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Lavender

Summary:

Desde que Changmin y Jaejoong se conocieron a los 3 y 5 años respectivamente, habían tenido pocas separaciones significativas. Prácticamente cada etapa de sus vidas la recorrieron juntos desde aquel primer encuentro hasta el día en que Changmin se casó y se mudó a Busán, dejando a Jaejoong con el corazón roto.

Años más tarde, Changmin, ahora en sus treintas y con la historia de un matrimonio fallido a sus espaldas, tendrá que navegar la confusión y la ansiedad que despertaron al mudarse con su mejor amigo.

Notes:

Feliz soulfighters day <3

Chapter 1: RETIRADA

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

I. RETIRADA

Esa noche:

Changmin se detuvo frente a la puerta del departamento. Con cuidado reacomodó su postura, tratando de no despertar a Hana quien dormía plácidamente con la cabeza sobre su hombro izquierdo. El brazo que sostenía a la niña en su lugar le empezaba a doler por la incómoda posición y la mochila de Pororo que llevaba en el otro hombro se había empeñado en deslizarse una y otra vez por su brazo en el trayecto desde el estacionamiento del edificio.

¡Vaya día para que no funcionara el elevador! Normalmente nunca le costaba mucho trabajo cargar a Hana hasta el departamento, pero esta vez había tenido que subir cinco pisos de escaleras con la niña en brazos y todo lo que quería era entrar y poder recostarla en su cama lo antes posible.

Por si fuera poco, le tomó algunos minutos encontrar las llaves con la única mano que tenía libre. Una vez lo hizo, entró y nuevamente encontró el lugar en oscuridad.

Changmin suspiró. Jaejoong otra vez no estaba en casa.

Una de las reglas del departamento, era que mientras uno de los dos estuviera presente, al menos una de las luces de la sala debía estar encendida, como un gesto de bienvenida para el otro. Era la tercera noche consecutiva en que Min había sido recibido por un departamento a oscuras, y el nudo que se había instalado en su estómago desde el fatídico fin de semana, se apretó por enésima vez; conteniendo en él todos los ensayos de disculpas que hasta ahora no había podido ofrecer.

Pocas veces Changmin se había sentido tan estúpido como se sintió ese viernes después de que todas las emociones se asentaran y hubiera reunido la claridad suficiente para analizar sus acciones. Esa misma noche había querido correr de regreso al lugar y pedir la más humillante de las disculpas y de haber podido, lo hubiera hecho. En su lugar se había quedado en la sala toda la noche esperando el regreso de Jae para hablar con él y tratar de enmendar su error tan pronto fuera posible, pero Jaejoong no había vuelto a casa a dormir.

Las siguientes dos noches habían transcurrido de manera casi idéntica. Changmin había llegado, la oscuridad le indicaba la ausencia de su amigo, había esperado unas horas en las áreas comunes del departamento por su llegada, y eventualmente se había resignado e ido a su habitación a dormir. Aunque en su ansiedad, apenas lograba dormitar. Su cerebro parecía mantenerse alerta para notar la llegada de Jae.

Ambas noches, por la madrugada había escuchado la puerta principal abrirse y se había apresurado a sacudir el sueño y tratar de interceptar a Jaejoong. Pero este era mucho más rápido, y para cuando Changmin salía de su habitación, Jae ya se había encerrado en la propia, sin decir una palabra.

Min sabía que durante las tardes mientras él no estaba en casa, Jae se quedaba en el departamento. Lo sabía porque su presencia estaba marcada por todos los rincones del lugar. En la manta de Hello Kitty doblada sobre el sillón de la sala, en la cafetera limpia que reposaba con la tapa abierta, en la taza de Ponyo secándose en el rack al lado del lavaplatos, en el olor a tierra mojada del balcón, donde Jae nunca dejaba de regar las plantas.

Changmin suponía que Jaejoong había logrado evitarlo tan magníficamente por los últimos días a base de consultar el asistente virtual en la cocina, donde Changmin tenía que registrar su horario de todo el mes para poder coordinarse con Jinri en la rutina de Hana.

Desde aquel viernes en que Changmin había conocido una nueva cara de sí mismo —una insegura y desagradable, que le gustaría poder enterrar para siempre— había intentado hablar con Jaejoong por todos los medios posibles. Le había llamado, le había enviado mensajes, había tocado la puerta de su habitación por las mañanas. Nada había funcionado.

Las únicas respuestas que había obtenido de Jae fueron dos mensajes, el primero, unas horas después de que se dieran los eventos: “por el momento no quiero hablar”, y otro más el domingo, mientras Changmin lo esperaba en el comedor con el desayuno listo, Jaejoong aún encerrado en su cuarto: “Necesito espacio”.

Changmin había decidido dejar de insistir, y esperar a que fuera el mismo Jae quien se acercara a él. Se sentía sumamente avergonzado por haber transgredido los límites de su amigo y no estaba dispuesto a incurrir en ello nuevamente.

Ese día por la mañana, había dejado un post it en la puerta de la habitación de Jae, como único medio de comunicación:

-

Hyung,

Lo lamento mucho. Fui un estúpido.

Cuando estés listo, por favor déjame

disculparme como es debido.

No sé qué me pasó.

Saranghae    ㅊ

-

Con la pesadumbre que se había negado a abandonarlo en los últimos días y tambaleándose un poco en el esfuerzo de sostener a Hana con un brazo adolorido, y la muñeca y mochila de esta en el otro, Min procedió a quitarse los zapatos frente a la puerta empujándolos con sus pies. Encendió las luces tenues y pronto su vista fue distraída por un par de Nike blancos con detalles en colores neón que conocía perfectamente.

—¿Jae…? ¿Jaejoong? —dijo en un susurro, reaccionando que su hyung se encontraba en el departamento. Por un momento estuvo apunto de repetir el nombre en voz alta, para asegurarse de que en efecto Jaejoong estaba ahí, pero con dificultad se contuvo. Eran las 9:30 de la noche, no podía despertar a Hana en ese momento.

Atravesó la sala algo nervioso y apresurado y llegó al pasillo de las habitaciones, el cual también estaba a oscuras, pero podía ver luz saliendo de debajo de la puerta de Jaejoong, e incluso le parecía escuchar sus pasos a través de ella.

Quizá esta sería su oportunidad de hablar con él.

Se dirigió rápidamente a la habitación de Hana, encendió solo una de las lámparas, para poder ver con un poco más de claridad pero sin despertar a la niña y se agachó con dificultad al lado de la cama, donde acomodó y arropó a su hija con tanta paciencia como podía concebir en el momento. Estaba tan nervioso por ir a buscar a Jaejoong que por primera vez no se quejó de lo bajas que eran las camas Montessori.

Revisó que Hana estuviera cómoda, que no hubiera objetos en la cama que pudieran obstruir sus vías respiratorias, le dio un beso en la frente, encendió la luz de noche con forma de abejita dormida, y activó la cámara del monitor de bebé. Cuando estaba a punto de abandonar la habitación para ir a buscar a Jaejoong, se dio cuenta de que aún llevaba la mochila de Pororo al hombro. Se agachó para dejarla en el pechero de mariposas de la pared y salió dejando la puerta de la habitación entreabierta.

En el pasillo, tomó unos pasos nerviosos hacia la recámara de Jaejoong, escuchaba claramente ruido provenir de ésta. Pasos, y cajones siendo abiertos y cerrados. Se paró nervioso frente a la puerta, pensando en si debía o no tocar. Llevaba todo el día tratando de respetar el deseo de espacio que su amigo le había comunicado.

Tomó aire mirando la puerta, que aún tenía puesto el post it que había dejado por la mañana, y apenas cuando estaba por pronunciar el nombre de su hyung, notó que la nota tenía un pequeño agregado en tinta morada en la parte de abajo.

-

Hyung,

Lo lamento mucho. Fui un estúpido.

Cuando estés listo, por favor déjame

disculparme como es debido.

No sé qué me pasó.

Saranghae    ㅊ

                                             Pasa.   ㅈ

-

Changmin se quedó en su lugar por unos segundos, un poco sorprendido por el mensaje. Pero pronto salió de su ensimismamiento y giró la perilla de la puerta.

Apenas entró, Jae hizo contacto visual con él y esbozó una sonrisa incómoda como saludo, para después continuar con lo que hacía. Changmin sintió como si algo lo aplastara cuando notó la maleta abierta y a medio llenar sobre la cama de Jaejoong, este último hacía viajes entre su clóset y ella, trayendo objetos del primero para agregarlos al equipaje.

—¿Vas a algún lado? —le preguntó Changmin, aunque presentía saber la respuesta.

Jaejoong se detuvo frente a la cama, y con movimientos inseguros y lentos, continuó metiendo en la maleta las camisas que había traído de su clóset.

—Me voy unos días, Min… —Dijo con una voz que parecía ausente.

—¿A dónde? —preguntó Changmin, deseando con todas sus fuerzas que el mayor le contestara que se trataba solo de un viaje de trabajo del que había olvidado contarle. Pero sabía que no era la respuesta que obtendría.

Jaejoong paró por un segundo lo que hacía y vio a su amigo a los ojos. Ninguno de los dos habló por varios segundos. Changmin sentía que eran horas.

—Quería hacer esto correctamente —rompió el silencio Jaejoong —Bien me podría haber ido sin decir una sola palabra, pero yo no soy así y tú no te mereces eso. Así que te lo digo de frente…

—¿Te vas de la casa? —preguntó Changmin con lo que parecía solo un remanente de su voz.

Jaejoong respiró hondo.

—Sí.

Ambos volvieron a quedarse en silencio y tras unos segundos, Jaejoong continuó doblando su ropa y metiéndola en la maleta.

—¿Qué tan definitivo es esto? —preguntó Changmin contrariado —Dijiste unos días… ¿De verdad son unos días o…?

—Es definitivo, Changmin —respondió Jaejoong, deteniendo el trabajo de sus manos y mirando al menor a los ojos —Dije unos días porque por el momento me estaré quedando en casa de un amigo. Seguiré pagando la renta uno o dos meses más en lo que encuentro un departamento, y entonces vendré por el resto de mis cosas.

Changmin sintió algo revolverse en su estómago. Jaejoong nunca le hablaba de nadie refiriéndose a ellos como “un amigo”. Changmin conocía a todos sus amigos.

La necesidad de no pronunciar el nombre de la persona a la que recurría le dejaba muy claro de quién se trataba. Una sensación muy parecida a la que lo había llevado a arruinarlo todo hacía tres días, comenzó a expandirse dentro de él pero esta vez pudo mantenerla a raya más fácilmente. El dolor causado por las consecuencias de sus acciones era mucho más fuerte.

—Es por lo del viernes, ¿verdad? —preguntó Changmin —Hyung, por favor discúlpame, yo…

Jaejoong alzó una mano para detenerlo mientras negaba con la cabeza. su expresión parecía dolorida, sus ojos casi cerrados y una mueca amarga sobre sus labios.

—Ya te disculpaste muchas veces. Leí todos tus mensajes, los que me enviaste a mí y los grupales. Acepto tu disculpa.

Jaejoong volvió a quedarse callado por unos instantes, con la mirada perdida en algún punto de la habitación. Su manzana de Adán se movió por su cuello mientras tragaba saliva. Changmin lo observaba y sentía el nudo en su estómago apretarse más, al mismo tiempo que algo en su pecho se estrujaba.

—Pero ya no quiero esto, Min —volvió a hablar Jaejoong. Su voz se escuchaba sorprendentemente en calma y en control. Changmin podía saborear la tristeza en cada palabra y en cada silencio, pero también percibía la seguridad en ellos. Esto no era algo que Jae hubiera pensado recientemente. Esto llevaba tiempo dando vueltas en su cabeza.

—¿A qué te refieres? —le preguntó dando un paso inseguro hacia su hyung, este no se movió pero respondió casi inmediatamente.

—A esto —usó sus manos para señalar el espacio entre ellos —A lo que sea que es esto…

—¿Lo que sea que es esto…? —citó Changmin dando un paso más hacia él, y esta vez Jae respondió con uno hacia atrás. Marcando claramente la distancia. Min sentía como si algo dentro de él se astillara —¿Nosotros? ¿Lo que somos nosotros…?

—Changmin, esto no puede continuar —Le interrumpió Jaejoong. Se puso los jeans que acaba de doblar contra el estómago y cruzó sus brazos sobre ellos, como abrazándolos. Changmin deseo que lo abrazara a él —No sé qué te está pasando a ti, no sé qué me está pasando a mí… o bueno quizá eso sí lo sé. Pero no podemos seguir así. Yo no puedo. No puedo y no quiero esto, necesito irme. Necesito salir de esta situación.

Changmin se quedó inmóvil en su lugar. Una parte de él sentía que no entendía nada, que Jaejoong estaba siendo muy ambiguo y que nada de lo que decía tenía sentido, pero la otra parte de él, la que conocía a este hombre como la palma de su mano, la que era capaz de adivinar su humor solo escuchando el timbre de su voz, la que preparaba para su amigo un café, o un té o un trago según lo necesitara y sin que él se lo pidiera, la parte de él que llevaba prácticamente toda una vida anticipando los movimientos y las necesidades de Jaejoong con tal de verlo sonreír, sabía lo que estaba por venir. Y también sabía…

Que lo iba a destruir.

—¿De esta situación? —repitió Changmin para instar a su hyung a continuar. Todo lo que él mismo quería decir parecía quedarse atorado en su garganta.

Jaejoong no contestó y sus manos volvieron a ocuparse con la ropa que introducía a su maleta. Claramente evitando la mirada del menor.

—¿Es mi culpa, hyung? —Changmin dio otro paso tentativo hacia su amigo y vio con dolor como este hacía una mueca y su cuerpo se contraía, como si estuviera a punto de recibir un golpe en el rostro. Comprendiendo que en este momento Jaejoong no lo quería cerca y sintiendo como si algo lo ahogara, retomó la distancia anterior dando un paso hacia atrás —¿Es por lo que hice?

Jaejoong suspiró y su cuerpo volvió a relajarse, su rostro ya no mostraba signos de estar siendo invadido, pero en cambio, una expresión cercana al llanto y a la desesperación se enmarcó en él.

—Sí, en parte es por eso —Respondió. Y Changmin sintió que se hundía un poco más en la vergüenza —Pero no es solo eso… es todo.

Min se quedó callado, sabía que Jaejoong estaba por dar una explicación, pero por el momento solo se encargaba de seguir haciendo su maleta. Su rostro aún adolorido, y su mirada completamente ausente. Changmin sabía que estaba buscando dentro de sí lo que quería decir.

—Nunca debimos mudarnos juntos.

La voz de Jae nuevamente llenó la habitación y Changmin se estremeció de lo segura que sonaba.

—Cruzamos una línea que no debíamos cruzar —Continuó. Aún con la voz completamente serena que hacía contraste con su rostro adolorido —Ya no tenemos 15 y 17 años, las cosas ya no funcionan igual. No podemos vivir juntos, ya no es lo mismo…Ya no somos unos niños que tienen una figura adulta que responde por ellos, que los va guiando y les va diciendo que hacer, ya somos nosotros quienes decidimos qué hacer y no está funcionando. No juntos.

Jaejoong cerró la maleta sobre la cama y volvió a mirar a Changmin a los ojos antes de hablar.

—Está bien que cada quien haga su vida…—la frase se sintió tan incompleta, pero al mismo tiempo tan definitiva.

—Pero nuestra vida siempre ha sido compartida… —objetó Changmin, y Jaejoong negó con la cabeza profusamente al escucharlo. Tomó la maleta de la cama y la colocó en el suelo, junto a sus piernas, sujetando la asa contra su cadera.

—Quizá en la infancia y en la adolescencia nuestra vida fue compartida. Pero no ahora, Changmin —Su voz sonaba firme y Min sentía que el efecto de ésta se agravaba por el fuerte agarre de Jaejoong en su equipaje, que marcaba claramente la despedida que se avecinaba —Tú hiciste tu vida y ahora yo tengo que hacer la mía.

Por primera vez la voz de Jaejoong parecía perder un poco el control ante sus emociones. Changmin podía escuchar el nudo en su garganta, y la desesperación y el reclamo que le acompañaban.

—¡Y cuando tú hiciste tu vida, yo estaba haciendo la mía! ¡Íbamos por el rumbo correcto! —continuó Jaejoong pasándose una mano por el rostro en frustración —Seguíamos presentes en la vida del otro, pero separamos nuestros caminos cuando tenían que haber sido separados, ¡y estuvimos bien!, ¡por años!.

Jaejoong había comenzado a pasearse por el cuarto sin soltar la maleta, tomando objetos de aquí y de allá, como haciendo una revisión final antes de dejar el lugar. Pero Changmin podía ver como esto era solo una excusa para tener algo que le distrajera. El dolor lo estaba consumiendo, al igual que a él.

—El problema fue que cuando las cosas no salieron como tu las planeaste o como yo las planee, ¡lo peor que se nos pudo ocurrir fue volver a unir nuestra vida como si nunca se hubiera separado!

Jaejoong se detuvo en medio de la habitación. Su rostro parecía reflejar una carga enorme de sufrimiento y confusión. Su respiración se escuchaba trabajada y su mirada vagaba sin rumbo, como si buscara algo que no estaba ahí.

—¿Por qué tú y yo no pudimos ser amigos, como somos amigos de Junsu?

Changmin lo miró desconcertado. Por primera vez desde que entró a la habitación, de verdad no entendía de lo que Jaejoong le estaba hablando. Lo vio esbozar una sonrisa cargada de tristeza.

—A Junsu también lo conocemos desde muy chicos… —Comenzó a explicar —No me puedo imaginar una vida sin Junsu como mi amigo… pero aún así, Junsu no es mi vida, no es tu vida, ¡nosotros no somos la vida de Junsu!

Changmin entendió todo al escuchar estas palabras. La obstrucción en su garganta parecía querer asfixiarlo. Con esfuerzo buscó su voz y trató de preguntar aquello de lo que no quería saber la respuesta.

—Entonces… ¿Este es el fin? ¿El fin de una vida juntos? ¿El fin de nosotros?

Jaejoong no lo miraba. Su vista fija en el suelo de la habitación.

Pudo notar como los ojos de su hyung comenzaban cristalizarse, y como si fuera una señal, en ese mismo momento sintió la primera lágrima caer por su propia mejilla.

Una sucesión de recuerdos se abalanzaron por la cabeza de Changmin. Un Jaejoong de cinco años esperando al pie de la escalera. Un Jaejoong de seis parado de puntillas sobre un banquito para ver en el espejo el hueco que había dejado su primer diente de leche, un Jae de doce cantando canciones de H.O.T en el karaoke cerca de la escuela, un Jae de dieciséis en una cama de hospital, con la nariz rota y el rostro cubierto de moretones. Un Jae de veinte corriendo por la estación de Seúl con una sonrisa en el rostro. Jaejoong de veintiocho montando una tienda de campaña en la playa, Jaejoong de treinta y cuatro cantando una canción infantil mientras cocinaba…

—No solo te estás yendo de la casa, Jae —continuó Changmin. Su voz cargada de dolor —Te estás yendo de mí… ¿para siempre?

Jaejoong sentía como el tormento en su pecho se acrecentaba. No pudo evitar notar que Changmin estaba afirmando, entendiendo perfecto sus intenciones. Infiriendo que esta separación no se llevaba a cabo desde la duda, sino desde la absoluta convicción de que era necesario. La única pregunta que Min había emitido era desde la esperanza de que no fuera permanente.

—Hyung —le llamó Minnie. Su Minnie—Dime que no es para siempre…

Jaejoong comenzó a hiperventilar y pudo ver como Changmin reaccionaba de inmediato, queriendo recurrir a él como cada vez que lo había necesitado. Pero Jaejoong lo detuvo antes de que pudiera dar el primer paso. Extendiendo su brazo hacia él, a más de un metro de distancia, pidiéndole que se quedara en su lugar.

En lo que parecía un esfuerzo desmedido por mantener el control, Jaejoong comenzó a caminar hacia atrás, buscando a tientas su silla, donde se desplomó y comenzó a llorar con el rostro entre sus manos.

—Hyung… —la voz de Changmin sonaba agónica. Una súplica desesperada para que se le permitiera acercarse. Pero desde su silla Jaejoong repitió el mismo gesto, estirando el brazo en toda su extensión para pedir distancia.

Y continuó llorando.

Changmin se sintió perdido. Nunca en toda su vida, había visto a Jaejoong llorar sin poder hacer algo al respecto.

Jaejoong no había planeado quebrarse así. Desde que había tomado la decisión de irse, se había prometido a sí mismo mostrarse fuerte, porque sabía que estaba por lastimar a la persona más importante de su vida, y también sabía que el dolor que le iba a infligir, solo podía ser agravado por el dolor propio.

Changmin odiaba verlo sufrir. Él odiaba ver sufrir a Changmin. Tristemente, las decisiones descuidadas de ambos los habían llevado a esta única salida.

Después de largos minutos, Jaejoong comenzó a calmarse. Secó sus lágrimas repetidamente con el dorso de la mano y respiró hondo varias veces, tomando valor para decir lo que tenía que decir. Estaba intentando con todas sus fuerzas mantener el dolor de Changmin al mínimo, y tenía muy claro que la incertidumbre solo causaría lo contrario. Tenía que ser honesto, y explicar sus intenciones.

—No lo sé, Min —Comenzó a hablar el mayor nuevamente. Su voz ahogada, y su cabeza sostenida entre sus manos... —Quizá lo mejor es que sea para siempre. Y no sé si esto es muy egoísta, pero no quiero que sea para siempre.

El corazón de Changmin dió un vuelco al escuchar esta última frase. El dolor parecía someter todo su cuerpo, pero con estas últimas palabras, una pequeña chispa de esperanza se hizo presente.

—Necesito tiempo para aclarar mis pensamientos —Jaejoong comenzaba a erguirse nuevamente mientras hablaba —Los años que pasaste en Busán… siento que nos hicieron mucho bien. Tú tenías una vida, y yo tenía otra…

Jaejoong hizo una pausa para inhalar profundamente. Su respiración, interrumpida por los espasmos remanentes del llanto.

—Quizá esto es definitivo, quizá no… —retomó donde se había quedado —No sé aún qué es lo que necesito a largo plazo. Pero me queda claro que el primer paso para averiguarlo es ya no vivir juntos. Ponernos distancia, esta vez absoluta. Y esperar que esto ayude, como ayudó cuando estuviste en Busán…

—Hyung, pero antes de Busán estábamos bien…

Jaejoong sonrió con amargura.

—No, Min. Antes de Busán tú estabas bien. A mí me estaba destruyendo la cercanía.

Changmin abrió la boca para decir algo, aunque realmente no sabía qué. Recién hacía click en él lo que Jaejoong le decía. No hace mucho que se había enterado de lo que su amigo había atravesado en aquel tiempo y aún se sentía avergonzado de no haberse dado cuenta. Con amargura pensó en cómo hoy los papeles estaban invertidos, en cómo había perdido su oportunidad antes incluso de saber que necesitaba una.

Aún le impresionaba pensar en la manera en que Jaejoong había manejado su dolor en aquel tiempo, con tal de ver a Changmin feliz. Y hoy sentía que a él le correspondía devolver el favor.

—¿Recuerdas lo que decía Seohyeon nuna? Creo que todo el tiempo tuvo razón…

Y tras decir esto, Jaejoong emprendió sus pasos hacia la puerta, con la maleta en una mano, con el corazón roto en la otra.

—Dale un beso a Hana de mi parte.

Apenas Jaejoong dio el primer paso, Changmin sintió como si algo abandonara su cuerpo y lo volviera nada más que un objeto inanimado, sin voluntad ni capacidad de mover un músculo para detener el derrumbe que sucedía frente a sus ojos.

Jae tenía que pasar a un lado de él para salir de la habitación. Changmin veía en cámara lenta cómo su amigo se acercaba a él sin mirarlo a los ojos, con la vista puesta en la puerta, en la salida y en la despedida.

En ese momento Changmin se percibía a sí mismo como un enjambre de emociones que no podía ordenar. Ni siquiera sabía cómo las estaba sintiendo ¿Era en su cuerpo? ¿Era en su mente? Su voz interior parecía estarse dividiendo en dos, y luego en cuatro, y luego en veinte y no paraban de multiplicarse. Las nuevas voces le estaban hablando al mismo tiempo, dando instrucciones desesperadas, las frases se empalmaban una sobre otra, gritándole, exigiéndole que tomara acción y Changmin continuaba inerte, observando como se quedaba sin opciones.

"HAZ ALGO" Decía una de sus voces, la más prominente de todas "HAZ ALGO, MALDITA SEA ¡LO ESTÁS PERDIENDO!"

Sintió a Jaejoong pasar a su lado, sus brazos apenas se rozaron y ante el contacto, el cuerpo de Changmin reaccionó como si le hubieran vertido un balde de agua helada encima. El vello de todo su cuerpo se erizó, los músculos de sus brazos se contrajeron y sus pulmones se llenaron de aire en una bocanada desesperada, como si previamente se hubiera estado ahogando. Y las voces en su cabeza volvieron a unirse en una sola. Una que exigía acción inmediata.

A su vez Jaejoong daba los últimos pasos hacia la salida. El más difícil de todos siendo aquel que lo hizo pasar a un lado de su mejor amigo, del que hoy se estaba despidiendo, quizá para siempre. Y como si no fuera suficiente con la maraña de sentimientos que se barajaban en su pecho, aquel mínimo roce de su brazo contra el de Changmin, aguzó todos sus sentidos.

Su piel se estremeció ante el escaso contacto, sus ojos le protestaban desesperados por dejarlo ver a su amigo, sus oídos escucharon a Changmin inhalar fuertemente, su olfato sentía aún más claro el aroma de la colonia del otro y con él, su pecho se inundó de la añoranza por algo que nunca fue suyo.

Con un esfuerzo monumental y sintiendo como si dejara su corazón atrás, recorrió los dos escasos pasos que le faltaban hacia la salida.

Justo antes de que pudiera abrir la puerta de la habitación, sintió una mano envolverse en su muñeca. Changmin estaba aún más cerca que antes, sus rostros a solo centímetros y Jaejoong sintió que el dolor y el amor lo rodeaban en una sensación asfixiante, de la que quería huir.

—Jaejoong... —Changmin pronunció su nombre por primera vez. Lo miraba a los ojos de una manera tan íntima que el aludido sentía que podía ver dentro de él, que su amigo era capaz de entrar en su interior y de revolver todo lo que en él contenía.

Pero no dijo nada más.

Jaejoong se quedó inmóvil con la mano envuelta en la perilla. Con la mano de Changmin en la suya, deteniéndolo, con los ojos de este viendo a través de él, sin que sus labios pronunciaran palabra alguna. Sus propios ojos recorrieron el rostro de su amigo, de aquel que nunca había podido llamar nada más que "amigo". Quería recorrer cada centímetro de ese rostro con su mirada, porque probablemente sería la última vez que podrían.

Vio la clara expresión de dolor de Changmin. De dolor y de algo más que no podía reconocer ¿ímpetu? ¿fortaleza? Sus ojos, cristalizados por las lágrimas, sus pómulos marcados, su ceño fruncido, su quijada apretada por la tensión, sus labios…

Sus labios

Y fue como si su cuerpo reaccionara por sí solo. Fue como si tras tantos años de añoranza y de control, su cuerpo le dijera "Al menos una vez..."

Soltó la perilla de la puerta, zafándose a su vez del agarre de Changmin y colocó la mano sobre la mejilla del otro con ternura, como dándole una señal de lo que estaba por pasar. Una oportunidad de que lo detuviera.

Y besó sus labios. Besó esos labios que había soñado besar desde la adolescencia, y sintió como si su cuerpo hubiera estado vacío todo este tiempo, y recién en este contacto comenzara a llenarse. A llenarse de un amor desbordante y de un dolor asfixiante.

Changmin supo lo que iba a pasar desde que la mano del otro tocó su mejilla, pero no sabía que iba a doler tanto. Jaejoong apresó su labio inferior entre los suyos en una caricia tierna, que mandó corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Fue tan breve que Changmin apenas tuvo tiempo de responder, presionando los labios contra los de su hyung con los ojos cerrados, sintiendo el peso de todo lo que pudo haber sido y no fue.

Sus puños se aferraron con fuerza al pantalón de Jaejoong, a cada lado de su cadera afianzándolo hacia sí, mientras sentía sus labios separarse y las lágrimas caer por sus mejillas.

Los mismos recuerdos que lo irrumpieron hacía algunos minutos llegaron a él nuevamente, esta vez, como si los viera desde una distancia mayor y pudiera contemplarse a sí mismo. Ahí, compartiendo esos momentos con su hyung.

Un Jaejoong de cinco años le esperaba al pie de la escalera, dándole ánimos para bajar, mientras un Changmin de tres se aferraba con las manos a la barandilla. Un Jaejoong de seis años de pie sobre un banquito viendo sus dientes en el espejo, y un Changmin de cuatro de puntillas sobre el mismo banco, observando el reflejo de su hyung con curiosidad. Un Jaejoong de doce años cantando Candy en el karaoke cerca de la escuela, mientras un Changmin de diez lo animaba y bailaba la coreografía. Un Jaejoong de dieciséis en una cama de hospital con la nariz rota, y un Changmin de catorce con heridas en el rostro, sujetando la mano de su amigo. Jae de veinte, que corría por la estación de Seúl para recibir al recién llegado Changmin con un abrazo, Jae de veintiocho en la playa de Busán, Changmin a su lado ordenando la comida para un picnic. Jaejoong de treinta y cuatro cantando una canción infantil al cocinar, mientras un Changmin de treinta y dos ponía la mesa con una sonrisa y Hana reía desde su silla alta.

¿Cómo podía estar perdiéndolo?

—Hyung... —dijo Changmin cuando se separaron, soltando ambas manos de los costados de Jaejoong y usándolas para sujetar la mano del mismo sobre su rostro, pidiéndole que por favor no lo soltara. Pidiendo que se quedara con él, que lo besara una vez más, que le diera esa oportunidad que sin saberlo, hacía años había desechado.

—No puedo, Min... —la voz de Jaejoong apenas audible. Sus ojos llenos de lágrimas que ya no podía detener. Una sonrisa triste sobre sus labios —Me hace daño estar aquí...

Changmin sintió como estas palabras rompían la voluntad que le quedaba. Por un momento pensó en aferrarse a él, en detenerlo, en decirle todo lo que sentía y no había tenido oportunidad de decir, en implorar por su perdón, por haber sido tan ciego y tan estúpido. Pero también sabía que esto no sería más que un acto de egoísmo.

Sintiéndose como un completo idiota, decidió que ya no podía insistir. Tenía que dejar ir a su hyung, tenía que dejarlo hacer la vida feliz que se merecía. Ojalá no sintiera lo que sentía, ojalá no lo hubiera descubierto tan tarde. Jaejoong tenía que irse para no sufrir más. Su felicidad estaba en otra parte y Changmin tenía que aceptarlo, tal y como Jae lo había hecho por él hacía ya más de ocho años.

Sintió la mano de Jaejoong abandonar su mejilla, soltándose de su agarre, y con la mirada perdida lo percibió saliendo de la habitación.

Unos segundos después escuchó la puerta del departamento cerrarse, y al mismo tiempo, el peso del desconsuelo caer sobre él.

Notes:

Siguiente capitulo: 1 año y 5 meses antes.

Chapter 2: TAKOTSUBO: Changmin

Notes:

Esta Jinri no es Sulli.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

II. TAKOTSUBO: Changmin

1 año, 5 meses antes de esa noche. Jaejoong 32, Changmin 30.

Changmin hablaba mucho para ser una persona que hablaba tan poco.

En general, se le podía considerar un hombre de pocas y precisas palabras. En conversaciones con amigos, normalmente tomaba el lugar de escucha y pocas veces el de interlocutor. En sus tiempos de universidad, cuando los 5 se la pasaban en el departamento de Yoochun, en las ocasiones en que se discutía algún tema acaloradamente, Jaejoong y Junsu eran quienes más luchaban por tener la palabra. Yunho y Yoochun hablaban en medidas diferentes según el tema, y Changmin, quizá brevemente difería o acordaba con algunos puntos de vista y puntualizaba algunos comentarios. Pero las veces que tomaba la palabra, siempre era para dar un argumento tan certero, que causaba un breve silencio en el que los demás solo podían asentir o detenerse a reflexionar antes de continuar la conversación.

Como su amigo, cuando un problema aquejaba a cualquiera de los otros cuatro, sabían que él era la persona que iba a escuchar con mayor atención. Sin hacer interrupción alguna durante la conversación, solo asintiendo, o aportando aquella palabra que a veces, se perdía en la punta de la lengua del aquejado y que, era la precisa para expresar sus sentimientos. Pero normalmente, nunca daba su consejo o punto de vista hasta que había escuchado todo lo que el otro tenía que decir.

En general, un hombre de pocas palabras.

Sin embargo, las cosas eran muy diferentes cuando era el mismo Changmin quien sentía que algo debía ser expresado. No había poder humano alguno que lo hiciera guardarse para él mismo algo que estaba sintiendo, ya fuera esto positivo o negativo.

Por supuesto, esto no quería decir que Changmin expresara sus sentimientos sin cuidado alguno, o sin considerar las emociones de los involucrados. Cuando algo lo aquejaba y consideraba que expresarlo o tomar acción sobre ello podía herir o afectar a otras personas, solía tomarse unos días para pensar con cautela cómo hablar o abordar la situación. Pero realmente lo pensaba, se detenía a evaluar sus sentimientos, los de los demás, la situación en general y desarrollaba un plan como era debido. Si necesitaba opiniones de alguien más, recurría a ellos, pero jamás evadía el problema o se distanciaba del mismo.

Cuando sentía que un problema lo sobrepasaba y no había mucho que pudiera hacer al respecto, normalmente recurría a su círculo más cercano, para al menos darse la oportunidad de ventilar todo lo que sentía y no dejarlo guardado en su pecho. Siempre recordaba las palabras que su madre le taladró en el cerebro desde niño:

“En el hablar, está el sanar”

Por eso cuando un martes por la mañana Jaejoong recibió una llamada de Seohyeon nuna, quien con un tono solemne le comunicaba: “Changmin se va a divorciar”, Jaejoong casi deja caer tanto la taza de café que tenía en su mano derecha, como el celular que llevaba entre su mejilla y el hombro, derramando todo el café caliente sobre su mano, su ropa y sus pies descalzos.

Después de pedir a su nuna unos minutos en los que metió su mano —ahora enrojecida—, bajo el chorro de agua helada, limpió apresuradamente el café de la encimera y el suelo, y se colocó una toalla mojada con agua fría sobre el empeine del pie derecho. Sentado en un banco del desayunador sosteniendo con una mano la toalla sobre su pie, y con la otra el celular, retomó la llamada con su nuna a quien comenzó a interrogar al respecto.

Seohyeon nuna estaba tan desconcertada como él mismo. Al parecer Changmin se lo había contado en una llamada telefónica recién hacía un par de horas y ella había estado dándole vueltas a la situación sin parar desde entonces.

Seohyeon nunca fue una madre que traspasara los límites de la vida personal de su hijo, consideraba siempre que Changmin era un adulto con suficiente independencia e inteligencia emocional y que no era necesario ni correcto que ella se involucrara en sus asuntos personales. Pero esta vez, estaba realmente preocupada por él, sobre todo porque en la llamada, Changmin le había contado que esta decisión llevaba discutiéndose entre Jinri y él, desde antes de que naciera Hana. Aún no tenía los detalles de las situaciones que habían llevado a los involucrados a tomar esta medida, y definitivamente sería decisión de Changmin si confiárselos o no, pero su preocupación se agravó al escuchar la respuesta a una de las primeras preguntas que Seohyeon le hizo a su hijo, ¿Jaejoong ya lo sabe?

Pensó —y cualquiera en su lugar hubiera pensado lo mismo—, que Jaejoong no solo estaría enterado de la situación para entonces, sino que, además, habría sido el apoyo emocional al que Changmin había recurrido en los meses previos a la fractura definitiva de su matrimonio. Pero su hijo solo negó y le dijo que ella era la primera persona a quien se lo estaba confiando.

Esto fue lo que de verdad hizo que Seohyeon quisiera romper en llanto. Changmin tenía 30 años, era un adulto, llevaba 6 años casado con Jinri en un matrimonio que todos consideraban perfecto, y eran padres de una bebé de 7 meses. Ella estaba segura de que, si él y Jinri habían decidido separarse, tendrían motivos muy válidos para hacerlo, y seguramente ya habían agotado las opciones. Pero saber que esto estaba pasando desde antes del nacimiento de Hana y que Changmin había estado lidiando con esta situación por sí mismo, sin recurrir ni siquiera a Jaejoong quien siempre fue su mayor confidente, o al resto de sus amigos, o a ella misma o a quien él considerara pertinente para recibir apoyo emocional… Eso era lo que la hacía retorcerse de preocupación. Su hijo llevaba como mínimo 7 meses sufriendo uno de los eventos más traumáticos que le pueden suceder a un ser humano, sin tener a nadie a su lado para discutirlo.

—Pero ¿qué te dijo?, ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Jaejoong desesperado, tratando de entender lo que estaba sucediendo, gravemente preocupado por el bienestar de su mejor amigo.

—Nada, no me dijo nada, ese es el problema. —La voz de Seohyeon nuna del otro lado de la línea, se escuchaba calmada y al mismo tiempo cargada de emoción—. Solo me llamó, “Mamá, ¿Cómo estás?, hace tiempo que no hablamos, ¿Cómo están las niñas?, Hana hizo esto ayer, jajaja, necesito hablar contigo, ¿Puedo ir el fin de semana?, es importante. Jinri y yo nos vamos a divorciar”

Jaejoong se quedó mudo por unos instantes, escuchaba la respiración de su nuna del otro lado de la línea y le daba vuelta a lo que acababa de escuchar sin saber qué decir.

—Sí —dijo su nuna ante su silencio—. Me siento igual.

—¿Desde cuándo está pasando esto? —preguntó Jaejoong después de unos cuantos segundos más de silencio—. Yo cuidé a Hana el viernes pasado, ellos salieron a bailar, pensé que estaban bien.

—Esto es lo que me está carcomiendo, Jaejoong. Changmin dijo que esto lleva pasando desde antes de que Hana naciera.

Jaejoong ahogó un quejido, cubriendo su boca con su mano. Sus ojos abiertos de par en par recorrían a todos los rincones de su cocina, como si en alguno de ellos fuera a encontrar el motivo por el cual su mejor amigo se estaba divorciando, y sobre todo como si fuera a encontrar la razón por la cual esto había estado pasando por meses y él no estaba enterado.

—¿Por qué no nos dijo nada, Nuna? —preguntó Jaejoong mientras escuchaba su propia voz quebrarse—. Me ha estado apoyando tanto con lo de Seunghyun, no sabes cuantas veces me ha escuchado llorar estos días… ¿Estaba atendiendo mi corazón roto, mientras él mismo estaba pasando por esto?, ¡¿Solo?!

—No lo sé, Boo… no entiendo.

Ambos se quedaron en silencio por unos segundos más, sobrepasados por las emociones que esta noticia les estaba causando. Jaejoong pasó la palma de su mano desde su frente hasta su barbilla, en un gesto de obvia desesperación.

—Va a venir el sábado, se quedará aquí el fin de semana —Informó su nuna—. No debe tardar en llamarte y contarte, dijo que te iba a pedir que lo acompañaras, para poder traer a Hana.

Jaejoong respiró hondo y siguió recorriendo su cocina con la mirada, como buscando en ella la solución a los problemas de su amigo. – Se va a molestar de que me lo hayas dicho primero.

—Lo sé. Va a sentir que me estoy entrometiendo…

—Un poco es cierto. —puntualizó Jaejoong.

—Ya me disculparé con él. Sé que no debí llamarte, pero necesitaba discutirlo con alguien.

—Probablemente yo hubiera hecho lo mismo. —Jaejoong suspiró—. No sé qué hacer, Nuna.

Por supuesto, Seohyeon nuna y él no tenían parentesco alguno pero Jaejoong había empezado a llamarla así desde muy chico y por algún motivo, conforme crecía, la idea de llamarla “Changmin omoni” o simplemente “Omoni”, le parecía incómoda.

—No hay nada que podamos hacer ahora —dijo Seohyeon en un tono resignado—. Él será quien marcará la pauta de cómo quiere que lo ayudemos.

—Me siento tan inútil. Tan estúpido —dijo Jaejoong cubriendo su cara con su mano—. El viernes cuando llegaron a entregarme a la niña, Changmin me vio con los ojos hinchados y todavía quiso consolarme… le dije que estaba bien y que se podían ir tranquilos, pero vi que salió de aquí preocupado por mí, ¿Y él estaba pasando por esto?

—Sabes que te quiere, Boo. Cualquier cosa que te haga daño le hace daño a él también, a mí también.

—Lo sé, Nuna. Pero yo me siento igual hacia él, y ni siquiera me di cuenta de que algo lo estaba lastimando.

—No es normal en Changmin quedarse callado cuando está pasando por algo tan difícil…—Dijo Seohyeon con la voz cargada de preocupación—. Es más extraño aún que no te lo haya contado a ti, siempre eres la primera persona en enterarse de todo. Incluso cuando era más chico, había problemas que no discutía conmigo, pero no me preocupaba porque sabía que estaba recurriendo a ti.

Justo en ese momento, su celular comenzó a vibrar en su mano, avisándole de una llamada entrante. “Changminnie” se leía en la pantalla.

—Ya me está llamando, te escribo en un rato más, ¿Sí?

—Sí, avísame si necesitan algo —dijo Seohyeon.

—Sí, Nuna. Gracias por dejarme saberlo. —respondió Jaejoong disponiéndose a colgar, para tomar la llamada de Changmin.

—Y… Jaejoong, —Le llamó su nuna en un tono serio, antes de dejarlo terminar la llamada. Hizo una corta pausa cargada de inseguridad y luego volvió a hablar—, No expongas tu corazón… por favor.

Jaejoong sintió encogerse en su asiento, algo parecido a la vergüenza se extendía en él. Con el celular vibrando aún en su mano indicándole que Changmin lo esperaba y el silencio de su nuna al otro lado de la línea, respondió en un suspiro – Lo sé, Nuna. Estaré bien. Ahora mismo la prioridad es Changmin.

Colgó la llamada con Seohyeon y respiró hondo tomando valor para responderle a su amigo.

—Yeoboseyo.

—Hyung —Dijo Changmin al otro lado de la línea, y Jaejoong sintió una punzada en el corazón. Changmin rara vez lo llamaba Hyung, y cuando lo hacía, Jae sabía que era porque el menor necesitaba de él—. ¿Podemos ir a cenar?, necesito hablar contigo.



Jaejoong llegó a aquel restaurante de ramen donde Changmin y él solían reunirse desde que el menor llegó por primera vez a Seúl, cuando se matriculó en la misma universidad que su Hyung. Ese restaurante le traía un sinfín de memorias felices, era su lugar especial con Changmin, uno que no compartían con nadie más.

Hace años, cuando Min había entrado a la universidad, y Jaejoong y Junsu ya iban en su tercer y segundo año respectivamente, la vida universitaria de Jaejoong ya estaba prácticamente hecha. Changmin solo llegó a integrarse a la misma, porque como siempre no había ningún aspecto de la vida de Jaejoong en donde no hubiera anticipadamente hecho un lugar para Changmin. El menor había ingresado a su primer año, y aunque claramente había hecho amistades con gente de su curso, fue más fuerte el lazo que creó cuando se integró al grupo de amigos que Jaejoong ya había hecho previamente, donde por supuesto, estaba Junsu a quien conocían desde niños y Yoochun con quien Jaejoong había hecho una amistad tan profunda en sus primeros dos años de universidad, al grado de que comenzaron a llamarse “soulmates”. Un año después de la integración de Changmin, se les uniría Yunho y terminarían formando el perfecto y equilibrado grupo de 5 amigos que conservarían hasta el día de hoy.

Sin embargo, Jaejoong y Changmin siendo quienes eran y con todo el historial de una vida juntos, siempre compartieron una relación diferente, una que se podía integrar perfectamente a la dinámica de los cinco, pero que también se sentía firmemente separada de los demás. Algo que a ninguno de los 3 otros amigos solía molestarles, entendiendo perfectamente el fuerte lazo que los unía.

En su primera semana en el campus, Jaejoong había llevado a su dongsaeng a explorar los alrededores de la universidad, tenían pensado cenar en un restaurante de hamburguesas que Jaejoong frecuentaba, pero cuando llegaron a este andando, estaba cerrado. Comenzaron a buscar por los alrededores un lugar donde comer, y terminaron un poco perdidos en las entrecalles del barrio comercial. Ya no aguantando el dolor de pies ni el hambre, entraron a un pequeño restaurante de ramen que se veía pintoresco y del que salía un olor muy agradable. Quizá fue el hambre o quizá el cansancio, pero ese día sintieron que estaban degustando el mejor ramen de sus vidas, y desde entonces siguieron frecuentando ese lugar ellos solos cada vez que podían.

De alguna manera desconocida, en aquella ocasión, habían hecho un acuerdo silencioso de que ese era su lugar. En ese momento ninguno de los dos lo supo, pero conforme pasaban los meses y eventualmente los años, jamás le hablaron a los demás del lugar al que iban, ni al resto de sus amigos, ni a sus parejas, ni a su familia. Cuando alguien les preguntaba a dónde habían ido cuando volvían de aquel lugar, solían verse a los ojos por un breve instante y solo contestaban “a cenar” sin dar más detalles.

Jaejoong entró al lugar hecho un manojo de nervios, y tratando de calmarse a sí mismo, porque esta vez era su turno de ser el fuerte. Ya había pasado dos meses desde que él y Seunghyun habían terminado y en todo ese tiempo fue Changmin quien representó el mayor apoyo emocional para él y su pañuelo de lágrimas. Jamás imaginó que, al mismo tiempo, Changmin también estaría sufriendo de un corazón roto.

Kim Su Ahn ajumma, la dueña del restaurante, lo saludó efusivamente como siempre hacía, le pellizcó las mejillas y lo reprendió por lo flaco que se estaba poniendo. Le dijo que le agregaría una porción extra de carne a su shoyu ramen y comenzó a trabajar la orden para que ambos platillos y sus respectivas gyozas estuvieran listas cuando llegara Changmin.

El menor no tardó mucho en hacerse presente. La campana de la puerta sonó y Jaejoong vio a Minnie entrar por ella, con una gabardina puesta y una amplia bufanda que envolvía su cuello varias veces. Changmin le dedicó una leve sonrisa desde la puerta y procedió a quitarse los zapatos, la gabardina y la bufanda con paciencia en el genkan. Jaejoong sintió una punzada en el estómago mientras veía a Changmin desenvolver lentamente la bufanda sobre su cuello. Por un segundo se sintió vulnerable otra vez, adolescente incluso porque no pudo evitar deslumbrarse un poco por lo guapo que era su dongsaeng, aún y cuando su rostro se veía triste y sus ojos estaban cargados con profundas ojeras.

Recordó con un dejo de culpa la última frase que Seohyeon nuna le había dedicado aquella mañana.

“Jaejoong, No expongas tu corazón… por favor”

Y mientras su amigo colocaba la bufanda en el perchero, se repitió a sí mismo lo que solía decirse cada vez que tenía unos segundos de debilidad hacia Changmin.

“Solo son los escombros, no hay nada más aquí” y lo complementó reprendiéndose a sí mismo por permitirse contemplar esos escombros hoy, cuando Changmin debía ser la única y absoluta prioridad.

—Hyung —lo llamó Changmin cuando se acercó a la mesa, y Jaejoong se levantó rápido a abrazarlo, cosa que tomó al moreno desprevenido, pues a pesar de que el contacto físico no era extraño para ellos, rara vez recurrían a ello frente a desconocidos.

Changmin no era una persona que se preocupara por la opinión de los demás, su normalidad era vivir su vida de la manera en que él lo satisficiera mejor. Sin embargo, su necesidad de proteger a su Hyung aunado a todas las veces que lo vio sufrir por el rechazo de la sociedad a su sexualidad lo había hecho consciente a una temprana edad que por el bien de Jaejoong era mejor expresar su cariño por el mayor dentro de un círculo de confianza.

Mientras Changmin respondía el abrazo, escaneaba rápidamente a los comensales a su alrededor, había solo dos mesas ocupadas, pero notó cómo en ambas algunas personas miraban la interacción con curiosidad.

—Hyung, ¿Estás bien? —Habló otra vez Changmin cuando se rompió el abrazo, sujetando ahora con sus manos los brazos de Jaejoong, manteniéndolo cerca, pero con la suficiente distancia para examinar su rostro—. He estado preocupado por ti…

Jaejoong sintió una punzada en el estómago. A veces no entendía que había hecho bien en su vida para merecer a Changmin. No podía ser posible que su dongsaeng lo hubiera citado para contarle algo tan grave como lo que estaba pasando, y que su primera reacción al verlo fuera preocuparse por Jaejoong.

—Claro que estoy bien, Minnie. —Contestó Jae sintiendo un dejo de culpa, y al mismo tiempo razonando que Changmin aún no sabía que él ya estaba al corriente de lo que discutirían esa noche.

Le instó a sentarse en la silla frente a él y apenas Changmin lo hizo, vieron a la ajumma salir de la cocina acompañada de su hija con las charolas con sus grandes platos de ramen y gyozas.

De la misma manera que la dueña del restaurante había recibido a Jaejoong, recibió a Changmin, pellizcando sus mejillas y diciéndole lo guapo que estaba, reprimiéndole por sus ojeras y diciéndole que debía dormir mejor. La mujer preguntó a Changmin por su esposa y su hija y Changmin hizo su mejor esfuerzo porque su sonrisa no se viera triste cuando respondió que estaban muy bien, y Jaejoong notó como la ajumma enfocó el rostro de su amigo con curiosidad, probablemente intuyendo que algo andaba mal, quizá porque la sonrisa de Changmin no parecía genuina o quizá porque no se apresuró a sacar su celular para mostrar fotos de su familia como solía hacerlo. Fuera lo que fuera, la mujer pareció detectar que el ambiente de esta ocasión era diferente y se apresuró a retirarse de la mesa deseándoles que disfrutaran su comida.

Apenas estuvieron a solas en su mesa, Changmin comenzó a hablarle de cosas triviales, del frío que hacía esa noche, del tráfico de la ciudad, de lo agotador que había sido el fin de semana. Parecía buscar cualquier tema que lo pudiera distraer del verdadero problema.

—¿Tú cómo estás, Jae?, el viernes no tuvimos tiempo de hablar…

Jaejoong tragó saliva antes de responder. No pudo evitar notar como Changmin otra vez lo estaba llamando por su nombre. En su infancia, Jaejoong había sido un niño extrovertido, sí, pero también un poco excéntrico. Los otros niños —sobre todo los varones—, solían reírse de él por su personalidad y sus manierismos, logrando que Jae se sintiera intimidado por ellos. No era poco frecuente que lo hicieran llorar y cuando esto pasaba, les daba otra excusa para acrecentar las burlas. Changmin, que era dos años menor que Jaejoong, era quien incluso sin ser llamado, siempre acudía a su rescate, logrando que los bullies se alejaran rápidamente al hacerles frente con esa lengua retadora y la ventaja de ser al menos un palmo más alto que ellos.

Jaejoong siempre creyó que eran estos eventos los que causaban que las reglas sociales de la edad no se aplicaran tan estrictamente en su relación. Conforme crecían, la gente de su alrededor solía bromear diciendo que Changmin siempre parecía ser el mayor de ambos, pero en completa honestidad, eran justo estos comentarios los que les recordaban de la diferencia de edad entre ellos, pues en la naturalidad de su relación, la edad nunca fue un factor determinante, al grado de que la mayor parte del tiempo solían hablarse entre ellos por sus nombres o apodos, sin recurrir a los honoríficos.

Sin embargo, una constante en su vida, una que ninguno de los dos había mencionado nunca en voz alta, es que cuando Changmin se sentía vulnerable y necesitaba que Jaejoong fuera fuerte por él, lo buscaba como “Hyung”. Cuando Jaejoong escuchaba esta palabra salir de los labios de su Minnie, era una especie de alarma para él, una que le avisaba a su mente y su cuerpo que esta vez era su turno de cuidar a Changmin, que era su turno de ser él quien intercediera entre su amigo y cualquier factor o situación que le estuviera causando dolor.

—Estoy bien Min, estoy mejor, ¿Tú cómo estás?.

— Ese día no te veías bien y aun así te dejé solo con Hana…

—Min, te lo he dicho un montón de veces —dijo Jaejoong con paciencia, pero queriendo dar el tema por zanjado—. Me ayuda estar con Hana, de verdad. Siempre me siento mejor después de haber pasado tiempo con ella.

Changmin concentró su mirada en su plato caliente de ramen, sus manos descansaban sobre la mesa, a cada lado del platillo, el vapor subía hasta su rostro y el menor parecía ensimismado en su efecto. Jaejoong esperó a que el menor comenzara a hablar, casi viendo los engranes en su cabeza dando vueltas con la información que se disponía a exponerle.

—Hyung —exclamó Changmin sin levantar la mirada—. Sé que estás pasando un mal momento ahora mismo…

Jaejoong vio a Changmin tomar aire, abrir sus labios, y luego volverlos a cerrar, tomar aire nuevamente y repetir el proceso sin levantar la mirada ni un segundo, como si no encontrará las palabras adecuadas para expresar su sentir. Esto hizo que el corazón de Jae se encogiera. Changmin siempre tenía las palabras adecuadas.

Jaejoong estiró su mano sobre la mesa y la posó encima de la de su amigo, inclinándose ligeramente hacia el menor, buscando con esto el contacto visual. Changmin reacomodó su mano debajo de la de Jaejoong para poder sujetarla, pero no levantó la mirada, hizo una mueca estirando un poco la comisura de sus labios, como si quisiera dar una sonrisa resignada y no fuera capaz ni siquiera de eso.

—Changmin —lo llamó el mayor comenzando a acariciar su mano con el dedo pulgar y mirándolo fijamente, pero el aludido seguía sin levantar la mirada. Jaejoong lo observó tragar saliva y parpadear como queriendo despejar las lágrimas que sentía avecinarse.

—Changmin, —intentó nuevamente—. No importa lo que esté pasando en mi vida, siempre estoy aquí para ti, siempre.

Esto hizo que Changmin por fin levantara la mirada hacia la del mayor y la sostuviera, su rostro parecía una presa, tratando de retener toneladas de sentimientos tras de sí y verse fuerte contra ellos. Esto hacía que el corazón de Jaejoong doliera por su amigo, por su Minnie quien siempre fue transparente en sus sentimientos y que ahora, parecía querer esconderlos detrás de una fachada de fuerza que le estaba costando mantener.

—Minnie —Le llamó Jaejoong sin romper el contacto visual—. Soy yo, Minnie. Soy yo, puedes decírmelo…

Y fueron estas palabras las que parecieron demoler la presa. Jaejoong vio como la expresión de Changmin cambió por una fracción de segundo a una de absoluto dolor, de tanto dolor que Jaejoong mismo lo pudo sentir dentro de él, y acto seguido lo escucho respirar ahogadamente y observó las lágrimas caer por sus mejillas.

Jaejoong se apresuró a levantarse de su silla y sentarse al lado de su amigo, inmediatamente envolviéndolo en sus brazos, acción que pareció un encantamiento, pues apenas este se sintió apresado en el abrazo un sollozo de dolor escapó de sus labios. Changmin hundió su rostro en el cuello de Jaejoong, tratando de amortiguar el sonido de su llanto en él, pues en ese momento se daba cuenta que ya estaba fuera de su control, por más que intentara ya no podía seguir guardando el dolor en su pecho, este dolor lo había habitado y crecido dentro de él por tanto tiempo que ya no le podía dar más cabida y ahora salía de él a borbotones en forma de lágrimas y gemidos desolados.

—Es mi nuna, Hyung —pudo articular Changmin en medio de su llanto y su respiración espasmódica—, Mi-mi Jinri nu-nuna...

Los sollozos se hicieron más fuertes y Jaejoong podía sentir el cuerpo de Changmin sacudirse involuntariamente entre sus brazos.

—ya no… no-no me ama, h-hyung. —exclamó Changmin seguido de un gemido tortuoso.

Jaejoong acariciaba la espalda de su amigo con una mano y su cabello con la otra, mientras dejaba besos esporádicos en su coronilla y le susurraba palabras tranquilizantes y arrullos a al oído, asegurándole qué todo iba a estar bien, recordándole lo mucho que lo quería y que ahí estaría para él sin importar lo que pasara. Su propia voz se quebraba mientras hablaba y consolaba a su dongsaeng, afectado grandemente por lo que hallaba entre sus brazos, por ver y escuchar a su Minnie llorar con aquello que solo podía ser descrito como agonía.

Jae pudo ver cómo los comensales del restaurante los observaban con rostros desconcertados, pero no le importó ni un ápice. Definitivamente no debían ser una vista común. Dos hombres en sus treintas, aferrados al abrazo del otro, el más alto y fornido de ellos llorando en voz alta mientras el otro lo acariciaba y consolaba.

Lágrimas silenciosas comenzaron a bajar por el rostro de Jae en honor a su amigo, quien como un niño se aferraba a él de manera desesperada, con los puños fuertemente apretados a la tela de su camisa en su espalda, estremeciéndose y sollozando una y otra vez mientras el mayor continuaba su letanía de caricias, y murmullos de consuelo, meciendo suavemente a ambos en un movimiento inconsciente y casi maternal, de esos que se presentan por sí mismos respaldados quizás por memorias de la más tierna infancia.

No supo cuántas horas pasaron mientras Changmin desbocaba su sentir, aprisionado por los brazos de su hyung. En su preocupación por el menor, el tiempo pareció eterno. Vagamente había notado como el restaurante se vaciaba, y como la ajumma con una cara preocupada se apresuraba a despedir a sus comensales y a cerrar la puerta con llave tras el último, para luego entrar apresuradamente a las cocinas, como buscando darles privacidad a los amigos que continuaban llorando envueltos en los brazos del otro, mientras sus platos de comida los esperaban fríos e intactos sobre la mesa.

Eventualmente el llanto de Changmin pareció atenuarse, así como su agarre en el mayor. Lentamente ajustó su posición sin salir de aquel abrazo que lo consolaba. Su rostro ahora descansando sobre el hombro de su amigo, las lágrimas secándose al aire sobre sus mejillas y los sollozos cada vez más silenciosos. Sus manos aún sostenidas a la camisa de su hyung, pero ahora con mucho menos fuerza. El dolor que sentía al relajar sus dedos siendo el único indicador del tiempo transcurrido. Las caricias de Jaejoong continuaron, sobre su espalda, en su cabello, en su rostro, en sus hombros, al igual que las palabras de aliento y los besos esporádicos que dejaba sobre su frente y sus ojos.

Changmin notó con una punzada de arrepentimiento, como esta era la primera vez en más de un año. que alguien consolaba y validaba su dolor, y sus ojos nuevamente se inundaron de lágrimas, esta vez más serenas y silenciosas al preguntarse cómo pudo ser capaz de ser tan negligente consigo mismo en su desesperación por conservar a Jinri a su lado.

Pasaron así un largo o quizá corto tiempo, en la serenidad del rezago del llanto de Changmin y las caricias y palabras de aliento de Jaejoong. Sentados en aquel restaurante vacío, como en un trance que se pudo haber extendido indefinidamente, de no ser porque escucharon la voz de la ajumma Kim Su Ahn, quien se acercaba lentamente a la mesa con una charola entre sus manos.

—Ajumma —exclamó Changmin saliendo de dicho trance y apresurándose a recuperar la compostura. Jaejoong sintió el aire frío recibirlo, al haber sido separado de aquel cálido cuerpo—. Discúlpame, yo…

—No, no —dijo la ajumma en una voz suave, estirando su mano para darle suaves palmaditas en la mejilla a Changmin—. No te disculpes. Todos necesitamos llorar de vez en cuando.

Changmin le dedicó una sonrisa resignada y murmuró un “gracias” casi inaudible. Kim Su Ahn ajumma, quien llevaba conociendo al par de amigos alrededor de 10 años, nunca había visto a ninguno de ellos llorar, y mucho menos de aquella manera tan desesperada y desalentadora. Suponía que fuera lo que fuera que Changmin estuviese atravesando, esta vez lo había sobrepasado.

Sin querer entrometerse o hacer a los hombres sentirse incómodos, se apresuró a recoger los platos de comida sobre la mesa y se retiró a las cocinas, de donde unos minutos después surgió con una tetera caliente, dos tazas y un plato de galletas de arroz sobre una bandeja. Le explicó a Jaejoong como cerrar la puerta del restaurante, asegurándole qué podían quedarse todo el tiempo que necesitaran y poniendo todos los recursos del lugar a su disposición, para después despedirse de Changmin con otra caricia en la mejilla, diciéndole que todo estaría bien y pidiéndole que por favor se alimentara correctamente.

Ambos amigos se pusieron de pie e hicieron profundas reverencias de agradecimiento mientras vieron a Kim Su Ahn ajumma despedirse.

—Me siento como un completo estorbo —dijo Changmin con el dejo de una sonrisa amarga, apenas vio a la ajumma desaparecer por la puerta.

—Changmin…

—Está bien hyung. —Se desplomó sobre la silla nuevamente y suspiró—. Si no te molesta, creo que quiero tomarle la palabra a la ajumma. ¿Podemos quedarnos un rato más?, necesito hablar… Llevo mucho tiempo callado.

Jaejoong sonrió tristemente, y se sentó en la silla frente a su amigo y comenzó a servir el té en dos tazas.

—Nunca me molesta escucharte, —le aseguró el mayor mientras le daba a su amigo la taza con té caliente—, pero me preocupa lo que dices. Tú no sueles callar cuando algo te duele tanto.

Changmin no sorbió el té, sólo sostuvo la taza entre sus manos y dio un fuerte suspiro, echando su cabeza hacia atrás y posando su mirada en el techo.

—Tuve que aprender…

Jaejoong se quedó callado unos segundos, inspeccionando a su amigo con profunda preocupación.

Los ojos de Changmin, hinchados por el llanto, seguían observando el techo, pero su expresión claramente mostraba que sus pensamientos estaban en otra parte.

Esta vez fue el turno de Jaejoong de suspirar.

—Pues tendrás que desaprender. —dijo firmemente, ganando con esto que Changmin se girara a verlo y le dedicará una media sonrisa.

—¿Hace cuánto tiempo está pasando esto, Min?

—¿Recuerdas la fiesta de cumpleaños de Yoochun?, ¿la que hizo en el jardín de su madrastra?

Los ojos de Jaejoong se abrieron de par en par

—Pero… pero eso fue el año pasado. —exclamó atónito—. ¡En Junio!... ¡y estamos en noviembre!

Changmin le dedicó una sonrisa amarga por toda respuesta y Jae se apresuró a sacar cuentas en su cabeza.

—¡¿Me estás diciendo que esto lleva un año y medio?!

Changmin hizo una mueca de incomodidad y se humedeció los labios con la lengua antes de comenzar a hablar.

—Un año y medio desde que sé que está pasando —suspiró—, pero bastante más desde que lo sospecho.

Fue esta última palabra la que encendió todas las alarmas en la cabeza de Jaejoong, quizá por los recientes eventos de su propia vida. Así que con voz insegura procedió a preguntar.

—¿Fue…?, ¿te fue infiel?

—No —negó Changmin serenamente, pero con firmeza—. Hace mucho que Jinri nuna ya no quiere estar conmigo, y aun así se ha mantenido leal… ha estado intentando…

Jaejoong observó como Changmin tragaba saliva tratando de disolver el nudo que nuevamente se formaba en su garganta

—Ella se ha esforzado por volver a amarme… solo… —Una lágrima furtiva bajó por su mejilla—. Ya decidimos aceptar que no va a ser posible.

Jaejoong observó como Changmin se llevaba la taza de té a los labios, quizá tratando de distraerse un poco de los sentimientos que se abalanzaban sobre él. Jaejoong acercó más su silla a la mesa y se inclinó sobre esta para alcanzar el antebrazo de Changmin, el cual procedió a acariciar en un gesto que buscaba ofrecer confort.

—¿Por qué no me cuentas desde el principio? —Lo instó sin dejar de acariciarlo.

Changmin suspiró nuevamente.

—Esto comenzó en Busán, no tengo muy claro cuándo pero lo empecé a notar los últimos meses que vivimos ahí...

Changmin comenzó a relatarle como unos meses antes de mudarse de vuelta a Seúl, había comenzado a sentir una dinámica extraña entre él y su esposa. Ella pasaba cada vez menos tiempo en casa y más en la oficina, y, cuando sí estaba, la notaba ausente. En un principio había tratado de no preocuparse mucho por ello y en cambio, centrarse en que el tiempo que sí pasaban juntos fuera de calidad, planeando citas románticas o incluso tardes de holgazanería y acurrucos en los que pudieran disfrutar de la compañía del otro.

Sin embargo, Jinri siempre parecía tener una excusa, ya fuera que decidiera trabajar en su tiempo libre porque había algún reporte que entregar, o que tuviera por fin tiempo para salir con sus amigas, de una manera u otra Changmin se encontraba constantemente solo en casa, —O en ocasiones, con su esposa presente en el lugar, pero en espacios completamente separados—, con planes cancelados y un sentimiento extraño de desasosiego que no podía ubicar del todo.

Por las noches, Changmin notaba como su nuna ya no se abrazaba a él, y cuando él lo hacía ella respondía sin problema alguno, pero unos minutos después tenía alguna queja sobre la postura, el calor o el espacio, y terminaba completamente separada de su cuerpo, durmiendo en la misma cama, pero con una barrera invisible entre ellos.

Changmin había preguntado una y otra vez si algo pasaba, "¿hice algo que te incomodó, Nuna?", "¿Pasa algo entre nosotros?", "¿Hay algo que no me estás diciendo?", "Puedes hablar conmigo de lo que sea, podemos arreglar cualquier situación...". Pero Jinri solo negaba una y otra vez diciéndole que estaba muy cansada, o tenía mucho trabajo, o que su cabeza estaba muy ocupada con mil temas. Por más que Changmin trataba de profundizar en la conversación, Jinri nunca lo permitía y, por el contrario, parecía fastidiarse de su insistencia.

—Comencé a dudar de mí —dijo Changmin en medio de su relato. Haciendo una pausa para sorber su té—. ¿Qué tal si todo estaba en mi cabeza y realmente nada estaba mal? Quizá yo solo le estaba exigiendo demasiado cuando ella no estaba en posición de dar... podía ser solo que estuviera pasando por algunos meses de mayor estrés, y yo estaba ahí buscando que pasara tiempo conmigo en lugar de apoyarla.

Changmin suspiró. Sus ojos parecían perderse en diferentes puntos del restaurante mientras contaba los sucesos, pero Jaejoong sabía que no era que estuviera evitando su mirada, sino que estaba concentrado en los recuerdos que examinaba en ese momento.

—El sexo seguía siendo bueno... y frecuente. ¿Sabes? —le contó a su amigo—. Ese era otro factor que me hacía creer que probablemente era yo quien estaba exagerando. Si Jinri nuna no me amara o tuviera dudas sobre lo nuestro, se vería reflejado en nuestra vida sexual ¿No?.

Esbozó una sonrisa sarcástica, una que parecía decir: “pues aparentemente, no”.

—Luego me ofrecieron el contrato en MBS y yo ya estaba listo para rechazarlo. No porque no me interesara, claro que sí. Era volver a Seúl. Estar más cerca de nuestras familias y amigos, era más dinero, mayor exposición. Una excelente oportunidad. —Explicó Changmin enfrascado completamente en su monólogo—. Pero a nuna le estaba yendo muy bien en la empresa, e incluso con el aumento que me ofrecían, apenas me vería capaz de igualar el sueldo que ella tenía entonces. No tenía sentido pedirle que renunciara a su puesto y volviéramos a empezar, ¡Por segunda vez! Sobre todo tomando en cuenta que precisamente nos habíamos ido a Busán para que ella tomara ese trabajo.

Changmin contaba los hechos con un dejo de desesperación en su voz, como si las palabras se apresuraran por salir de sus labios. Como si hubiera mucho que contar y muy poco tiempo para ello. Jaejoong se mantenía en silencio en su asiento, cauteloso de no pronunciar alguna palabra o generar un ruido súbito que causara que Changmin saliera del encantamiento que lo mantenía hablando.

—Pero cuando se lo conté, se entusiasmó de inmediato. —dijo Changmin con una sonrisa amarga, seguida de un resoplido—. Jinri, ¡Kwan Jinri! —su voz marcó un claro énfasis en el nombre de su aún esposa—. Estaba dispuesta a dejar su trabajo.

Jaejoong escuchó a Changmin soltar una risa incrédula mientras pasaba la mano por su rostro, como si hoy, casi dos años después de su regresó a Seúl, se estuviera reprochando el haber sido tan ingenuo como para no sospechar de las acciones de su pareja.

—Me tomó desprevenido su disposición, pero las razones que me dio me parecieron lógicas: Ella también extrañaba Seúl, podríamos vivir a 15 o 20 minutos de su familia, ya llevaba 4 años en la empresa y estaba un poco fastidiada, le vendría bien un cambio de aire, no le sería difícil conseguir trabajo, etc. etc... —enlistó Changmin—. Pero la parte que más me conmovió, fue que se veía genuinamente feliz por mí. Me felicitó una y otra vez, me dijo que estaba orgullosa y que me merecía esa oportunidad. Incluso llamó a sus padres y les contó, casi presumiendo mis logros.

Min esbozó una pequeña sonrisa resignada.

—Pensé que este cambio nos vendría muy bien, incluso pensé que la distancia que había estado sintiendo se iba a disolver por completo y al principio todo parecía apuntar a que así sería. Nuna tendría unas semanas en las que podría descansar y relajarse antes de volver a trabajar y, el horario que me compartió la televisora no era tan demandante, lo podía manejar perfectamente sin descuidar nuestro matrimonio. —Suspiró pesadamente y amplió su sonrisa, pero Jaejoong sabía que detrás de esta no había felicidad, sino más bien amargura.

—Entonces un par de días después de que volvimos a Seúl, estábamos hablando de todas las oportunidades que iban a surgir a raíz de mi contrato con la MBS, y nuna hizo un comentario... —continúo Changmin—. Algo inofensivo, y que realmente no era para tanto, pero a mí me puso en alerta. Me hizo volver a sentir que mis sospechas estaban fundamentadas y que algo no estaba bien...

—¿Qué fue lo que dijo? —Fue la primera vez que Jaejoong habló desde que Changmin había comenzado el relato.

El menor miró a su hyung a los ojos por unos segundos, y con una expresión pensativa respondió:

—Dijo que quizá en unos años, cuando vieran lo bueno que era, me podrían dar una oportunidad en los deportes masculinos. —tras decir esto Changmin examinó el rostro de Jaejoong, como esperando una reacción de su parte, una que no tardó en hacerse presente, pues el desconcierto se enmarcó de inmediato por el rostro de Jae.

—Pero, tú...

—Lo sé —respondió Changmin—. Para mí nunca ha sido malo dedicarme a los deportes femeninos. Pero en ese momento me di cuenta de que, para ella, sí.

Jaejoong se sorprendió grandemente con esta información. Claro, tal y como Changmin había mencionado, el comentario de Jinri pudo bien haber sido inofensivo, sin embargo, al mismo tiempo se sentía bastante fuera de lugar.

Hacía un poco más de seis años, cuando Changmin y Jinri se habían comprometido, ella había recibido una importante oferta de trabajo en Busán como sub jefa de redacción en una revista de modas emergente. Después de varios años de trabajar en el mundo del periodismo deportivo, moverse al área de modas le entusiasmaba de gran manera, además de que el puesto era más alto que el que portaba en Seúl y la paga considerablemente mayor. Pero Changmin llevaba apenas dos años de carrera y sus notas periodísticas recién comenzaban a lograr publicarse en uno que otro tomo de la revista en que ambos trabajaban. Durante los dos años que pasó en la empresa como interno, y los dos años adicionales como empleado, a base de dedicación, disposición y mucho esfuerzo, se había hecho de una buena reputación en la compañía. Sus sunbaes siempre estaban dispuestos a darle consejos o retroalimentación y continuamente lo elogiaban por sus habilidades y su potencial. Aun así cuando Jinri le expresó lo mucho que quería tomar este puesto en Busán, el cual requeriría que dejaran atrás sus vidas en Seúl —incluyendo el trabajo de Changmin — y comenzaran una nueva vida en esta ciudad. Changmin aceptó de inmediato, no sin una fuerte carga de nostalgia por sus años de esfuerzo en la revista, por su inseparable grupo de amigos en Seúl, por la cercanía a la casa de su familia en Ansan, etc. Pero con una sonrisa en el rostro apoyo a Jinri en su decisión, dejó su trabajo, apresuraron los planes de su boda, y se mudaron a Busán donde comenzaron su vida matrimonial.

Changmin tardó poco más de tres meses en conseguir trabajo en Busán, y cuando lo hizo, fue un modesto puesto de asistente en un programa de deportes de la televisión local. El sueldo no era nada de qué alardear, pero al menos había conseguido volver a integrarse al periodismo deportivo, donde siempre quiso desarrollarse.

Repitió la misma fórmula que le había funcionado en Seúl, y con grandes dosis de esfuerzo y disposición, se fue haciendo de un lugar en la televisora. Un par de años después ya contaba con un puesto de redactor y se le comenzó a dar oportunidad de suplir a los presentadores cuando estos no podían asistir a un evento deportivo, teniendo por fin tiempo en cámara.

Sin embargo, lo que de verdad había representado un cambio radical en su carrera, fue una ocasión en que suplió a un presentador que decidió cancelar su asistencia a un partido de soccer del equipo femenil de Busán, para en su lugar asistir a un evento de fútbol americano masculino. Lo que este presentador no sabía, es que dicho equipo femenil tenía una mediana, pero evidentemente tenaz hincha de fans, la mayoría mujeres, las cuales apreciaron mucho la participación de Changmin en el reportaje, pues el periodista le dedicó la misma o incluso mayor atención al evento de la que le destinaba a las ligas varoniles y, definitivamente mucho mayor a la que normalmente se podía sentir de parte de sus colegas en los partidos de este equipo. Changmin había hecho una extensa investigación de la formación, de las habilidades de las jugadoras, de sus antecedentes deportivos, etc. Analizó las jugadas como todo un profesional, elogió a las jugadoras cuando debieron ser elogiadas y, sobre todo, mostró una gran pasión en su reportaje, una que las hinchas de los equipos de fútbol femeninos no acostumbraban ver en los periodistas. Este evento, más la innegable ventaja de la apariencia bien parecida de Changmin, le hizo recibir cientos de comentarios positivos en la página de internet de la televisora, la mayoría de mujeres, que pedían ver a Changmin nuevamente como reportero de eventos deportivos femeninos.

La televisora no tardó en notar esto y comenzó a darle cada vez más tiempo en cámara, cubriendo diversos eventos de los deportes femeninos que, de no ser por Changmin y la buena respuesta que había generado en el público, seguirían siendo ignorados por los medios de comunicación.

Changmin, de en aquel entonces 26 años, vio una clara oportunidad en este ámbito del deporte, notando cómo estaba indudablemente desatendido a pesar de los muchos y deslumbrantes talentos que se podían encontrar entre las deportistas. Conforme aumentaba la cantidad de eventos que cubría, también crecía su fascinación por los mismos, dando camino a lentamente a la pérdida de su interés en lo que sus colegas llamaban “deportes convencionales” o “verdaderos deportes” y dedicándolo por el contrario al mundo que se desplegaba frente a él en los deportes femeninos.

Viéndose cada vez más conocido entre las deportistas y aficionadas, la televisora le dió un pequeño segmento de 6 minutos diarios en el programa de deportes, en el cual junto a una reportera igual de preparada y talentosa, se dedicaban a discutir los más recientes acontecimientos de los equipos femeninos locales. Ambos periodistas se fueron haciendo de fans que continuamente elogiaban su pasión y dedicación, y que solían dedicarles post en redes sociales en donde los mostraban como ejemplo de lo que debía ser una participación de género equitativa en los medios de comunicación, pues Changmin respetaba grandemente las opiniones y comentarios de su compañera, nunca buscaba opacarla ni minimizarla, y juntos generaban una dinámica sagaz y entregada que solo ayudaba a acrecentar la pasión de los seguidores.

Fue este movimiento en redes sociales el que causó que la MBS se interesara en ambos periodistas y les ofreciera su propio programa en Seúl, que se transmitía dos veces a la semana y definitivamente fuera de prime time, pero que se percibía como un fuerte proyecto progresista en las televisoras en la búsqueda de alcanzar una mayor equidad en el mundo de los deportes. En la MBS, Changmin trabajaba prácticamente rodeado de mujeres, habiendo sólo tres o cuatro varones en el equipo, de los cuales solo él mismo tenía tiempo en pantalla. Con frecuencia Changmin bromeaba diciendo que solo le habían ofrecido el puesto de presentador para que los televidentes pudieran tener un eye candy, pero en realidad, tanto sus hoobaes como sunbaes lo tenían en excelente concepto por su talento, su devoción al proyecto, su disposición y buen carácter.

Este era el motivo por el cual era sorpresivo saber que Jinri esperara que Changmin volviera a adentrarse en los deportes masculinos, pues habían sido años de trabajo y esfuerzo, y precisamente su habilidad para explotar un campo que hasta entonces había pasado desapercibido por la atención mediática, lo que lo había llevado a donde estaba. Además, cada vez que Changmin discutía su trabajo con sus seres queridos su entusiasmo se hacía evidente, en su voz una profunda admiración por las deportistas y un interés genuino en hacerlas notar en las masas. Yoochun solía decir que ya no sabía si lo que le apasionaba a Changmin era el periodismo deportivo o la equidad de género en el deporte.

—Este fue solo el primero de una serie de comentarios que haría Nuna en el futuro —Continuó Changmin con su narración—. Ninguno de ellos lo podría realmente señalar como ofensivo, pero había algo en cada uno que revelaba una parte de mi que ella no aprobaba.

Sorbió su té y continúo narrando los hechos, contándole cómo a excepción de aquellos pocos comentarios fuera de lugar, las cosas parecieron mejorar después de que regresaron a Seúl. A menos de un mes de su llegada, Jinri ya estaba trabajando como jefa de redacción en un sitio de modas japonés que recientemente había abierto sus oficinas en Corea. La pareja se encontraba continuamente ocupada en sus actividades profesionales pero aún así, Changmin notaba como estaban pasando más tiempo juntos que en Busán. Como volvieron a tener citas, a desayunar juntos, a charlar sobre sus días etc, y aunque la sensación de desasosiego seguía presente, Changmin empezaba a sentir que se aligeraba.

Este alivio en la tensión de la dinámica matrimonial duró bastante poco, quizá tres meses, calculaba Changmin, pero se rompió de manera escabrosa aquel 4 de Junio del año anterior, cuando la pareja había asistido a la fiesta de cumpleaños de Yoochun.

—Hasta hoy en día no sé qué fue lo que lo detonó. —Explicó Changmin con el ceño fruncido y un rostro pensativo, mientras observaba sus manos que mantenía entrelazadas sobre la mesa—. Y supongo que no importa mucho… El problema estaba ahí, presente. Y aunque Nuna se esforzaba por ocultar que efectivamente había un problema, ninguna fachada dura para siempre.

—¿A qué te refieres? —preguntó Jaejoong, tratando de guíar a Changmin en su relato, pues parecía estar divagando un poco. Su amigo suspiró por enésima vez.

—Ese día todo iba normal. —El menor le miró a los ojos mientras retomaba el hilo de la conversación—. Normal cuando salimos del departamento, normal cuando llegamos al jardín, normal durante la fiesta e incluso normal en el trayecto de regreso… pero apenas entramos a la casa todo se derrumbó.

Un silencio se hizo presente por algunos segundos, y Jaejoong esperó con paciencia a que Changmin —quien nuevamente observaba sus manos sobre la mesa—, encontrara su voz. Cuando lo hubo hecho comenzó a narrarle un hecho que parecía de lo más trivial pero que al mismo tiempo había sido el punto de quiebre.

Al parecer aquella noche al entrar a su departamento, Jinri se había dirigido de inmediato a la cocina y había encendido la estufa y comenzado a buscar algo entre los cajones sin hacer conversación. Changmin, que se había sentado en un banco del desayunador y observaba a su esposa abrir y cerrar cajones y gabinetes, se levantó con intención de asistirla y le dijo: “Te ayudo, Nuna. ¿Qué necesitas?”

Changmin le contó a su amigo como al escucharlo, Jinri pareció quedarse congelada como si hubiera visto un fantasma. Detuvo todo movimiento y se quedó quieta viendo a la nada por algunos minutos mientras un Changmin preocupado la llamaba y la sujetaba del brazo preguntándole si estaba bien.

—Entonces comenzó a llorar —comentó Changmin—. Se cubrió el rostro con las manos y comenzó a llorar y llorar y llorar. Yo estaba muerto de preocupación, le preguntaba una y otra vez que pasaba y ella solo negaba con la cabeza y esto duró por al menos dos horas. Lo más que pude hacer por ella fue convencerla de ir al sofá, sentarla, abrazarla, tratar de consolarla pero no me decía nada solo seguía llorando y parecía no solo consternada sino también avergonzada.

Nuevamente se dio lugar a una pausa en el relato y Jaejoong observó como Changmin giraba su rostro hacia un lado, como para no ver a su amigo. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas nuevamente, pero esta vez Min hacía un esfuerzo por no dejarlas caer. Su manzana de Adán se movió por su cuello en un par de ocasiones mostrando como Min intentaba disolver el nudo de su garganta. Cuando volvió a hablar, su voz sonó quebrada y las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas.

—Cuando se hubo tranquilizado comenzó a buscarme sexualmente. —Continúo mientras con su mano derecha se secaba las lágrimas de manera brusca—. Pero me buscaba de una manera desesperada. Yo no pensé que fuera una buena idea responder cuando la veía así de mal y sobre todo cuando no sabía cual era el motivo de su malestar, pero literalmente me comenzó a rogar por ello, y pensé como a veces cuando uno esta pasando por un mal momento el sexo puede ser reconfortante, así que cedí.

Changmin tragó saliva nuevamente y continuó su ritual de secar con brusquedad sus mejillas.

—Le hice el amor tan entregado como pude, quería que sintiera que todo se trataba de ella, que era lo más importante para mi… que fuera lo que fuera que pasara yo estaría para ella. —Su voz parecía adelgazarse al seguir el relato y sus lágrimas no paraban de fluir—. Cuando terminamos volvió a llorar… Esta vez sin hacer ningún ruido, solo con la mirada perdida y las lágrimas recorriendo el rostro… y otra vez busqué consolarla y convencerla de que hablara conmigo…

Changmin se levantó bruscamente de la mesa y un desconcertado Jaejoong hizo ademán de levantarse él, pero el menor solo le hizo un gesto con la mano para pedirle que lo esperara y se dirigió a la parte del restaurante dondé se encontraban las jarras y vasos de agua. Jaejoong observó desde su asiento como Changmin se servía un vaso del líquido y lo bebía lentamente sin pausa alguna, cuando acabó con el primer vaso se sirvió un segundo e hizo lo mismo, para después con un semblante un poco más recuperado volver a la mesa, donde en lugar de retomar su silla, se desplomó en la que estaba al lado de su Hyung y recostó su cabeza en el hombro del mayor, buscando nuevamente consuelo.

—Cuando por fin habló, sólo fue para decirme que ya no me amaba.

Notes:

Hi :) Este fanfic lo estaré actualizando cada dos viernes, sobre todo porque los capítulos son largos.

La siguiente publicación sería el 25 de abril, ¡pero! como se atraviesa el JoongShim Crossday y como siento que soy la única Jaemin shipper que sobrevive y me niego a dejar que pase desapercibido, solo por esta vez estaré actualizando también en esa fecha.
De manera que las siguientes publicaciones serían como sigue:

11 Abril (hoy)
19 Abril (JoongShim Crossday <3 )
25 Abril y a partir de aqui, cada dos viernes.

Espero estén disfrutando leerlo tanto como yo disfruto escribirlo :)

PD: ¿Que es el JoongShim Crossday?
El 19 de abril del 2004, en un programa de radio coreano, Changmin y Jaejoong dijeron que usaban colgantes de pareja en el celular y estos tenían forma de cruz <3 las fans de los soulfighters nunca lo olvidamos.

Chapter 3: EXPECTATIVAS

Notes:

Feliz Joongshim crossday <3

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

III. EXPECTATIVAS

1 año, 5 meses antes de esa noche. Jaejoong 32, Changmin 30.

Cuando salieron del restaurante, era casi la una de la mañana.

Jaejoong se aseguró de seguir cuidadosamente las instrucciones de Kim Su Ahn ajumma al cerrar la puerta, pero por si acaso, tanto él como Changmin hicieron revisiones rápidas en la manija para tener la tranquilidad de que nadie podría entrar. Una vez quedaron satisfechos, comenzaron a caminar por las desiertas y silenciosas calles del barrio comercial, ambos con las manos en los bolsillos y el cuerpo tenso por el frío que se colaba por sus abrigos.

Pasaron unos minutos caminando en silencio y con la mirada perdida. Changmin con el rostro hundido en su bufanda. Jaejoong temblando repetidamente y abrazándose a él mismo para buscar calor.

Changmin miró a su hyung de reojo y de repente detuvo su camino. Jaejoong lo imitó viendo desconcertado como su amigo se desenvolvía la bufanda lentamente, tal como lo había hecho en el restaurante.

—¿No tienes frío? —le preguntó Jaejoong sin dejar de observarlo. El menor dio unos pasos hacia él, quedando tan cerca que Jae incluso pensó que iba a abrazarlo.

—Hyung— dijo Changmin en voz baja pero grave, viendo sus ojos en un gesto tan íntimo que Jaejoong por un segundo se preguntó si sus huesos se estaban convirtiendo en gelatina. —Te estás congelando...

Apenas dijo esto, Jaejoong sintió como algo suave hacía contacto con su cuello. Changmin comenzaba a envolverle con su bufanda, la cual estaba calentita por haberlo estado rodeando previamente, y sintió la calidez envolverle no solo donde le tocaba la prenda, —que era tan larga que requirió que su dongsaeng la pasara varias veces alrededor de él— sino también por todo su cuerpo, su interior, haciéndole perder la noción del helado viento y sintiendo calor incluso en su corazón. Jae se sonrojó un poco y sonrió ligeramente

—¿No tienes frío? —preguntó nuevamente, hundiendo su rostro en la bufanda que Changmin apenas estaba terminando de acomodarle, tratando de ocultar de su amigo su rostro sonrojado.

—Tú tienes más —Respondió el menor.

Años atrás, durante su infancia y adolescencia, e incluso por los primeros años de sus veintes, este tipo de gestos de parte de Changmin no eran del todo desconocidos para él. Probablemente influenciado por las maneras tan cariñosas de Seohyeon nuna, Minnie no solía detenerse en demostrar afecto por su círculo más cercano. Por supuesto, sus acciones fueron siempre respetuosas y sutiles, nunca invasivas, teniendo muy claro que no debía traspasar los límites físicos de la gente. Pero no era raro para él gestos como leves caricias en el cabello, o en el dorso de la mano, o palabras que para oídos extraños podían sonar ligeramente románticas, o en el caso de algunos muy pocos amigos cercanos —siendo Jae el más cercano de todos— besos ocasionales en las mejillas o en la frente.

En la pubertad, esto lo había metido en problemas en más de una ocasión, la gente solía malinterpretar algunos de estos gestos en las puntuales ocasiones en las que los habían presenciado, y recurrían a Seohyeon nuna para reprenderle por las actitudes "inapropiadas" de su hijo.

Seohyeon nuna, hastiada del tema y preguntándose a sí misma si quizá sus métodos de crianza poco convencionales habían terminado siendo más un estorbo para el desarrollo de su hijo que una ayuda, resignada se sentaba a la mesa del comedor, a veces con Jaejoong presente, quizá a forma de figura —ligeramente— imparcial y le explicaba a Changmin una y otra vez:

"Ya lo sé, Min. Ya sé que no tiene nada de malo"

"¡No!, yo sé que no hay nada indecente en eso..."

“No estoy del lado de nadie. Solo así funcionan las cosas. La gente no va a hacer excepciones por nosotros”

"Ya sé que no lo haces tan seguido, y que solo es con algunas pocas personas. Pero entiéndelo, se puede malinterpretar."

"Sí, yo también pienso que son exageraciones. Pero hay reglas sociales y tenemos que adaptarnos."

"Changmin, por favor, elige tus batallas"

Estas discusiones solían terminar con un Changmin ofendido, una Seohyeon nuna fastidiada, y un Jaejoong dividido entre darle la razón a su nuna y aconsejarle a Changmin que redujera esos gestos al mínimo para no ser malinterpretado, o apoyar a Minnie en su discurso de que solo la gente con mente sucia podía pensar algo malo de que le tomara la mano a un amigo. Después de todo, era el mismo Jaejoong el más beneficiado de esos gestos.

La obstinación de Changmin continúo hasta su último año de secundaria, cuando a causa de su usanza perdió una amistad muy preciada con Bommi, una chica que conocían desde pequeños. quién había confundido sus gestos cariñosos con señales de enamoramiento y que, tomando valor de los mismos le había confesado sus sentimientos.

Cuando Bommi fue gentilmente rechazada por Changmin, la chica se sintió incluso humillada, pues por las acciones de su amigo estaba segura de que el sentimiento era mutuo. Changmin se disculpó sinceramente por haber causado la confusión y aunque, unas semanas después Bommi aceptó la disculpa, jamás volvieron a ser amigos. Algo que había marcado a Changmin grandemente y que fue el único factor que le hizo comprender porque su mamá se la pasaba desaconsejando su comportamiento.

No se trataba de los sentimientos que él buscaba demostrar con esos gestos, sino de lo que estos causaban en las personas que los recibían.

No era que Changmin fuera esa persona excesivamente cariñosa que siempre buscaba el contacto físico. Ese tipo de gestos normalmente los reservaba solo para situaciones que requerían de una pizca de confort o alguna palabra de aliento. Pero a partir de los eventos con Bommi, había comenzado a ser muy cauteloso con las personas a las que demostraba su cariño de una manera tan evidente. Llegando al punto en el que rara vez procuraba el contacto físico o las palabras cariñosas con personas que no fueran su mamá, Jaejoong, Kim Halmoni o sus hermanas menores.

En la universidad una vez que se sintió del todo cómodo en el grupo de cinco amigos —cosa que no tomó mucho tiempo— Jaejoong comenzó a notar como el Changmin libre y cariñoso que había sido en la infancia y pubertad, resurgía. Esta vez de un modo más privado y protegido por un círculo que lo entendía y aceptaba tal cual era.

Por supuesto, si con Junsu, Yunho y Yoochun se sentía en confianza de demostrar su cariño, con Jaejoong lo hacía mucho más. Cosa que a lo largo de los años Jaejoong había considerado más de una vez como su perdición, pero que al mismo tiempo nunca tuvo el valor de detener.

Sin embargo, una vez que Changmin inició su relación con Jinri, hacía ya al menos 8 años, había disminuido estos comportamientos al mínimo. Los amigos no le dieron muchas vueltas al tema, lo mencionaron un par de veces solamente, puntualizando como este era un cambio natural proveniente de iniciar una relación. El mismo Jaejoong lo vio así. Pensaba que, si él estuviera en el lugar de Jinri, no le gustaría que su pareja fuera por la vida acariciando las mejillas de sus amigos o diciéndoles lo lindos que eran.

Pero por toda honestidad, a veces lo extrañaba.

Por eso cuando Changmin terminó de acomodarle la bufanda con una leve sonrisa, y le envolvió los hombros con uno de sus brazos, presionándolo hacia su costado para compartir el calor mientras retomaban su camino. Jaejoong se sintió como si hubiera viajado a años atrás, a tiempos más simples y felices.

Sin embargo, la sensación de satisfacción que lo llenaba no duró mucho, pues pronto comenzó a reconocer a la misma como una vieja compañera que sólo visitaba para lastimar y retirarse. Se sintió como limpiar un cristal empañado y dejar de ver sólo las borrosas siluetas del panorama para poder por fin ver con claridad lo que había del otro lado.

Con una punzada de dolor recordó como en aquellos tiempos simples que hace algunos segundos añoraba, él, Jaejoong, había estado aún enamorado de su amigo. Y recordó cómo cuando Min tenía uno de estos tiernos gestos que podían sutilmente imitar a los de una pareja, su corazón se aceleraba y sus ilusiones comenzaban a alzarse lentamente, para luego ser dolorosamente destruidas por alguna otra acción de Changmin igual de inofensiva a inconsciente como sus abrazos. Quizá presentarle a una novia, o hacerse de una amiga con derecho, o cosas incluso aún más simples, como comentarios sobre sus lejanos planes a futuro —en los que siempre había una esposa—, o miradas furtivas a las minifaldas que se atravesaban en su camino, o la última y más dolorosa de todas: aquella noche hacía ya muchos años en que habían bailado juntos en el purple line.

Jaejoong hizo una mueca de dolor al recordar cómo se había sentido aquello y por un momento pensó en separarse gentilmente del abrazo de Changmin. Sin embargo, los recuerdos de su amigo llorando desesperadamente hacía solo unas horas lo mantuvieron en posición. En este momento lo único que Min estaba buscando era confort, y él quería estar ahí para dárselo.

—¿Deberíamos tomar taxis? —preguntó Jaejoong—. Me parece que ya perdimos el último tren.

—Mmm… —exclamó Changmin pensativo—. Está bien, si tienes mucho frío, pero preferiría caminar…

Jaejoong asintió levemente.

—Estoy bien. ¿Quieres seguir hablando? —le ofreció a Changmin mientras continuaban caminando lentamente.

—No por hoy —contestó su amigo mirándolo a los ojos con una sonrisa triste—. Gracias por escucharme, Hyung. Sentí que me quité un enorme peso de encima…

—Aún no puedo comprender cómo pudiste guardártelo por tanto tiempo —Comentó Jaejoong sintiendo aún su corazón acongojado por todo lo que Changmin le había relatado en el restaurante. El menor no dio señal alguna de haberlo escuchado y continuaron caminando por unos segundos más, hasta que de repente dijo:

—Sentí que era lo que ella quería…

Y Jaejoong comprendió perfectamente a lo qué se refería.

Horas atrás, en el restaurante, Changmin le había relatado a Jaejoong como aquella noche tras la fiesta de Yoochun, Jinri le había confesado que hacía ya varios meses que había dejado de amarlo, rompiendo el corazón de su esposo para siempre.

El hombre había interrogado a su nuna toda la noche, pero ella no había dado mucha explicación. Al parecer nunca tuvo una aventura, nunca se enamoró de alguien más, tampoco era que Changmin hubiera hecho algo que la lastimara o decepcionará particularmente, solo había dejado de sentirlo. Los meses anteriores se había tratado de convencer a sí misma de que era temporal, pasajero. Pero conforme pasaba el tiempo se daba cuenta de que no era así. No sentía ganas de hablar con Changmin, no sentía deseos de escucharlo o de que él la escuchara, o de abrazarlo o convivir con él.

Aquella noche Changmin no había logrado saciar ninguna de sus inquietudes, las respuestas de Jinri eran ambiguas y solo agravaban la sensación de vacío que parecía comérselo desde adentro hacia afuera. Eventualmente ella le pidió tiempo para dormir, prometiendo que hablarían en la mañana, con las ideas más claras. Y se quedó dormida entre sus brazos, plácidamente, como un bebé.

Changmin le había contado cómo él no pudo conciliar el sueño toda la noche, como se la había pasado llorando abrazado al cuerpo de su esposa, diciéndose a sí mismo una y otra vez que no podía perderla, que tenía que hacer lo que fuera necesario para recuperar su amor. Preguntándose dónde había fallado o que le había hecho falta. Acariciando el cuerpo y rostro de su mujer como tratando de convencerla de que podía amarlo, de que solo tenía que darle una oportunidad para demostrarle que lo podía amar.

A la mañana siguiente cuando Jinri despertó se encontró con un Changmin ojeroso y con el rostro hinchado, dando claras señales de que no había dejado de llorar en toda la noche y esto pareció fastidiarla. No fue que lo señalara en voz alta, sino que su lenguaje corporal dejaba claro su hartazgo al respecto.

Hablaron. Hablaron prácticamente todo el día y decidieron darse una pauta de tres meses para intentar despertar el amor. Decidieron poner reglas, cosas que esperaban el uno del otro para poder hacer su matrimonio funcionar.

Changmin solo le pidió comunicación y tiempo. Que le dijera cuando algo le gustaba y cuando algo le molestaba y que intentará pasar su tiempo libre con él.

Jinri pensó mucho en sus reglas, pero concluyó en que no tenía ninguna. No sabía qué era lo que no le estaba satisfaciendo del matrimonio, porque por más que lo pensaba, no encontraba nada malo en el mismo. “Quizá sólo se acabó el amor, Min.” le había dicho. Y Changmin sintió como si hubiera pisado los pedazos de su corazón roto.

Los días pasaron y Changmin se sentía cada vez más desesperado, buscaba y buscaba formas de satisfacer a su nuna, planeaba citas, le llevaba flores, le compraba regalos, pasaba por ella a su oficina para comer juntos, pero nada parecía conmoverla. Hasta que un día mientras cenaban juntos, ella le había preguntado por Jaejoong, y Changmin le contestó que creía que estaba bien, que habían hablado poco.

Jinri lo había mirado con extrañeza.

—¿No lo sabe? —preguntó.

—¿Qué cosa? —respondió Changmin desconcertado.

—Esto —contestó Jinri señalando el espacio entre ellos dos—. Lo que estamos pasando.

—Ah —exclamó Changmin en un amargo gesto de comprensión—. Nadie lo sabe. No sabía si estarías de acuerdo en que yo lo contara…

Su esposa lo miró fijamente.

—¿No sabe nada?, ¿Nadie?

Changmin solo suspiró y negó con la cabeza.

Jinri se levantó de su asiento y se acercó al de Changmin, con una mano empujó su hombro para pedirle que reacomodara su posición y cuando este lo hizo, se sentó en su regazo y lo besó en los labios. Changmin respondió sorprendido, pero se aferró a la cintura de su esposa y la besó firmemente pero con un dejo de desesperación.

—Me pediste que te dijera cuando algo me gustaba —le dijo ella viéndolo a los ojos cuando rompieron el beso, sonriendo y acariciando su mejilla—. Me gusta esto.

Changmin no entendía nada de lo que estaba pasando.

—¿Que no se lo haya contado a nadie…? pero obviamente no lo iba a hacer si aún no…

Fue interrumpido por otro beso, uno que se sentía como cuando Jinri-nuna aún lo amaba.

—No. Sé que respetas nuestra privacidad —le dejó otro pequeño beso sobre los labios—. Pero me gusta este Changmin. Más estoico.

Esa noche hicieron el amor tres veces. Y en los espacios en que descansaban entre un round y el otro, se reían juntos, jugaban y se besaban, como si nunca hubiera pasado nada malo entre ellos.

Los días siguientes fueron similares, cada vez que Changmin se mostraba impasible o estoico, se ganaba una fuerte dosis de cariño de Jinri, quien de la nada se comenzaba a portar dócil y delicada y buscaba constantemente los abrazos y besos de su esposo, que eventualmente llevaban a encuentros sexuales.

Durante sus tiempos a solas, Changmin repasaba esos momentos en su cabeza, y se daba cuenta de que lo que Jinri buscaba de él, era que fuera más fuerte, más reservado, menos vulnerable. Incluso menos comunicativo. Y por el contrario, cuando expresaba sus sentimientos, cuando sentía ganas de llorar o cuando quería hablar con ella de la situación que atravesaban, la sentía rechazarlo por completo. Ella no tenía que decirlo en voz alta, su cuerpo entero lo demostraba.


 

—Recuerdas como el padre de Jinri-nuna nunca me aprobó, ¿Cierto? —Le había preguntado Changmin a su hyung, sentado a la mesa del restaurante, mientras continuaba relatando los sucesos.

Jaejoong puso los ojos en blanco antes de responder

—Sí. Cosa que siempre me pareció una estupidez. Entiendo que la diferencia de edad no le guste, pero…

—No era solo la diferencia de edad —le interrumpió Changmin—. Era yo. Yo, en general.

—¿A qué te refieres?

Changmin resopló y el hastío se reflejó en su rostro.

—La diferencia de edad siempre fue un factor determinante para él, no lo voy a negar. E incluso puedo decir que lo comprendo —Comenzó a explicar el menor—. Piénsalo. Su hija que siempre fue la luz de sus ojos, a la que se esforzó por darle lo mejor, incluso enviándola a estudiar al extranjero y de la cual se sentía plenamente orgulloso viéndola triunfar, desarrollarse en su carrera y subiendo los peldaños de la misma a gran velocidad. Un día a sus 27 años y mientras se abría camino en la revista, le dice que está saliendo de manera seria con el interno de la empresa. El estudiante de 22 años que lleva el café y carga la cámara…

Changmin hizo una mueca de ligera incomodidad.

—No estoy diciendo que esté bien. Pero puedo entender porque no le gustó la idea.

Jaejoong inclinó la cabeza hacia un lado valorando lo que su amigo le exponía, como diciendo “bueno, si lo pones así…”

—De todos modos… ese argumento pudo ser válido cuando recién te conoció —objetó Jae—, pero han pasado años desde entonces. Tú has crecido muchísimo, te has desarrollado de maravilla en tu carrera, ¡incluso tienes tu propio programa! Demostraste ser tan talentoso como la misma Jinri, y siempre la apoyaste en cada movimiento.

“Nadie puede decir que fuiste un obstáculo para ella porque siempre quedó claro que la querías ver brillar y que irías con ella hasta el fin del mundo si fuera necesario. Has cumplido con tu rol de esposo de un modo magnífico y si él sigue enganchado con que no eres suficiente solo porque eres menor…”

Changmin lo interrumpió apoyando nuevamente su cabeza en el hombro de su hyung, y envolviendo su cintura con uno de sus brazos. Agradeciendo sin hablar las palabras que éste le dedicaba.

—Es a lo que me refiero, hyung. Al principio la edad y la carrera eran factores muy importantes para que Kwan abeoji no me aceptara. Y ciertamente no era que a mí me importara mucho, siempre y cuando Jinri-nuna quisiera estar conmigo —Le explicó Changmin en un suspiro—. Pero en realidad había un montón de otros factores que él desaprobaba de mí. Así que mis logros en lo profesional o que cumpliera mi rol como esposo no compensaba por lo demás.

—Pero ¿cuáles son esos factores? —preguntó Jaejoong girando la cabeza para tratar de observar el rostro de Min que seguía reposando en su hombro. Ante esto, el menor se enderezó para mirar a su hyung a los ojos.

—Mi familia, para empezar —le dijo Changmin—. No le gustaba que mi mamá fuera tan joven, decía que le avergonzaba que la gente pudiera calcular la edad a la que me tuvo mi madre.

Jaejoong le dedicó una mirada indignada y Changmin solo rió.

—Además no le gustaba que yo fuera tan abierto con mis sentimientos —dijo con una leve mueca de fastidio—. Para él un hombre debe ser reservado.

—¿Te mostrabas abierto con él también? —preguntó Jaejoong extrañado, pues Changmin en general no hablaba mucho cuando no estaba rodeado de su círculo de confianza. Y él tenía clarísimo que Kwan ajusshi no era de su confianza.

Min inclinó su cabeza analizando la pregunta.

—No realmente. Pero sabes que cuando quiero a alguien lo demuestro. Supongo que no le gustaba verme interactuar con mi familia o con ustedes… incluso con la misma Jinri-nuna o con Hana.

Jaejoong asintió, solo por indicar que entendía lo que Changmin apuntaba. Para él, el hecho de que Min fuera claro con sus sentimientos y demostrara su cariño, era una cualidad. Una que valoraba y admiraba en su amigo. No se imaginaba como alguien podría desaprobarlo.

—Por supuesto, tampoco aprobaba el rumbo que había tomado mi carrera. Podía irme muy bien y estar progresando, pero para él los deportes femeninos eran de segunda categoría —Changmin puso los ojos en blanco—. Y una de las cosas que más desaprobaba… Era a ustedes.

Jaejoong lo observó con los ojos abiertos de par en par. Su dongsaeng sonrió.

—A Kwan abeoji no le parecía bien que mi grupo de amigos más cercano tuviera “métodos de vida alternativos” —dijo Min usando sus manos para señalar las comillas en la cita.

—¿Se refiere a que somos Queer? —preguntó Jaejoong de inmediato, su voz cargada de indignación—. ¿Y ese señor cómo sabe eso?, Nos ha visto dos o tres veces solamente… ¿Jinri se lo dijo?

—No lo sé —dijo Changmin encogiéndose de hombros—. Por mi parte nunca lo oculté, pero tampoco es como que vaya por la vida informándole a los demás de la sexualidad de mis amigos. De todos modos, no tenía que decir nada hyung, eso quedó muy claro el día de mi boda.

—¿Por qué? —preguntó Jaejoong tratando de hacer memoria. Fuera de las anécdotas que los amigos contaban cuando rememoraban ese día y de unos pocos momentos graciosos, la boda de Changmin para él era casi una memoria suprimida. Ese día toda su energía y concentración estuvo puesta en que no se notara su dolor y en poder ejecutar correctamente su papel de mejor amigo del novio, y no el de hombre con el corazón roto.

—¿No lo recuerdas? —Le dijo Min con una pequeña sonrisa—. Para empezar en aquel entonces Junsu estaba saliendo con Kibum, y sabemos que nadie es más evidentemente gay que Key.

Jaejoong se llevó la mano a su rostro mientras dejaba salir una risilla. Kim Kibum era un antiguo hoobae de la universidad que se definía a sí mismo como “tan colorido como el arcoíris”. Jaejoong incluso había olvidado que Key había asistido a la boda de Changmin como la pareja de Junsu.

—Tu no tenías novio en aquel entonces, pero los padres de Nuna escucharon a alguien decir que eras gay y que habías salido del closet desde muy chico —Continúo Changmin—. Y obviamente ellos saben lo cercanos que somos tú y yo.

Jaejoong asintió. La familiaridad que él y Changmin tenían era algo que nunca trataban de ocultar, e incluso si lo hicieran, sería bastante difícil pues habían compartido prácticamente toda su vida juntos, incluso sus familias parecían estar entrelazadas.

—Yunho se pasó casi toda la fiesta coqueteando con Hyeoyeon y Yuna, mis colegas de la revista; pero se olvidó de ellas en cuanto vio a Heechul hyung. Incluso se fueron de la fiesta juntos —Min se río un poco al recordar este evento—. ¿Y Sabes algo? Retiro lo que dije de Key, sí hay alguien más evidentemente gay que él, y ese alguien es Heechul.

Ambos rieron. Kim Heechul era un sunbae muy querido de la universidad. Yunho y él habían sido amigos por muchos años y en cuanto Jung se había aceptado a sí mismo como bisexual, comenzaron a tontear y a experimentar juntos.

—Y no te tengo que recordar lo que gritó Drinky Yoochun cuando vio a Julien Hyung, ¿cierto?

“Daaaamn! That man is hwat!” exclamaron ambos al unísono imitando a su amigo y riendo ante el recuerdo. Las semanas previas al evento, Chunnie se la había pasado babeando ante la imagen del muy heterosexual hermano de la novia, Julien. Y durante la boda había hecho un esfuerzo épico para mostrarse prudente e inafectado para no dejar a Minnie en vergüenza. Esfuerzo que se fue por la borda después de unas horas de acceso a la barra de bebidas.

—¡Al menos lo dijo en inglés! —dijo Jaejoong en medio de una carcajada.

—Sí, bueno. Julien hyung y Jinri-nuna estudiaron en California…

Ambos continuaron riendo por unos minutos, valorando el descanso cómico que este recuerdo les ofrecía. Sin embargo, eventualmente las pesadumbres del tema que estaban tratando los volvieron a envolver. Y Changmin con una sonrisa triste empezó a jugar con su taza de té vacía y continuó la conversación.

—El punto es que Kwan abeoji nunca me aprobó, por estos y otros factores que no vienen al caso —dijo haciendo un gesto con la mano para restarle importancia—. Todos relacionados con lo que él considera que debe ser un hombre de bien.

Jaejoong hizo una mueca de disgusto. Si a alguien se le podía llamar un hombre de bien, ese definitivamente era Changmin.

—Pero nuevamente; a mí esto me tenía sin cuidado. Mientras Nuna quisiera estar conmigo y me aceptara por quien soy —Explicó—. Nunca pensé que ella compartiría las opiniones de su padre, pero al parecer sí lo hace.

Jaejoong se viró bruscamente para mirar a Changmin con una expresión de clara sorpresa.

—¡¿Qué ella qué?¡— le preguntó claramente ofendido.

—Tranquilo, hyung —Le dijo Min para calmarlo—. No es como que me lo haya dicho directamente. Incluso dudo que realmente esté cien por ciento de acuerdo con su padre… Creo que su desaprobación por estos temas es mucho menor a la de Kwan abeoji. Pero después de todos los meses que han pasado desde que por primera vez me dijo que no me ama, hoy estoy seguro de que el motivo es que no soy lo que ella espera de un hombre.

Jaejoong solo podía verlo, perplejo. Se sentía tan impotente. ¿Cómo podría ser que Jinri no amara a este hombre frente a él? A este hombre tan inteligente, tan amoroso, tan entregado. ¿Cómo era posible que lo hubiera tenido por tantos años comiendo de la palma de su mano y no lo hubiera valorado?, ¡Y además por motivos tan absurdos!

¿Cómo era posible que Jinri hubiera podido dejar de amar a Changmin tan simplemente? Si a él mismo le había tomado años, mucho esfuerzo e incluso ayuda profesional para lograrlo.

—Pero me estoy adelantando —retomó la palabra Changmin, interrumpiendo el flujo de pensamientos indignados de Jaejoong—. A lo que iba es que los primeros meses después de la fiesta de Yoochun, fue que empecé a notar por la forma de actuar de Jinri-nuna, que ella esperaba de mí que fuera menos… ¿Sensible?, supongo.

Changmin hizo una mueca de incomodidad nuevamente y comenzó a masajear la parte de atrás de su cuello mientras hablaba. Jaejoong que aún seguía molesto por lo que escuchaba, pero que entendía perfectamente que no le correspondía opinar, se mordió la lengua para contenerse.

—Durante los tres meses que habíamos establecido como pauta, a base de analizar las reacciones de Jinri-nuna comencé a lograr que las cosas fueran como antes… —continúo el menor con un rostro que reflejaba un dejo de incomodidad y resignación—. Pero cada vez que quería hablar con ella del tema y que me dijera como se estaba sintiendo… Cuando quería preguntarle si volvía a sentir, aunque fuera un poco de amor por mí, volvía a mostrarse tensa y evasiva. Así que realmente nunca pudimos discutir el tema como era debido. La mejor retroalimentación que logré de su parte fue que me dijera que ella también sentía que la situación estaba mejorando y que sí, veía posible que eventualmente volviera a amarme como antes…

Su voz se quebró una vez más. Inclinó la cabeza ligeramente hacia atrás buscando ayuda de la gravedad para retener sus lágrimas y Jaejoong estuvo a punto de decir “llora”, incluso abrió la boca con intención de instar a su amigo, pero este negó con la cabeza, no para interrumpirlo, sino para recordarse a sí mismo que ya no había razón para seguir conteniendo sus sentimientos.

Changmin apoyó su codo sobre la mesa, y en su mano dejó caer su rostro y volvió a llorar y a sollozar, esta vez más tranquilo y silencioso, pero dejando las lágrimas caer sin filtros. Jaejoong volvió a la tarea de acariciar su espalda y susurrar palabras de consuelo.

Changmin continuó llorando sin emitir una palabra por algunos minutos, y después levantó su rostro enrojecido y le dedicó a Jaejoong una expresión difícil de descifrar.

—Hyung, estábamos teniendo mucho sexo —Le dijo, y Jaejoong se sorprendió, pensando que estaba cambiando el tema—. Cada vez que yo me portaba justo como ella esperaba de mí, terminaba en sexo. ¡En un montón de sexo! A veces incluso no dormíamos más que un par de horas e íbamos al trabajo desvelados y ojerosos.

Jaejoong sentía que había visto casi todo el catálogo de emociones que Changmin tenía a su disposición, desplegarse frente a él esa noche. En ese momento parecía exasperado, triste, pero también algo molesto. Jae se mantuvo en silencio.

—Y esos días, eran los mejores para mí. ¡Y no lo digo solamente por el sexo! Sino porque yo sentía que estábamos reconectando emocionalmente. Al día siguiente, cuando estábamos en el trabajo, nos la pasábamos texteando, bromeando al respecto, diciéndonos que nos extrañábamos y haciendo planes para llegar a casa y tener más sexo —Changmin hablaba a un ritmo acelerado, su desesperación clara en el tono—. ¡Y así era!, ¿Sabes? Llegábamos a casa, nos besábamos, nos reíamos, comenzábamos a preparar la cena y algunas veces cenábamos, otras apenas teníamos suficiente coherencia para apagar la estufa y terminábamos cogiendo encima de la mesa.

Changmin respiró hondo y con el ceño fruncido posó su vista sobre la tetera, viendo sin ver.

—Pensé que nos estábamos recuperando —Pareció hablar para sí, esta vez mucho más sereno. Jaejoong, quien había estado conectando puntos y haciendo una línea del tiempo en su cabeza, le exhortó a continuar.

—Y así fue como llegó Hana, ¿Cierto?

Changmin tomó aire nuevamente y asintió ante lo dicho por su hyung.

—Al principio estaba aterrado —Le confesó—. Antes de que comenzara todo el problema, habíamos hablado más de una vez de tener hijos, pero Nuna no estaba segura de querer. A veces sentía que sí, a veces que no y yo siempre le dejé claro que la decisión estaba de su lado y que yo me adaptaría a lo que ella quisiera.

Tres o quizá cuatro años atrás, cuando Min aún vivía en Busan y había venido de visita a Seúl para una de esas reuniones que hacían un par de veces al año los cinco amigos, Yunho le había preguntado a Changmin si Jinri y él habían pensado en tener hijos.

En aquella ocasión Changmin sonrió y dijo que lo habían discutido, pero no habían llegado a una decisión aún, y que la última palabra al respecto la tendría Jinri, ya que ella sería quién sufriría mayormente las consecuencias de la decisión. “Si tenemos un bebé, todo va a cambiar para Nuna. Para mí también, pero la gente no va a esperar de mí lo que esperarían de ella, no me van a juzgar como a ella, mi carrera no se va a ver en peligro, mi cuerpo no va a cambiar… A mí me encantaría, siempre me ha hecho ilusión, pero no es indispensable para mi felicidad. Si Nuna decide que no quiere, está bien para mí, de todos modos, mientras estemos juntos nuestra familia ya está completa”.

Jaejoong recordaba cómo casi se derrite en su asiento ante las palabras de Minnie mientras los demás observaban al maknae sin saber muy bien qué decir. La tensión fue rota por Yoochun quien llamó a Changmin “Just a cheesy motherfucker”.

—¿No se estaban cuidando? — le preguntó Jaejoong.

—Usualmente sí —respondió Changmin pasándose la mano por el rostro—. Pero de verdad estábamos teniendo más sexo del normal y a veces simplemente no nos deteníamos para usar un puto condón. Fueron varias ocasiones y pues…

—Quedó embarazada – puntualizó Jaejoong.

Changmin soltó una risilla burlona.

—Nunca pensé que a los 29 años iba a embarazar a una mujer por accidente… —Jaejoong sonrió sin humor también—. Nos dimos cuenta cuando ya tenía 8 semanas, justo cuando se acababa la pauta de tres meses que habíamos puesto para decidir si seguiríamos juntos.

—¿Y fue por eso que decidieron quedarse juntos?

—Realmente no lo sé —Le respondió Changmin—. Yo me quedé porque quería quedarme. Nuna dijo un montón de cosas, pero ninguna que me hiciera sentir que estaba segura de querer estar conmigo. Fue la única ocasión que se mostró un poco más comunicativa, supongo que porque también ella tenía miedo. Al final decidió que quería continuar juntos, “intentándolo”.

—¿Intentándolo? — Repitió Jaejoong. Y Changmin sonrió resignado.

—Cuando recién nos dimos cuenta de que estaba embarazada había muchas decisiones que tomar. La primera siendo si ella quería continuar el embarazo —Explicó Changmin—. Me sorprendió porque fue un sí rotundo de su parte. Dijo que nunca había estado tan segura de querer un hijo, pero que ahora que lo tenía, lo quería. Ese fue un gran alivio para mí. Si hubiera decidido no continuar yo la hubiera apoyado sin duda, pero hubiera implicado un duelo para ambos.

Jaejoong asintió y por tener algo que hacer en medio del relato, llenó nuevamente ambas tazas con té.

—Yo no hubiera podido con dos duelos, hyung —Continuó Changmin mientras tomaba una de las tazas que su amigo acababa de servir—. Ya me estaba costando demasiada energía tratar de cumplir con todas las expectativas que Nuna estaba poniendo en mí, y que además no me estaba comunicando. Si hubiera decidido abortar yo no me hubiera atrevido a tratar de disuadirla, pero no sé qué hubiera sido de mí. El amor de mi vida; mi familia tal y como la conocía hasta el momento, se me estaban escapando entre los dedos… creo que hubiera sido aún más doloroso darme cuenta de que no solo me estaba despidiendo de Jinri-nuna sino…

La voz de Changmin se ahogó, y Jae volvió a acariciar su espalda. Ambos miraban a la taza de té entre las manos de Changmin, como si en ella pudieran desbocar todo lo que estaban sintiendo y pensando.

Jae lo entendía.

