Chapter 1: Nunca antes hecho
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Aredhel llevaba aproximadamente 4 siglos viva. Había tardado en reencarnar incluso más que su padre, ya que se negaba a abandonar los salones de Mandos mientras su hijo aún estuviera allí. Finalmente, Namo y su familia la convencieron de abandonar su cruzada ya que su hijo no deseaba verla.
Eso no significaba que se hubiera rendido por completo. Periódicamente iba a las puertas de Mandos a preguntar por Maeglin, pero no obtenía respuesta; recientemente (es decir, hace un siglo) habían empezado a contestarle que él aún no estaba listo para reencarnar, lo que era una mejora con respecto a quedarse en silencio cuando ella preguntaba (lo que era francamente espeluznante, en su opinión; pero no es que los Ainur hubiera mejorado mucho su compresión de los encarnados desde los años de los Árboles).
-Volvamos- Suspiró su hermano. Fingon había sido un gran apoyo en el tiempo que llevaba viva, Turgon no quería saber nada de su hijo y ella tampoco quería hablar con él después de haber tenido la oportunidad de pegarle por ignorar sus últimos deseos después de su muerte, se había alegrado mucho de ver a Argon otra vez, pero haber muerto tan pronto en el hielo hizo que no siempre se entendieran.
Su padre era un punto complicado. Fingolfin había estado dispuesto a ser compresivo y compasivo con su preciosa hija que fue secuestrada y posteriormente asesinada por el malvado moriquende que se encontró mientras vagaba; y Aredhel está muy segura que sería justo lo que necesitaría si ella fuera esa mujer, pero no lo era. No está muy segura de cuando fue que la mente de su marido empezó a degradarse en el demonio odioso y controlador que los había seguido a ella y a su hijo hasta Gondolin, que los había atrapado y que mantenía sus pensamientos ocultos para ella; pero ese no era el elfo con el que en un principio se casó, y ella realmente había amado a Eöl en aquel momento.
Su padre no entendía eso, y su madre tampoco, pero Anäire no la había entendido en mucho tiempo; desde que resultó tan distante de la perfecta princesa omega (o beta, se habría conformado) con la que ella soñaba. No, sus padres no entendían como es que se había enamorado y casado con un elfo moriquendi sin ascendencia conocida.
“Findekáno” Pensó ella mientras cabalgaban por los caminos de vuelta a Tirion “Realmente entiende en lo que estoy metida. Después de todo, nunca creyó en esas tonterías del amor perfecto que profesan los Vanyar” Su hermano, de hecho, tenía un matrimonio casi más escandaloso que el de ella; después de todo, se casó con otro alfa asesino de parientes.
Llegaron justos para la hora de la cena. Mientras vivía en casa de sus padres, era imposible que escapara de las reuniones familiares que su madre insistía en tener; eran la cosa más tediosa y aburrida del mundo, prefería mil veces cenar en casa de su tío Fëanáro que atenerse a las formalidades en las que insistían su madre y hermana, que tener que soportar el orgullo de su sobrina, pero Fingon le había rogado que intentara mantener algo parecido a la paz familiar mientras vivía con ellos, y él se esforzaba por viajar desde su casa matrimonial hasta el palacio de su padre y soportaba las pullas a su marido con una sonrisa tensa; así que Aredhel intentaba aguantar por su hermano favorito.
Nada más sentarse vio que esta no iba ser una buena noche. Idril había venido sola (Tuor era un hombre agradable que generalmente conseguía moderar a su esposa) y llevaba un vestido azul cielo con joyas elaboradas que llamaban la atención desde todos los puntos de la habitación; Anäire se afanaba en elogiar a su nieta por el conjunto que ella misma había elegido, destacando lo pura, elegante y correcta que se veía.
-Como una verdadera princesa Noldor, una beta tan hermosa- Seguía diciendo, mientras Idril mostraba una recatada sonrisa que ocultaba el orgullo.
Su madre siempre había soñado con la princesa perfecta, devota y obediente que pudiera vestir y presumir ante toda la corte, Aredhel alguna vez había tenido la esperanza de que su sobrina pudiera convertirse en algo más que la muñequita de aparador que Anäire esperaba, pero ya era muy tarde. Solo podía agradecer que su propio hijo nunca sería así.
-Y bueno, ¿qué tal la caminata?- Preguntó Fingolfin con una sonrisa, bendito sea su padre por intentarlo.
Fingon dio una sonrisa tensa -Bien, hace un clima muy bueno y si se mantiene, Russo y yo podremos tener un picnic mañana. Lamentablemente no hemos obtenido ninguna respuesta nueva- Turgon soltó un resoplido.
Aredhel lo miró directamente mientras sonreía fríamente –Lo que sí es una buena noticia es que ya he encontrado un lugar para mudarme, tiene espacio de sobra para Lómion y una forja que estoy segura que disfrutará-
La cara de su madre se arrugó como si hubiera olido algo terrible y su padre se atragantó con el vino, menos mal que no había mencionado que ese lugar era en casa de su tío Fëanáro.
-Hija, ya hemos hablado de esto, no hay necesidad de que te mudes- Su madre la miró como si aún fuera una niña malportada- Sería inapropiado que te mudaras de la casa de tus padres sin un marido, y ya sabes lo difícil que sería encontrar uno para ti-
-Entonces es bueno que ya lo haya hecho yo- Dijo ella con tono cortante- Después de todo no busco un segundo marido ni atraparé al que ya tengo en Mandos por la eternidad, diga lo que diga el abuelo Finwë-
-Querida- La interrumpió su padre antes de que pudiera seguir hablado de las decisiones de vida de su abuelo- Estoy seguro de que tu hijo estará bien solo en esa casa que has buscado, no tienes que irte. También estoy seguro de agradecerá la soledad, por lo que contó Turukáno la apreciaba mucho en su primera vida-
Turgon soltó un resoplido- No sé porque te molestas, él no va a volver- Rodó los ojos ante la mirada que ella le dirigió- No se siquiera porque Mandos deja salir a eso malditos asesinos de parientes, pero al menos ninguno de ellos se alió con Morgoth. Ese monstruo nunca volverá a la vida, acéptalo-
-De hecho- Interrumpió Idril, con voz recatada- No creo que a su padre tampoco se le permita reencarnar. Tía, digo esto porque me preocupo por ti, deberías considerar la oferta de la abuela de permitir que te encuentre un esposo respetable, hay que noble en la corte del rey Ingwë que no le importa que ya hayas estado casada, pues su bendita princesa Indis fue la segunda esposa del abuelo, y estoy segura de que estaría dispuesto a pasar por alto tu… terrible primer intento siempre y cuando le des hijos dignos- Terminó su discurso con una sonrisa encantadora y consoladora, su padre y abuela la miraron con adoración y orgullo.
Aredhel respiró, llenando el estómago y el pecho tal como le había enseñado su marido, tomó su copa de vino tinto de la mesa y la lanzo con una precisión perfecta para que manchara primero a su hermano y después a su sobrina; después de todo, él tenía la culpa de haberla criado así. Mientras ellos gritaban por la sorpresa y el disgusto, Aredhel se dirigió a su madre.
- ¿Y cómo sabes que hay nobles dispuestos a casarse conmigo? - Su tono sonaba tenso como la cuerda de un arco- ¿No habrás estado preguntado, ¿verdad? -
Su madre se puso aún más pálida- Bueno, quería estar preparada y sabes que solo busco lo mejor para ti. Hablando de eso, ¿Qué ha pasado con tus modales?, no te permití eso de niña y…-
Se calló abruptamente cuando Aredhel se subió a la mesa de un salto, avanzó a paso lento, pateando los platos y copas fuera de su camino, mientras miraba fijamente a su madre y su olor, agrio y enfadado, se filtraba por todo el salón.
-¿Con que derecho, me pregunto, has empezado a ofrecer MI MANO en matrimonio, a idiotas como los de la corte Vanyar, cuando sabéis de sobra que ya estoy casada?. Y no, que no te guste mi marido no es excusa; llevo siglo diciéndote que lo que ocurra entre nosotros es cosa nuestra y si necesito ayuda, la pediré. No que eso sirviera de mucho la última vez-
Miró fijamente a su hermano al decir esto, quién al menos tuvo la decencia de bajar la mirada, ella no había olvidado como esencialmente ignoró su última petición en su lecho de muerte y dejó a su hijo huérfano; Aredhel entendía que su hermano estaba afectado por su muerte, pero para un nér que siempre estaba diciéndole que controlase sus impulsos y se comportase, se esperaba más.
-Entonces- Por fin llegó al final de la mesa, donde estaba su madre; apartó el plato de una patada y plantó sus botas en la mesa -¿Me responderás o pierdo mi tiempo?-
Anäire estaba aterrada, el olor acre de su hija se extendía por toda la habitación, agresivo y sanguinario; de repente, recordó que ella también había estado en Beleriand, aunque no hubiera participado en las guerras ciertamente aprendió a luchar de sus primos salvajes, y antes de eso había sido una gran cazadora de fuerza nada despreciable.
Por suerte para ella, se libró de tener que responder cuando una voz grave carraspeó suavemente. Todos se giraron a mirar la figura con capa que había aparecido en mitad de su salón, la figura flotaba unos metros sobre el suelo, sin rasgos visibles y con una túnica grisácea que lo marcaba como una de las maias de Namo.
-Irissë Nolofinwiel, se te informa que tus plegarias han sido respondidas; tu hijo Maeglin Lómion renacerá de los salones de Mandos- Anunció con una voz que resonó en toda la estancia.
Aredhel se quedó quieta, congelada en su lugar mientras su mente trataba de procesar lo que escuchaba a toda velocidad. Detrás de ella, escuchó a Idril dar un suspiro tembloroso mientras su padre maldecía y comenzaba a gritar.
-Sin embargo- Continuó la maia, imperturbable por el caos- El daño causado por Morgoth a su fëa es demasiado grande, para ser curado de la manera usual, por lo que se decidió que volvería al seno que lo vio nacer, para ser dado a luz una vez más y que su fëa sea alimentada y sanada poco a poco. Este embarazo será más rápido de lo que corresponde a los Eldar, y el crecimiento de este nuevo hröa será mucho más veloz, en escasos diez años debería alcanzar la madurez física y mental que tenía el día de su muerte. Su esposo fue informado de este procedimiento en el momento en el que empezó para responder a su queja, que los Valar consideraron justificada- Cumplido su cometido, la maia desapareció en el mismo sitio en el que estaba.
Aredhel terminó de procesar la información y de inmediato se puso a saltar y gritar de alegría. Saltó sobre Fingon para abrazarlo, mientras lloraba a lágrima viva. Cuando se calmó un poco, se dio cuenta de un detalle.
-Ha hablado de Eöl, ¿no deberían haberme avisado si renacía?, estoy segura de que él al menos me habría escrito una carta…- Paró de hablar en cuanto vió que su padre no le sostenía la mirada.
Se acercó a Fingolfin con paso rápido y sostuvo por el cuello de la túnica. Su madre gritó del susto.
-¿Qué has hecho?- Conocía a su padre demasiado bien, solía poner esa cara cuando escondía las cartas que Maedhros le enviaba a Fingon, allá por los años de los Árboles y más tarde, después de su renacimiento; tenía buenas intenciones de protegerlos, pero nunca había aprendido a verlos como adultos.
Él suspiró- Hace alrededor de diez meses vinieron a avisar de que Eöl había reencarnado, estabas con tu madre y solo estábamos Turukáno y yo en el salón en ese momento, decidimos que sería mejor que no te enteraras hasta que estuvieras mejor y, en cambio, redoblamos la seguridad-
- ¿Oh?,¿Y supongo que con “decidimos” quieres decir que tu hijo lo decidió y tu estuviste de acuerdo? - Ella se giró para mirar a Turgon sin soltar a su padre- Creía haberte dejado claro la primera vez que no se te permitía controlar mi vida. Ni en mi primera vida, ni ahora; yo no soy ni tu esposa ni tu hija para que puedas tomar esas decisiones en mi nombre. No estoy “enferma” por querer arreglar las cosas con mi marido ni soy una estúpida ni mucho menos una niña; creo que, después de todo, yo lo conozco mejor que ustedes-
-Tía- Le rogó Idril- No tomes decisiones precipitadas, tal vez mi padre y abuelo debieron habértelo dicho, pero puedo asegurar que solo tenían tú mejor interés en mente. Además, podría no ser seguro que fueras a buscarlo ahora, vuelves a estar embarazada y no sabes si está estable o si sigue igual de loco que cuando murió; no querrías arriesgar la vida de tu precioso hijo-
Idril estaba segura de que Aredhel escucharía si lo hacía parecer que era por el bien de Maeglin; en cambio, ella la miró de forma confusa antes de empezar a reír.
- ¿Embarazada?, querido Eru, realmente no lo conocíais en lo absoluto. ¡Es mi marido el que está embarazado! -
- ¿Qué? - Turgon por fin se levantó de donde estaba sentado y se acercó a su hermana- P-p-pero, cuando son dos alfas…, es raro que ocurra, pero siempre es ella la que se embaraza-
Aredhel los miró con incredulidad- Tal vez eso sea cierto, pero mi marido es un omega; así que, por supuesto, no es nuestro caso-
Los ojos de Turgon se abrieron cómicamente grandes mientras Fingolfin soltaba un jadeo, Anäire finalmente se desmayó. Fingon parpadeó un poco ante la escena antes de empezar a reír a carcajadas.
/////
Eöl terminó su cántico del día cuando el amanecer empezaba a despuntar, suspiró antes de darse la vuelta y empezar el camino de vuelta a casa. Después de tantos siglos como un espíritu sin hogar (de los cuales, solo recuerda los que pasó antes de llegar a Mandos) había extrañado el bosque, sus caminos sinuosos y el canto de los árboles a su paso; es cierto que este nuevo hogar nunca sería tan mágico, oscuro y familiar como llegó a ser Nan Elmoth, su primer hogar verdadero, pero este es bastante bueno y supone que puede hacer algunas concesiones hacia su esposa e hijo; después de todo, se los debe.
Se llevó la mano al estómago, donde ya se notaba un pequeño bulto y podía sentir la pequeña fëa, tan familiar y querida, creciendo. Su pobre bebé tan sufrido e incomprendido, lo había acompañado durante años como un espíritu sin cuerpo y esa ciudad había resultado tan terrible para él como Eöl había temido, Maeglin se parecía demasiado a su madre como para soportar ese tipo de encierro, y demasiado a él para aguantar al controlador aislacionista de su tío.
“Al fin y al cabo, por eso me dejaron” Eöl hizo una mueca de dolor, se había vuelto verdaderamente horrible hacía el final. La magia que había en Nan Elmoth siempre había tenido el potencial de retorcerse, pero al nunca le había afectado demasiado, hasta aquella última discusión con sus padres.
Él sacudió la cabeza, decidido a no pensar más en eso. Llegó a la casa que le habían construido, de madera oscura y más parecida a un palacio pequeño, pero lo suficientemente recogida para su gusto; tenía una pequeña forja en un costado y un establo con una armería al otro, pensado para su esposa y para él.
Cuando renació no tenía ningún plan más allá de encontrar un lugar propio, exigir la liberación de su hijo y disculparse con su Aredhel; por lo que fue una sorpresa cuando, a las pocas horas de estar vagando, se encontró con caras conocidas pertenecientes a la casa de su hijo en Gondolin, lo buscaron porque pensaban que Maeglin habría renacido con él, pero se pusieron de su lado en cuanto les contó su plan; también amenazaron con sacarlo a rastras del bosque si, llegado el momento, su hijo no lo perdonaba. A Eöl le parecía bien el trato.
Al llegar a la puerta, se dio cuenta del hambre que tenía. Gimiendo en voz baja, se dirigió a la cocina para tomar algo de la fruta fresca que había recogido esa mañana; si había algo bueno en ese lugar que no tenía Nan Elmoth, era que podía tener un jardín detrás de su casa con frutas, verduras y hasta hierbas (medicinales o drogas, no había gran diferencia) y su jardín se quedaría detrás de su casa; era parte del encanto que lo había atraído a su bosque, pero era bueno poder tener fruta sin pasar horas rogando a los árboles que le dejará entrar en su jardín.
