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El Heredero Desmemoriado

Summary:

Un accidente en la clase de Pociones deja a Harry Potter convertido en un asustado niño de seis años, con solo recuerdos de su vida con los Dursley. Cuando Albus Dumbledore y los Weasley muestran su lado más manipulador, es Draco Malfoy quien, inesperadamente, se convierte en su protector.

El caos se desata cuando un goblin de Gringotts revela una verdad explosiva: Harry es el hijo biológico de Tom Riddle. De repente, el "lado oscuro" no parece tan malvado, y Harry, con la ayuda de Draco y los Slytherin, deberá descubrir quién es realmente, desentrañar las mentiras de su pasado y encontrar un futuro donde el amor y la risa finalmente venzan a la tristeza.

[Drarry, Harry Potter/de niño, Slytherins Buenos, Dumbledore y Weasley Bashing, Comedia-Romance, Final Feliz Garantizado]

Notes:

¡Hola a todos! Esta idea se me metió en la cabeza y no me dejó en paz. Prepárense para un viaje divertido, lleno de romance, giros inesperados y muchos momentos tiernos y cómicos.

Advertencia: Bashing a Dumbledore y a algunos Weasley/Gryffindor. Los Slytherin roban el show. ¡Prometo que nadie llorará con este fic! 💕

Disclaimer: Harry Potter y su mundo pertenecen a J.K. Rowling. Yo solo juego con sus personajes por diversión.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: La Poción de la Verdad Oculta

Chapter Text

El aire en el aula de Pociones de Hogwarts olía a tormenta y azufre, una mezcla habitual bajo la atenta mirada del profesor Severus Snape. Harry Potter, de séptimo año, forcejeaba con su proyecto más reciente: una compleja Poción de Visión Nocturna mejorada. Sus manos, nerviosas por la presión de tener a Hermione susurrando instrucciones correctivas y a Ron haciendo muecas de desánimo desde el otro lado de la mesa, sudaban ligeramente.

—Potter, un movimiento en dextrorso demasiado brusco reducirá su brebaje a un inútil colorante para el agua —dijo la voz sedosa de Snape justo detrás de él, haciéndole estremecer.

Draco Malfoy, en la mesa contigua, lanzó una mirada burlona. —Tranquilo, Potter. A lo mejor si se te cae, le das algo de interés a esta clase aburrida.—

Fue como si las palabras de Malfoy tuvieran poder. El frasco de cristal, resbaladizo entre los dedos de Harry, se escapó de su grip. Cayó en cámara lenta, chocando contra el borde de su caldero con un cling musical antes de estrellarse en el suelo de piedra.

En lugar de un charco inerte, la poción liberó una nube de vapor espeso y dorado que olía a melaza y electricidad. La nube envolvió a Harry por completo, entrando por su nariz y boca, ahogándolo. Un grito de asombro recorrió la sala, pero para Harry el mundo se encogió a una sensación de vértigo y calor abrasador.

Cuando el humo se disipó, todos contuvieron el aliento. Donde estaba el héroe de 17 años, ahora había un niño pequeño, asustado, con ropas enormes que se le amontonaban. Sus icónicas gafas estaban torcidas en su nariz, mucho más pequeña. Grandes ojos verdes, llenos de un puro terror infantil, miraban a su alrededor sin reconocimiento.

—¿Q-qué...? —la voz era un hilito, aguda y temblorosa—. ¿Dónde estoy? ¡Tía Petunia! ¡Tío Vernon!—

Snape fue el primero en reaccionar, su rostro, por una vez, mostrando genuina sorpresa. Se acercó con cautela. —Potter... ¿puedes oírme?—

El niño Harry retrocedió como si le hubieran acercado un látigo. —¡No me toque! ¡Los hombres extraños no deben tocar a los niños! —gritó, escondiéndose instintivamente debajo de la mesa, como buscando el espacio bajo la escalera en el número 4 de Privet Drive.

El caos estalló. Hermione corrió hacia la puerta. —¡Debo avisar al profesor Dumbledore! ¡Y a la señora Weasley!—

Ron la siguió, pálido. Ginny los miraba con una preocupación que parecía forzada, sus ojos secos.

Draco Malfoy, sin embargo, no se movió. Observaba al niño asustado escondido bajo la mesa. No había burla en su rostro ahora, sólo una curiosidad intensa y algo más... algo parecido a la preocupación. El pequeño Harry tenía los hombros encogidos, un leve temblor recorriendo su cuerpo. Era la imagen de la vulnerabilidad absoluta.

Snape suspiró, frotándose el puente de la nariz. —Parece que la poción ha regresado a Potter no sólo a un estado físico infantil, sino también a sus recuerdos correspondientes. Un desastre predecible. —Su mirada se posó en Draco—. Malfoy, quédate con él. No lo toques, sólo... asegúrate de que no huya. Yo iré a informar al Director.—

Snape se marchó con su túnica agitándose. El aula se vació rápidamente, dejando a Draco solo con el pequeño Harry. El silencio era pesado. Draco se arrodilló lentamente, manteniendo una distancia prudente.

—Eh... —dijo Draco, su voz inusualmente suave—. No te van a encerrar bajo las escaleras aquí.

Harry asomó la cabeza, desconfiado. —¿Cómo... cómo sabes eso?—

—Sólo lo supuse —murmuró Draco, dándose cuenta de su error—. Este es un... colegio. Un internado. Estás a salvo.—

—No me gustan los colegios —refunfuñó Harry, con el ceño fruncido—. Dudley dice que te dan palizas.—

—Dudley es un idiota —respondió Draco automáticamente, y por primera vez, una pequeña chispa de curiosidad apareció en los ojos verdes del niño.

 

—¿Tú también vives en un armario? —preguntó Harry, con una sinceridad que le partió el corazón a Draco.

—No —dijo Draco, y su voz sonó áspera—. No, yo no.—

En ese momento, la puerta se abrió de par en par. Albus Dumbledore entró con su habitual aire de benevolencia, pero sus ojos, tras sus gafas de media luna, eran agudos y calculadores. Detrás de él, Molly Weasley avanzaba con los brazos abiertos y una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—¡Oh, pobrecito mío! —exclamó Molly—. ¡Ven con Molly, cariño! ¡Te llevaremos a la enfermería, todo estará bien!—

El pequeño Harry se encogió aún más al ver a los adultos desconocidos acercarse. Su mirada, llena de pánico, buscó instintivamente a la única persona que, por el momento, no había tratado de agarrarlo o sonreírle de forma aterradora: el chico rubio de rostro pálido que se había quedado con él.

Draco, sintiendo la mirada desesperada del niño, se interpuso instintivamente entre Harry y los recién llegados.

—Tal vez —dijo Draco, con una voz que intentaba sonar firme y respetuosa, dirigida a Dumbledore—, sería mejor que no lo agobiaran. Parece... asustado.—

Dumbledore sonrió, pero era una sonrisa fría. —Tu preocupación es encomiable, Draco. Pero ahora, los adultos nos encargaremos. Ven, Harry.—

La mano de Dumbledore, grande y con dedos largos, se extendió. Para el pequeño Harry, no era un gesto de bondad. Era una amenaza. Y en ese momento de terror puro, su instinto hizo el resto.

Corrió. Esquivó la mano de Molly, pasó junto a las faldas de Dumbledore y, sin pensarlo dos veces, se aferró a la pierna de Draco Malfoy, enterrando su rostro en la túnica de Slytherin, temblando como una hoja.

El aula quedó en un silencio absoluto. Draco se quedó paralizado, sintiendo el pequeño cuerpo aferrado a él, el calor y el temblor a través de la tela. Miró a Dumbledore, cuya sonrisa se había congelado por completo.

—Parece —dijo Draco, recuperando el aliento y poniendo una mano protectora, aunque torpemente, sobre la espalda diminuta de Harry— que se queda conmigo.—

 

 

Chapter 2: Un Refugio De Pierda Fría

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La declaración de Draco resonó en el silencio helado del aula de Pociones. La pequeña figura que se aferraba a su pierna temblaba de manera incontrolable, y Draco, por primera vez en su vida, sintió una oleada de protección tan feroz y irracional que le quitó el aliento. No era el Harry Potter que despreciaba; era solo un niño aterrorizado.

Albus Dumbledore bajó lentamente su mano extendida. La sonrisa benevolente habitual había vuelto a su rostro, pero sus ojos, tras las gafas de media luna, eran dos astillas de hielo azul.

—Querido niño —dijo su voz serena, que parecía querer calmar la situación pero que solo conseguía que Harry se apretara más contra Draco—. Comprendo tu... confusión. Pero Harry necesita cuidados expertos. La señora Pomfrey...—

—Con todo respeto, Director —la voz del profesor Snape cortó como un cuchillo desde la entrada. Todos se volvieron. Estaba allí, observando la escena con sus habituales ojos negros e impasibles, pero Draco, que lo conocía bien, detectó un destello de algo... ¿interés? ¿Evaluación?—. Llevar al niño a la enfermería en su estado actual podría ser contraproducente. El pánico podría... complicar cualquier diagnóstico mágico.—

Molly Weasley abrió la boca para protestar, pero Snape la ignoró por completo, dirigiéndose solo a Dumbledore.

—Las Mazmorras de Slytherin son tranquilas, predecibles y, lo más importante, familiares para Malfoy. Él puede vigilarlo hasta que determinemos la naturaleza exacta de la poción. Una presencia conocida, por tenue que sea, es preferible a un desfile de caras nuevas que solo alimentarán su miedo.—

Dumbledore observó durante una larga pausa al pequeño Harry, cuyo único punto de referencia en ese mundo aterrador era la túnica de Slytherin. Finalmente, asintió con lentitud.

—Tal vez tengas razón, Severus. La estabilidad emocional es crucial. Muy bien. Draco, llévalo a tus aposentos. —Su mirada se posó en el niño—. Estarás a salvo, Harry. Te lo prometo.—

La palabra "promesa" salió de sus labios como un hechizo vacío. Harry no se movió.

—Ven, —murmuró Draco, con una suavidad que ni él mismo sabía que poseía. Se desprendió con cuidado de la grip de Harry y, en un movimiento audaz, se agachó y lo levantó en brazos. El niño era liviano, mucho más de lo que debería serlo, y se encogió instintivamente contra su pecho, escondiendo la cara en su cuello. Draco ignoró la mirada atónita de Molly y la fría evaluación de Dumbledore—. Vamos a un lugar más tranquilo.—

El recorrido por los pasillos de Hogwarts fue una blur surrealista. Draco caminó lo más rápido que pudo, ignorando las miradas boquiabiertas de un par de estudiantes de primer año de Hufflepuff. Harry no levantó la vista ni una vez, su respiración agitada calentaba la piel de Draco.

Al llegar a la entrada de piedra de la mazmorra de Slytherin, Draco pronunció la contraseña ("Sangre Pura") con urgencia. La pared se deslizó y la húmeda quietud de la sala común los envolvió. Por suerte, estaba vacía a esa hora.