Lo entendía tanto como podía entenderlo un hombre que no estaba casado y no tenía hijos. Podía comprender desde la empatía teórica, pero por supuesto, jamás podría sentir lo que su amigo debió haber sentido. Esto no tenía que ver con que Changmin quisiera decidir sobre el cuerpo de su esposa, sino más bien, con todo lo que ella representaba en su vida.

Esto se trataba más de cómo Changmin un día hacía ya varios años, se había enamorado de Jinri y como desde entonces ni por un segundo había concebido una vida sin ella.

Desde que Jae y Min se conocieron a los cinco y tres años respectivamente, habían tenido pocas separaciones significativas. Prácticamente todas las etapas de su vida las habían vivido juntos desde ese primer encuentro hasta el momento en que Changmin se casó y se mudó a Busán. Jae recordaba cuando a su dongsaeng se le había caído su primer diente y cuando aprendió a andar en bicicleta. Recordaba las lecciones de canto y el caos que había sido cuando Min adelantó un curso en la secundaria. Pero también recordaba todos y cada uno de los amores y enamoramientos de su amigo. Desde los más infantiles e inocentes, pasando por los más físicos y pasajeros hasta llegar a los más serios, a los más significativos.

Estos últimos los podía contar con una mano y si se tomaba unos minutos, probablemente recordaría cuánto tiempo habían durado y porque habían terminado. De todos ellos, el único que Jaejoong había reconocido al instante como algo enteramente diferente, era el de Jinri.

Por un largo tiempo este romance parecía ser unilateral y Jaejoong recordaba cómo en esa época él creía que los sentimientos de Changmin nunca serían correspondidos. Y que, así como los propios hacia su mejor amigo —en aquel entonces más fuertes y embriagantes que nunca— eventualmente se convertirían en ese tipo de amores de los que se hablan en los libros de romance trágico, en los que nunca se concluye nada y ambas partes hacen su vida mientras una de ellas se pregunta todo el tiempo, ¿Qué hubiera pasado?

Pero finalmente y sin que nadie lo viera venir, la situación dio un vuelco, los papeles cambiaron y de un día para el otro Jinri parecía estar locamente enamorada del menor. A partir de entonces todo pareció fluir de maravilla para la pareja. Jinri fue presentada a la familia y amigos de Changmin, este último también se adentró en los círculos sociales de ella, pocas veces se veía a uno sin la compañía del otro y en cada ocasión, en sus rostros una sonrisa involuntaria al pronunciar el nombre de su amante, y una clara complicidad en sus ojos cada vez que se miraban. Menos de dos años después, ya serían marido y mujer.

Jaejoong no tenía ninguna duda de que Jinri era el amor de la vida de Changmin. Los últimos años había visto con admiración —y al principio con dolor—, cómo este parecía orbitar alrededor de su nuna cual la tierra hacia el sol.

Si el embarazo se hubiera dado en un momento en el que Changmin hubiera aún sentido a su matrimonio como un lugar seguro y Jinri hubiera decidido no continuar, Jae sabía que su amigo hubiera enfrentado la situación. Quizá no fácilmente, pero en control de sus emociones. Se hubieran apoyado el uno al otro, y eventualmente superado un momento difícil.

En cambio, había sucedido en un momento en que el hombre parecía hacer malabares para salvar lo que quedaba de ellos y donde además el cien por ciento de las acciones correctivas eran esperadas de su parte.

En ese momento, enterarse de una noticia así, seguramente hizo pensar a Changmin que era justo el factor que lo sacaría de balance y dejaría caer lo que precariamente había sostenido por los últimos tres meses. Que Jinri se asustaría y estaría más decidida que nunca, no solo a interrumpir el embarazo, sino a terminar el matrimonio.

Y Changmin se habría quedado ahí, derrotado, con los pedazos de su corazón y de lo que pudieron haber sido dos hermosos sueños.

—Supongo que al final las cosas sucedieron como tenían que suceder. Nuna decidió que quería continuar el embarazo y que quería quedarse conmigo —prosiguió Changmin. La pena acentuando cada palabra, su mirada aún perdida en la taza de té—. Aunque realmente nunca dijo que eso quisiera, solo que creía que era lo mejor.

Jaejoong frustrado por lo poco que podía hacer por su amigo, detuvo las caricias en la espalda de este y recorrió su silla unos centímetros hasta que no hubo separación alguna con la otra. Usó el mismo brazo que anteriormente lo acariciaba para envolver su cintura y reposó su cabeza contra su hombro. Changmin respondió descansando su mejilla en el cabello de Jaejoong y con la mano del lado contrario envolvió la que su amigo tenía libre.

Se quedaron así sin decir nada, envueltos en ese abrazo, uno al lado del otro. Jae podía sentir como sus respiraciones gradualmente se sincronizaban. Cada aspiración, lenta y profunda, parecía llevarse una pequeña parte del sufrimiento de Changmin y de la preocupación de Jaejoong, y cada exhalación, larga y parsimoniosa, parecía expulsar esos sentimientos, ahora convertidos en resignación y calma.

—Y así ha sido el último año —Changmin rompió el silencio mientras hacía pequeños pero firmes movimientos para hundirse aún más en el abrazo de su amigo.

—¡Aigoo!— exclamó Jaejoong en medio de una risita mientras reacomodaba su posición para abrazar a Changmin por los hombros, mientras este volvía a esconder su rostro en su cuello.

—Más de un año en realidad —continuó el menor—. Ha sido así desde que nos enteramos que esperábamos a Hana.

Jaejoong usó una de sus manos para acariciar el cabello y rostro de Changmin mientras el menor continuaba su relato sin cambiar de posición.

—Habíamos podido, relativamente al menos, mantener a flote el matrimonio —la voz de Changmin se escuchaba mucho más serena—. Supongo que desde la ilusión que Hana nos causaba fue más sencillo ignorar lo que estaba sucediendo. Yo no lo quería ignorar, por supuesto. Yo quería atenderlo y solucionarlo, pero era claro que Nuna no estaba dispuesta a hacerlo de ese modo, así que me adapté al suyo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Jae.

—Dejé de hablar —Changmin suspiró—, de cómo me sentía al menos. No solo con ella, con todos…

—¿Por eso no nos habías dicho nada?

Changmin se quedó en silencio y Jaejoong acarició su cabello y besó su frente. Tratando de transmitirle seguridad.

—Tenía mucho miedo de perderla —la voz de Changmin ya no se escuchaba tensa, ni triste. Pero el cansancio estaba más que presente en ella—. Y estaba muy claro que lo que no le gustaba de mí era justamente esa parte que la amaba tan abiertamente. La parte de mi que nunca se ha podido callar. La que dice lo que le hace feliz y lo que le lastima y la que pregunta cómo hacer felices a quienes amo y como no lastimarlos…

—¿Te refieres a la parte de ti que nunca se debe callar?

Changmin sonrió y miró a su hyung a los ojos. Era la primera sonrisa de la noche que se veía genuina. Jaejoong comprendió que aún sin proponérselo, había dicho justo las palabras que Changmin necesitaba escuchar. Le devolvió la sonrisa y le besó la punta de la nariz.

—Minnie, la mayoría de las personas necesitan años de terapia para lograr hablar abiertamente de sus sentimientos — Changmin estrechó aún más el abrazo —¡Y eso si deciden tomar terapia!

Ambos rieron por lo bajo.

—Sentir no es una debilidad, Changmin —Jaejoong ya no podía ver el rostro de su amigo, este lo había escondido por completo en su cuello—. Amar no es una debilidad. La gente que te amamos apreciamos grandemente esa parte de ti. La parte que dice lo que siente, que pide ayuda, que ama abiertamente y sin vergüenza.

Jae tomó a su amigo por la barbilla para verlo a los ojos. No estaba llorando, pero se veía conmovido. Una sonrisa serena en sus labios.

—Esa es la parte que más amo de mi Minnie Mouse —le dijo Jaejoong, y pudo ver como la sonrisa de su amigo se ampliaba y sus ojos se cristalizaban ligeramente.

—Aigoo, ¡eres tan lindo! —Le dijo Jaejoong para romper la tensión y comenzó a besarlo repetidamente por todo el rostro mientras lo abrazaba por fuerza y le hacía cosquillas en la barriga.

Antes de darse cuenta el abrazo se había vuelto una pequeña guerra de cosquillas y ambos terminaron riendo a carcajadas. Pero pronto Jaejoong detuvo la interacción recordándole que Kim Su Ahn ajhumma y su familia debían estar durmiendo.

Ambos se separaron, ahora mucho más relajados y continuaron la conversación en voz baja.

—Gracias, Hyung —dijo Changmin con una sonrisa—. Y yo que creí que nunca pondrías en uso tu título en psicología.

—Callate, estúpido— le dijo Jaejoong mientras también se reía.

Ambos se levantaron de la mesa y comenzaron a ordenar las cosas en ella. Revisaron que todo estuviera en orden en el restaurante y comenzaron a alistarse para salir.

Cuando Changmin tomaba su abrigo del perchero, Jaejoong se dio cuenta de cómo a pesar de las horas que habían pasado, su amigo solo le había contado una parte de la situación que había estado atravesando con Jinri. Aún había muchas cosas que, sabía, irían discutiendo en los siguientes días. Pero había una duda en particular que durante toda la conversación no había abandonado sus pensamientos.

—¿Changmin?

—¿Sí? —le respondió este, mientras se ponía el abrigo.

—El viernes, cuando tú y Jinri llevaron a Hana a mi departamento… ¿Ya habían decidido esto?

Changmin detuvo sus movimientos y miró a Jaejoong a los ojos por unos segundos antes de hablar.

—No —Su rostro se veía serio, acorde al tema que discutían, pero tranquilo—. De hecho, lo decidimos justo después de recoger a Hana. Al final de la noche.

Jaejoong se acercó al genkan y también tomó su chamarra.

—¿Pasó algo en particular? —le dijo mientras se ponía la prenda, y observaba a su amigo retomar sus movimientos y colocarse la bufanda sobre el cuello.

—No realmente. Fue más bien un comentario —Le dijo sin mirarlo, continuando su tarea de abrigarse. —Cuando llevamos a Hana a tu casa te vi muy triste y toda la noche estuve un poco preocupado por ti, pero no le mencioné nada a Nuna y la noche fluyó bien. La pasamos bien.

Jaejoong se sentó en la orilla del genkan y comenzó a ponerse las botas, mientras escuchaba el relato de Changmin.

—Luego volvimos a tu departamento a recoger a Hana, y te vi un poco mejor— Su amigo se sentó a un lado de él y comenzó a ponerse los zapatos también—. Cuando conducía a casa le mencioné a Nuna que estaba preocupado por ti, y que te visitaría al día siguiente mientras ella estaba ocupada.

Jaejoong se detuvo unos segundos, y miró a su amigo a los ojos.

—¿Le molestó? —Intuyó.

—No —dijo Changmin con una sonrisa, y terminó de atarse los zapatos. Se irguió nuevamente y suspiró—. Pero dijo que a veces le gustaría que me reuniera contigo para tomar y ver fútbol y no para hablar y llorar.

Notes:

Siguiente publicación: 25 de Abril del 2025

Chapter 4: ONE TOUCH

Notes:

angst y fluff

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Chapter Text

IV. ONE TOUCH

1 año, 5 meses antes de esa noche. Jaejoong 32, Changmin 30.

El abrazo que habían compartido al caminar eventualmente se había roto y ahora ambos continuaban andando con poca distancia entre ellos y con las manos en los bolsillos de sus abrigos.

—Debí haber usado tenis —Jae escuchó como Changmin soltaba una risilla ante su queja.

Habían recorrido ya al menos cuatro kilómetros desde la tienda de Kim Su Ahn ajumma y estaban a unas cuadras del edificio de Jaejoong. Ninguno de los dos estaba usando calzado apto para caminatas largas. Esto era lo único en común entre sus atuendos completamente opuestos.

Jaejoong usaba una camisa de franela, unos jeans rotos, una chamarra de piel con felpa en el interior y unas botas de combate. Su cuello rodeado varias veces por la larga bufanda de Changmin, quien por su parte, se había reunido con él tras grabar un segmento especial para un programa que se transmitiría al día siguiente, por lo que vestía un traje color gris y una pesada gabardina negra. Sus lustrosos Oxford debían estar torturando sus pies después de la larga caminata.

—Lo siento, Boo —le dijo Changmin con una pequeña sonrisa—. No planeaba hacerte caminar hoy, solo sentí la necesidad de hacerlo.

Jaejoong detuvo sus pasos y observó a su amigo con un rostro de total desconcierto. Changmin se detuvo unos pocos pasos después, extrañado por la súbita reacción del mayor.

—¿Qué pasa? —preguntó Min, girándose para verlo con el ceño ligeramente fruncido. Jaejoong solo continuó mirándolo, sus labios algo separados, sus ojos examinando al periodista como si buscara alguna anormalidad en él—. ¿Jae?

—Hace años que no me llamabas Boo…

Esta vez fue Changmin quien se mostró sorprendido.

—¿En serio?... No lo había notado —mintió.

—Sí. —Jaejoong dio un paso dudoso hacia el frente—. Incluso cuando todos me llamaban así, tú me hablabas por mi nombre.

Changmin se encogió de hombros.

—¿Te molesta? —Le preguntó mirándolo a los ojos con una sonrisa insegura.

—¿Qué cosa? ¿Qué me llames Boo o que no lo hagas? —Jae se sacudió internamente la sorpresa y retomó sus pasos con las manos en los bolsillos. Changmin lo observó avanzar u poco y lo alcanzó rápidamente, poniendo su mano en la espalda baja de Jaejoong, quien sintió un escalofrío.

—Ambas cosas —respondió Changmin sin retirar el contacto y continuando su camino con la mirada perdida.

Por un momento, Jaejoong pensó en preguntar: ¿Qué había cambiado? ¿Qué cambió cuando Min dejó de llamarlo así? ¿Y qué cambió ahora que volvía a hacerlo? Pero finalmente decidió no indagar. El apodo por sí mismo ya era bastante infantil, sería aún más infantil darle tanta importancia.

—No, ninguna. Solo noté que dejaste de hacerlo.

Changmin sonrió y le dio un beso en la sien mientras caminaban. “Boo” le dijo una vez más, comprendiendo que ambos estaban dispuestos a zanjar el tema.

Y continuaron su camino.

Él tampoco lo entendía muy bien. Tenía muy claro porque había dejado de llamar así a Jaejoong e incluso estaba agradecido de que su amigo no preguntara el motivo. No quería verse orillado a mentir.

Pero no entendía el porqué, súbitamente, sentía una necesidad desesperada por la cercanía de su hyung. Una cercanía que implicaba gestos y acciones que en algún momento fueron frecuentes entre ellos y que con el paso de los años y los cambios en su vida, se habían vuelto más esporádicas en su relación.

Ese día cuando se dirigió al restaurante de ramen, pensó que solamente tendría una conversación corazón a corazón con quien había sido su mejor amigo desde los tres años. Una conversación larga y profunda como las que tenían cada vez que uno de los dos estaba pasando por un mal momento. Pero cuando este lo abrazó al llegar y cuando posteriormente tomó su mano para mostrarle apoyo, un apuro inexplicable por el contacto de su amigo surgió y se apoderó de él.

Lo más extraño era que ninguno de los dos gestos que despertaron esa necesidad habían sido poco frecuentes entre ellos. Especialmente durante los últimos meses.

Cuando eran niños pequeños, los abrazos eran el pan de cada día, tomarse de las manos al caminar era casi obligatorio cuando salían de casa, los besos en las mejillas o en la frente eran quizá menos habituales, pero nunca extraños. Disponibles para ellos principalmente, cuando alguno de los dos lloraba.

Como era natural, conforme crecían, este tipo de contacto disminuyó gradualmente. En la pubertad y adolescencia, ya no se tomaban de la mano para caminar al volver de la escuela, pero a veces lo hacían cuando se asustaban viendo películas de terror. Ya no se abrazaban todos los días, pero lo hacían cada vez que sentían la necesidad de hacerlo. Ninguno de los dos lloraba más, cuando se caía o se lastimaba jugando fútbol, así que ya no había muchos besos en la frente o en las mejillas, pero recurrían a ellos cuando algo de verdad les aquejaba el corazón.

En la universidad, Changmin, que nuevamente había tomado confianza para demostrar su afecto, comenzó a brindar de estas expresiones cariñosas, también a sus otros tres amigos. Abrazándolos con frecuencia, pellizcando sus mejillas cuando hacían algo que le parecía lindo, dándoles besos en la frente cuando la estaban pasando mal y, específicamente con Junsu, con quien todos decían que tenía una relación amor-odio, palmeando su trasero y diciéndole “aigoo… mi bebé” como hacían las ajummas cuando veían a sus nietos.

Pero como si algo en su pecho protestara y le dijera que era injusto darle a Su, Chun y Yunho el mismo trato que a Jaejoong, de repente creció en él un afán por aumentar el contacto con su mejor amigo, al grado que, durante aquella época, sus muestras de cariño hacia Jaejoong se vieron prácticamente duplicadas.

Los abrazos eran nuevamente el pan de cada día, algunas veces al volver a Micky’s por las noches, Min hacía que tomarse de las manos al caminar fuera casi obligatorio, haciendo pucheros como un bebé si su amigo se negaba. Los besos en las mejillas o en la frente, se volvieron quizá aún más habituales que en su infancia, Changmin recurriendo a ellos cada vez que Jaejoong le causaba ternura u orgullo, ambos sentimientos frecuentes al estar con el mayor.

Por supuesto, cuando la relación entre él y Jinri se formalizó, todos estos gestos se redujeron al mínimo, no solo con Jaejoong, sino con sus cuatro amigos. Quedando quizá solamente los abrazos ocasionales y las palabras cariñosas que a veces se brindaban. Pero cuando cualquiera del grupo pasaba por un mal momento, ninguno dudaba en recurrir a los abrazos más reparadores o a las caricias más reconfortantes. Como cuando falleció el papá de Yoochun o cuando los padres de Yunho se enteraron de su sexualidad.

Pero específicamente entre Changmin y Jaejoong, estar ahí para el otro en un momento de dolor, era de vital importancia. Ni el tiempo, ni la distancia, los detenía de acudir al otro cuando este lo necesitaba.

Changmin estuvo ahí cuando Jaejoong se enteró que era adoptado a los 12 años. Estuvo ahí cuando, pocos años después tuvo que salir del clóset con sus papás, y estuvo ahí cuando Hyunjoong le rompió el corazón en la preparatoria. Años más tarde, cuando ya eran adultos, Changmin recordaba haber tomado un ferry desde Busán para encontrarse con un lloroso Jaejoong en la estación de Fukuoka, después de que éste hubiera terminado su relación con Yamapi en medio de un viaje a Japón.

Y como era de esperarse, en estos últimos dos meses tras el traumático rompimiento con Seunghyung, Changmin había estado ahí para él. Recurriendo nuevamente a todos esos gestos de cariño y confort que alguna vez habían sido tan habituales entre ellos.

El primer mes, había estado para su hyung cada vez que este se veía inundado por el dolor. Cuando podía, acudía a él inmediatamente, cuando en cambio, su rol de periodista, de esposo o de papá, no le permitía correr hacia su amigo, buscaba la manera de hacerlo sentir acompañado. Ya fuera una llamada telefónica, o pidiéndole un par de horas para terminar de grabar, o enviando su comida favorita con una nota que le recordaba que estaba ahí para él, o llamando a los otros tres amigos para que acudieran a Jae en su lugar.

El segundo mes, se había propuesto visitar a Jaejoong al menos una o dos veces por semana. A veces llevando a Hana con él, bien fuera para no sobrecargar a Jinri con el cuidado de la niña o para darle ánimos a Jae, quien incluso teniendo los ojos llenos de lágrimas, sonreía y abrazaba a la bebé como si fuera un osito de peluche.

Solo el lunes pasado Changmin y Hana habían estado en el departamento de Jaejoong, el mayor desahogándose con él tal y como Changmin había hecho hacía unas horas, mientras Hanna balbuceaba, gritaba y mordía sus juguetes en medio de ambos en el sillón, o en la alfombra de la sala que Jaejoong había rodeado de almohadas por seguridad, o en los brazos de alguno de los dos mientras la mecía. Al final de esa noche, la bebé había terminado dormida en el abrazo de Jaejoong y este a su vez, dormido con la cabeza en el regazo de Changmin quien acariciaba su cabello.

Esa visita al departamento de Jaejoong se había alargado más de lo adecuado. Changmin se había permitido unos minutos para mensajear a Jinri al respecto, prometiéndole que sería la última ocasión en la que alteraría la rutina de Hana de esa manera.

Sabía que lo correcto era que la niña durmiera en su propia casa, en su cuna. Pero observando a Jaejoong dormir tan pacíficamente, después de tantas horas de llanto y tantas noches en vela, se sintió incapaz de perturbar la escena.

Como en un trance, Changmin pasaba sus dedos por el cabello de Jaejoong una y otra vez, en caricias suaves y parsimoniosas, mientras contemplaba a su amigo con atención. Sus ojos hinchados, sus mejillas rojas. Lo escuchaba y sentía respirar, mayormente en serenidad, a veces entre los suspiros que el llanto había dejado atrás. Su rostro parecía la viva imagen de aquel dicho “después de la tormenta, viene la calma”.

Changmin sentía que, en ese preciso instante, podía ver a su hyung sanar. Lenta, muy lentamente.

Sabía que su amigo no despertaría habiendo olvidado a Seunghyun ni el dolor que su traición le había causado. Pero podía ver que, abrazado al pequeño cuerpo de Hana y descansando en el regazo de Changmin, Jaejoong se sentía seguro.

Changmin permaneció en esa posición por un largo tiempo, perdido en sus pensamientos, sintiendo como su pecho se llenaba del amor que sentía por su amigo, y al mismo tiempo, luchando por ignorar el dolor y la ansiedad que por más de un año había mantenido en secreto.

Un par de horas más tarde, cuando manejaba hacia su departamento con Hana dormida en el asiento de bebé, Changmin se permitió aceptar que muy dentro de él, deseaba poder estar en el lugar de Jaejoong. Deseaba hablar, llorar, maldecir, gritar si era necesario. Ansiaba sentirse seguro y respaldado, capaz de liberar tanto dolor que se quedara dormido mientras Jae acariciaba su cabello.

Quizá esto debió ser una señal que le advirtiera que, en el momento en que las cosas entre él y Jinri se terminaran de quebrar, habría demasiados sentimientos dentro de él que se apresurarían a salir. Pero después de tanto tiempo auto educándose para ignorar sus emociones, nada estaba saliendo como pensó que saldría.

No había planeado llorar, mucho menos en público, ni de aquella manera tan desmedida. Si hubiera sabido que sus reacciones serían tan estruendosas como lo fueron, habría escogido un lugar más privado para hablar con su amigo.

Y definitivamente no había planeado necesitar tanto a Jaejoong.

Por supuesto, sabía que iba a necesitar de todo su círculo de apoyo. De su mamá, de Yongbae hyung, de Kim Halmoni y de Soonli nuna. Y sabía que dependería aún más de sus amigos más preciados —El “OT5” como había bautizado Jaejoong al grupo hacía ya casi 15 años—. Sabía que necesitaría de los consejos de Yunho, de los malos chistes y la risa escandalosa de Junsu, de las palabras y la voz reconfortante de Yoochun. Y tenía claro que, más que cualquier otra cosa, necesitaría de Jaejoong. De todo lo que era Jaejoong.

Pero jamás imaginó lo sobrecogedora que sería esa necesidad.

—¿Pasas conmigo y te pedimos un taxi? —La voz de Jaejoong interrumpió su flujo de pensamientos. Casi sin darse cuenta habían llegado al edificio de este. Jae sacaba las llaves del bolsillo de su chamarra mientras se detenía frente a las escaleras y consultaba el reloj en su muñeca—. Son las 2am, no pretendes caminar hasta tu casa, ¿cierto?

Desde el restaurante de ramen al departamento de Jaejoong, eran 20 minutos en transporte público, 10 en auto. Y una distancia similar había entre las casas de ambos amigos.

Changmin metió las manos en los bolsillos de su abrigo y se balanceo sobre sus talones

—¿Puedo quedarme contigo?

Jaejoong lo observó con curiosidad ante la pregunta.

—¿Vas a dejar sola a Jinri con Hana?

—Fue su idea — explicó Changmin—. Julien-hyung y su familia iban a estar con ella hoy. Dijo que no sabe cuánto tiempo se van a extender. Es mejor que no los interrumpa… ambos necesitamos espacio.

En todas estas horas en la compañía de Changmin, escuchándolo hablar del inminente fin de su matrimonio, Jaejoong ni por un minuto se había detenido a pensar como lo debía estar pasando Jinri. Por supuesto, esto no podía ser sencillo para ella tampoco y así como Changmin había recurrido a Seohyeon-nuna y a él mismo, era lógico que Jinri necesitara también de su círculo de apoyo.

Jaejoong sabía que para Jinri la opinión de su familia era de gran importancia, probablemente en este momento se estaba apoyando de su hermano gemelo y su cuñada antes de darle las noticias a sus padres.

—¿Subimos entonces? —le dijo Jaejoong con una sonrisa reconfortante que fue reflejada en el rostro de su amigo.


Apenas llegaron al departamento se quitaron los zapatos y dejaron sus abrigos en el perchero. Jaejoong omitió el protocolo normal de ofrecerle una bebida a la visita. Changmin estaba acostumbrado a abrir su refrigerador, sus alacenas si tenía hambre, e incluso tomar mantas o suéteres de los roperos.

—Solo hay un tema —le dijo Jaejoong mientras abría la puerta de la habitación de huéspedes—. Aun estoy durmiendo aquí… no me atrevo a regresar a la recámara principal.

Changmin le dedicó una sonrisa comprensiva y entró tras de él.

La habitación ya no se sentía más como una habitación de huéspedes. Había un cesto con ropa sucia, un peluche de Totoro sobre la cama y un libro en el buró. Changmin, que los últimos días había estado durmiendo en la habitación de invitados de su propio departamento, sintió la escena vagamente familiar y se sentó sobre la cama.

—Si gustas, tú puedes dormir en la recámara principal —dijo Jaejoong mientras tomaba unas almohadas extras del clóset— o yo puedo dormir en la sala, tengo un futón muy cómodo.

Desde la cama, Changmin estiró su brazo hacia él, pidiendo su mano. Jaejoong respondió mientras pasaba las almohadas a su otro brazo. El menor lo haló hacia él y apoyó su rostro sobre el estómago de su hyung, quien se deshizo de la carga para acariciar su cabello.

—¿Podemos dormir juntos? No quiero estar solo.

Jaejoong sopesó la propuesta en silencio mientras continuaba las caricias.

Cuando eran niños, dormían juntos con frecuencia, como hacen cualquier par de amigos. Algunos fines de semana, Seohyeon-nuna ponía los colchones en la sala frente al televisor y Jaejoong, Changmin, Junsu y su hermano Junho se quedaban hasta tarde viendo películas y comiendo palomitas hasta quedarse dormidos.

En otras ocasiones, Changmin y él perdían la noción del tiempo jugando videojuegos en el cuarto de Jaejoong y al final ambos dormían en la cama del mayor. Nunca fue extraño para ellos compartir una cama, y en la mayoría de las ocasiones, solo se trataba de dormir y no interactuar el uno con el otro más allá de alguna conversación o unas cuantas risas.

Pero en circunstancias específicas, las cosas habían sido diferentes. Jaejoong recordaba lo difícil que había sido para él el primer año después de enterarse de su adopción.

Con frecuencia lloraba por las noches. Solo en su habitación hasta quedarse dormido. Pero cuando sentía que ya no podía más con la tristeza, se levantaba en la madrugada, atravesaba el patio, subía las escaleras al departamento de Changmin y entraba con su propia llave.

La primera en notarlo siempre era Seohyeon-nuna, quien solo se aseguraba de que Jae estuviera bien y lo dejaba pasar a la habitación de Changmin. Jaejoong ni siquiera se molestaba en alertar a su amigo, este siempre se despertaba justo cuando Jae levantaba las mantas para unirse a él. Lo veía con el rostro adormilado y le ofrecía un abrazo sin decir una palabra.

Unos cuantos años después, Changmin haría exactamente lo mismo cuando estaba atravesando tiempos difíciles con su papá. Jaejoong se despertó en más de una ocasión por la madrugada al escuchar la puerta de su habitación abrirse, y ver la alta figura de Changmin entrando en silencio a su cuarto. Jae se recorría a un lado de la cama para que su amigo se le uniera y dormían envueltos en un abrazo.

Jaejoong sabía qué, si en esta ocasión aceptaba la petición de su amigo, no se trataría solo de dormir en la misma cama, sino de nuevamente ser el consuelo del otro durante un trago amargo. Por un momento pensó en negarse, la última vez que habían dormido juntos fue justo antes de aquel desastre que por un tiempo pensó que lo destruiría. Y quizá negarse hubiera sido lo correcto, pero Changmin lo necesitaba, y el daño que Jaejoong había recibido en aquella ocasión era algo que hasta el día de hoy Min desconocía y que esperaba que nunca llegara a conocer.

—¡Aigoo! Mi Minnie Mouse —le dijo por toda respuesta y acarició su cabello una última vez. Era un “sí”, y Changmin lo sabía—. Voy por un pijama a la otra habitación. ¿Te quieres bañar?

—No, estoy muy cansado. Solo me voy a lavar la cara—. Jae asintió y se soltó del abrazo con delicadeza para después salir de la habitación.

Desde que Seunghyun se había ido del departamento, Jaejoong había evitado entrar a la recámara principal en medida de lo posible. La mayor parte de su ropa la había mudado paulatinamente y sin proponérselo a la habitación de huéspedes. Las primeras veces iba por un cambio o dos, pero eventualmente, había comenzado a guardar la ropa limpia en la segunda recámara.

Abrió la puerta y se permitió sentir el frío del lugar. Quizá porque la habitación llevaba dos meses deshabitada o quizá por los sentimientos que Jaejoong asociaba con ella, pero últimamente parecía ser el lugar más frío del departamento. Jaejoong recordaba como en los meses anteriores a la ruptura él había percibido esas cuatro paredes como su lugar seguro. Como el lugar donde nada podía faltarle.

Por un tiempo, Jaejoong pensó que Seunghyun era el hombre perfecto. Era prácticamente todo lo que había deseado, tanto física como sentimentalmente. Era alto, guapo, tenía una sonrisa hermosa y una mirada traviesa que a Jaejoong le fascinaba. Era muy inteligente, un poco taciturno, pero con una personalidad encantadora. En lo sexual habían conectado sin problema, adaptándose fácilmente a lo que el otro disfrutaba. Pero lo que Jaejoong extrañaba más, era el trato tan romántico que Seunghyun tenía con él.

Sintiendo una presión en el pecho, Jae recordó como cada vez que llegaba al departamento, Seunghyun lo recibía con una sonrisa, con un abrazo envolvente y un montón de besos. Recordó cómo le decía lo mucho que lo amaba, lo guapo que era y lo feliz que lo hacía.

En realidad, Seunghyun y él no habían estado tanto tiempo juntos. Jae recordaba el miedo que había sentido al llevar las cosas de aquella manera tan apresurada.

Anterior a Seunghyun su relación más larga y más seria había sido con Yamapi y habían pasado juntos dos años antes de que le pidiera que se mudara con él. Un año y medio después habrían terminado. Y aunque por supuesto, la ruptura había dolido, no se comparaba al dolor que sentía en esta ocasión.

Con Yamapi el desenamoramiento fue mutuo y gradual. Jaejoong siempre lo atribuyó a las diferencias culturales y claro, de idioma. Por más bueno que fuera su japonés y por más años que llevara Yamapi en Corea, nunca sentía que se pudieran comunicar al cien por ciento.

Por otro lado, con Seunghyun, no había tenido un proceso de desenamoramiento. Todo había terminado tan rápido como había iniciado.

Se habían conocido en agosto del año anterior, cuando Jae llevaba ya casi dos años soltero. En octubre ya eran pareja, y en mayo del año en curso se habían mudado juntos.

Cuando la idea de compartir un departamento se puso sobre la mesa, Jaejoong dudó por semanas antes de aceptar. Seunghyun le aseguraba una y otra vez que nada pasaría, que no tenía nada de malo ir un poco rápido cuando habían conectado de la manera en que lo hicieron, que solo era el principio de su historia y que, en sus treintas, apresurar un poco ese principio, era natural.

Jaejoong deseaba haber confiado un poco más en sí mismo, y un poco menos en Seunghyun.

Se paró frente a la cama de la habitación y la observó fijamente. Las primeras noches después del rompimiento fueron las más difíciles, todo en el lugar le recordaba a Seunghyun. Dormir había sido casi imposible en su dolor, pero eventualmente sus sentimientos parecieron comenzar a calmarse. No era que no doliera, era que comenzaba a aceptar que sentir el dolor era parte de lo que lo sanaría.

Lo curioso era que una vez que pudo volver a dormir de manera más o menos estable, se sorprendió de darse cuenta de que no extrañaba a Seunghyun descansando a su lado. Nunca acostumbraron dormir abrazados, pero siempre hay algo reconfortante en sentir a la persona que amas durmiendo a tu lado. Jaejoong había pensado que eso era lo que más extrañaría, pero rápidamente se dio cuenta de que no era así. Podía dormir sin su ex pareja sin problema alguno, no lo buscaba en la cama junto a él, e incluso pocas veces soñaba con él, y cuando lo hacía, eran pesadillas. Los sentimientos de seguridad que había sentido a su lado lo habían abandonado por completo.

Contempló la cama por unos segundos más. Dormir ahí no era una opción, y quizá no lo volvería a ser jamás.

No estaba evadiendo enfrentar la ausencia de su expareja. Los últimos dos meses habían estado plagados de esa ausencia y Jaejoong había tomado valor de todas las fuentes posibles para enfrentarla. Pero no podía volver a esa cama. No sabiendo que fue justo ahí donde la persona que le juró amarlo lo había traicionado.

Jaejoong respiró hondo, resignado. Se levantó y se abrazó a sí mismo para controlar el frío mientras se dirigía al clóset. En el último cajón había algunos pijamas que hacía tiempo no usaba. Buscó el más grande de todos para prestárselo a Changmin y aprovechó para tomar uno para él.

Caminó de regreso a la segunda recámara perdido en sus pensamientos. Aún le parecía increíble todos los cambios por los que había pasado en menos de dos años. Suspirando una última vez, y recordándose que por hoy, Changmin era más importante y debía estar para él, se esforzó por sacudir todos los recuerdos y las emociones que le atravesaban y abrió la puerta de la habitación de huéspedes.

Sin embargo, su esfuerzo resultó ser innecesario. Podría haber estado concentrado tratando de resolver el problema más grande de su vida y aún así se habría olvidado de todo al ver lo que le esperaba en la habitación.

Quien le esperaba en la habitación.

Changmin.

Semidesnudo.

Jaejoong se congeló en la puerta viendo la alta figura de su amigo que parecía concentrado en buscar algo en los bolsillos de su pantalón, el cual no tenía puesto y lo sostenía entre sus manos mientras su camisa, que tampoco tenía puesta, descansaba sobre el tocador.

Changmin estaba de pie en su habitación, en toda su gloria. Lo único que lo cubría eran unos boxers negros que parecían ajustarse en todos los lugares correctos, y una toalla que colgaba de su hombro.

Un conocido escalofrío recorrió a Jaejoong desde la nuca hasta los pies y por supuesto fue inmediatamente seguido por la también conocida racha de culpa que solía acompañarlo cada vez que tenía pensamientos lascivos hacia su mejor amigo. Algo dentro de él comenzó a hervir y Jaejoong se sintió nuevamente transportado a años atrás, cuando esto era algo con lo que tenía que lidiar continuamente. Pero, su mente, parecía no haber perdido la práctica y recurrió automáticamente a la medida que por muchos años lo salvó de la vergüenza.

Convirtió el ardor en furia.

—¡VÍSTETE, CERDO! —Le gritó a su amigo mientras le lanzaba con todas sus fuerzas la ropa que había traído con él.

Changmin recibió el golpe de lleno sobre el torso y se giró sorprendido a ver a Jaejoong furioso en la puerta. Conocía a su amigo como la palma de su mano, y sabía el tipo de enojo que estaba sintiendo. Esto no era algo serio. Era algo con lo que podría molestarlo y por supuesto, no perdería la oportunidad de hacerlo.

—Estoy vestido —le dijo con una expresión inocente, como la de un niño que no sabe lo que está haciendo mal. Era tan exagerada que sólo enfureció más a Jaejoong—. Solo me estaba poniendo cómodo.

El mayor entró a la habitación con pasos firmes y el ceño fruncido y comenzó a recoger la ropa que él mismo había lanzado mientras escuchaba a Changmin doblarse de risa ante su reacción.

—No estoy jugando, estúpido— Jaejoong podía sentir el nerviosismo ebullir dentro de él. Apretaba los dientes furioso mientras se incorporaba después de recoger los pijamas—. ¿No te da vergüenza estar desnudo en la casa de alguien más?

Con todo el esfuerzo que pudo reunir, le lanzó una mirada furiosa a su amigo.

Al rostro de su amigo

A su rostro.

Solo su rostro.

“No bajes la mirada, Kim Jaejoong” se dijo mentalmente.

—Pero no estoy desnudo — Exclamó Changmin con ese mismo tono de fingida inocencia. Señalaba con su mano el área bajo su cintura. Claramente refiriéndose a que aún tenía puesta la ropa interior.

Jaejoong tragó saliva con fuerza y evitó mirar a donde la mano de Changmin le guiaba.

—Ponte esto, cerdo —le dijo golpeándolo en el pecho con la mano que aún sostenía el pijama. Changmin no lo tomó.

—No quiero.

—¡Shim Changmin! —El menor volvió a reír a carcajadas, divirtiéndose de lo lindo con el enojo de su hyung—. ¡Te estoy diciendo que te vistas!

—Deberías agradecer que no estoy desnudo. En casa siempre duermo desnudo.

—Pero no estás en tu casa, cerdo —Jaejoong volvió a intentar golpearlo en el pecho con los pijamas y el menor solo se hizo a un lado para esquivar el golpe y siguió riendo.

En su desesperación por lograr que ese idiota se comportara, Jaejoong recurrió a una medida que nunca había utilizado y decidió intentar intimidar a su dongsaeng.

—Changmin-ah —le dijo mientras lo fulminaba con la mirada—. ¿Sí recuerdas que me gustan los hombres? ¿Verdad?

Tras escuchar esto la expresión del menor cambió de un segundo al otro, pero no a una de vergüenza o sorpresa como Jaejoong había esperado, sino todo lo contrario. Sus labios se curvearon en una sonrisa seductora y su mirada recorrió a Jaejoong de arriba abajo, como si estuviera contemplando a su presa.

—¡Ah! Es eso… —Dio un paso hacia él, con movimientos cargados de confianza y pronunciando la expresión seductora que se enmarcaba por su rostro—. ¿Entonces quieres probar?

Jaejoong sintió como el brazo de su amigo se envolvía en su cintura y lo atraía hacia él. Dejándolo aprisionado contra su cuerpo semidesnudo.

Aquel extraño y conocido escalofrío lo recorrió nuevamente, pero su cuerpo seguía congelado, mirando fijamente a Changmin a los ojos sin poder emitir una palabra.

El menor se pasó la lengua por los labios mientras miraba a los de Jaejoong y acercaba aún más sus rostros. Jae solo tragó saliva.

—Pues prueba… Ya estoy soltero…

Ante estas últimas palabras, Jaejoong sintió como si hubiera sido recorrido por una carga eléctrica, y con esto su cuerpo por fin se dignó a reaccionar.

—ALEJATE. IDIOTA. YA. PONTE. EL. PUTO. PIJAMA —le gritó Jaejoong enmarcando cada palabra con un fuerte puñetazo en el torso de su amigo. La ropa que llevaba aún en su mano siendo lo único que amortiguaba los golpes.

Changmin trataba de esquivar las agresiones entre fuertes carcajadas y gemidos de dolor, pero Jaejoong lo perseguía por la recámara, insistente por propinarle golpe tras golpe.

—¡YA! ¡YA! ¡YA! ¡ME VOY A VESTIR! ¡ME VOY A VESTIR! —Changmin gritó mientras levantaba los brazos en señal de derrota.

Jaejoong le lanzó la ropa a la cara y se cruzó de brazos. Changmin comenzó a ponerse el pantalón del pijama de Snoopy sin dejar de reírse.

—¿Ves? —le dijo una vez tuvo puesta la parte inferior—. Ya estoy vestido.

—La camiseta —le dijo Jaejoong en tono amenazador, levantando del suelo la prenda y extendiéndosela bruscamente.

—Pides demasiado…

—Ponte la estúpida camiseta —Jaejoong lo miraba furioso mientras apretaba los dientes.

—Oblígame.

Jaejoong retomó su intento por atacar al menor, pero este rápidamente le aplicó una llave que lo dejó de espaldas contra su pecho y con ambos brazos cruzados sobre su propio estómago mientras Changmin lo inmovilizaba, apretándolo contra él y riendo a carcajadas.

Jaejoong comenzó a forcejear mientras continuaba gritándole insultos a su amigo, amenazándolo con darle su merecido en cuanto pudiera liberarse.

Tres fuertes golpes se escucharon en la pared y ambos amigos se congelaron en su posición.

—¡Estúpido! —le susurró Jaejoong—. Despertamos a los vecinos

Changmin río esta vez en voz baja y soltó a Jaejoong lentamente. El mayor se irguió y se tomó unos minutos para respirar de manera agitada.

—Ya estamos viejos —exclamó en voz baja Jae, poniéndose la mano en el pecho—. Antes hacíamos esto todo el tiempo y no recuerdo agitarme tan fácilmente.

Changmin volvió a reír. Con brusquedad tiró de la camiseta del pijama que Jae llevaba en su mano. Y sin dejar de mirar a su amigo a los ojos, se colocó la prenda con una sonrisa burlona.

Jaejoong puso los ojos en blanco, tomó su propio pijama y se dirigió al baño para lavarse la cara y hacer su rutina de skin care nocturna. Mientras lavaba su cara con agua fría, agradeció que al menos la discusión con su dongsaeng se hubiera tornado cómica eventualmente. No habría sabido cómo reaccionar si Changmin hubiera continuado con esa actitud seductora que había usado para provocarle.

Las risas y los golpes que habían compartido lo habían transportado por enésima vez en esa noche, a sus años de infancia y adolescencia, cuando continuamente se enfrascaban en ese tipo de juegos físicos, haciendo enojar a las madres de ambos.

Terminó su rutina de noche, se puso el pijama y volvió a la habitación donde encontró a su amigo de 1.84 metros extendido completamente sobre su cama, vestido en un pijama color blanco con dibujos de Snoopy y Woodstock.

Changmin abrió solo un ojo y miró a Jaejoong de arriba abajo.

—Cute.

—Yo siempre soy cute. Hazte a un lado.

Jaejoong comenzó a levantar el cobertor mientras Changmin reacomodaba su posición, recorriéndose a una orilla de la cama y posicionándose debajo de las mantas en lugar de encima de ellas. Una vez estuvo recostado y cubierto, Jaejoong apagó las luces de la habitación y se le unió a su amigo.

Changmin se deslizó un poco más cerca, hasta que quedaron lado a lado.

—No sabía que tenías un pijama de Gudetama —dijo Changmin en voz baja.

—Me lo regaló tu mamá el año pasado —le explicó Jaejoong seguido de un bostezo largo—. Había olvidado que lo tenía en la otra habitación, pero suelo usarlo mucho. Es muy cómodo.

—¿Siempre duermes con él? — Esta vez fue Changmin quien bostezó.

—Lo uso para estar en casa. Normalmente duermo desnudo.

Changmin se giró sobre su costado, usó su brazo para sostener su cabeza y ver a su Hyung desde arriba.

—¿Y si dormimos desnudos?

Jaejoong ni siquiera se inmutó. Tomó su almohada y le propinó un fuerte golpe con ella al menor quien soltó una carcajada.

—Cerdo.

Changmin se desplomó sobre su almohada nuevamente y continuó riendo en voz baja. Jaejoong sentía la cama sacudirse con la risa de su amigo.

—Gracias Jae.

Jaejoong giró su rostro para observarle

—¿Gracias, por qué?

—Por qué contigo siempre puedo reírme —Jaejoong sintió como el cuerpo de Changmin se relajaba mientras respiraba hondo. No podía distinguir bien su rostro, pero en su voz escuchaba una sonrisa serena —No recuerdo cuándo fue la última vez que reí así en casa. Lo que es preocupante, porque tengo una bebé de siete meses…

Jae sonrió con dulzura y entrelazó los dedos con los de su amigo. Inclinó aún más su cabeza para apoyar la mejilla contra el hombro de este.

—Eso fue lo que me hizo tomar la decisión, ¿sabes?

Jaejoong no contestó, pero acarició el dorso de la mano de Changmin con su dedo pulgar, indicándole que lo escuchaba.

—Nuna hizo ese comentario, sobre… ya sabes, hablar y llorar —suspiró—. Y no es como si nunca antes hubiera dicho cosas similares, pero Hana estaba dormida en el auto. Yo estaba conduciendo y la ví por el retrovisor…

Jae apretó su agarre en la mano de Changmin y giró brevemente la cabeza para dejarle un pequeño beso en el hombro, por encima del pijama.

—Pensé en lo pequeña que era y en cómo cada decisión y cada movimiento que Jinri-nuna y yo hiciéramos, iba a marcar un precedente en su vida.

Jaejoong escuchó a Changmin suspirar, pero podía percibir el cuerpo de su amigo plenamente relajado. Su voz continuaba en calma, como si estuviera llegando a las paces con lo que estaba narrando.

—Me observé a mí mismo y me pregunté si este era el padre que quería ser para Hana. —Jaejoong escuchaba sin hacer un solo comentario, Solo atento al relato y al lenguaje corporal de su amigo—. Un padre que niega sus sentimientos, que no enfrenta los problemas, que no se comunica. Alguien que se siente avergonzado de llorar, o que solo se reúne con sus amigos para tomar cerveza y ver fútbol.

—A ti te encanta tomar cerveza y ver fútbol —puntualizó Jaejoong y con una risilla. Changmin le pinchó la barriga con su dedo mientras exclamaba “aish”.

Ambos rieron por algunos segundos, sin romper la sensación de calma que los envolvía.

—Me perdí a mi mismo buscando ser el esposo que Nuna quería que fuera… —continuó— pero en ese momento decidí que me importaba más ser el padre que Hana necesitaba.

Jaejoong sintió su pecho llenarse de orgullo. Sabía lo mucho que esta decisión estaba lastimando a Changmin. Pero estaba haciendo lo correcto.

Se estaba eligiendo a sí mismo, al hombre sensible y libre de prejuicios, al amigo incondicional, al hijo afectuoso y por sobre todas las cosas, estaba eligiendo al padre amoroso y dedicado. Al padre presente y comprensivo que nunca tuvo y que siempre anheló.

Jaejoong se podía imaginar a Hana en algunos años recurriendo a Changmin para contarle sus problemas, para hablarle de sus sentimientos y buscar su consejo. La podía imaginar cómo una niña, una adolescente y una mujer segura de su lugar en el mundo y del amor que la rodeaba.

Jae no pudo resistir las ganas de abrazar a su amigo nuevamente, esta vez con una sonrisa de oreja a oreja. Deseaba tanto ver a Changmin feliz, realizado. Siendo el hombre, el profesionista y el padre que quería ser. Y quizá algún día, encontrando el amor nuevamente. Un amor que se sintiera como un lugar seguro, un lugar donde podía ser él mismo, donde sus sonrisas fueran apreciadas, y sus lágrimas escuchadas.

Jaejoong quería para Changmin un amor tan grande y fuerte como el que él mismo llegó a sentir por su mejor amigo durante largos años. Un amor que parecía que no le cabía dentro y que a la mínima oportunidad se desbordaría de él para tomar el control de todo.

Aquel amor tan envolvente nunca fue correspondido, y por ello, los recuerdos que tenía de esos años estaban teñidos de dolor. Y aunque, eventualmente fue capaz de dejar esos sentimientos atrás, habían sido los mismos los que forjaron su definición de amor.

Jaejoong tenía la teoría de que, dos personas que sintieran un amor tan entero y auténtico el uno por el otro, al combinarlo solo podrían encontrar calma.

Eso era lo que quería para Changmin.

Por supuesto lo quería para él mismo también. Sin embargo, hacía años atrás, cuando en silencio se había despedido de quien más amaba en la vida, pensó que todos los esfuerzos en que se estaba enfrascando valdrían la pena si Changmin era feliz y si eventualmente Jaejoong también lo era.

—Hyung —le dijo Changmin mientras se acomodaba suavemente en el abrazo de su amigo—. ¿Me haces “aigoo”?

Jaejoong sintió como si una chispa de felicidad se encendiera en su pecho y se esparciera por su cuerpo al mismo tiempo que su sonrisa se ensanchaba hasta mostrar sus dientes y dejar escapar unas risillas. Trató de mantener la calma, pero en cuestión de segundos se dio por vencido. Sentía como si un arranque de ternura lo dominara por completo y comenzó a reír en voz alta mientras tomaba el rostro de Changmin y comenzaba a besarlo y abrazarlo contra sí sin la menor precaución.

—¡No tan fuerte! ¡No tan fuerte! —exclamaba Changmin mientras forcejeaba para zafarse del abrazo de su hyung que ahora tenía envueltos ambos brazos en la cabeza del menor y besaba su coronilla bruscamente mientras envolvía sus piernas en su cintura.

—¡Aigoo!, ¡Mi Minnie Mouse! —dijo Jaejoong sin dejar de sonreír y estrujar a Changmin fuertemente en su abrazo.

—¡Me vas a romper! —la voz de Changmin era amortiguada por el pecho de Jaejoong que no dejaba de abrazar su cabeza con fuerza—. ¡Suéltame! ¡Me estás ahogando!

—¡Aigoo! ¡No puedo! ¡No puedo! ¡¿Por qué eres tan lindo?! —Jaejoong había comenzado a mecerse de un lado al otro sin soltar a Changmin que continuaba forcejeando para alejarlo.

—¡Suéltame o te voy a morder un pezón!

Jaejoong lanzó una carcajada y soltó a Minnie de su agarre. El menor fingió indignación y se reacomodo en la cama poniendo distancia entre ellos mientras Jaejoong continuaba riendo.

—Ahora sí —dijo Changmin viéndolo con un rostro de fingida molestia—. Hazme aigoo, ¡pero suavecito!

Jaejoong volvió a reír, y con mucha más calma se acercó a Changmin. Colocó su brazo derecho en ángulo sobre la almohada y lo usó para sostener su cabeza en lo alto, para después con su mano izquierda acariciar el cabello y el rostro de Minnie mientras entre suaves risas exclamaba “¡Aigoo! Mi bebé”, “¡Aigoo! Mi Changminnie, eres tan adorable”.

Changmin solo sonreía suavemente y se quedaba quieto escuchando a su Hyung reír y disfrutando las caricias.

—¿Te he contado que cuando Hana nació, tu mamá y yo hablamos de esto? —le preguntó Jaejoong súbitamente mientras acariciaba su ceja izquierda con el pulgar.

—No —respondió Changmin viéndolo a los ojos. Ambos ya se habían acostumbrado a la oscuridad de la habitación y podían distinguir los rostros del otro.

—Tú y Jinri estaban en la habitación del hospital, aún no habíamos podido verlos. Bueno, a ti sí, pero solo por cinco minutos. Entonces la enfermera nos avisó que Hana ya estaba en los cuneros y fuimos a verla —Jaejoong contaba esto con una amplia sonrisa, mientras Changmin escuchaba atento—. La reconocimos casi al instante porque se parecía a Seohyeon nuna y un poquito a Jinri.

Changmin soltó una risilla, siempre escuchaba ese comentario. Hana se parecía mayormente a su abuela paterna, con algunos rasgos de su mamá y casi ninguno de su papá.

—Y empezamos a hablar de lo mucho que todos la habíamos esperado y de cómo iba a ser una niña muy feliz y muy amada. Entonces tu mamá dijo “Imagínate que en unos años me pida que le haga aigoo”

Changmin soltó una carcajada a la que Jaejoong se le unió rápidamente.

Jaejoong había conocido a Changmin cuando esté último tenía 3 años. En aquel entonces, cuando Minnie buscaba los abrazos o las caricias de su mamá, se le acercaba y le decía “¿Me haces aigoo?”. Seohyeon nuna les había contado a los Kim que Minnie hacía esto porque, desde que era un bebé, cada vez que ella lo tomaba en brazos o lo consolaba, le decía “¡Aigoo! Mi Minnie”, “¡Aigoo! Mi bebé”, “¡Aigoo! Mi amor”. Así que el pequeño Changmin había comenzado a asociar la expresión con muestras de cariño.

Cuando eventualmente, la familia Kim se volvió parte del círculo de confianza de los Shim, si su mamá no estaba cerca y el pequeño Changmin necesitaba consuelo, se acercaba a Kim Halmoni, a Soonli-nuna o en su defecto a Jaejoong para pedirle que “le hiciera aigoo”.

Esos recuerdos eran tan adorables, que hasta hoy en día se contaban en las familias de ambos, incluso cuando Changmin había dejado de hacerlo más o menos a la edad de 6 años.

Jaejoong volvió a reposar su propia cabeza sobre la almohada y con su brazo izquierdo continuó acariciando la mejilla de Changmin en silencio. Percibía como su amigo comenzaba a quedarse dormido y él mismo podía sentir que en poco tiempo se le uniría.

Apenas comenzaba a perder la noción de lo que lo rodeaba cuando se sobresaltó al sentir un fuerte brazo sujetarlo de la cintura y girarlo hasta dejarlo sobre el costado contrario, mirando hacia el lado izquierdo de la cama, con Changmin detrás de él.

El mismo brazo que lo había sujetado y reacomodado, ahora se estrechaba en su cintura y lo sumergía en el abrazo de Changmin, que hundía la nariz en su cabello y respiraba hondo.

—Changmin-ah —dijo Jaejoong en voz baja y cautelosa. Sentía que su amigo había actuado casi dormido.

—¿Mhm? —En efecto, la voz de Changmin sonaba muy apenas consciente de su alrededor.

—¿Podemos dormir en otra posición?

Por toda respuesta, Changmin solo estrechó aún más el abrazo, con los brazos alrededor de la cintura del mayor, mientras hundía su rostro ligeramente en su cuello.

Jae sintió un escalofrío recorrerle, y una alarma comenzó a sonar en su cabeza. Estaba apunto de repetir la pregunta cuando Changmin habló, esta vez con una voz que sonaba claramente más despierta.

—Diez minutos ¿Sí? Y prometo dejarte dormir tranquilo.

Jaejoong no dijo nada y trató de esperar con paciencia. No le molestaba que su amigo lo abrazara, todo el día se la habían pasado abrazándose y demostrándose cariño de maneras físicas. En su adultez, solo hacían este tipo de cosas cuando uno de los dos estaba sufriendo gravemente; eran los acuerdos de su amistad y a Jae no le molestaba en absoluto cumplirlos.

Sin embargo, era esta posición en particular la que no podía manejar fácilmente. No sin un fuerte flujo de recuerdos dolorosos inundando su mente. Esta fue la posición en la que durmieron aquella fatídica noche en Micky’s. Fue este exactamente el abrazo que Jaejoong recordaba. El brazo de Changmin en su cintura, el rostro de Changmin en su cuello, las rodillas de Changmin acopladas en el doblez de las suyas, pecho contra espalda, cadera contra cadera. Fue esta la posición en la que Jaejoong sintió…

—Changmin, de verdad estoy muy incómodo.

Changmin gruñó en modo de protesta, pero soltó el abrazo y reacomodó su propia postura hasta quedar nuevamente boca arriba. Jaejoong sintió que lo liberaba de más de un modo.

—Me gustaba esa posición —dijo Changmin en un puchero, fingiendo un tono infantil.

Jaejoong suspiró resignado.

—Ok, entonces date la vuelta —le indicó— y yo te abrazo a tí desde atrás, ¿está bien?

—Buen intento Jae —dijo Changmin mirándolo a los ojos con una sonrisa burlona—. Aquí el activo soy yo.

Jaejoong que aún se sentía afectado por los muchos sentimientos que le habían envuelto cuando Changmin lo había sujetado de aquella forma, se sentó rápidamente en la cama mientras sentía el rubor subir por su cuello hasta su rostro y su cuerpo ser dominado por un temblor nervioso. Nuevamente, como si de una acción automática se tratara, su cuerpo y mente reaccionaron antes que él mismo para defenderse de la intrusión.

—DETÉN. EL. MALDITO. COQUETEO. O. TE. LARGAS. DE. AQUÍ —Le gritó Jaejoong mientras en cada palabra pronunciada, golpeaba a su amigo con la almohada que hasta hacía pocos segundos había descansado bajo su cabeza.

—¡Ay! ¡Está bien! —exclamaba Changmin quien trataba de esquivar los golpes aún recostado en la cama—. ¡Vas a despertar a tus vecinos otra vez!

Jaejoong cesó rápidamente los ataques y se llevó una mano a la boca mientras ponía los ojos de par en par.

—¡Me van a multar! —le dijo a Changmin en un susurro. Este solo rió en voz baja mientras se sujetaba el estómago—. Si me multan tu lo vas a pagar, pequeño insolente.

Jaejoong lo fulminaba con la mirada.

—Ya vamos a dormirnos —le dijo Changmin mientras en una risilla por lo bajo, sujetaba a su hyung del brazo y lo volvía a recostar sobre la cama—. Si te multan me haré responsable.

Changmin nuevamente tomó el control de la posición, acomodando a Jaejoong, ahora sobre su costado derecho, quedando frente a frente. Esta vez fue Min quien comenzó a acariciar el cabello y rostro de su hyung, buscando bajar la adrenalina que recientemente se había disparado.

—Mas te vale —contestó Jaejoong en un susurro, seguido de un bostezo. No había mejor manera de hacerlo relajarse que acariciándole de esa manera. Pronto comenzó a perder la conciencia nuevamente, y a sumergirse en un sopor suave y placentero que parecía oler como la colonia de Changmin. Lo último que notó antes de entregarse por completo al sueño, fue como su amigo nuevamente lo tomó por la cintura, y esta vez lo estrechó contra su pecho.

Jaejoong respiró hondo y estiró sus músculos suavemente, acoplándose al abrazo. Mientras en un pensamiento casi onírico, notó cómo encajaba perfectamente ahí.

Jaejoong soñó con risas y voces sosegadas, con calidez y caricias reconfortantes. No recordaba la última vez que había dormido de aquella manera tan apacible y placentera. Fue precisamente el percibir que aquella sensación se desvanecía lentamente lo que lo sacó de su profundo sueño.

Abrió los ojos con dificultad y frente a él vio a Changmin con la camisa blanca que había usado el día anterior puesta y colocándose los pantalones de su traje.

—Min-ah… —le llamó en voz baja.

Changmin se giró a verlo sorprendido. Se cerró el botón y el zipper del pantalón y se apresuró a sentarse en una orilla de la cama y a arrullar a Jaejoong como quien arrulla un bebé.

—Vuelve a dormir, Boo —le dijo Changmin en voz baja mientras acariciaba su cabello—. Apenas son las seis.

Jaejoong hizo una mueca.

—¿Te vas tan temprano? —le dijo a su amigo con voz adormilada.

—Nuna sale hacia el trabajo en una hora —le explicó Changmin mientras reacomodaba la manta alrededor del mayor—. Tengo que estar ahí antes de que se vaya, y preparar a Hana para la guardería.

Jaejoong se talló el ojo y observó a su amigo sin decir nada. Era miércoles, tanto Changmin como Jinri tenían que continuar con su semana como los adultos que eran. Sin importar lo que estuvieran atravesando.

—Vuelve a dormir ¿Sí? —le dijo Changmin mientras lo observaba con una sonrisa—. Te llamo más tarde.

Le dio un beso en la frente y Jae sintió como se derretía en su posición al tiempo que observaba a Changmin colgarse el saco y la corbata en el brazo y salir de la habitación mientras se peinaba el cabello con los dedos.

Escuchó sus pasos por el departamento y poco después, la melodía de la cerradura electrónica le avisó de la salida de su amigo del lugar.

De un momento a otro, el departamento se percibió vacío. La recámara que ocupaba actualmente jamás la había compartido con nadie y aún así, parecía que alguien hacía falta. Incluso la cama se sentía fría, solitaria.

Jaejoong suspiró y se dispuso a levantarse. Comenzaba a trabajar hasta las 9 am, pero algo le decía que aunque lo intentara, no volvería a conciliar el sueño.

Aún sentado en la cama y a punto de comenzar con su rutina de cada mañana, Jaejoong se preguntó cómo era posible que después de cinco meses de compartir una casa, una cama, una vida con Seunghyun, ni por un segundo lo hubiera extrañado siquiera la mitad de lo que estaba extrañando ahora a Changmin. Después de escasas cuatro horas de dormir a su lado.

Notes:

Siguiente publicación: 9 de Mayo del 2025

Chapter 5: CLAUDICARE

Notes:

Una disculpa por subir un día tarde, pero estaba viendo a nuestros preciosos ♥

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

V. CLAUDICARE

Para bien o para mal, el duelo pasó rápido. Al menos en comparación al largo tiempo de incertidumbre. O quizá en realidad; todos esos meses tratando de salvar lo insalvable, también habían sido parte del duelo.

La decisión se tomó a mediados de noviembre y a finales de diciembre ya estaban divorciados. Las cosas fluyeron de manera muy tranquila, ninguno de los dos se aferró a nada, ninguno exigió más de lo que le correspondía, ninguno trajo a la mesa el dolor que ambos estaban sintiendo.

Jinri se quedó con el departamento, ambos habían acordado que era lo adecuado. Cuando se habían conocido ella ya tenía uno propio, que eventualmente vendió cuando se mudaron a Busán. Al volver a Seúl, fue el dinero de aquella venta el que usaron como pago inicial.

El auto tenía un contrato de leasing a nombre de Changmin. Por unas semanas, continuaron compartiéndolo según la rutina de Hana lo requiriera, pero tan pronto el divorcio estuvo firmado, Jinri se hizo de un auto para ella y Changmin se quedó con el SUV.

Los ahorros que habían hecho durante seis años de matrimonio se dividieron en porcentajes justos. 30 por ciento para Jinri, 30 para Changmin y 40 en un fideicomiso para Hana.

No hubo necesidad de determinar pensión alimenticia, pero su acuerdo de manutención fue bastante claro. Ambos aportarían la mitad de todos los gastos relacionados a la niña y estaría en su poder organizarlos como mejor les pareciera.

En cuanto a los acuerdos de custodia y convivencia, quizá fue esto lo más sencillo de determinar. “Coparentalidad” se llamaba. Tanto en lo mundano como en lo legal.

Changmin había rentado un departamento casi tan pronto como la separación se había vuelto definitiva. Era caro, era pequeño, era incómodo. Pero estaba a escasos 600 metros del edificio de Jinri, estaba amueblado, y por el momento era oportuno.

Habían acordado en un calendario electrónico compartido. Changmin registraba su agenda tanto de trabajo como personal en color verde, Jinri hacía lo mismo en color naranja, y conforme a ello organizaban la rutina de Hana como resultara conveniente. Las entradas violetas eran para omma, las amarillas para appa, las celestes eran citas con él pediatra u otros médicos, las rosas eventos misceláneas, las rojas eventos importantes, etc. El calendario se llamaba “Hana” y tenía emojis de corazones, pollitos, ositos de peluche y flores por todas partes.

El día que el divorcio se concretó, Changmin regresó a su departamento, se sentó frente al televisor, puso el canal de deportes, abrió una cerveza y se quedó en la misma posición por largos minutos, apenas parpadeando. No registró nada de su alrededor, ni la bebida en su mano, ni la voz de los comentaristas del partido de béisbol, ni el hecho de que sus lágrimas no paraban de bajar por sus mejillas.

A diferencia de las últimas semanas, esa noche atravesó el malestar solo. Sin llamar a Jaejoong, al OT5 o incluso a su mamá. Se dedicó a llorar en silencio y en calma por lo perdido. Pero no pudo evitar notar que la dolorosa sensación de presión en el pecho, había desaparecido. Estaba sanando.

El mes de enero se trató mayormente de adaptarse a la nueva rutina. Tres o cuatro días a la semana, Hana los pasaba en el departamento con él. Jaejoong solía visitarlos esos días, cocinaban y comían juntos, charlaban, cuidaban de Hana y la ocupaban en actividades didácticas que Jae indicaba como aptas para su edad y desarrollo.

Cuando la niña dormía, si era necesario, ambos trabajaban desde sus laptops, uno a cada extremo del sillón con los pies descansando sobre la mesita de centro. Si estaban al día con el trabajo, veían una película o simplemente holgazaneaban por el lugar.

En otras ocasiones, apenas Changmin recogía a la bebé del departamento de Jinri o de la guardería, se iban juntos a casa de Jaejoong y repetían la misma rutina desde ahí.

El 25 de enero, una noche antes del cumpleaños de Jae, se reunieron en el pequeñísimo departamento de Changmin y cenaron con Hana antes de llevarla con su mamá. Ellos cenaron topokki, Hana cenó camote hervido, brócoli y pechuga de pollo. Todo dispuesto para ella de acuerdo al método BLW.

Al día siguiente apenas despuntar el alba, Changmin y Jaejoong salieron juntos hacía Gongju, donde los Kim prepararon un festín para celebrar los 33 años de su hijo más joven.

Changmin pasó más de dos horas en la cocina preparando mujigae-ddeok para el festejado. Dejando que los seis pequeños sobrinos de Jaejoong lo asistieran con el cernidor, o dándole forma a cada capa con las manos, o el favorito de todos, agregando el colorante alimenticio. Por supuesto, sus jóvenes asistentes hicieron que el trabajo fuera tres veces más difícil y, al final el mujigae-ddeok no fue muy estético a la vista. De igual forma, Jaejoong estuvo a punto de llorar al verlo y les agradeció a los siete chefs con un abrazo y un beso en la mejilla.

El mes siguiente, para el cumpleaños de Changmin, salieron hacia Ansan en la SUV con Hana en el asiento de bebé y a un lado de ella una maleta con suficiente ropa, juguetes y demás artefactos necesarios para pasar tres días con la abuela. Las mochilas de su papá y de Jaejoong parecían pequeñas a comparación de su equipaje. Esa noche asaron samgyeopsal en el porche, en una grande y vieja mesa de jardín donde celebraban todos los cumpleaños cuando hacía buen tiempo. Minha y Seonmi, las hermanas pequeñas de Changmin que apenas estudiaban la preparatoria, se encargaban encantadas de alimentar a Hana mientras grababan videos con ella y los subían a Instagram.

Fue su primer cumpleaños sin Jinri y aunque no pudo evitar sentir una pizca de añoranza de vez en vez, se daba cuenta de que estaba rodeado de la gente que más amaba y que lo hacía sentir más amado.

En abril fue el primer cumpleaños de Hana y lo celebraron con una pequeña reunión en el departamento de Jinri. Solo la familia inmediata de ambos asistió. De parte de Changmin, su mamá, su padrastro y sus dos hermanas. De parte de Jinri, sus padres, Julien hyung, Jinjoo nuna y sus dos hijos varones que eran uno y dos años mayores que Hana.

Entre Changmin y Jinri habían decorado la sala del departamento, con globos de colores pastel e imágenes de animalitos en barcos, bicicletas y aviones. En la pared del comedor había una guirnalda hecha a mano por Minha y Seonmi que decía “Feliz primer cumpleaños Hana” y estaba decorada con flores y estrellas de colores.

En la televisión se proyectaba una sesión de fotos de Hana en un sencillo y muy lindo vestido blanco, riendo sobre una manta de picnic, debajo de los cerezos en flor, aplaudiendo o tratando de capturar los pétalos que caían con su pequeña mano.

Cada vez que alguien elogiaba las fotografías, Changmin respondía con orgullo que Jaejoong las había tomado esa mañana, cuando los tres hicieron un picnic en el parque para festejar a la pequeña.

Llegó el verano, el calor húmedo, el jangma y el festival a orillas del río Han. La rutina ya estaba más que establecida y Changmin había aprendido a consultar el calendario de Hana todas las mañanas por si Jinri había agregado alguna otra entrada. En su teléfono, el número de Jinri era uno de los más llamados y mensajeados, aunque sus mensajes consistían mayormente en fotos de Hana y comentarios sobre el itinerario de la semana.

Un sábado de Julio, mientras Jae y él tomaban su primer café de la mañana en el pequeño desayunador del departamento de Changmin, el menor recibió una súbita llamada de Jinri. Menos de tres minutos después, los dos amigos, ataviados aún en sus pijamas y con dos grandes sonrisas sobre sus rostros, corrieron al departamento de la mamá de Hana para presenciar los primeros pasos de la niña a su lado.

Esa mañana los tres habían derramado unas cuantas lágrimas de felicidad. Changmin por primera vez en meses había abrazado a Jinri mientras ambos veían con orgullo a Hana caminar hacía Jae, quién le extendía los brazos con una sonrisa. El corazón de Changmin parecía estar inundado por la felicidad, el amor, la ilusión y muchas más emociones que podía y no podía identificar. En una reflexión fugaz pero satisfactoria, se permitió felicitarse a sí mismo al notar que, ninguno de esos sentimientos, eran causados por sujetar a su exesposa entre sus brazos.

Durante el otoño, Jaejoong le explicó a Changmin que Hana estaba pasando por la etapa holofrástica del lenguaje, y Min pensó que era una manera exageradamente larga de llamarle al adorable hábito que había tomado su hija por intentar repetir tanta palabra se dijera frente a ella.

En esos mismos meses, Hana había comenzado a llamar al OT5 por su nombre. Chunnie Samcheon, Yunho Samcheon y, su favorito, Susu samcheon. Junsu se había ganado el corazón de Hana a base de cantarle el tema de Pororo mientras la alzaba en brazos. Yunho y Yoochun bromeaban acerca de sentirse relegados por la pequeña cada vez que Junsu y Amber aparecían, pero por más que trataban de divertirla cantándole, bailándole, o jugando con ella, Hana siempre prefería a Susu samcheon.

Para aquel entonces, Jaejoong era probablemente la tercera persona más presente en la vida de Hana, solo después de sus padres. La niña estaba tan acostumbrada a su presencia que cuando estaba sola con Changmin solía repetir “Boo” una y otra vez, preguntando por Jaejoong. Y cuando éste llegaba, una sonrisa gigante se extendía por el rostro de la pequeña y por largos minutos se olvidaba de su papá por completo.

Changmin, Seohyeon, Jinri y Jaejoong mismo, habían intentado enseñarla a llamarle Jaejoong samcheon, pero Hana insistía en llamarle solo “Boo”. Changmin lo encontraba adorable. A Seohyeon y Jaejoong, por el contrario, les preocupaba que pudiera sonar maleducado y trataban de inculcarle al menos a que le llamara “Boo samcheon”. Cada vez que este honorífico era sugerido, Hana hacía un puchero obstinado y cruzándose de brazos negaba con la cabeza. Changmin se reía a carcajadas cada vez que esto sucedía y Jaejoong suspiraba resignado.

Al principio le preocupaba un poco que a Jinri le disgustara que Hana llamara a Jae de ese modo, pero si así fue, nunca lo mencionó.

Durante el Chuseok, mientras observaba a su mamá y a Jaejoong vestir a Hana con un hanbok, Changmin se sorprendió al notar cómo todas aquellas decisiones que hacía poco menos de un año parecían tan aterradoras, hoy en día eran la tierra donde construía su felicidad.


5 meses antes de esa noche. Jaejoong 33, Changmin 31.

Una tarde de inicios de noviembre, Changmin revisaba el calendario de Hana desde su oficina en la MBS, tenía cuatro horas disponibles antes de su siguiente llamado y creía poco conveniente regresar a casa. Hana estaría con Jinri hoy, Changmin la había llevado a la guardería por la mañana y su exesposa pasaría por ella en la tarde al salir de la oficina.

Cerró su laptop mientras bostezaba, tomó su celular y fue recibido por una Hana risueña que observaba maravillada una burbuja que estaba a punto de aterrizar en su nariz. Changmin sonrió. Hacía tiempo que notaba que no había mejor manera de combatir el estrés, que tener fotos adorables de Hana como fondo de pantalla.

Aun sonriendo abrió la aplicación de teléfono y llamó al primero de sus números frecuentes.

—Desgraciado —Jae respondió al primer tono.

Changmin extrañado se retiró el celular de la mejilla y observó la pantalla. En efecto había llamado al teléfono de Jaejoong.

—Yo también te quiero, Jae —Le respondió en un suspiro.

—Espero que al menos sientas una pizca de arrepentimiento —dijo su amigo fingiendo un tono de desinterés.

Changmin repasó sus pasos de esa mañana mentalmente. La noche anterior él y Hana habían dormido en el departamento de Jaejoong. Él se levantó a las 7, se duchó, encendió la cafetera —12 tazas para que hubiera suficiente cuando Jae se levantara—, despertó a Hana, le dio su leche en un vaso con tapa mientras la peinaba, la llevó a la cocina, la puso en su silla alta y le preparó un pan tostado con crema de maní y plátano cortado en cuatro pedazos largos, se sirvió su café mientras la observaba comer y charlaba con ella. Abrió el refrigerador para hacerse un sándwich y…

Changmin se llevó la mano a la frente y la deslizó por su rostro.

—El almuerzo —le dijo a Jaejoong en un tono de derrota—. Lo olvidé.

—Desgraciado. Eso me pasa por preocuparme por ti —le respondió Jaejoong en un tono ofendido—. Buena suerte para que vuelva a cocinarte algo. La próxima vez, prepararé algo delicioso y Hana y yo nos sentaremos a comerlo enfrente de ti mientras te mueres de hambre y nosotros morimos de risa.

Changmin lanzó una carcajada al imaginar la absurda escena.

—Discúlpame, Boo —le dijo en la voz más tierna que pudo hacer, implorando por el perdón de su amigo—. Estaba atareado y lo olvidé por completo.

—Hasta te había dejado una nota, idiota.

Changmin sintió su sonrisa extenderse y una chispa de algo conocido se encendió en su pecho.

—¿Ah sí? ¿Qué decía?

—Que era la última vez que cocinaría para ti —Changmin volvió a reír. Jaejoong tenía muchos modos de expresar amor, pero cocinar para sus seres queridos era uno de los más usuales.

—Perdóname, Boo —le dijo Changmin haciendo un puchero que Jae no podía ver, pero si escuchar.

—Sí, sí… lo que sea —Le dijo con un tono desinteresado, Changmin incluso lo podía imaginar fingiendo que se inspeccionaba las uñas—. Se lo regalaré a Dajong, seguro ella si lo apre…

—¿Te lo llevaste a la oficina? —le preguntó Changmin levantándose de su silla rápidamente y tomando su cartera y sus llaves del escritorio.

Jaejoong le respondió que sí con fingido desdén y comenzó a parlotear sobre lo mucho que iba a apreciar su asistente un delicioso almuerzo preparado por él.

—Voy para allá —le dijo Changmin mientras se colocaba la chamarra y caminaba hacia la puerta de su oficina. Jaejoong se quedó en silencio por unos segundos.

—¿De verdad vienes? —preguntó con un tono desconfiado y Changmin puso los ojos en blanco. No es como si fuera inusual que se reunieran de vez en vez para comer en la oficina del otro.

—No voy a dejar que Dajong se quede con el delicioso almuerzo que Boojae preparó especialmente para mí.

—La verdad era para mí, solo hice un poco más. Pero me gusta molestarte —Changmin puso los ojos en blanco y con una sonrisa salió de su oficina y presionó el botón del elevador.

—Muy tarde, ya voy para allá —le dijo a su amigo.

—¿Pasas por un postre? —le preguntó Jaejoong.

—Espérame en el café del primer piso y escogemos juntos —Le dijo Changmin mientras entraba al elevador y presionaba por la planta baja—. Llego en 15 minutos.

—Ok, pondré a calentar el bulgogi y después bajo por ti.

—¿Hiciste bulgogi? —preguntó Changmin mientras se saboreaba el platillo mentalmente. Jaejoong soltó una carcajada.

—Corre. Aquí te espero.

Tanto la televisora como la oficina de Jaejoong se encontraban en el área de Gangnam. A tres estaciones de distancia. Changmin extrañaba la facilidad de tomar el metro y llegar a cualquier parte de Seúl sin preocuparse por nada, pero hacía ya bastante tiempo que evitaba usar el transporte público.

Habían pasado ya casi tres años desde su regreso a Seúl y con ello, de su exposición en televisión nacional. Cada vez más gente lo reconocía en la calle y aunque, cuando esto pasaba, se sentía sinceramente agradecido, a veces era simplemente más cómodo o conveniente pasar desapercibido.

Se estacionó en el parque Dosan y atravesó una corta parte de este hasta su destino. El edificio debía tener más de diez pisos, las oficinas donde trabajaba Jae ocupaban los últimos tres y en la planta baja había una amplia cafetería que los oficinistas de los alrededores frecuentaban.

Changmin entró al establecimiento y lo escaneo rápidamente con la mirada. Su amigo aún no estaba ahí.

A Jaejoong le encantaba ese lugar por su latte con esencia de lavanda y por su fachada de cristal con vistas al verde y frondoso parque. Con una sonrisa en el rostro, Changmin inspeccionó con poca atención la vitrina de postres, sus pensamientos perdidos en la conversación que había tenido con Sunwoong hyung esta mañana.

Hacía años y sin proponérselo, había comenzado una lista mental de cosas que hacían feliz a Jaejoong. Las plantas, la luz del sol, la comida coreana, el café, su manta de Hello Kitty, la cocina, los baños relajantes, los personajes tiernos, etc. La lista era larga y Changmin la había alimentado por casi la mitad de su vida. La entrada más reciente, era su favorita de todas; Hana.

La oportunidad era perfecta. Además de ser altamente conveniente, estaba plagada de factores de esa lista.

La puerta de la cafetería se abrió y vió a Jaejoong entrar por ella, sus ojos examinando el lugar en busca de su amigo. Changmin amplió su sonrisa y justo cuando estaba por alzar el brazo para llamar la atención de su hyung, observó como este era distraído por alguien más.

La mujer se había acercado a Jaejoong entre risas y al contemplarla, Jae sonrió de oreja a oreja. Ambos se saludaron con un gesto que apenas se asemejaba a una reverencia, Jae la sujetaba del brazo de manera cariñosa y ambos reían y charlaban.

Debían ser amigos, pensó Changmin. O al menos colegas cercanos porque parecían sentirse en plena confianza con el otro. Observó a su hyung acercarse aún más a la mujer y rodearla por los hombros con un brazo mientras ambos reían. Jaejoong agachaba la cabeza para mirarla a los ojos.

Por un momento Changmin observó la diferencia de alturas entre ellos y notó que, en realidad, Jaejoong era bastante alto. No más alto que él, por supuesto; pero alto al fin. La mujer se rió en voz alta de algo que Jaejoong le había dicho y este, también entre risas, la estrechó más contra su costado.

De verdad se veía pequeña al lado de él. O quizá era al revés y ella era tan pequeña que Jaejoong súbitamente se veía más grande de lo normal. ¿Siempre se había visto así? Comenzó a hacer memoria mientras observaba a su hyung.

Sí, siempre había sido grande, sólo no más grande que él. Tenía los hombros anchos y la cintura estrecha. Sus piernas se veían especialmente largas hoy. Vestía una camisa rosa con rayas blancas verticales, los primeros tres botones abiertos y bajo ella una sencilla prenda blanca. Estaba usando jeans de mezclilla negra, ajustados. O quizá era porque había estilizado su camisa para verse holgada y el contraste hacía parecer los pantalones más ceñidos. Tal vez era también el contraste entre sus anchos hombros y su corta cintura lo que hacía ver su torso de esa manera, como un triángulo invertido.

Siempre supo que su hyung era hermoso, lo veía con sus propios ojos, pero también lo notaba en las expresiones de los demás al contemplarlo y en sus voces cuando hablaban de él. Pero hasta ese instante en el que lo observaba al lado de aquella desconocida, no había notado lo varonil que era.

Por un segundo Changmin se preguntó si esto sería atractivo entre hombres. Sabía que Jaejoong se sentía más cómodo en un rol pasivo en sus relaciones, y tenía claro que le atraían los hombres viriles. Pero, ¿cómo aplicaba al revés? ¿Eran las características tan masculinas de Jaejoong atractivas para quienes preferían un rol activo?

La mayoría de las mujeres con las que él mismo se había involucrado parecían disfrutar estar con un hombre de grandes dimensiones. Cuando aún estaba con Jinri, esta parecía estar obsesionada con sus hombros y su espalda.

Como si sus pensamientos fueran un comando para Jaejoong, este giró todo su cuerpo hacia el lado contrario, apuntando algo al fondo del edificio. Y Changmin pudo ver su espalda. Sus omóplatos se marcaban en la camisa rosa y con su brazo flexionado de esa manera, la curva de sus hombros también se hacía divisible.

No sólo era alto, era fuerte, estaba bien ejercitado. Su quijada, súbitamente, se veía más pronunciada. El cabello color miel suavizaba sus facciones, pero no les quitaba del todo la fuerza. Changmin notó como la camisa parecía holgada de todas partes menos de los brazos y hombros y ahora que ponía atención, los jeans marcaban especialmente los músculos de sus muslos. Además había algo en sus movimientos que Changmin no podía identificar, pero que era sugerente.

Sí. No había manera de que esto no fuera atractivo.

Por un instante sintió su boca secarse y de la nada, llegó a su cabeza el recuerdo de aquella ocasión, hacía algunos años, en que había visto a su hyung coquetear con Gong Jicheol ssi.

En ese preciso instante, Jaejoong hizo contacto visual con él y Changmin se sintió súbitamente nervioso, como si lo hubiera atrapado haciendo algo incorrecto.

La sonrisa de Jaejoong se amplió al verlo y le dijo algo a su amiga mientras apuntaba a Changmin. La mujer también lo miró y llevándose la mano a la boca, como si estuviera avergonzada, le hizo una reverencia. Changmin respondió a la misma y desvió su mirada para parecer interesado en el menú frente a él.

Un minuto después Jaejoong se despedía de la mujer con un abrazo y caminaba hacia la vitrina de postres donde Changmin lo esperaba. El menor sacudió la cabeza levemente para disipar sus pensamientos.

—Mi Minnie Mouse —le dijo su hyung mientras le pellizcaba la mejilla—. ¿Ya elegiste algo?

Changmin se rió en voz alta. No había pasado siquiera media hora de que Jae lo había llamado desgraciado y de que estaba armando planes malvados para darle una lección.

Jaejoong tenía la costumbre de fingir estar molesto con Changmin cuando este no hacía exactamente lo que él deseaba. Pero apenas Min cedía un poquito, la fachada indignada se caía por completo y Jae volvía a portarse tierno y amistoso.

—No, aún no —respondió el menor— ¿Era amiga tuya?

—¿Shinhye? Sí, te he contado de ella, ¿recuerdas? —Jae inspeccionaba los postres de la vitrina mientras se llevaba el dedo índice a los labios—. Se llama Park Shinhye. Compartimos oficina por dos años cuando ambos éramos capacitadores. Hace tiempo que no la veía porque se había cambiado de distrito, pero está de vuelta en Seúl y en una semana se integrará a mi distrito nuevamente.

—¿Vas a ser su jefe? —Jaejoong solo se giró a verlo y le guiñó el ojo con una expresión de autosuficiencia.

Min se sintió extrañamente cautivado por el gesto.

—Estoy muy orgulloso de ti, Jae —le dijo mientras contemplaba a su hyung con una sonrisa serena.

—Yo también estoy muy orgulloso de mi. —Ambos amigos rieron—. Creo que otra vez quiero hotteok, ¿Está bien?

Changmin asintió con una sonrisa y juntos caminaron hacia la caja registradora.

—¿Te gusta? —preguntó Jaejoong mientras se formaban en la fila para ordenar.

—¿Los hotteok? Sí, claro —Changmin se encogió de hombros.

—No, tonto. Shinhye —lo corrigió Jaejoong—. Es completamente tu tipo.

Changmin lo miró desconcertado. Ahora que lo pensaba, ni siquiera recordaba cómo se veía aquella mujer fuera de que parecía ser muy pequeña al lado de Jaejoong.

—¿En serio? No le puse atención.

—Sí, claro —exclamó Jae con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco—. No dejabas de verla.

Changmin se sintió más perdido aún, no recordaba haber visto a la mujer más que por unos cuantos segundos.

—Te la puedo presentar. No solo es preciosa, también es muy inteligente —le dijo su amigo—. Y le pareciste guapo, incluso se ruborizó al verte.

Changmin miró a su amigo extrañado. La fila de la caja registradora había avanzado y ahora era su turno de ordenar, Min interrumpió la conversación y pidió dos lattes con esencia de lavanda y una orden de hotteok, pagó el importe indicado y caminó con Jae al final de la barra para esperar las bebidas.

—Es tu amiga, Jae —retomó la conversación donde la habían dejado—. En este momento no quiero nada serio y no me atrevería a tener algo casual con alguien que tú me presentaras.

Además la sola idea de que fuera Jaejoong quien lo emparejara con esta, o cualquier otra mujer, lo incomodaba de sobremanera.

El mayor se encogió de hombros.

—Tarde o temprano tienes que volver a tener citas.

Este tema ya lo habían discutido un par de veces. Jaejoong pensaba que Changmin debía, cuando estuviera listo, retomar su vida amorosa y buscar alguien con quien compartir sus días.

Changmin por su lado, se sentía abrumado solo de pensar en enfrascarse en las complejidades de las citas y las relaciones. Las cosas para él ya no eran como antes. Ahora estaba en sus treintas, tenía una hija que adoraba y detrás de él, la historia de un matrimonio que no había prosperado.

Hoy en día ya no sentía nada romántico hacia Jinri. De vez en cuando, al verla, no podía evitar sentirse atraído físicamente hacia ella, pero pasaba muy ocasionalmente y no con la suficiente intensidad como para sentir que aún la deseaba.

Por supuesto, le gustaría tener mas sexo, pero por el momento estaba satisfecho con los pocos encuentros casuales que tenía de vez en vez y su suscripción premium al contenido explícito de una streamer que había descubierto meses atrás.

—Por el momento, prefiero que sea tarde y no temprano —dijo Changmin con una sonrisa.

Jaejoong no insistió. La idea era que Changmin buscara el amor cuando estuviera listo para ello y, si no lo estaba, él por supuesto no iba a presionarlo. Pero de verdad quería verlo feliz, recibiendo tanto amor como el que era capaz de dar.

En ocasiones, al pensarlo, algo que evocaba melancolía se removía dentro de él. Pero cuando esto pasaba, solía escuchar la suave voz de Yoochun en su cabeza, diciendo “Solo son los escombros, Jae”

Y así era. Ya no quedaba nada más ahí, solo escombros.

Recibieron su orden y juntos entraron al lobby del edificio, donde Jaejoong llamó al elevador y mientras lo esperaba le comenzó a relatar cómo iba su investigación sobre la epigenética y su afectación en el desarrollo cognitivo y emocional del infante.

Jaejoong trabajaba para una institución bipartita que investigaba y promovía la educación y el correcto desarrollo de las infancias, y que al mismo tiempo prestaba su servicio a la gubernamentalidad para capacitar y guiar al personal docente y administrativo de las instituciones educativas del país, así como a los centros de protección y resguardo de menores.

Jaejoong tenía solamente treinta y tres años y ya encabezaba el equipo de investigación del distrito de Seúl. Había comenzado a trabajar en esa empresa hacía aproximadamente ocho años, en los cuales además había completado una maestría en desarrollo y bienestar infantil y un doctorado en neuropsicología de las infancias.

Dos años atrás había publicado un libro sobre la adopción como método de protección al infante y adolescente. En este, desde su experiencia como persona adoptada, buscaba concientizar a la sociedad sobre los procesos de adopción y la importancia de que estos fueran enfocados en las necesidades físicas y emocionales del adoptado y no en el deseo de los adoptantes de paternar.

Actualmente, se encontraba en negociaciones con las dependencias de asistencia social gubernamentales para incluir su libro como parte del programa de capacitación mandatoria de aspirantes a padres adoptivos, mientras que de manera simultánea lideraba a su equipo en la investigación de epigenética que en ese momento le relataba a Changmin.

—La próxima vez que vayamos a Ansan, quiero pedirle a nuna su opinión en algunos puntos —dijo Jaejoong mientras abría su puerta. Jae tenía un set de una mesa y dos sillas altas al lado de la ventana de su oficina. Originalmente estaba ahí como decoración, pero le resultaba de mucha utilidad cuando no tenía tiempo de salir para comer.

Changmin puso el café y el postre en el escritorio de Jaejoong, dejó la chamarra en una de las sillas de este y caminó los escasos pasos hasta el pequeño comedor.

Jae salió del lugar por pocos segundos y volvió con una bolsa de tela que contenía dos recipientes metálicos cerrados, palillos, cucharas, servilletas y otros utensilios.. Changmin sintió su boca aguarse ante el delicioso aroma del bulgogi de Jaejoong.

Ambos pusieron la mesa mientras Changmin imitaba los ademanes y expresiones que hacía Hana cuando pedía comida. “¡Boo!, ¡sopa!” exclamó Changmin pronunciando un puchero y dando pasitos desesperados en su lugar, algo que su hija hacía mucho cuando perdía la paciencia. Jaejoong reía en voz alta y pronunciando su labio inferior exclamaba “¡Appa!, ¡hambe!”

“¡Mucha!, !Mucha hambe!” exclamaron los dos al unísono mientras extendían sus brazos justo como lo hacía la niña cuando decía aquellas palabras.

Ambos rompieron en carcajadas mientras se sentaban a la mesa. Jae incluso se secaba un par de lágrimas del rabillo del ojo y Changmin alternaba sus brazos entre sujetarse el estómago y aplaudir.

—Cualquiera pensaría que la matamos de hambre— dijo Changmin relajándose sobre la silla conforme su risa iba cediendo —Come cada tres horas.

Jaejoong comenzó a servir dos vasos de agua mientras continuaba riendo y puntualizaba como Hana había heredado de su papá el apetito y la manera en que uno de sus ojos se cerraba más que el otro al sonreír.

Comenzaron a comer mientras charlaban de cosas triviales. El bulgogi como siempre, parecía una obra de arte y Jaejoong reía cada vez que Changmin hacía una mueca de éxtasis al tomar un bocado.

—Estaba pensando en ir a Ansan el 16 —dijo Changmin—. Quizá quedarnos una noche, quizá regresar el mismo día, dependiendo de que tanto me canse.

—La cita con el pediatra es el 16 —le indicó Jaejoong mientras usaba sus palillos para tomar rábanos encurtidos y ponerlos en su plato.

—No, es el 26, revisé el calendario hace un rato —le dijo Changmin con seguridad.

Jaejoong puso los ojos en blanco.

—Te refieres al 25 y no es la cita con el pediatra, es la vacuna de la hepatitis —lo corrigió Jaejoong—, que por cierto no sé porque la pusiste ese día, es miércoles.

—La vacuna le toca a Jinri, a mi me toca la cita con el pediatra, pero es el 26 —dijo Changmin mientras sacaba su celular para consultar nuevamente el calendario.

—Te estas confundiendo —le dijo Jaejoong mientras lo apuntaba con los palillos. Hizo una pausa para beber agua y después continuó—. A Jinri le tocó la vacuna de la encefalitis japonesa. A tí te toca esta, la de la hepatitis.

Changmin abrió la aplicación de salud infantil y se sorprendió al ver que, en efecto, la vacuna de la encefalitis japonesa ya estaba registrada, la siguiente era Hepatitis A y tenía cita el 25 de noviembre. Abrió los ojos de par en par y miró a su amigo con una expresión de pánico

—¡¿Agendé la cita con el pediatra un miércoles?! — Exclamó mientras se llevaba una mano a la frente.

Jaejoong suspiró.

—¡Aigoo!… ¡Hoy sí que estás distraído!

Jaejoong dejó a un lado sus palillos, volvió a beber agua y con una expresión de resignación comenzó a explicar.

—La cita con el pediatra es el 16. Es lunes, no vas a tener problema. —Changmin abrió el calendario de Hana para consultar lo que le indicaba su amigo—. El 25, por otro lado, agendaste la vacuna, pero no te preocupes, yo la puedo llevar, solo asegúrate de llamar a la clínica para que estén al tanto.

El calendario de Hana confirmaba toda la información que Jae le estaba proporcionando. Changmin se sorprendió de lo mucho que se había confundido, no era algo que le pasara con frecuencia.

—Gracias Boo —le respondió Changmin relajándose y dejando el celular a un lado—. Por un momento entré en pánico.

—¿Qué harías sin mí? —exclamó Jaejoong en un suspiro y Changmin le sonrió con ternura.

Sabía que Jae estaba bromeando solamente, pero en realidad, él también se lo preguntaba. ¿Cómo podría hacer todo esto sin Jae?.

Su amigo comenzó a hablarle sobre una canción que le quería recomendar pero de la que había olvidado el nombre, y mientras hacía scroll en su celular con una expresión de concentración, Changmin lo observaba con detenimiento.

Jaejoong estaba casi tan involucrado como él en la crianza de Hana. La discusión de hace unos minutos era la prueba de ello.

Por supuesto Changmin estaba consciente de lo mucho que su amigo lo acompañaba al cuidar de su hija y se lo agradecía profundamente. Sin embargo, nunca se había detenido a pensar que, en realidad, Jaejoong también estaba asumiendo la carga mental de un padre.

Él no tenía la necesidad de saber cuándo eran las citas médicas de Hana, ni su esquema de vacunación. Tampoco era necesario que supiera en qué etapa de la alimentación complementaria se encontraba, o que conociera su talla de ropa y zapatos. Pero todo eso, Jaejoong lo sabía.

La semana pasada habían ido de compras y juntos habían escogido un par de outfits para que Hana usara en el festival de invierno de la guardería. Jae incluso le había pedido al dependiente de la tienda que le ayudara a buscar un modelo de vestido, indicándole exactamente la talla de Hana. Cuando Changmin estaba escogiendo unos zapatos, Jae le recordó “no le gustan las hebillas, comprale de velcro”, y al día siguiente mientras Hana comía gajos de naranja en su silla alta, Changmin preparaba el desayuno y Jaejoong buscaba en youtube tutoriales de peinados cómodos para niñas de entre 1 y 3 años.

Se detuvo a analizar la rutina de la semana, y aunque esto lo sabía perfectamente, otra vez se sintió maravillado por lo mucho que Jaejoong influía en que dicha rutina funcionara.

Lo más usual para ellos era que Hana pasara con Jinri viernes, sábados y domingos. El resto de los días los pasaba con Changmin.

Lo habían decidido de esa manera porque era lo más conveniente para ambos.

El horario de Jinri era bastante menos fluctuante que el suyo. Solía trabajar de 9 a 6 de lunes a viernes, a excepción de contadas ocasiones en que tenía juntas con filiales de la empresa en otros países y, debido a la diferencia horaria se llevaban a cabo fuera de su turno habitual de oficina.

El programa de Changmin, por otra parte, se transmitía en vivo los miércoles y viernes por la tarde. Y durante la semana solía tener llamados a eventos deportivos o a noticieros de la televisora.

Dependiendo de la temporada, Changmin podía tener muchísimo, o muy poco trabajo los fines de semana. Pero incluso en los meses más tranquilos, solía tener al menos un llamado ya fuera en sábado o domingo. Los lunes, por el contrario, no solía trabajarlos en absoluto, los martes, trabajaba desde casa preparándose para el llamado del día siguiente. Pero los miércoles eran los días más complicados.

Esos días serían una locura de no ser por el apoyo de Jaejoong, quien estaba registrado como adulto de confianza en la guardería de Hana y pasaba por ella al salir de la oficina. La llevaba a su propio departamento donde jugaba con ella, le preparaba una cena nutritiva y se encargaba de su rutina de noche. Esos días Changmin llegaba al departamento de su amigo más o menos a las 9pm, para entonces Hana ya habría tomado el baño y estaría dormida o preparándose para dormir mientras su Boo le contaba un cuento.

Los miércoles, como había sido el día anterior, tanto Hana como él solían dormir en el departamento de Jaejoong. Hana en un futón junto a su papá, Jaejoong en su cama.

Los jueves rara vez tenía llamados, pero igual aprovechaba el tiempo que Hana estaba en la guardería para ir a la televisora y trabajar un poco desde su oficina. Si le daba tiempo, regresaba a su departamento un par de horas después del mediodía para lavar ropa, preparar comida y ordenar el lugar. Las noches las pasaba holgazaneando o jugando con su hija y a veces con Jaejoong. Aunque la definición de holgazanear había cambiado por completo desde el momento que se había vuelto padre. Amaba a Hana más que a nadie y pasar tiempo con ella lo hacía muy feliz, pero también lo agotaba grandemente.

Los viernes por la mañana llevaba a la niña a la guardería y se despedía de ella por el resto de la semana, para el lunes comenzar la rutina otra vez.

Por supuesto, casi todas las semanas había pequeñas variaciones en el calendario. Ese día, por ejemplo, era jueves, y por un evento familiar de los Kwan, Hana pasaría con su mamá hasta el lunes siguiente. Precisamente por ello, Changmin había aprovechado para agendar dos llamados ese día. Uno en el noticiero de la mañana, y otro en una sesión de entrenamiento del equipo nacional de hockey femenil, para el cual tendría que estar listo en 3 horas.

—Oye, Boo —dijo Changmin mientras se ponía de pie y comenzaba a levantar la mesa—. ¿Cómo va el tema del departamento?.

Jaejoong, que llevaba algunos minutos buscando en su teléfono la canción de The Trax que quería mostrarle cambió por completo su expresión, su postura, su tono de voz; el fastidio mostrandose por todo su cuerpo.

—¡Estoy harto! —exclamó— Creo que voy a terminar pidiendo otra extensión.

Jaejoong llevaba ya más de un año viviendo en aquel departamento que no le gustaba en lo más mínimo. No entraba suficiente luz durante el día, pero estaba muy cerca de la luz mercurial durante la noche, el elevador no funcionaba desde antes de que Seunghyun se fuera, el aire acondicionado se averiaba constantemente y, en temporada de lluvia, la cocina olía a humedad.

Pero la parte que más odiaba, eran las paredes de papel.

No eran realmente de papel, por supuesto; pero eran tan delgadas que escuchaba cuando usaban la lavadora en el departamento de la derecha, el televisor en el de la izquierda y la regadera en el del fondo. Había ocasiones en que incluso podía escuchar las conversaciones de sus vecinos sin proponérselo, y por supuesto, eso significaba que ellos podrían escuchar las suyas.

Además, las reglas del condominio imponían multas de treinta a ochenta mil wones por ruido excesivo, dependiendo del horario en que hubiera sido registrado. Esto era especialmente estresante para Jaejoong, quien ya estaba pagando mensualmente lo doble de lo que originalmente había presupuestado, y que además, se veía privado de su forma favorita de manejo de estrés; cantar.

—¿Cuántas extensiones de contrato has tomado ya? —preguntó Changmin al tiempo que limpiaba la mesa con una toallita desinfectante. Apenas hubo terminado, Jaejoong desplomó la parte superior de su torso sobre la mesa, y escondió la cabeza entre sus brazos.

En respuesta, levantó solamente su mano y mostró dos dedos.

Jaejoong se había mudado ahí porque a Seunghyun le gustaba esa área y a Jae, en un principio no le había parecido mal. El departamento estaba amueblado, parecía estar en buenas condiciones y estaba bien ubicado. Los problemas habían comenzado a revelarse después de unos meses y no fue hasta que él y Seunghyun se separaron, que se tuvo que enfrentar al mayor inconveniente.

Por un tema de aprobación de créditos que Jae nunca terminó de entender, el contrato se había hecho a su nombre y una vez estando solo, tuvo que continuar pagando una renta que originalmente dividían entre dos personas. Por supuesto le hubiera encantado buscar un lugar pequeño y cómodo como el que tenía antes de Seunghyun y ahorrarse varios cientos de miles de wons al mes. Pero el contrato indicaba claramente que en caso de interrumpirse, perdería su depósito de garantía.

El problema fue que esa garantía equivalía a un año de renta y la mitad de esta suma le pertenecía a Seunghyun. Al momento de la ruptura, Jaejoong no solo había tenido que absorber el hecho de que su pago mensual se hubiera duplicado de repente, sino que tuvo que tomar una fuerte suma de sus ahorros para entregarla a Seunghyun por concepto de dicho depósito.

El estrés económico que esto le había causado fue altísimo, sin embargo, habría sido aún más difícil perder su parte de la suma y además tener que pagar una garantía más para mudarse a otro departamento. De modo que, desde la ruptura hasta mayo del año en curso, Jaejoong no tuvo otra opción que quedarse ahí.

Acercándose la fecha de finalización del contrato, había comenzado a buscar opciones para mudarse, incluso Changmin y Junsu lo habían acompañado a ver un par de departamentos, pero ninguno había resultado conveniente.

Además Jaejoong en aquel momento se encontraba en la recta final de una investigación y tenía poco tiempo disponible para hacer nada más. Al final, acordó una extensión de contrato de tres meses con la inmobiliaria, y al terminar esta, debido a un importante retraso en la investigación, se vio obligado a solicitar una más. La cual, iba a vencer el último día de noviembre.

—Aigoo, mi Boo —le dijo Changmin riendo entre dientes. Se acercó a él y acarició su cabello. Por un segundo se preguntó cuándo había sido la última vez que había hecho aquello ¿Quizá en la primavera?

—¿Cuánto cuesta cada extensión?

Sin moverse más de lo necesario, Jae respondió otra vez solo levantando su mano y mostrando tres dedos esta vez.

—¿trescientos mil? —Jae dejó caer la mano sobre la mesa nuevamente y continuó lamentándose sin decir una palabra. Changmin pasó las caricias de el cabello color miel a la espalda de su hyung mientras lo observaba con ternura. No se había dado cuenta de que había extrañado esto todos esos meses. El confort que muchas veces podían encontrar en el tacto del otro.

Recordó los vasos de café sobre el escritorio de Jae, y aunque no tenía deseo alguno de separarse de él, pensó que la bebida lo podría poner de buen humor una vez más. Con una sonrisa resignada retiró su mano de la espalda de su amigo y se dirigió por ellas.

Apenas dió el primer paso, escuchó la voz indignada de Jaejoong

—¡Oye! —Jae levantaba la cabeza de entre sus brazos y le lanzaba una mirada fulminante— ¿Porque te detienes? ¿No estás viendo que la estoy pasando mal?

Changmin se echó a reír y retomó la anterior distancia. Usó sus brazos para enderezar a Jaejoong desde los hombros y una vez estuvo erguido hizo un pequeño esfuerzo para girar la silla, con Jae aún sentado en ella, hacia él, dejándolos frente a frente.

Aún riendo suavemente, Changmin envolvió a Jaejoong entre sus brazos, estrechándolo contra su pecho y susurrando palabras de apoyo con una sonrisa. Una de sus manos sostenía la cabeza de su hyung contra él, sintiendo la suavidad de su cabello.

La posición no era del todo cómoda, las piernas flexionadas de Jae estaban entre ellos y Changmin se estaba doblando por la cintura para poder abrazarlo. Pero aún así se sentía extrañamente reconfortante.

Jaejoong respiró hondo y se dejó hacer. Lentamente separó sus piernas para darle cabida a Min de acercarse más, al mismo tiempo que comenzaba a envolver la cintura del menor con sus brazos.

Se quedaron así por un momento, sin decir mucho. Changmin con una sonrisa serena, acariciando el cabello de su hyung al tiempo que descansaba su mejilla sobre la coronilla de este. Podía sentir la respiración de Jae sincronizarse con la suya y pensó en lo reparador que le estaba siendo aquello. Pero ¿reparador por qué? todo en su vida estaba yendo bien en ese momento.

—Necesitaba esto —habló por fin Jaejoong en una voz sosegada—. Creo que este tema me tenía más estresado de lo que me permitía aceptar.

Changmin exclamó “¡Aigoo!” y estrechó aún más a su hyung contra sí, le dio un beso en la coronilla y volvió a reposar su mejilla contra el cabello de este para después, comenzar a mecerlos lentamente en el abrazo.

—Siempre estoy aquí para tí, Jae. No importa de que se trate —le dijo con una sonrisa apacible—. No importa si tu crees que es, o no es importante. Si ocupa tu mente, yo estoy aquí para que lo compartas conmigo.

Jaejoong hundió más el rostro en el pecho de su amigo y ninguno de los dos dijo nada más por unos minutos. Hacía buen tiempo para ser noviembre, la brisa entraba por la ventana abierta y acariciaba a los dos hombres que se hallaban perdidos en un abrazo que hasta hace pocos minutos desconocían que necesitaban.

Changmin comenzó a tararear una de las canciones favoritas de Jaejoong, mientras continuaba los mimos y Jae, que amaba escucharlo cantar, sonreía de oreja a oreja.

No supieron cuánto tiempo pasó, pero Changmin llegaba al final de la canción y en las últimas estrofas dejó de tararear para cantar la letra. Jaejoong, fascinado por ello, levantó su rostro en el abrazo y se le unió en las notas finales.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó Changmin viéndolo a los ojos con una sonrisa. Jaejoong asintió sonriendo relajado— Ahora ¿qué prefieres? ¿Te quieres quedar así, o quieres tu café y tus hotteoks?

Jaejoong lanzó una carcajada y se irguió un poco más, ahora solo tenía sus manos sobre la cintura de Changmin mientras este lo sujetaba por los hombros.

—Mi café se enfría, tú no—le dijo soltándolo y Changmin entre risas fue a por las bebidas y el postre.

Ambos se sentaron nuevamente a la mesa. Las bebidas no estaban tan calientes como originalmente se las habían entregado, pero aún se conservaban a una temperatura agradable para consumirlas.

—De hecho tengo algo que hablar contigo —le dijo Changmin mientras Jae tomaba el primer hotteok de la caja.

Jaejoong observó su rostro con atención pero no encontró nada preocupante en él. Changmin incluso parecía de buen humor. Le preguntó de qué trataba mientras comenzaba a degustar su postre.

—¿Recuerdas a Sunwoong hyung? Mi sunbae de la revista —Jaejoong solo asintió mientras masticaba.

—Él y su familia se van a mudar a norteamérica —Changmin también tomaba un postre mientras le explicaba—. Y está pensando en vender su departamento.

—¿Lo dices por mi? —preguntó Jaejoong extrañado— Sabes que no estoy buscando una compra. Requiere mucho tiempo y energía. Es precisamente porque, por el momento, no tengo ninguna de las dos, que estoy pensando en extender el contrato nuevamente.

—Sí, lo sé, pero no lo digo por eso —dijo Changmin observando a su amigo mientras bebía un sorbo de su café. Era raro, pero súbitamente se sentía un poco nervioso—. El contrato de movilidad de Hyung es solo por tres años, y aún no sabe si debería vender o rentar su departamento.

Jaejoong continuaba comiendo mientras escuchaba a su amigo. Tenía un poco de azúcar sobre el labio superior y Changmin sonrió al notarlo.

—Dijo que si encontraba alguien de confianza para rentarlo, prefería esa opción.

Jaejoong lamió su labio superior e inclinó la cabeza de una forma adorable, analizando lo que su amigo le decía. Changmin se llevó el vaso de café a los labios para esconder su sonrisa.

—Pero, ¿Que no era Sunwoong ssi el que vivía en el complejo de departamentos de la calle Neohyeon? Recuerdo que una vez te acompañé a dejarle un regalo.

—Sí, muy cerca del parque Dogok.

—Esa área es cara, Changmin —le respondió viéndolo con seriedad—. Mi idea es pagar un poco menos de lo que pago ahora. Y en ese lugar, el departamento más chico debe costar al menos el doble de mi renta. Además seguro que el de Sunwoong ssi no es el más chico, debe tener al menos dos recámaras.

—Tres —puntualizó Changmin y Jaejoong hizo un gesto como diciendo “¿ves a lo que me refiero?”—. Pero precisamente por eso lo traigo a la mesa. Sunwoong hyung dijo que está dispuesto a hacer un descuento importante si lo rento yo.

Jaejoong lo miró sorprendido por un segundo y después soltó una risilla avergonzada.

—¡Ah! estabas hablando de rentarlo tú —dijo mientras cubría su boca con su mano y se relajaba contra el respaldo de la silla—, pensé que lo decías…

—Estaba hablando de rentarlo nosotros.

La oficina se quedó en silencio por unos segundos. Jaejoong se había erguido nuevamente y lo miraba a los ojos extrañado. Changmin se vio otra vez envuelto por algo parecido al nerviosismo. ¡Vaya sensación más fuera de lugar!

—¿Nosotros? —repitió Jaejoong dejando el café sobre la mesa e inclinándose ligeramente sobre ella— ¿Estás proponiendo que vivamos juntos?

Changmin resopló y se sacudió internamente el sentimiento de inseguridad.

—Jaejoong, nos pasamos al menos cuatro días de la semana juntos —le dijo—. Tienes ropa en mi departamento, y el tuyo está lleno de juguetes y cosas de Hana.

—Sí pero… ¿Vivir juntos? —Jae se acariciaba la parte de atrás del cuello con una mueca. Parecía incómodo de discutirlo y Changmin no pudo evitar sentir una punzada en el estómago.

—Ya hemos vivido juntos antes, Jae —le recordó y volvió a sorber su café. ¿Por qué estaba sintiendo esta conversación como un rechazo?

—Sí, pero cuando éramos adolescentes —le señaló Jaejoong—, y vivíamos con tu mamá, no tú y yo solos.

—¿Y? ¿Por qué sería tan diferente ahora? —preguntó Changmin reacomodando su posición, cruzando los brazos sobre la mesa y dejando caer el peso de su torso sobre ellos, viendo a su amigo a los ojos. Jaejoong se irguió en su asiento, poniendo un poco de distancia entre ellos—. Okay, en aquel entonces no vivíamos solos, pero ahora que somos adultos debe ser incluso más sencillo, y de todos modos pasamos casi toda la semana juntos.

—No lo sé, Min —dijo Jaejoong cruzándose de brazos y mirando hacia un punto al azar en su oficina mientras se mordía el labio.

Changmin suspiró.

—Bueno, no te voy a obligar, pero no entiendo cual es el problema —le dijo Changmin tratando de no parecer dolido—. Esto es muy conveniente para ambos.

Jaejoong lo miró a los ojos nuevamente, de repente se veía tan frágil y vulnerable que Changmin se sintió culpable.

La última vez que Jae se había mudado con alguien todo había salido mal y era justo eso lo que lo había metido en las dificultades que ahora estaba atravesando. Por si fuera poco, ya llevaba más de un año enfrentando las consecuencias de esa decisión.

Por supuesto, aunque la situación con Changmin fuera muy diferente, era natural que después de aquellos eventos se sintiera inseguro.

Respiró hondo para deshacerse de los sentimientos de rechazo que lo habían invadido por unos minutos y continuó. Esta vez tratando de ser más consciente de los sentimientos de su hyung.

—Lo siento Jae, no te quiero hacer sentir presionado —le dijo con una sonrisa y le extendió su mano. Jae la tomó pero aún se veía nervioso—. Es solo que no me gusta vivir en el departamento que tengo ahora. No está del todo mal pero es muy pequeño, en mi recámara apenas hay espacio entre mi cama y la cuna de Hana, cuando te quedas en casa tienes que dormir en el sofá porque ni siquiera hay donde poner un futón y los marcos de las puertas son tan bajos que me he golpeado la cabeza varias veces.

Esto hizo reír a Jaejoong. Changmin le dio un leve apretón a su mano antes de soltarla y relajar su posición hasta quedar contra el respaldo de la silla.

Jae también pareció relajar su postura y volvió a beber su café.

—Además Hana está creciendo muy rápido —continúo Changmin—. Quiero que tenga su propia habitación en mi casa, así como la tiene en la de Jinri.

—Pero Minnie, tú no me necesitas para eso —habló Jaejoong con una expresión bastante más serena, pero con un ligero toque de inseguridad—. Podrías rentar ese departamento tú solo, estás ganando bastante bien.

Changmin sonrió. Tanto Jaejoong como él eran muy dedicados en su trabajo y eran bien remunerados por ello; pero por supuesto, ya que Changmin se podía catalogar como una figura pública, sus ingresos eran bastante privilegiados.

—Sí Jae, pero soy padre —le explicó—. Si puedo vivir cómodamente y al mismo tiempo ahorrarme unos cuantos wones, me vendría excelente. Quiero ahorrar lo que sea posible, para mi futuro, pero sobre todo para el de Hana.

Jaejoong sonrió, le encantaba ver a Changmin ejercer su paternidad de manera responsable. Lo hacía sentir orgulloso.

—Solo piénsalo, ¿Sí? —le instó— Es una gran oportunidad para ambos. Yo puedo pagar el sesenta por ciento de la renta, ya que seremos Hana y yo, y tú puedes pagar el otro cuarenta. Además, hyung nos estaría descontando una tercera parte de lo que normalmente cuesta un arriendo como ese. Y el contrato estaría a mi nombre, así que en el remotísimo y casi imposible caso de que algo saliera mal y ya no estuvieras cómodo, no estarías obligado a seguir viviendo ahí.

Jaejoong entrelazó sus manos sobre la mesa y las observó por unos segundos.

—¿De cuanto estamos hablando?

Ambos sacaron sus celulares para hacer cuentas y Changmin tomó un bloc de notas y una pluma del escritorio de Jaejoong. Pronto calcularon cuánto estarían pagando cada uno, tanto en renta como en mantenimiento y servicios. En total, para Jaejoong resultaba en un setenta por ciento de lo que hoy en día pagaba solo por el arrendamiento.

Jae se quedó por unos minutos observando la hoja frente a él, con un rostro pensativo.

—No te presiono, hyung —le dijo Changmin. Era la primera vez en mucho tiempo que volvía a usar el honorífico y Jaejoong se preguntó si sabía el efecto que eso tenía en él—. Tómate unos días para pensarlo. Pero déjame decirte una última cosa.

Jaejoong alzó la mirada para ver a Changmin a los ojos. Su dongsaeng le dedicaba una sonrisa traviesa.

—Tiene un balcón —le dijo sin dejar de sonreír—. Un balcón enorme. Con suficiente espacio para todas tus plantas, incluso para varias más.

Jaejoong suspiró.

—No estoy diciendo que sí —respondió resignado—, pero quiero ver el balcón.

Changmin salió de la oficina de Jaejoong una hora después y regresó a la televisora a cumplir con su llamado. El calendario de Hana tenía ahora una entrada en color verde el sábado a las once de la mañana. Los participantes del evento eran Shim Changmin, Kim Jaejoong y Lee Sunwoong, y se llevaría a cabo en la torre Hyangkeut de la calle Neohyeon.


Ese sábado por la mañana, se reunió con Jaejoong en el estacionamiento del edificio, donde Sunwoong hyung y su esposa Hyejung los recibieron con una sonrisa.

Changmin pudo notar nada más llegar que Jaejoong ya se veía interesado. El complejo era amplio y estaba rodeado de áreas verdes. Los jardines del lugar estaban plagados de arbustos de lavanda, y Changmin observó a su hyung respirar profundamente para apreciar el aroma con una sonrisa relajada.

Una vez subieron al departamento, el gusto de Jaejoong por el lugar se hizo aún más evidente. Como Changmin sabía perfectamente, el lugar estaba lleno de detalles que a Jae le fascinaban. Una de las paredes de la sala consistía completamente en ventanales, de piso a techo, y ese mismo factor se encontraba también en las tres habitaciones. La sala, y la habitación principal, tenían una privilegiada vista al parque Dogok. La cocina era enorme y perfectamente equipada, y mientras Jaejoong la inspeccionaba, tratando de no verse exageradamente entusiasta, Changmin estuvo seguro de que su hyung ya se estaba imaginando todo lo que podría preparar en ella.

Había un total de tres baños en el lugar, uno de visitas cerca de la sala, uno más en el pasillo de las habitaciones, este último con regadera y tina. Pero el tercero, el de la habitación principal, tenía una tina tan grande que fácilmente podría darle cabida a dos adultos. Changmin vio como Jaejoong se moría de ganas de llenarla y sumergirse en ella por horas.

Por supuesto, lo que más le cautivó fue el balcón. Era enorme y Hyejung nuna, que también amaba las plantas, ya lo tenía preparado para el cuidado de las mismas. Había estantes para exhibirlas a cada extremo, y eran aptos para riego, incluso había mandado instalar una toma de agua y un techo de sombra retraible sobre ambos estantes. Además había un pequeño comedor de jardín de cuatro plazas en el lugar, y Jaejoong se podía imaginar así mismo tomando el desayuno o el café en el mismo, acompañado de Changmin y de Hana.

Cuando salieron del lugar, Changmin estuvo seguro de que Jaejoong ya no se resistiría más a la propuesta y que apenas pudieran discutirlo, le pondrían una fecha a la mudanza; sin embargo, mientras caminaban por el parque Dogok con un café en mano, Jaejoong le expresó con un rostro pensativo que aún no estaba del todo seguro de si era una buena decisión.

Changmin se sorprendió al escucharlo, pero decidió no insistir. Le estaba costando mantener a raya el sentimiento de rechazo, pero quería comprender que después de toda la pesadilla con Seunghyun, vivir con alguien más, sería un tema complicado para Jaejoong.

Changmin continuó la caminata observando a su amigo con atención. Algo en su lenguaje corporal le decía que fuera cual fuera el motivo de su incertidumbre, este le afectaba más de lo que quería demostrar.

Changmin nunca quería ser una carga para Jaejoong, por el contrario, quería ser un lugar seguro. Alguien a quién pudiera recurrir siempre que lo necesitara. Por tal motivo decidió dejar a un lado la extraña inseguridad que le había envuelto y le dedicó una sonrisa comprensiva a su amigo.

