Chapter 1: ¿👉👌?
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Una caja de condones fue puesta sobre la mesa con fuerza, causando que se despertará de su sueño rápidamente y mirará dicho objeto con gran confusión.
—¡Esto!—, dijo en voz alta la rubia, sonriendo en grande al ver las expresiones incómodas en los rostros de sus estudiantes, a su vez que alzaba en alto el modelo realista que sostenía su mano izquierda. —¡Es un pene!—, anunció, causando que varios jóvenes contuvieran risas y otros hicieran muecas incómodas.
Sin embargo, había un solo estudiante en esa clase que no hacía ninguna de las dos anteriores acciones. Se trataba de Spreen, el cual, después de ser despertado por la profesora de biología, Biyin, (que colocó la caja sobre su mesa con esa intención), se encontraba cruzado de brazos con una expresión que demostraba una cosa; odio.
—¡Bienvenidos al proyecto de educación sexual mís queridos alumnos!—, presentó la mujer sin tener las intenciones de ocultar que le emocionaba aquello, causando de inmediato que todos en el aula comenzarán a hablar, unos emocionados, otros nerviosos, unos cuantos incómodos y después algunos más que se reían por toda la situación.
Menos Spreen. No emitía ni una sola palabra en medio de tanto parloteo, demostrando que no tenía interés en el tema, aunque, sí demostraba un poco de desprecio hacia la rubia, después de todo, ¿qué necesidad había de atravesar toda la clase, para llegar a uno de los asientos ubicados más al fondo del aula, para después despertarlo con aquel show? Exacto, ninguna.
Entendía que era su deber despertarlo, sí en algún momento se dormía en clase, pero definitivamente, aquélla no era la manera de hacerlo.
—Hey Spreen, quita esa cara, ¿deberías de estar alegre, no?, estoy segura de que en esta clase, el que mejores notas obtendrá, serás tú—, le dice Biyin con una sonrisa, colocando el modelo de plástico con forma de pene sobre su pupitre.
El chico no respondió y simplemente le dedicó una mirada de odio, que la mayor ignoró completamente para continuar con la clase.
Dió dos palmadas y alzó aún más la voz para llamar la atención. —Muy bien, chicos, guarden silencio y escuchen con atención—, Biyin caminó hasta al frente de la clase hasta llegar al escritorio, donde tomó un marcador y comenzó a escribir en la pizarra. —Lo primero que haremos es una lista de cosas que creen que están relacionadas con este tema, ¿vale?—, preguntó volteando a ver a la clase después de haber escrito la palabra "SEXO", con letras gigantes en la parte superior de la pizarra.
"ValeeEEeEEeEEeee...", repitieron todos menos uno: Spreen.
Biyin se dió cuenta de esto, por lo que se le ocurrió añadir la siguiente cosa: —Pero, Spreen repartirá un condón para cada uno, luego de eso, comenzaremos a decir cosas levantando la mano—, explicó, a lo que todos menos el mencionado le voltearon a ver curiosos.
Spreen maldijo a la rubia y después así mismo, luego con ganas de pegarse un tiro, se levantó de su asiento, tomó la caja enojado, la abrió con agresividad, tomó un condón y se lo lanzó en la cara al estudiante más cercano, el cual se encontraba a su lado y no era ni más ni menos que Juan Guarnizo.
Varios de sus compañeros rieron.
—¡Oye!—, se quejó el castaño tomando el condón con su mano.
—Jodete—, respondió seco para después continuar con los demás estudiantes, a los cuales sí les entregó el sobre en manos o dejó sobre pupitre con calma.
—Ah, por cierto, Spreen—, la maestra, volvió a hablar, a lo que el mencionado y demás estudiantes voltearon en su dirección. —Cuando acabes de repartir, por favor, ¿me podrías pasar el modelo del pene?, lo he dejado sobre tu mesa también—, pide y el chico le dijo mil y un insultos en su cabeza a la mayor.
—Vaya día de mierda—. Pensó el de ojos púrpuras volviendo a repartir los condones.
★
N/A: debo admitir, que me voy a divertir bastante, escribiendo esto.
Chapter 2: ¿🤔🍆?
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El nombre de su padre alfa es Samuel de Luque, el cual, es conocido de manera Internacional por ser un héroe de guerra a pesar de sus tan solo 17 años en aquel momento.
La tercera guerra mundial ya era algo que había pasado hace más de 20 años y aun así muchas personas la seguían recordando cómo sí fuera ayer.
El apodo con el que todos conocían a su padre era "Vegetta777", el nombre tenía una historia graciosa que más adelante se explicaría, pero el número ya era otra cosa. Aquel número representa las ciento setenta y siete víctimas que salvó su padre en una noche catastrófica de aquellos tiempos de guerra, conocida como "la noche de la luna roja", el porqué se llamaba así no lo sabía, pero sí algo tenía claro, es que si no fuera por esa noche, su padre no sería conocido como un héroe actualmente, algo que, para cualquier otra persona del mundo tenerlo a él como progenitor sería increíble, menos para Spreen.
No lo malinterpreten, Spreen ama y admira a su padre como nadie más.
El problema viene cuando alguien tan conocido como él por ser un héroe de guerra, también es conocido por ser un gran referente en el área de trabajo en la que se especializa. Así es, su padre también era conocido por saber absolutamente todo sobre el mundo del sexo, después de todo, es un sexólogo.
Es por eso que Biyin actuó de aquella manera con él cuando presentó el proyecto de sexualidad. Ella junto absolutamente todo su instituto saben quien es su padre y saben cuál es su profesión. Por eso ella alardeaba de que definitivamente obtendría las mejores calificaciones de la clase en aquel proyecto.
Porque sí algo estaba claro, es que Spreen de Luque obtuvo unas buenas clases de sexualidad por parte de sus dos padres.
—Vaya mierda—, dice Spreen cerrando la puerta de su casillero después de haber recogido los libros de historia.
—Sí, vaya mierda el que te tiren un puto condón en la cara delante de toda la clase, ¿no?—, le responde Juan, el cual apareció al frente de él de brazos cruzados y con el ceño fruncido. El pelinegro sonrió y se recostó de los casilleros. Bueno, al menos algo de ese proyecto era bueno, y era que podría molestar a Juan, ya que el chico —para él— era un religioso de mierda que le paniqueaba cualquier cosa relacionada con el sexo, contrario a él, que aquel tema es el que más acostumbrado está tratar.
—Ni que fuera gran cosa, solo fue un condón—, le responde simple, divertido al ver la reacción del de lentes, que tensó los dientes para luego buscar con desespero en su mochila algo desconocido para el pelinegro. Lo gracioso se fue a la mierda cuando su rostro recibió el impacto del mismo condón que horas antes el mismo había lanzado contra el rostro del contrario.
—¿¡Ni que fuera gran cosa?!, ¡Los condones, ni deberían de existir, son un pecado!—, grita el castaño volviendo a acomodar su mochila en la espalda.
—¿Pecado?, ¿qué mierda decís?—, pregunta Spreen ahora con el ceño fruncido también, luego de haber recogido del suelo el sobre, que cayó luego de ser golpeado contra su cara.
—Lo que escuchaste, los condones son un pecado, ya que permiten que se pueda realizar el acto sagrado de traer vida al mundo, sin su finalidad, para solo el disfrute terrenal—, explica, causando de inmediato una risa incontrolable en el pelinegro. —Pero claro, tú obviamente no lo entenderías, grandísimo imbécil—, dice al escuchar las risas del más alto.
—¿Pero cómo que "disfrute terrenal"?, ¿me estás jodiendo?—, pregunta entre risa, a lo que el de lentes solo rueda los ojos para luego simplemente suspirar y dar media vuelta.
—¿Sabes qué? Olvídalo—. Dice para luego empezar a caminar alejándose del pelinegro, diciendo no en un tono muy bajo "solo espero no tener que hacer pareja contigo en el proyecto", cosa que Spreen escuchó con claridad y causó curiosidad, después de todo él no sabía que tendrían que hacer parejas para realizar los trabajos.
Y de pronto, ahí fue como llego la peor idea que pudo haber tenido en su vida. La cual en su momento le pareció algo divertido de hacer, pero que después en el futuro se arrepentiría con toda su alma.
[...]
—¿Por qué estás aquí?—, pregunta Biyin, confundida por la presencia de Spreen en la sala de maestros, pero el chico solo deja su mochila en una de las sillas giratorias para luego tomar otra y arrastrarla frente al escritorio de la rubia. —¿Qué haces?—, pregunta al ver como el pelinegro se sienta de brazos cruzados frente a ella.
—¿Vamos a tener que hacer parejas para el proyecto?—, pregunta Spreen logrando hacer que la mayor arqueara las cejas, muy confundida por la repentina pregunta.
—Lo dije cuando terminó la clase, ¿acaso no me escuchaste?—, pregunta la mujer, mostrándose un poco ofendida, pero el chico solo se encogió de hombros. Biyin suspira. —Sí, van a tener que hacer parejas—, responde al fin. —De hecho, ahora mismo estoy terminando de asignar a los alumnos—, agrega dejando en la mesa la lista de estudiantes de la sección "B", a la cual pertenecía Spreen. Quien movió su torso un poco hacia el frente en un intento de poder ver la lista, pero la contraria se dio cuenta de esto y enseguida la alejo del alcance del menor. —¿Por qué tan interesado en esto, he, Spreen?—, interroga, causando que el de ojos púrpura descruzara sus brazos para colocarlos sobre el escritorio.
—Quiero que me coloques con Juan—, pide, y la mayor enseguida hizo una mueca.
—Eso es una muy pésima idea, ustedes dos se llevan terrible, por lo que si los colocó juntos, todo el tiempo habrá problemas en clase, además de con este tema en específico, sé que Juan es muy...
—Religioso—. Termina de decir el menor, sonriendo en grande. Biyin le mira fijamente.
—Más razones para que no estén juntos, ¿no?
—No—. Aclara de inmediato para luego explicar. —Al contrario, más razones para que estemos juntos.
—Explícate mejor, Spreen—. Pide la rubia acomodándose mejor en su asiento. Tal parece que estar ahí por largo tiempo.
—Juan es un religioso de mierda que comparte el principio de que el "sexo es malo", no crees que sería una buena oportunidad para lograr hacer que su cerebro al fin evolucione?, claramente eso lo podrá lograr, sí me tiene a mí como compañero—. Explicó, a la espera de que la rubia, entendiera de una buena vez por todas de que debía colocar al castaño y él, juntos.
Obviamente, él no quería "ayudar a Juan" a evolucionar, al contrario, por Spreen, que el chico de lentes se quedara con aquella mentalidad, sería mejor para él, después de todo, en realidad pedía aquel cambio para poder divertirse.
La mala relación de Spreen y Juan se remonta a cuando ellos tenían tan solo 6 años de edad, cuando el pelinegro se hartaba de lucir ante todos los demás, quienes eran sus padres. Es por eso que en uno de los recreos, se llevó con el uno de los libros más icónicos de los cuales era autor su padre omega, (sin el permiso de este), mintiendo con el hecho de que aquella era la única copia que había en el mundo entero, cosa que obviamente era mentira, ya que solo quería lucirse más ante los demás niños. El punto es que, Juan trajo de la biblioteca una copia del libro, demostrando a los demás de que Spreen había mentido, esto no hubiera resultado un gran problema si no hubiese sido de que Juan también mintió para poder acaparar toda la atención que chico había obtenido antes.
Spreen se enojó tanto que al día siguiente le gastó una broma al castaño, causando que este al próximo día le hiciera lo mismo. Llegó un punto donde las bromas eran consecutivas, y luego, estas se transformaron en simplemente molestar al otro en cualquier momento porque sí. Cuando entraron a la secundaria, sus constantes molestias al otro, bajaron su intensidad y simplemente se convirtieron en pequeños roces al día, cada vez que se encontraban, junto con provocaciones que realizaban todo el rato simplemente por costumbre, como por ejemplo cuando antes Spreen le lanzó en la cara el condón a Juan, una acción que hizo más por inercia, de que a la hora de que a él le tocara repartir algo a la clase, cuando se lo diera a juan, lo entregara de mala manera.
Es por eso que pedía el cambio, ya que sabía que el tema de la sexualidad era algo incómodo para el castaño (contrario para él), y además necesitaba entretenerse de alguna manera durante las clases, después de todo, sería muy aburrido para él volver a escuchar todo lo que sus padres ya le habían enseñado toda su vida.
Spreen sonreía a la espera de la respuesta de la rubia indicando que estaría de acuerdo con él, sin embargo, la mujer se levantó de su asiento y tomó todos los documentos yacientes sobre el escritorio. —¿he?—, soltó confundido por los repentinos movimientos de la mayor, que ahora se encontraba negando con la cabeza lentamente.
—Spreen, lo que me pides, está mal—. Dice, causando que el mencionado frunza el ceño. —No puedes simplemente porque quieras cambiar los principios de una persona, si él no quiere estar muy involucrado con el tema de la sexualidad, no tiene ningún problema, no hay que obligarlo, eso está mal. De hecho, tenía preparado para él y otros estudiantes que les incomoda el tema decirles que si no querían, podrían no participar en clase y solo entregar los trabajos obligatorios de mayor nota—, mientras dice aquello, Biyin rodeó su escritorio para luego dirigirse a la salida. —Hay que respetar la manera de pensar de cada quién, y si esta no le hace daño a nadie, pues se le deja en paz y ya está—, La de ojos azules toma la manija de la puerta para luego abrirla, logrando que los gritos y risas de los estudiantes y maestros en los pasillos fueran escuchados. —Nos vemos mañana en clase.
—¿Y sí te consigo una cita con mi padre?—, propone de la nada y Biyin se queda estática en el umbral de la puerta. Voltea lentamente hacia atrás y le mira curiosa por sus palabras. —Sé que eres fan de él, como todos los profes—, menciona mientras la de ojos azules cierra la puerta para poder escuchar claramente sus palabras. —Y sé que es muy complicado conseguir una cita con el mejor sexólogo en el mundo, así que pues... Si me colocas con Juan, yo podría hacerte el favor de...
—¿Eso es posible?—, Interrumpe.
El joven alfa sonríe. —Por supuesto que es posible, soy su hijo—. Responde, y Biyin de inmediato busca entre las hojas entre sus manos el listado de los estudiantes, bajo la atenta mirada del menor.
—¿Sí te colocó junto a Juan... me conseguirás una consulta con Vegetta?
