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He fell first, she fell harder

Summary:

Después de una misión encubierta, los sentimientos de Roy Mustang y Riza Hawkeye florecen para -por fin- ser sinceros el uno con el otro y pelear por el amor que tanto albergan en su pecho.

O la confesión amorosa que esperabamos ver en Fullmetal pero que nunca sucedió >:( así que la hice canon!

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Work Text:

Riza Hawkeye no era tonta. Su admiración por el coronel Roy Mustang se había convertido en un sentimiento mucho más profundo que tenía sus bases en la admiración sí, pero rozaba algo mucho más complicado. Aún no podía entender cómo es que sus sentimientos habían cambiado, pero todo se había ido de cabeza cuando el coronel, en una de sus muchas misiones nocturnas juntos, había traspasado su límite personal y había hablado cerca de su oído.

—Apuntales a la cabeza, como si fuera a mí a quien quisieras asesinar.

Pudo haber sido por el frío de la noche, el contraste con el calor del cuerpo del coronel detrás de ella o hasta por el poder que transmitían sus órdenes, pero sabía que algo en ella había cambiado en cuanto apretó el gatillo para eliminar a aquellas personas que se encontraban a la distancia. Nunca había dudado en un tiro y muchas veces, cuando el hombre a su lado la sacaba de sus casillas, agradecía a su imaginación por visualizar a su jefe tras el objetivo, pero esta vez le sentó mal aplicar la misma técnica, ¿por qué iba a imaginarse matando a alguien quien la hacía enojar cada que podía, pero no podía sentir más que cariño por él? La forma en que le hablaba, la forma en que sus manos sobrepuestas se encontraban en el mango de la pistola; había algo en esa cercanía que los electrizaba y no podían evitar sentir esa corriente atravesar sus cuerpos cada que estaban juntos.

Roy Mustang no se quedaba atrás. Teniendo una gran serie de conquistas tras de sí, no le era difícil añadir a su lista a alguien más, pero conquistar a la teniente bajo su cargo era una de las misiones más difíciles a las que se había enfrentado, más aún que su estadía en la guerra de Ishval. Era una mujer que ya conocía todas sus virtudes y defectos, alguien que podía detenerlo de las mayores idioteces que le pasaran por la cabeza, alguien que no tenía miedo de poner su vida en riesgo con tal de protegerlo... ¿A quién más iba a encontrar así? Sus puestos militares no les permitían tener una relación más lejos de la que ya tenían en el cuartel, pero oh Dios, vaya que sí querían. 

A ojos del coronel, su Riza se había convertido en una de las mujeres más admirables en todo Amestris y no era para menos: La forma en que la investigación de su padre la había forjado como víctima fue sumamente lamentable, pero el hecho de que ella se levantara y no dejará que su propia maldición se convirtiera en un obstáculo para empezar su carrera militar fue lo que dio paso a que la admiración del coronel creciera. Riza no sólo se había convertido en el origen de su propio poder, sino también en su fortaleza y su voluntad cuando todo a su alrededor estaba roto; ni siquiera Dios, por más que se jactara de su omnipotente divinidad, podía ofrecerle un poco de ayuda en sus momentos más oscuros. Era su propia diosa, el origen de su propio ser, de aquello en lo que se había convertido, la única que podía salvarlo porque no existía ningún mundo en que Roy Mustang existiera sin Riza Hawkeye, sin la persona que más lo defendiera y más se molestara con él sólo por una serie de pequeños malentendidos que sólo terminaban por darle más chispa a su atormentada relación.

Lo que había llevado a Roy a decirle aquellas palabras con tanta cercanía venía de sus deseos más profundos, de la forma en que las paredes que ambos habían levantado se terminarán por caer, que se dijeran sinceramente qué era lo que sentían al estar juntos más allá de sólo trabajar juntos. Sabía que no iba a ser posible, sabía que la gélida la noche y las parpadeantes estrellas serían su única compañía, que debía de concentrarse en la misión que tenían por delante, pero era inevitable concentrarse cuando la belleza de Riza cegaba todo lo que tenía por delante. Era un experto jugando con fuego, pero este era uno de aquellos juegos en los que siempre terminaba por perder, una serie de jugadas en las que veía a su rey al filo del tablero gracias a los inteligentes movimientos de su reina.