—¡Merlín, Malfoy! ¿Qué es eso? —La voz de Pansy Parkinson llegó desde uno de los sofás de cuero, donde estaba pintándose las uñas con Blaise Zabini.

—¿Es eso... Potter? —preguntó Blaise, levantando una ceja con elegante incredulidad.

—Cállense los dos —espetó Draco, sin detenerse—. Hubo un accidente. —Se dirigió directamente hacia el pasillo que conducía a los dormitorios de los séptimos años.

Al entrar en su habitación, que compartía con Blaise, Crabbe y Goyle (estos dos últimos afortunadamente ausentes), cerró la puerta de una patada. El lugar era frío y lujoso, con dos camas con dosel, escritorios de ébano y ventanas que mostraban las oscuras aguas del lago Negro.

Finalmente, con cuidado, depositó a Harry en el borde de su propia cama. El niño miró a su alrededor con ojos como platos, abrumado por la grandeza del lugar.

—¿Es... es tu casa? —preguntó, con voz temblorosa.

—Por ahora —dijo Draco, arrodillándose para quedar a su altura. Se quitó la pesada túnica de clases, quedando en camisa y pantalones negros, lo que parecía hacerlo menos intimidante—. ¿Tienes hambre?—

Harry negó con la cabeza con vehemencia, pero su estómago traicionero rugió con fuerza, delatándolo. Se ruborizó, avergonzado.

Una esquina de la boca de Draco se torció en lo que casi era una sonrisa. —Bueno, mi estómago sí tiene hambre. Y es muy mandón. —Alzó la voz—. Dobby!—

Con un crack sónico, el elfo doméstico apareció en la habitación, sus grandes ojos llenos de emoción al ver a Draco.

—¡El joven maestro Malfoy llama a Dobby! ¿Cómo puede Dobby servir...? —Su mirada cayó en el pequeño Harry sentado en la cama. Sus ojos se abrieron como platos—. ¡El bondadoso Harry Potter! ¡Pero... está pequeño! ¡Tan pequeño!—

—Sí, sí, Dobby. Una larga historia —dijo Draco con impaciencia, pero sin aspereza—. Necesitamos comida. Algo... para un niño. Sándwiches de mantequilla de maní y mermelada, quizás. Galletas. Leche con chocolate. Y nada de pudding de chocolate —añadió rápidamente, recordando una de las muchas historias absurdas que Potter había soltado durante su torpe amistad con Weasley.

Dobby se emocionó. —¡Dobby lo hará! ¡Dobby traerá la mejor comida para el pequeño Harry Potter! —Y crack, desapareció.

Harry miraba el lugar donde había estado el elfo, fascinado y asustado a la vez. —¿Era un duende?—

—Algo así —murmuró Draco. Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la cama, concediéndole espacio al niño. Un silencio incómodo se instaló, roto solo por el tenue crujir de las algas del lago contra la ventana.

—¿Por qué... por qué me llevaste aquí? —preguntó Harry, en un susurro casi inaudible—. Los otros... la señora con el pelo rojo... sonreía, pero... —se estremeció—. No me gustó.—

Draco lo miró, ese niño que solo conocía el disimulo y el peligro detrás de las sonrisas forzadas. Algo se encogió dentro de él.

—Porque —dijo, eligiendo sus palabras con un cuidado que nunca había necesitado—. Porque parecías... asustado. Y a veces, los lugares que dan más miedo al principio son los más seguros.—

Antes de que Harry pudiera responder, Dobby reaparecido con otro crack, cargando una bandeja rebosante de comida sencilla pero deliciosa. La colocó en la cama, junto a Harry.

—¡El joven maestro debe comer! ¡Crecer fuerte y saludable! —dijo Dobby, y desapareció de nuevo después de hacer una reverencia profunda.

El aroma a pan tostado y mermelada de fresa llenó el aire. Harry miró la comida con anhelo puro, pero no se movió. Miró a Draco, buscando permiso, una confirmación de que no era una trampa.

—Adelante —dijo Draco, haciendo un gesto con la cabeza—. Es todo tuyo.—

Esa fue toda la invitación que Harry necesitó. Cogió un sándwich triangular y le dio un mordisco tan grande que parecía que se iba a atragantar. Comía con la voracidad de alguien que no estaba acostumbrado a tener suficiente.

Draco lo observó, una extraña opresión en el pecho. Esto no era el Potter engreído que siempre le había ganado. Esto era un niño que había pasado hambre. La narrativa que le habían vendido toda su vida—el niño héroe, mimado y consentido—comenzó a agrietarse allí, en el suelo frío de su dormitorio, observando a un niño de seis años devorar un sándwich como si fuera el último.

Mientras Harry bebía su leche con chocolate, dejando un bigote espumoso sobre su labio, la puerta del dormitorio se abrió.

Severus Snape entró con su habitual aire de tormenta contenida. Sus ojos oscuros barrieron la habitación, deteniéndose en Harry, luego en la bandeja de comida, y finalmente en Draco, aún sentado en el suelo.

—Parece que has logrado lo imposible, Malfoy —dijo Snape, con su voz suave y peligrosa—. Domesticar a una fiera.—

Harry se congeló, el vaso de leche a medio camino de su boca. El miedo regresó a sus ojos al ver a otro adulto desconocido, uno con una voz tan fría como su entorno.

Draco se puso de pie de un salto, instintivamente poniéndose entre Snape y el niño. —Solo está comiendo, profesor.—

—Así veo —murmuró Snape. Avanzó lentamente, como si se acercara a un animal asustadizo. Sus ojos se clavaron en Harry—. Potter. ¿Puedes decirme qué es lo último que recuerdas?—

Harry se encogió. —El... el armario —murmuró—. Dudley rompió mi dinosaurio de juguete. Tío Vernon dijo... dijo que me quedaría sin cena.—

Snape se quedó completamente quieto. Draco vio cómo los dedos largos y pálidos de su profesor se cerraban muy lentamente. Su rostro era una máscara impasible, pero Draco juró ver un destello de algo oscuro y furioso en lo profundo de sus ojos.

—Ya veo —repitió Snape, su voz aún más baja—. Un trauma regresivo, no solo físico. Fascinante. Y terriblemente inconveniente.—

—Profesor —dijo Draco, con un atisbo de su antigua arrogancia—. ¿Qué vamos a hacer?—

Snape desvió su mirada de Harry y la clavó en Draco. —Tú vas a asegurarte de que no se meta en problemas. El Director ha accedido a que permanezca aquí, por ahora. Pero esto —hizo un gesto vago hacia Harry— cambia todo. Se deben tomar... precauciones. Se enviará un mensaje a mi Señor.—

Draco asintió, entendiendo el peso de esas palabras. Esto ya no era solo un accidente de Pociones. Esto era política. Esto era poder.

Snape se dio la vuelta para irse, pero se detuvo en la puerta. Sin mirar atrás, dijo: —La elfa doméstica te traerá ropa adecuada. No puede ir vestido con esos harapos. Parece un mendigo muggles.—

Cuando la puerta se cerró, Draco soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo. Miró a Harry, que lo observaba con los ojos aún llenos de aprensión, el bigote de leche haciéndolo verse patéticamente joven.

—¿Ese señor es malo? —preguntó Harry en un susurro.

Draco miró la puerta por donde había salido Snape y luego al niño vulnerable en su cama. Por primera vez, la respuesta no fue clara.

—No —dijo finalmente, y se sorprendió al darse cuenta de que era la verdad—. No. Solo es... complicado. Como todos aquí.—

Se acercó y tomó una galleta de la bandeja. —¿Está buena?—

Harry, tras un momento de duda, asintió con timidez.

—Bien —dijo Draco, rompiendo la galleta por la mitad y dándole la parte más grande—. Porque vas a necesitar energía. Mañana empieza tu primera lección de cómo ser un Slytherin.—

Y por primera vez esa noche, una pequeña y vacilante sonrisa asomó a los labios de Harry Potter.

Notes:

· El Mensaje a Voldemort: Snape ahora debe informar a Voldemort que su némesis es un niño vulnerable que no lo recuerda. Esto prepara el escenario para la reacción de Voldemort.

· La Reacción de los Otros Slytherin: Pansy y Blaise ahora saben. Pronto, todo Slytherin lo sabrá. Su reacción será una mezcla de curiosidad, diversión y, para algunos, lealtad emergente.

· La "Indoctrinación" de Draco: Draco enseñándole a Harry a "ser un Slytherin" será pura comedia y oportunidades para unión.

· La Llegada del Goblin: El mecanismo de la trama principal está a punto de activarse. Dumbledore intentará evitar que el goblin vea a Harry, lo que llevará al clímax de la revelación.

Chapter 3: Lección Uno: Como No Ser Un Gryffindor

Notes:

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Chapter Text

La noche en la mazmorra de Slytherin fue... peculiar. Draco Malfoy, acostumbrado a las sábanas de seda y al silencio absoluto, se pasó horas escuchando los pequeños sonidos del niño Potter en la cama de al lado (que Draco había vaciado apresuradamente de los pertenencias de Crabbe con un "préstamo temporal forzoso").

Harry se movía, susurraba en sueños y, en un momento dado, sollozó tan fuerte que Draco se sentó de golpe en la cama, el corazón acelerado, preguntándose absurdamente si debía hacer algo. Afortunadamente, el niño se calmó solo, suspirando profundamente antes de hundirse de nuevo en un sueño inquieto. Draco se recostó, mirando las tenues sombras verdes que el lago proyectaba en el techo. ¿Qué demonios estaba haciendo?

A la mañana siguiente, despertó con un dolor de cuello horrible y la sensación de ser observado. Abrió los ojos. Un par de enormes ojos verdes lo miraban fijamente desde el borde de su cama. Harry estaba completamente vestido con la ropa enorme del día anterior, ahogándose en tela.

—¿Ya es de día? —preguntó el niño, con voz ronca de sueño.

—Aparentemente —gruñó Draco, frotándose la nuca. Un crack anunció la llegada de Dobby, con una bandeja con zumo de naranja y tostadas para Draco y, para Harry, un conjunto de ropa infantil que hizo que Draco arqueara una ceja.

Era evidentemente caro: pantalones de corte impecable, una camisa de color verde oscuro y un jersey negro de lana fina. Pero lo más ridículo era la pequeña capa que lo acompañaba, forrada de satén verde plateado.

—Dobby pensó que el pequeño Potter necesitaría ropa de Slytherin —dijo el elfo con orgullo, con las orejas palpitantes.

Draco contuvo una risa. Parecía un señorito feudal enano. —Perfecto, Dobby. Eso... hará una declaración.—

Mientras Harry, con torpeza, se cambiaba detrás de un armario (insistiendo en que "los niños se visten solos"), Blaise Zabini se incorporó en su cama.