—Por supuesto—, miente. Obviamente, Spreen no cumpliría con su palabra, después de todo, eso simplemente era un as bajo la manga que de vez en cuando utilizaba para conseguir lo que quería, pero que jamás cumplía. Si su padre se enteraba de que lo utilizaba para convencer a la gente de cumplir sus caprichos, se molestaría como nunca con él. Aunque claro, Spreen no era idiota y sabia que podría librarse de aquello con solo decir que Vegetta se fue de viaje y tenía cancelada cualquier cita en las próximas dos semanas, cosa que siempre ha dicho y le ha funcionado para librarse de compromisos.
Biyin duda un poco, pero luego decidida toma un lápiz con goma de sobre uno de los tantos escritorios sobre el lugar, y borra algo en la hoja que sostenía, para luego escribir y enseñarle a Spreen lo escrito, el chico se levantó de la silla para tomar el papel y leer, el nombre de Juan fue reescrito al lado suyo.
—Tu anterior compañero era Roier, lo he puesto con Mariana, que era el compañero de Juan—, dice para después volver a tomar el papel de entre las manos del de ojos púrpuras. —Espero que cumplas con tu parte Spreen, quiero que mi cita sea para el sábado de la próxima semana, ¿ok?
—Ok—, afirmó, a lo que la rubia simplemente asintió para luego salir de la sala de maestros.
Spreen sonrió y se volteó para tomar su mochila y salir también del lugar soltando unas pequeñas carcajadas.
—¡Parece que este proyecto será divertido!, ¡Gracias héroe de la guerra por ayudarme a conseguir lo que quería, otra vez!—, dice burlesco saliendo del aula, dirigiéndose a su próxima clase.
Y hablando del héroe de la guerra, este se encontraba divirtiéndose un poco, con su esposo, en esos momentos.
[...]
N/A: Claramente todos sabemos a que me se refieren con "divirtiendose", algo que en el proximo capitulo se mostrará claramente (la primera escena de muchas que aparecerana lo alrgo del fic jasjsjdjsnfsfn).
Perdón por la tardanza, la verdad es q se me olvida actualizar, f
[17/02/2023]
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Rubén de Luque, mejor conocido cómo "Rubius", siendo este su nombre artístico. Se trata de un artista, escultor, escritor y productor, cuyo trabajo principal es manejar la editorial más cara e importante del país "Mc'News". Sin embargo, el hombre Omega de actualmente 35 años de edad no es conocido por esto.
La razón de su increíble fama es por, en primer lugar, haber escrito uno de los libros más icónicos y vanguardistas de la época llamado "Sangre de colores", fue un libro que en su momento de ser publicado (en la misma editorial que actualmente es jefe) le dió la vuelta entera al mundo, debido a qué, el contenido que tiene escrito en las 790 página que lo conforman, trata de todas las cosas bélicas que llegaron a suceder en la guerra.
La segunda razón por la cuál es cocida es claramente por ser el esposo del increíble héroe Vegetta777, pero aún así, Rubén no es tapado por la sombra del héroe, al contrario, ambos son el apoyo del otro y el nivel de fama que tienen se podría decir que es casi literalmente el mismo.
Hay obras suyas puestas en museos internacionales, hay cientos de trabajos de universitarios e incluso profesionales dónde citan sus libros, y sobre todo, hay miles de personas que se proclaman sus más grandes fans en todo el mundo.
Claramente, Rubius es una figura pública admirada por todos, al igual que Vegetta.
Pero, al igual que el héroe de la guerra, también Rubén de Luque es conocido por estar relacionado con el mundo de la sexualidad y ser un experto en esta área.
Y es que, aparte del gran ámbito artístico que domina, Rubius es también ginecólogo, y como sí fuera poco, también ha publicado libros y hecho obras y proyectos relacionados con este tema para poder fomentar la educación sexual en el mundo.
Ahora ya entienden el porque Spreen de verdad no necesita clases de educación sexual, sus padres se las han dado ya en las miles de charlar que han tenido después de que se dieran cuenta que había entrado a la pubertad, aunque ya desde antes habían trato aquél tema con él.
Y claro, siendo sus padres expertos en el tema, claramente cuándo estaban en medio de eso, la pasaban más que bien, cómo ahora.
—Uff, Vegetita..—, susurra el castaño con satisfacción mientras besa los labios del mayor, que en ese momento se encontraba bajo suyo, sentado en el borde la cama mientras sostiene con sus brazos trabajados el cuerpo del menor por la cintura, para que no se cayera a pesar de que sus piernas estaban enrolladas alrededor de su cadera.
—¿Qué?, ¿Qué pasa?—, le pregunta con una sonrisa de lado el de ojos púrpuras, a su vez que acariciaba la piel suave del otro.
El castaño suelta una pequeña risa para luego acercar más sus pechos desnudos, a causa de que lo abrazara del cuello con sus brazos, dejando que una de sus manos acaricia su nuca junto algunos mechones de cabello. —Nada, sólo que me parece sorprendente...—, susurra a su oído, para después comenzar a besar su cuello, logrando así que su clavícula estuviera expuesta para el mayor, quién enseguida clavó su mirada en la marca de sus dientes que aún perdura a pesar de lo años, pero que ahora, se encontraba un poco rojiza, ya que hace tan sólo unos momentos lo acababa de re afirmar.
—¿Qué?, ¿Qué cosa es sorprendente?—, pregunta otra vez el de cabello azabache, entre cerrando los ojos para poder sentir en su totalidad los besos y caricias del otro, quién al escucharlo paro por un segundo para verlo directo hacia los ojos, logrando que amatista y esmeralda se encontraran, hasta el punto de no ser capaces de apartar la mirada, sólo eran capaces de admirarse mutuamente de manera profunda.
El silencio reino entre los dos hasta que al fin el omega se dignó a responder la interrogante, ensanchando su sonrisa logrando que una apareciera en la boca del otro. —Me parece sorprendente que a pesar de que hayan pasado años aún siento que es la primera vez que tenemos sexo...—, admite.
Vegetta enseguida suelta una carcajada.
—No te rías—, pide el castaño aún sonriendo para después abrazar el torso del mayor y después impulsarlo hacía atrás, logrando que ahora su espalda este completamente contra las sábanas violetas que cubren la cama. Rubius se sienta sobre sus caderas y colocá sus manos sobre sus muslos. —Quita esa cara, esto es algo serio—, le pide fingiendo molestia para luego mirar hacia su izquierda con las mejillas levemente coloradas.
Vegetta simplemente se limitó a dejar de soltar carcajadas y apreciar el cuerpo desnudo del otro debido a la posición en la cuál se encontraban.
—Yo aún no puedo creer que haya pasado tanto tiempo, siento que aún tenemos veinte y diecinueve—, comenta logrando que ahora sea Rubius el que se ría. —Tontito—, dice en voz baja para luego ver a su izquierda, fijándose que justamente estaba a su lado su reloj elegante y caro, que por cierto, su esposo le había quitado cuando habían llegado del trabajo. —Vaya, ya son las cinco...—, comenta con un poco de sorpresa, para luego volver a ver al de ojos verdes, que enseguida frunció el ceño. —¿Qué pasa?
—Spreen aún no llega a casa—. Explica para después de inmediato apartarse del cuerpo del otro y buscar su celular en sus pantalones, los cuales, no se había dado cuenta cuando cayeron al suelo, pero bueno, era de esperarse que dónde se encontraba aquella prenda de ropa fuera lo que menos le importara cuando hacía cosas con Vegetta, quién por cierto, al escuchar lo dicho por Rubius se levantó de la cama en busca de dos vatas púrpuras. —Voy a llamarlo—, avisa sin verlo mientras marca de memoria el número de su hijo.
El pelinegro sonríe para después extenderle al de ojos esmeralda la vata, quién sin mirar, la toma y se la coloca, a su vez que espera que su hijo contestará el celular.
—Tranquilo—, le dice a su vez que coloca una mano en su hombro, pero el temor de Rubius comenzaba a crecer con cada segundo. —Quizás sólo se paso de la hora al quedarse a hablar con Carrera...—, hace una pequeña teoría como consuelo pero el otro no le escucha e incluso se aparta para salir de la habitación. Vegetta es capaz de reconocer su nerviosismo. —Cariño—
—Ya pasó un minuto, no contesta—, le interrumpe ya comenzando a alterarse para luego alejar el celular de su oído y Marcar ahora el número del jefe de seguridad de su familia.
Vegetta se dió cuenta que su esposo estaba apunto de entrar en colapso por lo que de inmediato se acercó a él y con cuidado le tomo de la cabeza para después juntar sus frentes. —Tranquilo, ya hace muchos años que todo lo malo se acabó, Rubius, él está bien—, el susodicho detuvo sus movimientos y luego de unos segundos cerró los ojos, y se mantuvo quieto, hasta que el ruido de la gran puerta de la mansión siendo abierta, se escuchó.
—¡uf, al fin en casita!—, ambos adultos escucharon la voz levemente cansada de su hijo y enseguida se sonríen mutuamente.
—¿Lo ves?—, dice Vegetta soltando una leve risa apartándose del castaño que sólo rueda los ojos.
Rubius suspira y se aleja para entrar en el baño personal que tienen en su habitación. —Sí, estaba exagerando... Claramente las cosas ya no son como antes...—, hace una mueca. —Como sea, me lavó rápidamente y bajo a saludar a Spreen—, dice para luego entrar.
[...]
Spreen apenas entró enseguida se dirigió a la cocina, acercándose al refrigerador, de dónde sacó una jarra llena de zumo de manzana. Sin pensarlo dos veces tomó directamente de la jarra por unos cuantos segundos para luego dejarla sobre la isla de la cocina, soltó un gran suspiro satisfecho, tenía bastante sed y al fin con aquello pudo calmarla.
—Haberme quedado a hablar con Carre me dejó la garganta seca...—, dice para luego soltar fastidiado su mochila y dejarla sobre la encimera, después de eso se dirigió a la sala de estar, dónde se abalanzó sobre el sofá boca abajo. —maldita vieja, no me dejó dormir...—, se quejó Spreen con la cara estampada en un cojín violeta.
La verdad, Spreen tiene un terrible horario de sueño y siempre lo a intentado arreglar, pero jugar hasta las tres de la mañana un pvp de Minecraft le resultaba ciertamente adictivo. Es por eso que siempre en las clases de la mañana Spreen está dormido, es ahí dónde recupera las horas pérdidas de sueño, pero claro, en esta mañana a Biyin le dió por nombrarlo su asistente y en ningún momento pudo descansar, ahora mismo la culpaba de la gran cantidad de sueño que sentía.
—Mierda, ahora tendré que ser su asistente hasta que se acabé el proyecto, puta madre...—, se volvió a quejar al recordar que el proyecto se trata de educación sexual. —La puta que me parió...
—¡¿Cómo?!—, se quejó Rubius, fingiendo estar ofendido, claramente sabía que sólo era una expresión que comúnmente utilizaba, pero en fin,e encanta ser dramático.
Spreen enseguida se levantó del sofá y volteó detrás de sí para encontrarse a su padre omega, que vestia una camisa y shorts holgados, a su vez que una toalla se encontraba sobre su cabeza, por lo que asumió que se acababa de bañar. —Desde cuando estás acá?—, pregunta, confuso, normalmente Rubius llegaba a casa después de él.
—¿Ni un hola ni nada?, vaya—, suelta asu vez que sonríe para luego acercarse al menor y abrazarle, este no correspondió el abrazo pero tampoco lo aparto.
—Perdón, perdón, hola...—, se corrige así mismo el menor para luego volver a sentarse en el sofá, a lo que el mayor le imita también. —Pero no, enserio, ¿desde cuándo?
—Hoy salí más temprano de la editorial, sólo eso, de hecho me preocupe al ver que no aparecías a la hora que se supone que yo ya estoy en casa, ¿dónde estabas?—, pregunta mientras pasa la toalla por su cabeza en un intento por terminar de secarlo.
Spreen bosteza para luego dejar caer el peso de su cabeza sobre su palma derecha. —Ah... Sólo se me pasó el tiempo hablando con Carre—, comenta y a la Rubius se le fue inevitable soltar una pequeña risa.
Tal parece que al final Vegetta tenía razón.
—¿Así? ¿De qué hablaron?—, pregunta ahora curioso, dejando de secar su cabello para luego darse cuenta de la cara de sueño que traía.
—Nada, sólo nos quejamos del instituto y el nuevo proyecto, ¿a qué no adivinas de qué se trata?—, pregunta como sí la pregunta fuera obvia.
Rubius se encogió de hombros. —Ni idea, ¿de qué trata?
—El nombre del proyecto es “Sex education”—, dió cómo pista y enseguida Rubius se maravillo, ya era obvio de que era por lo que soltó una pequeña risa.
—¿Enserio?, Joder que bien. Supongo que obtendrás buenas calificaciones ¿no?—, se burla un poco, a lo que Spreen rueda los ojos.
—Que va, seguro suspendo.
Notes:
Dejen sus comentarios sobre el capitulo y kudos! <3
Chapter 4: 🏁🕐.
Notes:
Recuerden de que las notas de "N/A", fueron mías cuando apenas se estaba publicando la historia hace tres años :)
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Luego de varios minutos de haber estado hablando con su padre omega sobre el día de clases, apareció su otro padre, Vegetta, causando que luego de varios minutos, ahora, se encontrarán los tres en la cocina, manteniendo una conversación animada que de en cuando cambiaba de rumbo fluidamente. Esto último, debido a que, cuando los tres se juntaban, siempre había algo de que hablar, a pesar de que vivían en la misma casa y se veían casi todos los días.
—Por cierto, hablando de cosas del trabajo, puede que en uno de los próximos fines de semana, me tenga que ir de viaje—. Menciona el mayor de entre los tres, causando que enseguida los otros dos, que tomaban un café liviano a espera de la cena, le miraran, aunque el pelinegro curioso del porqué y el castaño molesto con lo anunciado, viendo fijamente cada uno de los movimientos de Samuel al cocinar.
—¿De qué es el viaje?—, pregunta Spreen para luego tomar un sorbo de su taza, ya hace rato que dormir había dejado de ser su prioridad y ahora, al hablar con sus padres y tomar café, tenía claro que no podría tomar el sueño otra vez tan fácilmente, más aquello no le molestaba.
—¿A dónde irás?—, interroga con un tono un poco molesto, el omega, casi al mismo tiempo que la pregunta de su hijo. Rubius sabía, que aquellos viajes de fines de semana, en realidad, en la mayoría de veces duraban más de dos días, incluso llegando a durar una semana, donde su esposo no hacía más que trabajar constantemente, logrando que al regresar a casa estuviera completamente exhausto.
El alfa mayor sonrió entre apenado y sorprendido, al no saber a quién debería de responder primero, más no tardo mucho en decidir al saber en quién influiría más su respuesta.