Maeglin nunca había tenido problemas con el bosque, había nacido y crecido allí, los árboles lo adoraban y lo consentían con todo aquello que él quisiera. Las ramas bajaban cuando él quería subir, los árboles se juntaban hasta estar prácticamente entrelazados o se separarían para dejar una pista despejada (siempre doblándose para mantener las copas juntas y formar un dosel de hojas) dependiendo si su hijo quería saltar entre los árboles o correr a toda velocidad como si fuera campo abierto; los topos salían a su encuentro cuando Maeglin los llamaba para jugar o simplemente para admirarlos con su habitual atención al detalle, era sus absolutos favoritos (Eöl se había asegurado de que hubiera una respetable familia de topos viviendo en la montaña de tierra que él había construido; no hizo falta mucho para convencerlos, en esa Tierra Bendita no había muchos lugares para criaturas de la oscuridad); también amaba bastante los pájaros y él está seguro de que hubiera amado volar si hubiera podido enseñarle, aunque nunca le habían gustado los ruiseñores ni otros pájaros pequeños y había favorecido los cuervos, para regocijo de Eöl.
Caminó hasta su cuarto mientras comía su cuarto durazno, planeaba dormir todo lo que pudiera antes de que los antojos nuevamente lo asaltaran; echaba de menos la comida de su esposa, él no era especialmente goloso pero su hijo sin duda lo era, y exigía dulces desde el mismo momento de su concepción.
Se dejó caer en su nido e inmediatamente soltó un gemido, un calor lo recorrió desde la ingle hasta extenderse por el resto del cuerpo. Se quitó las botas y la ropa con prisa, quedando solo con su camiseta interior, y se llevó las manos al trasero para palpar el juguete. Su embarazo afectó tremendamente a su lívido y, aunque Aredhel y él siempre habían sido activos, durante aquel periodo apenas podían quitarse las manos de encima, él siempre deseoso de la polla de su esposa y ella se excitaba cada vez que captaba su olor, fuerte, seductor y embarazado por ella. Hicieron el amor en todos los rincones de la casa y el bosque, cubiertos o al aire libre, y nunca podía tener suficiente; Eöl no podía ni trabajar, por lo que finalmente había recurrido a su alijo de juguetes que él mismo fabricó a su gusto (los usaba en su celo cuando estaba solo y con su esposa cuando ella se mostró entusiasta) y durante meses siempre llevaba alguno encajado en el culo, pequeñas pinzas suaves excitando sus pezones o cualquier cosa que calmara el calor dentro de él. Aredhel se había mostrado alegre con este nuevo arreglo, tomó la costumbre de sorprenderlo en la forja o en cualquier otro momento para follarlo sobre la superficie más cercana y siempre lo encontraba estirado y deseoso por ella.
Es de estos recuerdos de los que se valía mientras empujaba la polla de cristal negro en su trasero mientras soñaba despierto con ella, imagino que lo besa, mordía su cuello, lo ponía de espaldas sobre su nido y lo follaba hasta dejarlo saciado y feliz. Se corrió con un gemido ahogado, abrumado por las sensaciones de su cuerpo nuevo que, aun después de meses, se sobreestimulaba con facilidad. Metió la nariz entre las mantas deseando encontrar el aroma a bosque salvaje y plumas de su esposa, deseando sentirla pegada a su espalda; extrañándola ahora más que nunca.
Parpadeó, decidido a contener las lágrimas, no tenía derecho a derramarlas pues su situación era enteramente culpa suya; Aredhel tenía todo el derecho del mundo a no querer verlo ni contactarlo nuevamente, a no contestar sus cartas ni dar señales de vida; y, una vez nacido su hijo, ella podía llevárselo y Eöl nunca más volvería a verlo. Era lo justo, lo que no significaba que no doliera. Pasaría un tiempo antes de volver a intentar escribir a su esposa, era justo que la dejara tener su paz y tranquilidad.
Eöl acercó su fëa a la de Maeglin en su vientre, decidido a disfrutar tenerlo cerca todo el tiempo que fuera posible; no se lo merecía, pero lo tenía e iba a aprovecharlo.
De alguna manera, consiguió dormirse.
/////
Los golpes en la puerta lo despertaron. Era pleno día, Eöl estaba muy seguro de que Arien estaba en su cenit, y normalmente nadie llamaba a su puerta a esas horas; las pocas visitas que recibía sabían que era un ser nocturno, por lo que no lo molestaban durante el día.
Gruñendo en voz baja, caminó silenciosamente hasta la puerta y la golpeó de vuelta.
- ¡¿QUIÉN ES?!- Gritó con voz ronca, como odiaba que lo despertaran.
-Un sirviente de nuestro señor Namo; abre tu puerta, hijo de Melian- Respondió una voz monótona y fría.
Qué raro, los Ainur no suelen tocar a la puerta; ni avisar, ni tener modales para no asustar a los Hijos de Illuvátar ya puestos. Sus sentidos le confirmaron que, de hecho, había una maia desconocida en su territorio y a Eöl le preocupar estar volviéndose descuidado mientras se centra en su embarazo. Él lo archiva para examinarlo más tarde.
Al abrir la puerta, la figura vestida de gris casi lo atropella entrando en su casa, sin molestarse con nimiedades como el permiso de su anfitrión. Eöl se molesta aún más y se plantea hablarle en el antiguo valarin que copió de su progenitora hacía tantos milenios para dejar claro su molestia; tal vez no respetaran su territorio como eldar, pero por Eru que lo harían como maia. O tal vez solo eran sus hormonas hablando.
Antes de que pudiera decidirse, una figura alta con el cabello plateado pasó zumbando a su lado. Por un segundo se le paró el corazón, imaginando al rey, su padre, en su casa, su espacio, su nido, entrando como si tuviera derecho a ello, a él, después de que Eöl renunciara a una parte de su propia alma por su capricho él no tenía derecho a estar allí, como se atrevía a estar en el mismo espacio que su bebé…
-Wow, perdona, sé que no debería entrar de esa forma; me educaron, aunque no lo creas, pero esa maia nos amenazó sobre separarnos de su espalda y entró tan rápido- Balbuceó el extraño de una manera que su orgulloso padre nunca sería capaz.
Eöl lo miró fijamente por unos instantes antes de calmarse, la angustia e ira en su olor se disipó lentamente. El asesino de parientes que tenía enfrente relajó los hombros, aunque aún lo miraba con sospecha en sus ojos de mercurio, y le hizo una reverencia cortés.
-Bien hallado, el príncipe de los Noldor, Turkafinwë Tyelkormo Fëanorion le saluda-
Ese era un saludo extrañamente apropiado para lo que su esposa le había contado sobre su rebelde primo. Y debió notarse en su rostro, porque el ellon más alto se echó a reír; un suspiro se oyó desde la puerta.
-Al menos podemos decirle a Nelyo que lo intentaste- El elfo en la puerta era uno que ya conocía; con su cabello negro intrincadamente trenzado con joyas rojas, Curufin Fëanorion estaba exactamente igual que la última vez que Eöl lo había visto; excepto, por supuesto, del pequeño detalle de que lucía una lustrosa panza embarazada.
El Noldor le clavó los ojos e hizo un leve gesto con la cabeza -Curufinwë Atarinkë Fëanorion; bien hallado, pariente, nos volvemos a ver-
Él los miró de hito a hito antes de sacudir la cabeza, era demasiado de día para esa mierda.
-Eöl- Dijo sin mirarlos, mientras iba a hacerse un té para él y sus inesperados invitados.
Escuchó una risa a carcajadas detrás de él y decidió que era demasiado temprano (o tarde, según su horario) para descifrar si se reían de él o para enfadarse por ello. Un escalofrío recorrió su espalda cuando presintió que la maia iba a hablar, los Ainur siempre tenían esta extraña fuerza en su voz al hablar, y ninguno que Eöl conozca se molestaba en controlarse por el bien de las otras razas.
-Espérate y siéntate- Le interrumpió antes de que pudiera empezar –No sé cómo os lo explicarán, pero normalmente se da un margen de cortesía a la gente para que se recupere de una intrusión en su casa, sobretodo a horas intempestuosas, antes de pasar a los asuntos indudablemente importantes por los que me molestas-
La maia torció la cabeza a un lado –Los Ainur no nos regimos por las mismas normas y costumbres que vosotros, los encarnados; no necesitamos beber- Dijo finalmente.
-Pero entráis en nuestras casas y dictáis nuestras costumbres en estas costas; así que, por supuesto, seguiréis la cortesía básica que dicte vuestro anfitrión- Replicó Eöl mientras servía el té e intentaba no rechinar los dientes al hablar.
Por suerte, la maia no dijo nada más. Sus otros dos invitados se habían sentado en el sofá en frente de la mesita baja en la él había depositado el té y parecían intentar no reír con todas sus fuerzas, aceptaron la bebida con una sonrisa cortés y Eöl colocó unas galletas de sabor suave que sabía de buena tinta que no causarían vómitos a embarazadas enfrente de Curufin; se obligó a ser un buen anfitrión hasta que deba ser lo contrario. Ignoró educadamente como los hermanos susurraban pequeños hechizos de detección de veneno en sus tés, ser educado no era ser estúpido, y trató de no mostrarse sorprendido de que dos matadores de parientes conocieran uno de sus hechizos.
Una vez sentado en su sillón, con una taza de tranquilizador té, hizo una pequeña recapitulación de su situación:
- Había una maia desconocida y grosera (para el estándar eldar y maia) en su casa.
- Dicha maia había traídos dos conocidos asesinos a su casa (aparentemente bajo amenaza) que habían sido muy cercanos de su esposa y podrían querer venganza; además de que ya habían matado a la familia directa de Eöl en Doriath.
- Uno de esos matadores de parientes estaba embarazado como él y, si tenía que juzgar por la presencia de la maia, sus situaciones podrían ser mucho más parecidas de lo que parecería a primera vista.
- En su enfado por como lo habían despertado, había corrido a abrir la puerta tal y como se encontraba al acostarse. Solo una camiseta interior y un consolador en el trasero.
Sencillamente magnífico.
-Bien, ahora que estamos todos acomodados- Dirigió su vista a la maia- ¿Por qué están en mi casa? -
-Eöl Thingolion, hijo de Melian, nuestra hermana; la situación de tu hijo se repite, no igual en proceso, pero si en resultado, a la de otros eldar; por lo que los Valar accedieron a imitar tú método para sanar fëas. Ustedes tres son los primeros que harán esto, por lo que se ha decretado que vivan en armonía para que se los pueda supervisar más fácilmente el embarazado y el parto. A ti, hijo de Melian, se te encarga la vigilancia de estos hijos de Fëanor para asegurar su compromiso con la paz; tuvimos en cuenta la masacre de tu pueblo y sabemos que no serás indulgente-
La maia se levantó y desapareció en el aire, dejando a tres elfos con los ojos muy abiertos y una taza de té intacta. Se hizo el silencio.
-Tenemos que avisar a atar- Dijo Curufin, después de un minuto de silencio.
Celegorm se levantó sin decir nada y sacó un extraño dispositivo de su bolsa, empezó a hablar en su lengua y, de alguna manera, el objeto le respondió. Nada de eso le importaba particularmente a Eöl en ese momento.
Escondió la cara entre las manos mientras se recostaba en su sillón. Tendría que aguantar gente en su casa, durante MESES; él que, desde que pudo tomar la decisión, no tuvo ni sirvientes para no tener gente rondado su espacio. E iba a tener que convivir con dos príncipes asesinos.
Cuando miró fuera de sus manos, vio que ambos príncipes lo estaban mirando, ligeramente inseguros. Soltó un suspiro muy fuerte.
-Antes que nada- Los señaló a ambos con el dedo- ¿Conocí a sus hijos en vida?, ¿Y quién demonios os ha preñado? - Definitivamente, estaba demasiado cansado para tener tacto, y necesitaba saber que esperar si iba a vivir con él.
-Bueno, a mi Tyelpë ya lo conoces, al menos de nombre, aunque lo llamaras Celebrimbor- Respondió el Noldor de cabello oscuro –En cuanto al padre, no sabe que tiene un hijo y seguirá así si tengo algo que decir-
Su hermano resopló -Puede que no tengas nada que decir, ya sabes que él es un favorito de los Valar y apostaría lo que sea que esto no quedará en secreto-
-tiene razón, no nos dejará conservarlos tan fácilmente- Le señaló Eöl, todos ellos eran parias despreciados por los Valar, cada uno por sus motivos.
Curufin soltó un gemido lastimero –Muy bien. Es de Findaráto Ingoldo, tal vez lo conozcas como Finrod- Y se desplomó contra el respaldo del sofá haciendo un gesto peligrosamente similar a un puchero.
Eöl parpadeó - ¿Ese es el que se murió mordiendo a un lobo por culpa de Lúthien y su marido? -
El Noldor lo miró mal por un momento antes de asentir. Eöl se masajeó entre los ojos antes de mirar al ellon de pelo plateado.
-Mis bebés- Le dijo, mirándolo con una sonrisa extraña –Son comúnmente conocidos como Elúred y Elurín-
- ¿Cuándo te follaste a mi sobrino? - La pregunta salió de la boca de Eöl antes de que pudiera pensarlo mejor.
Ambos hermanos lo miraron con los ojos bien abiertos antes echarse a reír - ¿No te gustaría saberlo? - Le respondió Celegorm de forma burlona.
-No sabía que Thingol tenía otro hijo-
-Ni tú ni casi nadie; a efectos prácticos, no lo tiene. Fue así en Beleriand y seguirá así aquí- Los miró con una ceja enarcada, desafiándolos a contradecirlo.
El de pelo plateado se encogió de hombros –A nosotros nos viene mejor. Turukáno no nos cae bien ni por asomo, pero esta familia no necesita el desastre de saber que ejecutó a un príncipe Sindar-
-Aunque, ¿no sería bueno, por una vez, ver como él se mete en problemas por sus decisiones impulsivas? -
Dejó a los Noldor charlando sobre las estúpidas decisiones de su cuñado, si pensaban así, puede que la convivencia no fuese a ser tan mala. Avanzó por el pasillo dirigiéndose a preparar las habitaciones de invitados, los hermanos no habían traído equipaje, pero dijeron algo de avisar a su padre, por lo que probablemente no pueda volver a dormir y tenga que quedarse despierto para recibirlo.
-La mayoría de cosas en la despensa no deberían causar náuseas, comprobadlo de todas formas antes de comer. Si queréis consoladores o similares, podéis buscaros la vida, pero no toquéis los míos- Gritó a sus espaldas.
Una risa salvaje se escuchó detrás de él, pero Eöl no pudo encontrar la fuerza para preocuparse.
/////
Finrod había salido corriendo del comedor tan pronto como le fue posible, que fue muy rápido. La mayoría de elfos con los que había estado comiendo, incluyendo sus padres, nunca habían necesitado desarrollar la clase de reflejos rápidos que fueron necesarios en Beleriand, por lo que habían permanecido en shock por las noticias más tiempo, dándole unos segundos preciosos para escapar.
Un hijo, Finrod tenía un hijo. Soltó una risa maníaca mientras empacaba provisiones a toda velocidad. Había vivido con su hijo, en su reino, y no lo había sabido, ¿lo sabía Tyelpë?, Celegorm definitivamente lo sabía, esos dos no se guardaban secretos. Se desnudó a toda prisa, quitándose las túnicas de seda y los adornos que pudieran estorbarle, todas sus joyas habían sido diseñadas para ser prácticas en una pelea o huida, pero desde que volvió a casa de sus padres había estado usando algunas de las que quedaban desde antes de marcharse de Valinor (No tenía nada que ver que muchas de ellas habían sido diseñadas y hechas por Curvo).
Una vez vestido con un traje de montar mucho más práctico recogió sus cosas para acampar y sus provisiones, así como su arco y cuchillos (Le había costado mucho convencer a sus padres para tenerlos). Corrió hacía los establos y ensilló a su caballo favorito lo más rápido que pudo, no era nada como los caballos de guerra que solía tener, pero lo llevaba con él a cazar y era más confiable que los caballos que tenían los Telerin, solo usados para paseos.
Ya estaba montado y saliendo de los establos cuando oyó que llamaban su nombre a gritos. Miró para arriba y vio a su padre y a su madre, con las trenzas alborotadas y la fina ropa desacomodada, mirándolo con incredulidad desde una ventana. Hizo una mueca, esa era exactamente la razón por la que se perdió esto la primera vez.
- ¡Lo siento, no puedo volver a cometer este error! -Gritó mientras empezaba a cabalgar, alejándose del palacio - ¡Dadle mis disculpas a Amarië! -
Galopó a toda velocidad por las calles de Tirion, asustando a algunos elfos; en otro momento se preocuparía del caos que estaba causando, pero en ese momento solo tenía una cosa en mente.
