Chapter 1: Fama desafortunada
Chapter Text
Había un hashtag en tendencia que era bastante peculiar. Un chico se había hecho viral por un cover de Eminem en coreano; el usuario en cuestión era @ZACKTURTLES.
La mayor parte de su canal de YouTube eran canciones propias y covers de raps. No mostraba su cara; la mayor parte de sus vídeos eran audios y la imagen de su logo: una tortuga sobre una patineta mientras dejaba un graffiti. Suena infantil, pero estaba dibujando como si fuera una especie de sátira a los Looney Tunes.
El vídeo viral era el único donde se veía al Zack en cuestión; estaba cerca de tener once millones de visitas en un mes, lo cual era una tremenda locura para un canal que solo tenía cerca de mil visitas al mes o cuyos vídeos rara vez pasaban las ochocientas visitas. Incluso no era un canal nuevo; tenía desde hace unos dos años subiendo activamente tres videos al mes de covers y una canción original por mes.
Sus comentarios se llenaron de halagos por la velocidad con la que rapeaba y la increíble y veraz traducción al coreano. El vídeo tampoco era mayor cosa, un chico joven en su habitación, con una sudadera enorme , con las manos con guantes y un pasamontañas rojos. Su cara estaba totalmente oculta, pero tenía una maraña de cabello negro, como si hubiese cortado la parte de arriba para lucir su corte largo y despeinado.
El furor de este nuevo cantante misterioso fue estridente y sacado de la nada; empezaron a hacer videos en TikTok con la versión coreana de Without Me y con los arreglos de ZackTurtles.
Quizás fue en esta semana donde tuvo mayor popularidad, que llegó a las chicas de HUNT/X.
Esa tarde, estaban terminando de practicar una coreografía; Mira se había cansado y estaba revisando su celular mientras las otras dos estaban intentando coordinar un paso difícil. Mira, usaba el teléfono como una anciana: con todo volumen y con todo el brillo.
Unos vídeos más tarde empezó a sonar la canción viral. Mira, se había quedado en el vídeo por el tono tan dulce y a la vez rebelde de la melodía, a pesar de que era un edit de AOT.
Cuando el sonido les llegó a las otras dos, Zoey perdió la concentración; había soltado un grito antes de caer al piso enredada con Rumi.
—¿Qué ocurre? —Mira preguntó sin pausar el vídeo, curiosa por cómo pudieron haber caído.
Se encontró con la mirada de Zoey fija en su celular, pálida, como si acabara de ver un fantasma. Mira, pensó que se había lastimado, pero la pelinegra se levantó del piso de un salto, directo a su teléfono.
Rumi en el piso refunfuñaba algo sobre pedir disculpas al tropezar con alguien.
—¡¿Dónde dónde estás oyendo esa canción?! —La pregunta se le escapó de la boca antes de que pudiera siquiera pensar.
Mira la miró desconcertada.
—¿Te gusta? Es de TikTok —y mostró su pantalla para que pudiera ver la edición del anime. Pudo ver a Zoey tensar su mandíbula.
—Es muy buen cover —añadió Rumi, acomodando su ropa luego de la caída—, pero no justifica que mi frente tocara el piso del estudio…
Pero no pudieron seguir más. La pelinegra ya tiene el teléfono de Mira en sus manos, revisando los tags de los videos, los comentarios y, finalmente, el audio del vídeo. Rumi pudo ver cómo sus ojos se abrían casi ridículamente al ver los videos con el audio.
—Santa mierda —murmuró.
—¿Qué ocurre? —interrogó Mira, retirando el celular de las manos de Zoey.
—Nada… es… es una buena canción.
Esto avivó la chispa de la duda en la cabeza de las mayores, pues ni siquiera parecía emocionada, tomando en cuenta que realmente era fanática de Eminem y de muchos raperos estadounidenses de los 2000 a 2010.
Mira y Rumi compartieron una mirada preocupada, hablando mentalmente de cuál sería la razón de la cara de horror de la rapera.
—¡Bueno! ¿Ya terminamos por hoy? —preguntó Zoey, intentando cambiar de tema y sonreír.
—Supongo…
—¡Genial! Nos vemos en la casa, tengo… Tengo que hacer algo —empezó a tomar su sudadera, su botella de agua y su patineta, caminando con el estudio y llevándola a su bolso—, las veo más tarde, ¡adiós!
—¡Alto ahí! —la voz de Mira sonó como la de un sargento; Zoey se detuvo en la puerta—. ¿Te vas a ir sin despedirte?
La pelinegra regresó sobre sus pasos, y cuando estuvo frente a Mira, se levantó de puntillas para dejar un beso en la comisura de sus labios; un pequeño ‘muack’ sonó en la habitación. Se acercó a Rumi y le tomó las mejillas para bajarla a su altura y dar también otro beso justo donde empezaba su boca.
—¡Las amo a ambas! —dijo mientras retoma su camino a la salida.
Sus pasos resonaron por el pasillo hasta que no se oyó más ruido que la playlist de Rumi sonando en la bocina.
—Ella trae algo entre manos…
—O solo quiere ir al baño porque desayunó cereal… —acotó Mira.
Ambas compartieron una mirada antes de soltar una pequeña sonrisa; después de todo, su novia siempre había sido una cajita de sorpresas.
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El parque de patinaje de Seúl era un lugar bastante peculiar, pues la mitad de las personas pensaban que solo había delincuentes juveniles y la otra mitad estaba agradecida de que los jóvenes hicieran ejercicio y dejaran sus teléfonos.
Con una sudadera con capucha, una gorra, quitándose las joyas de sus perforaciones y una mascarilla, Zoey podía disimular a la perfección su identidad como idol.
Se había recogido el cabello en una sola coleta alta para usar la gorra a gusto.
Hacía ya tiempo que había descubierto ese pequeño parque de patinaje y había sido su escape secreto por más de dos años.
Al entrar, lanzó su bolso a un banco cercano donde no lo perdiera de vista; con su patineta en sus manos, se lanzó directo al primer área de trucos que vio.
El traqueteo de las ruedas sobre el asfalto empezó a tranquilizarla poco a poco. No estaba intentando hacer nada impresionante; empezó haciendo ollies con la tabla. Luego salía del área a buscar velocidad hasta que sus oídos zumbaban y se lanzaba rampas para, cuando subiera, poder sentir el vértigo.
El sudor poco a poco fue llenando su camisa, frente y cabello; con el tapabocas no podía respirar completamente y sentía sus labios húmedos por la transpiración. Rotaba entre hacer caveman y salir a la pista de obstáculos a esquivar los pequeños conos de cemento que rodeaban el área; luego volvía a toda velocidad a deslizarse en la rampa baja.
Sin querer, había atraído público; unos chicos jóvenes (mucho más que ella) se habían puesto sobre sus skates para verla volar sobre la rampa y aterrizar con precisión. Se odió un poco por eso; justo ahora quería meter la cara en la tierra.
Oyó al grupito de chicos decir algo como “¡Waoo!”. ¡Vieron cómo vuela ese chico!” cuando había terminado de caer. Su corazón dio un pequeño vuelco al oírlo.
Se había cansado muy rápido (aunque realmente había pasado todo el día practicando una coreografía) y se paró a tomar agua.
En ese pequeño descanso, se le había acercado un muchacho, de unos diecisiete años, con el cabello pintado de rojo intenso y un septum de colores.
—Hey, ¿qué onda, bro? —extendió su mano hacia Zoey; su voz tenía aún rastros de pubertad.
Respondí el saludo, chocando los puños como solía hacerlo en Burbank.
—Este finde nos vamos a reunir acá mismo, estaremos como veinte y tú ruedas bien… puedes invitar a tus amigos si también ruedan, ya sabes, para conocernos todos.
El joven extendió una amplia y tonta sonrisa; Zoey no pudo evitar ver el pequeño bigote sobre su labio. Con la mascarilla y su ropa, aún no se había dado cuenta de que no era un chico, así que carraspeó un poco antes de agravar su tono de voz.
—Seguro, estaré allí.
—¡Cool! —El chico no pudo contener la emoción; entonces se dio cuenta de que quizás estaba siendo muy intenso, corrigió su postura a una más relajada—. O lo que sea, si tienes una bocina, tráela… si no, trae destornilladores, por si a alguien se le daña el skate.
Sin más, el joven retrocede sobre sus pasos, con la sonrisa de tonto y sus dientes con ortodoncia.
Zoey se quedó ahí de pie, esperando que se alejara lo suficiente para bajarse la mascarilla y beber agua. El aire de la tarde empezaba a volverse más frío; su piel lo había recibido con alivio.
El corazón se había calmado luego de su ejercicio y revisó su celular. Seis y media. Debía ir a cenar o sus chicas se preocuparían. Tenía cerca de una hora sin responder sus mensajes y no quería causar más problemas.
LAS CHICAS SUPERPODEROSAS (4)
Abrió el chat grupal.
RUMYBEAR: ¿Zoey, todo bien?
RUMYBEAR: Haremos guiso para cenar.
MIR: No llegues tan tarde.
MIR: Actualización: Rumi quemó el guiso, pediremos pizza.
Sonrió al leer lo último.
ZO: Llegó en 20.
Después de eso no se preocupó en ver qué le contestaban. Se sentía muy agotada mental y físicamente para tener que lidiar con sus chicas.
Se puso el bolso en los hombros y salió del parque en la patineta; se fue por todos los canales de ciclistas, disfrutando del viento y la caída del sol. Aún pensaban en qué hacer cuando llegara, pero ya tenía sus ideas más claras.
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Las puertas del elevador se abrieron, y Mira supo quién había llegado antes de verla.
Sus pasos arrastrando no eran buena señal; Zoey había llegado con el cabello empapado de sudor, la cara roja y sus brazos y piernas llenos de tierra. Mira y Rumi ya sospechaban que iba a patinar en skate cuando estaba estresada, pero ella parecía querer mantenerlo en secreto. Lo respetaban.
Se acercó a la barra de la cocina para verla pasar.
—¿Todo en orden?
—Sí… necesitaba dar una vuelta.
Mira se acercó para recibirla con un abrazo y besar su frente. Zoey estaba salada. Y apestaba a sudor.
—Más te vale bañarte antes de comer.
La menor soltó un suspiro. Mira pudo ver en sus ojos una preocupación creciente; la manera en que fruncía el ceño la alteraba, así como la forma en que ella parecía estar forzando una sonrisa.
Pensó un segundo si sería buena idea presionarla para hablar o solo dejar pasar las señales.
—¿Rumi se está bañando?
—Sí, deberías aprovechar, ya casi llega el delivery.
La pelirroja posó sus manos en el rostro de Zoey, rozando suavemente sus mejillas, como una taza de porcelana. Zoey se arrulló en la palma de su mano, relajando su rostro.
—¿Ya te dije hoy que eres la chica más linda del mundo?
Contrario a lo que esperaba Mira, Zoey no respondió; incluso sus palabras la hicieron separarse de su agarre, casi como si hubiera recordado algo.
—Me voy a duchar, te amo.
Sin más, se fue con su bolso enorme, como si fuera una tortuga ninja; incluso su skate parecía muy grande para ella.
A Mira le preocupó que le ocultara algo. Una sensación familiar se anidó en su pecho, como si un susurro del pasado le estuviera rascando el cerebro.
“Rumi hacía lo mismo cuando ocultaba sus patrones”.
Y no pudo dejar de pensar que su novia casi no se quitaba esa sudadera.
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Estaba apenas empezando a lavar su cabello cuando le tocaron la puerta del baño.
—Soy yo… ¿Me puedo duchar contigo?
Reconoció la voz de Zoey al otro lado; le dijo que sí sobre el sonido de la ducha y el agua cayendo.
Sus marcas brillando al verla entrar, con el cabello suelto y totalmente despeinado, entró quitándose la ropa de su parte superior como si estuviera en una gira y necesitara cambiarse rápido.
El sujetador negro (ese que le quedaba apretado y que se negaba a cambiar) se le marcaba de maravilla a su figura; sus shorts caían más abajo de su cadera, mostrando un pequeño rastro de su ropa interior. Sus patrones la delataron al brillar en un rosa intenso. Oyó la risita de Zoey.
—¿Te gusta lo que ves?
Rumi apartó la mirada, empezando a frotar más fuerte su cuero cabelludo, avergonzada.
—Día de cabello, ¿eh? —la escuchaba desnudarse completamente, hasta que el sonido de sus pies contra la cerámica llegó a la ducha que compartían—. No me imagino tener el pelo tan largo.
—Es un trabajo enorme mantenerlo lindo.
Cuando volteo, ya estaba bajo la regadera, recibiendo el agua directo en la cara. Rumi la observó un momento atentamente, notando sus pecas en su cara, sus hombros delicados pero fuertes por el ejercicio y…
Entonces arrugó la nariz; tenía unos pequeños arañazos a sus costados, no profundos, más como si un gato o algún animal se hubiera molestado con ella.
Sin reparos, se acercó hasta tocar su torso y ver si le dolían. Zoey solo parecía sobresaltar por el contacto.
—¿Con qué te arañaste?
Parecía un poco confundida con la pregunta, levantando sus brazos para verse mejor. Luego entro en conciencia, mirando algo apenada.
—Ohhh, sí, estos me los hice sin querer hace unos días. Con mis uñas…
Rumi cerró la regadera y se quedó mirando a los ojos a su novia, pero ella terminó apartando la mirada.
—Fue sin querer, me sentía ansiosa antes de la entrevista de la semana pasada y en el camerino me lastimé sin querer, no lo recordaba —movió rápidamente las manos a sus costados para esconderlas.
—Tranquila, cariño, no te estoy regañando… —Rumi le tomó con cariño las manos y las besó. —Pero hay que hacer algo con esa ansiedad… ¿Te sientes bien hoy? Saliste corriendo del ensayo.
—Estoy… estoy mejor —su cara se tornó de un rosa pálido, mientras miraba las manos sobre las suyas—. Creo que he tenido la cabeza en las nubes.
Rumi depositó otro beso, pero esta vez en su frente.
—Vamos a bañarnos para comer; luego te daré un masaje para que duermas tranquila.
El semblante de la menor pareció ablandarse; luego se colgó del cuello de Rumi para darle un beso en los labios, pegando sus cuerpos.
Los patrones de Rumi brillando en rosado nuevamente.
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La cena había pasado tranquilamente; se había reunido en el sofá para ver unos capítulos de su dorama favorito, esperando que alguna tomara la iniciativa para dormir.
Rumi tenía el cabello ya seco, pero había elegido no hacerse la trenza; estaba del lado derecho del sofá con los pies de Mira sobre sus muslos, y Zoey cerraba con la cabeza de Mira en su regazo.
Ambas sabían que Zoey estaba usando demasiado el celular, que parecía estar actualizando una página cada dos segundos. No lo comentaron, pero lo tomaron como nota mental.
De repente, Zoey saltó del sofá, casi haciendo que Mira se cayera.
—¡Mi streamer favorito está en directo, es importante, ya vuelvo! —había gritado antes de salir corriendo por las escaleras hacia su habitación.
—¡Zoey! —Mira… le gritó en vano; ya estaba muy lejos de su alcance.
A pesar de que había dicho eso, la menor no parecía emocionada por una transmisión; de hecho, parecía que se había sacado una carta de la mano para poder salir de la convivencia.
—¿Pero qué le pasa hoy?
—No sé, pero me inquieta —terminó Mira, sentándose en el sofá de mala gana.
Se había puesto muy cómoda sobre su novia y perder su almohada le había puesto de mal humor.
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Corrió hasta cerrar de golpe la puerta de la habitación, aunque sabía que no la estaban siguiendo.
Casi presa del pánico, encendió su laptop, pero usó su perfil habitual; se loggeó en su cuenta paralela.
El corazón le latía con prisa, y sentía sus manos sudorosas; podía sentir el latir de su corazón en sus oídos, constante y envolvente.
Sus dedos teclearon la contraseña y el usuario de su canal de YouTube y el de su cuenta de X.
¡Bienvenido de vuelta, Zack!
Volteó hacia la puerta, intranquila, esperando oír pasos o voces.
Nada.
Silencio total. Solo su respiración agitada.
Revisó las notificaciones de YouTube.
Demasiadas. Muchos más comentarios que lo habitual, muchos más de los que imaginaba.
“LOL, ESTO ES INCREÍBLE, ¿POR QUÉ NO CONOCÍA A ESTE CHICO ANTES?”
“Sin dudas, un artista emergente, nuevo sud”…
“Ok… ¡¿Pero nadie va a hablar de SU INCREÍBLE CALIDAD DE SONIDO?!
“ES DEMASIADO WAPO”
“El cover está bien, realmente sus canciones originales tienen potencial”.
“¿Por qué este video dura 6 horas?”
“Tengo años siguiéndote, me alegra que hayas mostrado tu rostro, cx”.
“Me encanta su voz, es como si un hombre y una mujer hubieran tenido un hijo”.
Se recostó en la silla, suspirando.
Sintió el nudo en su pecho volverse más apretado.
La cantidad de vistas era ridícula; no tenía sentido que en menos de un mes tuviera once millones de visitas. ¿Era porque cayó en algún fandom de internet? ¿Se había vuelto un trend de Tik Tok?
Intuía que ambas, después de todo, Eminem era un artista con años sonando y había elegido una de sus canciones favoritas.
Sus seguidores en X habían crecido también; su último post, donde había subido una foto grabando el vídeo, se había hecho viral también.
Dios, no tenía sentido, tenía años subiendo videos en el horrible algoritmo de YouTube, nunca habían tenido más de mil visitas, nunca más de un puñado de comentarios. Y ahora, le había caído del cielo la peor maldición de todas: hacerse viral.
Ya había pensado qué hacer en ese caso; tenía pensado solo borrar el vídeo y dejar muerta la cuenta uno o dos meses. Pero en el fondo no quería hacerlo, no con ese vídeo.
En el disco duro de su laptop tenía al menos tres docenas de videos similares, pero nunca verán la luz del internet.
Ese era especial; en ese realmente no había un segundo del vídeo donde pareciera Zoey ; en él realmente parecía Zack .
Mordió su mejilla por dentro, pensando si debería dejarlo allí y esperar a que muriera o si debería matarlo ella misma. Estaba considerando también borrar todas sus cuentas alternas y dejar de usar ese seudónimo estúpido . Después de todo, ella ya era una idol, ya era famosa, ya tenía dinero, tenía una carrera consolidada y era Zoey, la rapera de HUNTR/X.
Era la tercera en un triángulo perfecto que tenía con sus chicas.
Mira, había escuchado la canción y… no la reconoció. Ni siquiera había llegado a sospechar. Si ella no lo veía…
No.
Mira, no era una fan obsesionada. Los fans, observando, descubren todo. Todo.
Si se enteraban de eso… de sus tendencias ocultas.
No.
Ya tenían suficiente polémica con que todos especularan que eran pareja las tres, tenían suficiente con la polémica con la familia de Mira, tenían suficiente con las marcas de Rumi.
Ser una preocupación más no era opción.
Aun así…
Su parte más emocional deseaba responder estos comentarios con el seudónimo, deseaba grabarse más con esa ropa y estilo, deseaba…
No podría desear eso en voz alta.
Se metió en configuraciones y, contra todo lo que estaba siendo, se desplegó la pestaña y bajó el ratón hasta donde decía “Ocultar vídeo”.
Se quedó allí un largo rato, mirando la miniatura y sintiendo su corazón latir frenéticamente en su pecho.
No pudo.
Cerró la pestaña de YouTube y miró su fondo de pantalla de tortugas.
No quería borrarlo. Por mucho que fuera peligroso que la gente se pudiera enterar, no podía simplemente borrarlo, no después de todo el tiempo que le tomó ser valiente y subirlo.
Dejaría la cuenta morir.
La dejaría morir unos meses y luego subiría algo en mala calidad y a la gente no le haría ilusión hablar de eso. Era internet; todo se olvidaba fácil.
Aun así, se metió en X y creó un nuevo post:
@ZackTurtles:
Fuck, demasiada gente, este chico no puede con tanto. Nos vemos en unos meses.
Lo subió rápido, antes de arrepentirse.
Cerró sesión en todo y apagó la laptop rápidamente.
Eran cerca de las diez de la noche; conocía la rutina de las chicas, deberían estar a punto de dormir.
Tuvo el impulso de dormir en su habitación, de dejarlas lejos de sí misma un tiempo, de apartarse de su tacto que le quemaba.
No tenía corazón para eso; se levantó para ir al cuarto de Rumi, pero en el camino a la puerta se cruzó con el enorme espejo en su pared.
Dios.
No pensaba verse hoy.
Ni siquiera lucía mal. Quizás estaba despeinada y con el semblante triste. Pero ella sabía que aun con el pijama que tenía se veía linda.
Pero algo en cómo sus caderas se marcaban sobre los monos de pijama y cómo sus pezones dejaban expuesto su busto le enfermaba.
Se volteó y salió de la habitación lo más rápido que pudo.
No es que todos los días fueran igual de difíciles, pero justo hoy no podía soportar la dualidad en su cabeza.
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Cuando llegó al cuarto de Rumi, Mira ya estaba tumbada en la cama del lado izquierdo, totalmente explayada y dormida.
Tenía unos pequeños shorts de pijama y un top de algodón negro. Como siempre, dormía boca arriba y con su mano derecha agarrando su seno contrario, como si alguien pensara en robarle mientras dormía. Sonrió al verla; su cabello rojo estaba regado por su almohada y sintió deseos de abrazarla.
Rumi seguía despierta, terminando su rutina de cuidado facial. Cuando se percató de su presencia, le saludó con la mano.
—Hola, amor, ¿qué tal estuvo la transmisión?
—¿Cuál? —soltó antes de recordar la excusa que había medido—. ¡Digo! Genial, estaban exponiendo pedófilos en Roblox… muy divertido.
Se hubieran golpeado la frente con la mano en ese instante. Pero Rumi parecía más confundida que ella.
—Seguro…
—Sí, emocionante, ¡ja! ¿Ya vamos a dormir?
Rumi le dio una sonrisa, terminando de secarse la cara con una toalla de algodón y apuntando a los espacios libres en la cama.
—Dormirás en medio.
—¿Es una orden? —digo mientras trepaba en la cama y obedecía.
—Sí, así sé que no te irás a medianoche a jugar o algo así.
Zoey no pudo evitar soltar una sonrisa mientras se acomodaba cerca de Mira. Ella pareció despertar lo suficiente para extender su brazo libre hacia ella, para que lo usara de almohada; luego siguió roncando lentamente.
—Solo fue una vez.
—Fue más que suficiente.
Rumi apagó la luz y sacó del pie de cama una sábana grande para las tres.
—Ustedes dos me tratan como si fuera un niño.
Rumi las arropó y se metió con ellas. Abrazando a Zoey por la cintura, siendo la cuchara grande y pegándola a su cuerpo.
Sintió cosquillas al sentirla hablar en su oreja.
—Bueno, quizás eres nuestro niño .
La voz de Rumi salió ronca y baja. Zoey no pudo contener el jadeo que salió de su boca.
Se quedaron quietas un momento, Zoey avergonzada por su sonido accidental y Rumi disfrutando el efecto.
—Vaya, parece que tenemos a alguien necesitado por acá.
Zoey pudo sentir la mano de Rumi subiendo de su cintura hasta su pecho, tan tortuosamente lento que tuvo que cerrar los ojos aún en penumbra.
Cuando llegó a uno de sus pezones, el contacto sobresaltó a la menor, moviendo sus manos para desviarlas a su cintura nuevamente.
Rumi se removió a su lado, buscándola con la mirada en la oscuridad.
—Mañana tenemos ensayo temprano —fue lo único que dijo. Rumi no dijo nada tampoco.
La mayor solo se acurrucó aún más a Zoey, pero manteniendo sus brazos al nivel de su cintura, como le había dicho con su lenguaje corporal.
Rumi se quedó dormida unos minutos después.
Zoey no pudo. Pasó al menos una hora allí, con los ojos abiertos en la cama, sin moverse para no despertar a ninguna, intentando hacer ejercicios de respiración para dormir rápido y dejar de pensar.
