguntárselo al fin.

Se suponía que me tiene confianza, ya somos novios, y yo necesitaba saber qué era eso que le estaba dando tantas vueltas en la cabeza. Sin embargo, sabía que necesitaba actuar con cautela. Mikey es un profesional en evadir las respuestas, cambiar de tema o darme una pizca de verdad para sentirse satisfecho y que dejara el tema. No quiero hacerle un mal rato, solo se sintiera mejor y que compartiera conmigo sus miedos, que juntos buscáramos una solución a todos los problemas que nos fueran viniendo. Quería hacerle tan feliz como él me hace feliz a mí.

La noche había transcurrido bien y con calma, todos juntos en la planta baja riendo, bromeando y escuchando a la banda de tres, no sucedió nada extraño, hasta el momento en que le había encontrado en la cocina gritándole a Rindō.

¿El problema era con él? Nunca, en toda mi vida los vi discutir.

Rindō era uno de sus mejores amigos, alguien muy importante para él. Nunca me lo dijo pero yo lo sé, más desde que Draken comenzó a concentrarse en sus trabajos y relación a distancia, el distanciamiento de sus hermanos y la separación de su familia, eran pocos los que continuaban junto a Mikey. Sé que ahora mismo Mikey considera a Rindō como una especie de hermano. Todavía no conozco bien la situación con sus verdaderos hermanos, solo que están lejos haciendo sus vidas y resolviendo ciertos asuntos personales, a excepción de Draken que lo conoce desde hace años, Rindō es la segunda persona que ha permanecido más cerca de Mikey.

Siempre me había preguntado cómo es que dos personas tan distintas se complementaban tan bien, a veces parecía increíble.

Lo cierto es que así era, tenían una amistad perfecta, siempre estaban dispuestos a ayudarse sin pedirlo, a compartir su tiempo y relajarse juntos, y ahora, de pronto, descubro que Mikey le gritaba de una forma totalmente furiosa mientras Rindō agachaba la cabeza con cara de querer desaparecer.

¿Qué había pasado? Se lo pregunté y no obtuve respuesta, solo me dijo lo que acostumbraba a decirme a menudo cuando tenía problemas: “todo estaba bien”. Si todo estaba bien, ¿Por qué tiene esos momentos de angustia repentina de un momento a otro? Si todo estaba bien, ¿Por qué esa discusión entre Rindō y él?

Y ahí estábamos, en su habitación, yo tratando de encontrar una forma de volver a preguntarle lo mismo de siempre y, sobre todo, tratando de buscar un método para que esta vez sí que me contestara con sinceridad. Mi estado era opuesto al suyo donde se lo veía tan relajado en la cama con los ojos cerrados y hablándome de nosotros cuando de repente otra vez se quedó mirando a la nada, otra vez empezó a sudar, a temblar. Aquello no podía seguir así, tenía que ayudarlo como fuera, aunque él no se dejara.

Me partía el alma verlo mal, saber que no tiene paz, que algo lo asustaba tanto.

Justo iba a abrir la boca para preguntárselo al fin, una vez que le noté más calmado cuando de pronto hizo esa rara pregunta: —¿Te quedarás conmigo? ¿Te quedarás siempre? 

¿Eso era lo que le asustaba? ¿De eso tenía miedo? ¿De perderme? ¿Cómo podía siquiera imaginar que yo podría dejarle? Él era todo para mí, todo, yo jamás podría alejarme de su lado.

Me ha dado tanto.

Con él yo conocí la verdadera felicidad, me hizo sentir amado por primera vez, a cada momento me hace sentir como si estuviera flotando, como si el mundo real, no fuera del todo real, a no ser que él estuviera conmigo. Era impensable imaginar que lo abandono.

Sin él ya no podía estar, sin sus besos, su risa, sus caricias, su olor, yo sin él lo perdería todo. No sabía cómo resumir todo lo que sentía en tan solo una simple frase, era imposible lo que había llegado a sentir por Mikey porque era demasiado grande, demasiado complicado, demasiado indefinible como para tratar de ponerle nombre, pero necesitaba buscar un modo de hacerle entender lo que él significaba para mí, no quería que siguiera teniendo miedo de perderme.

No encontré un modo mejor de hacérselo saber que recordándole que lo quería y solo entonces sonrió. Al fin sonrió, sonrió acercándose y yo no pude evitar lanzarme una vez más a sus labios.

Me besaba despacio, introduciendo lentamente su lengua en mi boca y suspirando cuando nos separamos para tomar aire. Sus manos acariciaban mi cuello lentamente, presionando sus dedos en mi piel, bajando hasta mi pecho y mis hombros en tanto yo me dejaba caer encima besándole con avidez, bebiendo de él su sabor.

Hasta que poco a poco se fue separando de mí y sentí su lengua juguetear en mi cuello, sus dientes mordían con suavidad y sus labios succionaban mi piel. Me mordí el labio inferior con los ojos cerrados, reprimiendo un débil suspiro cuando sus manos se posaron a ambos lados de mi cadera y comenzaron a subir, introduciéndose por debajo de mi camisa.

—Alto —Susurré con voz queda —Ahora no, están todos abajo.

—Que esperen —Dijo besándome de nuevo callando mis protestas, atacando el otro lado de mi cuello al tiempo que desabrochaba el primer botón de mi camisa.

—Pe… pero… —Logré articular antes de sentir sus manos bajando desde mi pecho hasta mi vientre, pasando por mi abdomen.

No pude decir nada más, mis palabras quedaron ahogadas en un fuerte suspiro de excitación. Sus manos bajaron más, presionando sus dedos sobre mi ropa y acariciándome atrevidamente, comenzando a hacerme temblar.

Al mismo tiempo que sus labios no me daban tregua, tan pronto me besaba de forma repentina, cortándome la respiración, como atacaba mi cuello, lamiendo.  Entonces desvió sus besos hacia abajo y mordió suavemente mi piel a la altura de la clavícula. Jadeé con fuerza y en ese momento…


[Rindō] - Casa de Manjirō

Me encontraba en medio del pasillo mirando al suelo, tratando de recuperarme del desequilibrio que me había generado esa presión en el pecho.

Esa presión de la que no lograba deshacerme, esa presión que una vez creí poder controlar y soportar. Frustrado pasé mis dedos por mi largo cabello, tratando de amortiguar mi frustración, pero pasaban los días y cada vez era peor.

Yo siempre lo había sobrellevado bien, siempre lo había afrontado con entereza, con calma, con compostura. No perdí el control cuando vivía con mis padres drogadictos en aquel horrible departamento, no me asustaba cuando aquel hombre levantaba su mano dispuesto a golpearme por tardar en pasarle una botella de alcohol y tampoco me alteraba al ver a mi sumisa madre de su lado en lugar de proteger a su hijo. Siempre estuve bien, en control.

¿Qué me está pasando ahora? Estoy convencido de que la razón de sentir repentinamente que no puedo soportarlo, es por haber hablado de ello.

El acto de hablar, de mencionarlo en voz alta, ponerlo en palabras para otra persona, de algún modo lo hizo más real y, de algún modo, me hizo más consciente de que lo mío siempre sería un amor imposible.

Suspiré llevando ambas manos a la frente.

Ya lo sabía, siempre lo sabía, entonces, ¿Por qué de pronto este dolor es tan desgarrador? Estoy olvidando cómo mantener la compostura, cómo aplacar el temblor que me provocaba pensar en todo, estoy olvidando cómo anestesiar ese ardor en mi pecho y cada día que pasaba, la agonía iba en aumento. Cada día que pasaba es peor.

—¿Haitani?

Por segunda vez en aquella noche, sentí un fuerte sobresalto que me hizo girar bruscamente hacia aquella voz.

—¿Otra vez tú? —Dije en voz baja al ver a Angry junto a las escaleras. Su mano cubierta por la manga de el cárdigan azul sobre la parte superior de la barandilla y su rostro no transmitía mucho. Ante mi pregunta unida a mi expresión, soltó una baja risa.

—No parece, pero te asustas fácilmente cuando alguien te habla desde atrás.

—No asusté, fue un sobresalto, que es distinto —Le respondí frunciendo el ceño —Existe una gran diferencia, asustarse implica sentir miedo de forma prolongada, por el contrario, sobresaltarse conlleva alarmarse y dura un periodo muy corto de tiempo.

Angry torció el gesto un momento con aire pensativo en cuanto acabé de hablar, y al final, sacudió la cabeza de un lado a otro, antes de volver a mirarme y sonreír, aún con más viveza que antes. No es la misma sonrisa radiante y escalofriante de su hermano gemelo, el gesto del peliazul era más suave.

—¡Vamos, te asustaste! —Exclamó, ante lo cual, suspiré con resignación.

Es obvio que no comprendió nada de lo que acabo de explicar.

—Como sea, ¿Qué haces aquí? —Inquirí en voz más baja, tratando de cambiar de tema en tanto me cruzaba de brazos.

—Venía a buscarlos. Yuzuha, Ran y Draken preguntan qué vamos a hacer ahora, y como todos subieron hace un buen rato y no bajaban, decidí… ¿Me estás escuchando?

—Si —Murmuré distraídamente, frotándome un momento los ojos. Los tenía realmente cansados, necesitaba dormir y descansar lo antes posible, pero el maldito insomnio comienza a seducirme con la idea de buscar algún medicamento para descansar —No sé qué plan tendrán los demás pero yo seguramente me vaya a casa, de todas formas pregúntale a Mikey, al fin y al cabo estamos en su casa.

Angry escuchó atentamente un momento, con la cintura inclinada levemente hacia adelante, ante lo cual, fruncí el ceño y observé ladeando la cabeza hacia la izquierda. 

Al cabo de un momento, se percató de mi expresión y empezó a reír a carcajadas, logrando sobresaltarme una vez más.

—Perdona, es que hablas tan bajito, que tenía que inclinarme para oírte —Farfulló entre risas y sin previo aviso ni darme tiempo a hacer o decir nada más, se acercó a grandes zancadas hasta la puerta de la habitación de Mikey y comenzó a golpearla con fuerza —¿Esta es la habitación de Mikey? ¿Están dentro? ¿Mikey? ¿Takemichi? ¿Hay alguien ahí? ¿Hola?

Mientras Angry golpeaba la puerta de la habitación al tiempo que gritaba, me percaté de que me había quedado un tanto boquiabierto.

No tengo la menor duda de que Angry es un chico engañoso, a primera vista luce como alguien tímido y que se oculta tras su hermano, pero en realidad es espontáneo y que habla mucho, también un chico que no tiene miedo a la muerte.

Interrumpir a Mikey y Takemichi es valientes, o alguien suicida.

En cuanto reaccioné, parpadeé un par de veces y carraspeé antes de comenzar a bajar hacia las escaleras. Sí conocía bien a Mikey, estoy completamente seguro de que no saldrá de muy buen humor a causa de la interrupción de Angry y, ciertamente, prefería estar lejos cuando eso sucediera.

Sobre todo, teniendo en cuenta nuestra discusión de hace un rato.

—Yo los espero abajo —Dije antes de comenzar a bajar las escaleras. 

Angry no me contestó, siguió golpeando la puerta y gritando con fuerza. 

Cuando me encontraba a la mitad de las escaleras, no pude evitar parar un momento, con la mano sobre la barandilla y la mirada perdida al frente. 

Sin darme cuenta, musité una única frase para mí mismo, en tanto contraía el entrecejo una vez más:

—¿Dijo que hablo bajito?


[Takemichi] - Casa de Manjirō

Los gritos, unidos a los golpes en la puerta, me hicieron detenerme bruscamente y apartar a Mikey fuera de la cama. 

—¡Mikey! Lo siento —Dije saliendo de la cama con la camisa abierta.

—Descuida, a estas alturas es normal golpearme —Jadeó con la voz entrecortada.

Su camiseta se hallaba tirada en alguna parte del suelo de la habitación, cercana a los pies de la cama, lo mismo que mi pantalón. Volvió a la cama a mi lado.

—Es Angry —Suspiré, al sentir repentinamente los dientes de Mikey morder mi abdomen con suavidad.

—¿Y? —Inquirió con voz ronca, desabrochando él mismo sus pantalones de cuero y comenzando a bajarlos.

—Pues que nos están buscando —Me vi interrumpido de pronto por sus labios, los cuales atacaron los míos sin darme tregua.

Movía su lengua con maestría, abriéndose paso en mi boca, arrancándole a mi cuerpo varios escalofríos, uno detrás de otro.

Sus manos no se quedaban quietas, me acariciaban todo el cuerpo, de arriba abajo, ese hecho casi me hizo caer hechizado de nuevo, a punto estuve de entregarme a la locura y no prestar ni siquiera una mínima atención a todo lo que nos rodeaba, no prestar atención a nada que no fuéramos Mikey y yo, pero entonces…

—¡Chicos! ¿Están ahí? ¿Puedo entrar?

Fueron esas palabras. Fue esa pregunta. Esa inquisición, pidiendo permiso para entrar en el dormitorio lo que me hizo finalmente reaccionar y acumular fuerzas suficientes como para ser indiferente a los besos y las caricias de Mikey, el cual no se había detenido en su plan de seducción.

—¡No! —Grité entonces al comprender que Angry estaba a punto de irrumpir en la habitación y vernos semidesnudos.

Mi grito, fue unido a un inconsciente movimiento de brazos, con el que apartaba a Mikey a un lado de una forma brusca. Tanto así que cuando me quise dar cuenta, me encontré con que el impulso de mi empujón, le hizo rodar hasta un lado de la cama y caer al suelo de forma estrepitosa en medio de un grito ahogado.

Rayos, lo empujé de nuevo, aunque Mikey es fuerte suele bajar la guardia conmigo y mi fuerza es suficiente para apartarlo.

—¿Todo bien? —Oí que preguntaba la voz de Angry justo en el momento en que me llevaba una mano a la boca y me mordía el labio inferior, asomándome por el borde de la cama para ver Mikey, tirado en el suelo, con los ojos cerrados y frunciendo el ceño en un modo que se debatía entre malhumorado y doloroso. 

—¡Sí, todo está bien! —Grité en cuanto pude reaccionar —Um, Angry, ¿Puedes esperarnos abajo? No tardaremos.

—Muy bien, pero sean rápidos —Dijo antes de escuchar el sonido de sus pasos alejarse desde el otro lado de la puerta. 

Una vez a salvo de que alguien pudiera irrumpir en la habitación y descubrir el estado en que nos encontrábamos, miré a Mikey, el cual había abierto los ojos y me observaba con un semblante irritable.

Lentamente, tragué saliva y dibujé en mi rostro una ligera mueca de culpabilidad, mordiéndome el labio inferior.

—Perdona, amor —Susurré en tono afable, ante lo cual, Mikey desde el suelo, puso los ojos en blanco, con una expresión de resignación, antes de hablar.

—Lo dejaré pasar por hoy —Dijo rodando los ojos, parece que Mikey es débil a los apodos románticos, lo tendré en cuenta —De todas formas, ya decía que llevaba mucho tiempo sin recibir un golpe.

Chapter 3: Jugando con mentiras y verdades

Chapter Text


[Manjirō] - Casa de Manjirō

Me colocaba la camiseta y escuchaba de fondo como Takemitchy comenzaba a vestirse, cerré los ojos tratando de calmarme.

Aún me encontraba agitado por lo que casi pasa hace un momento, no fue nada fácil controlar mis ganas hasta el punto de aceptar volver con nuestros amigos sin haber terminado lo que empezamos. Por no mencionar el hecho de que me encontraba de mal humor por la forma tan patética en la que fui echado de mi propia cama.

Con diez minutos más hubiera sido suficiente, si tan solo hubieran esperado diez malditos minutos.

—Mikey, ¿Estás bien? —Oí que preguntaba Takemitchy acercándose.

—Pues no, Takemitchy, no estoy bien —Dije de mal humor con un puchero —Nadie puede estar bien cuando lo cortan a mitad de un momento íntimo.

A mi espalda pude oír que comenzaba a reírse, en otras palabras, se estaba burlando. Al escucharlo fruncí el ceño y me giré dispuesto a quejarme, pero mis palabras se quedaron ahogadas  cuando vi a Takemitchy reír de aquella manera. Cada vez que lo escuchaba reír o que veía su sonrisa me quedaba embobado.

No puedo evitarlo, se me caía la baba. Antes, le hubiera dado un puñetazo a cualquiera que me hubiera insinuado que Takemitchy tenía una risa tierna que enamora cuando sonríe, que iba a llegar un día en que me iba a tener completamente loco por él.

Cuando me paseaba por los pasillos del instituto haciéndole bromas a la gente, saltando las clases y complicando la vida de los profesores, en todo ese tiempo nunca había visto al verdadero Takemitchy. Nunca hasta aquel lunes en el que cometió la mayor estupidez de su vida yendo a clase con fiebre, y yo, haciendo un incomprensible acto de buen samaritano, le había ofrecido mi casa y con esa propuesta me sonrió.

Por primera vez me sonreía desde que éramos niños, me sonrió con su auténtica sonrisa y no su sonrisa forzada, esa que tiene para todo el mundo a todas horas, esa que usa cuando por dentro está pasando el peor momento de su vida. No, su sonrisa de verdad era diferente y desde ese día yo…

—¡Mikey, te hablo a ti! —Ese grito me sacó de mis recuerdos. Frente a mis ojos, Takemitchy agitaba la mano arriba y abajo, tratando de llamar mi atención.

—¿Qué pasa? —Pregunté sin comprender.

—Esa debería ser mi pregunta, ¿Qué te pasa a ti? —Respondió esbozando una media sonrisa —Te me quedaste viendo fijamente.

—Nada —Dije con un tono cantarín —Solo pensaba en lo mucho que te ríes ahora, antes apenas lo hacías.

—Eso no es verdad —Replicó divertido —Yo siempre río.

—No, no como ahora —Susurré agarrándole del hombro y atrayéndolo hacia mí para darle un abrazo. Lo tomé por sorpresa, pero me lo devolvió con ganas, estrechando fuertemente mi espalda con sus delgados brazos. 

—Bueno —Susurró pasados unos segundos, sin separarse —Tienes razón, quizás antes no me reía mucho.

—Eras un amargado —Bromeé, recibiendo un puñetazo en mi hombro izquierdo.

—Idiota —Farfullaba subrayando cada palabra con un nuevo golpe, ante lo cual yo solo reía, tratando de pararle los puñetazos en el aire.

Permanecimos unos segundos bromeando y al final acabó riendo a carcajadas, aunque yo no me libré de un par de puñetazos más, seguidos de un que otro pellizco.

—Si yo era un amargado, tú eras un delincuente, y uno muy orgulloso de serlo.

—¡Repite eso! —Exclamé dando un paso hacia él, simulando estar enojado.

No tengo del todo claro de dónde vienen este tipo de juegos entre nosotros últimamente, pero lo cierto es que eran divertidos. 

La capacidad que teníamos de bromear sobre algo que antes nos hacía mantenernos enfrentados, peleando, siempre peleando, siempre insultándonos, haciéndonos la vida imposible, llevándonos como perro y gato a todas horas, en todo momento, y ahora… quien nos viera.

—¡Delincuente, prepotente! —Exclamó Takemitchy con tono desafiante justo antes de verme saltar hacia él y comenzar a correr por la habitación.

La persecución duró unos segundos, no más, después de todo, el dormitorio no es tan grande, pero lo cierto es que a pesar del espacio reducido ambos disfrutamos del juego como cuando éramos niños y nos dedicábamos a corretear por el parque jugando a perseguirnos.

El brillo del sol hace destellar el frontal izquierdo del tobogán y de los columpios. La suave brisa, fresca y húmeda, agita las ramas de los árboles, produciendo un leve murmullo, y el cielo, color turquesa, se encuentra plagado de esponjosas y blancas nubes. 

Se oyen con toda claridad el chapoteo de nuestras zapatillas sobre el musgo húmedo y espeso. El sonido del viento se entremezcla con el de nuestras risas. A cada zancada que producen nuestras piernas, soltamos una carcajada al aire. Estamos exhaustos a pesar del frescor del ambiente. La carrera es eterna, pero aún así, nosotros tenemos la firme sensación de que solo llevamos corriendo un par de minutos.

—¡No vas a alcanzarme! ¿Esa es tu máxima velocidad? —Takemitchy adora retarme, aprovechando que es veloz y siempre logra escaparse cuando estoy a punto de alcanzarlo.

Al final es un salto, un impulso; una sacudida del cuerpo hacia adelante lo que me hace atraparle y caer sobre él al suelo.

Rodamos por la hierba, manchando nuestras ropas de barro y entre carcajada y carcajada, Takemitchy comienza a gritar:

—¡Me rindo, me rindo, me rindo!

Por burlarse de mi necesito cobrar venganza. Una media sonrisa asoma por mis labios y comienzo a hacerle cosquillas sin parar, aún rodando junto a él en el suelo. Sus carcajadas incrementan, y no puedo evitar reír yo también. Tal vez farfullar entre risas incontroladas.

—¡Ya te tengo! Ahora nunca podrás escapar de mí, te perseguiré y siempre te atraparé.

Takemitchy corría apenas un par de pasos delante de mí, tan solo me faltaban unos centímetros para atraparlo, sin embargo, en el último momento, saltó a la cama, hundiendo sus rodillas en el colchón sin dejar de reír, y perdiendo por un momento el equilibrio.

Fue suficiente para mí, tan solo me hizo falta un impulso para caer sobre él, abrazándolo desde atrás y rodando por la cama entre fuertes carcajadas.

—¡No, no, para! —Reía Takemitchy en tanto le hacía cosquillas cada vez con más ganas.

No había olvidado dónde estaba su punto débil, en el cuello y en la cintura. Recuerdo que cuando era niño me encantaba hacerle reír a base de cosquillas, siempre funcionaba cuando estaba triste o enfadado por algo, al final de aquellos juegos, siempre volvía a ser el mismo Takemitchy de antes, sin importar lo que hubiera pasado a nuestro alrededor.

—¡Bien, bien, para, me rindo!

—No, no, no —Farfullé agarrándole de las muñecas y hundiéndolas en el colchón, pasando mi pierna izquierda por encima de su cintura quedando sentado a horcajadas sobre él hasta situar mi rostro a escasos centímetros del suyo —¡Ese “me rindo” no basta! Ahora te tengo y ya no podrás volver a escapar de mí.


[Takemichi] - Casa de Manjirō

Inevitablemente, sentí un leve calor extenderse por mis mejillas en cuanto sentí sus labios a escasos centímetros de los míos. Palabras que estaba seguro de haber escuchado,

Mikey aún sonreía sujetando mis muñecas por encima de mi cabeza, acercando su rostro al mío y cuando apenas quedaban un par de milímetros para que nuestros labios se rozaran, tragué saliva y suspiré.

—Esto comenzó mucho antes de lo que nos habíamos imaginado, ¿Verdad? —Susurré cerrando los ojos. 

Era una idea repentina que había asomado a mi mente. Pasé mucho tiempo sin pensar en mi infancia y desde que había iniciado mi relación con Mikey, de pronto recuerdo cosas que había creído olvidadas y enterradas en el fondo de mi memoria.

Recuerdos, vivencias en las que por algún extraño motivo, siempre estaba Mikey presente, y eso de pronto me hizo pensar si él realmente era alguien especial en mi vida, desde mucho antes de lo que yo en un principio pensaba. 

—No lo sé, Takemitchy —Murmuró con voz ronca, rozando mis labios con los suyos —Tal vez esto existió desde siempre.

Hubo un silencio, interrumpido de vez en cuando por el ritmo de nuestras respiraciones agitadas.

—Aunque ya no me importa demasiado ponerle una fecha exacta o saber cuando empezó.

Antes de responderle, respiré con fuerza su aliento y me mordí el labio inferior.

—A mí tampoco —Alcancé a decir antes de que unir mis labios a los suyos finalmente, alzando mi cabeza y besándole con toda la intensidad que fui capaz.

Sin embargo, la magia no duró demasiado tiempo, sabía que no debía permitirme caer de nuevo en el encanto de sus besos y sus caricias, consciente que de hacerlo ya no me importaría nada más.

—Mikey, nos están esperando —Jadeé dejando caer de nuevo mi cabeza sobre la cama, en tanto me separaba de sus labios. 

Lo escuché resoplar molesto y cerró los ojos un momento antes de comenzar a incorporarse con pesar. Una vez se halló de pie, a un lado de la cama, me tendió el brazo y me ayudó a incorporarme a mí también.

—Sabes que quiero matar a tu amigo, ¿No? —Dijo con el ceño fruncido, justo antes de que nos dispusiéramos a salir de la habitación —No lo hago porque te agrada mucho.

—Oh, gracias benévolo y todopoderoso Mikey.

—De nada, hermoso mortal.


[Rindō] - Casa de Manjirō

Unos resonantes pasos procedentes de la planta superior nos indicaron que Mikey y Hanagaki al fin decidieron bajar. Yuzuha, Ran y Draken seguían sentados en el sofá del salón, mientras que Angry y yo, habíamos optado por un par de sillas del comedor que desplazamos hasta situarlas frente al sofá, para estar todos juntos.

Los chicos charlaban entre ellos bastante animados, a pesar de que eran casi las dos de la madrugada. Por suerte, el día siguiente es domingo y ninguno tiene que madrugar, aún así, el cansancio físico, y sobre todo mental, estaba comenzando a superarme.

Los ojos enrojecidos me escocían, y mi cabeza no hacía sino dar vueltas y vueltas sin parar. Realmente quiero volver a casa y tratar de descansar un poco.

—¡Ya era hora! —Exclamó Yuzuha de pronto sobresaltando a todos y haciéndonos girar la cabeza hacia el pie de las escaleras.

—No sufran por mi ausencia, ya llegó por quien lloraban —Dijo Mikey con las manos en los bolsillos, comenzando a caminar hasta el reposabrazos del sofá y dejándose caer sobre él. Hanagaki lo imitó, sentándose al otro lado, sin decir ni una sola palabra, aunque el color rojo de sus mejillas hablaba por sí solo.

—¿Te consideras gracioso? ¡Llevan una hora allí arriba! De seguro estaban… —Comenzó Yuzuha con voz pícara, pero Mikey la interrumpió en cuanto dedujo cuáles eran sus intenciones.

—Si sabes, ¿Por qué nos molestaste? —Bufó mientras Hanagaki se sonrojaba más al otro lado del sofá y dirigía su mirada al suelo. 

Yuzuha, que no parecía en absoluto intimidada, comenzó a reír en cuanto contempló la situación, al igual que Draken y Ran, quienes se agarraron con ambas manos el estómago antes de comenzar a reírse a carcajadas.

—En realidad, nos estábamos preguntando si íbamos a hacer algo más ahora antes de volver a casa —Intervino Draken justo a tiempo para interrumpir las risas.

—Depende de las ganas que tengan de dormir —Dijo recostando su espalda en el respaldo del sofá, y esquivando con los pies a Mini Mikey, quien de pronto apareció en el salón y se había acostado en el suelo, en medio de todos. 

—Yo  estoy cansado —Susurró Draken al tiempo que bostezaba —Trabajar toda la semana acaba conmigo.

—Digo lo mismo —Ran masajeaba su cuello en muestra de cansancio —Últimamente hay muchos pedidos en la tienda, me gustaría adelantar trabajo mañana temprano.

—Yo también tengo sueño, así que todo decidido, nos vamos a casa —Dijo inmediatamente después Yuzuha, incorporándose del sofá con un pequeño salto.

—¿Para decidir algo tan simple necesitaban mi presencia? —Protestó Mikey, levantándose también. Pronto, nos encontramos limpiando el salón y dirigiéndonos a la puerta principal para despedirnos. Pero entonces —Rindō, antes de que te vayas quiero hablar contigo. 


[Manjirō] - Casa de Manjirō

Lo notaba con el ánimo bajo, cansado tal vez, pero no quería dejar pasar la oportunidad de hablar con él, aunque fuera solo un momento.

Antes, cuando estaba con Takemitchy en mi habitación, pensando en tantas cosas, cuando me miró de aquella forma llena de amor y me dijo que no me abandonaría, en ese momento, yo lo vi todo perfectamente claro en mi cabeza. Había comprendido de pronto el por qué últimamente me sentía tan irritado, tan frustrado, tan enojado, el por qué perdía los nervios antes de lo normal, sobre todo con Rindō, y comprendí por qué me afectaba tanto su problema.

No era por terquedad, amor al chisme, porque pensara que Luna era una niña insufrible o porque me desesperara la tranquilidad de Rindō para resolver las cosas importantes, no, no era nada de eso.

Yo no fui consciente hasta hace apenas un rato, pero al reflexionar sobre mi vida, mi relación con Takemitchy y lo que ahora él era para mí, me asustaba el hecho de aceptar que mi novio se haya convertido en mi razón para todo, puede sonar cursi, empalagoso, pero es lo que sentía. Me había dado cuenta de que Takemitchy para mí lo era todo, y cuando un “todo” lo abarca una sola persona, cuando un sentimiento es tan jodidamente grande y sientes que no te cabe en el pecho y no puedes respirar, cuando sientes esa clase de amor, simplemente no puedes evitar tener miedo a perderlo. A que un día se acabe, a que ocurra algo que convierta de pronto ese “todo” en “nada”. A sufrir, a sentir, a darte cuenta de que en realidad no sabes si vivirías si de pronto esa persona, ya no estuviera más contigo y eso era lo que me pasaba con Rindō. 

Había sentido su problema tan real que no pude evitar preguntarme qué haría yo en su lugar, cómo me sentiría, cómo hallaría fuerzas suficientes para levantarme cada mañana si la persona a la que yo más quisiera en el mundo no sintiera lo mismo que yo. No comprendía como Rindō seguía ahí de pie siendo capaz de mirar a Yuzuha a los ojos sin terminar besándola, aguantando día tras día, buscando alguna forma de aceptar que la chica de la que estaba enamorado era la novia de su hermano.

Ponerme en su lugar, sentir su desesperación en mi piel, imaginar qué sería de mí si algo parecido a lo suyo me ocurriera, si Takemitchy no me quisiera… si lo perdiera y no pudiera besarlo, abrazarlo o tocarlo.

Esa simple idea me había dejado sin respiración, y Takemitchy también lo notó porque más de una vez me había preguntado qué me pasaba cuando observaba que me quedaba embobado mirando a la nada y de un momento a otro, comenzaba a sentir que me ahogaba y que necesitaba sentirle cerca con una desesperación que asustaba.

Fue por eso que lo entendí. Por el miedo a perderlo, por la ansiedad que me generaba ponerme en la piel de Rindō y pensar qué haría yo si estuviera en su lugar.

Yo no me había dado cuenta, no entendía por qué me sentía tan irritable y tan de mal humor, tan asustado todo el tiempo, y antes en la habitación, con Takemitchy, de alguna forma lo vi todo tan perfectamente claro en mi cabeza que ahora sentía que me urgía explicárselo a Rindō.

—Claro, Mikey —Dijo, girándose inmediatamente después a Ran y Yuzuha —Pueden adelantarse, iré a casa cuando termine aquí.

Ellos asintieron y se despidieron de Takemitchy, Angry y de mí antes de salir por la puerta.

—¡Mañana nos vemos! —Exclamó Yuzuha desde lo lejos, ante lo cual, le respondí, gritando.

—¡Ni se te ocurra aparecer a las seis de la mañana como la otra vez! 

Al oírme, Takemitchy me dirigió una sonrisa cómplice, al recordar aquel día al que yo me referí. Ese día donde pasamos la noche juntos por primera vez.

Y entraron a mi casa sin robar nada, un caso raro que sigue sin respuestas.

—Yo también me marcho —Dijo de pronto Angry mirando a Takemitchy —Mañana te llamo.

—Angry, vamos juntos.

—¿Cómo que mañana lo llamas?  —Solté de pronto, sintiéndome otra vez irritado, girando hacia mi novio —¿Y por qué te vas con él?

—¿Y por qué no? Vivimos en la misma dirección y no me gusta caminar solo en la madrugada —Musitó Takemitchy encogiéndose de hombros, sin inmutarse siquiera un poco por mi humor.

—¿Por qué no te quedas? —Le pregunté en voz más baja, para que solo él pudiera oírme —Espérame en la habitación, hablaré con Rindō y luego subo, pondremos el despertador un rato antes, como la otra vez y mañana puedes volver a tu casa sin problemas.

Takemitchy me miraba con una leve sonrisa en su rostro y las cejas alzadas. La verdad, con solo verle la cara, ya veía venir la respuesta.

—Tengo un plan mejor —Respondió en mi mismo tono susurrante —Dejas los celos tontos, yo me marcho a casa y mañana te llamo, ¿Te parece? 

—No estoy celoso —Exclamé sin darme cuenta de que subí el volumen. Por suerte, ni Rindō ni Angry parecieron darse cuenta de nada.

Angry estaba enviando un mensaje de audio a su gemelo para avisarle que iba en camino y Rindō miraba el estante con los libros de mi mamá, los pocos libros en la casa, ya que ninguno de mis hermanos era un fanático de la lectura, por eso la mayoría eran trabajos de fantasía romántica o grandes clásicos de la literatura que nadie, salvo ella, leyó.

—Mikey, no seas un caprichoson—Suspiró de pronto Takemitchy agarrando mis manos y mirándome a los ojos, esbozando una tierna sonrisa que me hizo quedarme embobado —Angry es solo un buen amigo, me ayudó mucho cuando estaba mal y le tengo verdadero aprecio, superalo.

—Ya lo sé Takemitchy, ¿No te acabo de decir que no estoy celoso? —Repliqué en mi tono normal de voz y haciendo un puchero, aunque sin poder evitar que se me escapara un cierto aire de indignación en mis palabras. 

Takemitchy debió notarlo, porque justo después de oírme, empezó a reír suavemente, apretando más mis manos. 

—Si, claro, no estás celoso. Todo aclarado entonces —Sonrió antes de soltarme, ponerse de puntillas para darme un rápido beso y hacer ademán de despedirse.

—Espera —Lo detuve a medio giro —Sobre quedarte… iba en serio —Añadí tragando saliva —Sabes que me encantaría.

—Tengo trabajo atrasado que debo terminar.

—¿A esta hora?  —Exclamé volviendo a alzar la voz —¿Se puede saber qué haces pretendiendo trabajar a las 2 de la mañana?

—Solo son unos informes sobre un evento para el receso de invierno e ideas para la semana del deporte, no puedo…

—¡Puedes hacerlo mañana, es domingo! Y la semana del deporte es como en cuatro meses.

—Mañana tengo que estudiar y hacer la tarea atrasada durante todo el día, después de acabar mis tareas en casa. Por eso te dije antes que no podría salir mañana con ustedes, ¿Recuerdas? Tenemos examen.

—¿En serio? —Pregunté frunciendo el ceño, ante lo cual Takemitchy me dirigió una mueca de enojo que me hizo tragar saliva y dar un paso atrás.

—Pues sí, tenemos examen, así que mañana tengo todo el día ocupado, pero tranquilo, a eso del medio día haré una pausa y te llamaré —Replicó acercándose a mí y besándome antes de girar y dirigirse a Angry.

—¿Ya nos vamos? —Preguntó el más pequeño con el teléfono en su mano. 

—Cuando quieras —Sonrió Takemitchy acercándose a la puerta principal. Antes de salir, situé una mano sobre su hombro y acerqué mis labios a su oído por detrás.

—No te quedes despierto hasta muy tarde y… sueña conmigo.

Aunque no podía verle desde mi posición, en ese instante supe que Takemitchy sonrió al oírme. Lo supe en cuanto sentí su mano buscando la mía, apretando durante un leve segundo antes de soltarla. 

—Siempre lo hago —Respondió en mi mismo tono, antes de separarse de mí y comenzar a caminar con Angry calle abajo.

No pasaron ni diez segundos hasta que ambos se perdieron de vista durante una entretenida conversación sobre los temas que entraban en el próximo examen. Nerds, pensé rodando los ojos.


[Rindō] - Casa de Manjirō

En cuanto Mikey cerró la puerta principal y dio media vuelta, alcé mi vista clavando mis ojos en los suyos. Lo único que esperaba era no volver a discutir.

—¿Qué tienes que decirme ahora? —Pregunté con calma, cruzando mis brazos. 

Mikey suspiró antes de tragar saliva y carraspear un par de veces.

