Chapter 1: Mi Menma
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El silencio reinaba en el bosque para aquellos que no supieran escuchar. Las pequeñas aves trinaban en los árboles, las hojas susurraban mecidas por el viento, un río tarareaba a lo lejos. Todos esos sonidos eran percibidos por el fino oído de una manada de lobos que corría entre los árboles a gran velocidad. Eran rápidos y sigilosos, el único rastro que dejaban tras de sí eran sus huellas y los arbustos que se balanceaban cuando los pasaban rozando.
Desde la retaguardia, Menma se mantenía atento a los alrededores. Tres años atrás, su lobo despertó junto a los lados animales de sus hermanos mellizos Kurama y Narumi, despertando en ellos extraños instintos, sensaciones confusas y necesidades nuevas. Fue una etapa dura, un poco caótica: cuando sus emociones los habían superado, mostraban rasgos animales físicos, provocando que les brotara el pelaje, los colmillos o las garras, ¿cuántas veces habría destrozado una prenda de ropa sin querer?; habían sentido la imperiosa necesidad de salir a correr por el bosque de noche, ser uno con la naturaleza bajo la luz de la luna, y en más de una ocasión habían salido disparados tras un conejo o una ardilla hasta cazar a su presa… no siempre con mucho éxito.
Por suerte, su padre estuvo ahí para ayudarles.
Como lobos, estaba en su naturaleza seguir a un macho alfa, por lo que él no tuvo muchos problemas para controlar sus ataques de agresividad, preocupantemente comunes en Kurama, de todas formas, él seguía siendo más grande que ellos, más fuerte y tenía más decisión y experiencia, por lo que las pocas veces que su hermano no pudo dominarse su progenitor logró inmovilizarlo con facilidad. Bajo su guía, aprendieron a mantener el equilibrio con su lado más salvaje, a escucharlo y comprender sus necesidades… aunque todavía seguía siendo difícil.
Menma era el que mejor lo llevaba. Y, por eso, su padre le había dado un lugar de honor en la formación mientras corrían, la retaguardia.
De ese modo, podía vigilar a Saki y Miko.
Ellos acababan de alcanzar la pubertad y de despertar a sus lobos, por lo que eran los más jóvenes del grupo, ya que Arashi aún tenía ocho años y era demasiado pequeño para sentir su naturaleza animal, por lo que se había quedado en casa con su padre doncel mientras que ellos preparaban a los lobeznos. Ahora corrían por el bosque en formación: su padre al frente, dirigiendo al grupo, los cachorros en el centro para estar protegidos, Kurama y Narumi a los lados, flanqueándolos, para evitar ataques contra ellos, y Menma en la retaguardia, atento a los sonidos de su espalda y con la vista en modo panorámico, fija en los cachorros pero vigilando los alrededores en busca de algo sospechoso.
Con doce años, Saki y Miko se transformaban en dos lobos muy jóvenes, ya tenían patas lo suficientemente largas como para poder correr a una velocidad media, pero aún tenían carita de cachorros y su pelaje era bastante más corto que el del resto, además de que este todavía no era del todo negro, sino más bien grisáceo oscuro. Por otro lado, él y sus hermanos ya habían desarrollado un cuerpo atlético, aunque su padre todavía les sacaba una cabeza y carecían de su lustrosa melena alrededor del cuello, pese a que su pelaje ya había desarrollado las dos capas que los protegían del frío y la humedad. Aun así, tras tres años entrenando con su padre, los trillizos se habían vuelto lo suficientemente hábiles como para defenderse y cazar por su cuenta.
Aminoró el ritmo cuando el gran lobo negro empezó a detenerse. Obedientes, el resto de lobeznos se detuvieron, se sentaron sobre sus cuartos traseros y esperaron a que su alfa les diera instrucciones. Este dio media vuelta con una elegancia innata que había adquirido a lo largo de los años y contempló a sus hijos con atención.
Menma se mantuvo quieto con tranquilidad, sabiendo que ahora los analizaría para saber cuál era su estado anímico, así sabía si podían quedarse un rato a solas en el bosque, sin su supervisión. Fue en primer lugar a ver a los más pequeños para saber cómo habían aguantado la carrera, Saki y Miko jadeaban, pero parecían estar bien para ser la primera vez, habían agotado la energía excesiva que podría provocar agresividad, lo cual era bueno. Su padre dio el visto bueno lamiéndoles la cara a ambos y mordisqueándoles las orejas como muestra de afecto antes de pasar a ver a los más mayores: Narumi, como era costumbre, siempre estaba algo sobrado de energía, pero se mantenía tranquilo, por lo que el alfa le dio un lametón en el hocico y le dedicó un gruñido suave, dándole permiso para marcharse; con Kurama pasó un poco más de tiempo, su lado animal era el más agresivo de los trillizos, por lo que no acababa de gustarle que fuera solo… sin embargo, esa vez permitió que se fuera, repitiendo los mismos gestos que había hecho con su otro hermano, por último, se fijó en él, a quien le bastó un vistazo rápido para saber que estaba en armonía con su lobo y le lanzó una mirada orgullosa, que a Menma le hizo hinchar el pecho, ilusionado porque su padre sintiera algo así por él.
Antes de irse, los tres hermanos se despidieron de los dos gemelos, que se quedarían con el alfa para practicar sus recién descubiertas habilidades físicas, mientras que ellos tres tomaron caminos distintos para saciar sus necesidades animales, ya fuera correr o cazar, aunque se aseguraron de estar lo suficientemente cerca los unos de los otros, por si eran atacados por un depredador, poder ayudar al resto.
Menma contempló cómo Narumi y Kurama desaparecían entre los árboles; el primero probablemente iría en busca de alguno de sus amigos cambiantes que vivían por esas montañas, mientras que el segundo, conociéndolo, trataría de cazar algo… más le valía que no se hinchara a conejos o su padre doncel lo mataría por no comerse su plato. Él, por otro lado, corrió hacia un río que estaba algo escondido y al que le gustaba ir cuando estaba solo. Era una zona muy frondosa, con grandes árboles cuyas copas cubrían el cielo, dejando pasar unos pocos rayos de luz, y el suelo húmedo estaba cubierto de musgo. Solía ir allí a beber agua y luego tumbarse sobre una gran roca que estaba justo debajo de un claro en el que podía tomar el sol.
Sí, ese era su pequeño rincón en el mundo, un lugar en el que podía dejar la mente en blanco y ser uno con la naturaleza, sin preocuparse por nada más. No es que su vida fuera mala, al contrario: era un buen estudiante, estaba en sintonía con su lado animal, tenía unos hermanos a los que adoraba, un padre alfa que se sentía orgulloso de él y un padre doncel que lo amaba, no era en absoluto infeliz… simplemente, a veces necesitaba estar a solas, tener tiempo para él.
Saltó ágilmente entre los helechos y empezó a subir su roca cuando un olor extraño llegó a su nariz.
Humano.
Instintivamente, se agazapó, pegando su estómago a la piedra y erizando levemente el pelaje. Incluso antes de despertar su lado animal, Menma ya sabía lo que opinaban los hombres de los lobos y, de hecho, de cualquier criatura que no fuera doméstica; bestias salvajes y peligrosas a las que no debían acercarse, merecía la pena pegarles un tiro antes de que te hicieran daño, después de todo, solo eran animales. En el fondo, sabía que no todo el mundo era así, pero también que las personas se asustaban si se encontraban con una poderosa bestia como su padre y que hacían cosas estúpidas como atacarle. Una vez, su hermano Narumi se encontró con un grupo de cazadores cuando era más joven y estaba explorando el bosque en su forma animal, y estos, a pesar de darse cuenta de que era poco más que un cachorro, le dispararon.
Su padre se puso furioso. No solo los atacó en forma animal para salvar a su hijo sino que, además, cuando llegó a casa, se aseguró de demandar a dichos hombres, acusándolos de estar en sus tierras sin permiso y que, además, estaba totalmente prohibida la caza. Los hombres intentaron alegar que había lobos y que eran peligrosos para las personas, pero el caso se desestimó cuando los clientes de la zona de camping que tenía su padre dijeron que jamás habían tenido problemas con animales salvajes.
Aprendió la lección. Los humanos eran peligrosos si te veían siendo un lobo, mejor ser precavido y no acercarse a ellos. Por eso, se mantuvo agazapado mientras se movía por la roca, ascendiendo para asomarse al mismo tiempo que olfateaba con atención, recogiendo información por el aroma, tal y como le había enseñado su padre. Aspiró aire, sorprendiéndose un poco al saber que se trataba de un doncel que, por cierto, olía de maravilla… a jazmín y melocotón. Era embriagador; su lado animal ronroneó por tan deliciosa combinación, dejándolo un poco confundido, pero no le prestó demasiada atención y, finalmente, llegó al extremo de la roca y, con cuidado, buscó al humano que se había adentrado en su refugio.
Su corazón tartamudeó y, de haber estado en su otra forma, se habría sonrojado.
El doncel que estaba dibujando en un cuaderno junto a la orilla del río era un muchacho que tendría más o menos su misma edad, a juzgar por los rasgos claramente juveniles que delineaban su rostro dulce y delicado; a pesar de eso, era bastante alto, tanto como él o puede que unos centímetros más bajo, y era delgado y esbelto, una preciosidad de piernas largas y brazos tiernos, que parecían haber sido hechos para acoger a su pareja en ellos, para darle cariño; tenía la piel muy clara y lisa, como si fuera porcelana, la cual armonizaba con la camiseta azul claro de manga larga y sus vaqueros grises, que acababan en unos pies descalzos de deditos que se le antojaban graciosos sin saber por qué; el cabello lo llevaba corto hasta la nuca, algo extraño en un doncel, pero el tipo de peinado, con los mechones largos enmarcando su cara y el flequillo a un lado, le daban un aire más elegante y maduro que el de muchos adolescentes, y su color rubio pálido, suave, hacía brillar unos hermosos ojos azul zafiro que le recordaron al color del mar en verano, profundo y brillante bajo los rayos del sol.
Pero su apariencia y su olor no fueron lo único que lo atrajo. Aquel joven emitía un aura de calma que no había sentido en ninguno de sus compañeros de su clase, ni siquiera en sus hermanos mellizos, tal vez porque la mayoría de chicos de su edad estaban en plena efervescencia a causa de las hormonas, algo típico y habitual en la mayoría de adolescentes… pero él no era así. A diferencia del resto, Menma tenía una madurez que sorprendía a los adultos y provocaba la admiración de los demás, puede que fuera ese carácter el que había hecho que sus hermanos lo siguieran como alfa en ausencia de su padre. Le gustaba la tranquilidad y estar alejado de las grandes masas, razón por la que no participaba en los deportes de su instituto, llamaba demasiado la atención y eso lo agobiaba, necesitaba su propio espacio. Por eso ese doncel atraía su atención, le transmitía ese sentimiento de paz que encontraba en la soledad, en mitad de la naturaleza…
De repente, sintió la imperiosa necesidad de acercarse y hablar con él. Quería saber si era solamente una impresión suya o si en realidad había encontrado a alguien con un carácter similar al suyo. Pese a que apreciaba la soledad en la que se sentía tan cómodo, a menudo tenía la sensación de que no encajaba en otra parte que no fuera en su casa o en el bosque; en el instituto, sus compañeros intentaban a menudo que se uniera a ellos, de algún modo, era popular a pesar de que él no había hecho nada por serlo. Lo invitaban a sus clubes constantemente, los cuales no le llamaban la atención lo suficiente como para querer dedicarle horas extra de su tiempo, prefería ir a casa, hacer sus tareas y luego salir a correr al bosque o, en todo caso, estar con su familia, echar una mano a sus padres si tenían que hacer cosas de la casa, cuidar de Arashi o ayudar a Saki y Miko con trabajos de clase. Si no conseguían que se uniera a los clubes, lo invitaban a hacer trastadas que consistían básicamente en molestar a las chicas o, peor aún, a “cosas de mayores”, normalmente a fumar a escondidas y ver revistas pornográficas, o en casos extremos a fiestas donde corría el alcohol y algún idiota había conseguido drogas.
No. A Menma Uchiha no le iban ni las tonterías infantiles de espiar a las chicas o donceles en los baños ni tampoco necesitaba estar obsesionado con las tetas o los culos, ni beber o fumar, para sentirse más adulto o guay. Maldita sea, solo tenía quince años, ¡ya tendría tiempo de ser adulto más adelante! Ahora mismo solo quería estar enfocado en sus estudios, su familia y los pocos amigos que tenía y que sí respetaban su forma de ser. Por ese mismo motivo, era agradable encontrar a alguien que tal vez compartiera sus gustos, sobre todo si estaba solo en mitad del bosque, disfrutando de la naturaleza.
Tras unos segundos de duda, dio media vuelta y se deslizó sigilosamente hacia unos arbustos donde había enterrado una bolsa con ropa. Era algo que les había enseñado su padre; los habituó a guardar siempre una muda de ropa en los puntos que era habitual que visitaran, así, si tenían que adoptar forma humana, nadie los pillaba desnudos.
Cómo agradecía ese consejo.
Procurando no hacer mucho ruido, se vistió con rapidez y luego regresó al río, buscando al doncel con su sentido del olfato, sintiéndose aliviado al percibir que su olor no se alejaba. Cuando regresó, esta vez por la otra orilla del río, lo vio en la misma posición, sentado sobre la hierba con los pies metidos en el agua, dibujando algo. Ver su sutil sonrisa, como una pequeña muestra de que estaba disfrutando con tan solo estar allí, a solas, en mitad de un bosque sin nadie alrededor, haciendo lo que le gustaba, hizo que esta vez sus mejillas se colorearan. Era hermoso verlo así…
Entonces, el doncel dejó el lápiz en un estuche que tenía al lado y levantó su cuaderno para ver su obra desde lejos. Menma sonrió al darse cuenta de que había dibujado con suma precisión un par de pájaros que eran habituales de esa zona sobre la rama de un árbol, añadiendo detalles de hojas y otros árboles de fondo. Él no era un experto en la materia, pero le pareció que era muy bueno, muy leal a lo que él solía ver todos los días desde su casa y su bosque. No le extrañaba que el joven pareciera tan feliz y orgulloso de su obra…
De repente, la sonrisa de este se esfumó y dejó el cuaderno sobre su regazo, cabizbajo. Menma no comprendía qué había pasado, ¿por qué de repente parecía tan triste? Había hecho un buen trabajo con el dibujo, uno espectacular… ¿o acaso había otro motivo?
Vio cómo abrazaba el cuaderno contra su pecho y subía las piernas de tal forma que pudiera abrazar sus rodillas, encogiéndose sobre sí mismo y escondiendo parte de su rostro en ellas. El aura de calma que lo había envuelto se desvaneció en un instante, siendo sustituida por algo muy parecido a la desolación, del mismo modo que sus ojos dejaron de brillar y se oscurecieron por una ola de tristeza y dolor.
Eso le partió el corazón. Como lobo, era más empático que los humanos, tenía una mayor facilidad para percibir las emociones de los demás como si fueran suyas y, además, su sentido del olfato era tal que, si eran lo bastante fuertes, podía olerlas, algunas eran más fáciles de detectar que otras. El dolor no era una de ellas, de hecho, tenía que ser muy fuerte para que lo notara siquiera y, en esos momentos, lo hacía.
Su lado animal deseaba consolarlo, rodearlo con sus brazos, acariciarlo y decirle que todo iría bien; como humano, estaba un poco indeciso acerca del procedimiento, sabía que no podía actuar como un lobo con él, pero igualmente deseaba hacer algo que pudiera aliviarlo. Puso su mente a trabajar, pensando rápidamente en un modo de hacerle sentir mejor, y solo se le ocurrió una cosa que, si bien no era la mejor forma de consuelo que conocía, sí era lo más razonable para tratar con un desconocido.
Darle una distracción. Así que se levantó, dejando de ocultarse entre los helechos, e hizo ruido con ellos para alertar al joven de que venía alguien. Tal y como esperaba, este se sobresaltó y se limpió la cara antes de girarse, justo a tiempo para verle haciendo como que acababa de llegar allí, andando con paso resuelto con una leve sonrisa.
—Hola —lo saludó, fingiendo que no había visto nada y que no podía oler su aroma a sufrimiento.
Este le dedicó una sonrisa cortés que, aunque convincente, como si lo hiciera a menudo, no le llegó a los ojos.
—Hola.
Menma se detuvo a su lado y echó un vistazo a su alrededor.
—Veo que has descubierto mi lugar secreto —comentó, esperando con eso poder iniciar una conversación que lo apartara de cualquier pensamiento que le causara dolor.
Y, en efecto, eso pareció llamar la atención del doncel.
—¿Lugar secreto?
—Sí —afirmó Menma, poniéndose en cuclillas para que pudieran hablar a la misma altura—. Vengo aquí cuando quiero tener mi propio espacio… Me encanta la naturaleza y aquí hay mucha tranquilidad. Me ayuda a relajarme.
El chico esbozó una pequeña sonrisa que, esta vez, fue sincera. Ah, eso estaba mucho mejor.
—Ya veo. Entonces, lamento haber invadido tu refugio… —dijo, haciendo amago de ponerse las zapatillas para marcharse.
Oh, mierda, eso no era lo que quería.
—No, no lo has hecho —se apresuró a decir, esperando poder retenerlo allí un poco más—. Quiero decir, este sitio es de todos, no tienes por qué irte. Después de todo, tú llegaste primero.
El doncel dejó lo que estaba haciendo y volvió a sonreírle con timidez antes de echar un vistazo a su alrededor.
—La verdad es que es la primera vez que vengo por aquí. Buscaba un lugar tranquilo, también, donde poder alejarme de todo. Es un bosque precioso.
Menma le devolvió la sonrisa y finalmente se sentó cerca de él.
—¿No eres de por aquí?
—Acabo de mudarme, soy de Osaka.
—En ese caso, bienvenido —le dijo, tendiéndole la mano—. Me llamo Menma.
El chico se sonrojó, haciéndole totalmente adorable, y aceptó su mano. Tenía dedos largos y piel fina y suave, Menma se sorprendió un poco al percibir que su lobo interior ronroneaba, anhelando sentir sus largos dedos sobre su pelaje. Qué raro, nunca le había pasado algo así.
—Yui —dijo el muchacho—. ¿Tú sí eres de aquí?
—Nacido y criado aquí —dijo con cierto orgullo antes de señalar una dirección—, de hecho, no vivo muy lejos.
Los ojos de Yui brillaron.
—¿Vives en el bosque?
—Sí.
—Debe de ser genial… ¿o no? —preguntó un instante después, mirándolo con cierta duda en los ojos, como si acabara de decir algo inadecuado.
Sin embargo, Menma intuyó hacia dónde iban sus pensamientos y le guiñó un ojo.
—Lo es, mi familia y yo no somos muy de ciudad… en realidad, somos bastante campestres y un poco salvajes —añadió con una risilla, riéndose de su propia broma, sabiendo que Yui no lo entendería.
A pesar de eso, el doncel sonrió y se abrazó las rodillas, apoyando el mentón en ellas sin dejar de observarlo con un brillo curioso en sus bonitos ojos. La tristeza y el dolor parecían haberse ido, aunque Menma todavía podía oler su rastro en el aire.
—¿Y cómo es?
—En general, bastante tranquilo; no tenemos vecinos que nos molesten y a los que molestar… A veces podemos ser bastante escandalosos, bueno, sobre todo mi hermano Narumi, que es un hervidero de actividad, pero siempre logra liarnos a los demás para hacer locuras y volvernos locos, especialmente a Kurama —dijo, haciendo reír a Yui.
—Así que sois tres hermanos.
Menma esbozó una sonrisa divertida.
—En realidad, somos seis.
Ahí, el doncel se quedó con la boca abierta.
—¡Seis hermanos!
—Sí.
—¿Y cómo podéis aguantar eso? ¿Cómo se las apañan tus padres?
—Mi padre nos mantiene firmes. Quiero decir, no es especialmente estricto o rígido, pero se asegura de que no nos pasemos de la raya. Si no le hacemos caso… —Fingió estremecerse, como si estuviera aterrado, arrancándole una sonrisa a Yui.
—¿Qué?
—Debemos enfrentarnos a su ira…
—¿La ira de quién?
—La de mi padre doncel —respondió, haciendo como si tuviera un escalofrío—. Da miedo cuando se enfada.
Yui se rio.
—¿En serio?
—Oh, sí. Mi padre varón le saca más de una cabeza, pero si uno de nosotros oye que nos llama por nuestro nombre completo, corremos a escondernos donde podemos. Una vez Narumi logró meterse en la parte más pequeña del armario con tal de no ser castigado, era como la taquilla de un instituto. Aún no sé cómo lo hizo para caber ahí dentro.
El doncel soltó una carcajada que hizo que Menma se sintiera mejor consigo mismo. Al menos, Yui ya no estaba triste y su aroma a sufrimiento se estaba desvaneciendo. Bien, le gustaba más cuando lo veía así de alegre y feliz.
—Entonces, ¿te llevas bien con todos tus hermanos? —preguntó el doncel de repente, interrumpiendo sus pensamientos.
Menma asintió.
—Kurama, Narumi y yo somos trillizos varones; Kurama es un poco temperamental y a veces discutimos, pero nunca nos daría la espalda, es muy leal y protector, y en cuanto a Narumi, es alegre y conciliador, trata de resolverlo todo con humor. A veces mete la pata por ser impulsivo, pero no lo hace con maldad. Estamos muy unidos.
—¿Y los demás?
—Saki y Miko son gemelos y tres años menores que nosotros. Saki es un doncel tímido, pero inteligente y tranquilo, y Miko es más…
Yui inclinó la cabeza.
—Más… —lo animó a seguir.
Menma esbozó una media sonrisa dudosa.
—Puede parecer muy fría y distante para los que no la conozcan, pero solo porque le cuesta mucho conectar con alguien y prefiere la soledad. Es más seria que el resto de mi familia, aunque eso no quiere decir que no nos quiera, solo que lo demuestra a su manera.
El joven dejó caer la cabeza a un lado, sonriendo un poco.
—Claro que no, cada uno tiene una forma de ser y hay que respetarlo. —Hizo una pausa en la que bajó la vista—. Hay gente que cree que como no te ajustas a lo “normal” eres raro, o que mereces ser menospreciado o marginado.
Menma no pudo evitar tocarle el brazo para darle apoyo. Él ya lo había visto en sus dos hermanos menores; Saki, pese a ser un doncel, no tenía nada de femenino, llevaba el cabello más corto que la mayoría y se negaba a usar los pantalones cortos que formaban parte del uniforme escolar para los donceles, motivos por los que su clase se había metido con él… hasta que Miko tomó cartas en el asunto. Ella también había sufrido burlas por no encajar en el estereotipo de chica coqueta que adoraba las comedias románticas, los actores guapos y los libros donde un caballero andante rescataba a su dama. Al contrario, le gustaba la novela negra, era una deportista nata y disfrutaba más inmersa en la música que componía que hablando con otras personas, de hecho, era bastante callada, pero cuando decía algo, siempre era importante y de corazón.
Sin embargo, había una gran diferencia entre ambos: Saki no era precisamente amante de las discusiones, prefería ignorar a todo el mundo para evitar las peleas, aunque eso no evitó que los chicos dejaran de molestarlo. El problema vino un día en que un grupito lo arrinconó en el baño para desnudarlo y ponerle la ropa de doncel; Saki podría haberse defendido usando su fuerza de cambiante, pero tenía demasiado miedo de exponer a su familia si se descontrolaba.
Miko no tuvo ese problema. En cuanto detectó el problema, cogió unas tijeras y se puso a cortar faldas, pantalones, camisetas e incluso cabello, dejando a todo el mundo hecho un desastre y amenazando con suma tranquilidad que si alguien volvía a tocar a su hermano no se limitaría a hacer un cambio de look… sino que cogería sus uniformes y se los metería en la garganta hasta que el aire dejara de llegar a sus pulmones.
Espeluznante. Si su padre doncel daba miedo enfadado, Miko tampoco se quedaba muy atrás.
Lo bueno es que, desde ese día, nadie se atrevió a meterse con ninguno de los dos.
Por eso Menma lo entendía, recordaba estar angustiado cuando Saki regresaba de la escuela sin estar seguro de lo que le ocurría. Por mucho que le había preguntado, él se había cerrado en banda, supuso que porque no quería que sus hermanos mayores ni sus padres trataran de hablar con los profesores, los cuales poco podían hacer aparte de reprender a los alumnos, y eso solía derivar en venganzas aún más humillantes. Por suerte, Miko no tenía paciencia para aguantar a los idiotas y un carácter fuerte; en cierto modo eran como Kurama y Narumi, uno temperamental y otro conciliador, solo que el carácter de los gemelos no era tan explosivo, sino que tenían… un tono más bajo, por decirlo de algún modo.
Le estrechó el brazo a Yui, intuyendo que había pasado por una experiencia parecida.
—Eh, ¿quieres saber algo curioso? —Cuando él asintió, le dedicó una sonrisa un tanto desconcertada—. No encajo en mi instituto: no estoy en ningún club, me negué a ser el presidente de la clase y paso de esos chicos que se creen que son tan guays por hacerse los adultos. Sin embargo, no hay forma de que me dejen en paz.
Yui esbozó una pequeña sonrisa.
—Bueno, eres muy guapo.
Menma, que no esperaba para nada esa respuesta, sintió sus mejillas arder, y no fue el único; Yui, al darse cuenta de lo que había dicho sin pensar, se puso rojo como un tomate y apartó la vista con nerviosismo.
—Quiero decir… —se apresuró a añadir— Ah… Creo que a las chicas y donceles les parecerás atractivo… más que la mayoría de chicos y… eh… no sé… Tengo la sensación de que últimamente solo necesitas tener un físico agradable para ser popular. —Nada más decir eso, se dio cuenta de la estupidez que acababa de soltar y lo miró alarmado—. ¡No quiero decir que solo seas guapo! ¡Es que…! ¡Es que…! ¡Pareces un buen chico y…!
—Tú también eres hermoso —dijo Menma precipitadamente, bajando los ojos.
Yui se quedó mudo.
—¿Hermoso? ¿Yo?
El otro chico asintió con timidez, mirando hacia otro lado, mientras que un Yui hecho un matojo de nervios parloteaba sin control:
—Pe-pero si soy muy alto para ser un doncel, y larguirucho, y llevo el pelo corto…
—A mí me gusta —dijo entonces Menma, esta vez, mirándolo a los ojos con total sinceridad.
Yui se quedó muy quieto, sintiendo su corazón golpeando atronadoramente contra sus costillos, al son de los acelerados latidos de Menma, el cual, tras un segundo de duda, levantó una mano y le acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja.
Nada más terminar de hacer el gento, los dos volvieron a sonrojarse hasta las orejas y apartaron los ojos. Para ambos, era la primera vez que experimentaban algo así; Menma nunca había sentido interés en ninguna chica o doncel, por lo que no tenía ni idea de cómo comportarse, y el hecho de que su animal interior estuviera ronroneando y deseando frotar su pelaje contra el cuerpo del doncel para marcarlo con su olor no le ayudaba a pensar con claridad, mientras que Yui, que siempre había sido marginado por todo aquel que lo conocía mínimamente o tratado como objeto de burla, tampoco había tenido la ocasión de sentirse atraído por nadie.
Por eso, hizo la única cosa que se le ocurría para apartar aquella extraña situación.
—¿Y qué hay de tu otro hermano? —preguntó con un tono más agudo, todavía atacado de nervios, antes de carraspear para controlarse un poco—. Dijiste que erais seis.
Ambos agradecieron el cambio de tema y siguieron hablando. Menma le habló de Arashi, el más pequeño de la familia, un chico alegre y juguetón, cuyo carácter parecía ser el término medio entre Narumi y Saki, y también de sus padres, de lo mucho que se querían y lo mucho que admiraba su relación.
Por otro lado, Yui le confesó que solo estaban su madre y él; ella era joven cuando se quedó embarazada y su padre no quiso saber nada del asunto. A día de hoy, todavía no sabía quién era y admitió que tampoco tenía ilusión por conocer a alguien que no tuvo el más mínimo interés en él, que dejó que su madre acarreara con todo ella sola. Aun así, ella nunca lo había culpado, lo amaba por encima de todo y había hecho todo lo posible por criarlo sola.
También le dijo que le encantaba dibujar y le mostró su cuaderno, todas las páginas llenas de bocetos a lápiz sobre paisajes dispares, personas, animales, objetos, estrellas, planetas y cualquier cosa que veía o se le pasaba por la cabeza, todo retratado con tal precisión que Menma se quedó maravillado, era como ver el interior de su mente, la forma en la que percibía y captaba el mundo. No dudó en decirle que creía que era muy bueno y que tendría que estudiar bellas artes o algo así, a lo que Yui le respondió que ese era su gran sueño, pero que para ello tendría que encontrar un trabajo, pues su madre no podría acarrear con todos los gastos sola.
Para entonces, llevaban tanto rato hablando que Menma no se dio cuenta de lo bajo que estaba el sol y que tenía que volver a casa antes de que sus padres se preocuparan, de modo que se despidió del doncel, no sin antes comprometerse a regresar mañana al mismo lugar, a lo que Yui le respondió que allí estaría.
Poco después, estaba corriendo en forma humana hacia casa, donde su padre varón le esperaba a pocos metros del porche con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Menma —lo saludó con cierta inquietud en sus ojos oscuros—. ¿Va todo bien? No es propio de ti retrasarte.
Él asintió con una sonrisa.
—Sí, es que me he encontrado con un doncel en el bosque y nos hemos hecho amigos. Perdona.
Sasuke se relajó su postura al comprender la razón.
—No te preocupes, me alegra que tengas un nuevo amigo —dicho esto, esbozó una sonrisa maliciosa—, ¿o hay algo más que no quieras decirme?
Sin saber por qué, Menma se puso rojo.
—Eh… ¿Como qué?
—Menma, tienes quince años, no tienes que ocultarnos a tu padre y a mí si tienes algún amigo… especial.
Al entender por dónde iba su padre, el joven enrojeció hasta las orejas.
—¿Qué? ¡No! Yui y yo acabamos de conocernos y… Que sea doncel y yo varón no quiere decir que tengamos… eh… nada de eso —dicho eso, dio por zanjada la conversación y se fue apresuradamente al interior de la casa.
Sasuke lo vio marcharse con una sonrisa divertida en el rostro.
—Ah, hijo mío, tienes la misma cara que puso tu padre la primera vez que me vio como hombre y yo lo miré como si fuera a comérmelo.
Pasó un mes y Menma y Yui siguieron viéndose en el mismo lugar todos los días después del instituto, y los fines de semana combinaban mañanas o tardes, dependiendo de las cosas que tuvieran que hacer. Descubrieron que tenían personalidades bastante parecidas: ambos eran tranquilos y disfrutaban de pasar su tiempo a solas, dedicándose a sus hobbies, Yui solía dibujar cuando terminaban las cosas de clase y Menma se quedaba a su lado, tumbado en la hierba, sintiendo el bosque… y observando al doncel de reojo. También tenían una forma de pensar parecida, y coincidían en casi todos sus gustos de películas, libros y música. La única diferencia notable era que Yui era bastante tímido, mientras que Menma solo era reservado.
Con el paso del tiempo, el joven Uchiha se dio cuenta de que con el joven doncel no se sentía de la misma manera que con sus amigos; con ellos no sentía la misma ilusión y alegría que lo embargaba cuando veía que Yui ya estaba esperándolo en su refugio, no hacían que se sonrojara, ni que su corazón latiera fuerte y su lobo aullara de felicidad cada vez que le sonreía. Le costó un poco admitirse a sí mismo lo que sentía, más por miedo al rechazo que por orgullo, pero acabó por rendirse y aceptó que Yui le gustaba.
Sin embargo, eso no le ayudaba a enfrentarse a sus temores. El lobo que llevaba dentro ansiaba perseguir a su dulce presa, acorralarla bajo su cuerpo y mostrarle del modo más primitivo que le pertenecía, como haría un adolescente cambiante en su manada. Pero Yui no era como él, era humano y se asustaría si permitía que su lado animal tomara el control de su cuerpo… y, además, Menma no era así, si en quince años no había tenido una sola pareja, imaginaos lo que suponía para él pensar siquiera en intentar algo físico. No, él no era de los que se lanzaban sin más a por el trasero de un doncel, prefería ser… más caballeroso, ir despacio, por mucho que su lobo tuviera una inmensa curiosidad por olisquear sus nalgas y enterrar la lengua entre ellas.
Tener que lidiar con su parte humana y animal le causó cierto estrés que su familia empezaba a notar, sobre todo sus hermanos mellizos, quien no dejaban de preguntar por qué estaba tan irritado últimamente y si habían hecho algo que lo hubiera molestado, ya que rara vez Menma se enfadaba si no era por un buen motivo y, normalmente, estaba relacionado con uno de los dos. Además, Yui también le había notado raro las últimas veces que se habían visto y sabía que no podía seguir así.
De modo que iba a recurrir al único que podía ayudarle.
Una noche, cuando estuvo seguro de que sus hermanos estaban en sus respectivas habitaciones, bajó al comedor donde, tal y como esperaba, estaban sus padres viendo una película. Se quedó un segundo en el marco de la puerta, mirándolos; su padre doncel estaba en el regazo de su otro padre, el cual le rodeaba la cintura con los brazos mientras que el otro lo hacía por el cuello. Ninguno de los dos le hacían demasiado caso al televisor, sino que hablaban en voz baja, dedicándose tiernas caricias y miradas rebosantes de un amor que Menma envidiaba.
En el colegio y el instituto había sido testigo de padres divorciados, algunos que ya no se aguantaban el uno al otro, otros que simplemente seguían juntos por costumbre y a unos pocos que se querían, pero que habían perdido parte de su chispa. Los suyos, en cambio, parecían amarse con la misma locura que él recordaba cuando era niño; a decir verdad, no se le ocurría una sola vez en la que los hubiera visto discutir y mucho menos gritarse, tan solo los pequeños “regaños” de Sasuke a Naruto porque estaba tan centrado en escribir que se le olvidaba hacer algo, o los que le hacía el doncel al varón al advertirle que no trajera muy tarde a sus hermanos y a él porque tendrían la comida hecha. Estos siempre terminaban con un beso tierno en los labios.
Podía decir que estaba muy contento de tener unos padres que se quisieran tanto y que mantuvieran una fuerte unidad familiar, aunque supuso que ellos tenían la ventaja de que trabajaban en casa y pasaban mucho tiempo juntos en la intimidad, lo cual les ayudaba a mantener y cuidar ese amor tan profundo que se tenían. Además, su padre varón era un lobo, jamás engañaría a Naruto porque para él sería algo totalmente antinatural, mientras que el doncel era uno de esos pocos humanos gentiles y de buen corazón con un código ético claro e inquebrantable.
Habían tenido suerte al encontrarse el uno al otro.
En ese momento, notó que le estaban observando y se encontró con la oscura y tranquila mirada de su padre lobo. Naruto, al darse cuenta de que su marido miraba a otra parte, también se giró, encontrándose con su hijo mayor.
—Menma —lo saludó con una tierna sonrisa, separándose de Sasuke para sentarse a su lado y abrir los brazos hacia su hijo, el cual no dudó en ir hacia él y permitir que lo abrazara.
La escena podría antojarse un poco infantil, ya que Menma, con quince años, era un poco más alto que su padre, por no hablar de que muchos chicos de su edad no habrían permitido a sus madres semejantes muestras de afecto, pero a él no podía importarle menos. Adoraba a su padre doncel y no había nada que no haría por él. Le encantaba que lo rodeara con esos brazos que desde niño no habían hecho más que proporcionarle amor, consuelo y protección, y enterrar la nariz en el hueco de su cuello para aspirar su dulce aroma, mezclado con el más fuerte de su otro padre, marcando así el vínculo que los unía. Además, el lado animal de Menma entendía que Naruto no era un lobo, y eso lo convertía en el miembro físicamente más vulnerable de su manada. Aquel que osara ponerle un solo dedo encima, acabaría muerto de la forma más horrible que pudiera imaginar… sobre todo si era Sasuke Uchiha el primero en darle caza.
—¿No puedes dormir? —le preguntó su padre doncel, besándolo en la cabeza.
Menma ronroneó.
—Estoy bien, papá. —Hizo una pausa en la que se separó un poco de él—. ¿Te importa si hablo un momento con padre?
—Claro que no —dicho esto, se giró hacia su marido—. Te espero en la cama —le dijo antes de darle un beso breve en los labios y acariciar con cariño el rostro de su hijo, que presionó un segundo su mejilla contra la palma de su padre para mostrarle afecto.
Una vez estuvieron solos, su otro padre se dirigió a él.
—¿Qué ocurre, Menma?
Este se puso rojo al pensar en lo que tenía que pedirle. Le daba vergüenza.
—Es… sobre Yui.
Al escuchar el nombre, Sasuke esbozó una amplia sonrisa y un brillo divertido apareció en sus ojos.
—Ah… Yui —repitió con retintín—. ¿Qué pasa con él? —preguntó, haciéndose el tonto.
Menma miró hacia abajo, nervioso.
—Pues…
—Pues… —lo animó a continuar.
—… me gusta —reconoció por fin en voz muy baja, aunque no la suficiente como para que su padre no la oyera.
Este sonrió con ternura y le acarició la mejilla.
—Hijo, es normal a tu edad, no tienes que sentirte nervioso o avergonzado por hablar de eso conmigo, después de todo, ya sabes que tu padre me tiene más que domesticado.
Menma no pudo evitar sonreír.
—Yo no diría precisamente que estás domesticado.
Sasuke soltó una risilla.
—Cierto, tu padre nunca intentó hacer nada por cambiar la parte más salvaje de mí, sino que la aceptó e hizo todo lo posible por adaptarse a ella —dijo en un tono de voz casi devoto—. Ama al hombre y al lobo que soy, y le quiero por eso.
Su hijo se recostó en el sofá con una leve sonrisa.
—Entonces, ¿tú te enamoraste primero de él?
—A los pocos días de conocerlo, caí rendido a sus pies, sí —dijo con cierta diversión que Menma no entendió, como si se estuviera perdiendo una broma privada, aunque no le dio mucha importancia, ya que tenía más interés en saber una cosa.
—¿Y tú? ¿Cómo lograste conquistarlo?
Por un instante, la mente de Sasuke se quedó en blanco.
Pues mira, hijo, me pasé seis meses viviendo en su casa en forma de lobo sin que él supiera lo que yo era, siguiéndolo a todas partes y vigilando cada movimiento que hacía como lo haría un experto acosador, asegurándome de que los hombres que tenía cerca no tocaran lo que era mío y, sobre todo, atento a si el bastardo gilipollas de su ex aparecía para tratar de recuperar a ese maravilloso, dulce y tierno doncel que iba a ser MI compañero; luego, lo salvé de unos atracadores que le agredieron y estuvieron a punto de violarlo, además de que me transformé en hombre delante de él, sí, con crujidos de huesos y todo; después lo llevé a uno de mis hoteles, a mi habitación privada, donde lo desnudé con la excusa de curar sus heridas para poder manosearlo un poco y comprobar si sentía atracción por mí y, finalmente, lo seduje con una demostración muy explícita de todas las posturas y formas en las que podía darle placer con mi cuerpo.