Curufin, su precioso, terrible y adorado Curvo. La última vez que se vieron apenas pudo decir nada de lo que quería, su madre estaba demasiado ocupada gritándole al omega para dejarlos hablar correctamente y había tanto que quería decir. Quería gritarle, disculparse, besarlo, follarlo hasta cansarse, no volver a verlo nunca; quería mantenerlo en dónde supiera que no se iría hasta que Finrod supiera exactamente que quería de él, y que quería Curufin de Finrod. Antes que todo eso, tenía que encontrarlo a él y a Tyelpë, asegurarse de que estaban bien y si lo que había dicho esa maia era cierto (por supuesto que era cierto, las maias de Namo no tenían sentido del humor, él debería saberlo) ninguna fuerza en el mundo iba a separarlo de Curufin en su embarazo; ni los Valar, ni sus padres, ni el propio Curvo.
Ahora bien, la maia no había dicho dónde estaba; solo que lo había llevado lejos de donde se alojaba con su familia a estar en compañía de otros eldars que se encontraban en una situación similar. Solo quedaba un camino, se concentró en el vínculo que la muerte no borró y que compartía con Curufin; aún se lamentaba de las circunstancias en las que forjaron dicho vínculo, pero nunca podría arrepentirse.
Sintió poco, un simple eco, Curvo probablemente ni notaría que lo buscaba y Finrod se aseguraría de que así siguiera, no quería que volviera a huir. Se encaminó en la dirección aproximada de donde lo guiaba su vínculo y oró rápidamente, los Valar estarían de su lado.
/////
Dior no sabía si estaba viviendo el mejor o peor día desde su reencarnación. Saber que sus hijos por fin iban a volver definitivamente era la mejor noticia del año; que le dieran la noticia frente a su abuelo, así como decir abiertamente quien era el otro padre y donde estaban, no era tan bueno.
Por mucho que le disgustará, mantener en secreto la ascendencia de sus gemelos, incluso de ellos, fue la mejor decisión que pudo tomar entonces, la corte de Doriath no tenía bondad ninguna para los asesinos de parientes o los Noldor en general, ni siquiera antes de la Segunda Matanza. Celegorm era especialmente odiado por su historia con su madre y sus acciones durante la búsqueda del Silmaril, aunque Dior tenía sus razones para sospechar que le faltaban algunos detalles de esa historia nunca llegó a preguntar en el tiempo que estuvieron juntos, fue demasiado cobarde. Realmente se arrepintió de esa cobardía cuando buscó como defender al padre de sus hijos y encontró que no tenía cómo.
No podía declarar a Celegorm como el padre de Eluréd y Elurín, no podía defender su elección de tomarlo como amante, por lo que no podía casarse con él, ni marcarlo ni proclamarlo su omega en voz alta, ni siquiera podía insinuar que no lo odiaba.
O tal vez si hubiera podido, al demonio con las consecuencias, puede que eso hubiera salvado Doriath la última vez; pero no lo hizo y ahora sus decisiones volvían para atormentarlo. Soltó un gemido, dándose la vuelta en su cama para hundir la cara en la almohada, pensando cuál sería su siguiente paso.
Ya sabía que su exesposa, Nimloth, no iba a ponerle trabas; se habían separado en los salones de Mandos alegando que se casaron por un arreglo que hicieron sus abuelos, Melian había alegado que era necesario que engendraran una hija para cumplir con algún tipo de profecía inscrita en la Canción, por lo que una vez cumplido su deber pidieron el divorcio mutuo. A los Valar no les gustaban los cambios, ni siquiera los más pequeños, pero tuvieron que concederles esto ya que ellos no iban a atenerse a las normas de un matrimonio ni vivirían como casados, les gustara a los dioses o no. Nimloth era una buena alfa, pero no la amaba y Dior sospecha que lo resiente un poco por tener que alumbrar a su hija, ya que las alfas suelen tener partos difíciles; pero nunca dirigió una mala palabra a sus gemelos, si bien fue un poco fría, los trató lo más justamente posible y a Dior le costaba culparla por preferir a su propia hija una vez que Elwing nació, pero él pensaba que podría ser más cariñosa con Elúred y Elurín una vez que fuera madre.
Y poco después, Doriath ardió y el único hombre que ha amado lo mató y Dior lo mató a él a su vez, y sus hijos murieron en olvido por su cobardía.
Dior no era idiota. Sabía lógicamente que los culpables de la muerte de los gemelos eran los soldados que los abandonaron en el bosque; pero ellos invariablemente leales a Celegorm incluso cuando sus acciones pudieran repugnar a su señor, y Dior no tenía ninguna duda de que los niños hubieran sido tratados con adoración si supieran que eran hijos de su príncipe, si Dior no lo hubiera ocultado hasta del padre que los dio a luz.
Él odiaba jugar con la mente de las personas, era uno de los viejos trucos de su madre y eso consiguió que todos los visitantes de Tol Galen la siguieran considerando inmortalmente hermosa incluso cuando era anciana; cada poco tiempo algunos hombres y mujeres caían enamorados por sus hechizos naturales y ella nunca hizo nada por impedirlo; su padre solo suspiraba como si fueran travesuras inocentes. Dior realmente amó a sus padres, pero no quería ser así.
Y, sin embargo, él lo fue. Se coló en las grietas de la mente de Celegorm mientras estaba en su momento más vulnerable después del parto, lo hizo olvidarse de sus bebés y se los llevó; ni siquiera le permitió ponerles nombre. Se sintió enfermo por la culpa durante años y fue incapaz de estar presente en el nacimiento de Elwing, ni siquiera en la hora de muerte fue capaz de confesar sus fechorías a su amado, pero al menos liberó el hechizo de su mente para que Celegorm pudiera sanar en Mandos.
Sacó la cabeza discretamente por la ventana para escuchar a los árboles y estos le dijeron que todos estaban dormidos. Después de gritar y enfadarse, su abuelo lo había mandado encerrar como una vez hizo con su madre; por suerte los guardias no estaban acostumbrados a un verdadero trabajo tras toda una vida protegidos por el Cinturón y su posterior reencarnación en la pacífica Valinor (Nunca iban a estar preparados para el ataque, les avisaron y no pudieron hacer nada), por lo que no les costó nada escabullirse y los árboles lo protegieron mientras se alejaba del palacio. No le había dicho exactamente donde estaba Celegorm, pero sentía el vínculo con sus hijos fuertemente, vestigio de su herencia maia, por lo que podía encontrarlos.
Él iba a encontrarlos.
Chapter Text
Eöl debería hacer sabido que habían estado demasiado tranquilos. En su defensa había estado ocupado; tenía que reforzar las defensas de su bosque y había tomado la decisión de trasladarse más cerca de Formenos, mover el bosque poco a poco, los hechizos y el embarazo había drenado casi toda su energía, por lo que no miró muy de cerca la paz que le habían dado con demasiada facilidad.
Tuvo que mirar dos veces antes de decir que si, ese rastro de sangre de medio metro de ancho de verdad estaba ahí, y llegaba hasta la habitación de uno de sus invitados. Resoplando, se dirigió al cuarto de Celegorm, dónde el rastro desaparecía debajo de la puerta, y tocó.
Se oyó un poco de estruendo dentro y algunas maldiciones ahogadas, momentos después, el Noldor salió.
- ¿Le ha pasado algo a Curvo? - Preguntó sin contemplaciones. Tenía la ropa y el cabello empapados de sangre, así como huellas en la cara y barro en los pantalones. Dentro de su casa.
Eöl le señaló en rastro de sangre que había estado siguiendo; luego, las marcas de barro en los bajos de la pared.
Celegorm tuvo la decencia de parecer avergonzado.
-La sangre ha calado la alfombra, será muy difícil de quitar- Le informó con la voz plana.
-Lo limpiaré, lo prometo. Primero quería acabar con esto, pero iba a hacerlo-
-Por supuesto que lo vas a limpiar tú- Eöl lo fulminó con la mirada - ¿O pensabas que lo haría yo?. Pensé que estabas usando el cobertizo de atrás-
-Por lo general, lo hago- Celegorm no ofreció más detalles, y Eöl no los exigió. Desde donde estaba podía ver el impresionante cadáver de un oso bastante grande y un montón de mantas y almohadas que parecía que el Noldor había intentado teñir con la sangre de su presa.
Eöl podía apostar que Celegorm los hacía para su nido, el instinto te hacía hacer cosas extrañas y estar embarazado no ayudaba en ese sentido. Él mismo había forjado muchísimas más armas últimamente y algunas de las mejores habían sido incorporadas a su propio nido, así como algo de su sangre y mucho de su lubricante natural para asegurar el olor.
Cosas extrañas, él no era quien para juzgar.
-Asegúrate de que esté limpio para cuando vuelva- Resopló, no queriendo pelear más; no es tan divertido cuando vivían en la misma casa -Por favor-
Celegorm asintió, sin decir palabra. La parte de su cabello que no estaba llena de sangre brillaba bajo las lámparas como la plata más pulida (A diferencia de su propio pelo gris, más opaco y cercano al color de la ceniza), confiriéndole un aura extraña; la sangre le daba un aspecto aún más salvaje. Eöl recordó súbitamente que, en su día, él había sido parte de la Cacería de Oromë como si fuera uno más de sus maias. Eöl se preguntaba si lo extrañaba.
No lo preguntó. En las semanas que habían pasado viviendo bajo el mismo techo había llegado a darse cuenta de que Celegorm sentía un cierto… no temor exactamente, más bien cautela; como si tratará con un animal peligroso y salvaje que en cualquier momento se volvería contra él. Eöl pensó que sería comprensible, si bien un poco hipócrita, dado su amistad con su esposa; pero Curufin no se comportaba del mismo modo. Había una cierta tensión, por supuesto, pero se había ido aflojando con los días, y las horas compartidas en la forja había ayudado a forjar una tenue amistad.
No tenía sentido que Celegorm, quien no lo había conocido en su primera vida, le guardara rencor por matar a Aredhel mientras que Curufin, que se habían conocido en malos términos, no lo hacía. La única otra teoría que tenía era que tuviera que ver con Lúthien, sabía lo que se decía que había intentado hacer, pero también se decía algo parecido de Eöl (Oh, como le había ardido la sangre al escuchar, como se atrevían a ensuciar la santidad de su matrimonio) y había dejado perfectamente claro que no tenía ningún cariño por su hermana. Por otro lado, podía ser una cosa completamente diferente.
Durante el poco tiempo que pasaron juntos, Lúthien siempre había tenido poco o ningún control sobre sus poderes maiarin, tampoco hacía nada por aprender; la mayoría de las veces los amplificaba voluntariamente, encantando personas a diestro y siniestro que caía enamorados víctimas de su hechizo. Otras veces, lanzaba pequeños hechizos para controlar a la gente, un sirviente que le traía dulces en contra de las órdenes de su padre (por supuesto, el sirviente era castigado y ella no, ya que el pobre elfo no podía recordar por su vida porque lo había hecho), un músico que tocaba, tocaba y tocaba hasta que le sangraban los dedos sin darse cuenta porque su princesa quería seguir bailando; un pretendiente que hacía artesanías una tras otras para regalarle a Lúthien, enamorado locamente solo para se abandonado, confundido sobre lo que había pasado las últimas semanas, cuando ella se aburría de su arte en particular. Por lo que le informaban algunos de sus artesanos que comerciaban con Menegroth, no mejoró con el tiempo.
Ella se molestaba con él cuando Eöl deshacía sus hechizos, lo que significa que estaba perpetuamente enfadada con él; hubo una época en la que Eöl pasaba la mitad de su día quitando hechizos y ayudando a las víctimas de Lúthien, ella solía odiar que dejaran a Eöl como su niñera ya que nunca la dejaba salirse con la suya. En algún momento, sus padres intentaron que Eöl fuera como un guardián de su hermana, pero abandonaron esa idea después de que Lúthien siempre volviera llorando de su tiempo con él.
Recuerda una vez en particular. Un joven herrero que Eöl había estado ayudando cayó en los hechizos de Lúthien y le regaló su mejor obra, un precioso collar opalescente que brillaba bajo la luz de las luciérnagas; Lúthien desechó al herrero. Cuando Eöl lo desencantó, el joven corrió a la corte, con el corazón destrozado, para acusar a la princesa, Thingol lo echó en el acto; Eöl había acompañado a su amigo mientras empacaba entre lágrimas y hasta el borde del Cinturón; había vuelto a la corte, furioso como un Balrog, y le había espetado a Lúthien que encajaría mucho mejor en los pozos de Angbang que entre los elfos.
Fue la única vez que su padre le había puesto la mano encima.
Era una mocosa horriblemente inconsciente del mundo a su alrededor que no podía molestarse en comprender a las demás personas; Eöl siempre había pensado que ella era más Ainur que elfo.
Sacudió la cabeza para deshacerse del recuerdo, si su hermana había jugado con la mente de Celegorm ese era un asunto más serio que un simple rencor, pues siempre quedaban rastros de todo hechizo, no lo seguiría considerando hasta tener más información.
Volvió la vista a lo que estaba haciendo. La gran mayoría de sus obras desde que había vuelto era regalos, para su esposa e hijo, su instinto lo llevaba a hacer pequeñas armas y joyas que pudieran disfrutar, juguetes para bebés; incluso había vuelto a tejer, gorros y ropa para su bebé. Lo que tenía delante no era ninguna de esas cosas.
La pieza que tenía delante era oro, un adorno para el pelo más ostentoso de lo que nunca había llevado en su vida, engastado en rubíes. Su esposa nunca había llevado nada parecido, su hijo y él compartían la misma alergia por las cosas demasiado llamativas (Maeglin había disfrutado de algunas joyas, pero nada comparado con sus parientes Noldor); era exactamente el tipo de joya que Curufin parecía adorar.
Guardó la pieza y se volvió hacía la cuna que estaba construyendo. Miró de reojo al Noldor en cuestión, que trabajaba al otro lado de la forja y llevaba el pelo recogido con una pinza igual de ostentosa que lo que Eöl acababa de forjar; sabía que se había dado cuenta de la joya, pero no diría nada, igual que Eöl no había comentado nada sobre las pulseras y discretas pinzas que no encajaban en el gusto de ninguno de los dos hermanos, pero si en el suyo propio.
(Tampoco comentó nada de los brazaletes de cuero de Celegorm. Había estado fabricándolos en el salón mientras Eöl cocinaba; cuando miró, había un brazalete de cuero negro, muy diferente de los colores vivos que solía usar, con diseño de ramas en color ceniza igual a su propio cabello. Celegorm miraba el brazalete recién terminado con horror, como si no se hubiera dado cuenta de lo que hacían sus manos. Recogió todas sus cosas salió apresuradamente de la habitación. No cenó con ellos esa noche).
En fin, cosas extrañas.
No, su omega interior podía estar intentado incluir a los otros dos omegas en su manada, pero Eöl sabía que se trataba de una situación temporal. Y no, no se sentía repentinamente desolado por ese pensamiento; solo llevaban viviendo juntos tres semanas (No mucha gente lo soportaba tanto tiempo).
De repente, sintió que algo cambiaba en su bosque. Los hechizos estaban llevando a un jinete por sus caminos trampa, tratando de perderlo en la espesura y, eventualmente, sacarlo del bosque; normalmente, Eöl no prestaría atención a los intrusos, todos los que estaba permitidos en su bosque tenían una forma de pasar sus protecciones, pero lo extraño de este es que estaba cantando para que los árboles lo dejaran entrar. Sintió curiosidad.
Dejado sus herramientas de lado, expandió su mente hacía esa parte del bosque, buscando. Localizó un cuervo en una rama y pidió sus ojos prestados, que el pájaro amablemente le prestó.
Vio a un ellon montado a caballo, intentado cantar su camino a través de sus hechizos; tenía el cabello dorado brillante como un sol y los ojos profundamente azules del mismo tono que su esposa.
Volvió en sí y vio que Curufin se había acercado, con lo ojos muy abiertos y el ceño fruncido. Supuso que tendría un aspecto extraño para cualquiera que nunca lo hubiera visto.
-Hay un rubio de ojos azules cantando para entrar en mi bosque, viste como un teleri. ¿Es tuyo? –
La expresión en el rostro del otro omega fue suficiente respuesta.
