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Mil motivos para odiarme

Summary:

A Mikasa se le cayó el mundo encima cuando Eren la expulsó de su mundo. La soledad se hizo con ella y pronto empezaría a descubrir secretos que más valdría no descubrir, así como traiciones que se ven corrompidas por motivos no esperados.

«Algo se está cociendo a fuego lento y no me gusta», avisó Armin antes de marchar. Y sin esperarlo se vio envuelta en la rebelión para liberar a todo el mundo.

Dando así mil motivos para odiarla.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: XX. Al lector

Chapter Text

¡Bienvenidos todos a mi fanfic!

Lo primero de todo es aprovechar siempre estas primeras palabras para agradeceros la oportunidad de leer esta cantidad de ideas e historias que hace tiempo he ido creando en mi mente. Debo decir que la serie no la llevo al día en el momento de la creación de la historia, por lo que lo estoy basando en varios motivos: lo visto, spoilers y conceptos que he visto en otras maravillosas historias.

Las teorías nunca han sido mi fuerte, pero con lo que he visto hasta el momento la verdad es que he concepcionado una dramática aventura. Porque si hay algo que me gusta es el drama, el sufrimiento y aquí venimos a ello, así que quiero disculparme si leéis algo que no toca o que no tiene ningún sentido frente a la trama real, igual que la libertad que me he tomado de cambiar la forma de ser o de actuar de mucho de los personajes. Eso sí, siento esa necesidad de disculparme, pero sin olvidar que esto es un fanfic creado a partir del manga original de Hajime Isayama.

Además, la portada la ha cogido de internet, no me pertenece pero sí que he encontrado unos créditos, así que mencionar a Trung Bui como autor de la preciosa imagen de Mikasa.

Con ello, avisaros de que voy a intentar actualizar lo antes posible, pero no puedo prometer nada porque a ratos mi vida me deja mucho tiempo libre y a otros si puedo respirar, doy gracias.

Así que muchísimas gracias por la paciencia y oportunidad. Sentíos como en casa y con respeto, comentad lo que se os apetezca.

Que empiece el drama.

Chapter 2: CAPÍTULO 01

Chapter Text

—Sólo quiero que desaparezcas de mi vida, Mikasa. —Fue tajante con sus palabras. La miraba con un odio rezumante, de aquellos que cortaban el aliento si te acercabas mucho a su espacio personal. Tenía sus dientes apretados con una intensidad que, de forzar un poco más, se los partiría en mil pedazos. Su respiración había tomado una calma que daba pánico, como si haberla expulsado así de su vida hubiera sido lo mejor que le habría podido suceder. Caminó dos pasos hacia ella y sin dudarlo, agarró la bufanda con la rabia que le tenía inundado por completo. Tiró de ella con tal fuerza que empezó a estrangular aquel fuerte cuello, haciendo que la que era su hermana adoptiva empezase a intentar deshacerse de aquella presión— Vete. No quiero volver a verte.

Mil cuchillas más abalanzándose sobre ella. No pudo contener las lágrimas y sin apartar la vista de él cuestionó si todo lo que estaba diciendo era cierto. ¿En qué momento todo había cambiado tanto? Eren no era así. Es cierto que siempre se alejaba de ella, ¡lo había notado! Pero había preferido seguir mirando hacia otro lado. Era su hermano, era quien le había dado motivos para vivir. Su vida no tenía ningún sentido si no hubiera sido por él. Si la iba a odiar tanto, ¿por qué la salvó? Quiso llamarlo, pero la bufanda le oprimía tanto que le fue imposible. Sólo pudo gemir débilmente, consiguiendo que se la soltase. Cayó de rodillas mientras tosía para recuperar el aliento perdido. Alzó su mirada para ver cómo le estaba dando la espalda para marcharse.

—¡Eren! —Le llamó sin aire— Te daré siempre... Mil motivos para odiarme... Todos los días... Pero no me apartes... —Intentaba recobrar el aire con rapidez para evitar que se marchara, pero todo fue el balde. Notó un fuerte golpe en su costillar derecho, lo que hizo que se desplazase sin fuerza unos metros por el suelo. Sonaron ciertas risas que pronto se vieron calladas para pasar a carraspeos nerviosos. El ambiente se volvió tenso y horrible— Eren... —Susurró antes de notar como la alzaban por las axilas para dirigirla fuera de aquella sala. La tiraron como un peso muerto sobre el suelo mojado por la lluvia que hasta hacía escasos minutos había caído por la ciudad. No pudo volver a levantarse y sólo se quedó desahogándose allí— ¿Por qué...? —Se susurró más para sí que para nadie de los presentes. ¿Qué le quedaba ahora?

.

.

Cogió aire con intensidad antes de abrir la puerta de aquella taberna a la que la habían invitado. Sonidos alegres contrarrestaban su estado de ánimo, el cual no estaba consiguiendo recuperar en ningún momento. Se estaba esforzando, pero por alguna razón no podía aceptar el hecho de que Eren la hubiera expulsado así de su vida. No quería nada más de él, sólo estar a su lado para protegerlo y asegurar que lo que más le importaba estaba bien.

Sus pensamientos se vieron rotos ante el saludo de sus compañeros, quienes la esperaban con una amplia sonrisa, la cual se vio algo pesada al verla entrar tan deprimida.

—¡Mikasa, menos mal que has venido! —Anunció entonces Armin, quien corrió hacia ella para abrazarla con el más puro de los cariños. Ella sólo pudo asentir— Anímate, Mikasa. No quiere a ninguno a su lado, no te castigues así.

—Armin...

Una leve palmada en su hombro izquierdo la animó a caminar hacia la mesa donde estaban todos reunidos. Jean aprovechó que acababa de ir a por una nueva tanda de vino para dar el paso de sentarla junto a él. Todo el mundo sabía qué había ocurrido y el motivo por el que su compañera se había aislado tanto de todos. En una situación normal a nadie le habría dado el descanso que decían que merecía, pero una orden de las altas esferas ordenó que si ella lo solicitaba, que la dejasen hacer para recuperarse. La observó de reojo y como siempre, volvía a quedarse prendado de ella. No podía evitarlo.

—¡Venga, chicos, que es la última noche antes de zarpar! —Rompió el hielo mientras empezaba a llenar los diferentes vasos que la taberna les había aportado.

Ante aquello no pudo evitar mirar a su compañero con sorpresa— ¿Os vais? —Preguntó de golpe. No se había enterado de nada en aquel mes que estuvo totalmente desaparecida ayudando en el orfanato y una vez más había vuelto a alejarse de todo por no saber gestionar bien nada. ¿Si sus amigos se iban qué iba a hacer ahora?— ¿Todos...? —Cuestionó como si disparara una bala.

Jean suspiró de forma tendida— Tienes todo el tiempo del mundo para intentar recuperar fuerzas, Mikasa. No podemos perder a la mejor soldado que tenemos, pero el mundo no ha dejado de avanzar y seguimos con las negociaciones. Mañana partimos sin fecha de vuelta.

Aquello le dio un vuelco al corazón— Sin fecha de vuelta... —Susurró sin perder un atisbo de sorpresa.

—Pero no te preocupes que en cuanto nos despistemos todos estaremos de vuelta, pudiendo vivir una vida en paz. —Añadió entonces su mejor amigo.

—¿Os... Vais todos? —Lanzó una mirada fugaz hacia los compañeros que quedaban de su escuadrón. Obtuvo un asentimiento general de los presentes.

—¿Te vas a poner ahora triste porque nos marchemos? —Bromeó ahora Jean antes de darle un largo trago al vino. Intentaba disimular que se sentía totalmente perdido por aquella reacción. ¿Igual ahora Mikasa necesitaba de sus amigos para poder enfrentarse a la realidad del abandono de Eren? No tenían la confianza suficiente como para hablar de esos temas, pero no podía negar que le interesaba mucho saber cómo se estaba sintiendo y si podía ayudarla en algo.

La morena bajó los hombros con pesadez a la par que su mirada— Entonces... ¿Esto ha sido sólo para despediros? —¿Qué estaba pasando ahora de pronto? ¿Por qué todo le estaba doliendo tanto? Nunca había sido sincera con nadie sobre lo que sentía, pero desde hacía un tiempo todo su mundo había dado un vuelco y ni ella misma sabía muy bien qué era lo que debía sentir. ¿Qué estaba bien? ¿Qué Mikasa era ahora y por qué ni ella misma se estaba reconociendo? La mirada de sorpresa de la encargada del orfanato fue la primera en hacerle ver que algo dentro de sí había cambiado para siempre. Y ahora, después de un tiempo alejada de todo, cuando quería retomar las riendas de su vida, todo vuelve a cambiar. Pareciera que estuviera destinada a estar sola. Igual debía empezar a asimilarlo.

—Mikasa... —La voz de Armin sonó preocupada— No es un adiós, pero es cierto que no sabemos cuánto tiempo estaremos fuera y queríamos reunirnos aquí para despedirnos y hacerte saber que pase lo que pase, aunque estemos lejos, estamos a tu lado. Así que por favor, no lo dudes. Cuando sientas que algo va mal, escríbenos. —Pidió mientras le acercaba un papel doblado— Esta son las direcciones que nos han dado. Cualquier cosa que necesites no dudes en escribirnos.

Asintió débilmente mientras aceptaba aquel papel. Lo abrió con cuidado para leer ambas direcciones, las cuales desconocía por completo. Volvió a doblarlo para guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta.

—¡Chicos, vamos a intentar disfrutar! Vamos a recordar a todos nuestros compañeros y a dejar constancia de que esto es una primera parte... De lo que está por venir. —Fue Connie el que tomó la voz cantante, alzando su vaso para brindar con todos.

La noche transcurrió animada, incluso para la depresiva Mikasa quien sólo se limitó a beber un vaso de vino que aún no había terminado, pues su falta de costumbre hacía que cualquier gota de alcohol le sentase como si hubiera bebido cien botellas de golpe. El calorcito y el leve mareo lo llevaba notando desde el primer trago, lo que la ayudó a olvidar un poco el pesar que llevaba encima. Mas de pronto todo dio un giro al venirle miles de recuerdos a la mente. Recuerdos que no paraban de correr por su alrededor. Cinco años habían dado para mucho y ahora estaba siendo consciente del pesar de muchas pérdidas. Qué caprichoso era el maldito alcohol.

—Bueno, chicos, uno que se marcha. —Dispuso Connie terminando su bebida.

—¿¡Ya!? —Fue más bien una queja del castaño— Si seguro que ya te lo habrás dejado todo listo, el nene perfecto, ya sabes.

—¡Cállate, Jean! —Gritó lanzándole una bolita de papel que había hecho en un segundo— Voy a aprovechar para despedirme de Sasha. —Su voz se entristeció levemente— No quiero irme sin hacerlo.

—Sasha... —Justo una de las últimas imágenes que se le vino a la mente fue ella. Su corazón se volvió a achicar, aunque aquellas sensaciones no las mostraba y se las guardaba para sí. Mañana aprovecharía para ir a verla también y hablar con ella, pues hacía tiempo que no se pasaba por allí.

—Bueno, que me voy. —Anunció levantándose y viendo como tras él parte de los presentes hacían lo mismo— ¿Y vosotros?

—Se nos ha pegado el tiempo, así que más vale que nos vayamos también. —Respondió una jovencita con una amplia sonrisa y coloretes marcados.

Quedaron tres allí: Jean, Mikasa y Armin, quienes observaban la marcha de la gran mayoría con atención. Un largo silencio se hizo entre ellos.

—Mikasa. —Llamó Armin ahora con pesadez— E intentado convencer para que vinieras, pero algo no nos ha dejado. —Aquello sorprendió a la muchacha— No sé qué se está cociendo aquí, pero ten mucho cuidado. —Bajó su tono de voz, intentando mantener la compostura para no levantar sospechas— Eren está irreconocible, ya lo sabes. Ni yo sé qué le ha pasado en todo este tiempo, pero hace tiempo que no me deja acercarme a él y eso me tiene muy intranquilo.

—No te agobies, Armin. —Cortó Mikasa con su característica impasividad— Eren me echó de su vida y a mí tampoco me quiere cerca. No sé qué haré mientras no estéis, pero supongo que pronto me darán órdenes. Lejos de Eren, claro.

—No lo sé, Mikasa. De verdad que no lo sé, pero la sensación de que algo malo se está creando me tiene intranquilo y quisiera que te vinieras conmigo. Por eso...

—No.

Chasqueó entonces Jean con pesadez. Sabía perfectamente la respuesta que iba a dar, no obstante no podía evitar sentir molestia por aquello— No te cuesta nada, Mikasa. —Añadió entonces terminando la bebida de un trago.

—No. Me tengo que quedar aquí por algún motivo y eso haré. No me voy a acercar a Eren, no voy a seguir con ello porque no quiero que me odie de más. Igual necesita tiempo, no lo sé, pero a lo mejor tengo que quedarme para cuidarle o yo qué sé. —Ahogó sus palabras en la bebida— Es hora de irse.

Se levantó con decisión, mas su cuerpo se balanceó sin ningún tipo de control siendo Jean quien logró sujetarla, seguido de un silbido divertido— Guau... Te hacen falta más celebraciones, eh. —Añadió abrazándola con cuidado.

Aquello la sorprendió por completo, pero más el hecho de escuchar los nerviosos latidos del corazón que el abrazo del mismo. No sabía cómo reaccionar así que sólo se dejó guiar por su compañero. Salieron y el aire fresco de la madrugada los acarició con suavidad.

—Qué buena noche. —Aportó Armin con delicadeza sin obtener ninguna respuesta, lo que le sorprendió y no pudo evitar mirar de reojo para ver a Mikasa protegida por los fuertes brazos de Jean y se sintió mal de golpe. ¿Acaso Mikasa no merecía algo mejor que lo que estaba viviendo? Se había enterado de cosas de Eren y desconocía si ella las sabía, pero de hacerlo no podía ni imaginar el dolor que debería estar sintiendo— Yo tengo que ir por aquí, ¿vosotros?

—Acompañaré a Mikasa a casa, si no te importa. La veo inestable de más y no me gustaría que se viera envuelta en problemas. —Dijo risueño.

—Pues me fío de ti. Cuídala y nos vemos mañana. Mikasa... —Se acercó a ella para pedirle un abrazo de despedida. La morena se alejó de los brazos de su compañero y le abrazó con una fuerza débil, algo muy raro en ella. Sus brazos le temblaban y si Mikasa no fuera como era seguramente le habría pedido irse con ellos o que no se marchasen, pero sabía que iba a guardar silencio y que iba a dejar todo ir a su curso— Por favor... Avísame de cualquier cosa. —La notó asentir con debilidad— Hasta mañana, Jean. Nos vemos, Mikasa.

Se despidieron una última vez antes de comenzar a caminar hacia el hogar de Mikasa. El silencio predominaba entre ambos, pero no era incómodo ni mucho menos pues después de tanto tiempo al final era el estado natural entre ambos cuando se encontraban en soledad. Había muros formados entre ellos y los respetaban, sabían hasta dónde iban a llegar o eso creían.

—Jean. —Respondió con un leve sonido a la llamada— ¿Por qué somos tan parecidos?

Frunció el ceño ante la pregunta, ¿qué quería decir con que eran tan parecidos? La miró dibujando una sonrisa jocosa y despreocupada en su rostro— ¿De qué hablas?

—Ambos seguimos y deseamos cosas que no vamos a tener nunca. ¿Por qué somos así?

—Mikasa, ¿tan fuerte te ha sentado el vino? —Añadió con una risa nerviosa, ¿qué le pasaba? Nunca había dicho algo así y no había duda de que lo estaba dejando completamente fuera de juego.

—Puede ser, perdona. —Se disculpó escondiendo su rostro entre su bufanda, tal y como era habitual en ella cuando no quería que sus emociones se dejasen ver.

—Pero no lo sé, supongo que es la chispa de la vida. O porque somos kamikazes, no lo sé. ¿A qué ha venido eso? —Su corazón se paró de golpe al notarla abrazarle con fuerza. Escondió su rostro en el pecho contrario y simplemente se quedó así— Mikasa... —Sólo pudo corresponderle al abrazo sin añadir nada más.

¿El muro acaso se estaba agrietando?

—Es mi despedida, que hemos llegado. —Anunció entonces y aquello lo despertó por completo, pues aquella actitud desde la salida de la taberna le había pillado tan desprevenido que no sabía ni en qué momento y lugar se encontraba.

—Es... Cierto.

Mikasa se separó de él y sin saber muy bien ni cómo ni porqué se habían unido por un cálido beso. Las masculinas manos de su compañero acariciaban sus mejillas con suavidad a la vez que notaba un leve temblor en ellas. Las cogió con suavidad antes de alejarse de aquellos labios, ¿qué les estaba pasando? Y ya todo fue perder el control.

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Era noche cerrada cuando despertó debido a un fuerte dolor de cabeza. No recordaba cómo había llegado a su casa, pero se sentía cálida por algún motivo y su cuerpo tenía cierta pesadez ajena que le aportaba cierta paz. Un ronquido la asustó, girándose con cuidado para ver a Jean dormir a su lado con una tranquilidad envidiable. Se tapó la boca con sus manos por la impresión. Un calor empezó a emanar de su cuerpo y si hubiera sido un colosal habría empezado a soltar vapor sin ningún tipo de control. Se sentó de golpe y las sábanas al caer mostraron que su cuerpo estaba totalmente despojado de sus ropas. Jean se movió hacia el lado derecho, dándole así la espalda. Levantó las sábanas para ver el trasero desnudo de su compañero. ¡No podía ser! Se abrazó por sus piernas intentando asimilar qué estaba haciendo en su cama con Jean y ambos desnudos. ¡No es que fuera tonta, ni mucho menos, pero cuándo llegaron a esa situación! Fue el alcohol, ¿por qué se dejó llevar por completo?

Se levantó con cuidado y salió de la habitación para encerrarse en el baño y darse un baño. Perdió el control del tiempo debido a los miles, ¡millones de pensamientos! que le venían a la mente, intentando recordar lo ocurrido sin suerte, por lo que al salir observó que empezaba a amanecer. Tapada con un albornoz finito se quedó apoyada en la puerta de la habitación, observando a su compañero dormir plácidamente.

—Jean... —Le llamó con una vergüenza inimaginable. El llamado sólo se removió débilmente sobre su sitio— Está amaneciendo... —Añadió en tono bajo y es que por más que quisiera no le salía un tono mayor y fue entonces cuando le notó moverse con algo más de intensidad— ¿Jean? —Volvió a llamarle y en esta ocasión el aludido levantó su cabeza— Está... Amaneciendo.

Se sentó de golpe sobre la cama. Otro inconsciente que no recordaba nada de lo que había ocurrido. La miró interrogante mientras tragaba saliva con nerviosismo, pero el problema es que se le había quedado la boca seca.

—Mikasa, ¿qué...?

—Creo que sí, que nos hemos acostado. Yo no recuerdo nada, ¿y tú?

Negó con nerviosismo antes de suspirar de forma agobiada— Yo... Joder, ¡lo siento, Mikasa! Te juro que nunca he pretendido aprovecharme de ninguna situación. Yo...

—Ya está hecho, Jean. —Sonaba tranquila, aunque por dentro tenía una cantidad de sentimientos que no lograba definir— Ambos sabemos que ha sido un error, ¿verdad? Que no se va a repetir y que no significa nada. ¿Verdad, Jean? —Su voz empezó a ser cada vez más penetrante y él sólo pudo asentir con desazón.

—Será mejor que me vaya. Lo siento, de verdad. Te juro que lo siento. —Se disculpaba una y otra vez mientras salía de la cama y se vestía con nerviosismo. Ella no pudo evitar observar con atención y retuvo muchos detalles de su compañero en un segundo. Tardó dos segundos en estar listo para marcharse. Se volvió a disculpar con una pena terrible antes de correr hacia la salida.

—Jean. —Le llamó ahogada, como si algo desconocido quisiera salir de su interior— Ten cuidado. —Fue lo único que pudo decir.

—Tú también, Mikasa.

La puerta se cerró tras él y sin saber qué pasó en ese instante sintió que todas sus fuerzas la abandonaron y sus piernas no fueron lo suficientemente fuertes como para sostener su peso— ¿Qué te pasa, boba? —Se preguntaba entre lágrimas. Agarró su pecho con fuerza, como si intentase arrancarse el corazón de golpe.¿Qué le pasaba últimamente? ¿Por qué sentía que estaba funcionando tan mal? ¿Por qué sólo podía estar sintiendo cosas tan tristes? ¿Y por qué dejaba que todos esos sentimientos la condenasen? Estaba siendo una máquina de errores. Los cometía en fila y sin miedo, pero cuando se sucedían sentía como si una aguja se clavase en su corazón y empezaba a moverse en su interior, provocando una hemorragia difícil de contener.

Y allí se quedó hasta que el sol se alzó en lo más alto. Eren ahora ya no era el único que tenía razones para odiarla, puesto que ahora estaba empezando a tenerlos para sí misma. Qué idiota era.

Chapter 3: CAPÍTULO 02

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Caminaba por el largo pasillo del cuartel general bajo la mirada atenta de diferentes compañeros. Mikasa no era una cualquiera y su forma de luchar y de ser era reconocida por todos, tanto veteranos como noveles. Saludaba a quien se le arrimaba y preocupaba por ella, dando paso a respuestas vacías. Se acercó a la sala de reunión donde la esperaba el nuevo comandante. Era un hombre que estaría en los cuarenta y poco que provenía de una de las zonas del norte, la cual no sabría especificar porque en realidad le daba igual.

Le observó levantarse con ánimo al verla entrar por aquella puerta, colocándose bien las gafitas que protegían sus negros ojos. Tenía una cara algo arrugada para su edad y una nariz bastante llamativa por lo grande que era. Sin duda, mucha nariz para tan pocas gafas. Su cabello también era negro como sus ojos, aunque empezaban a asomarle ciertas canas entre tanta mata negra.

—Mikasa Ackerman, ¡qué placer! —Saludó con emoción, pues había escuchado tanto hablar de ella que tenía muchísimas ganas de conocerla— Me llamo Mateo Silva, un placer. —Se presentó emocionado mientras estiraba su brazo con su mano totalmente abierta— No te presentes, ya te conozco. Tu nombre te precede.

Aquello la incomodó un poco, pues tampoco es que le gustase mucho aquel tipo de trato. Aceptó el saludo de su comandante, quien estrechó su mano con cuidado.

—Espero que nos llevemos bien y avancemos en sintonía frente a esta guerra. —Añadió con seguridad, lo que la sorprendió por completo. Algo le hizo sentir cómoda, por lo que sólo fue capaz de asentir— Supongo que ya sabrás que muchos de tus compañeros de formación se han marchado de camino a las negociaciones, lo que hace que nos hayamos quedado con una remesa de jóvenes promesas para seguir avanzando en el control del terreno. —Sólo asentía tras cada palabra— Hay... Órdenes para ti. La principal es que la reina ha solicitado que formes parte de su escolta privada. —Notó la sorpresa de la contraria— Pero no a tiempo completo. La reina sabe perfectamente que sería una situación complicada debido a su relación y sólo te quiere cuando Eren no esté presente y tenga algún tipo de evento fuera de su zona principal.

—¿Por qué yo si no formo parte de la policía militar? —Fue lo único que se atrevió a preguntar.

Notó al comandante tragar con intranquilidad antes de proseguir— Supongo que porque se siente segura contigo. Eres la mejor soldado que tenemos, así que es casi un halago.

—No quiero halagos.

—Lo sé, pero no podemos rechazar o negarnos a la petición real. Seguirás dentro del cuerpo, pero la reina ha solicitado tenerte a su lado de forma expresa. Obviamente si te encuentras en alguna misión no la abandonarás para...

—Entonces tenme siempre fuera de los muros. —Solicitó de pronto.

Aquello le pilló totalmente de sorpresa, no pudiendo evitar soltar un largo suspiro— Ackerman... No puedo decir que te entienda, pero intentar mirar para otro lado o intentar estar lejos del problema no va a hacer que se solucione. No sé qué ocurre y lo poco que sé... —Suspiró de nuevo— Mira, no voy a ser un padre, pero si necesitas que alguien te deje su hombro ten claro que el mío va a estar ahí. No sé cómo de sola puedes sentirte, pero cuenta con mi apoyo, por favor.

Tragó saliva con debilidad, pues aquellas palabras la habían sentado como un tiro no letal, como si dentro de sí hubiera dejado un reguero de sinceridad y esperanza que muy pocas veces había sentido. No supo qué decir y verle reír con debilidad la despertó del nuevo estado introspectivo en el que se encontraba. Tenía una risa la mar de curiosa.

—Perdona si he molestado. Sé que peco de intenso, pero este cuerpo es tan terrorífico que de verdad quiero que os sintáis bien en todo momento. No puedo decir que debemos ser una familia porque si no cada vez que perdamos a alguien nos vamos a deprimir, pero sí quiero que tengamos confianza ciega. Y eso es lo que pretendo con todos.

—Entonces cuenta con mi hombro también. —Aquello le hizo carcajear con tanta fuerza que hizo que se le escaparan más de una lágrima. ¿Estaba aprovechando aquello para desahogarse? Le escuchó agradecerle de todo corazón, pues en todo el tiempo que llevaba en el cuerpo nadie se lo había dejado caer— Lo digo de en serio.

—Y yo también, Ackerman. Y yo también. —Ante aquello asintió sonriente mientras aprovechaba para sacar de una pequeña carpeta unas pocas hojas— No voy a tenerte siempre fuera de los muros, pero sí que en un mes te voy a sacar unos tres meses, ¿te parece bien? —Cuestionó mientras leía los papeles.

—¿Un mes aún?

El comandante cogió aire antes de responder— Es que la reina tiene un evento la semana que viene que durará dos y con los preparativos de la siguiente, pues un mes. —La vio dejar caer sus hombros débilmente— Es sólo ella. —Puntualizó.

Es que le daba igual que sólo fuera Historia pues lo que no quería era tener ningún tipo de relación con ella ni con nada con Eren y ya el simple anuncio de que la quería a su lado hizo que algo dentro de sí se removiera. No iba a comportarse como una niñata inmadura, pero es cierto que no podía negar el hecho de que no le gustaba nada el tener que compartir tiempo con su ex-compañera, pues sentía que estar a su lado era como estar al lado de Eren. Y eso ahora mismo dolía a morir.

—Y después iréis a una zona inexplorada más allá del Distrito Quinta. Será sencillo: recopilar información y limpiar un poco la zona. —Anunció aprovechando para estirar su brazo una vez más, mas ahora para acercarle los papeles de su futura misión— Irás con tres veteranos que también son del norte. Mis mejores chicos, si me permites añadir. Mimi Devi, médica, John Müller, cartógrafo, y Mateo Silva, que estará en tu misma posición.

El último nombre la sorprendió, haciendo que el comandante volviese a reír con fuerza y asintió al ver su sorpresa— ¡Sí, sí, es mi hijo! Es mi orgullo y te prometo que no será una carga para ti. Ni él ni los otros dos, de verdad. —Añadió entonces mientras se levantaba de su asiento de nuevo para caminar hacia la puerta. La abrió con una amplia y sonrisa e hizo pasar a tres personas, las cuales supuso que eran las que habían sido presentadas— Ellos son. Los cuatro formaréis equipo, espero que esta sea la primera de muchas.

Los tres invitados tendrían su misma edad y la saludaron con una energía que hasta la hicieron ruborizarse.

—¡Me llamo Mimi Devi, todo un placer! —Hizo una enorme reverencia tras su presentación. Tenía una sonrisa que no le cabía en la cara, mostrando unos dientes perfectos. Tenía su pelo castaño recogido en dos moñitos, una cara pecosa bien balanceada, destacando sus labios carnosos y unos ojos almendra que destilaban pasión por lo que estaba haciendo— Soy la médica, así que no me ocultes nada que seguro que podremos curarlo.

Mikasa respondió con una leve reverencia.

—¡Yo soy John Müller, un placer también! —También hizo una reverencia tras su presentación. Él le recordó a Armin con su pelo rubio y ojos azules, pero su cara era más tosca y alargada— Cojeo bastante en la lucha, pero me puedo defender. No obstante, no seré una carga, ¡lo juro!

Volvió a responder con una leve reverencia, lo cual empezaba a incomodarla de más ya que aquellas presentaciones sabía qué estaban significando: era la capitana del equipo. Y eso no le gustaba demasiado.

—Y yo soy Mateo Silva, ¡un placer! —Copió entonces a sus compañeros. El nombre daba pistas, aunque su padre no se pudo contener mucho y rápidamente afirmó qué parentesco tenían, pero de no haberlo hecho tan sólo con el nombre y la apariencia ya se podría confirmar que tenían parte de la misma sangre corriendo por sus venas— Me encargaré de la defensa como tú, así que espero que podamos trabajar bien en equipo, Mikasa Ackerman.

—Un placer, chicos. —Sólo pudo añadir tras aquellas presentaciones— Pero... Sé qué significa esto y me gustaría que no me vierais con esos ojos. No me gusta la idea de ser la capitana, así que os ruego que nos comportemos por igual. Confiando plenamente en nosotros y eligiendo por igual para que la misión sea lo más favorable posible.

Se hizo el silencio y las caras de los presentes la sonrojaron de nuevo. Mimi la observaba con una devoción aturdidora pues sus ojos estaban brillantes por la emoción. Y John y Mateo se quedaron embobados mirándola.

—¿He dicho algo malo...?

Aquello hizo que los presentes rompieran a reír, dejando con una interrogante enorme a la pobre Mikasa, quien los miraba con una vergüenza creciente.

—¡Cuenta con nosotros! Esto también es raro para nosotros, pues siempre hemos estado siguiendo órdenes, así que veremos cómo sale todo. —Fue cuando habló Mateo animado— Pero me gusta esto de que seamos iguales, seguro que todo irá bien.

—¡Sin duda! —Añadieron los otros dos con emoción. Aquello les gustó y no iban a negar que se les hacía algo raro tener que crear equipo con una leyenda como Mikasa. ¿Cómo tratarla después de todo lo que se decía de ella? Los tres compañeros se conocían desde que entraron y habían visto a muchos compañeros morir en batalla, igual que Mikasa, pero ellos se mantenían y tenían los unos a los otros, pero ahora tenían que vérselas con una desconocida la cual, lejos de ser lo que pensaban, pareciera que los había comprendido a la perfección.

—Entonces... ¿Nos vemos en un mes? —Ordenó sin fuerza. ¡Qué barbaridad, si ella no estaba hecha para esas cosas! Fuera de cuando estaba centrada en cuidar y proteger a Eren, sólo había servido para seguir órdenes y desobedecerlas cuando su hermanastro estaba en peligro, nada más. Y ahora se veía sola y teniendo que liderar o no liderar un equipo de tres personas que no conocía de nada.

—¡Nos vemos en un mes, capitana Ackerman! —Bromeó entonces Mimi antes de salir con su ya simbólica sonrisa. La puerta se cerró tras ellos.

—No me esperaba esto. Ellos estaban nerviosos porque se habla tanto de ti que no sabían qué esperar.

—No pretendo que seamos una familia, pero sí que tengamos confianza ciega en nosotros. —Añadió con seguridad, la cual era la primera vez que la sentía desde hacía un mes. Cogió aire con sorpresa incluso consigo misma para dirigirse hacia la puerta— Si no hay nada más, tengo que irme.

El comandante Silva carcajeó una vez más mientras hacía espasmos con sus manos, como si la estuviera echando entre broma. Cuando la vio salir y cerrar tras sí la carcajada se terminó y todo se ensombreció en él— ¿Qué queréis hacer con ella...? —Susurró entonces mientras se acercaba a la ventana y observaba a los cadetes entrenar. Algo se estaba cociendo y no era bueno.

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El corazón se le iba haciendo cada vez más pequeño según se iba acercando a la tumba de su amiga. Había comprado un pequeño ramo de flores de camino y ahora sólo podía recordarla en todos aquellos momentos que habían vivido. No tardó mucho en verla aparecer por el horizonte y sólo pudo coger aire de forma intensa para soltarlo con una pena terrible.

Llegó entonces y dejó el ramo encima de la tumba. Estaba limpia y había otro ramo ahí también, seguramente el de Connie la mañana de su marcha. Se arrodilló y sólo se pudo quedar observando el retrato a mano y su nombre en ella. La echaba de menos, igual que estaba echando de menos a todo el mundo.

—Sasha... —La llamó e hizo una pausa, esperando la respuesta de la aludida— Me siento fatal... —Al terminar de decir aquello no pudo evitar romper a llorar con fuerza. Quizá era una tontería, pero sentía que no podía hablar con nadie de lo que sentía y que allí era capaz de desahogarse y de mostrarse tal y como se sentía. Se apoyó en la tumba y rompió a llorar— No qué pasa, pero te juro que todo está mal. Y me siento mal porque no he venido a verte en ningún momento y ahora lo hago para contarte todas mis penas... Soy de lo peor, Sasha... —Las lágrimas le caían sin ningún tipo de control— No sé si alguna vez fuiste consciente o qué, pero te juro que has sido mi mejor amiga y ahora es como si me viniera todo de golpe. Me he quedado sola y no ha sido hasta entonces cuando me he dado cuenta de todo ello, de todo lo que he tenido y he perdido... Y mira que me lo habíais intentado decir por activa y por pasiva... —Intentó relajarse acomodándose de nuevo sobre sus piernas— Y voy de cagada en cagada. Me acosté con Jean anoche... —Decir aquello le pinzó el corazón e hizo que un calambre la recorriera de arriba abajo, lo cual no supo cómo definir. Suspiró de forma tendida— Supongo que ahora la patata se te habrá atragantado, pero sí, ocurrió y no sé cómo debo sentirme, ¿sabes? Y no sé si es bueno que se haya ido y no tener que verle, pero cuando no estoy haciendo nada, cuando mi mente se queda sin trabajo, me viene a la mente. Y no lo entiendo. Le pienso una y otra vez y me siento estúpida. —Volvió a suspirar de forma tendida antes de dirigir su mirada al sol, el cual empezaba a ponerse tras el muro— He venido con poco tiempo, pero lo haré más a menudo, créeme. Historia ahora quiere que forme parte de su escolta personal y en un mes saldré de los muros, pero te iré contando todo para que tengas cosas que decir por ahí arriba, ¡pero lo de Jean es un secreto, eh! —Rió débilmente, qué absurda se estaba sintiendo. Se levantó para acariciar por última vez la tumba— Nos vemos pronto, Sasha.

Tras la despedida empezó el camino a casa, viendo como en su avance los farolillos empezaban a ser encendidos. Un día más en su vida.

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Con pose rígida y haciendo el saludo formal, esperó a que el carruaje real se parase frente a ella. Una semana había pasado en un pestañeo y ahora daba inicio dos semanas en las que tenía que convivir con su ex-compañera Historia Reiss, reina de las murallas.

La puerta fue abierta con cuidado por uno de los escoltas reales, dejando ver el interior del carruaje. Y el corazón se le congeló de golpe al verla salir. Ella preciosa como siempre, radiante incluso, con una sonrisa en su rostro, la cual se ensanchó aún más al ver a su compañera. Bajó del carruaje con la ayuda de dos de sus damas.

—¡Mikasa! —Exclamó emocionada mientras perdía los modales y se tiraba hacia ella para abrazarla con una fuerza nada propia de ella— ¿Cómo has estado?

No pudo responder, pues su corazón seguía totalmente congelado por la imagen que acababa de ver. Se había estado esforzando con todas sus fuerzas para tragar los sentimientos que pudiera sentir, pero no estaba nada preparada para verla en aquel estado. En absoluto.

—Oh, entiendo... —Añadió entonces al percatarse de la sorpresa de su amiga— Estoy de cinco meses y con todo el lío apenas he podido hacer el anuncio oficial antes. Por eso esta misión, pues quiero anunciarlo en el centro de cada muro y sólo contigo a mi lado puedo sentirme segura.

La cabeza empezó a rabiar de dolor debido a la tensión de todo lo que estaba intentando asimilar.

—No es... Arriesgado... Quiero decir, un comunicado habría sido...

—Quiero ser cercana con mi gente, Mikasa. No una reina que se esconde entre sus paredes de cristal y vive alejada de todo. Si veo cómo reaccionan, podré seguir avanzando en crear un territorio unido y fuerte. —Respondió con contundencia, pues se notaba que había estudiado cada posibilidad y había elegido la mejor tanto para ella como para el resto de su pueblo.

Sólo pudo asentir con debilidad, sin perder ni un poco su saludo de respeto hacia la reina.

—Por favor, no te quiero así, lejos de mí. —Agarró la mano de su compañera para romper con su formación— Y créeme que sé lo duro que tiene que estar siendo para ti, por eso quiero dejarte claro que en ningún momento he querido hacerte daño.

—Lo sé.

—No, no lo sabes. Sé que tu relación con Eren ahora está muy mal, pero me esforzaré para que...

—No, mi reina. —La cortó sin pensarlo— No necesito que medie nada, pero se lo agradezco. —De pronto la distancia entre ambas se hizo enorme. Historia sintió una pena terrible, mas lo que la desconcertó es que ella parecía haber asimilado aquella situación, como si hubiera algo que la hubiera salvado de la perdición.

—Mil disculpas. Espero que esto no afecte a nuestra relación.

—En absoluto.

Mikasa era un témpano de hielo y descifrarla estaba al alcance de unos pocos. No es que pretendiese ser su mejor amiga, mas era cierto que después de todo lo vivido ella empezó a sentir también la soledad emerger de su interior. Eren fue un punto de luz entre tanta oscuridad, pero pronto empezó a apagarse y tras el anuncio de su embarazo empezó a alejarse de todo el mundo, como si aquello fuera algo tan esperado como inesperado. Y entonces recordó a Mikasa y sólo la quiso a su lado, pues era lo único que le quedaba de sus mejores tiempos en la formación, no obstante, se había casado y quedado embarazada de su hermanastro, a quien le dedicaba total devoción, lo cual sin duda alguna había creado una fisura irreparable entre ambas.

—Mikasa... No me odies. —Rogó antes de iniciar su paso hasta el interior de la fortaleza. El corazón de la mencionada volvió a volcarse, como estaba siendo habitualmente.

Chapter 4: CAPÍTULO 03

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Entró tras Historia a un amplio salón, el cual estaba repleto de personalidades de importancia de todas partes. No obstante, antes de entrar al lugar se podía escuchar un tenebroso murmullo de voces con miles de sensaciones en ellas, pero de entre todas las que más se podían percibir era la tensión, la sorpresa, el miedo y algo de emoción.

—Mikasa, confío plenamente en ti. —Aseguró mirándola de reojo antes de dar orden para que abrieran las dos enormes puertas que daban paso a aquella sala. Las voces callaron y observaron entrar a la reina con atención. Todos acudieron al saludo, mostrando el mayor de los respetos, sin obviar la sorpresa de ver a la reina embarazada. La protagonista del lugar dio paso a que todo el mundo se levantase de su saludo— Buenas noches a todos. —Saludó amable mientras observaba uno a uno con atención— Entiendo la sorpresa y quiero que sepan que de ello vamos a tratar. —Habló acariciando su redondita barriga.

Mikasa no pudo ignorar aquel gesto y pronto agachó la mirada. Seguro que más de uno estaría pensando que era por celos, pero en absoluto. Sentía una pena terrible en su interior al darse cuenta, una vez más, de lo real que estaba siendo y que Eren la había sacado por completo de su mundo. Le hubiera gustado enterarse de su futura paternidad por él, para poder alegrarse y seguramente ofrecerse para proteger a su primogénito. Pero no iba a pasar y ahora tenía el corazón encogido por aquella situación en la que no sólo tenía que mostrarse intacta emocionalmente, sino también receptiva a lo que Historia le quisiera contar.

Suspiró con profundidad antes de alzar la mirada y observar como todos los presentes miraban anonadados a la reina. Fue entonces cuando dirigió la mirada hacia la rubia y ella en un acto reflejo, al ver su mirada, apartó las manos de su barriga. Aquello le pellizcó el corazón.

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La reunión con los diferentes líderes duró todo el día y allí estuvo ella aguantando el tipo, tal y como había aprendido. Observaba salir uno a uno y cuando la sala se quedó vacía, Historia suspiró de forma agotada, lo que atrajo la atención de Mikasa rápidamente.

—¿Está bien mi...?

—¡Mikasa! —La cortó con una mueca de enfado fingida— ¡No me trates de usted ni de reina, te lo ordeno! No te quiero aquí como una súbdita, sino como amiga.

Aquello la sorprendió bastante y en su mirada se podía leer las dudas que tenía, pues aunque era cierto que durante mucho tiempo habían sido compañeras, ahora se encontraban en posiciones totalmente diferentes y tampoco tenía claro hasta qué punto podía saltarse las normas establecidas.

—No te voy a negar que frente a otras personas igual debas tratarme con el debido respeto, ¡pero sólo para aparentar! Mientras estemos solas, por favor, sé mi amiga. —Cogió aire con pesadez al no estar segura de si lo que iba a hacer estaba bien— Mikasa... ¿Te sientes sola?

La pregunta la destruyó por completo. ¡Claro que se sentía sola! Eren la había echado de su mundo y con ello se había marchado lo que ella consideraba felicidad y cuando podía medio aceptar su realidad actual, entonces todos sus amigos se marchaban por tiempo indefinido y a la única a la que le podría contar algo resulta que ni siquiera la estaba escuchando. El silencio se alargó más de lo normal, haciendo que Historia se levantase de su asiento para caminar de vuelta al carruaje.

—Te quedas a cenar, ¿verdad? Me gustaría hablar contigo largo y tendido.

Sólo pudo asentir de forma automática, aunque era cierto que no había escuchado nada de lo que le había dicho y muy fácilmente podría haber firmado una sentencia de muerte, que ni cuenta se habría dado. Caminó tras ella mientras guardaba la distancia. Miraba como el resto de su personal la cuidaba con el máximo de los cuidados, mimándola con todo lujo de detalles. ¿Acaso le había preguntado aquello por algo en concreto? ¿Había alguna posibilidad de que Historia se sintiera sola en su mundo lleno de gente? Aunque era cierto que muchas veces el tener a mucha gente a tu lado no significa estar en compañía y que en su caso, con sólo la compañía de Eren ya tenía su cupo cubierto, pero después de aquel día todo se trastocó y se quedó sin nada. Ella tenía motivos para sentirse sola y vacía, ¿pero Historia? Si hasta iba a ser madre, cosa que siempre había escuchado que es lo mejor que le pasa a una mujer que lo desea. Y aquello heló su sangre. ¿Acaso Historia no quería quedarse embarazada? ¿Acaso cada una llevaba una penitencia en secreto y por eso se lo preguntó? ¿Buscaba acaso un poco de compasión o identificación con alguien?

La miró subirse en el carruaje y ella paró para despedirse.

—Mikasa, sube. —Ordenó con voz suave, mientras daba leve golpes al asiento que había delante suya— Has aceptado cenar conmigo y eres mi escolta personal. —Añadió risueña.

Sólo pudo mirar a su alrededor para ver como diferentes soldados la observaban con atención, como si estuvieran estudiando sus pasos y su forma de proceder. Se sintió extraña. No le gustaba que la estudiaran, por lo que se subió al carruaje con rapidez y tal y como se sentó, empezó a moverse.

—No tardaremos mucho. —Anunció mirando tras la cortina el poco paisaje que podía observar.

—¿Por qué me has preguntado lo de la soledad, Historia? —Cuestionó sin saber muy bien el motivo.

—No me has respondido, así que no lo haré yo tampoco.

Meditó levemente antes de asentir con debilidad— Desde que Eren me echó de su mundo, sí.

—¿Sólo por eso? ¿No hay más motivos?

Un calambre recorrió su cuerpo sin control al recordar al resto de gente— Bueno... También echo de menos a los chicos... Y a Sasha...

Historia la observó con pena ante lo último, pues la verdad es que no esperaba aquella sinceridad de su parte. Siempre había sido un bloque de hielo del que no sabías nada y sólo intuías que Eren era su obsesión.

—Yo echo de menos a Ymir. —Dibujó una sonrisa amarga en su rostro— Sin ella todo es triste y no hay nadie que sea capaz de hacerme sentir bien o que apague un poco esta pena que tengo dentro.

—Pero Eren...

—Mikasa. —Su voz se tornó oscura, como si quisiera despertarla de su ensoñación— Deja de idealizarlo. Eren no cura corazones rotos, sólo los rompe más. —Apoyó su espalda contra el asiento pues aquella afirmación había dolido y de pronto pareciera que en su interior se estaba tatuando a fuego. ¿Qué quería decir con eso? Quiso preguntarle, mas no hizo falta y pronto empezó a hablar— Creí que si me dejaba caer en sus brazos todo iba a salir bien, pero creo que sólo fui un trampolín para lo que sea que está haciendo.

—Historia...

—Mikasa llevas muchos años tras él y te mereces algo mucho mejor. Mereces probar la verdadera felicidad, tener unos brazos que te abracen y te hagan sentir que el mundo es bueno. —Sus palabras salían con cuidado, como si fuera una hermana mayor intentando aconsejar a la pequeña de todo para que no cometiera errores bobos. Historia siguió hablando, pero desconectó tras el abrazo y es que de pronto recordó a Jean y sus brazos sujetándola sobre él para que no se cayese por el mareo del alcohol y luego sus manos acariciando sus mejillas, para de pronto pasar a notarlas acariciar su desnudo tronco. Se quedó sin aire ante un débil recuerdo de aquella noche. Fue algo fugaz, pero le recordó sobre ella besándola con la mayor de las pasiones que nunca antes había experimentado. Su cuerpo se erizó de arriba abajo y sus mejillas se encendieron sin control— ¿Mikasa? —Alzó la mirada de golpe sin poder ocultar su sorpresa por aquel recuerdo descontrolado que había hecho que todo se descompasase en su interior— ¿Estás bien?

—¡Sí! Sí, sí... Perdona, se me ha ido la mente.

—¿Dónde?

Negó con nerviosismo. ¡No iba a contarle a Historia nada! Y pronto la vio reír con ganas, como si hiciera tiempo que no se reía. ¿Qué le pasaba a la gente con ella? ¿Es que se había convertido en una payasa sin saberlo?

—No voy a preguntar quién es, aunque tengo mis sospechas.

—¿De qué hablas?

No obtuvo respuesta ya que el carruaje paró y pronto dieron el aviso de que habían llegado a su destino. Abrieron la puerta y ayudaron a la reina a salir del mismo. Mikasa salió por su propio pie sin entender qué era lo que Historia había querido insinuar con aquello de las sospechas. ¿Qué iba a sospechar ella si no sabía nada de ella?

Caminó tras ella viendo cómo en ciertos momentos parecía que le entraba la risa. Era de locos.

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Historia estaba siendo un poco asfixiante. Cenaron juntas y le mostró aquella segunda, tercera o vete a saber qué residencia era con emoción. No paraba de hablar y aunque a ella aquello la agotaba un poco no podía negar que se alegraba de ver a Historia contenta, mas era cierto que no entendía qué función tenía en toda aquella historia, pero si la reina estaba feliz, debía entender que su trabajo lo estaba haciendo bien.

Después de un largo y tedioso tour por el lugar, Historia decidió que era hora de irse a dormir. En ese momento se alegró, pues por fin iba a poder descansar. La siguió escaleras arriba manteniendo una distancia prudente con ella para verla entrar en la que era su habitación. La acompañó hasta la puerta y allí se quedó, observándola entrar dispuesta a ponerse su pijama y dejarse llevar por el abrazo de Morfeo.

—¿Cuál es mi habitación? —Preguntó entonces al verla hacer su vida y sintiendo que había sido totalmente olvidada por la rubia.

—¡Ésta! —Exclamó risueña— Cierra, que me voy a cambiar.

No podía ser verdad. Historia le había sido indiferente desde siempre y sólo sintió el peligro después de descubrirse su verdadera identidad, para luego dar por hecho que nada iba a poder hacer, no obstante, el día de hoy había sido muy intenso para esa relación que la reina quería crear entre ambas. Necesitaba un poco de descanso, incluso dormir a la intemperie le parecía buen plan, pero desconectar un poco de ella era lo que más necesitaba en esos momentos.

—Perdona, Mikasa. —Se disculpó cuando por fin la vio aceptar la verdad y entrar en la habitación. Cuando cerró la puerta se dispuso a cambiarse de ropa— Sé que soy muy pesada e intensa y seguramente te habré molestado más que otra cosa.

—No es molestia, pero sí que es cierto que me he cansado un poco más de lo necesario.

Rió ante la sinceridad de su compañera— Pues te pido perdón de todo corazón. Me siento tan sola que hoy después de mucho tiempo no ha sido así, por lo que me he dejado llevar por la emoción. Perdóname.

—No tienes que disculparte, te entiendo.

—¿Tú también serás así de charlatana cuando vuelvan de su misión? —Agregó emocionada— ¿Me llevarás con ellos? —Mikasa sólo pudo asentir— No lo ves, ¿verdad? —Ladeó su cabeza dubitativa por aquello último— Te sientes sola porque sólo quieres a Eren, te aferras a él como un clavo ardiendo y eso no te deja ver que tu soledad es impostada. En el carruaje... Has pensado en alguien, ¿verdad? —La observó sonriente— No me digas su nombre, no lo quiero saber, pero me alegra si él ha roto parte de esa armadura que tienes. Ojalá te liberes.

—Historia, ¿a qué viene todo esto?

—A que te envidio, Mikasa. —Las palabras la sorprendieron por completo— Eres fuerte, guapa y con una personalidad única. Tu única obligación es la que te impusiste: amar y defender a Eren por encima de cualquier cosa. Y yo tengo una obligación impuesta. No soy libre como tú, Mikasa. Y cuando encuentres ese amor que tienes lejos lo serás por completo. Y eso lo envidio por encima de todo.

¿Qué estaba diciendo? Estaba soltando una cantidad de sinsentidos, uno tras otro y lo hacía con una seguridad que incluso a ella misma la estaba dejando totalmente descompuesta.

—Pero no en el mal sentido. No te odio ni es una envidia de estas que me hacen querer matarte, no te pienses. Ojalá pronto seas capaz de verlo. Ese es mi deseo para ti.

—No sé qué está pasando, Historia, pero creo que estás totalmente equivocada.

—Pues entonces cuéntamelo en... ¿Seis años? —Escuchó exclamar a su compañera y sólo pudo romper a reír. ¡Dios mío, era tan infeliz ahora mismo que sólo podía romper a reír por cualquier tontería que soltaba! Pareciera que estaba loca, pero sólo estaba buscando una excusa para filtrar y deshacerse un poco de todo el pesar que tenía sobre ella— ¿Aceptas?

Alzó y dejó caer sus hombros sin saber muy bien qué responder. Ser reina se ve que te hacía perder la cabeza y ahora podía empezar a entender qué era lo que le estaba diciendo y si ese era el precio a pagar, que la dejasen como estaba.

Cuando Historia se tranquilizó y después de una larga charla, ambas se acostaron en la misma cama. Una cama enorme y mullida. Historia en el lado derecho mientras observaba la luna brillar y Mikasa en el izquierdo mirando el techo con atención, pues era la primera vez que caía en observar los detalles del mismo.

—Mikasa... —Susurró ahora con calma— ¿Es malo si no siento una felicidad embriagarme por el embarazo?

Ahí sí sintió algo de pena por su compañera— ¿No la sientes...?

—Algo sí, claro. Me emociona ser madre, pero me da mucho miedo porque no tengo a nadie que me pueda ayudar, pese a tener mucha gente. Es como que la ayuda que necesito no está y eso lo empaña todo...

—Entiendo. Yo siempre he escuchado que es uno de los momentos más felices de las mujeres y que es toda una transformación en todos los sentidos. ¿Cinco meses? —Historia se acomodó para mirarla con pena. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y sólo pudo abrazarla con fuerza, sintiendo como la pobre se dejaba llevar por sus emociones. No dijo nada, sólo la dejó desahogarse.

—Me faltan cuatro si todo sale bien, así que cuando vuelva de tu misión ya estaré a punto. ¿Estarás a mi lado? —Aquello sonó más a súplica.

—¿No debería estar Eren? —Preguntó sin pensar.

—Él también me ha echado, Mikasa. Nos usa a su antojo y luego nos da la patada. Y cuando nos necesite de nuevo volverá... Y no quiero que caigas en sus redes, por favor.

Frunció su ceño ante la sinceridad de sus palabras. ¿Y si Eren de verdad se había convertido en aquello que decía y sólo los estaba utilizando como marionetas? ¿Entonces para qué querer casarse con Historia y tener una criatura con ella? Nada de esto tenía sentido.

—¿Estarás...? —Sólo asintió— Muchas gracias... —Se aferró aún más a ella y sólo la dejó hacer hasta que notó que cayó totalmente rendida al sueño. Y así pasaron la noche.

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Al final las dos semanas pasaron volando y cuando le tocó despedirse sintió una pena terrible, mas logró contener las lágrimas que Historia no consiguió. La abrazó con una fuerza colosal y ella sólo respondió.

—Nos vemos en unos meses, ¿vale? —Mikasa asintió— Ten cuidado y mil gracias por todo. —Se despidió con una amplia sonrisa y moviendo su mano izquierda con emoción. Mikasa hizo una reverencia y esperó a que el carruaje desapareciera del lugar.

Cogió aire mientras movía su cuello con pesadez. Había tenido que dormir con Historia todas las noches y por muy cómoda que fuera la cama de nada servía si tenía que estar como una muñeca sin moverse. Se estiró con fuerza, mas pronto una pequeña punzada en su estómago le hizo abortar la misión personal que se había propuesto.

—¡Ackerman! —La llamó el médico de la zona para que pasara a hacerse la revisión obligatoria que debía hacerse antes de partir a la misión. Entró con pausa y cerró tras ella— ¿Cómo te sientes?

—Bien, la verdad. —Respondió sincera mientras se deshacía del uniforme y veía como la enfermera de la sala empezaba a tomarle las medidas oportunas.

—¿Algún tipo de malestar o algo que destacar?

—Nada, todo bien.

El doctor iba apuntando y al terminar, se levantó para colocarse los guantes y preparar lo necesario para el análisis de sangre— No tengo que explicarte nada. —Añadió preparando la aguja. Mikasa odiaba ese momento con todas sus fuerzas, aunque no sabía qué era peor si el pinchazo o la sensación de perder el brazo cuando le tomaban la tensión. Sea como fuere, odiaba las revisiones obligatorias.

Eran rápidas, pero las detestaba con toda sus fuerzas. Que si el peso, el volumen, la sangre, la vista y esas historias que a ella le daban igual porque iba a ir igualmente a su misión y eso todos lo sabían, por eso se lo hacían horas antes de partir porque dijeran lo que dijeran los resultados no iba a cambiar su proceder.

Se encaminó hacia los establos y allí la esperaban Mimi, John y Mateo con una amplia sonrisa. Alzó su mano tímida y les saludó con cierto apuro.

—¡Qué alegría verte, Mikasa! —Saludó emocionada Mimi. Qué chiquita tan amorosa era lo único que podía pensar al verla con esa actitud.

—¿Todo bien? —Preguntó aceptando su caballo y subiéndose a él con una majestuosidad admirable.

—Todo perfecto. Listos para iniciar la misión, incluso antes de tiempo. —Añadió motivado Mateo.

—¿Vosotros queríais esperar una semana más sin hacer nada? Gracias por la ayuda, chicos. —Ordenó dando orden a su corcel de iniciar el paso, siendo seguida muy de cerca por sus tres compañeros, quienes se rieron motivados por la actitud de su capitana.

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La noche ya estaba entrada cuando llamaron a la puerta de la extensa y vacía sala de lo que fue el primer cuartel al que le llevaron. Había empezado a nadar entre recuerdos, no sabía si para mantener la poca cordura que le quedaba o para sentir sintiendo vivo el poco Eren que le quedaba. Dio orden de entrada y allí apareció el doctor encargado de todas las revisiones.

—¿A qué se debe tu visita? —Cuestionó con voz seca bajo la atenta mirada de quienes se habían convertido en sus aliados.

—Señor Eren le traigo la última revisión de Mikasa Ackerman. —Respondió con nervios a la vez que mostraba los papeles que lo contenían.

—¿Y...? —Su paciencia se estaba agotando y cada vez iba teniendo menos.

—Está embarazada.

Aquello fue una soberana sorpresa para todos, tal que un leve sonido salió sin control del mayor aliado de Eren. Un hombre de mediana edad y canoso, cuyos ojos verdes se le habían iluminado con una pasión desenfrenada frente aquel anuncio.

—Embarazada... —Susurró con cierto brillo en los ojos. Aquello sí que había sido una sorpresa. Mikasa acababa de salvar a su futuro hijo sin saberlo. Empezó a carcajear sin ningún tipo de control, dejando al doctor totalmente fuera de aquello. Los otros dos reían a la par— ¿Y quién es el padre? —Cuestionó emocionado.

—No... Eso no se puede saber... —Respondió nervioso.

—Vaya, qué pena porque me gustaría felicitarle y obligarle a casarse con mi hermanita para jugar a las familias felices. —Añadió levantándose de su silla para caminar hacia el doctor y arrebatarle el informe— ¿Y ella dónde está?

—De misión. Estará fuera unos tres meses, así que cuando vuelva... ¿De cuánto estará? —Respondió entonces el otro aliado, quien se sentaba frente al primero que había mostrado su emoción por el embarazo de Ackerman. Miraba los informes de misión para quedarse con todos los detalles y así poder evitar cualquier contratiempo en ellos.

—Por los datos, de unas tres semanas y media, por lo que no debería tardar en notar síntomas.

—Así que de casi cuatro meses. Eso no es fácil de ocultar. —Añadió mientras escribía en el papel de los informes, calculándolo todo.

—Es la mejor situación que estamos viviendo, chicos. Es perfecto para planear los siguientes movimientos, ¿no? —Los dos presentes asintieron con emoción, totalmente embriagados por la ilusión de su líder— Tengo que disculparme con ella.

—Totalmente, Eren. Necesitamos a ese bebé. —Añadió entonces el canoso mientras alzaba una copa de vino a modo de victoria.

Y por última vez, una sonora carcajada rompió con la paz de la noche del lugar.

Chapter 5: CAPÍTULO 04

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Todo iba según lo planeado. Cabalgaban a buen ritmo y todo el avance se iba produciendo según lo previsto. Mikasa al frente, seguida de Mateo y cerrando la seguridad del grupo se encontraban John y Mimi, uno al lado del otro. Era cierto que aún se encontraban en tierras aseguradas y no había peligro de ataque titán, mas habían decidido empezar hacerse los unos con los otros para afianzar aún más el tema de la seguridad.

—Aún no tengo claro si debería preguntar, Ackerman...

—Mikasa, por favor. —Cortó de pronto a Mimi al ver la distancia que marcaba entre ambas, algo que por algún motivo no la emocionaba en absoluto. Era como seguir estando sola y no salir de aquella agónica espiral estaba empezando a volverla loca.

—Perdón, Mikasa... El caso es que sólo quería saber qué tal han ido las dos semanas junto a la reina. Sé que fuisteis compañeras de escuadrón. —Era una chica curiosa que de todo le gustaba saber, sobre todo en tema de cotilleos. Era reconocida por tener mil y una historias guardadas en su ser a modo de morbo personal. No cotilleaba a malas con nadie, sino que tenía esa necesidad de saber y de luego disfrutar de todo lo que conocía en secreto. Comentaban sus compañeros de escuadrón que muchas veces parecía un búho observando en la noche. En silencio y sin parpadear, atenta a cualquier detalle que pudiera añadir en su carpeta mental de cotilleos vitales.

—Fueron bien, gracias por preguntar. Sigo pensando que fue una pérdida de tiempo y que Historia no requería de mi presencia, así que al final me he decantado porque fue un capricho suyo.

—Ella te tiene en alta estima. —Aportó entonces John, acompañado de un asentir rápido de su compañera— Eso es algo que se comenta mucho.

—Bueno, tampoco es que tenga más opciones. El resto de nuestros amigos y compañeros no están aquí. Y su marido a saber... —Su voz se apagó ante lo último. No podía negar que igual algo sí que se había acercado a Historia y que se había dado cuenta de lo sola que estaba. Embarazada por primera vez, rodeada de gente que muchas veces velaría más por los intereses propios que comunes y sin amigos y compañeros con los que estar de verdad, estando constantemente rodeada de trabajo. Suspiró sin poder evitarlo, pues había mentido ante su primera afirmación, ya que tras la primera noche con ella se había percatado de que no estaba allí para escoltarla de nadie, pues contaba con un gran equipo a su lado, sino más bien para hacerla sentir querida, acompañada y una persona normal y corriente. Tenía miedo por todo lo que se le venía y en breve no sólo tenía que velar por ella, sino también por su criatura, lo que le era una dificultad añadida a todo. Desconocía cómo era Historia sin ella, pero a su lado la verdad es que la había notado de lo más relajada y agradecida, cosa que incluso ella también debía agradecer pues aunque es cierto que no intimaron en temas personales, sí que es cierto que durante su acompañamiento Jean apenas apareció por su mente y fue entonces, cuando pensó en aquello, que él volvió a su mente y una vez más su cuerpo volvió a recibir un calambre de arriba abajo. No podía permitirse tener su mente en calma porque al hacerlo, él aparecía como una bala mortal, pero una bala que tras su paso dejaba como unas semillas que cada vez iban creciendo más y más.

Escuchó a Mateo gritarle para que volviera en sí. En una milésima de segundo reaccionó y tiró de su caballo para hacer que parase el trote. El animal se alzó sobre sus patas traseras para volver a su posición original cayendo hacia la izquierda. Mikasa observó a un grupo de campesinos agradecer la rápida actuación de la joven, pues sabían que estaban obstaculizando el camino principal al tener su carruaje atrapado en el barro del mismo.

—Perdón, estaba perdida entre mis pensamientos. —Se disculpó con cierta vergüenza ante la atenta mirada de su compañero, quien se cuestionaba qué era lo que tenía en la cabeza como para perder la atención en su alrededor— Dejen que les ayudemos a modo de disculpa. —Los hombres se quisieron negar para no molestarlos, mas de nada sirvió y pronto empezaron a ayudarles para mover el enorme carruaje del camino. Una vez sacado de su problema ambos grupos pudieron continuar con sus caminos.

—¿Va todo bien? —Preguntó Mateo con leve preocupación.

—Pido perdón, me he perdido por completo en mis pensamientos. Sé que es peligroso, pero os prometo que no volverá a pasar. —Se disculpó con sinceridad sin apartar la mirada del frente. ¿Era idiota? ¿Cómo podía haberse despistado tanto de forma tan gratuita? ¿Por qué ahora le venía de nuevo? Decían que cuanto más tiempo pasaba más iba cayendo en el olvido lo que fuera que al inicio te atrajese o doliese, pero en su caso el recuerdo de Jean cada vez que volvía a ella lo hacía con una intensidad difícil de contener. Negó levemente antes de alejarle de nuevo, pues no podía volver a cometer un error tan bobo como el de hacía escasos minutos.

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Seis horas después llegaron a la primera parada de su misión: el cuartel fronterizo de la muralla. Descansarían allí antes de iniciar el siguiente tramo, ya dentro de territorio enemigo. Se acercaron al portón del mismo con lentitud. Pararon el avance para responder a las preguntas de los guardas y una vez respondidas, les dejaron entrar. El ambiente era diferente allí, pues la tensión se palpaba nada más entrar.

Mikasa se bajó de su caballo para acercarlo al encargado del establo y que así se encargara de él. Observó a sus compañeros hacer lo mismo, dedicándole una leve sonrisa.

—¿Cómo estáis? —Preguntó Mimi con tono médico. Si le preguntan a Mikasa no sabría definir qué era un tono médico, pero en cuanto a temas de salud a Mimi le salía una profesionalidad que nada más escucharla ya sabías que estaba con su bata invisible puesta. La observó con atención antes de asentir débilmente.

—Yo estoy agarrotadísimo. Tantas horas me han dejado el cuerpo hecho un trapo. —Se quejó John mientras se estiraba con todas sus fuerzas.

—Ha sido un inicio largo. Por eso creo que nos hemos ganado la cena y un buen descanso, ¿verdad, capitana?

—Si vuelves a llamarme así te aseguro que te quedas sin nada de eso, Mateo. —Refunfuñó Mikasa, consiguiendo que la risa se hiciera con los tres compañeros.

—¡Pues no se hable más, Mikasa! Eh, Mikasa. Un cenita y un descanso, ¿verdad, Mikasa? —Empezó a repetir entonces su nombre sin parar, lo que hizo que soltara un suspiro de cierta molestia, volviendo a reír mientras se disculpaba con su mano derecha.

—Ni caso. Ya sabes qué dicen: cuando a un tonto le da por una senda, se acaba la senda y sigue el tonto. Ellos son así por lo que es mejor que te acostumbres cuanto antes. —Aconsejó entonces la morena entre risas.

Caminó a su lado hasta el interior del cuartel sin dejar de observar el lugar, pues si una manía había adquirido era la de quedarse con todos los detalles posibles, mas todo parecía un lugar común y corriente lleno de cadetes que entre temblores y pánico intentaban mantener a raya el lugar. Estaban coordinados entre todos ellos, pero se notaba que aún les faltaba pulir ciertas cosas.

El olor a sopa rápidamente inundó el olfato de los cuatro.

—El comedor debe estar recto a la derecha. Es como si pudiera ver el rastro del olor. —Comentó John salivando sin parar.

—Tengo la boca hecha agua. —Añadió Mimi acercándose a ellos— ¿Qué habrá a parte de sopa?

—Mikasa Ackerman. —La llamó de pronto un hombre alto, musculoso y calvo, quien la observaba con atención y con sus manos cogidas por detrás de su espalda— Aquí el comandante Luto, todo un placer. —Extendió su mano derecha a modo de saludo, el cual fue aceptado por la mencionada— Me gustaría hablar unos minutos, si no es mucha molestia.