Riza había eliminado a sus objetivos aún con la distracción de Roy, lo cual los liberaba por la noche, pero no podía afrontar el rostro de su jefe por sus anteriores acciones. Sentía que debía de decir algo, regañar a su capitán si era posible, decirle que no la volviera a tomar desprevenida, pero ¿qué caso tenía cuando deseaba que dicho contacto volviera a pasar? Sentir su aliento contra su cuello, el calor de sus manos contra su piel... Riza negó en un intento por librarse de las fantasías que estaban apoderándose de ella antes de que Roy se aproximara, tomando una de sus manos para detenerla de huir.

—¿Está bien, teniente? Un paso en falso y casi se tropieza con sus propios pies.

—Sí, es sólo... —Riza se compuso, soltando la mano que le había dado equilibrio a su vida—. Ocupo ir a casa.

—¿Quiere que la acerque? 

—No —la respuesta había salido más rápido de lo que ella hubiera deseado, por lo que se concentró en guardar su arma para calmar los nervios que le provocaba estar en su compañía—. Puedo irme sin problema.

—Bueno entonces... —los labios de Roy se cerraron en una fina línea. No podía hacer más en este bruto intento de cita—. ¿Nos vemos mañana en el cuartel? —Riza asintió como respuesta antes de avanzar unos cuantos pasos en la oscuridad, alejándose del hombre que había dado todo por ella.

—Nos vemos luego, coronel.

Lo que no sabía su compañero de armas es que ella necesitaba alejarse inmediatamente de su lado para no abalanzarse a sus brazos. La mística frase "no caer en tentación" se había convertido en su mantra personal cada que estaba al lado de Roy Mustang y vaya que se la había repetido cada segundo después de ese gesto tan íntimo entre los dos, ¿cómo podía ser posible que quisiera su compañía después de eso, si en lo único que podía pensar era en haberlo tenido a centímetros de sus labios? Era imposible que la acompañara en ese estado. La única ventaja que le daba esa misión conjunta a altas horas de la noche era que Roy no podía distinguir lo avergonzada que estaba, lo roja que se había puesto su cara y la vergüenza que había permanecido en ella de camino a casa.

Debía de llegar a su apartamento para darse un baño con agua fría y olvidarse de todo lo que había pasado. Al día siguiente tenía que presentarse y preparar el reporte de la misión junto a su presencia aunque la vida se le fuera en ello, ¿qué tan difícil podía ser ocultar unos sentimientos que estaban a nada de florecer? Roy le ofrecía protección, consuelo y un aprendizaje infinito al ser el único que podía descifrar las cicatrices en su espalda, ¿acaso eso no era una señal de que debía de ser su alma gemela? Se complementaban de una manera admirable que hasta sus compañeros estaban decididos a siempre dejarlos juntos porque tenían la confianza de que el equipo conformado por el coronel y la teniente era invencible; eran contadas las veces que habían sido derrotados, más aún en un mundo lleno de guerra y sacrificio donde terminaban por cubrirse las espaldas.

¿Dónde quedaba su humanidad cuando todo lo que hacían era derrotar a los enemigos que se le pararan enfrente? ¿Cuándo iban a poder disfrutar de su propia vida si se habían convertido en esclavos del gobierno? En los puestos altos donde se encontraban era imposible reivindicarse, mucho menos deshacerse del peso que se adhiere a tus hombros, ¿dónde iba a quedar un sentimiento tan puro como el amor rodeado de tanta miseria? Tenían que hacer lo posible por confesarse, Riza estaba segura de ello, pero la verdadera pregunta era ¿cómo podía hacerlo sin perder su puesto? ¿sin perder la confianza de la persona en la que más se había apoyado durante todos estos años? Era una encrucijada de la que no sabía cómo salir, mucho menos si deseaba que su fiel compañero no se enterara.

Tenía que actuar con naturalidad, hacer como si ese roce no le hubiera afectado. Podría hacerlo si confiaba un poco más en ella, si tan sólo su corazón no se interpusiera en las decisiones que tenían que ver con el coronel; todo este asunto se había convertido en un embrollo del cual no quería salir pero oh, qué equivocada estaba. Es imposible no enamorarte de la persona que ves todos los días, de aquella que te apoya en tus días malos y hasta aquella que se compromete a esperarte, a formar parte de tu vida aunque sea de una forma lejana, ¿cuántos cosas no habían vivido juntos como para que el enamoramiento terminara por traspasar los límites del trabajo? 

Unos toques en su puerta la sacaron de sus pensamientos. Por la hora que era sabía irremediablemente de quién se trataba.