—A la capital—, responde primero, haciendo que Rubios rodara los ojos, fastidiado. —Se trata de negocios y... un poco de política—, dice ahora dirigiéndose a Spreen que asiente comprensivo, contrario al omega, el cual aún se encuentra insatisfecho con la respuesta y aquello, claramente, era notado por los otros dos. Aunque, al menor, tampoco es que le importara mucho, no era la primera vez que veía a su padre omega, estar un poco en desacuerdo con algún viaje de su padre alfa.
Así que Spreen, como siempre, ignoró lo que continuaría en la conversación sin saber lo mucho que influiría aquel viaje en su futuro, comenzando a ver las notificaciones recientes en sus redes sociales.
—¿Qué sucede?—, pregunta Vegetta con calma, siguiendo con sus acciones de cocinar. El dar aquel dato lo había distraído por un momento de la cena que estaba realizando.
—Nada, solo me preocupa que llegue chocar con nuestro aniversario...—, lanza una excusa vaga, sabiendo que aún faltaban dos semanas y media para aquella fecha especial y que Vegetta jamás colocaría su trabajo por delante de su familia.
La verdad es que a Rubius le preocupaba estar lejos de Vegetta, siempre ha sido alguien muy posesivo que se preocupa demasiado por los miembros de su familia, por lo que, siempre que Vegetta se iba de viaje, la pasaba un poco mal, con los nervios de punta la mayor parte de las horas, a pesar de en muchos de esos días sin Vegetta aprovechaba para pasar el tiempo con Spreen.
—Sí, es cierto... Cómo no sé exactamente sí chocará con nuestro aniversario, pensaba proponerte algo—, concuerda Vegetta para seguidamente sacar aquello en lo cuál estaba pensando desde ya hace varios días.
El de ojos verdes enseguida arqueo una ceja, eso sí le sorprendía, no esperaba que su excusa hubiera pasado por la cabeza del más alto. Pero claro, ¿cómo no? Después de todo, Vegetta jamás colocaría su trabajo por delante de su familia. Así que no le sorprendió para nada lo siguiente que le dijo y, de hecho, le emocionó.
—¿De casualidad, no quisieras que vayamos de viaje en la semana de nuestro aniversario?—, pregunta, a lo que enseguida Rubius sonríe.
Vaya, un viaje por su aniversario.
Le gustaba bastante la idea.
Sin embargo, la idea de dejar solo a Spreen por una semana...
El castaño volteó a mirar a su hijo, que estaba ajeno a toda la conversación, escribiendo con rapidez en su celular, tal parece que comenzaba a tener un chat con alguien más, que le causaba una leve sonrisa en los labios. Supo de enseguida que se trataba de alguno de sus amigos, después de todo, reconocía fácilmente aquél ánimo que adoptaba cuando hablaba con alguno por teléfono.
Amigos... Cierto, Spreen no estaría solo, tiene un montón de amigos que lo acompañarían y, a su vez, estaban los suyos que lo conocen desde su nacimiento y lo cuidaría sí el se los pidiera. Además, es consciente de que Spreen es un chico maduro, inteligente y responsable, después de todo, el lo crío, fromando la base de los principios que prontamente el fue desarrollando y estableciendo.
Sabía que no le pasaría nada.
Y él, por otro lado, necesitaba comenzar a dejar atrás su extremo nerviosismo.
—Creo que...—, Rubius comenzó a hablar, viendo por un momento el líquido marrón oscuro de la taza entre sus manos, pensándolo un poco más, para luego, decidido, volver a ver los ojos púrpuras de su esposo. —Me parece bien ir de viaje.
El Alfa mayor enseguida sonrió en grande, dejó un momento lo que hacía y se acercó al castaño para darle un rápido beso en los labios.
—Perfecto, comenzaré a organizar todo desde mañana—. Dice Vegetta emocionado, volviendo otra vez a cocinar, mientras que Rubius se limitaba a sonreír por lo bajo, las manos le temblaban un poco, pero era debido a que era la primera vez, después de tanto tiempo, que se iría de viaje con su pareja, siendo sólo ellos dos, algo definitivamente diferente a los viajes familiares que comúnmente hacían.
Ciertamente, le emocionaba.
—Voy a mí habitación cambiarme, ahorita vuelvo—, habla inesperamente el menor, sacando de sus pensamientos a los dos mayores, quienes, respondieron inmediatamente con un "ok", el cuál, Spreen sólo escuchó bajo debido a que ya había salido de la cocina cuando lo dijeron, para luego, justo comenzando a subir las escaleras, recibir una llamada, contestando de inmediato al saber ya de quién se trataba. —Que onda pa—. Saluda animado, pisando el último escalón.
—Que onda, ¿entonces sí estás para unas partidas de Valorant?—, pregunta Carrera desde el otro lado de la línea, tirado sobre su desordenada cama, cerca de la ventana de su desordenada habitación, a su vez que tenía su cabeza recostada de una almohada y su laptop estaba aún lado, alumbrando su rostro en medio de la oscuridad, porque sí, tenía la luces apagadas, cómo sí de un vampiro se tratase.
—No amigo, perdona, no podré, bueno, ahora mismo no, me tengo que cambiar y pronto tengo que ir a comer con mís viejos—, responde Spreen, encendiendo la luz de su gran habitación, comenzando a quitarse el fastidiado uniforme que cargaba desde la mañana, comenzando con los zapatos negros, desatando los cordones de manera un poco dificultosa, al sostener con su otra mano el celular, aunque después se dijo así mismo estúpido al no recordar que podía colocarlo en altavoz, cosa que hizo..
—Nah, bueno ni modo, esperaba divertirme un rato antes de que llegará el novio de mí hermano—. Se resigna el chico de ojeras, para luego voltearse y estampar su rostro contra la almohada. —Cuando el llegué no podré jugar en paz—, se queja, pero Spreen no le lográ entender con claridad.
—¿Qué?—, pregunta, comenzando a quitarse la camisa, para prontamente sustituirla por otra muchísimo más ancha de color negro que consiguió tirada por ahí.
—Que mí hermano de la nada quiso traer a su novio a vivir aquí—, volvió a hablar, separándose de la almohada para que su amigo le entendiera, aunque no repitió lo de antes. —Y no tienes idea de lo mal que me cae, bueno, todos los novios que a tenido me caen super mal, pero este peor.
—Já, creeme que lo sé—, se ríe un poco Spreen, después de todo, a él fue el que le tocó el triste papel de escuchar todas las quejas de su amigo, sobre su familia conformada por tan sólo él, su hermano mayor, la hija de este, y los múltiples novios que a llegado a tener el mayor. Aunque tampoco era algo que le molestaba, entendía que su mejor amigo necesitaba desahogarse con alguien, así cómo él de vez en cuando lo necesita.
—Sí, sí, perdón por fastidiar—, dice Carre. —Pero creeme, este es peor en personalidad, incluso que el Rich—, explica, causando que Spreen levantará una ceja, volviendo a tomar el celular al terminar de cambiarse y acercarlo a su oído de nuevo cuenta.
—¿Enserio?, peor que el hijo de puta ese?—, cuestiona, a lo que enseguida el castaño, del otro lado de la línea, asiente, aunque después se golpea la frente, reconociendo que era un estúpido por asentir cuando el otro no era capaz de verle.
—Sí boludo, te lo juro—, afirma. —Cuando Farfa me lo presentó, ¡me abrazó! Y siempre me sonrió con amabilidad, definitivamente, eso es... Feísimo.
Spreen enseguida rodo los ojos, para luego suspirar. —¿Enserio un abrazo y una sonrisa de amabilidad te parece peor que un insulto o ub golpe? Enserio?—, pregunta Spreen, casi riéndose de lo que le contaba su amigo.
—Eso no es normal—, "argumenta" Carrera en la defensa de su acusación.
—O quizás te hace falta afecto y por eso no lo vez normal.
—Hijo de puta te pasas—, dice el castaño, fingiendo que lo dicho por el alfa le dolió, cuándo la verdad es que no, ambos se bromeaban entre sí de esa manera, y tenían la confianza suficiente como para decir que no lo hacían enserio.
—Ok, perdón—, se disculpa vagamente, sabiendo que no era algo necesario. —Como sea, sólo espero que esta vez las cosas no pasen a mayor.
—Sí bueno, también lo espero... ¿Pero sabes algo?, tampoco es que este tipo tenga cara de ser mala gente, más bien, creo que por eso, no pasará mucho tiempo para que mí hermano lo dejé, le aburrirá, estoy seguro—, termina de decir aquello en conjunto de una pequeña risa, que contagió un poco a Spreen.
—Puede ser—, concuerda sonriendo un poco.
—¡SpreeEEeEEeeEn! ¡Bajaaaa aaa comeeeeer!—, grita Vegetta desde el primer escalón de las escaleras, llamando la atención enseguida del susodicho e, incluso, del chico de ojeras, que también fue capaz de escuchar el llamado.
—Creo que te llaman—, dice Carrera, a lo que Spreen solo ríe.
—Sí, tal parece. Tengo que colgar—, explica.
—Ni modo, nos vemos mañana.
—Nos vemos mañana—, y dicho esto, cuelga la llamada para luego dejar el teléfono encima de la cama y salir de su habitación para poder dirigirse al comedor, dónde le esperaban sus dos padres con una gran notícia.
Mientras tanto, Carrera, en su propia casa, se levanta de la cama con pereza, dejando el celular sobre esta misma y, luego, encender la luz, sintiendo muy fuerte el brillo del foco en sus ojos, los cuales frotó unos segundos hasta ser capaz de ver con claridad, siendo lo primero que distingue, su calendario, que marcaba con círculos rojos cuatro días seguidos, compartiendo la misma fecha que el día de mañana.
—Mierda—, se queja Carrera por lo bajo con absoluto fastidio. Según lo resaltado en el calendario, mañana llegaría su celo y él, con su "memoria hecha pija", se viene a recordar hasta ahora. No obstante, no piensa mucho en eso y empieza a buscar sus supresores entre sus cajones que albergaban mil y un cosas.
Mañana comenzarían a trabajar seriamente con el proyecto de sex education, y le asignarían una pareja para realizar diferentes tareas, a lo largo del tiempo que estén recibiendo las clases del tema, por lo que, definitivamente no podía permitirse faltar aquellos días. Aunque la verdad no sería la primera vez que iría al instituto con su celo, la mayoría de veces, pasaba de ser percibido, incluso de Spreen, que es un alfa y siempre estaba cerca de él, pero claro, eso no le preocupa sí esta bajo el efecto de un supresor, medicamento que no era capaz de encontrar.
Carrera chisto los dientes con fastidio cuándo revisó el último cajón y no había encontrado siquiera una píldora.
—La puta madre, sólo a mí...—, susurra cansado, para luego levantarse del suelo, (ya que se había agachado para buscar en las gavetas bajas) y dirigirse a la puerta, con la intención de buscar a Farfa para pedirle dinero y avisarle que saldría a algunas farmacia de 24 horas a comprar supresores. Porque sí, Carrera era el único omega en aquella casa, tanto su hermano como su hija eran betas, por lo que, sólo el podía encargarse de buscar aquel medicamento, adecuado para él, claramente no podía tragarse cualquier supresor, había una fórmula adecuada.
Sus planes se vieron interrumpidos por precisamente el dueño de la habitación a la que estaba apunto de tocar puerta.
—¡CarrEeEEEe! ¡Ya llegó!—, le llamó Farfa, anunciando la llegada de aquél tipo que desde el primer momento no le dió buena espina. Suspiró y se dirigió a las escaleras, deteniéndose justo al lado de su sobrina, a mitad de las escaleras, siendo ese un buen punto, para observar cómo su hermano abría la puerta para dejar estrar a su nuevo novio.
Carrera suspiro cansando y molesto, al mismo tiempo que Nimu, ambos compartían el mismo pensamiento.
Definitivamente aquello acabaría mal, tal como la última vez que Farfa trajo alguien a la casa.
—Otro más...—, dice con fastidio, chocando miradas con el recién llegado, un alfa alto, de cabello castaño oscuro y ojos verdes igual que él.
—Saluden—, pide Farfa, adentrando una de las maletas de su pareja, a lo que la niña se cruza de brazos mientras Carrera rueda lo ojos.
No le quedaba de otra, debía hacerlo, no le agradaba aquello, pero prefería por el momento no discutir con su hermano y sólo esperar a el momento adecuado para pedirle el dinero, salir, comprar los supresores, regresar y, encerrarse en su habitación y no salir de ella hasta que tenga que irse al instituto, cosa que repetiría todos los días, hasta que se vaya aquél tipo de la casa.
Respiró hondo y saludo:
—Hola, Dream
[...]
N/A: HOLA HOLA KE TAL???
volví
Tengo cuatro cosas a decir:
1) Aparte de Spruan y Rubegetta hay historias secundarias. Ya vieron que la relación de Vegetta y Rubius es todo lindo con corazones, mientras que la de Juan y Spreen es muy condones en la cara (literalmente) osea joda, hay más personajes que le dan soporte a su relación y le dan sentido al porque el título de la historia. (Ojito, no todas son cosas bonitas)
2) Relacionado con lo primero, ya vieron que le di cierta importancia a Carrera en este capítulo, será un personaje que tendrá bastante desarrollo que influirá en Spreen y su relación con Juan, ¿Por qué? Ya lo verán, sólo aviso que su historia es individual, no tiene ninguna Shipp, es influencia na más, lo mismo pasará con otros 2 personajes que pronto serán revelados.
3) Cómo leyeron, Spreen se quedará sólo por una semana o un poco más (casa sola hermanos) ¿Qué creen qué pasará?
4) por último, quisiera recordarles que, el título de la historia, no significa que sea sólo porque cojeran (cosa que saldrá bastante claro q sí, ya tengo varios escritos) literalmente, acá, a lo largo del fic, van a recibir educación sexual. Así que, sí, habrá un poco de drama. (Sólo aviso)
Y weno, sólo eso, me retiro.
Les kiero un montón.
En el próximo capítulo vuelve Juan el religioso.
Bye
Notes:
¡Recuerda dejar tu comentario sobre cualquier cosa de la historia! :D
Chapter Text
—¿¡PERO POR QUÉ CON ÉL?!—, gritó Juan, apuntando con su dedo a Spreen, que luce tranquilo, pero por dentro, se ríe macabramente, divertido por las expresiones exageradas del castaño.
—Creo que este proyecto, que ustedes sean pareja, será lo mejor—, explica Biyin, también aparentemente tranquila, pero internamente, se arrepiente de haberse dejado sobornar por Spreen, ahora le tocaría soportar las constantes discusiones de los dos chicos.