Dio la orden a sus compañeros de continuar hacia el comedor, mientras ella seguía los pasos del comandante de cerca. Su despacho estaba en el piso superior y desde luego tenía unas vistas impresionantes. No pudo evitar quedar asombrada por lo que los amplios ventanales dejaban ver: el distrito de Quinta al completo. Toda la destrucción y desesperanza que había allí era disfrutado día sí y día también por aquel general.

—Impacta, ¿verdad?

No supo qué contestar, sólo pudo caminar hacia el ventanal para observar con horror como los titanes caminaban a sus anchas por el lugar. ¿Qué clase de espectáculo bizarro era aquel? Observó entonces al general, quien se había sentado en la esquina de su escritorio y la invitaba a sentarse en uno de los asientos cerca del ventanal.

—No me tomes por sádico, por favor. Forma parte de mi estudio. —Rompió el silencio del lugar mientras aprovecha para sentarse en el asiento que había quedado libre. Abrió la botella de cristal y se puso un poco de licor en uno de los vasos y cuando fue a poner en el otro Mikasa rechazó con rapidez. Rió levemente mientras la cerraba— Muy profesional de tu parte. —Añadió dando un primer trago antes de perderse en lo que el escenario le permitía disfrutar.

—No quiere que le trate de sádico, ¿pero qué sentido tiene esto? —Logró cuestionar con incomodidad, pues el hecho de estar allí observando a los titanes pasearse por una zona que antes había sido humana le removía el estómago.

—Los cuarteles fronterizos han sido creados para esto: vigilar y avisar en caso de que haya supervivientes.

—¿Los hay aún en esta zona?

—¿No has leído tu informe de misión? —Cuestionó tajante— Entiendo, supongo que estar al cargo de la seguridad de la reina ocupa mucho tiempo. —Rió débilmente antes de dar un nuevo trago a su bebida— Creemos que hay un pequeño grupo de supervivientes. ¿Cómo lo han conseguido? Ni idea, pero a veces los titanes inician una persecución que siempre para en el mismo punto para luego volver a su zona habitual. —Informó señalando entonces una casa al final del todo y por su estado cualquier podría pensar que le estaba tomando el pelo— Apenas vemos movimiento y cuando nos percatamos no somos capaces de ver mucho. He querido enviar a un pequeño grupo de exploradores, pero son tan cadetes que apenas saben mantener el tipo y por eso solicité a un equipo con más experiencia.

—Si no les da la oportunidad nunca se harán a la guerra. —Añadió entonces.

—Lo sé, pero después de varios intentos sólo obtuve respuesta positiva cuando pedí ayuda veterana. Y entonces el rey respondió diciendo que tú te encargarías de buscar a esos supervivientes. —Aquello le paró el corazón por completo, ¿por qué Eren iba a dar su nombre para que buscase unos supervivientes que ni a ciencia cierta sabían que podían existir?— El motivo lo desconozco, pero así fue. —Finalizó dejando su vaso sobre la mesa y fue entonces cuando se percató de un pequeño detalle en el puño de su chaqueta: una pequeña cruz azul. Frunció el ceño por la curiosidad y cuando fue a preguntar entonces el comandante ya se había levantado— ¿Cómo lo harás?

Carraspeó levemente intentando hacerse con el hilo de la conversación— Pues la verdad es que saldremos de exploración, iremos limpiando la zona según vayamos avanzando y con la información que me acaba de aportar, iremos directos a aquella casa. —Respondió sin mucho más, pues tampoco es que fuera la mejor estratega del lugar— ¿Puedo ver sus documentos de la misión? Así los leo con tranquilidad esta noche.

—Oh, claro. —Aceptó animado mientras se acercaba a su escritorio para coger la carpeta con los papeles de la misión— Espero que no sea una lectura aburrida.

—Lo dudo. Muchas gracias. —Aceptó la carpeta mientras ahora su vista se iba hacia el escritorio del comandante, en el cual había un pequeño marco cuya foto no era capaz de ver al estar de espaldas— ¿Esa foto es de su familia? —Cuestionó de forma automática.

—Mi hija. De la cual hace siete años que no sé nada de ella. —Respondió con tono amargo— Se quedó atrapada en Quinta y creo que ambos sabemos qué pudo pasar con ella.

—Lo siento, no quería...

—Esta es nuestra vida, Mikasa. Mientras no tengamos un mundo mejor tenemos que vivir con esta constante pena de estar perdiendo a nuestros seres queridos, lo merezcan o no. Y si encima nos dedicamos a luchar contra los titanes, pues más motivos hay. —Hablaba agarrando el marco de fotos para enseñarselo— ¿Y sabes lo mejor de todo? Que estaba embarazada. Iba a ser abuelo, pero la caída del muro hizo que todo se fuera al traste... A veces hasta tengo esperanzas y me pregunto si lo que desconcierta a los titanes es mi hija. ¿Y si es una de esas supervivientes? —Carcajeó débilmente— Este mundo nos vuelve locos porque tampoco nos permite superar o cerrar nuestras heridas.

—En eso estoy de acuerdo, comandante Luto. Nos volvemos locos, pero esta locura también es necesaria para seguir adelante. No sé qué nos encontraremos al llegar, sin embargo aquí está soñando con volver a verla y es lo que tiene su llama encendida.

—¿Debo apagarla si no es ella?

—Nunca. Una vez también estuve a punto de apagarla y algo me hizo seguir adelante, no pude rendirme y ahora... —Hizo una leve pausa antes de dirigir su mirada hacia el ventanal, observando como la luna daba un aspecto aún más melancólico a lo que tenían bajo sus pies— No lo sé, sólo sé que estamos hechos para seguir adelante por muy cruel que sea lo que estamos viviendo.

—Entiendo...

—Lo siento, no se me dan bien estas charlas. Si es todo, ¿puedo marchar? —Recibió un leve asentimiento y no tardó en salir del lugar. Las charlas no eran su fuerte y ahora empezaba a darse cuenta de que tampoco le hacían bien, pues le venía a la mente muchos recuerdos que creía haber olvidado. Cerró la puerta tras de sí y se apoyó en ella para coger aire con profundidad.

—¿Ha ido bien...? —Preguntó Mimi con preocupación, cortando por completo aquella acción de la que era su capitana. Su mirada fue interrogante y sólo pudo enseñarle la poca comida que había conseguido guardarle— Os habéis entretenido y ya han cerrado el comedor, pero te he guardado algo. No es el menú completo, pero espero que sirva de algo para pasar la noche.

—Muchas gracias, Mimi. ¿Los chicos?

—Ya se han ido a la cama. Querían quedarse aquí, pero les he ordenado que se fueran a su habitación, que yo venía a buscarte y así te podía decir dónde está nuestra habitación. —Mimi era demasiado adorable y en su mirada se notaba una inocencia que daba pena tenerla en el equipo.

Mikasa se puso a su lado y con un leve movimiento de cabeza le ordenó que la llevase a su habitación. No estaba lejos, pues sólo debían bajar tres pisos y al final del largo pasillo derecho estaba. El silencio reinaba el lugar, aunque era cierto que algunos ronquidos se encargaban de perturbarla y Mikasa sólo pudo pensar en los débiles ronquidos de Jean, lo cual hizo que se le dibujara una pequeña sonrisa en su rostro, cuya fue totalmente borrada al notar un fuerte pinchazo en su sien. Se quejó débilmente mientras posaba su mano derecha en el origen del dolor.

—¿Estás bien? —Mimi posó su mano libre sobre la de ella con preocupación— ¿Te duele?

—Sí... Pero no te preocupes, es normal. Estoy acostumbrada. —Le quitó hierro al asunto con una débil sonrisa dibujada en su rostro— Es por el cansancio, de verdad.

—Entonces vamos corriendo para que puedas descansar lo máximo posible.

Observó a su compañera correr hacia la puerta de la habitación, abriéndola con seguridad y cuando la perdió de vista aprovechó para mostrar un poco más la molestia que sentía en su cabeza. De pronto había empezado a dolerle como si un millón de agujas se clavaran en ella, ¿a qué venía todo aquello? Entró en la habitación y se sentó en la cama que su compañera le había dejado para ella, pues había puesto sus cosas sobre la misma. Apoyó sus codos sobre sus muslos y empezó con un ejercicio de respiración. No se encontraba nada bien.

—Mikasa, toma esto. —Mimi le acercó un vasito con agua y una pequeña pastilla— Esto te relajará y probablemente calme el dolor de cabeza. Voy a preparar el baño y mientras come para que la pastilla no te siente mal. —La escuchó con atención y obedeció en todo.

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Sentir el agua caliente tocar su cuerpo le sentó de lujo tanto, que no pudo evitar soltar un leve gemido de gusto. Cerró los ojos para disfrutar de la sensación agradable del baño. Mimi desde luego sabía cómo preparar un buen baño, no como ella que todo lo hacía deprisa y corriendo.

—¿Estás mejor? —La escuchó tras de sí en tono bajo— ¿Siempre has tenido estos dolores? —Volvió a asentir con debilidad— Ha tenido que ser duro, entonces. Muchas veces responden al estrés y a miles de factores, por lo que no me puedo ni imaginar cómo ha tenido que ser el ir de exploración y lidiar con ello.

—Te acostumbras.

La escuchó reír débilmente antes de sentir como tiraba agua sobre su espalda y empezaba a enjabonarla con cuidado.

—No hace falta, Mimi... Me haces sentir como si fuera... No sé... Eh...

—La reina. —Completó entre risas— Seguro que a ella también la bañan, pero no lo hago por eso, de verdad. Pero aunque tienes un cuerpo fuerte, te noto como débil. No sé cómo explicarlo, es como si algo de tu cuerpo se estuviera haciendo con tu energía.

Ahora fue ella la que se rió, abriendo los ojos para observarla con atención— ¿Qué dices?

—No sé cómo explicarlo, pero se nota cuando un cuerpo no está a pleno funcionamiento porque está ocupado en cuestiones más importantes. Puedes forzarlo, pero él seguirá con su lucha interna.

—¿Y qué crees que le pasa a mi cuerpo? —Ahora le podía con la curiosidad.

—No soy adivina, pero tiene frío y eso se nota porque tienes la piel erizada pese al calor del agua. Tu mente viaja constantemente y no está con nosotros en el presente, lo que significa que hay algo pasado que te tiene ocupada tanto mentalmente como físicamente. —Escuchó reír a su compañera con debilidad ante la explicación médica— ¡Oye, qué es verdad!

—Te creo, te creo...

—¿Entonces hay algo pasado que no te deja estar en este presente?

—Algo hay... —Aprovechó para abrazarse ahora a sí misma y esconder su rostro sobre sus muslos.

—Mikasa...

—Estoy bien, gracias.

—La gente habla mucho, ¿sabes? —Sólo asintió— ¿Es por el rey?

—Eren es mi hermano adoptivo y es cierto que no estamos pasando por nuestro mejor momento, pero seguro que de cara al futuro todo se arregla. —Un leve sonido de decepción salió de la boca de la contraria— Historia es mi amiga y Eren mi hermano, no creas esas barbaridades de triángulos amorosos. No hay más.

—¡No, mujer, claro! Yo... Yo... —Empezó a trabarse por la vergüenza de haber sido descubierta, ¡quería cotillear! El morbo de un lío real la consumía rápidamente, pero Mikasa había estado demasiado atenta y la había calado de buenas a primeras. Sintió un calor terrible emerger de cada poro de su piel y sólo pudo estar disculpándose una y otra vez, lo que hizo que una casi imperceptible sonrisa se dibujase en el rostro de Mikasa. Demasiado adorable.

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El baño había estado bien y aunque Mimi le había insistido en que descansase, ahora que la cabeza le estaba dando un respiro quiso empezar a leer el informe de la misión para intentar hacerse con todos los detalles, mas la lectura poco le duró y pronto cayó rendida al sueño.

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El portón de piedra empezó a abrirse con lentitud bajo la atenta mirada del resto de cadetes y jefes del cuartel. Se aseguraron de que no había peligro a la vista y los cuatro exploradores se lanzaron hacia territorio enemigo en busca de aquellos posibles supervivientes.

Chapter 6: CAPÍTULO 05

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La seguridad de los muros se deshizo en el momento en el que los caballos y sus jinetes sintieron el portón cerrarse tras ellos, consiguiendo dar paso a una sensación de peligro constante. El terror tenía forma tangible y el ambiente era pesado, desgarrador y traumático hasta el punto de notar cómo la cordura mental desaparecía por segundos.

Los cuatro exploradores caminaron a paso lento para intentar llamar la atención lo menos posible. Los cuatro estaban en alerta observando sin parar a su alrededor. Sólo el sonido del viento era capaz de romper algo con el agónico silencio que se había hecho con el lugar por completo. Menos Mikasa, el resto contenía hasta la respiración por el terror del lugar. Uno de los primeros territorios perdidos tras la caída del muro y del cual apenas lograron salvar a la gente. En los informes hablaban de algunos soldados que se esforzaron, mas la lucha titán era demasiado para ellos. Todo muy tranquilo para encontrarse en un territorio infestado de aquellos seres.

Los caballos caminaban impasibles y a veces sus suspiros hacían sobresaltar a los tres compañeros, quienes se miraban aterrorizados cuando eso pasaba y con ello, como si fuera un acto reflejo, observaban a Mikasa totalmente impasible. Su estado natural había pasado a la concentración absoluta y a la alerta máxima, preparada para atacar en cuanto el destino así lo decidiese.

Mimi estaba aterrorizada, pues si bien era cierto que había salido de los muros, nunca había estado en una situación en la que se encontraba atrapada por ellos. Su interior temblaba sin parar y pronto su ser se paralizó cuando Mikasa paró de golpe el avance.

—¿Pasa algo, Mikasa? —Cuestionó Mateo observando alerta a su alrededor, pues no había notado nada.

—¿Veis la casa al final de la calle, aquella tan destrozada y vigilada? —Sus compañeros asintieron— El comandante Luto me dijo que podrían haber supervivientes, que los titanes se vuelven locos de vez en cuando y que cuando se percatan, es tarde.

—¿Quieres decir que hemos venido a...?

—Sí, John. Hemos venido a por unos posibles supervivientes. —Le cortó en seco— No hay garantías de que sea cierto, pero de serlo debemos asegurar el camino cuanto antes y para ello primero debemos ver el estado del muro, que no haya ninguna apertura que nos impida el limpiar lo máximo posible.

—¿Y por qué nosotros? Quiero decir, si no hubiera nada...

—No lo sé. El rey sólo aceptó la petición de búsqueda cuando el comandante exigió entonces veteranos.

—Esto no tiene sentido, Mikasa... —Aportó Mateo con nervio— Tienen una maldita base aquí, vigilando noche y día, siendo conscientes de que pueden haber supervivientes... ¡¿Y no son capaces de hacer nada en siete años?!

—No me importa. —Aquello heló a los otros tres— No sé qué hay, pero vamos a descubrirlo y ya entonces podremos exigir respuestas. —Golpeó con suavidad a su caballo para retomar la marcha, ahora perdida entre sus pensamientos— Al ser tan pronto nos dará tiempo a revisar la muralla en una sola mañana, pero el problema es que los titanes estarán activos, así que empezaremos por el este. Mateo irás al frente, John detrás y Mimi la penúltima. Yo cierro la fila. Estaremos pegados a la pared del muro y así sólo John y Mimi tendrán que estar atentos a su flanco izquierdo. Mateo tú al frente e izquierda y yo al detrás e izquierda también. Iremos a ritmo medio para no agotar a los caballos ni llamar la atención.

Asintieron con seguridad mientras entraban por uno de los callejones. No habían avanzado mucho desde que entraron y por eso con un rápido vistazo pudieron ver que en el inicio no había fisura alguna. Formaron la fila tal y como fue ordenada y mantuvieron el ritmo propuesto. Todo estaba muy tranquilo, cosa que a Mikasa le hacía sentir intranquila.

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Pasaron tres horas y el muro estaba intacto y ya iban por la mitad de la comprobación. Aquello le sonaba mucho y todo empezó a desmoronarse. ¿Dónde estaban los titanes y cómo era posible tener una zona perdida sin fisura en el muro? Su mente empezaba a colapsar ante el no ser capaz de encontrarle una respuesta a todo aquello. Si Armin hubiera estado allí seguramente ya habría encontrado alguna teoría que pudiera darle razón a todo, mas ahora mismo estaba siendo incapaz de verla.

—¡Mikasa...! —Gritó en susurro John al ver a un grupo de dos titanes avanzar hacia ellos por la calle principal de la ciudad.

—Yo me encargo. Vosotros seguid y me uno en seguida. —Ordenó cambiando su rumbo hacia los enemigos. No tuvo que esforzarse mucho y pronto terminó con ellos, pero fue tocar las tejas del tejado cuando notó un débil mareo hacerse con ella. Algo no estaba bien con ella y de pronto le vinieron las palabras de Mimi sobre su cuerpo. Negó con seguridad para recobrar su porte. Observó los cuerpos de los titanes deshacerse y su mirada se centró en la casa, la cual la tenía a escasos metros.

Un leve temblor se hizo con su atención. Un titán escalaba hacia ella. Lo mató sin pestañear. Aprovechó el vuelo de su equipo para rodear el lugar y hacerse con una idea rápida de cómo era y no le defraudó: un desastre que no tenía sentido alguno. Se dejó caer sobre su caballo para salir corriendo del lugar y poder llegar con sus compañeros. Los titanes que allí se encontraban parecieron ignorarla por completo.

—¡Eres increíble, Mikasa! —La felicitó emocionada Mimi, quien la observaba con los ojos vidriosos.

—Céntrate, Mimi. —La cortó con seriedad sin apartar la mirada del flanco izquierdo. La contraria sólo pudo suspirar avergonzada.

—¿Algo interesante? —Cuestionó Mateo sin apartar la mirada del frente. No hubo respuesta— El muro está intacto, Mikasa. Es raro, ¿no te parece? —En su interior empezaba a formarse un malestar indescriptible. Cuando la Muralla María cayó y los titanes entraron, muchos de los distritos quedaron expuestos, pero al recuperarla hubo un proceso de reconstrucción y de reconquista por los territorios caídos. Algunos de ellos ya estaban recuperados por completo y otros estaban en proceso, ¿pero qué pasaba con Quinta? Si los titanes no podían entrar porque la muralla estaba intacta, ¿cómo era posible que no se hubiera limpiado y reconstruido la zona ya? Y en el hipotético caso de que no le hubiera tocado el turno, ¿cómo esperaban a traer a unos veteranos para recuperar a un hipotético grupo de supervivientes? Todo aquello no tenía ningún sentido y sentía como si estuvieran jugando con ellos. ¿Por los cadetes? ¡Si los cuatro veteranos no llevaban nada de tiempo cuando ya salieron por primera vez de los muros! Chasqueó con molestia, pues odiaba sentirse como un ratoncillo atrapado.

—¡Mateo, céntrate! —Mikasa le llamó la atención con seriedad, haciendo que el mencionado se despertase de sus pensamientos— No es el momento de frustrarse. Si la muralla está intacta nos iremos a resguardarnos y entonces hablabamos de lo que pensamos, pero ahora céntrate.

Sólo pudo asentir sin poder obviar el pinchazo que se había hecho con su corazón. Igual Mikasa no sería la mejor capitana del mundo, según ella, pero a él le estaba ganando por completo y no le importaría seguirla hasta el fin del mundo si siempre iba a ser así.

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Seis horas habían tardado en cubrir toda la muralla. No habían tenido muchos contratiempos, más allá de hacerse con varios grupos de titanes que entre Mikasa y Mateo se habían encargado. El sol estaba alto y después de haber cubierto la primera parte del plan, deshicieron sus últimos metros para adentrarse en el bosque ya que según John siempre había alguna casa oculta. Así fue. No era la más protegida del lugar, pero la protección de los árboles le venía genial para poder defenderse en caso de algún posible ataque titán.

Mikasa bajó de su caballo y le cedió las riendas a Mimi, caminando hacia la puerta principal de la casa. Hizo una seña para que Mateo la siguiera y así asegurar realmente el lugar. Él sólo obedeció mientras los otros dos se apartaban para acomodar levemente los caballos.

Abrió la puerta principal, cuya gritó de inicio a fin. Mikasa entró con cuidado sin perder ni un ápice de la alerta que desde que entró en la zona había adquirido. Limpio. Abrió la siguiente puerta que daba paso a una habitación. Limpia también. No era una casa grande, cosa que agradecía para no tener muchas esquinas que vigilar. Era de un solo piso y tres puertas que daban a tres estancias diferentes y todas ellas limpias, lo cual hizo que suspirase con alivio al revisar la seguridad del lugar.

—Todo limpio.

Mateo salió para dar la noticia y así sus compañeros pudieron empezar a desmontarse de los caballos. John se encargó de traer el equipaje de cada uno, mientras que Mimi se encargaba de los caballos. Mikasa cerró las ventanas con las persianas de madera para impedir que los titanes se percatasen de su presencia. La oscuridad iba haciéndose poco a poco más inmensa, pero Mateo estuvo rápido y al ver el proceder de la morena buscó una de las lámparas para poder iluminar un poco el lugar.

John no tardó en volver a entrar con las últimas cosas con la compañía de Mimi, quien se encargó de cerrar la puerta tras de sí.

—Ya lo tenemos todo aquí. —Anunció John dejando la última bolsa en la esquina de la sala— No ha ido mal, ¿verdad?

—No, pero estamos de acuerdo en que esto es muy raro, ¿verdad? —Aportó Mateo con frustración— No tiene sentido nada de esta misión.

—La verdad es que no. ¿Qué hacen los titanes aquí encerrados?

—Ya no es que estén encerrados. Al recuperar la Muralla María se iba a dar paso a la reconquista y reconstrucción de los distritos caídos, por lo que tuvieron que entrar por la puerta principal y de ser así... —Mikasa cogió aire con intensidad— ¿Por qué tenerlos aquí sin más? No es que vayan a entrar y la vigilancia desde lo más alto debería ser efectiva. —Se sentó en una de las sillas de la sala para intentar meditar todo lo que se le estaba pasando por la mente.

—Si no hay apertura en el muro se supone que hace años que esta zona debería estar limpia y por muy cadete que seas no dejas pasar la seguridad de unos supervivientes así porque así... —Añadió Mimi con pesar.

—Eso es lo que me mosquea. ¿Y acaso es para una misión de tres meses? Pensaba que era asegurar el terreno e informar del nivel de peligro del mismo, ¡pero esto lo deberían tener controlado hace tiempo! —Mateo se encendía tras cada idea que perforaba su mente— No pueden ser tan inútiles.

—O hay algo que no quieren hacer... —Aquella aportación de la capitana silenció al grupo— El capitán Luto tiene unos ventanales increíbles que le da una panorámica del lugar, ¿cómo se te escapan siempre los supervivientes? Tienen que tener un patrón. La casa está abandonada y si están ahí, viven en su sótano, por lo que harán grupos y saldrán tras ciertos días para abastecerse de todo lo necesario para aguantar otros tantos bajo tierra. Alguien que observa el lugar todos los días debería tener una idea del patrón de cuando los titanes se ponen nerviosos.

—Entonces... ¿No han querido hacer nada para que nosotros nos encargásemos de todo? ¿Qué sentido tiene? —Mikasa negó a John a modo de respuesta— ¿Tan grave es lo que hay como para tenernos tres meses?

—O igual sí son conscientes de que hay un patrón y quieren que nos hagamos a él para acercarnos a los supervivientes. —Mikasa pensó en aquello mientras tocaba sus labios con su mano derecha, pensando en todo momento qué era lo que estaba pasando por la cabeza de los altos mandos— Cuestión de confianza, quizá.

—¿Qué? —Mateo no entendió para nada aquello último.

—Unos cadetes igual no saben relacionarse con unos supervivientes que después de siete años han tenido que adaptarse a una vida cruel y peligrosa. No tienen ni idea del terror que dan los titanes y puede que no sepan entender el estado de esa gente.

—¿Quieres decir que nos han elegido porque sabemos la mierda que hay fuera de los muros? —Mikasa alzó sus hombros sin más— Tampoco es que nosotros hayamos estado fuera mucho. Mimi siempre ha estado en la retaguardia y John a camino asegurado, ¿qué vamos a hacer nosotros? De todos tú eres la que más experiencia tienes.

—Entonces es por eso que Eren la eligió. De todos los veteranos que dispone la corona, la que más experiencia ha tenido fuera de los muros es Mikasa. —Aquella aportación de Mimi pareció darle algo de sentido a aquella situación, pero aún así era pronto como para estar tranquilo.

Nadie terminaba de comprender qué era lo que había pasado por la cabeza de Eren y su equipo cuando les eligieron y mucho menos para enviarles a una zona de sobra vigilada, pero alguna respuesta tenía que haber y aunque los tres amigos eran veteranos, era cierto que ni de lejos tenían el bagaje de Mikasa en el campo de batalla. ¿Qué era lo grave como para no querer salvar una zona que hacía tiempo que se podía haber salvado? Nuevas preguntas se producían en aquellas mentes y si seguían así, incluso la teoría con más peso iba a dejar de tenerlo por lo que Mimi anunció que iba a preparar algo de comer ya que llevaban todo el día sin haber probado bocado.

Aquel anunció descompuso el cuerpo de Mikasa, quien de pronto sintió una leve punzada en su estómago para tener que salir deprisa y corriendo al exterior. Llegó como pudo al final de la parcela para soltar el poco alimento que tuviera en su interior. Sintió morir en aquel instante. Ella no era de vomitar y las pocas veces que tuvo que hacerlo era como si muriese en el intento. Lo odiaba. No tardó en notar a Mimi tras ella, acariciando su espalda con cuidado.

—¿Te encuentras mal, Mikasa? —Su voz sonaba preocupada mientras acariciaba su pelo con cuidado y pronto notó como su frente se había llenado de sudor— Sé sincera conmigo, por favor.

—Estoy bien... De verdad. Me ha venido de pronto.

—¿Te has mareado o algo?

—Antes sí, pero se me ha pasado rápido.

—A ver si es que estás incubando algo, Mikasa. —Plantó su mano en la frente contraria y no le notó nada de fiebre, pero no había duda de que algo estaba peleando en su interior. Ya se lo notó en el baño y ahora con un mareo y el vómito, ¡sin duda algo había! Pero sin fiebre y sin más síntomas no se atrevía a medicarla a ciegas— Hagamos una cosa, ¿vale?

—Estoy bien, Mimi.

—No, no. —Negó con seguridad— Algo hay, pero no me atrevo a darte un tratamiento, pero ayer el dolor de cabeza, tu cuerpo llevando su energía hacia otro punto importante para luchar en su contra y ahora el mareo y vómito... ¡Sin duda estás teniendo algo! Así que te ruego que cualquier cosa que sientas extraña me lo comuniques. No podemos dejar que empeore. —Hablaba con su tono médico mientras la ayudaba a levantarse con cuidado.

—Vale, vale, pero no ha sido nada, no te preocupes.

—¿Todo bien? —Mateo se acercó corriendo para aportar la ayuda necesaria.

—Está incubando algo, pero no me atrevo a tratarla a ciegas.

—Entonces es mejor que no te sobreesfuerces, Mikasa.

—Por favor... —Aquello la incomodó de pronto. Se sentía débil simplemente por haber vomitado y lo peor de todo es que ahora se estaban preocupando por ella simplemente por ello. Chasqueó de mala gana por toda la atención recibida, lo cual fue ignorado por sus compañeros quienes hablaban sobre cómo debían proceder.

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Cayó la noche y Mikasa fue la que decidió vigilar la primera el lugar. En un inicio se quedó dentro de la casa, observando a través de la ventana, pero necesitaba algo de aire fresco y decidió salir para pasear por el límite de la zona. Una leve brisa se hacía notar entre los árboles del bosque, haciendo que cerrase sus ojos para dejarse llevar por aquella agradable sensación.

—Y así conectas con la naturaleza.

Le vino de pronto la voz de Sasha. Justo le vino aquel recuerdo de la guardia juntas. Se encontraban en una zona parecida y ella la animó a dejarse llevar por la magia de la brisa. La observó cerrar sus ojos y abrir sus brazos para notar el bienestar que le aportaba aquella conexión natural con todo aquello. La miraba con atención y sintió algo de envidia pues parecía que con poca cosa se conformaba.

—Esto limpia. —Añadió sonriente mientras se acercaba a ella y le quitaba el arma de sus manos— ¡Va, anda! —Accedió a regañadientes y no sintió nada— Qué idiota, sé que lo has hecho para que me calle, pero si alguna vez consigues conectar, dame las gracias.

Un pinchazo se hizo notar en su corazón. Se abrazó a sí misma— No llores, tonta, no llores... —Se repetía una y otra vez mientras iba avanzando en su guardia. ¿Por qué ahora no era capaz de recordar nada sin sentir que su mundo se desmoronaba? No estaba siendo ella y desde que se despidió de Historia ya lo notó, como si algo dentro de sí estuviera cambiando a pasos agigantados. Estaba pasando por malos meses, no obstante era algo interno, como si su estado natural ahora se hubiera dado un vuelco por completo.

—Esto limpia. —Le vino una vez más la voz de su amiga a la mente.

Sólo paró y volvió a dejarse llevar por la calma de la noche, por el abrazo de la brisa, por la compañía de la luna y de pronto todo desapareció. Sintió una calma total, una calma como nunca antes la había sentido que vino acompañada de paz. Cogió aire con profundidad antes de abrir sus ojos con lentitud y fue cuando observó la luz de la antorcha frente a ella. Dejó caer sus brazos antes de empezar a caminar con rapidez hacia el foco de aquella luz y pudo percibir la figura de una joven demacrada. Se quedó helada.

—¿Hola...? —Fue todo lo que pudo decir, siendo suficiente como para que la joven empezara a correr hacia el interior del bosque. No la siguió y no supo el motivo. No esperaba encontrar a ningún superviviente si debía ser sincera, por lo que tener el contacto con una de ellos ya la hizo quedarse totalmente en blanco. Miró a su alrededor y de pronto se percató de que había más focos de luz entre el bosque. Sólo pudo alzar sus manos como muestra de que no era una enemiga— Hemos venido a buscaros, pues hace tiempo se percataron de un comportamiento extraño en los titanes. No somos enemigos, de verdad que queremos llevaros de vuelta y despejar la zona.

Los focos de las antorchas se fueron apagando uno a uno y su voz despertó a sus compañeros, quienes salieron alertados del interior de la casa.

—¿Mikasa? —Mateo corrió hacia ella con cierto pavor.

—Es cierto, Mateo... Hay supervivientes y nos han seguido. —Aquello sorprendió al resto del equipo, quienes se miraron con total incredulidad— La confianza... —Susurró entonces bajando los brazos con lentitud— No se trata de sólo traerles de vuelta, sino de hacerse a ellos y que quieran volver. —Entonces creyó entender de qué se trataba aquella misión, pues iba a ser imposible llevarlos de vuelta tras siete años encerrados en aquel infierno. Serían un grupo cerrado y hermético que no iba a dejar que su realidad ahora se viera alterada— Tenemos que planear cómo hacerlo.

Fue tajante. Su mente ahora no podía eliminar el rostro demacrado de aquella joven, por lo que caminó hacia el interior de la casa para agarrar una de las carpetas con los datos de todas la víctimas y desaparecidos que se habían reportado del distrito Quinta. Ella debía estar ahí y debía conocerla para poder acercarse en su próximo encuentro. Sus compañeros entendieron qué era lo que estaba haciendo y mientras John se fue a preparar una buena jarra de café, el resto cogió una carpeta cada uno. Mikasa alzó la vista y Mateo, alzando las cejas y ladeando su rostro hacia las carpetas, le cuestionaba cómo era quien estaba buscando.

Iba a ser la primera de las muchas noches largas que les esperaba.

Chapter 7: CAPÍTULO 06

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Observaba aquella torre de fichas que habían pasado el filtro de la noche. Todas mujeres que no debían llegar a los 25 años a las que había que sumarle siete años de supervivencia en un mundo terrorífico. Mikasa se frotó su sien izquierda con suavidad, pues entre el cansancio de haber pasado toda la noche en vela y el haber estado filtrando supervivientes, así como el intentar recordar en todo momento aquella demacrada cara hizo que la cabeza quisiera explotarle.

—Voy a por un té para que hagamos un breve descanso. —Anunció Mimi en voz baja mientras se levantaba a llevar a cabo su misión personal.

—No es ninguna de ellas, ¿verdad? —Habló entonces John.

—Debe serlo, el problema es que ha cambiado mucho. Si una persona normal cambia en siete años, alguien expuesto a este cruel destino debe hacerlo el triple de rápido. —Cogió aire con intensidad— No parecía tener miedo... Fue algo raro.

—Un poco sí. —Añadió Mateo— Si tuvieran miedo de su entorno no saldrían o lo harían los más fuertes, pero salieron en grupos acompañados de antorchas. Conocen el lugar y el comportamiento titán, por algún motivo.

—¿Y si nos estaban estudiando? —Cuestionó más para sí que para sus compañeros— ¿Y si lo que buscaba era ver cómo reaccionábamos a su presencia?

—No sé, esto en vez de volverse más claro se torna más oscuro y es como que hay algo en el fondo de todo esto que no cuadra.

—¿Tu padre nunca ha dicho nada de esta zona?

—Qué va, Mikasa. Somos del norte, apenas llegaban las noticias de las zonas alejadas y nosotros éramos de vivir comoditos. Se supone que cuanto más alto estás más sabes, pero mi padre nunca ha sido de preguntar mucho.

El olor a té se hacía cada vez más patente en el comedor, siendo la prueba infalible de que Mimi se aproximaba con una tetera hasta arriba y cuatro tazas, cuyas repartió entre los presentes y aprovechó para servirlo.

—He estado pensando que esta noche Mikasa y yo podríamos hacer la guardia, así que deberíamos descansar un poco esta tarde y luego ver si vuelven a acercarse a nosotros.

—¿Y por qué vosotras dos? —Cuestionó ahora Mateo con cierta molestia.

—Porque las mujeres solemos dar más confianza.

—¡Oh, vaya, gracias por la parte que nos toca! —Se quejó aún más molesto.

—No es una cuestión de superioridad del sexo ni nada de eso, Mateo. Pero si esa persona confió en mostrarse a la primera, igual vuelve a intentarlo con la misma persona. No podemos decir los doscientos nombres que han pasado el primer corte, pero igual podemos decir alguno que otro e igual reacciona mejor. No lo sé.

—¡Espera! —Mikasa se abalanzó sobre la torre de papeles y buscó uno en concreto. Movía las hojas con desesperación ante la atenta mirada de sus compañeros. Susurraba no cada vez que daba paso a una nueva ficha y tras mucho descartar, ahí estaba la que buscaba— Virginia Luto. —Anunció con cierta emoción en su semblante— La hija del comandante Luto. Me dijo que se quedó aquí atrapada, ¿y si estuviera viva por algún casual? Además me dijo que en el momento de la caída de la muralla estaba embarazada. No es la mujer que vi, pero puede... No sé, que la conozca.

—¿Quieres tirar la carta del estamos buscando a la hija del comandante? —John parecía ligeramente emocionado también.

—Sí, aunque no estoy segura de si nos llevará a alguna parte. —Respondió apagando su voz tras cada palabra. Quizá era una buena idea intentar conseguir la confianza por allí, pero a la misma vez le parecía injusto reducir la salvación de los supervivientes a un solo motivo y aunque era cierto que parecían curiosos, tampoco es que pudiera confiar en ellos, pues por un momento se había olvidado de que ellos también debían ganarse la confianza externa que acababa de llegar.

Su mente volvió al lugar en el que estaba cuando fue consciente del murmullo de sus compañeros, quienes empezaron a teorizar de nuevo sobre el motivo por el que se encontraban allí. Los observó con atención, alternando su mirada entre los tres y sintió cierta envidia por ser la que estaba de pegote allí. Echaba de menos a sus amigos y estaba segura de que las conversaciones habrían sido diferentes, incluso su propio estado de ánimo.

La introdujeron en la conversación sin darse cuenta y fue cuando las horas de aquel día se pasaron volando.

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Mimi la despertó con cuidado y se la quedó observando cómo se estiraba antes de levantarse de aquel duro sofá. Observó la luna alta y de pronto cayó en la idea de que habían pasado un día entero sin ver un titán por allí. ¿Acaso la zona no estaba infestada? ¿Y por qué no se habían paseado por la zona? Mikasa se levantó, se acomodó su uniforme y se dispuso a colocarse el equipamiento.

—¿Estás lista? —Preguntó para asegurarse de que Mimi estaba lista de verdad, ya que no tenía la costumbre de hacer guardias o de enfrentarse a los titanes al ser médica. La vio asentir con seguridad, aunque también se percató del leve temblor que había en sus manos. Abrió la puerta y la brisa de la noche volvió a abrazarla de nuevo.

Dio el aviso a John de que su guardia terminaba y tras despedirse, empezaron a caminar por el borde de la zona. Esta vez no había ni rastro de supervivientes.

—Igual... Deberíamos adentrarnos en el bosque... —Aportó Mimi con debilidad tras llevar unas cuantas horas danzando por el borde.

Negó con debilidad— ¿Y si fue suerte? ¿Y si justo ayer era su noche de salir a abastecerse? —Chasqueó con molestia por no haber estado más atenta y por no haber pedido más información al respecto sobre todo cuando estuvo hablando con el comandante— Si esta noche no aparecen, habrá que estudiar el informe de la misión a ver si ellos dan más información.

—¿El nuestro? Si no decía nada de ningún superviviente, recuerda que nos enteramos gracias a ti.

Mikasa subió entonces hasta una de las hermosas ramas de uno de los árboles del bosque, lo que alertó a su compañera y casi sin aire copió sus movimientos para ponerse a su lado. Quiso preguntarle qué era lo que había pasado, pero la vio tan metida entre sus pensamientos que lo dejó pasar.

—Quiero ir a la casa. —Anunció con seguridad.

—¡¿Ahora?!

No dudó ni un segundo e ignorando a su compañera, rápidamente se encaminó hacia la ciudad. Danzaba por los árboles con una gracia y gracilidad que fue ahora Mimi quien sintió envidia por verla moverse con aquella facilidad. No era fácil seguirle el ritmo, pero el espectáculo que daba era digno de ver.

Se posó en la rama del último árbol y su ser se hizo hielo al ver el espectáculo que allí se estaba dando: los titanes se movían en círculos por la casa, como si quisieran impedir que alguien entrase allí.

—¡¿Pero qué...?!

La voz de Mimi se vio apagada de golpe cuando alguien le tapó la boca con fuerza. Mikasa no dudó ni un segundo en armarse para salvar a su compañera y pronto sintió la punta de una de las cuchillas posarse sobre la piel de su cuello. Alzó sus manos a modo de rendición sin mediar ninguna palabra.

—Guau... Así que sabes tratar tanto a los titanes como a los humanos, eh... —La voz sonaba tosca y gastada.

—Estamos de vuestra parte. —Afirmó segura.

—Como todos los que han venido. —Aquello la sorprendió tanto que hizo que girase su rostro, consiguiendo cortar la carne de su cuello— ¡Ey, ey, tranquila! —Bajó entonces la cuchilla con miedo.

—¿Cuántos han venido?

—Yo qué sé. Todos vienen a lo mismo.

—¿A qué vienen?

—A seguir llenando esto de titanes. No les importamos una mierda desde hace siete años y estamos aquí para divertirles.

Frunció su ceño con incredulidad. ¿Qué quería decir que venían a seguir llenándolo de titanes? Observaba a aquel hombre con interés, pero sobre todo porque intentaba ver si era capaz de recordarle entre alguna de las fichas que había estado ojeando la noche anterior.

—¿Llevas aquí siete años? —El hombre sólo asintió mientras se guardaba la cuchilla en el equipo.

—Fui del equipo encargado de intentar desalojar este lugar, pero al entrar cerraron la puerta y aquí seguimos desde entonces. —Sacó entonces una tela de su bolsillo y se la acercó a la morena— Hugo Osda. Límpiate la sangre.

Mikasa obedeció mientras dirigía su mirada a Mimi, la cual seguía atrapada por aquel otro. Su mirada hizo que fuera liberada. La pobre se quedó helada por el miedo.

—Mikasa Ackerman y somos un equipo de cuatro que en teoría veníamos a una misión de reconocimiento, pero tras hablar con el comandante encargado nos dijeron que podría haber un grupo de supervivientes. Anoche nos rodearon, pero no hubo más contacto.

El hombre asintió con debilidad— Lo sabemos, es nuestra manera de estudiar al enemigo.

—No somos enemigos.

—Ya, no habéis entrado como el resto. —Mikasa ladeó su rostro con curiosidad— Pero eso no te lo voy a decir ahora. Ni tampoco dónde está mi gente.

—Cuanto antes nos lo digas antes podremos salir de aquí.

—¿Te fias de esos sádicos que nos observan desde los ventanales? —Aquello perturbó levemente su mente, haciendo que tuviera que sacudir su cabeza para volver en sí— No nos han salvado porque no les ha dado la gana y nos tienen aquí como ratones. Esos titanes no actúan como los de hace siete años, han sido reemplazados.

Mikasa y Mimi dirigieron su mirada hacia aquel grupo que seguía protegiendo la casa. Se movían con pausa uno tras otro sin aportar nada más que una vigilancia constante y aquello fue lo que más le chocó a la primera, que actuasen así. Eren, Annie, Bertolt y Reiner se convertían en titanes y tenían consciencia en sus actos, pero aquellos de allí eran totalmente diferentes y lo que no dejaba de darle vueltas a la mente fue la última parte del comentario de Hugo. ¿A qué se refería con que habían sido reemplazados? ¿Cómo iban a reemplazar los titanes?

—No tiene sentido...

—Llevo siete años intentando salir de aquí, de este pequeño infierno y te puedo asegurar que cada vez le irás viendo menos. No hay respuestas ni salida.

—Salida la hay, eso te lo aseguro.

—¿Y por qué iban a querer dejarnos salir ahora? Te repito que llevamos siete años aquí encerrados y que no nos han sacado porque no les ha dado la gana. Y tenían recursos.

—Eso es muy cruel... —La voz de Mimi salió débil, totalmente aturdida por lo que estaba sintiendo en aquel momento— ¡¿Cómo puedes decir eso?! Estamos aquí para sacaros, ¿no? Igual es que antes no podían y ahora ya sí. Han pasado muchas cosas fuera y hemos avanzado mucho... —Un par de lágrimas empezaron a derramarse por su rostro— Ahora estamos aquí... Y ese es uno de los cambios que se han producido.

—No estás entendiendo nada.

—¡Pues explícalo, Hugo!

—Mikasa... No lo entenderías.

—Por eso. Explícalo. Porque los titanes deberían estar quietos durante la noche y no vigilando esa casa.

Hugo suspiró de forma tendida antes de dar una señal a su compañero, quien asintió para descender del árbol y empezar su camino hacia saber qué lugar. Mikasa observó interrogante a quien aún quedaba con ellas.

—Marchaos ahora que podéis. Decid que vuestra misión ha sido un fracaso y que no había supervivientes. ¿Queréis ayudarnos? ¡Hacedlo así!

—Luto. —Los ojos del contrario se abrieron sin ningún control, centrándose en la dueña de aquella voz. Su rostro se enrabietó de golpe, agarrando a Mikasa por la muñeca sin ningún tipo de control en la fuerza que ejercía sobre ella. Ella ni se inmutó— Es quien os observa desde los ventanales y seguramente haya estado atento a nosotros todo este rato.

—¡No me jodas...! —Un pequeño crujido sonó en la muñeca ajena y en ese instante sí que vio a la joven quejarse débilmente— ¡Lo siento! Yo... Yo... No... —Fue lo último que dijo, totalmente apenado, antes de descender a una velocidad difícil de seguir.

Mimi saltó hacia Mikasa para mirarle la muñeca, la cual había dejado totalmente inerte tras el agarre. La movió levemente y el quejido fue aún más intenso— La ha partido...

—Lo sé... —Gimió ahora con más intensidad— Pero no es lo más grave de todo esto...

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El sol ya empezaba a reinar en el cielo cuando ambas chicas llegaron a la casa. Mateo les esperaba fumando un cigarro, del cual ya llevaba la mitad del mismo. Corrió hacia ellas al verlas aparecer andando por el bosque con el rostro totalmente desencajado por la preocupación de no haberlas visto por ninguna parte cuando salió.

Mimi le explicó parte de lo ocurrido, mas no se entretuvo mucho al querer entrar cuanto antes para poder curarle la muñeca a Mikasa. Entraron con rapidez en total silencio, mientras Mateo no dejaba de lanzar mil cuestiones al aire. Mimi sentó de forma obligada a Mikasa en el sofá y corrió a recoger todos sus aparatos de doctora profesional.

—Esto... Es una zona de investigación. —Fue lo primero que dijo, haciendo que sus dos compañeros se quedaran totalmente en silencio, impactados por aquella afirmación tan rotunda de su compañera— Pensé que anoche no íbamos a encontrarnos con nadie porque la primera vez entraba dentro de su rutina, la de abastecerse, así que me dirigí hacia la ciudad para ver la casa y los titanes la custodiaban. Giraban en torno a ella sin parar y sin apartar la vista. —Se quejó con debilidad debido a la cura de Mimi, quien intentaba llevar el máximo cuidado posible.

—Eso es imposible. —Dijo Mateo alarmado— ¿Por qué iban a estar los titanes haciendo eso si no hay ningún superviviente a la vista? No entra dentro de su estado natural.

—Dos hombres nos pillaron por la espalda. Uno de ellos es Hugo Osda, estuvo en el equipo encargado del desalojo de la zona, pero les cerraron la puerta al entrar.

—Ha dicho cosas sin ningún tipo de sentido, Mikasa... —Susurró entonces Mimi sin apartar la mirada de la muñeca— ¿Le has creído en todo?

—Sabéis lo de Eren y demás, ¿no? —El silencio se hizo en la sala y la respuesta nunca llegó— Sabéis que nuestro rey tiene el poder de convertirse en titán, como otros de mis compañeros... ¿Verdad? —Lo último lo preguntó con más intensidad y en esta ocasión sí obtuvo un asentimiento generalizado— Entonces, Mimi, ¿por qué no iba a creerle cuando dijo que esos titanes habían sido reemplazados y que no son los originales?

—¡No lo sé, Mikasa! ¿Por qué igual está insinuando algo terrible de lo que no quiero hablar? —Se alejó entonces rompiendo a llorar. Mikasa sólo se pudo observar la muñeca totalmente inmóvil y perfectamente tratada. Mimi era increíble en su trabajo.

—Si eso fuera así... —John paró para coger aire antes de negar con debilidad— Tendría sentido el motivo por el que Eren quería que Mikasa estuviera aquí. ¿Quién mejor que el rey para saber qué se está cociendo?

Aquello mosqueó a Mikasa, pues aunque tuviera razón, ella no entendía de nada en cuanto a titanes. ¿Acaso Eren quería que descubriese algo que se le escapaba? Y de ser así, ¿por qué iba a expulsarla así de su mundo para luego querer que le ayudase a descubrir sus secretos? La teoría carecía de sentido y ella se encontraba en el punto en el que debía haber algo más que se le estaba escapando.

—Y sí que hay supervivientes, pero Hugo no ha querido decirnos dónde están.

—¿Por qué?

—Porque los está protegiendo, Mateo. No quiere que les hagan daño, por eso.

El silencio se hizo en el lugar y sólo era roto por los sollozos de Mimi, quien aún no estaba siendo capaz de asimilar muchas de las cosas que se habían estado comentando. ¿Acaso ella no estaba hecha para la realidad de su mundo? Había visto morir a compañeros en el campo de batalla, los había visto descuartizados, agonizando y todos a manos de los titanes. Su vida era efímera y en cualquier momento se le iba a escapar, pero la simple idea de imaginar que los titanes eran creaciones propias le removía el estómago. ¿Cómo podían estar haciéndose esas salvajadas? No, no había estado perdiendo a compañeros por el simple capricho de vete saber quién, ¡no podía aceptarlo, le dolía a rabiar!

—El rey... —Sus tres compañeros la miraron con sorpresa— Aunque sea un titán, aunque pueda convertirse en uno de ellos... Está de nuestra parte, ¿verdad? —Le costaba hacer salir a sus palabras por la cantidad de emociones que estaba sintiendo en aquel momento.

Las miradas ahora se dirigieron a Mikasa, quien sólo pudo agachar la suya sin saber qué responder. Eren había dejado de ser el Eren de siempre, ya no sólo por el hecho de haberla expulsado de su mundo, sino porque desde hacía tiempo se había vuelto imposible. Se había cerrado en sí mismo y las pocas veces que hablaba lo hacía con una radicalización difícil de seguir. Ni siquiera había sido capaz de decirle que se había casado con Historia y que iban a ser padres y ahora se preguntaba si sus amigos lo sabían o también había sido un alto secreto para ellos.

Fue a responder, mas no pudo y un agudo pinchazo apareció en su estómago. Se levantó con rapidez para salir una vez más y volver a expulsar lo poco que había en su interior. Sentía una agonía horrible, de esas que hacían sentir que todo dentro de ti iba a salir tras cada arcada. Qué asco de sensación. Notó las manos de Mimi agarrar su corto pelo sin decir nada, dejándola que su cuerpo expulsase lo que quisiera que expulsase. Mateo y John se miraron con preocupación sin saber qué era lo que le estaba pasando a su capitana y cuando ambos devolvieron la vista hacia sus compañeras, de entre los árboles aparecieron dos titanes.

El tiempo se detuvo y tanto Mateo como John sintieron que su reacción no fue rápida y cuando empezaron a correr para abalanzarse contra ellos, aquellos dos seres cayeron a peso muerto sobre el suelo, dando paso a tal estruendo que varios pájaros huyeron de las copas de los árboles. Encima de ellos dos figuras se alzaban con seguridad. Mateo y John, enganchados a los árboles les observaban en guardia, mientras que Mimi y Mikasa, la primera paralizada por lo ocurrido y la segunda en guardia como sus compañeros, también observaban con atención a aquellas dos figuras que no se dejaban ver bien por el polvo que había levantado los cadáveres de los titanes.

—Os llevaremos donde está nuestra gente. Es mi forma de pedir perdón por tu muñeca, pero a la vez también quiero pedir que me ayudes a acabar con Luto. —Era Hugo, el cual bajaba del titán con seguridad— Y de paso os contaremos todo lo que ha pasado en este tiempo. —Se arrodilló frente a Mikasa con su brazo extendido.

Le dedicó una mirada rápida a sus compañeros, quienes asintieron con debilidad, y aceptó aquel trato con su mano disponible.

Chapter 8: CAPÍTULO 07

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Cabalgaban a medio ritmo sin perder de vista a aquellos dos hombres con los que habían tenido el contacto horas atrás. Aquella situación les empezó a ser un poco incómoda a los chicos del grupo, quienes empezaron a cuestionar si no se estaban pasando de confiados. Mikasa decidió ignorar las primeras dudas que empezaron a surgir entre ellos. ¿Era precipitado confiarse así a las personas que allí vivían? Totalmente. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Esa era su misión: acercarse a ellos y hacerles ver que tenían la oportunidad de salir de allí.

Hugo tampoco le dio ninguna mala sensación más allá que la de estar en constante guardia para proteger lo que más amaba, así que si su forma de actuar era llamativa, ¿cómo era la propia? Notaba su muñeca palpitar con fuerza, por lo que se dispuso a acariciarla con cuidado. Aquello la hizo chasquear con cierta molestia ya que no esperaba estar fuera de combate con tanta rapidez es más, ni siquiera se había planteado estar fuera del mismo.

—¿Te duele? —Escuchó preocupada Mimi a lo que sólo pudo negar mientras se acomodaba tras ella. Su caballo estaba siendo guiado justo por Hugo y su compañero al decidir que Mikasa no estaba en su mejor momento como para guiarlo— ¿Y te encuentras bien?

—Me viene de golpe. El vomitar. Es un leve pinchazo y tengo que expulsar el alma. —Respondió lo que quería escuchar sin apartar la mirada al frente.

—Mikasa... —Mimi carraspeó con nerviosismo, como si estuviera buscando las mejores palabras para lo siguiente que quería preguntarle— Es algo personal y lo pregunto con total profesionalidad, pero... ¿Has tenido relaciones...?

La voz de Mimi se volvió tímida y Mikasa se hizo pequeña. Mimi pudo sentir la mirada de su compañera clavarse en su nuca y Mikasa se sintió morir. De pronto Jean se le vino a la mente y su corazón se empezó a acelerar de tal forma que de pronto sintió que le faltaba el aire. Se bajó del caballo con rapidez para apoyarse en uno de los árboles que marcaba el filo del camino. Escuchó su nombre salir de varios compañeros con sorpresa, pero tenía la mente tan nublada que no fue capaz de saber quién se preocupaba por ella. Un sudor frío empezó a torturarla y no había manera de mantener el ritmo de la respiración. Empezó a sudar sin parar y sólo pudo empezar a llorar completamente angustiada. Se tiró el pelo para atrás bajo la interrogante mirada de quienes estaban allí.

—No, no, no... —Se sentó para apoyar sus codos sobre sus rodillas y Mimi no tardó en colocarse a su lado, quien la observaba en silencio llorar. Mikasa negaba sin parar con sus manos cogidas, como buscando algún tipo de rezo que le diera la respuesta negativa que estaba buscando. De pronto sintió mucha lástima por su compañera porque igual ahora todo cambiaba el rumbo de la misión y la capitana era la primera en ser consciente. Su cuerpo temblaba y sudaba sin parar y su respiración cada vez se iba descompasando más.

—Mikasa, sígueme. —La cogió de las manos para comenzar a guiar su respiración, mas la contraria era totalmente incapaz de seguir. Sólo podía gemir pena y terror. Para su sorpresa, se abalanzó sobre ella para llorar de forma desconsolada— Oye... Es sólo una teoría, pero si fuera positivo, tampoco es que sea el fin del mundo, ¿no?

—No... —No era una respuesta, sino parte de su negativa— No puedo... —A sus palabras le costaban salir entre la gran pena que ahora mismo ocupaba su ser— Estoy sola... —Fue lo único que pudo decir.

—¿Qué dices? Nos tienes a nosotros. Y a tus amigos cuando vuelvan. ¡No seas tonta! —Cogió a su compañera por los hombros para separarla y mirarla. Le daba tanto pesar verla así, pues ahora el terror se había hecho con ella por completo— Y en el hipotético caso de que así fuera, ¡qué no lo es! Siempre tendrás a tu criatura... —Le limpiaba las lágrimas como podía, pues éstas no dejaban de salir— Puedo entender el miedo que sientes ahora, pero de verdad que no es el fin del mundo, Mikasa... —La notó agarrar sus manos y el temblor que sentía daba muchísimo sentimiento. La observó cerrar sus ojos con fuerza para seguir llorando. ¿Cómo se podía consolar a una persona así? Sintió una impotencia creciente en su interior.

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El camino hacia la base transcurrió en silencio. John y Mateo observaban con preocupación a su capitana, pues había perdido todo el ánimo de golpe. De todas las cosas que habían escuchado de ella, aquella actitud era lo último que se esperaban, pues en menos de una semana Mikasa Ackerman había dejado de ser aquel ser frío, distante y hasta calculadora, sin embargo ahora tenían a una persona totalmente destruída y el motivo ahora sólo Mimi conocía.

—Mikasa. —Llamó entonces Hugo, quien bajaba de su caballo con cuidado para caminar ahora con él a su lado. La mencionada le observó antes de bajar del caballo de Mimi y dirigirse hacia él— Tenemos que salir del muro. —Aquello la sorprendió tanto que tuvo que sacudir su cabeza de forma automática— La casa en ruinas es la única salida de la ciudad que tenemos bajo el suelo y nos la tuvimos que ver para poder buscar otra manera de salir.

Mateo se acercó a ellos con la misma sorpresa que Mikasa, pues obviamente estaba totalmente atento a lo que se decía. Mikasa le observó con total incredulidad.

—¿Nos vas a sacar del muro?

Hugo señaló un montón de hojas, las cuales empezaron a ser apartadas por su silencioso compañero y una vez deshecho el montón, movió una enorme tabla de madera que daba paso a una rampa. Los cuatro compañeros miraban con total sorpresa aquello. Hugo fue el primero en entrar con el caballo, quien lo guió con total cuidado para que no se resbalase o hiciera daño. El compañero les hizo varios aspavientos mientras observaba a su alrededor con tensión.

Mikasa fue a dar un paso al frente cuando fue parada por Mateo, quien la miraba con preocupación. Entonces comenzó a caminar él primero con su caballo. No le hizo falta decir nada más para entender que lo que había hecho era querer asegurar que todo era seguro y que no quería que su compañera sufriese ningún contratiempo más. Le vio perderse por la oscuridad de la rampa y entonces comenzó ella a caminar hacia el interior. Mimi y John la siguieron.

La oscuridad de aquel subterráneo pasillo se deshacía con la iluminación de pequeñas antorchas y el silencio hueco era roto por los temblores de los pasos de los titanes, así como débiles susurros que sonaban terroríficamente lejanos. Cuando todos estuvieron dentro el compañero de Mateo se aseguró de cerrar bien el agujero y los escoltó desde atrás. Iban en fila india sin perder ni un ápice de la guardia que de forma natural se había instaurado en los cuatro compañeros una vez pisaron aquel suelo que sólo era tierra con raíces y hojas secas que se habían ido colando con el paso del tiempo.

—¡No, no! —Escucharon gritar a alguien con mucho enfado.

Mateo no tardó en aumentar aún más su guardia, pero no queriendo que se le notase, mas Mikasa puso su mano sobre su hombro izquierdo, alertándole aún más. La observó negar con debilidad y con su otra mano hizo que soltase el mango de su cuchilla. En otra ocasión igual se habría pasado por sus bajos aquella orden, sin embargo la mirada contraria era calmada y segura de lo que estaba haciendo y aquello lo descolocó de tal forma que sólo pudo obedecer sin añadir nada.

La observó adelantarle con paso seguro y en aquel momento entendió cuando la gente hablaba de ella comentando que era imposible de entender, que su silencio y su actitud cerrada era pura ambigüedad para todos. No obstante, apenas escuchó queja sobre aquello, sino simple sorpresa y ahora lo entendía todo. ¿Quién iba a poder estar en su sano juicio cuando todo tu mundo estaba desmoronado y aún debías fingir ser la más fuerte para no hacer caer a quienes tienes a tu cargo? Desconocía qué le había pasado rato atrás, pero se había recuperado de golpe, como si le hubieran inyectado un chute de seguridad, mas después de haberla visto en aquel estado tan frágil, en el que incluso Mimi se vio superada, supo que era una simple máscara y que por dentro estaba totalmente destruida.

Miraba su espalda como única guía y desde la distancia intentó ver alguna fisura en su ser, mas ella sabía cómo ocultar todo aquello que le dolía y cuando la olla ya no podía más, debía soltar para poder seguir adelante. Y aquello despertó una débil admiración por ella.

—¿Todo bien? —Cuestionó la capitana una vez llegó hasta Hugo, quien intentaba convencer a uno de sus compañeros de algo. La presencia de Mikasa no le gustó y pronto se puso en guardia. Mikasa alzó sus manos sin decir nada.

—¿Para qué habéis venido? ¡Hugo no sabe lo que está haciendo! Si sois unos malditos...

—No lo somos. —Calló con seriedad— En un principio era una misión de reconocimiento y tras hablar con Luto nos comentó que posiblemente hubiera supervivientes. Encontraros y llevaros de vuelta a la seguridad de la muralla es lo que nos han enviado a hacer.

—¿Lu...? —Los ojos de aquel otro hombre se abrieron de par en par para fijarlos en Hugo, quien asentía con tal debilidad que fue casi imperceptible— ¡Hugo!

—Nos van a ayudar, es parte del trato. Además, sin querer le he hecho daño. —Aportó mientras señalaba la muñeca de Mikasa, la cual la escondió tras de sí. Eso hizo que se le dibujase una débil sonrisa en el rostro— No la ves, pero esa muñeca rota sigue ahí, Perry.

El mencionado negaba con debilidad mientras se disponía a mover otra tabla de madera. Perry balbuceaba cosas sin ningún sentido, como si se estuviera quejando por la información recibida y no porque iba a mostrarle su secreto a unos desconocidos que en cuestión de segundos iban a poder acabar con todo. Miró a su alrededor y no tardó en hacer una seña para que los presentes salieran corriendo del sitio.

Hugo los guió con rapidez y como si lo tuvieran entrenado al milímetro, en menos de un minuto ya estaban fuera de la muralla. Estar fuera de la muralla siempre era una sensación extraña y sin saber el motivo por primera vez a Mikasa la atrapó una sensación de agridulce libertad, como si la brisa que ahora mecía su cabello fuera diferente a la que había estado disfrutando toda su vida en el interior de los muros. Fue entonces cuando sin ser consciente su mano vendada se posó sobre su barriga para perder su mirada en el horizonte. ¿En qué punto estaría ahora él? Si fuera verdad lo que Mimi había insinuado, ¿cómo debía proceder? Algo dentro de su interior quiso salir corriendo, mas no tardó en ver su idea machacada cuando varios titanes comenzaron a aparecer por el horizonte.

—¿Crees que será posible? —La voz de Perry la despertó de sus pensamientos, dirigiendo su mirada hacia él, quien la miró con lo que le pareció cierta esperanza— Ojalá... Creo que nos lo merecemos. —Fue lo único que aportó antes de mover la tabla de madera y tapar una vez más aquel agujero.

—¿Cómo habéis sobrevivido con esa forma tan básica? —Preguntó John observando al compañero sin nombre mover una nueva tabla que daba paso a una nueva rampa.

Copiaron los movimientos que llevaron a cabo, pero ésta vez con más rapidez debido a la presencia titán. En esta ocasión el sitio estaba más iluminado y había más presencia humana desde el inicio. Cuando Hugo entró al lado de Mikasa, los presentes se apresuraron a bloquear el enorme tablón con una cuerda y pesos que evitarían que los titanes lo moviesen.

—¿Lo entiendes? —Habló por primera vez aquel desconocido compañero que había estado con ellos. John sólo pudo asentir— Ellos son tontos, no como los del interior. —Aportó antes de seguir con su camino, saludando a quienes allí les observaban de forma enigmática.

—Es Tommy. Uno de mis mejores hombres, aunque el trato no es lo suyo. —Presentó entonces Hugo.

—Como Mikasa. —Añadió Mateo sin pensarlo, lo que hizo que se llevara un codazo de su compañera. Sólo pudo quejarse tras la atenta mirada de la mencionada, la cual sólo pudo ocultar su rostro bajo su bufanda.

—Es por aquí. Dejad los caballos, que se encargarán de ellos.

—A todo esto... ¿Por qué los hemos traído? Quiero decir, no tardaremos mucho en ir a la superficie y no les habría pasado nada. —Cuestionó Mimi con voz trémula, pero sin atreverse a desobedecer a Hugo.

—Os repito que estos titanes no son como los de fuera. Estos se comen cualquier vía de escape. —Su voz se volvió áspera y su semblante serio, como si se estuviera cansando de estar repitiendo las cosas una y otra vez. Hizo entonces un gesto con la mano para que los cuatro nuevos invitados le siguieran.

El camino era áspero e inestable, algo normal pues se encontraban bajo tierra. Las lamparitas de vela se movían ante los temblores que los titanes iban causando tras cada paso que daban y eso tenía al grupo alertado, muy al contrario que al resto de gente que vigilaba el pasillo, quienes se notaban que estaban acostumbrados a aquello.

Menos Mikasa, el resto del grupo iba haciendo algún que otro asentir a aquellos desconocidos, como demostrándoles que no eran una amenaza y así poder mantener la calma. No les interesaba crear mal ambiente y menos estando bajo tierra como estaban. Si aquello era una trampa, habían caído de lleno y salir de ella iba a ser más que milagroso. Motivo por el que Mateo estaba demasiado intranquilo.

Hugo abrió una nueva puerta desgastada de madera y el murmullo de vida empezó a darse paso entre ellos. Un mundo nuevo se abría frente a ellos. No era una ciudad enorme, pero perfectamente podían encontrarse allí reunidas unas cincuenta personas. Heló la sangre de los presentes.

—Sois más de los que esperaba. —Anunció Mikasa siguiendo de cerca a Hugo.

—Quedamos setenta, de todos los que fuimos. —Respondió con pesar— Aquí siempre están los niños, ancianos y aquellas personas incapaces de salir a pelear contra los titanes. Nos repartimos las tareas y así quienes tenemos que salir no nos tenemos que preocupar por la repartición ni nada de eso. Nos manejamos bien.

John y Mimi se intercambiaban miradas interrogantes y de fascinación, como si aquello no pudiera estar siendo real. Cierto era que era increíble ver a niños sonreír y vivir con felicidad, mas al fin y al cabo muchos parecían que habían nacido allí y que eso era lo que conocían.

—¿Y cuántos salisteis hace dos noches? —Cuestionó Mateo aligerando el paso para ponerse a la par junto a Mikasa.

—Solemos salir en grupo de quince, de los cuales siempre hay cinco fuera. Mantenemos vigilancia constante y en cuanto se abrió la puerta, supimos que alguien venía así que sólo fue seguiros. —Aquello alertó a Mikasa, pues ella no se había percatado en ningún momento de presencia ajena— No te agobies, nos hemos entrenado para ello. —Añadió divertido mientras entraba a una especie de caseta desgastada.

Allí les recibieron tres personas. Uno era Tommy y los otros dos aún estaban por conocer, mas Mikasa enseguida reconoció a la mujer presente, quien la empezó a estudiar desde el primer segundo. En el centro se encontraba un hombre mayor, quien posaba sus brazos sobre un palo que intentaba parecerse a un bastón.

—Bienvenidos. —Les saludó de forma amable— Perdonad no poder daros mejores bienvenidas, pero esto es de lo que disponemos. Me llamo Oriel, un placer.

Mikasa y el resto saludaron con el máximo respeto— Me llamo Mikasa Ackerman y este es mi equipo formado por Mimi Devi, John Müller y Mateo Silva. —Fue presentando mientras iba señalando a los mencionados.