—Está bien, hyung —Jae no pudo evitar notar el honorífico que nuevamente se hacía presente—. ¿Quieres descartarlo por completo? ¿o quieres tomarte un tiempo para pensarlo?

El mayor no dijo nada por unos segundos y continuó la caminata, sosteniendo su café con ambas manos.

—Una parte de mí, sí quiere —le respondió de repente—, pero hay otra que dice que es una mala idea.

Changmin decidió no pedir explicaciones y permitir a su amigo el espacio mental que evidentemente necesitaba.

—¿Me puedes dar una semana?

El menor sonrió.

—Claro que sí, hyung. Todo el tiempo que necesites.

El resto del día transcurrió con un aire extraño entre ellos, algún tipo de tensión que Changmin no terminaba de identificar y que prevaleció incluso cuando se despidieron y continuaron con su itinerario del día individualmente.

Por la noche, Changmin se fue a dormir con un dejo de preocupación y se preguntó si quizá debía llamar a su hyung, pero al final decidió no hacerlo. ¿Qué se suponía que debía decir?

Al día siguiente la atmósfera extraña se rompió cuando recibió una llamada de Jae por ahí de las 10 am en la que le pedía que lo acompañara al centro comercial a comprar un regalo para Junho, amigo de la infancia de ambos y hermano de Junsu, que estaría de visita en Seúl el mes siguiente.

Tanto a Junho como a Changmin les encantaban los deportes, por lo cual, cada año, Changmin ayudaba a Jaejoong a comprar el regalo de cumpleaños de su amigo.

Fueron al centro comercial, comieron juntos en un restaurante de sushi, compraron un jersey de los LG twins de Seúl para Junho y Changmin aprovechó para comprarse una chamarra de piel del mismo equipo. Pasaron a una boutique de niños y compraron una mochila con forma de panda para Hana, luego entraron a una tienda departamental y Changmin ayudó a Jae a elegir un perfume, decantándose al final por uno con notas de pera y pimienta que Min sentía le iba perfecto a su hyung.

Toda la salida transcurrió sin tensión entre ellos. Ninguno de los dos había mencionado nada acerca del departamento hasta que, caminando por la sección de decoración en la tienda departamental, Jae se vio distraído por un enorme espejo de diseño minimalista y Changmin tomó el riesgo de insinuar, de manera traviesa, lo bien que el artefacto luciría en una recámara del departamento de Neohyeon. No sabía muy bien cómo se tomaría su hyung el comentario, pero fue agradablemente sorprendido cuando este lo recibió con una carcajada.

—Quizá tengas razón —le dijo mientras cubría su sonrisa con una mano—, pero en la recámara principal.

Changmin se echó a reír también y ambos continuaron su camino sin volver a tocar el tema.

En los días siguientes, Changmin, motivado por la buena reacción de su hyung ante aquel comentario, a cada oportunidad que se le presentaba, volvía a usar la misma jugada.

El martes, en su feed de instagram vió una publicidad de una tienda de botánica. La foto mostraba una planta grande y frondosa que no sabía identificar y notó el like de Jaejoong en la publicación. Tomó un screenshot y se lo envió a su amigo.

“Quedaría bien en el balcón” decía el mensaje. Jaejoong solo respondió con un gif de un conejito riendo.

El miércoles cuando llegó al departamento de su amigo, un poco más temprano de lo usual, Hana estaba tomando su leche en el futón mientras Jaejoong recostado a un lado de ella le leía un cuento. La niña recibió a su papá con una enorme sonrisa y gritos de emoción. Jaejoong se levantó del futón riendo y se subió a su cama para dejar a Changmin recostarse a un lado de ella y continuar con la lectura, pero Changmin en lugar de eso, comenzó a acariciar el cabello de la niña mientras le contaba una historia en la que, él y ella se mudaban a una casa muy bonita, con ventanas grandes y una habitación llena de juguetes donde podrían jugar juntos.

Cómo si Hana conociera sus intenciones, se quitó el vaso de la boca y preguntó, “¿Boo?” mientras estiraba su brazo para apuntar a Jaejoong, y Changmin, con una sonrisa traviesa, besó su frente y respondió: “Claro, Boo puede venir con nosotros si él quiere”.

Changmin fue recibido por una almohada que Jaejoong le había lanzado mientras lo acusaba de ser un manipulador.

El viernes, menos de una hora antes de entrar al aire, recibió una llamada de Jaejoong y una sonrisa se extendió por su rostro, cómo si pudiera predecir lo que estaba por escuchar.

Y tuvo razón. La llamada duró diez minutos. Diez minutos en los cuales Changmin aceptó todos los requisitos que se le presentaban para efectuar el trato:

Comenzarían la mudanza durante la última semana del mes, la habitación principal sería para Jaejoong, el contrato estaría a nombre de Changmin, y había una regla no negociable que prohibiría a cualquiera de los dos de pasearse por el departamento desnudos o en paños menores. Changmin había lanzado una carcajada ante esta última condición, pero la aceptó sin dudarlo.

Apenas colgó con su hyung, inició una nueva llamada. Esta vez, a la tienda departamental que habían visitado el domingo anterior, de donde ordenó aquel espejo que a Jae le había gustado tanto. Cuando le preguntaron el domicilio de entrega, con una sonrisa enorme, respondió que sería en la torre Hyangkeut de la calle Neohyeon.


El domingo de la semana siguiente salieron hacia Ansan por la mañana. Changmin le había pedido a Jinri oportunidad de llevar a Hana consigo y esta accedió sin problema.

Todo el camino fueron discutiendo la logística de la mudanza. Ninguno de ellos tenía muchos muebles que transportar, los departamentos de ambos los habían arrendado ya amueblados y el de Neohyeon también contaba con todo lo necesario; sin embargo aún quedaba el tema de la ropa, los libros, la decoración, etc.

Cuando llegaron a casa de Seohyeon, fueron recibidos con un abrazo y con dos grandes platos de Kimchi jjigae. Hana fue sentada en las piernas de su abuela y esta se encargó de alimentarla para que Min y Jae pudieran comer sin preocuparse.

A mediodía salieron al jardín. Hacía frío, pero Yongbae hyung había encendido dos calentadores de exteriores y Minha, Seonmi y Changmin comenzaron a jugar a la pelota con Hana.

Yongbae, Seohyeon y Jaejoong tomaban nokcha en el jardín delantero mientras observaban a los demás jugar y Jae se preguntaba cómo darle la noticia a su nuna. Cómo si Changmin supiera lo que estaba pensando, dejó a Hana con sus hermanas y se sentó con ellos sirviéndose una taza con nokcha.

Su mamá le preguntó por el trabajo y Changmin comenzó a hablarle de los deportes de invierno que estaba cubriendo y de un contrato que el programa había hecho recientemente con una marca de bebidas energéticas. En la conversación, mencionó casualmente la mudanza y Seohyeon, que aún no sabía nada al respecto, preguntó si planeaba cambiarse de departamento.

—¿No te he dicho? —preguntó Changmin extrañado— Vamos a mudarnos la siguiente semana. Ya está todo listo.

Seohyeon observó a su hijo extrañada y después hizo contacto visual con Jaejoong.

—¿Vamos? —repitió tras Changmin, claramente señalando el plural en la oración. Sus ojos aún puestos en Jae.

—Ah, sí —respondió Jaejoong nervioso—. Vamos a compartir un departamento.

Su nuna no alteró su expresión, parecía tranquila pero dubitativa. Jaejoong casi podía leer todo lo que se abalanzaba por sus pensamientos

—¿Por qué? —preguntó Seohyeon súbitamente, alternando la mirada entre su hijo y Jaejoong.

Changmin miraba a su madre con una expresión entre sorpresa e indignación, como si no reconociera a la mujer frente a él y estuviera viendo a un clon de su mamá que claramente estaba rozando la locura.

—¿Cómo qué por qué? —preguntó Changmin— Porque sí.

Esto pareció espabilar a Seohyeon, quien con una sonrisa insegura y un tono más casual repitió la pregunta.

—Sí, claro, pero, ¿que los llevó a tomar esta decisión?

Changmin olía algo raro en la reacción de su madre. Ella nunca le pedía justificar sus decisiones, nunca lo cuestionaba. Quizá expresaba su opinión o daba su consejo, pero solamente cuando había sido invitada a ello, o cuando había un contexto importante que discutir.

Min trató de hacer contacto visual con Jaejoong y esperó encontrar en los ojos de su hyung tanto desconcierto como el que él estaba sintiendo, pero Jaejoong no lo miraba. Su rostro estaba serio y su mirada fija en la de Seohyeon nuna.

—Sólo era conveniente —dijo Jae con un rostro casi inexpresivo y encogiéndose de hombros—. Mi extensión de contrato estaba por terminar y un sunbae de Changmin le ofreció el departamento a un muy buen precio. Además hay suficiente espacio para ambos y claro, para Hana.

Seohyeon asintió y volvió a dirigirse a su hijo. Con una expresión mucho más acorde a la que correspondía comenzó a preguntar por los detalles del departamento; la ubicación, la distribución, el precio, etc.

Changmin respondía con entusiasmo, tratando de hacer a un lado el sentimiento de extrañeza que su mamá le había causado hacía solo unos pocos minutos.

—Quizá hagamos una reunión de inauguración —le explicó e hizo una pausa para beber de su nokcha—, pero aún no lo tenemos muy claro. Te aviso cuando lo decidamos.

Su mamá asintió con una media sonrisa.

—Pues… ¡Felicidades! —dijo, pero algo en su expresión parecía desencajar— Suena como un lugar mejor que donde están viviendo ahora.

Yongbae hyung también observaba a su esposa atentamente, como analizándola. Changmin y él hicieron contacto visual, pero no dijeron nada.

—Además estabas muy incómodo en tu departamento —continuó Seohyeon, haciendo una pausa para pasarse la lengua por los labios. Parecía nerviosa—. Ambos… ambos parecían incómodos en esos departamentos.

En ese momento se vieron distraídos por la pelota que Seonmi había pateado en su dirección por error. Yeongbae hyung se levantó a patearla y sus hijas y nieta lo incluyeron en el juego, dejando a Changmin, Jaejoong y Seohyeon solos, en silencio.

Había algo extraño en la atmósfera y Changmin sentía que él era el único que no entendía lo que era.

—¿Están seguros de lo que están haciendo? —preguntó la mujer súbitamente, y Changmin decidió que ya había tenido suficiente.

—¿Me vas a decir que te pasa? —le preguntó a su madre, cruzándose de brazos y dedicándole una expresión molesta— ¿Por qué estás actuando tan extraño?

—Nada, nada, solo es… raro —respondió algo nerviosa. Changmin continuaba observándola con una expresión severa, sin decir una palabra, como dándole la oportunidad de explicarse.

Seohyeon rompió en una carcajada.

—Tienes razón, tienes razón —le dijo a su hijo mientras se reía—. Creo que solo me desconcertó un poco porque compartir departamento es algo que hacen los universitarios, pero ahora que lo pienso no es del todo raro, incluso es conveniente.

Changmin se relajó de inmediato al ver a su madre volver a su actitud normal, incluso se unió un poco a su risa y coincidió en que, sí, era algo más usual entre estudiantes pero tampoco era del todo raro que lo hicieran los adultos.

—Me asustaste por un momento —le dijo a Seohyeon, ya más sereno—. Estabas actuando muy raro.

Su mamá lanzó una carcajada otra vez y le dijo que probablemente era porque se estaba volviendo vieja. Tanto Changmin como Jaejoong rompieron a reír. Seohyeon no tenía ni siquiera cincuenta años.

Changmin, más relajado, se levantó, bebió el resto del nokcha de un trago y dejando la taza a un lado se unió otra vez al juego que se llevaba a cabo alrededor de Hana.

Seohyeon y Jaejoong se quedaron en silencio, observando a los demás jugar con la pequeña y aplaudir cada vez que esta pateaba la pelota o la lanzaba con sus manos.

Jaejoong se mordía el labio nervioso, sabía que debía haber hablado con su nuna antes de tomar esta decisión, pero de una manera u otra, se las había arreglado para evitarlo.

—Esta es una terrible idea —rompió el silencio Seohyeon.

Jaejoong suspiró.

—Nuna, han pasado años, esto ya no va a ser igual.

Esta vez fue el turno de Seohyeon de suspirar.

—Jaejoong, eres un adulto, tú tomas tus propias decisiones y yo no tengo injerencia en ellas —le dijo con un tono serio—. Ni siquiera tengo injerencia en las decisiones de Changmin, que es mi hijo, mucho menos en las tuyas, pero es una terrible idea.

—Nuna, por favor…

—Es la única vez que lo voy a decir —le dijo Seohyeon nuna mostrándole las palmas de sus manos en señal de derrota—. No voy a volver a opinar sobre esto. Sólo quiero que sepas lo que pienso, porque te quiero y me preocupo por tí.

Jaejoong agachó la cabeza avergonzado. Sabía de dónde venían las palabras de Seohyeon nuna, ninguna de ellas era malintencionada, por el contrario, eran respaldadas por un profundo cariño y el más genuino interés por su bienestar; pero sobre todo, venían desde la ansiedad, desde el recuerdo de tiempos angustiosos.

—Solo quiero que sepas una cosa más…

Seohyeon volvió a hablar y Jaejoong se giró para verla a los ojos. Su Nuna se recorría un poco sobre la banca hasta quedar costado a costado, y abrazó a Jaejoong con su brazo izquierdo.

—Independientemente del resultado de esta terrible, terrible idea —le dijo su nuna con un tono un poco más relajado—. Siempre, voy a estar aquí para tí. Siempre.

Jaejoong sintió que el nerviosismo abandonaba su cuerpo y era reemplazado con un fuerte sentimiento de calidez. Conmovido, recostó la cabeza sobre el hombro de su Nuna, quien lo estrechó aún más hacía sí.

—Voy a estar bien, Nuna —Le dijo Jaejoong—. Esta vez es diferente.

Notes:

Siguiente publicación: 23 de Mayo del 2025

Chapter 6: EMBOSCADA

Notes:

Les agradecería si me dejan comentarios ♡ a veces siento que nadie lo lee jaja

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

VI. EMBOSCADA

19 años antes de esa noche. Jaejoong 15, Changmin 13.

—Hyung.

El flujo de pensamientos de Jaejoong se vio bruscamente interrumpido al escucharlo. Esa palabra siempre lo hacía reaccionar de inmediato.

Levantó la mirada de su libro de álgebra. Llevaba largo rato trabajando en resolver las ecuaciones que el profesor Son les había asignado en la tarea de ese fin de semana. Y quizá de no haber estado tan concentrado en ello, habría notado lo nervioso que Changmin se estaba mostrando.

Se había revuelto el cabello en repetidas ocasiones, había mordido la goma de su lápiz hasta dejarla hecha moronitas; debajo de la mesa, su pierna flexionada no paraba de rebotar de arriba a abajo y, en las últimas dos horas, se había cambiado de lugar en múltiples ocasiones; comenzando en el comedor, frente a su hyung, luego en el suelo de la sala, luego otra vez en el comedor, luego sentado en las escaleras y finalmente de vuelta a donde había iniciado.

Cuando Changmin tenía este tipo de comportamientos, usualmente Jaejoong los notaba de inmediato y rápidamente intervenía para pedirle a su dongsaeng que le contara lo que lo aquejaba. Y normalmente no tenía que insistir; Changmin no solía guardarse para sí nada que le atormentara, y tampoco nada que le hiciera feliz. A la menor oportunidad lo discutía con él, con Junsu, con Junho, con Bomi, o con Seohyeon nuna, dependiendo de la gravedad del asunto.

—¿Pasa algo, Minnie? —le preguntó Jaejoong mientras cerraba su libro, con el lápiz dentro para marcar la página que había estado trabajando.

Changmin se irguió aún más en su asiento y respiró hondo. Hasta ese momento Jaejoong no había notado lo rígido de su posición; realmente debía estar muy nervioso.

—Estoy bien —respondió su dongsaeng después de exhalar aire—. Pero llevo días que quiero preguntarte algo… vergonzoso.

Jaejoong miró a Changmin preocupado. Su dongsaeng se limpiaba las palmas de las manos en el pantalón del uniforme escolar. Hasta hace poco, ambos habían usado el mismo uniforme pero, en este curso que recién iniciaba, Jaejoong había entrado a su primer año de preparatoria mientras que Min cursaba el tercero de secundaria.

Jaejoong miró a su mejor amigo a los ojos y le dedicó una sonrisa radiante. Una que buscaba transmitirle seguridad.

—Changmin, soy yo —le dijo Jaejoong sin dejar de sonreír—. Puedes preguntarme lo que quieras, no tienes por qué estar nervioso.

Changmin asintió y tragó saliva.

—Yo… quería preguntar… —volvió a quedarse callado. Su mirada fija en los montones de hojas y lápices sobre la mesa.

—Vamos Min, no puede ser tan vergonzoso…

—¿Tú cómo te masturbas?

Bueno. Sí podía ser tan vergonzoso.

La cocina se quedó en silencio, Jaejoong miraba a su dongsaeng con la boca abierta. Ahora era él el que necesitaba limpiarse las palmas de las manos en el pantalón del uniforme.

Sí, hablaban de todo. Habían hablado de su adopción, de su sexualidad, de la situación con el papá de Changmin, de lo que sabían sobre la historia de Seohyeon Nuna y por supuesto, habían hablado de sexo, de lo poco que sabían de sexo.

Ambos habían recibido una serie de pláticas al respecto. Algunas pocas en la escuela, impartidas por un profesor de biología, pero la mayoría de ellas, habían sido en casa de Changmin, impartidas por Seohyeon nuna.

Jaejoong no sabía exactamente con qué frecuencia Changmin y su mamá habían discutido el tema, pero conociendo a ambos, se imaginaba que era algo que se trataba cada vez que Changmin tenía alguna duda o inquietud al respecto.

Por su parte, Jaejoong había hablado con su Nuna sobre esos temas tres o cuatro veces. La primera había iniciado como un evento sumamente incómodo para Jaejoong, pero mientras fue avanzando la conversación, logró relajarse.

Se atrevió a preguntar todas sus dudas, algunas con completa confianza, otras cuantas con un sonrojo sobre sus mejillas. Pero su Nuna escuchaba cada una con total atención, nunca se reía de él y nunca lo juzgaba. Cuando conocía la respuesta, trataba de ser lo más honesta y objetiva posible, y en las pocas ocasiones en que la desconocía, le había pedido tiempo para averiguarla. Pocos días después, Seohyeon Nuna aprovecharía cualquier ocasión que le permitiera retomar la conversación de manera casual y le contaría lo que había investigado.

Jaejoong estaba muy agradecido con Seohyeon Nuna por haberle pedido a sus padres que le permitieran ser ella quien le hablara sobre sexo. No tenía idea de si sus papás habían planeado hacerlo ellos mismos, o si simplemente pensaban evitar el tema a toda costa, como hacían los papás de sus amigos.

De cualquier modo, sus padres aún estaban procesando el hecho de que su único hijo varón era homosexual. Había sido un shock enorme para ellos y Jaejoong en un principio había pensado que estarían decepcionados de él y que nada de lo que hiciera podría cambiar eso. Sin embargo, en los meses posteriores a la revelación, sus padres, aún desconcertados, se habían empeñado en repetirle una y otra vez que siempre iban a amarlo. Que no lo entendían muy bien, pero que harían su mejor esfuerzo para lograrlo.

Jae se imaginaba que era justo el desconcierto y el desconocimiento, y quizá también la preocupación por su bienestar, lo que había hecho que sus padres aceptaran la propuesta de Seohyeon nuna de ser ella quien le hablara de aquel tema. Por supuesto que también ayudaba que Nuna fuera educadora. Probablemente sus padres pensaron que no podían dejarlo en mejores manos.

—¿Por qué lo preguntas? —Jaejoong había tenido que aclararse la garganta antes de hablar. Changmin continuaba sentado con la espalda recta y mirando las hojas de papel sobre la mesa.

—Estaba… buscando un vídeo y… —Jaejoong sabía exactamente qué clase de vídeo. Él mismo había buscado algunos en su computadora cuando estaba solo en casa— Aparecieron unos cuantos de… pues…

—¿De sexo gay? —preguntó Jaejoong, también con una mueca de incomodidad. Este era el único motivo que se le ocurría que pudiera haber hecho a su dongsaeng preguntarle aquello.

Recordaba alguna vez que había querido buscar vídeos de parejas hetero por curiosidad, y en la página principal, en medio de un montón de ellos, le habían aparecido un par en los cuales ambos actores eran hombres. En aquella ocasión se había olvidado por completo de que originalmente estaba ahí para curiosear sobre el sexo heterosexual y terminó viendo un vídeo en que un muchacho alto y atractivo interpretaba a un doctor que examinaba exhaustivamente a su paciente, otro muchacho casi igual de alto, e igual de guapo.

Changmin asintió, tomó aire nuevamente, armándose de valor, y levantó la vista para hacer contacto visual con Jaejoong. Su hyung estaba claramente avergonzado, pero le sostenía la mirada.

—Sí —contestó.

—¿Los abriste? —preguntó Jaejoong— Porque si los abriste no tienes de qué preocuparte. Incluso si sentiste cosas… Se supone que es natural sentir cosas cuando estás creciendo. Aunque no te gusten las mujeres… o los hombres, o lo que sea…

Changmin asintió. Parecía estar un poco menos nervioso.

—Sí, lo sé —le dijo—. Solo ví unos pocos minutos, pero no es eso…

El rostro de Changmin se mostraba pensativo, como buscando las palabras correctas. Jaejoong por su parte, comenzó a observar su propia respiración. Eso siempre le funcionaba para bajar los nervios.

—Una vez le pregunté a mamá como funcionaba el sexo gay, después de que me explicó algunas cosas… ya sabes —dijo encogiéndose de hombros—. Y me dijo que podía haber penetración y que era anal.

Jaejoong sintió el rubor subir por su cuello hasta sus mejillas.

—La verdad no pregunté más —continuó Changmin—. Había leído ese término en los títulos de algunos vídeos heteros, pero nunca los había abierto. Así que sabía que existía y no me extrañó demasiado.

Jaejoong asintió. Changmin se veía bastante más tranquilo que él en este punto, así que decidió dejarlo continuar mientras él mismo trataba de relajarse.

—Pero no lo había visto hasta que abrí ese vídeo —Changmin inclinó su cabeza ligeramente hacia un lado, como buscando entre sus pensamientos—. El punto es que después de eso decidí investigarlo, porque todo este tiempo había asumido que solo era disfrutable para uno de los dos. Es decir… entre un hombre y una mujer, pensé que solo al hombre le gustaría, y entre dos hombres, pensé que solo le gustaría al que… bueno…

—Al activo —dijo Jaejoong con un sonrojo.

Changmin asintió y Jae vio como también se sonrojaba levemente.

—Pero después de ver el vídeo… —el menor hizo una mueca de inseguridad. No sabía muy bien cómo expresar lo que cruzaba por su mente—. Bueno parecía que el… pasivo, lo disfrutaba. Mucho.

Jaejoong pensó que no se podría sonrojar más, pero rápidamente se dio cuenta de lo equivocado que estaba.

—Y primero pensé que era algo que solo pasaba en el porno —por primera vez desde que habían iniciado la conversación, Changmin llamaba a aquellos vídeos por su nombre—, pero en internet leí que en realidad era algo muy placentero para el pasivo.

Jaejoong asintió. Su rostro completamente rojo.

—Entonces, ¿Lo has intentado? —claro que Changmin no estaba hablando de relaciones sexuales per se, ambos sabían que ninguno de ellos tenía experiencia en ese campo.

—¿Qué cosa? —preguntó Jaejoong, casi por inercia. Sabía perfectamente de qué estaba hablando Min, pero quizá preguntarlo retrasaría el tener que dar su respuesta.

Changmin tragó saliva.

—Ya sabes…

No dijo nada más, pero miró a su hyung con un gesto incómodo y con movimientos inseguros, le mostró su mano, con la palma hacia arriba y el dedo medio apuntando al techo, al tiempo que hacía con él movimientos circulares.

El gesto se vió tan incómodo y al mismo tiempo tan obsceno, que Jaejoong no pudo evitar romper en carcajadas.

Changmin lo miraba desconcertado mientras Jae continuaba riendo. Con una mano se sostenía el estómago y con la otra se cubría la boca como hacía cada vez que reía. Changmin se sintió ligeramente avergonzado pero al mismo tiempo, sentía como la tensión se había roto por completo y la risa de Jaejoong comenzaba a invadirlo y contagiarlo. Pronto ambos amigos estaban doblados de risa en las sillas del comedor, con dolor en la barriga y lágrimas en los ojos.

Cuando se hubieron calmado suficiente, Jaejoong trató de recuperar la compostura. Su cuerpo aún era invadido por espasmos causados por el rezago de la risa y con su mano se limpiaba las lágrimas de los ojos.

—¡Yah! ¡Dongsaeng! —lo reprendió en broma, tratando de contener la risa— ¿Por qué haces esas preguntas?

Changmin se sostenía el estómago y continuaba riendo.

—¡Tú eres el hyung! —le respondió— Deberías contestarme, es educacional.

Jaejoong soltó una carcajada nuevamente.

—¿Entonces? —preguntó Changmin entre risas, repitiendo el gesto obsceno que había hecho con su mano hacía unos minutos —¿Lo haces o no?

Jaejoong otra vez no pudo controlar un ataque de risa y Changmin desde su asiento, estiró su pierna para patearlo mientras insistía en que le respondiera.

—Sí, sí, a veces lo hago —Confesó Jaejoong sin parar de reír, mientras trataba de esquivar las patadas de su amigo—. Pequeño insolente. ¡Mira lo que me haces decir!

Changmin tampoco podía dejar de reír, Jaejoong ahora devolvía los ataques sin moverse de su silla.

—Muy tarde, ya lo dijiste —Jae levantó su pierna con más fuerza para tomar impulso y trató de patear su espinilla. Changmin por poco no logra esquivarlo—. ¿Y se siente bien?

Jaejoong puso los ojos en blanco, pero seguía riendo y tratando de patearlo.

—Si no se sintiera bien, no lo haría, idiota. —Esta vez la patada había alcanzado su espinilla y Changmin soltó un quejido de dolor. Devolvió la patada con su otra pierna en venganza, y luego abrazó la adolorida contra sí, acariciando el punto donde el golpe de su amigo lo había alcanzado.

Las risas comenzaron a ceder lentamente, pero dejaron un ambiente divertido y placentero. Changmin sentía su garganta seca de tanto reír, tomó la jarra sobre la mesa y se sirvió un vaso de agua que pronto comenzó a beber.

—¿Qué hay de tí, Minnie? —preguntó Jaejoong mientras lo miraba con una sonrisa pícara—. ¿Tú…?

Su hyung levantó la mano derecha y, como si sostuviera un objeto cilíndrico, la movió de arriba abajo.

Changmin expulsó el agua por la nariz.

 

4 meses, 13 días antes de esa noche. Jaejoong 33, Changmin 31.

El primer día en el departamento, fue uno que Changmin jamás olvidaría.

Despertó con Hana en el pequeñísimo apartamento que estaban por dejar atrás. Con ella en brazos, firmó su salida y entregó sus llaves. Jaejoong estaría haciendo lo mismo en el condominio de paredes de papel.

Aún no era mediodía cuando llegaron a la torre Hangkyeut de la calle Neoyeon. Las últimas semanas se habían encargado de preparar todo para su llegada oficial al departamento. Habían supervisado la mudanza, instalado servicios y decorado, pero no habían pasado ni una sola noche en el lugar. Hana hasta ahora, ni siquiera lo había pisado.

Contaron hasta tres y abrieron juntos la que sería la puerta de su nueva casa. Hana había aplaudido porque era lo que entendía que se hacía cuando los adultos contaban hasta tres con tanta emoción, pero sus primeros pasos en el lugar fueron cautelosos, inseguros; aunque pareció tomar confianza en cuanto comenzó a notar los retratos que adornaban cada rincón de la sala y a reconocer a la gente en ellos. Appa, Boo, Halmoni, Haraboji, Immo, Samcheon, Hana, Hana y otra vez Hana.

En la cocina había gateado debajo de la mesa por diversión, en el pasillo había corrido de un extremo al otro mientras Changmin y Jaejoong fingían que no podían alcanzarla.

En la habitación de su papá, subió a la cama con esfuerzo, sujetándose fuertemente de las mantas y una vez recostada, exigió a su Appa y Boo que se le unieran; cómo si quisiera asegurarse de que el mueble podría darle cabida a tres personas.

Cuando estuvo satisfecha, pasó a la habitación de Jaejoong y repitió la detallada auditoría. No sin antes tomarse unos minutos para jugar con su reflejo en el enorme espejo que su papá le había regalado a Boo.

La tercera habitación había sido el mayor proyecto del departamento y la que más entusiasmaba a Changmin y Jaejoong.

Habían armado juntos la que sería la primera cama de Hana. Jae había hecho mucho énfasis en que el colchón tenía que estar casi a ras de suelo por seguridad, como indicaba el método Montessori. Changmin por su parte, se había mostrado dividido entre la emoción de que su hija se graduara de una cuna a una cama y el fastidio de pensar en lo mucho que tendría que agacharse para recostarla en ella.

Al final la recámara había resultado exactamente como la imaginaron. Las paredes celestes con stickers de margaritas blancas, la cama de cuatro postes que se unían en lo alto, asemejando una casita, el teepee color beige junta al ventanal, el pequeño estante de tres niveles con libros infantiles, muñecos y peluches que lo adornaban y la pequeña mesita blanca con tres sillitas de colores pastel.

Cuando Hana hubo terminado con la inspección del resto del departamento, Changmin y Jaejoong le mostraron su habitación, y por supuesto, fue su favorita. De inmediato había corrido de rincón en rincón, había inspeccionado el teepee riendo y dando saltitos, había tomado todos los peluches del estante y se los había mostrado a los adultos de uno por uno; pero lo que más le emocionó, había sido su nueva cama, donde una vez más se había recostado y obligado a Changmin y Jaejoong a hacer lo mismo.

La cama que estaba hecha para albergar cómodamente a un niño o quizá dos, no era suficientemente amplia para que los tres cupieran en ella, pero se las arreglaron. Changmin de costado en un extremo, contra la pared, Jaejoong en el otro, de costado también, y Hana boca arriba en medio de ellos con una sonrisa gigante y de ojos disparejos. Cada vez que su papá o Boo la felicitaban por su nueva cama de niña grande, Hana se cubría la boca con ambas manos y reía feliz y orgullosa.

Por la noche y como cierre de lo que había sido una perfecta inauguración del departamento, los tres juntos fueron a cenar al restaurante de Kim Su Ahn ajumma donde la mujer los recibió emocionada de por fin conocer a la pequeña. Hana, que había entrado al lugar dando saltitos, tras recibir la instrucción de su papá se inclinó en una reverencia y los amigos pudieron ver a la ajumma derretirse de ternura.

Los tres se sentaron a la mesa. Jae y Min hicieron su orden de siempre, charlaron y rieron mientras Hana comía las gyozas con sus manos y abría la boca para que su Boo o su papá le compartieran ramen de sus platos.

Changmin, invadido por un sentimiento que parecía llenar su pecho, le contó a Hana como ella era la primera y única persona que Appa y Boo habían invitado a su lugar secreto, y lo honrados que estaban de que los acompañara.

Los siguientes días transcurrieron con total tranquilidad. La adaptación a todos los cambios que la mudanza había traído, fue bastante rápida. Por supuesto, aún tenían que ordenar los contenidos de algunas cajas, cajones, clósets. Pero mayormente se dedicaban a seguir sus nuevas rutinas, a disfrutar el lugar y la compañía.

De lunes a jueves, la casa estaba llena de juguetes, canciones, episodios de Pororo, risas y juegos. De viernes a domingo, estaba llena de charlas, a veces profundas, a veces sin sentido, de holgazanería cuando era posible, de películas en el sillón de la sala, de nuevas recetas en la cocina.

Todos los días, la casa estaba llena de un sentimiento que quizá no tenía nombre, pero que se sentía como recibir los primeros rayos de sol sobre la piel, después de un largo invierno.

A mediados de diciembre, un sábado, Changmin terminó con su último llamado del día, se lavó la cara para retirarse el maquillaje, se cambió el traje de tres piezas que sus estilistas habían elegido para él y se puso unos jeans y una camiseta blanca. Se abrigó y salió del edificio hacia casa de Junsu, donde todo el OT5 se había reunido para celebrar el cumpleaños del anfitrión y su mellizo, quien pasaría en Seúl un par de semanas.

Había pasado ya casi un año desde la última vez que Changmin había visto a Junho, cuando él y Jaejoong habían ido a Gongju para festejar el cumpleaños del mayor. Junho y Jaejoong solían intercambiar regalos de cumpleaños todos los eneros, durante la visita anual de Jae a Gongju. Esta era la primera vez en muchos años que podían celebrar el cumpleaños de Junho y Junsu juntos y Jaejoong estaba muy emocionado por ello.

Changmin llegó al departamento de Junsu alrededor de las ocho de la noche. Para entonces, los amigos ya llevaban un par de horas reunidos. Apenas entró, fue recibido por las voces de sus amigos saludando y riendo entre conversaciones. Yunho, Yoochun, Junsu y Amber estaban sentados en la sala con bebidas en las manos. El televisor frente a ellos reproducía vídeos musicales.

​​—¿Dónde está el cumpleañero? —Preguntó Changmin con una sonrisa mientras se quitaba los zapatos.

—¡Aquí! —exclamó Junsu alzando ambos brazos, como un niño emocionado. Changmin soltó una carcajada y colgó su chamarra en el perchero.

—Me refería a Junho hyung —aclaró entre risas, y Amber que también reía, apuntó con el pulgar sobre su hombro a la cocina.

—¡Oye! ¡También es mi cumpleaños! —Dijo Junsu fingiendo indignación.

—Tu horrible cara la veo todas las semanas —respondió Changmin.

Yunho y Yoochun rieron a carcajadas, mientras Amber sujetaba el rostro de Junsu con ambas manos y le dejaba un beso en la nariz, diciéndole lo lindo que era y que Changmin hablaba desde la envidia.

La sala y la cocina del departamento estaban prácticamente en el mismo espacio, separadas solamente por una elevación de dos peldaños entre ellas. Changmin los cruzó rápidamente en cuanto vio a Junho y Jaejoong tomando una cerveza en el desayunador, y Junho, tan pronto hizo contacto visual con él, acudió a su encuentro.

Ambos amigos compartieron un gran y fuerte abrazo, lleno de recuerdos de infancia y adolescencia.

—¡Recuerda que Junho-hyung tiene la misma horrible cara que yo! —gritó Junsu desde el sofá, haciendo reír a todos.

Junho y Changmin, sin parar de reír, rompieron el abrazo, pero se mantuvieron lado a lado, sujetados por los hombros. Min felicitó a su hyung por su cumpleaños y puntualizó lo diferente que era hacerlo en persona. Los últimos años, los amigos habían felicitado a Junho por videollamadas que hacían cada vez que estaban festejando a Junsu.

—¡Aigoo! Gracias Minnie —le respondió Junho mientras soltaba el abrazo y se unía a Jaejoong.

Changmin se acercó a Jaejoong con una sonrisa. Jae estaba sentado en un banco del desayunador, usaba una camisa de mezclilla con flores bordadas en los hombros, y unos jeans a juego. Ambos codos descansaban sobre la superficie de mármol mientras bebía su cerveza y veía el televisor a distancia. Sus hombros se movían al ritmo de la música.

—Jaeboo —dijo Changmin a modo de saludo, mientras tomaba lugar de pie al lado de su hyung y le revolvía el cabello. Jaejoong le dedicó una expresión de fastidio que hizo reír a Min y Junho.

—¿Qué tal la vida de roomies? —preguntó Junho a Changmin mientras le extendía una botella cerrada de cerveza. Changmin la tomó, observando cómo Jae trataba de volver a ordenar su cabello.

En medio de una carcajada, Changmin alzó la mano hacia el cabello de Jaejoong, buscando remediar su fechoría, y al principio Jaejoong lo miró con desconfianza, pero pronto cedió y bajando su propia mano, le permitió a Changmin continuar con la tarea.

—Todo va bien —respondió Jaejoong mientras Changmin ordenaba su cabello—. Por mi parte me funcionó de maravilla. El departamento es mucho más grande, más bonito, más cómodo. Y estoy pagando incluso menos renta que en el anterior.

—Hana también está muy feliz —puntualizó Changmin inspeccionando su trabajo en el cabello de Jaejoong—. Y a mi ya me hacía falta el espacio y la privacidad. Llevaba todo el año compartiendo habitación con ella.

Changmin acomodó el último mechón tras la oreja de su hyung y se giró a ver a Junho para continuar la conversación. Apenas hizo contacto visual con él, un sentimiento extraño lo recorrió. Junho lo estaba observando, con prácticamente la misma mirada de siempre, pero algo en ella parecía estar fuera de lugar.

Changmin le sonrió a su hyung buscando deshacerse de la extraña sensación y Junho respondió con otra de sus brillantes sonrisas que logró calmarlo de inmediato.

Changmin se mantuvo de pie al lado de Jaejoong, bebiendo su cerveza, escuchando la conversación y asintiendo de vez en vez, pero interviniendo poco. Jaejoong le contaba a Junho los detalles sobre el departamento, las ventanas de piso a techo, la cocina amplia y completamente equipada, la enorme tina que tenía en su baño personal, y por supuesto, el balcón.

Jaejoong hablaba como si de un negocio se tratara. Como si él, al igual que Junho, se dedicara a las bienes raíces y pudiera identificar que el lugar se trataba de uno de excelente diseño y estructura, pero sin mucho valor emocional.

Changmin se llevó la cerveza a los labios para esconder una sonrisa burlona. A él, Jaejoong no lo podía engañar. Él podía ver el brillo en sus ojos, escuchar el disimulado tinte de emoción en su voz, y en sus labios, que con frecuencia humedecía, distinguía la sombra de la sonrisa que trataba de contener.

—Ahora que estás en Seúl, deberías visitarme —le sugirió Jaejoong a Junho. Y Changmin no pudo evitar notar que había hablado en singular—. Te prepararé Galbi y te mostraré el departamento. Cuando lo hayas visto, vas a querer contratarme como decorador.

—¿Galbi preparado por Jaeboo? —respondió Junho después de lanzar una carcajada—. Mas que hacerte decorador voy a terminar regalándote la compañía.

—¿Tú cómo has estado, Hyung? —preguntó Changmin— ¿Qué tal va la empresa?

Junho dirigía la inmobiliaria que sus padres habían fundado en Gongju. En los últimos años y bajo su liderazgo, la compañía había abierto sucursales en Sejong, en Chungju, y ahora estaban en medio de los preparativos de la apertura de su primera oficina en Seúl. Y era justo esto lo que traía a su amigo por la ciudad en esta ocasión.

Changmin sintió como alguien le quitaba la botella de la mano. Amber se les había unido en el desayunador, y ahora estaba bebiendo de la cerveza de Changmin con una mirada burlona. Jaejoong y Junho reían. Aunque Amber se llevaba de maravilla con todo el OT5, era con Changmin con quien más se entendía. Se tenían tanta confianza, que con frecuencia se molestaban entre sí.

Originalmente Amber había sido amiga de Yoochun, el último había compuesto varias de sus canciones y, cuando en una ocasión, Amber había necesitado un coreógrafo para un evento específico, Yoochun le había presentado a uno de sus mejores amigos: Kim Junsu, actor de teatro musical, que además, amaba bailar y hacer coreografías. Lo demás, era historia.

—No te voy a perdonar jamás sino felicitas a mi prometido en su cumpleaños —le dijo Amber mientras le dedicaba una mirada amenazante y lo apuntaba con la botella de su propia cerveza.

Changmin puso los ojos en blanco.

—¿No te cansas de presumir que es tu prometido?

—¿Has visto ese trasero? —preguntó Amber— Claro que no me canso de presumir que es mi prometido.

Changmin se dirigió a la sala mientras le gritaba a Amber, que de haber sido él, estaría avergonzado de que la gente supiera su relación con Junsu; pero sus palabras no tenían valor alguno, puesto que apenas alcanzó al otro mellizo, se sentó en su regazo y lo abrazó por el cuello con brusquedad mientras gritaba “Feliz cumpleaños Su-yah”.

La escandalosa risa de Junsu llenó el lugar. Min se aferraba con fuerza al abrazo mientras Junsu trataba de empujarlo de su regazo y lo reprendía por ser un dongsaeng irrespetuoso y no llamarlo hyung. Changmin, por respuesta, restregó su mejilla contra la de Junsu mientras decía una y otra vez “Saranghae, Su-yah”.

El ambiente en el departamento era relajado y alegre. Los amigos se alternaban entre los diferentes espacios del lugar: a ratos en la sala, charlando con el televisor de fondo, a veces en la cocina, sentados en la mesa o en el desayunador.

Yunho en más de una ocasión se había puesto de pie tras el sofá para replicar las coreografías que los idols hacían en la televisión. Amber, que llevaba el cabello corto y usualmente vestía en estilo tomboy, se había pasado al menos media hora discutiendo con Jaejoong si debía usar un vestido de novia o un tuxedo blanco en su propia boda. Changmin y Junho habían hablado de béisbol por un largo rato y Junsu, por enésima vez, hizo a todos reír contando aquella anécdota en la que, tras su audición para el musical de Elisabeth, el director de casting le había preguntado si tendría algún problema en besar a otro de los actores masculinos en escena, y él había respondido, “Depende, ¿Es guapo?”.

El mayor entretenimiento de la noche, había sido Yoochun. Que había pasado la mayor parte del tiempo coqueteando descaradamente con Junho, batiendo las pestañas, haciendo pucheros, tocando su brazo suavemente mientras hablaban y elogiándolo constantemente.

“Junho-yah, no recordaba lo alto que eres”

“¿Has estado entrenando verdad?... pareces muy fuerte”

“Mmm qué voz tan varonil tienes”

Changmin y Jaejoong, recargados en la encimera de la cocina, trataban de contener la risa y se dedicaban miradas cómplices mientras observaban la interacción. Junho, que por supuesto estaba al tanto de las intenciones de Yoochun, reía y le permitía continuar con sus avances por diversión.

Yunho decidió que las cosas habían llegado demasiado lejos y que necesitaban su intervención cuando Yoochun, quien al igual que los mellizos había nacido en el año del tigre, le preguntó a Junho si podía llamarlo hyung.

—Junho-yah —le dijo Yunho al mayor de los mellizos mientras tomaba a Yoochun por los brazos y lo separaba de él al menos un metro—, permíteme quitarte a esta ramera de encima.

Changmin y Jaejoong se doblaban de la risa en su lugar mientras Yunho reprendía a Yoochun por su conducta y Junsu y Amber observaban la interacción divertidos.

—No lo puedo evitar, hyung —le respondía Yoochun a Yunho con un puchero—. Es tan sexy.

—¡Omo! Chunnie-ah —respondió Junho después de lanzar una carcajada—. Tú también eres muy lindo.

—¿Ves? Ya casi lo conquisto —le había dicho Yoochun a Yunho con un puchero—. Déjame volver con él.

Los amigos estallaron en carcajadas y Yunho, entre risas, obligó a Yoochun a sentarse en la silla del desayunador que estaba más lejos de Junho.

—¡Hyung! ¡Solo míralo! —le dijo Yoochun mientras señalaba a Junho—. Es como una versión mejorada de Junsu.

Yunho puso los ojos en blanco y Junsu pateó la silla de Yoochun haciendo que casi cayera de ella.

—Boo, ayúdame —exclamó Yoochun desde su asiento, haciendo un puchero hacia Jaejoong—. Yunho hyung no entiende lo irresistible que es porque no es su tipo. Explícale.

—Lo siento, Chunnie —le respondió Jaejoong entre risas—. Lo conozco desde que éramos bebés, no lo puedo ver así. Además es el hermano de Junsu…

—Okay, okay —lo interrumpió Yoochun—. Pero imagina que no fuera el hermano de Junsu, y que lo estuvieras conociendo por primera vez.

Jaejoong, que continuaba recargado en la encimera, a un lado de Changmin, se sonrojó y se cubrió la boca con la mano antes de responder.

—Entonces tendrían que quitarle a dos rameras de encima.

La cocina explotó en risas. Changmin, por supuesto, rió con los demás, pero una parte de él había sido distraída con la nueva información.

Entonces, ¿Jaejoong encontraba atractivo a Junho? Era la primera vez que consideraba esta posibilidad pero, al parecer, así era.

Jae se había sonrojado al decir aquello. Se había cubierto la mitad del rostro, su voz se había escuchado tímida y nerviosa. Pero también había dicho que no lo veía así. Lo dijo muy claro, lo conocía desde que eran bebés y no pensaba en él de esa manera. Aunque bien esas palabras podrían haber sido una fachada. Junho era heterosexual, quizá Jae solo ponía esa barrera para no desarrollar sentimientos que no podrían ser correspondidos.

Changmin vio como Jaejoong abandonaba el lugar junto a él y se acercaba a Junho para charlar. Se veía cómodo a su lado. Ahora que lo notaba, se mantenían bastante cerca el uno del otro. Ambos se miraban a los ojos con una sonrisa mientras hablaban, Jae inclinaba ligeramente el rostro hacia arriba, Junho era varios centímetros más alto que él.

A Jaejoong le gustaban los hombres altos. En más de una ocasión lo había escuchado quejarse de lo difícil que era encontrar hombres altos cuando él mismo era uno.

Seunghyun era alto, apenas un par de centímetros más alto que Jaejoong pero a su amigo parecía gustarle. Hyunjoong, en la preparatoria, era de los más altos del curso. Yamapi había sido un poco más bajo que él, y aunque, mientras estuvieron juntos Jae nunca se quejó, Min recordaba que, cuando recién lo conoció le había mencionado que le gustaría que fuera un poco más alto pero que tampoco era la gran cosa. Y luego estaba Gong Jicheol…

—¿Todo bien Minnie? —la voz de Yunho lo había vuelto a la realidad súbitamente.

—Si, hyung —respondió Changmin mientras tomaba la cerveza que Yunho le ofrecía—. ¿Por qué lo preguntas?

Yunho se encogió de hombros.

—Estabas haciendo muecas —respondió su hyung—. Parecías incómodo.

Changmin se sorprendió al escuchar aquello.

—Solo tengo hambre —respondió con una sonrisa.

—No tarda en llegar la comida —dijo Junsu al escuchar la respuesta de Changmin, y esto hizo a Jaejoong reaccionar de inmediato, apremiando a los amigos a salir de la cocina para dejarlo trabajar.

Una de las costumbres del OT5 era que, en los cumpleaños, el festejado elegía qué y dónde cenar. Otra costumbre, era que si la celebración se llevaría a cabo en el departamento de alguno de ellos, Jaejoong, que solía demostrar su amor por medio de la cocina, prepararía algo para el cumpleañero. Ya fuera un platillo formal, o algunos complementos. En esta ocasión los mellizos habían decidido ordenar pollo frito, y Jae sería el encargado de preparar el topokki y kimchijeon para acompañarlo.

Los amigos lentamente comenzaron a caminar hacia la sala para dejarle espacio libre a Jaejoong y Changmin, que solía asistirlo en la cocina, dejó su cerveza en la encimera con intención de comenzar a disponer los ingredientes para su hyung, cuando notó como Junho se ponía un delantal.

—¿En qué te ayudo, hyung? —le preguntó Junho con una sonrisa.

—¡Aigoo! Junho-yah —respondió Jae mientras sacaba el tteok del congelador—. Que guapo te ves usando un delantal. Serías un excelente esposo.

La risa de Junho llenó la cocina y Jaejoong le entregó un tazón para que pusiera el tteok a hidratarse. Changmin salió de la cocina en silencio y se unió al resto de los amigos en la sala.

Amber estaba sentada en las piernas de Junsu y ambos charlaban en voz baja, como en su propio mundo. Yunho y Yoochun discutían entusiasmados sobre el nuevo álbum de X-Japan. En la televisión se transmitía un programa de variedades conducido por Kang Hodong.

Changmin se sentó en el sillón del lado derecho del sofá, escuchando las conversaciones de los amigos. Desde su lugar podía ver claramente la cocina. Jaejoong y Junho le daban la espalda. Cada uno de ellos manipulaba un tazón, el de Jaejoong con la mezcla del kimchijeon, el de Junho con el tteok. Estaban de pie tan cerca el uno del otro, que sus codos se tocaban.

Desde ahí era evidente que Junho era bastante más alto que Jaejoong. Quizá cinco centímetros. Y ahora que lo notaba, también era bastante más grande, en general. Sus manos eran más grandes, sus hombros más anchos. ¿Eso le gustaría a Jaejoong? Probablemente si.

Junho giró su rostro y su mirada se encontró con la de Changmin, quien le dedicó una leve sonrisa que el mellizo respondió antes de volver a su tarea.

Changmin trató de hacer memoria de qué tipo de hombre le gustaba a Jaejoong, pero no pudo recordar nada más que unos pocos comentarios que Jae había hecho sobre lo mucho que le atraía la virilidad. De modo que, probablemente el tamaño de Junho fuera también atractivo para su hyung.

Altos y viriles. Era todo lo que sabía que le gustaba a Jaejoong y al parecer, Junho cumplía con ambos.

Jaejoong se separó de Junho por unos instantes y comenzó a tomar ingredientes de la alacena. Changmin observó como se doblaba las mangas de la camisa a la altura de los codos antes de lavar algunas verduras, y al terminar, las disponía frente a él para picarlas. Junho intervino, probablemente ofreciendo ser él quien llevara a cabo la tarea. Ambos intercambiaron unas cuantas palabras y Changmin notó como la mano de Junho se posicionaba en la espalda baja de su hyung.

La risa escandalosa de Junsu lo sorprendió, Yoochun y Yunho reían con él.

—¿Lo conoces, Min? —preguntó Yoochun. Y Changmin, tras echar otro vistazo a la cocina, y comprobar que Jae y Junho estaban nuevamente separados, se apresuró a responder.

—¿A quién?

—A Kang Hodong —dijo Yunho apuntando al televisor, donde el conductor se había unido a un grupo de idols masculinos en una coreografía—. Está en tu televisora.

—Kang Hodong sunbae —respondió Changmin, tratando de espabilarse—. Sí, es muy agradable.

Jaejoong ahora estaba frente a la estufa, removiendo algo en una sartén.

El timbre de la puerta sonó y Junho se apresuró a recibir al repartidor que había traído la cena. Los amigos respondieron entusiasmados cuando Junho volvió a la cocina con Jae y este les pidió que esperaran solo quince minutos más para que pudieran comenzar a cenar.

Junho se acercó a Jae y nuevamente, colocó su mano en la espalda del mayor, y Changmin vio como Jae tomaba un tteok del sartén con los palillos, soplaba un par de veces sobre él y se lo ofrecía a Junho en la boca. Junho lo tomó sin soltar a Jaejoong y mientras masticaba, hizo contacto visual con Changmin, quien desvió la mirada hacia el televisor.

¿Estaba pasando algo que él no sabía? Y si así era, ¿Por qué Jae no se lo habría contado?

Hasta ahora no se había detenido a analizarlo pero, Junho parecía estar muy al tanto de la vida de Jaejoong. No solo le había preguntado por la mudanza, sino que sabía también sobre hechos recientes en su trabajo y, en un momento, había mencionado el viaje que Jae haría a Japón en unos meses. ¿Habían estado hablando más de lo usual? Siempre habían sido cercanos, pero Jae solía ser aún más cercano a Junsu, y por supuesto, todavía más cercano a Changmin…

—Déjà vu —La voz de Amber lo sobresaltó. Su amiga se sentaba en el brazo del sillón donde él se encontraba y le ofrecía una cerveza. Changmin la rechazó haciendo un gesto con su mano—. ¿Estás bien?

—Sí, claro. Algo cansado —respondió—. ¿Qué era lo que decías?

Amber lo observó dudosa, como si sospechara que no le decía la verdad, pero al final se encogió de hombros, bebió el resto de su cerveza y abrió la que Changmin había rechazado.

—Que esto se siente como un déjà vu — dijo Amber después de dar un trago a la nueva botella. Acomodando su postura en el brazo del sillón para recargarse un poco mejor en el respaldo.

—¿A qué te refieres? — preguntó Changmin y Amber sonrió de lado.

—Me recuerda a cuando te conocí. También era una fiesta y también te pasaste distraído la mayor parte del tiempo.

Changmin se encogió de hombros. No recordaba muy claramente en cuál fiesta Junsu le había presentado a Amber pero, ya que los amigos solían reunirse los fines de semana y el normalmente llegaba después de haber pasado el día en el trabajo, no le sorprendía en lo absoluto.

—¿Lista para la boda? —le preguntó Changmin inclinando su posición hacia adelante para que el cuerpo de Amber no le bloqueara la vista a la cocina.

—No —respondió su amiga y se echó a reír. Jaejoong también reía, con la mano sobre su boca mientras Junho le contaba algo que Changmin no podía escuchar—. Estoy lista para el matrimonio, pero no para la boda. Me tiene nerviosa.

Changmin le sonrió y le dio un par de palmaditas en la rodilla, asegurándole que todo saldría bien. Junho servía algo desde un sartén hacia un plato, y Jaejoong inspeccionaba la actividad parado muy cerca de él.

—Hablando de eso, ¿Ya tienes acompañante? —le preguntó Amber—. Quedan pocos meses. ¿O irás solo?

Ni siquiera lo había pensado. Jaejoong y Junho otra vez estaban riendo.

—Aún no lo sé —respondió Changmin— ¿Sabes si Junho hyung llevará a alguien?

Amber lo miró con una expresión desconcertada, se giró para ver a Junho y después devolvió la mirada a Changmin.

—¿Por qué? —preguntó alzando una ceja— ¿Quieres invitarlo?

Changmin sonrió apenas y echó un vistazo a los amigos antes de continuar la conversación.

—Tú te llevas bien con él, ¿No?

Cuando el OT5 recién había conocido a Amber, todos habían comentado como algunos rasgos de su personalidad les recordaba un poco a Junho. Tenía sentido, Junho era la persona más cercana a Junsu, y era natural que eligiera una pareja que evocara a él ligeramente. Cuando por fin Junho la había conocido, la conexión había sido inmediata. Tanto que con frecuencia Amber terminaba involucrada en las llamadas diarias que tenían los mellizos.

—¿Por qué no me dices directamente lo que quieres decir? —le preguntó Amber a Changmin, dedicándole una mirada desconfiada.

Changmin miró nuevamente a Jaejoong. Su hyung removía el contenido de un tazón con una sonrisa serena. Junho ordenaba algo en la encimera.

—¿Sabes si Junho está interesado en Jaejoong? —Amber lo observaba perpleja. Se tomó unos segundos para echar un vistazo a los amigos en la cocina y después volvió a ver a Changmin como si éste estuviera perdiendo la cabeza.

Pero Changmin no era tonto. Quizá los demás no lo hubieran notado aún, pero algo estaba pasando entre esos dos.

—Changmin, Junho es heterosexual —le respondió Amber sin retirar de su rostro esa expresión de desconcierto.

—¿Y? —preguntó Changmin— Yunho también era heterosexual. ¡Junsu también era heterosexual! Y no te tengo que recordar qué no va a dejar de ser bisexual solo porque se case contigo, ¿cierto?

Amber se echó a reír ante su comentario, y Changmin sintió relajarse un poco. Al menos su amiga ya no lo miraría como quien ve a una persona desquiciada.

—¿Qué hay de tí, Changmin? —le preguntó Amber súbitamente— ¿Tú no eras heterosexual?

—¿Por qué nunca me llamas Oppa? —le dijo Changmin con una mueca exagerada de disgusto— Soy cuatro años mayor que tú.

—American —respondió Amber mientras se apuntaba a sí misma con el pulgar—. ¿Entonces?

—¿Entonces, qué?

—¿Qué no eras heterosexual? —Esta vez fue Changmin quien la observó como si estuviera perdiendo la cabeza.

—Sí. ¿Tu punto? —Respondió Changmin con una mirada retadora. Amber se echó a reír.

Defensive much? —Changmin puso los ojos en blanco.

Sabía perfectamente lo que Amber estaba insinuando. No era la primera y probablemente no sería la última vez que alguien se lo sugería. Su relación con Jaejoong era tan cercana, que a lo largo de su vida, algunas personas habían asumido que había algo romántico entre ellos; pero Changmin siempre había tenido claro cuál era su lugar en la vida de Jaejoong.

—Es mi mejor amigo —respondió Changmin con una expresión seria—Lo he visto sufrir mucho más de lo que me gustaría y hace no mucho que un idiota le rompió el corazón. Claro que estoy a la defensiva.

Amber observó el rostro de Changmin confundida. ¿De verdad le estaba respondiendo eso?

—Estaba bromeando, Oppa —dijo Amber con un tono casual. Usando el honorífico estratégicamente para ganarse el favor de Changmin—. Sé que solo estás siendo un buen amigo.

“Buen amigo my butt” pensó, mientras observaba como Changmin comenzaba a relajar su postura nuevamente.

Amber era una mujer muy inteligente. Desde su primera interacción con Jaejoong y Changmin había notado algo diferente, algo fuera de lugar. En aquel momento no se hubiera atrevido a etiquetar aquello como romántico, Changmin estaba casado y parecía feliz en su matrimonio, pero definitivamente había algo. Algo que entre Changmin y Jaejoong fluía de manera natural pero a lo que ella no podía ni le correspondía ponerle un nombre.

No fue hasta que se enteraron del divorcio de Changmin cuando Amber supo que, el resto del OT5 estaba al tanto de aquel algo. Apenas supo la noticia, Yoochun había llamado a Junsu preocupado, pero lo realmente extraño, era que no solo les preocupaba Changmin. Les preocupaba Jaejoong.

Amber le había preguntado a Junsu que pasaba pero este solo le dijo que había una larga historia detrás, y que a él no le correspondía contarle. Por supuesto, tenía razón y Amber lo respetó. Pero se vió sumamente intrigada al darse cuenta lo mucho que Yunho, Yoochun y Junsu se coordinaban para cuidar a Jaejoong, como si hubiera un peligro inminente.

Con el paso de los meses, pudo verlo. Era más que obvio, estaba ahí, pero nadie lo señalaba.

Un día se decidió y le preguntó a Junsu quién, después de un largo suspiro, le dijo que tenía razón, que lo que veía era cierto y que todos lo podían ver, pero que a raíz de diversos eventos que se habían dado en los muchos años que el OT5 llevaba de amistad, habían llegado a una regla, una que era vital para la dinámica del grupo: En la relación entre Changmin y Jaejoong, no se interviene.

Afortunadamente Amber no era parte del OT5.

—Pero incluso si resulta que Junho oppa no es heterosexual y le interesa Jaejoong Oppa —sugirió Amber en un tono despreocupado—. Tú lo aprobarías ¿cierto? Junho es tu amigo y lo conoces de toda la vida.

Changmin la miró por unos segundos, desconcertado.

—Yo no tengo nada que aprobar —le dijo con el ceño fruncido—. Jaejoong es libre de escoger a la pareja que él guste y yo no puedo intervenir en eso.

—Pero lo aprobarías ¿Cierto? —insistió Amber.

—Eso no viene al caso —respondió Changmin, algo fastidiado.

—Pero lo aprobarías… —Amber afirmó, pero marcó un leve tono de pregunta, como si estableciera algo obvio pero diera un pequeño lugar a la duda.

—Sí — respondió Changmin con la misma expresión de ligero fastidio—. Claro que lo aprobaría.

Se quedaron en silencio por unos segundos. Amber bebía su cerveza observando disimuladamente a su amigo, Changmin continuaba en la misma posición, con la espalda inclinada hacia adelante, los codos reposando sobre sus rodillas, sus ojos trataban de mantenerse en el televisor, pero con frecuencia se desviaban en miradas vigilantes a la cocina.

—¡Mira! Es a eso a lo que me refiero —Volvió a hablar Changmin, en voz muy baja y algo tensa, mientras hacía un gesto hacia la cocina, instando a Amber a ver por sí misma.

Amber se giró a observar la escena. Jaejoong estaba probando un trozo de kimchijeon, sosteniéndolo directamente con la mano y Junho, que tenía su mano abierta en la espalda de Jaejoong, a la altura del nudo del delantal, abría la boca para pedirle al mayor que lo dejara probarlo.

En efecto se veía un poco más cercano de lo normal, romántico incluso. El más alto masticaba el kimchijeon con una expresión dulce que ella había visto en Junsu un montón de veces: la expresión de un novio enamorado.

Algo ciertamente estaba fuera de lugar.

Pero entonces vio como Junho desvió la mirada por un brevísimo instante y Amber siguió el trayecto de la misma hasta dar con el rostro de Changmin. Y algo hizo clic.

Junho lo estaba haciendo a propósito.

Le bastó un segundo para notar todos los errores de la escena. Junho sonreía con ternura, pero solo lo hacía cuando Jae no estaba poniendo atención, su mano en efecto parecía reposar en su espalda, pero en realidad, solo la mantenía flotando muy cerca del nudo del delantal del mayor y aunque, a ratos parecía acercarse mucho, pronto volvía a marcar distancia.

Estaba probando a Changmin.

Quizá la revelación se vio reflejada en su rostro, porque apenas lo entendió, Junho hizo contacto visual con ella y le dedicó una sonrisa autosuficiente. Amber resopló por lo bajo y puso los ojos en blanco, pero decidió unirse al juego.

—No veo nada raro, Oppa —le dijo a Changmin fingiendo inocencia—. ¿A qué te refieres?

Changmin la miró brevemente y suspiró mientras erguía su espalda, recargándose nuevamente contra el respaldo del sillón, como si no quisiera seguir viendo la escena. Amber también ajustó su postura hacia atrás, para no obstruir la vista de Changmin a la cocina.

—No sé exactamente qué es, pero hay algo raro —respondió Changmin con una mueca—. Junho se le acerca mucho y lo toca de una manera muy… íntima.

—¿Íntima? —repitió Amber, orillando a Changmin a que elaborara su respuesta— ¿No es así como se portan todos los hombres coreanos?, ya sabes ¿skinship?

Amber estaba usando su estatus de persona extranjera a su favor. Cuando llegó a Corea a la edad de dieciséis años, se sorprendió grandemente de lo mucho que se practicaba el contacto físico entre amigos del mismo sexo, y como por el contrario, entre parejas heterosexuales, tener ese tipo de gestos afectivos en público no era muy bien aceptado.

Por su actuar y su forma de vestir, la mayoría de las personas asumían que Amber era un chico. Y esto en general, jugaba muy bien a su favor para mostrarse afectuosa con Junsu frente a desconocidos. Si un día decidiera usar vestido y tacones y abrazara a su novio en público, quizá no sería del todo inaceptado pero definitivamente se vería menos apropiado que cuando hacía lo mismo vestida con camisetas oversize, baggy jeans, gorras y vans.

Changmin hizo una mueca e inclinó su cabeza hacia un lado, dudando.

—No exactamente —le dijo con los ojos fijos aún en lo que se desenvolvía en la cocina—. Sí, somos más cariñosos que en occidente pero… No sé, solo…

El hombre parecía estar haciendo un esfuerzo por mostrar una expresión neutra, pero Amber podía ver a través de las pequeñas grietas

—¿Viste como lo toca? —continuó Changmin— Supongo que es normal tocarle el brazo, el hombro, pero… no sé, hay algo distinto… y…

Changmin se quedó callado y sus labios se fruncieron ligeramente.

—¿Y…? —lo instó Amber.

—Creo que es la manera en que lo toma por la cintura —le respondió—, como si fuera… suyo.

La voz de Changmin se alteró ligeramente en la última palabra y Amber pensó que esto de verdad debía estarlo afectando más de lo que se permitía aceptar.

—Oppa —le llamó con un tono cauteloso, como si estuviera a punto de tocar un tema delicado. Changmin respondió con la misma cautela, girando su rostro lentamente hasta encontrarse con los ojos de su amiga, quién continuó en un susurro—. Lo toca como lo tocas tú.

Por un breve instante, Amber pudo ver la sorpresa invadir el rostro de Changmin, pero casi inmediatamente el hombre la disfrazó por una expresión sarcástica.

—Pensé que no tendría que explicarte esto a ti —le dijo Changmin después de poner los ojos en blanco—, pero yo soy así. Cuando quiero a alguien, puedo ser un poco más físico de lo normal.

Su amigo se estiró hacia adelante para alcanzar una de las cervezas dispuestas sobre la mesa de centro. Se tomó unos segundos para volver a tomar su posición en el sillón, abrir su bebida y darle unos cuantos tragos. Amber se preguntó si era un intento de parecer casual e inafectado.

—Cuando era mas joven me metía en problemas por ello con frecuencia. Hoy ya prácticamente no lo hago con nadie, excepto con ellos —expresó Changmin apuntando con la barbilla hacia el sofá, donde Junsu, Yoochun y Yunho reían a carcajadas mirando algo en el teléfono de Yoochun.

Amber se preguntó por unos segundos qué tan cariñoso debió haber sido Changmin para meterse en problemas en un país donde dos adolescentes varones podían caminar tomados de la mano sin que nadie les prestara la menor atención.

—Creo que yo nunca te he visto actuar así con ellos —le respondió Amber, aún en su papel de la amiga inocente, la extranjera tonta. Le impresionaba como Changmin, que solía ser muy astuto, no notaba lo mucho que ella y Junho lo estaban acorralando—. No te portas así con Junsu oppa.

Su amigo, que otra vez estaba viendo a Junho y Jaejoong en la cocina, desvió la mirada hacia ella y nuevamente puso los ojos en blanco.

—Bromeas, ¿cierto? —le preguntó con una expresión sarcástica— Me acabas de ver sentado en su regazo, con la cara pegada a la de él.

—Sí, pero eso te he visto hacerlo con todos —le respondió Amber—, pero nunca he visto que actúes con los demás como actúas con Jaejoong oppa.

Changmin aún la observaba con una expresión sarcástica.

—¿Y cómo se supone que actúo con él? —le preguntó.

Amber dudó por un segundo, pero decidió que en lugar de responder, lo podía demostrar.

Sentada aún en el brazo del sillón, tomó la mano izquierda de Changmin y la entrelazó con su derecha. Su amigo la miró extrañado y trató de soltarse, pero ella presionó suavemente el agarre, pidiendo que la dejara continuar. Una vez Changmin lo entendió, Amber reposó la unión en su propia pierna, con su mano libre, acarició suavemente los hombros de su amigo, acomodando su camisa, para después, pasar delicadamente su pulgar por la mejilla del mayor, como limpiando algo en ella y, para concluir, peinó algunos mechones del cabello de Changmin, colocándolos detrás de su oreja.

Todo lo hizo con la expresión más neutra y despreocupada que pudo enmarcar. Tal y como había visto a Changmin hacer montones de veces.

Sí, entre los cinco amigos, quizá era Changmin quien más recurría al contacto físico, sobre todo a los abrazos. Pero a nadie trataba de aquella manera tan gentil y protectora como trataba a Jaejoong.

—¡Yah! ¡Changmin-ah! —gritó Junsu de repente, sobresaltando al menor— ¿Te estás robando a mi novia?

Amber se echó a reír y soltando su mano, se levantó de su asiento para ir hacia Junsu.

—Not even if he tries —dijo mientras se sentaba en las piernas de su prometido con una expresión de adolescente enamorada.

—No tengo idea de qué dijiste —respondió Junsu mientras envolvía sus brazos en la cintura de Amber y besaba su mejilla—, pero lo tomo.

Yoochun y Yunho rompieron en carcajadas y Changmin rió también para no desentonar, pero su cabeza no paraba de darle vueltas a lo que Amber acababa de hacer, a la manera en que lo había tocado. Fue tan íntimo que se sintió incómodo, como si estuviera haciendo algo incorrecto con la novia de su amigo.

Definitivamente él no tocaba así a Jaejoong. Era cariñoso con él, por supuesto, como lo era con todo el OT5. Quizá incluso un poco más, pero no al grado que Amber había ejemplificado.

Sí, a veces tomaba su mano, pero no de esa manera. Y claro, si era necesario quizá podía tocar otras partes de su cuerpo. Sus hombros, su rostro, su cabello, pero no de esa manera tan… simplemente no de esa forma.

De repente comenzó a sentir como su respiración se aceleraba levemente. Por algún motivo, este tema no le gustaba y a pesar de que Amber no había sido entrometida, discutirlo con ella lo hizo sentir invadido.

De un momento a otro comenzó a sentirse observado y en cuanto se giró a la cocina, se encontró con la mirada de Jaejoong, quien lo miraba de pie tras el desayunador con el ceño fruncido mientras Junho guardaba ingredientes en las alacenas.

La expresión de Jaejoong parecía preocupada y por algún motivo extraño, esto pareció calmar a Changmin. Su hyung movió sus labios y sin usar su voz preguntó: “¿Estás bien?”

Era la tercera vez en la noche que alguien le preguntaba aquello.

Changmin sonrió levemente, sin retirar la mirada de Jaejoong, y asintió con la cabeza. Luego también sin usar su voz, con los labios articuló “cansado”.

Jaejoong frunció aún más el ceño y con su cabeza, apuntó hacia la puerta, como preguntando “¿Te quieres ir?”. Changmin dudó por un segundo, pero negó con la cabeza. Si iba a casa en ese momento, solo alarmaría a los amigos y, en realidad, no estaba pasando nada malo. No sabía exactamente qué era lo que le sucedía, pero no estaba enfermo, no estaba indispuesto y, si era completamente honesto, tampoco estaba del todo cansado, solo había algo que no le sentaba bien.

Se forzó a ampliar su sonrisa, buscando despreocupar a su hyung y después alzó ambos pulgares, para indicarle que se sentía bien. Jaejoong entrecerró los ojos, sospechando de él y Changmin rió ante su expresión. Esto pareció calmar al mayor, quien relajó su posición y sonrió.

Jaejoong sacudió su mano hacia las habitaciones del departamento, como instándole a Changmin que se dirigiera a ellas y Changmin lo miró extrañado, frunciendo el ceño. Encogió sus hombros, preguntando para qué y Jaejoong, después de escanear rápidamente a su alrededor y confirmar que nadie lo observaba, levantó su mano y con el puño cerrado, la sacudió de arriba abajo con una expresión lasciva.

Changmin sintió que la sangre se le iba a los pies.

Con un esfuerzo desmesurado, se obligó a fingir que reía. Ante esto, el resto de los amigos en la sala se giraron a observarlo.

—¿De qué te ríes, Minnie? —preguntó Junsu y Changmin desechó la pregunta con un gesto de su mano. El mayor se encogió de hombros y volvió a enfrascarse en la conversación que mantenía con el resto del grupo, pero Changmin notó como Amber lo observó por unos segundos más antes de volverse hacia los amigos.

Changmin se giró nuevamente a ver a Jaejoong, este ya no lo observaba, pero ordenaba los platos sobre la mesa con una sonrisa triunfante.

Desde aquella vez hace casi veinte años atrás en la que Changmin y Jaejoong habían discutido sobre masturbación con la curiosidad digna de dos adolescentes, se había vuelto casi una competencia entre ellos el encontrar el momento en que el otro estuviera más desprevenido, para sorprenderlo con gestos obscenos y hacerlo reír.

Changmin recordaba como en su ceremonia de ingreso a la preparatoria, cuando había subido al podium con el resto de los nuevos alumnos, Jaejoong había hecho contacto visual con él y lo había hecho explotar en risas haciendo aquel mismo gesto con su mano.

En otra ocasión, mientras Jaejoong estaba siendo reprendido por un profesor en el comedor de la escuela, Changmin, parado detrás del docente, levantó el dedo medio de una mano y lo movió en círculos mientras enmarcaba una expresión de placer. Jaejoong se había puesto rojo y había comenzado a reír, lo que por supuesto causó la furia del profesor, que lo envió a detención por una semana.

En la universidad, alguna vez que Changmin se había sentado junto a la ventana en una clase de periodismo forense, Jaejoong que casualmente pasaba por el jardín del campus, notó como Changmin lo observaba, llevó el puño cerca de su boca y con su lengua comenzó a empujar su mejilla, imitando una felación. Changmin había explotado en risas en medio de la clase, lo que le consiguió que se le asignará un ensayo de diez mil palabras sobre el correcto acatamiento del periodismo en casos delictivos.

Hacía un par de años, durante la cena de lanzamiento del libro de Jaejoong, Changmin había hecho contacto visual con su hyung, y poniendo sus manos a cada lado de su boca, con los dedos extendidos, como si separara dos objetos grandes y redondos, hizo movimientos obscenos con su lengua. Jaejoong derramó el vino sobre su camisa blanca.

Ninguno de esos, o de los muchos otros momentos en que habían hecho ese tipo de tretas entre ellos había puesto a Changmin tan nervioso como el que acababa de acontecer. Quizá en los primeros años, sí, podía dentro de la diversión que estas artimañas le causaban, sentir algo de vergüenza o nerviosismo, pero conforme fueron creciendo eso había quedado atrás. Era la primera vez en muchos años que se sentía afectado por ello de ese modo y, honestamente, no quería pensar el porque.

 

Agregaron una silla extra a la mesa de seis plazas. La comida estaba servida al centro. El pollo, las papas fritas, los rábanos encurtidos, dos grandes platos de tteokboki, tres de kimchijeon, varias botellas de soju y otras más de cerveza.

Los amigos comían entre conversaciones y risas, varias anécdotas fueron relatadas en la mesa, algunas de la infancia de los mellizos, donde ocasionalmente aparecían Jaejoong y Changmin, otras más del OT5 durante los años de universidad. Junsu se veía particularmente feliz, sentado en la cabecera de la mesa con Junho y Amber a cada lado.

Changmin había dudado antes de sentarse junto a Jaejoong, pero al final decidió hacerlo. Si de verdad Jaejoong y Junho estaban comenzando una relación o al menos estaban interesados en el otro, Changmin no podía de repente comenzar a actuar diferente con ninguno de los dos, mucho menos con Jaejoong, quien no solo era la persona más cercana en su vida, sino que ahora también era su compañero de departamento.

Su hyung en más de una ocasión había sugerido que aquel arreglo de vivienda era temporal, hasta que Changmin volviera a encontrar alguien que amara y decidiera unir su vida con ella, pero Changmin veía aquello como una posibilidad muy lejana y, para ser honesto, tampoco le apetecía mucho.

A pesar de que su matrimonio con Jinri no fue del todo desastroso, Min no sentía deseo alguno de volver a casarse, de volver a enamorarse. Sin embargo no se había detenido a pensar que pasaría de ser al revés. ¿Qué iba a pasar si Jaejoong se enamoraba de Junho y decidía hacer una vida con él? Changmin no podía detenerlo, él quería que su hyung fuera feliz. Tendría que dejarlo hacer su vida y observarlo desde la distancia.

—Changmin-ah—dijo de repente Jaejoong, sacándolo de su flujo de pensamientos—¿De verdad estás bien? Has comido muy poco.

Changmin sonrió y respondió que no tenía mucha hambre, lo que causó que el resto de los amigos comenzaran a hacer preguntas sobre su salud con un tono exagerado de preocupación, insinuando que algo terrible debía estarle sucediendo si no tenía apetito.

Changmin puso los ojos en blanco y llamó idiotas a los amigos permitiéndose reir un poco con ellos. Sentía deseos de ir a casa a descansar, pero sabía que si lo hacía, los demás se preocuparían y, más importante aún, Jaejoong probablemente no iría con él.

Sintió como una mano se posaba sobre su frente. Jaejoong lo observaba con preocupación mientras el resto de los amigos continuaban la conversación entre risas.

—No tienes fiebre —afirmó Jaejoong—. ¿Te sientes mal? ¿Te duele la cabeza?

—No, hyung. Estoy bien —respondió Changmin con una leve sonrisa mientras observaba el rostro preocupado de Jaejoong—. De verdad solo estoy un poco cansado.

Jaejoong le lanzó una mirada consternada y con un tono parecido al que usaba con Hana, preguntó:

—¿Quieres que vayamos a casa?

Changmin sintió como la preocupación y el desasosiego que lo invadían, se ajustaban un poco para hacerle espacio a la sensación cálida que ahora se extendía por él. Nada debía ser tan grave si Jaejoong aún lo consideraba a él tan importante como para dejar atrás la reunión por su bienestar.

—Quizá en una hora más ¿Sí? —respondió.

—Jaejoong hyung —le llamó Junsu de repente— ¿Recuerdas cuando le gustabas a Yeonhee en la primaria?

—¡Aigoo! ¡Qué vergüenza! —respondió Jaejoong riendo— Yeonhee iba en la misma clase que Changmin y un día le preguntó si sabía quién me gustaba. Min le dijo que Kangta.

Los amigos se echaron a reír y Changmin rió con ellos, esta vez de manera más genuina, al recordar los muchos momentos que había compartido con su hyung a lo largo de los años. Recordó cómo había aprendido a andar en bicicleta en un parque de su vecindario de Gongju, asistido por Jaejoong y Soonli nuna, recordó las tardes de regreso de la secundaria, cuando paraban en la tienda de Park ajusshi y compraban paletas gemelas, sostenían un palito cada uno y las separaban, recordó lo mucho que lloraron abrazados el día que Changmin se despidió para mudarse a Ansan con su mamá y Yongbae hyung y recordó cómo volvieron a llorar, esta vez entre risas cuando menos de dos meses después se reunieron.

Con un sentimiento de nostalgia y de algo más que no podía identificar, recorrió su silla unos centímetros para quedar más cerca de su amigo y reposó su mano derecha sobre el muslo de este. Algo dentro de él exigía más, se extendía por su pecho con una sensación asfixiante y desesperada. Si pudiera justificar la acción, probablemente ya lo estaría abrazando.

La voz de Amber resonó en su cabeza “Oppa… lo toca como lo tocas tú”.

¿De verdad era tan diferente?

Apenas se disponía a quitar su mano de la pierna de su hyung cuando sintió cómo éste la entrelazaba con la propia y su corazón comenzó a latir fuertemente.

¿Por qué estaba reaccionando de aquella manera con algo tan pequeño?

Probablemente lo adecuado sería soltarse del agarre, pero por algún motivo no quería hacerlo. Por el contrario, no solo quería quedarse así todo el tiempo posible, sino que también quería que los demás lo notaran. No le importaba si Amber volvía a hacer preguntas absurdas, no le importaba si Junho pensaba que había algo más entre ellos.

Necesitaba que lo supieran.

Que supieran lo que eran el uno para el otro.

La extraña necesidad de Jaejoong que se extendía dentro de él ganó la batalla contra su raciocinio y, sin decir palabra, se recorrió un poco más en su silla, hasta no dejar distancia entre él y su hyung.

El mayor, que estaba sometido en un debate sobre el villano de un drama de moda, se giró hacia él desconcertado al sentir como Changmin reposaba su cabeza en su hombro y cerraba los ojos.

—¡Omo!, mi Minnie Mouse —dijo Jaejoong observando su rostro—. Te sientes mal ¿verdad?.

Sí.

No.

No lo sabía.

No contestó, pero sintió como Jaejoong colocaba sus manos entrelazadas entre sus piernas y con su mano libre, comenzaba a acariciar su cabello, al tiempo que volvía a unirse a la conversación.

 

—¿Tengo algo en la cara? —preguntó Jaejoong mientras conducía.

Changmin no dejaba de observarlo.

—¿Estás feliz, hyung? —preguntó el menor desde el asiento del copiloto y Jaejoong se echó a reír mientras detenía el auto frente a un semáforo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Has estado sonriendo toda la noche —respondió Changmin mientras se hundía aún más en su asiento y se cubría con la chamarra que Jaejoong había puesto encima de él como si fuera una manta.

Jaejoong rió con ternura al verlo y se inclinó hacia un lado para arroparlo aún más con la chamarra mientras le decía que, cuando estaba enfermo, era peor que Hana.

Durante la cena, Jae había concluido que Changmin probablemente estuviera cayendo en un resfriado, y desde entonces no había parado de revisar si tenía fiebre, de arroparlo, y de instarlo a descansar. Había sido el mismo Jaejoong el que había decidido que ya era hora de ir a casa, solo media hora después de terminar de cenar. Había sido Jaejoong el que le había prohibido conducir y lo había convencido de sentarse en el asiento de copiloto y había sido Jaejoong quien se había quitado la chamarra y la había colocado sobre Min como quien arropa a un niño.

—Me gusta cuando estamos todos juntos —respondió Jae y el auto volvió a moverse.

—¿Con Junho hyung? —preguntó Changmin.

—Claro, también me gusta cuando está Junho —respondió el mayor—. Y me dió muchísimo gusto que estuviera en Seúl para su cumpleaños. Cada vez que celebramos a Junsu no puedo evitar extrañarlo. Fue lindo que estuviera aquí esta vez.

Changmin asintió y continuó observando a su hyung, analizando su rostro, buscando en él algún cambio o algún indicio sobre sus sentimientos por el mayor de los mellizos.

—Lo importante es que pronto podremos festejarlos juntos todos los años —continuó Jaejoong mientras viraba el auto en una intersección.

—¿A qué te refieres? —preguntó Changmin.

—A qué ahora que se case y se mude a Seúl… —Changmin se irguió en su asiento, alarmado. La chamarra que lo cubría cayó sobre su regazo.

—¿Junho hyung se va a casar? —Jaejoong sorprendido, se permitió desviar la vista del camino por una fracción de segundo para dedicarle a Changmin una mirada desconcertada.

—¿Cómo es que no lo sabías? —preguntó— Lo dijo más de una vez. Ya tiene el anillo, y en cuanto esté terminada la inauguración de la empresa en Seúl, le va a pedir a Yeseul que se case con él.

Changmin se llevó la palma de la mano con fuerza a la frente.

Yeseul.

Había olvidado a Yeseul.

—No puede ser —dijo el menor mientras se desplomaba en su asiento otra vez.

Hacía casi un año, en enero, Changmin que aún estaba lidiando con todos los cambios de su reciente divorcio, había acompañado a Jaejoong a Gongju a festejar su cumpleaños con su familia. A la celebración había asistido Junho, acompañado de sus padres y de Yeseul, su novia, quien fue presentada por primera vez a Changmin y a los Kim.

—Soy un patán —respondió Changmin mientras se cubría la cara con las manos, avergonzado—. No recordaba a Yeseul. Ni siquiera le pregunté a hyung por ella.

¿Como había podido ser tan tonto? Se había cegado tanto por las acciones tan cercanas de Junho hacia su hyung que perdió de vista lo más básico. Sacó su celular del bolsillo de su pantalón y escribió un mensaje de texto.

-

                       Shim Changmin:

                       → Amber 😒 23:26

                       → ¿Por qué no me recordaste a Yeseul? 23:26

LlamaLiu:

¿Cómo? ¿No la recordabas? 😦 23:27

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—Sí. Eres un patán —le dijo Jaejoong, mientras Changmin guardaba su celular, poniendo los ojos en blanco por la respuesta de Amber—. Va a ser la esposa de tu amigo, ¿Cómo pudiste olvidarte de ella?.

—Se lo compensaré a Junho Hyung —dijo el menor de repente—. Conseguiré boletos para el baseball en la televisora. Le llamaré para ir juntos y prometo que preguntaré por Yeseul y por todos los planes que tienen en puerta.

Jaejoong sonrió, aprobando la disculpa.

—¿Tú cómo te sientes con esto, hyung? —preguntó Changmin con delicadeza, mientras observaba el rostro de Jaejoong que se prestaba atento al camino.

—¿Yo? —preguntó el mayor, extrañado— Pues feliz. Tendremos a Junho más cerca.

Changmin continuaba observándolo, buscando cualquier señal de dolor en su rostro. Pero Jaejoong no dijo nada más. Su expresión se mantuvo neutra, parecía concentrado en el camino.

—Hyung ¿Puedo preguntarte algo?

Jaejoong rió para aligerar el ambiente y acusó a Changmin de usar un tono demasiado solemne de un momento al otro, pero le permitió continuar

—¿A ti te gusta Junho Hyung?

El rostro de Jaejoong fue un poema: El desconcierto, la diversión y el rechazo absoluto se hicieron presentes en él y, sin despegar los ojos del camino, levantó su mano derecha y azotó a Changmin en el pecho con ella, diciendole que era un idiota y que no podía estar tan enfermo como decía estar si tenía energía para preguntar estúpideces.

 

Tres días después de la reunión, por la mañana, Changmin terminó su llamado del día, fué al gimnasio, se duchó y condujo hasta las nuevas oficinas de la inmobiliaria de los Kim. Junho lo recibió con un abrazo y le dio un tour por el lugar. El espacio era amplio y elegante, la decoración era parecida a la de un hotel de cinco estrellas y Changmin pensó que definitivamente establecía un buen precedente para atraer a los empresarios de Gangnam a manejar sus propiedades ahí.

Felicitó a su hyung, por la inauguración de la empresa y por su próximo matrimonio, y observó divertido como Junho se sonrojaba ligeramente mientras le decía que aún no sabía si Yeseul aceptaría la propuesta.

Juntos salieron de la inmobiliaria y se dirigieron al estadio Jamsil, donde presenciarían una sesión de fotos con los LG Twins de Seúl. Changmin había usado sus influencias como figura pública para que les dieran acceso al lugar.

Cuando llegaron, Junho estaba tan nervioso que parecía un niño pequeño. Changmin observó orgulloso lo feliz que estaba su amigo cuando los jugadores estrechaban su mano y firmaban su jersey. Los amigos se tomaron fotos con los jugadores y Junho, que no solía ser muy activo en redes sociales, en menos de una hora ya había compartido ocho fotos.

Al terminar, condujeron a un pequeño restaurante cerca del palacio Changdeok. Todo el camino Junho la paso con Yeseul al teléfono, contándole los detalles de su día con los LG Twins de Seúl. En el restaurante ordenaron jajangmyeon, como dos niños que acaban de obtener buenas notas en un examen y, envueltos en nostalgia, hablaron de su infancia, de su viejo grupo de amigos, del parque dónde solían jugar, de las travesuras que hacían.

Después de comer, pasearon por los alrededores del palacio y casualmente dieron con un pequeño mercado ambulante lleno de artesanías. Junho compro un collar de plata para Yeseul y una figura de cristal en forma de delfín para Junsu y Amber. Changmin pasó largos minutos escogiendo lazos para el cabello para Hana y terminó pagando una pequeña fortuna por ellos.

Cuando caminaban hacia el auto, algo capturó la mirada de Changmin.

En un pequeño puesto de artesanías de cerámica, llena de jarrones y quemadores de incienso, se alzaba una bonita taza azul, con dibujos de olas, algas, estrellas de mar y peces de diferentes colores. Pero lo más lindo de todo, era la pequeña figura de Ponyo que reposaba en la orilla de la taza.

—¡Aigoo!, mira esto hyung —le dijo Changmin a Junho mientras alzaba la taza para inspeccionarla. La pequeña Ponyo de cerámica lo observaba con un rostro de curiosidad.

—Es linda —respondió Junho al mirarla—. ¿Pero no crees que Hana es muy pequeña para una taza de cerámica?

Changmin sacó su cartera del bolso interior de su chamarra y pidió a la chica que envolviera la taza como regalo.

—Es para Boo —le dijo sonriendo mientras observaba cómo guardaban la taza en una caja—. Le encanta esa película. Hace poco se la quiso mostrar a Hana, pero es muy pequeña aún. Se la pasó cantando y brincando en el sillón mientras Jae trataba de convencerla de ver a Ponyo y Sosuke.

Changmin río con él recuerdo. Sus ojos se mantenían fijos en la caja que estaba siendo envuelta en un papel celeste con pequeñas estrellas doradas.

Junho observó a su amigo sonreir como un idiota, perdido en sus pensamientos, y rio también. Conocía a Changmin desde hacía casi treinta años y había tenido la fortuna de compartir muchos momentos felices con él, pero desde siempre había podido notar que sus sonrisas más genuinas y sinceras, tenían que ver con Jaejoong.

 

Juntos recogieron a Hana de la guardería. La niña observaba a Junho con curiosidad y se refugiaba tras las piernas de su papá, dubitativa. Cuando Changmin la alzó en brazos, la niña se acercó a su oído y le dijo “Susu-samcheon” haciendo a su papá reír a carcajadas.

Bastó con un breve paseo por el parque Dogok para que Hana tomara confianza con Junho, quien usando las tretas de su hermano, se ganó el favor de la niña cantando y bailando el tema de Pororo para ella.

La dejaron jugar en el parque, supervisandola muy de cerca, orbitando alrededor de ella mientras charlaban. Junho, con una sonrisa serena, le contó sobre su relación con Yeseul, sobre lo afortunado que era de haber encontrado una mujer como ella, tan inteligente, tan apasionada, y Changmin, que jamás había visto a su hyung hablar de alguien con aquel nivel de amor y admiración, lo felicitó nuevamente.

En un pensamiento súbito que desechó con rapidez, Changmin notó como el alivio se extendía por su pecho al confirmar que sus especulaciones de aquella noche eran erradas.

Caminaron hacia la torre Hyangkeut en cuanto se ocultó el sol. Los jardineros estaban podando el césped de las áreas verdes y el aroma se mezclaba con el de los arbustos de Lavanda. Changmin invitó a Junho a su departamento, y el mayor, que tenía planes para cenar con Junsu y Amber, aceptó subir solo un rato a tomar algo juntos y conocer el lugar.

En el elevador, Junho hizo reír a Hana una y otra vez escondiendo su rostro tras sus manos y haciendo caras graciosas al descubrirlo. Changmin se aferraba con fuerza a la bolsa de papel que colgaba en su mano, entusiasmado por la reacción de Jaejoong cuando viera el regalo.

Apenas abrió la puerta, notó algo diferente: La alta figura que le daba la espalda, de pie al centro de la sala, no era Jaejoong, pero menos de un segundo después de haberlo notado, la voz de su hyung se hizo presente.

—Changmin-ah, llegaste —el rostro de Jaejoong se asomó a la altura del hombro del desconocido, y Changmin notó como su hyung tenía ambas manos en la cintura del hombre—. ¡Y trajiste a Junho!

El intruso se giró a observarlos y Changmin lo reconoció de inmediato. Era Gong Jicheol.

—Changmin-ssi —lo llamó el hombre con una sonrisa—. ¡Cuánto tiempo sin verte!

—Gong Jicheol-ssi —dijo Changmin mientras se quitaba los zapatos—. ¿Cómo has estado?

Junho que había entrado detrás de Changmin, se descalzó rápidamente y se unió a Jaejoong en la sala, donde el mayor lo presentó a Jicheol como su amigo de la infancia y hermano de Junsu.

Changmin se quedó unos minutos más en la entrada, asistiendo a Hana con sus zapatos y su abrigo. La niña entró antes que él y observó a los adultos con curiosidad mientras él ordenaba el perchero.

—Esta debe ser Hana —dijo Gong Jicheol al ver a la niña, y Changmin entró a la sala y colocándose detrás de su hija, le indicó que saludara.

Hana se inclinó en una reverencia y después se escondió tras las piernas de su papá, quién rápidamente la alzó en brazos.

—Es adorable, Changmin-ssi —le dijo Jicheol—. Y parece muy educada para ser tan pequeña.

Changmin hizo una leve reverencia, dando las gracias por el cumplido, y Jaejoong, que mantenía su mano sobre el antebrazo de Gong Jicheol, comenzó a contarle al hombre lo inteligente que era Hana. Gong Jicheol se acercó a Changmin con el fin de saludar a Hana más de cerca, y la niña se escondió en el cuello de su papá.

—¡Con que tu eres quien me va a robar a Jaejoongie mañana! —le dijo a Hana mientras acariciaba su cabello, y Changmin contuvo una mueca. No sabía que le incomodaba más, el apodo, o la insinuación de pertenencia.

Hana envolvió el cuello de su papá con los brazos y Gong Jicheol se echó a reír.

—¿Mañana? —preguntó Changmin mirando a Jaejoong. Su hyung estaba vistiendo un pantalón de vestir negro y una camisa blanca con un par de botones abiertos, era un atuendo muy sencillo, pero Jaejoong lucía radiante en él.

—Jicheol hyung me invitó a cenar mañana —le explicó Jaejoong con una sonrisa—, pero es miércoles y es mi día especial con Hana.

Al escuchar la voz de Jaejoong decir su nombre, la niña se soltó del abrazo de Changmin y estiró los brazos hacia él para que la cargara.

—¡Aigoo! Hana-yah —dijo Jaejoong mientras se acercaba para tomarla—. ¿Quieres venir con Boo?

Changmin le cedió a la niña y observó a su hyung pensativo. Hana acercaba la mano al rostro de Jaejoong y reía cuando este hacía el ademán de morderla.

—Puedo pedirle a Jinri que se encargue de ella mañana —ofreció Changmin, pero Jaejoong sin dejar de jugar con Hana, rechazó la propuesta.

Un teléfono comenzó a sonar y Gong Jicheol se disculpó al confirmar que se trataba de una llamada de trabajo y que tenía que contestar. Jaejoong le ofreció tomar la llamada en el balcón para tener un poco más de privacidad y el hombre aceptó la propuesta, excusándose con una reverencia.

Apenas el hombre salió al balcón, Hana comenzó a pedir a Jaejoong que la bajara y Changmin se dirigió a la cocina para preparar un bocadillo para su hija. Los tres amigos se reunieron en el desayunador de la cocina, Changmin dejó la bolsa de papel sobre la encimera y comenzó a pelar una mandarina con la mirada ausente, dándole la espalda a los amigos.

Jaejoong le entregó a Junho una lata de limonada del refrigerador y sirvió dos vasos de té helado para él y Changmin.

—¿Quién es él, hyung? Es atractivo —le dijo Junho a Jaejoong—. Es más alto que yo. Creo que incluso es más alto que Min.

El rostro de Changmin se contorsionó en una mueca. Jaejoong se cubría la boca con la mano y soltaba una risilla.

—Es un sunbae de Yunho —le explicó Jaejoong—. Lo conocimos en una fiesta hace más o menos tres años. ¡Es guapísimo!

—¿Estás saliendo con él? —preguntó Junho después de reír.

—No exactamente —respondió Jaejoong—. Lo intentamos cuando recién lo conocí, pero él es de Busán y solo viene a Seúl un par de veces al año por trabajo. A ninguno de los dos nos funcionaba una relación a distancia.

Changmin puso los gajos de mandarina en uno de los platos de Hana y dejó a los amigos en el desayunador para entregárselo a su hija.

—¡Pororo! —gritó Hana mientras apuntaba a la televisión.

—Solo quince minutos —respondió Changmin. Pocas veces dejaba que Hana comiera fruta en la sala, y cuando lo hacía, normalmente se quedaba con ella para supervisar que no manchara la alfombra o los muebles, pero esta vez volvió rápidamente a la cocina con los amigos, donde tomó su vaso de té y bebió de él mientras escuchaba la conversación y supervisaba a distancia que Hana masticara bien.

—¿Entonces ahora si quieren una relación a distancia? —preguntó Junho. Changmin se recargó en la encimera, Junho y Jaejoong estaban de pie a cada extremo del desayunador.

—No lo sé. Quizá —respondió Jaejoong mientras se encogía de hombros—. Por el momento solo estaremos saliendo mientras está en la ciudad.

—¿Cuánto tiempo se quedará? —preguntó Junho.

—Tres semanas —respondió Jaejoong—. Mientras tanto tengo que aprovecharlo.

—¿Aprovecharlo? —preguntó Junho, alzando las cejas con una expresión sugerente.

Jaejoong rió nervioso y ocultando su sonrojo tras su mano, respondió:

—Créeme, Junho-ya. Ese hombre coge como un dios.

Changmin hizo una mueca. El vello de todo su cuerpo se erizó mientras escuchaba a Junho reír a carcajadas.

—¡Omo! Hyung —respondió Junho con una expresión divertida—, ¿Y cómo coge un dios?

Changmin retiró su mirada de Hana por unos segundos para observar el rostro de Jaejoong, que seguía sonrojado.

—Como Gong Jicheol.

Tanto Junho como Jaejoong se echaron a reír y Changmin sonrió para no parecer incómodo.

La puerta del balcón se deslizó y por ella entró Gong Jicheol nuevamente. Al verlo, Hana dejó su plato en la alfombra, corrió hasta Changmin y lo abrazó por las piernas. Changmin nuevamente la alzó en brazos.

—¡Omo! Hana-yah —le dijo Jicheol mientras se posicionaba a un lado de Jaejoong y lo tomaba por la cintura. Changmin giró el rostro hacia su hija para no ver la interacción—. ¿Me tienes miedo?

—Es un poco tímida —respondió Changmin sin mirarlo, mientras abrazaba a la niña contra sí y besaba su cabello.

—¿Nos vamos, Jaejoongie? —preguntó Gong Jicheol, y Changmin observó como ambos caminaban hacia la sala, dónde Jae le pidió al hombre que se sentara mientras él iba a buscar un abrigo a su cuarto. Junho aprovechó para sentarse con Jicheol en la sala y comenzó a charlar con él, preguntándole cosas triviales, sobre su trabajo y sobre Busán.

Changmin se quedó en la cocina. Hana descansaba el rostro sobre su hombro con las manos alrededor de su cuello.

—¿No te cae bien el ahjussi, Hana? —preguntó Changmin en un susurro, y rio cuando la niña hundió el rostro en su cuello— A mi tampoco.

De repente sus ojos se encontraron con la bolsa de papel sobre la encimera. Por algún motivo, ahora se sentía como un ridículo por haber preparado aquel regalo para su hyung. Era una simple taza, no era para tanto.

Desenvolvió el regalo, y tiró el envoltorio y la caja a la basura; después tomó la taza y la puso en el gabinete, junto a todas las demás.

Jaejoong volvía de su recámara, poniéndose un abrigo y anunciando en voz alta que abriría un tanto la puerta del balcón para que el departamento se ventilara.

—Luces muy bien —dijo Gong Jicheol mientras se levantaba y veía a Jaejoong de arriba abajo. Changmin resopló. ¿Cómo podía darle a Jaejoong cumplidos tan genéricos?

Jae se sujetó de su brazo y alzó la voz para despedirse de Changmin que seguía en la cocina.

—Hyung, espera —dijo Junho de repente—. No quiero ser un mal tercio, pero ¿te molesta si bajo con ustedes? Así Changmin ya no tiene que acompañarme.

Jaejoong aceptó con una sonrisa y con Jicheol esperaron de pie en la sala mientras Junho se dirigía a la cocina a despedirse de Changmin y Hana.

—Gracias por todo hoy, Minnie. La pasé increíble —le dijo Junho mientras abrazaba a su dongsaeng. Hana se incorporó en los brazos de su papá y alzando su pequeña mano dijo “bye bye” a Junho samcheon, quien revolvió su cabello.

Antes de salir de la cocina, Junho tiró la lata de su limonada en el cesto de basura y al hacerlo, notó un conocido papel color celeste con estrellas doradas.

Giró su rostro para observar a Changmin. Su amigo estaba parado tras el desayunador con Hana en brazos, y observaba fijamente algo en la sala. Junho siguió su mirada y se encontró con Jaejoong y Jicheol-ssi, mirándose de frente mientras charlaban. Las manos del mayor sostenían a Jaejoong por la cintura y Jae a su vez, mantenía sus manos sobre los brazos del hombre.

Gong Jicheol retiró una de sus manos de la cintura de Jaejoong, y con ella, peinó el cabello del otro mientras le decía algo mirándolo a los ojos. Changmin, en una mueca, desvió la mirada nuevamente.

Junho lo estaba observando.

—Está pasando otra vez ¿Cierto? —le preguntó Junho con una sonrisa comprensiva.

—¿Qué cosa? —preguntó extrañado. Junho solo amplió su sonrisa y se acercó a él para darle unas cuantas palmaditas en el hombro.

En ese momento, el viento sopló y la brisa entró por las puertas del balcón, inundando el lugar con un aroma a lavanda y a césped recién cortado y, de manera súbita, como el impacto de una ola de mar, un recuerdo lo invadió y supo de lo que hablaba Junho.

Observó a su amigo con los ojos abiertos de par en par.

No. Claro que no estaba pasando otra vez.

Notes:

Siguiente publicación: 14 de Junio del 2025 (1sem más por esta vez, sorry)

Chapter 7: EPIFANÍA

Summary:

Hoy es el aniversario del día que esta historia llegó a mi mente y no volvió a abandonarla jamás.
Pensé que vendría bien adelantar la publicación un poquitín para celebrarlo ♡

x: maaximum9095

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

VII. EPIFANÍA

2 años, 6 meses antes de esa noche. Jaejoong 31, Yoochun 31

Dos latas de atún, huevo, un paquete de cebollas y otro de ajo. ¿Le faltaba algo más?

Sus sandalias hacían ruido al caminar, la bolsa del supermercado pesaba en su mano izquierda y la bufanda que Yunho le había regalado en navidad, comenzaba a sofocarlo.

Sonrió divertido al imaginar lo que diría Jaejoong al verlo con ese outfit. Jeans, un suéter verde y enorme cuyo collar se deslizaba hasta su hombro, la bufanda color gris que le daba varias vueltas a su cuello, un gorro rojo porque fue el primero que encontró al salir de casa, y por supuesto, sandalias.

Repasó en su cabeza la receta para el chamchijeon. Era muy básica, su mamá solía hacerla cuando no tenía tiempo para cocinar y desde que Yoochun regresó a Corea y comenzó a vivir solo, recurría a esa y algunas otras recetas simples con frecuencia.

Entonces; atún, cebolla picada, ajo picado, huevo, harina…

—Maldita sea, olvidé la harina —se dijo llevándose la palma de la mano a la frente.

—¿Qué vas a preparar?

Afortunadamente Yoochun era un hombre saludable, porque de lo contrario, Jaejoong lo hubiera matado de un susto en ese momento.

—¡Omo! Jaejoong hyung —el menor, con una mano en el pecho, observaba a Jaejoong perplejo—. ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste?

Su hyung estaba sentado en una de las bancas que había en el jardín delantero del condominio. Jaejoong no contestó, se quedó en su lugar, a metros de Yoochun, sus manos en los bolsillos de su chamarra, una pierna cruzada sobre la otra. Miraba hacia la calle sin decir palabra, inexpresivo.

Algo había pasado.

Yoochun sacó las llaves del bolsillo de su pantalón y se acercó a la escalera.

—¿Subimos? —le sugirió a su hyung y después de unos segundos, éste se puso de pie y lo siguió.

Yoochun vivía en el segundo piso de lo que antes era una casa enorme, y que su madrastra había transformado en un condominio. Con frecuencia hacía reír al OT5 con bromas sobre cómo había escogido aquel departamento por ser el D, de dick, lo que más le gustaba en el mundo, pero los amigos sabían que, en realidad, él había estado muy cómodo en su departamento anterior, pero se había visto en la necesidad de mudarse ahí para cuidar de su papá cuando le detectaron cáncer.

El complejo constaba de 7 unidades, 4 en el segundo piso y 3 en el primero. La más grande era en la que vivía su madrastra, y la cual había compartido con el papá de Yoochun previo a su fallecimiento. Tenía un jardín trasero enorme que Kyungseon omoni le permitía utilizar cuando él o Yoohwan querían celebrar algo con sus amigos.

—Pasa, hyung —le dijo Yoochun al abrir la puerta. Jaejoong entró antes que él y comenzó a quitarse la chamarra con la mirada ausente.

Yoochun no dijo nada. Se quedó observando a su hyung en la pequeña entrada de su departamento. Jae sintió su mirada e hizo contacto visual con él, para después recorrerlo de arriba a abajo.

—¡Ugh! ¿Por qué sales a la calle así? —exclamó Jaejoong con una mueca al observar su atuendo y Yoochun rió por lo bajo.

Había conocido a Jaejoong en su primera clase en la universidad y desde entonces habían sido inseparables. Ambos solían enorgullecerse de ser quienes tenían mejor sentido de la moda en el OT5, y aunque sus estilos eran muy diferentes, siempre se estaban halagando el uno al otro en su elección de atuendos o accesorios. Pero en invierno, cuando Yoochun se envolvía en grandes suéteres, gorros y bufandas, y calzaba sus pies con sandalias, Jaejoong solía reñirlo con el ceño fruncido y un tono fingido de fastidio. Esta vez, por el contrario, había un inusual timbre amargo en su voz.

Definitivamente algo pasaba.

Yoochun se desabrigó, se quitó los zapatos y guió a Jaejoong con él a la cocina. Jae se sentó en la mesa en completo silencio, mientras Yoochun comenzaba a disponer los ingredientes que iba sacando de la bolsa del supermercado.

—¿Quieres tomar algo, hyung? —preguntó y Jaejoong se quedó en silencio por largos segundos antes de responder.

—Agua.

Yoochun puso frente a su hyung la jarra de agua y un vaso de cristal, y continuó con su tarea, observando cada tanto a Jaejoong que continuaba inmovil, con la mirada perdida en algún punto de la cocina y con el rostro inexpresivo.

Algo estaba pasando.

Sabía mejor que nadie que no debía presionar a Jaejoong para hablar algo que por el momento no sabía cómo expresar, pero también sabía que si había acudido a él sin previo aviso, era porque necesitaba desesperadamente discutir lo que lo aquejaba.

Yoochun comenzó a trabajar los ingredientes, poniéndolos uno por uno en un tazón. Afortunadamente encontró un poco de harina al fondo de uno de los gabinetes, esta la agregaría al final.

Jaejoong seguía sin moverse, ni siquiera se había servido el agua frente a él, solo observaba la jarra como si contuviera los secretos del universo.

Apenas Yoochun comenzó a mezclar, Jaejoong se levantó de su asiento súbitamente, como si el sonido de la cuchara contra el tazón de metal lo hubiera despertado. Le arrebató a Yoochun el recipiente de las manos y continúo con la tarea.

—Siéntate —le dijo mientras encendía la estufa.

—Está bien, hyung. Es solo chamchijeon —respondió Yoochun alcanzando el tazón nuevamente—. Lo puedo hacer yo mismo.

Jaejoong puso una sartén sobre la estufa encendida y vertió aceite sobre ella.

—Déjame hacerlo —le dijo sin mirarlo—. Lo necesito.

Yoochun lo miró consternado, pero dejó el tazón sobre la encimera y se sentó en la silla que hasta hace unos minutos había ocupado su amigo.

Jaejoong se movía por la cocina con la misma expresión vacía que había enmarcado desde su llegada. Picó una cebolla y varios dientes de ajo rápidamente y los agregó a la mezcla, que pronto comenzó a disponer sobre la sartén caliente. Una vez lo hubo vaciado por completo, lavó el tazón y se dirigió al refrigerador, de donde comenzó a tomar ingredientes al azar.

Yoochun observó cómo tomaba un recipiente de kimchi y lo destapaba para olerlo. Jaejoong parecía absorto en su mundo, pero algo en sus movimientos, en su expresión y desde luego en su súbita visita, le decían a Yoochun que tenía que estar alerta.

Algo estaba pasando.

Y ese algo, por supuesto, no podía tener otro nombre que Shim Changmin.

—¿Estás bien, hyung? —preguntó Yoochun— ¿Te pasa algo?

Jae le daba la espalda mientras cortaba el kimchi en trozos y lo pasaba a una sartén.

—¿Tienes carne? —preguntó.

—En el congelador.

Jaejoong asintió sin girarse hacia él, se acercó a la estufa y le dio vuelta a cada uno de los chamchijeon en la sartén. Después tomó la carne del congelador y comenzó a picarla sobre una tabla en la encimera.

Yoochun decidió no insistir más, tarde o temprano Jaejoong se lo contaría. Se levantó y puso la arrocera, para después asistir a Jaejoong, lavando los trastes y utensilios que iba utilizando y limpiando las superficies dónde trabajaba.

Antes de que se diera cuenta, el departamento estaba inundado por el delicioso aroma del kimchi jjigae, y el chamchijeon los esperaba servido en un plato, con la tapa de una sartén encima para que no perdiera el calor.

Yoochun sirvió dos recipientes de arroz mientras Jaejoong disponía los platillos sobre la mesa, y ambos se sentaron a comer.

Por supuesto el kimchi jjigae estaba delicioso, y Yoochun, hambriento, comenzó a devorarlo mientras veía como Jaejoong solo lo removía lentamente con la cuchara, y ocasionalmente, tomaba un bocado.

¿Qué estaba pasando?

Se sentía un poco culpable por seguir comiendo a pesar de que veía a su hyung tan afligido, pero eran las cinco de la tarde y no había probado bocado desde el desayuno. Se sirvió una segunda porción de kimchi jjigae, la cual devoró con la misma velocidad que la primera, acompañándola del chamchijeon y el arroz. Cuando estuvo satisfecho, se quedó sentado observando a Jaejoong con atención.

—¿No vas a comer, hyung? —preguntó, a lo que el mayor respondió con una sonrisa tímida en la que Yoochun pudo ver un esfuerzo desmedido para no quebrarse.

Jaejoong comenzó a comer, cucharada tras cucharada de kimchi jjigae. Para la quinta, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, y Yoochun, consternado, movió su silla más cerca de su hyung y lo envolvió con su brazo derecho.

Jaejoong continuó comiendo y llorando sin decir nada y cuando hubo terminado el kimchi jjigae, se quedó observando el plato vacío por unos instantes antes de arrojarse bruscamente a los brazos de Yoochun que lo abrazó y le acarició el cabello.

Pasaron largos minutos así, sin hablar. Jaejoong llorando con la cabeza hundida en su cuello, Yoochun consolándolo, pasando una y otra vez una mano por su cabello.

Cuando lo notó un poco más calmado, rompió el silencio.

—Ve a la sala, ¿Si? —le dijo poniendo las manos en su rostro— Voy a preparar té y te alcanzo en un minuto.


Cuando Yoochun volvió a la sala con dos grandes tazas de té, Jaejoong estaba sentado en el sofá, con las rodillas contra su pecho, y la manta que Yoochun había dejado ahí la noche anterior cubriéndolo. Tomó la taza que le ofrecía Yoochun y le dio las gracias con una sonrisa llorosa.

El menor se sentó junto a él y tiró de la manta un poco para que su hyung le permitiera cubrirse también y una vez estuvo sentado y cubierto, Jaejoong se recorrió unos centímetros hacia él y descansó su cabeza contra su hombro.

Yoochun tomó unos cuantos tragos de su té antes de hablar.

—¿Qué pasa, Boo? —preguntó— ¿Por qué estás tan triste?

El cuerpo de Jaejoong se sobresaltó en un suspiro, y nuevas lágrimas se escaparon por sus ojos.

—Está embarazada.

Yoochun observó a su amigo desconcertado. La noticia recién empezaba a registrarse en su cabeza.

Fuck

—¿Te lo dijo él? —preguntó. No había necesidad de decir su nombre.

Jaejoong asintió y bebió su té, dando trago tras trago, lentamente, pero sin despegar la taza de sus labios, mientras las lágrimas seguían cayendo. Yoochun podía sentir cómo el cuerpo de su amigo se sacudía en espasmos al sollozar. Cuando por fin retiró la taza, ahora vacía de sus labios, tomó aire de manera interrumpida y habló con voz ahogada.

—Te prometo que ya no estoy enamorado de él, Chunnie —lo decía con una expresión que hacía que el corazón de Yoochun se estrujara dentro de su pecho—, pero es que… es que…

Yoochun le quitó la taza de las manos y vió como Jae cruzaba los brazos sobre sus rodillas y hundía su rostro en ellos. Su cuerpo continuaba sacudiéndose y el menor podía escuchar los sollozos que su hyung trataba de contener con todas sus fuerzas.

Un recuerdo horroroso lo invadió. Jaejoong tendido en el sofá de Micky’s, sujetándose el pecho desesperado, llorando a viva voz; los gemidos de dolor inundando el lugar, mientras Yunho, Junsu y Yoochun, muertos de preocupación, trataban de consolarlo.

Yoochun dejó ambas tazas sobre la mesa de centro y se apresuró a abrazar a su amigo. Ojalá pudiera sanar su dolor.

—¿Por qué no puedo estar feliz por él? —dijo Jaejoong, alzando la cabeza nuevamente— ¡Debería estar feliz! ¡Esto es algo bueno!

—Fueron muchos años, Boo.

—¡Exacto! Eso es lo que no termino de entender —exclamó Jaejoong en un tono desesperado—. ¿Por qué? ¿Por qué después de tantos años, aún me causa esto?

Jaejoong se llevó ambas manos al pecho, como si señalara el lugar donde estaba el dolor, y Yoochun sonrió con tristeza.

—¿Por qué? Si esto no cambia absolutamente nada… ¡Lleva cinco años casado! —continuó Jaejoong sin mirarlo, pasándose las manos por el cabello en exasperación—. No es como si yo no supiera desde hace cinco años que lo había perdido para siempre.

Yoochun se soltó del abrazo y se giró noventa grados en el sofá, con las piernas cruzadas. Desde este ángulo podía ver a su hyung más claramente.

—Además ¡Yo he hecho mi vida! —continuó Jaejoong, con el mismo tono irritado— ¡Yo estaba bien!, ¡¿Por qué me duele otra vez?!

Yoochun no respondió. La pregunta no era para él, después de todo; aunque le aterraba que su hyung diera con la respuesta.

Puso su mano en la espalda de Jaejoong, entre sus omoplatos, y comenzó a acariciarlo. El mayor respiró hondo y trató de relajarse.

—Siento haber llegado sin avisar —comentó—. Me enteré recién hace una hora y no supe qué hacer. Antes de darme cuenta ya estaba caminando hacia aquí.

Los amigos se quedaron en silencio. Yoochun observando a Jaejoong, quién había dejado de llorar, y continuaba respirando hondo, vez tras vez, y observando hacia la ventana perdido en sus pensamientos.

—¿Te sientes mejor?

—Creo que sí —contestó Jaejoong, encogiéndose de hombros tímidamente—, pero aún estoy enojado.

Yoochun se sorprendió al escuchar esas palabras, y Jaejoong le dedicó una sonrisa resignada.

—Conmigo. Estoy enojado conmigo —aclaró—. No sé qué me está pasando.

—¿Estabas con él? —preguntó el menor y Jaejoong negó con la cabeza.

—Me llamó.

El silencio volvió a invadirlos. Cuando Jaejoong había necesitado hablar de esto en el pasado, la labor de Yoochun era mayormente la de escucharlo y consolarlo, pero muchas veces también intervenía sutilmente, guiando a Jaejoong a afrontar lo que debía afrontar, y si era necesario, también a evitar lo que le haría daño reconocer.

—Cuando te lo dijo… —comenzó Yoochun con cautela— ¿Sentiste por… él, algo similar a lo que sentías antes?

Jaejoong dirigió su vista nuevamente a la ventana y se tomó unos segundos antes de responder.

—No sé qué siento, Chunnie —El rostro de Jaejoong se mostraba inexpresivo, su voz apenas audible—. Yo sé que nunca fue mío. Sé que nunca me amó de la manera en que yo lo amé, pero…

Jaejoong respiró hondo otra vez, tomándose unos segundos para continuar. Yoochun quería abrazarlo, pero sabía que si lo hacía, rompería el flujo de la conversación.

—Pero despedirme de él, incluso después de todo el desastre de aquella ocasión…

Jaejoong hizo una mueca y se abrazó a sí mismo con fuerza, probablemente sin darse cuenta. Y Yoochun fue nuevamente invadido por un recuerdo. Yunho manejando, Junsu en el asiento de copiloto, echando vistazos continuamente al asiento trasero, donde Yoochun envolvía en sus brazos a un Jaejoong que no paraba de llorar.

—Me tomó años, Chunnie —le dijo Jaejoong mirándolo a los ojos nuevamente, y Yoochun asintió—. Los años antes y después de su boda fueron… pero después mejoré.

Yoochun le dedicó una sonrisa triste. Claro que mejoró. Jaejoong enfrentó el dolor como nunca había visto a nadie hacerlo.

—Fuiste muy fuerte, Boo —le dijo el menor—. Nunca pude comprender cómo pudiste quedarte. Yo en tu lugar habría puesto tanta distancia con él como fuera posible.

Jaejoong negó con la cabeza vehementemente.

Este tema ya le había sido sugerido cuando se dieron los eventos. Changmin era una parte tan importante del OT5 como lo era Jaejoong y, por supuesto, la terminación de la amistad entre ellos dos afectaría al resto de los amigos para siempre, pero Yoochun y Yunho, en aquel momento, lo consideraron necesario. Veían a Jaejoong sufrir de aquella manera tan desgarradora, que pensaban que nada en el mundo podría valer atravesar tal angustia.

Lo sugirieron aquella madrugada en que sucedió, cuando ninguno de los cuatro amigos en Micky’s pudieron conciliar el sueño. Jaejoong por la agonía, los demás por la preocupación. Lo sugirieron al día siguiente, cuando llamaron a Seohyeon omoni y le pidieron su ayuda; y lo sugirieron nuevamente aquella tarde, cuando Junsu le pidió el auto prestado a sus tíos y los tres amigos llevaron a un Jaejoong agonizante hasta Ansan.

Incluso la misma madre de Changmin lo sugirió, mientras abrazaba a Jaejoong como a un bebé y derramaba lágrimas a su lado.

No solo se lo habían sugerido; se lo habían implorado.

Pero Jaejoong solo negaba una, y otra, y otra vez.

Cuando los tres amigos regresaron a Seúl, sin Jaejoong, Yunho, agobiado por el estado en que habían dejado a su amigo reprendió a Junsu por no apoyarlos, por no suplicar a Jae que se alejara.

—¿No viste lo mal que estaba? —le reclamó, enojado.

—Sí, lo vi, hyung —respondió Junsu con un tono de tristeza—. Pero no los podemos separar. Se necesitan.

No fue hasta que vieron como Changmin parecía perder la cabeza, cuando entendieron a lo que Junsu se refería.