—¿Así que el rumor es cierto? —bostezó, observando con diversión—. Adoptaste un Potter. Qué mascota tan peculiar. ¿Echa fuego por la boca?—

—Cállate, Zabini —refunfuñó Draco, pero sin verdadera hostilidad.

—Solo digo que si vas a tener un Gryffindor como mascota, al menos debería hacer trucos. ¿Puede buscar? ¿Dar la pata?—

En ese momento, Harry salió de detrás del armario. La ropa le quedaba bien, pero lucía increíblemente incómodo con la capa. Se veía... formal. Y completamente fuera de lugar.

—Me pica —se quejó, frotándose el cuello.

—Te acostumbrarás —dijo Draco con aire de superioridad—. Es el precio de la elegancia. Ahora, la primera lección: el desayuno.—

El camino hacia el Gran Comedor fue una prueba de fuego. Draco caminaba con su postura habitual, altivo y desafiante, con un mini-Potter vestido de Slytherin agarrado tímidamente de su túnica. Los susurros los seguían como una nube de moscas. Un estudiante de Ravenclaw de segundo año dejó caer su libro del susto.

Al entrar en el Comedor, el ruido cesó de golpe. Cientos de pares de ojos se clavaron en ellos. Harry se pegó a la pierna de Draco.

—No mires —murmuró Draco, sin mover los labios—. Mirarlos es concederles importancia. Camina como si todo te perteneciera.—

—¿Pero no es tuyo? —preguntó Harry, con genuina confusión.

Draco casi sonrió. —Buena respuesta. Vamos.—

La mesa de Slytherin estaba en un silencio tenso y expectante. Pansy Parkinson miraba a Harry como si fuera un insecto raro pero fascinante. Theo Nott lo observaba con curiosidad intelectual. Crabbe y Goyle solo parecían confundidos.

Draco se sentó e hizo que Harry se sentara a su lado, alejándolo del resto. —Come. Ignóralos.—

Pero el "ellos" no eran solo los Slytherin. Desde la mesa de Gryffindor, una mirada poderosa y cargada de desaprobación los quemaba. Molly Weasley no estaba, pero Ron, Hermione y Ginny los observaban con expresiones que iban de la preocupación forzada (Ginny) a la abierta hostilidad (Ron).

—Mira eso —bufó Ron, lo suficientemente alto como para que se oyera—. Ya lo tiene vestido con sus colores. Es asqueroso. Lavado de cerebro, eso es.—

Hermione asintió con gravedad. —Debe estar confundido y aterrado. Dumbledore debería hacer algo.—

Ginny mordió su labio. —Parece... limpio. —Ron la miró como si hubiera enloquecido.

Fue entonces cuando la lechuza de poste entró, y una elegante lechuza de origen claramente goblin se lanzó en picado. Dejó caer un sobre de pergamino grueso y sellado con cera roja sangrienta justo en el plato de Draco, junto a una copia del Profeta.

El titular era imposible de ignorar:

¿POTTER INCAPACITADO? ACCIDENTE EN HOGWARTS: EL ELECTO EN PELIGRO Fuentes anónimas sugieren un ataque de las "Oscuras Fuerzas Renacientes". Dumbledore pide calma.

Draco arrugó el ceño. "Fuentes anónimas". Weasley y Granger, sin duda. Rompió el sello del pergamino. Era breve y escrito en una letra angulosa y precisa.

Malfoy, El asunto de Gringotts insiste. El representante, Razork, estará en el colegio al mediodía. El Director ha sido "notificado". Asegúrate de que el activo esté presente y visible. —S.S.

El "activo". Harry, que estaba untando mantequilla en una tostada con una concentración adorable, completamente ajeno a ser un peón en un juego de ajedrez gigante.

De repente, la voz aguda y fingidamente dulce de Ginny Weasley se elevó desde la mesa de Gryffindor. —¡Harry! ¡Cariño! ¿Estás bien? ¡Ven aquí, podemos cuidar de ti!—

Harry se sobresaltó y dejó caer el cuchillo de mantequilla. Al ver a la chica de pelo rojo que le sonreía con demasiados dientes, se encogió instantáneamente y se agarró al brazo de Draco.

—No —murmuró—. No quiero.—

La sonrisa de Ginny se congeló. La mirada que le lanzó a Draco estaba cargada de un veneno puro.

Draco se inclinó hacia Harry. —Lección dos —susurró, con una sonrisa fría—. Un Slytherin nunca obedece una orden de un Gryffindor. Sobre todo si viene con una sonrisa falsa. Has aprobado la primera prueba.—

Harry lo miró, sin entender completamente, pero asintió con seriedad, sintiendo que había hecho algo bien.

Ron se puso de pie, furioso. —¡Malfoy! ¿Qué le estás haciendo? ¡Déjalo en paz!—

Fue la gota que colmó el vaso para Draco. Se levantó lentamente, con toda la arrogancia de su linaje.

—Weasley —dijo, su voz gélida y clara, cortando el murmullo del comedor—. Parece que el único que lo está acosando eres tú. Él no quiere ir contigo. ¿Tan poco respeto tienes por lo que quiere un niño de seis años? ¿O es que los Gryffindor solo saben imponerse gritando?—

El comedor quedó en silencio absoluto. Ron se puso rojo como su pelo, sin palabras. Hermione lo jaló del brazo para que se sentara, sus propias mejillas arreboladas de furia.

Draco se sentó de nuevo, satisfecho. Tomó un sorbo de su zumo con desdén.

Harry lo miraba con una expresión nueva: no de miedo, sino de asombro. —Le... le ganaste —dijo, impresionado.

—Por supuesto —dijo Draco, como si fuera lo más natural del mundo—. La gente como Weasley solo entiende la fuerza. Es la lección más importante. Ahora, termina tu tostada. Tenemos una cita con un goblin.—

Harry tomó otro bocado, mirando a Draco como si acabara de domar un dragón con sus propias manos. El miedo a los Gryffindor de pelo rojo fue reemplazado, por un momento, por una semilla de admiración.

Y en la mesa de Gryffindor, el Trio de Oro se dio cuenta, con horror, de que habían perdido la primera batalla pública. Y lo habían hecho parecer matones.

Notes:

El artículo del Profeta muestra cómo la "Alianza de la Luz" ya está manipulando la narrativa pública, pintando el accidente como un ataque de los mortífagos.

La nota de Snape prepara el escenario para el próximo capítulo crucial: la llegada del goblin Razork y la revelación de la verdad.

Vemos el primer destello de lealtad de Harry hacia Draco, basada en la protección y la fuerza que Draco proyecta. Es el inicio de su "adoctrinamiento" Slytherin.

Draco los supera en estrategia, usando sus propias tácticas (la preocupación pública) contra ellos y dejándolos mal parados. Esto aumenta la tensión y su necesidad de "recuperar" a Harry.

Chapter 4: El Precio De Una Gota De Sangre

Chapter Text

El mediodía encontró a Draco y a Harry en la sala de conferencias adyacente al Gran Salón. Draco se había asegurado de que Harry estuviera impecable con su pequeño atuendo de Slytherin, una declaración silenciosa de a quién pertenecía ahora. El niño estaba callado, jugueteando nerviosamente con el borde de su capa.

—¿Quién es el duende? —preguntó Harry, por décima vez.

—Un banquero —respondió Draco, ajustando su propia túnica—. Muy serio. No le gustan las tonterías. Así que quédate quieto y... sé tú mismo, supongo.—

La puerta se abrió antes de que Harry pudiera hacer otra pregunta. Albus Dumbledore entró primero, con su sonrisa de abuelo sabio firmemente en su lugar, pero sus ojos escudriñaban la habitación como un halcón. Detrás de él, Severus Snape se deslizó dentro, siendo una sombra elegante y severa. Y tras ellos...

El goblin, Razork, era más bajo de lo que Draco había imaginado, pero irradiaba una autoridad que llenaba la sala. Vestía un traje impecable de terciopelo oscuro, sus dedos largos y afilados entrelazados frente a él. Sus ojos negros y penetrantes no perdieron un detalle, desde los retratos que susurraban en las paredes hasta el pequeño Harry que se escondía parcialmente detrás de Draco.

—Buenas tardes —dijo el goblin, con una voz áspera y carente de toda calidez humana—. Soy Razork, de Gringotts, Londres. He venido a resolver una... discrepancia en las bóvedas del Sr. Potter.

—Una discrepancia que seguramente podría haberse resuelto con una simple carta, querido señor Razork —dijo Dumbledore, con tono amable pero firme—. Como puedes ver, Harry no está en condiciones de ocuparse de asuntos financieros.—

Razork ni siquiera miró al director. —Las leyes de Gringotts, y los tratados internacionales entre los reinos goblin y el Ministerio de Magia, son muy claros en cuanto a las anomalías de herencia. Requieren una verificación con el heredero presente. Su condición... física... es irrelevante para la magia de la sangre.—

 

—¡Pero es un niño! —intervino una voz. Molly Weasley había entrado sigilosamente en la sala, con Ron y Hermione pisándole los talones, sus rostros llenos de una preocupación que a Draco le pareció falsa—. ¡No puede ser molestado con estas cosas! ¡Debe descansar!—

Razork giró lentamente la cabeza hacia ella. —Y usted es... ¿la madre del heredero? —preguntó, con una frialdad que hizo que Molly se ruborizara.

 

—Yo... soy como su madre? —tartamudeó.

 

—Entonces, no tiene autoridad aquí —concluyó el goblin, despidiéndola efectivamente. Volvió su atención a Harry—. Heir Potter. Un placer. Esto será rápido.

 

Sacó un pergamino de lino antiguo y un pequeño cuchillo ritual de plata de su bolsa.

 

Un coro de protestas estalló. —¡Absolutamente no!—gritó Ron. —¡No puede pretender sacarle sangre!—exclamó Hermione. —Querido amigo goblin,esto es altamente irregular —dijo Dumbledore, y por primera vez, su voz perdió un poco de su calidez.

 

—Es standard —refutó Razork, imperturbable—. Para todos los clientes de sangre pura y mestiza cuando se activa una revisión de linaje. ¿Temen lo que podría revelar?—

El desafío en su voz era palpable. El aire se espesó. Snape, que había permanecido en silencio en un rincón, cruzó los brazos, una ceja ligeramente arqueada. Parecía... entretenido.

Draco miró hacia abajo a Harry, cuyos ojos verdes estaban llenos de un nuevo tipo de miedo: el miedo a la aguja. —No dolerá —mintió Draco suavemente—. Es como el picotazo de una lechuza.—

—¿De verdad? —preguntó Harry, con voz temblorosa.

—Te lo prometo —dijo Draco, y por una vez, lo decía en serio.

—Esto es una barbaridad —declaró Dumbledore, y su vara de saúco apareció en su mano, no de forma amenazante, pero sí firme—. No puedo permitir que se le haga daño a Harry.—

Fue la jugada equivocada.

