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Capítulo I: Nada sale como lo planeas
Dicen que las oportunidades vienen una sola vez en tu vida; es poco probable que regresen, y la probabilidad es aún más baja cuando eres una persona de escasos recursos. Era una ironía en la cabeza de Tönalli cuando llegó a la facultad de ciencias en la CDMX con una beca del 100% debido a su intelecto en esta área.
Todos esos años de su vida universitaria fueron magníficos de alguna manera; vivió experiencias que, se podría decir, quedarían en su memoria y, en un futuro, les contaría a sus nietos.
O eso pensaba antes de asistir a la fiesta de graduación… y que todo saliera mal.
Su mirada se fijaba en el suelo del auto. Fue una situación sumamente humillante: el hombre que antes consideraba como una figura de admiración al inicio de la carrera, ahora ni siquiera podía mirarlo a los ojos. Existía una profunda repulsión en su interior cada que pensaba en él. La sensación de sus labios sobre los de ella después de tanto tiempo ocasionaba que tuviera nauseas. De sus ojos, las lágrimas suplicaban por salir, pero restregó sus ojos con una de las mangas del vestido para evitar llorar. Era símbolo de debilidad ante su alrededor. No se podía permitir sentirse mal en esos momentos.
Cuando llegó al edificio, subió al elevador y presionó el tercer piso para dirigirse al departamento. Al llegar, abrió cuidadosamente la puerta para evitar despertar a las demás. Sujetaba sus tacones con las manos y los dejo caer aún lado del sofá. Se sentó sobre el mueble, y se quedó pensativa por un momento, mirando a la nada.
Finalmente, rompió en llanto y, con sus manos, se daba de golpes en la cabeza, repitiéndose lo idiota que era por permitir que la besarán sin su consentimiento, enfrente de todos. De su boca salían quejidos; se colocó una almohada en el rostro y comenzó a gritar con toda su fuerza de voluntad contra esta. El sonido de su voz sacó todo el dolor acumulado. Al separarla de su rostro, el maquillaje que antes le habían puesto en la tarde manchó la tela blanca, y la lanzó hacia un florero que estaba en los estantes del departamento. El sonido de la cerámica estrellándose contra el suelo retumbó en sus oídos.
¿Cómo se atrevía? ¿Era necesario tratarla así? ¿Acaso no era lo suficientemente fuerte para defenderse? No aceptaría que alguien como él la hubiera humillado en pleno baile de graduación.
Estuvo llorando hasta que el reloj de la pared dio las 5 de la mañana. Se quedó dormida en el sofá. Su rostro estaba algo hinchado; su nariz mostraba un severo enrojecimiento, al igual que sus párpados. Eran más notorios por su piel albina.
—¡Dios mío, Tönalli! ¿qué sucedió? —habló una de sus roomies, alarmada por ver el estado de Tönalli.
Ella despertó de repente y volteó hacia otro lado; le daba vergüenza que alguien más la viera en ese estado tan vulnerable.
—Estoy bien Penélope. Necesito ir a mi cuarto, por favor, no quiero que ninguna de ustedes me moleste—ordenó Tonalli. Sentía como si su cabeza explotara por la noche anterior y se paró de su lugar.
Fue a la habitación a encerrarse con llave. Se dio una ducha con agua fría; deseaba que el agua se llevara todo lo impuro de su cuerpo.
Después del baño, se puso ropa cómoda y lanzó su cuerpo a la suave cama, quedándose boca abajo. Pero entró una llamada. Ignoró el sonido, pero por la insistencia de la persona, estiró su mano hacia el celular y respondió de mala gana con obscenidades.
—¿¡Quién eres y qué quieres?! —contestó a la llamada con un grito brusco.
—Óyeme, chamaca grosera ¿Por qué esa manera de contestarme? —una voz con acento chiapaneco la regañó con severidad.
Tönalli quedó estupefacta al escuchar ese tonito de voz. Al principio creyó que sería una estúpida broma de alguien más imitándola, con tal de burlarse de ella.
—Te equivocaste de número, por favor no vuelvas a llamar—estaba a punto de colgar la llamada de una vez, pero un peculiar sobrenombre de su infancia hizo clic en su cabeza.
—Mi lechucita, a pesar de los años no he dejado de preocuparme por ti—dijo. Esa palabra clave haría que su sobrina la reconocería de inmediato.
— ¿Tía Itzel? —preguntó. Una expresión de sorpresa se formó en su rostro. Habían pasado años desde que se fue del pueblo.
—¿Como has estado nena? —preguntó. Quería que su amada sobrina le contara absolutamente todo—. ¿Crees que podamos vernos en el parque nacional de Xochimilco mañana a las 12pm?
La impresión de la llamada no la dejo responder. Dieciocho largos años en los que nunca la contactó. El primer pensamiento de una niña de ocho años era que su tía la abandonó, dejándola con esas primitivas personas que llamaba familia.
—Está bien. Me alegro saber de ti, Itzel— fue lo primero que respondió, y colgó la llamada.
