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Lazos de sangre y luna

Summary:

Dos alfas, dos manadas, un mismo territorio. En la frontera del bosque, donde la sangre se derrama en el suelo, la tensión se afila con cada encuentro. Una guerra silenciosa separa ambos bandos, pero bajo la luz de luna, susurros y miradas descaradas afloran. ¿Están condenados a hacerse jirones con aquellos colmillos...o a marcarse con ellos?

Notes:

A este punto, no sé que pensar de esto.
¡Hola! Es la primera vez que subo uno de los fanfics que escribo (nunca pasan de mis cuadernos), y un pensamiento intrusivo me dijo que lo intentara.
Y aquí estoy.
Espero les guste lo que escribo. No se decepcionen, actualizo rápido y hago lo que puedo.
¡Disfruten y díganme que les parece!

Chapter 1: Bajo la mirada escarlata

Chapter Text

Desnudo, jadeando y en todo su esplendor, Itachi regresaba de una caza especialmente pesada.

La manada Uchiha tenía esa extraña tradición que aún conservaban desde hacía siglos atrás. ¿En qué consistía? Fácil: en conservar los instintos animales intactos. ¿Cómo se conservaban? Fácil también, de hecho: iban a cazar (todos juntos, cabe resaltar) cada dos noches en su forma lobuna natural, con esos colmillos que solo dictan un final gélido para todo aquel que los tocara y con el pelaje sedoso, como cascadas oscuras de satén. No importa si tienes una junta o si estás ocupado, tienes que ir a cazar. Esas noches, cada uno de los miembros de la manada pueden permitirse un poco de libertad; aquella que no suelen tener por el trabajo. Y, de hecho, Itachi degustaba salir a correr al frondoso bosque, liderando a los demás lobos como el alfa que era, saboreando el olor a pino que desprendía el aire húmedo. Amaba pisar las hojas del suelo con sus almohadillas. Disfrutaba, dicho sea de paso, a pesar de su poca apreciación por asesinar, el sabor caliente de la sangre de un ciervo en su lengua.

Sin embargo, esta noche, extrañamente, tuvieron que dirigirse más de dos kilómetros dentro del bosque para apenas conseguir un ciervo y un jabalí. Incluso su primo Obito, el más tranquilo de la manada, se había empezado a desesperar después de cuarenta minutos de recorrido sin rastro alguno de animal para hundir los colmillos.

Era extraño, pensó mientras ingresaba a su cabaña, listo para abalanzarse en su sofá apenas lo viera. Había algo eléctrico en el silbar de los pinos, un ambiente tenso que lo incomodaba incluso en su forma lobuna, como si alguien lo observara. El aire olía a sándalo, a pesar de estar relativamente lejos de la zona que emanaba el olor. Incluso, podía decir, a la vez que se tumbaba boca abajo en en sofá de piel, que olía también a océano; curioso, porque la playa más cercana está a diez kilómetros al este. Vagamente, recordó que mientras corría en la espesura del bosque, vio una sombra azulada a su izquierda.

Raro, volvió a pensar, dejándose sumergir en el mundo de los sueños.

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Se despertó de golpe, pegajoso por el sudor seco en su piel, cuando escuchó un estridente aullido.

Uno que claramente no pertenecía a ningún miembro de su manada.

Se incorporó lentamente, estirando los músculos cansados de sus piernas, dándose cuenta que el olor a sándalo que reconoció en el bosque se intensificaba cada vez más. Arrugó la nariz e inhaló de nuevo, casi saboreando la sal que acompañaba el dulzor del sándalo. Su teléfono, que había dejado encima del comedor justo antes de salir, sonaba frenéticamente. Con un gruñido de fastidio francamente animal, caminó dos largas zancadas para tomar su teléfono. Desbloqueó la pantalla con sus largos dedos, encontrándose con una llamada entrante de su hermano, Sasuke. Frunció el ceño cuando escuchó un segundo aullido a las afueras que hizo temblar los cristales de las ventanas. Se estremeció.

Con semejante aullido, analizó, debía ser un cambiaformas especialmente único. Uno que desconocía, que no era de su territorio.

-Dime. - dijo con voz áspera del sueño. En su mente, había comenzado a atar cabos sueltos: el olor penetrante, los aullidos, la sensación de incomodidad constante mientras cazaba...no pertenecían al mismo ambiente del bosque, sino a alguien. O mas bien, algo. Había un cambiaformas que no pertenecía a su manada, ni a su pueblo. Había un alfa nuevo. Y al parecer, poderoso. Ahora entiende porqué Obito se tensó tanto allá afuera; Itachi simplemente lo asoció con el hambre, no con algo más. Obito ya lo presentía, y no era el alfa.

-¿Oíste eso? - preguntó Sasuke, su hermano menor, al otro lado de la línea, tenso. Itachi asintió, como si lo pudiera ver. -¿Itachi? - volvió a preguntar, e Itachi simplemente tarareó en afirmación, dándole a entender que lo oía y que sí había oído los misteriosos aullidos.