El último pensamiento que cruzó su mente antes de conciliar el sueño fue algo como “no se los puedo decir nunca”.
Chapter Text
Dos semanas después de casi borrar el vídeo, las cosas habían mejorado.
Bueno, casi.
Zoey había limitado su uso del celular. Treinta minutos por red social, ni un minuto más. Era su forma de evitar tentaciones: nada de noticias sobre su otra cuenta, nada de comentarios que pudieran arrastrarla de nuevo al vórtice.
En lugar de TikTok, se había refugiado en sudoku, ajedrez, crucigramas y juegos de palabras sin conexión. Distracciones silenciosas, sin likes ni notificaciones. Y funcionaba mejor de lo que esperaba. Sus novias la felicitaban cuando resolvía niveles imposibles de sudoku, y la ayudaban con estrategias de ajedrez. Era una rutina nueva, pero reconfortante.
Además, el grupo estaba trabajando en una nueva presentación para una gala de premios. Sería breve, apenas quince minutos, pero debía ser impactante: ellas abrirán la ceremonia.
Mira, llevaba días obsesionada con el concepto. Quería una batalla campal entre arqueros y samuráis, interrumpida por la aparición del grupo en medio del caos. Con sus voces, someterán a los combatientes a una rendición pacífica, cerrando la disputa con armonía.
Zoey no lo encontraba mal, aunque Bobby y Rumi se preguntaban si el concepto era demasiado político. Mira, sin dudar, respondió: “Todo es político”.
Tras varias discusiones, llegaron a un acuerdo: nada de sangre, nada de flechas explosivas. Pero los “caídos en batalla” podrían levantarse para bailar en el cierre. Propuesta aprobada.
Aprender la nueva coreografía, ayudar a Mira con los vestuarios y coordinar los detalles técnicos mantenía a Zoey ocupada. Además, había elegido una amargura que le gustaba, así que no tendría que preocuparse por usar ropa que detestara.
Era mucho trabajo para una presentación tan corta, pero Mira estaba en llamas. Tener libertad para mostrar su danza interpretativa la hacía brillar.
Zoey estaba emocionada por elegir a los bailarines de apoyo y las armas; Mira luego se encargaba de los vestuarios y Rumi estaba coordinando con Bobby todo lo de sonido, efectos visuales y sonoros.
Todo iba increíble.
Excepto por un detalle que hacía que Zoey se arrancara el cabello con las manos.
Mira y Rumi tenían pegadísimo el maldito cover de "Without Me" y lo cantaban, tarareaban o tocaban con sus instrumentos cada maldito minuto del día.
La primera en caer fue Mira, quien empezó canturreando haciendo el desayuno. Zoey se había quedado fría al escuchar la melodía y, reconociendo la traducción al coreano, esperaba que se le quedara mirando a los ojos y dijera: “Te hemos descubierto, ¿pensabas que nunca lo haríamos?”.
Sin embargo, no pasó eso. Solo cantaba el coro. Una y otra y otra vez. Cuando comprendió que no la cantaba específicamente para ella, se relajó lo suficiente para decir que parara de cantar.
—Es muy buena, lleva todo el día en mi cabeza.
—Oh, Dios, ¿volvimos al dos mil diez?
La segunda en caer fue Rumi, que se unió a Mira casi por accidente.
Zoey tenía náuseas. El coro de chicas lindas seguía cantando esa misma canción, una y otra vez, como si fuera un hechizo pegajoso que no podían soltar. Cada pausa en los ensayos se llenaba con la misma estrofa:
“You waited this long, now stop debating.
'Cause I'm back, I'm on the rag and ovulating.
I know that you got a job, Ms. Cheney
But your husband's heart problem's complicating
So the FCC won't let me be
Or let me be me, so let me see…”
Zoey hacía lo imposible por reemplazarla. Probó con música nueva, jingles de comida absurdamente pegajosos, incluso comerciales de detergente. Pero la canción volvía. Siempre volvía. Como un búmeran maldito.
Fuera de ese tormento sonoro, no estaba prestando atención a su cuenta secreta. Había decidido dejarla morir por lo natural. En unos meses, quizás, podría volver a subir música como antes. Porque la necesidad de crear seguía viva, especialmente lejos de Huntr/x.
A pesar de todo, aún encontraba tiempo para escribir. Cuando el estudio quedaba vacío, se colaba por unas horas, aprovechando los equipos de calidad que tenía a su disposición. Era su refugio silencioso.
Las canciones que componía rara vez las compartía con las chicas. Prefería guardarlas en su disco duro, como pequeños secretos. A veces pensaba que si moría joven, alguien las encontraría y sería un descubrimiento divertido. Como un tesoro enterrado en medio del caos.
Con los años, había reunido cerca de setenta canciones inéditas, aunque muchas de esas no tenían ni siquiera una pista; a veces era lo contrario: tarareaba con una pista que ella hacía y luego añadía letra (o no). Solo mostraba algunas en su canal de YouTube o, a veces, cuando sentía que su voz no era suficiente, se las daba a Mira o a Rumi para un sencillo de Huntr/x.
Otras veces, cuando su mente estaba turbia, cuando terminaba la demo y la reproducción llegaba a cero y sentía los ojos pesados… Borraba la canción. Sin copias. Cómo dejarla morir en sus manos.
Nunca se arrepentía de abortar esas canciones; si no tenían la chispa, no la tenían.
En esos momentos, estaba en el carro de regreso al penthouse; había pasado un largo día eligiendo vestuarios, colores y telas junto con Mira, y ahora las dos estaban en la parte de atrás, mirando por la ventana, disfrutando la compañía de su novia en el asiento trasero, ya que tenían a un conductor.
Zoey estaba distraída, casi cabeceando en el asiento del auto, hasta que sintió el toque suave de Mira en el hombro. Al girarse, vio la pantalla del celular y la expresión preocupada de su novia.
—Oh, no —murmuró Mira desde su lado.
Zoey frunció el ceño, inquisitiva.
—Adivina —dijo Mira—. Rumi olvidó decirnos que mañana tenemos una entrevista sobre bullying…
Zoey soltó un suspiro.
—¿A qué hora?
—A las cuatro.
—Pero a esa hora teníamos el primer ensayo grupal con los bailarines de prueba.
—Agh, lo sé. Dice que lo olvidó por completo y no se puede postergar.
—¿Vas a mover el ensayo?
—Sí. ¿Me ayudas a avisarles? Correos, mensajes, lo que sea…
Zoey sacó el teléfono y empezó a redactar. Mira, visiblemente frustrada, grabó un audio para Rumi de más de un minuto, hablando sobre horarios y organización. Rumi respondió enseguida, disculpándose.
Al llegar al penthouse, Mira estaba tensa en el elevador. Mordía sus uñas, el ceño fruncido, la energía inquieta.
—Tranquila —dijo Zoey—. Casi todos me confirmaron el cambio de horario.
—Sí…
Zoey tomó su mano y se inclinó hacia ella. Mira, se dejó llevar, hasta que sus cabezas se tocaron suavemente.
—Estoy un poquito estresada, lo siento.
—Luces linda así.
Miró de reojo su cabello, justo antes de que el ascensor se abriera. Al salir, vieron a Rumi y Bobby en la sala, rodeados de calendarios, papeles y dos tablets encendidas. Sin duda, ellos también estaban teniendo un día complicado.
—Hola, Bobby —saludaron al entrar.
—Hola, niñas —respondió él, apartándose un segundo de sus papeles para soltar un suspiro—. ¿Cómo van esos bailarines?
—Extrañados por el cambio de horario. ¿De dónde salió esa entrevista de mañana? —preguntó Mira, acercándose a la mesa con las manos en la cintura. Zoey notó que ya no estaba molesta, pero su ceño seguía fruncido.
—¡Lo siento tanto! —exclamó Bobby—. Se supone que la aceptamos hace meses, pero nos la recordaron apenas ayer. Lo habíamos olvidado por completo.
—¿Y no se puede reprogramar? —preguntó Zoey.
—Ya la hemos movido dos veces. Es parte de una campaña humanitaria bastante grande… —intervino Rumi, levantando la vista por primera vez. Luego se dirigió directamente a Mira—. Además, hace una semana los fans filtraron tu información escolar. Hay advertencias, suspensiones por peleas… Están diciendo que eras una abusona.
La cara de Mira se quedó en blanco.
—Dios… —Se presionó el puente de la nariz—. ¿Por qué nunca se filtra lo bueno? Ni siquiera sé dónde está mi diploma de secundaria. ¿Cómo se pudo filtrar mi maldito historial?
—Parece que el sistema de cifrado de tu escuela no estaba actualizado… —intentó explicar Bobby—. ¿Fuiste una bully? —preguntó, curioso.
Mira, se sonrojó ligeramente.
—No precisamente. Me molestaban mucho… y yo respondía. A los golpes. No me enorgullece.
—Una chica mala desde tiempos inmemoriales —acotó Zoey con una sonrisa. Mira soltó un bufido, pero las comisuras de sus labios se curvaron.
—Sí, definitivamente tenemos que ir.
—Es lo mejor —dijo Rumi—. Hablaremos, nos preguntarán, y haremos el clásico “el bullying nunca es bueno” —imitó una voz grave y solemne. Parecía que había tomado demasiado café.
—No solo eso, chicas —añadió Bobby—. Intenten conectar con los fans. Que vean que no son problemáticas. Yo sé que no lo son, pero entre los rumores de rivalidad con los Saja Boys y cuando Zoey subió esa historia riéndose de Twice por ganar los premios… no es difícil que la gente imagine cosas.
Bobby siguió comentando, como en los últimos días; una pequeña parte de los padres de sus fans estaba cuestionando abiertamente qué tan seguro es dejar que Huntr/x fuera ejemplo para sus chicas jóvenes, que sería mejor matar esos rumores de raíz con la entrevista y sellar esas fugas de información que estaban saliéndose de sus manos.
Zoey sintió la boca amarga al recordar la secundaria. Era un sabor viejo, como polvo emocional que no se había terminado de sacudir. Sus manos inquietas jugaron con el cierre de su chaqueta, subiéndolo y bajándolo nerviosamente.
Le entregaron una pequeña lista de preguntas para la entrevista. Eso la tranquilizó. No eran tan personales. Podía maquillar un poco su historia y construir un discurso convincente.
La junta en la cocina terminó unos minutos después. Bobby se disculpó otra vez por el cambio de horario y salió del penthouse con sus carpetas llenas de papeles. Finalmente, quedaron solas. Podían volver a ser pareja.
—Jesus, pensé que no terminaría nunca de hablar —murmuró Rumi, desplomándose sobre la mesa. Sus patrones estaban apagados, revoloteando en tonos de violeta oscuro.
Zoey y Mira lo notaron de inmediato: estaba estresada.
A veces agradecían que Rumi tuviera tan poco control sobre sus líneas. Delataban sus emociones primarias, y eso les permitía adelantarse a lo que necesitaba. Además, la hacían lucir preciosa.
—Oh no, tenemos a una chica demonio sexy muy cansada —dijo Zoey, levantándose para abrazarla por la espalda. El cuerpo caliente de su novia se relajó un poco.
—La chica demonio quiere ir a dormir… —murmuró Rumi, haciendo un puchero.
Mira, se acercó y presionó sus hombros con firmeza, buscando relajarla. Rumi soltó una risa boba, con la cara pegada a la mesa.
—Ven, cariño, vamos a relajarnos y dormir. Mañana será otro largo día —dijo Mira, levantando suavemente la cabeza de Rumi para guiarla al baño.
——————————————
Aun estando a punto de dormir y estando agotada, Zoey necesitaba escribir.
Mientras Mira y Rumi aún estaban terminando sus rutinas de belleza nocturna, la pelinegra estaba en el piso de habitación, con un bolígrafo azul rayoneando uno de los tantos cuadernos que tenía. Este era un poco entre una agenda y un diario personal. Sus ganas de escribir parecían haber aumentado desde que ya no se dedicaba a su asunto secreto; ella realmente no notaba cuánto tiempo había usado en editar música de manera independiente hasta que dejó de hacerlo.
Ahora mismo estaba haciendo un pequeño resumen de su día, ligado con la temática de la presentación que tendrán en unos pocos días; sus frases estaban amuñuñadas entre las líneas.
Intentaba meter la mayor parte de las ideas que había tenido para la gala de premios, pero inevitablemente había terminado metiendo sus pensamientos intrusivos durante el día. Había una línea comentando vagamente que necesitaba ir a la peluquería a recortar su cabello; había una frase suelta, un poco encriptada, de que su cuenta secreta parecía haber perdido popularidad.
Siguió así unos minutos, llegando a un total de cuatro páginas completas; sus dedos estaban manchados de tinta azul y su pecho soltó el aire que tenía atrapado.
—Zoeeeey, ya vamos a dormir, cariño —Rumi la llamaba desde su dormitorio.
—Dame un momento.
No solía revisar lo que escribía en momentos así, pero revisó nuevamente lo que acababa de escribir. Pasó sus ojos velozmente hasta que se percató de algo que la dejó desconcertada.
A mitad de una página, había escrito lo siguiente: “Me he sentido más tranquilo esta semana; espero no tener problemas con comerme las uñas”. Frunció el ceño inmediatamente.
Tachó la palabra “tranquilo” de inmediato. La tinta del bolígrafo lo fue tapando poco a poco hasta que quedó como un rectángulo irregular e indescifrable. Bufó para sí misma. Tenía mucho tiempo sin cometer esos errores.
Con un estiramiento rápido, cerró el cuaderno y se levantó como un resorte del sofá. Con pasos cansados, se fue a la cama con sus chicas. Esta vez le dejaron el espacio de la izquierda. Mira, estaba en el medio y Rumi ya tenía su lugar fijo a la derecha de la cama.
Mira y Rumi compartían una suave risa de algún chiste que no alcanzó a escuchar. Al acostarse en su lado de la cama, Mira se acercó para besarle la cabeza con cariño; el olor al shampoo de Zoey la impactó al instante.
—Wao, ¿estás usando un producto nuevo?
Zoey se incorporó un poco, tomando un mechón de cabello y poniéndolo en su nariz para olfatearlo. Un rubor cruzó su rostro.
—Sí, es nuevo, ¿huele mal?
La pelirroja le dedicó una sonrisa de medio lado.
—No, solo huele mucho a menta, parece que tomaste uno de la sección de hombres.
Zoey soltó una risa nerviosa, evitando la mirada de Mira. Ella realmente no lo había tomado de esa sección, pero había olido cada pote de shampoo de la sección de chicas hasta que su cerebro había dado con el más neutro. Aunque ahora, después de ese comentario, sí podía encontrar un parecido bastante notable.
Estaba a punto de cambiar de tema, pero Rumi apagó la luz al otro lado de la habitación, dando la señal para irse a dormir.
—Espero que mañana nos alcance el tiempo; necesitaremos un par de clones para cada una esta semana.
—Oh, no te preocupes, seguro que si le pedimos eso a Bobby, conseguiría la manera de tener dos pares de Huntr/x, pero se arrepentiría porque sería el doble de problemas. —El comentario de Zoey sacó un par de risas a sus novias.
Momentos después, silencio, solo las respiraciones de sus chicas, suavemente bajando el ritmo. Zoey fue la última en dormirse. Había sido una buena semana, no había batallado con su ropa, incluso había podido usar maquillaje todos los días sin apenas notar molestias. Sí, todo iba bajo control.
Quizás la clave para suprimir esos pensamientos era tener una rutina lejos de las redes sociales y permanecer ocupada.
Antes de que pudiera dormir, la voz adormilada de Mira sonó cerca de su oído.
—Two trailer park girls go round the outside, 'Round the outside, 'round the outside.
Zoey se levantó de golpe, agarró como pudo una de sus almohadas y se la lanzó a la cara.
—¡MIRA, DIOS, CÁLLATE!
La carcajada de Mira resonó ronca en toda la habitación antes de que la pelirroja tomara a Zoey y la apretara contra su pecho, obligándola a dormir allí.
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El calor del camerino invadía a las tres chicas; ya estaban a minutos de salir al aire y aún estaban terminando el maquillaje. El día no solo había sido ajetreado hasta ese punto, sino que tenían que fingir durante una hora que estaban frescas y dispuestas frente a una cámara, cuando lo único que querían era ir a su casa, subir el aire al máximo y dormir.
Mira estaba terminando de acomodar sus colitas a los lados de su frente; su mirada filosa estaba buscando constantemente pelos sueltos hasta estar satisfecha.
Rumi, por otro lado, estaba peleando con su delineado; probablemente estaba en su quinto intento antes de sonreír con satisfacción. El sudor le cubría la frente.
Zoey estaba terminando de ponerse la base, tapando una buena cantidad de pecas en el proceso; luego añadió rubor y un lápiz labial ligero. Todo lo hacía rápido y calculado; cuando hubo terminado, Zoey analizó su rostro como si fuera un lienzo, como un trabajo de ciencias que tuviera que seguir las instrucciones.
Con los años había aprendido a tolerar cualquier cantidad de maquillaje; había visto su cara con todo tipo de colores, bases, rímeles y tendencias. Aun así, cuando se miró fijamente a los ojos, descubría siempre con alguna pesadez que ese rostro no le pertenecía.
Así era más fácil, se decía; si separaba su cuerpo de su mente, era más fácil usar maquillaje y falda. Así no se sentiría como una farsa.
—Salen en cinco —uno de los coordinadores entró al camerino, bajándose los audífonos y mirando a las chicas—, ¿necesitan algo?
Todas negaron rápidamente. Justo ahora sus manos estaban luchando para meter el maquillaje en su lugar. Mira masculló una queja sobre la falta de maquilladoras y de espacio; Zoey estuvo de acuerdo, no recordaba la última vez que salió al aire sin tener un equipo de chicas sobre ella manoseándole la cara. Rumi hizo comillas con los dedos para decir que se trataba de un problema de logística.
—Estúpida entrevista —murmuró Mira, terminando ya de arreglarse.
Rumi se giró para verlas a ambas; primero analizó cómo lucían para el público, con sus ojos apretados, cuestionando como lo haría un fan; luego, suavizó su mirada, regalándoles una sonrisa boba.
—Si les digo que lucen hermosas, ¿me disculparán por eso?
Mira soltó un bufido divertido, pero revisaba la puerta por si alguien llegaba a oírlas; Zoey no fue tan cuidadosa.
—Oh, tendrás que hacer algo más que solo alabarnos por hacernos venir acá.
Rumi las tomó a cada una por un hombro; sus marcas tomaron por un segundo un tono morado de preocupación. Su faceta de líder parecía estar tomando nuevamente el mando.
—Bien, ya saben qué preguntas hará el sujeto; intenten mantener la imagen que queremos. El entrevistador es un poco pesado, pero estoy segura de que saldremos rápido si damos respuestas inspiradoras y “personales”. Intenten no… no hacer enojar a ese sujeto, parece que hace unos meses hizo que otro grupo saliera de sus casillas y a los padres de familia no les gustó.
—El tipo es un conservador y un tramoyero. Han Ji-tae es un soquete… pero influye bastante —acotó Mira, casi escupiendo.
Zoey no lo conocía, pero se hizo una idea rápidamente.
El coordinador entró nuevamente en el camerino.
—Saliendo en dos minutos, hora de estar en posición.
Las chicas tomaron una respiración profunda antes de salir, caminaron por el pasillo antes de llegar al set, como si fuera una coreografía, se fueron sentando una a una, soltando pequeños saludos a los camarógrafos y al asistente de iluminación, siendo corteses como solo Huntr/x sabía.
El público en vivo estaba sentado a unos cuantos metros; una pequeña ovación de aplausos los recibió. Había cerca de sesenta personas frente a ellos, con amplias sonrisas. Un poco callados, pero generalmente así era el público en vivo, más tranquilo que los fans.
Han Ji-tae ya estaba sentado en su escritorio, hablando con algún muchacho de producción, ajustando el micrófono, cuando las vio tomar asiento; les dio una ancha sonrisa y un gesto con la mano. No parecía tan intimidante como Rumi lo había predicho; parecía solo un cuarentón divorciado peleando con las primeras arrugas visibles, pero su espeso cabello negro lo hacía lucir bastante conservado.
—Entramos al aire en un minuto.
Todos los asistentes parecieron empezar a tomar sus posiciones con rapidez, las luces parecieron empezar a calentar y una corriente eléctrica surcó a las tres chicas, un aviso de lo que se avecinaba.
—¡Feliz tarde a todos! Espero que estén todos al pendiente en el programa de hoy; finalmente, porque todos ustedes lo pidieron, tenemos a las artistas más aclamadas de los últimos años. —Ji-tae se había adueñado de la presentación, con un camarógrafo en frente de él, siguiendo atentamente sus movimientos. El tono de voz subía y bajaba con cada nota; hablar le era tan familiar como respirar, y su voz gruesa era hipnotizante. —Para mí, este pobre entrevistador, es más que un honor, es todo un gozo divino tener al grupo musical más talentoso de los últimos años; por favor, ¡un aplauso a las HUNTR/X!
Esta vez, las chicas fueron lentamente apuntadas a la cámara mientras la ovación se descontrolaba. Naturalmente, saludaron, entrando por unos momentos en el papel de Idols. Mira saludó con la cabeza y subió sus dedos haciendo la señal de ‘amor y paz’; Rumi guiñó un ojo coquetamente y luego soltó un saludo ligero con ambas manos; Zoey hizo una cara graciosa, sacando la lengua por el costado de su boca y haciendo un corazón con sus manos.
El grito coreado de su grupo las acompañó unos minutos más. Los camarógrafos se movían buscando las mejores reacciones del público. Sin duda, un escalofrío les recorrió, invadidas por el cariño de su público. Incluso pusieron ver la Honeymoon sellada estremecerse.
La cámara volvió a enfocar a Han Ji-tae.
—Sé que ninguna acá necesita presentación, pero, para algún despistado que viva bajo las piedras, tenemos el honor de tener a Ryu Rumi, la vocalista principal de HUNTR/X…
Con esto, Rumi saludó cálidamente a una cámara cercana, diciendo que el placer era para ella.
—Luego, tenemos a la hija mayor de la familia Hong, la talentosísima bailarina y coreógrafa del grupo, un aplauso para Hong Mira…
Las chicas se quedaron tiesas en sus puestos; les parecía ridículo que alguien se atreviera a presentar a Mira como ‘la hija de…’ luego de que ella llevara años diciendo que no quería saber nada de ellos. Aun con esto, Mira saludó a la cámara, con ligera sonrisa. Sus manos empezaron a apretar en sus muslos, buscando distraerse.
Zoey y Rumi la buscaron con la mirada, intentando tranquilizarla, pero Mira le dedicó una mirada gélida a Han Ji-tae.
—Y por último, tenemos a Zoey Adams Cho, traída desde California solo para ustedes, la… rapera de Hunt/x, un talento musical excepcional.
Ahora, era Zoey quien se había puesto rígida. Casi nadie nombraba el apellido de su padre en las entrevistas; usualmente era Zoey Cho para el mundo.
Cuando la cámara apuntó a su reacción, la pelinegra soltó una suave risa, saludando y evitando lo más posible que alguien notara su desconcierto.
—Muchas gracias, Ji-tae, también soy letrista —añadió cuando se le quedó mirando.
—Oh, claro, ¿quién habla más que los de California? Definitivamente, era tu trabajo.
Una carcajada salió del público y de Ji-tae. Zoey buscó rápidamente la mirada de Rumi, quien ya la estaba mirando con las cejas fruncidas. Rumi asintió lentamente con la cabeza, un pequeño gesto para darle a entender que lo había visto.
Se hablaban ya casi por telepatía; Rumi, con un pequeño movimiento de labios, le dijo: “Relájate, no caigas”.
Zoey llenó de aire sus pulmones y siguió con el papel de idol.