Tönalli inmediatamente averiguó como llegaría a Xochimilco. Tomar el camión de la ciudad no era una opción por el caos constate en las calles, y tardaría más de una hora con veinticuatro minutos. Lo mejor era pedir un taxi con anticipación, solo esperaba que al día siguiente no fuera un desastre como la noche de su graduación.
Chapter 2: Capitulo 2: Apariciones inesperadas
Summary:
Lo que se esperaba que fuera un emotivo encuentro, terminó en una triste tragedia. Pero aun hay esperanza... o eso se espera.
Notes:
TRIGGED WARNIING
Mención de:
Abuso fisico infantil
Palabras de indole discriminatorias hacia personas indígenas
(See the end of the chapter for more notes.)
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Finalmente se encontraba enfrente de la entrada del parque nacional. Lo primero que hizo fue tirar el cigarrillo en el bote de la basura, hasta que escuchó una voz femenina hablándole.
—Es una lástima que una muchachita tan linda tenga ese horrible hábito —expresó esa misma voz.
El hecho de que la criticaran por fumar le colmó la paciencia, y volteó a ver a esa insoportable mujer que no la dejaba disfrutar de su soledad.
— Métete en tus asuntos, vieja—estaba a punto de responder con una grosería, pero para su sorpresa, no era alguien desconocido.
—Vaya, a pesar de 18 años, sigues con ese mal humor que te caracteriza—dijo, mientras negaba con la cabeza y cruzaba los brazos.
Era evidente que en esos años alguien cambiará radicalmente. La joven tía que antes tenía su cabello negro y abundante ahora era un corte hasta los hombros con un color castaño cobrizo.
—Hola, mi niña—saludó Itzel. En su rostro se formó esa dulce pero reconocible sonrisa; ningún cambio de estilo le quitaría esa parte de ella.
Era extraño. El silencio incomodo invadió el ambiente entre ellas dos. Pero Itzel dio el primer paso abriendo sus brazos; al menos esperaba un pequeño abrazo por parte de su sobrina. Tönalli la miraba, sus ojos estaban cristalizándose por las emociones encontradas. Quería abrazarla y decirle lo mucho que la extrañaba. Pero para ella no era la misma mujer que la había criado.
— Mijita, ¿Qué tienes? —preguntó su tía con extrañeza porque su sobrina solo se quedaba ahí parada, sus brazos comenzaban a cansarse por esperar tanto.
—Nada nada Tía, es solo que no te reconozco —mencionó, mientras daba algunos pasos hacia el frente.
Itzel rodeó a Tonalli entre sus brazos. Al principio fue un abrazo incómodo, en el que no cedía por completo, pero una oleada de nostalgia la invadió y correspondió el abrazo de su tía. Itzel suspiró por esta escena tan conmovedora y la abrazó con más fuerza, mientras acariciaba su cabello blanco.
—¿Qué te hizo regresar a México? ¿Por qué hasta ahora? —preguntó. A pesar de que extrañaba a su amada tía, había un sinfín de preguntas. Necesitaba saber toda la verdad.
El cuestionamiento acerca de su repentina aparición en su vida provocó que Itzel la mirara fijamente a los ojos. Era complicado contarlo y la historia era muy larga, pero no le gustaba ocultarle nada.
—Mi niña, tu madre siempre estuvo en contacto conmigo mediante cartas —afirmó —. Hablé con ella acerca de ayudarte después de que terminaras la carrera, pero primero quería tu opinión acerca de esta propuesta que te tengo.
Escuchó con atención la propuesta de Itzel: le ofrecía mudarse a Alabama con ella.
—Es muy precipitado—dijo Tönalli con firmeza, mientras fruncia el ceño. En realidad, no confiaba en ella.
Con el tiempo en que estuvo en CDMX se volvió desconfiada debido a situaciones pasadas, y prefería evitarse un disgusto.
El sonido de un suspiro de resignación se escuchó de repente.
—Cariño—habló de manera amable. Sostuvo con delicadeza las manos blanquecinas de su joven sobrina y pronunció lo siguiente—¿Estas completamente segura qué quieres seguir viviendo en México? Tu padre puede llegar en cualquier momento y llevarte a rastras de regreso a Chiapas.
La persuasión de Itzel estaba comenzando a funcionar. Era cierto: el viejo decrepito ya había intentado muchas veces manipular a Tönalli, forzándola a regresar a su pueblo por el capricho de casarla con un pariente cercano, debido a una obsoleta tradición sobre mantener la “sangre pura”.
Tönalli se quedó callada. No negaba que era una oferta tentadora: irse de México para buscar mejores oportunidades e irse lejos.
—No pagarás nada—mencionó y soltó las manos de Tönalli— Tim, mi esposo, es propietario de un edificio de apartamentos. Por favor, cariño—procedió a tomar sus hombros sin ejercer fuerza—, quiero recuperar el tiempo perdido. Dame una oportunidad —suplicó. En sus ojos cafés había arrepentimiento y en sus palabras.
—No—respondió enojada a su intento de convencerla—. ¡Ni siquiera te dignaste a regresar por mí! ¡Tuve que soportar a toda esa parvada de indios! ¡Durante 18 putos largos años!
