Chapter 1: ⚠
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⚠️ A D V E R T E N C I A ⚠️
El siguiente escrito contiene temas que pueden ser muy sensibles para los lectores.
Aborda temas como la paternidad no deseada, abuso, depresión, presión de rol de casta, adultocentrismo, omegaverse, entre otros.
Lo siguiente es ficción y meramente ficción. El autor no aprueba ni apoya de ninguna forma este tipo de actitudes en la vida real.
⚠️ A D V E R T E N C I A ⚠️
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"Vera Organizzazione per la Neutralizzazione Globale di Obiettivi, Lavori e Annegamenti", o mejor conocido como Vongola, era una organización que, como su nombre quería indicar de manera sútil, se encargaban de la limpieza profunda o manejo de desechos de una forma práctica, profesional y eficaz, dándoles a sus clientes un servicio de calidad y confianza a cambio de mucho dinero y, a veces, un favor sucio.
Sawada Tsunayoshi era el nuevo en el grupo, se había unido por voluntad propia hace un par de meses con la esperanza de ganar un poco más de dinero y poder tener una vida por lo menos decente.
Terminó su capacitación con esfuerzo, teniendo que acostumbrarse a la manera intensa en la que los miembros de la organización debían de trabajar, y, en su primer encargo, dudó en si realmente era un empleo adecuado para él.
No solamente había firmado contrato por el tentador salario que, si bien no era muy alto, al menos lo mantenía por encima de sus deudas y con la oportunidad de ahorrar un poco. Si no también por la disminución de horas laborales a comparación de su empleo anterior, así podría llegar a casa y dormir un poco antes de empezar con su rutina diaria.
Y las prestaciones eran bastante buenas, aunque era lo menos que podía esperar por las cosas de las que se tenía que encargar.
En su primer día, después de haber terminado la capacitación y haber obtenido una nota mucho más alta que los demás candidatos con los que competía por el último puesto de la organización, tuvo que limpiar un almacén abandonado en las afueras de la ciudad.
Al entrar al oscuro lugar, sus botas de hule se mancharon del líquido rojo que goteaba de paredes y del techo, dejando en claro lo brutal que había sido el grupo mafioso con los pobres individuos que llevaron hasta allá.
Se ajustó su cubrebocas y se colocó los guantes proporcionados por la empresa, su mente comenzó a recordar la fórmula exacta de los químicos que debía usar para limpiar el desastre sin dejar ni una sola evidencia por si algún día alguien encontraba el lugar.
Aunque no vio nada muy extremo como lo había visto en su capacitación, se sintió abrumado por el hecho de que estaba haciendo cosas que, si alguien lo descubría, podrían romper la imagen de buen chico que aún sostenía con pinzas. Además, corría el riesgo de perder a una persona muy importante para él si la policía lo atrapaba.
Aún con esos miedos persiguiéndolo, continuó asistiendo los días que lo requerían, sintiéndose un poco más aliviado ya que el pago era lo que habían prometido y a veces le daban un bono extra por hacer un excelente trabajo.
Por desgracia, al volver a casa y ver a esa persona durmiendo en su cama, tan ajena a lo que él estaba involucrado, no podía evitar sentir remordimiento.
El omega estaba pasando por una crisis, una crisis que ya llevaba más de cinco años sin poder salir de ella, pero trataba de convencerse que algún día las cosas cambiarían para bien y no tendría que sentirse tan presionado.
Aunque esa mentira se la había estado diciendo desde que su mundo comenzó a colapsar encima de él.
—Buenas noches —saludó a su mamá, quien seguía despierta, mirando el televisor de la sala de estar en un volumen bajo mientras mandaba mensajes por su celular.
El castaño se quitó los zapatos con cansancio y dejó su mochila de manera descuidada en el suelo, lo único que quería era dormir hasta que la alarma de su celular sonara para empezar con su rutina de todos los días.
— ¿Cómo te fue? —Nana preguntó de manera automática, no parecía estar realmente interesada en lo que el menor fuera a responder, y continuó escribiendo, alzando la mirada para ver por una fracción de segundo el rostro de su hijo solamente para regresar a la conversación que estaba teniendo.
—Bien —respondió también sin pensarlo, no quería entrar en detalles ya que no estaba dispuesto a que su familia se enterara de su pequeño secreto que lo estaba ayudando a mantener el pequeño departamento en el que vivía junto a otras inversiones que sí o sí debía hacer mes con mes—. ¿Sucede algo?
La mayor se quedó un momento en silencio, su mirada fija en un mensaje nuevo que le acababa de llegar, y se acomodó en el sofá para que Tsuna pudiera sentarse a un lado de ella.
El omega tuvo un mal presentimiento, su estómago se revolvió, pero aún así obedeció a la orden implícita y tomó asiento justo a su lado, tratando de ver por encima de su hombro con quién demonios estaba platicando a esa hora de la madrugada.
—Sí... El señor Sasagawa dice que Kyoko sigue sin mejorar —la mujer habló con un evidente tono de preocupación, observando con atención cualquier expresión que su hijo pudiera hacer tras darle la noticia—. Sigue teniendo ataques de ansiedad, parece que no puede estar sola.
Bajó la mirada, incómodo.
No quería saber nada más de ella, pero su madre parecía no querer aceptar aquello. Informándole cada cierto tiempo el estado de su ex pareja y expresando su profunda preocupación por Kyoko, la alfa de la que se había enamorado en su adolescencia y que le había dejado muchas heridas que aún no podían sanar.
— ¿En serio? —soltó de pronto, tratando de sonar interesado, y enterró sus uñas en las palmas de su mano en un intento de tranquilizarse, no quería mostrar señales de que saber sobre Kyoko lo afectaba más de lo que quería reconocer.
—Cielo... Le voy a preguntar si le haría bien que ambos hablaran —Nana comentó, sin darle oportunidad de rechazar o aceptar esa propuesta que le hizo sentir como si le faltara aire.
Tsunayoshi solo pudo asentir en silencio, el nudo en su garganta le impedía protestar como él quería hacerlo, y se marchó sin agregar nada más, entrando a su habitación con cansancio y atormentado por la idea de tener que hablar con Kyoko después de tantos años incomunicados.
Se quitó la playera para ponerse una mucho más cómoda, holgada, y un short para dormir, dejando la ropa sucia amontonada en una silla.
Lo último que quería era ver a Kyoko, todavía no sentía que ella lo mereciera. ¿Por qué debería de preocuparse que ella tuviera o no depresión, ansiedad y todas esas cosas que la mamá de Kyoko le dice a la suya? ¿Solamente porque tenían una hija?
Ni loco.
Se acostó en la orilla de la cama, empujando suavemente a la pequeña que estaba dormida para hacerse un poco más de espacio, y suspiró profundamente mientras veía el techo agrietado de la habitación.
No quería que más de su tiempo se fuera pensando en Kyoko.
No quería volver a sentirse culpable de la situación en la que ella se encontraba.
Y no quería recordar la relación que habían tenido años atrás, buscando la causa de su ruptura.
Cerró los ojos, tratando de pensar en el trabajo para distraerse del fantasma que el recuerdo de Kyoko lo acompañaba a todas horas, y empezó a quedarse dormido, cediendo al cansancio de su cuerpo ya que en esa ocasión le tocó limpiar una habitación de hotel.
Era demasiado complicado hacer su trabajo cuando cualquier persona podía verlo o darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, haciéndolo gastar más esfuerzo y creatividad para poder salir y entrar sin levantar sospechas.
Tsunayoshi despertó con el sonido de la alarma, su cuerpo pesado negándose a levantarse ya que quería seguir descansando, pero se obligó a sentarse en el borde de la cama. Frotó su nariz un par de veces cuando su aroma a mandarinas agrias le caló. Era como si algo en él intentara avisarle que algo andaba mal, pero él no parecía notarlo al igual que el resto de personas que lo rodeaban.
Maldición, realmente no tenía energía para empezar con su pesada rutina. ¿Por qué el tiempo no podía detenerse y darle la oportunidad de dormir un poco más?
Pasó sus manos por su cabello, tratando de aplastarlo, y se dirigió a la cocina cuando escuchó la risa de Himari proviniendo del baño junto al canto de su mamá, sintiéndose agradecido de que al menos estaba Nana para ayudarlo con su cachorra.
El omega se movió con rapidez por la cocina, sabiendo que tenía el tiempo contado antes de que fuera hora de que su mamá se llevara a Himari al colegio, dejándolo a solas para que pudiera poner algo de orden en su modesto departamento y tuviera lista la comida para cuando volviera la pequeña.
Así eran sus mañanas desde hace poco más de cinco años.
Al despertar, su primera tarea del día era preparar el desayuno para la pequeña personita que dependía completamente de él mientras su mente, incapaz de tomar un respiro, repetía todas las preocupaciones con las que cargaba: su situación económica, la condición de su hija, su amargada soltería y miles de cosas más que iban rotando con las estaciones, como si su ansiedad tuviera calendario.
En las tardes solía dedicarse a Himari, ya sea jugando con ella o supervisando lo que ella seleccionaba para ver en el televisor, sintiéndose como mal padre cada vez que la veía enfrente de la pantalla dando vueltas.
Y por las noches, cuando la cachorra decidía que era hora de descansar, salía de casa a hurtadillas para evitar que se despertara, yendo al trabajo que jamás pensó tener, pero que le estaba ayudando a cubrir las cuotas del colegio y las terapias que Himari necesitaba sin tener que endeudarse o regresar a la casa de su madre para completar con sus gastos mensuales.
Tsunayoshi colocó el plato de comida sobre la mesa junto a un vaso con agua y se dedicó a preparar el lonche de la pequeña, quemándose accidentalmente en el dedo cuando el aceite hirviendo saltó por haber dejado caer unas papas.
No se quejó, no tenía tiempo para eso. Esperó un momento a que el dolor se disipara y continuó con su labor.
—Buenos días, papá —saludó Himari con una pequeña entonación en su voz, casi como si estuviera cantando, y subió a la silla con ayuda de Nana—. ¡Cuchara! —exigió cuando notó la falta de utensilios, provocando que su padre le entregara lo que acababa de solicitar—. Muchas gracias.
—Ah, muy bien, mi princesita —Nana la felicitó mientras cepillaba su cabello largo y ondulado con cuidado de no lastimarla o interrumpir su hora de comida—. Himari-chan está comiendo con una cuchara, ¿no es así?
Sin embargo, la niña no respondió.
Tsunayoshi suspiró y colocó lo que la pequeña llevaría de lonche sobre la mesa para que ella pudiera verlo.
—Mira, Ari —le habló con suavidad, obteniendo su atención con facilidad, y le señaló los alimentos que había empacado—. Es para la hora de almorzar, ¿sí? —guardó los contenedores en la pequeña mochila de la niña junto a utensilios de plástico, procurando que la menor estuviera atenta a todo el proceso—. No olvides que aquí lo tienes.
Nana se quedó observando a la pequeña con expectativa, deseando escuchar algo que confirmara que había entendido las palabras de su hijo. Pero, una vez más, no hubo respuesta.
A pesar de esta decepción, ninguno de los dos adultos lo mostró.
Quizás porque ya se habían acostumbrado a la casi nula habilidad de Himari por comunicarse o tal vez porque sabían que debían ser bastante pacientes en ese aspecto por la condición que tenía.
Nana terminó de cepillar el cabello de su nieta, amarrándolo con una liga suave y colocando un moño rosado encima de ésta. Aunque el peinado fuera sencillo, Himari se veía bonita.
La pequeña no soportó más el moño y terminó quitándoselo, dejándolo sobre la mesa y huyendo antes de que a Nana se le ocurriera intentar ponerle otro.
—Supongo que fue mala idea comprarlos —murmuró Tsunayoshi, tomando el accesorio para guardarlo en el tocador que había en la habitación que compartía con su hija, y bostezó con cansancio, comenzando a arreglar la cama.
—Bueno, aguantó unos segundos más, antes ni siquiera dejaba que me acercara con el moño en mano —Nana intentó animarlo, tratando de darle méritos a Himari por los pequeños avances que estaba teniendo.
Y aunque no quisiera admitirlo, Tsuna comenzaba a dar por perdido el asunto de Himari.
Sin poder decir nada por miedo a que Nana lo regañara o lo juzgara, continuó haciendo la cama mientras sus pensamientos volvían a amontonarse uno sobre otro.
—Por cierto —la mayor habló, atrayendo la atención de su hijo—. El señor Sasagawa me dijo que iban a internar a Kyoko en un psiquiatra.
Tsuna bajó la mirada hacia el colchón, procesando la información que acababa de recibir.
Una pequeña parte de él se sentía aliviado de que Kyoko estaría lejos y bajo vigilancia estricta, pero había otra parte que lo estaba arrastrando a los pensamientos que no podía desaparecer por más que lo intentara.
En el fondo de su mente se alzaba una pregunta como un rayo partiendo la oscuridad en dos. ¿Sería él el culpable de toda esa situación?