… Mmm… No. Menma todavía era muy joven para conocer esa tórrida versión de su historia con Naruto… aunque podía decir que no se arrepentía ni un poquito de haber hecho realidad todas las fantasías sexuales que había tenido su rubio en la cabeza.
—Padre, puedo olerlo —le dijo su hijo, sonrojado y tapándose la nariz.
Una desventaja de ser hombre lobo, tus cachorros saben cuándo estás cachondo.
Dejó de pensar en su hermoso y sexy compañero para no incomodar a su hijo y se centró en responder su pregunta… Bueno, en evadirla, más bien.
—Mira, Menma, la situación en la que estuvimos tu padre y yo es muy diferente a la que tienes con Yui.
—¿Por qué? Él también es humano.
Al escuchar eso, Sasuke entrecerró los ojos con sospecha. Ah… Ahora estaba llegando a lo que realmente preocupaba a Menma.
—¿Tienes miedo de decirle lo que eres?
—No… —empezó a decir, pero lo pensó mejor—. Bueno, sí… Pero no es como si estuviéramos saliendo, ni siquiera le he dicho lo que siento por él, sería estúpido decirle lo que soy a alguien a quien acabo de conocer. No quiero exponeros —añadió, bajando la vista.
Sasuke esbozó una sonrisa orgullosa. Ese era el mayor de sus hijos y un futuro alfa, se preocupaba por su manada antes de cualquier otra cosa y por cómo afectaría que tuviera un compañero humano en el que ni siquiera sabía si podía confiar todavía pero que, aun así, le gustaba. Él también conocía ese miedo, esa angustia de no saber si Naruto le aceptaría cuando le contara lo que era realmente, aunque eso no le había disuadido de seguir con su plan de conquistarlo. Su rubio había sido lo único que le quedaba en la vida después de que su familia muriera, era la única razón por la que había logrado seguir adelante y, gracias a los dioses, había merecido la pena.
Se aceró más a su hijo y lo abrazó. Menma aceptó el gesto sin dudar y se acurrucó en su pecho, buscando consuelo en su tacto y su aroma. Sasuke le acarició el cabello.
—Menma, estás precipitando las cosas. Date tiempo para conocer mejor a ese doncel y, sobre todo, dale tiempo para que él te conozca mejor, para que sepa que eres un chico maravilloso que jamás le haría daño a nadie y mucho menos a él. No digo que esperes seis meses para salir con él, eso depende de ti y también de los sentimientos que Yui pueda albergar por ti, pero antes de hablarle de nuestro secreto, espera hasta estar seguro de que es alguien de total confianza.
El joven Uchiha se sintió mucho mejor y tranquilo al ser aconsejado por su padre. Él tenía razón, se estaba preocupando por cosas que todavía no debían inquietarle, ni siquiera estaba seguro de lo que Yui sentía por él… aunque quería pensar que sus sonrojos cuando decía algo bueno de él, o que se pusiera tan tímido y nervioso cada vez que se tocaban, eran indicativos de que también sentía algo por él.
Eso lo alegraba y le asustaba a partes iguales. Porque, si al final Yui sentía lo mismo que él… ¿cuánto tiempo podría ocultarle lo que era? Y más importante, ¿cómo estaría seguro de que revelarle la verdad no causaría ningún daño a su familia?
Horas antes, Yui acababa de llegar a la finca donde vivía después de haber pasado la tarde con Menma. Con mucho cuidado, permaneció escondido en una esquina, vigilando los dos lados de la calle. Al ver que no venía nadie, se mantuvo agachado mientras corría hacia la puerta, que abrió con rapidez, y se metió dentro. Las escaleras, en cambio, las subió con más cuidado, atento a si escuchaba algún sonido que le resultara familiar. No oyó nada preocupante y llego hasta la puerta de su casa, pero no abrió de inmediato, sino que antes apoyó la oreja en esta, tratando de identificar unas voces conocidas. Al no hacerlo, abrió con todo el sigilo del que fue capaz… sintiéndose aliviado al no ver a ese hombre en su casa.
Cerró la puerta con llave de nuevo y fue en busca de su madre, a la que encontró en el salón, tumbada en el sofá… junto a una botella de alcohol casi vacía.
Su corazón se encogió y una oleada de culpabilidad lo invadió. Su madre había sido una joven de buena familia y una estudiante excelente que había logrado ingresar en una prestigiosa universidad con la firme decisión de estudiar derecho y convertirse en juez… pero ya conocéis cómo son estas historias. Chica conoce chico guapo e inteligente, al hombre perfecto, y tienen un romance de ensueño… hasta que ella se queda embarazada.
El resto era tal y como se lo había contado a Menma; el niño es una complicación y una responsabilidad no deseada para el chico, que abandona a la chica cuando ella se niega a abortar, igual que hacen sus padres, pues creen que un bebé le arruinarían la vida.
Y Yui sabía que así era. Sin ingresos, su madre se vio obligada a dejar la universidad y a trabajar de lo que pudiera… y, pese a que había encontrado algo estable y que le daba el dinero suficiente para subsistir, pagar su instituto e incluso su material para dibujar… era consciente de lo mal que estaba por culpa de ese empleo. Por eso bebía… Yui sabía que no era bueno para ella, pero tampoco sabía qué podía hacer para ayudarla. Años atrás, le pidió que lo dejara, que era peligroso y que la estaba matando por dentro, pero ella le sonrió y le dijo que no se preocupara por nada, que estaría bien y que tendrían el dinero suficiente para que él pudiera estudiar bellas artes, y que bajo ningún concepto le daría de lado como sus padres hicieron con ella.
Ella lo había sacrificado todo por él, lo había dado todo por él. Así que, ¿quién era para negarle lo único que la ayudaba a sobrellevar sus penas? De todas formas, tampoco es como si supiera cómo ayudarla a superar su adicción, o qué hacer para echarle una mano aparte del trabajo que había conseguido de camarero los fines de semana y de procurar que, al menos, tuviera una buena alimentación y se cuidara un poco.
De modo que dejó su mochila en su habitación y luego fue a acostarla. A pesar de su corta edad, ya era más alto que ella y no le fue difícil cogerla cuidadosamente en brazos para llevarla a su cuarto.
—Mmm… ¿Yui?
—Estoy aquí, mamá —le dijo en voz baja y suave.
Ella se abrazó a su cuello con un gemido.
—Oh, cariño… Lo siento mucho… No me gusta que me veas así…
—Shh… Solo descansa, mamá —dicho esto, la dejó en la cama y la arropó.
La mujer acarició su rostro.
—Te quiero, cariño.
Él le besó la mano y la tomó entre las suyas.
—Y yo a ti.
Se quedó a su lado hasta que cayó dormida, acariciándole el cabello rubio, que había heredado de ella. En realidad, se alegraba mucho de haber salido a su madre, habría sido muy difícil ver la cara de su padre en el espejo todos los días, la de un hombre que los había abandonado a ambos y, sobre todo, que había condenado a su madre a esa clase de vida, igual que sus abuelos.
Debería irse a su habitación y encerrarse en ella antes de que oscureciera, pero se quedó un poco más para compartir algo con su madre, aunque sabía que no le escucharía.
—¿Sabes?, he conocido a un chico. No se parece en nada a los que he conocido en mi instituto, él es… dulce, gentil. No tiene un ápice de arrogante a pesar de que es muy guapo —dijo, sonrojándose—, y no es solo atractivo, también es inteligente y sensible, quiere ser guardia forestal y proteger los bosques y a los animales que viven en él —dicho esto, esbozó una sonrisa y negó con la cabeza—. ¿A cuántos chicos has conocido que se preocupen por esas cosas? Todos piensan en ser actores, deportistas, empresarios de éxito… y él solo quiere conservar el medio ambiente. —Hizo una pausa en la que se retorció las manos—. Me gusta mucho, mamá. Pero es la primera vez que me gusta un chico y… y… —Su voz se apagó y ocultó el rostro entre sus manos.
¿Qué estaba haciendo? Menma solo era un buen amigo, el único que tenía, y no quería perderlo por los sentimientos que tenía. Un chico como él merecía tener a alguien bueno, una chica o doncel precioso que tuviera una familia normal y que no fuera un desastre emocional.
Porque, aunque Menma sintiera algo por él, ¿cuánto tiempo se quedaría a su lado una vez viera cómo era su vida de verdad?
El verano estaba a la vuelta de la esquina, por lo que el bosque, bañado por la luz del sol, estaba más hermoso que nunca. A Yui le encantaba dibujarlo en esa época, si bien en primavera adquiría una belleza delicada y colorida, durante esa estación el bosque parecía estallar en toda su fuerza, tenía un verdor exuberante que parecía brillar, resaltando el río cristalino y el azul claro del cielo…
—¿Qué dibujas?
Yui se sonrojó al escuchar la voz de Menma a su lado. Lo miró, tumbado sobre la verde hierba a orillas del río, vestido con una camiseta corta blanca que resaltaba su piel tostada y unos vaqueros que abrazaban sus largas piernas. El cabello, negro y lustroso, lo tenía corto hasta la nuca salvo por unos mechones que enmarcaban su rostro y que le llegaban hasta el mentón, haciendo que sus ojos, del mismo color del cielo, parecieran más claros y brillantes. Le parecían increíbles y bellos.
—No es nada.
Él le sonrió.
—¿No puedo mirar? —preguntó, haciendo amago de incorporarse.
Yui lo detuvo poniendo una mano en su pecho. Incluso a través de la camiseta, pudo sentir su piel caliente y la fuerza de sus músculos, lo cual le sorprendió un poco e hizo que sus mejillas ardieran. Para ser tan joven, sus pectorales eran duros y firmes, se notaba que hacía ejercicio y no pudo evitar admirar el poder que desprendían. Además, sintió el latido de su corazón, cuyo pulso pareció acelerarse bajo su toque.
Ambos se miraron un momento a los ojos, Yui todavía sonrojado y Menma con atención, como si pudiera ver lo que había dentro del doncel, el cual tragó saliva.
—A… Aún no está terminado —musitó.
El otro joven no dijo nada, pero permitió que lo tumbara de nuevo, aunque no dejó de observarlo con una intensidad que a Yui lo puso un poco nervioso. Finalmente, apartó la mano de él, sintiendo un extraño cosquilleo en la palma, y bajó la vista hacia su cuaderno de dibujo… donde las líneas de lápiz habían trazado un boceto de un Menma relajado y con los ojos cerrados. Sabía que no había sido muy sensato hacer eso, pero no había podido evitarlo, quería un recuerdo de él por si… por si algún día descubría la forma en la que vivía y él se apartaba de su lado. Al menos, tendría un buen recuerdo de los momentos que habían pasado juntos, los mejores y más felices de su vida.
Al levantar la vista hacia él, vio que todavía lo estaba mirando y decidió centrarse en el dibujo, aunque no tenía ni la menor idea de cómo lo explicaría después…
Durante un rato, ninguno de los dos dijo nada más y se limitaron a lo suyo: Yui a terminar su boceto y Menma a seguir contemplándolo con la misma atención de antes, como si estuviera buscando algo en el doncel.
En determinado momento, una brisa sopló y revolvió el negro cabello de Menma, haciendo que Yui le acomodara de nuevo los mechones en su sitio sin pensar para poder seguir dibujando. Sin embargo, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, volvió a enrojecer y trató de apartar la mano pero, esta vez, Menma lo detuvo.
Sentir sus dedos sobre los suyos hizo que su corazón se desbocara.
Tragó saliva mientras contemplaba cómo, lentamente, el otro muchacho se llevaba su palma a su mejilla, contra la cual se frotó cariñosamente al mismo tiempo que cerraba los ojos. Yui se lamió los labios, nervioso y emocionado a la vez, y se atrevió a acariciarle el pómulo con el pulgar. Al hacerlo, Menma abrió los párpados y lo miró de una forma que lo puso aún más rojo, con una intensidad que parecía quemarlo, con unos ojos que, en esa ocasión, se le antojaron salvajes y hambrientos… en el buen sentido.
Entonces, Menma se incorporó despacio, manteniendo su mano contra su rostro, y se inclinó sobre él. Yui supo lo que iba a pasar y tenía claro que debía detenerlo, él no estaba hecho para él, merecía algo mejor que los dolores de cabeza que le daría por culpa de su situación familiar, de la complicada vida que tenía. No quería que Menma se viera envuelto en ella, mucho menos ahora… y tampoco quería que lo rechazara, asqueado por las cosas que había hecho su madre para mantenerlo, o peor aún, que la despreciara por ello. Eso no podría perdonárselo, nunca. Su madre era la única persona que lo había querido a pesar de que, por su culpa, había perdido la oportunidad de tener una vida normal y maravillosa. No quería pasar por eso, no podría soportar lo que pensaría de ella o de él una vez supiera la verdad, por eso, tenía que pararlo y decirle que solo podían ser amigos.
Y, sin embargo, eso no pasó. Cuando los labios de Menma rozaron los suyos con dulzura, se derritió. Cerró los ojos, saboreando la tierna experiencia de ser besado por primera vez y de un modo tan tierno y afectuoso; no había exigencia ni ansiedad por llegar a algo más, no había intención alguna de ir más lejos, tan solo era un gesto que demostraba lo que ese chico sentía por él. Y, aunque sabía que era un error, aunque estaba seguro de que aquello no podía terminar bien, Yui cogió el rostro de Menma entre sus manos y le correspondió con la misma ternura, diciéndole sin palabras que también se estaba enamorando de él.
Chapter 2: Mi Yui
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El verano ya había llegado y, con él, las vacaciones tan ansiadas por los estudiantes, pero sobre todo, por Menma y Yui. Llevaban unas pocas semanas saliendo y los dos eran muy felices; el primero estaba viviendo una experiencia nueva, tanto como humano como animal, como varón se sentía muy cómodo y a gusto con su hermoso doncel, con el que conectaba a nivel emocional, y como lobo, amaba tenerlo entre sus brazos, enterrar la nariz en su cuello para aspirar su aroma y besarlo hasta que sus mejillas adoptaran ese tono rosado que le parecía tan adorable, mientras que para Yui, Menma era su salvavidas, la única parte de su vida que estaba bien, pues su casa era un desastre a pesar de que pasaba poco tiempo en ella, y en su instituto todo el mundo sabía qué hacía su madre, lo que provocaba que fuera objeto de burlas y acoso, de modo que el mejor momento de su día a día era cuando iba al bosque y se reunía con ese chico tan tranquilo y dulce, en cuyos brazos sentía que no había nada que pudiera hacerle daño.
Ese día, precisamente, habían terminado las clases y Yui no podía ser más feliz. A pesar de lo mal que se llevaba con sus compañeros, había conseguido aprobar el curso. Aunque dudaba de que pudiera llegar a cumplir su sueño de estudiar bellas artes debido a su falta de recursos económicos (dudaba de que su madre pudiera reunir suficiente dinero para pagar la universidad), tenía la esperanza de poder terminar el instituto, lo cual le daría al menos un título académico básico para acceder a más puestos de trabajo. Así que ahora estaba corriendo por el bosque, con la mochila aún colgada al hombro, directo al riachuelo donde se reunía con Menma para darle la buena noticia.
Esta vez, él había llegado antes y estaba de pie junto a la hierba, también vestido con el uniforme de su instituto. Siempre le chocaba un poco verlo vestido tan formal, ya que no era para nada su estilo, el varón siempre prefería la ropa deportiva o sencilla y cómoda, probablemente por su vida en el bosque.
Cuando le vio, Menma esbozó una gran sonrisa feliz que él le correspondió cuando llegó a su lado.
—Hola —lo saludó, sonrojado. No podía evitarlo, su corazón se volvía loco cada vez que lo veía y sentía mariposas en el estómago que lo ponían un poco nervioso.
El chico se acercó más, hasta que pudo rodear su cintura con los brazos.
—Hola —y después de eso, Menma se inclinó y lo besó suavemente en los labios.
Yui se puso aún más rojo que antes, pero cerró los ojos y apoyó las manos en su pecho, entregándose al beso sin reservas. Amaba la forma en la que lo abrazaba, de forma protectora y posesiva a la vez, y cómo su boca se movía sobre la suya, lenta e incitante, respetando sus límites pero, al mismo tiempo, tentándolo a ir más lejos, tanto era así que Yui le permitía jugar con su lengua, aunque eso provocara reacciones de lo más interesantes en su cuerpo.
Calor.
Deseo.
Ninguno de los dos era ya un niño, sino que estaban en plena pubertad, de modo que ambos habían empezado a sentir ciertas necesidades físicas; Yui se avergonzaba un poco cuando, cada vez que Menma y él se besaban apasionadamente, su entrada se humedecía, haciendo palpitar su sexo con anhelo, mientras que el joven lobo, al ser en parte animal, lo llevaba un poco peor, ya que solo deseaba dar caza a su preciosa presa, cuyo aroma a lujuria hacía que quisiera enterrar la lengua entre sus nalgas hasta que le suplicara que lo poseyera una y otra vez. El pobre Menma había empezado a masturbarse diariamente para mantener tranquilo a su lobo interior, temiendo que pudiera descontrolarse en presencia de Yui. Era consciente de su deseo por él, pero no quería presionarlo ni que se sintiera forzado a hacer nada con él, estaba esperando a que diera el primer paso o, al menos, alguna señal que le dijera que tenía su permiso.
Cuando se separaron, el joven le lanzó una mirada hambrienta al doncel, el cual sonrió un poco, halagado al ver la forma en la que lo contemplaba.
—¿Cómo ha ido tu último día? —le preguntó Yui con timidez, sin apartarse del abrazo en el que Menma lo tenía atrapado.
Este curvó los labios hacia arriba.
—Muy bien, mi clase ha hecho una especie de fiesta con comida. ¿Qué hay de ti? —se interesó el muchacho al mismo tiempo que acariciaba el rostro de Yui, quien se estremeció de la mejor manera bajo su tierna mano. Le encantaba que lo tocara así, como si fuera lo más importante para él.
—¡Lo he aprobado todo! —exclamó con alegría—. ¡Paso al siguiente curso!
Menma esbozó una amplia sonrisa, aunque no parecía sorprendido.
—¿Ves? Te dije que lo lograrías.
Yui rodeó su cuello con sus brazos en un impulso, todavía contento por haberlo conseguido.
—Gracias por ayudarme con las ciencias.
El varón lo besó en la cabeza y lo estrechó con fuerza contra sí.
—No ha sido nada. Me alegro mucho por ti —dijo con sinceridad, acariciando su espalda con una mano y su cabello con la otra.
El doncel se separó lo justo para dedicarle una brillante y amorosa mirada antes de besarlo otra vez. Menma le devolvió el beso sin pensarlo, haciéndole el amor a su boca con roces suaves de labios y embestidas eróticas con la lengua.
—Mmm… —Yui gimió, sonrojándose otra vez mientras se aferraba a sus hombros. De repente, sentía su cuerpo muy caliente, como si cada caricia de los labios de su pareja le lanzara una onda de fuego que se extendía por toda su piel, haciendo que esta hormigueara y que su entrada palpitara, adolorida, ansiosa, necesitada…
No podía más. Había tratado de resistirse a esos impulsos porque era algo que le daba miedo pero, con Menma, no sentía ningún temor, al contrario, era la única persona que le había hecho sentirse valiente y seguro, como si realmente fuera alguien que mereciera la pena. Con él no era el vástago que había arruinado la vida de su madre, como pensaban sus abuelos, ni un hijo repudiado, ni una molestia que no tendría que haber nacido, ni alguien incapaz de cuidar y proteger a su madre. Con él sentía que era hermoso por fuera y por dentro, que podía lograr cualquier cosa que se propusiera y que merecía ser feliz.
Por eso decidió no esperar más.
Sin pensarlo, deslizó las manos por su cuello, acariciándolo lentamente, antes de descender hasta el primer botón de su camisa y desabrocharlo.
Menma, al darse cuenta de eso, rompió el beso y lo miró con los ojos como platos.
—¿Yui? —lo llamó con voz insegura. Pese a que deseaba desesperadamente que eso fuera un primer paso para una relación física, quería estar seguro de que su linda presa no se arrepentiría después.
El doncel lo miró con timidez, pero sus dedos descendieron de todos modos hasta el segundo botón y se lo desabrochó antes de pasar al tercero sin pausa. Menma gimió al ver que no parecía tener intención de parar y lo estrechó con más fuerza contra sí.
—¿Estás seguro?
Esta vez, Yui le sonrió y volvió a besarlo. Al comprender que tenía su consentimiento, su lobo interior aulló de felicidad y deseo y dejó de contenerse; le quitó la mochila que aún llevaba puesta y la dejó caer a cualquier parte mientras devoraba sus labios sin reservas, introduciendo su lengua en su boca para explorarla a conciencia, queriendo memorizar cada cálido y húmedo centímetro de esta, cada caricia que le daba la tímida lengua de Yui, y marcarla a fuego con su sabor. Se sintió muy complacido cuando lo escuchó gemir de placer al mismo tiempo que arqueaba la espalda para presionar su cuerpo contra el suyo, como si se estuviera entregando a él, como si le dijera sin palabras que le pertenecía.
Soltó un gruñido poco humano y lo levantó por las caderas sin previo aviso, llevándolo hasta un árbol donde lo acorraló con sus brazos y su torso. Yui jadeó contra su boca, despidiendo un fuerte aroma excitación, y le desabrochó la camisa más rápido. Menma no fue tan paciente y metió las manos bajo su prenda superior, encontrando la piel suave y tersa de su baja espalda, la cual se estremeció al sentir las tiernas y ardorosas caricias de sus dedos.
—Aah… —gimió Yui, provocando al joven lobo sin querer. No podía evitarlo, había pasado muchas noches imaginando cómo sería tener sus manos en su cuerpo y ahora sabía que era algo sexy y maravilloso; eran grandes y un poco ásperas, lo cual encontraba muy excitante, le hacían temblar de placer.
Menma lo besó con más fuerza, como si ansiara poseerlo, embistiéndole con la lengua de un modo tan erótico que debería estar prohibido, pues lo dejó más húmedo y caliente que antes. Notó cómo sus dedos se deslizaban por la curva de espalda hasta la cintura, que acarició con suavidad, como si quisiera memorizarla, para después apreciar su vientre plano, haciéndole temblar cuando hizo amago de subir hacia arriba. Entonces, sus manos hallaron sus pezones erguidos y los frotó con los pulgares.
—¡Aaah! Menma… Mmm… —gimoteó cuando una oleada de fuego atacó directamente su entrada. Acababa de descubrir que era muy sensible en esa zona y que le encantaba que lo tocara ahí.
El varón se separó de sus labios y lo miró fascinado al mismo tiempo que seguía estimulando sus pezones, como si le gustara verlo inmerso en el deseo y el placer. Eso hizo que Yui se sonrojara aún más, aunque no por eso pudo parar de gemir… y, además, le gustaba que Menma lo contemplara de esa forma tan sexy, como si fuera a comérselo en algún momento.
Por fin, logró desabotonarle la camisa y se la abrió, mordiéndose el labio inferior al ver su torso desnudo; el chico era delgado pero fuerte, sus pectorales estaban en proceso de ensancharse y ya se podían apreciar sus músculos, y cada vez que tensaba el estómago, se definían levemente sus abdominales bien ejercitados. Desesperado por sentir su piel contra la suya, hizo amago de quitarle la prenda, pero Menma, al intuir sus intenciones, apartó sus manos de él y se la quitó por su cuenta. Yui echó de menos su contacto de inmediato, aunque, por fortuna, no fue por mucho tiempo, ya que su amante, en cuanto dejó caer la camisa, volvió a estrecharlo entre sus brazos, uniendo su cuerpo al suyo. Jadeó al ser consciente de su fuerza, de lo sexy que le parecía sentirlo contra sí, así como percibió el contorno de su miembro duro entre sus piernas. Eso le hizo gemir sonoramente.
—Menma… Tú… estás…
—Sí —respondió en su oído. Su voz ronca le produjo un agradable escalofrío—. Por ti —y dicho esto, le lamió detrás de la oreja.
Yui gimió otra vez, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, dándole total acceso a su cuello si lo deseaba. Menma gruñó e hizo descender su boca por su garganta, pasando la lengua por su piel sensible antes de plantar suaves besos que lo dejaron tembloroso. Al mismo tiempo, fue muy consciente de cómo el varón frotaba sensualmente sus caderas contra las suyas, meciendo su pene erecto contra el suyo.
—Aaaah… Aaaah… Mmm… —jadeó, tan excitado que notó cómo manchaba su ropa interior con su humedad. Dios, se sentía muy bien tener el cuerpo de Menma sobre el suyo, moviéndose de un modo tan erótico y tan dulce a la vez, pues se daba cuenta de que, a pesar de que estaba duro como una piedra, se estaba tomando su tiempo con él para saborearlo y también para que él no se asustara, para que tuviera confianza en que sería cuidadoso y tierno, en que no le haría daño.
Pero Yui ya lo sabía. Sabía que Menma no haría nada que pudiera herirlo, era el chico más amable y sensible que había conocido y por eso estaba tan enamorado de él. No se las daba de tío duro y arrogante ni tampoco de niño mimado y engreído, no iba pisoteando a aquellos que podría considerar inferiores a él ni burlándose de ellos, no se rebajaba a imitar a los chicos mayores para fingir que era guay y pasaba de hacer trastadas infantiles. No seguía a nadie para ser lo que muchos adolescentes consideraban mejor, él tenía su propio camino y estaba decidido a recorrerlo sin importar lo que dijeran los demás, creía que por ese motivo Menma captaba tanto interés en su instituto.
De modo que no, no tenía ningún miedo de él. Así que, deseando poder despertar en él las mismas sensaciones que sentía en esos momentos, deslizó las manos por su pecho, admirando los duros pectorales que se tensaron en cuanto los acarició, descendiendo después por su vientre, cuyos músculos también se abultaron con un estremecimiento.
—Yui… —gruñó Menma de una forma que le pareció muy sexy.
Él sonrió un poco, contento porque parecía que le gustaba que lo tocara, por lo que dejó que sus manos bajaran hasta la cintura, que abrazó un instante antes de permitir que estas vagaran por su espalda…
Entonces, notó algo raro.
Sabía que los hombres solían tener vello corporal en la espalda, pero le sorprendía que Menma tuviera tanto, ni que fuera tan suave y espeso. Extrañado, abrió los ojos y echó un vistazo… quedándose rígido al ver que tenía un montón de pelo corto y brillante que cubría la amplia extensión de sus omóplatos, no como si fuera vello, sino que le recordaba al pelaje de un animal. Aunque eso no era lo más preocupante. Lo que realmente le asustó fue contemplar cómo le salía todavía más pelo en los hombros y que este estaba subiendo hasta su cuello.
—Menma —lo llamó, sin saber qué estaba pasando, pero era consciente de que eso no era normal.
El lobo, al detectar cómo el aroma de su presa cambiaba de uno lujurioso a otro de temor, se separó rápido, buscando la amenaza con sus agudos sentidos.
—Yui, ¿qué…?
El grito del doncel lo sobresaltó. Este se apartó rápidamente de él, tapándose la boca con una mano y observándolo horrorizado. Él no comprendía lo que estaba pasando.
—¿Qué pasa? —preguntó, alarmado.
Yui le señaló. El olor de su miedo empezó a impregnar el aire.
—Tu cara…
Menma se llevó una mano a la mejilla… y se dio cuenta de que le había salido pelaje.
No. No, no, no, ahora no, suplicó mentalmente al mismo tiempo que se palpaba el cuerpo, dándose cuenta con terror de que le había salido pelo en el cuello, los hombros y probablemente toda la espalda. En un acto reflejo e instintivo, pues no quería que Yui supiera lo que era tan pronto, hizo que su pelaje retrocediera dentro de su piel.
En el instante en el que se dio cuenta de lo que había hecho, supo que acababa de cometer un error. Miró a Yui, que ahora retrocedía con los ojos como platos, mirándolo con verdadero horror. El hedor a miedo era ahora tan potente que hacía que su nariz le picara.
—Yui… —Intentó acercarse, pero este seguía andando hacia atrás.
—¿Cómo has hecho eso? —preguntó este con un hilo de voz.
Menma dio unos pasos más en su dirección, queriendo tocarlo y tranquilizarlo, pero el doncel lo esquivó.
—Yui, por favor, no tengas miedo. —Tanto su lado humano como su lado animal sufrían por el aroma que desprendía. El pobre estaba muerto de miedo, ni siquiera era capaz de olfatear otra cosa que no fuera el desasosiego que sentía.
—¿Qué demonios eres? —lo interrogó con cierto tono acusatorio, como si le hubiera traicionado.
Eso hizo que se sintiera mal. No le había gustado ocultarle esa parte de sí mismo, pero tampoco era como si hubiera tenido otra opción, sabía que no reaccionaría bien hasta que le conociera un poco más.
—No voy a hacerte daño —le prometió cuando estuvo lo bastante cerca como para poder tocarlo. Sin embargo, Yui, al ver su cercanía, le dio un manotazo.
—¡No me toques! —chilló, dando media vuelta para coger su mochila y abrazarla contra sí como si fuera un escudo.
A Menma eso le dolió más que su golpe. Le hirió profundamente que lo estuviera mirando como si realmente fuera a matarlo, como si fuera algo antinatural. Como si fuera un monstruo.
—Yui… —lo llamó débilmente, sintiéndose como si su corazón estuviera a punto de romperse.
Este negó con la cabeza.
—No te acerques a mí.
—Por favor… —suplicó, dando un paso.
“No me rechaces. No me hagas esto”.
Sin embargo, el doncel retrocedió otra vez, todavía observándolo como si solo fuera una bestia salvaje, algo que estaría mejor muerto.
—¡Aléjate! —chilló antes de salir corriendo tan rápido como podía.
Menma podría haberlo alcanzado fácilmente, pero se sentía demasiado devastado para hacerlo. A lo largo de esas semanas en las que habían salido juntos, había querido creer que Yui sería como su padre doncel, que lo habría aceptado pese a no ser humano, que le quería lo suficiente como para amar al lobo que era también. Era cierto que no quería que se enterara tan pronto, pero estaba tan concentrado en besarlo y acariciarlo que no se había dado cuenta de que le había brotado el pelaje a causa de la excitación, era la primera vez que le ocurría algo así desde que despertó su lado animal hacía tres años.
Sin embargo… Sin embargo…
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Le costaba creer que su dulce y tierno Yui lo hubiera rechazado de esa forma, que lo hubiera mirado así, como si no fuera un ser vivo y no tuviera sentimientos.
Los tenía. Y se los había destrozado.
Su joven e inexperto corazón se rompió y cayó de rodillas al suelo, llorando sin hacer el menor ruido. Abrumado por el intenso dolor que le quemaba el pecho, se hizo un ovillo en el suelo y enterró el rostro en sus rodillas, deseando no sentir nada. ¿Tan malo era que no fuera humano? Podía transformarse en lobo y era más fuerte que la mayoría, pero no por ello era un monstruo sediento de sangre. No era violento ni agresivo, jamás le había hecho daño a nadie, tan solo había cazado animales y siempre para comérselos, nunca por el placer de causar dolor, de hecho, la primera vez que mató un conejo se puso a llorar porque lo había hecho dominado por su lobo, no de forma consciente.
Creía haberle demostrado a Yui que era una buena persona… pero, al parecer, no era suficiente.
Ahora ya no volvería a verlo, él no lo querría cerca y, si intentaba hablar con él, se asustaría, volvería a mirarlo como si fuera algo malo y llamaría a la policía…
La policía.
Oh, mierda.
De repente, sus ganas de llorar cesaron y se levantó de un salto. ¡Mierda, mierda, mierda!, ¿cómo había podido ser tan estúpido? Por supuesto que Yui llamaría a la policía, era lo que la gente hacía cuando descubrían a un cambiante. Probablemente nadie que estuviera cuerdo le creería, pero no podía arriesgarse a dejarlo ir así como así, no cuando su familia podría ser expuesta.
Su familia lo era todo para él. No se lo perdonaría si por su culpa acababan estando en peligro.
Maldita sea, para una vez que mete la pata, tiene que hacerlo hasta el fondo.
Sin pensárselo dos veces, echó a correr a toda velocidad, poniéndose a cuatro patas de vez en cuando para coger más impulso e ir más rápido. Tenía que aprovechar que el olor de Yui era reciente para seguirlo, ya que nunca le había dicho dónde vivía.
En cuanto salió del bosque y llegó a la ciudad, volvió a sostenerse sobre sus pies y siguió el rastro lo más rápido que pudo sin llamar la atención hasta una zona periférica de la ciudad. A medida que se adentraba en ella, se dio cuenta de que se encontraba en un barrio más marginal y pobre; le costó poco darse cuenta de que no era bien recibido, algunos chicos de su edad o unos cuantos años más mayores hicieron amago de acercarse, sin duda alguna atraídos por su uniforme escolar que lo identificaba como alguien de familia más próspera que las suyas, sin embargo, le bastó con desafiarlos con la mirada a que le atacaran para que retrocedieran.
Los humanos se jactaban de ser la especie dominante, pero parecían haber olvidado que descendían de los monos y que, les gustara o no, seguían siendo animales. Más evolucionados, sí, como los cambiantes, pero animales al fin y al cabo, por lo que aún conservaban una pequeña parte de sus instintos… Y esos instintos les decían que Menma era peligroso, aunque pareciera un crío.
El joven lobo siguió su camino hasta un bloque de apartamentos. Tras asegurarse de que Yui había entrado dentro, cogió su móvil y marcó el número de la única persona que podía ayudarle a solucionar aquel lío.
—¿Diga?
—Padre, soy Menma. Te necesito.
Yui entró corriendo en la casa y la cerró con llave antes de salir disparado hacia su habitación y encerrarse dentro. Tiró la mochila a cualquier lado y luego se apoyó contra la puerta con los ojos fuertemente cerrados, esperando a escuchar en cualquier momento a esa… esa… cosa destrozando la entrada principal para después ir a por él.
Y esperó.
Y esperó.
Abrió los párpados cuando creyó que había pasado un buen rato y, al no escuchar a nadie en la casa, se dejó caer al suelo y se abrazó las rodillas antes de enterrar el rostro entre ellas.
Sabía que era demasiado bueno para ser verdad. Un chico tan amable, dulce, guapo y sensible jamás se habría interesado en alguien como él, era demasiado diferente a los donceles “normales”, su vida era un desastre y no tenía un gran futuro por delante. Por no hablar de que, por su culpa, su madre fue repudiada por todos, primero por su padre y luego por su familia, y ahora sufría por su culpa.
Tal vez sería mejor si estuviera muerto. Puede que tuviera que dejar que esa criatura lo matara.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Todavía estaba muy asustado; no comprendía lo que había visto ni lo que significaba, a la gente no le crecía el pelo de esa forma ni tampoco era capaz de… retraerlo. Sabía que Menma no era humano, pero entonces, ¿qué era? ¿Una especie de… bestia peluda? Lo primero que le vino a la cabeza fue que le había recordado a un hombre lobo, como los de las películas, que tenían tanto pelo en la cara… Pero eso sería imposible, ¿verdad? O no. ¡Maldita sea!, lo había visto con sus propios ojos. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Llamaba a alguien?, ¿y a quién? Si decía lo que había visto, lo tacharían de loco y lo meterían en un psiquiátrico; su madre no necesitaba más problemas de los que ya tenía.
¿Por qué? ¿Por qué Menma no podía ser un chico normal? Era lo mejor que le había pasado en su vida, con él era feliz; hacía que sus mejillas se sonrojaran, que su corazón tartamudeara, le hacía reír y jugar como no lo había hecho cuando era niño, había hecho que se sintiera seguro y querido en sus brazos…
De repente, algo hizo clic en su cabeza.
Ahora que lo pensaba, si Menma hubiese querido hacerle daño, ya lo habría hecho. Habían estado juntos durante casi dos meses, había tenido infinitas oportunidades de matarle si hubiera querido y él ni siquiera lo habría visto venir. Si realmente era un… hombre lobo o algo así, probablemente sería más fuerte, ¿no? O al menos peligroso si se lo propusiera.
Frunció el ceño al recordar todas las veces que en el instituto le habían pegado, chicos humanos, gente normal… y, sin embargo, Menma jamás le había puesto la mano encima. Sus caricias siempre fueron suaves, sus abrazos cálidos y sus besos lo más dulce que había probado nunca.
Oh, no, ¿cómo había podido pensar que era un monstruo? Bueno, vale, había estado aterrado al ver eso pero… tendría que haber dejado que se explicara, darle la oportunidad de decirle lo que era… Ni siquiera había intentado atacarlo cuando se había dado cuenta de que no era humano, solo había tratado de tocarlo, de tranquilizarlo.
Se limpió los ojos y se levantó. Tenía que volver con Menma, disculparse y dejar que le explicara qué era… y esta vez, no huiría. Confiaría en él.
Se disponía a abrir la puerta cuando escuchó un portazo seguido del grito de su madre.
Palideció al intuir quién estaba al otro lado de la puerta y se apresuró a presionar su espalda contra esta.
—¡No! ¡Por favor, Hiro, déjalo! —suplicó su madre.
—¿Que lo deje? ¡Por su culpa no te concentras en tu trabajo!
—He cumplido con todas tus exigencias, ¡he hecho todo lo que me dijiste!
—No es suficiente. No me das dinero suficiente, necesito que hagas más horas.
—¡Ese no era el trato!
—¡No! ¡El trato no incluía un maldito crío! ¡No es más que una molestia, estás tan pendiente de él que no puedes seguir el ritmo!
—¡Es mi hijo, Hiro! ¡Él es la única razón por la que hago esto!
—Y lo seguirás haciendo —prometió el hombre—, pero hay que deshacerse de ese niño.
—¡No!
Yui jadeó, asustado, al escuchar las pesadas pisadas de Hiro ir hacia su habitación. Sabía lo que venía ahora, de modo que se aseguró de que la puerta estuviera cerrada con llave y se preparó para los golpes.
—¡No toques a mi hijo! —chilló su madre.
—¡Zorra!
Se le heló la sangre al escuchar el forcejeo.
Un recuerdo se abrió paso en su mente. Era pequeño, tenía ocho años cuando Hiro derribó una vez la puerta de su habitación y lo lanzó contra la cama. Lo había tumbado boca abajo y lo había inmovilizado bajo su cuerpo, le había agarrado el brazo y había tirado de este hacia atrás con tanta fuerza que le dislocó el hombro.
Su madre se había enfrentado a él. Acabó en el hospital con la cara llena de golpes, contusiones por todo el cuerpo y una muñeca, una pierna y varias costillas rotas.
Por eso aprendió a estar la mayor parte del tiempo fuera de casa, a cerrar la puerta de su habitación y poner un mueble contra esta para que no lo sorprendiera mientras dormía. No quería que su madre volviera estar así por su culpa.
Así que abrió la puerta de su habitación, a tiempo de ver cómo Hiro la golpeaba en la cara con tanta fuerza que ella cayó hacia atrás y se dio en la cabeza contra la pared. A Yui le invadió el pánico al ver que no se movía.
—¡Mamá!
Corrió hacia ella para ver si estaba bien pero, de repente, fue lanzado contra el suelo. Trató de incorporarse, pero el hombre ya estaba allí, cogiéndolo del cuello de la camisa. Su puño impactó contra su rostro con fuerza, dejándolo aturdido, y luego vino otro golpe, igual de fuerte que el anterior que le hizo gemir de dolor.