—¿Qué hacéis aquí? —Cuestionó ahora la chica con seriedad y distancia. Sus ojos estaban metidos para dentro por el desgaste que se notaba que estaba sufriendo.

—Veníamos a por una misión de reconocimiento, pero al llegar nos anunciaron que se había visto una actitud extraña en los titanes y que seguramente habría supervivientes.

—¿Se preocupan de pronto por nosotros? —Las palabras de la mujer salieron enrabietadas, como si fueran la prueba del hastío y coraje que tenía por la situación que estaba viviendo. Su mirada se centró en la capitana del grupo, quien la observaba de forma analítica, como si estuvieran en un juego de a ver quién de las dos conseguía más información ajena en menos tiempo.

—Eres la mujer que vi hace dos noches. —Sus palabras la desestabilizaron y aquella rabia y muro infranqueable que tenía formado pareció debilitarse levemente— Te buscamos entre las fichas que nos dieron de los supervivientes y no te reconocí en ninguna.

—Matilda Mur. —Se presentó volviendo a su postura inicial— Formé parte del equipo de desalojo.

No quiso añadir nada más, pues aunque no fuera una ciudadana de Quinta eso no significaba que no debiera estar en los informes. Simplemente tenía muchísimos años encima y estaba irreconocible. Mikasa sólo asintió con debilidad, fue una manera de darle la razón sin entrar en el conflicto que podría iniciar si quisiera.

—Bueno, bueno... Supongo que nada está saliendo según lo esperado. —Fue entonces cuando el hombre cortó el ambiente tenso creado entre las dos féminas dominantes del lugar. Rió débilmente antes de levantarse— Os contaremos todo lo que hemos vivido aquí, pero antes deberíais contaros cómo lo vais a hacer.

—¿El qué? —Fue entonces Mateo el que preguntó.

—Sacarnos de aquí. —La voz del hombre sonó a prueba, como si en la respuesta estuviera el dato necesario como para saber cuánto contar.

—Depende.

La respuesta de Mikasa, tan seca, lo puso en guardia. Dejó el bastón apoyado en la silla de la que se había levantado y ahora sus manos estaban sujetas por detrás de sí mismo— ¿De qué?

—De lo que sepamos. —Un leve sonido de sorpresa salió de los ancianos labios— Si fueran titanes originales con deshacerse de ellos valdría, pero han sido reemplazados, ¿no? —Dirigió su mirada a Hugo, quien recibió la de Matilda también a modo de reproche. Mikasa se percató de aquello— ¿Incluso esa información es demasiada?

Oriel rió débilmente— Supongo que entonces sabrás que no podrás a la vieja usanza.

—No del todo. Al poco de llegar sí que pudimos derrotar a algunos como nos enseñaron, cosa que me mosquea un poco con todo esto de que no son los originales.

—Ah, bueno... Supongo que alguno quedará y estarán mezclados. Tenemos sólo teorías, no os vayáis a creer que lo que os podamos contar sea la verdad absoluta.

—Mientras sea la verdad estará bien. —Mikasa cortó al hombre, quien lejos de molestarse parecía estar disfrutando de aquello.

—Entonces empecemos por ti y el numerito del inicio. —Aquello fue un interrogante para todos los presentes. Tommy, Oriel y Matilda miraron a Hugo sin entender qué significaba aquello; mientras que John y Mateo centraron su mirada en su capitana, quienes también se habían quedado totalmente extrañados y preocupados por aquella actitud. Mimi empezó a temblar por el miedo que le entró de volver a ver a Mikasa derrumbada por la teoría que le había lanzado.

Mikasa cogió aire antes de lanzar una rápida mirada a los presentes, quienes ahora todos la miraban con una necesidad de respuesta agobiante. Se sentía acorralada por todos ellos y de pronto una agonía se hizo con ella, pues si era cierto sabía que iba a cambiar la percepción de todo el mundo sobre ella, mas no iba a dejar que su misión se viera afectada por su estado.

—Creemos que estoy embarazada.

Silencio absoluto entre los presentes, quienes ahora la miraban sin casi respirar y sólo un leve gruñido de Matilda fue quien los despertó de su estado comatoso por aquella respuesta.

—¡Nos han jodido! —Gritó de pronto, mientras empezó a dar vueltas sobre sí misma, completamente ida.

—¡Esto no cambia nada!

—¡Lo cambia todo! ¡No tienes ni puta idea de lo que es estar embarazada! —Empezó a gritarle mientras se acercaba a ella— ¡Y una mierda vamos a salir de aquí! —Le gritó a la cara por última vez antes de salir totalmente furiosa de la caseta.

—Ruego que la disculpes por sus formas. —Oriel sonó calmado e imitó los pasos de Matilda, parándose frente a Mikasa para posar sus manos sobre su duro estómago— Si así fuera, una vida nueva fuera de esos monstruos siempre es una alegría. Te cuidaremos.

—No necesito cuidados de nadie. ¡Es una teoría! Y si fuera verdad, chicos, no cambiaría nada. —Miró ahora a sus compañeros con los ojos llenos de ruego— Os juro que seguiremos adelante y que sacaremos la misión tal cual se nos encomendó. Lo que hay fuera de ella, que sea problema de cada uno.

Sus compañeros no reaccionaron ante sus palabras, quienes le apartaron la mirada sin saber muy bien qué deberían añadir ahora mismo. La confusión ahora les tenía totalmente aturdidos y aunque Mikasa fuera fuerte ahora no estaba en su mejor momento. Sí, era una bestia y había sabido mantener la compostura en todo momento, pero si la teoría era correcta, un embarazo ya era motivo suficiente como para anular a alguien y centrar toda la retaguardia en asegurarse de que estaba bien. La misión acababa de comenzar y no habían recibido más que palos y el último había sido el peor de todos.

Oriel pidió a Tommy y a Hugo que le siguieran para dejar a los cuatro compañeros solos y que así pudieran hablar de lo que considerasen.

—Chicos, os juro que no va a cambiar nada... —Su voz sonaba a ruego— De verdad. Os juro que sé lo que estáis pensando, pero...

—Mikasa. —Mateo apagó la voz de Mikasa. No sabía qué debía decir pues nunca se había visto en una situación así y aunque su compañera rogase sin parar, su estado era diferente al resto y no podía asegurar que en el campo de batalla fuera a estar al cien por cien. ¿Y si le daba por vomitar de nuevo? Las embarazadas sufrían muchos cambios y por eso siempre les habían insistido mucho en que llevaran cuidado sin mantenían relaciones.

—Yo te apoyo, Mikasa. —Mimi agarró las manos de su compañera con fuerza. Las notaba temblar— Soy la médica y la teoría es mía. Si está embarazada yo me encargaré de que ambos estén bien. Y si no lo está, ¡me llenáis de capones! —Sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder controlarlas— ¡Perdón! —Se tapó su rostro sin poder evitar sollozar con algo de intensidad.

—¿Por qué lloras ahora? —Cuestionó Mateo algo abrumado. Desde que Mimi se había juntado con Mikasa sólo estaba valiendo para llorar y si seguía así incluso él podría contagiarse de aquello.

—Es que... Yo... No lo sé... Simplemente me da mucho sentimiento el cómo debe estar sintiéndose...

—Mimi... Yo estoy bien...

—No... —Se limpió las lágrimas todo lo rápido que pudo— Yo cuidaré de ella y os aseguro que no seremos ningún problema y que la misión saldrá tal y como planeemos porque aún no tenemos ningún plan. —La joven empezó a reír sin poder dejar de soltar lágrimas.

Se sentía idiota por el numerito que estaba dando, pero la imagen de Mikasa rezando sin parar y aquella sensación de soledad que dejó patente le hacía añicos el corazón. No eran amigas y acababan de conocerse, pero en aquel momento de ruptura total pudo ver a una Mikasa totalmente desolada y no podía quitársela de la mente. Era una faena si era cierto que estaba embarazada, mas no quería hacerla sentir una carga. Un sentimiento negativo más no porque podía ser totalmente letal. Se imaginaba en su sitio y sentía ahogarse. Si tuviera un hermano que le hubiera dado la patada, si todos sus amigos se hubieran ido y ahora se enterase de su estado... No, la simple idea la ahogaba.

—Y tampoco sé si deberíamos. —Aportó John riendo levemente— Sin planear nada no está saliendo, imagina si lo hacemos. —Mimí le acompañó sin poder dejar su llanto.

—Yo no voy a parir aquí.

Aquello hizo que Mimi soltase una llorona carcajada y le dio un leve golpe en el hombro. ¿Cómo podía tener ese toque de humor tosco en un momento así? La vio mirarla sorprendida y sólo pudo negar débilmente.

.

.

El primer día fue intenso en el que les habían enseñado el lugar y presentado al máximo número de supervivientes. En ellos aún se mantenía la calidez y la esperanza de salir de allí. Se iban presentando bajo la atenta mirada de Matilda y Tommy, quienes se habían alejado por completo y sólo les quedaba estudiarlos para ver si realmente tenían las intenciones que tenían.

—Sigues sin superarlo, ¿verdad? —Preguntó Tommy con voz calmada.

—Ahora me preocupa Hugo. No entiendo qué es lo que está haciendo. ¿Desde cuándo hacemos entrar a los primeros que se nos ponen por delante?

—El comandante Luto.

Matilda se quedó muda de pronto, girando su mirada hacia su completo con los ojos abiertos de par en par. Él sólo le asintió en silencio, manteniendo sus brazos cruzados.

—No me jodas...

—¡No se dicen palabrotas!

Una dulce voz cortó a los dos compañeros, quienes se giraron para observarla. La sonrisa se dibujó en ambos rostros.

—¡Perdón, Emma! —Matilda se agachó para saludar a la pequeña— ¿Has visto a papá ya? —La nena negó y la mujer sólo pudo señalar a la derecha, guiando a la pequeña hacia él. La pequeña gritó un amplio gracias antes de empezar a correr hacia Hugo— Ahora me preocupa mucho más Hugo...

Tommy sólo pudo asentir viendo a la nena llegar hasta su padre, quien la recogía con una felicidad apabullante. A él sólo le quedaba su hija.

Chapter 9: CAPÍTULO 08

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Debían confiar en las palabras ajenas y creer que ya había pasado un día. Mateo y John cayeron rendidos tal cual se tumbaron en aquellas tablas de madera; Mimi tardó un poco más y Mikasa apenas había pegado ojo y cuando casi estaba a punto, llamaron a la puerta para anunciarles que ya era mañana temprano y que el desayuno ya estaba listo.

No hicieron esperar y se reunieron con todos. Era una comunidad unida en la que todo era de todos y así estaban manteniendo una paz bastante llevadera. Se sentaban en círculos en sillas improvisadas y charlaban entre todos ellos. Hugo se aproximó para sentarse al lado derecho de Mikasa, quien le saludó con un leve asentir.

—¿Has descansado? —Preguntó mientras le acercaba un pequeño cuenco con sopa. Mikasa sólo negó con debilidad a la vez que aceptaba el platito— ¿Cuántos años tienes?

—Veintidós.

—Ah, por lo menos eres mayor de edad. —No pudo evitar observar su muñeca vendada y sentir un pinchazo en su ser— ¿Te llevas con el padre...?

En ese momento Mikasa sólo le observó con profundidad. Lo hizo durante unos segundos sin saber qué responderle, pues claro que se llevaba con Jean, no tenía ningún problema con él, mas se había marchado por tiempo indefinido y a saber cómo habría cambiado todo para entonces.

—Lo siento. Soy experto en joder a la gente.

—Tranquilo. Pero sí que me llevo con él, lo que no sé es cuánto tardaré en verle.

—Entonces es tu pareja.

Aquello la sonrojó mucho y sólo negó con rapidez— Fue el alcohol. Sólo somos amigos. —Hugo no pudo evitar carcajear con debilidad— A mí no me hace gracia, la verdad. —Intentó ser todo lo cortante posible.

Hugo empezó a negar con rapidez mientras se acercaba a ella aún más— Mi hija también fue por culpa de eso. —Le susurró con complicidad— Y ha sido mi mejor error. Mi luz en toda esta oscuridad.

—¿Y tú mujer dónde está? Igual podría darme consejos.

Hugo agachó su mirada con pesar antes de reír con cierta rabia— Arriba, por ahí. —Movió su mano derecha armada con una pequeña y desgastada cuchara de madera hacia el techo— ¿Luto te habló de Virginia?

La mirada de la contraria se acentuó más en él, asintiendo con pausa mientras el hombre se centraba ahora en terminar su cuenco del desayuno. No dijo nada más y en cuanto terminó se adentró en la caseta principal del lugar.

Mateo quiso llamar la atención de su compañera, mas sólo fue ignorado por la misma. Mikasa se levantó para ir tras él. Cuando entró en la caseta lo encontró cogiendo diferentes libros que fue dejando sobre la mesa principal del lugar.

—¿Virginia era tu mujer, la madre de tu hija? —Escuchó a Mateo chasquear con leve molestia— Creo que también soy experta en joder a la gente.

Aquello dibujó una imperceptible sonrisa en su rostro. Dejó los últimos libros antes de observar a la joven que tenía al frente— Tienes un humor terrible.

—No estaba haciendo humor.

—Mejor, así es más divertido. —Mikasa levantó una de sus cejas sin aportar mucho más— Esto es todo lo que hemos recopilado durante estos siete años. Todo para vosotros.

Se acercó a la pila de libros que había dejado escampados por la mesa. Los tocó con cuidado antes de observar al contrario.

—¿Qué es lo que debería esperar?

—Nada bueno, Mikasa... Nada bueno.

Cogió aire antes de abrir el primer libro que tenía más a mano. Observó los dibujos y se quedó fascinada por la cantidad de detalles que había allí.

—No soy científica ni se me da bien hacer estrategias...

—Ni el alcohol.

Aquello dolió de forma extraña. Hugo rió con debilidad ante la reacción de la joven, quien intentó mantener la compostura, mas sabía que aquello había sido un dardo agridulce.

—Virginia Luto, Matilda, Tommy, Oriel... Yo y casi todos los que estamos aquí somos originarios de Quinta. Cuando cayó el muro nos dieron diferentes órdenes, pero Matilda, Tommy y yo rogamos venir aquí para ayudar en la evacuación. Luto estaba de comandante en la zona y se sabía de mi relación con su hija, quien estaba embarazada de siete meses. Nos permitieron venir y tal cual entramos la puerta se cerró tras nosotros. Los titanes se dispersaron y aquí quedaron unos cuantos que acabaron con la mayoría de mis compañeros. —Hugo se tomó una pausa para sentarse. Aprovechó para agarrar uno de los libros y recordar algunos detalles que no sabría si compartiría o no— Al principio pensamos que lo habían hecho para impedir que más titanes entrasen en Quinta, por lo que reunimos a la gente y cuando nos sentimos seguros, rogamos que abrieran las compuertas y entonces...

Mikasa se percató de que Hugo apartaba la mirada del libro que tenía entre sus manos. Lo cogió con cuidado y observó el dibujó que allí ocupaba ambas páginas: era el portón de Quinta abierto y tras él un nuevo muro formado de titanes. Pudo sentir el terror que allí se estaba reflejando. Cerró el libro con delicadeza antes de devolver su mirada a su nuevo compañero.

—No sé en qué momento porque entre todo el caos sigo sin tener los recuerdos de forma lúcida, pero Virginia nos guió hasta la casa de Jimmy Eton.

Tras pronunciar aquel nombre un profundo pinchazo perforó su cabeza hasta el punto de hacerla gemir débilmente de dolor. Hugo paró con su discurso para centrarse en la joven, quien ahora se cogía de la cabeza con fuerza.

—Mikasa, ¿estás bien? —No obtuvo respuesta y sólo supo levantarse para sentarse a su lado— Demasiada información de golpe, ¿verdad?

Negó como pudo— Él...

—¿Él? ¿Quién? ¿Jimmy Eton?

Sólo pudo asentir con un mayor malestar. El nombre rebotaba con una fuerza increíble en su interior, hasta el punto de sentir que perdía el control de su cuerpo.

—¿Va todo bien? —La voz de Matilda rompió de golpe con la intensidad de los rebotes. La mujer entró con la duda dibujada en su rostro y posó sus manos en los hombros de Mikasa, los cuales parecían no tener ningún tipo de control— ¿Qué le has hecho?

—¿Yo? Nada, sólo le he contado el inicio de la historia, pero al escuchar el nombre de...

—Jimmy es parte del equipo actual de Eren...

—¿Eren? ¿Y Jimmy está vivo? —Las dos preguntas pelearon por salir de la boca de Matilda, quien ahora se sentaba al lado de Mikasa y la miraba con preocupación.

—Eren es mi hermano adoptivo y nuestro rey. Se casó con Historia Reiss, legítima reina de Reina de las Murallas. —Hablaba entrecortada sin soltarse la cabeza debido al dolor. Muchas veces le ocurría y no entendía el motivo por el que todo lo relacionado con Eren le despertaba una jaqueca terrible, consiguiendo que todo su ser se descompasase al segundo de iniciarse.

—¿Eres de la familia real? —Negó ante la pregunta de Hugo— ¿Y Jimmy está vivo...? —Aunque más que preguntárselo a Mikasa era como hacer una confirmación de lo que acababa de escuchar.

—No sé de dónde salió, pero estoy segura de que es uno de los encargados de haber hecho que Eren cambiase. —Apretó ahora con más fuerza su cabeza debido a la rabia que le aportaba recordar la aparición en la vida de Eren las figuras de Jimmy Eton y Lucas Det.

—Pues entonces no necesitas presentación para Jimmy y no te será difícil creer nuestra idea de que él estuvo investigando por su cuenta con los titanes. —Mikasa dirigió su mirada hacia Matilda totalmente interrogante— Dime que sabes algo de él.

—Sólo lo que os he comentado. Cuando Jimmy y Lucas entraron en contacto con él, Eren se empezó a aislar de nosotros hasta cambiar por completo. No me contó nada y cuando preguntaba se ponía en guardia conmigo.

—Pues es un investigador famoso de Quinta. Aquí todo el mundo le adoraba porque era un buen médico que se encargaba de todos nuestros males. Cuando te ponías malo o te pasaba algo sabías que la solución era ir a ver al Doctor Eton, como le llamábamos, pero siempre existen las leyendas y se decía que por las noches se escuchaban quejidos desde el interior de su casa, ¡pero eran historietas! —Matilda rió con sorna antes de continuar— Pero cuando cayó el muro... Las historietas se hicieron realidad y el sótano en el que Virginia nos metió era su base de operaciones.

—El tiempo justo para poder seguir bajando hasta aquí fue el que nos dieron porque al poco de entrar, el pequeño grupo que éramos nos vimos atrapados aquí abajo. —Mateo cogió otro de los libros que había sobre la mesa para sólo ojearlo por encima— Y delante nuestra se abría una serie de pasillos conectados entre sí. Pasillos que Virginia conocía al pie de la letra.

—¿Cómo es eso posible? —La cantidad de información que estaba recibiendo estaba siendo terrible para su cabeza, mas no podía evitar el querer saberlo todo pues cuanto antes tuviera la información, antes podrían salir de aquí.

—Fue parte de los experimentos de Jimmy. —La voz de Hugo sonó seca, rabiosa y dolorida a partes iguales. Cerró el libro con fuerza y de pronto se apagó. Su mente dejó de estar allí presente para empezar a soñar con aquella Virginia que conocía desde pequeño, de la que se enamoró perdidamente tras volver de su formación y con la que juró formar una preciosa familia que nunca iba a llegar a producirse. Apenas fueron capaces de vivir los primeros segundos como tal.

Mikasa quiso seguir preguntando, pero la mano de Matilda sobre su muslo la paró por completo. La miró interrogante para verla negar con debilidad. En su mirada había pena y a la vez una petición de comprensión que quiso respetar. Asintió suavemente antes de levantarse de su silla para salir del lugar y encontrarse con sus compañeros, no obstante, en su camino se topó con Emma quien la miraba con una amplia sonrisa.

—¡Hola! —La saludó animada.

—Hola. No nos conocemos, aunque sé que eres la hija de Hugo. —La niña asintió feliz ante el conocimiento de la contraria sobre quién era su padre. Su mayor orgullo— Me llamo Mikasa.

—Yo soy Emma, un placer. —Se presentó totalmente emocionada mientras estiraba su brazo derecho para sellar aquella presentación. Mikasa accedió y aquello fue tal inyección de felicidad que no pudo mediar ninguna palabra más.

El silencio se hizo entre ambas, pues ninguna de las dos sabía qué más añadir, por lo que Mikasa sólo pudo despedirse con la máxima amabilidad posible, la cual fue correspondida por Emma.

.

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Miraba a través de la ventana que daba lugar al centro de aquella ciudad subterránea sin dejar de negar por todo lo que Mikasa les acababa de contar. No era posible que una simple misión de reconocimiento acabase de pasar a un descubrimiento terrorífico de investigaciones secretas con los titanes. Es que no había manera de que aquello pudiera ser cierto. Mateo se rascaba la cabeza con malestar como si aquello fuera a ayudar para hacer que todas las palabras escupidas por su capitana sonasen menos letales.

—Pero... ¿En qué momento? —John estaba igual que Mateo, sin ser capaz de creerse ninguna de las palabras de Mikasa. Todo el mundo estaba metido en el ajo y aquello podría suponer un enorme problema porque el propio rey estaba en relación con las personas del lugar— Es que no pongo en duda lo que te han contado... Pero es que... Estamos hablando de que es algo que mínimo tiene siete años.

—Mi teoría es que Jimmy estaba llevando a cabo una investigación paralela desde hacía muchos años y que desde que se descubrió que Eren podía transformarse se fijó en él. Y ha llegado lejos. ¿Con qué intención? Eso ya no lo sé.

Mimi escuchaba hablar a Mikasa con atención, mientras se mantenía acurrucada sobre ella. ¿Cuándo consiguió la confianza para ello? Ni idea, el caso es que se apoyó sobre ella, abrazándola con debilidad y Mikasa no se quejó, así que no abortó su idea de sentirse protegida por su persona.

—Tenemos al rey metido en esto, Mikasa... Esto no es una misión cualquiera...

—Lo sé, Mateo. Estamos hasta arriba del problema y aún no sabemos nada. Cuando Hugo me ha dicho lo de Virginia es como que de pronto su mente se ha desconectado y ya no iba a dar más información. —Suspiró con intensidad mientras comenzaba a acariciar la cabeza de Mimi con cuidado, cogiendo mechones de su pelo y enredando sus dedos en ellos.

—¿Qué vamos a hacer? —Susurró Mimi con calma.

—Depende. —Los tres ahora esperaron con impaciencia las siguientes palabras de la capitana— Creo que estoy entendiendo qué papel tengo aquí y depende de lo que descubramos, será lo que digamos. Eso sí, estad tranquilos que no os pasará nada. Todo recaerá sobre mí.

—¿Estás idiota? —Mikasa miró con molestia a Mateo por haberla faltado así— ¡No te vamos a dejar sola! Si es bueno entonces todos guay, pero si es malo... ¡Oh, no, Mikasa! Aquí estamos todos en esta mierda y vamos hasta el final. Hasta esa criatura hipotética.

Aquello último hizo que Mikasa diera un leve repullo. En su interior nació una vergüenza difícil de explicar. Sentía esas mariposas de las que tanto había oído hablar y de las cuales siempre renegó porque eran chiquilladas. Aparecían con fuerza ante la simple idea de un posible embarazo, de tener algo propio y único con Jean. Y tal cual, un pinchazo letal se presentó en su cabeza. Cerró los ojos con fuerza intentando no mostrar ni un atisbo de dolor. No quería preocupar a nadie.

—¡Ay, ahora tienes que estar embarazada, Mikasa!

—¡E-ey! —Podía agradecerle aquel comentario sanador, pues había conseguido que el pinchazo se fuera de golpe, algo nunca antes vivido, pero no era tan atrevida como para mostrarse tan sincera ante aquello.

—¡En serio! Estamos súper emocionados y ojalá... —Mimi se separó ahora haciendo un leve puchero de la emoción mientras que John y Mateo sonreían por lo bajo— Es que imagina que esto es un punto clave para la historia, ¡esta criatura ha estado desde sus inicios! Será la persona más joven en entrar en la cárcel si la liamos... ¡Es que mira la fantasía!

—¡Cállate! —Le dio un golpe con su almohada, lo que sorprendió a la joven que no se esperaba algo así por parte de su compañera.

La risa ahora se hizo más notable entre los cuatro. Si estaban hasta arriba de problemas, pues ya los irían solucionando poco a poco.

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Le observaba en silencio comer con un desapego total hacia ella. Había vuelto después de casi cinco meses y medio y su aparición no hizo sino dejarla totalmente desubicada. La saludó, claro estaba, mas sabía que lo había hecho para seguir con su papel de rey delante de todo el mundo, pues después de aquel leve beso en la frente se encerró en su habitación y no había salido hasta la hora de la cena.

—Eren. —Se atrevió a llamarle. Le observó jugar con su lengua para recoger los trozos de comida que quedaban por sus encías.

—¿Lo sabes? —Historia sólo pudo ladear su rostro interrogante— Mikasa está embarazada.

Aquello le paró el corazón y sólo pudo dejarse caer sobre el respaldo de su silla. Se quedó boquiabierta y no supo qué decir. ¿Por qué Mikasa no le dijo nada? Pensaba que se habían convertido en buenas amigas y que le ocultase aquello la hizo sentir una decepción total sobre la amistad que habían construido.

—Dicen que cuando vuelva de la misión estará de unos cuatro meses y seguramente estará a punto de saberlo. ¿Te ha contado algo de sus relaciones? —Cogió su copa de vino, con la que señaló al preguntar a su mujer, y se bebió el contenido de un trago— Os habéis hecho muy amigas, ¿no?

—No me contó nada... —Apoyó su mentón en su mano izquierda sin dejar de observarle. Notó algo de calma tras la afirmación de que Mikasa no lo sabía, disipando así gran parte de la decepción inicial.

—¿Nada? ¿No te dijo con quién se acostó ni nada? —Su voz empezó a alzarse sin ser consciente de ello, volviendo a llenar la copa para terminarla una vez más de un trago— ¡Vamos, Historia!

—¡Eren, nada! —Gritó con molestia— ¿Para eso has venido? ¿Para hablar hablar de con quién se acuesta Mikasa? ¡Vienes después de más de medio embarazo y sólo te preocupa eso! ¡Gracias, Eren! Nosotros aquí estamos estupendamente.

—Bueno, es mi sobrino o sobrina y obviamente me preocupa.

—¿Más que tu futuro hijo o hija?

Suspiró con hastío por la actitud de Historia, la cual le estaba empezando a molestar demasiado. Llenó la copa de nuevo para vaciar su contenido de golpe. Miró a su mujer con profundidad, la cual sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo de arriba abajo.

—Da gracias de que se haya quedado embarazada porque así nuestro futuro hijo... O hija se ha librado de un futuro horrible.

—¿Qué hablas, Eren?

—Déjalo.

—¡No! —Se levantó de golpe para acercarse a él. Le agarró del cuello de su camisa con rabia sin poder contener las lágrimas— ¡Ni se te ocurra, Eren! No estamos en esa vía. ¡Deja de escucharles!

La apartó de un manotazo, consiguiendo que su persona se hiciera terriblemente pequeña ante la terrorífica figura que se alzaba frente a ella. Eren se había convertido en un monstruo. Le dio todo lo que pidió creyendo que realmente estaba pensando en un bien común, pero su forma de ver las cosas estaban lejos de ser tal y como las veía ella. ¿Cómo pararle los pies a alguien que ahora tenía todo el poder en su mano?

Volvió a su asiento en silencio.

—Es importante que se quede aquí con nosotros, igual que saber quién es el padre. Mikasa tiene que estar en un lugar seguro y qué menos que aquí con su familia.

—¿Y no intuyes ni un poco quién puede ser el padre? ¿Nada por tu parte?

Se levantó de su asiento con pausa y se marchó con la botella de vino bien agarrada pese a no contener mucho en su interior. La pregunta de su esposa fue como una bomba interna y supo perfectamente quién era el nombre que estaba rondando por la mente de la rubia. De entre todas las personas él no podía ser el padre del hijo de Mikasa. Se negaba por completo.

—¡¿Y crees que él te dejará que se quede aquí, Eren?! ¡¿Qué no protegerá a su familia?! —Le gritó por última vez antes de que el portazo hiciera vibrar hasta lo más profundo de su ser.

El lugar se quedó totalmente desolado e Historia sólo pudo empezar a temblar de forma descontrolada. Eren era un monstruo.

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El ambiente calmado de la posible noche era bastante relajante. Mikasa se entretenía viendo el tintineo de las pocas luces del lugar. Mateo y John volvían a dormir a pierna suelta y Mimi parecía que también, aunque la duda la despejó cuando se levantó para mirarla con preocupación.

—Estoy bien. Sólo me cuesta dormir.

—¿De verdad? —Mikasa asintió débilmente— ¿Y te sientes bien de ánimo?

—Bueno... Es que no sé cómo me siento. Llevo unos meses en los que todo cambia mucho y ni siquiera sé cómo debo sentirme o cómo lo haría la verdadera Mikasa.

—¿Cómo lo haría la verdadera Mikasa? Pues como lo estás haciendo ahora. Es normal que no sepas y más después de todo lo que llevas encima, que es una mochila muy pesada.

Cogió aire con profundidad mientras se observaba la muñeca— ¿Tardará mucho en curarse?

—Seguro que antes de que terminemos la misión estará perfecta. —La contraria sólo asintió. No era la respuesta que buscaba— Si... Estás embarazada, ¿tienes algún nombre pensado?

Negó con pausa. Ni aún queriendo haberse quedado embarazada habría tenido ningún nombre, pues más allá de vivir una vida en calma nunca se había propuesto algo así como ser madre. ¿Acaso le pegaba la simple idea? Le había llegado comentarios en los que Jean había estado fantaseando con formar una familia con ella, mas siempre lo vio como algo idiota de su compañero y al final esa idiotez podría cobrar forma y ser real. Volvió a recordar su rostro y no pudo evitar cuestionarse dónde estaría ahora, qué estaría haciendo y, quizá lo peor, si había encontrado a alguien para sustituirla.

—Bueno, aún tienes tiempo.

—Aunque... —Mimi la observó con atención— Si fuera niña... Me gustaría llamarla Sasha, como mi difunta amiga. —Una pena la golpeó de lleno al recordarla. No supo en qué momento quiso aquello, pero le vino a la mente y fue un forma de agradecimiento por todo lo que vivieron juntas. Su corazón le debía mucho y aunque a veces era cierto que la hacía desesperarse, le gustaba tenerla a su lado.

—Pues ojalá sea una nena. Y así también será la niña de los ojos de su papá, que dicen que se vuelven súper protectores con ellas.

No pudo evitar reír débilmente ante aquello a la par que sentía que su corazón vibraba de una manera diferente a la habitual. Y volvió. Jean volvió a su mente. Aquella noche volvió a su mente para ahora seguir ampliando aquel difuso recuerdo, al cual le añadió sus besos cariñosos por su cuello y su mano agarrando su muslo mientras sentía como su respiración entrecortada chocaba con su rostro.

Posó sus manos sobre su vientre plano en un acto reflejo para cuestionarse el motivo por el que ahora no estaba sintiendo el terror del inicio ante la idea de un posible embarazo y entonces recordó las palabras de Hugo, aquella confirmación de que aquello fue su mejor error.

—Pues es verdad... —Mimi sólo pudo dejar escapar un leve sonido de sorpresa. La miró con atención antes de sonreírle con pena— Qué pena si no lo estoy.

Mimi se acercó a ella para intentar hacerle algunas cosquillas, pero Mikasa valía por cien soldados y aunque era una actuación algo infantil para la última, empezó a agradecer la compañía que Mimi le estaba aportando y el apoyo que le estaba dando.

—Gracias, Mimi... —Le susurró totalmente agradecida cuando la vio totalmente dormida a su lado.

Chapter 10: CAPÍTULO 09

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Habían pasado ya dos meses desde que iniciaron aquella misión dedicada a la paz entre ambas naciones, una misión que perdía agua por todas partes y que por el momento no estaba dando sus frutos en absoluto. Era pronto para mostrar cólera o desánimo, pero ya empezaban a surgir ciertas voces de molestia por lo inútil que estaba siendo aquella misión y los esfuerzos que estaba requiriendo.

Se encontraban reunidos en la sala de estar de lo que debían llamar hogar temporal. Habían recibido el correo y por lo tanto los ánimos estaban por las nubes. Todos tenían cartas que recibir de alguien y aquello la verdad es que conseguía que el pesar de lo infructuoso de la misión se viera bastante relevado.

Jean buscó su nombre entre todas las cartas y una vez más sólo había una a su nombre. No quiso suspirar, pero con esta sumaba tres ocasiones en las que no recibía respuesta por parte de Mikasa. Se sentía terrible por lo que ocurrió aquella noche. Sabía qué le diría la gente y le hundía el hecho de que Mikasa sí había perdido el control por completo y que él, lejos de pararla, sólo pudo seguirla sin rechistar. No quiso ser ningún aprovechado y no sabría cómo justificarlo. Fue una chispa que todo lo encendió. El beso de Mikasa fue el detonante y ya no pudo separarse de ella. Estuvo mal, lo reconocía y no había disculpa, pero el no recibir respuesta lo estaba volviendo más loco que el propio recuerdo de aquella noche.

—¿Todo bien, Jean? —Armin se sentó a su lado mientras le mostraba que él también había recibido una sola carta. Sólo asintió con debilidad— Habías escrito dos cartas, ¿verdad?

Le observó dubitativo por no saber si debía ser sincero con su amigo o mejor era guardar silencio, mas si Armin se había percatado de que eran dos cartas, ¿qué ganaba con la mentira?

—Le escribo a Mikasa, pero me ignora. —Apoyó su mentón sobre su mano izquierda a la par que observaba a su amigo bajar el rostro con apuro— Pero no te preocupes, es algo que sabíamos que iba a pasar.

—Si lo ha hecho es porque está de misión. Le he preguntado a Eren porque yo tampoco he recibido respuesta por su parte y estaba algo preocupado.

Aquello fue mano de santo. ¿Entonces Mikasa no estaba ignorándole? Parte del gran peso que sentía encima se había disuelto, suspirando con una relajación que sorprendió hasta al propio rubio.

—Sí que te habías preocupado... Es Mikasa de todas formas.

—¡Sí, claro! Pero... No sé... E-Es qu-que...

—Déjalo, Jean. Lo entiendo. —Armin rió con debilidad antes de abrir su carta para empezar a leerla en silencio, pero la calma se tornó tosca al sentir la punzante mirada de Jean sobre él. Carraspeó débilmente mientras giraba para mirar a su amigo con algo de intranquilidad— Jean...

—¡Perdón! Es que... Tenía curiosidad por si Eren te decía algo, ya sabes.

—Sí sé, gracias. No están juntos así que poca actualización me ha hecho.

Jean sólo le hizo la seña con el dedo gordo con nerviosismo y a muestra de que todo estaba bien, sin ningún tipo de problema. Se dejó caer sobre el sillón antes de abrir la carta de su madre, la cual era agradable incluso por el olor a casa que emitía. Ahora deseaba volver aún más.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —Cuestionó de pronto al terminar de leer la carta de su madre.

—No lo sé, pero tiene pinta de que más de lo que queremos... —Armin en este caso sonó derrotado. Guardó su carta con desánimo y sólo pudo suspirar— Eren dice que las cosas también van muy lentas por allí y que Historia está haciendo lo que puede.

—¿Todo bien? —Fue Reiner ahora el que se incluía en el grupo. Les miraba con curiosidad porque sabía que aquel momento era un momento feliz para todos ellos.

—Sigo sin tener claro nada... Eren me sigue dando largas y no me cuenta casi nada. Le pregunté por Mikasa y su única respuesta es un simple está bien, de misión. Sin más información, pero es que yo la quiero. ¿Qué tipo de misión, Eren? Es... Distante, cerrado y difícil de entender... —Arrugó el papel sin darse cuenta.

—¿Por qué tan preocupado por ella? —Fue Annie quien esta vez preguntaba, apoyándose sobre el respaldo del asiento de Armin.

—Porque... Todo estaba mal entre ellos... A Eren se le ha ido el control por completo y Mikasa está sola... —Suspiró de forma tendida— Tenía que haber venido...

—A Mikasa no hay que protegerla. Ella vale por todos nosotros y cien más.

—Hay algo, Reiner... De verdad... Hay algo que me deja intranquilo.

—¡Tú no te agobies, Armin! —Fue entonces Jean quien atrajo la atención de sus compañeros— A Mikasa le quedó claro que tenía que avisarnos ante cualquier cosa. Es cabezona y se cerrará a cal y canto, pero si las cosas estuvieran muy mal sabes que nos avisaría. —Se levantó entonces de su asiento para salir de la sala— Pero estaremos de vuelta antes de que nada pase, no te agobies. —Cerró tras de sí para salir a tomar un poco el aire. Las palabras de Armin no le sentaron bien y una pequeña duda se clavó en su ser. ¿Y si era cierto y Mikasa estaba en peligro? Sintió el agobio apoderarse de él de pronto. Un calor abrasador se hizo con todo su interior y sólo pudo exclamar una maldición antes de apoyarse sobre la barandilla exterior de aquella casa en la que se encontraban.

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Bajó del carro que paró frente a la casa que pertenecía a Mikasa. No era muy habitual que los soldados de su rango ya pudieran permitirse un hogar propio, pero a sus compañeros se les permitió poder optar a uno y Mikasa aceptó, cosa que a él nunca le quedó claro qué la llevó a querer tener un hogar propio.

Observó la fachada y se notaba que llevaba un par de meses sin movimiento. Se acercó al buzón, pues era su idea desde el inicio y tal y como esperaba, allí había unas cuantas cartas esperando a ser recogidas. Lo hizo él en su nombre y con ellas se adentró en la casa. Cogió aire con intensidad tras cerrar tras de sí para quedarse con todo el olor posible de la dueña del lugar. Se paseó por aquel salón que incluía también la cocina para pronto adentrarse en la habitación principal. La observó de arriba abajo, como buscando las pruebas que pudieran darle el nombre del hombre que había embarazado a su hermana.

Se acercó a oler las sábanas, ansioso por querer encontrar otro olor que no correspondiese con el de Mikasa. Nada. Se sentó sobre la cama y allí dispuso las diferentes cartas que había recibido en estos dos meses. Tres de Jean, otras tres de Armin y una cuyo nombre le dejó totalmente petrificado, pues la última noticia que tuvo de ella es que despareció por culpa de la ineptitud del equipo que la custodiaba. Aún así era la que menos le interesaba y se lanzó de llenó a por las de Jean, colocándolas por orden temporal y el inicio de la primera fue una bomba que le destruyó por completo.

Arrugó el papel con una ira nunca antes vista en él. Perdió el control de sus acciones, queriendo romper la carta en mil pedazos, mas cuando fue a hacerlo la dejó caer para agarrar el colchón de la habitación y lanzarlo por los aires. Estaba perturbado, totalmente ido y le daba asco imaginar que Jean y Mikasa habían yacido allí hacía unos meses. Gritó descontrolado y furioso.

—¡De entre todos, Mikasa! ¡De entre todos los tíos! —Pateó la mesita de noche hasta dejarla totalmente irreconocible.

Intentó calmarse. Se sentó sobre el esqueleto de la cama para intentar controlar su respiración. ¿Qué cojones pasaba con él? ¡Si debía darle las gracias a Jean! Si no hubiera sido por él ahora Mikasa no estaría embarazada, mas había algo que le molestaba profundamente. Algo que sentía que se le escapaba de su control, que era su propia hermana. Mikasa siempre estaba por y para él, ¿y si ahora con esta nueva situación se alejaba de él? Él la había sacado de su vida, ¡pero era para protegerla! No obstante ahora la necesitaba a su lado, necesitaba a esa criatura para poder seguir avanzando en su misión. ¿Y si por culpa de aquello no aceptaba? No, debía tranquilizarse. Mikasa estaba hecha para él y aquello no iba a suponer nada. ¡Ella no sentía nada por Jean! Así que con ser amable, decirle lo que quisiera escuchar iba a ser más que suficiente.

Se levantó con paso aún furioso para salir del lugar.

—Arreglad el estropicio y quiero que todas las cartas de Jean sean confiscadas.

—¿Las que vayan hacia Mikasa, mi rey?

—He dicho todas. —Su voz sonó tan letal que hizo que aquel simple guarda empezase a temblar— Todas las que vengan a su nombre quiero que me las hagáis llegar. Y todo lo que Mikasa escriba y todo lo que contenga la palabra Mikasa también.

Obtuvo un asentir general, el cual le sirvió para subirse a su carro y dar orden de avanzar hacia su siguiente tarea.

.

.

La ausencia de su periodo en todo aquel tiempo fue prueba suficiente como para confirmar la teoría del embarazo, mas ahora el casi no poder cerrarse el pantalón fue como la prueba final, la más palpable, la que se lo gritaba a viva voz. Se giró para observarse en el espejo, abriendo el pantalón de nuevo y subiéndose la camisa para ver si se le podía notar algo, pero no había mucho cambio en ella y hasta fue algo que la apenó. Pasó su mano derecha, cuya muñeca ya estaba recuperada, para palpar su fuerte y tonificada barriga. Tampoco es que fuera para tanto el cambio.

Cogió aire antes de volver a su faena de vestirse. Metió barriga y pudo abrocharse el botón y el cinturón, mas había que respirar y era cierto que era molesto sentir cómo el pantalón apretaba su cuerpo. Debía agrandar un punto al botón para no sentir cómo se le incrustaba hasta lo más hondo.

No tardó en salir para reunirse con el resto de su equipo, quienes la esperaban para comenzar a desayunar. En aquellos dos meses era cierto que habían hecho avances, sobre todo sus compañeros, pues eran quienes salían a sortear y a estudiar a los titanes. Sus sonrisas demostraban una emoción palpable ya que por fin Mikasa se les iba a unir.

—¿Listos? —Sus compañeros rieron por lo bajo, lo que no le sentó del todo bien a la capitana.

—Nosotros desde hace dos meses. ¿Y tú?

—¡Seh...! —Aquello sí que fue toda una sorpresa, mas la cara de felicidad de Mimi por aquellas neuras de Mikasa hizo que la risa se contagiase una vez más entre todos— Pero vamos a centrarnos. Tenéis que guiarme ahora mismo, que es mi vuelta tras casi dos meses. —Añadió observando su muñeca, la cual empezó a mover con emoción.

—¡Oye, oye! No es momento de estar jugando así con ella que sigue débil. —Mikasa la ignoraba, empezando a moverla con más rapidez— ¡Ackerman, por favor! —Uy, el uso del apellido sí que significaba que la doctora se molestaba de más.

Mikasa se estiró antes de iniciar el camino hacia el interior de la caseta principal para encontrarse con Hugo, mas ahora estaba ocupado hablando con su hija. Les observó en silencio, mientras aprovechaba para apoyarse en el marco de la puerta. Era muy tierno verlos hablar, disfrutar del tono y del raciocinio adulto que peleaba ante la lógica infantil de la pequeña Emma. Llegó a conversación iniciada y no tenía claro qué era lo que estaban discutiendo, pero con lo que quiso quedarse era con Hugo, con su actitud frente a todo. El mundo podía derrumbarse y no quedar nada en pie, mas si tenía a su pequeña a su lado todo iba a estar bien. La besó en la frente y la pequeña salió corriendo, no sin antes despedirse de ella con su tono animado de siempre. Mikasa correspondió.

—No sabía que estabas aquí ya.

—No quería molestar vuestra charla. Tampoco llevo mucho.

Hugo rió con debilidad antes de coger aire con algo de tensión, cosa de la que se percató Mikasa. Fue a preguntarle, mas él se adelantó para pedirle que cogiera asiento.

—Mira... Va a ser la primera vez que salgas con nosotros y aunque sé que Mateo, John y Mimi te han puesto al día... Olvídalo. —Mikasa ladeó su rostro con sorpresa— Los titanes no tienen ningún patrón y siempre actúan de forma diferente, por eso nunca hemos podido avanzar en nuestra propia misión.

Aquello sí que fue toda una sorpresa. Mikasa se cruzó de brazos y sin poder evitarlo sintió que se ponía en guardia. Llevaban dos meses allí, cooperando con ellos y supuestamente estaban siendo totalmente sinceros, igual que ellos, para de pronto saltarle con que tenían una misión propia de la que nunca antes se había comentado.

—¿Qué misión?

Hugo notó la guardia de la joven. Se sentó él ahora antes de coger aire con pausa, pues llegaba un momento crítico en el que toda salvación se podía ver truncada debido a la inevitable desconfianza que siempre guarda uno en su interior.

—Encontrar a Virginia.

No supo cómo reaccionar ante aquella respuesta y su mente rápidamente recordó la misma que le dio al día siguiente de entrar en su territorio, la cual estaba haciendo referencia era algo real y no a un eufemismo.

—Cuando me dijiste que estaba arriba era algo literal... —Susurró más para ella que para hacérselo llegar al contrario— Entonces... ¿Virginia es un titán?

Asintió con la cabeza agachada por la pena que aquello le producía— Virginia formó parte de los experimentos de Jimmy, quien empezó a investigar a los titanes por su cuenta. Desconozco desde hace cuánto, pero a los dos días de nacer Emma ella se enloqueció. Dijo que iba a hacerle daño a la niña y en un segundo... En una milésima de segundo... Se transformó.

Mikasa no estaba segura de si podía entender cómo se sintió aquella vez, pues en su caso fue paz y agradecimiento lo que sintió cuando vio a Eren salir del cuerpo de aquel titán. De pensar que había perdido a la única familia que le quedaba a saber que él aún seguía a su lado, fue maravillosamente esperanzador. No obstante, Hugo fue todo lo contrario y perdió a su esposa de verdad. Cuando aquello ocurrió nada sabían de que los humanos se podían transformar. Se le pinzó el corazón.

—Huyó por uno de esos pasillos y ya no he vuelto a verla... Pero sé que está ahí, que no se ha marchado. Y es un horror...

Mikasa alzó su mirada de pronto para analizar qué era lo que estaba pasando por la mente de Hugo y se quedó sin aire durante un segundo, pues en ningún momento había sentido la necesidad de contarle que había humanos que se podían transformar en titanes, cosa que le paró el corazón por no saber cómo decírselo. Sintió un calor abrasador consumirla en su interior, ¿cómo hacérselo saber? Ahora estaban en una batalla por ver quién soltaba el secreto más gordo y en su caso, no lo había hecho por guardarse nada, sino porque se le había ido por completo. No sintió que hubiera lugar a comentarlo porque nadie había hecho alusión a que esos titanes nuevos de los que hablaban se hubieran transformado delante de ellos.

—Hugo... Hay algo que no te he contado y que se conoce desde hace un largo tiempo. —La miró con una curiosidad matadora— Hay humanos que pueden transformarse en titanes. Y su punto débil es donde está ubicada la médula espinal de la persona original y por eso cuando cortamos, los matamos.

Hugo rompió a carcajear como nunca antes se había visto, ya no sólo Mikasa, sino cualquier persona que le conociera. Se apoyó en el respaldo de la silla sin poder dejar de reír. Mikasa se había pasado con la broma, mas su risa se vio cortada por la seriedad de la joven. Carraspeó con cierta fuerza para intentar recobrar un poco la compostura perdida.

—Me estás jodiendo, ¿verdad? —No hubo respuesta, lo que hizo que golpease la mesa con furia— ¿Me estás diciendo que todos esos monstruos son personas como tú y como yo? ¿Qué hemos estado matando a gente sin parar uno tras otro y que nos devoran para qué? —Ante eso último Mikasa sólo negó— Estás de puta coña.

Se levantó de su asiento mientras se rascaba la cabeza con fuerza, como si con ello intentase colocar las ideas que se les había saltado por lo añadido de la capitana.

—¿Y por qué no me lo has dicho antes? ¿Por qué has esperado hasta ahora?

—Lo olvidé.

—¿Qué lo olvidaste? Vienes aquí, te haces a mi gente, te curamos y os tratamos de la mejor manera po...

—¡No me vengas con esas, Hugo! —Cortó de pronto mientras se alzaba también de su asiento— No vengas a culparme ahora de omitir información cuando habéis sido vosotros los primeros. Venimos de fuera de estos muros, sabemos mucho más que vosotros menos de lo que se cuece aquí, ¡no somos vuestros enemigos! Queremos llevaros a zona segura para que podáis vivir en calma.

—¿Calma? ¿Qué calma, Mikasa? —Se aproximó a la contraria con rapidez para ponerse frente a frente con ella— ¿Qué calma me queda a mí sin mi mujer?

—Tienes una hija, Hugo. No lo olvides. Ella te necesita para poder vivir una vida plena, lo más plena posible en este mundo.

—¿Qué harías si a ti te falta el padre de tu bebé?

Mikasa tragó saliva ante la pregunta, pues en ningún momento había pensado cómo iba a ser su vida si llegase el punto en el que a su hija le faltase su padre, aunque en la actualidad ahora mismo era algo desconocido para todo el mundo de su círculo a excepción de sus compañeros de misión, por lo que su hija ahora mismo no tenía ese apoyo paternal.

—Hugo... Que me falte el mundo, pero no mi bebé.

Sus palabras salieron pesadas, como si acabaran de atacar a una leona que estaba defendiendo a su criatura. Se posó su mano derecha sobre su vientre y tras aquello se dispuso para prepararse y salir por fin ya al exterior.

—Mikasa. —La llamada giró levemente— Mi hija... Creo que también se puede convertir... Al final iba en la sangre... —Fue lo último que pudo decir antes de romper a llorar.

—¿Qué quieres decir? —Esperó a recibir respuesta, pero el llanto del contrario era tan fuerte, que no se la ofreció en ningún momento— Hugo, ¿qué quieres decir? —No era del todo buena consolando a la gente, pero el problema era que aquello que Hugo acababa de decirle empezó a rebotar por el interior de su mente como un balón. Podía intuir qué era lo que quería decir, pero no quería creerlo. Se acercó a él, apoyando su mano en el hombro ajeno para observarle llorar totalmente destruido— Hugo...

—Esos titanes son diferentes... No se les puede derrotar como a los que conocemos, pero es que... Son controlados por una voz... Me lo ha dicho Emma, que le escucha ordenarles...

Aquello parecía surrealista. Mikasa se alejó de su compañero para salir del lugar. Temblaba por dentro sin ningún tipo de control y en su cabeza no dejaba de rebotarle todo lo que Hugo acababa de decirle. Era todo peor de lo que podía llegar a imaginar y el simple hecho de que aquel poder pudiera heredarse a través del embarazo le hacía perder el control de su respiración.

Estaba tan perdida en sus pensamientos que fue incapaz de percatarse de que Emma estaba delante suya, chocando con la pobre nena sin ningún tipo de cuidado. Mikasa casi cae de golpe contra el suelo, mas sus reflejos la ayudaron a poder amortiguar un poco el golpe de la caída, mientras que Emma sí que caía con algo de fuerza contra el suelo de culete.

—¡Emma, perdona! —Se disculpó apenada, mientras se acercaba a la pequeña para ver que todo estaba bien en ella— ¿Te has hecho daño?

Emma negó con rapidez a la vez que intentaba aguantar las lágrimas— Estoy bien... No es nada.

—Algo de daño te has hecho... —Ayudó a levantarse a la pequeña con cuidado a la vez que ella se sentaba sobre sus piernas para observarla con atención— Si te duele algo vamos a ver a Mimi, que es una médica increíble.

Emma negó con rapidez, mientras le sonreía con debilidad— Ya os queda poco de misión... —Hizo un puchero sin poder evitarlo— Y no quiero que os vayáis.

—¡Oh, no te preocupes! Si nos iremos todos juntos.

—No todos... —Mikasa entrecerró sus ojos con preocupación, puesto que el tono de la nena dejaba de ser inocente y deprimido para pasar a ser uno completamente extraño— Dice que en medio mes será el momento...

—¿Quién dice eso?

—No lo sé. No conozco la voz.

—Oye, Emma... —¿Cómo se debía hablar con una niña que escuchaba voces y según la teoría de su padre era por un poder de titán transmitido a través de su madre?— ¿Es voz de mujer? —La nena negó con rapidez— ¿Y habla mucho? —Volvió a negar de nuevo— Entiendo...

—Sólo da órdenes. Y la última es que hay que destruir lo que no sirve.

—¿Y eso es aquí?

Emma asintió con pausa— Sólo te quiere a ti, a tu bebé y a mí. El resto es eliminable.

Mikasa se levantó totalmente aturdida. Se apoyó en la pared de la caseta que quedaba a su lado, intentando recuperar el ritmo de su respiración, pero aquellas palabras de la niña fueron una bomba destructora para su ser al completo. Quería convencerse de que era una broma de muy mal gusto infantil, lo que habría creído si no fuera por el comentario de Hugo, no obstante, Emma era una niña demasiado pequeña como para ser capaz de hacer uso de este tipo de humor tan hiriente y desgarrador, aunque nada de lo dicho tenía ni pizca de gracia.

Hugo salió con su cara desencajada, la cual se desencajó aún más al ver el estado de pánico en el que se encontraba la morena.

—Hugo... —Le llamó con un hilo de voz imperceptible— Estamos en peligro...

Chapter 11: CAPÍTULO 10

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La tensión del ambiente se podía cortar con un cuchillo. Mikasa, acompañada por sus compañeros, observaba distante, angustiada y desconfiada a los supervivientes con los que hacía más de dos meses que estaba compartiendo lugar. Ellos la observaban de igual manera, como si de pronto un nuevo muro se hubiera formado entre ambos grupos. Nadie hablaba, pues era como si cada uno estuviera pensando qué era lo que debía decir y ante eso, quién era el apropiado para empezar a hablar.

Mikasa fue la que se atrevió a dar el primer paso. Notaba como su interior seguía temblando tras las palabras de Emma, de las cuales nació un miedo indescriptible. Se sentía cruel porque no sentía que hubiera mentira en las palabras de la niña y ante eso, lo único que quería era que sus compañeros fueran los que sobreviviesen. Se levantó de su asiento, cogió aire y les dedicó una amenazante mirada a todos los presentes.

—¿Todos sabíais lo de Emma? —Nadie respondió y los menos fuertes esquivaban la mirada con ella. Golpeó la mesa con fuerza, sobresaltando a algunos de los presentes— ¡Todos sois cómplices!

—Mikasa. —Oriel la llamó con un pequeño hilo de voz— Tienes razón en todo lo que estás pensando. Venís aquí con el deseo de querer salvarnos y nosotros, lejos de ser de ayuda, estiramos todo lo posible el contar la verdad. Nuestra verdad. Os hemos estado ocultando la máxima información posible porque... —El mayor cogió aire antes de dibujar una sonrisa en su rostro— No queremos salir de aquí.

Aquello fue una bala directa al interior de los cuatro compañeros. Mikasa negó levemente mientras apretaba sus puños con fuerza, pues le era totalmente imposible creer algo así. Y de pronto se sintió romper, como si toda la misión se estuviera desmoronando en sus manos. Había pasado por mucho y desde el principio todo había ido mal, ¡pero se negaba a creer que había perdido dos meses en vano! No se iba a ir con las manos vacías y su deseo ahora era el de querer salvar a aquella gente. Sus rostros eran inertes, pero se mantenían por los niños que habían nacido allí. Llevaban siete años bajo tierra, perdiendo totalmente la cordura a día pasado.

—¡Mentira!

—No lo es, Mikasa.

—¡Lo es! Perry quiere salir de aquí, de estar vigilando los muros, ¡cómo muchos de vosotros! Igual os habréis acostumbrado al temblor de los pasos de los titanes, a escuchar su eco tenebroso y a la luz artificial de las velas, ¡pero eso no es vida! Hugo, ¿quieres que tu hija viva aquí por el resto de su vida? ¿Qué futuro os espera aquí?

—¿Y allí? —Fue Matilda quien cortó ahora a Mikasa. La miraba con su rabia inicial de cuando se conocieron, mas ahora tenía algo de pesar en ella, como si estuviera a su límite— No sabes cómo es Luto ni todo lo que nos ha hecho.

—¡Porque no nos lo habéis contado! —Gritó a pleno pulmón, totalmente cansada de aquellas acusaciones vacías sin ningún tipo de respuesta— ¿Cómo vamos a saberlo si sólo os habéis limitado a ocultarlo todo? En dos meses, ¡dos meses perdidos de nuestra vida! Habéis contado que Virginia fue parte de los experimentos de Jimmy y que a los dos días de parir enloqueció, convirtiéndose en titán y que Emma tiene esos poderes heredados desde el nacimiento. ¡En dos meses y de lo último me entero hace unos minutos! —Hablaba con coraje y rabia por haber sentido que no había hecho bien su trabajo desde el principio. Si la confianza era algo que debía conseguir, ¿qué había hecho mal? Pensaba que haber ayudado a la gente habría sido más que suficiente, pero en absoluto.

—Luto nos vendió, Mikasa. —Oriel se pasó una de sus manos por sus ojos, queriendo evitar al máximo que las lágrimas recorriesen su rostro— Luto sabía del laboratorio secreto de Jimmy y entre ambos fueron investigando a los titanes. La gente que desaparecía era aquella que no se echaba de menos. Una por aquí, otra por allá y los avances los iba probando Virginia. La caída del muro supuso un problema para ambos, aunque de esto no puedo decir que sea verdad al completo. ¿Dices que los humanos se transforman? —Mikasa sólo asintió— Aquí no les hemos visto volver a su estado original, por mucho que les hayamos observado...

—Son una mente colmena. —Aportó ahora Matilda al ver cómo Oriel se iba derrumbando más y más— Parece que siguen órdenes de una voz maestra y se mantienen con ella hasta que esa voz vuelve a ordenar. Su orden ahora es vigilar la salida del sótano de la casa de Jimmy, nuestra única salida dentro del muro. ¿Cómo sacamos a más de setenta personas si no podemos en zona interior? ¿Crees que daría tiempo desde el exterior? Por eso al final nos hemos convencido y aquí no estamos mal, ¡nos hemos hecho a esta vida!

—Esta vida se acaba, Matilda. Esa voz se lo ha dicho a Emma. —Aquella afirmación sólo consiguió que Hugo se levantase de su asiento para dirigirse hacia Mikasa totalmente ido. La cogió de sus brazos con fuerza y la arrastró hasta la pared. Su rostro estaba totalmente ido y sólo respiraba furioso, como si se tratase de una fiera totalmente provocada.

Mateo puso su cuchilla sobre el cuello del contrario, lo que hizo que el resto de gente se pusiera en guardia. Matilda, Tommy y algunos más también se armaron con rapidez y ahora todos se encontraban esperando a ver quién era el que iniciaba la chispa para que todo saltase por los aires.

—¡Parad, por favor! —Gritó entonces una pequeña voz que lo observaba todo desde el umbral de la puerta. Lloraba desconsolada por el miedo que le estaba dando ver a tantos adultos de manera tan terrorífica, amenazándose con las armas y preparados para matar si era necesario.

Hugo soltó a Mikasa nada más escuchar la voz de su hija. Corrió hacia ella para pronto empezar a susurrarle cosas con tono nervioso. La abrazaba con fuerza sin poder consolar a su pequeña hija.

—No miente... —Emma cortó las órdenes que su padre le estaba dando— La voz del hombre dice que en medio mes habrá que destruirlo todo y sólo tenemos que quedar Mikasa, su bebé y yo... —Hugo rompió a llorar a la vez que negaba y volvía a explicarle que aquella voz, que lo que decía, no era real y seguramente estuviera mintiendo para meterle miedo. Emma volvió a negar, esta vez con más intensidad.

Mateo, John y Mimi miraron a Mikasa totalmente helados. Cuando Hugo salió y vio el rostro de Mikasa, sólo pudo dar una alarma para reunir a los más fuertes del lugar y aún no se habían enterado de qué era lo que estaba pasando.

Mikasa se estiró un poco para deshacer un poco el golpe que había recibido contra la pared— Yo no voy a perder a mis compañeros. Y tampoco a esta gente que vive aquí de forma inocente. Si vosotros os queréis quedar, perfecto. Pero preguntadle a la gente qué es lo que quiere, si de verdad se quieren quedar aquí o si quieren salir y empezar una nueva vida.

—No hay nueva vida, Mikasa... —La mencionada observó a Hugo llorar con desesperación— Luto no nos quiere a ninguno de nosotros, ¿no lo ves? Quiere a mi hija porque sabe que es el resultado directo de sus investigaciones. ¡Nos quiere para seguir experimentando! Y te juro que antes de eso, prefiero morir aquí abajo.

No había caído en nada de eso, por lo que sólo pudo agachar su mirada al sentirse tan patética. Claro, Emma seguramente era la primera bebé que había nacido con aquella condición de titán, lo que hacía que fuera un sujeto súper importante para aquellos que buscaban seguir con la investigación. Observó a la nena llorar sin parar, totalmente aterrorizada por toda la situación y sintió mucha pena.

—Pues muere.

Hugo la observó incrédulo antes de chasquear con molestia— ¿Me vas a matar? —Su voz sonó agria. Se levantó para caminar hacia la morena una vez más, quien se mantuvo en guardia en su sitio.

—¿Quién dice que el embarazo llegó a término? ¿Y quién que tú eres Hugo? ¡Matilda está irreconocible en comparación a sus fotos de hace siete años! ¿Creéis que os reconocerían? Cortaos el pelo e intentad coger una identidad ajena y empezad de cero. Qué pena para Luto, ¿no? Su investigación conjunta con Jimmy se ha ido a la mierda. ¡Porque esa es nuestra misión, chicos! —Miró ahora a sus compañeros— Ser unos peones que como idiotas han venido a sacar a una sujeto de vital importancia, ¡la primera niña que nace con poderes de titán!

Mateo, Mimi y John no sabían cómo debían reaccionar ante aquello. Iban a reconocer un terreno para luego pasar a querer salvar a unos supuestos supervivientes y ahora, era descubrir que entre ellos existía una niña que había nacido con poderes transmitidos, algo totalmente horrible para cualquiera que se lo contase.

—¿Eso puede ser? —La voz de Hugo cortó con los pensamientos de los principales presentes, quienes le observaron con interrogante.

—¡No, Hugo! Eso es imposible. —Matilda caminó hacia él para querer sacarle de aquellos pensamientos que estaba teniendo— ¡No va a salir bien, lo sabes!

—Pero tiene razón, Matilda. Nadie sabe que Emma nació y tenemos a muchos niños nacidos en estos siete años, ¿qué vamos a perder?

—¿La vida, tal vez?

—¿Qué vida, Matilda?

Matilda negaba sin poder para de renegar todo lo que existía ahora mismo sobre la faz de la tierra. Gritó desesperada antes de volver a sentarse en su silla bajo la atenta mirada de Oriel y Hugo.

—¿Hay algún plan? —Preguntó ahora Oriel abrumado por la cantidad de cosas que acaban de suceder.

—Decís que los titanes siguen órdenes y que la que tienen es la de vigilar constantemente la salida del sótano. —Mikasa se abrazó a sí misma mientras pensaba en algo. Cerró sus ojos intentando imaginar esta situación con Armin a su lado, ¿cómo lo abordaría él? Dejó caer sus hombros con cierta pesadez, pues estaba claro que no era algo hecho para ella.

—¿Y si lanzamos cebos? —John habló por primera vez, dirigiendo todas las miradas hacia su persona— De todos los presentes, sólo nos reconocerían a nosotros cuatro en caso de que estemos siendo vigilados, por lo que el mayor cebo ahora mismo es Mikasa, la única que podría salir de aquí y que no atacarían porque es uno de los objetivos de esa voz, que me puedo hacer una idea a cargo de quién corre.

—¿Quién? —Mikasa no pudo evitar preguntar.

—Jimmy. Si él es el que estuvo investigando es la mente central de todo. Y el que te quiera a ti es porque Eren se lo ha pedido y ahora le interesará tenerte a su lado.

—No tiene ningún sentido, John. ¿Cómo va a saber que estoy embarazada? —Cuestionó ahora nerviosa.

—Por los análisis, Mikasa. —Aportó ahora Mimi antes de tragar saliva— Si hubieras seguido el protocolo esta misión no se habría llevado a cabo, pero la adelantaste y te hiciste las pruebas la mañana de partir, así que de ser positivo ya llegaban tarde y seguramente se lo habrán dicho.

Mikasa caminó ahora hacia su asiento, tapándose el rostro con sus manos para intentar procesar toda la información que sus compañeros acababan de dar.

—Y sabes qué significa eso, ¿no? —Mimi apoyó sus manos sobre los hombros ajenos— Si Eren sabe lo que aquí se hacía...

—¡Cállate! —Gritó aterrorizada ante la idea de lo que Mimi quería añadir. Empezó a temblar por dentro, notando como de nuevo su ser perdía el control por completo. El calor y el frío se mezclaba en su interior, creando una sensación de agonía imposible de mantener. Cerró sus ojos con fuerza sin poder controlar el movimiento nervioso de sus piernas para empezar a hacerlo. Empezó a rogar y a rezar una y otra vez que Jean volviera cuanto antes para poder sacarla de aquel pozo agónico del que se había metido, como si él fuera el único salvavidas que actualmente había en su vida.

—Está bien. —Matilda se levantó una vez más de su asiento para caminar hacia Hugo y Emma— Tenemos medio mes para prepararnos y marcharnos de aquí. No vamos a sobrevivir todos, pero los que lo hagan, que nos recuerden y vivan por nosotros. —Acarició los castaños pelos de la niña, a quien le dedicó una amplia sonrisa seguida de un guiño amistoso— Coged la identidad que más afín os sea y preparad la salida.