Una pesadez comenzaba a presentarse en su estómago. Las palmas de sus manos se humedecían por el sudor y miró hacia sus calcetas largas de color verde. Su respiración se volvió pesada. Tonalli apartó bruscamente a su tía, con el fin de alejarla de ella.
—¿Cariño estas bien? —Itzel se acercó con el propósito de ayudarla, pero un manotazo en su mano la hizo retroceder.
—¡No quiero tu ayuda! ¡Déjame tranquila! —gritó. Su condición estaba empeorando y necesitaba irse de ahí. Su corazón se aceleraba por las fuertes emociones.
Caminó unos cuantos pasos mientras sacaba un pastillero de su bolso tejido. Sin embargo, sus temblorosas manos ocasionaron que las pastillas de su medicamento cayeran en la calle. Se agachó para recogerlas del pavimento. Su ansiedad no la dejaba pensar, y al querer tomar una por una, se le caían de las manos.
De fondo estaba la voz de Itzel gritándole algo, pero no lograba entenderla, ya que no le importaba lo que quisiera decirle. A pesar de que extrañaba a quien consideraba como una madre, una parte rencorosa le decía que Itzel era una traidora por abandonarla, y la culpaba por lo que su padre le había hecho 2 años después de que ella huyera a Estados Unidos.
—¡Tönalli! ¡Cuidado! —gritó Itzel desde la acera. Caminaba lo más rápido que podía hacia donde estaba su sobrina, pero voltear hacia la derecha y procedió a correr a la calle. Ya era demasiado tarde.
Ella apenas terminaba de recoger sus pastillas y levantó la cabeza para ver a lo que se refería Itzel y porqué le advertía sobre lo que se avecinaba. Cuando volteó, tenía un auto justo frente a ella, dirigiéndose a toda velocidad. Se escuchó un fuerte golpe que llamó la atención de las pocas personas que se encontraban en el parque nacional.
—Tönalli!! ¡Tim! ¡Llama a una ambulancia! ¡Oh por dios! — Ella se acercó e intentó ver al dueño del auto, pero no lo logró, ya que el auto acelero y se fugó.
—Cariño! ¡Vas a estar bien! ¡Solo aguanta! ¡Tim! ¡Date prisa y llama a una ambulancia por favor!
La gente se acercaba al lugar del accidente. Algunos lograron tomarle foto al auto, pero sin mucho éxito, ya que la mayoría eran borrosas.
Fin
Notes:
Holaaa, no me tarde mucho en re-escribir el capítulo jijiji. Pero bueno aqui les tengo el segundo capitulo mis renacuajitos <3
Y si quieren saber mas cosas sobre el fanfic o de algunos de los personajes
Les dejo el link del canal.
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Chapter 3: Capitulo 3: un despertar amargo
Summary:
Las verdades siempren salen a la luz, ya sea tarde o temprano.
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El sonido de la máquina de la bomba de infusión era lo único que se escuchaba en la habitación del hospital. Pasó una semana entera en la que Tönalli fue internada por el atropellamiento que sufrió. Sus ojos azules miraban a su alrededor; en su recorrido visual encontró a Itzel dormida en el sillón de la habitación. Ella tenía la cabeza recargada en el hombro de un hombre de barba castaña oscura, pero este estaba en su portátil, tecleando sin parar. Él vio que Tönalli abrió los ojos, así que movió suavemente a Itzel, despertándola abruptamente y alarmándola.
—Mi amor, esta muchachita ya despertó —dijo el hombre. Cerró su portátil y lo metió a una mochila negra que estaba a un lado del sillón.
Itzel rápidamente se levantó y camino hacia la cama de Tönalli, Había estado en un coma temporal por el golpe que recibió en el atropellamiento. Las cálidas manos de la mujer treintañera acariciaron lentamente la cabeza de su sobrina. Tönalli trató de moverse, pero su pierna izquierda estaba enyesada y su cabeza vendada.
—Cariño, cariño, ¡no te vayas a mover! Aún estás muy lastimada—pidió Itzel; en su voz suave había preocupación.
—¿Qué sucedió?… ¿En dónde estoy? — preguntó Tönalli. Su cabeza daba vueltas debido a la anestesia y por el tiempo que estuvo inconsciente. Lo único que recordaba era el frente de ese auto en su cara.
—Cálmate, estas en el hospital— dijo Itzel. En su joven rostro había una ligeras pero notables ojeras; probablemente durmió pocas horas al estar pendiente de su cuidado.
Tim se levantó del sillón y caminó acercándose a Itzel a su lado. Era un hombre de estatura media, de piel clara y cabello del mismo color que su barba. Él puso sus ojos negros sobre Tönalli, analizándola por completo mientras alzaba una ceja.
Con solo acercarse, había un olor a cigarrillo, como si recientemente hubiese fumado antes de entrar a la sala. Una mueca de asco se formó en el rostro de Tonalli al percibirlo, aunque tampoco se podía ser una hipócrita. La mayor parte del tiempo se la pasaba aspirando de su vapeador en momentos de estrés y, solo en ocasiones especiales, fumaba un poco de su ración de marihuana.