/////
Finrod se resistía a decir que estaba perdido. Su vínculo con Curufin no era tan fuerte como para que pudieran sentirlo a tanta distancia y él se resistía a tirar por si Curvo lo notaba; pero estaba ahí y le indicaba la dirección general de donde se encontraba su omega embarazado, pero cada cierta distancia se encontraba caminando en una dirección diferente a la que le indicaba el vínculo. Él no estaba perdido, el bosque lo estaba perdiendo deliberadamente.
Hasta que no lo hizo. De un momento a otro, los árboles le mostraron un camino recto y bien despejado por el que podría pasar perfectamente; no había visto a los árboles moverse, pero estaba seguro del que ahí no había un camino segundos antes.
Quien quiera que fuera el dueño de este bosque, le estaba permitiendo el paso. Finrod deseaba fervientemente que eso significase que Curvo no iba a salir corriendo al verlo, pues obviamente vivía ahí.
No tardó tanto como debería antes de vislumbrar una pequeña aglomeración de casas en un claro del bosque. No llegaba a ser un pueblo exactamente, más como un puesto de avanzada, pero veía algunos comerciantes en sus puestos, intercambiado telas y animales, vendiendo joyas y armas; esto último le sorprendió, hacía demasiado que no veía armas tan abiertamente expuestas en Aman, era increíblemente tabú, aunque no se pudiera prohibir expresamente, había demasiados elfos provenientes de la Tierra Media que se sentía inseguros sin poder portar al menos una daga.
Findaráto sintió como se le clavaban las miradas en cuanto estuvo a la vista. La mayoría de los que podía ver eran probablemente Sindar o Avari, con algunos pocos Noldor; vio a un pequeño grupo noldorin un poco apartados, aparentemente negociando con unos mineros; llevaban la estrella de Fëanor en sus túnicas. Inmediatamente se dirigió a ellos.
Se quedó un poco retirado, mirando de reojo el resto del mercado mientras ellos terminaban de negociar, sabía que lo habían visto pues era el único que iba a caballo y le lanzaban miradas nerviosas de vez en cuando; reconoció algunas caras de las huestes fëanorianas en Beleriand.
Terminaron sus tratos con los mineros y se quedaron mirándolo, como si no supieran muy bien cómo actuar. Recordó súbitamente que su traje de montar, como toda su ropa últimamente, era de estilo telerin; concretamente del tipo que se usaba en Alqualodë. Lo usaba en un esfuerzo por calmar a su madre (que estaba terriblemente enfadada porque se codeaba con sus primos en la Tierra Media… No tenía ni idea de cómo iba explicarle esto); si bien los Teleri tenían sus razones para desconfiar de los Noldor, lo pocos Noldor reencarnados con lo que había hablado seguían teniendo cierto resentimiento contra ellos, pues consideraban que la matanza en el puerto pudo haberse evitado y, al parecer, ninguno de los dos bandos sabía quién había dado el primer golpe (No importaba mucho, al final).
Finalmente, uno de ellos se adelantó. Los demás se quedaron detrás de ella, en perfecta formación y aparentemente sin armas; Finrod se tensó imperceptiblemente y se esforzó por poner una cara perfectamente digna y una sonrisa plácida.
-Bien hallado, su alteza el príncipe Findaráto- La nís hizo una pequeña reverencia que el resto del grupo siguió, perfectamente cortés -Estos humildes sirvientes al servicio de la reina Míriel Þerindë lo saludan y lo honran-
Así que iba a ser de esa manera, por lo menos sabía que hablaba con la gente correcta. Por supuesto que Míriel estaría cuidando a su nieto.
-Saludos- Le respondió Finrod, manteniendo la sonrisa cortés –Me encuentro buscando a mi pariente vinculado, ¿podrían ustedes ayudarme? –
El rostro de la soldado no vaciló –Me temo que no nos encontramos en capacidad de ayudarle, príncipe. La casa de Fëanor no tiene tratos con la familia de lady Amarië y ninguno de nosotros tiene una conexión en particular-
-Me malinterpretáis. Busco al príncipe Curufinwë Atarinkë, mi omega vinculado que actualmente se encuentra embarazado de mi hijo por circunstancias especiales fuera de nuestro control- Finrod sabía que su sonrisa se volvía cada vez más dentuda, podía sentir sus colmillos crecer.
La nís no dio signos de inquietud, su aroma permaneció cuidadosamente bajo control sin revelar su casta y Finrod recordó porque siempre había sido tan frustrante tratar con los seguidores de su tío.
-Mis disculpas, príncipe, no fuimos informados sobre la ruptura de su compromiso con Lady Amarië ni de su reciente boda; escribiremos a la casa principal sobre este asunto y se debería difundir la noticia rápidamente para que no haya más errores como este- La nís no sonreía, pero podía oírlo en su voz.
El embarazo de un alto príncipe o su vinculación sin un compromiso, relación conocida o boda era muy inapropiado. Recuerda como en su día el primer nacimiento de Tyelpë fue un escandalo enorme, se habló mucho de la legitimidad del hijo de Curvo y de las circunstancias de su nacimiento; nadie en aquellos años se le ocurriría mencionar que lo hubieran forzado, pues se negarían a creer que algo así pudiera ocurrir en la Tierra Bendita, pero mucho se especuló de quién podía ser el otro padre, y de su moral por dejar a un omega embarazado. En algún momento tendrá que lidiar con ese problema, ya que de ninguna manera Tyelpë volvería a crecer como sí no tuviera padre alfa.
Le dirigió una mirada seria a la nís –Este es un asunto decretado por los propios Valar y perteneciente a las dos casas reales gobernantes, no te corresponde opinar sobre tales cosas, ni difundir rumores. Ahora, como príncipe heredero, les ordeno que me lleven al encuentro del príncipe Atarinkë- Normalmente no usaría el nombre materno tan a la ligera, pero conociendo a los fëanorianos eran capaces de llevarlo a la casa de su tío.
El pelotón hizo una reverencia perfectamente organizada y se giró para guiarlo. Finrod miró discretamente a la multitud a su alrededor y tuvo que reconocer que la nís sabía lo que hacía (Ella definitivamente estaba al servicio de Curvo, dijera lo que dijera); todos en ese mercado había escuchado su conversación y, por las miradas que le dirigían, mañana por la mañana en Tirion (Y, posiblemente, Valimar y Alqualodë) no habría un alma que no hubiera oído el rumor de que su magnífico y santo príncipe heredero fue el responsable de embarazar y abandonar a su medio primo, dejándolo en la deshonra edades atrás mientras él se comprometía alegremente con otra; Finrod temía como los rumores relacionaría eso con lo acontecido en Beleriand.
Él podía hacerlo mejor que esto, lo sabía; había sido rey en la Tierra Media y luego fue el único príncipe que había regresado para lidiar con el desastre que dejaron en Valinor, pero no quería pensar en esas cosas ahora, llevaba demasiado tiempo sin ver a Curvo, preocupado por su embarazo, necesitando preguntar tantas cosas (¿por qué no le dijo?, se habría casado alegremente con él, malditos fueran sus padres; hubiera sido valiente por él).
Se adentraron más en el bosque; las hojas sobre sus cabezas formaban un dosel que bloqueaba parcialmente la luz solar y los caminos se volvían más estrechos a medida que avanzaban. Los fëanorianos se movían sin problemas, pero Finrod cas podía jurar que las ramas bajas se movían para acertarle todas en la cara; pero como nadie más iba a caballo no podía probar su teoría.
Los fëanorianos llevaban caballos, pero estos tiraban del carro en llevaban varios bultos de aspecto pesado; la mayoría estaban cubiertos con lonas, pero Finrod podía distinguir cajas de comida, algunos de los dulces que recuerda que Curvo amaba, instrumentos para curtir el cuero, tintes y aceite para cuidar (Sin duda, para Celegorm).
A mitad de camino llegaron a una encrucijada en la que había otro grupo de elfos esperando; estos eran de aspecto más variado, algunos claramente Sindar, otros Avari y la mayoría demasiado mezclados para distinguir a simple vista. Llevaban una heráldica que no había visto nunca, tenía forma de diamante y era completamente negro, sin colores ni decoraciones, solo un pequeño topo rodeado pura oscuridad. Finrod no tiene ni idea de quien podría querer un escudo de armas así.
Quien parecía el capitán del nuevo grupo frunció el ceño al verlo y miró a la nís con la que Finrod había hablado, ella solo negó con la cabeza y lo miró fijamente de vuelta; el capitán lo volvió a escuadrillar con la mirada unos segundos más antes de finalmente asentir con la cabeza y hacer señas a los demás para emprender de nuevo el camino. No se intercambiaron palabras en ningún momento; al parecer, eran tan sobrios como su heráldica.
El grupo de topos (como había empezado a llamarlos en su cabeza) era el más grande e iba delante, los seguía en grupo de fëanorianos y Finrod iba a la cola; desde donde estaba podía ver que los topos llevaban carros llenos de minerales y tuvo que esforzarse por ahogar una sonrisa, definitivamente estaba en el grupo correcto, nadie más que Curvo pediría tantas gemas rojas. Notó un pequeño movimiento en el carro con los minerales y unos momentos después surgió una cabeza de una de las cajas; había un topo real saliendo asomando de la caja, recostado sobre la montaña de tierra como un maldito rey. Se quedó mirando a Finrod un rato (O lo haría si los topos pudieran ver, joder Ingo tienes que espabilar) antes de decidir que no valía su tiempo y volver a hundirse.
Definitivamente, eran demasiadas cosas en un día; y todavía no había visto a Curvo. Las cosas que se hacen por amor.
Por fin, llegaron a una casa con pequeños edificios de madera oscura alrededor; la casa en sí también se veía oscura, con pequeños motivos de ramas y hojas grabados.
“Definitivamente pertenece al señor de la heráldica del topo, todo sobrio y oscuro”
Los soldados empezaron a descargar las compras de los carros, dividiendo los distintos materiales en montones en el suelo para luego almacenarlos. La puerta de la casa principal se abrió y salió un omega medianamente alto, con el pelo gris ceniza y el ceño fruncido, vestido con ropa de trabajo bastante sucia, un cinturón de herramientas le ceñía la panza mínimamente embarazada. De alguna manera, Curvo se las había arreglado para irse a vivir con otro omega herrero gruñón.
Lo miró por un momento antes de dirigirse al jefe de los topos.
- ¿Ha habido algún problema? –
-No, mi señor. Los Noldor del valle aceptaron el trato por los minerales, se revisó que las telas vinieran en buen estado. No ha habido problemas con gondolindrims desde hace semanas-
-Bien, no bajéis la guardia. Sabéis donde guardarlo todo-
El señor de pelo gris se giró hacia él y lo apuntó con un dedo.
-Desmonta, puedes dejarle el caballo a mi mozo, él lo pondrá en el establo. El arco se queda fuera de la casa, los cuchillos puedes llevarlos. Vamos-
Finrod levantó una ceja ante el descaro y le hubiera dicho exactamente lo que pensaba sobre ordenar al príncipe heredero de los Noldor si el señor no se hubiera dado la vuelta inmediatamente y hubiera entrado en la casa.
Resoplando, se bajó del caballo y le pasó las riendas al joven Avari que se acercaba; dejó su arco como le habían indicado y dedicó un momento a revisar que sus trenzas y joyas estuvieran perfectas. Salió corriendo de Alqualodë con lo que le pareció más práctico para un viaje que duró semanas y en su mayor parte lo agradeció, pero ¡ay, ojalá hubiera pensado en empacar ropa más adecuada!, los bosques de Valinor era seguros y por suerte había podido lavarse en ríos para al menos no ver a Curvo apestando mucho a caballo. ¿Tal vez el señor Topo le permitiría asearse?. De repente, agradeció mucho no haber sido grosero con el desconocido.
Armándose de valor, se pasó la mano por el pelo una última vez y se encaminó hacia la casa.
Cerró la puerta tras de sí y vio al señor sentado en un sillón, delante de una mesa con tazas de té y algunos dulces, él ya estaba mordisqueando una galleta distraídamente, pero Finrod supone que se le pude perdonar al estar embarazado.
-Supongo que debería presentarme. Soy Eöl, y tú llevas toda la mañana dando vueltas por mi bosque e intentado romper mis hechizos. Tengo una ligera idea de lo que buscas, pero prefiero no asumir- Eöl tenía unos ojos muy oscuros que no dejaron de mirarlo ni siquiera cuando se movió para coger otra galleta, Finrod se sentía como si lo atravesasen.
-Saludos, pariente, Soy Findaráto Ingoldo Arafinwënion, aunque puede que me conozcas como Finrod. Vengo buscando a uno de mis parientes, que sospecho que podrían estar alojándose en tu propiedad. Si fuese tan amable de prestarme su ayuda en este asunto, le estaría inmensamente agradecido- Trató de ser lo más cortés posible, traicionar sus nervios ahora no le serviría de nada y podría perder su mejor oportunidad de hacer esto a su manera.
Para su sorpresa, Eöl resopló –Ustedes, Noldor, siempre tiene que ser tan horriblemente formales. Hay dos parientes tuyos que viven en mi casa, es verdad y sé por cuál de ellos has venido; pero tenía la impresión de que no venías a buscarlo en calidad de familia exactamente-
Finrod forzó una sonrisa mientras su mente corría a toda velocidad e intentaba no tambalearse donde estaba de pie. Curufin y él eran bastante estrictos sobre la naturaleza secreta, Finrod temía los rumores y lo que harían sus padres en los años de los Árboles si lo encontraban con uno de sus medios primos y luego, en Beleriand; Curvo no quería ni oír hablar de la posibilidad a pesar de que, según Findaráto, eran mayormente libres de las formalidades de Valinor; a ninguno de sus primos les importaría una mierda que estuvieran follando o incluso que se casasen. Pero aquí estaba este Sindar desconocido insinuando que conocía la naturaleza de su relación.
-Solíamos tener una relación muy cercana, de hecho. No nos hemos visto en mucho tiempo, pero un asunto de fuerza mayor ha surgido y debemos afrontarlo juntos. Esto seguro de que usted lo sabe-
El señor tarareó –Estoy al tanto, es cierto. También me dijeron que nuestro conocido en común paso una situación similar en el pasado sin tu asistencia y salió bastante bien; o eso me han dicho- Eöl lo miraba con una mirada penetrante, como si estuviera juzgando a Finrod y no estuviera saliendo muy bien parado.
Ingoldo sintió su sangre hervir ante tal insinuación, no eligió dejar a Tyelpë antes de nacer, Curvo le quitó la elección. Sin que se diera cuenta, la ira se infiltró en su aroma que se esparcía sutilmente por el salón; Eöl se puso tensó al oler el enfado del alfa en su hogar y empezó a derramar un fuerte olor posesivo, sus glándulas odoríferas supuraban en su cuello, y la advertencia en su aroma envolvía la estancia.
Un gruñido crecía dentro del pecho de Finrod, sintiendo instintivamente amenazado al estar rodeado de un olor tan hostil, en una casa ajena con su omega perdido en alguna parte, él estaba perdiendo el control rápidamente
- ¡ESTAOS QUIETOS LOS DOS! - Una voz que reconocía muy bien provino del pasillo.
Curufin llegó corriendo como podía, jadeaba mientras se sujetaba la barriga embarazada con una mano y se llevaba las manos al pecho.
- ¡¿No se suponía que tenías que evitar un conflicto?!, eres casi tan malo como Tyelko- Le espetó a Eöl.
-Quedamos en que era mejor que no hiciera ninguno de vosotros para evitar una pelea inmediata y también porque esta sigue siendo mi casa, no habría pasado nada de esto si tu alfa no fuera tan idiota-
- ¡No tenías por qué provocarlo! -
- ¡No hice!, él se niega a reconocerte y se molesta cuando le señalo que…-
No siguió escuchando lo que los omegas decían, podría haberse acabado el mundo en ese momento y Finrod hubiera estado demasiado ocupado para escuchar; porque Curvo estaba allí.
De alguna manera, estaba más hermoso que la última vez que lo había visto. Aún respiraba agitadamente y tenía las mejillas hermosamente sonrojadas; sus ojos plateados estaban brillantes como no lo había visto en mucho tiempo y olía deliciosamente embarazado. Su preciosa panza sobresalía suavemente acunada por la túnica suelta de color rojo y Finrod ansiaba pasar las manos por ella y alcanzar el precioso fëa que contenía; el pecho de Curvo se venía hinchado y turgente a través del ligero escote y él quería mordisquearlo y probar si acaso Curvo ya estaba dando leche.