—P—PERO— BIYIN, ¿TE ESTÁS ESCUCHANDO? ¿Y—YO? ¿SPREEN? ¡¿YO Y S—SPREEN EN SERIO?!—, Juan mueve exageradamente sus manos, a su vez que cambia su mirada constantemente de la rubia al chico alfa al lado suyo, que se mantiene sereno, con ambos brazos detrás de su nuca, recostado sobre el espaldar de la silla, que inclina al mecerse ligeramente en ella. —¡ALTO! DEFINITIVAMENTE, ESTE ES EL INICIO DEL APOCALIPSIS!—. Grita, sosteniendo su cabeza, alborotando su cabello castaño, sin poder creer lo que sucede. Pero claro, contrario a él, todos en clase se ríen ruidosamente, golpeando sus mesas fuertemente al unísono de sus carcajadas, al escuchar lo último dicho por el de lentes.
Se burlan todos de él.
Sí, todos menos Biyin y Spreen.
Biyin frunce el ceño, afirmando por tercera vez que haberle cumplido el capricho a Spreen fue una completa estupidez, aún cuando así podría conseguir encontrarse con el formidable Vegetta777. No valía la pena sí estaría estresada por más de un mes.
Spreen, por otro lado, prefiere no molestar al castaño o actuar molesto, prefería esperar hasta que la clase comenzará a tornarse aburrida. Además, sí comenzaba a meterse con Juan en ese momento, Biyin jamás acabaría de decir todas las parejas, por favor, que puede ser todo lo que quisieran, menos alguien capaz de arruinar toda la organización de la profesora e interrumpir el aprendizaje de sus compañeros con tal de divertirse un rato. Bueno, ya lo hizo, pero de todas formas, tampoco quería hacer que el proyecto se retrase y dure más de lo debido. Sí bien fue el que quiso estar con Juan tampoco quería tratar con él más del tiempo establecido para recibir clases sobre el tema, además, para las otras materias si necesitaba estar concentrado, para dormirse en clase y llevarse a casa, claramente.
—Bueno, ya basta del show, Juan siéntate, aún faltan estudiantes por asignar—, habla la rubia con autoridad, no dejaría la clase se alargará más de lo debido o si no, en consecuencia el proyecto se alargaría y eso le daría más trabajo. Luego hablaría con Spreen con respecto al trato que hasta ahora solo le muestra resultados negativos. —Bien, la siguiente pareja es de…—, continuó hablando, al ver que el castaño no volvió a hablar. —Mariana y Roier—. Dice, a lo que enseguida ambos susodichos se levantan de sus puestos alegres, después de todo, ambos son mejores amigos.
Biyin continuó anunciando las parejas y, cuando terminó por fin, dió la indicación de que juntaran las mesas o se cambiarán de sitio, para que así todos estuvieran junto a sus respectivos compañeros. Enseguida la clase era un marullo de estudiantes moviendo sus pupitres de aquí para allá, y cambiando de sitio sus mochilas y demás cosas.
—Muévete tú—. Le dice Spreen a Juan, con la cabeza recostada sobre su mano izquierda, viendo al de lentes tomar con fastidio su mochila, del espaldar de su asiento, para luego, murmurando cosas inentendibles para él, arrimar su mesa y juntarla a la suya, luego tomó la silla y reprochando se sentó. Bueno, no tenía que hacer muchos movimientos, después de todo, antes estaban al lado del otro. Spreen se pone a pensar en ese detalle, en realidad, en ese proyecto, lo único diferente es que ahora sus mesas estarían juntas. —Solo diste tres pasos, además, no es la primera vez que hacemos pareja—, comenta burlón cuando el castaño se cruza de brazos y fija su mirada al frente, con la intención de poder ignorar al de ojos purpuras lo más posible.
—No hacemos grupo desde segundo grado, pendejo—, le recuerda Juan sin verle, frunciendo el ceño, al darse cuenta que sería imposible ignorarlo.
—Vaya, se siente como si fuera ayer—, dice Spreen, sonriendo de medio lado, divertido al ver como Juan rueda los ojos y marca aún más la mueca de sus labios ante lo que dijo, cosa que claramente, tal vez, a perspectiva de Juan, parecía una tonta mentira, para Spreen era lo contrario, ya que si recordaba en su totalidad cuando tuvieron que hacer un trabajo de historia, junto a tres chicos más a los ocho años y, si bien, ambos discutían cada que podían, consiguieron una buen nota. —Relájate Juan, estoy seguro que lo haremos bien—, dice, para luego volver a recostarse del espaldar de la silla y colocar sus manos en la nuca, viendo ahora el techo, escuchando las voces y ruidos de los pupitres siendo empujados.
—Ay, ajá…—, suelta Juan, fastidiado, aún sin voltear a verle, posando su atención de manera vaga a Rivers y Mayichi, ambas siendo compañeras que se comenzaban a organizar en frente de ellos. Su cabeza comenzó a pensar en cómo le haría para hacer los trabajos y en su mala suerte como para acabar siendo compañero de Spreen, hasta que cayó en cuenta que el chico estaba muy callado y tranquilo, es más, pareciera como si no le hubiera sorprendido el anuncio de Biyin.
Como si ya lo hubiera sabido.
—Hijo de la grandísima puta…—, dice ofendido, volteando a ver a Spreen, que al escuchar el insulto puso su vista sobre él. —LE PEDISTE A BIYIN QUE NOS COLOCARA JUNTOS.
—¿Qué? Yo jamás haría algo como eso, pordeos—, miente vilmente, sonriendo, causando que Juan soltará un “gasp” sin poder creerse que tenía razón
—Pero— como— por qué?— necesidad???—, se atropella con las preguntas, que salen de su boca al no encontrarle sentido a las acciones de Spreen.
—Ninguna, no quería estar aburrido—, respondé simple, a los intento de interrogante del contrario.
—¿Me ves cara de payaso como para ser tu entretenimiento?
—Sí—, se burla, causando que Juan enseguida se colocará rojo de rabia y ganas de matarlo ahí mismo, preparando el peor insulto para soltar ahí mismo.
—¡ERES—
—Aver, solo pido una cosa—, Le interrumpe Rivers, llamando la atención de ambos. —No insulten gritando, no quiero quedarme sorda—, pide de manera seria la castaña, pareciendo más una orden.
Rivers, una pequeña chica omega, que a pesar de su género y altura lograba transmitir autoridad, logrando hacer que, más de uno le temiera y, nadie se quejará al ser nombrada, como la capitana del club de fútbol, cuando todo el resto del equipo era conformado alfas y uno que otro chico beta. Claramente aquella chica representaba valentía y firmeza en todo lo que dice desde que llegó a estudiar con ellos, justamente cuando tenían 8 años.
Juan, claramente, para evitar problemas con Rivers, siendo alguien que por lo general mantiene una agradable relación pacífica de compañeros de clase, asiente con la cabeza y vuelve a dirigirse a Spreen, con la intención de volver a insultar, pero está vez en susurro, más ni articular la primera sílaba pudo, ya que el mismo Spreen habló a Rivers.
—Me chupa un huevo si te quedas sorda, yo haré lo que quiera—, suelta sin ningún ápice de miedo, logrando que la mirada de la omega castaña y detalles rubios, endureciera.
—¿Apoco sí?—, le pregunta de manera burlesca pero fría, sosteniendole la mirada al más alto.
Un ambiente tenso se comenzó a instalar entre los dos, excluyendo por completo a Mayichi y Juan, a este último se le fue inevitable no comparar el gran cambio de tratos entre ellos dos. Antes, quizás cuando tenían trece años, ellos dos se llevaban de maravilla, de hecho, se apoyaban mutuamente en el equipo del fútbol, celebrando los goles del otro o buenos pases. No sabe con exactitud en qué momento fue, pero cree que sucedió semanas después de la lesión de Spreen que causó que saliera del club de fútbol, cuando notó que Spreen comenzó a evitar a Rivers, para que de un momento a otro, fuera rara la interacción que tuvieran que no pasará más allás sobre cosas de clase. Ciertamente, no acaban en discusiones ruidosas y estúpidas por cualquier cosa como lo hace con Juan, pero sí que se formaba cierto ambiente tenso, como en esos momentos.
Pero claro, suficiente tendría que soportar a Spreen como para tener que aguantar las malas vibras entre los dos. Juan respira hondo, dispuesto de entrar en el papel de mediador entre esos dos y acabar con la guerra de miradas, no obstante, Mayichi ya había colocado una mano en el hombro de Rivers, acabando con aquello antes que él.
—Yo también pido una cosa…—, dice la chica con los auriculares de orejas de gato y labial púrpura, con su singular tono de voz tranquilo y gentil, captando la atención de los otros tres. —Que cada uno vaya a lo suyo, intentando no molestar al otro ¿vale?—, pregunta lo último con una simple sonrisa, a lo que Rivers se voltea, acomodándose en su asiento para mirar al frente. Por otro lado, Spreen, desvía su vista a la ventana y Juan se queda en su sitio. —Bien…—, sonríe aún más para luego dirigirse específicamente al castaño. —Buena suerte—. Dicho esto, la castaña voltea al frente para hablar con Rivers.
Por unos segundos, Juan se queda en silencio, mirando la espalda de Mayichi, un poco sorprendido por la tranquilidad con la cual manejó la situación y ver como los otros dos le hicieron caso en seguida.
Se le fue inevitable no sentirse estupidamente inutil y, a su vez, un poco invisible.
—Bueno, ya que todos están en sus sitios, continuamos con la clase—, Biyin habla alto, haciendo que todas las conversaciones y ruidos de los estudiantes haciendo los últimos arreglos, cesarán. Juan de inmediato se sentó recto, tomando su lápiz y abriendo su libreta, pero antes de posar su atención en la rubia, le echó un vistazo a Spreen, el cual, seguía con la vista perdida en paisaje simple que le otorgaba el ventanal de la clase. —Para continuar, pido tres voluntarias…—, tras aquello dicho, varias alumnas levantaron sus manos, pero solo las que indicó fueron las que pasaron al frente.
Star, Caprimint y Emi se levantaron de sus asientos para pararse al frente de todos.
Biyin las acomodó, de manera que la más baja estuviera a la derecha y la más alta a la izquierda. Ahora, sin darse cuenta, estaban viendo en orden las jerarquías reflejadas en las tres chicas que a voluntad quisieron colocarse como ejemplo.
—Sí se pueden fijar, ellas tres, son diferentes ¿Por qué?—, preguntó al aire Biyin, haciendo que varios levantarán las manos, a lo que la rubia le cedió la palabra a Fabrizzio, el cual era apodado por todos como “el capitán gato”, un chico omega inteligente con una carisma amable y divertida.
—Por sus subgéneros—. Respondé en voz alta, a lo que biyin asiente para luego pedirle que indicará el de cada una. —Star es omega, Emi beta y Caprimint Alfa—. Biyin volvió a asentir, para luego pedirle a otros estudiantes que explicaran las diferencias físicas que podía notar a simple vista debido a los subgéneros de las chicas.
Mientras otros participaban en clase, Juan se limitó a solo ver a las tres chicas, pero su atención cayó con más peso en la más alta de las tres; Caprimint. La chica alfa que transmite autoridad con la barbilla en alto y los brazos cruzados suelta una sonora risa que hace que sus dientes se vean claramente, esto debido a algo que dijo uno de sus compañeros de clase, pero él no lo escuchó, ya que la atención del castaño estaba puesta sobre aquel par de colmillos que destacan un poco entre la dentadura de la chica de cabello medio anaranjado. Dominante. En definitiva, eso era lo que transmitía Caprimint, haciendo que a Juan le pareciera más interesante ella que incluso la otra chica beta.
Un alfa le parecía más interesante que una beta, siendo él, un beta.
Juan enseguida bajó la mirada, para huir de sus pensamientos.
Aquello estaba mal.
Respiró hondo y volteo a mirar a Spreen, pero este, desinteresado, seguía viendo por la ventana con sus ojos purpuras, que transmitían frialdad, típico de alguien dominante como él.
Alfa.
Sabiendo cómo eran sus pensamientos y conociendo el camino que tomaban sin avisarle, enseguida volvió a mirar al frente de la clase, llevándose la sorpresa de que ahora las chicas no estaban, y en su lugar, Capitán Gato, Roier y Mariana, representando en el mismo orden, los subgéneros, reían ante las cosas dichas por sus compañeros de clase.
“¡Mariana, ahorcame con tus brazos!” le escuchó gritar a uno de los estudiante en broma, causando la risa escandalosa del mencionado, al que después le lanzó un beso metafórico en broma.
Juan fijó su vista en los brazos del chico alto con lentes, ciertamente, a pesar de su edad, los tenía bien trabajados, aquello hizo que de nueva cuenta su atención se volviera fija, pero claro, como “como buen niñito religiosito” que es, según Spreen, cuando se burla de él, cambió su vista Roier, logrando que su cabeza se calmará con la imaginación. Más aquello fue también una mala idea, ya que comenzó a compararse con el chico con suéter de Spiderman.
Un chico beta encantador, que le cae bien a todos y enamora a cualquiera con sus bromas o sonrisas. Conocido por ser alguien de personalidad libre que no le teme a nada y lleva a ser atrevido muchas veces. Todo lo contrario a Juan, conocido por ser un cobarde y tener contadas amistades, siendo muchas veces tachado de engreído sin siquiera hablarle.
Puta madre…
Pensó Juan al darse cuenta que ahora otra vez se comparaba, haciendo que su autoestima cayera aún más de lo que ya estaba.
Frustrado, decidió simplemente cambiar su vista a Capitán Gato, el cual estaba con los brazos a los lados, tranquilo, a espera de que Biyin dijera que puede sentarse otra vez. Enseguida comenzó a retallar con la vista las facciones del chico; suaves y delicadas a la vez, transmitiendo sumisión y calidez, características contrarias a las de cualquier alfa, siendo justamente aquello lo que les llamaba la atención.
Por que claro, tal como le han enseñado sus padres desde que tiene memoria:
Los omegas están diseñados para los alfas y los alfas para los omegas.
Frunció el ceño levemente, comenzando a pasear su mirada sobre los rostros de unos compañeros de clases, precisamente dominantes, que tenían toda su atención puesta en el chico más bajo que estaba parado al frente de todos.
Siendo inevitable y más por simple curiosidad, voltea a mirar a Spreen, encontrando lo que esperaba, la atención del de ojos púrpuras estaba puesta sobre los chicos al frente de la clase y no necesitaba verificarlo para saber que estaría viendo al Capitán Gato.