El tono de una llamada entrante de una melodía escandalosa rompió el silencio incomodo, venía del celular de Itzel.
—Oh, lo siento, lo siento. —susurró, quería evitarse problemas con las enfermas por el exceso de ruido—. Corazón, ¿puedes encargarte de mi sobrina unos minutos? Tengo que contestar. —preguntó Itzel mientras pasaba a un lado de Tim y, de pasada, le dio un beso en sus labios.
—Si, mi amor, no te preocupes—La expresión gruñona de Tim se suavizó; un cálido beso con sabor a cerezas del labial de su amada esposa siempre le provocaba una ola de un intenso amor en el cuerpo.
El suave cierre de la puerta blanca marcó un momento incomodo. Tim miraba con anhelo la ida de Itzel; solo habían pasado cinco segundos y ya extrañaba a su osita, pero al girar le esperaba una mirada inquisitiva, con un ceño fruncido, por parte de Tönalli. Para él era gracioso que alguien de una estatura tan pequeña se atreviera a mirarlo de esa manera.
—Oye, ¿si sabes que con esa mirada no intimidas a nadie? —Negó con la cabeza mientras una sonrisa burlona se dibujaba en su cara.
Tönalli arrugó la nariz; le parecía insoportable y desagradable tenerlo cerca.
—Hueles feo. —apenas pudo vocalizar lo que pensaba de él—. Me da asco el aroma del cigarro, en especial los Marlboro rojos.
—¿Disculpa? No tienes derecho a decir eso. —se cruzó de brazos al escuchar tal ofensa—. Lo que Itzel encontró en tu bolsa de hippie me da entender otra cosa.
Tönalli abrió los ojos a tal punto que parecía que se le saldrían de sus cuencas.
—¿Revisaron mi bolso? ¡No pueden hacer eso, es privado! —gritó Tonalli desde la cama, pero al intentar moverse le dolió la cabeza.
Las voces de Tim y Tönalli se escuchaban por fuera de la habitación. Itzel estaba en una llamada y se sentía avergonzada por el escándalo, aunque el ruido no era fuerte, si era audible. Pero lo ignoró y siguió hablando con la persona al otro lado de la línea.
—Perdón, nena, mi esposo y mi sobrina se están conociendo y, al parecer, comparten muchas cosas en común… —suspiró cansada; su cabeza ya no daba para más.
—No te preocupes, pero regresando al tema—habló la otra voz femenina a través de la llamada—, ¿dices que volvió a suceder un asesinato en el pueblo?
La pesada presión en su estómago se intensificó al escuchar esa pregunta sobre ese desafortunado acontecimiento. En la mañana se anunció un horroroso hallazgo por la radio del auto, en el camino hacia México. Sus ojos comenzaban a humedecerse; era doloroso escuchar frecuentemente ese tipo de noticias en el pueblo.
«—¡Desde el noticiero local de blackwoods village, ha dado a conocer el hallazgo de un cuerpo de sexo femenino en los alrededores del bosque! Los forenses teorizan que la víctima fue sometida a una cesárea de emergencia, ocasionando una pérdida abundante de sangre. Eso habría sido la causa de muerte de la mujer —habló el hombre de la radio con voz aguardentosa.»
La impotencia la carcomía por dentro, ¿cuántas chicas más tendrían que morir para que las autoridades hicieran su trabajo? Jeff era un jefe de policía que solo tenía ese puesto de gran magnitud gracias al nepotismo de su familia y ser el hermano menor de Liu, el alcalde de BlackWoods Village, quien apenas tenía un año en el cargo.
—Si, otra vez…—Su voz respondió con un tono débil.
—Itzel, no es tu culpa. Ustedes no sabían que alguno de esos imbéciles pondría sus ojos en ella —esa dulce voz la consolaba—. Has hecho mucho por mí y por todas esas pocas, pero afortunadas chicas que huyeron de ahí.
—Gracias, mi niña, pero, aun así, pude haber evitado todo esto—Itzel volvió a caer en el mismo hoyo de culpa. Colgó la llamada y se recargó en la pared del pasillo. Chocaba su cabeza contra el concreto en la cabeza contra esta en repetidas ocasiones.
Tim salió de la habitación refunfuñado a la vez que pasaba una mano por su cabello castaño. Con la mirada buscó a Itzel y la encontró haciendo eso. Su enojo se convirtió en preocupación por su esposa y caminó hacia ella para detenerla. No le gustaba cuando Itzel se estresaba, llegando al punto de hacerse daño como golpearse la cabeza poco a poco.
Ya lo habían hablado en terapia, pero todavía había secuelas psicológicas en Itzel por tanto maltrato físico y psicológico que sufrió antes de llegar a Alabama.
—Bonita, por favor deja de hacer eso—pidió Tim amablemente. Le habló con una voz suave, sujetándola de sus hombros y alejándola de la pared.
