Chapter 1: 1-. Prometí(mos) no dejarnos
Chapter Text
—Promete una cosa, Satoru.
— Aw , ¿Nos ponemos sentimentales ahora?
—Hablo enserio.
Satoru soltó una pequeña risa, pero asintió.
—Lo que quieras.
—Promete que... Sin importar que tanto nos traen de separar los altos mandos, estaremos para el otro.
—¿En serio me pides eso, Suguru? —Satoru respondió, negando con la cabeza, incrédulo— pensé que estaba claro que nunca te dejaría.
Satoru dio un salto en la cama antes de abrir los ojos de golpe, su respiración estaba agitada, el sudor frío empapaba su ropa.
—Carajo —susurró, tratando de levantarse, pero sus piernas temblaban demasiado.
Sosteniéndose de lo que encontraba al rededor de la habitación, logró llegar al baño luego de varios tropezones.
Abrió el agua fría, que comenzó a caer en la bañera al instante mientras se desprendía de su ropa.
Una vez llena, entró con cuidado, estremeciéndose cuando el agua cubrió su cuerpo.
El agua estaba demasiado fría, tanto que los temblores iniciales de Satoru aumentaron, sus dientes comenzaron a chocar entre sí y jadeos en busca de aire salían de su boca.
Pero no quería salir.
Estar ahí, sentir eso... Le ayudaba a olvidar el porqué había despertado en primer lugar.
Pero cuando regreso a la cama, se volvió a sentir vacío.
—¿Y que tal tú? Nunca me dejarías, ¿Verdad?
—Claro que no. Prometo nunca dejarte.
—Mentiroso —Satoru susurró, apretando los dientes y cerrando los ojos con fuerza, sin dejar que las lágrimas salieran.
Suguru se lo había prometido.
Se lo había prometido más de una vez. Pero Suguru estaba allá afuera, seguramente sin recordarlo.
Y Satoru estaba ahí, llorando por él aunque lo había dejado desde hace cinco años.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
—Estos son los chocolates que te gustan, ¿Verdad?
—Por dios, ¡¿Dónde los conseguiste?! ¡Estaban agotados! ¡Ni siquiera logré que me los vendieran! Y déjame decirte, ofrecí una muy buena cantidad de dinero.
Suguru sonrió, tomando la mano de Satoru con suavidad, antes de besar sus nudillos.
—Tengo algunos trucos. Ya sabes, solo lo mejor para ti.
Satoru soltó una risita.
—Eres muy cursi. Ew.
—Es nuestro aniversario, se me permite ser cursi.
—Supongo que tienes razón...
—Gojo.
—Ya son dos años juntos. ¿Y sabes qué? Creo que al fin voy a decirlo.
—¿Gojo?
—Espera, espera, espera, ¡¿En serio?!
—¡Gojo!
—Te amo.
—¡Gojo, responde!
—Yo también —susurró antes de abrir los ojos, encontrándose con la mirada de cinco personas sobre él— ¿Qué?
—¿Estabas escuchando? —Utahime le preguntó, apretando los puños.
—Claro que sí. ¿Eso es todo?
Utahime asintió, respirando hondo para calmar su temperamento y comenzando a guardar los papeles que había traído para la reunión.
—Sí, en resumen, no se ha obtenido ningún indicio de su secta, ni de él.
—Que perdida de tiempo —Satoru declaró, levantándose de la silla para salir de la habitación.
Utahime le gritó algo, pero Satoru no le puso mucha atención.
Los insultos no ocultaban la verdad.
Esas reuniones semanales eran una perdida de tiempo. Nadie había sabido nada de Suguru desde hace años y medio.
¿Una reunión de dos horas para decir teorías de dónde podía estar? Perdida de tiempo, aunque sabía que Utahime solo estaba haciendo su trabajo.
—Gojo.
Satoru levantó la cabeza hacia el techo, soltando un suspiro.
—Yaga, si vienes a regañarme, déjame decirte que...
—No vengo a eso —le cortó el mayor antes de que pudiera seguir hablando— es sobre Suguru.
—La reunión ya terminó, di lo que quieras en otra —Satoru le dijo, moviendo la mano para seguir caminando.
Tampoco quería que le recordarán como acababan de renovar la sentencia de muerte para Suguru.
—Gojo —Yaga volvió a decir, más firmemente, caminando hacia Satoru y tomando su hombro para impedir que se fuera— esto es algo que solo tú deberías saber.
—¿Vas a romper las reglas por mí? Que lindo. Cómo un padre preocupado.
—Cállate y escucha —lo regaño Yaga, antes de susurrar— creo que encontré el paradero de Suguru.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
(6:00 a.m.) ¿Dónde estás? Tenías una misión, debías estar aquí desde las cinco. Ijichi te está esperando.
(6:01 a.m.) ¿Gojo? No puedes ignorar tus misiones así.
(6:01 a.m.) ¿Estás dormido?
(6:02 a.m.) Más te vale que te aparezcas. Te pondré más misiones si no lo haces.
(6:03 a.m.) ¡No puedes faltar así!
(6:05 a.m.) Más te vale que no vayas. Ya te lo dije, no es información segura.
Satoru rodó los ojos, apagando su celular y metiéndolo dentro de uno de los cajones.
Yaga no podía esperar que no tratará de seguir la pista luego de que se la contó.
Sí, no era información segura, era poco probable que fuera real. Solo un no-hechicero tratando de ganar dinero fácil.
No le importaba.
No le importaría si un niño de tres años le dijera que había visto a Suguru saltar de un avión con una orden de sushi y un refresco a medio comer directo hacia un pozo infinito en un traje de payaso.
Porque ante la mínimo posibilidad, por pequeña que fuera, Satoru la tomaría como una oportunidad de volver a encontrarlo.
—Cuando te encuentre —susurró, metiendo sus cosas a la fuerza en la mochila— me las vas a pagar, Suguru.
Soltó un suave suspiró, asegurándose de tener todas sus tarjetas de crédito en su cartera antes de sentarse en el piso.
Respiró hondo, calmando sus sentidos.
Aún afinaba esa técnica, así que esperaba que no lo cortará a la mitad a medio hechizo.
Cerró los ojos, pensando en aquel lugar que le había descrito Yaga.
Y cuando los volvió a abrir, estaba ahí.
—Felicidades, Satoru —se felicitó a si mismo, levantándose y mirando a su alrededor— no moriste a la mitad.
La montaña parecía más bien un pantano, los árboles cubrían gran parte del lugar, los ruidos no eran más que los de animales nocturnos que comenzaban a ocultarse.
Parecía que había llovido hacia poco, el lodo estaba resbaloso.
Pero activo su infinito y siguió buscando. No se iría de ese lugar hasta asegurarse de que estaba vacío.
Igual que todos los lugares anteriores.
—Un búho, dos conejos, muchos mosquitos —enumeró luego de un rato, patentado una piedra por el pequeño charco— unas cuantas moscas, una familia de ardillas.
Se quedó quieto, mirando a su alrededor, no había nadie.
—¡¿Suguru?! —intentó— ¡Soy yo! ¡Satoru!
Espero unos segundos.
—¡Sólo quiero hablar!
Nada.
—¡Solo soy yo! ¡No hay nadie más!
Silencio.
—¡Carajo, Suguru! ¡Contesta!
Sin embargo, la única respuesta que obtuvo fue una gota cayendo del cielo.
Seguida de varias más, hasta que la lluvia se comenzó a descontrolar.
Pero Satoru no se movió de ahí. Su infinito evitaba que la lluvia cayera contra él, así que estaba bien.
—Yo... Yo te sigo amando —le susurró al aire, esperando otros segundo.
Cuándo su respuesta no llegó, comenzó a bajar de la montaña, sintiendo el corazón apretado.
Comenzó a tararear un poco, la única canción que se sabía era una canción de cuna, pero lograba tranquilizarlo.
Al menos lo que se podía esperar.
—Porque sino viene el —Satoru detuvo su tarareo de golpe, sintiendo un rastro de energía maldita.
Era pequeña, un suave hilo que se desplazaba y desvanecía con rapidez.
Una energía maldita que nunca podría olvidar.
Dio media vuelta en sus talones, corriendo en dirección contraria, adentrándose al bosque más de lo que seguramente debería.
La energía maldita no regresaba, ni siquiera sus seis ojos lograron captar la nuevamente.
Aún así, no dejo de correr.
Suguru estaba cerca. No iba a dejarlo esta vez.
Si debía amarrarlo y llevarlo a rastras hasta su casa, que así fuera.
—¡Suguru! —gritó Satoru.
No sabía en qué momento si infinito había desaparecido, pero el agua lo empapaba por completo, sus pulmones ardían y el aire no lograba entrar ni siquiera por su boca.
—¡Suguru! —intentó otra vez, sosteniéndose de un árbol para evitar resbalar.
—Vaya...
Satoru sintió su corazón detenerse mientras sus piernas cedían, dejándolo caer en el piso, el lodo cubrió su ropa y el agua le impidió llenar de aire sus pulmones.
Pero todo eso, solo le ayudo a asegurarse de que no estaba soñando.
—Sigues tan impulsivo como siempre.
Quién estaba frente a él era Suguru.
Su Suguru.
Chapter 2: 2-. Heridas
Chapter Text
—Me alegra verte —Suguru dijo con una pequeña sonrisa, apretando uno de sus costados con su mano.
Pero Satoru no contestó al instante, su boca solo se abría y cerraba, se trató de levantar del piso, sin embargo, el lodo bajo sus pies se lo impedía.
Su infinito seguía fallando, por lo que el agua lo seguía empapando. Trató de respiró hondo, pero solo salió otro jadeó de su boca.
—Te vas a ahogar si sigues así —Suguru le dijo, apretando su costado y acercándose con cuidado, extendiendo su mano hacia Satoru— ven, no puedo dejarte aquí.
Satoru asintió con suavidad, tomando la mano de Suguru entre temblores, tal vez por el agua fría o solamente Suguru lo seguía poniendo nervioso.
—Claro —susurró Satoru, tratando de levantarse. Respirando hondo para
—Eso es —Geto le dijo con una sonrisa, pasando su brazo con suavidad por la cintura de Satoru.
—Vaya —el albino dijo, sonriendo con suavidad, ya se sentía él mismo con Suguru cerca de él, con sus manos en él. No era solo una mentira— ¿No me vas a cargar en brazos? Digo, me lo merezco, vine hasta aquí por ti.
—Me temo que no, bonito —Suguru le susurró, respirando hondo.
—¿Por qué?
—No es importante —le respondió con suavidad, dando pequeños pasos por el lodo, asegurándose de que ninguno de los dos tropezará.
Satoru asintió, observando el rostro de Suguru. Su mechón de cabello también había crecido, llevaba el cabello suelto, el cual se pegaba a su rostro y ropa.
Sonrió un poco, inclinándose más cerca y enterrando su cabeza en el cuello del alfa, olfateando.
El olor a madera y menta inundo sus sentidos, haciendo que un estremecimiento recorriera su espalda.
—No recordaba... —susurró, volviendo a olfatear— lo bien que olías.
—No te emociones demasiado —Suguru le susurró, sintiendo como el cuerpo del albino se relajaba tanto— me temo que no estoy en condiciones de poder llevarte si te duermes.
Aunque Satoru no le puso mucha atención.
De hecho, no le puso nada de atención, porque el albino comenzó a dormirse en sus brazos.
—¿Satoru? —susurró Suguru, bajando la cabeza para poder respirar correctamente a pesar de la lluvia— ¿Satoru?
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
—Me gustas.
Satoru se quedó callado, sintiendo como su rostro se comenzaba a calentar.
—Dilo de nuevo.
—Que arrogante.
—¡No es arrogancia!
—Entonces... ¿Qué es?
Satoru resopló, llevando la mano a su cabello, sin contestar al instante.
—Tú sabes.
Suguru sonrió, pareció complacido un momento, antes de negar con la cabeza.
—No. No tengo ni idea.
—Solamente quiero escucharlo una vez más.
Suguru soltó una risita, acariciando con suavidad la aún sonrojada mejilla de Satoru.
—Me gustas.
—¿Mucho?
—Sí, Satoru. Mucho.
—Tú también me gustas.
—Lo sé.
Satoru apretó los labios, mirando el techo del salón.
—Pues pídemelo.
—¿Qué te pida qué?
—Que sea tu novio.
—¿Quién te dijo que quiero que seas mi novio?
Satoru abrió la boca, indignado.
—¡Todas las personas en su santo juicio querrían ser mi pareja!
Suguru sonrió, antes de fingir pensarlo por un momento, sacándole un quejido a Satoru.
—Bien, bien, no te enojes.
—No estoy enojado.
—Ya —dijo Suguru, asintiendo con suavidad, claramente no le creía— bonito, no te vayas.
El apodo logró hacer que los pasos de Satoru se detuvieran, girando la cabeza, solo un poco.
—¿Qué?
—¿Podría yo ser tu novio?
—No.
—¡¿Qué?! —gritó Suguru, corriendo detrás de Satoru cuando este comenzó a huir— ¡¿Por qué no?! Vamos, ¡Me amas!
Suguru se removió un poco, mirando hacia los lados con urgencia, olvidando un momento en dónde estaba.
Sin embargo, al ver el cuerpo de Satoru, cerca de él, dormido con tranquilidad, lo relajo al instante.
El olor a chocolate se combinaba de manera perfecta con sus propias feromonas, haciendo que se acercará un poco más al cuerpo del omega.
No había rastro de sus gafas, probablemente se cayeron cuando lo subió a una maldición sin darse cuenta, su ropa estaba mojada, se le pegaba al cuerpo y debía de ser incomodo para él.
Levantó la mano, listo para acariciar su cabello, pero el dolor punzante de su costado le hizo retroceder al instante, levantándose para volver a vendar la herida. Debía de ser rápido, debía curarse para poder cuidar de Satoru.
Había sido estúpido e impulsivo, eso era lo que obtenía cuando esas dos partes de él se mezclaban.
—¿Cómo te hiciste eso? —Satoru preguntó en un susurró, acercándose, una pequeña tos escapando de su boca cuando el frío de su cuerpo le supero por un momento, seguía demasiado empapado.
—Recluté a alguien —Suguru le dijo, levantando la mirada de su herida para observar como Satoru se abrazaba a si mismo, sin ceder hasta llegar a su lado— te puedes dar cuenta de que al principio no se lo tomo bien.
—Ah, claro —Satoru dijo, frunciendo el ceño— tu secta y eso.
—Sí, va bien.
Satoru se molesto un momento, ¿Por qué Suguru hablaba de una secta como si fuera un proyecto escolar? Esa secta le había añadido más crimines a la larga lista que ya tenía.
¡Y ahora hasta estaba lastimado!
—Eres un idiota —murmuró de mala gana, arrebatándole a Suguru el algodón para comenzar a limpiar la herida de su costado.
—No tienes que ayudarme. Ve a ducharte, cámbiate de ropa. Te vas a enfermar si no.
—Tú no me dices que hacer.
Suguru cerró los ojos, respirando hondo para contener el dolor en su costado al momento en que se acomodaba en la silla, permitiendo que Satoru tratará su herida con mayor facilidad.
—¿Te duele mucho?
—Sí. Un poco.
—Que bueno.
Suguru levantó las cejas, levantando un poco la mano para sostener la mejilla de Satoru, tratando de tocarlo, a punto de hacer una broma.
Pero Satoru, en contra de todo pronostico, apartó su mano.
—No en este momento.
—¿Por qué?
—Estás lastimado.
—Es un toque en la mejilla, Satoru. No sexo.
Satoru no contestó, pero entrecerró los ojos.
—No hables así.
Suguru iba a decirle que ya no eran adolescentes, que fácilmente podrían decir cosas así, que él había matado como para avergonzarse de eso.
Pero una parte de él, sabía que eso, en realidad, era algo importante para Satoru.
Mejor dicho, todo contacto era especial para Satoru.
—¿En dónde estamos?
Suguru sonrió ante el murmulló del contrario, aliviado por el cambio de tema.
—Es una cabaña, no esta lejos de dónde me encontraste, pero oculta energía maldita con talismanes... No muy bien, a veces libera energía maldita suprimida. Supongo que así es como me encontraste.
—¿Te sueles esconder aquí?
—A veces.
Satoru asintió, probablemente era más que un 'a veces', la cabaña, por todas partes, tenía el olor de Suguru, pero no podía marearse, no podía ceder. No así. No en ese momento.
Debía de ser fuerte.
—Podría entregarte, ¿Sabes eso? Es lo que debería de hacer.
—Lo sé. Pero también sé que nunca lo harías.
—¿Por qué no? Eres un hechicero malévolo, es mi trabajo entregarte ante los altos mandos.
—Oh, Satoru —Suguru dijo, soltándose del agarré del albino y sosteniendo la barbilla de este— ambos sabemos que no harás eso.
—¿Y por qué no podría hacerlo?
Suguru sonrió, pasando su pulgar con suavidad por el labio inferior de Satoru, ocasionando que su boca se entreabriera.
—Porque me amas.
Satoru cerró los ojos, dejándolos así un momento, el olor de Suguru lo llenaba por completo, rodeando su cuerpo, como un cálido abrazo.
—Eso... Eso no...
—¿No? —Suguru se inclinó un poco más, levantando su otra mano y acunando la mejilla del albino— es una pena entonces.
El corazón de Satoru resonaba contra sus oídos, sus ojos se negaban a abrirse y sus manos se debilitaban cada vez más.
—¿Por qué?
—Tú sabes porqué.
—No, no lo sé.
Suguru se inclinó un poco más, susurrando contra el oído de Satoru.
—Porque yo aún te amo, cariño.
Chapter 3: 3-. Te amo cómo las nubes al cielo
Chapter Text
Su respiración se cortó apenas escuchó las palabras de Suguru, pero su corazón no estaba de acuerdo, se aceleró tanto que fue capaz de escuchar sus latidos en sus oídos.
El sudor cubrió sus manos, haciéndolo sentir más nervioso de lo que estaba.
Sintió como sus mejillas ganaban color y todo pequeño rastro de sentido común se le fue arrebatado con solo esa frase.
Sus ojos, hechos para advertir todo lo que estaba por llegar, se cerraron de golpe, disfrutando de las palabras que escapaban de los labios de Suguru.
Eran un suave susurró, bañado en miel y cariño, palabras que solo Suguru podría decirle de tal forma.
Palabras que solo podía creer sí venían de Suguru.
Su cerebro, hecho para soportar sobreestimulación todo el tiempo, se quedó en blanco.
Suguru siempre había logrado eso en él.
Dejarlo sin palabras, acelerar su corazón, sonrojarlo... Carajo, no era justo todo el poder que Suguru tenía sobre él.
—Si me amas tanto... —logró decir, pasando saliva con lentitud— ¿Por qué te fuiste sin decirme nada? ¿Sin mirar atrás?
Suguru bajo la mano, su sonrisa borrandose por un momento, antes de regresar, aunque más pequeña, soltando un suspiró suave.
—Quiero un nuevo mundo, lo sabes, uno donde nadie debería morir por salvar a los monos...
—¿Y yo no entró a ese nuevo mundo? —Satoru susurró, casi herido.
—¡Claro que sí, Satoru!
El albino apretó los labios con suavidad, tratando de tranquilizar su corazón aún acelerado. Aunque era difícil, no sabía relajarse con Suguru tan cerca.
—Aún así te fuiste. Me dejaste.
El contrario asintió, sin tener el valor de negarlo. Era la verdad.
—Lo sé, me fui, te abandoné sin mirar atrás. No fue justo para ti.
—No lo fue.
—Pero... —Suguru dudó un poco, antes de soltar un suspiró— me arrepentí todo el tiempo. Nunca dejé de pensar en ti. Ni un solo día.
Satoru levantó una ceja.
—Lo lamento, la verdad es que no te creo.
Suguru tomó con cuidado la mano del albino, acariciando con suavidad sus nudillos, trazando las suaves líneas de su palma.
Sus manos eran claramente más ásperas a como las recordaba, solían ser suaves, con alguna que otra ampolla, pero suaves.
Sin embargo, eran las mismas manos de aquel que amaba. Un poco más ásperas, un poco más duras, pero eran de Satoru.
Subió la yema de sus dedos, pasando por su cuello, aún recordaba los chupetones que una vez le dejo.
Claro, ya no había rastro alguno de ellos, pero recordaba la sensación que le provocó.
El estremecimiento en su espalda, el jadeó de Satoru contra su oído, sus manos aferrándose a las suyas, la risita de Satoru cuando se vio al espejo.
Sintió ganas de llorar. Había arruinado todo eso.
Pero no lloró, no era el momento.
—Lo sé, es normal al que no me creas —Suguru regresó su mano a la de Satoru, antes de llevarla a sus labios— ¿Qué podría hacer para que me creas?