—Coronel, pensé que había dejado en claro que nos veríamos en la mañana —la protesta de Riza fue interrumpida por un ramo de gerberas que inundó de colores su visión.

—Teniente Hawkeye, no sabe lo que tuve que hacer para conseguir este ramo —la sonrisa de Mustang se ensanchó al ver la sorpresa en los ojos de su enamorada. Había hecho una nota mental de la forma en que Riza miraba las gerberas cada que pasaban por el jardín del cuartel, sabía que debía de haber algo especial en ellas para que las considerara sus favoritas—. ¿Podría aceptar el noble gesto que le hace este atractivo caballero a altas horas de la madrugada?

Riza no pudo detener la pequeña sonrisa que se formó en sus labios ante lo dicho; definitivamente era una de las cosas que más admiraba del coronel Mustang: cómo podía hacerla reír aún cuando su mente no cooperaba consigo misma. Acepto el ramo a manos abiertas, respirando el dulce aroma de las flores que iban a adornar su salón con un poco de color. A Roy le brillaron los ojos ante la imagen al ver la dulzura con la que había tomado las flores de su mano. Sabía que le encantaría, pero no esperaba que la imagen de Riza oliendo flores se instalará en su mente de cierta manera que todo lo demás había perdido color sólo para resaltar su figura. 

—¿Va a pasar, coronel? —parecía estar embelesado por su belleza, por lo que Roy sólo parpadeo liberándose de su fantasía ante la pregunta de Riza. 

—Sólo si usted está de acuerdo, teniente —Riza asintió, tranquilizando el alma de Roy para atravesar el umbral que tanto los separaba.

Ambos sabían que si Roy cruzaba la entrada del departamento, las formalidades quedarían en segundo plano. Podían, aunque fuera por un momento, ser solamente Roy y Riza como siempre lo habían querido. Ese espacio, ante los hechos de la última noche, se iba a convertir en un confesionario: un espacio donde podían dejar las máscaras atrás y sólo ser ellos mismos, decir todo lo que habían resguardado en su pecho escudados por un uniforme que sólo termina por pesar ante las responsabilidades militares con las que habían crecido. 

—Riza.

—Roy. 

Hasta el nombre de cada uno en sus labios sonaba muy diferente. Estaban tan acostumbrados a decirse por su puesto militar que el sólo decirse sus nombres convertía ese momento en algo mucho más íntimo, sin embargo un pequeño amigo peludo interrumpió la química de ambos para postrarse a los pies de su dueña, ladrando por la presencia del hombre en la casa.

—Hayate, silencio. Sólo es Roy.

—No me ha de conocer por ese nombre —del fondo de la garganta de Mustang salió una pequeña risa, antes de que se arrodillara frente a la pequeña cría de Shiba para acariciar detrás de sus orejas—. ¿Cómo estás, Hayate? ¿Te molestó que haya robado la atención de tu madre un momento?

—No soy su madre, recuerda que lo encontramos en la calle y nadie más se quería hacer cargo de él —Riza se cruzó de brazos por el comentario. Si recordaba bien, hasta el mismo Roy había hecho lo posible por no cuidar del cachorro que se encontraba a sus pies, pero la forma en que lo acariciaba y hablaba con él demostraba el cariño que alguna vez le hubiera proporcionado si se lo quedaba.

—Eso no quita que hayas cuidado de él como una —Roy elevó su vista del cachorro hacia la mujer frente a él, mirándola como si fuera la única en el universo que podía hacer posible la salvación de su alma.

Ser militar lo era todo para él, su mayor ambición en un mundo donde la alquimia dictaba el rumbo del mismo, pero ¿esto? ¿estar postrado a los pies de la mujer que amaba? Le daba otro sentido a su vida que sabía que no iba a poder encontrar en nadie más. Tenía que luchar por hacerlo posible, aún si eso significa renunciar a todo lo que alguna vez había querido.

—¿Podemos... —habían empezado a hablar al unísono en un intento de romper el silencio. Rieron ante el gesto, sabían que tenían las mismas preocupaciones en su mente y la única forma de plasmarlas era hablando de lo ocurrido. 

Roy le dio unos cuantos toques a la cabeza del cachorro frente a él antes de pararse para estar a la altura de Riza. Señaló a un sillón cercano para que se pudieran sentar los dos, a lo que Riza se encaminó a ello siguiendo su mano con Hayate detrás. En cuanto ambos tomaron asiento, Hayate se subió sobre ellos sirviendo de apoyo, como si presintiera lo difícil que iba a ser la conversación para ambos soldados que, entrenados en el mismo cuartel militar, no hablaban más que para recibir órdenes.