Antes de que Nana pudiera decir algo más, Himari llegó para llevársela al baño y la ayudara a lavarse los dientes sin decir nada, simplemente tomó su mano y comenzó a jalarla hasta que la adulta caminó por cuenta propia para seguirla.
El castaño aprovechó ese momento para sentarse en el borde de la cama con lentitud, reflexionando en cosas que ya no quería pensar, viajando al pasado que quería dejar enterrado para no volver a verlo. ¿Y si realmente él era el único que podía ayudarla? ¿No debería darle el beneficio de la duda?
Negó con la cabeza, ¿por qué debía seguirle dando vueltas al asunto?
No debía sentir que era su responsabilidad... ¿O tal vez sí?
Revolvió su cabello con frustración ante sus pensamientos contradictorios, odiando que su mamá tuviera que darle informes sobre Kyoko a pesar de que él le había pedido que dejara de hacerlo. Incluso le había confesado lo culpable que se había sentido por años y que apenas estaba empezando a soltar esos sentimientos que lo seguían sofocando cuando menos se lo esperaba.
—Tu papá, adiós —Himari entró a la habitación para lanzarse a los brazos del mayor, dándole un tierno beso en la mejilla que lo hizo regresar al mundo real, y volvió con Nana para tomarla de la mano—. Adiós, papá. Adiós, adiós.
—Adiós, Ari, pórtate bien y recuerda tu lonche —se despidió de ella agitando suavemente su mano con una sonrisa falsa en el rostro, esperando a escuchar la puerta principal cerrarse para desplomarse sobre la cama.
Odiaba sentirse así.
Tan perdido.
Tan solo.
Y tan... Confundido.
Un par de lágrimas salieron de sus ojos ante la incertidumbre de lo que debía hacer y lo que esperaban de él.
Claramente su mamá y la familia Sasagawa esperaban que volviera a entablar comunicación con Kyoko y ayudarla con lo que sea que la estaba pasando. No era secreto que los padres de Kyoko lo culpaban por el estado de su hija, tanto así que él compartió el sentimiento por años, preguntándose si realmente él había sido el causante de su profunda depresión y sus crisis de ansiedad.
Y a pesar de aquellos sentimientos, nunca hizo por acercarse, por intentar resolver algo que no parecía tener arreglo. Jamás se atrevió a mandarle un mensaje o aceptar las alocadas ideas de la mamá de Kyoko en acompañarla a sus citas con el psicólogo.
No podía sentir que era justo que él tuviera que hacer ese esfuerzo por ella después de que Kyoko no estuvo presente en casi todo su embarazo. Porque sí, a pesar de que ella se había desaparecido cuando llevaba cinco meses en cinta, el tiempo que estuvieron juntos fueron contadas las veces que se vieron mientras Himari crecía en el vientre de Tsunayoshi.
Pero también pensaba que si realmente había amado alguna vez a la alfa, y vaya que lo había hecho, ¿entonces no debía hacer ese pequeño sacrificio para demostrarles una vez más lo mucho que significó ella para él?
Suspiró con frustración, dejando una de sus manos en su estómago como si el simple tacto fuera a desaparecer un poco del vacío que todo aquello le ocasionaba, y giró sobre la cama para recostarse de lado, sintiendo ese agudo dolor que parecía querer acompañarlo por el resto de sus días.
Dolía porque su pequeño corazón seguía confundido, sin saber si ceder y complacer a todos, o seguir fingiendo indiferencia mientras por dentro se moría un poco más.
Y aunque no hubo ningún lazo formal que los uniera, el omega le había invertido tanto a esa relación que sintió que ya había uno. Uno que seguía sin romperse, manteniéndolo atado al recuerdo de Kyoko, incapaz de superarla o avanzar.
El castaño pasó débilmente su mano por su cuello, detestándose por tener que sentirse así y por todas las dudas que lo seguían acompañando desde que la alfa lo había abandonado.
¿Por qué tenía que seguir sabiendo de ella... a través de su madre? ¿Cuándo se iba a acabar ese castigo?
La mañana avanzó velozmente mientras el omega de aroma a mandarinas caducas hacía sus labores diarias mientras su mente seguía dándole vueltas a todo lo que estaba cargando.
No se dio cuenta cuándo había terminado de medio limpiar el departamento, dejándolo decente para que Nana no se quejara por el desorden que había. Tampoco se percató cuándo había terminado de hacer la comida y mucho menos de cuándo había ido por Himari al colegio, recibiendo miradas indiscretas que lo juzgaban ya que la pequeña había empezado a llorar por no querer irse de las escaleras que había en el exterior del edificio.
Y su mente finalmente lo dejó reaccionar cuando estaba subiendo el auto de Reborn, después de haber recibido a su madre en el departamento y que Himari se hubiera quedado dormida en la cama de ambos.
—Tsuna —el mayor lo saludó, arrugando la nariz por el aroma que el contrario desprendía, y esperó a que se pusiera el cinturón de seguridad antes de arrancar y comenzar a conducir por las calles llenas de carros ansiosos de regresar a sus casas.
Los más desafortunados, como Tsuna, apenas dirigiéndose a sus respectivos empleos.
El joven no devolvió el saludo, estaba ocupado tratando de recordar si se había duchado o no. Había estado tan absorto en su mundo que no recordaba el momento exacto que estuvo debajo del agua, llorando por recordar a Kyoko.
Reborn continuó hablando, aunque nadie lo estaba escuchando.
Después de varios minutos, el mayor se frenó frente a una casa abandonada, pero no le quitó los seguros a las puertas.
— ¿Me escuchaste? —cuestionó con cierta irritación, intuyendo la respuesta con anticipación, y dejó su fría mirada en el contrario.
—Por supuesto —mintió con seguridad, no era la primera vez que lo hacía, y quitó el seguro él mismo, sacando el equipo de limpieza de la cajuela del auto.
Reborn suspiró profundamente.
Le había intentado advertir de su nuevo compañero de trabajo, pero ahora que le acababa de mentir de una manera tan descarada, prefería guardar silencio y ver qué sucedería.
—Listo, pá, gracias —Tsunayoshi se acercó para hablarle por la ventana, indicándole que podía marcharse.
Al ver el auto alejarse, el omega dio media vuelta para contemplar la casa lúgubre y abandonada en la que ahora un equipo mafioso se había ajusticiado a una persona que se negó a pagarles por una apuesta que habían hecho en el casino.
Caminó nerviosamente por la maleza, temiendo de que algún bicho se le fuera a trepar por la pierna, y encontró un lugar despejado para poder ponerse el uniforme para limpiar que llevaba en su mochila.
Preparándose mentalmente con lo que se podría encontrar ahí adentro, comenzó a quitarse la camisa y el pantalón, dejando su piel expuesta en la densa oscuridad en la que incluso la luna se negaba a iluminar.
Sin embargo, se tensó cuando el aroma a mentol lo llenó por completo.
Era una fragancia fuerte, persistente, recordándole brevemente a la pomada que usaba su abuela para curarlo cuando se caía. Pero la intensidad lo hizo sudar frío.
Era un alfa y estaba demasiado cerca, tan cerca que no le daría tiempo de reaccionar.
Notes:
Hola
Izumi reportándose al servicio de tan bello fandom 💕
Yo sé que tengo la maña de dejar notas al final de cada actualización xd pero trataré de reducir eso porque... Bueno, habrá muchas cosas en este fanfic que no podría poner todos los emojis del mundo para describir lo que sentí al escribirlo jaja
Así que desde ya, tu personita que decidiste aventurarte a leer el primer capítulo a pesar de la advertencia inicial, te agradezco por darle una oportunidad a mi fanfic 👀
Aunque me gusta ver los votos y comentarios en las historias, también agradezco enormemente a los que se detienen a leer... Así estas gracias van en cada uno de las actualizaciones que vaya a haber en el futuro 🤧
Y sí! Es justo lo que están pensando, no es un oneshot, planeo que sea un fic largo (al menos con un número de actualizaciones decentes xd) y recomiendo tener la caja de pañuelos a un lado porque si eres tan sensible como su servilleta (yo) los van en necesitar en cantidades industriales JASKELAEJSA
Quizás me vuelva a reportar cuando me atrase con algún capítulo o cuando lo vea conveniente o hasta el final de la historia 👀 por cierto, no tengo fechas planeadas de actualización, lo dejaré a la suerte como últimamente he estado haciendo xd
Así que en resumidas cuentas, muchas gracias por leer y nos vemos en la próxima!! ✨
Pd. Hace mucho leí la injusticia que le hacemos a Kyoyko por ponerla como "villana" en los fanfics JAJAJAJA y personalmente sentí que ese meme iba para mí... Si existiera, realmente le pediría disculpas por dañar su reputación ficticia JAJAJA pero, si no es Kyoko, entonces quién?:p
Jajaja no, mentira... Solo me gusta agarrar a Kyoko porque el hecho de que sea el idol de la escuela (en mi mente está muy metida la idea de que popularidad === maldad) *puntos si entendiste el triple "="... Pero bueno, aprovecho este PD para decir que no hay ningún villano en esta historia 🤔 o al menos no desde mi punto de vista, es cierto que se sentirán frustrados con varios personajes, pero así es la vida... No?
Como diría el Gi-Hun (a quien todavía le lloro) somos humanos... Y los humanos somos...
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La noche era oscura y fría. A pesar de que seguía siendo verano, ya era posible percibir que pronto llegaría el cambio de estación.
Las ramas de árboles y arbustos se agitaban con las brisas de viento, y la luna encendida en el cielo, evitaba iluminar las zonas más peligrosas de la ciudad, como si ella misma no quisiera ser testigo de las cosas horribles que sucedían bajo su guardia.
Y, en medio de esa penumbra, un alfa oculto entre las sombras observaba con interés y paciencia al pequeño individuo que se encontraba semidesnudo, demasiado cerca de una casa abandonada.
Era el escenario perfecto para actuar sin que nadie se diera cuenta de lo que podría suceder con él.
Hibari Kyoya mantenía su distancia, tratando de averiguar la identidad de su presa antes de que decidiera lanzarse a atacar.
Lo recorrió con la mirada de cabeza a pies, pensando si era muy valiente por estar ahí solo o simplemente era estúpido.
Su aroma a fruta rancia le daba a entender que se trataba de un beta o un alfa con un sistema glandular de mierda. Sea lo que fuese, no era alguien que debía estar ahí a mitad de la noche.
Primero pensó que se trataba de un vagabundo que intentaba colarse a la casa, pero descartó la idea al recordar que había escuchado la puerta de un carro antes de detectar su presencia.
Después creyó que se trataba de alguno de los mafiosos que habían usado la casa, pero se veía demasiado débil y enclenque como para pertenecer al bajo mundo. A lo mejor acababa de ingresar a algún grupo, pero estaba demasiado oscuro como para que pudiera notar más detalles de su cuerpo como algún tatuaje que delatara a dónde pertenecía.
Hizo una sonrisa imperceptible cuando percibió el nerviosismo en el aroma rancio que Tsunayoshi emanaba naturalmente, haciéndole pensar en una tercera idea: solo era un pobre idiota con mala suerte.
Quizás había salido de fiesta y se había emborrachado lo suficiente para no saber en dónde se encontraba. Debía estar confundido y desorientado, creyendo que ya había llegado a la seguridad de su casa como para quitarse la ropa sin titubear.
Esto iba a ser más divertido de lo que había imaginado.
Hibari comenzó a caminar con lentitud, como si estuviera disfrutando de cada uno de sus pasos calculados solamente para que Tsuna comenzara a sentir su presencia de manera gradual, sin saber exactamente por dónde aparecería.
Sonrió de lado cuando notó el temblor en sus manos y la torpeza de sus movimientos para vestirse con la ropa que acababa de sacar de su mochila.
Estaba tan cerca del contrario que tuvo que aguantar la respiración por un momento, el aroma de Tsuna comenzaba a ser más desagradable de lo que había imaginado y su mano tembló al momento de querer agarrar una de sus preciadas tonfas.
No sabía por qué, pero la fragancia le acababa de arruinar el ánimo, obligándolo a mantenerse entre las sombras antes de que Tsuna pudiera descubrir su ubicación exacta entre la maleza.
Había algo más en ese olor… Algo que le revolvía el estómago por razones que no sabía explicar.
Bajó la mirada al logo de Vongola que había en el traje negro que el castaño intentaba ponerse y volvió a su rostro estoico de siempre.
Finalmente salió de su escondite cuando Tsuna estaba a nada de terminar de subir el cierre de su uniforme, haciéndolo girar hacia él para enfrentarlo con la mirada.
No pensó que Reborn hablaba en serio cuando una de sus condiciones para trabajar bajo su liderazgo era que debía trabajar en equipo con la persona que él le asignara. Aún así, no pudo evitar sentir algo de interés que en los ojos castaños que lo observaban parecían estar llenos de determinación, esperando a que hiciera un movimiento para reaccionar rápido.
—Podrías haber muerto diez veces mientras te ponías el uniforme —Hibari habló, sin emoción, pero sintiendo curiosidad por el hecho de que el contrario no retrocedió ni un solo centímetro.