—Haremos dos grupos. —Mikasa cruzó los dedos de sus manos para observar a Oriel con atención— Nos dividiremos y un grupo saldrá por el exterior y el otro por el interior. —Matilda fue a responder, pero Oriol se lo impidió— Los más débiles y lentos saldrán por el exterior, quienes luego bordearán el muro hasta el portón; los más rápidos y fuertes por el interior para atraer la atención de los titanes al sentido contrario del portón. A muchos no podremos matarles, pero lo intentaremos a la vieja usanza para eliminar a los posibles que sean originales.

No parecía un mal plan el cual, dentro de las posibilidades que había, era lo mejor que tenían. Mas sabían que debían ser muy rápidos y quienes salieran por el interior debían estar centrados y ser conscientes de que tenían a sus espaldas la vida del resto de la gente. Horrible y complicado, con muchísimas bajas aseguradas, pero era lo más cercano que tenían a un rayo de esperanza, algo que desde hacía siete años no habían sentido ni una sola vez. Ni de cerca.

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Todo el mundo salió aturdido de aquella reunión de emergencia a excepción de Mikasa y de Oriel, quienes se quedaron en sus asientos en completo silencio. Oriel observaba a la joven con cierta pena por los comentarios que había escuchado y no pudo evitar levantarse para sentarse al lado de la misma. La observó mirarle con sorpresa y su rostro estaba lleno de lágrimas.

—Hugo me lo contó. —Mikasa entrecerró sus ojos con curiosidad al no entender qué era lo que estaba queriendo decirle— Lo de que tu hermano es el rey. —La vio hacer un puchero de nuevo y sólo pudo abrazarla con debilidad— Mira, pequeña, una madre se vuelve una bestia cuando se trata de su criatura. Se pone el mundo por montera y no hay ser divino que la pare. Y eso vas a ser tú. —La escuchaba gimotear con debilidad— Tu bebé estará a salvo porque tiene a una madre súper fuerte que va a darlo todo por protegerle, ¿verdad? —Mikasa ahora aceptó el abrazo, dejándose arropar por los débiles brazos del anciano— Un embarazo debe ser una experiencia feliz para una madre que lo desea, aún siendo una sorpresa, por eso no tiene que dejar que la hagan pequeña, al contrario. Mikasa, tienes que ser fuerte. Terriblemente fuerte porque el mundo es un mundo cruel. No puedes dejarte caer, esta pesadilla empieza ahora y durará hasta el final de todo. —Empezó a acariciar su liso y negro cabello con cariño, dejando que se desahogase.

—Está todo mal conmigo, Oriel... Aunque quisiera, yo no puedo sola contra el mundo.

—Que te lo crees tú, pequeña. —Sonrió de forma casi imperceptible— Cuando tengas a tu criatura, cuando la cojas por primera vez, verás el poder que tienes realmente y cómo el mundo se hará pequeño bajo tus pies. Esa bestia se mostrará tal y como es, te lo aseguro.

Se apartó del hombre con suavidad, limpiándose las lágrimas una última vez antes de mirarle con agradecimiento. Oriol cogió su rostro con sus manos para posar un débil beso en su frente, acto que la pilló totalmente por sorpresa, pues nunca había recibido un beso así. Había visto a gente recibirlos, mas nunca se había cuestionado cómo debía sentirse y por primera vez sintió la calidez que aquello aportaba. Agarró las manos contrarias para acariciarlas. Era su manera de dar las gracias.

—A todo esto... —El cálido y familiar ambiente que se había formado entre ambos se vio disuelto por Mikasa— ¿Puedo ir al laboratorio de Jimmy?

—Claro, pero no queda mucha cosa. En estos siete años lo hemos puesto patas arriba muchísimas veces.

—¿Y no había documentos ni nada?

—¡Oh, claro! Están todos aquí. —Oriel se levantó con su máxima rapidez hasta uno de las estanterías que habían creado durante su estancia bajo tierra. Cogió unas cuantas carpetas llenas de papeles dados de sí y las puso delante de Mikasa— Esto es todo lo que encontramos. ¿Quieres estudiar?

Mikasa negó con debilidad— Me las quiero llevar. Yo no entiendo nada de esto, pero conozco a una persona que esto le vendría genial para investigar.

—¿En serio?

—Si pudo crear a los titanes... Supongo que se podrán curar, ¿no? —Cuestionó levantando sus hombros de forma interrogante, hecho que fue seguido por el mayor y ambos se quedaron asintiendo casi de forma automática.

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Los grupos ya estaban hechos. La base subterránea se había quedado totalmente desolada tras haber sido recogida casi en su totalidad. Ellos llevaban casi tres meses allí y el pinchazo de ver el lugar vacío era muy real. Vacío y lleno a la vez de pánico, el cual se iba haciendo cada vez más palpable a medida que se acercaba el día que Emma había oído decir a aquella voz.

Se terminaron de preparar. El pantalón de Mikasa ya no podía ceder más puntos al botón, por lo que habían tenido que improvisar una especie de cinturón que le protegiese toda la zona abdominal. Su barriga ya empezaba a notarse, aunque podía ocultarla un poco más de tiempo si la situación lo requiriese, y era lo último que necesitaba para ser plenamente consciente de que su cuerpo ya estaba dando pasos agigantados para el cambio. Y eso la ponía nerviosa. Muy nerviosa. Notó la mano de Mateo sobre su hombro derecho y al mirarle pudo ver que le ordenaba el inicio de la misión.

Comenzaron a caminar para encontrarse con Tommy, Matilda, Hugo y el resto de compañeros. Les esperaban con cierto nerviosismo, pues hasta ellos empezaron a percatarse de que había llegado el momento de la verdad. Sus rostros habían cambiado, ya no sólo por la esperanza, sino por aquellas nuevas apariencias que habían adquirido para empezar una nueva vida lejos de todo aquello. Cuando les vieron llegar, empezaron a ascender por el pasillo que daba lugar a la casa de Jimmy.

A medida que se iban acercando el sonido de los pasos se iba haciendo cada vez más y más palpable, cosa que no dejaba de atormentar a los tres exploradores que llegaron allí hacía más de dos meses. Al retumbar de los pasos se les unía un quejido extraño que sólo aumentaba más la tensión entre la mayoría de los presentes a excepción de Mikasa, la cual ya estaba bastante hecha al terror de los titanes.

Empezaron a colocarse según la formación. Todos se dispusieron en dos filas pegadas a las paredes de aquel pasillo menos Mikasa, la cual acomodó su equipo tridimensional mientras miraba al resto de la gente posicionarse. Cuando le dieron el visto bueno cogió aire para abalanzarse sobre la trampilla.

Todo fue en una milésima de segundo y bajo la atenta mirada de todos aquellos titanes, salió a toda velocidad.

Chapter 12: CAPÍTULO 11

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Salió disparada desde el agujero de la trampilla y rápidamente se percató de que los titanes la observaron con atención, como si la estuvieran analizando para ver si debían o no atacar. Ella no lo pensó y salió disparada de la casa para poder rodearles, posicionándose sobre uno de los tejados más cercanos a ella y cuando se percató de la atención recibida, gritó para anunciar al resto de la gente que salieran.

Lo hicieron como lo habían apalabrado, aunque sin práctica la cosa podía ser diferente. El inicio fue tal y como planearon y poco a poco fueron saliendo de aquel agujero de forma estudiada. Mikasa observó cómo sus compañeros lograron salir y con ellos Tommy, Matilda y Hugo, mas cuando ya habían salido más de la mitad uno de los titanes golpeó el agujero, haciendo que las primeras bajas empezaran a ser reales. Hubo gritos ahogados, los cuales se intensificaron cuando vieron que los titanes empezaban a escarbar en el agujero, empezando a sacar cuerpos, algunos con vida y otros sin ella.

Mikasa se abalanzó sobre ellos, atacándoles donde sabía, mas fue inútil. La herida se curaba en segundos. El titán atacado palmoteó su nuca con furia, pero Mikasa pudo esquivarlo sin problema, aunque por el camino observó como un par de titanes se acercaban a ella. Los esquivó también con facilidad hasta posarse en un tejado más alejado. Los que lograron salir la siguieron y vieron como todos los titanes presentes centraban su atención en ellos.

—¡Tenemos que alejarles cuanto antes! —Gritó Mateo con todas sus fuerzas.

Pudieron contar ocho custodiando la casa y otros tres grupos venir por las calles que daban acceso a la misma. Por el momento no se veía a ningún excéntrico cerca, cosa que daba hasta tranquilidad. Los observaron dirigirse hacia ellos, tal y como tenían pensado que iba a ocurrir.

Todo parecía estar marchando bien, iban alejando a los titanes según querían. Los más fuertes se iban a encargar de ser el cebo para ellos y los menos, de asegurar la entrada y seguridad del grupo que estaba fuera del muro.

Iba todo bien y hasta hubo alguna que otra caída titán, por lo que con ello se confirmaba que era cierto que los titanes estaban mezclados entre ellos. Mikasa les observaba con atención, intentando buscar los puntos débiles, intentando atacar por todas partes sin parar cuando tenía ocasión. Cortaba las piernas de arriba abajo y luego lo intentaba con los brazos, pero se regeneraban con una velocidad pasmosa. Intentó cortar algún que otro cuello, pero ante aquella zona los mismos se protegían, demostrándole tener consciencia de qué era lo que intentaba, por lo que igual el cuello era una zona débil.

Se acercaron al bosque principal del lugar, aquel en el que se adentraron el primer día de la misión. Decidieron hacerlo para poder emboscarles y poder tener la seguridad de los árboles en caso de encontrarse con algún problema por el camino. Se posaron en grupos en las ramas más altas, viendo como los titanes les observaban y estiraban sus brazos para darles alcance.

—En ese aspecto no se diferencian mucho de los de fuera. —Comentó Mikasa a Mateo, quien se puso a su lado y los observaba con la misma atención que ella.

—¿Cómo estás?

—Bien. Un poco cansada de más, pero me mantengo bien.

—Has hecho la loca. —La regañó con molestia ahora que centraba su mirada en ella.

—Intentaba encontrar un punto débil.

—¡No es el momento!

—¡Lo es, Mateo! ¿Y si pasa cualquier cosa? Deberíamos estar preparados para poder llevar a cabo un contraataque.

—Para lo que debemos estar preparados es para cuando veamos al resto de la gente aproximarse al portón, dar orden de que se abra e ir cagando leches.

—Que sí, que sí... —Suspiró con pesar ante la regañina que su compañero le estaba ofreciendo. Dirigió su mirada hacia la parte del muro por la que debía aparecer el grupo y su corazón empezó a latir con fuerza al no ver movimiento. No dependía de ella, mas era cierto que se sentía intranquila ahora que no tenía el control al completo. Quería ir hacia allí para ver si todo estaba bien, pues tampoco era normal que aún no hubiera aparecido nadie— ¿No están tardando mucho?

Mateo tampoco estaba tranquilo con la tardanza de ver aparecer a la gente. Su mirada estaba dirigida al mismo lugar y su corazón parecía que se le iba a salir en cualquier momento. No fue mala decisión la de dividir los grupos, aunque por su parte ya se habían quedado muy cojos y la mitad del equipo ya estaba perdida, así que el otro, compuesto por mayores, niños y aterrados, no es que fuera a tener una tasa mayor de supervivencia. Apretó sus manos con fuerza, deseando que pronto empezasen a aparecer.

—Si no aparecen deberíamos ir. —Añadió Mikasa ante el silencio de su compañero.

—Mikasa... Ya sabes qué grupo es y si nosotros hemos perdido a más de la mitad, ellos...

—¡No puedo quedarme parada, Mateo! —Gritó preparándose para saltar y dirigirse hacia la tabla, pero un silbido la paró de golpe.

La tabla se movió y poco a poco empezaron a aparecer diferentes personas, todas ellas aterrorizadas. Tal cual salían se arrimaban al muro para empezar a caminar hacia el portón. Lo hacían en fila india y con la máxima velocidad que podían. Uno tras otro empezaron a salir y por lo que parecía a simple vista, estaban teniendo más suerte que ellos. Mikasa suspiró aliviada antes de devolver su mirada hacia los titanes que tenía bajo sus pies. No eran nada diferentes a los que había fuera de los muros y hasta parecían tener la misma inteligencia, mas poco a poco se empezaron a mostrar más atentos a sus movimientos para adaptarlos a ellos mismos, pues uno de ellos empezó a escalar con lentitud.

—Tenemos que cambiarnos de árbol, Mikasa. —Sólo asintió, siguiendo a su compañero hasta la copa del que había al lado del que estaban.

—Mateo... —El llamado sólo respondió con un débil sonido— Tengo miedo.

Se giró para observarla con atención. No parecía deprimida ni que hubiera perdido ni un ápice de su característica frialdad, pero aquello le llamó la atención y sólo pudo abrazarla con fuerza— Oye, todo irá bien, ya verás.

—No es por la misión, es por Eren. —Se apartó de los brazos contrarios con suavidad, pues tampoco es que pretendiese ser descortés por la amabilidad de su compañero y, además, esos brazos no eran tan fuertes ni la hacían sentir tan protegida como los de Jean— Cuando la misión acabe... ¿Podemos seguir manteniendo el contacto los cuatro?

Mateo rió con debilidad antes de darle un leve golpe en su hombro derecho— La verdad es que ninguno de los tres queríamos alejarnos de ti. Eres difícil de entender a la primera, pero cuando se te conoce, aunque mantienes ese lado enigmático y por el cual nunca sabes qué estás pensando, eres totalmente diferente. Tienes un humor horrible y a veces estaría bien que te rieses más, pero la vida te lo está poniendo difícil. Te hemos cogido cariño y la verdad es que hasta queremos conocer a tu bebé cuando nazca. —Le guiño entonces un ojo con complicidad— Hasta que vuelvan tus amigos, nosotros podemos ser parte de tu mundo.

—Y aunque ellos vuelvan... —Añadió con agradecimiento, pasando ahora a darle un golpe en su hombro.

Dirigieron su mirada una vez más hacia el grupo de gente, quienes iban avanzando a buen ritmo y todo parecía ir según lo planeado, no obstante, fue pensarlo y empezar a sonar las alarmas del muro. Aquello alertó a todos los presentes, mas no por el sonido de las campanas, sino por la actuación de los titanes, quienes dejaron de lado su fijación en ellos para empezar a tomar el rumbo hacia el grupo de supervivientes. Empezaron a correr con una velocidad nunca antes vista ni para los veteranos del lugar.

Salieron hacia ellos con toda la rapidez posible, pero la actitud titán había cambiado por completo. Empezaron a gritar a los supervivientes para que empezasen a correr con todas sus fuerzas, mas aquello fue infructuoso pues los mayores empezaron a caer por los nervios y el pánico de la situación. Los soldados que habían sobrevivido se abalanzaban sobre los titanes, quienes les ignoraban. Mikasa, Mateo, John, Mimi, Tommy, Matilda, Hugo y el resto peleaban por impedir que llegasen. Atacaban a los pies y a veces conseguían que alguno cayese, pero estaban siendo totalmente ignorados. La gente empezó a dispersarse por el pánico, lo que hizo que algunos soldados tuvieran que socorrerles, empezando así a sumarse las bajas. Algunos titanes ya llegaron al grupo y empezaron a atacar a los supervivientes.

Y aquello fue demoledor, pues no tenían la orden de devorarlos, sino de matarlos. Los titanes empezaron a lanzar los diferentes cuerpos y los gritos se iban apagando cada vez más rápido. Mikasa y Mateo seguían con su idea de atacar sus piernas, pero su recuperación era mucho más rápida de lo que esperaban y antes de caer casi que estaban volviendo a levantarse. Empezaba a ser frustrante, así que la única solución ahora era salvar a los máximos posibles.

Mikasa ordenó cambiar el plan de ataque e intentar recoger a la máxima gente posible, pero pronto le hicieron saber que era inútil.

—¡Mikasa! —Escuchó a Oriel gritarle desde la lejanía. Acudió con una velocidad pasmosa y el hombre, entre lágrimas, le encargó la protección de dos niños que estaban bajo su guardia— ¡¡Llévate a los niños!! Ellos valen más que nosotros para el futuro.

—¡Pero...!

—¡Nada, Mikasa! No podemos hacer nada, así que salvad a los máximos niños posible. ¡Nosotros sabíamos que podía pasar! —Oriol le hizo cargar con uno de los niños al frente, el más pequeño, y el más grande se lo subió a la espalda— Mikasa... Mil gracias... Y cuida mucho de tu bebé... No dejes que este mundo acabe contigo... Eres más fuerte de lo que piensas, mucho más fuerte... Y mira que sabes que lo eres... —Volvió a posar un último beso en su frente— ¡Va, vete! ¡¡Marchaos!!

—¡¡Chicos!! Coged a todos los niños posibles y marchemonos. —Ordenó intentando mantener la máxima compostura posible. Empezó a desplazarse entre los edificios, sorteando a todos los titanes posibles, para llegar cuanto antes hacia el portón, el cual empezaba a abrirse con lentitud. El llanto de los niños empezaba a ahogarla y el peso de ambos no le permitía ver cómo estaban yendo sus compañeros.

Llegó al portón, cuyo aún faltaba para que se abriese, no obstante podía escuchar diferentes voces nerviosas recibiendo diversas órdenes para poder llevar a cabo la salvación de los supervivientes. Cuando posó sus pies en el suelo, se agachó para hacer que los niños pasaran por debajo. Ordenó que los cuidasen, que eran supervivientes, mientras volvía a su misión de ayudar al máximo número de personas, pero al girarse no pudo evitar quedarse congelada. Mimi llegaba con dos hermanos sobre ella, seguida de John y tras él Mateo. Tommy ya había sido alcanzado por uno de los titanes y Matilda y Hugo estaban siendo seguidos muy de cerca. Quiso abalanzarse para ayudarles, pero Mimi la paró. Su mirada la hizo entender que era un acto suicida y de pronto uno de los titanes estiró su brazo para agarrar a Hugo, quien llevaba a Emma sobre sí, pero Matilda se interpuso ante aquel ataque y su cuerpo salió volando hacia el muro. Hugo no quiso mirar y sólo pudo acelerar un poco más.

El portón estaba cada vez más abierto, consiguiendo que Mimi entrase a los niños, mas de pronto Mikasa la empujó para que entrase también, siendo recogida por diferentes soldados del interior. Repitió lo mismo con John y Mateo directamente se agachó para dejar pasar a las dos niñas que llevaba sobre sí. Mikasa centró su mirada en Hugo y ocurrió: el titán acabó por alcanzarle. Mikasa sin pensarlo se dirigió hacia él para cortar los dedos del ser, pero era inútil.

—¡Mikasa! —Hugo había levantado los brazos para impedir que el titán atrapase a su hija con él— Cuídala, por favor...

—¡No, Hugo! —Gritó sin parar de intentar cortar los dedos, pero se habían vuelto duros, igual que había hecho Annie.

—¡Mikasa! —Mateo fue derecho a por ella, agarrándola por la cintura con fuerza.

—¡Llévatelas, Mateo! —Aprovechó para dejar caer a Emma sobre los brazos de Mikasa— Confío en vosotros... No dejéis que Luto se la quede, por favor... Cuidadla... Es lo único que me queda...

Mikasa sólo pudo gemir con pesar. Agarró a Emma con fuerza y ella le respondió. Lloraba sin parar en su regazo. Mateo la agarró con más fuerza para separarla del titán, detrás del cual empezaban a aparecer aún más. El portón no estaba lejos, pero debido al peso que llevaba no pudo mantener el equilibrio y los tres cayeron con fuerza rodando por el suelo. Los titanes se aproximaban con rapidez. Mateo se levantó todo lo rápido que pudo, mas diferentes brazos empezaron a tirar de él y pudo ver que también de Mikasa. No tardaron en estar dentro del muro y la orden de cerrar el portón no tardó en llegar.

—¡¡Mikasa!! —Gritó Mimi totalmente descompuesta al verla emitir diversos sonidos de queja— ¡¡Un médico, por favor!! Está embarazada. —Rogó poniéndose a su nivel— ¿Estás bien?

—Me duele... —Se protegía el vientre con su brazo derecho, mientras que con el izquierdo protegía a Emma, la cual no podía dejar de llorar— Lo siento, Emma... —La niña sólo negó mientras se abrazaba con más fuerza a su cuerpo.

.

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Se despertó por culpa de un leve rayo de sol que empezó a atacarla sin ningún tipo de compasión. Gimió débilmente mientras se tapaba con su brazo izquierdo, el cual pudo observar que tenía una pequeña vía en él. Se sentía derrotada, como si le hubieran dado la paliza de su vida y pese a tener su brazo tapándole aquel dichoso rayo solar, sentía que no era capaz de visualizar dónde se encontraba. De pronto, la cortina tapó a aquel endemoniado enemigo que la estaba matando. Aquello la alertó, haciendo que se apoyase sobre su brazo derecho para ver quién estaba allí.

—Menudo susto nos has dado, Mikasa.

Se quedó helada al verle allí, asegurándose ahora de que la cortina estaba bien como para evitar que siguieran molestando.

—Eren...

—El médico dice que ha sido por un pelo. —Anunció acercándose a ella. Se sentó sobre la cama, observándola con atención y en su mirada se podía denotar cierto pesar por la situación que estaba viviendo— Reposo total, pues cualquier mal movimiento podría hacer que perdieras al bebé.

Tragó saliva, pero tenía la boca tan seca que le fue imposible tragar absolutamente nada— Yo...

—A partir de ahora cumplirás con los protocolos y te harás los análisis cuando toquen. Por culpa de tu cabezonería no se pudo llegar a tiempo para impedir que fueras a la misión. —Aquello fue una orden tajante, sin opción alguna a rechistar. Entonces acercó su mano izquierda hacia el vientre de su hermana y sonrió de forma casi imperceptible— Ya se te nota...

Se sentía totalmente paralizada. De entre todas las personas, nunca llegó a esperar a su hermano allí, que entendía que se encontraba en algún tipo de hospital. Cogió aire con fuerza para intentar decir algo, por poco que fuera.

—Eren... —Su mirada fijada en ella la congelaba, pues sentía como si hubiera algún tipo de pena en ella— ¿Qué haces... aquí...?

—Cuidar de mi hermana.

—Pero...

Un abrazo, de aquellos que nunca le regalaba, fue lo que recibió de golpe. Los brazos fuertes de Eren la rodearon con una fuerza agridulce para ella, pues en otro momento posiblemente aquello hubiera sido su paraíso, su lugar seguro, mas ahora lo sentía de una manera totalmente extraña y más después de todo lo que había descubierto. No pudo responderle, pero porque seguía totalmente paralizada y lo único que fue capaz de hacer fue derramar lágrimas de dos en dos.

—Lo siento, Mikasa. De verdad que siento mucho lo que hice... Quería alejarte de mí para protegerte, porque sé cómo eres y también conozco a mi equipo y sé que a la larga sólo iba a tener un disgusto mayor, pero... Cuando me dijeron que estabas embarazada yo... —Se apartó de ella para apoyar ahora su frente sobre la contraria— Fui súper feliz porque así nuestra familia se iba a ver ampliada una vez más, aunque... ¿Quién es el padre?

La pregunta hizo que su corazón pasase por varias fases. La primera, la de empezar a latirle con una rapidez y una fuerza tan bruta que sentía que le iba a escapar de su pecho, para luego perderla y notar como casi se le para de golpe. Empezó a sudar frío y a sentir un temblor interior que la dejó totalmente fuera de combate. ¿Qué debía decirle? ¿Cómo iba a reaccionar si le decía la verdad? Estaba totalmente anulada y en un punto en el que desconocía por completo a su hermano. Pasó por darle una paliza para ahora querer ser el mejor del mundo y el más preocupado por su criatura, ¿pero lo habría sido si no estuviera embarazada? Las lágrimas empezaron a caer de nuevo, mas no eran de pena, sino de miedo. Por algún motivo sentía pavor de pronunciar el nombre de Jean.

—Ey, Mikasa, ¿qué pasa? ¿Acaso es fruto de algo horrible? Porque si es así te juro que voy a buscarle para matarle. —Su voz se tornó molesta, la cual contrastaba con la suavidad con la que acariciaba su rostro. Muchos le habían dicho que había perdido mucha paciencia con el paso de los años, que estaba llegando a su límite, lo cual no podía negar porque sabía perfectamente que así era.

Mikasa negó como pudo, mientras tragaba la poca saliva que había en su boca— Agua... —Fue lo único que pudo decir, pues necesitaba alejar a Eren de su rostro. Sentía que se quedaba sin aire, que él se lo arrebataba con su propia presencia.

Le acercó un vasito con un poco de agua, el cual aceptó y bebió con rapidez. No dejaba de notar la mirada de él sobre ella y de pronto posó sus dos manos sobre su vientre, palpándolo con un cuidado nunca antes visto en él. Bajó las sábanas que tapaban su cuerpo y levantó el camisón para poder observar aquel vientre que ya mostraba su forma. Apoyó su cabeza sobre el cuerpo contrario, cerrando los ojos para sentir al máximo a aquella criatura que empezaba a formarse en el interior de su hermana.

—Aunque... Me hago una idea de quién puede ser... —Dijo de pronto— Cuando me enteré hice mi investigación y tus vecinas son curiosas de más y les gusta hablar... —Entrecruzó sus brazos por la espalda de Mikasa, intentando quedarse ahora con todo el tacto y olor posible de la contraria— ¡Pero ahora no es lo importante! Lo que importa ahora es que te recuperes. Historia está a nada de dar a luz, pero ya lo sabe y le he dicho que en cuanto te dejen salir de aquí, nos iremos a palacio. —Su tono cambió por completo para sonar dictatorial. Cogió aire con fuerza antes de separarse del vientre ajeno.

—No... —Su voz salió de forma casi imperceptible, pero lo suficiente como para hacérsela llegar a Eren, quien la empezó a mirar con una mezcla de sorpresa y molestia— Quiero irme a mi casa...

—No lo entiendes.

—¡Lo entiendo, Eren! —Gritó con cierto temor e intentando controlar su respiración una vez más— Sé lo que es reposo absoluto, sé que ahora no debería mover ni un pelo, ¡pero no voy a irme al palacio! Ese no es mi hogar y no quiero que ahora vengas a controlarlo todo.

—No estoy controlando nada, sólo eligiendo lo que es mejor para ti.

—¡Eso lo puedo decidir yo! —Agachó su mirada a la vez que agarraba la tela de su camisón para tapar su vientre. Arrugó la tela con enfado, pues estaba sintiéndose totalmente anulada, como si de pronto fuera incapaz de tomar cualquier tipo de decisión por sí misma.

—¡Pues no lo parece! Porque ahora mismo no estarías en esta situación si de verdad supieras decidir o tomar buenas decisiones. —Alzó su mirada con total desprecio por sus palabras. Se sintió atacada, como si él ahora supiera qué era lo mejor para ella— Perdona, no quería decir eso.

—¡Querías, Eren!

—¡No quería! —Volvió a su actitud defensiva, acercándose a ella con rapidez. La cogió de las manos, las cuales empezó a besar con rapidez— De verdad que lo siento... Es que... Me da miedo ahora que te pase algo... Y al bebé. Te conozco lo suficiente como para saber lo deprimida que te volverías si pasa algo.

—No va a pasar... Porque voy a cuidarme y estaremos bien. En casa, tranquilos. —Resaltó cada palabra con intensidad. La mirada de Eren dejó de lado toda la pena para pasar a la más profunda de las molestias. Soltó sus manos para levantarse y sentarse ahora en el sillón que estaba a su lado. No dijo nada más.

Y el silencio sofocante empezó a quemar todo el interior de Mikasa.

Chapter 13: CAPÍTULO 12

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Estuvo una semana bajo la atención médica del lugar. Le hicieron mil pruebas y no dejaban de hacerle un seguimiento exhaustivo al estado de su bebé. Le confirmaron que se encontraba de cuatro meses y aquello fue como una bomba, no porque no quisiera estar en su estado, sino porque le esperaban cinco largos meses de gestación en los que no iba a poder hacer casi nada y, para más inri, debía llevar extremo cuidado para no tener ningún problema añadido o, peor aún, perder a su criatura.

Eren se había quedado con ella toda esa semana, apenas la había dejado sola ni un segundo y en todo aquel tiempo sólo pudo sentir que no entendía nada de en lo que se había convertido su hermano. Hablaron de la misión, le pidió información sobre sus compañeros y los niños supervivientes y respiró aliviada cuando supo que estaban bien, aunque algo dentro de sí se marchitó ante la cantidad de gente que se había quedado dentro de Quinta, encontrando un final en aquella esperanza nacida por la libertad. Sintió que había fracasado y no podía dejar de pensar en las amistades que había creado, rememorando sobre todo el recuerdo de Oriel y Hugo, quienes sus rostros y últimos momentos le venían sin cesar al caer la noche, cosa que era incapaz de entender después de toda la experiencia que tenía en el campo de batalla. Si fuera la primera vez lo entendería, pero es que aquel era el problema, que no lo era y que sentía que había visto a alguien morir como si fuera la primera vez, sintiendo lo mismo que cuando vio a Ian sacrificarse.

Su mente divagaba tanto durante tantos ratos que Eren no tardaba en percatarse y siempre le preguntaba por cómo se encontraba, como si quisiera tener un completo de todo lo que le ocurría. Pese a que lo intentaba, Mikasa sentía que ahora se había creado una brecha enorme entre ambos. No le contó nada de lo que descubrió de los experimentos de Jimmy, a pesar de notar que Eren tenía muchísima curiosidad por todo lo que le habían contado los supervivientes. Fue desconfianza. Una desconfianza total la que nació tras despertarse después de Quinta, pues había algo que de verdad se estaba cociendo, tal y como le anunció Armin, pero nunca llegó a imaginar que iba a ser una investigación titán. Ante su falta de información Eren se volvía a enfadar y a guardar silencio durante horas, cuyo enfado se le pasaba cuando le traían la cena o la comida, que era cuando de pronto quería volver a ser un hermano útil y la ayudaba con cortesía. Y Mikasa aceptaba intentando ser la mejor actriz del momento, queriendo ignorar el hecho de que había una única orden: sólo debían existir tres supervivientes, entre ellos su bebé cuya existencia era conocida por más de los que le hubiera gustado.

Y así pasó una agónica semana. Quizá era por sus ganas de salir, de tomar el aire o de sentirse liberada de aquel hospital que el mecer del carruaje la estaba dejando totalmente adormilada. Se apoyó sobre el asiento, observando con calma el pasar de casas y comercios. Apoyó sus manos sobre su vientre, todo bajo la atenta mirada de su hermano.

—Historia me pidió estar con ella en el parto, pero si estás tú no creo que sea lo oportuno. —Comentó de pronto. Eren sólo pudo suspirar de forma tendida— ¿Qué? —Dirigió su mirada hacia él con sorpresa por su reacción.

—Nada, no he dicho nada.

—Justamente.

—¿Tengo que decir algo? —Movió sus manos y alzó sus hombros con pesadez, pues tampoco es que considerase que tuviera que aportar nada— Es mi hijo, ya. Iré al parto, claro. ¿Qué quieres que diga?

—Eso. Que confirmaras que vas a estar tú y se lo hagas llegar a Historia.

—¿Te da miedo acaso?

—¿El qué?

—Que tenga el alumbramiento sola.

Pensó unos segundos qué debía decir, pues ahora sentía de forma clara lo que percibió en Historia. La verdad es que ella ahora tenía mucho miedo de tenerlo sola y comprendió que la reina se lo pidiera, pues mientras tuviera a alguien que la apoyase, todo iría bien. El sólo tener a alguien que te acompañase, que te agarrase la mano y te hiciera sentir que todo iba bien era un apoyo enorme en un momento tan crucial. Y eso es lo que ahora ansiaba, que Jean estuviera para entonces. Entrelazar sus dedos con los contrarios y sentir su apoyo en aquel momento tan importante para ambos era lo que deseaba. Ver juntos el rostro de su criatura y emocionarse mientras la escuchaban llorar a pleno pulmón. Esos pensamientos la abordaban sin ningún tipo de control, consiguiendo que hubiera llegado al punto en el que no quería a nadie más para entonces que no fuera a Jean.

—¿En qué piensas? —Le cortó de pronto al verla volver a perderse entre sus pensamientos. Ella sólo negó y el silencio volvió a hacerse entre ambos, aunque poco duró. El carruaje paró su marcha y no tardaron en abrir ambas puertas. Habían llegado a la casa de la morena— Ale, ya hemos llegado.

La ayudaron a bajar con total cuidado y dirigir su mirada hacia la fachada de su hogar hizo que una extraña sensación de mariposeo se hiciera con su interior. Estaba deseando entrar y poder acomodarse. Soltó la mano de aquel guardia y lo primero que hizo fue abrir su pequeño buzón, acto que le partió el alma al encontrarlo totalmente vacío. Nadie le había escrito nada. Sintió un peso descorazonador sobre ella, como si le hubiera caído cientos de kilos encima de una decepción extraña. ¿Acaso se había ilusionado de más pensando que Jean la iba a tener en su mente? ¿Y qué con Armin? ¿Por qué no había recibido ninguna carta en estos meses? Cerró con calma, intentando no mostrar ni un ápice de la pena que se le había clavado en su ser. No era capaz de levantar cabeza.

—¿Todo bien? —Notó la mano de Eren posarse sobre su hombro, mientras abría la puerta de la casa.

—Pensaba que me habrían escrito alguna carta... —Fue lo único capaz de responder antes de entrar en su casa. Se sentó en una de las sillas que presidían aquel pequeño salón y cocina. No podía dejar de darle vueltas a que no hubiera recibido ninguna carta. ¿Acaso se habían enfadado con ella? ¿Igual Jean se había sentido tan mal por lo ocurrido que había preferido tomar distancia? ¿Igual se lo había contado a Armin y se habría decepcionado con ella? No tenía sentido nada de eso. Igual Jean tenía más derecho, pero Armin no se iba a molestar, no era su vida, así que lo mejor sería autoconvencerse de que estarían muy liados y por eso no habían tenido ni un segundo para dedicárselo a ella, quien tampoco era tan importante.

Un pequeño estruendo la asustó, despertándola de aquellos nuevos pensamientos. Dirigió su mirada hacia la cocina y observó a Eren rebuscar algo en ella.

—¿Qué buscas?

—La tetera. Con lo pequeña que es esta casa y soy incapaz de encontrar nada. —Aquello le hizo algo de gracia. Sólo le señaló el mueble de su derecha, el cual al abrirlo ya la encontrabas— Gracias. La próxima vez no me pasará.

—Eren... —Sólo le dedicó un pequeño sonido, pues estaba completamente centrado en preparar el té. Le observó con atención y como su largo cabello se paseaba por su rostro. Se había endurecido con todo lo que habían vivido y una parte de ella se cuestionaba si no estaba siendo demasiado dura con él, si toda su forma de actuar era fruto de su miedo a perder lo que quería. No lo sabía, mas le era totalmente imposible entenderle y saber hasta qué punto podía estar segura y confiada en su persona— Armin y los chicos... ¿Te han escrito?

Tardó un poco en responder, el tiempo de dejar la tetera preparada. Se sentó sobre la silla que había frente a ella y sólo asintió— Me preguntó por ti. —Los ojos de Mikasa se abrieron con ilusión sobre quién podría haberse preocupado por ella, algo que notó él— Armin. —Añadió con rapidez para disipar todas sus dudas y entonces lo vio, se percató de aquella decepción que se había dibujado por su mirada. Y eso le retorció el corazón— Pero me dijo que estaban muy ocupados con las negociaciones y que apenas tenía tiempo para nada más, así que me escribió menos y nada.

Qué respuesta más pobre. Armin le sacaría tiempo al tiempo si se tratara de saber sobre ellos, así que sólo pudo asentir débilmente para darle la razón.

—¿Más tranquila?

—Sí, claro.

Sus manos fueron agarradas por las de Eren, quien empezó a acariciarlas con suavidad y no supo cómo debía responder a aquello, así que sólo le dejó hacer hasta que la tetera empezó a dar señales de que estaba lista.

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La luna ya reinaba el cielo cuando Eren se marchó. En un inicio quiso quedarse aquella noche, pero no podía soportar el hecho de no poder tener un momento para ella misma, para poder asimilar todo lo que había pasado en todos estos meses y le pidió por activa y por pasiva que se marchase con su mujer, quien también le necesitaba. Le costó convencerlo y cuando salió por la puerta, la aseguró una vez escuchó que se había marchado. Por fin se dispuso a entrar en su habitación, pero algo raro había en ella. La observó de arriba abajo, intentando encontrar qué era lo que no estaba como debería. Alguien había estado allí, estaba segura. Se acercó a la cama, a la cómoda y fue cuando llegó a la mesita de noche cuando vio que le faltaba un pequeño trozo en la esquina del cajón. ¿Quién habría querido entrar y para qué? Se dispuso a estudiar su casa de arriba abajo y no encontró nada más fuera de lo usual. Chasqueó con molestia y pronto sintió un pequeño pinchazo en su vientre.

Se sentó en la silla de su escritorio. No era muy grande, sólo contenía dos cajoncitos a los lados y la tabla, nada más, pero era suficiente para ella. Abrió el que estaba a su derecha y de allí sacó unos cuantos papeles, en los cuales se dispuso a escribir. Se había prometido ser sincera. Cuando se le confirmó su estado aceptó que iba a ser totalmente sincera con Jean y no le guardaría ninguna información. Se iba a desahogar por completo con él.

Las horas volaron y la noche cada vez estaba más profunda cuando terminó de escribir la última carta a Armin. Necesitó tiempo para contarles todo lo que había ocurrido, pero es que necesitaba desahogarse por completo. Se levantó con cuidado para pasar a su cama y allí suspiró de forma tendida. Echaba de menos su cama y lo mullido de su colchón la atrapó de tal forma, que no iba a quejarse. Posó sus manos en su vientre, acariciándolo con suavidad mientras estudiaba la forma que tenía y de pronto sintió que no pudo más. Se abrazó con fuerza antes de empezar a llorar con una desolación nunca antes vista. Su misión había sido un fracaso, no se creía que nadie le hubiera escrito en todo este tiempo y por si fuera poco, se sentía horriblemente sola y asustada, como si fuera un cachorrito al que acababan de abandonar. Se giró para agarrar su almohada con fuerza, ahogando en ella su agónico llanto. ¿Qué iba a ser de ella? ¿Cómo iba a enfrentarse a todo? No se veía con esa fuerza de la que Oriel tanto le habló. Era imposible, pues todo se le estaba atragantando y no veía ningún tipo de salida. Quería gritar, salir corriendo, irse fuera de los muros para coger el primer barco que la llevara hasta sus amigos y recibir un abrazo, de quien fuera, acompañado de la promesa de que todo iba a ir bien.

Y sin saber cuándo cayó rendida al sueño.

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El sonido de la calle, de la gente paseando por ella fue quien la despertó. Se le hizo muy tarde anoche y estaba tan destrozada, en todos los sentidos, que necesitaba intentar descansar lo máximo posible. Se estiró con cuidado antes de observar a través de las cortinas que le daban la intimidad necesaria para estar allí. Se levantó para dirigirse hacia el baño y dar así inicio a su día.

Estaba nerviosa por lo que tenía pensado hacer nada más salir de su casa, por lo que se observó frente al espejo y se arregló lo mejor que pudo. Tenía cara de agotada, pero eso tampoco es que pudiera hacer mucho. Se vistió con un vestido largo y blanco de tirantes que al principio le quedaba holgado, pero ahora en la parte de su vientre sí que empezaba a chivarse de su estado. Le quedaba estupendamente. Además, se había recogido el pelo con una pincita, pues en aquellos meses le había crecido y ahora no le apetecía cortárselo. Cogió las cartas que escribió anoche y salió de su hogar. Recibió el saludo de sus vecinas, quienes se alegraron mucho de verla y tal y como anunció Eren, no tardaron en percatarse de su estado y de preguntar si el padre era el joven que había salido a toda prisa aquella mañana. Aquello le pinchó el corazón y evitó responder alegando que tenía muchísima prisa para ir al médico. Sus vecinas asintieron con emoción, comentando que la esperarían a la vuelta.

Caminaba con un ritmo pausado por las calles del distrito sin dejar de observar y de disfrutar del ambiente del lugar. La gente vivía animada desde que se habían llevado a cabo los diferentes avances con el exterior, como si la esperanza empezara ser una realidad y entonces, Mikasa sólo pudo sentir que mirar para aquel lado a la larga podría suponer un grave peligro, pues obviaban el que tenían a la vuelta de la esquina.

Por algún motivo recordaba a la perfección aquella casa. Sólo fueron en grupo una vez, coincidiendo con el cumpleaños de quien allí vivía y el cual quería celebrarlo en su casa, pues tenían el día libre y se le antojó hacerlo en el patio interior de la misma. Cogió aire con intensidad un par de ocasiones para tocar a la puerta, pero es que no podía. Estaba congelada y su cuerpo no reaccionaba— ¡Vamos, Mikasa! —Se ordenaba a gritos mentales una y otra vez, pero era inútil. No reaccionaba.

—¡Oh, hola! —Una voz femenina la salvó de aquel estado de congelación. Dirigió su mirada hacia ella y no supo si fue capricho del destino o qué, pero era quien estaba buscando— Eres la amiga de Jean, ¿verdad? ¡Mikasa! —La mujer la reconoció enseguida. La amplia sonrisa que tenía en su rostro se desdibujó al verla con aquel rostro nervioso— Mi hijo... ¿Está bien?

Aquello la alertó y negó con rapidez, mientras llevaba a cabo una leve reverencia— ¡Señora Kirstein, no lo sé! Sólo vengo a hablar con usted para ver si han recibido alguna información suya. Tuve una misión y al volver no he recibido nada de él, así que... Bueno... Me gustaría...

—Menos mal. Me he asustado mucho. —La mujer se acercó para abrir la puerta. Entró con rapidez y con amabilidad hizo pasar a Mikasa— Por favor, siéntate. Como si estuvieras en tu casa. —Dejó el cesto de mimbre que cargaba sobre la encimera de la cocina y no tardó en preparar un té— ¿Así que no has ido con ellos en esta misión?

Mikasa negó antes de levantarse para ayudar a la dueña del lugar, quien rechazó la ayuda y en aquel momento se percató de la leve línea que se dibujaba en su vientre. No dijo nada y el té pronto iba a estar preparado, así que lo sirvió con orgullo.

—¿Así que no sabes nada de mi hijo? —Mikasa volvió a negar con debilidad— Nosotros recibimos un par de cartas, pero de pronto se terminaron. Por eso me he asustado al verte. Estaba todo bien, aunque es cierto que decía que estaban un poco desanimados porque no estaba saliendo como esperaban, pero poco más. Preguntaba por nosotros y ya está.

La pena se dibujó en su rostro ante la respuesta contraria, pues Jean sí que había tenido tiempo para escribirle a sus padres, que estaba bien, pero no podía evitar sentir un pesar por no haber estado entre las personas importantes para recibir algo escrito por su parte. Sacó entonces las cartas de su bolso y las dejó frente a la mujer. Eran cartas que se notaba que estaban repletas de cosas dichas. La madre de Jean la miró interrogante.

—¿Puede enviarlas junto a las suyas, por favor? —La mujer las observó y no pudo evitar sonreír débilmente al ver el nombre de su hijo escrito con tanto cuidado en aquel primer sobre. Las cogió con cuidado para dejarlas sobre un cuenquito que había en la entrada, con el resto de correspondencia a enviar— Muchas gracias.

La puerta se abrió justo cuando la madre de Jean se volvía a sentar. La mujer saludó animada a quien entraba por ella y la presentó a aquel hombre. Mikasa se sintió bastante avergonzada, pues tampoco sabía si estaba haciendo lo correcto. A su madre la había conocido y había intercambiado alguna palabra, pero a su padre no y por primera vez se presentaban. Él era idéntico a Jean, como si fuera su clon y verle era imaginarse cómo iba a ser de aquí a unos años. Y no le disgustaba del todo la idea, aunque al contrario que su padre, Jean sí que tenía aquella barbita que podía empezar a admitir que la traía loca, que le encantaba y que quería acariciarla mientras en un futuro le observarse dormir.

—Todo un placer, Mikasa. Jean nos ha hablado mucho de ti. —Aquello la sonrojó, pues tampoco es que fuera tan importante como para ser tema de conversación con sus padres.

—Ha venido porque ha vuelto de una misión y quería saber si sabíamos algo de él. —Explicó entonces la madre el motivo de su visita.

—Oh, entiendo. ¡Está bien! Aunque hace un tiempo que ya no hemos recibido nada suyo, pero bueno, supongo que estará liado con el trabajo.

Mikasa sólo pudo asentir con debilidad ante aquellas palabras y de pronto se le hizo un nudo enorme en su garganta, se empezó a ahogar por el cúmulo de sentimientos que había en su interior y que necesitaban ser escupidos cuanto antes. Cogió aire y no pudo evitar tener que ocultar su rostro entre sus manos. El padre de Jean quiso preguntarle qué era lo que le pasaba, si es que había dicho algo malo, pero su mujer le paró con un leve movimiento de mano. Se levantó para sentarse a su lado y poder abrazarla con suavidad. Mikasa se sentía muy estúpida por estar dando aquel numerito, pero es que quería serles sincera y poder decirles el verdadero motivo de su visita, mas hacerlo era verbalizar algo que la aterrorizaba.

—Es suyo, ¿no? —Mikasa sólo pudo agarrarse con más fuerza a aquella mujer, sintiendo como sus manos acariciaban con un cuidado maternal su espalda. El hombre miraba a su mujer con interrogante, sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando— Quédate a comer con nosotros. No hay prisa y la verdad es que me hace muy feliz que hayas venido.

Estuvo un rato dejándose abrazar por la mujer. Sus brazos eran sanadores y estar rodeada por ellos la hicieron sentir como si estuviera en el lugar más seguro de la tierra. Cuando se separaron, la mujer le limpió la cara de lágrimas con suavidad y tras ello, se dispuso a preparar la comida, dejando a ambos sentados en aquella mesa. La distribución inicial de aquel hogar era como el suyo, por lo que tampoco es que se alejara demasiado.

—¿Qué es suyo...? —Preguntó el hombre con una curiosidad tímida. La hizo en tono bajo mientras acercaba su cuerpo a la contraria, pues le daba un poco de apuro volver a afectarla con sus palabras y no quería tener bronca con su hijo nada más volviese.

Mikasa no supo cómo responder y cuando sintió que tenía las fuerzas necesarias, fue entonces su mujer quien la cortó— Vamos a ser abuelos.

El hombre se tapó su boca con una enorme sorpresa. Se quedó helado y pronto empezaron a salirle unas cuantas lágrimas furtivas.

—¿Jean...? —Mikasa observó a la madre de su compañero, sorprendida porque no esperaba que Jean compartiera el nombre con su padre y fue cuando cayó en que nunca le había preguntado por el nombre a ella.

—¿De verdad? —Rió con nerviosismo dejando caer sus lágrimas sin reparo— ¡Estoy súper feliz, eh! —El hombre empezó a repetir su próximo título sin parar y sin esperarlo se perdió por las escaleras que daban paso al piso superior.

Mikasa no tenía claro cómo debía sentirse tras aquella escena y escuchar a su mujer reír la hizo sentirse tranquila, pues si había algo que la estaba carcomiendo era el pensar que ellos fueran a sentirse mal por la noticia, pero la amabilidad en todo momento y la seguridad que le hicieron sentir fue sanador. Y ojalá pudiera quedarse siempre con ellos, o al menos hasta que Jean volviera.

—Tiene que ser una niña. —Habló la mujer dejando los platos sobre la mesa. La comida estaba casi lista— Mi parto tuvo complicaciones y no pude tener más hijos y Jean siempre se quedó con las ganas de tener una hija, así que te dejo a ti todo el marrón, ¿vale? —Le guiñó un ojo con complicidad antes de agarrar sus hombros con cuidado.

El hombre por fin volvía después de un rato de búsqueda. Su sonrisa era amplia y entre sus brazos traía una pequeña manta de color blanco roto. Estaba envuelta con total cuidado y con el mismo, se la dejó sobre los brazos a Mikasa— Es la mantita con la envolvíamos a Jean cuando era un renacuajo. —Habló con orgullo mientras la acariciaba.

Mikasa la observó con atención antes de empezar a acariciarla con el máximo cuidado posible. Lo miró con duda, pues no estaba del todo segura que fuera lo correcto llevársela así. El hombre asintió mientras posaba sus manos sobre la contraria. Estaba totalmente emocionado por la noticia.

La comida no tardó en estar servida y el tiempo se le pasó rapidísimo. Se sintió totalmente integrada con ellos y escuchó todas las historias que le contaban sobre Jean y cómo había sido desde pequeño. Le encantó conocer más de su faceta, pero a la vez ahora sentía cierta molestia consigo misma por no haberle escuchado o no haber querido darle la oportunidad de haberle conocido más a fondo. Los gestos y la forma de hablar del matrimonio demostraba que estaban totalmente embriagados por la felicidad de la noticia, cosa que la hizo sentirse emocionada a la vez.

—¡Ay, pero nos hemos emocionado tanto que no te hemos preguntado ni de cuánto estás! —La mujer rompió a reír de forma nerviosa, seguida de su marido, al percatarse de aquel detalle.

—De cuatro meses ya iniciados, pero al volver de la misión me caí y estoy en el rango de embarazo de riesgo... —Aquello hizo que la felicidad se disipara por completo, poniendo nerviosa a la morena— ¡Pero me voy a cuidar muchísimo, de verdad!

—Lo sabemos. Si quieres quedarte con nosotros, la habitación de Jean es tuya. —Ofreció la mujer con total sinceridad.

—Lo agradezco, pero prefiero no molestar demasiado. Suficiente con haber venido sin previo aviso y...

—Darnos la mejor noticia del mundo. —Jean padre fue quien acabó la frase, aunque no era como ella la quería terminar— Verás cuando mañana se lo cuente a los clientes.

—¡Buf, mañana antes de la hora de comer todo Trost se va a enterar de nuestro siguiente nivel! —Su marido sólo podía asentir con total felicidad, pues en su mente todo estaba siendo increíble y ya se veía con su primer nieto o nieta jugando sin parar y llevándoselo con él en sus rutas de trabajo, mostrándolo con el mayor de sus orgullos.

—Sobre eso... —El tono fue precavido, cortando ahora con la alegría reinante del matrimonio— El rey Eren es mi hermano. Somos hermanos adoptivos, pero prefiero ser cauta...

—¿Él no lo sabe?

—¡Si, señora Kirstein! Pero está siendo... Demasiado protector y quiero ser cauta al respecto.

El matrimonio se miró con cierta preocupación a la par que con sorpresa, pues igual empezaban a entender qué era lo que les quería decir.

—Venía principalmente a anunciar el embarazo, pero también lo hago en un acto egoísta. No quiero entrar en detalles, pero... —Las palabras se le atragantaron y el silencio duró más de lo esperado, consiguiendo que una vez más la madre de Jean agarrase sus manos con suavidad— Si pasa algo... No sé, no tiene que pasar, pero si pasa... Y Jean no está... ¿Podéis haceros cargo del bebé? —Sus lágrimas empezaron a derramarse una vez más sin ella esperarlo, se le fueron de control pues había llegado el momento de verbalizar un terror nacido en su última misión. Después de lo descubierto en Quinta la inseguridad se había hecho con ella y tenía claro que iba a defender a su criatura hasta la muerte y por eso, porque la muerte estaba muy presente en ella, no quería que si le pasaba algo el bebé fuera a parar a manos de Eren. Y aquello le pinchó el corazón. No, debía impedir a toda costa que su criatura acabara con él, totalmente cerca de los experimentos.

—Cuenta con nosotros. —Jean padre apoyó ahora sus manos sobre las de su mujer, quien aún las mantenía sobre las de Mikasa— No dudes ni por un segundo que puedes contar con nosotros para lo que necesites. Somos tu familia ahora, pase lo que pase, ¿vale? Esta unión ya nadie la va a poder cortar.

Sintió que el peso que acababa de dejar pasar desde su interior se deshacía en gran parte. Quería tener la seguridad de que su bebé iba a estar bien pasase lo que pasase.

.

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Estuvo casi todo el día allí y cuando el sol empezó a ponerse, fue cuando decidió que había abusado demasiado de la amabilidad de la familia Kirstein. Su madre, cuyo nombre por fin había preguntado y era Sandra, negaba que hubiera molestia alguna en haber compartido el día junto a ella, animándola a volver cuanto antes. Notó un cariño especial nacer hacia su persona, así como un agradecimiento infinito por el regalo que ella misma estaba gestando. Jean padre se ofreció a acompañarla a su casa, pero rechazó totalmente segura. Aún había sol y tampoco es que viviera muy lejos, así que la despidieron desde la puerta de su casa, con la sonrisa imborrable que les había hecho tener desde la mañana.

Abrazó la manta sobre ella con fuerza, empapándose del olor característico de aquel hogar y se sintió muy agradecida por aquel regalo. Quería tapar a su bebé en ella ya y seguro que sería una imagen que nunca olvidaría.

Giró la esquina y el agradable sentimiento que estaba sintiendo con la idea de la manta se vio truncada al verle apoyado sobre la pared, fumando un cigarro que tiró nada más verla aparecer por la calle.

—¿Tus suegros? —Su voz era acusativa y enfadada. La miró con rabia, no tardando en chasquear con molestia por no recibir respuesta— Todo el día, desde por la mañana hasta casi la puesta de sol, ¿muchas cosas en común?

—¿Me has seguido, Eren? —¿Qué le pasaba? ¿Acaso ahora se iba a centrar en seguir todos sus pasos? ¿Iba a vigilar cada acción que fuera a llevar a cabo? Le observó caminar hacia el carruaje, cuya puerta abrió para invitarla a entrar— Quiero ir andando.

—Sube al maldito carro. —Cada palabra fue expulsada como una bala, con una fuerza letal que hizo que Mikasa no se atreviera a llevarle la contraria. ¿Desde cuándo Eren se había vuelto tan terrorífico? Sintió temblar sus piernas y no empezó a caminar no porque no quisiera sino porque, de nuevo, su cuerpo no reaccionaba— No me hagas montar un numerito, Mikasa.

Y caminó presa del pánico. Entró con rapidez, sentándose lo más cerca posible de la otra puerta. Agarró la manta con fuerza cuando Eren subió. Se sentó en el asiento que tenía delante y en silencio, golpeó la ventanilla tras él para dar orden de empezar a avanzar el camino. Su mirada rompía la defensa de hasta el más preparado.

Chapter 14: CAPÍTULO 13

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El silencio era atroz. Mikasa no se atrevía a mirar a Eren a la cara. La respiración contraria estaba llevando a cabo una lucha interna por ser controlada, como si el propio dueño de la misma fuera consciente de que aquel estado no era natural, como si estuviera en un momento erróneo de sí mismo. No obstante, debía mirarle para preguntarle dónde la iba a llevar, aunque podía ser sincera consigo misma y admitir que aquel estado de su hermano la aterrorizaba. Y nunca antes había sentido ese miedo. ¿Cuándo Eren se tornó así? Le miró de reojo y le observó con los dedos de sus manos entrelazados, sus codos sobre sus rodillas, mientras se mecía levemente aprovechando para recitar algo en voz baja, como una especie de cántico. Y aquella imagen le supo agria, pues era la muestra del estado de locura al que había llegado. Eren nunca había hecho algo así. Se agarró aún más a la manta que le había sido regalada, intentando no emitir ningún tipo de sonido.

El carruaje andaba a paso suave y por la distancia que estaba tomando ya sabía que la llevaba a palacio, cosa que en aquel momento y en cualquier otro detestaba. No dejó de mirarle y tras un buen rato de recital susurrante, se acomodó sobre el asiento para mirarla y su proceder la dejó totalmente indefensa. Le dedicó una dulce sonrisa, lo que contrastaba por completo con todo lo que había vivido minutos antes. ¿Qué le pasaba a Eren? ¿Es que le habían hecho algo a él también? Aquellos cambios de humor la iban a enloquecer a ella también.

—Eren... —Se atrevió a llamarle con un débil hilo de voz— ¿Qué te pasa...? —Le observaba con una mezcla de agonía, pesar, incertidumbre y pena. Eren había cambiado con el paso del tiempo, nadie lo podía negar, pero aquella forma de ser, tan retorcida e incierta, era lo que hacía que el terror hacia su persona fuera mayor del que debería ser.

—Oh... Perdona, Mikasa... Todo el mundo me lo pregunta. —Apoyó ahora su cabeza sobre sus manos antes de reír por lo bajo— ¡Pero no lo sé! Es... Que no me sé controlar... Y ahora pues estoy en un momento crítico y tú no me has ayudado. ¿Para qué has ido a ver a los padres de Jean? —La pregunta sonó en un tono acusativo, como si la estuviera culpando de algo.

—Sólo quería saber si sabían algo de él...

—¡¿Y para qué?! ¿Qué más da lo que esté haciendo? —Alzó su rostro de nuevo y su semblante volvía a cambiar— ¿O es que querías saber cómo estaba el padre de tu criatura, Mikasa...?

Y ahí estaba de nuevo. Ese odio rezumante volvía a aparecer. Eran pequeñas chispas las que hacían que Eren se desbocase como si fuera un toro bravío. Cuando algo se salía de su control entonces él perdía el doble del mismo.

Cogió aire con pausa antes de dirigir su mirada hacia la ventana— Me das miedo, Eren... —Escuchó un leve quejido por su parte. Abrió un poco la cortina para ver que ya se encontraban cerca del palacio y se sorprendió por lo rápido que fue todo— Me gustaría decírtelo sin miedo... Decirte quién es el padre de mi criatura... Me gustaría decírtelo y poder compartir contigo cómo me llevo sintiendo desde que me diste la patada... ¡Pero es que no puedo, Eren! —Agarró con fuerza ahora dicha cortina, intentando controlar por completo las ganas que tenía de llorar— Sé muchas cosas que no te contaré... Y ojalá no tuviera que ser así, pero... No confío en ti. Y no quiero contarte nada porque no me das seguridad...

—Mikasa... No, no, no... —Empezó a repetir sin control lo último, mientras se acercaba a ella para agarrarla de la mano que estaba sobre la manta— Lo siento, de verdad que lo siento. Sé que me estoy comportando como un capullo y que estoy teniendo unas formas horribles, pero no me tengas miedo... Por favor. —Agarró entonces a la contraria por el cuello para acercar su frente contra la suya, empezando a susurrarle perdón sin parar— Lo sé, de verdad que lo sé... Pero nunca te haría daño. Nunca. —Su mano libre la posó sobre la barriga contraria para acariciarla con suavidad— Si yo me alegro, te lo juro... Y prometo que voy a cuidaros hasta que vuelva. —Su mano ocupaba todo su vientre y aunque tuvo el impulso de agarrarlo con fuerza, el mismo se le marchó con la misma rapidez con la que le vino. Empezó a besar la mejilla contraria sin parar antes de abrazar a su hermana con fuerza— No puedes agobiarte así porque eso va a afectar a la gestación. Estoy aprendiendo a controlarme, pero es que me tiene todo esto superado y te quería a mi lado para sentirme apoyado, sin embargo, cuando siento que te pierdo, que te alejas de mí, pierdo el control. Siempre has estado a mi lado y sentirte lejos me destruye. Y sé que no está bien, pero es que no sé estar sin ti... Lo siento.

Aquellas palabras empezaron a martillear su cabeza sin parar con una fuerza bestial. ¿Acaso había juzgado mal a Eren? Ella siempre notó cómo se alejaba de ellos cuando más cerca querían estar de él y ahora, cuando estaban haciendo sus vidas, cuando cada uno empezaba a encontrar su camino, entonces él era incapaz de caminar sin ellos y corría a buscarles desesperado, como si el terror se apoderase de él y fuera incapaz de avanzar. Y podía creerle, podía entender esa forma agónica que se hacía con él y por lo tanto esa pérdida de control. No obstante, era tan terrible la forma que le tomaba que lo único que estaba consiguiendo era apartar a la gente que siempre iba a estar su lado, entre las que empezaba a incluirse. No iba a abandonarle, pues era su familia, pero era cierto que ahora una vida se estaba gestando en su interior y que aquella devoción que sentía por Eren, por protegerle y por darlo todo por él se estaba desvaneciendo; ahora sentía que su criatura estaba tomando el control de todo su mundo. Apenas era nada y seguramente en breve empezaría a moverse, pero ya tenía claro qué camino iba a tomar. Lo tuvo claro cuando sus dudas se despejaron y su embarazo era una realidad. Y ante ello, Jean apareció para mostrarse como aquel pilar que necesitaba para seguir adelante y poder hacer frente a los cambios que se le venían. Y no era malo, era la vida. Eran los cambios que se producían en ella y no fue consciente hasta que su mundo cambió por completo y quizá por eso el dolor que Eren le causó al principio ya no era tal cruel, sino que podía empezar a soportarlo. Lo que no podía soportar era la idea de que su hijo estuviera en peligro por él. Y ahí es donde, por primera vez, vio el primer conflicto entre ambos.

—Tranquilo, Eren... —Le susurró con calma antes de separarlo con cuidado para observarle con una débil sonrisa en su rostro, el cual acarició con cuidado— Somos familia. Nunca te abandonaré.

Le dedicó una amplia sonrisa, como si estuviera satisfecho por lo que acababa de obtener, como si todas sus palabras hubieran tenido el efecto esperado y por ello, pudo sentarse con calma una vez más. La observó con el ego totalmente hinchado y sólo pudo reír con emoción. Y Mikasa sólo pudo ver la brecha que estaba creciendo entre los dos. Estaba equivocado si pensaba que sus palabras habían conseguido ganarla, pues entendió qué era lo que debía darle y la lucha que empezaba ahora, al menos la suya, que era la de proteger su familia por encima de todo.

El carruaje paró con cuidado, haciendo que Eren exclamase con sorpresa— ¡Claro! Hemos venido a palacio porque Historia ha roto aguas. Por eso he venido a buscarte, para que nos acompañes.

Se quedó sin saber qué decir, pues todo sonó tan alejado de toda emoción, que no era capaz de imaginar que Eren hubiera olvidado el motivo por el que la había llevado. Estaba a punto de ser padre y en todo el trayecto no le pudo haber importado menos. Eren bajó con rapidez del lugar, escuchando las noticias de los trabajadores de palacio; Mikasa se levantó con cuidado para bajar con el mismo cuidado y entonces vio la mano de Eren. Se la ofreció para ayudarla a bajar, cosa que no pudo rechazar.

Caminaron con cierta rapidez por aquellos enormes pasillos, acompañados por el personal, quienes iban anunciando que el parto estaba cada vez más cerca y se alegraban de que Eren hubiera llegado a tiempo. Los quejidos de Historia se podían escuchar al girar la esquina, tras la puerta de su habitación. Delante de ella habían puesto una serie de sillas para quien quisiera estar cerca, que pudiera. Y Mikasa se percató de quiénes eran los que estaban allí sentados. Dos figuras que se levantaron al escucharles llegar. Jimmy Eton y Lucas Det, los dos grandes amigos de Eren. Apretó sus manos con fuerza por la molestia que le suponía el tenerles cerca.

—Mi rey. —Saludaron ambos haciendo el gesto sobre su corazón y como si estuvieran sincronizados, miraron a Mikasa con atención, haciendo el mismo gesto de saludo. Sólo pudo responder de forma robótica por la impresión de no esperar tal respeto hacia su persona.

—Deberías entrar. Dicen que el parto estaba a nada de comenzar. ¡No te emociones, eh, papá! —Lucas fue quien bromeó antes de palmear los hombros de Eren para hacerle entrar a la habitación donde se encontraba Historia en su labor.

Fue impresionante como los sonidos se ampliaron de tal manera al abrirse la puerta de la habitación, los cuales hicieron que Mikasa sintiese como todo su cuerpo se erizaba de la impresión. ¿Ella acaso iba a gritar así? Era incluso peor que el grito de Annie en su forma titán. No, ahora no estaba segura de si quería que Jean la viera en aquel estado. Es decir, sí, era algo natural y sabía que se sufría mucho, pero aquel grito desgarrador la hizo imaginarse a Historia de una manera que no sabía si ella iba a ser igual o peor y le suponía hasta algo embarazoso. No iba a ser la primera mujer en dar a luz y era consciente de que ese no era el mejor momento de una, pero era el proceso de traer una vida a este mundo y todo grito asalvajado, dolor mortal y retorcido, todo el sudor y pelo alborotado merecía la pena al final, pues aunque nunca había estado en uno, estaba segura de que el resultado al final hacía que la mujer pasase a ser la más bella del mundo con su bebé recién nacido en sus brazos. Abrazó la mantita con un poco de fuerza. Era increíble cómo algo que había recibido hacía unas horas le estaba aportando tanto apoyo. Se sentó en la silla que daba inicio a toda la fila de las mismas, estando totalmente alejada de aquellas dos personas que tanto detestaba.

—Oh, puedes sentarte a nuestro lado, Mikasa. —La voz de Lucas le sentó como un tiro. Sólo le observó en silencio, estudiando sus finos rasgos con aquellos ojos verdes y aquel pelo castaño corto totalmente arreglado. Se disculpó con un movimiento de mano. No quería molestarla de más.

—Estamos al tanto de todo tu embarazo, Mikasa. Una pena tu caída y que estés en riesgo. —Fue Jimmy quien ahora habló, pero al contrario que Lucas, no fue amable, sino más bien distante. Miraba la puerta con atención, con sus brazos cruzados sobre sí. Las arrugas se habían hecho con su cara y su pelo grisáceo se notaba fuerte y no por la coleta que lo sujetaba. Tenía una melena larguísima, tanto que parecía estar sentada sobre ella— Deberías hacer caso a Eren y...

—No me hables. —Le cortó de golpe, consiguiendo que le dirigiese la mirada, aunque en esta ocasión era ella quien no se la dedicaba a él— Ninguno de los dos.

—Te pasas de cruel... No somos tus enemigos. Deberías aceptarlo cuanto antes.

—Lo sois. Me quedó claro hace no mucho.

—¿En Quinta?

El corazón se le aceleró cuando Jimmy pronunció aquel lugar y no pudo evitar dirigir su mirada, con sus ojos abiertos de par en par. Lo hizo con desprecio, como si fuera totalmente ajeno a todo lo que ocurrió allí, sobre todo años atrás.