Supo en momento exacto en el que Curvo volvió a reparar en su presencia (¿cómo podía olvidarse?, Finrod no podía ni apartar los ojos) porque dejó de discutir inmediatamente con Eöl y se quedó paralizado mirándolo, recorriéndolo de pies a cabeza; sus manos cayeron sobre su barriga, acunándola tiernamente. Pareciera como si su aroma se volviera cada vez más atractivo, llamando a Finrod a acercarse a calmar a su omega embarazado, oliendo maravillosamente vulnerable y suave.
Finrod se acercó en dos grandes zancadas hasta que pudo abrazar a Curvo por los hombros y hundió la nariz en su cuello, justo en las glándulas odoríferas, respirando su aroma que olía como el fuego, el carbón quemado, asfódelos y una tranquila tarde en Nargothrond frente a la chimenea solo ellos dos. Olía a hogar.
A Curvo se le escapó un suave ronroneo contra su cuello, oliendo feliz y acercándose inconscientemente al padre de su bebé. Finrod se restregó contra sus glándulas, empapándose de su olor, y empezó a lamerlas cariñosamente.
Entonces, Curvo se tensó. Pareció volver a la realidad de golpe y se revolvió en los brazos de Findaráto mientras se intentaba alejar. La angustia llenó el aroma antes tan feliz y Finrod, desconcertado y desolado, intentó calmarlo frotándose contra él y perfumándolo.
Sintió como lo apartaban de un tirón en la parte posterior su túnica y retrocedió tropezando mientras Eöl se colocaba entre él y Curvo. Celegorm había aparecido de la nada para abrazar a su hermano, que se calmaba gradualmente oliendo el cuello de su hermano mayor mientras este gruñía en dirección a Finrod.
Se quedaron así durante unos minutos en un silencio solo roto por la rápida respiración de Curufin, Celegorm y Eöl miraban fijamente a Finrod en tensión, mientras él intentaba comprender como había salido todo tan mal, contuvo las lágrimas como pudo y se enderezó, respirando pausadamente para calmarse; cuando por fin iba a intentar hablar, se le adelantaron.
-Creo- Empezó Eöl con cautela –Que ya es bastante tarde. Puedes lavarte y pasar la noche en el cuarto de invitados, hablaremos por la mañana-
Su tono no dejaba lugar a dudas de que eso era lo que se iba a hacer y Celegorm tomó a Curufin rápidamente en sus brazos, desapareciendo por el mismo pasillo por el que habían venido.
Él fue conducido en silencio hasta su cuarto de invitados, donde una vez en la bañera se derrumbó y empezó a sollozar.
/////
No podía dormir. Daba vueltas en la cama repasando su última interacción con Curvo en su cabeza. El cuello, por supuesto que fue el cuello lo que desencadenó todo; podían ignorar lo que había hecho hasta que estuvieron demasiado cerca y quedó al descubierto, Curvo no confiaba en que Finrod lo respetaría y tenía buenas razones.
Desde que retomaron su relación en Beleriand (Es decir, después de la primera vez que hablaron desde el hielo y se gritaron, pelearon y follaron furiosamente) Finrod había querido no mantenerse más en secreto, la cercanía a la muerte y la posibilidad muy real de no volver a ver a Curvo, más el hecho de estar muy lejos de Tirion y relativamente aislado de los juicios de su familia, lo había vuelto mucho más descarado con respecto a su afecto, quería poder amarlo libremente, quería vivir con él como su reina en Nargothrond, quería marcarlo, Finrod quería casarse con Curvo.
Curvo se había negado a todo.
Recuerda estar atónito la primera vez, pues solía ser Finrod quien no quería hacerlo público en Valinor siendo su padre cauteloso con la casa de Fëanor, y tardó un poco en recuperarse, conteniendo las lágrimas, para preguntar por qué, si ahora eran libres de elegirse.
Siempre recordará mirada furiosa con la que Curvo lo miró, antes de informarle fríamente que tenía un deber para con su gente, defendiendo Himlad junto a su hermano; que no veía porque cambiar su relación ahora y que sería incapaz de casarse sin la aprobación de su padre.
El maldito Fëanáro acechaba su vida como un maldito fantasma, Finrod sabía que nunca hubiera ganado su aprobación, ni en vida ni en muerte, pues su medio tío odiaba a todo el linaje de Indis y sus acciones eran lo que hacía que Arafinwë fuera tan cauteloso y que Findaráto no pudiera salir con Curvo abiertamente durante mucho tiempo.
Fue doloroso. Se enfrentaron, se gritaron en el mismo lecho en el que apenas unos momentos antes se abrazaban apasionadamente, Curvo volvió a Himlad y no se escribieron durante meses; a Finrod le remordía la consciencia por haberle mentado a su padre muerto y finalmente, después de pasar semanas sin dormir y de que su gobierno se viera afectado fue a visitar a Curvo sin avisar; no hablaron de lo sucedido, pero se reconciliaron y ambos admitieron echarse de menos, hicieron el amor en la forja y durante un tiempo todo estuvo bien.
Finrod había vuelto a insistir, pero nunca presionaba después de que Curvo se negara la primera vez; pensaba que cambiaría de opinión con el tiempo, más aún después de que él y Celegorm tuvieran que escapar del fuego de dragón y se refugiaran en Nargothrond, si Curvo quería poder Finrod lo hubiera hecho su reina en el momento en el que él se lo pidiera. Pero Curufin siguió negándose cada vez. Y entonces llegó Beren.
No recuerda mucha de esa última noche, estaba absolutamente consumido por la ira y el dolor, en todos los años que llevaban en Nargothrond Curvo y Tyelko lo había apoyado en sus decisiones militares, ya fuera que estuvieran de acuerdo con sus acciones (o falta de ellas) contra Morgoth o no ellos se habían encargado de la defensa de su reino y solo expresaban sus opiniones más contundentes en privado. Dijera lo que dijera Orodreth, sabía que estaban de su lado en la mayoría de asuntos y lo contrariaban públicamente mucho menos que sus otros consejeros. Por eso fue tan impactante cuando no lo hicieron.
Estuvo a su lado tanto tiempo que Finrod se permitió olvidar que Curvo siempre pondría a su padre primero.
Curvo lo había dejado entrar esa noche y estaba casi tan enfadado como él. No podía recordar otra ocasión en la que lo hubiese visto llorar de esa manera y no sabía quién había dado el primer golpe ni el primer beso, solo sabía que acabaron en la cama sangrando mientras se acariciaban bruscamente. Y entonces pensó, él pensó…
“Mañana será como si nada hubiera pasado”
Por la mañana Finrod partiría rumbo a enfrentarse al mismísimo Enemigo y para el resto del mundo esto solo sería un desacuerdo, sus primos hablaron en su contra por los Silmarils y nadie sabría lo profundamente que esto los afectaba, como en menos de un día su endeble felicidad se había hecho añicos, los mordiscos de esa noche desaparecerían en pocos días, las marcas de uñas se cerrarían, los cuerpos sanarían y nada tangible quedaría en este mundo que corroborase su dolor, nada que pudiera probar que todo había sido real, que fueron felices por un tiempo. Sería como en hielo otra vez.
Tan pronto como se le ocurrió supo que no podía dejar que eso sucediera. No había sido un pensamiento consciente como había girado a Curvo bocabajo y lo había embestido duramente, gimiendo en voz alta, y finalmente había mordido su glándula de apareamiento.
Recordaba perfectamente el grito ahogado de Curvo, como sus ojos se habían abierto con horror había girado la cabeza para mirarlo, sin poder creer que realmente lo hubiera marcado.
Finrod pensó, no dijo, pero pensó y en esa situación de absoluta intimidad realmente no era tan diferente…
“Me has hecho esperar y me has traicionado, me debes esto”… “Al menos esto, esto es real y no podrás negarlo”
Oh, sabía perfectamente que no tenía derecho a exigirlo, pero eso no le impedía sentirse herido cada vez que lo rechazaban, y tan dolido como estaba cuando Curvo se negó a seguirlo, que no le importó herirlo de vuelta.
Su vínculo no estaba completo, pero llevaban tanto tiempo juntos que el osanwë funcionaba casi sin quererlo; Curvo captó sus pensamientos traidores y Finrod apenas pudo sentir la asfixiante culpa antes de que él le cerrara su mente, justo antes de darle un tímido mordisco en sus glándulas, completando su vínculo de apareamiento.
Apenas pudo sentir el remordimiento por haber manipulado a Curvo en ese momento, el éxtasis consumió sus pensamientos y ambos tuvieron un orgasmo explosivo que los dejó desmayados en la cama, abrazados. A la mañana siguiente no tuvo el valor de hablar con Curvo, se quedó mirando la herida del mordisco en su cuello con verdadero horror de lo que había hecho y se prometió que lo arreglaría. Lo arreglaría todo.
Se marchó mientras Curvo dormía y, muy a su pesar, la realidad del mordisco en su cuello lo tranquilizó en todo lo que vino después.
Suspiró mientras se levantaba de la cama, llevándose las manos al cuello. La marca no estaba desde que renació, pero sus glándulas no era las misma de cuando no estaba apareado, tenían una pequeña hinchazón típica de los renacidos cuya pareja todavía no les había podido dar una nueva mordida. Usualmente, uno de la pareja estaba muerto.
Una risa sin gracia subió por su pecho. Un vínculo de apareamiento no era lo mismo que un matrimonio, no como lo entendían los Eldar, era más salvaje y visceral; esto era algo que nadie realmente comprendía, pues no podía forzar a alguien a que te devolviera el mordisco y la mutua aceptación de ambos siempre iba acompañada de un matrimonio. O eso pensaba Finrod, antes convertirse en posiblemente el único Eldar con un vínculo de apareamiento que, sin embargo, seguía soltero.
Dicho vínculo tiraba de él, dentro de su mente. Sabía exactamente el camino hacia Curvo y su instinto le exigía seguirlo. Dudó por un momento, su vínculo se sentía como si Curufin lo estuviera llamando, pero eso no tenía ningún sentido; pero nunca había sido muy bueno negándose a Curvo, así que, por supuesto, siguió el tirón.
Camino por el pasillo en total silencio, yendo más lento de lo que le gustaría para evitar que lo atraparan merodeando. La puerta de Curufin parecía estar lo más alejada posible de la suya (seguramente a propósito), siguió un camino serpenteante que se le hizo infinito hasta que llegó a una puerta por lo que escapa el divino olor de Curvo atenuado, pero Finrod lo reconocería en cualquier parte.
Abrió la puerta con cuidado.
Hubiera sabido que era de Curvo incluso sin el olor. Estaba lleno de joyas, baratijas de diferentes metales y planos sin acabar por todas partes; la cama de Curvo estaba en la esquina más alejada de puerta, debajo de una ventana, perfectamente puesta para que no pudieras verla en un primer vistazo y para que se pudiera escapar usando esos segundos de ventaja.
El nido estaba compuesto por mantas bordadas, algunas expertamente (seguramente por la mano de Míriel o Carnistir) y otras menos perfectas, pero igual de amorosas; al fin y al cabo, todos en la casa de Fëanor aprendieron a bordar y coser, aunque fuera un poco. Había cantidades ingentes de joyas y armas finamente elaboradas esparcidas entre las mantas, brazaletes de cuero y pequeñas tallas de madera.
Y, en el centro, la joya de la corona. El propio Curvo, embarazado, durmiendo, desnudo, hermoso.
No estaba tranquilo, se giraba y retorcía, tanto como su voluminosa panza le permitía, emitía pequeños gemidos lastimeros cada poco tiempo, su vínculo seguía tirando de él, llamándolo.
Finrod dudó. Curufin no estaba consciente y claramente no lo estaba invitando a su nido, ni siquiera era consciente del vínculo mental que compartían; por otro lado, estaba obviamente sufriendo por la ausencia de Finrod, después de todo, los embarazos no se hicieron para sostenerse en solitario y Findaráto ya lo había dejado en esa situación una vez (culpa de Curvo, cierto, pero, aun así). Y ese era su bebé el que estaba cargando y alimentado con su fuerza, por lo que no podía no hacer nada.
Respiró hondo, esto es lo que un buen alfa haría, ¿verdad?.
Se quitó la ropa en silencio, quedando desnudo tal como estaba Curvo, colocó su ropa estratégicamente en una silla cercana por si tenía que salir huyendo si Curufin lo echaba.
Se metió en la cama. El olor del nido era intenso de cerca, respiró el aroma seguro que olía como el hogar y la satisfacción de sentirse a salvo; Finrod suspiró mientras no podía evitar fantasear que, en un futuro no muy lejano, su aroma dominaría ese nido y él sería ese bastión de seguridad para Curvo.
Gateó con cautela hasta el centro, donde Curvo se revolvía. Emitió un ronroneo bajo desde el pecho que pareció calmarlo, dejó de removerse tanto, pero seguía con el ceño fruncido. Lentamente, Finrod se colocó de costado contra la espalda de Curvo, acurrucó el cuerpo del omega contra sí mismo mientras pasaba las manos por su panza; sin poder evitarlo, acercó su fëa a la del bebé.
Inmediatamente, el pequeño fëa se pegó al suyo buscando afecto; Finrod alimentó al bebé generosamente con su fëa mientras pensaba que no era extraño que Curvo lo llamara instintivamente, desesperado, alimentar solo el fëa del bebé debía estar agotándolo. Finrod se estremecía al pensar en cómo debió ser la primera vez, tenía el apoyo de su familia, pero no era lo mismo que tener al otro padre, la otra mitad de su hijo.
Alejando eso pensamientos aterradores, Finrod metió la cara en el hueco del cuello de Curufin, empapándose de él. Un ronroneo inconsciente salió de Curvo, instintivamente feliz de tener al padre de su bebé y alfa apareado cuidándolo; probablemente no estaría tan feliz si estuviera despierto.
Finrod suspiró una vez más mientras sentía que el cansancio lo invadía, no se había sentido tan a gusto en mucho tiempo, casi tanto como había pasado lejos del nido de Curvo. Oh, sabe perfectamente que tendrá que arreglar esto por la mañana, pero no puede evitar pensar que ambos merecen esto, un pequeño descanso en el caos para mimarse, una noche en la que poder dormir tranquilos sin pensar en nada más.
Finrod se durmió en paz, solo por ahora.
/////
La paz no duró mucho.
Finrod se despertó duro como una piedra, el olor embarazado de Curufin subía a toda velocidad a su cerebro anterior, animal y salvaje, su alfa gemía felizmente, teniendo a su omega marcado, embarazado con su bebé y durmiendo a salvo en sus brazos.
Gruñó en voz baja cuando su desesperada erección rozó el suave y regordete trasero de Curvo; lubricante natural se filtraba del hermoso omega, impregnándolo todo con su dulce aroma, empalagoso y fogoso, tan atractivo que le hacía querer hundir la cabeza entre sus piernas y lamerlo todo.
Curufin se revolvió en sueños, gimiendo dulcemente. Finrod llevó las manos a la parte baja de su espalda, masajeando suavemente. Curvo ronroneaba inconscientemente, despertándose poco a poco.
Por unos segundos estaba despierto y feliz, aún ronroneaba y miraba a Finrod con una expresión tan suave que le daban ganas de besarlo, su deseo se derritió momentáneamente en ternura y, por unos instantes todo era como debía ser.
Entonces Curvo parpadeó y el mundo volvió a girar.
Los ojos de Curufin se abrieron al máximo, su ronroneo se convirtió en un gemido angustiado, su olor agrio inundó el nido. Finrod apartó las manos rápidamente de su espalda, se alejó un poco y metió la barbilla hacia el pecho, girando la cabeza de lado para mostrar el cuello en señal de sumisión.
Tremendamente humillante, pero podría merecérselo.
Curufin se llevó las manos al vientre, encogiéndose sobre sí mismo en un gesto instintivo para proteger a su cachorro nonato. A Finrod le dolió el corazón verlo así y quiso calmarlo, decirle que no tenía que protegerse de él, nunca le haría daño.
-Sé que no debería estar aquí- Empezó lentamente –El vínculo me estaba llamando, pensé que eras tú, ya estaba aquí cuando vi que estabas dormido, te revolvía y yo…-
Las palabras se atascaron en su garganta, sonaban a excusas. Había querido calmar a Curvo y lo había conseguido; pero también había querido calmarse a sí mismo y para ello había invadido el nido de Curvo, él era su omega vinculado, pero no lo había invitado y Finrod debería haber esperado.