Han Ji-tae siguió hablando, dando un resumen de cómo había iniciado el grupo; pasó a dar un pequeño recuento de todos sus récords y premios ganados. Finalmente, terminó hablando para los padres de familia, diciendo una pequeña descripción de lo que era el acoso escolar y el ciberacoso; comentaba con absoluta devoción sobre historias de vidas de chicos que ya no están con nosotros, por situaciones que escalaron demasiado en las aulas de clases.
Se detuvo un momento para hacer un llamado de atención para supervisar las redes sociales de los menores y además para ayudarlos a tener una red de apoyo.
—Para ir acordes al mes en contra del acoso escolar, hemos traído a unas figuras importantes en la juventud de hoy. Me gustaría empezar por mostrarles que las encantadoras chicas que tenemos acá no son exentas de problemáticas que sus propios hijos pueden sufrir. —El entrevistador fijó su vista en Rumi, quien asintió lentamente con la cabeza, lista para las preguntas—. Rumi, usted tuvo una educación en casa, ¿es correcto?
Rumi asintió.
—Correcto, tuve tutores y luego hice exámenes para pasar de grado.
—Claro, ¿quieres compartir tu experiencia?
—Sería un placer —Rumi finalmente dejó de mirar al entrevistador y posó su vista en una cámara cercana—, realmente siempre fui una niña bastante tímida, pero empecé en el mundo del canto desde… desde bebé, supongo —Rumi y el público soltaron una pequeña risa—. Siempre estuve rodeada de cámaras y los que me siguen desde hace años sabrán que subí muchos covers con Celine; supongo que ahí empezó todo… Por internet, la crítica fue muy dura conmigo.
Tomó uno de sus mechones y lo puso detrás de su oreja.
—Me comparaban con cada personalidad de esos años, ¡y solo tenía once! Fue difícil incluso tener mis propias redes sociales. Tenía una multitud de gente que me apoyaba y luego un puñado que no dudaba en criticar a una niña hasta hacerla llorar. A pesar de todo, Céline me ayudaba mucho para manejar la crítica, jamás dejó de motivarme y cantar conmigo…
El público se enterneció y Rumi (a pesar de que era un discurso que ya había repetido antes) se sonrojó ligeramente.
—Recuerdo esa época, eras prácticamente una bebé; luego, cuando eras mayor, hacías canciones solas, ¿no?
—Sí, supongo que fui una solista antes de encontrar a Mira y a Zoey.
—Claro, ¿qué tienes que decir sobre las constantes comparaciones con tu madre?
La boca de la vocalista se quedó un segundo abierta; esa pregunta no estaba en el guion y, por unos instantes, su mente no pudo generar una respuesta. Sabía, de sobra, sobre eso. Su madre había sido una cantante bastante influyente.
—Su-supongo que es hasta cierto punto alargador… No todos pueden evocar a sus padres así como yo. Aunque me comparen, es agradable que puedan ver a mi madre a través de mí. —Los patrones parpadearon, inquietos; Rumi buscó con la mirada a Bobby.
—Recuerdo que en esa época, todos decían que Céline intentaba colarse en la fama de su grupo, ¿crees que sea verdad?
Los destellos violetas aparecieron más rápido de lo que Rumi pudo prever. Zoey y Mira contuvieron la respiración.
—Celine ha cometido muchos errores, pero enseñarme a moverme en el medio y enterarme como Idol nunca lo será.
Su voz salió como hielo, su sonrisa para la cámara había disminuido y no conseguía ver a Bobby.
—Le recuerdo, Señor Han Ji-tae, que desde joven me apasiona la música, y he trabajado muy duro por hacerme paso por mi cuenta; estar bajo la supervisión de Celine me dio muchas más herramientas para salir adelante. Quizás si hubiera hecho caso a la crítica, si hubiera tomado en serio la cantidad de veces que me dijeron que nunca sería como mis predecesores… Ni siquiera estuviera aquí mismo, siendo entrevistada para dar visibilidad a una crisis como el ciberbullying —la vocalista tomó un pequeño respiro—. Aunque sé que cada caso es único, yo considero que tener un grupo cercano que apoye y aprenda a sobrellevar la situación es tan indispensable que puede marcar la diferencia entre un adulto exitoso y un adulto asustado.
La sala se quedó en silencio, mientras todos intentaban ver la reacción de Rumi y Han Ji-tae. Mira, se había puesto rígida en la silla; Zoey había empezado a rascar sus cutículas con sus uñas. Finalmente, el entrevistador soltó una risa, casi sonando como un gruñido.
—Sin duda, esa es la forma en la que responde una líder.
El público hizo una pequeña ola de aplausos. Siguió hablando unos minutos más sobre las consecuencias invisibles del ciberacoso.
En el sillón de las entrevistas, ya las miradas que cruzaban eran cautelosas, buscando formas discretas para conversar de lo grosero que se había comportado con Rumi, pero no les dio mucho tiempo; ya estaba dirigiendo la conversación hacia Mira.
—Tomando en cuenta todo lo que hemos dicho, creo que tenemos un ojo más fresco en el asunto. Hace poco nos enteramos de ciertas tendencias que tienes. Mira, algo que va muy acorde al tema de prevención, ¿qué tiene que decir la otra parte? ¿La parte que daba los puñetazos y no se escondía en el baño del colegio?
—¿Disculpa?
—No sabía si estabas al corriente, pero han llegado muchos rumores sobre tu comportamiento en tus años de estudio. ¿Qué nos puedes decir a eso?
Mira, se quedó quieta, los hombros tensos, la mandíbula apretada. El silencio que siguió fue más largo de lo que cualquier productor hubiera deseado. Zoey giró apenas la cabeza hacia ella, como si pudiera prestarle aire. Rumi, aun con los patrones apagados, mantenía la mirada fija en Han Ji-tae, como si intentara leerle las intenciones.
—¿Eso es lo que vamos a hacer ahora? —dijo Mira, sin mirar a la cámara, sin sonreír.
Han Ji-tae se acomodó en su silla, cruzando los dedos sobre la mesa.
—Solo quiero entender cómo alguien pasa de ser señalada como agresora a convertirse en modelo a seguir. Es una historia de redención, ¿no?
—No soy un arco narrativo —respondió Mira, con voz firme—. Y no soy una historia que puedas empaquetar para que los padres se sientan mejor.
El público murmuró. El floor manager hizo una señal para que las cámaras se mantuvieran en plano abierto.
—Sí, fui una niña difícil. Sí, me metí en peleas. Pero nadie se pregunta por qué. Nadie se pregunta qué pasa cuando eres la única que no encaja, cuando tu forma de hablar, de vestir, de existir, molesta a los demás. Me defendí. A veces mal. A veces con rabia. Pero aprendí. Y no porque alguien me lo exigiera, sino porque encontré gente que me enseñó a canalizar eso. Como ellas —miró a Zoey y Rumi—. Como la música. Como el baile.
Han Ji-tae parecía querer interrumpir, pero Mira levantó una mano, como si estuviera en el escenario.
—¿Quieres prevención? Enséñales a los chicos que no tienen que tragarse todo. Que pueden hablar, gritar, llorar, sin que eso los convierta en un problema. Yo fui el problema. Y ahora soy parte de la solución. No porque fui mágicamente tocada por el hada de las buenas intenciones. Porque yo lo decidí. Porque me paré a mirar sobre mis pasos y elegí un camino mejor.
El público estalló en aplausos. Zoey soltó el aire que había estado conteniendo. Rumi sonrió, apenas, como si supiera que Mira acababa de ganar algo más que respeto.
Han Ji-tae se quedó en silencio unos segundos, luego asintió lentamente.
—No todos podemos tener un pasado impecable… pero siempre está la opción de empezar de cero, con gente que te ama, te comprenderá y que te enseña.
Él carraspeó con la garganta, luego pasó su mano por su espeso cabello negro.
—Directa, como siempre, no esperaba menos de la miembro más… intensa de Huntr/x.
Pero Mira ya no lo miraba. Tenía los ojos fijos en la cámara, brillando con una mezcla de rabia y ternura, como si hablara directamente a alguien que aún no sabía cómo defenderse.
Ella también buscó a Bobby con la mirada; incluso con los lentes de contacto, con las intensas luces, todo parecía borroso. Mira, pensaba en cuánto faltaría para irse de allí. Podrían tener fácil ya más de media hora de entrevista; podía sentir cómo la calma de Rumi se evaporaba cada segundo, teniendo que fingir que ella y Celine aún tenían una relación estrecha; podía oír cómo Zoey se frotaba los dedos con intensidad. El aire en el estudio se había vuelto tan espeso que a ella misma le costaba dar una bocanada profunda; la piedra en su estómago pareció crecer el doble cuando, antes de pasar a Zoey, Han Ji-tae soltó una sonrisa astuta en su rostro.
Como era de esperarse, dio una charla nuevamente sobre cómo las víctimas pueden reaccionar correctamente ante situaciones de amenazas y pasar como los matones, invitando a no verlos como amenazas que se deben eliminar, sino como animales que han sido molestados y han tenido que sacar los dientes para defenderse. Dio consejos y grupos de apoyo de la campaña humanitaria para los padres y uno que otro para los menores de edad; de vez en cuando, parecía felicitar a Mira por su valentía, pero ella realmente estaba más ocupada en intimidarlo con la mirada.
—Bueno, hermoso público, vamos a terminar con la más joven del grupo; seguro que tú tienes un panorama diferente al de tus compañeras. ¿Estudiaste en West Burnbank Secondary?
—Sí, fue divertido; los veranos son geniales en California.
—Eres la única del grupo que ha estado en un ambiente más ordinario, donde la mayoría de los chicos crecen. ¿Crees que el acoso escolar es un tema importante?
La pelinegra se sorprendió de que estuviera siguiendo las preguntas con ella, pero no bajó la guardia.
—Sí, siento que muchos adultos olvidan que los adolescentes realmente están llenos de hormonas tomando decisiones peligrosas todo el tiempo.
—¿Eras así de joven?
—Practicaba muchos deportes: fútbol, baloncesto, andar en bicicleta… Tenía mucha energía que quemar y a veces hacía tonterías como ir en bajada en mi bicicleta sin frenos.
—Eso también pasa acá en Corea —comentó. Zoey estuvo a punto de decirle que por acá los carros no conducen como locos, pero se mordió la lengua—. ¿Sufriste alguna vez acoso escolar?
—Bastante, sobre todo en los últimos años; prácticamente me acosaban apenas llegaba y, si no me iba rápido, me seguían para molestarme en la calle.
—¿Tienes alguna idea por qué lo hacían? —la primera pregunta fuera del guion.
Porque me vestía como un fenómeno, obviamente, querido Watson.
—Oh, bueno, siempre he creído que ninguna razón es válida como para acosar a alguien, pero si tuviera que adivinar, diría que porque me inscribí en un concurso de canto… y gané. —Zoey recordaba vagamente que esa no era la razón, pero sí que se había intensificado luego de eso.
Sentía sus pulgares ardiendo; sus uñas le habían quitado la cutícula hasta que los dejó en carne viva alrededor de los dedos.
—Claro… Veraz, a mi equipo le llegó cierta información de tu historial estudiantil, ¿ibas al psicólogo tres veces a la semana? —Han Ji-tae se inclinó en el escritorio al leer eso. Parecía estar disfrutando el ritmo de la conversación, llevando lentamente a Zoey al lugar donde quería.
La rapera apretó la mandíbula, con una sensación de desnudez profunda. Ni siquiera sus novias sabían eso.
—Sí, solía estar allí unas cuatro horas por semana… cuando los de mi salón se pusieron más agresivos.
—¿Mhm? Acá nos dicen que es porque tenías problema de atención e identidad. —Parecía decirlo casi siendo, en la línea de preguntar y burlarse.
El público había empezado a murmurar algo. Rumi y Mira la estaban mirando fijamente, pero no conseguía fuerzas para mirarlas sin flaquear. En su lugar, respiró hondo y se inclinó hacia atrás, esperando que sentir el respaldo del sillón le ayudara a relajarse.
—Ahí puede decir lo que sea, me enviaron para que delatara a los que me acosaban.
—¿Lo hiciste?
—Es un poco difícil cuando era todo tu salón y los de años superiores, no iban a castigarlos a todos, ¿sabe?
—Por supuesto, debió ser tan difícil estar acorralada siete horas con las personas que te molestaban. ¿Puede saber el público algunas de las cosas que te pasaban para mantener a los padres de familia alerta?
Zoey sintió la garganta seca. ¿Acaso estaba en la oficina del director otra vez?
—Dios —se rascó la parte de atrás de la nuca—, supongo que empezaron con apodos, luego los chistes inofensivos se hicieron ofensivos y constantes… me escondían mis útiles escolares, movían mi botella de agua en clase de deporte, luego la llenaron de vinagre. Una vez me poncharon las llantas de la bicicleta, había insultos en el baño de chicas, ya sabes, todo el paquete americano con extra bullying.
La risa que salió de ella fue tan vacía que se pudo haber usado en un funeral.
Diles de los golpes, de cómo llegabas a casa con la nariz rota y la mochila hecha jirones con la excusa de que estabas patinando. Seguro que se divierten con eso. Puede que Celine te llame para hacer un show de comedia en solitario.
Apartó esa voz en su cabeza y empezó a mover la pierna rápidamente. El silencio de parte del entrevistador desconcertó a todos. Los camarógrafos parecían estar matándose por tomar el mejor cuadro de Zoey. Se preguntó por un segundo si su cara reflejaba una parte de la incomodidad que tenía encima. Rumi parecía asustada en su silla.
—Esas son unas señales para tomar en cuenta… sin dudas… —Pareció tomar aire. —Zoey, ¿crees que pudiste hacer algo para que te molestaran de esa manera?
Parpadeó dos veces.
—¿Qué podría haber hecho? Solo estaba estudiando, igual que todos. Realmente fui una víctima en ese momento; no creo que se deban buscar razones, solo… soluciones.
—Hay notas que dicen que te acosaban por cómo te vestías, ¿qué puedes decir de eso?
Zoey se irguió de pronto; su cara palideció unos tonos debajo de la base. Sentía el corazón redoblando el ritmo rápidamente.
—¿Usted qué cree, que por usar ropa rara se me deba acosar? —La defensa salió rápido, casi parecía estar rapeando.
—No rara, pero… Han Ji-tae parecía erigirse en su silla como una escultura. —Bueno, que el público lo pueda ver también —extendió su mano a una de las pantallas detrás de él.
Zoey prácticamente no estaba respirando; una gota de sudor bajó de su frente. Las chicas miraban a la pantalla y luego a Zoey, intentando adelantarse a los hechos.
Zoey juraba haber visto la foto antes de que se iluminara en la pantalla. Sus uñas perforan su piel sensible. El miedo la invadió como una ola abrasadora; su respiración empezaba a flaquear.
Le tomó menos de un segundo enfocar la imagen.
Ella misma, a los catorce años quizás, en medio del equipo de fútbol masculino de West Burbank. Su cabello estaba terriblemente corto, la sonrisa en sus labios revelaba una hilera de frenos color azul; el uniforme negro con azul le hacía lucir más menuda.
Zoey no recordaba haber tenido mucho acné, pero en la foto se podía ver cómo sus mejillas habían sido salpicadas de pecas y granos, junto con su bronceado por jugar en el sol. Sin dudas, una fotografía linda en cualquier otro contexto.
Si ella no hubiera sido un bicho raro, quizás. Si no saltaban a la vista sus crecientes caderas, sus brazos delgados, ese cabello tan sedoso y despeinado. Dios. Odiaba cómo en esa época (y siempre) intentaba tan desesperadamente parecerse a uno de ellos, que olvidaba que no había forma humana de imitar las mandíbulas marcadas, el pecho plano, sus manos grandes y sus cabellos revueltos.
Parecía la hermana menor de alguno de ellos que se había colado en la fotografía grupal.
—¿Fútbol masculino? —habló, mirándola a los ojos, saboreando su cara de miedo y desconcierto.
—Mixto —replicó, casi de enseguida, como le había dicho años atrás a su padre—. Mixto. Era equipo mixto… No se animaban mucho.
Han Ji-tae ladeó la cabeza, como si estuviera evaluando una obra de arte que no terminaba de entender.
—¿Mixto? —repitió, con una sonrisa que no alcanzaba los ojos—. Curioso. No parece que haya muchas chicas en esa foto.
Zoey tragó saliva. El sudor en su frente ya no era una gota: era una línea que bajaba por su sien, como si su cuerpo intentara escapar por donde pudiera.
—No se animaban —repitió, más bajo—. Yo sí.
El entrevistador se reclinó en su silla, cruzando las piernas con elegancia fingida.
—Y esa valentía… ¿Venía de algún lugar en especial? Porque no todos los adolescentes se vendan el pecho para jugar fútbol, ¿cierto?
La frase cayó como un disparo. El público se agitó. Rumi se tensó. Mira apretó los dientes.
La mentira salió tan rápido, tan fácil que la misma Zoey se sorprendió por la forma de responder. Casi podía sonar serena.
—No me vendaba —luego, un poco más desesperada, añadió—. No lo hacía. No me vendía. Usaba un top deportivo; siempre he sido delgada.
Sentía sus manos frías y le empezaron a arder los ojos. Intentó buscar a Bobby en el público, en algún lugar de la producción, pero nada. No podía continuar así, no podía respirar correctamente.
Las luces dejaron de ser calientes para empezar a ser cegantes y abrasadoras. Su propia ropa le empezaba a picar, los músculos de sus piernas se tensaban, listo para salir corriendo.
—Bueno, realmente tenemos información de que si lo…
—¡No! No tienes esa información. No lo hacía. Estaba jugando futbol, solamente —Zoey lo había interrumpido, pero su voz sonaba como un hilo delgado.
En ese momento, como si estuviera aguardando una respuesta como esa, la pantalla mostró una segunda imagen.
Esta vez no solo jadeó por la sorpresa; se echó hacia atrás tan rápido que parecía que se caería. Volteó a verlo a los ojos, solo para encontrarse con un hombre realmente disfrutando.
Esta vez, era solo Zoey, frente al espejo. Estaba usando un shot al menos dos veces su talla, descalza, en su habitación en la vieja Burbank. Su cabello corto ahora se veía mejor, o bueno, se podían notar los cortes irregulares con los que Zoey lo estaba cortando en ese entonces. Nuevamente su sonrisa torcida dejaba ver sus frenos; aún estaban con las ligas azules. Claro, había tomado esas fotos muy juntas en el tiempo. Su primer celular táctil sacaba un horrible flash al espejo.
Se estaba levantando la camisa, revelando su vendaje. Ajustado, sí. Casi pudo sentirlo en su pecho, igual que hace siete años. La foto en ese momento buscaba ser algo sexy. Ahora mismo parecía totalmente lo contrario, cruda e íntima.
Realmente esperaba desmayarse ahí mismo. Sentía la garganta tan apretada que le dolía.
El público empezó a murmurar, luego hablaron más fuerte; un zumbido sordo le empezó a envolver.
Rumi intentó extenderle la mano, pero no le pudo responder; parecía estar mirando fijamente la pantalla gigante frente a sus ojos. Rumi notó el temblor en sus manos y la preocupación se le subió al pecho.
—¿Han oído la frase de que una imagen vale más que mil palabras?
La rapera se levantó del sillón como un resorte, con la espalda rígida y las piernas débiles; se movió como una sombra hasta quedar frente al escritor de Han Ji-tae.
—¡¿De dónde sacaste eso?! —Sus manos se aferraron a la madera, buscando algo para no caer—. ¡Era menor de edad, no puedes mostrar esas fotos!
Los murmullos se conocieron en un gorgoteo detrás de ella; su rostro había reemplazado el pánico inicial por una ira sorda; la cabeza le empezó a martillear por el esfuerzo de apretar su mandíbula. Por fuera de su campo de visión podía sentir a los camarógrafos apuntando una docena de lentes hacia ella.
—Zoey, ven acá. —Rumi intentó atajarla, pero el aura de su novia había pasado a ser tan densa que no pudo sentarla de nuevo.
—Quita eso inmediatamente. —Zoey miró a los ojos al entrevistador, retando con la mirada.
Sus ojos marrones habían adquirido un tono oscuro, sus pupilas se habían dilatado. Han Ji-tae pareció encogerse en su silla y, por primera vez, se vio pequeño ante Zoey, quien estaba echando chispas, parada erguida frente a él.
Mirando hacia la producción y dando un gesto rápido, la imagen fue reemplazada en un segundo con la imagen de su comeback. Zoey lo vio y, lejos de parecer más tranquila, apretó la mesa hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
—¿De dónde sacaste esa foto?
—Mi equipo… —pero fue interrumpido.
—¿A tu equipo le dijeron lo que significa eso para mí?
La voz de Mira la llamó, murmurando su nombre en una advertencia de que volviera a sentarse. La Honmoon se tensó ante las tres.
—¡¿Tienes una idea de el problema que fue eso para mí?! —Zoey golpeó la mesa; todos alrededor saltaron en su sitio—. Cuando estaba en la secundaria, esa foto rodó por cada teléfono en Burbank, ¡¿sabías eso?! ¿Sabes siquiera lo crueles que pueden ser los chicos cuando tienen de dónde molestarte? ¿No? ¡Claro que no! ¡Estás buscando crear polémica porque nadie más vería este programa si no haces cosas como esa! —apuntó a la pantalla gigante; luego, como si estuviera en una película, se volteó a una cámara cercana—. ¿Qué se supone que era esto? ¿Una campaña en contra del acoso escolar? ¡Por favor! ¡Acaba de hacer lo mismo que hacían los idiotas que me intimidaban! Si quieren un consejo, eviten que gente como esta tenga un programa.
El silencio que hubo después de eso podía perforar los oídos. Rumi se había quedado a medio camino de Zoey; el público estaba casi al borde de la silla; algunos no pudieron oír bien, pues había hablado tan rápido y con acento que para algunos su coreano era como un trabalenguas.
La rapera siguió mirando unos segundos más la cámara, hasta que una contracción atravesó su pecho; las ganas de llorar se arremolinaban en su pequeño cuerpo. Se quitó el micrófono de la oreja, como si su tacto en su piel fuera insoportable; lo dejó en el escritorio frente a Han Ji-tae, que seguía inmóvil en su silla.
Zoey se marchó del set, casi corriendo por el pasillo; creyó oír la voz de Bobby, pero ya tenía la visión nublada y el corazón golpeando violentamente sus costillas.
Notes:
Me he tardado mucho, no sabia como hacer la entrevista, pero siento que le ha salido genial. Espero poder actualizar una vez a la semana.
Chapter 3: Sin aliento
Summary:
(!) Advertencia (!)
Supongo que debo advertir de ataques de panico, aunque no es tan descriptivo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Rumi se había quedado congelada, de pie en el escenario. Solo podía ver la espalda de Zoey alejándose a trompicones del escenario de grabaciones. Las cámaras seguían grabando, seguían estando en vivo. Ya podía oír el murmullo del público inquieto preguntándose qué le había pasado a Zoey. Los murmullos de los productores, preguntando qué se suponía que deberían hacer; los camarógrafos se miraban los unos a los otros sin saber a dónde apuntar.
Al borde del set, su vista se fijó en el castaño que movía sus manos hacia arriba; Bobby al fin apareció. Hizo señal con sus manos para que siguiera con la entrevista y que él iría por la rapera.
—Oh… eh, bueno —empezó, murmurando muletillas al público antes de que su cerebro empezara a buscar una excusa.
—Sí, Zoey sabe de lo que hablo. —Mira se había levantado; sus largas piernas sonaron al caminar con sus tacones. Esto justo es lo que pasa cuando se presiona a alguien al límite: cuando explota, solo vemos la reacción de la víctima, pero nadie sabe lo que ha soportado. Sin dudas, una excelente interpretación. —Mira extendió su mano al público en vivo, un gesto teatral.
Aunque Mira intentó hacer creíble la historia, su mirada gélida y enojada iba dirigida a Han Ji-tae.
Esto fue suficiente para que empezara a hablar nuevamente. Empezó a cerrar la entrevista lo más rápido posible, despidiendo a Rumi y a Mira con una rápida serie de halagos vacíos y practicados.