Satoru frunció el ceño, aunque no parecía nada enojado con sus mejillas rojas.
—Yo no te voy a decir. Si te lo dijera no sería creíble.
Suguru soltó una risita.
—Tienes razón. Eso no sería creíble.
Geto se detuvo un momento, pensando en que podría hacer, después de unos segundos asintió.
—¿Qué? —Satoru preguntó, rodando los ojos al ver a Suguru levantarse.
Pero el contrario solo sonrió, apretando el agarré en su mano antes de caer de rodillas frente a Satoru, quién soltó un jadeó de sorpresa.
—Satoru —dijo con voz firmé, levantando la cabeza para verlo— necesito pedir perdón. Por todo. Por dejarte, por lastimarte, por no hablar estado en comunicación todo este tiempo, por evitarte... Fui un idiota contigo, me merezco que me odies, que me golpes, que seas tú quien me ignoré.
Suguru soltó un suave suspiró, levantando la mano de Satoru y colocándolo un beso en uno de sus nudillos, en ese donde un día soño poner un anillo de bodas.
Aún lo soñaba, aunque no podía decir eso, asustaría a Satoru.
—Pero se que aún me amas también, lo sé por la forma en que evitas entregarme a los altos mandos, podrías hacerlo cuando quisieras, podrías ir a mi secta, atacar y llevarme, o matarme tu mismo en este momento o podrías torturarme. También me lo merezco. Y aquí estás. Permitiendo que te toqué, que te bese, que hable contigo. Permites que te amé.
Satoru desvío la mirada, estuvo tentado a apartarse, pero Suguru tenía razón.
Lo amaba.
Lo amaba.
Lo amaba demasiado.
—Si aún gustas que me aparté podría irme.
—¿A tu secta?
—No, lejos.
—¿Dejarías tu secta por mí?
Suguru asintió, estar de rodillas hacia que el dolor en su herida volviera a doler, todo su cuerpo dolía. Pero Satoru merecía cada pizca de dolor que pudiera darle.
—Lo haría. Mi secta es gran parte parte de mi vida, es todo lo que he formado en estos años, pero dejaría todo por ti. Porque eres lo más importante que tengo.
Satoru miró los ojos de Suguru, estaban resplandecientes de honestidad, amor y dolor.
Todo en él gritaba que era verdad lo que le decía.
—¿Y si te pido que te entregues?
—Si de verdad lo quieres, lo haría.
—¿Me amas, Suguru? Se que ya lo dijiste, pero...
—Te amo —interrumpió con suavidad— te amo más de lo que he amado en toda mi vida. Te amo como las nubes al cielo.
Satoru se quedó callado unos segundos más, antes de arrodillarse a su lado.
—Yo también te amo... Cómo las nubes al cielo.
Suguru no logró pensar de manera correcta después de eso.
Sostuvo las manos de Satoru con más fuerza, inclinándose para besar los labios del albino, quién no se resistió.
Fue cómo si todos los fuegos artificiales estallaran en ese momento.
Sus corazones se aceleraron, el sonrojo subió a las mejillas de ambos, suaves suspiros salieron, chocando contra los labios del otro.
Sus labios danzaban con armonía, una armonía que persistía a pesar de los años.
Las manos de Suguru fueron a parar a la cadera de Satoru, aferrándose con suavidad al albino. Y Satoru se derritió bajo su toqué, llevando sus propias manos al cuello de Suguru, tratando de acercarlo más.
Sus cuerpos se unieron, pecho con pecho, rodillas con rodillas, anhelo con anhelo.
Se habían extrañado. Se habían extrañado más de lo que nunca podrían decir o siquiera descibir.
—Te amo —Suguru susurró con la voz agitada, apartándose del beso, levantando la barbilla para darle uno en la frente.
Satoru sonrió, rozando sus labios con la mejilla de Suguru.
—Te amo.
Igual que las nubes, a pesar de convertirse en niebla, a pesar de desaparecer con el aire, siempre regresaban al cielo.
Porque amaban el cielo.
Tanto cómo Satoru amaba a Suguru.
Tanto cómo Suguru amaba a Satoru.
Bueno, tal vez ellos se amaban más.
Chapter 4: 4-. Contacto físico
Chapter Text
¿Por qué Satoru debía de ser tan hermoso?
Era injusto lo bien que se venía incluso si no hacía nada.
Estaba ahí, su MP3 estaba conectado a sus audífonos a un volumen tan alto que de poco servían y garabateando la tarea con agilidad.
Su cabello había crecido en los últimos meses y ahora enmarcaba su rostro con delicadeza.
A veces olvidaba que Satoru era un omega, pero aún así... Sabía que esa belleza sobrehumana no era gracias a su género secundario.
Satoru era hermoso simplemente hermoso.
—¿Puedo copiar tu tarea? —Satoru le preguntó, extendiendo la mano y tomando su libreta sin esperar el permiso.
Aunque realmente no le molesto.
Nada que Satoru hiciera lograría molestarlo.
—Si no estabas haciendo tu tarea... ¿Qué tanto escribes?
Satoru sonrió, mostrando todos sus dientes al tiempo que se arrancaba los audífonos y levantaba su libreta con orgullo.
Era él.
Lo acababa de dibujar.
Su mechón de cabello caía sobre su mejilla, sonreía mucho y sus ojos estaban cerrados. En la parte superior estaban dibujados sus ojos, tan brillantes.
Suponía que brillaban de tal forma al ver a Satoru, porque nunca, ni en fotos o al espejo se veían así.
No sabía que decir.
Satoru sonrió, bajando la libreta con cuidado, pareció avergonzado por unos segundos antes de inclinarse hacia la silla de Suguru y unir sus labios por un momento.
No fue un beso largo, tal vez ni siquiera podría considerarse un beso de verdad.
Y aún así le aceleró el corazón a Suguru y sus orejas se colorearon tanto que sintió como ardían.
Satoru no parecía mucho mejor, sus mejillas estaban bastante rojas y resaltaban más por el cabello enmarcando su rostro.
—Lo siento —susurró Satoru— debí preguntar... O algo.
Trató de negar con la cabeza, pero ni siquiera eso pudo hacer.
Respiró hondo, tomando el valor que le faltaba antes de inclinarse y unir sus labios con los de Satoru.
No fue un beso cortó está vez.
Fue uno largo, suave y torpe que le aceleró aún más el corazón a ambos, haciéndolos temblar en su lugar.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Suguru abrió los ojos, separándose con suavidad del beso.
Sus manos temblaban más de lo que quería admitir, por su espalda corría sudor frío que estaba a punto de provocarle un escalofrío de placer.
Había extrañado esto.
Los labios de Satoru habían sido una de sus mayores debilidades desde que los probó por primera vez.
El albino sonrió, mirando al piso unos segundos, como si tratará de pensar en que decir.
—Extrañé tus besos —Suguru se adelantó, cerrando los ojos para tranquilizarse.
—Yo los tuyos.
Geto sonrió, antes de acercarse más.
—Entonces... ¿Podría tener más?
Satoru sonrió, asintiendo mientras cortaba la poca distancia que los separaba.
—Puedes.
Los labios del contrario sabían cada vez mejor.
La saliva de los dos los remojaba y se deslizaba cada vez más rápido.
Una danza suave que empezó a acelerar su paso hasta que los jadeos les impidieron seguir.
—Oh —dijo Satoru con una sonrisa cuando Suguru lo recostó en el piso y se quedó a cuclillas sobre él— ¿Qué haces, alfa?
La voz de Satoru se deslizaba con burla y un pequeño toque de alegría, era suave, no muy notable, pero Suguru lo conocía demasiado bien como para omitirlo.
—Solo... Trató de disculparme.
—Teniendo sexo. Qué manera tan genial.
—No —Suguru negó con la cabeza— haciendo el amor.
Satoru echó la cabeza hacia atrás con suavidad, riendo.
—Ahora es hacer el amor, de acuerdo.
Suguru sonrió, inclinándose para presionar sus labios con suavidad en el cuello de Satoru.
—Tal vez.
Satoru soltó un pequeño jadeó, sintiendo las manos frías de Suguru deslizarse debajo de su camisa, trazando patrones suaves en su piel, la cual cosquilleaba bajo su toque.
Suguru se detuvo un momento, olfateando el aire suavemente.
—¿Tan rápido sueltas feromonas?
—¿Tan rápido arruinas el momento?
Suguru dejo un besito en su mejilla.
—Perdón. Es mejor que no hable.
—Sí, es mejor que no hables, porque sueles arruinar los momentos a... Así- —la voz de Satoru se quedó atorada en su garganta cuando la mano de Suguru paso de su estómago a su pelvis, acariciando por encima de su pantalón.
—¿Sin palabras?
—En serio... Cállate.
Suguru sonrió, inclinándose para seguir besando el cuello de Satoru, desabrochando su ropa para comenzar a besar su pecho.
Su otra mano desabrochó la bragueta de su pantalón y comenzó a acariciar el miembro de Satoru por encima de su bóxer.
—Mira eso, tan rápido te pones duro.
Satoru se estremeció, a punto de hablar cuando Suguru se levantó de golpe, estirando sus brazos hacia él.
—No te voy a hacer el amor en el piso sucio—Suguru le susurró, levantándolo en brazos.
Satoru soltó una risita, dejándose llevar.
—Dame un momento —dijo, apartando las cosas que había en la cama y alisando las sábanas lo más posible, usando sus propias feromonas como aromatizante.
—Vaya, gracias —el albino le respondió, tomando la mano de Suguru y sentándose en su regazo.
—Lo siento, ni siquiera tengo flores para ti.
Satoru sonrió, pasando sus brazos por el cuello del alfa.
—Te lo perdonaré.
—Gracias.
—Solo esta vez, ¿De acuerdo? Para la siguiente quiero rosas en la cama, velas y una rica cena.
Suguru asintió, acariciando la cadera de Satoru.
—Hecho. Todo lo que quieras, lo tendrás.
Satoru lo admitía, esas palabras lo hicieron temblar de emoción.
—¿Todo?
Suguru asintió, muy serio, besando unos segundos los labios ya hinchados del Omega.
—Todo.
El albino se inclinó, uniendo sus labios con los del alfa una vez más.
Y ya no necesitaron muchas palabras.
La camiseta de ambos desapareció y sus pantalones quedaron a medio abrir, el cuarto ahora rebosante de feromonas que danzaban juntas.
Entrelazandose una vez más después de tantos años.
La mano de Suguru volvió a vagar hacia el miembro de Satoru, acariciando con suavidad la punta.
—Suguru —jadeó Satoru, enterrando su cara en el cuello de Suguru y mordiendo un poco para sofocar sus jadeos.
El alfa sonrió, guiando con suavidad al contrario hasta quedar recostado en la cama, bajo de un tirón sus pantalones y comenzó a besar su abdomen bajo, su mano aún moviéndose encima de su miembro ya totalmente erecto.
Las manos de Satoru se aferraron a las sábanas, no era alguien que reaccionara tan pronto o se emocionara tanto en estas situaciones, pero Suguru, como siempre, era la excepción.
Bastaba una sola mirada y un pequeño toque para hacerlo derretirse debajo de él.
Suguru no tardo en también deshacerse de sus pantalones, el bulto que sus bóxers contenían ahora plenamente visible.
—Suguru —Satoru susurró luego de unos segundos— ya deja de jugar conmigo...
—No estoy jugando —Suguru dijo con suavidad, sonriendo antes de bajar la ropa interior de Satoru.
Era un alivio que los omegas pudieran lubricarse gracias a la excitación o esto sería muy doloroso para Satoru.
Satoru abrió las piernas, permitiendo que Suguru se pusiera entre ellas y comenzará a entrar.
Suguru tuvo cuidado, entró lentamente, inclinándose para besar el cuello de Satoru y relajarlo.
Cuando todo su pene estuvo dentro de él, subió la mano y entrelazó sus dedos con los del omega, su otra mano sosteniendo su cadera, sosteniéndolo con cuidado.
—Relaja la cadera —Suguru le pidió, jadeando contra su cuello.
Ni siquiera debía pedírselo dos veces, Satoru estaba demasiado excitado como para no hacerlo.
Sentir a Suguru dentro de él era algo que no pensó experimentar... Bueno, jamás.
Intentaron estar juntos una vez, pero les dio miedo y se rindieron a la mitad. Luego Suguru se fue, pero ahora...
—Muévete —Satoru pidió, levantando su mano libre y se aferró a la espalda de Suguru, cerrando los ojos.
Suguru asintió, moviendo la cadera hacia atrás y cuando estuvo a punto de que su miembro volviera a salir, regreso.
Empezó lentamente, permitiendo que el cuerpo de Satoru se acostumbrara al movimiento.
Cuando los jadeos de Satoru comenzaron a aumentar de volumen y sus gemidos comenzaron a salir de su boca, supo que era el momento.
Comenzó a ir más rápido, no bruscamente, solo más rápido.
Las uñas de Satoru se enterraron en la espalda de Suguru, arañando un poco cuando, en una de las estocadas, tocó un punto dentro de él que lo hizo temblar.
—Suguru... Suguru... Ahí.
El alfa asintió, dándole un beso en la frente a Satoru, para intentar tocar una vez más el punto que hizo temblar al omega.
Quería hacerlo sentir bien, quería escucharlo murmurar su nombre, temblar bajo él, que sus ojos se cerrarán por el placer y sus uñas se enterraran en su espalda.
Pero quería cuidarlo, ser lento, acunar a Satoru y hacerle saber que esto era más que solo un contacto físico casual.
No, quería hacerlo sentir amado. Que sintiera con cada toque, con cada beso y con cada caricia que lo amaba.
Lo amaba, lo amaba, lo amaba, lo amaba, lo amaba, lo amaba, lo amaba, lo amaba.
Amaba demasiado a Satoru.
El cuarto comenzó a llenarse de gemidos de ambos, los choques de piel se hicieron más ruidosos, más rápidos, y las feromonas salían con más fuerza, como locas, tratando de atraer aún más al contrario.
—S-suguru —Satoru balbuceó, enterrando sus uñas en la espalda de Suguru, entreabriendo la boca.
—Aquí estoy —le susurró de regreso, atrayendolo más hacia él— aquí estoy, cariño. No me iré.
Las piernas de Satoru temblaron, aferrandose de manera torpe a la cadera de Suguru, sin dejarlo apartarse cuando sintió un cosquilleo en la parte baja del abdomen.
Estaba cerca, sentía que el clímax estaba a punto de llegar a su cuerpo.
Y Suguru estaba igual, aferrandose a Satoru, tratando de evitar la urgencia de morder su glándula.
No podía hacerle eso en este momento.
—Suguru —volvió a gemir, sintiendo como su cuerpo temblaba más.
—Satoru —gruñó débilmente, apretando la cadera del albino.
Unas estocadas más fueron suficientes para que Satoru llegará al clímax.
Su espalda de arqueó, sus uñas se enterraron en la espalda de Suguru y sus piernas temblaron, el semen que salió de su miembro salpicando su propio abdomen y manchando el de Suguru.
Suguru cerró los ojos, sintiendo como su propio cuerpo también temblaba, su semen quedando dentro de Satoru.
Los jadeos de ambos se hicieron más suaves, pero aún así, seguían aferrados al contrario.
Suguru se estiró, dándole un suave beso en la frente a Satoru para después salir de él.
Le beso la frente y lo abrazó, tratando de hablar de manera correcta.
—Te amo.
Satoru sonrió, recargando su mejilla en el hombro de Suguru.
—Y yo a ti.
Chapter 5: 5-. Sueños que no me pertenecen
Chapter Text
El cálido aroma del pastel a medio comer en la mesa llenaba la habitación, relajándolos casi al instante.
Era el cumpleaños número 16 de Satoru, el primero que pasaban juntos.
—Oye, Suguru.
—¿Hum?
—¿Qué piensas hacer cuando nos graduemos ?
Suguru se levantó un poco de hombros, girando la cabeza para mirar a Satoru.
—Quiero ser maestro.
Satoru soltó una risita.
—¿Maestro? Bueno, te quedaría bien.
Suguru también soltó una risita.
—Oye, no te burles.
—¡No me burló! —sí lo hacía— simplemente me sorprende, ¿Sabes? No pensé que serias de los que se hacen maestros.
Suguru rodó los ojos, antes de asentir.
—Sí... Creo que me gustaría... ¿Y tú? ¿Qué quieres hacer?
—¡Definitivamente maestro no!
Suguru volvió a rodar los ojos, acariciando con suavidad su mejilla.
—¿Entonces?
—Seguramente solo seré hechicero, sin más, viajaré por el mundo, salvaré muchas personas y te traeré dulces empalagosos de cada lugar al que vaya.
Suguru sonrió, apretando su mejilla unos segundos antes de acercarse más.
—Que detalle tan lindo de parte.
Satoru le regreso la sonrisa, cerrando los ojos y fundiéndose con suavidad en el toque de Suguru.
—Aunque seguiremos siendo los más fuertes.
Suguru asintió, estando de acuerdo.
—Incluso cuando seas solo un maestro.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Suguru se despertó cuando la vibración de un celular comenzó a ser demasiado irritante.
Soltó un suspiró, prendiendo el celular y observando los mensajes.
(7:38 a.m.) Gojo, regresa ahora mismo. ¡Tienes clase por dar! Y bastantes misiones...
Suguru se detuvo, frunciendo el ceño y soltando el celular casi con miedo.
¡Ese no era su celular! ¡Él no tenía uno!
Respiró hondo y volvió a dejar el celular cerca de Satoru, sin querer invadir su privacidad.
Una sonrisa se plantó en su rostro luego de unos segundos, observando al albino.
Su cabello le cubría la frente y un poco de sus ojos, sus largas cejas se batían con suavidad y las marcas en su cuello resultaban mucho.
Extendió la mano con suavidad, tocando como, sobre la cadera de Satoru, se conservaban las marcas de sus dedos a la perfección.
Lo cubrió un poco más con las sábanas, inclinándose para besar su frente.
—Te preparó el desayuno —le susurró con cariño, aunque Satoru seguía dormido.
Se puso una camisa y sus boxers, levantándose para caminar a la cocina.
No tenía mucho guardado en el refrigerador, pero podía darle a Satoru un desayuno.
Su costado dolía más que ayer, probablemente por la... Actividad reciente, pero estaba bien.
Estaba feliz.
Podía tener todo el dolor que el mundo le mandará en ese momento y seguiría feliz.
Escuchó pasos a su espalda cuando estaba por terminar y una sonrisa se volvió a plasmar en sus labios.
—Se supone que te llevaría el desayuno a la cama para ser romántico.
Satoru sonrió, acercándose y observando el desayuno.
—Quería un baño... Pero no sé dónde está.
Suguru asintió, sirviendo el desayuno.
—¿Qué tal si tú desayunas y yo lleno la bañera?
—Hecho.
Suguru sonrió, volviendo a besar la frente de Satoru para caminar hacia el baño.
Una vez ahí, comenzó a sacar productos de limpieza que tenía en una esquina, apurandose en barrer, limpiar la bañera y poner un poco de aromatizante.
No era un lugar sucio, claro, tampoco es como que viviera en la suciedad.
Pero Satoru se merecía lo mejor y ahora que le dio una segunda oportunidad, solo lo mejor le iba a dar.
—¿Suguru?
Con una sonrisa, salió del baño, encontrando a Satoru para guiarlo.
—Agua caliente en la bañera, para que no te duela la cadera y se te relajen los músculos.
Suguru tomo la mano de Satoru unos segundos.
—¿Quieres un poco de chocolate?
—¿Tienes aquí?
—Puedo enviar una maldición —dijo con despreocupación, levantando los hombros.
—Oh, bueno, entonces sí quiero.
Suguru asintió, observando como Satoru volvía a quitaba la poca ropa que se había puesto, entrando a la bañera y soltando un suspiro de alivio.
—Ahora regreso —le dijo con suavidad.
No tardó mucho, mando a una de sus maldiciones de categoría especial a traerlos, así que pudo regresar a su lado en poco tiempo.
—Toma —le susurro, arrodilandose detrás de él para masajear con suavidad su cabello.
Satoru soltó un pequeño sonido.
Era entre un 'hum' diminuto y el pequeño ruido que hacia al sonreír.
A Suguru le gustaba escucharlo.
Aplicó un poco de champú en su mano y comenzó a lavar el cabello de Satoru, con cariño, con suavidad, tratando de que se relajará.
Observó por un momento su glándula, no la tocó en toda la noche, seguía ahí, en perfecto estado, algo hinchada, como si esperara su marca.
Sería sencillo. Solo debía sacar un poco sus colmillos y morderlo.
Entonces Satoru no podría separarse de él nunca más.
Suguru negó con la cabeza.
Satoru nunca se separó de él, fue él mismo quién se apartó, se alejó y huyó.
El omega probablemente no necesitaba una marca para seguir a su lado.