—Yo ya estaba bien, Chunnie —la voz de Jaejoong lo sacó de sus recuerdos—. Trabajé muchísimo en superarlo y pensé que lo había logrado…

—Lo superaste, Boo —lo interrumpió Yoochun, pero Jaejoong continuó hablando como si no lo hubiera escuchado.

—Hice mi vida, avancé y después de un tiempo, por fin empecé a sentir que ya no lo amaba así —explicó Jaejoong, mirando a un punto de la sala sin prestarle atención—. Empecé a sentir que lo amaba como se ama a un mejor amigo.

Su voz sonaba aún exasperada.

—Sentí que por fin lo amaba casi igual que como los amo a ustedes —continuó Jaejoong y Yoochun lo observó sin emitir palabra—. Quizá sólo… más intensamente, pero definitivamente ya no con el dolor y el anhelo con el que lo amaba antes.

Yoochun sentía el peligro avecinarse. Jaejoong estaba observando hacia esa parte dentro de él que por tanto tiempo se había mantenido dormida, pero no muerta. Si se acercaba más, iba a despertarla y los resultados podrían ser catastróficos.

—¿Por qué otra vez me siento así? —preguntó Jaejoong, y Yoochun tomó la oportunidad para desviar su atención, para alejarlo de ese análisis y ayudarlo a que no despertara esos sentimientos nuevamente.

—Son los escombros, Jae —le dijo en un susurro—. Son solo los escombros.

Aquellas palabras, con el paso del tiempo, se habían vuelto un mantra. Yoochun se las había dicho algunos años atrás y Jaejoong se había aferrado a ellas con fuerza.

Yoochun pudo ver cómo el cuerpo de Jaejoong comenzaba a relajarse, sus hombros parecieron bajar unos centímetros, sus rodillas se separaron un poco y dejó de rodearse el torso con los brazos.

—Fueron años de una construcción que marcó tu vida para siempre —continuó Yoochun, alentado por la mejora que observaba en el lenguaje corporal de su amigo—. De un amor que marcó tu vida para siempre.

Jaejoong volvió a mirarlo a los ojos mientras Yoochun hablaba.

—No es fácil derrumbar algo así de fuerte, Boo —le dijo Yoochun con un gesto compasivo—. Y una vez que lo derrumbas, es imposible que no deje rastros; pero es solo eso, escombros. No hay nada más ahí.

La sala nuevamente se quedó en silencio. Jaejoong reposaba su cabeza en el respaldo del sofá, mirando al techo, mientras respiraba hondo, con un rostro pensativo. Su cuerpo se mostraba mucho más relajado, su expresión tranquila.

Tras unos minutos, Jaejoong enderezó su cuello y suspiró.

—Me siento tan culpable —expresó suavemente.

—¿Culpable por qué, hyung? —preguntó Yoochun— ¿Por sentir? ¿Por tener residuales de lo que alguna vez marcó tu vida?

Jaejoong reposó la barbilla en sus rodillas y abrazó sus piernas.

—Siento como si le estuviera siendo infiel a Seunghyun —Jaejoong llevaba un par de meses saliendo con Choi Seunghyun, un arquitecto que había conocido de la manera más fortuita. Apenas el mes pasado habían formalizado la relación y el resto de los amigos estaban felices por él—. Incluso siento que fuí un pésimo novio para Yamapi.

—Hyung, comenzaste a salir con Yamapi cuando ya habías superado a Changmin —ninguno de los dos lo señaló, pero ambos notaron cómo era la primera vez en la noche que se pronunciaba aquel nombre.

—Lo sé —dijo Jaejoong en un susurro, y se quedó callado nuevamente.

Yoochun suspiró.

—Si hoy, súbitamente Changmin decidiera dejar a su esposa y a su futuro hijo para huir contigo —dijo Yoochun, con un leve timbre de frustración en su voz—, y tu aceptaras, y dejaras a Seunghyun para ir con él, entonces los dos serían unos hijos de puta.

Jaejoong no se inmutó, escuchaba la voz de Yoochun sin moverse de su posición.

—Pero no es eso lo que está pasando —continuó el menor—. Lo único que está pasando, es que estas teniendo sentimientos residuales por un amor del pasado, por un amor que sentiste por dios sabe cuantos años…

Ambos se quedaron callados.

En sus primeros años de universidad, no había OT5. Eran solo Jaejoong, Junsu, y Yoochun. Los dos primeros habían sido amigos toda su vida. Ambos vivían en el mismo vecindario de Gongju, y con frecuencia mencionaban a sus amigos de aquel lugar. Pero había dos nombres que salían a conversación más que ningún otro:

El primero era Junho, que Yoochun aprendió muy pronto que era casi la otra mitad de Junsu. El segundo era Changmin. Que no era, pero parecía la otra mitad de Jaejoong.

A Yoochun no le tomó mucho tiempo entender que Jaejoong estaba enamorado de él.

—Ahora que lo pienso, hyung —dijo Yoochun—. Nunca te he preguntado cuándo te empezaste a sentir así hacia Changmin.

Jaejoong se giró levemente para observarlo, con una expresión de curiosidad.

—Conozco la historia entre ustedes —continuó Yoochun—, sé que han sido mejores amigos desde muy niños, pero no sé cuándo fue que te enamoraste de él. ¿Fué en la infancia?

Por un momento, Yoochun pensó que Jaejoong no respondería. Pensó que se encogería de hombros, se hundiría más en el sofá, y cambiaría el tema, o que quizá le diría que no sabía la respuesta. Las vidas de Jaejoong y Changmin estaban tan fuertemente entrelazadas, que sería natural no tener conciencia de cuándo fue que sus sentimientos evolucionaron.

—Fue en Ansan —respondió Jaejoong firmemente—. Comenzó el día que volvió por primera vez de visitar a su papá en Estados Unidos.

Yoochun se sorprendió con la información. Con el hecho de que Jaejoong lo recordara tan claramente, como si fuera un día que estaba marcado en su calendario.

—Seohyeon nuna y yo fuimos por él al aeropuerto —continuó Jaejoong—. Pasé todo el camino casi brincando en el asiento del auto por la emoción de volverlo a ver.

Yoochun sonrió al imaginar a un Jaejoong adolescente, sonriente y expectante.

—Y cuando lo ví bajar las escaleras, no podía creer que fuera él —los labios de Jaejoong se curvaron ligeramente en una sonrisa melancólica, probablemente reviviendo el momento en su cabeza—. Había crecido como diez centímetros, tenía el cabello largo y sus brazos ahora tenían músculos.

Jaejoong soltó una risilla, y Yoochun rió con él. El ambiente triste continuaba presente, pero parecía relajarse un poco con la anécdota.

—Esa fue la primera vez que me sentí atraído hacia él —dijo Jaejoong con la misma sonrisa melancólica que lo había acompañado en el relato—. De repente casi todo lo que hacía causaba que me ruborizara, o que mi corazón comenzara a latir a mil por hora.

Jaejoong reacomodó su postura, estirando sus piernas y sus brazos, cansado de la posición. Y Yoochun lo percibió un poco menos triste.

—Al principio me confundió mucho, ¿sabes? —le dijo su hyung después de estirarse— No entendía porque súbitamente estaba sintiendo todas esas cosas por él.

Yoochun volvió a descansar su espalda contra el sofá y pasó su brazo derecho por los hombros de Jaejoong, que sonrió.

—Pero después de pensarlo mucho —continuó el mayor—, comprendí que en realidad siempre lo había amado más que a nadie, solo faltaba la atracción para que aquello se volviera romántico. Y apenas sentí atracción, supe que estaba perdido.

A lo largo de los años, habían hablado sobre esto en repetidas ocasiones, pero por algún motivo, nunca se habían mencionado estos detalles, y Yoochun se sentía extrañamente cautivado por ellos.

—Si ya estaban en Ansan, entonces ya habías tenido novio, ¿cierto? —inquirió Yoochun— Si mal no recuerdo ese ex que Changmin odia era de Gongju.

Jaejoong asintió.

—Cuando me empecé sentir así hacia Min, yo ya ni siquiera era virgen —hizo una pausa en la que sonrió con melancolía—. Él tampoco, de hecho. Fue justo ese verano, mientras visitaba a su papá, que perdió la virginidad. Cuando volvió a Corea, venía más interesado en las mujeres que nunca.

Yoochun sonrió amargamente.

—Todo este tiempo había pensado que era tu amor de infancia —dijo Yoochun observando a su hyung sonreír.

—No, no fué mi amor de infancia, y tampoco fue mi primer amor —explicó Jaejoong—. Cuando éramos niños no lo veía como nada más que como mi mejor amigo. Fue poco antes de la universidad cuando me empecé a sentir así.

Yoochun estrechó un poco más a su hyung contra su costado e inclinó la cabeza hasta unirla con la de Jaejoong.

—Fue difícil… —continuó Jaejoong con la mirada perdida— porque no solo tuve que comprender que ahora me estaba enamorando de mi mejor amigo, sino que al mismo tiempo, tuve que aceptar que no tenía posibilidades de ser correspondido.

Yoochun suspiró, resignado.

—¿Por qué nunca se lo dijiste, hyung?

No era esta la primera vez que se lo preguntaba. Cuando unos meses después de la catástrofe, Jaejoong pareció comenzar a recuperarse, los amigos habían tratado de convencerlo de hablar con Changmin, de confesar sus sentimientos.

Pensaban que era mejor para Jaejoong enfrentar un rechazo, que permitir que Changmin continuara tratandolo de aquella manera tan afectuosa, sin saber lo que despertaba en él. Pero Jaejoong se había negado, sin dar la menor explicación.

Yunho estaba especialmente frustrado en aquel tiempo. Jaejoong no quería alejarse de Changmin, pero tampoco quería decirle cómo se sentía, y todos tenían que fingir que el mayor del grupo no estaba muriendo por dentro mientras Changmin continuaba su vida sin medir las consecuencias de sus acciones.

Jaejoong suspiró.

—Sé que es difícil de entender —dijo el mayor—, pero ustedes no tienen idea de lo mucho que Changmin me ama.

Yoochun lo miró perplejo, esperaba cualquier respuesta, incluso esperaba no recibir respuesta, pero no aquello. Jaejoong se echó a reír.

—Te dije que no lo entenderías.

—¿Qué tal si me explicas? —dijo Yoochun y Jae nuevamente enmarcó una sonrisa melancólica.

—Yo fui un niño muy amado, Chunnie —comenzó—. Aún cuando soy adoptado y tengo ocho hermanas mayores, nunca me faltó el amor; crecí rodeado de él. A dónde quiera que mirara, encontraba amor.

Yoochun sonrió.

—Pero aún así, nadie me ha amado como Changmin —continuó—. De esa manera tan… desinteresada, supongo.

Jaejoong se encogió de hombros y sonrió. Su expresión parecía dividida entre la resignación y la dulzura.

—Yo sé que Changmin haría casi cualquier cosa con tal de hacerme feliz —explicó—. No estoy exagerando; de verdad, es la única persona que creo que sería capaz de ir hasta los confines del mundo con tal de verme sonreir.

—Entonces… ¿No le dijiste porque…?

—Nunca le dije —lo interrumpió Jaejoong e hizo una pausa para tomar aire—. No le dije porque me aterraba que de saberlo, decidiera quedarse conmigo solo para hacerme feliz.

Y por algún motivo, tuvo sentido para Yoochun.

Ahora que escuchaba esto, no sonaba para nada descabellado pensar que, de saber Changmin los sentimientos de Jaejoong por él, dejara todo para quedarse a su lado. Quizá no ahora que tenía una familia, pero antes, definitivamente lo habría hecho.

Quizá a esto se refería Shim Seohyeon omoni…

—Nuestra relación siempre ha sido poco usual —continuó Jaejoong—. Incluso cuando de niño nunca sentí atracción por él, o nunca lo vi como una potencial pareja, siempre supe que lo amaba más que a los demás y sabía que él también me amaba de esa manera.

Sí, seguramente esto era de lo que hablaba la madre de Changmin.

Jaejoong comenzó a reír súbitamente y Yoochun alzó una ceja en desconcierto.

—Acabo de recordar algo —dijo con una sonrisa—. Un tiempo cuando éramos niños, creía que me tenía que casar con él.

Yoochun miraba a su hyung con una expresión descolocada y Jaejoong volvió a reír, esta vez con más fuerza que la anterior.

—Un día escuché a mi mamá decir que mi papá era su mejor amigo —explicó Jaejoong cubriéndose la boca con una mano—. Creo que le estaba dando un consejo de matrimonio a alguna de mis nunas, pero recuerdo claramente que dijo que los matrimonios eran más felices cuando eran mejores amigos.

Yoochun comenzó a entender y se echó a reír también.

—Estaba tan convencido de que me tenía que casar con Changmin para ser feliz, que incluso se lo dije a su mamá.

Yoochun rió con más fuerza esta vez, sosteniéndose el estómago con un brazo.

—¿Cuántos años tenías? —preguntó el menor, limpiándose las lágrimas furtivas que le había causado la risa.

—No lo sé, quizá nueve o diez —Jaejoong también se echó a reír—. Changmin no estaba, no recuerdo porqué. Yo le estaba ayudando a Seohyeon nuna a cocinar y…

—¿Y le dijiste que te querías casar con su hijo de ocho años? —Yoochun se volvía a ver sacudido por la risa y Jaejoong a su lado, se cubría el sonrojo con las manos mientras se doblaba en carcajadas.

—¡Qué vergüenza! —exclamó Jaejoong, apenas con la compostura para seguir hablando— Estaba picando la cebolla o algo así y le dije, “Nuna, ¿está bien si cuando seamos grandes Changmin y yo nos casamos?”

Yoochun explotó en carcajadas, reía tanto que le costaba respirar. Jaejoong continuaba sonrojado, pero tampoco podía parar de reír, le dolía el abdomen por el esfuerzo.

—¿Y Qué…? —Yoochun apenas podía articular palabra— ¿Qué fue lo que te dijo?

Jaejoong se esforzó en calmar su risa y comenzó a imitar a su nuna, mirando a Yoochun con una expresión de profundo desconcierto.

Yoochun rió aún más y entonces Jaejoong, continuando con el acto, se encogió de hombros y pronunció: “Si él quiere”.


Era medianoche cuando Jaejoong pidió un taxi. Mientras lo esperaba agradeció a Yoochun por su apoyo, por dejarlo llorar, por hacerlo reír, por pasar el resto de la noche con él, haciendo cosas triviales: hablando de música, viendo una película, comiendo golosinas.

—Chunnie-ah —dijo Jaejoong después de ponerse los zapatos en la entrada. El taxi lo esperaba frente al condominio—. ¿Alguna vez voy a poder deshacerme de los escombros?

Yoochun sintió su corazón encogerse.

—No lo sabemos, Boo. No te presiones —respondió con una sonrisa serena—. Hay más tiempo que vida.


3 meses, 16 días antes de esa noche. Jaejoong 33, Changmin 31

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Kim Junho Hyung:

¿Cómo estás? ¿Sigues en negación? 19:08

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Su pulso se aceleraba mientras observaba la pantalla de su teléfono.

Como si no tuviera suficiente con el caos que habitaba su cabeza.

Había pasado ya casi un mes desde aquel martes en que llegó a casa y encontró en ella a Gong Jicheol, y desde entonces, su cabeza había sido una completa batalla campal.

Sus interacciones con Jaejoong habían sido mínimas en aquellas semanas, aún cuando vivían en el mismo departamento. Su hyung casi no pasaba tiempo en el lugar, todas las noches después del trabajo salía con Jicheol, iban a cenar, o a bailar, o a caminar a orillas del río Han, mientras Changmin y Hana continuaban con su rutina de todos los días.

Algunas noches ni siquiera llegaba a casa. Changmin se quedaba despierto, dando vueltas en su cama, esperando escuchar el sonido de la puerta, pero este nunca se hacía llegar. Las noches en que si volvía a casa, rara vez tenían oportunidad de hablar. Changmin para entonces ya estaría en la cama y se tenía que conformar con escuchar a su hyung moverse por el departamento.

Los fines de semana, como ese domingo, eran especialmente solitarios. Hana los pasaba con Jinri, y Jaejoong, con Gong Jicheol.

Afortunadamente había tenido mucho trabajo, lo que lo ayudaba a distraerse de todo lo que se amontonaba en su cabeza, pero cuando llegaba a un departamento a oscuras y se sentaba a ver los deportes o a jugar videojuegos, era difícil concentrarse en lo que hacía y en su lugar, se la pasaba dando una y mil vueltas a todo lo que lo atormentaba.

Los miércoles, por otro lado, Jaejoong siempre estaba en casa. Sin falta, iba a la guardería por Hana a las cuatro de la tarde y pasaba el resto del día con ella mientras Changmin llegaba de trabajar. El menor le reiteraba una y otra vez que no tenía que hacer eso por él, que podía sin problema alguno pedirle a Jinri que pasara por la niña y la tuviera el resto del día.

Solo el miércoles anterior, Jaejoong, con Hana en brazos, lo había reprendido juguetonamente.

—¡Aigoo!, Minnie, ¿Cuando vas a entender que no hago esto por tí?

—Pero, hyung….

—Pero nada —lo interrumpió Jaejoong, acercando su rostro a Hana para darle un beso de esquimal que la niña respondió mientras reía—. Me encanta pasar tiempo con Hana, y no te voy a permitir que me lo impidas.

Changmin había sentido que su corazón se derretía.

Aquella misma noche, media hora después, Changmin estaría sentado en el sofá, perdido en sus pensamientos, mientras Hana en su regazo, tomaba su leche tranquilamente.

La sala estaba a oscuras, la única iluminación eran las luces de la ciudad entrando por los ventanales. Escuchaba la respiración tranquila de Hana mientras bebía su leche sin pausas, y sentía como con uno de sus pequeños dedos acariciaba un punto en su brazo.

¿Qué le estaba pasando? ¿Y por qué ahora? Justo cuando todo iba tan bien.

—No está pasando nada, Changmin —se dijo en voz alta, tratando de disipar sus pensamientos, y vio como Hana alzaba la cabeza para ver su rostro.

—¡Aigoo! Hana-yah, lo siento —dijo Changmin besando su coronilla—. Vamos, termina tu leche, ya es hora de dormir.

Hana continuó bebiendo su leche, hundiéndose más en el abrazo de su papá. Changmin sonrió, se veía adorable.

—Boo —dijo Hana de repente, soltando la boquilla del vaso.

—Boo se está bañando —le explicó Changmin—, y tú ya te tienes que dormir.

Hana se llevó el vaso nuevamente a la boca y sin soltarlo, volvió a decir “Boo” dando toquecitos con su dedo en el brazo de su papá, y Changmin entendió a lo que se refería.

La pequeñísima jieut (ㅈ) que llevaba tatuada en su brazo izquierdo brillaba con las luces de la ciudad, y Hana la observaba con atención. Seguramente había visto su contraparte en el brazo de Jaejoong.

—¡Oh! —exclamó Changmin con una expresión ausente— Sí, es Boo.

Y para ser honesto, sentía pánico de que fuera Boo.

Miró nuevamente la pantalla de su teléfono. El mensaje de Junho hyung parecía abrirse camino dentro de él, lo viera, o no lo viera.

¿Era esto negación?

Changmin tragó saliva al pensarlo.

Entre las pocas interacciones que había tenido con Jaejoong en el último mes, había tres en especial que no dejaban de dar vueltas en su cabeza, que lo asfixiaban, lo desesperaban, lo confundían.

Sí, la ausencia de Jaejoong en el departamento lo atormentaba de sobremanera, pero su presencia era aún más difícil de digerir.

Con frecuencia se veía esforzándose por disipar su mente, por pensar en aquellos eventos lo menos posible, y sobre todo, por no preguntarse, por qué aquellos incidentes tan comunes e incircunstanciales le estaban causando tanto revuelo.

Si algo no quería ser, era un cobarde. Quizá ya era hora de que se atreviera a preguntarse: ¿por qué?

Desbloqueó su teléfono y llamó aquel número que conocía de memoria.

—Hola, Nuna —dijo cuando la voz de Jinri contestó al otro lado de la bocina—. Sé que es repentino, pero ¿Crees que pudiera pasar por Hana?


Eran las 11 de la noche cuando estacionó el auto afuera de su casa en Ansan. Las luces estaban apagadas en el interior pero, como siempre, las lámparas del jardín delantero permanecían encendidas. Se aseguró su mochila a la espalda y la de Hana en el brazo izquierdo, y sin despertar a la niña, que había pasado todo el camino dormida, la liberó del asiento de bebé y la tomó en brazos.

Abrió la puerta de la casa con su propia llave, tratando de hacer el menor ruido posible, y con cuidado de no tropezar, caminó a oscuras por la sala, con intención de dirigirse a la habitación de huéspedes. Apenas llegaba a las escaleras cuando la luz de la cocina se encendió.

—¿Changmin? —preguntó una voz a sus espaldas— ¿Qué haces aquí?

Changmin hizo una mueca. Sabía que tendría que enfrentar el interrogatorio de su madre, pero no esperaba que fuera tan pronto. Tomó aire y se dio la media vuelta para verla de frente.

—Omma, annyong —dijo con una sonrisa tímida.

Su mamá, ataviada con su ropa de cama, caminó hasta él con el ceño fruncido. Su expresión parecía preocupada.

—¿Estás bien? ¿Hana está bien?

Seohyeon examinaba a su hijo de arriba abajo, como buscando alguna herida o alguna evidencia de que algo había pasado, y del mismo modo recorría el pequeño cuerpo de Hana con la mirada.

—Estamos bien —dijo Changmin—. Solo sentí deseos de visitar.

Seohyeon alzó una ceja. Sabía que estaba mintiendo.

—¿Jaejoong viene contigo? —preguntó Seohyeon, echando un vistazo hacia la puerta, como si esperara que Jaejoong cruzara por ella en cualquier momento.

—Vine solo —dijo Changmin, y Seohyeon otra vez lo miró, inquisitiva.

—Te acompaño a la recámara.


Hana despertó a las seis de la mañana y por supuesto, decidió que era un excelente momento para que su papá despertara también.

—¡Halmoni!—exclamó la pequeña apuntando a la puerta, había reconocido la habitación.

—Sí, estamos en casa de Halmoni —Changmin se puso el dedo índice sobre los labios para indicarle que guardara silencio—, pero es muy temprano aún, no hagamos ruido ¿Sí?

Hana hizo “shhh” con el dedo sobre sus labios, imitando a su papá.

Changmin había pasado una noche terrible. Atormentado por sus pensamientos, por los recuerdos de la mañana anterior, de las últimas semanas y por los sentimientos que parecían enredarse dentro de sí. Aún no se sentía listo para despertarse a enfrentar el mundo, o a enfrentarse a sí mismo, que parecía aún más aterrador.

Trató de convencer a su hija de dormir un poco más, o de jugar con sus muñecos en la cama y permitirle a él descansar un poco, pero Hana pronto habría bajado de la cama y entre palabras mal pronunciadas, cantaba una canción que hablaba sobre despertar temprano cuando sale el sol.

Era lunes, su mamá, Yongbae Hyung y sus hermanas tenían trabajo o escuela respectivamente, y seguro no apreciarían la voz de Hana cantando a las seis de la mañana.

Suspirando se levantó de la cama, tomó a la niña de la mano y tratando de mantener tanto silencio como fuera posible, bajaron a la cocina.

Changmin preparó café e hizo un desayuno sencillo para Hana. Sentó a la niña en una de las sillas del comedor y sentándose él mismo en la siguiente, comenzó a asistir a Hana con su comida. En ese mismo instante entró Seohyeon a la cocina, y Hana emocionada, bajó de la silla para recibir a su abuela quien la tomó en brazos y le cubrió el rostro con besos.

—¿Tú ya desayunaste? —le preguntó a Changmin y este negó con la cabeza.

—Solo preparé para Hana —respondió Changmin—. No tengo hambre.

Seohyeon le entregó a la niña y se acercó a la encimera para comenzar a cocinar. Ninguno de los dos habló más, Hana comía tranquilamente mientras apuntaba los ingredientes en su plato y decía los nombres de cada uno de ellos, kimchi, huevo, arroz, gim.

Cuando hubo terminado de comer, la niña apenas le permitió a su papá limpiarle las manos y el rostro antes de correr hacia la sala donde comenzó a sacar todos los juguetes de su mochila.

Seohyeon puso un plato con gimbap frente a Changmin sin decir nada y su hijo le dio las gracias en voz baja.

—Entonces… —dijo su mamá mientras se sentaba en el comedor, con otro plato de gimbap y una taza de café— ¿Qué es lo que de verdad te trae por aquí?

Changmin suspiró con fastidio. Lo que más odiaba de su mamá, era lo directa que era. La mujer no tenía pelos en la lengua y fuera cual fuera el tema incómodo que se tenía que discutir, lo hablaba sin preámbulos. No se esforzaba en guardar apariencias, ni en fingir que le creía a Changmin cuando este le mentía.

—Ya te lo dije —respondió Changmin, haciendo una pausa para beber su café—. Los extrañaba y quise venir a visitarlos.

Él mismo sabía que era una excusa patética y que su mamá no lo creería en lo más mínimo, pero aún así no lo quería discutir aún. No estaba listo para hablar de algo que él mismo no podía comprender.

—¿Y por eso llegaste sin avisar un domingo a las 11pm? —preguntó Seohyeon, con una expresión retadora.

—Siempre me dices que es mi casa y que puedo venir cuando yo quiera —respondió Changmin encogiéndose de hombros.

—Touché —pronunció Seohyeon y comenzó a comer.

Changmin hizo lo mismo, perdido en sus pensamientos. Hana estaba recostada en el suelo, cantaba una canción y alternaba entre levantar una pierna y la otra.

—¡Aigoo! Hana-yah —dijo Seohyeon con una sonrisa—. ¡Qué linda canción! ¿La aprendiste en la guardería?

Hana se cubrió la boca con ambas manos en una risilla tímida.

—¡Boo! —exclamó.

—Boo se la enseñó —explicó Changmin—. Le enseña muchas cosas con canciones, y Hana las aprende todas y las canta conforme a la situación.

Changmin sonrió dulcemente y se llevó la taza de café a los labios.

—La semana pasada, mientras la llevaba a la guardería iba cantando una canción en el auto —continuó la explicación—. Aún no pronuncia bien, así que yo no entendía del todo de qué hablaba, hasta que me dí cuenta que decía, “verde, puede pasar”, “rojo, hay que parar”. Estaba hablando del semáforo.

Seohyeon asintió y sonrió con dulzura también. Hana ahora cantaba mientras alzaba las manos al aire. Aquella canción era sobre las partes del cuerpo. Changmin la miraba y sentía como su pecho se hinchaba de amor y de orgullo. Un pinchazo de culpa lo recorrió cuando pensó en la manera tan fría en que le había respondido a su madre.

—Aún no estoy listo para hablar, Omma —le dijo súbitamente, sin dejar de observar a su hija—. Lo siento.

Seohyeon suspiró.

—Solo tengo miedo de que otra vez estés ocultando tus sentimientos —respondió. Y Changmin supo que se refería a aquel largo periodo en el que el dolor de estar perdiendo su matrimonio lo estaba consumiendo, y él se mantuvo callado, sufriendo en silencio.

—No es eso. Lo prometo —dijo Changmin, haciendo contacto visual con su mamá con una sonrisa insegura—. Solo… primero necesito entender que siento, antes de hablarlo.

Seohyeon lo miraba con preocupación, y Changmin volvió a sorprenderse de lo joven que era y de lo mucho que podía ver a través de él.

—¿No crees que hablarlo te ayudará a entenderlo? —dijo Seohyeon mientras estiraba su mano y la ponía sobre la de su hijo.

Changmin negó con la cabeza sin dejar de observar a Hana y sintió como su mamá se levantaba y se acercaba a él. Pronto lo rodeó con sus brazos y Changmin se sintió como si fuera un niño otra vez.

—No sé qué me pasa, Omma —dijo mientras se hundía aún más en el abrazo de su mamá, y un par de lágrimas furtivas se escapaban por sus ojos.

Seohyeon acarició el cabello de su hijo sin decir nada, y Hana, sorprendida por la escena, se levantó y se acercó a ellos para unirse al abrazo.


Al día siguiente, por la tarde, dejó a Hana con su mamá y sus hermanas, se abrigó y condujo hasta Gubongdo para observar el atardecer.

Hacía frío, y había menos turistas de lo normal, Changmin se sentó en una banca detrás de la enorme escultura dorada y a través de ella contempló el cielo mientras se ponía el sol. La primera vez que había estado aquí había sido con Jaejoong, en su adolescencia, cuando su hyung llegó a Ansan para reunirse con él después de casi dos meses de separación.

Sonrió con melancolía, recordando lo que su corazón había sentido en aquella ocasión. Era algo en lo que no había querido pensar en muchos años, y tampoco había sido necesario

Hoy sin embargo, no podía negar que algo se estaba removiendo en su interior. Si no fuera así, no estaría aquí, no habría recorrido los 65 kilómetros entre su departamento y la casa de sus padres. No habría lagrimeado ayer mientras su mamá lo abrazaba, y no estaría ahí, en el observatorio de Gubongdo, viendo el atardecer y recordando con melancolía aquellos años de su adolescencia.

Changmin tomó aire fuertemente para tomar valor. El olor del mar lo invadió, y el frío se colaba por su abrigo sin piedad.

Estaba decidido a no ser un cobarde. Por más incómodo que fuera, tenía que hacer frente a lo que había pasado, a aquellos eventos de las últimas semanas que debieron ser insignificantes, pero que habían alterado tanto sus nervios, su mente, sus acciones.

El primero, por supuesto, había sido aquella noche que encontró a su hyung con Gong Jicheol en el departamento, lo incómodo que lo ponía la manera en que se tocaban, en que se acercaban uno al otro. Las palabras de Jaejoong que no habían dejado de repetirse en su cabeza.

Créeme, Junho-ya. Ese hombre coge como un dios.

¿Por qué aquello lo incomodaba tanto?

Y por supuesto el comentario de Junho, que fue el detonante que le hacía falta para comenzar a cuestionar sus sentimientos.

El segundo evento, fue cuando dos semanas más tarde, había llegado a casa después del gimnasio y había encontrado a Jaejoong dormido en el sofá.

Apenas lo había visto y fue como si su cerebro se hubiera apagado, su corazón comenzó a latir con fuerza. La luz del sol entraba por el ventanal y lo iluminaba, resaltando cada detalle de él hombre como si fuera un aura. Y Changmin, desde la privacidad que el sueño del otro le daba, lo observó. Observó la piel tan blanca, los labios tan rosas, el cabello color miel. Sus pestañas proyectaban sombra sobres sus mejillas, y algo en el pecho de Changmin parecía expandirse.

Jaejoong estaba ataviado en un pijama de Snoopy, el mismo que le había prestado a Changmin hacía un año cuando habían dormido juntos en el departamento de paredes de papel. Le quedaba grande, las perneras cubrían la mitad de sus pies y Jae parecía nadar en la camiseta.

Changmin había reído con dulzura al verlo y su voz pareció alterar ligeramente el sueño del mayor, quien se removió en su lugar. Pero la camiseta era tan grande, que parte de la tela quedó atorada bajo él, y con ello, piel que Changmin no había visto en años se expuso.

Changmin sabía que Jaejoong se había tatuado el abdomen. En su tiempo había visto una foto del tatuaje, pero era una foto muy de cerca y no había apreciado correctamente el lugar donde estaba. El tatuaje quedaba un par de centímetros debajo de su ombligo, y se perdía en el elástico de sus boxers

Y Changmin tragó saliva.

El pánico lo invadió de repente, y huyó de ahí.

En aquel momento, se había convencido a sí mismo que lo que le había generado tanta ansiedad no era lo que había visto, sino el mismo hecho de que lo vió. Es decir, Jaejoong había estado dormido sin la menor preocupación en el mundo, y de repente Changmin estaba ahí, observandolo, cuando claramente no había sido invitado a hacerlo.

Cualquier persona habría sentido vergüenza al descubrirse observando a otra dormir, por más breve que hubiera sido el avistamiento. No tenía nada que ver con lo que había visto, sino con que, en un primer lugar, no debió haber visto nada.

Pudo continuar sus días con aquella explicación. Sentía aún un poco de vergüenza por sus acciones, pero se recordaba constantemente que lo había hecho sin intención alguna. Solo se había encontrado con la escena, y no pudo evitar contemplarla por unos segundos.

Sin embargo, las cosas se agravaron recién hacía dos días. Justo la mañana de aquel domingo en que más tarde, partiría a Ansan.

Aquel había sido el tercer evento.

Se había despertado a las siete de la mañana, se había vestido para ir al gimnasio y al abrir la puerta de su habitación, el olor a café lo rodeó.

Sonrió, Jaejoong estaba en casa. ¡Dios! sentía que lo había extrañado tanto.

Sin dejar de sonreír caminó hasta la cocina, pero nada lo pudo haber preparado para lo que encontró ahí.

Jaejoong estaba de pie con los codos sobre la mesa del desayunador, y sosteniendo su cabeza entre sus manos, se quejaba de una jaqueca. Su cabello estaba húmedo, pero su ropa…

Changmin sintió su boca secarse, mientras su pulso se aceleraba.

Jaejoong vestía un pantalón de tela muy delgada, que parecía colgar de su cadera, y su torso estaba cubierto por una camisa de tirantes blanca, casi transparente. La cocina estaba perfectamente iluminada por la luz del sol y Changmin sentía que podía ver cada músculo de Jaejoong con precisión. Su abdomen perfectamente marcado, sus oblicuos, sus tríceps y sus pectorales.

Algo dentro de él parecía arder y esto lo aterraba, no quería pensar en ello, no quería identificarlo y sobre todo, no quería entender donde lo estaba sintiendo.

Tragó saliva y tomó aire.

—¿Estás bien, hyung? —preguntó mientras tomaba dos tazas del gabinete y las llenaba de café.

Jaejoong gruñó.

—¿Resaca? —preguntó, mientras dejaba la taza de café frente a Jaejoong.

—Sí —respondió éste—. Ya no tengo edad para tomar así.

Changmin rió y acercó un banco a Jaejoong, instándole a que se sentara. El mayor lo hizo y Changmin rodeó el desayunador para sentarse frente a él.

—Has estado saliendo mucho con Gong Jicheol-ssi —le dijo tratando de sonar casual, haciendo un esfuerzo consciente por mirar a Jaejoong solo del cuello hacia arriba—. ¿Te está tratando bien?

—Como a un rey —dijo Jaejoong mientras enderezaba su torso y se llevaba la taza de café a los labios.

Changmin se sintió enrojecer, desde aquí podía ver más claramente el pecho de Jaejoong y la tinta que lo decoraba. Sin quererlo, notó las dos pequeñas esferas que enmarcaban su pezón izquierdo.

Sus manos comenzaron a sudar.

—¿Te dolió? —le preguntó a su hyung de repente, pensando que la mejor manera de restarle importancia a aquello que acababa de ver, era señalándolo en voz alta.

Jaejoong lo miró extrañado y Changmin apuntó casualmente a su pecho. El mayor agachó la cabeza para ver lo que Changmin señalaba.

—¿Seguro que quieres saber? —preguntó con una sonrisa traviesa y Changmin no pudo evitar estremecerse.

Jaejoong se echó a reír al verlo, aunque rápidamente cesó al sentir como su cabeza comenzaba a palpitar. Y Changmin se sintió aliviado al saber que su hyung estaría relacionando su reacción con su miedo a las agujas y no con lo que la vista frente a él le estaba causando.

Jae se levantó y le dio la espalda para servirse un plato con fruta, y esta vez Changmin pudo ver los tatuajes de su espalda, de sus omoplatos, su columna. Vio cómo se extendían desde la parte más alta hasta perderse en el elástico de sus boxers, y nuevamente, sintió que un calor abrasador comenzaba a envolverlo.

—No, no, no, no —se dijo a sí mismo mientras hundía su rostro entre sus manos, y trataba de calmarse.

—¿Changmin-ah? —preguntó Jaejoong y Changmin pudo escuchar la preocupación en su voz—. ¿Estás bien? ¿Algo te pasa?

Changmin cerró los ojos con fuerza y respiró hondo una vez, dos veces, tres veces.

—Nada me pasa, hyung —dijo mientras retiraba las manos de su rostro y trataba de esbozar su sonrisa más convincente—. Solo tengo un montón de cosas que hacer y me estoy comenzando a sentir frustrado.

Changmin se puso de pie, quizá era mejor que saliera de aquel lugar pronto.

Jaejoong lo miraba de frente, sentado otra vez en un banco del desayunador, su expresión que hasta hace solo unos segundos parecía angustiada, se reacomodó lentamente hasta formar una sonrisa burlona.

—Mmm, Minnie-ah, yo sé lo que te hace falta —le dijo su hyung con un tono sugerente y Changmin pudo predecir sin falla, que todo estaba por derrumbarse.

Jaejoong colocó el puño cerrado unos centímetros por debajo de su barbilla, lo miró desde abajo y comenzó a descender el rostro hacia su mano, abriendo la boca de la manera mas erótica, como si estuviera a punto de introducir en ella lo que fingía sujetar.

Changmin sintió como si toda la sangre en su cuerpo lo abandonara por completo. Su corazón palpitaba como loco, algo conocido parecía tirar en la parte baja de su estómago y sus rodillas flaquearon de repente.

Se obligó a reír, aunque su voz salió mayormente ahogada.

—Quizá tengas razón —respondió, y sin decir más, tomó sus llaves, su cartera, su mochila, tratando de parecer que no tenía prisa y que estaba haciendo aquello de manera casual.

—Vuelvo más tarde —le dijo a su hyung antes de cerrar la puerta y dirigirse al elevador. Presionó el botón del segundo piso del estacionamiento subterráneo y respiró hondo una y otra y otra vez. La imagen no paraba de repetirse en su cabeza:

Jaejoong mirándolo a los ojos, con aquella sonrisa seductora, mientras abría los labios suavemente, como si estuviera a punto de envolver con ellos su…

Changmin se pasó la mano por el rostro, por el cabello y comenzó a caminar desesperado en el elevador, esperando a que este llegara a su destino lo antes posible.

Cuando por fin estuvo en su auto, lo encendió y puso el aire acondicionado al máximo, en la temperatura más baja, aún y cuando el clima afuera estaba a -3 grados.

Esto no podía estar pasando. No tenía trece años, esto no le podía estar pasando.

Pero le gustara o no, estaba ahí, en su auto, con el aire frío rodeándolo, la música sonando a todo volumen y una semi erección bajo su pantalón.


3 meses, 2 días antes de esa noche. Jaejoong 33, Changmin 31

Jaejoong se estiró sobre su cama, como un gato. Uno de los pequeños placeres de su vida, era salir de la ducha, y acostarse desnudo en su cama por un rato. Por supuesto, esto era algo que solo podía hacer en sus días libres. En días de oficina apenas tenía tiempo de arreglarse, desayunar y tomar café antes de salir hacia el trabajo.

Estiró su brazo para tomar su celular y revisar la hora, pero sonrió al notar que tenía un mensaje de Jicheol.

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Gong Jicheol hyung:

¡Buenos días! ¿Ya despertaste? 08:36

Avísame cuando salgas hacia la estación :) 08:36

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Habían pasado exactamente dos semanas desde el regreso de Jicheol hyung a Busán, y en todo ese tiempo no habían dejado de hablar. Además de ser inteligente y atractivo, Jicheol hyung era un hombre gentil, atento, romántico. Antes de irse le había pedido a Jaejoong que por favor les diera la oportunidad de ver cómo evolucionaba su relación y Jaejoong en un sonrojo había aceptado.

No estaban saliendo oficialmente. Después de su experiencia con Seunghyun, Jaejoong prefería llevar las cosas con calma, pero Jicheol hyung le había dicho que podía ser paciente. Jae aún no sabía si estaba dispuesto a tener una relación a distancia, pero Jicheol definitivamente era un hombre por el que valía la pena intentarlo, incluso si no se sentía del todo enamorado de él, quizá, con un poco de tiempo y en la atmósfera correcta, esos sentimientos podrían florecer.

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Gong Jicheol hyung:

¡Buenos días! ¿Ya despertaste? 08:36

Avísame cuando salgas hacia la estación :) 08:36

                       Kim Jaejoong:

                       → ¡Buen día! Sí 😊 Voy a desayunar primero 09:08

                       → Mi tren sale a las 2pm 09:09

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Eran las 9am. Si quería desayunar con Changmin y Seohyeon nuna, era mejor que se levantara ya. Volvió a estirarse, los rayos de sol entraban por los ventanales de la recámara y acariciaban su cuerpo suavemente. Estaba tan cómodo, no quería salir aún.

La voz de Hana se hizo notar de repente, la niña había comenzado a llorar. Jaejoong se sentó sobre la cama y escuchó con atención; parecía que Hana estaba con Changmin en la sala. Podía escuchar la voz de su amigo tratando de consolar a la niña, pero Hana continuaba llorando a viva voz.

Volvió a estirarse en su cama antes de abandonarla para dirigirse al clóset. Afortunadamente los cristales del departamento eran de visión unilateral, porque Jaejoong tenía la costumbre de caminar por su cuarto desnudo todas las mañanas.

Su cumpleaños número 34 sería en unos pocos días y, como todos los años, pasaría una semana en casa de su familia en Gongju para festejarlo. Su maleta ya estaba hecha y por la tarde tomaría el tren desde la estación de Seúl. Estaba emocionado de ver a sus padres, a sus hermanas, a sus sobrinos, y también de poder tomarse unos días para descansar.

—¡Omo! Hana está llorando mucho —dijo Jaejoong para sí. La voz de la niña se escuchaba claramente hasta su recámara.

Jaejoong entró a su clóset y comenzó a preparar su outfit para el viaje. No eran muchas horas de tren pero de igual manera quería ir cómodo. Se decidió por unos jeans, un suéter color beige y un cinturón con hebilla de serpiente. Las botas negras que Yoochun le había regalado el día anterior le vendrían perfecto. Tomó su chamarra de piel favorita y dispuso todo sobre la cama para vestirse cuando fuera hora de partir. Y dado que aún le quedaban unas horas en casa, se atavió con unos boxers, los pantalones de un pijama de Hello Kitty y una camisa de tirantes negra.

Hana no paraba de llorar. Una parte de él quería ir a revisar que pasaba, pero a veces le preocupaba ser demasiado entrometido. Changmin le permitía involucrarse bastante con Hana, respaldado por la confianza que le tenía y sus extensos conocimientos sobre cuidado infantil, pero eso no quería decir que siempre debiera intervenir y en situaciones como esta, le era complicado definir si debía o no hacerlo.

Entró al baño nuevamente para secarse el cabello, pero aún con el ruido de la secadora podía escuchar a Hana. ¿Debería preocuparse? Seguramente no, si algo grave le hubiera pasado, ya lo sabría. Además era clarísimo que la niña no estaba sola, porque la escuchaba responderle a alguien con fuertes “No”.

Salió de su habitación y se dirigió a la sala. Los juguetes de Hana estaban esparcidos por el suelo, y Jaejoong tuvo cuidado de no pisar ninguno con sus pies descalzos, la experiencia le había enseñado suficiente. La voz de Hana retumbaba por todo el lugar y pudo ver a Changmin en un banco del desayunador, con la cabeza entre las manos, exasperado.

Hana estaba sentada en el suelo, gritando, su peluche de conejo en una de sus manos y a un metro de ella en el suelo, un plátano. Jaejoong hizo ademán de recoger la fruta del suelo pero la niña gritó más fuerte.

—¡Omo!, está bien. Ahí lo dejamos —dijo Jaejoong tratando de disimular una risilla y se acercó a Changmin.

En ocasiones, le molestaba de sobremanera que a pesar de todos los años y todos los distractores del entorno, no podía dejar de notar lo atractivo que era su amigo; esta era una de ellas. Changmin vestía una camiseta blanca que se ceñía ligeramente a su torso y un pantalón deportivo azul marino. Sus músculos se veían especialmente grandes, seguramente no llevaba mucho de haber vuelto del gimnasio. Su cabello estaba húmedo y aún en la distancia, Jaejoong podía sentir el olor a romero de su shampoo.

—¿Changmin-ah? —preguntó con cautela y su amigo apenas abrió los ojos para verlo. Tenía el ceño fruncido y parecía estar a punto de matar a alguien. Jaejoong le sonrió— ¿Qué es lo que pasa?

Hana lloraba exasperada en su lugar, pataleaba e intentaba decir algo de lo que Jaejoong solo podía entender “plátano”.

—Quiere un plátano —le respondió Changmin con cara de pocos amigos.

—Sí, por lo que veo —le dijo Jaejoong mientras comenzaba acariciar la espalda alta de su amigo—. ¿Quieres contarme?

Antes de terminar la universidad y dedicarse formalmente al desarrollo infantil, Jaejoong había trabajado cuidando niños pequeños por años. Comenzó en la adolescencia, como asistente en el jardín de infantes de su vecindario en Gongju, después pasó casi un año en la guardería que Seohyeon nuna dirigía en Ansan y cuando se mudó a Seúl, hacía dinero extra cuidando a los hijos pequeños de familias de Gangnam y Apgujeong. En todos aquellos años había aprendido que, cuando un niño está haciendo un berrinche, a veces es más importante tratar de consolar a los padres.

Changmin tomó aire profundamente antes de hablar.

—Quiere un plátano, pero no ese plátano, ni ese plátano, quiere específicamente ese plátano —Changmin apuntaba primero a dos frutas que había sobre la encimera para mostrarle las que Hana había rechazado, y terminó por apuntar a la que estaba en el suelo a un metro de Hana—. Pero no quiere que yo le quite la cáscara y tampoco quiere ella quitarle la cáscara, quiere que yo le entregue el plátano y que mágicamente no tenga cáscara.

La voz de Changmin sonaba más exasperada conforme hablaba, Hana llevaba ya casi media hora llorando. Jaejoong continuaba con las atenciones en la espalda de su amigo con una expresión resignada.

—No sé qué tiene, Boo —dijo mientras se cubría la cara con las manos—. Hace un rato estaba perfectamente feliz.

Jaejoong sonrió con dulzura antes de responder.

—Los niños pequeños no tienen control de casi nada en su entorno —le explicó—, y a veces cuando se dan cuenta, se frustran muchísimo. Es normal.

Changmin suspiró y comenzó a acariciarse las sienes. Jaejoong se separó de él con cautela y se acercó a Hana, sentándose en el suelo frente a ella.

—Hana-yah —le llamó y la niña se giró a verlo mientras continuaba llorando fuertemente. Su rostro estaba rojo y las lágrimas caían por sus mejillas—. ¿Quieres que Boo le quite la cáscara a tu plátano?

Hana gritó más fuerte mientras negaba con la cabeza. Jaejoong no dijo nada y se quedó sentado frente a ella. Dejó pasar unos segundos y después comenzó a respirar hondo, haciendo ademanes exagerados con su cuerpo cuando inhalaba y cuando exhalaba. Hana que continuaba gritando y pataleando, lo miró con curiosidad pero unas cuantas respiraciones después, comenzó a imitarlo.

—Muy bien, Hana-yah —le dijo Jaejoong con una sonrisa—. Vamos a respirar muy profundo ¿Sí?

Hana no dejó de llorar del todo, pero continuó tratando de tomar aire y soltarlo como hacía Boo.

Unos minutos después su llanto pareció comenzar a cesar, aunque las lágrimas continuaban cayendo y los sollozos seguían presentes. Hana se levantó de su lugar sin dejar de llorar y se acercó a Jaejoong para sentarse entre sus piernas cruzadas. Jaejoong la abrazó firmemente y comenzó a secar sus lágrimas con los dedos mientras le dedicaba palabras de consuelo.

—¿Te parece bien si nos levantamos? —le dijo a la niña que cada vez sollozaba menos.

Hana asintió y Jaejoong la reacomodó en sus brazos antes de levantarse. Apenas sintió que tomaban altura, la niña gritó y apuntó al plátano en el suelo. Jaejoong lo tomó con una sonrisa.

Se sentaron en un banco del desayunador, a un par de lugares de distancia de Changmin. Hana sujetaba su plátano en silencio mientras suspiraba en los brazos de Jaejoong, ya no lloraba en absoluto.

—Gracias, Boo —dijo Changmin con una expresión avergonzada. Jaejoong le sonrió y comenzó a mecer a la niña en sus brazos.

—Estas cosas pasan, Minnie —le dijo en un tono comprensivo—. Te he visto manejar berrinches como este antes y lo haces muy bien. Solo hay veces que nos sobrepasan, es inevitable.

Changmin sonrió suavemente.

—Boo —dijo Hana en una vocecilla mientras extendía su brazo con la fruta hacia él—. Plátano.

Jaejoong tomó el plátano de las manos de la niña, lo peló hasta la mitad y Hana sin cambiar de posición, mordió la fruta.

—¡Aigoo! ¡Pobre Hana-yah! —dijo Jaejoong en un tono condescendiente mientras tomaba una servilleta y secaba suavemente el rostro de la niña—. Solo tenía muchísima hambre.

Hana suspiró y asintió mientras masticaba su plátano y Changmin puso los ojos en blanco. La niña había desayunado apenas una hora antes.

Agradecido, Min le sirvió a Jaejoong una taza de café y la puso frente a él. Hana continuaba tomando mordidas del plátano en la mano de Boo. El más alto se sentó en el banco siguiente a Jaejoong y su hija y comenzó a acariciar el cabello de la niña con una expresión consternada, como si le preocupara no haberle dado el trato correcto.

—Perdóname, hyung —le dijo Changmin en un hilo de su voz—. Sé que me ayudas mucho con Hana y también sé que ella no es tu responsabilidad. No pienses ni por un minuto que no agradezco todo lo que haces por nosotros.

Hana abrió la boca nuevamente y Jaejoong le acercó el último bocado de la fruta. Una sonrisa serena se extendía por su rostro mientras continuaba meciéndose suavemente de un lado al otro en su silla.

—Sé que me lo agradeces Min —dijo Jaejoong sin quitar los ojos de la niña. Estaba tan tranquila y apacible. El llanto la había calmado de sobremanera—. Y lo valoro, pero no tienes que pedir perdón.

Changmin suspiró nuevamente y se pasó la mano por el cabello.

—A veces me avergüenza pedirte tanto.

Jaejoong abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar rápidamente. Era innecesario.

En ese momento Hana lo miró a los ojos y le sonrió tímidamente. Uno de sus ojos se cerró más que el otro y Jaejoong sintió como su corazón se inundaba de cariño, y de repente, sin darse cuenta, ya estaba hablando.

—Al contrario, Minnie, yo tengo tanto que agradecerte. Me has permitido involucrarme tanto con Hana… —Jae estrechó a la niña más cerca de él y le dió un beso en la frente antes de continuar—. Yo sé que no es mi hija, pero ser su Boo… Es casi como cumplir mi sueño más imposible: la vida doméstica de un padre de familia.

De repente sintió como un par de brazos lo envolvían a él y a Hana y su corazón comenzó a latir fuertemente.

—Gracias, Boo —le dijo Changmin, para después besarle la sien.

Jaejoong sintió el rubor subir por sus mejillas, pero no dijo nada. Changmin continuaba abrazándolos, de pie junto a su silla, con la mejilla descansando en el cabello de Jaejoong mientras observaba a su hija.

—¿Estás mejor, Hana-yah? —le dijo Changmin a la niña en un susurro, y Hana lo miró a los ojos antes de sonreír y hundir su rostro en el pecho de Jaejoong, haciendo a ambos adultos sonreír con ternura.

Jaejoong pensó que nunca en su vida se había sentido tan entero como se sentía en ese momento. Con sus brazos rodeando a Hana y los de Changmin rodeándolo a él. Los tres respiraban profundamente,y se entregaban a la calma del momento.

Jaejoong sabía que sus mejillas estaban encendidas, su corazón acelerado. Había una voz en el fondo de su mente que le aconsejaba romper el abrazo lo antes posible, pero se sentía tan feliz que le fue fácil ignorarla. Todas sus preocupaciones en ese momento parecían insignificantes, como si las pudiera apenas observar en la distancia.

Nervioso, se atrevió a reacomodar ligeramente su posición, recostando un poco su rostro sobre el pecho de Changmin y cuando lo hizo, el menor pareció que lo soltaba por un momento, pero rápidamente lo volvió a estrechar, afianzándolo firmemente por la cintura.

Jaejoong sonrió aún sonrojado, sin dejar de observar a Hana que acariciaba con su pequeño dedo la chieut (ㅊ) en su brazo izquierdo. Podía escuchar el corazón de Changmin desde su posición, y aunque probablemente lo estaba imaginando, parecía como si también estuviera acelerado.

—Appa —dijo Hana suavemente, y Jaejoong asintió. Hacía eso con frecuencia, señalar el tatuaje en su brazo y recordarle que Changmin llevaba uno igual.

Min rió por lo bajo.

—¡Aigoo! Boo. No sabes lo horrible que siento de no poder pasar tu cumpleaños contigo —Changmin nuevamente besó su coronilla. A Jaejoong le encantaba que hiciera aquello, aunque no pasaba con frecuencia.

—Está bien —le dijo con una sonrisa—. Tienes que trabajar. Además ya festejamos ayer.

La noche anterior habían festejado su cumpleaños con el OT5, Amber y Seohyeon nuna. La mamá de Changmin había venido de visita para festejar a Jaejoong y para apoyar a Min con el cuidado de Hana la siguiente semana, puesto que Jaejoong estaría en Gongju y Jinri en un viaje de negocios en el extranjero.

—Aún así me gustaría poder acompañarte —le dijo Changmin, y Hana desde su lugar trató de repetir las palabras que su papá acababa de decir, haciendo reír a ambos.

—Antes de que te des cuenta, ya va a estar conversando —señaló Jaejoong sin dejar de observar a Hana, y Changmin asintió. En las últimas semanas Hana había pasado de repetir palabras, a repetir frases completas.

—¡Aigoo! Recuerdo cuando nuestro Boo era así de pequeño —dijo Changmin y Jaejoong rompió en carcajadas, haciendo que el abrazo se separara ligeramente.

—¡No seas ridículo! —le dijo Jaejoong a su amigo mientras le propinaba una pequeña palmada en el brazo—. Para empezar soy mayor que tú, y cuando me conociste ya tenía cinco años.

Changmin volvió a estrechar el abrazo, esta vez entre risas, y Jaejoong podía sentir los espasmos de su cuerpo. Hana lo miraba con curiosidad y reía también, como si no quisiera perderse del chiste.

—Pero aún así eras un bebé —le dijo a su amigo—. Y aunque no lo creas, te recuerdo perfectamente. Creo que jamás voy a olvidar la imagen de Boo pequeñito.

Jae también lo recordaba perfectamente. Tenía grabado en su cabeza aquel momento en que vio por primera vez a un Changmin de tres años, subiendo las escaleras de su departamento, tomado de la mano de su mamá y sujetando con el otro brazo el peluche de Minnie Mouse que parecía ser más grande que él.

—¡Omo! ¡Pero si parecen una familia! —la voz de Seohyeon nuna los hizo sobresaltarse y romper el abrazo súbitamente.

—¡Halmoni! —gritó Hana mientras comenzaba a forcejear con Jaejoong para que la bajara, y apenas tocó el suelo, corrió a alcanzar a su abuela entre risas.

Jaejoong se quedó en su lugar, su rostro ardiendo. Seohyeon nuna alzaba en brazos a Hana y comenzaba a charlar con ella, mientras Changmin sacaba ingredientes del refrigerador y los colocaba en la encimera, dándoles la espalda.

Por un minuto que pareció durar horas, Jaejoong sintió la mirada de Seohyeon nuna examinarlo y para parecer tranquilo, bebió el café frío de su taza.

—¿Necesitas ayuda con el desayuno, Min? —preguntó Seohyeon nuna mientras se servía una taza de café con Hana en brazos.

—No, estoy bien —respondió Changmin sin mirar a su mamá, mientras comenzaba a cortar espinacas sobre una tabla. Y Jaejoong pudo ver que estaba nervioso.

Jae se levantó de su asiento y encendió la estufa para ocuparse con algo, pero Changmin rápidamente lo interrumpió.

—¿Por qué no van con Hana a la sala? —dijo mientras le quitaba a Jaejoong la sartén de las manos sin mirarlo a los ojos—. Solo voy a preparar omelette. No tardo mucho.

Jaejoong entendió que su amigo estaba pidiendo tiempo a solas y asintió. Se sirvió más café y le pidió a su nuna que lo acompañara a la sala. Puso un episodio de Pororo en la televisión y subió el volumen un poco más de lo acostumbrado para que Changmin no los escuchara hablar.

—¡Nuna! ¿Por qué dijiste eso? —le preguntó Jaejoong en voz baja apenas estuvieron sentados en el sofá, Hana estaba en la alfombra, jugando con sus figuras de animales y viendo la televisión—. Lo hiciste sentir avergonzado. Ahora se va a portar extraño conmigo.

—¿Te das cuenta de que no dije nada que no fuera cierto? —preguntó Seohyeon nuna con un tono retador.

—Entiendo tu punto —respondió Jaejoong después de suspirar—, pero no es como que este tipo de cosas pasen con frecuencia. Changmin acababa de pasar un mal momento con Hana, era todo.

—Boo, no tienes que darme explicaciones —le respondió Seohyeon nuna viendo el televisor y sorbiendo su café—. Cómo decidan portarse con el otro es cosa de ustedes, pero tienen que saber como se ve desde afuera.

Jaejoong se mordió el interior de la mejilla, observando el televisor. Conocía a Seohyeon nuna casi tanto como conocía a Changmin y sabía que su intención era señalar eso que Jaejoong estaba empeñado en no ver. Las palabras que le había dedicado cuando supo que se mudaría con Changmin resonaron en su cabeza.

Esta es una terrible idea.

No, no lo era del todo. Sus sentimientos por Changmin habían quedado atrás hacía ya muchos años y eso no iba a cambiar por un simple abrazo.

—Jaejoong-ah. —Se giró a observar a Seohyeon, que continuaba con la vista fija en el televisor, y con la taza de café cerca de los labios—. ¿Se ha estado portando extraño contigo?

—¿Changmin? —preguntó Jaejoong y Seohyeon asintió—. ¿Cómo lo sabes?

Su nuna hizo contacto visual con él brevemente y después echó un vistazo sobre su hombro a la cocina. Changmin continuaba frente a la estufa, dándoles la espalda.

—Solo me llamó la atención lo que dijiste —le respondió, y procedió a citarlo—. “Lo avergonzaste y ahora se va a portar extraño conmigo”

—No sé —dijo Jaejoong encogiéndose de hombros—. A veces me preocupa que ya sepa lo que yo sentía por él o algo así. A ratos pone mucha distancia, de la nada.

Seohyeon asintió y regresó la vista al televisor.

—No creo que sepa nada, no te preocupes.


Cuándo se sentaron a desayunar el ambiente seguía un poco tenso, pero pronto se relajó cuando Hana, que había desayunado antes que ellos, se subió a las piernas de su papá y le pidió que le compartiera su omelette.

Pronto estaban hablando de cosas triviales, del viaje de Jaejoong a Gongju, del programa de Changmin, del recital de piano de Seonmi, del equipo de soccer donde jugaba Minha y por supuesto, de Hana.

Terminaron de desayunar y Jaejoong comenzó a ordenar la cocina asistido por Seohyeon nuna, mientras Changmin recogía los juguetes que Hana había esparcido por la sala y trataba de integrar a la niña en la actividad.

—Jae, Omma —los llamó Changmin desde la sala, observaba la pantalla de su celular con una muñeca de Hana bajo el brazo—. Nuna ya está en el edificio. ¿La pueden recibir mientras voy a buscar algo que me pidió?

Jaejoong había olvidado por completo que Jinri vendría el día de hoy. La mamá de Hana había pasado por un periodo difícil en el trabajo y le había pedido a Changmin que la cubriera este fin de semana en el cuidado de la niña. Habían acordado que vendría brevemente ese domingo para despedirse de Hana, puesto que al día siguiente saldría hacia Singapur y no volvería hasta el jueves.

Changmin recogió apresurado los últimos juguetes del sofá y se dirigió al pasillo de las habitaciones, Hana se fue detrás de él, empujando la carriola de su muñeca. En ese mismo momento, el intercomunicador se activó y Jaejoong presionó el botón verde para que Jinri pudiera utilizar el elevador. Un par de minutos después, le estaría abriendo la puerta del departamento.

—Jinri-ssi, ¿Cómo has estado? —le dijo Jaejoong con una sonrisa tímida. De haber recordado que tendrían visitas, habría tratado de vestir ropa más adecuada. De repente se sintió terriblemente consciente de su atuendo.

—Jaejoong-ah, llevas años de conocerme —dijo Jinri con una sonrisa mientras se quitaba los tacones en la entrada—. Siempre te digo que puedes llamarme nuna y siempre vuelves a llamarme Jinri-ssi.

Jaejoong se echó a reír y le pidió una disculpa.

—¡Omma! —Hana había llegado a la sala y en cuanto vio a su mamá se acercó a ella dando saltitos para que la cargara. Jinri lo hizo y la estrechó muy fuerte entre sus brazos.

—¡Aigoo! Mi bebé —le dijo mientras abrazaba a la niña con una sonrisa y le dejaba un enorme beso en la mejilla—. ¡Omma te ha extrañado tanto que ha sentido que se muere!

Hana reía y abrazaba a su mamá. Jaejoong sonrió al verlas.

—Omoni —dijo Jinri mientras se acercaba a Seohyeon nuna y le hacía una reverencia—. Hace tiempo que no nos veíamos.

Seohyeon invitó a Jinri a sentarse con ella y Jaejoong puso otra jarra de café para servirle a la invitada. Jinri sentó a Hana sobre la barra del desayunador y comenzó a jugar con ella mientras charlaba con los adultos. La niña se veía sumamente feliz.

Mientras Jinri le contaba a Seohyeon nuna sobre la salud de sus padres y su hermano, Jaejoong, que se ocupaba con la jarra de café, observó a la mujer disimuladamente.

Como siempre, Jinri-ssi se veía muy hermosa. Debía medir cerca de 1.70 metros, tenía un rostro muy bello y sus ojos, que eran un poco más claros de lo normal gracias a la sangre occidental de su madre, tenían un carácter felino. Su piel bronceada y su cabello liso hasta los hombros le daban mucho porte. Pero lo que siempre llamaba la atención de los hombres a su alrededor, era su figura de reloj de arena.

Jaejoong nuevamente se sintió fuera de lugar, en su pijama de Hello Kitty mientras Jinri estaba sentada en el desayunador con una falda de corte lápiz que acentuaba su cintura.

Sirvió una taza de café y la puso frente a la invitada y Jinri lo observó fijamente por un momento.

—¡Omo!, Jaejoong-ah—le comentó llevándose la mano a los labios, sorprendida —Siempre olvido lo guapo que eres. ¿Te han dicho que podrías ser un idol?

Jaejoong río tímidamente e hizo una reverencia mientras se sentaba frente a Jinri en el desayunador. En ese momento entró Changmin a la cocina, con una carpeta de documentos en su mano.

—Nuna, ¿Cómo estás? —le dijo con una sonrisa mientras la sujetaba por el hombro. Jinri respondió al saludo sin levantarse y Hana emocionada volvió a abrazarla y le dijo a su papá algo que se entendió como “Omma está aquí”

Changmin se echó a reír y caminó hasta la encimera para servirse una taza de café, y Jaejoong notó como Jinri lo escaneó rápidamente con una mirada hambrienta, para después girarse otra vez a jugar con Hana.

Jaejoong miró a Changmin. Se veía sumamente atractivo en ese momento, en ropa deportiva. No estaba haciendo nada más que servir una taza de café, pero su camisa marcaba los músculos de su enorme espalda. Se veía tan grande y tan fuerte.

Jaejoong retiró la mirada rápidamente, en una sensación parecida a la vergüenza. Jinri parecía estar apreciando algo que alguna vez fue suyo y qué, si quisiera, fácilmente podría volver a tener. Jaejoong por otro lado, solo había visto algo que siempre estuvo fuera de su alcance.

—Changmin-ah —le dijo Jinri apenas unos minutos después de que Changmin se había reunido con ellos en el desayunador—. ¿Puedo hablar contigo un momento?

Jaejoong se levantó de su asiento y comenzó a recoger las tazas vacías sobre la mesa y Seohyeon nuna se puso de pie con él, ambos pensando en darles privacidad para hablar, pero Changmin invitó a Jinri al balcón con una sonrisa.

Seohyeon nuna sirvió café para ella y para Jaejoong y se sentaron otra vez en el desayunador. Jaejoong podía ver a Jinri de espaldas en el balcón, la mujer estaba sentada en el pequeño comedor con Hana sobre su regazo. Changmin estaba recargado en la baranda y la miraba con una expresión seria, asintiendo cada tanto.

Jaejoong escuchaba la voz de Seohyeon nuna que le pedía su opinión para un proyecto de ampliación que tenía en la guardería, y trataba de poner atención, pero con frecuencia se distraía con la escena en el balcón. Changmin ahora se había sentado en la silla frente a Jinri y se inclinaba hacia ella mientras le decía algo con una sonrisa tierna.

—Boo, ¿Estás bien? —preguntó Seohyeon nuna con cautela, mientras siguiendo la mirada de Jaejoong, echaba un vistazo fugaz al balcón.

—Sí, sí. Lo siento, solo me distraje —dijo Jaejoong con una sonrisa tímida, tratando de concentrarse; pero un montón de sentimientos parecían estar removiéndose en su interior mientras veía a Changmin cada vez más cerca de Jinri. En ese punto tenía una mano sobre su muslo y la otra se extendía para sujetar su rostro mientras le hablaba.

Una pesadumbre que reconocía perfectamente comenzó a extenderse por su cuerpo, y aquel familiar hoyo que hacía mucho tiempo se había cerrado en su pecho, parecía volver a abrirse lentamente.

La mano de Seohyeon nuna comenzó a acariciar su espalda, buscando tranquilizarlo y no fue hasta entonces que Jaejoong notó que su respiración se escuchaba trabajada.

—No van a volver, Jaejoong-ah —le dijo mientras se acercaba más a él, tratando de inducirlo a la calma.

Jaejoong tragó saliva fuertemente, queriendo disolver el nudo que se formaba en su garganta. Changmin sonreía tiernamente con los ojos puestos en Jinri, sin dejar de sujetar su rostro. No sabía lo que le estaba diciendo, pero no podía ser otra cosa que palabras de afirmación, quizá incluso de amor.

Jaejoong echó su cabeza hacia atrás y comenzó a respirar hondo, tratando de prevenir las lágrimas que amenazaban por escapar de sus ojos. ¿Por qué le estaba pasando esto nuevamente?

—Estoy bien, nuna— le dijo a Seohyeon con una sonrisa avergonzada —Estoy bien.

En ese momento, Changmin se levantó de su asiento y cerró la distancia entre él y Jinri, envolviendola a ella y la hija de ambos en un abrazo. Uno como el que había compartido con él hacía solo unas horas.

Pero ellos sí eran una familia.

Y Jaejoong no pudo evitar dejar una lágrima caer, y el hoyo en su pecho comenzó a ampliarse.

—No… no es nada —dijo tratando de tranquilizarse, pero otra lágrima se escapó y Jaejoong pensó que estaba a punto de perder la batalla—. Son solo los escombros.

Seohyeon lo sujetó en un abrazo súbitamente y apenas Jaejoong la sintió, el resto de las lágrimas comenzaron a salir, acompañadas de gemidos de dolor que ahogaba en el hombro de su nuna. Su cuerpo se estremecía una y otra vez y por más que intentara, no podía controlar el llanto, más bien era el llanto quien lo controlaba a él.

El fuerte agarre de Seohyeon nuna le impedía continuar observando la escena en el balcón, y quizá era lo mejor, Jaejoong no sabía si podría soportarla.

Una serie de recuerdos se apresuraron por su mente. Changmin sentado a su lado en una banca en el parque cerca de Micky’s, con las manos en los bolsillos y una expresión consternada, Changmin haciendo una profunda reverencia frente a Seohyeon nuna y Yongbae hyung, mientras Jaejoong lo observaba desde atrás, Changmin midiéndose un smoking frente a un espejo, Changmin entregando una invitación a los padres de Jaejoong en Gongju, Changmin esperando al pie del altar, con una sonrisa radiante.

Y el dolor fue tan fuerte, que quiso gritar.

Seohyeon nuna lo sostenía fuertemente contra ella, acariciando su espalda y su cabello en un intento de calmar el dolor, pero este no cedía. Jaejoong sentía que lo comenzaba a consumir desde adentro hacia afuera.

—No.. no…—decía Jaejoong con esfuerzo, mientras se hundía con más fuerza en el abrazo de Seohyeon, sus manos se sujetaban a la espalda de su nuna con tanta fuerza que quizá la estaría lastimando —Son… son solo… solo los escombros.

Pero entonces Seohyeon hizo lo que mejor sabía hacer y con una sola frase en una voz cargada de dolor y angustia, aclaró su mente para siempre. Y Jaejoong supo que estaba acabado.

—No, Jaejoong-ah. No son los escombros. Son los cimientos.

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Siguiente publicación: 28 de Junio del 2025

Chapter 8: CIMIENTOS

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x: maaximum9095

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Chapter Text

VIII. CIMIENTOS

11 años, 8 meses antes de esa noche. Jaejoong 22, Changmin 20

Durante todo agosto, prácticamente el único tema que se discutía entre el OT5, era el regreso de Changmin.

Se discutía cuando salían a jugar básquetbol y comentaban cómo el más chico, también era el más alto y el que mejor jugaba. Se discutía cuando salían a bailar a el Purple Line, un club gay que había abierto a 15 minutos de la universidad. Se discutía cuando Yunho y Junsu terminaban su práctica de baile y cruzaban la calle al pequeño café donde trabajaba Yoochun y donde afortunadamente no tenían que pagar por un americano y se discutía cuando Jaejoong los alcanzaba ahí, cansado después de un pesado turno en la clínica infantil.

La última semana del mes, la anticipación por el regreso del menor se volvió aún más fuerte y más presente. Los cuatro estaban tan emocionados que fueron haciendo una pequeña colección de alcohol que iban dejando en el departamento de Yoochun, preparándose para la borrachera que planeaban pegarse el fin de semana que Changmin se les uniera.

El primero en iniciar la colección fue Junsu, que llegó el martes en la tarde a Micky’s —como apodaban el departamento de Yoochun—, anunciando que había pasado la noche con una chica de nombre Taeyeon y que habían compartido la mitad de la botella antes de comenzar la acción. Yoochun y Jaejoong se miraron entre ellos haciendo muecas de asco, cómo hacían cada vez que Junsu, Yunho o Changmin hablaban de cualquier cosa relacionada a involucrarse sexualmente con mujeres.

Al día siguiente llegó Jaejoong con una botella nueva de vino que había robado de casa de sus padres en su última visita a Gongju. Al parecer era un regalo que le habían hecho a su hermana Jisu por su compromiso, pero había recibido tantos regalos de la misma índole, que Jaejoong no creyó que notarían si les faltaba una botella.

El jueves Yunho llegó con cuatro paquetes de cerveza y cinco botellas de soju que había comprado con el fruto de su esfuerzo y con su pequeño descuento como empleado del supermercado y al verlo, Yoochun suspiró y sacó una botella a medias de vodka que tenía guardada bajo el lavaplatos desde la última visita de Yoohwan.

Pero esa no fue su única preparación. Ese mismo jueves, dos días antes del regreso del maknae, los amigos se reunieron en Micky’s a las 6pm, después de que sus respectivos turnos de trabajo y actividades extras habían terminado y más o menos voluntariamente, limpiaron el departamento juntos. Más o menos porque Jaejoong los obligó, pero voluntariamente, porque sabían que era mejor hacerlo ahora y no cuando tuvieran resaca.

Adicionalmente, ese mismo día, Junsu llegó con una silla plegable de aluminio color amarillo canario, que al parecer había sacado de la cochera de sus tíos para complementar el pequeño comedor de cuatro plazas que tenía Yoochun en el departamento.

El resto de los chicos hizo sonidos ligeramente burlones, ligeramente reales de ternura, al ver como Junsu se había preocupado por recibir a Changmin con una silla y que así no tuviera que usar el incómodo banco en el que solía sentarse. Chunnie tomó el cojín más suave de la sala y lo colocó sobre la silla amarilla y todos rieron cuando Yunho señaló cómo habían extrañado tanto a Changmin, qué incluso estaban siendo gentiles con su trasero.

Pero el más emocionado de los cuatro, era Jaejoong. Estaba tan entusiasmado que la noche anterior, mientras hablaba con Changmin por skype, comenzó a dar saltitos al contarle todo lo que tenían planeado para recibirlo, aunque rápidamente paró cuando la risa de Yoochun le hizo notar lo que estaba haciendo.

A diferencia de las primeras semanas en ausencia del maknae, en las que había estado ligeramente cabizbajo y malhumorado, durante el mes de agosto Jaejoong había recobrado el buen humor. Incluso comenzaba a ser un poco insoportable por lo emocionado que estaba de volver a ver a Changmin.

Lo único que había logrado mantener a los amigos más o menos distanciados era la diferencia horaria. Changmin despertaba a Jaejoong mediante una llamada de skype todos los días a las 6am —que eran las 2pm en California— y charlaban mientras Jae se alistaba para ir a clase. Después, a la hora del almuerzo, uno de los pocos momentos del día en que la mayoría del OT5 se podía reunir, Jaejoong se apresuraba a comer y se dirigía a la biblioteca, donde había mejor conexión de internet y se pasaba todo el tiempo que su horario le permitiera, chateando con Changmin.

Yoochun le había contado a Yunho cómo durante su primer año de universidad, cuando Changmin aún cursaba la preparatoria, Jaejoong solía pasarse horas estudiando o haciendo tarea en su dormitorio mientras su laptop estaba en videollamada con Changmin, quien del otro lado de la pantalla, hacía lo mismo. Cuando Junsu escuchó aquello, se echó a reír.

—¡Eso no es nada!—exclamó—. No tienen idea de todas las locuras en las que ese par se ha metido para estar juntos.

El jueves, una vez terminaron de limpiar el departamento, Yoochun se recostó en el suelo de la sala, agotado, Jaejoong se enfrascó en una llamada telefónica y Yunho y Junsu se deshicieron de sus jeans y empezaron a pelear por quien se iba a bañar primero.

Técnicamente Yoochun vivía solo en aquel pequeño departamento, pero los otros cuatro solían estar tanto tiempo ahí que la ropa de los cinco estaba revuelta, había tres botellas diferentes de shampoo en el baño: una específicamente de Jaejoong, que todos excepto Chunnie tenían prohibido tocar, otra de Yoochun, que no era tan estricto pero aún así cuidaba su cabello y otra comunal, y habían tenido que ponerle etiquetas con sus nombres a los rastrillos y a los cepillos de dientes.

Eran pocas las noches que Yoochun pasaba solo en el departamento. Los fines de semana, los otros cuatro —o tres en la ausencia de Changmin—, dormían ya fuera en el sofá cama de la sala, o en un futón doble y uno individual que durante el día se guardaban en cajas bajo la cama de Chunnie. El resto de la semana, al menos uno o dos de los amigos pasaba la noche ahí.

Por otro lado, durante el día, siempre que alguno de ellos no tenía clases o trabajo, se le podía encontrar en Micky’s, cada uno teniendo su propia llave del lugar.

En temporada escolar, con frecuencia sólo coincidían dos a la vez en el departamento, o quizá no coincidían y se limitaban a pasar tiempo a solas ahí, pero dejaban notas, snacks, películas, café o comidas para cuando llegaran los demás. En vacaciones, que era el caso en este agosto, el lugar solía estar lleno de voces, música y risas.

Pasaban tanto tiempo en Micky’s que los otros cuatro incluso hacían pequeñas cooperaciones en el pago de servicios y en la compra de comida. Habían discutido vivir juntos, de todos modos, la dinámica se acercaba suficiente a la experiencia. Pero el departamento era tan pequeño que quedarse ahí sería imposible y pagar la renta de un lugar más grande parecía inalcanzable con sus horarios de estudiantes y sueldos de trabajos a medio tiempo.

Micky’s consistía en prácticamente dos espacios. Uno era una habitación relativamente amplia donde cabían apenas cómodamente; un sofá-cama frente al televisor, el viejo teclado de Yoochun, un pequeñísimo comedor de cuatro plazas donde ahora se había agregado la silla color canario y una sencilla cocina que, a pesar de ser un poco vieja, era considerada por Jaejoong como viable para hacer las hermosas creaciones culinarias que los cinco devoraban con velocidad.

La otra habitación era la de Micky. Tan pequeña que en ella solo cabía poco más que su cama individual y una mesita de noche, pero la pared contraria a la cama tenía un closet de tamaño adecuado donde Micky tenía perfectamente ordenada su ropa y la que sus amigos dejaban en el lugar.

El pequeño cuarto de baño estaba justo junto a la habitación de Yoochun y consistía en un retrete, un lavabo y una regadera algo estrecha.

No había lujos en ese lugar, pero era el más cómodo que todos conocían. Probablemente porque era donde se sentían más libres de ser ellos mismos.

—¿Dónde está Jaejoong? —preguntó Yunho cuando salió de la regadera y solo encontró a Junsu y Yoochun en la sala, sentados en el suelo con los ventiladores encendidos para lidiar con el calor de agosto.

—Se fue —respondió Yoochun, mientras Junsu corría en dirección a la ducha—. La mamá de Changminnie va a pasar por él en la mañana para ir a desayunar.

Yunho sabía que el avión de Changmin llegaría al día siguiente por la tarde y que el menor pasaría una noche con su familia en Ansan antes de reunirse con el OT5 en Seúl; y también sabía que sería la madre de Changmin quien pasaría por él al aeropuerto, pero no esperaba escuchar que la mujer se reuniría antes con Jaejoong.

—No termino de entender cómo funciona esa relación —dijo Yunho mientras tomaba lugar en el sofá de la sala, con una expresión extrañada—. Hace unos días lo escuché hablar por teléfono con alguien: “Creo que si, Nuna”, “¿Tu que opinas, Nuna?”. Pensé que estaba hablando con una de sus hermanas pero cuando colgó dijo que era la mamá de Changmin.

Yoochun se echó a reír.

—A mi también me pareció extraño al principio —le dijo su amigo—. Pero hay una larga historia detrás.

—¿Y cuál es? —preguntó Yunho con curiosidad, y Yoochun le respondió con una sonrisa.

—Es mejor que sean ellos quienes te la cuenten.


El sábado, justo al anochecer, la puerta de Micky’s se abrió y por ella entraron Jaejoong y Changmin con dos enormes sonrisas. Yoochun, Junsu y Yunho apenas dejaron al maknae tomar un par de pasos en el departamento cuando ya lo estaban abrazando y Changmin entre risas, tiró del brazo de Jaejoong para que se les uniera.

El menor venía un poco mas bronceado, el cabello liso y negro caía casi hasta sus hombros y se veía ligeramente mas fornido que cuando se había ido. Abrió una de sus maletas en el piso y comenzó a repartir souvenirs: dulces, llaveros, una botella de vino de Nappa, un peluche de delfín para Junsu, una taza de Bambi para Yunho y unas orejas de Mickey Mouse para Micky Yoochun.

Todos se reunieron en la cocina mientras Changmin, que ayudaba a Jaejoong a cocinar, les contaba todo sobre los lugares que había visitado, la gente que había conocido, los amigos que había hecho.

—¿Y las mujeres, Min? —preguntó Yunho interesado mientras comía M&M’s sentado en el comedor—. ¿Son atrevidas como dicen?

Changmin se echó a reír y Yoochun observó cómo Jaejoong, que no había dejado de sonreír desde su llegada, cambiaba su expresión por menos de un segundo.

—Es más fácil ligar, eso es cierto —dijo Changmin encogiéndose de hombros—. Las mujeres están más abiertas a tener sexo casual. Además de que no es tan complicado encontrar dónde coger. No tuve que ir a un motel ni una sola vez, la mayoría de las veces las chicas te invitan a sus departamentos o a sus dormitorios.

—¿Cogiste mucho? —preguntó Junsu con una expresión de envidia que hizo reír a Yoochun y Yunho.

—Lo suficiente —respondió Changmin sonriendo mientras dejaba a un lado el oi-muchim que estaba preparando, para alcanzarle a Jaejoong el azúcar y una espátula.

A Yoochun siempre le sorprendía la manera en que Changmin parecía leer la mente de Jaejoong al cocinar. Cada vez que ambos estaban en la cocina, se la pasaban hablando de uno y mil temas, pero nunca de lo que estaban preparando; y aún así, Changmin siempre anticipaba los movimientos del mayor.

Apenas Jaejoong se giraba para buscar las tijeras, Changmin ya las estaba tomando del cajón; picaba los ajos antes de que Jae tuviera que agregarlos a la sartén, lavaba y pelaba las verduras tan pronto veía que Jaejoong había puesto una olla sobre la estufa y cada vez, sin falta, le ponía el instrumento correcto en la mano. La espátula, la espumadera, las pinzas, el cuchillo. Cómo una enfermera asistiendo a un cirujano, pero a uno que no tenía que hablar y solo extendía su mano.

—Min siempre coge mucho cuando está en América —dijo Junsu, dejando caer el rostro en sus brazos cruzados sobre la mesa—. Me da envidia.

—¿Que no acabas de acostarte con Taeyang? —le preguntó Yoochun, extendiendo la mano hacia Yunho para que vertiera M&M’s en ella.

—Taeyeon —lo corrigió Junsu—. Pero es la primera en meses y Min siempre que visita a su papá se la pasa cogiendo.

Changmin puso los ojos en blanco y Yoochun pudo ver como Jaejoong, que seguía ocupado en la estufa, se mordía el labio con una expresión ausente.

—¿Acaso estoy mintiendo? —preguntó Junsu ante el gesto de Changmin—. Incluso su primera vez fue con una estadounidense.

—¿Podemos dejar de hablar de sexo con mujeres? —preguntó Yoochun fingiendo disgusto—. No quiero tener esas horribles ideas en mi cabeza mientras comemos.

Yunho, que parecía bastante interesado en el tema, estuvo a punto de objetar, pero vió como Yoochun le dedicaba brevemente una mirada severa y entendió que su amigo solo estaba tratando de proteger a Jaejoong.

—Sí, cambiemos el tema —Indicó Yunho en un tono ligero, pero con ese tinte de voz que por algún motivo todos seguían sin cuestionar—. No quiero sentir celos de Min.

Sirvieron la comida en la pequeña mesa del comedor, el bulgogi, el oi-muchin, el japchae, el kimchi y los otros banchan que Jaejoong había preparado con anticipación. Todos aplaudieron cuando Changmin, que había actuado como si le entregaran un reconocimiento cuando le mostraron la silla amarilla, se sentó por primera vez en ella. Yoochun pasó toda la comida con las orejas de Mickey Mouse puestas y Yunho y Junsu compartieron la cerveza en la taza de Bambi del mayor.

Cuando terminaron de comer, Junsu y Yoochun despejaron la mesa y Changmin sacó las botellas de cerveza y soju del refrigerador y empezó a hacer trucos con ellas al preparar al somaek. Había pasado si acaso una hora desde la comida cuando empezaron a sentir al alcohol hacer su efecto. El departamento estaba lleno de carcajadas y de sus voces cantando al ritmo de los juegos que hacían alrededor del alcohol.

El teléfono de Jaejoong comenzó a sonar y cuando vió el nombre en la pantalla, se lo dió a Changmin que se levantó de su asiento y salió del departamento para contestar.

—¿Por qué contesta tu teléfono? —preguntó Yunho, que había perdido ya tres rondas del ddalgi game y que quería distraer a los amigos antes de continuar tomando.

—Es su mamá —respondió Jaejoong con una sonrisa mientras se servía un vaso de soju.

—¿Y por qué te llama a tí y no a él?

Si Yunho hubiera estado completamente sobrio en aquel momento, probablemente hubiera hecho las mismas preguntas pero con palabras más gentiles y sin hacer parecer aquello como un interrogatorio.

—Su teléfono se quedó sin batería hace un rato —contestó Jaejoong, riéndose de la nariz roja de Yunho. Su amigo no estaba del todo ebrio aún, pero definitivamente se veía un poco más afectado por el alcohol que los demás—. Seguramente Nuna trató de llamarlo a él primero, pero como no tuvo respuesta, me llamó a mi.

—¡Eso es lo que quiero saber! —gritó Yunho súbitamente, apuntando a Jaejoong con ímpetu al mismo tiempo que Changmin volvía a entrar al departamento y le entregaba su teléfono al mayor—. ¿Por qué llamas Nuna a la mamá de tu amigo? Es maleducado.

Changmin se echó a reír mientras se sentaba en la silla a un lado de Jaejoong y su amigo rió con él.

—Es una larga historia, Yunhie —respondió Jaejoong mientras se cubría la boca con la mano.

—Tengo tiempo —dijo Yunho cruzando los brazos sobre la mesa e inclinándose hacia ellos.

Changmin y Jaejoong se miraron a los ojos por un segundo, como preguntándose si era el momento correcto para hablar aquello.

Yunho había sido el último en integrarse al OT5. Lo habían conocido apenas hacía tres semestres, cuando Junsu, que tomaba clases de baile con él, lo había invitado a una reunión donde asistieron varios amigos más; pero Yunho había conectado tan naturalmente con Yoochun, Jaejoong y Changmin, que antes de darse cuenta, ya eran un grupo de cinco. Jaejoong había comenzado a apodarlos como el “one true five” o “OT5” basándose en un término que había leído en un fansite de Shinee.

Jaejoong y Micky eran inseparables desde el primer día en la universidad. A estas alturas, el menor ya conocía toda la historia de vida de Jaejoong, que se entrelazaba por supuesto con la de Changmin. Junsu conocía a ambos desde niños y había estado presente en varios de los hitos que habían compartido los amigos, pero Yunho aún no tenía la historia completa.

—A veces me siento excluido —dijo Yunho haciendo un puchero involuntario—. Siento que tienen un montón de secretos que Chunnie y Su saben, pero yo no.

—¡Aigo!, Yunhie-yah —exclamó Jaejoong al tiempo que se levantaba de su silla y rodeaba a Yunho con sus brazos—. Nunca quisimos hacerte sentir así. Creí que ya todos habíamos hablado de nuestras historias.

Yunho pronunció su puchero mientras Jaejoong le acariciaba el cabello. Los demás amigos reían de su expresión de cachorrito triste.

—Sí. Sí hemos hablado algunas cosas —dijo Yunho cuando Jaejoong lo soltó; Y notó como apenas su amigo retomó su silla, Changmin tiró de ella y la recorrió hasta que quedaron lado a lado y pudo reposar casualmente su pierna derecha sobre la izquierda de Jaejoong.

Yunho decidió no decir nada al respecto y continuó hablando.

—Por ejemplo, sé que Chunnie vivió en Estados Unidos por años. Que su mamá y hermano siguen viviendo ahí. Sé que volvió a Corea para hacer la universidad y que este departamento en realidad es de su papá. Sé que toca el piano desde niño, que su primera canción la compuso a los 9 años y que no hay nadie a quien quiera más que a Yoohwan.

Yoochun soltó una risilla, pero asintió confirmando la información.

—Sé que Junsu tiene un hermano mellizo que estudia en Japón —prosiguió Yunho—. Sé que sus padres tienen una inmobiliaria en Gongju y que su tía materna vive con su familia aquí en Seúl y lo invita a comer los fines de semana. Sé que descubrió que le gustaba cantar en las funciones escolares y que le encanta la película de Aladdin.

Junsu soltó su característica carcajada que contagió a los amigos.

—Sé que Boo también es de Gongju, que su familia lo adoptó cuando era un bebé y que tiene ocho hermanas mayores —continuó Yunho con su monólogo—. Sé que le gustan mucho los niños y que estudia psicología porque aún no sabe en qué rama del cuidado infantil se quiere desarrollar. Sé que sus padres tienen un restaurante de gamjatang y qué pasó mucho de su infancia enamorado de Kangta de H.O.T.

Jaejoong también asintió con una sonrisa y Yunho vio con curiosidad como Changmin casualmente buscaba su mano y la entrelazaba con él.

—Y de Minnie sé que su familia ahora vive en Ansan, pero que también es de Gongju. —Tanto Changmin como Jaejoong abrieron la boca como si fueran a objetar, pero luego se miraron y lo dejaron continuar—. Sé que es tan listo que adelantó un curso en la secundaria, pero que se regularizó antes de entrar a la universidad porque pasó un año con su padre en América. Sé que tiene dos hermanas menores que son muy pequeñas y que ha querido ser periodista de deportes desde muy chico.

Changmin asintió.

—Y sé que ustedes dos han sido mejores amigos toda su vida —dijo señalando primero a Jaejoong, luego a Changmin—. Pero no termino de entenderlo. No entiendo hasta donde llega su relación porque nunca antes he visto a un par de amigos que se comporten cómo ustedes.

—¿A qué te refieres?—preguntó Min inclinando la cabeza con curiosidad.

—¡A eso! —dijo Yunho señalando la pierna de Changmin que reposaba sobre la de Jaejoong y sus manos entrelazadas en el regazo del mayor—. ¡Y no sólo a eso! Me refiero a que a veces parece que se leen la mente, o que pueden hablar con la mirada, o que no tienen noción de pertenencia con las cosas, es como si todo lo que tuvieran fuera de los dos.

Changmin y Jaejoong se miraron entre ellos, sus rostros parecían sorprendidos, pero entonces la voz de Junsu se hizo notar.

—Para los demás es raro, chicos —les dijo con una expresión serena mientras con sus dedos hacía girar su botella de cerveza—. Creo que a veces lo olvidan porque la gente a su alrededor a lo largo de los años ha aceptado que ustedes son así; pero recuerden todas las veces que han conocido gente nueva, siempre se sorprenden.

Jaejoong asintió, mirando la botella en su mano. Changmin por otro lado, suspiró y se irguió en su asiento, soltando la mano de su hyung y quitándole la pierna de encima.

—Es tu decisión, Minnie —dijo Jaejoong encogiéndose de hombros mientras abría una nueva botella de cerveza. Su expresión se veía seria y Yunho tuvo la corazonada de que, quizá, este tema era más delicado de lo que creía. Apenas estaba por disculparse por la intromisión cuando Changmin habló:

—Para empezar yo no soy de Gongju —le dijo a Yunho con una sonrisa burlona y el mayor supo que habían decidido confiar en él.

Algo cálido se encendió en su pecho y sonrió.

—¿No?, pero siempre están hablando de Gongju —dijo observando como Jaejoong se levantaba de la mesa para tomar dulces de la maleta de Changmin.

—Eso es porque crecí ahí —explicó Changmin mientras Jae vaciaba sus brazos llenos de golosinas sobre la mesa. Yoochun, Junsu y Yunho se apresuraron a tomarlas—. Soy de Seúl. ¿Recuerdas que alguna vez te dije que mis abuelos vivían aquí?

Yunho asintió mientras le quitaba una bolsa de skittles a Yoochun y comenzaba a comerlos. Junsu le ofreció una cerveza y la tomó.

—Mi mamá y yo llegamos a Gongju poco después de mi tercer cumpleaños —explicó Changmin y Yunho pensó que era un poco inusual. No mucha gente se mudaba de Seúl a Gongju.

—¿Y adivina a dónde llegaron? —intervino Junsu y Yunho lo miró extrañado.

—A mi casa —respondió Jaejoong sonriente.

—¿A tu casa? ¿Sus padres se conocían o algo así?—preguntó Yunho extrañado y Jaejoong negó con la cabeza. Changmin rió y procedió a explicar.

—Llegamos a Gongju, porque una profesora muy querida de mi mamá la recomendó para trabajar en el jardín de infantes ahí.

—Esa profesora es amiga de mi mamá —continuó Jaejoong—. Y justo coincidía que en aquel tiempo mis padres habían construido un pequeño departamento al fondo de la casa. Lo querían rentar para hacer un poco de dinero extra y su amiga le pidió que por favor recibiera en él a su alumna favorita y su hijo pequeño que tenían que mudarse a Gongju.

—Nunca olvidaré el día que llegamos a Gongju —dijo Changmin con una mirada melancólica en la que parecía querer asomarse una sonrisa.

—¿De verdad lo recuerdas? ¿Que no tenías tres años? —preguntó Yoochun impresionado.

—¡Aquí vamos otra vez! —dijo Jaejoong poniendo los ojos en blanco, con un tono de fastidio y Junsu se echó a reír a carcajadas. Yoochun y Yunho observaban al resto de sus amigos desconcertados, ¿Se estaban perdiendo de algo?

—Es difícil olvidar el primer día que decepcionaste a quién se volvería tu mejor amigo —explicó Changmin llevándose una mano al pecho, fingiendo una expresión de dolor.

—¡Cállate, Idiota! —le dijo Jaejoong mientras le propinaba un puñetazo en el hombro.

—¡Desde el primer día fui una decepción para Boo! —Exclamó Changmin sosteniendo su hombro con una mano y cubriendo su cara con la otra, fingiendo que lloraba. Junsu no paraba de reír y Yunho y Yoochun continuaban sin entender nada.

—¿De qué están hablando? — preguntó Yunho.

Junsu rió aún más fuerte y la fachada de tristeza de Changmin se comenzó a romper en risas. Jaejoong suspiró resignado.

—Unas semanas antes de que Seohyeon nuna y Changmin llegaran, mi mamá me dijo que una Omoni y su bebé se iban a mudar al departamento de atrás —explicó Jaejoong—. En aquel entonces, la mayor de mis nunas, Hyejin, acababa de tener su primer bebé y yo estaba muy emocionado.

—A Jaejoong-hyung siempre le han gustado los bebés —apuntó Junsu—. Cuando éramos muy pequeños le gustaba mucho jugar con muñecos. Junho-hyung y yo queríamos jugar fútbol y Boo-hyung nos pedía que no fuéramos muy ruidosos para que sus muñecos no se despertaran. Y cuando le preguntabas que quería ser cuando grande, decía que papá.

Las voces de los amigos se unieron en sonidos de ternura cuando escucharon aquello. Yunho incluso se acercó a pellizcar la mejilla de Jaejoong y Yoochun se levantó de su asiento para abrazarlo y con una voz aguda le dijo lo lindo que era. Jaejoong se sonrojó un poco pero rió y permitió que sus amigos continuaran con las atenciones. Cuando lo hubieron soltado siguió con su explicación.

—Yo estaba tan emocionado con mi sobrino que quería verlo todos los días y ayudarle a Nuna a cuidarlo. Claro que a los cinco años yo creía que ayudaba solo viendo al bebé y haciendo muchas preguntas —Jaejoong rió un poco, cubriendo su boca—. Y claramente no podía visitar a mi Nuna todos los días, habría sido más una molestia que una ayuda. Entonces cuando me dijeron que venía a vivir detrás de nosotros una Omoni y un bebé y que podría jugar con él, me entusiasmé muchísimo.

Changmin se echó a reír y rodeó a su hyung con un brazo, conmovido, y Jaejoong continuó explicando:

—Por algún motivo pensaba que el bebé, de verdad sería un bebé y que cuando decían que podía jugar con él, querían decir que podía ayudarle a su Omma a cuidarlo —el rostro de Jaejoong se enrojeció aún más mientras hablaba y reía. Changmin que no podía parar de reír, lo estrechó aún más contra su costado y Jae ocultó su rostro en su pecho.

—La primera vez que me vió se decepcionó mucho porque yo no era un bebé —explicó Changmin entre risas. Se sujetaba el estómago con una mano y le costaba trabajo hablar claramente. Jaejoong lo empujó y se irguió en su asiento. Junsu, Yoochun y Yunho tampoco podían parar de reír.

—Recuerdo que los ví subir la escalera del departamento —continuó Jaejoong abanicándose el rostro para bajar el sonrojo—. Changmin tenía tres años pero medía casi lo mismo que yo. Y empecé a llorar porque el bebé no era un bebé.

—¡Aigoo! ¡Mi Boo! —dijo Changmin tratando de calmar su risa y abrazando a su amigo otra vez antes de continuar explicando—. Desde el punto de vista de un Boo de cinco años; ni yo era un bebé, ni mi mamá era una Omoni.

Jaejoong se separó del abrazo y miró a Changmin a los ojos con una expresión cautelosa, a la que Changmin respondió:

—Es Yunho-hyung. Claro que podemos contarle.

Con este comentario, Yunho supo que su presentimiento era acertado. Había temas delicados en esta historia, temas que no eran del todo fáciles de discutir y aunque se sentía honrado de que sus amigos estuvieran dispuestos a hablarlos con él, pensó que era mejor respetar su espacio y ofrecerles una salida de la situación.

—No tienen que contarme si… —hablo Yunho. El efecto del alcohol comenzaba a menguar, pero su rostro aún se veía un poco sonrojado. Changmin lo interrumpió con una sonrisa radiante.

—¡Aigo!, nuestro hyung se ve tan lindo cuando está avergonzado —dijo Changmin mientras se inclinaba sobre la mesa para pellizcar la mejilla de su amigo.

Los demás se echaron a reír y el maknae súbitamente cambió su expresión por una sonrisa burlona y soltando a su hyung bruscamente continuó:

—No seas idiota, claro que te vamos a contar.

Yunho comenzaba a sentirse sumamente confundido.

—Hyung —dijo Junsu, llamando la atención de Yunho—. No es que no quieran que sepas, es que esto implica temas personales de la mamá de Changmin y están tratando de proteger su privacidad.

Changmin sonrió con un rostro relajado.

—Está bien, Su —explicó—. Ella siempre dice que también es mi historia y que puedo contarla cuando yo quiera.

—¿A qué te refieres?—preguntó Yunho, mirando entre Junsu, Changmin y Jaejoong. Yoochun le pasó el brazo por el hombro para darle seguridad.

Changmin entrelazó su mano con la de Jaejoong y le dedicó una sonrisa, como instándolo a que fuera él quien abriera la conversación.

—Les estaba contando de la primera vez que vi a Min y a su mamá —dijo Jaejoong después de tomar aire—. Los ví por la ventana y sí, en efecto, lo primero que pensé es que ese bebé no era un bebé y esa Omoni, más bien era una nuna.

Por algún motivo, algo hizo clic en Yunho y comenzó a sospechar lo que venía. Yoochun apretó suavemente su hombro y Yunho supo que lo estaba previniendo. Le estaba diciendo que debía ser sensible con la información que estaban por presentarle, porque su reacción podía afectar grandemente a los amigos, sobre todo a Changmin.

—¿Una nuna?—preguntó Yunho con cautela y respiró hondo preparándose para la respuesta de los amigos.

Jaejoong otra vez miró fugazmente a Changmin, quien solo veía sus manos entrelazadas con una sonrisa serena.

—¿Recuerdas a mi hermana Soojin? —preguntó Jaejoong—. Vino de visita a Seúl el año pasado y Changmin y yo fuimos a comer con ella. Viste las fotos en facebook y me preguntaste cual de mis nunas era. Es la nuna número 4, es catorce años mayor que yo.

Yunho asintió. Recordaba especialmente esas fotos porque Jaejoong se veía muy feliz jugando con su pequeño sobrino y también porque le había llamado la atención que la hermana de Jae no solo lo hubiera invitado a él, sino también a Changmin.

El maknae se reacomodó en su asiento y explicó:

—La nuna número 4 de Jae es mayor que mi mamá.

El comedor se quedó en silencio por unos segundos, Yoochun bebía su cerveza sin quitar el brazo de los hombros de Yunho y éste sintió como nuevamente le daba un leve apretón, recordándole lo importante que era cómo se mostrara ante sus amigos con esta información.

—Entonces tu mamá es muy joven —dijo Yunho con un tono relajado mientras tomaba una caja de nerds y la abría, tratando de mostrarse inafectado.

Sabía que este tipo de casos existían, adolescentes que se habían vuelto padres a muy temprana edad, pero era casi un rumor, historias que les decían en clase de biología para que fueran cuidadosos, cosas que pasaban en otros países, pero casi nunca en Corea. No había conocido un caso así jamás y mucho menos uno que hubiera pasado hace tanto tiempo. Changmin nació a finales de los ochenta. Si hoy en día ese tipo de situaciones era muy juzgada, no se podía imaginar lo horrible que debió ser para la madre de su amigo en aquel tiempo.

Changmin asintió.

—Yo nací cuando mi mamá tenía quince años —explicó el maknae—, mi padre tenía diecisiete. Mi madre tuvo que hacer la preparatoria a distancia, sus papás estaban muy avergonzados y no querían que nadie la viera embarazada.

Yunho hizo una mueca. Escuchar aquello hacía que su corazón doliera por su amigo y su madre.

—Mis abuelos eran muy estrictos con ella. Controlaban todos y cada uno de sus movimientos —continuó Changmin—. Omma siempre dice que los padres estrictos solo crean hijos desconfiados. Mis padres tuvieron una relación por dos años a escondidas de mis abuelos y cuando mi mamá quedó embarazada, tardó meses en decírselo a sus padres.

“Terminó la preparatoria a distancia mientras me cuidaba y al mismo tiempo, convenció a sus padres de dejarla iniciar una formación técnica en educación infantil. Su abuela le había dejado una pequeña herencia, no sé cuánto era pero Omma dice que era poco para ser los únicos ahorros de una anciana, pero suficiente para que ella y yo pudiéramos vivir modestamente por tres o cuatro años.

Entonces, cuando se graduó de la preparatoria y cumplio la mayoría de edad, en lugar de entrar a la universidad, recurrió a su profesora y le pidió ayuda para encontrar trabajo fuera de la ciudad y así fue como llegamos a Gongju”

—¿Y tu papá, Min? —preguntó Yunho con cautela y vio como Changmin negaba con la cabeza solemnemente.

—Realmente nunca estuvo presente. Ni siquiera llevo su apellido. Él es Choi —explicó el maknae—. Cuando yo nací, él y mi mamá ya no eran pareja. Mi papá me visitaba los fines de semana cuando vivíamos en Seúl, pero solo se quedaba unas pocas horas.

Yunho sintió su corazón encogerse. Las madres solteras eran muy juzgadas por la sociedad y la mamá de Changmin no solo era madre soltera, sino también madre adolescente.

—Cuando nos mudamos a Gongju, comencé a verlo incluso menos —continuó el menor mientras Jaejoong usaba su mano libre para ponerla sobre su brazo—, me visitaba quizá cada dos meses y conforme crecí, sus visitas eran cada vez menos frecuentes. Omma nunca quiso hablarme de que pasó entre ellos, pero yo sospecho que irnos de Seúl también fue para alejarnos un poco más de él y su familia.

Yunho asintió con una sonrisa triste.

—De hecho me llamó la atención que se mudaran a Gongju —comentó Yunho con cautela—. Pocas personas migran desde la capital hacia la provincia.

Changmin suspiró.

—Realmente el motivo principal fue que mi mamá quería poder criarme sin que sus padres se involucraran —explicó el maknae—. No tengo todos los detalles, pero sé que mis primeros tres años de vida los pasó muy frustrada porque mis abuelos querían decidir absolutamente todo sobre mi crianza. Y mi madre no estaba dispuesta a que yo viviera la vida que ella vivió.

—¿La maltrataban? —Esta vez fue Junsu quien habló, su voz sonaba cautelosa y su rostro enmarcaba una expresión preocupada; él también le tenía cariño a la mamá de Changmin. Minnie negó con una sonrisa.

—Mis abuelos son buenas personas. Solo son muy estrictos y se preocupan mucho por las apariencias —continuó—. Mi madre es hija única y toda su infancia la pasó estudiando. Iba a la escuela en las mañanas y a un montón de clases avanzadas por las tardes. Apenas llegaba a casa a dormir, casi no tuvo oportunidad de jugar.

—Nuna dice que quería que Changmin pudiera vivir su infancia con tranquilidad —intervino Jaejoong—. Quería que pudiera jugar y tener amigos y que confiara en ella; que hablara con ella cuando tuviera dificultades o cuando necesitara un consejo.

Changmin apretó la mano de Jaejoong con una sonrisa antes de continuar.

—Y lo logró —les dijo a los amigos—. Tuve una infancia muy feliz, jugué hasta cansarme todos los días. Cualquier cosa que me preocupara la hablaba con mi mamá sin vergüenza y nunca me sentí asfixiado o presionado por llenar expectativas. Siempre supe que lo único que le importaba a mi mamá era que yo fuera feliz.

Los amigos se vieron conmovidos por la historia. Todos ellos sonreían con dulzura, Junsu incluso sentía un nudo en la garganta. Jaejoong acarició el brazo de Changmin con una expresión serena.

—Cuando conocí a Minnie, Seohyeon nuna tenía sólo 18 años —dijo con una sonrisa—. A todos les decía que tenía veintitrés, pero que se veía más joven. También decía que estaba casada y que el papá de Changmin trabajaba en el extranjero. Esto la protegía un poco de las opiniones de la gente. Pero mi mamá sabía la verdad.

Las bebidas habían quedado olvidadas en el centro de la mesa mientras la conversación se desenvolvía. Jaejoong sonrió suavemente y continuó:

—Me la presentaron como “Changmin omoni”, pero yo la llamaba “Nuna” porque se veía más chica que la mitad de mis hermanas —Yunho enmarcó un gesto de comprensión. Todo parecía estar tomando sentido—. Al principio mi mamá me regañaba mucho por ello, pero a Seohyeon nuna no le molestaba y cómo de todos modos ella nunca pudo hacer que Minnie me llamara hyung…

Jaejoong se encogió de hombros y Changmin y Junsu rieron.

—Eventualmente tanto mi mamá como la de Min se rindieron y dejaron que yo llamara a Seohyeon nuna, “nuna” y que Changmin me hablara por mi nombre —les explicó Jaejoong a los amigos—. Con el paso de los años pensé que quizá debía empezar a llamarla Omoni, pero se sentía incómodo; la he llamado nuna desde el día que los conocí.

De un momento a otro, la expresión de Jaejoong cambió por una de ternura y alzó su mano para peinar el cabello de Changmin dulcemente.

—Jamás voy a olvidar ese día, cuando conocí a mi Minnie Mouse —les dijo a los amigos en una voz que evocaba melancolía—. Era muy alto, pero de verdad era pequeñito. Me refiero a que sí actuaba como un niño de tres años. Era tímido, se escondía detrás de las piernas de su mamá con frecuencia y siempre llevaba con él un peluche enorme de Minnie Mouse.

—Era más grande que él — aclaró Junsu también sonriendo—. Recuerdo la primera vez que mi hermano y yo fuimos a jugar con Jaejoong-hyung después de que Min se mudó. Changmin sentaba a su Minnie Mouse en las escaleras para jugar con nosotros y cuando nos servían la merienda, iba por ella y comía mientras la abrazaba con el otro brazo.

—Apenas podía con ella ¿recuerdas? —le dijo Jaejoong a Junsu—. Seohyeon nuna dice que tardaban lo doble en llegar a la tienda solo porque Changmin se negaba a dejar a su Minnie en casa.

—¿Es por eso que Boo te llama Minnie Mouse? —preguntó Yunho, sabiendo que entraba en terreno peligroso.

Changmin levantó una ceja y le dedicó a Yunho una mirada retadora. Odiaba cuando alguien hacía referencia a aquel apodo. El resto de los amigos se echaron a reír, pero Yunho sintió un escalofrío. Jaejoong por otro lado, pellizcó la mejilla del maknae diciendo “¡Aigoo! ¡Mi Minnie Mouse!”

—Sólo deja que Jae-hyung lo llame así. Los demás podemos llamarlo Changminnie o Minnie, pero no Minnie Mouse —explicó Junsu y Changmin puso los ojos en blanco, pero no le impidió a Jaejoong que continuara tratándolo como a un bebé—. Cuando éramos niños, su mamá también lo llamaba Minnie Mouse, pero conforme crecimos dejó de hacerlo. Changmin siempre se molestaba si alguien trataba de llamarlo así, excepto Jae-hyung.

—¡Aigoo! ¡Mi Minnie Mouse es tan lindo! —dijo Jaejoong mientras reía y abrazaba a Changmin que veía a todos con una expresión de fastidio. Cuando Jae lo hubo soltado, Changmin fulminó a los demás con la mirada y después explicó:

—Cuando era bebé mi mamá me llamaba Minnie Mouse —relató el menor—. Yo no recuerdo esto, pero ella cuenta que ese peluche de Minnie lo ví en una tienda y lo quise porque se llamaba igual que yo.

—¡Aigoo! ¡Mi corazón! ¡Se está derritiendo! —dijo Jaejoong llevándose la mano al pecho en un gesto exagerado, como si estuviera muriendo de ternura. Changmin sonrió y puso los ojos en blanco.

—Obviamente cuando crecí dejé de jugar con el peluche y eventualmente le pedí a mi mamá que dejara de llamarme así.

—¿Y por qué Jae sigue llamándote así? —preguntó Yoochun con curiosidad. Él conocía mayormente la historia de los amigos, pero era la primera vez que se le presentaban tantos detalles.

Jaejoong que parecía estar teniendo un ataque de ternura respondió.

—Porque a mi nunca me pidió que dejara de hacerlo —Jae sujetaba su pecho con ambas manos y sonreía de oreja a oreja—. Yo lo empecé a llamar así muy niño porque su mamá también lo hacía y no me enteré de que él le había pedido a ella que se detuviera hasta hace unos años. Seohyeon nuna dice que una vez le preguntó, “¿Por qué dejas que Jae te siga llamando Minnie Mouse? y Minnie le respondió “Porque a él le gusta”

—Boo-hyung siempre es la excepción a todas las reglas de Changmin —explicó Junsu sonriendo y la habitación volvió a llenarse de exclamaciones de ternura. Changmin, ruborizado, les dedicó una mirada asesina que los amigos ignoraron para abrazarlo, pellizcarle las mejillas y decirle lo adorable que era. Junsu incluso le dió un beso en la frente, aunque después hizo un gesto de asco.

—¡Yah! ¡Están cambiando el tema! —dijo Changmin para quitarse a los amigos de encima—. El punto es lo mucho que Boo se decepcionó de mí la primera vez que me vió, ¿recuerdan?.

Jaejoong puso los ojos en blanco y los amigos rieron

—Cuando nos presentaron —apuntó Changmin mientras los demás retomaban sus posiciones— Boo estaba cruzado de brazos con un puchero y aún tenía los ojos rojos por haber llorado tanto.

Jaejoong se echó a reír, pero asintió.

—Mi mamá me convenció de ir con ella a saludar a Min y a su mamá y yo fui de mala gana —explicó Jaejoong con una risilla—. Pero tengo aquel momento marcado en mi memoria. Changmin abrazaba a su Minnie y solo me veía mientras nuestras madres nos decían que podíamos jugar juntos cuando quisiéramos. Yo aún estaba molesto, pero Min se veía adorable con su Minnie Mouse y su carita tímida.

—Tenía miedo de Boo —dijo Changmin con un tono solemne—. Pensé que me iba a tirar por las escaleras.

Jaejoong volvió a golpearlo.

—Me acerqué a él, aún un poco obstinado y le pregunté si quería jugar —continuó el mayor—. Le dije que su Minnie Mouse podía ser el bebé. Él me miró, luego miró a su mamá y después a su Minnie Mouse y al final dijo que sí muy bajito. El resto es historia.

El rostro de Jaejoong desbordaba felicidad, parecía que iba a explotar de amor al recordar aquella escena y como si no pudiera contenerse, se giró hacia Changmin y lo abrazó con fuerza, poniendo su mejilla contra la del menor. Changmin que llevaba un rato avergonzado por la anécdota, respondió al abrazo con la misma sonrisa que su hyung, estrechándose muy fuerte contra él. La calidez de aquel abrazo invadió al resto de los amigos que pronto se hallaron sonriendo con ternura.

Cuando Jae y Min por fin se soltaron, se miraron a los ojos y se dedicaron una enorme sonrisa y después Changmin rompió el momento tierno diciendo:

—Jaejoong era un tirano —la habitación se llenó de carcajadas—. Ese día me dijo que la Minnie Mouse iba a ser el bebé y para cuando me dí cuenta, el bebé era yo.

—¡Había olvidado eso! —gritó Junsu y después lanzó una de sus características risas—. Al principio peleaban todo el tiempo. Siempre estaban juntos y siempre querían jugar, pero terminaban peleando porque Jae quería que Min fuera el bebé en los juegos y Changmin decía que él ya era un niño grande.

Los amigos no podían parar de sonreír mientras los involucrados relataban los hechos.

—¡Aigoo! ¡Es que eras tan adorable! —le dijo Jae a Changmin pellizcando su mejilla y después se dirigió al resto de los amigos para explicar—. A la edad que tenía Min, los niños pasan por un periodo en el que necesitan que se les reconozca como niños mayores y no como bebés. Rechazan todo lo que se puede asociar con ser un bebé y buscan demostrar constantemente que ya crecieron. Minnie estaba justo en esa etapa; ahora lo sé. Y yo siempre le pedía que fuera el bebé en los juegos.

—Eventualmente lo resolvimos —dijo Changmin—. No recuerdo muy bien cómo, pero recuerdo estar llorando y Boo me abrazó y dijo que ya no tenía que ser el bebé si no quería. Desde entonces, la Minnie Mouse comenzó a ser el bebé y ambos la cuidabamos.

—¿Entonces la bebé tenía dos papás? —preguntó Yoochun, y Changmin y Jaejoong se echaron a reír y asintieron—. Bastante revolucionario.

—A veces uno era el doctor, o el maestro, o el tío —explicó Jaejoong—, pero a veces simplemente éramos dos papás. A veces Min era la mamá.

Changmin rió fuertemente, sujetándose el estómago por el esfuerzo. Cuando más o menos recuperó el aliento confirmó la información.

—Lo había olvidado por completo —dijo tratando de calmar su risa—. Por supuesto, jugábamos a otras cosas también, pero cuando jugábamos a la familia, a veces yo era la mamá e imitaba todo lo que mi Omma hacía.

—Creo que si yo hubiera querido jugar así de niño —apuntó Yunho con una expresión divertida—. Mis padres habrían tratado de corregirme. No recuerdo siquiera haber jugado con muñecos. En el jardín de niños a veces jugábamos a la familia, pero yo siempre era el papá o el hermano.

—Mi mamá siempre fue más abierta de mente, quizá porque era muy joven —explicó Changmin—. La mayoría de las veces era mi mamá quien nos cuidaba mientras jugábamos, e incluso cuando nos cuidaba Halmoni, tampoco nos regañaba. Siempre decía que este tipo de juegos prepararían a Jaejoong para ser un padre responsable.

—¿Halmoni? —preguntó Yoochun.

—Así le llama Min a mi mamá —explicó Jaejoong—. Con los años nuestras familias se hicieron muy cercanas, vivíamos prácticamente en el mismo espacio y mi mamá estaba decidida en proteger y apoyar a Seohyeon nuna tanto como fuera posible.

—Entonces ustedes son casi como hermanos —apuntó Yunho e inmediatamente los rostros de Changmin y Jaejoong se contorsionaron en una mueca incómoda.

—Odian que la gente insinúe que son hermanos —explicó Junsu—. No hay manera más sencilla de ponerlos incómodos.

—¿Por qué? —preguntó Yunho extrañado. Los amigos estaban sentados cruzados de brazos y todo su lenguaje corporal demostraba que rechazaban la idea profundamente.

—Porque no somos hermanos —dijeron al unísono. Como si hubieran dado esa explicación montones de veces.

—Pero crecieron casi cómo si lo fueran, ¿No? —insistió Yunho y Junsu lo miró y negó con la cabeza, como diciéndole que ni siquiera valía la pena intentarlo.

—No —respondieron ambos amigos y después Jaejoong continuó con la explicación:

—Crecimos juntos, es cierto —dijo seriamente—, pero no exactamente en la misma casa. Además a mi me criaron mis padres y a Changmin su madre. Solo pasabamos mucho tiempo juntos, pero no como hermanos.

—¿Pero no acabas de decir que vivían en el mismo espacio? —preguntó Yunho y Jaejoong asintió antes de continuar.

—Sí, pero aún así, nuestras casas estaban separadas. Mi casa es muy vieja, pero es grande. La mitad del primer piso lo ocupa el restaurante de mis padres y detrás de él hay un jardín y al fondo, un trastero. El departamento de Changmin y Seohyeon nuna estaba arriba del trastero.

—De cierto modo nos separaba el jardín y el restaurante —continuó Changmin mirando a Jaejoong—. La entrada de la casa de Boo está a un lado del negocio de sus papás. Del otro lado de éste, había un pasillo que era por donde mi mamá y yo entrábamos al jardín y desde ahí a nuestra casa.

—El jardín del restaurante y el de mi casa estaban separados —explicó Jaejoong—. Si yo quería ir a casa de Changmin tenía que salir por la puerta delantera, rodear el restaurante y subir a su departamento.

—Aunque eventualmente aprendimos a saltar la valla entre los dos jardines —dijo Changmin riendo—. Lo que es cierto, es que pasábamos casi todo el tiempo en la casa del otro. En las tardes mi mamá cuidaba a Jaejoong hasta que el restaurante cerraba y en las noches seguíamos jugando en casa de Jae, pero después cada uno dormía en su propia casa.

—¿Tu mamá cuidaba de Boo? —preguntó Yunho. Changmin, Jaejoong y Junsu asintieron.

—Pocos días después de que Min llegó a Gongju, cuando Nuna volvía de trabajar, con Changmin dormido en brazos, vió que yo le estaba dando problemas a mi mamá en el restaurante —explicó Jaejoong—. Se suponía que mis nunas debían cuidarme, pero no me ponían mucha atención y yo lograba colarme al negocio y quería jugar ahí. Seohyeon nuna vio como mi mamá estaba perdiendo la paciencia y me llamó “Jaejoong-ah, ¿Me ayudas a cuidar a Changmin?”. No lo pensé dos veces y fui con ella.