Cuando las cámaras dejaron de enfocarlas, salieron directo a los camerinos; el personal les dejaba el espacio libre, con miradas curiosas y preocupadas.
Primero llegaron los gritos.
Luego, al asomarse en la habitación, estaba allí, con el maquillaje corrido, peleando directamente con Bobby.
—¡No me importa! ¡No sé cómo harán, pero no quiero esas fotos en ningún lado! ¡¿Qué clase de circo es este, Bobby?!
Rumi se paralizó al escuchar sus palabras. Jamás le había gritado así a nadie; de hecho, había pensado que jamás podría gritar así, y mucho menos a Bobby.
Su respiración agitada sonaba fuertemente en la habitación, acompañada por sollozos; su rostro estaba rojo y tenía la mirada perdida. Le hablaba a Bobby, pero estaba moviendo sus manos frenéticamente por el camerino, buscando algo.
—Zoey, lo siento mucho, no sabíamos nada, pensamos…
—¡No me importa lo que pensabas! ¡Esto fue una maldita emboscada! ¡Tenían esas malditas fotos guardadas esperando para mostrarlas en mi puta cara! —¡No quiero ver esa mierda en internet! —la propia garganta de Zoey se ahogó en un sollozo—. No quiero que mis padres lo vean…
—Zoey, por favor, respira y… —La voz de Mira resonó en la habitación, dando un paso hacia la menor.
Esto pareció asustarla; no las había visto entrar, tensó los hombros y se atoró con saliva, empezó a retroceder dentro del camerino. Mira pudo ver sus ojos aterrados cuando se cruzaron; nunca la había visto así, nunca había visto a alguien tan asustado en su vida. Ni siquiera peleando con demonios había mostrado esos ojos llorosos, con sus pupilas dilatadas que parecían doler.
Desde afuera sonó una melodía estridente; el programa había terminado. Zoey se cubrió los oídos, parecía incapaz de calmarse, apretó los ojos con fuerza, las lágrimas seguían cayendo a raudales por sus mejillas y parecía que su respiración flaqueaba aún más.
—¿Ne-necesitas agua? —sugirió el manager, que estaba tan aterrado como ella.
No respondió, solo negó con la cabeza mientras seguía con la mirada perdida.
Rumi se intentó acercar por un costado; su plan era tomarla de los hombros para ayudarla a respirar. Pensaba que estaba entrando en una especie de ataque de pánico, pero al momento de rozar con su hombro su cuerpo, se echó para atrás violentamente.
Rumi recibió un manotazo en su antebrazo; sus patrones parpadearon al dolor.
—¡No me toques! —chilló. Rumi retrocedió.
—Zoey… —Su voz era apenas un susurro.
La rapera se giró, con los ojos inyectados, el maquillaje corrido como una máscara rota.
—¿Tú sabías? ¿Alguna de ustedes sabía que iban a mostrar eso?
Rumi negó con la cabeza, rápido, como si pudiera borrar la pregunta.
—No. Te lo juro. Nadie sabía.
Rumi retrocedió, negando con las manos, pero sus pies tropezaron con un bulto suave: la mochila que Zoey había dejado más temprano.
Parecía ser justo lo que la rapera estaba buscando. Su cuerpo se lanzó al suelo, tomando el objeto entre sus manos.
—¡Espera! —exclamó Rumi, pero ya era tarde. Zoey había empujado a Mira con el hombro, haciéndola chocar contra la puerta.
Su cuerpo pequeño se escabulló entre productores, camarógrafos y personal. Mira, intentó perseguirla, pero el mar de gente la obligó a retroceder. Quedó a unos metros de la salida, intentando ver a su novia, pero solo encontraba rostros desconocidos.
La pelirroja se giró para verlos a ambos, confundida.
—¿V-voy tras ella?
El silencio que quedó en el camerino era ensordecedor.
—Creo que… hay que darle espacio…
Rumi había lagrimeado un poco. Se sobaba el brazo donde Zoey la había golpeado, pero lo que realmente la hacía llorar era haberla visto en ese estado.
—¿Qué mierda fue eso…? —intentó empezar Mira, pero Rumi la interrumpió.
—Bobby, lo siento tanto. Ella no quería gritarte, ella no es así… No sé qué le pasó…
Bobby soltó un enorme suspiro, como si apenas estuviera empezando a procesar toda la escena.
—No pasa nada… A todos los idols les pasa —murmuró.
—¿Qué te dijo antes de que llegáramos?
Bobby miró a las chicas, que lo observaban con ojos suplicantes, buscando alguna explicación. El manager desvió la mirada.
—Estaba murmurando incoherencias, hablando sola… Cuando me vio, me gritó y empezó a llorar. No quería que salieran las fotos. Hablaba sobre privacidad o algo así… Luego empezó a mezclar inglés con coreano y no paraba de llorar… No entendí la mitad de lo que dijo, lo siento.
—¿Dónde estabas? Te busqué como loca en la entrevista.
Bobby suspiró, llevándose las manos a la cara y luego al cabello.
—Me llevaron a una cabina aparte, creo que fue una trampa, me retuvieron casi todo el programa para que no pudiera parar nada… Zoey tiene razón, esto fue planeado para molestar al grupo.
Mira, se sentó en uno de los bancos donde se había maquillado más temprano. Estaba tensa, seguía pensando en cómo Zoey las había mirado, como si fuera una desconocida. Un extraño.
Sacó su teléfono para escribirle.
“¿A dónde fuiste? ¿Estás bien?”
Apareció como recibido.
—¿Viste lo que mostraron en la pantalla? —preguntó Rumi, sentándose en otro banco, junto a Mira; sus patrones parpadearon con tonos violetas.
Bobby estaba tecleando frenéticamente en su celular. Estaba poniendo al tanto al equipo; alguien saldría despedido, sin dudas.
—Sí, esas imágenes no fueron autorizadas, estoy hablando con el departamento legal, que hagan una investigación; se ha filtrado mucha información de ustedes esta semana. Tienes suerte de no tener historial escolar, Rumi; si no, ya hubiera salido al aire cómo comías plastilina en kinder.
Las idols compartieron una mirada preocupada; en este mundo, ya la privacidad era un lujo.
Mira, tomó su celular otra vez. Zoey no había respondido.
Con algo de miedo, abrió X.
La primera publicación era de Zoey. Un usuario preguntaba si estaban viendo la entrevista; otro, más abajo, reposteaba el enlace del programa que estaba siendo transmitido.
Una publicación más y… allí estaba. Las fotos por las que su chica había perdido la compostura.
—Las fotos están en internet.
Bobby asintió, resignado.
—Estábamos en vivo. Media Corea estaba presente… Las fotos ya están circulando. No se puede hacer mucho con eso.
Rumi bajó la vista. Sabía que era cierto. Bastaba un segundo para que los fans tomaran pantallazos de sus teléfonos y se quedaran con la imagen.
Mira bufó, enojada, deseando poder controlar la situación.
La pelirroja se quedó mirando las fotos en su celular. Casi eran inofensivas: ella en su equipo de fútbol, con esa enorme sonrisa boba. Se fijó en sus brackets. Intentó recordar si Zoey alguna vez les había mencionado que usó ortodoncia, pero no encontraba información.
¿Una sola chica en todo el equipo de fútbol? Sí, Zoey debía ser buena. Intentó imaginarla como mediocampista, corriendo empapada en sudor en un día caluroso de California. Sí… su risa estridente en el aire. Probablemente era la favorita del equipo. La podía ver vívidamente.
Su Zoey daría una chilena y caería de cabeza con tal de intentarlo. Su Zoey usaría calcetas coloridas, probablemente las de Pinky y Cerebro, que había comentado que amaba de joven. Sí, esa imagen la podía ver perfectamente en su mente. Con su papá buscándola en su auto azul después de entrenar.
Era fácil ver a su Zoey actual en la foto grupal.
En la foto del espejo, era más complicado. Un poco de su habitación se colaba a través del reflejo: la mitad de una cama, la esquina de un escritorio, la pared llena de… ¿Aliens y tortugas? Oh, claro. Ella y sus tortugas.
Definitivamente era su habitación. Mira, intentaba adivinar en qué pudo estar pensando. ¿La foto sería para un novio de secundaria? Quiso pensar que sí, aunque Zoey dijera mil veces que nunca fue popular en ningún género, que casi nunca le coqueteaban. Mira, creía que solo era muy distraída para notar que le ligaban.
Su cabello estaba revuelto. Nunca había visto a Zoey con el pelo tan corto, con las patillas rapadas. Lo único que se mantenía era el fleco mal cortado. Su sonrisa era más nerviosa en esa foto. ¿Era por los nervios de que la obligaran a tomarla, o estaba emocionada y quería salir bien para alguien?
Nunca les dijo que habían filtrado fotos de ella. Nunca pensó que pudiera pasarle eso. ¿Su chica radiante siendo víctima de algún idiota que presumía sus fotos privadas por todos lados? Inaceptable.
Quería pensar que la adolescente en la foto ya no estaba en su presente, pero… el busto vendado, firme, apretado y real le martillaba la cabeza.
Mira evocó en su mente un par de ocasiones en que Zoey prefería taparse, usando ropa ancha y un top deportivo para disimular. Era normal, ¿no?
Conocía chicas en su salón que se vendaban para que los chicos no las acosaran. Quizás Zoey tuvo problemas de autoestima. Rayos, era joven… seguro no quería sentirse mayor o algo así.
La imagen clara que tenía de Zoey empezaba a enturbiarse, porque la foto de ella —joven, vulnerable y lo suficientemente atrevida como para llevar el cabello por las orejas, con ropa ancha y el pecho vendado— no concordaba con la mujer que tenía en su cama cada noche.
Zoey ahora era la persona más relajada que conocía, siempre irradiando energía positiva a todos lados. Podría jurar ante cien biblias que la sonrisa de Zoey iluminaría un mar en penumbras. Su chica era segura de sí misma, hablaba sin pensar y siempre tenía un comentario para todo.
Ahora, al verla perder los estribos por esa maldita foto, se preguntaban qué había pasado. ¿Qué era lo tan terrible en esa imagen como para salir a golpear la mesa de un comentarista y gritarle a su manager?
Arrugó el rostro al sentir que había al menos dos caras de su novia que no conocía. Era su ira sin control ni filtros, donde el dolor la manejaba como un piloto automático. La otra era la sonrisa boba, dulce y tímida que tenía de joven, donde parecía incómoda y aterrada, pero con una felicidad salvaje dentro de ella.
Su mente empezó a correr hacia atrás, tensando el hilo de sus pensamientos. Intentaba encontrar razones por las que le ocultaría algo así, buscando comprender sus acciones. Ella a veces les mentía.
Lo sabía. Era buena leyéndola. Su pasatiempo secreto en algún lado con su skate, las libretas que nunca dejaba que leyeran, las veces que la encontraba sola en el estudio fingiendo que solo corregía una pista de audio. Cosas inofensivas, claro que sí. Ella podía irse a China en su patineta si le daba la gana.
Podía escribir cien novelas en secreto si eso la hacía feliz.
Pero… ¿Cómo podía andar por ahí con esa mirada rota, deshecha, por algo que le carcomía por dentro?
_______________
Bobby levantó la vista, llamando la atención de las chicas.
—Zoey está con el chófer. Dice que la llevó a una tienda de conveniencia para darle un jugo, y que acaba de dejarla en la torre.
Los hombros de Rumi bajaron por primera vez en todo el día. Había estado caminando en círculos por el camerino, llamando a Zoey cada cinco minutos.
—¡Qué alivio! ¿Está bien? ¿Qué más te dijo? —se acercó a Bobby, desesperada.
—No dijo mucho… solo que tenía cara de querer vomitar.
Rumi arrugó la nariz. Ella odia vomitar, pensó.
Dejó su teléfono en el sillón. El pecho le quemaba con la necesidad de ir tras Zoey, su dulce novia, que justo ahora se encontraba lejos de su consuelo.
Le habían acribillado de mensajes; ella, Mira y Bobby se aseguraron de escribirle lo preocupados que estaban, que solo estaban esperando que Bobby terminara de hacer la queja formal para ir al penthouse.
El manager tenía los últimos veinte minutos hablando con prácticamente cada jefe del canal, escribiendo correos e incluso alzando la voz. Había pedido dar de baja todos los medios digitales donde se hubiera transmitido la entrevista; quería saber quién había recopilado la información, necesitaban localizar la fuente y asegurarse de que no tuviera más.
Estaba hablando también con el área de Social Media; necesitaría que se movieran para empezar a reportar masivamente cualquier publicación sobre Zoey, intentar en la medida de lo posible que sus fotos siguieran circulando sin permiso.
—Emitiremos un comunicado más tarde —sentenció—, van a exigir que el medio retire las fotos y que eliminen cualquier copia en redes. La agencia estuvo de acuerdo; casi pierden la cabeza cuando les dije que habían mostrado una foto semidesnuda de una menor de edad. Ya todos están informados, están actuando lo más rápido posible, mañana haremos un control de daños…
—Seguirá rondando en internet —murmuró Mira, mirando el piso.
—Sí… pero al menos estamos haciendo algo para que la gente de este estúpido programa de quinta no se salga con la suya —aunque Bobby había hablado severamente, no había levantado la cara de su celular ni de su tablet—. Wallas viene en unos minutos, las llevará a casa.
Rumi le dio una pequeña sonrisa.
—Gracias, Bobby…
Él levantó la vista, le dio una amplia sonrisa de regreso.
—Estaremos bien, puede que salgamos en las noticias un par de semanas, pero no pasa nada, vi los comentarios; X; la gente está más enojada con Han Ji-tae que con Zoey —luego, las miró a ambas, más preocupado que molesto—. Por ahora, vuelvan a casa, prepárense para los ensayos de baile de mañana y cuiden a Zoey. No sabemos qué tanto le puede afectar; es mejor que se relaje… Díganle que tiene el día libre mañana.
Ambas asintieron con la cabeza lentamente, antes de compartir una mirada. Rumi vio los ojos apretados de Mira y sintió una opresión en el pecho. Las dos estaban nerviosas y ansiosas por llegar a casa.
El escenario estaba angustiado a Rumi; estaba consciente de que sus marcas estaban vibrando a la par de sus pensamientos, vitoreando en colores oscuros y violáceos; a veces se volvían de un rojo escarlata cuando pensaba en las lágrimas amargas de su pequeña novia. En el camerino realmente no importaba parecer un semáforo, pero realmente salir al set como un aviso de neón no le parecía atractivo; por suerte siempre tenía una chamarra cerca, solo por si acaso.
Por si sus marcas estaban inquietas como hoy.
Esperaba que haberle dado espacio a la rapera fuera la mejor decisión. Por eso no habían corrido hacia su penthouse, porque estaba alterada y parecía no querer ver a nadie.
Ella lo entendía; ella se había sentido acorralada también.
Suspiró lentamente, luego sintió la mano de Mira en su hombro; empezó a sobar suavemente la zona.
—Estás tensa.
Sí, lo estaba, pero eso era solo una excusa. Mira hacia cosas como esa para tocarla en público sin miedo. Incluso frente a Bobby, que realmente había visto las partes más empalagosas de las tres.
Rumi se dejó caer en el tacto de Mira, esperando hasta que llegara su chofer.
__________________
La visión del estacionamiento era borrosa; sus ojos parecían estar desenfocados en los bordes. Aun así, logró ver el auto que las iba a buscar; el Toyota Prius híbrido estaba en su sección apartada del estacionamiento privado.
Se acercó a paso rápido; estaba ligeramente consciente del estado de su cara, probablemente hinchada y patética.
Wallace estaba parado cerca de una columna, estaba fumando, aprovechando quizás que en esa parte no había cámaras de seguridad. Apagó el pucho de inmediato, asustado (quizás por su estado actual o quizás por estar rompiendo alguna regla).
—Señorita Zoey… —Empezó, incorporándose rápidamente, pisando el cigarrillo con el pie.
Probablemente haya sido su chofer desde hace unos once meses; puede que ya tuviera un año trabajando para ellas. No lo recordaba bien.
—A casa, por favor. —No quería hablar, sus manos estaban alrededor de su mochila, intentando abrirla sin éxito.
Él se acercó sin permiso, ayudando a sus manos temblorosas a tomar lo que necesitaba. Zoey sacó su suéter negro de inmediato. Grande, suave, con mangas firmes y capucha acolchada. Justo lo que necesitaba.
Se lo puso como una capa protectora. Su piel pareció recibirlo con alivio, su respiración pareció relajarse un poco. El calor de la tela se sentía mejor que sus manos frías.
—¿Está bien? —Zoey levantó la vista; Wallace estaba aterrado.
Sí, probablemente lucía mucho peor de lo que pensaba. Quiso desaparecer en ese instante, ser solo un ente sin cuerpo físico, viajar a su habitación y hundirse en su miseria hasta que solo quedara un suspiro de lo que alguna vez fue.
—¿T-tienes más cigarros? —su voz gangosa, aun sollozando inconscientemente, pareció sobresaltarlo.
Sacó del bolsillo de su pantalón media cajetilla de Esse. Zoey arrugó la cara. Se preguntó si le estaban pagando bien como para que tuviera que comprar la peor marca de toda Corea.
Aun así tomó uno y dejó que él lo encendiera; el clip del encendedor la sobresaltó. Sus manos no parecían estar en suficiente sobriedad para hacerlo ella misma.
La primera calada se le pegó a la garganta; el humo la quemó en su interior irritado de tanto llorar. No pudo evitar empezar a toser, intentando contener su boca en su antebrazo.
Se sintió aún más estúpida, sintiendo como Wallace la miraba fijamente, con el semblante preocupado, debatiéndose si ayudarla o solo dejarla en paz.
Justo ahora no podía lidiar con nada; se acercó para abrir la puerta del auto.
—Llévame a casa… por favor.
Quizás fue la forma en la que la voz de Zoey se rompió, las lágrimas volviendo a salir de su rostro, lo que sacó al chofer de su trance. Zoey se sentó atrás, con la cabeza echada hacia la puerta; dejó las ventanas abiertas para que el carro no apestara a humo después de bajarse.
El suave ronroneo del motor y el vaivén saliendo del estacionamiento la empezaron a marear. Aunque quizás fuera más su propia respiración superficial. Sentía el pecho apretado nuevamente, pero ahora parecía tener un ritmo para respirar. Tomaba una calada del cigarro, la mantenía adentro un momento, lo soltaba por la nariz.
Casi una respiración terapéutica. Sí, podía mantener ese ritmo.
Calada. Mantener. Suspirar. Repetir.
Sí. Era más fácil con la nicotina empezando a recorrer sus venas. Se vio a sí misma fumando por primera vez, en la parte de atrás de un Subway, con uno de los chicos del parque del skate.
Intentó que su mano no le temblara, pero era imposible; su pierna inquieta golpeaba el piso del auto.
Mierda.
Calada. Manténlo dentro. Suelta el humo.
Tenía que aferrarse a ese ritmo; solo así podría empezar a respirar como antes. El amargor de la nicotina se mezclaba con el sabor salado de sus lágrimas y el goteo tibio de su nariz congestionada. Cada tanto, un hipo involuntario sacudía su pecho, contrayéndolo al compás de sus gemidos contenidos.
En la caja de metal, cada sonido se amplificaba: el sorbo húmedo al aspirar por la nariz, la respiración entrecortada, incluso el murmullo lejano del público que se filtraba desde la pantalla cuando aparecieron sus fotos.
Ni siquiera quiso imaginar cómo las habían conseguido. Sabía que cualquier imbécil podría haberlas guardado en un disco duro olvidado. Bastaba que alguien de su pasado reconociera su rostro en un viejo celular y decidiera vender la exclusiva.
Casi podría leer los encabezados en cada página de noticias.
“ZOEY CHO PIERDE LOS ESTRIBOS EN EL PROGRAMA DE HAN JIN-TAE”
“MIEMBRO DE HUNTR/X REVELA FOTOS ÍNTIMAS INÉDITAS”
“¡LA MAKNAE DEL GRUPO DE HUNTR/X SALE A LA LUZ COMO UN FENÓMENO DE CIRCO! NO TE PIERDAS CÓMO SUS MAYORES SECRETOS LA HACEN RETORCER HASTA LA MÉDULA”.
La sola idea de enfrentar eso en unas horas le provocaba un grito que no se atrevía a soltar. Se encogió en el asiento, y el llanto se volvió más denso, más áspero. Sus lamentos ahogados desconcertaban al conductor, que la observaba de reojo por el retrovisor.
El cigarro seguía encendido en su mano, casi a la mitad, soltando ceniza inútilmente en el asiento.
Se sentía desnuda.
No, algo peor, más que eso, estaba en carne viva.
En esa espiral que la llevaba más y más al fondo de sus recuerdos y anhelos inhibidos. La vulnerabilidad era tan absoluta que imaginaba a cualquier persona entrando en su habitación, hurgando en sus cajones, abriendo su armario y desarmando pieza por pieza todo lo que había intentado mantener oculto.
Fue como apuntarle con una linterna gigantesca al hoyo negro que nunca se había permitido ver ni siquiera con la luz de una vela.
¿Qué pensarían las chicas de ella?
El pensamiento le arrancó más que un sollozo la fuerza con la que esa pregunta que clavó en su cerebro. Sintió sus brazos curvarse aún más en su cuerpo, abrazándola con fuerza. Desde afuera parecía que intentaba retener los pedazos de esa niña rota que se desgarraba el llanto, con un cigarro consumiéndose solo.
Ahora ya no estaba haciendo ningún esfuerzo por intentar esconder su dolor: le dolía la garganta, sus ojos le escocían, su cuerpo se convulsionaba al ritmo de sus sollozos.
Su visión estaba más borrosa; la forma en que su pecho se apretaba era casi como si sus costillas quisieran apuñalar sus pulmones.
No quedaba un pensamiento coherente, solo el golpe constante de años de represión, miedo y asco hacia sí misma. La caja de Pandora que había escondido en el rincón más oscuro estaba abierta.
Su imagen de sí misma oscilaba como un columpio: un segundo era la estrella que todos veían, y al siguiente, el chico incompleto que caminaba por los pasillos evitando cualquier mirada. No soportaba ser ninguna de las dos.
Ni siquiera notó que el vehículo se había detenido. La puerta se abrió de golpe y la sobresaltó; se escabulló hacia el lado contrario, y sus instintos de cazadora se activaron al instante. Viejos reflejos surgieron para compensar la falta de control.
—Señorita Zoey, por favor, le traje esto… —El rostro de su chofer le tranquilizó un poco. Su cabello negro, corto y endurecido por el gel, estaba revuelto, como si hubiera pasado la mano por él demasiadas veces.
Miró lo que le estaban extendiendo.
Casi se rió.
Era un cartón de leche de fresas. Cuadradito, casi para una niña que sale de la primaria y su madre no quiere que llore.
Con la manga de su suéter se limpió la cara, intentando mantener un poco de dignidad antes de tomar el cartón en sus manos.
—Por favor, beba… —Los ojos suplicantes se le calaron en el alma.
Quería decirle que no, que no le mirara así, que fuera a conducir a casa y se olvidara de ella. Su garganta no respondió.
Solo pudo asentir un poco antes de tomarlo en mano.
“딸기우유 - Strawberry Milk - 250 ml - Enriquecida con calcio”
Las letras parecían carecer de sentido, pero las leyó una y otra vez, hasta que, casi por reflejo (y por la vigilancia constante de Wallace), abrió una esquina y bebió un sorbo.
Ahora sí lucía ridícula.
Un cigarro en la mano izquierda y un cartón de leche de fresa en la otra, en un auto carísimo, con su chofer procurando que no se desmayara.
Sí. Ahora con el cartón frío y el humo caliente y seco del cigarrillo, tenía suficiente para elegir cómo atragantarse.
Esa imagen de sí misma parecía por lo mejor real y más nítida que cualquier cosa que su mente pudiera traer a la mesa.
_____________________
Cuando el auto se aparcó, Zoey ya había terminado su bebida y su cigarro. Había colocado la colilla dentro del cartón. Estaba preparada para abrir la puerta e irse, pero se detuvo para mirar a su chofer.