—¿No te remueve el corazón lo que ocurrió allí?

—Pasó lo mismo que en otros sitios. No se me puede remover el corazón por todas las zonas afectadas por los titanes. Es inviable.

—¡Eras de allí, ¿no?!

Y eso dibujó una sádica sonrisa en su rostro, como si la morena acabara de darle la información que quería— Entonces sí que has descubierto cosas, ¿no? Has estado mintiendo a Eren.

Se maldijo internamente antes de guardar silencio. ¿Cómo había sido tan bocas y se había dejado llevar? Jimmy, con pocas palabras la había acorralado y ahora mismo se acababa de dar cuenta de que la había llevado hacia donde quería, dándole así la información que buscaba, que era la de confirmar que sabía mucho más de lo que había estado diciendo. Y la forma en la que ahorra agarraba la manta era de dolor y de enfado por haberse descubierto de forma tan patética.

—No te preocupes, no se lo diré a Eren.

Y aquello dolía. La forma de Jimmy dolía porque demostraba tener un control total sobre la situación y hasta sobre ella. No respondió. Y su silencio fue un punto ganador para ellos. Mikasa estaba en desventaja total.

—Eso sí, Mikasa. Los tres aquí presentes buscamos lo mismo: el bienestar de Eren. Y ahora mismo parte de ello depende de ti. Me gustaría que vinieras a verme para poder hacerte un chequeo y valorar que todo está bien.

—¡Acepta, mujer! Jimmy es el mejor médico del que dispone Eren. Y si su futuro sobrino está bien, seguro que estará mucho más tranquilo y sólo le quedará la pena de la paternidad del mismo, pero bueno.

—La pena... —Susurró interiormente. Eso le confirmaba que Eren ya sabía quién es el padre de su criatura y, a la misma vez, que le molestaba enormemente que él lo fuera. No obstante, ¿por qué seguía actuando como si no lo supiera? ¿Acaso quería escucharlo salir de su boca? Pero en el estado mental en el que se encontraba, no sentía que fuera lo más seguro. Y vista la situación actual, quería proteger a Jean de cualquier problema.

Sus pensamientos hicieron que el silencio se tornase respuesta, haciendo que los dos compañeros se mirasen y se dijeran todo lo que tuvieran que decirse sin palabras. Aquella mujer era todo un desafío. Y problema.

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Fue un parto largo y la noche estaba ya muy entrada cuando Eren salió de aquella habitación. Lucas y Jimmy se levantaron corriendo hacia él para darle la enhorabuena. Estaban desbordados por la emoción de que por fin había un heredero para la corona y, mejor aún, que su rey ya era padre. Uno de sus objetivos. Mikasa se mantuvo de pie sobre su asiento, manteniendo la distancia con los tres hombres. En realidad sólo hablaban Lucas y Jimmy, mientras que Eren guardaba silencio y aparentaba felicidad. Y eso era cruel. Aparentar felicidad era muy cruel y Mikasa sintió una enorme pena por Historia, hasta el punto de entender por completo el vacío que sentía.

Eren caminó hacia ella en silencio y cuando estuvieron frente a frente, Mikasa asintió con debilidad.

—¿Ha ido bien? —Eren asintió y ella sólo pudo abrazarle con fuerza— Me alegro mucho. ¿Eres feliz, Eren? —Los brazos de su hermano la rodearon con fuerza para notarle sollozar sobre ella, casi en secreto. Dirigió su mirada hacia los dos hombres contrarios, quienes les miraban con curiosidad sobre qué era lo que estaba pasando y pudo entender qué estaba sintiendo su hermano— Está bien que te emociones... Han sido muchas cosas juntas. ¿Qué ha sido?

—Niña...

—¿Y qué nom...?

—Deberías descansar, Mikasa. Es muy tarde y por mi culpa has pasado por muchas cosas. —La cortó de pronto mientras se separaba de ella. La rodeó por los hombros para caminar a su lado hacia una habitación, la cual estaba al final del mismo pasillo, pero en dirección contraria de la de Historia. Mikasa sólo pudo dejarse llevar, totalmente impresionada por aquel nuevo cambio. Estaba empezando a desquiciarla.

—Pero... Me gustaría ver a Historia...

—Está agotada. Mañana sin falta os podréis ver.

Estaba en el palacio, fuera de su zona segura, rodeada de agentes y con gente que consideraba de máximo peligro, por lo que si quería que su seguridad no se desmoronase, la cual estaba totalmente colgando de un hilo, debía seguir los designios de su rey. Porque cuando Eren se transformaba así, dejaba de ser su hermano para ser algo totalmente ajeno, como un rey.

Caminó bajo su abrazo y cuando Eren abrió la puerta, la imagen de la habitación le secó la boca de golpe. Eren entró con emoción, abriendo sus brazos totalmente feliz de estar en aquel lugar. Era una habitación blanca con una cama enorme pegada al centro de la pared del final, pero lo más llamativo era la decoración infantil que allí había. Al lado de la cama había una cuna y en la esquina izquierda un pequeño patio de juegos para tener ahí a la criatura. Eren corrió hacia la cuna y se dispuso a mover el móvil de madera que la coronaba. El corazón de Mikasa parecía que se le iba a salir en cualquier momento.

—¿Te gusta?

Quiso responder, pero no le salían las palabras. ¿Acaso aquella habitación se la había preparado para ella? No, ella no quería estar en aquel lugar. Iba a tener a su bebé en otro sitio e iba a criarlo en su casa. ¡En su humilde casa! Con Jean, si él así lo quería.

—Eren... ¿Esto...?

—Historia y yo decidimos ponerte una habitación para que tú y el bebé estéis bien. ¿No te gusta?

Asintió mientras balbuceaba sin poder formar una frase en condiciones, cosa de la que se percató Eren. Y otra vez, su felicidad se marchitó. Lo estaba intentando, se estaba esforzando en hacer que Mikasa estuviera feliz a su lado, pero no lo conseguía. Sentía que fallaba en cada intento que llevaba a cabo. Y eso le jodía enormemente, cosa que no habría pasado si Jean no se hubiera aprovechado de ella, de su estado. Apretó sus manos con fuerza, con furia, antes de acercarse a ella.

—Aquí es donde mejor vas a estar, te lo aseguro, Mikasa. —Le susurró antes de salir de la habitación, cerrando con tal portazo que hizo que Mikasa saltara por el susto.

Tapó su rostro en la manta y sólo pudo ahogar su grito en ella. ¿Podría alguien sacarla de aquel infierno?

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Llamaron en varias ocasiones a la puerta, mas no fue hasta el último intento que no se percató. Levantó su rostro de entre sus rodillas para levantarse con rapidez y abrir con apuro. Era el mayordomo de palacio, quien le traía una bandeja con el desayuno.

—El rey me ha ordenado que se lo suba. Ha tenido que marcharse pronto, pero quería que nos asegurásemos de que se alimentaba. Ayer por el tema del parto de la reina no le ofrecimos cena, cosa mal hecha debido a su estado.

Mikasa agarró la bandeja con cuidado mientras asentía a modo de agradecimiento— Historia... ¿Está bien? ¿Y la bebé?

—Están estupendamente. Si quiere, al terminar de desayunar puede visitarla. Le hemos hecho llegar que está aquí y la verdad es que se ha emocionado mucho.

—Iré tan pronto como termine.

Observó al mayordomo hacer una leve reverencia, a la cual correspondió antes de cerrar la puerta. Apoyó su espalda sobre ella para observar el desayuno que en la bandeja se encontraba. Fruta, sopa, leche, pan y un cuenquito con unas pequeñas pastillas. Se acercó a la mesita de noche para dejarla y poder observar aquellas diminutas pastillas, las cuales guardó en un trozo de papel que había en la bandeja y de pronto la paranoia se hizo con ella. ¿Y si Jimmy hubiera echado algo en el desayuno? Emma es el resultado de haber experimentado con Virginia durante el embarazo, ¿y si empezaban a hacerlo ahora con ella? Su respiración empezó a acelerarse, notando como su temperatura corporal subía y bajaba en cuestión de segundos y de pronto, sintió que debía expulsarlo todo. Corrió hacia el baño para vomitar el poco alimento que tenía en su interior, igual que le pasaba en Quinta.

—Mikasa... —Se llamó a sí misma— No podemos seguir así... Porque entonces no saldrá bien nada... —Se hablaba a sí misma una vez terminó de vaciar todo interior. Se apoyó en la pared del baño, mientras inspiraba y expiraba con calma. Debía empezar a sacar aquella fuerza que tenía para no desmoronarse. No podía derrumbarse así, por muy duro que estuviera siendo todo. Se levantó con cuidado para coger la bandeja y tirar todo al váter. Deshizo el pan, volcó la sopa y la leche y tiró de la cadena, un avance que sólo la élite tenía allí. Lo puso todo de nuevo sobre la bandeja, la cual volvió a dejar sobre la mesita para entonces ir a lavarse la cara.

No tardó en salir de su habitación. Llevaba la bandeja pegada a su costado izquierdo, mientras que en su brazo derecho colgaba la manta que los señores Kirstein le había regalado. Escuchó un débil toser tras ella, la cual la sorprendió hasta el punto de dirigir su mirada hacia el dueño del mismo.

—Permítame que me lleve la bandeja. —Se ofreció, mientras se la agarraba con cuidado— Espero que el desayuno fuera de su agrado.

—No sé quién lo ha hecho, pero dígale que estaba increíble. La sopa sobre todo. —Intentó fingir de la mejor manera el agrado que aquel inexistente desayuno le había causado.

—Así se lo haré llegar, señorita Ackerman.

Miró al mayordomo bajar las escaleras y ella por su parte, caminó hacia la habitación de su amiga. Cogió aire antes de tocar con debilidad y tras unos segundos, la puerta fue abierta por una de las asistentes de Historia, quien le dio la bienvenida con una amabilidad aturdidora. Mikasa entró con cuidado, pues tampoco quería molestar demasiado, pero la felicidad de Historia rompió por completo con aquello. Mikasa reaccionó casi igual, acelerando su paso hacia ella, quien abrió sus brazos para abrazarla con fuerza.

—Felicidades, Historia. —Le dijo con una alegría de las que sanaban por dentro.

—Me prometiste que ibas a estar conmigo en el parto... —Historia rompió con la alegría que Mikasa había tenido desde el principio, incluso con la suya propia, notando como se aferraba aún más al cuerpo de la morena.

—Eren me dijo que iba a estar, así que pensé que era mejor que estuviera él y no yo...

—Quería que estuvieras tú... Además, tú también estás en estado, así que me habrías entendido por completo.

Mikasa se sentó ahora a su lado, observándola con cariño a la vez que le limpiaba una de las lágrimas que se derramaba por su rostro— ¿Sabes qué, Historia? —La llamada la miró con curiosidad— Cuando Eren entró, te escuché gritar como si fueras Annie en versión titán. ¡Fue horrible! —Historia no pudo evitar carcajear con debilidad ante la comparación— Te juro que no he podido dejar de pensar en aquel símil desde que te escuché.

—Eres idiota...

—Y... Creo que me habría traumatizado si hubiera estado aquí. Aún más después del grito.

—Pues vas a pasar por eso, no te vas a librar. —Historia tocó ahora el vientre contrario, disfrutando de la forma que empezaba a tener— Cuando estuvimos en el carruaje la primera vez, sé que pensaste en alguien... Y desde que Eren me dijo que estabas embarazada, me pregunto si él es el responsable de este bebé en formación.

—¿De quién hablas?

—De Jean. —La miró con cariño antes de mover con algo de rapidez sus manos sobre aquel vientre antes de volver a acomodarse sobre los almohadones de su cama.

Se sonrojó de golpe, pues Historia era la primera de su grupo de amigos con la que iba a verbalizar qué había ocurrido, pero le llamó la atención que Jean fuera el primer nombre que se le pasaba por la cabeza, ¿en qué momento lo consideró?

—Él está súper enamorado de ti y era cuestión de tiempo. Además, Eren ya no debería ser un impedimento.

Mikasa la observó entrecerrando levemente sus ojos— Estábamos borrachos. El grupo me invitó a salir para darme el anuncio de que se iban sin fecha de vuelta. Jean me acompañó a casa. ¡Sólo había bebido una copa! Pero me sentó como si hubiera sido una botella entera. Y no sé el motivo, pero me lancé a besarle. Y nos acostamos. No es nada romántico y cuando le desperté para que no llegara tarde, dejamos claro que fue un error.

—¿Y lo fue?

Mikasa negó con debilidad— Historia... ¿Puedes hacer que vuelvan? —Aquella petición achicó el corazón de la rubia, quien no se esperaba en absoluto que Mikasa fuera a pedirle algo así— Por favor... No te quiero pedir a ti que estés en mi parto porque quiero que esté él...

Cogió las manos de su amiga, las cuales agarró con una débil fuerza. La observó mirarla con aquellos ojos llenos de ruego y sólo pudo asentir— Da por hecho que haré todo lo posible.

Se abalanzó sobre ella para abrazarla con fuerza y poder desahogarse sobre ella. Lloró un poco, pero lo hizo con una sensación de tranquilidad y paz, como si toda la oscuridad que la estaba consumiendo, se hubiera disipado un poco. Sólo necesitaba a sus amigos con ella, a Jean sobre todo, para sentir que estaba a salvo.

El sentimiento de ambas se vio truncado cuando un pequeño llanto empezó a dominar el lugar. Mikasa dirigió su mirada hacia la cuna, levantándose con cuidado para observar a aquel ser tan pequeño, inocente e indefenso que allí se encontraba. Era una bebé tan rubita que parecía no tener pelito en su cabecita y eso le hizo sentir un cosquilleo agradable, como si estuviera orgullosa de su sobrina.

—Cógela, Mikasa. Acaba de comer, así que está así porque no soporta no ser la protagonista.

Mikasa observó a Historia, como asegurándose de que lo que le estaba pidiendo era real y seguro. La rubia sólo asintió y Mikasa se dispuso a cogerla. La cogió con miedo bajo la atenta mirada de Historia y sus asistentes. Se la aferró todo lo que pudo a su cuerpo y tal y como hicieron contacto, la nena se calmó. Se sentó en el borde de la cama sin poder dejar de observar a la niña. Era una preciosidad, con aquel rostro rosadito y arrugado. Una cariñosa sonrisa se dibujó en el rostro de Mikasa, quien ahora dejaba que la bebé agarrase su dedo índice ante el contacto. Y en ese momento nació un cariño especial entre ambas. Mikasa no podía dejar de observarla, como si estuviera estudiando aquellos recién nacidos rasgos. Historia se sintió agradecida por aquella escena, sintiéndose totalmente feliz por tener a Mikasa a su lado. Era un pilar súper necesario y verla actuar así le dio la calma que necesitaba frente a la tempestad que se estaba formando.

—Mikasa. —La llamada no la miró, sólo gimió débilmente a modo de respuesta— ¿La cuidarás pase lo que pase?

La pregunta sí que hizo que Mikasa se girase para observarla con intriga y preocupación— ¿Qué quieres decir?

—Soy la reina y eso me trae muchos enemigos. Sólo quiero asegurarme de que estará bien.

—No le va a pasar nada, Historia. Te tiene a ti y a Eren. Ya hay que tener ganas de intentarlo siquiera. —Historia rió con debilidad ante lo último— Es verdad, pero si te quedas tranquila, por supuesto.

—Eren no la ha cogido. Y no sé si la habrá mirado. —La mirada de la contraria se tornó triste de pronto— Y sobre el nombre... Que le pusiera el que me apeteciera.

—Mejor. Eren no es de tener muy buen gusto en algunos casos. —Historia volvió a reír con debilidad por los comentarios de su cuñada— ¿Cuál le has puesto?

—Ymir.

—No sé el porqué, pero lo suponía.

—¿Y eso?

Alzó los hombros con suavidad— ¿Por qué nos gusta ponerle el nombre de aquellas personas que han sido importantes para nosotros y que ya no están aquí, a nuestro lado?

—Supongo que porque así las honramos. Es nuestro mayor agradecimiento hacia ellas por todo lo que nos aportaron mientras estaban con nosotras.

Mikasa tragó saliva con fuerza sin poder controlar sus sentimientos. Y así cayó la primera lágrima sobre el frágil rostro de la nena, quien se removió débilmente ante el contacto salado de la misma— Ay, perdón, perdón... —Le susurró mientras le limpiaba con cuidado— Toma, no quiero llorarle encima. —Comentó mientras se levantaba para dejarla sobre los brazos de la rubia.

—¿Es Sasha...?

Se sentó de nuevo una vez dejó a la criatura sobre los brazos de su madre. No pudo responder porque si lo hacía sentía que su ser se iba a desgarrar y que sólo iba a poder llorar sin ningún control, tal y como le pasó la primera noche tras la misión. Sólo asintió.

—¿Y si es niño? —Historia intentaba así cambiar el rumbo del estado de ánimo de su cuñada, pues sabía lo rota y frágil que se estaba sintiendo y el dolor que causaba recordar a aquellas personas que estuvieron, que tanto compartieron y que ya nunca iba a haber un nuevo recuerdo a su lado.

—He pensado en el nombre del amigo de Jean, aquel que murió y que también le afectó tanto. —Suspiró de forma tendida— Pero no sé si eso le gustaría, así que estoy rezando sin parar para que sea niña.

—Pues voy a rezar yo también. Así Ymir y Sasha se unirán para dar guerra sin cuartel, ¿verdad, pequeña? —Historia empezó ahora a juguetear con su hija.

Mikasa las observó con ternura, entendiendo ahora muchas cosas. Entendía cuando había oído comentar aquello de que ser madre cambia tu mundo por completo. Ella aún no lo era como tal, estaba en ese proceso, pero sí que había empezado a notar como todo había cambiado, como sus prioridades habían comenzado a ser otras y como la ausencia y el desprecio que antes parecían ser heridas mortales, ahora habían pasado a convertirse en algo soportable. Su mundo había cambiado de rumbo, de prioridad, y nadie iba a hacerla cambiar de opinión. Si tenía que ir a contracorriente, iría. Si tenía que ir en contra del mundo, iría. Pero lo más importante ahora mismo en su vida era la vida que se estaba creando en su interior.

Y la protegería a matar.

Chapter 15: CAPÍTULO 14

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Contó con el permiso de Historia para poder marcharse, aunque era cierto que la rubia hubiera deseado contar con su presencia durante más tiempo, se sinceró comentándole que entendía que ahora tuviera muchas cosas en mente y por hacer, por lo que no iba a retenerla tal y como tenía pensado Eren, cosa que era un tema que se quedaba pendiente para otra ocasión. Le estuvo completamente agradecida, aunque no iba a negar que lo de la retención de su hermano la dejó con la mosca detrás de la oreja. ¿Iba a ser capaz Eren de retenerla sin su consentimiento? Aunque era cierto que no le reconocía en muchas ocasiones, sí que esperaba que no fuera capaz de llegar a tal nivel.

El viaje en esta ocasión se le hizo largo, quizá porque estaba ansiosa por llegar a su destino y poder sentir, una vez más, su arrebatada libertad. Eren se la coartaba a unos niveles que daban pavor y nunca antes había sentido algo así a su lado. Su refugio, su zona segura, su paz, todo se desmoronaba cuando su hermano estaba a su lado. ¿Y de quién era la culpa? Ella pensaba que era por culpa de algo externo a Eren, de aquellas malas compañías que estaba teniendo, pero algunos de sus comentarios se estaban volviendo en su contra y le empezaba a ser complicado saber si realmente estaba en lo cierto y no era ella el problema. ¿Acaso su estado, su nuevo rumbo en la vida era lo que estaba llevando a Eren a la locura? ¿Era ella la causa de todos los males? Y si así era, ¿cómo se iba a poder solucionar? El carruaje paró y no se percató. Fue la puerta abrirse por el cochero, la cual la asustó, quien le hizo darse cuenta de que había llegado a su destino. Abrazada a su manta como estaba siendo costumbre desde que la tuvo, bajó con la ayuda del conductor. Le agradeció y esperó a que se marchase para empezar su camino hacia el orfanato.

Caminaba con paso lento, mas era porque sentía que apenas tenía fuerzas para avanzar a más velocidad. Estaba agotada y por primera vez, sentía hambre. Llevaba un día entero sin probar bocado y para más inri había vomitado, lo que empeoraba aún más su estado. A medida que se acercaba podía escuchar diferentes sonidos en el interior de aquella humilde mansión, intuyendo que debía ser el alboroto de los nuevos inquilinos que se encontraban allí. Su corazón se empezó a acelerar según se iba acercando, pues parecía que llevaba mil años lejos de allí y aunque todo había cambiado, un enorme nudo se le hacía en la garganta al pensar en el reencuentro con los padres de su difunta amiga.

Tenía la confianza suficiente como para no llamar a la puerta y abrirla directamente. Los sonidos, igual que en el parto de Historia, estallaron al abrirla. El lugar se había llenado de una vida amarga de pronto, pues aunque era cierto que algunos niños de Quinta estaban jugando, muchos se mantenían fingiendo estar bien. Nueve niños debían ser los nuevos integrantes de aquel lugar y después de todo lo que había descubierto, deseaba que así fuera. Cuando estuvo dentro por completo, escuchó el saludo de dos niños, quienes la saludaban con una amplia sonrisa. Parecía que la reconocían. Mikasa les saludó con simpatía.

—Soy Julio y él es mi hermano Remo. —Se presentó el mayor de ambos— Gracias por salvarnos. —Mikasa fue a hablar, pero su mente reaccionó antes y recordó que fueron los dos niños que Oriel le ordenó que salvase antes de morir. Y su corazón se hizo pequeño. Otra vez.

—¡Oh, Mikasa! —La saludó Lisa con una amplia sonrisa dibujada en su rostro al verla— Qué alegría, por favor. —Corrió a su lado para abrazarla con fuerza— ¿Cómo estás? Vinieron tus compañeros de misión con los niños.

—Menos mal. ¿Cuántos vinieron?

—Nueve, ¿por qué?

Negó con debilidad— Quería asegurarme. Todo fue muy rápido.

Sintió un leve beso en su mejilla. Un beso maternal y sanador— No me puedo ni imaginar cómo lo habéis tenido que pasar. Nos dijeron que te tuvieron que ingresar por tu estado y quisimos saber de ti, pero no obtuvimos respuesta. Artur fue a varios hospìtales y nada.

Aquello la sorprendió porque no esperaba que su estado ya se hubiera dado a conocer con tanta rapidez, pero aún más el hecho de que Eren no hubiera sido capaz de calmar a sus compañeros y a la gente que la estaba rodeando. Un punto más de crueldad para él.

—Os pido perdón por la preocupación.

—¡Oh, por favor! —Lisa la abrazó por los hombros para llevarla a la cocina— ¿Cómo lo llevas? —Le susurró ahora con preocupación.

—Lisa... —La madre de Sasha la observó contagiándose de la pena que la contraria estaba empezando a verbalizar— Yo... Todo está mal...

—Oh, tranquila, mi niña. —La abrazó con fuerza, mientras empezaba a susurrarle una melodía que desconocía para relajarla. El cuerpo de la mujer se mecía con suavidad y Mikasa daba gracias a lo que fuera por haber tenido el contacto de dos mujeres maravillosas para sentirse arropada en un momento tan difícil para ella. ¿En eso te convertía ser madre? ¿En una mujer fuerte que es capaz de tranquilizar hasta a la fiera más desbocada? ¿Esa habilidad se desarrollaba con ello? Mikasa se dejó hacer. No sentía que tuviera ganas de llorar, pero sí un gran nudo sobre su persona, pues cómo iba a sentarle a los padres de Sasha el saber que quería ponerle el nombre de su difunta hija a su futura criatura si era una niña.

—Lisa...

—¡Mikasa! —Artur entró con emoción a la cocina. Acababa de llegar de su labor en la caballeriza y los niños ya le habían anunciado la visita de la joven. Se dirigió a la cocina sin dudarlo y la abrazó en cuanto vio que Lisa dejó espacio para ello— Qué alegría verte. Fui a buscarte en varios hospitales, pero no di contigo. ¿Estás bien?

Mikasa asintió con seguridad— Bueno, me caí al entrar en el muro y por eso me tuvieron una semana ingresada, pero bien.

—¿El bebé bien?

—Sí, aunque no puedo hacer nada... —Alzó sus hombros con pena y desilusión— Pero espero que me des alguna faena por aquí porque sino me volveré loca, Lisa.

—Bueno, eso ya lo veremos. —Lisa se giró para empezar a preparar la comida— ¿Quieres comer algo especial?

—Lo que sea está bien. Tengo hambre.

—Los embarazos dan mucha hambre. Lisa comía mucho y mira que era como un periquito, pero es que Sasha... Eso venía de serie con ella. —Artur rió con ánimo al recordarlo.

—Sobre eso... —Tragó saliva para prepararse ante sus propias palabras— ¿Está bien si le pongo Sasha si es niña...? —Y no pudo contener sus lágrimas tras anunciar su idea, como si el nudo se hubiera deshecho de pronto y con ello hubiera dejado escapar todos los sentimientos que estaba intentando contener en todo momento.

—Sasha no es un nombre exclusivo nuestro, Mikasa... —Habló Lisa con cierta emoción en sus palabras.

—Ya... Pero... Al fin y al cabo es por una persona que...

Sus palabras se cortaron al sentir los brazos de Artur abrazarla con fuerza. No dijo nada, sólo sentía como sus manos acariciaban su cuerpo, una su espalda y otra su cabeza. Lo hacía con una actitud paternal que hasta dolía y no podía parar, pero aún lo que más la dejaba totalmente perdida es el no ser capaz de superar algo que ya tenía su tiempo. Sus padres eran capaces de recordarla sin desmoronarse, pero ella, por algún motivo, sentía que no podía avanzar, que la soledad se acrecentaba a día superado y que vivía constantemente en un pasado difícil de superar. Y quizá aquel estaba siendo su problema, que no estaba sabiendo superar aquel pasado y que empezaba a desear volver atrás para poder revivir el gusto de aquellos días añejos y que ahora le eran tan agridulce. ¿Pero en qué momento se tornó así? Ni ella misma era capaz de reconocerse y más cuando nunca había sentido esa necesidad de mirar hacia atrás para encontrar la paz, su refugio seguro. Además, ahora se sentía mal por lo que acababa de hacer. Toda la seguridad del inicio se vio truncada tras aquel contacto que en ningún momento fue negativo.

—Mejor pensaré en otro...

—No tienes que pensar en otro. —Lisa se acercó a ellos y también aprovechó para abrazarla, esta vez por su lado derecho— Para mí será un gusto sentir que mi hija sigue viva. Es un regalo sentir que vivió tan bien que logró calar en otras personas.

—Al final esto es la vida, Mikasa. Os dedicáis a esto y es algo que va intrínseco. Le tocó a mi hija y ya está. No va a volver por mucho que lo deseemos. —Habló ahora Artur. Mantenía su sonrisa, aunque ésta se había tornado algo más amarga que la que había mostrado al inicio.

—No sé... Simplemente no puedo... Se me viene todo el rato a la mente. —Artur le limpió las lágrimas con cuidado— Perdón...

—No vamos a verla de nuevo. —Y el nudo se le hizo ahora a aquel hombre, quien aún luchaba por mantenerse fuerte; Lisa volvió a su faena de preparar la comida, intentando no deprimirse ante aquella idea— Pero nos dio muchísimos momentos para mantenerla viva. La echo una barbaridad de menos. Y tú también. Estamos en nuestro derecho de llorarla y de honrarla como mejor consideremos. Y me gusta que lo hagas así. Ella te estaría muy agradecida. —Artur la volvió a abrazar, ahora con más fuerza que antes— Nunca llegué a imaginar que ibas a ser tan llorona. —Rió ahora que se apartaba de ella.

—Son los cambios por el embarazo. Es todo una aventura, así que no te preocupes porque lo normal es eso, no el no sentir nada. —Añadió Lisa risueña— ¿Y esa manta?

Mikasa la alzó orgullosa— Fui a ver a los padres de Jean y me la prestaron.

—¿Jean?

—Kirstein. ¿Os habló Sasha alguna vez de él? —Ambos asintieron antes de mirarse con conexión, hecho del que se percató la morena— ¿Qué?

—¿Es el padre? —Mikasa asintió con algo de vergüenza y apuro, haciendo que Artur no pudiera evitar reír con debilidad— Nos habló diciendo que era uno de sus mejores amigos. Y que estaba enamorado de ti. ¿Tenéis algo?

—¡Oh, no, no! Fue... Es que hicieron una fiesta y bebimos...

—¡Mikasa, por favor! —La voz de Lisa sonó como una regañina. La observó mirarla con total sorpresa y quizá entendía a qué se debía, pues a ojos ajenos era imposible que Mikasa Ackerman se dejara llevar por el alcohol e hiciera una locura como acostarse con uno de sus compañeros y, posiblemente, mejor amigo, para luego quedarse embarazada— ¿Me lo estás diciendo en serio? ¿No se supone que os dieron clases sobre aquello?

—¡Sí, pero...!

—De mi hija me lo podría haber esperado.

—¿En serio? —Artur ahí sí se sorprendió, pues igual confiaba un poco más en el saber estar de su hija. Estaba loquita, pero no era de las que se iban a dejar engatusar por el primero que pasara.

—Le das un menú completo con alcohol y te trae la sorpresa. —Artur y Mikasa se observaron en silencio. No había duda de que ambos confiaban más en ella que su propia madre— Pero volviendo a lo importante, ¿él lo sabe?

—Están de misión y no sé cuándo volverán, pero le he escrito una carta contándoselo todo. Además, Historia me ha dicho que hará lo posible para que vuelvan cuanto antes. —Ante lo último los ojos de la dueña de aquellas palabras se iluminaron con una inocencia que sólo consiguieron que Lisa sintiese un dulzor amargo. No porque dudase de las palabras de la reina, sino porque visto lo visto, su confianza en la corona se había visto debilitada y realmente se preguntaba si iban a hacerle el favor de traer al padre de su criatura con presteza.

—Eso sería genial, pero es un hacer lo posible, Mikasa. No lo olvides. —Y la ilusión de la contraria se deshizo levemente. Aquellos ojos iluminados dejaron de estarlo cuando se toparon con los de Lisa, quien le hizo un gesto con la cara a modo de precaución— No quiero ser una bruja malvada, pero no quiero que te ilusiones de más.

—No, claro...

—Lo estabas, Mikasa.

Y sólo pudo asentir con debilidad. Era cierto, se había ilusionado por completo ante las palabras de Historia y una posibilidad ella la había convertido en realidad, cuando aún faltaba mucho y seguramente no fuera a ser del todo fácil conseguirlo. Y aquello pesaba y dolía a rabiar, pues no había cosa que desease más ahora que la noticia de que sus amigos volvían a casa. No quería seguir estando y sintiéndose sola. Ahora los quería a su lado para que toda la amargura que iba soportando a sus espaldas fuera más llevadera. Y eso le hizo pensar en si no estaba cambiando demasiado. Normalmente no hubiera necesitado a sus amigos para seguir adelante, mas ahora sentía que sin ellos se estaba ahogando, que no podía manejar a Eren y que lo descubierto en Quinta era tan terrible que también era algo que se le estaba yendo de las manos. Y era la peor sensación del mundo.

—Tienes razón... Pero es que no sé qué me pasa que siento que sin ellos, sin mis amigos, no estoy siendo capaz de hacerle frente a nada. Eren está terrible y en Quinta... —Hizo una pausa para meditar si debía hablar o era mejor guardar silencio— Da igual. Voy a dejar la manta en mi habitación. ¿Puedo quedarme unos días aquí?

—¿Lo estás preguntando en serio? —Lisa sonó humillante, como si lo que acabase de preguntar fuera lo más estúpido del mundo y Mikasa sólo pudo asentir, mientras señalaba hacia las escaleras que daban paso al piso de arriba donde estaban todas las habitaciones.

Dejó a los padres de Sasha en la cocina mientras se disponía a subir hacia su habitación, no sin antes observar con atención a los niños que se encontraban en la sala de estar. Una amplia sala que se encontraba a mano izquierda nada más entrar en la casa y cuya estaba repleta ahora de niños interactuando entre sí. Qué fácil era todo cuando los observabas. ¿Cuándo se perdía esa inocencia y forma fácil de arreglar las cosas? Suspiró débilmente al llegar al piso superior y al final del pasillo izquierdo estaba su habitación, la puerta que daba fin al mismo. Abrió con suavidad y le invadió la misma sensación de paz y tranquilidad que cuando estuvo sola por fin en su casa. Dejó la manta con cuidado dentro de su cómoda, cerrando con suavidad y un leve crujir en el suelo hizo que dirigiese su mirada hacia la puerta. Y allí estaba ella con su mirada agachada.

—Emma...

—Hola, Mikasa.

No pudo contenerse, abalanzándose sobre la nena para abrazarla con fuerza. ¿Cómo debería estar sintiéndose ahora mismo tras ver a su padre ser devorado delante suya? La nena no tardó en reaccionar, abrazándose con fuerza y rompiendo a llorar con una angustia que sólo conseguía que el corazón contrario desapareciera por completo.

—Lo siento... —Emma no le respondió. No podía por el llanto que aún llevaba con ella y entonces fue cuando Mikasa se dio cuenta de que ahora estaba en la posición de Sandra y de Lisa, pues ahora era ella ese apoyo que la niña necesitaba. La abrazó con un poco más de fuerza contra su cuerpo, acariciando su cabecita con cariño mientras empezaba a mecerse con calma. Era un mecer suave, cariñoso y que fue consiguiendo que el llanto se fuera calmando. El amarre de Emma se tornó más débil con el paso de los minutos hasta que al final acabó por silenciarse. Mikasa no dejó de acariciarla y cuando notó que los bracitos ajenos cayeron por su propio peso, la cogió para llevarla hasta su propia cama. La acomodó, le quitó sus zapatos y la observó dormir, viendo como su respiración a veces daba algún respingo por la intensidad del llanto, pero poco a poco se iba relajando.

—Es la primera vez que es capaz de dormirse. —La voz de aquella mujer hizo que dirigiese su mirada hacia la puerta una vez más, levantándose con rapidez para abrazarla con cariño— Megumi...

—No vuelvas a hacer eso, eh. Los señores Blouse ya me han puesto al corriente de tu estado, así que haz el favor de grabarlo en tu cabecita hueca, ¿vale? —La regañó con debilidad mientras la alejaba de ella con cuidado, mas no tardó en estrecharla ahora entre sus brazos— Qué alegría más grande me has dado. No sabes lo preocupada que estábamos sin saber de ti.

—Lo siento... Me ha sorprendido saber que Eren no os hizo saber nada.

—Bueno, da igual. No es el momento de preocuparse por eso, sino de que tú y el bebé estéis bien y de que los niños se adapten lo mejor posible. —Megumi empezó a acariciar la mejilla contraria con cariño— ¿De cuánto estás?

—Cuatro meses iniciados. —Megumi la acompañó hasta el borde de la cama, como si la estuviera devolviendo a su sitio, pero con el añadido de que ella se sentó a su lado— Pero me caí y se ha complicado un poco.

—Emma es una de las pocas cosas que nos ha contado. Que Mateo no pudo con ambas y todos os fuisteis al suelo y que te llevaste un buen golpe por protegerla.

Asintió con cierta amargura en su rostro, pues creyó de verdad que iba a ser capaz de salvar a todo el mundo— De más de setenta personas, las cuales llevaban siete años allí, sólo sobrevivieron nueve niños. Es deprimente.

—Es algo que ya deberías tener más que asumido, Mikasa.

—Ya, lo sé, pero... Soy la responsable. Creyeron en mí y en que de verdad iban a saborear la libertad para luego...

—Murieron con esa esperanza, Mikasa. O al menos durante un corto tiempo vivieron con esa ilusión.

—Esa esperanza se desvanece cuando ves a los titanes correr hacia ti. Había más niños y familias... —Suspiró de forma tendida— Era la primera vez que estaba al cargo de una misión así... No sé cómo lo pueden soportar los altos rangos...

—Pues te tienes que acostumbrar, Mikasa. —Alzó la mirada hacia Megumi, quien alzaba sus cejas antes de hacer un leve gesto hacia aquella barriga que empezaba a tomar forma— En esta misión propia no hay más capitana que tú y el padre de la criatura. Todo lo que decidas es un todo o nada y esa es una misión que te va a seguir hasta que esa criatura vuele y tome las riendas de la suya propia.

Mikasa posó entonces sus manos sobre su barriga a la vez que dirigía su mirada hacia la misma. Notó las manos de Megumi apoyarse en sus hombros, lo cual agradeció, pues aunque era cierto que empezaron con mal pie, poco a poco fue cogiéndole un cariño difícil de explicar y ayudarla en el orfanato la hizo valorar cada orden y acción que llevaba a cabo. Su misión también era muy complicada y nunca la había visto perder el tipo, algo que era la primera vez que tenía en cuenta y empezaba a valorar.

—Megumi... He ido a ver a los padres de Jean...

—¿Jean?

Claro, apenas le había hablado de sus compañeros y de pronto le saltaba con el nombre de Jean, que era algo que apreciaba muchísimo, como si fuera de conocimiento popular. Se mordió débilmente el labio inferior antes de hablarle de él, del padre de su criatura y de cómo se llegó a esa situación. Le pidió que no la regañara, que Lisa ya lo había hecho, pero hizo lo mismo y exclamó con total sorpresa. ¿Qué imagen tenían de ella que todo el mundo se sorprendía ante aquel desliz? ¿Tan raro era? Aprovechó todo el rato que Emma estaba durmiendo para contarle todo, su visita a la casa de los padres de Jean, las cartas, la actitud de Eren, el parto de Historia y su intención de ponerle el nombre de la hija de los señores Blouse. Megumi la escuchaba con atención, dándole consejos siempre que lo consideraba sin entorpecer en ningún momento el diálogo de la joven.

Pasó un buen rato, el tiempo suficiente como para que Mikasa pusiera al corriente a Megumi, hasta que todo se alineó y empezaron los avisos. Lisa avisaba de que la comida ya estaba para ser servida y Emma se despertó con dulzura. Ante aquello, Megumi salió de la habitación para ayudar a Lisa, mientras que Mikasa se quedó observando a la pequeña despertarse.

—¿Has dormido bien?

Emma asintió mientras frotaba sus ojos con suavidad— Tu cama es muy cómoda.

—¿Más que la tuya? ¿Qué habitación has elegido? —Emma negó con debilidad— ¿No has elegido ninguna aún? Pues puedes quedarte aquí si quieres.

—¿Contigo? —Mikasa asintió con debilidad— Pero... Tú no vives aquí.

—¿Y quieres? —Emma ahora asintió con algo de emoción— Pero por mi trabajo no siempre podré estar aquí, así que te dejo el cuidado de la habitación en mi ausencia.

—¿Y cuando nazca el bebé?

—Pues juntas, aunque ya sabes que lloran mucho y despiertan en mitad de la noche... Igual para eso te merece buscar una segunda residencia aquí.

Emma rió con algo de ánimo, siendo correspondida por la morena— Podré soportarlo.

—Ah, pues entonces genial.

—¿Y cuando venga el padre de tu bebé?

Ahí ya tuvo que coger algo de aire, pues qué iba a hacer si Jean aparecía. ¿Estaba empezando a ser cruel con Emma diciéndole todo lo que quería escuchar? Le prometió a Hugo cuidar de ella, cosa que iba a cumplir, mas no quería construirle castillos en el aire de forma gratuita— Pues... ¿Una cama más grande y los cuatro?

—¡Yo no le conozco!

—¡Pues te lo presento! Diré: Jean, esta es Emma y Emma, este es Jean. Y ya os conoceréis.

—¿Se llama Jean? —Mikasa asintió— ¿Es tu novio? —Negó ahora— ¿Lo seréis? —Y alzó sus hombros sin saber qué responder ahora y con algo de apuro en su interior, pues cada pregunta era más complicada que la anterior para responder— Ya se verá. —Mikasa ahora ladeó su rostro con curiosidad— Era algo que Matilda siempre decía. Cuando hablaban de cosas que no sabían cómo solucionar.

—Pues tenía toda la razón. Ya se verá. —Sonrió con debilidad— Y como ya se verá, ahora toca ir a comer, que yo no sé tú, pero yo estoy muerta de hambre.

Emma abrazó a Mikasa por sorpresa y aunque tardó un poco en reaccionar, se lo devolvió. Envolvió entre sus brazos a la pequeña, intentando ser todo el apoyo necesario que necesitaba ahora, igual que lo habían sido para ella no hacía mucho.

.

.

—No puedo. —Negó con rotundidad, mientras intentaba serenar su respiración totalmente descompuesta.

—Pero mi rey...

—¡No, Jimmy! No puedo...

Lucas y Jimmy se miraron sin comprender qué era lo que le estaba pasando por la cabeza a Eren. Había llegado totalmente enfadado, destrozando todo lo que encontraba a su paso y maldiciendo mil y una cosas. La felicidad del inicio cuando se enteró del embarazo de Mikasa se había disuelto por completo y desde que su hermanastra apareció en escena, él había enloquecido por completo. Estaba roto, como si su ser se hubiera fragmentado y según el momento aparecía un Eren u otro. Y eso entorpecía muchísimo la investigación.

—Eren. Hablemos como amigos y no como compañeros de misión. —Jimmy se acercó ahora al mencionado, sentándose a su lado mientras le observaba golpear con debilidad la mesa— ¿Qué ha ocurrido para este cambio?

—La he perdido...

—¿A Mikasa? —Eren asintió con rabia— ¿Por qué?

—Es por culpa de Jean... Y de ese bebé que viene de camino.

—¡Pues por eso, Eren! —Aquella exclamación consiguió que Eren le dirigiese la mirada a Jimmy por primera vez en todo el día— Necesitamos a ese bebé. Quitárselo para que Mikasa vuelva a ti. Y así ya no volverá a alejarse. Se deprimirá un tiempo, puede ser, pero para eso estarás tú a su lado en todo momento, Eren. —Se levantó de su asiento para agarrar el rostro ajeno, el cual golpeaba con debilidad. Expulsaba sus palabras con convicción ante la atenta y apagada mirada del contrario.

—¿Y si no es así...?

—¡Claro que va a ser! Cuando una persona está completamente hundida cualquier mano le viene bien. Y a ti te debe su vida, ¡cómo no va a aferrarse a ti si volvería a tenerte como única familia! Eren, no dejes que la mente se te nuble, por favor. Esto es muy importante y no podemos perder esta oportunidad.

—Pero es que...

—Eren. —Lucas cortó las dudas que iban a salir de los labios de su rey. Ahora era él el que se aproximaba con paso seguro— No le dará tiempo. Si lo hacemos tal cual nace, ¡no le dará tiempo! No sobrevivió y ya está. No tiene que saber la verdad, se quedará entre nosotros. Además, su caída al final de su misión nos viene de lujo para que ese desenlace sea real. Es como si el destino nos lo estuviera poniendo en bandeja.

Las palabras de Jimmy y de Lucas martilleaban su cabeza sin cesar. Odiaba a ese bebé que Mikasa estaba gestando en su interior y también odiaba a Jean por haberse aprovechado de ella, aunque debiera estarle agradecido por influencia de sus compañeros, mas algo dentro de sí se retorcía ante la idea de arrebatarle el bebé a Mikasa, de ser un tío cruel que iba a utilizar a su futuro sobrino o sobrina en pos de la investigación. Esa parte se sentía horrible por no haber llevado las cosa de otra forma, por no haber escuchado de la boca de su hermana el anuncio de su futura maternidad, de no haber mantenido esa confianza entre ambos como para que ella le confesase todo. Quería volver atrás en el tiempo para impedir llegar a este punto, incluso impedir que su hermana y Jean yaciesen. Prefería poner a la venta la libertad y futuro de su propia hija antes que Mikasa se quedase embarazada. Y cuando lo pensaba se quedaba sin aire. ¿Cómo podía estar dudando por un ser que ni siquiera había nacido y encima era el resultado de un acto sin amor? ¿Quizá porque una mitad de esa futura criatura era de su hermana? Si la vendía, ¿estaría vendiendo a Mikasa? ¿De verdad existía esa garantía de que tras perder a esa criatura ella volvería a sus brazos? ¿Se acabaría el tormento para ambos? No se alejaría, ya no la apartaría de su lado si así sucedía. La necesitaba a su lado, siendo su pilar central. Sin ella a su lado se sentía totalmente perdido en la penumbra de su ser, del mundo. Se ahogaba en él y de nada iba a servir un mundo libre controlado por ellos si ella no estaba a su lado. Entonces sí, debía dejar de lado aquellos sentimientos por una criatura no nacida para centrarse en el futuro, en ese futuro con Mikasa a su lado, siguiéndole de forma ciega como siempre había hecho. Y entonces, con el mundo a sus pies y Mikasa a su lado, la libertad sería una realidad. Algo tangible.

Asintió entonces con debilidad, consiguiendo que Jimmy y Lucas suspirasen con calma, pues por un momento ambos creían que la investigación y el futuro estaba perdido.

Chapter 16: CAPÍTULO 15

Chapter Text

Habían cogido la costumbre de terminar el día de trabajo en la taberna del centro del pueblo. Iban llegando poco a poco y según lo hacían, se sentaban en el primer sitio que encontraban libre y pedían. Se empezaban a preguntar por el día y si había alguna novedad en cuanto a las negociaciones. El último en llegar en esta ocasión fue Armin, quien aparecía con el correo y ante aquello, las sonrisas empezaron a dibujarse en el rostro de los presentes.

—Ya está aquí, aunque... —Hizo una breve pausa mientras dejaba la correspondencia sobre la mesa del lugar, cortando con gran parte de aquellas sonrisas que habían nacido tras verle— Hay muy pocas en esta ocasión. —Anunció con cierto tono pesado, dirigiendo su mirada hacia Jean— En esta ocasión parece ser que ni tú ni yo hemos recibido nada.

—¿Cómo es eso? —Preguntó más para sí que para el rubio, mientras se abalanzaba sobre las cartas y efectivamente, no había recibido ninguna. Ya había llegado a ese punto en el que no esperaba ninguna por parte de Mikasa, pero no recibir nada de sus padres le empezaba a escamar, pues desde la última respuesta habían pasado más de dos meses— No puede ser...

—Es raro, ¿verdad?

—Es que esta vez ni Eren me ha escrito... —Armin se sentó con algo de malestar, centrando su mirada sobre la única carta que quedaba sobre la mesa y cuyo receptor era general, estaba dedicada a todos los integrantes del grupo— Y ésta es de Historia. —Anunció abriéndola con rapidez para dedicarle una rápida lectura, dejándola sobre la mesa con pesadez.

—¿Qué pasa? —Annie la cogió para empezar a leerla con la misma rapidez que su compañero— Historia y Eren se han casado y han sido padres de una niña. —Anunció con sorpresa, dejando a todos sus compañeros totalmente helados— Así que pide que tengáis paciencia porque todo irá un poco más lento y seguramente todo se alargue más de lo previsto.

—¡Ah! ¿Tengo que pagar yo con mi tiempo el que Eren e Historia estén jugando a la familia feliz? —Gritó ahora Jean con molestia y dando un pequeño golpe sobre la mesa— Hace meses que no sé nada de mis padres y ahora tengo que esperar a qué, ¿a que ellos tengan un hueco de su baja para poder continuar con mi vida? —Chasqueó con molestia, mientras negaba con rapidez, totalmente molesto por cómo se había tornado todo— ¿Y no podemos volver por unos días?

—No, Jean. No tenemos el permiso para poder ir y si lo hacemos las consecuencias pueden que sean horribles para las negociaciones. —Armin sonaba derrotado, no porque no se alegrarse por la paternidad de su compañero, sino por haberla ocultado desde el principio— Historia estaba embarazada cuando nos vinimos y Eren no fue capaz de decirnos nada...

—Había rumores de que la reina estaba embarazada, Armin... —El mencionado asintió tras las palabras de Connie, pues los había escuchado, mas nunca habría imaginado que la futura reina fuera a ser la hija de su mejor amigo.

—Pero algo está pasando con Mikasa. —Interrumpió Annie de pronto, recibiendo la mirada de todos sus compañeros— Le escribí a Hitch dos cartas. Una utilizando mi nombre real y mencionando a Mikasa y otra con un simple Ani y sin mencionarla, pues... —Alzó entre sus dedos las hojas de la carta que había recibido.

—¿Has recibido respuesta de aquella en la que no mencionas a Mikasa? —Armin observó a Annie asentir con cierto pesar, pues la verdad es que no le hacía ninguna ilusión seguir alimentando el malestar del rubio con la situación de quien estaba a tantos kilómetros de distancia— Dios mío, ¿pero qué está pasando con ella? —Se cuestionó más para sí que para el resto de la mesa, quienes les observaban con el mismo pesar que él.

—Por favor, Armin...

El mencionado alzó su mirada hacia Jean, quien tenía su mirada totalmente fijada en la ventana, como si aquella fuera la única vía de escape que ahora tenía en aquel lugar— ¿Qué, Jean? ¿Me vas a decir otra vez que estoy exagerando? ¿Tú puedes estar tranquilo cuando, igual que yo, no has recibido ni una carta de Mikasa? ¡Y le estás escribiendo!

—¡Ya lo sé, Armin! —Dejó su vaso ahora sobre la mesa con malestar— Y ya no sé si estás exagerando, pero podrías parar de estar diciéndolo una y otra vez. Resulta que si le escribes no recibes respuesta, ¿es que se están perdiendo las cartas? No me jodas. No está respondiendo, por el motivo que sea, pero no porque esté en peligro.

—Lo está, Jean. —Armin sonó tajante— Y tú lo sabes, pero prefieres mirar hacia otro lado, ¿no? ¿Así va a ser tu plan?

—Chicos, por favor... —Connie intentó calmar ahora un poco los ánimos de sus compañeros, quienes empezaron a alzar la voz sin control.

—Mi plan es no consumirme con teorías, ya que no puedo volver a mi casa para intentar aclarar nada. ¿Te gusta? Yo no soy el salvador de Mikasa, para eso está Eren y para eso ella sólo tiene ojos para él.

—¿Te acabas de olvidar de qué hizo antes de despedirnos? ¿Y de este anuncio de Historia, también? ¿Te estás escuchando?

—Dios mío, Armin, cállate.

—No, no me callo, Jean. —Su voz empezó a temblar sin poder controlarla, no porque estuviera nervioso por la discusión, sino porque estaba enrabietado por aquella forma de actuar de su compañero, la cual nunca habría imaginado— No me callo porque no entiendo a qué estás jugando.

—¡No juego a nada, Armin! ¿Qué os pasa a todos? ¿Por qué queréis ver algo malo? Os están diciendo que está de misión, que no responde por eso y ya está. Igual ahora estará deprimida porque Eren es un hombre felizmente casado y padre de una niña, ¿qué necesitáis? ¿Acaso vosotros no conocéis a Mikasa? Ella te escribiría si pasara algo, te lo prometió, Armin... —Su voz se empezó a romper ante lo último, pues una parte de sí sólo rogaba que nunca llegase una carta así y sabía perfectamente el motivo por el que la discusión se estaba volviendo tan tensa entre el rubio y él.

—Es que no llegaría, Jean... —El mencionado fue a responder, mas su voz no logró salir de sus labios— Y puedes querer mirar para otro lado, pero Mikasa no está bien... Desde que Eren se juntó con aquel equipo él cambió... Y Mikasa no estaba a salvo...

—Podríamos escribirle a Historia para que la acepte en la misión. —Añadió Reiner ahora con algo de inseguridad en sus palabras— Igual la pillamos con la guardia baja y acepta...

—No lo harán. —Armin cogió la carta de su reina para volver a releerla y volver a sentirse con cierto pesar en su corazón. Desde luego que Eren era totalmente diferente al que conocía y nunca dudó de él, pero tras expulsar a Mikasa así de su vida, siendo capaz de atacarla, todo lo sintió cambiado. Mikasa le era fiel de una manera ciega, que podía ser asfixiante, sí, pero era su forma de demostrar el amor que siente, así como el terror por perder a alguien amado. Ya lo perdió todo en su día y volver a perder lo que la llenaba era como volver a matarla, por eso insistió en que fuera a la fiesta de despedida. Quería intentar convencerla, aunque no estuviera convocada. Sintió un miedo difícil de expresar y un extraño pálpito de que todo iba a ir mal una vez se marchase. Y tras aquella partida, todo fue a peor. Las menciones eran vagas y estaba en una misión constante, cosa que podía creerlo si de verdad se sintieran ciertas aquellas palabras, mas estaban vacías y sólo querían evitar a la mencionada. Además, Mikasa nunca habría estado tanto tiempo sin contactarle, era imposible— Tenía una pequeña teoría de que Mikasa no estaba recibiendo nada, pero después de la carta de Annie... Es que de verdad que no lo hace... Y no sé en qué punto se pierden.

—¿Quieres que pregunte mañana en la casa de la correspondencia? —Preguntó Jean manteniendo el malestar que la discusión le había dejado, observando con atención al rubio— ¿Qué quieres que me digan para que te quedes tranquilo?

—Olvídalo, Jean. No voy a entrar en esa discusión de nuevo. Tú quieres mirar hacia otro lado, quieres omitir que algo hay, vale, lo entiendo. Lo haces porque si gana esa teoría te sentirás horrible por no haber ayudado, sitio en el que yo me encuentro. —Terminó de beber el contenido de su vaso y acto seguido se levantó de su asiento para marcharse— Mañana tengo que madrugar. Nos vemos. —Se despidió sin dar paso a nada más, saliendo con rapidez de la taberna y dejando tras él un malestar creciente, sobre todo al castaño, quien se quedó con un huevo en la garganta bastante importante, de los que podían ahogar.

Todos los presentes le observaron salir en silencio y, como era de esperar, el ánimo se había desvanecido por completo, por lo que la fiesta terminó poco después de la marcha del rubio. El silencio fue el protagonista del lugar, pues el ruido de los pensamientos se mantenía oculto dentro de cada uno de ellos.

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Como si estuvieran destinados a lo mismo, ambos decidieron hacer lo mismo sin saber que estaban siguiendo una misma línea con la misma preocupación. Con miles de kilómetros de distancia y varios meses de ausencia en cuanto información del uno y del otro, Jean y Mikasa se dirigieron a las casetas encargadas de la correspondencia. Los dos tenían muchas cosas que hacer aquel día y ambos habían decidido iniciar su día con lo mismo: preguntar si había algún problema con las cartas.

Las casetas eran totalmente diferentes entre ellas y al ser los primeros en llegar, no tuvieron que hacer mucha cola, pues rápidamente fueron atendidos. En ambos se encontraba una trabajadora, quien amablemente les cuestionó en qué podían ayudarles y ellos, igual de amables, preguntaban si la correspondencia estaba llegando bien. Jean anunciaba que hacía tiempo que no recibía nada de alguien importante para él y que las cartas de su madre habían dejado de llegar de pronto; Mikasa por su parte le comentaba a la chica que en seis meses no había recibido ni una carta de ninguno de sus amigos, que le era muy extraño. Obtuvieron la respuesta que no querían obtener: todo estaba llegando de forma habitual y seguían los procedimientos comunes. Si no recibían ninguna carta era porque no tenían ninguna carta que recibir. Y eso dolió. Mucho. Ambos tragaron saliva con pesar antes de despedirse de aquella amable trabajadora.

Salieron con paso derrotado y destinados igual, pensaron en el uno y en el otro. Mikasa alzó su mirada al cielo antes de dirigir su paso hacia el portón que daba lugar al exterior. Se habían producido muchos avances en cuanto a aquellos titanes y tras descubrir el poder de Eren, lograron crear pasos seguros en el exterior, los cuales les habían empezado a facilitar el ir y venir con otras naciones, aunque ello no había impedido que aún estuvieran encerrados y el contacto con el mundo exterior siguiera siendo inhóspito y hostil en muchos casos. Tuvo el impulso de salir, de coger un caballo y cabalgar a toda velocidad hasta el puerto, mas sabía que era un acto suicida y pronto desechó la idea.

Jean pareció corresponder a aquella mirada alzada al cielo, pues sintió esa necesidad de alzarla también para preguntarse cómo estarían yendo las cosas por allí, si su familia estaría bien y qué con Mikasa. Escondió sus manos en la chaqueta del uniforme antes de caminar hacia el puerto y deseó subirse en el primer barco rumbo a casa, mas si lo hacía sabía que las consecuencias iban a ser fatales, ya no sólo para él, sino para todos, pues desertar en una misión de alianza era el peor de los insultos que un cargo como él podía llevar a cabo. Se limitó a observar como un cobarde el ir y venir de aquellos navíos y de pronto sintió un pellizco en su interior al recordar las palabras de su compañero. No se equivocó en nada y prefería mirar hacia otro lado en vez de estar consumiéndose por el pensamiento de que Mikasa estaba en peligro. Si así era, si por un casual ella estaba mal, ¿cómo iba a solucionarlo? ¿Cómo de pronto o de tarde iba a llegar? Se imaginaba mil cosas y la respiración se le cortaba de golpe. Simplemente no podía ante la idea de tener una teoría tan horrible, pues no podía ponerle solución allí donde estaba y sin información contrastada.

—¿Y bien? —La voz de Armin le asustó, no pudiendo evitar dar un pequeño repullo. Le observó con pesadez antes de negar, dirigiendo su mirada hacia el mar de nuevo— No hablaré más de ella, pero antes quiero preguntarte algo, Jean... —El castaño se limitó a hacer un leve sonido— Aquella noche... ¿Pasó algo entre vosotros?

La pregunta hizo que se le atragantase la poca saliva que iba a tragar, rompiendo a toser con una mezcla de agonía y apuro, pues en ningún momento vio capaz a Armin de preguntarle algo así. Dirigió su mirada hacia él y todo se lo dijo. Era otra de sus teorías que acababa de confirmar y no sabía si preguntar el motivo. Una bomba de pesar explotó de pronto en su interior, no pudiendo evitar tapar su rostro con sus manos, recordando aquella noche una y otra vez— Yo... En ningún momento fui un aprovechado, Armin...

—Entonces... —Carraspeó ahora con vergüenza ante la imagen mental que le vino de forma tan fugaz. La recordó rodeada por los brazos de su compañero, como si estuviera en paz y protegida, por lo que agradeció haberse quedado con aquella imagen de verla así, pero Jean estaba lejos de ella, él lo estaba y se había quedado completamente sola. Sabía del odio de Lucas hacia Mikasa y había escuchado en alguna ocasión que de conseguir el poder él se encargaría de ella, cosa que le habría hecho gracia si no fuera porque Eren estaba totalmente encandilado con él, como lo estuvo con el capitán Levi en su inicio, guardándole el máximo respeto. Por eso, cuando fue capaz de atacar a Mikasa para echarla de su vida, todo se volvió oscuro y el pánico se apoderó de él, por eso aquella preocupación excesiva que no podía dejar de verbalizar siempre que llegaban las cartas y su amiga era ignorada o pasada de largo— Por favor, Jean... No mires hacia otro lado...

Aquel ruego hizo que el pesar del castaño se viera cortado de golpe. Destapó su rostro para mirarle con interrogante, pues la verdad es que esperaba recibir algún golpe o algo por parte de Armin tras descubrir que había estado con su amiga— ¿Me has escuchado?

—Cuando la tenga delante podré juzgarte. —Alzó sus hombros con rapidez— Pero estamos hablando de Mikasa, alguien de quien nunca te aprovecharías porque, en el súper hipotético caso de que así fuera, estarías fuera de este mundo por tus propias manos.

—Entonces... ¿Puedo confesarte que me puede la agonía porque no soporto que no me haya respondido? —Suspiró entonces de forma tendida, como si aquella confesión fuera un enorme peso que se hubiera quitado de encima— Dejamos claro que fue un error y que no volvería a producirse.

—No sé si quiero los detalles, pues Mikasa es mi mejor amiga. Si fuera otra persona, bueno, pero ella es demasiado cercana como para saberlos. —Se rascó la nuca con algo de vergüenza ante la idea— El caso es que te lo he preguntado porque creo que Eren lo sabe. No sé cómo, pero así lo siento y creo que en realidad busca separaros. ¿Le has preguntado por ella a tus padres? —Le observó asentir con debilidad como respuesta— Entonces por eso creo que tampoco estás recibiendo nada de ellos. Ya me era raro que fuera de pronto, pero si él lo sabe... Eren puede llegar a ser muy posesivo cuando se le quita algo que considera propio. No es lo mismo tirar algo que el que te lo quiten. Sí, Eren expulsó a Mikasa de su vida, pero si descubrió que estuvisteis juntos y que, no sé, Mikasa pidió venir con nosotros, pues seguramente decidiese romper las relaciones y así se quitaba el problema.

—¿Estás insinuando que Eren me ha aislado de todo por celos? —Le vio asentir con debilidad y no pudo contener la risa nerviosa que le entró ante aquella teoría del rubio. ¿Eren celoso por un encuentro casual? Aquello era el mundo al revés, pues si bien era cierto que lo que ocurrió aquella noche ni él se lo esperó, no era motivo como para sentir que lo había perdido todo y ahí, el rey Eren estaba siendo un poco exagerado de más. Mikasa tenía sólo ojos para él y por su parte seguramente se quedaría en algo anecdótico, en un error de borrachos sin más. Y eso dolía, pues ojalá no tuviera que aceptar aquello y ojalá poder disfrutar de más momentos así con ella, pero sabía que era algo improbable al cien por cien.

—Es la única teoría que me deja tranquilo. No es tan dramática y tampoco te va tan mal, ¿no?

—Me gustaría que no lo predicases, por favor. Ella no recordaba nada y yo al inicio tampoco, pero después todo me vino de golpe, así que...

—Sólo se lo he comentado a Annie.

—Ah vale, gracias.

—No mencionaré las otras teorías que tengo, pero quiero decirte que ella se veía bien arropada por tus brazos. —Aquellas palabras sonrojaron al castaño, quien se sintió totalmente perdido por aquella actitud de su amigo. ¿Es que se la estaba vendiendo o qué le estaba pasando por la cabeza? Se había pasado meses con los nervios y el ser totalmente destrozados porque le aterraba el cómo iban a recibir si se enteraban de que se habían acostado borrachos, por si le tomaban por un aprovechado y, lejos de ello, Armin parecía que estaba dándole la bendición. Todo estaba siendo surrealista— Y ahora que Eren es un hombre felizmente casado y padre de una niña, pues...

No terminó de hablar cuando inició su camino hacia el lugar de la reunión que tenía programada. Aquello molestó a Jean, quien empezó a caminar tras él sin dejar de preguntarle qué es lo que iba a decir, pero era ignorado por el rubio, quien le dijo que ya no iba a tratar más teorías de la morena. Y aquello le reventó, en el buen sentido de la amistad que tenía con él.

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Después de su visita a la casa de la correspondencia caminó hacia el cementerio, pues era la primera vez que quedaba con Historia fuera de palacio y sabía que no lo hacían en el lugar más apropiado para ello, pero la rubia le había pedido ir, pues le comentó que desde el entierro no había ido a visitar a su amiga. Llegó con tiempo de sobra, acompañada de un ramo de flores, tal y como habituaba siempre que iba a visitar a Sasha. Se acercó a su tumba, ya que prefería esperar allí a la reina y ya se dispuso a dejar el ramo. Observó la tumba y sin saber muy bien el motivo, esta vez el pellizco fue algo menor. Seguía doliendo, mas era como si poco a poco se fuera acostumbrando a la ausencia de su amiga después de tanto tiempo, algo que empezó a sentir también con Jean. Desde la última vez no había hablado con Historia y no sabía qué iba a pasar, pero estaba empezando a aceptar que él no iba a estar a su lado, ya no sólo en el parto, sino en su vida, pues todas sus cartas habían sido ignoradas y eso la estaba consumiendo también interiormente, pues seguramente él ya estuviera al tanto de todo, sino por ella, por Historia en su petición, por lo que el no saber nada de él era simplemente una manera de hacerla saber que no quería saber nada de su estado. No le podía culpar por ello. Fue un desliz, un acto sin ningún control que justamente se salió de él, mas no iba a negar que le era una sorpresa totalmente amarga aquella forma de actuar de su amigo.

Suspiró con algo de intensidad, pues ya había pasado tiempo desde la última vez que fue a visitarla. Quiso haberlo hecho antes, sobre todo porque no le había dado la noticia aún, pero es que las tres abuelas de su criatura le habían recomendado que no fuera, que igual iba a afectarla más de lo necesario y ante aquello, le era imposible negarse. Mas en esa ocasión se lo pudo permitir gracias a su reina, quien insistió en verse allí. Aquella barriga ya no había forma de ocultarla, por lo que simplemente posó sus manos sobre ella antes de dirigir su mirada de nuevo hacia aquella tumba.