Esos gestos bastaron para que comprendiera que su intención no era comenzar una nueva disputa. Conocía sus gestos y sabía que siempre actuaba así cuando se sentía arrepentido o avergonzado por algo. Instintivamente sonreí. No dejaba de divertirme al ver a Mikey en ese tipo de situaciones, aunque ni por asomo se lo diría; estaba convencido que de hacerlo no tardaría en tomar la decisión de retirarme la palabra por tiempo indefinido. 

—No tiene importancia, Mikey, no tienes que disculparte de nada —Dije sin darme cuenta. 

—Rayos, ¿Cómo te das cuenta de todo? —Bufó entrecerrando los ojos en un gesto resignado al tiempo que se frotaba la frente.

—Ya te lo dije —Respondí encogiéndome de hombros, mostrando una sonrisa leve —Te conozco…

—Demasiado bien —Terminó él apoyando su espalda contra la puerta principal —Lo sé, Rindō, pero sigo sin entender cómo lo haces.

Sin dejar de sonreír, bajé la cabeza, apartando mi mirada de la suya.

De pronto, sentía una urgente necesidad de salir de la casa, comprendía las buenas intenciones de Mikey, y evidentemente no estaba disgustado con él por lo que había pasado y las innumerables veces que habíamos estado en desacuerdo la última semana.

No me ocurría nada de eso. No me ocurría nada nuevo, en realidad, nada que no me hubiera ocurrido antes, pero por alguna extraña razón de pronto, no me sentía con fuerzas para seguir hablando de lo mismo. Realmente, estaba cansado. Llevaba demasiado tiempo estando cansado y no sé si es el cansancio mental o el insomnio perpetuo que me impide dormir más de cuatro horas durante las noches.

—Rindō —Susurró al cabo de unos segundos.

Aún con la cabeza agachada, cerré los ojos un leve segundo, tomando aire.

Estoy tan… agotado.

—Dime —Respondí en su mismo tono de voz levantando la mirada.

—No me había puesto en tu lugar hasta esta noche. Por eso  no te comprendía y todo el asunto de Luna era extraño, y… bueno, lo que de verdad quiero decirte es que… —Comenzó, ante lo cual yo ladee la cabeza —Que hay que tener mucha fuerza para hacer lo que haces todos los días, eso de estar con Yuzuha todo el tiempo y no poder…

Hizo una pausa durante la cual, ninguno de los dos parpadeamos.

Me urgía tanto, tanto salir de aquí.

—Yo me volvería loco —Susurró al fin.

—La locura no es más que una distorsión de la realidad, Mikey, y si lo piensas bien, estar loco no tiene por qué ser un problema. Al fin y al cabo hoy día, nadie está completamente seguro de qué es real y de qué es locura. 

Mikey separa decisivamente los labios en cuanto terminé de hablar, pero no pronuncia ningún sonido. Solo me mira durante un momento antes de suspirar y mover la cabeza a un lado y a otro, esbozando una leve sonrisa resignada.

—De nuevo con esas frases inspiradoras, no hay quien te entienda, ¿Sabes?

—Me lo han dicho algunas veces —Sonreí antes de comenzar a moverme al fin. 

Lentamente, caminé hasta el salón en el cual tomé la chaqueta que había dejado en el sofá. Al ponérmela, la estreché contra mi cuerpo y regresé sobre mis pasos hasta Mikey dándole un golpe amistoso en el hombro y, antes de dirigirme hacia la puerta, le dediqué una última sonrisa.

Ninguno de los dos habíamos mencionado en voz alta intención alguna de dar por finalizada la conversación, pero yo ya había mantenido suficientes conversaciones con Mikey a lo largo de varios años como para entender en qué momento exacto estas comenzaban y cuándo terminaban, sin necesidad de que ninguno de nosotros lo dijera.

—¿Me llamas mañana? —Oí que preguntaba a mi espalda de pronto en cuanto abrí la puerta.

—Claro —Asentí sin volver a mirarlo, cerrando los ojos un momento. 

Estoy tan… cansado.

—Buenas noches, Mikey —Añadí en el preciso instante en el que sentí que la necesidad de tomar aire fresco se adueñaba de mi voluntad sin remedio.

A causa de eso, terminé saliendo de la casa de una forma un tanto más brusca de lo habitual y apenas estuve en la calle subí los enormes audífonos a mis orejas, bloqueando todo sonido del exterior, y el interior, mientras caminaba a casa perdiendome en la música de The Neighboyrhood.


[Takemichi] - Calle

Durante el trayecto a casa, Angry no dejó de hablar.

Siempre encontraba algún tema de conversación, sin importar el día, la hora, el lugar o las circunstancias que le rodearan. Recordándome cómo las apariencias engañan y cómo a pesar de que su hermano Smiley es el “sociable”, Angry no se quedaba atrás, solo necesitaba tomar confianza.

En el camino había decidido narrar el argumento de una película que vio en internet hace poco con su hermano y dio sus teorías de porqué el protagonista debio quedarse con su amigo e lugar de la chica. Yo me limité a sonreír ante su entusiasmo y escucharlo con toda la atención que fui capaz de reunir, dado el sueño y el cansancio que de pronto comenzaba a sentir. 

Afortunadamente, no transcurrió demasiado tiempo hasta que nos despedimos y yo me encontré a las puertas de casa. Retrasé el momento de entrar mirando a Angry enviándole mensajes a su hermano para encontrarse en el camino. Hasta no perderlo de vista mantuve la mirada del lado opuesto a la puerta, y cuando ya no hubo rastros de mi amigo, volteé.

Parado en la entrada, suspiré y me dediqué a observar un rato la fachada. 

Odiaba este lugar.

Jamás hubiera pensado que llegaría el día en que me sintiera tan bien haciendo cosas que yo consideraba malas e indebidas. Escaparme por las noches, mentir, desobedecer. Era increíble, totalmente increíble. Apenas reconocía mi vida en aquel momento, y aunque solo habían pasado unas semanas desde que comencé aquella práctica, me sentía como si llevara haciéndolo toda la vida, y lo más importante de todo, es que no me sentía culpable ni mala persona por hacerlo. Todo lo contrario, me sentía bien e independiente, me sentía libre.

Por primera vez en toda mi vida me sentía libre de verdad.

Era ese secreto, el secreto de mi amistad con los chicos, el secreto de mi amor con Mikey, ese secreto que me ayudaba a levantarme todos los días con una sonrisa y me daba fuerzas para seguir rebelándome y luchar por lo que me hacía feliz.

Por supuesto que no me había situado delante de mi familia y les había gritado a los cuatro vientos cuánto odiaba vivir allí, y lo bien que me sentía desde que Mikey y los chicos comenzaron a entrar en mi vida. Eso era impensable, pero aunque no lo dijera abiertamente, aunque siguiera soportando todo lo que sucedía en aquella casa, de algún modo yo sentía que en cierta medida por primera vez me estaba rebelando. 

Me estaba rebelando guardando un secreto. Un secreto que no contenía sino la fórmula de mi verdadera felicidad.

Observé el reloj. 03:13 AM Esa hora se había convertido en mi hora habitual de llegada a casa.

—Qué mala influencia eres, Mikey —Murmuré esbozando una leve sonrisa antes de tomar aire e introducir las llaves en la cerradura de la puerta.

Basta de entretenerme. Debo entrar en mi habitación, cambiarme de ropa y ponerme a trabajar. Me espera una noche muy larga.

Chapter 4: Tomando decisiones

Chapter Text


[Rindō] - Departamento de los Haitani

Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, sentí un fuerte dolor de cabeza que me instaba a no salir de la cama en todo el día.

Sin embargo, no transcurrió demasiado tiempo hasta que comencé a percibir un leve hedor ahumado flotando en el ambiente que me obligó a levantarme. Daba por hecho que Ran de nuevo intentaba cocinar y debía intervenir, no me tengo ganas de sufrir otro incidente como el de hace un par de semanas. 

Me levanté, vestí una camisa negra debajo de una chamarra negra y pantalones con grandes roturas, dividí cuanto pude los mechones rubios de los celestes y me dirigí con pasos rápidos a la cocina.

—Ran —Dije al entrar, aún con los ojos entrecerrados debido al sueño.

—¡Ah, Rin! —Respondió mi hermano, mientras abanicaba con un pequeño trapo la sartén que se encontraba sobre el fuego y del cual procedía el olor a quemado —No quería despertarte, anoche parecías cansado, por eso trataba de preparar yo mismo el desayuno, pero…

—Descuida —Suspiré yendo a él y girando con mis dedos la manecilla de la vitrocerámica —Sinceramente, prefiero que me despierte mi hermano a que lo hagan los bomberos.

Ran sonrió ante mi comentario y se echó a un lado para dejarme espacio en el quehacer. Preparé el desayuno en completo silencio, mientras sentía la presencia de su tras de mí.

—Me gustaría aprender a cocinar —comentó de pronto —Siempre tienes que encargarte de todo, y no me parece muy justo.

—A mí no me importa hacerlo —Respondí un tanto distraído.

—Es que soy el hermano mayor, debería poder cuidar a mi hermanito…

—¿Mm? —Miré sobre mi hombro, Ran estaba apoyado en la pared con los brazos cruzados —¿Qué importa? Nos apoyamos mutuamente y funcionamos mejor que cualquier familia.

—Yuzuha… ella me dijo que su hermano se encarga siempre de sus comidas porque sus padres están ocupados.

—¿Recuerdas que Taijū está obsesionado con sus hermanos, no?

—Si, pero…

Volví la mirada a mi trabajo.

—Además, no lo haces tan mal, deberías ver a Mikey tratando de cocinar algo.

Ran rió levemente al oírme y se dirigió a preparar un poco de café para acompañar el desayuno, una opción ideal, teniendo en cuenta que el día estaba sombrío, fresco y lluvioso. Unos minutos después, nos encontramos sentados a la mesa, comiendo en silencio.

Nunca hablábamos demasiado, tanto Ran como yo éramos de naturaleza reservada debido a nuestra infancia donde hablar era sinónimo de atraer la atención de nuestros padres y pasar un mal momento, cuando escapamos de casa eso no cambió debido a la costumbre de caminar con cuidado, y si alguien hablaba, era más Ran. Ciertamente no era necesario para nosotros mantener una conversación a cada momento del día para llevarnos bien. Siempre mantuvimos una relación muy buena y, a diferencia del pasado donde el silencio era tenso y repleto de expectativa, ahora los desayunos silenciosos que se volvieron habituales entre nosotros, nunca volvieron a ser incómodos. 

No obstante, hoy me sentía diferente. Un poco extraño y el ambiente no ayudaba.

Por alguna extraña razón, no era capaz de relajarme y prácticamente estuve todo el rato en constante tensión, como cuando todavía estaba viviendo con nuestros padres. Lo único que ansiaba era terminar pronto para poder irme. Últimamente, estar en nuestro departamento me agobiaba. En realidad, me ahogaba en todas partes. En casa, en las clases, en el parque, en la tienda de Ran, en casa de Mikey, en la azotea de la escuela.

No me sentía capaz de encontrar un lugar en el que esa constante sensación de asfixia no se apoderara de mí y me hiciera sentir de forma repentina una inmensa necesidad de salir corriendo; y lo peor de todo es que aquello comenzaba a volverse una rutina en mi vida. 

—Quedé en pasar por Yuzuha en una media hora, vamos a dar un paseo por el centro aprovechando que es domingo y hoy no abro la tienda. ¿Quieres acompañarnos? —Preguntó de pronto Ran haciéndome alzar la mirada, concentrada hasta entonces en la humeante tazón de café que se encontraba frente a mí.

Durante unos segundos, me dediqué a juguetear distraídamente con lo que restaba de tostada en mi plato, sin romper el contacto visual con Ran, el cual, al no obtener respuesta por mi parte, frunció el ceño y se inclinó hacia mi para tocarme la frente y verificar que no sufro de fiebre.

—¿Te encuentras bien?

—Sí —Respondí, empujando con mis dedos el plato hacia adelante, dando a entender que no pretendía comer más —Estoy bien, pero no quiero ser su tercera rueda. Será mejor que vayan ustedes y nos reunamos más tarde.

Ran me observó un momento, con una gran expresión confusa en su rostro. Sabía que estaba inquieto por mí, que me sentía extraño, diferente, y que no era del todo capaz de comprender lo que me estaba ocurriendo.

Porque... ¿Qué me estaba ocurriendo? Ni yo mismo lo comprendía, ni yo mismo me sentía capaz de otorgar a mis sentimientos o a mi estado de ánimo una definición exacta, pero lo cierto es que desde aquel momento en el que había mencionado frente a Yuzuha todo lo que llevaba por dentro en voz alta, mis miedos y mi angustia se habían vuelto más reales que nunca y el dolor era simplemente insoportable.

Algo que yo siempre había sobrellevado bien, con entereza, algo que yo siempre había aceptado sin reparos, algo que de pronto, al hablar de ello, me hacía perder el apetito, desvelarme todas las noches, sentir una ansiedad constante dentro de mi pecho, tener la sensación de asfixia, me encontrara en el sitio que me encontrara y desear estar solo todo el tiempo.

—Llámame si cambias de idea, ¿De acuerdo? —Dijo tras separar y juntar los labios varias veces, cavilando qué decir hasta optar por lo más simple.

Ante su petición, simplemente asentí con un movimiento de cabeza y me dispuse a levantarme y recoger los platos. No transcurrió demasiado tiempo hasta que todas las tareas quedaron resueltas, y yo me dispuse a abandonar el apartamento.

—No sé a qué hora vuelva, Ran —Dije antes de salir, mientras colocaba mis audífonos en mi cuello sobre una bufanda, preparándome para las bajas temperaturas, con las que con toda probabilidad me encontraría en el exterior.

—De acuerdo, pero llámame.

Asentí una vez más ante sus palabras y salí de casa en medio de un fuerte suspiro de alivio.

No me siento del todo bien desde que me había despertado y, francamente, el apartamento me resultaba claustrofóbico.

Una vez en la calle, tragué saliva y me detuve a analizar mi situación. Saqué el teléfono del bolsillo y me dediqué a ojear el nombre de algunos contactos. Había quedado en llamar a Mikey, pero sé que es demasiado temprano para que él estuviese despierto, mucho más un domingo. Si me atreviera a llamar a esas horas, con toda seguridad, tendría que soportarlo enojado y frustrado al menos durante una semana.

Teniendo claro esto, me salté el nombre de Mikey, sin ni siquiera pensarlo demasiado, y me dediqué a observar el resto de contactos. Sin embargo, tras unos minutos reflexionando, comprendí que aunque podría contactar con cualquier persona que me apeteciera, en realidad solo había una a la que realmente le debía una llamada.

Pensando en esto, mis dedos se detuvieron en un nombre de la lista, en el nombre de Mitsuya, el hermano mayor de Luna, y justo debajo el contacto de ella.

Cerré los ojos un momento. Ignoraba si tenía o no fuerzas suficientes para hablar con ella de una vez, pero no me importaba. En todo ese asunto, la más perjudicada había sido Luna y, francamente, no merecía seguir recibiendo indiferencia por mi parte, después de todo lo que había ocurrido. Así que  sin abrir los ojos, pulsé el botón de llamar y llevé mi teléfono al oído. 

Sé lo horrible que es cuando te arruinan la ilusión, y no quiero ser esa persona para Luna, aunque lo más probable es que ya lo sea y lo que sea que haga sea solo un vano intento de arreglar algo que rompí.


[Manjirō] -Casa de Manjirō

08:00 AM.

¿Quién se despierta a las ocho de la mañana?

Nadie, nadie está tan jodidamente loco como madrugar, entonces, ¿Qué hago yo fuera de la cama a esas horas? Horario en el que normalmente duermo. No entiendo lo que estoy haciendo en mi vida, y por qué a cada día que pasa, yo hago cosas más raras, esto de madrugar es  la gota que colmó el vaso. 

Hay días en los que no me entiendo y mucho más desde hace algunas semanas, desde que mi vida dio ese vuelco tan grande. Muchas cosas cambiaron, tantas que ni yo mismo me lo creo del todo, y todo ocurrió en tan poco tiempo que a veces me siento fuera de lugar en mi propio cuerpo, me costaba muchísimo acostumbrarme a lo nuevo, incluso me costaba acostumbrarme a las nuevas manías como la de madrugar. 

Creo que es el reflejo de haberme estado levantando temprano tantos días, a causa de Takemitchy cuando se queda a dormir en casa. Siempre tenía que madrugar al día siguiente para volver a su casa a una hora en la que sus padres no se dieran cuenta de que había pasado la noche fuera.

Al principio, le había preguntado varias veces por qué simplemente no pedía permiso, diciendo que se quedaba en casa de un amigo, o alguna mentira sencilla, pero en todas se había puesto raro, como inquieto y tenso, acabando solo por decir que sus padres eran muy estrictos y que nunca le darían permiso para algo así y, sinceramente su expresión en esos momentos y su tono de voz cortante, me hicieron desistir, y no volver a preguntarle nada parecido otra vez. Aunque a veces no podía evitar pensar el por qué de su reacción y si de verdad sus padres serían tan estirados como los describe, ya que a pesar de conocer a Takemitchy desde niños, apenas tuve trato con sus padres. De eso se encargaba mi mamá casi siempre y cuando fue hospitalizada, Shinichirō se hizo cargo. Las veces que jugamos juntos en el parque y causamos problemas por ahí, lo había visto solo o con un silencioso Kazutora, pero a sus padres nunca, nunca los vi en realidad. 

Dándole vueltas a esto, decidí darme una ducha y desayunar, aunque fueran unos tristes cereales con leche. La verdad es que no tengo mucha hambre, pero no tengo nada en el estómago desde la tarde anterior y comenzaba a ser conveniente comer algo.

Una vez lo hice encendí la televisión en el canal de la música dejando reproducir música totalmente aleatoria mientras comenzaba a ordenar un poco la casa, al acabar me tiré en el sofá, me sentí de mejor humor. 

Recostando, con Mini Mikey echado a mis pies, la música de fondo y en completa soledad. Si, solo, la casa que una vez fue habitada por cuatro hermanos revoltosos, una madera cariñosa y un padre… mejor no recordarlo, el silencio de mi hogar era algo a lo que todavía no me acostumbro.

Decidí pasear por las redes en el teléfono móvil, resistiendo varias veces el impulso de llamar a Takemitchy.

Me dijo que hoy no podría verme porque estudiaba para un un examen, al que también debería estudiar, y aunque al principio había decidido mostrarme comprensivo, después de estar en el sofá sin hacer nada y pensando en él durante un buen rato, la idea de no poder verle hasta el día siguiente estaba comenzando a fastidiarme. ¿Tanto me había acostumbrado a su presencia? Hasta preferiría que estudie en mi casa mientras yo lo veo, escucho música o hago cualquier otra cosa.

Hace tiempo incluso hubiera pagado por no verlo y ahora resulta que estoy aquí, frustrado por tener que esperar todo un día para verlo. 

Resoplando de impaciencia, y decidí al final llamar a Rindō y tratar de distraerme un rato con él, lo mejor era tratar de pasar el día como pudiera. No obstante, mis planes se fueron a la mierda cuando recordé que de seguro también estaba durmiendo o, lo más probable, componiendo algo y no quería interrumpirlo, lo toma personal si alguien interrumpe su momento de inspiración.

Al final, tras pasar un rato más perdiendo el tiempo tirado en el sofá, opté levantarme y sacar de paseo a Mini Mikey por el vecindario, a ver si me encontraba con alguien, dispuesto a charlar y entretenerme un rato.

No llevaba ni cuatro calles recorridas cuando al girar una esquina me topé nada más y nada menos que con Kazutora, tan insoportable y falso como siempre, con una cara de niño malcriado que no soportaba.

Está claro que Dios me odia.

—Mierda, no él  —Murmuré mirándolo con cara de pocos amigos, ante lo cual, me dirigió una sonrisa de medio lado que me hizo resoplar molesto y me ofreció una paleta, la cual rechacé y Kazutora llevo a su boca el dulce.

—Yo en cambio, estoy encantado de verte, Mikey —Dijo de pronto con el dulce entre los labios.

—Hoy no estoy para aguantar tus locuras —Dije con voz cansada, haciendo ademán de pasar por su lado y seguir mi camino, sin ni siquiera mirarlo.

—Pero no te vayas sin saludarme —Me cortó agarrándome del brazo, justo cuando me iba.

Prácticamente en un segundo, me encontré con que había puesto mis manos en sus hombros y que él inclinaba la cabeza hacia un lado, no sé si de forma coqueta o porque de verdad le gustaba molestarme.

—Cada día estás más loco —Dije en cuanto mi mente reaccionó y me percaté de lo que estaba tratando de hacer.

De manera instantánea aparté mis manos rechazando la cercanía. No hay día que no intente sacarme de mis casillas, pero últimamente se esta pasando de la raya y mi paciencia no se caracterizaba por ser eterna precisamente. Para colmo de males, Kazutora empezó a reír a carcajadas, en cuanto vio mi expresión indignada, lo cual no hizo sino incrementar mi molestia.

—No te pongas así, Mikey, solo quería saludarte.

—¡Adiós! —Dije, sujetando la correa de Mini Mikey con tanta fuerza que por un momento temí dejar la marca de mis uñas en la palma de mi mano —Y déjame en paz.

—¿O qué? —Se burló cruzando sus brazos con expresión desafiante, sin perder la sonrisa maliciosa ni siquiera un segundo —No te tengo miedo.

En ese momento, observé por el rabillo del ojo como el pelaje de Mini Mikey comenzaba a erizarse y ponerse de punta casi al mismo tiempo que abría su enorme bocaza enseñando los dientes y soltando un gruñido de advertencia. En medio de todo esto, no pude evitar sonreír quedamente, al comprobar la fidelidad de mi mascota.

Mi sonrisa se acentuó cuando noté la expresión asustada de Kazutora, y su tendencia a salir corriendo, dando un par de pasos hacia atrás.

—Aunque me muera de ganas… —Susurré con sarcasmo mirándolo fijamente —Tengo mis motivos para no lastimarte, pero no puedo decir lo mismo de mi perro, él no entiende de motivos. Así que ya sabes lo que tienes que hacer.

Kazutora no dijo nada, tan solo clavó sus ojos dorados en los míos, en una expresión totalmente frustrada, ya sin sonreír. Yo en cambio, mostraba una sonrisa maliciosa de oreja a oreja analizando la situación. Como quien no quiere la cosa, solté un poco más la correa de Mini Mikey, quien lejos de calmarse, había comenzado a gruñir con mayor ferocidad acercándose a Kazutora todo lo que podía. En cuanto le permití acercarse más de la cuenta, Kazutora retrocedió y se dio media vuelta echando a correr calle abajo mientras yo lo miraba.

Por un momento la imagen del Kazutora actual fue reemplazada por la de aquel niño que se escondía detrás de Takemitchy, a pesar de ser el hermano mayor. Kazutora no siempre fue un jodido desastre insoportable y Takemitchy no siempre fue un estudiante modelo tan perfecto, ambos cambiaron mucho, uno para mal y otro para bien.

Sin embargo, a veces es algo triste ver a Kazutora y pensar en cuando era un niño menos malicioso, menos sarcástico, menos mentiroso, menos… odioso. Hay momentos donde extraño al Kazutora tímido que lloraba cuando… ah, ya recuerdo, mirando de reojo a Mini Mikey comprendí mejor la reacción de Kazutora, a él le asustan los perros y siempre que pasábamos por una casa con ellos, lloraba todo el camino. Olvidé por completo que los odia y es por eso que a Takemitchy tampoco le gustaban, prefería los gatos, algo que se mantiene hasta hoy. 

—Tranquilo, amigo —Le susurré a mi perro, arrodillándome en el suelo junto a él y acariciándole la cabeza —Tranquilo.

Decidí proseguir mi camino e ir al parque, allí hice el intento de llamar a Rindō al ver que casi comenzaba el mediodía, pero no hubo respuesta. Luego, llamé a Ran, pero lo tenía apagado. Siquiera intenté con Draken porque lo más probable es que estuviera estudiando y haciendo todas las tareas atrasadas debido a sus múltiples trabajos. Decidí probar suerte con Yuzuha, la cual me contestó casi al momento. 

«—¡Hola, Mikey! »

—Hola, ¿De casualidad estás con Rindō? Lo llamo y no contesta, como ustedes siempre están juntos…

«—No, yo estoy con Ran, ¡Tenemos una cita! Invitó a Rindō, pero no quiso. Últimamente mi cuñado anda raro, a ver, no es que nunca haya sido muy normal, ¿Entiendes? Pero desde hace varios días parece que no duerme, está en su propio mundo. Sé que siempre está en su mundo, pero a lo que me refiero es que está en su mundo más que nunca

—Yuzuha, para, ya entendí —Dije cortando de golpe sus palabras. 

«—Bueno, el punto es que no sé dónde está, nosotros pensábamos que iba a pasar la tarde contigo… ¿O estás con Takemichi? »

—No, él está ocupado hoy, estudiando —Respondí con irritación en la voz.

«—No lo digas como si fuera algo malo, te pasa por salir con un buen chico y el primero de la clase —Debo admitir que tiene razón en eso —Si estás aburrido puedes venir conmigo y Ran vamos a ver un película

—Sí, ya, y hacer de tercera rueda, paso —Bufé acelerando el paso de mi caminata, dejándome llevar por los tirones que me daba Mini Mikey con la correa. Al otro lado de la línea, Yuzuha rió un momento antes de hablar.

«—Bueno, soy perfectamente consciente de que sugerirte a Angry sería ganarme varios gritos, no eres cercano a Smiley, Draken seguramente está recuperando el tiempo perdido en las clases por tanto trabajar, no quieres venirte con nosotros, más amigos no tienes y como a Rindō no lo encuentras, yo buscaría a Takemitchy. Ya sé que está ocupado pero pienso que la sorpresa de tu visita lo haría feliz —Dijo Yuzuha con un tono burlón.»

—No estoy seguro —Aunque en mi interior, la idea de Yuzuha no me parecía tan loca, después de todo, seguro que Takemitchy no esperaba para nada que fuera de visita y aunque tuviera que estudiar, siempre podía descansar un rato y así al menos lo vería un momento.

Mini Mikey finalmente se quedó quieto, olisqueando algo en una esquina, dándome tregua para recuperar el aliento. De fondo, oía las risas de Yuzuha a causa de mi irritación mientras yo dudaba sobre la idea de hacerle una visita a mi novio.

—Mira, voy a hacerte caso —Le dije de pronto con un renovado optimismo —Iré a ver a Takemitchy.

«—Bien, bien —Rió Yuzuha al otro lado de la línea —Pero no lo distraigas mucho coqueteando, recuerda que está estudiando

—No me dices qué hacer —Le dije antes de colgar sin darle tiempo a decirme nada más.

En cuanto guardé el teléfono en el bolsillo, resoplé tratando de calmarme y miré a ambos lados de la calle. 

—Vamos, amigo —Le susurré a mi perro acariciando un momento su gran cabeza, antes de sacar mis auriculares del bolsillo de mi pantalón y colocarlos con rapidez en mis orejas —Vamos a ver a Takemitchy.

Y pareciendo que me hubiera entendido, Mini Mikey ladró alegremente antes de comenzar a mover el rabo y caminar calle abajo, haciéndome correr detrás de la correa una vez más. 


[Takemichi] - Residencia de los Hanagaki

Apenas hace unas tres horas que abrí los ojos y ya me encontraba somnoliento otra vez. Claramente sucede por pasarme toda la noche, desde que había llegado de casa de Mikey, trabajando en los proyectos que me había encargado la directora sobre el evento para el receso invernal, además de haber estado clasificando algunos expedientes de antiguos alumnos y organizando archivos viejos.

A eso de las seis pude echarme a dormir, no sin antes poner el despertador para que sonara en dos horas. No podía permitirme dormir más.

Mis padres siempre se levantan sobre las ocho de la mañana, incluso en domingo, y yo también tengo que hacerlo para preparar el desayuno y limpiar la casa. Cuando finalmente pude terminar mis mis tareas, después de haber estado casi dos horas ocupado, al fin fui capaz de volver a mi habitación. Con gusto me hubiera echado a dormir, pero soy perfectamente consciente de que no podía hacerlo, porque debo terminar mis deberes antes mañana, además de comenzar a estudiar para los exámenes.

Ya llevaba en eso un buen rato y no puedo evitarlo, a la primera de cambio me distraía y se me cerraban los ojos, en más de una ocasión tuve que levantarme, ir al baño y echarme agua fría en la cara con la intención de despejarme, pero ni por esas pude lograr dejar de bostezar. 

Es lógico, después de todo, llevaba un par de semanas durmiendo cada vez menos, mis tardes las dedicaba a mis amigos y a Mikey, eso era algo que había decidido hacer costara lo que me costase. Lo necesitaba, me sentía más feliz de lo que nunca me había sentido en toda mi vida y no me importaba pagar el precio que costaba aquella felicidad; noches y noches en vela trabajando, haciendo todas las tareas de estudiante y presidente que no había realizado por la tarde.

Al principio fue fácil, sin embargo, a medida que pasaban los días mi estado de debilidad y cansancio aumentaba con creces, casi a pasos agigantados; aunque continuaba sin importarme. Resistiría todo lo que pudiera, me había obligado a mí mismo a resistir. Por desgracia, hoy el hecho de mantener los ojos abiertos estaba siendo muy, muy difícil. La cara me ardía y la cabeza me iba a estallar de dolor, veía las letras borrosas, moviéndose entre sí y apenas podía concentrarme en el texto que trataba de leer. 

—Realice una lista enumerando todas y cada una de las… concensas… no, no… um… consecuencias… que tuvieron lugar a raíz de la Jueves Oscuro… eh… no, el Jueves Negro, sí, eso es… la Caída de la Bolsa de Nueva York en 1899, no, 1929 —Murmuré con voz decaída tratando de enfocar mis cansados ojos en la primera pregunta de mis deberes de historia.

Apenas pude terminar de leer la frase completa cuando ya había olvidado la primera parte de la pregunta. Agotado, suspiré y me apoyé sobre el escritorio escondiendo mi cara entre mis brazos. 

Definitivamente, no podía trabajar en este estado. ¿Y si duermo un poco? No, tengo demasiada tarea atrasada, no puedo permitirme el lujo de dormir, si lo hacía, se iría al demonio mi cronograma, no tendría tiempo de nada, y mañana ya es lunes.

Tal vez si bajaba a la cocina y me preparaba un café. No. Ya estoy harto de tomar café. Siempre me había gustado, pero últimamente, abusaba demasiado de él y su sabor estaba comenzando a repelerme. Yo solo quería dormir, solo dormir un rato, dormir quince minutos…

¡Clack!

Abrí los ojos de forma repentina, en medio de un gran sobresalto, incorporándome con prontitud en la silla. ¿Qué hora es? ¿Qué sucedió? Me encontraba tan dormido que ni siquiera tenía idea del día de la semana.

Entonces, mis ojos se dirigieron a la gran pila de papeles que reposaba en lo alto de mi escritorio y yo me llevé una mano a la frente, claro, yo me encontraba realizando mis tareas, ¿Cómo pude olvidarlo? ¿Y cómo pude permitirme quedarme dormido? ¿Cuánto tiempo transcurrió? Estaba por mirar el reloj cuando un nuevo golpe volvió a sobresaltarme, esta vez de forma más intensa.

¡CLACK!

Ese ruido…

Instintivamente, dirigí mis ojos hacia la ventana que se encontraba a mi izquierda, llegando justo a tiempo de comprobar como una tercera piedra golpeaba el cristal fuertemente y, a pesar de que me encontraba bastante agobiado por el trabajo atrasado, por haberme dormido, a pesar de sentirme agotado y somnoliento, de dolerme la cabeza y tener la firme sensación de que aquel día no me daría tiempo a terminar mis quehaceres, a pesar de todo, no pude evitar sonreír.

—Mikey —Murmuré para mí mismo, comprendiendo qué significaban aquellos golpes en el cristal.

Al fin y al cabo, no era la primera vez que Mikey trataba de contactar conmigo de aquel modo. Rápidamente, me incorporé de la silla y me acerqué a grandes zancadas a la ventana, la cual abrí con dedos temblorosos por la emoción. Parecía mentira, tan solo hacía unas horas que me había despedido de él y ya me encontraba de nuevo lleno de ansias por volver a estar a su lado

Allí estaba, parado en medio de la calle, sosteniendo con una mano la correa de Mini Mikey, encontrándose listo para lanzar una nueva piedra cuando me vio, y sonrió. Sin remedio, sentí mis mejillas sonrojarse. Era el efecto de su sonrisa, esa sonrisa que lo hacía tan irresistible.

—¡Lo que me suponía! —Exclamó de pronto pasando su peso de la pierna izquierda a la derecha, en tanto dibujaba en su rostro una ligera expresión burlona. 

—¿Qué suponías? —Pregunté frunciendo el ceño, sonriendo de medio lado, sin comprender su pregunta. 

—Suponía que necesitarías un descanso de tanto estudio y me basta con verte la cara para comprobar que tengo razón —Respondió con burla, incrementando su media sonrisa.

Al oírlo, reí con ganas. 

Es increíble la capacidad que tiene para hacerme reír en cada oportunidad, totalmente impresionante el efecto que causa en mí, la felicidad que me embriaga cuando está cerca. Es casi imposible de creer la forma en la que había llegado a quererlo.

—Si, si, tienes razón, es verdad —Dije en su mismo tono, enarcando una ceja, aún sin borrar la sonrisa de mi rostro.

—¡Nada de sarcasmo, presidente! Tan solo digo lo evidente.

—¿Y qué es tan evidente? —Inquirí echándome hacia adelante, apoyándome en el alféizar de la ventana, sin dejar de observar la expresión de Mikey en ningún momento.

Está completamente loco, mira que presentarse en mi casa de esta forma, nunca cambiará, siempre sería el mismo impulsivo que me acaba sorprendiendo con su espontaneidad, pero esa locura suya era precisamente la que me volvía loco a mí también.

—Lo evidente es que ya me estabas echando de menos —Dijo de pronto, mordiéndose el labio inferior sensualmente, con aire seductor y haciéndome sonrojar más.

—Me… mejor… voy a abrirte… —Logré decir, ante lo cual, comenzó a reír suavemente. Sabía cómo ponerme nervioso y disfrutaba enormemente viéndome así, temblando por él.

Tomando aire, le dediqué una última mirada antes de separarme de la ventana y salir de la habitación, corriendo escaleras abajo. Por suerte, me encontraba solo en casa.

No tengo ni idea de cómo lo hace, pero cada vez que Mikey se decidía a hacerme una de sus “visitas sorpresa” se las arreglaba para elegir las horas claves; esas horas en las que todo el mundo había salido. Una de dos: Tiene un sexto sentido increíble o una suerte verdaderamente sorprendente.


[Rindō] - Calle

Había terminado de hablar con Luna hace escasamente diez minutos. La conversación por teléfono fue larga, tediosa, incómoda, complicada y asfixiante. Como todo en mi vida últimamente. Durante más de treinta minutos estuvimos intercambiando las mismas palabras y frases que salieron de nuestros labios en todas y cada una de las conversaciones anteriores.

Ella estuvo insistiendo, cada minuto que pasaba, en que el beso de la otra noche había sido lo más maravilloso que le sucedió en toda su vida. A cada palabra pronunciada por Luna, yo sentía como me sentía cada vez peor, sobre todo cuando mi participación en la conversación se limitaba a pronunciar unos pocos monosílabos carentes de fundamento. 

Una vez más no me había sentido capaz de arrancarle sus ilusiones, y tampoco de responder cuando preguntaba una y otra vez cuándo podríamos vernos, qué iba a pasar a partir de ahora entre nosotros, cuánto deseaba volver a besarme, lo enamorada que estaba. Nada de aquello estaba bien; no estaba bien que Luna creyera que a partir de ahora, ella y yo iniciaremos alguna clase de relación o algo así y mucho menos estaba bien que yo le diera falsas esperanzas. Por ese motivo, y justo cuando Luna se encontraba a punto de dar por finalizada la conversación, yo me había armado de valor y le había pedido vernos.

Era perfectamente consciente de que decirlo por teléfono, como en la cara, yo no podría evitar sentirme la peor persona del mundo cuando yo le hiciera ver a Luna que no sentía nada por ella. Pero en algún momento debía ocurrir y, tal y como me había hecho ver Mikey la pasada noche, lo más conveniente sin duda era que sucediera cuanto antes. 