—Gracias, Wallace…
—No hay de qué, espero que se encuentre bien.
—No te preocupes por eso… Hablaré para que te den un aumento; no puedes seguir comprando esos horribles cigarrillos, ¡puaj!
Sin más, la rapera cerró de un portazo y salió a caminar desde el estacionamiento a su elevador privado.
Su lagrimeo había cesado lo suficiente; alternando entre fumar y beber, había logrado traerla el tiempo suficiente a la tierra.
Cuando llegó a su piso, la caja del elevador se abrió.
Vacío.
Probablemente las señoras de limpieza habían terminado de hacer sus labores hoy. Todo el lugar estaba en una quietud envolvente; lo único que sonaba era el refrigerador y el sistema de aire acondicionado.
Y cuando sorbía por su nariz, claro.
Fue directo al baño; necesitaba arrancarse la ropa lo antes posible, junto con los restos de maquillaje.
Zoey empezó quitándose los zapatos y dejándolos en medio de la sala, lanzó su mochila en el sofá, se desprendió de su suéter a mitad de pasillo. Cuando entró al baño, ya su respiración estaba entrecortada otra vez.
Se paró enfrente del lavamanos, cerrando los ojos. Realmente no quería verse en un espejo.
Aun así, los abrió.
Su reflejo era algo que no reconocía. Los raudales de sus lágrimas estaban cubiertos por los bordes con algo de rímel corrido, formando manchas oscuras que parecían moretones bajo sus ojos. La piel, enrojecida por el llanto y el roce de las manos, le daba un aspecto vulnerable que contrastaba con la imagen pública que solía proyectar.
—Mierda… —Musitó.
Tomó una bocanada de aire; restos de la entrevista se arremolinaron en su mente, sus hombros se alzaron y soltó lo que tenía en sus pulmones. El frío de las baldosas en sus pies le ayudaba a no marearse.
Se quitó el crop top que tenía de un movimiento con los brazos; sus hombros pecosos quedaron descubiertos. Hoy llevaba puesto un brasier color melocotón, sin varilla y algo deportivo, justo para resistir horas bailando sin sufrir. Se desabrochó por atrás y cayó al piso junto con su otra prenda.
Sus manos temblaron ligeramente al quitarse sus joggers y su ropa interior al mismo tiempo.
Se acercó al espejo del baño, caminando despacio, empezó a quitarse sus moños, dejando las horquetillas y sus colitas cerca del lavamanos; sintió las caricias de su cabello en sus hombros y en la nuca.
El cabello negro cayó como una cascada hasta debajo de sus hombros; lo sacudió para quitar la forma de su peinado anterior. Finalmente, se dio la vuelta.
El brillo de sus ojos húmedos la saludó nuevamente desde el espejo completo del baño.
La bilis se le subió a la garganta. Una arcada contenida.
Tuvo que forzarse a sí misma a mantener la mirada, a verse a los ojos a través del espejo y no llorar. Tenía que, tenía que verse y aceptar lo que estaba en el espejo.
Nunca había tenido tantas ganas de taparse, ni siquiera cuando era más joven. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas otra vez, en un llanto silencioso.
Sus uñas se clavaron en sus palmas; primero tuvo que mirar su espeso cabello azabache, con las pequeñas ondas que se hacían alrededor. Sus hombros pecosos, su piel suave y tersa, la forma de sus brazos delgados cayendo a sus costados.
Pasó unos segundos así, hasta que su cerebro le dio la orden de mirar por debajo de sus clavículas. Sí, aun luego de ver su pecho durante años, se seguía sorprendiendo de ver el par de tetas pegadas allí, ajenas a todo lo que pasaba en la cabeza de su portadora.
Su vientre tenía pequeños arañazos; probablemente lo hizo hoy, en algún punto entre ser expuesta al público y tener un ataque de nervios en su auto, o mientras le gritaba a su manager, o cuando salió corriendo luego de golpear a su novia y empujar a la otra.
Sí, hoy sus uñas filosas tenían mucho que arañar.
Sus caderas incluso parecían crecer con cada año. Pensaba que el ejercicio podría disminuirlas, pero mientras más días de piernas aparecían, más curvas. Las náuseas se arremolinaban dentro de su estómago; podía sentir cómo su cerebro hacía grandes esfuerzos en no temblar.
Estuvo así casi un minuto, de pie, desnuda frente a un espejo, casi como un soldado esperando una orden. Mirándose fijamente hasta que se acostumbró, hasta que las náuseas pararon y pudo verse como solo un cuerpo, un caparazón. El frío del piso le estaba calando los pies.
Era más fácil así, verse y tomar notas de cómo era su piel ahora, de cómo la verían los demás, de cómo sus fans la podían.
Por su mente estaba la foto otra vez. Quizás estaría el resto de su vida en sus pupilas, junto con el terror salvaje que la invadió.
Se metió a bañar con agua helada, usando el shampoo de menta que Mira dijo que olía a hombre. Por lo menos oler como uno no era un delito.
_________________
En su habitación las cosas no fueron mejores; había salido descalza y con una toalla de baño que probablemente era de Rumi.
Su cabello empapado le hacía cosquillas en los hombros.
Logró dejar de llorar. Ahora solo estaba agotada; los temblores de su cuerpo la habían dejado adolorida. Estaba en su cama, con ropa de algodón, suave y familiar, mirando el techo.
Había recogido su teléfono al volver de la ducha. La cantidad de mensajes era estúpida; solamente Rumi le había dejado veinte llamadas en el buzón y cerca de treinta mensajes. Mira y Bobby dejarían unos diez mensajes entre los dos.
Pero no tenía energía para ellos, no podía hacer nada, solo pensar.
Pensar en ella. En la forma en que había reaccionado. En esas viejas fotos que habían visto la luz…
El miedo que se le había calado en su pecho al verse descubierta.
Dios, ella ni siquiera estaba segura de que eso significaba algo.
Sí, vale, fui una rara en toda la secundaria, estaba escribiendo todo el rato en libretas, hablaba raro y veía líneas en la superficie de la tierra. Sí, eso era raro. ¿No podía acaso ser una rara que se vendaba el pecho porque no le gustaba?
No tenían razones mayores para pensar en otra cosa. Desde que había conocido a Mira y Rumi, se había asegurado de ser lo más convincente posible.
Lo dio todo: maquillaje, pelo largo, faldas, vestidos, sostén, bikini, shots, aretes, moños, cuero, baile, música, notas altas, uñas, anécdotas fingidas, esa forma de ser tan femenina para pasar desapercibida…
Nunca dijo nada fuera de lugar; probablemente estén asustadas más por su reacción que por las fotos en cuestión. Su cerebro ya estaba maquinando qué les diría, cómo podría salir de esto sin quedar expuesta en el proceso. Una excusa nueva, alguna historia inventada e imposible de comprobar…
Cualquier cosa menos que me vean como yo me veo.
Un rato después revisó su celular; Rumi escribió que llegarían pronto, que estaban esperando que Bobby resolviera unas cosas.
Sí, deseaba con locura tener a sus novias con ella, ser mimada y abrazada, sentir su aliento en su cuello, sus murmullos en su oreja diciendo que todo estaría bien, que la amaban y que sus almas están hechas para estar juntas. Joder, claro que las necesitaba.
Pero no podía permitirse desear eso tan profundamente y al mismo tiempo mantener la compostura.
¿Cuántas veces había estado a punto de confesarlo? Quizá en cada maratón de series hasta la madrugada, acurrucadas en el sofá. Quizá en las mañanas de café y estufa encendida. Quizá en las conversaciones íntimas, cuando Mira contaba cómo su padre la había echado de casa, o Rumi relataba con detalle cómo ocultaba sus patrones. Quizá en esos momentos sobre Mira, desnuda y jadeante, escuchando: “¿Quién es mi chica?”, y sintiendo cómo su propia voz se quebraba al responder que lo era.
Oh, Dios… Cuántas veces antes estuvo a punto de decirlo. Cuántas veces sintió la garganta en carne viva, ardiendo con el fuego de una confesión que nunca salía. Cuántas noches deseó despertarlas llorando, gritarles que no podían amarla, que todo era una mentira, que lo único que tenían delante era un saco de farsas y engaños que había decidido mantener porque era más cómodo… porque era más seguro.
Porque en el fondo estaba tan asustada de cambiar todo lo que había conseguido únicamente por un deseo obstinado dentro de su pecho. Ahora tenía una carrera exitosa, podía darles una vida digna a sus padres, tenía libertad artística para escribir y cantar lo que quisiera, podía caminar por la calle con la cabeza en alto, tenía a dos chicas increíbles y atentas a su lado… y el honor secreto de haber salvado el mundo con la Honmoon sellada.
Y quizá eso era lo peor: que, siguiendo las reglas, mintiendo, pudo tenerlo todo sin arrancarse las uñas ni la piel en el proceso. Si aquel día hubiera mirado a los ojos a Celine, cuando le ofreció unirse al grupo y pelear contra seres infernales, y hubiera tenido la locura —o el valor— de decirle: “Vale, seguro… pero soy un chico, ¿sabes?”, nada de esto habría pasado.
Nunca hubiera sellado la Honmoon porque nadie quiere ver a un travestido cantando y bailando. Nunca hubiera podido estar con Mira o Rumi, quienes se reían cuando un chico intentaba cortejarlas.
La vida que tenía era tan perfecta que la sola idea de que una foto pusiera en peligro sus años de sufrimiento y dolor era casi imposible de concebir.
¡¿Con qué derecho?! ¡¿Con qué maldito y siniestro derecho alguien se atrevía a arrancar al ojo público una parte de sí misma que había enterrado con tanto esmero?!
Se habían vuelto todos locos. No había otra explicación. Todo, absolutamente todo, conspiraba contra personas como ella.
Antes de echarse a llorar otra vez, encendió el celular, entró en X e inició sesión en su cuenta alternativa.
¡Bienvenido de vuelta, Zack!
Bufó al leer la bienvenida. Seguro que sí, a donde más era bienvenido.
Tenía al menos doscientas notificaciones; había muchos mensajes al privado, etiquetas en ediciones, fan arts y covers de sus canciones originales.
“En respuesta de @Zackturtles:
Hermano, de verdad he seguido tu trabajo por un año, ¡qué raro es no ver tu habitual notificación los fines de semana! Vuelve pronto a YouTube”.
“En respuesta de @Zackturtles:
¡Descubrir tus canciones fue lo mejor de mi semana! :ccc Entendernos que no es fácil lidiar con tanto, suéter 🍀.”
“En respuesta de @Zackturtles:
Más te vale volver, porque creo que eres uno de los pocos creadores de contenido que tienen algo de talento”.
“En respuesta de @Zackturtles:
Muestra la cara, me enamora y luego se va a dormir. Joder, ¿por qué todos los hombres me hacen eso?”
“En respuesta de @Zackturtles:
Tienes una voz espectacular, ¿no tienes donaciones? Debería vivir de esto, chico, te pagaría solo para que me cantes en vivo”.
“En respuesta de @Zackturtles:
vuelve vuelve vuelve vuelve vuelve vuelve:ccc”
“En respuesta de @Zackturtles:
Te hice un fanart :333 <33.
Foto adjunta”.
Una leve sonrisa llegó a sus labios; al menos a unos extraños en internet les parecía divertido su circo. Luego de bajar un momento, entro al link de su video viral.
Mierda, veinte millones de vistas. Su canal estaba cerca de los trescientos mil suscriptores.
Dejó el teléfono a un lado, parpadeando para despejar sus ojos; luego actualizó la página otra vez. Sí, ahí seguía. Trescientos mil suscriptores.
Una locura, sin dudas.
—Podría salirme de Huntr/x y vivir de ese canal de mierda —murmuró para sí, casi cómica.
Se preguntó qué había hecho para recibir tanta atención en menos de un mes: primero su video (su primer y único video donde mostraba una parte de su cara) y luego la entrevista. ¿Qué pasaba? ¿Acaso el público la encontraba irresistible?
El sonido del elevador la sobresaltó; sus chicas habían llegado.
Soltó un suspiro; podía con ellas, siempre podía.
Pero sus manos temblaron en el teléfono al salir de su cuenta falsa.
______________
Al llegar a casa, las cosas de Zoey aparecieron tiradas por todos lados, lo cual realmente no era una señal de alarma; Rumi incluso había suspirado con alivio al ver los zapatos de su novia tirados en el piso.
—Estamos en casa —llamó Mira, pero nadie respondió.
Ambas compartieron una mirada preocupada antes de caminar hacia la habitación de Zoey.
El pasillo tenía un rastro de gotas de agua. Rumi arrugó la cara, pensando en las palabras de Celine cuando le reñía por hacer desastre luego de bañarse.
Su puerta estaba abierta, pero la vocalista tocó dos veces antes de asomar su cabeza; Mira la seguía desde atrás.
—Toc, toc, ¿hay alguien por acá? —la voz de Rumi salió suave, juguetona, casi dulce.
Su ceño se relajó cuando la vio en su cama, aún con el cabello húmedo, acostada boca arriba mirando el techo, con su ropa blanca de entrenamiento.
Los ojos hinchados, su cara aún rojiza por llorar, todo le daba un aspecto tan frágil y joven. Sus pecas estaban por su rostro y su mirada inquieta sugería que las estaba esperando, inmóvil allí en su cama.
—Hola… —murmuró, elevando la cabeza hacia ellas.
—¿Podemos pasar? —aunque realmente no espero respuesta, ya estaba caminando hasta su cama.
Rumi se acercó hasta el borde de la cama, del lado derecho, sentándose sin esperar indicación, bajo la mirada de Zoey.
—Hola —saludó cuando estuvo sentada.
Zoey elevó una tímida sonrisa.
—Hola, Rumi.
Al otro lado de su cama, Mira también se sentó, con sus piernas largas casi rozando a la pelinegra.
—Hola —saludó también, imitando a Rumi.
—Hola, Mira.
Y se quedaron allí un instante, porque había ansiado tanto verla y confirmar que estuviera bien, que verla así, acostada como un tronco, era casi tranquilizador.
Rumi había estado preparándose para un escenario peor, donde no estuviera en su casa o donde aún no hubiera podido salir del ataque de pánico. Estuvo tan preocupada que ahora era casi placentero solo verla con los ojos hinchados.
Zoey alternó la vista entre Mira y Rumi, con expresión seria, casi esperando un regaño.
El silencio lo rompió ella misma, con un pequeño murmullo.
—Yo… perdón por no contestar el teléfono…
Rumi no pudo resistirse a eso, se acostó completamente, pegando su cuerpo al de Zoey y abrazándola por la cintura.
—Nos asustaste cuando saliste corriendo así —dijo Mira, recostándose y empezando a jugar con el fleco de la menor.
Rumi sintió cómo Zoey ahogó un sollozo, cómo su pecho se contrajo al tacto.
—Lo siento mucho, yo no quería…
—Tranquila, ya lo resolveremos luego —dijo Rumi.
—Sí, ahora solo queremos que estés bien.
Se acurrucaron en torno a Zoey, pegando sus cuerpos para darle calor; tenía las manos heladas y su cuerpo se sentía más suave que de costumbre.
Rumi había empezado a hacer pequeños círculos en su vientre, respirando de a poco en su cuello. Mira, seguía haciendo piojito en los cabellos rebeldes de Zoey.
Pasaron así un rato, dejando que sus respiraciones se combinaran, que el silencio de la casa invadiera de forma cálida sus corazones.
Allí empezamos a sentir la Honmoon sobre ella, la nueva, la que ahora era mucho más reactiva a sus emociones, a la forma en cómo se comportaban juntas. Los colores iridiscentes aparecieron en la habitación, como una aurora boreal diluida, casi un espejismo.
Nuevamente estaban juntas. Desde que habían sellado juntas la barrera entre los mundos, las separaciones, las peleas y riñas las alteraban a todas. Desde que sus almas estaban conectadas por algo más fuerte que ellas, el flujo de su energía ahora fluía como una corriente de aire cálida y reconfortante.
El ameno momento fue interrumpido por una frase que le erizó los pelos de la nuca.
—Chicas… tenemos que hablar…
Mira y Rumi se voltearon a mirar a Zoey, que parecía profundamente aterrada, incluso con los ojos cerrados.
Notes:
Holis, espero que les haya gustado! ¿Qué parece hasta ahora como voy llevando a Zoey?
¿Se entiende cuando hago el cambio de punto de vista? A veces siento que lo enredo.
Por cierto, seguire narando a Zoey en femenino hasta que tenga dos gramos de valor y se llame a si mismo como un chico.
Si ven algun error diganme, de verdad soy muy dislexcica y como yo misma sé que dice, no leo como tal (?)
Siganme en X: @Oliver_XD8
Chapter Text
La rapera se había incorporado en la cama, sentada sobre sus talones, con las manos jugueteando en el regazo.
Mira sintió cómo las Honmoon se estremecían a su alrededor.
La menor había empezado a mordisquearse los labios, inquieta.
—Yo… saben, yo… —balbuceó.
Rumi se inclinó para tomarle la mano, entrelazando sus dedos con delicadeza.
—Zoey, está bien. Si no quieres hablar ahora mismo, lo entendemos.
Mira pudo ver cómo sus ojos se aguaban al instante. Zoey las miró a ambas con timidez, luego fijó la vista en sus propias manos, apretando los puños.
—Yo… eh, bueno… no sé por dónde empezar…
Finalmente, Mira se sentó a su lado, rozando su mano contra la parte externa de su muslo. Desde esa altura, podía ver sus pestañas revoloteando cada vez que parpadeaba. También percibía el olor a menta de los productos para el cabello y… ¿algo parecido al humo?
Zoey suspiró, derrotada. Alzó la cabeza, aunque mantenía los ojos cerrados.
—Salí con alguien en la secundaria. Era mayor que yo y… después de un tiempo nos mandamos fotos… —la pelinegra parecía tener un nudo en la garganta—. Al lunes siguiente, todos en mi curso tenían esas fotos mías sin camisa… A mitad de semana, ya toda la secundaria las había visto… Fue… fue horrible. Y, Dios, yo ya era rara. Luego de eso fui como un fenómeno. No hubo día en que no me dijeran que era una prostituta…
La habitación quedó en silencio, roto solo por la respiración de Zoey. Un fuego de ira le subió por el pecho a la pelirroja, que colocó su mano de forma más protectora. Notó cómo Rumi entornaba los ojos, analizando el rostro de Zoey sin soltarle la mano.
—Los profesores no hicieron mucho y, bueno… luego me mudé acá a Corea otra vez. Pensé que nunca más volvería a ver esa mierda y… Dios, fue tan humillante verme así otra vez… Ni siquiera mis papás lo saben.
Zoey permaneció así un rato más, con los ojos cerrados. Parecía intentar anclarse a la realidad solo con ese gesto. Sus manos estaban apretadas, sus hombros tensos.
El corazón de Mira dio un vuelco; sus manos se movieron antes de que pudiera darse cuenta. Tomó su pequeño cuerpo y lo abrazó contra el suyo.
Los gritos y la ira de esa tarde parecían ínfimos ante esta confesión; había revivido una experiencia tan horrible y vergonzosa.
Zoey respondió de inmediato, devolviendo el abrazo con el doble de intensidad. La tela de su camisa se humedecía, pero su cuerpo ya no hipaba como antes. Eran lágrimas calientes, de algo que ya había llorado con rabia. Rumi la miró, preguntando con la mirada si podía unirse. Aun después de tanto, Rumi seguía haciendo cosas como esa: pedir permiso para ser parte de ellas.
La atrajo hacia sí de un jalón; ahora eran un sándwich de consuelo, con su pequeña en medio, exhausta tras sacar su confesión a la luz.
Se acurrucó en su pecho durante mucho tiempo, a veces llorando, a veces solo respirando el olor de Mira, dejando que Rumi le besara la cabeza y que sus manos la mimaran con círculos suaves en el vientre.
Las dos mayores se habían quedado sin palabras. Aunque era posible que ella confirmara sus sospechas, tener la verdad de frente resultaba más fuerte de lo previsto. Solo pudieron apapacharla hasta que se recompuso lo suficiente para murmurar:
—Debí decirles antes, supongo… Esto se verá mal para Huntr/x…
Mira sintió que las palabras de Zoey se le quedaban pegadas en la piel, como un frío que no se quita. No sabía si era rabia o tristeza, pero sí que no la soltaría.
—Zoey, Dios… deja de pensar en eso un momento. Piensa en ti, en cómo te afecta a ti. Al grupo que le den; eso ni siquiera es culpa tuya.
Zoey se irguió, casi ofendida.
—¡El grupo es lo más importante para mí! Ustedes son lo más importante para mí… La gente va a comentar cosas, Mira, ¡lo harán! Siempre lo hacen. Dirán cosas malas, dirán que soy una perra, que solo soy una cualquiera. Lo sé, lo sé porque ya me pasó. ¿No has pensado en cómo se va a poner todo el país mañana? ¡Hablarán de tu novia y de por qué tiene el atrevimiento de tomarse fotos frente al espejo! —Se echó hacia atrás, frunciendo el ceño, topándose con Rumi por la espalda.
—Bobby se va a encargar de eso. Vamos a minimizar lo más posible el daño. Eras menor, y esa foto fue sin tu permiso; es peor para Han Ji-tae… Además, no se ve nada. Has salido con menos ropa en la playa… —Mira intentaba tranquilizarla, pero la rapera la miró con furia, como si no entendiera nada.
Zoey abrió la boca para replicar… pero no dijo nada. Desvió la mirada y cerró los labios lentamente.
—Sí… tienes razón, no se ve nada… —sus ojos marrones parecieron apagarse.
—Amor… —Mira se alarmó por el cambio en su lenguaje corporal, como si hubiera cedido solo para no discutir.
—Zoey, tranquila, lo resolveremos… —Rumi la atrajo contra su pecho, acariciándole las mejillas—. Lo resolveremos. Si me aceptaron con las marcas, podremos con cualquier cosa. Borraremos otras fotos de internet, haremos que el programa de Han Ji-tae cierre, daremos avisos públicos, entrevistas, declaraciones… lo que sea. No vamos a dejar que Huntr/x se hunda por un malcriado que quiso hacerte daño a cambio de fama. No nos importa la foto. Nos importas tú.
Zoey no respondió. Solo se dejó caer entre ambas, como si su cuerpo recordara de golpe lo cansada que estaba. Mira sintió su respiración temblorosa contra el cuello, el calor húmedo de sus lágrimas filtrándose en su camisa. Afuera, la ciudad seguía viva, indiferente; adentro, el mundo se había reducido a tres cuerpos aferrados, intentando que el miedo no se colara entre ellos.
Durmieron así, abrigadas en sus extremidades. De vez en cuando, Mira despertaba en la noche y, antes de volver a dormirse, se detenía a observar a Zoey: su rostro tranquilo, los músculos relajados, su bella naricita invitando a ser besada.
Sus labios, esperando ser atendidos, respiraban apaciblemente, envueltos en una calma tan firme.
Mira se preguntó, por primera vez, cuándo había sido la última vez que logró ver así a Zoey estando despierta.
¿Cuándo fue la última vez que la vio sin la sombra de una preocupación entre los ojos?
___________
Lo primero que vio Bobby al llegar a su oficina fue un enorme arreglo de flores en el centro. Lirios blancos y claveles rosas lo recibieron con un delicioso aroma a dulce y miel. Cerca del ramillete descansaban su marca favorita de vino y una sandía más grande que su cabeza. Se quedó un momento desubicado antes de notar una nota entre las flores.
Un leve rubor cubrió sus mejillas… ¿sería de Recursos Humanos?
“Querido Bobby:
LAMENTO TANTO, TANTO, TANTO HABERTE GRITADO AYER. MI FORMA DE ACTUAR FUE TERRIBLE Y FUERA DE LUGAR.
TnT
Lamento mucho haber herido tus sentimientos. Eres el mejor manager de todos y espero que puedas perdonarme de corazón. Tuve un desborde emocional y lo pagué contigo. No fue mi intención.