—Poco después, mi mamá y Halmoni hicieron un trato —continuó Changmin—. Mi mamá cuidaría a Boo por las tardes, después del trabajo y a cambio, no tendríamos que pagar renta.

—De hecho fue Seohyeon nuna quién comenzó a llamarme Boo —dijo Jaejoong con una sonrisa melancólica que pronto se reflejó en el rostro de Changmin, quien continuó con la explicación:

—Cuando lo conocimos, Jae tenía la costumbre de esconderse para asustar a los demás y saltaba de repente haciendo ¡Boo! —dijo Changmin tomando la mano de Jaejoong nuevamente—. Era muy lindo. Nuestras madres cuentan que yo reía mucho cada vez que lo veía hacer aquello. Mi mamá y yo comenzamos a llamarlo Boo por eso y pronto ya todos lo llamaban así.

Jaejoong se echó a reír ante el recuerdo.

—De hecho, también fue Seohyeon nuna el primer adulto en saber que yo era gay —dijo Jaejoong entre risas—. Yo aún ni siquiera sabía lo que significaba ser gay, pero nuna sabía que yo lo era.

—¿A qué te refieres? —preguntó Yunho desconcertado.

—Cuando Min era pequeño estaba enamorado de mi hermana Soonli —comenzó Jaejoong y el mencionado esbozó un gesto melancólico.

—¡Soonli nuna! Mi primer amor —dijo Changmin entre suspiros y la sala explotó en risas—. Recuerdo que lloré muchísimo cuando tuvo novio por primera vez. Creo que yo tendría unos seis años. Mi mamá y Jaejoong se pasaron la noche consolándome.

—¿Qué edad tenía tu hermana? —preguntó Yunho con una expresión divertida.

—Es seis años mayor que yo —dijo Jaejoong conteniendo la risa—, debía tener 14 o 15. A Changmin siempre le han gustado las nunas. Mi hermana le gustó desde los 5 hasta los 9 años más o menos. Siempre decía que cuando creciera se iba a casar con ella.

El lugar se llenó de risas nuevamente. Changmin alternaba sus brazos entre sujetarse el estómago y aplaudir.

—Mi mamá está muy en contra de que se les pregunte a los niños por novios o novias —explicó el maknae cuando pudo calmar su risa un poco—. Hasta hoy en día no sabe de donde saqué la idea, pero empecé a hablar de casarme con Soonli nuna desde que era muy chico y fue así como Boo salió del closet sin darse cuenta.

Jaejoong asintió con una sonrisa y continuó la anécdota.

—Teníamos quizá nueve y siete años. Estábamos cenando en el departamento de Changmin junto a su mamá cuando Min dijo que se quería casar con mi Nuna y luego me preguntó con quien quería casarme yo —relató Jaejoong tratando de no reír—. Creo que H.O.T no tenía mucho de haber debutado y al principio a mi me gustaba Jaewon, pero ese día respondí que Kangta.

Los amigos estallaron en risas. Yoochun rió tan fuerte que las orejas de Mickey Mouse cayeron por su rostro y Junsu se apresuró a ponérselas en la cabeza otra vez.

—Seohyeon nuna dice que se sorprendió un poco, pero no dijo nada —continuó Jaejoong mientras reía—. Por el contrario, le preocupó que Changmin fuera a corregirme y decirme que solo me podía casar con una chica, pero entonces Min dijo “¿En serio? Pensé que dirías que con Jaewon”

Changmin rió también y estiró su brazo para rodear los hombros de Jaejoong.

—Fue entonces que mi mamá se dio cuenta que yo siempre había sabido que a Boo le gustaban los chicos —explicó antes de darle un beso en la mejilla a su amigo y Yunho nuevamente se sorprendió del nivel de skinship que practicaban entre ellos—. Para mí no era nada extraño porque para entonces, ya lo había escuchado decir un montón de veces que tal o cual chico le gustaba.

—Cuando ya era más grande, entendí que eso tenía un nombre y que no era bien aceptado por la gente —continuó Jaejoong—, pero para entonces, yo sabía que podía hablar abiertamente de ello tanto con Changmin como con Seohyeon nuna y eventualmente también con Junsu y Junho.

Junsu asintió con una sonrisa y continuó la explicación.

—Yo y mi hermano también pasábamos mucho tiempo en casa de Changmin, jugando con ellos. —Les relato mientras apuntaba a Min y Jae—. A veces incluso nos quedábamos a dormir. Su mamá también nos cuidaba de vez en cuando.

Jaejoong asintió antes de continuar.

—Nuna cuidó de mí en las tardes por años y a veces también de Junsu y Junho y de algunos otros amigos del vecindario —explicó—. Hasta que entró a la universidad. Una vez que tanto Changmin como yo éramos lo suficientemente grandes para no meternos en problemas si no nos estaba supervisando.

—Creo que yo tendría ocho o nueve años cuando mi mamá comenzó a estudiar —apuntó Changmin con un rostro pensativo.

—Creo que sí, porque Nuna estaba haciendo la tésis para el tiempo que tú saltaste un curso en la secundaria —aclaró Jaejoong—. Y tenías trece entonces. Recuerdo que Nuna estaba muy enojada y con el estrés de la universidad se molestó aún más.

—¿Enojada? ¿Por qué estaba enojada? —preguntó Yoochun con un rostro de desconcierto.

—No quería que adelantara porque decía que era demasiada presión. Cuando era niña ella también había saltado un curso y lo recordaba como una muy mala experiencia —explicó Changmin—. De hecho, yo tenía la opción de omitir dos cursos, pero mi mamá se opuso por completo.

—El problema no era sólo el tema de la presión —intervino Junsu—. Omoni estaba muy molesta porque Changmin quería adelantar solo para estar con Boo en la preparatoria.

Yunho pensó que Changmin volvería a reaccionar avergonzado como había hecho hacía un rato, pero no fue así, su amigo se echó a reír y asintió. Después estrechó el abrazo con el que rodeaba los hombros de Jaejoong.

—Yo de verdad quería estar todo el tiempo con mi Boo —dijo sin pena alguna y nuevamente besó la mejilla del mayor mientras le dedicaba una expresión amorosa—. En aquel momento solo sabía que me estaban ofreciendo terminar el primer año de secundaria y pasar directamente a la preparatoria. Boo entraba a la preparatoria ese mismo año, así que estaríamos en el mismo curso, pero mi mamá se negó rotundamente.

—Min pasó fácilmente un mes tratando de negociar con ella —dijo Jaejoong y tanto Changmin como Junsu asintieron—. Yo le decía que no era necesario, que se tomara las cosas con calma, pero Minnie estaba decidido. Al final el mejor acuerdo al que llegaron es que sí, podría adelantar, pero solamente un curso.

—Yo no estaba del todo contento con eso —explicó Changmin—, pero aún así me funcionaba. Pasaría a la preparatoria un año antes y aunque no estuviéramos en el mismo curso, seguiríamos estando en la misma escuela por al menos dos años.

—¿Por qué era tan importante estar juntos en la escuela? —preguntó Yoochun con una expresión de desconcierto—. Si de todos modos ya estaban juntos el resto del día.

Changmin se encogió de hombros, pero no respondió. Junsu en cambio, continuó en un tono un poco fastidiado.

—¿Recuerdan que hace unas semanas, estaban hablando de lo extraña que es la rutina de estos dos cuando están separados? —le preguntó a Yunho y Yoochun, mientras apuntaba a los otros dos amigos—. ¿Cómo es extraño que no dejen de hablar a pesar de tener 16 horas de diferencia horaria entre ellos?

—Sí —respondió Yunho y vió como Changmin y Jaejoong se miraban a los ojos y reían entre dientes—. Y tú nos dijiste que nos sorprenderíamos de saber todo lo que habían llegado a hacer para estar juntos.

Junsu asintió con una expresión divertida.

—Cuando Jae-hyung entró a la primaria, Changmin estaba aún en preescolar, pero aprendió a leer antes que todos nosotros porque se empeñaba en estar con Boo mientras hacía la tarea —comenzó Junsu—. Un poco más mayores, Min quería tomar clases de inglés, pero entonces Boo-hyung empezó a estudiar japonés y después estaban los dos idiotas estudiando kanjis y no sé qué tanto más.

Changmin y Jaejoong se echaron a reír pero asintieron

—Yo estaba en clases de canto —continuó Junsu— y un día Jae-hyung dijo que él también quería aprender a cantar y antes de que me diera cuenta, ya tomábamos clases los tres juntos.

—¡Oh! ¡El club de fans de H.O.T.! —dijo de repente Jaejoong, alzando la mano como si tuviera algo importante que aportar en clase— ¡Minnie iba a las reuniones conmigo!

—Bueno, pero a todos nos gustaba H.O.T. —dijo Changmin encogiéndose de hombros y Jaejoong continuó con una risilla

—Sí, pero este club se llamaba “Las novias de H.O.T.”

La sala explotó en risas y Changmin se sonrojó un poco pero no negó la información.

Una vez al año, Changmin y su mamá visitaban a sus abuelos en Seúl —continuó Junsu con los ejemplos—, pero Seohyeon omoni dice que Min se lamentaba tanto porque extrañaba a Jaejoong-hyung, que eventualmente comenzó a invitarlo con ellos al viaje.

Jae les guiñó un ojo e hizo el signo de victoria.

—De verdad siempre tenían que estar juntos —comentó Junsu en un tono un poco más serio—. Las pocas veces que algo los separaba, se les veía miserables. Recuerdo cuando Jaejoong-hyung comenzó a tener novio en la preparatoria; Changmin parecía un gatito perdido.

Yunho se giró a mirar a los amigos y pensó que encontraría a Changmin avergonzado o nervioso, pero no fue así. Jaejoong esbozaba una media sonrisa, como quién explora un recuerdo con añoranza. Parecía tranquilo, y Changmin daba la impresión de estarlo también, pero de algún modo, algo en su postura o en su rostro parecía tenso, su mirada perdida.

—Comenzó a pasar más tiempo conmigo y con mi hermano —continuó Junsu—. Incluso por fin se apuntó al equipo de fútbol de la escuela. Junho-hyung y yo llevábamos mucho tiempo insistiéndole, pero él no quería. Nosotros pensábamos que se negaba porque era justo a la hora de las prácticas cuando él y Jaejoong-hyung hacían la tarea juntos.

—¿Pero por qué dices que parecía un gatito perdido? —preguntó Yoochun con una expresión curiosa y después hizo contacto visual con Yunho y el mayor supo que ambos estaban pensando lo mismo.

Desde su integración a lo que hoy era el OT5, Yunho se había visto muy intrigado por las interacciones de esos dos. Al principio pensaba que eran pareja, luego que no, pero que estaban enamorados, luego que al menos Changmin sí estaba enamorado de Jaejoong y luego al revés.

Este tema lo había discutido con Chunnie en varias ocasiones, ambos un poco preocupados, pero mayormente confundidos. Con el tiempo entendió que sí, Jaejoong estaba enamorado de Changmin. No era algo que hablara abiertamente, pero tanto Yoochun como Junsu lo habían escuchado directamente de él en alguna ocasión.

Pero Changmin era un verdadero misterio.

Si alguien le hubiera dicho a Yunho que solo uno de sus dos amigos estaba enamorado del otro, definitivamente habría pensado que ese era Changmin. Aún recordaba lo desconcertado que se sintió cuando, unos pocos días después de que los amigos lo integraran al grupo, uno de ellos mencionó que por fin Changmin ya no sería el único heterosexual.

“¿Heterosexual?” Había pensado Yunho “pero si no le quita las manos de encima a Jaejoong…”

Con el tiempo se dió cuenta de que el maknae solía ser muy cariñoso físicamente, no solo con Jae, sino con todo el grupo. Sin embargo, la mayoría de sus muestras de cariño solían ser algo bruscas. Los abrazaba pero palmeaba sus espaldas con tanta fuerza que los dejaba adoloridos, revolvía su cabello sin delicadeza alguna, a veces se sentaba en sus regazos pero solo lo hacía cuando los estaba molestando y en algunas ocasiones, les decía cosas tiernas, pero en ellas siempre se podía encontrar un insulto:

“Eres tan lindo Su-yah, lástima que hasta un delfín tenga un IQ mayor al tuyo”.

En contadas ocasiones, tenía algunos gestos cariñosos que se podían sentir gentiles. Cómo aquella vez en que Yoochun había colgado el teléfono con su familia en Estados Unidos y se había puesto a llorar por lo mucho que los extrañaba. Changmin lo había abrazado, le había brindado palabras de aliento y le había dado un beso en la frente; pero esto pasaba poco y solo en momentos muy puntuales y muy vulnerables.

Pero con Jaejoong era diferente. Con él, portarse de aquella manera tan amorosa, no era la excepción, era la norma:

No era extraño estar conviviendo los cinco y de repente notar como Changmin casualmente tomaba su mano. O ver como de un modo u otro, así estuvieran en extremos contrarios de la mesa o de la habitación, Min terminaba a un lado de Jaejoong. Observar cómo a lo largo de una conversación casual, el brazo del maknae acababa rodeando los hombros del mayor, ver a Jae recostado en el sillón, viendo la televisión mientras Changmin, sentado a su lado, acariciaba su cabello.

No recordaba cuántas veces había visto a Changmin besar a Jaejoong. Quizá no sus labios, pero sus mejillas, su sien, su coronilla, incluso el dorso de su mano cuando se entrelazaba con la de él.

Hasta sus palabras sonaban románticas. Era usual escuchar a Changmin decir “Nuestro hyung”, “Nuestro Junsu”, pero siempre era “Mi Boo”. Cómo si no estuviera dispuesto a compartirlo.

Y todos esos “te amo”.

No eran tan frecuentes como cuando una pareja los dice, pero eran tan espontáneos, que parecían ser de la mayor significancia. Algunas veces estaban ahí en medio de una llamada telefónica, otras, después de haber pasado horas riendo y charlando; pero las más singulares de todas, las que hacían sentir a Yunho como un completo intruso, eran aquellas que se pronunciaban en susurros en el oído del otro, en medio de una conversación casual entre los cinco, cómo si creyeran que nadie lo notaría.

Pero al mismo tiempo que el maknae daba todas aquellos indicios de estar locamente enamorado del mayor de sus hyungs, también parecía no tener el mínimo interés en él.

Yunho lo había visto tomar el café con Jaejoong por la mañana, mientras le decía lo lindo que era y le daba tres besos seguidos en la mejilla; y por la noche del mismo día, había presenciado cómo se iba del club donde estaban con una chica tomada por la cintura.

En otra ocasión, Yunho vió a Changmin quitarse su abrigo para ponerlo sobre Jaejoong y proceder a abrazarlo por un largo rato, con la excusa de darle calor, pero un par de horas más tarde, cuando Yunho volvía a su dormitorio por la madrugada, pudo ver a Changmin besando a Jung Sooyeon mientras ella lo guiaba en silencio hacia su edificio.

Changmin era muy popular con las chicas. Tenía sexo casual mas frecuentemente que cualquiera del OT5 e incluso se había ganado de una reputación en la universidad. Las chicas lo amaban porque las trataba con respeto y era claro con sus intenciones, nunca presumía de habérselas llevado a la cama y los rumores decían que sabía lo que hacía en ella.

Con frecuencia, Yunho y Changmin iban a clubs gays con el resto del OT5 y de un modo u otro, el menor se las arreglaba para encontrar en ellos a chicas hetero o bisexuales y terminaba pasando la noche con ellas.

Yunho lo había visto más de una vez desviar la mirada con disimulo para seguir a una chica que caminaba cerca de ellos, o hacía fila para comprar un café, o que bailaba con sus amigas en algún club, pero jamás lo había visto ponerle atención a un hombre. Jamás lo vió tener aquellos deslices a los que él mismo Yunho no era ajeno. Cómo observar disimuladamente el trasero de Junsu, o distraerse con las clavículas de Yoochun cuando usaba camisas de cuello amplio, o con sus labios que parecían los de una chica.

Changmin solo veía a Jaejoong. Lo veía más de lo que veía cualquier otra cosa o a cualquier otra persona. Parecía sólo tener ojos para él, pero en aquellas miradas, Yunho nunca pudo encontrar lujuria, nunca pudo encontrar deseo. Cosas que encontraba fácilmente cuando lo veía interactuar con mujeres.

—Por aquel tiempo, Minnie estaba muy triste —continuó Junsu—. A veces incluso se veía ausente, se reía menos. Cosas que antes los veíamos siempre hacer juntos, comenzó a hacerlas solo, o incluso dejó de hacerlas por completo.

Jaejoong se sujetó el pecho como si estuviera adolorido y acto seguido abrazó a Changmin por la cintura, descansando su rostro sobre el hombro del menor.

—Mi Minnie Mouse —dijo Jae con una voz tierna— Te dejé muy solito.

Changmin le dedicó una sonrisa antes de contestar.

—Nunca me dejaste solo, hyung —y Yunho notó cómo era la primera vez en la noche que lo llamaba de aquella manera—. Pasabas mas tiempo con el idiota de Hyunjoong, pero es natural cuando uno tiene pareja. También te aseguraste de estar conmigo cuando te necesitaba. Sólo era un mal momento.

—¿Por qué un mal momento? —preguntó Yunho con curiosidad, y Changmin volvió a sonreír, pero esta vez, amargamente.

—Mi papá —respondió— Fue justo en aquel tiempo cuando mi papá se mudó a América.

Jaejoong estrechó el abrazo en Changmin por unos segundos y después se incorporó para acariciar su cabello, pero el maknae le dedicó una sonrisa otra vez, mientras le aseguraba que ya estaba bien, que ya habían pasado muchos años.

Yunho decidió no preguntar. Aquello nuevamente sonaba demasiado privado, pero el menor solo se cruzó de brazos, y apoyándose en la mesa, se inclinó hacía sus amigos y continuó hablando.

—¿Ven como les hablé sobre mi papá no estando presente? —preguntó y Yoochun y Yunho asintieron—. Bueno, yo era muy pequeño para comprender que si no estaba, era porque no quería.

Yunho sintió un nudo formarse en su garganta cuando escuchó a su amigo pronunciar aquellas palabras, pero Changmin sonrió resignado y continuó.

—Para mí, mi papá era lo máximo —explicó el maknae—. Era el más fuerte, el más inteligente, el más importante. Era el mejor papá.

Yunho vió como Jaejoong se mordía el labio y cruzaba los brazos sobre su pecho.

—Cada vez que venía a visitarme, yo era el niño más feliz del mundo —continuó—. Me llevaba de paseo, al cine, al zoológico, al parque de juegos. Jugaba un montón conmigo, me contaba historias, me cargaba en sus hombros. De verdad era el mejor papá, pero solo duraba un día y al día siguiente él ya estaría en Seúl, siendo un hombre soltero y sin hijos.

Yunho no sabía que decir, por algún motivo sentía que tenía que consolar a su amigo, pero no tenía idea de como hacerlo.

—El problema fue que, cuando entré en la pubertad, comenzó a tener opiniones negativas sobre mi crianza —Changmin soltó una risilla sarcástica—. Esto por supuesto le enfurecía a mi mamá. Nunca los ví pelear, pero sabía que cuando mi papá me llevaba de regreso a casa y ambos salían a hablar un rato, era para discutir. Siempre volvían malhumorados.

—¿Qué era lo que no le gustaba? —preguntó Yoochun con delicadeza. Y Changmin sonrió amargamente antes de responder.

—Decía que yo era demasiado sensible para ser hombre, demasiado cariñoso. Y culpaba a mi mamá por ello —respondió mientras se encogía de hombros—. Alguna vez me llevó a comer a un restaurante y yo estaba tan feliz que lo abracé y le dije que lo quería. Él solo me dió unas palmaditas incómodas en la espalda y respondió “yo también”, pero cuando estuvimos sentados, dijo que esas cosas no se decían en público.

Yunho había perdido la cuenta de cuántas veces había sentido su corazón encogerse por su amigo esa noche.

—Nunca me dijo nada directamente —continuó Changmin—, pero una vez hizo muchas preguntas sobre Jaejoong. Creo que no le gustaba que mi mejor amigo fuera gay, pero probablemente sabía que si decía algo malo sobre Boo, yo no volvería a dirigirle la palabra.

—¿Y fue mientras pasaba eso que se mudo a América? —preguntó Yunho, tratando de tener tacto en la conversación.

Changmin asintió.

—Pero esa no fue la peor parte —dijo con una sonrisa amarga—. La peor parte, es que se estuvo preparando por más de un año para esa mudanza, pero mi mamá y yo nos enteramos apenas un mes antes de que partiera.

—¡Fuck! —dijo Yoochun en voz alta, y después se llevó la mano a la boca rápidamente, avergonzado—. Lo siento Minnie.

Changmin le dedicó una sonrisa resignada.

—Por aquel tiempo yo aún no entendía que simplemente era un mal padre —continuó el maknae, su voz ligeramente alterada—. Más bien pensaba que era yo el problema.

Jaejoong, que parecía estar al borde de las lágrimas, se inclinó para abrazar a Changmin desde atrás.

—Tú nunca fuiste el problema —le dijo con una expresión adolorida.

Changmin sonrió con dulzura y se giró para observar el rostro de Jaejoong que descansaba a la altura de su hombro. Se estiró un poco para poder darle un beso en la coronilla y después continuó, con los brazos de Jaejoong aún alrededor de su cintura.

—Fue por el tiempo en que me enteré que mi papá se iba del país —explicó el maknae—, que Jaejoong comenzaba su primer noviazgo.

Junsu asintió y tomó la palabra.

—Min estaba muy triste en ese tiempo —explicó con un gesto amargo—. Sobre todo por lo de su papá, pero al mismo tiempo, estaba pasando menos tiempo con Jae-hyung y supongo que lo extrañaba mucho.

Changmin asintió y Jaejoong lo abrazó con más fuerza y susurró “perdón”

—¡Aigoo!, ¡Mi Boo!, no tienes nada de que disculparte —dijo Changmin, retirando los brazos de Jaejoong de su cintura para poner los propios alrededor del mayor— Nunca fuiste un mal amigo, no me dejaste solo ni por un momento. Cada vez que recuerdo haberme sentido muy mal, tu estabas ahí a mi lado.

El menor le dio un beso en la frente a su hyung, peinó su cabello hacia atrás con una mano y mirándolo a los ojos continuó:

—No hiciste nada malo, Boo. Estabas haciendo tu vida y eso está bien —le dijo con seguridad y después su rostro esbozó una sonrisa traviesa—. Claro que hubiera estado aún mejor si no hubiera sido con ese idiota…

Jaejoong se echó a reír y se incorporó en su asiento, soltándose del abrazo del maknae.

—¿Qué fue exactamente lo que hizo Joonghyun? —preguntó Yunho. Este era otro tema del que había querido preguntar desde hacía bastante tiempo.

—Hyunjoong —corrigió Jaejoong—. Realmente, él no hizo nada…

Changmin se giró a verlo, alarmado, como si no pudiera creer lo que Jaejoong acababa de decir.

—Minnie, ya suéltalo —le dijo Jaejoong firmemente—. No fue Hyunjoong quien…

—Tampoco lo vi hacer nada para detenerlos, ¿O sí?—lo interrumpió Changmin con un tono retador.

—No, pero a esa edad…—continuó Jaejoong.

—¡No me vengas con esa mierda porque tú tenías la misma edad! —La voz de Changmin comenzaba a elevarse, parecía profundamente indignado—. ¡Yo era dos años menor!

—Lo sé Minnie y te lo voy a agradecer siempre, pero…

—¡No! No necesito que me agradezcas —respondió Changmin molesto—. Lo que necesito es que dejes de justificar a ese imbécil.

—Min, tú no entiendes el pánico que él pudo sentir…

—¿Pánico? ¡¿Pánico?! —respondió Changmin indignado— ¡Pánico el que…!

—Tú nunca has tenido que salir del clóset, Changmin. —Estas palabras tuvieron un efecto inmediato en el menor. Apenas escucharlo, se quedó en silencio, su argumento perdido en algún lugar del olvido. Yunho observó como abría y cerraba la boca, como buscando que decir, pero finalmente la cerró, se reacomodó en su asiento, cruzó los brazos sobre su pecho y sin mirar a Jaejoong, pronunció:

—Lo siento —Fue todo lo que dijo. Su voz avergonzada, su postura incómoda.

—Ahora entiendo incluso menos —dijo Yunho tímidamente—. ¿Qué fue lo que hizo, o no hizo Hyunjoong?

Jaejoong suspiró.

—Mayormente, Hyunjoong fue un buen novio —explicó Jaejoong y Yunho observó como Changmin resoplaba por lo bajo. Si el mayor lo escuchó, no dijo nada—. Me trataba bien, era muy romántico y cariñoso, pero sus padres eran muy religiosos y teníamos que esconder nuestra relación. Al final terminó conmigo porque de un momento a otro, decidió que era heterosexual.

—Los papás de Hyunjoong-hyung eran los ministros de la iglesia a donde van mis papás —intervino Junsu.

—Ese estúpido ni siquiera se merece que lo llames Hyung —dijo Changmin con un tono severo.

—¡Shim Changmin! —lo reprendió Jaejoong y Changmin hizo una mueca de disgusto, pero volvió a cerrar la boca.

—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos? —preguntó Yunho.

—Casi un año —respondió Jaejoong—. Comenzamos a salir en enero, cerca de mi cumpleaños y creo que terminamos en diciembre.

—Sí —apuntó Junsu de repente—, porque pasaste esa navidad en el hospital.

La sala se quedó en silencio por unos segundos. Yunho estaba inseguro de cómo continuar y aún más inseguro de querer saber lo que venía, pero tomó aire y preguntó.

—¿Por qué estabas en el hospital, Boo?

Changmin, como si no pudiera contenerse más, se irguió en su asiento y habló con rudeza.

—Porque el hermano de ese idiota y sus amigos lo golpearon.

La sala volvió a quedarse en silencio y Yunho observó como Jaejoong le dedicaba una mirada severa al maknae. En cuanto Changmin la sintió, hizo contacto visual con él, desafiante, como retándolo a que lo contradijera, pero Jaejoong solo frunció ligeramente los labios molesto y fue como si a Min lo recorriera un escalofrío.

—Lo siento, hyung —dijo agachando la cabeza—. Estoy siendo un patán, ¿cierto?

Jaejoong no respondió y se giró hacia Yunho para continuar con un tono afable.

—Yoongjoong, el hermano mayor de Hyunjoong, encontró nuestros chats de cuando rompimos y pensó que yo estaba desviando a su hermanito —dijo con una sonrisa amarga—. Ese día yo estaba solo porque me había quedado a esperar a Hyunjoong afuera de la escuela, quería arreglar las cosas; pero cuando no llegó, decidí irme a casa. Yoongjoong me interceptó en el camino, en un atajo que siempre tomaba y donde no solía haber mucha gente, y él y sus amigos comenzaron a golpearme. Eran tres.

Yunho enmarcó una expresión de terror. No sabía qué hacer con aquella información, su corazón estaba acelerado en su pecho.

—Una amiga nuestra los vió. Eunhye —dijo Junsu de repente—. Corrió a avisar a los padres de Jaejoong-hyung, pero a medio camino se encontró a Changmin y se lo dijo.

Una sonrisa amarga se cruzó por el rostro de Jaejoong, parecía contener un montón de sentimientos, la dulzura y el dolor eran los más evidentes de ellos.

—Changmin corrió a ayudarme —relató Jaejoong— se interpuso entre ellos y yo y lo golpearon a él también, quizá incluso con más rabia que a mí.

Jaejoong cerró los ojos y esbozó una mueca de dolor ante el recuerdo. La mano de Changmin se coló detrás de él y como si fuera una señal, pronto los dos amigos estaban abrazados.

El abrazo fue un poco incómodo de ver, Yunho, Yoochun y Junsu se miraron entre ellos. Sentían que estorbaban, que no debían estar ahí. Escuchaban como los amigos hablaban en susurros, el rostro de Jaejoong estaba oculto en el cuello de Changmin y el menor sostenía su cabeza y hacía sonidos de arrullo, tratando de calmarlo.

Podían entender poco de lo que hablaban, pero escuchaban claramente cómo Changmin decía una y otra vez “No fue tu culpa”.

Una vez estuvieron un poco más tranquilos, soltaron el abrazo y de manera casi automática, Jaejoong pidió una disculpa al resto de sus amigos. Su cabeza incluso se inclinó en una reverencia.

—No pidas disculpas, Boo —dijo Yoochun mientras estiraba su mano sobre la mesa para sujetar la de su amigo—. Fue un evento traumático; por supuesto que vas a reaccionar al hablar de ello.

—No tienes que hablarlo, Boo —continuó Yunho, estirándose para acariciar el brazo de Jaejoong—. Lamento haber hecho tantas preguntas; y sobre todo lamento mucho que hayas pasado por algo tan difícil.

Jaejoong negó con la cabeza y con el dorso de su mano limpió bruscamente una lágrima furtiva.

—Lo que más me duele es que lastimaran a Min —explicó—. Yoongjoong y sus amigos tenían dieciocho años, yo tenía dieciséis, pero Min tenía catorce. Y él no estaba involucrado en absoluto, pero lo hirieron porque me estaba defendiendo.

—Hubo testigos —dijo Junsu—. Declararon más tarde porque los padres de Jae-hyung denunciaron a Yoongjoong. Dijeron que cuando Min llegó, trató de hacerles frente y ellos, burlándose, le preguntaron si era su novio. Changmin les dijo que sí, con la frente en alto, mientras tres tipos cuatro años mayores que él se le iban encima a los golpes.

Yunho hizo una mueca de dolor al escuchar aquello.

—¿Y sabes quién estaba entre los testigos? —dijo Changmin de repente—. El mismísimo Kim Hyunjoong. Y no hizo nada por detener a su hermano, se quedó congelado viendo como pasaba todo y no movió un solo músculo.

Jaejoong puso su mano sobre el brazo de Changmin, como recordándole que debía ser más considerado con sus palabras. El menor hizo contacto visual con él, tomó aire y continuó.

—Al hijo de puta de Kim Yoongjoong solo le dieron treinta horas de trabajo comunitario —explicó, su voz tratando de contener la rabia—. Y mi Boo fue a parar al hospital por dos semanas.

Yunho miró a Jaejoong sin saber qué decir.

—Me fracturaron la nariz —explicó Jaejoong con una sonrisa amarga—. Tuvieron que operarme. Si no fuera por eso, habría pasado mucho menos tiempo en el hospital; pero Minnie también quedó muy lastimado.

—La policía llegó antes de que pasara a mayores —explicó Junsu—. Creo que solo gracias a eso Min no tuvo ninguna fractura. Estuvo en el hospital unos días solamente, pero cuando lo dieron de alta no fue a casa del todo. Se quedó acompañando a Jaejoong-hyung.

El mayor volvió a sonreír amargamente.

—En mi tiempo en el hospital, nunca estuve solo —explicó Jaejoong—. Mis padres venían todos los días por varias horas y el resto del tiempo, mis hermanas y Seohyeon nuna se turnaban para hacerme compañía; pero Min estuvo conmigo prácticamente todo el tiempo. Dormía en un sofá reclinable que estaba ahí para las visitas y aunque yo le pidiera que fuera a casa y que descansara, al final apenas iba a ducharse y volvía conmigo.

Junsu soltó una risilla antes de intervenir.

—La mamá de Changmin no podía convencerlo de ir a casa —les relató—. Estaba muy preocupada por él porque aún estaba herido, pero eventualmente se resignó a que no podía separarlo de Jaejoong y continuó cuidando de él en el hospital.

“Mi hermano, yo y el resto de nuestro grupo de amigos lo visitábamos también casi todos los días, pero solo nos quedábamos un par de horas. Recuerdo que Yeonhee solía molestarlos porque siempre los encontrabamos acurrucados en la cama.”

—Mi Boo estaba muy triste por aquel tiempo —explicó Changmin con una expresión seria—. Por supuesto, aún estaba enamorado del idiota de Hyunjoong y tenía que lidiar con un corazón roto y con todas las heridas físicas y emocionales que le había dejado el evento. Yo trataba de consolarlo tanto como fuera posible.

Junsu asintió con un rostro tan serio como el de Changmin. Jaejoong tenía una sonrisa triste sobre los labios.

—Nos la pasabamos llorando casi todo el día —comentó Jaejoong—. Por supuesto era yo el que siempre comenzaba a llorar, porque estaba aún muy lastimado y asustado por lo que había pasado, porque sentía mucha culpa por haber involucrado a Min en ello y porque Hyunjoong no me visitó ni una sola vez. Min siempre me abrazaba y me escuchaba llorar y decir todo lo que me estaba lastimando y pronto los dos estábamos llorando como un par de idiotas.

Changmin y Jaejoong rieron. Aún se veían un poco tristes, pero más relajados. El resto de los amigos sonrió al verlos.

—Recuerdo que un día —continuó Jaejoong—, yo llevaba horas llorando cuando Min me dijo, “Ojalá pudiéramos amarnos como pareja ¿No crees, hyung? Todo sería más fácil porque yo te amaría como tú te mereces”. Me conmoví tanto que empecé a llorar mucho más fuerte mientras lo abrazaba, incluso una enfermera me escuchó y entró a revisar que estuviera bien.

Yunho esperaba ver a Changmin avergonzado; si hubiera sido él quien le hubiera dicho esas palabras a un amigo varón, probablemente habría muerto de vergüenza en el momento. Y por supuesto si ese amigo hubiera repetido las palabras frente a otros tres hombres…

Pero Changmin solo sonreía amargamente.

—Aunque por aquel tiempo —dijo mientras buscaba nuevamente la mano de Jaejoong y la entrelazaba con la suya—, yo también me sentía como un patán…

—¡Aquí viene otra de las locuras de este par! —dijo Junsu en voz alta—. Quizá la mayor de todas. Ansan.

—¿Ansan? —preguntó Yoochun desconcertado y Changmin suspiró.

—Fue por ese entonces que mi mamá se casó —respondió Changmin—. Llevaba ya casi tres años saliendo con Yongbae-hyung y…

—¡Espera! ¡Espera! ¡Espera! —lo detuvo Yunho de repente—. ¿Hyung? ¿Hyung? ¿De verdad le llamas hyung al esposo de tu mamá?

Tanto Changmin cómo Jaejoong se echaron a reír a carcajadas, pero Min negó con la cabeza y una vez calmó su risa, continuó.

—No… bueno algo así —explicó—. Hoy en día ya lo llamo abeoji pero cuando recién lo conocí, lo llamaba hyung y a veces aún lo hago en mi cabeza. Él lo permitía porque estaba decidido en ganarse mi confianza para que mi mamá lo aceptara.

Jaejoong no había parado de reír mientras sostenía su estómago.

—Yo aún lo llamo hyung; pero es solo porque es el esposo de Seohyeon nuna. Sería extraño llamarlo de otra manera —explicó el mayor—. Pero además hyung es muy joven también, creo que es dos años menor que Nuna.

—Creanme, mi familia está lejos de lo usual —explicó Changmin con una expresión divertida— Yo tengo 20 años y mis padres están en la primera mitad de sus treinta, mis hermanas van al preescolar. Cuando la gente nos ve a los cinco juntos, somos todo un espectáculo. Pero no cambiaría a ninguno de ellos ni por un minuto.

Jaejoong asintió, sonriente.

—Min tiene una familia un poco peculiar, pero muy funcional y amorosa —explicó Jaejoong—. Tanto Seohyeon nuna como Yongbae-hyung se dedican a los niños. Incluso se conocieron en un seminario sobre estimulación temprana, en Sejong. Yongbae-hyung era de Ansan y a partir de entonces, visitaba todos los meses sin falta y pasaba el fin de semana con Min y su mamá.

Changmin rió en voz alta.

—Mi mamá se la puso difícil, pero abeoji estaba muy enamorado —explicó divertido—. Pronto se dió cuenta de que la mejor manera de ganarse a mi mamá era ganarme a mi primero; y a Boo, que venía en el paquete.

Esta vez fue Jaejoong quien se echó a reír a carcajadas y el resto de los amigos se le unieron.

—La verdad no fue difícil ganarme, abeoji es genial —continuó Changmin— trata a mi mamá con mucho amor y siempre se interesaba por mi, por lo que me gustaba y por lo que me preocupaba. Incluso ahora es muy dedicado y amoroso con mis hermanas.

—¿Y todo esto como tiene que ver con que Ansan haya sido una locura? —preguntó Yunho, que se hallaba divertido con la anécdota pero que no podía encontrar la relación con lo que Junsu había dicho previamente—. O con que Changmin se sintiera como un patán.

—Cuando pasó lo del ataque —empezó Jaejoong, con un tono un poco más serio—. Seohyeon nuna y Yongbae-hyung estaban preparándose para casarse, y una vez lo hicieran, se mudarían con Min a Ansan, donde Yongbae-hyung ya tenía una casa y un buen trabajo.

—Yo estaba muy preocupado por aquel tiempo —continuó Changmin—, porque no quería alejarme de Boo, e irme a Ansan sería una separación casi definitiva; pero también quería que mi mamá fuera feliz. Con el ataque, mi ansiedad creció muchísimo. Me preocupaba que Yoongjoong pudiera hacerle daño a Boo nuevamente, o que alguien más quisiera seguir su ejemplo y yo no estaría ahí para cuidarlo.

—¡Aigoo!, Min. Yo no era tu responsabilidad —dijo Jaejoong con una sonrisa tierna.

—Lo sé, Boo, pero igual me preocupaba —continuó Changmin—. Mi mamá también estaba muy ansiosa, ella quiere mucho a Jaejoong; pero Halmoni siempre la consolaba y le decía que no se preocupara, que Jaejoong estaría bien y que ellos, su familia, lo cuidarían cien veces más de lo usual, pero que ella y yo teníamos que irnos y hacer una nueva familia con Yongbae-hyung.

—Cuando llegó la fecha, ya habían pasado unos meses desde el incidente y yo ya estaba recuperado —apuntó Jaejoong y sus ojos brillaron cuando continuó— La boda fue en Gongju y fue preciosa. Seohyeon nuna era la novia más bonita y más feliz.

Changmin asintió y sus ojos también brillaron con el recuerdo.

—Omma le pidió a la mamá de Boo que fuera con un hanbok rosa, igual que a mi abuela —dijo Changmin con una sonrisa— y en la foto familiar, aparecen los padres de Yongbae-hyung, mis abuelos y los padres de Jae; y por supuesto Boo y yo.

—Pero luego llegó la despedida… —dijo Jaejoong con una sonrisa y esta vez sus ojos parecían querer cristalizarse otra vez.

—Lloraron muchísimo —explicó Junsu— Mi hermano y yo fuimos a casa de Min para despedirnos y los encontramos abrazados en las escaleras, llorando como un par de idiotas.

—Callate, Su-yah —dijo Jaejoong— porque si recuerdo bien, tú también lloraste.

Junsu soltó su característica carcajada antes de continuar.

—Quizá solté un par de lágrimas —exclamó— pero ustedes dos lloraban como si hubieran visto un drama de esos en los que los protagonistas mueren al final.

Yoochun y Yunho se echaron a reír ante esto.

—Después de que Changmin se fue, ahora era Boo-hyung el que parecía un gatito perdido —continuó Junsu— Creo que había pasado ya un mes cuando fui a su casa a buscarlo y tuve que esperar mientras se bañaba. Su mamá me invitó a tomar el té y me contó que estaban muy preocupados por él. Jae-hyung se pasaba todo el día triste, quería estar hablando con Min por teléfono todo el tiempo e incluso sus notas estaban bajando. Era el último año antes de la universidad, así que a Omoni le preocupaba que no fueran a aceptarlo.

Changmin y Jaejoong sonreían con melancolía mientras escuchaban a Junsu relatar los hechos.

—Omoni me dijo que la mamá de Minnie también estaba muy preocupada —continuó Junsu— al parecer Min estaba tan triste que incluso estaba bajando de peso y no quería salir a conocer la ciudad, apenas iba a la escuela y después volvía y se encerraba en su habitación.

A lo largo de la noche, Yunho se había sorprendido al saber lo mucho que los amigos se habían esforzado por mantenerse unidos. Algunas cosas no sonaban muy descabelladas. Él también se había apuntado a cursos o clases porque sus amigos lo hacían y en alguna ocasión sus padres también habían invitado en un viaje familiar a la mejor amiga de su hermana; pero había otras cosas, como ésta, que sí parecían fuera de lugar. Entendía perfectamente que después de tantos años juntos, la separación hubiera sido dura, pero eso de bajar las notas, o perder peso… sonaba un poco cómo a un rompimiento.

—Sus madres estaban tan preocupadas por ellos —continuó Junsu—, que eventualmente decidieron que Jaejoong se mudaría a Ansan con los Shim.

Yunho se giró a observar a Changmin y Jaejoong con los ojos abiertos de par en par. Los amigos solo reían.

—¿De verdad te mudaste a Ansan para estar con Changmin? —le preguntó a Jaejoong, perplejo. Su amigo asintió.

—Duramos poco menos de dos meses separados —explicó el mayor—. Recuerdo el día que Nuna llegó a Gongju para llevarme a Ansan con ellos. Ella y mi mamá me sentaron a la mesa y me dijeron que estaban permitiendo esto, pero que yo y Min teníamos que comprometernos a entender que no podíamos estar siempre juntos. Que teníamos que mentalizarnos para que eventualmente cada uno tomara su camino, que la vida nos iba a separar muchas veces en el futuro y no podíamos colapsar cada vez que pasara.

—Mi mamá tuvo la misma conversación conmigo antes de ir por Jaejoong —intervino Changmin—. Le preocupaba estar cediendo demasiado, pero dijo que lo permitía porque aún éramos jóvenes y era el último año antes de que Boo entrara a la universidad. Además, aún se sentía intranquila por él, había pasado muy poco tiempo desde el ataque. Como condición, tendríamos que tener actividades extra curriculares separados y empezar a explorar más ámbitos de la vida solos, sin el otro a un lado.

—La mamá de Changmin solía decir que tenían dependencia emocional—apuntó Junsu de repente y tanto Changmin como Jaejoong se echaron a reír.

—¡Todavía lo dice! —dijeron ambos entre risas y Junsu y Yoochun rieron con ellos. Yunho rió también, pero por un momento se preguntó si esto podía ir más allá de una broma.

—¿Entonces te mudaste a Ansan? —preguntó al mayor de sus amigos. Jaejoong asintió y continuó.

—Cuando llegué, Min me recibió con mi primer ramo de flores —respondió sonriente—. Lo hizo él mismo, con rosas blancas y lavandas.

—¿Lavandas? —preguntó Yoochun—. Nunca había escuchado que usaran lavandas en los ramos de flores.

—Había arbustos de lavanda cerca del campo de fútbol en Gongju —explicó Changmin, también sonreía serenamente—, a Boo le encantaban. Cuando fui a la florería, en el camino encontré lavandas y decidí agregarlas a las rosas.

—Aún tengo algunas de esas flores —dijo Jaejoong, su sonrisa se extendía por todo su rostro y sus ojos parecían llenos de dulzura—. Las prensé y las puse en un álbum de fotos.

Los amigos se miraron sonrientes y Jaejoong continuó.

—Entré a la misma preparatoria que Changmin. El curso llevaba un poco que había iniciado —explicó— Ese año Min comenzó a tomar clases de inglés por las tardes y yo asistía en la guardería de Seohyeon nuna y Yongbae hyung, tres horas diarias. Ya antes había hecho voluntariado en el preescolar de mi vecindario en Gongju así que tenía experiencia. Nuna se esforzó mucho en ayudarnos a desarrollar independencia del otro en aquel tiempo.

Changmin asintió.

—Vivíamos juntos, pero Jae tenía su propia habitación, que más tarde sería la de mis hermanas —explicó Changmin—. Íbamos a la misma preparatoria, pero Jae estaba en tercero y yo en segundo, luego comíamos juntos y yo me iba a clases de inglés y Boo a trabajar con mi mamá. Pasábamos tiempo juntos en la noche, pero casi siempre estudiando para el exámen de ingreso a la universidad, al menos a Omma no le parecía mal que yo ayudará a Jae a estudiar.

—Unos meses después de que llegué a Ansan, el papá de Min lo invitó a pasar el verano con él en América —continuó Jaejoong—. Changmin no estaba muy seguro de ir, pero su mamá dijo que era un excelente momento para que practicara su inglés y para que demostráramos que podíamos pasar tiempo separados.

—A partir de entonces empecé a pasar las vacaciones de verano con mi papá —explicó Changmin con una sonrisa—. Su esposa es muy agradable y me trata muy bien, además habla mucho, lo que es de ayuda porque mi papá no es muy comunicativo. Cuando estoy en América, solo convivimos cuando vemos deportes, o algunos fines de semana que salimos los tres juntos a cenar; pero conocí mucha gente y mejoré mucho mi inglés.

—Creo que Seohyeon nuna si tenía un punto cuando decía que necesitábamos aprender a pasar tiempo a solas —dijo Jaejoong—. cuando Min visitaba a su papá yo lo extrañaba mucho, pero ambos empezamos a ver las cosas con más madurez por ese tiempo, así que no estábamos realmente tristes.

Changmin asintió nuevamente con una sonrisa y con su dedo pinchó la barriga de Jaejoong cariñosamente.

—Después Boo entró a la universidad en Seúl y yo me quedé en Ansan haciendo el último año de preparatoria —apuntó Changmin—. Hacíamos videollamadas todos los días, pero estábamos tranquilos a pesar de no estar juntos. Cuando me gradué, en lugar de entrar a la universidad, decidí pasar un año en Estados Unidos con mi papá. Perfeccioné mi inglés en ese tiempo y después volví y alcancé a Boo. Y creo que eso es todo lo que no sabías de nuestras vidas.

—¡Vaya! —exclamó Yunho sorprendido—. Tenían razón cuando dijeron que era una larga historia.

—Hubo acción, risas, drama. Los cameos de Junsu fueron magníficos —apuntó Yoochun y la sala explotó en carcajadas—. Calificación final 8.8, perdieron puntos por la dependencia emocional. ¿Cómo puede ser posible que tuvieran que hacer un esfuerzo consciente para aprender a estar separados?

Changmin y Jaejoong solo rieron más fuerte.

—Cuando los conocí pensé que eran pareja —habló Yunho.

Las risas menguaron ante el comentario, Jaejoong soltó la mano del maknae con delicadeza y Yunho se sintió culpable de verlo tan nervioso. El comentario se le había escapado, lo había pensado en voz alta. Justo cuando abría la boca para tratar de enmendar su error, Changmin rodeó los hombros de Jaejoong con un brazo.

—No —dijo con una sonrisa serena—. Mi Boo se merece a alguien mucho mejor que yo.


Horas más tarde, la sala de Mickys se encontraría llena de música y carcajadas. Yunho y Junsu habían tomado más que los demás y replicaron torpemente una coreografía de las brown eyed girls mientras los demás los animaban. Los dulces que Changmin había traído de América se hallaban dispersos por todos los rincones, al igual que las botellas vacías de cerveza, soju, vino y vodka.

A media noche apagaron la música pero continuaron los juegos y las risas. Los vecinos de Yoochun eran mayormente universitarios y no se quejaban mucho si hacían ruido.

Eran aproximadamente las dos de la mañana cuando comenzaron a sentirse cansados. Jihoon, el novio de Yoochun, se había unido a ellos unas horas antes y estaba tratando de convencer a Chunnie de irse a la cama, mientras Junsu y Changmin compartían un tarro de helado en la mesa del comedor.

Yunho se desplomó a un lado de Jaejoong en el sofá, su amigo estaba cubierto por la manta de Hello Kitty que Changmin le había traído de california.

—¿Estás bien, Yunhie? —le preguntó Jae con una risilla y Yunho asintió.

—Perdón por haber dicho eso —le dijo, y Jaejoong lo miró desconcertado—. Sobre que pensaba que ustedes eran pareja.

—¡Oh! —exclamó Jaejoong con un gesto incómodo, pero después sonrió otra vez—. Me imagino que ya lo sabes…

—¿Que estás enamorado de Changminnie? —preguntó Yunho en un susurro, acercándose torpemente al oído de su amigo.

Jae cruzó su dedo índice sobre sus labios y lo miró a los ojos.

—No soy muy bueno ocultándolo —le dijo en voz baja—. Si no lo sabe ya, es solo porque es idiota.

Yunho se echó a reír y después hizo el ademán de cerrar un zipper sobre sus labios.

—Hyung —habló la voz del maknae detrás de ellos.

Changmin llamaba hyung a Yunho y Yoochun siempre, a Junsu la mitad de las veces, a Jaejoong casi nunca, y aún así, el mayor supo que se refería a él y se giró para preguntarle qué pasaba.

Pronto el maknae llegó al sillón tambaleándose y se sentó con ellos al otro lado de Jaejoong, acurrucándose contra su costado.

—¡Omo! Changminnie, estás muy borracho —le dijo un Jaejoong igual de ebrio—. ¿Quieres que te haga “aigoo”?

Changmin se llevó el dedo a los labios y comenzó a hacer “shhh” mientras Jae sorprendido, se cubría la boca con la mano, como si se le hubiera escapado un secreto.

Yunho los miró sin entender nada y nuevamente se preguntó porque no eran una pareja.

Después Changmin asintió y Jaejoong soltó una risilla antes de acariciar sus mejillas, sus cejas, su cabello, mientras decía “¡Aigoo! Mi Minnie Mouse”

—Hyung —dijo Changmin en voz alta—. Diles que me amas más que a ellos.

Por enésima vez en la noche, Yunho sintió que estaba presenciando algo privado. Algo que los amigos querían que solo el otro escuchara, pero Changmin había hablado tan alto, que probablemente hasta los vecinos se estaban sintiendo incómodos.

—¡Omo! Changmin-ah —dijo Jaejoong aún acariciando el cabello del maknae— No puedo decir eso, es grosero.

Changmin hizo un puchero y se hundió aún más en el costado de Jaejoong. Yunho se levantó del sofá, miró a Jae con una sonrisa y le dijo:

—No es como si no lo supiéramos ya.

Jaejoong observó a Yunho sentarse con Junsu a la mesa y quitarle el recipiente de helado de las manos. Su amigo estaba cantando una estrofa de una canción de Shinhwa y usaba la cuchara como micrófono, mientras Yoochun y Jihoon, abrazados, se mecían de un lado al otro con la melodía.

Jaejoong volvió a mirar a Changmin que continuaba acurrucado en su costado, con la cabeza sobre su hombro. Acaricio su rostro suavemente y pensó con un dejo de dolor, cómo su amigo nunca sabría lo mucho que lo amaba y cómo significaba el mundo para él. Le dio un beso en la frente y se acercó a su oído.

—Te amo más que a todos ellos —dijo en un susurro, y Changmin inmediatamente lo abrazó y hundió su rostro en su cuello.

—Yo también, hyung —respondió— Más que a nadie.


El segundo lunes de septiembre, Changmin se despertó a las seis de la mañana, tomó una ducha, desayunó y se vistió con el atuendo formal que Jaejoong le había ayudado a preparar la noche anterior.

Antes de salir de su dormitorio, se aseguró de llevar con él todo lo que necesitaba, su mochila, su identificación, la carpeta con los papeles de la universidad y el correo de bienvenida impreso.

Tomó el metro hasta la estación de Seúl, salió por la puerta 9 y apenas dió unos pasos, notó cómo a unos metros de él, un grupo de cuatro hombres lo miraban con grandes sonrisas.

—¿Qué hacen aquí? Son las 7:30 de la mañana —preguntó mientras caminaba hacia sus amigos, desconcertado.

—¿No pensabas que nos íbamos a perder tu gran día o sí? —preguntó Yunho con una sonrisa radiante y Changmin solo frunció el entrecejo.

—Hyung, estoy empezando una pasantía, no me voy a casar.

Los amigos rieron y Changmin buscó la mirada de Jaejoong. Su amigo le sonreía con dulzura y pronto la misma expresión se reflejó en el rostro del menor. Quizá no estaba del todo mal que hubieran venido a acompañarlo.

—¡Vamos, Minnie! —respondió Yunho— ¿Qué tipo de padres seríamos si no te acompañamos a tu primer día como pasante para K-Sports? ¿Qué tipo de hermanos serían Chunnie y Su?

“Otra vez el jueguito de la familia” pensó Changmin poniendo los ojos en blanco y sus amigos rieron al ver su expresión.

Jaejoong se acercó a Yunho y entrelazó su brazo con el de él, a la altura de su codo.

—¡Omo! ¡Yunhie–yah! —dijo Jaejoong mientras fingía que secaba lágrimas de su rostro—. ¡Nuestro bebé ha crecido tanto! Aún recuerdo su primer día de escuela; lloraba y decía “¡Omma! ¡No te vayas!”

Junsu y Yoochun rieron aún más fuerte y Changmin solo miraba a sus amigos con una expresión de fastidio.

—Yo tampoco puedo creerlo, yeobo —dijo Yunho llevándose la mano libre al pecho, en un gesto de orgullo—. Recuerdo cuando supimos que estabas embarazado de él, fue el día más feliz de mi vida.

Jaejoong se separó de Yunho con una expresión indignada y le dio una palmada en el hombro. Junsu y Yoochun se doblaban de la risa, sus rostros estaban completamente rojos y sostenían su estómago con los brazos.

—¿Pueden parar ya? —dijo Changmin fastidiado— ¿Qué tal si alguna de esas personas trabaja en la revista y me ve haciendo escándalo en la vía pública?

—¡Omo! ¡Yunhie! —dijo Jaejoong volviendo a su tono de voz normal—. Changmin tiene razón.

—Lo siento, Minnie —le dijo Yunho antes de pedirles a Yoochun y Junsu que se calmaran—. La idea no era incomodarte. Quizá fuimos demasiado lejos.


Los amigos acompañaron al maknae en la caminata hasta las oficinas de la revista. Esta vez comportándose mucho mejor de lo que lo habían hecho afuera de la estación.

La broma había puesto a Changmin de mal humor, pero comenzó a sentirse mejor conforme avanzaban en el camino y los amigos hacían preguntas interesadas sobre la pasantía, las actividades que estaría haciendo y el lugar donde iba a trabajar. Jaejoong había entrelazado su brazo con el de él y caminaban lado a lado con los amigos rodeándolos.

—¿Tienes tiempo para un café, Minnie? —preguntó Yoochun cuando caminaban por la pasarela de un parque, apunto de llegar al edificio—. Mi amigo trabaja en aquella cafetería y siempre me hace un descuento.

Changmin asintió y Yoochun tomó a Junsu por el brazo diciendo que necesitaría ayuda con los vasos. Jaejoong estuvo apunto de soltar a Minnie para acompañarlos, pero el menor afianzó su agarre en él, pidiéndole que se quedara.

Yunho advirtió aquello y se unió a Yoochun y Junsu mientras cruzaban la calle hacia el café, buscando darles privacidad a sus otros dos amigos.

En cuanto Changmin sintió que los demás ya no lo escucharían, se soltó suavemente del brazo de Jaejoong y se giró para verlo de frente.

—No me gusta el juego de la familia —dijo firmemente, desconcertando un poco a su hyung—. Si a ustedes les gusta, está bien, pero no me involucren.

—¿Y porque solo me lo dices a mi? —dijo Jaejoong mientras se cruzaba de brazos, frunciendo el ceño en sospecha—. Usualmente cuando no te gusta algo que hacemos todos, nos lo dices a todos. Tú problema es conmigo. Suéltalo.

Changmin suspiró. Jaejoong lo conocía muy bien.

—No me gusta que juegues a ser mi mamá —le explicó—. Me da igual si los demás se quieren hacer pasar por mis abuelas o mis tías. Pero no tú. Tú eres mi Boo. No quiero que sea diferente.

—¡Omo, Minnie! —dijo Jaejoong con una expresión sorprendida— Es solo un juego.

—No me gusta —respondió el menor tajantemente y Jaejoong sonrió y alzó ambas manos en señal de rendición.

—Está bien —le dijo el mayor mientras daba unos pasos para sentarse en una jardinera del parque donde se encontraban. Palmeó el lugar a un lado de él y Changmin se sentó—. Lamento haberte incomodado.

Jaejoong volvió a entrelazar su brazo con el de él y descansó la cabeza sobre su hombro. Changmin sonrió y giró su rostro para darle un beso en la coronilla.

—Hay una cosa más —dijo Minnie mientras con su otra mano comenzaba a peinar el cabello de su hyung—. Esto no es una petición, es más un consejo.

Jaejoong se incorporó y miró a su amigo con curiosidad. Changmin suspiró

—Creo que a Yunho-hyung le gustas —le dijo con una expresión resignada—. Y cuando juegas con él a los esposos…

—Minnie, tú crees que yo le gusto a todos —lo interrumpió Jaejoong poniendo los ojos en blanco antes de volver a descansar el rostro sobre su hombro.

—Sólo tómalo en cuenta, ¿Sí? —continuó Changmin, retomando las caricias en su cabello—. Si a tí también te gusta, está bien, pero si no, quizá deberías cuidar un poco más cómo lo tratas o podría ilusionarse.

Era irónico que fuera precisamente Changmin quien le dijera aquello. Changmin que acariciaba su cabello de esa manera tan romántica, que besaba su mejilla o su frente a la menor oportunidad, que buscaba su mano por debajo de la mesa.

—Minnie —volvió a llamarlo—, Yunho es heterosexual.

Changmin suspiró.

—Basta con verte para que cualquier hombre deje de ser heterosexual, hyung —le dijo a su amigo y nuevamente besó su cabello.

“Sí” pensó Jaejoong con dolor. “Cualquier hombre, menos tú”.


Los cinco amigos tomaron el café sentados en la jardinera, viendo a los oficinistas pasar y llenando al maknae de palabras de afirmación y de orgullo. Changmin les agradeció con una sonrisa y pensó en lo afortunado que era de tenerlos a su lado. Sí, hacía solo media hora lo habían fastidiado con sus bromas, pero en ese momento su corazón se sentía lleno por sus buenos deseos y su compañía.

—Ya tengo que irme —dijo Changmin consultando su reloj— Mi cita es en 15 minutos.

Los amigos se levantaron de la jardinera y se turnaron para abrazar al menor y dedicarle los últimos “fighting”.

—¿Ya tienes todo listo, Minnie? —preguntó Yunho y el menor asintió mientras revisaba sus pertenencias—. ¿Sabes en qué parte de la empresa debes presentarte?

—Sí, hyung —Changmin abrió su carpeta de documentos para consultar el correo de bienvenida que había llevado impreso—. Aquí dice que me presente en recepción del noveno piso a las 8:15, con Lee Sunwoong y Kwan Jinri.

Notes:

Siguiente publicación: 12 de Julio del 2025

Chapter 9: RESCOLDOS

Notes:

Me retrasé varias horas y con eso ya pasamos al 13 de julio, sorry. Es de madrugada por acá y estoy en un café haciendo la publicación.
Si pasan cosas como estas, las pongo en twitter (maaximum9095)

Para el siguiente capitulo tardaré una semana más, estoy tratando de que las publicaciones no alcancen mi ritmo de escritura y cada vez voy perdiendo mas margen, pero no voy a dejar de actualizar en las fechas que se indiquen al final :)

Sobre el capitulo:
Este es probablemente mi capitulo favorito hasta ahora, espero que les guste y agradecería mucho si me dejan comentarios.

PD: En este capítulo se notan más las ganas que la autora le trae a Changmin, que las que le trae Jaejoong.
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(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

IX. RESCOLDOS

11 años, 2 meses antes de esa noche. Jaejoong 23, Changmin 21.

La primera vez que Jaejoong vio a Dara, fue en una clase de sociología en la universidad.

Fue un jueves, lo recordaba claramente porque ese semestre todas sus clases aburridas eran los jueves. Ese día se había despertado apenas 20 minutos antes de la clase, a trompicones se cambió la ropa, se lavó el rostro, tomó un plátano del pequeño refrigerador de su dormitorio, se puso los zapatos y salió corriendo apresurado mientras marmullaba un mantra de “mierda mierda mierda mierda”.

Llegó a la clase quince minutos tarde, el profesor lo dejó entrar advirtiéndole que sería una excepción y Jaejoong se sentó en el primer espacio vacío.

Recordaba con claridad esa mañana porque dos de sus cinco sentidos fueron fuertemente invadidos tan pronto se sentó. Su olfato se vio atraído por un perfume almizclado y fresco que lo hizo sentirse horriblemente consciente de sí mismo, de sus axilas empapadas de sudor y de la cáscara de plátano que aún sostenía en su mano. Y por otro lado, su vista, se distraía continuamente de las diapositivas del profesor para ver a la chica que se sentaba a su lado, quien por cierto, también era la fuente de ese delicioso aroma.

Kim Jaejoong sabía que era gay desde antes de saber que se podía ser gay. Incluso sabía que era gay antes de saber que ser gay no era la norma. Esta era una de las pocas veces que se había visto tan cautivado por la imagen de una chica, y esto no era porque le atrajera sexualmente, sino porque, de verdad, la chica misma era un espectáculo.

Llevaba un outfit negro, coronado por una chamarra verde neón y unos high tops rojos que le combinaban de maravilla, sus ojos se enmarcaban por un delineado perfectamente simétrico, su cabello rubio caía en ondas por sus hombros. Con frecuencia participaba en clase y en cada ocasión era con comentarios concisos e inteligentes. Incluso su nombre —el cual Jaejoong aprendió tras escuchar al profesor dirigirse a ella— era un poco exótico: Sandara.

Jaejoong pasó las dos horas de clase sumamente consciente de sí mismo, de como no se había duchado, ni lavado los dientes, de como ni siquiera tuvo tiempo de escoger su ropa y, ahora que lo recordaba, tampoco se había peinado muy bien que digamos. Todo esto era incluso más incómodo ahora que estaba sentado al lado de la chica que parecía usar un outfit sacado del vestuario casual de un grupo femenino de idols. Un grupo de idols rebelde y alternativo, uno que patearía tu trasero si te pasabas de listo.

Cuando la clase terminó, se levantó apresurado a recoger sus cosas, quería salir del lugar a la brevedad y evitar que sus compañeros lo vieran en ese estado deplorable. Jaejoong sabía que era un hombre guapo y con buen sentido de la moda, alguien que atraía miradas cada vez que cruzaba una puerta; cosa que normalmente no le requería mucho esfuerzo, siempre y cuando dispusiera de cuarenta minutos por la mañana para hacer su rutina de higiene y escoger su atuendo.

—Adiós, Jaejoong-ah —dijo la chica cuando lo vió colgarse la mochila al hombro.

Jae se sorprendió un poco de que supiera su nombre, pero suponía que tendrían algún amigo en común o quizá alguna otra clase juntos. Jae le sonrió e hizo un ademán de reverencia con su cabeza para despedirse.

Meses más tarde, Jaejoong se habría encontrado con Sandara en múltiples ocasiones. En los jardines del campus, en los pasillos de la facultad o mientras estudiaba en la biblioteca. Si estaban lo suficientemente cerca, la chica siempre lo saludaba usando su nombre, sino, ambos agitaban la mano con una sonrisa al hacer contacto visual.

No comenzaron a hablar propiamente hasta un día que, casi a final de semestre, habían coincidido en el gimnasio. Sandara lo había saludado sonriente y Jaejoong, que respondió de la misma manera, aprovechó la oportunidad para halagar el conjunto deportivo que la chica usaba y ella le confesó que llevaba tiempo admirando su estilo y por ello sabía su nombre.

Se llamaba Park Sandara, pero prefería sólo Dara. Había vivido en Filipinas por años, estudiaba periodismo, como Changmin, pero tomaba clases de sociología para poder aplicar a un posgrado en específico. Tenían muchos gustos en común, la moda, la música, el gimnasio, los hombres.

A partir de aquella ocasión, cada vez que se encontraban en el gimnasio, charlaban mientras hacían sus rutinas o se asistían el uno al otro con los ejercicios.

A Dara no le gustaba que la llamara Nuna, decía que la hacía sentir vieja, aún y cuando era apenas dos años mayor que Jaejoong. Tenía un grupo de amigas con las que salía de club en club todos los fines de semana; frecuentemente invitaba a Jaejoong a acompañarlas, pero entre sus clases, tareas y trabajo a medio tiempo, apenas tenía tiempo para salir y cuando lo hacía, siempre era con el OT5; a veces todos juntos, a veces solo dos o tres.

Jaejoong no aceptó la invitación de Dara hasta que, en su último semestre de universidad, comenzó a frustrarse con sus amigos. O mejor dicho, comenzó a frustrarse con Changmin.

El semestre anterior, Changmin había comenzado una pasantía en K-sports y desde entonces, todo había comenzado a cambiar. Quizá no su relación, pero sí sus dinámicas, incluso él mismo. Changmin estaba casi obsesionado con una sunbae de la revista, Kwan Jinri, hija del famoso futbolista Kwan Hongsu y de su esposa Minyoung Evans.

Jaejoong no podía entender qué era lo que a Changmin le cautivaba tanto de la mujer. Por lo que él y sus compañeros de pasantía contaban, parecía una persona muy seria, incluso algo fría. Al parecer como sunbae, era paciente y respetuosa, pero no necesariamente amigable. Además era cinco años mayor que Changmin y según la teoría del estatus social, inalcanzable.

Por largos meses escuchó a su amigo navegar las complicadas emociones que la mujer despertaba en él, sin entender por qué, aún sin evidencia alguna de que aquello fuera recíproco, Changmin continuaba determinado en perseguirlo.

No era qué su amigo no fuera atractivo; por el contrario, era tan atractivo que dolía. O al menos le dolía a Jaejoong. Le dolía en la cabeza, en la garganta, en el pecho, en la entrepierna.

Además era un hombre tan protector, tan honesto, tan amoroso. No creía que hubiera una persona en el mundo que pudiera tenerlo y sentir que necesitaba más. No había nada más, Changmin lo era todo. Todo lo que existe, todo lo que cura, todo lo que duele, todo lo que calma.

Jaejoong no lo entendió hasta aquel día en que la vio por primera vez.

La mujer era hermosa y tenía el cuerpo que se esperaría de una diosa. Los amigos se habían reunido con Changmin en las afueras del edificio de K-sports un viernes por la tarde, justo en el momento en que Kwan Jinri volvía al lugar con un vaso de café en la mano. Había visto a Changmin, había sonreído ligeramente y se había acercado a saludar, haciendo también una corta reverencia a los amigos.

A Jaejoong le había sorprendido la actitud completamente confiada del menor. Siempre pensó que cuando estaba con ella se portaría dócil, quizá incluso nervioso, pero su amigo por el contrario, exudaba seguridad, masculinidad. Miraba a Jinri desde los casi 20 centímetros que le llevaba de ventaja, hablaba con una voz firme y segura y con una sonrisa seductora, incluso había aprovechado para rápidamente escanearla de arriba abajo, con una mirada que no revelaba suficiente como para sentirse inapropiada, pero que aún así dejaba claro el deseo.

La mujer había reaccionado quizá justo como Changmin esperaba; había mantenido casi por completo la compostura pero dejó ver un poco de nerviosismo mientras se apresuraba a despedirse y entrar al edificio. Y Jaejoong entendió porque su amigo estaba tan determinado: el desinterés era solo una fachada.

Yoochun y Junsu habían cantado “Noonan neomu yeppeo…” en cuanto la vieron cruzar la puerta, pero Jaejoong, plantado en su lugar, tratando de esbozar su sonrisa más natural, había sentido su corazón contraerse con dolor, y al mismo tiempo, todo su cuerpo se estremeció en deseo solo de imaginar ser él a quién Changmin mirara de aquella manera.

Unos días más tarde y por primera vez en años, Jaejoong y Changmin habrían peleado. Todo comenzó cuando, mientras desayunaban con Junsu en Micky’s, el maknae había traído nuevamente a Kwan Jinri a la conversación, haciéndola ver como la persona más perfecta sobre la faz de la tierra; y Jaejoong dominado por el dolor y el despecho, había dicho algo que nunca debió decir.

—Ni siquiera la conoces, Changmin —espetó, sintiendo el veneno sobre sus labios—. Eso no es amor, es limerencia.

Changmin por supuesto, se había puesto furioso. Se levantó de su asiento y se acercó a Jaejoong, quien recargado en la encimera con los brazos cruzados lo miraba con una expresión desafiante.

—¿Y quién te dió derecho a tí de nombrar lo que yo siento?

Jaejoong se mordió el interior de la mejilla para no responder, pero sentía como la rabia subía desesperada por su cuerpo. Al no recibir respuesta, Changmin, furioso, tomó sus cosas y dejó el lugar.

Esa misma noche, Jaejoong cansado de llorar en su dormitorio, había texteado a Dara: “¿Saliste hoy?, Quiero ir con ustedes”.

 

Decidieron ir a un club gay porque Jaejoong dijo que quería ligar, porque Minji, la menor de las amigas de Dara era bisexual y porque Bom, Chaerin y la misma Dara querían poder bailar y tomar sin que hubiera hombres molestándolas.

Jaejoong tomó como hacía mucho que no tomaba; vomitó una vez y siguió tomando. Pasó una hora coqueteando con un hombre que conoció en el club, Siwon. Se besaron contra una de las paredes del baño y Jaejoong le permitió que lo masturbara por encima del pantalón por unos minutos, pero en cuanto el hombre le pidió que lo acompañara a casa, se alejó.

Eran las 3am cuando dejaron el club, Jaejoong recordaba haber cruzado la puerta, haberse tomado un montón de selcas con Bom y Chaerin y después estar en un departamento que no conocía tomando soju con las cuatro amigas. Dara le había preguntado si quería quedarse a dormir, pero Jaejoong se había negado y en palabras entorpecidas por el alcohol, le dijo que Changmin pasaría por él.

—¿Quién es Changmin? —preguntó Dara mientras servía más soju en el vaso de Jaejoong y lo animaba a tomarlo.

—Un idiota que conozco —respondió Jaejoong mientras sacaba su celular del bolsillo de sus jeans—. De hecho no quiero hablar con él. Ten, llamalo tu y dile que venga por mí.

Dara se echó a reír pero tomó el teléfono de Jaejoong y buscó el nombre “Minnie Mouse” como su amigo le había indicado, e inició la llamada.

—Hola ¿hablo con Minnie Mouse? —dijo Dara arrastrando las palabras y riendo a carcajadas—. Jaejoong está conmigo y quiere que vengas por él.

Jae no podía escuchar lo que Changmin decía al otro lado de la línea, y para ser honesto, no recordaba mucho más de lo que había pasado después de aquella llamada hasta que Changmin había llegado al departamento.

Dara y Bom lo habían visto por la ventana y le habían gritado a las demás que era muy guapo. Chaerin y Minji también se asomaron a verlo y pronto estaban teniendo las mismas reacciones que sus amigas. Jaejoong las vió con rabia mientras las cuatro mujeres arreglaban su imagen en el espejo apresuradas; Dara incluso se acomodó el escote antes de abrir la puerta.

Changmin saludó a Dara con una sonrisa e inmediatamente preguntó por Jaejoong, y el mayor con tanta rapidez como pudo lograr en su borrachera, se apresuró hacia su amigo y se lanzó a sus brazos, rodeándolo por el cuello y fulminando con la mirada a las cuatro mujeres.

—¡Omo! Boo ¿Estás bien? —preguntó Changmin mientras lo sujetaba por la cintura.

Jaejoong no estaba bien, estaba furioso. No quería que ellas lo miraran, no quería que lo tocaran, no quería que hablaran con él.

—Minnie-yah —dijo Jaejoong en un tono meloso mientras hacía un puchero que en su mente alcoholizada, era seductor —, te estaba extrañando mucho. Llevame contigo, ¿sí?

Changmin le dedicó aquella sonrisa de ojos disparejos que lo hacía derretirse y, acercándose a su oído para que las mujeres no lo escucharan, le susurró:

—¿Eres tú, PsychoJae? —preguntó divertido—. Hace tiempo que no te veía. Te había extrañado.

PsychoJae era el nombre que Yoochun le daba cuando, algunas veces, en el estado más deplorable de una borrachera, Jaejoong perdía todos los filtros y límites que usualmente mantenía con Changmin; y no solo comenzaba a coquetearle descaradamente sino que, además, se portaba exageradamente posesivo con él, abrazándolo por largas horas, lanzando palabras venenosas a cualquiera que quisiera acercarse a él e incluso, en una única ocasión, acompañándolo al baño a orinar.

Jaejoong frunció el ceño enojado y Changmin se echó a reír al verlo.

—¿Es tu novio, Jae? —preguntó la voz de Dara mientras los observaba, y Jaejoong, dominado por el espíritu de PsychoJae, se afianzó más al cuello de Changmin antes de fulminarla con la mirada y contestar:

—Sí, ¿Por qué? —respondió grosero—. ¿Te gusta mi novio, bitch?

Changmin se apresuró a disculparse por las palabras de su amigo y le pidió a Dara que por favor perdonara a Jaejoong, diciendo que solamente estaba muy borracho y que en una situación normal no la habría llamado de aquella manera. Dara solo asintió mientras veía como Jaejoong hundía el rostro en el cuello de Changmin y desde ahí la miraba con desprecio.

Changmin les agradeció a las chicas por cuidar de Jaejoong, se disculpó una última vez por la actitud grosera de su amigo y con dificultad, guió a un muy borracho Jaejoong hacía el taxi que los esperaba a un lado de la acera.

En el camino al campus, Jaejoong se aferró nuevamente a su cuello y Changmin lo permitió aún cuando el chofer les lanzaba miradas sospechosas por el espejo retrovisor.

Cuando llegaron, Changmin sostuvo a Jaejoong de la cintura mientras el mayor se tambaleaba y se quejaba de cómo aquellas “bitches” lo habían visto y de cómo Dara se había descubierto el escote para que la mirara. Changmin reía mientras trataba de convencer a su amigo de bajar la voz y le decía que hablaría con Yoochun para que no le enseñara malas palabras en inglés.

Changmin llevó a Jaejoong a su propio dormitorio, afortunadamente su compañero de cuarto, Kyuhyun, había ido a visitar a su novia en Busán y no volvería por un par de días.

—¿Cómo te sientes, Boo? —le preguntó preocupado, pero su amigo no respondió y se desplomó sin pensarlo en la cama de Changmin con una sonrisa de oreja a oreja.

Changmin sonrió al verlo, se sentó en la orilla de la cama y comenzó a acariciar su cabello.

—¿Quieres cambiarte? —le preguntó. Jaejoong llevaba unos pantalones de cuero ajustados y una camisa de seda negra.

—¿Por qué? —preguntó Jaejoong batiendo las pestañas—. ¿Quieres verme desnudo?

Changmin sonrió divertido.

—Quizá sí —respondió, y se echó a reír cuando vió como Jaejoong se sonrojaba y hundía su rostro en la almohada.

Changmin tomó un pantalón y una camiseta holgados y se los entregó a Jaejoong, quien se encerró en el baño para cambiarse. El menor se quedó al lado de la puerta y preguntaba continuamente si de verdad estaba bien, si no necesitaba ayuda; y tuvo que contener una carcajada cuando Jaejoong dijo “No, no. Si me siento aquí, me puedo cambiar yo solito”

Cuando por fin salió, Changmin ya se había cambiado también. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones cortos y Jaejoong observó descaradamente sus largas piernas antes de volver a colgarse del cuello de su amigo. Changmin, riendo, lo llevó a su cama y lo recostó ahí. Apagó la luz y se sentó a su lado, recargado contra la pared, con una pierna sobre el colchón y otra en el suelo, acariciando el cabello de su amigo y riendo con dulzura mientras lo veía restregarse en su cama como un gato, diciendo que sus sábanas olían como él.

—Boo, ¿Ya vomitaste? —preguntó Changmin al tiempo que trataba de corregir la postura de Jaejoong para dejarlo recostado de lado.

Jaejoong hizo un puchero y le dio una palmada en la pierna diciéndole que no preguntara esas cosas porque no eran sexys. Changmin río.

—¿Por qué estás sentado? —preguntó Jaejoong con el mismo puchero y dejando la mano sobre el muslo de Changmin —ven, recuéstate conmigo.

Changmin sonrió antes de responder

—Hyung, estas camas son muy pequeñas, no cabemos los dos —respondió—. Yo dormiré en la cama de Kyuhyun, pero me quedo aquí contigo hasta que te duermas, ¿Sí?

Jaejoong, en un movimiento confiado, como si tuviera todo el derecho del mundo a hacer lo que quisiera con su amigo, bajó su mano por la pierna de Changmin hasta que entró en contacto con su piel, sujetándose del interior de su muslo.

—¡Omo! Hyung —exclamó Changmin, riendo mientras quitaba la mano del mayor de su pierna— ¿Qué es lo que te pasa hoy?

Jaejoong nuevamente pronunció su puchero.

—¡Quiero que te recuestes conmigo! —le exigió— ¿No quieres abrazarme?

Changmin suspiró. Las camas de la universidad de verdad eran muy pequeñas; a duras penas él cabía en ellas, pero decirle que no a Jaejoong cuando le pedía un abrazo, iba en contra de todos sus instintos.

Instó a su amigo a recorrerse hasta la orilla de la cama, casi contra la pared, y Jaejoong con una sonrisa triunfante lo hizo. Changmin se recostaba a su lado en la cama y Jae no pudo evitar sentir el calor subir por su cuerpo mientras veía como el menor se acomodaba a su lado, listo para abrazarlo.

En un movimiento completamente confiado y tranquilo, cómo quién hace aquello todos los días, Jaejoong se quitó la almohada bajo su cabeza y la colocó entre sus piernas, dejando que la mitad de ella cubriera su vientre. Sabía que no podría estar tan cerca de Changmin, con tanta piel disponible, en un espacio tan reducido, y no reaccionar.

El menor observó como Jae se cubría con la almohada, su ceño estaba ligeramente fruncido en sospecha; miró a Jaejoong a los ojos con la misma expresión inquisitiva. El mayor nuevamente hizo un puchero y escondió su rostro un poco en el colchón, tímido, pero sin negar lo que sabía que Changmin estaba pensando.

Aún con el alcohol invadiendo su sistema, Jaejoong sabía que estaba yendo demasiado lejos; quizá incluso más que aquella ocasión en que, dominado por PsychoJae, se había negado a soltar su abrazo con Changmin y lo había acompañado al baño a orinar. Recordaba cómo Minnie le pedía entre risas que cerrara los ojos, mientras Jaejoong se aferraba a su cintura y escondía el rostro en su espalda al tiempo que el menor hacía sus asuntos.

Pero aquella vez, Changmin estaba igual de borracho que él y además, Yunho, que con frecuencia actuaba como un padre de familia, les había prohibido cerrar la puerta del baño de Mickys y se había quedado afuera para supervisarlos.

En esta ocasión, estaban solos, en una cama hecha para una persona, y Changmin estaba completamente sobrio.

Por un momento pensó que su amigo se levantaría de la cama y se iría a la de Kyuhyun. Sabía que no lo reprendería o no diría nada al respecto por esa noche, solo porque Jaejoong estaba borracho; pero seguramente al día siguiente traería el tema a la mesa y Jaejoong tendría que disculparse profusamente, pero aún sabiendo esto, no dijo nada.

No abrió la boca. No dijo un “no es lo que crees, Minnie” o un “perdón, quizá sea mejor que durmamos separados” o un patético: “lo siento, es que estoy muy borracho”. No. Se quedó ahí, con un puchero en los labios y la cara parcialmente escondida entre las sábanas, mirando a Changmin con una expresión tímida, pero también hambrienta.

Changmin se mantuvo inmóvil en por unos segundos. Sus ojos se alternaban entre mirar a Jaejoong y mirar a la almohada. No cómo si no entendiera qué estaba pasando, sino más bien cómo si lo entendiera perfectamente, pero no supiera cómo actuar ante ello. Al final suspiró fuertemente y sin cambiar su expresión o decir palabra, lo abrazó.

Ni siquiera procuró mantener distancia, lo envolvió por completo, estrechándolo contra él. El corazón de Jaejoong latía como loco y su miembro, que hasta hace poco comenzaba apenas a endurecerse, ahora protestaba erguido y desesperado contra la almohada.

Jaejoong se sorprendió cuando la rodilla de Changmin empujó suavemente entre sus piernas, pidiendo permiso para colocarse entre ellas, y el mayor, sintiendo como aquel calor abrasador lo asfixiaba, separó las rodillas para permitirlo, descansando su pierna sobre el muslo de Min y conteniendo un gemido al tiempo que su amigo lo sujetaba por la cintura y lo estrechaba más contra él.

Pero Changmin no hizo nada más. Se quedó quieto, sujetándolo de aquella manera tan íntima, tan sugerente. Con los labios sobre su frente, con el antebrazo tras su espalda y la mano enredada en su cabello. Con cada centímetro de sus cuerpos en doloroso y delicioso contacto y con las piernas de ambos entrelazadas mientras la almohada separaba sus caderas.

Jaejoong no estaba seguro si en ese momento la almohada era su amiga o su enemiga. El calor parecía aligerar el alcohol en su mente y darle un poco de claridad a sus pensamientos, pero al mismo tiempo, todas aquellas ideas lascivas que no eran ajenas para él cuando estaba tan cerca de su amigo, por primera vez parecían una posibilidad y no solo una fantasía.

—¿Está bien así? —preguntó Changmin en un susurro y Jaejoong sintió un escalofrío recorrerle al escuchar lo grave de su voz, pero asintió.

—¿No te molesta? —preguntó el mayor, inseguro; sorprendido de lo tranquila que sonaba su voz cuando todo su cuerpo parecía estarse quemando. Y justo por eso era la pregunta, porque estaba casi seguro de que Changmin estaba tan consciente como él de que, detrás de la almohada, su miembro estaba ardiendo. Quizá incluso podría sentirlo a través de ella.

Min no dijo nada, pero peinó su cabello hacia atrás y besó su frente, y Jaejoong se preguntó si con esto le estaba dando algún tipo de consentimiento; quizá no para tocarlo, pero para sentir lo que estaba sintiendo.

La excitación lo estaba sofocando. Cada centímetro de su cuerpo estaba en contacto con el del hombre y lo estaba volviendo loco. Sería tan sencillo meter su mano bajo la camisa de su amigo y acariciar su espalda. El cuello de Changmin estaba tan cerca de su rostro que le era de lo más tentador besarlo y, desde este ángulo, y ayudado por la poca luz que se colaba por la ventana, podía ver claramente sus pectorales marcarse en la camiseta, con los pezones erectos, y las manos de Jaejoong ardían desesperadas por tocarlos.

Como si no fuera tortura suficiente, Changmin volvió a tomarlo por la cintura y lo estrechó mas contra él, haciendolo estremecerse de deseo. Quiso rogarle que lo tomara, que lo sujetara con fuerza, que lo hiciera suyo y que se quedara dentro de él para siempre. Podía escucharse a sí mismo jadeando, deseoso de explorar cada rincón del cuerpo que lo envolvía.

En un movimiento involuntario y dominado por el deseo, Jaejoong meció su cadera contra la almohada entre ellos y al hacerlo, de sus labios escapó un gemido ahogado. Con apenas la suficiente coherencia para no repetir el movimiento, comenzó a respirar hondo para calmarse. Ni siquiera valía la pena desear que Changmin no lo hubiera notado, porque por breve que hubiera sido el movimiento, había sido evidente.

—Tienes que calmarte, Jae —le dijo Changmin en una voz neutral, como quien habla del clima y con esto Jaejoong terminó de confirmar que su amigo estaba plenamente consciente de su estado—. O mañana te vas a arrepentir de esto.

Por supuesto, tenía razón, pero no podía calmarse. No cuando lo tenía tan cerca, tan accesible. No cuando sentía como la mano de su amigo abandonaba su cabello para, con las yemas de los dedos, acariciar a lo largo de su columna vertebral.

—Lo sé —respondió Jaejoong, reuniendo toda la coherencia que le quedaba para detenerse de arrancarle la ropa—, pero no puedo. Me estás volviendo loco.

Changmin suspiró.

—Es solo porque estás borracho. Sobrio, jamás reaccionarías así —le dijo con el mismo tono neutro e inafectado —¿Quieres que me vaya a la otra cama?

Jaejoong hundió su rostro en su pecho y negó con la cabeza, prometiéndole que iba a comportarse, pero su excitación sólo crecía. No entendía porque Changmin no lo estaba rechazando, porque no lo empujaba y se alejaba de él. Si lo hiciera, por supuesto dolería, pero el dolor sería más fuerte que el deseo.

Por algún motivo, el hecho de que supiera lo que le estaba pasando y aún así se mantuviera tan cerca, acariciándolo, besando su frente, dejando que lo tocara… le hacía sentir que tenía una oportunidad.

—¿Por qué no estás molesto? —preguntó Jaejoong.

—Porque eres tú.

Changmin volvió a enredar la mano en su cabello y a besar su frente; y se quedó así, sin romper aquel abrazo con el que lo envolvía. Jaejoong estaba tan desesperado por el contacto que le costaba trabajo controlarse. Tenía miedo de dejarse llevar, de mecerse contra su amigo hasta alcanzar el orgasmo; porque, de verdad, si Changmin lo permitía, Jaejoong explotaría en segundos.

Volvió a respirar hondo, una y otra vez en un ritmo firme y lento, tratando de calmar a su cuerpo, pero con cada respiración el aroma tan varonil de Changmin lo inundaba y lo hacía sentir más deseoso aún.

Mientras hacía uso de todas las estrategias que a lo largo de los años había desarrollado para evitar la humillación cuando se sentía excitado por su amigo —y tomando en cuenta que ninguna de ellas funcionaba tan bien sino estaba sobrio—, los recuerdos de su conversación de aquella mañana lo golpearon súbitamente.

En un breve momento de lucidez, se sintió invadido por la culpa. No era como si hubiera olvidado que habían peleado, no había dejado de pensar en ello en todo el día, pero recién ahora se detenía a pensar en cómo Changmin, menos de 24 horas después de la discusión, había ido por él a la casa de una desconocida a las tres de la mañana, lo había llevado a su dormitorio, le había prestado su ropa, le había cedido su cama.

—Lo lamento, Minnie —dijo Jaejoong y en un movimiento mucho menos controlado por el calor, y más por el sentimiento, hundió su rostro en el cuello de Changmin—. De verdad lo lamento.

—¿Qué es lo que lamentas? —preguntó Changmin retirándolo suavemente de su cuello —¿Esto?

Jaejoong negó con la cabeza y se estiró para verlo a los ojos, sus rostros quedaron muy cerca, los labios de Jaejoong a la altura de la barbilla de Min, sin tocarlo.

—Lamento lo que dije esta mañana.

Changmin respiró hondo y lo estrechó otra vez contra él, sujetándolo con firmeza por la cabeza, hundiendo la nariz en su cabello. El corazón de Jaejoong latía como loco y su erección protestaba dolorosa contra la almohada.

—Me lastimó mucho —confesó el menor y Jae sintió su corazón contraerse al escucharlo—. Ni siquiera sabía lo que quería decir esa palabra, pero me lastimó que invalidaras lo que sentía. Cuando llegué lo busqué en internet…

Changmin respiró hondo, como si estuviera a punto de decir algo, pero al final no lo hizo.

Ambos se quedaron en silencio por unos segundos. El dolor que Jaejoong sentía en el pecho parecía ser más fuerte que el alcohol y el calor. Un nudo se formaba en su garganta por haber lastimado a su amigo, pero el despecho y el desamor también presionaban su corazón con fuerza.

—Ojalá nunca sepas lo que es amar a alguien que está fuera de tu alcance —dijo Changmin en una voz ahogada y Jaejoong sintió su corazón palpitar adolorido.

Lo sabía, lo vivía en carne propia todos los días, desde hacía seis años.

—Lo siento— respondió afligido—. Nunca debí decir eso. Estaba muy molesto y me dejé llevar.

—¿Por qué estabas molesto? —preguntó Changmin en una voz tranquila, retirando la mano de su cabello para nuevamente, acariciar a lo largo de su columna vertebral. Jaejoong respiró hondo para no dejar que el calor lo dominara otra vez.

Era extraño cómo estaba funcionando el alcohol en su cuerpo. Por minutos parecía darle plena claridad de sus pensamientos, por otros, parecía tomar control total de ellos. En este momento, lo envalentonaba para decir aquello que por muchos años se había guardado.

—Porque me duele que nunca hayas sido mío —respondió en un hilo de su voz, y por un momento pensó, aliviado, que Changmin no lo había escuchado, pero entonces el menor rió en voz baja y respondió.

—¿De qué hablas, hyung? Siempre he sido tuyo.

El corazón de Jaejoong latía acelerado ante aquellas palabras y, alentado por el efecto del alcohol en su cuerpo, estiró el cuello hacia su amigo, dejando sus rostros tan cerca, que sus labios casi se rozaban.

—Entonces, bésame.

Jaejoong sintió como el cuerpo de Changmin se tensaba por unos segundos y su mano se quedaba quieta a la altura de su cintura. Cerró los ojos con fuerza para recibir el rechazo, pero este no llegó. Changmin solo aligeró su agarre en él, usó uno de sus brazos para sostener su cabeza por encima de la suya y se inclinó a besar su mejilla. Parecía que iba a ser un beso breve, pero Changmin se quedó ahí, dejando un beso tras otro, sin retirar los labios de su piel.

Jaejoong podía sentir su respiración sobre su rostro, suave y parsimoniosa, y se preguntó cómo podía actuar tan sereno en una situación así, pero luego recordó que era él el único excitado.

Changmin apartó su rostro del suyo después de lo que parecieron minutos, liberó un poco el abrazo para volver a peinar el cabello de su hyung, tratando de convencerlo de que durmiera.

Jaejoong, que hasta hacía unos segundos pensó que ya no estaba bajo los efectos del alcohol y que ahora era solo el fuego en su cuerpo el que lo dominaba, se sorprendió a sí mismo con su reacción: hizo un puchero y con su brazo empujó el pecho de Changmin, molesto.

El menor solo rió, estrechó el abrazo, agachando el rostro para besar su nariz, pero otra vez quedaron demasiado cerca, mirándose a los ojos, respirando pesadamente.

Si cualquiera de los dos se movía un centímetro, se estarían besando.

—Minnie —dijo Jae nuevamente, dominado por quizá el alcohol o quizá el deseo—. Bésame, en los labios.

Esta vez, Changmin se alejó. Desenredó sus piernas y retiró el brazo que rodeaba el torso de Jaejoong y como pudo, se giró ligeramente hacia afuera, como queriendo ponerse boca arriba, pero no lográndolo del todo por la estrechez de la cama.

Se reía nervioso y cubría sus ojos con la palma de su mano y Jaejoong supo que esta vez, de verdad había llegado demasiado lejos.

—No puedo hacer eso, Jae —dijo sin dejar de reír, y Jaejoong, dominado por el despecho, el calor y el alcohol, le quitó la mano del rostro, obligándolo a mirarlo.

—¿Por qué? —le preguntó enojado. Changmin solo continuó riendo y comenzó a exclamar “¡Aigoo! Mi Boo es tan lindo cuando se enfada” mientras intentaba hacerle cosquillas—. ¡Deja de tratar de distraerme y dime por qué!

Changmin se quedó quieto y suspiró, se giró nuevamente hasta quedar frente a frente, y con una sonrisa que el mayor no supo interpretar, respondió:

—Porque, si lo hago, voy a terminar enamorado.

Jaejoong se sonrojó nuevamente; su corazón latía desesperado en su pecho, y aunque su erección aún le reclamaba, en ese momento había pasado a segundo plano.

—Entonces bésame —le respondió tímido—. Todo sería más fácil si te enamoraras de mí.

Changmin sonrió con dulzura y besó su frente antes de decir:

—No hyung, no lo sería

Jaejoong hizo un puchero enojado y lo pateó.

 

Jae no recordaba mucho después de eso, solo haber abierto los ojos cuando la luz del sol entró por la ventana y ver a Changmin en la cama frente a él, durmiendo abrazado a una almohada, con el ceño fruncido. No recordaba si en ese momento se levantó o no, no recordaba si se fue a su propio dormitorio o si se quedó en la habitación de su amigo durmiendo.

Su siguiente recuerdo claro, era estar con Changmin en una de las cafeterías de la universidad, casi a mediodía, esperando que su amigo trajera el tema a la mesa, que le dijera que lo había incomodado, que se había portado de una manera inapropiada y que no quería que volviera a hacerlo jamás; pero Changmin se limitó a revisar que comiera bien, que tomara su café, que no sintiera ganas de vomitar.

Se rió un poco de él, de cómo había llamado a Dara y sus amigas “Bitches” y de cómo había cantado “geu apeumkkaji saranghangeoya” y había dicho que quería audicionar para SM entertainment —Jaejoong no recordaba esto—, pero no habló de nada más.

No habló de cómo le había exigido que se recostara con él, de cómo había tenido que cubrir su erección con una almohada ni de como le había pedido que lo besara. Y Jaejoong tampoco lo mencionó. Pensó en hacerlo, pero ¿qué se suponía que debía decir? ,“¿Perdóname por querer que me cogieras?”

Pensó que ambos habían decidido continuar como si no hubiera pasado nada, pero se dió cuenta de que no era así cuando, al salir de la cafetería, se aferró al brazo de Changmin y le pidió que hicieran algo juntos. El menor accedió sonriendo, pero unos segundos después, en un movimiento gentil pero firme, se deshizo de su agarre, y Jaejoong supo que la noche anterior había sido la última vez.

Y tuvo razón. Su amigo no volvió a tratarlo de aquella manera tan romántica, al menos no en la cotidianeidad. A partir de entonces sólo volvería a tomar su mano, acariciar su cabello o besar su frente cuando alguno de los dos pasaba por un trago amargo. Aunque Changmin nunca supo que, de hecho, perder aquellas muestras de amor con él, había sido peor que un trago amargo.

Y era su culpa. Se lo había ganado a pulso.

Los recuerdos de aquella noche, con algunos tramos claros y otros difusos, lo atormentaron por meses, pero también alimentaron sus fantasías por años. Recordar haberlo tenido tan cerca, envolviéndolo con su cuerpo tan fuerte y varonil, con su pierna firmemente anclada entre las suyas. Haber sentido su olor tan masculino, su voz tan grave, las caricias de sus dedos sobre su espalda. Por más que tratara de evitarlo, algunas noches se sorprendía a sí mismo reviviéndolo mientras su mano acariciaba desesperada su ansioso miembro.

 

Días después de los eventos, volvería a encontrarse con Dara en el gimnasio, y por supuesto se había disculpado con ella por su comportamiento inapropiado, pero la mujer no parecía estar interesada en eso y por el contrario, había preguntado por Changmin.

—¿Pero no es tu novio? —le inquirió con una mirada determinada cuando Jaejoong le explicó que Changmin era solo su mejor amigo—. ¿Estás seguro? Porque tú dijiste que era tu novio…

—No es mi novio, Dara —respondió Jaejoong—. De verdad. A veces cuando estoy muy borracho me pongo posesivo con mis amigos, no sé por qué.

Ella no necesitaba saber que solo le pasaba con Changmin.

—Pero cuando dijiste que era tu novio —dijo Dara—, él no lo negó.

Jaejoong sintió algo encogerse en su pecho.

—Así es Changmin. Es un estúpido —le explicó Jaejoong—. Es el tipo de personas que fluye con la corriente. Si yo o cualquiera lo trata como novio, no va a decir nada a menos que trate de besarlo.

“No puedo hacer eso, Jae”. “Porque, si lo hago, voy a terminar enamorado”

—¿Pero no te gusta? —preguntó Dara. Jaejoong no entendía porqué estaba tan interesada en el tema—. Él es bi, ¿cierto?

—No me gusta —mintió Jaejoong—. Y no es bi, es hetero.

—¿Estás seguro? —preguntó Dara— No se veía muy hetero abrazándote así el fin de semana.

—Estoy seguro —respondió, acariciándose las sienes en su desesperación—. Ya te lo dije, solo es así de idiota; pero no le gustan los hombres, no le gusto yo y a mí no me gusta él.

—¿Entonces está bien si intento ligar con él?

Jaejoong sintió como si un cubo de agua fría cayera sobre él.

—Todo tuyo —respondió mientras sentía un nudo formarse en su estómago— ¿Tanto te gustó?

Dara se cubrió la boca con la mano, esbozando una expresión de deleite.

—¡Es guapísimo! ¡Tan alto! Con esas piernas tan largas, esos brazos… ¡Y su pecho! —a Jaejoong no le tenía que explicar todo aquello; con dificultad podía dejar de mirar al hombre cuando lo tenía enfrente—. Además, una chica que conozco, Gain, me dijo que coge riquísimo.

Jaejoong conocía a Gain. También estudiaba en la universidad y en una ocasión habían coincidido con ella en una fiesta. Jaejoong se sintió morir de celos cuando vio a Changmin desplegar todos sus encantos frente a ella y eventualmente abandonar el lugar a su lado.

—Eso se rumora —respondió Jaejoong mientras sentía el dolor y la envidia mezclarse en su interior—. Pues si te gusta, ve por él. Está soltero.

 

Por meses después de la conversación, cada vez que Jaejoong salía con el OT5, Dara lo mensajeaba para preguntar a qué club irían y se aparecía ahí poco tiempo después. Siempre mostrándose claramente atraída hacia Changmin, siempre usando un escote o una falda muy corta.

En un par de ocasiones bailaron juntos, pero Jaejoong no los vio besarse ni una sola vez y, aunque estaba agradecido por ello, se sorprendió al notar que Changmin no se la había llevado a la cama cuando claramente había tenido más de una oportunidad.

—¿Por qué no te has cogido a Dara? —le preguntó una noche cuando él, Changmin y Yoochun volvieron a Micky’s ebrios después de varias horas en el club.

La pregunta había sido tan repentina, que Min, que colocaba torpemente un futón en el suelo, detuvo lo que hacía y lo miró con curiosidad.

—Porque es tu amiga —respondió simplemente. Jaejoong lo observaba desde el sofá-cama, tratando de que su expresión no mostrara el enfado y el dolor que estaba sintiendo.

—No somos tan cercanos —le dijo Jaejoong mientras se recostaba en el sofá y se cubría con su manta de Hello Kitty—. Si te la quieres coger, adelante. Claramente ella si quiere.

Changmin apagó la luz y se recostó en el futón antes de responder.

—Lo tomaré en cuenta.

Si pasó o no pasó, fue algo que Jaejoong jamás supo.

 

Años después de aquella conversación, años después de la catástrofe, años después de la boda de Changmin, pero apenas meses después de su divorcio, Jaejoong se encontraría nuevamente con aquel delicioso aroma almizclado mientras hacía su rutina en el gimnasio. Apenas lo había notado cuando sintió que alguien tocaba su hombro y se giró para encontrarse con Dara.

Fueron por un café y pasaron un largo rato poniéndose al día con sus vidas. Dara tenía ahora 35 años, trabajaba para el Korean Times y tenía un puesto que Jaejoong no entendió del todo pero que tenía que ver con periodismo sobre política. Por supuesto seguía teniendo un estilo impecable, aunque menos colorido que en sus años de universidad. En el gimnasio había usado un conjunto color lila que realzaba su cuerpo bien ejercitado y en el café, unos jeans con detalles de encaje en los bolsillos, una elegante blusa roja y unos lentes yves saint laurent que a Jaejoong le fascinaron.

En aquella ocasión cuando salieron del café, Dara hizo un comentario que Jaejoong encontró ligeramente extraño.

—De vez en cuando veo a Changmin, ¿sabes? —le preguntó en un tono que parecía casual pero que se sentía como si llevara algo escondido en él—. Las oficinas de mi empresa están muy cerca de la MBS y a veces coincidimos.

Justo en ese momento llegaba el taxi de Jaejoong y éste se apresuró a despedirse de su amiga para subir en él.

Con el paso de los meses, Jaejoong se había olvidado de aquel comentario. Ocasionalmente se encontraba con Dara en el gimnasio, siempre deteniéndose un rato para charlar antes de despedirse y continuar con sus rutinas. No fue hasta una noche de sábado en que pudieron coincidir por un rato más largo del normal, incluso saliendo del gimnasio juntos.

Para la sorpresa de Jaejoong, Changmin lo esperaba afuera del gimnasio con un paquete de cervezas en la mano. Había olvidado que aquella noche habían planeado cenar juntos en el departamento del menor.

—Changmin-ah, recuerdas a Dara ¿cierto? —preguntó Jaejoong ligeramente incómodo cuando se acercó a su amigo para saludarlo y la mujer fue con él sin que se lo pidiera.

Se saludaron con una sonrisa y comenzaron a charlar como si fueran viejos amigos. Le contaron a Jaejoong sobre un escándalo que se rumoraba en las oficinas del Korean times y que ahora se discutía también en empresas de publicación periodística, y procedieron a despedirse.

Jaejoong no pudo evitar notar cómo Dara se sujetaba del bíceps del menor cuando se despedía de él con un “Espero verte pronto”.

El departamento de Changmin estaba cerca del gimnasio y los amigos decidieron caminar hasta ahí. Jaejoong caminó pensativo al lado del menor mientras este le preguntaba sobre sus planes para el Chuseok que estaba ya próximo.

—¿Te estás acostando con Dara? —preguntó Jaejoong de repente.

Changmin continuó su camino pero lo miró con el ceño ligeramente fruncido, sorprendido por la pregunta.

—Sí. De vez en cuando.

 

2 meses, 11 días antes de esa noche. Jaejoong 34, Changmin 31.

Jamás fue su intención rebuscar en las cenizas, pero tampoco tuvo que hacerlo.

“No es negación si no hay nada que negar”. Estas palabras se las había repetido sin descanso por las últimas semanas. Eran sumamente incómodas porque, para hacerlas válidas, requerían aceptación.

Sí. Había tenido una erección viendo a su mejor amigo.

Pero no tenía porqué significar nada. Había sido cosa de una vez, una reacción extraña que su cuerpo habría tenido hacia Jaejoong y que, en cuanto la racionalizara, no volvería a pasar.

Había huido a Ansan, había llorado con su madre, había visitado Gubongdo y le había reclamado al mar todo lo que le estaba pasando. A su regreso a Seúl, su mente parecía estar más clara, su corazón menos contrariado.

Los días siguientes fueron extraños, pero su cuerpo no había vuelto a reaccionar ante su hyung. Una parte de él le decía que era solo porque no se lo permitía, pero la otra, la encargada de mantener su estabilidad mental, lo calmaba diciéndole que no le atraía.

Pero aún tenía otras reacciones; cómo cuando Jaejoong se le acercaba y hacía que su pulso se acelerara, o cuando pasaba tan cerca de él que sentía un escalofrío recorrerle, o cuando reía y Changmin sentía que podía mover montañas con tal de escucharlo reír otra vez. Y aunque todos aquellos sentimientos no eran del todo nuevos, solo quizá, más intensos…

Sentía pánico.

Jaejoong era quizá la figura más significativa de su vida. Siempre estuvo consciente de que a nadie amaba de la manera en que lo amaba a él, pero dejar que estos sentimientos se transformaran, sería dejar que toda su vida como la conocía se derrumbara frente a él.

Sería perder a Jae para siempre, y Changmin no estaba dispuesto a ello.

Jaejoong lo había estado evitando desde aquella mañana, tres semanas atrás, en que la madre de Changmin los había encontrado abrazados en la cocina. El menor se preguntaba si esta nueva actitud tan distante era el precio que pagaba por haberse dejado llevar por sus sentimientos. Apenas unas horas más tarde, Jaejoong habría partido a Gongju y aunque se suponía que volvería a Seúl en una semana para que él y Changmin pudieran ir juntos a Ansan para el Seollal, el día que esperaba su regreso, despertó con un mensaje de texto de su parte:

“Min, Nuna, perdón por avisarles a última hora pero no podré pasar el Seollal con ustedes. Extrañaba mucho a mi familia, quiero quedarme con ellos y hacer el sebae hacia mis padres. Feliz año nuevo, reciban mucha suerte y bendiciones”

El fin de semana después del Seollal, Jaejoong volvió a Seúl, pero Changmin apenas pudo verlo por veinte minutos en los que coincidieron en la cocina. Jae pasaba muy poco tiempo en casa y sólo dos días después de su regreso, empacó y partió a Japón. Changmin sabía que este viaje estaba planeado desde meses atrás, pero no pudo evitar sentir que era un medio que su hyung estaba usando para mantener la distancia entre ellos.

No debió abrazarlo así, no debió besar su cabello, respirar su aroma. Quizá con ello, Jaejoong se había dado cuenta de todo lo que se estaba removiendo en su interior. Quizá había notado como no podía quitarle los ojos de encima, como trataba continuamente de estar cerca de él, pero al mismo tiempo lo quería lejos. Quizá había notado su mal humor, su impaciencia, su confusión.

Changmin se esforzaba día a día por controlar sus acciones, aquel abrazo, con Hana entre ellos, había sido su único desliz, la única vez que se permitió desechar la ansiedad y se dejó llevar por lo que ebullía dentro de sí.

Lo que era cierto, es que por aquellos días, la frustración sexual estaba a su máximo nivel. La última vez que Changmin había tenido sexo fue a finales del verano anterior, casi medio año atrás, y conforme habían pasado los meses no se había sentido muy interesado en buscar mas encuentros. Estaba satisfecho.

Pero algo había cambiado recientemente. Los videos que reproducía en su celular o su computadora no hacían mucho por él, con frecuencia se encontraba distraído por las batallas que tomaban lugar en su cabeza. Por las noches, en la regadera, se frustraba de sobremanera tratando de no pensar en la imagen de Jaejoong con aquella camisa casi traslúcida, imitando una felación mientras lo miraba desde abajo.

En el momento en que aquel recuerdo lo golpeaba, abandonaba la tarea. Soltaba su miembro y abría la llave de agua fría al máximo, hasta que su erección cediera. Si por el contrario, lograba concentrarse suficiente para no pensar en ello, le costaba muchísimo trabajo llegar al orgasmo, teniendo incluso que tensar los músculos de sus piernas para lograrlo, y cuando lo hacía, era extrañamente insatisfactorio. Cómo haber pasado hambre por horas y tratar de calmarla bebiendo agua hasta el hartazgo.

De igual manera por un tiempo le funcionó, lo mantuvo más o menos cuerdo, pero cada vez que se iba a la cama después de un orgasmo insípido y decepcionante, recordaba el mensaje de Junho: “¿Sigues en negación?”

—No es negación si no hay nada que negar.

Se decía en voz alta mientras sacudía su cabeza para despejar los mil pensamientos contradictorios que pasaban por ella.

Sí. Algo estaba cambiando, pero probablemente no fuera para tanto.

Quizá era que llevaba mucho tiempo solo, románticamente. Su relación con Jinri había comenzado a flaquear desde que aún estaban en Busán, y de eso había pasado al menos tres años. Además, Jaejoong había estado con él cuando hacía ya más de un año, había decidido divorciarse, y por meses, mientras él atravesaba el duelo de perder su matrimonio y Jae el de la traición de su última relación, se habían refugiado en el otro.

Después de su divorcio, Changmin se había cerrado por completo al amor y a las relaciones. No quería nada más, no quería tener que recibir a alguien nuevo en su vida, no quería la incertidumbre de si iba o no a funcionar, no quería las ilusiones que podían al final ser fútiles y, para ser honesto, tampoco sentía que lo necesitara. Había estado muy tranquilo solo, con Hana… con Jae.

Pero quizá todos estas reacciones eran una señal de que, en realidad, si necesitaba una relación. O al menos sexo.

Y eso último. Sabía dónde obtenerlo.

 

—Llévame a tu casa —le susurró Dara tan pronto sus labios se separaron. Changmin subió aún más la mano que tenía en el muslo de la mujer, acariciándola por debajo de la falda.

—¿Podemos ir a la tuya? —preguntó mientras comenzaba a besar su cuello. Dara jadeaba y Changmin pensó que era un poco molesto.

—Mi hermano está de visita —respondió mientras se estremecía entre las caricias. Su cabeza estaba casi contra la puerta del copiloto y Changmin se inclinaba sobre la caja de cambios para poder besarla—. Tiene que ser en la tuya o hay que ir a un hotel.

Changmin se soltó de ella y suspiró. No quería llevarla a casa, pero si iban a un hotel, se arriesgaba a que alguien los pudiera ver o fotografiar juntos. No necesitaba rumores sobre una relación inexistente.

Desde su divorcio, había tenido cuatro o quizá cinco encuentros con Dara. El primero había sido en primavera, y lo recordaba porque se había encontrado con ella por primera vez después de grabar una publicidad para la televisora, con los cerezos en flor de fondo. Ella se había acercado a él afuera del edificio de la MBS y al principio Changmin no la había reconocido, pero en cuanto escuchó su nombre recordó aquellas noches en que ella, y a veces algunas de sus amigas, coincidían con él y el OT5 cuando salían de club.

En aquellos tiempos, Dara parecía bastante interesada en él, aún y cuando Changmin se mantenía al margen. Aquel día en el café, más de diez años después, las cosas no parecían haber cambiado; la mujer estaba coqueteando abiertamente y Changmin la había mirado de arriba abajo, era atractiva.

La había invitado a cenar al día siguiente y en esa misma ocasión se la había llevado a la cama, por supuesto, aclarando antes que no estaba interesado en una relación más allá de lo sexual.

Dara era salvaje en la cama y Changmin, que en sus años de soltería se aburría fácilmente de las mujeres que trataban de portarse tímidas e inocentes, había apreciado mucho aquello. A partir de entonces, se reunían una vez cada tres o cuatro semanas, pero Changmin había comenzado a evitarla a raíz de aquella ocasión en que la había visto salir del gimnasio con Jaejoong y sintió a su amigo sumamente incómodo con la interacción.

Definitivamente no le gustaba la idea de llevarla a casa, pero era claro que necesitaba el desahogo sexual, que la mujer era atractiva y estaba dispuesta, y que su departamento era el único lugar disponible para ello.

 

—Que buen gusto —dijo Dara mientras se paseaba descalza por la sala. Changmin abría una botella de vino en la cocina—. ¿Lo decoraste tú mismo?

—Jae —respondió Changmin, incómodo, al tiempo que se unía con ella en la sala.

—Siempre ha tenido un estilo muy elegante —comentó Dara, sentándose en el sofá de la sala y subiendo sus piernas al mismo. Changmin se sintió incómodo de verla ahí—. Por cierto, ¿Está en casa? ¿Debería saludarlo?.

—Está en Japón por trabajo —respondió Changmin mientras llenaba ambas copas con vino y le ofrecía uno a su compañera—. Vuelve mañana por la noche.

Dara bebió su vino y continuó observando la sala a su alrededor. Changmin notó cómo miraba las fotografías del librero; Jaejoong y él aparecían en varias de ellas, en diferentes etapas de sus vidas. Por algún motivo Changmin no quería que las mirara.

—¿Por qué decidieron vivir juntos? —preguntó Dara casualmente antes de beber de su copa—. No me parece que ninguno de los dos necesite compartir el costo de una renta.

Changmin se encogió de hombros, tratando de no verse molesto. ¿Por qué tendría que explicarle eso a ella?

—Sólo era conveniente.

Dara asintió y no preguntó más, continuó bebiendo su vino mientras se relajaba en el sofá. Changmin la imitó, mirando sus piernas dobladas bajo ella en el sofá y sintiendo un leve cosquilleo de anticipación, pero al mismo tiempo, un dejo de fastidio.

Dejó su copa sobre la mesa de centro y se acercó, tomándola por la cadera e inclinándose sobre ella. La mujer respondió inmediatamente, buscando sus labios mientras sostenía su copa en lo alto para no derramar el vino.

Changmin abandonó los labios de la mujer para bajar por su cuello hasta su escote, mientras la sujetaba fuertemente por la cadera con una mano y con la otra acariciaba sus piernas. Sus muslos solían ser la parte de ella que más le gustaba, pero en este momento le estaban pareciendo un poco aburridos. Quizá hoy disfrutaría más de otras cualidades de su cuerpo.

Ayudó a Dara a dejar su copa sobre la mesa de centro, al tiempo que sentía como la mujer abría las piernas para invitarle a acercarse más, y Changmin no lo pensó dos veces antes de colocarse entre ellas y continuar besándola. Abrió cada uno de los botones de su blusa y besó la piel que se exponía frente a él al hacerlo, mientras escuchaba a la mujer gemir con aquella voz aguda y molesta.

No estaba funcionando.

¿Por qué?. Usualmente todo funcionaba bien con ella.

Changmin se deshizo de su camisa, quizá necesitaba más contacto piel con piel, y apenas lo hizo, Dara se incorporó, lo empujó hasta hacerlo sentarse en el sofá y se colocó a horcajadas sobre él, dejando sus senos a la altura de su rostro, y Changmin procedió a hundirlo en ellos, al tiempo que despojaba a la mujer del sostén de encaje que llevaba puesto. Esto parecía estar funcionando un poco mejor, podía sentir su miembro endurecerse un poco.

La mujer jadeaba y se estremecía al sentir a Changmin morder y chupar su pecho mientras con sus manos se aferraba a su trasero y la estrechaba más contra él, pero el ruido que hacía lo estaba distrayendo. ¿Por qué no podía quedarse callada? No recordaba que hubiera sido tan ruidosa la última vez.

Un poco estresado por la manera tan insulsa en que se estaban dando las cosas, Changmin le pidió que la acompañara a su cuarto. De haberse sentido más entusiasmado, la hubiera cargado hasta ahí. Dara accedió y se levantó para seguirlo y Changmin se sintió incómodo de ver el sostén y la blusa de la mujer en el suelo de la sala, los recogió y guió a su acompañante a su recámara.

Apenas cerró la puerta se fue encima de ella y la recostó sobre su cama, despojandola de la poca ropa que le quedaba y acariciando su cuerpo a diestra y siniestra, buscando en ella algo emocionante, algo que saciara el hambre que había estado sintiendo por un mes y que parecía haber desaparecido de la nada.

Pudo ver como Dara se daba cuenta de que algo iba mal. Changmin no había ni siquiera abierto el zipper de sus jeans pero era claro que no estaba erecto, de haberlo estado, habría sido evidente aún con el pantalón puesto.

—¿Todo bien? —preguntó Dara después de empujarlo e invertir la posición, dejando esta vez al hombre debajo de ella y procediendo a besar su pecho al tiempo que acariciaba sus oblicuos— ¿Necesitas ayuda con esto?

Dara comenzaba a desabrochar su pantalón y Changmin, incómodo, pensó como esta sería la primera vez que una mujer desnuda buscaría bajo su ropa y no encontraría nada más que un miembro flácido.

—No, no. Espera —dijo Changmin al tiempo que detenía sus manos—. Solo estoy estresado. Déjame tocarte más y en un minuto estoy listo.

Pero no lo estuvo. La tocó más, de hecho la tocó por todas partes. La besó, la chupó, la olió, hizo todos y cada uno de los movimientos que usualmente lo hacían desesperarse de deseo, con esta o con cualquier otra mujer, pero no funcionó. Su miembro continuaba dormido y quieto en su pantalón.

Exasperado, metió su propia mano bajo su ropa interior y comenzó a acariciar su miembro al tiempo que jugaba con los senos de Dara, buscando ayudarse a sí mismo a reaccionar y después de unos minutos pareció tener éxito, pero tan pronto como quiso colocarse un condón, su miembro decidió echarse a dormir otra vez.

Se sentía casi colérico. ¿Por qué mierdas no estaba funcionando? ¿Acaso no se había pasado tomando duchas de agua fría todo el último mes?

Changmin era un hombre muy orgulloso cuando de sexo se trataba. Nunca le había pasado esto antes, ni en la peor de las borracheras. Siempre se aseguraba de desempeñarse correctamente, de atender a su acompañante de la mejor manera posible, de hacerla venirse más de una vez y de dejarla plenamente satisfecha antes de que él mismo alcanzara el orgasmo.

Además, tenía claro que era un hombre atractivo. Pasaba de dos a tres horas diarias en el gimnasio, era alto, era fuerte y estaba bien dotado. Usualmente le excitaba ver a sus parejas sexuales reaccionar al verlo duro y erguido, pero esta vez no parecía tener nada más que ofrecer que suave y flácido.

Frustrado, decidió optar por el cunnilingus. Normalmente, hacer aquello lo excitaba de sobremanera, no había forma de que con esto su cuerpo no fuera a reaccionar.

Pidió permiso a Dara y hundió su rostro entres sus piernas, y la mujer, desesperada, sujetó su cabello con una mano mientras gemía. Changmin deseo que no hiciera aquello, pero continuó. Pronto la sintió estremecerse, la escuchó gritar y pudo sentir los músculos en su entrepierna contraerse una y otra vez. Debió imaginarse que no le tomaría mucho tiempo, llevaba largo rato estimulándola para buscar su propia excitación.

Había pocas cosas que le excitaran más que ver a una mujer venirse ante sus atenciones, pero esta vez, no sintió nada más que incomodidad. Se separó de ella al tiempo que la veía recostada en su cama, tratando de recuperar el aliento. Y sin saber que hacer, se recostó a su lado.

—Estuvo increíble —dijo Dara entre jadeos—. Dame un minuto y te devuelvo el favor.

Changmin negó con la cabeza y con una sonrisa incómoda le dijo que, por el momento, creía estar satisfecho. Dara lo miró desconcertada. Por supuesto, había notado que el hombre no había logrado una erección en todo el encuentro. ¿Como diablos estaba satisfecho?

De no ser porque usualmente Changmin tenía un excelente desempeño en la cama, Dara estaría decepcionada, pero sabía que esto era algo que le podía pasar a los hombres de vez en cuando y, al fin y al cabo, ella de todos modos la había pasado bien. Había tenido un orgasmo igual de intenso que en previos encuentros con su compañero y quizá, si esperaba un poco, más tarde por la noche o al día siguiente por la mañana, podrían intentarlo nuevamente con mejores resultados.

Changmin pasó si acaso tres minutos recostado al lado de la mujer y después se excusó para ir al lavabo. Orinó y lavó su cara dos veces con el limpiador facial más astringente que tenía. Por algún motivo, el olor de Dara sobre su rostro lo estaba incomodando; no era que oliera mal, usualmente era un olor que disfrutaba, pero no esta vez.