Itzel se detuvo, y al ver a Tim, dejó caer su cabeza en el hombro de él. De repente, ella comenzó a llorar en su hombro. Los bajos sollozos de su esposa lo conmovieron; lo mejor era abrazarla. Rodeó su cuerpo con sus brazos fornidos y una de sus manos acariciaba el suave cabello de Itzel en modo de consuelo.
Pasaron unas horas después de que Tonalli despertara de su coma temporal, llegó una pareja de detectives a interrogar sobre todo lo sucedido con el choque.
—Buenas noches, señorita Cotzomi, mi nombre es Antonio Barreras—dijo un detective, joven, alto y de cabello recogido en una coleta. —. Me informaron que sufrió un atropello enfrente del parque nacional de Chapultepec, ¿correcto?
—Así es—contesto Tönalli con un tono de voz neutral. El hecho de que hasta trajeran un detective se le hizo de lo más absurdo, pero Itzel insistió en que tenían que tomarse cartas en el asunto.
—Bien, antes de que fuera golpeada por el auto, ¿vio al conductor? ¿La matrícula? —preguntó con cierta serenidad.
—No, lo único que recuerdo es que terminaba de recoger mi medicamento del suelo y el auto llegó de la nada—afirmó, porque fue tan rápido que no sabía muy bien dar los detalles o algo relevante.
—Señorita Cotzomi, en el tiempo que usted estuvo en coma, los guardias de seguridad nos mostraron las grabaciones— habló el detective mientras sacaba una tableta de su maletín— y encontramos al dueño por la matrícula de su auto —. El detective pronunció el nombre: —Francisco Moisés Rodríguez Mendiola.
Al terminar de hablar, el detective miró hacia Tönalli y la escena que presenció lo impactó.
Las manos albinas de su testigo se aferraban con fuerza a las sábanas, tanto que sus dedos se enrojecieron por la presión que ejercía. La pesadez se hizo presente en su respiración por la ansiedad que sentía al escuchar ese nombre en específico. Pero fue tanto el miedo que terminó orinándose en la cama. Su cuerpo temblaba a la vez que dejó de aferrar sus manos a las sábanas y se daba pequeños golpes en su cabeza, como queriendo que su mente olvidara la imagen terrorífica de ese monstruo.
—Señorita Cotzomi? —Antonio se preocupó por el estado de vulnerabilidad de su testigo, pero Itzel detuvo el interrogatorio.
—Detective, será lo mejor que le dé un momento a mi sobrina—dijo Itzel acercándose a su sobrina, abrazándola suavemente y alejando sus manos de su cabeza, evitando que siguiera golpeándose.
—¿E-Era un L-Lamborghini r-r-rojo? —preguntó Tönalli. A pesar de la voz entrecortada, pudo entablar palabras.
Los ojos verdes del detective se abrieron al escuchar la respuesta exacta de la joven mujer. Asintió seguro de esa afirmación. Eso lo hizo pensar que Tönalli tenía algo que ver con ese hombre.
—¿Lo conoce? — preguntó. Tenía que ser más insistente con ella; ya casi tenía el testimonio que necesitaba.
Ella sabía que algún día tenía que hablar sobre eso, pero no enfrente de Itzel y Tim. Tönalli miro a Itzel; en su expresión facial había una intensa vergüenza, pero algún día tendría que confesarlo todo. Pero tomó valentía y le pidió a Itzel que solamente ella se quedara.
…
El detective Barreras agradeció el tiempo que Tönalli le dedico a hablarle sobre su pasado con Francisco. Al escuchar todo lo hablado con ella, hubo una conclusión masiva: ella no fue la única víctima. Se despidió de ambas mujeres y salió del lugar.
Entre el penetrante silencio de la habitación del hospital se escuchaban sollozos provenientes de Tönalli, quien apretaba con fuerza la mano de Itzel. No dejaba de llorar; era tanta la vergüenza que su tía supiera lo que sucedió con ese cerdo, seguramente la juzgaría por esto y más. Pero fue todo lo contrario. Un agradable pero fuerte abrazo la recibió; incluso las delicadas manos de su tía acariciaban su cabello blanquecino, consolándola por su valentía de hablar sobre lo que le sucedió en CDMX.
—Perdóname cariño—pronunció esas palabras entre lloriqueos, no podía creer que su sobrina pasara por tanto y ella no pudo hacer nada en su momento para protegerla. Era su culpa por irse de Chiapas sin llevarse a esa pequeña que lloraba en el suelo, suplicando que no la dejara con esas personas desquiciadas en el pueblo.
Tal vez si hubiera luchado por llevársela de México, habría sido otro futuro diferente para su pequeña.
En la madrugada, el sueño de la albina era profundo; no habría ruido que la despertara en ese momento. En cambio, la mujer de pantalones acampanados, quien estaba sentada en uno de los sillones, pensaba en silencio en que lo mejor era irse de México lo más rápido posible y, de pasada, hablar con la abogada de la familia para que metieran preso a ese depravado.
—Tim mi amor, ¿estas despierto? —sus suaves dedos tomaron el mentón de Tim, moviéndolo suavemente hacia donde estaba ella.