Luna se sentiría mal, lo sabía, pero también era consciente de que si dejaba pasar más tiempo, después el desengaño sería mucho, mucho peor. Por esa razón, y tras la larga conversación, sin haberme sentido capaz de decirle nada durante una larga media hora, había citado a Luna en una pequeña cafetería que se encontraba cerca a la tienda de ropa donde trabajaba Ran.

Ya llevaba sentado aproximadamente quince minutos, ignorando una pequeña taza de café que había pedido al llegar, y que se encontraba sobre la mesa al fondo del local y junto a la ventana. 

Mis ojos, se encontraban clavados en la pequeña libreta color púrpura que había sacado del bolsillo minutos antes, con la intención de escribir. Sin embargo, en cuanto toqué el papel con la punta del bolígrafo, me había percatado de que en realidad no me encontraba para nada inspirado. Suspirando, ya me disponía a guardarla de nuevo y quizás pedir que por favor me sirvieran otra taza de café, cuando de pronto, una voz a mi espalda, me hizo girar bruscamente..

—Rindō Haitani, qué sorpresa encontrarte por aquí.

Mis ojos recorrieron de arriba abajo al  propietario de esa voz: Kazutora. Cubierto por un abrigo con estampado de tigre, una bufanda colgada sobre sus hombros y una gargantilla alrededor del cuello. Su cabello, rebelde e intercalado entre rubio y azabache se hallaba más desordenado que de costumbre, y sus labios mostraban una pequeña sonrisa pícara mientras sujetaba en medio de ellos una paleta, la cual mordió con fuerza provocando un sonido estremecedor de cristales rompiéndose.

—Kazutora —Murmuré sin levantarme de la silla y mirando sobre su hombro, curioso por verlo solo y no en compañía del loco Hanma y el misterioso Kisaki —Para mí también es una sorpresa, pero tengo que disculparme, estoy esperando a alguien.

—¡Oh, vamos, no seas ridículo! Si mal no recuerdo, tenemos una conversación pendiente, ¿No es así? —Dijo de la nada, pasando por mi lado y sentándose en la silla que quedaba al otro lado de la mesa frente a mí.

—Es cierto —Recordé mirándolo fijamente, con el semblante serio, sin poder evitar que mi voz sonara un tanto más fría de lo normal —Pero ahora es imposible, estoy esperando a alguien.

—En ese caso, seré breve —Sonrió Kazutora alzando las cejas un momento, antes de levantar la mano y añadir, en un tono más alto —¡Camarero, una taza de café con leche y mucha azúcar, por favor!

—¿Qué puede hacer por ti alguien como yo que no puedan hacer tus dos amigos?

—Mm —La sonrisa de Kazutora bailó en sus labios y al cerrar sus ojos no pude vislumbrar nada de sus sentimientos, normalmente es difícil imaginar lo que siente, pero con sus ojos cerrados era más incómodo —Aunque no lo creas, hay algo.

Espero que esto no sea demasiado malo.

Chapter 5: Confesiones

Chapter Text


[Takemichi] - Residencia de los Hanagaki

—Wow. 

—No es tanto.

—¿Qué no es tanto? Takemitchy, tres carpetas má y seguro que la torre de papeles llega al techo.

Al entrar en mi habitación, Mini Mikey no tardó en correr para olisquear todos y cada uno de los rincones, sin dejar de mover el rabo efusivamente. Mikey, en cambio, había dirigido su mirada a la gran pila de documentos, deberes y expedientes que figuraban encima de mi escritorio, y tal como esperaba, lucía frustrado por mis tareas. Yo intenté que no se exaltara demasiado, alegando que a veces las apariencias engañan, y que aquel no era  tanto trabajo como parecía, y no es del todo una mentira.

Me gusta mi trabajo, y nunca me había supuesto un esfuerzo exagerado realizarlo, me ayudaba a matar el tiempo y sobrellevar mi vida, pero desde que salgo con Mikey y los chicos y me veo obligado a realizar los pendientes por la noche, claramente todo ha cambiado en comparación a meses atrás. Estoy agotado, fatigado, me duelen los ojos, la cabeza, tengo sueño la mayor parte del día y esa montaña de papeles que en otro tiempo me hubiera parecido pequeña, ahora tenía un tamaño descomunal. Sin embargo, a pesar de mi estado de cansancio, y de lo enorme y exagerado que me parecía todo el trabajo que tengo por delante, decidí hacerle ver a Mikey que todo aquello en realidad no supone un problema para mí. 

Ayer se puso de una forma que me asustó de verdad, y todo había sido motivo de esos miedos que no lo dejaban tranquilo, ese miedo que tenía a… perderme, y no, definitivamente, no quiero darle más motivos para preocuparse por mí. Si algo me propuse la noche anterior al verlo de aquella manera, con la respiración agitada y agarrando mi brazo como un niño asustado, era que haría todo lo que estuviera en mi mano por hacerle feliz, por quitarle esos miedos y esas preocupaciones de la cabeza, por que estuviera tranquilo, relajado y sonriendo, siempre sonriendo. 

—Te aseguro que no es tanto, lo acabo en un momento —Sonreí tomando su mano —Ven, siéntate, ¿Te traigo algo de beber?

—Que no es tanto, dice mi novio —Bufó con ironía, aún mirando los papeles en mi escritorio, como si fuera alguna especie de enemigo.

—Ya déjalo —Insistí arrastrándolo hasta la cama y dándole un leve empujón para que se sentara —Voy a traerte algo caliente para contrarrestar el frío de afuera.

Ya había dado media vuelta, con intención de salir de la habitación, bajar a la cocina y preparar algo para tomar cuando de pronto, sentí la mano de Mikey agarrar con fuerza mi muñeca, indicando con este gesto a mirarlo. En un principio, creí que iba a seguir protestando a causa del papeleo encima de mi escritorio, pero en cuanto vislumbré una sonrisa ladina asomando de sus labios, comprendí que no era su intención.

—¿A dónde crees que vas? —Susurró utilizando ese tono de voz especialmente sensual que me hacía temblar de arriba abajo. Él sabía muy bien cómo comportarse, cómo hablar, cómo moverse y cómo actuar para conseguir que yo no pudiera resistirme.

—Pues… —Dije nervioso, tratando de ignorar ese ligero rubor que se extendió por mis mejillas cuando lo vi morderse el labio inferior —A traerte algo caliente de beber para-

—A mí lo único que me calienta eres tu —Me interrumpió alzando la cabeza, mirándome de arriba abajo y tirando de mi mano hacia él, logrando que tuviera que agarrarme a sus hombros para no perder el equilibrio, ante lo cual soltó mi brazo y situó sus manos en mi cintura.

Separé los labios para replicar, pero mis palabras quedaron ahogadas en el viento cuando Mikey agarró los bordes de mi saco y tiró suavemente para acercar mi rostro al suyo para besarme con avidez y ansiedad. Mis temblores incrementaron en el instante en que me estuve semi tumbado a horcajadas encima de él, deslizando mis manos por su cuello y apartando algunos mechones rubios de la frente.

Besos, besos sin fin, caricias desenfrenadas, calor, desesperación, no entendía qué nos estaba ocurriendo, sentía en Mikey un remolino de emociones, girando a causa de una pasión extrema que prácticamente me hacía arder, una pasión que estaba comenzando a contagiarme. Quería parar y necesitaba parar, no podíamos hacerlo en este lugar, en mi habitación, yo no podía hacerlo… en mi casa no, no podía, era superior a mis fuerzas, todo el dolor, el miedo, la impotencia, la furia, todo lo que llevaba acumulado dentro desde niño se encontraba allí entre esas cuatro paredes. Había tanto odio, malos recuerdos, dolor, temor y tantas cosas malas que por más que lo intentara yo no era capaz de permitirme dar rienda suelta al amor, a la pasión, al desenfreno, a la locura.

En mi cuarto no, por favor.

—Mikey… no puedo… —Logre decir con la respiración entrecortada, aprovechando un pequeño segundo en el que nuestros labios se separaron para tomar aliento —No puedo… hacerlo aquí.

—Vamos, ¿Por qué no, Takemitchy? —Suspiró mordiendo suavemente mi cuello, sin prestar demasiada atención a lo que me estaba diciendo.

Sus manos, habían comenzado a introducirse por mi pantalón de forma traviesa, se encontraba sudando, lo sentía más excitado que otras veces.

—Ah… no, no, no, no… —Farfullé en medio de incontrolados jadeos, agarrando sus manos y frenando todo.

Aprovechando la mirada de desconcierto que me dirigió, seguramente a causa de haberse percatado de que esta vez, mi negativa sí que iba en serio, terminé de separarme de él, andando de rodillas por la cama hasta bajarme.

Me siento muy mal, yo no tenía intención de rechazarlo, yo… simplemente creo que no soy capaz de llegar hasta el final en este lugar.

—Lo siento… —Articulé con voz quebrada, bajando la cabeza, temiendo su reacción. Sabía que, en mi vida, podría soportar cualquier cosa que viniera, cualquiera, menos el enfado por parte de Mikey. 

—Takemitchy, ¿Estás bien? –Dijo al fin, inclinándose hacia delante y tomando mis manos entre las suyas, apretando con fuerza, alcé la mirada, avergonzado.

—¿No te enfadas? —Susurré, sin poder evitar que mi pregunta sonara infantil, ante mi pregunta, suspiró en tono resignado y me dirigió una sonrisa leve, apretando más mis manos entre las suyas. 

—¿Quién está preguntando tonterías ahora? —Se burló, haciendo referencia sin duda a las palabras que yo le había dirigido la noche anterior, cuando me preguntó, si me quedaría con él para siempre.

Acabé sonriendo, e inevitablemente, moviéndome por un impulso de esos que a veces me sentía incapaz de controlar cuando me encontraba cerca de Mikey, me incliné hacia adelante y rodeé su cuello con mis brazos suspirando fuertemente. Sentía el pecho agitado y la respiración acelerada, no es algo que no puedo evitar, cuando Mikey estaba conmigo, yo no puedo dejar de temblar, en el buen sentido, ni un solo segundo.

—Takemitchy —Musitó Mikey con voz ronca, devolviéndome el abrazo —¿Qué te pasa?

—¿A mí? —Inquirí extrañado, separándome para tomar asiento a su lado, sujetando su mano de nuevo. Mikey tragó saliva antes de hablar, y cuando finalmente pronunció palabra, lo hizo muy despacio, como si realmente estuviera pensando muy bien qué decir.

—Una vez estuvimos aquí y… bueno, aquel día me dijiste que no podías porque odiabas este lugar, ahora ocurre de nuevo y yo… no sé qué te pasa con tu habitación, con tu casa, en varias ocasiones te ví mal cuando estamos aquí y es que… no me entero de nada.

Agaché la cabeza. Aquello era una lucha día a día para que Mikey no se percatara de la realidad, de mi realidad, la de mi familia. De cómo era mi vida allí, de lo infeliz que me sentía en aquel lugar y, sobre todo, del motivo de esa infelicidad. Separé los labios para hablar, pero al final, no pude decir nada, con lo cual, Mikey siguió hablando. 

—Quiero pensar que es una tontería, que simplemente no te gusta estar aquí como a mi no me gusta el colegio —Se encogió de hombros —Sé que me aseguras a cada rato que no pasa nada, pero tengo esta sensación de que algo va mal y yo… no sé de qué forma ayudar.

Al escuchar como poco a poco, la intensidad de su voz incrementa, apreté su mano de forma automática y le miré a los ojos negando con la cabeza.

—No, no, no digas eso, nada va mal, Mikey. Te lo aseguro.

—Entonces, ¿Puedes contarme qué te pasa? —Preguntó con impotencia.

Me sentía como una mierda al mentirle, a él, a la única persona que realmente me demuestra que me quiere en mi vida. Sin embargo, la verdad que se escondía tras todo este asunto, la auténtica verdad… poseía demasiado dolor, demasiada rabia, demasiados malos momentos como para plantearme siquiera decirlo en voz alta.

—Mikey yo… —Comencé sin saber del todo consciente qué iba a decir —Simplemente no soy del todo feliz aquí.

Lo dije. Pude decir algo, no la verdad, evidentemente, pero tampoco fue una mentira en toda regla. Eso es verdad, no una verdad acompañada de una explicación o de un motivo que pudiera ser mínimamente convincente, pero una verdad al fin y al cabo. Aquella, era la primera verdad que pronunciaba en toda mi vida sobre el asunto que concierne a mi familia y a mi vida. 

—Pero debe haber una razón —Me interrumpió con voz ansiosa, instándome a decirle más.

En aquel momento supe que, aunque yo le hubiera repetido a Mikey hasta la saciedad que no me ocurría nada malo, él siempre se habría quedado con la mosca detrás de la oreja. 

Suspiré. Debía encontrar un modo para lograr que me creyera, no quería que se preocupara por mí y yo tampoco podía decirle toda la verdad. Simplemente no puedo. 

—Mis padres son… muy estrictos, ellos esperan mucho de mí y yo… no siempre estoy seguro de poder lograrlo, como lo de ser presidente —Dije con calma dejando fluir las verdades y mentiras. Mikey tampoco dijo nada, apretó mi mano —Con Kazutora son menos exigentes, ¿Sabes? —Continué, sin poder evitar que se me notara un cierto eje de reproche en la voz —Y no pasa nada, quiero decir, no es que desee que mi hermano esté tan ocupado como yo, es solo que a veces no puedo evitar sentir que llegará un momento en el que no tendré más fuerzas para seguir rindiendo.

La respiración de Mikey había comenzado a acelerarse. Yo no puedo creer del todo lo que estoy haciendo, lo que digo, aquella era la primera vez en toda mi vida que confesaba ese tipo de cosas, que mencionaba en voz alta cómo me sentía y estaba resultando tan difícil. Puedo sentir mi pecho latir con fuerza, mis manos sudorosas y, sobre todo, sentía una inmensas ganas de salir corriendo para llorar en el baño. Me temblaba la voz. Comencé a sentir frío, y todavía faltaba la parte más importante de la historia, necesitaba explicar las consecuencias que a menudo me traía no hacer bien mi trabajo, las consecuencias que yo sufría cuando no hacía lo que mi familia deseaba. Cuando mi padre se enfadaba. Cuando me… 

—Y esa presión, año tras año, ha hecho que no me sienta bien cuando estoy aquí. A veces se vuelve asfixiante y varias veces me he sentido muy solo.

Mini Mikey se había acercado a nosotros, y había comenzado a lamer mi mano libre. No lo aparté. No me gustan los perros y cuanto más lejos los tuviera, mejor, mucho menos me gustaba que un perro me lamiera, pero con aquel pequeño era distinto. Tenía algo de Mikey en él.

—Por eso a menudo me notas ansioso aquí, es cierto que no me gusta mi casa, no me gusta mi habitación y no me gusta la convivencia que tengo con mi familia.

Mikey separó los labios para hablar, pero antes de que pudiera decir o hacer nada, me giré hacia él y le sonreí. Cuando volví a hablar no pude evitar que mi tono de voz sonara ligeramente agudo.

—¿Te digo algo? Desde que estás conmigo, todo es mejor, ahora no me siento tan asfixiado como antes y cumplo mis tareas con más ganas y energía, siento un optimismo que no había sentido nunca antes. Siento por primera vez que alguien me quiere y que cree en mí.

Mikey no me dejó terminar. En un rápido movimiento, tiró de mi mano acercándome y me estrechó con fuerza entre sus brazos, a los cuales me abandoné con un fuerte suspiro, tratando de calmar mis inevitables temblores. No puedo creer… que fui capaz de decirlo.

—Hay mucha gente que te quiere, Takemitchy, y también que cree en ti. Te prometo que no volverás a sentirte solo —Dijo con determinación.

Permanecí abrazado a él unos minutos más, sintiendo los latidos de su pecho retumbar con fuerza y sintiendo cómo poco a poco, mi respirar se iba volviendo pausado y sosegado. Solo una vez que volví a sentir el gruñido en mi estómago, ese remolino de aire cálido y suave que siempre me inundaba cuando estaba con Mikey, me hizo separarme de él.

—¿Estás bien? —Susurré algo inquieto al observar la expresión de su rostro, se encontraba desencajada.

—Sí —Asintió desviando la mirada —Solo necesito ir al baño.

—Está al fondo del pasillo, a la derecha —Expliqué apartando un mechón rubio de la frente. Sin responder, Mikey me dirigió una leve sonrisa y me besó en la mejilla antes de levantarse de la cama y salir de la habitación, sin mirar atrás.


[Manjirō] - Residencia de los Hanagaki

Lo del baño fue una  excusa para alejarme, para que no me viera la cara y se diera cuenta de que me habían comenzado a escocer los ojos mientras lo escuchaba.  Apoyando la palma de mis manos en el borde del lavabo, agaché la cabeza respirando agitadamente y desarmando la coleta, logrando con este gesto que el pelo me cubriera ambos lados de la cara, dificultando la visión lateral.

¿Por qué? ¿Por qué todo le pasaba a él?

No imaginé que llevara eso por dentro, en la jodida vida hubiera podido pensar que detrás de esa faceta de chico perfecto, responsable, que nunca suspende, que siempre cumple con su deber, que nunca comete faltas, que nunca llega tarde a clase, que siempre anda detrás de los profesores… nunca me hubiera pasado por la cabeza que todo eso lo hacía por complacer a sus, bueno, ni padres merecían llamarse. ¿Cómo podían comportarse así con él? ¿Cómo podían ser tan extremos? ¿No se daban cuenta de lo que le pedían a su hijo? ¿De lo que le exigían? Es imposible el ideal de perfección de una persona, en especial un adolescente.

—Claro, de ahí vienen los castigos —Susurré escupiendo rabia cada una de las sílabas, sintiendo como mi cuerpo comenzaba a temblar de ira.

Por eso es que siempre lo encontraba castigado, si no es por una cosa es por otra, ¡Por eso le había encontrado tan afectado aquel día en su habitación, cuando Rindō me ayudó a colarme en su casa después de tres días sin dar señales de vida! Por eso siempre andaba obsesionado con la hora de llegada a su casa y se había asustado tanto aquella noche que nos quedamos encerrados. Por cometer errores que cometía todo el mundo.

¡Todo el jodido mundo tenía derecho a equivocarse menos él! De verdad tiene metido en la cabeza que debe hacerlo todo bien, todo perfecto, por la maldita exigencia de sus padres. Por eso es que siempre andaba mostrando por ahí esa faceta de chico amable, educado, que tiene prohibido hacer algo mal y nunca pude verle un solo error. ¡Por eso su sonrisa automática y vacía para todo el mundo! Es por ese maldito comportamiento diario, actuando como si fuera un robot que todo lo tiene que hacer bien. Día tras día, siempre, está dándolo todo para los demás. ¿Y él? ¿Dónde demonios estaba él? ¿Cuándo podía dedicar algo de tiempo para hacer lo que le diera la gana?

—Padres estúpidos —Murmuré con la voz trabada, cerrando los ojos y sintiendo como mi respiración se acelera más.

El pecho me duele, me inunda la necesidad de destrozar algo, lo que fuera.

Casi sin darme cuenta de lo que hacía, me di la media vuelta, y reprimiendo un fuerte grito de rabia que luchaba por salir de mi garganta, estampé mi puño derecho contra la pared del baño. El sonido que produjo el golpe retumbó con eco en el lugar tan solo un momento, un instante, antes de alzar mi otro brazo, y darle un nuevo puñetazo a la pared, casi con más fuerza que antes. Dejé mis manos apoyadas contra la pared, empujando con fuerza, como queriendo derribarla y acabar con ella, acabar con algo, con lo que fuera. Mi respiración se había acelerado más y el pecho me ardía, no podía controlarlo, la impotencia que sentía en estaba resultando ser lo más terrible que experimenté en mucho tiempo.

Es como si… se me desgarrara el alma, unas punzadas de dolor agudo en el estómago me hacían arquearme hacia adelante. 

Nuevamente, alcé mis manos dispuesto a un nuevo golpe, pero este, quedó suspendido en el aire y cuando sentí una especie de calambre en mis piernas que me hizo perder el equilibrio, no tuve otra alternativa que dejarme caer hasta el suelo, deslizando mis brazos por la pared y resbalando muy despacio hasta quedar allí sentado tratando de calmar mi respiración, tratando de no salir corriendo hasta su habitación, tomarle de la mano y sacarlo de allí. La impotencia era asfixiante y no sabía qué hacer, no sé qué es lo que debo hacer ahora. 

—¿Cómo voy a perdonarme todo lo que le hice? —Susurré con voz trabada.

De repente, me había quedado mirando fijamente a un punto entre el lavabo y la ducha, no miraba nada en especial. Me sentía incapaz de moverme, de desviar mi mirada, de levantarme.

Yo me había burlado tantas veces de él por lo mismo, lo había insultado, adrede lo metí en problemas, le dije tantos apodos estúpidos, lo había despreciado gritándole que solo se preocupaba por besar el piso donde caminan los profesores y me había reído a carcajadas delante de él cuando algo le salía salido mal. Fui la persona más cruel del mundo, me comporté como un verdadero canalla con la persona más buena y la que más se merecía ser feliz…ñ.

—Soy un mierda —Susurré con voz desesperada. 

¿Qué hago con todo esto que siento? ¿Por es él quien debe sufrir? ¿Por qué… por qué le trataban así? ¿Por qué nunca se ha quejado? ¿Por qué acepta que le exijan tanto? ¿Por qué no se revela? ¿Por qué no hacía la maleta y se largaba de su casa? ¿Por qué no me lo dijo antes, cuando éramos amigos? De haberlo sabido yo nunca… ¡Demonios, nunca podría perdonarme haberle tratado como un perro durante tanto tiempo! Y mientras yo lo molestaba, él se estaba aguantando, complaciendo a todo el mundo, dándolo todo para los demás. ¿Y para qué? ¿Para que me lo castigaran a la primera de cambio?

—Voy a hacerlo feliz —Murmuré con voz ida, apretando las manos contra el frío suelo de mármol y tras decir esto, esa punzada en el estómago que llevaba sintiendo desde que escuché su historia, dio una última arremetida que me hizo jadear con fuerza.

Como un resorte, me puse en pie, frotándome los ojos, tomé aire e hice todo lo posible por calmarme. No lo haría. No voy a llorar. Hace varios años que había prometido no volver a hacerlo nunca más, y costara lo que me costase, iba a cumplir mi palabra. Aguardé un par de minutos, hasta que mi respiración, finalmente se tornó pausada. Solo entonces, suspiré aliviado por no haberme dejado llevar por la desesperación, de haber conseguido reunir el suficiente autocontrol para contenerme, aunque había faltado poco para dejarme llevar.

En aquel momento, casi sentí ganas de reír irónicamente. Pensar que el problema de Takemitchy me había causado un dolor tan desgarrador, no puedo pensar en lo que debe estar sintiendo en este momento. Ya lo había pasado lo suficientemente mal la última vez como para ahora permitirme decaer y no dejar todo el peso de nosotros en sus hombros. Lo que debo hacer ahora, es buscar un remedio a todo aquel lío, un modo de cambiar su vida, de hacerlo feliz para que viera que pensar en él mismo no es malo, que no estaba mal. Para eso no debo flaquear. Sin decaer. Sin llorar. 

Antes de salir del baño, sacudí la cabeza y me froté los ojos una vez más, volviendo a atar mi cabello en una coleta alta y permanecí un momento mirando el reflejo. No. Nunca más, nunca más lloraría, yo soy lo suficientemente fuerte, como para no llorar.


[Rindō] - Cafetería Blue Affectum

—Bien, ¿Qué tienes que decirme? —Pregunté tras darle un leve sorbo a mi taza de café, el cual había terminado de enfriarse por completo hace un buen rato. 

Reprimiendo una mueca de desagrado, apenas me mojé los labios y volví a depositar la taza sobre la mesa. Kazutora se encontraba sentado frente a mí, imitó mis acciones, bebiendo su humeante batido de chocolate, antes de inclinarse hacia adelante y responder, esbozando una ligera sonrisa de medio lado en su rostro. Igual que un gato.

—¿Te digo algo, Haitani bebé? Siempre llamaste mucho la atención, por tu hermano y todo su asunto, también por tu amistad con Mikey y Draken de un día para otro, evidentemente no se trata de una relación muy común.

—¿Y eso por qué? —Pregunté, tomando un nuevo sorbo, aún no tengo del todo claro de qué se trataría esta conversación, pero el rumbo con el que comenzó no me agrada.

En realidad no tengo ninguna opinión sobre él, solo cosas básicas que escucho de vez en cuando, como que es un chico popular que siempre está pegado a Hanma y Kisaki, va a casi todas las fiestas de la ciudad, es un bromista de primera categoría, le gusta intimidar a algunas personas y, lo más importante, es el hermano de Takemichi Hanagaki. Siempre me resultó curioso que tengan apellidos diferentes siendo hermanos.

—Son tan diferentes —Respondió ampliando su sonrisa —No se parecen en nada, es extraño que se lleven tan bien.

—No es tan extraño como crees —Respondí con voz fría, tratando de no parecer demasiado maleducado. 

Antes no tenía una opinión, ahora Kazutora no me agrada, y preferiría tenerlo lo más lejos posible porque también escuché los rumores sobre cómo Hanma reacciona con violencia cuando un chico se acerca demasiado a Kazutora, no sé qué tan reales son los rumores, pero hasta mi hermano me advirtió en una ocasión que no me involucre con aquel chico porque en las calles fue conocido por su crueldad en peleas callejeras, así era hasta que se quiso “rehabilitar” y volver a la escuela. A mí no me importan los motivos. Ran y yo prometimos alejarnos de esa vida, y eso voy a hacer.

A pesar de esa resolución, no podía dejar a un lado mis modales a la hora de tratar con cualquier persona al mantener una conversación. 

—Como sea —Prosiguió Kazutora, ignorando adrede mi expresión y comentario, la diferencia con Hanagaki es abismal —Ese no es el punto que pretendo tratar contigo.

Sorprendido, alcé la mirada, hasta enfocar mis ojos en los suyos. Si no era Mikey el tema de conversación que a él le interesaba, no podía imaginar cuál podía ser. Soy perfectamente consciente de que Kazutora se siente atraído por Mikey desde hacía bastante tiempo, o al menos esa era la impresión que daba, y por lo que deja en claro mi amigo en sus quejas. Yo nunca estuve del todo convencido de que Kazutora sintiera un interés real, sino más bien de una atracción física, superficial, algo carente de sentimientos.

—Quiero hablar de mi hermano —Acababa de separar los labios para insistir en que fuera al punto, pero al oír esa última frase, volví a cerrarlos.

¿Kazutora quiere hablar de Hanagaki? ¿Conmigo? ¿Qué suponía Kazutora que tenía que ver yo con su hermano? ¿Acaso sabe que él y Mikey son pareja?

Sin decir nada, Kazutora rió maliciosamente al observar mi semblante de incredulidad. En un día normal soy capaz de controlar mis expresiones, pero existen ocasiones en las que mantener ese autocontrol no resulta natural. Momentos en los que la incertidumbre y el desconcierto me toman por sorpresa. 

Kazutora actuaba con indiferencia mientras hablaba y deslizaba su dedo sobre la pantalla de su teléfono, revisando su larga lista de contactos.

—Lo lamento, pero sigo sin comprender —Dije al fin, tras pestañear un par de veces, sin romper el contacto visual, pude lograr que mi voz sonara sosegada. 

—¿Qué es lo que no entiendes? —Kazutora ladeó la cabeza haciendo tintinear el cascabel en su oreja, me miraba con aquellos ojos vacíos llenos de falsa cordialidad.

Es extraño, no logró descifrar qué sentimiento esconde, o si tiene alguno siquiera.

—Tu intención de hablar conmigo sobre Hanagaki, apenas intercambio un par de palabras con él en clase —Respondí frunciendo el ceño ante sus muecas burlonas y pícaras.

—Si eso es cierto, Haitani —Dijo al fin, con un tono de voz seguro y confiado, inclinando su cuerpo ligeramente hacia adelante para que solo yo pudiera oírlo —Explícame ahora mismo por qué lo llamaste por teléfono la otra noche.

No pasé desapercibido que ya no movía su dedo sobre la pantalla del teléfono, y pude ver claramente que detuvo la búsqueda tras encontrar el ícono de una persona, en grandes letras mayúsculas se apreciaba el nombre de Hanma con corazones.

Vaya, ahora entiendo mejor cuando dicen que Kazutora intimida a las personas, me está intimidando el maldito.


[Sōuya] - Centro comercial

—Vamos, deja de quejarte.

—¡No puedo, Nahoya! Este sistema es una completa injusticia.

—No comprendo que llames injusticia al hecho de que una tienda esté cerrada.

Mi hermano y yo caminábamos por la calle mientras hablamos, llevábamos toda la mañana paseando en busca alguna tienda que se encontrara abierta. ¡Casi dos horas! Dos horas buscando y nada. Ya Nahoya me lo había advertido: —Es domingo, Angry, no habrá nada abierto.

Sí. Eso dijo y yo, como no quería perder la oportunidad de que al menos una vez en su vida hubiera aceptado venir de compras conmigo, no le presté la más mínima atención. Solo me aseguré de agarrarle el brazo y llevarlo a rastras al centro, fue entonces que recordé que es domingo. ¿Quién manda a las tiendas a cerrar en domingo? ¿Por qué lo hacen? ¿Qué pasaba con los que teníamos una emergencia? ¿No contábamos con derechos?

—Ya te lo había advertido —Añadió al negarme a responder.

Ante su comentario, me giré haciendo un mohín, dirigiéndole una mirada que, a mi juicio, podía parecer de completo enojo… pero que por lo visto, a él le hizo una gracia tremenda, ya que le bastó ver mi expresión para detener su caminar y comenzar a reír a carcajadas. Su brazo se envolvió en mi cuello y sus dedos se enredaron en mis rizos azules.

—Vamos, Angry, no pongas esa cara, ¡Pareces un gatito enojado! 

—¡Smiley! —Protesté acentuando mi mohín, dándole un leve empujón en el hombro y girando la cara. 

—¡Angry! ¿Dónde vas ahora? —Todavía puedo escuchar que mi hermano se ríe detrás de mí, cuando lo miro ya había vuelto a caminar con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No me giré a responderle. Estaba muy, muy enfadado. 

Sé de sobra que solo accedió a acompañarme porque sabía que ninguna tienda estaría abierta, por ser domingo. 

—Y yo que necesitaba comprar, no pido mucho. Un novio hermoso y atento, dinero, una mansión, ropa nueva y un enorme jardín para muchas mascotas. ¿Tan difícil es de entender? 

—Tienes metas muy ambiciosas —Dijo mi en tono conciliador, alcanzando mi altura a mi lado —Ya… no te enfades, ¿Si? Iremos otro día.

Ahí. Ahí estaban las palabras mágicas, ese “iremos” en plural, que había estado esperando desde que iniciamos la discusión.

—¿Vendrás conmigo otro día? —Exclamé ilusionado, volviéndome hacia él de forma repentina, con una sonrisa de oreja a oreja —¡Ya lo has dicho! No puedes echarte hacia atrás porque lo has prometido.

Mi hermano me observó con incredulidad al principio y con el ceño fruncido después. 

—¿Quién prometió qué? —Bufó, percatándose, seguramente, de que acababa de meter la pata conmigo, y mucho, además.

—Promesa de gemelos.

Sabía que con ese “iremos” que dijo, acababa de firmar un contrato que le obligaba a acompañarme de compras al menos durante un par de semanas seguidas, es mi recompensa por todas esas veces que lo acompañe a sus entrenamientos porque mamá se preocupa de que Smiley se desvíe en su camino o se lastime y de todas formas sigue jugando. 

Sin responderle, sonreí y seguí caminando. 

Acabábamos de dejar el parque atrás y nos dirigimos a la cafetería más cercana, a tomar algo caliente y quitarnos el frío. Realmente, las temperaturas eran enormemente bajas. Perfectas para el receso invernal.

—¡Bueno! —Exclamó de pronto, ante lo cual, fruncí el ceño por enésima vez en el día.

Sabía que no se rendiría tan fácilmente en eso de las compras y de seguro iba a poner cien excusas para no ir. Odiaba pasear conmigo, no porque fuera yo, evidentemente, sino porque no podía soportar estar dando vueltas probándose ropa o esperando en un rincón a que eligiera algo. Prefería pasar horas y horas jugando algún partido amistoso con sus amigos o entrenando en el gimnasio  durante toda la tarde. No había quien le entendiera, está especie de “discusión” amistosa, no es la primera que manteníamos por lo mismo, siempre estábamos igual, en realidad, y a pesar de eso, y de no compartir del todo los gustos del otro, lo cierto es que él y yo somos muy, muy unidos. No hay forma de que yo lo acompañe a entrenar la misma cantidad de horas, así como no hay forma de que él permanezca muchas horas en las tiendas conmigo, pero así como yo aprendí mucho sobre primeros auxilios para tratar con sus heridas cuando jugaba muy brusco, él hizo un esfuerzo y arma listas de lugares donde podríamos salir juntos.

Nahoya es, además de mi hermano, mi mejor amigo. Le quiero muchísimo, es mi mayor apoyo en todo y mi compañero de crimen. Teníamos una conexión muy especial y siempre podíamos contar el uno con el otro. La verdad es que tengo mucha suerte de tenerle. 

—Yo te acompaño de compras, pero te unes a mi partido de fútbol la semana que viene, un amigo se lesionó y necesitamos un reemplazo. 

Al oírlo, me giré reprimiendo un suspiro de resignación. Era de esperarse que me saliera con algo, ¡Y lo peor es que es justo! No soy ni por asomo tan bueno en los deportes como él, pero me considero bastante decente y conozco las reglas para distintos partidos. De nuevo, gracias a mi hermano. A veces creo que Nahoya no sabe hacer otra cosa más que entrenar, y entrenar y entrenar.

—De acuerdo —Farfullé haciendo una mueca. 

Al verme, hizo un gesto de triunfo con el brazo sonriendo, y al final, yo también acabé riendo. No comprendía por qué tenemos la misma discusión todos los días cuando siempre acabamos llegando a los mismos acuerdos: Él iba de compras y yo jugaba con él. Es de locos.

Tras bromear un poco más, continuamos nuestro camino y no tardamos demasiado en llegar a la cafetería más cercana, el frío incrementa por momentos, y mi estómago exigía algo caliente en el acto. Una vez estuvimos allí y entramos en el local, suspiré de alivio y me aflojé la bufanda que llevaba puesta. La calefacción estaba alta, y lo que menos quería en aquel momento era pescar algún resfriado. 

—Busca una mesa, voy a pedir, y para ti chocolate caliente, ¿Verdad? —Y sin darme tiempo a responder, se dirigió a la barra.

Me encogí de hombros, girando hacia el gran pelotón de mesas que se extendía a lo largo del lugar, examinándolas con la mirada una a una, buscando alguna desocupada en la que poder sentarme, y entonces los ví.

Sentados en la mesa más alejada del local, junto a la ventana, bebiendo y hablando. Hablando como si fueran grandes amigos, ¿Hanemiya Kazutora y Rindō Haitani? Aquello no tiene sentido. Alto, ¿No hay rumores de que Hanemiya tiene un amigo que se vuelve loco cuando se le acerca un desconocido?

Chapter 6: La tormenta después de la calma

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[Rindō] - Cafetería Blue Affectum

Normalmente, no me cuesta improvisar respuestas a preguntas inesperadas. Ran aseguraba que esa capacidad se debe a mi capacidad de acomodar rápido las palabras en mi mente, un talento desarrollado después de tantos años escribiendo y desarrollando creatividad.

No obstante, en este momento, el comentario de Hanemiya me dejó sin palabras. Completamente en blanco. Desde el primer momento, comprendí a qué se estaba refiriendo: A la noche en la que la casa de Mikey fue asaltada. Recordaba muy bien que tras insistirle en varias ocasiones al teléfono sin obtener respuesta, y una vez que le busqué por todos los rincones de la ciudad sin éxito, decidí llamar a Hanagaki con la esperanza de que supiera algo o estuvieran juntos, pero él tampoco tenía conocimiento alguno de dónde estaba Mikey. Recuerdo que lo escuché especialmente inquieto con las noticias, y también creo que alcance a escuchar voces y… gritos, ¿Gritos? No puedo asegurar, lo cierto es que no puedo poner mis manos al fuego en ese detalle porque esa noche fue una locura. ¿De verdad escuché eso a través del teléfono? 

Aquella noche ocurrieron demasiadas cosas en un periodo muy corto de tiempo. Tantas que ahora me resultaba una tarea complicada recordar cada detalle.