La atmósfera de la sala cambió instantáneamente. La cortesía profesional de Razork se desvaneció, revelando el acero beneath. —¿Impediría una revisión de linaje sancionada por el tratado, Director? —preguntó suavemente—. Eso sería... una declaración muy interesante. ¿Esconde algo?—

Los ojos de Dumbledore centellearon peligrosamente. El estancamiento era total.

Fue Harry quien lo rompió. Asustado por la tensión de los adultos, tropezó hacia atrás y su brazo desnudo se raspó contra el borde metálico afilado de una estatua decorativa. Un fino reguero de sangre brotó de un pequeño corte en su palma.

—¡Ay! —exclamó, sorprendido, y apretó la mano para detener el flujo.

Todo sucedió muy rápido.

La sangre, unas pocas gotas brillantes, cayó al suelo de piedra. Pero antes de que tocaran el suelo, Razork movió el pergamino con una velocidad sobrenatural. Las gotas escarlata impactaron en el pergamino, que las absorbió al instante.

—¡NO! —rugió Dumbledore, pero era demasiado tarde.

El pergamino de lino se elevó de las manos de Razork, flotando en el aire. Una luz dorada intensa emanó de él, proyectando letras ardientes y diagramas genealógicos contra la pared blanca de la sala. Un zumbido bajo llenó la habitación, el sonido de una magia antigua e implacable haciendo su trabajo.


TESTIMONIUM SANGUINIS - GRINGOTTS - LIENZO DE LINO VERITAS

NOMBRE DEL HEREDERO: HARRY JAMES POTTER

EDAD BIOLÓGICA: 6 Años (Regresión temporal, instigada por la poción Lux Inversa)

LINAJE PATERNAL (BIOLÓGICO): TOM MARVOLO RIDDLE ESTATUS: VIVO

LINAJE PATERNAL (Legal, por derecho de conquista mágica y crianza): JAMES CHARLUS POTTER ESTATUS: FALLECIDO

LINAJE MATERNAL: LILY JANE EVANS POTTER ESTATUS: FALLECIDA

TÍTULOS Y HERENCIAS:

· HEREDERO DE LA CASA NOBLE Y ANTIGUA DE POTTER (Por derecho de sangre legal)

· HEREDERO DE LA CASA NOBLE Y ANTIGUA DE BLACK (Por derecho de herencia de su padrino, Sirius Black III)

· HEREDERO DE LA CASA DE SLYTHERIN (Por derecho de sangre biológica directa)

· HEREDERO DE LA CASA DE GAUNT (Por derecho de sangre biológica directa)

· HEREDERO DE LA CASA DE PEVEREll (Por derecho de la Reliquia de la Muerte, la Capa de Invisibilidad)

NOTAS:

· Juramento de lealtad mágica: El vínculo de sangre con TOM MARVOLO RIDLE anula cualquier lealtad mágica o de otro tipo impuesta por terceros.

· Protección ancestral: Las magias de las Casas Potter, Black, Slytherin y Gaunt reclaman al heredero. Las magias externas de contención se consideran hostiles.


El silencio que siguió fue absoluto, roto solo por el leve zumbido del pergamino.

Ron Weasley palideció tanto que sus pecas parecían salpicadas de tinta. Hermione tenía la boca abierta, murmurando "imposible" una y otra vez, como si hubiera tropezado con un problema que no podía resolver. Molly Weasley se llevó una mano al corazón, con una expresión de absoluto horror.

Dumbledore parecía haber envejecido diez años. Su mirada estaba fija en la palabra "RIDDLE", y toda la pretensión de benevolencia había desaparecido, dejando al descubierto un rostro cansado y terriblemente calculador.

Snape... Snape tenía los labios fruncidos en una línea delgada y pálida, pero sus ojos oscuros brillaban con una intensidad feroz y triunfal. Miró a Dumbledore como diciendo "¿Lo ves?".

Y Draco... Draco solo podía mirar las palabras. Hijo de Tom Marvolo Riddle. La pieza más grande del rompecabezas de Potter acababa de encajar. El favor de Dumbledore, la obsesión de Voldemort, la fuerza bruta de su magia... todo cobraba sentido. No era el niño mimado del mundo mágico. Era el príncipe perdido del lado oscuro.

Razork rompió el silencio, enrollando el pergamino con una reverencia formal hacia Harry, que solo miraba boquiabierto las luces que se desvanecían, completamente desconcertado por lo que acababa de ocurrir.

—El linaje está confirmado. Gringotts reconoce a Lord Harry James Potter, Heredero de las Casas Potter, Black, Slytherin, Gaunt y Peverell. Todos los activos y propiedades serán asegurados en consecuencia. —El goblin clavó su mirada en Dumbledore—. Las "magias de contención externas" serán investigadas. Buen día.—

Y con eso, Razork giró sobre sus talones y salió de la sala, dejando atrás el caos silencioso.

Fue Ron quien encontró su voz primero, un grito de rabia y traición. —¡¡SANGRE SUCIAA!! ¡Es el hijo de ÉL! ¡Todo fue una mentira!—

Harry, asustado por el grito, retrocedió instintivamente... y se tropezó, cayendo directamente hacia atrás.

Dos pares de brazos se movieron para atraparlo. Los de Molly Weasley, movidos por un hábito de años de fingir preocupación materna. Y los de Draco Malfoy, movidos por algo nuevo, instintivo y protector.

Draco fue más rápido. Atrapó a Harry contra su pecho, rodeándolo con sus brazos. El niño se aferró a él, temblando.

—Shhh —murmuró Draco contra su oreja, su voz sorprendentemente suave—. Ya pasó.—

Levantó la vista para enfrentarse a los ocupantes de la sala. Su mirada se encontró con la de Dumbledore, y por primera vez, Draco Malfoy no sintió ni un ápice de miedo.

—Creo —dijo Draco, con una calma que helaba la sangre— que tienen algunas cosas que explicar. Pero no ahora. Ahora, él se viene conmigo.—

Y sin esperar una respuesta, con Harry aferrado a su cuello, Draco Malfoy caminó hacia la salida, pasando por delante del director derrotado, de los Weasley horrorizados y de la Granger atónita. Snape, en la puerta, hizo una inclinación de cabeza casi imperceptible, una señal de respeto y de que la batalla, por fin, había comenzado.

 

Chapter 5: El Círculo de la Sangre Pura Reformada

Notes:

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Chapter Text

El silencio en la sala de conferencias era tan denso que se podía cortar con un cuchillo. Draco no esperaba que estallara la tormenta. Con Harry aferrado a él como un pequeño koala aterrado, salió al pasillo y echó a andar a paso rápido hacia las mazmorras de Slytherin, su mente era un torbellino.

Hijo de Riddle. Heredero de Slytherin. Magia de contención hostil. Las palabras del pergamino ardían en su cerebro, reorganizando toda su percepción del universo. Potter no era el niño dorado. Era... algo mucho más raro, mucho más preciado y mucho más peligroso.

—Draco —la voz de Harry era un susurro tembloroso contra su cuello—. ¿Por qué ese señor gritaba? ¿Qué es "sangre sucia"?—

Draco se detuvo en seco, apretando involuntariamente al niño. El veneno de Weasley ya estaba haciendo efecto.

—Es una tontería que dicen los tontos —dijo Draco, con una firmeza que no sentía—. Significa que no saben nada. Tú... —Buscó las palabras adecuadas, algo que un niño de seis años pudiera entender—. Tú eres especial. Más especial de lo que nadie sabía. Y a esa gente no le gusta lo especial.—

Harry lo miró, sus grandes ojos verdes aún nublados por la confusión, pero algo en la convicción de Draco pareció calmarle. Asintió lentamente y descansó la cabeza de nuevo en el hombro de Draco.

Al llegar a la entrada de la sala común de Slytherin, la pared de piedra se abrió antes de que Draco pudiera dar la contraseña. Severus Snape estaba al otro lado, esperándolos con una expresión impenetrable.

—Dentro —ordenó con brusquedad, pero su mirada se posó en Harry con una intensidad nueva—. Rápido.—

La sala común, normalmente un lugar de susurros y conversaciones tranquilas, estaba inusualmente llena. Y silencioso. No solo estaban los estudiantes, sino también adultos. Lucius Malfoy, con una expresión de suprema desconcierto y preocupación, estaba de pie junto a la chimenea. Narcissa Malfoy, pálida pero serena, estaba sentada en un sofá, sus dedos entrelazados con fuerza. Incluso Bellatrix Lestrange estaba allí, reclinada en un sillón con una curiosidad abierta y hambrienta en sus ojos oscuros, como un gato que ha encontrado un juguete nuevo y particularmente interesante.

Todos los ojos se clavaron en Draco y en su preciada carga.

—¿Es cierto? —La voz de Lucius era cortante, dirigida a Snape, pero sus ojos plateados no se apartaban de Harry—. Las... revelaciones del duende.—

—El Linaje de Lino Veritas de Gringotts no miente, Lucius —respondió Snape con suavidad—. El heredero Potter es, biológicamente, el hijo de nuestro Señor.—

Un murmullo colectivo recorrió la sala. Pansy Parkinson dejó escapar un pequeño grito ahogado. Blaise Zabini silbó suavemente, impresionado. Crabbe y Goyle parecían estar haciendo un enorme esfuerzo mental.

—¡El pequeño amo de todos! —exclamó Bellatrix, riendo con una nota de locura—. ¡Dulce, dulce cachorro! ¡Traérmelo, dejad que lo vea!—

Harry se encogió ante la voz estridente y enterró la cara en el cuello de Draco.

—Bella, por favor —dijo Narcissa con suavidad, pero firmeza—. Asustarás al niño. —Se levantó y se acercó lentamente. Su mirada no estaba en Draco, sino en Harry. No había avidez ni cálculo en sus ojos, solo una curiosidad genuina y un destello de... lástima—. Pobre criatura —murmuró—. Todo este tiempo... solo y confundido. Draco, ¿estás bien?—

—Está asustado —respondió Draco, con una pose defensiva que no era del todo fingida—. Weasley le gritó. Lo llamado... —No pudo decir la palabra.

—Sangre sucia —terminó Snape, su voz cargada de desprecio—. Gritado por un Weasley a la cara del heredero directo de Salazar Slytherin. La ironía es deliciosamente grotesca.—

Lucius palideció visiblemente. —Esto es... inaceptable. —Su mirada se volvió hacia Harry con una nueva perspectiva. Ya no era el molesto némesis de su Señor. Era un activo. El activo. Y, de manera crucial, un niño bajo la protección de su hijo—. ¿Y Dumbledore?—

—Fue derrotado —dijo Snape, y un raro atisbo de satisfacción cruzo su rostro—. El duende lo humilló legalmente. Sus mentiras están expuestas. Ahora actuará con desesperación.—

—Entonces no podemos quedarnos de brazos cruzados —declaró Lucius, golpeando el suelo con su bastón—. El heredero debe ser protegido. ¡Es el hijo de nuestro Señor!—

— ¿Dónde está... él? —preguntó Draco, incapaz de decir el nombre.