En previos encuentros con Dara, solían dormir juntos, tener sexo dos o tres veces por la noche y una vez mas por la mañana antes de despedirse, pero hoy, quería quedarse solo lo antes posible.

Parado frente al espejo del baño, hundió su rostro en sus manos, frustrado. Le avergonzaba grandemente lo que estaba a punto de hacer, pero era mejor que quedarse ahí con ella por el resto de la noche. Tomó su teléfono del bolsillo de su pantalón, y envió el mensaje.

-

Shim Changmin a LlamaLiu:

                       Shim Changmin:

                       → Necesito un favor 22:17

-

Paseó por el baño con una toalla envuelta en la cintura, esperando la respuesta de su amiga, pero esta no llegó.

-

Shim Changmin a Kim Junsu:

                       Shim Changmin:

                       → Ayuda 22:21

Kim Junsu:

¿Qué pasa? 22:21

                       Shim Changmin:

                       → ¿Estás con Amber? 22:21

Kim Junsu:

Sí, ¿Por qué? 22:22

                       Shim Changmin:

                       → Necesito que me llame 22:22

                       → Pidiendo que vaya por Hana 22:22

Kim Junsu:

¿?¿?¿? 22:22

                       Shim Changmin:

                       → No preguntes 22:23

Kim Junsu:

Al menos explícanos qué es lo que necesitas 22:23

No entiendo nada 22:23

    ***Kim Junsu agregó a ♥Amber♥ al chat***

 

LlamaLiu:

wtf man? 22:24

                       Shim Changmin:

                       → Ok 22:24

                       → Necesito que me llames 22:24

                       → En 5 min 22:24

                       → Como si fueras Jinri 22:24

                       → Y que digas que es urgente que pase

                        → por Hana 22:24

LlamaLiu:

wtf man? 22:25


Kim Junsu:

wtf man? 22:25

                       Shim Changmin:

                       → ¿Puedes hacerlo, o no? 22:25

                       → ?????? 22:27

LlamaLiu:

voy a necesitar una explicación 22:27

                       Shim Changmin:

                       → Mañana 22:27

                       → ¿Entonces? 22:27

LlamaLiu:

I'll do it 22:27

Just ‘cause I’m intrigued 22:28


Kim Junsu:

significa que lo hará 22:28

Sólo porque quiere saber que está pasando 22:28

                       Shim Changmin:

                       → En 5 min, Amber 22:28

                       → Por favor 22:29

-

Changmin ni siquiera se molestó en ponerse ropa interior, tomó sus jeans y se los puso apresurado antes de salir del baño con el teléfono en la mano. Cuando llegó, Dara estaba recostada en su cama, cubierta por las sábanas, aún desnuda y con el cabello suelto sobre sus hombros.

Changmin dejó su celular en el buró al lado de su cama y se recostó junto a ella, y la mujer se acercó a él y comenzó a acariciar su pecho con una sonrisa sugerente. Min trató de devolver la sonrisa sin parecer incómodo y dejó a la mujer besar sus labios y su cuello, ansioso porque su celular sonara y poder quitarsela de encima sin ser grosero.

Pero los labios de Dara ya habían bajado hasta su abdomen cuando el teléfono sonó, y Changmin, queriendo acabar con aquello lo antes posible, se separó de ella con tanta paciencia como pudo para consultar su celular rápidamente, diciéndole que tenía que responder, que era la mamá de su hija.

—Yeoboseyo.

—Yo, man —respondió la voz de Amber al otro lado del teléfono, y Changmin tuvo que respirar hondo para contenerse de demostrar su enojo.

—Nuna, ¿Está todo bien? —preguntó mientras se levantaba de la cama, tratando de poner distancia entre él y Dara para que la mujer no pudiera escuchar la conversación.

—Yup —respondió Amber, burlona, haciendo sonar un fuerte “pop” al pronunciar la pe—, pero tienes que venir por Hana.

Changmin se apresuró a salir de la recámara y cerrar la puerta para que Dara no lo escuchara.

—¡No me estás ayudando! —reclamó en susurros al teléfono, mientras se alejaba de su puerta—. Se suponía que tenías que fingir que eras Jinri.

—Eso hago, ¿no habla así Jinri? —dijo Amber y Changmin escuchó la risa de Junsu al otro lado de la bocina.

—Olvídalo —le dijo a su amiga, irritado—. Gracias por nada.

—Espero una explicación para mañana —dijo Amber en voz alta.

—Te quedarás esperando.

Changmin colgó el teléfono y se pasó la mano por el cabello, exasperado. No quería regresar a la habitación y tener que enfrentarse a Dara, tener que verla en su cama, en su recámara, en el departamento que compartía con su hija y con Jaejoong.

No quería tener que soportar su cercanía, su cuerpo desnudo, sus avances; por supuesto podía simplemente decirle que no y estaba seguro de que la mujer lo respetaría, pero también veía poco probable que decidiera irse por su propio pie, probablemente querría pasar la noche con él y probar suerte más tarde.

Changmin quería que se fuera. Lo antes posible.

Había sido un error traerla. Se sentía como un completo idiota.

-

LlamaLiu:

¿De quién tratas de escapar? 22:44

No sé si lo sepas 22:44

Pero tienes fucking 30 años 22:45


Kim Junsu:

31* 22:45


LlamaLiu:

A esta edad 22:45

Cuando no quieres estar con alguien 22:45


Kim Junsu:

El jueves cumple 32 22:45


LlamaLiu:

Se lo dices 22:45

No te pones a armar complots para

 deshacerte de ellos 22:46

                       Shim Changmin:

                       → No ahora, Amber 22:47

Kim Junsu:

déjalo, amor 22:47

Minnie no es así 22:47

Algo grave debe estar pasando si

 no se siente capaz de hablar 22:47

-

Changmin se quedó inmóvil mirando el teléfono en su mano. Su cabeza no paraba de dar vueltas, un nudo se estrechaba en su garganta y la ansiedad parecía estárselo comiendo desde adentro.

No podía más.

Iba a explotar.

El esfuerzo de tantos años se iba a ir por la borda.

Iba a perderlo todo.

-

Kim Junsu:

Minnie-yah 22:49

Cuando estés listo 22:49

Aquí estaremos para ti 22:50

-

—¿Changmin-ah? —la voz de Dara se hizo presente—. ¿Estás ahí?

La mujer abrió la puerta de la recámara y se asomó al pasillo oscuro. Changmin trató de parecer compuesto mientras se apresuraba a encender la luz y apenas lo hizo, notó aliviado que estaba vestida, cómo si estuviera lista para irse.

—Sí, lo siento —respondió Changmin—. ¿Te vas?

Dara lo miró con curiosidad antes de contestar.

—Sí, te siento un poco distraído. —Changmin hizo una mueca y se apresuró a buscar en su cabeza una excusa pero Dara le sonrió y le mostró sus manos para liberarlo de dar explicaciones—. No te preocupes por mi, la pasé bien, pero creo que necesitas tiempo a solas y de todos modos mi hermano está de visita, no debería dejarlo solo.

Changmin sonrió nuevamente, tratando de parecer natural y despreocupado, aunque por la mirada que Dara le dedicaba, no lo estaba logrando.

Changmin se ofreció a llevarla a casa, pero Dara declinó diciendo que su taxi ya estaba esperando abajo. Changmin tomó su camiseta del suelo de la sala y se puso los zapatos para acompañarla al ascensor, mientras esperaban por este, Dara habló:

—¿Estás viendo a alguien?

—No —Respondió Changmin extrañado—. No te hubiera llamado si así fuera. ¿Por qué preguntas eso?.

Dara se encogió de hombros.

—Parecía como si te sintieras culpable.

Changmin percibió a uno de todos los sentimientos que se revolvían en su interior, detener su movimiento, dar un paso enfrente y decir su nombre.

Culpa.

—Solo he estado estresado —respondió, aún cuando sus pensamientos no estaban con ella en absoluto— Lamento… bueno, ya sabes.

Dara soltó una risilla y se puso de puntillas para dejar un corto beso en sus labios. Changmin se sintió sumamente incómodo, y el sentimiento que recién había identificado golpeó la boca de su estómago.

—Llámame cuando te sientas mejor y podemos intentarlo otra vez.

Eso no iba a pasar. Este había sido su último encuentro con ella.

Changmin sabía que Dara no era el problema. Tenía claramente identificadas a otras mujeres que estarían interesadas en hacerle compañía por una o múltiples noches. Mujeres atractivas y encantadoras, deseadas por muchos hombres, pero el solo pensamiento de tocar a alguna de ellas le causaba un rechazo profundo y aquel sentimiento que por fin había podido nombrar, tomaba el control de todo su cuerpo.

Changmin volvió a su departamento y se desplomó en el sofá, apretando los dientes en disgusto y sintiendo una fuerte presión en el pecho. Su respiración estaba agitada, sentía pánico, las palmas de sus manos hormigueaban y sus pies se movían de arriba abajo sin cesar. Se pasó ambas manos por el cabello, revolviéndolo desesperado. Tomó uno de los cojines de la sala y lo lanzó al suelo con fuerza, tratando de deshacerse de la rabia y la angustia que estaban acabando con él.

Sus ojos miraron las dos copas de vino vacías en la mesa de centro. Una de ellas tenía una mancha de labial y Changmin quiso tomarla y estrellarla contra la pared, gritarle que lo soltara, que lo dejara en paz, pero el poco raciocinio que parecía aún habitar su cuerpo se reunió para impedirlo.

Tomó la botella de vino y bebió directamente de ella mientras emprendía su camino hacia su recámara, pero los recuerdos comenzaron a invadirlo y se sintió nuevamente en todos aquellos lugares que alguna vez se había decidido a olvidar. El trastero, el campo de fútbol, el hospital, Gubongdo, el dormitorio, el purple line.

Desesperado, se recargó contra la pared y se dejó caer por ella hasta quedar sentado en el suelo. Sujetando su pecho con fuerza, volvió a beber de la botella, trago tras trago sin descanso hasta acabar con casi la mitad de ella.

“No tienes de qué preocuparte, Min. Eso no va a pasar”

“¿Nunca, hyung?”

“Nunca”

Changmin se permitió llorar a viva voz, desplomado en el suelo, bebiendo de la botella de vino hasta terminar con ella, y reconociendo que quizá, solo estaba siendo un cobarde.

 

No supo en qué momento se había quedado dormido, pero despertó a las 2am, tirado en el suelo del pasillo a oscuras, con la botella de vino vacía en su mano.

Aún se sentía borracho, pero bastante menos afligido que unas horas atrás. Pensó en ir a su cama a dormir, pero no estaba listo para enfrentar el desastre en su recámara, la evidencia de todo lo que había y no había pasado esa noche.

Se sentía sumamente avergonzado de sus acciones, pero al menos, en este momento no tenía a nadie a quien responderle, estaba completamente solo en el departamento y permanecería así por un día más. Si iba a tener una crisis, ese era el momento correcto.

Se levantó, se lavó la cara en la tarja de la cocina, se peinó el cabello desordenado con los dedos y abrió el refrigerador para buscar algo que comer. Encontró un rollo de kimbap que había sobrado del día anterior y lo comió de pie mientras trataba de ordenar sus pensamientos.

Patético.

Tomó una botella de Makgeolli del refrigerador y se la llevó a la mesa de centro, no sin antes retirar las copas de vino que tanto le habían molestado. Encendió la televisión en el canal de deportes y bebió el makgeolli directo de la botella mientras miraba la repetición de un partido de los Kia Tigers.

Recordó su monumental fracaso en la cama con Dara… el primero de su vida.

Patético.

Se acarició las sienes y volvió a inclinar la botella sin filtro alguno.

¿Debería tratar de ver porno?

Tomó el mando del televisor y se entretuvo cerca de 15 minutos con él hasta lograr pagar un video de una de sus actrices favoritas y lo miró con atención mientras bebía la botella.

Si se concentraba suficiente, podía sentir un leve cosquilleo en su miembro.

Patético.

Para el final del video y de la botella, Changmin apenas había logrado algo cercano a una semi erección.

La mujer en la pantalla difícilmente había capturado su atención, y por el contrario, la imagen de Jaejoong bebiendo café en la cocina, ataviado por una camisa casi transparente que marcaba su abdomen, sus pectorales, su pezón izquierdo con dos pequeñas esferas a los lados, parecía luchar contra toda su fuerza de voluntad para ponerse al frente de sus pensamientos.

Changmin gruñó desesperado y apagó el televisor para irse a dormir. Cuando se levantó se sintió tambalear y mientras trataba de recuperar el equilibrio, notó un objeto que no reconocía en una de las mesas laterales de la sala.

—¿Qué es esto? —preguntó al tomar el objeto entre sus manos.

Unos lentes de sol. ¿Serían de Dara?

Revisó su celular y vió que tenía un mensaje de la mujer, pero ni siquiera pudo abrirlo, en ese mismo momento tuvo que correr al baño a vomitar.

Debió pasar al menos media hora en el baño, volviendo su estómago en el lavabo, limpiando lo que había ensuciado y tomando una ducha, aprovechando que comenzaba a sentirse mejor. Salió desnudo del baño, sosteniendo los lentes en una mano y su pantalón de mezclilla en la otra, se paró frente a su recámara.

No quería entrar. No estaba listo.

Caminó hasta la lavandería y se vistió con un pantalón de pijama que encontró en la secadora, ni siquiera revisó si era de él o de Jaejoong.

Quizá debería dormir en la sala.

Pero cuando estuvo parado en medio del pasillo, miró en dirección al cuarto de Jaejoong y algo dolió en su pecho. Se acercó a la puerta y apoyó la frente contra ella.

—Hyung… —dijo en voz alta, como si llamara a su amigo, a pesar de que sabía claramente que no estaba ahí—. ¿Qué me estás haciendo, hyung? Me estoy volviendo loco.

La angustia parecía llenar su pecho, el nudo en su garganta volvía a formarse y su corazón latía acelerado.

—Te extraño tanto —le susurró a un Jaejoong que no podía escucharlo. Algo tomó control sobre él y con su mano libre abrió la puerta de la recámara y entró en ella.

Cuando encendió la luz sintió como si la presión en su pecho se aligerara por unos instantes para luego golpearlo aún con más fuerza. Todo en el lugar gritaba el nombre de Jaejoong y Changmin, desesperado y sintiendo que un nudo se formaba en su garganta, respiró hondo una vez tras otra hasta lograr reunir un poco de calma.

La manta de Hello Kitty que hacía años le había regalado a su hyung reposaba en la cabecera de la cama y sobre ella, un pijama doblado de forma apresurada y un peluche de Winnie Pooh con bata y gorro de dormir. Changmin rió con una mezcla de ternura y de dolor cuando lo vio, dejó lo que llevaba en sus manos sobre el buró y se sentó en la cama para tomarlo.

Abrazó el peluche con fuerza, ansioso de encontrar en él un escape a su dolor. Por un momento pensó en buscar a alguno de sus amigos para sentirse menos solo en la angustia, pero tenía claro que a quien realmente necesitaba, era justo a quien no podría tener.

Aún abrazando el peluche se recostó en la cama de Jaejoong, pensó que iba a llorar otra vez, pero pronto el olor de su hyung comenzó a invadirlo y a aliviar la dolorosa presión en su pecho. Aún sentía miedo, pero estaba tan agotado por lidiar con ello, que ahora, quizá ayudado por el efecto del alcohol, decidió entregarse a los sentimientos reparadores que el aroma le estaba causando. Era tan placentero, tan calmante; cómo un bálsamo que parecía curarlo.

Todo lo que su cuerpo tocaba olía cómo Jaejoong. Cómo su jabón, su piel tan suave, su cabello color miel. Olía al perfume de pera y pimienta y a un toque de menta que Min había percibido en su hyung algunas mañanas.

Soltó el peluche y se permitió hundirse en las sábanas, casi restregándose contra ellas, esperando que la fragancia se adhiriera a su piel. Tomó una de las almohadas y cubrió su rostro con ella, estaba tan impregnada del aroma de Jaejoong que pronto se encontró gimiendo.

Gimiendo.

Jadeando.

Erecto.

Changmin se quitó la almohada del rostro con un gesto amargo.

—¡¿Así que ahora sí funcionas?! —le reclamó a su miembro que se erguía orgulloso en el interior de su pantalón.

Súbitamente se sentía ansioso por tocarse, por sacar su miembro y acariciarlo bruscamente mientras hundía su nariz en la almohada de Jaejoong.

Pero no lo haría. No lo haría. No lo haría.

Su respiración salía en jadeos por su boca, su pene ardía buscando contacto. No entendía cómo en tan pocos minutos había alcanzado aquel estado, tan erecto, tan hinchado que dolía.

Changmin respiró hondo tratando de calmarse, pero el aroma de Jaejoong era mucho más embriagante que el alcohol en su cuerpo. Necesitaba tocarse, necesitaba venirse.

—Basta —se dijo a sí mismo antes de continuar respirando profundamente, esta vez por la boca para no percibir el aroma. Poco a poco parecía estar recobrando la compostura. Su erección aún dolía pero podía ignorarla, podía luchar contra la imagen de Jaejoong de espaldas en la cocina, dejándole ver los tatuajes a través de aquella camisa tan delgada.

Inhalar. Exhalar. Inhalar. Exhalar.

Changmin se sentó en la orilla de la cama mientras continuaba con las respiraciones. Sus manos se aferraban a las sábanas para no permitir que tocaran su propio cuerpo. El deseo no parecía menguar, pero su capacidad de ignorarlo se fortalecía.

Justo en el momento en que estaba por levantarse de la cama, notó que el cajón del buró estaba abierto unos centímetros y algo de un brillante color rosa se dejaba ver. Quizá si no hubiera estado tan embriagado por el alcohol o el deseo, no hubiera abierto ese cajón jamás, pero lo hizo, y lo que encontró en él lo hizo perder el control.

Un dildo.

Se escuchó gruñir excitado. Un dildo, en el cajón a un lado de la cama de Jaejoong. Su respiración volvió a alterarse ante la imagen y nuevamente se encontró jadeando desesperado, imaginando a Jaejoong recostado en esa cama, penetrándose con el juguete, gimiendo y pidiendo más, deseando que fuera una verga la que lo llenara. Y Changmin quería que fuera la suya.

Su verga protestaba ansiosa, queriendo sustituir al dildo en la imagen que ahora invadía su cabeza, o pidiendo al menos que su dueño la tocara, que la frotara de arriba abajo en movimientos firmes hasta hacerla explotar. No podía dejar de ver aquello, no podía quitar los ojos del juguete sabiendo ahora que había estado dentro del cuerpo de Jaejoong, que su hyung lo usaba para penetrarse y masturbarse.

Antes de darse cuenta, su mano ya había sacado su pene del pantalón y había comenzado a acariciarlo frenéticamente. Changmin gemía en voz alta mientras masturbaba su dolorosa erección en un ritmo casi agresivo, sin quitar los ojos de aquel juguete. Quería tocarlo, quería sostener en su mano libre aquello que había estado dentro de Jaejoong y por un momento, estuvo apunto de hacerlo, pero sus dedos tocaron antes una pequeña botella a su lado.

Lubricante.

Lubricante de menta.

Changmin gimió en voz alta mientras su mente conectaba los puntos. Ese era el olor a menta que estaba en las sábanas de Jaejoong, ese era el olor a menta que a veces sentía en su hyung por las mañanas.

Y esta vez se imaginó a Jaejoong recostado sobre la misma cama, desnudo, con tres dedos llenos de lubricante en su interior, moviéndolos mientras con su otra mano acariciaba su erección.

Changmin sentía que el deseo iba a acabar con él, la mano sobre su miembro no podía parar, se movía tan desesperada que hacía que los músculos en su brazo protestaran, pero el placer era tanto y tan poderoso que era fácil ignorar cualquier otra sensación.

Con esfuerzo abrió la botella de lubricante con su mano izquierda sin detener la derecha y vertió el líquido sobre su erección, estaba frío, pero su pene ardía tan desesperado en su mano que apenas lo notó.

El aroma a menta lo llenó y se estremeció al pensar que era con este aroma con el que Jaejoong se masturbaba. Se acarició aún más bruscamente, apenas teniendo cuidado de no lastimarse, mientras imaginaba que era la mano de Jaejoong la que lo frotaba con ímpetu, imaginando la voz de su hyung en su oído diciéndole lo mucho que quería tenerlo dentro.

Con un gemido ruidoso se desplomó nuevamente sobre la cama de Jaejoong y hundió la cara en su almohada, sintiendo el olor embriagante de su hyung mezclado con el del lubricante. Por un momento pensó en detenerse para buscar aquel viejo teléfono que guardaba al fondo de su closet, pero lo desechó rápidamente, casi podía recordar la imagen perfectamente.

“Estaría bien porque eres tú. Tú tienes mi permiso”

Gruñó desesperado al recordarlo. Jaejoong le había dado permiso.

Estrechó la almohada fuertemente contra su rostro y respiró hondo una y otra vez, robandose aquel aroma tan erótico, imaginando que podía tocar a su dueño, que besaba sus labios, que rasguñaba sus muslos, que mordía su abdomen, que chupaba sus pezones, que le metía los dedos, que le clavaba la verga.

—Jae… —el nombre de su hyung se escapaba por sus labios mientras las caricias se volvían cada vez más frenéticas y desesperadas— Necesito… ¡maldita sea!

La desesperación lo estaba matando, quería tomarlo, quería tenerlo a su merced y embestirlo con fuerza. Estiró su brazo libre a la orilla de la cama y tanteó hasta encontrar lo que buscaba y apenas lo tuvo, llevó la camisa a su nariz. Era el pijama de Jaejoong, el que había usado antes de partir y por supuesto; estaba aún impregnado de aquel aroma tan sensual.

Estaba tan desesperado que pronto hizo algo que no había hecho desde la adolescencia. Se colocó boca abajo en la cama de Jaejoong, con la camiseta del hombre contra su nariz, usando el brazo izquierdo para sostener su peso unos centimetros por encima del colchón. Y rodeando su goteante miembro con el puño de la mano derecha, dejándola fija en su lugar, comenzó a mover la cadera desesperado, embistiendo.

La imagen en su mente era clara, Jaejoong debajo de él, recibiendo su verga mientras gemía de placer y Changmin lo sometía firmemente, besando su cuello, mordiendo los tatuajes en su espalda sin dejar de penetrarlo. La presión aumentaba a cada embestida, su miembro se retorcía desesperado en su mano.

Podía imaginarse tan vivamente la voz de Jaejoong gimiendo y pidiendo más. Más fuerte, más duro, gritando su nombre mientras le pedía que lo llenara, que lo marcara como suyo y que le dejara la leche adentro. Con este último pensamiento, Changmin gruñó fuertemente mientras sentía todo su cuerpo convulsionarse en placer una y otra y otra vez, sin detener las embestidas incluso cuando se derramaba copiosamente en su mano.

—Jaej…oong —dijo con su último aliento antes de desplomarse por completo en las sábanas, sin dejar de mecer la cadera suavemente contra ellas, sintiendo el rezago de aquel poderoso orgasmo por todo su cuerpo.

Las sábanas estaban llenas de semen y mientras se colocaba nuevamente boca arriba, lo sentía esparcirse por su torso desnudo, pero le importaba poco. Respiró hondo, relajado, tratando de recuperar el aliento, su mano aún envolvía su miembro ahora cansado y satisfecho. No recordaba cuándo había sido la última vez que sé había venido de aquella manera tan abundante, tan placentera.

Se sentía tan completo; rodeado por el aroma embriagante de Jaejoong, envuelto por las sensaciones post orgásmicas con una sonrisa en el rostro. Lo único que podría mejorar aquel momento, sería tener al hombre entre sus brazos. ¿Por qué no había hecho esto antes? No se había dado cuenta de lo mucho que lo necesitaba, si tan solo Jaejoong quisiera…

—¡Mierda! —exclamó Changmin, incorporándose bruscamente en la cama, comprendiendo recién la magnitud de lo que acababa de hacer.

Estaba ahí, en la habitación de Jaejoong, en su cama, entre sus sábanas, y se había masturbado fantaseando con su imagen.

—Mierda…—susurró mientras contemplaba su mano derecha, llena de semen.

Junho tenía razón. Estaba pasando otra vez.

 

18 años, 2 meses antes de esa noche. Jaejoong 16, Changmin 14, Junho 15.

—Creo que Junsu es gay.

Changmin giró su rostro para observar a su amigo. Ambos se encontraban en la cancha de fútbol de la escuela, recostados en el pasto, con el balón descansando en medio de ellos.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Changmin. La camiseta se le pegaba al cuerpo por el sudor y a ratos, podía sentir el leve olor corporal de Junho. Seguramente Junho también percibía el suyo.

—Porque lo veo.

Ambos se quedaron en silencio. La mamá de Changmin solía decir que, de su grupo de amigos, Junho era el más observador. Changmin se preguntó si era esto a lo que se refería.

—¿Te ha dicho algo? —volvió a hablar Junho.

—No, pero si lo hubiera hecho, no te lo diría.

Changmin vió a Junho sonreír con satisfacción, y el silencio volvió a envolverlos.

Al salir de clases, él, Junho y Junsu habían decidido ir a comer un helado en un parque a dos calles de la escuela. La práctica de fútbol de hoy se había cancelado súbitamente y Junsu estaba emocionado porque gracias a esto podría acompañar a sus amigos de la clase B al karaoke.

Junho y Changmin estaban en la clase A del 3er año, Junsu en la B, Bomi y Yeonhee, que eran de la edad que Changmin, iban en segundo —él había sido el único de ellos que había adelantado un curso—, Jaejoong estaba por terminar su primer año de preparatoria y Eunhye el segundo.

Junsu los había invitado a la reunión con sus amigos, pero Junho y Changmin prefirieron volver a la cancha y jugar un rato solos.

Llevaban ya varias horas ahí, mayormente se la habían pasado jugando por diversión, pero también aprovecharon para practicar algunas jugadas que habían visto en televisión. Cuando ambos estuvieron agotados, se recostaron en el pasto, con sus brazos y piernas extendidos, disfrutando de la brisa fresca, del olor a césped recién cortado y a lavandas.

—Quizá yo también sea gay —dijo Changmin de repente, sin mirar a su amigo.

Junho no habló por unos segundos, pero Min podía ver por el rabillo del ojo que se había girado a observarlo.

—No creo —contestó de repente—. He visto cómo ves a las chicas. Las ves incluso más que yo.

Sí, eso era otra cosa que Changmin había pensado. ¿Cómo podía ser gay si prácticamente cada chica que pasaba en su camino, lo distraía?

—Quizá seas bisexual —le dijo Junho encogiéndose de hombros.

Era la primera vez que Changmin escuchaba esa palabra, pero, ahora sabiendo que existía, parecía encajar mejor con sus preocupaciones.

—¿Te ha gustado otro chico además de Jaejoong-hyung?

Changmin se incorporó sorprendido y observó a Junho con una expresión aterrada.

—No hay que ser un genio, Min —le dijo su amigo, otra vez con esa sonrisa autosuficiente.

Changmin se quedó sentado, cruzó sus piernas y agachó su cabeza. No sabía si estaba listo para hablar de esto aún, pero la oportunidad estaba ahí y quizá no volvería a presentarse. Los últimos meses había sentido que su garganta se cerraba, que perdía la voz. Su madre había tratado de convencerlo de hablar con ella, pero había tanto en su cabeza que no se sentía capaz.

—No, nadie —respondió con la mirada clavada en el suelo entre sus piernas—, pero Jae me gusta mucho.

Junho suspiró y comenzó a incorporarse. Pronto estaba sentado a un lado de Changmin, en la misma posición que él.

—Tú has visto cómo la ha pasado Jaejoong-hyung desde que la gente sabe que es gay —le dijo su amigo con un tono sereno—. Es precisamente eso lo que me preocupa de Junsu.

Changmin sabía a lo que Junho se refería. Desde que Jae había salido del closet, la gente lo señalaba más, algunos chicos que consideraba sus amigos, súbitamente se habían vuelto enemigos, otros no lo atacaban, pero se habían distanciado de él. Sus propios padres no lo habían rechazado, e incluso estaban haciendo un esfuerzo por aceptarlo, pero cada cierto tiempo le preguntaban si estaba seguro, si no le gustaba alguna chica, si no pensaba que esta o esta otra amiga era bonita, etc.

—No es justo que hyung tenga que pasar por esto, no sería justo para Junsu tampoco. Ni para ti, si de verdad es tu caso —Junho se sujetaba los tobillos mientras hablaba, su mirada fija en el edificio de la escuela, su ceño fruncido—. Si de verdad no te ha gustado ningún otro chico más que Jae hyung, quizá sería inteligente que primero averiguaras si tienes oportunidad con él… antes de enfrentarte a toda esa mierda.

Changmin se quedó callado. Ambos sabían que no tenía oportunidad con Jaejoong. Su hyung ahora estaba en una relación con Kim Hyunjoong y parecía estar locamente enamorado de él.

—Quizá sea solo pasajero —le dijo Junho encogiéndose de hombros—. Eres muy cercano a Jae. Prácticamente han crecido juntos, creo que es normal desarrollar sentimientos.

Esto también era algo que Changmin había pensado. ¿Qué tanto de lo que sentía de verdad era atracción?, ¿Qué tanto era solo el amor que siempre había sentido por su amigo? Quizá esta vez, combinado con las emociones que le traía el sentirse relegado.

—O quizá sea verdadero amor —continuó Junho, aún sin mirarlo—; pero eso es algo que sólo tú podrás averiguar.

En realidad todo se había vuelto complicado a partir del momento en que Jaejoong había comenzado su relación con Kim Hyunjoong. Antes de eso Min ni siquiera se había planteado el tener algo romántico con su hyung, pero los últimos meses, no podía evitar querer quitar a Hyunjoong del panorama y ser él quien abrazara a Jaejoong por la cintura, o quien lo besara en los labios.

Cuando aquel noviazgo recién había comenzado, Changmin se sintió un poco extraño, un leve tinte de desazón se alojó en su pecho, pero no le puso mucha atención hasta que, conforme avanzaban las semanas y el tiempo que pasaba con Jaejoong se reducía, comenzó a notar como aquella sensación de contrariedad se hacía cada vez más grande.

Al mismo tiempo, la relación con su padre se hacía cada vez más complicada. Changmin lo llamaba a su oficina casi todos los días, su secretaria tomaba su recado y si tenía suerte, él le llamaba una vez cada dos semanas. Cuando lo visitaba, parecía desaprobar todo en Changmin; la peor parte era que no se lo comunicaba, no le decía cual era el problema, que era lo que tenía que cambiar, solo se limitaba a hacer un gesto de desaprobación y a tratarlo fríamente.

Por las noches, Min sentía que lo consumía la angustia. Todo a su alrededor parecía estar cambiando, su papá ya no lo aprobaba, su mamá se la pasaba estresada tratando de hacer al hombre cambiar de opinión y de hacer a Changmin entender que no necesitaba su aprobación; Yongbae hyung había comenzado a hablar de mudarse todos juntos a Ansan y Jaejoong hyung se pasaba todo el día con Kim Hyunjoong.

Algunas veces el dolor y la angustia eran tales, que abandonaba su cama, salía de casa en silencio y se colaba en el cuarto de Jaejoong. Se hundía con él en las mantas y lo aferraba con fuerza mientras Jae acariciaba su cabello, lo arrullaba, le decía que todo iba a estar bien.

Una de esas mañanas, al despertar junto a Jaejoong, se quedó en la cama observándolo. Era algo que hacía con frecuencia. Jae dormido era toda una visión, con su piel tan blanca, sus labios tan rosas y su expresión tan pacífica; pero supo que algo comenzaba a cambiar cuando sus ojos dieron con la erección matutina del mayor y pudo sentir el calor subir por su cuerpo.

En aquel momento, avergonzado, se había decidido a ignorar el calor y por un tiempo le había funcionado, hasta aquella fatídica tarde en que llegó a casa unas horas antes de lo usual y escuchó un ruido extraño en el trastero.

Changmin se había acercado lentamente y sin hacer ruido. No tenía claro que era lo que iba a encontrar ahí, pero algo le decía que no debía verlo. Acomodó unas cajas para trepar en ellas y pudo asomarse a la pequeña ventana en lo alto, y lo vio.

Era Jaejoong, recargado contra la pared, con la camisa desabotonada, mientras la boca de Kim Hyunjoong se aferraba a uno de sus pezones. Changmin sintió algo revolverse dentro de él, no quería ver aquello, pero tampoco quería dejar de mirarlo. Jaejoong se cubría la boca con una mano para que no se escucharan sus gemidos y con la otra, sujetaba la cabeza de Hyunjoong contra él.

En un momento en que Hyunjoong cambió un poco el ángulo, Min pudo notar que el chico tenía la mano dentro del pantalón de Jaejoong, por la parte de atrás, y Jaejoong se mecía desesperado contra ella.

Changmin no se quedó para observar la escena, los miró quizá por un minuto y decidió huir de ahí. Se encerró en su cuarto, se cubrió con las sábanas hasta la cabeza y se abrazó a sí mismo para tratar de controlar las emociones que lo invadían.

Le dolía, le dolía muchísimo. Aún y cuando sabía que no era su lugar. Aún cuando sabía que Hyunjoong era el novio de Jaejoong y que él, Changmin, no era más que su mejor amigo. Aún así, no quería que tocara a su hyung. No quería, pero su miembro erecto le decía que quería ser él quien lo tocara.

Antes de darse cuenta ya estaba reemplazando a Hyungjoong en el recuerdo, y si cerraba los ojos con fuerza, se podía imaginar que era él quien lamía los pezones de Jaejoong, quien metía su mano en su pantalón. Aquella vez fue la primera en que se vino pensando en su amigo, pero no fue la última.

 

Después de aquella conversación con Junho, decidió intentar confesarse, pero como si de una advertencia se tratara, una situación similar fue presentada ante él.

Changmin había encontrado refugio en Bommi. Llevaba meses sin poder hablar de lo que atravesaba y en las ocasiones en que la tristeza y la confusión habían tomado el control de él, la chica se había mantenido a su lado sin hacer preguntas. Min recordaba lo confundido que se sintió cuando su amiga confesó estar enamorada de él, y aunque la rechazó gentilmente, ella no volvió a dirigirle la palabra.

Changmin entraba en pánico al pensar que algo similar pudiera pasar con su hyung. Sabía que Jaejoong jamás tomaría ofensa en sus sentimientos, mucho menos cuando todo lo que tenía para ofrecerle era aquel amor tan sincero que llevaba meses guardando en su pecho, pero definitivamente lo rechazaría, e incluso corría el riesgo de que pusiera distancia entre ellos.

Jaejoong tenía novio, cualquier confesión que no viniera de su pareja estaba destinada a ser incómoda. Incluso si quien se confesaba era su mejor amigo.

Un día de primavera, su papá pasó por él para ir juntos al acuario. Changmin tenía un mes de no haberlo visto y estaba sumamente entusiasmado. Le quería contar de su proyecto de japonés, de su equipo de fútbol, del gatito al que él y Junsu habían estado alimentando en la escuela y de un montón de temas más, pero su papá no parecía escucharlo y por el contrario, había preguntado por Jaejoong y por el chico que había visto con él afuera de su casa.

—Es su novio —respondió Changmin llanamente—. ¿Por qué lo preguntas?

Min vio como los labios de su padre se tensaban mientras seguía conduciendo.

—¿Sus padres lo saben? —preguntó Choi Rihwan con una expresión seria.

—Sí —respondió Changmin—. ¿Por qué?

Su padre sonrió incómodamente y negó con la cabeza.

—¿Jaejoong y tú aún son amigos?

—Mejores amigos —dijo Changmin cruzándose de brazos a la defensiva, presintiendo hacia donde iba esa conversación—. ¿Por qué? ¿Te molesta que mi mejor amigo sea gay?

Choi Rihwan se echó a reír a carcajadas y Changmin sintió que aquel sonido aliviaba algo en su pecho.

—Claro que no, Min —le respondió quitando una mano del volante para revolver el cabello de su hijo.

Changmin sonrió y se acomodó en su asiento, relajado

—No me molesta que Jaejoong sea gay —continuó su padre—. Me molestaría que tú lo fueras.

 

Fue un día de verano cuando tomó valor. Su papá llevaba ya más de un mes en estados unidos y hasta el momento no lo había llamado ni una sola vez.

Changmin se encontraba en el sillón de la sala, con la cabeza recargada en el hombro de Jaejoong, llorando en silencio mientras su hyung acariciaba su cabello y lo consolaba. Habían puesto la televisión, pero ninguno de los dos la estaba viendo.

—Hyung —lo llamó Changmin, ignorando todas las alarmas que sonaban en su cabeza.

Jaejoong no respondió pero le dió un beso en la coronilla para indicar que lo escuchaba.

—¿Crees que…?— Changmin tragó saliva y tomó aire para reunir valor, Jaejoong secó sus lágrimas con el pulgar— ¿Crees que algún día podrías enamorarte de mí?.

Changmin observó la expresión de su hyung reajustarse por una de desconcierto.

—¿Por qué lo preguntas, Minnie? —le dijo sin detener las caricias en su cabello. Changmin se encogió de hombros—. ¿Te preocupa que las cosas cambien entre nosotros?

Min no supo qué hacer, ni que decir, el poco valor que había reunido había abandonado su cuerpo con aquella pregunta.

—No tienes de qué preocuparte, Min —le dijo Jaejoong con una sonrisa—. Eso no va a pasar.

—¿Nunca, hyung?

—Nunca.

 

Fue en el invierno cuando todo aquel desastre sucedió. Fue cuando el pánico lo invadió al ver como tres tipos enormes se avalanzaban sobre su hyung y lo golpeaban, fue cuando se interpuso entre ellos, cuando alzó la barbilla y mintió llamando a Jaejoong su novio. Fue cuando él también recibió tantos golpes, tantos insultos, tanto odio. Fue cuando el miedo se volvió tangible.

Estaba recostado en la cama de hospital de Jaejoong, rodeándolo con sus brazos, dejándolo llorar en su pecho mientras acariciaba su cabello y lo escuchaba preguntar porque Hyunjoong no venía a verlo, porque lo hacía esperar, porque no se preocupaba por él.

—Ojalá pudiéramos amarnos como pareja, ¿No crees, hyung? —le dijo con una sonrisa triste mientras acariciaba el cabello de su amigo y secaba las lágrimas de su rostro —Yo te amaría como tú te mereces.

Jaejoong se había lanzado a su cuello y había llorado a viva voz y Changmin, por un momento, estuvo a punto de rogar por una oportunidad, pero podía escuchar claramente el nombre de Hyunjoong en los sollozos de su amigo.

 

Cuando llegó la primavera, llegó también la despedida. Lloraron juntos por horas hasta que Min se subió al auto de Yongbae hyung y partió con su familia hasta Ansan. Las siguientes semanas fueron horrorosas, no quería comer, no podía dormir, se pasaba la mayor parte del tiempo buscando oportunidades para hablar con Jaejoong por teléfono, para escuchar que él también lo extrañaba y que también quería tenerlo cerca.

El rechazo definitivamente no podía ser peor que esto, así que decidió que el día que volviera a verlo, le confesaría sus sentimientos.

Poco tiempo después supo la noticia, Jaejoong se mudaría con ellos a Ansan y cursaría el último año de preparatoria ahí. Changmin había abrazado a su mamá con fuerza cuando se lo había contado y pronto había terminado llorando de felicidad.

Changmin sabía que estaba listo para confesarse y que quería hacerlo pronto. Le pidió ayuda a Yongbae hyung para que le hablara de los mejores puntos turísticos de Ansan y sin decirle lo que tramaba, planeó una cita.

—Omma —preguntó una tarde pocos días antes de la llegada de la fecha —¿Sería extraño si un chico le regala flores a otro chico?

—¿Lo dices por Boo? —preguntó su mamá mientras removía algo en una sartén —¿Quieres regalarle flores?

Changmin asintió.

—No es común —dijo encogiéndose de hombros—, pero tampoco tiene por qué estar mal. Además es costumbre regalar flores en bienvenidas y despedidas.

Changmin sonrió entusiasmado y le dió las gracias a su madre.

—Minnie —preguntó Seohyeon cuando lo veía salir de la cocina —¿Hay algo en particular por lo que le quieres regalar flores a Boo? ¿Quieres contarme algo?

Changmin sintió nuevamente que se quedaba sin voz, y escuchó a su padre en su cabeza: “No me molesta que Jaejoong sea gay. Me molestaría que tú lo fueras”.

—No, Omma —respondió enmarcando su mejor sonrisa—, solo quiero darle la bienvenida.

 

A Jaejoong le había encantado aquel ramo de flores, lo había abrazado fuerte contra sí mientras reía y se limpiaba las lágrimas de felicidad del rostro. Tomaron un paseo por el jardín botánico de Ansan, comieron pasta en un pequeño restaurante de comida italiana, Changmin insistió en pagar el total de la cuenta porque, aún cuando Jae no lo sabía, aquello era una cita. Cuando terminaron, se dirigieron al observatorio de Gubongdo para ver el atardecer.

Por algún motivo, el lugar estaba casi vacío, y Jaejoong maravillado se paró frente a la enorme escultura dorada y suspiró mientras contemplaba la puesta de sol. Changmin se atrevió a hacer algo que nunca antes había hecho y, parándose tras de él, lo abrazó por la cintura.

Por un momento sintió cómo su hyung se tensaba, pensó que lo rechazaría, era cierto que entre ellos solían ser muy cariñosos, pero aún así, aquel abrazo parecía más adecuado para una pareja, pero Jaejoong pronto volvió a relajarse y colocando sus manos sobre las de Changmin, recostó su cabeza en su hombro.

Min sentía que se le iba a salir el corazón del pecho, y tomando todo el valor que en las últimas semanas había reunido, habló:

—Hyung, creo que te amo.

Jaejoong no se movió, no dijo nada, solo continuó con la cabeza recostada en el hombro de Changmin por unos segundos, antes de girarse a verlo con una sonrisa divertida.

—¿Cómo que “crees”? —le preguntó— Claro que me amas, tonto.

Changmin sonrió y tomó aire para continuar, para aclarar lo que quería decir y no dejar la más mínima duda.

—Yo también te amo, Minnie —habló Jaejoong antes que él, en completa serenidad.

Changmin sintió que su corazón se detenía dentro de su pecho. ¿Estaba…? ¿Estaba aceptando sus sentimientos?

—Estos últimos meses sin tí han sido terribles —continuó Jaejoong— Me dí cuenta que sin importar lo que pase en nuestras vidas, quiero que siempre estemos juntos.

Changmin sentía que iba a explotar. ¿Entonces…? ¿Jaejoong también…?

—Quedémonos juntos, ¿Sí? No importa lo que pase —le dijo Jaejoong dándose la vuelta para mirarlo de frente, sosteniéndolo por los brazos—. Quiero que estés conmigo cuando vaya a la universidad, cuando me gradúe, cuando conozca al amor de mi vida, cuando me case. Y quiero estar contigo cuando tú hagas todo eso y más.

Oh

—Claro, hyung —dijo Changmin con una sonrisa enorme, al tiempo que sentía como todas sus ilusiones comenzaban a escapar por sus ojos en forma de lágrimas—. Quedémonos juntos siempre.

—¡Omo! ¡Minnie! ¿Por qué estás llorando? —preguntó Jaejoong preocupado, al tiempo que se apresuraba a secar las lágrimas que su amigo derramaba— ¿Qué es lo que pasa?

Changmin sonrió aún más y con los ojos llenos de lágrimas, tomó a su amigo por la cintura y lo estrechó contra él, hundiendo el rostro en su cuello, ahogando su llanto ahí.

—No pasa nada, hyung —le respondió con la voz ahogada— Sólo quiero quedarme contigo siempre. Justo como dijiste.

Jaejoong respondió el abrazo y, conmovido, se unió a Changmin en aquella extraña mezcla de lágrimas y sonrisas.

Aquel día prometieron acompañarse siempre, por el resto de sus vidas. Y Changmin, abrazado al cuerpo de Jaejoong, mientras observaba al sol ponerse a través de la escultura dorada, le entregó sus sentimientos al mar, pidiéndole que se los llevara para siempre.

Notes:

Siguiente publicación: 2 de Agosto del 2025

Chapter 10: RENDICIÓN

Notes:

Nuevamente, necesito una semana más para el siguiente capítulo, pero reitero: No voy a dejar de publicar, y siempre lo haré en la fecha que se indique en las notas finales.

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Sobre el capítulo: Dedicado a mi cassiobestie. Cuando lo leyó, estábamos en un café y se tuvo que echar una lloradita en público jaja. Te amo mucho cassiobestie ♥

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IMPORTANTE: Este capítulo contiene un pequeño homenaje a un fanfic de Dokssuri, una de mis autoras favoritas. Al final les dejo el link y la info del fanfic por si gustan leerlo. Es bellísimo.
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(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

X. RENDICIÓN

12 años, 5 meses antes de esa noche. Jaejoong 21, Changmin 19.

—Trata de poner suavemente los dientes sobre tu labio inferior —instruyó Yoochun. Junsu se pasó la lengua por los labios antes de hacer lo indicado—. Muy bien, ahora inténtalo así “I’ve…”

—I’ve…—pronunció Junsu.

—¡Mucho mejor! —le felicitó Yoochun con una sonrisa que pronto se reflejó en el rostro del menor.

Yunho, Yoochun, Changmin y Junsu estaban sentados en la mesa de Micky’s que se hallaba repleta de hojas, la mayoría de ellas de partituras, otras del código penal de la república de Corea. Yunho tenía los audífonos puestos y escribía en su laptop haciendo pausas de vez en vez para consultar las hojas a su alrededor y chasqueaba la lengua cuando, por accidente, daba con una partitura. Jaejoong se hallaba sentado con los pies sobre el sofá, con una manta sobre los hombros, bebiendo una taza de café y bostezando de vez en vez.

—Lo siguiente es “looked at clouds from both sides now”—continuó Changmin revisando la partitura—. La parte de “looked at clouds” ya la practicamos en la primera estrofa… solo recuerda hacer el sonido de la ele y no de la ere. Ahora sigue el “from both sides now”

Yoochun y Changmin eran los únicos del OT5 que hablaban inglés. Yoochun porque vivió en Estados Unidos por al menos 7 años y Changmin por sus visitas anuales a su padre en California. Ninguno de los dos tenía el mejor acento o pronunciación, pero eran bastante buenos y se podían comunicar sin problema.

—¿Y qué es lo que significa? —preguntó Junsu frunciendo el ceño y leyendo su copia de la partitura.

Changmin observó a Jaejoong levantarse de su asiento y estirarse como un gato.

—La frase completa dice “ahora he visto las nubes desde ambos lados”—comenzó a explicar Yoochun. Jaejoong se acercó a la encimera para rellenar su taza con café y Changmin aprovechó para pedirle una para él—. Y la canción continúa diciendo, “desde arriba, desde abajo, y aún así…”

—¿Cómo vas a ver las nubes desde dos lados? —preguntó Junsu con una expresión de fastidio y confusión. Changmin y Yoochun llevaban ya una hora enseñándole a pronunciar la letra de aquella canción para su audición a una puesta en escena que se llevaría a cabo en el teatro universitario—. Las nubes no tienen lados.

Jaejoong se unió con ellos en el comedor, llevaba un pantalón de pijama de Bambi y una camisa interior blanca; el sueño estaba reflejado por todo su rostro. Puso una taza de café frente a Changmin y se sentó en las piernas de Yoochun quien lo tomó por la cintura. El maknae los observó, pero no dijo nada.

—Es una expresión idiomática —dijo Yoochun e hizo una pausa para quitarle la taza de café a Jaejoong y darle un sorbo—. Es como decir que alguien “está en la luna” cuando está distraído. Obviamente no está en la luna, pero es algo que la gente dice.

—¿O cuándo dicen que alguien es tu “media naranja”? —preguntó Jaejoong a Yoochun al tiempo que recuperaba la taza de sus manos. El menor asintió y Jaejoong lo abrazó con una expresión tierna, poniendo su mejilla contra la de él— ¡Mi Soulmate!

Yoochun le respondió con una sonrisa enorme antes de separar sus rostros y continuar

—Aquí el compositor se refiere a que ahora puede ver las cosas desde dos perspectivas —apuntó Yoochun mientras comenzaba a tamborilear con los dedos en la cintura de Jaejoong—. Desde la positiva y llena de ilusión y desde la realista e incluso un poco pesimista.

Yunho se quitó los audífonos y cerró su laptop mientras consultaba las hojas frente a él. Changmin se estiró para alcanzar el incómodo banco que había empujado al costado del sillón, lo unió a la mesa y se sentó sobre él. Tiró de Jaejoong por la muñeca y el mayor le sonrió antes de abandonar las piernas de Yoochun y sentarse en la silla que había dejado libre.

—Ésta expresión en realidad es muy sencilla —comentó Yoochun—, pero el inglés tiene otras muy complicadas de entender, en mis primeros años en América solía confundirme mucho con las frases que la gente utilizaba.

—¿Cómo cuáles? —preguntó Junsu interesado y Yoochun sonriendo, volvió a quitarle la taza de café a Jaejoong de las manos.

—Mmm… ¿Cuál podría contarte? —se preguntó y puso un rostro pensativo mientras bebía—. Changmin se levantó de su asiento para servir otra taza de café—. Por ejemplo, cuando están enfermos es común que digan que se sienten “under the weather” que literalmente significa “por debajo del clima”.

Junsu se echó a reír a carcajadas y Changmin se reunió en el comedor, poniendo una taza de café frente a Yoochun que le agradeció con una sonrisa antes de continuar.

—También está “green eyed monster”, es decir, un monstruo de ojos verdes. Se usa para hablar de los celos —explicó Yoochun al tiempo que Changmin se sentaba otra vez sobre el incómodo banco y observaba cómo Jaejoong recuperaba su taza y bebía de ella con una expresión relajada—. Aunque esa en particular no es muy usada hoy en día, creo que viene de un libro viejo.

Junsu rió otra vez, diciendo que era una manera muy estúpida de hablar. Jaejoong sonrió de oreja a oreja.

—Attached at the hip —dijo Yoochun chasqueando los dedos— significa estar pegados por la cadera.

Junsu esbozó una expresión desconcertada. Jaejoong separó la taza vacía de sus labios e hizo un puchero que pronto cambió por una mirada acusatoria que Yoochun ignoró.

—Lo usan para hablar de dos personas que son inseparables —explicó Chunnie al tiempo que Changmin recorría su banco hasta quedar lado a lado con Jaejoong y ofrecerle su taza de café. El mayor le sonrió y con el dedo, tocó tiernamente la punta de su nariz antes de tomar la oferta.

—¡Ah! ¡Y mi favorita! —dijo Yoochun mientras Changmin observaba a Jae beber el café con una expresión satisfecha—. “Head over heels”. Su traducción literal es tener la cabeza sobre los talones.

—Pero ¿qué significa? —preguntó Junsu interesado y Yunho, que hasta ese momento no había puesto mucha atención a la conversación, también miró a Yoochun esperando la respuesta.

—Se usa para decir que se está total y perdidamente enamorado —explicó Yoochun con una sonrisa—. Al grado de perder la cabeza, de no poder pensar en nada ni nadie más.

Junsu asintió divertido y Yunho, que hasta ahora no había dicho nada, intervino:

—Como Boo con Kangta.

 

Era domingo y los amigos trataban de equilibrar sus ganas de holgazanear con sus responsabilidades. A medio día cooperaron para ordenar pollo frito y no tener que cocinar o limpiar. Jaejoong se recuperaba de unos días pesados en la clínica infantil, pero tenía que hacer una serie de lecturas para su clase de procesos psicosociales. Yunho llevaba desde la semana anterior preparándose para un examen, mientras que Changmin y Yoochun continuaban invertidos en enseñar a Junsu a pronunciar la letra de aquella canción.

Estaba probando ser un reto. Junsu ponía todo de su parte: anotaba la pronunciación en hangeul, incluso cruzaba con una diagonal las “ue” para indicar los sonidos llanos de una consonante; posicionaba la lengua o los labios exactamente en la forma en que Yoochun y Changmin le indicaban y, por más frustrado que estuviera, jamás se quejaba.

Pero cuando por enésima vez, pronunció “crauds” en lugar de “clouds”, Changmin exasperado se levantó de su silla y comenzó a perseguirlo por el pequeño departamento, jurando que lo iba a matar por culpa de su lengua inútil. Junsu reía a carcajadas mientras esquivaba a Changmin y le lanzaba lo que encontraba en su camino, cojines, suéteres, el delantal de Jaejoong y unos boxers sucios que encontró en el baño.

Cuando el maknae por fin tomó agarre de Junsu, lo tiró en el sofá y se sentó a horcajadas sobre su cintura desde dónde comenzó a golpearlo una y otra vez en el trasero mientras Junsu gritaba por auxilio.

—Basta, Min, ya fue suficiente —le dijo Yunho al menor, quien atacaba a Junsu y lo amenazaba con dejarlo sin trasero a menos que su única neurona decidiera funcionar y pronunciar correctamente el inglés.

Changmin se levantó indignado y volvió a su asiento en la mesa. Junsu fingió que lloraba en el sillón y Jaejoong se acercó a él entre risas para consolarlo mientras Yunho recibía al repartidor que había traído su comida.

Los cinco amigos se sentaron a la mesa y comieron sumergidos en charlas sobre sus clases, trabajos y proyectos. Changmin les contó sobre sus planes para aplicar a una pasantía el año siguiente y Yoochun que estaba haciendo la suya, le dio algunos consejos que podrían serle útiles al momento de la aplicación.

Tan pronto terminaron de comer, Yunho y Changmin levantaron la mesa y Junsu volvió a sumergirse en las partituras, esta vez tarareando la letra para practicar la melodía y Jaejoong, conmovido por el sonido de la voz de su amigo, recostó la cabeza en su hombro mientras lo escuchaba.

—Me encanta escucharte cantar, Su-yah —le dijo Jaejoong con una sonrisa mientras Changmin y Yunho volvían a sentarse a la mesa—. Estoy seguro que te va a ir muy bien en la audición.

—Sí, el canto lo tienes dominado —dijo Changmin con una expresión agotada—. Es la pronunciación la que te hace sonar como un juguete que se está quedando sin baterías.

—Déjalo, Min —le indicó Yunho mientras se servía un vaso de agua—. Se está esforzando.

—Más le vale. Invertimos toda la mañana en esto —le respondió Changmin, y dirigiéndose a Junsu con una expresión retadora, continuó—. Si para las 4pm que tenga que irme no puedes cantar al menos la mitad de la canción, te voy a dejar sin trasero, lo juro.

Junsu fingió que se estremecía y Jaejoong lo abrazó mientras reñía a Changmin. El maknae puso los ojos en blanco al contemplar la escena.

—Siento que Minnie tiene una fijación con el trasero de Junsu —apuntó Yoochun de repente—. Siempre que se enoja con él le azota el trasero. Quizá el enojo es solo una excusa.

—¿Has visto esa cosa? —preguntó Changmin mientras apuntaba a Junsu que se escondía en el abrazo de Jaejoong con un puchero fingido—. ¡Es enorme! ¿Que se supone que haga? ¿No golpearlo?

La habitación se llenó de voces diciendo: “exacto”, “precisamente”, “justo eso”.

Changmin otra vez puso los ojos en blanco mientras Junsu le hacía merong desde el abrazo de Jaejoong.

—Acéptalo, Minnie —dijo Yoochun— deseas el culo de Junsu.

Los amigos se echaron a reír tan fuerte que Jaejoong y Junsu rompieron el abrazo. Changmin también rió con ellos, pero trató de mantener la fachada indignada. Junsu, por el contrario, dejó de actuar como un niño pequeño y se puso de rodillas sobre su silla, dándoles la espalda, para después girarse a mirar a Changmin mientras se tocaba una nalga y le decía:

—¿Quieres todo esto, Minnie? —Las risas solo aumentaban mientras Junsu continuaba fingiendo que seducía a Changmin y el maknae hacía gestos de repulsión entre risas.

—Dime una cosa, Min —dijo Yoochun mientras Junsu retomaba su asiento—. Si tú fueras gay, ¿No crees que te gustaría Junsu?

El aludido se llevó el dedo índice a los labios y le guiñó un ojo al maknae, haciendo a todos reír.

—Claro que no —dijo Changmin entre risas—. Yo tendría mucho mejor gusto que eso.

—¡Oh vamos, Min! —dijo Yoochun golpeándolo suavemente con el codo— Quizá no lo notes porque te gustan las mujeres, pero Junsu es realmente sexy.

Junsu volvió a guiñarle un ojo a Changmin con una expresión descarada que hizo a Jaejoong reír a carcajadas.

—¿No crees que te gustaría al menos un poquito? —insistió Yoochun—. Piensa en su trasero.

Changmin negó con la cabeza sin dejar de reír.

—Es en serio. No me gustaría —apuntó y Junsu se cruzó de brazos fingiendo indignación—. Además, si yo fuera gay estaría enamorado de Boo.

Las risas cesaron casi al instante. Jaejoong miraba a Changmin con los ojos abiertos de par en par, Yunho, Yoochun y Junsu se miraron incómodos, conscientes de que en aquel momento ellos serían lo último que los dos amigos notarían.

—¿Estás bromeando? —preguntó Jaejoong, nervioso. Changmin negó con la cabeza firmemente, sus labios se curvaban en una leve sonrisa.

—Es verdad —respondió.

—¿Enamorado? —preguntó Jaejoong con un tono incrédulo.

—Head over heels.

 

2 meses, 10 días antes de esa noche. Jaejoong 34, Changmin 31.

Cuando era niño y visitaba a sus abuelos en Seúl, iba a aquel parque. Era un lugar sencillo, con apenas unos pocos juegos desperdigados alrededor, con muchos árboles y un pintoresco camino de terracota que llevaba a un estanque donde se podía alimentar a los peces; y apenas unos metros después del estanque, escondida entre los árboles de ginkgo, había una pequeña estatua de un niño.

El día que Changmin la encontró, a la edad de 7 años, se sintió extrañamente atraído hacia ella. El niño debía tener quizá su edad, tenía los ojos grandes y una sonrisa dulce en el rostro. La estatua era blanca, aunque tenía algo de tierra encima. Changmin había llamado a su madre para que la viera y ella, en lugar de concentrarse en el niño, había comenzado a divagar de si estaría hecha de mármol o de alabastro y sobre lo caro que debió haber sido erguirla.

—Pero ¿quién es? —le preguntó el pequeño Changmin, impaciente.

—No lo sé, Minnie —respondió su madre—. No dice ningún nombre. Supongo que solo es un niño que alguna vez vivió por aquí.

—¿La habías visto antes? —preguntó Changmin. Su mamá había vivido en ese vecindario toda su infancia.

Seohyeon asintió.

—Siempre ha estado aquí —apuntó—. Supongo que por eso mismo nunca le presté mucha atención.

Pero Changmin no podía entender cómo pudo no prestarle atención. Había algo conocido en la estatua. Nada preocupante o aterrador, por el contrario, era algo lleno de bondad. Algo que le hacía desear que el niño bajara del pedestal y jugara con él; y durante aquella visita, comenzó a soñar que lo hacía.

Lo curioso era que, en sus sueños, quien se erguía sobre aquel pedestal no era un niño desconocido. Era Jaejoong.

Soñaba que iba a aquel parque a jugar y que encontraba la estatua, esta vez completamente blanca y lustrosa, rodeada por el color amarillo de los árboles de ginkgo. Su hyung se encontraría ahí, quieto y resplandeciente, con una sonrisa en los labios y aquellos enormes ojos negros que ahora eran blancos.

El pequeño Changmin se acercaba a él con un nudo en la garganta y lo llamaba, y apenas la estatua lo escuchaba, ya no era una estatua, era un niño. Era el mismo Jaejoong sonriente y reluciente de todos sus días en Gongju. Y bajaba a jugar, a patear la pelota, a colgarse del pasamanos y a alimentar a los peces.

El último día que pasarían en Seúl, Changmin se lo contó a su mamá.

—Debe ser solo porque Boo es un niño muy hermoso —señaló ella con una sonrisa conmovida.

Y fue la primera vez que Changmin localizó el adjetivo que, por años, sin saberlo, había estado buscando. Había algo en Jae que, algunas veces, cuando lo veía, lo hacía quedarse sin aliento.

El siguiente año, Jaejoong los acompañó a Seúl y cuando visitaron el parque, Changmin, entusiasmado, lo llevó hasta aquella estatua escondida entre los árboles de ginkgo para mostrarle lo mucho que se parecía a él. Sin embargo, una vez llegaron y la observó, prefirió no comentarle nada a su hyung.

¿Cómo llegó a pensar que se parecían? Jaejoong era mucho más hermoso.

Quizá aquella debió ser la primera señal de que, eventualmente, terminaría enamorado de él.

No duró mucho tiempo, en realidad. Changmin comenzó a sentir que sus sentimientos cambiaban justo cuando Jaejoong comenzaba a salir con Hyungjoong, unos meses después, estuvo seguro de que estaba enamorado, y poco más de un año después, se preguntó si quizá, solo había estado confundido.

Aquello definitivamente no se había sentido como una confusión. Había pocas cosas de las que estaba seguro por aquel tiempo y una de ellas era que estaba perdidamente enamorado de Jaejoong. Estaba seguro de no querer nada más en el mundo, de desear pasar la vida a su lado, de estar dispuesto a todo por él.

Pero los sentimientos que se experimentan a esa edad suelen ser así de intensos ¿No?

Todo a su alrededor había sido confuso por aquellos tiempos, atravesaba la adolescencia sin saber muy bien qué era de él, quién era él. Todo lo que lo rodeaba comenzaba a cambiar, todo lo que alguna vez formó parte de su entorno, ahora se transformaba en algo más.

Su padre y Jaejoong, representaron a las figuras más significativas en su vida por aquella época.

El primero, lleno de lo que en ese entonces no sabía que eran prejuicios, lleno de preguntas, de opiniones, poniendo frente a él un estándar que le parecía imposible cumplir.

El segundo, lleno de amor, de calma, de mariposas en el estómago, de sonrisas, de abrazos y de ojos brillantes.

Lleno de todo lo que amaba.

Quizá era solo que Jaejoong era tanto. Tan hermoso, tan alegre, tan inteligente, tan importante.

Quizá Changmin solo había desbocado tantos sentimientos en él que, eventualmente, los había confundido por amor romántico.

Los días después de aquella cita en Gubongdo fueron especialmente extraños. Changmin pasaba las mañanas y las tardes riendo, y las noches, cuando estaba solo en su cuarto, llorando. Tenía que despedirse de ese amor tan delirante que parecía consumir su corazón y su mente todo el tiempo. Tenía que decir adiós a ese amor, porque la única otra alternativa, era decirle adiós a Jaejoong.

Changmin no quería que su hyung se enterara. No quería que supiera lo que sentía, que lo compadeciera, que se sintiera incómodo y que se alejara de él.

Tenía que olvidarlo, tenía que permitirle al mar que se llevara aquellos sentimientos que le había entregado en el atardecer. Y lo que no sabía, es que pronto tendría una oportunidad.

Su padre llamó por primera vez casi un año después de su partida a América y, para sorpresa de todos, invitó a Changmin a visitarlo. Al principio Min no quería ir; extrañaba muchísimo a su padre, pero le aterraba que pudiera ver a través de él, que descubriera sus sentimientos y que se decepcionara de él para siempre.

Si Jaejoong correspondiera aquellos sentimientos, Changmin estaba seguro de que podría hacerle frente a su padre y a todo el mundo con tal de estar junto a él, pero, ¿realmente valía la pena cuando su amor no era correspondido?

Su mamá lo alentó a ir, trayendo otra vez a la mesa todo aquel discurso absurdo de que él y Jae tenían que aprender a estar separados, pero Changmin le alegaba una y otra vez, convencido de que era una mala idea ir en aquel momento, cuando su mamá estaba esperando a su hermanita, cuando su padre había pasado tantos meses sin comunicarse, cuando Jae tenía tan poco de haberse reunido con él.

Eventualmente decidieron que iría y quizá no había sido tan mala idea. Su papá se había casado, Changmin no lo supo hasta que aterrizó en los Ángeles después de 12 horas de vuelo. El hombre le dió la bienvenida con un fuerte abrazo, se sorprendió de lo alto que era y le presentó a su esposa, Sena, quien lo recibió con una sonrisa radiante y muchas preguntas sobre su vida en Corea, y Changmin se preguntó si quizá había sido ella quien había motivado a su padre a volver a buscarlo.

Conoció a mucha gente en el mes y medio que pasó en América. Al principio se sentía inseguro de su inglés, de su acento y de poder encajar con gente de su edad que no parecía interesada en las mismas cosas que él, pero eventualmente logró hacer amigos. Salió muchísimo, a la playa, al acuario, al centro comercial. Había conocido a dos chicos con quienes encajaba especialmente bien mientras jugaba basquetbol en las canchas cerca de la casa de su padre: Tyler y Elliot, y ellos con frecuencia lo integraban con el resto de su grupo de amigos.

Con ellos descubrió que su inglés era mejor de lo que creía, llevaba varios años aprendiéndolo por su cuenta; usando canciones, películas, libros. Y pocos meses antes de viajar a América, lo había comenzado a estudiar formalmente en una academia de aprendizaje intensivo.

Tyler y Elliot nunca se burlaron de su acento, cuando lo corregían, lo hacían de manera amable; le enseñaron el slang que estaba de moda y lo ayudaron a tomar confianza en el idioma.

Tyler también era coreano, su verdadero nombre era Sangkyung, aunque se sentía aún más cómodo con sus raíces americanas —su papá era de Minnesota— pero ayudó muchísimo a Changmin traduciéndole aquello que no entendía y guiándolo para pronunciar mejor. Pero en lo que fue de mayor ayuda aún, fue en las costumbres.

Cuando al presentarse, Tyler vio cómo Changmin esbozaba una sonrisa enorme al saber que ambos eran del año del dragón, lo detuvo con un amable, pero algo brusco “Hold your horses” y procedió a explicarle: Aquí no importaba la edad, aquí no se le preguntaba a la gente en qué año había nacido al conocerlos, aquí no había donggab, ni hyungs ni dongsaengs, y aquí, el skinship lo haría ver gay.

Al escuchar aquello Changmin se había preguntado si Tyler quizá se habría dado cuenta de que, tal vez, Changmin sí era gay, pero lo desechó rápidamente cuando el chico le explicó con más detalle los límites del contacto físico aceptado en América, o como él lo llamaba: PDA.

En realidad, Changmin aún no estaba seguro de ser gay, o mejor dicho, bisexual. Había dejado de notar a las mujeres a su alrededor desde el día que llegó a las paces con el hecho de que le gustaba Jaejoong, pero antes de aquello, las chicas solían llamar muchísimo su atención, sus faldas, sus caderas, sus piernas, sus escotes y sus rostros de muñeca.

Todo aquello, sin embargo, se había borrado de su panorama y había sido reemplazado por Boo, por su piel blanca, por sus labios rosas y sus ojos negros y brillantes, por sus hombros, por sus piernas largas, por su cintura estrecha y por sus pezones rosados.

No volvió a sentirse interesado por una chica hasta que conoció a Nicole. Fue una coincidencia bastante extraña, de hecho. Tyler y Elliot lo habían invitado al cine con un montón de chicos, entre ellos David, que al final de la película los había convencido de ir al restaurante donde trabajaba su novia, Sarah, que era amiga de Stephanie, que era compañera de clases de Michael que era hermano de Nicole.

Todos ellos habían terminado sentados en la misma mesa, y Nicole, que tomaba clases de coreano porque su mejor amiga era coreana, se había sentado al lado de Changmin y había charlado con él toda la noche, descubriendo de manera completamente coincidente, que vivía en la misma calle que su padre.

Era preciosa, tenía el cabello largo y rubio y unos ojos azules enormes. Changmin pasó un rato difícil tratando de no ver su escote, sus pechos eran más grandes que los de cualquier chica de su edad en Corea y cuando se levantaron de la mesa, notó que, además, tenía las caderas anchas y un trasero bastante tentador.

Al salir del restaurante, cuando el grupo de diez o doce amigos se despedía, Nicole le pidió que la acompañara a su auto y antes de subir a él, lo besó. Ese había sido su primer beso y Changmin nunca olvidaría el nerviosismo, el cosquilleo en las manos y la excitación que le recorrió cuando al tomarla por la cintura, la chica gimió por lo bajo.

Aquella fue la primera de muchas noches en que, antes de dormir, Jaejoong no fue el foco de sus pensamientos. Nicole se filtraba por ellos continuamente, con sus caderas anchas y sus pechos llenos, con aquel gemido que hacía que su miembro se endureciera.

Al día siguiente, Nicole había ido a buscarlo a casa de su padre y lo había invitado a su piscina. Sena la interrogó un poco, preguntando quién estaría ahí y Nicole respondió con una sonrisa, diciéndole que sus padres y sus hermanos estarían presentes, haciendo barbecue en el jardín; incluso le dio a Sena el teléfono de su mamá.

Por supuesto, los padres de Nicole no estaban en casa; si Sena los llamó o no, Changmin no lo supo, y tampoco se lo preguntó. Fue fácil olvidarse de los detalles cuando Nicole le permitía desanudar el top de su bikini en la piscina.

Aquel mismo día tuvo sexo por primera vez. Nicole quería hacerlo en la piscina, pero Changmin había tenido suficientes charlas con su madre para saber que era absolutamente necesario que usaran un condón. Subieron a la habitación de la chica y estuvieron ahí por horas, y los días siguientes lo repitieron hasta hacer una rutina.

Nicole era extrovertida. Era dos años mayor que Changmin y había tenido al menos tres parejas sexuales antes que él. Ella le enseñó a hacer cunnilingus, a encontrar el punto G con los dedos, a coger en las posiciones que estimulaban el clítoris y a priorizar el placer de su compañera.

Los encuentros con ella se sentían casi como un examen. Uno donde Nicole le indicaba claramente lo que quería que le hiciera, lo corregía si era necesario, le explicaba cómo y porqué se sentía bien y le permitía explorarla y beber de ella. Su recompensa a aquel exhaustivo examen de todos los días era verla venirse en sus atenciones, sentir los músculos de su interior contraerse contra su pene o contra sus dedos.

Nicole nunca le habló de romance y a Changmin tampoco se le ocurrió. Por las noches, miraba el techo de su recámara perdido en sus pensamientos y se preguntaba una y otra vez qué significaba aquello para su sexualidad.

Definitivamente el sexo con Nicole le fascinaba, y estaba seguro que le gustaría de la misma manera con cualquier chica atractiva, pero ¿qué había de Jaejoong?

Por supuesto, tener sexo con su hyung estaba completamente fuera de sus posibilidades. Jaejoong no lo veía de aquella manera; pero Changmin sabía que él sí, porque incluso ahora, cuando tenía acceso a una mujer hermosa y sensual, pensar en la piel de Jaejoong no le era del todo indiferente.

Para ser honesto, las fantasías que había tenido con Jaejoong rozaban en lo inocente. La mayor parte del tiempo solo reemplazaba a la figura de Hyungjoong con su hyung en el trastero. Se imaginaba que se aferraba a sus pezones y que metía su mano en la parte trasera de su pantalón y sentía su piel.

Otras veces solo se imaginaba que se besaban y se masturbaban uno al otro, y en sus fantasías más atrevidas, se limitaba a imaginar que hacía con él lo que había visto alguna vez en aquel video de porno gay que había abierto por curiosidad años atrás, el video por el cual le había preguntado a su hyung si se estimulaba con los dedos.

En cuanto había comenzado a sentirse atraído a Jaejoong, aquel video no salía de su mente. No lo había vuelto a buscar porque le preocupaba que alguien se diera cuenta de que estaba viendo porno gay, pero lo recordaba claramente.

El título era “fingering and rimming” y era justo eso lo que se hacía en el video. No llegaban a nada más, pero Changmin lo recordaba excitado al imaginar que Jaejoong le dejara hacerle aquello, que se estremeciera antes sus caricias, que lo dejara introducirle un dedo y luego otro y luego otro hasta hacerlo gritar de placer, que se ponía en cuatro frente a él y le pedía que le acariciara aquel lugar tan íntimo con la lengua.

Jamás se imaginó que lo penetraba, pero para ser honesto, tampoco había pensado en penetrar a una mujer. Sabía que era algo que pasaba en el sexo y por supuesto, le excitaba pensar en ello, pero la acción parecía tan ajena y tan desconocida que en aquel momento no podía figurar en sus fantasías.

Durante su vuelo de regreso a Corea, iba convencido de que, después de haber experimentado todo aquello, ya no se vería afectado por Jaejoong, y por una parte, fue cierto, pero por otra no.

Apenas vio a su hyung sintió que le robaba el aliento. Era más hermoso de lo que recordaba y su sonrisa aún hacía que su corazón latiera con fuerza. No iba a negar que aún encontraba, quizá en lo profundo, algo tentador en su piel; pero tal vez solo era la costumbre, los recuerdos de aquellas noches, solo en su habitación, y el hecho de que ahora, Changmin sabía lo que era tener un cuerpo bajo el suyo.

Aún así, después de todo lo que había pasado en América, las preguntas en su cabeza seguían latentes: ¿Qué tanto de aquel amor había sido real? ¿Qué tanto era confusión?

Sabía que lo amaba. De hecho, sabía que lo amaba más que a nadie, pero ese era un hecho claro en su cabeza desde varios años atrás; antes de la atracción, antes de las fantasías. Y ahora, tras el rechazo, tras los cambios y las evoluciones se preguntaba nuevamente si, quizá, aquellos sentimientos no habían sido más que platónicos.

Por supuesto, no podía negar que hubo algo sexual en ellos, pero quizá había sido provocado por aquella escena en el trastero. Fue la primera vez que Changmin había visto algo así con sus propios ojos y suponía que era natural tener reacciones ante ello.

En cuanto al resto de sus fantasías, claro, se había imaginado tocar el miembro de Jaejoong, pero por sobre todas las cosas se había imaginado que él tocaba el suyo, y en cuánto a las caricias que había visto en aquel video… al fin y al cabo aquello era algo que también podía hacer con una mujer.

El factor que más despertaba dudas era el hecho de que, si de hombres se trataba, solamente se había visto atraído por Jaejoong. En la secundaria, cuando estuvo en el equipo de fútbol, con frecuencia hacía uso de los vestidores y veía piel por todas partes. Había visto a Junsu, a Junho y a los otros miembros de su equipo desnudos, y ninguno había despertado sensación alguna.

Desde luego, en ocasiones notaba cosas, era imposible no poner atención a las diferencias entre sus cuerpos, era imposible no preguntarse si su miembro era más grande o más chico que los demás, si su espalda era más ancha o sus piernas más fuertes, pero en ninguna de esas ocasiones sintió ganas de explorar.

En américa había ido a la piscina pública con Tyler y Elliot y había visto como Eric, el hermano mayor de Elliot que era entrenador en un gimnasio, se quitaba la camiseta y dejaba a la vista los definidos músculos de sus brazos y su torso, pero no le causó nada en particular. Envidia, quizá.

En cambio, el simple pensamiento de estar en el vestidor de las chicas, o de ver a una de ellas desnuda o en bikini, lo hacía reaccionar de inmediato.

Era claro que le gustaban las mujeres, y no era del todo claro que le gustaran los hombres. Jae había sido la única excepción y si, de todos modos, no había sido correspondido ¿qué caso tenía darle vueltas?

Por aquellos días, Jaejoong pareció especialmente lejano. Con frecuencia rehuía el contacto y marcaba distancia entre ellos. Por las primeras semanas Changmin estuvo seguro de que su hyung, que lo conocía mejor que cualquier otra persona, podía intuir todo lo que había acontecido dentro de él por más de un año y medio. Incluso se preguntó si durante su ausencia, habría encontrado aquella carta que guardaba al fondo del cajón de su escritorio.

Quizá fue la actitud distante y nerviosa de Jaejoong, el miedo de que sus sentimientos se hubieran revelado, las experiencias con Nicole, la constante incertidumbre sobre su sexualidad, pero de repente comenzó a dudar de si, en verdad, alguna vez lo deseó.

Por un par de meses tras su regreso, decidió actuar con cautela. Con frecuencia se recordaba a sí mismo que, en realidad, no estaba seguro de lo que había sentido. Se decía que al menos hoy, ya no estaba enamorado de Jaejoong.

Pero había una parte de él que no podía controlar, una nueva, una faceta que hasta ahora no había conocido y que, aunque a veces lo hacía sentir inseguro, también disfrutaba: había comenzado a coquetearle a Jaejoong.

Claro, no lo hacía con frecuencia, de ser así rayaría el acoso, pero desde aquella primera vez en que Jae lo vio cambiarse la camiseta y había apuntado casualmente que se veía más musculoso, Changmin había sentido algo parecido a la euforia crecer dentro de él, recargarlo de confianza y, antes de notarlo, ya se había acercado a Jae con una sonrisa traviesa, pronunciando: “¿Quieres tocar?” Jaejoong le había arrancado la camiseta de la mano y la había usado para azotarlo mientras lo reprendía por su actitud descarada.

Cada vez que Changmin sentía esa extraña euforia recorrer su cuerpo y se indulgía en frases sugerentes o actitudes coquetas, Jaejoong reaccionaba de la misma manera: a los golpes. Cómo aquella vez en que lo encontró recostado en el sillón, viendo una película y abrazando un oso de peluche y Changmin le había dicho: “Boo, si no sueltas eso, me voy a poner celoso”. Jaejoong se había erguido ipso facto y le había lanzado el peluche con gran precisión a la cara.

Aquello de hecho, había sido de gran ayuda para Changmin. Una confirmación más de que Jaejoong realmente no estaba interesado en él y, nuevamente, ¿entonces qué caso tenía?

Para sus adentros, Changmin no se negaba que alguna vez le gustó un chico; un solo chico, pero hacía afuera, ¿realmente podría identificarse como bisexual? Lo dudaba mucho.

Con el paso de los años, aquellos sentimientos y pensamientos fueron borrados de su mente casi por completo, el mar se los había llevado cómo él mismo se lo había pedido aquella tarde en Gubongdo. Tuvo un par de novias, un puñado de parejas sexuales, todas despertando en él aquella emoción y excitación que había sentido la primera vez. Y nunca volvió a ver a otro chico, jamás.

Sin embargo y a pesar de que se había esforzado en enterrar los recuerdos de ello, no podía negar que en algunas ocasiones, había flaqueado. Cómo aquella vez en que un Jaejoong borracho se había recostado en su cama, lo había abrazado y había puesto una almohada entre ellos para que no sintiera su erección, sin saber que, del otro lado de la almohada, Changmin también se sentía endurecer.

Al día siguiente, por la tarde, y como medida de emergencia, Changmin huiría a Ansan, mintiendo a su madre y a su jefe de pasantía para poder ausentarse por un día. Fue directo Gubongdo, se paró frente a la escultura dorada al atardecer e hizo un recuento de daños:

Solo había flaqueado por un momento, solo había sido un desliz, un instante de debilidad que le había traído de vuelta brevemente aquello que hacía años le había entregado al mar. Confirmó que aquellos sentimientos aún estaban perdidos entre las caudalosas aguas del mar Hwanghae y partió de ahí, decidido a no pensar más en ello.

Hubo dos eventos más que lo hicieron flaquear. El primero aquella noche en el purple line, el segundo cuando, un par de meses después y mientras sentía que moría de desesperación por no saber de Jaejoong, recibió aquel mensaje.

Pero por aquel tiempo ya estaba con Jinri y, de verdad, por los años que pasó a su lado, Jinri había sido su todo. Había sido el latir de su corazón, el aire que respiraba, el agua que bebía. Pero también había sido el dolor en su pecho, la asfixia y la tormenta en donde se perdía.

Entre altas y bajas, habían sido ocho años a su lado. Ocho años en los que Changmin no pudo ver a nadie más, ocho años en que se olvidó que, tiempo atrás, había amado a alguien más, a alguien que siempre estuvo fuera de su alcance. Ocho años en los que se desbocó a Jinri, a satisfacerla, a hacerla estar orgullosa de él, a lograr su aprobación.

Desde luego aquello había estado destinado al fracaso y, por más que se esforzó en retrasarlo, eventualmente llegó y lo golpeó en el rostro con la verdad. Y aunque fue quizá el momento más doloroso de su vida, eventualmente logró sanar.

Lo que no esperaba era que años más tarde, todos aquellos sentimientos que durante su adolescencia aquejaron su corazón con fuerza, hoy, en sus treintas, volverían a invadirlo, que volvieran a golpearlo con la fuerza del mismo mar al que alguna vez se los entregó.

Estaba huyendo. Dentro de sí, sabía que estaba huyendo y se preguntaba desde cuando. ¿Cuándo aquel amor había comenzado a evolucionar, cuándo le había traído el deseo y cómo hacía para deshacerse de él nuevamente?

En la conciencia, en la sobriedad, era posible continuar la huida, aún y cuando requería de toda su energía, de toda su determinación y su esfuerzo; pero en la embriaguez que la cercanía de Jaejoong le causaba, huir parecía imposible.

Al parecer, en sus sueños tampoco podía escapar.

Esa noche, mientras dormía, se encontró a sí mismo otra vez en aquel parque de Seúl, cerca de casa de sus abuelos. Otra vez recorrió el camino de terracota, otra vez rodeó el estanque con peces y se perdió entre los árboles de ginkgo hasta encontrar aquella estatua.

Y otra vez, la estatua era Jaejoong.

Pero esta vez ya no era un niño tierno y sonriente, era un hombre. Un hombre con todas las letras, alto, con brazos musculosos, con muslos firmes y fuertes, con los pectorales y el abdomen casi cincelados. Con la mandíbula marcada, y con una mirada seductora que hacía a Changmin estremecerse.

Se acercó a él pronunciando su nombre y, cómo en aquellos sueños de su infancia, la escultura cobró vida y lo miró a los ojos, pero esta vez, bajó del pedestal con esa mirada hambrienta que alguna vez, en aquella noche en su dormitorio, con la almohada entre ellos, Jaejoong le había dedicado.

Se paró frente a él, se mordió el labio y abrió los botones de su camisa, deslizándola por sus hombros en el movimiento más elegante y erótico que había visto jamás, y le ofreció tocar su pecho.

Changmin quería lanzársele encima, quería sujetarlo con fuerza, besar y morder todo su cuerpo, sumergirse dentro de él y entregarse a la locura en su interior, pero por el contrario, dió un paso en frente, sujetó su quijada con una mano, lo miró a aquellos ojos tan hermosos y lo besó firmemente en los labios.

Despertó jadeando. Sus labios cosquilleaban deseando que aquel beso hubiera sido real, sus manos tanteaban en las sábanas, buscando a Jaejoong a su lado, y su miembro, de nuevo, se erguía ansioso por contacto.

Sin pensarlo mucho se entregó al deseo nuevamente, esta vez de una manera mucho más controlada, pero igual de placentera y poderosa. Acarició su miembro firmemente mientras recordaba la imagen: Jaejoong deslizando la camisa por sus hombros, ofreciéndole su pecho, con los tatuajes brillando a la luz del sol, mirándolo de aquella manera tan sugerente, como si él también quisiera que Changmin lo tomara.

Nuevamente se derramó en su mano, con el nombre de Jaejoong sobre los labios, y nuevamente se hundió en las sábanas cargadas en el aroma de su hyung, deseando que estuviera ahí a su lado.

Y por supuesto, nuevamente, volvió a alarmarse al recordar el lugar en el que se encontraba.

—¡Mierda! —Aquella era la única palabra que había pronunciado desde la noche anterior.

No había notado en qué momento se había quedado dormido. Recordaba haber estado ahí, hundido entre las sábanas de Jaejoong, masturbándose y entregándose al delirio. Recordaba cómo unos minutos después de alcanzar el clímax, había sido golpeado por el entendimiento, y recordaba haberse desplomado nuevamente en la cama, confundido, mientras repasaba todos aquellos recuerdos de su adolescencia que por años había mantenido enterrados, o mejor dicho, sumergidos en lo profundo del mar.

El sol iluminaba la habitación, se sentó sobre la cama y miró a su alrededor evaluando los daños. Afortunadamente el desastre se limitaba a la cama, las sábanas estaban revueltas y manchadas de su semilla, pero nada más parecía fuera de lugar.

Apenas se disponía a levantarse y a hacerse cargo del desastre cuando comenzó a sentir cómo algo vibraba y buscó por su celular entre las sábanas. Cuando se hizo con él, respondió la llamada de Jinri.

—Changmin-ah, ¿estás ocupado? —preguntó su nuna al otro lado de la línea, Changmin podía escuchar a Hana llorando a viva voz.

—No —respondió, olvidándose por completo del desastre a su alrededor—. ¿Hana está bien? ¿Pasa algo?

—Está bien —respondió Jinri, pero su voz sonaba al borde del llanto— Ya la revisé y no tiene fiebre, no le duele nada, pero no ha parado de llorar y está preguntando por ti. ¿Puedes venir por ella, por favor?

Changmin podía escuchar a Jinri tratando de mantener la compostura, pero él sabía que estaba a punto de quebrarse. Le pidió una hora para llegar con ellas.

Se levantó apresurado, le dolía la cabeza y su cuerpo se sentía aletargado, pero no había tiempo de descansar. Quitó las sábanas de la cama y las puso en la lavadora, lanzando con ellas el pantalón de pijama que llevaba puesto, y que recién notaba, era también de Jaejoong.

Extendió torpemente un juego de sábanas limpias sobre la cama de Jaejoong, ya tendría tiempo de arreglarlas después. Devolvió la botella de lubricante a su lugar y sintió un tirón en su miembro al ver nuevamente el dildo rosa.

Escaneó la habitación rápidamente, más tarde podría encargarse de los detalles, pero no quería dejar nada demasiado obvio o inapropiado, en caso de que Hana lo siguiera hasta ahí cuando viniera a hacer una revisión más prolija.

Tomó una ducha que le ayudó con el dolor de cabeza, pero no con la preocupación. Necesitaba tomarse un tiempo a solas y ordenar sus pensamientos, había demasiado sucediendo en su interior, aunque parecía estar bastante más en paz ahora que se había dejado llevar.

Se vistió con unos jeans y una camiseta negra, se tomó dos aspirinas y condujo hasta la casa de los padres de Jinri.

Avisó su llegada por medio de un mensaje de texto. De ser posible, prefería no tener que acercarse a la puerta. Bajó de su auto y se recargó en él mientras esperaba, observando la enorme casa frente a él. El lugar estaba lleno de recuerdos, no necesariamente malos, pero definitivamente, tampoco buenos. Casi podía sentir la ansiedad que alguna vez lo invadió al estar ahí, trepar por su cuerpo, pero respiró hondo recordándose que nada de eso era ya parte de su vida.

Ahí había sido su boda, en el jardín de la residencia. Era una tradición de los Kwan que afortunadamente Hana no tendría que seguir si un día decidía casarse; solo era aplicable para quienes llevaban el apellido de la familia.

Por supuesto, Changmin había estado ahí muchas veces después del evento y, en algunas lo había rememorado, pero por algún motivo ese día, mientras observaba el lugar desde afuera, enfrentando el frío de febrero, los recuerdos volvieron más fuerte.

Recordaba aquel tiempo como una racha interminable de estrés, teniendo que cuidar cada movimiento, decir sí a todo aquello que los Kwan sugerían y modificar casi todo de él para lograr encajar.

Sus amigos y sus padres fueron lo único que lo mantuvo cuerdo por aquellos tiempos. Ellos, y el hecho de que Jinri parecía satisfecha.

Por algún motivo, el recuerdo de Jaejoong unos pocos minutos antes de la ceremonia lo invadió. Lo recordaba claramente: su hyung le arreglaba la corbata con los ojos llorosos y una sonrisa en el rostro, le decía lo guapo que se veía y lo orgulloso que estaba de él.

Quien iba a pensar que ocho años después, se encontraría a sí mismo tratando de frenar la avalancha de sentimientos que Jaejoong le estaba causando.

Su análisis se vio interrumpido por el sonido de la puerta al abrirse, Jinri salió por ella cargando a Hana. La niña sollozaba y tenía rastros de lágrimas por el rostro. Apenas lo vió, extendió ambos brazos hacia él, gritando: “¡Appa!”

Changmin la tomó, y Hana se aferró a su cuello con fuerza, llorando en voz alta mientras decía “Appa” una y otra vez. El hombre, preocupado, comenzó a consolarla mientras trataba de revisar que estuviera bien, revisó su cabeza, sus brazos, sus piernas, su torso. Todo parecía en orden, pero Hana continuaba llorando.

—¿Qué pasa, Hana-yah? —preguntó Changmin consternado, aferrándose al cuerpo de su hija con fuerza, acariciando su espalda para tranquilizarla.

—No he podido calmarla —dijo Jinri, y de un momento a otro, ella también comenzó a llorar.

Changmin se quedó congelado en su lugar, con Hana abrazada a él, sollozando en su cuello y viendo como Jinri se cubría el rostro con ambas manos, exasperada. No sabía muy bien que hacer, se sentía completamente perdido y desconcertado, pero sobre todo se sentía preocupado.

Continuó tratando de consolar a Hana, meciéndola, dejando besos en su cabeza y acariciando su espalda, diciéndole que todo estaba bien, que appa ya estaba con ella y que irían juntos a casa. Jinri lloraba aún más, su rostro estaba rojo y se había recargado en la pared de la residencia. Changmin interrumpía sus palabras a Hana de vez en vez para preguntarle a su ex esposa si estaba bien, y ella solo asentía mientras continuaba llorando.

Así pasaron varios minutos. Min pensó en invitar a Jinri a subir a su auto y discutir lo que fuera que estaba pasando, pero por algún motivo la idea le pareció inapropiada y se contuvo. Eventualmente Hana dejó de llorar, pero continuaba escondida en su cuello y sollozaba con fuerza mientras Changmin secaba sus lágrimas y besaba sus mejillas. Se giró a observar a Jinri, que también parecía haberse calmado un poco y pasaba un pañuelo por su rostro.

—Nuna, tienes que decirme que es lo que pasa —exigió Changmin con un tono firme y Jinri respiró hondo un par de veces, asintiendo.

—Ya no sé qué hacer para complacerlos, Minnie —le dijo mientras jugaba con el pañuelo en sus manos, buscando un modo de evitar su mirada—. No les gustabas tú, pero tampoco les gusta que esté divorciada, no les gustan los arreglos entre tu y yo, no les gusta que Hana pase contigo más días que conmigo, no les gusta nada y… y…

Changmin se acercó a ella y liberó uno de sus brazos para abrazarla. La mujer se hundió en su pecho y continuó llorando. Unos minutos después, Hana, que estaba mucho más tranquila, estiró su pequeña mano y acarició el cabello de su mamá haciendo reír a ambos.

—Dime porque lloraba Hana —le pidió Changmin a la mujer en cuanto se separaron.

—Se asustó. Mi padre estaba siendo severo conmigo —explicó Jinri—. Cuando no la pude calmar, también se molestó y eso solo hizo que ella llorara más y comenzara a preguntar por ti y por Jaejoong….

Al escuchar el nombre de Jaejoong, Hana alzó su rostro hacia su papá y preguntó:

—¿Boo?

—Boo no está, Hana-yah —respondió Changmin acariciando su cabello y riendo al ver como Hana hacía un puchero de disgusto—. Vuelve a casa esta noche, mañana podrás verlo.

—Volviste a llamarlo Boo —señaló Jinri con una expresión ausente.

Por supuesto, esto no podía ser novedad para ella. Sabía que Hana llamaba Boo a Jaejoong y la única persona de quien pudo haberlo aprendido, era de él.

Changmin la miró y se encogió de hombros. Ninguno de los dos dijo nada más al respecto.

—Claramente no la estás pasando bien. ¿No crees que deberías irte a casa? —preguntó Changmin, lanzándole una mirada incómoda a la residencia de los Kwan.

—Lo haré, en un par de horas —respondió Jinri mordiéndose el labio— Es su aniversario.

Changmin asintió y no insistió más. Nunca entendió muy bien la relación de Jinri con sus padres, los Kwan parecían estar ampliamente orgullosos de ella y al mismo tiempo, desaprobar todas sus decisiones.

—Vamos a casa, Hana-yah —dijo Changmin a su hija—. Despídete de Omma.

Hana pasó a los brazos de su madre. La mujer la abrazó con los ojos aún un poco llorosos, la cubrió de besos y le hizo cosquillas. Ambas rieron por unos minutos y después Jinri le ayudó a Changmin a subir a la niña al auto y ajustar el asiento de bebé.

—Ha estado preguntando mucho por él, ¿sabes? —dijo Jinri cuando cerró la puerta del auto. Changmin entendió de inmediato que se refería a Jaejoong.

—Lo ha visto poco últimamente —explicó sintiendo que algo en su corazón se encogía—. Entre su visita a Gongju y un viaje de trabajo, lleva tres semanas fuera; por eso los cambios los miércoles.

Jinri asintió, los últimos miércoles Hana había estado con ella mientras Changmin trabajaba.

—¿Estará aquí para tu cumpleaños? —preguntó, tomándolo desprevenido. Su cumpleaños sería en unos días, y con todo lo que acontecía, apenas había pensado en ello. Asintió nervioso, deseando que, en efecto, Jaejoong aún planeara pasar la fecha con él—. ¿Tienes planes para ese día?

Changmin se encogió de hombros.

—Solo vamos a cenar en casa —respondió—. Mi familia, el OT5, Hana… creo que es todo.

Jinri asintió, parecía ausente y Changmin por un momento se preguntó si quizá estaba esperando a que la invitara, pero lo desechó con rapidez.

Se despidió de ella con una sonrisa y un apretón cariñoso en el antebrazo y justo cuando estaba por subir al auto, la escuchó hablar nuevamente.

—Changmin-ah —le dijo con una sonrisa triste—. Gracias por tenerme paciencia hoy.

Changmin sonrió dulcemente.

—Estás haciendo un gran trabajo, Nuna.

 

En el trayecto a casa, Changmin pensó en Jaejoong; en cómo estaba presente en todos y cada uno de los aspectos de su vida, en como Hana había estado preguntando por él, no solo a Changmin, sino también a Jinri.

Pensó en el Jaejoong de cinco años que jugaba a la familia con él, en el Jae de diez que recién empezaba a experimentar en la cocina, en el de quince que le guiñaba un ojo cuando hacían contacto visual a lo lejos. Pensó en Jaejoong en sus veintes, ajustándole la corbata con una sonrisa llorosa, solo minutos antes de su boda, y en Jaejoong en sus treintas, en el restaurante de Kim Su Ahn ajumma, besando su rostro y acariciando su cabello mientras Min lloraba de dolor entre sus brazos.

—¿Qué voy a hacer? —se preguntó en un susurro.

Aún no había tenido tiempo suficiente para repasar sus acciones de los últimos días. Necesitaba llegar a casa, encargarse de lo que había hecho en la habitación de Jaejoong y sentarse a reflexionar.

Estaba aterrado. A estas alturas, después de haberse masturbado con la imagen de su amigo dos veces en un lapso de quizá diez horas, no podía negar que se sentía sexualmente atraído hacia él.

Decir atraído era suavizar las cosas. Se sentía total y absolutamente cautivado por el hombre, sentía que rozaba la locura en el deseo, sentía hambre, feroz y desesperante; el solo pensamiento de él lo hacía casi perder el raciocinio, pero lo que realmente le preocupaba, era que, aquel deseo tan alucinante, lo hiciera enamorarse de él.

Aquello sería su total y absoluta perdición.

 

Hana, que se había quedado dormida en el camino, despertó tan pronto la liberó de su asiento. Le dedicó una sonrisa radiante que pareció devolverle a Changmin un poco de cordura. La tomó en brazos y caminaron hasta el elevador, mientras cantaban juntos la canción de los tres ositos.

Changmin repasó en su cabeza lo que le esperaba para el día de hoy. Era casi la 1pm, tenía que darle a Hana la merienda y comer algo el mismo, después sería mejor que se encargara de la habitación de Jaejoong lo antes posible y quizá mas tarde, cuando Hana durmiera, podría sentarse unas horas en el balcón y realmente pensar en un plan.

Pero apenas abrió la puerta, perdido aún en sus pensamientos, escuchó como Hana gritaba emocionada.

—¡Boo! —la niña comenzó a forcejear para que la bajara y Changmin lo vio: Jaejoong estaba ahí, de pie en la sala, hermoso y resplandeciente, mas bello aún que la estatua de sus sueños, con su piel blanca, sus labios rosas, y su cabello que, a diferencia de cuando había partido, ahora era negro.

Changmin sintió que le robaba el aliento. Su corazón latía desesperado en su pecho.

—Hyung… —dijo en un susurro, consumido por la hermosa imagen frente a él.

Hana forcejeaba tan fuerte que Changmin sintió como clavaba uno de sus pequeños pies en su pierna. Tan pronto la bajó, la niña corrió hacía Jaejoong quien se puso en cuclillas para abrazarla.

—¡Omo! ¡Hana-yah! —le dijo mientras la estrechaba con fuerza contra él y la niña reía, feliz— ¡Te he extrañado tanto!

Changmin no entendía por qué, pero se sentía al borde del llanto. Observó como Jaejoong se ponía de pie con Hana en brazos, la niña no dejaba de reír y sostenía el rostro del hombre con ambas manos. Changmin apenas tuvo la coherencia para quitarse los zapatos antes de entrar y lanzarse a abrazar a Jaejoong.

Pero apenas lo tocó, sintió como Jae se tensaba por completo, incómodo.

—Lo siento, Boo —dijo Changmin, separándose de él de inmediato, preocupado de que todo lo que pasaba en su interior fuera evidente en el exterior—. Solo te extrañé demasiado.

Jaejoong lo miró a los ojos y no dijo nada, pero Changmin vio rabia en ellos. Los labios de su hyung estaban tensados en una delgada línea y sus fosas nasales se dilataban al respirar.

Y la comprensión por fin se hizo presente.

Jaejoong estaba ahí, en casa; ocho horas antes de lo planeado.

No...

No…

Se había dado cuenta. Había visto el desastre en su habitación, había visto las sábanas en la lavadora. Probablemente incluso notó que había abierto el cajón, que había visto el juguete, que había usado el lubricante.

Sintió pánico recorrer su columna vertebral y contuvo el aliento.

—Necesito hablar contigo —le dijo Jaejoong en un tono severo. La ira clara en su rostro—. Pero no frente a Hana.

—Hyung…

—No te atrevas a dirigirme la palabra —dijo Jaejoong entre dientes, y Changmin sintió su corazón quebrarse—. No hasta que podamos discutir lo que hiciste.

 

Las siguientes horas fueron una tortura. Hana no estaba dispuesta a separarse de Jaejoong, y Changmin, que se sentía al borde del colapso, usaba la poca cordura que le quedaba para tratar de hacerse cargo de ella. Jae ya hacía suficiente por ambos, no quería pedirle más, mucho menos ahora que había traicionado su confianza.

Jae pasó al menos una hora jugando con Hana, sentados en la alfombra de la sala, rodeados de peluches. Jaejoong reía y fingía que alimentaba a uno de ellos, mientras Hana arrullaba a otro. Changmin trató de convencer a la niña de que dejara descansar a Boo, pero ella no lo escuchaba y él fingía que no existía.

A la hora de la merienda, fue Jaejoong quien convenció a Hana de ir a la cocina a comer, sin mirar ni una sola vez al padre de la niña. Fue Jae quien la colocó en la silla alta y fue con él con quien Hana trataba de charlar entre palabras mal pronunciadas y balbuceos, mientras comía las frutas y el queso sobre su plato.

Cuando terminó de comer, Hana pidió su leche pero no dejó que Changmin se la diera. Se sentó en el regazo de Jaejoong, en la sala, se acurrucó entre sus brazos y bebió la leche en completa calma, usando su pequeño dedo para acariciar la chieut “ㅊ” que llevaba Boo en su brazo izquierdo, haciendo pausas de vez en vez para mirarlo a los ojos y sonreírle.

Changmin sentía que todo dentro de sí se estaba derrumbando. Ahí estaban frente a él, las dos personas que más amaba en el mundo y estaba apunto de perder a una de ellas para siempre.

Apenas terminó la leche, Hana comenzó a quedarse dormida. Jae la estrechó contra él y acarició su cabello mientras le cantaba una canción y Changmin sintió que su corazón, agonizante, se salía de su pecho.

Le requería un esfuerzo monumental no quebrarse ahí mismo, no echarse a llorar desesperado e implorar perdón, pero sabía que eso sólo agravaría las cosas. Fueron sus propias acciones y decisiones los que lo llevaron hasta ahí. Él no era una víctima y lo peor que podía hacer ahora era actuar como tal.

Cuando Hana estuvo dormida, Jae se levantó con ella en brazos y por primera vez en horas se dirigió a Changmin.

—Llévala a su cuarto —le dijo mientras le cedía a la niña—. Y vuelve. Necesitamos hablar.

 

Changmin se tomó unos minutos antes de salir de la habitación de Hana, respiró hondo una y otra vez, tratando de tranquilizarse. Aún no sabía que le iba a decir, pero había tres cosas claras en su cabeza:

No iba a mentir, no iba a llorar, iba a aceptar lo que Jaejoong deseara hacer.

Jaejoong lo esperaba sentado en el desayunador, bebiendo una taza de café. La expresión tranquila y amorosa que hacía minutos le dedicaba a Hana se había perdido. A diferencia de Changmin, que seguramente ahora parecía un remedo de sí mismo, Jaejoong se veía en completo y perfecto control de sí. Miraba a Changmin por encima de su taza de café, y el menor podía ver ira en sus ojos.

—Siéntate —le indicó, bajando la taza.

Changmin lo hizo, nervioso, y aún con la maraña de sentimientos en su interior, no pudo evitar notar lo hermoso que se veía. Jaejoong no dijo nada más y deslizó un objeto sobre el mármol, dejándolo entre ellos dos.

Changmin observó los lentes sin entender porque le mostraba aquello, pero después de unos segundos de confusión, los reconoció:

Eran los lentes de Dara.

—Hyung…

—Alto ahí —dijo Jaejoong firmemente—. Si crees que quise hablar contigo para que me explicaras las cosas o te justificaras, estás muy equivocado. Esta es una conversación unilateral, tú te quedas ahí, calladito y yo, mientras tanto, voy a decirte el gran pedazo de mierda que eres.

Changmin jadeó sobresaltado, era la primera vez que Jaejoong le decía algo así. Su rostro comenzaba a enrojecerse en furia y miraba a Changmin como si quisiera golpearlo.

—¿Cómo te atreves? —le dijo y Changmin vio sus ojos cristalizarse.

—Hyung… —pronunció haciendo ademán de levantarse para ir hacia él, pero Jaejoong lo detuvo con un gesto de su mano.

Changmin sabía que todo lo que estaba pasando, él lo había causado, que lo merecía, que tenía que callar y dejar que Jaejoong le recriminara, pero los puntos en su cabeza no terminaban de conectar. Sí, fue un patán, invadió la privacidad de Jaejoong y se portó como un sinvergüenza, pero… ¿Qué tenía que ver eso con los lentes?

—Me tiene sin cuidado si te quieres coger a medio Seúl —Jaejoong hablaba apretando los dientes, un tono colérico en su voz, su rostro estaba completamente rojo y sus ojos ahora estaban inundados de lágrimas—, pero, ¿en mi cuarto? ¡¿En mi maldito cuarto?!

—¡No, hyung! ¡Claro que no! —objetó Changmin sin pensarlo. Aún no entendía del todo que era lo que Jaejoong estaba asumiendo, pero sabía que esa última parte no era cierta; por supuesto que no habría llevado a Dara a su cuarto.

Jaejoong le lanzó una mirada asesina y Changmin cerró la boca de inmediato. El mayor se cruzó de brazos y comenzó a pasear por la cocina, en un claro intento de mantener su ira a raya. Unos minutos después, volvió a ponerse de pie frente al desayunador y empujó los lentes hacia él.

—¿Son o no son estos los lentes de Dara? —preguntó Jaejoong con un tono exigente.

Changmin tragó saliva.

—Sí, son de ella, pero…

—¿Estuvo o no estuvo aquí Dara? —lo interrumpió Jaejoong con el mismo tono firme.

—Sí, sí estuvo aquí, pero te juro que…

—Eres un patán —dijo Jaejoong—. Al menos ten la mínima decencia de decirme de frente que trajiste a tu estúpida noviecita a casa y que te la cogiste en mi cuarto. ¡En mi cama!

—¡No, hyung! Ni siquiera se acercó a tu cuarto, no sé porque piensas que…

—¿Qué hacía esta mierda en mi buró entonces? —preguntó Jaejoong volviendo a empujar los lentes hacia Changmin, y el menor comenzó a comprender.

Había encontrado los lentes en la sala, en medio de su borrachera. Los había llevado con él al baño, luego a la lavandería, luego al cuarto de Jaejoong. En algún momento debió haberlos dejado sobre su buró y…

—No tienes idea de todas las veces que pude haber cogido con Jicheol-hyung aquí —le dijo Jaejoong con un tono indignado—. ¡Y me contuve! Por Hana, por tu hija, por no traer a un hombre desconocido a su casa.

Exactamente cómo el patán que era, Changmin contorsionó su rostro en una mueca de disgusto. Aún en el caos, no quería pensar en otro hombre tocando a Jaejoong.

—¡Ah! ¿Eso sí te molesta? —preguntó Jae con una risa sarcástica— ¡Yo no puedo coger aquí, pero tú sí! ¡Tú sí puedes traer a cualquier zorra a casa! ¿Qué más da? ¡De todos modos te las vas a coger en el cuarto de el estúpido de Jaejoong!

—Hyung, por favor…

—¡Cierra la boca! Te advertí que no quería escucharte —lo interrumpió Jaejoong—. Si tu crees adecuado traer desconocidas a la casa de tu hija, ¡adelante! ¡Pero cógetelas en tu propio cuarto, imbécil!

—Hyung —suplicó Changmin—. Te juro que no es lo que crees.

“Es mucho peor” pensó.

—No te atrevas a decirme que lo estoy malinterpretando —dijo Jaejoong con un tono amenazante, ni siquiera en sus peores peleas le había hablado con tanta rabia—. ¡No cuando encontré sus putos lentes en mi buró! ¡No cuando encontré mis sábanas desordenadas!

—No, hyung —lo interrumpió Changmin, desesperado— te juro que nunca…

Jaejoong volvió a hacerlo callar con una mirada y acto seguido, algo pareció fracturarse en él, su postura cambió, se cruzó de brazos, como si se protegiera a sí mismo, el dolor claro en su lenguaje corporal. Una sola lágrima cayó por su rostro al tiempo que ahogaba un sollozo.

—Te la cogiste en mi cama… —dijo en un hilo de su voz, cubriéndose la cara con una mano— en mi maldita cama…

—Por favor escúchame, hyung —suplicó el menor en una voz ahogada, al borde del llanto.

—Eres un hijo de puta, Changmin.

 

Se quedó allí, sentado en un banco del desayunador, mirando a la nada, aún cuando escuchó a Jaejoong azotar la puerta de su recámara, aún cuando minutos después lo escuchó salir del departamento. Se quedó ahí por lo que probablemente fueron horas. con el rostro entre las manos, con el nudo en la garganta, con el dolor y la frustración en el pecho.

Su teléfono vibraba continuamente, pero Changmin no le prestó atención, se quedó sentado, lamentándose, tratando de procesar todo lo que estaba pasando, todo lo que él mismo había causado.

¿Qué había hecho? ¿Cómo pudo…? Iba a perder a Jaejoong, lo iba a perder para siempre.

Permaneció ahí, completamente a la deriva, hasta que escuchó la voz de Hana preguntando por él en el pasillo. No importaba que tan derrotado se sintiera, la certeza de que Hana lo necesitaba, más de una vez lo había ayudado a levantarse.

La niña apenas se asomaba por la puerta de su alcoba, con el sueño aún reflejado en el rostro. Rió cuando vio a su papá y corrió hacía él extendiendo los brazos. Changmin pasó un largo rato jugando con ella, sintiéndose al borde del llanto, pero sonriendo de oreja a oreja.

Le preparó algo sencillo para cenar, solo un poco de arroz y un huevo frito y después vieron juntos un episodio de Pororo acurrucados en el sofá.

Jaejoong llegó a casa aproximadamente a las 9pm, cuando Changmin se hallaba recostado en la cama de Hana, leyéndole un cuento. Apenas escuchó la puerta, Hana quiso levantarse a buscar a Boo, pero Changmin logró distraerla con su conejito de peluche y eventualmente, se quedó dormida.

Changmin se sentía tan destrozado que no creía poder pasar la noche solo, por un momento pensó en quedarse ahí, acurrucado con Hana toda la noche, pero la niña no tenía porque saber lo que él estaba pasando, y aún si era muy pequeña y no podía entenderlo, probablemente podría sentirlo.

Se levantó de mala gana, se obligó a tomar una ducha, a lavarse los dientes, a entrar a su propia habitación.

El lugar estaba casi intacto. No había rastro de Dara ahí. Quizá solo el ligero desorden en la cama y el condón vacío en el cesto de basura.

Cambió por completo la ropa de cama, y lanzó un montón de pañuelos limpios al cesto, tratando de no ver nada que le recordara a la noche anterior, tratando de concentrarse en cualquier cosa que no fuera su dolor.

Se recostó sobre la cama y repasó la conversación en la cocina, sujetándose el pecho desnudo con una mano. Jaejoong no sabía lo que de verdad había pasado y si lo supiera, probablemente los resultados serían mucho peores. De verdad lo había arruinado esta vez.

Había invadido la privacidad de Jaejoong, se había masturbado en su cama, con su imagen en la mente, con su camiseta sobre la nariz. ¿Qué clase de cretino era?

Cómo si no hubiera llorado suficiente los últimos días, rompió en llanto.

Aquella noche apenas pudo dormir, se pasó horas llorando, dándole vueltas a la situación, tratando de pensar en una manera de solucionarlo. Conocía suficiente a Jaejoong para saber que no se alejaría sin darle oportunidad de explicarse; la conversación que tuvieron había sido solo un escape a la rabia, pero una vez tuviera la cabeza más fría, lo dejaría hablar, abogar por su caso.

Su mente preparaba en silencio su explicación. No había mucho que pudiera hacer más que decir la verdad y definitivamente, la verdad era lo peor que podía decir.

“Hyung, llevo meses que no puedo dejar de pensar en ti, meses tratando de convencerme de que no te estoy viendo diferente, pero es en vano. Te veo diferente, te veo con tanto deseo que siento que me estoy quemando”

“Dara no estuvo en tu cuarto, pero yo sí. Estaba borracho y me dejé llevar por el deseo y…”

Changmin se sentía desesperado, completamente perdido. Por primera vez en su vida sentía que no había ni siquiera suelo bajo sus pies. No podía reconocerse a sí mismo, a esta extraña caricatura de su persona.

Hacía unas horas, cuando estaba seguro de poder llegar a casa y esconder la evidencia de sus actos, su mayor preocupación eran todos estos nuevos sentimientos que habían despertado en su interior, que lo habían consumido y que ya no podía seguir conteniendo; era dejarse llevar y terminar loca y perdidamente enamorado de Jaejoong.

¿Cómo se suponía que evitara aquello con lo mucho que ya lo amaba y con la manera tan desquiciada en que ahora lo deseaba?

A diferencia de en su adolescencia, hoy no tenía miedo a un amor no correspondido, Él podría lidiar con ello, así tuviera que callar por el resto de sus días, aún y cuando tuviera que observar a Jaejoong en la distancia, verlo encontrar al amor y hacer una vida junto a él.

Sin embargo; si algo había aprendido en casi 30 años de amistad con Jaejoong, era que nunca pudo amarlo de aquella manera tan insulsa y controlada como se amaban los amigos. Lo amaba con todo su corazón, sin obstáculos, sin filtros.

Y Jaejoong lo amaba así también.

El problema era que, si aquel amor tan poderoso ahora se convertía en romance, no habría fuerza en el mundo que le permitiera ocultarlo. Sería evidente en cada aliento, en cada mirada, se escaparía de su cuerpo por los poros de su piel.

Su verdadero miedo no era el amor no correspondido, él podía lidiar con ello. Su verdadero miedo era que Jaejoong, al notarlo, pusiera distancia entre ellos. Que se quedara a su lado, sonriendo y cantando cómo lo había hecho siempre, pero sin abrazarlo, sin tomar su mano, sin decirle lo mucho que lo amaba. Su verdadero miedo era que Jaejoong comenzara a amarlo de aquella manera tan insulsa y controlada como se aman los amigos: con obstáculos, con filtros.

Jamás pensó en esta nueva posibilidad que se desplegaba frente a él ahora que su hyung lo había descubierto, ahora que tendría que confesarle lo que habitaba dentro de sí. Jamás había pensado en la posibilidad de que Jaejoong, asqueado, no por sus sentimientos sino por su comportamiento, se alejara de él por completo, que cortara todo lazo de manera definitiva.

Jamás había pensado en una vida sin Jaejoong.

 

Un pollito, dos pollitos, tres pollitos.

Pio, pio, pio.

Changmin abrió los ojos lentamente, otra vez le dolía la cabeza, su cuerpo se sentía tenso y con sus brazos y piernas abrazaba una almohada con fuerza.

Cuatro pollitos, cinco pollitos, seis pollitos

Pio, pio, pio.

Se sentó sobre la cama con dificultad, pasándose una mano por el cabello. El sol entraba por el ventanal de su habitación ¿cuántas horas había dormido? La última vez que había visto la hora, eran casi las 5am.

Siete pollitos, ocho pollitos…

Encontró su celular en el suelo, eran las 8:26 am

Pio, pio, pio.

Tenía un montón de notificaciones, mensajes, recordatorios, una alarma y seis alertas del monitor de bebé de Hana…

Se puso de pie de inmediato, sobresaltado, queriendo correr hacía su hija y confirmar que estaba bien, pero se detuvo en seco justo antes de salir de su habitación. La canción…

Un pollito, dos pollitos, tres pollitos.

Pio, pio, pio.

Era la canción de un video infantil que Hana veía con frecuencia en el televisor, uno cuyo objetivo era enseñar a los niños a contar. Jaejoong le había mostrado a Changmin aquel canal de YouTube hacía algunos meses, cuando consideró que Hana ya podía exponerse, de manera cuidadosamente supervisada, a contenido audiovisual.

Hana tenía que estar con Jaejoong.

Changmin respiró hondo y sacudió su cabeza, tratando de hacerse espabilar. Su cerebro parecía aún estar dormido.

Revisó las notificaciones en su teléfono de manera más calmada.

-

7:12 am: Hana ha despertado

7:17 am: Hana se ha levantado

7:21 am: Hana está llorando.

7:24 am: Movimiento detectado en la habitación

7:24 am: Ruido detectado en la habitación

7:28 am: Movimiento detectado en la habitación.

-

Entró a la aplicación y revisó el video del monitor. Hana lloraba sentada en su cama, pero de un momento a otro, la voz de Jaejoong llamándola se hacía notar y la niña, emocionada, se ponía de pie y daba saltitos en el colchón, siguiendo con la mirada al recién llegado, quien pronto aparecería en la toma, sonriéndole y dándole los buenos días, tomándola en brazos y saliendo de la habitación con ella.

Algo cálido se hizo espacio entre el dolor en su pecho.

Se apresuró a vestirse, y salió de su habitación. Ni siquiera se detuvo a lavarse la cara o los dientes, se sentía aún más avergonzado que el día anterior. Jae no tenía ninguna responsabilidad con Hana y sin embargo, siempre la procuraba. Changmin nunca había estado solo en su crianza, no solamente porque podía apoyarse en Jinri, sino porque Jaejoong estaba ahí, compartiendo todos y cada uno de los momentos de su paternidad a su lado.

Cuando llegó al pasillo, la imagen frente a él lo hizo parar en seco, y todo pareció caer exactamente en su lugar.

La luz del sol entraba por el ventanal e iluminaba la sala, dónde Hana, de pie sobre el sofá, con los pequeños brazos doblados como si fueran las alas de un ave, imitaba a Jaejoong que marchaba sonriente por la alfombra, cantando la canción de los pollitos, fingiendo que aleteaba. Hana repetía sus movimientos a lo largo del sofá, aleteando, cantando, brincando, todo sin dejar de bailar y reír.

Y Changmin supo que ese era el final. El final de una lucha que, aunque hasta hace minutos atrás pensó que había peleado por meses, por fin notaba que, en realidad, había durado años.

Y la había perdido.

Estaba total y absolutamente enamorado de Jaejoong.

—¡Aigoo! ¡Eres el pollito más adorable que he visto jamás! —exclamó Jaejoong apenas terminar la canción, lanzándose a abrazar a Hana de manera efusiva, tomándola en brazos, estrechándola fuerte contra él y cubriendo su rostro en besos.

—Pio pio pio —decía Hana sonriente, devolviendo el abrazo con el mismo entusiasmo. Jaejoong se echó a reír a carcajadas.

—¡Trabajo con muchos pollitos, Hana-yah! —aclaró Jaejoong separandola un poco de su cuerpo para ver su pequeño rostro— tienes que creerme, ¡tu eres el más hermoso de todos!

Jaejoong volvió a cubrir a Hana de besos y el corazón de Changmin explotó de amor.

—¡Appa! —gritó Hana que recién se percataba de su presencia— ¡Ven! ¡Pollitos! ¡pio pio pio!

El rostro de Changmin se reacomodó en una sonrisa enorme y curiosamente, llena de preocupación. Quería reír, quería llorar, los sentimientos en su interior se presentaban uno a uno frente a él, diciendo su nombre: dicha, miedo, ilusión, ansiedad, ternura, amor, amor, amor, amor…

—Despertaste —dijo Jaejoong, tenso. Su rostro reacomodándose en una expresión seria, casi estoica.