Tsuna se mantuvo ahí, firme. Con su corazón latiendo a mil por hora y su mente trazando más de cien planes diferentes de qué hacer en caso de que Hibari representara una amenaza.
Terminó de subir el cierre de su uniforme, sin dejar de vigilar los movimientos de Hibari, y guardó su ropa de civil.
— ¿Quién eres? —preguntó mientras se colocaba la capucha, asegurándose de que cada mechón rebelde de su cabello estuviera adentro, y ajustó la tela para que su aroma se quedara atrapado.
Hibari volvió a respirar, dándose cuenta que el uniforme no era una estupidez como él había creído, y cruzó los brazos encima de su pecho.
—Tú debes ser Sawada Tsunayoshi —comentó el alfa sin darle importancia a la pregunta que el contrario acababa de formular, colocándose un cubrebocas oscuro y un par de guantes desechables—. Hibari Kyoya, serás mi compañero.
Tsuna no solo sintió su sangre helar por el hecho de que había sido investigado, sino también su párpado tembló por la inesperada revelación. ¡¿Un compañero?!
Era lo último que le faltaba. Un compañero con el que tendría que pasar horas enteras mientras limpiaban lugares usualmente abandonados.
Y lo peor de todo.
Era un jodido alfa.
La casta a la que no le importaba atacar a su propia familia si con eso sistafcían su estúpido celo.
Otra razón más para odiar ese trabajo.
Se rascó la nuca con incomodidad, pero no dijo nada. Ya después se quejaría con Reborn acerca de este repentino cambio en sus actividades laborales.
Aunque lo que más le preocupaba era que quisieran reducirle el sueldo ahora que habría dos personas limpiando el mismo lugar al mismo tiempo.
—No traes uniforme —el castaño observó, escondiendo su mochila entre unos arbustos y sacando los químicos que necesitaría para dejar el lugar impecable de evidencias incriminatorias.
— ¿Hm? —arqueó una ceja con diversión ante lo que percibió había sido una reprimenda por parte del contrario—. No lo necesito.
El omega rodó los ojos, no se iba a poner a discutir con alguien que lo haría trizas en un parpadeo, e ingresó a la casa por un hueco donde debía haber una ventana, las suelas de sus botas encontrándose rápidamente con un charco de líquido espeso.
Sintió náuseas ante el pronto descubrimiento.
¿Odiaba su trabajo? Por supuesto, la empresa ni siquiera le había dado una capacitación psicológica para este tipo de cosas.
Y ahora, teniendo que fingir que no sentía repugnancia frente a su nuevo compañero de trabajo, comenzaba a odiar su vida laboral mucho más.
Con una linterna que llevaba en el bolsillo, iluminó el suelo con una luz tenue, lo suficientemente fuerte para que él pudiera ver el panorama, pero no lo suficiente para llamar la atención desde el exterior.
— ¿Es tu primer día aquí? —Tsunayoshi preguntó con cierta curiosidad, no planeaba entablar una conversación casual con Hibari, pero sí le interesaba saber si sería una especie de jefe para él.
—Es mi quinto año en Vongola —respondió, evitando habilidosamente pisar los charcos rojos o cualquier otro líquido que pudiera ensuciar sus zapatos.
El castaño agrandó los ojos ante su declaración. Nunca antes lo había visto, ni siquiera en las reuniones con sus demás compañeros para distribuir las tareas que los demás grupos mafiosos les dejaban.
Giró para ver su rostro, sus ojos grises parecían brillar a pesar de la oscuridad que los rodeaba, y su peinado perfecto le daba aires de antagonista de algún drama japonés.
A pesar de no recordarlo en las reuniones con su equipo, tenía la sensación de que ya lo había visto antes.
—Tú debes ser el novato —Hibari soltó de pronto, provocando que Tsuna rápidamente cambiara la dirección de su mirada para fingir que no lo estaba viendo durante todo ese tiempo—, ¿no es así?
—Sí —reconoció casi de inmediato, encontrando un espacio libre para comenzar a mezclar los químicos en una botella de agua que llevaba en el bolsillo de su pantalón.
Kyoya maldijo para sus adentros.
No solo lo habían descendido de puesto, sino también lo habían asignado con el novato de la empresa. De aquel que rumoraban que no debía estar ahí y que, cuando el hijo del jefe se enterara, no dudaría en sacarlo a patadas.
Aunque no lo entendía.
A pesar de su apariencia débil, no huyó de él cuando hizo su aparición. Además, se notaba que sabía exactamente lo qué hacía y eso que solo llevaba algunos meses en la empresa.
Hibari se recargó contra el marco de madera, observándolo agitar la botella como si su vida dependiera de ello, y cruzó los brazos sobre su pecho.
Supuso que si Tsuna llegase a tener problemas con Xanxus, el hijo del jefe, sería divertido estar ahí para presenciarlo todo en primera fila.
Quizás así conseguiría deshacerse de él y trabajar solo en lo que volvía a ascender en la empresa.
Tsunayoshi suspiró agotado cuando bajó del autobús y los primeros rayos del sol golpearon su rostro pálido, había tardado más de lo que había calculado y todo por culpa de su nuevo y completamente arrogante compañero de trabajo.
Quien quiera que lo hubiera asignado a trabajar con él, era un idiota. El idiota más grande del mundo.
Quizás hasta perdería su preciado bono por culpa de Hibari.
Arrastró los pies hacia su casa, pasando su brazo por su frente para limpiar las pequeñas gotas de sudor que se habían formado durante el viaje en el transporte público, e introdujo la llave en la puerta.
Su corazón se paralizó cuando se percató que la puerta estaba abierta.
En un parpadeo, todo el sueño y cansancio con los que estaba cargando desde hace años desapareció sin dejar rastros.
Entró al departamento, preso del pánico y terror de que la puerta estuviera abierta, y se dirigió rápidamente hacia la única habitación que había.
Su mente comenzó a llenarse de imaginaciones. Quizás la policía lo estaba buscando y se había llevado a la familia para investigarlo.
O tal vez bandidos entraron a robar y como no encontraron nada de valor decidieron llevarse a Himari.
Probablemente uno de los padres de Kyoko había decidido ir por la nieta que no había podido ver en meses.
Abrió la puerta de la habitación, su alma regresando al cuerpo tan pronto vio a Himari dormida con total tranquilidad sobre la cama, haciendo una sonrisa inconsciente cuando detectó el aroma de su padre.
Los ojos de Tsuna se llenaron de lágrimas por haber pensado lo peor, pero se tranquilizó al ver que su hija estaba bien. Por desgracia, aquel susto lo volvía a arrastrar a un conflicto interno.
Volvió a la entrada y aseguró bien la puerta. Su madre seguía siendo tan descuidada como siempre.
Colocó una mano en su estómago mientras regresaba a la cama, dispuesto a dormir ese par de horas que le quedaba antes de que su alarma sonara.
Una vez más, se veía envuelto en un dilema personal.
Si bien era cierto que se preocupaba por Himari y aquel susto era la confirmación de ello, ¿por qué sentía eso si se suponía que no la quería?
Quizás no era que no la quisiera… pero tampoco sentía ese amor incondicional y automático que todos decían que venía con ser padre.
Él nunca había planeado embarazarse. Jamás se había imaginado teniendo cachorros a los que debía cuidar.
Pasó todo su embarazo con sentimientos dolorosos, odiándose cada vez más cuando sentía movimiento en su vientre, cuando se veía al espejo o cuando visitaba a su familia.
Y cuando finalmente Himari llegó al mundo, creyó que podría cambiar sus pensamientos.
Sin embargo, ese día parecía estar más lejos con cada minuto que transcurría.
Observó el rostro de Himari a un lado de él y acomodó uno de sus mechones detrás de su oreja con delicadeza, notando esa leve sonrisa que se formó en sus labios tan pronto su subconsciente lo detectó en medio de su descanso.
No entendía cómo su hija lo amaba con tanta pureza… Cuando él apenas lograba soportarse a sí mismo.
Y ni siquiera estaba seguro de qué sentía respecto a ella.
Una lágrima rodó por su mejilla al cerrar sus ojos, sintiéndose como el ser más miserable de la Tierra por poner en duda su amor por Himari y su calidad como padre.
Después de todo, era un omega.
Y los omegas debían amar a sus hijos.
Debían cuidarlos, protegerlos y quererlos. Debían de desvivirse y sacrificarse por cada una de sus crías, y siempre, pero siempre, mantener una sonrisa de satisfacción en el rostro.
Pero él…
Él no podía.
Tsunayoshi temía lo que la gente podría pensar de él por no cumplir con esas reglas sociales, de no estar siendo feliz por el simple hecho de ser papá.
Le pesaba ese estilo de vida tan agotador y que lo estaba matando lentamente.
Y si ya se odiaba a sí mismo, el sentimiento se incrementaba por no poder ser un padre amoroso o perfecto.
Y aunque quisiera acabar con todo eso, la idea de que la pequeña Himari se quedaría huérfana lo llenaba de angustia y tristeza.
Definitivamente era algo que no podía hacer. Su mamá la había abandonado antes de que naciera, ¿y ahora su papá también?
No.
Ella lo necesitaba.
Y, aunque no lo quisiera, ella era su responsabilidad y tenía qué hacerse cargo él solo.
Con esos sentimientos que lo dejaban en el abismo de la vulnerabilidad, se quedó dormido hasta que la alarma sonó más rápido de lo que él había calculado.
Y su rutina empezó a pesar de que su cuerpo le imploraba quedarse en cama hasta reponer todas las energías que le hacían falta.
Se dirigió a la cocina con evidente cansancio, escuchando en el corredor la voz de Nana y la de Himari saliendo del baño, ajenas al peligro que pudieron haber corrido al dejar la puerta abierta durante toda la noche.
El omega se movía por la cocina de forma casi automática, su mente comenzaba a tomar el control de sus pensamientos una vez más para desaparecerlo de la realidad, dejando en su lugar a un robot funcional.
— ¡Tu papá! —Himari lo abrazó de forma repentina. Había escapado de la mano de Nana mientras la guiaba a la habitación para vestirla, dejando un rastro de agua en el suelo.
Tsunayoshi bajó la mirada para verla, su toalla azul cubría parte de su rostro, y revolvió su cabello por encima de la tela.
—Ve a cambiarte —le ordenó con suavidad, dejándola irse de regreso con Nana, y volvió su atención al huevo que estaba quebrando.
Y sin poder evitarlo, sonrió ante la espontánea muestra de cariño de su hija.
Por desgracia, aquel sentimiento duró apenas unos segundos, pues rápidamente se reprochó por ser un mal padre con Himari, llenando sus ojos con lágrimas de culpabilidad.
—Oye, Tsu-kun —su mamá habló en voz alta, lo suficiente para que el mencionado pudiera escucharla a pesar de estar en diferentes lugares de la casa.
— ¿Qué pasa?
—Estuve hablando con el papá de Kyoko.
Tsunayoshi sintió que el cuchillo se le resbalaba de la mano ante las inesperadas palabras de su mamá, haciéndolo sentir nervioso por lo cerca que estuvo de causar un accidente.
Las palabras se quedaron flotando en el aire. Tsuna no quería saber lo que la mayor estaba por decirle, y Nana se estaba apresurando para vestir a Himari y terminar su revelación en la cocina, viendo a su hijo.
—Y dijo que no van a internar a Kyoko —continuó con sus noticias acerca de la ex pareja de Tsuna, terminando de ponerle la blusa a Himari bajo el marco de la puerta.
—Oh —el castaño continuó cortando fruta, incómodo por no saber qué decir o cómo reaccionar.
—Sí, al parecer todavía no es candidata para eso —continuó hablando la mujer, parecía no darse cuenta o ignorar brutalmente lo mucho que a su hijo le afectaba oír sobre Kyoko—. Pero van a cambiarle los medicamentos.
Asintió, en silencio. Cada golpe en la tabla era como un latido hueco. Como si todo su día dependiera de mantener ese ritmo, aunque ya no supiera por qué lo hacía.
—Tsu-kun, ¿no crees que deberías ir a verla al menos una vez? —insistió mientras cepillaba con delicadeza el cabello castaño de su querida nieta, procurando no estirar de más sus mechones para evitar que le doliera y le generara rechazo por peinarse—. Es la madre de tu hija, al fin y al cabo.
Tsunayoshi no respondió, no podía hacerlo con el nudo que se había atorado en su garganta.
A pesar de que Himari lo había rescatado de que sus pensamientos lo arrastraran hasta la zona más lejana de su mente, con lo que Nana había dicho fue más que suficiente para empujarlo hasta ese lugar.
Obligándolo a pensar otra vez en ella.
Desde el inicio de su relación hasta la actualidad, repasando cada momento que pasó a su lado.
Cada instante que se quedó grabado en lo más profundo de él.
Todos los detalles que su mente había tomado para sentir que había un lazo entre ambos a pesar de que ella nunca se atrevió a marcarlo de la única forma que le faltaba.