Si no volvía a ser un alfa baboso, claro.
—Ya no puedo quedarme mucho —Satoru le dijo después de unos segundos, limpiando su boca de los trozos de chocolate— tengo estudiantes, ¿Sabes?
—Sí... Por error observé el mensaje que Yaga te envío, lo siento.
Satoru negó con la cabeza.
—Da igual, solo es otra señal de que debería irme.
Suguru asintió, recargando su cabeza en el hombro húmedo de Satoru.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué?
—¿Qué pasará con nosotros?
Satoru levantó sus hombros, antes de suspirar.
—¿Qué tal si vienes conmigo?
—¿A qué me ejecuten?
El albino negó con la cabeza.
—A vivir —comenzó a decir— en Tokio hay una residencia a nombre de los Gojo, no es muy grande, pero puede servir... Si quieres puedes traer a las niñas esas, no tienes que preocuparte por nada, yo las cuido, a ti también.
Satoru sonrió, soltando un suspiro.
—Tal vez incluso puedo hacer que los altos mandos quiten la orden de ejecución... Tal vez puedo cambiarlo solo a arresto domiciliario.
Suguru sonrió, inclinándose para darle un besito en el cuello.
—Admítelo, solo quieres tenerme para ti mismo 24/7 sin que nadie te diga que no puedes.
—Sí.
Suguru rió. Rió de verdad después de tantos años.
Su aliento choco contra su cuello y sus carcajadas llenaron la habitación, su pecho moviéndose con suavidad contra la espalda de Satoru.
—¡No es broma!
—¡L-lo sé, cariño! —logró decir entre risas— perdón, no es por burlarme, es que... Me hace feliz.
—¿Es un si?
—Aún no... Lo voy a pensar, es un gran cambio para las niñas.
—¿Pero quieres?
—¿Qué me secuestres? Bueno, si puedo estar cerca de ti...
—No me refiero a eso, tonto —Satoru soltó una risita— me refiero a si quieres vivir conmigo.
—Amaría vivir contigo y despertar siempre a tu lado, abrazándote, besandote, adorandote...
Satoru rodó los ojos, tratando de ignorar como su corazón se aceleraba ante sus palabras.
—¿Márcame también?
—Sí.
Suguru se detuvo un momento.
—Pero... Solo si las cosas se arreglan, no me gustaría que un día yo... Me fuera de este mundo y te dejará ahí, solo con una marca que nunca desaparecerá de tu cuello.
Suguru se enjuagó un poco las manos, secandolas antes de sostener la mejilla de Satoru.
—Quiero vivir toda una vida contigo. Felices, sin tener que preocuparnos de nada más de lo que haremos a la mañana siguiente. Quiero amarte de la manera correcta, ser el alfa que te mereces, quién te haga feliz.
—Ya me haces feliz.
—Lo sé y tú a mí, pero no quiero que para que tu felicidad sea posible debas visitarme en una cabaña en medio de la nada. Te amo y haré lo posible para que sea un amor que puedas presumir, como te gusta hacer.
El albino desvío la mirada, respirando hondo para evitar soltarse a llorar.
No iba a llorar. Era un momento feliz. Se negaba a hacerlo.
—De acuerdo... Toma tu tiempo entonces, solo... No desaparezcas sin decir nada está vez.
Suguru asintió con rapidez.
—No lo haré. Lo prometo.
Se inclinó un poco más, metiendo la mano al agua para poder besar los labios de Satoru.
Cuándo el beso terminó, Suguru sonrió un poco, besando la punta de la nariz de Satoru.
—Así que... ¿Maestro? ¡Nunca imaginé que podrías soportar a los niños!
Satoru soltó una carcajada, empujando un poco a Suguru.
—Para tu información, ¡Ellos me aman! ¡Soy un maestro increíble!
Chapter Text
Satoru se sentía increíble, no estaba seguro de sí era por el día tan cálido, porque los examenes ya habían terminado o porque estaba en el regazo de Suguru.
Sus largos dedos pasaban por su cabello con cuidado y los pequeños rastros de feromonas lo redeaban.
Estaba feliz, estaba tranquilo, no había nada porque asustarse, alterearse o siquiera abrir los ojos.
Bostezo con cansancio, estirandose para acomodarse mejor sobre el regazo de Suguru.
Se acosto de lado, abrazando la cintura de Suguru y enterrando su cabeza en su abdomen, olfateando con suavidad.
—Satoru.
—¿Hum?
—¿Quieres tener hijos algun día?
La pregunta fue tan inseperada que Satoru se comenzó a atragantar con su propia saliva, levantandose de su regazo de Suguru de golpé para tratar de que la tos desapareciera.
Pero no lo lograba, seguía tosiendo y jadeando sin poder evitarlo.
—Guau, tranquilo, —Satoru dijo, poneindo las manos en su cuello para tratar de evitar las toses — ¡Llevamos dos semanas como novios!
Las mejillas de Suguru se pusieron rojas por un momento, desviando la mirada.
—No lo digo por eso, ¡Fue solo una pregunta! ¡Cómo cualquier otra!
Satoru levantó una de sus cejas, antes de negar con la cabeza y aclararse la garganta un poco.
—Sí, claro.
Suguru frunció los labios.
—¡En serio! —le dijo con suavidad, moviendo las manos para enfatizar su punto.
Satoru volvió a negar con la cabeza.
—Puedo soportar la verdad, Suguru.
—No espero que te embaraces ahora, Satoru, ¡Tenemos 16!
Satoru asintió con suavidad, procesando las palabras un momento, antes de darse cuenta de que tenían un poco de sentido.
Aunque aún no lo creía del todo.
—No sé, no soy bueno con los niños.
Suguru sonrió un poco, ladeando la cabeza y recargandose en la pared nuevamente.
—Yo pienso que serías bueno.
—¿Cómo madre? —preguntó Satoru, levantando una de sus cejas.
—Pues... Sí —admitió, levantando los hombros, sacandole una risita a Suguru.
Satoru levantó la mirada al cielo, rascando un poco su mejilla, pensando un poco.
—No lo sé, de niño tampoco conviví con muchos, creo que no sabía que hacer.
Suguru se inclinó hacia él.
—Yo tampoco sé muy bien como actuaría como padre, pero... Creo que me gustaría, tener hijos, contigo, tal vez solo uno... ¡En un futuro, claro!
Satoru lo miró de reojo, antes de soltar un suspiró.
—Supongo que podría manejar a uno, pero sigo sin estar seguro.
Suguru se inlinó hacia él, acariciando con suavidad su mejilla.
—Si no quieres tener hijos no hay problema, Satoru.
El albino sonrió con suavidad, inclinando un poco su cabeza hacia él.
—Podría pensarlo cuando me pidas matrimonio.
Suguru soltó una carcajada.
—Vaya, ahora hablamos de matrimonio.
—Tú empezaste hablando de hijos, yo puedo hablar de matrimonio.
Suguru soltó un suave suspiró.
—Bien, hablemos de matrimonio entonces.
Sus palabras hicieron que una enorme sonrisa creciera en los labios de Satoru.
—Perfecto, porque tengo muchas ideas, primero, quisiera que los invitados se vistan de...
Suguru recargó su cabeza en la palma de su mano, sonriendo mientras escuchaba los planes de Satoru para la hipotetica boda que un día tendrían.
Porque Suguru se aseguraría de que todo lo que le dijo Satoru se hiciera realidad.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Satoru había decidido quedarse hasta que la herida de Suguru sanará por completo.
Lo cual tardo un mes completo, porque gracias a sus... Actividades, la sanación se retrasaba.
—No me quiero ir —se quejó, presionando sus labios en el cuello de Suguru.
—¿Y tú trabajo?
Satoru frunció el ceño, antes de negar con la cabeza.
—No me importa.
Suguru sonrió, dandose la vuelta para abrazar a Satoru, enterrando su cabeza en el hombro del omega.
—¿Los altos mandos no se enojaran contigo?
—Seguramente.
Suguru soltó una suave risita, regresando los besos en el cuello.
—¿Te darán mucho trabajo?
—Sí, seguramente eso también, ¿Por qué? ¿Quieres hacerlo por mi?
Suguru sonrió, acariciando la cintura de Satoru.
—Bueno, uno de tus trabajos es encontrarme, no me molestaría encontrarte por ahí.
Satoru regresó la sonrisa, antes de soltar un suspiró.
—¿Cuándo nos podremos encontrar otra vez?
—Cuando quieras —Suguru le susurró al oído, antes de besar su nuca.
El albino soltó un suspiró.
—Deja de besarme, vida mía... Solo harás que me quede más tiempo aquí.
Suguru soltó una risita, soltando unas cuantas feromonas que rodearon a Satoru, como un segundo abrazo.
—Lo siento, lo siento... Te voy a extrañar.
—Yo a ti —Satoru sostuvó la Gojo-kesa de Suguru, atrayendolo a un último beso antes de irse.
Suguru lo sostuvó con cariño, regresando el beso con cuidado, no quería presionarlo mucho, no quería despertar las feromonas de Satoru, alterarlo o cualquier cosa que hiciera que se quedará.
Satoru ya se había quedado demasiado tiempo a su lado para seguir teniendolo ahí.
—Te amo.
Satoru sonrió, abrazando a Suguru por unos segundos antes de apartarse.
—Yo también te amo.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Satoru observó su apartamento vacío, su mirada recorriendo el lugar, no se había sentido así de solo desde que Suguru se había ido la primera vez.
Sabía que no era igual, sabía que no debía acurrucarse y entrar en crisis porque no encontraba a Suguru.
Sabía donde estaba, sabía donde estaría, pero no era lo mismo que tenerlo cerca, sentir sus brazos cerca y oler sus feromonas.
Una sonrisa creció en sus labios, caminando hacia su cuarto y olfateando con suavidad su propia ropa, los rastros de las feromonas de Suguru estaban ahí, rodeandolo con cariño.
—Ya te extraño —susurró, soltando una risita mientras seguía olfateando su camisa.
Pero sabía que no podía quedarse ahí, simplemente acostado y añorando estar nuevamente con él.
Después de unos minutos, sacó su celular de su bolsillo y lo volvió a encender, observando el montón de llamadas y mensajes perdidos que tenía.
De Yaga, de Shoko, de un número desconocido también, suponía que era el de Nanami, que se acababa de reintegrar al mundo de la hechicería.
—Que molesto —dijo, rodando los ojos, pero comenzando a ver los mensajes de Yaga.
Preguntaba donde estaba, si había muerto, que tenía que darle un reporte a los altos mandos si había encontrado a Suguru.
Y que los niños preguntaban por él.
Se levantó de golpe al leer lo último.
Mierda.
Megumi y Tsumiki aún no sabían nada de él.
—Eres un idiota, Satoru, un gran idiota —se dijo a si mismo, corriendo fuera del apartamento nuevamente— ¡Idiota!
Corrió por las calles de Tokyo, desesperado por regresar a la casa de Yaga, donde los niños se quedaban cada vez que salía a una misión.
—¡Niños! —gritó, abriendo la puerta con una patada, sin esperar que Yaga abriera.
Tsumiki estaba en la sala, probablemente terminando la tarea de su escuela.
—¡Gojo-san!
El albino sonrió, acercandose a ella con pasos largos.
—Hey, Miki, perdón por tardar tanto.
Estaba por preguntar por Megumi, pero la almohada que se estrelló contra su cabeza le respondió la pregunta.
—¡Megumi! —gritó Tsumiki, pero Satoru solo hizo un movimiento de su mano para quitarle importancia.
—Hola, Gumi —dijo con suavidad, acercandose al pequeño.
Pero el menor de los Fushiguro entrecerró los ojos, estirando la mano para tomar su almohada nuevamente, listo para golpear a Satoru otra vez.
—Tranquilo, tranquilo —le susurró, extendiendo los brazos y sosteniendo los del pequeño— lo lamentó, Gumi, debí enviarles algún mensaje para evitar que se preocuparan.
Megumi sorbió su nariz, pero se negó a llorar, haciendose el fuerte.
—Lo lamentó —volvió a decirle con suavidad, antes de acercarse más y abrazar a Megumi— no los volveré a dejar así, lo siento.
—Eso también lo decía él.
El impulso de querer golpear a Megumi se instalo en su pecho. Odio ser comparado con Toji, ¡Él no era Toji! ¡No se parecía a él! La mera comparación le causo asco.
Pero si le gritaba a Megumi, si le golpeaba... Entonces sí sería igual que Toji.
Y se negaba a hacer eso.
—Lo lamento —volvió a decirle, antes de suspirar y acariciar su cabello— no los volveré a dejar. Lo prometo.
Megumi frunció los labios, cruzando sus brazos en su pecho y observando fijamente a Satoru, antes de asentir.
—¿En serio lo prometo?
—Completamente —Satoru le sonrió, levantando a Megumi en brazos antes de acercarse a Tsumiki, también abrazandola— los extrañé mucho, niños.
A veces. En realidad no pensó mucho en ellos.
Pero sabía que su vida sería aún más solitaria sin ellos dos.
También comenzaría a estar más cerca de ellos.
Porque se lo merecían.
Por un momento, pensó en como sería si Suguru también estuviera ahí.
Observó a Megumi, a Suguru le caería muy bien. Luego miró a Tsumiki... No sabía como se llevarían.
Esperaba que bien, porque ella también era parte de su vida. Y Suguru debía aceptar esa parte tanto como cualquier otra.
—¿Qué tal si vamos al parque? —les propusó— y les compraré unos helados, bueno, lo que quieran.
Los niños sonrieron, asintiendo y sonriendo con alegría.
—Vayan por sus cosas, aquí los espero.
Cuando los niños salieron corriendo, Satoru observó la puerta, la cerradura seguramente no funcionaría ahora y estaba casi a punto de romperse.
Al menos los niños ya no deberían quedarse ahí, volverían a su apartamento.
Notes:
Perdón por la tardanza :)
Chapter 7: 7-. Oh no
Chapter Text
El parque estaba lleno de niños, le acababan de dar mantenimiento al parque, era casi obvio al oler el césped recién cortado.
Hacia un poco de aire, no lo suficiente para cubrir más a los niños, pero estaba bien.
Satoru observaba los puestos de comida de la otra esquina, pensando en que podía comprar después de que los niños terminaran de jugar.
Tenía un terrible antojo a algodón de azúcar.
Estaba por levantarse para ir a comprarlo cuando los gritos de Megumi lo hicieron girar la cabeza.
—¡Eso es trampa, Tsumiki! ¡No es justo!
—¡Claro que no es trampa!
—¡Contar rápido es trampa! ¡Se supone que debes contrar lento! —Megumi acusó, saliendo de un saltó del arbusto donde se escondió, su cabello estaba completamente despeinado.
—¡Conté bien! —gritó Tsumiki de regreso, apuntando a su hermano con un dedo— ¡No es mi culpa que tú te escondas en el mismo lugar todo el tiempo!
Satoru sonrió, apoyando su mentón en la palma de su mano, recargandose contra la silla.
Aunque realmente no había pensado mucho en ellos, no veía como podría volver a dejarlos. Esos niños lo necesitaban, lo querían. Él debía de estar ahí para ellos.
Y lo estaría desde ahora.
La discusión ni siquiera siguió, Tsumiki se dio a la fuga con un Megumi bastante enojado detrás de ella. Pero ese enojo paso a alegría.
Y esa alegría se convirtió en risas.
Megumi no reía mucho, así a Satoru le agradaba verlo así. Alegre. Feliz. Vaya, como un niño de su edad debía de ser.
Tsumiki también reía, con esa voz aguda que tenía, lo cual la hacia más contagiosa.
Su pequeña familia no estaba nada mal.
Los dejo jugar otro rato, antes de que el antojo del algodón de azúcar y helado se hicieron imposibles de ignorar.
Había pasado un mes con Suguru, no había mucha comida chatarra en esa caballa, incluso cuando el alfa había enviado a sus maldiciones a traer todo lo que quería.
Bueno, su cuerpo simplemente estaba acostumbrado a una gran cantidad de comida.
—¡Tsumiki! —llamó— ¡Megumi! ¡Vamos por algodón de azúcar!
Ambos niños se estuvieron de inmediato, mirándose unos segundos antes de correr hacia él.
Tsumiki fue la primera en llegar, sacándole un bufido a Megumi, además de lograr que rodará los ojos.
Pero la castaña solo le saco la lengua, se rió con suavidad y tomo su botella de agua que Satoru les había comprado hace rato.
—¿De qué color? —preguntó Megumi, listo para quejarse ante cualquier cosa que no le gustara.
Satoru le revolvió (más) el cabello.
—Del que tú quieras, gruñón, no importa. De todos modos, saben igual.
Megumi sonrió un poquito, pero Satoru recibió un empujón sin fuerza como respuesta.
—No saben igual —Megumi gruño— el amarillo sabe mejor.
—Mentira —Tsumiki le dijo— el morado es el que sabe mejor.
—Todos saben igual.
—¡Que no!
Satoru soltó una risita, cruzando sus brazos.
—Dire que tienen sabores diferentes si me dan un beso en la mejilla.
Tsumiki ni siqueira le dudo, se trepó en la banca y le dio un beso en la mejilla.
Megumi cruzó sus bracitos, murmurando un "tonto" antes de subir al regazo de Satoru y darle un besito rápido en la mejilla, bueno, apenas y le rozo la mejilla, pero contaba.
—Aw —exclamó Satoru, sintiendo unas tremendas ganas de llorar— que tiernos son, mis niños. Me van a hacer llorar frente toda esta gente, ay....
Tsumiki miro a su hermano, antes de abrazar el cuello de Satoru con cariño.
Megumi dudó un momento, antes de abrazarlo también.
—Ay, ahora sí me van a hacer llorar.
Satoru los abrazo de regreso, apretándolos con fuerza contra él.
Las lágrimas le llenaban los ojos, no sabía porqué quería llorar, pero ahí estaba.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Cuando sus ganas de llorar desaparecieron, Satoru los llevó de la mano hasta el carrito de algodón de azúcar.
Megumi escogió uno amarillo, Tsumiki uno morado.
Satoru escogió tres, uno amarillo, uno morado y uno de tres colores.
Incluso cuando sabía que terminaría comiendo lo que a los niños le sobrará.
Los niños pensaron que despues del algodón de azúcar, regresarían a casa, pero no.
Satoru se emociono un poco demasiado con los puestos de comida.
Pasaron del algodón de azúcar a helado, a crema batida a pizza y después trato de unir todo en uno.
Megumi tenía una mueca de asco en su cara al ver cómo Satoru comía pizza y después de metía un poco de helado en la boca.
—Eh... ¿Gojo-san?
Satoru dejo el bote de crema batida que había comprado para girar su cabeza hacia ellos.
—¿Qué?
—¿Por qué...? —Tsumiki lo pensó un momento, tratando de no sonar grosera— ¿Sabe bien?
Satoru lo pensó un momento, antes de negar con la cabeza.
—No.
—¿Por qué lo comes entonces? —Megumi le preguntó con el ceño fruncido.
—Simplemente se me antoja —Satoru les dijo, respirando hondo, sentía las ganas de llorar una vez más.
—¡¿Gojo-san?! —preguntó Tsumiki, alterada al ver cómo Satoru comenzaba a llorar.
Megumi, en un impulso, se levantó de su asiento y abrazo a Satoru, tratando de consolarlo.
Satoru abrazo al pequeño, apretando los labios para evitar sollozar.
La comida seguía en la mesa, pizza, helado, crema batida, trozos de algodón de azúcar.
Lo peor de todo era que ahora quería pepinillos.
Y no sabía porqué.
Tsumuki también se acercó, tomando la mano de Satoru para demostrar su apoyo.
Le tomó unos minutos más, pero finalmente las lágrimas dejaron de salir, su respiración se tranquilizó y finalmente logro responder.
—Lo lamentó —les dijo, acariciando el cabello de ambos— es que... Extraño mucho a alguien.
—¿Por quién nos dejaste?
—No los dejé —Satoru murmuró— bueno, sí, un poquito, pero... Bueno, sí, es él.
Megumi frunció el ceño y apretó sus labios.
—Sabía que por eso te fuiste. Ya no nos quieres.
—¡Los quiero! —Satoru les respondió, antes de soltar un suspiró.
—Pero lo quieres más a él.
—No.
—No te creo.
—Megumi... Se amable.
—¡No quiero! ¡Nos va a dejar como mi papá! ¡O tu mamá! ¿Ya se te olvidó?
—Megumi, no, no, no, yo no los abandonaré, te lo prometo.
El más pequeño no parecía convencido, ni feliz.
—Vas a formar tu familia —comenzó a decir Megumi.
—Ustedes forman parte de mi familia.
Megumi se quedó callado, buscaba que decir, pero las palabras se le fueron.
Tsumiki también se mantenía callada, pero su mirada estaba en el piso.