Lo siento aún más por haberlo hecho en público. Lo siento más por haberte asustado. ¡Cosas de idols raperos! ¡Tenemos voz intimidante bajo una capa de dulzura!
Las chicas me explicaron cómo estás ayudándome a que ese patán se quede de patitas en la calle. ¡Muchas gracias!
PD: Lo lamento tanto. ¡No volverá a pasar!
Atentamente, y muy arrepentida,
Zoey Cho (tu chica favorita)
(Espero seguir siéndolo, incluso después de tratarte mal. ¡No lo mereces, por cierto… despídeme!)”
Leyó la carta una vez más, antes de echarse a reír. Una cálida sensación lo invadió desde la punta de sus dedos hasta el corazón.
Claro, Zoey… ¿quién más recordaría que ama las sandías y ese vino raro que nadie conoce? La releyó una última vez antes de acercarse a oler las flores, pensando por un segundo en cómo aquella chica dulce podía transformarse, ante sus ojos, en el retrato de El grito de Edvard Munch.
Estaba a punto de escribirle cuando su teléfono comenzó a sonar. El nombre “ZOOEY” apareció en la pantalla.
—Estaba a punto de responder por tus disculpas.
—¡Bobby! ¿Recibiste las flores? ¿Te gustaron?
—¡Mis favoritas! Gracias por recordarlo… No tenías por qué molestarte. Sabes que es parte de mi trabajo estar atento a…
—Bobby, basta de palabrerías de manager. Fui una idiota. Tú eres mi único Bobby, mi Bobby favorito, ¿ok?
Soltó una risa, sintiéndose más ligero y joven. Su energía desastrosa era desbordante, incluso por teléfono.
—Resolveremos eso, ¿vale? Yo… lamento que tu foto esté circulando por todos lados. El equipo legal está intentando salir de eso. Bajamos y suspendimos la prensa nacional… pero el internet es otro campo de batalla.
Un silencio inquieto fue lo único que logró oír por unos instantes, antes de recibir un suspiro triste.
—Sí… me lo imaginé… ¿Qué dice la disquera?
—Emitiremos un comunicado hoy. Acordamos decir que eras parte de un grupo de teatro y que solo estabas haciendo cosplay. Probablemente mañana llegue la demanda contra el staff de Han Ji-tae, por filtración sin consentimiento…
Silencio.
—¿Estás bien con eso?
—Sí, es perfecto. La gente lo va a creer… Gracias, Bobby.
La forma en que su tono de voz parecía haber vuelto a ser alegre lo preocupó. Algo en la forma de hablar le parecía… artificial, practicado, casi fingido.
—Sí… Se resolverá. Tienen una gran presentación pronto. La gala de premios es en nueve días. No siempre se puede ser la apertura de los Baeksang Arts Awards.
—¡Exacto! Cosas importantes. Por cierto, no me voy a tomar el día libre. Tengo una enorme tanda de bailarines que entrenar con Mira. Tengo que confirmar dos tipos de armas falsas. Dios… La próxima vez no dejes que Mira lleve todo el espectáculo.
Eso no le gustó mucho al manager.
—Deberías haber descansado. Sabes que el estrés te pone mal.
—Estaré bien, confía en mí, hombre. No soy una niña —pero su voz ya le estaba haciendo un berrinche.
—Si tú lo dices, señorita, soy-muy-mayor-para-consejos. Nos veremos esta tarde.
—Seguro… —Ya iba a colgar cuando sintió que lo llamaban otra vez—. Por cierto… antes de irme… ¿Crees que estaba haciendo cosplay? —La pregunta lo descolocó un segundo.
Pensó por un momento en lo que él creía sobre la foto del espejo. Sí, obviamente no era una especie de disfraz. No era por un tema de salud ni estético. Sí, él podía pensar muchas cosas al respecto, pero ahora mismo tenía que elegir con cuidado sus palabras, porque pudo ver cómo le había afectado lo suficiente como para pelear en vivo.
—Yo… no es realmente importante lo que yo crea.
—Yo quiero saber qué piensas —la alegría de antes fue reemplazada por incertidumbre.
Meditó una última vez, soltando un suspiro pesado.
—Mira, creo que… simplemente estabas siendo tú misma. Estabas siendo Zoey. Te gustan los deportes y las tortugas. Quizás también hay cosas que nunca sabré que te gustan, pero son parte de ti, ¿ok? Sigue siendo Zoey. Es lo mejor que puedes hacer por todos.
El silencio volvió, cargado de expectativa. Agudizó el oído, solo para encontrarse con el sonido de una nariz mocosa.
—Gracias, Bobby… eres el mejor… el mejor Bobby.
—Cuídate, Zoey.
—¡Lo haré! Adiós, Bobby.
No estaba realmente preocupado por ella en ese instante; solo tenía la idea de que algo, dentro de todo lo que su muchacha representaba, había sido ampliado hacia un lugar desconocido. Como si acabaran de mover el refrigerador y descubrieran que nunca se había limpiado bien por debajo: lleno de polvo y pelusa. Todos conocían cada centímetro dentro del refri, pero ¿cuántos se habían detenido a mirar o siquiera pensar en lo que había debajo?
Se había revelado una parte bastante lejana e íntima de Zoey. Alguien había movido sus muebles internos lo suficiente como para dejar al descubierto el polvo que había mantenido oculto.
Quiso indagar en eso, pero la siguiente llamada —del departamento de Sonido— ya lo estaba esperando.
Oh, claro. Se avecinaba una semana larga y debía prepararse para ello. Mente clara, ideas en su lugar. Sí, él era el experto, el chico de las soluciones, el coordinador.
Ojalá las personas fueran tan fáciles de controlar como sus tareas. La semana siguiente fue como ver a Zoey caer en un pozo de locura del que nadie se dio cuenta que había resbalado… hasta que chocó con el fondo.
Hubiera deseado que, al menos, hubiera tomado ese día libre.
________
A las siete y treinta, Bobby recibió el reporte de Rumi. Puntual, como siempre. Vestuarios terminados; maquillaje, pendiente. Mañana, con suerte, los rostros contarían la historia que él había imaginado.
Los bailarines estaban listos: atentos, impecables, coordinados. Pero Mira, con esa precisión que a veces dolía, dijo que faltaba fuerza. Que uno no estaba alineado. Que se reemplazaría. Bobby asintió sin discutir. No había tiempo para sentimentalismos, aunque algo en su estómago se tensó, como si el cuerpo que se iba dejara una grieta en el engranaje.
La logística del espectáculo avanzaba como un reloj sin manecillas: tarimas, luces, decoradores eligiendo tonos que no contradijeran la narrativa. Contratos temporales, seguridad, camarógrafos, valet parking. Todo bajo su nombre. Todo bajo su mirada. Sabía que debía delegar. Soltar. Confiar. Pero cada decisión parecía arrancarle una parte de sí. Supervisar no era solo verificar: era sostener, corregir, anticipar. Era cargar con el peso de lo invisible.
Aún estaba fresco. Podía dormir temprano, enviar un par de correos más, añadir notas al cronograma. Fingir que el control era descanso. Que el orden era paz.
Sabía que la perfección no existía en el mundo del espectáculo, donde cientos de cámaras escrutan cada detalle. Pero no era ambicioso: si la perfección era imposible, tendría un Plan B. Siempre un Plan B. A veces, la vida era solo estar preparado para cada inconveniente. Un plan general para que todos supieran qué hacer si algo fallaba.
__________
Al día siguiente fue la práctica de maquillaje grupal: un enorme equipo de maquilladoras, con cientos de brochas, coloretes, brillos, sangre falsa, pinceles… ¡todo un río de colores y perfumes en la sala! Los del bando de las armaduras lucían maquillaje con moretones, arañazos y tierra; los del bando de arqueros estaban cubiertos de heridas largas y sangrientas, como hechas por una daga o una espada.
Aun así, en sus párpados brillaban hermosos patrones de colores, adornados con pedrería y glitter. Los chicos paseaban semidesnudos, esperando a que las chicas de vestuario les entregaran las muestras de sus disfraces.
Las Huntrix estaban sentadas en sillas altas, rodeadas por un enjambre de maquilladoras que se movían como abejas sobre un panal, tomando su piel como nueva misión. Mira había elegido tonos rosados con un fucsia brillante; Rumi, un morado con azul eléctrico; y Zoey estaba bañada en amarillo y blanco.
Habían imitado las marcas iridiscentes de Rumi alrededor de sus brazos; las de la pelirroja eran afiladas, como hojas de cuchillo sobre el torso; las de la pelinegra, más curvas, como el borde de las nubes, salpicadas suavemente, casi por accidente.
Las chicas lo saludaron al verlo llegar.
—¿Cómo va todo?
—Mejor que bien. Hoy haremos el primer ensayo con maquillaje y vestuario; veremos cómo queda todo —respondió Mira, mirando alrededor como si todo el caos estuviera perfectamente planeado.
—Necesitaremos hacer la práctica en el lugar lo antes posible —añadió Rumi.
—¡Y la práctica de sonido, no lo olvides! —acotó Zoey, ganándose una regañina por moverse a medio brochazo.
Bobby empezó a tomar notas en su celular, enviando correos a toda velocidad. El tiempo corría y, por más que sus chicas hicieran magia en el escenario, necesitaban apoyo para todo lo demás.
Cuando el maquillaje estuvo listo, se colocaron frente a un espejo enorme. Rumi, con su ojo afilado, comenzó a dictar sugerencias para la próxima vez: que el tono de
Mira era más rosa que fucsia, que Zoey necesitaría más rubor porque sus mejillas no estaban lo bastante adorables. Las otras dos apartaron la vista antes de ser atacadas por otra horda de maquillistas listas para acatar cada orden de Rumi.
Minutos después, las tres posaban frente al espejo, marcando bíceps maquillados. Tontas.
A veces a Bobby le costaba adaptarse a cómo pasaban de ser unas chicas relajadas que amaban dormir hasta tarde a, en un segundo, convertirse en las artistas más talentosas y centradas que conocía. Sobre todo Rumi, que podía sonreír como una boba, mostrando todos los dientes, y al instante dar órdenes a cuarenta personas como si fuera su respiración.
—¡Vestuario, vestuario! —Zoey las jaló hacia un cuarto cercano.
Antes de entrar, Bobby pensó que encontraría una versión pequeña y apagada de
Zoey, pero parecía igual que siempre. Planeó hablar con ella después del ensayo, aunque ese día no hubo tiempo para nada.
El ensayo fue casi perfecto. Mira estuvo al frente la mayor parte del tiempo, guiando y corrigiendo, moviendo manos, pies y caderas fuera de lugar, marcando el ritmo con la música y los chasquidos de sus dedos. Rumi y Zoey seguían con energía.
Los movimientos eran violentos y coordinados al principio; la parte de la batalla estaba cargada de batería y bajo, marcando un ritmo de golpes que obligaba a los bailarines a cambiar de postura de forma rígida y rápida. Sus rostros debían mostrar enojo, con ceños fruncidos y armas firmes en las manos.
El vestuario elegido por Mira y Zoey era perfecto: túnicas de seda blanca con pedrería roja que se movían con elegancia en cada cambio de pose. Las pequeñas piedras rojas daban la ilusión de sangre derramada, pero de forma artística y sutil, como un guiño a lo que podría ocurrir si las armas fueran reales.
En el punto cúspide, la música dejaba de ser estridente y todo se detenía. Los coros de Mira y Zoey entraban por la izquierda y la derecha, justo antes de que la potente voz de Rumi tomara el protagonismo. Con un despliegue fuerte y dulce, las tres avanzaban en medio del caos de la batalla.
Rumi alzaba los brazos y los bailarines se desplomaban. Zoey parecía controlar el aire, moviendo las manos con lentitud y los ojos cerrados, antes de lanzarlos hacia los bailarines del lado derecho, que caían más despacio, casi hipnotizados. Mira se centraba en las piernas, lanzando patadas y giros, como un ballet violento.
Cuando todos los bailarines estaban en el suelo, con rostros de tristeza y terror, la música regresaba con más fuerza: violines, piano y guitarra atacaban como una orquesta. El canto de Rumi estremecía, haciendo que cada bailarín se levantara temblando, acercándose a compañeros y enemigos.
De rodillas, se abrazaban y se consolaban, exagerando el sollozo.
Bobby se tomó un momento para admirar cómo las chicas dominaban el estudio, radiantes, alcanzando las notas con soltura. Unas divas en todo su esplendor. ¿Eran así en su debut? No lo recordaba; solo podía pensar en cómo sus voces parecían hechas a medida, en el canto hipnótico y suave que soltaron antes de terminar la coreografía.
El final fue dramático: todos los bailarines se alzaron lentamente mientras las voces, en perfecta sincronía, rompían el aire.
En la nota final, todos cayeron de rodillas ante el grupo.
Silencio en la sala. Luego, algunos miembros del staff y Bobby se pusieron de pie para aplaudir.
—¡Chicas, eso fue impresionante! ¡La vamos a romper en los premios Baeksang!
El mánager salió disparado para reunirse con ellas; parecían satisfechas con el resultado. Para ser la primera práctica con maquillaje y vestuario, la adrenalina flotaba en el aire.
Aun así, Bobby no pudo evitar notar cómo a Zoey le temblaban las manos, a pesar del calor del día.
___________________________
Los días corrían con una velocidad terrible. Contratos, cámaras, videos, entrevistas cortas, bailes y ensayos… ¡una locura!
Había demasiadas cosas a las que prestar atención y otras tantas a las que debía encontrar la forma de prestársela.
La agenda y el horario apretado lo agobiaban, y más aún cuando miraba las redes sociales: el comunicado había funcionado bastante bien para la mayoría, pero el hashtag #ZoeyFiltracion invadía cada plataforma.
Las chicas se comportaban de forma distinta: desde pasar gran parte del día encima de la menor, hasta atosigarla con preguntas sobre su comodidad. Y no era para menos; desde el día de la entrevista, había algo ligeramente diferente en la rapera.
Algo que, si no estabas acostumbrado a ella, podía pasar inadvertido. Su ropa se acortó de pronto; los pantalones anchos y las camisetas gigantes desaparecieron, reemplazados por licras deportivas a medio muslo y franelillas. Su lápiz labial, normalmente rosa, subía un tono por día hasta llegar al rojo.
Quizás era solo su mente cansada buscando señales donde no las había; tal vez estaba como los fanáticos, observando cada detalle de un artista con lupa, como si fuera asunto propio. Solo era maquillaje, un cambio de ropa… se acercaba el verano, ¿no sería eso?
Pero lo que realmente llamó la atención de Bobby fue su empeño en mantenerse ocupada todo el día. Desde las ocho de la mañana hasta pasadas las nueve de la noche, podía verla involucrada en cualquier tarea relacionada con la presentación.
¿Necesitaban llevar la versión acústica? Ella se ofrecía a editarla sola, separando cada pista para facilitar el trabajo del departamento de sonido. ¿Hacía falta ajustar la paleta de color? Ya estaba corrigiendo telas, maquillaje y luces del escenario. ¿Los bailarines requerían ayuda? Allí estaba.
Y eso era raro. Zoey siempre había sido dedicada, pero ese nivel de entrega era algo que esperaría primero de Rumi.
Además, en lo que iba de semana, ya las había visto discutir dos veces.
Discusiones reales, no simples roces que se arreglan con una risa. La primera fue el lunes por la tarde: Bobby entró al camerino y encontró a Mira, malhumorada, con los puños apretados; frente a ella, Zoey, acompañada de dos costureras y su vestuario.
Al parecer, Zoey quiso modificar su armadura a último momento: quitar las hombreras y dejar el corsé al descubierto, reemplazándolas por pulseras en los brazos, como la Mujer Maravilla. Mira le dijo que no era necesario, que ahora los vestuarios eran asimétricos y no había tiempo.
Bobby admitía que los cambios lucían mejor, pero no podía dejar de pensar en la mirada de Zoey: más que defender una idea, parecía desesperada por probar un punto.
La segunda discusión fue con Rumi, el miércoles, cerca de la hora de comer.
Esta vez pudo presenciarlo todo. Rumi llevaba veinte minutos explicando cómo se organizarían el fin de semana: horarios, sugerencias, cada cabo atado. Mientras tanto, la maknae no soltaba el celular, escribiendo frenéticamente.
Sentada en una esquina, con las piernas cruzadas, parecía absorta. Ni siquiera la mirada fría y molesta de Rumi la hizo detenerse.
—¿Escuchaste lo que dije? —la voz ruda bastó para que levantara la vista.
Zoey notó que todos la observaban; su rostro se tiñó de un leve rubor.
—Claro, entendí todo —respondió, sosteniéndole la mirada a Rumi sin parpadear.
Rumi suspiró, se rascó la nuca y repitió el discurso. Zoey seguía en el teléfono, aunque ahora levantaba la vista de vez en cuando para aparentar atención.
—¡Zoey! ¡Por Dios, dame ese celular, me estás volviendo loca! —Rumi se inclinó hacia ella para arrebatárselo.
Bobby ya conocía el guion: disculpas, un abrazo, y luego risas sobre lo exagerada que se pone Rumi cuando tiene hambre. Pero esta vez, el libreto se rompió.
Un manotazo resonó en la sala. Mira abrió los ojos de par en par y dejó caer la mandíbula.
Zoey había protegido su teléfono contra el pecho; con la mano libre golpeó el dorso de la mano de Rumi. Los patrones de Rumi reaccionaron al dolor, emitiendo una luz rojiza.
—Auch…
Rumi quedó con la mano en el aire, lista para el siguiente movimiento. Zoey parecía congelada, como si el golpe no hubiera sido solo físico, sino una grieta en algo más profundo. Su mirada no pedía perdón, pedía auxilio.
—¡Lo siento! Yo… yo… —Se levantó de golpe y se dirigió a la puerta—. Voy a tomar un descanso, estoy agotada, lo siento mucho…
El portazo resonó. Mira soltó un suspiro grave y cansado.
Ambas se quedaron en silencio; el compromiso del fin de semana parecía haber perdido importancia. Bobby sintió cómo todas las pequeñas señales de la semana se unían en una imagen clara: las chicas intentaban enfocarse en la premiación, pero solo estaban desviando la vista de un problema evidente.
—Eh… ¿está todo bien?
Rumi fue la primera en mirarlo.
—Sí… es decir… Ella está rara. Rara, mal, Bobby —la vocalista se echó hacia atrás en la silla, tomando un sándwich olvidado en la mesa—. Ha dormido pésimo esta semana, se la pasa metida en el celular y en casa no nos habla… —masticó con fuerza.
Mira solo asintió.
El mánager observó sus rostros agotados y se sintió impotente.
—Denle tiempo, la prensa ha sido muy dura con ella… En internet no es mejor; la gente habla como si Zoey no fuera un ser humano detrás de esas fotos.
—Ese es el problema: quiere fingir que no ha pasado nada… —la pelirroja tamborileó los dedos sobre la mesa.
Zoey regresó dos horas después, bañada y oliendo a crema dental. Siguieron trabajando, pero la menor permaneció cabizbaja el resto de la semana.
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Bobby empezó a sentir alivio el sábado. Estaban a un día de presentarse y, por fin, los hashtags sobre Zoey habían disminuido lo suficiente, o al menos quedaban opacados por el hype de su demostración en vivo. Ese día harían un único ensayo grupal, temprano, cerca de las nueve de la mañana, para que luego pudieran descansar.
Él llegó incluso antes de las siete. Comenzó a recorrer cada área, saludando a los empleados que pasaban, observando cómo colocaban las tarimas, acomodaban las enormes luces y empezaban a instalar parte de lo que sería la alfombra roja. Jóvenes correteaban por todo el lugar, intentando llegar a tiempo a su siguiente tarea.
El aire estaba lleno de murmullos de trabajo y del aroma a café quemado. Un olor excelente cuando el día siguiente es importante. Las grandes paredes del Coex se alzaban como el interior de la joyería de una mujer rica; los ventanales filtraban la luz de la mañana y el aire acondicionado estaba al máximo.
Por ahora no había problemas ni retrasos. Todo estaba organizado al milímetro: desde cada gramo de maquillaje hasta el último botón del vestuario. Zoey había adelantado casi todo el trabajo al ingeniero de sonido; solo faltaba trasladar los equipos pesados. Bobby revisó su celular: correos por responder, autorizaciones de última hora.
Todo estaba en orden. Se permitió respirar. ¡Caramba! Se daría un buen desayuno; estaba en el Coex, después de todo. Esperaría a que abriera alguna tienda de comida para pedir un gyeran-jjim. Por ahora, el café negro y amargo de la cafetera sería suficiente.
Se sentó en una de las sillas del área de comida, aún cerrada. Comenzó a revisar las noticias sobre el día siguiente: expectativas sobre los ganadores, fans apoyando a sus actores favoritos, ediciones musicales con actrices deslumbrantes.
Y entonces apareció un video de cinco minutos de un fan hablando sobre la polémica de Zoey. Quiso saltarlo, pero la curiosidad ganó. El fan analizaba fotos antiguas de la rapera, desde sus hoodies hasta su vestimenta de la semana pasada, intentando relacionar su ropa casual con algo más: insinuaba que Zoey podría formar parte de la comunidad, señalando videos donde parecía sufrir disforia de género.
Bobby se quedó pensando. Estaba seguro de que las chicas tenían sus secretos: conversaciones encriptadas, salidas fugaces de reuniones importantes, moretones inexplicables. Tenía sospechas, claro; no era ingenuo. Sabía que desde hacía años se insinuaban relaciones secretas entre ellas… y, a veces, parecían avivar esos rumores: usar la ropa de otra, confesar en entrevistas que intercambiaban cepillos de dientes.
O aquella vez que Mira admitió que nunca había dormido tan bien como cuando empezó a compartir cama con Zoey y Rumi. O las incontables fotos de paparazzi saliendo de restaurantes tomadas de la mano. Sí, eran cercanas, pero ningún grupo estaba exento de esas especulaciones.
Era casi habitual, casi esperado, que la gente las emparejara; era marketing, una forma de que los fans generaran cientos de publicaciones sobre el grupo.
Solo que, a veces, le costaba creer que fuera actuación o simple fanservice. Principalmente porque, cuando estaban solas, hacían cosas… más íntimas.
Darse comida en la boca. Peinarse acurrucadas en el sofá. Estaba seguro de haber visto a Mira cepillarle los dientes a Rumi porque “estaba muy cansada para hacerlo”. Las risas en su dormitorio durante los viajes… sus miradas.
No estaba seguro. Prefería pensar que todo eso era producto de su imaginación, de pasar demasiado tiempo online siguiendo cada tendencia en la que ellas aparecían.
Ahora, el nuevo tema de Zoey le taladraba la cabeza. ¿Era posible? Una joven que, desde que la conocía, usaba uñas de todos los colores, amaba el rosado y los moños.
Nuevamente, no estaba seguro.
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El último ensayo fue más que perfecto. Los nervios a flor de piel y el aire cargado de electricidad. ¿Sus chicas? Brillantes. ¿El sonido? Impecable.
Se las habían arreglado para que todo estuviera en su lugar justo antes de salir en vivo.
Las chicas habían terminado de saludar a los bailarines y se dirigían al camerino. Ya cerca del mediodía, Bobby pensaba en invitarlas a comer; un buen almuerzo con mucha proteína seguro las pondría de buen humor.
Iba contento hacia el camerino, pero una sombra a su lado le llamó la atención. Se detuvo al ver cómo se escabullía entre la multitud una sudadera negra gigante, con un par de moños a los lados.
Zoey.
Se congeló. Ya la había visto irse sola dos veces. No podía permitir que se convirtiera en costumbre; no quería que cada vez que se sintiera incómoda, huyera.
Se abrió paso entre la gente, empujando y pidiendo disculpas.
La pelinegra parecía experta en esquivar obstáculos. Se coló por un pasillo, cruzó un área llena de trastes y perchas. Ahí Bobby perdió el ritmo; se quedó atrás, intentando recuperar el aliento.