Tsuna pasó sus dedos por su cuello. No había nada, pero él sentía que había un todo que le estaba succionando la vida incrustado en ese lugar.
Varias lágrimas se juntaron en sus ojos mientras continuaba cortando la fruta, esperando que la sensación desapareciera antes de poder intentar cambiar de tema de conversación.
Y fue así que, una vez más, el omega no se dio cuenta de cómo el tiempo pasaba frente a sus ojos.
Repitiendo su rutina de manera automática, sin pensarlo, sin vivirlo realmente.
Era como si el único lugar donde podía estar a salvo de él mismo era en su trabajo, ese lugar que odiaba y debía mantener oculto de todo el mundo.
Sus pensamientos parecían esperarlo afuera de donde quiera que Reborn lo llevara, como si tampoco quisieran ser partícipes de lo que Tsuna hacía para poder mantener a flote a su pequeña familia.
Su cuerpo llegó al auto de Reborn a la hora marcada, aunque su mente seguía atrapada entre el sonido del cuchillo y las palabras de su madre.
Tsunayoshi bajó del auto, agradeciéndole a su padre por llevarlo hasta allá, y sacó su mochila de la cajuela, justo en el momento que recordó que quería hablar con él acerca de su compañero.
Por desgracia, tan pronto había cerrado la cajuela, Reborn aceleró sin despedirse de él como usualmente lo hacía.
El castaño hizo un leve gruñido, molesto, había olvidado por completo a Hibari, su nuevo compañero de limpieza.
Miró a los árboles, buscando con la mirada al alfa arrogante, y lo localizó en una de las ramas, vigilándolo con esos ojos grises que escondían más de lo que aparentaba.
—Veo que eres muy amigo del italiano —comentó, sin permitir que la sorpresa de haber sido descubierto antes de tiempo se mezclara en su voz.
El plan de Hibari era asustarlo, otra vez, queriendo jugar con él para hacerlo renunciar.
—Y yo veo que estás usando el uniforme —respondió sin vacilar, buscando un lugar donde pudiera esconder su mochila mientras revisaban y limpiaban el bosque a las afueras de la ciudad.
Hibari agrandó los ojos; a pesar de la oscuridad que los rodeaba, el omega se había dado cuenta de un detalle importante sin necesidad de verlo más de quince segundos.
Bajó del árbol en el que estaba, acercándose peligrosamente al contrario, y estaba a punto de tomarlo del cuello de su uniforme, pero se dio cuenta cómo Tsunayoshi había acertado en su deducción.
Su aroma a mentol se mantenía encerrado dentro de la ropa, dejándolo perfectamente oculto a las personas de su alrededor.
—Te cambiaste antes de venir —Hibari observó, divertido ante las precauciones que tomó después de lo de ayer, y se giró para adentrarse en el bosque, siendo seguido por su compañero.
—Lo siento, solo hago un espectáculo gratis por alfa —Tsuna se encogió de hombros, no estaba dispuesto a facilitarle las cosas a un alfa para atacarlo en un estado vulnerable.
Kyoya entrecerró los ojos ligeramente, su interés por él comenzaba a aumentar ligeramente por la osada respuesta.
Hibari pensó que, después de todo, Tsuna sí era un alfa con aroma a rayos. No había manera alguna en que un beta se arriesgara a ser tan impertinente con un alfa tan temible como él.
Chapter Text
Tsunayoshi estaba de rodillas sobre el lodo que se había formado después de lanzar agua con químicos para eliminar cualquier célula que se hubiera quedado en el césped o en la tierra, guardando una pieza de tela que se había quedado enganchada en una rama seca que salía del suelo en una bolsa de plástico.
Miraba con una mezcla de orgullo y arrepentimiento la zona impecable, como si hubiera regresado al tiempo antes de que una tragedia sucediera.
Sabía que le darían otra vez el bono por su “excelente desempeño”. Una recompensa por borrar los rastros que dejaba la delincuencia. Una recompensa por ser cómplice del silencio.
—Creo que es hora de irnos —habló en voz baja, dándole una sútil indicación a Hibari de que podían ir a la oficina a guardar las evidencias que llevaban en bolsas de plástico, y se sintió aliviado de que esta vez tendría más tiempo para dormir al llegar a casa.
Pero no hubo respuesta alguna.
Tsuna sabía que a su compañero le gustaba trabajar en silencio por lo que no le pareció extraño que no hubiese recibido una respuesta. Lo buscó con la mirada, pensando erróneamente que él seguía limpiando alguna área que a él se le hubiera pasado por alto, pero no era así.
Rápidamente se desplomó sobre el lodo, estirando su brazo para alcanzar la mochila que había dejado convenientemente cerca, y apagó la tenue luz de su lámpara para evitar ser visto entre la maleza.
Un resplandor mucho más brillante rozó las hojas del bosque, haciéndolo sudar frío por la idea de ser atrapado con demasiada evidencia incriminatoria en los bolsillos de su uniforme.
Ajustó con dificultad la capucha del uniforme y comenzó a arrastrarse con lentitud, buscando con la mirada a Hibari en un intento de advertirle que debía tener cuidado; por desgracia, al darse cuenta que él no estaba cerca, cayó en cuenta que su compañero había huído sin siquiera tomarse la molestia de advertirle sobre el peligro que se acercaba.
No pasó mucho tiempo para que un par de sirenas comenzaran a escucharse desde lo lejos y que las molestas e incandescentes luces azules y rojas bañaran gran parte del bosque, haciéndolo sentir sin escapatoria.
Sus manos temblaban al extenderse sobre el suelo húmedo, avanzando con lentitud y torpeza entre la maleza; su corazón latía a mil por hora y sus pensamientos pesimistas no lo dejaban concentrarse para buscar un escondite que le sirviera hasta que las patrullas se marcharan.
Tsuna y Hibari habían dejado la zona perfectamente limpia, la policía sería incapaz de encontrar una pista que les indicara lo que había pasado en el lugar antes de que aparecieran.
Sin embargo, la idea de ser atrapado lo aterraba demasiado.
El oficial no le iba a permitir inventarse cualquier excusa para dejarlo ir, simplemente lo subiría a la patrulla. Y las cosas empeorarían cuando se diera cuenta de toda la evidencia que llevaba con él en bolsas de plástico selladas al vacío.
Maldijo mentalmente a Hibari por dejarlo a su suerte, dándole más razones para solicitarle… No, para exigirle a Reborn un cambio de compañero o, en su defecto, volver a trabajar solo, tal y como lo había estado haciendo antes de que Hibari apareciera a arruinar todavía más su vida laboral.
Hibari estaba oculto entre unos arbustos, viendo con diversión cómo su compañero se percataba demasiado tarde de la presencia de la policía. No podía evitar sentirse satisfecho de verlo temblando, probablemente pensando en si sería capaz de mantenerse el suficiente tiempo oculto para evitar ser atrapado.
Desvió su atención a la patrulla al escuchar ladridos, observando al par de perros que acababan de bajar y esperaban con paciencia a que sus dueños soltaran las correas para comenzar a buscar.
Aunque le causaba una gran satisfacción ver el aprieto en el que Tsuna se podría meter si no se las ingeniaba pronto, no quería arruinar su diversión en el futuro cuando el hijo del jefe se enterara de que quién había sido el último recluta en integrarse a la empresa.
El alfa miró hacia atrás, divisando no muy lejos de ellos una pequeña caseta de vigilancia abandonada de una construcción que se canceló por la deforestación que se implicaba para llevar adelante el proyecto para un centro comercial, y volvió su atención al que seguía arrastrándose con una lentitud desesperante.
Esperó con paciencia, agudizando su oído para saber el momento exacto en el que las cadenas fueran soltadas para que los los perros quedaran libres, y sintió una gran irritación cuando Tsuna dejó de moverse, rindiéndose a lo que sea que el universo tuviera planeado para él.
Maldición, ¿pero qué clase de alfa era?
¿Se iba a rendir así nada más?
Tenía tantas ganas de dejarlo ahí. Si no podía ni arrastrarse con dignidad, tal vez merecía que lo atraparan y lo sacaran en la portada del periódico. Pero la idea de ver a Xanxus explotando de ira contra el italiano por haber contratado a un patético intento de alfa lo motivaba a querer ayudarlo.
Estaba a punto de salir por él, pero finalmente los perros habían sido soltados, añadiendo una capa de dificultad extra a su plan de permanecer ocultos hasta que la policía se marchara y obligándolo a mantenerse entre los arbustos.
Si tan solo pudiera agarrar a Tsuna para llevárselo a la caseta de vigilancia, podría darle vuelta a la situación sin problema alguno, garantizando salir victoriosos de ese encargo.
Justo cuando iba a arriesgarse por el idiota de su compañero, sintió algo moverse entre sus dedos, pescándolo de la pata antes de que pudiera huir.
Era un desafortunado sapo que buscaba bichos para cenar, pero para Hibari, era el anzuelo perfecto para distraer a esos perros.
El alfa esperó a que las luces no estuvieran sobre él para salir de su escondite y lanzar el sapo lo más alejado posible, provocando que cayera sobre un arbusto y los caninos fueran directamente a esa dirección.
No era fan de los anfibios, pero ese sapo acababa de ganarse su respeto.
Hibari no vaciló, tomó a Tsuna de la muñeca, obligándolo a levantarse, y comenzó a correr con pasos silenciosos hacia la caseta.
Forcejeó un par de veces antes de que la perilla se deshiciera en su mano, dándole acceso al lugar, y arrastró al castaño con él. No con rudeza, pero sin espacios para protestas.
Al ver que el castaño seguía procesando la situación, lo jaló al suelo con él para evitar que su silueta quedara visible a través de las polvorientas ventanas.
El corazón de Tsuna latía con fuerza, incapaz de procesar cómo hace un segundo se había rendido sobre el lodo y ahora estaba debajo de Hibari, su aroma a mentol siendo perceptible ya que la capucha de Hibari se había desacomodado apenas unos centímetros durante la huida.
—No te atrevas a hacer ruido —el alfa lo amenazó cuando notó el pánico en sus ojos, colocando una mano en sus labios y presionándolos con fuerza para enfatizar sus palabras.
Tsuna asintió en silencio, todavía en shock por el transcurso de los eventos.
Estaban demasiado cerca.
El aliento del alfa le rozaba la mejilla a pesar del uso del cubrebocas. Podía sentir el calor que emanaba Hibari a través del uniforme junto a la fuerza con la que lo mantenía debajo de él, y eso fue suficiente para disparar un recuerdo.
Uno que apretaba más fuerte que el cuerpo de Hibari: el recuerdo de Kyoko.
Tsunayoshi había pasado por días difíciles.
Demasiado difíciles pues lo único que le daba energías para seguir viviendo era cuando podía ir a la casa de Kyoko. Ahí no se sentía juzgado ni menospreciado, nadie lo miraba como si fuera la decepción familiar o si hubiera cometido el peor de los pecados.
Ahí toda la familia Sasagawa lo recibía con una sonrisa cálida y, aunque fuera porque dentro llevaba una cría de apenas tres meses, él sentía que era una especie de refugio donde podía esconderse de lo que su propia manada lo hacía sentir sin necesidad de usar palabras.
Kyoko lo llevó a su habitación, el único lugar en el que aparentemente la alfa podía estar con su pareja, y dejó que se acomodara en su cama mientras ella ponía cualquier cosa en el televisor.
El plan era estar ahí un rato antes de asistir al cumpleaños de uno de sus ex-compañeros de bachillerato.
Todavía había muchas cosas en las que ambos no se ponían de acuerdo, cosas que debían afinar antes de que Himari naciera.
—Kyoko —el omega habló, nervioso, y se hizo a un lado sobre la cama para hacerle un espacio a su amada, sintiéndose a gusto al tener su aroma a rosas con miel tan cerca y sentir su mano sobre la suya después de semanas sin haberse visto—, yo…
La castaña ladeó su cabeza hacia un lado, una pequeña sonrisa formándose en su rostro al detectar como el aroma a mandarinas de su pareja se volvía más dulce, más delicioso, y se relamió los labios sin siquiera disimularlo.
Parpadeó perplejo ante la reacción de la contraria, sabiendo lo que pasaría a continuación si no hablaba pronto, y retrocedió sobre la cama para que le diera tiempo de decir lo que tenía en mente desde que le contó a su familia sobre su embarazo.
— ¿Q-Qué tal si formamos un lazo? —tartamudeó, desviando su mirada con vergüenza por tener que ser él quien tuviera que proponer algo tan serio como dejarse marcar por una alfa, pero era la única salida que veía para dejar de sentirse como la decepción de su familia cada vez que veía sus rostros—. Ya vamos a tener un cachorro, ¿por qué esperar?
Al no recibir una respuesta pronto, Tsunayoshi alzó lentamente su mirada, solamente para encontrarse con el semblante serio de su pareja.
Sintió su corazón estrujarse al pensar que su propuesta la había molestado.
—Quiero esperar a que terminemos la universidad —lo rechazó.
Y dolió.