—¿Es un alfa?
—Sí.
—¿Es una buena persona?
—Eh... —en teoría, Suguru no representaba una amenaza para Megumi, ni para él, pero ella...
—¿Te hace feliz? —preguntó Megumi.
—Sí —esa respuesta no la tenía ni que pensar— mucho.
—¿Pero no es una buena persona?
—Eso... No, ¿Pero sí? Es complicado, Miki.
—¿Te lástima?
—No, Miki. Suguru nunca me lastimaría.
—¿Suguru?
—Ese es su nombre, Gumi.
El pequeño aún parecía enojado, pero al final volvió a mirar a Satoru.
—¿Vas a tener un hijo con él?
—Guau, ¿Qué? No.
Tsumiki observó la comida que aún estaba en la mesa y luego de regreso a Satoru.
—¿Seguro?
El albino asintió.
—Claro, la comida es solo un antojo.
Ambos lo miraron en silencio.
—Nunca te habíamos visto llorar.
—Sé que soy muy genial, pero hasta yo tengo emociones.
Los niños levantaron las cejas.
Satoru los miro en intervalos, primero a uno, luego a otro y después la comida.
Frunció el ceño, antes de sentir como se revolvía su estómago.
—Enserio, no estoy... Claro que no, no...
Pero su cuerpo reaccionó por si solo, se tuvo que levantar del asiento, casi tirando a los niños al piso, trato de correr hacia el baño, pero no lo logró.
Una arcada le llegó apenas dio el primer paso y sin poder evitarlo, tuvo que arrodillarse para vomitar.
Las personas que estaban en el restaurante levantaron la cabeza, algunos con muecas de asco en sus caras.
Pero Satoru no tenía tiempo para pedirles perdón.
Los antojos, el llanto, ahora el vómito y las palabras de los niños.
Sin contar todas las veces que Suguru y él olvidaron la protección, lo cual era... Todas las veces.
—Oh, no... —susurró, antes de sentir como una nueva arcada lo azotaba.
Chapter 8: 8-. ¡Ese alfa se hará cargo!
Chapter Text
Megumi y Tsumiki corrieron al lado de Satoru, tratando de asegurarse que estuviera bien.
—¿Estás bien? —preguntó Tsumiki, moviendo las manos con nerviosismo, era malo ver a Satoru así.
—Tal vez... Fue mucha comida —Megumi sugirió, asegurándose de quedar fuera del vómito.
Las miradas no se tardaron en esperar, era claro, una omega preocupada se acercó, hablando en voz baja con Tsumiki.
—Tsk —susurró un alfa, haciendo que Megumi girará la cabeza— es por esto que los omegas no deberían de venir a lugares públicos después de abrir las piernas. Además, tiene otros dos, ¿A qué edad habrá empezado? ¡Asco!
El niño abrió la boca con ofensa.
—¡Ey! —le gritó, tomando un pedazo de comida de la mesa y arrojandolo contra la cara de idiota.
—¡Pero que te pasa! —le gritó el adulto, levantandose de la silla.
Era alto, claramente, más alto que Megumi y no tuvo problema en acercarse hacia él.
—Vuelve a hacer eso, mocoso.
El menor de los Fushiguro pasó saliva con nerviosismo, pero extendió la mano hacia la comida y volvió a lanzarla.
El alfa gruñó, levantando la mano para pegarle al niño, Megumi cerró los ojos, sin querer apartarse.
Pero el golpe nunca llegó.
—¿Qué mierda? —dijo el alfa, tratando de apartar la mano del agarré de Satoru.
—No se te ocurra... Ponerle una mano encima a mi hijo —el omega amenazo, aún algo débil por el vómito, pero sin aflojar el agarré en la muñeca del otro, apretando más fuerte hasta que sus huesos crujieron.
El alfa soltó un quejido, tratando de apartarse, levantando la otra mano para golpear a Satoru.
Y fue cuando otra mano lo detuvó.
Dos niñas pequeñas llegaron corriendo, traían uniformes escolares y una cargaba un oso de peluche, apartaron a Megumi del lugar apenas el niño cedió.
Satoru frunció el ceño, ¿Esas eran...? ¿Las niñas de Suguru?
—¡Otra vez! —gritó el alfa, girando al cabeza hacia el hombre de pelo largo.
—Agradece que mi omega fue gentil contigo —susurró Suguru, apretando la mano que el alfa aún tenía levantada con tanta fuerza que seguramente la rompería— pero yo no pienso serlo.
—¡¿Qué te pasa?! ¡Suéltame!
Satoru observó a Suguru, antes de ver a los niños.
—Vengan —les dijo, tratando de no vomitar otra vez.
Sacó su billetera y dejo todo el dinero que tenía ahí en el mostrador, sacando a los niños hasta el parque.
Sabía que Suguru era bastante razonable.
Con hechiceros.
Y ese alfa era un no-hechicero e idiota, para terminar.
—Hola —Nanako le dijo con una sonrisa.
Satoru sonrió apenas, dejándose caer en una banca del parque.
—Hola. Megumi, Tsumiki, no sean groseros.
—Hola —murmuró Megumi, sentándose al lado de Satoru, como si pudiera protegerlo.
—Hola —Tsumiki les dijo, sintiendo.
Nanako y Mimiko la miraron fijamente, ladeando la cabeza.
Satoru esperaba, tenía la esperanza, muy dentro de él, que no la insultaron.
—Tu cabello es lindo —Mimiko susurró.
—Gracias —Tsumiki sonrió— el tuyo también.
La rubia miró a Tsumiki, antes de mirar a Satoru.
—¿Me compras un helado?
Satoru sonrió un poquito, aún con los ojos cerrados.
—Sí, claro, solo dame un momento.
Nanako asintió, mirando a los lados.
—Geto-sama se esta tardando mucho.
—Ahora viene —Satoru susurró, poniendo una mano en su vientre.
¿En serio estaba...? Dios.
Ya tenía cuatro niños ahí, no iba a poder con otro, ¡Era muy joven!
—¿Por qué tienes un peluche? —Megumi preguntó al fin.
Mimiko abrazo más fuerte a su juguete, enterrando su cara ahí. Sin responder.
—¡A mí hermana le gusta! —Nanako habló— es su amigo.
—Ah.
Iba a entrar en crisis.
—¿Satoru?
—¡Geto-sama!
—Hola, niñas —Suguru les dijo, revolviendo el cabello de las niñas antes de acercarse a Satoru.
—Suguru —susurró Satoru, recibiendo la botella de agua que el alfa le ofrecía— gracias.
—¿Cómo te sientes?
—Aún estoy mareado.
Suguru asintió, abriendo la botella de agua para el omega y asegurándose de que tomará al menos un poco.
—¿Por qué estás aquí?
—Las niñas querían comprar comida —Suguru le respondió con suavidad, observando por un momento a Megumi, quién lo miraba con los ojos entrecerrados y una posición ya lista en sus manos.
Satoru sonrió un poquito, abriendo los ojos.
—Me alegra que estés aquí.
—¡Satoru! —dijo Megumi cuando Suguru acunó su mejilla, acercándose para que el alfa se alejará— hay que ir a casa.
El albino miró al pequeño, antes de asentir y acariciar el cabello.
—Tienes razón, no quiero estar más tiempo aquí.
Suguru se enderezó al instante.
—¿Te llevó?
—Puedo solo, Suguru —Satoru le dijo con una sonrisa, pero al levantarse, sus piernas temblaron y casi lo hicieron caer.
—Estoy seguro —Suguru le dijo con suavidad— pero me sentiría más tranquilo si te llevará, ¿Si?
Satoru no parecía muy convencido, pero termino por asentir, dejando que Suguru lo cargará en su espalda.
—¡Ey! —se quejó Megumi.
—Megumi —dijo Tsumiki con suavidad— no grites.
—¡Pero se está llevando a Satoru!
—Lo va a llevar a nuestra casa.
—No me da confianza...
Satoru quería decirle que estaba bien, que no pasaba nada, pero realmente el vómito le había arrebatado varia de su energía.
Estaba seguro que ese embarazo lo iba a agotar demasiado.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Megumi no dejo de renegar todo el camino, insultando a Suguru en voz baja, recibiendo malas miradas de las gemelas, que no lo insultaron solo porque Geto se los dijo.
—Es por aquí —Tsumiki le dijo, señalando la puerta de un departamento.
—¿Podrías abrir la puerta?
—No tiene llave —gruñó Megumi, abriendo la puerta, pero poniendose enfrete y extendiendo las manos— yo lo llevó.
Suguru le sonrió, extendiendo una mano y apartando al niño.
—Que tierno eres, pero me sentiré más cómodo si lo llevó yo.
Megumi estuvo a punto de morder la mano de Suguru, pero Tsumiki lo detuvó a tiempo.
—No me gusta que este aquí —Megumi le susurró a su hermana, observando como Suguru y las niñas entraban al departamento.
—Esta ayudando a Gojo-san, no creo que sea malo.
—No me gusta de todos modos. ¿Y por qué esta vestido cómo monje? Es un rarito.
Suguru rodó los ojos, dejando con cuidado a Satoru en el sillón y con la manga de su túnica le limpió con suavidad la frente.
—Tsumiki —llamó Suguru— es tu nombre, ¿Verdad?
—Sí, señor.
Suguru la miró un momento, tan fijamente que Megumi estuvo a punto de lanzarse contra él otra vez.
—Lindo nombre —dijo al fin, sonriendo, aunque un poco forzado— ¿Podrías traer una toalla humeda, por favor?
La castaña asintió, corriendo hacia el baño para hacer lo pedido.
Megumi volvió a gruñir, haciendo que las gemelas le regresaran el gruñido.
Iba a ser una tarde larga.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Satoru se removió en la cama cuando escuchó como sus niños discutían con alguien.
—¡A él no le gusta el picante!
—¡No es picante, mocoso!
—¡No le grites a Geto-sama!
—¡No le griten a mi hermano!
—¡Y tú deja esa estufa! ¡Vas a romper las cosas!
—¡Soy un adulto! ¡Tú eres quién debería quitarse!
—¡Es mi casa, no la tuya!
Satoru apretó su cabeza con una mano, antes de levantarse del sillón y caminar hacia la cocina, se preguntó cuanto tiempo había dormido para terminar con cuatro alfas y una beta gritandose en la cocina de su casa.
Mimiko y Nanako parecían a punto de lanzarse contra Megumi y Tsumiki, que parecían a punto de hacer lo mismo, pero contra Suguru.
—¿Todo bien? —interrumpió cuando Megumi se le lanzó a Suguru.
—Todo perfecto —Suguru le aseguró, apartando a Megumi como podía, tratando de no golpearlo.
Pero era difícil, realmente quería hacerlo.
Nanako y Mimiko parecieron más tranquilas ante la precensia de Satoru, por lo que el omega se acercó, le acarició el cabello a Tsumiki y después, retiro a Megumi del cuello de Suguru, donde insistía en golpear.
—Tienes... A un niño difícil.
Satoru soltó una risita.
—Agradece que te golpeó y no se le ocurrió hacer... Otra cosa.
Suguru elevó una ceja, pero después vio la posición de manos que Megumi luchaba por hacer en brazos de Satoru.
—Tranquilo —Satoru le susurró, acariciando con suavidad su cabello.
—¡No! ¡Necesita pagar!
—¿Por qué? —le preguntó, levantandolo más y sonriendo con cuidado.
—¡Porque te embarazó!
Si había un poco de ruido en la cocina, desaparció por completo después de eso por unos segundos.
—¡Geto-sama! —gritó Nanako— ¡¿Cómo que embarazó a Gojo-san?!
Suguru estaba por responder antes de que Megumi logrará salir del agarré del omega gracias a su distracción.
Sus lobos divinos salieron en un parpadeó con un aullido, a punto de lanzarse contra Suguru mientras Megumi luchaba por crear otra posición con sus manos.
—¡Y se hará cargo del bebé! —gritó, antes de lanzarse nuevamente contra el alfa mayor.
Chapter 9: 9-. Cuatro alfas, una beta y un omega
Chapter Text
Satoru dio un saltó cuando los lobos de Megumi corrieron a ambos lados de él, casi tirandolo al piso, pero sin lograrlo.
Megumi ya estaba contra Suguru, tirando de su cabello, sus lobos divinos tirando de su ropa.
—¡Gumi! —gritó Satoru, estabilizandose para tratar de quitar al niño— ¡Ya! ¡Déjalo!
—¡No! —Megumi declaró, aún tirando del cabello de Suguru, haciendolo doblar la cabeza de manera rara.
Satoru soltó una risita, antes de ver que las gemelas se lanzaban contra Megumi, tratando de bajarlo de su papá, haciendo que Tsumiki se lanzará a su vez contra ellas para que no lastimarán a su hermano.
—¡Ey! —les gritó finalmente, dando un pisotón en el piso.
No estaba seguro de porqué, pero los niños y Suguru se quedaron quitos, girando la cabeza hacia Satoru.
Lamió sus labios un momento, sin saber que decir, antes de acercarse, quitar a Megumi y bajandolo al piso.
—Vayan a su habitación —les señaló a los Fushiguro, sacandoles jadeos de sorpresa.
—¡Pero...! ¡¿Por qué?! ¡Ellos empezaron!
Satoru apretó sus manos, no sabía como hacerse el fuerte, Yaga era quién regañaba a los niños cuando hacian algo malo, ¡Él no sabía nada de eso!
—Ya... Pero igual actuaron mal y... Hum...
—No sabes que decir —susurró Megumi, malhumurado y cruzando sus brazos.
—No —admitió Satoru, susurrandoles— así que ayudenme y vayan a su habitación.
Tsumiki soltó un suspiró, tomando la mano de Megumi y caminando a sus habitaciones.
Satoru miró a las gemelas.
—Ustedes vayan a la sala.
Las gemelas se ofendieron más que Megumi y Tsumiki.
—¡No puedes enviarnos a ningún lado! ¡No eres nuestra mamá!
Satoru se inclinó hacia ellas, empujandolas hacia la sala.
—Me da igual, se quedan ahí.
—¡Geto-san!
—Haganle caso.
Las niñas abrieron la boca con ofensa, pero caminaron a la sala y se sentaron en el sillón.
Suguru le sonrió un poco a Satoru, pero solo recibió una mala mirada del omega.
—Ey —le susurró, abrazandolo por la espalda y dejando un beso pequeño en su mejilla— ¿Estás bien?
—¿Te peleaste con un niño? ¿En serio?
—No me pelee, en ningún momento le regresé los golpes, por más que me tiró del cabello... O sus perros me rasgaron la ropa.
Satoru negó con la cabeza.
—Aún así —susurró, haciendo que Suguru lo abrazará más fuerte, acariciando con suavidad su cadera, antes de deslizar la mano hacia su vientre— ¿Entonces?
—Entonces, ¿Qué?
—El vómito en esa tienda, ¿Qué hay con eso?
Satoru sabía que Suguru notaba el que pasaba, por la forma en que tocaba su vientre, por la forma en la que susurraba las palabras, la forma en la que le sonreía. Y él hecho de que Megumi lo había gritado, claro.
—Comí mucho —dijo Satoru con una sonrisa, elevandó los hombros.
Suguru sonrió, dandole un suave beso en la mejilla a Satoru.
—¿Si? Porque Megumi esta seguro de que es otra cosa.
Satoru rodó los ojos.
—Si ya lo sabes, ¿Por qué preguntas?
Suguru elevó los hombros.
—Quiero que tu me lo confirmes.
—Bueno, ni siquiera yo lo tengo confirmado —Satoru dijo, finalmente relajandose contra su abrazo, recargando su espalda en el pecho de Suguru— no con examenes al menos.
—¿Pero tú crees...?
El albino se elevó de hombros.
—Sí, creo que sí.
Suguru sonrió, enterrando su cabeza en el cuello de Satoru.
—¿No estás enojado? —susurró Satoru— pensé que... Bueno, querías esperar.
—Quiero esperar —admitió— pero no hay muchas cosas que se pueda hacer con esto, a menos que quieras...
—¿Abortar?
Suguru asintió.
—No es lo que pensé, pero si tu quieres, te apoyaré.
Satoru sonrió, dandose la vuelta para ver de frente a Suguru.
—No, quiero tenerlo —aclaró, antes de elevar los hombros— creo que tendré que darles muchas explicaciones a los ancianos de mi clan, pero enserio quiero tenerlo.
Suguru frunció un poco el ceño.
—¿Crees que te la pongan difícil?
—Ellos saben que puedo destruirlos solo con mover un dedo, embarazado o no, pero siempre están... Ah, ya sabes, molestando siempre con que soy un omega y esperan dos cosas: O que lo oculte o que me casé con alguien.
Suguru asintió, los ancianos del clan Gojo habían presionado a Satoru con eso desde que tenía quince años, hasta donde él sabía, tal vez lo habían hecho desde antes.
Suguru levantó la mano, acariciando con suavidad la mejilla de Satoru.
—¿Les vas a decir?
—No, aún no —Satoru respiró hondo— quiero confirmarlo formalmente primero.
Suguru sonrió.
—¿Quieres ir con Shoko?
—No —resondió al instante— no es que no confié en Shoko, pero prefiero que sea en un lugar más lejado, solo por si acaso.
—¿Y tus niños no le dirán nada a Yaga?
Satoru se quedó quieto, parpadeando con confusión.
—Ah... Cierto, ¡Pero no! Si no lo ven no pueden decirle nada, no tienen telefono.
Suguru asintió.
—¿Te llevó al hospital?
—Sí —Satoru sonrió— necesito confirmarlo lo antes posible.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Megumi parecía a punto de arrojarse nuevamente contra Suguru.
Debían llevarlos si no quería que Yaga hablará con ellos, así que estaban todos juntos en la camioneta que Satoru tenía.
Nunca conducía, así que Suguru lo estaba haciendo.
Megumi estaba detrás del asiento del conductor, un movimiento de sus manos listo, preparado para atacar en cualquier momento.
Tsumiki estaba a su lado, susurrandole algo.
Las gemelas estaban en los asientos de su lado, observando a los Fushiguro, la rubia con el telefono fuertemente agarrado en su mano y la castaña con la mano en la cabeza de su peluche, lista para sacar la cuerda.
Satoru sonrió, viendo a los niños con el ceño fruncido, pero por diversión.
—Tus niñas quieren atacar a los míos.
Suguru observó el espejo por unos segundos, antes de soltar una risita.
—Niñas, por favor, comportense.
Las gemelas murmuraron algo con respecto a que no querían estar con los Fushiguro o algo así.
—Megumi, a como invoques uno de tus lobos divinos, estás castigado.
—Istis cistigidi.
—¡A mí no me hables así, mocoso! —Satoru se extendió sobre su asiento, revolviendo el cabello de Megumi.
El pequeño alfa bajó la cabeza, no gruñó, así que solo se quedó quieto en su lugar.
—Lo lamentó —le susurró.
—Aw, ese es mi niñito.
Las gemelas soltaron una risita, mirando a Megumi, moviendo las cejas de arriba a abajo, en tono de burla.
—Niño de mamá.
Megumi se cruzó de brazos, bufando.
—Él me quiere mucho —les dijo en tono de reproche— pero no soy un consentido.
—¿No? Pues parece que sí.
Megumi gruñó, mirando a Satoru.
Pero el albino solo elevó los hombros.
—¿Qué quieres que diga? Te quiero mucho, Megumi.
El pequeño miró al omega, antes de que sus mejillitas se sonrojaran.
—Niño de mamá —volvieron a tararear las gemelas.
—Niñas, les dije que se comportarán.
Las gemelas solamente elevaron los hombros.
—Pero no estamos diciendo mentiras, Geto-sama.
—Solo estamos comentando cosas obvias.
Satoru se recostó en el asiento, sí quería ir a un lugar alejado para su revisión, pero no esperaba que terminaran en un pequeño pueblo remotó.
—Vaya —el albino dijo, estirandose cuando salió del veículo, había dormido un rato, igual que los niños— te tomas enserio el que no se enteren.
Suguru soltó una risita, antes de acercarse a Satoru y acariciar su cadera por un segundo.
—¡Déjalo! —le gritó Megumi, lanzandose al brazo de Suguru, pero Satoru lo tomo de la camisa antes de que pudiera tocarlo.
—Calmate, no más peleas.
Megumi asintió, cruzando sus brazos mientras su hermana lo arrastraba hacia atrás para evitar que se pelearan.
—Ew —dijo Nanako— que lugar tan... Rural, ¿Por qué estamos aquí?
Suguru sonrió, acercandose a las niñas.
—No sean groseras —les dijo con suavidad, caminando hacia el hospital cercano.
Satoru tomo la mano de Megumi, quién ya había tomado la de Tsumiki y por alguna razón que no entendía por completo, Nanako y Mimiko también se aferraron a su mano libre.