Por fortuna, todo se había resuelto de manera favorable, y Hanagaki consiguió encontrarse con Mikey en su casa, acabó relativamente bien. Y ahora, semanas después, Kazutora me pregunta por esa noche y la llamada de teléfono que le hice a su hermano, también por mi relación con él. ¿Qué debo decirle? En otras circunstancias no me habría importado admitir, y de la forma más calmada además, que Hanagaki y yo comenzamos a acercarnos desde hacía unas semanas. Yo no tenía ningún problema en decirle eso a quien me lo cuestionara.  Hanagaki es una muy buena persona, y poco a poco, se fue ganando el cariño del grupo. Eso es algo bueno, entonces, ¿Por qué ocultarlo? Simple: Por petición y deseo del propio Hanagaki. Ni él, ni Mikey quieren que nadie sepa nada de su relación, pretenden mantenerlo en secreto, y hacer creer a cualquiera que se lo preguntara, que siguen discutiendo y peleando. Realmente no comprendo esa decisión.

Mi postura es diferente.

En mi opinión, si una persona tiene la dicha de ser correspondida por su ser amado, nunca debe callarlo. Por el contrario, debería salir a la calle manteniendo la cabeza bien alta para gritar su dicha y disfrutar del mundo que lo rodea junto a esa persona especial

—¿Y bien? —Inquirió Hanemiya con impaciencia, torciendo la sonrisa, una señal que comienzo a tomar como una pequeña muestra de ansiedad. 

Es evidente que le urge una respuesta, en su expresión se notan las ganas que contenía su deseo de saber, ¿Para qué? No tengo idea, y ciertamente no es asunto mío saberlo. Por ello, y aunque había algo raro en todo esto que no me gusta en absoluto, decidí responder.

—No tengo que darte explicaciones sobre mis conversaciones, Hanemiya —Una débil risa de suficiencia escapó de sus labios en cuanto le respondí y fruncí el entrecejo. 

—Yo en tu lugar respondería, sobre todo si mi hermano te cae bien. 

Oír su comentario me hizo arquear sutilmente la espalda, e inclinarme hacia delante, encendiendo una alerta. Si al comenzar la conversación sentí algo negativo tanto en la actitud, como en las preguntas que estaba formulando Hanemiya, lo cierto es que ahora, después de haber escuchado su última frase noté algo preocupante.

—¿Es una amenaza?

Como respuesta, Hanemiya simplemente sonrió de lado. Es definitivo, esto no me gusta en lo más mínimo. La manera altiva y arrogante que poseía al expresarse en cualquier situación, consigue incrementar mis alertas en cada minuto que hablamos sobre su hermano. 

¿Qué clase de problema existe entre ellos? Recuerdo que Mikey se quejó en una ocasión de que la causa de que Hanagaki no se hubiera mostrado tras lo sucedido aquella noche, era porque sus padres le habían castigado, sin embargo, no castigaban a su hermano que hacía muchas cosas malas y de conocimiento público. Yo había supuesto que los hermanos nunca mantuvieron una relación cercana, a juzgar el trato carente de afecto que se mostraban el uno al otro, cada día en los pasillos. 

De pronto, inevitablemente, comencé a sospechar que todo iba mucho más allá de lo que puedo ver, Hanagaki y Hanemiya eran más que una simple relación no grata y, si en un principio, había decidido mostrarme reservado por respeto a la decisión de mis amigos sobre no querer admitir públicamente que ahora ellos eran pareja y que a menudo pasábamos las tardes todos juntos, ahora guardo silencio por mi propia resolución. Soy yo el que no desea proporcionar ninguna clase de información, y mucho menos a Hanemiya, ya sea a causa de mi intuición o un presentimiento. Se trata de esa sensación de que existía algo nefasto en el asunto. Realmente no sabía cómo describirlo y no tenía idea de qué nombre otorgar a esa impresión que no se aparta de mi cabeza.

Lo que sí tengo claro, es que esa corazonada lucía tremendamente similar al presentimiento que tuve en plena clase de historia sobre Mikey. Al final, resultó ser cierto y, desde aquel día, me había jurado no volver a ignorar una corazonada. Nunca más. Por ese motivo, y en vista de que Hanemiya no volvió a comentar más, apoye mi espalda en el respaldo de la silla mientras le daba vueltas a la taza entre mis manos para liberar tensión. Seguidamente, tragué saliva y clavé mis ojos en los suyos, dorados como el sol que te ciega, tan diferentes a los de Hanagaki que eran azules como un profundo mar que guarda secretos.

—No tengo nada más que decir —Dije con el tono más calmado y distante que fui capaz de mostrar.


[Manjirō] - Residencia de los Hanagaki

Entré en la habitación con la idea de hablar con Takemitchy. Tenía tantas cosas que decirle, tantas que agradecerle, necesitaba darle las gracias por todo lo que me daba, por confiar en mí contándome sus problemas y prometerle que siempre iba a estar a su lado, nunca más volvería a sentirse solo, y proponerle tantas cosas como soluciones.

Juntos vamos a buscar un remedio a los problemas que teníamos en la vida.

Todas y cada una de mis palabras quedaron ahogadas cuando abrí la puerta y lo vi recostado en la cama con los ojos cerrados, durmiendo profundamente. ¿Por qué debe ser tan jodidamente tierno? No sé cuánto tiempo permanecí ahí, con cara de idiota, mirándolo sin ni siquiera pestañear, tampoco estoy seguro de cómo acabé sentado junto a él acariciándole la frente con dos dedos, despacio, con cuidado de no despertarlo. 

Inevitablemente, me recordó a aquel día en mi casa cuando acababa de volver de clases y lo había encontrado en mi habitación, durmiendo como si nada luego de que tuve que entrar como delincuente a mi propia casa, y no pude evitar sonreír. Es curioso, en aquella ocasión, al verlo estuve enojado e insultando durante un buen rato contra él por haber tenido el descaro de entrar en mi dormitorio, quería sacarlo a patadas, y al final, había terminado en la misma situación en la que me encontraba en aquel momento: Sentado junto a él, mirándolo embobado y acariciando su frente muy despacio.

—Me vuelves loco, Takemitchy —Le susurré en su oído, a sabiendas de que no me oía.

En ese momento, Mini Mikey, que hasta entonces permaneció echado en el suelo junto al escritorio, se acercó a nosotros y de un brinco, saltó a la cama para acurrucarse con Takemitchy. 

Me quedé con la boca abierta. Al principio, no pude evitar hacer un gesto automático con el brazo, tratando de detener a mi perro, en tanto fruncía el ceño temiendo que mi novio se despertara, pero después, al ver que eso no ocurría y observar detenidamente la escena, sobre todo al comprobar como Takemitchy le pasaba un brazo por encima a mi perro, no pude hacer otra cosa más que echarme a reír, llevando una mano a la frente en un acto de resignación. 

—Mira al que no le gustan los perros —Susurré burlonamente —Tengo que conmemorar esto —Y sin dudarlo, le tomé algunas fotos —Este es buen material para burlarme del presi.

Permanecí ahí otro rato más, dándole vueltas a lo que me había contado Takemitchy. 

No me lo sacaba de la cabeza. Quería, no, necesitaba hablar con él y pedirle perdón por haberlo tratado tan mal en el pasado y prometerle que, a partir de ahora, todo cambiaría, pero no quiero despertarlo. Los últimos días pude verlo la mayor parte del tiempo cansado, como débil, con sueño, agotado y lo cierto era que no sabía cómo ayudarlo.

De pronto, detuve mis caricias sobre su frente. Acababa de darme cuenta de algo que me hizo fruncir el ceño y levantarme de la cama en un gesto automático apretando los puños. Dirigí la mirada a la gran pila de papeles en el escritorio. Mantuve clavados mis ojos un momento antes de volver a girarme y mirar a Takemitchy. Ya todo tenía sentido, está realmente agotado y no es mi imaginación, estaba completamente agotado por no dejar de trabajar cada vez más, y más. De seguro al pasar con nosotros la mayoría de las tardes, pierde tiempo para estudiar y cumplir todo lo que esos inútiles que tiene como padres le exigían.

¡Claro! Por eso estaba que se caía de sueño a la primera de cambio, y yo, como un idiota sin darme cuenta, mis ganas de lanzarle puñetazos a las paredes comenzaban a hacerse presentes otra vez, y mi respiración, también había comenzado a acelerarse. 

Suspiré, comenzando a caminar en círculos por la habitación, de la forma más silenciosa que pude, tratando de relajarme. Debo mantener el control porque de nada serviría que explote de ira yendo en contra de los muebles del dormitorio. Despertaré a Takemitchy con el ruido, además, destruiría sus cosas y le causaría un nuevo problema. Por mi culpa. Todo se está mal, sentó una impotencia tan grande que podría iniciar una pelea contra el mundo y todo lo demás me daría igual

Takemitchy no se merecía todo lo que le pasaba, lo miré una vez más, aún con la respiración acelerada. Seguía durmiendo, en completa paz, con el flequillo oscuro cubriendo la frente y Mini Mikey acurrucado contra él. Parecía un niño, un crío al que debo cuidar y proteger. 

Casi sin darme cuenta de lo que hacía, caminé hasta su armario y lo abrí con cuidado de que la puerta no chirriara. Tras rebuscar un poco en la repisa superior, al final di con lo que quería: Una pila de mantas y sábanas dobladas, apiladas unas encima de otras. Tras palparlas un poco, al final me decidí por la que se encontraba arriba de color azul oscuro, cerré el armario y volví a su lado con pasos lentos para extender la manta encima. Tras apartarle el flequillo a un lado, acerqué mis labios a su frente y lo besé antes retirarme con cuidado, volviendo mi mirada a la gran montaña de papeles que reposaba en el escritorio. 

De repente, tenía muy claro lo que debía hacer. 

Me senté frente al escritorio, agarrando el primer folio que tenía a mi alcance para leer la primera pregunta.

Los minutos se convirtieron en… muchos minutos, los suficientes para que quedara atascado en las preguntas complicadas hasta el punto de ya no poder pasar a la siguiente, ni siquiera toqué los papeles con asuntos del consejo, solo estoy a haciendo las tareas que, se supone, debo comprender mejor porque son las mismas que yo debería hacer.

Realizar una lista enumerando las consecuencias que tuvieron lugar a raíz de la Crisis de Mayo de 1958 —En cuanto terminé de murmurar para mí mismo, me sentí como un completo idiota. ¿Cómo es posible que hubiera leído ocho veces la misma frase sin entender nada? ¿Cómo podría ayudar a Takemitchy?  —Vamos a ver, no es tan complicado  —Abrí el grupo de texto —Si estamos hablando de una crisis, lo lógico es que la consecuencia más grande sea que todo el mundo se quedara a oscuras para avanzar.

Sin pensarlo demasiado, agarré la hoja de respuestas y escribí que la primera consecuencia era que la gente se quedó a oscuras. Apenas terminé de escribir cuando sentí unas enormes ganas de agarrar el papel, hacer una bola y tirarlo por la ventana. ¿Cómo iba a convencer al profesor Smarret, Silves, o cómo se llame, de que Takemitchy habría contestado algo así? Por favor, siempre utiliza muchas palabras cultas y raras para ese tipo de cosas, y yo… no soy especialmente el mejor en vocabulario, esos son Rindō y Draken.

—Vamos cerebro, la respuesta tiene que venir en alguna parte —Susurré enojado conmigo mismo por no ser capaz de hacer más.

Reprimiendo un suspiro de frustración, me giré y observé a Takemitchy dormido, aún con su brazo rodeando a Mini Mikey. Inevitablemente, sonreí. Es tan jodidamente tierno, ñermanecí mirándole unos minutos más hasta que, decidí ponerme a trabajar en serio. Sin hacer ruido, me levanté de la silla y fui a la esquina más alejada del dormitorio, donde se encontraba la mochila de Takemitchy. Tras cogerla, rebusque en su interior hasta dar con el libro de historia y volví al escritorio. 

Tal como sospechaba, sus libros están perfectamente subrayados y resumidos en un sistemas de colores.

—La Crisis de Mayo del 58… bien, vamos —Murmuré abriendo el libro y buscando en el índice alguna referencia a la dichosa crisis.

Al final, tras leerlo todo un par de veces, lo encontré. Página 48… alto, ¿Eso significa que ya vamos por la página 48 del libro? Yo todavía no lo compré.

—Que Izana no se entere o se va a burlar —Recé en voz baja mientras buscaba la página para retomar la lectura. Me costó un rato, pero al final, y más a base de coraje que de otra cosa, di con lo que buscaba —La principal repercusión que tuvo la Crisis de Mayo de 1958 consistió en la llegada al poder del General Charles de Gaulle.

Una vez que finalicé con esa pregunta, sonreí para mí mismo y me dispuse a leer la segunda. Si me tengo que pasar toda la tarde con la nariz metida en el libro de historia para ayudar a Takemitchy, lo haría. Me prometí hacerlo feliz y, si de mí depende, a partir de ahora no iba a volver a tocar un libro o rellenar un informe a menos que se encontrara con mucho tiempo libre y tan aburrido que me suplicara dejarle hacerlo. 


[Sōuya] - Cafetería Blue Affectum

Esto es muy raro.

Es decir, tan solo compartí tiempo con Takemichi y sus amigos unas cinco veces, en realidad no se podía decir que conociera demasiado a ninguno de ellos, y mucho menos a Haitani que no hablaba de él mismo ni aunque lo amenazaras con amarrarle los pies a un cohete y después encender la mecha, vivía en su propio mundo, alejado de todos y totalmente inalcanzable.

Haitani siempre pasó desapercibido para mí, esa es la verdad. Nunca le presté atención pues… porque… ¡Porque ni notaba que estaba ahí de lo silencioso que es! Nunca, hasta aquel día en el que sufrió esa especie de pesadilla en plena clase de historia, me detuve a pensar en él, y eso que nos quedamos atrapados en la escuela semanas previas. El día de la pesadilla lo ví asustado, sofocado y agobiado, eso me hizo pensar en él. De hecho, me pasé toda la tarde dándole vueltas a lo que le ocurrió en clases. Incluso Smiley lo había notado, y terminó por tomarme el pelo para variar y mandarme a cocinar para matar el tiempo, de ahí fue que preparé algunos postres saludables con frutas y se lo dí a Haitani, todo muy normal y porque estaba preocupado por un futuro-probable-amigo. Lo que pasó fue algo que no se veía todos los días, y eso… pues, descoloca a cualquier persona, mucho más si Haitani es el protagonista del suceso. Él, que nunca destaca, ni llama la atención, ni… ni nada.

A partir de entonces comencé a salir con Takemichi y su nuevo grupo de amigos, entre los cuales estaba Haitani y, de alguna forma, esa especie de convivencia me hizo darme cuenta de que, aunque no se hiciera de notar, no llamara la atención y apenas hablara, te mirara o hiciera… nada, él estaba ahí. Aunque su comportamiento no había cambiado en lo más mínimo desde la época en la que apenas notaba su presencia 

¿Es mi culpa? ¡No! Haitani es un chico tan raro, no comprendo por qué siempre está tan callado, perdido en su cuaderno o durmiendo junto a sus amigos, se mostraba tan reservado y melancólico. Aunque intenté hablarle de forma amable en un par de ocasiones con el objetivo de iniciar alguna clase de diálogo con él que me permitiera conocerlo un poco más, Haitani nunca mostró demasiado interés en seguir la conversación, y estaba bien. No me molesta, en realidad, tampoco me importaba demasiado, no sería la primera vez que alguien me ignora porque me cuesta tener temas de conversación actuales, el sociable es Smiley. 

Yo solo trato de ser amable, pero comprendo si a él no le apetecía hablar de sí mismo, o hablar de algo, fuera lo que fuese. No. No me importa que se comporte de esa forma porque podía hacer lo que se le antoja. Lo que realmente me descoloca es lo que estoy viendo. Veamos, no es que nunca pudiera haber estado seguro al 100% de que a Haitani le cayera mal Hanemiya, al fin y al cabo, apenas conozco las amistades de mis propios amigos,  pero había supuesto lo contrario. Sobre todo porque todos son perfectamente conscientes de que Mikey no lo soportaba, es algo algo que se apreciaba a simple vista y varios tuvimos la oportunidad de notar cuando pasaban por los pasillos del instituto, Hanemiya trataba de acercarse y Mikey se ponía de mal humor. Siendo Rindō uno de sus mejores amigos, imaginaba que tampoco a él le caería bien.

Además, se nota que tanto Yuzuha como Ran, a veces incluso el mismo Takemichi no parecían dispuestos a soportarlo. 

Eso deja abierta la pregunta del millón: ¿Por qué estaba Haitani con Hanemiya, sentados como si fueran amigos, tomando café y charlando? ¿Lo interpreté mal y ellos dos eran amigos? ¿Alguna vez los ví juntos?

—Angry, ya hice el pedido, ¿Encontraste sitio? —La voz de mi hermano, me sacó de mis propios pensamientos. 

—Un sitio —Repetí despacio para mí mismo. Estaba tan concentrado viendo a Haitani y Hanemiya, que olvidé que debía buscar una mesa libre.

—¿No hay ninguno? —Preguntó ladeando la cabeza y poniéndose de puntillas para observar por encima de mi hombro el lugar y buscar un sitio donde sentarnos. 

Mi primer impulso fue decirle que ni siquiera me había molestado en observar detenidamente porque estaba distraído, pero entonces, su teléfono comenzó a sonar haciendo un ruido muy alto, simulando el sonido que produciría una ametralladora de guerra.

—Smiley, ya cambia ese tono y baja el volumen, ¿Quieres? —Supliqué avergonzado al recibir miradas fulminantes debido al sobresalto, mi hermano me regaló una sonrisa mientras rebuscaba en el bolsillo de su pantalón para atender la llamada.

Suspiré. Hasta para escoger el tono del teléfono somos diferentes ¡Mira que elegir un ruido de disparos! Mientras Smiley respondía la llamada, giré sobre mis talones dirigiendo una nueva mirada a Haitani y Hanemiya. Sigo sin creer que ellos estén juntos, compartiendo una conversación, de un modo tan normal, como si fueran amigos. En realidad, ¿Quién me dijo que no eran amigos? Yo había supuesto otra cosa, es mi equivocación.

A Haitani no puedo verle la cara porque se encontraba de espalda, pero Hanemiya estaba… ¿Sonriendo? Al observar aquel gesto fruncí más el ceño, parece coqueto; bueno, él siempre tiene esa sonrisa gatuna. Apenas me había dado cuenta de que comencé a caminar hacia ellos hasta que estuve delante, a lo lejos creo que oí la voz de mi hermano llamándome, y lo ignoré.


[Rindō] - Cafetería Blue Affectum

A pesar de mi reticencia a ofrecer cualquier tipo de información relacionada con Hanagaki y mi llamada telefónica dirigida a él esa noche, Hanemiya no parecía dispuesto a darse por vencido. Durante un par de minutos permanecimos en silencio, parecía una batalla de miradas. Yo por mi parte, no tenía nada más que decir.

La actitud de Hanemiya hizo que estuviera alerta y desde el momento en el que me había mirado a los ojos y había pronunciado esas palabras: —Yo en tu lugar respondería. Sobre todo si mi hermano te cae bien, claramente entendí que estoy bajo amenaza. La verdadera pregunta es, ¿Por qué? Tal parece que Hanemiya está buscando una excusa para hacerle pasar un mal rato a su hermano y sé de sobra que no se llevan demasiado bien, pero de ahí a que quisiera ver a su hermano en problemas… aunque, pensándolo bien, ¿Qué clase de problemas puede traer una llamada de teléfono? ¿Hanagaki estaría castigado sin poder utilizar el teléfono? Es una posibilidad… sobre todo teniendo en cuenta que, en aquel momento, y a través de la línea telefónica, yo pude escuchar una serie de ruidos extraños, parecidos a gritos, ¿Realmente fue eso? ¿Fueron gritos de verdad? En ese caso, ¿De qué le sirve a Hanemiya cualquier información que yo pudiera darle?

Por más que pensaba en el asunto, mi mente no hallaba una respuesta concisa que me permitiera aclararme el por qué de la situación. Es todo demasiado extraño y confuso, incluso como para dedicarse a especular sobre ello, ya que eran demasiadas las teorías que podrían ser ciertas o inciertas. Pasados unos minutos y tras percatarse de mi clara intención de seguir guardando silencio, Hanemiya se inclinó hacia adelante y volvió a hablar, en un tono de voz tan bajo y susurrante, que me vi obligado a agudizar bastante el oído para comprender sus palabras. 

—Sabes, Haitani bebé, no soy del tipo de persona que se rinde fácilmente. Aquella llamada a mi hermano, lo estresó muchísimo, demasiado y ambos sabemos que fuera lo que fuese que le dijiste, era importante, también sabemos que aquel otro día que nos vimos en mi casa, no fue porque quisieras que te guiara a una dirección —Al acabar su bebida se dispuso a abrir una paleta de color rojo y llevarla a su boca, sin abandonar aquella sonrisa altanera —Quiero averiguar qué te traes con mi hermano y por qué, estoy seguro de que tarde o temprano, hablarás. Yo mismo me encargaré de ello.

Apenas terminó de hablar me puse en pie con un ágil movimiento. 

Definitivamente, ya tuve bastante, no me encontraba dispuesto a permitir que Hanemiya siguiera haciendo comentarios de esa índole y, mucho menos, voy a seguir oyendo nada de lo que tenga que decir. De igual forma esto me inquietaba y no podía librarme de la tediosa sensación de que había algo que se me escapaba, algo que definitivamente no estaba bien, yo no tenía la más mínima intención de seguir interactuando con una persona como Hanemiya. 

Lo escuché por educación y porque, de alguna forma, se lo debía. Sin embargo, todo tiene un límite, y Hanemiya, acaba de encontrar el mío al dar a entender que su otra forma de conseguir las cosas eran por medio de la intimidación de cierta persona. 

—No voy a seguir escuchándote y lo siento, pero voy pedirte que te levantes y busques otro lugar para sentarte. Preferiría no continuar compartiendo la mesa contigo. 

—¡Haitani!

De pronto, esa enérgica voz a mis espaldas, me hizo saltar al ser tomado por sorpresa. Como acto reflejo giré sobre mis talones en un rápido movimiento para encontrarme cara a cara con Angry, luciendo molesto y con los brazos cruzados, el entrecejo fruncido y mirándome fijamente. Su cabello, de un intenso color celeste y rizado, parecía más alborotado de lo normal y en su rostro se dibujaba una ligera mueca de incomodidad. Instintivamente, suspiré en un acto resignado.

¿Por qué nunca lo escucho acercarse y siempre logra hacerme saltar de aquel modo? 

—Angry —Dije intentando lucir calmado —Realmente, te agradecería que en el futuro no aparezcas de esa forma al acercarte, si no es mucha molestia.

—Mira, he intentado ignorarlo ¿De acuerdo? Total, puedes hacer lo que te dé la gana y soy perfectamente consciente de que no debería estar aquí preguntándote nada, lo sé, es tu vida y no la mía —¿De qué habla? Por favor, no quiero más problemas en mi vida —Es más, ni siquiera me importa, pero te diré algo: ¡Soy una persona testaruda! Sí, lo soy aunque no lo parezca, y a mí cabeza no le cuadra nada lo que mis ojos están viendo, y quiero ignorarlo, pero una voz me dice que actúe, y no quería hacerle caso, pero es muy convincente, no creo que haga falta decir quien ha cedido ante quien, por eso estoy aquí.

Dio aquel monólogo con un tono de voz más alto de lo normal, cada vez subiendo los decibeles como si el control vocal fuera algo natural en él. Varios de los clientes junto a las mesas cercanas voltearon su mirada a nosotros y se dedicaron a escuchar con atención. 

Por el rabillo del ojo, pude observar como Hanemiya miraba a Angry con la misma expresión que pondría si contemplara a un perro de cinco patas, es la primera vez que hay una expresión de genuina sorpresa y sin rastros de su máscara altanera. Había enmudecido por completo, y se echó hacia atrás en su silla, como si de pronto, le hubieran asaltado unas ganas tremendas de salir corriendo ante la presencia del pequeño peliazul.

Realmente, si no hubiera sido porque yo mismo me encontraba sorprendido con la actitud de Angry, hubiera sentido ganas de reír con la situación. 

—¿Qué? ¿No me dices nada? —Preguntó de pronto con un tono de voz cargado de reproche.

—Eh… —Susurré bastante sorprendido conmigo mismo al percatarme de que realmente no sé qué decir. 

Ni siquiera cuando Hanemiya me preguntó sobre su hermano quedé tan impactado y no tardé más de uno o dos minutos en acomodar mis ideas, dándole una respuesta, pero Angry... ¿Qué le debo responder? ¿Qué respuesta quiere? Se había acercado a mí de forma completamente repentina y de pronto dijo todo lo que pasaba por su mente, hubo muchas palabras  en un periodo muy corto de tiempo. 

Lo peor es que no dejó nada en claro. Había mencionado algo de querer ignorar una voz y no ser capaz porque su cabeza no se lo permitía o algo así. 

—¿Y bien? —Insistió frunciendo más el ceño. 

En este punto, prácticamente todos en la cafetería estaban pendientes de la conversación y duspiré. Me desagrada ser el centro de atención, y ahora estoy envuelto en una incómoda escena, incluso parecía sacado de una novela cómica, por primera vez creo en lo que dijo Mikey sobre que nuestras vidas giran en torno a lo ridículo. Esto se me escapa de las manos. 

—Es imposible que tengas una parte determinada a hacer algo en concreto y tu cabeza, haga algo diferente, no entiendo cuál es tu objetivo —Dije con calma, y mientras hablaba, pude notar cómo la expresión indignada de Angry poco a poco iba pasando a ser una mueca de confusión.

Sus ojos se habían abiertos de par en par, y mantuvo la mirada clavaba en mí, observando sin ni siquiera pestañear. Aunque no podía contemplar al resto de personas que nos rodeaban debido a mi posición, en aquel momento supuse, sin temor a equivocarme, que su atención hacia nosotros había incrementado considerablemente. Por ello, y aunque realmente detestaba ser el blanco de todas las miradas, me esforcé por mantener la calma, a pesar de que la situación me avergonzaba un poco.

—¡Haitani Rindō! —Gritó de pronto, ¿Por qué mi nombre completo? —No des vueltas con tus palabras.

Admito que fue un poco adorable la forma en que hizo un movimiento aireado con los brazos y le dio un pisotón al suelo, dibujando una expresión frustrada en su rostro. 

—Bueno —Susurré dando un paso atrás, sin esperar esa reacción tan enérgica y espontánea. No obstante, y aunque interiormente estaba sorprendido con todo, me esforcé en no perder la compostura —Disculpa entonces, lamento no entenderte. Si me puedes decir cuál es el problema puedo arreglarlo, pero más despacio, por favor, para que pueda entender bien.

Angry me observó perplejo por un momento, antes de tragar saliva y mirar a su alrededor boquiabierto, acaba de percatarse de que todo el mundo estaba al pendiente de la conversación. Con un ligero gesto de retraimiento, suspiró, antes de volver a dirigirse a mí y exclamar, en un tono de voz más bajo.

—¡De Hanemiya! Hablo de Hanemiya —El acusado se señaló a sí mismo, igual de sorprendido —Me sorprende mucho que sean amigos.

—Que vergüenza —Bufó Hanemiya.

En cuanto Angry dio su “explicación”, comprendí el motivo de aquel embarazoso asunto y penoso reclamo. Sin poder evitarlo, suspiré fuertemente con resignación. Me está viendo acompañando a Hanemiya y supone que tenemos una relación amistosa, y en lugar de haberme preguntado en otro momento, en otro lugar, en otra situación y en otro tono, se había acercado a mí gritando como si le hubiera algo personal, logrando que todo el local fijara su atención en nosotros.

Todo por curiosidad.

Por el fastidioso defecto de la curiosidad. Esa falta que tienen la mayoría de las personas, ansiosas por saber todo de todos, hasta de desconocidos, y que tantos problemas acababa trayendo. 

—No es lo que parece —Comencé con voz pausada, pero entonces, apareció su gemelo, Smiley, que se acercaba desde el fondo de la cafetería a paso veloz.

—Angry, atiende el teléfono, es para ti —Dijo dirigiéndose a su hermano con una gran sonrisa de oreja a oreja, como si no fuera del todo consciente de la gran situación. 

—Ahora no puedo, Smiley —Replicó en el mismo instante en que mi teléfono móvil comenzaba a sonar. 

Agradecido por tener una excusa con la que no prestar demasiada atención a la situación, introduje mi mano en el bolsillo y saqué el teléfono, atendiendo sin ni siquiera observar la identidad. 

—¿Sí?

«—Rindō, ¿Sabes quién dio el Golpe de Estado del 13 de mayo en la Crisis esta de 1958? »

—¿Mikey? —Otra sorpresa. 

Esto es algo más que me desconcierta. Me están sucediendo demasiadas cosas extrañas en un periodo muy corto de tiempo, ¡Y yo no quiero problemas de ningún tipo! Primero Hanemiya, luego Angry, después Smiley y ahora Mikey, ¿Mikey haciendo una pregunta sobre la tarea de historia? 

—¡Estoy hablando contigo, no me ignores! —Protestó Angry haciéndome enfocar mis ojos de nuevo en él. Justo iba a abrir la boca, sin sentirme demasiado seguro de si debía responder primero a Angry o a Mikey cuando Hanemiya, se acercó a mí por detrás y musitó: 

—Yo mejor me voy, pero continuaremos la charla en otro momento.

Desoyendo una nueva protesta por parte de Angry, y retirando mi teléfono de la oreja, me giré hacia él para replicar, cuando de pronto… 

—¡Rindō! —Con un movimiento casi más rápido que el anterior, me giré en dirección a la puerta, encontrando a Luna, la cual miraba a Hanemiya con una gran expresión de ira —¿Para eso me citas? ¿Para qué te vea con tus amigos? ¿Quieres burlarte?

En aquel momento, lo único que deseaba, era que la tierra me tragara.

Soy un buen chico, o al menos intento dar la mejor versión de mi y hacer las cosas bien, pero el mundo parece haberse aburrido de Mikey y ahora me está tomando como su mejor guerrero.

Chapter 7: El efecto de las pasadillas

Chapter Text


[Sendō] - Casa de Atsushi

Mentiría si no admitiera que me siento frustrado.

Llevaba varios días trabajando en un plan. Al principio, lo imaginé todo en mi cabeza perfectamente claro, casi podía contemplar dentro de mi propia imaginación una especie de película en la que yo al final lograba salvar a Takemichi 

¿Estaba mal lo que intentaba hacer? A veces no podía evitar hacer esa pregunta en voz alta. A todas horas, en realidad. ¿Realmente estaba bien? Si sigo adelante con esto, es casi seguro que Takemichi y Sano se separarían para siempre, y eso era algo bueno. Estoy seguro de que él nunca podría traerle nada bueno a Takemichi,  que es un chico responsable, atento, considerado, educado en todo momento, nada que ver con Sano que se caracterizaba más bien por su rudeza, apatía, agresividad y un largo etcétera de adjetivos descalificativos.

Si los separaba, le estaría haciendo un gran favor a Takemichi, no le convenía tener a alguien como Sano a su lado que únicamente le haría daño. Lo tenía cegado, completamente, del mismo modo que alucinaba a la mitad de las chicas del instituto. Por otro lado, sigo sin comprender por qué. Ni siquiera era atractivo.

Fuera como fuera, esta idea es la que me daba fuerzas para seguir adelante con mi plan. El hecho de pensar que con mi intervención, yo realmente estaba salvando a Takemichi de un destino terrible y, al mismo tiempo, ofreciendo la oportunidad de pensar en un futuro junto a alguien que de verdad le quisiera. Alguien que nunca se separaría de él, quizás alguien como yo. Con este pensamiento en mente, asentí para mí mismo. Por ahora voy a tomar un descanso, estuve toda la mañana trabajando en numerosos quehaceres y mis ojos pedían una tregua.

En medio de un leve suspiro, aparté a un lado el cuaderno en el que había estado escribiendo sobre mi  escritorio y me dispuse a tomar mi teléfono. Mis padres no estaban en casa y no me apetecía cocinar. Quizás podía llamar a Makoto o ir a comer fuera con Yamagishi, le gusta ir al arcade cuando no está en clases. Si, es una buena idea. Ya seguiría con lo de Takemichi más tarde, cuando sintiera mi mente lo suficientemente despejada como para continuar buscando la forma de conseguir a quien necesito para el trabajo. Siento que estoy cerca, muy cerca decís que algo, un solo dato y podría pasar a la acción. Faltaba muy poco.


[Manjirō] - Casa de los Hanagaki

—¿Rindō? ¡No me ignores ahora! Oye, hazme el favor de contestar, necesito saber el nombre del tipo que dio el Golpe de Estado.

Me siento como un tonto siendo consciente de que estoy hablando solo. Rindō no había colgado la llamada, pero evidentemente, tampoco la estaba atendiendo y se escuchaban múltiples voces de fondo. ¿En qué está metido? No reconozco a nadie, hay tanto voces femeninas como masculinas, una en particular no calificaba dentro de ningún género, podía ser una voz masculina muy fina o una voz femenina gruesa. ¿Tiene sentido? No, pero de que hay más de tres personas, las hay.

—¡Rindō! Respóndeme, Draken está ocupado trabajando de mesero y tampoco me responde —Insistí subiendo un poco en tono de voz. Inmediatamente, después, me arrepentí de haberlo hecho, al escuchar el ruido que provocaba Takemitchy se removiera en la cama. 

Como un acto reflejo, me giré hacia él conteniendo la respiración mirándolos expectante. Por suerte, no se despertó, solo se dio la media vuelta y continuó durmiendo. Sin embargo, Mini Mikey se había bajado de la cama y echado en el suelo junto a la mesita de noche.

Lo que menos quiero es que se despierte. Todo lo contrario, quería que recupere las horas de sueño perdidas, repusiera fuerzas y estuviera tranquilo, mientras tanto, yo me ocuparía de sus tareas. Comprendiendo que Rindō no iba a atender la llamada, teniendo en cuenta que la discusión subía de intensidad, colgué el teléfono y tomé el libro de historia entre mis manos. 

—Vamos a ver —Murmuré preparándome para darle otra vuelta a todas las páginas del tema de la crisis, tiene que estar en algún lugar el nombre que me hacía falta encontrar —Yo puedo. 


[Rindō] - Cafetería Blue Affectum 

El cómo conseguí salir de la cafetería evitando que se provocara un escándalo mayor, es algo que no logro comprender con claridad, pero lo hice. 

Para cuando me quise dar cuenta, Hanemiya se había ido alejando poco a poco de nosotros hasta desaparecer por completo, huyendo del problema a una velocidad sorprendente. Angry, en cambio, no dudaba en hacerse notar tanto como fuera posible y era difícil no ignorarlo cuando es una bola de algodón celeste pastel andante, sigo sin entender por qué actúa así. ¿Por qué me pide explicaciones sobre mi encuentro con Hanemiya? Ese asunto no le incumbía en absoluto, ni puedo llegar a comprender cómo las personas seguían sus impulsos debido al tedioso defecto de la curiosidad. No existía nada peor en el mundo que querer saberlo todo de todos, hasta de los desconocidos. Si cada quien se metiera en sus propios asuntos, el mundo iría mucho mejor. De eso estaba convencido. 

Sintiéndome contrariado con Angry por este motivo, tampoco me preocupé de prestarle demasiada atención y, por ello, aprovechando un descuido en el que su Smiley se dirigía a él insistiera en que contestara al teléfono, yo dejé sobre la mesa un arrugado billete para pagar el café que había pedido al llegar, y comencé a caminar a la salida, no sin antes agarrar a Luna de los hombros guiándola por entre las mesas, para que me siguiera. 

Una vez fuera, me llevé una mano a la cabeza y suspiré. Estaba convencido de que nunca podría olvidar aquella situación en donde contaba con múltiples personas hablándome al mismo tiempo, presentando distintos problemas, de un momento a otro. Me siento cansado, muy cansado, y confuso también.

La conversación con Hanemiya minutos atrás me había dejado con un mal sabor de boca. No estaba del todo convencido de por qué, simplemente me sentía extraño. Lo único que quiero en estos momentos, es marcharme a algún lugar solitario y alejado, sentarme a reflexionar sobre todo lo que sucedía a mi alrededor y, tal vez, escribir un poco mientras escucho música con los audífonos. Escribir siempre me ayuda a organizar mis ideas y pensamientos, también es útil a la hora de evadir la realidad que me provoca cierta ansiedad. Necesito escribir. 