Dolió como si lo hubieran dejado caer del rascacielos más alto del mundo.
Dolió porque él ya no podía verse ni un segundo más viviendo sin formalizar el lazo que él creía firmemente que ya había entre los dos.
—E-Entiendo —murmuró débilmente, bajando la mirada con decepción para evitar que ella se diera cuenta de las lágrimas que amenazaban con salir, y se recuperó al pensar en la segunda alternativa: simplemente irse a vivir con ella—. Pero… ¿Sí vamos a vivir aquí los dos?
Kyoko arqueó una ceja al escuchar la repentina pregunta molesta y negó en silencio. A pesar de que sabía lo mal que el castaño la estaba pasando en su propio hogar, no tenía motivo alguno para permitir que se mudara con ella.
Ni siquiera por el hecho de que lo había embarazado para evitar que él terminara con la relación cuando notó algunos indicios sospechosos.
—Mi amor, ya pensaremos en eso cuando terminemos la universidad —le habló con calma fingida, no quería ponerlo de mal humor, y dejó su mano en uno de los muslos del contrario, dejando un rastro caliente en su piel mientras ascendía con lentitud tortuosa—. ¿Qué te parece si hacemos algo mejor que hablar de esas cosas?
Tsunayoshi tragó con dificultad e incomodidad, tratando de alejar su pierna de las manos de su pareja, y negó suavemente, queriendo retomar la conversación de antes.
—No… No quiero… —las palabras se hicieron más bajas conforme salían de sus labios, como quien acepta su sentencia y ruega en silencio de que su condena termine rápido.
— ¿Ah, no? —Kyoko susurró contra su oído, su respiración caliente rozando su mejilla, y se acercó para besar su cuello, subiéndose encima de él para que su peso lo mantuviera contra el colchón.
Tsunayoshi tembló, su cuerpo parecía estarlo traicionando ya que reaccionaba naturalmente a la cercanía indeseada de su pareja, y suspiró cuando las manos rápidas de la alfa subieron hasta encontrar lo que deseaba.
—Mírate, eres malo mintiendo —murmuró contra sus labios, besándolos con pasión desmedida, sin importarle nada más que su propio deseo—. No te atrevas a hacer ruido —subió el volumen del televisor con el control remoto y continuó besándolo, dejando sus manos marcadas no solo en su piel, sino también en su alma.
No era la primera vez que ella pasaba por encima de un “no”, pero aunque Tsuna insistiera con su respuesta, Kyoko le respondería con el doble hasta conseguir arrancarle un “sí”.
—Es tu culpa por provocarme así —la alfa comentó con sorna, comenzando a bajar el pantalón del contrario para poder satisfacerse antes que tuvieran que salir de casa.
Tsuna cerró los ojos, su cuerpo se estremecía y temblaba, pero su mente rogaba para que aquello se acabara pronto.
¿Pero realmente tenía sentido reclamar o llorar por eso?
Probablemente esa sería su vida de ahora en adelante.
El castaño tendría que ceder todavía más que en su noviazgo, al menos lo suficiente para evitar que ella se aburriera o que lo dejara.
Y aunque nadie le dijera nada, él había aceptado su destino en silencio y con el alma hecha pedazos.
Porque no era capaz de respirar si Kyoko no estaba a su lado, pero tampoco era lo suficientemente valiente para establecer un límite claro y hacerlo respetar.
—Parece que ya se fueron —Hibari acababa de asomarse por una de las ventanas opacas de la caseta, dejando de presionar el cuerpo de Tsunayoshi contra el suelo desde hace varios minutos.
El omega se incorporó con lentitud, como quien acaba de despertarse de la peor pesadilla de todas, hasta que quedó sentado en la superficie sucia, el sudor bajaba por su frente y sus mejillas estaban calientes, avergonzado del recuerdo que acababa de saltar a su mente. Sus manos temblaban y su corazón latía como un desquiciado.
El olor a mentol de Hibari le hizo darse cuenta que ya no estaba en esa habitación, pero su estómago seguía encogido de miedo. El nudo en la garganta hinchándose, como si quisiera obstruir el paso del aire.
Parpadeó, la persona a su lado no era Kyoko.
— ¿Qué carajos te pasa? —el alfa le preguntó cuando notó su mirada perdida sobre su rostro, como si la idea de que estuvieran a punto de ser atrapados hubiese sido más traumático para él de lo que había imaginado.
Tsunayoshi tuvo que tomarse un momento antes de responder, demasiado abrumado por ese recuerdo tan vívido que lo envolvió en un segundo solo para recordarle lo destrozado que estaba desde hace años, y llevó una mano a sus labios, tratando de ocultar el temblor de estos.
—Nada —dijo, en voz baja, como si le hubiera costado un infierno el solo pronunciar aquella simple palabra.
Hibari no preguntó más, pero su mirada se quedó más tiempo de lo normal en él. Y aunque no entendía qué era lo que había pasado por su mente, supo que no era nada.
Tsunayoshi bajó del taxi, era demasiado tarde, o demasiado temprano, para tomar el transporte público, y entró a su departamento haciendo uso de su llave.
Lo primero que hizo fue verificar que su madre estuviera dormida en la sala de estar, después se aseguró que Himari se encontrara en la cama y finalmente se dirigió al baño, colocando el pestillo después de encerrarse dentro.
Abrió la llave del lavamanos y dejó su mirada en la forma en la que el chorro de agua desaparecía por el desagüe, sus lágrimas comenzando a caer de sus finas pestañas hasta caer en el pequeño charco de agua que comenzaba a juntarse bajo él.
El vacío en su estómago que aquel recuerdo le dejó lo estaba empezando a consumir con rapidez, como si quisiera absorber todo a su paso.
Podía sentir con claridad esas manos sobre su cuerpo tembloroso, ardiendo con la misma intensidad con la que se habían tatuado en su piel. Su mirada borrosa se reconoció a sí mismo en el reflejo del espejo frente a él, odiándose por haber sido tan ingenuo.
Una de sus manos apretó su estómago, tratando de detener el vacío que se expandía en su interior, y la otra se dirigió a su cuello, sintiendo el lazo inexistente que lo mantenía anclado a su propio infierno.
Había sido un idiota, un estúpido y un imbecil.
Se había enamorado tanto de Kyoko que nunca se atrevió a dudar de ella, ni siquiera cuando lo hacía sentir como un objeto sin valor.
Le había cumplido cada uno de sus caprichos porque ella se lo había pedido.
“Accedió” incontables veces a tener relaciones con ella. Terminó su apreciada y gran amistad con Enma para que ella no estuviera celosa ni se sintiera insegura. Continuó con su embarazo no planeado a pesar de que lo último que quería era tener crías. Salió de su universidad soñada solamente para estar más cerca de la futura madre de su cachorra. Se quedó callado y aceptó la voluntad de ella por encima de la suya propia. Y nunca le reclamó que ella no estuviera presente durante el poco tiempo que estuvieron juntos durante su embarazo.
La había amado más que a sus propios sueños y sacrificó todo lo que lo hacía feliz con tal de pasar la eternidad a su lado.
¿Y todo para qué?
Para que le diera a entender de la forma más despiadada posible que todo ese tiempo que estuvieron juntos nunca había sido amor.
Tensó su agarré, clavando sus propias uñas en la piel mientras las lágrimas continuaban cayendo en silencio.
Y ahora estaba condenado a tener que cuidar a una niña que ni siquiera había querido tener desde un principio y había sido el resultado de uno de los ataques de lujuria de Kyoko.
Una cría que no disfrutó ni un solo segundo cuando la tenía en su vientre, creciendo con una odiosa lentitud.
Una cachorra que le vino a demostrar qué tanto podía odiarse a sí mismo todos los días de su vida.
Cerró el grifo cuando sus lágrimas dejaron de caer, estaba seco por tanto tiempo viéndose obligado a encerrarse en un lugar oscuro a llorar, y se sentó en el suelo del baño, derrotado.
El universo parecía estar obstinado en demostrarle qué tan horrible podía ser la vida cuando habías perdido la voluntad de vivirla.
Juntó sus rodillas contra su pecho, esperando a recuperarse de esa pequeña crisis antes de salir del baño e irse a dormir.
Y la rutina, volvió a repetirse.
Como si nada hubiera pasado. Como si su alma no estuviera hecha pedazos en el suelo de ese baño horas antes.
La alarma sonando.
Tsunayoshi levantándose cuando su cuerpo ya no daba para más, haciendo el desayuno y el lonche de Himari mientras ella se duchaba.
Nana en la cocina, peinando a su nieta mientras ella desayunaba.
—Tsu-kun —la mujer habló, y su hijo se estremeció.
Si iba a decirle algo más sobre Kyoko, no estaba seguro de poder seguir fingiendo indiferencia.
—Me preocupa mucho esta niña —comenzó, el agarre de Tsuna en el cuchillo se tensó—. No quiero sonar Insistente, pero es la madre de Himari —amarró el largo cabello de la pequeña con una liga—. Y Himari la va a necesitar algún día, ¿no deberías de ver por Kyoko en ese sentido?
Tsunayoshi se mordió la lengua para evitar derrumbarse frente a su mamá, los cortes en la fruta comenzaron a ser más lentos y temblorosos, pues su mirada borrosa por las lágrimas no le permitían enfocar con claridad lo que estaba haciendo.
—Estoy muy cansado, má —contestó por primera vez desde hace mucho tiempo, haciendo un monumental esfuerzo para que sus palabras no se escucharan quebradas ni se quedaran atoradas en su garganta—. No me siento bien para ir con ella…
—Pero, Tsu-kun —objetó antes de que el castaño pudiera terminar con su frase, sin darse cuenta o ignorando cruelmente el llamado de auxilio de su propio hijo—, tú estás bien. Eres fuerte y tienes a Himari a tu lado. Pero, Kyoko… Pobrecita… Está sufriendo mucho y te necesita.
Finalmente, las palabras volvieron a estancarse en su garganta.
Otra vez… otra vez era él quien debía ceder, aunque tuviera el alma rota. Porque ella “también sufría”.
Recordó por qué ya no discutía con su mamá acerca de hablar con Kyoko otra vez o no.
Cada vez que quería contarle lo pésimo que se sentía, ella le respondía que Kyoko también la estaba pasando mal o incluso peor. Como si fuera una competencia que él no podía ganar.
Aprovechó que Himari sacó a Nana de la cocina para que le ayudara a lavarse los dientes para soltar más lágrimas silenciosas.
¿Realmente estaba siendo egoísta por negarse a “ayudar” a Kyoko en el supuesto estado en el que se encontraba?
¿O por primera vez en su vida se estaba defendiendo de ella y las secuelas que había sembrado profundamente en su interior?
Chapter Text
—Buenas tardes, Sawada-san —la maestra que ya lo esperaba en la puerta principal del colegio le dedicó una amplia sonrisa, haciéndole una seña a la pequeña para que se acercara.
Himari caminó hacia ambos adultos, pero no por la indicación de la mayor, sino porque había divisado a su padre y comprendió que ya era hora de irse.
—Hola, Ari —Tsunayoshi la saludó cuando se puso a su lado, estirando su mano para que la pequeña la tomara, y alzó su mirada para ver a I-pin, la maestra de aroma a té verde—. Muchas gracias. ¿Cómo le fue a Himari hoy?
—Himari-chan logró jugar muy bien con sus compañeritos —comentó con una sonrisa, se notaba que disfrutaba de su profesión, y se agachó para quedar a la altura de la pequeña, buscando un moretón que se había hecho—. Una de las niñas del otro salón le pegó durante la hora de recreo.
— ¿Qué? —parpadeó perplejo, examinando el rostro de su cachorra en busca del moretón que la maestra le había señalado, y se sintió ligeramente molesto al ver la mancha morada en su piel blanca—. ¿Por qué? ¿Cómo pasó?
El omega no quería echarle la culpa rápidamente, pero se sentía impotente de que él se estuviera matando para que su hija fuera a una buena institución como para que salieran con estas cosas que precisamente quería evitar.
—No estoy segura… —I-pin murmuró, volviendo a su altura de siempre, y dejó una de sus manos sobre su propia mejilla mientras observaba a la castaña—. Quizás sea por la casta. Siento que Seiko trata de intimidar a Himari-chan para establecer el rango entre alfas.
Tsunayoshi bajó la mirada hacia su hija, su estómago removiéndose dolorosamente cuando la maestra le recordó sin querer la casta a la que intentaba criar por sí mismo.
—De cualquier forma, le pido una disculpa, Sawada-san —la mujer hizo una reverencia, sabía que lo último que querían saber sus padres era que sus hijos habían tenido cualquier tipo de daño dentro de las instalaciones del colegio—. Trataré de que Himari-chan pase el recreo en una zona de juegos diferente a la de Seiko.
Asintió, aunque no creía que fuera una solución para esto, y se despidió de I-pin para comenzar a caminar de la mano con su pequeña hija alfa.
No estaba a favor de la violencia y dudaba que Himari fuera capaz de marcar su territorio como era natural en los de su casta debido a su condición, así que no se sentía seguro de cómo ayudarla.