—¡Sorpresa! —Hizo ademán de gritar, mas apenas le salió la voz. Rió con debilidad antes de tragar saliva con intensidad, pues de pronto sintió que se había quedado sin fuerzas, que aquella sensación inicial se había perdido de golpe y que, una vez más, deseaba con todas sus fuerzas que su amiga estuviera presente de verdad y no estar hablándole a una piedra como una loca. Suspiró con intensidad una vez más— Le voy a poner tu nombre si es niña. Al principio sentí que era una idea genial, pero al hablar con tus padres me sentí terrible porque si lo piensas es algo cruel, pero me dijeron que no era algo exclusivo de ellos y que hiciera lo que desease. Y quiero que se llame como tú. No fui la mejor amiga del mundo y te pido perdón por ello... Y qué rabia que tengas que faltar para ser sincera contigo. No sé si Jean estará de acuerdo, pero quiero honrarte y darte las gracias así. Sé que te echaré muchísimo de menos, como ahora, pero creo que así no dolerá tanto recordarte y podré hacerle frente a la ausencia de nuevos recuerdos a tu lado. Así que... Por favor, ya que estás ahí arriba, ¿puedes mover hilos para que sea una niña? Tu madre siempre está diciendo que me estoy ilusionando demasiado, pero es que ojalá sea una nena. Todas las noches me da por rezar y estoy con el por favor, por favor, una nena... —Volvió a reír con debilidad— Si estuvieras viva estoy segura de que serías una tía genial y te la confiaría con los ojos cerrados. No me daría miedo Eren y estoy segura de que no tendría este nudo en la garganta, así que espero que seas como su ángel guardián y no dejes que le pase nada, ¿vale? —Esperó unos segundos en silencio, como si estuviera esperando la respuesta por parte de la contraria— Echo de menos tu voz porque en verdad me gustaba mucho. Esos gallos que te salían cuando te ponías nerviosa, ya fuera para bien o para mal, me encantaban. Además, tengo muchos recuerdos favoritos a tu lado, pero me los guardaba para mí porque así los sentía más especiales, cosa que me hace pensar en lo que me dijo tu madre sobre lo bien que viviste, sobre cómo calaste en nosotros y has conseguido permanecer viva pese a no estar, cosa que comparto y que sentí la primera vez que creí que Eren había muerto. —Acarició la tumba de su amiga con suavidad— ¿Tú crees que yo estoy viviendo bien, Sasha? Siempre he estado obsesionada con Eren, con protegerle y estar por y para él, cosa de la que no fui consciente hasta que estuve en Quinta y me enteré del embarazo; él siempre se ha alejado de nosotros y si lo pienso, no he vivido como has vivido tú ni he calado en los demás como tú, que no pasa nada, pero sé que nadie le pondría mi nombre a su hija y que Eren, si me pasase algo, tal y como está, dudo que me honrase así... Y la verdad es que si lo piensas, pues el corazón se te hace pequeño. —Hizo una leve mueca de pesar sin dejar de mantener fija su mirada en la tumba de su compañera, leyendo su nombre una y otra vez— No voy a deprimirme, no te preocupes, pero sí es algo que he estado pensando y que no sé si estaré a tiempo de cambiar o al menos, sí que me gustaría empezar a ser más sincera con lo que siento y cuidar mejor a la gente que me rodea. Así que te pido perdón, Sasha... Perdóname por no haberte dicho esto cuando tocaba...

Un gemido extraño hizo que cortase su diálogo y dirigiera su vista hacia su izquierda, topándose con Historia y la pequeña Ymir. Dibujó una agradecida sonrisa en su rostro, apoyándose sobre la tumba de su amiga.

—Ey, ¿cómo estáis? —Preguntó la morena mientras se acercaba a las dos rubias. Ymir tenía unos ojos enormes del mismo color que su padre y ya empezaba a dar muestra de la belleza que iba a tener, muy al nivel del de su madre. Acercó sus manos hacia la pequeña para agarrar una de las contrarias y recibió una pequeña risotada, a la cual Mikasa respondió.

—Estamos genial, así que tómala un poco mientras saludo a Sasha. —Comentó la reina dejando a la bebé sobre los brazos de su tía.

Mikasa la observó con atención, pero no le prestó más atención de la necesaria, pues enseguida se dispuso a hablar y a juguetear con la pequeña, quien se emocionaba de más tras cada palabra y gesto de la morena. Mikasa, sin saber que estaba dotada de aquello, tenía una débil carcajada preciosa, cuya hacía que la nena reaccionase de forma positiva para así entrar en un bucle de risotadas bobas y cómplices, cosa que le agradaba en exceso y hacía que su mente pronto viajase al futuro, pues rápidamente pensaba en si su criatura iba a ser igual, si la experiencia iba a ser igual de agradable y nerviosa, pues aunque le gustaba estar en contacto con su sobrina, no podía negar que en su vientre se formaba un cúmulo de extraños nervios, como si el futuro cercano no fuera propio de ella y su situación fuera un error del destino. Ya no dudaba sobre si estaba preparada o no, ya solamente en algunos casos sentía que todo aún le era muy ajeno a su propia persona e imaginarse con un bebé propio era una experiencia que la aterraba y emocionaba a partes iguales.

Después de un rato de juegos y pensamientos internos, Mikasa volvió a fijarse en Historia, quien miraba la tumba con un pesar demoledor, ¿acaso ella también sufrió mucho por la muerte de Sasha? Se sentó a su lado con cuidado y la vio mirarla agridulce— ¿Todo bien, Historia?

—Es... Una sensación muy extraña... —Mikasa sólo asintió, mientras seguía jugando y moviendo con extremo cuidado los bracitos de la nena, la cual había sentado levemente en su muslo izquierdo— Ahora entiendo muchas cosas. Lo siento, Mikasa... —Aquella disculpa apenas pudo salir de sus labios, alertando a la morena por completo, quien se acercó a ella con preocupación— No he podido cumplir mi palabra... No vendrá... Jean...

Los hombros de Mikasa cayeron con total derrota y en su rostro se dibujó una pena horrible. Forzó su sonrisa para la pequeña, mas Ymir se había percatado de que aquella ya no era una sonrisa feliz y una leve mueca de puchero se dibujó en ella.

—Lo estaba asimilando, no te preocupes. —Historia entonces la miró con sorpresa— No me ha respondido a ninguna carta... Así que supongo que no quiere saber nada. No le culpo.

Y un jarro de agua fría cayó sobre la rubia, quien se quedó sin aire ante aquellas palabras. ¿Mikasa no estaba recibiendo ninguna carta por parte de ninguno de sus amigos? Ella sí las estaba recibiendo, igual que Eren, quien recibía una cantidad ingente de ellas. Sin embargo, tras esa última imagen de su marido recibiendo tal cantidad de epístolas hizo que la teoría más horrible se le apareciese por su mente como un rayo. ¿No todas las cartas eran suyas? ¿Acaso Eren estaba confiscando las cartas que iban hacia Mikasa? Tras cada cosa que iba descubriendo de su marido, más crueldad le añadía. ¿Siempre fue así de crudo Eren? ¿Dónde estaba aquel chico que, si bien era cierto que estaba agobiado por la protección de Mikasa, se preocupaba porque todos estuvieran bien, por salvarlos? Se había corrompido por completo e iba a destruirlo todo, incluso a su hermana, para recuperar lo perdido.

—No creo que sea eso, mujer...

—¿Entonces qué es? Nadie me escribe y de Jean me duele por las consecuencias que ha tenido, pero de Armin... Ha pasado de querer que me fuera con ellos a no existir siquiera.

¿Qué debía decir? Armin no dejaba de preguntar por ella en cada una de las cartas, de manera súper insistente, lo que hacía que Eren se volviera loco de la rabia, cosa que Mikasa desconocía por completo. ¿Qué sensación debería estar sintiendo ahora su amiga? No podía ponerse en su piel de imaginar no ser nada para sus amigos, quienes ya estaban dentro del medio año de misión, cuando era todo lo contrario: la tenían completamente presente y cada vez se podía percibir la tensión y angustia por no tener una respuesta clara.

—Yo lo poco que recibo es por los informes. Sé que están bien, algo agobiados porque todo está yendo muy lento y con alguna complicación, pero no he profundizado en nada.

—¿Podría irme con ellos después de tener el bebé? —La rubia no pudo evitar exclamar con sorpresa por aquella pregunta, ¿qué se le estaba pasando por la cabeza? Mikasa rió con nerviosismo de golpe, algo totalmente antinatural en ella— Es broma, Historia. Son cosas que se me vienen de pronto y no las filtro.

—Pero no era del todo broma, ¿verdad? —Le parecía una completa locura aquello que acababa de soltar la morena, mas después de lo que acababa de escuchar, tampoco la podía culpar. Sus amigos estaban fuera, estaba embarazada de uno de ellos, su mejor amiga la tenía enterrada justo enfrente y su hermano estaba cada vez más intratable, ¿quién no iba a querer marcharse de allí? Mikasa suspiró con cierta derrota, bajando su mirada hacia la pequeña Ymir, quien aún tenía entre sus manitas un par de sus dedos atrapados, durmiendo entre sus brazos. Vista así se veía como un ser angelical y sólo pudo sonreír de forma cariñosa— Mikasa... Sé que Eren está insoportable y la idea de que Jean sea el padre lo tiene tocado, pero...No os haría daño, ni a ti ni al bebé. Somos familia y estoy segura de que nos vamos a proteger por encima de todo, aunque a veces no lo parezca.

La miró con cierto pesar, pues, aunque entendía qué era lo que intentaba hacerle saber, Historia en verdad no sabía nada de lo que había descubierto en Quinta y tampoco es que considerase que estuviera bien hacérselo saber, ya que aunque la consideraba amiga, era cierto que las acusaciones iban hacia el círculo de su marido y era muy arriesgado contar algo tan cruel sin saber de verdad de qué parte estaba.

—Mikasa...

Escuchó su nombre salir a través de un hilo tenue de voz, dirigiendo su mirada hacia la contraria para calmarla con una débil negación— No te preocupes, Historia. Es algo que llevan diciéndome hace tiempo, pero que me negaba a creer. Estoy siendo muy estúpida y siento que no voy a poder sostener mi mundo si no es al lado de Jean, ¿te lo crees? —Rió de forma amarga antes de observar la tumba de su amiga— Hoy le he dado la noticia del embarazo porque me habían recomendado no venir sola, que igual me afectaba demasiado. —Y ahora sus ojos se empezaron a humedecer con rapidez— Pero toca seguir adelante, ¿verdad? No puedo seguir esperándole cuando él no quiere saber nada. He sido muy estúpida y aunque le voy a estar eternamente agradecida, creo que es entrar en una agonía constante y que fue muy egoísta pedirte aquello.

Historia tragó saliva con malestar por lo último— No lo es, Mikasa. Estoy segura de que estará buscando las mejores palabras.

—Historia, por favor... —Rió débilmente sin poder contener aquel par de lágrimas que salieron sin ningún tipo de autoridad— Casi que hubiera preferido una carta en la que pusiese punto y final, pero no recibir nada... Una parte de mí está todo el rato diciendo que no es normal y que algo está pasando, pero es porque no quiero aceptarlo. Y no es sano, ¿sabes? Es una herida abierta y me he dado cuenta de que tengo tantas... Que en cualquier momento me desangro.

La reina fijó su mirada sobre la tumba de su compañera y sintió su corazón retorcerse por la pena de lo que estaba escuchando. Ella no era una amiga para Mikasa, pero para la rubia ella sí lo era y era muy triste ser consciente de aquello. Ella también había pasado por la pérdida de un pilar importante para su vida y entendía perfectamente cómo se sentía. Ambas ahora correrían como locas para abrazar y llorar sobre los hombros de aquellas dos féminas que tanto les aportaron. Ymir la ayudó a elegir su camino y Sasha fue la primera amiga de Mikasa fuera de Eren y Armin y no sabía cómo se verían Ymir y ella, pero ver a Sasha y a Mikasa interactuar era lo más divertido del mundo, pues eran completamente opuestas y el humor tosco de la morena era terrible para la castaña. No pudo contenerse y rompió a llorar, haciendo que su compañera ahora se sorprendiese por aquello, acercándose a ella para abrazarla con el brazo que le quedaba libre.

—Historia...

—Ojalá, Mikasa... Que en nuestra próxima vida no tengamos que perder a quienes queremos... —Sintió la cabeza contraria sobre su hombro y supo que podía desahogarse allí mismo, sin temer a que nadie la juzgase o se sorprendiera por verla en aquel estado.

—Su madre dice que está orgullosa de la marca que ha dejado en nosotros, que eso significa que vivió bien. ¿Tú estás viviendo bien, Historia?

Aquella pregunta fue una bomba para ella. ¿Por qué Mikasa saltaba de pronto con aquello? Debía ser un capricho del destino que se estaba riendo de ella, qué si no. Había mentido, pues ni siquiera le dio la opción a sus amigos de volver. Sólo anunció su matrimonio y maternidad y ya, de Mikasa no hubo mención. ¿Eso era vivir bien? No estaba haciendo nada de lo que sentirse orgullosa, al contrario, y aquello era desolador. En un principio fue capaz de ello, pero llegó un punto en el que se sintió flaquear, se sintió encerrada en una jaula y tomó la peor decisión de todas: estar junto a alguien que sentía igual que ella; no obstante, los caminos que estaban tomando, las decisiones que estaban llevando a cabo, estaban teniendo unas consecuencias diferentes en ambos. En ella estaban siendo letales por lo que después de ver que la primera opción no sirvió, sintió que Mikasa iba a ser un muy buen bote salvavidas, pero se quedó embarazada y ya no podía más. No podía seguir siendo cómplice de aquel dolor y traición que aún no se había manifestado.

—No del todo. —Respondió de forma seca— Pero he decidido que voy a hacerlo por mi hija. Voy a vivir para darle la mejor vida y así creo que podré estar satisfecha conmigo misma. ¿Y tú?

—Igual que tú. —Le dedicó una sonrisa cómplice antes de notar cómo la pequeña empezaba a removerse entre sus brazos— Creo que ya necesita su dosis de mami. —Anunció mientras se la dejaba con cuidado.

—Mikasa... —Susurró agarrando a su pequeña con un cuidado maternal que enamoraba a quien la mirase— Vivamos entonces por y para nuestras criaturitas. Y si hay que destruir el mundo, lo destruimos.

Eso ya lo tenía decidido, por eso pudo asentir con una seguridad envidiable. No sabía qué tipo de madre iba a ser, pero tenía muy claro que iba a proteger a su criatura de cualquier cosa que pudiera afectarla de forma negativa. A veces sentía que le faltaban las fuerzas y que era una inútil si no contaba con algo de apoyo, pero era porque necesitaba un apoyo en concreto que ya no iba a estar con ella, que ya tenía la confirmación de que iban a estar mucho más tiempo lejos de lo que hubiera deseado, mas no iba a dejarse caer por ello. Iba a seguir adelante, iba a avanzar con seguridad y estaba segura de que al final todo iba a llegar, ya fuera de un modo u otro, por lo que no podía dudar ni dejarse caer. Debía ser fuerte, pues apoyo tenía y sin saber cómo, a su alrededor se había creado una red de amor incondicional, algo que nunca había sentido hasta entonces. Así que aunque sentía que su corazón vibraba extraño cuando pensaba en el padre del ser que llevaba en su interior, sabía que era porque le guardaba un profundo agradecimiento por todo lo que le estaba dando pese a que él no quisiera estar presente. No podía odiarlo, pues al final todo el conjunto estaba siendo más positivo que negativo y su futuro hijo era el mejor regalo que la vida le podría haber dado.

Así que sólo se limitó a asentir una vez más tras las últimas palabras de la rubia, sabiendo que las mismas habían sido el punto final para aquella reunión tan deprimente para ambas.

Chapter 17: CAPÍTULO 16

Chapter Text

Era una noche silenciosa en su totalidad, lo que la dotaba de una majestuosidad que en otro momento igual hubiera disfrutado, mas ahora sentía que todo aquel silencio la ahogaba lentamente y la débil respiración de Emma a su lado no era suficiente como para disipar ni un poco aquella sensación que siempre nacía cuando el sol desaparecía por completo por el horizonte. Cuando la oscuridad reinaba en su interior crecía una angustia difícil de describir. Se instalaba en la boca de su estómago y el terror parecía apoderarse de todo su ser. En otro momento aceptaba la noche, mas ahora la aterraba, pues en algún punto de ella todos los fantasmas se hacían visibles y la carcomían por dentro, motivo por el cual apenas había dejado el orfanato durante las noches. Le daba miedo dormir sola y le daba miedo dejar a Emma dormir sola, pues no podía evitar preguntarse si ella sentía lo mismo, si también, pese a ser tan pequeña, había empezado a convivir con aquellos entes invisibles que iban apoderándose de cualquier tipo de seguridad. Se giró para observarla dormir de forma plácida, girada para ella, con sus manitas bajo su rostro. Le daba envidia, pues ella hacía muchas noches que no lograba conciliar un sueño así. La nena, tal cual la dejó entrar en su habitación, se había olvidado de buscar una propia, por lo que ya era oficial que aquella habitación era la suya y eso se notaba en cómo la había transformado, aunque por el día el resto de niños también se habían ocupado de ella para hacerla algo más propio. Verla así, tan inocente y serena, respondía a su pregunta interna. Cogió aire con intensidad antes de volver a acariciarse aquella abultada barriga, cuyo ser en su interior parecía que también se había dejado caer en un sueño profundo y apenas se movía, por lo que no podía evitar darse pequeños golpecitos a modo de seguridad, queriendo que reaccionase, así que entonces no pudo evitar pensar en su contradicción, pues a veces deseaba que se estuviera quieta y cuando lo estaba, entonces ella hacía lo posible para que aquella criatura se moviera, mas era para calmar la angustia que le crecía al pensar el peor escenario posible por la ausencia de movimiento.

Comenzó a hacer repaso de todo lo que había vivido durante aquellos seis meses para ser más consciente aún de lo que había cambiado todo, del cómo una simple acción descontrolada podía girar por completo el rumbo de toda una vida y como, sin quererlo también, había entrado en una espiral agónica de un mal creciente. De entre todas las personas que había en ese mundo, ¿le tenía que haber tocado a ella el descubrimiento de Quinta? Parecía estar destinada a tener que estar metida en aquello, lo cual no le hubiera importado si su situación hubiera sido algo diferente, por poco que fuera. Suspiró con intensidad, haciendo que la pequeña Emma se removiera débilmente para encontrar más comodidad en su posición y para ello, acercó su cuerpecito contra el suyo, aferrándose aún más a ella, lo que la hizo rodar sus ojos con interrogante, como si así fuera capaz de encontrar la respuesta a qué especie de imán tenía para que todas las personas tuvieran que estar sobre ella o pegada a su cuerpo mientras dormían. Historia durmió pegada a ella todas las noches que la acompañó, Emma iba por el mismo camino y Jean también la estaba abrazando cuando despertó en mitad de la noche.

Y no pudo evitar susurrar de forma casi imperceptible su nombre al recordarle y sin saber cómo, le vino el inicio de aquella noche, de su mirada totalmente sorprendida tras aquel primer beso. Recordó cómo la acarició la primera vez que se lanzó y su sabor; por primera vez recordaba el sabor de Jean y no pudo evitar relamerse los labios. Recordó el tacto de sus manos cuando se separó de él y de pronto empezó a recordar aquel descontrol. Jean se abalanzó de nuevo sobre sus labios, empezando a besarla con una ansia impropia de su persona. Estaba desesperado, como si quisiera aprovechar cada momento que estaba viviendo con ella. Abrió la puerta de su casa y ahora deseaba volver a aquel momento para volver a ser cargada por su compañero. Su mano izquierda se aferró con fuerza a su muslo derecho y como si conociera su casa la llevó directamente hacia su cama, donde la dejó caer casi sin cuidado. Se rieron débilmente antes de continuar con aquellos besos desesperados, ansiosos y deseados. Jean se quitó su camisa con desesperación y ella no pudo evitar acariciar aquel duro torso. Y se recreó en aquella escena, en aquel torso duro como el metal y en cómo se sentía frente al tacto, pero sobre todo en aquella zona alba con aquella fina fila de pelo, lo que había descubierto que la enloquecía demasiado. No, debía parar con aquellos pensamientos. Se empezó a notar la subida de temperatura y no debía olvidar que estaba acompañada, por lo que lo mejor era centrarse en descansar y así estar preparada para el largo día que se le venía por delante. Carraspeó con debilidad antes de intentar tapar su rostro con la fina sábana que estaba tapando a ambas y ahora de pronto le vino la pregunta de si aquellos cambios drásticos de ser eran los cambios propios de las embarazadas No obstante, fueran o no, debía cambiar el rumbo de sus recuerdos, mas era cierto que pese querer superar a su amigo había llegado al punto en el que tenía que pensar en él para intentar coger el sueño. Si no pensaba en Jean, le era imposible. Empezaba a imaginarse un futuro junto a él, un mundo bonito a su lado, para llamar al sueño y poder seguir con él en el transcurso de la noche, pero en esta ocasión se le había perdido por completo el control de sus pensamientos. Así que debía empezar a regular su necesidad interna y continuar una noche más con aquel mundo imaginario junto a él, pero sin aquella noche por medio. La criatura de ambos vino por gracia divina.

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Por la mañana temprano había aparecido un agente de la Policía Militar para citarla por la tarde en el cuartel general sin mucha más explicación, consiguiendo que el ambiente en el orfanato se tornarse intranquilo y pesado. Artur se ofreció a acompañarla, mas se negó manteniendo una serenidad que hasta a ella la sorprendió. A ninguno de los presentes le gustó la idea de que fuera sola, pues a saber qué podía pasar. Como salió con tiempo, ahora se vio sobrada del mismo por lo que decidió dar un paseo tranquilo por el mercado antes de dirigirse hacia el cuartel. Su paso era calmado, observando con atención los diferentes puestos que allí había y hubo uno que llamó su atención por completo: el de las telas y lanas. Le gustaba la costura demasiado y en todo aquel tiempo de gestación no se había parado a crearle nada a su bebé, pero es que ni siquiera se había parado a pensarlo. Se acercó al puesto y empezó a observar las diferentes telas con un brillo especial en su mirada. La mujer del puesto se acercó a ella para aconsejarla, tal y como acostumbraba con sus clientas.

—¿Es para su bebé? —Mikasa asintió emocionada— Las mujeres tenemos un buen pálpito para el sexo del bebé, ¿niño o niña?

Aquella afirmación la dejó aturdida, pues ella no sentía que su pálpito le hubiera servido para nada. Deseaba que fuera niña, pero aquello no la hacía sentir que fuera a serlo, así que igual no se estaba desarrollando de forma correcta, cosa que la puso nerviosa— Pues... Deseo que sea niña, ¿pero cómo sé lo del pálpito?

La vendedora no pudo evitar sonreír de forma sorpresiva por aquella pregunta tímida— ¿Es tu primer embarazo? —Mikasa sólo asintió— Pues entonces déjate llevar. ¿Cuál te ha gustado? ¿Y qué quieres hacerle?

—Pues... —Una tela beige con formas abstractas blancas fue la que le llamó la atención por completo. La cogió con cuidado antes de alzarla con aquel brillo en su mirada— Le haré un conjuntito.

—Esta tela es preciosísima. Además, es muy agradecida porque puedes estirarla un poquitito y para hacerle el cambio, viene estupendo porque no se romperá por poquito que ceda. —La vendedora empezó a darle algunos consejos sobre cómo debía llevar la costura y cómo ponerle los botones para que el bebé pudiera moverse con libertad y poder cambiarle sin tener que desvestirlo por completo. Mikasa memorizaba todo lo que le iba diciendo, siguiendo con sus manos los movimientos de aquella mujer— Además, no tengas miedo por hacérselo un poco más grande. Los bebés crecen por días, así tendrás margen hasta el siguiente cambio.

—Entiendo... Entonces debería llevarme otra tela para hacerle otro conjunto. Cuando haya nacido y ya sepa qué es, podré decidir qué hacerle. —Comentó centrando su mirada de nuevo sobre todas aquellas telas y esta vez escogió una tela amarilla— Un poco de color. Y tela para los pañales tienes. —La vendedora asintió mientras se dirigía hacia ellos.

Al final salió con el tiempo pegado del puesto, pero lo hacía con cuatro telas para crearle ropita a su bebé, con telas para crearle sus pañales y algún conjuntito ya hecho que le había parecido una monada tras mostrárselo la dependienta. Su paso se aceleró, pues aunque era cierto que el cuartel estaba cerca, si no hacía iba a llegar tarde. Cuando llegó a la puerta principal, una persona que nunca había visto la saludó distante.

—Ackerman, ¿cierto? —Mikasa sólo asintió con pausa, estudiando a aquel hombre que se alzaba sobre ella. Tenía una mirada inerte, como si estuviera cargando una penitencia que le iba desgarrando a cada segundo que iba pasando; mirada oscura, apagada, acompañada de unas ojeras oscuras que impactaban a la primera de cambio. Su rostro en general gritaba con fuerza que aquel hombre estaba rogando morir. No era muy fuerte, pero su cuerpo daba pistas de que alguna vez lo fue y su pelo rubio también había perdido cualquier atisbo de brillo pasado— Me llamo Rivo. Te están esperando en la puerta cuatro del pasillo izquierdo. —Anunció escondiendo sus manos en los bolsillos de la chaqueta de su uniforme e iniciando un paso cansado, sin vida, hacia el pasillo izquierdo, el mismo por el que tenía que ir ella— Protege a Emma, por favor.

Aquello último la dejó totalmente desconcertada, ¿pues quién era él y cómo sabía de Emma? Mikasa tuvo el impulso de correr tras él, pero de pronto la cantidad de miradas sobre su persona la incomodaron de una forma insultante. Notó como los susurros empezaron a nacer entre diferentes compañeros y como centraban su interés en su abultada barriga, pues al fin y al cabo, la reconocida Mikasa Ackerman estaba embarazada y en la actualidad aquella criatura por venir iba a ser la sobrina de los reyes. Tragó saliva con pesadez antes de dirigirse hacia la puerta que le había comunicado aquel tal Rivo y el alma se le cayó a los pies cuando vio quien la estaba esperando en la puerta cuarto de aquel pasillo izquierdo: Lucas Det.

—¡Oh, hola! —La saludó con una falsa alegría. Alzó su mano derecha con entusiasmo, en la cual sostenía una carpeta con bastantes papeles en su interior— Qué puntual eres, eh. —Rió con debilidad antes de mover su mano izquierda con otro falso acto de amabilidad, pues así le daba paso al interior de aquella sala, la cual, para su sorpresa, empezó a intuir de qué iba todo aquello.

Caminó intentando mantener la serenidad que había tenido paseando por el mercado, por lo que se abrazó a sí misma y ahora echó en falta la manta de los señores Kirstein para poder abrazarla y sentirse con aquella irreal seguridad que ella consideraba que tenía y que le aportaba. No le correspondió en ningún momento al saludo y cuando pudo ver el interior de la sala, todas las dudas se le disiparon: iba a ser juzgada. Y seguramente querían sacarle información sobre Quinta, así que quién mejor que Lucas para ello.

Entró con pausa y en su interior se encontraba un hombre que rondaba los cincuenta, con su pelo canoso y corto, que se dejaba caer de forma tiesa a sus lados. Tenía una mirada profunda y oscura y apenas se podían ver sus labios, ya que los tenía ocultos bajo una densa barba. Era fuerte y grande, por lo que parecía ocupar dos sitios propios en vez de uno. Le dedicó un débil saludo sin hablar, solamente con un débil movimiento de cabeza. La invitó con su mano derecha a sentarse en la silla que tenía al frente, lo cual obedeció para no tardar en escuchar la puerta cerrarse tras ella, consiguiendo que su corazón empezase a latir con muchísima rapidez.

—Mikasa Ackerman, ¿ese es tu nombre? —Mikasa sólo asintió con seguridad— Soy el juez Gober y junto al señor Det vamos a corroborar ciertos datos sobre la misión a la que fuiste destinada. No obstante, debido a su estado, si siente cualquier tipo de malestar o siente que no puede continuar, hágalo saber. El rey ha permitido la cancelación del mismo de ser así, ¿vale? —Mikasa se limitó a asentir con debilidad— Por cierto, puede dejar sus cosas en el perchero de la esquina, no hace falta que las cargue.

Ante aquello Lucas se aproximó para coger la bolsa que cargaba, mas la morena la agarró con más fuerza— No me molesta, gracias. —Comentó de forma seca sin dirigirle la mirada, haciendo que Lucas chasquease con malestar mientras se dirigía hacia su silla, justo al lado de Gober.

—Bien, entonces podemos empezar. Señorita Ackerman, ¿cuál era su misión inicial sobre el territorio de Quinta?

—Era una misión de reconocimiento. Quinta había quedado cerrada tras la caída del Muro María y se nos envió con esa idea de explorar territorio desconocido, pero al llegar me reuní con el comandante Luto, quien me pidió confirmar si existía un grupo de supervivientes. —El juez iba anotando cosas en sus papeles, mientras iba de vez en cuando iba dejando salir débiles sonidos de entre sus sellados y ocultos labios.

—Visto lo visto su suposición no era errónea y existían. —Mikasa asintió con pausa y con cierta pesadez— La misión duró catorce semanas, ¿cierto? —Un nuevo asentimiento— ¿Y cómo fueron aquellas semanas en el interior de Quinta con los supervivientes?

—Al principio fueron ciertamente hostiles, tal y como era de esperar, así que quitando la desconfianza inicial, se portaron de forma gentil con nosotros. —Su mirada estaba centrada al completo en el juez Gober, mas notaba la mirada punzante de Lucas sobre ella, analizando cada palabra y cada movimiento de su cuerpo, intentando saber dónde estaba la mentira que iba a contar y ahí lo supo, ahí se percató de la guerra acababa de comenzar entre ellos. Debía tener muchísima agilidad y rapidez mental para poder sortear las preguntas trampas que se le pudieran presentar, siendo la primera aquella.

—¿Cómo pasasteis de aquella hostilidad a la gentileza? —Cuestionó ahora Lucas con calma, consiguiendo que la única mirada que se le dirigiese fuera la del juez Gober; Mikasa la mantuvo sobre éste último.

Ahí estaba esa pregunta trampa que esperaba. Ahí estaba aquel primer anzuelo que quería que picase, pues en realidad la causa de aquel cambio de actitud fue la presencia del comandante Luto en sus palabras, quien despertó el más profundo odio sobre Hugo al haber perdido a su familia por su culpa, dando lugar a Emma como consecuencia directa de aquellas investigaciones de Jimmy— Hablando. —Respondió con sequedad.

Lucas emitió una molesta y débil carcajada, pues detestaba en mayúsculas a aquella mujer a la que estaba juzgando. La habría mandado a matar hacía tiempo, pero el destino era caprichoso y tenía por hermano al rey, lo que le era una completa jodienda y tener que tratar con ella desde el principio, con su voz, con su simple presencia, le asqueaba. Desde el inicio estuvo en contra por todo y nada le venía bien, mas podía estar orgulloso de su capacidad de convicción y poco a poco fue haciéndose a Eren y Eren a él, por lo que al final fue más fácil de lo esperado el empezar a comerle aquella boba sesera.

—¿Y se pueden saber los temas de conversación para que se hicieran aliados?

—Juez Gober, me enteré al poco de entrar en Quinta de que estaba embarazada y desde el inicio nos estuvieron observando y analizando, por lo que al ver los primeros síntomas se mostraron afables. Además, desde el principio fuimos sinceros con ellos.

El juez asentía tras cada palabra que iba lanzando, continuando con aquel escribir que desde el inicio llevaba— ¿Fue complicado?

Negó con debilidad mientras iba bajando su mirada con lentitud y sin poder evitar agarrar ahora con algo de fuerza la bolsa que aún sostenía entre sus manos— Lo complicado fue el final, juez Gober...

—Nuestras misiones no son fáciles, señorita Ackerman, pero son parte de nuestra realidad, por desgracia. Nuestro mundo es así de cruel y oscuro, motivo por el que luchamos para intentar que sea mejor, para dejarlo algo más limpio para nuestros hijos... —Entrecruzó ahora los dedos de sus manos mientras se limitaba a observar a la joven, la cual ahora se mostraba totalmente destrozada— ¿Cuánta gente sobrevivió?

Fue a responder de golpe, pero algo la hizo parar antes de hacerlo. Alzó su mirada hacia aquellas dos personas y pudo observar cómo de pronto la mirada del juez se acentuó aún más en su persona. Tragó saliva con dificultad, pues sentía que de pronto le faltaba el aire y por primera vez, su mirada sí se dirigió hacia la de Lucas, quien rezumaba ansia sin cesar, como si fuera un animal hambriento frente a un buen trozo de carne. Le faltaba babear. Y la inseguridad volvió a aparecer una vez más, pues aquel juicio se había llevado a modo de trampa para descubrirla del todo, puesto que ella ya dejó claro que sabía más de lo dicho durante el parto de Historia. Volvió a tragar saliva de nuevo antes de bajar su mirada, pues ya no podía mantenerla más y cuando lo hizo, vio aquella cruz azul en la muñeca de la camisa de Lucas, la misma que le vio a Luto cuando se reunió con él. ¿Qué era lo que significaba? Y como si fuera un acto reflejo, su mirada corrió hacia la del juez y allí estaba también. ¿Acaso era una especie de señal para reconocerse entre ellos? ¿Entonces el juez era parte del equipo de Luto, Jimmy y Lucas? Escuchó a Lucas carraspear con nerviosismo al ver que su mirada estaba puesta en aquella cruz, consiguiendo que el juez la escondiera bajo la chaqueta antes de nombrarla con debilidad.

—Perdón... Estaba recordando a la gente que se quedó allí... Aunque no fue mucho tiempo, estar codo con codo al final hace que nazca el cariño y... Me apena mucho a día de hoy pensar que les prometí una libertad que nunca llegó... —Cogió aire de nuevo antes de alzar su mirada hacia el juez— Nueve niños. De más de setenta personas.

—Y entre ellos, ¿estaba la nieta del comandante Luto? —Mikasa se quedó congelada durante unas milésimas de segundo, las suficientes como para que las últimas palabras de Rivo se clavasen en su mente. Respondió con un seco no— ¿Segura? Mentir está mal... Y más cuando todo está estudiado al milímetro.

—¿Entonces por qué no fuisteis vosotros a Quinta a buscar aquello que ansiais? —No pudo contener aquella respuesta, cuya salió de forma automática y totalmente escupida. Se arrepintió, tal cual terminó de formularla el peso del arrepentimiento se posó sobre ella porque había caído en aquella trampa. Sabía que había sido descubierta, que se había dejado ver de más.

—¿Qué es lo que ansiamos, Mikasa?

—Dímelo tú, Lucas.

—A la nieta del comandante Luto. —Lucas se apoyó más sobre la mesa, acercándose así más a la morena, quien le volvía a dirigir la mirada. Una mirada llena de asco y de odio, algo recíproco en ambos.

—Me lo hubierais dicho... —Lucas golpeó la mesa con molestia, cortando de golpe las palabras contrarias y consiguiendo que el corazón se le acelerase sin ningún tipo de control, pues visto así Lucas daba el mismo respeto terrorífico que Eren. ¿Lo había aprendido de él? Ella era consciente de que el que Eren la expulsase de su mundo fue por influencia de Lucas, pues no la soportaba, mas la daba igual siempre y cuando pudiera cuidar de su hermano, pero visto lo visto, aquel hombre estaba por encima de ella y tenía bajo su control más poder del que ahora mismo era capaz de imaginar— Ya he dicho todo lo que tenía que decir.

—Yo creo que no. —Lucas se levantó con desafío ahora para caminar hacia ella, abrazándola por detrás con fuerza— Porque si es cierto... Sería una pena que tu bebé ya naciera huérfano de padre, ¿verdad?

Se removió bajo aquel duro abrazo completamente enfadada, dirigiendo su mirada envenenada hacia él, aunque sabía que todo aquello era una simple fachada y realmente estaba aterrorizada por aquella amenaza que Lucas acababa de verbalizar— ¿Ahora me vais a amenazar? —Gritó totalmente rota sin dejar de removerse enrabietada para intentar deshacerse de aquel abrazo, mas Lucas era mucho más fuerte de lo que aparentaba y la presión que estaba sintiendo era tal que parecía que en cualquier momento sus huesos iban a empezar a ceder. Gimió con molestia.

—No es una amenaza... Los accidentes pasan...

Mikasa dirigió ahora su mirada hacia el juez, sin poder evitar derramar unas cuantas lágrimas por las palabras de Lucas, las cuales escupía con odio contra su mejilla derecha, acuchillándola de forma invisible.

—Basta, Lucas. —Cortó el juez con cierto pesar, consiguiendo que Lucas ahora se separase con malestar añadido por aquello— ¿Quién es la última niña que entró a tu lado?

—Emma... No sé su apellido... —No pudo evitar sollozar sin control, por lo que sólo pudo esconder su rostro entre sus manos mientras su cuerpo temblaba sin parar.

El juez la observaba con atención y aunque sabía de qué lado estaba, no era capaz de defender aquel tipo de actitud nefasta de su compañero. Asustarla así en su estado era lo más deleznable que Lucas podía hacer en aquel juicio, lo cual se lo hizo saber con la mirada.

—El comandante Luto sí que me habló de su hija Virginia... Pero no había ninguna mujer llamada así... O no viva...

—¿Virginia murió? —Se limitó a limpiarse las lágrimas sin poder calmar ni un poco el terror que se había instaurado en su interior. ¿Y si lo hacían? ¿Y si por su culpa le hacían daño a Jean? Se había prometido avanzar sin esperarle, pues su actitud le había dejado claro que no quería saber nada y aunque aquello le pinchaba el corazón, era cierto que no se lo podía echar en cara; no obstante, pensar que por su culpa a él podrían herirle o que podría morir era demasiado. Aquello era algo que se escapaba de su control y no iba a poder perdonarse ni un poco el haber sido la causante de algo así. Y volvió a romper a llorar sin poder evitarlo— Mikasa... No le pasará nada...

—Murió... En el parto... —Fue lo único que pudo decir— Quiero irme... —Aquello fue más un ruego que una petición. Sentía que le faltaba el aire y se levantó con dificultad, haciendo que el juez Gober rápidamente caminase hacia su lado para sujetarla, mas se separó como si hubiera visto algo terrorífico caminar hacia ella. No podía hablar, las palabras de Lucas se le repetían una y otra vez sin parar mientras caminaba hacia la puerta y cuando fue a abrirla, la misma lo hizo de forma ajena a ella topándose con la figura del comandante Silva, quien no dudó ni un instante en abrazarla con una fuerza paternal, lo que hizo que volviera a romper a llorar sin poder controlarse.

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Observaba el té que el comandante le había servido escasos minutos atrás. Abrazada a sí misma, no había podido dejar de llorar. Ya no era pena ni culpa, era un llanto extraño que era imposible de cortar, como si Lucas hubiera plantado un terror profundo justamente en lo más profundo de su ser. ¿Qué clase de habilidad tenía él con sus palabras? Si las meditaba tampoco había sido nada del otro mundo y quizá, si la hubiera pillado en otra situación, habría sabido afrontarlo, pero se estaba viendo completamente inútil y que a la mínima sensación de soledad algo despertaba en ella y la hacía perder por completo su control.

—Ese juicio ha sido una guarrada. No es ilegal, pero sabemos a qué han ido. —Sólo asintió tras aquellas palabras— Juegan sucio y acaban de demostrar que harán lo que haga falta para ganar. Son unos cerdos.

—Comandante... ¿Cómo protejo a mis amigos...? —Sus palabras salieron con dificultad porque Lucas no paraba de sonar una y otra vez en su cabeza— Si fallo... Les harán daño...

—Mikasa, cielo, no puedes estar pensando en quienes no están aquí... —Mateo se sentó a su lado para acariciar su espalda con suavidad, intentando calmar a aquella joven que acababan de destrozar por completo— No puedes dejar que ese miedo que te han creado se apodere de ti, niña. Si dejas que vean esa debilidad en ti siempre jugarán con ella. No le va a pasar nada al padre de tu criatura, pero si por algún casual alguna trampa le tienden... No es por ti.

—Lo es.

—No, Mikasa. —Con su mano libre agarró las dos contrarias, cuyas estaban sujetas entre sí y totalmente impregnadas en lágrimas— No podemos hacernos responsables de todo lo que le pasa a la gente que amamos... Y que ahora te hayan amenazado con él ha sido hasta poca cosa, pues la carta más fácil es la de tu bebé. Así que, por favor, grábate lo siguiente: ni tú ni el padre de tu criatura hicisteis nada mal y tu estado, el resultado de vuestro encuentro, no es motivo para usarlo como ataque ni para desmerecerlo, ¿lo entiendes? —La contraria se limitó a asentir con pausa, meditando en aquello que estaba escuchando por parte de Mateo— Y si quieres sufrir, hazlo, pero es hacerlo de forma gratuita porque o te vas donde está él y le pones la solución que consideres o evitas que esto te derrumbe porque no puedes estar protegiendo a ambos. Su padre es lo suficientemente fuerte y adulto, como tú, como para protegerse a sí mismo, por lo que sólo te queda centrarte en ese ser que se está formando en tu interior. ¿O acaso él dejaría que su mente se apoderase de él allí sabiendo que tú estás en peor situación? Porque la que está rodeada de titanes, la que tiene que vivir con la incertidumbre de si nos van a atacar eres tú, no él.

Se soltó del agarre contrario para limpiarse las lágrimas una última vez tras las palabras del comandante, no pudiendo evitar abrazarle con fuerza a modo de agradecimiento— Soy una estúpida. —Susurró con debilidad.

—¿Y eso? —Mateo rió con debilidad, correspondiendo al abrazo contrario.

—Se me cierra la mente y soy incapaz de razonar nada...

—Es lo que tiene el amor cuando se siente en peligro. —Mikasa se apartó con rapidez, totalmente sonrojada por aquellas palabras, pues en ningún momento las vio venir. Negó con la misma rapidez con la que se alejó del comandante, escuchándole carcajear con más rapidez— Oh, vamos...

—No... Él me ha demostrado que no quiere nada.

—¿Cómo?

—No me ha escrito nada en todo este tiempo e Historia hizo porque viniera antes de tiempo y nada.

—No puedo poner en duda a la reina y menos cuando es tu amiga, pero... Eren está a su lado y hace no mucho te han amenazado con un accidente para él... —Cogió aire con mucha intensidad tras sus palabras, todo bajo la atenta mirada de la contraria— No sé yo si realmente él está enterado de todo...

—Fui a la caseta de correspondencia, comandante... Y todo estaba llegando bien.

—Claro, allí todo llega perfectamente, luego hay que repartirlo. —Bebió ahora el primer trago de su té, su momento favorito del día y mejorado cuando contaba con compañía— Sólo tenlo en cuenta, ¿vale?

Asintió débilmente mientras dirigía sus manos hacia su tacita de té, la cual saboreó con gusto y agradeció el regusto dulce que dejaba tras de sí— Cambiando de tema... ¿Quién es Rivo?

—¿Rivo?

—Me recibió en la entrada principal y me pidió que protegiese a Emma...

—Buscaré información al respecto porque nunca había oído hablar de él, aunque... —Ladeó su cabeza pensativo— El saber que te estaban juzgando fue gracias a una nota anónima.

—¿En serio? ¿Igual de la misma persona?

El comandante alzó sus hombros con rapidez antes de hacerle una mueca a modo de no saber nada— Como sea, en cuanto sepa algo te lo haré saber. Lo que me escama es el motivo del juicio. Ya sabemos que después de una misión hay que llevar a cabo un informe, ¿pero qué necesidad había de esto?

—Durante el parto de Historia tuve que verme tanto con Jimmy como con Lucas y se me escapó que descubrí que el primero era de Quinta. —Escuchó el gemido de sorpresa que Mateo padre soltó sin poder controlarlo— No dije nada, pero ya era tarde. Me acorraló y yo caí como una idiota.

—Pues a veces tampoco es tan malo que sepan, Mikasa. —Aquello hizo que la morena no pudiera evitar entrecerrar sus ojos por la sorpresa de aquellas palabras— Esto es una guerra. No como aquellas que conoces, sino una guerra de desgaste y hay que saber jugar con todo lo que hay sobre el tablero. Juega con la información, juega con los aliados y no temas a errar para hacerte más fuerte. Al principio siempre das más información de la que merece, pero con el tiempo aprendes con quién hablar, en quién confiar, a quién utilizar y con quién contar... Todo eso te lo da la experiencia, así que no te agobies, niña, que todo esto acaba de comenzar.

—Y ahí veo un problema...

—¿Cuál?

—Que acaba de empezar y yo siento que estoy totalmente perdida además, no me quiero enfrentar a Eren...

—Es que no estás en el tablero de juego, jovencita. Ahora deberías aprovechar tu estado para tomar un perfil bajo y observar. Ser un búho en medio de la noche que todo lo ve. —Terminó el contenido de su taza de té antes de reír con debilidad— Has empezado con mal pie, pero estoy seguro de que en cuanto nazca tu bebé todo va a cambiar y esa gente no está preparada para verte crecer y proteger a tu criatura hasta la muerte.

¿Sería así? Meditaba las palabras del comandante con pausa y sólo podía preguntarse si de verdad iba a ser así. Oriel le insinuó lo mismo y seguía sin ser capaz de ver la fortaleza del que tanto le habló, menos después del espectáculo que había ofrecido rato atrás en aquel tramposo juicio. Terminó su té también con calma y dejó la copa con cuidado, limitándose a observar los restos del líquido en el fondo de la misma para seguir con su pensamiento. Recordó las palabras de Mimi cuando le hizo aquel comentario sobre su cuerpo, que era fuerte, pero que estaba débil porque se hacía con su energía. ¿Acaso tenía razón y todo era parte de aquel proceso de cambios? Ni ella ahora mismo estaba siendo capaz de soportarse y aunque estaba siguiendo a rajatabla las pautas del médico, todos los días eran una agonía. El miedo a fallar, a perder a su bebé la consumía. El no saber nada de sus amigos, el no ser nada para ellos, la consumía. El verse sola en un mundo tan hostil, la consumía. El imaginar lo que estaba por venir, con una criatura a su cargo sin saber si iba a estar a la altura, la consumía. El haber sido consciente por primera vez de que su existencia podía traer la desgracia a gente que quería, la consumía. Y así con todo, por lo que tan sólo quedaba esperar a ver cuándo iba a perder la cabeza, tal y como lo había hecho Eren.

Alzó su mirada de nuevo antes de volver a abrazar al comandante, al cual dejó totalmente sorprendido, mas entendió rápidamente a qué se debió aquel último abrazo y sólo pudo corresponder en silencio. En realidad sentía mucha lástima por aquella joven y por aquel futuro que se le venía por delante. Había hablado con su hijo sobre la incomodidad que sentía tras lo de Quinta y rogó que llevara cuidado, pues la guerra, una cruel y horrible guerra se estaba empezando a alzar y le horrorizaba imaginar, por poco que fuera, los horrores que iba a dejar tras su paso. Así que se juró intentar ayudar, proteger y enseñar lo máximo posible a aquellos que iban a tener que pelearla.

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La noche empezó a caer cuando salió del cuartel general, cuyo empezó a notarse apagado y ahora sólo empezaba a mantenerse el silencio y la pesadez de los turnos de guardia o de noche. Se abrazó a sí misma una vez comenzó a bajar las escaleras y de pronto vio una figura masculina al final de las mismas. Su corazón empezó a latir con rapidez al verle allí.

—Señor Kirstein... —Susurró con apuro, pues había olvidado por completo el cómo se habían quedado en el orfanato después de la citación de la mañana, por lo que seguramente todos estarían agobiados y preocupados por su ausencia después de tantas horas— Perdón, me estuvieron juzgando por la misión de Quinta. —Justificó con tono apenado.

El hombre asintió con alivio, notando como posaba una de sus manos en su hombro izquierdo. No se merecía aquel trato tan agradable, menos cuando había provocado tanta preocupación.

—¿Ha ido bien? —Preguntó el abuelo de su criatura. Mikasa asintió apurada— Menos mal. Artur y yo decidimos separarnos de primeras para buscarte. He venido aquí directamente y según me dijeran íbamos a cambiar de plan o no.

—Os pido perdón por la preocupación.

—¡No te preocupes! Es que es escandaloso el que la policía venga a citarte. —El hombre intentó mostrar serenidad, pero al ver sus ojos hinchados por un posible llanto no pudo evitar preocuparse— ¿De verdad que estás bien, Mikasa?

Tragó saliva con dificultad, empezando a rezar porque no le preguntase una vez más ya que sentía que iba a romper a llorar en cualquier momento— Señor Kirstein... Yo... —Las palabras no le salían y pronto notó la otra mano de aquel hombre sobre su hombro libre, como si le estuviera transfiriendo sus fuerzas— Hay cosas que están mal aquí, que descubrimos en Quinta... Y me han amenazado, pero no para mí... Sino para Jean y...

—¡Oh, por favor! Mi hijo no se merece ni un segundo de tu preocupación, Mikasa. —Jean padre rió con debilidad antes de acariciar su cabeza con una actitud cariñosa— Déjale que se cuide él solito, tú sólo tienes que preocuparte por ti y por el bebé.

La actitud del padre de Jean la aturdió, no por nada, sino porque la hizo sentir exagerada ante su forma de actuar, pues de verdad que se había agobiado ante la idea de perder a alguien querido por su culpa, ya que si no se hubiera acostado con él y se hubiera quedado embarazada, ahora Jean no tendría ninguna atadura con ella y no sería el blanco fijo para poder debilitarla a su antojo. Nunca se había encontrado en una situación así, por lo que ahora cualquier cosa mínima, cuya con anterioridad habría podido solventar de una forma fácil, se le hacía todo un mundo. Se sentía como una niña indefensa cuando no debía serlo, pues en breve iba a tener de verdad algo indefenso que proteger. Y ahí lo entendió. Entendió todas las palabras que le dedicaron y por primera vez, sin esperarlo, fue capaz de ver débilmente aquel fuego en su interior, aquel que se había apagado sin esperarlo tras la expulsión de Eren. Mas quedaban chispas que se habían vuelto a prender. Había perdido su confianza de golpe, se había sentido perdida y por eso hizo cosas que nunca pensó que haría, pero no se arrepentía de nada y aquello avivó la chispa de tal forma, que empezó a notar como aquel fuego se había propagado débilmente más allá de lo que estaba en un inicio.

—De todas formas, prometo que...

—Vas a darme una nieta preciosísima, ¿verdad? —No pudo evitar sonrojarse por aquel corte de Jean padre, quien ahora la miraba con una amplia sonrisa dibujada en su rostro— Ya nos han contado qué nombre le quieres poner y me parece un acto precioso por tu parte, Mikasa.

—¿En serio? Yo pensé que era buena idea, pero tras hablar con los señores Blouse sentí que era algo cruel.

—En absoluto. Además, que quede entre nosotros, Artur está muy emocionado con la idea, pues me ha contado que desde que se marchó ha evitado pronunciar su nombre, así que... Haces que se sane una herida.

Tragó saliva con pena, pues en ningún momento llegó a imaginar algo así por parte del padre de su mejor amiga. Le veía tan fuerte que aquella declaración hizo que algo dentro de sí se le removiese de pena, ya que pensaba que era la única boba que aún lloraba a su amiga y hasta envidiaba la entereza que sus padres tenían tras su pérdida, sintiéndose a ratos totalmente absurda, pero había heridas abiertas que aún estaban por cerrar y eso, la hizo sentir comprendida.

—No obstante, si es niño...

—¡No, no! No lo menciones, no vaya a ser que la cosa cambie, que somos muchos los que deseamos que sea nena.

No pudo evitar carcajear con sorpresa y debilidad ante aquella respuesta, pues había sido demasiado absurda. Estaba de seis meses iniciados y no es que el sexo del bebé fuera a cambiar de golpe por dejar ver la posibilidad de que fuera niño, por muy decepcionante que fuera.

—Vale, pues... Esta tarde he parado en el puesto de telas del mercado y mira, voy a crearle unos conjuntitos al bebé. —Le anunció ahora extendiendo sus brazos hacia el contrario mientras abría la bolsa con aquella mirada brillante y totalmente emocionada que se había hecho con ella tras parar en aquel puesto. Estaba emocionada por aquella compra, pues era la primera que se la hacía a su bebé y estaba dispuesta a enseñársela con orgullo a todo aquel que se le pusiera por delante.

Jean padre exclamó emocionado por aquellas telas y aunque no entendía de costura, en su mente se había imaginado a su nieta con ellas y era una preciosidad. Las tocó sonriente y ambos se miraron completamente emocionados— Sandra también es muy buena con la costura y creo que está haciéndole también algunas cositas. —Mikasa exclamó emocionada, pues no se esperaba aquello para nada— Y yo tengo reservada una cosita para cuando nazca, pedir el último detalle y poder dárselo.

—Muchas gracias, de verdad, pero no quiero que os excedáis demasiado por mi culpa.

—¡Para nada! Es verdad que estamos súper emocionados, pero está todo dentro de lo que solemos ser: un poco intensos. —Rió con ánimo antes de querer acariciar la barriga, por lo que hizo una leve seña para ver si tenía el permiso, a lo que Mikasa no se negó y dejó que el hombre la acariciase con cariño.

Tras aquel acto de amor de un abuelo hacia su deseada nieta por nacer, comenzaron el camino de vuelta al orfanato, no sin antes buscar a Artur, a quien no tardaron en encontrarlo totalmente agobiado por no encontrar a la morena. Y ahí Mikasa entendió el motivo por el que no debía gastar las energía en Jean, pues debía mantenerlas para proteger y cuidar a quienes tenía a su lado. Ya ajustarán cuentas cuando se vuelvan a ver.

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Con los dedos de sus manos entrecruzados entre ellos, repetía una y otra vez las palabras de Lucas como si fuera una especie de mantra. Sabía que Mikasa iba a ser juzgada hoy, pero aún no había podido reunirse con Lucas para que él le pusiera al tanto de cómo había ido. No obstante, su plan maestro iba tomando forma según iban sucediendo los actos, algo de lo que le avisó desde el primer momento, por lo que desde por la mañana no había dejado de pensar en el siguiente paso que su compañero le propuso.

—Los accidentes pasan... —Susurró Eren bajo la luz de la luna en aquel amplio despacho que le había cedido su mujer en el palacio. Tan amplio que el más débil sonido llevaba a cabo un resonar perturbador y en aquel caso era el repiqueteo de su pie izquierdo en la madera del suelo. No se le movía la pierna sin cesar por nervio o por temor, sino por la emoción de ver algo de claridad en toda aquella oscuridad— Porque los accidentes pasan... ¿Verdad...?

Chapter 18: CAPÍTULO 17

Chapter Text

Observaba con atención a los cinco niños que habían llegado nuevos a las instalaciones. Con su tablilla de madera equipada, iba apuntando los rasgos de cada uno. Les miraba con atención a través de los barrotes, no pudiendo evitar sentir como su corazón se retorcía por el mal que la hacía verles encerrados allí, llorando desconsolados por el terror y la pena que sentían ante su nueva situación. En esta ocasión fueron tres niños y dos niñas que rondaban desde los siete hasta los nueve años. Miraba los informes que tenía para corroborar las identidades, lo poco que se sabía de ellos e iba completando con lo que se iba percatando.

Su paz se vio truncada cuando Jimmy entró como un elefante en una cacharrería, golpeando todo lo que encontraba a su paso y gritando improperios según iban avanzando hasta su escritorio. No le dedicó ni una mirada, limitándose a observar cómo los niños reaccionaban con más terror ante aquello, hecho que le hacía negar con debilidad mientras agarraba con tanta fuerza su lápiz que terminó por partirlo. Se giró con pausa antes de caminar hacia el despacho de quien había entrado de forma tan desconsiderada.

—Me gustaría un poco de paz, sobre todo porque suficiente están sufriendo ya como para que los estreses aún más. —Sonó tajante, consiguiendo que Jimmy chasquease con molestia por aquellas palabras. Se sentó en su sillón sin añadir nada más.

—Esta vez no ha sido una remesa muy buena. Se ve que en los bajos fondos sus mujeres se están adaptando. —Escuchó comentar a Lina, quien ya estaba esperándolo en uno de los sillones de aquel lugar. Sus azulados ojos le miraban con cierta lascivia, algo que le repugnaba.

—Un embarazo les quita mínimo siete meses de pan, por lo que no me sorprende. —Suspiró con debilidad antes de sentarse en el sillón que quedaba libre frente a Jimmy.

—¿Cómo has visto a Ackerman, Rivo?

—Hace buen papel y si no hubiera sido por Lucas, cuya actuación fue deplorable, igual sí que se le habría podido sonsacar algo más. —Aquello le hizo chasquear con furia, pues estaba de acuerdo con él.

—Las cosas no están saliendo como las esperamos. Sabe lo de las investigaciones y estoy seguro de que Virginia no murió en el parto y que su hijo o hija está vivo.

—¿Entonces crees que uno de los niños es el hijo de Virginia y Hugo y que Mikasa lo está ocultando? —Cuestionó Lina con brillo en sus ojos— Es la pieza clave para que la investigación de ese paso que estamos buscando como locos, Jimmy... Tener a ese niño con nosotros nos abriría muchas puertas. Analizar su sangre y poder crear nuevos tipos de suero, perfeccionando aún más los que hemos creado... Imagina no perder a ningún niño más por el camino y poder empezar a tener a nuestro ejército en formación. —Lina empezó a fantasear y cuando eso pasaba, su voz se tornaba chillona seguida de muchas pausas ahogadas, pues la emoción no le permitía controlarse y hacer frases completas de forma seguida. Agarraba varios mechones de su pelo y empezaba a jugar con ellos, dejando que toda fantasía empezase a coger forma dentro de su mente.

Ante aquello, Rivo se limitó a observar la conversación en silencio, esperando con impaciencia que el resto del equipo llegase para poder salir de allí. Detestaba a aquellas dos personas y si no fuera porque cargaba una culpa tan grande a sus espaldas, estaba seguro de que hacía mucho tiempo que habría huído de allí para haberse colgado de una de las vigas de su habitación. A sus espaldas llevaba una penitencia letal que iba a dejar que le fuera consumiendo hasta que no pudiera más. Así se lo había jurado.

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Mateo, Mimi y John fueron a visitarla a primera hora de la mañana al orfanato y lo hacían como si fueran unos herejes, totalmente camuflados para que la policía no les interceptasen y pudieran dar aviso de que se estaban saltando una recomendación real. Ya había pasado más de dos meses desde la última vez que se vieron y cuando Mateo padre le hizo saber que habían juzgado a Mikasa sin aviso previo, algo dentro de sí se molestó muchísimo y sólo pudo ir al resto del grupo para comentarles qué iba a hacer: visitar a su ex-capitana.

Cuando les dieron paso al interior del lugar y vieron a Mikasa, ésta se dejó estrechar entre los brazos contrarios, quienes la recibieron con un amor difícil de explicar. Mimi fue la primera que se abalanzó sobre ella con cuidado en cuanto la vio y rápidamente se centró en su abultada barriga, la cual ya era totalmente imposible de ocultar. Qué cosa más redonda y bien formada. Mikasa se estaba dejando su pelo largo y si se le sumaba la carita con algo de redondez por su estado, estaba realmente preciosa. A Mateo se le dibujó una enorme sonrisa al verla y cuando vio el espacio libre dejado por su amiga, ni dudó un segundo en abrazarla, exclamando ante el contacto con aquella abultada barriga. Miró a Mimi, totalmente sorprendido por ver así a su compañera. John no se quedó atrás, copiando igual a sus dos compañeros.

—Esto está casi hecho. —Exclamó Mateo entre risas, tocando de nuevo aquella barriga.

—Bueno, quedan mínimo dos meses y medio... —Abrazó ahora su barriga con total orgullo.

—¿Se mueve mucho? —Mikasa asintió a Mimi, abriendo sus ojos de par en par, totalmente sorprendida porque aquel ser fuera capaz de estar sin parar ni un segundo. Agarró su mano para posarla en su costado derecho y la sintió, sintió a aquella criatura moverse. Carcajeó animada, notando como Mateo y John también posaban sus manos para sentirla, qué paz interior iba a sentir cuando saliera de allí.

—¿Lo llevas bien? —La pregunta de Mateo fue un poco cruda y el ambiente cambió, consiguiendo que todos los presentes se centraran en lo importante: el juicio y el propio estado de su ex-capitana.

—Lo llevo como puedo.

—No hemos venido antes no porque no quisiéramos, es que nos recomendaron no venir por precaución... —Comentó Mimi con pesadez.

—¿Quién hizo eso? —Los tres se miraron con pesadez, pues había un nombre que se empezó a pronunciar de forma mental y ahí lo supo: Eren. Suspiró de forma tendida antes de dar una pequeña palmada en el hombro izquierdo de cada uno de sus compañeros— Me da igual, me gustaría que vinierais cuando os apetezca. Además. —Agarró las manos de su compañera con seguridad, mirándola con una débil sonrisa en su rostro— ¿Estarías conmigo en el momento del parto? —Mimi exclamó con sorpresa, pues en absoluto se esperaba algo así de Mikasa— Has sido una médica estupenda y la verdad es que me gustaría que estuvieras conmigo, si quieres, claro.

Mimi observó con total emoción a sus compañeros. Empezó a mover sus manos con descontrol por la cantidad de sentimientos positivos que estaba sintiendo. Mikasa Ackerman, ¡la legendaria Mikasa Ackerman acababa de pedir su presencia en su parto! Aquello era todo un honor al que no iba a poder negarse en absoluto, pues no siempre se tenía aquella oportunidad y era como un sueño realidad, aunque justo se le acabase de formar.

—¿Estás segura de que es buena idea, Mikasa? —Mikasa rió débilmente por la pregunta de Mateo, golpeándole débilmente en el antebrazo. La emoción de Mimi era totalmente contagiosa y desde que volvió a casa supo que la quería a su lado en un momento tan importante para ella.

—Estoy segurísima. Además... —Hizo una pausa antes de continuar, pero no quiso seguir por ese camino, por lo que negó con rapidez— Da igual. Megumi me ha dicho que podemos utilizar esta sala para hablar. —Comentó con leve ánimo antes de caminar hacia el final del pasillo para abrir las puertas correderas de aquella alargada sala. Escuchó emocionada una exclamación conjunta— ¿Os gusta?

—Pero... ¿Es seguro? —Cuestionó John con cierta intranquilidad— El orfanato es propiedad de la reina y no sé yo si es lo apropiado para llevar nuestras reuniones.

—No lo es, pero las vamos a hacer. —Respondió Mikasa con un tono completamente nuevo para los tres, algo que gustó mucho sobre todo a Mimi y a Mateo.

Mimi entró detrás de Mikasa, agarrándose a ella sin perder ni un poco de la emoción que había despertado en su interior por aquella petición de la morena. Observaba el lugar como si aquello fuera parte de una historia de tragedia, despechos, celos, secretos y mil géneros más dramáticos que, en realidad, le fascinaban a la castaña. Mateo fue el último en entrar, cerrando tras de sí, y tras estar un rato analizando la sala, imaginándose mil cosas en ella, observó a la morena, quien charlaba con su compañera con ánimo. Y no pudo evitar sonreír con debilidad al ver cómo Mimi era incapaz de contener su ilusión interna.

—Me gusta muchísimo, así que quiero inaugurarla preguntando qué pasó ayer en el juicio. —Cortó de pronto al resto de sus compañeros, quienes ahora se centraron en él.

Mateo no atascaba y si tenía algo rondándole la mente iba a por ello a la primera de cambio, por lo que se dispuso a responderle, mas cuando fue a hacerlo las puertas se abrieron con timidez, mostrando a una Megumi totalmente apurada por interrumpir.

—Mikasa... —La llamó con debilidad a la vez que movía su mano derecha con rapidez. La mencionada se disculpó con los tres para caminar hacia ella, dejando que sus compañeros aprovechasen para buscar sus asientos favoritos en aquella sala— La madre de Jean ha venido. —Le anunció cuando cerró las puertas tras sí.

Aquello la sonrojó de pronto, pues no esperaba aquella visita, pero después de lo de la noche anterior podría ser que la hubiera hecho para ver cómo se encontraba. Siguió a Megumi hasta la cocina, entrando tras ella antes de saludar con cierto nerviosismo a Sandra, quien se levantaba de su sitio para saludarla con ánimo, abrazándola con cuidado.

—Pido perdón por no haber avisado. —Se disculpó al separarse de la morena— He ido a tu casa, que he ido al mercado y he visto que había unas pocas verduras a buen precio, así que he pensado que te vendrían bien, pero no estabas y aunque Jean me dijo que todo fue bien, no me iba a quedar del todo tranquila si no te veía. —Sandra sacó un par de calabacines de su cestito de mimbre, cuyo había dejado sobre la mesa— Entonces he recordado que aquí pasabas mucho tiempo y he venido para dejarlas. No quiero molestar.

—¡En absoluto! Ya le hemos dicho que es todo un gusto. Mikasa nos ha hablado de usted y la verdad es que teníamos muchas ganas de conocerla. —Habló Lisa animada mientras se acercaba a ella limpiándose las manos con un trapo de la cocina, pues se había mantenido al margen pelando unas patatas para la comida.

—Por favor, trátenme de tú.

—Lo mismo para ti. —Le comentó Lisa observando las verduras de aquel cestito— Qué buena apariencia tienen.

Las dos mujeres estuvieron un rato hablando sobre la calidad de las verduras que Sandra había comprado, comparando con las que Lisa compraba y las cuales ahora no la dejaban satisfecha, por lo que aseguró que su próxima compra iba a hacerla en el puesto que frecuentaba la señora Kirstein. Mikasa aprovechó el momento comparativa verduril para observar a Megumi, quien se aguantaba la risa y evitaba devolverle la mirada.

—¿Cómo estás, Mikasa? —Le preguntó Sandra después de aquella conversación mientras acariciaba sus brazos con suavidad.

—Bien, la verdad. Estoy un poco aburrida porque no me dejan hacer nada, pero bien.

—Ya desearás tener este aburrimiento en el futuro. —Anunció ahora Lisa, quien se sentaba en la silla que había frente a la morena, observando cómo ésta también se sentaba; al lado de ella se sentó Sandra, quien la miraba con una cariñosa sonrisa. A Megumi le tocó estar al lado de Lisa.

—Cuando vino el señor Blouse nos asustamos un montón. No entendemos de esos temas de juicios y mira que Jean nos hablaba de ellos, pero es que cuando una no se dedica a eso...

—Por dios, no hay quien entienda de eso... Sasha también lo intentó muchas veces, pero no había manera...

Sandra asintió totalmente agradecida por encontrar a alguien que la entendiese tan a la perfección como lo estaba haciendo aquella mujer, con la cual no se había presentado, pero con la que había congeniado bastante bien.

—No os preocupéis, sólo querían comprobar que no se había ocultado ninguna información sobre Quinta, así que todo bien.

—No sé si en tu estado era lo más necesario, ¿no podían esperar a después de que hubiera nacido? —Megumi sonó molesta, consiguiendo la aprobación de las otras dos mujeres, quienes asintieron con fuerza.