—¿Vas a explicarme lo que pasa? ¿Para qué querías verme, Rindō? ¿Para que te sigas burlando? Pues ya lo hiciste, ahora suéltame —Ese tono de voz cargado de sufrimiento y ansiedad me hizo volver al presente y enfocar mis ojos en la persona que acababa de hablarme.

Con algo de sorpresa, observé como aún sujetaba los hombros de Lun, los cuales estaban helados. Casi de forma instintiva, alcé la mirada hasta encontrarme con sus ojos claros clavados en mí. Me observaba con tristeza. 

—Luna, deja que te explique la situación, por favor —Comencé a decir, no obstante, ella, no parecía dispuesta a recibir ningún tipo de información de mi parte. En vista de que yo hice caso omiso a su petición de soltarla, realizó un movimiento aireado con el brazo, de forma brusca, que me obligó a soltarla. 

—¡No quiero oírte! Yo… yo creí que eras diferente —Susurró con voz quebrada en tanto alzaba su mano izquierda, acercando los dedos a sus labios.

Sin necesidad de que Luna lo mencionara en voz alta, yo sabía que en su interior, estaba reviviendo el momento que habíamos vivido algunas noches atrás. Ese momento en el que la había besado en un estúpido impulso. 

—Luna, por favor, permíteme explicarte. Te mereces una buena explicación y no solo sobre lo de ahora, sino de todo lo que sucede —Me detuve en seco. No me sentía con fuerzas suficientes como para mencionar en voz alta lo del beso. El mayor error de mi vida —Hanemiya es un compañero, nos encontramos casualmente unos minutos antes de que llegaras y…

—¡¿Hanemiya?! ¿Kazutora Hanemiya? —Gritó furiosa, interrumpiendo mis palabras —Claro, por eso su rostro me era familiar, se trata de ese chico tan desagradable que se quedó encerrado con nosotros en tu instituto. ¿Desde cuando ustedes son amigos? Mi hermano dice que él es… complicado y que anda con alguien más complicado.

—Luna, no existe ninguna amistad entre él y yo —De pronto, mis palabras quedaron ahogadas por el viento en cuanto sentí un fuerte ardor en mi mejilla derecha acompañado de un impactante y resonante sonido que me hizo cerrar los ojos. 

Tardé unos segundos en comprender qué había ocurrido. Lentamente, alcé mi mano pasando el dorso de mis dedos cuidadosamente por la zona en la que Luna me había propiciado la bofetada. 

—Llevas una semana completa evitando escucharme —Al oírla, abrí los ojos como un resorte y clavé mi mirada en la suya. Por alguna extraña curiosidad, la calle se hallaba desierta, el viento había incrementado y el  cielo comenzaba a cubrirse por completo. No tardaría en comenzar a llover —Y ahora pretendes que sea yo quien te escuche —Añadió en un tono de voz mucho más sosegado y calmado, pero cargado de una profunda desesperación. 

Entonces, comprendí cuánto daño le había causado pretendiendo evitar verla para no causarle una tristeza mayor al confesarle que no sentía nada por ella, resultaba que había terminado hiriéndola mucho más. Lastimé a una persona que lo único que hacía es… quererme.

—Ahora soy yo la que no quiere oírte —Sentenció en el preciso instante en el que de sus claros ojos teñidos de rojo, comenzaban a brotar numerosas lágrimas. 

—Luna —Murmuré desesperado —Lo siento tanto.

Pero era demasiado tarde. Ella ya había echado a correr calle abajo, dejándome en una completa soledad, de pie en medio de la calle, sintiendo como comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia, comprendí al fin que lo que hice, es imperdonable. De pronto, todo el dolor que sentía día tras día a causa de ver a la persona que amaba en brazos de otra, no fue nada comparado con el vacío que las palabras de Luna habían dejado en mi interior. Porque ella es inocente, ¿Cómo pude lastimarla?


[Takemichi] - Casa de los Hanagaki 

Estoy corriendo.

Corro por un largo pasillo sin puertas ni ventanas. Estaba oscuro, ¿Por qué estaba tan oscuro? No podía ver a nadie, solo una penumbra que parecía no tener fin. Podía sentir algo detrás de mí, algo que corría a la misma velocidad y me perseguía, tratando de atraparme. 

Sentía la boca seca. Las piernas me flaqueaban y mis brazos parecen hechos de gelatina. Por más que entornaba los ojos, frente a mí únicamente se extendía oscuridad, y por más que corría, no lograba dejar atrás a esa cosa, a esa persona, a ese… lo que fuera que viene detrás de mí. Mi corazón retumba con fuerza dentro de mi pecho y la velocidad que impulsaba hacia adelante, me hacía tener la constante sensación de que en cualquier momento perdería el equilibrio y caería al abismo sin remedio. ¿Un abismo? ¿Qué abismo? ¿Dónde estaba el final del pasillo? ¿Por qué no puedo ver nada? De pronto, en el mismo instante en que un fuerte calambre recorrió mi espina dorsal, toda aquella oscuridad fue dejada atrás. Todo quedó atrás.

Cerré los ojos. ¿Qué significaba esto? Podía sentir el viento, el frío, la… lluvia, ¿Lluvia?

—No, por favor, lluvia no —Balbuceé sorprendiéndome de la ronquera de mi propia voz. 

Hay lluvia, una lluvia torrencial, miles y miles de diminutas gotas de agua helada impactando con fuerza sobre mi cuerpo y a mi alrededor. Se trata de una tormenta, con relámpagos, truenos y terror. Una mano aprieta mi hombro y me quedo paralizado. No podía moverme, no podía respirar, no podía ver nada.

No.

No, no, no. 

No, no, no, no, no, no, no…

—Takemitchy, ¡Takemitchy!

Esa voz…

¡Mikey! —Grité con una voz cargada de desesperación. En ese mismo momento, la mano que sujetaba con fuerza mi hombro, apretó más, presionando con sus dedos. 

Me había atrapado.

¡Takemitchy! Vamos, ¿Me oyes? ¡Takemitchy!

Mikey, ayúdame, ¡Ayúdame! —La intensidad de mi propia voz desgarrada, me hizo marearme y cerrar los ojos, no soy capaz de ver nada.

¡Takemichi, despierta! ¡Despierta!

Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue el rostro de Mikey a escasos centímetros del mío, respirando entrecortadamente. Sus manos se encontraban sujetando mis muñecas fuertemente y estaba temblando. 

—Mierda, Takemitchy —Dijo con un fuerte suspiro de alivio en cuanto observó que mi mirada se clavaba en la suya.

Noté que iba a decir algo más, pero no le dejé, en un acto desesperado me incorporé de la cama para rodear su cuello con mis brazos. A causa de haberme movido tan deprisa, me asaltó de forma repentina una gran sensación de vértigo que ignoré.

De pronto, me percaté de que mi cuerpo se encontraba cubierto con una gruesa manta que resbaló casi hasta el suelo al levantarme. ¿De dónde salió mi manta para invierno? ¿La sacó Mikey del armario? 

—No vuelvas a hacerme esto, ¿Me oyes? —Susurró con voz ronca, devolviéndome el abrazo. Así, estrechado entre sus brazos y sintiendo su respiración sobre mi cabeza, me sentí más protegido que nunca. A pesar de que mi cuerpo estaba temblando, yo me sentí bien —Tuviste una pesadilla…

Lo sospechaba, pero al escucharlo, todo tuvo mayor sentido dentro de mi cabeza y pude levantarme. 

Una pesadilla. Claro, solo fue eso, una pesadilla. Un sueño… un terrible sueño.

—Siento haberte asustado —Susurré aún agarrado a él. 

Lentamente, mi respiración se iba tornando pausada. Por mi mente, aún vagaban retazos sueltos del mal sueño que había tenido.

Un sueño… ¿En qué momento me quedé dormido?

Permanecimos así un rato más, yo aferrándome con fuerza a sus brazos y él estrechándome mientras acaricia mi cabello. No dijimos nada, no hasta que pude respirar con normalidad, sintiéndome protegido y seguro. Entonces, solo entonces, me separé de y lo miré a los ojos. Me observaba con el ceño fruncido y una gran expresión de preocupación en su rostro. 

—Estoy bien —Dije tratando de esbozar una media sonrisa, aunque lo único que conseguí fue una mueca en mi rostro.

—¿Seguro? —Inquirió tragando saliva, nada convencido de mis palabras, solo asentí, alzando mi brazo y pasando el dorso de mis dedos por su mejilla para acariciarlo con suavidad. Ante mi gesto, esbozó una leve sonrisa amarga —Veo que no te puedo dejar solo.

Conseguí liberar cualquier rastro de tensión que hubiera existido, eso me hizo sonreír también. De pronto me sentía mucho mejor, más seguro y confiado. Ciertamente, aquella no era la primera pesadilla que tenía sobre lo mismo.

Un pasillo oscuro, una persecución contra algo que intentaba arrastrarme a las sombras, una gran tormenta cayendo sobre mi y esa sensación de ansiedad. Aquel sueño me había acompañado desde que era un niño. A veces transcurría más tiempo, y en otras ocasiones menos, antes de volver a tenerlo, pero siempre volvía como un recordatorio de que no podía disfrutar de la felicidad sin recordar que puedo perderla en cualquier momento.

—Takemitchy.

La voz de Mikey, me sacó de mis pensamientos y me hizo enfocar mis ojos en él. Su sonrisa había disminuido y su expresión aún se tornaba preocupada. 

Durante unos segundos, solo nos miramos, sin decir nada. Sentía que Mikey se moría por decir algo, pero también era consciente de que no terminaba de sentirse capaz, poco a poco, iba conociendo aquellas micro señales y podía comprender la mayor parte de sus pensamientos, de sus ideas, de sus manías. En este momento, cuando comenzó a desviar la mirada abajo y arriba de forma nerviosa, comprendí que estaba deseando decirme algo y no se atrevía. 

—Dime —Dije sonriendo para animarlo a hablar. No quería que se sintiera incapaz de contarme nada.

—¿Por qué te da tanto miedo la lluvia? —Soltó con voz decidida mientras alzaba las cejas y clavaba sus ojos negros en los míos. 

Inevitablemente, mi corazón comenzó a latir mucho más deprisa. Su mirada poseía un efecto hipnotizador que no me permite apartar la vista, es como si todo el aire de la habitación se hubiera evaporado, dejándonos solo a él y a mí. No podía contestar a esa pregunta, tampoco podía inventar otra mentira para tratar de tapar la realidad porque en mi miedo es algo complicado de ocultar. No puedo mentir sobre ese asunto.

—Bueno… yo… yo no… —Balbuceé nervioso, mis manos se volvían sudorosas y mi voz se traba sin remedio.

De pronto, sin que a ninguno de los dos nos diera tiempo de decir o hacer nada más, el estruendo de un fuerte relámpago impactó de lleno en nuestros oídos. Como un resorte, dirigí mi mirada a la gran ventana que se encontraba tras mi escritorio y observé el cielo.

Un cielo oscuro y repleto de nubes.

Llovía con fuerzas

Llevé mis manos a la cabeza y cerré los ojos en un gesto desesperado.

No, ahora no, no después de aquella pesadilla. Al tiempo que sentía como los latidos en mi pecho incrementaron, noté la presencia de Mikey mucho más cerca. No me di cuenta de que me había rodeado con sus brazos hasta que me apretó contra su torso.

Sin decir nada, apoyé mi cabeza en su hombro y me aferré a él. No sabía cómo pagarle que estuviera conmigo en este momento. Lo quiero tanto.

—Está bien, no es el mejor momento para hablar de eso —Se retractó de la pregunta que había formulado, como respuesta, asentí.

De lo único que tenía ganas era de abrazarlo, de sentirme protegido por sus brazos hasta que la tormenta cesara. Mikey tiene razón. No es momento para hablar de eso.

En realidad, no es momento para hablar de nada.


[Sōuya] - Cafetería Blue Affectum

—¡Smiley! ¿Viste eso? Me ha dejado con la palabra en la boca, no, más bien huyó ignorando por completo mi persona, menos mal que desde fuera parece un chico educado. ¡Esto es increíble!

No había encontrado una mejor persona con la que descargar la gran rabia que sentía contra Rindō Haitani, que mi hermano.

Después de que media cafetería se hubiera marchado ya, nosotros seguíamos ahí, de pie, junto a la mesa en la que Hanemiya y Haitani estuvieron charlando. Me siento realmente indignado. ¿Con qué derecho se marchaba sin ni siquiera mirarme, después de haberle preguntado de forma directa el motivo por el que se había reunido con Hanemiya? Gracias a eso, ahora estoy de muy mal humor. Ya ni siquiera me apetecía esa taza de chocolate caliente con malvaviscos que había estado imaginando en mi cabeza cuando entramos en el local 

—¡Ni siquiera me miró, Smiley! ¿Te parece normal? Y yo que pensaba que Mikey es maleducado, ahora me doy cuenta de que él lo es más, mucho más en realidad, hasta te supera a ti cuando rechazas a alguna chica.

—Gracias por tenerme en tan buena estima —Me interrumpió Smiley con un tono de voz claramente irónico —¿Te has planteado aunque sea un minuto que a lo mejor a no le apetecía hablar contigo? ¿O que no quería responder a tus preguntas sin base ni lógica? 

Sus palabras me hicieron ladear la cabeza y mirarlo con los ojos bastante más abiertos de lo normal. 

—¿Por qué? ¿Por qué no querría hablar conmigo? ¡Nos llevamos bien! O bueno, al menos intento caerle bien, evidentemente no estoy haciendo un buen trabajo —Susurré con tono amargado, bajando la cabeza. 

Es cierto que no se puede decir que fuéramos amigos porque no lo éramos como tal, solo teníamos amigos en común y, en consecuencia, estamos en el mismo lugar por ellos, pero él y yo habíamos cruzado cinco y ocho palabras, eso significa que no, no somos amigos. Intenté acercarme a él y, tal vez, ser simpático cuando la timidez me ganaba a la hora de hacer amigos hombres, pero él nunca parecía tener intenciones de hablar conmigo. Siempre que me aproximaba para iniciar una conversación, termina por irse creyendo que quiero usar una silla o estar solo en un rincón, hasta se disculpa y me ofrece su “espacio” para no incomodarlo

—Angry, es que… te acercaste con una actitud extraña, gritando y exigiendo que te respondiera a no sé qué, y también…

—No. Tienes razón —Lo interrumpí —Haitani y yo no somos más que compañeros de clase, es perfectamente normal que no quiera hablar conmigo de nada y mucho menos responderme algo que no me incumbe.

Aunque mantuve la cabeza agachada, podía sentir la mirada de Smiley clavada en mí. No sabía en qué estaba pensando, probablemente sigue sorprendido por todo lo que había pasado. En realidad, yo también debería de estarlo, al fin y al cabo, aquella fue una mañana de locos y actúe de una forma que no es propia de mi, pero por alguna extraña razón, no me sentía sorprendido, extrañado, tan solo enojado. Con nadie en especial y sin un argumento válido así es como me siento: Enojado. Enojado y de muy, muy mal humor.

—Se hace tarde y parece que está lloviendo. ¿Nos vamos? Mejor preparemos algo en casa —Asentí sin mirar y observé por el rabillo del ojo cómo se guardaba su teléfono en el bolsillo. 

—Lo siento por ignorante, ¿Quién era? —Pregunté con desgana. 

—Mitsuya —Respondió, sus palabras me hicieron alzar la vista de forma brusca —Dice que no respondes el teléfono y necesitaba explicarte algo de por qué no pudo ir ayer o algo así. Traté de pasarte la llamada, pero apenas me miraste mientras le gritabas a Haitani.

Tragué saliva. 

Mitsuya trataba de comunicarse conmigo, Mitsuya quiere explicarme por qué no había llegado a casa de Mikey ayer a la noche. Mitsuya está preocupado por aclararme las cosas y yo como un tonto ocupándome de Haitani.

Busqué mi teléfono en el bolsillo descubriendo que se había quedado sin batería. Claro, por eso no podía comunicarse conmigo y decidió llamar a mi hermano.

—¡Smiley, déjame llamarlo! —Exclamé tendiendo mi mano para que me diera su teléfono. Sin embargo, sonrió con tristeza.

—Es inútil, me dijo que te llamaba en ese momento porque iba a estar ocupado el resto de la mañana y la tarde, pero no te preocupes, lo llamas por la noche, ¿De acuerdo?

Desalentado, volví a agachar la cabeza. 

¡Qué iba a pensar Mitsuya de mí! Que estaba haciendo un escándalo por nada o que estaba molesto. Lo único que esperaba es que no se hubiera enojado conmigo por no contestarle. 

Ya estaba deseando que llegara la tarde para poder hablar con él. No me gustaban esos momentos en los que las cosas con él se enredaban tanto, y mucho menos me gustaba el hecho de pensar que pudiera enfadarse conmigo, aunque claro, una vez que le explicara el motivo por el que no había atendido la llamada, todo quedaría resuelto. Pensando sobre ello, fruncí el ceño. ¿Qué razón iba a darle? ¿Qué para mí fue mucho más interesante dedicarme a gritarle a Haitani que hablar con él? 

—Vámonos, Smiley, fue una mañana rara —Dije, haciendo que mi hermano sonriera conforme y se girara, procediendo a salir de la cafetería, no sin antes envolver mis hombros en un abrazo en señal de apoyo y separarse.

Me disponía a seguirlo cuando, por el rabillo del ojo, vi que encima de la mesa donde habían estado Hanemiya y Rindō, se encontraba un cuaderno de azul con grafitis en negro con estrofas de canciones, símbolos raros y dibujos. Extrañado, y sin tener plena conciencia del motivo, me acerqué para recogerlo y verlo mejor. Acto seguido, lo abrí por la primera página y observé que en esta, aparecía escrito un único nombre, en la parte superior de la hoja: Rindō Haitani.

Fruncí el ceño. ¿Este cuaderno es de Rindō? ¿Se lo olvidó?

—¿Angry, vienes? —La voz de mi hermano me sacó de mis cavilaciones, y sin pensar en lo que hacía, apreté mis manos en torno a la libreta y la introduje en la mochila. 

—¡Ya voy! —Grité, intentando no pensar en lo que acabo de hacer, y mucho menos en por qué, me di la media vuelta y me dispuse a seguir a mi hermano con paso veloz.


[Mitsuya] - Complejo departamental de Takashi

Me quedé un poco preocupado al colgar la llamada.

¿Por qué Angry no me había contestado el teléfono? ¿Estará enfadado? Es muy obvio en realidad, y lo cierto es que tendría todas las razones para estarlo. Smiley tampoco dijo mucho sobre lo que estaba pasando, solo que en aquel momento, su hermano no podía responder la llamada porque estaba con alguien. 

Durante un momento pensé en dejarle el recado con él, pero después lo pensé mejor y decidí no hacerlo. Era con Angry con quien debía hablar. Al fin y al cabo, es a él a quien le había fallado la noche anterior. Decidí volver a probar suerte más tarde, y si aún así no quería hablar conmigo, lo abordaría en el instituto al día siguiente. Tenía que conseguir que me perdonara, sé que me había portado mal y estaba bien que no quisiera hablarme, pero la verdad es que yo le apreciaba demasiado como para no tratar de arreglar las cosas.

Así, con esta idea en mente, sonreí y me dispuse a salir de casa para ver a Hakkai, por fin su hermano le dio permiso para ir a una fiesta hasta tarde.

Chapter 8: Gracias por quererme

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[Manjirō] - Casa de los Hanagaki

No parecía que la tormenta fuera a cesar. 

A través de la ventana, se escuchaba con toda claridad el sonido de los truenos, cada vez que ocurría, sentía como Takemitchy se aferraba con más fuerza al cuello de mi camiseta.

Ninguno de los dos hablábamos, ¿Qué hubiera podido decir? Ya sabía que le daban miedo las tormentas, le asustaba la lluvia y, por alguna razón, no es capaz de hablar de ello. Recordaba aquel día en el que nos quedamos encerrados en el instituto, cuando de repente comenzó a llover y él se asustaba. En aquel momento no podía entender qué le ocurría, pero ahora, sabiendo que la lluvia le asusta tanto, y más sabiendo que aquel día también estaba preocupado por lo que le dirían sus padres sobre habernos quedado encerrados como unos verdaderos tontos. Ahora todo tenía sentido. Lo que me dijo no dejaba de darme vueltas en la cabeza, y tampoco lo hacían las miles de cosas que tenía en mente decirle, pero no era el momento. No mientras la condenada tormenta no parara y se sintiera seguro de nuevo.

La impotencia me estaba matando, no sabía qué más hacer aparte de abrazarlo, para que no sintiera miedo. Odiaba que sintiera miedo. Estábamos ahí, sobre la cama, ligeramente recostados. Mini Mikey se había echado en el suelo y dormía plácidamente a pesar de los truenos, ese no lo despertaba ni una bomba. 

—Gracias, Mikey —Oí que murmuraba con voz muy queda.

Casi me sobresalté al escucharlo, a pesar de haber hablado en un tono muy bajo, no me esperaba que dijera nada.

Tragué saliva.

Encima me daba las gracias a , que le había tratado como un perro durante tantos años mientras él aguantaba tantas exigencias. Mierda, él no se merecía que yo fuera un idiota.

—No digas eso —Susurré con voz ronca cerrando los ojos un momento, ¿Cómo voy a perdonarme por lo que hice? —No lo digas, por favor, Takemitchy.

Al oír mi tono de voz, algo quebrado, comenzó a moverse. Al principio, con algo de vacilación, sobre todo cuando un nuevo trueno retumbó con fuerza en la habitación, pero después sus movimientos fueron un poco más seguros, hasta que al final, acabó incorporándose para mirarme a los ojos de un modo interrogante. Sin necesidad de que me dijera nada, yo ya sabía que se había extrañado por lo que dije y, sobre todo, por el tono con el que había usado. Pero, ¿Cómo explicarle que me sentía como una mierda al haberle complicado la vida después de nuestra pelea de hace tantos años? Aquella jodida pelea.

Separé los labios para hablar, pero las palabras se quedaron ahogadas en mi garganta. 

—¿Qué ocurre? —Preguntó deslizando sus dedos por mi frente con cuidado, haciéndome reprimir un escalofrío.

Lentamente, tomé aire y hablé tratando por todos los medios de que la voz no me saliera quebrada. 

—Lo siento —Solté simplemente, a pesar de que lo que quería decirle en realidad contenía mucho más que dos palabras. 

—¿Qué lo sientes? —Ahora luce sorprendido, cerró los ojos un breve instante, debido a un nuevo relámpago y permaneció así, mordiéndose el labio inferior un momento, y después volvió a mirarme, preparándose para formular una nueva pregunta.

—Todo lo que me contaste antes… yo no tenía idea de lo que te pasaba y… siempre me estaba preguntando por qué siempre eras tan ridículamente perfecto, no te equivocabas en nada, y… yo lo único que hacía era dedicarme a complicarte la vida y comportarme como un verdadero canalla contigo —Solté de forma trabada sin darle tiempo a decir nada más. 

Takemitchy me miró abriendo mucho los ojos, apretando mi mano con fuerza conforme iba hablando. A medida que pronunciaba una palabra tras otra, sentía mi tono de voz incrementar, haciéndose más alto, más ansioso, más desesperado, y no podía evitarlo. ¿Cómo fui capaz de hacerle tanto daño? Nunca podría perdonarme,  nunca.

—Ahora vas y encima de todo me das las gracias, Takemitchy, después de todas las putadas que te hice, todo lo que te insulte, lastime, y…

—Mikey, para, para, para —Me interrumpió haciéndome callar, siguió con voz firme y el ceño fruncido —Ese daño nos lo hicimos los dos, ¿Recuerdas? Yo también te ataqué muchas veces, hablaba con la directora todos los días tratando de persuadirla para que te expulsara, yo también te gritaba en medio del pasillo para insultarte de la peor forma, yo también te hice daño —Hubo un silencio, solo interrumpido por la lluvia golpeando a través de la ventana —Pero ya pasó, todo eso ya paso, Mikey. Porque, sin ni siquiera imaginarlo, llegó un día en el que yo me sentía tan sumamente mal que prácticamente me desmayé, ardiendo en fiebre, y… fuiste el único que me ayudó Desde ese momento no has dejado de estar conmigo, de apoyarme, de quererme, ¿De verdad eres capaz de pensar que yo tengo algo que perdonarte? 

Como simple respuesta a esa pregunta, le agarré de la camisa y le atraje hacia mí de nuevo para abrazarlo con fuerza, ansioso por sentir su cuerpo. Odiaba cuando se separaba de mí, aunque fuese un milímetro, y mucho más en esta clase de momentos en los que me miraba de una forma tan dulce y me decía cosas como esa, que me hacían sentir un arrebato incontrolable de amor por él.

—Te lo diré cuantas veces haga falta, Mikey —Murmuró Takemitchy en mis brazos, apoyando la cabeza en mi pecho. Su tono de voz se había tranquilizado —Siempre te daré las gracias, gracias por cuidarme, protegerme y estar conmigo —La lluvia seguía cayendo. El ruido de la tormenta parecía lejano, como si estuviera desapareciendo, no sabía realmente estaba menguando o si yo había dejado de escuchar los truenos para concentrarme en la voz de Takemitchy, la verdad, es que poco me importaba —Y sobre todo… gracias por quererme.


[Takemichi] - Casa de los Hanagaki

La tormenta no bajó de intensidad, a pesar de ello, ya no sentía mi respiración tan acelerada como antes.

Es como si supiera que aunque cayera un auténtico diluvio, allí tumbado sobre la cama, protegido por los brazos de Mikey no podría sucederme nada malo, por eso no me había separado ni por un momento. No hablamos, pero tampoco es necesario. Esos momentos de silencio entre nosotros nos ayudaban a sentir en profundidad la presencia y el apoyo del otro, con mi cabeza apoyada sobre su pecho, sonreí, a pesar de los truenos que no cesaban de retumbar entre las cuatro paredes de la habitación.

Sonreí porque no había día en el que no me sorprendiera por lo mucho que ahora conocía a Mikey.

Me di cuenta de que conservaba muchas manías y gestos de cuando era niño, pero al mismo tiempo, le había descubierto otras cosas nuevas. Cosas que ni siquiera eran tan nuevas. Eran cosas que estaban ahí, y quizás siempre estuvieron, y que estaba seguro, siempre estarían, cosas que le hacía ser como era, caracterizaban a Mikey como una persona única. Detalles que a veces me ponían de los nervios y encendía mis ganas de matarlo y, al mismo tiempo, me volvían loco. 

Todo es tan complicado, contradictorio y extraño, pero sobre todo maravilloso a la vez. Lo bueno era que ahora no me hacía tanta falta buscarle una explicación a todo. Con Mikey no es necesario ir corriendo hasta el diccionario a buscar la definición de algo que no entendiera. Me di cuenta de que los sentimientos no se podían definir y eso es lo que me enseñó, junto con la forma de apartar los informes cargados de palabras técnicas a un lado, a cerrar los ojos para descansar y a hablar con el corazón, y me gustaba.

Entonces, ocurrió algo mientras pensaba en esta clase de cosas, sobre lo que sentía por Mikey, analizando todo lo que pasaba por mi cabeza, de pronto, al hacer esa comparación entre definir las cosas con el corazón y definirlas buscando el significado de las palabras en el diccionario, caí en la cuenta de algo.

Diccionario, informes, palabras técnicas, ¡Mi tarea! Con un gesto automático, me incorporé de la cama, huyendo de los brazos de Mikey y corrí hasta mi escritorio. 

¡No puede ser! ¿Cuánto tiempo perdí? ¡Horas! 

Estoy convencido de que habían transcurrido horas desde que me había detenido en mis tareas. Me quedé dormido mientras realizaba mis deberes, sí, eso lo recordaba perfectamente, pero me habían despertado unos golpes en la ventana que resultaron ser de Mikey arrojando piedras para llamar mi atención, sí, de eso también me acordaba, pero... ¿Y después? ¿Qué sucedió después? Mikey entró en mi habitación, hablamos un poco y le confesé ciertas cosas. 

El caso es que al final se fue al baño y yo… ¿Y yo? ¡Me había quedado dormido de nuevo!  Antes de despertar tuve esa pesadilla y simplemente me quedé abrazado a Mikey hasta que al final, mi mente había reaccionado de alguna extraña forma, se activa una especie de “click” en donde perdí horas de estudio. ¿Y ahora qué? ¡Se me había descuadrado el horario! Acabo de perder muchísimo tiempo, nunca podré terminar mis deberes a tiempo y mañana es lunes. Si no tengo las tareas hechas como es debido, la directora me castigaría, llamaría a mi casa y mi padre…

—Takemitchy, ¿Qué pasa? 

Ignorando el tono de voz extrañado de Mikey tras de mí, agarré el papel que tenía más cerca con dedos temblorosos. No podía observar mi propia expresión, pero estaba convencido de que tengo el rostro desencajado. ¿Cómo pude permitir que se me fuera de las manos? Casi puedo decir que se me bajaba la presión y el sonido de la lluvia había incrementado notablemente. 

Temiendo observar lo evidente, clavé mis ojos en la hoja de papel que sostenía entre mis manos, entonces… quedé en blanco. 

Esto no tiene sentido, pero si yo no… ¿En qué momento escribí esto? Yo no había terminado las cosas de biología como para pasar a historia, es imposible, hasta no acabar con una asignatura tengo establecido que no pasaré a la siguiente. ¿Qué pasó?

—Está todo hecho, Takemitchy, al menos las cosas de clases —Esta vez presté atención a Mikey. Se había acercado a mí y podía sentir su presencia justo detrás, de pronto, sus manos rodearon mi cintura abrazándome, apoyando su barbilla en mi hombro —¿Sabes? Yo no sabía nada de la Crisis del 58, le di mil vueltas al libro y las consecuencias seguían apareciendo, al final, creo que encontré todas las respuestas y tuve que escribirlo en palabras simples porque, ya sabes, estudiar no es lo mío, ya me conoces.

Aquello se salía de mis esquemas mentales. 

Es casi imposible, no podía creerlo, era impensable. 

—Lo único que queda son los informes del centro de estudiantes, también intenté hacer algo, pero no entiendo mucho y mencionaba algunas cosas sobre una reunión para el receso invernal y entendía nada

Es real. Después de todo sucede un milagro. 

 Mikey hizo la tarea por mí, él que odiaba realizar ese tipo de actividades, detestaba asistir a clase, prestar atención y estudiar. Hizo algo que le repelía por mí, algo que nunca hizo por nadie más. 

De repente, como por arte de magia, el miedo, la lluvia, la tormenta y los truenos quedaron atrás. Tan solo existía el sentimiento, el remolino de viento cálido girando en mi estómago a toda velocidad únicamente quedó la dicha. Es un poco gracioso que seamos capaces de hacer cosas que nunca haríamos, el uno por el otro. Realmente había ocurrido. Es algo maravilloso para ser verdad.

Reteniendo la respiración, me giré hacia Mikey haciendo que separara sus manos de mi cintura. Su expresión se tornó confusa, seguramente a causa de la rudeza con la que me moví, seguro está pensando que estoy molesto por algo, pero no es así. Solo estoy feliz. 

—¿Pasa algo? —No le permití acabar la frase.

Nada de lo que pudiera decirle sería capaz de expresar todo lo que sentía, todo lo que pensaba y él me hacía sentir. Simplemente lo besé. Con toda la ansiedad y las ganas, con toda la pasión que fui capaz de mostrar.


[Manjirō] - Casa de los Hanagaki 

El beso me tomó por sorpresa, pero para nada lo negué. Por el contrario, seguí sus movimientos casi con más ganas que él si aquello era posible. Sé que no es el momento y que prefería no hacerlo en su cuarto, pero a pesar de tener claras estas ideas en mi cabeza, no pude evitar abrirme paso a través de su boca, buscando su sabor, ese que es tan adictivo. Sus manos acariciaban mi cuello desenfrenadamente mientras abriendo sus labios dándome permiso de explorar cada rincón de su boca. 

No lo entiendo, se ve ansioso, y si continuaba besándome de aquella manera no podría controlarme. Nunca, nunca me había besado como ahora. 

—Takemitchy —Jadeé en el segundo que nuestros labios se separaron —Me estás provocando de una forma peligrosa.

Takemitchy me miró a los ojos, con la respiración entrecortada. Aquella mirada… tampoco era como las demás. ¿Qué estaba pasando? 

—Takemitchy, ¿Qué…? —Habló, cortándome de forma brusca. 

—Te quiero —Dijo con ternura, ¿Habla de un sentimiento o que me quiere en su cama? Lo dijo de una forma que me hizo sentir algo que no había sentido antes. Al menos, no de esta forma tan intensa. Fue un vuelco de estómago y cosquillas en el pecho, y sobre todo, una urgente necesidad de gritarle a todo el mundo lo que sentía por él —Gracias por ayudarme con las tareas —Añadió con voz quebrada, pero no lucía triste, sino emocionado —De verdad, gracias. 

—Si, claro, pero, ¿Por qué te pones así? —Pregunté mirándolo a los ojos, ¡Mierda, aquella corriente de sensaciones iba a volverme loco! Como simple respuesta, me abrazó con un movimiento rápido, enterrando su cara en mi cuello. 

—¿Sabes que eres lo mejor que me pasó en la vida? —Susurró con un hilo de voz tan débil que ni siquiera sé cómo pude escucharlo con claridad. 

—Mierda —Suspiré abrazándolo.

Esto definitivamente no es normal, es un cariño que no podía ser normal.

Quise decirle que aquello no era más que el principio y que a partir de aquel momento siempre le ayudaría con los deberes, ya no permitiría que se sintiera solo, que pasara lo que pasara iba a protegerlo de todo y de todos, pero esas frases se quedaron en el aire.

Con ese abrazo, esa forma en la que me había hablado, mirado, besado, me dejó sin palabras. ¿Por qué me duele el pecho de esta manera? ¿Y por qué sentía que sin ese dolor ya nada tendría sentido? Aún teniéndolo entre mis brazos, aspirando su olor, sintiendo su cuerpo temblar contra el mío, observé por el rabillo del ojo el cielo a través de la ventana. La tormenta había menguado,  por fin.

—Takemitchy —Dije sin tener ni idea de lo que iba a decir a continuación.

—Dime —Murmuró separándose un poco, mirándome a los ojos y sintiendo.

—Gracias por quererme —Solté al fin con voz ronca y susurrante, utilizando las mismas palabras que me había dirigido antes y, aunque quedaran tantas cosas que hablar, que planear, que prometer, incluso que olvidar, en este momento siento que aquello es lo primordial que él debe saber, ya no necesita decir nada más.

Al oírme, Takemitchy acentuó más su sonrisa, inclinando su rostro hacia el mío para volver a besarme de nuevo.

—¿Takemichi? Ya volvimos a casa y tu hermana también. Baja inmediatamente. 

Unos golpes en la puerta, seguidos de una voz grave del que solo podía ser su padre, nos hizo separarnos de golpe. De forma instintiva, le eché una mirada de advertencia a Mini Mikey que se había incorporado del suelo y pareció estar a punto de empezar a ladrar. 

—Shh… —Susurré logrando que mi perro detuviera sus intenciones.

Una vez estuve seguro de que por esa parte no había peligro, miré a Takemitchy, que se había girado hacia la puerta con la cara totalmente blanca. ¿Y ahora qué vamos a hacer?


[Rindō] - Departamento de los Haitani

No me había preocupado lo más mínimo por darme prisa en regresar a casa, por lo cual, mis ropas se hallaban completamente empapadas, y no me importaba demasiado, lo único que me temía era enfermar a causa de las bajas temperaturas.

Con ese pensamiento en mente, llegué a casa con el firme objetivo de ducharme y buscar ropa seca, tal vez preparar algo caliente y ponerme a escribir o dibujar en mi cuaderno, cualquier opción es buena. Sin embargo, una vez que introduje mi llave en la cerradura y abrí la puerta, mis planes se vieron interrumpidos por la presencia de Ran y Yuzuha. Ambos envueltos en una gruesa manta rodeados por recipientes con snacks y dulces, se hallaban sentados en el sofá del salón mirando una película en el televisor. 

—Creí que iban a pasear —Comenté en cuanto lo vi. 