Juan sonríe levemente, de manera triste, es así como debe de ser.
Después de todo, aquello es lo normal.
Sí, es lo normal, es lo que debe de ser:
Que un alfa prefiera a un omega por encima de un beta…
Es lo correcto.
Pero no importa cuántas veces sus padres le dejaron aquello claro desde pequeño, a él le seguían llamando más la atención los alfas que cualquier chica beta guapa.
Y el darse cuenta que, cada vez , sus deseos van más lejos de sus creencias, causa que cada vez, al levantarse o al acostarse, cueste más contener las lágrimas.
[...]
N/A: Holaaaaaaaaa
Primero, perdón por desparecer, es que mi vida personal estuvo muy movida todo este tiempo y por fin logré conseguir algo de tiempo para editar este capitulo, porque sí, yo ya lo tenía escrito pero tenía que corregir y soy alguien bastante floja jsjsjj de hecho, se supone que sería el doble de largo que esto, pero preferí dividirlo en dos capítulos, mañana continuaremos con Juan religioso y su problema, que creo que ya muchos se han dado cuenta de cual es.
En fin, espero les haya gustado y nos vemos en el próximo cap, (espero actualizar mañana mismo o esta misma semana, recen para que lo logre.
Ce les kiere, bye ♥.
Notes:
Recuerden dejar sus comentarios>:D
Chapter 6: ¿👸💋?
Chapter Text
Juan respiró profundo, bastante profundo, para evitar estamparle un puñetazo en la cara a Spreen, pero el muy “gilipollas”, según Juan, no tenía temor absoluto por recibir un golpe de su parte y, apenas sonó el timbre, el chico soltó la gilipolles más gilipollas que un gilipollas puede gilipollar.
—Podríamos pedirle ayuda a tu madre para hacer la maqueta—. Listo, no lo pensó dos veces para levantarse de su asiento y lanzarse sobre Spreen, que no era en realidad un gilipollas y sabe que sus acciones tienen consecuencias, es por eso que antes de que el castaño alzará su mano, él con la propia apuntó hacia la puerta del salón, donde los estudiantes ya se encontraban saliendo rápidamente, pero una rubia iba contra la corriente, entrando a la clase mientras les miraba a ellos dos. —Mirá, Ari ya te vino a buscar—. El de lentes detuvo sus movimientos abruptamente y miró detrás, hacia la dirección indicada para comprobar si lo que decía su contrario era cierto, confirmándolo.
Juan sonrió y soltó enseguida el cuello de la camisa de Spreen, para después recoger rápidamente las pocas pertenencias que aún había sobre su mesa para meterlas en su bolso, que después se guindo en su hombro derecho, haciendo que se agitara bastante apenas corrió a hacia la rubia para abrazarla, que le recibió de brazos abiertos y con sus labios pintados de un extravagante rosa, curvados en una sonrisa.
—¡Qué ganas tenía de verte, de verdad!—, expresó con un poco de alivio al fin poder ver a quién casi podía considerar la única persona que soportaba en plenitud en el instituto y, aún sin dejar de abrazar a la chica con uno de sus brazos, dirigió los pasos de está hacia la salida.
—Ya lo puedo ver…—, aquello lo dice para sí misma la rubia, dándole una rápida mirada a Spreen, que no se había dado cuenta de ello al estar ocupado guardando sus cosas o eso al menos quería aparentar. —Yo también tenía ganas de verte, la clase de historia fue terriblemente pesada, además de que este proyecto me tocó hacer grupo con Cry, que me cae bien, pero como se queja de todo, por dios—, suelta apenas los dos se encontraban en el pasillo, donde se encontraban otros jóvenes saliendo de las aulas con puertas contrarias en el ancho espacio, siendo estás las pertenecientes a la clase B y A, siendo esta última de la cual provenía antes la rubia.
—¿Cry? ¿No había sido expulsado por qué lo pillaron fumando o algo así?—, pregunta Juan desconcertado en voz baja, deteniendo su paso en medio del pasillo para mirar por la puerta de la clase contraria, buscando al chico albino con la mirada, pero no lo vio y cuando se dispuso a volver a hablarle a su amiga, ve como alguien de la clase, con un suéter oscuro y capucha puesta —prenda que en definitiva no pertenecía al uniforme—, tropieza con una de las mesas cercanas a la entrada, como si estuviera borracho, pero afortunadamente no cayó al suelo ya que se sujeto del umbral de la puerta, para después recostandose de él, como si no tuviera fuerzas, cuando levantó la mirada, Juan reconoció inmediatamente de quién se trataba.
Carrera, el mejor amigo de Spreen, o su novio, como muchos rumores se dedicaban querer plantear. Alguien con el cual no se llevaba mal, ya que a pesar de la estrecha relación que tenía con Spreen, jamás llegó a involucrarlo en su pésima relación con el de ojos purpuras, no obstante, el chico le creaba cierta incomodidad extraña que ni él entiende de donde proviene.
Pero lo incomodo no importa cuando sabe que, de inmediato, debe ayudar al omega, al ver que respiraba dificultosamente, como si estuviera a punto de desmayarse.
—¿Estás b—
—¿Spreen ya salio?—, El de ojos verdes le interrumpe, a lo que Juan, soltándose del agarre de la rubia, que veía al más bajo con el ceño fruncido, busco detrás de sí al imbécil con el cual se lleva mal desde hace años que, justamente salía de la clase a la que pertenecían ambos, tecleando en su celular rápidamente y cuando se dispuso a llamar su atención, de nueva cuenta, el omega se le adelantó. —Spreen—. No fue necesario que alzará la voz para que enseguida el de cabello azabache levantará mirada, buscando a quién le había llamado, encontrándose con Ari y Juan, ambos con una ceja arqueada, haciendo que ahora fuera él quien tuviera una así, más enseguida su expresión cambió a una de asombro cuando ambos beta se alejaron uno del otro para dejar ver al omega.
Spreen ni lo pensó dos veces para acercarse a su amigo y acribillarlo de preguntas, pero este no respondió ninguna y sólo se abrazó a él fuertemente del cuello, descolocando por un momento a él y a los dos betas que aún presenciaban la escena, siendo también los únicos que quedaban en el pasillo junto al alfa y el omega.
Juan frunció el ceño, sin entender lo que sucedía.
—¿Está todo bien?—, pregunta, pero no obtuvo respuesta y carrera sólo afirmó más su agarre a Spreen, para que segundos después, éste rompiera el contacto para tomar su brazo y jalarlo por el pasillo, caminando rápidamente e ignorando por completo la pregunta anterior del de lentes, qué chistó la lengua, disgustado al no recibir respuesta cuando vió que bajaron las escaleras al final del pasillo, desapareciendo de su vista. —Con sólo decir que sí me conformaba…
—Carrera estaba en celo—, le dice su amiga repentinamente, haciendo que el castaño le mirase con los ojos un poco abiertos.
—¿Qué? ¿Enserio?—, La rubia asintió, cruzándose de brazos. —Pero no parecía…—, admite, volviendo a ver por dónde se fueron los dos chicos.
—Pues claro que no, siempre tildan de que cuando alguien está en celo solo quiere follar, pero en realidad es algo doloroso—, explica. —Sea lo que sea que vaya a hacer con Carrera, espero que Spreen aplique lo que le enseñaron sus padres—, Ari suelta con un poco de desagrado, al imaginarse un escenario de su compañero de clase con el enemisis de su mejor amigo, pero tampoco es que le importaba, así que simplemente dió media vuelta y caminó en dirección contraria a la cual se fueron los otros dos, más Juan le tomó del hombro, deteniendo sus pasos.
—Espera, ¿no crees qué es peligroso? deberíamos ir… puede que sea peligroso para Carrera dejarlos solos, recuerda que Spreen es un—
—Alfa—. Le interrumpe la rubia, tomándole ahora ella, del hombro. —Sí, es un alfa, pero también su amigo y no sé si pareja, y a quién acudió por ayuda fue a él, así que él se encarga—, la chica le tomó de la mano, con la intención de jalarle por el pasillo, pero Juan se resistió.
—Pero alfas y omegas…—, La beta enseguida le tapó la boca.
—¡Juan, da igual! ¡Vámonos!—, se quejó de inmediato, al saber cuál era el pensamiento que iba a sacar el chico a continuación y el cual, de verdad que no le apetecía escuchar al ya hacerlo todos los días de su vida, por lo que, ya un poco harta de la insistencia de su amigo, para volver a jalarle, lo hace con más fuerza, logrando que el castaño cediera, caminando ahora ambos por el pasillo y antes de que su amigo tuviera la oportunidad de volver a abrir la boca, decidió cambiar de tema. —Yo también pensé que habían expulsado a Cry, pero estaba de reposo, tal parece que tenía una enfermedad o algo así y, ahora es que se viene a recuperar y por eso volvió a aparecer por aquí después de dos meses, pero creo que no es así, porque se anda quejando de absolutamente todo, es demasiado pesado, mierda, que no tengo idea de cuál haya sido la enfermedad por la cual pasó como para que le tomará tanto rencor al mundo, pero no es justo que tuviera que aguantarme cada maldición que soltó en las dos horas de historia, ¿crees que de verdad tengo animos de hacerlo? claramente…
Y ahí Juan dejó de escuchar a mejor amiga, siendo en realidad la única que tenía, ya que a pesar de que su cuerpo estaba siendo jalado por esta misma, su mente estaba pensando sólo en Spreen y Carrera.
No era ningún idiota, sabía que no era buen idea de que esos dos estuvieran solos en tal situación.
Después de todo, eran un Alfa y un Omega.
A los omega les gustan los alfas.
Y a los alfas los omegas.
No había manera de que ambos géneros tuvieran la confianza para ayudarse en esos momentos sin que los instintos salieran a relucir. O eso le había inculcado su padre desde niño, resaltando que aquella era la naturaleza que los dioses les habían puesto; ambos géneros se desean mutuamente, así que claramente, el acto, sucedería.
¿Pero y si no fuera así? ¿Y sí en realidad a ninguno de los dos les agrada el género opuesto?, sabe que hay personas en la actualidad que declaran libremente que sus deseos no son dirigidos a sus opuestos, como un omega hacia un beta o un alfa por un alfa…
O como un beta por un alfa.
Pero no, eso no era lo “correcto”, su padre se lo ha dejado radicalmente claro, lo normal es que se un omega por el alfa y el alfa por el omega, así de simple…
Lo normal es que a Spreen le gustara Carrera, porque era un omega y, claramente, por naturaleza, preferiría a un omega por encima de un beta.
Y ahí estaba otra vez Juan, comparándose y reflexionando todas esas enseñanzas religiosas que su familia le a impuesto, sin entender, o más bien negando que realmente, sin que lo deseará, estaba yendo en contra de una de las principales enseñanzas y aquello crea un sentimiento de repudio así mismo.
Juan lo sabía, lo sabía muy bien, pero lo quiere evitar, no lo quiere enfrentar, a pesar de que Ari, siendo una chica beta, considerada alguien de cuerpo esbelto, aparentando más de la edad que tenía y llamando mi atención de muchos, sujetaba su mano y abrazaba con total confianza y Juan podía notar que en realidad la chica no producía nada en el más allá del cariño de la amistad que se otorgan el uno al otro.
Contrario a cualquier roce que haya tenido con Spreen, que desencadenaba una serie de sensaciones indescriptibles que le entretienen de cierta manera y causaban su interés constante en el de cabello Azabache.
A pesar de que le odiaba, sin saber exactamente de donde había nacido ese odio.
Sí, Juan sabía que le gustaban los Alfas, pero no se iba a quitar la venda de los ojos.
Porque está “mal”.
Sí, porque estaba mal.
O eso le habían dicho siempre.
Chapter 7: ¿🍎🍏?
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En cuanto a corazonadas y malos augurios, Juan está más que relacionado, estar en una familia bastante religiosa hace que los presentimientos se tengan bastante en cuenta, pero de una manera exageradamente descomunal, logrando que incluso el mismo simplemente los ignoré, ya que cuando veía los “presentimientos” de su abuela o padre, las cosas acaban completamente mal.
Pero en ese momento, Juan tiene claro de que sí, algo estaba mal, lo presiente y, a pesar de que la distracción de su amiga hablando y compartiendo con él hace que mente no se funda dandole vueltas a sus pensamientos constantes sobre Spreen y Carrera o sobre su contradicción confusa a sus enseñanza, su cabeza estaba cincuenta por ciento ocupada con aquel tema, mientras que la otra, a duras penas, mientras la rubia come tranquila su manzana viendo el partido improvisado que se generó en las gradas y hablando sobre sus planes durante los próximos días, le intenta seguir el hilo.
—Creo que en dos semanas habrá una fiesta, en casa de uno de los de tercero, ¿te apetece ir?—, pregunta la chica, volteando a ver a su amigo, que por un momento paró la otra mitad de sus pensamientos, también le miró, haciendo una leve mueca. —Sabes que siempre soy invitada y en realidad la mayoría de esas fiestas tiene entrada libre, podrías acompañarme—. La chica le da una mordida a la manzana. —La pasaríamos chido.
—Sabes que no puedo—. Le responde, volviendo a mirar al campo, ambos se encontraban sentados en la gradas de la cancha de fútbol, a espera de que la hora de descanso a acabará para que después ambos se dirijan de nueva cuenta a sus respectivas clases.
—Pero sé que quieres—, La rubia vuelve a también a mirar el partido simple que se llevaba a cabo, analizando a cada uno de los jugadores que se juntaron espontáneamente para la ocasión, o que realmente era por simple costumbre.
—Pero no puedo…—, insiste Juan, sintiendo como de nueva cuenta sus otros pensamientos aparecen, apoderándose más, pero otra vez la chica logra hacer que esto no suceda y su atención caiga en ella.
—¿Alguna vez has intentado pedir permiso?
Juan divaga, hasta que finalmente da con la respuesta.
—No realmente…—, Concluye, soltando un suspiro, para después, de piernas cruzadas girarse completamente a la chica. —Sé que la respuesta será no, así que no sirve de nada intentarlo.
—En ese caso deberías intentarlo, si será lo mismo, tampoco pierdes nada por intentarlo—, Ari le da una última mordida a su manzana y deja el resto aún lado de ella, ya cuando se levantarán botaría en la papelera de desperdicios orgánicos, pero ahora su objetivo era convencer a su amigo.
—Pero será lo mismo.
—Intenta—. Insiste, mirándole directamente a los ojos con los suyos, siendo de un tono azulado.
Juan suspira, cansado.
—Bueno, lo haré, al final será igual.