-Lo siento- Concluyó en voz baja –Pensé que ambos necesitábamos esto-
Curvo lo miró durante unos momentos más, se incorporó para quedar sentado mientras respiraba lentamente para calmarse. La manta resbaló por su estómago dejando ver la preciosa curva de su embarazo.
Curufin le clavó sus ojos plateados, con sospecha.
- ¿Dijiste algo esta vez, o solo te callaste y desapareciste? - Tenía una de sus cejas enarcadas con ironía.
Porque la verdad, la verdad era que está no era la primera vez que se veían desde que Curvo reencarnó.
/////
Había sabido por un rumor que Curvo estaba en Tirion.
Claro, últimamente había habido muchas especulaciones sobre el posible regreso de los fëanorianos desde que el regreso de Míriel y sus funciones en el gobierno. Algunos decían haber visto la altura imponente y el cabello de fuego de Nelyafinwë a lo lejos, otros decían reconocer la letra de Moryofinwë en las cuentas y declaraciones que salían de Formenos, pero nada que fuera más que una posible coincidencia.
Y entonces uno de sus conocidos dijo ver Curufin en el mercado.
Este hombre era guardia real desde los años de los Árboles, vio a su medio tío Fëanáro crecer y a su padre nacer; conoció a todos sus primos y los vigiló cuando sus padres estaban ocupados. Él no se equivocaría.
Así que se escabulló de palacio con ropa sencilla y una capa, decidido a encontrar la posada en la que le dijeron que Curufin se quedaba. O al menos, lo intentó.
Su madre lo encontró en la salida. Al instante supo lo que se disponía a hacer, pues ella también había oído lo que dijo el guardia, pero malinterpretó sus motivos.
¿y cómo no iba a hacerlo, sin Finrod nunca habló de su amor?, ella le tomó el rostro en sus manos y lo tranquilizó como a un niño, diciendo que necesitaba enfrentar esto solo. Eärwen tomó la delantera para encontrar a Curufin y Findaráto no tuvo más remedio que seguirla.
El mundo dejó de girar en cuanto se abrió la puerta.
Curvo estaba tan hermoso como la noche en que lo dejó, sus ojos de mercurio se abrieron de par en par al verlos y no pudo más que apartarse cuando Eärwen entró en su habitación, furiosa como un tornado, y empezó a gritarle.
Finrod no escuchó lo que decía su madre, no podía. Era incapaz de apartar lo ojos del rostro de Curufin, viendo como su sorpresa desaparecía y se encerraba en una máscara de hielo, sus suaves ojos se volvieron acero mientras su madre seguía lanzando sus acusaciones.
- ¿Es todo? - Preguntó calmadamente cuando Eärwen paró a tomar aire, con el rostro enrojecido de la rabia.
Eärwen parecía sorprendida de que Curufin no se moviera un ápice, Finrod no lo estaba. Sabía que Curvo se había enfrentado a lo peor de Beleriand y mantuvo sitiadas a las fuerzas del Enemigo durante 400 años, su madre era incapaz de hacerle nada; Finrod lo sabía, Curvo lo sabía.
Así que, ¿por qué seguía mirando en su dirección, con ese semblante cada vez más decepcionado?.
Su madre parecía lista para volver a empezar sus reclamos, cuando tocaron a la puerta.
Curufin les echó un vistazo rápido antes de empujarlos sin consideración contra la pared, abrió la puerta antes de dejar tiempo a que Eärwen se quejara.
Por el hueco entre la puerta y la pared vio una figura encapuchada parada en frente de Curvo.
-Mi señor Curufinwë, debe saber que vengo sin intenciones de causar daño- La voz sonaba extraña y distorsionada.
-Dices eso, pero una capucha oculta tu rostro y un hechizo enturbia tu voz- Respondió Curufin con voz fría.
-Debe perdonarme, mi señor; pero soy un cobarde y no puedo evitarlo. Más esto es algo que debo hacer y mi cobardía no me impedirá hacerle llegar este mensaje-
Hubo un momento de silencio, todos contuvieron la respiración.
-Debe saber que fui uno de los soldados que acompañó al príncipe Findaráto, entonces rey Felangund, en su misión suicida por el Silmaril. Vengo a agradecerle, mi señor, pues si su hermano y usted no hubieran hablado entonces, menos de los nuestro hubieran tenido el valor para negarse a emprender tal asunto- La voz del desconocido tembló por unos instantes.
-Mi-mis hermanos, hubieran ido. Estuve allí y vi las fuerzas de Gothaur con mis propios ojos, no hubiéramos tenido oportunidad; nuestra mejor esperanza era que el príncipe Findaráto pudiera derrotarlo, pero no pudo hacer estando mermado por haber mantenido el hechizo para escondernos a todos y menos habría podido si hubiera tenido que ocultar un ejecito entero. Ustedes salvaron a mi familia y muchas otras de un final en las mazmorras de Gothaur en nombre de un Segundo Nacido que nos era desconocido y de una princesa Sindar que poco nos importaba. Yo morí, pero el resto de mi familia vivó para ver como Nargothrond caía bajo el gobierno del príncipe Orodreth, no sé si realmente estabais ávidos de poder cuando os expulsaron u os preocupabais sinceramente por los habitantes del reino; de lo que sí puedo estar seguro es de que ustedes, que realmente mantuvieron al Enemigo a raya y sabía cómo mantener un asedio, no hubieran cometido lo errores que el príncipe Orodreth sí cometió-
No se oía una mosca zumbar. La tenue luz de la luna parecía haberse apagado, como si el mismísimo Tilion se hubiera quedado también atónito y hubiera olvidado su deber por unos instantes.
Finrod no podía oír su propia respiración, no podía entender lo que sucedía, lo único que pensaba era…
Que era una bendición no saber quién era el desconocido (No era un desconocido, era uno de los elfos que murió a su lado, en su nombre, y se arrepintió), no lo soportaría, no podría mirar a ese elfo a los ojos y saber que a quién le falló tan horriblemente.
Curufin no dijo nada, estaba congelado en la puerta, agarrando el marco con casi suficiente fuerza como para hacer crujir la madera. Finalmente, asintió con la cabeza rígidamente.
-Me disculpo una vez más por mi cobardía. Daría mis agradecimientos personalmente al príncipe Turkafinwë, pero no sé dónde encontrarlo y mucho me temo que me daría caza personalmente; no soy tan valiente. Debo pedirle, mi señor, que le transmita mi gratitud a vuestro hermano. Buenas noches-
La figura se retiró tan velozmente como había aparecido, apenas haciendo ruido al correr.
Se quedaron congelados en sus lugares unos buenos minutos, procesando ese giro de los acontecimientos. Eärwen se adelantó desde detrás de la puerta hasta Curufin, Finrod pudo ver su rostro contorsionado de furia.
-Eso…, es… ¿por dónde? - Apenas le salían las palabras a su usualmente serena madre.
Sin decir palabras, Curufin señaló lo que Finrod estaba seguro de que era la dirección contraria del pasillo por donde se había ido el misterioso soldado.
Su madre se giró y siguió esa dirección.
Finrod salió por la puerta, mirando a su madre avanzar. Se volvió para ver a Curvo y, justo cuando estaba a punto de decir algo, Curvo le tapó la boca.
No sabría describir lo que vio en sus ojos en ese momento, mezcla de furia, decepción y, sobre todo, un profundo cansancio y hastío, pero lo asustó terriblemente.
Curvo retrocedió en silencio y cerró la puerta. Finrod miró la puerta unos segundos más antes de seguir a su madre, sabiendo que no iban a encontrar a nadie.
Tampoco quería.
/////
Ahora, podía ver a Curvo mirándolo de esa manera que lo atemorizó aquella noche, tan conocedor su querido amor de lo cobarde que en verdad era Finrod, sabiendo que sin que nadie se lo hubiera dicho que había huido en silencio.
Curufin soltó un resoplido tremendamente sarcástico. Se lo quedó mirando con una intensidad que lo hacía querer retorcerse en su lugar.
Y finalmente, cuando estaba por disculparse y salir corriendo….
-De espaldas, brazos sobre la cabeza, agárrate las muñecas. Ahora- Su voz sonó autoritaria como la de un rey ordenando a su siervo.
El cuerpo de Finrod se movió antes de pensarlo, siguiendo sus órdenes instintivamente mientras su mente aún procesaba que no lo había expulsado.
Curvo observó su posición por un momento antes de acercarse trabajosamente. Finrod se sonrojó profundamente cuando él miró su erección furiosa y le dio un par de sacudidas con la mano. Un gemido necesitado salió de su garganta.
Curvo se colocó a horcajadas sobre su cadera, apoyando las manos, una en el costado del nido y la otra sobre su barriga, hasta que quedó sentado sobre su pene. Se balanceó un poco sobre él, frotando su agujero empapado contra su polla, haciéndolos jadear a ambos.
-No te muevas- Le advirtió.
Se apoyó en el pecho de Finrod para levantar un poco e introducir la erección del alfa por su estrecho canal. Se sentó de golpe y se enfundó completamente.
Los dos gimieron al unísono, sintiendo el calor abrasador y la presión enloquecedora abrumando sus sentidos, el aroma excitado de Finrod empezó a brotar sin control y Curvo respondió con el suyo.
Curvo empezó a embestirse, con las manos sujetando su barriga. Finrod emitió un gemido preocupado de que no se hubiera preparado, pero Curvo le gruñó y lo miró de manera que claramente decía que se ocupara de lo suyo y lo dejaran en paz.
Finrod sabiamente (por una vez) dejó que Curvo decidiera que era lo mejor para sí mismo y siguió dando suaves embestidas con las caderas.
Después de todo, ambos necesitaban esto.
Notes:
Entonces, en este capítulo quería que los alfas (Finrod, Aredhel y Dior) llegaran a la casa, pero Curufin y Finrod tomaron el control de mi teclado y se me ha hecho demasiado largo. Así que probablemente haga un capítulo para cada pareja y todos tenga su tiempo (más o menos).
Quería dejar constancia de que Finrod no es un idiota, ni condescendiente. Pero si creo que todos los nietos e hijos de Indis recibieron una educación profundamente vanyarin (que yo interpreto como muy tradicionalista, parecida a lo católicos ortodoxos, si quieres una comparación) y Finrod integra esas ideas inconscientemente, aunque en su pensamiento consciente él no sea voluntariamente prejuicioso ni crea que su opinión (como alfa) pesa más que la de Curvo (como omega), en sus acciones se ve otra cosa.
También, sobre Nargothrond. Se suele interpretar que Curufin y Celegorm traicionaron a Finrod al oponerse públicamente a él, y es como, sí él es el rey pero eso no significa que sus consejeros tengan que estar de acuerdo en todo (en algunos casos, se oponen fuertemente); además, Finrod iba a buscar el Silmaril sabiendo el peso del Juramento sobre las cabeza de Curufin y Celegorm, por lo que ellos podrían sentir que Finrod los traicionó primero. Por otro lado, que la gente abandonara a Finrod tan rápido no es solo culpa de Curufin y Celegorm, ellos solo dieron un discurso (que habiéndose enfrentado a las fuerzas de Morgoth durante muchos años, tenía potestad para decir que aquello era una locura); creo que mucha gente no lo hubiera seguido de cualquier manera.
Por último, sí, Míriel está viva y es reina. Gobierna en conjunto con Arafinwë, ella desde Formenos y él desde Tirion; piensa en un sistema con dos casas reales, como en Esparta. Posiblemente haga un fic aparte explicando como llegaron a esa situación.
Chapter 3: Un viejo sabor en el fondo de la garganta
Chapter Text
Un largo gemido resonó desde la interior de la forja. Celegorm se llevó las manos a la cara, masajeándose el puente de la nariz, aún oía los gemidos ahogados y los jadeos desde dentro de la estancia y se preguntaba porque se molestaban en intentar callarse, si al final era incapaces.
Desde que su medio primo había llegado hacía una semana, Celegorm no había podido descansar en paz. Por suerte, el embarazo y la necesidad apremiante de proteger a su cachorro le habían dado a Curvo una nueva y reluciente columna vertebral, por lo que todos en la casa estaban vigilando con lupa cada paso que daba Ingo, Celegorm sabía bastaría una sola estupidez de su parte para Curvo diera el visto bueno y Celegorm pudiera expulsarlo de la casa con una patada en su principesco culo.
Entre está vida y la anterior, ya le habían aguantado bastantes tonterías a ese estúpido alfa.
Por si acaso, retrocedió sigilosamente desde la puerta de la forja (milagrosamente no había llegado a llamar antes de escucharlos) hasta una de las pequeñas ventanas es uno de los laterales, que Curvo y Eöl insistían en tener porque decían que necesitaban para comprobar el brillo exacto de ciertos materiales.
Allí mismo, apoyando la frente y los brazos en la pared, Curvo estaba doblado por la cintura, su prominente barriga colgaba hacía abajo entre sus piernas abiertas y su pecho se movía rápidamente por su respiración agitada. Finrod estaba sentado detrás de él con la cara enterrada en el culo de Curvo, las manos rodeando sus muslos y abriendo las nalgas del omega para tener un mejor acceso a su ano.
Al menos, su hermano se lo estaba pasando bien. Curvo se veía sonrojado y sudoroso, mientras trataba de tapar sus gemidos sin éxito. Y Finrod; bueno, Finrod parecía completamente entregado a adorar el trasero de su omega como si fuera un santuario bendito. Findaráto había avanzado mucho en esa semana para que Curufin ahora le permitiera estar a su espalda; de rodillas, pero a su espalda, era bastante progreso.
Y bien alejado del cuello de Curvo.
Satisfecho al no ver ningún riesgo inmediato, Celegorm abandonó su posición y se dirigió de vuelta a la casa. Había otras cosas que podía hacer. Aguantar a Findaráto no le había hecho mucha gracia, no había sido fácil no romperle el cuello cada vez que lo veía mirando a su hermanito con esa cara jodidamente anhelante, pero su presencia le hacía bien a Curvo (de momento) y Curvo todavía no sentía muy mal con él cerca, así que Celegorm podía tolerarlo.
Se encaminó de vuelta a la casa. Era apenas el principio del crepúsculo y Celegorm había tenido una caza fructuosa, podía pasar unas horas preparando pieles.
Recogió sus cosas en el pequeño cobertizo que le habían concedido, afiló sus cuchillos y se hundió alegremente en la familiar tarea; cortar, apartar tripas, embadurnar y suavizar las pieles se sentía como ejercitar un músculo, no pensaba, solo se movía, sus manos sabían perfectamente lo que hacían, pues lo había hecho durante toda su inmortal vida.
Era tranquilo, a pesar de estar lleno de sangre. Celegorm supone que es correcto para él, estar en paz entre tanta muerte.
Estos dos últimos días había viajado más lejos que nunca desde que su hermano y él se habían instalado en la casa de Eöl; al menos Ingo servía para distraer a Curvo, así que su hermano ya no estaba constantemente encima de él, preocupándose por como Celegorm se excedía y murmurando que debería ser más cuidadoso con su embarazo.
La audacia, como si Celegorm no se preocupara de la salud de sus gemelos. Él era perfectamente consciente de sus propios límites, muchas gracias.
Había conseguido cazar un gran oso de un raro color blanco, solo había oído de su existencia por parte de los que cruzaron el hielo, pues esos osos viven en zonas frías; pero a Celegorm no lo llamaron un gran cazador por nada, por lo que había conseguido rastrear y cazar uno. También había encontrado un enorme felino de color naranja vibrante con rayas negras, normalmente lo hubiera dejado en paz, pues él ya tenía su presa, pero el felino lo había ataca de golpe, posiblemente para robar su caza, y Celegorm había reaccionado.
Acabó con las pieles y dejó los tendones estirados para que se secaran. Celegorm había amontonado la carne para cocinar en una enorme cesta de mimbre, era bueno que fuera tanta, teniendo en cuenta lo que comían entre tres omegas embarazados.
Recogió la enorme cesta, ignorando cuidadosamente la voz en su cabeza, que sonaba como la de Nelyo, que le decía que no cargara peso estando embarazado, y la llevó hasta la cocina.
Tenían una especie de acuerdo; Celegorm cazaba la carne, Eöl o sus topos recogían la fruta y verdura de sus plantas, y Curufin o sus soldados traían cualquier otro alimento que no pudieran conseguir por sí mismos.
Tyelko no está muy seguro de lo que aporta Finrod.