—¿Notaste el tiempo que hace afuera? —Me reprochó Yuzuha alzando su brazo derecho y señalando con el pulgar a la ventana, a través de la cual se observaba la lluvia caer con intensidad. 

—Íbamos a pasear, pero tuvimos que regresar en cuanto notamos los nubarrones y llegamos antes de que se desate la tormenta —Explicó mi hermano inclinándose hacia delante en el sofá —¿Quiero saber por qué estás tan mojado? 

Antes de que pudiera abrir los labios para hablar, Yuzuha se me adelantó, respondiendo en mi lugar a la pregunta de Ran. 

—Cariño, si se está mojado, es porque está lloviendo, ¿No crees? —Comentó con un tono de voz que se debatía entre lo irónico y lo divertido, lo cual provocó una leve sonrisa en mi rostro, a pesar de la mañana tan difícil que tuve.

—Me refiero a por qué no se ha resguardado en algún lugar techado a esperar a que la tormenta menguara —Explicó frunciendo ligeramente el entrecejo al mirarme.

—No me sentía muy bien y quería llegar a casa cuanto antes, esperaba llegar antes de la tormenta, eso es todo —Respondí en cuanto note que Yuzuha se preparaba para una nueva réplica.

Por un momento, pensé en contarles lo que acababa de suceder.

Las amenazas de Hanemiya, el extraño comportamiento de Angry, que Mikey necesita ayuda en historia, la reacción de Luna… pero callé. Siempre fui considerado una persona reservada porque no me gusta inmiscuir a los demás en asuntos que no los involucra de forma directa.

Por ello, y aunque en aquel momento hubiera agradecido la posibilidad de un intercambio de ideas y opiniones sobre la extraña mañana que viví, es que al final decidí no decir nada. Sé quién es la persona con la que debía hablar: Hanagaki. Debía alertarle sobre el comportamiento de su hermano y sobre sus objetivos de hallar la verdad de cualquier forma. No tenía del todo claro si conseguiría algo o no, con esa acción, pero lo cierto es que no puedo ignorar el asunto.

—Voy a darme una ducha y a cambiarme de ropa —Añadí, y acto seguido, me dirigí a mi habitación, sin darles tiempo de decir nada más.

Un relajante baño me ayudaría a acomodar las ideas en mi cabeza.


[Sōuya] - Casa de los Kawata

—Pero si Mikey no te agrada, ¿Por qué no me lo dijiste antes? Te dije que iba a estar ahí, no fue una sorpresa de última hora.

«—Lo sé, Angry, debería habértelo comentado y lo siento. A pesar de todo, mi primera idea era ir, porque parecía que te querías que yo estuviere allí ya que era tu primera vez viéndote con ellos fuera de clases, o al menos, esa es fue mi impresión cuando me invitaste

—Bueno, solo quería que conocieras mejor a Takemichi. Te hablo mucho de él y es un amigo que me agrada mucho.

Me encontraba en mi habitación sentado frente a la pequeña mesa que tenía como escritorio mientras separaba algunos stickers y fotografías con Smiley para el próximo collage y hablaba con Mitsuya por teléfono.

Al final y tras muchísima paciencia, la tarde comenzaba a despedirse cuando por fin recibí su llamada. Tras comprobar de la forma más rápida que fui capaz que no estaba enfadado conmigo por no haber contestado al teléfono de Smiley en la mañana, la conversación había girado en torno al motivo por el que no había llegado a casa de Mikey la noche en la que todos nos juntamos para verlo tocar con sus amigos. Según Mitsuya, antes de la reunión estuvo dudando mucho sobre si acompañarnos o no. Al parecer, Mikey no le agradaba y no tenía demasiadas ganas de ir a su casa, más cuando hay una alta probabilidad de que las tensiones estuvieran presentes.

—Entonces, ¿Por qué no me avisaste? —Pregunté tratando de desviar el tema de la conversación. 

Mitsuya se dio cuenta de que yo tenía muchas ganas de que viniera con nosotros cuando lo invité. A salvo en mi habitación de miradas indiscretas, me di un golpe, ¿Por qué tengo que ser tan transparente? Si no andaba con cuidado, en cualquier momento Mitsuya podría darse cuenta de que me gusta y… no, mejor ni pensarlo. Por ese motivo, le había puesto la excusa de que quería que conociera a Takemichi mejor, lo cual es verdad y eso hace que mis palabras no sean una completa mentira. Takemichi se convirtió en alguien muy importante, creo que congeniamos bien, y siempre me escuchaba cuando tenía algún tipo de preocupación tonta.

¿Cómo no se iba a convertir en un amigo increíble que quiero presentarles a mis otros amigos?

«—Bueno, traté de llamarte, pero tu teléfono no estaba disponible. Así que te dejé un mensaje, ¿No lo recibiste? »

—¿Un mensaje para mí? Pues… no, no recibí nada —Respondí frunciendo el ceño. 

¿Por qué mi teléfono siempre parece jugarme malas pasadas cuando Mitsuya me llama o me deja un mensaje. ¡Tengo un enemigo cibernético! No hay pruebas y tampoco dudas.

«—¿De verdad? Rayos, lo siento, seguramente pensaste lo peor de mí. Te aseguro que no fue mi intención dejarte plantado, de hecho, en mi teléfono tengo el mensaje para demostrarlo

—¡No, no! —Lo interrumpí. No quiero que crea que me había enfadado, ¡Yo nunca podría enfadarme con él! —Te creo. 

«—Gracias, de verdad, y realmente lo siento

—¡Deja de disculparte! Fue un simple malentendido! —Exclamé con una sonrisa aunque no pudiera verme.

Mi buen humor había vuelto como por arte de magia. ¡Yo sabía que Mitsuya no me había fallado! Se escucha realmente preocupado por la situación y… ¡Y por mí! Eso significa que sí le importo y no estoy delirando señales como dice Smiley.

«—Bien, bien, todo aclarado —Rio al otro lado de la línea, con lo cual, sentí mis mejillas sonrojarse. Me encanta escucharlo reír.»

—Sí —Murmuré sin notar que me había quedado embobado mirando la pantalla de mi ordenador portátil con ideas para journals y collages, sin prestar atención a nada en particular.

Permanecí así unos segundos, hasta que Mitsuya volvió a hablar, sacándome de mi estado de ensoñación. 

«—Nos vemos mañana en clase, ¿No es así? »

—Sí… —Repetí mordiendo ligeramente el labio inferior —¡Claro! Nos vemos, hasta mañana.

«—¡Hasta mañana! —Alcancé a escuchar que alguien llamaba a Mitsuya antes de colgar el teléfono.»

Me levanté de la silla en un movimiento rápido y salté sobre mi cama en un gesto de triunfo.

¡Le importo! Ya estaba seguro de que le interesaba mi comodidad, pero esta vez se escuchaba muy preocupado por mí, por si yo hubiera podido molestarme con él, y luego su risa… su risa… que se oía tan increíble.

—Ay, la adolescencia, las hormonas —La burlona voz de Smiley me hizo girar bruscamente hacia la puerta.

Allí estaba el muy… cretino. Asomando la cabeza con una sonrisa divertida en su rostro. ¡Estuvo escuchando toda la conversación, no podía creerlo! Avergonzado caí en la cama colgando mi rostro tras una almohada.

—¡SMILEY, LÁRGATE! —Grité enfadado, agarrando lo primero que te ve a mano para arrojarlo a su cara con fuerza. Cuando cayó al suelo, me di cuenta de que resultó ser la libreta de Rindō.

Mi hermano, comenzó a reír a carcajadas y se apartó rápidamente, echando a correr pasillo a través mientras de fondo oía la voz de mi nuestra gritando que dejara de molestarme y en su lugar la ayudará a organizar las compras.

Yo me acerqué a la puerta y la cerré con un golpe seco. Cosas como esta sucediendo cuando tienes hermanos, ¿Por qué siempre tienen que escuchar mis conversaciones privadas? Frunciendo el ceño, recogí la libreta del suelo, y la lancé a la cama con un gesto de desgana. Ni siquiera sabía por qué me la traje, supongo que lo correcto era devolvérsela a Rindō, y así lo haría.

Alguno de estos días.

Encogiéndome de hombros, decidí no darle más vueltas al tema y volver a mi escritorio para seguir visitando pinterest para organizar mi nuevo trabajo y darle un regalo a mamá por su cumpleaños, también seguiría pensando en Mitsuya, por supuesto.

Chapter 9: ¿Dónde está el límite?

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[Rindō] - Preparatoria Ymir Freiheit

—¿Y qué sucedió al final? 

—Nada malo, por suerte, Takemitchy bajó, yo esperé un par de minutos y después de asomarme con mucho cuidado, agarré a Mini Mikey y salí de la casa sin que se dieran cuenta.

—¿No tenían la puerta de entrada cerrada? 

—Si hubiera estado cerrada sí que hubiera estado difícil.

Mikey y yo estábamos en la azotea del instituto. Al fin el lunes llegó con un sol radiante. No quedaban rastros de la inmensa tormenta del día anterior. Era temprano, faltaba un poco de tiempo antes de que las clases comenzaran, pero Mikey quiso subir a la azotea ya que tenía algo importante que contarme.

Una vez aquí, y tras encender un cigarro que yo me encargué de apagar en el acto, procedió a contar cómo la tarde anterior, él y Mini Mikey estuvieron en casa de Hanagaki hasta el momento en el que sus padres y Hanemiya llegaron a casa, y tuvo que salir a escondidas. 

—El problema no era yo, me escondo en cualquier rincón si hace falta, el problema era Mini Mikey. A él puedo medio controlarlo por tiempo limitado, pero si le da la gana de saltar a atacar al imbécil de Kazutora, lo va a hacer, no importa lo que diga. 

—¿Por qué Mini Mikey atacaría Hanemiya? —Pregunté con interés.

—No le cae muy bien —Sonrió burlonamente como respuesta, y aunque yo estaba convencido de que tras esa mueca irónica se escondía algo más, decidí no preguntar. 

—Bueno, ahora que mencionas a Hanemiya, me recuerdas que debo comentarle a Hanagaki un pequeño asunto que me inquieta sobre él. 

—¿Cómo? ¿Qué quiere ese con Takemitchy? Más extraño, ¿Por qué le hablas?

—Hasta donde tengo entendido, ellos son hermanos, eso implica tener mucho que ver, en mi opinión.

—Entiendes lo que quiero decir, ¿Sucedió algo? 

Mikey había incrementado el tono de voz y su expresión hacía ver claramente que se intranquilizó con mi comentario. Sus ojos se clavaron en los míos dirigiéndome una mirada interrogante, no me agrada verlo tan inquieto, pero tampoco sé si tengo derecho a contarle a Mikey lo que sucedió el día anterior con Hanemiya. Creo que lo correcto es hablar con Hanagaki primero.

—Es pronto para saberlo —Respondí al final —En cuanto hable con Hanagaki todo estará más claro. 

O eso espero.

—¡Pero habla conmigo! ¿Qué pasa? 

Suspiré. Estaba comenzando a pensar que quizás hubiera sido mucho mejor no decirle nada desde el principio, pero lo hecho, hecho estaba, y ya no puedo sacarle la información de su cabeza. 

—Mikey, discúlpame, pero preferiría hablar con él primero.

—¡Maldita sea, Rindō! Pero si luego él me lo va a contar igualmente.

—Aunque así sea, que él tome la decisión —Insistí con voz firme —Por favor, no insistas.

—Nunca me tienen en cuenta con las cosas importantes —Refunfuñó de mal humor apoyando sus brazos sobre la barandilla al tiempo que dirigía su mirada hacia abajo, observando llegar a cada uno de los alumnos y profesores. 

Evidentemente, ya se percató de que es inútil insistir conmigo.

Acto seguido, rebuscó en el bolsillo de sus pantalones de cuero una pequeña caja de cigarros y procedió a encender uno nuevo, dirigiéndome por el rabillo del ojo una mirada de advertencia con la que me prevenía de no pensar en arrebatarle el cigarro. Es obvio que se encontraba molesto por mi negativa de hace un momento, pero aunque así fuera, yo creo que hice lo correcto.

No puedo hablar con él un asunto tan delicado que únicamente involucra a Hanagaki, aunque es cierto que de seguro más tarde se lo cuenta por es su pareja, pero ya será un asunto suyo. Si luego Hanagaki decide hablar con Mikey de lo sucedido, todo estaría bien, pero esa era una decisión que solo él puede tomar, no yo. 

Imitando el movimiento de Mikey, apoyando mis brazos en la barandilla junto a él, decidí volver a hablar pasados unos minutos, tratando de cambiar de tema. Al fin y al cabo, sí existe algo que quiero contarle. 

—Ayer hablé con Luna —Susurré en un tono de voz mucho más bajo de lo normal, al tiempo que sentía como Mikey se giraba hacia mí de forma brusca.

No podía observar su expresión, debido a la posición en la que me encontraba, pero sabía perfectamente cómo era la mirada que me dirigió. La misma que me dirigía siempre que consigo sorprenderlo con algo.

—¿Al fin lo hiciste como corresponde? ¡Ya era hora! ¿Qué pasó?

—Hubo un malentendido. Ella vio que estaba conversando con… —Dudé un momento antes de continuar. ¿Realmente debía mencionar a Hanemiya de nuevo? Lo cierto es que no podía omitir aquella parte de la historia, si no, la forma de actuar que tuvo Luna no tendría ningún sentido —Con Hanemiya, y…

—¿Kazutora otra vez? ¿De verdad hablaste con ese loco? ¿Es que estás metido, Rindō? —Preguntó cortando mis palabras sin poder contenerse un segundo. Pacientemente, suspiré y procedí a explicarme.

—Me encontré con Hanemiya por casualidad en la cafetería que se encuentra frente al parque y él insistió en hablar conmigo. Ese algo es lo que tengo que hablar con Hanagaki más tarde, pero entonces llegó Luna, malinterpretó las cosas porque su hermano le cuenta algunas cosas sobre él y Hanma, al parecer, y ella se marchó molesta conmigo.

Mikey me observaba atentamente mientras le explicaba la situación con la boca abierta. Acto seguido, se llevó una mano a la frente y soltó una carcajada. 

—Por fin, justicia divina, ya no soy el único favorito de Dios y un chico problemático.

Ante su comentario fruncí el ceño. Podía encontrar muchos adjetivos para describirme a mí mismo, pero desde luego “problemático” no es uno de ellos. 

—Pensé en llamarla más tarde. Ayer no insistí, porque estaba seguro de que sería inútil, parecía muy nerviosa como para querer escucharme. 

—Entonces, buena suerte amigo, esa chica es hermana de Mitsuya y de seguro sabe pelear, siempre te lo he dicho, está loca.

No respondí. De nada serviría rebatir las teorías de Mikey. Si él se empeña en afirmar que Luna estaba loca, no existía nadie en el mundo que pudiera convencerlo de lo contrario. Por eso no me molesté en decir nada. 

Permanecimos allí unos minutos más, mirando hacia abajo viendo la llegada de los distintos alumnos. De vez en cuando, Mikey hacía algún que otro comentario referente a las personas que iban entrando al edificio. Entonces, vi a lo lejos a Angry y a Smiley. Llegaron juntos, como siempre. Smiley caminaba junto a sus amigos de distintos clubes deportivos y cada rato frenaba a medio camino para que su hermano se uniera al grupo, Angry se dedicaba a tirar de la chaqueta de su hermano tratando de llamar su atención o enseñando algo de su teléfono, acompañando sus acciones con pequeños gritos de protesta cuando los otros chicos buscaban a Smiley para alejarlo y hablar de algo diferente. La situación me hizo sonreír de forma inevitable.  Sobre todo al recordar lo que sucedió el día anterior en la cafetería.

En aquel momento para nada hubiera pensado en reír, todo lo contrario, me sentí incómodo al sentirme en centro de atención a causa de los gritos de Angry, e incluso me había molestado un poco al percatarme de que el origen de aquellos gritos, era nada más y nada menos que el molesto defecto de su curiosidad porque me vio hablar con Hanemiya y fue incapaz de resistir el impulso de querer saber.

Por ello, y debido a la clara espontaneidad que le caracterizaba, cuando su curiosidad supera la timidez, se había acercado a mí gritando incoherencias y al final todo acabó en una gran confusión. No pude hablar con él como es debido a causa de la aparición de Luna y cuando noté que ella comenzaba a malinterpretar las cosas, solo pude pensar en sujetar sus hombros e irnos a un lugar más calmado para explicarle todo con más tranquilidad. 

No obstante, al final nada salió bien. 

—Esos son otros que no están bien de la cabeza, definitivamente —Dijo Mikey sacándome de mis pensamientos. 

—¿Quiénes? ¿Angry y Smiley? —Pregunté sin mirarlo. 

Levanté la cabeza pasando la mirada sobre los edificios más altos de la ciudad que podían contemplarse desde allí. Una leve brisa había comenzado a soplar de forma bastante agradable. 

—El rosa es un maníaco de los deportes, creo que está en todos los clubes y siempre lo veo con una pelota en la mano, y el azul es tan raro… no me gusta la amistad que tiene con Takemitchy, y antes de que me digas nada, te lo advierto, ¡No estoy celoso! —Exclamó dirigiéndome una mirada de advertencia, ante la cual asentí. 

—No te alteres, no iba a decirlo —Comenté sin variar la intensidad de mi voz —Aunque pienso que podrías estar equivocado respecto a Angry, dudo que quiera flirtear con Hanagaki. 

—¿Fil-qué? —Me interrumpió haciendo una mueca de desagrado. Una vez más, se molesta al no comprender la definición de una palabra.

—Tengo que regalarte un libro.

—No empieces.

—Flirtear significa coquetear —Dije, observando como Angry y Smiley entraban al edificio y se perdían de vista. 

—Usa palabras normales, no es necesario la sofisticación entre nosotros.

No respondí a aquel comentario. Por el contrario, tragué saliva y procedí a continuar con mi explicación de hace unos segundos. 

—Pienso que Angry y Hanagaki mantienen una simple relación de amistad. No debes preocuparte por ese asunto.

—¿Qué no me preocupe? Pero si ese enano se lleva bien con Yuzuha, de seguro está loco —Protestó terminando su cigarro, tirándolo al suelo y dándole un ligero pisotón. 

Sin tener plena conciencia del motivo, sonreí quedamente, volviendo a dirigir mi mirada al horizonte. Es curioso que de pronto encontrara divertido el asunto de la cafetería.

—No es eso, Mikey. 

—Entonces, ¿Qué? Si sumarse a las ideas de Yuzuha no es estar loco, no sabes lo que es la locura. 

Mikey me imitó, volviendo a apoyar sus brazos sobre la barandilla. Su tono de voz se oía alterado, aunque no tanto como antes. Antes de responder a su comentario, pensé unos segundos en mis palabras.

No conozco a Angry como para defender su personalidad, esa es la verdad. Por lo tanto, no sé nada de él, pero si de algo estoy convencido, es que esa forma de actuar tan característica de Angry no siempre es una locura, sino todo lo contrario, se trataba de un gran optimismo, frescura en cada risa y alegría con sus comentarios. Las pocas veces que lo veía a la distancia o con los demás, siempre estaba sonriendo. Aunque su hermano Smiley sea el más popular entre los chicos, Angry no se queda atrás, a su manera provoca sonrisas y un buen rato.

—Es un chico agradable —Dije finalmente acentuando mi sonrisa.

—Claro —Es evidente que no me cree.

—A todo esto, ¿Dónde está Draken?

—Creo que llega tarde por todos estos trabajos de medio tiempo que está tomando en cada oportunidad que se presenta —Eso es verdad, si no está estudiando, solo podemos verlo en clases durmiendo o apenas prestando atención —En las vacaciones de invierno irá a Manila para ver a Emma, están muy emocionados.

No lo dudo, una relación a distancia debe ser difícil, pero Draken y Emma lo están llevando muy bien, y si él no va a estar en el viaje escolar, significa que solo seremos Mikey, Yuzuha, Hanagaki y yo, es decir, me toca ser el adulto responsable.


[Takemichi] - Preparatoria Ymir Freiheit

Llegué con el tiempo justo para dar una vuelta por la sala del consejo para dejar las carpetas en mis brazos.

Al entrar, me encontré con Sendō, al cual saludé con un simple y cortés “buenos días”. Pude sentir su mirada clavada en mi nuca durante todo el tiempo que me entretuve organizando los documentos en las estanterías, estoy convencido de que se muere por decir algo, pero lo cierto es que yo estaba demasiado dolido como para que eso me importara. Es cierto que Sendō era la única persona con la que pude hablar en clases sin sentir que es forzado, probablemente fue lo más parecido a un amigo que tuve cuando estaba solo, y yo lo apreciaba y valoraba mucho, pero lo que sucedió, su forma de actuar conmigo y con Mikey, sus palabras tan hirientes rompieron algo entre nosotros. 

Ya nada podría volver a ser como antes. 

Pensando en todo lo ocurrido, terminé de acomodar los documentos y me apresuré a salir de la sala tan rápido como pude. No me apetecía que al final se le ocurriera dirigirme la palabra y acabáramos envueltos en una conversación tan vacía como incómoda. Acto seguido, me pasé por el despacho de la directora para entregarle todo el trabajo que había adelantado sobre “La salida de invierno” que ya se encontraba muy próxima y las actividades que podrían gustarle a los alumnos, averigüé sobre algunos lugares modernos y hoteles dentro del presupuesto.

Al final viajaremos a la nieve, aún se estaban decidiendo los destinos, y sobre todo las fechas en las que estaríamos fuera, pero busqué información de cada lugar opcional.

Normalmente ese tipo de eventos no resultan atractivos para mí, pero este año es el primero que tenía amigos de verdad, es el primer curso con que podría disfrutar de una excursión igual que cualquier adolescente normal. Este año tengo a Mikey a mi lado, y realmente me moría de ganas por estar con él en la nieve. Podremos hacer tantas cosas, sería genial. 

Pensando en Mikey, decidí buscarlo antes de que comenzaran las clases, en cuanto terminé mi breve reunión con la directora, y no me hizo falta pensar demasiado para suponer que se encontraba en la azotea, muy probablemente, junto a Draken, Rindō y Yuzuha. Así que me dirigí al aula para dejar todas mis cosas sobre la mesa y consulté el reloj confirmando que quedaba un rato para que dieran inicio las clases. Sonriendo, salí de la clase, y esquivando a Yamagishi, quien parecía más dispuesto que nunca a averiguar cualquier cotilleo que se le presentara, me dirigí a la azotea con pasos ligeros. 

—Lo sabía —Sonreí en cuanto abrí la puerta y los vi apoyados contra la barandilla, conversando tranquilamente.

Bueno, no estaban Yuzuha y Draken, pero acerté con el lugar y en Rindō.

Ya estaba por acercarme a ellos, cuando Rindō se giró clavando sus ojos en los míos dirigiéndome una leve sonrisa. 

—Buenos días, Hanagaki. 

—Eh… hola, buenos días —Dije, preguntándome cómo es posible que me hubiera oído. No es la primera vez que sucede algo parecido, está claro que es una persona de lo más atenta.

—El día que yo entienda cómo puedes darte cuenta de todo, organizo una fiesta —Dijo Mikey con un tono de voz entre molesto y divertido, girándose casi al mismo tiempo que yo había hablado. Acto seguido me dirigió una sonrisa cómplice y me hizo un gesto con la mano para que me acercara.

Sonriendo de oreja a oreja, caminé hasta ellos y abrazando a mi novio fuertemente al tiempo que este me rodeaba con un brazo. 

—Acabo de llegar, tranquilo —Le dije en cuanto me separé, situándome a su lado.

—Estoy seguro de que Rindō te escuchaba desde que empezaste a subir la escalera —Bromeó recostando su espalda en la barandilla. 

—De hecho, si —Asintió sin inmutarse —Este lugar está bastante apartado y nadie usa los salones más alejados, es fácil notar cualquier sonido si nos aseguramos de agudizar el oído.

—Fue sarcasmo, pero gracias por la explicación —Farfulló Mikey al tiempo que yo soltaba una breve carcajada. Lo cierto es que siempre acabo riendo cuando estoy con ellos. Son tan diferentes, pero al mismo tiempo se complementan bien, su amistad es única.

—En realidad, imaginaba que estarían aquí, por eso subí, y como aún faltan unos minutos hasta que comiencen las clases…

—Hiciste bien, justo Rindō tiene que hablar contigo —Soltó Mikey, haciéndome fruncir el ceño bastante sorprendido. 

¿Rindō quiere hablar conmigo? ¿Para qué? ¿Ocurre algo malo? Como respuesta a las palabras de Mikey, enfoqué mi mirada en la de Rindō de forma interrogante, pidiendo una respuesta. Su expresión, ligeramente contraída comenzó a inquietarme. Obviamente, sucedió algo.

—¿Qué ocurre? —Pregunté con interés al tiempo que sentía como Mikey apoyaba una mano sobre mi hombro. 

Rindō separó los labios un momento, dispuesto a decir algo, pero luego fijó sus ojos en Mikey con un ligero titubeo. Entonces, comprendí que le preocupaba hablar delante de él. Aunque realmente no entiendo del todo bien por qué. Nunca hubiera podido imaginar que ellos dos se guardaran secretos, dada la amistad que tenían. 

—No me malinterpretes —Comentó adivinando mis pensamientos —A mi no me molesta hablar con Mikey presente, sin embargo, esa no es una decisión que yo deba tomar. 

En ese momento, sentí los dedos de Mikey apretar con fuerza mi hombro. Por un instante, me pareció que iba a decir algo, al final, parece que se lo pensó mejor y guardó silencio. Claro, no es que Mikey y Rindō se guarden secretos, probablemente, ellos se lo cuentan todo, siempre y cuando sus conversaciones giraran a asuntos exclusivamente de ellos. Ahora se trataba de algo relacionado conmigo y Rindō decidió consultarme primero, ya que después de todo, el primer implicado soy yo. 

Yo no quiero que Mikey se vaya. Por ciertas circunstancias, por problemas o por cualquier cosa que pasara, existen cosas en las que no soy capaz de hablar abiertamente con él, eso es cierto, pero aparte de ese asunto, no quería tener secretos con él. 

—Está bien, que se quede —Dije al final con una pequeña sonrisa.


[Manjirō] - Preparatoria Ymir Freiheit

En cuanto escuché a Takemitchy pidiéndole a Rindō que me quedara con ellos mientras hablaban, suspiré aliviado. 

No es por curiosidad, ni nada parecido por lo que quería estar presente en la conversación. Es más, si la cosa hubiera sido con cualquier otra persona, a mí no me hubiera importado, pero se trataba de Takemitchy, y si existe algo que decidí hacer desde el momento en que acepté lo que sentía por él, era que quería involucrarme en todos sus asuntos, ya fueran buenos, malos, tristes, divertidos, me daba igual. Todo lo que pueda involucrarlo me importa, todo, y más si se trata de algo delicado.

No hace falta ser adivino para darse cuenta de que lo que fuese a decir Rindō, es importante. Además, después de tantos años conviviendo con él, se podría decir que ya empezaba a conocerlo, quizás no de esa forma tan detallada como él a mí, nunca sé cómo logra darse cuenta de todo, pero conocía algunas cosas básicas, y esa forma en la que había fruncido el ceño al contarme que quería hablar con Takemitchy, solo la utilizaba cuando se trataba de asuntos serios. 

—Muy bien —Aceptó Rindō ante el comentario de Takemitchy, sin variar la expresión. Igual que hacía siempre.

Es uno de mis mejores amigos, pero también era el chico más raro que yo hubiera conocido. En la vida entendería esa tendencia suya a no mostrarle a nadie ni por equivocación qué pasaba en su cabeza.

—Se trata de Hanemiya —Molesto, chasqueé la lengua. ¡Eso ya lo sabía! ¿Por qué no va al grano? —Ayer tuve una conversación con él un tanto extraña. Casualmente nos encontramos en la cafetería que se encuentra cerca al parque, y pidió hablar conmigo..

—¿Contigo? Pero… ¿Por qué? —Al escucharlo, apreté más mi mano en su hombro —Eso no tiene mucho sentido, perdón, pero mi hermano dijo muchas veces que eras aburrido.

Que ya no quiera pelear con cuánto idiota se cruce en la calle y tampoco involucrarme en pandillas, no quiere decir que sea aburrido, solo soy un adolescente normal.

—Reconozco que dudé en aceptar, pero prácticamente no me dejó otra opción, parecía dispuesto a hablar conmigo, estuviera yo de acuerdo o no.

—¡Solo di de una vez lo que te dijo! —Salté sin poder contenerme más. Al oírme, Takemitchy, buscó con su mano la mía y la apretó ligeramente. 

Sabía que me encontraba nervioso y aquel era un gesto que ayudaba a tranquilizarme. Suspirando de mal humor, decidí tener paciencia y morderme la lengua. Entiendo de sobra que Rindō se tomaba su tiempo para contar las cosas y explicar cómo desde punto A llegamos a punto D, sé que no serviría de nada alterarme. 

—Hanemiya me preguntó qué clase de relación tengo contigo.

Hubo un silencio.

Un silencio que dediqué a tratar de asimilar lo que Rindō acababa de decir, y a juzgar por la expresión de Takemitchy, estaba pensando lo mismo. 

¿Qué Kazutora le había preguntado qué? Eso sí que no tenía ningún sentido, ¿Por qué haría una pregunta tan rara y de la nada? Supuestamente, y a ojos del resto del mundo, Takemitchy no tenía nada que ver conmigo, ni con Rindō, Draken o Yuzuha, quizás lo más parecido es una amistad con Angry, pero luego nadie tenía ni la más remota idea de que ahora se unió a nuestro grupo y somos novios. Entonces, ¿A qué viene esa pregunta de Kazutora? ¿Se dio cuenta de algo? 

—¿Cómo? —Preguntó Takemitchy tragando saliva. Al observar su expresión, me di cuenta de que se había quedado totalmente blanco.

—Él habló de la noche en la que te llamé por teléfono, la noche del…

—Del robo en mi casa —Completé llevándome una mano a la frente, comenzando a entender —Que fastidio 

Claro, obviamente a Kazutora le extrañó mucho que Rindō llamara a Takemitchy aquel día, y más aún que hubiera salido corriendo de su casa después.

—Exacto —Confirmó Rindō con un leve asentimiento de cabeza —Hanemiya quería que le contara por qué te llamé, y también saber si éramos amigos, evidentemente, no le di ningún tipo de información.

—Sí —Murmuró Takemitchy con voz distraída cerrando los ojos un momento con aire de agotamiento —Sí… recuerdo que aquella noche estaba tan nervioso, que mencioné tu nombre en voz alta y obviamente mi hermano lo escuchó, creí… creo que no quería que me fuera.

Hubo un pequeño silencio en el que realmente sentí que me quedaba sin palabras. Todo era un contratiempo, porque Kazutora era peor que un grano en el culo, eso no lo negaba nadie. Sin embargo, el daño estaba hecho, ¿Cierto? No sabía por qué, pero estaba comenzando a pensar que a lo mejor es una completa locura, probablemente lo era, de hecho. Pero, ¿Y si no? ¿Si después de todo lo que sucedió… esto se trataba de una especie de señal? ¿Una señal de que ya es hora de dejar de fingir? ¿De dejar de escondernos? ¿De sentirnos capaces de gritarle a todo el mundo que nos preguntara que en efecto nos queremos? ¿Lo que sentíamos era acaso algo malo que tuviera que esconderse?

Me estaba cansando de los secretos, de estar siempre aparentando, de no poder besarlo en medio del pasillo del instituto o en la calle si me daba gana.

—Gracias por no delatarme, Rindō —Dijo Takemitchy sacándome de mis pensamientos —Aunque conozco a mi hermano, si ya está sospechado que algo ocurre, querrá saber más. Esto apenas comienza.

—Eso creo —Dijo, tanto Takemitchy como yo lo miramos fijamente. ¿Acaso había algo más? —Él mismo me dijo sus intenciones de descubrirlo a como dé lugar.

A cada minuto que pasaba en aquella conversación, más ganas me entraban de mandarlo todo a la mierda, y de dejar de fingir de una jodida vez. ¿Qué pasaría si Kazutora se enterara? ¿Y qué si el resto del mundo lo sabe? Así nos sacaríamos varios de problemas de encima y todo daría igual.

—¿Qué te dijo? —Murmuró Takemitchy con los ojos muy abiertos. Su palidez había incrementado, y yo no comprendía por qué se pone así.

Veamos, Kazutora estuvo cerca de enterarse, pero al final, todo salió bien, Rindō no le había confirmado nada y si a él le daba la gana de averiguar, pues bien, y si no, también. Yo lo único que quería es que nos dejara en paz de una vez.

—Sus palabras exactas fueron: “Yo en tu lugar respondería, sobre todo si mi hermano te cae bien” —Al oír la voz de Rindō pronunciando aquellas palabras, sentí que me hervía la sangre. 

—¡¿Te amenazó?! —Grité furioso —¡¿Qué le pasa a ese tipo?! ¡Ya me tiene harto! Ahora sí agotó mi paciencia.

Con la idea en mente de decirle cuatro verdades a ese loco giré sobre mis talones y me dispuse a cruzar la azotea a paso ligero, echando fuego por los ojos, sentía la ira correr por mis venas de una forma que me carcome. ¿Cómo diablos se atreve a amenazar a mis amigos? Las cosas no se iban a quedar así, ¿Qué se creía? ¿Qué podía ir por ahí amenazando como le viniera en gana solo porque tiene a alguien más loco cuidando su trasero? Pero ya no voy a callar, lo había aguantado bastante y estoy harto.

—¡Mikey! ¡Mikey, para, para! ¿A dónde vas? —El brazo de Takemitchy sujetando con fuerza mi muñeca me hizo girar hacia él. 

Su rostro seguía palideciendo y a través de su mano, podía sentir su pulso acelerado. Su respiración se encontraba agitada y en sus ojos pude distinguir un brillo especial que no había visto antes, un brillo de pánico y frustración.

—No lo hagas —Susurró dándose cuenta de mis intenciones. Su tono de voz se oyó suplicante y desesperado, tan cargado de ansiedad que no pude evitar calmarme. 

¿Por qué me pide eso? ¿Acaso no se da cuenta de que ahí estaba la solución? ¿En dejarle las cosas a Hanemiya claras de una vez? ¿No ve que si no hacíamos nada él seguiría metiéndose en nuestras vidas cuando le diera la gana? Quizás es que ni siquiera lo había pensado. Pero, ¿Cómo no darse cuenta de algo tan evidente? ¿Y por qué estaba tan asustado? ¡No entiendo nada!

—Rindō, ¿Puedes dejarnos un momento? —Dije con un tono de voz tan calmado que incluso yo mismo me sorprendí.

No estoy seguro de qué iba a decirle a Takemitchy cuando me quedara a solas con él, pero si estaba seguro de algo, era de que no podíamos seguir así. Yo no podía seguir viéndolo tan asustado a la primera de cambio por culpa de las estupideces de Kazutora. 

Recuerdo la noche en la que nos quedamos encerrados en el instituto, Kazutora también se había encargado de joderle la existencia tanto como pudiera, recordaba el mal rato que pasó, el temblor de su cuerpo y el sudor de sus manos. No puede seguir así, Kazutora hacía con nosotros lo que le daba la gana.

—Claro, nos veremos en clase, dentro de un momento —Respondió Rindō antes de salir de la azotea y dirigirme una mirada en la que claramente pude comprobar que sin que hubiera habido necesidad de que yo dijera nada, él ya sabía lo que se me estaba pasando por la cabeza. 

Un vez que se fue, miré a Takemitchy, aún  apretaba mi muñeca y de sus ojos no había desaparecido ese brillo de pánico. Verlo así a causa de su hermano me enojaba. Definitivamente, habíamos llegado demasiado lejos y es hora de poner un alto. 

—Por favor, sé lo que estás pensando en hacer, pero te lo ruego, no vayas —Susurró entonces con la voz trabada. Al hacerlo, tragué saliva y lo miré, no lo entiendo, ¿Por qué me pide eso? ¿Acaso no veía que si no nos enfrentamos a Kazutora nunca nos dejaría tranquilos? 

—¿Qué pasa, Takemitchy? —Pregunté con voz fría.

La palidez de su rostro no me gustaba, ¿Por qué se pone así? ¿Por qué está tan asustado? ¿Por qué otra vez tengo esta sensación de que algo se me escapa? Algo importante.