—Tendría que haberme encargado de ti hace mucho tiempo —dijo, pegándole otra vez—. Tu madre… es de las favoritas. Los clientes la quieren más tiempo… pero no, ella tiene que venir a comprobar si su niño está bien. —Otro puñetazo, esta vez en la barbilla. Dolió, pero estaba tan mareado que a duras penas podía quejarse—. Así que este es el nuevo trato… Ella vivirá como una reina… cuando tú desaparezcas.
Esas palabras dolieron más que los golpes.
Siempre lo había sabido. Siempre había sabido que todo habría sido mejor si no hubiera nacido. Su madre podría haber terminado los estudios y seguir saliendo con su padre, sus abuelos no la habrían echado de casa, podría haber sido juez y tenido una vida normal y maravillosa.
Él tenía razón. Lo mejor era que desapareciera…
“Te quiero, cariño”, escuchó la voz de su madre en su cabeza. Recordó todas las veces que se lo había dicho antes de ir a la cama, cómo le había acariciado el cabello cuando estaba enfermo y los cumpleaños que habían pasado juntos comiendo dulces y viendo una película. Pensó en cómo le había prometido una y otra vez que no se preocupara por nada, que ella traería dinero suficiente a casa y que se ocuparía de que fuera a la universidad para que cumpliera su sueño de ser artista, que pasara lo que pasara, nunca le abandonaría.
“Me gustas mucho, Yui”. Ese era Menma, el chico del que estaba enamorado y que le había hecho sentir que era alguien que valía la pena, que merecía estar allí y ser querido.
¿Era mucho pedir querer tener la oportunidad de estar con ellos?, ¿de intentar ser feliz a su lado?
Solo había una forma de averiguarlo.
Reunió la poca fuerza que le quedaba para asestarle a su contrincante una patada en los genitales. Hiro aulló y se retorció de dolor, soltando a Yui, que se apartó como pudo de él y se arrastró hasta su madre.
—Mamá —la llamó, sacudiéndole el hombro—, mamá, despierta. Tenemos que irnos de aquí…
De repente, recibió una patada en el estómago que le hizo gritar de dolor.
Al parecer, no había golpeado a Hiro tan fuerte como había esperado, o eso o se había recuperado muy rápido, lo cual no le sorprendería ya que el muy maldito era una monstruosidad de metro ochenta y puro músculo, así era como dominaba a las personas que trabajaban para él.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —rugió, dándole otra patada, esta vez en los brazos, con los cuales se había protegido el estómago. Le hizo daño, pero no tanto como antes—. ¡Voy a matarte, hijo de…!
—¡SUÉLTALO!
El corazón de Yui saltó al reconocer aquella voz. ¡Menma!, exclamó mentalmente al verlo en el marco de la puerta principal, con la ropa desarreglada y el cabello más revuelto de lo normal, como si hubiera ido corriendo hasta allí. Su postura era tensa, tenía las piernas separadas, los puños apretados y fulminaba a Hiro con la mirada; el temor lo apresó al adivinar que tenía intención de enfrentarse a él.
El hombre le lanzó una mirada de pocos amigos.
—No te metas en esto, chico. Te lo advierto.
Los ojos de Menma no mostraron ni una pizca de duda.
—Eres tú el que está advertido. Déjalos en paz.
Hiro soltó una carcajada.
—¿Qué crees que puede hacer un crío contra…? ¡Ugh! —gimió cuando, de repente, Menma apareció de la nada frente a él y le asestó un puñetazo tan fuerte en el bajo vientre que se dobló por el dolor.
El joven lobo no perdió el tiempo y, aprovechando que se había inclinado hacia delante, le dio un rodillazo en la nariz que probablemente la rompió, ya que un montón de sangre salpicó el suelo, y después le golpeó otra vez en la cara. Hiro cayó hacia atrás con un gemido y se quedó ahí. Menma le gruñó y luego fue rápidamente hacia Yui. Su rostro decidido había sido sustituido por uno de absoluta preocupación.
—¡Yui! ¿Estás bien?
El doncel lo miró asustado.
—Mi madre. Por favor, se ha golpeado en la cabeza y no se ha movido desde entonces.
Menma asintió y corrió hacia ella. La comprobó con cuidado, tocando las zonas más vulnerables de la cabeza y también miró su pulso y su respiración.
—Creo que está bien, pero hay que llevarla al hospital. A los dos —añadió tras mirarlo de nuevo e ir hacia él. Se agachó a su lado y le acarició el cabello—. Me preocupas más tú, tienes mucha sangre.
Yui le sonrió y, con dificultad, le cogió la mano. Menma se la estrechó con fuerza.
—He estado peor. Gracias por venir.
—Siempre.
Así era su chico… No, su lobo. O lo que fuera. Al pensar en eso, la culpa por lo que había sucedido esa tarde lo embargó y abrió la boca para disculparse, para decirle que no le importaba lo que fuera, que le seguía queriendo y que esperaba que pudiera perdonarle.
Hasta que una sombra se alzó tras Menma.
—¡Menma, cuidado! —gritó.
Este se dio la vuelta con rapidez, pero no logró evitar la patada que le asestó Hiro y que lo dejó tirado en el suelo, aturdido. El muy cabrón se había despertado rápido.
—¡Menma! —chilló Yui, tratando de levantarse, pero era casi imposible; pese a que sus piernas estaban bien, le dolían mucho las costillas y cada movimiento que hacía le costaba una mueca angustiada en el rostro, además de que no podía sostenerse sobre sus brazos, pues los tenía amoratados, también por las patadas que le había dado al tratar de protegerse el estómago.
Sin embargo, no llegaría a tiempo de protegerlo. Hiro ya se había inclinado sobre Menma y estaba aplastando su cabeza contra el suelo mientras levantaba el puño.
—Niñato de mierda… —maldijo el hombre, bajando la mano… que fue detenida por la muñeca por unos dedos fuertes y firmes.
Hiro se giró, listo para encontrarse a otro crío, por eso abrió los ojos como platos al ver a un hombre enorme, de metro noventa, con hombros y pecho amplios, espalda ancha, brazos y piernas musculosos, piel pálida, cabello oscuro y ojos tan negros como una noche sin luna. Unos ojos fieros que le causaron pavor sin saber por qué.
—Nadie… toca… a mi cachorro —dijo este antes de lanzarlo con fuerza contra una pared. Se golpeó en toda la espalda, arrancándole un aullido de dolor.
La cosa no terminó ahí, el extraño fue hacia él y lo cogió por el cuello para levantarlo. El pánico se filtró por todo su cuerpo cuando sus pies dejaron de tocar el suelo y el aire dejó de llegar a sus pulmones.
El hombre le dedicó una cruel sonrisa.
—¿Qué te pasa, amigo? Un machote como tú puede con una mujer y dos niños, pero a la hora de pelear con un hombre se queda ahí paralizado, boqueando como un idiota. —Su rostro volvió a demostrar su furia—. Te has metido con la familia equivocada, bastardo hijo de puta. Me aseguraré de que no vuelvas a cometer el mismo error —dicho esto, estampó su cara contra la pared con tanta fuerza que se escuchó un crujido horrendo y que dejó a Hiro inconsciente a causa del dolor.
Sasuke le echó un vistazo rápido para asegurarse de que no se movería y luego se giró hacia la puerta.
—Ya es seguro, Naruto.
Este entró atropelladamente en el piso. Revisó el apartamento con los ojos, haciendo una mueca desagradable al ver el estado de Hiro, pero no le dio más importancia y fue corriendo a revisar a los dos chicos.
—¿Estáis bien? —preguntó, mirando primero a Yui, cuyo rostro estaba lleno de sangre—. ¿Cómo estás? ¿Dónde te duele?
Por un instante, el doncel se quedó un poco anonadado al ver al padre doncel de Menma, ya que era la viva imagen de su hijo… Bueno, al revés. Ahora se daba cuenta de dónde había salido su atractivo, ya que Naruto era una belleza de piel tostada que contrastaba con su hermoso cabello rubio, que llevaba recogido en una trenza, y que resaltaba sus increíbles ojos azul cielo, rasgo que sin duda había heredado Menma, al igual que las adorables marcas de las mejillas.
Naruto frunció el ceño con preocupación al ver que Yui no respondía.
—Yui, ¿me oyes?
—¿Estás bien? —le preguntó Menma, también inquieto. Después de que su padre le hubiera quitado de encima a Hiro, se había apartado prudentemente de ambos, sabiendo que su alfa se vengaría por haberle puesto la mano encima, y había regresado junto a Yui.
—Ah… Sí, sí, es solo que… sois idénticos.
Los dos se miraron un momento y luego Naruto esbozó una tierna sonrisa.
—Si estás lo bastante bien para fijarte en eso, creo que no tienes nada grave.
Yui se sonrojó al darse cuenta de que se había ido por las ramas.
—Lo siento. Me ha golpeado mucho la cara, pero creo que no me ha roto nada. Tengo los brazos doloridos y me duelen las costillas.
—¿Te duele si te toco? —preguntó, colocando suavemente la mano en su costado.
—¡Ay!
Menma rodeó al doncel con sus brazos y miró a su padre asustado.
—¿Se pondrá bien?
—Tranquilo, cariño —lo calmó Naruto—, si fuera algo malo, ya lo sabríamos. Vamos a llevarlo al hospital y allí lo curarán —dicho esto, acarició a su hijo—. ¿Tú estás bien?
Este le sonrió.
—Sí, papá.
—¿Y a mí no me preguntas si estoy bien? —intervino Sasuke, que una vez hubo atado a Hiro, fue junto a su familia, colocándose junto a su esposo.
Este le miró levantando una ceja y sonriendo.
—Eres mi sexy y duro hombre lobo. No he dudado ni un instante de ti.
Sasuke esbozó una amplia sonrisa satisfecha y le guiñó un ojo. Después, su rostro se volvió serio y miró a su alrededor con ojo crítico.
—Lleva a los chicos y a la mujer al hospital, yo llamaré a la policía y a un amigo mío.
—¿Cambiante? —adivinó Naruto.
Su marido asintió.
—Sí, solo para asegurarnos de que no hay nada que nos incrimine.
—No he cambiado delante de ese hombre, padre —intervino Menma.
Sasuke lo miró con un brillo orgulloso en los ojos.
—Y lo has hecho muy bien, hijo. Ahora preocúpate solo por recuperarte y por tu doncel, yo haré el resto —dicho esto, fue hacia la madre de Yui, a la que cogió en brazos, y luego miró un segundo a su esposo—. Te ayudaré a meterlos a todos en el coche.
Naruto le dio las gracias con un simple asentimiento y ayudó a su hijo y a Yui a andar hasta el coche. Una vez estuvieron todos dentro, se despidió de Sasuke con rapidez, quien le prometió que iría al hospital en cuanto terminara allí, y después fue tan rápido como pudo hasta urgencias, donde explicó brevemente lo sucedido y sin dar muchos detalles, solo que habían ido su marido, él y su hijo a ver al novio de este y que al entrar en la casa habían encontrado a la mujer inconsciente y al pequeño doncel siendo golpeado por un hombre.
A Menma no le gustó separarse de Yui, pero no tuvo más remedio cuando se lo llevaron a una sala para examinarlo a conciencia, además de que Naruto insistió en que le miraran a él también. Por suerte, el muchacho solo tenía un golpe en la cara, por lo demás, estaba perfectamente.
No fue el caso de Yui y su madre. Ninguno de los dos estaba en peligro mortal, pero la mujer había sufrido un fuerte golpe en la cabeza y tenía una conmoción, y al doncel tuvieron que hacerle una pequeña intervención al detectar que tenía dos costillas rotas. Sin embargo, ambos se pondrían bien con un poco de tiempo.
En cuanto Menma pudo, fue de inmediato a ver a Yui y asegurarse de que estaba bien con sus propios ojos, aunque en aquel momento se encontraba sedado. Mientras tanto, esa zona del hospital se convirtió en un caos cuando la policía acudió para ver los informes de los médicos sobre la mujer y el chico, así como también trajeron a Hiro al cabo de un rato, solo que a este lo esposaron a una camilla. Naruto fue interrogado y dio la misma versión que a los médicos, así como respondió a las preguntas básicas sobre cuánto tiempo hacía que su familia tenía relación con Yui y su madre y el tipo de amistad que mantenían. El doncel respondió con naturalidad y, cuando le preguntaron cómo era posible que Hiro tuviera la espalda llena de contusiones y la mandíbula rota, se encogió de hombros y se limitó a decir que su marido era muy fuerte y que no le gustó ver a su hijo amenazado por lo que ambos creían que era un maltratador de mujeres y niños.
Los agentes quisieron interrogar también a Menma, que era el único de los heridos que estaba consciente, pero ni Naruto ni los médicos lo permitieron, alegando que estaba en un estado delicado. Su padre doncel sabía que solo estaba preocupado por Yui, pero era consciente de que su lobo podría ponerse un poco agresivo si lo apartaban de él en ese momento, así que se las ingenió para mentir diciendo que su hijo había pasado por una experiencia traumática (después de todo, a un chico normal de quince años le habría afectado ver a su pareja y a la madre de esta siendo golpeados por un hombre enorme) y que no estaba en condiciones de ser interrogado.
Ahora, lo único que tenía que hacer era esperar a que Yui despertara para asegurarse de que su versión coincidía con la que él había dado… y, de paso, averiguar si era un peligro para su familia, pues no se había olvidado de que el doncel había descubierto su secreto.
Nada más empezar a recuperar la conciencia, lo primero que sintió fue dolor. Soltó un quejido, apretando los párpados con fuerza y llevando su mano a su costado izquierdo.
—Yui, ¿estás bien?
Esa voz…
—¿Menma? —Trató de abrir los párpados para verle, pero había demasiada luz y le molestaba en los ojos.
—Espera —dicho esto, escuchó sus pasos alejarse un poco antes de que notara que el resplandor de las lámparas se apagara, permitiéndole abrir los párpados poco a poco. Se sentía muy débil y agarrotado—. ¿Mejor?
Con algo de dificultad, giró la cabeza hacia la derecha, encontrándose con sus bonitos ojos azules teñidos de inquietud. Él le sonrió para tranquilizarlo.
—Hola.
Menma le devolvió la sonrisa.
—Hola. —Se sentó en la cama junto a él y le apartó con cariño los mechones de pelo de su rostro para que no le molestaran—. ¿Cómo estás?
—De cintura para arriba, me duele todo.
—Los médicos dijeron que era normal. Tienes la cara muy magullada y un ojo morado, tus brazos están llenos de moratones y tienes dos costillas rotas. ¿Te duele mucho? ¿Quieres que llame a una enfermera?
Yui hizo amago de negar con la cabeza, pero le costaba mucho moverse, así que decidió hablar solamente.
—Todavía no, quiero saber qué ha pasado. —Entonces, recordó a su madre tirada en el suelo y el miedo lo acongojó—. ¿Y mi madre? ¿Dónde está? —preguntó, alarmado y haciendo amago de levantarse a pesar del dolor.
Sin embargo, Menma lo cogió por los hombros y lo instó suavemente a tumbarse de nuevo.
—Tu madre está bien. Tiene una contusión en la cabeza, pero nada que no vaya a curarse con reposo. Me han dicho que ya está despierta y que responde bien a las pruebas que le han hecho. No te preocupes, se pondrá bien.
Yui suspiró de alivio.
Menos mal. Su madre no estaba grave, estaría bien.
—¿Y Hiro? —preguntó, esta vez asustado—. ¿Está aquí?
Menma arrugó la nariz al recordar a ese desgraciado.
—Sí, pero está esposado y bajo vigilancia policial —dicho esto, se removió un poco, incómodo—. De todos modos, no me preocuparía mucho por él. La espalda no le permite moverse de donde está y los médicos dicen que solo podrá volver a comer con pajita, mi padre le partió la mandíbula.
—Bien —dijo el doncel sin pensar.
El chico levantó una ceja.
—No sabía que tenían un lado cruel.
Yui apartó la vista.
—Hiro es un hombre despiadado. Nos ha hecho la vida imposible a mi madre y a mí.
Menma entrelazó sus dedos con los suyos.
—¿Quieres hablar de ello?
No era algo que le gustara comentar, a pesar de que, tarde o temprano, todo el mundo se acababa enterando: los vecinos, la gente del barrio en el que vivían, los alumnos y profesores de su instituto… Si la policía estaba allí, Menma también acabaría sabiéndolo, y prefería que se enterara por él. Además, sentía que le debía una explicación por haberles salvado a su madre y a él.
—Mi madre es prostituta —soltó, temiendo su reacción.
El chico ni se inmutó y siguió acariciándole los dedos.
—Está bien —dijo simplemente.
Yui parpadeó.
—¿No te importa?
—Tu madre hizo lo que pudo para manteneros a ambos, creo que eso es admirable. Lamento que tuviera que pasar por eso, pero no la repudiaría por hacer lo que es necesario para su supervivencia y la tuya.
Esas palabras le produjeron tal alivio que se le llenaron los ojos de lágrimas. Menma era la primera persona que no se burlaba de él diciéndole que su madre es una puta a la que le gusta que le folle cualquiera que pueda pagarla ni que él era uno de sus bastardos. Todo lo contrario, había dicho que la admiraba y que lamentaba que hubiera llegado a esos extremos.
Conmovido porque le hubiera aceptado, estrechó su mano con la poca fuerza que tenía en su estado.
—Gracias. Significa mucho para mí.
Menma le sonrió y le acarició el cabello con su mano libre. La otra se limitó a seguir acariciándole los dedos.
Yui, sintiéndose mucho mejor ahora, decidió contarle su historia.
—Mi madre no tenía nada cuando mis abuelos la echaron de casa y mi padre le dio la espalda. Durante algunos años, pudo mantenerse con trabajos sencillos, limpiando o de camarera. Pero cuando yo tenía seis años, se dio cuenta de que no tendría dinero suficiente para pagar mis estudios… y… Hiro apareció.
—¿Os ofreció dinero?
—A mi madre. Ella es muy guapa y supo que a los… clientes les gustaría. No le gustaba que tuviera un hijo pero, al mismo tiempo, yo era su aliciente para obligarla a hacer lo que quería. Mi madre aceptó encargos muy duros a cambio del dinero suficiente para que yo pudiera estudiar.
Menma frunció el ceño.
—¿Él ya os pegaba entonces?
—No le gustaba golpear a mi madre, decía que era malo para el negocio y que le convenía que ella siguiera siendo bonita…
—¿Y a ti? —preguntó el chico con el cuerpo tenso.
Yui se removió, incómodo, y apartó la vista.
—Sí, a veces.
—¿Qué quiere decir eso?
—Aprendí a ser escurridizo, a mantenerme lejos de su vista tanto tiempo como podía.
El joven volvió a acariciarlo, compasivo.
—Lo siento mucho, Yui. Nadie debería vivir así.
—No había otro remedio. Yo intentaba que mi madre lo dejara, solía decirle que no era tan importante que tuviera estudios pero ella no quería que acabara haciendo lo mismo y viviendo bajo la sombra de Hiro, tenía miedo de que, cuando creciera lo suficiente, acabara vendiéndome a mí también. —Se estremeció—. Yo nunca lo he visto, pero sé lo que los clientes le hacen a mi madre. He visto las marcas de sus manos y las de su espalda, son horribles. Por eso ella bebe, sé que no quiere hacerlo y que le da vergüenza, odia que yo la vea cuando está así de mal, sin embargo, parece que es lo único que la ayuda a olvidar durante un rato las cosas que han hecho con ella —al decir eso, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas—. Yo lo intento, Menma. Cogí un trabajo para los fines de semana, intento que coma bien, que se bañe y que se cuide, pero ella no deja la bebida y tampoco me escucha cuando le pido que deje ese trabajo, que nos las arreglaremos de otra forma. No sé qué más hacer para ayudarla ni cómo lidiar con esta situación…
—Shh… Tranquilo —lo arrulló Menma, envolviéndolo en sus brazos con cuidado para no hacerle daño en las heridas—. Yui, entiendo lo que haces por tu madre y eso me enorgullece… pero es demasiado para ti solo.
—No quiero que siga con esto, Menma —lloró el doncel, desahogándose—. Hiro podría haberla matado. Y si no es él, lo será alguno de sus clientes o la bebida…
—Ya está, ya está, shh… —continuó calmándolo sin dejar de acariciarlo. Permitió que se aferrara a él y que sollozara en su hombro, sabía que necesitaba quitarse toda esa carga que llevaba encima. No tenía ni idea de que Yui hubiera aguantado aquello durante tanto tiempo, pero lo admiraba por haber estado cuidando de su madre a pesar de todo, haciendo lo que estuviera en su mano por ella. Sin embargo, al final, la realidad era que tanto él como Menma no eran más que dos críos perdidos en el mundo y que no había gran cosa que pudieran hacer… pero eso no quería decir que no hubiera otros que pudieran ayudarles—. Escucha, ahora que sabemos cuál es el problema, podemos buscar una solución. Mis padres nos ayudarán.
Yui se separó un poco para mirarlo con sus ojos enrojecidos.
—¿Tus padres?
Él asintió con una sonrisa.
—Seguro que a ellos se les ocurre algo para ayudar a tu madre.
—¿De verdad?
Menma asintió, completamente convencido.
—Sí. Nunca me han fallado.
Yui le sonrió débilmente y luego le dio un beso suave en los labios.
—Gracias, Menma. Por todo.
Este se puso rojo como un tomate, lo cual le hizo gracia al doncel.
—Te has sonrojado.
—Me has besado —dijo Menma, atónito.
Yui respondió como si nada.
—Sí, lo he hecho.
—Creía que no volverías a hacerlo.
Al escuchar eso, supo a lo que se refería y la culpabilidad regresó. Miró con tristeza a Menma y le acarició la mejilla.
—Me siento muy mal por lo de esta tarde. Yo… me asusté mucho y no reaccioné bien. —Lo miró a los ojos para que viera que no le mentía—. Sé que nunca me harías daño, independientemente de lo que seas, y tendría que haberme quedado contigo y dejar que me explicaras la verdad. Lo siento mucho, Menma.
El joven lobo negó con la cabeza, todavía sin poder creérselo.
—¿Todavía te gusto?
Yui le sonrió.
—No me gustas, te quiero.
Menma dejó escapar un suspiro de alivio y se inclinó para besarlo en los labios. El doncel le devolvió los besos con ternura, acariciando su rostro como si fuera lo más preciado que tenía en el mundo y, realmente, era una de las dos personas a las que más amaba.
—Te quiero, Yui —susurró el chico contra sus labios antes de frotar su nariz con la suya en un gesto cariñoso.
Yui le dio otro beso.
—Lo sé —dicho esto, se le escapó un bostezo, haciendo sonreír a Menma.
—Estás cansado y ya se ha hecho de noche, deberías intentar dormir.
El doncel se aferró a él.
—¿Duermes conmigo?
Menma asintió con entusiasmo y se tumbó a su lado. Con cuidado de no hacerle daño, colocó a Yui entre sus brazos de tal forma que su cabeza quedara apoyada en su pecho. Este soltó un suspiro suave y cerró los ojos, sintiéndose inmediatamente seguro y amado.
El lobo lo besó en la frente.
—Ahora estamos juntos, Yui. Todo saldrá bien —le prometió.
Sasuke Uchiha llegó al hospital varias horas más tarde. A pesar de que habían pasado ocho años desde aquella horrible noche en la que Naruto estuvo a punto de morir para dar a luz a su cachorro Arashi, todavía seguía odiando esos sitios y la forma en la que le hacían sentir.
Vulnerable.
Impotente.
Un tanto ansioso, aspiró los aromas del lugar con una mueca de disgusto. Detestaba el olor a fármacos y detergentes que había allí, hacía que le ardiera la nariz y que fuera casi imposible detectar cualquier otro aroma. Por suerte, conocía tan bien el olor de su compañero como el suyo propio, así que podía encontrarlo en cualquier lugar mientras hubiera una mínima brizna de olor a él y, para su fortuna, la había.
Fue directamente hacia donde le llevaba el rastro, encontrando a su esposo en el piso donde se encontraban las habitaciones de los pacientes… junto a un agente de policía humano que estaba demasiado cerca de él para su gusto.
Apretó los puños con rabia al ver la escena. Su pobre Naruto estaba pegado a la pared, claramente cansado por las ojeras que tenía alrededor de los ojos y sin duda alguna incómodo por la cercanía del policía, que había apoyado una mano en la pared, justo al lado de la cabeza de su rubio mientras se inclinaba sobre él con una sonrisa arrogante, probablemente presumiendo de alguna chorrada.
Nadie… toca… a su presa.
Dispuesto a salvar a su esposo, se acercó pisando fuerte a ellos para que pudieran oírlos. Normalmente era más sigiloso, pero le faltaba poco para que le salieran las garras y no quería armar un numerito en el hospital, bastantes problemas tenían con lo que había ocurrido hoy.
Al escuchar sus pasos, tanto el policía como Naruto se giraron hacia él… y el doncel esbozó una enorme y alegre sonrisa.
—¡Sasuke! —lo llamó, empujando sin miramientos al policía, al que le faltó poco para tropezarse con sus propios pies.
Su rubio se lanzó a sus brazos, haciendo que Sasuke ronroneara de gusto al tener a su compañero tan cerca de su cuerpo. Lo estrechó con fuerza contra sí y, en cuanto este levantó la cabeza para decirle algo, se inclinó para poseer su boca con un ardoroso beso. Gruñó complacido al escuchar el suave gemido que se le escapó y al olfatear el ligero aroma de su humedad en el aire. Solo él provocaba esa reacción tan fuerte en Naruto y le encantaba… y también le ponía duro. En cuanto se quedaran solos, lo arrastraría al baño y lo follaría rápido y fuerte contra la pared.
Cuando se separaron, Sasuke lo abrazó con ternura y plantó besos en su cuello antes de lanzarle una maliciosa sonrisa al agente que le decía: “este rubio es mío, ¡jódete!”, el cual, totalmente desanimado, se alejó de allí cabizbajo.
—¿Ya se te ha pasado tu ataque de celos? —le preguntó Naruto, que conocía demasiado bien a su marido como para saber cuándo estaba marcándolo como suyo frente a un hombre humano.
Sasuke sonrió con picardía.
—No del todo. Quiero encerrarte en el baño y joder tu lindo y sexy culo —susurró en su oído antes de lamerle el lóbulo de la oreja, arrancándole un jadeo al rubio.
Pese a que permitió que su marido siguiera abrazándolo contra su duro y caliente cuerpo (que a pesar de todos los años juntos seguía poniéndolo a mil por hora), le lanzó una mirada divertida.
—Y aunque lo estoy deseando, mi lobo, primero tenemos asuntos que atender.
Sasuke se separó un poco, aunque siguió rodeando a su doncel por las caderas.
—Cierto —suspiró Sasuke antes de fruncir el ceño—. He hablado con mi compañero de cuando ejercía de policía. Ha investigado a Yui y a su madre. No es una bonita historia.
—Cuéntame.
El lobo le relató a Naruto lo mismo que Yui le había contado a Menma: la historia de sus padres, cómo sus abuelos echaron a su madre de casa, su dura vida sin recursos y la parte en la que hace tratos con Hiro para poder seguir manteniendo a su hijo y brindarle una educación decente. Sin embargo, añadió un pequeño detalle; Yui y su madre tuvieron que mudarse porque la policía de Osaka trincó el club en el que trabajaba Hiro y se llevó a muchas de sus chicas y chicos a Kioto. En esos momentos, el amigo de Sasuke había puesto en contacto a la policía de Osaka con la de allí para que se pusieran de acuerdo en cómo proceder con Hiro y también para ayudar a las mujeres y los donceles que habían estado ejerciendo la prostitución bajo la dura mano de ese hombre.
—Eso es horrible —se lamentó Naruto—, aunque lo explica todo.
Sasuke frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Además de la policía, han venido los servicios sociales a hablar con la madre de Yui.
Oh, mierda.
—Quieren quitarle a su hijo.
—Parece que aparte de prostituta, también es alcohólica.
—Habrá sido su forma de aguantar todo lo que ha estado haciendo —comentó Sasuke con pena.
Naruto asintió, también se sentía mal por ella.
—Parece que se han puesto en contacto con el padre y los abuelos. Están aquí.
El lobo abrió los ojos como platos.
—¿Aquí, en el hospital?
—Lo estaban a la hora de la cena. Han estado peleándose entre ellos por la custodia de Yui.
Sasuke resopló con rabia.
—¿En serio? ¿Ahora quieren ocuparse de él?, ¿después de que abandonaran a su madre por estar embarazada? Los servicios sociales no pueden entregar al doncel a esos sujetos.
El rubio suspiró.
—Es la ley. Ya está confirmado que Kohane no puede quedarse con su hijo, al menos, no en su estado actual, por lo que Yui queda en manos de uno de sus familiares más próximos.
—¿Y quién va a ser?
—Aún no se sabe. El padre parece que tiene buenas intenciones, se siente culpable por todo lo que le ha pasado a Kohane y a su hijo; creo de verdad que quiere corregir sus errores. El problema es que tiene otra familia y, sinceramente, su mujer no parecía nada contenta.
—¿Y sus abuelos?
—Oh, ellos son la mejor parte. He podido oír desde aquí cómo el padre de Kohane le recordaba el grandísimo error que cometió al tener a Yui.
Sasuke arrugó la nariz.
—Menudo personal.
—Sí, la mujer de los servicios sociales no está segura de qué hacer; si deja a Yui con su padre, está claro que su madrastra no le pondrá las cosas fáciles en casa, y si lo deja con sus abuelos… Bueno, yo diría que ellos están más interesados en hacerle pagar a su hija el que los desobedeciera que cuidar de su nieto.
—En ambos casos, es una mierda.
—Sí, y, además, Yui tendrá que irse de Kioto.
Al escuchar eso, el corazón de Sasuke se encogió.
—¿Ninguno vive por aquí cerca?
—Ambos viven en Osaka, sus abuelos estaban aquí por vacaciones y el padre tenía negocios que atender en la ciudad, ha sido casualidad que hayan llegado tan rápido.
El lobo bajó los ojos con tristeza.
—Menma no podrá verlo, al menos durante algún tiempo. Eso le dolerá.
—Les dolerá a los dos —corrigió Naruto, apoyándose en su pecho—. Los he visto durmiendo juntos y abrazados. Se quieren.
Sasuke besó a Naruto en la cabeza y bajó la mirada con tristeza.
—No quiero que aparten a mi hijo del que tal vez sea su compañero. Yo no soportaría que me alejaran de ti —murmuró, estrechando a su esposo contra sí.
El rubio le frotó el pecho, entendiendo perfectamente la necesidad animal de su marido por mantenerlo cerca de él. Menma y Yui no habían estado tanto tiempo juntos como ellos, pero intuía que el vínculo era fuerte, o de lo contrario el doncel no se habría quedado dormido tan tranquilamente en los brazos de un hombre lobo, o su hijo no habría estado tan preocupado por este, negándose a alejarse de él en cuanto le permitieron verlo.
—Tiene que haber algo que podamos hacer —murmuró Sasuke.
Naruto suspiró.
—Hay algo que tal vez pueda funcionar —comentó.
Su marido se separó para mirarlo, aunque siguió abrazándolo.
—¿Qué es?
—Kohane no está en condiciones de quedarse con su hijo, pero es la madre y tiene la última palabra en cuanto a quién se queda con él.
—¿Quieres decir que ella tendrá que decidir si Yui se va con sus abuelos o con su padre? Dudo que le guste alguna de esas opciones.
—Hay una tercera opción.
Sasuke levantó las cejas.
—¿Cuál es?
—Según lo que me ha dicho la asistente social cuando le he preguntado, dados los antecedentes de los familiares, estaría dispuesta a considerar que Kohane decida nombrar un tutor legal que sea de confianza, por el bien de Yui.
El hombre lobo frunció el ceño.
—Entonces, ¿ella puede escoger a otra persona para que cuide de Yui aunque no compartan parentesco?
—Eso me ha dicho, pero tendría que ser alguien muy cualificado para cuidar de Yui.
Sasuke no tardó en darse cuenta de a dónde quería llegar su esposo y parpadeó.
—¿Estás pensando en…?
Naruto le interrumpió acariciando su mejilla.
—Solo si tú también estás de acuerdo.
El lobo sonrió y puso su mano sobre la de su compañero.
—No tengo inconveniente, sobre todo si esto evita que nuestro hijo sufra.
El doncel asintió.
—Entonces, tenemos que ir a hablar con Kohane.
—Espera —lo detuvo Sasuke agarrándolo por las caderas y pegándolo a su cuerpo para acariciar su rostro—. Llevas muchas horas aquí y estás cansado. ¿Por qué no vas a casa y dejas que yo me ocupe de esto?
—¿Seguro? —le preguntó Naruto.
Sasuke le sonrió.
—Creo que es lo mejor. No te preocupes por Menma y Yui, yo les echo un ojo, y hablaré con Kohane también. Tú ve a casa, los chicos hace rato que no saben de nosotros y probablemente Kurama y Narumi estén que se suben por las paredes por no saber qué pasa. Tu presencia los tranquilizará —dicho esto, se inclinó y le dio un beso profundo y suave en los labios—. Ve, mi luna.
Naruto sabía que tenía razón. El resto de sus hijos ya sabían que estaban en el hospital arreglando las cosas de Yui y que Menma estaba sano y salvo, pero le inquietaba un poco dejarlos solos tanto tiempo. Si su hijo mayor hubiera estado allí con ellos, no estaría tan intranquilo, pues Menma era el alfa de la camada e infundía calma en los demás, pero ahora estaba pendiente de Yui, por lo que Kurama y Narumi, aunque no dudaba de que eran capaces de cuidar y vigilar a sus hijos pequeños, estarían algo nerviosos por no tener a ninguna de sus figuras autoritarias cerca y, como lobos que eran, eso podía causarles estrés.
Así que decidió marcharse y dejarlo todo en manos de Sasuke.
—Está bien. —Le dio un breve abrazo—. Te quiero.
—Y yo a ti.
Después de eso, se separó de su pareja y se dirigió al coche, rezando porque su lobo pudiera convencer a Kohane.
En una habitación solitaria, una mujer con una venda en la cabeza sollozaba en voz baja. Era evidente para cualquiera que Yui era hijo suyo: tenía la piel tan clara y lisa como la suya, con la diferencia de que, en las muñecas, había marcas de cuerdas y que su espalda estaba estropeada por largas cicatrices que se entrecruzaban con violencia, como si trataran de hacerla pedazos; su cabello era de un rubio pálido precioso y lo llevaba bastante largo para ocultar las marcas, y sus ojos eran del mismo color azul zafiro, similar al del mar. La única diferencia entre ambos era que Kohane era menuda mientras que su hijo era más alto que la media de los donceles, lo cual seguramente había heredado de su padre o de su abuelo, ya que ambos eran bastante altos.
Le costaba creer que precisamente ella debía decidir con quién de los dos se iría. Apreciaba que Yoshiro se hubiera disculpado por haberla dejado sola para que se ocupara del hijo de ambos, pero no por ello podía perdonarlo tan fácilmente y mucho menos entregarle a Yui; habían pasado dieciséis años desde la última vez que lo vio, era poco más que un desconocido para ella y se negaba a dejar a su hijo con un extraño, por no hablar de que se había dado cuenta de que su esposa no estaba para nada contenta con la idea de tener que criar a un chico que no era suyo. Y en cuanto a su padre, sabía que no volvería a ver a Yui durante muchos años, le había dicho que sería su castigo por haberle desobedecido, ¡como si todavía fuera una niña!
¿Qué podía hacer? No le gustaba la idea de que su hijo se fuera con su padre y una mujer que sin duda alguna le haría la vida imposible, pero tampoco quería que acabara con sus padres, estaba convencida de que no tenían ningún interés real en él y que solo lo acogían para vengarse de ella.
—¿Se puede? —preguntó una voz masculina muy suave.
Kohane se giró y parpadeó al encontrarse a un hombre muy apuesto en la puerta de su habitación. No tenía ni idea de quién era, no llevaba el uniforme policial ni tampoco parecía ser de servicios sociales, no la molestarían a esas horas; tampoco podía ser un cliente, lo recordaría si lo fuera… ¿sería uno de los hombres de Hiro?
Se encogió ante la idea. El desconocido era muy alto y fuerte, encajaba en la clase de hombres que contrataba Hiro para mantener a sus putas a raya.
—¿Quién es usted? —preguntó con temor, buscando de reojo el botón para llamar a la enfermera.
Este le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—No tenga miedo. Me llamo Sasuke Uchiha, mi esposo fue quien los trajo a usted y a su hijo al hospital.
Kohane parpadeó al reconocer el nombre.
—Usted fue quien nos salvó —dijo con los ojos llenos de lágrimas. La policía se había encargado de contarle lo que había sucedido.
Sasuke entró en la habitación y se acercó a ella.
—En realidad fue mi hijo quien siguió a Yui hasta su casa. De no ser por él, yo no habría intervenido —dicho esto, se sentó a su lado—. ¿Cómo se encuentra?
A la mujer le tembló el labio, a pesar de que trató de sonreír.
—La verdad es que no es mi mejor día. Mi jefe casi mata a mi hijo, la policía ya sabe a lo que me dedico, los servicios sociales quieren quitarme a Yui y él… —Se le escapó un sollozo—. Ni siquiera me dijo que estaba saliendo con un chico.
Sasuke se sentó a su lado y le dio unas palmaditas en la mano.
—No creo que Yui tuviera malas intenciones al ocultarle eso. Solo tiene quince años y su vida no ha sido fácil…
—Lo sé mejor que nadie —lo interrumpió ella, apartando la mirada.
El hombre la miró con comprensión.
—No la estoy juzgando, solo quería decir que tal vez Yui no quería preocuparla con temas de chicos. Sabía que usted tenía bastantes cosas encima.
Kohane asintió.
—¿Su hijo es un buen chico?
Sasuke sonrió.
—Lo es, pero soy su padre, ¿qué voy a decir?
La mujer esbozó una pequeña sonrisa.
—Es verdad. Sin embargo, sé que su hijo se enfrentó a Hiro por Yui y por mí. Eso dice mucho de él. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Cómo se llama?
—Menma.
—Es bonito —murmuró. Sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez mientras miraba el techo—. Todavía me cuesta creer que vayan a quitarme a mi hijo. No quiero que lo hagan.
El hombre le dedicó una mirada compasiva y le estrechó la mano.
—Lo lamento mucho.
—Yo… lo entiendo. Sé que no estoy bien y que Yui ha tenido que cuidar de mí pero… no quiero que se crie con su padre y su familia, sé que mi hijo no tiene una buena opinión de él y que su mujer no le dará la bienvenida con los brazos abiertos. Tampoco quiero que vaya con mis padres —sollozó al recordar cómo su padre la echó de casa entre gritos furiosos—. Dios… Le castigarán continuamente porque yo decidí tenerlo. Y mientras tanto, yo estaré en la cárcel, sin poder ayudarle ni saber qué es de él ni cómo le tratan esas personas… —rompió en llanto.