—Lo sé—, concuerda la chica, colocando sus brazos sobre las gradas detrás de ellos, que estaban más altas, para después, otra vez, ya que no había otra cosa interesante, mirar a la cancha, dejando caer su mirada sobre la única omega en el campo, que precisamente, corría con la pelota, esquivando hábilmente a sus contrincantes, hasta llegar a la portería, dándole una patada a la pelota, marcando un gol que fue celebrado por un momento, con la chica protagonista de la hazaña sonriendo mientras choca las palas con otros y otra vez se organizan para un nuevo juego. —Pero no hay que perder la esperanza…—, Mientras dice aquello, el castaño se recuesta de su hombro y ambos respiran profundamente al sentir el viento en sus rostros.
—Rivers es increíble—, comenta Juan, en busca de que la chica no se quedará en silenció, ya que sabía sus pensamientos enseguida le abrumarían.
—Sí, lo es, aunque me sorprenda que digas eso, literalmente va en contra de todas tus creencias.
—Por eso es increíble—, suelta sin pensar Juan, dándose cuenta demasiado tarde, pero no trato de crear una mentira para tapar aquello que dijo, sabía que Ari, a pesar de que la chica, también tenía ideas muy distintas a las que le había enseñado, tampoco le preguntaría para que se hiciera cuestionarse o que creía.
Por eso la consideraba su amiga, por que ella era una de las pocas personas que respetaban el que tuviera presente su religión, algo que Spreen le sacaba cada que podía en cara, más por burla que por otra cosa, cuando en realidad, Juan estaba siendo obligado a creer, por miedo, pero explicarlo era tan complejo, que ni él podía entenderlo por sí mismo, así que se le era más fácil zafarse diciendo que era su fe, que no negaba que existía, pero sabía que no era ella que hacía que su mantuviera “firme” con sus enseñanzas.
Sabe que hay nudo que se formó en su niñez y hasta ahora sólo se ha enredado cada vez más con los años, haciendo que ahora sintiera su cuello tan apretado por estar fatigado con sus propios pensamientos, por andar desesperadamente intentando el desviarlos o ignorarlos con algún entretenimiento. Aunque quizás lo mejor sea simplemente tomar unas tijeras y cortar el nudo, pero al no poder verlo corría el riesgo de cortarse.
Y tenía bastante miedo de cortarse.
El timbre sonó y enseguida el partido se detuvo, Ari movió un poco su hombro y Juan suspirando se levantó, rezando que al menos la clase de historia contenga irónicamente una historia interesante, para distraerse de todo lo que le abruma.
[...]
Quince minutos han pasado desde que inició la clase de historia y todavía Spreen no hacía presencia en el aula y claro que Juan no era lo único que se encontraba extrañado, ya que podía notar como Reborn, siendo este el nombre del maestro en la materia, miraba repetidas veces el asiento vacío que yacía como siempre en la esquina al fondo, justo al lado de la él, frunciendo el ceño. La verdad es que Spreen es conocido por ser un estudiante bastante flojo y rara era la ocasión en la cual llegó revelarse contra los maestros, ¿pero impuntual?, no, no lo era y eso Juan lo puede asegurar por las muchas veces que llegó temprano y lo encontró sentado en su respectivo asiento, recargado sobre la mesa mientras que entre sueños se queja del horario del instituto, porque sí, siempre lo encontraba dormido.
Juan volvió a ver la mesa a su lado, podía jurar que su ojo izquierdo se acabaría volteando para quedarse fijo sobre el asiento, pero no lo podía evitar, su atención se desviaba a su lado pensando en donde mierda estaría el de ojos púrpuras, se supone que debía estar marcando con resaltador alguna cosa importante en el libro de historia que tenía sobre su mesa, con una de las páginas mostrando un mapa antes de lo que sería el actual país donde vive.
—El siete de julio de 1997 se firmó el tratado de los Karmalienses y Tortillianos, para aliarse en contra de los extremistas, ¿Alguién que no sea al que apodan como el capitán de los felinos o como sea puede decirme quienes eran los representantes de cada uno de estos bandos?—, pregunta Reborn, mientras camina de un lado a otro de la clase, con un paso bastante tranquilo pero imponente, pero al ver que nadie levantaba la mano, suspiro, para luego ver a Juan, que al conectar miradas con le mayor enseguida trago saliva. La respuesta era fácil, solo que a todos en la clase les intimidaba aquel tipo, puede que parece el más civilizado de todos los profesores, pero el que más aura de superioridad energía, incluso por encima del director Auron. —Juan, ¿podrías decirme los nombres?—, enseguida el susodicho palideció.
El castaño de lentes vio como todas las cabezas de la clase giraban en su dirección y por un momento sintió que no había oxígeno en el aula.
La pierna que ya llevaba temblando desde que empezó la clase intensificó su movimiento a su vez que sentía como la nuca comenzaba a humedecerse por el sudor inminente.
Se sentía juzgado por toda la clase.
Pero no era la primera vez que aquello le sucedía.
Fingiendo que veía a Reborn, mientras que su pierna reflejaba de manera secreta la ansiedad que sentía, fijó su vista por detrás del mayor, justo en el pizarrón y con una falsa valentía, habló.
—Si no me equivoco, Willyrex representó a los Karmalienses durante el trato, mientras que Ibai Llanos a los Tortillianos y…—, la voz de Juan se fue apagando poco a poco, a lo que Reborn arqueo una ceja a espera de que terminará de decir el que faltaba.
—¿Y..?—, alentó el mayor a su alumno para que culminará de hablar.
—D—Dross a los extremistas—, su voz tembló y Juan quisó morirse cuando escuchó a alguien aguantarse la risa por un momento, no supo quién, pero solo ese pequeño sonido logro hacer que la poca estabilidad de Juan se fuera a la mierda, por lo que antes de que Reborn volviera a hablar para continuar con la clase, Juan levantó la mano rígidamente. —¡¿Puedo ir al baño?!—, el profesor abrió los ojos por un momento, un poco sorprendido por el tono alto que utilizó el chico, que ahora se encontraba aoc la cabeza gacha mientras sujetaba con fuerza con la otra mano, el bolígrafo con el que escribía, casi podía notar la mano de este temblando por la fuerza aplicada en el pobre boli, así que, rodó los ojos mientras suspiraba antes de asentir.
—Ve, rápido, estamos en una clase importante, y que un estudiante se la esté perdiendo ya es demasiado como para que sean dos—, apenas acabó de decir aquello, refiriéndose a Spreen, Juan se levantó de su asiento, casi tropezando en el proceso, para luego salir casi corriendo del aula, cerrando la puerta detrás de sí con una fuerza que no había controlado en el momento, por lo que está sonó fuertemente al chocar. Aquello hizo que se colocara más ansioso y, sin pensarlo, corrió con todas sus fuerzas por el pasillo, hasta que finalmente llegó a los baños y, acostumbrado, entró al los que tenían los símbolos “𝙰β♂”, grabados en la parte superior de la puerta.
Apeas dentro del lugar que olía a desinfectante, lo más probable por que los acababan de limpiar, posó sus manos sobre el mesón de los lavamanos y viendo en el espejo la expresión de pánico que cargaba, enseguida se echó agua en la cara, pero su respiración seguía errática, por lo que intentó calmarse respirando varias veces, pero le parecía una misión imposible en aquel momento.
—Respira, Juan.. R—Respira…—, se habló a así mismo a su vez que agitaba sus manos a cada lado de su cara, en un intentó de echarse aire o atraer más oxígeno, ya que sentía que eso era lo que le faltaba.
Luego de unos minutos, que pudo ver que se encontraba calmado en el reflejo, tomó una de las servilletas y se limpió la cara por completo, luego posó sus manos en el borde del lavamanos y empezó a ver fijamente el reflejo de su rostro frunciendo el ceño, sabía que encontraba solo, porque todas las puerta de los cubículos estaban abierta y también porque las luces del baño estaban apagadas y al ser de censor, apenas se encendieron cuando entró, por lo que, se pudo permitir calmar el ataque que tuvo para luego pasar a buscar que había fallado como para acabará así.
Era la primera vez en años que la ansiedad pudo más que él, por lo que enseguida, sin apartar la mirada de sí mismo en el reflejo empezó a buscar en su cabeza que era lo que falló como para que aquello hubiera sucedido y cuando dió con lo que era, hizo una mueca al saber que ahora continuaría otro hilo de pensamientos.
“Spreen no estaba”.
Claro, el imbécil no estaba ahí, el único que hacía que los nervios no lo carcopieran al sentirse juzgado por toda la clase, por que sabía que el muy idiota esperaba cualquir cosa para burlarse, por lo que, siempre, adoptaba una actitud desafiante con tal de demostrar al de ojos purpuras que no podría hacerle flaquear.
Pero vaya que flaqueaba cuando el idiota no estaba.
Y ahora, volteandose, de manera tal que ahora podía ver los graffitis y rayones en las puertas de los cubículos, recostó su espalda baja del mesón del lavamanos y se cruzó de brazos, sin notar que había comenzado a presionar el botón del bolígrafo que trajo consigo inconscientemente, volviendo a pensar en que le habría pasado al chico alto como para que todavía no hubiera vuelto a la clase.
Y como si lo hubiera invocado, la puerta del baño fue abierta y ahora quien entraba al baño no era ni más ni menos que Spreen, que al igual que él, se sorprendió de encontrarlo ahí, como si también estuviera pensando en él.
Un ambiente incómodo se instaló entre ambos, siendo la primera vez que sentían algo así, pero era Juan quién era capaz de notar más fácilmente que algo no estaba bien en el más alto, ya que desvió la mirada apenas hicieron contacto visual.
Juan se volvió a girar ante al espejo, ante la incomodidad, mientras vió de manera disimulada como el de cabello azabache lavó de manera lenta sus manos, en completo silencio mientras que su vista estaba puesta sobre ellas, como si estuviera divagando en pensamientos.
El castaño, ya estando demasiado incomodo, ya que Spreen no le había dicho absolutamente nada desde que apareció, decidió que era momento de volver a la clase, no sin antes deshacerse de las pistas de que en algún momento se llegó a alterar, a lo que, aún sin darse cuenta que había traído el bolígrafo consigo, deja este inconcientemente al lado del lavamanos y luego se peina un poco su cabello, después suspiró y estiró su camisa un poco.
Cuando creyó que de nueva cuenta se encontraba presentable, se dispuso a salir del baño, pasando de Spreen por completo, pero cuando ya tenía puerta abierta y un pie afuera, la voz de este hizo que se girara al ser llamado.
—Juan—. La voz del chico salió en un tono demasiado tranquilo.
Demasiado serio.
Demasiado incómodo.
—¿Qué?—, le respondió secó, viéndole aún con una de sus manos sujetando la puerta abierta.
Finalmente, el de ojos purpuras se dignó a verle, pero Juan pudo notar inmediatamente que en definitiva, algo había pasado con Carrera, porque tría una expresión cargada de confusión divagante.
—¿Alguna vez has sentido que te atrae o prefieres algo que no es calificado como lo normal?—, la pregunta hace que Juan se paralice en su sitio y sin pestañear mira al alto, que al no recibir una respuesta inmediata, intenta aclarar su pregunta pregunta con sencillo ejemplo. —¿Cómo si lo normal fueran que comieras manzanas verdes, pero directamente no te interesan o llaman algún tipo de atención a probarlas?
“¿Cómo si lo normal fuera que me gustarán las mujeres betas pero estas no me generan ninguna sensación de atracción?”, piensa Juan, sin permitir que alguna palabra saliera de su boca, a su vez que ahora era él quién evitaba la mirada, posando su vista en ele pecho del azabache, para seguidamente continuar con el resto de su cuerpo, sin darse cuenta, lo había visto de arriba abajo, analizando.
“¿Cómo si en realidad me llamarán más la atención las manzanas rojas..?”, Juan no es capaz de controlar lo que piensa, por lo que después de unos segundos, incapaz de responder, y regresando al conflicto de que iba contra enseñanzas de su religión, simplemente soltó la puerta y se fue por completo del baño, dejando a Spreen esperando por la respuesta.
—Con sólo decir que no, me conformaba…—, suelta Spreen, molesto por la actitud del de lentes, como si hubiera ignorado por completo su pregunta.
Chapter 8: 🌇🍝.
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Juan abre la puerta de la clase y absorto en pensamientos, sin prestarle atención absolutamente a ninguno de los cuchicheos y miradas, se dirigió a su apuesto y se sentó, para luego plantar su vista sobre el libro de historia frente a él.
—Bien, ya que Juan regresó, prepárense todos, voy a dictar las palabras de paz que motivaron la firma del tratado que antes les expliqué—, Habla Reborn, logrando llamar la atención de la clase entera y la del castaño, quién desubicado un poco en su entorno, tomó su libreta y buscó con su mirada su bolígrafo, enseguida chistó los dientes, al no verlo.
—Pero dónde mierda está...—, susurró molesto, asegurando que en definitiva no estaba sobre su pupitre, así que sé asomó por un momento por debajo del asiento y alrededores del suelo, buscándolo.
"Quizás se me cayó cuando fui al baño", fue su pensamiento, para que luego de un segundo se rindiera al no encontrarle, por lo que, respiró hondo y se volteó rápido hacia su mochila con la intención de sacar su estuche y, de el, otro bolígrafo, pero claro, ese se supone que era su plan, hasta que alguien más abrió la puerta de la clase, llamando la atención de todos, incluso la de él, a pesar de que ya podía hacerse una idea de quién se trataba.
—A buena hora vienes a aparecer—, Comentá Reborn cuando reconoce a su estudiante retardado, Spreen, quién, cerró la puerta tras de sí, para luego suspirar y acercarse a él. —¿Por qué has llegado tarde?
Aquella pregunta hace que toda la clase pare de cuchicheos en susurros para escuchar la respuesta del de ojos púrpuras y, de hecho, quién prestó mucho más su atención fue el castaño de lentes, causando que incluso olvidará por completo buscar un nuevo bolígrafo. No obstante, para la decepción de los chismosos de la clase y la preocupación de Juan, Spreen se acercó al profesor y, al ser tan alto cómo para ser de la misma altura que este, pudo acercarse sin problema a la oreja de Reborn y susurrar mientras tapaba con su mano su boca, logrando que nadie más se enterará de la razón de su retardo a excepción del profesor, claro está.
—¡No se vale, Spreen!—, soltó de la nada uno de los estudiantes, representando literalmente los pensamientos de toda la clase, a lo que el de ojos púrpuras enseguida le volteó a ver con el ojo fruncido. —Bueno, no te enojes, es curiosidad —, Spreen rodó los ojos ante lo dicho por Pelicanger y volvió su atención al mayor, quién ignoró el suave alboroto que se creó en la clase por las risas ante lo dicho por el entrometido estudiante.