—Informado —dijo Snape—. Su... reacción es impredecible. Mientras tanto, el niño se queda aquí. Bajo la protección de Slytherin.

Fue entonces cuando Harry, atraído por algo, levantó la cabeza del hombro de Draco. Sus ojos se fijaron en la serpiente ornamentada que se enroscaba en el brazo del sillón de Bellatrix. Era de plata, con ojos de esmeralda.

—Serpiente —murmuró Harry, señalando con timidez.

Bellatrix se río, encantada. —¡Sí, precioso! Una serpiente, como la de tu...—

Se silenciosa —susurró Harry, sin pensarlo.

La habitación contuvo el aliento colectivamente. No había sido inglés. Había sido un suave y perfecto pársel, un silbido suave que hizo que la serpiente de plata pareciera casi cobrando vida.

Bellatrix jadeó, llevándose una mano al corazón. —¡Él habla! ¡Le habla a mi serpiente!—

Lucius miró a Snape, y luego a Draco, con una expresión de asombro absoluto. Era una cosa saberlo por un pergamino; Era otra muy distinta escuchándolo.

Harry, al darse cuenta de que todos lo miraban de nuevo, se sonrojó y escondió la cara.

Narcissa fue la primera en reaccionar. Se acercó y se arrodillo frente a Draco, para estar a la altura de Harry.

—No tengas miedo, pequeño —dijo, y su voz era sorprendentemente cálida—. Es un don maravilloso. Muy especial. A nosotros... nos gustan las cosas especiales. —Le dirigió una pequeña sonrisa—. ¿Tienes hambre? Dobby nos dijo que te gustan los sándwiches de mermelada.—

Harry asintiendo con la cabeza, lentamente, asomando un ojo para mirarla.

—Bien —dijo Narcissa, poniéndose de pie—. Lucius, ¿no crees que es hora de que nuestro... invitado de honor... tenga algo de comer?—

Lucius captó el mensaje al instante. Esto no era un prisionero. Esto era un príncipe. Un príncipe que necesitaba ser cortado y protegido.

—Por supuesto —dijo, su tono cambiando a uno de formalidad cortés—. Draco, tráelo a la mesa. Debemos... discutir los siguientes pasos.

La reunión se transformó. Los mortífagos, los seguidores leales de Voldemort, se convirtieron en un consejo de guerra improvisado. Pero en lugar de planear ataques, discutieron sobre la logística de esconder a un niño de seis años de Dumbledore.

—Necesitará ropa —dijo Narcissa—. Ropa de verdad, no estos... experimentos de elfo. —Debe haber un tutor—añadió Lucius—. Para guiarlo en su herencia. Severus, tú... —Tendré que informar a nuestro Señor de todos los desarrollos—interrumpió Snape—. Incluyendo la... demostración.—

Draco se sentó en la mesa, con Harry en su regazo, dándole trozos de pastel que un elfo sirviente había traído. Observaba, atónito, cómo los mortífagos más temidos de Gran Bretaña se organizaban alrededor del bienestar de Harry Potter.

Bella, en un extraño arranque de humor, intentó hacer aparecer un conejito de su varita para entretenerlo, pero solo consiguió un conejo de humo negro y de aspecto feroz que se disipó con un chillido. Harry, en lugar de asustarse, se río. Una risa genuina y alegre que sonó extraña en la lúgubre mazmorra.

Bellatrix quedó paralizada, y luego una sonrisa de genuino placer iluminó su rostro. —¡Le gusta! ¡Quiere más trucos, tía Bella!—

Draco miró a su alrededor. A su padre, discutiendo seriamente sobre la ley de custodia mágica. A su madre, cortando la comida de Harry en trozos pequeños. A su profesora, observando con una expresión que rayaba en el orgullo. A su tía loca, intentando hacer trucos de magia.

Y a Harry, comiendo pastel en su regazo, pareciendo más tranquilo y seguro de lo que Draco lo había visto nunca, incluso antes del accidente.

Un pensamiento cruzó la mente de Draco: El lado oscuro... se parece extrañamente a una familia disfuncional.

Y por primera vez desde que el frasco de poción se cayó, Draco Malfoy sintió que las cosas, contra todos los pronósticos, podían ir por el buen camino.

 

Notes:

Los mortífagos ya no ven a Harry como un enemigo, sino como el heredero de su maestro y un símbolo de poder. Su protección es egoísta al principio, pero se mezcla con genuina fascinación y, en el caso de Narcissa, cierta compasión.

Este momento es crucial. Es la prueba irrefutable y tangible de su herencia, solidificando su lugar entre ellos más que cualquier pergamino.

La reacción de Bellatrix y la observación final de Draco introducen el elemento de comedia, mostrando lo absurdamente doméstico que puede volverse la situación.

Se forma una alianza no oficial: "El Círculo de la Sangre Pura Reformada" (como lo llamará Draco internamente con sarcasmo). Su objetivo inmediato es proteger a Harry de Dumbledore.

Chapter 6: La Mano que Mecía la Cuna

Notes:

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Chapter Text

La noticia de la revelación del linaje se extendió por Hogwarts como un incendio forestal en una tarde seca. Para la cena, el Gran Comedor era un hervidero de susurros y miradas furtivas. La mesa de Gryffindor era un pozo de silencio incómodo y tensión. Ron empujaba su estofado con furia, su rostro aún pálido de rabia. Hermione tenía la nariz metida en un libro de leyes mágicas de herencia, murmurando sobre "precedentes" y "anomalías", tratando desesperadamente de racionalizar lo irracional. Ginny miraba fijamente su plato, sus nudillos blancos al agarrar el cuchillo.

En la mesa de Slytherin, la atmósfera era triunfalmente sombría. Draco estaba sentado como un rey en ciernes, con Harry a su lado, ahora vestido con un conjunto nuevo de ropa verde y negra que Narcissa había conjurado—elegante pero cómodo, apropiado para un niño. Harry comía su puré de patatas, pareciendo pequeño pero ya menos asustado, protegido por la barrera física de los cuerpos de los estudiantes de Slytherin que, siguiendo el ejemplo de sus mayores, habían cerrado filas a su alrededor.

La gran pregunta flotaba en el aire: ¿Dónde estaba Dumbledore?

La respuesta llegó con el postre. Las grandes puertas del Gran Comedor se abrieron de par en par y Albus Dumbledore entró. Pero no era el anciano ojos brillantes de siempre. Caminaba con una rigidez que delataba una furia contenida. Su larga barba plateada parecía menos mágica y más... pesada. Su mirada barrió la sala y se posó en la mesa de Slytherin, específicamente en Harry, con una intensidad que hizo que el niño se encogiera y se pegara a Draco.

Draco se enderezó, meeting la mirada del director sin pestañear. Inténtalo, pensó con desafío. Intenta quitármelo ahora.

Dumbledore se dirigió a su trono en la mesa alta, pero no se sentó. Golpeó suavemente su copa con una cuchara. El sonido de cristal resonó en el salón, silenciando instantáneamente todos los murmullos.

—Estudiantes —comenzó, y su voz carecía de su calidez habitual—. Han circulado hoy rumores... rumores salvajes y peligrosos. Rumores que amenazan con sembrar la discordia y el miedo en nuestro querido colegio.—

Desde la mesa de Slytherin, Theo Nott soltó un resoplido ahogado. "Rumores". El Linaje de Lino Veritas de Gringotts era cualquier cosa menos un rumor.

—Les pido —continuó Dumbledore, sus ojos azules brillando con una luz gélida— que no se dejen engañar por las maquinaciones de aquellos que desean ver a Hogwarts dividida. Harry Potter —y aquí, su voz se quebró ligeramente, con una maestría teatral perfecta—, nuestro Harry, está vulnerable. Ha sido víctima de un hechizo terrible y ahora está siendo manipulado por fuerzas que buscan explotar su estado para sus propios fines oscuros.—

Draco sintió que hervía la sangre. La audacia del hombre, la pura y absoluta mentira...

—¡Es un mentiroso! —susurró Draco, tan bajo que solo Harry pudo oírlo.

Harry lo miró, confundido. —¿El señor de la barba larga?—

—Sí —susurró Draco—. Él es el malo de la historia.

La simpleza de la declaración resonó en Harry. Para un niño de seis años, el mundo era así de simple. Asintió gravemente y se aferró al brazo de Draco.

Dumbledore musitó haber visto el intercambio. Su mirada se endureció. —En tiempos de confusión —dijo, elevando la voz—, debemos aferrarnos a lo que sabemos que es verdad. Y la verdad es que Harry Potter es el niño que vivió, el defensor de la luz, y debe ser devuelto a aquellos que lo aman y lo cuidarán apropiadamente. Por lo tanto, he tomado una decisión.—

Hizo una pausa dramática, asegurándose de tener toda la atención.

—Por la seguridad de Harry, y por la seguridad de todos los estudiantes, he decidido que será trasladado de la mazmorra de Slytherin a un lugar más... neutral. La suite de huéspedes en el ala este, donde podrá ser atendido por personal médico y visitado por sus verdaderos amigos.—

Un susurro de incredulidad recorrió la sala. Era un movimiento de poder descarado. Un intento de arrebatar a Harry de su único lugar seguro.

—Además —añadió Dumbledore, y su mirada se volvió hacia Draco, fría y punzante—, para evitar una mayor influencia indebida, se prohíbe a cualquier estudiante de Slytherin acercarse a él. Cualquier intento de hacerlo será considerado un acto de insubordinación grave.—

Fue la gota que colmó el vaso. Draco se puso de pie de un salto, haciendo rechinar su silla. El sonido fue tan agudo en el silencio que todos se sobresaltaron.

—¿Insubordinación? —la voz de Draco cortó el aire, joven pero cargada de una furia helada que silenció a Dumbledore—. ¿Insubordinación por proteger a un niño de sus secuestradores?—

El comedor contuvo el aliento. Nadie, nadie, le hablaba así a Dumbledore.

El rostro del director se congestionó. —Señor Malfoy, siéntese. No es...—

—¡No! —gritó Draco, y ahora su voz resonó en el techo abovedado—. ¡Usted lo dejó allí! ¡Todo este tiempo! ¡Usted sabía quién era, de dónde venía, y lo dejó en un armario! ¡Lo dejó con muggles que lo odiaban, que lo golpeaban, que lo hacían pasar hambre! ¡Y ahora, cuando la verdad sale a la luz, quiere encerrarlo de nuevo! ¿Para qué? ¿Para que no le cuente a nadie sus mentiras?—

Cada palabra era un dardo envenenado, y cada una daba en el blanco. La expresión de Dumbledore era de puro horror. No por las acusaciones, sino porque estaban siendo hechas en público. Su narrativa cuidadosamente construida se desmoronaba ante sus ojos.