Sasuke, lejos de estar incómodo, se acercó un poco más y le limpió la cara con las manos. Él comprendía muy bien la sensación de frustración y de impotencia que sentía, el saber que, por mucho que lo desearas, no podías hacer nada para proteger a un ser querido. Aún sentía punzadas de temor cuando recordaba cómo Naruto llegó sangrando al hospital el día en que nació Arashi, no había podido hacer nada más aparte de estar sentado en la sala de espera, rezando a todos los dioses conocidos porque no les ocurriera nada. Por suerte, ambos salieron adelante.
—Señora Jundo, no llore —le pidió con suavidad—. He venido a proponerle algo.
La mujer sorbió por la nariz y lo miró confundida.
—¿Qué…? ¿Qué quiere decir?
Sasuke se acomodó y se puso serio.
—Permítame decirle lo que va a ocurrir. Antes de conocer a mi esposo, era policía, conozco los casos como el suyo y puedo asegurarle que a ningún juez, ni a ningún fiscal, le gusta meter en la cárcel a mujeres y donceles que han ejercido la prostitución por necesidad, menos todavía si tienen hijos. Entonces, ¿qué es lo que van a hacer? En cuanto esté recuperada, el fiscal y el abogado que le asignen le recomendarán hacer un trato: testificar contra Hiro y su red a cambio de dejarla libre. La pena por prostitución es de dos años, y eso como mucho, dudo que nadie vaya a tomarse la molestia de presentar otros cargos contra usted, especialmente si no tiene antecedentes. Acepte ese trato.
—Pero si lo hago, Hiro…
—Hiro es un proxeneta del tres al cuarto, no tiene más poder que los pocos hombres a los que contrata y, ahora que le han pillado, lo habrán abandonado y se habrán dado a la fuga con su dinero. No se preocupe, no corre peligro.
Kohane asintió y se lamió los labios.
—Pero… aun así, no podré quedarme con Yui. Saben que soy alcohólica.
—Así es. Le pedirán que haga rehabilitación, confío en que solo necesite un año.
—Pero, aun así…
—Por favor, déjeme terminar —le pidió Sasuke con amabilidad antes de inspirar hondo—. Sé que después de eso, no le darán a Yui porque no tendrá trabajo ni tampoco una vivienda. Esto es lo que le propongo: haga ese año de rehabilitación y luego venga a buscarme; soy el propietario de una cadena de hoteles y siempre estamos buscando personal, puedo colocarla en uno de ellos como limpiadora, camarera o pinche de cocina, o también en la empresa como ayudante. Es todo lo que puedo ofrecerle con su formación, pero al menos tendrá un salario suficiente para pagar las facturas y empezar a rehacer su vida. —Hizo una pausa, ahora venía lo más delicado—. A cambio, me gustaría proponerle que dejara a Yui conmigo y mi esposo.
Kohane abrió los ojos como platos.
—¿Con ustedes? ¿Por qué?
Sasuke se encogió de hombros.
—Nuestros hijos están enamorados, creo que tanto Yui como Menma lo pasarán mal si los separan. Además, creo que su hijo podría sentirse más a gusto viviendo con su novio y nosotros que con un padre o unos abuelos a los que probablemente aborrece.
La mujer dudó, no estaba del todo segura.
—Ocuparse de otro adolescente… es mucho dinero.
—Mi cadena de hoteles es muy lucrativa y mi esposo ha ganado bastante dinero con las películas que han hecho de sus libros, no es un problema para nosotros. Puedo asegurarle que a su hijo no le faltará una buena educación.
—Pero… tendrían muchas responsabilidades, no es lo mismo cuidar de dos niños que de uno solo.
Sasuke soltó una risilla.
—Señora Jundo, tengo un total de seis hijos —dijo, haciendo que Kohane se quedara con la boca abierta—, tener a otro más bajo nuestro cuidado no supondrá demasiada diferencia.
Kohane se quedó muy callada, pensando en su oferta. Sin duda alguna, era muy generoso por su parte… pero…
—Tengo que pensarlo —acabó diciendo.
El hombre asintió.
—Lo entiendo. No nos conoce y no le gusta la idea de que su hijo esté con unos extraños, pero le aseguro que no tenemos malas intenciones. Hable con Yui para ver qué le parece y, si eso la tranquiliza, puede invitar a los servicios sociales a investigarnos todo lo que quieran, serán bienvenidos a entrevistar a mi familia y a entrar en mi casa. Pero, por el bien de su hijo, piense seriamente en mi oferta —dicho esto, le dio unas palmaditas en la mano y se fue de la habitación.
Ya había hecho todo lo que podía hacer por Yui. Ahora, dependía únicamente de Kohane.
—¿Seguro que a Menma no le importará? —preguntó un Yui inseguro mientras abría la maleta y le pasaba la poca ropa que tenía a Naruto.
Este hizo un gesto despreocupado con la mano.
—Claro que no, se pondrá tan contento que no te lo podrás quitar de encima en todo el día… aunque, si te sientes incómodo, puedo ponerte con Saki.
Yui negó con la cabeza.
—No, está bien por mí, es solo que…
Naruto sonrió al ver que estaba sonrojado y le acarició la cabeza con cariño.
—Es la primera vez que duermes con un chico y te da vergüenza.
—Sí —respondió el pequeño doncel, aliviado porque el padre doncel de Menma lo hubiera dicho por él.
—Yui, no debes preocuparte, ya sabes cómo es mi hijo. Si le marcas los límites de tu intimidad, él los respetará a rajatabla, por él no debes preocuparte. Si fuera el travieso de Narumi sería otra cosa, pero con Menma precisamente no tendrás ningún problema, solo dile lo que te preocupa y él hará hasta lo imposible para que te sientas cómodo aquí, es lo que pasa cuando te emparejas con un lobo.
Yui esbozó esta vez una sonrisa sincera. Era extraño cómo su vida había dado un giro de trescientos sesenta grados en apenas unos días.
Un mes antes, cuando su madre le dijo que los servicios sociales iban a separarlos, sintió que el mundo se le caía encima. No quería que lo apartaran de ella, era la única familia que tenía y le parecía muy injusto que quisieran trasladarlo con otras personas cuando ella había sacrificado tanto por él. Pero lo peor fue que querían dejarlo con sus parientes más próximos. No había llegado a ver a sus abuelos, estos no se habían dignado ni a presentarse ante él, tenía entendido que habían dicho que ya se verían bastante cuando consiguieran su custodia… lo cual no le había hecho ni pizca de gracia. Su padre no fue tan desagradable, le saludó con nerviosismo y le pidió disculpas por haberlos dejado solos diciendo que era joven y que no había estado preparado para tal responsabilidad, pero que ahora había madurado y que quería conocerlo. Yui lo entendía pero, aun así… su madre también había sido joven y a pesar de todo había cuidado de él. No podía perdonarlo tan rápido como para querer irse con él, aparte de que su esposa no parecía estar muy contenta con el hecho de que él existiera.
Sin embargo, después su madre le habló de la propuesta de los señores Uchiha, lo cual lo llenó de esperanzas. Sin duda alguna, prefería quedarse con Menma y su familia antes que marcharse con unas personas que, a su modo de ver, traicionaron a su madre y fueron los culpables de que ella terminara relacionándose con gente como Hiro. Así que le dijo que, si no podía quedarse con ella, quería estar junto a Menma.
Kohane, respetando su decisión, pidió a los servicios sociales que fueran a ver a la familia Uchiha para asegurarse de que era apta para quedarse con Yui y, sinceramente, la mujer que fue a entrevistarla se quedó gratamente sorprendida: entre Sasuke y Naruto ganaban más que lo suficiente para mantener a todos sus hijos, incluso solo con el sueldo de Sasuke bastaría; además, ambos pasaban gran parte del tiempo en casa, por lo que los niños no estaban en absoluto desatendidos; la casa estaba limpia y bien cuidada, y los jóvenes Uchiha eran como una piña, cuidándose los unos a los otros, eran educados a pesar de sus diferentes caracteres y adoraban a sus padres.
De modo que, tras el visto bueno de los servicios sociales, Kohane se quedó más tranquila y accedió a la propuesta de Sasuke, nombrándolo a él y a su esposo como tutores legales de Yui. Su decisión no sentó bien a sus padres ni a Yoshiro, pero no tuvieron más remedio que aceptarlo puesto que estaba hecho. El padre de Yui, sin embargo, seguía queriendo saber sobre su hijo y le pidió que le permitiera visitarlo de vez en cuando; el doncel admitió que no creía estar preparado para tener mucho contacto con él, pero decidió dejar que le llamara por teléfono de vez en cuando.
Ahora, Kohane había ingresado en un centro de rehabilitación, dispuesta a todo para recuperarse y volver a estar con Yui, mientras que este acababa de trasladarse a la casa de los Uchiha tras un mes ingresado en el hospital. Naruto y Sasuke habían acordado que uno de los dos llevaría al joven doncel a visitar a su madre los fines de semana en compañía de Menma, que insistió en ir con su novio para brindarle apoyo.
Yui terminó de sacar las cosas de su maleta y la cerró para guardarla en la parte superior del armario.
—Naruto, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro —respondió este sin dudarlo.
Sin embargo, Yui sí lo meditó un momento más antes de atreverse a preguntarle:
—¿Cómo es estar con un hombre lobo?
—Es maravilloso —respondió Naruto, sonriendo—. Llevo unos… diecisiete años con Sasuke y nunca me he arrepentido de estar con él.
—¿No te da miedo?
—Los hombres lobo pueden ser aterradores si se lo proponen, pero jamás harían daño a sus seres queridos, especialmente si son humanos. Sasuke es consciente de que soy más frágil que él y procura ser cuidadoso conmigo… por no hablar de que lo que le haría a alguien que tratara de hacerme daño —dicho esto, miró a Yui con la cabeza ladeada—. ¿Tienes miedo de que Menma te haga daño?
Yui se sobresaltó.
—¿Qué? ¡No! Es solo que… —Dudó un poco más, sin estar seguro de cómo expresar lo que sentía respecto al tema de lo sobrenatural—. Todo esto es nuevo para mí y… no sé qué esperar.
Naruto se acercó a él y le acarició el rostro de un modo muy maternal. Le recordó a la forma en la que lo tocaba su madre y se sintió seguro y querido al instante.
—Yo tampoco sabía cómo adaptarme a ese mundo, pero tuve a Sasuke a mi lado en todo momento para ayudarme a comprenderlo. Tú no solo tienes a Menma, también nos tienes a mí, a mi marido, y al resto de mis hijos. Ahora tienes una familia enorme que se matará por hacer lo que sea para que te sientas como en casa —dicho esto, le sonrió con afecto—. Te prometo que es más fácil de lo que parece, ya lo verás.
Al pequeño doncel se le llenaron los ojos de lágrimas y, en un impulso, abrazó con fuerza a Naruto, el cual correspondió su gesto de inmediato.
—Gracias por acogerme en vuestra casa —musitó Yui. Nunca pensó que nadie llegaría a quererlo aparte de su madre, teniendo en cuenta que ni sus abuelos ni su propio padre quisieron saber nada sobre él y que, de hecho, repudiaron a la mujer que le trajo al mundo por su sola existencia; siempre pensó que su pasado lo perseguiría, que siempre sería el bastardo que arruinó la vida de su madre, el hijo de la puta, y que nadie mostraría el más mínimo interés en él una vez supieran de dónde venía. Pero estaba equivocado, gracias a Menma, tenía una nueva vida que incluía una numerosa familia que deseaba ayudarlo no solo a él, sino también a su madre y, tal vez, pudieran enseñarle a quererse a sí mismo por quién era y no por las circunstancias que lo habían rodeado.
En ese instante, escucharon la puerta abrirse y unos pasos acelerados entrando en la casa.
—¿Yui? —lo llamó Menma con un grito emocionado.
Naruto rodó los ojos con una sonrisa.
—Oh, sí, desventaja de vivir con lobos; no puedes darles una sorpresa porque siempre lo huelen todo.
Para ese instante, Menma llegó a su habitación, esbozando una amplia sonrisa al ver al doncel del que estaba enamorado, y luego se apresuró a ir hacia este para estrecharlo entre sus brazos amorosamente.
—¿Qué haces aquí? Creía que aún tenías que quedarte en el hospital unos días más.
Yui sonrió y se apoyó en el torso de Menma, amando la forma en la que lo envolvía con su cuerpo.
—Me han dado el alta esta mañana. Naruto y yo queríamos darte una sorpresa.
Menma lo besó en el cuello y después lo miró de arriba abajo.
—¿De verdad ya estás bien? ¿Te duele algo?
—Tengo que tomarme unos analgésicos por las mañanas y las noches, pero aparte de eso, me encuentro muy bien.
Los ojos azules del lobo brillaron de alivio y volvió a abrazarlo.
—Me alegro mucho.
—¿Pero por qué no puedo iiiiiiir? —se escuchó de repente una voz sospechosamente parecida a la de Menma, pero esta era más enérgica y tenía cierto tono infantil.
—Maldita sea, déjalos solos un rato, que tengan intimidad —dijo otra voz igualmente similar a la de ambos mellizos, solo que esta sonaba más ronca y varonil.
—Pero yo quiero ver al novio de Menma, tiene que ser muy lindo para que haya llamado su atención… ¡Au!
—¿Quieres bajar la voz? Ya sabes que los lobos somos posesivos con nuestros compañeros, ¿o no recuerdas la pelea que tuvo padre con ese leopardo idiota que estuvo flirteando con papá? No quiero que Menma se ponga celoso por tu culpa, no me gusta verlo enfadado.
—Querrás decir que te aterroriza. La última vez casi te haces pis encima.
—¡Cállate! ¡No es verdad!
Y la discusión siguió y siguió mientras Naruto y Menma ponían los ojos en blanco y el pobre Yui ponía cara de no saber lo que estaba pasando.
—Esos son mis hermanos Narumi y Kurama —dijo el joven lobo.
—Discuten a menudo, pero no hagas caso, en el fondo se quieren con locura —comentó Naruto con una sonrisa divertida antes de dirigirse a su hijo mayor—. Por cierto, Menma, como andamos escasos de habitaciones, he pensado que no te importaría compartir habitación con Yui.
Los ojos del chico resplandecieron.
—¿Puede dormir conmigo? ¿En serio?
—Si no te importa, sí.
Menma esbozó una amplia sonrisa y abrazó con entusiasmo a Yui, que no pudo evitar curvar los labios hacia arriba al ver lo mucho que parecía gustarle a su novio que compartieran cuarto.
Después de eso, los tres bajaron al comedor, donde el pequeño doncel fue presentado a toda la familia: Arashi lo recibió alegremente y con curiosidad como el niño que era; Saki y Miko lo saludaron educadamente, el primero con más timidez y la otra con una expresión más seria en el rostro, aunque tenía entendido que era su cara habitual; Kurama, el hermano mellizo pelirrojo de Menma, se presentó mirándolo un tanto intrigado, tal vez porque era el primero en quien mostraba interés su hermano, mientras que Narumi le dio una efusiva bienvenida con un abrazo.
Luego, todos se prepararon para la cena. Sasuke y Naruto la prepararon y los trillizos pusieron la mesa a la vez que los demás conocían mejor a Yui, el cual estuvo entretenido sobre todo por el pequeño Arashi, que no dejaba de preguntarle una cosa tras otra, y por las breves intervenciones de Saki. Una vez estuvo todo listo, la cena transcurrió entre risas y muchas preguntas para el nuevo componente de la familia, siendo Narumi el que no tuvo reparo en lanzarle algunas indirectas acerca de su… “relación” con Menma que le hicieron enrojecer.
El mayor de los hermanos Uchiha le advirtió un par de veces que no fuera por ahí, pero Narumi no hizo caso, parecía divertirse mucho haciendo que Yui se pusiera rojo de la vergüenza, por lo que, tras intercambiar una mirada con su padre, el cual le dedicó un asentimiento con una enorme sonrisa, Menma gruñó suavemente y saltó por encima de la mesa para abalanzarse sobre su hermano. Lo tiró de la silla y lo inmovilizó en el suelo mientras este gritaba pidiendo ayuda a Kurama, quien, con una maliciosa sonrisa, fue corriendo a hacerle cosquillas. Todos acabaron riéndose por la cómica situación y Narumi aprendió que esos comentarios no se hacían o sus hermanos se vengarían en nombre de Yui.
Terminaron de cenar un poco tarde por haber estado hablando tanto rato con Yui, no solo preguntándole por él, sino también por haber estado contándole anécdotas sobre la familia y los lejanos vecinos que tenían (todos cambiantes que vivían en las montañas), por lo que, en cuanto empezaron a recoger la mesa, Naruto cogió a un soñoliento Arashi en brazos para acostarlo mientras el resto limpiaba. Saki y Miko fueron los siguientes en despedirse y, más tarde, los trillizos y Yui, quedándose al final Sasuke y su esposo abajo para terminar de poner las cosas en el lavavajillas y fregar los utensilios de cocina.
Yui se sintió un poco nervioso al entrar en su nuevo cuarto en compañía de Menma. No era como si nunca hubiera dormido con él, ya lo hicieron en el hospital, pero se sentía mucho más íntimo estar en un dormitorio y no en una sala donde estaba lleno de vendas.
El joven lobo, percibiendo su estado, se acercó a él por detrás y lo abrazó por la cintura.
—No estés nervioso. Seré un hombre lobo, pero no voy a comerte.
El doncel rio por el comentario y se dio la vuelta para sonreírle.
—Todavía me cuesta creer que esto me esté pasando.
Menma lo miró con tristeza.
—Lo siento, sé que no es fácil si no has nacido en este mundo.
Yui negó con la cabeza y se apoyó en su pecho.
—No es porque seas un hombre lobo, es que… no puedo creer que mi madre esté recibiendo ayuda y que yo esté aquí, contigo; que los dos estemos empezando una nueva vida.
El chico lo estrechó entre sus brazos.
—Pues es de verdad. Mis padres van a ayudaros, estás conmigo y te quiero. Te quiero mucho, Yui —musitó, besándole en la cabeza.
—Y yo a ti, Menma —dijo este, levantando su rostro para besarlo suavemente en los labios.
El lobo ronroneó de gusto y, de repente, lo alzó por las caderas con afán juguetón y lo lanzó a la cama, haciéndole reír mientras este se colocaba sobre su cuerpo con una feliz sonrisa para volver a besarlo efusivamente en los labios. Sin embargo, mientras sus bocas se entregaban a una dulce danza en la que sus lenguas terminaron entrelazadas, la pasión empezó a crecer en ambos, haciendo que Menma la oliera en el aire y que Yui la sintiera cuando su lobo pegó su cuerpo al suyo.
En un acuerdo silencioso, se desnudaron el uno al otro. El joven varón le quitó despacio la camiseta a su hermosa presa y deslizó los pantalones y la ropa interior por sus suaves piernas, y el doncel lo despojó de todas sus prendas con timidez pero sin pausa. No dejaron de besarse en ningún momento mientras se metían bajo las sábanas y se acariciaban el uno al otro, explorando sus cuerpos y las sensaciones que despertaban el uno en el otro. Menma lo mordisqueó en el cuello y los hombros, Yui le besó el pecho… y luego el lobo se apoderó del joven y no pudo contener las ganas de lamer a su compañero en su lugar más íntimo, haciendo que este tuviera que morder una almohada para ahogar sus fuertes gemidos mientras tenía su primer orgasmo. Justo después de eso, a Menma le salió pelaje por todas partes. Eso hizo que recuperara la cordura, pues no había olvidado que la última vez que le pasó aquello, Yui acabó huyendo.
Temiendo que se asustara de nuevo, trató de alejarse para recuperar la calma y poder retraer el pelo… pero el doncel lo cogió de la mano, le dedicó una sonrisa y lo instó a regresar con él antes de acariciarle los mechones de la mejilla sin vacilar.
Esa simple caricia se quedó grabada a fuego en el corazón de Menma, porque significaba que Yui había aceptado por completo lo que era, aunque todavía no se hubiera acostumbrado a vivir en una casa donde las leyendas sobre hombres lobo fueran en una realidad en la gran mayoría de los que moraban en ella.
Así que la primera vez que hicieron el amor, Menma mantuvo su pelaje y, cada vez que Yui lo acariciaba, ya fuera en las mejillas, en el cuello o en la espalda, una oleada de absoluta felicidad y puro amor lo invadía. Ninguno de los dos pudo decir que fue algo perfecto, ambos muchachos se sintieron torpes y muy tímidos en más de una ocasión, pero eso no quitaba que fue una de las experiencias más especiales de su vida, y que fue lo más dulce y tierno que habían experimentado hasta el momento. Para cuando terminaron, los dos estaban muy sonrojados, pero satisfechos, sonrientes y sintiéndose más unidos que nunca.
No se molestaron en ponerse un pijama, permanecieron desnudos bajo las sábanas y Yui no dudó en acurrucarse en el pecho de Menma, quien lo abrazó mientras ronroneaba suavemente. Todavía no lo sabían, pero esa sería la primera de muchas de las noches que pasarían juntos… como la última vez que durmieron en aquella casa, justo antes de que los dos se trasladaran a la ciudad durante un tiempo, Menma para ingresar en la academia donde se prepararía para las pruebas de guarda forestal y Yui para estudiar bellas artes en la universidad; como la que pasaron juntos hablando y riendo hasta tarde el día en que el lobo apareció por primera vez con su uniforme, o cuando el doncel consiguió un trabajo en una editorial para dibujar novelas gráficas; como la que pasaron haciendo el amor en su propia cabaña en el bosque en su noche de bodas, y en la que estuvieron tumbados en la cama, acariciando el vientre hinchado de Yui que anunciaba la llegada de sus primeros hijos.
Pero aún era muy pronto para eso. Esa noche era el comienzo de su historia juntos, una en la que Menma confirmó que había encontrado al compañero con el que quería compartir su vida, y en la que Yui se dio cuenta de que había hallado su lugar en el mundo, aunque fuera en los brazos de un dulce hombre lobo.
Chapter 3: Mi Kurama
Chapter Text
—Cachorros, tenemos que hablar —dijo la profunda voz del alfa de la familia Uchiha.
Kurama frunció el ceño. Eso había sonado muy serio y no recordaba que ninguno de sus hermanos hubiera hecho ninguna travesura, así que dejó a un lado el portátil en el que estaba haciendo un trabajo para clase y se levantó de un salto, apurándose en bajar las escaleras; allí se encontró con Narumi, que le preguntó con la mirada si sabía de qué iba aquello, y con Menma, que cogía de la mano a Yui.
Hacía ya dos años que el compañero de su hermano vivía con ellos, y la convivencia había sido de lo más pacífica y apacible. Al doncel le costó un poco adaptarse a la vida con hombres lobo, pues ellos a menudo necesitaban correr en manada, pero tuvo la suerte de tener la compañía de su padre Naruto, que también era humano, y de Arashi, que al ser el más pequeño todavía no había experimentado los cambios animales que padecería durante la pubertad, aunque ya no faltaba mucho tiempo, pues ya tenía diez años y las transformaciones solían manifestarse a los once como muy pronto. Además, estaba ese incómodo detalle de que los cambiantes no tenían el menor sentido del pudor en sus casas, por lo que a veces se les podía ver desnudos por la planta baja, ya que era más cómodo para cambiar de forma, lo cual avergonzaba a Yui. Él trató de ser respetuoso y no andar en pelotas cuando estaba en casa, pero su hermano Narumi era más descarado y le gustaba hacer sonrojar al compañero de Menma… hasta que se pasó de la raya y su hermano se abalanzó sobre él en un ataque de posesividad.
Si es que solo Narumi era tan tonto como para abrazar a Yui estando desnudo. ¡Por supuesto que el lobo de Menma se lo tomó como un desafío por él!
Aparte de esas cosas, el doncel se llevaba muy bien con todos y era considerado uno más de la manada, después de todo, era fácil encariñarse con él: era dulce, gentil, tranquilo, responsable, con un gran corazón y hasta él debía admitir que era adorable y lindo cuando se sonrojaba, aunque jamás se lo diría a Menma, no quería acabar como Narumi el año pasado; su hermano daba miedo de verdad cuando se enfadaba.
Por otro lado, la madre de Yui también se había hecho un hueco en la familia; tras rehabilitarse en un año, su padre cumplió su palabra de ofrecerle trabajo y la tenía como recepcionista en la sede de su empresa. Eso le dio dinero suficiente para alquilar un apartamento y ahorrar lo suficiente como para regresar a la facultad de derecho, en la que ingresaría el año siguiente para terminar sus estudios. La mujer era muy parecida a su hijo y era imposible no quererla, se llevaba muy bien con su padre doncel y le estaba realmente agradecida tanto a él como a su marido por todo lo que habían hecho en su familia.
Lo bueno de los hombres lobo era que, cuantos más miembros tuviera la manada, mejor que mejor. Y, pese a que Kurama era tal vez el más solitario de los Uchiha, podía decir que su lado animal se sentía feliz de que esta hubiera crecido en poco tiempo. Así que al encontrarse con la mirada de Yui, que le dedicó una pequeña sonrisa, él le respondió con un respetuoso asentimiento (después de todo, era el compañero de Menma, su alfa en ausencia de Sasuke) y bajó tras él y Menma.
—Eh, Menma, ¿sabes qué es lo que pasa? —preguntó Narumi en voz muy baja, para que su padre lobo no le oyera.
—No, ni idea —respondió este.
Fueron todos juntos hasta la planta baja, donde se cruzaron con Saki y Miko, que parecían tan confusos como ellos (al menos, el doncel, ya que la joven mantenía esa expresión tan seria que la caracterizaba, aunque Kurama detectó cierta cautela en sus ojos negros). Una vez en el salón, vieron a sus padres sentados en la gran mesa; el rubio tenía una expresión de inquietud que a sus hijos no les gustó lo más mínimo, mientras que el rostro del lobo era severo, ligeramente sombrío incluso.
—Sentaos, cachorros —les pidió Sasuke.
Kurama intercambió un ceño fruncido con sus hermanos mellizos, pero Menma se limitó a obedecer y Narumi tan solo le devolvió una mirada de preocupación. Saki y Miko los imitaron, el primero un tanto nervioso, mientras que la segunda vigilaba con atención a sus progenitores, como si pudiera encontrar una pista mediante su expresión corporal.
—¿Pasa algo malo? —Narumi no pudo resistirse a preguntarlo.
Sus padres se miraron un segundo, como calibrando la respuesta.
—No exactamente —suspiró Naruto—, pero es importante.
—¿De qué se trata? —interrogó Menma con más calma.
Sasuke hizo una pausa antes de decir:
—La manada de linces está aquí.
Todos los cachorros se tensaron. No hacía falta que especificara a qué grupo de cambiantes se refería, los jóvenes Uchiha sabían perfectamente de quiénes estaba hablando. Kurama fue el primero en apretar los dientes y aferrarse a la mesa con los dedos, tratando por todos los medios de que no le salieran las garras.
—¿Cómo se atreven a volver? —masculló.
Narumi lo miró con un asomo de culpa y le tocó el brazo.
—Kurama…
—¡No! —exclamó, enfadado y poniéndose en pie—. ¡Ellos fueron a por Narumi! ¡Lo acusaron de ser un violador! ¡¿Cómo pueden tener tanta cara de venir aquí después de lo que pasó?!
—Hijo, fue un malentendido —dijo su padre doncel con suavidad.
Kurama lo miró con rabia, aunque esta no estaba dirigida a él.
—Pidieron la cabeza de Narumi. Exigieron su muerte.
—Solo lo hizo aquel grupo de jóvenes —comentó su padre, tratando de calmar sus ánimos—, aún son adolescentes y temperamentales e hicieron acusaciones preocupados por el doncel. Sven, yo y un intermediario hablamos con Shaoran y él dejó muy claro que fue consensuado y que no quería que se castigara a Narumi de ningún modo.
—¿Shaoran dijo eso? —preguntó este con un brillo esperanzado en sus ojos que no le gustó nada a Kurama.
—¿En serio te importa? ¡Fue culpa suya!
Su mellizo rubio le lanzó una mirada de advertencia.
—No vuelvas a decir eso. Él estaba sufriendo por el celo, me necesitaba.
—Y luego te tendió una emboscada.
—¡Él no tuvo nada que ver en eso! —bramó Narumi, levantándose de la silla y sacando las garras.
Kurama le gruñó, amenazador, y sacó sus propias zarpas.
—¡BASTA! —rugió Sasuke, que se puso también en pie con el cuerpo tenso, listo para interponerse entre sus cachorros—. ¡Ningún hijo mío atacará a su propio hermano! ¡¿Soy claro?!
Los dos hermanos, al darse cuenta de que estaban dejando que sus emociones los llevaran demasiado lejos, relajaron su postura. Narumi le dedicó una mirada de disculpa, arrepentido por haber estado a punto de volverse contra Kurama, pero este no le miró, sino que mantuvo los ojos apartados, sintiéndose enfadado consigo mismo por no haber refrenado su agresividad; sin embargo, no por ello estaba de acuerdo con que esa manada estuviera en su territorio, no confiaba en que no fueran a ir a por su mellizo en cuanto tuvieran la ocasión para tomar represalias.
—Dejar que esos linces estén aquí es un error —declaró Kurama, rodeando la mesa para marcharse de allí antes de cometer una estupidez.
Oyó que Narumi lo llamaba, pero lo ignoró mientras se desvestía rápidamente y abría la puerta para saltar al exterior en su forma animal. Se adentró en el bosque, dejando que sus patas se movieran a gran velocidad para quemar toda la agresividad que llevaba dentro, toda la rabia que había resurgido después de un año.
No era justo, ¡no era justo! No tenían ningún derecho a regresar a su territorio después de que acusaran a su hermano de haberse aprovechado de aquel doncel que entró en celo sin tener a alguien cerca para cuidarlo, en todo caso, era culpa suya por no haber estado preparado antes con un varón que cuidara sus necesidades. Narumi solo hizo lo que haría una buena persona y un adolescente que también pasaba por su primer celo: ayudarle a pasarlo. ¿Y qué recibió a cambio? ¡Una paliza! ¡Acusaciones de violación! ¡Sentencias de muerte! ¡Esos linces podrían haberlo matado y va y su padre dejaba que fueran tan campantes por su bosque!
Una parte de él, en su interior, sabía que fue el hermano de ese doncel y sus amigos los que actuaron movidos por la ira al creer que se habían aprovechado de este, y que la manada de linces en general no había movido un dedo por hacer daño a Narumi… pero lo pasó tan terriblemente mal, sabiendo que si condenaban a su hermano no podría hacer nada para salvarlo, que no podía soportar tener a esa gente cerca; como animal, su instinto le exigía eliminar la amenaza, y como humano, solo podía pensar en mantener a su mellizo a salvo.
Necesitaba quemar toda esa rabia antes de cometer una estupidez, así que corrió sin parar, sin mirar atrás… sin darse cuenta de que, instintivamente, se dirigía hacia las cabañas que el año pasado ocuparon los linces.
—¡Kurama! —lo llamó Narumi, haciendo amago de ir tras él, pero Menma lo detuvo cogiéndolo del brazo.
—Déjalo —le dijo con seriedad—. Necesita desahogarse.
—Pero…
—Menma tiene razón, hijo —comentó Sasuke, soltando un suspiro—. Sus instintos son más agresivos que los vuestros, dale tiempo para que se tranquilice.
Narumi agachó la cabeza.
—Yo no quería que las cosas salieran así.
Su padre doncel se levantó y fue hacia él para abrazarle.
—No es tu culpa, cariño.
Sasuke también se acercó para acariciarle el pelo.
—Todos los cambiantes estamos más temperamentales durante el celo. No eres el primero que pasa por esto, cachorro; a veces, algunos donceles entran en calor antes de tiempo y tienen encuentros con varones que están calientes porque se acerca esa época. Tú hiciste lo correcto al ocuparte de él, habría sufrido mucho si lo hubieras dejado solo, pero sus parientes y amigos se pusieron nerviosos al sentir tu aroma sobre él y pensaron lo peor. Estas cosas pasan, por eso ningún adulto te acusó de inmediato y por eso nos reunimos el líder de su manada, yo y un tercer cambiante para hablar a solas con Shaoran.
Narumi levantó la cabeza al escuchar el nombre del doncel con el que pasó su primer celo.
—¿Él no me guarda rencor?
Sasuke movió la cabeza a un lado y a otro.
—No, de hecho, parecía más asustado porque los amigos de su hermano y este te hicieran daño que por sí mismo. Le pidió a Sven, su alfa, que no permitiera que fueran detrás de ti.
Una vez más, la esperanza brilló en los ojos azules de Narumi.
—¿Crees… que podría hablar con él?
Su padre dudó unos momentos antes de responder:
—Creo que es mejor que esperes por ahora, solo por si acaso.
La decepción cruzó la mirada de su cachorro, pero no dijo nada. En ese momento, Saki, que no había intervenido en la disputa (igual que Miko), echó un vistazo alrededor de la mesa y frunció el ceño.
—Por cierto, ¿dónde está Arashi?
Todos se dieron la vuelta, buscando al más pequeño de los Uchiha sin encontrarlo en ninguna parte del salón.
—¿Arashi? —lo llamó Naruto, inquieto.
—… Estoy aquí…
Sasuke y los lobos de la habitación fueron más rápidos en detectar su débil voz. El pequeño estaba apoyado contra el marco de la puerta que daba al comedor, con la cara muy roja, la frente sudorosa y los ojos algo enrojecidos, como si los tuviera cargados.
—Siento el retraso. No me siento muy bien… —murmuró.
Naruto hizo amago de ir hacia él, pero Sasuke lo detuvo.
—Está cambiando —anunció.
Los cachorros Uchiha también se habían dado cuenta de ello por el fuerte olor a lobo que desprendía Arashi. A pesar de que el aroma de los hijos de los hombres lobo era diferente del de los niños humanos, el olor de su lado animal solía ser bastante leve hasta que pasaba por el Cambio, la primera vez que se transformaban: era como una especie de fiebre; los cambiantes necesitaban acumular una enorme cantidad de energía que segregaban sus cuerpos de forma natural (aunque los científicos que lo investigan no están seguros de cómo lo hacen) para transformarse en animales, así era como podían cambiar sus huesos, sus músculos, su piel, sin quedar debilitados más tarde. Sin embargo, la primera vez que un cachorro pasaba por esa transformación era un proceso duro ya que no sabe cómo utilizar esa energía, a algunos les costaba más tiempo que otros. También existían casos en los que su lado animal aparecía con tanta fuerza que se volvían inestables al principio, sus instintos los cegaban y estaban tan asustados que eran incapaces de reconocer a sus seres queridos, por eso Sasuke no quería que Naruto se acercara de momento, incluso un lobo joven podía ser peligroso para su cuerpo frágil si estaba fuera de control.
El doncel rubio parpadeó.
—Vaya, es pronto.
Sasuke sonrió con orgullo.
—No es habitual, pero a veces ocurre. Mi hermano se transformó con ocho años y no pasó nada malo. Estará bien, ya verás.
Al escuchar eso y verlo tan tranquilo, Naruto se relajó.
—Está bien. Yo me encargo de la cena y lo demás. Ve con él.
El lobo le dedicó una mirada cariñosa y luego se reunió con su hijo pequeño.
—Vamos, cachorro, te prometo que no es tan duro como parece.
Naruto sonrió amorosamente al ver a su marido cogiendo a su cachorro en brazos para llevarlo a su habitación. Era un proceso que ya habían pasado con el resto de sus hijos, y él, como humano, poco podía hacer, lo que necesitaba era tener a otro hombre lobo a su lado para guiarlo, y ¿quién mejor que su padre, alguien que le reportaba seguridad, para hacerlo? Así que se fue a la cocina para preparar la cena para todos, no sin antes fijarse en que Narumi miraba el exterior a través de la ventana con ojos anhelantes.
Mmm…
Kurama gruñó, sin saber qué hacer. Había corrido sin pretenderlo hasta las cabañas que apestaban a linces, donde había visto a esos malditos gatos sonriendo como idiotas mientras terminaban de sacar sus pertenencias de los coches para meterlas en las casas donde pasarían, probablemente, las pocas semanas de época de celo. No quería estar ahí más tiempo, pero tampoco estaba seguro de querer regresar a casa; no quería enfrentarse a su padre otra vez, seguía creyendo que estaba equivocado al permitir que esos felinos volvieran, no harían más que traerles problemas… y, en cuanto a Narumi, no le apetecía hablar con él tampoco. No entendía por qué se ponía de parte del lince doncel, seguía creyendo que había formado parte de la emboscada que le tendieron a su hermano para apalizarlo.
Aun así, era lo bastante juicioso como para alejarse de los gatos antes de que su lado animal lo animara a buscar a los responsables y ocuparse de ellos. Por muy enfadado que estuviera, no quería causar más conflictos de los que ya tenían encima.
—Narumi, espera.
Alzó las orejas al escuchar la suave voz de su padre doncel.
Sin pensárselo dos veces, corrió hacia el lugar donde creía haberle escuchado y se ayudó del sentido del olfato para terminar de localizarlo. Su dulce aroma sin matices de miedo o dolor lo tranquilizaron, estaba a salvo, aunque le sorprendió un poco que fuera él quien estuviera en el bosque buscando a su hermano y no su padre varón, ya que a él le habría sido más fácil encontrarlo. Dicho esto…
“Mierda, Narumi, ¿qué has hecho?”, se preguntó, sospechando que tenía algo que ver con los linces. Conociéndolo, era lo suficientemente idiota como para querer intentar arreglar las cosas con ellos y convertirse en su amigo.
Gruñó un poco al oler a su hermano muy cerca de su padre. Sí, el muy imbécil ya estaba haciendo de las suyas.
Llegó a una zona muy frondosa del bosque sin ningún sendero marcado, con hierba y muchos arbustos por todas partes, rodeada por altos árboles. Narumi ya estaba frente a su padre doncel, desnudo, seguramente porque había estado corriendo en forma animal, mientras que su progenitor llevaba unos pantalones de chándal gruesos y un abrigo. A Kurama no le gustó ver que se abrazaba a sí mismo a pesar de la ropa que llevaba; olía a lluvia, pronto caería una tormenta y no quería que su padre se enfermera, al ser humano, era más frágil que el resto de la manada.
—Cariño, ¿qué estás haciendo? —le preguntó a su hermano.
Narumi bajó la vista.
—Buscaba a Kurama.
El doncel levantó una ceja.
—Narumi…
Este hizo una mueca y se encogió.
—Yo… quería ver a Shaoran.
Kurama reprimió un gruñido para que no le oyeran. Sabía que no estaba bien cotillear, pero si Narumi planeaba alguna estupidez, quería saberlo, sobre todo si era tan importante como para permitir que su padre se estuviera mojando, acababa de empezar a caer una fina cortina de lluvia.
Naruto suspiró.
—Narumi, creía que ese tema había quedado claro.
—Lo sé, pero… —su voz se apagó de repente.
—¿Pero? —lo animó su padre a continuar.
Su hijo lo miró con el rostro descompuesto por la culpabilidad.
—Necesito hablar con él sobre lo que ocurrió entre nosotros. Necesito saber si le hice daño, si hice algo mal… si…
—¿Qué?
Narumi lo miró con desesperación.