Changmin asintió y caminó lentamente hacia ellos

—¡Ven! ¡Ven! —le dijo Hana haciendo un gesto con su pequeña mano, instándolo a que se acercara— pio pio pio…

Changmin quiso reír y el sonido se ahogó en el nudo de su garganta

—¡Boo! ¡Mira! —dijo Hana sujetando el rostro de Jaejoong con una mano y apuntando a Changmin con la otra— ¡Appa!

Jaejoong asintió, con una sonrisa resignada en el rostro.

—Sí, es Appa —respondió al tiempo que le cedía a la niña a Changmin—. Abrázalo.

Hana lo abrazó sonriente y Changmin se aferró a ella con fuerza, escuchándola decir “pio pio pio” una y otra vez. Vio como Jae caminaba hacia la cocina y sujetó a su hija aún más contra sí, secando apresurado las lágrimas que amenazaban con bajar por su rostro. No quería que Hana lo viera llorar.

—Pio, pio, pio —dijo Hana sonriente, apuntando al televisor, haciendo que Changmin retomara su papel de papá.

—Más tarde, amor —respondió mientras la ponía sobre el suelo—. Voy a hacer el desayuno.

—Nosotros ya desayunamos —dijo Jaejoong desde la cocina, su rostro completamente inexpresivo.

Al menos le estaba dirigiendo la palabra.

Changmin le agradeció en una voz suave y cautelosa, Jae solo asintió sin mirarlo.

Hana corrió a su habitación, y como siempre hacía, comenzó a traer juguetes de ella a la sala. Changmin se acercó al desayunador, donde Jae estaba sentado bebiendo café y leyendo algo en su iPad.

—Gracias por encargarte de ella —dijo Changmin con cautela—. No escuché mi teléfono.

Jae volvió a asentir sin mirarlo, y Changmin se sentó a un par de lugares de distancia de él.

—¿Qué no el monitor de bebé tiene una pulsera inteligente? —dijo Jaejoong de repente, sin quitar sus ojos de lo que leía.

—Voy a empezar a usarla, hyung —respondió Changmin, entusiasmado de que al menos estuvieran teniendo una conversación bilateral—. Lamento que hayas tenido que…

Jaejoong suspiró

—No se trata de eso, Changmin —respondió mirándolo por primera vez a los ojos—. ¿Qué vas a hacer si no estoy?

Changmin no quería saberlo.

—Te ves fatal —le dijo Jaejoong con una mueca de disgusto.

—Me siento fatal —respondió Changmin.

El mayor no dijo nada, se levantó y encendió la estufa.

Changmin lo observó desde su lugar, sin atreverse a mover un músculo. No sabía cómo comenzar la conversación, pero sabía que tenía que ser él quien lo hiciera. Se tomó unos minutos para practicar respiraciones profundas y tomar valor.

—Le entregué a Dara sus lentes —dijo Jaejoong de repente, tomándolo desprevenido. Ni siquiera prestó mucha atención al comentario, su hyung continuaba su trabajo en la estufa, dándole la espalda y Min aprovechó la oportunidad para mirarlo sin que lo notara. Se veía hermoso, su cabello negro contrastaba con la piel blanca de su cuello y Changmin quiso besarlo.

—¿La viste? —preguntó, sin saber qué más decir.

—Sí —respondió Jaejoong sin cambiar de posición—. Ya me contó que eres impotente.

Mierda

Changmin se quedó sentado en su lugar, sin pronunciar palabra. Buscando en su cabeza algo inteligente que decir; sobre la situación, sobre sus sentimientos, sobre su potencia sexual.

Jaejoong se giró y puso un plato frente a él.

—Come —dijo sin más.

Changmin miró el plato sorprendido. Jae le había preparado avena, con miel y trozos de durazno encima. Su corazón comenzó a latir con fuerza.

Tomó la cuchara y comenzó a comer, la avena sabía deliciosa. No había notado lo hambriento que estaba, apenas y había probado bocado el día anterior.

Jae se acercó nuevamente y dejó una taza de café al lado del plato, sentándose de nuevo en el desayunador, bebiendo café y observando a Changmin comer.

Hana llegó a la cocina y le mostró a Jaejoong una figura de un pollito, haciendo “pio pio pio” y usando su mano libre para imitar el pico de un ave. Jae respondió sonriente, diciéndole lo inteligente que era.

—Ve a jugar, Hana-yah —le comentó dándole unas palmaditas cariñosas en la espalda, instándole a volver a la sala—. Tengo que hablar con Appa.

Ambos adultos siguieron a Hana con la mirada, la niña se recostó sobre su estómago en la alfombra y continuó jugando con sus figuras de animalitos. Changmin observó a su hija sin saber como comenzar a hablar, al menos sabía que Jae estaba listo para hacerlo, bebió su café mientras buscaba las palabras correctas, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó a Jaejoong suspirar.

—No voy a pedir disculpas… aún —dijo Jaejoong, sin dejar de mirar a Hana. No parecía enojado, ni orgulloso. Parecía confundido y Changmin sabía que aquellas palabras significaban que se estaba protegiendo a sí mismo.

—No necesito que pidas disculpas, hyung —le dijo Changmin—. Solo necesito que hablemos. Que me des una oportunidad para explicarte lo que de verdad pasó.

Jaejoong asintió y continuó hablando sin mirarlo.

—La verdad es que no quería escuchar tu explicación. Estaba tan rabioso que pensaba irme del departamento. —Changmin sintió que su corazón se contraía—. Incluso tomé un par de cambios de ropa antes de irme. No quería dormir en la cama en la que…

Jaejoong se cruzó de brazos, incómodo.

—Fui a casa de Yoochun, ahí estaba Yunho también —explicó —. Fueron ellos quienes me convencieron de escucharte.

Changmin asintió sin saber qué decir.

—¿Sabes que me dijo Yunho? —le preguntó Jaejoong, mirándolo brevemente con una sonrisa triste— Dijo que al menos debía darte la oportunidad de explicarte. Que aún con la evidencia en tu contra, seguías siendo el niño que escuchaba mis secretos, el que me abrazaba cuando lloraba, el que me protegía de los bullies…

—Te amo, hyung —dijo Changmin sin pensarlo, sin proponérselo. Lo sentía tan fuerte dentro de sí, que las palabras se habían escapado de su boca, buscando alcanzar al hombre frente a él—. Nunca te lastimaría a propósito.

Jaejoong lo miró a los ojos sin decir nada y Changmin le sostuvo la mirada. Aquello no era propiamente una confesión. Aún y cuando, con los años, habían dejado de decirse aquello con tanta soltura, alguna vez fue el pan de cada día, y hoy, en su adultez, aunque mucho menos frecuente, no era del todo extraño de escuchar.

Jaejoong desvió la mirada. Fruncía el ceño ligeramente y había algo en sus ojos que lo hacía parecer triste.

—Yoochun me convenció de llamar a Dara —continuó—. Fue una llamada extraña y el cómo progresó sería difícil de explicar, pero lo importante es que parecía genuinamente desconcertada cuando le hablé de haber encontrado los lentes en mi cuarto y al final, decidimos vernos.

—¿Qué te contó? —preguntó el menor, avergonzado. No le gustaba la idea de que Jae se hubiera reunido con Dara, pero fue él quien lo provocó.

—Ya te dije; que eres impotente —respondió Jae llanamente y Min sintió cómo su orgullo se arrastraba por el suelo. Justo ahora que estaba más interesado que nunca en que Jaejoong lo percibiera como un hombre—. Me dijo que estuvo aquí, pero solo en la sala y en tu habitación y que se fue temprano porque te sintió incómodo. Su versión de la historia me pareció honesta, pero sigue sin encajar con la evidencia.

Changmin asintió, inseguro de si era su turno de hablar.

—¿Qué hacían sus lentes en mi cuarto? —preguntó Jaejoong con firmeza— Y no te atrevas a mentirme.

—Yo los llevé ahí —respondió Changmin sin más—. Los tenía en la mano cuando entré, en algún punto debí dejarlos sobre tu buró. Lo lamento.

—¿Qué hacías en mi cuarto? —preguntó Jaejoong y Changmin volvió a escuchar un tono de enojo en su voz.

El menor lo miró a los ojos antes de hablar.

—Estaba borracho —respondió—, y te extrañaba demasiado.

Ambos se quedaron callados, mirándose a los ojos. Jaejoong se mostró completamente inexpresivo, Changmin por otra parte, se esforzaba por mantener la calma. El único sonido en el lugar era la voz de Hana que jugaba con sus muñecos.

—Eso no explica nada —la voz de Jaejoong rompió el silencio y su rostro se giró para evitar su mirada.

Changmin respiró hondo, tomando valor.

—Yo dormí en tu cuarto esa noche —confesó.

—¿Por qué?

—Ya te lo dije, porque te extrañaba.

—¡Eso no tiene sentido, Changmin! —dijo Jaejoong, pasándose las manos por el cabello, frustrado. Estaba perdiendo la paciencia—. ¡Explícame desde el principio o te juro que…!

—Dara estuvo aquí —lo interrumpió Changmin—. No estoy orgulloso. No tienes idea de lo mucho que me arrepiento de haberla traído, pero lo hice. Cuando se fue, comencé a tomar y terminé muy ebrio. Había encontrado sus lentes en la sala justo cuando me iba a dormir y los iba a llevar a mi habitación, pero luego vi la tuya y… y… no sé, Boo…

—No me llames Boo en este momento —advirtió Jaejoong—. Sigo enojado contigo.

Changmin asintió antes de continuar.

—Solo quise entrar —explicó Changmin con un tono suplicante en su voz—. De verdad sentía que ya no podía más, quería verte.

Jaejoong lo observó desde su lugar sin pronunciar palabra. Changmin respiró hondo y continuó:

—Me recosté en tu cama —explicó, sintiendo como el rubor subía levemente por sus mejillas—, abracé a tu Winnie Pooh y…

Changmin se mordió el labio, inseguro de cómo continuar. Hasta ahora, había planeado confesar todo lo que pasaba en su interior, contarle a Jaejoong como había dejado de verlo como un mejor amigo y había comenzado a verlo como un hombre, como había luchado contra el deseo y había perdido la batalla y como, vergonzosamente, se había dejado llevar por el hambre que le causaba mientras se hallaba recostado en su cama, rodeado de su olor.

Pero la conversación estaba yendo mejor de lo que esperaba. Aún y cuando Jae continuaba molesto, estaba mucho más receptivo que el día anterior; lo había dejado explicarse, lo estaba escuchando. Quizá, si no le daba todos los detalles aún, tendría una oportunidad de pensar qué hacer; cómo proceder con todos estos nuevos sentimientos que no iba a poder retener dentro de sí por mucho tiempo.

—Me quedé dormido ahí —dijo Changmin—. Eso fue todo, hyung. Cuando desperté tuve que ir por Hana. No tuve tiempo de hacer la cama y no esperaba que llegaras hasta tarde por la noche…

Jae se levantó del desayunador y se dirigió a la tarja, dónde comenzó a lavar un par de platos y unas cuantas tazas. Aún estaba molesto, con frecuencia cuando trataba de regular sus emociones, buscaba algo en que ocuparse. Changmin se quedó sentado frente al desayunador, sin pronunciar palabra, observando a su hyung en silencio.

Jae terminaba de lavar un plato, lo secaba con un paño de cocina limpio y lo colocaba en el gabinete que le correspondía. De alguna manera, la ira estaba clara en sus movimientos, pero Changmin sabía que, si estaba haciendo aquello, era porque a diferencia del día anterior, el enojo que estaba sintiendo era mucho menos visceral y pronto podría calmarlo.

—¿Qué no tú estabas volviendo con Jinri? —dijo Jaejoong de repente, mientras hacía espacio en el gabinete de las tazas. Había un leve tono de rabia en su voz.

Changmin lo miró desconcertado.

—No —respondió de inmediato—. Claro que no. ¿Por qué piensas eso?

Jaejoong se giró y le dedicó una mirada acusatoria

—Te vi abrazándola en el balcón, idiota —le respondió.

—¿Abrazando…? —dijo Changmin tratando de entender a qué se refería—. ¿El mes pasado? ¿Antes de que te fueras a Gongju?

Jaejoong asintió, lo miró otra vez con desprecio y volvió a la tarea, dándole la espalda.

—No, hyung. De verdad no —se apresuró a responder—. Nuna está pasando un mal momento justo ahora. Está sintiendo mucha culpa en su maternidad y solo he tratado de apoyarla.

Jaejoong lo miró por encima de su hombro, su expresión parecía un poco menos molesta.

—Pero no hay nada entre ella y yo —dijo Changmin, sintiendo que no había manera de que hiciera énfasis suficiente en aquello—. Y no lo volverá a haber nunca.

Jae no respondió, comenzó a bajar las tazas del gabinete para reordenarlas. No era realmente necesario, pero Min sabía que lo ayudaba a encontrar calma.

—No deberías ir por la vida tratando a gente que no es tu pareja como si lo fuera —dijo de repente, en un tono acusatorio, sin dejar de bajar las tazas y ponerlas en la encimera—. Ya no eres un niño. Las relaciones no funcionan así; si alguien no te interesa como pareja, deja de ser tan cariñoso, idiota. Odio eso de ti.

Changmin asintió mientras lo observaba, pero después reaccionó que Jaejoong no podía verlo.

—Tienes razón, hyung —pronunció—. Ya no lo haré más.

Jaejoong no respondió y continuó con la tarea.

—¿Tú aún estás saliendo con Gong Jicheol? —preguntó inseguro. No sabía muy bien que lo había motivado a ello, además de los celos, por supuesto.

Jaejoong continuó su trabajo con las tazas sin decir nada, y Changmin se mordió el labio sentado en su lugar. Quizá no debió haber preguntado aquello.

—No —respondió su hyung de repente.

—Oh.

Ambos se quedaron callados. Jae continuaba enfrascado en su tarea mientras Changmin lo observaba en silencio desde su silla. Hana corría a su habitación gritando entusiasmada algo sobre su conejito mientras lo alzaba sobre su cabeza.

De un momento a otro, Jaejoong se giró a mirarlo, con una mano en la cintura y una expresión que Changmin había visto muchas veces en Kim Halmoni cuando se enojaba.

—No puedes entrar a mi cuarto sin mi permiso, idiota —le dijo Jaejoong con un tono amenazante— Me dan igual tus excusas patéticas, ¡Es mi cuarto! ¡¿Sabes qué tipo de cosas guardo ahí?!

—¿Un dildo? —preguntó Changmin sin pensarlo. Jaejoong lo fulminó con la mirada y comenzó a golpearlo con el paño de cocina.

—¡Sí, estúpido! ¡Un maldito dildo! —le dijo sin dejar de golpearlo. Changmin se protegía de los ataques con los brazos mientras reía. Sentía que era la primera vez que reía en mucho tiempo—. ¡Y puedo dejarlo donde yo quiera! ¡Porque es mi cuarto, pedazo de imbécil!

Changmin esquivó uno de los golpes y aprovechó para rodear la cintura de Jaejoong con sus brazos y llevarlo hacia él. Lo estrechó fuerte contra sí, hundiendo su rostro en su cuello y comenzó a reír y a llorar.

Jaejoong se quedó congelado

­—Tienes razón, hyung —dijo Changmin, cambiando su postura para poder verlo a los ojos, pero sin soltar su cintura— Claro que tienes razón. Lo lamento mucho, te prometo que no va a volver a pasar.

—¡Omo! ¡Minnie! —dijo Jaejoong con un rostro preocupado—. Perdóname, no debí…

Changmin comenzó a negar con la cabeza y lo estrechó aún más fuerte contra él. Volviendo a hundirse en su cuello.

—Changmin-ah, ¿Estás bien? Me estás preocupando.

—Pensé que iba a perderte para siempre —confesó. Las lágrimas bajaban por su rostro y caían sobre la piel de Jaejoong y Changmin no podía pararlas. Los sentimientos dentro de sí lo estaban consumiendo.

¿Cómo pudo negarse a ver que, este hombre entre sus brazos, era a quién de verdad amaría por el resto de su vida?

Sintió como el cuerpo de Jaejoong se relajaba y sus brazos comenzaban a rodearlo también. Changmin apretó los dientes en un intento de calmar su llanto, pero no pudo, los sollozos salían de su cuerpo sin control y lo único que podía hacer era aferrar a Jaejoong contra él, desesperadamente.

Lo amaba tanto que sentía que su corazón se salía de su pecho.

—Nunca, Minnie —respondió Jaejoong en un tono mucho más amable, separando un poco el abrazo para poder ver su rostro—. Lamento haber desconfiado de ti, lamento haberte hablado de esa manera.

Jae soltó el abrazo para sujetar el rostro de Changmin con ambas manos. El menor continuaba aferrado a su cintura y trataba de calmar su llanto al tiempo que Jaejoong le limpiaba las lágrimas del rostro.

—Supongo que el hijo de puta fui yo —dijo Jaejoong con un rostro avergonzado y Changmin se echó a reír, liberando a Jae del abrazo.

—No, hyung —respondió Changmin, bastante más tranquilo, usando el dobladillo de su camiseta para limpiarse las lágrimas—. Solo fue un malentendido.

Jaejoong volvió a la encimera y retomó su labor con las tazas. Sus movimientos se veían mucho más tranquilos ahora.

—De todos modos, no estuvo bien de mi parte —dijo Jaejoong—. Me dejé llevar por la rabia.

—Te teñiste el cabello —señaló Changmin con una sonrisa en los labios, redirigiendo la conversación.

—Sí, estaba harto de tener que darle mantenimiento —respondió Jaejoong—, y mi amiga Eunji tiene un salón en Tokyo. Pensé que era una buena oportunidad para volver a mi color natural.

—Te ves muy guapo —dijo Changmin y vio como Jaejoong se tensaba ante sus palabras.

Se giró a observarlo.

—Nunca me habías dicho eso —le dijo—. Me habías llamado bonito, pero nunca guapo.

Changmin se encogió de hombros y sonrió.

—Es la verdad.

Jaejoong le dedicó una mirada desconcertada y volvió a la tarea, dándole la espalda. Unos segundos después, volvió a hablar.

—Minnie, también lamento lo que dije de Dara.

Esta vez fue el turno de Changmin de mirarlo con desconcierto.

—¿A qué te refieres?

—Puedes traerla cuando tu quieras —respondió Jaejoong, aún dándole la espalda—. Esta también es tu casa, estás en todo tu derecho de traer a tus parejas aquí. Además, no debí llamarla zorra. Lo lamento.

Changmin negó con la cabeza antes de hablar.

—Dara no es mi pareja y tampoco quiero que lo sea —aclaró—. Nuestra relación era meramente sexual, pero ya tampoco me interesa de ese modo. No voy a volver a reunirme con ella… ni con nadie.

—¿Qué es esto? —preguntó Jaejoong de repente y Changmin notó que sostenía una taza azul entre sus manos—. ¡Omo! ¡Es Ponyo!

Jae dejó escapar un chillido emocionado, cubriéndose la boca con la mano.

—¡Es tan linda! —dijo de repente, girándose para mostrarle la taza a Changmin— ¡Mira! ¡Tiene peces y estrellas de mar por todas partes! ¡Y Ponyo se ve tan adorable! ¿Es tuya?

Changmin sonrió de oreja a oreja, sintiendo como si su corazón fuera a explotar de amor en cualquier momento.

—Es tuya, hyung —respondió con una voz que ponía en evidencia todo lo que estaba sintiendo—. La compré para ti. Es única, está hecha a mano.

Jaejoong volvió a llevarse la mano al rostro y comenzó a reír, emocionado, mientras miraba la taza en su mano y decía lo hermosa que era, agradeciéndole a Changmin por el detalle. Estaba tan feliz que pronto se acercó a la cafetera y sirvió café en la taza, soltando otro chillido de emoción cuando la vio llena. Tomó su teléfono y comenzó a tomarle fotos a la taza, diciendo en voz alta lo adorable que era.

Changmin lo escuchaba y sentía como si su corazón sanara todo el dolor y la confusión que lo había invadido los últimos meses. Era él, siempre había sido Jaejoong. Por eso era capaz de reconocer su voz en la multitud, por eso sus abrazos se sentían como estar en casa, por eso su risa era su sonido favorito en el mundo.

Changmin se puso de pie, su corazón le exigía que se acercara al hombre frente a él, le exigía que se aferrara a él y ya nunca lo dejara ir.

Tal y como en aquella ocasión en Gubongdo, se posicionó justo detrás de Jaejoong y envolvió su estrecha cintura entre sus brazos, pero a diferencia de entonces, esta vez fue mucho más lejos. El amor, insolente y desesperado, dominaba sus acciones por completo.

Changmin agachó su cabeza sobre el cuello de Jaejoong, rozando su piel con los labios, al tiempo que sentía como su hyung se tensaba por completo. Esperó el rechazo, pensó que Jaejoong se liberaría del abrazo y se alejaría de él, pero no lo hizo, se quedó congelado en su lugar y Changmin, que sentía que había perdido por completo el raciocinio, comenzó a besar su cuello.

Jaejoong se estremeció en sus brazos, tenso, pero su piel era tan adictiva que Changmin no pudo detenerse y continuó, acariciando su cuello con los labios, dejando un beso tras otro en él, apenas con la suficiente cordura para echar su cadera hacia atrás y no rozar al hombre con la erección que comenzaba a formarse en su pantalón.

Pero entonces sintió a Jaejoong relajarse, y tal como aquella vez, diecisiete años atrás en Gubongdo, colocó sus manos sobre las de Changmin y reposó su cabeza en su hombro.

Changmin sintió como algo en su interior gruñía triunfante. Su corazón latía desesperado en su pecho y su miembro protestaba atrapado en la pernera de sus jeans, pero no se permitió hacer nada más, el riesgo era muy alto y de todos modos, el solo tener acceso al cuello de Jaejoong ya era mucho mejor que cualquier fantasía.

—Quédate conmigo, hyung —le dijo en un suspiro—. Para siempre.

Jaejoong solo asintió.

Changmin no llegó a su cumpleaños número 32, sin saber que Jaejoong era el amor de su vida.

 

Notes:

"A Path to love" by Dokssuri (2011): https://dokssuri.livejournal.com/40519.html

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Siguiente publicación: 23 de Agosto del 2025

Chapter 11: REVELACIÓN

Notes:

Cuando comencé a publicar este fanfic, tenía 5 capítulos de ventaja. Hoy en día me queda uno y medio.
Así que el margen de tres semanas entre capitulo, se volverá permanente.

Estoy pasando una situación algo complicada y se ha vuelto más difícil escribir al ritmo que quisiera, pero justo ahora, Lavender es mi proyecto personal más importante. Hay muchos sentimientos aquí y estoy determinada a hacerlo lo mejor posible de principio a fin.

Nuevamente, no voy a dejar de publicar, siempre en las fechas indicadas al final de cada capítulo.

Si me dejan un kudo, el shinki de su preferencia les da un besito en la boquita 😘 , si dejan comentario, es un besote con lengua 🙂‍↕️

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

XI. REVELACIÓN

9 años, 11 meses antes de esa noche. Jaejoong 24, Changmin 22.

—Te dije que no vinieras.

—¿Que no se supone que esta es mi casa? —respondió Changmin, desafiante.

La postura firme de su madre flaqueó por un momento.

—Sí, es tu casa —respondió—. Eso no va a cambiar, pero Jaejoong te pidió espacio…

—¡Y le di espacio! —contestó Changmin, levantando la voz involuntariamente—. ¡No lo he visto en dos meses! ¡No contesta mis llamadas! ¡No responde mis mensajes! ¡Ni siquiera sabía que estaba aquí hasta ayer!

—No quiere verte, Changmin —respondió su madre—. ¿Acaso pretendes que lo fuerce? ¿O que le diga que se vaya de casa para que tú puedas estar aquí?

Esta vez fue Changmin el que pareció flaquear por unos segundos.

—Omma, por favor…

—¿Qué te pasó en la cara? —lo interrumpió su madre, acercándose para ver mejor su mejilla. Changmin solo dio un paso atrás y negó con la cabeza, restándole importancia.

—Omma, necesito verlo —habló en un tono suplicante—. No sé qué está pasando, estoy muriendo de preocupación, ¡por favor! ¡Solo déjame verlo!

—Creí que había criado un hombre que respetaba los límites de los demás —le dijo Seohyeon, mirándolo con los brazos cruzados.

Changmin tragó saliva.

—También criaste un hombre que no renuncia fácilmente a quienes ama. —Seohyeon suspiró. Era difícil no ceder cuando veía a su hijo en ese estado.

Changmin se había presentado ahí, con profundas ojeras bajo sus ojos, una expresión entre el dolor y la determinación impresa sobre el rostro y una mancha roja e hinchada en en la mejilla izquierda.

Pero Jaejoong la necesitaba aún más.

—Minnie, lo lamento —respondió con un tono adolorido—, pero no puedo. Si se tratara de alguien más, ¿Te parecería bien que yo ignorara los deseos de Boo y lo dejara acercarse a él?

El rostro de Changmin se contorsionó en una mueca extraña, había desesperación, tristeza, rabia. El color comenzó a subir por su piel, apretaba los dientes y sus ojos se llenaban de lágrimas.

—¡Pero no se trata de alguien más! —respondió desesperado— ¡Soy yo! ¡Yo!

—Lo siento, Minnie —respondió Seohyeon con una mueca de dolor en el rostro—, pero Jae ha sido muy claro.

Changmin respiraba trabajosamente y apretaba los puños a cada lado de su cuerpo.

—No puedo estar tranquilo sabiendo que él está mal —le dijo a su madre—. Necesito al menos cinco minutos con él, es todo lo que te pido…

—Minnie…

—Déjalo, Nuna —la voz de Jaejoong se hizo presente y Changmin sintió como si su corazón se detuviera por un minuto.

Jaejoong los observaba desde la parte más alta de la escalera. Con una mano se sujetaba de la barandilla y con la otra, sostenía la pequeña mano de Seonmi que observaba desconcertada la escena. Jaejoong se veía más delgado que la última vez; más pálido, igual de hermoso.

—Boo… —pronunció Changmin y dominado por la desesperación, esquivó a su madre y se acercó al pie de la escalera, observando como Jae bajaba de ella con una expresión indescifrable.

—Hola, Minnie —pronunció Jaejoong apenas lo alcanzó en el primer piso.

Ambos se miraban a los ojos sin decir nada, Changmin respiraba como si hubiera corrido kilómetros, el sufrimiento claro en su rostro. Jaejoong por otro lado, se mantenía inexpresivo frente a él, sin pronunciar palabra.

El menor sintió que iba a explotar, y sin siquiera intentar controlar sus acciones, se lanzó a abrazarlo. Jae no hizo nada, se quedó congelado entre los brazos de su amigo, sintiendo su aroma, su piel, tratando con todas sus fuerzas de no romper en llanto.

—Minnie, estás asustando a Seonmi —dijo Jaejoong de repente. La niña continuaba sujeta a la mano de Jaejoong oppa y observaba a su hermano con curiosidad.

Changmin soltó el abrazo, avergonzado.

—Perdón Mimi-yah —le dijo revolviendo su cabello—. Solo he extrañado mucho a Boo.

En realidad, sabía que su hermana no estaba asustada; desconcertada quizá, pero nada realmente preocupante. Sin embargo, lo que de verdad le angustiaba era el hecho de que Jaejoong no había respondido el abrazo. Lo había notado tenso, incómodo. Era la primera vez que reaccionaba así ante su contacto.

—Boo, Changmin sabe que no querías visitas —Seohyeon se acercó a ellos—. Min, ya comprobaste que Boo está bien, ahora por favor, respeta su espacio.

—Omma…

—Está bien, Nuna. No puedo huir para siempre —dijo Jaejoong con una sonrisa triste antes de dirigirse a Changmin—. Ven, vamos al jardín.

 

Años atrás, cuando Jaejoong se había unido a Changmin en Ansan, habían descubierto, al fondo del jardín, una pequeña puerta en la cerca que abría el camino a un paraje lleno de cedros, maples, pinos y zelkovas. Yongbae hyung les había contado cómo jugaba ahí cuando era niño, pero con los años había dejado de apreciarlo como era debido y rara vez exploraba el lugar.

A Changmin y Jaejoong les encantaba, con frecuencia tomaban paseos por el paraje o lo usaban como atajo para llegar a los alrededores del museo de arte de papel, pero sobre todo, recurrían a él cada vez que tenían algo importante por hablar.

Solían decir que iban al jardín, pero en realidad solo lo atravesaban y recorrían la vereda entre los árboles, hasta culminar su camino en un pequeño gazebo de diseño tradicional, donde se sentaban a compartir té, fruta, o nueces mientras charlaban.

—¿Qué te pasó en la cara? —preguntó Jaejoong. Llevaban algunos minutos caminando hacia el gazebo, lado a lado, sin pronunciar palabra.

Changmin se encogió de hombros y Jaejoong decidió no insistir.

—¿Por qué me estás evitando, Boo? —le preguntó de repente, y Jaejoong pudo escuchar la tristeza en su voz— Te desapareciste un día, de la nada, y todo lo que he sabido de ti ha sido a través de terceros…

—Te escribí —le dijo Jaejoong encogiéndose de hombros.

—Me enviaste un mensaje hace dos meses, diciendo que estarías en Gongju y que estarías ocupado, eso fue todo. No he sabido más de ti desde entonces.

El reclamo era evidente en la voz de Changmin y Jaejoong sabía que lo merecía, pero también sabía que había tomado la decisión correcta. Requería la distancia para recuperarse.

—Fui a Gongju a buscarte —dijo Changmin con el mismo tono replicante.

Jaejoong asintió.

—Soonli nuna me lo dijo —apuntó.

Ninguno dijo nada más y continuaron su camino.

Cuando llegaron al gazebo, Jaejoong entró y se sentó en el suelo, cruzado de piernas. Changmin, que mantenía aún aquella expresión adolorida, se sentó frente a él en la misma posición.

—Al principio sí estuve en Gongju —mintió Jaejoong. Junsu lo había puesto al tanto de la historia que le dieron a Changmin como explicación.

El menor asintió

—Lo sé —respondió Changmin.

Ambos se quedaron en silencio. El viento de mayo soplaba a su alrededor, trayendoles el frío que la lluvia había dejado a su paso, haciéndolos tensar sus cuerpos para protegerse de él.

—Junsu me dijo que estuviste con Hyunjoong —dijo Changmin después de unos segundos.

Jaejoong asintió, mordiéndose el labio. No había visto a Hyunjoong desde la preparatoria.

—¿Te hizo daño, hyung? —preguntó Changmin al tiempo que extendía una mano para acariciar su mejilla. Jaejoong echó su cuerpo hacia atrás, evitándolo, y el menor bajo su mano de inmediato, con una expresión de dolor.

—No me hizo nada.

—Lo estás defendiendo otra vez —dijo Changmin, esta vez con un tono molesto en su voz—. Dime que te hizo, te juro que…

—Cállate, Changmin —lo interrumpió Jaejoong en una voz débil, pero el menor lo obedeció.

La tarde que Yoochun, Yunho y Junsu lo habían llevado a Ansan, Changmin se la había pasado buscando a Jaejoong. Cómo una medida para contenerlo, Yoochun había tomado el teléfono de Jae y había escrito un mensaje:

“Min, tengo que ir a Gongju. Estoy bien, después te explico, pero puede ser que no te responda en unos días”.

Aquella había sido toda la comunicación que Changmin había recibido de su hyung, y por un tiempo, pareció funcionar. Por lo que les contó Seohyeon omoni, Changmin le enviaba mensajes de texto a Jaejoong todos los días, pero no insistía por una respuesta. Sin embargo, para finales de la segunda semana, la preocupación comenzó a hacerse evidente en el menor.

Changmin llamaba todos los días, al principio una o dos veces, pero después pasaron a ser cinco, siete, doce. Jaejoong se quedaba recostado en su cama, abrazado al peluche de Minnie Mouse que Changmin cargaba con él cuando niño, mirando su teléfono sonar y derramando lágrimas de dolor y frustración.

Con los mensajes era lo mismo. Changmin abarrotaba su bandeja de entrada y Jaejoong, solo leía todos los “¿Dónde estás?” “Te extraño” “Por favor, habla conmigo”, y seguía llorando hasta quedarse dormido.

Junsu, Yoochun y Yunho se habían esforzado en distraer al maknae, en decirle que Jaejoong estaba bien, que le tuviera paciencia, pero Changmin estaba desesperado. Había hablado con sus amigos, había visitado a la clínica donde solía trabajar en Seúl, había llamado a sus hermanas, había ido a Gongju a buscarlo, y había peleado con el OT5 en múltiples ocasiones, exigiendo respuestas, preguntando desesperado por qué ellos sabían de Jaejoong y él no.

Eventualmente, las excusas se les habían agotado y Junsu, desesperado, encontró la solución en una elaborada mentira.

—Está avergonzado, Min —le había dicho a un Changmin rabioso que reclamaba a sus tres amigos en la sala de Micky’s—. Tampoco habla mucho con nosotros, pero específicamente contigo, le avergüenza que lo sepas.

—¿Que sepa qué? —preguntó el maknae desesperado.

—Que volvió con Hyunjoong —ante estas palabras, Changmin se quedó congelado en su lugar.

Junsu le dijo que en su visita a Gongju, Jaejoong se había reencontrado con Hyunjoong, que se había vuelto a involucrar con él y que unas semanas después, Hyunjoong nuevamente lo habría herido.

—Dime que le hizo, Su —suplicó Changmin.

—No lo sé, Minnie —respondió Junsu—. A nosotros tampoco ha querido contarnos mucho, pero está muy lastimado, ha llorado muchísimo.

—¡¿Dónde está?! —gritó Changmin, pasándose las manos por el cabello en un gesto de exasperación—. ¡Por favor dime dónde está! ¡Necesito ir con él!

—Quiere estar solo, Changmin —respondió Junsu, negando con la cabeza solemnemente—. Nos ha pedido espacio a todos, pero contigo es más complicado. Se siente culpable de haber vuelto a darle una oportunidad después de lo mucho que lo defendiste años atrás. Le da vergüenza que sepas que otra vez volvió a caer y que otra vez salió herido.

—¡Eso no me importa! —dijo Changmin desplomándose en el sofá, hundiendo el rostro en sus manos, su voz sonaba estrangulada—. No me importa nada del pasado, solo quiero que esté bien… solo quiero estar ahí para él.

Ese día Junsu hizo algo que jamás había hecho y reemplazó a Jaejoong como la figura de consuelo de Changmin. Se sentó a su lado y lo abrazó por horas mientras Min lloraba y pedía una y otra vez que lo dejaran ver a Jaejoong, que lo dejaran hablar con él, que su hyung lo necesitaba.

Después de aquella noche, las cosas parecieron calmarse un poco. Changmin seguía mostrándose triste y ausente, seguía preguntando constantemente por Jaejoong, por su bienestar; pero dejó de pelear, dejó de exigir. Se limitaba a tratar de reunir tanta información de él como le fuera posible.

No fue sino hasta dos semanas después que recibió aquel mensaje de su hyung, y aunque el contenido del mismo era quizá lo que menos esperaba recibir, revelaba por fin su paradero.

—Hyung… —habló Changmin de repente, después de varios minutos de silencio entre ellos—. ¿Por qué me alejaste?

—No quería que lo supieras…

—¿Por qué? —preguntó el menor con una punzada de dolor.

Jaejoong se encogió de hombros.

—Perdóname, Boo —dijo Changmin con una voz ahogada—. Perdóname si… solo quiero lo mejor para tí. Quiero que puedas ver lo valioso que eres y que mereces mucho más de lo que ese… Mucho más de lo que Hyunjoong te puede ofrecer.

Jaejoong continuaba sin mirarlo y Changmin sentía su corazón encogerse.

—Hyung, yo…

—¿Tú cómo estás, Minnie? —preguntó Jaejoong súbitamente—. ¿Qué tal va todo ahora que Kwan Jinri-ssi es tu novia?

Changmin pareció tensarse ante sus palabras, su espalda se irguió y se pasó la lengua por los labios.

—No es exactamente mi novia, aún… —respondió nervioso.

Jaejoong, extrañado, levantó la mirada hasta encontrarse con los ojos de su amigo.

—Yoochun dijo que estás pasando todas las noches con ella —pronunció Jaejoong sin cambiar su expresión.

—Sí, bueno… —dijo Changmin acariciando la parte trasera de su cuello—. Algo así.

—¿Algo así? —Jaejoong alzó una ceja y continuó observando al menor, que evitaba su mirada.

—Hemos estado saliendo —explicó Changmin. Nuevamente se pasaba la lengua por los labios, el nerviosismo estaba claro en su lenguaje corporal—. Y sí, con frecuencia me quedo en su departamento, pero… bueno aún no somos… oficialmente…

—¿Osea que solo se está acostando contigo? —preguntó Jaejoong, sin siquiera intentar ocultar el tono desaprobatorio de su voz.

—No, hyung. No es eso —respondió Changmin, esta vez haciendo un esfuerzo para ver a su amigo a los ojos—. Es solo que hay muchas cosas que se complicarían para Nuna si comenzamos a salir oficialmente y…

—¿Cómo cuáles? —lo interrumpió Jaejoong.

—Bueno, el trabajo; ella siendo mi sunbae… —explicó Changmin—. Su familia, su estatus, incluso la prensa…

—Todo eso son tonterías, Changmin —respondió Jaejoong molesto.

—Mi nuna está muy lastimada, hyung —dijo Changmin de repente, esta vez con un tono determinado en su voz y Jaejoong sintió que algo se rompía en su interior. Nunca había escuchado a Changmin llamar suyo a nadie más que a él—. Solo estoy tratando de darle un tiempo, pero pronto estará lista, ya lo hemos hablado mucho.

Jaejoong se mordió el interior de la mejilla y desvió la mirada con un gesto de fastidio.

—Me acabas de decir que merezco más de lo que Hyunjoong me ofrece —le dijo a su amigo, sin ocultar la molestia en su tono—. Deberías escuchar tus propios consejos.

Ambos se quedaron en silencio. Changmin acomodó su postura, alejándose para poder recargar su espalda contra uno de los postes del gazebo, trayendo sus rodillas hacia él. Jaejoong continuó sentado en su lugar, sin observar a su amigo.

—Nuna me ama, hyung —dijo Changmin después de unos minutos de silencio—. Me lo ha dicho y le creo, solo no quiero presionarla. Una vez que la gente sepa que estamos saliendo, va a tener que enfrentarse a muchos cambios y a muchas opiniones. Puedo esperar por ella.

Jaejoong volvió a mirarlo. Changmin se veía tan alto, tan grande y al mismo tiempo tan pequeño; abrazando sus rodillas contra sí, mirando a un punto entre las copas de los árboles, esperando a que alguien decidiera tomar riesgos por él.

Jaejoong suspiró.

—Nunca hemos sido el tipo de amigos que opina sobre las relaciones del otro —dijo Jaejoong, manteniendo el tono severo y fastidiado que había usado la última vez—. Si esta es la persona que tu quieres en tu vida, está bien. Cuando la conozca, la trataré con el mayor respeto, pero quiero que mantengas en mente que no es una niña. Es cinco años mayor que tú y sabe lo que está haciendo.

—Lo dices como si hiciera algo malo —respondió Changmin, a la defensiva—. No me está lastimando. No me está engañando. Lo único que hizo fue pedirme tiempo y yo estoy dispuesto a dárselo. No entiendo porque eso estaría mal.

Jaejoong puso los ojos en blanco y miró hacia el otro lado del gazebo, evitando la mirada de Changmin para controlar su enojo.

—No lo entiendes, hyung —dijo Changmin de repente y Jaejoong escuchó desesperación en su voz—. Tengo todo en mi contra. No solo soy menor, tengo menos rango, menos dinero, menos todo. Lo mínimo que puedo hacer por ella es protegerla y darle un lugar seguro al cual recurrir.

Jaejoong respiró hondo y volvió a morder el interior de su mejilla. Practicó una serie de respiraciones, buscó dentro de él un poco de calma, y respondió:

—Si es la persona que elegiste. La trataré con el mayor respeto —dijo nuevamente—. Solo quiero que ella haga lo mismo contigo.

El ambiente se percibió tenso por unos minutos, el viento soplaba y Jaejoong se abrazaba a sí mismo para protegerse de él. De repente escuchó a Changmin suspirar y después reír.

—La verdad es que no tengo manera de exigir mucho en este momento —dijo con una expresión que parecía de resignación—. Tampoco he sido el mejor prospecto de pareja que digamos. Quiero protegerla pero había estado tan preocupado por tí, que la he dejado sola muchas veces.

—Eso es porque eres idiota —dijo Jaejoong con un tono de fastidio—. Yo estoy bien.

—No me mientas, Boo.

Jaejoong sentía que esta conversación era una larga sucesión de palabras incómodas y silencios.

—¿Fue por eso? —La voz de Changmin se escuchaba insegura.

—¿Qué cosa? —preguntó Jaejoong.

—¿Fue por eso que me alejaste? —Jaejoong no quería mirarlo. Tenía miedo de que pudiera ver dentro de él—. ¿Fue porque ahora estoy con Nuna?

Jaejoong resopló, pero sintió una punzada en el pecho.

—Claro que no, estúpido.

—Entonces, ¿por qué…?

—Ya te lo dije. No quería que lo supieras.

—Dime qué fue lo que te hizo —pidió Changmin, retomando el tono de preocupación con el que había hablado antes.

Jaejoong se encogió de hombros.

—Hyung… —lo llamó Changmin—. Lamento si te hice pensar que no me podías contar esto. Sé que la manera en que he hablado de él en los últimos años… pero yo… no estoy molesto, ni decepcionado o…

Jaejoong alzó el rostro para mirarlo a los ojos. Changmin parecía estar debatiendo con algo en su interior, pero correspondió su mirada y le dedicó una sonrisa adolorida.

—Tú no me debes nada —continuó Changmin—. Te protegí porque quería hacerlo y lo volvería a hacer sin pensarlo dos veces. Te voy a proteger el resto de mi vida si es necesario, no me importa si eres tú mismo quien se pone en peligro, yo estaré ahí para tí.

Jaejoong sintió cómo el nudo en su garganta, que por los últimos meses había sido casi permanente, se apretaba; y a su vez, el dolor que desde la catástrofe se había instalado en su pecho, comenzaba a extenderse por el resto de su cuerpo.

—¿Aún estás con él? —preguntó el menor.

—Nunca he estado con él —respondió, y escuchó su propia voz quebrarse—. O mejor dicho, él nunca ha estado conmigo. Solo he sido yo, esperando como un idiota a que se dé cuenta de que nadie va a amarlo mas de lo que yo lo amo.

Jaejoong sintió las lágrimas inundar sus ojos, y por la vista periférica, observó como Changmin se levantaba de su lugar y se acercaba a él. Sabía lo que iba a pasar, su corazón roto quizá lo estaba pidiendo, pero aún así, no estaba listo.

Involuntariamente, su cuerpo comenzó a estremecerse en sollozos y después de tantas semanas de llorar, ya no recordaba cómo detenerlos. Changmin se sentó a su lado y lo envolvió en sus brazos, y Jaejoong, desesperado, se aferró a él con fuerza y se entregó al llanto, al anhelo, al desamor, a la despedida.

Aquel día Jaejoong lloró hasta quedarse sin lágrimas, rodeado por los brazos del hombre que amaba y que nunca podría tener, sintiendo como acariciaba su cabello, como besaba sus mejillas, sus ojos inundados de lágrimas, escuchando sus palabras de aliento en su oído, tratando de contener todo el dolor que desconocía que él mismo estaba causando. Lloró tanto que eventualmente se quedó dormido, sentado entre las piernas de Changmin, envuelto por sus brazos y con el rostro descansando en su pecho.

El sol comenzaba a ponerse cuando caminaron de regreso a casa, habían pasado varias horas en el gazebo, y sus cuerpos les reclamaban por el frío y el cansancio.

Changmin sujetó la mano de Jaejoong todo el trayecto de regreso, ninguno de los dos lo dijo en voz alta, pero está probablemente sería la última vez que podrían hacerlo. Changmin ahora estaba en una relación, y aún cuando Jinri no la hubiera formalizado, Jaejoong conocía lo suficiente a su amigo para saber que él sí lo había hecho. Solo le había permitido tanto contacto porque sabía que tenía el corazón roto, incluso si no sabía que fue él mismo quien lo había destrozado.

Jaejoong soltó la mano de su amigo antes de abrir la puerta de la casa. Changmin no dormiría ahí ese día, tomaría el autobús de regreso a Seúl y aunque no explicó por qué no esperaría a la mañana siguiente, Jaejoong supo que se trataba de Jinri.

—Hyung —dijo Changmin de repente, estirándose para tomar la mano de Jaejoong nuevamente—. Aún hay algo que tenemos que hablar…

Jaejoong sintió que el mundo se le venía encima. No estaba listo para aquello, pero sabía que no lo podría evitar. Asintió en silencio y agachó la mirada.

—¿Por qué me enviaste…?

—Era para Hyunjoong —lo interrumpió Jaejoong rápidamente. La noche anterior, mientras entraba en pánico ante sus propias acciones, había pensado en aquella excusa.

—¿Le estás enviando ese tipo de fotos? —preguntó Changmin, su voz se escuchaba preocupada.

Jaejoong se pasó la lengua por los labios y negó con la cabeza.

—Era la primera vez—respondió—. Por un momento pensé que si lo veía… quizá…

Changmin que aún sujetaba su mano derecha entre las suyas, comenzó a acariciarle el dorso y Jaejoong se sintió culpable de mentir.

—No sé cómo pasó, pero te la envíe a ti por error —concluyó el mayor, evitando la mirada de su amigo.

—No te merece, hyung —dijo Changmin en una voz suave—. Si no puede cuidar tu corazón, tampoco merece tu cuerpo.

Changmin dió un paso más hacia él, llevando la unión de sus manos a su rostro y dejando un beso en la mano del mayor antes de continuar.

—Eres un adulto, Boo —le dijo con una sonrisa tímida—. No te voy a reprender por tomar ese tipo de fotos ni por enviarlas, pero me preocupa. Pudo haber parado en las manos equivocadas.

Jaejoong se quedó en silencio, observando sus pies mientras sentía el cuerpo de Changmin tan cerca, sujetando su mano entre las suyas.

—Solo ten más cuidado —continuó el menor—. No confíes en nadie tan fácilmente para eso, ¿Sí? Ni siquiera en mi. ¿Qué tal si yo las hubiera usado para…?

—Estaría bien —lo interrumpió Jaejoong, alzando el rostro para verlo a los ojos—. Estaría bien porque eres tú. Tú tienes mi permiso.

Changmin se quedó congelado en su lugar, observando a su amigo con la boca abierta. Sentía su teléfono quemar en su bolsillo y aquella imagen de Jaejoong, frente al espejo del baño de la habitación de invitados, con solo una toalla cubriendo su cintura y una clara erección bajo ella, invadió su mente por completo.

—¿Qué te pasó en la cara, Minnie? —dijo Jaejoong de repente, soltándose de su agarre y estirando la mano para tocar su mejilla.

Apenas lo hizo, el dolor que causó pareció despertar a Changmin de su ensimismamiento.

—Nada, Boo —respondió con una sonrisa nerviosa—. Me golpee con…

—No me mientas —dijo Jaejoong severamente y Changmin, que aún parecía tener la mitad de sus pensamientos en aquella fotografía, respiró profundo antes de responder.

—Peleé con Yoochun.

—¡¿Qué hiciste qué?! —gritó Jaejoong y Changmin observó cómo su madre, alarmada, se asomaba por una ventana del segundo piso.

—Estamos bien, Nuna —se apresuró a decir Jaejoong, en voz alta para que la madre de Changmin lo escuchara—. No te preocupes.

Seohyeon les dedicó una mirada de sospecha antes de desaparecer de su vista.

—¿Cómo qué peleaste con Chunnie? —dijo Jaejoong en un susurro, apretando los dientes—. ¡¿A los golpes?!

—No quería que viniera —respondió Changmin con un tono amargo—. Trató de detenerme un montón de veces.

—¡¿Y decidiste que era buena idea golpearlo?! —le reclamó Jaejoong en un tono rabioso y con una expresión de decepción en el rostro.

Changmin se quedó callado, mirando al suelo.

—¿Acaso eres imbécil? —preguntó el mayor—. ¿Desde cuándo resuelves las discusiones con los puños, como un salvaje?

—Estaba desesperado, Boo —dijo Changmin con un tono suplicante.

—Es lo más estúpido que te he escuchado decir jamás —respondió Jaejoong cruzandose de brazos—. ¡Escúchame bien! Apenas regreses a Seúl vas a disculparte con Chunnie, ¡vas a rogar por su perdón si es necesario!

—¡Él también me golpeó! —objetó Changmin indignado—. ¿Por qué tengo que ser yo quien pida disculpas?

—Porque te estoy diciendo que lo hagas —dijo Jaejoong firmemente, y Changmin sintió un escalofrío recorrerle.

Asintió y agachó la cabeza. Jaejoong resopló.

—Es la primera vez que escucho que haces algo tan estúpido —le dijo el mayor, decepcionado— Y espero que sea la última. ¿Dónde quedó el Minnie Mouse que resolvía todo con abrazos?

Changmin lo miró a los ojos nuevamente, avergonzado.

—Lo lamento —respondió— Me disculparé con Yoochun-hyung. Lo prometo.

Jaejoong suspiró y asintió.

—Ya tengo que entrar, Minnie —dijo con una sonrisa triste—. Les prometí a Minha y Seonmi que les leería un cuento hoy. Deben estar esperándome.

Changmin asintió y observó como Jaejoong le daba la espalda para abrir la puerta.

—Boo —lo llamó, y su amigo se giró para mirarlo sobre su hombro—. Te amo.

Jaejoong lo observó por unos segundos y después esbozó algo parecido a una sonrisa.

—Yo también, Minnie —respondió—. Ahora ve con ella.

 

1 mes, 20 días antes de esa noche. Jaejoong 34, Amber 27.

—Gracias por venir, Oppa —le dijo Amber con una sonrisa. Jaejoong la siguió al interior del departamento, olía delicioso a limón y jengibre.

Se sentó con ella en el desayunador mientras Amber le servía una taza de té y comenzaba a contarle sobre los preparativos de su boda. El evento se celebraría el mes siguiente. Bebieron juntos el té, riendo y charlando, se sirvieron una segunda taza y la llevaron con ellos a la sala, donde Amber había colocado una mesa plegable y encima de ella, cajas con frascos, papeles, listones, tijeras, cajas de cartón.

Meses atrás, Jaejoong se había sorprendido al saber que Amber, que usualmente era de una personalidad relajada y traviesa, también era una persona muy romántica y detallista. Cuando comenzó a planear su boda, muchos de los elementos de ella decidió hacerlos mayormente a mano, y junto con Junsu, involucraron a su familia y amigos en la elaboración de los mismos.

Jaejoong recordaba cómo durante el otoño anterior, Amber había conseguido que todo el OT5 se sentara en aquella misma mesa plegable a armar las invitaciones de la boda, dándoles instrucciones cuidadosas de que tarjeta iba a donde y de cómo sellar los sobres sin maltratarlos. Por supuesto, Yunho y Changmin habían hecho un trabajo terrible, pero Yoochun y Jaejoong habían compensado por ello con un trabajo prolijo y hermoso, y Junsu, que tampoco había dado el mejor rendimiento, se había ganado el favor de la novia recordándole todo el tiempo lo hermosa y talentosa que era y besando su mejilla a la menor oportunidad.

Jaejoong había disfrutado tanto aquello que, con frecuencia, preguntaba a Amber si había algo más en que pudiera ayudarla para el evento, y en aquella ocasión, la mujer había tomado su oferta.

—Siéntate, Boo. Ahora te explico.

Jaejoong soltó una risilla y se cubrió la boca con su mano. Amber la miró desconcertada.

—Me divierte como a veces me llamas Oppa, a veces Jaejoong-ah, a veces Boo… —dijo Jaejoong sonriente—. Sé que eres extranjera, pero es raro que alguien no se mantenga consistente en sus honoríficos.

Amber se echó a reír.

—Trato de ser consistente —le explicó—, pero es difícil cuando estoy en confianza. Pronto comienzo simplemente a replicar el modo en que los demás se dirigen a las personas. Solo ajustando el género, la mayoría de las veces.

—¡La mayoría de las veces! —repitió Jaejoong riendo. Amber llamaba hyung a Yoochun, y a la madre de Changmin, a la que había conocido un par de meses atrás, durante la cena de cumpleaños de Jaejoong, le había pedido permiso para también llamarla Nuna.

—Hay algunas excepciones —respondió Amber sonriente—; pero lo importante es que, como tiendo a replicar el modo en que los demás usan los honoríficos, pierdo consistencia. Contigo me es particularmente difícil porque siento que todo el mundo te llama diferente.

Jaejoong asintió

—Junsu me dice hyung independientemente de si me llama Jaejoong o Boo —explicó—, pero Yoochun solo lo hace cuando usa mi nombre, al decirme Boo omite el honorífico. Yunho y yo no los usamos en absoluto porque ambos somos del año del buey y Changmin…

Amber vió como la expresión de Jaejoong se alteraba por un segundo.

—Bueno, con él es más complicado —dijo con una sonrisa tímida.

Amber asintió.

—¿Hay algún modo en que prefieras que me dirija a tí? —preguntó—. Si hay menos opciones, se vuelve más fácil.

Jaejoong negó con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Usualmente soy muy estricto en usar los honoríficos correctamente —le dijo a su amiga—, pero tú eres un caso especial. Por algún motivo me gusta que me llames de diferentes formas. Es divertido no saber cuál será la siguiente.

Ambos se echaron a reír.

 

Amber le explicó a Jaejoong lo que tenían que hacer. Había hecho un pedido de pequeños frascos de mermelada artesanal, de durazno, fresa, higos y fortunella. La idea era envolver cuatro de ellas en una bonita caja negra con una ventana que permitía ver el interior, después habría que pasar un listón blanco alrededor de ella, en dos sentidos para que formara una cruz y un lazo en el centro, ponerle una tarjeta de agradecimiento y un sello dorado con el nombre de los novios. El día de la boda, se colocaría una de esas cajas en cada asiento frente a los trescientos invitados.

Antes de aquella tarde, Jaejoong no había pasado tiempo a solas con Amber. Por supuesto, en las reuniones de los amigos, en múltiples ocasiones se habrían encontrado hablando solo entre ellos y dejando a los demás a un lado, pero esta era la primera ocasión en que hacían algo ellos dos solos y Jaejoong notó sorprendido lo cómodo que se sentía con la interacción.

Amber había ambientado la sala con K-pop de segunda generación, habían hablado de los artistas que les gustaban de niños y habían reproducido sus canciones favoritas para cantarlas en voz alta mientras trabajaban.

Ella le habló sobre su familia y amigos en California y Jaejoong rió a carcajadas cuando le contó el shock que habían experimentado sus padres al saber que se casaría con un hombre. Jaejoong le habló de su infancia al lado de Junsu, Junho y Changmin, de lo adorable que era Junsu de pequeño y de cómo se ganaba el corazón de las madres de todos sus amigos con su sonrisa encantadora y sus buenos modales.

—Se suponía que iba a hacer esto conmigo —dijo Amber. Su rostro esbozaba una sonrisa enorme causada por todas aquellas anécdotas de un pequeño y encantador Junsu—, pero el actor del tercer elenco tuvo un inconveniente y tuvo que cubrirlo. Es muy malo en este tipo de cosas, pero se esfuerza mucho y me gusta verlo intentarlo.

Jaejoong colocó su codo en la mesa y descansó el rostro sobre su mano, observando a su amiga que armaba una caja frente a ella con una sonrisa.

—Me encanta verte a hablar de él —dijo Jaejoong—. Siempre que lo haces, sonríes como colegiala.

Amber se sonrojó y entre risas, se apresuró a esconder su rostro en el cuello de su hoodie, al tiempo que le lanzaba a Jaejoong pedazos de listón y de papel que tomaba de la mesa.

—¡Yah! ¡Oppa! —gritaba Amber avergonzada y Jaejoong reía a carcajadas.

—Está bien, Amber —le respondió, divertido—. Junsu también pone una cara de idiota enamorado cada vez que habla de ti.

—Igual que Changmin cuando está contigo.

Jaejoong se quedó congelado en su lugar, con las tijeras en la mano. La sonrisa se borró de su rostro y observó a su amiga sin saber que hacer o qué decir. Amber lo miraba con una expresión divertida, retadora incluso.

—¿Ch-Changmin? —preguntó nervioso.

—¡Oh, vamos, Oppa! —dijo Amber con aquella sonrisa que Jae la había visto usar cuando molestaba a Min o Yoochun—. No me digas que pensaste que no nos daríamos cuenta de que algo cambió entre ustedes.

Jaejoong abrió los ojos de par en par, su boca se abría y cerraba como buscando qué decir, mientras Amber reía sujetando su estómago. Jaejoong comenzó a reír con ella, nerviosamente, un sonrojo se cruzaba por su rostro y sus manos comenzaban a sudar.

—¿Entonces tú también lo notaste? —preguntó en una voz insegura—. Al menos ahora sé que no lo estoy imaginando.

Esta vez fue Amber quien lo miró sorprendida.

—¡Espera! ¿Cómo que imaginando? —preguntó desconcertada—. ¿Me estás diciendo que…? ¿Entonces no son pareja aún?

Jaejoong negó con la cabeza, su rostro enmarcaba una expresión de total desconcierto.

—¿Por qué pensaste eso? —le dijo alarmado.

—Oppa, no entiendo nada —dijo Amber, haciendo a un lado la caja de mermeladas que tenía enfrente, como si no fuera suficientemente importante en este momento—. Te estaba molestando porque pensé que ustedes dos ya estaban juntos, pero aún no se lo habían contado a los demás.

Jaejoong volvió a negar, con una expresión perpleja. Amber se pasó la mano por el rostro, incrédula.

—¿Entonces qué…? Pero en su cumpleaños él… —continuó ella pero a mitad de la oración algo cambió en su semblante y avergonzada por su atrevimiento, se apresuró a disculparse—. Lo lamento, Boo. Estoy siendo demasiado entrometida, ¿cierto?

—No, no —dijo Jaejoong sonriendo tímidamente y mostrándole las palmas de las manos para despreocuparla—. Está bien, para ser honesto, todo esto ha sido muy confuso y quizá me vendría bien discutirlo con alguien. Es solo que…

Jaejoong se mordió el labio. Curiosamente, se sentía en absoluta confianza. Tal vez de tratarse de cualquier otra persona, o cualquier otra situación, se hubiera sentido invadido, pero no fue así.

Los últimos meses, desde que aceptó que aún estaba enamorado de Changmin, había necesitado hablar con alguien. Por supuesto, la primera persona a quien recurrió fue a Seohyeon nuna, quien estaba ahí justo en el momento en que la comprensión cayó sobre él, y quien, desde años atrás, había sido su confidente y protectora. Con el paso de las semanas y su vuelta a Seúl, había recurrido a Yoochun y a Yunho, y estaba seguro de que, a estás alturas, Junsu ya estaría enterado, aún cuando lo había visto poco.

Sin embargo, después de tantos años lidiando con el mismo dolor y habiendo recurrido a las mismas personas, esta vez estaba centrado en hacerlos preocuparse lo menos posible; en mantener una fachada fuerte y capaz con sus amigos y su nuna y no recurrir a ellos a menos que fuera absolutamente necesario.

¿Sería muy atrevido de su parte hablar con Amber?

—Es solo que este tema es muy complejo —dijo Jaejoong—. No quisiera abrumarte.

Amber le dedicó una sonrisa tranquilizadora antes de hablar.

—Puedes contarme lo que quieras, Boo —le dijo—. Soy buena escuchando y dando consejos. Sé que en general puedo parecer imprudente, pero respeto mucho la privacidad de mis amigos cuando me confían algo.

Jaejoong sonrió nerviosamente antes de hablar. No sabía muy bien por dónde comenzar.

—Recientemente… —se aventuró—. Changmin ha estado actuando… extraño.

—¿Extraño?

Jaejoong suspiró.

—Digamos que ha estado más… ¿físico? —dijo con un gesto incómodo—. Más físico de lo normal.

—¿Aún más? ¿Es eso posible? —preguntó Amber con una sonrisa traviesa, al tiempo que tiraba de la caja frente a ella, volviendo a su tarea. Jaejoong también sonrió, aunque un poco incómodo, y al igual que su amiga, regresó sus manos a la actividad, esperando que esta le ayudara a relajarse.

—Nuestra relación siempre ha sido inusual, ha tenido pocos filtros —explicó el mayor—. No sé cómo ni porqué, pero desde que éramos niños somos muy cariñosos con el otro, solíamos abrazarnos todo el tiempo y decirnos lo mucho que nos queríamos.

Amber sonrió imaginando la escena.

—En la universidad era peor —dijo Jaejoong, cubriéndose una sonrisa tímida con una mano—. Quizá fue el tiempo en que fuimos aún más físicos el uno con el otro, pero aún así… no de esta forma.

—¿A qué te refieres? —preguntó Amber y Jaejoong suspiró.

—En aquel tiempo, era muy normal para nosotros tomarnos de la mano o besarnos en la mejilla —explicó el mayor—. Después conoció a Jinri y, como sabes, eventualmente se convertiría en su esposa; de modo que, sin realmente señalarlo, dejamos de hacer aquello. No hubiera sido correcto, aún cuando Changmin no veía nada romántico en ello.

—Pero tú sí —se aventuró Amber y Jaejoong asintió con una sonrisa triste.

—Hace mucho que estoy enamorado de él —confesó el mayor mientras entretenía sus manos con el listón entre ellas—. Los últimos años pensé que por fin lo había superado, pero recientemente tuve que aceptar que no es así.

Amber sintió una leve punzada de dolor en su pecho, pero luego recordó la noche, casi tres semanas atrás, en que habían acudido al departamento de Changmin y Jaejoong para celebrar el cumpleaños del Maknae, y cómo a diferencia de las reuniones anteriores, en las cuales Changmin parecía obtuso o quizá evasivo a sus propios sentimientos, esta vez, por el contrario, se mostraba completamente entregado a ellos, orbitando alrededor de Jaejoong, halagándolo todo el tiempo, mirándolo con la mayor ternura, buscando oportunidades para tocarlo, para envolver sus brazos a su alrededor.

Aquella noche al volver a casa con Junsu, Amber procuró no decir nada al respecto, pero su prometido, que había pasado todo el camino pensativo, apenas apagó el auto, la sorprendió con aquel comentario:

—¿Fue mi impresión o Changmin…? —preguntó dudoso.

—No fue tu impresión —respondió Amber con una sonrisa.

—¿Crees que…? —preguntó Junsu, su rostro en una mezcla de desconcierto y preocupación, con quizá una muy leve chispa de diversión.

—No lo sé —respondió Amber y apenas lo dijo, el teléfono del hombre comenzó a sonar.

—Yeoboseyo —respondió Junsu.

—¿Notaste lo mismo que yo? —preguntaba la voz de Yoochun al otro lado de la bocina.

—Pero esta vez hay algo diferente, Oppa —le señaló Amber a Jaejoong, que continuaba la tarea frente a él con un rostro pensativo— Tú mismo acabas de decir que está actuando extraño.

Jaejoong asintió y se mordió el labio. Amber esperó a que continuara hablando, pero parecía estar muy sumergido en sus pensamientos.

—Dijiste que ha estado actuando más físico de lo normal —le dijo Amber, tratando de guiarlo en la conversación—. ¿Qué es “más físico de lo normal”?

Jaejoong levantó la mirada para verla a los ojos, con una mueca insegura.

—Hace algunas semanas… cuando regresé de Japón —comenzó—. Tuvimos un malentendido y peleamos. Duró poco, a la mañana siguiente lo resolvimos, pero Min estaba un poco sensible y… No sé si eso haya tenido que ver… fue…

—¿Qué hizo, Jae? —preguntó Amber, y Jaejoong suspiró.

—Ya estábamos bastante más tranquilos y yo estaba haciendo algo en la encimera, limpiando o poniendo orden a algo mientras hablábamos —explicó Jaejoong—. Cuando de repente sentí como se ponía detrás de mí y me abrazaba por la cintura.

Amber lo observaba cautelosa.

—Puede parecer algo muy simple pero… se sintió muy íntimo.

—No parece simple —respondió Amber rotundamente.

—Y eso no es todo —dijo Jaejoong y su amiga pudo ver cómo el rubor subía por sus mejillas—. De repente…

—¿De repente…? —lo instó Amber al notar como su amigo dudaba antes de continuar.

—Comenzó a besarme el cuello.

—What the actual fuck?! —gritó Amber sorprendida, llevándose la mano a la boca y observándolo con los ojos de par en par. Jaejoong tenía el rostro completamente rojo—. ¿Y qué hiciste?

—Nada —dijo Jaejoong con una sonrisa tímida—. Solo… me quedé ahí y lo dejé hacer.

Amber ahora tenía ambas manos sobre la boca y miraba a Jaejoong perpleja.

—Para serte honesto, una parte de mi sabía que lo mejor era hacerme a un lado, pero… —Jaejoong se quedó en silencio unos segundos, el sonrojo sobre su rostro continuaba sin ceder—. Se sentía muy bien.

—Oh god! —dijo Amber con una sonrisa nerviosa—. I mean… No te culpo. Es guapísimo.

Jaejoong asintió, aún sonrojado.

—Siempre ha sido muy guapo —dijo el mayor, y a continuación se pasó la mano por el rostro, en una expresión entre el deleite y la frustración—, pero además la edad le sienta tan bien, te juro que cada año que pasa se pone más sexy aún y… los últimos años… el gimnasio y… ¡¿Cómo se suponía que me resistiera?!

Amber se echó a reír y Jaejoong se le unió, nervioso.

—¿Y pasó algo más? —preguntó, esperando escuchar que aquello había progresado a algún acercamiento sexual. Jaejoong negó con la cabeza.

—Unos segundos después escuchamos que Hana se acercaba, y Min solo suspiró y me soltó. —Amber tenía una expresión incrédula y divertida al mismo tiempo.

—¿Qué fue lo que sentiste? —preguntó con curiosidad y Jaejoong se sintió transportado a los tiempos en que él y su hermana más chica, Haerin, se contaban sobre los chicos que les gustaban en la preparatoria.

Jaejoong se pasó los labios por la lengua, nervioso.

—¿Qué tan gráfico puedo ser? —preguntó.

—Muy gráfico —respondió Amber de inmediato y Jaejoong tragó saliva, tratando de controlar el sonrojo y la vergüenza.

—Puede ser que haya… reaccionado…

—¿Se te paró? —preguntó Amber y Jaejoong sintió que toda la sangre de su cuerpo subía por su rostro.

—No se te da bien la sutileza, ¿verdad? —respondió incómodo, haciendo a Amber reír mientras negaba con la cabeza—. Sí, un poco. No lo pude evitar, se sintió muy sexual.

—¡Es muy sexual! —respondió Amber— ¡No hay manera de que me digas que esto es solo ustedes siendo cariñosos! ¡Este tipo de cosas solo las haces con alguien con quien quieres acostarte!

Jaejoong asintió.

—Eso mismo pensé, pero… —volvió a morderse el labio, inseguro—. Algo que tienes que saber es que hace varios años, cuándo estábamos en la universidad, por un corto tiempo pensé que Changmin correspondía a mis sentimientos.

Amber cambió su expresión divertida por una seria, demostrándole que contaba con toda su atención.

—Y salí muy lastimado —dijo Jaejoong con una sonrisa triste—. No recuerdo haber sentido un dolor más grande que ese.

Jaejoong sintió como la mano de Amber se posicionaba sobre la suya, ofreciendo consuelo.

—No te preocupes, fue hace mucho tiempo —le dijo, respondiendo al gesto con un leve apretón en la mano de la mujer—. Eventualmente pude superarlo, pero me marcó para siempre. No solo a mi, a todo el grupo.

Jaejoong suspiró, hace mucho tiempo que no hablaba de esto, pero por algún motivo, la mirada atenta de su amiga lo hacía sentir seguro de hacerlo.

—Yunho y Yoochun odiaban a Changmin por aquel tiempo —explicó con una sonrisa triste—. Me refiero a después de que me rompió el corazón. Por un tiempo pareció incluso que el OT5 dejaría de existir…

—¡Pero ustedes son muy unidos! —dijo Amber, y de inmediato notó que algo en su propia voz se escuchó no sólo sorprendido, sino también asustado.

Junsu se lo había dicho una vez, sin entrar en muchos detalles. Que años atrás, algo había sucedido entre Changmin y Jaejoong y que a raíz de ello, el resto del grupo había decidido no volver a intervenir a menos que fuera para proveer consuelo o apoyo.

—Todo fue mi culpa, en realidad —explicó Jaejoong con una sonrisa amarga—. Yo estaba muy mal y no dejé que los demás le contaran a Changmin. Tuvieron que cubrirme mucho tiempo, inventando mil excusas para justificar lo que estaba pasando. Fue inevitable que se crearan rencores.

Amber escuchaba intrigada, pero no quería preguntar demasiado, temerosa de hacer a Jaejoong profundizar en aquellos recuerdos dolorosos.

—Eventualmente pudimos manejarlo —explicó Jaejoong—. Yunho y Yoochun lograron entender que Changmin no me había herido a propósito y también entendieron que yo no quisiera decirle la verdad. Todos pedimos un montón de disculpas y seguimos adelante.

—¿Y qué pasó contigo, Boo? —preguntó Amber—. Con tus sentimientos…

—Pues… tuve que dejar ir —respondió Jaejoong con la misma sonrisa triste. Su voz se alteró ligeramente—. Sólo dos años después de aquello, Changmin se casó.

Amber hizo una mueca de dolor y Jaejoong se echó a reír con amargura, pero se apresuró a secar las lágrimas que comenzaban a acumularse en sus ojos.

—A decir verdad, fue horrible —dijo el mayor, riendo otra vez con dolor—. Hace mucho que no decía esto en voz alta. ¡De verdad fue horrible! Me sentía destrozado por aquel tiempo.

Amber otra vez estrechó la mano de Jaejoong, quien sostuvo el agarre con los ojos llorosos.

—Pero mejoré. Ayudó mucho que, después de casarse, Min se tuvo que mudar a Busán, y aunque seguimos en contacto, deje de verlo tan frecuentemente —explicó Jaejoong—. Eventualmente volvió a Seúl, pero para entonces, yo ya estaba mejor, había hecho mi vida, tuve un par de relaciones serias, otras no tanto, pero estuve mayormente bien.

—Hasta que se divorció… —se aventuró a sugerir Amber y vió como Jaejoong sonreía con amargura.

—Sí y aunque al principio me negué a verlo —continuó el mayor—, fue a partir de entonces que, nuevamente, todo comenzó a removerse dentro de mí.

Amber le dedicó una sonrisa resignada, pero no dijo nada. Jaejoong respiró hondo antes de continuar.

—Y ahora estoy aquí otra vez, cavando mi propia tumba —la voz de Jaejoong se quebró un poco y volvió a usar la manga de su camisa para secarse las lágrimas—. Porque tuve la magnífica idea de vivir con él y ya no pude escapar a mis sentimientos. Lo amo tanto como lo amaba antes, quizá incluso más y…

Amber se levantó de su silla y rodeó la mesa para sentarse a un lado de su amigo y pasarle un brazo por los hombros.

—Todos me advirtieron, Amber —le dijo sonriendo pero con un tono sarcástico, como si no pudiera creer su ingenuidad—. Todos me dijeron que sería problemático, pero los ignoré, pensando que mis sentimientos ya estaban muertos y que no había manera de que revivieran.

Amber también sonrió con amargura y estrechó un poco a su amigo contra ella.

—Supongo que me engañe a mí mismo para permitirme estar más cerca de él —continuó Jaejoong secando las pocas lágrimas que habían escapado de su rostro—. Y de verdad estaba tan feliz, ¡Tan, tan feliz!

La voz de Jaejoong se escuchaba suplicante y Amber se sintió un poco inútil ahí a su lado, sin poder prevenir el dolor que su amigo estaba reteniendo.

—Pero volví a enamorarme —dijo Jaejoong en un tono amargo—. O al menos ya no pude negarme que estaba enamorado y…. Y ahora es mil veces más difícil que antes porque… porque ahora no es solo Changmin; también está Hana y…

Amber comenzó a acariciar la espalda de su amigo con una expresión adolorida. A decir verdad, fue precisamente Hana quien, meses atrás, la hizo confirmar sus sospechas de que ese algo que podía ver entre Changmin y Jaejoong, existía; que era evidente y tangible.

El año anterior, poco antes de que Changmin y Jaejoong se mudaran juntos, ambos asistieron a una reunión del OT5, llevando a Hana con ellos.

No era que Changmin hubiera llevado a Hana y que Jaejoong los hubiera acompañado, era que, literalmente, la habían llevado juntos. La niña, de un año y medio para entonces, parecía igual de cómoda con Jaejoong que con Changmin, parecía buscarlos a ambos cuando quería comer, cuando quería jugar o cuando quería dormir.

En un momento de la noche, Hana se quedó dormida en el abrazo de su papá quien la mecía de pie mientras charlaba con todo el grupo, y Amber, sin quererlo, notó como el hombre hacía contacto visual con Jaejoong por menos de un segundo y este, como si pudiera leer su mente, se ponía de pie y sin dejar de conversar con los demás, se acercaba a él para que le cediera a la niña.

La naturalidad con la que pasaban a Hana de los brazos de uno a los del otro, la confianza con la que la niña se abrazaba a ambos, la manera en que los llamaba a los dos cuando lloraba, hizo sentir a Amber que observaba la dinámica de una familia.

—¡Me involucré demasiado! —exclamó Jaejoong en un tono exasperado—¡Nuna me lo advirtió, pero no la escuché y ahora…! No tienes idea de lo mucho que la amo y… No puedo pensar en… ¿Cómo voy a despedirme de ella?

—¡Boo!, pero tú mismo dijiste que algo está cambiando —dijo Amber, tratando de hacer a su amigo razonar—. ¿Por qué tendrías que despedirte entonces?

—No me puedo permitir ilusionarme, Amber —respondió Jaejoong—. Ya me pasó una vez y apenas la sobreviví…

Amber sintió como si le hubieran golpeado en el estómago. No podía ni siquiera dimensionar el dolor que Jaejoong debió haber sentido.

—¿Has pensado en hablar con él? —preguntó Amber y vio como Jaejoong asentía y respiraba hondo, calmando su llanto.

—La vez anterior, Changmin no se enteró de nada, y eso fue porque yo no lo permití —explicó—. Pero esta vez estoy decidido a hablar con él. Aunque francamente, estoy retrasándolo.

—¿Por qué? —preguntó Amber. Si se tratara de ella, querría terminar con aquella incertidumbre lo antes posible.

—Por muchas razones. Una es tu boda, de hecho —respondió Jaejoong, mucho más sereno que minutos atrás—. Si las cosas salen mal cuando hable con Changmin… los dos vamos a vernos ahí y no quiero hacer el evento incómodo para nadie, mucho menos para Junsu y para tí.

Amber sonrió y tomó la mano de Jaejoong, agradecida.

—Y enseguida de la boda, es el segundo cumpleaños de Hana y… quisiera estar ahí —dijo el mayor con una sonrisa triste. Luego tomó aire y continuó con total determinación—. Después de eso, voy a hablar con Changmin; voy a confesarle que estuve enamorado de él, que todavía lo estoy. Y tomaré distancia, absoluta. Es la única manera en que voy a poder deshacerme de estos sentimientos.

—Pero Boo —le llamó Amber—, entiendo que no quieras ilusionarte, pero de verdad creo que algo está pasando con Changmin. Yo no estuve ahí la vez anterior, pero hace tiempo que sospecho que está enamorado de tí.

Jaejoong la miró sorprendido y Amber asintió.

—Hay algo en la manera en que se porta contigo que… no sé, es diferente —le dijo Amber con una expresión de concentración—. ¡Y te besó el cuello! ¡No hay manera de justificar eso! Algo debe haber cambiado.

Jaejoong sonrió tímidamente.

—Ya no sé qué pensar… —dijo en un susurro—. De verdad que la manera en que se está comportando…

—¿Ha vuelto a pasar? —se aventuró a preguntar Amber.

—No —respondió Jaejoong solamente—, pero han pasado otras cosas.

—¿Cómo qué? —cuestionó Amber, la curiosidad clara en su rostro.

—No sabría explicarlo, pero en general, lo siento más cariñoso, más atento… casi romántico —el rostro de Jaejoong se mostraba completamente confundido—. Si se tratara de cualquier otra persona, pensaría que… pero Changmin es hetero.

Amber puso los ojos en blanco.

—Los hombres hetero no le besan el cuello a sus amigos —apuntó y Jaejoong rio tímidamente.

—Hay una cosa más —dijo, inclinando la cabeza a un lado, dudoso—. En ocasiones me ha parecido… de la nada comienza a portarse muy extraño, como… ¿Nervioso? ¿Ansioso? ¿Frustrado? Quizá todo eso al mismo tiempo.

—No entiendo —pronunció Amber con el entrecejo fruncido.

Jaejoong tomó aire antes de continuar.

—A veces me da la impresión de que… —se pasó la lengua por los labios—. De que está excitado.

Amber se quedó observando el rostro de su amigo por unos segundos.

—¿Alguna vez lo has visto excitado antes? —preguntó, y vio como Jaejoong esbozaba una sonrisa triste.

—Una vez —respondió—, pero no estaba tratando de ocultarlo.

Amber lo miró sorprendida y Jaejoong negó rotundamente con la cabeza, como haciéndole saber que aún si preguntaba, no se lo diría.

—Ok —dijo Amber tratando de ordenar sus pensamientos—. ¿Has notado algún patrón? ¿Quizá que esto pase cuando vistes de alguna manera o cuando usas algún perfume en particular?

Jaejoong se mordió el labio, inseguro.

—Solo que es por las mañanas —respondió— Cuando aún estoy en pijama y…

—¿Todas las mañanas? —preguntó Amber, intrigada.

—No, solo algunas… —respondió Jaejoong, pero apenas lo dijo, decidió no dar más detalles— No creo que haya ningún patrón.

Por supuesto tenía que ser una coincidencia pero, las últimas dos veces en que había notado aquello en Changmin, había sido justo en las mañanas en que, media o una hora antes de encontrarse en la cocina, Jaejoong, solo en su habitación, se habría masturbado.

—¿Y has intentado comprobarlo? —preguntó Amber.

Jaejoong sabía a lo que se refería.

—No —respondió tímido—. Lo he pensado, por supuesto. Tratar de echar un vistazo rápido a su entrepierna y ver si encuentro algo ahí, pero me preocupa que se vea muy obvio o que… que si, en efecto, encuentro algo, yo mismo termine excitado.

Amber se echó a reír y Jaejoong lo agradeció, el sonido pareció aligerar el ambiente.

—Eso tiene fácil solución —dijo Amber—. Si resulta que él está excitado y al verlo te excitas tú también, te le vas encima y ¡problema resuelto!

Jaejoong se echó a reír también, ligeramente sonrojado.

—Ojalá fuera tan fácil —dijo con una sonrisa tímida.

—Lo es —respondió Amber con seguridad, aunque un segundo después pareció dudarlo—. Bueno, sé que no lo es, hay muchos sentimientos de por medio; pero hace unos minutos estabas hablando de como te estabas preparando para poner distancia definitiva entre ustedes. Entonces, ¿qué tienes por perder?

Jaejoong se giró a observar su rostro con una expresión cautelosa.

—Inténtalo, Boo —dijo ella con una sonrisa—. ¿Te abraza por la cintura? Rodéale el cuello con los brazos. ¿Te besa el cuello? Gime. ¿Ves que tiene una erección? Susúrrale al oído que tú también. Sí él no va a ser claro, tú sí. Coquetéale, descaradamente si es necesario.

Jaejoong se mordió el labio.

—La vez anterior —comenzó—, hice muy poco para demostrar mi interés. Una parte de mi siempre pensó que quizá debí arriesgarme y ser más claro.

Amber asintió.

—Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero quizá solo necesites intentarlo —dijo su amiga con una sonrisa—. Sé descarado, dile que se ve sexy, bésalo muy cerca de la boca. ¡Hell! Si tienes oportunidad, ¡métele la lengua en el ombligo!

Jaejoong se echó a reír a carcajadas.

—¿Qué pasa si lo asusto? —preguntó, el sonrojo aún presente en sus mejillas.

—¿Qué es lo peor que puede pasar? —dijo Amber y continuó en una voz más grave, imitando a Changmin—. Boo, ¿Por qué me estás metiendo la lengua al ombligo?

Jaejoong volvió a reír a carcajadas y Amber sonriente, alteró ligeramente la voz con la que hablaba para ahora imitar a Jaejoong.

—¿Tú porque me besaste el cuello?

Jaejoong rió tanto y tan fuerte, que Amber se vió completamente contagiada por la risa. Les tomó unos minutos retomar la compostura y cuando lo hicieron, fue Amber quien continuó con la conversación.

—Boo, eres guapísimo —señaló—. Puedes tener al hombre que tu quieras a tus pies.

—Lo sé —dijo Jaejoong con una sonrisa autosuficiente—. Mis sentimientos por Changmin nunca han venido de la falta de autoestima. Sé lo que valgo, sé que soy guapo, inteligente, incluso exitoso, nunca he dudado de mi.

Amber le dedicó una sonrisa orgullosa.

—No es por alardear, pero tengo fama de hacer a los hombres dudar de su sexualidad —dijo Jaejoong entre risas y Amber río con él—. Además, siempre he sido bueno para ligar, conozco mi atractivo y sé como hacer a los hombres perder la cabeza, pero Changmin es hetero…

Amber nuevamente puso los ojos en blanco.

—Boo, grábate bien esto en esa cabecita tuya —dijo Amber tocando cariñosamente su sien—. Los hombres hetero no besan el cuello de sus amigos.

 

1 mes, 11 días antes de esa noche. Jaejoong 34, Changmin 32.

Apenas llegó al lobby del edificio, revisó su buzón.

Ahí estaba. El paquete era pequeño, solo un sobre, pero aún así sintió anticipación al tomarlo.

Subió al elevador con el sobre aún en la mano y en el trayecto hasta el quinto piso, se masajeó los hombros adoloridos. Recientemente había subido la intensidad y el peso en su rutina de gimnasio y sus músculos se lo estaban reclamando, pero se sentía satisfecho con la decisión. Su entrenador le había preguntado si había algún motivo en particular, si tenía un objetivo en mente y Changmin solo pudo pensar: “Jaejoong”.

A decir verdad, dudaba que Jaejoong, que lo conocía desde niños y que había crecido a su lado, pudiera verlo de una manera sexual, pero conocía su propio atractivo y sería un tonto si no lo usaba a su favor.

Trabajaba en la televisión y eso por supuesto, no era solo respaldado por su talento o su carisma, sino también por su apariencia. Tenía fans que le enviaban regalos continuamente, había marcas que se promocionaban con su imagen y, por supuesto, jamás se le había dificultado atraer la atención de una mujer.

Sabía poco de lo que Jaejoong buscaba en una pareja, pero lo poco que sabía, lo cumplía. Era alto, era guapo, era viril y tenía un cuerpo bien trabajado. Quizá si lograra atraer a Jaejoong, podría tener una oportunidad para enamorarlo.

Hasta ahora no había tenido mucho éxito. Le había puesto especial atención a su imagen, escogiendo con cuidado su ropa, tratando de mostrar sutilmente sus músculos, usando la colonia que su hyung más de una vez había halagado, pero Jaejoong continuaba inafectado. No había nada en su comportamiento que hiciera a Changmin pensar que estaba teniendo éxito; excepto una sola y sencilla cosa:

No estaba rehuyendo sus avances.

Changmin, por supuesto, se estaba portando diferente. Mayormente porque no podía controlar el amor tan insolente que habitaba su pecho y que, apenas veía o sentía a Jaejoong cerca, lo hacía querer envolverlo entre sus brazos, besarlo, entregarle su corazón, su vida si fuera necesario; pero otra parte de él, la que aún conservaba un poco de cordura, lo hacía porque pensaba que, de haber aún la más mínima oportunidad, quería tomarla, quería dejar claro que estaba interesado en él, que algo había cambiado.

Su problema principal había sido mantener esos avances a raya. Aquel día en que se permitió aceptar que estaba locamente enamorado de su mejor amigo, los muchos sentimientos dentro de sí lo habían hecho perder el control de su cuerpo y había llegado demasiado lejos, besando su cuello con impudicia, con adoración, sintiendo que no podría detenerse jamás y de no haber sido porque escuchó la voz de Hana regresando a la sala, quizá no lo hubiera hecho.

El recuerdo de ese brevísimo momento lo había acompañado tantas veces desde entonces; por las noches, antes de dormir o en las mañanas mientras se duchaba. No había pasado un solo día en que no hubiera pronunciado el nombre de Jaejoong mientras se derramaba en su mano, recordando como se había sentido al tener los labios sobre su piel.

Después de aquello no se había atrevido a llegar tan lejos otra vez. Aún cuando lo deseaba de una manera desesperada, el corazón de Jaejoong le era aún más importante y sentía que podía hacer cualquier cosa por cuidarlo; pero no podía parar de pensar en ese momento, en Jaejoong relajándose entre sus brazos, entregándose a las caricias, inclinando apenas su cabeza hacia afuera, dándole acceso libre a su cuello y al delirio que habitaba en él.

Abrió la puerta del departamento y sonrió al sentir el olor a café. En las mañanas, este era el mejor indicador de que Jaejoong estaba en casa. Se quitó los zapatos y se apresuró a revisar su imagen en el espejo.

Se había duchado en el gimnasio, su cabello que bajaba en mechones hasta su barbilla, continuaba húmedo, pero incluso parecía favorecer su aspecto. Sus músculos continuaban inflamados por el reciente ejercicio y la camisa de tirantes que llevaba puesta, dejaba ver un poco más de piel de la que usualmente mostraba.

—¿Boo? —Lo llamó, dejando su mochila a un lado de la puerta.

—Aquí estoy —respondió Jaejoong sin girarse a verlo—. ¿Vienes del gimnasio?

Changmin caminó hacia él y aprovechó que le daba la espalda para devorarlo con la mirada. Jaejoong vestía una camisa interior blanca y un pantalón de pijama rosa a rayas, y Changmin se pasó la lengua por los labios, hambriento.

—Sí, muero de hambre— respondió mientras escaneaba al hombre frente a él.

—Preparé el desayuno, aún debe estar caliente —comentó Jaejoong apuntando a una sartén sobre la estufa.

Changmin sentía el deseo ebullir en su interior y permitiéndose entregarse un poco al mismo, se puso de pie a un lado de Jaejoong, unos centímetros detrás de él, sujetándolo por la cintura con una mano.

—Buenos días —pronunció al tiempo que agachaba la cabeza y dejaba un corto beso sobre su hombro izquierdo, sintiendo como sus labios cosquilleaban pidiéndole explorar más.

Jaejoong no se inmutó, pero cuando Min miró su rostro le pareció ver un leve sonrojo en él.

—Buenos días —respondió Jaejoong—. ¿Pediste algo?

La mente de Changmin que se había quedado estancada en aquel beso tardó unos segundos en reaccionar. Jaejoong apuntaba al sobre en su mano.

—Sí, un cable de carga —respondió al tiempo que soltaba a su hyung y tomaba un par de platos y una taza del gabinete, esperando que sus movimientos no se vieran nerviosos.

—¿Para tu teléfono? —preguntó Jaejoong casualmente y Changmin asintió. Técnicamente sí era para su teléfono. No para el que usaba actualmente, pero Jaejoong no necesitaba saber eso.

—¿Trabajas remoto hoy? —preguntó Changmin, tratando de desviar la conversación—. ¿Tienes tiempo de desayunar conmigo?

—Ya desayuné —respondió Jaejoong que revisaba el asistente virtual en la encimera—. Además, tengo una conferencia a la que debo unirme, afortunadamente no expongo nada, así que voy a aprovechar para doblar ropa mientras la escucho.

Changmin sintió un dejo de decepción.

—Ok, hyung —respondió, sujetando su taza vacía y acercándose otra vez a Jaejoong con la excusa de servirse café—. ¿Estarás en tu cuarto?

—Sí, ya debería irme —dijo Jaejoong consultando la hora y apresurándose para tomar su taza de la encimera, pero al hacerlo, Changmin que también manipulaba la cafetera, chocó contra él.

Ambos se quedaron quietos por unos segundos, Jaejoong parecía sorprendido y miraba fijamente a Changmin, unos centímetros por debajo de su cuello.

—Minnie, te estás poniendo muy musculoso —le dijo al tiempo que recorría su torso con la mirada, descansando su mano suavemente contra su abdomen, provocando que el cuerpo del menor ardiera por contacto—. Te ves muy bien.

Jaejoong habló casi en un susurro y Changmin quiso lanzársele encima y tomarlo, pero justo cuando ponía toda su voluntad en prevenirlo, Jaejoong hizo algo que nunca había hecho antes, y dando un paso hacia él, acercó aún más su rostro y dejó un corto beso en su pecho, justo donde terminaba la tela de su camiseta, directamente sobre la piel.

Y como si aquella acción no hubiera despertado a los mil y un demonios de la lujuria que Changmin llevaba meses tratando de controlar, Jaejoong tomó su taza de la encimera y desapareció con ella por el pasillo.

Changmin apenas tuvo cordura para esperar a escuchar la puerta del mayor cerrarse, antes de sacar su miembro y comenzar a masturbarse en la cocina.

 

Al día siguiente, poco después del almuerzo, Changmin recogió a Hana de la guardería y condujo con ella hasta Ansan; cuando llegaron, Hana gritó emocionada al ver la casa de sus abuelos.

—¡Omo! Hana-yah, ¿Estás contenta? —preguntó Changmin sonriente al tiempo que la liberaba del asiento de bebé y comenzaba a caminar hacia casa de sus padres.

—¡Immo! —gritó Hana apuntando a Minha que salía al jardín delantero, y Changmin, sonriendo, bajó a la niña para que corriera hacia su tía.

—¡Hana-yah! ¡Que feliz estoy de verte! —dijo Minha tomando a Hana en brazos—. ¡Hola Oppa! ¿Boo Oppa viene contigo?

—¡Boo Oppa! —repitió Hana con una sonrisa traviesa, como si hubiera descubierto algo nuevo y emocionante. Changmin se echó a reír.

—Es la primera vez que lo llama así —le dijo a su hermana al tiempo que le pasaba el brazo por los hombros en un gesto cariñoso—. Solo venimos Hana y yo esta vez. Por cierto, tengo que hablar con Omma, ¿la puedes cuidar un rato?

—Puedo, pero todo tiene un precio —dijo Minha. Y Changmin, poniendo los ojos en blanco, sacó su cartera y le entregó tres billetes de 10 mil wones—. ¡Excelente! tienes tres horas, ¿Vamos a jugar Hana-yah?

Hana se aferró con ambos brazos al cuello de su tía y asintió emocionada. Changmin se despidió de ella agitando la mano mientras veía como Minha la llevaba al jardín trasero cantando una canción.

Cuando entró a la casa, su madre lo saludó desde la cocina.

—¿Café o té? —preguntó al tiempo que Changmin se sentaba en el comedor—. Supongo que ya comiste.

—Sí —respondió—. Té, por favor. Ya tomé bastante café en la mañana.

Su madre le dio la espalda y comenzó a trabajar en las bebidas, llenando la tetera de agua y poniéndola sobre la estufa mientras le hablaba del clima y de la floración de cerezos que ya se avecinaba. Changmin la observó distraído. No sabía muy bien cómo iniciar aquella conversación, pero sabía que necesitaba hablar. Se pasó la lengua por los labios, respiró hondo y comenzó.

—Omma —le dijo en una voz calmada, Seohyeon hizo un pequeño sonido para indicar que lo escuchaba—. Estoy enamorado de Jaejoong.

Seohyeon se giró a observarlo por encima de su hombro, su expresión no parecía del todo desconcertada, sino desprevenida. Changmin le sonrió tiernamente y al verlo, los ojos de su madre comenzaron a cristalizarse y una sonrisa se extendió por sus labios.

Changmin rió conmovido y se levantó para abrazarla, su madre respondió el abrazo con los ojos llorosos. Era mucho más pequeña que él, no podía creer que alguna vez la vio tan grande, tan invencible, como un refugio que podía protegerlo de cualquier mal.

—¡Por fin! —exclamó Seohyeon y Changmin abrió los ojos de par en par al escucharla.

—¿Cómo que por fin? —dijo desconcertado.

Seohyeon solo se afianzó a su cintura con más fuerza.


Cuando volvieron a la mesa del comedor, con dos tazas de té y un plato de yakgwas, Seohyeon tenía una sonrisa serena en el rostro y Changmin podía sentir que estaba tratando de contener su felicidad.

—¿Por qué estás tan feliz, Omma? —preguntó y vio como su madre, sin alterar su expresión, negaba suavemente con la cabeza.

—Pensé que habías perdido tu oportunidad para siempre —respondió. Su mirada perdida en la taza frente a ella.

Changmin no sabía muy bien qué pensar ni qué decir.

—¿Sabías que esto iba a suceder? —preguntó, inseguro.

—No, no tenía manera de saberlo —respondió su madre—. Pero siempre sospeché que Jaejoong era el amor de tu vida.

—¿Cómo es que…? —Changmin no supo como terminar aquella pregunta. Su madre se encogió de hombros.

—Siempre fuiste más feliz a su lado.

Algo cálido se encendió en su pecho y comenzó a extenderse en su interior, un nudo se formaba en su garganta, y su corazón, que llamaba por Jaejoong todo el tiempo, pidió por él con más fuerza.

—Ustedes siempre han tenido una relación poco común —continuó Seohyeon—. Kim Omoni y yo solíamos decir que eran dos partes de una sola persona; que cada uno tenía un pulmón y que no podían respirar bien hasta que estaban juntos.

“No te voy a mentir, era problemático. No tienes idea de en cuántos problemas nos metieron con maestros o vecinos, pero Omoni y yo aprendimos a comprenderlos y cada vez que nos hacían perder la paciencia, nos recordábamos la una a la otra que necesitaban su otro pulmón para respirar”.

Changmin sonrió con ternura, era la primera vez que escuchaba esto, pero se sentía tan perfectamente claro en su interior.

—Cuando crecieron, comencé a preguntarme si quizá era amor —continuó Seohyeon—. Por supuesto, no era mi posición opinar o tener expectativas sobre tu vida amorosa, pero sabiendo lo mucho que se amaban el uno al otro…

—Se sentía natural —dijo Changmin, sorprendiéndose a sí mismo.

—Se sentía natural —repitió su madre sin dejar de sonreír—. Cuando te casaste, pensé que quizá solo había estado equivocada, que tal vez yo no comprendía que se podía amar con todo el corazón, sin romance de por medio; pero también sabía que nadie iba a amarlos como el otro podría hacerlo. Me dolía pensar que se estuvieran perdiendo de esa oportunidad.

Changmin asintió con una sonrisa triste.

—A decir verdad, los últimos meses comencé a sospechar que te estabas enamorando —dijo Seohyeon—, pero no quería hacerme ilusiones. Se suponía que no te gustaban los hombres.

Esta vez fue Changmin quien rió, un poco por diversión, otro poco por nerviosismo.

—Es Boo —respondió, sin tener muy claro lo que quería decir, pero su madre no necesito que lo aclarara, y asintió con una expresión feliz y tranquila.

—¿Recuerdas cuando ambos dejaron de hablarme? —preguntó, soltando una risilla divertida.

—Vagamente —respondió Changmin, rebuscando en sus recuerdos.

—Fue cuando Boo supo que era adoptado —explicó Seohyeon—. Estaba lidiando con un montón de sentimientos en el momento y unos días después se enteró que yo lo sabía y no se lo había dicho. Se sintió muy traicionado.

—¡Lo había olvidado! —exclamó Changmin al tiempo que el recuerdo le llegaba súbitamente—. Jae entró de repente a la casa, azotando la puerta y comenzó a gritarte que no podía creer que tu también le hubieras mentido.

Seohyeon asintió.

—Y tú ni siquiera lo cuestionaste. Te uniste a él y comenzaste a reclamarme. —Changmin se echó a reír— Ninguno de los dos me dirigió la palabra por tres o cuatro días, hasta que Jae se sintió un poco más tranquilo y me dejó explicarle.

—Y cuando Jae te escuchó y dijo que te perdonaba —apuntó Changmin—, te perdoné yo también.

Los dos rompieron en carcajadas.

—Ha sido así desde que eras muy niño —dijo Seohyeon con una sonrisa—. Siempre parecías estar completamente entregado a él, como si no pudieras ser feliz si él no era feliz primero.

Changmin esbozó una sonrisa incierta.

—Me aterra perderlo, Omma.

—¿Perderlo? —preguntó Seohyeon desconcertada y Changmin asintió.

—Lo amo tanto —señaló—. No hay una sola persona a quien ame más que a él, quizá solo Hana. Y ahora todo ese amor se transformó y no sé como hacer para… No puedo pensar… ¿Qué tal si…?

Se tomó unos segundos para respirar hondo antes de continuar.

—Prefiero vivir con este amor guardado en el pecho, que asustarlo y alejarlo de mí.

—¿De qué estás hablando? —preguntó su madre desconcertada.

Changmin suspiró.

—Yo sé que Jaejoong me ama, y que me ama muchísimo —respondió—, pero nunca me ha visto como una potencial pareja y si se entera que yo sí…

—¡Espera! ¡Espera! —lo detuvo Seohyeon, mostrándole las palmas de sus manos— ¿Piensas que Jaejoong no te va a corresponder?

Changmin solo la miró, la afirmación clara en su silencio. Seohyeon se pasó la mano por el rostro, exasperada.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó, y su hijo pudo escuchar la incredulidad en su voz.

—Él me lo dijo —respondió Changmin llanamente.

Seohyeon alzó una ceja, su expresión era una mezcla de desconcierto y exasperación.

—¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó— ¿Cuándo te lo dijo?

—Hace años. Yo le pregunté si podría enamorarse de mí y…

Seohyeon volvió a mostrarle la palma de sus manos, deteniendo su discurso.

—¿Por qué le preguntaste eso?

Changmin hizo una mueca incómoda antes de responder.

—Cuando éramos más chicos —comenzó—, poco antes de irnos de Gongju, yo estaba enamorado de él.

La expresión de Seohyeon se tranquilizó de inmediato, la exasperación se borró de su rostro y vió a su hijo con un gesto serio y ligeramente triste.

—¿Cuándo salía con Hyunjoong? —preguntó, y Changmin asintió—. En aquel tiempo yo… sospechaba, pero cada vez que te preguntaba qué te estaba pasando, decías que estabas triste por la situación con tu papá.

Changmin asintió otra vez.

—No mentía —respondió—. No recuerdo tiempos más confusos que esos. El tema con mi padre me tenía muy mal, pero lo de Jaejoong también era muy difícil de manejar. Todo era muy nuevo y yo era muy chico, supongo que no sabía cómo gestionarlo y en lugar de pedirte ayuda, decidí callar.

Seohyeon le dedicó una sonrisa triste.

—¿Le dijiste a Boo cómo te sentías? —preguntó, y Changmin negó con la cabeza.

—Lo intenté, pero siempre me acobardaba en el último minuto —respondió—. Lo más que logré fue preguntarle si quizá algún día podría enamorarse de mí, pero me dijo que no, y eventualmente lo deje ir.

Seohyeon comenzó a reír, mientras acariciaba sus sienes. Changmin podía escuchar un tinte de exasperación en su risa.

—Entonces ¿llevas la mitad de tu vida pensando que, si un día volvieras a enamorarte de él, no serías correspondido? —preguntó su madre—. ¿Por un comentario que hizo a los 16 años? ¿Te das cuenta de lo absurdo que es eso?

Changmin la miró con la boca abierta. Nunca se había detenido a analizar aquello, pero para ser honesto, tampoco había tenido razón para hacerlo. Llevaba años tratando de frenar sus sentimientos hacia Jaejoong, jamás se permitió pensar que pasaría si soltaba el freno.

—Tienes razón —dijo perplejo—. Es absurdo.

Seohyeon suspiró.

—Me esforcé tanto en criarte diferente —dijo su madre, negando con la cabeza. Un tono divertido en su voz—. En que te volvieras un hombre sensible y perceptivo. Supongo que fracasé.

Changmin puso los ojos en blanco, pero poco después suspiró.

—Aún así, Omma —continuó, retomando el tono serio de la conversación—. No voy a mentir y decir que estos últimos meses no he tratado de conquistarlo; lo he intentado. Aún si no creía tener mucha oportunidad, no pensaba rendirme tan fácilmente, pero… hay muchas cosas más que me preocupan.

Seohyeon estiró su mano sobre la mesa y la colocó encima de la de su hijo.

—Minnie, sé que no tengo que explicarte que no hay nada malo en amar a un hombre —dijo Seohyeon con una sonrisa—. Pero sería iluso de mi parte fingir que no te vas a enfrentar a un montón de rechazos y malas experiencias. Solo quiero que sepas que quienes te amamos siempre estaremos aquí para ti.

Changmin apretó su mano y le dedicó una pequeña sonrisa.

—No es eso, Omma —respondió—. Para empezar, nunca estuve seguro de ser bisexual; el único hombre que llegó a atraerme fue Jaejoong. Claro, podía notar que tal o cual hombre era atractivo, sobre todo algunos pocos idols, pero ninguno me atrajo lo suficiente como para pensar que podían gustarme los hombres. Incluso llegué a pensar que me había gustado Jaejoong solo por confusión.

Seohyeon asintió y comenzó a acariciar el dorso de la mano de su hijo.

—Ahora que le he dado muchas vueltas a esto —continuó Changmin—, me pregunto si, quizá, solo estaba distrayendo mis sentimientos. Siempre he tenido claro que me gustan las mujeres, y cuando me resigné a que Jae no iba a corresponderme, supongo que decidí concentrarme en ellas. Y funcionó, me enamoré más de una vez; a Jinri nuna la amé profundamente, pero ninguno de esos amores ha sido…

Changmin se quedó en silencio unos segundos, buscando las palabras correctas para describir lo que quería decir y sintiendo por primera vez en su vida, que no existía vocabulario suficiente.

—Ninguno ha sido lo que es Boo, solo… solo sé que es él, Omma.

Seohyeon le dedicó una sonrisa comprensiva. Changmin respiró hondo y continuó.

—El rechazo de la sociedad es el menor de mis problemas en este momento —dijo con total convicción–. Claro, me preocupa, sobre todo porque soy una figura pública y eso hará que la exposición sea mayor, pero si pudiera tener a Jaejoong a mi lado… me da igual todo lo demás.

—Entonces, ¿qué es lo que te angustia? —preguntó Seohyeon.

—Es que… incluso si tengo una oportunidad con él… —Changmin hizo una pausa para suspirar—. Las relaciones románticas tienen fecha de caducidad. Cuando me casé con Jinri nuna, pensé que sería para toda la vida, y no fue así. Si las cosas no funcionan con Jae… No puedo perderlo Omma. No a él.

Seohyeon observó a su hijo y se sintió transportada a años atrás, cuando era solo un bebé frágil e indefenso. Recordó la incertidumbre, la impotencia, el miedo. Era solo una niña y le aterraba no ser capaz de lidiar con todo lo que tenía en frente. Esta vez, sin embargo, era diferente. Changmin podría recurrir a ella toda su vida, podría mostrarle cualquier debilidad, pero ella ya no era una niña y ahora podía ayudarlo a enfrentar cualquier peligro.

—No vas a perderlo, Minnie —le respondió al tiempo que estiraba su otra mano por encima de la mesa y la colocaba sobre la de su hijo—. Los dos se pasan la vida buscando la felicidad del otro, esa sería la fórmula perfecta en una pareja.

Changmin sonrió, pero parecía al borde del llanto.

—Quiero que sea muy feliz, Omma —respondió—. Incluso si no es conmigo, quiero que sea muy feliz; pero si tuviera la oportunidad de ser yo quien… Solo de pensarlo… ¿Qué debo hacer Omma?.

—Díselo —respondió Seohyeon—. Dile todo lo que me acabas de decir. Dile que lo amas más que a nadie y que quieres hacerlo feliz.

—¿Y qué hago si se aleja?

—No pienses en eso, Minnie —respondió Seohyeon—. Deja de pensar en que va a pasar si no te corresponde, o si las cosas no funcionan. Si eso pasa, ya verás que hacer, pero tienes que decírselo y lidiar con el resto después…

—Es el amor de mi vida, Omma —la interrumpió Changmin con un gesto adolorido—. Me negué a verlo por años, pero siempre fue el amor de mi vida. Tengo tanto que perder.

—Lo sé, Minnie —respondió levantándose de su asiento para abrazar a su hijo—, pero tienes mucho más por ganar.


No fue hasta una semana después, mientras conducía a casa después de un día agotador en la televisora, que pudo tomar una decisión.

Tenía que confesarse, eso estaba claro; o al menos lo estuvo a partir de la conversación con su madre. El problema era el cómo. Cómo hacer, qué decir, cómo lograr transmitir lo que llevaba dentro sin perturbar a Jaejoong, sin preocuparlo, sin hacerlo sentir responsable o presionado.

Decidió que lo haría esa misma semana, probablemente el sábado. De ese modo Jaejoong tendría tiempo para procesar la confesión con calma. Hacerlo en casa no era una opción, no quería hacer que Jae se sintiera incómodo en su propio hogar y además, necesitaba contención, necesitaba de un lugar dónde no pudiera dejar que sus sentimientos salieran de él a borbotones, como amenazaban hacer cada vez que tenía a su hyung cerca.

Planear una cita propiamente sería casi arrogante, como si asumiera que sus sentimientos serían correspondidos. Quizá sería más adecuado sólo invitarlo a cenar, ir al restaurante de ramen de siempre y después, proponerle un paseo por el parque o por el río Han y simplemente decirlo. Entregarle su sentir, decirle que lo amaba, ya no como un amigo, sino como un hombre, que quería pasar sus días a su lado y dedicarse a hacerlo feliz. Pedirle una sola oportunidad.

Tomó aire antes de entrar al departamento, tratando de relajarse. No estaba listo para entrar y ver a Jae, estás últimas semanas habían sido casi tortuosas, ya fuera por el amor tan impaciente que no podía retener en su pecho o por el deseo que lo hacía desesperarse al verlo.

Cuando abrió la puerta encontró las luces encendidas, indicando la presencia del otro en casa, pero el departamento estaba en completo silencio.

Era miércoles y como cada semana, Jae se había encargado de Hana mientras Changmin se hallaba en la televisora, presentando su programa. En esos días, lo usual era que, a la hora que Min llegaba a casa, Hana estaría dormida o en el último tramo de su rutina de sueño, y Jaejoong y él pasarían un rato en la sala, o en la cocina, cenando, charlando o viendo el televisor juntos. Quizá esta vez su hyung se sintió cansado y decidió ir a dormir.

Fiel a su costumbre, Changmin se dirigió a la habitación de Hana. Nunca podía estar del todo tranquilo sin darle las buenas noches a su hija, incluso si ella ya estaba dormida. Cuando entró, su corazón parecía estar a punto de explotar de amor, lo podía sentir golpeando fuertemente contra su pecho, queriendo salir, pidiéndole se acercara a las dos personas que dormían plácidamente frente a él.

Jaejoong estaba en la orilla de la cama, con un libro de cuentos abierto sobre su pecho y Hana descansaba contra su costado, con la boca abierta y el cuerpo extendido. Ambos vestían pijamas idénticos, blancos, con el rostro de Hello Kitty impreso cientos de veces por el pantalón y una imagen de la gatita en la camiseta.

Changmin no sabía si llorar o reír, lo primero que pensó fue en tomar una fotografía, pero no quería despertarlos. Se tomó unos segundos para observarlos, tratando de imprimir aquella imagen en su memoria para siempre. Su corazón le decía que ni siquiera tendría que esforzarse.

Con una sonrisa en el rostro, se agachó frente a la cama y muy lentamente, tratando de no despertar a los dos ocupantes, se coló en ella, ajustando el pequeño brazo y pierna de Hana para hacerse un espacio en el colchón.

Jaejoong despertó alarmado con el movimiento y Changmin lo miró con una sonrisa, llevándose un dedo a los labios para pedirle que guardara silencio mientras él trataba de recostarse en el reducido espacio. Jae, somnoliento, sonrió y se giró a su costado para que Min pudiera acomodarse un poco mejor.

Después de unos minutos reajustando con cuidado sus posiciones y la de Hana, quedaron los tres recostados en la cama. Ambos adultos flanqueando a la pequeña que dormía plácidamente entre ellos.

—Me quedé dormido —dijo Jaejoong en un susurro—. ¿Qué hora es?

—Son las nueve —respondió Changmin al tiempo que cruzaba su brazo sobre el pequeño cuerpo de Hana con delicadeza para reposar su mano sobre el costado de Jae—. Quédate un poco más con nosotros.

Jae asintió al tiempo que bostezaba, estaba sonriendo.

—Me gustan sus pijamas —dijo Changmin sin dejar de sonreír—. ¿Son nuevas?

Jae asintió otra vez, con los ojos cerrados.

—Fuimos al centro comercial en la tarde —explicó con una voz somnolienta—. Hana la vió en un maniquí y empezó a gritar que era como la mía. Compramos una para tí también.

Changmin sentía que el corazón no le cabía en el pecho.

—¿Debería ponérmela? —preguntó, al tiempo que agachaba un poco su cabeza para besar el cabello de su hija, sin soltar a Jae al otro lado de ella.

—Mañana —respondió Jae, bostezando otra vez—. Hoy volvió a llamarme Boo Oppa

Changmin se esforzó por contener la risa para no despertar a Hana entre ellos. Desde la semana anterior, cuando la niña escuchó a Minha llamar a Jaejoong “Boo Oppa”, lo había hecho ella también unas cuantas veces.

Jaejoong hizo un puchero y continuó hablando, aún con los ojos cerrados

—Ya soy muy viejo para que me llame así —Changmin soltó su cintura para alcanzar su rostro y comenzó a acariciar el cabello del mayor—. Quizá si aún estuviera en mis veintes…

—Sigues igual de hermoso que en tus veintes —dijo Changmin y Jaejoong abrió los ojos para mirarlo.

—Tienes razón —respondió unos segundos después y volvió a cerrar los ojos.

Min sonrió tiernamente y llevó las caricias a la mejilla del mayor, descansando la mano a lo largo de su rostro, usando su pulgar para rozar su piel, y Jaejoong, igual de sonriente que él, hizo algo que no había hecho nunca y, sujetándolo por la muñeca, giró su rostro y le dejó un beso en el interior de la mano.

Y Changmin sintió que quizá, quizá si tenía una oportunidad.

—Boo… —comenzó el menor, con el corazón latiendo a mil por hora. No lo había planeado así, pero su corazón le decía que había llegado el momento de confesarse—. Yo…

Jaejoong bostezó y se estiró en la cama suavemente, incorporándose a medias en ella.

—Ya me voy a dormir, Minnie —dijo mientras se ponía de pie—. ¿Te quedarás aquí un poco más?

Changmin negó con la cabeza. Había tanto que decir, quizá era mejor que no lo hubiera hecho en ese momento, con Hana entre ellos.

Acarició el cabello de su hija y besó su frente con ternura antes de levantarse y seguir a Jae. Notó como este se dirigía hacia su habitación y estiró su mano para sujetarlo por la muñeca suavemente.

—¿Me acompañas un poco antes de dormir? —preguntó Changmin, inseguro—. Te preparo un té con miel, como te gusta.

Jaejoong sonrió y bostezando, lo siguió hasta la cocina.

Changmin colocó la tetera sobre la estufa y preparó el infusor con una mezcla de hierbas relajantes que la madre de Jae les había enviado el mes anterior. Jaejoong lo observaba somnoliento desde un banco del desayunador, una sonrisa serena impresa en el rostro.

Cuando el té estuvo listo, Min endulzó la taza de Jae con miel y se la entregó, sentándose a su lado. Jaejoong sostuvo la taza con ambas manos y la llevó a sus labios sin dejar de sonreír, y Changmin sintió que su corazón nuevamente rogaba por contacto.

Estiró su mano y acarició el cabello de Jaejoong con ternura mientras el mayor bebía su té tranquilamente, sin inmutarse por sus caricias.

—Boo —le dijo—. Sabes que te amo, ¿cierto?

Jaejoong asintió y bajó la taza, su expresión aún parecía a un paso del sueño profundo. Changmin soltó una risilla y lo observó, por supuesto no iba a confesarse en ese momento, no cuando Jae estaba tan apacible, al menos debía permitirle una noche tranquila de sueño.

—Gracias por todo, Boo —le dijo, y se estiró para besar su frente.

Jaejoong lo miró a los ojos, la expresión somnolienta seguía presente, pero había algo más en ella.

—¿Lo dices por Hana? —preguntó.

—Lo digo por todo —dijo Changmin, observando su rostro atentamente, volviendo a acariciar su cabello—. Gracias por ser mi Boo, por estar a mi lado siempre, por cuidarme a mi y a Hana, por amarnos y por permitirnos amarte.

Súbitamente Jaejoong pareció más despierto, su mirada ausente mientras una sonrisa triste se extendía por su rostro.

—¿Está todo bien, Boo? —preguntó preocupado.

—Sí —respondió Jaejoong con un hilo de su voz—. Sí, todo está bien.

—¿Hay algo que no me estés diciendo? —preguntó Changmin, poniéndose de pie y acercándose un poco más a su hyung—. ¿Algo te preocupa?

Jaejoong agachó la cabeza, ya no parecía dormido ni relajado en absoluto, había pesar en su postura.

—Solo… —dijo, y Changmin, preocupado, colocó su mano sobre su espalda, tratando de darle seguridad—. Solo recordé todo lo que hemos vivido juntos.

Min se acercó aún más, quedando tan cerca que sus cuerpos se rozaban. Sentía que todo el amor dentro de él se estaba desbordando, pero ese no era el momento para dejarse llevar por él. Algo grave estaba pasando con Jaejoong, podía sentir el dolor emanar de su cuerpo.

—Dime que pasa, Boo —le dijo en un tono gentil y consternado—. Aquí estoy para tí, aquí he estado siempre…

Jaejoong, que continuaba sin alzar la mirada, comenzó a negar con la cabeza.

—Boo, soy yo… —le dijo Changmin, acariciando su espalda—. A mí puedes contarme todo. Siempre estoy aquí para tí, siempre…

Jaejoong no hablaba y Changmin sentía la preocupación extenderse por su cuerpo

—¿Qué sucede, Boo? Sabes que puedes confiar en mí, siempre he estado a tu lado, ¿recuerdas? —le insistió, preocupado—. Cuando estuviste más vulnerable, cuando tuviste más miedo, cuando tuviste el corazón roto…

—No —dijo Jaejoong de repente—. No cuando tuve el corazón roto…

—¿De qué hablas, Boo? —preguntó Changmin, consternado—. Claro que sí. Te acompañé en cada corazón roto, estuve ahí cuando Hyunjoong y cuando Seunghyun y…

—No estuviste en el peor de todos —respondió Jaejoong—. No estuviste en el corazón roto que casi acaba conmigo…

Changmin sintió que un escalofrío lo recorría.

—¿Acaba…? ¿Quién…? ¿Cuándo…? —preguntó suplicante, sosteniendo a Jaejoong por ambos brazos, tratando de hacer que lo mirara, sintiendo como una fuerza extraña y sofocante se asentaba en su pecho.

—Hace… diez años —respondió Jaejoong.

—¿Cuando estabas en Ansan? —preguntó Changmin, recordando aquellos angustiosos tiempos en que Jae se negó a tenerlo cerca, en que se empeñó en alejarlo—. ¿Cuando huiste de mí? ¿Cuándo Hyunjoong…?

—No fue Hyunjoong —respondió Jaejoong al tiempo que se levantaba de su silla.

Changmin dió un paso atrás para permitirle el movimiento, pero en cuanto notó que Jae pretendía irse, se colocó frente a él, deteniéndolo.

—¿De qué hablas, Boo? —preguntó consternado, sintiendo como si se asfixiara—. Dime que te pasa. Dime porque de repente estás tan mal. ¿De qué me estás hablando? ¿Cómo que no fue Hyunjoong?

—No he visto a Hyunjoong desde la preparatoria, Changmin.

El menor no entendía nada, ¿cómo que no había visto a…?

—¿Desde…? ¿Entonces…? —preguntó desesperado, Jaejoong lo miraba fijamente a los ojos y Changmin no podía interpretar su expresión—. ¿Entonces quién te hizo daño esa vez?

—Tú —respondió llanamente y Changmin sintió como si algo se azotara contra él—. Ese fue mi peor corazón roto… cuándo tú lo rompiste.

—Hyung…

Jaejoong tomó aire fuertemente.

—Nunca te lo dije —comenzó e hizo una pausa para pasarse la lengua por los labios—, pero pasé años enamorado de tí.

Changmin se quedó sin aliento, observaba a Jaejoong congelado en su lugar, con la boca abierta, pero el mayor no decía nada más, solo se mantenía ahí, de pie, con una expresión indescifrable, mirando a un punto entre ellos.

—Hyung… —Changmin hacía un esfuerzo desmesurado para reunir su voz—. ¿Cuándo…?

—Empezó justo antes de entrar a la universidad —respondió Jaejoong sin mirarlo—. Y duró… duró muchos años, incluso un tiempo después de que te casaste.

Changmin se dejó caer en el banco más cercano, sentía que no tenía control de su cuerpo, su corazón latía desesperado, adolorido.

—No quiero que te sientas culpable o algo así, Min —continuó Jaejoong—. Ni siquiera entiendo bien por qué te lo estoy diciendo, pero… no sé, de un momento a otro, necesité hacerlo.