Apretó su mano con fuerza, quizás con más de la necesaria, pero no quería descuidarse y que Himari se zafara para irse corriendo a ver algo que le pudiera llamar la atención.
Himari, acostumbrada a la fuerza de su papá, no se quejó ni forcejeó como veces anteriores, demasiado ocupada mirando a los autos pasar y a las palomas volar cuando se le acercaban demasiado a una.
—Policía —la pequeña soltó de pronto cuando, en el suelo, vio una billetera olvidada.
Tsunayoshi salió de sus pensamientos ante la repentina observación de Himari y asintió con suavidad, dándole la razón a su hija.
—Sí, Ari, cuando encontramos una billetera, hay que ir con la policía. Tienes razón —la felicitó con un tono suave, permitiendo que ella fuera quien agarrara la cartera, y buscó con la mirada la estación de policía más cercana.
— ¡Por acá! —Himari comenzó a caminar sin esperar a que Tsuna decidiera qué camino tomar, llevando al mayor con ella.
Al llegar a la estación, la pequeña entró con una sonrisa imposible de borrar, y miró a su alrededor, como si acabara de entrar a un mundo nuevo.
El aroma lo golpeó como una ola helada: mentol, potente, penetrante. Su cuerpo se tensó antes incluso de identificar a quién pertenecía. La mano con la que sostenía la de Himari sudaba frío. No había nadie en recepción… pero él lo sabía. Estaba cerca.
—Bah —el mayor se encogió de hombros, tratando de no ponerse nervioso por saber perfectamente quién estaba cerca, y le dio una suave palmada a la superficie de una de las barras—, no hay policías. Deja la cartera y…
Antes de que el omega pudiera terminar de hablar, la puerta detrás del mostrador se deslizó y salió un hombre uniformado, soprendiéndose sin que fuera evidente al ver el dueño del aroma a críticos podridos que le daba dolor de cabeza.
— ¡Policía! —Himari señaló a Kyoya emocionada y se soltó de la mano de Tsunayoshi para acercarse a él y entregarle la billetera en la mano.
Hibari tomó la cartera por reflejo, pero su mirada seguía en el rostro atónito del castaño, y bajó hasta la pequeña quien le acababa de entregar el objeto perdido.
—Voy a necesitar que…
—Sí… Lo sé —Tsuna lo interrumpió, nervioso de pasar más tiempo en la estación de policía junto a su compañero de su trabajo nocturno, y se acercó al mostrador para tomar una pluma y comenzar a rellenar un formulario.
—Si le dices algo a alguien, estás muerto —Hibari se inclinó también, lo suficiente para que el contrario fuera el único en escuchar su amenaza, y se apartó al recordar la presencia de la pequeña, buscando el bote de paletitas que le solían dar a niños perdidos o los que hacían una buena acción.
Se agachó detrás del mostrador al ver que su compañero había dejado en el último nivel de la estructura, y, cuando finalmente se hizo con una de las golosinas, se incorporó únicamente para ver la puerta cerrándose por sí sola.
Kyoya apretó el caramelo con fuerza e impotencia, no podía creer lo descuidado que había sido por haber permitido que alguien tan idiota como Tsuna lo descubriera, y leyó los datos con los que el contrario había llenado el formulario en caso de que nadie se presentara por la cartera.
Ahí estaban sus datos personales, pero seguramente eran falsos.
Y bajó la mirada para ver la paletita en su mano, ese idiota tenía una hija.
Tsunayoshi continuó caminando con paso veloz, llevando a Himari en brazos, y miró hacia atrás antes de cruzar la calle que lo acercaba a su zona departamental, aliviado de que el alfa de aroma a mentol no lo estuviera siguiendo.
Dejó a Himari de nuevo en el suelo cuando sintió que ninguno de los dos corría peligro, pero eso explicaba por qué se le había hecho tan familiar Hibari cuando lo vio por primera vez.
El problema que se le presentaba ahora era que desconocía para quién trabajaba realmente Hibari Kyoya.
Abrió la puerta de su departamento, dejando que Himari corriera a quitarse el molesto uniforme y sacara todos juguetes para acomodarlos en líneas rectas, y cerró la puerta con seguro.
El estómago del omega comenzó a doler ante la incertidumbre de si Hibari era un infiltrado de Vongola o de la policía. Y el dolor empeoró cuando recordó que había puesto sus datos reales en el formulario que había llenado antes de salir huyendo de ahí.
—Eres un idiota, Tsuna —se reprochó a sí mismo, quitándose los zapatos en la entrada, y se dirigió a la cocina para servir la comida que ya había hecho antes de que fuera hora de recoger a Himari al colegio.
Mientras calentaba la comida, la pequeña apareció con una pomada en sus manos.
—Sana, sana —le murmuró mientras frotaba con delicadeza el golpe que había recibido de la otra niña, haciendo que los pensamientos respecto a Hibari se esfumaran como humo.
—Ah… Es cierto —Tsunayoshi tomó el frasco con delicadeza, guiando a su hija a una de las sillas de madera, y tomó una generosa cantidad de pomada para extenderla suavemente sobre la zona dañada en el rostro de Himari.
Al evaluar mejor el moretón, comenzó a pensar que no podría ayudarle a su cachorra cómo le gustaría.
Él no tenía la menor idea sobre el comportamiento alfa y ese instinto estúpido de querer marcar territorio aún en espacios públicos, aunque sabía que esas ideas iban perdiendo fuerza con el paso del tiempo y una buena educación, pero ahora era muy pronto para que Himari entendiera lo que ocurría.
— ¿Ya no te duele? —preguntó el mayor al terminar de aplicar la pomada, cerrando el frasco para dejarlo sobre la mesa.
—Gracias —Himari le respondió sin hacer caso a lo que él le había preguntado y volvió a sus juguetes, creyendo que la curación de su padre sería suficiente para disipar el dolor aún latente.
Tsunayoshi hizo un profundo suspiro mientras tomaba la lonchera de su hija y sacaba los recipientes intactos, con la misma cantidad de comida con la que había salido de casa.
Las palabras de su madre acerca de que Himari iba a necesitar a Kyoko hicieron eco en su mente, dándole la razón en contra de su voluntad.
Su mano se dirigió rápidamente a su celular en el bolsillo trasero de su pantalón, desbloqueándolo en un instante gracias a la huella de su dedo pulgar.
El nombre de Kyoko seguía guardado en sus contactos, como una herida sin cerrar. Sin apellidos, sin apodos, sin emojis. Solo su nombre.
Tsunayoshi dudó por varios minutos si escribirle. Tal vez algo sencillo.
¿Estás bien?
¿Has comido?
O simplemente “Hola”.
Pero ninguna palabra parecía la correcta. Ninguna le hacía sentir menos culpable o más en paz.
Al final, solo apagó la pantalla y dejó el celular sobre la mesa.
Había sobrevivido más de cinco años sin ella y no sería él quien le suplicara su ayuda en un momento así.
Tsunayoshi pensó que la mejor solución para aquel problema era hablarlo con los alfas que conocía, escuchando sus anécdotas y viendo la manera en cómo podría convertirlos en consejos para su hija.
Quién sabe, incluso le podría pagar a Reborn por un poco de su ayuda, aunque aquello acabaría completamente con sus pocos ahorros.
Pero en ese punto, prefería perder dinero a perder lo último que le quedaba de amor propio y dignidad.
Tsunayoshi observaba a través de la ventana del automóvil de Reborn, sus pensamientos empalmándose uno sobre otro como siempre mientras la radio llenaba el vacío en el que el auto estaba inundado.
—Mi nieta… —Reborn comenzó a hablar, logrando sacar al menor de ese lugar en el que parecía encerrarse cada vez que tenía oportunidad, y aprovechó un alto para encender un cigarro; a pesar del tiempo que llevaba conociendo de nuevo a Tsuna, todavía era complicado saber cómo iniciar una conversación con él—. ¿Cómo está?
No pudo evitar hacer un pequeño sobresalto ante la inesperada pregunta del contrario, como si le acabara de leer la mente, y buscó bajar el vidrio de su ventana para que el aire fresco de la noche entrara y se llevara el olor a tabaco.
—Bien, ha estado progresando de maravilla en sus terapias —comentó sin querer darle muchos detalles, todavía no sabía cómo manejar la condición de su hija sin que se escuchara que la estaba dando por perdido o que no era consciente del significado del espectro autismo en toda la extensión de la oración—. Aunque creo que hay un problema…
Reborn arqueó una ceja al escuchar como el volumen de la voz de Tsuna bajaba levemente, le dio una calada a su cigarro ante el silencio que surgió entre ambos y exhaló el humo hacia su ventana.
—Si esa perra decidió aparecer, te juro que…
—N-No se trata de Kyoko —lo interrumpió rápidamente, nervioso de lo que pudiera hacer si él se molestaba teniendo una mano en el volante.
Aunque el italiano de aroma a café no supiera todos los detalles, sabía que Tsuna había sido abandonado en medio de su embarazo, haciendo hervir su sangre por la alfa que desprestigiaba su casta.
Reborn se calmó un poco, pero la mano con la que sujetaba el volante apretó su agarre con fuerza.
—Tienes mi número, ¿verdad? —preguntó antes de volver a echar humo por la boca, apagando el cigarrillo en el cenicero de su auto, y se concentró en el camino, cambiando el alcance de sus luces para no atropellar a algún animal—. ¿Qué hay de los grupos que están dispuestos a hacerte un favor? ¿Tienes sus contactos?
—Papá, no voy a mandar a que desaparezcan a Kyoko —Tsunayoshi suspiró profundamente, colocándose la capucha de su uniforme, y sacó un cubrebocas limpio de su mochila—. Tú no mandaste a que desaparecieran a mamá a pesar de que te puso una orden de alejamiento y se quedó conmigo y Dino.
—Tch —chasqueó la lengua con irritación, el joven seguía siendo demasiado blando para su gusto, pero aceptó su derrota—. Como quieras.
El silencio volvió a reinar en el interior del auto hasta que su padre soltó un:
— ¿Qué hay con Himari?
— ¿Eh?
—Dijiste que había un problema —le dedicó una mirada seria, disimulando la preocupación que sentía de que la pequeña pudiera estar en apuros—. ¿Himari necesita algo?
Muchas cosas, en realidad, pero Tsunayoshi solo tenía una cosa en la mente.
—Creo que una niña alfa de su escuela la está intimidando —murmuró, sin saber si era algo pronto para dar por hecho esta situación. Quizás podría ser una confusión y las cosas no eran como él imaginaba.
Reborn frunció el ceño ante la noticia, la preocupación en su rostro dejó comenzó a ser notable.
— ¿Cómo se llama la niña? ¿Quiénes son sus papás? —exigió saber en el momento que se detuvo frente a un parque de diversiones abandonado.
—Ah, qué pesado eres —Tsuna se quejó mientras se ponía el cubrebocas, dándole una pequeña mirada de advertencia—. Sé que eres el abuelo de Himari, pero no dejaré que le des el susto de su vida a esa otra niña.
Reborn frunció todavía más el ceño, si es que eso era posible.
— ¿Y qué se supone que haga? ¿Que me quede con los brazos cruzados sin hacer nada? Eso mismo hice en el divorcio con Nana y mira lo que resultó.
El castaño bajó del auto, pero mantuvo la puerta abierta para contestar la pregunta del contrario.
—Solo necesito un consejo, es todo —puntualizó, negándose a seguir las sádicas soluciones del mayor.
—Himari necesita aprender a defenderse.
—No estoy de acuerdo con la violencia.
Reborn resopló, poniendo los ojos en blanco.
—Los alfas no solo somos fuertes —comenzó a explicarle—. También somos más astutos que el resto. Y, admitámoslo, jodidamente carismáticos. Encuentra qué tiene Himari de eso. Y explótalo
Tsunayoshi se quedó callado, analizando las palabras que su padre acababa de decir, y asintió en silencio, cerrando la puerta del auto.
Justo cuando recordó lo de Hibari en la estación de policía, se dio media vuelta solamente para ver como el auto arrancaba sin vacilar, como si tuviera el tiempo contado para desaparecer en la oscuridad.
El coche de Reborn desapareció entre las sombras, dejando a Tsuna parcialmente solo, pero con la certeza de que sabía algo que nunca debió descubrir.
El omega suspiró con resignación, tendría que dejar todos los pendientes del trabajo para mañana, el único día en el que se dedica a la administración de los encargos que ha tenido que cumplir a lo largo de la semana.
Mientras se adentraba en el parque, pasando de largo por las viejas atracciones que alguna vez le dieron diversión a la gente, trató de mantenerse en alerta.
No sabía cómo iba a reaccionar su compañero cuando lo viera, sobre todo después de haber descubierto que trabajaba en la policía.
Lo que sí daba por hecho, era que lo volvería a amenazar para que no abriera la boca. Y aunque odiaba tener que aceptar, lo haría para no poner en más riesgo a Himari.