—No lo entiendes, papá. Cuando encontré a Shaoran, unos linces estaban intentando aprovecharse de él, decían que como estaba en celo, dejaría que cualquiera se metiera entre sus piernas. Él estaba muy asustado porque eran tres contra uno y yo fui a ayudarlo. Después intenté llevarlo a su casa, pero él ya había entrado en calor y me sedujo y… olía tan bien que… no pude resistirme. —Naruto asintió, entendiéndole perfectamente, pues fue el primer celo de Narumi y era muy difícil controlarlo—. Yo cuidé de él durante toda la semana y, cuando volvimos… ya sabes lo que pasó. No me dejaron volver a hablar con él y necesito saber si… si se arrepiente de que estuviéramos juntos. Necesito saber si él me aceptó porque estaba en celo o si fue por voluntad propia —dicho esto, bajó la cabeza—. Porque si hubiera sido lo primero, entonces sería cierto que me aproveché de él.
El corazón de Kurama se rompió al escuchar eso. Narumi nunca les había dado tantos detalles sobre lo que ocurrió, tan solo les contó que había pasado el celo con aquel lince porque había entrado en calor antes de tiempo y necesitaba ayuda, nunca mencionó que otros gatos hubieran estado involucrados… ni tampoco que tenía miedo de haber estado tan cegado por la lujuria de esa época que hubiera acabado teniendo relaciones sexuales con él sin su consentimiento.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando notó que su padre se movía. Cogió el rostro de Narumi entre sus manos para que lo mirara y le apartó cariñosamente los mechones de pelo de la cara.
—Hijo, nadie se aprovechó de nadie. Shaoran estaba en celo y tú estabas afectado por su olor y porque se acercaba el tuyo, ninguno de los dos hizo nada conscientemente, fueron vuestros instintos animales los que tomaron el control de la situación. —Hizo una pequeña pausa—. Tu padre y yo pensamos que era mejor si nos manteníamos a distancia de los linces hasta que pase la época del celo para evitar más fricciones con ellos, no fue por ti ni para castigarte, simplemente creemos que es lo mejor. Además, piensa que es posible que Shaoran se sienta un poco nervioso o avergonzado si te ve; después de todo, fue también su primer celo y no salió como lo tenía planeado. Me parece más cómodo para él si preparamos una reunión que presentarse en su casa a escondidas, ¿no crees?
Narumi lo meditó un momento y luego asintió.
—Sí, tienes razón, papá. Lo siento.
Naruto sonrió y tiró de sus hombros para abrazarlo.
—No pasa nada. Y ahora vamos a…
Kurama no supo por qué la voz de su padre se apagó de repente, la lluvia y el viento que no soplaba hacia él impidieron que percibiera el aroma de los depredadores que los habían estado acechando.
Pero Naruto sí, porque los vio venir de frente.
Actuó por puro instinto y lanzó a Narumi a un lado. Fue todo lo que pudo hacer, él no era tan veloz ni tan fuerte como los cambiantes, así que no pudo hacer nada más para evitar el feroz ataque de un gran lince que se abalanzó sobre él con las garras extendidas y los colmillos al descubierto.
Su grito de dolor fue lo que hizo reaccionar a Kurama. Contempló horrorizado y furioso a la vez cómo el lince, que había lanzado al suelo a su padre, hundía sus dientes en lo que creyó que era su cuello mientras sus zarpas se clavaban en su pecho. No estaba solo, otros tres linces atacaban a Narumi que, adoptando forma de lobo, logró sacudirse de encima a uno y morder con fuerza a otro en el lomo y tirar de él para quitárselo de encima. Lo escuchó gruñir y gimotear a la vez, en parte agresivo por el peligro que corría su padre y en parte preocupado por su estado; como Kurama, era consciente de que Naruto era humano y más frágil que ellos, podía morir si el lince había alcanzado su yugular.
Kurama no lo pensó dos veces, echó la cabeza hacia atrás y soltó un agudo aullido de alarma, avisando a su manada de que corrían peligro, y luego, se abalanzó sin pensárselo dos veces sobre el lince que estaba sobre su padre. Ni este ni los otros lo esperaban, como el viento había estado soplando en su dirección, no les había traído su aroma y, además, el olfato de esos felinos no era tan bueno como el de los lobos, así que pudo tomarlo por sorpresa y lo golpeó en el costado con toda la fuerza que tenía, lanzándolo contra el suelo.
Se tomó un segundo para examinar a su padre. El alivio lo inundó al ver que su cuello no estaba dañado, sino el hueco entre este y el hombro, por lo que la herida no era letal, pero no por ello dejaba de estar menos furioso. Ese maldito gato podría haberlo matado.
Sin perder más el tiempo, fue a ayudar a su hermano con los otros tres linces. Los lobos eran un poco más grandes que los linces (al menos, más que la mayoría de sus especies), por lo que tenían más fuerza, sobre todo en la mandíbula, su principal arma, así que le fue relativamente fácil quitárselos de encima con unos buenos mordiscos en la parte posterior de sus cuellos, agarrándoles del pellejo con violencia y echándolos hacia atrás.
Narumi no le dijo nada, ambos estaban poseídos por sus instintos animales y sabían lo que tenían que hacer: proteger al más débil de la manada a toda costa, a su padre. De modo que corrieron junto a él y se colocaron en posiciones invertidas para cubrir los dos lados, erizando el pelaje y enseñando los colmillos para ser más intimidantes.
Los linces se recuperaron y les bufaron, rodeándolos. Kurama sabía que un dos contra cuatro sería difícil para ellos, los felinos eran más veloces y ágiles que ellos, usaban sus zarpas con destreza como arma y eran mejores en el combate individual… sin embargo, abandonar a su padre no sería una opción, nunca. Ellos matarían y morirían por él.
Se lanzaron a por ellos a la vez. Pudo escuchar los feroces gruñidos de su hermano y el chasquido de sus fauces al fallar el objetivo, pero no permitió que eso le distrajera. Tenía a dos encima, uno de ellos le había atacado de frente para llamar su atención, haciendo chocar sus cuerpos y forcejeando con agresividad, mientras que el otro se había subido a su lomo por detrás para clavar sus zarpas en sus flancos y morderle en el pescuezo. Gruñó por el dolor, pero eso no le impidió sacudir su cuerpo con violencia, tratando de desestabilizar a ambos felinos al mismo tiempo que trataba de morder al que tenía delante para quitárselo de encima.
Afortunadamente, era más fuerte que el lince que tenía delante y pudo lanzarlo contra el suelo. Entonces, sin previo aviso, se echó a tierra para rodar y así quitarse de encima al otro, al cual estuvo a punto de darle una dentellada, pero este fue más rápido y logró apartarse de un salto. Se incorporó velozmente sin perder su posición junto a su padre; podría haberse movido para atacar a uno de ellos, pero eso habría dejado desprotegido al doncel rubio y no podía permitirlo, él no era tan fuerte como para hacer frente a un lince cambiante.
Esa pausa le permitió examinar a sus contrincantes. Reconocía sus aromas, uno era el hermano del lince doncel al que Narumi ayudó y el otro era uno de sus amigos; ambos le tendieron una emboscada cuando terminó la época de celo y él regresó con el doncel, el cual estaba sano y salvo, por cierto, para apalizarlo. El amigo era más pequeño, un lince varón de pelaje liso amarillento y moteado, mientras que el hermano era casi tan grande como él, con el pelo más largo y espeso, de tono castaño con pequeñas rayas en el lomo y los flancos. Sus intensos ojos dorados lo asesinaron al mismo tiempo que le enseñaba los colmillos y se agazapaba, listo para atacar de nuevo.
Él también se preparó, sin perder de vista al otro gato, que miraba sospechosamente a su padre herido.
“Bastardo hijo de puta, si tocas a mi padre, te arranco el cuello”, juró, gruñendo.
Y así ocurrió, el hermano se abalanzó sobre él mientras que el otro fue directo a por su progenitor. Kurama ni lo pensó, aunque eso lo dejara desprotegido contra el lince pardo, corrió hacia el gato moteado y lo agarró por la yugular.
La sangre inundó su boca a la vez que un dolor agudo se clavaba en sus costillas, pero lo ignoró, sabiendo que era el hermano del doncel lince, y, en vez de quitárselo de encima, mordió aún más fuerte al otro felino, provocando que este pataleara sin emitir ningún sonido, no podía porque sus fuertes mandíbulas lo estaban asfixiando.
Ahógate en tu propia sangre, maldito cabrón.
De repente, las zarpas se soltaron un instante de sus flancos para ir a por su cuello pero, antes de que pudiera clavarle las uñas, Kurama se sacudió de nuevo, dando una vuelta sobre sí mismo para que le fuera más difícil mantener el equilibrio al mismo tiempo que al lince al que tenía atrapado entre sus fauces lo golpeaba contra el suelo para causarle el mayor daño posible. El que tenía encima terminó cayendo, por lo que soltó al que sostenía entre los dientes, sabiendo que estaba demasiado herido para moverse, y se lanzó sobre este para morderlo, pero el lince le zarpeó la cara, obligándolo a cerrar los ojos y a retroceder con un gruñido de dolor.
Se frotó los párpados con una pata, comprobando que no tuviera nada grave y, cuando los abrió, vio que el animal pardo ya estaba encima de él, con las garras extendidas y las fauces abiertas…
Entonces, una sombra negra golpeó al lince y lo tiró contra el suelo con un gruñido feroz.
Menma.
Más rugidos cargados de pura agresividad resonaron sobre el estallido de la lluvia. Al darse la vuelta, vio que sus hermanos Saki y Miko estaban quitando a los otros dos linces que tenía Narumi encima, el cual estaba lleno de sangre por culpa de los múltiples arañazos que tenía en los costados. Le lanzó un gemido suave, preguntando por su estado, a lo que el lobo dorado respondió sacudiendo el pelaje y arrastrando las patas sobre el barro con un gruñido salvaje, dándole a entender que no estaba tan malherido y que estaba preparado para seguir luchando.
De repente, escuchó una serie de gemidos inquietos y tristes y se dio la vuelta.
Sasuke estaba allí, transformado en un enorme lobo de espeso pelaje negro, mojado por la incesante cortina de agua que caía desde el cielo. Sus lloriqueos desesperados eran una llamada a su compañero, que yacía en el suelo embarrado, inconsciente. El lobo movió las patas con nerviosismo y le tocó la cara con el hocico, gimiendo más fuerte, tratando de despertarlo. Al no hacerlo, soltó un aullido tan cargado de dolor y pena que a cualquiera que lo hubiera escuchado se le habría partido el corazón.
Después de eso, el gran canino contempló a su pareja con un gran vacío en su interior, lamiéndole amorosamente la cara… hasta que vio las heridas que tenía en el pecho y el hombro y detectó el leve aroma de aquel que le había atacado, casi enmascarado por culpa de la lluvia, pero él, siendo un rastreador bien entrenado, pudo notarlo.
La rabia y la sed de sangre lo cegó. Su lado humano se apagó, roto por el dolor, a la vez que su lado más animal salía a la superficie, llenando cada recoveco de su ser para imponerse a la pérdida y vengarla.
Sus hijos notaron el cambio producido en él y, empáticos como lo eran los lobos, fueron contagiados por su furia, al fin y al cabo, él era su alfa y estaba en su naturaleza ser imbuidos por sus emociones y seguir sus órdenes, por muy irracionales que fueran. Sin embargo, en esa ocasión no eran solo los sentimientos de Sasuke los que acentuaban su agresividad, sino también su propio miedo a que hubieran perdido a su padre, la angustia que los inundaba.
Cuando el alfa soltó un fuerte ladrido, todos correspondieron y se movieron al unísono, como si fueran una sola criatura. Los lobos nacieron para el trabajo en equipo, para cazar en manada, por lo que era más fácil para ellos atacar en grupo que luchar en solitario, a diferencia de los linces.
Estos, al ver que eran superados en número, habían tratado de retirarse, pero uno de sus compañeros, al que Kurama había mordido brutalmente en el cuello, no se movía y se habían visto obligados a arrastrarlo con mucha dificultad, ya que el suelo era un pantano de barro que les hacía el camino de regreso muy duro, por lo que no tuvieron forma de retirarse antes de ser rodeados por la manada Uchiha.
Los lobos, cegados por una rabia visceral que les quemaba las entrañas y nublaba su lado humano, hicieron equipos de dos para atacar a cada uno de los linces que se tenían en pie: Kurama y Narumi, Saki y Miko, y Menma y Sasuke. Las parejas, entre ambos miembros, acorralaron a cada uno de los felinos y atacaron directamente a las patas, era una técnica lobuna básica, así, sus presas, normalmente cérvidos, no podían escapar ni tampoco hacerles daño con sus fuertes pezuñas. El pánico se expandió por los linces, que ahora no podían ayudarse los unos a los otros ni tampoco encontraban un hueco por el que escapar, pues los lobos los iban cercando hasta que apenas tenían espacio para moverse. Uno, el que habían escogido Kurama y Narumi, trató de saltarlos por encima, pero el lobo de pelaje dorado, pese a no ser tan veloz, logró retrasarlo al agarrarlo por el muslo con sus dientes, y Kurama, que estaba listo para ayudar, se abalanzó sobre él para aplastarlo bajo su cuerpo e inmovilizarlo hundiendo los colmillos en su pescuezo, de forma que Narumi pudo terminar de desgarrar los músculos de su pata, haciéndole chillar de dolor. Saki y Miko también lograron neutralizar al suyo, mientras que Menma, casi en solitario, consiguió someter al hermano de Shaoran en el suelo con sus poderosas patas antes de ofrecérselo a su padre.
Todos sabían, por el olor, que era él quien había atacado a su padre doncel. Sasuke, al ser su compañero, se reservaba el derecho a acabar con su vida.
La imponente bestia se acercó al lince, que apestaba a miedo puro, pero ni eso ni su evidente juventud (tanto él como los otros felinos tendrían la edad de los trillizos) ablandaron el furioso corazón del alfa, que jamás perdonaría al asesino de su Naruto, el cual había sido su única razón para vivir durante mucho tiempo, y que, además, le había dado otros seis motivos para seguir respirando, sus preciosos cachorros.
El lince debía morir. Así que, gruñendo fuertemente, hundió una de sus patas en el cuello del muy miserable y abrió sus fauces, listo para darle una muerte lenta provocada por la asfixia a la que lo someterían sus mandíbulas en cuanto clavara los colmillos en su vulnerable yugular.
Pero, de repente, un rugido voraz se hizo oír por encima de un trueno. Antes de que la manada de lobos pudiera reaccionar, ya habían sido rodeados por una docena de linces adultos que inmovilizaron a los cachorros y los alejaron de sus víctimas, sin embargo, no les hicieron ningún daño, no habían venido a derramar más sangre.
Sasuke también fue lanzado al suelo, solo que él tenía encima a una gran pantera que, poco a poco y procurando que el lobo no escapara de él (ya que se revolvía con mucha fuerza, furioso porque hubieran interferido en su venganza), fue adoptando forma humana a la vez que maniobraba con los brazos para mantener a la bestia bajo control, convirtiéndose en un hombre muy alto, de dos metros, con anchas espaldas y cintura estrecha, fuertes extremidades y el cabello negro muy corto terminado en punta salvo por unos pocos mechones que caían sobre sus extraños ojos rojizos.
Este gruñó a causa de la fuerza que hacía el animal por librarse de su agarre.
—¡Sasuke, detente! —El lobo rugió, negándose a dejar con vida al lince que había asesinado a su pareja—. ¡Tu compañero no está muerto, sigue con vida! ¡Él te necesita!
Al escuchar esas palabras, Sasuke se quedó muy quieto, lo que permitió al hombre pantera coger su cabeza y moverla en dirección a su rubio, el cual ya estaba siendo atendido por un doncel y una mujer linces.
—Mira su vientre, aún respira. Necesita que estés con él, Sasuke —dicho esto, lo soltó muy despacio, pero no hizo falta que fuera tan cauteloso, ya que el lobo fue directo en busca de su compañero, comprobando sus signos vitales, gimiendo aliviado al ver que no parecía tener problemas para respirar.
La mujer lince le dijo:
—Las heridas no alcanzaron su cuello, no te preocupes. Solo se ha desmayado por la pérdida de sangre, pero se pondrá bien.
Sasuke se inclinó y lamió la mejilla de su Naruto antes de transformarse lentamente en hombre. Su corazón aún martilleaba con fuerza sus costillas, pero saber que su pareja viviría le tranquilizó lo suficiente como para que sus hijos también recuperaran la calma y, con ella, su lado humano; todos aún eran jóvenes y su arrebato de furia los había pillado por sorpresa en un momento de máxima tensión, por lo que habría sido muy difícil para ellos no ceder a sus instintos animales.
De hecho, ni siquiera Sasuke había sido capaz de controlarse. Ver a su rubio en el suelo cubierto de sangre y barro, con los ojos cerrados, sin responder a su llamada, había sido demasiado para él.
Mientras los linces terminaban de practicarle los primeros auxilios a Naruto, él echó un vistazo a sus cachorros, a los cuales ya habían liberado y ahora se reunían en torno a su padre para ver cómo se encontraba. Se fijó especialmente en Kurama y Narumi, que al haber luchado más tiempo tenían marcas de arañazos y mordiscos y estaban llenos de sangre, especialmente el lobo dorado.
—¿Estáis bien, cachorros?
Kurama gruñó suavemente y Narumi asintió con la lengua fuera, agotado. El animal pelirrojo empezó a lamer sus heridas para ayudarle a sanar.
Luego, dirigió su atención a los más pequeños, Saki y Miko.
—¿Chicos?
El lobisón hizo un gesto afirmativo con la cabeza, asegurando que estaba sano y salvo, y Miko sacudió su cuerpo, mostrándole que apenas tenía rasguños; ella se destacaba más en el combate que su gemelo y, de hecho, era más fuerte que Narumi pese a su edad, aunque todavía no llegaba al nivel de Kurama y Menma. Cuando fuera más adulta, sería una loba muy poderosa, podría pasar las pruebas para ser Cazadora (los policías de los cambiantes) como lo fue él en su momento.
Finalmente, buscó con la mirada a su hijo mayor, que solo inclinó la cabeza para hacerle saber que no estaba herido. Una parte de él se sintió muy orgullosa de sus crías por haber luchado tan bien, especialmente de Kurama y Narumi, que habían defendido a Naruto pese a estar en inferioridad numérica, pero en general se sentía muy estresado: su compañero había sido atacado por los mismos linces que apalizaron a Narumi el año pasado, sus cachorros estaban heridos y se habían visto obligados a pelear ferozmente y, lo peor de todo, ya no sentía que su manada estuviera segura con aquellos felinos allí.
Frunció el ceño, tomando decisiones según sus prioridades. Lo primero era lo primero, que su familia estuviera segura.
—Menma —llamó a su hijo mayor—, lleva a todos a casa, curaos las heridas y nadie entra ni sale hasta que yo vuelva, ¿entendido?
El lobo negro, una copia casi exacta de su padre varón salvo por el tamaño (Menma aún no había alcanzado la edad adulta), asintió con un resoplido y luego ladeó la cabeza. Sasuke comprendió lo que quería decir y respondió al mismo tiempo que hacía a un lado a los linces para coger a Naruto en brazos.
—Voy a llevar a Naruto con la manada de Kiba para que lo atiendan.
—Sasuke, puedes venir con nosotros —se ofreció Sven, el líder de la manada de linces, que acababa de adoptar forma humana para poder aclarar lo sucedido—, tenemos médicos en nuestra manada que…
—No —gruñó Sasuke—, ya habéis hecho más que suficiente.
Sven lo miró con tristeza.
—Sasuke, nosotros…
—¡He dicho que no! —gritó, mirándolo con rabia, pero retrocediendo. No iba a permitir que ni su compañero ni sus hijos estuvieran cerca de los linces, ya no—. Creía que ya habíamos aclarado lo sucedido con Shaoran el año pasado, pero es evidente que aún hay rencores.
—Son jóvenes y no entienden… —trató de excusarse Sven, pero Sasuke no quería escuchar nada más.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué es lo que no entienden?!, ¿que han atacado a mi manada?, ¿herido a mis hijos? ¡Casi matan a mi compañero, Sven! —rugió, fuera de sí—. ¡No permitiré que haya nada ni nadie en mi territorio que pueda hacerles daño! ¡¿Está claro?! —dicho esto, le dio la espalda para pedirles a sus hijos que se fueran a casa y que no salieran de allí hasta que regresara con su pareja.
Sven hizo amago de tocar a Sasuke, pero el hombre pantera lo cogió del brazo y negó con la cabeza.
—Deja que se vaya. Ni siquiera él puede controlarse cuando se trata de su compañero o sus cachorros; deja que se encargue de ellos y más tarde hablaremos con él sobre lo que ha pasado.
El lince agachó la cabeza.
—Nuestros jóvenes han atacado a su pareja. Sasuke está roto desde que su manada murió, solo Naruto lo mantuvo con vida en ese tiempo. No creo que olvide esto tan fácilmente.
—Sasuke es razonable, solo necesita enfriarse. No te preocupes, yo hablaré con él, a mí me escuchará.
—¡Narumi!
Los dos felinos se giraron al escuchar la voz de un adolescente, y no fueron los únicos, ya que Kurama y Narumi, que ya estaban a punto de seguir a Menma para irse a casa, se giraron con las orejas levantadas. El primero frunció el ceño al reconocer a Shaoran, el doncel por culpa del cual estaban metidos en aquel lío, mientras que el segundo sintió su corazón acelerarse al contemplar a su gatito, al que veía tan lindo y hermoso como el día en el que lo conoció.
Shaoran, al encontrar al lobo dorado, trató de ir hacia él, pero el hombre pantera lo detuvo.
—Ahora no, chico.
Este miró al cambiante con ojos suplicantes.
—Pero, Kurogane…
—Ya hay mucha presión entre nuestras manadas, no añadamos más.
El rostro del joven lince mostró su tristeza antes de mirar a Narumi con el mismo anhelo con el que este lo observaba, algo que no pasó desapercibido para Kurama, que se quedó contemplando la interacción entre ambos sorprendido. Había estado muy enfadado con el doncel porque había sido el causante de todo, pero, ahora, viendo la culpa reflejada en sus ojos marrones, así como la preocupación que traslucían cuando pasaba la vista por las heridas de su hermano, pensó que, después de todo, su rabia le había cegado demasiado como para darse cuenta de que había sido gracias a ese doncel que su hermano salió impune y sin sufrir represalias.
Sin embargo, era cierto que ahora no era un buen momento; su padre estaba herido y aún podía percibir el nerviosismo en su manada, especialmente por parte de su alfa, y ya habían tenido suficiente sangre como para volver a causar problemas, así que tocó con el hocico a Narumi y le hizo un gesto para moverse. Notó que él deseaba quedarse cerca del lince, pero tras echarle una mirada a sus padres, dio media vuelta, no sin antes lanzarle un gemido suave a Shaoran, al que este respondió con un asentimiento, comprendiendo que necesitaba ver si su familia estaba bien.
Cuando su hermano empezó a alejarse, él se quedó un segundo más, observando al doncel con curiosidad, un tanto impresionado por la silenciosa interacción entre ambos. Este se dio cuenta de que le estaba mirando y clavó sus ojos en él… con arrepentimiento.
Se sentía responsable por lo sucedido.
Por primera vez, Kurama pudo sentirse un poco mejor al tener la confirmación de que Shaoran no deseaba que a Narumi ni a su manada les ocurriera nada, por lo que inclinó la cabeza, haciéndole saber que no le guardaba rencor… al menos, no a él.
El lince bajó los hombros, claramente aliviado, y se llevó un puño al corazón, dándole las gracias por perdonarlo. El lobo rojizo soltó un gruñido suave y después se dio la vuelta, trotando rápidamente para reunirse con sus hermanos e irse a casa, donde se curarían y esperarían a tener noticias de su padre.
—¡¿Qué demonios has hecho?! —le gritó Shaoran a su hermano.
Train arrugó la nariz. ¿En serio?
—Lo que tenía que hacer.
—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó, el doncel, incrédulo—. ¡Podrías haber matado a alguien! ¡Casi lo consigues!
—¿Y qué? —gruñó él, furioso—. Ese maldito cabrón estaba rondando nuestra casa, ¡venía a por ti!
—¡Narumi no iba a hacerme daño!
—¡¡¡ÉL TE VIOLÓ!!! —rugió, fuera de sí. No podía entenderlo, ¿cómo podía su hermano seguir defendiendo a esa escoria pulgosa después de lo que le había hecho?
La cara de Shaoran enrojeció, su rabia acorde con la suya.
—¡Él jamás me ha hecho daño! Llevo un año diciéndotelo, hice el amor con él por voluntad propia.
Train gruñó profundamente y se paseó por el salón, pasándose una mano por el cabello.
—Joder, Shaoran, deja de decir eso, ¡deja de tenerle miedo! ¿No ves que yo te protegeré? Solo tienes que decir la verdad y le arrancarán la cabeza a ese desgraciado.
Su hermano soltó un rugido animal que lo sobresaltó. Shaoran no era una persona a la que le gustara discutir, de los dos, él era el tranquilo, el que pensaba dos veces antes de hacer las cosas, así que rara vez perdía el control de sí mismo.
Eso solo demostraba lo asustado que estaba.
Cuando el año pasado Creed le dijo que su hermano había sido violado, no se lo podía creer. Su amigo le había contado cómo Shaoran había entrado en celo antes de tiempo y que él, Preta y Shiki habían tratado de llevarlo a casa, pero que apareció ese maldito lobo, enloquecido por el olor que desprendía su hermano, que luchó contra ellos y que se lo llevó. En ese momento, la época de celo había terminado y Train se dispuso a rescatar a Shaoran y vengarse por lo que le había hecho aquel hijo de perra.
Le tendió una emboscada cuando Shiki le dijo que estaban regresando juntos a su territorio. No tuvo muchas oportunidades, Creed mantuvo a Shaoran al margen mientras que él y los demás molían a palos a ese monstruo; le habría encantado matarlo, todos querían hacerlo, pero, entonces, ellos habrían sido sometidos a juicio por asesinato y ya no sería posible demostrar que no era más que un violador que se había aprovechado de su hermano.
Por desgracia, eso no sucedió. Shaoran no presentó ningún cargo contra el lobo y dijo que era inocente y que no había hecho nada malo. ¿Por qué? No lo entendía. Su hermano no era un cobarde, nunca lo había sido, pero tal vez el trauma había sido demasiado grande como para querer revivirlo, alargarlo y sufrir todavía más, y estaba seguro de que ese hijo de la gran puta le había amenazado de algún modo.
Por eso, cuando lo había visto acechando su territorio junto a su padre, no lo había dudado.
Se había lanzado directo a por él, jamás habría consentido que volvieran a tocar a Shaoran.
—Solo trataba de protegerte —le dijo.
Su hermano le lanzó una mirada envenenada.
—¿Protegerme? ¿Has estado a punto de matar a ese pobre humano indefenso para protegerme?
Train frunció el ceño.
—¿Humano? Era un apestoso lobo.
—¡El padre doncel de Narumi es humano! —chilló Shaoran.
—No puede ser, olía a lobo.
—¡Por el amor de Dios, Train! ¡Su compañero es un hombre lobo!, ¡sus cachorros son todos lobos!, ¡y su casa probablemente apesta a lobo! ¡Claro que huele a lobo! ¡Pero todo el mundo sabe que él es humano! ¡Todos conocen su historia con Sasuke Uchiha!
En esa ocasión, Train palideció. Era cierto que detestaba a Narumi, a él y a su familia de perros guardianes que defendían que este no había hecho nada malo, ¡que había ayudado a su hermano a pasar el celo! ¡Claro! ¡Era la típica excusa de un cambiante violador para salvar el pellejo!
Sin embargo, los hombres lobo podían defenderse, la lucha era justa.
Un frágil humano, no.
—¿Estás seguro de que es humano? —preguntó, dudoso.
—Completamente —dijo una voz grave y profunda.
Los dos jóvenes se giraron para encontrarse con Kurogane. Acababa de entrar en la cabaña que ocuparían durante las dos semanas que pasarían allí para el próximo celo y estaba empapado. Shaoran, que no quería seguir discutiendo, se fue para traerle una toalla y ropa, puesto que el hombre había estado corriendo en forma animal, mientras que Train agachó un poco la cabeza, avergonzado por primera vez.
—No sabía que era humano. Olía mucho a lobo y no me di cuenta.
Kurogane levantó una ceja y cruzó los brazos a la altura del pecho.
—¿Estás seguro, mocoso?
Él respondió mirándolo ofendido.
—No le haría daño a un ser humano.
—Tus padres fueron asesinados por cazadores humanos, ¿estás seguro de que no le habrías hecho daño a ese doncel que, supuestamente, es el padre del lobo que violó a Shaoran?
—Él no me violó —declaró este con una cara que era cualquier cosa excepto amistosa. Acababa de regresar al salón con una toalla que le lanzó a Kurogane, mientras que las prendas de ropa las dejó en el sillón.
La pantera se secó el cuerpo al mismo tiempo que respondía:
—Solo lo estaba exponiendo desde el punto de vista de Train, chico.
—Él está equivocado.
—No, Creed me contó lo que pasó.
—Y crees a tu amigo antes que a mí, ¿no?
—Sí, sobre todo si veo que tienes marcas de mordiscos en el cuello, ¡él te sometió para que no te movieras!
Shaoran enrojeció, en parte por la vergüenza y en parte por la rabia.
—¡Lo que Narumi y yo hiciéramos no es asunto tuyo!
—¡Basta! —bramó Kurogane. Los dos jóvenes se callaron, pero se fulminaron el uno al otro con la mirada. Él soltó un gruñido disgustado y miró a Shaoran—. Chico, déjanos a solas a Train y a mí.
El doncel apretó los labios, pero les dio la espalda y corrió escaleras arriba para encerrarse en su habitación con un portazo. Kurogane cerró los ojos un momento antes de vestirse con la ropa que le había traído Shaoran y después se plantó frente a Train con los brazos cruzados de nuevo, era una pose habitual en él.
—¿Te das cuenta del lío en el que os habéis metido tú y tus amigos?
El lince lo fulminó con la mirada.
—Ese lobo estaba rondando cerca de nuestra casa, buscaba a Shaoran.
—¿Y qué? Ese no es motivo para atacarlo.
Train gruñó fuertemente. No podía creer que él fuera el único interesado en proteger a su hermano, ¡¿desde cuándo Kurogane no tenía el menor interés por Shaoran?!
—¡Iba a…!
—Como vuelvas a decir que iba a violar a Shaoran, te llevas una colleja de las fuertes, mocoso —le advirtió el imponente hombre con voz dura antes de relajarse un poco—. Ya hablamos de todo esto el año pasado; hablé largo y tendido con él, le hice saber de todas las formas posibles que él estaría a salvo con la manada si tenía miedo del chico lobo o si le había amenazado de cualquier manera, y ¿sabes qué hizo? Juró y perjuró que no le había hecho daño, incluso me suplicó que no permitiera que fuera castigado.
—Eso es porque está aterrorizado —se defendió Train—. Le hizo demasiado daño.
—Que Shaoran no sea tan agresivo como tú y esos amigos tuyos no quiere decir que sea de los que se encogen de miedo. Es más duro de lo que piensas.
—¿Crees que no lo sé? Conozco a mi hermano, pero también soy consciente de que muchas víctimas de violación niegan lo que les pasó porque sienten vergüenza o miedo, está claro que eso es lo que le sucede.
Kurogane negó con la cabeza.
—¿Es que no escuchas? Este tema quedó zanjado el año pasado y no pienso volver a tener esa discusión contigo. El caso es que atacaste a un doncel humano y a sus hijos sin provocación previa.
—¡Ellos estaban…!
—¡Silencio! ¡Ya he oído tus excusas! Ahora soy yo quien va a explicarte cómo son las cosas: este territorio pertenece a la manada Uchiha, no es nuestro por mucho que vayamos a vivir aquí esta temporada de celo, eso quiere decir que cualquiera de ellos puede pasearse por aquí si les da la real gana y nosotros no tenemos nada que decir al respecto. Eso es lo primero, lo segundo es que atacaste a nuestros anfitriones, unos que nos brindan un lugar con el que relacionarnos con otros cambiantes, por no decir que casi matas a un ser humano, que es diez veces más frágil que uno de los nuestros, además un doncel pequeño al que hasta sus hijos superan en altura y fuerza. ¿Tienes la menor idea de lo grave que es esto? Sasuke Uchiha puede echarnos de aquí con toda la razón del mundo, ¿qué haremos durante el celo? En la manada no hay suficientes personas para todos los que quieren pasar esta época con alguien, por eso celebramos estas reuniones y procuramos tener buenas relaciones, ¿quién nos querrá cerca después de esto? —Hizo una pequeña pausa en la que lo fulminó con los ojos—. Pero lo peor ha sido lo que le has hecho a ese pobre humano. ¿Se puede saber qué diablos pasaba por esa cabeza de imbécil cuando le atacaste? Y no me digas que fue por Shaoran, ese doncel no podría haberle hecho ningún daño ni aunque quisiera y, déjame decirte, que conozco a Naruto desde antes de que nacieras y jamás le he visto ser cruel con ningún ser vivo. Sven no podrá dejar pasar esto.
Train bajó la cabeza. Si bien creía que había hecho lo correcto al ir a por el lobo que atacó a su hermano, no se sentía orgulloso de haber dañado al doncel. Puede que no sintiera especial simpatía por él ya que defendía a su hijo, pero tampoco podía culparlo por eso, al fin y al cabo, ¿qué clase de padre sería si no lo hiciera? Además, eso no quitaba que, como humano, era más débil que él y que había estado indefenso ante su ataque, su especie era muy veloz, tenía garras y colmillos y, pese a no ser la más fuerte de los cambiantes, no cabía duda de que una sola persona contra un hombre lince no tendría muchas probabilidades.
—Lo comprendo —terminó por decir—. Aceptaré el castigo que deba imponerse.
Kurogane lo miró con dureza.
—Ya lo creo que lo harás. Este año has estado haciéndole la vida imposible a Shaoran en vez de ayudarlo, y ahora pasa esto. Es hora de que aprendas a escuchar a los demás y no a actuar por tu cuenta, porque te guste o no, formas parte de esta familia y de una manada… Debes entender que tus actos tienen consecuencias para todos —dicho esto, pasó por su lado y se fue escaleras arriba, tal vez para ir a buscar a Shaoran.
Train se pasó las manos por el cabello. Estaba frustrado y enfadado, con su hermano, con Kurogane, con Sven, con los lobos, consigo mismo. Le dolía como el infierno ser el único que estaba preocupado por Shaoran y por haber regresado al maldito lugar donde le hicieron daño, estaba convencido de que ese desgraciado se había aprovechado de él no solo por las marcas que vio en el cuello de su hermano, sino también porque Creed y los demás tenían heridas cerradas cuando fueron a avisarle de lo que había ocurrido, eran signos de lucha.
Shaoran era la única familia que le quedaba en el mundo. No era su intención haber sido tan duro con él durante ese año… Bueno, sí, pero era porque estaba frustrado, sabía lo que había ocurrido, pero su hermano no le dejaba ayudarlo, se empeñaba en defender a ese desgraciado. No quería seguir así, no quería que viviera con miedo, ni él tampoco quería estar con la incertidumbre de que, en cuanto se descuidara, ese lobo volvería a por Shaoran.
Sin embargo…
Gruñó profundamente.
Lo había jodido todo. Tendría que haber esperado a que ese cabrón estuviera más cerca de su casa, lo habría pillado mientras trataba de entrar en la habitación de su hermano y entonces habría estado justificado su ataque. En cambio, su rabia y su instinto protector habían sacado a la luz todo su temperamento y había ido sin pensárselo a por él y a por el que creía que era un lobo. Dios… podría haber matado a ese doncel.
Está bien, podía aceptar que había actuado mal, que había sido impulsivo y que había sido culpa suya, también estaba dispuesto a cumplir su castigo, se lo merecía… pero ni Kurogane, ni Shaoran, ni nadie podrían convencerle de que Narumi Uchiha no abusó de su hermano y, si llegaba el momento, no se lo pensaría dos veces a la hora de cortarle la garganta. No le importaba lo que ocurriera con él después.
—¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? —preguntó Yui. Acababa de escuchar la puerta principal abrirse y se había ido corriendo de la habitación de Arashi para saber qué estaba pasando.
Veinte minutos atrás, el caos había estallado en la casa de los Uchiha cuando todos, él incluido, habían escuchado un aullido. Menma le había pedido que se quedara en casa y que no saliera pasara lo que pasara y, al abrir la habitación, Sasuke había pasado veloz como una sombra, pidiéndole con un gruñido bajo que fuera con Arashi y que lo cuidara. Él había obedecido, pero sumido en una intensa angustia. Se había quedado solo sin saber qué ocurría con un niño que estaba a mitad de la transformación; la única forma de ayudarlo que conocía era tranquilizarlo, acariciarle la cabeza y hablarle sin parar, prometiéndole que su familia volvería pronto y que todos estarían sanos y salvos.
Sin embargo, ya no estaba tan seguro. Una rápida mirada al grupo hizo que se diera cuenta de dos cosas: la primera, que Narumi y Kurama tenían mucha sangre encima, y la segunda, que Sasuke y Naruto no estaban con ellos.
Menma, percibiendo la preocupación de su compañero, lo cogió por los hombros y le dijo:
—No te preocupes, no es tan malo como parece.
—¿Y tus padres? ¿Dónde están?
Mientras todos entraban en la casa, Menma le hizo un resumen rápido de lo ocurrido y, después, empezó a ladrar órdenes: mandó a Yui de vuelta con Arashi para que lo tranquilizara respecto a su manada y que no se quedara solo durante su Cambio, a Narumi y Kurama los mandó al piso de arriba, a sus habitaciones, ya que eran los que más heridos estaban, y ordenó a Saki y Miko que se encargaran de curarlos. Por otro lado, él cerró todas las puertas y ventanas de la casa y volvió a adoptar su forma animal para rondar por la casa, escuchando alerta por si los linces intentaban algo contra ellos.
En la primera planta, Kurama no hizo más que poner los ojos en blanco al escuchar cómo el quejica de su hermano gimoteaba cada vez que Saki desinfectaba sus heridas o le ponía las vendas.
—¿Quieres dejar de moverte? —lo regañó el lobisón.
—¡Me aprietas mucho!
—¡Es que te tiene que apretar!
—¡Pero no tanto!
De repente, un fuerte olor a rabia inundó las fosas nasales de Kurama, que frunció el ceño en dirección a Miko, la cual estaba terminando de curarle. Su expresión, impasible la mayor parte del tiempo, estaba rota por sus facciones contraídas en una mueca furiosa.
—¡Maldita sea, Narumi! ¡Así no hay quien pueda hacer nada contigo!
—¡Es que no sabes ser suave!
—¡Cállate ya, Narumi! —chilló Miko, levantándose de un salto y sobresaltando al susodicho y a su gemelo—. Todo esto ha sido por tu puta culpa, así que deja de lloriquear de una maldita vez.
—Miko… —Saki trató de tocarla para calmarla, pero ella se zafó de su mano con un brusco movimiento.
—¡No! Siempre hace lo mismo, siempre va a su bola sin importar lo que pueda ocurrir o cómo nos afecta a los demás, y por una vez que se trata de algo importante, no podía obedecer a nuestros padres y quedarse quieto, ¡tenía que ser egoísta y buscar al doncel con el que estuvo jodiendo!