Suguru sonrió, cubriendo esa misma sonrisa con su manga antes de seguir caminando.
—Es grosero mirar a la gente así, Nanako —Satoru le dijo con suavidad a la niña, observando como miraba fijamente a la gente, con una expresión de asco— Suguru, dile.
Iba a ser hipocríta si Suguru lo decía, él miraba a la gente de ahí de la misma forma.
—Ya vi de donde lo apredió.
Suguru sonrió un poco, bajando la cabeza.
—Lo lamentó. Nanako, por favor, deja de ver a los mo... A la gente.
Satoru rodó los ojos, mirando el techo. Al menos no trataban mal a Tsumiki, era un avancé.
—¿Familia Gojo? —preguntó la enfermera, saliendo del pequeño cuarto de consulta— por favor entrén.
Megumi y Tsumiki corrieron directo a los lados de Satoru, caminando con él.
—¿Nosotras también vamos? —preguntó Mimiko.
—Eh... Sí —dijo Suguru con suavidad, sonriendo.
—¿Vamos a caber en ese cuartito?
El doctor miraba a Satoru con las cejas alzadas, observando como dos niños se sentaban en su regazo y luego entraba el que pensaba, era su esposo, con otras dos niñas.
—Uh... ¿Prueba de embarazo?
—Sí —dijo Satoru con suavidad, se sentía algo juzgado ante la mirada del beta, pero no quería demostrarlo.
—¿Planeación de embarazo no ocupan?
—¿Disculpe? —le preguntó Suguru, con las cejas alzadas.
—Nada —dijo el doctor, mirando como el alfa lo miraba como si quisiera matarlo— por favor, recuestese en la camilla, señor Gojo.
Satoru se levantó de la silla, dejando a Megumi y a Tsumiki en ella antes de caminar hacia la camilla, mirando como el doctor se ponía guantes después de encender la máquina que estaba al lado de la cama.
—El gel esta frío, aunque ya debería de saberlo —dijo con suavidad.
Satoru estaba a punto de aclarar que ninguno de los niños era suyo, pero no vio la necesidad de hacerlo.
Los Fushiguro eran sus hijos y las Hasaba... Bueno, no lo eran, por ahora.
—Sí —declaró luego de unos segundos— cuenta con un mes y pocas semanas de embarazo.
Suguru también dejo a las gemelas, caminando hacia Satoru.
Tomo su mano, le sonrió y luego miró la pantalla.
—Aquí —señaló el doctor— debería comenzar a tomar las vítaminas, no es de alto riesgo, pero tomen precauciones, un aborto es más riesgoso cuando los tres meses aún no se cumplen.
Satoru asintió, bajando su camisa y mirando a Suguru.
El alfa le sonrió, acariciando con suavidad su mejilla.
—Todo estará bien —dijo con suavidad, haciendolo sonreír.
—¿Te irás?
El doctor pareció incomodo, antes de mirar a los niños.
—¿Qué es un aborto? —le preguntó Nanako, con una mueca.
Era más fácil explicar eso que ver a la pareja.
—Puedo estar contigo —Suguru le susurró— si así lo quieres, no es momento de dejarte solo.
—Puedes venir a la casa de los Gojo —Satoru le propusó— hay muchas vacías, espacio para todos, ¿Te gustaría ir?
Chapter 10: 10-. Cambios
Chapter Text
Suguru no esperaba la propuesta, realmente le sorprendía, mucho.
—¿En la casa de los Gojo?
—Hay una en Tokio —Satoru dijo con una sonrisa— nadie va ahí, prefieren las de Kioto, podemos poner sellos también, para evitar que alguien entre sin avisar.
El omega dejó de hablar por unos segundos, antes de lamer sus labios con nerviosismo.
—Lamentó si fue demasiado. No es necesario que digas que sí, fue... Intenso.
Suguru negó con la cabeza.
—Solo me sorprendiste —aclaró— podemos... Cuando regresemos, puedo llevar a las gemelas a la secta para que recogan sus cosas.
Satoru se detuvó un momento, procesando la noticia.
—Espera, ¿En serio irán?
Suguru sonrió, acariciando una vez más su cara con delicadeza.
—Las circunstancias cambiaron, debo estar a tu lado, ¿Verdad?
El omega comenzó a sonreír, antes de lanzarse a los brazos de Suguru sin pensarlo demasiado.
—Puedo ir decorando la casa y decirle a los niños que vivirán con nosotros para que Megumi no te traté de asesinar en la noche o algo así.
Suguru soltó una risita.
—Me parece perfecto, muchas gracias por evitarlo.
Satoru sonrió aún más, disfrutando la forma en la que Suguru le comenzó a acariciar la cadera.
Pero los niños llegaron corriendo a su lado, los cuatro, parecían un poco asustados.
—¿Qué sucede? —preguntó Suguru.
—¿Satoru va a tener un aborto? —preguntó Megumi, de repente muy asustado, abrazando con fuerza el estomago del omega, las otras tres niños se le lanzaron, como si trataran de proteger el estomago de Satoru.
El albino levantó la cabeza, observando a Suguru con confusión, pero él solo logró elevarse de hombros, sin entender bien que pasaba.
—¿Por qué dicen eso?
—¡El mono dijo que los abortos eran normales durante los primeros tres meses! —dijo Nanako.
—¡Y que Satoru podía morir! —añadió Megumi antes de enterrar su cabeza contra su costado.
—Eso... Eso no va a pasar —logró decir Satoru al fin, levantando las manos y, como pudo, acaricio el cabello de los cuatro.
—¿Lo prometes? —le preguntó Tsumiki.
—Sí, claro —susurró con calma— soy muy fuerte, ¿Recuerdas? Estaré bien, el bebé estará bien, no hay problema.
Aún así, para cuando salieron del consultorio, los niños se negaron a soltarse de su agarré.
—¿Qué? —le preguntó a Suguru al ver la sonrisa que tenía en el rostro.
—Nada —contestó el alfa, cubriendo su rostro con su manga, ocultando su sonrisa burlona.
Satoru rodó los ojos.
—Atrevete a decir algo y te volveré a abrir la herida.
—Eso solo significa que estaremos juntos otro mes entero, ¿No? —Suguru le susurró, acercandose y abrazandolo como podía por el agarré de los niños.
Megumi ni siquiera trató de lanzarse contra él, recordaba lo que el doctor les había dicho, una angustía muy grande podía hacer que Satoru entrará en un aborto, pero si lo miró mal. Eso aún podía hacerlo.
—Bajen —les pidió Satoru, tratando de librarse de su agarre para poner a los niños en el veículo.
Megumi y Tsumiki fueron los que más se aferraron a él, pero finalmente, con ayuda de Suguru, lograron hacer que se metieran en el auto.
—Bien —dijo Satoru, sentandose en su propio asiento y mirando hacia arriba.
Suguru extendió la mano hacia el muslo de Satoru, acariciando con suavidad y sonriendo para él.
—¿Estás bien?
Satoru asintió.
—Sí, aún no estoy seguro de que decir ante la noticia, pero... Sí.
El alfa respiró hondo, se estaba controlando mucho para no salir corriendo de ahí, así que entendía lo que Satoru decía.
—Estaremos bien —le aseguró, comenzando a conducir.
El omega dudo, pero terminó por asentir.
—Estaremos bien, sí.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Suguru se detuvó cuando Satoru se lo pidió, frunciendo un poco el ceño.
—Estamos lejos de dónde se estan quedando, ¿En serio quieres que me detenga aquí?
—Tu... Eh... —¿Debía decir 'secta' frente a los niños?— el lugar donde se quedan esta cerca de aquí, yo puedo conducir hasta la casa de los Gojo.
Satoru abrió la guantera del veículo, sacando un pedazo de papel rosa que era de Tsumiki y un lapicero con perros impresos que era de Megumi y garabateo la dirección.
—Aquí esta la dirección de la casa, estaré ahí mañana —Satoru sonrió, casi timidamente— ¿Te espero ahí?
Suguru sonrió, alzando la mano para acariciar la mejilla de Satoru, con la otra mano tomo la dirección y asintió.
—Por supuesto, estaremos ahí mañana, apenas podamos.
La sonrisa de Satoru creció, recibiendo alegremente el beso en los labios que Suguru le dio.
—¡Satoru! —gritó Megumi.
—¡Tenemos hambre!
Satoru giró la cabeza hacia ellos.
—Mentirosos —les dijo, pero le dio otro beso a Suguru antes de que este bajará del auto.
—Vamos, niñas, debemos ir a casa.
—Tenemos que cuidar a Satoru.
—Estoy seguro de que Megumi y su hermana harán un gran trabajo cuidando de él.
Nanako y Mimiko se siguieron negando, pero los Fushiguro comenzaron a lanzarlos fuera del auto, negandose a que estuvieran más tiempo con ellos.
—¡Adiós! —les dijo Tsumiki.
—¡No vuelvan! —gritó Megumi, cerrando la puerta.
—Eso fue grosero —Satoru les dijo, girando la cabeza hacia ellos, dudando un poco ante las expresiones que sus niños tenían— no, no me van a convencer, fue grosero y no quiero que lo vuelvan a hacer.
—Perdón —susurraron ambos, bajando la cabeza.
Satoru comenzó a conducir, golpeando con suavidad el volante.
—Entonces, ¿Qué les parecieron las niñas? Agradables... ¿No?
—¡No!
—¡No lo son! —la niña se cruzó de brazos— ¿Y por qué le dicen mono a la gente? No entiendo.
Satoru lo pensó un momento.
—Bueno, eso es porque... Son cosas que escuchan, ya sabes.
—Yo nunca había escuchado que alguien dijerá monos —Megumi frunció el ceño— aunque sí he escuchado que digan imbéciles.
—No quiero que digas eso —Satoru dijo, deteniendose en un semáforo.
—¿Por qué? Mucha gente lo dice.
—Sí, pero no quiero que tú lo digas porque... —Satoru frunció el ceño.
¿Qué se decía en esas situaciones?
—Solo no quiero que lo digas, ¿Bien?
Megumi terminó por asentir.
—Esta bien.
—Ese es mi niño.
—Satoru —llamó Tsumiki— ¿Por qué nos preguntaste si las gemelas nos cayeron bien?
—Porque van a vivir con nosotros.
—¡¿Qué?!
El albino sonrió como pudo, acelerando un poco.
—Sí —dijo con suavidad.
—¡¿Por qué?! ¡No caben en nustra casa!
—Ah, sí, hablando de eso, nos vamos a mudar.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Los niños no estaban felices de mudarse, siguieron malhumurados todo el camino hasta llegar a casa y aún ahí, seguían enojados.
—Les prepararé la cena —Satoru les informó con una sonrisa, acariciando el cabello de ambos— ustedes vayan a empacar, ¿Si?
—Pero no queremos irnos, Satoru.
—¡Nos gusta aquí!
—Se que les gusta —Satoru se agachó, arrodillandose en el piso.
A los pocos segundos, los niños le siguieron, el omega respiró hondo, tratando de pensar en las palabras adecuadas.
—Pero realmente me gustaría ir allá, seríamos una familia más grande, ya somos una, pero con las gemelas, Suguru —enumero, llevando una mano a su vientre, sonriendo un poco— ¿No creen qué sería lindo?
Los niños lo pensaron, mirando los ojos de Satoru y luego su vientre.
—¿Si decimos que no te dará un aborto.
—No, Megumi, no funciona así.
—Ah, que bueno —suspiró el pequeño— porque no quiero ir.
Satoru extendió la mano, acariciando el cabello del niño.
—¿Por qué?
—No me gusta ese alfa... Aunque se gano algunos puntos al defenderte, pero aún así, no me convence, mira raro a la gente, ¿Qué tal si te hace algo?
Satoru negó con la cabeza.
—Suguru es capaz de muchas cosas, pero nunca pensaría en herirme, te lo aseguró.
Tsumiki respiró hondo, tampoco parecía muy convencida.
—No sé, Satoru...
—¿Qué tal si lo intentamos algunos días? —propusó al final, soltando un suspiró— empacamos, vamos por la noche a la casa, recibimos a Suguru y sus niñas. Una semana, eso es todo lo que pido para que decidan, una semana y si no son capaces de convivir debidamente, regresamos aquí.
—Pero eso te pondría triste.
—Sí —aceptó Satoru— pero también es importante como se sienten ustedes, no solo yo.
La castaña fue la primera en moverse, acercandose y dandole un abrazo a Satoru, recostandose contra él.
Megumi terminó por asentir, acercandose, dandole otro abrazo a Satoru.
—Iremos a empacar, supongo.
—Gracias —Satoru susurró, abrazandolos un poco más fuerte— los quiero.
—Yo a ti.
—Sí... Yo también.
Chapter 11: 11-, Una nueva casa
Chapter Text
Satoru terminó la cena lo más rápido que pudo, antes de ir a los cuartos de los niños.
—¿Necesitan ayuda?
Tsumiki negó con la cabeza, pero Megumi asintió. Estaba arriba de la cama, en un bultó de almohadas mientras trataba de alcanzar uno de sus peluches.
—¿Cómo terminó tu peluche arriba del armario? —le preguntó, entrando y bajandolo con fácildiad, entregandoselo a Megumi.
—Nue lo subió para allá.
—¿Qué dijimos de Nue en la habitación?
Megumi se sentó en la cama, abrazando su peluche y alzando los hombros.
—No me acuerdo.
Satoru negó con la cabeza, rodando los ojos.
—Nue no puede salir en el cuarto, siempre te lo deja hecho un desastre y soy yo quién termina limpiando todo.
—Yo también ayudo.
—A hacer más desastre tal vez.
Megumi rodó los ojos, quitando el polvo del peluche.
—No es cierto.
Satoru alzó una ceja, abriendo los cajones para sacar la ropa de Megumi y meterla a la maleta.
—¿No? Porque no recuerdo ni una vez que me hayas ayudado.
—Saco la basura.
—Guau —Satoru asintió, agachandose y arrastrando la maleta de debajo de la cama— ¿Cómo pude olvidarlo? Siempre haces un gran trabajo, es cierto.
Megumi asintió, metiendo su peluche a la maleta, pero fue sacado a los pocos segundos por Satoru.
—Quiero llevar mi peluche.
—Lo vamos a llevar, simplemente, la ropa va primero.
El pequeño asintió, volviendo a ponerse de pie para despegar sus posters.
—Si que quieres llevar todo, ¿Uh?
Megumi tarareo, asintiendo una vez más.
—Pero no quiero que esas niñas entren a mi nuevo cuarto.
Satoru asintió, levantando una mano.
—Lo prometo.
El menor de los Fushiguro soltó un suspiró, recostandose en su cama.
—¿Todo bien? —preguntó Satoru, sentandose en la cama y poniendo su mano en la barriga de Megumi.
Él negó con la cabeza.
—No me gustan las mudanzas.
Satoru sonrió, recostandose por completo y abrazando al pequeño, acarciando su cabello mientras lo abrazaba contra su pecho.
—La semana pasará rápido, lo prometo, además, ¿Quién sabe? Tal vez quieras vivir ahí para siempre.
Megumi se acurrucó más cerca.
—No creo —susurró.
Tsumiki entró a la habitación y sin preguntar se lanzó contra Satoru, quién la recibió en brazos con una sonrisa.
—Ya veran, todo estará bien —Satoru sonrió, apretandolos más— seremos felices.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Satoru subió a Tsumiki al auto, también bajando a Megumi de sus brazos, les ato el cinturón, tratando de no hacer mucho ruido y pasando las maletas a la cajuela.
Tomó el volante y comenzó a conducir.
Tal vez Satoru había mentido un poco al decir que la casa estaba "en" Tokio, pero estaba relativamente cerca, a dos horas, eso aún contaba como Tokio.
Cerca del Lago Okutama, en una pequeña desviación hacia el bosque, suficientemente alejada del turismo, pero lo suficiente cerca de la carretera para que los animales no se acercaran demasiado.
Justo ahí, se extendía una mansión tradicinal de tres pisos, de un sobrio color café oscuro, con un enorme jardín, tanto delantero como trasero y varios árboles enormes a su alrededor.
Satoru sonrió, saliendo del veículo y abriendo la puerta, los niños ni siquiera se movieron, estaban profundamente dormidos.
—No me ayuden tanto —les susurró con cariño, cerrando la puerta con una patada suave y entrando a la casa.
Los dejó con cuidado en el sillón, tenía un poco de polvo, pero no los molestaría mientras metía las maletas.
Debía apresurarse, Suguru llegaría en la noche y quería que todo estuviera listo para usar.
Comenzó por la sala, barriendo todo el polvo.
—¿Qué haces...? —balbuceó Megumi, levantando la cama cuando la escoba se le resbalo de las manos al omega.
—Limpió —susurró, estornudando.
El pequeño movió a su hermana, quién también despertó, entrecerrando los ojos.
—Hay que limpiar...
—No es necesario, niños, pueden seguir durmiendo.
Megumi negó con la cabeza.
—No debes... No debes hacer mucho esfuerzo —le aclaró— es malo para el bebé.
Satoru rodó los ojos.
—Estoy bien, el bebé también estará bien.
Pero los niños negaron con la cabeza, se levantaron y comenzaron a ordenar junto con Satoru.
El polvo tardó de salir de muchos lugares de la sala, pero juntos lo terminaron logrando.
Las camas servirían muy bien, pero el polvo no dejaba de salir de los colchones.
Satoru soltó un suspiró, subiendo a la cama y comenzando a saltar, soltando nubes de polvo a su paso.
Los niños tosieron cuando este le dio en la cara, pero rieron y treparon a la cama, saltando de la misma forma.
Satoru acompaño sus carcajadas, tomando las manos de ambos y saltando a la par de ellos.
Siguieron así de cama en cama, pero cuando terminaron, estaban exaustos.
El omega se dejó caer en el sillón, ya también limpio.
—¿Estás abortando?
—Ya les dije que así no funciona.
Tsumiki asintió, sentandose en el sillón y moviendo las piernas, sin saber que más hacer.
—¿Seguro?
Satoru quitó la mano de su estomago, sonriendo y levantando la cabeza.
—Estoy bien —les volvió a asegurar, acariciando el cabello de ambos.
—¿Ya van a venir? —Megumi preguntó con el ceño fruncido.
—No lo sé—Satoru admitió— espero que sí.
Megumi puso su mano, muy pequeña a comparación, contra la de Satoru.
—Si no viene, podemos golpearlo.
Satoru soltó una risita.
—Gracias, Megumi, eres muy atento.
El pequeño alfa asintió, bastante orgulloso del halago.
Pero, sin darse cuenta, los tres terminaron dormidos en el sillón una vez más.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Suguru tomó la mano de las niñas cuando bajaron por el lago, Nanako tenía una mueca de cansancio en su cara y Mimiko estaba a punto de caer dormida.
—Ya casi llegamos —les prometió Suguru, viendo la casa cerca del lago.
Nanako ya ni siquiera tenía energía para hacer un comentario por los árboles, los insectos o el agua.
Definitivamente estaba un poco lejos, pero teniendo en cuenta que tenía una orden de muerte a su nombre, no le importaba. No podía poner a Satoru en riesgo. Ni a sus hijas.
O a los hijos de Satoru.
Tocó con suavidad la puerta, esperando a que abrieran.
Megumi apareció, sus lobos divinos escoltandolo.
—Ah —Suguru dijo— hola, ¿Y Satoru?
—Dormido —declaró el niño, balanceandose en su lugar, sin dejarlos pasar— aquí hay osos, ¿Sabías?
El alfa mayor asintió.
—Lo sé, ¿Esperas que uno me coma?
—Sí —admitió Megumi, abriendo más la puerta para que pasaran, antes de regresar al sillón y abrazar protectoramente a Satoru.
Geto rodó los ojos, levantando a las niñas en brazos para que no cayeran dormidas en el piso.
Se acercó al omega, sonriendo e inclinandose como pudo para besar su frente.
—Está muy cansado.
—Limpió toda la casa —Megumi le volvió a informar— Miki y yo le ayudamos, ¿Tú donde estabas?
Suguru miró al niño, quién se agarró más fuerte de Satoru, sosteniendo su mirada.
—Tienes razón —admitió al final— pero ya estoy aquí y lo único que planeó hacer es cuidarlo.
El niño entrecerró los ojos.
—Más te vale —susurró— porque te puedo golpear.
Suguru rodó los ojos, subiendo las escaleras con las niñas en brazos.
Satoru se había esmerado tanto en la limpiaza que incluso había hecho letreros con los nombres de los niños.
Puso a las gemelas en sus cuartos, antes de bajar y ver a Megumi dormido una vez más.
—Deben estar cansados —les susurró con suavidad.
Tomó a Megumi con cuidado, mirando a Tsumiki.
Dudó, pero finalmente la levantó en brazos de igual forma, Tsumiki también era hija de Satoru, por más mono que fuera.