—Estaba a punto de dormirme en tu hombro—respondió con un resoplido bajo, pero suavizó su mirada al tratarse de su esposa—. Dime, ¿qué necesitas? —dirigió sus ojos somnolientos hacia ella.
El rostro de su esposa expresaba una ira contenida: sonrisa forzada, ceño fruncido y una mirada penetrante. Esos gestos solo aparecían cuando algo o alguien había hecho enojar a su mujer y nadie la detendría en lo absoluto.
—Tendremos que solicitar los servicios de Dina— al contestar la pregunta de Tim, en su voz había determinación y algo más: una intensa ira—. Esto no se va a quedar así; ese tipo tiene que ser encarcelado y, si es posible. —con ambas manos sostuvo el rostro de su marido—, lo quiero muerto lo más pronto posible.
Notes:
HELLOOOOOOOOOOO
He regresado mis renacuajitos, despues de un buen tiempo termine el tercer capítulo del fanfic.
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PD: Sip, hice una pequeña mención de Dina (Judge Angel) jijiji
Chapter 4: Capitulo 4: Un nuevo hogar conlleva perdidas
Summary:
Algunos sacrificios son necesarios para alcanzar nuestros objetivos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
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Era una tarde cálida, la luz del sol entraba por la ventana e iluminaba los interiores de la habitación del hospital.
La felpa de toalla secaba con delicadeza el cabello de la joven albina, quien se encontraba sentada en la orilla de la cama. Recientemente tomó una ducha caliente, es una ventaja de ser una paciente internada en un hospital privado.
Pero ese pendiente por saber cómo pagar la cuenta del hospital estaba presente, estar en uno público no era tan malo, pero Itzel no opinaba lo mismo e insistió en que no había nada de qué preocuparse en lo absoluto, ya que Tim había pagado todo.
—Les pagare todo el gasto lo más pronto posible. Es demasiado dinero—dijo Tönalli. No quería otro pendiente más en sus hombros.
Pero sus palabras de insistencia se detuvieron al ser interrumpidos por la dulce voz de Itzel. Conociéndola, siempre se reusaba a que la ayudaran porque siempre quiso hacer las cosas por si sola. Sin embargo, nunca haría mal un poco de apoyo para resolver sus problemas.
—Cariño, por favor deja de insistir. —dijo Itzel. Ella sacaba un cambio de ropa de una bolsa transparente.
Era confuso, un resoplido de resignación se escuchó en la silenciosa habitación. Los cuidados de Itzel fueron reconfortantes, habían pasado tantos años, tiempo en el que no tuvo esa grata sensación de santa paz.
Cuando Itzel terminó de cambiarla, la ayudó a levantarse de la cama. Aún con su pierna enyesada, necesitaba moverse un poco por la larga semana en cama.
Después de unos 10 minutos en que Tönalli intentaba moverse, llegó Tim con una silla de ruedas para que pudiera moverse por su cuenta sin tener que esforzarse. Sus miradas se cruzaron, se podía decir que iniciaron con el pie izquierdo en sus primeras convivencias cuando despertó, pero a la vez agradecía internamente que estuviera apoyándola no solo en el pago de la cuota del hospital, sino incluso en su recuperación.
…
En la sala de recepción firmaban el alta, las voces de los doctores, enfermos e incluso de los pacientes aturdían sus oídos, además de que sus ojos azules ardían por la intensa luz del techo. Le hacían falta sus lentes de sol para protegerse. El cojín de su silla de ruedas era cómodo y al menos no tendría que hacer mucho esfuerzo por el momento, ya que le pidieron reposo absoluto durante los próximos meses.
—Oye, ya podemos irnos. Acomódate bien para que pueda llevarte hacia el auto—Tim le pidió de favor a Tönalli que cooperara.
Ella puso sus manos en sus piernas y se enderezo en los reposabrazos, asintió dándole a entender que ya estaba lista para irse. El hombre de complexión robusta empujaba la silla de ruedas lentamente hacia la salida del hospital junto a Itzel.
—Mi niña, sobre lo que hablamos durante la ducha, ¿ya decidiste lo que quieres hacer? —preguntó Itzel. Tomaba con delicadeza su brazo que se encontraba recargado en las orillas.
—Ahora que lo preguntas…—respondió Tönalli junto a un suspiro, el cual demostraba una aparente indecisión.
Ya no era seguro quedarse en México, seria doloroso dejar el hogar que la refugio durante esos 9 años que estuvo en la CDMX. Pero su seguridad es primero, sería un nuevo inicio en su vida.
—Está bien, me iré a Alabama contigo—la decisión estaba tomada, pero había ciertas condiciones para ellas, ya que tampoco sería una carga para los demás.
Había un dicho en el que siempre pensaba: “El muerto y el arrimado a los tres días apestan”. Puede que a pesar de que la gente lo repita una y otra vez:
“Es un gusto tenerte aquí”
“¡Por supuesto que no! ¡No eres una molestia!”
“¿Por qué lo dices? ¡Para nada eres una carga!”
Incluso el terapeuta fue claro con ella: era cuestión de tiempo que volviera a confiar en las personas. Su mente era como un cofre antiguo; muy difícil de abrir y descubrir lo que había adentro, incluso tardó más de una sesión en abrirse con respecto a sus traumas y sentimientos.