—Bueno... Son cosas burocráticas, no es que puedan esperar mucho. —Las tres mujeres volvían a estar en sintonía, con la misma queja al no ser capaces de comprender que la hubieran sometido a aquella situación de estrés, ¡de un juicio! Ella debía estar tranquila, sin altibajos. El médico comentaba que dentro de su estado de riesgo la cosa estaba bien, pero que no había que confiarse, y la llevaban a algo así. Mikasa se hizo pequeña, pues estaba en desventaja en una guerra de tres contra una. ¿Había manera de poder hacer frente a la fuerza titánica de aquellas tres poderosas mujeres?— Pero ha sido algo rutinario, no pasa nada.

—Por cierto, señora Kirstein, no sé si Mikasa te lo ha hecho llegar, pero aquí nosotras dos también vamos a ser abuelas de esa criatura, ¿te parece bien? —Mikasa se perdió por completo con Lisa, pues ahora pasaban de la indignación por el juicio a la confesión de trío abuelil de aquella criatura por venir.

—Me llamo Sandra. —Ante su presentación siguió la de las otras dos mujeres, quienes rieron de forma animada— Y me parece maravilloso, pues también me gustaría preguntar si estaría bien el hecho de aparecer más por aquí y ayudar en lo necesario. —Aquello disparó la emoción y Mikasa dejó de entender qué era lo que estaba haciendo allí, pues quitando cuando le preguntaron qué tal el juicio, el resto de la conversación la dejaba totalmente apartada y no entendía el por qué se habían esperado a que llegara para empezar a hablar de la calidad de las verduras y de si Sandra se podría unir al equipo oficial del orfanato, así que se limitó a tomarse el té que le habían servido hacía no mucho en silencio, escuchando a aquellas tres mujeres repartirse las faenas, incluso una llamada Mikasa Ackerman. Tras un rato de intercambio, Sandra la miró ahora con un tono algo más serio— Sobre Jean... No he vuelto a saber nada de él. He enviado tu correspondencia junto a la mía, pero por mi parte no he recibido nada, ¿y tú?

Mikasa negó con debilidad— No he recibido nada él e incluso le pedí a Historia que intentase hacer que volviese cuanto antes, pero me ha dicho que no será posible. —Y ahí estaba de nuevo: el pesar y la decepción por aquella realidad que se negaba a aceptar y que, una vez confirmada, le cayó como un jarro de agua fría. Sandra posó sus manos sobre el muslo contrario, dedicándole una maternal sonrisa a la cual no fue capaz de corresponder— Sé que Lisa me avisó, pero creí que algo bueno iba a pasar después de todo... —Rió con amargura— ¿Crees que está enfadado conmigo?

—¿Jean? —Sandra no pudo evitar escupir el nombre de su hijo con sorpresa— Eso es imposible. Una madre sabe cosas que su hijo nunca le cuenta y estoy segura de que nunca se enfadaría por esto. —Tocó la redonda barriga, sorprendiéndose por los movimientos de aquel ser. No pudo evitar carcajear con emoción, dirigiendo su mirada hacia Lisa y Megumi, quienes asintieron con complicidad, pues ya habían sentido a aquella criatura revolverse ahí dentro— Pero la verdad, espero que no tarde mucho, pues sí que es cierto que se pondrá muy triste si se pierde muchas cosas de su bebé.

—Bueno... ¿Te quedarás a cenar, Sandra? —Preguntó de golpe, ansiosa por querer romper con la agonía que le supuso el comentario final de la abuela de su criatura, más después de lo que le habían dicho en el juicio. No quería volver a caer en aquella angustia y su mejor opción era salir de allí. La mencionada dudó, pero la insistencia de las dos otras mujeres la animaron a quedarse— Genial, porque entonces me gustaría estar un poco con los chicos, si no os importa. Y así habláis de cómo gestionar el triple abuelerío y todo eso.

Dejó a las tres mujeres en silencio, el cual no duró mucho al comenzar a poner cosas en común tal y como salió de la cocina. Suspiró de forma tendida, haciendo que Mateo no pudiera evitar carcajear desde la esquina de la barandilla. Mikasa le observó con sorpresa.

—¿Tu suegra te agota?

—No es mi suegra. —Corrigió con vergüenza.

—Ah, perdona. —Carraspeó con sorna— ¿La madre del compañero que te tiras cuando te tomas una copa de vino y que te deja embarazada te agota? —La mirada fulminante que le lanzó la contraria no le hizo sino más gracia, carcajeando con algo más de intensidad— Hemos elegido nuestros asientos, pero en mitad de aquello hemos sufrido un ataque y nos hemos tenido que refugiar en tu habitación. No sé qué tiene, pero todos se van allí y se lo pasan pipa.

—Ya, yo tampoco lo sé. Emma no quiso buscarse otra habitación y se ha quedado en la mía, conmigo. —Comentó con algo más de ánimo mientras empezaba a subir al lado de su compañero— Por cierto, ya que subimos hay algo que quiero enseñaros.

—¿El qué?

No respondió hasta que llegaron a su habitación la cual, tal y como le había sido anunciado, estaba repleta de niños. Mimi y John se habían tumbado en su cama, acompañados de Emma, quien jugaba con un peluche que iba dando saltitos por la cara de Mimi con cuidado. Los hermanos que salvó Mikasa estaban montando un castillo con figuras de madera y otros tantos niños jugaban con diferentes muñecos que se guardaban en un pequeño baúl de la habitación. A cualquier otra persona aquello podía agotarla, pero a Mikasa no le disgustaba sentir aquella compañía. El orfanato pertenecía a la corona y desde que Historia fue coronada siempre tuvo mucho cuidado con él. Supuso que la ayuda que ofrecieron al principio fue suficiente como para que cuando solicitó el estar allí, Historia no le pusiera ninguna pega. Antes de la llegada de los niños de Quinta, el lugar contaba con seis niños más, los cuales sirvieron para conseguir que los nuevos integrantes se adaptaran de forma más sencilla y ya, con el embarazo de Mikasa, todos se volcaron en querer cuidarla, lo que hizo que aquel interés común uniera a todos los niños.

Antes de dirigirse hacia su cama, caminó hacia la cómoda que había enfrente, mas antes de llegar tuvo que hacer una pausa para atender la atención de una de las niñas, Gabriela, que quería enseñarle el dibujo que había hecho, dibujando una enorme sonrisa cuando Mikasa la felicitó por lo bonito que era aquello que fuera que hiciera. Abrió el primer cajón para coger algo que había envuelto en un papel y cuando lo obtuvo, se sentó a los pies de su cama, justo delante de Mimi.

—¿Qué es eso? —Cuestionó la castaña, quien observaba aquel papel envolviendo algo en la mano de su amiga, la cual había estirado su brazo para mostrárselo.

—Unas pastillas.

—¿Y qué hacemos con ellas? —Cuestionó Mateo levantando una de sus cejas.

—Me las pusieron en el desayuno cuando Historia tuvo a su hija. Como terminó pasada la medianoche, Eren me hizo quedarme en el palacio y a la mañana siguiente, en el desayuno, me las sirvieron con fruta, leche, pan y algo más.

—Menos mal que no te las tomaste. —Comentó Mimi con intranquilidad— No sabemos qué es y es mejor ser precavida.

—Lo sé. ¿Tú puedes saber qué son?

Expulsó aire de forma tendida mientras las cogía con cuidado y les echaba un primer vistazo, todo bajo la atenta mirada de sus compañeros— Puedo intentar descubrirlo, pero no será rápido. No quiero levantar sospechas.

—Cuando puedas y si ves que va a ser un problema, déjalo. —Mikasa quiso asegurarse de que Mimi le prometía que lo haría para poder quedarse tranquila.

—¿Nos vas a hablar del juicio en este parque infantil? —Cuestionó Mateo, consiguiendo que John no pudiera evitar carcajear con debilidad.

—Oye... —Recibió un débil golpe de la morena, consiguiendo que riese con debilidad— Tampoco es tan malo. Informal, pero no malo. De todas formas, no voy a entrar en detalles, pero sí quiero comentaros que me topé con un hombre llamado Rivo y que sabía de... —Su voz se apagó y finalizó su frase señalando a Emma, la cual se mantenía jugando con aquel peluche totalmente ajena a la conversación.

—¿Qué dices? —Mateo no pudo alzar la voz ante aquello, llamando la atención de unos cuantos niños, consiguiendo que ahora el silencio aumentase y ante aquello, todos llegaron a la conclusión de que hablar allí no era buena idea.

—Me reuní con tu padre, supongo que ya lo sabrás, así que me dijo que si descubría algo me lo haría saber, pero... No sé si es buena idea ir y venir tanto al cuartel. —Observó a sus compañeros con complicidad— He pensado que en cuanto sepa algo, vengáis a verme y poner así las teorías en común.

Los tres restantes del grupo asintieron con debilidad ante aquella petición, pues era lo mejor que podían hacer hasta el momento y ante aquello, Mateo y John decidieron también empezar a investigar de forma discreta, mientras que Mimi iba a centrarse en el contenido de aquella pequeña pastilla.

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Aunque era cierto que aquel tipo de reuniones le encantaban, el número en el que debía estar presente era más del que habría esperado en un inicio, pero el haberse casado con la reina trajo aquello como una de sus consecuencias. La cantidad de información que podía ir recibiendo del mundo exterior le venía estupendamente para poder ir planeando nuevos planes de conquista. Si ahora alguno de sus amigos le preguntaban por lo que ansiaba y respondía de forma sincera, seguramente se quedarían helados ante su respuesta. Había ido pasando por diferentes fases y en cada una de ellas sentía que iba encontrando una parte desconocida de sí mismo, mas esta última hacía que su ser vibrase de una manera desconocida hasta el momento. El mundo a sus pies, un mundo propio por el que poder moverse sin ningún tipo de atadura, iniciándolo de nuevo y purgándolo con los avances de aquel mal necesario que le vendieron. Todos viviendo bajo el mismo orden. Al principio fue algo que le causó mucha gracia y seguramente Armin le habría dicho que era algo irreal e imposible para quitarle la emoción, pero empezaron a enseñarle las pruebas y los avances, los cuales, unidos a la hostilidad que existía al otro lado de sus fronteras, hizo que aquel castillo en el aire empezase a bajar para tocar suelo.

El problema es que Mikasa empezó a ser la nota discordante de todo. Hablaba sin saber, sólo guiándose por cómo se comportaba, por lo que empezó a ser molesta. Si ella fuera capaz de comprender la importancia de todo lo que se podría conseguir, de la realidad palpable que ellos tenían, seguramente lo habría visto de otra manera, pero no lo hizo. Y por eso siguió el consejo de Lucas y tuvo que expulsarla de su vida de aquella manera. Si la alejaba de todo aquello, por mucho que le doliera, podría asegurarse de que todo avanzaría según lo planeado. Se sentía agobiado con ella a su lado, no sabía cómo corresponder a aquella pasión que mostraba hacia él, otro de los motivos por lo que quiso alejarla de su lado, pues sentía que todo perdía su rumbo cuando estaba cerca. Quería hacerlo bien, quería creer bien en el plan de Jimmy y Lucas para poder crear y darles un mundo libre en el que todos pudieran ser felices, sin ataduras. ¿Que los medios y las formas no eran las mejores? No había resultado sin sacrificio, sin pruebas y sin ponerlo todo en juego. No obstante, era él el que tenía que avanzar en aquel plan, era él el que tenía que cambiarlo todo para que lo propuesto saliera adelante: casarse con Historia y tener un heredero para poder empezar a crear una rama pura de aquellos nuevos titanes de Jimmy. Cumplió sin rechistar y seguro de que en un futuro todas aquellas acciones serían comprendidas por sus más allegados, sobre todo por Mikasa. Mas el embarazo de su hermana le descolocó por completo todos sus planes. Pensaba que ella iba a estar por y para él, que le esperaría y que cuando fueran libres podrían serlo en todos los aspectos, pero una fiesta, alcohol y una horrible pena hizo que ella se saliera de su punto del plan, teniendo unas consecuencias que cada vez que pensaba en ellas sentía como su estómago se retorcía a unos niveles mortales y su cordura se veía totalmente corrompida. Ya no era capaz de pensar con claridad y cuando cerraba sus ojos se imaginaba a Mikasa de mil formas con Jean, ¡incluso en un futuro juntos! No, él no estaba luchando por aquel nuevo mundo para que ella estuviera con él. Ese futuro, ese nuevo mundo, iba a ser creado para que tanto él como ella pudieran vivir sin ninguna atadura. Y por eso iba a hacerlo todo arder si así conseguía recuperar a Mikasa, aquella persona que sólo necesitaba para poder encontrar la felicidad en aquel mundo oscuro.

—Entonces... ¿Deberíamos unir fuerzas con Paraka? —Cuestionó uno de los generales que presidían la reunión. El silencio se hizo con todos ellos, no por incomodidad, sino porque cada uno empezó a sopesar qué era lo mejor para elegir.

—Pues claro. —Respondió Eren con seguridad, atrayendo todas las miradas hacia él— No somos hostiles si no son hostiles con nosotros, pero eso no quita que debamos ayudar a aquellas naciones que puedan ser nuestras aliadas.

—Sí, estamos de acuerdo con ello, pero estamos hablando de quienes estamos hablando, que parece que no sean sólo nuestros enemigos, sino del mundo.

—¿Cuál es la preocupación?

—Tenemos al grupo encargado de las negociaciones por las alianzas y la paz, mi rey, quienes están haciendo un gran esfuerzo, pero al no ir con intenciones bélicas, no les tenemos preparados para iniciar incursión alguna. O al menos con una alta tasa de victoria por nuestra parte.

—¿Y no pueden prestar el material Paraka? Nosotros les dejamos a nuestros mejores hombres, pero que ellos pongan el material. —El equipo de gestión se quedó en silencio una vez más, pues en la cabeza de Eren todos los impedimentos que estaban viendo no los concebía— Para las negociaciones necesitamos a Armin, que es quien más preparado está para ello. El resto es acompañamiento, ¿no es así?

—Todos aportan, Eren. —Historia fue la encargada de responder ahora, pues empezaba a sospechar qué era lo que estaba empezando a pasar por la mente de su marido.

—Sí, Historia, lo sé, pero no al mismo nivel que Armin. Lo sabes tú, yo y todos los presentes. —Abría sus brazos con ímpetu tras cada palabra, observando como el resto de integrantes no se atrevían a rebatir a su rey— Jean es bueno comandando.

Ahí estaba lo que Historia no quería escuchar. Ahí estaba aquel plan que sabía que se le había pasado por la mente una vez pensó en proteger a su amigo. Eren iba a por todas para intentar recuperar a su hermana y no estaba teniendo ningún tipo de filtro en ello. Quería quitarse de enmedio a Jean y temía qué era lo que tenía pensado para el bebé que estaba por nacer, todo para seguramente meterla en una cúpula de agonía que la hiciera quedarse totalmente derrotada y así poder controlarla. No tenía ningún tipo de duda de que Eren estaba planeando algo a gran escala, pero su mente ahora sólo estaba peleando por ver cómo recuperar a aquella Mikasa que había perdido por completo. ¿Cómo podía ella ayudarla? ¿Cómo podía protegerla? ¿Acaso Mikasa ya era consciente de algo y por eso dijo de querer marcharse? ¿Sabía algo que ella no? Su ser se removía hasta ponerla mala por la complicidad que tenía con su marido.

—No, Eren. —Cortó de pronto, observándole con máxima atención y, a la vez, rogándole que olvidase aquella idea que le estaba rondando por la mente.

—No puedo llevarle la contraria a la reina, pero creo que es un error. —Se acomodó sobre su asiento sin dejar de mirar a su esposa— Paraka necesita ayuda, como puede que la necesitemos nosotros en un futuro.

—En eso... El rey tiene toda la razón, mi reina. —Aportó ahora uno de los generales que presidían la mesa, consiguiendo algún que otro asentimiento a favor.

—¿Qué te pesa? ¿Jean? —Pronunció su nombre con desprecio, haciendo que Historia cerrase los ojos con fuerza antes de coger aire con intensidad— No me malinterpretes, Historia. Sé que será capaz de hacerlo bien y no caer en el campo de batalla.

—Claro, Eren... Estás pensando en el bien de todos a largo plazo, ¿verdad?

—Por supuesto. —Dirigió su mirada ahora hacia los papeles que tenía delante suya, como si intentase retener alguna que otra información de pronto— Paraka es una nación avanzada y con mucho poder militar también, así que no es de extrañar que quieran ir a por ella. Pero si ayudamos y nos aliamos, ese poder se nos podrá compartir. Además, nuestros enviados están en su frontera, en Jalier, con quienes ya hemos firmado una paz y alianza inicial, ¿acaso no ves los beneficios que eso aporta?

—La alianza con Jalier ha sido crucial, tal y como Armin ya planeó, puesto que, como bien dice el rey, Paraka es vecina y la ayuda sería crucial para avanzar a pasos agigantados el siguiente tratado.

—Jean no va a ir con los brazos desnudos, Historia. —Rió con debilidad, como si se estuviera burlando de la rubia— Podemos unir las fuerzas con Jalier también, así tendremos más apoyo y asentará aún más todo.

Historia acababa de ser acorralada. Una vez más. Después de descubrir al gran enemigo que se alzaba tras el mar, la corona y su ejército empezó un plan tanto de limpieza como de búsqueda de alianzas, así como de reforzarse frente a aquel mal. Pasaron por un momento crítico hacía tres años, cuando volvieron derrotados y totalmente superados por aquella amenaza, motivo por el que empezaron a llevar a cabo diferentes planes de alianza, así como el inicio de la mejora armamentística de sí mismos, mas vivían encerrados entre muros y sus forma de sobrevivir era muy diferente a la que habían tenido que experimentar tras el primer contacto exterior. Empezaron a perfeccionar sus técnicas y a considerar otras formas de actuación. Por eso, la última que se estaba llevando a cabo era la actual, en la cual sus amigos, los más cercanos y casi los más preparados por todo lo vivido, estaban volcando todos sus esfuerzos. La idea era afianzar diferentes alianzas, estrechar lazos e iniciar rutas de comercio, pero no estaba siendo nada fácil, pues tratar con unos seres tan terroríficos como los titanes era algo para lo que no estaban preparadas muchas fronteras, por eso todo había adquirido un tinte mucho más lento y desesperante que el esperado.

Necesitaban aumentar su fuerza en todos los aspectos y una vez abierta la veda, su tecnología y forma de vida era totalmente infructuosa, motivo por el que necesitaban aliados. Y aprender de ellos para poder iniciar un nuevo avance en la vida y poder ver algo de luz entre tanta oscuridad.

La reina asintió con debilidad. No le gustaba la idea de llevar a parte de sus hombres a territorio hostil por aquel enemigo común, pero sabía los beneficios que aquello iba a aportar si todo salía bien. Eren se había vuelto a salir con la suya y sólo le quedaba esperar buenas noticias una vez la batalla hubiera llegado a su fin.

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Leía y releía la carta una y otra vez, sin saber muy bien cómo debía sentirse al respecto. Sabía que podían producirse cambios durante las negociaciones, era algo que ya llevaban tiempo viviendo, pero ir al campo de batalla cuando apenas estaban preparados para ello era demasiado. No era nuevo, sabía valerse y lo iba a hacer bien, mas no podía evitar sentirse extraño por aquella petición. Eren era el que le pedía con ánimo y confianza que se encargase de comandar bien a las tropas propias, que él había dado su nombre porque estaba completamente seguro de que iba a hacerlo bien. ¿Desde cuándo tanta confianza en su persona? Sentía cierta abrumación, así como un cosquilleo raro en su interior, pero más porque pensar en tener que batallar le hacía sentir extraño, con ese miedo innato de no saber cómo va a acabar todo. Se hizo a los titanes, supo afrontar y aceptar aquel malestar que le suponía matar a alguien como él, pero la incertidumbre de los campos de batalla era algo terrorífico a nivel interno. Y más después de todas las vidas que se quedaron en el camino.

Se rascó la frente con ímpetu, todo bajo la atenta mirada de Connie y Armin, quienes también se quedaron un poco fríos por aquella petición real.

—Esto no me gusta, Jean... —Se atrevió a comentar Armin antes de coger la carta contraria para leerla.

—Parece ser que Paraka se encargará de la mayoría de equipamiento y equipo, por lo que vamos a ser un acompañamiento. No obstante, hay que tener cuidado. No sé qué noticias habrán recibido por allí, pero la situación en Paraka está muy complicada y me da la sensación de que Eren piensa que es más fácil de lo que en verdad va a ser. —Intentaba sonar sereno, pues la realidad es que se había iniciado un plan de conquista bastante bruto gracias a su tecnología y querían evitar por todos los medios que aquello llegase a Paradis.

—Es que... —Armin se pausó a sí mismo, pues parecía que fue verbalizar aquella teoría al castaño para que todo se torciese. ¿Y si Eren quería quitarse de enmedio a Jean? No, estaba siendo un poco paranoico de más. Que tanto él como su amiga hubieran tenido un encuentro tampoco era tan grave como para querer hacer algo tan cruento, por lo que Eren lo había hecho confiando plenamente en su compañero, pues sabía que él no estaba hecho para combatir como tal.

—No seas burro, Armin.

La voz de Jean, con ese descalificativo le molestó, pues tampoco era necesaria la faltada— La estoy meditando, ¿vale?

—¿El qué pasa? —Connie cuestionó totalmente perdido, ya que sus dos compañeros parecían saber algo que a él se le escapaba. Y Jean no pudo evitar sonrojarse ante aquello— Eh, ¿qué está pasando entre vosotros? ¿Os guardáis secretos ahora?

—No pasa nada. Olvídalo, es Armin con sus teorías.

—¿Y por qué tan rojo ahora? ¡Armin! ¿Qué está pasando? —Connie se arrimó más al rubio, quien empezó a sentirse agobiado por la presión.

—¡Qué no pasa nada, Connie! Que lo olvides.

—Qué no voy a olvidar nada. ¿Qué ha significado ese la estoy meditando? ¿Qué estás meditando?

—¡Una teoría, sin más! —Armin estaba muy nervioso ya y si seguía apretando de aquella manera se le iba a escapar, ¡y no quería faltar a la petición de Jean!

—¿Con Eren? ¿Con Mikasa?

—¡¿Puedes parar por favor?! No te importa si hicimos o dejamos de hacer y sus teorías ¿vale? Son bobadas suyas que no tienen más sentido Armin es así no puede dejar que su cabeza esté dando vueltas sin parar a cosas que están lejos y que no podemos solucionar porque no hay manera de que nos dejen ir y encima a mí me mandan al campo de batalla así que para. —Jean no había hecho una sola pausa desde que comenzó con aquel diálogo interno expulsado y lleno de nerviosismo, el cual sumado a la repetición de algunas sílabas, agobió al resto de sus compañeros ante la falta de aire. Connie le habría gritado que cogiera aire, pero es que se quedó en lo primero que se le escapó y sólo pudo observar a Armin sonreírle con cierto apuro, mientras se rascaba su cabeza con nerviosismo. El castaño empezó a recoger sus papeles para marcharse y recoger sus cosas, pues no iba a aguantar ni un segundo más aquellas boberías.

—Jean. —La voz de Connie sonó impactada, haciendo que su amigo le mirase sin poder evitar soltar un suspiro profundo a la par que sus hombros caían con cierta pesadez. Esperó a que su amigo le dijese lo que le tuviese que decir— Guau.

—Guau, qué. ¿Eres un perrito ahora?

—Estoy asimilando que te hayas acostado con Mikasa. No es fácil, ¿vale?

Sonó una bomba caer en aquella sala. El silencio se hizo con los tres compañeros. Armin sólo podía mirar con un apuro mayor al castaño, el cual estaba totalmente colorado por el agobio de haberse descubierto así. Nunca había visto tan rojo a Jean y por eso no pudo evitar que su risa no se escapase, consiguiendo que el afectado se cabrease aún más con ellos, por lo que salió con prisa y enfado de allí, dejando a Connie y a Armin mirándose en silencio.

—Esto no me lo vi venir, eh... —Susurró Connie a Armin, quien sólo asintió con debilidad— ¿De qué va tu teoría?

—Creo que Eren lo sabe...

—¿Y qué? No quiso saber nada de ella, ya lo sabes.

—No sé hasta qué punto Eren de verdad no quiere a Mikasa a su lado... Como le dije a Jean: es diferente que tú expulses algo a que te lo quiten...

—¿Quieres decir que...? —Connie se quedó sin palabras, consiguiendo que Armin asintiese con debilidad una vez más— ¿Que lo ha hecho adrede? —Ante aquella pregunta Armin sólo pudo suspirar— ¡No seas tan dramático, Armin! Lo ha hecho porque sabe que es un buen líder y que sabe cuidar del equipo.

—Eso quiero creer, Connie... Eso quiero creer... —Y de verdad que era algo que quería creer, pero o es que el destino estaba siendo muy caprichoso y se estaba riendo de ellos por cómo todo se estaba sucediendo o es que en el fondo había algo más que se le estaba escapando. Y de mientras, seguía sin saber absolutamente nada de su amiga, quien estaba seguro de que era la pieza clave para entender todos los movimientos de su amigo frente a su otro amigo.

Chapter 19: CAPÍTULO 18

Chapter Text

¿En qué momento todo había cambiado tanto? ¿En qué momento había cogido tanta confianza como para abrir directamente esa puerta y entrar? Y si había algo peor era que la mujer en su interior no hizo sino alegrarse por aquella visita. Mikasa alzó un pequeño cestito de mimbre que contenía algún que otro preparado que Lisa le había mandado como recado y Sandra no pudo más que agradecer totalmente encantada. La obligó a sentarse nada más entrar y enseguida se dispuso a anunciar que iba a preparar un té para ambas. Entonces comenzaba la charla, comenzaban a preguntarse qué tal había ido el día y la abuela rápidamente se preocupaba por el estado tanto de la madre como de la bebé, que, pese a no saber su sexo, el abuelo había pedido por activa y por pasiva que la tratasen de nena y ella, como buena esposa que era, madre y futura abuela, había accedido a ello sin nada que reprochar.

Se sentó frente a la morena una vez el té estuvo hecho y la conversación continuó. Daba igual el tema, pues Mikasa adoraba hablar con aquella mujer, con lo que le contaba que le había sucedido, sus consejos y su forma de sentirse en la actualidad. Era una mujer abierta que en tener algo de confianza se soltaba como nunca antes y rápidamente empezaba a ofrecerte incluso lo que no tenía. Hizo buenas migas con Lisa y junto a Megumi se estaban encargando de preparar todo lo necesario para la llegada de la nueva integrante, cuya empezaba a ser un hecho y se notaba en el ánimo general. Y tras un rato de charla, entonces aparecía el tema favorito de Mikasa: Jean Kirstein. Su corazón empezaba a latir con rapidez, con nerviosismo y con algo más que desconocía por completo. Sandra siempre le contaba algo nuevo sobre él y Mikasa lo memorizaba a fuego, notando como un cosquilleo extraño se hacía con todo su interior y según cómo fuera, su criatura era capaz de llamar su atención. ¿Igual aquel cosquilleo le llegaba a ella? ¿Era posible? En todo aquel tiempo había conocido a Jean más de lo esperado, conociendo momentos que seguro que él habría deseado que no hubieran salido a la luz, pero también momentos que explicaban el porqué él era así y aquello le hacía sentir una ternura total hacia su persona. Quería estar a su lado para acariciar su rostro y poder decirle que podía contar con ella, que ya no debía cargar con ningún pesar solo y que admiraba su capacidad de hacerse fuerte frente a la adversidad. Según el día, igual tocaba contar cosas que ella ya sabía de él, pero escucharlas con tanto amor incondicional por parte de su madre hacían que fueran más increíbles. ¿Cómo estaría en estos momentos?

—¿Te quieres quedar a comer, Mikasa?

—Te lo agradezco, Sandra, pero no quiero ocupar más tiempo. Además, quiero pasar por el puesto de las telas para comprar una nueva y poder hacerle así una sábana gruesa para la cuna, que el frío estará en lo más fuerte cuando llegue el momento.

La mujer asentía tras cada palabra, no pudiendo evitar sonreír ante lo último— ¿Puedo acompañarte? Me encanta ese puesto y así compro unas cosas pendientes.

—¿Para el bebé? —Sandra asintió con debilidad— ¿No nos estamos pasando con tantas creaciones...? —Cuestionó con algo de apuro, pues tampoco le gustaba hacer ese feo a la abuela, pero es que las abuelas ya le llevaban más de veinte conjuntos, de todos los colores y formas, por no contar los cuatro que ella había hecho. Decían que los bebés necesitaban recambios, que nunca había suficiente, pero es que ya tenía dos cajoneras de su cómoda completas de recambios los cuales, no iba a negarlo, le encantaba observar.

—No es para hacerle ningún conjunto. Es algo que Emma me ha pedido para cuando nazca.

—¿Emma? ¿Qué te ha pedido?

—Es un secreto. —Sandra se tapó la boca con su dedo índice para zanjar las preguntas de Mikasa, quien no pudo evitar rechistar débilmente ante aquello. Ya estaba conociendo una parte oculta de la morena y sabía que aquello ahora le iba a provocar una necesidad interna de querer saber, pero tanto ella como Emma habían estado jugando a ser fuertes para no caer ante la presión de la Ackerman, así que el secreto de la pequeña estaba a salvo.

Después de aquello no tardaron en salir camino al centro del distrito, donde se encontraba la gran mayoría de puestos y cómo cambiaba todo cuando Mikasa iba sola a cuando iba acompañada. Todo el mundo saludaba a Sandra y era increíble la cantidad de paradas que había que hacer para charlar entre vecinas. Mas llegaron. Tardaron el triple de tiempo que Mikasa habría gustado, pero al final llegaron y ambas directamente se fueron al puesto de telas. Las tres se pusieron a mirar las telas y, una vez más, la inexperiencia de Mikasa pronto hizo que se quedase relegada para disfrutar de cómo Sandra tenía en cuenta mil cosas que a ella se le habían pasado por completo. Iba a ser una sábana sin más para el frío, pero Sandra iba más allá y empezó a preguntar mil detalles para que a la bebé no le fuera a molestar. No pudo evitar observarla con atención para sentir una pena extraña, pero no era de llorar, sino de nostalgia y melancolía. Pensó en su madre y en si ese momento habría sido igual de estar ella allí. ¿La estaría acompañando así en todo momento, tal y como lo estaba haciendo Sandra? Esta última no la dejó de lado ni un segundo y en una de sus conversaciones le preguntó si se estaba excediendo, haciendo que Mikasa negase con preocupación, ya que no quería perder el apoyo con el que contaba, mas ahora mismo le gustaría que estuviera allí junto a ellas para compartir esa experiencia que la vida le estaba dando la oportunidad de vivir.

Dirigió su mirada hacia el centro de la plaza y sin saber muy bien el motivo, las palabras que Mateo padre le había dedicado empezaron a resonar en su mente. Debía mantener un perfil bajo y observar como un búho, cosa que hacía por primera vez. Estaba entrenada para el campo de batalla y siempre para dejarse llevar cuando Eren estaba en peligro, sin pensar en las consecuencias, mas ahora, por algún motivo desconocido, se quiso mantener con aquel perfil. Cierto era que no tenía motivo para tirarse de cabeza al peligro y que su estado tampoco acompañaba, pero estaba viendo cosas que siempre se le habían escapado. Su mirada se dirigió hacia una taberna cuya fachada destartalada no invitaba a entrar, no obstante, ahí había un hombre que le sacaría unos veinte años más, observándola con atención mientras se terminaba su cigarrillo. Sus miradas se toparon y hablaron. Qué se dijeron, Mikasa no sabría qué responder, pero algo hubo en aquel intercambio. Luego la mirada gris de la joven siguió viajando por la plaza, observando de forma novata a toda aquella gente haciendo su vida y entre medias, diferentes guardias que parecían estar vigilando algo del lugar. Nunca se había percatado de ellos, pues no eran unos simples guardias, sino eran de rango elevado y se encontraban en una plaza sin más vigilando. ¿Qué otros detalles había estado perdiendo por novata? Sandra la despertó de su misión vigilante y lo hizo con una tela entre sus brazos, explicándole el motivo por el que la había elegido. Mikasa sólo pudo asentir totalmente agradecida antes de agarrarla con cariño.

Tras ello tocó la despedida. Sandra se tenía que marchar para preparar la comida, mientras que Mikasa volvería al orfanato, pero mintió. Inició el camino, mas cuando Sandra se perdió de su visión y se aseguró de que entró hacia su calle, desandó lo andado para volver a la plaza y seguir con la observación. El joven de la taberna ya no estaba y los dos grupos de guardias que había contado tampoco. Se paseó por ella para empezar a crear teorías mientras seguía observando cada esquina del lugar.

—Si su objetivo no está, ellos tampoco. —Aquella voz, tan cerca de su oído, hizo que toda su piel se erizase. Se giró con rapidez para ver quién era el dueño de aquella voz— Te queda mucho por aprender, Ackerman.

—¿Quién eres? —Su voz salió totalmente debilitada, sin recuperarse de la impresión anterior.

—Alguien que sí que sabe observar y hacerse con los detalles. Una ratita de la plaza. —Rió con debilidad antes de volver a encenderse un cigarrillo— Sé qué información necesitas, pero las embarazadas llaman mucho la atención en mi reino. Más si es la hermana del rey, ¿sabes?

—¿Que quién eres?

—Ya tendremos tiempo de conocernos, mujer. —Respondió risueño iniciando con paso seguro su camino hacia aquella taberna tan penosa. Mikasa observó a aquel hombre, quien también se notaba trabajado. Tenía el pelo castaño a media altura y sus ojos eran de color avellana; además de ser muy fumador, pues su olor cortaba la respiración si te acercabas a él, cosa que le molestó muchísimo. No se giró ni una sola vez.

—Una ratita de la plaza... —Susurró sin querer. ¿Así debía empezar a actuar? ¿Y aquella persona iba a hacerle el favor de enseñarla? Aunque era muy arriesgado en vista de la desventaja que había. ¿Y a qué se refería con que sabía qué información necesitaba? Su cabeza empezó a dolerle con fuerza, así como su estómago emitió un leve quejido de malestar.

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Preparó la camilla con el mismo cuidado de siempre, colocando la tela sobre ella con el máximo mimo posible. Cuando estuvo de su gusto, se dirigió hacia una de las pequeñas celdas que había en el lugar, abrió la que correspondía la niña más pequeñita, cuya se encontraba sollozando en la esquina izquierda más profunda de la misma. Extendió su mano y con una gentil sonrisa, invitó a la pequeña a salir de allí. No entendía qué tenía, mas siempre conseguía que los niños confiaran en él a la primera y eso le jodía enormemente, pues lo único que deseaba es que le escupieran, pegasen y odiasen para que así luego no fuera tan doloroso su final. Porque eso es lo que se iban a encontrar allí: el final de su vida. Jimmy no conseguía el punto para que los niños se hicieran al suero y siempre morían a los pocos minutos de inyectárselo, por lo que el día de experimentación para él era un día agónico, de los que quería darse unos cuantos cabezazos contra la pared para olvidarlos.

Caminó agarrado de la nena, cuyo nombre se negaba a saber, para subirla con cuidado a aquella camilla. La nena se abrazaba entre temblores sin dejar de mirarle con una especie de ruego, como si estuviera pidiéndole la salvación, cuya no estaba en su mano. Apartaba la mirada con pesar para ir hacia las celdas para taparlas con una densa tela. Odiaba que el resto de niños fueran testigos de lo que estaba por venirles.

—Muy bien, túmbate. —Pidió con voz dulce. La cría hizo caso a la primera y volvió a maldecirse por ser tan nefasto. Se dispuso a sujetar a la niña con las correas que la camilla tenía y una vez inmovilizada por los tobillos y muñecas, se puso sus guantes de camino a coger la jeringuilla que contenía la nueva versión del suero— Eres una niña bendecida, ¿lo sabes? —La pequeña negó con ímpetu— Lo eres porque pronto serás un ángel, lo sé. —Esa era su manera de buscar el perdón por lo que estaba a punto de hacer, como si aquella frase rebajase la crueldad que estaba a punto de llevar a cabo. Y pinchó sin más. La nena se quejó antes de empezar a gritar con todas sus fuerzas y ahí volvía a dejar su mirada en un tono inerte. No era capaz de observar a la pequeña removerse con todo el dolor del mundo. Ya no lloraba como sí lo hizo las primeras veces, pues ahora grababa aquellos gritos de dolor a fuego en su interior para que luego se les empezaran a reproducir sin parar cuando la noche fuera a caer. La respiración contraria se descompensó por completo antes de empezar a perder fuerza para llegar el final, tal y como esperaba— Vuela alto, pequeña. —Le susurró antes de cerrar sus párpados, los cuales siempre se les quedaban abiertos. Después tocaba empezar a desatar aquellas correas, cuyas habían vuelto a romper la piel de aquella pobre nena y le había hecho varias heridas profundas que, de haber sobrevivido, hubieran requerido varios puntos. Por suerte ya no le iba a doler más.

Empezó con el protocolo de siempre, apuntando qué había visto durante el proceso de matar a una nueva vida inocente y qué era lo que creía que había fallado para cambiarlo de cara a la siguiente sujeto. Suspiró de forma agotada al terminar. Dejó sus apuntes sobre su escritorio de mala gana y no tardó en preparar a la pequeña para la cremación. Nadie iba a reclamarla y cuando fue vendida por su madre, estaba seguro de que no lo hizo con aquella intención. ¿Cómo iba a sentirse si en un futuro le diera por intentar recobrar el contacto perdido? Ojalá aquella madre fuera capaz de perdonarle por haberle dado un final tan atroz.

—¿Tampoco ha funcionado? —La voz de Lina sonó decepcionada— No hay manera... ¿El suero en los niños es demasiado fuerte o es que los niños son demasiado débiles? —Cuestionó más para sí que para su compañero. Empezó a recoger la tela de la camilla y de camino para llevarla a lavar, se paró para ver los apuntes de su compañero— Qué desastre, a veces pienso que estamos más lejos que cerca.

—Pues que eso cambie. Estoy cansado de estar matando niños. —Cerró la puerta del horno con molestia para ponerse a trabajar en la nueva versión del suero.

—Tranquilo, Rivo... Toda prueba es camino.

Y eso le jodía en gran medida, pues mientras el resto de sádicos veían que en cada muerte infantil había un paso hacia delante, él sólo era capaz de ver cómo caminaba hacia su perdición y hacia el terror que le suponía encontrarse en el infierno con todas aquellas almas que iban a reclamarle explicaciones, cosa que le consumía a pasos agigantados. Cogió una pequeña cuchilla que tenía guardada en el lapicero de su zona de investigación y ni lo dudó: se marcó con ella una nueva línea en el antebrazo.

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Su dolor de cabeza había disminuido bastante gracias al remedio de Megumi, el cual, acompañado por aquella sopa tan deliciosa, hizo que su estado y su ánimo se vieran totalmente recuperados. Sentada en el porche del orfanato, observaba a los niños jugar animados. No había recibido noticias de ninguno de sus compañeros de misión, quienes hacía casi un mes que no aparecían por allí y la verdad es que aquello la hacía sentir algo incómoda, pues sabía que todo iba a ir lento para no llamar la atención, pero tanto tiempo la tenía dentro de una agonía que la hacía querer asaltar el cuartel para saber de ellos. No obstante, no podía negar que ella estaba siendo igual o peor, pues no había ido a visitar ni a Eren, ni a Historia ni a la pequeña Ymir durante aquel mes, pero es que tampoco quería. Los viajes cada vez se le hacían más pesados y no sabía cómo iba a ser encontrarse con Eren, ya no por cómo se fuera a comportar, sino por ella, que empezaba a notar que todo la afectaba mucho más de lo debido, por lo que, en cuanto a su hermano, había decidido tomar la distancia necesaria para no verse alterada.

Megumi se sentó a su lado en silencio, fue el crujir del banco quien le hizo saber que ella estaba allí. Le dedicó una débil sonrisa, a la cual correspondió.

—¿Todo bien?

Mikasa suspiró de forma tendida antes de responder— Pensaba en que ya ha pasado un mes sin que sepa nada de Mateo, Mimi y John, cosa que me preocupa, pero luego he pensado que yo he hecho lo mismo con Eren e Historia.

—Bueno, son prioridades. —Mikasa la observó con curiosidad por aquello— Cuando uno tiene una familia o trabajo, el tiempo se ve reducido a lo importante. Los chicos están con su trabajo y con lo que sea que tenéis por ahí; y tú y los reyes tenéis vuestras familias y propias faenas. La prioridad es diferente.

—Megumi... —La conversación se vio interrumpida cuando Mateo y Mimi aparecieron de entre los árboles que separaban el orfanato del resto de la civilización. Venían hablando animados, totalmente ajenos a su alrededor, y Mikasa vio algo ahí, algo de lo que no se había percatado hasta entonces: las miradas entre ellos. Eran miradas que dejaban ver respeto y ese algo que sólo se consigue cuando alguien hace palpitar el corazón con una vibración única. Se limitó a sonreír con debilidad.

—El amor es lo más bonito que existe, ¿verdad? —Megumi la interrumpió con su tono dulce habitual— Soy de las que cree que siempre triunfa. —Le susurró antes de guiñarle un ojo para caminar hacia el grupo de niños y empezar a poner orden. Mikasa la observó sonrojada sin poder decir nada.

—¡Hola, Mikasa! —Mimi saludó con su emoción habitual, sentándose a su lado para abrazarla por su costado izquierdo antes de centrar sus caricias en aquella barrigota— Hola, bebé. —Susurró ahora posando su oreja sobre ella y riendo animada al notar como se removía con ánimo.

—Por fin... Os he echado de menos. —Era su forma de saludar. Su tono era el habitual, pero se podía intuir que la morena estaba feliz de verles aparecer por allí después de dos semanas— ¿Y John?

—Tiene guardia. —Respondió Mateo con rapidez, pues ahora mismo no quería centrar las cosas en la ausencia de su compañero y rápidamente sacó un abultado sobre del bolsillo interior de su gabardina.

—¿Buenas noticias?

—En breve lo descubriremos. ¿Podemos ir a nuestra sala de reuniones para ver qué hay aquí sobre ese tal Rivo?

Mikasa se levantó con ánimo, tal que no pudo evitar que Mimi se preocupase por aquel ímpetu. La regañó con debilidad, pues sabía que a veces, pese a estar ya entrando en el séptimo mes, se olvidaba de su estado. Mateo rió con debilidad aprovechando para abrir la puerta e ingresar en el lugar. Los dos nuevos visitantes saludaron con ánimo a todo aquel que tenían cerca y si no lo estaban, gritaban con emoción.

Tenían ya tanta confianza que después de aquello caminaban sin más hacia su sala, pues así era y habían avisado a los niños que allí no podían entrar más que los mayores. Y los enanos aceptaron obedientes, pues mientras tuvieran su zona de juegos en el comedor, fuera o en la habitación de Mikasa, todo iba a ir bien. Además, Artur y Jean padre habían empezado a montar la cuna y con la ayuda de los niños estaban decidiendo de qué color pintarla, así que había cosas más importantes que entrar allí.

Mimi fue ahora quien cerró tras de sí y Mateo corrió hacia su silla, al lado de la esquina derecha de la mesa, dejando el sobre en el centro de la mesa de madera. Mikasa se sentó en la silla que todo lo presidía y Mimi se puso a su lado izquierdo. Los tres observaron como bobos el sobre, pues ninguno se atrevía a abrirlo.

—Mikasa, capitana, hazlo. —Pidió en ruego Mateo.

Mikasa obedeció no sin antes suspirar con nerviosismo. Le dio una lectura rápida, mas las miradas punzantes de sus compañeros hicieron que empezase a leer lo que había allí escrito— Rivo Freid, originario del distrito Harber, de treinta y seis años y médico. Se formó en el mismo escuadrón que Hugo Osda. —Después de aquella información sus ojos cayeron con rapidez hacia el resto del texto, omitiendo las diferentes incursiones que había llevado a cabo, y hubo un detalle que la hizo sentir como si se le cayera todo el peso del mundo encima.

—¿Qué pasa? —Cuestionó Mateo impaciente mientras se levantaba levemente de su asiento para quitarle los papeles con rapidez a su compañera— Único superviviente de Quinta, apareciendo cinco meses después de la caída del muro...

—¡No es posible! —Exclamó Mimi totalmente pálida.

—Por eso sabía de Emma... —Susurró Mikasa sin poder evitar tapar su boca con nerviosismo, pues no sabía qué esperar, pero el que Rivo hubiera estado en un inicio en Quinta para luego salir, no.

—¿Quieres decir que se forma con Hugo, que seguro que se hacen amigos, que se va a Quinta para ayudar en el desalojo, se queda atrapado allí, sabe que Emma nace y se pira, dejándoles tirados? No tiene ningún puto sentido...

—Me pidió que la protegiese... —Volvió a susurrar, ahora totalmente aturdida y notando como en su cabeza empezaba a nacer de nuevo un punzante dolor— Tuvo que haber algún motivo...

—¿Y qué motivo hay?

—No lo sé, Mimi... —Mikasa empezó a frotar su frente con debilidad, pues no podía dejar de pensar en la cantidad de información que de pronto se le estaba viviendo. Había tantísimas cosas por conectar, que le era imposible hacerlo. Podía lanzar teorías al aire, ¿pero cuál era la correcta?— Hay que hablar con él.

—¿Perdona? —Mateo hizo un movimiento con su mano, cerca de su oreja, como si le estuviera rogando que volviera a repetir aquello que acababa de decir la morena.

Y hubo una primera conexión: la taberna destartalada de la plaza. Aquel hombre parecía saber mucho de ella, ¿y si aquella información de la que le habló fuera sobre Rivo? No, sin duda todo estaba sonando a locos. Negó con debilidad antes de suspirar con frustración.

—Pero tampoco perdemos nada. —Dijo sin más, haciendo que tanto Mimi como Mateo se mirasen con interrogante, pues no estaban entendiendo qué era lo que le estaba pasando por la cabeza— ¿Tenéis algo que hacer esta noche? —Los dos contrarios negaron con debilidad— Pues ya sí: tenéis una cita en la mejor taberna de la plaza.

La exclamación fue conjunta. Mikasa había conseguido que la temperatura del lugar ascendiera a unos niveles impensables y si tocaba las mejillas contrarias seguramente se quemaría, por lo que no pudo contener una débil risotada al verles. Aquello molestó a Mateo, quien empezó a meterse con ella sobre su estado sin llegar a la ofensa, no obstante, había conseguido el efecto contrario y Mikasa sólo pudo reír un poco más.

—Todo tiene sentido. Tu padre me dijo que debía observar ahora que no puedo estar en el campo de batalla. —La morena observó a sus compañeros antes de proseguir con la explicación del porqué iba a hacerles ir a una taberna de la cual salir con vida era un milagro. Mateo negaba con rapidez por el nerviosismo, mientras Mimi parecía que iba a hiperventilar en cualquier momento por la impresión de verse en una cita con su compañero, pero era cierto que explicado, aunque loco porque al fin y al cabo era ir a un lugar por un leve intercambio de palabras, podía llegar a tener algo de sentido— A mí ya me ha vetado la entrada por esto. —Señaló su vientre— Y tampoco es que perdamos nada, ¿no...? Además, sois un poco dramáticos, que es parte de... La misión. —Bajó su tono aún más antes de apoyar su cuerpo sobre la mesa— Si queréis, claro.

—¡Qué te calles! —Le gritó Mateo notando cómo su rostro empezaba a arder con una intensidad nunca antes vista. Mikasa sólo pudo reír con debilidad— ¡Te estás pasando!

—Vale, vale, pero id. —La morena se levantó ahora con su indiferencia habitual, dejando a aquellos dos plantados en su sitio, totalmente colapsados por esa parte de la misión que se había sacado de la manga. Mikasa había visto las miradas que se lanzaban, así que igual eran capaces de hacer un dos por uno, pero rezando porque la natalidad no aumentase un poco más si había alcohol por medio. Se giró débilmente y no pudo evitar sonreír al verles tan nerviosos por tan poco, ¿así se veían las personas enamoradas? Pues le pareció algo bonito de ver antes de cerrar tras de sí.

Megumi y Lisa la observaban al final del pasillo con mirada cómplice, pues en secreto habían estado escuchando. Sin correr, Mikasa se acercó a ellas con la sonrisa más pícara que, por primera vez, era capaz de mostrar.

.

.

Estaba nerviosa, muy nerviosa por lo que Mikasa les había propuesto. Era para seguir con la misión, ¡pero pedirle salir a modo de cita para ver si conseguían algo de información era demasiado y sentía que su corazón se le iba a salir del pecho!

Suspiró de forma tendida y nerviosa mientras se observaba en el espejo de aquella habitación compartida. Se había puesto el mejor, y único, vestido que tenía en su armario, pues tampoco es que su trabajo le hubiera permitido ir a muchas fiestas o mejorar el fondo del mismo. Se quitó los dos moñitos que siempre la acompañaban y así dejaron ver su media melenita castaña. Su pelo era ondulado y cuando lo dejaba suelto, por algún motivo, sus pequitas y sus ojos almendra resaltaban aún más. Ella era incapaz de ver belleza alguna en sí misma y a lo sumo, en su mejor momento, se podría llegar a considerar del montón bajo, por eso, pese a ser una misión, iba a tener su primera cita en toda su vida, pues como no se veía bonita, consideraba que por eso nadie quería nada con ella.

La puerta sonó y los nervios explotaron una vez más en su interior. Corrió para abrir, pero al llegar volvió a correr para mirarse una vez más en el espejo, ¡los zapatos! Cachis, se le habían olvidado por completo y ahora iba descalza por la habitación. Se puso a buscarlos y no encontraba los dichosos zapatos. Otra vez llamaron a la puerta, corriendo hacia ella y su estado era de caos total.

—¡Mateo! —Saludó nerviosa— Perdona, perdona... Es que no encuentro los zapatos. —Hablaba con rapidez y se iba trabando por el camino. Dejó la puerta abierta para correr a buscarlos y aquella escena hizo que quien allí estaba riese con debilidad.

Se conocían desde que entraron como cadetes y junto a John formaron el equipo de tres que habían sido hasta el momento. Y sin saber en qué momento, empezaron a ser inseparables. Iban juntos a todo, a las comidas, a los entrenamientos e intentaban cuadrarse las guardias para estar siempre los unos con los otros. El roce hace el cariño y entre los dos integrantes de aquella habitación surgió, en silencio, el amor entre ambos. No se habían dicho nunca nada fuera de lo habitual, pero un comentario por aquí, una risa por allá, una broma que viene y golpea con debilidad, un abrazo pacífico por volver a reencontrarse tras varios días de ausencia con misiones por medio... Todo eso al final fue calando en lo más profundo de los presentes y en lo más profundo del ser de cada uno. Mimi siempre decía que no era bonita, que por sus rasgos tan claros de piel y ese castaño tirando a rojizo hacía que la gente la mirase un poco extraña, pero que tampoco le importaba porque era consciente de ello, sin embargo, para Mateo era preciosa. Adoraba sus ojos y esos labios tan carnosos, así como esas pecas que decoraban con extrañeza su rostro, hasta el punto de haberse imaginado con ella y con hijos en común, ¡pero con esas pecas! Quería que sus hijos las heredasen sí o sí. Y Mateo no decía nada, pero él sí que iba levantando algún que otro suspiro femenino, lo que hacía que a veces el corazón de Mimi se entristeciera de más, pero al final siempre hacía de tripas corazón y se intentaba autoconvencer de que él terminaría con alguna chica bonita del cuartel. Dolía, mas sabía que esa iba a ser la realidad y cuanto antes la tuviera asimilada, mejor.

Mateo entró con cuidado a la habitación, pues era una compartida de chicas y tampoco quería molestar con su presencia allí. Le dedicó una rápida mirada y se sorprendió por lo personal que era. Las cosas de las dos dueñas del lugar estaban mezcladas, pero sabría decir perfectamente qué cosas pertenecían a Mimi, pues la conocía demasiado bien. La observó rebuscar con nerviosismo y no había manera.

—¿Cuáles buscas? —Se atrevió a preguntar para ayudarla.

—Las chanclas que tienen los hilos para atar en el tobillo.

—Ah, esas. —Mateo carcajeó con algo de fuerza, lo que hizo que la contraria le mirase interrogante— Siempre las guardas tras la puerta, ¿recuerdas? —Hizo un gesto con su mano, pues aunque no había mirado tras el lugar mencionado, Mimi siempre guardaba los zapatos menos usados tras la puerta, pues era como el lugar adjudicado para ellos.

La escuchó exclamar avergonzada antes de correr hacia allí— Me conoces mejor que yo misma. —Bromeó mientras empezaba a ponérselas sin darse cuenta de que aquello sonrojó a su compañero a unos niveles brutales, ¿pues acaso no era algo obvio? Seguro que si se le preguntaba a John iba a responder lo mismo— ¡Lista! —Anunció una vez puesta la última. Cogió su bolsito y se preparó para salir— Cuando quieras.

Caminaban con paso lento por la calle principal, observando como el ánimo se iba apagando. La ciudad era totalmente diferente por la mañana a por la tarde, sobre todo cuando la noche empezaba a hacerse con ella. Los comercios cerraban en su totalidad y pasaba a despertar la otra cara, la de los barecitos que, aunque algunos estaban abiertos de forma constante, otros sólo hacían acto de vida cuando la luna reinaba el sitio. Y con ello, el ambiente y la gente cambiaba por completo.

No era la primera vez que salían por la noche, pues cada uno ya lo había hecho con sus otros grupos de formación y juntos todos a la vez, pero esta vez era diferente. Estaban de misión, pero era una misión diferente a las habituales y eso les hacía sentir extraños, sobre todo porque era la primera vez que salían solos. Mateo avisó a John, quien era su compañero de habitación, y sólo recibió una débil carcajada con sorna, cuya hizo que volviera a sonrojarse. Hoy todos lo habían conseguido.

—Pues... —Mimi se atrevió a romper un poco el hielo— Es la primera vez que salimos los dos juntos...

Mateo carraspeó con nerviosismo— ¡Sí, es cierto! Y es... Raro.

—¿Verdad? Estoy nerviosa, fíjate.

—Yo... También... —Mimi le dedicó una amplia y nerviosa sonrisa sin saber qué aportar más. Qué bobo era, pues aquello no cambiaba nada de lo que eran. Estaban de misión y punto.

Siguieron el avance en silencio, Mimi agarrando aquel bolsito de mano con fuerza y Mateo con sus manos en los bolsillos, escondiendo así el temblor que llevaba sobre sí. No tardaron en llegar a la taberna de la plaza que Mikasa les había indicado y el ambiente les hizo notar que era un lugar reconocido por quienes eran de tendencias nocturnas gracias a la afluencia y a las conversaciones que empezaban a recibir. Mateo dejó que Mimi entrase primero y el ambiente cambió por completo. Estaba cargado por el olor a tabaco y alcohol, así como a sudor de muchos cochinos que no habían pasado por la ducha antes de querer continuar con su noche. Mateo agarró a Mimi de la muñeca, pues aunque habían salido con anterioridad en grupo, aquella taberna nunca había sido una opción. La agarrada se giró para observarle con una mezcla de varios sentimientos, como si le estuviera diciendo algo con la mirada, pero él no fue capaz de comprenderla. Mimi avanzó un poco más, tirando de su compañero para sentarse en unos sillones que había al fondo de la sala. Tuvieron que sortear a unos cuantos grupos de hombres, pero no fue nada complicado. Se dejaron caer con rapidez, pues no querían perder el asiento.

—¿Todo bien? —Mimi asintió con rapidez antes de girar su mirada hacia el fondo derecho de la sala, cosa que Mateo siguió y entendió qué era lo que había ocurrido: Rivo estaba allí. Sentado en soledad, fumando un puro mientras iba dando amplios tragos a una enorme botella de alcohol— ¿Algo de suerte para hoy?

—Debemos ser reservados, Mateo. —Le susurró mientras acercaba su rostro para evitar que sus palabras llegasen a gente externa a ellos. La distancia mínima sonrojo a su compañero, mas la luz tenue de las velas no lo hizo visible.

—Pareja, ¿qué vamos a tomar? —Un hombre de unos cuarenta años se acercó de pronto a ellos, alertándoles al no haberse dado cuenta de su presencia— Sí que se ha dado prisa la morena, ¿eh?

—¿Hablas de...?

—Yo una copa de vino blanco, por favor. —Cortó Mimi con rapidez antes de dedicarle una intensa mirada a su compañero, como si estuviera exigiendo cautela.

Tragó saliva antes de pedir, pues Mimi tenía mucha razón en aquello y casi la pifia a la primera—Para mí una cerveza, por favor. —El hombre guiñó un ojo tras la petición, dejándoles a solas de nuevo— Casi la lío...

—Sí... Nos tiene fichados... —Susurró la castaña sin apartar la mirada de aquel hombre, quien ahora se apoyaba en la barra sin dejar de sonreírle con altivez. No obstante, había algo en él que no le hacía sentir hostil.

—¿Quién será y por qué sabe tanto?

—¿Crees que sabe? —Mateo ladeó su rostro con algo de duda, ya que no había duda de que, mínimo, sabía quiénes eran ellos.

—Mikasa ha dicho que es como una ratita de la plaza... ¿Y si quiere tendernos una trampa con un trozo de queso? No podemos dar nada por hecho, pero tampoco podemos mantener una actitud distante si queremos hacernos a ellos.

Mateo silbó con admiración ante aquella actitud de su compañera, pues nunca la había escuchado hablar así. Mimi se percató y sólo pudo sonrojarse antes de empezar a buscar alguna excusa— Da igual, Mimi. Te sienta bien el querer estar a la altura de Mikasa, pero no olvides que a ella le caes bien así tal cual.

—¿Lo sabías?

—Te conozco de hace años y sé que te estás esforzando por querer agradarle de más, pero no hace falta.

—Es que... Yo soy la más débil de todos y no quiero ser una carga.

—¡¿En serio?! Pero si te quiere en su parto, Mimi... —Mateo se acercó a ella sonriente— Te está confiando su momento más importante.

Mimi le respondió con una amplia sonrisa, centrando su mirada en la contraria— ¿A que es curioso lo diferente que puede ser todo según el camino en el que te encuentres?

—¿Qué quieres decir?

Mimi tardó en responder, pues una camarera apareció para dejar lo que habían demandado y junto a las bebidas les dejó un pequeño cuenco con unos pocos frutos secos— Cortesía del jefe. —Anunció antes de marchar. Mateo y Mimi dirigieron ahora su mirada hacia aquel jefe, quien ahora se alejaba de la barra para sentarse al lado de Rivo, quien alzó su mirada hacia ellos antes de centrarse en el hombre de su lado.

—Nosotros no tenemos más valor en la vida que el actual y Mikasa está esperando a su primer hijo. Se me hace como que son dos mundos totalmente diferentes, como si estuviéramos en dos rangos totalmente opuestos.

—Entiendo lo que quieres decir.

—No sé qué haré con mi vida o qué pasará después de todo lo que estamos viviendo, pero tengo claro que no quiero dejarme nada pendiente.

—¿Qué tienes pendiente? —Aquello sonrojó a Mimi de pronto, exclamando con sorpresa por la ida de lengua que había tenido. Bebió con nerviosismo todo el contenido de su copa, consiguiendo que Mateo carcajease— No me respondas, Mimi. De todas formas, creo que eso es algo que todos deberíamos tener por meta... —La voz de Mateo se fue apagando al ver cómo Mimi se levantaba de su asiento para caminar hacia aquellos dos hombres. No supo el motivo, pero sintió que todo se ralentizaba y que no llegaba para alcanzar a su compañera. Mimi era como Mikasa en cuanto al alcohol y visto lo visto, ambas perdían el control de sus actos con rapidez ante el mínimo contacto. Cuando quiso echar a andar, Mimi ya estaba sentada frente a Rivo. Su corazón se le paró de golpe cuando vio que él la miraba con malestar, al contrario que el acompañante, quien reía sin soltar el cigarro de entre sus labios. Sintió que la distancia se duplicaba y que el tiempo para llegar se expandía de tal manera que era incapaz de llegar— ¡Perdón! —Se disculpó cuando por fin consiguió llegar.

—¡No te preocupes, muchacho! Si siempre se agradecen el tener nuevas caras por aquí. —Aquel hombre de verdad que no parecía hostil. Arrogante, mucho, pero no se le intuía malas intenciones, sin embargo, después de lo visto no es que uno se pudiera fiar.

—¿Quiénes sois? —Cuestionó Mimi intentando mantener la compostura. El alcohol estaba empezando a hacerle bastante efecto y de pronto todo a su alrededor empezó a moverse. Intentó fijar su mirada en la de Rivo, pero es que se le movían los ojos y le era imposible. ¿Por qué no podía parar? Empezaba a ser molesto.

—Él es Rivo y yo Julio. Un placer. ¿Una copita más, joven?

—Ya ha bebido suficiente. —Rechazó Mateo por ella, quien no dejaba de balancearse de forma leve en su asiento.

—Lo que diga el novio protector. —Mateo se sonrojó de pronto ante aquello, haciendo que Julio carcajease, todo lo contrario que Rivo, quien tenía su mirada fijada en la joven, como si estuviera preocupado por su estado de embriaguez— Pero a lo importante de todo esto: Mikasa Ackerman.

La pronunciación del nombre de su compañera hizo que cada uno tuviera una reacción diferente, pues Mateo no pudo evitar pegar un pequeño salto en su asiento, mientras que Mimi abrió sus ojos con total emoción, pues es que Mikasa era mucha Mikasa para ella— Voy a ser su matrona...

—Guau. —Julio volvió a reír ante la reacción de Rivo, quien hablaba por primera vez en todo aquel rato— ¿Y alguna vez has asistido en algún parto? —Mimi negó con rapidez— ¿Y sabes lo importante que es tener experiencia? El bebé puede morir si no lo haces bien, igual que la madre. —Aquello hizo que el ánimo de la contraria se viera totalmente destrozado, bajando su vista hacia sus manos, las cuales ahora jugaban con la tela de su vestido con nerviosismo.

—Rivo... —Susurró Julio con algo de pesar— Perdónale, es médico y no puede evitar preocuparse a la mínima.

—No voy a fallarle... Será horrible para ella si le pasa algo a su bebé... Ella lo quiere mucho y yo no voy a hacer que sufra... Al contrario, merece ser feliz después de todo... —Soltó como pudo aquel diálogo, pues aunque era más interno que externo, lo hizo a modo de canalización, con palabras rotas y deprimidas.

Aquello le dio un pequeño pellizco al corazón del médico, quien terminó de beberse su botella antes de pedir la última de la noche, todo bajo la atenta mirada de su compañero, pues sin mirarse y sin hablarse los dos sabían qué era lo que estaba pasando por la mente de cada uno. Rivo observó a la joven antes de suspirar con pesadez— Puedo ayudarte con lo básico, pero tenéis que evitar que Mikasa tenga al bebé en palacio.

—¿Y eso? —Fue Mateo quien ahora cuestionaba totalmente interrogante por aquella condición.

—Mirad, me llamo Julio Ember y soy el mandamás de una parte de los bajos fondos del lugar y en un futuro habrá que elegir bando y sé que estaremos en el mismo, por lo que no nos interesa tener mal a Ackerman. —Julio le dio un trago a su bebida antes de continuar— Y llegará un punto en el que esto será insostenible y habrá que elegir cuál de las dos piezas del tablero hay que eliminar: Eren o Mikasa. Y yo no quiero que sea ella.

—Si Mikasa tiene al bebé en palacio se lo van a... —Un fuerte golpe rompió por completo con el ánimo del lugar. Las miradas se dirigieron hacia la puerta principal del mismo y no tardaron en aparecer dos guardias reales por allí, nombrando por nombre y apellido tanto a Mimi como a Mateo para reclamarles en una misión.

Los mencionados no pudieron evitar mirarse totalmente impactados y sorprendidos por el tiempo de aquello. Mimi miró tanto a Rivo como a Julio y no hubo quien la calmase, pues que aquello estuviera pasando era porque alguien lo había mandado. ¿Acaso los estaban vigilando? ¿Y qué misión era ahora aquella? ¿Qué iba a pasar con Mikasa? ¿Iba a poder avisarla para que no se preocupase por ellos? Los guardias se acercaron a ellos para exigirles presentarse cuanto antes en el cuartel, sin tiempo para pasar por ningún otro lugar. Preguntaron qué era lo que estaba sucediendo, mas sabían que la respuesta iba a ser la evasiva.

Se levantaron con pausa por la impresión de todo aquello y las miradas, una vez más, se hablaron y en esta ocasión supieron qué era lo que estaban diciéndose: no era casualidad.

Chapter 20: CAPÍTULO 19

Chapter Text

Tocaba la jornada de reunión en la que iban a poner en común diferentes puntos sobre cómo mejorar aún más el estado de la investigación, pues de la última remesa de niños, las dos niñas habían fallecido nada más ponerles el suero, por lo que había sido un completo desastre. Jimmy se desesperaba ante aquello, ya que de nada estaba sirviendo el ir modificando el suero si nada más inyectarlo terminaba con la vida de las niñas y, para más colmo, Mikasa acababa de entrar en la recta final de su embarazo, por lo que necesitaba que aquel suero fuera efectivo con el recién nacido y no fracasar, pues de hacerlo sabía que todo se iba a ir al garete y que no habría salvación para él. Estaba tenso, todo el mundo lo notaba, pues sólo daba vueltas sin parar por la sala bajo la atenta mirada de su equipo.

Nadie hablaba, sólo se limitaban a mirarse entre ellos a la espera de que Jimmy iniciase la reunión, con la idea que fuera. Así, Lina carraspeó para llamar la atención de su líder, quien paró su ir y venir de pronto, cogiendo aire con intensidad.

—Mikasa está en la recta final del embarazo y el suero sigue sin funcionar...