Y él debía aceptar, respetar y también cuidar de ella.
—Ahí está —dijo, cerrando la puerta de Tsumiki antes de llevar a Megumi al suyo.
El niño se removió en su cama, aferrandose a una almohada con una sonrisa.
Suguru regresó a la sala, mirando a Satoru y también levantandolo en brazos.
—Lamento haberte dejado todo el trabajo —le susurró al oído, levantandolo en brazos y caminando escaleras arriba una vez más.
Incluso su cuarto también tenía una placa "Suguru & Satoru" con unos cuantos corazones.
—Eres rídiculo —susurró con diversión, abriendo la puerta y colocando a Satoru en la cama.
Acarició su vientre por unos segundos, antes de besar su frente y poner una cobija encima.
—Pero así te amo.
Le dejó un nuevo beso en la frente y después salió con cuidado de la habitación.
Hizo aparecer al gusano morado a su lado, quién sacó las maletas de su interior en pocos segundos, las dejó en una esquina y caminó hacia la cocina.
Sacó unas cuantas ollas, lavandolas antes para quitar el polvo que tenían, una de sus maldiciones apareció, saliendo para ir por algunas proviciones para cocinar algo.
Esperaba que Satoru no tuviera nauseas con la comida que prepararía, no quisiera hacerle pasar un mal rato.
—¿Satoru me llevó a la habitación?
Suguru casi lanzó un golpé al aire, pero se detuvó a tiempo, sonriendo y girando la cabeza hacia el pequeño.
—¿Cómo dices?
—Satoru —aclaró Megumi— ¿Fue él quién me llevó a mi cuarto?
—No —Suguru le respondió— lo hice yo, no quería despertarlo luego de todo el esfuerzo que hizo limpiando la casa.
El pequeño entrecerró los ojos, mirando fijamente a Suguru.
—¿Y él?
—También lo lleve a su... A nuestra habitación, para que descansé mejor.
Megumi se quedó callado, balanceandose antes de ver como la maldición volvía a entrar y dejaba la comida en la mesa.
—¿Le vas a hacer comida?
—Para todos —aclaró— pero es la favorita de Satoru.
Megumi volvió a dudar, mirando escaleras arriba antes de ver a Suguru y acercarse de a poco a la mesa.
No dijo nada por unos segundos, pero finalmente habló, bajito, casi a regañadientes, a decir verdad.
—¿Te ayudó?
Chapter 12: 12-. ¿Mamá Satoru?
Chapter Text
Megumi ayudaba en lo que podía, lavaba las cosas, ponía los platos, trató de cortar las cosas tan bien, pero Suguru no confiaba mucho en soltarle el cuchillo a un niño que parecía a punto de lanzarse contra él con cada paso que daba.
Aún así, lograron sacar la cena adelante.
—Puedes ir a dormir otro rato, Megumi —Suguru le sugirió— no creo que despierten pronto.
El pequeño lo miró fijamente.
—¿Y dejarte sin supervición? Nunca.
—Soy un adulto —le recordó con los ojos entrecerrados— ¿Piensas qué no me puedo cuidar?
—¡Pienso que no puedes cuidar a Satoru!
Ese niño le provocaba ganas de extrangularlo, ¿Qué tanto lo odiaría Satoru si lo hacía?
—¡¿No vas a decir nada?! —Megumi lo reto, bajando de un salto de la silla y parándose frente al adulto.
Suguru negó con la cabeza, extendiendo la mano y revolviendo el cabello de Megumi, tal vez más fuerte de lo necesario.
—¡No me toques!
—Lo lamento —dijo a regañadientes.
Megumi se apartó, caminando hacia las escaleras, antes de detenerse.
—Te quiero preguntar algo.
—Claro —Suguru dijo, respirando hondo y asomando la cabeza hacia la sala— ¿Qué sucede?
—¿Cómo se embarazo Satoru? —preguntó al fin.
Ay, carajo.
Suguru abrió la boca un momento, antes de cerrarla de nuevo.
—¿Para...? ¿Para qué quieres saber eso?
Megumi elevó los hombros.
—Quiero estar seguro de que no lo lastimaste.
—No lo lastimé.
—¿Entonces cómo se embarazo?
Suguru resopló un poco, frunciendo el ceño.
—Pues... Cuando una mamá...
—¿Mamá? —Megumi ladeó la cabeza— mi mamá falleció.
Suguru se golpeó mentalmente, antes de acercarse y, aunque Megumi se quejó, lo elevó en brazos.
—Me refiero a... Omegas en general, supongo. Satoru es uno.
—Ya sé —le respondió, sin mover los brazos, sin querer sujetarse de Suguru.
—Sí, bueno —el alfa mayor respiró hondo— no se cómo explicar esto, si soy sincero.
Suguru bajo la voz, casi como si quisiera compartir un secreto.
—Pero él te quiere mucho. A tu hermana también.
—¿Cómo una mamá? ¿Así me ama? ¿Él...? ¿Él te dijo eso?
Suguru asintió.
—Estoy seguro de eso, no necesito que me lo diga.
Megumi lo pensó un momento, antes de bajar de los brazos de Suguru, caminando escaleras arriba.
El alfa mayor lo miró fijamente, Megumi parecía... Vaya, feliz.
Quien diría que podía ocasionar otra reacción además de odio en ese niño.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
—¿Cómo terminé aquí? —Satoru preguntó por lo bajo, antes de dar un saltó en la cama al ver como un par de ojos verdes estaban fijos en él— ¡Megumi!
El pequeño sonrió, parándose erguido, parecía nervioso.
—¿Sucedió algo, Gumi? —le preguntó, sentándose en la cama y extendiendo las manos hacia él— ¿Una pesadilla?
—Tú novio está aquí.
—Lo sé —le respondió con una sonrisa, antes de apuntar hacia sus ojos— lo ví.
—¿Y por qué no vas con él?
—Pues porqué tú estás aquí —le susurró.
Pero Megumi no lo sintió como un reproche, sino como un comentario hasta cariñoso.
Una parte de él sentía que había arruinado la vida de Satoru cuando llego a su lado.
Su mamá había fallecido en su nacimiento, su papá lo abandonó con la mamá de Tsumiki, y justo después de llegar... Los dejo a ambos.
Era su culpa. Siempre había sido su culpa.
—Ey —Satoru le susurró, apretando al pequeño en sus brazos— ¿Por qué lloras?
Megumi apretó los labios, tratando de dejar de llorar.
—No es nada.
Satoru soltó un suspiró, acomodando al pequeño antes de besar su frente.
—Aquí estoy —le susurró el omega— déjalo salir. Aquí estoy para ti.
Megumi comenzó a sollozar más fuerte, aferrándose a la ropa de Satoru.
—Mamá...
Satoru no respondió de inmediato, la palabra lo tomo desprevenido.
¿Mamá? ¿De dónde había salido eso?
—Aquí estoy —le respondió.
Acunó más fuerte al pequeño, que sollozo contra su hombro.
La palabra había sido improvisada, salida de algún lugar que Satoru no terminaba de entender.
Pero de alguna forma... Le gustó escucharla.
Se quedó ahí, abrazando a Megumi hasta que el pequeño dejo de llorar. No volvió a llamarlo mamá, pero se aferró a él como si lo fuera.
—¿Puedo pasar? —Suguru susurró, tocando la puerta con suavidad.
Traía las vitaminas de Satoru.
—Claro —le susurró con suavidad, abriendo la boca cuando el alfa le acercó las pastillas, para luego darle un sorbo al agua.
Suguru se arrodilló al lado de la cama, sin tocar directamente el colchón para evitar que Megumi despertará.
—El pequeño diablo ya se durmió, ¿Eh?
—Me llamo mamá.
Su voz era temblorosa, baja, casi como si estuviera al borde del llanto.
—Son las hormonas —se excusó, pasando saliva varias veces para quitar el nudo en su garganta.
—Claro —le susuró, antes de llevar una mano hacia su cabello.
Suguru finalmente se levantó, sentándose con cuidado en la cama y después atrayendo a Satoru a sus brazos.
A pesar de todo, el omega no lloro, pero si se relajo más en brazos de Suguru, incluso cuando seguía sosteniéndo a Megumi.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Las gemelas despertaron luego de un rato, soltando al unisono un estridente grito que resonó por todo el lugar.
Megumi despertó de un salto, ocasionando que Satoru casi se resbalara de la cama sino fuera porque Suguru lo seguía sosteniéndo.
—Iré a ver —Suguru le susurró, observando la mirada enojada de Megumi sobre él.
Satoru asintió, relajando sus feromonas, que habían salido por el susto.
—¿Tienen que quedarse aquí? —escuchó cómo Megumi susurraba— ellas no me agradan.
—Recuerda lo que conversamos, ¿Si? Trata de convivir con ellas.
Suguru camino hacia el otro extremo del pasillo, abriendo las puertas a la vez y recibiendo en brazos a las niñas, que corrieron hacia él apenas lo vieron.
—¡Geto-sama! —Mimiko sollozó.
—Lo lamentó —les susurró— se asustaron, ¿Verdad? Perdón.
Las gemelas se aferraron a él, enterrando la cara en su pecho, casi con miedo.
Cuando lograron recuperarse del shock, se apartaron, mirando a los lados.
—¿Es la casa de Satoru-sama?
Suguru asintió.
—Lo es, linda, ¿No?
—Sí, pero, ¿Y Satoru-sama?
Nanako jadeó, casi asustada.
—No tuvo un aborto, ¿Verdad?
—No. Y sigue sin funcionar así.
Las dos asintieron.
—¿Y dónde está?
—En nuestro cuarto, con Megumi.
—¿El que parece erizo?
Erizo.
Qué buena descripción.
—Supongo, pero no lo llames así.
Es grosero.
Tsumiki salió de la habitación, mirando a las gemelas antes de caminar hacia la habitación dónde estaba Satoru.
Suguru estaba casi seguro de que le había rodado los ojos.
—Recuerden, ¿Si? Deben ser amables, Megumi será su hermano y Tsumiki su hermana.
—¿Ya le pediste matrimonio?
—No... Pero ya estamos viviendo juntos. Eso cuenta.
Mimiko asintió, convencida.
Nanako no lo parecía mucho.
—Podemos ser una familia —dijo con suavidad— pero él merece un anillo bonito, ¡Y una boda grande...! ¿No?
Suguru sonrió, asintiendo.
—Claro que lo merece. Merece todo lo que pueda darle.
—Aw.
Suguru dió un salto en su lugar, girando la cabeza para ver a Satoru, escoltado por los Fushiguro.
—Suguru —Satoru tenía lágrimas en los ojos, antes de cubrir su boca con su mano y correr al baño.
El alfa mayor se levantó, corriendo con él para ayudarlo.
Se arrodilló a su lado, acariciando su espalda y apartando el cabello que le podía picar los ojos.
—No creas que olvidaré lo que dijiste —Satoru susurró, jadeando para buscar aire entre arcadas— escuché que me vas a pedir matrimonio.
Suguru sonrió, abrazando más fuerte a Satoru y picando su mejilla por un momento.
—Me arruinaste el factor sorpresa, entonces.
Satoru levantó la cabeza. Estaba seguro de que se miraba horrible, pero aún así, Suguru lo miraba como si fuera lo más lindo del mundo.
—Incluso si me lo pudieras ahora te diría que sí.
Suguru recargo su frente contra la de él, cerrando sus ojos por unos segundos.
Podía oler el vómito y, seguramente, no era muy higiénico estar así, pero poco le importaba.
—No te lo pediré ahora, quiero encontrar un momento tan especial como tú.
Suguru bajó la voz.
—Aunque cada segundo a tu lado es especial, así que será difícil encontrar solo uno.
Satoru soltó una risita, antes de que una nueva arcada lo hiciera agacharse contra el inodoro una vez más.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Nanako y Mimiko enserio estaban tratando de llevarse bien con los Fushiguro.
Tanto, que ahora Nanako trenzaba el cabello de Tsumiki y Mimiko le ponía broches a Megumi.
Satoru se recargo en la puerta de la sala, observando a los niños.
Megumi parecía enojado, pero se dejaba peinar, Tsumiki estaba un poco más alejada, quejándose (muy exageradamente) cada vez que la rubia le tocaba el cabello.
Suguru se acercó, observando a las niñas y a Megumi.
—Ah —le susurró— con razón me hicieron comprar tantas cosas para el cabello.
—Realmente lo están intentando.
Suguru asintió, besando la mejilla de Satoru.
—Sé que ellas son difíciles —le respondió— mucho. Son ruidosas, exigentes y a veces groseras, pero aún son niñas.
Suguru suspiró.
—No las trató de justificar, pero realmente me resulta difícil poner... Límites con ellas, al verlas, solo recuerdo lo mal que estaban en esa prisión y yo quiero... Solo quiero mimarlas hasta que cada rastro de lo que ellos les hicieron desaparezca.
—Suguru —llamó Satoru con suavidad, sonriendo.
—¿Si?
—No necesitas explicarme nada. Lo entiendo, a veces aún veo a un desnutrido Megumi y a una triste Tsumiki cuando están así. No quisiera que volvieran a pasar por algo así.
Suguru abrazo a Satoru, recargando su cabeza en su hombro, regresando su mirada a los niños.
Mimiko dijo algo que hizo reir a su gemela y les saco risitas a los Fushiguro.
—No quisiera que nadie volviera a pasar por algo así.
Satoru acarició su vientre, sintiendo como sus ojos se llenaban de repentinas lágrimas.
Los recuerdos de Amanai llenaron su mente, los fugaces momentos que compartió con Haibara, sus propias experiencias, las de Suguru... Las de todos los hechiceros de los que ya ni siquiera recordaba su nombre.
—Suguru —dijo, repentinamente alterado— ¿Y sí...? ¿Y sí este bebé...?
¿Su bebé terminaría siendo solo un número más? ¿Una herramienta formada para el Jujutsu? ¿Alguien del que las personas no recordarían su nombre? ¿Los cuatro niños ahí también lo serían?
Su respiración se comenzó a alterar, sus feromonas se liberaron, llenando la sala en cuestión de segundos.
Los niños llegaron a su lado, corriendo para ver a Satoru.
No le preguntaron nada, solo lo abrazaron.
Suguru lo apretó contra su pecho, sintiendo como Satoru se desmoronaba en sus brazos.
Había hecho cosas mal en su vida.
Muy malas, de hecho. Cosas imperdonables, pero aún había algo que podía hacer.
Y era cuidar a la familia que estaba formando.
Desde Satoru, hasta el pequeño bebé que se formaba en su vientre.
Chapter 13: 13-. Una promesa
Chapter Text
El silencio no era algo a lo que Satoru se encontraba acostumbrado ahora.
Con Megumi y Tsumiki en su casa, siempre había peleas, risas o los ladridos o ruidos de algún animal del más pequeño.
Cuando estaba con Suguru, uno de los dos nunca dejaba de hablar.
Y ahora con las gemelas viviendo en su casa, sabía que el ruido sería parte de su vida diaria.
Por eso, el silencio le llegó más profundo de lo que esperaba.
Suguru había mandado a los niños al jardín, pidiéndoles que no se alejaran, pero que los dejarán un rato solos para poder hablar.
Las lágrimas en las mejillas de Satoru seguían frescas.
Extendió la mano, usando su manga para limpiar con suavidad los rastros que quedaban.
—¿Mejor? —le preguntó con suavidad.
Satoru tardo unos segundos en hablar, pero terminó por asentir.
—Sí —respondió con esfuerzo, pasando saliva para quitar el nudo que aún se formaba en su garganta.
El alfa sonrió, inclinándose para besar su frente y terminar de limpiar su rostro.
—¿Me quieres decir que pasó?
Satoru soltó un tembloroso suspiró.
—Hormonas —justificó— aún no me acostumbro a ellas.
Suguru sonrió un poquito, abrazando a Satoru una vez más.
—¿De verdad?
El omega dudo, mordiendo su labio antes de soltar un suspiró
—No —dijo al final— hay una alta posibilidad de que nuestro bebé nazca hechiceros.
Suguru asintió, casi emocionado.
—Pero... Prefiero que no tenga ninguna habilidad.
Elevó las cejas, abriendo la boca para protestar, pero finalmente no dijo nada. Satoru necesitaba soltar todo lo que tenía en mente.
—Será más fácil así, si lo piensas —susurró, llevando su mano a su vientre y acariciando con suavidad— así no tendrá que ser hechicero, no tendrá la presión de mi clan cuando se enteren de su existencia, o los enemigos de tu secta, no tendrá...
"El destino de Amanai" pensó, pero no sé atrevió a decirlo.
—Podría vivir mejor. Una larga vida —Satoru al fin le sostuvo la mirada— sabes lo raro que es que podamos tener un hijo. Muchos hechiceros ni siquiera logran tener una relación estable.
Suguru asintió, la estimación de vida para un hechicero activo era de veinte años.
Treinta sí corrían con suerte.
Odiaba a los monos con todo su ser. Prefería morir antes que tener que aceptarlos en su mundo perfecto.
Pero si eso significa que su hijo moriría a los quince... La balanza ganaba a otro lado.
—No puedo asegurarte nada, lo lamento —dijo con suavidad— pero te juro que haré todo lo que esté en mi alcance para que nuestro bebé tenga una larga vida.
Satoru negó con la cabeza.
—No puedes prometer eso, Suguru, lo sabes. No si nace como hechicero.
Suguru sostuvo la barbilla de Satoru, levantando su rostro.
—Mirame bien, cariño.
Satoru frunció el ceño, apretando los labios mientras hacia lo pedido.
—Si tengo que matar a todo ser humano del mundo para nuestro hijo crezca bien. Lo haré.
Se detuvo un momento.
—Si tengo que salir allá afuera y retener a toda y cada una de las maldiciones que exista. Lo haré.
Satoru tenía un pequeño brillo en sus ojos, un pequeño rastro de esperanza.
—Si me tengo que deshacer de mi secta. Lo hago.
—¿En serio?
—Enserio —Suguru respiró hondo— si tengo que ir con los altos mandos y arrodillarme para que no se les ocurra tocar a mi hijo. Lo hago.
—¿A ellos no los matas? —preguntó con una risita.
—Ganas no me faltan. Ya vería cuando esté ahí.
—Si tengo que morir para que nuestro bebé tenga una larga y feliz vida. También lo hago.
—No digas eso —Satoru le reprochó, golpeando su hombro con suavidad— no me puedes dejar. Nunca. No sabría que hacer sin ti.
Suguru le sonrió, besando la comisura de sus labios.
—Lo lamento. Me deje llevar.
Pero Satoru negó con la cabeza.
—No me puedes dejar. Nunca. Prometelo.
Suguru tomo su cara entre sus manos, mirando sus ojos fijamente, para que Satoru no dudará en sus palabras.
—Lo prometo.
Con eso, el albino al fin se relajó en sus brazos.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Los niños estaban sentándose frente a la puerta trasera, callados, sin saber que hacer.
—¿Es normal que llore? —preguntó Mimiko.
Megumi y Tsumiki negaron con la cabeza, mirándose con nerviosismo.
—Es la primera vez que lo vemos así.
—Tal vez son las hormonas —opinó Nanako con suavidad, jugando con su celular, pasándolo de una mano a otra— creo que así se llaman.
Tsumiki asintió.
—Sí —confirmó la mayor.
Megumi suspiró, recargando su cabeza en el hombro de su hermana.
—No me gusta verlo así.
La beta también negó con la cabeza.
—Ni a mí.
—¿Es su mamá? —preguntó Nanako.
—Sí —contestó Megumi, antes de que sus mejillas se sonrojaran un poquito con vergüenza— eh... Geto dice que nos quiere como una mamá.
Mimiko abrazó su peluche.
—Nuestra mamá falleció.
—La nuestra también —dijeron al unisono los Fushiguro.
Se volvieron a quedar callados, sin saber en qué ayudaba esa conversación.
—Tal vez Satoru también puede ser nuestra mamá.
Tsumiki cubrió la boca de Megumi con su mano, antes de ver a las gemelas.
—Tal vez —les respondió con la máxima suavidad que pudo lograr— aún así, Geto no me cae bien.
Las niñas estaban por gruñir, antes de solo abrazar sus cosas y quedarse calladas.
Tsumiki cerró los ojos, abrazando a su hermano antes de que las gemelas se recargaran en su costado libre.
Soltó un suspiró y elevó la mano, abrazando a las niñas de igual forma.
—Traidora —susurró Megumi.
—Cállate —respondió Tsumiki.
Suguru abrió la puerta luego de unos cuantos minutos, mirando a los niños dormidos ahí, en una pequeña pila de abrazos.
El alfa mayor sonrió un poco, invocando una de sus maldiciones para llevarlos adentro, colocando a todos con cuidado, sin querer despertarlos.