El Coex era enorme. No podía escuchar sus pasos ni adivinar hacia dónde iba. Se rascó la nuca, preocupado.
Aun así, siguió caminando, observando los ventanales que derramaban una cálida luz. Respondía mensajes y enviaba órdenes desde el celular cuando recibió uno de Rumi: preguntaba dónde estaban, que se estaban perdiendo el almuerzo. La tranquilizó, mintiendo que solo daban una vuelta y volverían pronto.
Se había alejado de las zonas comerciales y públicas; ahora vagaba por áreas de mantenimiento, pasando junto a enormes escotillas de aire acondicionado, brequeras y depósitos de implementos.
Estaba por regresar cuando percibió olor a cigarro. Frunció el ceño; no se debía fumar en el Coex. Pensó en irse, pero imaginó que tal vez eran trabajadores en descanso.
Se acercó a un pasillo estrecho que conducía a unas escaleras de emergencia. Las luces frías, fluorescentes, parpadeaban con un zumbido que amplificaba el silencio. Los escalones de metal corrugado, con bordes amarillos desgastados, resonaban con cada pisada como si todo el edificio escuchara.
Las paredes grises mostraban grafitis diminutos, marcas de manos y restos de cinta adhesiva olvidada. Entonces la vio.
Sentada en el suelo, con audífonos puestos, fumaba con una mano y sostenía el teléfono con la otra. Sus moños se movían levemente cada vez que exhalaba humo.
—Oh, Dios… ¡¿Zoey?!
No contuvo el grito. Ella dio un salto, se atragantó y soltó un aullido ronco.
—¡Mierda! —las rodillas le fallaron y cayó hacia atrás, dejando caer el celular.
Era difícil saber quién estaba más asustado: Zoey, por ser descubierta, o Bobby, por ver a su estrella fumando a escondidas. Se quedaron paralizados, midiéndose.
—Bobby, me vas a matar de un infarto… —Zoey dejó caer la espalda contra el piso mugriento, tomándose el pecho—. ¿Qué coño haces aquí? ¡Planeas mi asesinato! ¡Me asustas!
Bobby la miró: el maquillaje corrido, el cigarro a medio fumar, el celular en el suelo, el cabello negro escapando de los moños, todo envuelto en un hoodie enorme. Pensó en lo joven que era, en cómo apenas hacía unos años había salido de la pubertad y mañana debía presentarse ante siete mil personas. Se encontró con sus ojos castaños, grandes, como dos tazas de café.
—¿Fumas?
Ella miró alrededor, buscando una salida o dónde apagar la colilla. Acorralada, suspiró largo y pesado, como si cargara todo el centro comercial sobre los hombros.
—No le digas a las chicas… —Se incorporó, sentándose en el piso, con ojos de cachorro y un puchero.
Bobby quiso regañarla, pero vio la oportunidad de hablar.
—Vale, no le diré a nadie… —Se sentó frente a ella, en ese pasillo polvoriento.
El ruido de pasos, el aire acondicionado y el eco de sus voces llenaban el espacio. Zoey comenzó a rascarse las cutículas.
—Zoey, no tienes que decirme nada ahora, pero sé que algo te molesta. Te noto incómoda cada vez que bajas de la tarima.
Ella siguió mirando el piso, como si las respuestas estuvieran entre las cenizas.
—Nos tienes a nosotros, ¿sí? Puedes confiar en mí, en Mira, en Rumi… incluso en Céline —dudó un instante—. Ella me pregunta mucho por ti desde la entrevista con Han Ji-tae… deberías hablar con ella.
—¿Qué te dice? —musitó.
—Quiere saber cómo están las tres.
—Dile que me pondré en contacto pronto.
—Seguro…
Bobby se abrazó las rodillas, esperando que ella diera el siguiente paso.
—Gracias por encargarte del comunicado… y de las redes; sé que esta semana ha sido difícil.
—No es nada. —Quiso tranquilizarla, pero la mirada de Zoey se clavó en él.
—Sí es algo. Hablan de mí, hablan del grupo… Sé que perdimos un patrocinador importante porque no quise dar una entrevista para aclarar las cosas… —Su voz se deshacía en azúcar—. No quiero causar más problemas.
—Zoey, no puedes vivir incómoda solo para evitar problemas… a veces hay que tenerlos.
Ella no respondió. Siguió fumando. Bobby notó la cajetilla de Lo Crux asomando del bolsillo de la sudadera.
—¿Desde cuándo fumas?
—Oh… desde la secundaria.
Bobby sintió un amargor en la boca. Esperaba que dijera que llevaba un par de meses.
—No te asustes, Bobby, no es un hábito. Tenía casi un año sin hacerlo… No creas que soy una locomotora —había hablado con voz aguda, seguro porque vio la cara con la que le había mirado.
—¿Sabes que si Rumi o Mira te ven fumar se desmayan?
Ella soltó una risa franca, con un toque nasal. Él también rió.
—Rumi se pondrá de todos los colores, literalmente.
Ambos estallaron en carcajadas. Bobby imaginó a Rumi brillando como una bola de disco ante una forma tan poco sana de manejar el estrés.
—Mira seguro arrugará tanto las cejas que se convertirá en una-sola-ceja —acotó Bobby, agarrándose la barriga, pero imitando la cara de enojo de Mira.
Zoey lloraba de la risa, los pies moviéndose al ritmo de los espasmos. Bobby pensó en lo suave que era su voz así, y cómo cambiaba al cantar.
Ella se calmó, relajada, y lo miró con complicidad.
—No digas nada o contaré con quién saliste en tus últimas vacaciones —bromeó.
—¡¿Sabes de eso?! ¡¿Cómo?!
—Oh, Bobby, no creas que soy ciega. Sé que tienes tus… pasatiempos secretos.
Él se sonrojó, sorprendido de ser el descubierto.
—Ni se te ocurra. Hagamos un trato: tú no fumas más y yo no digo nada. —Le tendió la mano.
—Vamos, haces un escándalo… solo fumo cuando estoy nerviosa.
Aun así, estrechó su mano.
—Estás en Corea, cariño, no en California; aquí no pueden ver a una chica hermosa como tú fumar sin que se arme un escándalo.
Ella rió un poco, pero su mirada se ensombreció.
—Bobby… Sé que has oído rumores sobre mí esta semana… Pase lo que pase, gracias por trabajar conmigo; creo que nunca me habría divertido tanto con otro mánager. Eres casi como un tío para mí.
Él le sonrió, intentando que no sonara a despedida, aunque un frío le recorrió los pies.
Zoey terminó el cigarro, se metió dos chicles y una menta. Claro, así nadie notaría su aliento.
—Hay un poco de verdad y un poco de mentira en todo lo que dicen… supongo que te enterarás luego.
Bobby no supo qué responder; apenas pudo ponerse de pie para ayudarla a levantarse. El camino de regreso fue silencioso: solo se oían sus pasos sobre el piso lustrado y el chasquido de la goma de mascar de Zoey.
En el camerino, ella se sentó junto a sus compañeras, almorzó con apetito y se rió con ellas.
Pero a Bobby no dejaban de resonarle las palabras de la rapera: «Pase lo que pase, quiero darte las gracias por trabajar conmigo», como el eco fantasmal de una maldición anunciada.
Notes:
Un punto de vista del buen Bobby. Lo que me ha costado escribir todo eso. Estube horas investigando dobre el mundo del Kpop, hasta que me paré frente al espejo y dije:¡Matan demonios, seguro puedes tomarte libertades cuando escribres sobre un espectaculo que te inventaste tu misma!
Estoy muy emocionada por el capitulo que tiene. Solo les dire que Zoey le toca sufrir un poco mas en ese closet de cristal.
Y que, sinceramente pensaba que seria algo corto, de unos 10 capitulos. Pero realmente mi cerebro y mi block de notas no dejan de llenarse con respecto a escenas que entrarian perfecto. Mi plan es que sean unos 15 capitulos, pero eso lo veremos!
Muchas gracias por leer! Los espero en mi X: @Oliver_XD8
Ya apartir de el siguiente la cuenta de Zack estará activa 👀👀
Chapter Text
Aunque Zoey se había comportado como una maniática adicta al trabajo toda la semana, parecía que sus energías se habían agotado de regreso a casa ese sábado. Se había quedado dormida en el auto, en medio de sus novias.
Bobby les había llevado a un hermoso restaurante, con un gran y variado bufé de carnes; comieron hasta desabrochar el botón de sus pantalones.
Zoey había pasado de estar incómoda todo el día a ser un cachorrito hambriento; apenas le pusieron la comida frente a ella, aprovechando que había tomado prestada la chaqueta de Rumi, se puso una gorra cuando entraron.
Para Mira, fue agradable verla así otra vez, luego de una semana mirándola bailar en licras y tops deportivos, donde se notaba rígida, retocando el maquillaje cada pocos minutos.
Sospechaba que Bobby había intervenido de forma positiva en el estado de ánimo de la rapera… Y las tres copas de vino que le habían servido, sin duda, habían hecho un efecto positivo en ella.
Luego de trabajar duro, necesitaban un respiro para reunir fuerzas para la presentación de mañana en la noche, así que Bobby les dio la tarde libre luego de almorzar.
Rumi se encontraba scroleando en su teléfono, sonriendo de vez en cuando, mientras Zoey estaba totalmente flácida en su asiento, con su cuello flojo y cediendo al vaivén del auto. Quedaban menos de veinte minutos de viaje, y unas gotas pesadas empezaron a golpear el coche. Tendrían una fuerte lluvia en la noche.
Mira sintió en su pecho un calor envolvente, regodeándose en la respiración de Zoey y los murmullos de Rumi cuando se movía en el asiento.
Mi familia, pensó, con una claridad aturdidora. Sus labios se curvaron en una sonrisa involuntaria.
—¿Sabes que te ves espeluznante cuando nos miras así, verdad? —El susurro de Rumi la sacó de su cabeza, y Mira sintió sus mejillas arder.
—Déjame, nadie les ordena ser tan lindas.
Rumi bufó, pero antes de hablar, Zoey parecía moverse entre sueños. Ambas guardaron silencio, como si se tratara de un recién nacido al que cuidaban.
La menor no despertó, de hecho, parecía haberse acurrucado más en la chaqueta.
—Parece que alguien ha perdido otra prenda —ronroneó Mira, burlándose ligeramente. —Me pondré celosa, tiene más gusto por tu ropa que por la mía.
—Creo que está haciendo un reto personal. Algo así como, “¿Cuánta ropa le robaré a mi unnie antes de que me monte una demanda legal por hurto?” —Rumi extendió sus manos al aire, como si estuviera leyendo un cartel invisible frente a ella.
Mira empezó a reír contra su mano, evitando hacer ruido, pero la idea de ver a Zoey tras las rejas, con el uniforme a rayas y siendo imputada por el cargo de “ladrona de hoodies”, era hilarante. Realmente, Zoey parecía haber recibido con mucho entusiasmo la ropa larga que Rumi ya no usaba tan a menudo.
Rumi le acompañó en la risa silenciosa. Inevitablemente, sus miradas fueron a parar a su pequeña maknae.
Sus pestañas diminutas, sus pecas esparcidas por las mejillas, el fleco irreverente que nunca estaba en su lugar, la boca semiabierta, mostrando sus dientes.
A Mira se le hizo preciosa, e intentó memorizar esa parte de ella. Tomando notas mentales, intentando que fuera una fotografía perfecta en su cerebro, para poder evocarla a voluntad.
Es mía, pensó con mucha lucidez, podría besarla ahora mismo porque es mi novia.
Pero no hizo, porque el conductor las vería y eso sería problemático.
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Llegaron a casa pasadas las seis, el cielo aún tenía una nube enorme y perezosa que no dejaba de gotear. La menor prácticamente subió dormida por el ascensor y se volvió a recostar en el sofá, a seguir durmiendo.
Mira la observada con bastante atención, estaba enrollada como un camarón, con su cara recostada en un cojín.
Mira tenía las pertenencias de Zoey, sus lentes de sol, su riñonera, su celular y el bolso, del cual podría estar segura de que Zoey lo llenaba de piedras por la forma en que pesaba, yendo justo detrás de ellas para dejar las cosas de su novia en su cama. —el que estaba segura que llenaba con piedras, porque no tenía sentido lo mucho que pesaba—, al verla dormir como un niño victoriano que ha cogido peste negra, se fue directo a su habitación para dejar sus cosas en su cama.
Las señoras de la limpieza ya habían pasado por su penthouse. Las camas ya estaban hechas, y el piso relucía. Eso, sin contar el olor a limón artificial que llenaba el aire… Y que Zoey no era la persona más ordenada del mundo.
Las señoras de limpieza sin duda habían pasado por allí, su cama estaba hecha, el piso reluciente, la alfombra estaba mullida, la guitarra colgando en la pared, el olor a limón artificial estaba en el aire y el desastre constante de su novia no estaba a la vista.
Empezó a dejar las cosas, una a una, hasta que el teléfono de Zoey vibró en su mano.
La primera intención de Mira no fue leer el mensaje, de hecho, había sido una reacción involuntaria. Apenas se dio cuenta, ya había leído su barra de notificaciones.
“Vi tus mensajes, me pondré en contacto contigo, apenas regrese a Corea.
Por favor, trata de no hacer un escándalo.”
Oh… Era un mensaje de parte de Celine.
Una piedra cayó en el estómago de Mira. Quedó con el celular en la mano, rígida, mientras su mente ya había empezado a trabajar a toda máquina. Una parte de sí empezó a buscar explicaciones racionales y la otra ya estaba nerviosa por todas ellas.
No es que actualmente odiaran a Celine, no, pero definitivamente habían cortado el contacto. ¿Hacía cuánto no hablaba con ella? ¿Siete, ocho meses acaso? No estaba segura. Después de los Premios Idol, los meses habían pasado en una espesa nube negra y en un conjunto de confesiones románticas.
Estaba segura de que Rumi a veces le enviaba e-mails por trabajo, solo para mantenerla informada, y estos habían empezado a disminuir paulatinamente.
Desde que hablaron con ella sobre la nueva Honmoon y que su misión de decenas de generaciones había sido por fin completada, Celine parecía haber entrado en una fase nueva, más calmada, más serena. Como si no se creyera del todo que, después de siglos, sus alumnas hubieran logrado completar la faena.
Incluso parecía incrédula por el asunto, si no hubiese pruebas en video de cómo ellas cantaban hasta que sus almas se unieron y salió una nueva red iridiscente desde sus pechos, que se extendió por todo el planeta.
Zoey había dicho que ahora “estaba jubilada” y que por eso no sabía qué hacer, pues el trabajo de su vida culminó, ya no había más amenazas, ni más demonios…
Y Mira sabía que había hecho las paces con Rumi… O algo por el estilo. Quizás aún era muy pronto para que ambas volvieran a ser cercanas. Puede que incluso sus caminos se hayan bifurcado para no volverse a juntar. No estaba segura.
Pero ahora, ¿esto se supone que debería interpretarlo de todo lo que estaba pasando?
Suspiró antes de sentir sus manos sudorosas, el ritmo cardiaco se le había acelerado.
Contra todo lo que ella misma pensaba sobre la privacidad y el respeto, intentó desbloquear el celular y descubrir la conversación completa, pero el aviso de ingresar contraseña apareció en la pantalla.
Una razón más para que Mira sintiera que algo muy malo estaba pasando. Zoey no era una persona que usara contraseña, no con ellas.
Dejó el celular en la mesa, boca abajo. No quería hacerse un montón de ideas, Zoey estaba en todo su derecho de ponerse en contacto con Celine, caramba, incluso tenía derecho a ponerle contraseña a sus dispositivos, ¿no?
Pero nada de lo que se dijo a ella misma ayudó a calmar la sombra de angustia en su mirada.
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Zoey se despertó una hora después, con los ojos hinchados y desorientada, sus moños se habían soltado lo suficiente para darle un aspecto desaliñado. La coreógrafa estaba en el sofá, en la esquina opuesta, fingía estar leyendo un libro, pero en realidad estaba esperando paciente a que despertara su novia, y ya había planeado al menos diez conversaciones diferentes.
—Oh, Dios, mi cabeza. —La maknae se quedó un momento allí, rozando el puente de su nariz, intentando desperezarse.
Y luego, como si hubiera recordado algo importante, salió corriendo del sofá, murmurando insultos. Mira quedó allí, tiesa en la sala, intentando darle una explicación a haber salido pitando de tal manera.
¿Acaso todo estaba conspirando para que ella se volviera loca?
Se levantó para ir detrás de ellas, pero el portazo del baño aclaró un par de dudas en Mira.
—Oh…
Los pasos molestos de Rumi llegaron detrás de ella.
—¿Por qué azotan las puertas? ¿Quieren tumbar el edificio? —había llegado con una mascarilla facial verde, con sus pijamas y el pelo recogido, al punto de que parecía una momia.
—No es nada, Zoey salió corriendo al baño.
—¿Y piensa colapsar el edificio en el proceso?
Mira la observó, con esa cara molesta debajo de la mezcla de aguacate, con una toalla enorme sobre su cabeza y el pijama de pequeños cangrejos. Tonta. Realmente, ser intimidante no era su fuerte, y menos con esas pintas.
Luego de estar una hora intentando llevar el control de la situación, todo se le salía de las manos de la manera más estúpida.
No pudo evitar reírse, la carcajada salió desde su estómago y resonó en las paredes de todo el penthouse. Rumi no supo cómo reaccionar. Se quedó en medio de la sala, mirando cómo una de sus novias se le reía en la cara y cómo la otra quizás estaba encerrada en los sanitarios. ¿De qué se supone que se había perdido?
Segundos después de que Mira dejara de burlarse, Zoey entró otra vez a la sala, arrastrando sus pies descalzos, sujetándose el vientre y el rostro abatido. Mira fue la primera en reaccionar, se acercó lo suficiente para tomar el hombro de Zoey.
—¿Qué tienes, tortuguita?
La menor soltó un suspiro.
—Me acaba de bajar… Un día antes de la gala, ¿pueden creer mi suerte? —siguió arrastrando sus pasos hasta caer otra vez en el sofá, ignorando el tacto de Mira.
—Oh, no, Zoey, ¿te pusiste bien tu copa?
—Sí, ya estoy totalmente con la vagina al vacío, gracias.
Zoey se arrastró hacia los cojines, tomando uno para su vientre y otro para su cara, terminó acostada con el trasero al aire. La mirada de Mira se suavizó, una chispa en el fondo de su mente unió un par de clavos. Sí, sin dudas, si alguien sufría de síndrome premenstrual en la casa, era Zoey, siempre con calambres y dolores, siempre con esa cara de sufrimiento los primeros días.
Vio cómo Rumi se acercaba a ella para mimarle, acariciando su nuca con las uñas.
—¿Quieres un poco de té? ¿O algo dulce? —preguntó Rumi.
Oyó un pequeño gemido afirmativo de Zoey y, sin más, le dio un beso en la cabeza y salió a la cocina a prepararlo.
Mira empezó a comparar las fechas: hace una semana habían peleado más, Zoey estaba más irritable, más sensible, había rechazado tajantemente cualquier acercamiento íntimo, había tenido mal sueño y realmente no había comido a sus horas. Sí, por supuesto, la menstruación era una idea razonable. Su pobre maknae había estado sufriendo calambres con todo el alboroto de la gala de premios, sin siquiera recibir mimos de manera adecuada.
¿Pasó eso por su mente un segundo? Para nada, su cerebro le había llevado a escenarios más caóticos.
En teoría, eso podría tener sentido, sí. Quiso pensar que era así, era lo más obvio, que se estaba preocupando de más. Solo un reflejo de su hipervigilancia del pasado.
Pero… Luego pensaba en esos malditos mensajes de Celine, y todo se iba al demonio. Eran esos mensajes tan extraños y ambiguos los que la estaban sacando de quicio.
Sintió una oleada de odio hacia sí misma por leer eso, por incluso haber intentado sobrepasar la privacidad de Zoey, no había sido su intención, era un reflejo, necesitaba estar segura, necesitaba saber que Zoey estaba bien. Ahora mismo, la mitad de su conciencia le pedía que se relajara, que lo tomara con calma, era una semana extraña y todo se había coordinado para volverla loca. Pero su lado metódico, siempre atento a todo, a cada señal de peligro y amenaza, estaba emitiendo alertas rojas, gritando por una explicación convincente.
Su cuerpo caminó por inercia hasta quedar sentada al lado del bulto que ahora era Zoey, no se había movido ni un poco.
—¿Duele?
—Siempre duele —respondió amortiguada por el cojín.
Mira al no encontrar cómo consolarla, le dio un par de nalgadas suaves, pues no conseguía cómo más acariciarla si estaba en posición fetal.
—Malvados cólicos, dejen en paz a mi princesa —murmuró, imitando el mismo tono de voz que Zoey usaba con ella.
Logró sacar una pequeña risa, haciendo que la mejor volteara la cara hacia abajo para mirarla.
—Pum, pum, vencí a los cólicos. —Mira siguió sobando a Zoey, notando cómo se relajaba a su tacto.
—Oh, Dios, Mira, ¿no te quitarías el útero con un tenedor si pudieras? —gruñó en algún momento.
Ella pensó un poco, no podía quejarse de calambres menstruales, estaba bendecida por algún dios benévolo que hizo que apenas tuviera molestias. Pensó en Rumi, que sus cólicos habían desaparecido junto con su menstruación desde que despertó su lado demoníaco. Sí, en esto Zoey estaba un poco sola.
—Respira, eres una chica fuerte, es tu útero recordándote tener un bebé a gritos —intentó bromear, pero se ganó un gruñido de parte de Zoey.
—Es mi útero recordando lo horrible que es una chica —la oyó murmurar en el cojín, cerrando los ojos, quizás teniendo otra contracción.
—¿Qué quieres decir…? —No terminó la idea, Rumi había puesto tres tazas humeantes en la mesa de la sala.
La líder se había quitado la mascarilla, y ahora estaba endulzando con miel las infusiones, se sentó en el piso frente a ellas, sentada como un indio.
La rapera se incorporó, y tomaron sus bebidas en silencio, notando cómo cada pocos minutos, Zoey se contraía hacia sí misma. Subió sus piernas al pecho y se abrazó, bebiendo pequeños sorbos sin mirar a nadie.
El silencio se había instalado entre las tres, afuera había comenzado a llover, y las gotas golpeaban el ventanal, llenando el penthouse de su eco.
—Creo que hay que pedir un descanso después de mañana —murmuró Zoey, escondiendo la cabeza entre las piernas.
Durante un momento, nadie respondió, Rumi había alzado la cabeza para ver a Zoey, y Mira había tomado la taza con más fuerza. El peso de las palabras que había dicho Zoey había golpeado la parte más ansiosa de la coreógrafa y, sin quererlo, ya estaba mirándola con temor.
—¿Hm? ¿Descanso? —musitó Rumi, sin entender.
—Sí.
—¿Por qué? —la voz de Rumi sonó tan incrédula que Mira no podía tomarla en serio.
Zoey pareció encogerse más sobre sí misma, dejando ver solo sus ojos agotados.
—Creo que un tiempo fuera sería buena idea. Tenemos meses sin tener un fin de semana tranquilo. —Zoey hablaba, pero su voz parecía venir desde un lugar desconocido para ambas.
La mirada de Rumi se posó en ella, buscando al mástil que nunca se rompía. Mira apenas sostenerla, estaba igual de desconcertada que ella, pero menos sorprendida. Finalmente, posó una mano en el hombro de Zoey, sintiendo su calor aún debajo del hoodie.
Sin embargo, la menor no se volvió para verla. Parecía estar usando toda su concentración en mirar el suelo.
—¿No les pasa que es más difícil ser Huntrix desde… los premios Idols? —la confesión quedó en el aire.
Mira pudo ver cómo Rumi arrugó la frente, ella misma parecía estar comprimiendo su pecho.
No podía ver una vida sin ser Huntrix, había sido tan natural para ella subir al escenario desde entonces, que jamás se preguntó si para Zoey había sido igual.
Rumi gateó hasta quedar frente a Zoey, mirándola con sus grandes ojos marrones, intentando conectar sus miradas.