El castaño se quedó de pie frente a una noria oxidada, las pocas góndolas que todavía estaban sujetas a la estructura se balanceaban suavemente con el aire, el rechinido que emitían era como una advertencia de que pronto se caerían.
Sacó su celular para verificar cuál era el área exacta a la que debía de ir y, tras leer el mensaje en su buzón, alzó la mirada para buscar el teatro del parque.
—Llegas tarde —Tsuna comentó mientras guardaba el teléfono en su mochila, dando media vuelta para enfrentar a Hibari, quien quería sorprenderlo desde atrás.
Kyoya sintió su párpado temblar por el hecho de que fuera descubierto antes de tiempo, incluso cuando su aroma estaba atrapado bajo el uniforme y sus pasos eran tan silenciosos como el aire.
Sin embargo, esto no le impedía hacer lo que tenía en mente.
Lo tomó del cuello, con firmeza mas no con fuerza, queriendo remarcarle que él era el jefe entre ellos dos.
Tsunayoshi frunció el ceño, una parte de él se sentía nerviosa por la repentina agresión, y, en un intento de liberarse, apretó con ambas manos la muñeca con la que Hibari lo sujetaba, sus uñas clavándose en su piel sobre la tela del uniforme.
— ¿Qué demonios te pasa? —el omega alcanzó a gruñir con esfuerzo. Hibari nunca apretó su agarre como para dejarlo sin aire, pero el pánico de Tsuna lo hacía sentir como si lo estuviera haciendo.
—Escúchame bien, pequeño intento de alfa —se acercó a su oído, sin soltarlo—. Llevo cinco años en Vongola y no voy a permitir que lo arruines.
Tsunayoshi intentó calmarse, pero su cuerpo temblaba, y movió la cabeza en un intento de quitarse la capucha y respirar aire fresco.
Hibari se alejó lo suficiente para verlo y comenzó a impacientarse de que los ojos del castaño no reflejaban miedo. Sabía que estaba aterrado por los temblores que podía percibir en la palma de su mano, pero le molestaba que en sus ojos solo hubiera un destello de desafío.
Tensó su agarre, decidido en borrar esa estúpida expresión de su rostro, y agregó su otra mano al sentirlo forcejear.
Durante sus desesperados intentos por zafarse, desacomodó su uniforme, el aroma a mandarinas putrefactas llegó a la nariz del alfa.
Y, como si de magia se tratara, lo soltó.
No entendía por qué esa fragancia lo hacía sentir incómodo, incluso podría atreverse a decir que le resultaba triste, y eso lo enfureció más.
Tsunayoshi se quedó en el suelo, respirando con dificultad, y agrandó los ojos cuando Kyoya lo tomó de la barbilla para hacer que lo mirara.
— ¿Lo entiendes?
El omega, con sus ojos vidriosos pero reteniendo las lágrimas para evitar llorar frente a él, asintió en silencio.
Hibari se apartó, pero no se sentía satisfecho.
De hecho, por primera vez en su vida, se sentía culpable, casi miserable.
Sin hacer caso a la chispa de remordimiento que había aparecido en su interior, se dio la media vuelta y comenzó a caminar hacia el teatro.
—Por cierto —detuvo su andar, añadiendo un tono de amenaza extra en su voz, pero en el fondo no quería decirlo en realidad—, tu hija se parece mucho a ti.
Tsunayoshi se quedó paralizado en el suelo, sintiendo su sangre hervir tan pronto Himari salió a la conversación, y se levantó con una lentitud calculada.
—No… —vaciló, teniendo que apretar sus puños con fuerza para no acobardarse frente a él—. Con ella no te vas a meter.
Y, lo que sucedió a continuación, fue como si hubiera pasado en cámara rápida.
El que Hibari se hubiera tomado el atrevimiento de mencionar a su cachorra fue como una inyección de adrenalina.
La mente de ambos ni siquiera había terminado de procesar la situación para cuando vieron gotas de sangre en el suelo.
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Hibari Kyoya sintió algo cálido saliendo de una de sus fosas nasales, el líquido rojo bajó por sus labios hasta caer al suelo, provocando que tuviera que usar la punta de sus dedos para comprobar que aquello no se trataba de otra cosa más que sangre.
Había recibido un puñetazo en la nariz cuando se giró al escuchar los pasos de Tsunayoshi acercándose, sin darle tiempo para reaccionar.
El alfa miró con cierta sorpresa mezclada con incredulidad al contrario quien lo observaba de forma amenazante, como si estuviera dispuesto a pelear ahí mismo con él.
Y antes de devolver el ataque, sumergiéndose en una batalla en la que Vongola podría despedirlo por ser un empleado problemático, se resignó a quedarse ahí, pero con la frente en alto.
—No vuelvas a mencionar a mi hija —Tsunayoshi le repitió con firmeza, su instinto paternal saliendo a flote a pesar de todas las dudas que cargaba en su día a día, y comenzó a bajar los puños con lentitud al ver que el contrario no parecía que iba a contraatacar.
Kyoya apretó sus manos, pero su silencio hablaba más fuerte que un rugido. Las suposiciones que había hecho sobre Tsuna comenzaban a tambalearse, nunca antes había conocido a un alfa que defendiera de esa manera a uno de sus cachorros.
Los segundos pasaron hasta que finalmente la tensión entre ambos desapareció, dejándolos pensar con claridad.
Hibari volvió a encaminarse al teatro, sintiendo como su orgullo acabase de ser herido, pero incapaz de tomar venganza por dos razones: que la consecuencia de sus actos era ser despedido de Vongola y que el estúpido y desagradable aroma de Tsuna actuaba como un escudo efectivo contra su ira.
El castaño se tomó un tiempo más antes de seguirlo, sus manos temblaban cuando cayó en cuenta que acababa de golpear a un alfa.
Y no a cualquier alfa.
Estaba seguro que había firmado su sentencia de muerte, pasó una mano por su frente con preocupación, recogiendo las gotas de sudor frío que comenzaron a bajar tan pronto perdió la atención de Kyoya.
Durante el resto del turno, ninguno de los dos se atrevió a dirigirse la palabra.
Hibari estaba molesto, no podía darse el lujo de cobrar venganza y poner en riesgo el duro trabajo que había estado haciendo durante esos cinco largos años. Y Tsuna sentía que cualquier cosa que dijera, podría empeorar todavía más la situación, si es que eso era posible.
De cualquier manera, intentó no preocuparse mucho por eso.
Mañana hablaría con su padre acerca de cambiar de compañero o regresar a trabajar solo como lo había estado haciendo desde que ingresó a Vongola.
Abrió la puerta de su departamento, agotado, y dejó su mochila en el suelo de manera descuidada, lo único que tenía en mente era acostarse junto a Himari y dormir lo que restaba de la noche.
Gracias al silencio tenso entre ambos, terminaron la limpieza de ese día más rápido de lo habitual.
El castaño cruzó por enfrente de la sala de estar, notando de reojo el brilló de la pantalla del televisor, y se detuvo para observar a su madre en el teléfono, su estómago se revolvió al saber lo que aquello significaba.
—Tsu-kun, buenas noches —le dedicó una amplia sonrisa al verlo, haciéndole una seña para que se le acercara.
Vaciló, observando con desesperanza la puerta de la habitación, pero aún así se acercó a su madre en silencio, la incomodidad comenzando a ser notoria en su rostro.
—El papá de Kyoko quiere ver a Himari —Nana le soltó la bomba, ocasionando que el menor se sentara lentamente en la silla de madera que había frente a ella—. Le dije que podía verla mañana en la tarde, antes de que vayas al trabajo, ¿quieres que le envíe la dirección del departamento? Creo que no saben que ya vives aquí.
Tsunayoshi sintió sofocarse ante la información de su madre, aquella situación se sentía peor que cuando Hibari lo agarró del cuello para amenazarlo.
El corazón se le fue a la garganta. La silla se sintió más estrecha. La habitación más pequeña.
Nana no solo había aceptado por él una visita que claramente no quería tener, sino también parecía estar dispuesta a compartir información que no pretendía darle a la familia Sasagawa.
Al menos no todavía.
—No… —murmuró, pensando en qué decir para que su madre lo tomara en cuenta por esta ocasión, pero no tenía excusa alguna. Prefería ser honesto, al menos parcialmente—. No creo que sea buena idea… Quiero decir, mira, ni siquiera tengo espacio suficiente por si llegan a venir los dos papás y el hermano de Ky… Kyoko. A-Además, no me sentiría cómodo que supieran que estoy viviendo aquí con Himari.
Nana pensó seriamente en las palabras del contrario, concordó con él sobre el hecho de que la sala de estar era un lugar pequeño en el remoto caso que casi toda la familia quisiera visitar a la pequeña, aunque no encontraba ningún problema de que ellos supieran que Tsunayoshi se había ido de casa hace meses.
— ¿Entonces le digo que sea en mi casa? —preguntó con curiosidad.
—Sí —respondió con dificultad.
En realidad, prefería rechazar la solicitud y no ver jamás a esa familia.
Por desgracia, su mamá no se lo permitiría.
Nana estaba aferrada a la idea de que eran familia y estaban en todo su derecho en ver a Himari cuando quisieran sin importar lo que había pasado entre Kyoko y su hijo.
Y sí, tal vez ella tenía razón.
Pero la paz mental de Tsuna sufría con cada una de esas indeseadas visitas donde tenía que forzar una expresión neutral mientras el padre de Kyoko hablaba sobre ella, como si no existiera otro tema de conversación.
—Perfecto, pero vas a tener que limpiar —comentó la mayor—. Tu padre llegó hace un par de días a la casa —agregó, explicando el motivo del por qué el lugar estaba sucio—. Por cierto, no lo has ido a saludar y tampoco has llevado a Himari.
—Querrás decir: padrastro —la corrigió sútilmente mientras comenzaba a desabotonar su camisa con movimientos lentos—. Además, si él quisiera ver a Himari, vendría a visitarnos.
—No seas grosero, es tu papá —Nana lo reprendió con suavidad, colocando sus manos en su cintura—. Él vio por ti, te cuidó y te alimentó.
Tsunayoshi entrecerró los ojos.
Tenía muchas razones para demostrar que Iemitsu no se acercaba ni un poco a tener el título de padre.
—Bien… Mañana iré a limpiar —accedió sin querer prolongar más la discusión, yendo a la cama para descansar.
Se metió bajo la ligera cobija que había sobre el colchón, encontrando al pequeño cuerpo de su hija descansando en completa paz y tranquilidad, ajena a las amenazas que su padre intentaba alejar de ella antes de que fuera demasiado tarde para hacer algo.
Cerró los ojos, sus pensamientos comenzando a arrastrarlo una vez más a ese oscuro lugar en su mente, pero sintió los delgados brazos de Himari intentar rodearlo, dándole un reconfortante abrazo que lo salvó de la pesadumbre.
—Tu papá… —murmuró la pequeña, pensando que aquella era la forma correcta de referirse a Tsuna ya que Nana siempre le dice “despídete de tu papá, dile a tu papá”, entre otras frases que terminaban de la misma manera.
El omega sintió una pequeña lágrima bajar por su mejilla, sintiéndose patético por tener que ser reconfortado por una niña que ni siquiera entendía el mundo que la rodeaba, pero a la vez tan afortunado.
Y como cada noche, el amor y el odio hacia Himari volvían a debatirse en su interior, en una batalla silenciosa que aún no sabía cuál de las dos emociones iba a ganar.
— ¿Casita? —Himari preguntó, aunque parecía más una súplica por el tono de voz que había usado, y miró hacia la esquina en la que solían dar vuelta para ir al departamento cuando Tsuna pasaba por ella al colegio.
—No, Ari, vamos a la casa de tu abuela —le explicó el mayor, con los ánimos por el suelo.
La pequeña respondió con un triste “awww”.
Si había algo que odiaba más que su trabajo en Vongola, probablemente era tener que soportar la no grata compañía de la familia de Kyoko.
El castaño jamás había pensado en usar los favores que los clientes de la empresa le ofrecían por su desempeño inigualable, pero la idea sonaba tentadora cuando se trataba de los Sasagawa.
Era cierto que, en el pasado, había tenido un increíble afecto por la familia, sobre todo con el padre omega de Kyoko, pero ahora era todo lo contrario.
Le incomodaba demasiado tener que estar con ellos, limitado a observar cómo intentaban darle un poco de afecto a Himari mientras ella lloraba o trataba de esconderse de los desconocidos, aferrándose de las piernas de su padre y sintiendo traición cada vez que él la acercaba a la otra familia.
No porque Tsuna quisiera, sino porque eso era lo que ellos querían a pesar de la clara inconformidad de Himari.
—Aquí tengo tus juguetes —el castaño le mostró una bolsa que llevaba en la mano, agitándola suavemente para que la pequeña pudiera escuchar el plástico golpeando contra sí.
Su rostro se iluminó casi de inmediato.
Tsuna bajó la mirada, sus nudillos seguían rojos por el golpe que le había acertado a Hibari en la nariz, y después miró a Himari, tratando de consolarse a sí mismo que el alfa merecía aquella advertencia.