—No le digas nada a Kazutora, eso solo lo empeoraría todo y si vas a hablar con él, precisamente tú… —Hubo un pequeño silencio en el que Takemitchy cerró los ojos al tiempo que aflojaba sus dedos en mi muñeca, al mirar supe que me había apretado con tanta fuerza que dejó la marca de sus dedos en mi piel —Si vas a defenderme, Kazutora se dará cuenta de lo nuestro y-

—¿Y qué? —Salté sin ser capaz de contenerme —¿Qué pasaría si lo sabe? Te lo voy a decir: Nos dejaría en paz, eso pasaría. Las cosas estarían claras y ya no tendría ganas de preguntar nuestros asuntos, se daría cuenta de que no estás solo y pararía de molestarte.

A medida soltaba aquel discurso, el rostro de Takemitchy iba empalideciendo más, hasta que en un movimiento desesperado, volvió a agarrarme del brazo y se aferró con fuerza. La brusquedad de sus movimientos me desconcertó y me hizo callar de golpe, ¿Por qué reacciona así? ¿Qué le ocurre?

—No, no, no —Balbuceaba con un tono de voz cargado de pánico —No puede saberlo, ¡Nadie debe saberlo! Por favor no te involucres con Kazutora.

Al escucharlo me dieron ganas de gritar, y al mismo tiempo ganas de salir corriendo, pegarle a alguien y ganas de… de algo que ni siquiera sé, pero no hice nada, en su lugar, me separé de Takemitchy con brusquedad y lo miré a los ojos sintiendo como la respiración se me acelera. 

Me duele el pecho, siento rabia, ira contra el mundo, contra él. ¿Por qué actúa así? ¿Tanto le importa que la gente lo supiera? ¿Tanto se avergonzaba de estar conmigo? ¿En tan mal concepto me tenía que lo único que le preocupaba era el “ qué dirán ”? ¿Realmente prefería seguir siendo perseguidos por Kazutora a reconocer ante el mundo que estamos juntos? ¿Tanto afectaría a su reputación el hecho de contarle a la gente que él, el perfecto presidente del consejo con el mejor promedio y sin una mancha en su expediente, salía con el chico más problemático del instituto? ¿Por qué está conmigo si se avergonzaba de mí? De pronto me sentía como una completa mierda. En la vida podría entender cómo las cosas pueden llegar a torcerse en medio segundo, pero lo cierto es que así era. 

Esta mañana me levanté de la cama incluso con buen humor, a pesar de ser lunes, todo porque sabía que en clase podría verlo, y ahora sale a la luz esta conversación que donde estoy insinuando la idea de contarle al resto lo nuestro para que su expresión palideciera y me rogara, literalmente, que no dijera nada. 

Me duele, si, me había dolido como un demonio. En aquel momento, no sabía si sentía más dolor que ira, más ira que dolor, o rabia que quizás decepción, decepción , quizás me decepciona mucho darme cuenta de que él prefería seguir guardando silencio a hablar, aunque hablando pudiera librarse de los problemas con Kazutora. Yo lo había sugerido por él, para que su hermano lo dejara tranquilo, para que cuando llegara el momento todos vieran que cuenta alguien lo estaba respaldando, yo podría enfrentarme a quien sea y defenderlo libremente, sin tener que fingir que aún nos llevábamos como perro y gato, pero no, está claro que no podía soportar la idea los demás lo supieran y, aunque odiara admitirlo, me hizo hecho daño. Mucho.

No podía seguir viéndolo tan pálido por la simple idea de hablar de lo nuestro, no soportaba seguir observando sus ojos cargado de puro pánico ante algo que a mí me hubiera hecho el chico más feliz de todo el mundo, no puedo continuar viéndolo temblar. Lo único que quiero es irme de este lugar.

—Bien —Dije con amargura, dirigiéndole una mirada cargada de decepción —No es necesario que supliques, no te haré pasar por la vergüenza de decirle a nadie que nosotros…

Callé al observar como el temblor en el cuerpo de Takemitchy aumentaba. Sus ojos se habían tornado suavemente, y al oírme, comenzó a negar con fuerza, preparándose para hablar. 

—Si eso es lo que quieres, puedes decirle a todo el mundo que aún me odias —Añadí antes de que pudiera decir nada y me di la vuelta, echando a caminar a paso ligero para salir de la azotea, ignorando su voz llamándome. 

Chapter 10: Un error que se rectifica a tiempo

Chapter Text


[Rindō] - Preparatoria Ymir Freiheit

Bajé de la azotea un poco preocupado por el estado en el que había dejado a Mikey y Hanagaki.

Evidentemente, ninguno de los dos reaccionó bien con lo que les dije, pero yo sigo convencido de que hice lo correcto al advertir lo que sucedió con Hanemiya. Sin embargo, conozco a Mikey,  incluso mejor de lo que se conoce a sí mismo, y la sensación de impotencia que logré atisbar en sus ojos no me deja para nada tranquilo. Lo único que espero es que controle su temperamento y que esta no sea una de esas ocasiones en las que actúa sin pensar movido por impulsos. Eso solo le traería problemas con Hanagaki, y en consecuencias, todos seríamos arrastrados de una u otra forma a la incomodidad.

Pensando sobre eso, siento de pronto una gran oleada de inspiración que me pedía a escribir un poco, y apenas al introducir mis manos en los bolsillos me percaté de que volví a perder mi cuaderno. ¿Dónde lo habré dejado? Ayer cuando volví al departamento tampoco lo encontré y tuve que conformarme con usar otro, es posible que lo haya perdido de nuevo entre clases y esté en objetos perdidos. Solo espero que no tarde en aparecer, sé que siempre termino encontrando mi cuaderno principal, pero es incómodo no tenerlo cuando necesito escribir y no podía hacerlo en mi lugar seguro. Absorto como estaba en mis pensamientos, apenas presté atención al girar la esquina del pasillo y acabé chocando con Yuzuha, la cual parecía que llevaba verdadera prisa.

En sus manos llevaba un gran libro que en la portada tenía varios dibujos de diseños de ropa con algunos papeles en los bordes.

—¡Rin! Perdona, no te vi, ¿Cómo pasas desapercibido siendo tan atractivo y con ese cabello? —Toqué los mechones que caen sobre mis hombros, ¿Qué tiene de malo mi pelo rubio con mechas celestes? —Como sea, ¿Qué hacías?

—Pensaba en mi cuaderno, parece que volví a perderlo —Dije distraído porque acababa de ver los llamativos rizos Angry en el fondo del pasillo, manteniendo una charla muy animada con Mitsuya.

Gritaba de tal forma, que no me hubiera extrañado en absoluto que todo el instituto estuviera al tanto de su presencia. Tal parece que siempre terminaba gritando cuando tiene una conversación con alguien que le agrada, claro que en esta ocasión sus gritos eran de júbilo y no de reproche, como los que me dirigió a mí, supongo que no le agrado tanto, incluso si pareció un poco preocupado hace unas semanas... es Angry, el chico que ayuda a todos.

—Tal vez alguien lo haya dejado en objetos otra vez, en fin, ¿No lo habrás visto por casualidad?

Angry ya no gritaba, su tono bajó de forma considerable y parece que ahora hablaba de algo menos interesante, aunque de todas formas sonreía. De pronto, escuché la voz de Yuzuha como si fuera un murmullo, en un acto reflejo sacudí la cabeza y fijé mis ojos en ella. Me observaba con una expresión de curiosidad.

—Disculpa, para serte sincero, no te estaba prestando atención —Dije, siendo consciente de que en esta clase de situaciones, es mejor ser sincero. 

—Ay, cuñado, siempre igual —Protestó cruzando sus brazos en tanto le daba un golpe al suelo con el tacón de su zapato —Podría volver a decirte todo, pero mejor te haré un pequeño resumen. Te preguntaba si no viste a Angry, la última vez supimos que comparte gustos conmigo y tu hermano respecto a la moda. Quería darle este libro, estuvimos hablando con él en casa de Mikey el otro día, y cuando se enteró de que lo tenía, me lo pidió prestado como si no existiese nada más importante en el mundo. Es un chico de lo más adorable y peculiar, a simple vista es alguien tímido y callado, pero cuando entra en confianza es ruidoso, me recuerda un poco a ti. 

Procesando en la explicación de Yuzuha, no entendí mucho de en qué momento se volvieron cercanos ni de cómo llegó a la conclusión de que nos parecíamos en algo, tragué saliva cruzando mis brazos y mirándola fijamente. 

—Angry estás detrás de ti —Señalé con la cabeza —Sinceramente me extraña que no lo hayas oído hablar, dado el volumen de sus gritos.

Como acto reflejo a mis palabras, Yuzuha se giró en un ángulo de 90º y vio que Angry se encontraba al final del pasillo. Aún conversaba con Mitsuya, ambos reían, sin duda pasando un rato animado.

—Cierto, está ahí, qué tonta soy, tal vez incluso me crucé con él viniendo hacia aquí. ¡Gracias, Rindō! Te veo en clase, voy a darle el libro.

—Um, espera, Yuzuha —La llamé y detuvo su camina, me miró interrogante con las cejas alzadas —¿Te molesta si yo se lo alcanzo? De todos modos tengo que hablar con él —Añadí tendiendo el brazo, pidiendo el libro que aún cargaba entre sus manos —No me molesta.

Ella me miraba algo confundida al principio, pero finalmente, se encogió de hombros con indiferencia y me entregó el libro, que por cierto, era bastante pesado. 

—Muy bien, como quieras, te veo en un rato —Dijo, acto seguido pasó por mi lado y se perdió de vista yendo hacia el lado opuesto al lado donde teníamos clases. 

Al quedarme solo, observé el libro unos instantes antes de comenzar a caminar y repasar el título, trata sobre moda de un diseñador que adjuntó varios bocetos con sus primeras ideas y notas sobre cómo fue perfeccionando el resultado final. Es curioso, nunca me hubiera imaginado que a Angry le interesara esa clase de temas, solo sé que es bueno en primeros auxilios y suele estar en albergues de animales, ¿Porque tengo conocimiento de eso? Simple, cada tanto él y los miembros de cualquier club deportivo lo mencionan, Angry le pide ayuda a Smiley y él es quien lleva a la mayor parte de las personas para ayudar a esos animales.

Pensándolo detenidamente, tampoco tendría por qué saber algo más, en realidad no lo conozco. 

De cualquier modo, y tras pensarlo un poco, decidí mantener con él una conversación sobre lo sucedido en la tarde anterior. No quiero que existan malentendidos entre nosotros, sobre todo ahora que comenzaba a integrarse en nuestro grupo como un amigo cercano de Hanagaki y, al parecer, también de Yuzuha y Ran. Además, si algo aprendí en los últimos días, es que los asuntos importantes debían ser hablados de frente desde el primer momento.

Ese fue mi gran error con Luna, también a ella le debo una disculpa y una detallada explicación, pero eso sería en otro momento, primero debo entregarle el libro a Angry.

Cuando llegué hasta él, aún se encontraba hablando con Mitsuya. Su tono de voz había disminuido considerablemente pero aún reían, pude notar que Angry le enseñaba fotografías de unos gatitos. Me preocupé por ser inoportuno y le pedí hablar, provocando que bloqueara su teléfono con una mirada desconfiada, tomando esa actitud tímida por la que tanto lo conocen.

—¿Tiene que ser ahora? —Susurró en un tono de voz tan bajo que solo yo pude oírlo. 

Al observar ese gesto, pude suponer que había actuado así para que Mitsuya no lo oyera. Instintivamente, fruncí el ceño, sin tener del todo claro el motivo.

En realidad no, no tenía por qué ser en este mismo momento, es una conversación que puede esperar a las clases o el tiempo de receso. Nada me hubiera costado disculparme por interrumpir su conversación y marcharme al aula, a esperar el inicio de clases, pero por alguna extraña razón, las palabras que salieron en aquel momento de mis labios expresaron todo lo contrario de lo que estaba pensando.

—Sí, de hecho, es importante. 

Angry me dirigió una mirada cargada de reproche al oírme, frunciendo el entrecejo y formando un puchero, delatando su molestia. Sabía que no le gustó que lo interrumpiera.

—De verdad, ¿No puede esperar? —Preguntó con un tono de voz más bajo que antes.

—Oye, no te preocupes, Angry, habla con él, luego me sigues contando —Intervino Mitsuya sonriendo, no parece haberse percatado de lo mucho que se había molestado Angry con mi intrusión. 

Sospechaba que, muy probablemente, la conversación que había estado manteniendo con Mitsuya minutos atrás era importante para él, y que por ello se había disgustado ligeramente cuando yo me acerqué pidiéndole hablar, y en realidad, aunque pude haberle dicho que el asunto que yo necesitaba tratar con él no es urgente, lo cierto es que no lo hice.

Por el contrario, crucé mis brazos y aclaré mi garganta antes de volver a hablar. 

—Gracias, prometo ser breve. 

Angry, frunció más el ceño al oírme, incluso yo lo hice. Lo cierto es que no comprendo en absoluto por qué me estaba comportando de esta forma. Es obvio que Angry no quería hablar, supongo que está molesto porque ayer lo dejé con las palabras en la boca, entonces, ¿Por qué sigo insistiendo?

—Bien, los veo más tarde —Sonrió Mitsuya haciendo un gesto de despedida con la mano y alejándose.

Una vez solos, Angry se volvió hacia mí, apretando los puños de sus manos, con una gran expresión de enojo en su rostro y que lo hacía merecedor de su apodo, el gemelo que siempre tenía el ceño fruncido y actuaba tímido, contrario a Smiley que sonríe incluso cuando está enojado.

—¿Por qué hiciste eso? ¿Tan de vida o muerte es eso que tienes que hablar conmigo? Por si no lo has notado, interrumpiste algo importante —Dijo con el mismo tono de voz cargado de frustración que había empleado el día anterior en la cafetería.

Precisé de un par de segundos para procesar sus palabras. Tengo plena conciencia de que acababa de interrumpir una charla agradable para él, aunque ni por asomo me hubiera podido llegar a imaginar que fuera tan importante. Bastó con míralo un poco con rubor rosa en las mejillas y oírle quejarse para que una pequeña luz se encendiera en lo alto de mi cabeza. De pronto, vi perfectamente claro el motivo por el que se había molestado tanto.

—Te gusta, ¿No es así? —Me arrepentí de mis palabras inmediatamente.

Fue una pregunta dirigida a averiguar algo de él, de su vida, una pregunta cargada de curiosidad, lo que yo más detestaba en el mundo entero. De ese modo, y por segunda vez en aquel día, acabé sorprendido conmigo mismo. Realmente no soy capaz de comprender el origen ni de la mitad de las palabras que estaban escapando de mi boca aquella mañana. Angry, al oírme, relajó su expresión y dio un paso atrás, dirigiéndome una mirada que se debatía entre avergonzada y desafiante. 

—¿Y qué si así fuera? —Susurró mientras por sus mejillas se extendía un ligero rubor cargado de rojo, un color que hacía resaltar sus ojos. 

Lo cierto es que nunca me había percatado de que sus ojos eran color celeste tan claro y brillante. Un tanto extraño, sí, pero le sentaba bien con su pálida piel y los rizos rebeldes de su cabello, cada vez que movía o agitaba la cabeza, sus cabellos desprendían un color azulado realmente llamativo y era esponjoso como el algodón de azúcar.

—Eh, Haitani, ¿Hola? —Llamó Angry de pronto comenzando a mover la palma de su mano arriba y abajo delante de mi rostro, tratando de llamar mi atención. 

Otra vez me quedé sumergido en mis pensamientos. Me pasa a menudo últimamente.

—Disculpa —Dije sujetando con fuerza el libro que sostenía en mi manos —No te estaba ignorando, es que tus ojos me llamaron la atención.

Al oírme, el rubor en las mejillas de Angry incrementó, hasta casi teñirse de un profundo color carmín e hizo lo mismo que lo ví hacer varias veces, tirar de las mangas de su cárdigan blanco hasta cubrir gran parte de las manos.

—¿Mis… mis ojos? 

—Así es —Asentí calmado, con la mirada en sus ojos —El celeste combina muy bien con el azul de tu pelo. Me gusta —Añadí esbozando una leve sonrisa —Es bonito.

Angry me observaba boquiabierto. 

Su rostro parecía por completo sonrojado y sus manos comenzaron a retorcerse con nervios, hasta casi cubrir por completo sus manos, dejando a la vista solo la punta de sus dedos. Inmediatamente, temí haber sido imprudente con mi comentario. Quizás no le había sentado bien, dado el leve balbuceo que comenzaba comenzado a emitir, por ese motivo, y con temor a seguir pronunciando palabras que no fueran apropiadas, decidí ir al grano. 

—Solo quería darte este libro de parte de Yuzuha, y aclararte que Hanemiya y yo no tenemos nada que ver el uno con el otro. Ayer no pude responder ninguna de tus preguntas y no puedo contarte los detalles porque es un asunto que incluye a terceras personas. ¿Entiendes? —Dije entregando el libro.

—Perfectamente —Refunfuñó Angry, aunque lo cierto es que su expresión denotaba que no había comprendido nada, aún así, no quise insistir.

Ya le había robado demasiado tiempo, y probablemente quiere volver a hablar con Mitsuya cuanto antes. No fue correcto interrumpirlos de aquella forma. 

—Perfecto, entonces, supongo que nos vemos en clase —Tras comprobar que apenas faltaban dos minutos para el inicio de clases, comencé a caminar a lo largo del pasillo en dirección al aula.

En el transcurso miré mi mano con curiosidad, creo que disimule muy bien los escalofríos que me recorrieron la espina dorsal cuando nuestros dedos se rozaron al momento de darle el libro. Eso sí que fue raro. Debe tratarse de energía estática.


[Takemichi] - Preparatoria Ymir Freiheit

No puedo creer lo que acaba de pasar. 

Lo que Mikey dijo.

¿Por qué me habló de ese modo? ¡Ese idiota malinterpretó las cosas! Yo no me refería a eso cuando le dije que no hablara con mi hermano. ¿Cómo puede pensar que me avergonzaba de él? Si muchas veces le dije que es lo mejor de mi vida, ¿Acaso no entiende que lo es todo para mí? ¿No entiende que lo quiero más que a nada en el mundo? ¿Qué sin él yo lo perdería todo? Sin él yo no… volvería a las sombras. 

No, solo pensarlo hacía que me sintiera al borde de un ataque, no quiero perderlo, no quiero que piense eso de mí y que crea algo que no era. ¡Yo nunca podría avergonzarme de él! Eso es impensable, si le pedí tan ansiosamente que no dijéramos nada, era precisamente para que no nos impidieran estar juntos.

Conozco a Kazutora y lo impredecible que puede ser en situaciones de mucho estrés, estaba sometido a muchos demonios que mantiene encerrados en su cuarto donde nadie puede verlo, y a pesar de ser mi hermano, nunca tuvimos tanta confianza porque cada uno lidia con sus problemas de manera diferente. Algunas veces vio a mi padre dándome una bofetada o un puñetazo, en esos momentos quedaba congelado y al volver en sí actuaba como si nada hubiera pasado, eso era algo que me había dolido por muchos años porque creía que me estaba ignorando adrede, pero lo cierto es que parece ser su mecanismo de defensa, de todas formas aún duele. Él puede ser… complicado, en varios sentidos, pero sé que es el que me deja pastillas para el dolor y pomadas junto a mi puerta, siempre acompañado de dulces y, a veces, hace algo estúpido para llamar la atención de nuestro padre y le exigía que fueran de compras o pasear cuando estaba a punto de castigarme por algún motivo sin sentido. Desconozco lo que pasa por su cabeza y cómo funciona, es una bomba de tiempo, intermitente y no siempre se controla.

No podía evitar sentir celos al ver a Rindō con Ran o a Angry con Smiley, llevarse tan bien, comportándose de una forma tan unida como si fueran una alianza frente al mundo. 

A menudo, yo no podía dejar de preguntarme qué tengo de malo para que mi hermano actúe de aquel modo, aunque puedo hacerme una idea, por algo que sucedió hace mucho tiempo, pero creo que los castigos hubieran podido ser más llevaderos si yo contara con el apoyo de Kazutora, podríamos haber sido unos hermanos normales, amigos, incluso cómplices, podríamos haber tenido una relación preciosa. 

Sin embargo, eso es tonto, él hace años que tiene una mente rota y prefiere entregarse a los vicios y excesos, recordando solo en las madrugadas que tiene un hermano. Él ni siquiera me mira o habla para pedirme algo, sus burlas en la escuela rara vez se dirigen a mí y prefiere molestar a los demás, en casa tampoco me presta atención, y lo admito, me duele, pero lo había aceptado.

Conocía a Kazutora y era por ese motivo, porque conocía tan bien su delicada cordura, que yo había suplicado a Mikey que no le dijera nada de lo nuestro. Sabía que si le confesaba todo, mi hermano estaría sorprendido y quizás iba a guardar el secreto, pero un día puede llegar drogado a casa y si se le cruzaban los cables, es posible que le diga a mi padre de mi relación con Mikey, y si eso ocurre, estoy seguro de que no dudaría en separarme de la forma más cruel que pudiera imaginar. Si ese hombre se enteraba algún día las consecuencias podrían ser verdaderamente terribles. A mí no me importaba lo que me hiciera, pero la idea de que busque a Mikey para reclamarle y lo lastime, me asusta. Es por eso que yo no estaba de acuerdo con hablar, no porque me avergonzara de Mikey, yo lo quiero tanto que no alcanzan las palabras para definir mis sentimientos.

Lo que yo sentía por Mikey es amor, demasiado grande y complicado para tratar siquiera de ponerle nombre.

Es por eso que no entiendo cómo pudo pensar eso de mí, sus ojos estaban cargados de decepción, fue de lo peor, su voz se escuchaba apagada y fría, cargada de amargura, me hizo un daño inmenso, casi tanto como la vez en que me dijo todas esas cosas malas cuando vio a Sendō dándome un beso.

No puedo quedarme en este lugar, en medio de la azotea, sollozando y sintiéndome triste, si algo había aprendido de Mikey, es que una persona debe ser fuerte, esforzarse por conseguir lo que quiere y no decaer, aunque él fuera un tonto que sigue actuando por impulso en lugar de escuchar una maldita explicación. Debo luchar, siempre luchar, como todos los días de mi vida. Por ello, y haciendo acopio de mi fuerza, corrí tras él reteniendo las lágrimas. Debo explicarle mis razones, hacerle entender que por ningún motivo sentía vergüenza de quererlo y, sobre todo, debía lograr que todo se arregle entre nosotros.

Yo no quiero estar mal con Mikey, el hecho de saber que estaba enfadado conmigo es insoportable, no podía con esa idea, es superior a mí y un dolor demasiado fuerte. 

—¡Mikey, espera! ¡Mikey! ¡Escúchame! —Grité corriendo tras él, notando que bajaba las escaleras a toda prisa.

Casi sin pensarlo, sintiendo que el pecho se me iba a salir por la boca, lo seguí a toda velocidad. Lo único que yo tenía en la cabeza era que debía correr para alcanzarlo.

Sin embargo, bastó con que pusiera un pie sobre el pasillo para que de pronto, comenzara a sentirme mal, la cabeza me empezó a dar vueltas, se me nubló la vista y el cuerpo me dio una sacudida que me hizo tambalear. Hacía días que me encontraba débil a causa de no dormir como corresponde y el excesivo esfuerzo por mantener mi promedio, pero es la primera vez que me había mareado de este forma. 

Comencé a verlo todo como en una película a cámara lenta, traté de gritar, pero mi garganta fue incapaz de emitir ningún sonido y solo podía sentir mis piernas perdiendo fuerza, mis rodillas doblándose y mi cuerpo desvaneciéndose, creo que fui capaz de oír una voz gritando mi nombre.


[Manjirō] - Preparatoria Ymir Freiheit

Lo escuché correr por las escaleras y gritar mi nombre, y aunque me moría por detenerme, dar la vuelta, mirarlo y atender a su llamada, no lo hice. Lo cierto es que mis piernas se movían solas hacia adelante, por alguna extraña razón, escucharlo insistir en hablar empeoraba mis nervios. No podía soportar la idea de haberlo hecho sentir mal con mis palabras, hasta yo me sentí como una basura al darme cuenta de lo mucho que se avergonzaba de mí, ese sentimiento de pena empeoró al ser consciente de que con mis palabras pude herirlo.

Así estaban las cosas, su actitud me había hecho daño, sí y mucho, esa es la verdad, pero por más increíble que pareciera, más daño me hacía la idea de que yo hubiera podido hacerle un mal a él a través de las palabras que dije.

Con este pensamiento en la cabeza, no pude calmarme, ya tengo en claro que lo quiero, eso es innegable. Lo quiero de una forma como no quise nunca a nadie, por esa clase de sentimientos no tengo idea de cómo lidiar con ellos, ¿Es siquiera sano ese modo de pensar? Yo siempre creí que preferir estar mal antes de ver a la persona a la que quieres sufrir es masoquista, me consideraba un auténtico egoísta, todos queremos estar bien y eso, a veces, significa desear el bien a nuestros seres queridos, así que todos soportamos una dosis de dolor para que sean felices y así uno mismo serlo también. Es egoísta. Sin embargo, ahora, me doy cuenta de que aquello no es ninguna tontería, y aunque lo hubiera sido, es la tontería más dolorosa de toda mi vida. 

Me alejé con el objetivo de dejar el edificio y largarme a algún lugar en el que pudiera estar solo.

Siento dentro del pecho un cúmulo de cosas tan intensas que me agitan, había dolor, rabia, desespero, tristeza y cariño, pero también unas profundas ganas de parar, darme la vuelta, ir hasta él y abrazarlo. Esto es una completa locura, me había humillado haciéndome ver que se avergonzaba de mí, ¿Y yo tengo ganas de abrazarlo? Se salieron los últimos tornillos de la cabeza, esto que siento no es normal. Odio sentirme así y no entender nada, sin tener idea de lo que pasa con mis sentimientos. Solo quiero correr y correr, alejarme de él, porque estoy seguro de que si lo tengo enfrente no podría resistirme a ceder y yo estaba demasiado dolido como para dejar que eso ocurriera. 

Por ello, y sin mirar atrás, aceleré más el paso al entrar en el pasillo, pero entonces escuché un último grito de su parte que no sonó como los demás. Este parecía apagado, hasta débil, como si su voz se rompiera. Instintivamente, mis piernas se detuvieron porque me hizo estremecer de los pies a la cabeza y sucedió un ruido que me obligó a actuar por inercia, girando mi cuerpo con una gran sensación de angustia dentro de mi estómago, sensación que incrementó con creces al ver cómo mis sospechas resultaban ser ciertas al comprobar que de un momento a otro Takemitchy se desplomó en el suelo. 

—¡Takemitchy! —Grité sintiendo retumbar en mi pecho la ansiedad casi con la misma fuerza que un trueno. 

Mis pies se despegaron del suelo, corrí hasta él, resbalando ligeramente a causa de la prisa y me dejé caer a su lado, tomándole de los hombros y apoyando su cabeza en mis brazos. Me temblaban las manos y quería gritar, pero la boca se me había secado por completo y mi garganta no era capaz de emitir ningún sonido. No sabía qué hacer, solo balbucear su nombre, gritar para pedir ayuda o moverlo intentando que abriera los ojos y reaccionara, sin embargo, me quedé en blanco.

—Takemitchy, por lo que más quieras —Logré decir al cabo de unos segundos. 

Mis manos comenzaron a sacudirlo poco a poco al principio y con más fuerza después. Su piel estaba helada y más pálida que nunca, ¡No puede pasarle nada! No a él, ¡Ya estaba bien! ¿Por qué le pasa de todo? ¿Por qué se desmayó? ¿Por qué no reacciona? Por una parte quería echar a correr para pedir ayuda y por otra no podía dejarlo tirado en el suelo, simplemente no podía.

En ese momento, ante esa mezcla de sensaciones, también se sumaba el pánico, comencé a sentir, al igual que el día anterior, algo que no sentía desde hacía mucho tiempo, una especie de escozor en los ojos, la vista nublada y las lágrimas luchando por salir. Con rabia, las reprimí frotándome los ojos con el dorso de la mano y me sorbí la nariz. ¡No puedo llorar! Tengo que ayudarlo.

—Takemitchy, háblame, despierta, ¡TAKEMICHI! —Grité con rabia

De pronto, se removió y su respiración, comenzó a tornarse más profunda, sus párpados temblaron y de su garganta poco a poco comenzaron a salir una serie de sonidos extraños… balbuceos.

—Mik… 

—Sh —Lo callé —Ya, vas a estar bien, no hables.

Apenas podía hablar, a causa de los nervios, y acto seguido, me incorporé de rodillas en el suelo, pasé un brazo por debajo de su cintura y otro por sus rodillas, haciendo un gran esfuerzo lo tomé entre mis brazos levantándome poco a poco del suelo. Takemitchy no había abierto aún los ojos por completo, pero ya se encontraba consciente, lo sentí al notar sus brazos rodeando con debilidad mi cuello, aferrándose a mí.

En la enfermería no había nadie. Lo comprobé nada más entrar y ver que la puerta se hallaba entornada. 

—¡Inútiles! —Exclamé sin poder contenerme.

¿Para qué tenemos una enfermería cuando a la hora de una emergencia nunca hay nadie? Actuando deprisa, me acerqué a la camilla y solté a Takemitchy poco a poco. Al fin había abierto los ojos, aunque seguía pálido.

—Tranquilo, respira hondo —Le dije aún con la respiración acelerada debido al susto —Voy a buscar ayuda.

—¡No, espera! —Exclamó sujetando la manga de la chaqueta en el momento en que me había girado para correr y buscar a alguien —Quédate conmigo.

Lo miré confundido, debatiéndome entre echar a correr y buscar a alguien que le atendiera, o hacerle caso y quedarme con él, aún se ve mal y débil, no puedo sacarme de la cabeza que si hubiera estado escalones más arriba podría haber pasado algo realmente malo.

Rayos, él yendo a buscarme y yo huyendo como un cobarde por una tontería, Shinichirō estaría decepcionado de mi, nunca podría perdonarme si algo le sucediera. Sintiéndome cansado y que las fuerzas me abandonan, incliné mi cuerpo hacia adelante y me eché sobre él, abrazándolo con todas las fuerzas que fui capaz de reunir, enterrando mi cara en su cuello. Quería decir tantas cosas, pero el miedo y el dolor me paralizaron, estoy temblando como un niño, con el pecho retumbando a más no poder y lo único que quiero y necesito es sentirlo cerca.


[Takemichi] - Preparatoria Ymir Freiheit

Aquel abrazo terminó de devolverme el alma al cuerpo.

No entendía lo que me pasó, supongo que simplemente me había desmayado por el cansancio. Llevo varios días sintiéndome un tanto débil por haber pasado tantas noches en vela, pero nunca me hubiera imaginado que mi cuerpo iba a terminar reaccionando así e iba a perder la consciencia de un momento a otro. La pequeña discusión con Mikey, la presión y el cansancio, de seguro todo tuvo que ver con el desmayo. Estaba asustado y no quiero que mi salud siga decreciendo, tenía que encontrar el modo de cuidarme más y de cumplir con mis obligaciones sin tener que desvelarme tan a menudo, ¿Cómo? ¿Renunciando a salir con Mikey? No, nunca podría renunciar a eso.

Cuando sentí sus brazos rodearme con fuerza, su respiración rebotando entre mi cuello y mi hombro derecho, su pecho latiendo contra el mío,  sentí por fin que volvía a estar en calma, el mareo, la angustia y la ansiedad habían desaparecido. Era el efecto que causaba Mikey en mí, un efecto parecido a la anestesia.

¿Sigue enfadado conmigo? No lo sé, ahora está muy preocupado por mí. Lamento haberlo asustado de esa forma y, sobre todo, siento tanto que creyera que me avergonzaba de él, no es así, por supuesto que no. Tengo que explicárselo, no me gusta que esté dolido o molesto conmigo. 

—Perdóname —Susurró Mikey con voz quebrada en mi oído, haciéndome cerrar los ojos en un gesto desesperado, y encima me pide perdón cuando fuí yo el que no se había explicado bien.

—No digas eso —Dije mirando al techo —Fue mi culpa.

—No, Takemitchy —Me interrumpió levantando la cabeza al tiempo que clavaba sus ojos negros en los míos —Fui yo, diciéndote esas estupideces, escucha, yo… entiendo que no quieras decir nada, no volveré a tratarte de esa forma ni a dejarte solo e ignorar tus llamados, te lo prometo.

—Mikey, solo escúchame —Hablé tratando de mantener la calma. No quería exaltarme demasiado, aún me encontraba débil, pero necesitamos hablar —Si te pedí que no dijeras nada fue por miedo a que Kazutora le diga lo nuestro a mis padres, ellos podrían prohibirme volver a verte, los conozco y sé que lo harían.

Hubo un silencio durante el cual la expresión en el rostro de Mikey cambió, nuestras respiraciones estaban aceleradas y de repente hacía mucho calor.

—Si eso llegara a pasar, ¿Puedes decirme qué haría? Si crees que Kazutora es problemático, no conoces a mis padres  —Terminé soltando y, en un último arranque de valentía dije un poco más de mi verdad —Sabes que mi hermano está... en malos pasos y... y a veces, consume tras una fiesta, me preocupa que confiese todo cuando está en ese estado y lo digo porque lo he visto, no sabes las cosas que declaró frente a mis padres estando drogado —Un suspiro se escapó de mis labios —Y a la mañana siguiente ni lo recuerda.

Sus ojos se abrieron junto a sus labios, estaba deseando decir algo y probablemente comenzó a darse cuenta de que había malinterpretado las cosas porque yo no me había explicado bien, no importa, lo importante es aclararlo todo. 

—Yo nunca podría avergonzarme de ti, no vuelvas a pensar eso, por favor, no cuando lo que más quiero es salir y gritarle al mundo que te quiero.

La sola idea de perderlo me provoca ganas de llorar, necesito que entienda esto.

Mikey no me dejó decir nada más. Sus labios callaron los míos en apenas una milésima de segundo, sus manos acariciaban mi rostro y yo me entregué a ese beso como si no existiera nada más en el mundo. 

—Soy un desastre —Murmuró en mis labios.

—Eres mi desastre —Sonreí a escasos centímetros de su boca antes de volver a besarlo, con más ganas, fuerza e intensidad, con más pasión que nunca. 

A partir de ahí, todo se descontroló. 

No transcurrió mucho tiempo hasta que sentí los labios de Mikey deslizándose por mi cuello, sus manos desabrochando con movimientos rápidos y torpes mi camisa, y sus dientes mordiendo con ansias mi piel. Todo estaba sucediendo demasiado rápido y yo sentía que poco a poco el calor del lugar incrementaba, me encontraba sudando y no pude jadear por un estremecimiento cuando Mikey trepó a la camilla y se recostó encima de mí, chocando su pecho contra el mío, ya semidescubierto, haciéndome notar su entrepierna contra la mía. La sensación me hacía vibrar, marearme, temblar y jadear.

—Estás loco —No era una pregunta, sino una afirmación, lo miré a los ojos hallando en su mirada la ansiedad, la desesperación y su excitación —Aquí no podemos.

—¿No lo estás deseando? —Susurró con ese tono de voz tan irresistible al mismo tiempo que iniciaba un movimiento de caderas hacia adelante y atrás, provocando de este modo que nuestras evidentes erecciones chocaran a través de la ropa.

—Ah… —Gemí sin controlarme. Esto es una locura, ¿Cómo somos capaces de pasar de la confusión a un malentendido y de ahí a esto? A pesar de estar medio desvestidos, no podíamos hacerlo en medio de la enfermería. ¡Puede entrar alguien en cualquier momento! —Pueden vernos.

—Vamos —Susurró Mikey haciéndome temblar de nuevo. Odiaba y adoraba cuando usaba ese tono de voz tan sensual e irresistible —Así es más excitante.

Me estaba provocando con ese movimiento de caderas, podía sentir mi miembro crecer a gran velocidad hasta que se volvió incluso doloroso tener el pantalón puesto. Mikey debió notarlo, puesto que me dirigió una sonrisa pícara y desabrochó tanto su pantalón como el mío, bajándolos a la vez. 