—¡Esa es una mentira venenosa! —gritó Molly Weasley, poniéndose de pie también, su rostro rojo de furia.

—¿Lo es? —Draco giró hacia Harry, que miraba la escena con los ojos como platos—. Harry. ¿Dónde dormías en casa de tus tíos?

La voz de Harry era pequeña pero clara en el silencio mortal. —Bajo las escaleras. En el armario para la aspiradora.—

Un grito de horror surgió de varias mesas, especialmente de Hufflepuff. Varias estudiantes de Ravenclaw se llevaron las manos a la boca.

—¿Y... tu tío? —presionó Draco, su corazón latiendo con fuerza—. ¿Te pegaba?—

Harry asintió, asustado por la reacción, y escondió la cara en el costado de la túnica de Draco.

El silencio que siguió fue peor que cualquier grito. La mirada de Dumbledore perdió por completo su calor. Era solo fría, dura ira.

—Tú... —comenzó Dumbledore, y por primera vez, su voz tembló con rabia pura—. Tú muchacho insolente y malcriado. No tienes idea de lo que...—

CRAC.

Un sonido ensordecedor, como el de un trueno en una habitación cerrada, cortó su palabra. Todos se agacharon instintivamente.

Cuando miraron hacia la mesa alta, Albus Dumbledore estaba de pie, tieso como una vara, mirando con incredulidad su mano derecha. Sobre el dorso, una marca roja y furiosa, como una quemadura, se formaba en forma de serpiente y calavera—la Marca Tenebrosa—pero atravesada por una línea que la anulaba. Era el sello de las Casas Slytherin y Gaunt, la magia de la herencia, rechazando su toque, su autoridad, su mentira.

La magia ancestral había hablado. Lo había declarado hostil.

La cara de Dumbledore era una máscara de shock y dolor. No solo físico, sino del alma. Su plan, su control, se le escapaba de las manos.

En ese momento de silencio atónito, la voz tranquila y serena de Severus Snape se elevó desde la entrada.

—Parece, Director —dijo Snape, deslizándose hacia el centro de la sala, su túnica agitándose—, que su autoridad sobre el heredero ha sido... revocada. Por las leyes mágicas más antiguas que cualquiera de las normas de esta escuela. —Hizo una pausa, disfrutando del momento—. El niño se queda bajo la protección de su Casa. Slytherin.—

Dumbledore no respondió. Solo miró su mano marcada, luego a Harry, luego a la fría y unida fachada de la mesa de Slytherin. Vio el desafío en los ojos de Draco, la satisfacción en los de Snape, y la aceptación silenciosa en las caras de los otros estudiantes.

Había perdido. Públicamente y de manera absoluta.

Sin una palabra más, Albus Dumbledore giró sobre sus talones y abandonó el Gran Comedor, dejando atrás un silencio aturdido y el sonido de su propia derrota.

Draco se dejó caer en su asiento, temblando de adrenalina. Harry lo miró con admiración.

—Le ganaste —susurró el niño, con asombro.

Draco respiró hondo y puso un brazo alrededor de los pequeños hombros de Harry.

—Sí —dijo, y esta vez, su sonrisa fue genuina—. Le ganamos.—

 

Notes:

· El Discurso de Dumbledore: Muestra su manipulación hasta el final, intentando mantener el control de la narrativa.

· La Rebelión de Draco: Su acusación pública es el punto de inflexión. Expone las mentiras de Dumbledore ante toda la escuela, cambiando para siempre la percepción de muchos.

· La Prueba de Harry: La simple y honesta confirmación del niño es más poderosa que cualquier discurso. Destruye la credibilidad de Dumbledore y Molly.

· La Magia Ancestral: La "quemadura" en la mano de Dumbledore es un golpe de teatro mágico crucial. Muestra tangiblemente que ha perdido todo derecho sobre Harry según las leyes mágicas más profundas.

· La Victoria: La salida de Dumbledore marca una victoria decisiva para el "bando" de Draco y Snape. El control de Harry está ahora firmemente en manos de Slytherin.

Chapter 7: La Red del Señor de las Serpientes

Notes:

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La victoria en el Gran Comedor fue dulce, pero efímera. La realidad de su situación se cernía sobre ellos como la oscuridad sobre el lago Negro. Dumbledore estaba herido y humillado, pero no derrotado. Y Draco sabía, con una certeza que le helaba la sangre, que el verdadero poder detrás de todo esto aún no había hecho su movimiento.

Esa noche, en la sala común de Slytherin, la atmósfera era de campamento militar sitiado. Lucius Malfoy había enviado una docena de elfos domésticos adicionales, todos con órdenes de vigilar los pasillos y reportar cualquier movimiento de Dumbledore o sus seguidores. Los estudiantes de séptimo año, incluidos Blaise, Theo e incluso Pansy (quien parecía haber decidido que un Potter "útil" era mejor que ningún Potter), se turnaban para vigilar.

Harry, agotado por el drama del día, se había dormido en el sofá grande de cuero, envuelto en una manta de lana verde que Narcissa había teletransportado con un afectuoso "para el pequeño". Su respiración era tranquila, ajeno al torbellino que había causado.

Draco estaba sentado en el suelo junto a él, repasando mentalmente cada momento, cada palabra, cuando el aire frente a la chimenea se rizó y se tornó frío.

Una figura alta y oscura se materializó de la nada, sin el habitual estruendo de la Aparición. No hubo destello de luz, solo un susurro de tela y una presencia que absorbía toda la calidez y el sonido de la habitación.

Lord Voldemort había llegado.

No era el monstruo de rasgos serpentinos que el mundo temía. Esta era una apariencia más temprana, la que había usado para engatusar a los ingenuos: Tom Riddle en la plenitud de su juventud y poder. Cabello oscuro y lacio, rostro pálido y perfectamente esculpido, ojos oscuros que ardían con una inteligencia fría e insondable. Vestía ropas oscuras y sencillas, pero la elegancia mortal que emanaba era más intimidante que cualquier túnica teatral.

Todos en la sala se congelaron. Los estudiantes contuvieron el aliento. Snape, que estaba de pie cerca de la puerta, hizo una profunda y respetuosa reverencia. Lucius, que estaba examinando un mapa de Hogwarts, se puso rígido como una estatua.

Solo había un sonido: la respiración tranquila de Harry, durmiendo.

Los ojos de Voldemort ignoraron por completo a sus mortífagos. Se posaron primero en la figura dormida del niño, y se quedaron allí por un largo, impenetrable momento. Su expresión era inescrutable: ni amor, ni odio, solo una curiosidad intensa y posesiva, como un coleccionista que encuentra la pieza central perdida de su colección.

Luego, esa mirada se desplazó hacia Draco. No era una mirada de agradecimiento o aprobación. Era una evaluación. Fría, clínica, midiendo su utilidad, su fuerza, su lealtad.

—Draco Malfoy —la voz de Voldemort era suave, sedosa, y mucho más aterradora que cualquier grito—. Mi leal servidor me ha contado cosas... interesantes. —Caminó a través de la sala, y la multitud se abrió para dejarlo pasar como el Mar Rojo. Se detuvo frente al sofá, mirando hacia abajo a su hijo—. Parece tan... ordinario cuando duerme.—

—Mi Señor —murmuró Lucius, encontrando su voz—. El hechizo de regresión...—

—Se lo que es, Lucius —lo interrumpió Voldemort sin mirarlo, su tono ligeramente aburrido—. No estoy aquí por lo obvio. Estoy aquí por lo que ha sido revelado. —Finalmente, giró para enfrentarse a la sala—. Dumbledore ha sido desenmascarado. Una jugada torpe, incluso para él. —Una sonrisa fría y cruel tocó sus labios—. Querer encerrar a mi heredero... después de que sus abusos hayan sido expuestos. Poético.—

Se acercó a Harry y se arrodilló. Fue un movimiento tan inesperado y antinatural que Draco contuvo el aliento. Voldemort estiró una mano pálida y larga, no para tocar a Harry, sino para coger un mechón de su desordenado cabello negro entre sus dedos, frotándolo pensativamente.

—Tiene su cabello —murmuró, casi para sí mismo—. Pero los ojos... son de los Evans. Un recordatorio molesto de una derrota pasada. —Dejó caer el mechón de cabello—. Pero la magia... la magia es mía. Lo he sentido. El pársel... la fuerza cruda que mostró al rechazar a Dumbledore... eso es sangre de Slytherin. Sangre mía.—

Se puso de pie de nuevo, volviendo su atención a Draco.

—Dime, joven Malfoy. ¿Por qué? —preguntó, su cabeza ladeada como un pájaro depredador—. ¿Por qué protegerlo? ¿Por qué desafiar a Dumbledore por él? Él es tu enemigo.—

Draco sintió que la boca se le secaba. Sabía que su vida, y la de Harry, pendían de su respuesta. No podía mentir. Voldemort lo sabría.

—Al principio... fue orgullo —confesó Draco, su voz un poco ronca—. Dumbledore quería quitármelo. Un Malfoy no cede lo que es suyo. —Hizo una pausa, eligiendo sus palabras con cuidado—. Y luego... lo vi. Asustado. Solo. Gritándole a Weasley que lo dejara en paz. Y supe... supe que todo lo que nos habían dicho sobre él era una mentira. No era el niño mimado. Era...—

—¿Qué? —presionó Voldemort, sus ojos brillando.

—Una oportunidad —improvisó Draco—. El arma definitiva contra Dumbledore. Y... —Miró a Harry, que se removió en sueños—. Y se aferró a mí. Me eligió a mí, no a ellos.—

La sonrisa de Voldemort se ensanchó, mostrando dientes perfectos y blancos. Fue una expresión terriblemente satisfecha.

—Sí —susurró—. Sí, eso es. Te eligió. Rechazó la luz falsa y se aferró a la serpiente que le ofrecía refugio. Una lección poderosa. —Paseó su mirada por la sala—. Escuchen todos. El heredero de Slytherin ha vuelto a casa. Bajo la protección de esta casa. Cualquier daño que le llegue, cualquier insulto, se considerará un acto de guerra contra mí. —Su mirada se posó en cada mortífago, imponiendo silenciosamente la orden—. Lo protegerán con sus vidas. Lo criarán para que conozca su verdadero legado. Lo prepararán para gobernar a mi lado.—

Fue una proclamación. Harry ya no era solo un peón; era un príncipe coronado.

—¿Y Dumbledore, mi Señor? —preguntó Snape—. No se retirará.

—No —aceptó Voldemort, y había un placer anticipado en su voz—. Y eso lo destruirá. Él intentará recuperarlo. Cometerá errores. Se expondrá aún más. Nosotros... —su mirada volvió a Draco—. Nosotros nos aseguraremos de que el heredero esté a salvo. Malfoy, la tarea es tuya. Eres su guardián, su protector. Su primer y más leal servidor. No me falles.—

Era una orden, una amenaza y un honor increíble, todo en uno. Draco asintió, demasiado asustado para hablar.