Narumi y Saki se encogieron al escuchar su tono y oler lo enfadada que estaba.
—Yo… —El primero trató de excusarse, pero la joven loba no le permitió continuar.
—¡Cierra la boca! —le ordenó, mirándolo con rabia—. ¡Papá podría haber muerto! ¡¿Lo entiendes?! ¡Y habría sido culpa tuya! —dicho esto, salió de la habitación dando un portazo.
Saki la llamó y fue tras ella, dejando solos a los dos mellizos. Kurama notó que su hermano bajaba la cabeza con los ojos anegados de lágrimas y olfateó su dolor en el aire. Con un suspiro, se levantó de la esquina de la cama en la que había estado sentado para que Miko le curara las heridas y fue hacia atrás para colocarse junto a Narumi y recostarse en la pared.
—No la hagas caso. Está estresada, preocupada y enfadada, como todos.
—Pero tiene razón —dijo su hermano—. Si yo hubiera hecho caso, papá…
—Hiciste una estupidez —lo interrumpió Kurama—, es cierto, pero fueron esos linces los que atacaron a papá. Vosotros no estabais haciendo nada malo y ellos os atacaron. No es tu culpa.
Narumi lo miró agradecido y frotó su mejilla contra su hombro. El pelirrojo no solía ser muy cariñoso, pero entendía que su hermano necesitaba ese contacto y le acarició el pelo. Su mellizo podía ser muchas cosas: insensato, imprudente, impulsivo, travieso y tal vez un poco despreocupado… pero cuando se trataba de aquellos a los que quería, cuando se daba cuenta de que sus acciones les habían provocado algún daño, era el primero en sentirse como la mierda.
—Yo solo… quería saber cómo estaba Shaoran.
Kurama no pudo evitar sonreír un poco.
—Ese doncel te ha dado fuerte, ¿eh?
Narumi lo miró con cara de pocos amigos.
—Kurama, es posible que yo…
—He visto cómo te miraba, Narumi —le dijo, suavizando su tono de voz—. Si realmente creyera que te aprovechaste de él, no se habría apresurado en comprobar que estabas bien y no se habría sentido tan mal por lo ocurrido. No te preocupes, le gustas.
Los ojos de su hermano brillaron al escuchar eso.
—¿Tú crees?
Él soltó una risilla.
—¿Lo ves? Estás coladito por él.
Narumi gruñó:
—No es eso, Kurama. Me siento protector con él, eso es todo.
Kurama sonrió ampliamente. Era tan divertido picar a su mellizo, y sentía que en esos momentos le hacía falta distraerse para no pensar en su padre doncel ni en los linces que les habían atacado.
En ese momento, escucharon el ladrido de Menma; no era de alarma, no había sonado como si estuviera nervioso, sino más bien impaciente. Ambos se levantaron con el corazón acelerado, sospechando quiénes eran, y bajaron corriendo las escaleras a tiempo de ver cómo la puerta principal se abría, entrando por ella Sasuke con un despierto Naruto en sus brazos.
—¡Papá! —exclamaron los cachorros, que se acercaron sin pensárselo a él.
Este les sonrió.
—Hola, chicos —los saludó con voz cansada y levantó una mano para acariciar sus rostros—. ¿Estáis bien?
—Todos estamos bien —respondió Menma, que acababa de adoptar forma humana.
—¿Cómo estás tú? —le preguntó Kurama.
Sasuke ajustó mejor su agarre sobre su compañero y lo estrechó contra su pecho.
—Se pondrá bien, pero necesita reposo por ahora. Vamos a nuestra habitación.
Todos lo siguieron hasta esta, incluidos Saki y Miko, que habían escuchado sus voces desde la habitación de la joven y se habían acercado rápidamente a comprobar el estado de su padre. Sasuke fue hasta la cama y depositó con mucha suavidad a su compañero antes de colocarse protectoramente a su lado; Menma, ya vestido con lo primero que había visto en su cuarto, se sentó al otro lado de Naruto; Kurama permaneció apoyado en la pared, muy cerca de ellos; Narumi y Saki se sentaron en la cama frente a sus padres, y Miko se quedó detrás de ellos.
—No os preocupéis tanto, chicos —les dijo Naruto con una leve sonrisa—, solo son unos pocos arañazos.
Sasuke hizo una mueca ante su comentario, pero no dijo nada. Comprendía que su pareja solo quería tranquilizar a sus hijos sobre su estado, sin embargo, él no olvidaría fácilmente lo que había pasado hoy, y mucho menos al lince que le había hecho daño.
Pensar en él hizo que sus garras estuvieran a punto de salir, pero su compañero le cogió la mano y la acarició. Al mirarlo, este le dedicó una sonrisa que pretendía calmarlo y lo besó tiernamente en la mejilla. Eso hizo que se sintiera un poco mejor y se inclinó sobre él para devolverle el beso y abrazarlo.
—Vuestro padre pasará unos días en reposo y sin hacer ningún esfuerzo —les dijo a sus hijos—. Así que tendremos que ocuparnos de todo nosotros.
—Vas a estar muy mimado, papá —comentó Menma con una sonrisa.
Naruto se rio.
—No pienso quejarme por eso.
Todos sonrieron, contentos por comprobar que el doncel estaba sano y salvo y que la experiencia no parecía haberlo afectado mucho. En ese momento, Narumi se acercó un poco más a su padre y lo miró con ojos culpables.
—Lo siento mucho, papá. Esto ha sido culpa mía.
El rubio le lanzó una mirada tierna.
—En realidad, fui yo quien te hizo a un lado, así que si buscamos a un culpable, soy yo.
Kurama gruñó al escuchar eso. Todo había sido culpa de los malditos linces, puede que estuvieran cerca de sus cabañas, pero aquel no era su territorio sino el suyo, y, además, ni su padre ni su hermano habían hecho nada malo, solo estaban hablando, ¿por qué se empeñaban en que eran los responsables?
Naruto escuchó su gruñido y su sonrisa cayó.
—Kurama…
—Ahora no —dijo Sasuke, acariciando con dulzura el brazo de su compañero—. Estás débil y no necesitas discusiones. Yo me encargaré de todo en otro momento, tú solo descansa —dicho esto, le besó en la cabeza, aunque le dedicó una mirada a su hijo pelirrojo que este comprendió.
Sin decir nada, asintió. Estaba de acuerdo en que lo último que le hacía falta a su padre era un mal ambiente, así que decidió no volver a sacar el tema y concentrarse solo en su recuperación… y puede que también en que ningún lince pasara cerca de allí.
Naruto, en cambio, se dirigió a Narumi con una sonrisa.
—Cariño, no hiciste nada malo, ¿de acuerdo? Eres joven y haces cosas sin pensar, pero no esperabas que ocurriera nada de esto, ninguno lo hacía. Así que no te sientas mal por algo que no has hecho.
Narumi asintió, aunque todavía se sentía culpable por cómo había terminado aquella horrible noche. De repente, sintió una mano en su hombro y giró la cabeza, encontrándose con la mirada arrepentida de Miko; él le sonrió y tiró de ella para que se sentara entre él y Saki y luego pasó un brazo por sus hombros para pegarla a su cuerpo y darle un beso en la cabeza. Kurama y Saki sonrieron, contentos de que hubieran hecho las paces.
Entonces, sonaron unos suaves golpes en la puerta. Esta se abrió y la cabeza rubia de Yui se asomó.
—Hola, Naruto, ¿cómo te encuentras?
El otro doncel le sonrió.
—Me pondré bien, Yui, no te preocupes.
Él asintió, notablemente aliviado.
—Bien. Hay alguien que quiere verte —dicho esto, abrió la puerta del todo.
La familia se quedó con los ojos como platos al ver a Arashi en su forma animal. Lo más habitual era que los cambiantes tuvieran el pelaje del mismo color que su cabello cuando eran humanos, pero el más pequeño de los Uchiha…
—¡Es blanco! —exclamó Narumi, sonriendo.
Y así era. Arashi, al haber hecho el Cambio tan joven, tenía la apariencia de un lobezno cuya altura solo llegaba a las rodillas de sus padres y con las patas pequeñas y rechonchas, pero lo que llamaba la atención era su pelaje, blanco como la nieve, muy corto, y una carita de cachorro en la cual resaltaban unos increíbles ojos dorados.
—Es albino —dijo Sasuke, sonriendo—, su forma de lobo es albina.
—¿Eso es malo? —preguntó Naruto, preocupado.
Su marido lo tranquilizó acariciándolo.
—No, solo es extraño, pero ocurre algunas veces. Los cambiantes creen que es un signo de buena suerte. —Hizo una pausa en la que observó a su hijo pequeño—. Ey, ¿cómo te sientes, cachorro?
Arashi soltó un gemido.
—Lo sé, es confuso al principio, pero te acostumbrarás como hicieron tus hermanos.
El lobezno blanco asintió y empezó a caminar lentamente hacia ellos, con cierta torpeza, ya que su nuevo cuerpo era extraño para él y no estaba muy seguro de cómo manejarlo. Avanzó hasta la cama y agachó el trasero, flexionando las patas traseras para preparar un salto; tras unos segundos de duda, se impulsó hacia arriba y aterrizó sobre el colchón. Estuvo a punto de caerse de lado, pero logró mantener el equilibrio en el último momento y volvió a andar con cuidado hacia su padre, olfateando su hombro.
El pequeño percibió el olor a sangre y gimoteó, soltando un breve aullido. Naruto le acarició amorosamente la cabeza.
—No te preocupes, estoy bien.
Arashi gimió otra vez y, poco a poco, se tumbó entre las piernas de su padre doncel y apoyó la cabeza sobre su vientre. Sasuke sonrió.
—Algo me dice que esta noche dormiremos con el cachorro.
—Como cuando era un bebé.
—¡Yo también quiero dormir aquí! —exclamó Narumi.
—Yo también —dijo Saki.
Kurama torció el labio hacia arriba al ver cómo sus hermanos trataban de convencer a sus padres para que todos durmieran allí. ¿Qué podía decir? Eran lobos y su padre estaba herido, estaba en su naturaleza permanecer cerca de él hasta que se recuperara, ni siquiera él tenía claro poder descansar bien si no ponía un ojo sobre el doncel rubio.
Con una pequeña sonrisa en los labios, siguió escuchando a sus hermanos organizarse para que pudieran quedarse todos juntos en la habitación, a lo cual se unió Miko (alegando que era más seguro para su padre) mientras que Menma se limitaba a abrazar a Yui y a reírse por las ocurrencias que soltaba Narumi.
Sí, Kurama Uchiha podía ser un tanto gruñón y solitario, pero adoraba a su familia y haría lo que fuera por ella… incluido matar a los linces si se atrevían a volver.
Chapter 4: Mi Train
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—Se siente muy bien, Sasuke —murmuró Naruto con los ojos cerrados.
Él le sonrió con cariño mientras le hacía un masaje en las piernas. Habían pasado la noche durmiendo con los cachorros salvo Menma, que había dormido con Yui en el sofá cama para tener un oído alerta, así como Kurama, que había pasado la noche en el pasillo, en un nido de mantas que se había hecho para estar más cómodo. Ahora, tras una noche de lluvia, el domingo había amanecido soleado, los gemelos Saki y Miko estaban haciendo el desayuno, y Sasuke le había pedido a Menma que llevara a un agotado Arashi por el Cambio a la cama para que siguiera durmiendo, igual que había hecho con Kurama y Narumi, los cuales necesitaban descansar porque estaban más heridos que los demás.
—Sabes que puedes pedírmelo cuando quieras, Naruto.
Este bajó la voz lo suficiente como para que los finos oídos de sus hijos no pudieran oírle.
—Los dos trabajamos y tenemos siete adolescentes a nuestro cargo. No quiero echarte más peso encima.
Sasuke frunció el ceño al oír eso y, de un movimiento rápido, ya estaba sobre su rubio, mirándolo fijamente.
—Te quiero. Lo eres todo para mí. Tú nunca eres un peso.
Naruto sonrió y lo besó en los labios.
—Y yo a ti, pero sé realista. Solo hacer la colada es una pesadilla.
—Y por eso delego más responsabilidades a la Junta de los hoteles y tengo un gestor para el camping, para poder ejercer de amo de casa y pasar tiempo comiéndote entero cuando los niños están en el instituto. —Le dio un beso húmedo en los labios antes de dedicarle un gruñido suave—. Me gusta la vida que llevo contigo. Es tranquila y maravillosa, no la cambiaría por nada —y dicho esto, volvió a besarlo más profundamente, dejando que su dulce compañero lo abrazara y le devolviera el beso con esa ternura que lo había conquistado…
Hasta que sonó el timbre.
Un gruñido irritado salió de sus labios.
—Una vida tranquila que están interrumpiendo —masculló, intuyendo quién era.
Naruto, que también sospechaba quién venía a verlos, le frotó los hombros.
—Sasuke…
—No, Naruto. Te atacaron con intención de matarte y también a nuestros hijos, no permitiré que haya nada aquí que pueda haceros daño.
El rubio abrió la boca para decir algo, pero la cerró, incapaz de argumentar nada a favor de los linces. Por un lado, se sentía culpable por ser la causa de que su relación con la manada de Sven ya no volvería a ser la misma, porque él comprendía cómo se sentían esos chicos, eran demasiado jóvenes para ver el mundo como lo hacían los adultos y entender que no todo era blanco y negro, por no decir que a esa edad las emociones se desbordaban y tendían a tener esas reacciones tan extremas.
Lo entendía porque Kurama había sido así en su fase más rebelde. Nunca había llegado al punto de tratar de matar a nadie, pero sí había hecho daño a otros creyendo que llevaba la razón en descargar su furia contra alguien sin pensar en las consecuencias de sus actos o cómo afectaría a su familia.
Pero, por otro lado, no es como si él también pudiera perdonárselo todo a los linces. Sus hijos también habían resultado heridos y podrían haber muerto para protegerlo. Por muy mal que se sintiera por Sven y algunos linces con los que había trabado amistad, debía admitir que tampoco estaba del todo tranquilo con aquellos jóvenes allí.
En ese momento, apareció Menma con el semblante serio.
—Es el hombre pantera que estaba ayer con los linces. Dice que quiere hablar con vosotros.
Sasuke gruñó un poco. Había creído que sería Sven quien iría a tratar de convencerlo para que permitiera que su manada se quedara allí, por lo que no le habría resultado difícil echarle…
Pero Kurogane era harina de otro costal.
Joder, se avecinaba una discusión de la hostia.
—Déjale entrar.
Menma alzó una ceja, extrañado, pero asintió y desapareció un escaso minuto antes de regresar acompañado por el imponente hombre, que saludó a la pareja con una respetuosa inclinación de cabeza.
—Sasuke, Naruto.
Sasuke le devolvió el gesto con brusquedad.
—Cierra la puerta, hijo. No te preocupes, es un viejo amigo.
Su cachorro parecía intrigado pero, como de costumbre, obedeció confiando en su juicio y escuchó sus pasos alejarse por las escaleras, probablemente de vuelta con Yui.
Kurogane y él se miraron un segundo con firmeza antes de que este deslizara sus ojos rojizos hacia Naruto. Su rostro de facciones duras se suavizó de un modo tan imperceptible que solo aquellos que lo conocían bien habrían detectado la leve tristeza en su mirada.
—Naruto, ¿cómo te encuentras? —le preguntó, acercándose a él.
El rubio le sonrió.
—Nada que no vaya a curarse.
—¿Me permites?
Sasuke le lanzó un fuerte gruñido de advertencia, a lo que su pareja respondió dejando caer los hombros.
—Sasuke, es Kurogane. No me haría daño.
Sin embargo, la pantera le quitó importancia con un gesto de la mano al mismo tiempo que se sentaba junto al doncel.
—Déjalo, es normal que esté protector. Aunque está bastante tranquilo, teniendo en cuenta que no se ha abalanzado sobre mí para arrancarme el brazo por atreverme a tocarte.
—Que te jodan, Kurogane —ladró Sasuke.
Este ni se inmutó mientras, con mucho cuidado, apartaba un poco el vendaje de Naruto para olfatear la herida y examinarla por encima.
—Tengo demasiadas responsabilidades como para joder con nadie —replicó como si nada antes de colocar el vendaje como estaba y dirigirse a Naruto—. Los cortes fueron bastante limpios y no huelo signos de infección. Te pondrás bien en poco tiempo.
—Deja de ignorarme —gruñó Sasuke.
—Entonces deja de estar tan tenso, sabes que soy la última persona que te haría daño a ti o a tu familia.
—¿Y cómo quieres que esté, Kurogane? —interrogó Sasuke, sintiéndose violento al recordar la imagen de su Naruto tirado en el barro, inconsciente y con el pecho y el cuello ensangrentados, como si le hubieran cortado la garganta—. Han atacado a mis hijos y a mi compañero, ¡podrían haberlos matado! —Hizo una pausa al mismo tiempo que se paseaba por la habitación como un lobo enjaulado—. La otra vez pude perdonarlos porque la cosa no pasó de una paliza; pude entender que esos chicos hubieran malinterpretado la situación y que estuvieran cegados por la furia del momento, pero, ¿ahora? Ha pasado un año, Kurogane, y Sven me prometió que no se repetiría esto. ¿Cómo quieres que me sienta en estos momentos? ¿Quién me asegura que no volverá a ocurrir? No permitiré que esos linces estén aquí y que amenacen a mi familia; este es mi territorio y la decisión es mía. Quiero que Sven y su manada se vayan y no vuelvan a aparecer por aquí.
Kurogane ni parpadeó, se mantuvo impasible todo el tiempo, en absoluto sorprendido por el arranque de rabia del hombre lobo.
—¿Has terminado?
Sasuke gruñó.
—¿Te parece poco?
—No he venido a pelear, Sasuke, sino a razonar contigo.
—¿Qué coño hay que razonar? Esos chicos por poco matan a Naruto y a mis hijos y no hay más que hablar.
—Te recuerdo que tu hijo Kurama por poco le arrancó el cuello a uno de los linces.
Tanto Sasuke como Naruto se tensaron. El rubio le lanzó una mirada asustada a Sasuke, el cual percibió de inmediato su temor, aunque no apartó la vista de Kurogane.
—Kurama protegía a su familia. Sabes que nuestras leyes no castigan la muerte o la agresión cuando es por defensa justificada.
—No, pero sus padres no estarán de acuerdo y lo usarán en venganza por lo que le ha ocurrido a su cachorro.
—¿Está muy mal? —preguntó Naruto.
Kurogane lo miró con calma.
—Se recuperará. Tardará un tiempo, pero lo hará… Sin embargo, sus cuerdas vocales están seriamente dañadas. No volverá a hablar.
El doncel palideció y el arrepentimiento asomó a su rostro. Sasuke no estaba tan afectado, seguía creyendo que su hijo hizo lo correcto al proteger a su padre y a su hermano tan bien como pudo, pero notaba el malestar de su compañero y no dudó en ir con él para abrazarlo y reconfortarlo.
—¿Por eso has venido? ¿Para advertirnos de que se acerca otro juicio?
—He venido a ahorraros las quejas de los padres de esos cachorros ofreciéndoos un trato.
Sasuke resopló.
—¿Qué te ha pasado? Tú nunca has sido diplomático.
Kurogane se encogió de hombros.
—La gente cambia. Tú nunca te habrías retirado de la Caza ni te habrías conformado con un compañero teniendo a todas esas lobas y lobisones detrás de ti, pero conociste a Naruto y te convertiste en un afable lobo casero. Ahora yo tengo familia, también, y eso ha cambiado mi perspectiva. Además, te recuerdo que el lince que atacó a tu compañero está bajo mi cargo.
—Me sorprende que no lo hayas metido en cintura —masculló el lobo—, siempre fuiste el más duro de los dos cuando cazábamos.
—Cuando decidí hacerme cargo de Shaoran, me di cuenta de que ser excesivamente duro con un cachorro no es la mejor técnica, sobre todo si sus padres acaban de morir. Train es especial, por eso he tenido que suavizarme.
—¿Qué tiene ese lince de especial? —Sasuke sabía que no estaba siendo del todo justo al no ver a ese gato como a un adolescente, más todavía siendo uno de los chicos de Kurogane, quien había sido su compañero cuando era Cazador, el mismo que le había salvado la vida tantas veces que no sería capaz de contarlas… Pero no era nada fácil. No cuando había estado a punto de asesinar a su rubio.
La pantera lo miró con aire sombrío.
—Es el chico del caso Heartnet.
Al escuchar aquel apellido, tanto Sasuke como Naruto se sobresaltaron, en absoluto esperando esa información. De hecho, el doncel se apretó contra su lobo, que lo abrazó con fuerza.
—No sabía que acogiste a ese chico —murmuró Sasuke, comprendiendo de repente por qué Kurogane estaba siendo tan blando con él. Lo cierto era que no podía culparlo.
—Nadie sabe quién es, solo Sven, yo y ahora vosotros. Por eso me cogí dos años de baja, para poder ocuparme de él antes de que se convirtiera en un peligro para los demás, aunque fue Shaoran quien hizo más por él que yo. Por eso se vuelve tan irracional cuando se trata de su hermano.
Naruto tragó saliva y se atrevió a preguntar:
—¿Cómo está?
Kurogane suspiró. Por primera vez, parecía cansado.
—Todo lo bien que puede estar alguien que ha pasado por lo que pasó él. No lo sé, solo han pasado cinco años desde aquello y aún es un adolescente, está en plena efervescencia hormonal y creo que tiene los mismos problemas de agresividad que tu hijo Kurama… Sin embargo, en él están más acentuados a raíz de lo que vivió. Trato de mantenerlo bajo control, pero los idiotas con los que se junta no me ayudan, y tampoco quiero prohibirle que deje de verlos, le ha costado mucho socializarse… aunque hubiera preferido que fuera con otros chicos.
Sasuke se inclinó para tocarle el hombro.
—Lo siento. De haber sabido lo difícil que es esto para ti no habría sido tan violento. —Hizo una pausa en la que frunció el ceño, debatiéndose consigo mismo, hasta que al final suspiró—. No puedo perdonarle que estuviera a punto de matar a mi compañero, pero… estaría dispuesto a negociar cómo solucionar todo esto —dicho esto, miró a Naruto—. ¿A ti te parece bien?
Este asintió y le frotó el brazo.
—Sí. Ese chico ya ha pasado por mucho, no me gustaría perjudicarlo aún más. —Después, colocó su mano sobre la de Kurogane y se la estrechó—. ¿Qué podemos hacer para que esto sea más fácil para todos?
Kurama parpadeó al sentir unos dedos cálidos que acariciaban su cabello. El olor de su padre lobo hizo que despertara calmado, sabiendo que estaba seguro, y se giró perezosamente para mirarlo.
—Padre… ¿Ocurre algo?
Este esbozó una suave sonrisa.
—Todo está bien, hijo. Pero tenemos que hablar de algo.
Pese a que lo único que quería hacer en esos momentos era dormir, se incorporó despacio, haciendo una mueca cuando una de las heridas le escoció, pero su padre lo ayudó y le gruñó suavemente para consolarlo.
—Tómatelo con calma, cachorro.
Finalmente, Kurama se quedó recostado en la pared usando la almohada y su padre se mantuvo sentado a su lado, de cara a él.
—¿Qué pasa?
El rostro del alfa se volvió serio.
—Tenemos un problema con los linces.
Todos los músculos del pelirrojo se tensaron.
—¿Van a venir a por Narumi? No pueden hacer eso, ¡no hizo nada!
—No se trata de él… sino de ti.
Él frunció el ceño, aunque le aliviaba un poco que no fuera a ocurrirle nada malo a su hermano.
—¿Qué he hecho?
Su padre entrecerró los ojos y un ligero aroma a rabia llegó hasta su sensible nariz.
—Se trata de uno de los linces con los que luchaste, al que heriste en la garganta. Se pondrá bien con el tiempo, pero prácticamente le arrancaste las cuerdas vocales y eso no les ha gustado a sus padres. Están pensando en ir a por ti.
Kurama apretó los labios y sus manos se convirtieron en puños.
—Protegía a papá. Esos… gatos iban a matarlo.
—Lo sé, lo sé —lo tranquilizó Sasuke, colocando una mano en su mejilla para acariciarlo—, y estoy muy orgulloso de ti por ello. Pero no quiero que otro de mis hijos pase por otro juicio, uno que no estoy seguro de que podamos ganar sin sufrir represalias.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el joven, ahora preocupado.
Los ojos de su padre eran tristes cuando le devolvió la mirada.
—Tienes un historial de agresividad, Kurama. No te estoy echando la culpa ni mucho menos, lo sé mejor que nadie; yo también fui más instintivo cuando despertó mi lado animal que mi hermano, pasé una mala racha y me metí en peleas innecesarias. Sin embargo, esos padres usarán tus antecedentes como excusa para decir que eres peligroso.
Kurama tembló de rabia. ¿Y ya está? ¿Esos cabrones atacaban a su hermano y a su padre y al único que iban a castigar iba a ser a él?
—No es justo —dijo, con los ojos cargados de lágrimas. No sabía lo que pasaría con él, pero sabía que lo separarían de su familia y eso le rompía el corazón. No había nada más doloroso para un lobo que verse separado de su manada.
Su padre se acercó y lo abrazó.
—No te preocupes, no va a pasarte nada. He aceptado un trato.
Kurama alzó la vista hacia él.
—¿Un trato?
Él asintió.
—No me hace mucha gracia, pero no pienso permitir que te aparten de nosotros durante unos años por hacer lo que tenías que hacer. Los linces se quedarán durante la época de celo, pero no se les permitirá acercarse a nuestra casa ni tampoco a ninguno de nosotros.
El joven bajó los ojos.
No, no le hacía ni puñetera gracia. Es más, era un error… pero entendía que su padre lo hubiera aceptado. Con todo lo que estaba pasando, su padre doncel herido y todos sus hermanos nerviosos, lo último que necesitaban era otro juicio por agresividad y que a él lo mandaran lejos.
—Entiendo. Puedo soportarlo siempre y cuando estén lejos de Narumi y papá.
—Hay algo más.
Kurama levantó la cabeza y le dedicó una mirada interrogante. La expresión del lobo alfa era un poco dura.
—He exigido a cambio un castigo para los que os atacaron.
—¿Y eso es malo?
—No, uno de ellos está postrado en la cama y otros dos cumplirán con trabajos de limpieza común en el territorio que les hemos asignado a los linces.
—Falta uno.
Sasuke soltó un suspiro.
—El hermano de Shaoran. Lo hemos estado hablando mucho tiempo… y he decidido que, puesto que atacó a un ser humano, le vendría bien estar rodeado por ellos una temporada en el camping. Quiero que tú lo supervises.
—¡¿Qué?! —exclamó Kurama, rojo de ira—. ¡Ni hablar! ¿Por qué tengo que estar cerca de ese maldito gato? Fue el que atacó a papá.
Su padre lo miró con seriedad.
—Por tres razones. La primera, demostrar que eres dueño de ti mismo, que estás en equilibrio con tu lado animal; si estás cerca de ese lince sin atacarlo, todo el mundo sabrá que no eres peligroso y no podrán juzgarte. La segunda, quiero que lo tengas vigilado, asegúrate de que no busca venganza contra tu hermano, aún no termino de fiarme de él.
—¿Y la tercera? —gruñó el joven lobo, totalmente disgustado por muy buenos que fueran los argumentos de su padre.
La mirada de Sasuke se suavizó.
—Quiero que le ayudes.
Kurama se sobresaltó. No había esperado eso.
—¿Qué?
Su alfa lo tomó de las manos y se las estrechó.
—Las personas, seamos humanos o cambiantes, somos de determinada manera no porque lo hayamos querido así, sino porque las experiencias que vivimos, la gente con la que nos cruzamos, nos marcan… para bien y para mal. Ese chico ha tenido la mala suerte de haber vivido cosas horribles que le han hecho ver… la peor parte del mundo.
—Padre…
—Sé que estás enfadado, y lo comprendo a la perfección. Pero piensa en cómo habría sido tu vida si nos hubiese pasado algo a tu padre y a mí y hubieras caído en las garras de personas terribles. Piensa en que cómo habrías actuado si pensaras que alguien hubiera abusado de Saki o Miko.
Kurama se quedó callado un buen rato, tratando de ponerse en esa situación. Si él, que ya de por sí tenía un temperamento fuerte, hubiera vivido la pérdida de sus padres y hubiera tenido que valerse por sí mismo antes de terminar atrapado con hombres que le habrían maltratado… Sí, sería el doble de agresivo que era ahora. Mataría a cualquiera que creyera que podría haber hecho daño a uno de sus hermanos, sin importar quién fuera ni tampoco las consecuencias.
Soltó un gruñido bajo.
—Sabes que esto no me gusta nada, ¿verdad?
El otro lobo asintió.
—Yo tampoco he perdonado a ese lince. Sabes que amo a tu padre y que no toleraría que nadie que le hubiese hecho daño anduviera cerca de nosotros… pero también he sido Cazador. He visto cosas horribles y sé qué suele provocarlas. Algunas personas ya no tienen remedio, pero ese chico aún puede salvarse. —Hizo una pequeña pausa en la cual esbozó una media sonrisa—. Además, quieres encargarte algún día del camping, ¿verdad?
Kurama apartó la vista con cara de pocos amigos.
—… Sí…
—Piensa que vas a tener que aguantar a gente que no te gustará.
—No es lo mismo, padre.
—Si eres capaz de no arrancarle la garganta a ese lince, podrás lidiar con cualquier idiota —dicho esto, se puso serio y cogió su rostro entre sus manos—. Recuerda lo que te he enseñado sobre el equilibrio entre tus dos mitades y no dejes que te provoque, porque es probable que busque excusas para poder hacer daño a Narumi. Piensa en convertir a un enemigo en un aliado. Y sobre todo, no olvides que hacemos esto por nuestra manada.
El pelirrojo asintió.
—Por la manada —prometió.
Train le lanzó una mirada asesina al lobo pelirrojo que tenía delante. De todos los castigos que le podrían haber impuesto, de todas las cosas que podrían haberle obligado a hacer, ¿tenía que ser precisamente hacer quién sabe qué con ese chucho asqueroso?, ¿el hermano del cabrón que abusó de Shaoran y el que había dejado a Shiki sin voz? ¿Por qué? ¿Por qué tenía que aguantar a ese…?
—Eh, ¿piensas mirarme así todo el día o vas a mover el culo? —le gruñó el perro.
Él le devolvió el gruñido.
—No me hables así, imbécil.
—Tú no me insultes, capullo.
Train bufó y tensó los músculos.
—¿Quieres pelear, gilipollas de mierda?
El otro hizo amago de dar un paso hacia él… pero pareció pensárselo mejor y retrocedió con un gruñido.
—Me encantaría darte una lección, pero paso de tener que estar cerca de ti más tiempo del que ya nos han asignado juntos. Así que, cuanto antes te muevas, antes podremos largarnos —dicho esto, le dio la espalda y se alejó a paso rápido.
El lince maldijo para sus adentros, admitiendo que él tampoco quería estar más tiempo del necesario cerca de ese perro, por lo que le siguió a regañadientes hacia el camping en el que tendría que trabajar hasta que pasara la época de celo. La verdad era que no tenía muy claro lo que tenían que hacer allí… hasta que vio que se acercaban a un parque infantil en miniatura plagado de críos de entre dos y cuatro años.
—Me estás tomando el pelo —declaró.
El lobo ni pestañeó.
—El camping dispone de una pequeña guardería para que los adultos y los niños más grandes puedan disfrutar de excursiones sin tener que preocuparse por los más pequeños. Se divierten aquí y también tenemos una cabaña con una zona llena de juegos y material de dibujo y otra con literas para descansar.
—¿En serio vamos a hacer de niñeras?
—Sí.
—¿No podemos hacer otra cosa?
—No. —Vio que el lobo sonreía con diversión. Será hijo de…—. El invierno ha terminado, a la gente le apetece salir a la montaña con buen tiempo, antes de que aumenten las temperaturas, por lo que tenemos mucha gente y poco personal.
Train gruñó. Por mucho que odiara a ese chucho, era consciente de que había hecho mal al atacar a aquel doncel; no es que le gustaran mucho los humanos, de hecho, prefería permanecer lejos de ellos debido a lo que le hicieron a él y a su familia, pero su odio ya no le cegaba tanto como antes, al menos, no para no darse cuenta de que aquel humano estaba indefenso.
Igual que lo estuvo él cuando era un cachorro.
Se estremeció ante el desagradable recuerdo, algo de lo que se percató Kurama, que lo miró con el ceño fruncido.
—¿Te pasa algo?
Train se tensó un instante, pero pensó rápido una respuesta convincente:
—No se me dan bien los niños.
El lobo asintió y se adelantó.
—Siempre hay una primera vez para todo. Te enseñaré.
El otro joven levantó una ceja al percibir el cambio en su tono de voz. Parecía… más suave, era agradable.
Al darse cuenta de lo que acababa de pensar, sintió un ardor en las mejillas y sacudió la cabeza, diciéndose a sí mismo que solo le había pillado por sorpresa y que no volvería a bajar la guardia ante ese animal pulgoso. De modo que siguió al joven lobo a una distancia prudencial hasta el parque, diciéndose a sí mismo que cumpliría su castigo para no perjudicar a su manada y también porque se arrepentía de haberle hecho daño a ese doncel, pero procuraría vigilar también al lobo por si acaso.
Sin embargo, y curiosamente, el pelirrojo parecía mucho más centrado en enseñarle cómo coger a los niños y qué hacer con ellos cuando lloraban que en hacerle ningún daño por lo que, en contra de su voluntad, poco a poco fue dejando de prestarle atención para entregársela por completo a unos niños humanos que exigían su presencia en todo momento… lo cual le resultó de lo más estresante y agotador, hasta las sesiones de entrenamiento con Kurogane eran menos duras que aquello. Entre un niño y otro, no pudo mirar más al lobo que las ocasiones en las que pasaban cerca el uno del otro, y este siempre parecía tener más interés en estar con los pequeños que en vigilarlo, aunque sabía que estaba atento de algún modo, ya que en cuanto percibía que hacía algo mal se acercaba y le echaba una mano antes de enseñarle cómo hacer bien las cosas.
Train no podía estar más confundido. Ese lobo lo odiaba, lo había percibido en su última pelea, una en la que por poco le arranca la garganta a Shiki de un bocado, pero ahora actuaba con tanta profesionalidad que lo dejaba desorientado… y, aunque se negaba a reconocerlo, su lado animal sentía cierto interés por él. Lo había visto con los niños y le resultaba de lo más intrigante ver cómo se relajaba con ellos y la forma en la que su rostro se suavizaba, la amabilidad que desprendía y un lado juguetón que se le antojaba divertido por mucho que se repitiera a sí mismo que alguien que defendía a un violador no podía ser bueno…
Aunque, pensándolo bien, se trataba de su hermano. Él habría defendido a Shaoran hasta la muerte si las cosas hubieran sido al revés.
Se le escapó un gruñido al pensar que estaba empatizando con él y que eso no le gustaba.
—¡Milad! Tlai glunie como Kulama.
Train, que no lograba adaptarse al lenguaje de los más pequeños, frunció el ceño sin comprender nada.
—¿Qué?
—Dice que gruñes como yo —dijo Kurama, que se encontraba a menos de dos metros de donde estaban, antes de buscar a la niña que había hecho el comentario con los ojos y sonreírle juguetón—, pero yo lo hago más fuerte —y dicho esto, soltó una fuerte gruñido de lobo, dejando a Train horrorizado y a los niños chillando felices.
El lince se acercó a él y lo cogió del brazo.
—¿Pero qué haces? —murmuró, mirando a todas partes—. Vas a conseguir que nos descubran y nos cacen, imbécil.
El otro joven se encogió de hombros.
—¿Quién? No hay más humanos por aquí cerca que los que ves delante.
—¿Y si se lo dicen a sus padres?
—Son niños, pensarán que solo hacemos imitaciones, no que seamos cambiantes que utilizan el camping como tapadera para vivir en mitad del bosque —tras terminar con su explicación, cogió a un niño que no tendría más de dos años en brazos y empezó a acunarlo para que se adormeciera.
Por otro lado, Train se quedó algo pensativo y se puso en cuclillas.
—¿Es eso el camping? ¿Una tapadera para que a nadie le sorprenda que vivís aquí?
—Bueno, en parte sí, pero también es porque mi padre no quería irse muy lejos del lugar donde vivía con su manada.
—¿Y dónde está?
Kurama se quedó un momento callado y su mirada se ensombreció un poco.
—Murieron hace muchos años, en un incendio que provocaron unos humanos.
Train se tensó ante esas palabras. No tenía ni idea de que la manada Uchiha hubiera sido asesinada por los hombres, igual que la suya.
—Lo siento.
El lobo se encogió de hombros.
—Yo ni siquiera llegué a verla. En aquel entonces, mi padre lobo aún no había conocido a mi padre doncel.
—Entonces, ¿cómo es que lo escogió para ser su compañero si era un ser humano? —preguntó el otro cambiante, sin comprenderlo.
Kurama bajó la vista, momento en que fue consciente de que el niño que sostenía se había quedado dormido, por lo que dejó de moverlo y permitió que estuviera recostado sobre su pecho en una posición cómoda. Tras asegurarse de que no había más pequeños cerca para escuchar la historia, miró al lince con seriedad.
—Los lobos nacimos para vivir en manada. Un lobo que pierde a la suya, pierde su razón para vivir. No quedó nadie de la familia de mi padre, solo él sobrevivió al fuego y no pudo soportar no encontrar a nadie más con vida. Así que se fue a la carretera y esperó a que pasara un coche.
Train se estremeció. ¿Esa mole enorme y fuerte que lo había sometido con tanta facilidad que resultaba humillante, pensó en quitarse la vida?
Como si el otro joven leyera sus pensamientos, lo miró con cara de pocos amigos.
—No espero que lo comprendas al ser un lince. Vais en manada por protección contra los hombres, pero sois solitarios por naturaleza. Los lobos somos diferentes, nacemos para vivir en grupo toda la vida, aunque sea uno pequeño, como mi familia.
El lince asintió y se sentó con las piernas cruzadas.
—¿Y qué pasó?
Kurama sonrió un poco.
—Resultó que el primer coche que pasó por la carretera fue el de mi padre doncel.
Train abrió los ojos como platos.
—¿Tu padre atropelló a tu otro padre?
El lobo soltó una carcajada.
—Sí, y mi padre doncel se sintió tan mal que lo cargó hasta el coche y lo llevó corriendo a un hospital veterinario. Cuidó de él durante más de mes y medio, y mi padre lobo se enamoró.
—Pero… el doncel no sabía que era un cambiante, ¿no?
—No. Mi padre se lo dijo más tarde, aunque nunca nos ha contado cómo exactamente —dijo, poniendo los ojos en blanco—. Probablemente usó alguna de sus perversiones.
El lince sacudió la cabeza, totalmente perdido.
—¿Perversiones?
—Está muy enamorado de él y lo toca cada vez que tiene la ocasión. Huelen a lujuria constantemente —se quejó con un gruñido.
Train no pudo evitar hacer una mueca. Si él oliera alguna vez a Kurogane excitado… Ugh…
—Eso es incómodo.