—Ay, pobrecitos —dijo Satoru, mirando a los niños arriba de la mantarraya.
—No creo que tarden en despertar. Durmieron mucho en sus habitaciones.
Satoru asintió, estirándose en su lugar antes de que su celular sonará. Era Yaga.
—Ahora vuelvo —Satoru le dijo con suavidad.
Caminó hacia el piso de arriba y al fin atendió.
—¡Yaga! Cuánto tiempo.
—Gojo.
Satoru no lo veía, pero estaba seguro de que Yaga tenía los dientes apretados y estaba por lanzar sus agujas de tejer.
—Ese soy yo —le respondió, sonriendo con todos los dientes, para que Yaga lo imaginará bien.
—Deja las tonterías, ¿Dónde estás? ¡¿Y qué hiciste con los niños?!
—Mis niños están conmigo —Satoru le respondió, recargando su cuerpo en la pared— te recuerdo que, legalmente, tengo su custodia, así que me los puedo llevar sin problema alguno.
Yaga bufó.
—Que tengas su custodia no quiere decir que puedas hacerte cargo de ellos, ni siquiera puedes hacerte cargo de ti mismo.
Satoru jadeó.
—No soy un niño, Yaga, puedo cuidarme y cuidar a otros perfectamente.
El mayor respiró hondo, antes de volver a hablar.
—Dime que Geto no tiene nada que ver con este repentino cambió.
Satoru rodó los ojos.
—Por dios, no toda mi vida gira en torno a Suguru.
—Gojo —dijo Yaga con enojo— no puedes hacer esto. Sé que estás con él.
—¡Blasfemia!
—Tiene una orden de muerte, Gojo. Si estás tan cerca de él, ¿Sabes qué va a pasar? También van a declarar una para ti. Serás el enemigo junto a él.
—Nah. No quieren que me ponga en su contra de esa forma. Soy el más fuerte, ¿Recuerdas?
—Te quiero aquí por la mañana —Yaga declaró— sin excusas, a tiempo, listo para trabajar.
—Justo mañana no puedo —le respondió, tosiendo de manera fingida— estoy enfermo.
—Me importa muy poco si portas la enfermedad más contagiosa del mundo, activas tu infinito y vienes a trabajar, ¿Entendido?
Y sin esperar respuesta, colgó la llamada.
Satoru miró su celular, rodando los ojos.
—Mandón.
Suguru comenzó a subir la escalera, acercándose a Satoru.
—¿Todo bien?
El omega asintió.
—Tal parece que ya no puedo faltar al trabajo.
El alfa paso sus brazos por la cintura de Satoru, apretando su piel con suavidad y besando sus labios.
—Puedo mandar maldiciones a que hagan tus misiones.
—Aw, gracias —dijo, sonriendo— pero creo que quiero ir. Estoy embarazado, no inválido.
Suguru asintió, besando su mejilla.
—Si estás seguro de que puedes, no diré que no.
Satoru paso sus brazos por su cuello, atrayendo al alfa hacia él.
—No tardaré, prácticamente lo haré todo en media hora.
—Oye, tampoco quiero que te sobresfueces, recuerda, debes cuidarte.
—Me cuido, vitaminas, vuelvo, me llenas de besos y amor porque me lo merezco. Anotado.
Suguru sonrió, besando a Satoru una vez más.
—Justo así será.
Chapter 14: 14-. Fingir
Chapter Text
A pesar de las amenazas de Yaga, Satoru se dió el lujo de darse su tiempo. Vamos, ¿Qué había hecho realmente la hechicería por él? Nada.
¿Por qué debía darle toda su vida? ¡Tenía derecho de disfrutarla!
Así que eso hizo, se recargo contra el marco de las escaleras y observó como Megumi y Tsumiki peleaban con las gemelas.
—¡Ese es el cepillo de mi hermana!
—¡Es solo un cepillo! —Mimiko le respondió, balanceando en el aire el objeto.
—¡Entonces devuelvelo!
—¡No! ¡Yo perdí el mío! ¡Se llama compartir!
—¡Nunca lo pediste! ¡Lo robaste!
—¡Mentira! ¡Entre a tu cuarto y te lo pedí!
—¡Lo tomaste, dijiste 'oh, un cepillo' y te fuiste!
Nanako gruñó, haciendo que Megumi hiciera lo mismo.
—¿Qué sucede? —Suguru preguntó, saliendo del cuarto con prisa, observando la situación.
—No —Satoru lo detuvo, agarrando su brazo—. Quiero ver si pueden resolver esto solos.
Suguru elevó una ceja.
—Lo único que van a hacer es golpearse.
—Soluciones, ¿No crees?
—No, realmente no.
El omega elevó los hombros, soltando un suspiró.
—Déjalos unos minutos más. Si se lanzan a los golpes, intervienes.
El alfa soltó un suave suspiró, asintiendo con cuidado.
—¿Seguro?
Satoru hizo un gesto con la mano.
—Tal vez.
Suguru soltó una suave risita, dejando un beso en la mejilla de su novio y acariciando su vientre con suavidad.
—No te escuché vomitar por la mañana.
Negó con la cabeza, orgulloso.
—Creo que el bebé hoy amaneció con ganas de no torturarme.
—No te torturara —le susurró, besando su mejilla y abrazándolo— ¿Sólo quiere darte los buenos días?
Satoru alzó una ceja.
—Pues que manera tan curiosa de hacerlo, uno esperaría una patada y es todo.
Suguru sonrió aún más, apretándolo en brazos y llenando su mejilla de besos.
Pero un repentino silencio le hizo detenerse.
—¿No estaban peleando?
El albino asintió con suavidad, girando su cabeza hacia el piso de abajo.
—¿Megumi? ¿Tsumiki? —llamó— ¿Mataron a las niñas?
Cuando la respuesta no llegó, los dos comenzaron a correr escaleras abajo, buscando cualquier fuente de ruido.
—¡¿Niños?! —Suguru gritó, corriendo hacia la cocina mientras Satoru palmeaba su propia frente, activando sus seis ojos.
—Jardín, están en el jardín —le informó, corriendo hacia allá—. Si están enterrando a alguien, déjame decir que es un mal lugar.
—¡Satoru! —se quejó, soltando una risita involuntaria.
Al llegar ahí, vieron a Mimiko peleando con Tsumiki porque la beta se le quería lanzar a la rubia.
—¡Megumi! —gritó Satoru, levantando la cabeza hacia la copa de uno de los árboles.
—¡La rubia tonta hizo esto!
—¡No soy tonta!
—¡Sí, lo eres!
—Bien, bien, dejen de insultar —Satoru les pidió, observando a Suguru unos segundos— baja a Megumi del árbol, por favor.
Satoru se acercó a las niñas, alejando a ambas, observando fijamente.
—Lo lamento, Gojo-san —Tsumiki susurró.
—Yo no —admitió Mimiko— ¡Quería golpear a mi hermana!
—Porque mando a su hermano a una copa de árbol.
La castaña frunció los labios, observando el rostro arañado de Tsumiki.
—Lo lamento —susurró, acariciando sus propias heridas.
Megumi ya estaba en el piso, pero estaba enojado, pateando a Suguru.
—Megumi —se quejó Satoru— cálmate, por favor.
El más pequeño seguía pateando, pero parecía un poco más calmado.
—Habla con ellas —le pidió, tomando la mano de los Fushiguro.
—Ellas empezaron —Megumi explicó apenas entraron a la casa—. Entraron al cuarto de Tsumiki sin permiso y robaron sus cosas.
—¿Un cepillo?
—Sus cosas de igual forma.
Satoru soltó un suspiró, acariciando su propia nuca.
—¿Estás decepcionado? —Megumi preguntó con suavidad.
—No —admitió—. Realmente pensé que esto iba a pasar. Son... Son muchas cosas y en algún momento todo iba a explotar.
—¿Nuestra pelea le hace daño a tu bebé?
—No, Miki. No le haces daño al nene si tienen una pequeña pelea de hermanos.
—Ellas no son nuestras hermanas.
Satoru sonrió un poco.
—Sé que no. Es solo un decir.
—¿Y tú bebé es nuestro hermano?
—Sí —contestó sin pensar— ustedes también son mis niños, ¿No?
Ambos asintieron con suavidad, sonriendo un poco.
—Bien, entonces, por favor, dejen de pelear tanto. Al menos hasta que llegué.
Megumi soltó un jadeó, indignado.
—¿Nos vas a dejar con ellos? ¡¿Todo el día?!
—Sí —Satoru soltó un suspiró—. Este lugar ya está sellado, nadie puede entrar, es un lugar seguro.
—Puaj —Tsumiki exageró— ¡Con ellos aquí no lo es!
—Suguru no dejará que les hagan nada.
—¡La rubia me apunto con su teléfono y de repente estaba en un árbol! Yo no ví a Suguru diciendo nada.
El albino sonrió una vez más, abrazando a ambos contra su pecho.
—Les prometo que estarán bien. ¿De acuerdo?
Aún murmurando por lo bajo, los niños asintieron un poco.
—Bien, me debo ir ahora, porque Yaga va a estar aventando humo de lo enojado que se va a poner.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
No estaba equivocado.
Apenas Yaga lo vio, corrió hacia él, listo para golpearlo. Pero el infinito de Satoru estaba activado, así que no lo logró rozar.
Río con alegría, colocando sus manos en los bolsillos de su chaqueta, inconscientemente, trató de proteger a su bebé, aunque Yaga no podía tocarlo.
—Vamos, no sé ponga así, Yaga-san —le pidió, caminando hacia la sala de reuniones, aún riendo.
Utahime estaba ahí, haciéndolo rodar los ojos. Los gritos de los niños eran divertidos, los gritos de Utahime le darían dolor de cabeza.
—Miren quién se digno a aparecer.
—Bueno, no veo el problema. Eres mi superior, ¿No? Seguro qué puedes con mis misiones.
Logró ver como una vena se marcaba en la frente de la mujer, apretando sus manos alrededor de la mesa.
Una sonrisa divertida apareció en sus labios, pero termino por girar su cabeza hacia Yaga.
—No tengo todo el día.
—¿Dónde están los niños?
—Ah, les contraté una niñera.
Satoru sabía que no le creía ni una sola palabra, pero no le podía importar menos.
—¿Me van a dar las misiones o no?
Utahime respiró hondo, entregando, de manera agresiva, cabe recalcar, un enorme sobre.
—¿Quieren que viaje? —preguntó, elevando las cejas al comenzar a leer.
—Ya lo has hecho antes, ¿Cuál es el problema?
Ah. Ya entendía.
Era una trampa.
—Ninguno, podría viajar en este momento. Aunque le debo pagar más a la niñera.
—Yo los puedo cuidar, como siempre.
—No —se negó, casi demasiado rápido— ellos están bien.
Yaga entrecerró los ojos, observando a Utahime antes de asentir.
La mujer salió del lugar, no sin antes observar fijamente a Satoru. Él le hizo una mueca, solo para molestarla.
—Gojo —el mayor le llamo cuando Utahime desapareció— dime qué no.
—Que no... ¿Qué?
—No te hagas el tonto, te di la información de donde estaba Geto solo para que dejaras de buscarlo por tu cuenta, ¿Qué hiciste? Te quedaste con él por un mes.
Satoru alzó los hombros.
—Nunca dije que estaba con él, andaba por ahí.
Yaga se sentó en la silla al lado de Satoru, entrecerrado los ojos.
—Dime que no te embarazaste.
El omega resopló.
—Claro que no.
—Gojo —volvió a decir Yaga— voy a fingir que te creo por un momento, ¿Está bien? Ahora, como te creo, contesta esto, ¿Qué harían los altos mandos si lo estuvieras?
—Me da igual, no quieren problemas conmigo.
Yaga negó con la cabeza, soltando un suspiró pesado.
—Sí estás embarazado.
—Ya te dije que no —tomo el sobre con una mano, saliendo de la habitación después de eso.
Los altos mandos... ¿Qué harían los altos mandos?
Tal vez trataría de que abortara.
Un resoplido salió de sus labios, tomando el papel de su primera misión.
Él tenía razón, los altos mandos no querían problemas con el más fuerte. No había nada de que preocuparse.
Nada.
Chapter 15: 15-. Misiones, misiones, misiones... Y más misiones
Chapter Text
Sí que había desatendido demasiado sus misiones. Sabía que le daban entre cinco o más al día, pero olvidó hacer los calculos. Aunque consideraba que los altos mandos esta vez solo querían desquitarse con él.
Los informes que Utahime le entregó eran solo el inicio, porque lo terminó interceptando para entregarle una caja completa.
—¿Y esto? —le preguntó, frunciendo el ceño.
—Son todas las misiones que has estado saltandote, entenderas que, como eres tan fuerte como dices ser, no podemos hacer que alguien más las cumpla.
Satoru apretó los dientes, tomando la caja con una sonrisa forzada.
—Vaya, gracias.
Utahime se elevó de hombros.
—No tendrías tantas si hubieras respondido cada vez que Yaga-san te llamaba.
Rodó los ojos, colocando una mano en su cadera mientras que balanceaba la caja con la otra.
—No seas idiota. Claro que puedo, es más —una sonrisa burlona se poso en sus labios— podría terminar todas hoy mismo.
—Gojo —respondió ella con un bufido exasperado— son como quinientas misiones, no podrías...
El albino se inclino sobre ella, sacandole la lengua y riendo.
—Claro que puedo. —Comenzó a explicar caminando alegremente hacia la salida—. Con mi teletrasportación me evitaré los viajes por el transporte, un azul, rojo si la maldición se pasa de lista, correr de aquí a allá. Fácil.
Utahime estaba por hablar, pero Satoru desapareció en solo cuestión de segundos, con todos los informes sujetos en manos.
—Ese idiota —susurró, rodando los ojos.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Bien, sí podía terminar con todas. Era Satoru Gojo. Veinticuatro horas eran más que suficiente para terminar con todo.
Respiró hondo, mirando alrededor para confirmar que estaba en Hokkaidō, soltó un suspiro suave y tomo la primera carpeta de misiones. Eran de baja categoría, incluso un alumno de primer grado podría cumplirlas.
Pero les encantaba torturarlo.
Negó con la cabeza, no valía la pena discutir por algo así.
—Ya las vi —Satoru dijo con tranquilidad, exorcizando a dos maldiciones que se ocultaban en un callejón.
Giró la cabeza, dos de las maldiciones de Suguru estaban ahí, las reconocía bastante bien. Estaban escondidas en la casa cercana, ¿Suguru enserio pensaba que no las vería?
—No necesito niñera —continúo diciendo—. Regresen con Suguru o no volveran con él.
Las maldiciones de su alfa solían reconocerlo como un segundo dueño. No podía invocarlas como Suguru, tampoco las controlaba como él. Pero lo escuchaban de la misma forma con pequeñas indicaciones.
Espero unos segundos hasta que desaparecieron antes de seguir con su camino.
Yaga había sido tan amable en darle un mapa con las ubicaciones de cada una de las misiones. Quería golpearlo. Todo el mapa estaba lleno de marcas rojas en casi todas las regiones de Japón. Exorcismos pendientes de todos los grados.
Suponía que era una forma de que no leyera todos los reportes, pero la verdad era igual de inútil si le dejaban todo a él.
Los campos de flores de la región estaban recién plantados, era lindo, no había muchas maldiciones ahí. Se dio unos segundos para apreciar la vista antes de desaparecer.
Llegó a la prefactura de Miyazaki, terminando con una maldición de categoría especial ahí. Le tomo exactamente cinco minutos.
Paso a Miyakonojō, Kushima, Shibushi, Kanoya y Tarumizu en una hora contada, tuvo que usar azul dos veces y rojo una sola vez. Pero al aparecer en Kagoshima, un mareo lo atrapo.
—No me hagas esto —susurró, agarrando su vientre al recargarse en una pared cercana— solo... Aguanta un poco más, ¿Si?
El mareo paso rápido, un estremecimiento lo recorrió a los pocos segundos, así que metió las manos al bolsillo de su pantalón, listo para tomar las vitaminas.
Pero ya no estaban ahí.
—Carajo —susurró.
Seguramente se habían caído en alguno de los lugares, sería una perdida de tiempo regresar por ellas.
—No pasa nada —se aseguró a su mismo— cuando llegué a casa las tomaré.
Una maldición de categoría especial en Aira, otra en Hioki, una más en Satsumasendai. Todas muertas en menos de cinco minutos.
Dio un salto en su lugar cuando apareció en Ibusuki, moviendo todo el cuerpo.
—Estás bien, Satoru —se susurró a sí mismo—. Eres el más fuerte y debes regresar a casa a cenar.
Su estómago rugio con furia en respuesta, sacandole un bufido.
—¿Eso es lo que quieres? ¿Comida? ¿Todo el drama para eso?
Miró alrededor, podía buscar un poco de comida antes de seguir con sus misiones. Tal vez podría comer mientras peleaba, algo se le ocurriría.
—¿Tokoyaki se te antoja? —le preguntó a su vientre, mirando el primer puesto callejero que se encontro.
Como no le dieron ganas de vomitar, lo tomo como una señal para acercarse y comprar una orden. Comió como si de eso dependiera su vida, todas las bolas con un solo bocado.
Era tiempo de regresar a trabajar, no había vacíado ni siquiera un cuarto de las misiones. Se estaba haciendo lento.
Su celular vibró justo cuando apareció en Izumi, sabía que era Suguru, pero la maldición estaba frente a él, demasiado cerca y su infinito parpadeó.
Fue un segundo, menos de uno. La maldición ni siquiera tuvo que haber tenido el tiempo de procesarlo, pero fue suficiente para que él se asustará.
Las garras de la maldición, una bola grotesca con pequeñas manos pero garras enormes le regresó la mirada, una sonrisa enorme apareciendo le arrebato otro estremecimiento.
Sostuvó su vientre con una mano, sintiendo como el vómito subía por su garganta. Arrojó un azul hacia la maldición, desintegrandola al instante, pero le revolvió más el estómago.
Se arrodillo en el lugar, todo el Tokoyaki saliendo en cuestión de segundos ¿Y cuando no le quedo nada qué vomitar? Las arcadas siguieron, fuertes, horribles, su cuerpo se estremecía ante cada una.
Su vista se nublo, solo por unos segundos, pero fueron los suficientes para alertarlo.
—Solo unas cuantas más —se aseguró, ajustándose las gafas y respirando hondo—. Unas cuantas horas más y regreso...
Se abrazó a sí mismo, cerrando los ojos para que el dolor de cabeza desapareciera.
En Nagashima había una maldición de grado especial había atrapado a un par de estudiantes. Tenía que ser rápido, no se atrevió a arrojarle azul o rojo, mucho menos purpura por temor a lastimar a los pequeños.
—¡Señor! —dijo uno de los niños cuando lo sacó de la maldición.
Estaba tambaleante, el otro chico apenas y se movía, estaba seguro de que habían más niños. Tenía que haberlos.
Pero no los veía por ninguna parte.
—¿Estás bien? —le preguntó, sosteniendo uno de sus hombros con cuidado, sus manos temblaban demasiado, pero logró estabilizarse.
—¡S-sí! —respondió el pequeño, aferrandose a su cintura—. Pero... Mi amigo.
—Los sacaré de aquí —le aseguró, levantando al pequeño con una mano y corriendo hacia el otro, sosteniendolo con cuidado.
Los llevó al hospital más cercano, las arcadas seguían ahí, jugando con él. Pero ya no le importaba. Realmente no importaba.
No cuando, por su culpa, más de quince niños habían muerto.
Su infinito parpadeó hasta desactivarse por completo, dejandolo ahí, en el pasillo del hospital. Sabía que eran las hormonas, probablemente, pero le estaba afectando mucho.
—Qué ridículo —susurró, enterrando su cabeza en manos, deslizandose hasta el piso y abrazando sus rodillas—. No es mi culpa.
Su mente le decía que sí lo era. Pero se obligo a no pensarlo. El sudor empapaba su nuca, el sabor del vomito en su boca no daba tregua, su estómago estaba vacío y si vomitaba otra vez, seguramente sería solo ácido.
Miró hacia arriba, buscando el reloj del hospital, llevaba más casi doce horas en movimiento sin parar, ¿Cuántas misiones había hecho? No lo recordaba, ya no le importaba.
Su lógica había sido tan estúpida, ¿Cómo iba a terminar tantas misiones en un día? Si no hubiera estado con Suguru todo un mes... Esos niños no hubieran muerto.
Quería ir a casa y tirarse a descansar con Suguru, con los niños. Quería bromear con ellos, presumir un poco, alejarse otra vez de la hechicería.
Pero sí lo hacía... ¿Cuántos niños más morirían?
—Tú puedes —susurró, palmeando sus mejillas antes de levantarse—. Tienes que lograrlo.
El sol comenzaba a descender cuando llegó a las calles de Yokohama, una maldición de baja categoría, nada de que preocuparse.