Voldemort dio un último vistazo a Harry. —Cuando despierte... no me conocerá. Eso es... aceptable. Por ahora. —Hizo una pausa, y añadió con un dejo de algo que parecía curiosidad—. Tráelo a la Mansión Malfoy este fin de semana. Hay... cosas que debe ver.—

Antes de que alguien pudiera responder, la figura de Voldemort se desvaneció en la oscuridad, tan silenciosamente como había llegado, dejando atrás un frío penetrante y el peso abrumador de sus órdenes.

La sala exhaló colectivamente. Draco se dejó caer contra el sofá, las piernas temblorosas. Había pasado la prueba. Harry estaba a salvo. Por ahora.

Theo Nott silbó suavemente. —Bueno. Eso fue... algo.—

Blaise Zabini se acercó y dio un golpecito en el hombro a Draco. —"Su primer y más leal servidor", eh? No es exactamente la cita de bodas que soñaste, pero es un comienzo.—

Draco no respondió. Miró a Harry, que dormía profundamente, ajeno a que su destino acababa de ser sellado por el hombre más peligroso del mundo. Un destino de poder, de oscuridad... pero también, por primera vez, de pertenencia.

Y supo, con una certeza que le quemaba el alma, que no importaba lo que sintiera, no podía fallarle. A Harry. O a su padre.

 

Notes:

· La Aparición de Voldemort: Su entrada silenciosa y poderosa establece su control absoluto sobre la situación.

· La Evaluación: Voldemort no muestra amor paternal, sino posesión y interés estratégico. Ve a Harry como su heredero y su arma.

· La Prueba de Draco: La pregunta de Voldemort es crucial. La honestidad de Draco (mezclando orgullo y una pizca de compasión) satisface al Señor Oscuro.

· La Coronación: Voldemort declara a Harry como su heredero y pone a los mortífagos a su servicio, cambiando fundamentalmente su misión.

· El Mandato de Draco: Ser nombrado "guardián" y "primer servidor" de Harry es un giro enorme para Draco. Es una carga enorme, pero también una posición de gran influencia.

· La Invitación: La orden de llevar a Harry a la Mansión Malfoy prepara el escenario para el próximo capítulo, donde Harry verá su nuevo mundo.

Chapter 8: Un Fin de Semana en la Mansión del Mal (Pero con Galletas)

Notes:

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Chapter Text

El sábado por la mañana, Draco se despertó con un nudo de ansiedad en el estómago. Las órdenes del Señor Oscuro resonaban en su cabeza: "Tráelo a la Mansión Malfoy este fin de semana. Hay... cosas que debe ver." No era una invitación. Era un mandato real.

Harry, por su parte, estaba emocionado. La idea de salir del castillo, de ir a una "mansión", sonaba como la mayor de las aventuras, muy por encima de cualquier visita al zoo con los Dursley.

—¿Tendrán... caballos? —preguntó Harry, mientras Draco lo ayudaba a vestirse con otra de las impecables—y discretamente encantadas—prendas que su madre había enviado.

—Tenemos hipogrifos blancos en los jardines —respondió Draco distraídamente, abrochándole los pequeños botones de la camisa—. Pero no te acerques a ellos. Podrían picotear.—

Los ojos de Harry se iluminaron. —¡Hipogrifos!—

El viaje se realizó através de un flu polvo especialmente preparado que conectaba la chimenea de la sala común de Slytherin directamente con el salón principal de la Mansión Malfoy. Draco sostuvo firmemente a Harry mientras gritaban la dirección, y el mundo se convirtió en un remolino verde esmeralda.

Aterrizaron suavemente en la alfombra de seda persa del inmenso salón de los Malfoy. Harry tropezó y se aferró a la pierna de Draco, mareado y con los ojos como platos.

—Bienvenido a casa, joven amo —dijo una voz suave.

Narcissa Malfoy estaba allí, impecable como siempre, con un vestido de seda color plateado. Sonrió a Harry, una sonrisa genuinamente cálida que llegaba a sus ojos. Detrás de ella, Lucius estaba de pie, apoyado en su bastón, con una expresión que intentaba ser acogedora pero que se veía más como si estuviera evaluando un nuevo y valioso acuario.

—Wow —susurró Harry, mirando hacia arriba los altísimos techos con frescos, las arañas de cristal que colgaban como carámbanos de diamantes y las vitrinas llenas de artefactos mágicos relucientes—. Es más grande que todo mi Armario.—

Lucius tosió levemente, como si la idea de ser comparado con un barrio muggle fuera ligeramente ofensiva, pero Narcissa rió suavemente.

—Es un poco grande, ¿verdad? —dijo—. Ven, querido. Dobby ha preparado chocolate caliente y galletas con forma de dragón en la biblioteca.—

La palabra "galletas" selló el trato. Harry le tomó la mano que le ofrecía sin dudarlo, dejando atrás a Draco con su padre.

—Bien, hijo —dijo Lucius en un tono bajo, tan pronto como se fueron—. El Señor Oscuro ha sido claro. El niño debe... familiarizarse con su herencia. Empezaremos por la galería de retratos.—

Draco asintió con solemnidad. Sabía lo que eso significaba.

La "galería de retratos" no era solo una colección de antepasados con narices puntiagudas. Era una historia de la pureza de sangre, el poder y la oscuridad. Y ahora, incluiría una nueva adición.

Narcissa entretuvo a Harry con chocolate caliente (que no le hizo bigote esta vez) y galletas que escupían pequeñas llamas inofensivas, mientras Lucius y Draco se preparaban.

Una hora más tarde, fueron a buscarlos. Harry estaba sentado en una alfombra, riéndose de las llamitas de su galleta, looking completamente a gusto.

—¿Harry? —llamó Draco—. Ven. Hay algo que queremos mostrarte.—

La galería era una sala larga y tenuemente iluminada, con pesadas cortinas de terciopelo y retratos que susurraban entre ellos. En el centro de la pared principal, un espacio había sido limpiado. Un pesado marco de ébano negro, tallado con serpientes entrelazadas, colgaba vacío.

—Mira con atención —dijo Lucius con voz grave.

Con un movimiento fluido de su varita, Lucius murmuró un encantamiento complejo. El marco vacío se llenó de una niebla plateada que se arremolinó y luego se disipó, revelando un nuevo retrato.

Era Tom Riddle. No el Señor Oscuro, sino el joven y carismático estudiante de Hogwarts, con su pelo oscuro perfecto y su sonrisa segura. Pero en este retrato, su pose era paternal. Estaba sentado en un trono de piedra, y en su regazo...

—¡Ese soy yo! —exclamó Harry, señalando con el dedo.

Efectivamente, sentado en el regazo de Tom Riddle había una versión infantil de Harry, con sus desordenado cabello negro y sus brillantes ojos verdes. El Harry del retrato se reía, jugando con una pequeña serpiente de plata que se enroscaba alrededor de sus dedos. Tom Riddle miraba hacia abajo con una expresión de posesividad satisfecha, una mano apoyada protectoramente en el hombro del niño.

—Este retrato —anunció Lucius con solemnidad— muestra tu verdadero linaje, Harry. Tu padre biológico, Tom Marvolo Riddle, el heredero de Slytherin. Y a ti, su hijo y heredero.—

Harry miró el retrato, fascinado y confundido. —Pero... yo vivía con los Dursley.—

—Te escondieron de él —intervino Draco suavemente, repitiendo la narrativa que habían construido—. El hombre de la barba larga te robó de tu verdadero padre. Te escondió con muggles que te maltrataban para que olvidaras quién eras.—

La lógica, para una mente de seis años, era inquietantemente simple. Los malos (Dumbledore/Dursley) lo habían encerrado. Los buenos (Draco/la gente de la casa grande) lo protegían. Y ahora, tenía un papá en un cuadro que parecía... genial.

—¿Él... él es mi papá? —preguntó Harry, sin apartar la vista del retrato.

—Sí —confirmó Lucius—. Y algún día, tomarás tu lugar a su lado.—

Fue entonces cuando el retrato cobró vida. El Tom Riddle pintado giró la cabeza y miró directamente a Harry. Sonrió. No era una sonrisa cálida, pero era atractiva y llena de confianza.

—Hijo mío —dijo la voz del retrato, suave y seductora, un hechizo de audio encantado en el lienzo—. Bienvenido a casa.—

Harry dio un pequeño paso atrás, sorprendido de que el cuadro hablara, pero luego, lentamente, sonrió. Era la primera sonrisa genuina y despreocupada que Draco le veía dirigir a la idea de un padre.

El resto del día fue una extraña mezcla de indoctrinación suave y diversión infantil. Por la tarde, Bellatrix apareció, decidida a "jugar" con el heredero. Su idea de jugar consistió en intentar enseñarle a Harry a lanzar maldiciones menores contra dianas móviles (con varitas de juguete, por supuesto). Harry, después de un comienzo torpe, mostró una aptitud natural para el "Expelliarmus" de práctica, desarmando a un muñeco con una fuerza sorprendente. Bellatrix se rió con deleite, llamándolo "mi pequeño campeón oscuro".

Narcissa, horrorizada, puso fin a la "lección" y llevó a Harry a dar un paseo por los jardines, señalando flores raras y criaturas mágicas inofensivas.

Draco los observaba desde la ventana de la biblioteca. Era surrealista. Harry Potter, el niño que vivió, alimentando a un hipogrifo bebé con la ayuda de su madre, mientras un retrato de Lord Voldemort lo vigilaba desde el interior y su sirvienta más loca lo adoraba.

—Un fin de semana productivo —murmuró Lucius, apareciendo a su lado—. El niño acepta la narrativa. La semilla está plantada.—

Draco asintió, pero no pudo evitar sentir una punzada de... algo. ¿Era culpa? ¿Preocupación? Harry se estaba adaptando, sí. Pero estaba siendo moldeado, manipulado, convertido en el príncipe de un lado al que no había elegido pertenecer.

Esa noche, cuando metieron a Harry en una cama de invitados que era tres veces más grande que él, el niño miró a Draco.

—Draco? —preguntó, bostezando—. ¿Crees que... a mi papá de verdad le gustarán mis dibujos?—

Draco se quedó paralizado. Harry había estado dibujando antes de cenar: un garabato de un hombre alto (Tom) sosteniendo la mano de un niño pequeño (él) bajo un sol sonriente.

—Claro que sí —logró decir Draco, arropándolo—. A todos los papás les gustan los dibujos de sus hijos.

—Bien —murmuró Harry, quedándose dormido—. Porque le voy a hacer muchos.—

Draco se quedó mirando al niño dormido, la luna iluminando su rostro pacífico. La semilla no solo estaba plantada. Estaba brotando. Y Draco Malfoy, el guardián, el primer servidor, no estaba seguro de si lo que estaba creciendo era una maravilla o un monstruo.