—Te dejaré ayudarme en lo que sea—la voz de Tönalli se suavizo un poco—, ¡pero! —hizo una pequeña pausa y le puso una condición—solo será posible si yo te la pido.
Eso ultimo ocasionó que Tim, quien aún sostenía a Tönalli en su silla de ruedas, tomara aire y luego exhalara con calma. La poca paciencia que tenía desde que la conoció comenzaba a agostarse porque, desde el punto de vista del hombre de barba, la sobrina de su esposa era una simple mocosa drogadicta y amargada, y todavía se hacía la digna poniendo condiciones.
Sin querer dejó salir una suave risilla para sí mismo, pero el tronar de los dedos de Itzel lo sacaron de su trance.
—¿Amor? ¿Te sucede algo? —preguntó Itzel. Son raras las veces en que Tim se reía de la nada, más porque la mayor parte del tiempo tenía esa expresión gruñona, a excepción de sus momentos “recreativos” en las noches.
—Discúlpame, corazón. Recordé un estúpido chiste que me contó Brian el otro día…—negó con la cabeza y siguió empujando la silla de ruedas.
Era obvio que el chiste era la chica, pero con intenciones nada bonitas e imaginándose la escena en su cabeza una y otra vez.
Primero tuvieron que hacer una parada en el departamento de Tönalli, a pesar del disgusto de Tim por tener que conducir su amado Ford F-150 en las calles de la CDMX: baches, charcos, puestos de mercado estorbando las banquetas y la escandalosa música de reguetón urbano.
Tim no tuvo problema en cargar y subir a Tönalli a uno de los asientos de atrás, debido a que ella no pesaba tanto. Tal vez por su estatura pesaría unos 60-65 kilos. Ya estaba todo listo para avanzar.
Conducían en santa paz con el sonido de la radio transmitiendo el pronóstico del tiempo, hasta que el sonido de las uñas de Itzel chocando con la pantalla interrumpió esa tranquilidad, marcaba un sinfín de veces el número de su hija, Ketzaly. Pero ella no contestaba sus llamadas y eso comenzaba a irritarla.
—Tim, mi amor, ¿podrías prestarme tu celular? —pidió Itzel. Era un dolor de cabeza cuando se presentaban ese tipo de situaciones. — Necesito llamarla y asegurarme que esté bien.
—Oh vamos, seguramente sigue dormida a esta hora —respondió Tim. Entendía la preocupación excesiva, pero no le gustaba que Itzel hostigara a su pequeña princesa.
—No me importa—impuso ella con un tono de voz firme—. ¿Si me vas a prestar tu celular sí o no? —Itzel extendió la mano esperando a que Tim obedeciera su petición. El hombre de barba sabía que cuando su esposa hablaba así, es que iba enserio y lo mejor era darle lo que quería.
—¡Wao! ¡Wao! Un segundo, ¿Quién es Ketzaly? ¿Y porque esa preocupación excesiva? — preguntó. Es entendible que el instinto maternal hiciera más intensa su intuición.
—Oh, no te di muchos detalles de la familia, discúlpame —dijo Itzel. Dejó de tocar la pantalla con fuerza y procedió a abrir la galería del celular y mostró una foto familiar de hace año.
En ella se encontraban Itzel y Tim junto a dos muchachos: un chico que tenía una estatura similar a la de Tim y cabello negro abundante. Luego, una adolescente morena y en su rostro una expresión lo que era una sonrisa forzada por el fastidio.
—Vaya, sí que sus genes hicieron un buen trabajo en equipo con sus hijos—mencionó Tönalli sin ningún pudor de vergüenza.
A su tía se le iluminaron los ojos al escuchar y comenzó a parlotear sobre lo orgullosa que estaba de sus dos retoños.
—Jajaja! ¡Lo sé! Nuestro William es idéntico a Tim cuando era un muchachito—confirmó Itzel. Sus labios formaban una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando se trataba de presumir a sus hijos nadie la podía parar, y así fue en todo el trayecto en camino al departamento y luego hacia un hotel de paso. Para encontrarlo fue complicado porque la mayoría estaban en deplorables condiciones.
Un cuarto para dos personas fue suficiente. Tönalli dormiría en una cama individual e Itzel y Tim no tendrían ningún problema en compartir la cama.
Eran las 3 de la mañana, el sonido de los grillos eran sonido blanco para los oídos de los que habitaban en ese cuarto de hotel. Era incómodo dormir boca arriba por la pierna enyesada, al menos pudo conciliar el sueño. La respiración era tranquila y relajada, no había nada que pudiera perturbar su estado tranquilo entre sueños.
Pero una figura robusta se encontraba enfrente de la cama de Tönalli: era Tim, quien no podía conciliar el sueño por la ira que tenía contenida durante todo el día. En los ojos cafés del hombre había rencor, por él la hubieran dejado en la calle agonizando como un animal arrollado por un auto en la carretera, como las zarigüeyas que se encontraba cuando iba a trabajar.