Pero aún así, no podía evitar sentir remordimiento. Después de todo, Kyoya lo había rescatado en el bosque para que la policía no lo encontrara cargando con todas las evidencias que lo podrían convertir en el autor del crimen.
Y, si realmente era un oficial, no lo había arrestado por ser un miembro de Vongola tan pronto se encontraron en la estación de policías por casualidad.
De alguna manera, sentía que debía disculparse. Su instinto paternal se activó por sí mismo a pesar de no estar a favor de la violencia como un método para solucionar las cosas.
Cuando menos lo pensó, ya estaba frente a la puerta de su antiguo hogar. Dudó en si debía simplemente abrir o debía tocar la puerta antes.
Sin embargo, la puerta se abrió tan pronto los pies de Tsuna se plantaron sobre el tapete de bienvenida.
— ¡Hi-chan! —Lambo fue quien les dio acceso a la casa cuando, por la ventana, notó la presencia de su pequeña sobrina, cargándola mientras la abrazaba con fuerza—. ¿Cómo has estado, pequeña? ¿Tu papá sigue igual de gruñón?
Tsunayoshi rodó los ojos ante la última pregunta del contrario, pero no cedió a la provocación de su medio hermano.
—Hola, Lambo, ¿dónde está mamá? —preguntó al atravesar la entrada principal, asegurando la puerta para evitar que Himari se saliera por su propia cuenta cuando la perdían de vista.
—Fue de compras con papá —el menor de aroma a caramelos de uva lo guió hasta la sala de estar, había latas de cerveza por doquier y cáscaras de cacahuate regadas por casi todas partes.
Era como la huella personal de Iemitsu.
— ¿Cómo han estado? ¿Qué tal Dino? —Tsunayoshi le entregó la bolsa de juguetes a Himari, quien rápidamente fue a la habitación que solía compartir con su padre en esa casa para comenzar a jugar.
—Todo bien… Pero Dino está desesperado —Lambo soltó de pronto, tomando asiento en uno de los sofás mientras observaba al mayor limpiar el desastre que había desde que su papá llegó del extranjero—. El alfa con el que salía resultó que tenía otro omega.
El castaño hizo una mueca de desagrado ante la noticia. Su hermano mayor parecía tener una peor suerte para el amor que él mismo.
— ¿Y qué hay de ti?
—No mucho… Empecé a conocer a una beta un poco mayor, pero a papá no le agrada la idea —sacó su celular, decidido a perder el tiempo en redes sociales en lugar de ofrecerle ayuda al contrario—. Papá no quiere que me pase lo que a ti, me dijo que dejaría de pagar mi universidad si salía con mis pendejadas.
Tsunayoshi no pudo evitar apretar una lata con fuerza cuando escuchó las palabras de su medio hermano, sintiendo un nudo en la garganta que le impidió hablar de inmediato.
Iemitsu no pagaba la escuela de Lambo, era el pobre castaño quien tenía que apoyar a su madre en ese aspecto.
Pero no solo se enojó por el atrevimiento del hombre de amenazar a Lambo con algo que ni siquiera pagaba él, también recordó lo duro que había sido su embarazo en esa casa. Teniendo que ver todos los días el rostro de decepción de cada miembro de su familia, y lo horrible y agotador que fue criar a Himari en ese lugar hasta que tuvo la valentía (y la suficiente estabilidad económica) para marcharse.
—Lo siento —murmuró, sin saber qué otra cosa decir mientras levantaba la basura que su padrastro había dejado, sintiendo como si hubiese sido su culpa que tuvieran que darle ese tipo de advertencia al más joven.
Lambo se quedó en silencio mientras chateaba con uno de sus amigos, sin prestarle mucha atención a su hermano en realidad.
El timbre de la casa se escuchó por todo el lugar, el castaño ni siquiera necesitó asomarse por la ventana para saber de quién se trataba ya que, gracias al dolor en su estómago, sabía perfectamente quién era.
Esperó a que Lambo e Iemitsu se fueran de la sala de estar, dejando a Nana, Himari y Tsuna solos para recibir a una visita que, para un par de personas, era indeseada.
La mayor rápidamente se dirigió a la puerta, abriéndola sin un atisbo de duda en sus movimientos.
El castaño tomó a Himari en brazos, antes de que ella intentara huir tan pronto detectara el aroma a miel con pepino, una combinación que con solo olerla se podía detectar la catástrofe en ella.
Al principio, Himari no comprendió por qué su padre la había cargado de forma repentina, así que giró para ver hacia donde su abuela se había ido.
No tardó mucho tiempo para que la pequeña comenzara a forcejear tan pronto detectó el aroma ajeno, impaciente por marcharse antes de que esa persona apareciera.
Por desgracia, su papá no le permitió escapar.
—Bienvenido, adelante —Nana lo guió a la sala de estar y le dedicó una pequeña sonrisa al hombre que iba detrás de ella.
Sasagawa Fujimoto, el padre omega de Kyoko, dejó su abrigo sobre el respaldo del sofá antes de acercarse a pasos largos a la pequeña castaña que Tsuna sostenía.
Himari se aferró a los brazos de su padre, era la única forma en la que le suplicaba que no la soltara, e intentó ocultar su rostro contra el pecho del castaño.
—A-Ah… Vamos, Ari —Tsuna forzó una sonrisa para que Fujimoto no fuera a sentirse mal por el evidente hecho que su nieta no quisiera verlo a pesar de todo el tiempo que había transcurrido desde su última visita—. Saluda a Fujimoto-san.
Sin embargo, Himari no respondió.
—No te preocupes —el padre de Kyoko acarició con delicadeza el largo cabello de su nieta, apreciando lo suave que era, y le dedicó una mirada de aprobación a Tsuna, como si en silencio le estuviera diciendo “buen trabajo”—. Préstamela tantito.
El mayor extendió sus brazos, esperando que Tsuna le entregara a la pequeña.
Tsunayoshi tragó saliva. El estómago le pesaba. Sabía que si la entregaba, Himari pensaría que ya no era seguro volver a sus brazos y sería complicado hacerla confiar en él de nuevo.
No se debía de ser un genio para saber que Himari no quería estar ahí, y le partía el alma tener que obligarla a hacer algo que no quería.
Aún sin poder traicionar de esa manera a su hija, alzó su mirada para ver a Nana por encima del hombro de Fujimoto. La mujer asintió en silencio, esperando que el castaño obedeciera la orden del otro hombre.
Tsunayoshi mordió la punta de su lengua mientras, con sus brazos temblorosos, acercaba a la pequeña a su abuelo.
Y la niña, sin entender por qué había dejado de sentir la calidez de su padre en la que se trataba de refugiar, lo miró con lágrimas en los ojos.
Debido a su condición, no entendía lo que estaba pasando, por lo que ella sintió que la persona que más amaba en el mundo la había traicionado.
—Ay… Se parece tanto a Kyoko cuando era pequeña —comentó Fujimoto mientras estrechaba la niña en sus brazos, negándose a soltarla ahora que finalmente la tenía con ella, y se apartó de Tsuna.
Él se quedó en silencio, observando la desesperación de su hija por marcharse, y se clavó las uñas en las palmas de sus manos para controlar el impulso de quitarle a Himari y echarlo de la casa de su mamá.
— ¿Cómo está Kyoko, Fuji? —Nana preguntó mientras tomaba asiento en uno de los sofás, ignorando la evidente incomodidad de Himari.
—Iré por agua —el castaño comentó antes de irse a esconder a la cocina, necesitando un tiempo para calmarse. Además, no quería escuchar la conversación de ambos porque Fujimoto lo haría sentir culpable como siempre lo hacía.
Sacó una bandeja amplia de madera, colocando varios vasos de vidrio junto a una jarra llena de agua, y le agregó hielos.
Dio tres vueltas más por el lugar. No sabía si lo hacía para esperar a que la jarra se enfriara… o para convencerse de que podía seguir respirando.
Necesitaba calmarse, pero era imposible con el aroma de los Sasagawa tan cerca y el llanto desesperado de Himari a máximo volumen.
Tsunayoshi respiró profundamente, deseando que la visita de Fujimoto fuera rápida, y regresó a la sala de estar con una sonrisa falsa y la bandeja de madera.
—Había pensado en visitar a mi nieta sin avisar —confesó Fujimoto, caminando de un lado a otro por la sala de estar en un intento en vano para que Himari se calmara y dejara de forcejear contra él—, pero siempre me arrepiento.
—No, ¿cómo crees? Eres el abuelo de Himari, no deberías ni preguntar —Nana le respondió con carisma, tomando un vaso lleno de agua que su hijo le entregó—. Ah, pero eso sí, tendrías que ir al departamento de Tsu-kun para ver a Himari.
El castaño dejó caer su vaso ante las palabras de su madre, queriendo callarla en ese mismo instante, pero se enfocó en limpiar el desastre que había hecho.
— ¿En serio, Tsunayoshi? No sabía que ya no vivían aquí —el hombre finalmente se rindió con Himari, dejándola en el suelo para que ella pudiera huir a la habitación que compartía con su papá antes de mudarse.
— ¿Eh? ¿No te conté? —la castaña ladeó su cabeza de manera pensativa, apoyando su dedo índice en su barbilla mientras trataba de recordar de todo lo que había hablado con uno de los padres de Kyoko—. Ah, es cierto. Están viviendo en los departamentos que están cerca del parque Nami. Ya sabes, de esos que se remodelaron por el terremoto de hace diez años.
Tsunayoshi se sintió sin aire al escuchar a su madre dándole todos los detalles del lugar en el que vivía con Himari, la traición que sintió Himari era nada comparada con la que él estaba sintiendo en ese preciso momento.
Ya era demasiado tarde como para pedirle que se callara o suplicarle que no le diera más información a ese sujeto.
El castaño no quería formular ideas equivocadas de lo que Fujimoto podría hacer ahora que sabía su dirección exacta, pero, por alguna razón, le molestaba que lo supiera.
—Entonces que la siguiente visita sea en tu departamento, ¿no, Tsunayoshi? Me gustaría ver dónde vive mi nieta —le dedicó una sonrisa amplia, ansiando que la siguiente visita fuera pronto, y continuó hablando con Nana sin dejar que el menor diera una respuesta a su sugerencia.
Bajó la mirada al charco de agua, observando su reflejo en el líquido cristalino que cubría el suelo, y esperó a que el par de servilletas que había colocado encima terminaran de absorberla.
¿Estaba exagerando con el hecho de que Fujimoto tuviera tanta información sobre él?
Notes:
Hola, más que nota de capítulo, es más una nota en general de mi cuenta xd
Si pudieron apreciar, cambié el nombre (próximamente el nombre de usuario también), así que Izumi pasó al pasado (xd) me presento ante ustedes como: Asterveil Lunaris 🌙✨
Si me dan ganas, probablemente actualizaré las portadas de mi fic con mi seudónimo xd
Por qué el cambio? Es que estaba pensando (de esas raras veces que lo hago JAJA) que Izumi Yuuisuke en realidad es mi OC (de un universo bien loco q no le he podido dar la forma que quisiera como para poder publicarla (intenté darle un poco de forma con el fic de "¿Sueño o realidad?" pero no me enfoqué y perdí la pieza central jajajaja
Y no quiero ser mi OC, quiero decir, no quiero usar más su nombre para mis trabajos jaja así que este seudónimo surgió en base a eso [?] pero no se asusten, es un cambio leve (también ya modifiqué mi nombre en Facebook y en Ao3 [en ambos casos me falta modificar el nombre de usuario, pero lo haré en un mes o un poco más, cuando me haya acostumbrado al seudónimo y ustedes también:p])
Y ya que ando por aquí, muchas gracias a todos los que se toman el tiempo para dejar sus kuditos y comentarios 🖖🏼 me hace feliz ver que hay gente que está disfrutando de este fanfic!!
Nos vemos en la próxima!!
Asterveil fuera!:)
Tsuegai on Chapter 2 Sat 09 Aug 2025 04:42AM UTC
Last Edited Sat 09 Aug 2025 04:47AM UTC
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AsterveilLunaris on Chapter 2 Sat 09 Aug 2025 05:57AM UTC
Last Edited Sat 09 Aug 2025 06:02AM UTC
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Alia_120774 on Chapter 2 Sat 09 Aug 2025 01:26PM UTC
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AsterveilLunaris on Chapter 2 Sat 09 Aug 2025 04:40PM UTC
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mundinalo on Chapter 4 Sat 30 Aug 2025 09:17PM UTC
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AsterveilLunaris on Chapter 4 Sat 30 Aug 2025 10:05PM UTC
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AsterveilLunaris on Chapter 5 Thu 11 Sep 2025 09:51PM UTC
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Sleepycaaaat127 on Chapter 6 Fri 19 Sep 2025 04:27AM UTC
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AsterveilLunaris on Chapter 6 Fri 19 Sep 2025 05:22AM UTC
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Sleepycaaaat127 on Chapter 6 Sun 21 Sep 2025 02:29AM UTC
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