Llegó a la casa y pasó los próximos 15 minutos deliberando que piel sería la que añadiese a su nido y cual dejaría en la montaña de repuestos que había en el salón (que absolutamente no era un nido comunal, él golpeó a Finrod la primera que sugirió tal estupidez y lo volvería a hacer). Por un lado, ya tenía la piel de un gran oso negro en su nido (el cuerpo entero, si a eso vamos) y el pelaje naranja del felino se vería muy vistoso, como una gran advertencia; por otro lado, la piel del oso blanco era muy rara (pues no muchos Eldar se adentran en zonas lo bastante frías como para cazarlos, Tyelko cree que es por miedo a que los Valar crean que están escapando de Valinor, lo que para Tyelko es otra ventaja de ir allí).
Finalmente se decide a llevarse la piel blanca (muy mullida, esponjosa y cómoda) a su nido y dejar la naranja y negra en el salón, pero se llevaría los largos colmillos de la bestia felina. Deja la piel del felino sobre la acumulación de telas, armas, joyas y objetos varios que Celegorm, Curufin y Eöl se habían dedicado a agrupar en el salón; de forma que la piel queda estira cubriendo y protegiendo los demás artículos del montón.
Un ronroneo satisfecho sube por su garganta y Celegorm se obliga a ahogarlo.
Entonces se dirige a la cocina, con la piel del oso al hombro, pues hasta entonces no se había dado cuenta del hambre que tenía; Celegorm casi extrañaba la época en la que no comía para tres y no necesitaba alimentarse cada pocas horas, pero valdría la pena con creces.
Allí encontró a Eöl sirviéndose té; su panza embarazada sobresalía en una curva elegante por debajo de su holgada túnica de trabajo, aún no estaba ni de lejos tan enorme como Curufin (aparentemente, sus embarazos avanzaban conforme a la edad de sus hijos al morir, por lo que los gemelos de Tyelko serían los últimos en nacer) pero ciertamente tenía el tamaño suficiente como para que el Sindar tuviera que estar frotándose la espalda cada cierto tiempo y se quejara cuando su bebé se pasaba la noche haciendo lo que describía como “acrobacias intrauterinas”. Tyelko prefería por mucho cuando Eöl se quejaba y gruñía (como marcaba su personalidad gruñona e iracunda), no era agradable, pero era mucho mejor que cuando se interrumpía en medio de sus murmullos enojados y hacía un gesto como si se tragara algo que se le atragantase en la garganta.
En su opinión, todo el mundo debería poder quejarse de las indignidades del embarazado, sin importar cuanto amaran a sus cachorros; Eru sabe que Curufin ama a Tyelpë más que a la vida misma, pero no permite que eso no le impida maldecir y quejarse cada vez que su hiperactivo bebé decide practicar sus habilidades motoras en formación contra las paredes de su útero, cosa que sucedía bastante a menudo.
A Celegorm no le extraña para nada, Tyelpë era un huracán de energía cuando era pequeño (sobretodo cuando su padre lo llevaba a la forja) y Celegorm no puede imaginar que ningún hijo de Irissë (y de Eöl) sea sedentario e inactivo.
Tyelko solo puede esperar que sus hijos sean manejables, está bastante seguro de que su primer embarazo fue más o menos bien y los gemelos no lloraron mucho, pero no sabe muy bien como serán; no sabe mucho de cómo son sus hijos.
Apartó esos pensamientos a la velocidad de rayo, se echó miel en su té y revolvió furiosamente. Eöl levantó una ceja hacía él, pero Celegorm no lo dignificó con una respuesta y en cambio empujó una de sus pomadas para dolores musculares en dirección a Eöl, frotarse la espalda hasta sangrar no haría mucho para calmar dolor.
Eöl no dijo nada, pero le dio un leve asentimiento antes de quitarse la túnica y bajarse los pantalones para poder aplicarse el ungüento. En el tiempo que llevaban viviendo juntos, habían tenido la desgracia y el honor de verse (y olerse) de todas las formas posibles, desnudos, vestidos, hormonales, cubiertos en sustancias sospechosas y, recientemente, habían visto a Curvo asaltando la cocina con semen resbalándose por sus muslos, con Finrod detrás completamente rojo y con una expresión culpable; por lo que a estas alturas no van a escandalizarse por una cierta (total) falta de modestia.
La confianza verdaderamente da asco.
Con todo y eso, Celegorm se encontraba bastante cómodo en esa casa. Si alguien le hubiera dicho eso a Tyelko un mes atrás, lo hubiera llamado loco y le hubiera disparado; pero si, de alguna manera estaba pasando un embarazo bastante cómodo en la casa de un medio maia Sindar (¡hermano de Lúthien, nada menos!), claro, las hormonas a veces lo volvían loco y le hacían desear tener una buena polla anudada en el trasero (una en concreto, de hecho) para mantenerlo sujeto, satisfecho y ronroneante en su nido, pero nada que sus juguetes no pudieran subsanar.
Celegorm salió de sus pensamientos justo para ver a Eöl leyendo el papel que le había traído uno de sus topos, sus pequeños espías. Celegorm debe admitir que nunca había pensado demasiado en los pequeños mamíferos, no más que en el resto de los animales con los que podía comunicarse, pero los topos eran aparentemente una fuerza de inteligencia que se extendía por todo Valinor y traían noticias a su señor.
-Bueno- Eöl resopló, colocando su ropa y poniéndose sus zapatos –Aprovecharé que no hay mucha gente en los caminos e iré a comprar. Al parecer, ya somos noticia en Tirion; los maias no tuvieron más tacto informándoles a ellos que a nosotros de esta situación-
No pudo evitar reír al pensar en una maia, solemne y totalmente despistado de señales sociales, dando la noticia de que han metido a tres omegas embarazados de alto perfil (por ellos mismos, por los bebés y por los padres) en una cabaña en un bosque; de los cuales solo uno de esos omegas está casado con la alfa que lo embarazó, los otros dos no se sabía de quién eran sus hijos (ahora sí, supone) y Tyelko en concreto ni se sabía que había tenido hijos. Debe haber todo un escándalo haya fuera, tal vez Finrod hizo lo correcto escapando cuando pudo.
De cualquier forma, Celegorm se despidió de Eöl cuando salió por la puerta y se dirigió con la piel del oso a su nido, necesitaba dormir.
/////
Ella tomó un profundo respiro del aire fresco, llenándose con el aire libre que no había podido sentir en demasiado tiempo.
Cuando ella anunció que se iba a buscar a su marido embarazado y su bebé nonato, la mañana siguiente de esa bendita noche, su madre gritó como si la hubieran matado. Su padre y su hermano se pusieron de acuerdo para sujetarla y arrastrarla a su habitación (aunque no sin consecuencias, le dio satisfactorio golpe en la cara a su remilgado hermano mayor); Turgon argumentaba que la última vez que le habían hecho caso con respecto a Eöl él la había matado, Aredhel le había respondido que, si le hubieran hecho caso y no hubiera matado a su marido, él hubiera visto las señales en su hijo y su preciosa ciudad no hubiera caído (no le dice que Gondolin hubiera caído de todas formas, ella se guarda esa puñalada para otra ocasión). Turgon se había marchado furioso no le había vuelto a hablar.
Su padre apenas hacía nada. Se había sentado contra su puerta y le había dicho que no podía permitir que ella se hiciera matar otra vez, que su corazón no lo soportaría. El suave Nolofinwë, siempre protector con sus hijos, que lloró la primera vez que Irissë y Findekáno pasaron la noche en casa de Fëanáro, le suplicó a su hija que esperara hasta que supieran con certeza que Eöl era seguro y luego podrían traerlo a palacio, donde él y su hijo estarían a salvo y vigilados. Aredhel se enfureció y le preguntó cuándo sería que declararían a su marido “seguro”; cuando su padre no respondió, le preguntó qué haría él si alguien retuviera a su omega embarazado (beta, en el caso de sus padres) lejos de él, como estaban haciendo con Maeglin y Eöl, pero su padre tampoco respondió eso.
El topo la salvó. El adorable animalito apareció en su ventana al día siguiente de su encierro, trayendo un mapa atado en su cuerpecito peludo que contenía los cambios de guardias e información sobre ángulos ciegos en la propiedad. También le trajeron cuerdas para bajar por la ventana y noticias sobre lo que sucedía afuera; al parecer, su primo Finrod había sido más listo que ella y había escapado a caballo antes de que pudieran encerrarlo por su romance desacertado, pues al parecer su escape tenía algo que ver con Curufin.
Aredhel había esperado su oportunidad para deslizarse una noche por la ventana y dirigirse a su caballo, después de haber recogido las provisiones que le habían dejado los topos; cuando su chocó de frente con Fingon y Maedhros. Su magnífico hermano mayor había reclutado a su enorme marido y los dos alfas se dirigían a su recate; juntos, los tres había salido a caballo de palacio y ya se creían victoriosos cuando una voz llamó su nombre en la calle desierta. Era Ecthelion, antiguo señor de la Fuente y su amigo en algún momento; cuando lo primero que salió de su boca fue que qué hacía allí y que Turgon le había dicho que ella estaba en casa por “una situación delicada”, Aredhel se quedó en blanco.
Por suerte, Maedhros no había dejado de afilar sus sentidos de soldado y rápidamente dejó a Ecthelion inconsciente de un golpe en la nuca; dijo que probablemente deberían llevarlo con ellos, ya que podría volver con Turgon y contarle lo que había visto, además, tendrían un caballo extra. Fingon hizo una broma sobre que su esposo tenía un problema con el secuestro, pero no se opuso y ayudó a atar a Ecthelion a su silla.
Así que ahora iban viajando los cuatro, con un Ecthelion enfurruñado, por los campos de Valinor siguiendo la dirección en la que el vínculo matrimonial de Irissë le decía que estaba su esposo, con algunas indicaciones extra de los topos.
Ecthelion había tenido una reacción muy graciosa hacia sus pequeños salvadores. Saltó casi un metro vertical y se cayó de su caballo, como si fuera un orco y no un adorable mamífero del tamaño de su mano el que había salido de la tierra. Fingon explotó en carcajadas cuando, balbuceante, Ecthelion intentó explicar que Maeglin solía usar topos como ayudantes, enviando mensajes através de ellos (cuando el resto del mundo usaba palomas), buscando filones de mineral en sus minas y, en ocasiones, tomando pequeñas venganzas en su nombre; les contó la historia de este señor menor en Gondolin dijo algo despectivo de Maeglin en voz demasiado alta, y al día siguiente lo encontraron enterrado hasta el cuello en el jardín de Idril, completamente desnudo, con su ropa llena de tierra a un lado, y sin ninguna idea de cómo había llegado de su casa hasta allí, por supuesto, nadie pudo probar que Maeglin ni los topos habían tenido nada que ver, pero tampoco nadie lo dudaba.
Llevaban alrededor de una semana y media de viaje, sin apuñalamientos hasta ahora, cuando Aredhel lo sintió. Su vínculo con su esposo con había permanecido adormecido desde que renació; primero porque Eöl seguía muerto y después porque llevaban mucho tiempo sin verse (porque los maias de los salones no la habían avisado directamente a ella, Aredhel no lo sabía). Por lo que le habían dicho, las parejas que se reunían después de mucho tiempo tendían a quedar “atascadas” juntas durante mucho tiempo, reforzando su vínculo que se había visto atenuado por la muerte, consumidos por la unión de sus fëas; Aredhel y Eöl no habían tenido esa oportunidad.
En ese momento, a vista lejana de un pueblo, sintió un tirón verdaderamente fuerte en su vínculo, que la arrastraba, la llevaba, la conducía en una dirección, casi podía sentir el aroma atrayente y dulzón de su marido, metálico y quemado al mismo tiempo; Aredhel no sabía que lo había extrañado tanto hasta que lo tuvo en las narices.
Apenas escuchó las voces de sus acompañantes cuando salió al galope, siguiendo el rastro. El viaje debería haber llevado al menos una hora, pero Aredhel lo logró en una media hora, su caballo resollaba por la larga carrera, sus muslos ardían, la adrenalina la inundaba y ella sabía, sin lugar a dudas, que si alguien se atravesaba en su camino lo saltaría por encima.
Irissë saltó de su caballo y se puso a recorrer el mercado, respirando hasta el último soplo de aire en busca de un mínimo rastro de aroma e ignorando la gente que apartaba de su camino y la miraban como a una loca.
Y por fin lo encontró.
Ese bendito aroma.
Ella corrió por una calle, su propio aroma, dominante y aterrador, un mensaje que solo él entendería, salía a oleadas de sus glándulas odoríferas. Estaba jadeando cuando lo vio.
Eöl aún no se había percatado de su presencia, lo que permitía a Irissë apreciarlo mejor; ella casi no recordaba lo hermoso que se veía así, embarazado, lleno con su bebé, su panza preciosamente llena sobresalía por encima del cinturón y su túnica estaba medio desabrochada para poder acomodar su vientre lleno. Su cabello gris estaba suelto por todo su rostro y sus ojos negros brillaban como ella no lo había visto desde antes de morir.
La última vez que Aredhel había visto esos ojos, estaban completamente rotos de furia; a medio camino entre la locura que se había apoderado de él en ese bosque y la ira de un omega al que le habían robado su cachorro.
Ella no sabía en el que momento se había acercado tanto, ni cuándo había empezado a andar, pero supo el momento en el que Eöl la olió porque todo su cuerpo se quedó rígido de golpe y se giró bruscamente.
Irissë no sabría describir la sensación de la primera vez que se miraban a los ojos, después de tantos siglos separados. No sabía que sentir, si estaba enfadada por como la había matado, si quería llorar por como había sido incapaz de salvarlo de la locura a tiempo, si estaba enferma de deseo y quería saltar sobre él y besarlo hasta olvidar todo lo demás; Aredhel sentía todo eso y algo completamente diferente al mismo tiempo.
Ella vio como varías emociones pasaron por los ojos de Eöl, y sintió un alivio tremendo al comprobar que, a pesar de todo, aún podía leerlo. Vio el dolor, el anhelo y el deseo cruzar su rostro en un momento; su olor le llegó en oleadas, llamándola, exigiendo a su alfa que corriera a su lado y le enseñara que aún era su omega.
Y Aredhel se disponía a hacer eso mismo, estuvieran en la calle o no, cuando algo cambió. De repente, los ojos de Eöl se abrieron como platos, mirándola con miedo o, más bien, mirando algo detrás de ella; el olor de su marido se llenó de ansiedad y terror y, antes de que ella pudiera hacer nada, Eöl se dio la vuelta y escapó corriendo, tambaleándose con su barriga embarazada.
Irissë se giró, aturdida, solo estaban su hermano, Maedhros y Ecthelion más atrás, sus miradas volando de ella a su marido cada vez más lejos.
Ecthelion que, en su día, fue uno de los verdugos de Eöl bajo las órdenes de su hermano, uno de los que lanzó a su marido muro abajo.
Ella era una idiota.
/////
Eöl sabía que era una estupidez. No debería estar huyendo, sabía que lo lógico era darse la vuelta y hablar con su esposa, si ella estaba enfadada con él (más que enfadada, si no quería volver a verlo y llevarse a Maeglin lejos cuando nazca) estaba en su pleno derecho; Eöl se había mentalizado para esa posibilidad (probabilidad, si es sincero consigo mismo) desde que se dio cuenta de que estaba embarazado.
Y estaba dispuesto a enfrentarlo, de verdad. Fue su primer pensamiento cuando terminó de babear por Aredhel cuando la vio, pero entonces vio a Ecthelion.
Lógicamente, Eöl sabe que no es la primera vez que ve a Ecthelion desde su muerte, no esperaba que verlo como un fëa sin hogar fuera tan diferente de verlo ahora, con un hröa completo y una vida que perder. Pasó años siguiendo a su hijo por toda su trayectoria en Gondolin, tuvo que presenciar al idiota de Turgon más veces de las que le gustaría y sí, había visto a Maeglin interactuar con todos los señores de la ciudad que habían estado animando su ejecución, su último recuerdo de su primera vida fueron los rostros de Ecthelion y Glorfindel al arrojarlo de la muralla (ahora que lo piensa, Eöl tiene mucha suerte de que su nieto sea prácticamente una copia de Maeglin).