—Por el momento está bien, al final de la clase cambiaré tu inasistencia, ve a sentarte y preparate que voy a dictar—, ante aquella última orden, sin dudarlo, Spreen se dirigió a su asiento, ya pasando a segundo plano por todos los estudiantes, excepto por Juan, que aún no le quitaba la vista de encima de manera disimulada.
Cuándo Spreen llegó a su asiento, se descolgó la mochila pero antes de sentarse, colocó sobre el pupitre de Jel de lentes, el bolígrafo que había buscado molesto segundos atrás.
El castaño abrió los ojos con sorpresa y con la misma expresión miró el bolígrafo para luego al mismo Spreen, que mientras se sentaba con una sonrisa mirándole, le dijo:
—Ni con esos lentes vez que se te quedan cosas en el baño, hay que ser bien recontrarepolotudo.
Juan lamentó el haberse preocupado tanto en él.
—Puto imbécil.
[...]
Ya han pasado alrededor de quince minutos, pero aún él no se siente con el valor de abrir la puerta, pero tal parece que por fin, ya viendo que los tonos anaranjados y violetas comenzaban a bañar la fachada de la casa de su infancia, decide entrar.
Juan traga grueso, respira hondo y con la mano tensa cómo todas las tardes, introduce la llave en el cerrojo, la gira un poco y, por fin, la puerta estaba abierta luego de tanto tiempo de estar viéndola fijamente.
Enseguida planta una sonrisa, pero no se encuentra con nadie, así que decide simplemente cerrar la puerta detrás de sí y continuar su camino, rogando que, porfavor, su hermano le hayan asignado patrullar sorpresivamente y que a su padre le apareciera una reunión inesperada en la academia, mientras que a su madre—
—¿Juan, llegaste?—, se escucha la pregunta desde la cocina, a lo que el susodicho, deteniendo sus pasos y, viendo al suelo, cansado, respondé:
—Sí, mamá, llegué—, mientras decía aquello se dirigió al umbral de la puerta, dónde se encontró a su progenitora ya terminando de cocinar la cena.
—Oh, excelente—, suelta la omega con una sonrisa dejando de lado lo que hacía para acercarse al chico y darle un beso en la frente, dejando una marca con la forma de sus labios, debido a que aún los tenía pintados del rojo intenso que tanto le gustaba llevar encima a todas partes.
La mujer, que tiene el cabello negro y lacio hasta la cadera y los ojos verdes, aún tenía puesta la ropa formal con la cuál trabaja, al ser obogada y tener una personalidad tan pretenciosa, el crear una apareciera que llamará la atención y la hiciera destacar, era algo que le encantaba, razón por la cuál, muchas veces Juan llegaba a sentirse intimidado por ella, siendo esto el porqué nunca se quejaba de los besos cuando realmente no le gustaba la sensación pegostosa del pintalabios en su frente.
—Tú padre llegará pronto y la cena está casi lista, así que ve a cambiarte rápidamente y dile a tu hermano que baje también—, ordena Xena, a lo que Juan asiente y sujetando la manga de su mochila con fuerza salió de la cocina para luego dirigirse a las escaleras, subiendo los escalones mientras siente cómo una gota de sudor baja por su cien.
Cena familiar.
"Lo que faltaba" pensó Juan.
Las cenas familiares no eran algo común en su familia, ya que era difícil lograr que los horarios se compaginen para que estén todos presentes. Juan puede calcular que suceden una o dos veces en medio mes. Algunas veces comía junto a su madre en la mesa, otras junto a su padre, a veces ambos, pero luego faltaba su hermano, o directamente era su madre la que faltaba, así que sí, siempre alguien faltaba, aunque la mayoría de veces, en realidad, todos faltaban y, Juan tiene que hacerse su propia comida y cenar sólo en su habitación, cosa que prefiere pero nunca admitirá en voz alta.
Jamás dirá en voz alta que las personas en las cuales confía ciegamente son con las cuales más mentirás llegó a decir y más precavido llegó a ser, pero no se crean, Juan ama a su familia.
Más él no está seguro que su familia le ame de la misma forma.
No sabe si realmente le aman, de hecho.
Les tiene tanto miedo que ya no sabe como sentirse junto a ellos.
¿En qué momento dejó de sentirse seguro en la familia?
¿En qué momento?
La pregunta divaga en su cabeza mientras él llega a su habitación, pasando por enfrente de la puerta del cuarto perteneciente a su hermano, estaba cerrada, pero era capaz de escuchar desde afuera el ruido del televisor encendido, aparato que cuando su hermano se encontraba en casa nunca tenía descanso, ya que con el ruido de este es que el mayor logra conciliar el sueño, derrocando el insomnio que ambos comparten y heredaron de su padre, pero con la diferencia de que Juan no haya aún la manera de acabar con él.
El castaño entra a su habitación y con movimientos cansados pero apurados ya que debe cumplir con la orden de su madre de inmediato, se retira cada una de las prendas características de su uniforme y, las sustituye por prendas más holgadas para la noche, hecho esto, toma el cargador de su teléfono y lo conecta, cuando se aseguró que la energía comenzó a subir la batería, soltó un soplido para salir de nueva cuenta de su cuarto, el cual quedó un poco desordenado, obligándolo a cerrar la puerta detrás de sí para que no se dieran cuenta de esto.
Juan, con las pantuflas puestas, arrastró rápido los pasos hasta llegar frente a la puerta de la habitación de su hermano y con el valor que comenzaba a sentir que se le agotaba, tocó tres veces.
—Drako, mamá quiere que bajes, tendremos cena familiar—, llama luego de unos segundo de no recibir respuesta. Escuchó como algo se movió dentro de la habitación pero no fue una afirmación de que escuchó lo que le dijo, así que volvió a tocar mientras hablaba. —Drako, tendremos cena familiar, debes bajar, ¿escuchaste?—, no obtuvo ninguna palabra de afirmación, por lo que respiro hondo y con duda tomó la manija de la puerta. —¿Estás dormido? ¿puedo entrar?—, nada.
No hubo de otra.
Juan abrió la puerta y con un poco de timidez, se asomó dentro de la habitación, encontrando la imagen de su hermano envuelto entre sábanas en la oscuridad, observando algo con los ojos bien abiertos en la pantalla de su laptop sobre la cama.
—¿Drako?—, llamó y enseguida, un poco sobresaltado el mayor levantó la mirada, encontrándose con los ojos de su hermano, luego de un momento reaccionó, cerrando con fuerza la pantalla de su laptop y tomando una almohada para luego lanzarla en su dirección, a lo que Juan sin dudar cerró la puerta para protegerse del sorpresivo ataque. —¡Tendremos cena familiar, baja!—, gritó un poco asustado por la reacción de su hermano para luego bajar las escaleras rápidamente, para luego caminar hacia al comedor insultando al mayor en su cabeza.
"Pinche bruto impulsivo ¿y se supone que es policía?", es lo que piensa ante el ataque inesperado que recibió por parte de su hermano que, ahora escuchaba, se encontraba bajando las escaleras.
—Te he dicho que toques antes de entrar—, le dice molesto Drako, entrando al comedor, logrando que Juan desviará la mirada y se sentará en una de las sillas.
—Toqué, pero no escuchaste—, dice ahora Juan, cruzándose de brazos y cerrando los ojos a modo de espera de la cena y señal indirecta a su hermano de que no le escuchaba.
—¡Claro que no lo hiciste!—, el mayor golpeó la mesa colocando sus dos palmas sobre esta fuertemente, para luego señalarle acusadoramente y, a pesar de que Juan no le veía, podía sentir como le apuntaba molesto. —¡Te hubiera escuchado!
—Quizás no lo hiciste...—, suelta en tono bajo, abriendo otra vez los ojos, pero sin voltear a verle, cosa que el castaño menor odiaba, después de todo, jamás era capaz de mantener la mirada a alguno de los miembros de su familia, mostrándose cobarde, según palabras dichas por ellos mismos.
—¡Já!—, suelta ofendido, separándose de la mesa. —Mis oídos funcionan bastante bien, déjame recordarte que el único invalido de sentidos aquí, eres tú.
Auch.
Aquí vamos de nuevo, con su hermano burlándose de él por haber llegado al mundo con la necesidad de tener dos lupas en los ojos.
—Bueno, basta ya—, aparece Xena en la escena, sosteniendo la jarra de vidrio con limonada, para luego dejarla con delicadeza sobre la mesa y mirar a su hijo mayor después. —Drako ven, necesito ayuda con los platos—, le ordena, para después volver a salir para ir a la cocina, siendo seguida por el mayor de sus hijos, que antes de irse, le dedicó una mirada de odio al menor, que por un milisegundo este pudo captar.
Ya hallándose solo, Juan suspiró, cansado, más después chistó los dientes a su vez que posaba su quijada en sus palmas y veía la hora marcada en el reloj de aguja puesto en la pared más cercana.
Su hermano siempre a sido un puto exaltado a su parecer, alguien quién siempre está a la defensiva y no cuenta con absolutamente nada de paciencia, claro, aquella actitud parece ruda a los ojos de muchos y quizás por eso es que a logrado llegar a ser policía sin ningún problema, pero a vista de Juan, Drako ni debería ser un representante de la seguridad social cuando no es capaz de hacer que su propio hermano se sienta seguro a su lado.
Pero como siempre, sus opiniones las dejaba para él mismo y, aún así, todas ellas se las cuestiona al no compaginar con muchas cosas que le han enseñado.
Juan se incorpora en su asiento cuando su madre y hermano vuelven al comedor, con todas las cosas ya necesarias para cenar, nota como el mayor ya está más tranquilo y como su madre ya está satisfecha al ver que todo está en su lugar, así que por su cabeza pasa la imagen de su padre, claro, era el último que faltaba y, cuando estuvo dispuesto a preguntar por él, se escuchó el ruido de la puerta siendo abierta.
Inmediatamente sus manos se tensaron, pero logró disimularlo con éxito, ya que los otros dos no lo notaron porque de inmediato salieron del comedor para ir a recibir a su padre, mientras que él, al contrario, se quedó quieto.
Ciertamente, con su madre se cohíbe de muchas cosas, mientras que con su hermano está en constante alerta por qué quien sabe que mierda se le puede pasar por la cabeza con su impulsividad, pero con su padre... con su padre las cosas eran distintas.
Sí alguien podía hacerle sentir la misma presión de sentirse juzgado por toda una clase llena de 35 estudiantes de pies a cabeza, ese, ese era su padre con tan solo una mirada.
—Hola, hijo—, dice el susodicho, entrando al comedor, siendo seguido por los otros dos y sentándose justo en la silla frente a él, causando que Juan, que no le había visto desde que entró al umbral ya que miró de inmediato a sus manos, temblara.
Su tono...
Sonando grave y sereno a la vez hace que Juan tiemble y piense cuál será el próximo comentario hiriente que soltará en la cena mientras le juzga con su mirada fría y azulada.
—Hola, papá...—, regresa el saludo, con una voz demasiado, pero demasiado baja para su gusto, luego intentar disimular su incomodidad quitándose los lentes y bajarlos hacia la parte baja de su camisa para limpiar los cristales con la tela de esta misma, claramente no era necesario, pero con aquello podía ganarse unos segundos de justificación para no mirarle.
—Deberías cambiar ya los lentes a unos de contacto, para que no andes todo el rato quitando para limpiarlos.
Ya empezó la cena familiar... piensa Juan dándose ánimos en su propia cabeza cuando la primera punta fue lanzada por su Madre, que era la única que no se había sentado aún, ya que se estaba encargando de terminar de servir.
—Sí, además de que te ves horrendos con ellos, bueno ya lo eres de por sí—, Y ahí le siguió su hermano soltando unas carcajadas.
—También en el momento que cambies, elige unas lentillas verdes, como los ojos de tu madre, para que así te favorezcan y al fin parezcas parte de esta familia.
La cereza del pastel fue dicha por su padre con lo que dijo.
El primer mal sabor de boca llegó al paladar de Juan, pero claro, no dejaría mostrar su incomodidad y ya acostumbrado a esa conversación, respondió lo de siempre.
—Cuando tenga tiempo libre del instituto iré a ver si puedo cambiar a lentillas, tendré en cuenta lo que han dicho—, su tono suena tranquilo a comparación de su pensar, que le hace obligarse así mismo de mirar el plato frente así, intentando ignorar el par de ojos sobre su cuerpo que puede sentir.
—Perfecto—, suelta su madre estando de acuerdo, a su vez que terminaba de servir y se sienta a su lado, estando justo al frente de Drako y en diagonal a su esposo. —Hay que rezar—, avisa la mujer para luego mirar a su hijo mayor. —Hazlo tu, Drako—, inmediatamente el mayor cerró los ojos, juntó sus manos y agachó la cabeza, a la par que lo hicieron sus dos progenitores y que Juan levantaba la cabeza.
El menor de todos y el único beta en la familia, miró las cabezas y manos juntadas de cada uno de los integrantes de su núcleo familiar, con la mirada cansada y el entrecejo fruncido.
Todos estaban rezando con tanta devoción y respeto mientras que Drako dice palabras de amor a los dioses y gratitud, pero él, no es capaz de hacerlo, quizás de niño lo tomaba tan en serio, llegando al punto de ofenderse cuando veía que alguien no lo hacía, pero ahora.
Ahora ya no le encontraba sentido en agachar la cabeza y confiar.
Y eso duele, le duele bastante, le duele que prefiera mantener los ojos abiertos cuando los demás no lo hacen porque así puede asegurar que nadie le esté mirando.
Juan mira sus manos separadas y se pregunta internamente en qué momento dejó de confiar, en qué momento comenzó a temer, en qué momento comenzó a abrir los ojos.
En qué momentos dejó de creer.
Sabe que fue en algún punto de su niñez que tomó la decisión de dejar de hacerlo, pero no recuerda por qué, a pesar de que se podía hacer una idea de la razón, pero la razón duele.
¿Los dioses son capaces de sentir su dolor?, ojalá que no, porque era demasiado, ni siquiera él era consciente del gran daño que aprieta su garganta desde hace años.
Pero eso no importaba.
Al menos a su familia no le importaba.
Juan escuchá el "Amén" concluso de su hermano y de inmediato, hace la acción contraria a la de los demás.
Agachó la cabeza, se concentró en su plato y se mantuvo en silencio, esa era su meta en todas las cenas familiares, pasar de ser percibido en la mesa por sus mismos familiares, pero la conversación del día tomaría un rumbo en el cual sería notado contra su voluntad.