—¿Y ahora…?

—No, no ahora —respondió Jaejoong tajantemente—. Eso quedó atrás hace mucho tiempo. No quiero que pienses que esto es una confesión o algo parecido, yo ya no me siento así.

Cuando la comprensión cayó sobre él, el dolor en su pecho se volvió agonía. Había tenido una oportunidad, años atrás había tenido la oportunidad que ahora anhelaba y la había perdido para siempre.

—Fueron muchos años… —continuó Jaejoong de repente—. Pero aquella vez que tuve que huir a Ansan, que tuve que alejarme de tí, fue porque entendí que había sido suficiente. Entendí que nunca serías mío y comencé a trabajar en superarte y después de algunos años lo logré. Ahora eso es cosa del pasado, solo… no sé, supongo que una parte de mí siempre se sintió culpable por no habértelo dicho, entonces… lamento que fuera tan repentino, solo… sentí que debía hacerlo…

Changmin lo miró a los ojos, Jae parecía tan entero, tan compuesto, mientras él sentía que el dolor lo consumía por completo.

—Dime qué fue lo que hice —dijo en un tono suplicante—. Al menos dime como fue que te lastimé tanto para…

—No hiciste nada, Min.

—¡No me mientas! —exigió, levantando un poco la voz en su desesperación—. ¡Huiste de mí por dos meses! ¡Y cuando por fin te ví, parecías estar agonizando! !Dime qué fue lo que te hice hyung!, ¡Necesito saberlo! ¡Aunque duela, necesito saber como te lastimé…!

—Eso ya no importa, Minnie —dijo Jaejoong, dando un paso atrás y abrazándose a sí mismo, como si se resguardara del dolor.

—Claro que importa —dijo Changmin desesperado—. Cada vez que alguién te lastimaba yo te exigía que me dijeras lo que te hizo. Si yo te lastimé, también quiero saber como… ¿Qué fue lo que hice Hyung? ¿Cómo te lastimé tanto?

Jaejoong no cambió su posición, solo se encogió de hombros y se mordió el labio antes de hablar.

—Te ví con Jinri en el purple line.

Notes:

Siguiente publicación: 13 de septiembre del 2025

Chapter 12: TAKOTSUBO: Jaejoong

Notes:

No pago terapias.

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Chapter Text

XII: TAKOTSUBO: Jaejoong

10 años, 2 meses antes de esa noche. Jaejoong 24, Changmin 22.

재중

Con un dulce aroma, de color violeta,

como una alfombra de pétalos de flores.

Siempre ocultando estos sentimientos,

mostrando solo una sonrisa

como si solo fuéramos amigos.

 

Años después, Jaejoong se preguntaría si, quizá, pudo haber prevenido todo aquello.

Quizá si hubiera mantenido la distancia, si no hubiera sucumbido al contacto, a la cercanía, al anhelo.

Quizá si no se hubiera permitido la esperanza…

21 días para la catástrofe

La puerta de Micky’s se abrió y por ella entró Changmin, con una expresión de fastidio clara sobre el rostro.

—Se escuchan sus voces en todo el pasillo, idiotas —dijo mientras se quitaba los zapatos en la entrada—. ¿No piensan en otra cosa que no sea sexo?

Yoochun, que solo unos segundos atrás, le preguntaba a Yunho en tono de broma cuál era su posición sexual favorita, respondió:

—No realmente —se llevó la mano a la barbilla, como si analizara con atención la pregunta—. Bueno, a veces también pienso en comida.

Yunho y Junsu se echaron a reír, pero Jaejoong que había notado que algo andaba mal desde el momento en que Changmin cruzó la puerta, se levantó del sofá y se acercó al menor para examinar su rostro.

—¿Estás bien, Minnie? —preguntó preocupado.

Changmin, que apenas había dejado el hyungwan atrás, asintió sin mirarlo.

—Minnie —lo llamó Jaejoong, poniendo la mano en su antebrazo—, dime que pasa.

Changmin alzó la mirada hasta encontrarse con los ojos de Jaejoong y casi tan pronto lo hizo, se lanzó bruscamente a sus brazos y hundió el rostro en su cuello.

 

Junsu preparó el té, Yoochun calentó el doenjang jjigae que habían sobrado del día anterior y Jaejoong hizo que Changmin se sentará con él en el sofá; lo cubrió con su manta de Hello Kitty y lo dejó acurrucarse a su lado. El maknae no estaba llorando, tampoco parecía querer hacerlo, pero el pesar estaba presente por todo su cuerpo.

Jaejoong le preguntó si quería hablar, pero Min negó con la cabeza y encendió el televisor. Cambió de canal hasta dar con los dibujos animados y se acurrucó aún más al lado de Jae quien lo rodeó con uno de sus brazos, sintiendo que, después de tanto tiempo, su cuerpo recibía aquel contacto como la tierra recibiría a la lluvia tras una larga sequía.

—¿Quieres comer, Minnie?

Changmin negó con la cabeza.

—Está bien si no quieres hablar aún —dijo Jaejoong en un susurro, aprovechando el suave bullicio que hacían los demás en la cocina—, pero sabes que eventualmente tendrás que decírmelo, ¿cierto?

Changmin desvió la mirada del televisor e hizo contacto visual con él para después asentir.

—Quiero suponer que estás mayormente bien porque te veo tranquilo —inquirió Jaejoong al tiempo que su amigo regresaba la vista al televisor.

Changmin se encogió de hombros.

—¿Has comido bien hoy?

Min asintió y Jae soltó una risilla

—De verdad no quieres hablar, ¿cierto? —Ante esto, Changmin hizo un gesto de disgusto que hizo al mayor sonreír.

—¿Volverás a casa hoy o vas a quedarte aquí? —preguntó Jaejoong y Changmin solo se hundió más en su costado.

—¿Debo interpretar eso como que vas a quedarte aquí? —Changmin otra vez trató de acercarse más a él, aunque para ese punto ya era casi imposible—. ¡Ah! Y quieres que yo me quede aquí también.

Changmin asintió y Jaejoong soltó una risilla. Sabía cuál debía ser su siguiente pregunta y le dolía solo pensar en hacerla.

—Se trata de Jinri-ssi, ¿cierto?

Changmin resopló y puso los ojos en blanco.

—Tomaré eso como un sí.

Min no dijo nada, tomó el control del televisor y cambió de canal hasta encontrar la transmisión de un partido de fútbol. Jaejoong se quejó y quitándole el aparato, volvió a poner las caricaturas.

—Me tiene cansado, hyung —dijo Changmin después de unos minutos de silencio, mientras el resto de los amigos charlaban y ponían la mesa.

—Es la primera vez que te escucho decir algo así —respondió Jaejoong, que sabía perfectamente de quién hablaba su amigo—. ¿Pasó algo en particular?

Changmin suspiró con un tono de fastidio.

—Pasó todo —dijo, y Jaejoong sintió el pánico subir por su cuerpo—, pero si le preguntas a ella, no pasó nada.

—¿Cogieron? —preguntó el mayor, preparándose para lo peor.

Changmin llevaba dos años enamorado de Jinri, dos años haciendo hasta lo imposible por convencerla de que era a él a quien necesitaba, y dos años enfrentando una serie de señales mezcladas, una serie de rechazos y de acercamientos, uno detrás del otro, manteniendo al menor siempre al borde de rendirse y de seguirlo intentando.

Si esta vez tuvieron relaciones…

—Sí.

…No había vuelta atrás.

—¿Cuándo? —preguntó en un susurro que le ayudaba a disimular el nudo en su garganta.

—Ayer —dijo Changmin sin quitar los ojos del televisor—. En el gimnasio.

—¡¿En el gimnasio?! —preguntó el mayor alarmado y Changmin solo asintió.

Jaejoong sintió al desconsuelo asentarse en su garganta; asfixiante, pesado, doloroso; pero Changmin estaba tan cerca, que si se permitía una sola lágrima, terminaría confesando todo su amor, todo su dolor.

Haciendo uso de los recursos que había aprendido en clases de neurobiología, echó su cabeza hacia atrás, descansándola en el respaldo del sofá, y comenzó a tensar los músculos en sus muslos y su abdomen para distraer al llanto.

—¿Cómo pasó eso? —preguntó en cuanto sintió que tomaba control de sus reacciones.

Changmin, que continuaba acurrucado a su lado, con la vista puesta en el televisor, se encogió de hombros antes de responder.

—Fui bastante tarde por la noche y ella estaba ahí —dijo como si aquello fuera una historia con la que quería terminar pronto—. Apenas me saludó, pero cada 5 minutos la atrapaba viéndome y empecé a sentir mucha tensión sexual. Cuando terminé la rutina la encontré en los vestidores y empezamos a hablar. Decidí arriesgarme, la tomé de la mano y la jalé a las regaderas. Y cogimos, cómo animales, de hecho.

La noche anterior, mientras se desenvolvían los eventos que su amigo le relataba, Jaejoong, ignorante de ellos, se masturbaba con el nombre de Changmin en los labios, con una mano sobre su miembro, con tres dedos de la otra en su interior; y en su cabeza, aquel recuerdo de un año atrás, cuando se halló a sí mismo erecto y rodeado por los brazos del hombre que amaba y que le enloquecía, con solo una almohada separando sus caderas.

Eso era lo más que tenía con Changmin: una noche de borrachera en la que ni siquiera se habían besado, aún cuando Jaejoong lo había pedido más de una vez. Mientras que Jinri lo tenía comiendo de su mano, haciendo lo que fuera necesario para estar con ella. Lo tenía deseándola tanto que, a la menor oportunidad, la había tomado en un lugar público.

—Y ahora no me habla —continuó Changmin—. Bloqueó mi contacto. En la oficina no me dirige la palabra, cualquiera pensaría que ni siquiera me conoce.

—¿Te dijo por qué? —preguntó Jaejoong en un susurro, esforzándose porque el dolor no fuera audible en su voz.

Changmin resopló otra vez.

—Lo mismo de siempre: no le intereso de esa manera —respondió sarcástico—. Deberías haberla escuchado gemir ayer. Si se vino menos de tres veces, te entrego mi sueldo de un mes.

La voz de Changmin se escuchaba sumamente fastidiada, pero de un segundo al otro, suspiró, se soltó del abrazo e irguiéndose en su asiento, se pasó ambas manos por el rostro.

—No debí decir eso —dijo, frustrado—, pero me tiene exasperado. No sabe que mierda quiere y ya estoy harto.

A decir verdad, Jaejoong estaba desconcertado con las expresiones del menor; nunca antes había hablado de ella con tanto incordio; por el contrario, sus palabras hacia la mujer usualmente eran expresadas en un tono de clara admiración.

—¿Por qué sigues insistiendo? —preguntó.

—No tengo ni puta idea —dijo Changmin enojado—. Porque la amo, supongo.

Jaejoong se mordió el interior de la mejilla para no responder y Changmin volvió a acurrucarse a su lado, esta vez rodeando su cintura con los brazos y hundiéndose nuevamente en su costado.

—¿Puedo dormir contigo hoy? —preguntó en una voz tierna, y Jaejoong sintió su corazón latir adolorido.

—¿Qué tal si me confundes con ella y me quieres coger? —dijo Jae, sarcástico; tratando de ocultar el dolor y el reclamo en su voz. Changmin soltó una risilla.

—Si te vienes menos de tres veces, te doy mi sueldo de un mes.

Jaejoong tomó un cojín de la sala y comenzó a golpearlo.

 

Era tan extraño, estar ahí, recostado en silencio en el futón, observando como Changmin, que le daba la espalda, se quitaba la ropa frente a él sin el menor pudor, exponiendo cada centímetro de piel como si tocarlo no fuera el mayor de sus delirios; pero Jaejoong no sentía nada, era como si su cuerpo estuviera entumecido por completo.

Tantas veces había anhelado ver su piel, tocarla, besarla, pero esta vez, la visión solo traía dolor. Dolor cuando lo vio deslizar sus pantalones y exponer sus largas y fuertes piernas bronceadas, y aún más dolor cuando, al quitarse la camisa, Jaejoong vio las marcas de uñas en su espalda.

En los siete años que llevaba enamorado de Changmin, habían dormido juntos exactamente cuatro veces, Jaejoong las recordaba todas con claridad:

La primera fue la más difícil de todas, la noche antes de que partiera a Seúl para iniciar la universidad. Changmin se había colado en su habitación en la madrugada, mientras todos dormían; lo había abrazado por la cintura con ambos brazos y le había dicho al oído lo mucho que lo iba a extrañar. Jaejoong durmió poco esa noche, todo su esfuerzo puesto en prevenir una erección.

La segunda y tercera fueron más sencillas, pasaron unos cuantos años más tarde y para entonces, ya había desarrollado la mitad de las estrategias que hasta ahora seguía usando para evitar excitarse cuando tenía a Changmin tan cerca.

La cuarta fue aquella fatídica noche en que terminó en la pequeña cama de Changmin, estremeciéndose de deseo, pidiéndole que lo besara. Fue cuando Changmin había dicho aquellas palabras que continuaban repitiéndose en su cabeza sin descanso:

“¿De qué hablas, hyung? Siempre he sido tuyo”.

Pero también fue cuando lo echó todo a perder, desde aquel día, Changmin no había vuelto a tomar su mano, no había vuelto a besar su mejilla, a susurrarle al oído que lo amaba. Ocasionalmente aún lo abrazaba, por supuesto. Aquel, después de todo, era un gesto bastante común en el OT5 y en general, bastante común entre amigos; pero ahora, no había nada especial en esos abrazos, eran los mismos que le daba a Junsu, a Yoochun, a Yunho. Eran el tipo de abrazos que se tienen con un buen amigo, no con quien, alguna vez, fue la persona más importante en la vida.

Changmin se puso el pijama y Jae ni siquiera se molestó en fingir que no lo estaba mirando, se quedó ahí, boca arriba en el futón, esperando a que su amigo se uniera a él. El hombre apagó la luz, se acurrucó a su lado y pronto se quedó dormido y no fue hasta entonces que las lágrimas comenzaron a caer.

 

창민

Te has vuelto algo imposible de borrar,

y ahora, como una pieza del rompecabezas,

permaneces allí, llamándome

 

Cuando Changmin tenía cuatro años, un día mientras jugaba en el jardín, encontró unas pequeñas flores blancas creciendo debajo de un arbusto, y recordó aquella vez hace mucho, pero mucho tiempo, en que sus abuelos le regalaron un ramo de rosas a su mamá.

Se lo entregaron en el templo, después de una larga y aburrida ceremonia llena de personas que Changmin no conocía. Su mamá, al igual que mucha otra gente ahí, vestía un hanbok, pero ella era la única que parecía una princesa.

Sus abuelos besaron ambas mejillas de su madre y lo alzaron en brazos para que él lo hiciera también, la felicitaron, le regalaron un perfume que olía a talco y le entregaron un ramo de rosas.

Ese día su mamá estaba sonriendo, pero también estaba llorando y cuando Changmin preguntó porque, le dijo que también se podía llorar de felicidad, y agachándose a su lado, sostuvieron juntos el ramo de rosas para que sus abuelos les tomaran una fotografía.

Las flores que había encontrado no eran rosas, eran mucho más pequeñas, pero eran bonitas y Changmin pensó que quizá, también pondrían feliz a su mamá.

Escogió la flor más linda de todas, la cortó con mucho cuidado para no lastimar los pétalos y subió las escaleras hasta la terraza, dónde su mamá le ayudaba a Boo a hacer la tarea. Cuando Changmin le entregó la flor, el rostro de ambos se iluminó con una enorme sonrisa.

—¡Nuna! ¡Póntela en el cabello! —gritó Jaejoong emocionado.

Changmin nunca olvidaría la manera en que su mamá sonreía, con el cabello trenzado hacia adelante y la florecita adornándolo, pero tampoco olvidaría la manera en que Jaejoong la observaba, con los codos sobre la mesa y el rostro descansando en sus manos, con una sonrisa de ilusión, diciéndole que siempre se era más lindo cuando se tenía una flor en el cabello.

Changmin bajó corriendo las escaleras y buscó bajo todos los arbustos del jardín hasta encontrar otra flor igual de bonita, pero cuando se la entregó a Boo, este no la tomó y, por el contrario, hizo un puchero y rompió a llorar.

Changmin, que continuaba ahí frente a su amigo, con la florecita aún en su mano, estuvo a punto de llorar también, pero Boo, entre fuertes sollozos, gritó que estaba muy feliz y se lanzó a abrazarlo. Y Changmin recordó que también se podía llorar de felicidad.

 

재중

Nos hemos vuelto demasiado cercanos...

¿Cómo podría decirte lo que siento ahora?

No quiero arruinar lo que somos en este momento.

Te he amado, te amo, y te seguiré amando por siempre.

 

Años después, Jaejoong recordaría aquellos días con el dolor de quien, por un momento, sintió que tocaba la gloria con la punta de los dedos.

14 días para la catástrofe

Los siguientes días se presentaron ante él como una mezcla de dicha y angustia. Changmin pasaba casi cada momento libre a su lado, dedicándole aquella sonrisa de ojos disparejos que le robaba el aliento, tratándolo como si nada nunca se hubiera roto entre ellos, buscando su mano bajo la mesa, recostando la cabeza en su hombro, y en una ocasión, mientras Yunho dormía en el sofá de Micky’s y Jaejoong vigilaba el seolleongtang en la estufa, Changmin lo había envuelto en sus brazos y juntos, se mecieron por la cocina en un vals que solo ellos podían escuchar.

Pero el dolor seguía presente, no habría abrazo, ni sonrisa, ni caricia que le hiciera olvidar que el corazón que tanto anhelaba, le pertenecía a alguien más. Changmin no había vuelto a hablar de Jinri pero, ocasionalmente, se mostraba cabizbajo, con la mirada perdida y con el teléfono sujeto en la mano, como esperando su llamada.

Hasta aquel momento, Jaejoong no se permitió la ilusión. Las barreras que años atrás había alzado para protegerse, seguían rodeándolo, tan altas y fuertes como siempre; transparentes, para poder ver a Changmin a través de ellas, pero blindadas, para que el desamor no pudiera lastimarlo. Lo que no esperaba era que, la primera grieta en ellas, fuera causada por algo tan pequeño como una flor.

Pasó unos días después, un martes, de manera inesperada. Jaejoong se secaba el cabello en su dormitorio, cuándo Changmin se presentó en su puerta, con una expresión sonriente, una mochila al hombro y un narciso en la mano.

—Boo —dijo solamente, mientras le entregaba la flor, y acto seguido, se acercó a besar su mejilla.

Jaejoong sintió el rubor cubrir su rostro, su corazón latir con fuerza, sus piernas flaquear ante el contacto; pero sobre todo, sintió como en sus labios se instalaba una sonrisa, y con ella, una sensación cálida se extendía en su pecho. Y Jae deseó poder conservarla por el resto de sus días.

Jaejoong agradeció entre risas nerviosas y Changmin con una expresión de profunda adoración, peinó su cabello hacia atrás y colocó el narciso en su oreja, diciéndole que, una vez, alguien le había dicho que siempre se era más lindo con una flor en el cabello.

Terminaron sentados en la cama, recargados en la pared, con las piernas extendidas y la laptop descansando sobre ellas. Hacía frío, ambos usaban pantalones de pijama y hoodies y bebían sus cervezas mientras reían con lo que se reproducía en la pantalla.

Changmin se quejó del frío y levantó la laptop un poco para darse la oportunidad de entrelazar las piernas con las de Jaejoong, y el mayor respondió entre risas, cediendo al contacto, lanzando miradas furtivas al narciso que descansaba en un pequeño florero en su mesa de noche y sintiendo que no había manera de que aquello fuera más perfecto.

Cuando estuvieron listos para dormir, Jae se levantó a guardar la laptop, a tirar las botellas de cerveza en el basurero, a apagar las luces y a colocar otra manta sobre la cama, y antes de recostarse junto a su amigo, se quitó el hoodie, dejando su pecho cubierto solo por la camisa interior.

—¿Te hiciste otro tatuaje? —preguntó Changmin de repente.

Jaejoong siguió la vista de su amigo hasta su pecho, donde parte de la tinta quedaba al descubierto.

—Sí, ¿No te lo dije? —respondió mientras levantaba las mantas y se unía a él en la cama. Changmin se recorría hacia la pared para hacerle espacio—. Fue hace unas dos semanas, el día que salí con Chunnie, ¿recuerdas?

Changmin asintió y se quedó observando su pecho.

—¿Me lo muestras? —preguntó, y Jaejoong dudó un momento antes de responder.

—Sí —dijo después de suspirar—, pero si haces una de tus bromas sexuales, te voy a…

—¿Y si no es broma? —preguntó Changmin, y Jaejoong se sintió estremecer.

—Ahora no te voy a mostrar nada, idiota.

El menor se echó a reír.

—Vamos Boo, solo quiero verlo —dijo con una sonrisa tierna.

Jaejoong suspiró, y reuniendo toda la calma y cordura que pudo, tomó el dobladillo de su camisa y la subió hasta atraparla bajo su axila, sintiendo como sus pezones se endurecían con el aire frío, o con el nerviosismo de sentir al hombre que tanto deseaba observando aquel lugar tan íntimo.

Changmin sostuvo su cabeza con una mano y lo observó desde arriba y Jae se estremeció al notar que se pasaba la lengua por los labios.

—¿Puedo tocarlo? —preguntó Changmin y algo en su voz se escuchó deliciosamente erótico.

Jaejoong se tomó unos segundos antes de responder, tratando de ayudarse del frío en la habitación para controlar el calor que amenazaba a su cuerpo. Recordó aquella noche en el dormitorio de Changmin, la cercanía, el contacto, los dedos del hombre acariciando su columna vertebral, su pierna en medio de las suyas, su aliento sobre su rostro.

Pero sería un estúpido si desaprovechaba esa oportunidad.

Tragó saliva y asintió, y apenas lo hizo, Changmin estiró su mano lentamente hasta alcanzar la tinta sobre su pecho, recorriéndola con sus dedos y rozando su pezón en el movimiento. Jaejoong jadeó sobresaltado y sintió como su miembro daba un tirón, excitado.

—¡No te atrevas a hacer un chiste! —le advirtió a su amigo. Consciente de lo evidente que fue su reacción.

—¿Y si no es un chiste? —preguntó Changmin mientras continuaba las caricias sobre el tatuaje, y Jaejoong, alarmado, sintió como su miembro comenzaba a llenarse.

Nervioso, tomó la mano de Changmin y la separó bruscamente de su pecho, bajando la camisa nuevamente y cubriéndose con las mantas. Changmin soltó una risilla y antes de tomar posición a su lado, se agachó y susurró en su oído:

—Te queda muy bien —y besó su mejilla.

Afortunadamente, esta vez Jaejoong estaba completamente sobrio, esta vez no perdería el control, pero tenía claro que aquellos escasos segundos de caricias se sumarían a sus fantasías, y no le tomó mucho tiempo para hacer uso de ellas.

No despertó cuando Changmin bajó de la cama, o cuando puso la cafetera, pero sí cuando lo escuchó abrir los cajones del clóset diciendo que tomaría una camisa prestada. Tenía el torso desnudo y una toalla al hombro, y cuando Jae vio debajo de su cintura y se encontró con su erección matutina, tuvo que contener un gemido.

—¿Qué necesito para usar las regaderas? —preguntó Changmin mientras se ponía la camiseta.

—La llave —respondió Jaejoong apuntando al gancho a un lado de la puerta—. La azul.

Aquel dormitorio consistía en una sola habitación, con una modesta cocina de un lado y una cama y closet del otro. Tenía un cuarto de baño, pero las regaderas estaban en el primer piso del edificio y Jaejoong, que se había mudado ahí tras graduarse de la universidad, estaba acostumbrado a ese tipo de espacios compartidos

Changmin asintió y se hizo con el objeto, después se sirvió un vaso de agua y se recargó en la encimera mientras lo bebía y Jaejoong supo que estaba esperando a que su erección bajara para salir.

Jae se quedó recostado en la cama, con las mantas hasta la nariz, mirando el bulto en el pantalón de Changmin y sintiendo como su propio miembro protestaba por atención. Por supuesto no era la primera vez que lo veía. A lo largo de su relación habían dormido juntos tantas veces, que casi se sentía familiarizado con la visión, aunque por supuesto, no por ello le excitaba menos.

Había un acuerdo silencioso entre ellos. Ambos sabían que el otro estaba erecto cuando despertaban, pero ninguno lo mencionaba, ninguno miraba más de lo necesario. En aquel momento, protegido por la privacidad que le daban las mantas, Jaejoong estaba rompiendo ese acuerdo.

Eso era quizá lo más difícil de dormir al lado de Changmin: despertar y verlo erguido, tan grande, tan tentador, tan delicioso. Jaejoong soñaba con ponerse de rodillas frente a él, bajar el elástico de su pantalón y sentir como la verga de Changmin golpeaba su rostro. Si solo pudiera tocarlo… Jae estaba seguro de que se perdería en el deseo, restregaría su rostro contra él, oliéndolo, besándolo, pasaría la lengua por sus testículos, desesperado, haciendo contacto visual con él y sintiendo su pesada verga descansar contra su mejilla, antes de tomarla y ponerla en su boca, saboreando cada centímetro de su extensión hasta recibir el líquido caliente en su garganta.

Changmin, que no había notado que Jaejoong lo miraba, se vistió con su hoodie, fastidiado, y antes de salir del departamento, metió la mano en su pantalón y acomodó su miembro hacia abajo, haciendo que Jaejoong se estremeciera con la imagen.

El menor tiró del hoodie hasta que cubrió su cadera y salió del departamento hacia las regaderas, y apenas cerró la puerta tras de él, Jaejoong, dividido entre el deseo y la vergüenza, se entregó a sus instintos y comenzó a masturbarse, repitiendo aquellas imágenes en su cabeza, y recordando la noche anterior, cuando Changmin acariciaba su pecho desnudo con los dedos.

 

창민

Mis ojos te buscan sin descanso,

¿No estarás escuchando, en algún lugar,

al final de este camino?

 

Por algún motivo, al principio, Yoochun no le caía bien.

Changmin no lo conocía, por supuesto; pero escuchaba a su hyung hablar de él, contarle lo que hacían juntos, lo divertido que era, lo mucho que lo hacía reír. Siempre supo que a Jaejoong no le costaría hacer amigos en Seúl, pero se sentía tan extraño tener que observar en la distancia.

Un día revisó su perfil en facebook. No fue difícil encontrarlo, Jae lo etiquetaba en casi cada publicación. El hombre era alto, tenía la piel blanca, el cabello largo. Sus hombros se veían anchos y había una foto donde Jae se aferraba a ellos con una expresión divertida.

—¿Te gusta, Boo? —preguntó durante una de sus videollamadas. Ambos hacían tarea, Jaejoong desde su dormitorio en Seúl, Changmin desde su habitación en Ansan.

—¿Qué cosa? —preguntó su amigo sin levantar la mirada de sus apuntes.

—Yoochun.

Jaejoong detuvo lo que hacía para observar la pantalla frente a él, y aún en la distancia y con la baja calidad de la imagen, Changmin pudo sentir cómo si aquella mirada lo atravesara.

—¿Me voy por dos meses y te vuelves estúpido? —preguntó Jae y Min sólo sonrió.

En el verano, su padre le propuso que, en lugar de visitarlo por un mes, se quedara un año en Estados Unidos con él y con Sena, y Changmin no estuvo del todo seguro de aceptar. Por algún motivo, unirse a Jaejoong en la universidad le parecía casi urgente, pero fue el mismo Jae quien lo hizo cambiar de parecer, un fin de semana de Junio en que lo visitó en Ansan.

—Pero ¿por qué no quieres? —preguntó Jaejoong, sentado en la cama de Changmin, con el viejo peluche de Minnie Mouse entre sus brazos—. Sería un buen agregado a tu currículum.

Su padre le había hablado de un programa que le permitiría cursar algunas materias de universidad por el tiempo que duraría su estancia, y aunque no se agregarían a su programa de estudios en Corea, fortalecerían su expediente tras graduarse.

—¿Y qué hay de nosotros? —preguntó Changmin, fingiéndose concentrado en las ecuaciones frente a él.

—¿Qué pasa con nosotros? —respondió y Changmin se encogió de hombros.

Pronto lo percibió levantarse de la cama y acercarse a él. Le rodeó los hombros desde atrás y Changmin casi lo pudo escuchar sonreír cuando habló.

—Nosotros siempre seremos nosotros, Minnie —dijo su hyung con serenidad—. No vamos a separarnos por esto. Es solo un año y yo te estaré esperando.

Al año siguiente llegó a Seúl en tren, y apenas bajó del vagón, vió a su hyung correr hacía él y lanzarse a sus brazos. Min se aferró a él con fuerza, entre carcajadas. Yoochun sonreía varios metros detrás de ellos, era la primera vez que Changmin lo veía en persona, pero sentir a Jae entre sus brazos, tan emocionado y tan feliz, le hizo por fin calmar la inquietud de que alguien ocupara su lugar.

 

재중

Si estos sentimientos que no pueden alcanzarte

los guardo en silencio,

Algún día deberían desvanecerse,

pero este secreto

comienza a arder con más intensidad,

como la lavanda en la que me reflejo

 

Años después, Jaejoong recordaría aquel dolor con el reclamo de quién, en el deseo desesperado de ser correspondido, se había permitido ser engañado.

9 días para la catástrofe

Todo se había dado de la manera más intransigente, pero de alguna manera, se sintió cómo si tuviera la mayor relevancia.

Estaban sentados a la mesa en Micky’s, había pasado poco desde que terminaron de cenar. Yunho lavaba los platos, Junsu conectaba la consola al televisor y Jaejoong y Changmin escogían un videojuego. Yoochun salió del baño, vestido solo en unos jeans y secándose el cabello con una toalla mientras les advertía a los amigos que estaba por patearles el trasero.

Jaejoong, que sostenía en las manos las cajas de dos juegos y hablaba sobre el tiempo que podían extenderse las partidas, se percató de que Changmin había dejado de responderle y cuando alzó la mirada para ver porque, lo notó mirando a Yoochun fijamente.

—¿Minnie? —lo llamó Jaejoong— ¿Está todo bien?

Changmin no se giró a verlo, continuó observando a Yoochun, con la boca abierta y una expresión totalmente descolocada.

—¿Minnie? —preguntó otra vez, preocupado. Algo no estaba bien, podía verlo claramente en el rostro de su amigo.

—Yoochun… —pronunció Changmin en voz baja, y al principio, Jaejoong creyó que se dirigía al aludido, pero tan pronto lo dijo, miró a Jaejoong a los ojos— ¿Yoochun tiene…? ¿Por qué…?

Changmin lo miraba en una expresión de total desconcierto y por un segundo, Jae creyó ver dolor en ella.

—¿Qué es lo que tengo? —preguntó Yoochun que había escuchado su nombre, y Changmin se giró a verlo por unos segundos, pero después bajó la mirada a su pecho y la dejó ahí y Jaejoong comprendió a lo que se refería.

—¡Ah! ¿Esto? —preguntó Yoochun apuntando el tatuaje en su pecho— Sí, es nuevo. ¿Hace cuánto lo tenemos Boo? ¿Tres semanas?

Jaejoong asintió e hizo contacto visual con Changmin. El hombre lo veía fijamente con una expresión seria y esta vez Jae estuvo seguro de percibir dolor, pero no dijo nada y Changmin tampoco lo hizo. Unos segundos después, el maknae se levantó de la mesa, se sentó en el sofá, tomó el mando de la consola y continuó como si nada hubiera pasado. Y Jaejoong se preguntó si, quizá, solo lo había imaginado.

 

5 días para la catástrofe

Fue un lunes cuando se dió la conversación.

Jaejoong había tenido un día pesado en la clínica infantil y cuando salió, decidió ir directo a casa. Tomó una ducha y subió a su dormitorio, se vistió con un pantalón deportivo y un hoodie enorme, se secó el cabello, se puso una mascarilla y justo cuando se disponía a prepararse algo para cenar, recibió un mensaje de Changmin.

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Minnie Mouse 🎀:

Te extraño 19:16

¿Irás a Micky’s hoy? 19:16

                      Kim Jaejoong:

                      → Me ves todos los días 🤭19:17

                      → Ya estoy en mi departamento 19:18

Minnie Mouse 🎀:

Aún así te extraño 19:18

Vamos por tteokbokki 19:18

Llego a tu edificio en 15 min 19:18

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Cuando bajó, Changmin ya estaba ahí, con su ropa de oficina y una sonrisa agotada en el rostro. Jaejoong, que no se había molestado en cambiarse, se acercó a él bostezando y Min le ofreció su brazo para que caminara a su lado.

Jae se sonrojó, pero entrelazó el brazo con el de él y se recargó en su hombro mientras caminaban y le contaba lo pesado de su día, los pacientes que había atendido, los cursos que había preparado y lo mucho que tenía que estudiar para su examen de ingreso al posgrado. Unas chicas con uniforme de preparatoria pasaron a su lado y los vieron con sonrisas nerviosas y rostros enrojecidos, y Jae se sintió sonrojar otra vez al pensar que, quizá, desde afuera, podrían parecer una pareja.

Changmin escuchó con atención todo el camino, sonriendo y haciendo comentarios de vez en cuando, pero sin aportar mucho a la conversación. Y aunque Jaejoong no quería romper la atmósfera de falso romance que los envolvía, el bienestar de su amigo le importaba más.

—¿Te pasa algo, Minnie? Has estado especialmente ausente estos días —le señaló—. ¿Volviste a hablar con Jinri-ssi?

—¿Qué? —pronunció Changmin, desconcertado, como si hubiera interrumpido sus pensamientos— ¡Ah! No, no. Las cosas siguen igual con ella. Ya hace casi dos semanas que no hablamos.

—Pero aún la ves, ¿cierto? —preguntó Jaejoong, sujetando con más fuerza el brazo de su amigo—. Supongo que te lastima verla tanto y no poder hacer nada.

Changmin suspiró.

—Sí, la veo en la oficina —respondió resignado—. Y sí, es incómodo y duele un poco, pero supongo que solo tengo que aprender a vivir con ello. De verdad ya no quiero seguir insistiendo, estoy cansado.

Jaejoong asintió.

—¿Quieres hablar de eso? —preguntó al tiempo que doblaban en una calle y veían el puesto de tteokbokki a unos metros de ellos— Siempre estoy aquí para escucharte.

Changmin sonrió y afianzó más el agarre de sus brazos, inclinando la cabeza para besar la coronilla de Jaejoong, que descansaba su cabeza en su hombro.

—Lo sé, Boo —respondió—, pero justo ahora estoy tranquilo con mi decisión. No necesito hablarlo.

 

Changmin no solía tomar en días de oficina. Algunas veces bebía una cerveza o dos, quizá podía permitirse un trago de makgeolli o unos pocos vasos de soju, pero nunca más que eso. De modo que, esta vez, mientras veía las botellas vacías acumularse frente a su amigo, Jaejoong supo que algo andaba mal.

—¡Ajumma! —llamó Changmin en una voz cantarina, alzando su vaso vacío por encima de su cabeza— ¡Otra botella por favor!

Jaejoong se levantó de su asiento y forzó a Changmin a bajar la mano, haciéndole una reverencia a la ajumma y diciéndole que, por el momento, su amigo ya había tomado suficiente. La mujer rió un poco y Jaejoong sintió como Changmin lo tomaba del brazo y lo sentaba en su regazo.

—¡Changmin! ¡No hagas eso! —exclamó molesto mientras se ponía de pie nuevamente.

—¿Por qué? —preguntó el menor, tratando de parecer desafiante, pero logrando solo verse patéticamente borracho— ¿Cuál es el problema?

—¿Para eso querías que salieramos, idiota? —lo acusó Jaejoong enojado, regresando a su silla— ¿Para que me hicieras pasar vergüenzas frente a desconocidos?

Changmin lo miró desconcertado por unos segundos y después, agachó la cabeza y pidió una disculpa.

Jaejoong solo resopló. La noche había comenzado tan perfectamente, no sabía en qué momento todo se había salido de control.

Changmin había pedido una botella de soju con sus tteokbokki y la compartieron, luego pidió una segunda y Jae, sin darle mucha importancia, tomó solo uno o dos vasos y continuó charlando, pero no se percató cuando Changmin pidió la tercera, ni las siguientes. Solo notó de repente que su amigo arrastraba las palabras, que había cuatro botellas vacías frente a él y otra a medias en su mano, y que él, Jaejoong, había dejado de tomar al menos una hora atrás.

—Voy a pedir un puto taxi —dijo Jaejoong furioso, tomando su celular—. Te voy a llevar a tu dormitorio y te juro que no voy a volver a salir contigo jamás. ¡Idiota!

—Perdóname, hyung —dijo Changmin, mirándolo con ojos de cachorrito triste—. No voy a volver a hacerlo, lo prometo.

Jaejoong volvió a resoplar, molesto; pero no pudo evitar notar el honorífico.

—¿Por qué te hiciste un tatuaje con Yoochun? —preguntó el menor, tomando a Jaejoong desprevenido.

—¿Por qué preguntas eso tan de repente? —dijo Jae con el ceño fruncido.

—No he podido dejar de pensar en eso —respondió Changmin, mirando al suelo—. He tratado de no darle importancia, pero no puedo. Un tatuaje es para toda la vida, hyung… ¿Qué…? ¿Qué significa esto…? ¿Por qué…?

Jaejoong se quedó congelado en su lugar. El enojo se esfumó de su cuerpo en un instante mientras veía a Changmin frente a él, encorvado en su asiento, mirando hacia abajo.

—Minnie… —pronunció preocupado.

Changmin alzó la mirada hasta encontrarse con la de él, tomó aire, tragó saliva, y de un momento al otro, pareció menos borracho.

—Hyung, puedo hablar de todo contigo, ¿verdad? —preguntó con una expresión entre la preocupación y el dolor—. Hace días que quería discutir esto, pero sé que no es mi lugar opinar sobre lo que haces con tu cuerpo, y…

Jaejoong continuaba sin moverse, observando a su amigo, sin saber qué decir. Changmin respiró hondo antes de continuar:

—Yo… yo siempre te voy a apoyar pero… —hizo una pausa para pasarse la lengua por los labios— ¿Por qué con Yoochun? ¿Por qué él es tan importante cómo para tener un tatuaje juntos? Solo… solo quiero saber que… No quiero exigir algo que… pero porque conmigo no…

—Minnie, respira hondo —Jaejoong recorrió su silla para quedar más cerca del menor y posó la mano en su antebrazo. Changmin miró el agarre y comenzó a respirar lenta y profundamente. Ambos solían hacer eso para darle claridad a sus pensamientos. Unos segundos después continuó hablando, esta vez con más claridad.

—Mañana me voy a arrepentir de haber dicho esto —dijo Changmin con una expresión preocupada—, pero necesito saber por qué Yoochun es más importante que yo.

Jaejoong sabía que su amigo le estaba abriendo su corazón en un momento vulnerable, pero aquella frase era tan absolutamente absurda, que le resultó cómica y se echó a reír. Changmin solo lo miró con una expresión perpleja.

—¿Te estás burlando de mí? —preguntó molesto, y nuevamente Jaejoong escuchó el alcohol en su voz.

—Sí, estúpido —respondió el mayor, acercando aún mas la silla hacia su amigo y rodeándolo con sus brazos, hundiendo el rostro en su hombro—. No hay nadie en todo el maldito mundo que sea más importante que tú, pedazo de imbécil.

Jaejoong sintió como Changmin se tensaba en su abrazo, pero unos segundos después lo sintió relajarse. El abrazo no les permitía ver el rostro del otro, Changmin miraba frente a él y Jaejoong, que descansaba la cabeza en su hombro, miraba hacia el lado contrario, con una sonrisa conmovida y el corazón latiendo desesperado en su pecho.

Había varias mesas ocupadas en el puesto de tteokbokki, pero Changmin no era el único borracho y seguramente no sería la primera ocasión que una situación como esa se daba en el lugar.

—A mí no me tratas como a ellos, hyung… —dijo Changmin de repente—. Hace mucho que lo noto pero me parecía infantil decir algo al respecto.

—¿A qué te refieres? —preguntó Jaejoong desconcertado, tratando de alzar el rostro para encontrarse con el de su amigo, pero siendo detenido a medio camino por la mano de Changmin que volvía a acomodarlo en su posición, haciéndolo entender que, por el momento, necesitaba que no lo mirara.

—¿Sabes cuántas veces al día les dices que son guapos? –preguntó Changmin— La última vez que me lo dijiste a mi, aún vivíamos en Gongju. Y está bien, entiendo que…

—Minnie… —lo interrumpió Jaejoong con una voz conmovida.

—No, déjame hablar o no volveré a tener el valor para hacerlo —dijo Changmin en una voz firme—. ¿Has notado que siempre soy yo quien te abraza a ti? ¿O quién envía el primer mensaje? ¿O que soy siempre yo quien quiere hacer cosas tú y yo solos? Y tú siempre me dices “Otro día, Minnie, hoy quiero ir a Micky’s”, “Hoy salgo con Chunnie”, “¿Y si invitamos a los demás?”

—Changmin, no es lo que…

—Te escribo que te extraño y solo respondes “Me ves todos los días” —continuó Changmin, con un tono entre el dolor y la exasperación—. ¿Y qué si te veo todos los días? De todos modos te extraño, ¿Es que acaso tu no me extrañas a mí?

—Minnie…

—Todas y cada una de las decisiones importantes de mi vida las he tomado contigo en mente —continuó Changmin, como si no pudiera detenerse—. ¡Y eso es cosa mía! Tú no me obligaste y yo no tengo derecho a exigirte nada, pero de verdad… siempre se ha tratado de tí, todo se ha tratado de tí. De estar cerca tuyo. Incluso entré a esta universidad porque era donde estabas tú y aún así no puedo… alcanzarte… es como sí siempre estuviera sólo estirando el brazo hacia ti, pero apenas te rozara.

Jaejoong se quedó inmovil, sujeto aún en el abrazo, sin atreverse a mover un solo músculo.

—Eres la persona más importante en mi vida y… —la voz de Changmin parecía estar a punto de quebrarse— Sé que también lo soy para tí, pero… a veces… no lo siento. A veces… a veces pienso que lo que siento por tí es unilateral.

Por unos segundos, Jaejoong no tuvo muy claro qué era lo que estaba sintiendo. En su interior se acumulaban un montón de emociones contradictorias, dolor, amor, miedo, euforia. Sintió sus ojos llenarse de lágrimas y una sonrisa enorme extenderse por su rostro.

—Lo lamento, hyung —dijo Changmin, y Jae pudo escuchar la vergüenza en su voz— Sé que no estoy en derecho de… solo…

Jaejoong hundió el rostro en el hombro de Changmin, negando con la cabeza, secando sus lágrimas en la camisa de su amigo y sintiendo como la esperanza, que hasta aquel día no había sido nada más que un cuento de hadas, agrietaba las barreras que protegían su corazón.

Respiró hondo y rompió el abrazo, irguiéndose en su asiento para ver el rostro avergonzado de su amigo.

—Tu eres el más guapo de todos ellos —dijo Jaejoong sosteniendo el rostro de Changmin con ambas manos—. No sólo de ellos; eres el hombre más guapo que he visto nunca.

—Hyung, no se trata de eso… —Changmin evitaba su mirada, claramente avergonzado.

—Yo no inicio los abrazos —lo interrumpió Jaejoong—, porque si lo hiciera, no te soltaría nunca.

Changmin lo miró a los ojos y Jaejoong le sonrió entre lágrimas.

—Y nunca has tenido que alcanzarme, Minnie —continuó—. Siempre me has tenido en tus manos.

Jae vió los ojos de Changmin comenzar a inundarse en lágrimas y sintió como su amigo lo sujetaba por la cintura y lo estrechaba contra él, y antes de darse cuenta, los dos estaban sumergidos en un abrazo y derramaban lágrimas mientras reían y hacían bromas sobre lo estúpidos que se veían.

Aquella noche volvieron a dormir juntos, Jaejoong, con Changmin acurrucado a su lado, observó el narciso en su mesa de noche por largos minutos hasta quedarse dormido con una sonrisa en el rostro y con un quizás en los labios.

 

Soñó con sonrisas de ojos disparejos, con besos en la coronilla y con largos paseos entre verdes parajes, pero incluso en sus sueños, algo dentro de toda aquella dicha parecía fuera de lugar.

Despertó al sentir como Changmin se levantaba y lo observó entrar al cuarto de baño. El reloj marcaba las 3:46 am.

Min volvió a la habitación con el sueño reflejado en el rostro y con cuidado, pasó por encima de Jaejoong para recostarse en el lado libre de la cama, junto a la pared, pidiendo disculpas entre susurros por haberlo despertado. Jae solo sonrió y bostezó grandemente al tiempo que su amigo se arropaba bajo las mantas.

Súbitamente, sintió como Changmin lo tomaba por la cintura y lo estrechaba contra él con fuerza, besando su mejilla una vez trás otra como si de repente hubiera sentido un arranque de amor. Y Jaejoong rió en voz alta y lo dejó hacer.

Min lo soltó y tomó lugar a su lado, bostezando y preguntando cuantas horas podrían seguir durmiendo, y Jaejoong no supo por qué, pero comenzó a hablar.

—Minnie —lo llamó, y notó como Changmin hacía un ruido para indicar que lo escuchaba—. ¿Qué pasa con Jinri-ssi?

Aún cuando no podía ver a su amigo detrás de él, lo sintió tensarse ante la pregunta.

—¿Por qué preguntas eso, Boo? —Jaejoong se encogió de hombros.

—¿Aún estás enamorado de ella? —Por supuesto, era muy pronto para hacer esa pregunta; habían pasado menos de dos semanas de que no estaban en contacto, pero aún así, necesitaba una respuesta y necesitaba escucharla directamente de él.

Jae no era tan tonto como para converserse a sí mismo de que las palabras que Changmin le había dedicado esa noche cargaban romance, pero… cuando las dijo, pudo sentir la genuinidad de sus sentimientos, la verdad en su voz; Jaejoong era la persona más importante en su vida y quizá… solo quizá…

Changmin suspiró.

—Sí —respondió y Jae sintió una conocida punzada en el pecho—. Va a tomar un tiempo dejar de sentirme así, pero…

Changmin se quedó callado.

—...¿Pero? —preguntó Jaejoong en un susurro.

—¿Recuerdas lo que me dijiste el año pasado? —preguntó Changmin en voz baja, como si hablara consigo mismo—. ¿Cuando peleamos?

Jaejoong no respondió, no tenía muy claro a lo que se refería.

—”Eso no es amor. Es limerencia” —lo citó el menor, aún hablando entre susurros, y Jae lo recordó claramente.

Aquel término lo conoció en una clase de psicología de la sexualidad humana, un par de semestres antes de graduarse. No era una categoría clínica oficial, sino un concepto teórico sobre las emociones y las relaciones humanas. Consistía en un estado emocional y obsesivo del enamoramiento, caracterizado por un fuerte deseo de reciprocidad y la idealización del otro. No era propiamente amor, sino un anhelo desesperado e irracional de ser correspondido.

Jaejoong jamás olvidaría aquella clase en que se discutió el concepto y cómo, súbitamente, la imagen de Changmin enamorado de una sunbae con la que no tenía nada en común, lo invadió por completo.

—Nunca debí decir eso —dijo Jaejoong con un tono avergonzado–. No me corresponde a mi opinar sobre tus sentimientos, lo dije porque estaba…

—Está bien, hyung —lo interrumpió Changmin—. Sé que no lo recuerdas, pero ya me habías pedido perdón por esto.

Jaejoong se sorprendió al escuchar aquello. Tenía perfectamente claro cuando había pedido perdón por ello; fue aquella noche, en la cama de Changmin, rodeado por sus brazos, mientras trataba de calmar a su cuerpo excitado.

Siempre pensó que Changmin había decidido fingir que aquello no había sucedido, pero entonces… ¿Pensaba que Jae no lo recordaba?

—Quiero hacerlo otra vez —dijo Jaejoong, sacudiendo aquellos recuerdos y dándose la vuelta para quedar de frente a su amigo—. Fue arrogante e inmaduro de mi parte, nunca debí decir aquello, yo solo… de verdad lo lamento, Minnie.

Changmin sonrió y alzó la mano para acariciar su cabello y Jae sintió que se derretía en el tacto.

—Está bien, hyung —repitió el menor, sonriendo—. Es solo que…

Changmin se pasó la lengua por los labios, rompió el contacto y se acomodó boca arriba sobre la cama, con los brazos bajo su cabeza.

—A veces me pregunto si es eso lo que me pasa —confesó—. No puedo entender porque me siento así, ni siquiera he tenido una cita con ella, no sé cuál es su color favorito o qué música le gusta, sólo…

Jaejoong observó el rostro de su amigo y pudo ver la confusión en él, y aquella chispa de esperanza que se había encendido en su pecho unas horas atrás, pareció iniciar una pequeña llama en él. Y los recuerdos de aquella noche en el dormitorio de Changmin, volvieron a golpearlo:

“Minnie. Bésame, en los labios”

“No puedo hacer eso Jae”. “Porque, si lo hago, voy a terminar enamorado”.

Quizá Changmin solo estaba confundido. Quizá estaba luchando con algo dentro de él, algo que no lo dejara cuestionar sus sentimientos…

Quizá solamente necesitaba mantener la distancia con Jinri, como lo estaba haciendo ahora, y eventualmente, aquella necesidad de ella se desvanecería. Y quizá, una vez que eso pasara, con tiempo y paciencia, se permitiría analizar lo que sentía por él.

—No pienses mucho en eso, Minnie —le dijo Jaejoong con la voz cargada de ternura—. Deja de analizarlo y permítete sentirlo. Quizá con el tiempo tome más claridad.

“Quizá tome más claridad lo que sientes por ella.

Quizá tome más claridad lo que sientes por mi”

 

창민

Recuerdos teñidos de lágrimas,

esta voz persistente en mis oídos.

 

De alguna manera, aquel momento había quedado grabado por siempre en su memoria.

Pocas veces se permitía revisitarlo, pero cuando lo hacía, podía incluso sentir el sabor a frambuesa en los labios, el cosquilleo en las manos, el calor en la piel.

Recién tenía 15 años y estaba a apenas dos semanas de mudarse a Ansan, por lo que sus amigos decidieron hacer una fiesta de despedida. El proyecto comenzó como algo inocente, pero se salió un poco de control cuando los padres de Junsu y Junho tuvieron que salir de la ciudad y sin saberlo, les dejaron el camino libre para un evento sin supervisión.

Eunhye, la mayor del grupo, llevó una botella de vodka de frambuesa que su hermana mayor le había ayudado a comprar y todos se reunieron en la mesa de la cocina mientras Jae, que recién hacía poco había vuelto a sonreír, bailaba y llenaba sus vasos del líquido.

Era la primera vez que la mayoría de ellos probaba el alcohol y todos se esforzaban en verse adultos y experimentados cuando lo hacían. La estrategia de Changmin, era parecer desinteresado. Desinteresado en el alcohol, en las pláticas subidas de tono y en Jaejoong moviendo la cadera y mordiéndose el labio mientras bailaba.

Había una sola botella y diez adolescentes en el lugar, de modo que el líquido no les duró mucho tiempo, pero sus efectos sí. Los amigos reían, bailaban y algunos incluso hacían su mejor intento por coquetear. Yeonhee, que llevaba meses tratando de llamar la atención de Junho, los hizo sentar a todos en un círculo en el suelo y comenzó a girar la botella vacía en el centro.

Al principio hubo protestas, porque aunque no quisieran aceptarlo, la mayoría de ellos no había besado a nadie aún, pero Jaejoong propuso modificar las reglas para hacerlos sentir más tranquilos: sólo jugarían dos rondas, y todos tendrían derecho a decir no, una sola vez.

Junsu dijo que no cuando en su turno, la botella apuntó a Changmin, y Changmin dijo que no cuando apuntó a Eunhye, pero Junho besó a Seol, Junsu besó a Yoona y Jaejoong se encogió de hombros y besó a Soojin, diciendo que sería su primer beso con una chica; pero cuando Jae giró la botella y apuntó a Changmin, el menor, que llevaba largo rato esperando por esa oportunidad, sintió que el corazón le latía tan fuerte que todos podían escucharlo.

—¡Omo! —dijo Jae mirándolo a los ojos y sonriendo con picardía— Supongo que este es mi turno de decir no.

 

재중

Cubrió por completo todo frente a mis ojos,

ese patrón floral que florece con tanto brillo.

Como en una escena de amor… me quedé sin aliento.

Te amo, te amo, te amo, te amo por siempre.

 

Años después, Jaejoong habría aceptado el recuerdo de aquellos días como algo imborrable, porque incluso si tratara de olvidarlo, lo llevaba marcado en la piel.

3 días para la catástrofe

Aquello no estuvo planeado en lo absoluto, fue completamente espontáneo, impulsivo. El rostro de Changmin al proponerlo lo confirmaba.

Su amigo trataba de parecer tranquilo, inafectado, pero Jaejoong podía ver el nerviosismo en él, quizá era la forma en que sus labios parecían querer fruncirse, o las manos en sus bolsillos, o el leve balanceo de su cuerpo.

—Minnie, pero… le tienes fobia a las agujas —dijo Jaejoong sorprendido.

Changmin asintió, mirando hacia un lado, tratando de parecer relajado y quizá, si fuera otra persona quien lo observara, lo habría logrado.

—No es tan grave, hyung —le dijo su amigo, y Jaejoong lo vio humedecer sus labios—. Hay personas que la pasan peor que yo. Si me mentalizo puedo hacerlo, pero sólo si tú también quieres.

Se encontraban en una calle comercial de Itaewon, rodeada de bares y restaurantes de moda, habían ido ahí para que Jaejoong le comprara un regalo de cumpleaños a su hermana, cuando, de un momento a otro, Changmin se había detenido frente al pequeño estudio y simplemente había hecho la propuesta.

—No es que no quiera, pero…

Changmin sonrió, y Jaejoong pudo percibir un muy leve temblor en el gesto.

—Está bien, Boo. No tenemos que hacerlo —lo interrumpió—. ¿Nos vamos?

Su amigo dió un paso, dispuesto a continuar su camino, pero Jaejoong lo tomó del brazo impidiéndole avanzar.

—Sí quiero, Minnie.

El rostro de Changmin rompió en una enorme sonrisa, uno de sus ojos se cerró más que el otro y Jaejoong, que sentía que el corazón se le salía del pecho, sonrió con la misma intensidad.

—¿Seguro, Boo? —preguntó Changmin, observando su rostro con cuidado, buscando en él algún signo de duda— No me gustaría que hicieras esto sólo porque yo quiero.

—Estoy seguro —respondió Jaejoong con una sonrisa y con las mejillas enrojecidas—. Sólo me preocupas tú. Cada vez que recibes una inyección la pasas fatal, y un tatuaje puede dar incluso más miedo; la máquina hace ruido y…

—Estaré bien, hyung —dijo Changmin con una sonrisa tranquilizadora— Si es algo pequeño, puedo manejarlo.

Una hora más tarde, Jaejoong tuvo que hacer a Changmin sentarse en la terraza de un café frente al estudio, lo hizo beber agua y lo abanicó una y otra vez con las hojas de indicaciones que les habían entregado. Changmin estaba pálido, sudaba frío y respiraba pesadamente, pero tenía una sonrisa en el rostro y, en su piel, unos centímetros por encima del doblez del brazo izquierdo, la inicial de Jaejoong, que hacía juego con la propia en el brazo de su amigo.

 

32 horas para la catástrofe

—La orientación sexual es un espectro —dijo Yoochun, haciendo una pausa para beber su cerveza—. Quizá tenemos una inclinación prominente hacia un género, pero no tiene que ser cien por ciento definitivo. Yunho es un buen ejemplo, de hecho.

—¿Yo? —preguntó Yunho, y Junsu se echó a reír al ver la expresión descolocada en su rostro.

Yoochun asintió.

—Tu también eres un buen ejemplo, Su —dijo Yoochun con una sonrisa y el aludido lo miró tan desconcertado como Yunho lo había hecho—. Ahora que lo pienso, todos somos un buen ejemplo.

Estaban sentados en el comedor de Micky’s, con cervezas en sus manos y ramyeon seco en el centro de la mesa. No hacía mucho que habían comenzado a beber y la conversación, espontáneamente, había llegado hasta ahí.

—¿A qué te refieres? —preguntó Changmin con curiosidad.

—El grupo está muy equilibrado —comenzó Yoochun— Boo y yo somos gays, Yunho y Junsu son bisexuales y tu eres heterosexual. Y coincidamos o no con la preferencia sexual del otro, te puedo asegurar que nuestras experiencias son completamente diferentes.

—No estoy entendiendo del todo —dijo Junsu con un rostro pensativo.

Yoochun tomó un trozo de ramyeon y lo masticó ruidosamente antes de responder.

—Por ejemplo, Boo y yo —dijo Yoochun apuntando al aludido—, podrías decir que somos muy parecidos: ambos somos gays, llevamos años fuera del clóset, estamos muy en paz con nuestra sexualidad e incluso nos gustan el mismo tipo de hombres, pero aún así, nuestro camino al descubrimiento sexual fue completamente diferente.

—¿En qué sentido? —preguntó Yunho.

—Cuando yo era niño me gustaban las chicas —comenzó Yoochun—. En mis primeros años de pubertad también, incluso llegué a tener una novia en la secundaria, pero después me enamoré de un amigo y desde entonces, fui perdiendo interés en las mujeres hasta que, eventualmente, no volvió a atraerme ninguna.

—¿Pero no sentías atracción por los hombres cuando niño? —preguntó Junsu.

—Solo por H.O.T. —respondió Yoochun, haciendo reír a todos—. Y fue muy difícil para mí llegar a las paces con el hecho de que, lo que sentía, no era solo admiración, era atracción sexual. Con frecuencia me ponía nervioso al verlos mostrar piel y cuando más tarde comenzó a gustarme mi amigo, traté de convencerme de que era solo una muy fuerte amistad, pero un día tuve que aceptar que, si solo fuera amistad, no me estaría preguntando cómo se sentiría besarlo.

Los amigos asintieron con expresiones serias. Changmin pareció especialmente pensativo.

—Boo en cambio, nunca tuvo dudas sobre su sexualidad —apuntó Yoochun y Jaejoong asintió.

—Nunca me ha gustado una mujer —explicó el mayor—La primera persona que me gustó en la vida fue Taehyun-hyung.

—¿Tu vecino? —preguntó Junsu—. ¿No era como 10 años mayor que nosotros?

—Sí, pero me gustaba mucho —dijo Jaejoong con una sonrisa divertida—. ¿Lo recuerdas, Minnie?

La pregunta pareció tomar a Changmin desprevenido, incluso se sobresaltó un poco, pero pronto tomó el hilo de la conversación y respondió:

—Claro. Boo tenía cerca de 7 años y estaba enamoradísimo de él —dijo el maknae—. Le gustaba especialmente verlo con el uniforme de la preparatoria.

Los amigos rompieron en risas al escuchar aquello.

—¿Pero de verdad nunca te gustó una chica? —preguntó Yunho cuando las risas cedieron— ¿Ni una sola?

Jaejoong negó con la cabeza.

—Siempre digo que salí del closet a los 14 años —comentó—, pero en realidad, creo que nunca estuve dentro. Cuando era más chico, mis papás pensaban que simplemente no me interesaban las chicas aún y en cuanto me dí cuenta de que esperaban que eso cambiara, me armé de valor y les dije que no iba a pasar porque me gustaban los chicos.

Changmin y Junsu asintieron, recordando aquellos tiempos, la confusión que predominaba en la casa de Jae y la determinación con la que el chico mantenía su postura: No, no le gustaban las chicas y eso no iba a cambiar.

—Es a lo que me refiero —apuntó Yoochun—. A pesar de que Boo y yo, actualmente, tenemos una preferencia sexual casi idéntica, a lo largo de nuestras vidas ha sido diferente.

—Pero eso es solo porque son diferentes personas —apuntó Yunho, y Yoochun asintió.

—Precisamente —respondió—. No hay dos personas iguales y por ello mismo lo sostengo, la orientación sexual es un espectro. Todos estamos en un punto diferente del mismo.

—La escala de Kinsey —apuntó Jaejoong, usando aquella voz profesional que surgía cada vez que hablaba sobre psicología—. Propone que la sexualidad no es binaria y es más una escala o como dice Chunnie, un espectro. Cada persona se siente atraída en mayor o menor grado por un género u otro, e incluso, hay algunas que no sienten atracción sexual en absoluto.

Junsu y Yunho se mostraron sorprendidos, sus labios enmarcaron una O.

—¿Cómo funcionamos en este ejemplo Su y yo? —preguntó Yunho completamente sumergido en la conversación.

Yoochun asintió y bebió un trago de su cerveza antes de responder.

—Ustedes son el mejor ejemplo, porque a pesar de ambos ser bisexuales, sus experiencias distan completamente de la del otro —apuntó y después se dirigió a Junsu–. Su, corrígeme si me equivoco, pero creo que a tí primero te gustaron los chicos ¿no? Una vez dijiste que descubriste que también te gustaban las mujeres hasta que ya eras adolescente.

Junsu asintió seriamente.

—Comencé a notar que me gustaban los chicos a los… diez años quizá —respondió Junsu, concentrado, poniendo una mano bajo su barbilla—. Aunque me daba mucho miedo que la gente lo supiera, mis padres son religiosos y en la iglesia siempre decían que eso estaba mal.

Yoochun acarició la espalda de Junsu, ofreciéndole confort, pero el menor solo sonrió y continuó, no parecía triste en absoluto:

—A los 16 años, en una fiesta jugamos a la botella, ¿recuerdan? ¿Min, Jae-hyung? —Jaejoong entrecerró los ojos, como haciendo un esfuerzo por recordar. Changmin asintió—. Y besé a una chica por primera vez. Me gustó mucho, fue entonces que descubrí que me gustaban las chicas también.

—Para tí fue todo lo contrario, ¿No es así, Yunho-hyung? —preguntó Yoochun, y el mayor asintió.

—A mi no me llamó la atención ningún hombre hasta la universidad —apuntó Yunho—. Comencé a sentir curiosidad un día que acompañé a Junsu a una fiesta y lo ví besándose con… ¿Quién era?

—Creo que era Donghae —respondió Junsu y Yunho asintió.

—Me quedé pensando en ese beso por meses, preguntándome cómo sería besar a un chico—continuó Yunho—. Poco después los conocí a ustedes y los ví tan cómodos con su sexualidad, que eventualmente, me dí cuenta de que yo también quería experimentarlo, y cuando lo hice, lo disfruté.

—De hecho, eso es parte de mi teoría —dijo Yoochun—. La orientación sexual tiene que ser un espectro, por eso hay personas que no se sienten atraídas por un género hasta que se da algún evento en particular, como Yunho que vió ese beso.

—Algunas veces me pregunto qué hubiera pasado si jamás hubiera visto algo así —comentó Yunho, con una expresión seria—. Quizá nunca habría notado que soy bisexual, o quizá habría terminado por notarlo muy tarde, a los cincuenta años o algo así.

—Nunca es tarde —intervinó Jaejoong—. La sexualidad es algo mucho más complejo de lo que pensamos. Creo que Chunnie tiene un punto. En terapia a veces se escuchan historias impresionantes, gente que vivió matrimonios felices y plenos y que en la tercera edad, tras enviudar, se enamoraron del vecino amable, que curiosamente, era de su mismo sexo.

Yoochun sonrió conmovido al imaginarlo.

—Creo que me va quedando más claro —apuntó Junsu—. Es como si, en cada persona, se manifestara de una forma diferente, y como si no conociéramos todas las formas en que puede mostrarse.

—¡Exacto! Hay gente que lo descubre en la adolescencia, otras en la adultez o en la vejez, supongo que algunas incluso mueren sin descubrirlo —explicó Yoochun—. No hay dos casos iguales, por eso dije que tú y Yunho-hyung son el mejor ejemplo. A pesar de ambos ser bisexuales, sus experiencias son prácticamente opuestas ¡Y sus gustos también!

Junsu rió a carcajadas y Yunho miró a Yoochun con una expresión curiosa, como si no entendiera a lo que se refería.

—¿No lo has notado? —preguntó Yoochun divertido—. Los gustos de Su son mucho más amplios que los tuyos. A él le gustan los hombres de aspecto masculino, los hombres de aspecto femenino, las mujeres que se ven femeninas y las mujeres que se ven masculinas.

—¡Pero tienen que ser muy guapos! —agregó Jaejoong—. Nuestro Su tiene un gusto impecable.

Junsu se echó a reír nuevamente.

—Y a ti, hyung —continuó Yoochun apuntando a Yunho con una expresión divertida—. A ti solo te gustan las mujeres muy femeninas y los twinks.

Jaejoong y Junsu se echaron a reír a carcajadas y Changmin los observó con cara de desconcierto.

—¿Qué es un twink? —preguntó y los demás rieron otra vez.

—Así se le dice a los hombres que entran en cierto estereotipo gay —explicó Jaejoong con una sonrisa— Usualmente son delgados, lampiños, con un rostro bonito…

—Hombres que encajan bien con lo que, estereotípicamente, se esperaría de un pasivo —aportó Yoochun entre risas.

—¿Como Heechul-hyung? —preguntó Changmin y la sala explotó en risas

—¡Exacto! —exclamó Yoochun, y cuando las risas cedieron, apuntó a Changmin—. Pero volviendo al tema original, tu no te salvas de este ejemplo, Minnie. Eres el único heterosexual del grupo, lo que quiere decir que eres el objeto de estudio mas interesante.

Los amigos volvieron a reír, Junsu de manera especialmente escandalosa. Changmin reía con los brazos cruzados sobre su estómago, y mirando a Yoochun, asintió, cómo indicando que podía preguntar, pero Jaejoong, al igual que pocos días atrás, frente al estudio de tatuajes, notó algo ligeramente fuera de lugar.

—Contigo siento especial curiosidad —dijo Yoochun cuando las risas cesaron—, porque creciste al lado de Jae y desde siempre supiste que a él le gustaban los chicos, ¿Nunca te preguntaste si a ti también podrían gustarte?

—Claro. Unas cuantas veces cuando era chico —respondió Changmin encogiéndose de hombros—. Tu lo has dicho, estaba muy cerca de Jae y por supuesto notaba que nuestros gustos eran muy distintos. Más de una vez me pregunté qué pasaría si a mi también me gustaran los chicos.

—Sí, pero… —dijo Yunho, inclinando la cabeza hacia un lado, cómo buscando las palabras correctas— Una cosa es preguntarselo de un modo, no sé… ¿teórico?, pero la pregunta es más si alguna vez hubo algún chico que te hiciera dudar.

Changmin se pasó la lengua por los labios y reacomodó su postura en la silla. Su cabeza también se inclinaba hacia un lado, cómo valorando la pregunta, pero continuaba con los brazos cruzados.

—No al punto de pensar que podía no ser hetero —explicó Changmin—, pero claro, unas cuantas veces he notado que algún hombre es atractivo.

—¿Qué tanto? —preguntó Junsu riendo, y por algún motivo, Jaejoong lo agradeció, por un momento le pareció que el ambiente comenzaba a tensarse, pero pensó que quizá lo estaba imaginando.

—Mmm… —dijo Changmin, otra vez ajustando su postura— No sabría muy bien decirlo, pero hay unos pocos hombres que me han hecho querer… ¿seguir mirándolos?… ¿Es eso raro?

—No —respondió Jaejoong—. A mi me pasa eso con algunas mujeres.

Y era cierto; pero aún así, cuando Jaejoong dijo aquello, sintió como si estuviera lanzándole a Changmin una cuerda, y por la sonrisa que su amigo le dedicó, pensó que, de hecho, Changmin la había sujetado.

Junsu hizo un ruido de fastidio y apuntó a Changmin, acusatoriamente.

—¡Estoy seguro de que todos esos hombres son twinks! —le espetó, y los demás se doblaron en risas.

—¡Apuesto a que sí! —dijo Yoochun divertido—. ¿Tienes algún ejemplo, Minnie?

Changmin también rió y asintió antes de responder:

—Heechul-hyung, de hecho

—¡Twink! —gritó Junsu y la sala explotó en carcajadas.

—Taemin, de Shinee —apuntó Changmin riendo con ellos, sujetando su estómago con ambos brazos.

—¡TWINK! —gritaron Junsu y Yoochun. Yunho tenía el rostro rojo y se doblaba de risa en su asiento, Jaejoong reía tan fuerte que no podía hablar.

—Y Jaejoong hyung, claro —dijo Changmin cómo quien hablaba del clima, y por menos de un segundo, mientras Jae sentía que se quedaba sin aliento, pareció que los amigos dejarían de reír, pero, en cambio y como si de algo ensayado se tratara, Yunho, Yoochun y Junsu gritaron al unísono:

—¡TWINK!

 

26 horas para la catástrofe

—¿Te lavaste las manos? —preguntó en cuanto Changmin salió del baño. Apenas su amigo lo vio, una sonrisa enorme se cruzó por su rostro.

—¡Dos! —dijo Changmin sonriente, mostrándole 2 dedos de su mano derecha.

Jaejoong se echó a reír.

—¿Dos veces? —preguntó sonriente— ¡Aigo! ¡Mi Minnie Mouse! ¡Te ves tan lindo!

Changmin dio un paso hacia él y lo abrazó, sacando a ambos de balance y Jaejoong, riendo, se esforzó por lograr que se mantuvieran en pie. El maknae había tomado más que todos los demás y llevaba largo rato arrastrando las palabras y tambaleándose al caminar.

—Hyung —le susurró Changmin en el oído, sin dejar de abrazarlo—. Estoy muy borracho.

—¿Tú crees? —le preguntó divertido, y Changmin, sin soltarlo, lo miró a los ojos y asintió. —¡Aigoo! ¡No puedo! ¡Te ves demasiado adorable!

Changmin sonrió aún más ampliamente y escondió el rostro en el cuello de Jaejoong, que le acarició la espalda sin dejar de sonreír.

—Vamos, los demás nos están esperando —dijo Jaejoong, al tiempo que, sin romper el abrazo, comenzaba a guiar los pasos de ambos hacia la sala, pero cuando apenas había logrado avanzar un poco, sintió como Changmin lo sujetaba más fuerte y dirigía el camino en el sentido contrario.

—¡Omo! ¡Minnie! ¿Te quieres dormir ya? —dijo Jaejoong al notar que Changmin los hacía entrar a la habitación de Yoochun—. Sabes que Chunnie no te va a dejar dormir en su cama. Vamos a la sala y te preparo el futón.

Changmin continuó haciéndolo caminar hacia atrás, sin soltarlo y con el rostro parcialmente escondido en su cuello, negó con la cabeza. Las risas de Yunho, Yoochun y Junsu se escuchaban hasta la habitación.

—¿Qué pasa, Minnie? —preguntó Jaejoong entre risas cuando Changmin detuvo sus pasos dentro de la habitación—. ¡Ah! ¡Ya sé! Quieres que te haga “aigoo” ¿cierto?

El menor no respondió. Rompió parcialmente el abrazo para verlo a los ojos, pero dejó las manos sobre su cintura. Jaejoong lo miró y sintió cómo su pecho se llenaba de amor, cómo su corazón latía desesperado. Amaba tanto a ese hombre, que algunas veces, sentía que perdía la razón tan solo con mirarlo.

—Estás muy guapo —dijo Jaejoong en un susurro, colocando suavemente sus manos sobre el pecho del menor y alisando la tela de su camisa. No sabía muy bien que había tomado control de él y porque se había atrevido a decir aquello. Probablemente era la cercanía que habían recuperado, o las palabras de Changmin en el puesto de tteokbokki, o sus sutiles reacciones unas horas atrás, como las de quien carga con un secreto.

Changmin lo miraba fijamente sin decir palabra, su expresión era una que Jaejoong no recordaba haber visto jamás, tenía el ceño ligeramente fruncido y el fantasma de una mueca sobre los labios que humedecía nerviosamente con la lengua.

Pero Jaejoong no se alarmó, no tenía muy claro por qué, pero sabía que Changmin estaba bien. Le dedicó una sonrisa amorosa y enderezó el cuello de la camisa de su amigo.

—De verdad estás muy guapo, Minnie —dijo nuevamente, sin poder frenar sus palabras. Y entonces pasó, y no hubo nada que pudiera haberlo prevenido de ello.

Changmin usó el agarre en su cintura para halarlo hacia él, y sin la menor vacilación, lo besó en los labios.

Jaejoong jadeó sobresaltado justo antes de sentir el contacto, pero cuando lo sintió, fue cómo si todo a su alrededor desapareciera, como si lo único real fueran los labios de Changmin sobre los suyos, besándolo suave y lentamente, enviando corrientes eléctricas por todo su cuerpo, haciendo a su corazón latir acelerado, sus piernas temblar.

Los labios de Changmin, ligeramente ásperos, aprisionaban los suyos firmemente y Jaejoong, que no podía mover un solo músculo, pensó que eran lo más delicioso y placentero que había probado jamás, pero justo cuando sentía que comenzaba a tomar control de su cuerpo, Changmin rompió el beso y reposó la frente contra la suya, con los ojos cerrados.

Jaejoong continuaba congelado en su lugar, mirando a su amigo tan cerca que podía contar sus pestañas. Changmin respiraba profundamente, con los ojos cerrados y Jaejoong deseó que lo besara otra vez.

—Siempre quise hacer eso —dijo Changmin, sin abrir los ojos y Jaejoong sintió que su corazón se aceleraba tanto que moriría de una taquicardia.

—Changmin… —pronunció en un susurro, aferrando sus manos a los brazos de su amigo.

—¡Yah! ¡Jaemin-ah! —el grito de Junsu los sobresaltó y Changmin separó su rostro del de él. Ambos miraron a la puerta abierta de la habitación, y apenas lo hicieron, Junsu se asomó por ella.

—¡Están tardando demasiado! ¿Qué están haciendo? —preguntó Junsu, borracho y con una sonrisa divertida en el rostro.

Jaejoong se sintió enrojecer y se soltó rápidamente del agarre de Changmin, quien solo lo miró sin decir nada.

—¿Se estaban besando? —preguntó Junsu con una voz cantarina, frunciendo sus labios hacia ellos y haciendo fuertes ruidos de besos.

—¡YAH! ¡Dongsaeng! —le gritó Jaejoong ruborizado y Junsu se echó a reír.

—Vamos a la sala —dijo Junsu—. Chunnie los va a matar si sabe que estaban en su habitación.

Jaejoong asintió y se giró a observar a Changmin que lo miraba fijamente, con una expresión indescifrable.

—¿Vamos, Minnie? —preguntó Jaejoong con una sonrisa nerviosa, ofreciéndole la mano a su amigo.

Changmin sonrió apenas y tomó su mano y Jaejoong sintió que su corazón se aceleraba nuevamente ante el contacto.

Mientras caminaba detrás de Junsu, con la mano de Changmin firmemente aferrada a la suya, Jaejoong pensó que jamás lograría calmar a su corazón, a su cuerpo, a sus labios.

Lo había besado. Changmin lo había besado.

 

24 horas para la catástrofe

—¿Pasó algo entre ustedes? —preguntó Yunho súbitamente. Jaejoong casi deja caer la cerveza que sostenía en su mano.

Ambos estaban recargados en la encimera de la cocina, y Junsu, parado a un lado de la mesa del comedor, hacía el baile de Crayon Shin-Chan mientras Yoochun reía a carcajadas y Changmin a su lado, reía también, aunque algo distraído.

—¿Por qué lo preguntas? —dijo Jaejoong sonrojado.

—No te quita la vista de encima —respondió Yunho en un susurro, y se llevó la botella a los labios—. Y a ti te noto nervioso.

Jaejoong se mordió el labio. No sabía muy bien qué contestar, no sabía si quería que los demás lo supieran, de hecho; no estaba seguro cómo actuar aún. Suponía que debía hablarlo con Changmin, pero sería una muy mala idea hacerlo ahora que el menor estaba tan borracho.

—No tienes que decirmelo si no quieres —dijo Yunho—, pero nunca me he terminado de tragar ese cuento de que es heterosexual.

Jaejoong sorprendido, se giró a mirar a su amigo a los ojos, y esté tomó otro trago de su cerveza antes de pasarle el brazo por los hombros. Jaejoong, nervioso, miró a Changmin, quien lo observaba con la misma expresión seria de minutos atrás, cuando salieron de la habitación de Yoochun al lado de Junsu.

—Lo que dijo Chunnie hace un rato… —comenzó Yunho—. No sé, quizá haya algo que Minnie aún tenga que descifrar… o algo con lo que esté luchando.

Jaejoong no dijo nada y Yunho solo rió y se separó de él, gritándole a Junsu que no estaba haciendo el baile correctamente y uniéndose a él en la tarea. Yoochun reía a carcajadas y Jaejoong los observaba desde su lugar.

Changmin hizo contacto visual con él, y Jae, nervioso, le sonrió y se acercó a ellos en la mesa, pero cuando estaba apenas por tomar lugar en ella, Changmin estiró su brazo y le ofreció la mano. Jaejoong lo miró sin entender muy bien qué era lo que su amigo quería, pero aún así tomó su mano y apenas lo hizo, se sorprendió al sentir como Changmin tiraba de él y lo sentaba sobre su regazo.

Jaejoong abrió los ojos de par en par, sobresaltado, al tiempo que sentía como los brazos de su amigo se envolvían en su cintura y lo estrechaba contra él, dejando la espalda de Jaejoong contra su pecho. Junsu y Yunho hicieron contacto visual con él, desconcertados y Jaejoong estaba seguro que Yoochun, a su lado, lo estaba viendo con la misma expresión sorprendida.

De repente escuchó a Changmin suspirar y sintió como su amigo besaba su mejilla tiernamente, y Jaejoong pensó que el corazón se le saldría del pecho.

Junsu y Yunho habían dejado de bailar, pero continuaron hablando como si nada pasara, en un obvio intento de no hacer el momento incómodo para sus amigos.

Jaejoong jamás se sentaba en las piernas de Changmin. Lo hacía con el resto del OT5 de vez en cuando, pero nunca con el maknae. Aquel gesto, tan propio de una amistad cercana, era el único que no se permitía con su amigo. Cuando eran más chicos lo hacían con frecuencia, pero Jaejoong había comenzado a evitarlo desde que sus sentimientos hacia él cambiaron. Sentía pánico al pensar que, de hacerlo, sus pensamientos lo traicionaran y su cuerpo comenzara a reaccionar.

Jaejoong continuó sentado, tenso, sin moverse ni un centímetro, escuchando la respiración de Changmin en su oído y tratando de mantener las reacciones de su cuerpo a raya cuando, pocos minutos después, sintió como el agarre de su amigo se aflojaba y lo escuchó roncar. Se había quedado dormido.

Jaejoong, con sumo cuidado, retiró los brazos del hombre de su cintura y se levantó. Sin saber muy bien que hacer fue a la cocina y comenzó a limpiar el desorden en ella, sus manos temblaban y su corazón continuaba acelerado.

Yunho se le unió unos minutos después y comenzó a ayudarlo, ellos dos eran quienes menos habían tomado esa noche y tenían mejor control de sus movimientos. Junsu reía a carcajadas del rostro de Changmin que colgaba sobre su hombro, completamente dormido.

—Cualquier cosa con la que Changmin esté luchando —susurró Yunho, para que solo Jaejoong lo escuchara— Va perdiendo.

Yunho se arrepentiría por años de haber dicho aquellas palabras.

 

22 horas para la catástrofe

Fue la voz de Junsu, murmurando algo sobre jjampong y jjajangmyeon lo que lo despertó. Su amigo solía hablar dormido cuando estaba borracho. Jaejoong se incorporó ligeramente en el sofá para ver el reloj. 4:11 am, aún era muy temprano para levantarse. Apenas volvía a tomar posición cuando escuchó la voz de Changmin llamándolo.

—Hyung —susurró.

Jaejoong, que llevaba horas sin poder calmarse del todo, se sobresaltó al escucharlo, sintiendo el nerviosismo trepar por su cuerpo nuevamente, y con él, la placentera sensación cosquilleante en su pecho se intensificó.

—¿Qué pasa, Minnie? —respondió en voz muy baja.

—¿Me das la mano? —preguntó el menor, y Jaejoong sonrió en la oscuridad, dándose la vuelta hasta quedar sobre el costado contrario. Changmin dormía en un futón individual al pie del sofá, y a sus espaldas, Yunho y Junsu compartían uno doble.

Jae dejó caer su mano y sintió como Changmin la tomaba y lentamente acariciaba el dorso de la misma. El rubor subió por su rostro y su corazón latió acelerado. Dudaba mucho poder seguir durmiendo, las sensaciones que Changmin le había despertado a lo largo de la noche lo habían mantenido en un estado de continuo nerviosismo y emoción, no entendía cómo había logrado conciliar el sueño en primer lugar.

—Ven conmigo —dijo Changmin en un susurro, y justo cuando estaba por preguntarle a qué se refería, sintió como tiraba de su brazo suave pero firmemente, haciéndolo caer del sillón.

—¡Changmin! —protestó sorprendido, echando un vistazo rápido a Yunho y Junsu, que continuaban durmiendo como si nada hubiera pasado.

—Lo siento, Hyung —susurró Changmin, que había interceptado parte de su cuerpo entre él y el futón para amortiguar la caída y ahora lo sujetaba por los brazos, acomodándolo a su lado—. ¿Te lastimé?

Jaejoong le dió una palmada en el hombro y se giró hasta darle la espalda, pero se quedó acostado con él, en el pequeño futón, con el corazón acelerado y las mejillas rojas.

Changmin reposó la mano en su cintura y Jaejoong se sintió estremecer. No estaban tan cerca cómo habían estado en otras ocasiones, pero el beso de unas horas atrás, tan breve como fue, parecía no haber abandonado sus labios. Los sentía cosquillear, ansiosos, pidiéndole más, haciéndolo imaginar cómo se sentiría meter su lengua en la boca de Changmin, estrecharlo contra él en una caricia lenta y hambrienta.

Si tuviera otra oportunidad de besarlo, esta vez la aprovecharía al máximo.

Respiró hondo, frenando los pensamientos lascivos que amenazaban su mente. Ambos usaban pantalones de pijama, holgados, y justo aquella noche, buscando un poco más de comodidad, Jaejoong había decidido prescindir de la ropa interior. No podía darse el lujo de tener una erección en ese momento.

—Hyung —lo llamó Changmin a sus espaldas.

—¿Está todo bien, Minnie? —preguntó en voz muy baja—. Últimamente me has llamado hyung con más frecuencia.

Changmin no respondió, pero Jaejoong lo sintió encogerse de hombros detrás de él.

—¿Te puedo abrazar? —preguntó, y Jaejoong asintió, extrañado. En los últimos días habían dormido juntos en múltiples ocasiones, y en ninguna le había pedido permiso para abrazarlo, solo lo había hecho.

Changmin se acercó más, abrazándolo por la cintura y hundiendo la nariz en su cabello. Pudo sentir cómo sus piernas entraban ligeramente en el hueco que hacían las suyas, pero el abrazo no era tan cercano y enloquecedor como aquel que habían compartido un año atrás, en el dormitorio del menor.

—Hueles muy bien —dijo Changmin en un susurro grave, y algo en él se escuchó deliciosamente erótico.

Jaejoong sintió un escalofrío recorrerle. Nuevamente respiró hondo, tratando de mantener sus reacciones a raya, pero Changmin acercó aún más el rostro a su piel, rozando los labios por su nuca, y Jae se sintió a punto de enloquecer.

—Minnie, ¿Te sientes bien? —preguntó, nervioso. Podía escuchar a Yunho roncando detrás de ellos y la voz adormilada de Junsu que murmuraba de vez en vez—. Estás muy borracho.

—Estoy bien —susurró Changmin y Jaejoong sintió su aliento sobre la piel.

El menor respiraba pesadamente, muy cerca de su cuello, casi en jadeos, y Jaejoong pudo apenas retener un gemido, sentía como si cada respiración del hombre sobre su piel le enviara señales directas a su miembro que comenzaba a endurecerse bajo su pantalón.

—Hyung —lo llamó Changmin en una voz jadeante, ansiosa—. ¿Puedo acercarme más?

Jaejoong no entendía porque le preguntaba aquello, pero tampoco le dió muchas vueltas. El calor subía por su cuerpo tan rápidamente, que era mucho más fuerte que su cordura. Aterrado, sintió como su miembro se llenaba en anticipación, pero aún con ello, y como si firmara su propia condena, asintió.

Changmin tragó saliva, afianzando el agarre en su cintura, y lenta, muy lentamente, se reajustó contra él. Lo primero que Jae sintió fue su rostro, muy cerca de su cuello, después su pecho, estrechándose lentamente contra su espalda, y luego su cadera; y con ella, la verga de Changmin, grande y erecta, se plantó firmemente contra su trasero.

Jaejoong jadeó sobresaltado, llevándose una mano a la boca para contener un gemido.

Changmin pareció alarmarse ante su reacción y de inmediato intentó alejarse, pero Jae lo sujetó por el muslo rápidamente, tratando de impedir que rompiera el contacto.

Ambos se quedaron así por unos segundos, sin atreverse a mover un músculo. Changmin detrás de Jaejoong, con la mano del mayor sobre su muslo y sus cuerpos extremadamente cerca, con la verga de Changmin rozándolo apenas, pero irradiando calor y haciendo a Jaejoong enloquecer.

Las respiraciones de ambos se escuchaban agitadas y parecía que ninguno de los dos sabía muy bien que hacer, pero entonces Changmin lo sujetó por la cadera, hundiendo los dedos con fuerza en su piel, y está vez, usó el agarre para atraerlo hacia sí, gimiendo ansioso en cuanto su erección se estrechó nuevamente contra él.

Jaejoong se estremeció otra vez, arqueando la espalda y jadeando, sintiendo la verga de Changmin, tan grande y tan dura presionar firmemente en su trasero.

—¿Está bien? —preguntó Changmin en una voz claramente excitada, rozando el cuello del mayor con sus labios.

Jaejoong asintió desesperado, no había manera de expresarle lo bien que estaba aquello.

No atreviéndose a pronunciar palabra alguna y en un movimiento lento y casi inseguro, movió la cadera aún más hacia el menor, que gruñó y se aferró a él con fuerza, haciendo que su verga, hinchada y caliente, se acomodara justo en medio de sus nalgas.

Ambos gimieron excitados pero ninguno se atrevió a moverse un centímetro más. Había tan poca tela entre ellos…

En un muy breve momento de claridad, recordó lo mucho que su amigo había tomado, la manera en que arrastraba las palabras, en que se tambaleaba al caminar. No era buena idea continuar esto así, aún cuando se sentía arder de deseo.

—Minnie —dijo entre jadeos, sintiendo como el frente de su propio pantalón se humedecía de líquido preseminal— No debemos…

—Lo sé —lo interrumpió Changmin, aferrándolo con fuerza—, pero me estás volviendo loco.

Jaejoong no dijo nada, y se dedicó a tratar de mantener su cuerpo inmóvil. Le parecía casi imposible, se sentía tan desesperado. Quería restregarse contra la verga de Changmin una y otra vez, rogar porque le arrancara la ropa y lo penetrara sin piedad, sin preparación incluso; pero Changmin no estaba en posición de dar su consentimiento y además, aún más fuerte que el deseo, era su amor por él.

No quería solo un encuentro desesperado. Quería su corazón, quería pasar el resto de su vida a su lado.

—Hyung —Changmin restregó su miembro duro contra él nuevamente, y Jaejoong, excitado, contrajo su entrada una y otra vez, ansioso porque el hombre lo llenara; y éste pareció sentirlo, porque respondió gimiendo largamente, hundiendo los dedos en su cadera y el rostro en su cuello— Quiero… Necesito…

Changmin soltó el agarre en su cadera y deslizó sus dedos suavemente por el abdomen de Jaejoong, acariciando la piel que sobresalía del elástico de su pantalón, como pidiendo permiso de colarse bajo él. Jae contuvo un gemido y sintió como su miembro daba un tirón, ansioso porque el otro hombre lo sujetara.

—Espera… —pronunció en un jadeo. El menor detuvo las caricias y reposó la mano abierta sobre su abdomen, como esperando una instrucción.

Jaejoong respiró hondo, tratando de calmar a su cuerpo, pero unos segundos después, la mano de Changmin, lenta y vacilante, se coló por debajo de su camisa, acariciando su piel y subiendo despacio por ella.

—Changmin —jadeó Jaejoong y apenas lo hizo, escuchó cómo el hombre gruñía en su oído y nuevamente, restregaba la verga en medio de sus nalgas—. No, no. Espera…

Changmin se tensó súbitamente ante sus palabras y de inmediato soltó el agarre y se echó hacia atrás, poniendo distancia entre ellos. Jaejoong quiso protestar al sentirlo alejarse, pero sabía que era lo correcto. Su miembro reclamaba erecto en su pantalón, pidiéndole contacto, pero si sucumbía, no estaba seguro de poder prevenir los avances.

—Lo lamento, Hyung —dijo Changmin en un susurro que se escuchaba aterrado—. Pensé que…

Jae negó con la cabeza, respirando hondo para calmar el calor.

—Solo… No así —pronunció en un susurro—. Estás borracho.

De inmediato sintió como el cuerpo de su amigo se relajaba, y después lo escuchó comenzar a respirar profundamente detrás de él, en un claro intento de bajar el calor. Pocos minutos después, Changmin se incorporó a medias en el futón, estirándose por encima de Jaejoong para tomar la almohada que se había quedado en el sofá.

Jae se sobresaltó al notar como su amigo ponía el objeto entre ellos, separando sus caderas, y después lo abrazaba firmemente, acoplando las rodillas en el doblez de las suyas, con el pecho contra su espalda, con el rostro hundido en su cuello.

—¿Está bien así? —preguntó, y Jae pudo escuchar el esfuerzo en su voz, su respiración trabajosa pero profunda.

—Sí —pronunció en un susurro, con toda su voluntad puesta en mantener la calma—. Es cómo… cómo aquella noche.

Changmin volvió a tensarse

—¿Tu…? —preguntó inseguro—. ¿Tu recuerdas…?

Jaejoong asintió y ambos se quedaron en silencio, tensos, respirando profundamente, casi en sincronía.

—Pienso en ello con frecuencia —confesó el mayor después de unos segundos, y escuchó claramente como Changmin jadeaba, sorprendido.

El silencio los volvió a llenar, el único sonido eran sus respiraciones profundas, cuidadosas, y los suaves ronquidos de Yunho a sus espaldas.

Poco después, Jaejoong sintió como Changmin afianzaba más el abrazo y escondiendo una vez más el rostro en su cuello, susurró:

—Yo también.

Jaejoong no dijo nada, se quedó ahí, con el corazón latiendo a mil por hora y su miembro reclamando exasperado.

Pasó largo rato para que pudiera recobrar la calma, inhalando profundamente por la nariz, exhalando lentamente por la boca y escuchando a Changmin a sus espaldas hacer lo mismo, pero su erección comenzó a ceder, su cuerpo se relajó en el abrazo y volvió a sentir que el sueño lo invadía.

—Hyung —dijo Changmin en un susurro adormilado—. Mañana hablemos de esto, por favor.

 

창민

Mis ojos que tiemblan sin cesar,

ocultos por colores desvaídos,

infinitamente exhaustos.

 

—¿Y… cómo fue? —preguntó Changmin, sintiendo un nudo en la garganta y otro en la boca del estómago. Jaejoong se sonrojó un poco y agachó la mirada, pero Changmin podía verlo sonreír.

—Fue lindo —respondió.

Ambos usaban el uniforme de la preparatoria, estaban en la terraza del departamento de Changmin, sobre el pyeongsan. El viento de otoño soplaba y movía las copas de los árboles suavemente.

—¿Te trató bien? —preguntó el menor. No estaba muy seguro de qué más preguntar, una parte de él sentía mucha curiosidad, otra, no quería saber nada al respecto.

Jaejoong lo miró a los ojos sonriendo, el sonrojo persistía, pero parecía sentirse en plena confianza.

—Fue muy romántico —respondió.

—¿Dónde pasó? —preguntó Changmin, recordando aquella ocasión en que los había visto juntos en el trastero.

—En casa de Hyunjoongie —respondió su amigo— Sus padres y su hermano no estaban.

Changmin asintió. La sensación de desasosiego no lo abandonaba, pero en realidad, llevaba ya varios meses alojada en su pecho. Si existía un antónimo para cuando el corazón se aceleraba, lo necesitaba en ese momento. El suyo latía tan adolorido, que Changmin sentía que incluso se volvía más lento.

—¿No me vas a preguntar si se sintió bien? —le dijo Jaejoong con un tono divertido. Changmin se encogió de hombros.

—¿Se sintió bien? —preguntó haciendo una mueca incómoda y Jae se echó a reír.

—¿Por qué reaccionas así de repente? —preguntó el mayor, pero no esperó su respuesta— Sí, se sintió muy bien. Al principio me dolió mucho, pero después… muy bien. Muy bien.

Changmin volvió a hacer una mueca y Jae volvió a reír.

—¿Es mejor que hacerlo tú solo? —preguntó el menor, dejando que el malestar le hiciera un espacio a la curiosidad.

Jaejoong asintió, mirándolo a los ojos.

—Cien veces mejor —le dijo—. Físicamente y… en el corazón, ¿sabes?

Changmin negó con la cabeza.

—Es por lo mucho que Hyunjoong y yo nos amamos —dijo Jaejoong, asintiendo mientras hablaba, cómo si aquello fuera un hecho rotundo e innegable— Creo que es diez veces mejor hacerlo con alguien que hacerlo solo; pero estoy seguro de que es cien veces mejor cuando lo haces con alguien que amas.

Changmin sonrió, resignado. No era cómo si pensara que estaba cerca de deshacerse de su virginidad, como Jaejoong acababa de hacer con la propia; pero lo que sabía, era que, si pasaba, no sería cien veces mejor; porque no sería con la persona que él amaba.

 

재중

Este amor que no te alcanza, jamás será confesado.

Dejémoslo guardado así, hasta que se marchite por completo.

La única que nota este sentimiento oculto

es la lavanda de color púrpura.

 

Años después, Jaejoong se preguntaría qué hubiera pasado si, en lugar de huir, de temer, de esperar, hubiera decidido actuar.

16 horas para la catástrofe

Cuando despertó, Changmin ya no lo abrazaba, y ya no estaba detrás de él.

Lo tenía enfrente, con la almohada aún entre ellos, y los ojos del menor fijos en él; un dejo de esa expresión extraña que se había presentado el día anterior persistía, pero sobre todo, la aflicción estaba clara en su semblante.

Jaejoong sintió el miedo anclarse en su pecho y su labio comenzar a temblar, pero rápidamente estiró la manta más cercana a él y se cubrió el rostro con ella, fingiendo que se protegía de la luz del sol que entraba por la ventana.

Changmin no dijo nada, pero Jae aún sentía su vista sobre él.

—¿Qué hora es? —preguntó en una voz ronca y adormilada que disimulaba su nerviosismo.

—Las 10:21 —respondió Changmin llanamente—. Hyung, tenemos que hablar

Y Jaejoong no supo por qué, pero reaccionó en modo defensivo.

—Déjame dormir, idiota —le dijo reacomodando la manta que lo cubría. Segundos después escuchó como Changmin se recorría hacia él y le quitaba el objeto de encima para mirarlo a los ojos.

—Hyung —repitió—, tenemos que hablar.

Jaejoong gruñó, fingiendo fastidio.

—¿De qué quieres hablar tan temprano? —preguntó, y Changmin lo miró desconcertado por unos segundos, pero poco después, su cuerpo pareció relajarse un poco.

No respondió, se quedó quieto, mirando la almohada entre ellos, con el ceño fruncido, como si analizara sus recuerdos.

—Levántate tú, si eso quieres —dijo con un tono ligeramente molesto, bostezando y estirándose en su lugar, sorprendido de lo tranquilo que podía actuar cuando en su interior todo parecía alterado—. Yo voy dormir un poco más.

La sala estaba vacía, el futón que Yunho y Junsu habían compartido la noche anterior ya no estaba. Seguramente estarían con Yoochun, desayunando en la tienda de conveniencia frente al edificio, como hacían después de cada borrachera.

Changmin no respondió, estiró su mano y acarició su cabello suavemente, la expresión en su rostro aún parecía consternada, pero le hacía un lugar a la ternura y Jaejoong cerró los ojos, sintiendo que el nerviosismo comenzaba a ceder, o quizá a cambiar.

Ninguno de los dos habló por largos minutos. Continuaron ahí, recostados en el futón, con la luz del sol iluminando sus cuerpos, con la almohada en medio de ellos, con la mano de Changmin peinando el cabello del mayor.

Cuando Jae volvió a abrir los ojos, Changmin le estaba sonriendo. Era apenas una sonrisa tímida, rodeada por esa expresión de angustia que no había abandonado su rostro, pero Jaejoong también sonrió, sintiendo como si su corazón se saliera de su pecho.

—¿Estás mejor? —preguntó el menor en un susurro, y su hyung lo miró extrañado—. Despertaste enojado.

—Lo siento —respondió con una sonrisa tímida y permitió que su amigo continuara las caricias.

Changmin asintió y se pasó la lengua por los labios. Estaba nervioso.

—Hyung —le llamó, inseguro— ¿Ayer te besé?

Jaejoong sintió que su corazón martillaba contra su pecho, lo escuchaba en sus oídos, lo sentía hasta la punta de sus pies.

Era claro que Changmin no estaba seguro de lo que había pasado, pero era más claro aún que le preocupaba de sobremanera. Su rostro parecía profundamente afligido, sus fosas nasales se dilataban al respirar, su entrecejo se fruncía y humedecía sus labios frecuentemente.

Changmin había estado borracho. Si de verdad guardaba un secreto, este se había revelado de manera involuntaria y seguramente ahora estaría aterrado por ello.

—¿Qué estás diciendo? —le dijo Jaejoong, nervioso, pero frunciendo el entrecejo como si hubiera escuchado algo absurdo—. Claro que no.

Changmin lo miró desconcertado.

—¿Estás seguro? —preguntó con la misma expresión de angustia, pero con un dejo de duda.

Jaejoong tragó saliva. No entendía porque, pero no se sentía capaz de decirlo. Quizá era solo que no quería ser el error de una borrachera, el hecho vergonzoso del que Changmin se iba a arrepentir. O quizá quería otra oportunidad para un primer beso, uno que se diera con todos los sentidos aguzados, con la decisión y la determinación de alguien que de verdad desea aquello, que lo anhela y que hará lo necesario para hacerlo funcionar.

—Claro que estoy seguro —respondió Jaejoong, mirándolo como si se estuviera volviendo loco—. ¿De qué estás hablando?

Changmin suspiró y se puso boca arriba, colocando una mano sobre su rostro y relajando todo su cuerpo. Respiraba profundamente, como si hubiera corrido un maratón y estuviera recuperando el aliento. Jaejoong lo observó con curiosidad y pocos segundos después, su amigo rompió en carcajadas.

—¡Aigo! ¿Qué te pasa? —preguntó Jaejoong, tomando la almohada entre ellos y golpeando a su amigo con ella— ¿De que te ríes, idiota? ¿Por qué estás actuando tan raro?

Changmin rió más fuerte al tiempo que usaba sus brazos para protegerse del ataque, y unos segundos después le arrancó la almohada de las manos y la abrazó, poniéndose de costado otra vez, mirando a Jaejoong con una sonrisa divertida. Jae se desplomó en el futón nuevamente, frente a su amigo, mirándolo a los ojos.

—¿De verdad no…?

—No —dijo Jaejoong firmemente, mirándolo como si estuviera perdiendo la cabeza, pero sintiendo como su corazón latía desaforado—. Debiste haberlo soñado.

Changmin asintió, con la mirada perdida.

—Sí, creo que sí —respondió tras unos segundos, y después lo miró a los ojos nuevamente—. Se sintió muy bien.

Jaejoong le arrancó la almohada de los brazos y lo golpeó con ella hasta el cansancio.

 

5 horas para la catástrofe

—Pruébate esta —le indicó Jaejoong entregándole la prenda en la mano. Changmin hizo una mueca.

—El color es horrible —le dijo mirando la camisa.

—Vamos al purple line, es apropiada —respondió Jaejoong con una risilla— Además queda bien con tu tono de piel, y las transparencias se ven muy sexys.

Changmin volvió a hacer una mueca, pero se quitó la camiseta que llevaba puesta, exponiendo su pecho y haciendo que Jaejoong se sintiera acalorado. Se pasó la camisa por los hombros y contempló su reflejo en el espejo.

—Mmm… Ya puesta, el color no se ve tan escandaloso —comentó.

—Es porque no es tan escandaloso —dijo Jaejoong, tratando de mantener la calma mientras su amigo abría el zipper de sus jeans y fajaba la camisa dentro.

El hombre se veía deliciosamente sensual. Alto, con el cabello largo cayendo por su rostro, con la camisa de gasa abrazando sus músculos y permitiendo ver bajo ella, y los pantalones negros envolviendo sus largas piernas. Cerró el zipper de sus jeans e hizo ademán de seguir con la camisa.

—Te ayudo —dijo Jaejoong, colocándose frente a él y comenzando a abrochar la prenda. Claramente, el menor no necesitaba de su ayuda, pero la aceptó. Jae cerró cada uno de los botones lentamente, sintiendo como el calor subía por su cuerpo y cuando terminó, alisó la camisa sobre el pecho del otro, buscando una excusa para tocarlo.

Cuando levantó la mirada, se encontró con la de Changmin, con la misma expresión que había visto en él la noche anterior, justo antes de que lo besara.

Y por un momento pensó que volvería a hacerlo, esta vez sobrios, esta vez en completo control de sus acciones, y si lo hacía, esta vez, Jaejoong podría reaccionar. Lo besaría con hambre, con deseo, con el amor tan delirante que llevaba años ocultando en su pecho.

Changmin se pasó la lengua por los labios y Jaejoong jadeó cuando lo sintió acercarse.

—Gracias, Boo —dijo, y besó su mejilla.

 

1 hora y 23 minutos para la catástrofe

Apenas tuvieron suficiente alcohol en su sistema, volvió a pasar.

Changmin volvió a acercarse demasiado, volvió a sujetarlo por la cintura, por la cadera, a hundir los dedos en su piel, a hablarle en el oído con palabras mundanas, pero en susurros casi eróticos, y a ratos, mientras Jae bailaba, notaba como Changmin se distraía observándolo, pero esta vez, mezclada con la expresión extraña del día anterior, en su rostro parecía haber hambre.

—No tomes demasiado ¿Ok? —le dijo Jaejoong al oído y el menor se giró a verlo, extrañado.

La música retumbaba en sus oídos, en sus pies cansados de tanto bailar. Una fina capa de sudor cubría sus cuerpos y las luces púrpuras del club iluminaban sus rostros.

Changmin estaba sentado en la barra con Yunho, y bebían tragos de vodka mientras recuperaban energía para seguir bailando. Jaejoong, Yoochun y Junsu se habían quedado en la pista un rato más, pero cuando Jae vió que Changmin alzaba una tercera copa, se separó de ellos y se acercó a su amigo.

—¿Por qué? —preguntó el menor, observándolo con curiosidad.

—¿Qué tan ebrio estás? —preguntó Jaejoong. Era una pregunta que solían hacerse entre ellos cuando bebían— ¿Mañana recordarás esto?

Changmin asintió, y se inclinó un poco hacía Jae para que lo escuchara por encima de la música.

—No tan ebrio como para tener lagunas mentales.

Jaejoong sonrió

—Puedes seguir tomando —le dijo—, pero asegúrate de que no sea tanto como para olvidar lo que pase hoy, o para no saber lo que haces. ¿Está bien?

Jaejoong lo había decidido solo minutos atrás, cuando bailaba una canción sobre hacerlo en el asiento trasero de un auto y sus ojos se encontraron con la mirada hambrienta de Changmin sobre él. Si tuviera una oportunidad más, la tomaría, y quería que esta vez ambos estuvieran en pleno uso de sus sentidos, de sus acciones. Quería que Min estuviera lo suficientemente consciente para recordarlo, para decidir si quería o no sentir el deseo… entregarse a él.

Las acciones de Changmin en las últimas semanas, en las últimas 24 horas, no eran las de alguien que solo estaba confundido, o que solo sentía curiosidad. Eran las acciones de alguien que se estaba conteniendo, alguien que tenía miedo de dejarse llevar.

Jaejoong se sorprendió al pensar en lo mucho que había cambiado su situación en tan poco tiempo, pero esta vez estaba seguro, Changmin no era indiferente a él.

“¿Y si no es broma?”

“Siempre se ha tratado de tí, todo se ha tratado de tí”.

“Siempre quise hacer eso”.

“Me estás volviendo loco”.

“Se sintió muy bien”.

—Está bien, Boo —le dijo el menor con una sonrisa—. Como tú ordenes.

Jae sonrió otra vez y puso su mano en el hombro de Changmin, y justo en ese momento, una nueva canción inició y sin soltarlo, Jaejoong comenzó a bailar, observando el club a su alrededor y buscando a Yoochun y Junsu con la mirada. De repente sintió la mano de Changmin en su cintura, y cuando se giró a verlo, el menor miraba su cadera como hipnotizado.

Jae sintió el calor subir por su piel y se acercó al oído de su amigo.

—¿Pasa algo, Minnie? —le susurró lascivamente y sintió al hombre estremecerse.

—No, Hyung —respondió, y Jaejoong pudo ver por una milésima de segundo, el miedo sobre su rostro—. No pasa nada.

 

36 minutos para la catástrofe

—Este tipo de cosas jamás pasarían en un club hetero —dijo Changmin, que miraba a Junsu en la pista con una expresión entre divertida y asombrada.

—Tampoco son tan comunes en los clubs gays —apuntó Yoochun, alzando la voz sobre la música— No es el club, es Junsu.

Yunho soltó una carcajada y los cuatro amigos continuaron observando al quinto miembro del OT5, que bailaba de la manera más erótica en la pista frente a ellos.

Junsu rodeaba el cuello de un hombre alto y atractivo, se mordía el labio con una expresión de absoluto deseo, y movía su cadera tan estrechamente contra él, que hacía sentir a los demás como si vieran algo prohibido.

Changmin silbó sorprendido.

—Ya lo tiene en el bolsillo —dijo el maknae, riendo—. Susu coge hoy.

Jaejoong sirvió vasos de soju para todos.

—Por Susu y su poder de seducción —dijo mientras alzaba la copa.

Brindaron y continuaron riendo, haciendo bromas, moviéndose al ritmo de la música y observando a su amigo bailar de aquella manera tan sugerente.

—¡Mierda! —dijo Changmin de repente, recargándose en la barra y observando a Junsu con una sonrisa divertida—. Para ser honesto, me da algo de envidia. Una chica jamás se atrevería a bailarle a un hombre así, por más interesada que esté.

—¿De verdad? —preguntó Yoochun— He visto a muchas chicas bailar con ustedes y siempre queda claro cuando están tratando de seducirlos.

—Sí, puede que bailen un poco más sexy cuando están interesadas —intervino Yunho—; pero no así. Las chicas cuidan mucho las apariencias, supongo que es porque se les juzga más que a los hombres.

Changmin suspiró.

—Es una lástima —dijo con una expresión resignada—. Creo que me encantaría bailar así con alguien, al menos una vez en la vida.

Jaejoong escuchó aquello, y no supo que tomó control de él. Quizá fue el alcohol en su sangre, o el deseo que llevaba tanto tiempo ocultando, pero que sentía a flor de piel, o los eventos de la noche anterior, el recuerdo de la verga caliente de Changmin restregándose contra él.

Sintiendo cómo el calor subía por su cuerpo, comenzó a bailar de la manera más sensual que conocía, esa que sabía que enloquecía a los hombres fácilmente, y sin dejar de moverse, se estrechó suavemente contra Changmin, reposando ambas manos en su pecho y haciendo que el hombre lo mirara sorprendido.

Jae le sostuvo la mirada y se pasó la lengua por los labios antes de acercarse a su oído

—¿Y por qué no bailas conmigo? —le susurró.

Changmin pareció congelarse, lo miró fijamente con la boca abierta, cómo no sabiendo qué hacer, pero no huyó, se quedó ahí, mirándolo a los ojos con una expresión cargada de nerviosismo, y en ella, nuevamente, Jaejoong encontró un dejo de hambre que lo hizo estremecer.

Jae sonrió de manera sugestiva, mordiéndose el labio, como quien sabe que su presa ha caído en la trampa; pero aún así, decidió darle la opción de escapar, lo menos que quería hacer era acorralarlo.

Se separó suavemente de él, soltando una risilla que podía quedar a la interpretación. Si Changmin quería, podía tomar todo aquello como una broma y huir, pero si estaba dispuesto…

—Vamos —dijo el menor, y su voz se escuchó deliciosamente sensual en sus oídos.

Jaejoong sonrió triunfante cuando el hombre puso ambas manos en su cintura y lo siguió a la pista. Miró por encima de sus hombros por solo un segundo y pudo ver los rostros sorprendidos de Yunho y Yoochun, pero los olvidó tan pronto como Changmin le dió la vuelta hasta dejarlos frente a frente.

Jaejoong esbozó una sonrisa autosuficiente y colocó las manos en sus hombros, deslizándolas lentamente hacia sus bíceps, sujetándose de ellos, moviendo la cadera, bailando de aquella manera tan candente y erótica, observando completamente eufórico como el menor parecía embrujado por el movimiento.

Changmin bailaba al mismo ritmo lento y sensual que él, pero parecía querer tenerlo cada vez más cerca, lo miraba de arriba abajo, como si no quisiera perderse ni un centímetro de su piel, y lentamente, bajaba las manos desde su cintura a su cadera, atrayéndolo solo un poco más hacia sí.

Jaejoong bailaba y jadeaba, sintiendo cómo su piel ardía de deseo, sintiendo el calor de Changmin tan cerca, su piel tan a su alcance. Mirando sus pectorales a través de la camisa traslucida, colocó ambas manos sobre su pecho y sintió como el hombre lo halaba un poco más hacia él, sin quitarle los ojos de encima, como si quisiera devorarlo. Jaejoong se estremeció y sintió como su miembro comenzaba a endurecerse, pero continuó bailando, sonriendo, lamiéndose los labios, buscando tentar al otro a besarlo.

La letra de la canción se ponía cada vez más explícita y Jaejoong, sentía el calor entre sus cuerpos, el sudor en la piel, el aliento de Changmin cerca de su cuello. Se sentía casi como si estuviera en el juego previo de un encuentro sexual. Se dió la vuelta y comenzó a bailar de espaldas a él, muy cerca, casi estrechando su cuerpo contra el del otro, que sujetaba su cadera con ambas manos.

Excitado, Jaejoong levantó ambos brazos y los envolvió lentamente por el cuello de Changmin trás de él, como invitándolo a tocarlo y arqueó la espalda en anticipación cuando escuchó al hombre jadear en su oído, cuando lo sintió hundir los dedos en su cadera. Pensó que haría lo mismo que la noche anterior, que cerraría la poca distancia entre sus cuerpos, mostrándole que estaba excitado y erecto, pero de un momento a otro, Changmin se detuvo y dió un paso atrás.

—Necesito un minuto —le dijo, y Jaejoong se giró para verlo a los ojos. Su expresión había cambiado; sonreía, pero parecía nervioso y se alejaba de él con delicadeza— Voy al baño ¿Sí? En un momento estoy con ustedes.

Jaejoong asintió y vió la espalda de su amigo desaparecer entre la gente; su excitación bajó, pero no la euforia. Algo parecía cosquillear en su estómago, en su pecho, en sus manos, el rubor subía por sus mejillas y una sonrisa se extendió por su rostro. No había manera de que Changmin fuera indiferente a él. No había manera de que no estuviera interesado.

 

창민

Yo, torpe y tonto,

He vivido sin comprender el amor que tú me dabas.

 

No podía estar pasando, no podía estar pasando. No ahora. No después de tantos años.

Las luces del club lo cegaban, su corazón latía acelerado, el aire parecía no llegar a sus pulmones y el pánico trepaba por su cuerpo.

Y el recuerdo de Jaejoong solo unos minutos atrás… tan cerca, tan insinuante, tan…

—No —se dijo a sí mismo—. No, no, no. Eso ya quedó atrás.

Pero había una voz en su cabeza que le sugería que sólo se estaba engañando. Si todo aquello había quedado atrás, ¿por qué estaba reaccionando de esa manera? ¿Por qué había soñado que lo besaba, que se excitaba a su lado? ¿Por qué…?

—¿Changmin?

Y apenas escuchó esa voz, todo a su alrededor pareció desaparecer, la preocupación se escapó de su cuerpo, el temblor, el nerviosismo, el miedo. Todo se fue.

—¿Nuna? —preguntó, sintiendo como si una deliciosa brisa de aire fresco lo envolviera—. ¿Qué haces aquí?

—VIne con mis amigas —dijo Jinri apuntando a un grupo de mujeres a sus espaldas—. ¿ qué haces aquí?

El alivio se asentaba en su cuerpo firmemente, acompañado de un cosquilleo en la parte baja de su estómago.

—Vine con mis amigos —respondió Changmin, al tiempo que recorría a la mujer con la mirada. Usaba un vestido muy corto que se ceñía deliciosamente a su cintura, y los recuerdos de aquella noche en el gimnasio lo golpearon de inmediato.

Jinri pareció estremecerse al notar su mirada, pero el desconcierto no abandonaba sus facciones.

—¿Eres… eres bi? —preguntó de repente, y Changmin se sintió ligeramente fuera de lugar.

—No —respondió—, pero mis amigos sí. A veces vengo con ellos. ¿Y tú?

—No, pero a veces venimos aquí de todos modos —dijo Jinri, pero su entrecejo continuaba fruncido en curiosidad—. Me pareció verte bailar con…

—¿Con un hombre? —Changmin se encogió de hombros, restándole importancia y sintiéndose liberado al hacerlo—. Sí, era yo. Baile es baile, supongo.

Jinri lo miró fijamente, pero no dijo nada más, y Changmin, dominado por un golpe de euforia y de excitación, se acercó a ella y la besó.

 

재중

Aunque estas tan cerca,

¿por qué te siento tan lejos?

Tu voz, que me dan ganas de llorar al oírla,

sigue en mis oídos… para siempre.

 

Años después, Jaejoong habría dejado de buscar palabras para describir aquel dolor. Era en vano; no las había.

7 minutos para la catástrofe

—Voy a revisar que Minnie esté bien —le dijo a Yoochun, acercándose a su oído. Su amigo se había unido a él en la pista pocos minutos después de que Changmin se había ido y ahora bailaba a su lado.

—Lo ví por aquellas escaleras —dijo Yoochun apuntando al otro extremo del club, y Jaejoong le asintió con una sonrisa y partió hacia allí.

Por algún motivo, comenzaba a sentirse preocupado. Cuando Changmin se había ido no parecía encontrarse del todo mal, pero se veía nervioso, inseguro.

Jae le había permitido alejarse sin decir nada porque pensó que, quizá, se había visto sobrepasado por las sensaciones y necesitaba unos minutos a solas, pero de una manera extraña, de repente, una sensación de pesar se había asentado en su pecho.

Caminó por el club, buscando a su amigo, ayudado por las luces neones del lugar. La preocupación lo invadía, pero la esperanza no lo abandonaba, el cosquilleo de minutos atrás persistía. Todo parecía estar en el rumbo correcto, Changmin estaba tan receptivo a él… quizá era solo cuestión de tiempo y de paciencia. Quizá solo necesitaban hablar, y era justo eso lo que Jaejoong quería hacer.

Si tan solo pudiera deshacerse de esa extraña sensación de desasosiego…

—¿Los viste? —hablaba un hombre cerca de él—. Alguna gente no tiene vergüenza.

—Seguro están muy ebrios —respondía el otro—. ¿Debería avisarle a seguridad?

Ambos hombres veían algo debajo de una de las escaleras del club, y por algún motivo, Jaejoong sintió su corazón agitarse.

56 segundos

Su cabeza pareció quedarse en blanco, y actuando solamente por instinto, tomó unos pasos inseguros hacia el lugar que los hombres señalaban, observando a la extraña figura bajo la escalera, oscurecida parcialmente por las sombras.

14 segundos

Dio un par de pasos más, lentos, vacilantes, como los de quién siente el peligro bajo sus pies; y sus ojos, que no abandonaban a la silueta frente a él, comenzaron a enfocar en la oscuridad, y pudo distinguirlo.

1 segundo

Changmin, estrechaba a una mujer contra la pared, besándola hambriento, desesperado. La desconocida rompió el beso y asomó el rostro por su hombro, jadeaba y arqueaba la espalda al tiempo que Changmin se aferraba a su cuello y Jaejoong la reconoció; era Jinri.

La mujer arañó la espalda de Changmin con ambas manos. Se estiró, tensándose y unos segundos después, pareció colapsar entre él y la pared. Jaejoong observó como su amigo sacaba la mano por debajo de su falda, y como si las luces a su alrededor quisieran burlarse de él, iluminaron el rastro de fluidos que los dedos de Changmin dejaban por sus muslos.

Y todo se rompió.

Las barreras que años atrás había alzado para protegerse, seguían rodeándolo, pero esta vez fisuradas, endebles. Podía ver a Changmin a través de ellas mientras se desmoronaban a su alrededor y con la visión, el desamor lo alcanzaba, lo consumía, lo rompía.

Lo rompía para siempre.

 

Este amor que no te alcanza, jamás será confesado.

Dejémoslo guardado así, hasta que se marchite por completo.

La única que nota este sentimiento oculto

es la lavanda de color púrpura.

Notes:

Canciones:
재중: Lavender - Kim Jaejoong (2018)
창민: Evergreen - Dong Bang Shin Ki (2007)

Siguiente publicación: 4 de octubre del 2025