—Un poco —admitió Kurama antes de sonreír ligeramente—. Pero también es… hermoso ver lo mucho que se siguen queriendo después de tantos años.
El felino también sonrió. Por un instante, un recuerdo de la infancia le vino a la mente; su padre abrazando por sorpresa a su madre mientras ella hacía el desayuno. Apenas tenía recuerdos de antes de la noche en la que los asesinaron, pero los pocos que tenía y que no guardaban relación con aquel horrible suceso eran felices y cálidos.
Sí, era hermoso querer a alguien de ese modo… y por eso, y por el amor que había visto en sus padres y que le habían profesado a él, se sintió realmente mal por haber estado a punto de arrebatarle algo así a un hombre que ya lo había perdido todo.
Por eso, y a pesar de que todavía no terminaba de fiarse de los lobos, le dijo:
—Lamento haber atacado a tu padre.
Kurama se sobresaltó un poco por la disculpa, pero al ver el rostro arrepentido del gato y cómo huía de su mirada, supo que estaba siendo sincero.
—Mi olfato no es tan bueno como el de los lobos y confundí a tu padre con uno. De haber sabido que era un doncel humano no le habría atacado. No es que me gusten los hombres, pero estaba indefenso ante mí. No estuvo bien atacarle —dicho esto, se atrevió a mirarlo de reojo—. ¿Está bien?
El lobo, tras recuperarse de la sorpresa, asintió.
—Sí. Se pondrá bien.
Train, algo incómodo por el extraño momento que estaba compartiendo con el otro cambiante, asintió y se levantó.
—Me alegro —dijo para después alejarse rápidamente, sintiendo otra vez las mejillas ardiendo y el corazón latiendo con fuerza.
Y no era el único, porque Kurama se lo quedó mirando entre estupefacto, curioso e interesado. Realmente, lo que estaba haciendo ahora lo hacía por su familia, para evitar que lo alejaran de ella y no darles más disgustos a sus padres de los que ya tenían después del ataque de los linces, la parte de ayudar a ese chico, como le había dicho su padre, no la había tenido demasiado en cuenta porque no quería saber nada de ese gato… pero ahora veía que no era tan insensible como había creído.
Puede que, después de todo, su padre tuviera razón y solo necesitara que lo ayudara a ver las cosas desde su perspectiva. Tal vez solo estaba perdido y herido por lo que quiera que le hubiera pasado y necesitara que alguien le hiciera ver las cosas desde otro punto de vista. Y si ese debía ser él… con un poco de suerte, podría convencerlo de que Narumi era inocente, así terminarían todos sus problemas.
Tras pensarlo un buen rato, decidió que lo intentaría. El lince parecía tener bastante sensibilidad como para sentirse culpable por atacar a su padre, con algo de tiempo, y acercándose a él con cuidado, estaba seguro de que podía conseguir que viera que Narumi solo había querido ayudar y que en ningún momento había tenido intención de hacer daño a su hermano.
Lo tenía todo a su favor. Ahora solo tenía que refrenar su agresividad y lograr que un lince solitario lo viera como a un amigo.
Dos semanas pasaron con una rapidez que ninguno de los dos esperaba y, lo más sorprendente de todo, es que fueron bastante pacíficas. Tras conocer la historia de Sasuke y Naruto, Train le había dado muchas vueltas al amor que compartían; no es que los hubiera visto en persona ni nada, pero con saber por lo que había pasado el lobo y los escasos recuerdos que conservaba de sus padres, había estado pensando que él no había tenido nunca una relación así desde que era niño, ni siquiera con Shaoran… y se dio cuenta de que, después de lo que le pasó, se había cerrado en banda a permitir que nadie se le acercara demasiado. No estaba seguro de por qué lo había hecho realmente, no creía que fuera exactamente por miedo a perder a alguien sino porque… Bueno, tras la muerte de sus padres, tuvo que forzarse a valerse por su cuenta sin contar con nadie más, el resto se había dedicado a dañarlo de múltiples y coloridas formas y, tal vez por instinto, quiso evitar que eso ocurriera de nuevo.
Sin embargo, también advirtió su soledad. Tenía a sus amigos, pero no sentía que fuera una relación muy fuerte, en realidad, ellos fueron los que se acercaron a él atraídos por su fuerza en forma animal y a Train le gustó ser respetado, era la primera vez que alguien lo admiraba y, después de pasar tanto tiempo entre miradas compasivas, la sensación de ser visto como alguien poderoso y no una víctima fue adictiva. Sin embargo, no pasaba de ser eso. No es que ellos fueran insignificantes para él, pero tampoco eran realmente cercanos, a menudo prefería correr a solas por el bosque que ir con ellos a practicar técnicas de caza con conejos.
En cuanto a Kurogane y Shaoran… Bueno…
Respetaba a Kurogane. Fue el hombre que lo salvó y siempre estaría en deuda con él por ello, aunque a veces fuera un grano en el culo, pero cuando él intentó acercarse, no se lo permitió tampoco y, en su momento, se sintió aliviado porque respetara la distancia que había marcado, pero ahora se daba cuenta de que su relación era fría en comparación con la que tenía con Shaoran.
Y su hermano… Él era el que estaba más cerca de su corazón y el que más se esforzaba en entrar en él, pero… le seguía costando abrirse. Tantos años viviendo como un animal salvaje, siguiendo la ley del más fuerte, hicieron que adoptara una actitud de no mostrarse vulnerable jamás ante nadie, y por eso parecía ser incapaz de decirle lo importante que era para él.
Porque de no ser por Shaoran, él no sería más que un simple animal.
El cambio de actitud de Kurama hacia él también lo ayudó a reforzar su decisión de tener un buen comportamiento durante el castigo. Trataba de hablarle como a cualquier otra persona y no como a un enemigo; las pullas nunca faltaban, por supuesto, pero con el tiempo se volvieron más una costumbre que amenazas reales y, al final, acabaron siendo su pequeña broma privada.
El mundo que le mostró el lobo también hizo que su perspectiva de las cosas se ampliara a niveles que no había creído posible: aprendió a apreciar la belleza y la quietud del bosque y a no verlo como un simple terreno de caza, a contemplar a los animales como seres vivos y no mera comida, a comprender que los humanos no eran muy distintos a ellos y había quienes eran crueles como los que mataron a su familia y quienes eran de naturaleza amable como su padre doncel. Gracias a él, sus necesidades más básicas, cazar, comer, dormir, pasaron a ser otras completamente diferentes y, sobre todo, emocionales. Anhelaba tener una familia a la que pertenecer, alguien a quien querer y sentirse querido. Sin embargo, todavía le resultaba difícil abrirse a Shaoran, el único con el que se sentía lo bastante cómodo como para intentarlo, aunque él percibió el cambio en su actitud y eso le hizo sentirse mucho mejor, del mismo modo que Kurogane notó con alivio que Train se estaba suavizando desde que pasaba tiempo con Kurama.
Con el lobo, en cambio, era… fácil. No es que se contaran sus vidas a menudo, pero descubrió que los dos eran muy parecidos y que precisamente por eso no necesitaban hablar demasiado; ambos apreciaban el silencio y tener sus momentos a solas, eran más instintivos que el resto de cambiantes y por eso disfrutaban corriendo y luchando, de hecho, sus pullas acababan a veces en leves forcejeos para probarse el uno al otro. El caso era que, precisamente por esas similitudes, ambos empezaron a comprenderse y a entablar una comodidad que crecía muy rápido gracias a todo el tiempo que pasaban juntos en el camping.
Ese día, les había tocado hacer vigilancia por las sendas que usaban los excursionistas para asegurarse de que no había cazadores cerca que pudieran herirlos sin querer… o matar a un cambiante. Desde que lo había sabido, Train estaba especialmente ansioso y tenía todos los sentidos alerta, a la espera de cualquier señal de que hubiera uno cerca.
—Más despacio —lo llamó Kurama—. Estás muy nervioso.
El lince se detuvo y se dio cuenta de que estaba a tres metros del lobo, que caminaba con calma entre la maleza con una elegancia predadora electrizante; no era la misma que la de los felinos, sinuosa y sutil, sino poderosa y majestuosa, le llamaba mucho la atención y que Kurama tuviera además una figura delgada pero musculosa, como la del animal que llevaba dentro, no hacía más que atraer sus ojos.
—Ey, ¿me estás escuchando?
Train alzó la vista hacia sus ojos azules. Eran hermosos y de mirada intensa y fogosa, hizo que un estremecimiento recorriera su espalda y que su lince interior gruñera.
—Tengo buen oído —se limitó a decir, permitiendo que llegara hasta él.
El lobo lo examinó con ojo crítico.
—Hoy estás exaltado. ¿Ha pasado algo?
Él se removió, algo incómodo.
—¿Crees que veremos cazadores?
Kurama estrechó los ojos, como si así pudiera ver a través de él y averiguar lo que le ocurría.
—Acaba de empezar la primavera, puede que aún tarden un poco, hay animales que aún no han salido de sus madrigueras. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Por qué? ¿Acaso te dan miedo?
Train gruñó con tal fuerza que pilló desprevenido a Kurama.
—Los odio.
El lobo lo miró con detenimiento hasta que captó un aroma picante que provenía de él. Tras unos momentos, lo cogió suavemente del brazo y lo instó a sentarse sobre unas piedras que sobresalían de entre los arbustos altos.
—Puedo oler tu rabia y tu dolor. ¿Quieres hablar de ello?
Train dudó un poco. Nunca había hablado con nadie de la muerte de sus padres, o de lo que ocurrió con él después, detestaba recordar todo lo que tuvo que aguantar en las garras de aquellos humanos… en cómo lo destruyeron pedazo a pedazo, en lo que le convirtieron.
Sin embargo, antes de que fuera consciente de ello, se sorprendió a sí mismo diciendo:
—Unos cazadores mataron a mis padres.
Kurama no se sorprendió, había sospechado algo desde que había visto cómo Train interactuaba con los humanos y, además, el hombre pantera llamado Kurogane no parecía ser su padre. Atar cabos no le había resultado difícil.
—Lo siento mucho.
El lince asintió con brusquedad y levantó las rodillas hasta el pecho, abrazándolas y apoyando el mentón sobre ellas con la mirada perdida.
—Yo tenía doce años, sufrí el Cambio mientras estábamos en el bosque de excursión. No fue un problema hasta que mi padre oyó a los cazadores. Fue a intentar asustarlos, pero lo mataron. Yo no podía moverme, entre que sufría los síntomas de fiebre y que no sabía controlar mi cuerpo ni siquiera tuve fuerzas para ponerme en pie. Mi madre trató de defenderme, pero eran muchos y también la abatieron.
Kurama no dijo palabra. Ya había dicho que lo sentía y era consciente de que Train le había oído, solo lograría irritarlo y en esos momentos era lo último que quería. En vez de eso, preguntó:
—¿Te encontraron?
Train asintió despacio y apretando los puños, aunque sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Me encerraron en una jaula y me echaron en la parte de atrás de una furgoneta. Luego, lanzaron los cuerpos de mis padres a mi lado como si no fueran más que basura. Yo no podía parar de chillar. Estaba en forma animal y era incapaz de controlar mis emociones amplificadas por el Cambio, solo quería acurrucarme en ellos y suplicar que volvieran, estuve llorando hasta que me quedé sin voz. —Hizo una pausa en la que tragó saliva—. En algún momento, llegamos a una cabaña. Tenían muchos animales enjaulados pero yo era el único cambiante. En ese momento, no lo supe, pero esos hombres eran cazadores furtivos, venían en busca de animales exóticos para venderlos o sacarles el mayor provecho posible. —De repente, ya no pudo seguir hablando, se quedó atragantado por el nudo que tenía en la garganta.
Kurama, preocupado y profundamente dolido por el fuerte aroma a tristeza que lo estaba impregnando todo, se levantó y se sentó a su lado para tocarle el brazo.
—No es necesario que sigas.
Sin embargo, Train ya no podía parar, necesitaba sacarlo de su interior, como si fuera una especie de parásito que lo estaba matando por dentro.
—A mis padres los despellejaron para vender su piel y dejaron que sus cuerpos se pudrieran en mitad de la nada.
El lobo abrió los ojos como platos, horrorizado. Puede que hubiera intuido que sus padres hubieran muerto de forma violenta, pero ni por un instante se le pasó por la cabeza que hubiera más que eso, algo tan terrible como que Train fuera testigo de cómo les arrancaban la piel, probablemente con la misma impasibilidad con la que alguien pliega la ropa o limpia el pescado para hacer la comida, antes de lanzar sus cuerpos en cualquier parte, como cuando tiras la piel de las patatas a la basura.
Cuando el lince alzó la mirada hacia él y contempló sus ojos, ya no vio al cambiante que atacó a su padre, o al feroz felino que se abalanzó sobre su hermano. No pudo ver nada más que un cachorro muerto de miedo y tan perdido que no sabía lo que hacía.
—Y a mí me vendieron —le dijo con la voz rota y un asomo de lágrimas a punto de caer por sus mejillas—. Después de un año en el que me mantuvieron en una jaula diminuta, aterrorizándome con los golpes que les daban a los barrotes y divirtiéndose dejando mi comida lejos para ver si la alcanzaba, me entregaron a una mujer que me dejó en manos de un hombre que pretendía adiestrarme a base de golpes de fustas y que me puso un collar de castigo al cuello para que ella me estrangulara cada vez que yo me portaba mal. Estuve tan muerto de miedo, tan solo… que ni siquiera me atreví a adoptar mi forma humana. Pasé dos años enteros siendo un lince. Me rompieron, Kurama, me convirtieron en un animal salvaje y violento. Incluso ataqué a Kurogane cuando vino a salvarme.
Kurama, que había sido incapaz de articular palabra ante todos los horrores que le estaba describiendo Train, por fin pudo farfullar:
—¿Kurogane?
—Él seguía siendo Cazador entonces —asintió Train, apartando los ojos de él y moviendo la cabeza a un lado y a otro—. Sabía que yo seguía vivo y llevaba dos años buscándome. Él intentó calmarme, pero yo no respondía, creía que iba a hacerme daño como todos los demás a pesar de que era un cambiante. A mí no me importaba, estaba muerto de miedo y en cuanto me sacó de la jaula me lancé sobre su cara y traté de huir.
—¿Lo hiciste?
El lince resopló. Las lágrimas habían desaparecido, pero ahora temblaba. Kurama no lo pensó demasiado, su lobo interior actuó por su cuenta y rodeó al otro joven con sus brazos, ofreciéndole calor y consuelo. Sorprendentemente, este no lo rechazó y se apretó contra su pecho.
—Claro que no, era más grande y más rápido, me noqueó enseguida. Pero tuvo que mantenerme en una habitación con seguridad durante seis meses en los que yo seguía sin adoptar forma humana. Todos creían que había enloquecido y que no podría recuperar mi humanidad.
—Pero no fue así —susurró Kurama, tocando su cabello para reconfortarlo.
Su gesto pareció funcionar, ya que Train pareció relajarse un poco y apoyó la cabeza en su hombro. Sus movimientos no eran algo que hiciera a propósito, estaba perdido en su memoria e inconscientemente necesitaba consuelo con desesperación, por eso su lado animal, instintivo, había ido en busca de la calidez que le ofrecía el cuerpo del lobo.
—Un día, dejaron que Shaoran entrara en mi celda. Era el primer niño que veía en… en mucho tiempo. Los cazadores furtivos no tenían y mi ama odiaba los críos. Me sentí desorientado por su aparición, pero no me acerqué. Él solo me estuvo hablando, me contó que sus padres también murieron, pero que ahora tenía una nueva familia y que estaba mejor. Me prometió que todo iría bien y que estaría conmigo hasta que me recuperara.
—Y lo cumplió —adivinó Kurama en un murmullo.
Train asintió y, poco después, se separó un poco para mirarlo a los ojos. Su irises dorados estaban cargados de dolor y miedo.
—Si no fuera por él… yo no sería nada.
El lobo, incapaz de hablar, volvió a abrazar al lince, que aceptó el gesto y escondió el rostro en su pecho. Kurama se limitó a acariciar su cabeza en un intento por consolarlo mientras reflexionaba lo que acababa de descubrir.
Ahora lo entendía. Shaoran era el primero que había tratado con cariño a alguien que había pasado su adolescencia siendo tratado ya no como un animal, sino como un mero objeto por el que sacar dinero y al que exhibir como a una exótica mascota… Alguien que había visto cómo sus padres eran asesinados antes de ser despellejados y abandonados para ser devorados por los gusanos, alguien que había vivido encogido y aterrorizado en una jaula, alguien a quien habían tratado de domesticar mediante una correa de estrangulamiento. No le extrañaba que fuera tan violento cuando se trataba de Shaoran, o que fuera tan agresivo de por sí. ¡Diablos!, él también habría sido así si hubiera pasado por lo mismo, puede que ni siquiera hubiese sido capaz de mantener la cordura y recuperar su humanidad.
Train sí. Pero seguía estando dañado.
Quería ayudarlo.
Quería darle un hombro en el que llorar y unos brazos en los que refugiarse… tal y como estaba haciendo ahora.
Train sonrió mientras sus patas atravesaban el bosque a gran velocidad. Aquel era el último día de su castigo y Kurama y él lo estaban celebrando con un pequeño juego de persecución.
Las dos últimas semanas habían sido las mejores en la vida de Train, que él pudiera recordar, al menos. Después de desahogarse con Kurama, sintió que se quitaba un peso de encima y le resultó más fácil abrirse a los demás, siendo el primero Shaoran, que notó el cambio con alegría e hizo que ambos estuvieran más unidos; también ayudó a que su relación con Kurogane fuera un poco más cercana, el cual se percató de la evolución de su carácter y pudo permitirse tener esperanzas de que, tal vez, el muchacho pudiera rehabilitarse por completo.
En cuanto a Kurama… Train descubrió en él lo que era una amistad verdadera. Con Creed y los demás pasaba el rato escuchando sus charlas de superioridad sobre los demás, que, antes de conocer a Kurama, le parecían normales, después de todo, los más fuertes eran los que sobrevivían y no veía que fuera malo que ellos creyeran estar por encima del resto cuando en el futuro lo más probable fuera que la manada dependiera de ellos para sobrevivir… pero, claro, lo había estado viendo desde su punto de vista más primitivo, como el animal que había sido hasta no hace mucho tiempo. Ahora empezaba a darse cuenta de que sus “amigos” no eran gente demasiado… apta para convivir con en una manada de cambiantes actual: mientras que estas procuraban mantener a los clanes familiares unidos para propiciar una mejor colaboración a la hora de protegerse los unos a los otros de los humanos, Creed y su grupo solo pensaban en ellos mismos y en sus privilegios. Además, le vino a la mente algunas cosas que Creed había hecho, como el año pasado cuando intentó animarlo a que pasara la época de celo con alguna chica o doncel, añadiendo que si no lo hacía no sería un hombre, o la vez en que hizo un comentario despectivo sobre el hecho de que Shaoran fuera medio humano; se puso tan furioso que lo desafió a un combate en ese momento, resultando vencedor con facilidad.
A raíz de todo eso, comenzó a alejarse del grupo… y a pasar más tiempo con Kurama. En él encontró a alguien a quien confiarle sus inseguridades y sus dudas, le ayudó mucho a la hora de abrirse más a Shaoran, puesto que ambos tenían personalidades parecidas pero con la diferencia de que el lobo tenía muchos hermanos y estaba acostumbrado a demostrar su afecto a su manera. También… También empezó a sentirse atraído por él.
Fue un día en que estaban cuidando a los niños más pequeños y tenían que bañar a los recién nacidos. Por supuesto, a los más juguetones les encantaba chapotear en el agua y los más rebeldes, obviamente, pataleaban enfadados, lo cual equivalía a que Kurama y él acabaron empapados y que tuvieron que cambiarse… Ahí fue cuando vio por primera vez su fuerte torso, esculpido por unos pectorales que estaban en desarrollo de ensancharse y unos abdominales bien definidos, todo ello recubierto por una deliciosa piel tostada adornada por gotas de agua que deseaba lamer de su cuerpo.
Sin embargo, no fue el único que se quedó embobado mirándolo, ya que el aroma del deseo de Kurama llegó a su nariz e hizo que se sonrojara.
La atracción era mutua.
Ambos se quedaron sin saber muy bien qué hacer, es decir, era la primera vez que los dos sentían algo así por otra persona y no tenían ni idea de cómo actuar, así que se vistieron rápido y continuaron con sus tareas como si nada hubiera pasado… hasta que llegó el momento de despedirse. Tanto él como Kurama eran conscientes de que no tenía sentido ocultarlo, de modo que algo tendrían que hacer… Por desgracia, ninguno era muy fan de las cosas románticas, por lo que no tenían ni la menor idea de cómo iniciar un acercamiento, a pesar de que sabían que sería correspondido.
Al final, Train fue quien dio el primer paso. Guiado por su instinto animal, se acercó a Kurama e inclinó la cabeza para frotar su nariz contra su cuello, aspirando su aroma a bosque y lobo, viril y fuerte… era de lo más atrayente. Poco después, el otro cambiante gruñía suavemente, diciéndole que le gustaba lo que hacía y rodeó su cintura con los brazos, enterrando el rostro en su pelo. Se quedaron abrazados un rato y luego se sonrieron y se fueron. Desde entonces, su relación había ido avanzando poco a poco entre besos y caricias cada vez más subidas de tono… hasta ese momento.
Train dio un salto alto hacia la izquierda, aterrizando sobre un árbol en el que impulsó sus patas con fuerza para aumentar la velocidad. Podía escuchar a Kurama detrás de él, aunque a una buena distancia; se estaba tomando su tiempo, por supuesto. Los dos sabían que los felinos en general eran más rápidos que los lobos, pero había una diferencia esencial: mientras que los felinos podían mantener su velocidad máxima durante unos pocos minutos, los lobos podían mantener ese ritmo durante mucho más tiempo, de modo que Kurama estaba esperando a que se agotara para poder acabar de cazarlo. En un combate real las cosas serían diferentes, evidentemente, siempre podría subirse a un árbol y tender una emboscada para atacar a los ojos y cegarlo, pero no era el caso… y Train quería que lo atrapara.
Redujo la marcha y empezó a moverse en zigzag, esquivando algunos arbustos con elegancia, dándole tiempo a alcanzarlo. Sonrió al escuchar cómo sus patas aceleraban el ritmo hasta tenerlo justo detrás de él; no opuso ninguna resistencia cuando lo oyó saltando sobre él y chilló feliz cuando lo lanzó al suelo y acabaron dando vueltas hasta que el lobo lo detuvo con sus fuertes patas. Al mirarlo, este sonreía con la boca abierta y la lengua fuera; Train ronroneó suavemente y levantó la cabeza para lamerle el hocico, haciendo que Kurama gruñera de gusto antes de adoptar forma humana.
—Te cacé —le dijo, curvando los labios con malicia.
Él también se transformó y levantó una ceja.
—Oye, no me vengas con aires de superioridad, que he dejado que me cogieras.
El lobo se inclinó sobre él, ensanchando su sonrisa.
—¿Y por qué te has dejado cazar? —le preguntó antes de darle un beso profundo y húmedo que hizo que Train gimiera y le abrazara la espalda, arqueando la espalda y dejando que su miembro se frotara contra el suyo.
Gruñó complacido cuando el lobo le mordisqueó el labio inferior antes de ir a por su garganta, pasando los colmillos por su sensible piel antes de acentuar la caricia con su lengua; mientras tanto, una de las manos de Kurama se enredó en su pelo, apoyando el codo en la tierra para sujetarse, y la otra se deslizaba por su costado lentamente, retrasando el momento de llegar hasta su cadera, donde deslizó sensualmente los dedos por la ingle hasta alcanzar su polla. Soltó un fuerte gruñido de placer a la vez que le salía pelaje por todas partes, lo cual hizo que su amante se apartara para contemplarlo con esos fogosos ojos azules que tanto le gustaban.
—Me encanta tu pelaje —comentó, observando el pelo que tenía en las mejillas—. Tiene rayas de color castaño oscuro, es bonito.
Train sonrió y jugueteó con el flequillo del lobo.
—A mí me gusta tu pelo. Es indomable… como tú.
Kurama le devolvió la sonrisa.
—Quién lo diría si me viera así contigo.
—¿Te molestaría que alguien nos viera así? —preguntó, un poco cohibido.
Para su alivio, el lobo negó con la cabeza.
—Me molestaría que alguien te viera como estás ahora, desnudo y excitado. ¿Pero que descubrieran que estamos juntos? Para nada.
—¿Y tu familia? ¿Lo aceptaría?
Kurama se encogió de hombros.
—Les sorprendería, pero lo harían.
—¿Tu padre lobo también? —interrogó, algo preocupado.
Vio la duda en los ojos del pelirrojo y supo que eso no lo tenía tan claro. No le extrañaba y, a decir verdad, tampoco lo culpaba; después de todo, atacó a su compañero y eso no era algo que le pudiera perdonar fácilmente, a pesar de que Kurama parecía haberlo hecho.
—Tendría sus reservas hacia ti, pero creo que lo aceptaría. Además, mi padre doncel me ayudaría —dicho esto, ladeó la cabeza, mirándolo con curiosidad—. ¿Qué hay de tu familia?
Train resopló.
—Shaoran estaría encantado, y sospecho que Kurogane se alegraría también. Me he dado cuenta de que está más relajado desde que voy contigo.
—Así que tenemos vía libre… —comentó Kurama con un brillo travieso en los ojos.
Él alzó una ceja.
—¿Vía libre para qué?
—Para hacer esto —respondió con sencillez antes de morderle el cuello.
Train jadeó fuerte y clavó los dedos en las nalgas del lobo. Debía reconocer que amaba cuando Kurama se ponía dominante, hacía que tuviera ganas de provocarlo y desafiarlo, por lo que dejó que salieran sus caninos y lo mordió a su vez en el hombro, aunque procurando no herirlo, tal y como hacía el lobo con él. Oyó que este gruñía con fuerza una advertencia:
—Train, tengo tu polla en mi mano.
Él gimió cuando este le hizo una pequeña presión que solo logró ponerlo duro.
—¿Y qué piensas hacer con ella? —jugó con él.
Kurama gruñó otra vez y, entonces, empezó a mover su mano sobre su miembro. Train echó la cabeza hacia atrás con un rugido de placer, contoneando las caderas a su compás, sin importarle lo más mínimo la expresión satisfecha de su amante, a quien le había salido pelaje en el cuello y las mejillas; sabía lo mucho que le excitaba verlo así, al borde del orgasmo porque él le estuviera tocando, al fin y al cabo, a él también le ocurría, le gustaba saber que era él quien volvía loco a Kurama, que eran sus caricias la que lo ponían duro y que gracias a las cosas que le hacía estallaba en éxtasis.
Tal y como hacía él en esos momentos.
Arañó la espalda de su amante cuando se corrió con un gemido, provocando que este gruñera complacido y excitado a la vez. Un delicioso estremecimiento lo recorrió de arriba abajo cuando este se inclinó para lamer su cuello y plantar besos húmedos en los que, de vez en cuando, lo rozaba con los dientes.
—Quiero que te corras otra vez —dijo contra su piel con la voz enronquecida por el deseo.
Él ronroneó suavemente antes de soltar un erótico gemido cuando los dedos de su lobo masajearon otra vez su polla, todavía un poco dura por el orgasmo. Como en los últimos días, correrse una sola vez no era suficiente, ambos querían mucho más.
Y ese día, Train pensaba ir más lejos.
—Había pensado… en hacer algo especial —admitió—. Ya sabes, es el último día que estamos en el camping…
Kurama se separó un poco y lo observó con curiosidad.
—¿En qué habías pensado?
Él sonrió y, sin previo aviso, se movió rápido. El pelirrojo no lo vio venir y se quedó mirándolo con los ojos abiertos desde el suelo, tumbado boca arriba mientras él se posicionaba mejor sobre él, sentándose a horcajadas en su cintura… con el trasero justo delante de su miembro, dejando que este tocara sus nalgas.
Al ver que Kurama se sonrojaba, esbozó una enorme sonrisa.
—Por fin logro ponerte rojo.
—Train, tú… ¿quieres que yo…?
—¿Me folles? —preguntó con voz sugerente al mismo tiempo que movía las caderas arriba y abajo, de tal forma que sus nalgas acariciaran la polla dura del lobo—. Quiero montarte.
El otro joven se incorporó hasta sentarse y rodeó su cintura con los brazos. Él cerró los ojos al sentir sus manos en su espalda, ascendiendo por sus omóplatos hasta su cuello y de ahí una fue a su nuca y la otra hacia una de sus mejillas, todavía peluda por el deseo. Se presionó contra su palma, amando que lo acariciara con ternura; no recordaba la última vez que alguien lo había tocado así, aunque probablemente hubiera sido su madre cuando era pequeño. Le gustaba esa calidez.
—¿Estás seguro de que quieres hacerlo? —le preguntó Kurama en un murmullo.
Train abrió los párpados y vio incertidumbre en los irises azules del lobo. Le sonrió para infundirle confianza.
—Sí.
—Yo nunca… —empezó a decir su amante, pero él lo acalló con un beso suave y cariñoso que pretendía tranquilizarlo.
—Ya lo sé. —Lo había sabido desde la primera vez que ambos se dieron cuenta de la atracción que ejercían sobre el otro y, a decir verdad, por eso se sentía tan confiado, porque era la primera vez de los dos y ninguno se haría el listillo o el experto en ese tema—. También es algo nuevo para mí, por eso quiero estar encima. ¿Te parece bien?
Kurama respondió besándolo con ardor y abrazándolo con fuerza.
—Me parece muy sexy.
Train ronroneó y le sonrió.
—Pero antes, vas a tener que prepararme.
Los ojos del lobo brillaron ante su propuesta.
—¿Cómo?
Sin dejar de mirarlo a los ojos, él cogió su mano y se llevó dos de sus dedos a la boca para lamerlos. No pudo contener una sonrisa satisfecha cuando vio que a Kurama le salía pelo en los hombros y la espalda.
—Train, no hagas eso, no como si estuvieras chupando mi polla.
Sin hacerle el menor caso, se los metió tan profundo como pudo en la boca y dejó escapar un fuerte gemido incitante, burlándose del otro joven, que soltó un gruñido bestial.
—Train… —le advirtió de nuevo.
—¿Qué pasa, Kurama? Te noto muy duro ahí abajo —se rio de él, travieso.
El pelirrojo estrechó su cuerpo contra el suyo y apartó los dedos de su boca para pasarlos entre sus nalgas y humedecer su entrada. Train jadeó un poco por la expectación y abrió los muslos con un gruñido suave, dándole a entender a su amante que lo deseaba.
—Tú, Train. Tú eres lo que me pasa —dijo el lobo antes de meterle un dedo hasta el fondo y mordisquearle el cuello. Train solo pudo chillar de placer.
Un par de horas más tarde, Train ronroneaba a gusto mientras Kurama le acariciaba la espalda de arriba abajo.
Por primera vez desde la muerte de sus padres, se sentía en paz y completo, feliz. No tenía ni idea de que el sexo pudiera hacerle sentir así, siempre creyó que, después de lo que le hicieron los humanos, él sentiría el acto como algo frío y vacío, tan solo satisfacer una necesidad básica… Aunque, también era posible que la razón por la que se sentía tan lleno y tranquilo fuera porque no había sido solo sexo.
—¿Te encuentras bien?
Levantó la cabeza para encontrarse con los hermosos ojos azules de su lobo. Su mano fue hacia su nalga derecha y la acarició con cariño.
—¿Te duele mucho?
Él no pudo evitar sonreír, le gustaba que se preocupara por su bienestar. Sin reservas, lo besó en el pecho y se acurrucó en el hueco de su cuello, abrazándolo por la cintura.
—Es bastante soportable. Estoy bien.
Escuchó cómo el gruñía de una forma que recordaba a un ronroneo para después besarlo en la cabeza y estrecharlo contra su cuerpo. Train sonrió feliz y frotó su mejilla contra la suya en una muestra de afecto que Kurama le devolvió sin dudarlo. Ese intercambio de mimos significó mucho para él, como lo había significado su primer beso, la primera caricia, esa primera vez… Porque al fin había comprendido lo que necesitaba realmente en su vida, algo a lo que se había cerrado con desesperación por miedo a que otros le hirieran.
Amar y ser amado.
De repente, Kurama se colocó encima de él y frotó su nariz contra la suya.
—Entonces… ¿eres mío? —le preguntó el lobo en voz baja.
Train parpadeó, aunque su corazón dio un respingo antes de empezar a latir con fuerza. Tragó saliva y preguntó:
—¿Y tú?
Sin pensárselo dos veces, el pelirrojo cogió una de sus manos, la besó y se la llevó al corazón.
—Soy tuyo.
Un torrente de alegría lo inundó, llenándolo de pura y dulce felicidad, por lo que abrió la boca para decirle que sí, que también le pertenecía… Sin embargo, un pensamiento sombrío hizo que sus labios se tensaran y su ceño se frunciera. Kurama notó eso y la inquietud lo embargó.
—Eh, ¿qué pasa? —preguntó, acariciándole la cara.
Train le correspondió rápidamente para no asustarlo. Pero, aun así…
—Antes de responder… necesito hacer algo.
El lobo arrugó la frente.
—¿Qué es?
No quería decírselo, no quería discutir ese tema con él, ahora no. No después de hacer el amor.
—Es algo importante —dicho esto, le dio un beso rápido y le sonrió—. No te preocupes, prometo darte una respuesta esta noche, ¿de acuerdo?
Kurama pareció relajarse un poco ya que sus hombros dejaron de estar tensos y, además, inclinó la cabeza para frotar su mejilla contra la suya.
—Está bien. Pero si no me avisas esta noche, iré a cazarte.
Train ronroneó y le abrazó por el cuello.
—Me parece bien… pero esta vez, me follarás tú.
—Grrr… —respondió su lobo, dándole un último beso en el cuello antes de que se despidieran.
Él adoptó forma de lince y corrió a un ritmo medio hacia su cabaña, dándose tiempo para meditar en cómo iba a abordar ese tema con delicadeza… porque era verdad que necesitaba estar seguro antes de decirle a Kurama lo que sentía por él. Lo cierto era que, a esas alturas, ya estaba casi seguro de la verdad, pero… quería estarlo al cien por cien, quería estar con su lobo sin que nada que pudiera separarlos.
Al llegar a la cabaña, se transformó en humano y entró haciendo el menor ruido posible, olisqueando el lugar. El aroma de Kurogane era leve, lo cual lo alivió porque indicaba que había salido, no quería que estuviera allí teniendo en cuenta la conversación que quería tener con…
—¿Shaoran? —lo llamó suavemente.
—Aquí arriba —respondió su hermano.
Subió las escaleras y fue en primer lugar a su habitación para ponerse lo primero que vio (no era una conversación para tener desnudo) y luego se dirigió a su verdadero destino, el cuarto de Shaoran. Lo encontró sentado en la cama con la espalda apoyada en la pared, leyendo un libro; al escucharle entrar, marcó la página por la que iba y lo dejó a un lado antes de alzar la vista hacia él con una sonrisa… que desapareció de repente y fue sustituida por un fuerte sonrojo.
—Ah… ¿Train?
No necesitaba preguntarle qué quería saber exactamente, ya que se imaginaba lo que estaba oliendo, por lo que se encogió de hombros y se sentó frente a él en la cama con las piernas cruzadas.
—Sí, he tenido sexo con Kurama.
Shaoran no esperaba que lo admitiera tan abiertamente, así que le costó un poco articular las palabras.
—Ah… Eh… Yo… —Finalmente, sacudió la cabeza y carraspeó, aunque sus mejillas seguían tan rojas como un tomate—. Me alegro por ti.
—Gracias.
Ya recuperado de la sorpresa, el otro joven se inclinó hacia él con curiosidad y una pequeña sonrisa.
—Entonces… ¿estáis juntos?
Train bajó los ojos.
—Él me ha hecho la misma pregunta.
—¿Y qué le has dicho?
—Que antes de responder, tenía que hacer algo importante.
—¿Y qué es?
Inspiró hondo y cerró un momento los párpados, preparándose para lo que estaba a punto de pedirle a su hermano. Al abrirlos, centró sus irises dorados en Shaoran con seriedad.
—Necesito saber lo que pasó esa noche con Narumi.
Vio con pesar cómo todo el cuerpo del otro lince se tensaba y cómo se encogía sobre sí mismo, como si tratara de parecer más pequeño. Era una medida de defensa instintiva, y odió ser él quien la provocara.
—Train… —empezó Shaoran, pero él lo interrumpió acercándose más y cogiéndolo de las manos para darle un apretón.
—No quiero forzarte a decir que Narumi abusó de ti. Solo… Solo quiero escuchar tu versión, nada más.
—¿Por qué? ¿Por qué ahora? —interrogó el más joven.
Train suspiró.
—Porque este año no he sido un buen hermano y me he negado a escucharte. Estoy… intentando hacerlo mejor. Además, no podría estar con Kurama si me quedara con la duda de si Narumi te ha hecho daño o no. Por favor, prometo que solo escucharé.
Shaoran se quedó un minuto entero en silencio, dudando. Sabía que Train se había estado esforzando por integrarse mejor en la familia y que había puesto una distancia considerable con sus antiguos amigos, y creía que hablaba en serio cuando le decía que tenía miedo de salir con Kurama en el caso de que su hermano le hubiera hecho daño.
No quería que Train perdiera la oportunidad de enamorarse por su culpa.
Si él había hecho un esfuerzo, él también podía hacerlo.
Así que se acercó más a su hermano y le apretó las manos, tragando saliva.
—La verdad es que… sí pasó algo ese día.
El otro lince sintió su corazón en un puño. Por primera vez en un año, deseaba haberse equivocado, deseaba haber sido solo un idiota cabezota que por estar cegado por la furia no hubiera escuchado a su hermano.
Tuvo que tragar saliva dos veces antes de preguntar:
—¿Narumi?
Al ver hacia dónde iban los pensamientos de Train, Shaoran se apresuró a decir:
—No, no. Narumi solo pasaba cerca de allí y escuchó la pelea. Él… Él me salvó, Train. El resto ya te lo imaginas.
Él cerró un momento los ojos, profundamente aliviado. Entonces, no habían sido imaginaciones suyas que, durante aquel año, Shaoran se hubiera retraído en sí mismo y se hubiera encerrado en casa por miedo pero, al parecer, sí se había equivocado a la hora de juzgar al culpable.
—¿Qué pasó? —Al ver que Shaoran dudaba, le estrechó las manos de nuevo—. Por favor, no tengas miedo, sabes que te protegeré sin importar quién te haya puesto las manos encima.
El otro joven negó con la cabeza y la bajó.
—Nunca pensé que me creerías, por eso no dije nada.
—Lo haré, te doy mi palabra.
Su hermano alzó la cabeza y lo miró con temor.
—Fueron Creed y sus amigos.
Train sintió que algo frío lo atravesaba.
¿Creed? De acuerdo que se había dado cuenta de que él y su grupo tenían una actitud de completos gilipollas pero, ¿llegar al punto de atacar a su hermano cuando ellos pregonaban que eran amigos?