Con sigilo, sacó su celular y le tomó una foto, pero de repente se activó el flash iluminando todo ese lado de la habitación. El pánico apareció en su ser, pero al notar que la chica tenía un sueño pesado, se tranquilizó.
Salió de la habitación, con el celular en mano y un cigarrillo de su cajetilla de Marlboro rojo. Hizo una llamada rápida.
—Hey, discúlpame que te llamé a esta hora, hermano. ¿Recuerdas a la mocosa que te dije? —al terminar de decir eso, le dio una calada a su cigarro—. ¡Si, exacto! Su sobrina no está nada mal, te mandaré la foto para que sepas de lo que hablo—dijo Tim mientras sonreía burlón.
Su plática duró muy poco y regresó a dormir, no había que levantar sospechas.
Al acostarse de nuevo con su esposa, aunque ella estuviera dormida, su instinto hizo que sus brazos abrazaran de nuevo a Tim y su cuerpo aferrarse a su ser. La reacción fue una sonrisa gustosa y correspondió su gentileza nocturna quedándose dormido junto a ella.
Hacia un frío gélido en la noche, el aire soplaba sin parar entre las casas del pueblo hogareño. En la morgue de la estación de policía, el ambiente era sombrío como de costumbre, pero hubo algo en particular. Las luces blancas iluminaban los pasillos del interior, un hombre de cabello castaño claro caminaba detrás del forense preparándose mentalmente para identificar el cuerpo que supuestamente era el de su hija. Él no podía creerlo y quería pensar que ella seguía viva en algún lado. El hombre delgado de rostro amargado pasó la tarjeta por el lector magnético y abrió la compuerta con un gesto automático.
—Sr Merrick... —Dijo con voz baja, en un tono serio—. Le pido que respire hondo, por favor.
El padre asintió con rigidez. Sus manos apretaban la fotografía entre sus dedos con fuerza, ocasionando que esta se arrugara. Sus ojos estaban hinchados por el llanto constante, cuando lo llamaron tuvo que tomar fuerzas para no derrumbarse en el lugar.
La mano del forense deslizó uno de los cajones metálico y ocasionó un chirrido sordo que mostraba el cuerpo frío de la muchacha cubierto por la sabana hasta altura de los hombros. La piel de sus párpados estaba hundida dentro de las cavidades donde antes habitaban sus ojos, moretones de golpes marcados en su rostro, pero mostraba una expresión tranquila y su garganta se mostraba una profunda y larga cortada.
—La encontramos en los alrededores del bosque, concuerda con las señas particulares que les dio a los detectives. —el hombre soltó un suspiro largo y pesado. —, pero lo mejor era que usted mismo la identificara.
Dio un paso hacia atrás para darle espacio al Sr. Merrick.
—Es ella—respondió Jay de inmediato, él sabía que era su hija— Reconocería ese tatuaje de mariposa en su cuello—su voz comenzaba a quebrarse.
Finalmente sabía del paradero de Aurelia, pero no de la forma en la esperaba. El hombre rompió en llanto mientras dejaba caer la fotografía y sus manos acariciaban las frías mejillas del cadáver. Sus lágrimas caían sobre la piel pálida y emitía ligeros murmullos de arrepentimiento. En su cabeza se repetía una y otra vez: no debió dejarla ir a esa cita por la tarde.
—Cariño, perdóname, perdóname—él se disculpó con el cadáver, se sentía una porquería de padre porque permitió que esto sucediera. El sonido de sus sollozos era lo único que se escuchaba en el frío lugar.
El forense presenció la melancólica escena: el llanto de un padre por la trágica muerte de su joven hija era algo que ocurría frecuentemente en su trabajo.
—¿Sr Merrick, le gustaría que le diera unos últimos minutos con su hija? — preguntó, tenía esa costumbre de dejar a los familiares con sus difuntos.
—Si—sollozó Jay, con la manga de su sudadera limpió los mocos que salían de su nariz—, quiero hablar con ella.
Así fue, las manos del hombre acariciaban los frágiles y fríos cabellos sedosos de su hija. Nunca más podrían tener sus platicas matutinas, siempre la escuchaba decir que quería estudiar agronomía en el extranjero. Su nena tenía tantos planes a futuro, pero desafortunadamente, eso jamás pasaría.
El funeral seria mañana por la tarde.
Notes:
Hey :3
Ahora no me tarde mucho en hacer el 4to capítulo de este fanfic. Solo era reescribir algunas cosillas de la narrativa y otras las deje como estaban (como la escena de la morgue).Y si, ahora incluí a Jay Merrick (Marble Hornets) no quise limitarme en solo mencionar personajes clásicos de la creepypastas.
Recientemente el año pasado me adentre en el fandom de MH y waos, me sorprenden JAJAJA pero bueno.
Aqui termino con mi mensajito extra alsjalskj. Los tkm renacuajitos
Ana_Ruiz23 on Chapter 1 Thu 31 Jul 2025 11:20PM UTC
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Rana_maleovola2503 on Chapter 1 Tue 30 Sep 2025 08:31PM UTC
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