Sudaba y me sentía arder, su piel quemaba y sus besos me estaban volviendo loco, el roce de sus dientes contra mi piel me hacía retorcerme de excitación sobre aquella diminuta camilla pidiéndole más. Mikey también se encontraba al borde de la locura, puedo sentirlo, y no comprendía cómo nos pusimos de esta forma, tan de repente, supongo que era debido al malentendido de antes, ¿Es a lo que llaman sexo de reconciliación? Ahora, tras aclararlo todo, sentíamos la urgente necesidad de besarnos y tocarnos, sentir que estábamos ahí, uno junto al otro.

Pronto, Mikey se deshizo el nudo de mi corbata, la cual acabó en el suelo junto a mi camisa y nuestros pantalones. Ya en ropa interior, lo miré a los ojos tragando saliva. No puedo creer que fuéramos a hacerlo en el instituto. 

—Qué mala influencia eres —Le susurré al tiempo que, con mis manos, terminaba de desnudarnos a los dos, Mikey se mordió el labio inferior y me sonrió.

—¿Eso… te gusta? —Murmuró buscando con su mano mi entrada.

Lentamente sentí su dedo índice penetrarme, lo cual me arrancó un pequeño gemido y en cuanto sintió que comenzaba a acostumbrarme, introdujo un segundo dedo y un tercero.

Yo me retorcía de placer y sentía que iba a estallar en cualquier momento, al mismo tiempo, no podía dejar de observar de reojo la puerta. No quería ni pensar que alguien entrara porque ese sería el fin. Sin embargo, en cuanto sentí como Mikey retiraba sus dedos de mi y apuntaba su miembro a mi entrada, no pude pensar en nada más que no fuéramos él y yo. A pesar de haber discutido un poco aquella mañana, ahora mismo me siento la persona más feliz del mundo. Iba a ser suyo de nuevo, al fin iba a sentirme suyo y él iba a ser completamente mío.

—Me encanta —Jadeé la respuesta a su pregunta, sin dejar de mirarlo. Mis palabras parecieron gustarle, pues acentuó su sonrisa e inclinó sus labios hasta los míos.

—Te amo —Susurró en el preciso momento que entraba en mí. 

Otra vez puedo sentir aquella oleada de placer, de locura, dolor y excitación, otra vez esa sensación de estar vivo y completo, esas cosquillas y las ganas de gritar provocando un terremoto en mi pecho. Mikey se movía lentamente, pero en cuanto sintió que yo comenzaba a retorcerme pidiéndole más, comenzó a embestir.

Con cuidado, alzó mis piernas y las situó sobre sus hombros quedando de rodillas. Cada estocada de su parte me hacía gemir y jadear, necesitaba mucha fuerza para no gritar de placer y felicidad al sentir que era suyo. No quería que nunca se acabara, que nunca saliera de mí y, sucedió, no recuerdo si transcurrió mucho o pocos minutos, tal vez segundos, tal vez minutos, no lo recuerdo, lo cierto es que sucedió. Esa embestida final que provocó un fuerte gruñido en nuestras gargantas al tiempo que sentía como llegaba a mi límite y sentía que esa locura terminaba de consumirme irremediablemente, el fruto de mi deseo caía sobre mi vientre y Mikey me llenaba con su esencia. 

Podía sentir todo. Su olor, su piel pegándose a la mía, su respiración en mi nuca, sus labios buscando los míos desesperados, el peso de su cuerpo cayendo sobre mí, esa es su manera de sentir, de querer. Solo pude pronunciar dos palabras antes de cerrar los ojos y rodearlo con mis brazos, sintiéndome pleno al tenerlo tan cerca y sentirme suyo. 

—Yo también te amo.

Chapter 11: Pensando en el mañana

Chapter Text


[Sōuya] - Preparatoria Ymir Freiheit

Tanto Takemichi como Mikey no aparecieron durante las dos primeras clases.

Entre explicación y explicación del profesor Smith, Yuzuha me había lanzado una nota de papel en la que me preguntaba si sabía algo de ellos, solo respondí con una negación de cabeza. Al verme, bufó molesta y se dedicó a lanzarle una nota similar a Haitani, sentado varias mesas detrás de mí, él también negó antes de seguir  prestando atención a la clase.

Aunque trato de evitarlo, no podía sacarme de la cabeza la conversación que tuvimos hace un rato. Eso que me dijo tan de repente, sobre mis ojos y mi pelo, de que eran bonitos, ¿De dónde vino? ¿Tiene algún sentido que yo lo esté reprochando que me haya interrumpido mi tiempo con Mitsuya y que para evadir la culpa, me diga que le gusta el color de mis ojos? No pude evitar sentirme nervioso, prácticamente me había quedado sin habla y solo pude mirarlo embobado, como un verdadero imbécil mientras se alejaba.

No lo entiendo. No entiendo por qué me dijo algo así, ¿No me había convencido ayer de que no éramos amigos? ¿No había aceptado después de todo que, por más intentos que yo hiciera para caerle bien, Haitani nunca se había interesado en hablar conmigo? ¿A qué vino lo que dijo hace un rato? ¿Acaso yo me había equivocado y sí le agrado, pero es mucho más tímido que yo? Porque si era así, vaya manera de demostrarlo. Diciendo de la nada que le gustaban mis ojos y mi cabello. Por favor, así no se hacen las cosas, ¿No se daba cuenta de que me había desconcertado por completo? En aquel momento yo me encontraba fuera de órbita y  no sabía cómo responder, ¿Es una señal de que debo seguir intentando ser su amigo?

Si no fuera tan callado, todo sería mucho más fácil.

Entonces, ¿Me toca ir hasta él y hacerle otro cumplido? No, no, que locura, si yo hiciera eso probablemente se asustaría de la misma forma que yo me asusté. De seguro Haitani no pensó en lo que decía, eso es obvio, porque nadie medianamente normal se acerca a otra persona con la que solo ha cruzado cuatro palabras en toda su vida y le dice, con la mayor tranquilidad del mundo, que sus ojos y cabello son bonitos. En especial si ese alguien es un chico y abiertamente gay, él debe saberlo, todos los saben, digo, tengo una mi teléfono tiene una funda con la bandera de mi comunidad, algunos broches en la parte delantera de mi mochila y una muñequera con los colores del arcoíris. Es muy obvio, ¿No?

Suspirando, me giré para verlo con disimulo.

Mantenía su mirada púrpura fija en la pizarra, y parece muy concentrado en la clase. Tras un par de segundos, crucé mis brazos sobre la mesa con mi barbilla entre ellos frunciendo el ceño. Ese chico es raro, mira que tener el descaro de estar tan tranquilo mientras yo me comía la cabeza con él es algo sorprendente, de seguro ya ni se acordaba de lo que me dijo, y yo pensando en tonterías para nada.

Sé de sobra que es una persona despistada, de lo contrario no habría dejado su cuaderno en la cafetería. ¡El cuaderno! Casi lo olvido por completo. Al recordarlo, me incliné sobre mi mochila y la saqué cuidando que nadie me viera.

Acto seguido, lo abrí por la primera página donde se apreciaba el nombre de Haitani escrito en un graffiti de color flúor con detalles azules, amarillo, negro y rojo, rodeado por múltiples formas de estrellas y caritas con X en los ojos y dientes afilados. ¿Debería leer un poco? Probablemente lo correcto sea devolverla y olvidarme del asunto. Olvidarme del cuaderno, de lo raro que era su dueño y de su loco comentario sobre mis ojos, sí, eso es lo correcto.

Aunque, la verdad es que no quería devolverle nada, soy honesto conmigo mismo. Lo único que quería era saber qué me tocaba a mí hacer ahora con él para que tengamos una amistad normal. ¿Cómo me comporto cuando hablemos? Por otra parte, confesó que él y Hanemiya no eran amigos, y yo que creía que se había molestado por la forma en que le grité en medio de aquella cafetería.

Una vez más giré para verlo con disimulo y, en esta ocasión, sentí que el corazón casi se me salía por la garganta al descubrirlo mirándome.  Él es tan extraño e impredecible, ¿Qué le estará pasando por la cabeza? ¿En qué piensa durante todo el día? ¿Qué secretos guarda? ¿Por qué apenas habla teniendo en cuenta que todos a su alrededor son tan sociables y llamativos? ¿Por qué es tan reservado? Y sobre todo, ¿Por qué parece que siempre está triste? Cuando mi mirada se encontró con la suya, me dirigió una sonrisa leve, a la cual yo correspondí casi de forma automática sintiendo cosquillas en el estómago; y ahora… nos sonreímos.

Dicho y hecho, es raro. 

¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo comportarme con él de ahora en adelante? ¿Debía tratar de seguir conociéndolo? ¿Intento ignorarlo para que avance a su ritmo? ¿Ignorarlo? ¿Cómo podría ignorarlo después de ese comentario sobre mis ojos y cabello? ¿Cómo iba a ser capaz cuando me llamaba tanto la atención eso que se le estaba pasando por la cabeza?

Casi sin pensar en lo que hacía, volví a observar el cuaderno. No debía, sé que no es correcto y mi curiosidad no me mataría, pero no pude evitarlo, pasé a la siguiente página hallando un poema 

En numerosas ocasiones me han confesado que la melodía más perfecta y hermosa que existe en todo el mundo es aquella que emite el viento filtrándose entre las ramas de los verdes árboles en otoño. No obstante, yo prefiero oír tu voz.

Nada supera en belleza a un amanecer sobre el mar, dicen, y sin embargo, yo me inclino para mirarte a ti.

¿Qué puede ser más dichoso que contemplarte reír a carcajadas? ¿Qué mayor felicidad puedo yo anhelar cuando poseo la ventura de respirar el mismo aire? ¿Por qué llorar por no poder susurrar en tu oído que te amo? 

Tal vez nunca lo sepas, pero con sentirlo, es suficiente para mí.

Al terminar de leer aquella página, alcé la mirada sintiéndome ido.

¿Haitani estaba o está enamorado? Como un resorte, volví a girarme hacia él, permanecía con la cabeza agachada escribiendo algo en sus apuntes, ya no me mira, La verdad es que no tengo muy en claro cómo me siento en este momento.

Acabo de leer, probablemente, el texto más bonito y a la vez más triste que leí en toda mi vida. Quizás era por eso que de pronto sentía algo extraño en mi estómago, como una carga muy pesada y amarga, también puedo percibir algo dulce en mi garganta. Era una sensación con la que no estaba familiarizado, y es extraño, porque me empeño en que debía sentir algo con todo, en tomar una decisión sobre qué hacer, cómo comportarme con él o en tener las cosas claras y no llegaba a ninguna conclusión. Sin embargo, con Haitani nada estaba claro, ni lo que yo pensaba de él, ni lo que él pensaba de mí, ni siquiera quedaba clara la definición de la sensación que se quedó dentro de mí al leer algo tan dulce y amargo.

En los bordes del poema había unos bonitos dibujos de flores con enredaderas, muy diferente al estilo que se aprecia al inicio y en la portada, estos eran dibujos delicados hechos con lápiz y algún ocasional color en las puntas de las flores.

—Muy bien, ya terminamos, disfruten de su descanso.

Mientras nuestros compañeros salían del aula en desorden bajo la mirada aburrida del profesor, pensé que no había por qué tomar una decisión inmediata. 

Puedo aguardar a ver qué ocurre y esperar a comprobar si algún día se daba el caso de ser amigos o, por el contrario, comenzábamos a alejarnos hasta volver al principio: Esos días en los que simplemente cruzábamos un breve “hola” junto a una sonrisa al caminar por los pasillos, ese sería el camino más fácil. 

¿No hacer nada? ¿Dejarlo todo en manos de la suerte? No, me conozco, sé perfectamente que aunque trate de autoconvencerme de obrar así, al final terminaría haciendo todo lo contrario. ¿Para qué negarlo? Ese chico me llama la atención, o más bien, sus pensamientos. Su forma de comportarse, de hablar y de ser no se parecía a nadie que yo hubiera conocido antes. ¿Era eso malo? ¿Estaba mal que quisiera saber sobre él y conocerlo? Siendo honesto, me da igual. Me había bastado leer esa primera hoja de su famoso cuaderno, ese que llevaba a todas partes y no permitía que nadie viera nunca, para haber tomado una decisión, una que es muy probable que me salga mal con toda seguridad y que al final no conseguiría nada, quizás es posible que hasta se enoje conmigo por querer saber de él, pero poco me importa.

Acabo de tomar una decisión.

No sabía cómo iba a avanzar de ahora en adelante, cómo iba a hablarle o cómo podría actuar, al menos la decisión de conocerlo ya estaba tomada.

Al fin y al cabo, no todos los días le dicen a uno que sus ojos y cabello son bonitos. Aunque me hubiera enfadado con él por lo de la cafetería con Kazutora o por interrumpirme con Mitsuya más temprano, después de ese comentario pensaba que se merecía una oportunidad. 

—¡Smiley, Angry! ¿Vienen al patio?

El rostro sonriente de Mitsuya mirándome desde la puerta del aula me hizo esbozar una gran sonrisa de oreja a oreja. Ese chico me volvía loco, él era la razón por la que siento a cada rato ese torbellino de felicidad girando dentro de mí y esas ganas de saltar, de reír a carcajadas y disfrutar del mundo como un niño. Más ahora que parecía que se preocupaba por mí más que nunca. 

Yo sé, estoy convencido de que podría llegar a gustarle a pesar de lo que diga Smiley, llegará el día en que el que me querrá a mí tanto como yo a él, y no sabía por qué, pero presiento que ese día estaba muy, muy cerca. 

—¡Ya vamos! —Exclamé con energía corriendo hacia él con Smiley siguiéndome a paso tranquilo, aparté de forma instintiva cualquier pensamiento sobre Haitani, su cuaderno y su comentario, ya me preocuparía de eso más tarde.

Mi prioridad es Mitsuya, y siempre lo será.


[Manjirō] - Preparatoria Ymir Freiheit

—Vamos, cambia esa cara, la próxima vez prometo llevarte a un hotel —Bromeé mientras caminaba junto a Takemitchy a través del pasillo. Hace rato que salimos de la enfermería, después de vestirnos y ordenar todo. Por suerte, Takemitchy se encontraba mucho mejor, sin mareos ni dolor de cabeza —Está claro que el susto de hacerlo en la enfermería te ha quitado cualquier malestar que estuvieras sintiendo. 

Ante mi comentario, me gané un fuerte golpe en la cabeza, Takemitchy no despegaba la vista del suelo ni por accidente. Se había pasado todo el camino murmurando algo parecido a “qué locura”, “es tu culpa”, “mala influencia”, mientras caminaba a mi lado, y yo, ante sus mejillas sonrojadas y ese movimiento nervioso de retorcerse las manos que tenía, no pude dejar de sonreír. Es tan adorable.

—Estás loco y me contagiaste tu locura —Murmuró mirando de un lado  a otro con la cara roja. 

No pude reprimir una carcajada. Verlo así de nervioso y tan sonrojado por lo que acababa de pasar, hace que se me cayera la baba. Realmente no entiendo cómo fui capaz de pensar que se avergonzaba de mí, ¿Cómo pude dudar de él? Siempre tengo que meter la pata para arreglar las cosas como dos personas civilizadas, sobre todo con las personas que más me importaban, parece que todavía no soy capaz de reprimir esos impulsos.

¿Por qué siempre tengo que estropearlo todo? Y más aún con Takemitchy, nunca le dejaba explicarse, nunca, y cada vez me lanzaba a sacar todo tipo de suposiciones estúpidas sin dejarle hablar, ya había pasado cuando su compañero del consejo le besó hacía semanas, y ahora vuelve a ocurrir cuando me pedía que no le contara a nadie sobre lo nuestro para tratar de proteger nuestra relación, yo iba y lo confundía todo. ¿Por qué solo pienso en los peores escenarios? 

—¿Mikey? —Takemitchy se detuvo al notar que yo me había quedado parado en medio del pasillo —¿Qué pasa? 

Me costaba un diablo mirarlo a los ojos.

—No te merezco, Takemitchy —Susurré con un tono de voz más calmado del que en un principio creí que iba a emitir. Me siento como una auténtica mierda, siempre termino lastimándolo de una forma u otra, cada vez él acababa perdonando, otro me hubiera mandado al diablo hace rato —Nunca te dejo hablar cuando hay un malentendido, termino empeorando la situación daño y...

—Para, para —Me interrumpió parándose delante de mí y agarrando mis manos con fuerza —Mírame, por favor —Tras tragar saliva, alcé mi cabeza agachada y clavé mis ojos en los suyos. No pude evitar estremecerme desde los pies hasta la cabeza al notar que me sonreía —Tranquilo, deja de ser tan duro contigo mismo, ¿Quieres? A mí… Mikey, a mí lo que menos me haces es daño y si, hay veces donde nos dejamos llevar, pero apenas comenzamos y confío en que vamos a encontrar un equilibrio.

Hubo una pausa durante la cual yo sentí que tanto su respiración, como la mía, se aceleraban al mismo tiempo. 

—Lo único que me das día a día es una felicidad que no creía que existiera. ¿Cómo puedes culparte o pensar que me haces mal, cuando eres lo mejor que me ha pasado? Ya te lo dije ayer, ¿Recuerdas?

Un nuevo estremecimiento.

Un nuevo escalofrío.

Casi de forma instintiva, apreté sus manos con fuerza y lo miré con una gran expresión de ternura. No pude evitar pensar en su desmayo hace un rato, en lo que si le hubiera pasado algo si yo no hubiera…

—Es que… a veces hago cosas que son motivos suficientes para darme un puñetazo, y te juro que intento cambiar y no ser impulsivo…

—Pero es que yo no quiero que cambies, solo necesitas controlar ese temperamento —Me interrumpió mirándome a los ojos, usando un tono de voz serio y ansioso. Sentía que realmente se esforzaba porque le entendiera —Yo te quiero así, me enamoré del chico que eres con tus locuras, tu impulsividad, tu mala suerte, tus bromas y tus arrebatos inesperados. Solo no exageres.

Suspiré.

No habíamos soltado nuestras manos, sino todo lo contrario. Nos agarramos el uno al otro con fuerza, yo no podía quitarme de la cabeza lo lo que le habría pasado a Takemitchy si yo no hubiera salido corriendo como un completo idiota impulsivo, él no se habría alterado tanto y probablemente ni se hubiera ahorrado el desmayo.

—Te quiero —Aquello fue lo que me hizo reaccionar. Lo que me hizo no poder más, sin apenas mirarle, tiré de sus manos y para abrazarlo enterrando mi cara en su cuello —Mikey…

—Si te hubiera pasado algo no sé qué hubiera hecho. No sé si puedo soportar perder a alguien más —Susurré cerrando los ojos con fuerza, sin mirarlo, aun abrazado.

Al principio, pareció que Takemitchy iba a decir algo, pero al final se lo pensó mejor, y simplemente me correspondió el abrazo suspirando. 

Comprendí que aquella era una de esas situaciones en las que las palabras sobraban entre nosotros, por más locura que parezca, nos llegamos a conocer hasta tal punto que ni siquiera a veces no es necesario decir lo que se nos pasa por la cabeza. En los momentos importantes las palabras sobraban. Sabía lo que nos bastaba:  Sentirnos, y aquel abrazo que me devolvió a mí, me hizo sentir mucho mejor. 

—Estoy bien —Sonrió Takemitchy pasados unos minutos, cuando al fin nos sentimos lo suficientemente tranquilos como para separarnos —Y voy a seguir estando bien, ¿Sabes por qué?

—¿Por qué? —Sonreí, me volvían loco las ganas de volver a besarlo.

—Porque yo sé que vas a cuidar de mí y también sé que contigo no puede pasarme nada malo.

Respiré hondo tratando de calmar el ansia que sentía de tomarlo de la mano, sacarlo de allí y llevarlo lejos a algún lugar en el que nadie nos encontrara y nos molestara nunca más, tal como Shinichirō hizo con su novio apenas tuvieron la oportunidad. No entiendo cómo Takemitchy es capaz de causar ese efecto en mí, esa emoción cuando nunca fui una persona que se emocione con cosas simples. 

—Nada malo, te lo juro, mi amor. Además, a partir de ahora, todo va a ir a mejor para ti porque intentaré controlar mi temperamento, ya lo verás. Ese desmayo fue por no descansar bien, sé que tienes trabajo y que a cada rato te desvelas por estudiar, pero eso se acabó. Yo voy a ayudarte. No entiendo un carajo los asuntos con el consejo y es muy probable que más de una vez me equivoque —Takemitchy rió, antelo cual yo sonreí de oreja a oreja —Pero aunque terminemos metidos en un manicomio, voy a ayudarte. Te juro que no volverás a pasar otra maldita noche en vela por culpa de estar demasiado ocupado. 

Takemitchy ahora solo sonríe mirándome hablar, noté que sus ojos comenzaban a teñirse de un tono rojizo. Ante eso, me callé en seco y lo miré arqueando las cejas. 

—¿Qué pasa? —Pregunté temiendo haberla vuelto a hacer algo malo. No encontraba otra razón por la cual pareciera a punto de llorar.

—Nada —Suspiró frotándose los ojos y sorbiendo la nariz —Es solo que me emocioné. Nunca nadie se había preocupado por mí de esa manera.

No deja de sorprenderme que fuera tan tan adorable, son increíbles las ganas que tengo de protegerlo y cuidarlo cuando le miraba. 

—Tonto —Susurré pasando mis dedos por su flequillo, apretándolo de sus enormes ojos azules.

—¿Puedo pedirte algo? —Dijo de golpe mirándome con ansiedad, al ver su expresión, me di cuenta de que se estaba muriendo de ganas por decirlo y no terminaba de sentirse capaz.

—Claro —Dije sin soltar su pelo.

—Si me ayudas con mis tareas, también debes hacer las tuyas. No te pido un diez en los exámenes, solo que que dejes de darle motivos a la directora para expulsarte. 

Al escucharlo reí con ganas y me llevé una mano a la frente. ¿Yo, estudiando para complacer a la anciana? Estaba claro que cualquier otra persona a la que se le hubiera ocurrido pedirme algo así, se habría ganado un buen puñetazo, pero claro, no se trata de cualquier persona, sino de Takemitchy.

—Sé que nuestras peleas la mantienen joven —Bromeé cruzando mis brazos —No te preocupes, si quieres más tranquilidad, supongo que haré lo que pueda. Solo no me pidas demasiado.

Takemitchy soltó una carcajada al oírme y me abrazó.

—Gracias, Mikey. 

Justo en el momento en el que le devolvía el abrazo, comenzamos a oír el ruido de los alumnos saliendo de las aulas tras el anuncio de la campana, significa que es tiempo del descanso. Takemitchy y yo nos separamos con un movimiento rápido antes de que alguien pudiera vernos y tras dirigirle una sonrisa cargada de picardía, dibujé en mi rostro una fingida expresión enfadada y comencé a gritar, fingiendo como uno de los mejores actores. 

—¡Ya me tienes harto! No voy a firmar ningún papel, entérate de una vez —Takemitchy reprimió una pequeña risa, y a continuación me imitó, observando por el rabillo del ojo cómo empezaban a mirarnos, igual que antes —Solo sabes fastidiar.

—¡Esas deberían ser mis palabras! Eres un irresponsable y estoy cansado de tener que rellenar informes tuyos, creo que ya eres bastante mayorcito, así que usa la cabeza.

—Haré lo que me dé la gana, presi, a mí nadie me da órdenes.

—Te las dará la directora si así lo quiere, ¡Voy a buscarla ahora mismo! Veremos cómo te las arreglas con ella! 

—Anda, ¡Corre a besar el suelo donde camina como siempre! Es lo único que se te da bien aparte de molestar.

Nuestros gritos se perdían por el pasillo principal a medida que nos acercábamos al hueco de las escaleras hasta llegar a una zona en la que nos encontramos solos. De lejos, aún se podían oír los murmullos de los alumnos, que sonaban a algo así como: “ya están peleando otra vez”, “la paz fue buena mientras duró”, “me extraña que no hayan llegado a los golpes”, “siempre igual ” o “volvieron el perro y el gato”. Al quedarnos solos, miramos hacia atrás de forma simultánea y soltamos una fuerte carcajada. ¡Hace mucho no éramos centro de atención de esa forma!

—Muy buena actuación, muchachos —Esa voz seguida del sonido que producían los aplausos, nos hizo girar hacia las escaleras, por las que bajaban Yuzuha, Draken y Rindō. Ella había hablado, mientras aplaudía con una gran sonrisa en su rostro.

—De primera —Nos dirigimos a ellos.

—¿Dónde estaban? —Preguntó cruzando sus brazos con expresión desafiante, cara que le duró un segundo, al momento de haber hablado, comenzó a sonreír pícaramente y a señalarnos con el dedo —No me digas que estaban…

—¡No! —Gritamos Takemitchy y yo al mismo tiempo.

Por el rabillo del ojo vi como se sonrojaba hasta las orejas y agachaba la cabeza. Yuzuha comenzó a reír a carcajadas junto a Draken, que ya no estaba tan somnoliento.

—¡Deja de reírte! —Grité de mal humor y conseguí que riera con más ganas.

—Los estábamos buscando —Intervino Draken en nombre de la paz a pesar de que continuaba sonriendo con burla, justo a tiempo, porque yo ya me encontraba yendo hacia como amiga.

—¿Está todo bien? —Preguntó Rindō dirigiéndome una mirada con la que comprendí que se refería a lo que había pasado en la azotea. 

—Todo bien —Asentí dirigiéndole mirada tranquilizadora —Takemitchy se mareó un poco y fuimos a la enfermería, eso es todo.

—¿Nos perdimos de mucho? —Preguntó Takemitchy con interés, sin dirigirse a nadie en particular.

—Solo la lección de historia, del profesor Smith y la de biología con Sangū —Respondió Yuzuha con indiferencia mirándose las uñas.

—Mejor, ese profesor es el más aburrido —Bufé introduciendo mis manos en los bolsillos.

—Mikey —Dijo Takemitchy en tono resignado mirándome con las cejas arqueadas.

¿Qué? No dije nada raro, es verdad que ese profesor siempre tiene tres o cinco alumnos dormidos.

—Como sea, ¿Salimos afuera? —Intervino Yuzuha alegremente colgándose del brazo de Rindō.

—A la azotea, así no nos encontramos con nadie que venga a molestar —Murmuré comenzando a subir la escalera, sintiendo como los demás venían tras de mí.

Los cinco nos sentamos allí y pasamos el resto del descanso charlando y oyendo música a través del altavoz de mi teléfono, Yuzuha a veces cortaba frutas que compartía con todos. Sorprendentemente mantuve el buen humor el resto del día, y ni siquiera me molesté cuando Takemitchy preguntó por Angry y Rindō le respondió que estaba en el patio con su hermano y Mitsuya, era un buen amigo, lastima que las cosas no acabaron bien entre él y Draken en su última pelea, aunque nunca supe lo que sucedió.

El resto de las clases fueron aburridas, pero en la tarde también nos reunimos y eso me ayudó a superarlo.

Fuimos a la tienda de Ran, y allí estuvimos ayudándolo con las cajas y la organización, parecemos su mano de obra barata, solo que no nos da un centavo y solo es abuso de poder. Takemitchy se llevó sus tareas a la tienda y, tal como prometí, lo ayudé en lo que pude. Estuve a punto de rendirme más de una vez con las matemáticas, pero me bastaba con verlo reír a carcajadas ante mi desesperación con las ecuaciones, para que el resto del mundo fuera ignorado.

Al final, Yuzuha y Rindō también se unieron, y como Ran estaba feliz de vernos haciendo algo del instituto, aceptó dejarnos libres de su trabajo esclavo. Tras un buen rato acabamos los deberes en comitiva y sin darnos cuenta, el día terminó, y aunque fue un día de locos, al volver a mi casa y meterme en la cama con Mini Mikey acurrucado a mis pies, no pude evitar sonreír al pensar en Takemitchy. En serio quiero hacer las cosas bien. ¿Yo… sería comenzar un psicólogo? Tal como me recomendó Emma hace años, dijo que a ella y a Izana le ayudaron, quizás sea una buena idea. De verdad quiero mejorar mi mala actitud.


[Rindō] - Departamento de los Haitani

Tras la octava llamada sin respuesta, decidí hacer a un lado el teléfono e ir a buscarla. Necesitaba hablar con ella y no podría estar en paz hasta que no se aclaren las cosas entre nosotros. Si bien yo no podía corresponder a sus sentimientos, lo cierto es que apreciaba profundamente a Luna, y lo que menos quiero es perder su amistad o que ella continuara pensando lo peor de mí.

—Vuelvo enseguida —Le dije a mi hermano, que intentaba hacer la cena y cronometraba cada segundo para asegurarse de no fallar.

Estaba tan concentrado en su tarea que simplemente asintió sin decir nada. Me cubrí con una chaqueta negra, los audífonos grandes y una bufanda para cuidarme del frío.

No tardé más de quince minutos en llegar a su casa.

Suspirando, comprobé la hora y me percaté de que quizás, era demasiado tarde para una visita de cordialidad, capaz discutía con su hermano Mitsuya, tampoco es correcto presentarme sin avisar, pero lo cierto es que no podía esperar más, necesitaba hablar con ella y hacerle entender que yo no pretendía jugar con sus sentimientos.

Mis objetivos se vieron frustrados cuando al tercer intento de llamada al timbre de su casa, su vecino se asomó al jardín. Era un señor que probablemente rondaba los cincuenta, y se hallaba ataviado con ropas oscuras. Tras preguntarle por Luna, el señor me informó que la madre estaba trabajando, las niñas salieron de viaje con unos amigos y el hijo todavía no llegaba a casa, al parecer ellas se fueron esa mañana y no regresarían hasta unas semanas más tarde.

De este modo, y sintiéndome abatido, agaché la cabeza y me dispuse a regresar a casa sin haber podido hablar con Luna, subí los audífonos a mis orejas para cubrir el ruido del exterior e interior, consciente de que merecía lo que estaba ocurriendo, al no haber reunido el suficiente valor antes como para afrontar las consecuencias de mis actos. Lo que realmente me hacía sentir mal, era que la que menos se merecía nada de ello, era Luna, y probablemente es la que peor lo está pasando.


[Takemichi] - Casa de los Hanagaki

Los días siguientes transcurrieron rápido, mucho más de lo que hubiera querido en realidad.

Mikey cumplió su promesa y no había tarde que no le dedicamos un rato a las tareas. Es increíble, porque se mostraba entusiasmado para ayudarme, pero en cambio, para resolver los suyos era la pereza personificada. A veces, Yuzuha, Draken, Rindō e incluso Angry se unían a nosotros. Esos ratos me los pasaba muy bien cuando siempre hice todo en solitario, antes ayudaba a Kazutora aunque fuera un año más grande o solo solíamos compartir las horas de estudio, claro, hasta que cayó en las adicción. Ahora los trabajos más pesados se volvían más llevaderos si se compartían. Además, como todos nos ayudábamos, terminamos enseguida, y de ese modo, nos quedaba el resto de la tarde para hacer lo que quisiéramos.

Le había prometido a Mikey no volver a desvelarme y lo cumplí. Ya no siento sueño, mareos, náuseas, ni dolor de cabeza. Todo lo contrario, me encontraba bien y lleno de energía, con ganas de reír a cada momento. 

Nuestras salidas siempre eran diferentes. Solíamos estar en la tienda de Ran, paseando por el centro comercial arrastrados por Yuzuha, viendo una película en el cine, jugando con Mini Mikey en el parque, oyendo tocar a los chicos, e incluso visitamos una vez el albergue donde Angry suele llevar a los animales que encuentra en la calle. Los días pasaban sin que nos diéramos cuenta. Yo no había vuelto a tener problemas en casa con mis padres y mucho menos Kazutora que se habían dado cuenta de que pasaba las tardes fuera con mis amigos, estaba haciendo un buen trabajo disimulando cuando decís que iba a la biblioteca cuando en realidad me reunía con ellos, sin que se lo dijera me estaba cubriendo a su fría manera, o quizás solamente perdió el interés.

Al principio, cuando paseábamos por la calle, iba un tanto preocupado por si me topaba con mi hermano y sus amigos, en dos ocasiones sucedió sucedió. Intercambiamos miradas y su única reacción fue voltear.

Por suerte suele frecuentar sitios diferentes a los nuestros, así que por ese lado, no hay problemas.

Todo estaba bien.

Más que bien.

Me sorprendí cuando nos acercamos al final del primer trimestre en el instituto. El invierno estaba en su esplendor, y aunque aquel año no había nevado, a mí en cierto modo me consolaba la salida que realizaríamos con la clase. Sería una ocasión magnífica para distraernos y relajarnos antes de enfrentarnos a los exámenes finales. Solo permaneceremos cuatro días y tres noches en un hostal rústico que había reservado la directora tras tener listos todos los preparativos con mi ayuda, la locación se hallaba en la ladera de una pequeña montaña. Por lo que escuché, es un lugar ideal para disfrutar de la nieve y los deportes de invierno. No era eso lo que más me ilusionaba, sino la posibilidad de viajar junto a Mikey, estaba seguro de que nunca podría olvidar esa experiencia a su lado.

Nos quedaban tantas cosas por hacer y tantos lugares que ver, que la perspectiva de encontrarme junto a él en un pequeño hostal desde el cual poder ver amanecer sobre la montaña, me parecía algo ideal y romántico.

La semana antes de partir, Kazutora y yo llevamos las autorizaciones a casa, para que nuestros padres las firmaran. Nos encontrábamos los cuatro en el salón de casa, mi hermano no dejaba de hablar de lo estúpido que sería realizar un viaje y de cuantas ganas tenía de quedarse porque Kisaki no podría ir, mientras tanto, mi padre, sentado en el sofá, leía la autorización con una expresión de completo desprecio en su rostro. 

—No entiendo el sentido de estos eventos —Dijo con el ceño fruncido. 

Yo permanecí en un rincón del salón mirando la mesa de cristal con un nuevo adorno que compró mi madre, esta vez se trata de una doncella arrodillada y rezando. 

Sé que lo mejor es no hablar a menos que mi padre me hable, y lo que menos quiero es darle un disgusto para enfadarse conmigo.

—¿Esto es absolutamente obligatorio? —Preguntó con desdén incorporándose del sofá y dirigiéndose a Kazutora. 

—Si no lo fuera, créeme que no iría, Kisaki puede evadirlo porque tiene programada una operación —Eso atrajo mi atención, ¿Kisaki tiene problemas de salud? Nunca lo hubiera pensado —Tengo cosas mucho mejores que hacer.

—De eso no me cabe la menor duda —Sonrió mientras acariciaba la cabeza de Kazutora, enredando sus dedos en los mechones rubios, y pude ver su sonrisa fría e inexpresiva, igual que sus oscuros ojos, es como observar a un demonio.

Al final, mis padres prometieron firmar las autorizaciones más tarde, y nos dieron permiso para retirarnos. Kazutora saldría con Hanma y Kisaki, mientras que yo, como de costumbre, iría a estudiar en mi habitación.

—Tienes suerte de que el viaje sea obligatorio, Takemichi —Dijo mi padre entre dientes detrás de mí. Instintivamente, sentí un fuerte escalofrío que me estremeció por completo —De lo contrario, ten por seguro que no irías. No puedes permitirte perder el tiempo de esa forma cuando podrías estar estudiando o atendiendo la casa. Es más, quizás hable con tu directora, estoy seguro de que nos entenderemos y que contigo podrá hacer una excepción para que no tengas que ir a ese evento.

Sin poder evitarlo, me giré para verlo miré con un profundo temor en mis ojos, mezclando una pizca de rabia. Me hubiera encantado desafiarlo, gritar y poder hacer otra cosa aparte de mirarle temblando y sintiéndome inferior, pero no pude. Nunca podía. ¿Plantarle cara? Por favor, como si la sola idea pudiera ser posible en mi vida.

SNo obstante, no quiero que me impida ir a ese viaje.

—Por favor —Comencé, pero una sola mirada suya hizo que me callara en seco y bajara la cabeza.

No… no quería esto, no quería que me quitara también eso.

Yo quiero ir a la excursión, disfrutar de la nieve junto a Mikey y mis amigos. Mi padre ya me arrebató muchas cosas: Una vida feliz, el cariño de una familia, la estabilidad de mi hermano, la libertad de salir con un grupo de amigos y con la persona que quiero sin tener que esconderme, el poder de expresar mi opinión, todo me lo robó. 

¿Por qué tiene que robarme también esto?

¿Por qué todo lo que me hace ilusión, se empeña en romperlo de la forma más cruel?

¿Por qué me detesta tanto? Cómo si yo hubiera pedido nacer.

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