—Solo… un par de semanas…
Los murmullos de Zoey quedaron en el aire. La lluvia parecía haberse convertido en una tormenta. Mira pudo ver cómo la Honmoon se movía entre ellas, bifurcando líneas pálidas a su alrededor, inquietas y tambaleantes.
Estando a centímetros de cada una, por primera vez en mucho tiempo se sintió como verla lejos. Mira sintió que sus dedos no la estaban tocando, que estaba lejana, a kilómetros de ella, y que sus manos no volverían a tocarse. Su pecho ardió y la garganta le apretó, evitando poder preguntar qué estaba pasando entre ellas.
Rumi quizás fue la primera en salir del melancólico estado en que las palabras de Zoey dejaron a ambas.
—Zoey, pero… ¿Por qué? ¿Solo estás cansada? ¿De verdad es eso? —la líder intentó tomar las manos de Zoey, pero esta no se lo permitió.
—Solo cansada… —afirmó, y Mira notó cómo intentaba forzar la voz para parecer serena.
Zoey se incorporó ante ellas, enderezando la espalda, sentándose más derecha, soltó un suspiro y les dio una sonrisa que no llegó a sus ojos
.
—Solo siento que estoy abrumada, de verdad quiero unas vacaciones. —Intentó soltar una risa, pero solo salió un sonido torpe y vacilante.
Y Mira no pudo más, frunció el ceño, y un suspiro frustrado salió de su pecho.
Era ridículo. Estaba mintiéndoles en la cara. Rumi sabía que ese discurso era falso. Una fachada de algo más de lo que no habían hablado.
Le molestó sentirse fuera de lo que pasaba en su cabeza. Rumi parecía no querer presionarla, pero Mira no podía estar tranquila, sintiendo una enorme corriente de aire frío recorrerle el cuerpo entero. Eso no era normal y se negaba a aceptar que por semanas se le trataba de tonta.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó, pero su voz salió más brusca de lo que planeaba.
Rumi enarcó las cejas, preocupada. Zoey hizo contacto visual, por primera vez desde que empezaron a hablar. Los ojos fieros de Mira se clavaron como alfileres en los redondos y marrones ojos de Zoey.
Mantuvieron la mirada así, unos momentos, hasta que Mira pudo identificar la emoción que Zoey estaba guardando. Una cantidad enorme de miedo se escondía en esa actitud vacilante y errática. Contra todo pronóstico, la primera en desviar la mirada fue Mira.
Rumi había puesto la mano en su pierna, intentando calmarla.
—Nada… —murmuró—. No me pasa nada, ¿ok? ¿Qué tan malo es pedir un descanso, hum? Tenemos meses trabajando desde el comeback y estos días no me he sentido al cien, Dios, no tienes que estar pensando siempre en lo peor. —Zoey empezó a hablar más rápido, con la voz quebrada. Mira pudo sentir el nudo en su garganta como si fuera la propia suya.
—¡Llevas semanas actuando raro! Obviamente, no estás bien, pero no le dices a nadie nada —replicó, inclinando la cabeza ligeramente—. O, al menos, no nos dices nada a nosotras.
Y, por supuesto, Mira no estaba hablando de los mensajes de Celine, ¿verdad?
Zoey estuvo a punto de replicarle, pero se volvió a encogerse sobre sí misma, presa de otro calambre, estuvo a punto de derramar su té. Rumi se inclinó hacia ella, buscando hacer contacto con ella, pero la menor no lo permitió, se escurrió entre ellas hasta quedar de pie, dando un par de zancadas, alejándose hacia su habitación.
—Zoey, no huyas, estamos hablando contigo. —Rumi parecía estar lista para ir tras ella.
Entonces, las tres sintieron una punzada en sus pechos, un dolor agudo que removió la Honmon a su alrededor. Zoey se quedó de pie, soltando un pequeño jadeo.
Mira sintió sus manos frías, impotente ante la situación. Zoey giró hacia ellas, parecía más tímida ahora, más pequeña que antes.
—Hablaremos después de la presentación —habló con voz suave, haciendo contacto visual con ambas—. Lo prometo…
Ambas quedaron mirando cómo se alejaba lentamente hasta su habitación.
Rumi buscó consuelo en su mirada, pero Mira no pudo responderle.
________________
La lluvia había arreciado lo suficiente para que todo Seúl se fuera a dormir temprano, aunque el día pudo ser bastante reconfortante, en la habitación de Rumi sentía una espesa nube de preocupación.
Rumi ya estaba lista para dormir, estaba acurrucada con un osito Teddy de la mitad de su tamaño, jugando con sus orejas, inquieta, mordiendo la parte de adentro de sus mejillas. Mira estaba terminando de secar su cabello para acostarse con ella.
Zoey no había salido de su habitación, ni les respondió los mensajes sobre si dormiría con ellas. El corazón de Mira empezaba a latir más rápido con cada minuto que pasaba, tampoco podía estar tranquila mirando a Rumi, cuyos patrones vibraban al ritmo de sus pensamientos inquietos.
Sin dudas, estaban pensando en lo mismo. La diferencia era que Rumi intentaba buscar en qué había fallado, y Mira estaba buscando cada minúsculo cambio de comportamiento para intentar interpretar las acciones de Zoey.
Su cabello ya estaba seco cuando se acostó junto a su novia, dejando al osito Teddy en medio de ambas, quizás en un intento de buscar el otro cuerpo que faltaba. Las luces se apagaron, pero las marcas demoníacas de Rumi aún emitían suficiente luz para verse las caras.
Las manos de Mira terminaron en la espalda de la líder, haciendo pequeños y erráticos círculos, buscando calmar lo que no se estaba diciendo en voz alta. Sus marcas reaccionaron, moviéndose en un mar de colores desde su espalda hasta sus dedos, como una reacción en cadena. En la oscuridad, la pelirroja sonrió al notarlo.
El cuerpo de Rumi se acurrucó hasta quedar en el cuello de Mira, respirando sobre su piel.
Un pequeño escalofrío recorrió todo el cuerpo de la pelirroja.
—¿Estamos bien? —susurró, tan quedo que pensó que lo había imaginado.
No le salió una respuesta rápida, quedó unos minutos pensando en… todo, en Zoey, en los mensajes, en las fotos, en la presentación que tendrán en unas horas.
—Eso espero…
Y con su brazo, la atrajo más a su cuerpo. El desconcierto empezó a crecer en el pecho de ambas chicas, apretando sus entrañas hacia abajo.
—Ella… Ella parece estar actuando como si lo que dijeran de ella en internet fuera real… —siguió Rumi, jugueteando ahora con los mechones de pelo de Mira.
—Debe estar pasándola mal, la han criticado muchísimo desde la entrevista.
No recordaba cuándo fue la última vez que se habían dormido separadas, pero parecía que habían llegado a la silenciosa conclusión de que Zoey necesitaba espacio, que debía procesar lo que sea que le pasaba, pues cada intento de mostrar apoyo parecía solo presionar al lado contrario. Justo ahora quería no pensar en eso, solo dormir y pensar en la presentación, necesitaban estar concentradas, pero ninguna tenía fuerzas para eso.
Las caricias en la espalda parecieron calmar a Rumi, los patrones empezaron a brillar de un solo color azul, bailando en dorado en las esquinas, la respiración estaba cada vez más espaciada.
Los minutos pasaron, el sonido de la lluvia en el balcón y los ronroneos de Derpy al lado de la cama habían empezado a llevar a Mira a dormitar, perdiéndose poco a poco en su mundo de sueños.
Hasta que sintió un peso extra en la cama, bajo sus pies, por un segundo pensó que sería el gato-demonio intentando subir a dormir con ellas. Se incorporó para echarlo…
Pero era Zoey.
Había llegado con un camisón de pijama que le llegaba a las rodillas, con el cabello revuelto y la mirada baja. Rumi despertó también, se iluminaron sus marcas al reconocerla, dejó incluso el peluche fuera de su agarre, ofreciéndole el espacio entre ellas.
El pulso de Mira se aceleró cuando gateó hasta quedar entre ambas. El calor de Zoey la invadió como un volcán, el olor a menta casi la hace llorar. Un par de brazos la rodearon sin siquiera dudar, recibiéndola sin preguntas ni reproches, solo el reflejo de su necesidad primaria, anhelando el contacto de la pieza faltante.
Zoey parecía estar helada, como si acabara de salir de la ducha, sus hombros pecosos recibieron con gusto el calor de la cara de Mira, frotando para olerla y llenarla de cariño que emanaba de su centro. En ese instante no recordó mensajes ni mentiras, solo podía sentir su cuerpo respondiendo a su otra mitad.
—No pude dormir… —explicó, como si alguna vez necesitara una razón para dormir juntas.
—Nosotras tampoco —respondió Rumi, con la voz ronca, aunque Mira estaba segura de que ella sí había podido dormir un poco.
Mira no respondió, pero se abrazó totalmente a ella, como si no temiera que se volvería a ir a mitad de la noche.
Allí, en ese momento, donde no se sabía dónde terminaba una ni empezaba la otra, finalmente cayeron en un profundo sueño.
_______________________
El corazón se le iba a salir del pecho, estaba segura.
De hecho, justo ahora no encontraba ninguna razón lógica para que el corazón no le rompiera las costillas y la piel, saliera disparado hacia el espejo del camerino, salpicando todo de sangre y arterias.
El día había pasado con un montón de adrenalina y estrés, aunque, para ser honesta, no recordaba la última vez que había estado tranquila. Su maquillaje le empezaba a pesar sobre la cara, le ardían los ojos y, aun con el aire acondicionado, la armadura la estaba sofocando.
Podía sentir su vientre hinchado, dándole cada tanto calambres, aun después de tomar dos ibuprofenos y un té caliente.
Oh, claro, su cuerpo siempre terminaba haciendo todo lo posible para recordarle a gritos que nunca podría…
No.
Hoy no pensaría en eso, hoy era un día para brillar, hoy tenía que tener los pies en la tierra y ser la mejor en el escenario. No había tiempo para errores, ni para tropiezos, hoy solo quedaba dejar atrás su cabeza revuelta y seguir el pesado ritmo de prepararse tras camerinos.
Aunque su reflejo le fuera extraño.
Aunque tuviera a Rumi y a Mira preguntándose cada diez minutos si todo estaba bien, que ocupaba algo, si había comido lo suficiente… siendo unas novias atentas, para variar.
El pensamiento constante de estar siendo una malagradecida le estaba carcomiendo, porque no era que estuviera molesta con ellas, pero verlas preocuparse constantemente por ella le enfermaba.
Después de todo, no lo merecía, su confusión no tenía por qué estar afectando a nadie, menos a sus dos personas especiales.
—¿Puedes usar un labial más rojo? —le preguntó a una de las tantas maquillistas que zumbaban frente a ella.
Esta pareció emocionarse con la idea, tomando un labial diferente y alzando su barbilla, lo pasó suavemente. Tenía otra chica maquillando sus brazos y sus hombros, llenándolo de marcas de guerra y pequeñas gotas de sangre falsa, pero también de una réplica más suave de los patrones de Rumi. Se movían muy rápido, su único trabajo ahora era quedarse quieta y dejar que ellas hicieran lo que quisieran con su cuerpo.
Al terminar, el espejo de cuerpo entero le dio una imagen de una chica con las mejillas llenas de rubor, con el corsé apretado, revelando una cintura pequeña y unas caderas anchas, los tirantes del semivestido salían por la parte de atrás. Aún no tenía los tacones, pero ya tenía una idea de cómo se quedaría.
Sonrió, porque pensaba que lucía bastante guapa, porque la imagen lucía exactamente como lo que se suponía, con el maquillaje de los brazos, resaltando los músculos buenos como sus antebrazos, que le hacían parecer ágil, o sus pectorales, que hacían parecer que tenía más busto.
Sí, nada de tener una espalda ancha con grandes hombros, ¡después de todo, tenía una cintura preciosa! Y no solo eso, tenía unas piernas que le hacían juego. ¿Cómo podría desear que no existieran si todo el mundo se para a admirarla? Se alegraba de haberle llevado la contraria a Mira sobre el vestuario, las muñequeras de metal estaban perfectas, le gustaba el peso que hacían en sus brazos.
Rumi apareció a su lado, mirándola por el espejo, para cerciorarse de que las maquillistas le hubieran leído la mente y hubieran resaltado todos los puntos buenos en ella. Ella también sonrió, satisfecha, asintiendo lentamente. Zoey soltó un suspiro, estaba todo bien, ahora. Lucía normal, Rumi había aprobado el maquillaje.
Se acercó a ella, susurrando que era la mujer más bella que había conocido jamás. Una risa se escapó de la boca de Zoey.
—¿Ah, sí? Le diré esa observación a Mira, estará encantada de oír sus declaraciones. —Su voz salió gruesa y juguetona.
—Lo son ambas, no tienen que pelear por el título. —La risa tonta de Rumi le iluminó el rostro, parecía estar a punto de irse, pareció recordar algo. —Por cierto, ¿estás bien?
Zoey no pudo evitar poner la cara seria.
—Me lo ha preguntado como ochenta veces hoy, y la respuesta siempre va a ser la misma. Sí, Rumi, estoy bien.
No pareció convencerla su intento de chiste, pero aun así la tomó de los hombros y se inclinó para besarla en la frente rápidamente. Con ese tipo de afecto que ponía a Zoey a temblar, y que hacía que los patrones de Rumi brillaran al instante.
—¡Chicas! —la voz de Bobby las sacó de su momento. Rumi casi se pone firme del susto.
—¡Hola, Bobby! —Respondieron al unísono.
—¿Están listas? ¡Entramos en media hora! ¡Vamos a romperla! —su manager parecía estar manejando dos pantallas, pero su feroz espíritu no lo abandonaba.
—Mira está planchando su cabello —informó Rumi.
—¿Necesitan algo? ¿Agua, comida? ¿Toallas sanitarias, ibuprofeno? —le habló a Zoey.
—Si me dan otro calmante, me dormiré en el escenario, se los juro —bromeó.
A Rumi la llamaron los bailarines de apoyo, se inclinó antes de irse, dejando solos a Bobby y a Zoey. Él pareció un poco emocionado, casi inquieto.
—No te lo iba a decir hoy, pero, ¿adivina a quién despidieron de su programa semanal de los últimos seis años? —Sus palabras intentaron ser un secreto, pero realmente estaba hablando fuerte.
La boca de Zoey cayó de sorpresa antes de soltar un chillido agudo.
—¡Ese maldito viejo! ¡Que se pudra él en sus entrevistas de pacotilla! —Zoey no pudo evitar soltar un par de puñetazos al aire, emocionada por la noticia—. ¡Oh, gracias, Bobby!
Estuvo a punto de saltar sobre él para abrazarlo, pero las maquillistas gritaron a coro sobre su pintura corporal, haciendo que se quedara estática con los brazos abiertos. Boddy se rio y le extendió la mano, Zoey le dio un apretón de manos amistoso, con el asentimiento de sus chicas de maquillaje.
—No volverá a tener trabajo en ningún lado, ¡me he encargado de eso! A ninguna cadena le gusta un prepotente que filtra datos íntimos… —La sonrisa de Bobby estaba llena de orgullo.
Y un segundo después, las manos de Zoey fueron a parar a la cara de Bobby, que la olfateó rápida y profundamente.
—¡Bobby, qué miedo! —la rapera se apartó de un brinco, confundida.
Él pareció avergonzarse, pero se mantuvo firme.
—Solo me aseguraba de que… cumplieras la promesa… —Su tono de voz bajo lo suficiente para que solo ellos entendieran. La cara de Zoey ardió.
—Pudiste… no sé… preguntar —se había llevado las manos al pecho, resguardándolas.
El manager pareció no haber considerado esa posibilidad. Compartieron una risa por el raro momento.
—Estarás genial en el escenario, te has esforzado mucho —concluyó.
Zoey le respondió con una sonrisa, porque era cierto, había estado muy ocupada en actuar como una chica normal, esta semana había sido no solo agotadora, sino que había sido una espiral constante de ella haciendo malabares para mantenerse en la línea, en lo esperado, en lo normal.
Lo había logrado, sí. Hoy tendrían una gran actuación. Han Ji-tae no volvería a salir en vivo y los rumores sobre ella morirían con su descanso futuro. Sí.
Podría con eso, solo tenía que ser una mujer, cantar y bailar por veinte minutos seguidos, esperar el enorme aplauso del público y volver a casa. Ser una idol perfecta por una noche, ¡pan comido! ¡Tenía años practicando! Ella sería perfecta hoy, ayudando a sus chicas a destacar, siendo el coro perfecto para Rumi y el acompañamiento correcto para Mira.
Ella siempre estaba detrás de ambas, haciendo hasta lo imposible para que ellas brillaran como lo que eran, los soles que daban la gravedad a su galaxia. Ella sería sus planetas, girando justo a ellos, absorta en el calor y el brillo que le daban, teniendo siempre lo mejor para mostrar.
No importaba cuánto se quemara en el proceso, seguiría la órbita hasta que sus estrellas eyectas de plasmas pudieran romper la atmósfera, hasta que cada capa de presión térmica fuera inútil, quemando e incinerando toda la forma de vida que almacenaba.
Sí, ardería por ellas.
Después de todo, ella misma no cuidaba su ecosistema. ¿Qué más daba que se quemara?
Ella misma se quemaría por gusto.
_______________________________
Puede que un minuto no fuera nada en la vida real. Pero, en el escenario, oh, amigo, eso no era la vida real, ahí el tiempo y el espacio cambiaban, la gravedad se alteraba y todo era un agujero negro lleno de adrenalina y pasión.
Si alguien alguna vez sale ileso de un escenario, es porque nunca hizo un espectáculo.
Zoey podría describir subir al escenario como entrar a una cabina espacial, el primer síntoma era el aire, que se hacía tan espeso que costaba atraparlo con los pulmones. Luego tu cuerpo se transformaba de una manera que solo podía explicar como si tu alma entrara en cada uno de tus músculos para hacerte más ágil, más rápido…
El sonido parecía estar atrapado en una cúpula invisible, incapaz de ser atravesado aun si todos coreaban sus nombres, era un zumbido vibrante y eléctrico que le parecía extraño, casi terrorífico de presenciar. Un grupo de humanos, todos gritando y aclamando su nombre, su banda. “Creppy”, pensaba cada vez que recordaba lo mucho que parecía una arena medieval.
Luego de pasar por el susto inicial, venía el golpe de adrenalina (no, no era un golpe, es un rayo en la cabeza, es un dardo cargado directo en tus venas) que iniciaba cuando sonaba el primer acorde. Oh, Dios, el corazón parece jamás acostumbrarse al primer estruendo, siempre brincando, latiendo con fiereza para enviar glóbulos rojos a todo su cuerpo. A su pequeño y vibrante cuerpo.
Una vez que empiezas, con uno o dos movimientos, es éxtasis, es un furor enorme que te recorre por la plata de los pies, que te despeina la nuca y te hace jadear de solo sentir tu cuerpo perdiendo la rigidez y empezando a ser un líquido suave, a ser una nube moldeable por el viento.
Oh, claro que recordaba la primera vez encima de una tarima, en su secundaria, con un micrófono y la letra de ese rap estúpido.
¿Cómo se atrevía Bobby a pensar que estaba viciada al cigarro? No había cantidad de nicotina que pudiera compensar estar dando espectáculo, esa síplanta era una droga peligrosa. A ella deberían bajarla del escenario, porque se sentía demasiado bien allí arriba.
Por qué Zoey, tal y como todos la conocían, dejaba de existir, como si una entidad desconocida tomara el control. La ropa no molestaba, el maquillaje no le escocía la piel, no tenía calor ni frío, su cerebro se calmaba, su respiración era fuerte y profunda.
Así se siente la honmoon, le había dicho Celine, hace años, cuando apenas empezaba a bailar. Y cuánta razón tenía, el estado donde entraba cuando tenía que presentarse solo podía ser comparado con algo místico y fuera del entendimiento.
Siempre estuvo segura de que las otras dos también lo sentían, lo confirmaba con las miradas de incredulidad que se daban debajo de ese acto público y mágico, lo notaba porque, cuando terminaban, aun con ese manojo de nervios y el bullicio del público, sus pápulas dilatadas mostraban mucho más que sorpresa, era como si acabaran de hacer el amor de una manera tan abstracta y efímera que sería incomprensible para cualquier otro.
El aire se rompía con sus movimientos, su voz se abría paso por su garganta como un torpedo, casi parecía ella misma incrédula por las notas que alcanzaba.
¿Alguna vez alguien que experimentó esto podría vivir una vida normal?
Lo dudaba, estar en medio de momentos como este sería quizás comparable con alcanzar un viaje de LSD, solo que tendrías a miles de personas mirándote directamente y esperando que tengas la precisión de un reloj suizo y la gracia de una bailarina.
Oh, qué agradable era ahora el latido de su corazón, mientras Mira daba una voltereta; qué fácil le era respirar mientras Rumi tomaba el control del escenario, qué sencillo era dejarse llevar y solo dejar que la memoria se hiciera cargo de todo. Las vibraciones dentro de su pecho estaban tomando el control de todo, abría los brazos y se dejaba abrazar por la sensación de movimiento continuo.
Pero todo es efímero, así como el sol un día incinerará todo a su paso, explotando en una bola de fuego abrasadora, así terminó la música y el espectáculo.
Casi como un fantasma de su conciencia, poco a poco volvieron las sensaciones mundanas, las luces empezaron a estar presentes, los gritos de los fanáticos ya no eran solo un susurro arrullado, ahora eran un grito constante, sus músculos contraídos en la pose final se movían bajo su ropa, tenía el vientre tan apretado que recordó con total avidez que estaba menstruando.
La presentación había terminado, había sido exactamente como lo imaginó, tal cual lo habían ensayado. Su respiración se entrecortó un poco, pero logró controlar las ganas de jadear.
Bajarse del escenario, luego de una reverencia, luego de ver a los ojos a sus chicas y ver lo contenta que estaba, era casi fuego en su garganta, no podía quedarse quieta ni un segundo.
Aunque ya las musas del baile las habían abandonado, su adrenalina humana seguía zumbando en sus venas. Todo estaba bien ahora, todo iría bien luego de esto, podría mantener las apariencias por siempre si eso significaba más momentos así.
El tiempo para descansar parecía una locura. ¡Súbanla al escenario otra vez! ¡Hagan un acto más grande y más largo! Su cuerpo casi le pedía salir corriendo para quemar la energía que brotaba de cada átomo.
Al salir, Mira las envolvió en un abrazo, soltando un chillido en su oído, Rumi no paraba de reír de los nervios. Sí, parecía que todas lo habían sentido, ahora mismo podía sentir sus almas zumbando junto a ellas.
Una verdadera lástima, pues exactamente cuarenta y cuatro horas después, un video subido desde un canal de entrevistas a estrellas emergentes subiría el video número ochenta y siete, titulado: “El pasado de la cantante K-pop más famosa del momento”.
Eso sería la gota que rompería el equilibrio que Zoey había creado…
Notes:
Vale, en mi defenza, he tenido mucho trabajo y el fin de semana pasado elegí ser feliz. He quedado muy contento con el final del capitulo. Realmente hago de todo para no tener que describir un baile de K-pop.
Realmente estoy muy feliz por sus comentarios, les juro que me motivan muchisimo a seguir escribiendo. Sobre todo por que aveces la semana es extremadamente demandante y tener un hobby que incluye sentarse 5 horas a escribir sobre lesbianas bailarinas es agotador. Por cierto, ¡cambiense a copa mestrual! la mejor decision que tomaran en sus vidas, lo juro.
Ante de irme, le quiero dejar una comision que viene de parte de: @n3ahart (instagram). Ha quedado justamente como lo tenía en mi cabeza <3
Espero que todos esten emocionados por lo que sigue de nuestro chico trans ansioso favorito. Muchas gracias a Alexxander_Hatterine por leer lo que arroga mi cerebro de madrugada!
(por cierto, en X siempre ando activo)
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