—¿De verdad crees que es necesario someter a un recién nacido a algo así, Jimmy? Y más sabiendo que no va a funcionar... —El poco contacto que tuvo con Ackerman no era suficiente como para desarrollar ningún tipo de amistad, pero por algún motivo en su mente no dejó de repetirse la frase de Mimi borracha, con aquella pena que podría suponer si se perdía aquel bebé. Ella sabía algo sobre Quinta seguro y quería quedar con ella para hablar sobre Hugo, Virginia y la pequeña Emma, pero no había podido y todo porque Jimmy les había estado agobiando con el avance de la investigación. Estaba con la soga al cuello porque incluso ahora él se había dado cuenta de lo peligroso que era meter en la ecuación al futuro sobrino del rey.

—Yo confío, pues no debéis olvidar que pertenece al linaje Ackerman y eso suma mucho.

—Es la mitad, Jimmy. —Aportó ahora Lina totalmente asombrada— Eso no asegura nada, puesto que el padre es un Kirstein. —Le observó mover sus manos de forma interrogante— Justo eso. Es un recién nacido cuyos genes no sabes cuáles van a ser predominantes. ¡Estás condenándonos a todos!

Se hizo el silencio en el lugar, con Jimmy empezando a dar vueltas sin parar— Podemos pedirle tiempo a Eren una vez haya nacido.

—¡Oh, claro! ¿Vamos a Mikasa y le decimos: perdona, cielo, nos das a tu bebé? Es para la investigación, que hemos visto que ahora este suero sí puede que no lo mate.

—¡Deja la sorna, Lina! Ya sabéis cuál es el plan, así que deja las tonterías para otro momento.

—No, no puedo... —Rivo se levantó ahora de su asiento tembloroso y sin poder evitar rascarse la cabeza con enfado. Jimmy le miró con odio, como si estuviera firmando su sentencia de muerte— Puedo aceptar ser el asesino de niños que pertenecen al bajo mundo, pero no arrebatarle el hijo a una madre que sí lo desea... No somos eso.

—Somos investigadores, Rivo. Y hacemos cosas que no debemos en pos del avance. —Su voz sonó ahora oscura y apagada y por primera vez, se acercaba a su asiento para sentarse en él. Observó con distancia al resto de su equipo y sabía perfectamente qué era lo que pasaba por sus cabezas, pues tenía el conocimiento necesario como para saberlo— No es una opción y estoy seguro de que ese bebé será crucial para nosotros.

—Es muy pronto...

—¡He dicho que entonces le pediremos tiempo al rey! Pero ese bebé tiene que estar con nosotros, ¿ha quedado claro? —Empezó a alzar su voz, la cual empezó a penetrar en el equipo como si fuera una cuchilla que se iba clavando en ellos con rabia— Si el suero no es seguro, lo haremos seguro... Porque los niños han tenido una buena reacción, ¿verdad?

—Tienen nueve años, Jimmy...

—No he preguntado eso, Rivo. —Apretó sus manos con enfado, pues pese a Rivo era uno de sus mejores hombres, su cabeza iba a la deriva como la de Eren. ¿Acaso eso era parte de aquellas mentes brillantes? El volverse locas por no saber asimilar la fuerza de sus actos. Si él no tuviera aquellos miedos estaba seguro de que sería un científico mil veces mejor que él, pero sus traumas le estaban frenando. Y eso le apenaba. Le observó asentir— Pues ahí está el paso, chicos. Después de no sé cuántos niños cremados, tenemos a los dos primeros que han sido capaces de asimilar el suero y no morir en... Tres horas. —Carcajeó como un loco, totalmente ido por la alegría que le suponía aquel gran paso, pues lo era. Por primera vez dos niños no habían muerto por la inyección, por lo que era un gran paso para la creación de su ejército— Vamos a celebrarlo, chicos. Así despejamos la mente y digerís el malestar por lo del bebé de Ackerman, que parece que vaya a ser vuestro.

Se levantó entonces emocionado, acercándose a Rivo para agarrarlo por los hombros con fuerza. No le dijo nada y con aquella acción se lo dijo todo: no tenía escapatoria. Y eso le había empezado a consumir desde el momento en el que verbalizó aquel horrible plan, por lo que igual había llegado el momento de llevar a cabo su acción suicida y finalizar así su penitencia.

.

.

Recibió una petición de Eren para quedar en su casa. Le pedía que necesitaba hablar con ella con urgencia para aclarar diferentes cosas, algo que hizo que en su interior naciera una nerviosismo difícil de controlar.

Se había instalado casi por completo en el orfanato, por lo que su hogar se había quedado totalmente abandonado y aprovechando que era el lugar de reunión, quiso llegar horas antes para limpiarlo levemente, al menos para que no pareciera una pocilga. No gustó mucho la idea de que se fuera a limpiar y a pasar el día allí, no obstante, tampoco podían retenerla como si fuera una niña pequeña. Estuvo bastante entretenida y apenas tuvo rato para parar quieta, pues cuando se dispuso a relajarse Eren llamó a la puerta. La abrió con calma, observando el rostro calmado de su hermano. Estaba bien, por lo que se atrevió a abrir sus brazos con cierta timidez, pues tampoco es que estuviera segura de que Eren fuera a corresponder, mas lo hizo. Se lanzó a ella para abrazarla. Lo hizo con fuerza, como si fuera algo que él necesitase como el beber.

—¿Todo bien? —Sólo obtuvo un leve asentir— Genial, me alegro.

—¿Y tú? —Preguntó ahora él mientras se alejaba de la contraria. Mikasa asintió con seguridad a la vez que se dedicaba a cerrar la puerta— Eso es lo importante. ¿El bebé bien? No hemos hablado desde aquel juicio. Quise hacerlo porque me enteré de lo que hizo Lucas y... Pido perdón.

Mikasa negó con rapidez, ya que recordar aquel momento seguía siendo horrible y su piel se erizaba por completo ante el recuerdo— Sí, todo bien. Estoy algo cansada, pero supongo que es normal.

—¿Cansada?

Mikasa asintió con debilidad mientras se sentaba en una de las sillas que había en la sala— Es que es pesado, ¿sabes? Además, estoy con la constante preocupación por no fallar... Y es un poco duro, pero bueno, ya estoy en la recta final.

Eren copió los movimientos contrarios y se sentó en la silla que había justo enfrente. Miró a su hermana, quien se disponía a servir el té que había preparado minutos antes de la hora de la quedada. No pudo evitar rascarse la nuca con cierto nerviosismo— Mikasa. —La mencionada sólo emitió un débil sonido, pues estaba concentrada en que el té no se le derramase— ¿Podemos hacer un punto y aparte en todo esto? ¿Y empezar de nuevo?

Aquello sorprendió a Mikasa por completo, pues en absoluto se esperaba aquellas preguntas de su hermano. Le dejó la taza con cuidado, dejándose caer ahora sobre el respaldo de su silla. Le observó con atención, intentando averiguar si es que tenía alguna idea escondida por su cabeza— ¿Y sin mentiras?

Eren asintió con rapidez— Sin mentiras, sin enfados y sin alterarnos.

—Si lo conseguimos, seré muy feliz.

Aquellas palabras hicieron que el corazón contrario empezase a latir con una fuerza bestial y casi podía notar como estaba perforando su interior. Sonrió de forma amplia, como si Mikasa hubiera conseguido lanzarle un dardo pacificador. Su corazón y su ser ya no peleaban entre sí, entre las diferentes formas que había en su interior, sino que, por primera vez en mucho tiempo, empezaban a estar en la misma sintonía.

—Hay mucho, por lo que no sé por dónde empezar... —Añadió antes de dar el primer sorbo al té servido por su hermana— Lo primero que quiero decirte es que confío muchísimo en Jean y por eso dije su nombre. —Aquello hizo que Mikasa ladease su rostro con interrogación, no entendiendo qué era lo que quería decir— Marley ha empezado a atacar territorios que estaban empezando a querer aliarse con nosotros y el último es Paraka. Nuestros amigos no han ido preparados para la guerra, pero si les ayudamos de cara a futuro habremos adelantado mucho.

—Vale, sé por dónde quieres ir. —Eren observó como su hermana asentía con debilidad mientras intentaba mantener la serenidad, pero él supo ver que su cuerpo reaccionó a sus palabras— Jean va a capitanear nuestra gente en esa guerra.

—Hace un par de meses que empezó la misión...

Aquello hizo que el corazón de la morena empezase a latir con rapidez, pues acababa de enterarse de aquello que ya llevaba un par de meses en activo— ¿Y cómo...?

—De él no sé nada de forma directa, pero según los informes iba todo según lo planeado. —Mikasa tragó saliva con fuerza, intentando mantener en todo momento la compostura, aunque no era capaz de controlar la angustia que de pronto empezó a emerger de su interior. Y de pronto volvió a resonar la voz de Lucas en su mente, con aquella desagradable amenaza.

—Sé que él es muy importante para ti, pero no quiero que pienses como Historia, que cree que lo he hecho como para quitarlo de enmedio y después de lo de Lucas...

—No, claro que no, Eren. Nos dedicamos a esto. Ya hemos pasado por muchos problemas a los que no sabíamos cómo hacerles frente, así que lo entiendo. —Tardé en responder, ya que intentaba mantenerse totalmente serena, pues no quería mostrar el miedo que se había instalado en su interior después de aquella noticia por parte de su hermano.

—No me encontraba bien porque yo propuse su nombre, ¿sabes?

—El problema habría sido si me envías a mí, que ya lo hiciste y fue un desastre. —Intentó hacer un amago de broma. Había escuchado mucho eso de que a veces bromear sobre algo malo te hacía sobrellevarlo mejor, pero en su caso era tan raro, que se sintió totalmente aturdida después de hacerlo.

—No te preocupes por eso. Tú nombre está en la hoja invisible de candidatos. —Mikasa rió con debilidad, casi sin fuerza— ¿Estás enamorada de él?

Se le cortó la risa de pronto, yendo rápidamente a por su taza de té y poder mojarse la boca, la cual se le había quedado totalmente seca. Iba a ser sincera, pues era lo que Eren le había pedido y tal y como estaba yendo la conversación, consideraba que debía serlo e intentar así que el muro entre ambos empezase a agrietarse— ¿Sinceramente? No lo sé. Desde que me enteré del embarazo no he dejado de pensar en él, y es cierto que he estado sintiendo que sin él todo se me hacía cuesta arriba, pero... —Hizo una leve pausa antes de tragar saliva con intensidad— No me ha escrito ni una sola vez, ni aún cuando yo le he escrito y se lo he anunciado, así que entiendo que no quiere saber nada. No le culpo, ¿sabes? Le pedí a Historia que lo trajese antes de que naciese, pero luego me he sentido egoísta... ¿Quién soy yo para obligarle a formar parte de algo que no quiere? —Rió de nuevo forma débil y amarga, como si fuera una manera de poder hacer frente a esa realidad que estaba viviendo, aún cuando tenía algo de esperanza naciendo en su interior tras las palabras que Mateo padre le había dedicado tras aquel juicio.

El mencionado la escuchaba con atención, totalmente centrado en cada una de las palabras y siendo consciente de que el responsable de que ella se sintiera así era él. Él tenía las cartas de ambos, él sabía qué era lo que Mikasa le había escrito y todo lo que Jean se había estado preocupando por ella, así como las mil veces que le pedía perdón en sus cartas, mas no se sentía mal por aquello. Era necesario, necesitaba justamente que Mikasa empezase a sentir eso y la verdad es que, por primera vez, sentía que todo estaba yendo como quería.

—No lo eres. —Cortó con pausa, posando su rostro sobre su mano izquierda, observándola con atención— Es normal que te sientas así, sobre todo cuando tus amigos se han marchado y tu hermano no está muy estable mentalmente, ¿no? —Rió con cierta amargura— Perdóname, Mikasa. —Mikasa negó con debilidad antes de limpiarse los ojos con rapidez, pues no quería que las lágrimas empezasen a derramarse por su rostro— Estás llorona, ¿eh?

—¡Muchísimo, Eren! Me siento terrible porque es lo único que parece que sé hacer. —Siguió limpiándose los ojos sin parar, pero de pronto notó como las manos de Eren se las agarraba para separarlas. Le vio sonreírle con cariño mientras aprovechaba para secar aquellas que se habían pegado en sus manos.

—Pues está bien. Hemos dicho que haremos un punto y aparte, así que vamos a desahogarnos también, ¿vale? —Besó las manos contrarias con el mismo cariño con el que le había sonreído— ¿Has pensado algún nombre ya?

—Sólo si es niña...

—¿En serio? ¿Y si es niño? —No pudo evitar reír por aquella respuesta, pues jugársela al cincuenta por ciento le parecía una locura, pero una locura de las que Mikasa era capaz de llevar a cabo. La observó negar a la vez que subía sus hombros con rapidez— Bueno, pues piénsalo por si acaso. ¿Y de niña, entonces?

—Sasha.

También lo sabía, pero tenía claro que si actuaba sabiendo todo lo que sabía, aquella reunión con ella no iba a tener ningún sentido y de verdad que quería arreglar su relación, pues no podía vivir con el pesar de perderla, de no tenerla a su lado, y después de meditar y de hablar con Jimmy y Lucas, había entendido qué era lo que había hecho mal. Mikasa empezó a hablar de diferentes cosas sobre el embarazo y él sólo pudo escucharla con atención. Acababa de descubrir que le encantaba verla así, moviendo sus brazos con pausa mientras le explicaba lo que había creado para su bebé y la emoción con la que se lo contaba. Volvió a apoyar su rostro sobre su mano y sólo podía percibirla como una especie de diosa que lo iluminaba todo. Sus ojos brillaban con ilusión y él empezó a notar como se estaba contagiando de aquello, pues rápidamente empezó a sentir que quería compartir la experiencia de aquella criatura a su lado y así, entre ambos, podían llevar y alzar a Mikasa un nivel por encima del que estaba. Se había enfadado tanto con todo cuando se enteró de la verdad de su embarazo, que no se había dado tiempo a valorar lo que aquello podía significar para los dos. No obstante, la idea se corrompió con rapidez cuando le vino a la mente las palabras de Lucas. Y su corazón se retorció de pronto.

—Pero no te quiero aburrir más.

Negó con rapidez al escucharla— Si me encanta escucharte, Mikasa. ¿Sabes? Me molestó a rabiar cuando me enteré de tu embarazo, sobre todo de cómo llegaste a él.

—¿Quién te lo dijo? —Cortó de pronto, pues que Eren supiera que fue una noche de alcohol era porque Historia se lo habría contado.

—Historia. Siento si te molesta que me lo haya contado. —Respondió con cierto nerviosismo, pues aquello se le escapó sin poder controlarlo. La observó negar con rapidez, como si aquella respuesta fuera la que esperaba— Pues eso, que no puedo evitar pensar en que Jean se aprovechó de ti y eso me cabrea muchísimo, por eso he actuado como he actuado.

—Lo entiendo, Eren. Yo me sentiría igual, pero... No se aprovechó de mí. —Aquella afirmación hizo que el fuero interno del contrario no supiera cómo debía actuar, pues una parte de sí sintió como una explosión que le destruyó por completo, pero por otra parte, era como que no quería sentir nada en absoluto, como si todo lo que acababa de escuchar fuera mentira y una irrealidad. No pudo hablar, se quedó totalmente en blanco— No quiero que sigas sintiéndote mal por eso. Sí, hubo alcohol y sé que si no hubiera estado en aquel estado no habría pasado nada, pero no me arrepiento de nada.

—Pues... Eso es genial, Mikasa. —Fue lo único que pudo decir antes de lanzarse a llenarse la taza con un poco más de té. Necesitaba distraer la atención por aquellas palabras y no caer en la desesperación y locura en la que lo podían sumir— Entonces me quedo tranquilo. Te juro que me ponía loco de rabia ante la idea.

—Pues te pido perdón, aunque no es que hayamos tenido tiempo de poner las cosas en claro, ¿verdad? —Vio como su hermano se empezó a rascar la nuca con cierto nerviosismo, acto que le hizo cierta gracia. No es que lo fuera, pero en ese aspecto ella se sentía tan volátil en cuanto a cómo se sentía que a ratos se veía insoportable a sí misma. Agarró su taza para dar un nuevo sorbo a su té— Eren... —Le llamó con un hilo de voz, pues ahora el nerviosismo se hacía con ella— ¿Tú sabes algo de Quinta?

El silencio se hizo con el lugar tras la pregunta, haciendo que el contrario suspirase de forma tendida tras ella. Se acomodó ahora en la silla antes de estirarse con parsimonia— Sin mentiras, ¿verdad, Mikasa? —Sólo la vio asentir con suavidad— Todo. Lo sé todo.

Y aquello fue una bomba mortal para la morena, quien no pudo evitar que su respiración se acelerase sin ningún tipo de control. Notó como en su interior todo se descompuso y empezó a funcionar de forma irracional. Su cuerpo empezó a temblar de forma interior y cuando empezó a notar que se extendía hacia el exterior, se abrazó a sí misma para evitar hacerlo visible. El hecho de que Eren lo confirmase le dolía mucho, pues a eso iba ligado muchas muertes que se podrían haber evitado— Ha muerto mucha gente... —Es lo único que pudo susurrar.

—Lo sé, pero era algo inevitable. Jimmy contactó conmigo hace un par de años y me contó que estaba trabajando en una investigación sobre titanes. Al principio me reí y le tomé por loco, pero me enseñó sus avances y me habló de sus sujetos. —Hizo una leve pausa para beber un poco de té— Y fuimos a Quinta una noche. ¿Te crees que los pudo controlar? —Mikasa no podía estar creyendo todo aquello que Eren le estaba confirmando y sentía como su cuerpo se había erizado de arriba abajo— Y caí rendido a su petición, Mikasa... Sé que os parecerá una locura, pero si lo hacemos bien, te juro que seremos libres.

—¿Qué petición, Eren?

—Trabajar con él, a su lado. Apoyar su investigación y dominar el mundo con ellos.

—¿Y en qué nos vamos a diferenciar de nuestros enemigos?

Suspiró de forma tendida, pues ahí estaba aquello que no quería vivir con Mikasa: sus dudas. Ella no entendía la diferencia que había con sus enemigos, pues ellos no buscaban acabar con nadie, sino extender un poder que hiciera que todo el mundo fuera igual. ¿Acaso no era eso una libertad mayor? Se acabarían los problemas, los muros y los conflictos entre todos. Un nuevo orden para todos, mas entendía que fuera algo difícil de entender para quienes aún no habían sido capaces de ver el potencial de los titanes de Jimmy— Sabía que no lo ibas a entender, que te iba a parecer una locura...

—Totalmente, Eren. Es una locura. —Se acomodó en su silla, apoyándose ahora sobre la mesa con sus antebrazos— No sé cómo funcionan sus titanes, ¿pero son como tú? —Obtuvo un asentimiento débil— Pero no los podemos eliminar como los titanes a los que estamos acostumbrados, así que... ¿Dónde están esas personas?

—Eso aún lo desconocemos. Los titanes de Jimmy no pueden volver a su forma humana, por así decirlo. Quinta es su campo de investigación y sí, ha llevado a cabo actos inhumanos, pero sé que lo está haciendo por perfeccionar su trabajo.

—Eren, ¿te estás escuchando? ¿A cuánta gente ha utilizado?

—No sé el número, Mikasa, pero es lo malo de las investigaciones. De todas maneras, olvida Quinta, por favor.

—¿Cómo que olvide Quinta, Eren? ¿Y para qué fue el juicio?

—Jimmy me dijo que habías ocultado información y que había que corroborarlo. —Terminó de beber el contenido de su taza, disfrutando de aquel último trago, pues hacía tiempo que no bebía otra cosa que no fuera alcohol y aquel té, preparado con tanto mimo por su hermana, era reconfortante— ¿Descubriste algo?

Asintió con debilidad— Hemos estado peleando contra ellos y ahora me dices que estáis creando unos nuevos para conquistar el mundo. —Su voz salía rota, ya que no estaba siendo capaz de asimilar aquellas palabras tan orgullosas por parte de Eren.

—¡No, Mikasa! —Alzó la voz sin querer, mas pronto empezó a disculparse por aquello pues de verdad que no era algo intencionado— No queremos conquistar nada. Es crear un nuevo orden, que es diferente. Entiendo que no lo entiendas, no te culpo, pero sé que lo harás. Cuando lo entiendas, cuando veas lo efectivo que es, lo harás. Así que no me preocupa que me tomes por loco, tirano, conquistador... Como quieras, lo acepto. —Mikasa empezó a rascarse la frente con cierta desesperación, pues la cabeza empezó a sufrir aquel martilleo matador que muchas veces le venía cuando algo la superaba— Ahora estás con la idea tradicional de los titanes, pero estos son diferentes, te lo aseguro.

—Será eso... —Susurró más para ella que para él. Sentía que había llegado a un callejón sin salida, que aquella idea la tenía totalmente aterrorizada, pero que ahora mismo no podía hacer nada para cambiar su pensamiento y que, aunque lo intentase, no se sentía con el poder necesario como para intentarlo. Se sentía totalmente en desventaja ante la fijación y pasión que tenía su hermano en aquel plan, pues estaba totalmente cegado y encandilado por aquella idea y ahora mismo el grueso del poder estaba entre Jimmy y Lucas, así que ella estaba en total desventaja, mas se juraba en aquel instante que le salvaría, que ayudaría a su hermano a deshacerse de aquella idea para que el horror de su plan e investigación dejasen de existir.

—No quiero seguir hablando ni de Quinta ni de nada relacionado, Mikasa...

Le observó intentando mantener la máxima calma posible, dedicándole una débil sonrisa— Yo tampoco... No puedo negarte que no estoy en tu misma línea, Eren, pero... Alguna vez lo estaremos.

Su hermano rió con debilidad antes de volver a agarrarla de sus manos con fuerza— Te lo agradezco, de verdad. Entonces... ¿Estamos bien? —Mikasa asintió con debilidad una vez más— ¿Confías en mí? Sé que igual no plenamente, pero ¿lo haces? —Volvió a asentir con pausa— Y entonces, ¿me harías caso y vendrías al palacio para tener al bebé? Sé que no es lo que quieres en absoluto, pero es donde me sentiría tranquilo. No voy a agobiarte, pero me da miedo que algo os pase y sé que hay médicos geniales fuera de palacio, pero confío plenamente en nuestro equipo, pues el parto de Historia fue genial y te juro que no es por puro capricho, sino porque de verdad deseo que estéis bien y todo salga bien. Me da pánico que algo salga mal y sé que eso quedará en mí para siempre.

Suspiró de forma tendida ante lo que Eren le empezó a pedir. No quería ir a palacio para tener su bebé, pues no se consideraba apta para estar allí, pues estar allí la hacía sentir totalmente encerrada y fuera de su zona de confort. Siempre que había ido a palacio, por muy grande que fuera y por mucho servicio que tuviera, estar allí la ahogaba y sentía como perdía el control por completo de su libertad, motivo por el que quería decidir dónde quería tener a su bebé, además de que ya le había pedido a Mimi que estuviera con ella y había encontrado paz y seguridad para el día tan importante.

—No me gusta el palacio, Eren... Y ya preparaste la habitación sin preguntarme siquiera. —Aquel recuerdo hizo que un escalofrío la recorriese de arriba abajo— Y no me gustó aquello.

—Perdóname. Ya te digo que lo hice por la rabia, pues deseaba tanto querer cuidarte y protegerte después de aquella noche tuya, que hice cosas por mi cuenta. De verdad que lo siento. —Alzó sus hombros con cierta pesadez, con su mirada agachada por el apuro que se suponía que estaba sintiendo en aquel momento. Se dejó llevar por el terror de haber perdido a su hermana y por eso quiso encerrarla, dándole los motivos necesarios en el palacio para que no tuviera que echar en falta nada de fuera— No es que quisiera controlar tu vida, tal y como me diste a entender en el hospital porque no podría, pero supongo que me dejé llevar demasiado.

—Si voy... ¿Me prometes que Jimmy no va a estar y que Mimi me acompañará?

—¿Mimi?

—Mi compañera de misión en Quinta. Es una médica excelente y si no está ella, no lo tendré allí.

Eren cogió aire con intensidad antes de tragar saliva, pues aquello torcía los planes por completo, pero necesitaba que Mikasa tuviera a su criatura en el palacio y si para ello debía ceder en algunos casos, así lo haría. No entendía de partos, pero en el de Historia observó que después de salir se llevaban a la bebé, por lo que igual ahí podrían hacer algo. De todas formas, no era algo que le interesase, pues Jimmy y Lucas debían ser quienes creasen una nueva línea de plan.

Se levantó con rapidez, lo que asustó a la morena, para sentarse a su lado. La abrazó con fuerza antes de llorar con emoción, pues por primera vez dejaba salir sus lágrimas, mas no estuvo mucho tiempo abrazándola y pronto se separó para empezar a acariciar las mejillas contrarias, las cuales se encontraban ciertamente sonrojadas— Te lo juro... —Le susurró con pausa, lo que hizo que Mikasa notase como su cuerpo se volvía a erizar por completo. Ahora fue ella quien se lanzó a abrazarle con fuerza— En un momento así no puedo elegir por ti. Y después del de Historia, sé lo importante que es saber elegir quién debe estar a tu lado.

Mikasa ahora fue la que rompió a llorar, pues había estado ansiando que a su lado estuviera el padre de su criatura que, como le había dicho hacía un rato a su hermano, era un pilar importante para ella y había comenzado a sentir que si no estaba a su lado, nada iba a salir bien. No obstante, la ausencia de respuesta la hizo empezar a valorar su fuerza en solitario y, estándole completamente agradecida por el regalo de vida que le iba a dar, decidió comenzar su andadura sin el miedo a la soledad. Era fuerte, era una mujer que se había visto en cosas peores y que sabía que tenía aquel poder de avanzar sin nadie a su lado, sólo deseando que su criatura creciese feliz y fuerte, pues un nuevo deseo se había instalado en su interior: el de ver crecer a su hija y poder ofrecerle el mejor mundo para ella.

—Entonces... ¿Tú estarás conmigo...? —Preguntó con un débil hilo de voz, aferrándose aún más a él.

—Siempre... Igual que lo has estado siempre tú.—Abrazó con algo más de fuerza a la morena, notando como ahora su corazón había comenzado a latir con una fuerza bestial, igual que antes. Estaba emocionado, no lo iba a negar, pues de verdad que una gran parte de su ser deseaba estar ahí con ella y poder darle la bienvenida a aquel bebé que estaba a nada de nacer.

—Y siempre estaré, Eren... Sé que a veces me he...

—Eh, eh, eh... —La cortó de golpe para agarrar su cabeza con cuidado y poder observarla con atención. Estaba increíble con aquella carita redondita por su embarazo y no pudo contenerse. Se quiso abalanzar sobre aquellos labios, pero ella se movió lo suficiente como para que su beso aterrizase sobre su mejilla derecha, la cual empezó a besar con cariño. Se había dejado llevar demasiado por el momento, algo que tenía claro que hasta ella habría notado— Lo hemos conseguido... —Susurró entre débiles risas.

—¿Conseguido?

—Sin mentiras, sin enfados y sin alterarnos. —Repitió sus palabras del inicio sin poder contener aquella risita que se había instalado en él— ¿Estás feliz?

Mikasa le correspondió a la risa, mientras aprovechaba para alejarse levemente— Sí, mucho.

—Déjame que me disculpe una vez más por todo. Obré mal y de verdad que tengo mucha culpa en mi interior.

—Pues deja de sentirla, ¿vale? Punto y aparte. Eso sí, hay cosas con las que te daré guerra, pero todo a su debido tiempo.

Eren alzó sus manos como si estuviera fingiendo estar desarmado. Y rió de nuevo con debilidad antes de levantarse para recoger la mesa— Es tarde, ¿te acerco al orfanato?

Mikasa negó con debilidad— Me voy a quedar aquí, así mañana por la mañana podré adelantar algunas cosas.

—¿Estarás bien sola? —La observó asentir con pausa— Entonces... ¿Cuándo irás a palacio?

—Estoy en el octavo mes y el médico me ha dicho que en cualquier momento puede suceder, así que... Dame un par de semanas, ¿vale?

—Mikasa, eso... —Le observó dejar caer sus brazos al escucharle— Vale, vale... No insisto. Si crees que aguantarás un par de semanas, nada que aportar. Supongo que ahí tendrás más control tú que yo. —Empezó a lavar las tazas y la tetera.

—Deja eso, anda. Ve a casa, que aún te queda paseo. Y no te preocupes, que cualquier cosa te aviso.

No le hizo caso y hasta que no terminó de fregar no se dispuso a prepararse para salir. Estuvieron hablando un poco más, mas no tardó en marcharse y la sensación de calidez que había empezado a fraguarse durante aquella tarde se mantuvo, lo que hizo que Mikasa se sintiera feliz de estar allí. Sentía que se había quitado un peso de encima tras haber hecho las paces con Eren, pues aunque no quisiera prestarle atención, el hecho de estar en conflicto con él había sido un lastre para su embarazo. No lo podía controlar y sentía cómo se ahogaba, pero haber tenido aquella conversación con él la había sanado muchísimo, cosa que hizo que el miedo de tenerle cerca se hubiera disuelto por completo y ahora hasta incluso le quisiera tener cerca.

Fue a cerrar la puerta tras vez el carruaje real desaparecer, mas de pronto alguien lo impidió. Se asustó de tal manera que se puso en guardia. Fue todo muy rápido y en cuestión de segundos entraron en su casa Mateo, Mimi, John y Rivo, éste último cerrando tras de sí.

—¡Mikasa, no puedes ir al palacio! ¡Es una trampa! —Gritó Mimi con desesperación mientras se abrazaba a ella.

.

.

Era la última incursión antes de poder firmar una tregua. Las cosas estaban saliendo mal para los dos bandos y sin esperarlo estaban perdiendo más de lo esperado. Como era de esperar, él se encargaba junto a su equipo de los titanes, quienes aparecían por montones sin parar. Llevaba un par de meses en una guerra que no le tocaba, pero confiaban en él, era parte del trato para seguir asentando alianzas que les pudieran servir para vivir una vida en paz, en un mundo feliz en el que poder formar una familia y poder vivir, por primera vez, tranquilos. Intentaba estar siempre lo más centrado posible, intentando que todas las bajas producidas en aquel tiempo no le afectasen, pero ya no podía más. Llevaba años peleando sin parar, años luchando por ese mundo que nunca llegaba y que no sabía si iba a llegar. Quería formar una familia, quería ver a sus padres de nuevo y poder aclarar las cosas con Mikasa, quien no dejaba de aparecer en su mente cuando podía tener un segundo para recuperar el aire.

Su corazón le latía a una velocidad brutal, algo que ya era habitual en él, mas no lograba acostumbrarse al dolor que le causaba. Estaban en la frontera que separaba los bandos de aquella guerra. El final de aquella batalla se debía decidir hoy y volvía a cuestionarse para qué servía todo aquello, para qué seguir derramando sangre sin parar. ¿Acaso no podían parar? ¿De qué servía conquistar nada si el reguero de dolor que dejaba tras de sí no hacía más que aumentar? Tragó saliva antes de observar a sus compañeros, quienes esperaban su orden y no tardó en hacerla llegar. Volvieron a avanzar para poner el punto final. Jean tenía todo su cuerpo agarrotado, totalmente tenso por todos aquellos días de dolor, pesar, horror y crueldad, así como por la falta de descanso. Quería marcharse de allí cuanto antes y rezaba para que el final de aquella batalla fuera el final de aquella misión.

—Quiero volver a casa... —Susurró a la vez que se preparaba para dar el tiro final, pero le llegó a él. Vino por la espalda y sintió aquella explosión desgarrarle por completo. Su acto reflejo fue soltar aquel fusil para posar su mano en la recién creada herida para girarse y observar al dueño de aquel acto: un joven de su edad que temblaba sin parar tras su acción. Dejó su arma tal y como empezaron a reclamarle. No pudo ver mucho más, pues pronto su visión empezó a emborronarse por completo y no tardó en perder el control de todo su cuerpo. Quizá... Si no llevase tanto tiempo en la batalla y estuviera tan cansado... Sólo quizá... Habría sido capaz de aguantar un poco más...

Chapter 21: CAPÍTULO 20

Chapter Text

Observaba incrédula a las cuatro personas que acababan de entrar de golpe en su hogar. Se dejaba abrazar por Mimi, quien temblaba sin parar en su agarre, pero lo peor era que en su cabeza retumbaba una y otra vez aquellas palabras que le había soltado sin cuidado alguno. No podía hablar, estaba aturdida y sentía como si su cuerpo hubiera perdido toda la fuerza de golpe. Se separó de Mimi con cuidado para sentarse en la primera silla que tuviera más cerca. Notó como la sujetaban con cuidado, pero no sabría decir quién era quien lo hacía. Cuando se sentó se tapó su rostro con sus manos.

—Mikasa... Todo forma parte del plan... —Habló Mateo ahora con debilidad, apoyando sus manos sobre los hombros ajenos— Rivo vino a buscarnos al cuartel y nos lo ha contado todo...

—Lleváis un mes fuera... Mis amigos por lo menos tuvieron la decencia de hacer una fiesta para despedirse...

—Nos pillaron por sorpresa en la taberna, Mikasa. —Mimi se sentó frente a la mencionada, no pudiendo evitar sentirse fatal por aquello, pues ojalá hubiera podido avisarla de su ausencia— No nos dejaron dar aviso alguno y nada más llegar, incluso el padre de Mateo estaba atacado por los nervios...

No desconfiaba de las palabras de Mimi, ni mucho menos, pero era cierto que se habían marchado sin previo aviso, que había preguntado a varios compañeros del cuartel y nadie había sido capaz de darle una respuesta sobre el paradero y ahora, después de aquella entrada en su casa, se había dado cuenta de que no le había preguntado a Eren por el paradero de sus tres compañeros, cosa que ahora la sorprendía de sobremanera. Alzó su mirada para toparse con la de Mimi y en su interior algo de removió al ver la verdadera pena que se alojaba en su mirada. Estiró sus brazos para agarrar las manos contrarias.

—No sé si por exceso de confianza o por idiota, pero no he sido capaz de preguntarle a Eren por vosotros...

—No creo que te hubiera respondido, ya sabes que le gusta mucho contar medias verdades o lo que a él le interesa. —Respondió ahora Mateo, aprovechando para sentarse a su lado.

—Mikasa... Rivo ha venido a buscarnos tan pronto como se ha enterado de que habíamos llegado al cuartel. Estábamos hablando con él aquella noche cuando vinieron unos generales a buscarnos para una misión. No nos dejaron avisar a nadie y bueno... Ha sido una misión sin más, pero que han intentado alargar lo máximo posible. —Mimi se justificaba temblorosa, pues no quería que Mikasa se sintiera traicionada, ya que en su estado y con todo lo que le estaba tocando vivir, aunque no lo quisiera, podía sentirse así.

—¿Y cómo se ha enterado de vuestra vuelta...? —Preguntó la morena buscando ahora a Rivo con la mirada, quien se acercó a ella para dejar delante suya un montón de papeles. Le miró ahora mucho más curiosa.

—Cuando tengas tiempo los lees. De todas formas, respondiendo a tu pregunta: Julio tiene una buena red de informadores por todo el lugar, así que después de lo que vimos en la taberna, no era de extrañar que me avisara.

—¿Quién es Julio ahora?

—El dueño de la taberna, aquel que se acercó a ti en la plaza. Quiere conocerte cuando no tengas el bombo, dice. —Le respondió Mateo ahora antes de hacer una mueca de sorpresa extraña.

—Y sobre eso, Mikasa... —La voz de Mimi sonó quebrada de pronto— En esos papeles están los planes de Jimmy para tu parto. Quieren que tengas al bebé en el palacio para así poder quitártelo.

Mikasa rió de forma nerviosa ante aquella afirmación de Mimi, cuya había sido demasiado profunda incluso para ella. Alternó su mirada entre sus compañeros y el añadido, consiguiendo que aquella risa se viera totalmente muerta al poco de iniciarse. Negó con rapidez antes de levantarse nerviosa, haciendo que todos los presentes se preocupasen por aquella reacción. Mikasa no pudo sino empezar a llorar con nerviosismo. ¡No podía ser! Eren se había pasado toda la tarde con ella, ¡habían hecho un punto y aparte! No podía traicionarla así, ¿verdad? Era su hermano, supuestamente se habían arreglado y le había pedido estar con ella en un momento tan importante. Vio como Mateo quiso acercarse a ella, pero rechazó aquella intención. Se abrazó a sí misma sin poder evitar llorar con intensidad. Sentía que se ahogaba, que el aire no le estaba llegando y empezó a encontrarse mal, muy mal. No podía, simplemente no podía hacer frente a la idea de tener aquel vacío en su vida. Su bebé era lo único que la había mantenido de pie en todo aquel mundo de agonía y aunque no había nacido, no quería perderlo. Sintió unos brazos abrazarla con cuidado, los brazos de Mimi, quien también lloraba. La había acompañado todo lo posible en su etapa de gestación, con las ausencias que requería su trabajo, pero siempre que estuvo a su lado fue un pilar bastante importante.

—Mikasa... Lo siento... Pero no vamos a dejar que le hagan nada, ¿verdad? —Mikasa negó sin poder dejar de llorar, aferrándose ahora con muchísima fuerza a la contraria— Por eso... Rivo ha propuesto un plan, pero tú eres quien debe tomar la última decisión.

La morena, con la respiración totalmente descompasada, se alejó de su compañera, quien la acompañó para sentarla de nuevo en su silla. Mateo acarició su hombro derecho con cariño, queriendo ser una parte fundamental de apoyo para ella. Mikasa no podía dejar de llorar, mas empezó a intentar controlar su respiración antes de observar a Rivo, quien estaba totalmente derrotado por verla así. Odiaba la posición en la que el mundo le había puesto, pero más odiaba ver a una pobre madre verse tan aterrada por actos ajenos a ella. ¿Qué mal había hecho como para tener que verse envuelta en algo así? ¿Por qué no la dejaban disfrutar de su maternidad en paz? ¿Por qué justamente aquella criatura debía ser elegida para algo tan atroz como ser un titán, en caso de sobrevivir?

Rivo se acercó para quedar al lado de Mimi, tragando saliva con la máxima calma posible— Quieren quedarse con el bebé para inyectarle el suero que Jimmy está investigando... —Su corazón se hizo más pequeño aún al ver cómo Mikasa reaccionaba con aquellos gemidos tan desesperados, agarrando ahora a Mateo por sus manos— Jimmy quiere crear un ejército que esté a merced de la corona desde el nacimiento, así, según él, será un ejército puro que nunca pondrá en entredicho ninguna decisión de la misma.

—¿Y tú...? —Mikasa no podía hablar, no le salían las palabras y sólo pudo ocultar su rostro entre sus manos, llorando sin cesar.

—Rivo es parte del equipo de Jimmy, Mikasa... —Respondió Mateo con calma— Salió de Quinta para desarrollar la cura y poder salvar tanto a Virginia como a Emma... Pero llegó todo tarde. Ese es el resumen.

—Odio todo lo que tengo que hacer para ello y sé que cuando muera todas las vidas que he arrebatado me pedirán cuentas, pero hasta entonces no quiero hacer más daño del debido... Y Julio tiene razón y sé que estamos en el mismo bando.

Mikasa se limpiaba las lágrimas como podía, intentando asimilar todo aquello. Ahora mismo se encontraba en una situación en la que no sabía qué decidir, qué bando era el mejor, pero si sus amigos habían confiado en Rivo, igual era la decisión correcta el confiar en lo que ellos habían decidido, pero también era cierto que había confiado en Eren y que iba a aceptar el ir a palacio a tener su bebé y todo era una trampa. Estaba dolida, aturdida y con el único deseo de que todo aquello pasara cuanto antes.

—Eren debía convencerte de tener al bebé en palacio para quitártelo. Te dirían que había nacido muerto y ya... Recupérate como puedas. —Rivo sonó apenado de verdad, como si sus palabras estuvieran viendo un futuro incierto y desolador. Mikasa le observó sin fuerzas, cerrando sus ojos con pesadez y vio aquel deseo de una persona que quería terminar con aquello cuanto antes— Por eso, Mikasa, ¿estás dispuestas a provocarte el parto ahora?

La morena abrió sus ojos de par en par y fue tal la impresión de aquella pregunta, que la humedad que había en ellos por las lágrimas se cortó de golpe. Dirigió su mirada a Mimi, quien le asintió con debilidad. Movió sus labios, intentando hablar, mas se había quedado sin fuerza alguna y las palabras no salieron. Miró entonces a Mateo, luego a John y por último a Rivo, todos expectantes por su decisión— Mimi... —Fue lo único capaz de decir.

—Es muy arriesgado, Mikasa. Son unas hierbas que van a adelantar lo que debía ser un proceso natural. Te las prepararemos en té, están asquerosas, pero es la solución que hemos encontrado para evitar que se lleven al bebé. Pero tú tienes la última palabra. —Mimi agarró a Mikasa de sus manos, mientras le hablaba, y ninguna de las dos podía decir quién era la que más temblaba.

—¿Y de cara a futuro le afectará? —Mimi negó con debilidad— ¿Vas a estar conmigo todo el rato?

Mimi asintió sin poder evitar derramar unas pocas lágrimas de la emoción nerviosa que había en su interior— Me lo pediste, ¿recuerdas?

Mikasa asintió riendo nerviosa sin poder evitar llorar de nuevo— Tengo mucho miedo... —Susurró de forma entrecortada.

—Estamos aquí, contigo. Rivo se marchará cuando te haya preparado el té y nosotros nos iremos al orfanato, ¿vale?

Mikasa asintió tras las palabras de Mateo— ¿Y cuánto tardará...?

—Eso lo decide la naturaleza, Mikasa. —Susurró Rivo dando inicio al plan tal y como se había estudiado. Bajo la luz de la luna Rivo se dispuso a preparar aquel té de hierbas. Lo hizo calculando los tiempos como había estudiado y cuando lo tuvo, le sirvió la taza a la futura madre, la cual observaba el contenido abrazada por su compañera. Temblaba sin parar y sus piernas no dejaban de moverse con nerviosismo. Mikasa le observó y cuando le vio asentir, agarró con fuerza aquella taza para empezar a consumir el contenido. Se quejó con malestar por el sabor agrio y asqueroso de aquellas hierbas, mas aguantó hasta el final y de una se tomó todo el contenido. La observó hacer el amago de vomitar, pero ella misma se contuvo. Empezó a inspirar y a expirar con intensidad y entonces fue cuando él debía marchar. Le dio unas últimas indicaciones a Mimi antes de salir con el máximo sigilo, rezando porque todo saliera bien.

El ambiente se tornó totalmente tenso. Mateo y John estaban incómodos porque ahora estaba todo en el aire y la naturaleza es la que iba a decidir los tiempos de aquel parto. Mimi se mantuvo sujetando a Mikasa en todo momento, observándola en silencio, mientras iba limpiando todas las lágrimas que iban saliendo de su interior.

—Cuando digas, Mikasa... —Susurró con cariño sin dejar su acción de ir limpiando todas aquellas lágrimas.

Mikasa sólo asintió antes de hacer el amago de levantarse, señal de que ella había notado que todo había dado comienzo— Antes de ir... ¿Podemos parar antes por casa de Sandra...? —Su voz sonaba rota, como si intentase contener en ellas el dolor que empezaba a surgir de su interior. Un dolor punzante que nunca antes había sentido. Sus compañeros se miraron interrogantes, pues ninguno de ellos quería tardar de más para llegar al orfanato, pero Mimi no era capaz de negarle nada.

Mateo y Mimi la ayudaron a levantarse y mientras John se encargó de asegurarse de que no había nadie vigilando. Todo libre para iniciar el camino. Mimi tapó a Mikasa con una manta gorda sobre ella y sin separarse de ella ni un milímetro, empezaron a caminar rumbo al hogar de los Kirstein. Caminaban en silencio, cuyo era roto por los débiles gemidos dolorosos de la morena y los cuales eran la respuesta a los miles de síntomas que estaba sintiendo en su interior y que ahora mismo era incapaz de descifrar. Tardaron sin tardar, pues a ojos de los dos chicos del grupo aquello les era un mundo y estaban en un momento agónico, ya que les aterraba imaginar que el bebé podía nacer en medio del bosque o algo peor.

Mikasa llamó a la puerta con toda la fuerza que pudo, mas su mano temblorosa no daba mucho de sí e hizo lo que pudo. La puerta no tardó en abrirse, mostrando a un Jean padre totalmente asustado por aquella visita a esas horas de la noche. Exclamó su nombre, queriendo hacerla entrar en el hogar, a lo que Mikasa rechazó entre lágrimas. Sandra no tardó en aparecer para abrazar a la madre de su futura nieta.

—Sandra... ¿Me puedes acompañar...? —Sintió un abrazo mayor antes de escuchar aquel sí por respuesta. Ambos futuros abuelos se pusieron lo que pudieron por encima antes de salir para acompañarles.

Se dividieron en dos grupos no muy alejados. Mimi y Sandra abrazaban a Mikasa, quien cada vez iba gimiendo con más dolor, mientras que Mateo y John, con Jean padre tras ellos, se aseguraban de que el camino estaba libre. No querían alejarse demasiado de las féminas, pero estaban desesperados. Aquella parada lo retrasó todo, pero finalmente lograron salir de las calles para entrar al bosque y coger así a los caballos, los cuales les esperaban con cierta desesperación. Se organizaron en aquellos cuatro corceles. Ayudaron a Mikasa a subir, la cual cada vez iba teniendo menos fuerzas y se le iba haciendo cada vez más palpable las contracciones. Mimi decidió subirse con ella. Los padres de Jean se subieron juntos a uno y Mateo y John se subieron a los propios.

El dolor cada vez era mayor, notando como todo su interior se removía sin parar, como aquellas punzadas que correspondían a las contracciones cada vez iban tomando más intensidad. Mimi le pidió que le fuera dando indicaciones de cuando le venían y así hacía. Cogía aire con intensidad y lo expulsaba de la misma manera. Empezó a notar cómo su cuerpo sudaba sin parar, sintiendo un calor sofocante que hizo que se tuviera que quitar aquella manta que Mimi le puso por encima. Todas las miradas estaban puestas en ella, mientras que la protagonista sólo podía mirar hacia abajo. Su barriga bajó de golpe y con ello no tardó en notar a su criatura hacerse hueco. Paró el caballo de golpe tras el aviso de John, pues el orfanato, para desahogo de muchos, estaba empezando a asomar. Mikasa se bajó del mismo con rapidez, asustando a Mimi, quien la acompañó. La morena cogió los agarres del caballo con fuerza antes de soltar un quejido totalmente doloroso. Rompió a llorar de nuevo, pues se encontraba terriblemente mal y el pánico se hizo con ella ante aquellas contracciones que cada vez iban siendo más y más intensas.

—Mikasa... —Escuchó la voz de Sandra por sorpresa, quien se acercaba a ella con rapidez para limpiar el sudor de su frente. La observó sin añadir mucho más, sólo empezando a guiar su respiración para intentar controlarla lo máximo posible. Las frías manos de la mujer agarraron el rostro de la contraria, quien seguía cada una de las acciones que llevaba a cabo— Es un dolor horrible, lo sé... Tienes el cuerpo lleno de dolor, sientes que todo se te está desgarrando... Lo sé, mi niña, lo sé... —Acercó su frente a la contraria, quien no podía dejar de gemir de dolor— Quieres morir, pero piensa que estamos a nada... Que es el último empujón, Mikasa...

—No tenía que ser así...

Sandra agarró a la morena por sus hombros para empezar a caminar, le susurraba sin parar que ya lo sabía, pues así era. Mikasa no le había contado casi nada a ella, pero era capaz de intuir que algo estaba yendo mal. Un embarazo debía ser una experiencia positiva tanto para la madre como para el padre, si era algo deseado, y muy a pesar para incluso ella, su hijo se había perdido todo aquel proceso y la madre había hecho todo lo posible para que saliera adelante. De Mikasa sabía lo poco que Jean le había contado, mas sus ojos se iluminaban cuando la mencionaba y siempre aparecía algo en él que le pinchaba el corazón, sin embargo, nunca supo qué era hasta que Mikasa apareció por primera vez en su casa y de ahí lo poco que fue descubriendo gracias a Lisa y a Megumi: Eren. El rey era quien le pellizcaba el corazón a su hijo porque era quien le arrebataba aquella felicidad, pero al final el destino era caprichoso y deseos ocultos que no parecían existir salían como una bomba para encontrarse con aquellos que nunca se escondieron. La futura mamá se aferraba aún más a ella y sus agarres le iban indicando las contracciones, las cuales cada vez estaban siendo más habituales. Limpiaba su frente intentando mantener la máxima compostura, pero aquella futura abuela estaba contagiada del mismo pesar que aquella madre en faena, pues ambas de verdad creyeron que Jean iba a poder estar presente en aquel nacimiento. A la abuela se le encogió el corazón al imaginarse cómo iba a reaccionar cuando se enterase, pues haberse perdido el nacimiento de su bebé le iba a doler en lo más profundo de su ser.

La fachada del orfanato ya asomaba al completo cuando Mikasa ya no era capaz de aguantar más y la acción de empujar empezó a ser cada vez más imperativa. Se agachó a causa del dolor punzante, aguantando con su mano izquierda la zona baja de su abultada barriga y no pudo contener aquella primera acción. Mimi y Sandra se miraron, sabiendo perfectamente que ahora sí que había llegado el momento. Sandra ordenó a su marido que cogiera en brazos a Mikasa para meterla cuanto antes en el orfanato.

Cumplió con lo ordenado y entraron con tanta prisa y jaleo, que no tardaron en salir alertados el resto de adultos del lugar. Artur y Lisa corrieron hacia Jean para acompañarle con rapidez hacia la habitación de la morena. Lisa cogió a la pequeña Emma con todo el cuidado posible, quien sobresaltada, no pudo evitar llorar por la impresión de lo que estaba ocurriendo, mas Lisa no tardó en explicarle lo que estaba pasando mientras la llevaba a una de las habitaciones conjuntas. Jean padre dejó a la morena con el máximo cuidado posible y cuando lo hizo, no tardó en ser expulsado de la habitación, quedando entonces solamente las mujeres del orfanato.

Mikasa buscó con la mirada a Sandra, quien no tardó en agarrar su mano con fuerza, mientras que con la otra libre limpiaba el sudor de su frente. Mimi, sin poder dejar de temblar, se dispuso a desvestir a su amiga para empezar oficialmente con el momento de la expulsión. Lisa y Megumi empezaron a preparar una palangana de agua caliente antes de tomar sus posiciones. Megumi tenía experiencia en partos, por lo que se puso al lado de Mimi, mientras que Lisa se puso al lado de la futura mamá, dedicándole una emocionada sonrisa.

Era abrumador y sentía mil cosas, pero la que más destacaba era el miedo por aquella situación. Sus manos eran agarradas con una fuerza cariñosa, igual que todas las órdenes que iba recibiendo. Las cuatro mujeres que acompañaban a la futura madre estaban igual de nerviosas, pues todas habían visto la evolución de aquel embarazo y todas sentían el mismo pinchazo triste al ver a Mikasa tan sola pese a estar tan acompañada. Ellas podrían seguir allí, pero faltaba alguien de máxima importancia allí. Sandra y Lisa se intercambiaron miradas y las dos sabían qué era lo que se estaban diciendo, igual que aquella pena que estaban compartiendo. Limpiaban el sudor y sus lágrimas entre palabras de aliento. La morena seguía de forma ciega las órdenes de Mimi y quizá porque era más fuerte de lo que aparentaba, pero apenas soltaba ningún grito. Gemía de forma dolorosa y sus manos apretaban de tal manera que era capaz de romper los huesos de las manos contrarias. Cuando finalizaba un nuevo empujón, Lisa aprovechaba para intentar controlar su respiración, animándola al hacerle saber que cada uno nuevo era uno menos para poder ver a aquella criatura. Mikasa sólo asentía tras aquellas palabras.

Y llegó el momento. El último empujón por fin sucedió. Mikasa se dejó la piel ante la última petición de Mimi, haciéndolo con todas sus fuerzas, notando como su interior se unía en uno ante aquel dolor para por fin hacer salir a aquella criatura que tras ocho meses se había estado gestando allí. Gimió con todas sus fuerzas, terminando con un débil grito ahogado y sintió como su interior se quedaba vacío, como si de pronto hubiera perdido algo fundamental en él. Se dejó caer como si fuera un peso muerto sobre el colchón, girando su rostro para observar la oscuridad de la noche, mientras intentaba recomponer su totalmente descompasada respiración. Se hizo un silencio aterrador que apenas duró unos segundos, pero fueron los suficientes como para parar el corazón de todas las presentes, mas el llanto desolador de aquella criatura rompió con todo aquel pánico que se había hecho con todas. Las risas nerviosas no tardaron en llegar, mientras que Mikasa sólo pudo romper a llorar de forma desconsolada por la cantidad de cosas que de pronto le vinieron a la mente, ya fueran todas las buenas como las malas vividas durante aquellos ocho meses de gestación, en los que apenas pudo hacer nada y siempre tuvo el sentimiento de estar fallando, de no estar haciendo lo suficiente como para proteger a su bebé y con el miedo constante por no perderlo.

—Ya está... Aquí tienes a tu nena, Mikasa... —Escuchó anunciar a Mimi emocionada mientras le dejaba a su criatura sobre su regazo.

Si le preguntaban en un futuro cuál es su momento favorito en la vida, respondería que tener a su hija sobre ella, sentir su fina piel con la suya. La morena no podía dejar de llorar, ya fuera por la emoción del momento como por todo lo que había tenido que sentir hasta llegar a él. Posó sus temblorosas manos sobre la pequeña, la cual se removía débilmente por su llanto. Lisa tapó a ambas con cuidado, dejando disfrutar de aquel momento a ambas.

—Hola, Sasha... —La saludó de forma entrecortada por el llanto. Su mano derecha empezó a acariciar aquella matita de pelo negro, mientras que la otra acariciaba su diminuta espalda. Ladeó su rostro para observar por primera vez el rostro de su hija y era preciosa. No había criatura en el mundo más bonita que ella y ahora pasaba a reír con debilidad sin poder reprimir sus lágrimas— Qué bonita eres... —Le susurró sin parar antes de empezar a depositar pequeños besos en su frente, intentando calmar a la recién nacida— No llores... Porque yo lloro también... Prometo hacerlo mejor ahora, ¿vale? El embarazo ha sido un desastre, pero gracias por haber sido tan fuerte y estar aquí conmigo... Por no dejarme sola... Te quiero...

Estuvo un pequeño rato hablándole, acariciándola y disfrutándola antes de que se la llevaran para lavarla por primera vez. Mimi no tardó mucho en tener las curas hechas, acercándose a ella con lágrimas en los ojos— Has estado increíble, Mikasa. —Le anunció sin poder evitar la emoción.

—Gracias, Mimi... —Mikasa extendió su mano izquierda hacia ella para agarrarla con toda la fuerza que pudo— Ha sido una locura... Que ha salido bien... —Mimi se limitó a asentir con debilidad— Nunca te estaré lo suficientemente agradecida.

—No tienes que agradecerme nada...

—Mimi... Cuando me he bajado del caballo... Te juro que pensaba que iba a nacer allí...

—Me he cagado encima, te lo juro yo. —Mimi y Mikasa carcajearon de forma entrecortada por el llanto.

—Y no he gritado como Annie titán...

Mimi volvió a carcajear con algo más de intensidad— Has sido toda una señorita... —Mimi le dio un débil golpe en su hombro— Voy a salir para avisar de que todo ha ido bien, ¿vale?

Mikasa sólo asintió antes de acomodarse un poco sobre la cama, observando como Megumi le traía de nuevo a su pequeña, esta vez vestida con el primer conjunto que la orgullosa mamá le había creado. Le había llevado más de lo esperado y creyó que era más fácil, pero su inexperiencia se hizo palpable allí, por lo que al final las tres abuelas tuvieron que ayudarla. Se notaba la falta de habilidad, pero aún así vestía a la pequeña de forma preciosa. Mikasa emitió un débil sonido de emoción al verla. Se la dejaron sobre sus brazos con cuidado, mientras ahora la abuela se acercaba a ellas sin poder evitar las lágrimas que aquello le suponía. La morena miró a Sandra con la misma emoción, notando como ésta la abrazaba por la cintura y besaba su frente con cariño.

—Al final, todo ese dolor merece la pena, ¿verdad...? —Mikasa asintió con debilidad antes de dirigir su mirada hacia la nena, la cual hacía débiles gemidos y movimientos con sus pies y manitas— No tiene nada de su padre, Mikasa... —Sandra rió con debilidad antes de acariciar aquellas rojizas y redonditas mejillas— Jean fue más grandote, redondito, con poco pelo y súper castañito... Si a él su madre le volvía loco, tener a una clon de la misma... Va a ser un orgullo. —Volvió a reír antes de empezar a emitir débiles sonidos a su nieta, haciendo que aquel último comentario sonrojase la cara de la morena— ¿Quieres que la abuela te tenga en sus brazos? La abuela también quiere, pero antes tienes que comer un poco, mi niña...

Tras aquel comentario vino la siguiente prueba, la cual tampoco fue para tanto, pues gracias a la ayuda de las tres mujeres, la pequeña se agarró a la primera al pecho de su madre. Aquello fue algo espectacular para Mikasa, ya que si después de ocho meses gestando, con todos los cambios que sufrió, con todo lo que vivió, no hubieran sido suficientes para sentir conexión con su hija, el sentir cómo volvían a estar conectadas por aquel momento de alimentar, lo superaba. Su hija ya no iba a estar dándole patadas sin parar, no se le iba a encajonar en el costado y su interior iba a descansar después de tanta paliza, por lo que amamantarla iba a ser lo último que le iba a quedar para tener esa conexión física con su hija. Ya no la iba a gestar de nuevo y cuando llegase el momento, aquellos momentos de estar la una para la otra también iban a llegar a su fin, por lo que iba a disfrutar de cada uno de ellos. Acariciaba su mejilla con debilidad sin dejar de observarla. Su carita aún mantenía bastante hinchazón, pero tras la impresión inicial de llegar al mundo, la pequeña Sasha no estaba dejando pasar la oportunidad de mostrar su belleza recién nacida. Su belleza asiática heredada de su madre con aquella mata de pelo a la que ya le podría hacer una pequeña cola. Mikasa se la había imaginado de mil maneras y no había acertado en ninguna, pues era mejor de lo que esperaba.

Cuando terminó aquel momento especial tanto para la madre como para la hija, Mikasa le hizo un pequeño gesto a Sandra, quien al principio se mostró dubitativa por aquello— Le has dicho que después de comer ibas a cogerla... —Susurró con debilidad, notando como tras aquello Sandra agarró a la pequeña con todo el cuidado posible, empezando a golpear su espalda con cuidado y así ayudarla a expulsar el aire.

Mikasa aprovechó para colocarse la parte superior antes de observar como Lisa abría la puerta para dejar entrar al resto de amigos y familiares. El abuelo de la criatura entró ya emocionado de base, no pudiendo evitar llorar con emoción al ver a su mujer cargando a su nieta. No pudo evitar correr hacia ellas para empezar a hablar totalmente orgulloso. Dirigió su mirada hacia Artur, quien también se emocionó al verla. Mikasa entonces sólo pudo dirigir su mirada al cielo una vez más, preguntándose si su mejor amiga estaría por allí cerca, observando también el espectáculo que aquellos adultos estaban llevando a cabo. Y dio gracias. Agradeció que después de todo al final aquello hubiera acabado bien. Sentía que se había quitado un peso de encima al no estar cargando con su hija, pero a la misma vez acababa de nacer uno nuevo: el de no perderla. No iba a dejar que nada ni nadie le hiciera daño y si existía alguna idea de hacérselo, no iba a reparar en ninguna acción. A su hija nadie iba a tocarla.

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Había pasado una hora desde que por fin las dejaron solas en la habitación. Todos habían conocido a la pequeña Sasha, todos se habían emocionado con ella y, con mucho pesar, habían decidido que era el momento de dejarlas descansar, sobre todo a la mamá. Aunque la cuna estaba lista, Mikasa quiso intentar dormir con su nena al lado, sólo por esa noche. No podía dejar de mirarla, acariciando su carita sin parar y memorizando su débil respiración. No se le borraba la sonrisa de la cara al ver cómo sus bracitos y piernecitas se movían débilmente. Se la estaría comiendo a besos sin parar. Según como la pillase, la caricia en su mejilla derecha hacía que un atisbo de sonrisa se dibujase en su carita, haciendo que a la mamá se le cayera la baba.

Suspiró de forma tendida con algo de pesar— Jean... ¿En serio te has querido perder esto...? —Susurró rompiendo el silencio de la noche— Ojalá hubieras estado, de verdad. Es algo que no se va a repetir y cada momento de verdad que ha merecido la pena... —Justo entonces fue cuando sus lágrimas empezaron a derramarse una vez más— Yo quería vivir esto contigo... Te quería a mi lado... —Susurró de nuevo antes de posar su dedo índice sobre la palma de aquella diminuta mano, notando como se cerraba ante el contacto, por lo que depositó un débil beso en aquella frente— Y seguro que tú también...

La puerta de la habitación se abrió con debilidad, como si quien la estuviera abriendo lo hiciera con el máximo cuidado posible. Mikasa alzó su cabeza para observar quién estaba allí, encontrándose con una preocupada Emma tras ella— Emma... —Susurró con cierta emoción.

—¿Puedo pasar...? —Mikasa asintió con una amplia sonrisa antes de dar débiles golpes sobre la almohada con su mano libre. La pequeña correspondió una vez cerró tras de sí, subiéndose a la cama con el máximo cuidado antes de observar a aquella bebé tan pequeña— ¡Qué pequeña! —Exclamó débilmente antes de reír con calma.

—¿Verdad que sí? Tiene su cuna, pero hoy quería intentar dormir a su lado. —Mikasa observó entonces que la pequeña traía algo entre sus brazos— ¿Qué es eso?

—Le pedí a Sandra hacerle un peluche. Era un secreto y lo tenía guardado en el baúl de la habitación de los pequeños. —Mikasa rió con debilidad antes de acariciarlo con cuidado— Lo hemos hecho entre las dos. No es tan bonito como el de los otros niños, pero bueno...

—Seguro que le encantará, además, es un regalo hecho con mucho cariño. Seguro que lo valorará.

—¿Tú crees? —Mikasa asintió con debilidad— Mikasa... ¿Puedo ayudarte a cuidarla?

—¿Quieres?

Emma asintió emocionada— Como una hermana mayor.

—¡¿Tanto?! —Emma volvió a asentir, esta vez ampliando aún más su sonrisa— No tengo ningún problema, entonces.

Tras aquello, Emma no pudo evitar hacer un movimiento nervioso, consiguiendo que la morena riese con debilidad. Se tumbó tras aquello con cuidado, sin dejar de observar a la recién nacida. Puso el peluche con sumo cuidado a su lado antes de acariciarla por primera vez, emitiendo un sonido de emoción, totalmente adorable para Mikasa, quien la observaba con atención.

Y como en otras ocasiones: el sol estaba saliendo cuando Mikasa logró concebir algo del sueño.

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No sabía dónde estaba. No reconocía el lugar y se sentía totalmente irreal. Dirigió su mirada a su alrededor y no había nada, todo estaba blanco. Quería hablar, mas no había manera de que le salieran las palabras. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba? Si aquello era una broma, estaba siendo de muy mal gusto.

—Ni se te ocurra morirte. —Escuchó tras él, girándose totalmente sobresaltado. Su corazón se le paró al ver a aquella persona allí, observándole con el uniforme, igual que la última vez que la vio con vida. Aunque quisiera, no podía hablar— Me pidió que fuera su ángel de la guarda. Y voy a serlo, más después de todo lo que ha tenido que vivir, pero a cambio tú no puedes morirte. Tienes que hacerle frente a tus marrones, ¿sabes? —¿De qué estaba hablando? ¿Y por qué una muerta se estaba dirigiendo a él? ¿Acaso él también había muerto? Claro, había recibido un tiro por la espalda, por lo que estaría en la sala de recepción para ver si iba al cielo o al infierno— No te vas a morir, no voy a dejar que dejes a Mikasa sola. Además, tengo que disfrutar de ver cómo te acuerdas de mí todos y cada uno de tus próximos días. —Escuchó reír con sorna a la contraria, mas pronto aquella risa se apagó— Intentad volver cuanto antes, Jean... Juro que la protegeré, pero no puedo hacer milagros, ¿vale?

Todo empezó a volverse difuso y diferentes sonidos empezaron a aparecer a su alrededor. Seguía sin reconocer nada, mas si prestaba algo de atención podía intuir algunas voces. ¡Sus amigos! Se giró desesperado intentando seguirlas, cuyas cada vez iban teniendo más intensidad y cuando quiso alcanzarlas, todo desapareció.

Abrió sus ojos con ímpetu, haciendo que tanto Armin como Connie empezasen a celebrar que su compañero había vuelto con ellos. Empezaron a preguntarle cómo se encontraba y sólo pudo responder que totalmente aturdido, consiguiendo que sus amigos entendiesen la respuesta y comenzasen a darle algo de espacio.

—No has asustado de más, Jean... —Anunció Connie entre risas— No puedes darle ese gusto al rey...

Jean chasqueó con molestia, consiguiendo que sus dos amigos riesen con debilidad. No quería oír hablar de Eren, menos después de aquella conversación irreal con Sasha, la cual, no iba a negarlo, se había sentido totalmente real. ¿Acaso Mikasa le había pedido a Sasha ser su ángel de la guarda? Eso era imposible. Mikasa no necesitaba de eso y tampoco se la veía muy creyente en esas historias, pero todo había sido muy raro y si antes quería volver a casa, ahora era algo que necesitaba con todas sus fuerzas.

Notes:

El punto final es el agradecimiento.

Así que mil gracias por haber dedicado vuestro valioso tiempo en leer este humilde fanfic.