— ...Lamento lo que pasó en la misión —empezó Roy acariciando distraídamente el pelaje de Hayate—. No debí haberme acercado así sin tu permiso, fue una pésima estrategia de mi parte.

—No es una de las mejores que has tenido, pero sirvió para acabar con los enemigos —Riza sonrío débilmente, tratando de aligerar el ambiente con una pequeña broma, pero la forma en que su mirada seguía atenta a la figura de Hayate sobre ella demostraba su nerviosismo. Estaba segura de que si veía los oscuros ojos del coronel, sucumbiría ante sus deseos y no iba a poder escuchar lo que su corazón estaba gritando.

—Pero te hizo sentir incómoda, Riza, y no me perdonó que eso haya pasado —Roy detuvo los movimientos distraídos de sus manos, antes de sostenerlas entre las suyas—. ¿Es esa la razón por la que no puedes mirarme?

Había dado en el blanco. Sin decírselo, Roy había descifrado sus propios pensamientos y se había dado cuenta del dilema en el que se encontraba, pero ¿cómo decirle la verdad? ¿cómo decirle que su corazón había latido a mil por hora en cuanto se le acercó?

—Riza...

—No me molestó lo que hiciste —lo interrumpió Riza mientras le dirigía una mirada de reojo, con la punta de sus orejas roja ante la confesión—. Debo de admitir que no fue el mejor momento para que me hablaras al oído, pero no me molestó que lo hicieras —Roy frunció el ceño, confundido ante la confesión de Riza. Pensó que se había molestado y por eso había tomado esa actitud contra él, ¿cómo era posible que no lo hiciera si había invadido su espacio personal con tal de acabar con sus enemigos?

—Entonces... ¿eso qué significa? —la pregunta de Roy venía desde lo profundo de su corazón, las entrañas que anhelaban que esto funcionara, aquel lugar donde resguardaba la esperanza con la que tanto había soñado.

—No sabría decirte... —Riza suspiró antes de dirigirle la mirada por primera vez—. No sé qué es lo que puede pasarnos si aceptamos nuestros sentimientos.

—¿Aceptamos? —los ojos de Roy se iluminaron ante la respuesta, la habitación se había iluminado con un rayo de esperanza. Estaba tan nervioso por todo lo que había pasado que la forma en que estaban sentados en el sillón se le hacía incómoda, necesitaba estar lo más cerca posible de Riza antes de que se arrepintiera—. ¿Estás pensando lo que creo que estás pensando?

Riza sonrió ante la forma nerviosa de Roy. Cómo apreciaba conocer cada una de sus facetas. Era una de esas oportunidades que sólo pasan una vez en la vida, el poder verlo de esta manera; el grandioso coronel, temido por todos los soldados a su cargo, ¿nervioso? Era algo que nunca podía verse.

—Hay probabilidades muy altas sobre ello, coronel —el cambio de nombre sólo hizo que una ceja en el rostro de Roy se arqueara con curiosidad, ensanchando aún más la sonrisa en el rostro de Riza. Apenas cayó en cuenta que había podido respirar y el pánico estaba saliendo poco a poco de sus venas, muy probablemente por encontrarse con sus personas favoritas en este mundo—. Pero hay que considerarlo, evaluar las opciones...

—¡Teniente! —la interrumpió Roy sobresaltando al pequeño cachorro sobre ellos, por lo que Roy se disculpó acariciando de nuevo su suave pelaje—. No juegue con mis sentimientos de esta manera, dígame qué es lo que piensa.

Riza detuvo todos y cada uno de sus movimientos ante esa orden. No podía desafiar a su coronel, no en este momento donde la verdad estaba amenazando con salir a la luz. Debía tomar una decisión: Quedarse cómo estaban, seguir siendo compañeros y concentrarse en su carrera o, por una vez en su vida, dejarse llevar por los sentimientos que había albergado durante tanto tiempo dentro de su pecho; no sabía cuál de las dos la iba a llevar a las orillas del precipicio, pero debía de intentarlo, dar un salto de fe que los condenaría a un amor que terminaría por ser ocultado bajo el velo infinito de lo imposible.

—Pienso —inició lentamente Riza— que nuestros sentimientos son correspondidos. Sin embargo, en el ámbito donde nos desarrollamos esto debe de permanecer oculto. No quisiera que por mi culpa te pase algo y tenga que verte morir... —el miedo y las dudas afloraron, no había vuelta atrás. Una confesión recíproca había comenzado y, entre las tropas de Amestris, siempre se había fomentado la verdad, por más problemática que esta pueda llegar a ser.