—He sido asignado para ser de seguridad en una marcha que habrá en tres semanas—, comienza la conversación su hermano, llamando la atención para luego llevar el primer bocado de carne a su boca.
—Bien bien—, dice su padre, asintiendo orgulloso.
—Sí, bien, pero igual no me hubiera gustado ser asignado, estoy en contra de los movimientos de la marcha.
La mano de Juan que sujetaba el cubierto tembló por un momento, ya haciéndose una idea de por donde estaban yendo los tiros.
—No me digas que es de los Omegistas—, suelta su madre con una mueca, viendo a su hijo mayor.
—Precisamente, pero no sólo de ellos—, afirma su hermano causando que la omega rodará los ojos mientras suelta un resoplido.
—Dejame adivinar, también están los malditos antinaturales—, suelta con asco su padre, a lo que su hermano asintió tragando el bocado. —Anormales, ¿Aceptar cruces fuera de Omega—alfa y Beta—Beta?, sí que están mal.
Juan se cohibió en su lugar.
Están mal... Son anormales, antinaturales... Malditos.
Las palabras resuenan en la cabeza del beta.
—En definitiva, pero no me puedo negar a hacer protección civil, es una orden—, el hijo mayor suelta un suspiro.
—Sé comprende hijo, se comprende, lo mismo me pasa cuando tengo casos donde mi cliente es parte de alguno de esos movimientos—, Dice su madre como palabras de consolación a su hijo alfa, siendo secundada por su esposo.
—En la catedral han llegado muchos, que se arrepienten, pero aún así queda la marca y no queda de otra, solo nos queda relacionarnos lo menos posible con ellos—, ante aquella mención a Juan le llegan recuerdos de los rostros de alguno de los que asisten a la catedral los domingos, caminando para sentarse mientras los demás cuchichean sobre su relación con respecto a dichos movimientos, más enseguida continúa fijándose de manera disimulado en las palabras dichas por su padre.
"Solo nos queda relacionarnos lo menos posible con ellos", vaya, si tan solo supiera... si tan solo supiera.
—Lo sé, no queda de otra—. Concluye su hermano.
—Como sea, al final sabemos que están erróneos—, hace una pausa para tomar un bocado la mujer. —Soy Omega y no soporto a los omegistas, exageran las cosas, lo que pasa es que nadie les a enseñado sus deberes como omegas, a mí me lo enseñaron y lo acepté y estoy bien, eso es lo que deben hacer, aceptarlo, alfa y omega somos distintos por algo y punto.
—Lo mismo pasa con los betas, ni siquiera tiene nada que ver con ellos y se meten, Juan sabe cual es su deber, por que se lo hemos enseñado bien—, ante su mención, enseguida el de lentes se halló así mismo nervioso mientras tragaba los alimentos en su boca. —Al igual que los del "Cruce Diverso" o como sea que se llamen—, el mayor hace una pausa para tomar un poco de su vaso de limonada. —No les han enseñado bien, ciertamente, están confundidos.
"Eso último no lo niego", concuerda Juan en su cabeza, reconociendo el martirio de pensamientos con el cual carga todos los días.
—Completamente lo están y eso lo puedes asegurar cuando ves que uno de los líderes de estos movimientos es literalmente un niño—, suelta ahora Drako, para luego mirar a Juan y este puede sentir como la atención se desvía a él. —Un estudiante del instituto de Juan, que se llama Quackity si no me equivoco, es uno de los activistas principales.
Juan, por reflejo, levanta la mirada.
—Por los dioses, ¿hay alguien así estudiando en el mismo lugar que mi hijo?—, la pregunta fue hecha a Drako pero la omega estaba viendo a su hijo menor, que paró de comer para procesar la información. —¿Conoces a ese tipo?
Una gota de sudor bajó por la cien de Juan, otra vez.
¿Qué si lo conocía?
Literalmente Quackity era el más conocido del instituto por, precisamente, estar en constante relación con temas activistas y movimientos precursores de derechos , a pesar de que tenían la misma edad.
Con lentitud y sintiéndose algo presionado, el de lentes negó, para luego hablar mientras hace el sobre esfuerzo de no tartamudear.
—No... Creo que escuché su nombre alguna vez, más no lo conozco—. Miente, claro que le conocía, de hecho, sabía que hasta era el delegado de la clase A.
—La escoria aparece desde tan jóvenes, que suerte tienen ustedes, mis hijos, por haberme tenido para enseñarles lo correcto—, comenta el alfa mayor, para luego con su tenedor apuntar a Juan, que vió el cubierto para luego tragar grueso. —Ten cuidado de no ser influenciado por todos esos jóvenes rebeldes con ideales erróneos, aférrate a como te hemos criado porque es lo correcto, así lo han regido los santos dioses, Juan—. Le dice en un tono serio, causando que el menor temblará por un momento.
—S—Sí...—, tartamudea sintiendose idiota por su respuesta, pero parece suficiente para el mayor, que se re incorpora y toma otro bocado de la comida.
—Te inscribimos en ese instituto porque es el mejor y más céntrico de la ciudad, a pesar de que sea público—, habla ahora su madre. —Pero también es un instituto donde el director tiene una relación con los altos mandos del gobierno, así que por lo tanto tampoco me sorprendería que tengas compañeros de clase con ideales y opiniones radicales al ser hijos de políticos—, a la cabeza de Juan llegó la imagen de Spreen durmiendo perezosamente en clase. —Pero de todas maneras, debes mantenerte firme, hijo, la juventud está en decadencia y tu eres uno de los pocos que tienen las cosas claras—, la mujer le sonríe, para luego acariciar su cabello. —Así que consiguete una linda esposa beta.
Juan sonríe con tristeza, asintiendo, a lo que su madre se aparta.
El deseo de su madre es imposible a la percepción de Juan y eso le duele.
Duele saber que en el fondo es una decepción para ella.
—Creo que ya cumplió con eso, mamá—, habla de la nada Drako, llamando la atención de todos, incluso Juan le volteó a mirar descolocado por el comentario. —No creas que he olvidado a Ari, tu "amiga".
Sí, amiga, precisamente.
Juan sólo ve a Ari como una amiga.
—Es cierto, nunca te pregunté luego de que vino esa vez de visita como estaba ella—, concordó la omega.
—Está bien...—, respondé en nombre de su amiga el de lentes, volviendo a agachar la mirada en su plato con menos de media comida en el. —Últimamente ella va al gimnasio—, comenta de manera vaga cuándo nota que aún le miran.
—Con razón, la vi de camino a la academia uno de estos días pasados—, habla de la nada su padre, ganado la atención de todos. —Estaba caminando junto a una omega, supongo que era su amiga, pero como se notaba la increíble diferencia en sus cuerpos, sí que ha sabido desarrollar sus dotes—, enseguida Juan se remueve incómodo en su asiento ante ese último comentario.
—Sí, bueno, muchos en el instituto se le quedan viendo por eso...—, dice por lo bajo recordando cómo cientos de veces llegó a pillar a estudiantes mirar a su amiga de maneras muy poco disimuladas.
—Uf, en ese caso debes apurarte y proclamarla tuya, hermano—, habla Drako de nueva cuenta, a lo que el de lentes tienen que contenerse para rodar los ojos.
—Es cierto, deberías dar el paso, no vaya a ser que otro te la quite, hijo—, advierte su padre, dejando los cubiertos sobre el plato, había acabado.
Juan sólo es capaz de pensar que la forma en la cuál se refieren a su amiga no le agrada, para nada.
—Sí, sí, invitala a salir —, apoya su hermano, dando los últimos bocados.
Juan se siente incómodamente presionado.
—Em, no sé—, ella está ocupada siempre y... no sé sí...—, sus palabras se ven atropelladas, no sabe cómo explicar que en realidad no quiere nada con su amiga.
Porque así es cómo él la ve.
Cómo una amiga.
¿Tanto cuesta entender?
—Con intentar no pierdes nada—, impulsa su madre, logrando que Juan le viera, con los ojos abiertos, sorprendido por aquellas palabras que le hicieron sentir un leve dejá vù. —Tiene bonito cuerpo, aceptaré a Ari cómo nuera sin ningún problema—, el menor hace una leve mueca por lo dicho, sin embargo, a su cabeza llegó una idea bastante buena.
—Oh, bueno, en ese caso y ya que hablamos de Ari precisamente... —, de repente Juan hablaba con seguridad. —Ari quiere que vaya con ella a una fiesta a la cuál la han invitado—, cuándo comenta eso, escucha un silbido por parte de Drako que, deja sus cubiertos también en el plato, pero él decide ignorarlo y continuar. —¿Puedo ir?
No obtiene una respuestas inmediata, de hecho puede notar cómo se implantó un silencio algo pesado, él voltea a ver a su madre, pero esta está concentrada en terminar su comida, por otro lado ve a su hermano y él se encuentra con una sonrisa mientras tiene su quijada posada en su mano derecha, observándole también a espera de una respuesta a la pregunta. Por último y ya sabiendo quién en realidad da el veredicto final, ve a su padre, que serio y cruzado de brazos le observa.
Juan choca miradas con él mayor y de inmediato desvía la vista hacia abajo, un poco asustado y ya perdiendo la esperanza.
Claro, sí que fue un idiota.
La respuesta era obvia.
El “No” ya lo escuchaba en la cabeza.
—Sí.
Juan levanta la cabeza por la respuesta, completamente perplejo por aquella afirmación dicha por su padre.
—¿Enserio?—, cuestiona estupefacto.
—Sí, sólo tienes que darnos fecha, hora y lugar—. Explicó su padre y Juan no puede creer que de verdad estaba pasando lo que estaba pasando, tanto que incluso no puede creer que todos ya se están levantando de la mesa y él aún se mantiene quieto en su sitio.
¿Le dieron permiso?
[...]
—¡Te dieron permiso!—, grita Ari desde el otro lado de la línea del teléfono, justo después de haber recibido la noticia por parte de su amigo. —¡NOS LA VAMOS A PASAR DE PUTA MADRE!—, Juan tiene que alejar el teléfono de su oreja para no quedarse sordo.
—Calmate, cálmate—, pide a su vez que se sienta en su cama.
Ya hace un poco más de media hora que la cena acabó y ahora Juan se encuentra en su habitación contándole la buena noticia a su amiga, pero claro, se la dio luego de unos cuántos minutos de conversación.
—Joder, Juan, esto es increíble —, suelta la chica.
—Lo sé, lo sé, pero ahora necesito que me pases la fecha, hora y lugar exacto de la fiesta, tengo que dárselo a mís padres.
—Oh sí sí, enseguida, deja y buscó el chat de quién me invitó, rápidamente y te digo—, Juan esperó mientras se acomodaba entre sabanas. —Volví—, avisa la chica. —Está en calle real, a las nueve y media, el viernes, XX/XX/2023.
—Okay—, Juan escribió los datos rápidamente en la aplicación de notas. —¿Dónde nos encontramos?
—Te pasaremos a buscar, no te preocupes —, Juan arquea una ceja.
—¿Tú y quiénes más?—, pregunta curioso a lo que su amiga ríe.
—Caprimint, Rivers, Mayichi, Mariana, Roier, Aldo y yo, por supuesto.
—Wow... Ni me hablo con la mitad—, comenta un poco sorprendido.
—No te preocupes, seguro en ese momento a ninguno le importará sí tratas o no con ellos, lo que querrán es divertirse—, explica, a lo que el castaño se siente un poco más tranquilo.
—Bueno, estarás tú así que de seguro será divertido—, expresa con una sonrisa.
—Tenlo por seguro—, afirma la chica, pero que luego se escuché el nombre de esta dicho en el fondo. —Oh no, mí mamá me está llamando para cenar, tengo que colgar—, avisa.
—Oh bueno... está bien, bye.
—Bye—. Y cuelga.
Juan mirá la pantalla de su celular y luego suspira. No tenía sueño y tampoco quería forzarse a dormir, así que simplemente se metió a Instagram a ver que había de nuevo, vio unas cuantas publicaciones pero luego se aburrío y continuó por irse a la historias a ver que colocaron de interesante sus conocidos.
Todo iba casual y seguía un hilo igual de aburrido que antes hasta que paró en la historia de Capitán Gato y se encontró con un cartel publicitario que daba invitación a una marcha que antes fue mencionada en la cena familiar y que, probablemente crearía una gran discusión sí fuera mostrada a alguno de los miembros de su familia.
Le sorprendía, no sabía que el omega era alguien activo en aquél tipo de movimientos, pero de cierta forma le parecía interesante.
¿Cómo alguien tan pequeño de apariencia delicada comparte una invitación en su historia de Instagram sin ningún tipo de temor, reclamando derechos del movimiento omegista, cosa qué puede afectarle de manera trágica?
Valor.
Oh claro, algo con lo que Juan no contaba y por tanto no es capaz de comprender.
El castaño se sienta en la cama y bloquea la pantalla de su teléfono, para después dejarlo a un lado y quitarse con ambas manos los lentes.
Mira con dificultad en la oscuridad los cristales que le han ayudado desde pequeño a poder ver al mundo y, sé le es imposible no empezar a llorar de manera silenciosa, ya sabía que a esa hora todos estaban dormidos, pero tenía miedo de que por casualidad no y, le escucharán.
Sí, miedo.
—E—Estoy mal—, dice entre sollozos en susurros con la voz quebrada.
Y no, no sólo se refiere a que está mal de la vista.
Su cuerpo está mal.
Su personalidad está mal.
Su vida está mal.
Sus gustos están mal.
Todo está mal en él y no sabe porqué.
Aveces sólo desea volver a ser un niño, dónde sólo tenía que hacerle caso a sus padres y huir de su hermano.
Pero hey, tampoco desea regresar a su infancia, ya que muchas heridas de su yo actual suceden en esta misma...
¿Desde cuándo se siente así?
¿Cuándo acabará de sentirse así?
Acabar...
Acabar con su terrible vida...
Juan enseguida abre los ojos por su último pensamiento y se parte a llorar aún más fuerte, pero de nueva cuenta, debe contenerse.
¿Hasta qué punto a llegado?
Y hasta qué punto logrará llegar…
[…]
@CapitanGato In Instagram Storys:
#SoyUnOmega #Omega #MovimientoOmegista
#SoyUnOmega #Omega #MovimientoOmegista
Les veo en la plaza! :D
(Imagen realizada por su servidora, la autora)
Camila (Guest) on Chapter 1 Wed 17 Sep 2025 08:54PM UTC
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Vixandst on Chapter 1 Thu 18 Sep 2025 09:26PM UTC
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