Pero, al parecer, la muerte tiene una manera de atenuar las emociones y los recuerdos que Eöl no había notado, tal vez porque no había interactuado con nadie por quién tuviera emociones realmente fuertes desde que reencarnó (excepto ese pequeño susto en el que pensó que su padre estaba en su casa y luego solo era Celegorm; tal vez su pánico debió haberle dado la pista). Pero el momento en el vio a Ecthelion ahí, a caballo detrás de su alfa, el terror inundó su ser; si Aredhel quería matarlo era su derecho, moriría en sus manos con gusto, pero por ella y no por otros, y no mientras cargaba a su bebé.
Resollaba mientras corría, entró al bosque tambaleándose con una mano en vientre, maldiciendo su incapacidad para moverse rápido; él solía poder deslizarse por entre las copas de los árboles como un rayo de luna, pero el embarazo lo había convertido en un pato gordo en tierra. A su alrededor había ruido, pájaros tal vez, o ramas quebrándose, pero todo le llegaba como si estuviera bajo el agua. Solo podía escuchar su propia respiración, áspera y desesperada, y su corazón bombeando desesperado en su pecho.
Las lágrimas picaban en sus ojos mientras llegaba a un pequeño claro entre los árboles, había un tocón cortado en el que deseó sentarse y descansar, su pecho dolía. Pero no podía parar, no podía dejar que lo mataran aún, no podía volver a fallarle a su hijo, le falló y lo dejó a elegir entre lo malo y lo peor la última vez, no podía volver a fallar.
Notó la presión de una mano sobre su hombro y se derrumbó en el suelo. Eöl había fallado y su bebé iba a morir.
Sus ojos se nublaron, llenos de lágrimas; sentía que no podía respirar, su pecho se sentía apretado y sentía contracciones en el vientre cada vez que hipaba. Una parte de él quería gritarle que se recompusiera y no se viera tan patético delante de su verdugo, como no lo hizo la última vez; pero una parte más fuerte de fëa, la que era un padre embarazado y desesperado, decía que su bebé iba a morir y cualquier esfuerzo que no lo salvara no valía la pena.
Un olor llenó su siguiente inhalación, estaba lleno de plumas y el olor salvaje de las hojas de los árboles y ríos corriendo. Hundió el rostro más profundamente en la fuente de ese olor y la siguiente respiración fue más fácil; sus hipidos se fueron haciendo más suaves, el dolor en su vientre remitió, su pecho se despejó y emitió un ronroneo desde lo profundo de su garganta.
Otro ronroneo sonó cerca de su oído. Giró la cabeza ligeramente, vio una nube de cabello ondulado negro como una noche sin estrellas, su rostro estaba apoyado en un precioso cuello blanco como el alabastro, la glándula ligeramente hinchada y roja, no marcada si no esperando que su pareja volviera a reclamar su lugar; los colmillos de Eöl picaban en su boca por dejar su marca en el cuello de su alfa, por marcarla como suya y ser él suyo por igual.
Un pequeño gemido salió de sus labios. Aredhel se removió un poco para apartarse, pero Eöl no quería, no quería perder ese momento que tal vez no recupere nunca.
-Shhh- Murmuró su esposa, masajeándole las glándulas del cuello para relajarlo –No voy a ninguna parte-
La mano que estaba en su cuello pasó a su mandíbula, quedó cara a cara con los ojos azules de Aredhel, sus labios rojos, la línea firme de sus pómulos. Era tan hermosa, su rostro lo inmovilizó como si fuera la primera vez que ve, o la última.
Intentó hablar, pero solo salió un quejido de su boca. Desesperado, intentó alcanzar su mente mediante su vínculo; no lo ha hecho en siglos y sabe que no tiene derecho a hacerlo, pero Eöl necesitaba decírselo, ella necesitaba saberlo.
“Es tuya” transmitió él. Por primera vez en edades, notó la reciprocidad en su conexión, sintió el alivio y luego la confusión de Aredhel bajo su piel.
“Mi vida, si la quieres, es tuya; todo lo que quieras, es tuyo. Pero tómala tú, no…” Eöl tragó saliva, no tiene derecho a hacer exigencias, pero tampoco soporta pensar en Ecthelion siendo el responsable de su muerte otra vez “Espera que nazca nuestro bebé, Maeglin es inocente de verdad y se lo merece, por favor”
No recibió una respuesta. Se atrevió a abrir los ojos, su esposa tenía una expresión de horror en su rostro; ella se veía como si fuera a romper a llorar y Eöl no puede evitar pensar que lo ha vuelto a arruinar todo otra vez.
Un gruñido lo sacó de sus pensamientos. Los ojos de Aredhel brillan con dolor y furia, sus manos estaban a los lados de su rostro y le apretaban la cara; su olor se volvió dominante y Eöl inmediatamente aflojó los músculos y emitió un suave sonido de sumisión. Ella se lanzó sobre él y comenzó a besarlo, su lengua recorrió todo el interior de su boca, mordió sus labios y los chupó hasta hincharlos; gemidos escapaban de su boca, pero Aredhel los tragaba y seguía besándolo hasta la sumisión. Eöl se sentía mareado, el olor alfa lo rodeaba por todas partes, su cuerpo se sentía caliente y su omega estaba eufórico por la tan necesitada atención de su alfa; ansiaba tirarse en el suelo, gimoteando y goteando, abrir las piernas y que la madre su hijo lo reclamara ahí mismo.
Aredhel se puso de pie. Eöl intentó levantarse, pero las piernas le temblaban; las manos de ella estaban sobre su cabeza, enterradas en su cabello, empujando su cabeza hacía su entrepierna, de donde emanaba el olor más fuerte. Eöl empujó su rostro contra su polla con gusto, ganándose un ronroneo de satisfacción de ella, el lubricante salía a oleadas de su trasero, el juguete que llevaba ya no podía contenerlo y empapaba sus pantalones.
La polla de Aredhel estaba casi totalmente fuera de su canal (Eöl no podía verla, pero aún reconocía perfectamente la longitud de su alfa) por dentro de su falda y ella presionaba su rostro contra ella; Eöl restregaba su rostro contra su pene con gusto, empapándose de su fuerte olor, su mente se nublaba agradablemente y él estaba contento de dejar de pensar, solo por un momento, de dejar que su alfa se encargara de él.
La mano en su nuca se movió a su mandíbula, sus dedos acariciaron sus labios y Eöl abrió la boca para permitirle rozar su lengua enredarla entre sus dedos mientras él los chupa; ella subió su falda con la otra mano hasta su cintura, su polla se marcaba en sus mallas, ligeramente húmedas por el líquido de su vagina. Eöl se lanzó sobre la cinturilla de las mallas, tirando para bajarlas lo necesario como para que su polla saltara libre; él pegó la cara primero en el lugar donde su pene brotaba de su cuerpo, empapándose de su líquido, luego beso el pene hasta llegar al glande y empezó a chuparlo, profundizando lentamente.
La mano de Aredhel había vuelto a su nuca, acompañando su movimiento. Eöl se sentía cubierto, controlado y manejado, como si pudiera simplemente cerrar los ojos y dejarse llevar, confiando en que su alfa se encargaría de hacerlo sentir bien. El glande de ella tocó el fondo de su garganta y eso lo hizo gemir, mandando vibraciones por todo el pene de Aredhel, lo que provocó que ella ronroneara aprobatoriamente y le acariciara la cabeza. Comenzó un lento vaivén, acariciándola con su lengua y centrándose en complacerla; su mente había dejado de vagar, solo pensando en su alfa, lo bien que se veía con las mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos en un gemido continuo, ya apenas sentía el latido de su ano, la desesperada lubricación que prácticamente exigía que se sacara el pene de la boca y lo pusiera en su culo. Se sentía nublado, jodidamente borracho con una polla.
Los gemidos de su esposa se volvieron más y más fuertes, el ritmo cada vez más áspero y el agradable picor en su garganta fue en aumento. Ella estaba cerca de terminar; Eöl se acercó con entusiasmo, quería ese nudo en su boca.
Aredhel vio sus intenciones y soltó una risa sin aliento “No, cariño, ahora no; tenemos que volver. Más tarde, te anudaré todo lo que quieras”.
Eöl soltó un gemido quejumbroso, pero no opuso resistencia cuando ella apartó su cabeza de la base de su pene justo antes de correrse con un gruñido. El sabor salado inundó su boca mientras en nudo se hinchaba donde antes habían estado sus labios; Eöl tragó con entusiasmo toda la copiosa descarga.
Después de un par de respiraciones, Aredhel se dejó caer a su lado, lo rodeó con los brazos y una de sus manos se deslizó por la parte trasera de su túnica, mientras que la otra alcanzaba su pene y lo sacaba de sus pantalones.
Su mano alcanzó su ano y, cuando notó la base del consolador, soltó una risita divertida antes de empezar a moverlo y jugar con él. Ella alcanzó su pezón, excitándolo y removiéndolo hasta que la leche goteaba.
-Mi pobre omega, has estado muy necesitado, ¿verdad? - Le susurraba con voz suave, la presión del juguete en su trasero lo hacía gemir mientras movía las caderas, desesperado por correrse si ella lo permitía.
-No te preocupes, estoy aquí; tu alfa está aquí. Voy a encargarme de ti- Continuó, presionando su muslo contra su miembro duro con suavidad –Lo has hecho muy bien; has mantenido a nuestro cachorro a salvo, todo está bien, Lómion va a estar bien. Has sido bueno, perfecto, mi amor-
El cariño en esas palabras lo derretía y lo excitaba a partes iguales. Gimió con fuerza cuando sintió que su clímax se acercaba, fuerte e imparable como una tormenta y su mente quedó en blanco cuando finalmente se corrió, gritando en voz baja.
Se quedó desplomado contra el pecho de su esposa, respirando pesadamente. Eöl no recordaba sentirse tan relajado desde antes de reencarnar, la tensión de tener gente tanto tiempo en su espacio, la presión de hacer las cosas bien está vez por el bien de su hijo, la cercanía con los Ainur… No se había dado cuenta de lo mal que se había puesto hasta que le explotó en la cara, parece que es un patrón suyo.
Después de un rato, Aredhel se soltó a regañadientes de su abrazo y lo ayudó a levantarse. Acarició su vientre con ternura y acercó su fëa la del bebé, ansiosa por comprobar como estaba; Maeglin era un poco tímido (como siempre) pero para que reconoce a su madre por la facilidad con la que se enroscó contra ella.
-Deberíamos volver- Le susurró Irissë –Tenemos mucho de qué hablar, pero…. No creo que sea el momento ni que ninguno de los dos estemos en el estado adecuado para eso-
Ella, por supuesto, tenía razón. Ambos estaban emocionalmente agotados, Eöl sentía como si sus pies y su espalda quisieran matarlo y ansiaba llegar a su nido. La perspectiva de discutir todo lo que había llevado a sus muertes era aterradora, pero él sabía que no había manera de evitarlo y que, al final, sería para mejor.
Después de todo, si escuece es porque está sanando.
Eöl no sabe muy bien como la idea de una conversación lo asustaba más que enfrentarse a gritos con los Valar por su hijo; solo recuerda estar muy enojado, pero solo puede suponer que es porque Aredhel, de hecho, le importa.
Empiezan a caminar de regreso y Eöl está muy dispuesto a quedarse en silencio y simplemente disfrutar la presencia de su alfa, pero hay un pequeño detalle que no puede dejar pasar por alto; a lo mejor es una de esas cosas que debería discutir después, pero él sabe que, si la situación fuera al revés, querría que se lo dijeran lo antes posible.
-Por cierto- Él dijo, feliz de comprobar que su voz había vuelto, aunque algo ronca. Ella se volvió para mirarlo –Somos abuelos-
Un momento de silencio. Eöl siente la conmoción a oleadas por su vínculo. Una vez, eras atrás, Aredhel le dijo que era contundente como un martillazo al hablar, y Eöl nunca a fingido lo contrario; su desprecio por las formas cortesanas que lo obligaron en su juventud no ha menguado ni un ápice; aunque probablemente había otra manera de dar la noticia, pero ya estaba hecho.
-Ambos teníamos razón, a Maeglin le gustaba ese idiota rubio- Continuó Eöl, decidido a acabar lo que empezó. Si bien sigue siendo uno de sus verdugos, Eöl supone que puede perdonarlo un poco porque, al final, ayudó a darle un nieto (aunque Maeglin hizo casi todo el trabajo) –Por suerte, nuestro no nieto solo sacó su altura y corpulencia; él es absolutamente clavado a Maeglin-
Aredhel seguía mirándolo con los ojos abiertos como platos.
-¡¿QUÉ CARAJO?!-
/////
Entonces, al parecer, Eöl había salido a comprar algunas cosas y había vuelto con una esposa, el hermano de su esposa, el marido de dicho hermano (que casualmente es el hermano mayor de Curvo, por supuesto) y el guardia ceñudo y gruñó que fue verdugo de Eöl en su primera vida.
Y de alguna manera, no había conseguido los melocotones que Curufin quería; Eöl lo había traído todo a su cabaña excepto lo que tenía que traer.
Eöl solo se había reído un poco cuando Curufin le comentó esto, muy lejos del mal humor que se había apoderado del Sindar esto últimos días, cuando su vientre y dolores no hacían más que crecer. Esto prueba la teoría con la que Curvo le había insistido a los otros dos omegas desde la llegada de Ingoldo, el problema no era ellos teniendo sexo ruidoso (calumnias, en su opinión, Curufin hacía lo posible por no hacer ruido y en una ocasión llegó a amordazar a Finrod), si no que Celegorm y Eöl no tenían a nadie que los follara en su embarazo y por eso estaban tan gruñones. Después de todo, los juguetes solo pueden ser sustitutos por un tiempo, pero no hay nada como un buen nudo.
Curufin cree que puede perdonar que se le olvidaran los melocotones, viendo el aspecto de Eöl cuando volvió, desesperado por sentarse y con cara de haber tenido un muy feliz reencuentro con su esposa. Él está seguro, por como Irissë tomaba la mano de su esposo y lo acompañaba dentro de la casa, que iban a ser inseparables por un largo tiempo; pero tenido en cuenta el brazo de Finrod rodeando su cintura (su lugar habitual desde que Curvo había adquirido la mala costumbre de permitirlo), él supone que no tiene mucho derecho a quejarse.
De todas formas, había ido a gritarle a Tyelko para que se levantara a saludar y ahora estaban todos sentados en el salón (no había suficientes asientos, pero mandaron a Maedhros y Finrod al suelo, Fingon en el regazo de Maedhros y Eöl sentado encima de Aredhel, por lo que se las arreglaron).
Justo cuando Curvo pensaba que iba ser solo una visita agradable, que acabaría con un omega menos gruñó y una nueva alfa en la casa (por lo menos Irissë era agradable); Nelyo dejó su taza de té en la mesa con un suspiro.
-No vais a poder seguir escondiéndoos más- Su hermano suspiro, aparentemente agotado de repente –Vuestra situación ha puesto Tirion (y el resto de Valinor, para ser sinceros) patas arriba. Arafinwë os ha convocado- Dijo, pasando la mirada entre Finrod, Aredhel, Eöl y él.
-Y no vas a poder escaquearos- Fingon se adelantó a las quejas –Porque uno de vosotros es el maldito Príncipe Heredero –Finrod bajó la mirada, repentinamente interesado en su té –Y los demás solo puedo suponer que queréis que a vuestros hijos no los persigan los rumores por el resto de la eternidad, por lo que tenéis que empezar a forjar vuestra posición cuanto antes-
Curvo soltó un gemido largo y agotado –El tío Ara está organizando una fiesta, ¿verdad?-
Indis había inculcado en toda su familia (o lo había intentado) que la mejor manera de limar asperezas era meter a toda la gente que no se gustaba en un salón y obligarlos a interactuar, en actividades cercanas como el baile, a ser posible (no saben si ella alguna vez se dio cuenta de que eso alejó a Fëanáro mucho más de ella; Curvo cree que ella lo ignoró voluntariamente, como tantas otras cosas).
-Si, por supuesto. El baile es en una semana y media; estando embarazados, no creo que os exija físicamente mucho. Moryo dice que os hará la ropa y vendrá en unos días a tomar medidas- Sin más, Nelyo se puso de pie, sacó una bolsa de su capa y la dejó caer en el regazo de Curvo. Él la abrió.
Melocotones.
Curufin rio, como siempre, Maitimo el hermano mayor los conocía al dedillo; al menos, algo bueno había salido de ese día.
(Previous comment deleted.)
Hijadelamar on Chapter 3 Thu 11 Sep 2025 04:53PM UTC
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