—Riza, no voy a morir —la sonrisa juguetona de Roy se tornó en una solemne, tomando entre sus manos las mejillas de la persona que tenía frente suyo—. No puedo morir si este amor es correspondido, me condenaré yo mismo al infierno si te llego a dejar sola.

Las lágrimas empezaron a inundar la visión de Riza. No era posible que ambos sintieran lo mismo, que apostaran su propia vida con tal de salvar al otro, ¿qué tan doloroso tenía que ser el amor como para sacrificarlo todo por la otra persona? Era un arma de doble filo, más aún en un ámbito militar como en el que se desarrollaban pero vaya que iban a luchar para que valiera la pena cada maldito segundo que siguieran con vida.

—No llores, Riza —los pulgares de Roy recogían las lágrimas que no dejaban de caer de los ojos de Riza en un intento desesperado de disfrutar el momento—. Todo está bien, nadie tiene por qué enterarse, ¿de acuerdo?

—Mucho menos Havoc y Rebecca —Roy soltó una pequeña risa con la mención de sus amigos, antes de atreverse a robarle un pequeño beso en los labios para confirmar aquello que sentían.

—Mucho menos ellos —Riza sonrió tímidamente ante el gesto del hombre sobre ella antes de atreverse a pasar sus brazos por su cuello y refugiarse en el hueco de su cuello, gozando de ese breve pero íntimo momento entre ambos.

—Me hubiera encantado que Hughes supiera de lo nuestro —dijo Riza después de unos minutos mientras se acomodaba en el pecho de Roy. Habían intercambiado posiciones desde hacía unos minutos con tal de estar cómodos en ese sitio tan pequeño.

—Oh, no te preocupes, lo sabía —la forma en que Riza se quedó observando a Roy en búsqueda de respuestas le ocasionó que este soltara una pequeña risa—. Antes de que muriera, me había insistido en que te invitara a salir para que pudieras ser la tía de la pequeña Elicia... —en un intento de calmar los recuerdos, la mano de Roy acariciaba distraídamente el hombro de Riza, dejándose llevar por los recuerdos con su mejor amigo— pero pasó lo que pasó y nunca pude encontrar la forma de acercarme a ti más que para darte órdenes, pero ten por seguro que Maes sabía que íbamos a terminar juntos de alguna forma, ¿alguna vez te tocó que nos preguntará sobre nuestra situación?

—Más de una vez —confesó Riza recordando al ex-coronel en los pasillos del cuartel general—. Después de cualquier orden siempre añadía "Pásale la nota también a Roy", como si ya presintiera que siempre estábamos juntos.

—Su trabajo como cupido funcionó muy bien, no es de esperar que haya conquistado a Gracia tan fácilmente —ambos rieron por la conclusión del coronel antes de que su vista se detuviera en los labios de cada quien, pensando en alguna forma de acercarse aún más a pesar de la corta distancia que los separaba.

Pero el tiempo no dura para siempre, se diluye con cada minuto que pasa y la forma en que ambos habían hablado de sus miedos, sus traumas y sus esperanzas en un futuro había dado paso a un nuevo amanecer donde tenían que enfrentar su cruda realidad. Cupido había hecho de las suyas y las puertas del Olimpo se habían abierto para ellos, sólo faltaba que tomaran la rienda de sus problemas a futuro y los enfrentaran con la cabeza en alto, buscándose el uno al otro en un mar de corazones que empezaban a latir a la par.

—Coronel.

—Hawkeye.

Todo había vuelto a la normalidad en el Cuartel General de Ciudad Central tras la difícil situación en la que se habían involucrado el coronel Roy Mustang y la teniente Riza Hawkeye, pero en instantes ocultos bajo puntos ciegos podías entrever a dos soldados que habían sucumbido ante la ilusión del amor y trataban de proteger a aquella persona por la que darían su vida entera, hasta sus mayores ambiciones con tal de seguir a su lado.

Notes:

Primer fanfic Royai pero desde que vi Brotherhood necesitaba sacar esto de mi sistema ;; así que espero les guste mucho así como a mí me gustó escribirlo~

Lamento si está muy out of character, es mi primera vez escribiéndolos (also, que lo escribí en el trabajo, así que cualquier error de dedo, lo siento muchísimo jaja)