Notes:

· El Retrato: Es una herramienta de propaganda poderosa. Presenta a Voldemort como una figura paterna atractiva y a Harry como su hijo amado, reescribiendo instantáneamente su historia.

· La Narrativa Simplificada: La explicación de Draco/Lucius es perfecta para un niño: te robaron, te escondieron, nosotros te salvamos.

· Bellatrix: Su interacción introduce comedia (su idea de "juego") pero también muestra la aptitud natural de Harry para la magia defensiva/ofensiva, deleitando a los mortífagos.

· El Conflicto de Draco: Él ve la manipulación y siente una punzada de culpa, mostrando que su lealtad se está desplazando de Voldemort a Harry mismo.

· El Dibujo: El detalle del dibujo de Harry es crucial. Muestra que ya está internalizando la nueva narrativa y anhelando la aprobación de su "padre", lo que es a la vez conmovedor y aterrador.

Chapter 9: La Primera Lección de un Futuro Lord

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

De vuelta en Hogwarts, la vida adquirió una nueva y extraña normalidad. Harry ya no era solo el niño de-aged que Draco escondía; era el Heredero de Slytherin, un título que los estudiantes de su casa pronunciaban con un respeto reverente y los de otras casas con un susurro de miedo.

Para Harry, de seis años, todo era confuso pero emocionante. La gente ya no solo lo miraba; se hacía a un lado cuando pasaba por los pasillos, seguido de cerca por Draco o por un séptimo año de Slytherin designado como su "escudero" no oficial (un papel que Blaise Zabini desempeñaba con sorprendente seriedad).

Una tarde, Draco estaba intentando, y fallando miserablemente, explicarle a Harry los conceptos básicos de Quidditch usando migas de pan como jugadores, cuando Severus Snape se deslizó en la sala común de Slytherin. Su mirada se posó en ellos, inexpresiva.

—Malfoy —dijo con su tono habitual de aburrimiento—. El Heredero requiere una educación apropiada para su estatus. Los estudios mágicos básicos no pueden esperar a que recupere su forma original.—

Draco parpadeó. —¿Estudios? ¿Como... sumas y restas?—

Snape lanzó una mirada que podría haber congelado el fuego de la chimenea. —Como el control de la magia central, la historia de su linaje y la etiqueta elemental de la nobleza. Tú serás su instructor principal.—

—¿Yo? —Draco se atragantó—. ¿Por qué yo?—

—Porque eres el único que no le hace querer esconderse bajo un mueble —respondió Snape secamente—. Y porque el Señor Oscuro así lo ordena. Considera esto... una prueba de tu dedicación. —Hizo una pausa dramática—. Su primera lección es ahora. El aula de pociones está vacía.—

Y así, Draco se encontró media hora más tarde en el aula de pociones, no como estudiante, sino como profesor. Harry estaba sentado en un taburete alto, con las piernas colgando, mirando a Draco con expectación.

—Muy bien —comenzó Draco, sintiéndose ridículo—. Lección uno: cómo sostener una varita.—

—¡Ya sé sostener una varita! —protestó Harry—. ¡He hecho magia!—

—Sí, magia torpe y sin control —replicó Draco, recuperando un poco de su antigua arrogancia—. Un Lord no hace magia torpe. La hace con elegancia y precisión. —Tomó su propia varita—. Así. No como si estuvieras agarrando un palo para golpear a un muggle. Con delicadeza. Como si sostuvieras el ala de una mariposa.—

Harry frunció el ceño, concentrado, e imitó el grip de Draco. Su pequeña mano apenas podía rodear la varita.

—Bien —asintió Draco, sorprendentemente impresionado—. Ahora, el movimiento. No es como agitar una bandera. Es preciso. Para el Lumos, es un pequeño círculo hacia arriba, así. —Lo demostró, y la punta de su varita se iluminó con una luz suave y constante.—

Harry lo intentó. Agitó su varita salvajemente. —Lumos! Lumos! LUUUUMOS!—

Nada.

—Estás gritando —señaló Draco—. La magia no necesita gritos. Necesita intención. Voluntad. Piensa en la luz. Quieres la luz.—

Harry cerró los ojos, apretó la cara con fuerza y susurró: —Lumos...—

Un destello débil y parpadeante, como el de una luciérnaga moribunda, brotó de la punta de su varita durante un segundo antes de apagarse.

Los ojos de Harry se abrieron de par en par, llenos de asombro. —¡Lo hice!—

—Fue patético —declaró Draco, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa—. Pero... fue un comienzo. Ahora, de nuevo. Y esta vez, sin hacer esa cara. Pareces un gorrión constipado.—

Mientras Harry practicaba, la puerta del aula se abrió. Era Hermione Granger. Llevaba una pila de libros tan alta que le tapaba la vista.

—Perdón, profesor Snape, he venido a devolver los... —comenzó a decir, y entonces vio a Draco y a Harry. Se quedó paralizada, y sus ojos se posaron en la varita de Harry—. ¿Qué... qué estás haciendo?—

Draco puso los ojos en blanco. —Enseñándole a sostener una varita, Granger. Algo que, por cierto, tú todavía no sabes hacer correctamente. Agitas como si estuvieras espantando avispas.—

Hermione ignoró el insulto, su expresión llena de preocupación. —¿No es demasiado joven para eso? Podría lastimarse. Los libros dicen que la magia central no se estabiliza hasta...—

—Los libros —la interrumpió Draco con desdén— no saben todo. Él es el Heredero de Slytherin. Su magia es más fuerte y más estable que la de cualquier otro niño. ¿No es así, Harry?—

Harry, que había estado observando el intercambio con recelo, asintió con fervor. —¡Sí! ¡Draco me está enseñando a ser un Lord!—

La palabra "Lord" en boca de un niño de seis años sonaba tan absurda que hasta Hermione pareció quedarse sin palabras. —Harry... eso no... no es un juego.—

—¿Crees que esto es un juego? —preguntó Draco, su voz gélida—. ¿Crees que enseñarle a defenderse, a controlar su poder, es un juego? Después de que tu amigo Weasley intentara gritarle hasta hacerlo llorar?—

Hermione se ruborizó. —Ron estaba alterado. Todos estábamos alterados. Pero esto... esto es adoctrinamiento.—

—¡No es así! —gritó Harry de repente, saltando del taburete y poniéndose delante de Draco, como para protegerlo—. ¡Tú eres mala! ¡Tú sonreías como la señora de pelo rojo! ¡No me crees! ¡Largate!—

Fue la primera vez que Harry mostraba una chispa de la famosa temperatura de Potter, pero estaba dirigida hacia la persona que, en otra vida, había sido como una hermana para él.

Hermione palideció como si la hubieran abofeteado. Dio un paso atrás, herida y conmocionada. —Harry... yo...—

—Creo que has oído al Heredero —dijo Draco con suavidad, poniendo una mano en el hombro de Harry—. La puerta está allí.—

Hermione los miró a los dos, con los ojos llenos de lágrimas de frustración e impotencia, dio media vuelta y huyó del aula, dejando atrás sus libros.

Draco miró hacia abajo a Harry, que respiraba con dificultad, todavía enfadado. La lealtad del niño era feroz y absoluta. Y Draco se dio cuenta, con un estremecimiento que no era del todo desagradable, de que esa lealtad ahora era para él.

—Bien —dijo Draco, su voz un poco áspera—. Eso... fue aceptable. Para un primer intento de repeler a los intrusos.—

Harry miró hacia arriba, su enojo se disipó, replaced por la necesidad de aprobación. —¿Sí?—

—Sí —confirmó Draco—. Ahora, de vuelta al Lumos. Y esta vez, quiero una luz que no dé pena.—

Harry sonrió, feliz de haber complacido a su protector, y volvió a concentrarse en su varita.

Más tarde, en la sala común, Pansy Parkinson se acercó a Draco mientras Harry estaba distraído viendo a Blaise hacer figuras de humo con su varita.

—Entonces —dijo Pansy con una sonrisa maliciosa—, ¿cómo va el cuidado del niño malcriado, Draco? ¿Ya te llama "papi"?—

Draco la fulminó con la mirada. —Cállate, Pansy.—

—Oh, vamos —se burló ella—. Es patético. El gran Draco Malfoy, niñera del niño Potter. Todo el mundo lo dice.—

Antes de que Draco pudiera responder, una voz pequeña pero llena de convicción surgió detrás de Pansy.

—¡Él no es una niñera! —Harry había aparecido allí, con el ceño fruncido—. ¡Es mi guardián! ¡Y mi amigo! ¡Y es mucho más genial que tú! ¡Tú... tienes la nariz como un hurón!—

Un silencio atronador cayó sobre la sala común. Luego, Blaise Zabini soltó una carcajada que no pudo contener. Theo Nott se atragantó con su bebida. Hasta Crabbe y Goyle sonrieron tontamente.

Pansy se puso roja como un tomate, primero por la furia y luego por la vergüenza. —¡¿Cómo te atreves?!—

—Parece —dijo Draco, con una voz llena de una satisfacción glacial— que al Heredero no le gustas, Pansy. Tal vez deberías... revisar tu nariz. O tu actitud.—

Humillada y furiosa, Pansy giró sobre sus tacones y se marchó de la sala común entre las risas ahogadas de sus compañeros.

Harry miró a Draco, buscando aprobación. Draco le dirigió una inclinación de cabeza, el equivalente a una sonrisa de oreja a oreja para él.

—Lección dos —murmuró Draco para sí mismo, mientras Blaise le daba a Harry un chupito de jugo de calabaza como recompensa—. Cómo destruir a tus enemigos con palabras. Aprobado con honores.—

 

Notes:

· El Rol de Instructor: Draco asumiendo el papel de maestro refuerza su vínculo y su autoridad sobre Harry, y es una orden directa de Voldemort.

· La Magia Central: La lección de varita muestra el poder latente de Harry y su voluntad de aprender, deleitando a Draco.

· El Confrontamiento con Hermione: Es un momento crucial. Harry elige activamente a Draco sobre Hermione, mostrando cuán profundamente ha internalizado la nueva lealtad. Hiere a Hermione y muestra la efectividad del "adoctrinamiento".

· La Defensa de Harry: El momento de Harry
defendiendo a Draco de Pansy es pura comedia ("nariz de hurón") pero también muestra su crecimiento. Ya no es pasivo; usa su nuevo estatus para proteger a la persona que protege.

· La Aceptación de Slytherin: La reacción de los otros Slytherin (risas, darle jugo a Harry) muestra que, a su manera, lo están aceptando como uno de los suyos.

Notes:

¡Gracias por leer! ¿Qué les pareció el pequeño Harry? ¿Y la reacción de Draco? ¡Me encantaría saber su opinión en los comentarios! Son mi motivación para escribir más rápido. ¡Hasta el próximo capítulo!