Con el teléfono en mano, se dirigió a la ventana, observando a través de ella. En la mullida oscuridad envuelta una misteriosa neblina, entre los árboles, se hallaban dos pares de ojos. Itachi, ahora tenso, entrecerró los ojos, agudizando sus sentidos. Logró divisar, a duras penas, los ojos de los lobos que estaban ahí, debido a que la neblina se espesaba cada vez más. Itachi soltó el celular, ignorando los llamados de Sasuke. Abrió la puerta del porche en un estruendoso portazo, con la ira borboteando y enroscándose en su esternón. Nadie (a excepción de su manada) podía ingresar a su territorio sin permiso. Y mucho menos cazar en él.

Tenía las pupilas dilatadas, el vello casi inexistente erizado, y los dientes ligeramente más afilados que de costumbre. Ignoró el escozor helado de la neblina en su piel desnuda, porque no sentía ni una pizca de frío. Listo para la transformación, bajó un escalón de madera, deformándose rápidamente y cayendo como un lobo color ébano, de ojos carmesí como la sangre misma que corría por sus venas. Itachi se acercó a paso elegante pero cuidadoso, planeando cualquier situación de ataque, gruñendo y entrecerrando sus ojos escarlata.

Una de las figuras de entre la niebla salió con el mismo cuidado, midiendo su paso. Itachi se detuvo en seco, hipnotizado. No podía oír nada más que el latido frenético de su corazón en sus sensibles oídos.

Fue un estallido completo de emociones.

El lobo frente a él era imponente, gritaba superioridad: Poseía ojos azules, fríos como la niebla contra sí; pelaje oscuro, espeso y con tonalidades azuladas y grises captaron su completa atención. Sin contar claro, que este nuevo alfa era más grande que él, más corpulento. El lobo gruñó, mostrando los colmillos, y, por increíble que parezca, parecía que sonreía con sorna. Itachi gruñó de vuelta, empezando a caminar en círculos alrededor del nuevo alfa, pensando en algo para dejar en claro quién era el que mandaba. El lobo azulado no se inmutó, y ensanchó la hilera de dientes, como si sonriera más. Itachi casi pudo sentir esos colmillos arañando su cuello. Se quedó como la primera vez que vio a su padre transformarse: intimidado, con curiosidad.

Juraba que la intriga de saber quién era este lobo le picaba entre los omóplatos.

Algo dentro de Itachi se encendió, y no supo si era la ira por ser intimidado en su propio territorio...O algo más.

Itachi avanzó, con los músculos de sus patas tensos y la mente nublada. Alzó su mirada carmesí y la clavó en la azul hielo, con el corazón en la garganta. Contuvo la respiración, tratando de mantener el contacto visual. El lobo frente a él ni siquiera se movió; simplemente siguió los movimientos gélidos y elegantes de Itachi, invitándolo en silencio a un duelo salvaje. La sensación de constante amenaza le cerraba la tráquea a Itachi, oprimiéndole el pecho. Itachi estaba más que listo para abalanzarse en contra del lobo azulado.

Y entonces, un aullido que Itachi conocía muy bien resonó en el bosque. Ambos alfas se giraron al unísono hacia el sonido, e Itachi abrió mucho los ojos.

Era Obito.

Cuando se giró a ver al otro lobo, ya no estaba, y alcanzó a ver un destello color hielo, entre la niebla que ahora empezaba a dispersarse.

''Esto solo es el comienzo'', parecía decir el color frío de esos ojos; el sabor salado con dulce se impregnó en la lengua de Itachi, quien se permitió un escalofrío. Había otra figura al lado del imponente lobo, alguien de ojos esmeralda. Analizó silenciosamente a Itachi antes de girarse y seguir al otro lobo, dejando a Itachi frustrado y más confundido de lo que jamás había estado.

Itachi frunció el ceño, volviendo a su esbelta forma humana. Se devanó los sesos, intentando descifrar quién carajos era esa nueva criatura y por qué estaba ahí. ¿Seguía al nuevo alfa? ¿Era de su manada? ¿Por qué lo acompañaba? Y, más importante: ¿por qué fueron esos dos a su casa, a buscarlo precisamente a él?

La niebla comenzaba a dispersarse, pero él seguía tenso, frío, con una sensación de que algo vibrante sucedería. El lobo azulado se había ido, pero Itachi claramente sintió unos colmillos pasar por su espalda desnuda, como una ilusión, tensándolo; y por un instante, Itachi comprendió: no estaba solo, y esto de verdad era solo un inicio.

Un aullido sonó distante otra vez, más grave y palpitante que el de Obito. Itachi tensó todos los músculos, sintiendo cómo su lado más crudo y animal salía a relucir; la ira, repulsión y confusión haciéndose notar. Fijó la mirada en el bosque y gruñó, sabiendo que la próxima confrontación no sería solo con el nuevo alfa, sino con todo lo que aquel bosque escondía.

Devuelta en su cabaña, llamando de nuevo a Sasuke y enviándole un mensaje a Obito, Itachi no pudo evitar sentir de nuevo los colmillos en su espalda baja; suspiró en contra de su voluntad, con el pulso acelerado.

Sonrió con burla. Si esto apenas comenzaba, bienvenidos sean los desafíos.

Porque, oh, sí. A Itachi sí que le gustaban los retos.