Su visión estaba borrosa, por primera vez en mucho tiempo, le estaba costando enfocarse, su infinito se apagaba y respondía con demasiada lentitud. Logró neutralizar a la maldición, claro, pero el zumbido persistente en su cabeza lo obligó a detenerse.
Su celular vibró una vez más. Seguro que Suguru estaba preocupado. Llevó la mano a su bolsillo, sosteniendo su celular y revisando los mensajes.
Eran muchos, más de los que había pensado.
Vida mía
¿Satoru? ¿Cómo va todo?
¿Comiste algo?
Megumi quiere un peluche, luego todos quisieron uno. Se terminaron peleando.
No te preocupes, lo estoy llevando bastante bien.
Pero me preocupa que no me estés contestando.
¿Tus vitamínas? Son necesarias. No olvides tomarlas, cariño.
Te amo.
Satoru soltó un suspiró pesado, esos eran solo los mensajes de quince minutos. Para cuando salió de la casa.
Estaba por teletrasportarse a su casa, se sentía demasiado mal para seguir ahí, tal vez era momento de aceptar que no podía con todo.
Sin embargo, un tirón profundo en su estómago lo detuvo, la repenina presión en su pecho lo dejo sin aire y el mareo lo tumbó al piso apenas se levantó.
Cayó de rodillas primero, jadeando al sentir como una arcada volvía a subir por su garganta, trato de sostenerse con sus manos, pero las fuerzas ya se le habían ido.
El sol ya había desaparecido por el horizonte, estaba en un callejón y seguramente nadie lo iba a encontrar en un buen rato.
—Perdón.
Susurró al aire antes de perder el conocimiento.
Chapter 16: 16-. Recuerdos
Chapter Text
—Satoru.
El pequeño se removió en la cama, frunciendo el ceño levemente.
—Satoru.
Abrió los ojos con pereza, frente a él, se encontraba su entrenador. Siempre venía por la mañana, antes de que saliera el sol.
—Qué —se quejo, cubriendo su cara con su almohada.
—Debes levantarte —el adulto dijo, cruzando sus brazos—. Ahora.
—No tengo ganas.
—No me importa. Estás destinado a ser el más fuerte. Así que debes entrenar desde ahora.
—Pero soy muy chiquito —se quejó Satoru.
Tenía un cuerpo pequeño, aunque apropiado para su edad. Sus brazos estaban flacos y sus piernas igual, le gustaba usar eso como excusa para no entregar.
—Pues vamos a cambiar eso —declaró el entrenador, agarrando el pijama del niño, sacándolo de un tirón—. En base a sudor y sangre de ser necesario.
El albino resopló, soltándose del agarré para caminar solo.
—Escucha, Satoru. Eres un omega.
—Ya lo sé —respondió, rodando los ojos—, me hicieron la prueba hace un año.
—Exacto. Tienes que tomar eso en cuenta, naciste con una gran habilidad, los seis ojos.
—¿Me vas a explicar mi propia habilidad otra vez?
—No, solamente lo digo porque debes saber que tú cuerpo estará en tu contra. Siempre.
—Ah, pues muchas gracias.
—¿No puedes dejarme hablar?
—No.
Su entrenador respiró hondo, entregándole un plato de avena.
Satoru amaba la comida, enserio que la amaba. Pero no le gustaba comer antes de entrenar, porque siempre terminaba vomitando.
—Como estaba diciendo —el entrenador aprovecho la boca llena del niño para hablar—. Eres un omega y los omegas siempre tendrán las cosas más difíciles.
—¿Y tú qué sabes? Eres un alfa.
El adulto elevó los hombros.
—Solo lo sé.
—Solo lo sabes —repitió Satoru, arqueando su ceja—. Qué estupidez.
—Cuida ese lenguaje, niño malcriado.
Satoru saco la lengua, rodando los ojos.
—Ya lo dije, supéralo.
El alfa respiró hondo, negando con la cabeza.
—Bien. Olvidemos eso. Eres un omega y aún así, vas a ser el más fuerte.
—Ya lo soy.
—No si aún te puedo golpear, así que no empieces a alardear.
Abrió la boca, listo para hablar, pero decidió no decir nada.
—Perfecto, vas entendiendo —el adulto se inclinó más cerca, observando seriamente al niño—. Pero un día serás el más fuerte, ¿Me escuchas? Vas a ser el mejor hechicero que hayan conocido. Así que debemos entrenar mucho.
—¿Aunque me cansé?
—Aunque te canses. Es importante entrenar.
—¿Por qué? Hay más hechiceros.
—Nadie como tú. Ninguno será como tú. Eso quiere decir que debes cuidar de ellos.
—¡¿Por qué?! —el pequeño de cinco exclamó—. Yo ni los conozco.
—Porque van a contar contigo para salvarlos.
Satoru frunció los labios.
—Pero yo no quiero cuidar a nadie.
—Que mal. Debes hacerlo, ¿Entiendes?
Rodó los ojos, metiendo otra cuchara de avena a su boca.
—Entiendo —susurró, dejando que la comida saliera de su boca solo para molestarlo.
—Cuida tus modales, mocoso.
—Cuida esto, cuida aquello, ¿No sabes decir otra cosa? —preguntó, rodando una vez más los ojos, pero había una pequeña sonrisa en sus labios.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
El sudor llenaba todo su cuerpo, estaba cansado de tantos golpes, de tanto correr. Sus ojos también ardían, le pesaban y solo quería tirarse en el piso.
—¿Cansado tan rápido? —su entrenador se inclinó hacia él, sonriendo al verlo tan cansado— me parece recordar que alguien decía que era el más fuerte.
—Cállate —susurró Satoru, tratando de levantarse—. Estoy bien, solo te doy tiempo para procesar mi poder tan impactante.
—Sí, claro.
Asintió, muy convencido.
—Puedes fingir, pero sé que estás demasiado cansado para intentar golpearme otra vez.
—¿Quieres apostar?
—No me gustaría dejarte sin dinero. No soy tan malo —respondió, sonriendo al levantarse.
—Entonces trata de golpearme otra vez.
Se levantó las mangas de su yukata, negando con la cabeza con mucha seriedad.
—Pobre de ti, vas a vomitar tu desayuno.
—Deja de hablar y golpea, mocoso.
Satoru salto de su lugar, corriendo y lanzando su patada más fuerte directo al costado del adulto, pero su pierna fue atrapado.
En un rápido movimiento, giró su cuerpo, levantando su pierna libre y dando directo a la cara del entrenador, que jadeó con sorpresa.
No fue su patada más fuerte, pero lo hizo tambalear unos segundos.
Su entrenador soltó su pierna, haciéndolo caer en el piso, pero eso no le borró su sonrisa.
—¡Te dije que perderías!
—¡Eso no es perder, mocoso! ¡Fue solo una patada!
—¡Que mal perdedor!
El omega cerró los ojos, colocando su brazo en su cara para cubrirlos, lo había logrado, pero su cabeza aún dolía un poco.
—Satoru.
—¿Hum?
—Toma.
Satoru apartó su brazo de su cara, sentándose en su lugar. Su mirada bajo hacia las manos del hombre, observando unos cuantos billetes que estaban ahí.
—¿Eso te pagan? Qué miseria.
—No seas idiota —le dijo su entrenador, revolviendo su cabello, aunque con más fuerza de la necesaria—. Es tu cumpleaños, ¿No?
Satoru asintió con suavidad, tomando los billetes y guardandolos en su bolsillo.
—Aún faltan tres horas de entrenamiento, ¿Por qué no sales por la puerta de atrás y buscas un poco de pastel?
Satoru metió las manos en sus bolsillos, suprimiendo una sonrisa.
—Tal vez eso haga.
—Tal vez oculte eso.
El omega sonrió, corriendo hacia el jardín para salir por ahí.
Ahora sin la adrenalina del entrenamiento, su cuerpo comenzó a sentir el frío de diciembre. Pero no importaba, estaba feliz.
Corrió un poco, solo lo necesario para encontrar una cafetería.
—Una rebanada de pastel de chocolate con chocolate encima y una malteada de chocolate con chispas de chocolate —pidió alegremente, poniendo el dinero en el mostrador y esperando su pedido.
Miró al rededor mientras esperaba, curioso al escuchar aplausos.
Había un niño, omega por el olor que le llegó a Satoru que tenía frente a él un enorme pastel. Un gorro le adornaba la cabeza y sonreía al escuchar los aplausos.
¿También era su cumpleaños?
Su cabeza se ladeó, ¿Por qué le cantaban? ¡Él quería que le cantaran!
—Su pedido.
Regreso la cabeza hacia la mujer, sonriendo un poquito al tomar sus cosas. Buscó una mesa cerca de los demás y se sentó ahí, dándoles la espalda, pero escuchando atentamente.
Sonrió un poco, cerrando los ojos, fingiendo, por un momento, que esa canción era para él.
El pastel estaba delicioso, ¿La malteada? Aún mejor. Comió sin parar, moviendo las piernas debajo de la mesa.
Cuando terminó, regreso corriendo a su casa, ya no tenía dinero, así que no valía la pena quedarse ahí.
—Regresaste rápido.
—Sí —Satoru respondió, como si no quisiera— comí pastel.
—¿Era un buen pastel?
—Sí.
—Bueno, solo por eso no te haré vomitar.
—Aw, que amable —exageró, sacando la lengua.
—No te pases de listo, mocoso.
Una risita se le escapó, sentándose cerca de él, bostezando un poquito.
—Duerme un rato, aún falta 'entrenamiento'.
El niño sonrió un poco, dejando caer su cabeza en su regazo.
—Eres la peor almohada del mundo.
Su entrenador rodó los ojos, bajando la mano y acariciando un poco el cabello de su niño, mucho más suave está vez.
—Feliz cumpleaños.
—Gracias —susurró con cuidado, antes de volver a hablar, con un poco de duda está vez—. Oye... ¿Somos amigos?
—Sí —respondió con calma—. Creo que lo somos.
Satoru sonrió, acurrucándose más cerca. Siempre había querido tener un amigo.
Ese fue el último día que vio a su entrenador. El clan Gojo se enteró que lo dejo salir.
Lo despidieron la mañana siguiente. Justo antes de que pudiera despertar a Satoru.
Chapter 17: 17-. Dolor
Chapter Text
—¿Has hablado con Shoko?
Satoru negó con la cabeza, mirando el techo de la habitación.
—No he tenido mucho tiempo. Creo que ya ni le agrado.
Suguru giró su cuerpo, observando el perfil de Satoru. Estaba cansado, las ojeras, aunque solía ocultarlas, estaban ahí, en un recordatorio constante de que no se estaba cuidando como debía.
Aunque no era quién para decirlo.
Su rostro había tenido días mejores, había bajado tanto peso por la sobrexigencia sobre sí mismo, convinado con no haber comido nada más que pequeños bocados en bastantes semanas.
Ni siquiera sabía como era que lograba mantenerse de pie a ese punto.
—Creo que yo tampoco.
El mayor también se movió, colocandose de la misma forma de Suguru, extendiendo la mano, jugando con el mechón de su cabello, aún así, su ceño estaba un poco fruncido.
—Estás bromeando. Todos saben que Shoko siempre te ha preferido a ti.
—Sí, pero ya ni siquiera estamos en el mismo salón, Shoko se la pasa en el hospital.
—Lamento no poder estar contigo.
—No es tu culpa.
Satoru le sonrió, esa sonrisa brillante que lograba hacer que la oscuridad fuera menos densa.
—Puedo darme una escapada para estar contigo.
—¿No es esto una escapada para estra conmigo?
—¡Pero otra!
Suguru sonrió, una diminuta sonrisa, pero era la primera en todo lo que llevaba del mes.
—Podemos ir a comer, pareces más delgado.
—Es solo el calor.
Mentira.
Se había vuelto experto en mentirle a Satoru. Más de lo que le gustaría admitir.
—Pero no me negaré si tu pagas.
≫ ──── ≪•◦ ✧ ◦•≫ ──── ≪
Actualmente, Suguru tenía más de mil maldiciones en su poder, contando eso y lo mucho que Suguru se iba a preocupar entre los minutos pasarán... Realmente Satoru no se sorprendió cuando abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en su casa.
Su mano bajo hacía su vientre, tanteando con suavidad. Seguía sin haber ningún cambio, su vientre seguía plano, marcado, aunque un poco más duro que de costumbre.
Todo estaba bien. No la había jodido. Con un pequeño suspiró, al fin se levantó de la cama.
O al menos lo intento.
El dolor de cabeza lo azoto tan fuerte apenas se trató de sentar, haciendo que se volviera a recostar en la cama, cerrando los ojos con fuerza.
Trató de activar su energía inversa, pero no lo logró. Estaba demasiado débil y su técnica apenas y respondía.
Sus seis ojos también tardaban en activarse, cada parpadeó era como si lo desactivará, provocando un mareo tras otro.
Se aferró a su orgullo unos segundos más, asegurandose de que podía con esto, que no era nada grave. Esto solo era un desliz que el más fuerte podía solucionar.
Pero su vientre volvió a doler, como si alguien lo hubiera golpeado con fuerza, sacandole el aire.
—Carajo —susurró, abrazando su estómago, colocándose en posición fetal, tratando de que el dolor disminuyera.
Funciono, al menos, por un momento.
Le seguía doliendo, pequeñas punzadas de dolor, como si el bebé estuviera pateando, aunque era apenas un montón de celulas, así que no podía patearlo.
—¡Apagalo!
—¡¿Y con qué?!
Sentía el sudor bajando por su espalda, se deslizaba rápido, frío, ocasionando un estremecimiento en su espalda. Otro mareo le llegó, haciendo que su vista se hiciera borrosa.
Eso, para un portador de los seis ojos, por segunda vez en menos de 24 horas, debía admitir que... Lo asustó.
Temió volver a desmayarse, temió que en ese momento realmente la hubiera jodido por completo. ¿Suguru lo dejaría si perdía a su bebé? Seguramente no.
Pero, ¿Él podría seguir viviendo con eso en mente? ¿Sabiendo que sería su culpa?
—¡No uses eso!
—¡¿Entonces con qué?!
—¡Nana, usa tu celular!
—¡¿Y qué hago?!
Debía ir a ver que pasaba. Tenía que levantarse de esa cama y caminar hacia afuera.
Pero apenas y podía moverse un poco antes de que el dolor lo derribará otra vez. Respiró hondo varias veces, tratando de concentrarse lo mejor que podía en su técnica inversa.
Lo único que le llegó fue una nueva punzada de dolor en el estómago.
—Suguru... —susurró, sosteniendo su estómago.
Fue un susurró, demasiado débil, demasiado flojo, y aún así, los gritos de abajo desaparecieron apenas terminó de hablar.
—¿Suguru? —preguntó, logrando sacar una pierna fuera de la cama.
Los pasos se dispersaron en cuestión de segundos, la puerta se abrió de golpe, pero Satoru ya no distinguía a la persona que había entrado.
—¡Satoru!
Aún con todo el dolor que estaba sintiendo, una pequeña sonrisa se formó en los labios del albino. Suguru. Suguru estaba ahí. Con él.
El alfa se acercó a él, sosteniendo a Satoru con cuidado para volver a colocarlo en la cama, sus manos frías contra su piel hirviendo hicieron que un nuevo estremecimiento recorriera la columna del contrario.
—Te volvió a subir la fiebre —Suguru susurró con preocupación.
Tsumiki entró corriendo, sosteniendo una toalla y un tazón con agua fría, había derramado gran parte al subir las escaleras corriendo, pero no parecía preocupada por estar empapada.
—Todavía no llegan —Tsumiki dijo con pesar, extendiendole las cosas hacia Suguru.
Suguru no tenía tiempo para cordialidades, la verdad, Tsumiki tampoco, pero no importaba si no se llevaban bien, no mientras Satoru estuviera así.
—Espero que no tarden mucho.
Satoru escuchaba las voces lejanas, lograba distinguir una que otra palabra, sin embargo no lograba formular la oración completa en su mente.
—Su... Suguru.
—Aquí estoy.
Su mirada, aún desenfocada, trató de distinguir a Suguru.
Geto se estaba muriendo por dentro por la preocupación, pero esta vez, no podía dejar que se notará. Se podía romper más tarde, cuando Satoru estuviera fuera de peligro.
Extendió la mano, acariciando con suavidad la mejilla de Satoru, estaba caliente, el sudor se le pegaba a la mano sin ningún reparo. Tampoco importaba.
—No te pienso dejar —le prometió.
Con esa promesa en el aire, Satoru, aún luchando contra lo que su cuerpo sentía, volvió a desmayarse.
—¡Geto!
—Ya sé —dijo Suguru, mirando a Tsumiki—. Lo voy a llevar a la bañera, necesita que esa fiebre baje.
El alfa sostuvó a Satoru por debajo de las rodillas y coloco su otro brazo en su espalda, sosteniendolo con cuidado contra su pecho, caminando hacia el baño, colocandolo en la bañera.
Sostuvó su rostro, mirando los labios resecos y blancos de Satoru, como el sudor seguía visible, la expresión de dolor que tenía, incluso desmayado.
Sabía que el omega probablemente se molestaría cuando se enterará de quién llegaría a la casa, no lo habían hablado realmente.
Si Suguru era sincero consigo mismo, no sabían como habían llegado a ese punto. ¿Era feliz? Sí, más de lo que había sido en su tiempo solo, sin embargo eso no quitaba del camino que no habían planeado esto.
Ninguno de los dos.
La cosa era que, podía soportar el enojo de Satoru, pero no perderlo.
—¡Ya la trajimos!
Nanako, Mimiko y Megumi entraron al baño, guíados por Tsumiki mientras arrastraban a una, muy confundida, Shoko.
Mandar a tres niños a secuestrarla no era lo más legal, pero tampoco era lo peor que Suguru hubiera hecho, así que realmente no importaba.
—¿Geto? —dijo con sorpresa.
Sabía que esas niñas eran de él, las había visto en los expedientes, pero ver a Suguru aquí, era... Bueno, no tanta sorpresa teniendo en cuenta lo ausente que Gojo había estado.
—Ayúdalo —rogó con la voz más estable que pudo lograr.
Suguru sintió que fueron eternos los segundos que le tomo a Shoko llegar a su lado.
—Esta embarazado.
La castaña asintió, tenía varias cosas que quería decir, pero se las iba a guardar.
Solo hasta que Satoru despertará.

Pages Navigation
leyla_kreuz on Chapter 1 Sun 25 May 2025 11:52PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 1 Sun 01 Jun 2025 07:36PM UTC
Comment Actions
Cote_346 on Chapter 1 Mon 26 May 2025 03:00AM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 1 Sun 01 Jun 2025 07:35PM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 1 Sun 17 Aug 2025 06:06PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 1 Sun 17 Aug 2025 06:25PM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 1 Sun 17 Aug 2025 09:08PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 1 Mon 18 Aug 2025 12:11AM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 1 Mon 20 Oct 2025 03:56PM UTC
Comment Actions
vela_rigel on Chapter 1 Thu 23 Oct 2025 07:02AM UTC
Comment Actions
leyla_kreuz on Chapter 2 Mon 02 Jun 2025 05:07AM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 2 Mon 09 Jun 2025 07:43AM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 2 Mon 20 Oct 2025 03:52PM UTC
Last Edited Mon 20 Oct 2025 04:13PM UTC
Comment Actions
Cote_346 on Chapter 3 Fri 13 Jun 2025 04:47PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 3 Mon 16 Jun 2025 06:56PM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 3 Sun 17 Aug 2025 06:27PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 3 Sun 17 Aug 2025 07:13PM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 3 Mon 20 Oct 2025 07:14PM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 4 Sun 17 Aug 2025 06:45PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 4 Sun 17 Aug 2025 07:12PM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 4 Mon 20 Oct 2025 07:39PM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 5 Mon 20 Oct 2025 07:56PM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 6 Mon 20 Oct 2025 10:47PM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 7 Sun 17 Aug 2025 07:32PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 7 Mon 18 Aug 2025 12:09AM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 7 Mon 20 Oct 2025 11:04PM UTC
Last Edited Mon 20 Oct 2025 11:05PM UTC
Comment Actions
Samfilena (Guest) on Chapter 8 Tue 12 Aug 2025 10:13PM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 8 Sun 17 Aug 2025 09:07PM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 8 Mon 18 Aug 2025 12:09AM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 8 Mon 18 Aug 2025 01:27AM UTC
Comment Actions
ANYPINK on Chapter 8 Mon 20 Oct 2025 11:22PM UTC
Comment Actions
Cltottiii on Chapter 9 Mon 18 Aug 2025 02:03AM UTC
Comment Actions
El_verdadero_My_one_and_only on Chapter 9 Sun 24 Aug 2025 06:19PM UTC
Comment Actions
Pages Navigation