—Creo que olieron que había entrado en celo —continuó Shaoran, esta vez, sin mirarlo a la cara, incapaz de ver lo mucho que le había afectado la noticia—. Dijeron que a nadie le importaría si jodían a un mestizo, que solo servía para satisfacerlos.
Train recordó en ese momento aquel comentario que hizo Creed una vez. Dijo que alguien como él, un lince de sangre pura, no debería andar con medio humanos como Shaoran, que su único valor era la manera en la que podían utilizarlos para sus propias necesidades.
Una rabia visceral lo inundó. Ahora lo entendía todo. Las marcas de lucha que vio en Shaoran y también en sus “amigos” eran porque habían luchado entre ellos, no porque hubieran defendido a Narumi, que casi no había tenido esa clase de heridas cuando fue a darle una paliza creyendo que era el que había abusado de él.
Lo habían engañado para que se pusiera de su parte y, peor todavía, por su culpa, había estado aterrorizando a su propio hermano; al no creerle, al escuchar a Creed antes que a él, le había infundido miedo, había hecho que pensara que no estaba de su parte y que tal vez lo dejaría bajo la protección de esos bastardos cuando él no estuviera cerca. Por eso se había negado a salir de casa tanto tiempo, así no tendría que estar bajo la supervisión de nadie que no fuera Kurogane o la suya, había preferido estar encerrado en casa antes de arriesgarse a que lo dejara con sus abusadores.
—Los mataré —juró con un gruñido.
Shaoran se acercó para poner las manos sobre sus hombros.
—Train, no. No me pasó nada gracias a Narumi, estoy bien.
Train lo miró con rabia en los ojos.
—¿Que estás bien? Has estado asustado durante un año entero por su culpa, me engañaron para que no tomara venganza contra ellos y me manipularon para que hiciera daño a la persona que te salvó. ¿Esperas que me quede de brazos cruzados?
—Eso es exactamente lo que harás.
Tanto él como Shaoran se sobresaltaron al escuchar la voz grave y profunda de Kurogane, que se encontraba en el umbral de la puerta de la habitación con los brazos cruzados y una mirada sombría clavada en el más joven de los linces. Este bajó la cabeza.
—Kurogane, yo…
—Silencio, chico, luego iré a por ti —dicho esto, sus ojos severos se desviaron hacia Train—. No vas a mover un dedo contra esos cuatro. Ya has hecho bastante con el numerito que les montaste a los lobos, no necesitamos más problemas.
—¿Y ellos se irán de rositas? —gruñó Train, enfadado.
La pantera le devolvió el gruñido.
—Claro que no, pero deja que Sven y yo nos encarguemos de esto. Así no habrá consecuencias para nadie salvo para esos cuatro.
Train se relajó un poco… a regañadientes. Si bien no era lo que quería hacer, sabía que era lo correcto; ya había hecho bastante con todo el daño que le había causado no solo a su propio hermano, sino también a la familia de Kurama. No quería crear más problemas, ahora no. Shaoran le necesitaba más que nunca, y quería empezar una relación con su lobo. Lo mejor era dejar que Kurogane manejara el asunto, después de todo, ese hombre podía ser aterrador si se lo proponía. De modo que hizo un asentimiento.
—Está bien. No haré nada a menos que tú me digas lo contrario.
El cambiante levantó una ceja, ligeramente sorprendido, pero se centró rápidamente en Shaoran, a quien se acercó, poniéndose de rodillas frente a la cama y acorralándolo entre sus enormes brazos.
—A ver, chico, cuéntame por qué no he sabido nada de esto hasta hoy.
Shaoran se encogió de nuevo.
—Lo siento.
—No quiero una disculpa, ya sé que lo sientes y entiendo que estuvieras asustado y que te preocupara que el mocoso no creyera tu historia, pero ahora estás hablando conmigo. Sabes que yo te habría creído dijeras lo que dijeras, y que habría hecho trizas a quien fuera necesario, así que dime por qué no me dijiste nada a mí.
El muchacho contempló dubitativo al hombre, pero era consciente de que Kurogane no se movería de allí hasta que no soltara prenda, por lo que bajó de nuevo la vista, avergonzado y sintiéndose como si le hubiera decepcionado, mientras decía:
—Fue por el padre de Creed.
Train frunció el ceño sin comprender.
—¿El padre de Creed?
—Sé que nuestra manada es próspera gracias a su trabajo, la mayor parte de nuestros ingresos vienen de él. Sabía que si acusábamos a Creed, él no ayudaría a la manada. No creí que tuviéramos ninguna oportunidad durante el juicio.
Eso inquietó un poco al lince, quien observó a la pantera con un asomo de duda. Podía entender el temor de Shaoran, poco podrían hacer ellos tres contra una manada entera, por mucha razón que tuvieran al acusar a ese desgraciado.
Sin embargo, el rostro de Kurogane seguía siendo imperturbable.
—Train —lo llamó este, haciendo que el joven se sobresaltara. Era la primera vez que lo llamaba por su nombre y no “mocoso” como solía hacer—, déjame un rato a solas con Shaoran.
Él miró un instante a su hermano, sin querer dejarlo solo ante una posible bronca.
Pero como si la pantera pudiera leer sus pensamientos, le dijo:
—No te preocupes, no va a ser una reprimenda, solo una explicación.
Train intercambió una última mirada silenciosa con Shaoran, que asintió con la cabeza. A pesar de que quería saber lo que Kurogane quería decirle, se levantó tras acariciarle el pelo como muestra de afecto y se fue de la habitación, escuchando cómo cerraban la puerta tras él.
Train esbozó una sonrisa tierna al ver el sencillo mensaje que le había dejado Kurama en el móvil; quería saber si había hecho lo que tenía que hacer y si estaba bien. Le escribió una respuesta rápida asegurando que todo había ido bien y que iría esa noche a verlo y a darle una respuesta. También quería hablarle de las revelaciones que había tenido esa tarde y… había algo muy importante que tenía que hacer con la familia Uchiha.
Los pasos de Kurogane le llamaron la atención y se dio la vuelta, a tiempo de ver cómo salía al porche para sentarse a su lado en las escaleras que conducían a su cabaña. Vio cómo suspiraba y se pasaba una mano por el pelo, parecía cansado.
—¿Ha ido todo bien? —preguntó, un tanto preocupado por Shaoran.
—Sí, tranquilo —lo calmó Kurogane—, solo quería que Shaoran supiera que me importa un rábano quién le haga daño, como si es el puto presidente del país. —Hizo una pausa en la que sus ojos rojizos se perdieron en algún lugar de su memoria—. Les prometí a sus padres que lo protegería sin importar lo que ocurriera. Y yo no hago promesas que no puedo cumplir.
Aun así, Train se sentía intranquilo.
—¿Qué hay del juicio? ¿Habrá problemas por el padre de Creed?
Kurogane lo miró y levantó una mano para revolverle el pelo.
—No te preocupes por él, mocoso. O se hace responsable de los actos de su hijo, o puede buscarse otra manada. Sven no es un perrito faldero que va detrás del culo de los que tienen dinero, no tolerará esta clase de comportamiento entre sus clanes, y créeme, conoce a tu hermano y conoce a Creed, se pondrá de nuestra parte.
—¿La manada sufrirá repercusiones por esto? —preguntó, frunciendo el ceño—. Quiero decir, aunque ganemos el juicio, la manada puede salir perdiendo si él decide no ayudar.
La pantera entrecerró los ojos.
—Somos mayorcitos, nos las apañaremos. De todos modos, el hecho de perder facilidades económicas no debe ser, jamás, motivo para que los poderosos hagan lo que quieran con los demás, sobre todo si se trata de violencia o abusos. Sí, para nosotros sería más fácil sobrevivir, pero el precio a pagar sería demasiado alto, yo no podría vivir de esa manera. Además, somos animales, al menos en parte, hace cuatro días vivíamos en cuevas y cazábamos lo que comíamos, no necesitábamos nada más —dicho esto, le dio un apretón en el hombro—. Aún eres muy joven, Train, así que solo preocúpate por tu hermano y deja que los adultos nos encarguemos del resto.
Él asintió.
—Está bien.
Kurogane lo contempló detenidamente unos segundos antes de fijar la vista en el horizonte, donde el sol se había ocultado entre las copas de los árboles, convirtiendo el cielo en una amalgama de colores rojizos y anaranjados.
—De todos modos, he estado pensando —comentó.
Train ladeó la cabeza, curioso.
—¿En qué?
El hombre cabeceó un poco, como si estuviera meditando.
—En que tal vez… debamos pasar una temporada lejos de la manada.
Él parpadeó, sorprendido.
—¿Lo dices en serio? ¿Qué…? ¿Por qué? Siempre has estado aquí.
—Soy una pantera, mocoso, a mí no me va este rollo de convivencia en grupo —dijo Kurogane con una mueca.
El lince estaba cada vez más confuso.
—Entonces, ¿por qué hemos estado siempre con Sven?
—Porque Shaoran y tú necesitabais una manada —respondió el otro cambiante con seriedad—. Los padres de Shaoran acababan de morir, no creí que alejarlo de su hogar fuera la mejor opción para superar su muerte, y tú tenías que aprender a confiar en los demás… aunque me temo que no escogiste las mejores compañías. —Al escuchar que Train gruñía con rabia, Kurogane le frotó la espalda—. No te tortures, comprendo que no fuera un buen momento para ti.
—Creed dijo una vez que Shaoran era menos que nosotros por ser mestizo —replicó él, enfadado—, que debería ser algo así como un esclavo al servicio de sus necesidades. Debí darme cuenta entonces.
—Nadie piensa que alguien a quien conoce llega a esos extremos.
—Pero yo lo he vivido —dijo entre dientes—, yo debería… debería poder reconocer a esa clase de gente.
La mirada de Kurogane se ablandó. En un gesto inesperado, pasó un brazo por los hombros del muchacho y lo pegó contra su pecho en una especie de abrazo.
—He sido Cazador durante más de dos décadas. A muchos asesinos los he reconocido a quilómetros de distancia, podía olerlos al otro lado de la calle… Pero ha habido algunos a los que no vi venir. Podría haber evitado que hicieran daño a más gente, pero no me di cuenta a tiempo. Al menos Shaoran fue afortunado, da gracias por eso y no te mortifiques, a todos puede pasarnos —y después de eso, se separó de él.
Train agradeció sus palabras en silencio. Había pasado una parte importante de su vida entre personas crueles que habían cometido actos horribles, así que había estado convencido de que era capaz de ver a ese tipo de gente enseguida… pero nunca había estado más equivocado. Había culpado a Narumi, lo había herido a él y a su familia, mientras que los verdaderos culpables se habían ido de rositas y lo habían manipulado con mucha facilidad.
Todo porque él había estado demasiado centrado en sí mismo, en vez de estar al lado de Shaoran.
Pero ahora podía hacer las cosas bien.
—¿Y qué vamos a hacer?
Kurogane se encogió de hombros.
—Quedarse con la manada no me parece una buena opción. Shaoran ha estado muy estresado este año; pensé que estaba triste porque él no quería dejar a Narumi, pero ahora comprendo que tenía miedo de esa panda de gilipollas. Lo mejor para él es estar lejos de todo esto —tras decir eso, lo miró con una ceja alzada—, y creo que también será bueno para ti. No creo que puedas soportar ver a esos imbéciles por aquí sin querer arrancarles la garganta.
Train gruñó.
—Podría soportarlo un tiempo, pero no siempre.
—Lo imaginaba. Además —añadió con una sonrisa—, me da en la nariz que has hecho un buen amigo aquí.
Él levantó una ceja.
—¿No te molesta?
—Claro que no, me alegro por ti. Kurama es un buen chico y tiene carácter, te vendrá bien.
Él esbozó una media sonrisa. La verdad era que sí. Si bien Shaoran había sido el que había conseguido que superara el trauma y le había devuelto parte de su humanidad, Kurama había sido quien había finalizado el proceso y, además, había logrado que abriera su corazón a los demás.
—¿Eso quiere decir que quieres que nos quedemos aquí? ¿Con los Uchiha?
Kurogane se encogió de hombros.
—Shaoran está deseando ver a Narumi, tú estás deseando volver con Kurama y Sasuke y Naruto son buenos amigos míos. Aparte, esto está bastante tranquilo cuando no es época de celo. Creo que los tres estaríamos bien aquí.
Train sonrió, la idea de quedarse cerca de Kurama todo el año le gustaba, así como también se sentía mejor al pensar que Shaoran estaría a salvo allí.
—¡Eh, Train!
Su tranquilidad se rompió al reconocer la voz de Creed cerca. Alzó la vista y ahí lo encontró, caminando en dirección a su cabaña con un brazo alzado en actitud amistosa. Un gruñido bestial salió de sus labios al mismo tiempo que se aferraba a la madera del porche con sus largas uñas, tratando por todos los medios de no lanzarse a por él y partirle el cuello.
—No ataques a menos que él te golpee primero —le recordó Kurogane—. Tu castigo ha terminado con éxito y Sven está contento por tu buen comportamiento, pero si te lanzas a por él sin provocación previa, puedes meterte en un buen lío.
El lince resopló, pero cerró los ojos y respiró profundamente una y otra vez, tal como le había enseñado Kurama para calmarse. Él también había tenido problemas de agresividad cuando despertó su lado animal y le había enseñado a lidiar con esa faceta de su carácter, así podía pensar antes de actuar de una manera que pudiera perjudicar a su familia.
Ya les había fallado a Shaoran y a Kurogane. Ahora tenía que hacer las cosas bien.
Gruñó suavemente cuando pudo calmarse un poco y ocultó las garras, preparándose para enfrentarse a Creed.
—Buen chico —susurró Kurogane.
Él no dijo nada, estaba demasiado centrado en mantener tranquilo a su animal interior como para poder mantener otra conversación. Se levantó despacio sobre el escalón del porche en el que estaba sentado y cruzó los brazos sobre el pecho, aferrándose con los dedos a sus propios bíceps, enviando su rabia a esa parte.
—Creed —lo saludó con desprecio, fulminándolo con los ojos.
Este se detuvo a un metro escaso de la cabaña, oliendo la furia de Train.
—Eh, amigo, ¿qué te pasa? Tu castigo con ese pulgoso ha terminado, tendrías que estar contento. ¿Por qué no vamos a celebrarlo?
Train gruñó una advertencia:
—No vuelvas a llamar así a Kurama.
El otro lince parpadeó.
—¿Ahora lo defiendes? ¿Debo recordarte con quién está emparentado?
—Con el lobo que salvó a mi hermano de vosotros, hijos de la gran puta —escupió.
Creed palideció en ese instante, pero se recuperó rápidamente y trató de hacerse el tonto, aunque era inútil, Train había detectado un atisbo de temor en su aroma.
—¿De qué estás hablando? Nosotros tratamos de ayudarle, pero él era demasiado fuerte.
—No lo creo teniendo en cuenta que entre nosotros cuatro pudimos apalizarlo sin demasiados problemas, y eso que tú sostuviste a Shaoran —argumentó él, cada vez más enfadado porque todo cobraba sentido ahora—. ¿No será que Shaoran ayudó a Narumi? Él es veloz y ágil, tuvo que ser un buen apoyo para la pelea —añadió, bajando las escaleras despacio para reunirse con el otro joven, que frunció profundamente el ceño.
—Qué cabrón, ¿has follado con el lobo? —lo acusó. Probablemente habría olido su aroma mezclado con el de su lobo.
—Hemos tenido relaciones, y de lo más satisfactorias —respondió él sin un ápice de vergüenza.
Creed lo miró de arriba abajo con desprecio.
—¿Cómo has podido caer tan bajo? Relacionándote con sucios mestizos…
—Ten cuidado con lo que dices, bastardo, uno de esos mestizos es mi hermano.
—¡¿Qué hermano?! ¡Ni siquiera compartís un ápice de sangre!
—No me importa —declaró Train, que ya estaba tan cerca del otro chico que sus pechos se rozaban. Sus ojos dorados tenían una mirada fiera y amenazadora—. Él me ayudó y me dio la bienvenida a su familia, eso le convierte en mi hermano. Y te juro que como vuelva a verte a ti o a alguno de tus amigos cerca de él, lamentará haberse acercado a mí.
Creed resopló y le lanzó una mirada cargada de odio.
—Me das asco, eres tan humano como ellos —dicho esto, le dio un puñetazo.
Bueno, lo intentó.
El joven lince palideció al ver que lo que le había detenido no había sido el brazo de Train, sino una larga y fuerte pata de lince que terminaba en afiladas garras que se cerraron alrededor de su puño, haciéndole cortes sangrientos en el dorso de la mano.
La transformación parcial en animal era poco común en los cambiantes. Dominar la capacidad de cambiar de forma a la perfección ya era difícil de por sí, aunque la mayoría de los cambiantes la desarrollaban con el tiempo, pero la transformación de partes del cuerpo era raro de ver, los Cazadores solían ser los mejores en ese aspecto. Train había adquirido esa habilidad tan pronto gracias a que había pasado mucho tiempo en forma de lince, por lo que se podría decir que tenía más práctica como animal que como humano, le resultaba muy fácil, y era casi instintivo o automático para él, transformarse a la hora de defenderse o de luchar.
Sus ojos dorados, cuyas pupilas estaban rasgadas, mostrando al felino que llevaba dentro, asesinaron a Creed.
—Si peleamos, no saldrás vivo de aquí, y lo sabes. Así que no me provoques.
Su contrincante retrocedió, apestando a miedo, pero Train no había terminado.
—Te lo diré solo una vez más: aléjate de mi hermano… y deja en paz a los lobos. Como me entere de que te has acercado a uno de ellos, te demostraré hasta qué punto puedo ser un animal salvaje, porque tus amigos y tú no me llegáis ni a las pezuñas. Ahora, largo de mi casa.
Creed se alejó tambaleándose un poco, estaba claro que no había esperado que Train tuviera tanta habilidad como para transformar su mano en un arma mortífera en menos de un segundo. Este se miró su zarpa unos momentos antes de convertirla de nuevo en su brazo.
—No sabía que pudieras hacer eso —comentó Kurogane.
Train se dio la vuelta mientras abría y cerraba el puño, asegurándose de que recuperaba la movilidad como humano sin problemas.
—Nunca surgió el tema.
—Serías un buen Cazador con esa habilidad.
Él respondió negando con la cabeza.
—No quiero ser Cazador.
Kurogane levantó una ceja.
—¿Y qué quieres ser?
El lince esbozó una pequeña sonrisa divertida.
—Quiero cuidar de niños pequeños.
—Deja de preocuparte tanto, te dirá que sí.
Kurama esbozó una pequeña sonrisa al escuchar los ánimos que le daba Narumi.
Sí, todos en la casa se habían enterado ese día de que había tenido relaciones con Train, había bastado con que se acercaran un poco para notarlo. Narumi había gritado de pura alegría, gracias a él su padre doncel se había enterado de la noticia, y sus hermanos lo habían aceptado… salvo Miko. Ella aún estaba algo resentida por el ataque a su padre, pero le prometió que se comportaría si lo escogía como compañero, aunque le pidió que le diera su tiempo para superar su odio hacia los linces por el ataque.
Ocurría algo similar con su padre lobo. Pese a que él fue quien le pidió que ayudara a Train, su lado animal todavía lo sentía como si fuera una amenaza. Aun así, le había dicho que, si realmente lo amaba, le daría la bienvenida a la familia.
Ahora solo le preocupaba la respuesta de su lince. Había creído, durante esas dos últimas semanas, que los dos sentían lo mismo y, de hecho, seguía creyendo que Train tenía fuertes sentimientos hacia él, pero… Le preocupaba eso que tenía que hacer. No tenía ni idea de lo que era y le daba miedo que, fuera lo que fuera, tuvieran que romper a causa de eso.
—¿Y si ha pasado algo con su familia?
Narumi frunció el ceño. Los dos estaban en la cocina poniendo la comida en los platos mientras los demás preparaban la mesa.
—¿Crees que es por Shaoran? —preguntó su hermano, preocupado.
Kurama frunció el ceño.
—Tal vez. Train se preocupa mucho por él.
—A lo mejor están en problemas por esos tipos —pensó Narumi en voz alta con un gruñido.
Él se quedó algo descolocado por sus palabras.
—¿Esos tipos?
Su mellizo asintió con la mirada triste.
—No dije nada porque Shaoran me pidió que no lo comentara con nadie y, además, empezó todo eso del juicio y no tuve ocasión, pero la verdad es que fueron los amigos de Train los que intentaron abusar de él.
A Kurama por poco se le cayó un plato al suelo a causa de la sorpresa. Narumi lo vio venir y se apresuró a cogerlo antes de que tocara el tatami.
—¡¿Qué?! ¿Los amigos de Train? —interrogó el pelirrojo, confundido.
El rubio asintió.
—Shaoran me pidió que no dijera nada porque al final no le habían hecho daño y porque, al parecer, era importante que Train tuviera amigos en ese momento. Respeté su decisión a pesar de que no me gustó.
Kurama abrió la boca para decir algo pero fue interrumpido por el timbre.
—¡Ya voy yo! —avisó su padre doncel, que estaba en el salón preparando la mesa junto a Arashi.
En cuanto estuvo solucionado, el pelirrojo se acercó a su hermano y susurró:
—Esto es un problema. No tengo ni idea de qué es lo que tenía que hacer Train, pero si tiene algo que ver con esto, si se entera de que sus amigos le han engañado para hacer daño a su hermano, irá directo a matarlos.
Narumi palideció:
—¿Estás seguro? Dijiste que había cambiado, que ya no era tan agresivo.
—Y es verdad, está mucho mejor ahora, pero cuando se trata de Shaoran, él…
—¡GROAR!
Los dos pegaron un salto al escuchar el brutal gruñido de su padre lobo. Sin pérdida de tiempo, corrieron a la entrada, donde vieron a su padre doncel paralizado, tal vez por el susto de ver a su alfa transformarse de repente en animal para acechar a Train, el cual retrocedía con las manos en alto, intentando demostrar que no había ido allí para hacer daño a nadie.
El miedo se apoderó de Kurama.
—¡Train! —exclamó antes de quitarse la camiseta de un tirón y saltar hacia delante, convirtiéndose en lobo para echar a correr hacia ellos.
El lince lo vio venir un tanto sorprendido, y su padre se giró a tiempo de observar cómo pasaba por su lado a toda velocidad para interponerse entre ambos.
—Kurama, no —susurró Train, intentando empujarlo hacia un lado—. No te metas en esto, me lo merezco.
Tal vez sí, pero su lince ya había pasado por suficientes cosas horribles como para compensar toda una vida de pecados. Había cometido errores cegado por el fuerte deseo de proteger a su hermano y probablemente manipulado por sus amigos para evitar que les hiciera daño… pero quería compensarlos, lo sabía. Sabía lo mucho que se arrepentía por haber atacado a su padre, todos los días le había preguntado por él y había visto dolor en sus ojos cuando le hablaba de él, y, en las últimas dos semanas, había creído que empezaba a creer en la inocencia de Narumi, lo había notado muy pensativo y quería pensar que se estaba replanteando todo lo que había pasado.
También sabía que su padre lobo no estaba actuando racionalmente. Si su padre doncel había abierto la puerta y Train estaba allí, seguramente, al percibir su olor tan cerca de su compañero, su alfa habría sido dominado por su instinto protector y habría atacado llevado por su lado animal.
Su padre se arrepentiría después si le hacía daño a Train cuando este no tenía intención de atacar a nadie.
Por eso estaba en medio. No quería que Train saliera herido, ni tampoco que su padre hiciera algo que le haría sentirse mal después. De modo que lo llamó entre gemidos suaves, apelando a su lado humano, tratando de decirle que esperara, que pensara antes de atacar.
El lobo negro alzó las orejas, sorprendido porque su hijo se interpusiera entre él y el depredador que atacó a su compañero. Escuchó sus súplicas de que se detuviera con el corazón en un puño, aunque no lograba comprender por qué su cachorro le pedía algo así, por qué protegía a una criatura que era claramente una amenaza.
Unos brazos tiernos envolviendo su cuello hicieron que girara la cabeza para encontrarse con la dulce mirada de su compañero, que lo besó en el cuello.
—Tranquilo, mi lobo, todo está bien. Train no ha venido a hacernos daño, ¿verdad?
El enorme animal clavó sus oscuros ojos en el lince, que agachó la cabeza, avergonzado.
—No. He venido porque… quería… disculparme —terminó diciendo con algo de dificultad antes de mirar al doncel rubio con ojos arrepentidos—. Lamento mucho haberle atacado, señor Uchiha. Hice mal… En realidad, hice muchas cosas mal —dicho esto, su mirada vagó hacia la entrada, donde se encontró con Narumi—. Shaoran me ha contado todo lo que pasó esa noche, Narumi. Siento mucho haberte acusado y haberte dado una paliza, perdóname… Y gracias. Gracias por salvar a mi hermano. Tengo una gran deuda contigo que espero poder pagarte algún día.
Narumi, que no era muy rencoroso y veía que Train se sentía realmente mal por todo lo que había pasado, inclinó la cabeza con una sonrisa, aceptando sus disculpas.
Después, el lince miró a todos los Uchiha, que se habían reunido en la entrada.
—Os pido perdón por todo el daño y todos los problemas que os he causado. Prometo que no habrá más hostilidades por mi parte. Lo siento mucho, por todo, de verdad.
Sasuke bajó las orejas al escuchar la sinceridad en sus palabras y se relajó. Giró la cabeza para lamer a su compañero, diciéndole que todo estaba bien, y cuando este lo soltó, fue hacia Kurama y le lamió el hocico para que no se preocupara. Había hecho bien en detenerlo y estaba orgulloso de él por haber hecho lo correcto.
Por último, se dirigió a Train. Su hijo le cedió el paso y él, poco a poco y sin hacer movimientos bruscos para no asustar al chico, se transformó en humano. El lince mantuvo la cabeza gacha, inquieto, por eso se sobresaltó cuando Sasuke colocó la mano sobre su pelo.
—Todos cometemos errores —declaró—, y es de valientes admitir cuándo nos hemos equivocado y pedir perdón. Puesto que mi familia está sana y salva y has cumplido tu castigo, estás perdonado, Train.
Él dejó escapar un largo suspiro de alivio, y sonrió cuando Kurama frotó su cabeza contra su cadera en señal de afecto. Le rascó detrás de las orejas para corresponder su gesto, aunque poco después volvió a sentirse un poco cohibido.
—Señor Uchiha —llamó al patriarca de la familia.
—¿Sí?
—Venir a disculparme no es… la única razón por la que he venido. —Sasuke alzó una ceja, a la espera de que hablara, pero a Train le costaba empezar—. Verá… Sé que… no tengo derecho… pero… tengo que pedirle… un favor.
El hombre lobo no mostró otra cosa que no fuera curiosidad.
—¿De qué se trata?
Train, en vez de hablar, se giró e hizo gestos en dirección a unos árboles, de donde salió su hermano Shaoran con timidez. Narumi, al verlo, pegó un saltó y habría ido corriendo a por él si no fuera porque Miko lo cogió del cuello de la camiseta y lo instó a quedarse quieto hasta que todo estuviera resuelto.
—Ha habido… un problema en nuestra manada y… Kurogane pensó que sería mejor si Shaoran… pudiera… ¿pasar la noche aquí? —preguntó, encogido. No se sentía bien al pedir un favor así, no después de todo lo que le había hecho a esa familia a pesar de que había sido perdonado.
Sin embargo, Sasuke, tras intercambiar una mirada con Naruto, asintió en silencio y miró a Shaoran.
—Por supuesto, eres bienvenido a quedarte con nosotros, Shaoran.
—Por favor, pasa —lo invitó Naruto con una amable sonrisa—, la cena está lista si quieres comer.
—Gracias —dijo Shaoran con timidez y echándole miradas furtivas a Narumi con las mejillas rojas, el cual estaba claramente ansioso por estar cerca de él.
Todos fueron dentro excepto Train, que sospechaba que aún no sería bienvenido a pasar la noche con ellos, y Kurama, que no quería dejar a su lince solo después del gran esfuerzo que había hecho para hacer lo correcto.
Sin embargo…
—Train —lo llamó Sasuke de repente.
El lince se tensó de inmediato.
—¿Sí, señor?
El lobo hizo un gesto con la cabeza para que entrara.
—Vamos, pasa. O se te enfriará la cena.
Tras esas palabras, vieron cómo desaparecía en el salón no sin contemplar cómo Naruto lo miraba con orgullo y le daba un beso amoroso en la mejilla. Train, todavía sin poder creerse que lo invitaran a su casa, intercambió una mirada asombrada con Kurama, que movió alegremente la cola antes de regresar a su forma humana.
—¿De verdad soy bienvenido? —le preguntó.
Kurama le sonrió.
—Claro que sí. Después de todo, eres mío… ¿no?
Train le devolvió la sonrisa y se acercó hasta que sus cuerpos se rozaron. Le cogió una mano y se la llevó a la mejilla para frotarse contra ella antes de guiarla hacia su corazón.
—Te amo, lobo.
El pelirrojo esbozó una amplia sonrisa mientras lo rodeaba con sus brazos y lo besaba brevemente en los labios con cariño.
—Y yo a ti, lince.
Chapter 5: Mi Narumi
Chapter Text
Shaoran corría a gran velocidad por el bosque en forma animal, sabiendo que tenía que llegar a casa lo más pronto posible.
La verdad, no lo entendía. Aún no había llegado la época de celo, pero él sabía que el suyo ya había empezado. Sentía su cuerpo caliente de un modo extraño, no era el mismo calor que cuando tienes fiebre, este iba acompañado por una inexplicable urgencia, una incomprensible necesidad por fusionarse con la piel de un ardiente macho que pudiera avivar ese fuego que crecía sus entrañas, por no hablar de la incómoda sensación de tener húmeda su entrada sin razón aparente.
Por suerte, aún era capaz de razonar. Aún estaba a tiempo de llegar a casa y refugiarse con Kurogane y Train, ellos le ayudarían a estar bien.
De repente, su sexo empezó a palpitar, haciéndole gemir.
Mierda.
Joder. Tenía que darse prisa.
¬Movió las patas más rápido, a tal velocidad que su cuerpo iba a ras de suelo. Vamos, vamos, vamos…
Algo se estrelló contra su costado, haciéndole caer con dureza, llevándose detrás de sí parte de la vegetación y llenándose de tierra. Gruñó adolorido mientras se levantaba y olfateaba el aire, tratando de identificar la amenaza. Al reconocer esos aromas, sacudió la cabeza, sorprendido, y se irguió sobre sus patas para encontrarse con dos linces que lo estaban rodeando, de tal forma que ante él solo había un cambiante barriéndole el paso…
Creed.
Erizó un poco el pelaje, empezando a sentirse acorralado, y le gruñó en un tono bajo, preguntándole qué estaba haciendo. Él le dedicó una sonrisa cruel.
—No me mires así, solo quiero ayudarte —le dijo en un tono entre meloso e irónico.
Él se tensó y movió las orejas a un lado y a otro, controlando por el sonido los movimientos de los linces mientras que él vigilaba a Creed con la vista. Esos tres nunca le habían gustado, ni siquiera cuando eran pequeños, no eran más que un atajo de matones que se creían superiores a los demás, sobre todo creían estar por encima de los que tenían sangre mestiza, como él. Siempre iban recordándole su inferioridad porque su padre no era más que un insignificante humano, por eso había procurado mantenerse lo más alejado posible de ellos.
A pesar de que eran amigos de su hermano.
No sabía qué era lo que Train había visto en esos imbéciles como para ir con ellos y, aunque había intentado que frecuentara otras compañías menos conflictivas, él parecía tener más preferencia por Creed y su tropa por algún motivo que se le escapaba.
¿Qué sabría él sobre cómo funcionaba su mente, después de todo lo que había pasado? Después de todas las cosas horribles que había visto y vivido. Por esa razón no podía enfrentarse a él y decirle el tipo de gente que eran esos tres, Train ya lo tuvo muy difícil para aprender de nuevo a actuar como un humano normal, incluso para confiar en los miembros de la manada, para caminar entre ellos sin miedo a que le hicieran daño.
No quería hacerle las cosas más complicadas. Bastante tenía ya con sus propios demonios.
Gruñó una advertencia, agazapándose. No creía que fueran tan estúpidos como para atacarle, solo querrían asustarlo un rato. Porque si bien Train los consideraba amigos, sabía que él los mataría como le pusieran una zarpa encima.
—Ooooh, ¿te has enfadado? —se burló Creed—. No te preocupes, te prometo que después de esto te sentirás mucho mejor —y tras pronunciar esas palabras, chasqueó los dedos.
Shaoran no esperaba para nada lo que pasó después. Shiki se abalanzó sobre él desde atrás, postrándolo en el suelo; gruñó, dolorido por el golpe y furioso por el ataque, y lanzó una de sus zarpas hacia atrás, clavándole las uñas en el costado. El lince rugió y aflojó su agarre al bajar la guardia, lo que trató de aprovechar el doncel para escaparse de debajo de su cuerpo, sin embargo, Preta ya estaba delante de él para hundir sus garras sobre el hueco entre su cuello y sus patas, inmovilizándolo de nuevo. Creyó que aún tenía posibilidades de escapar porque Shiki aún estaba distraído por su herida y se lo podía quitar encima con un movimiento brusco de la parte posterior de su cuerpo pero, cuando lo hizo, Creed ya estaba ahí cogerle por las patas traseras y pegar su cuerpo al suelo. Soltó un bufido salvaje y airado como respuesta, al igual que la mayoría de cambiantes, odiaba estar restringido.
—No te resistas, huelo lo mojado que estás y sé que estás ansioso porque te follen.
Shaoran rugió y zarpeó a Preta cuando Creed le agarró de la cola con fuerza para levantarla. Esta bufó por el corte que le hizo en pecho y le golpeó en la cara, dejándolo aturdido.
—No te cortes, Preta —le dijo Creed—, a nadie le importará si jodemos a un mestizo, solo sirven para satisfacer nuestras necesidades —dicho esto, se colocó entre sus patas y le alzó el trasero, sin dejar de mantenerlo quieto en su posición, con la parte superior pegada al suelo y la inferior un poco más alta, pero no demasiado para que no pudiera usar sus patas traseras—. Ahora, sé bueno y adopta forma humana.
Shaoran rugió y retorció su cuerpo en un intento por librarse de uno de los dos, hasta echó una de sus garras hacia atrás con la esperanza de arañar la cara de ese cabrón, pero no tuvo esa suerte. Creed estaba demasiado lejos y Preta, que era bastante buena peleando, esquivó sus zarpas ahora que estaba más atenta antes de devolverle los golpes.
—¡Maldito gato impuro! ¡Haz lo que te digo! —bramó Creed antes de soltar una cruel amenaza—. No me importa si tengo que joderte como animal, ¿me oyes? Aprenderás a obedecerme como el gatito doméstico que eres aunque tenga que ser por las malas, ¿entiendes? —Shaoran giró la cabeza y le enseñó los dientes, bufando con rabia y tratando de golpearlo con sus patas traseras, haciendo que el rostro de Creed enrojeciera de pura furia; su orgullo se resintió al verse desobedecido por un vulgar mestizo—. Tú te lo has buscado —y dicho esto, adoptó su forma de lince.
Shaoran se asustó de verdad al sentir cómo sus garras volvían a clavar sus patas en el suelo antes de que ascendiera por su cuerpo, mordiéndole en la parte posterior del cuello para dejarlo finalmente inmóvil bajo la amenaza de desgarrarlo como moviera un pelo. Las garras de delante aún las tenía libres, pero lo único que podía hacer era arañar el suelo, temiendo que si hacía un movimiento rápido, las fauces de Creed se cerrarían sobre él. Ver que Preta se alejaba de él para dejar paso a su compañero solo empeoró las cosas, le hizo ser muy consciente de lo indefenso que estaba en ese momento, incapaz de hacer nada ante la aterradora idea de morir desangrado si hacía cualquier cosa.
El miedo lo llenó y gimoteó en un acto instintivo, llamando a Train o Kurogane. Pese a que sabía que no estaban cerca, era la reacción natural de su lado animal ante una amenaza a la que no podía enfrentarse solo.
Vio que Preta resoplaba, divertida, y que Shiki, ya recuperado de sus heridas, le lanzaba una mirada asesina, una promesa de que Creed no iba a ser el único que le hiciera daño.
En cuanto sintió que este se posicionaba sobre él, lanzó un agudo y desgarrador chillido, suplicando ayuda.
—Entonces… ¿te interesa?
Narumi no podía creer que Kira le estuviera ofreciendo pasar el celo con ella. Es decir, ella tenía diecinueve y era la fantasía sexual de todos los hombres lobo; alta, atlética, voluptuosa, pelirroja, de piel clara y ojos azules como el océano más profundo. Desde los quinceañeros vírgenes que soñaban con llamar su atención durante un minuto hasta los experimentados machos de veinte años, todos deseaban pasar el celo con ella, y no dudaban a la hora de pelearse entre ellos para impresionarla, para demostrarle que eran su mejor opción.
Así que, ¿por qué, teniendo tantos pretendientes, había acudido a él?
—No, gracias —respondió rápido para poder dar la vuelta y buscar a otra persona con la que poder pasar el celo.
Esa noche, había habido una reunión en la manada de los Inuzuka para hablarles a los lobos jóvenes que pasarían su primer celo de cómo funcionaba. Después, los adultos se habían retirado un poco para que ellos pudieran tantearse y ver quién sería su compañero sexual durante ese período de tiempo.
Le habría gustado no ser el primero de su familia en pasar por esa situación. Menma conoció a Yui el año pasado, por lo que estaría con él en su primer celo y no necesitaba tener que pasar por ese momento tan incómodo de buscar pareja, mientras que Kurama se había negado en redondo a ir, prefería pasar el celo en soledad. Pese a su carácter algo distante y un poco agresivo, había llamado la atención de un sector de lobas y lobisones algo más mayores que creían que el sexo con él podría ser algo bastante salvaje y eso había ofendido a su hermano, quien no quería saber absolutamente nada de ellos y por eso se quedaría recluido en casa.
Hubiera preferido que lo acompañara. Él solía ser muy sociable pero, maldita sea, esta vez se trataba de encontrar una pareja para la intimidad, no es como si fueran a ir a ver un partido de baloncesto o jugar a videojuegos. Era muy incómodo, sobre todo si al pasar delante de un grupo de lobisones estos reían coquetos, ¡le daba vergüenza!
Además, él no quería pelearse con ningún otro macho por una pareja. El ritual para el celo solía ser ese; si dos machos estaban interesados en la misma persona, luchaban en una exhibición de fuerza para lucirse e impresionarla. El lobisón, o la loba, no siempre se decantaban por el ganador sino por quién luchaba más ferozmente por él, pero a esa edad, lo normal era quedar embelesado por el poder de un cambiante. Y, aunque él no era un mal luchador, sencillamente, no le apetecía pelear…
¿Por qué no le pasó como a Menma y encontró a alguien antes de que llegara el celo? Así podría estar en casa tranquilamente dejando que un lindo lobisón se acurrucara en su pecho en busca de calor.
Tenía que haber otra opción aparte que estar pasando por esa situación que no iba nada con él. No iba a mentir, quería pasar el celo con alguien, pero sin tener que pasar por esos rituales. Tal vez su padre podía ayudarlo, puede que tuviera algún amigo cuya hija era una lobita tímida a la que no le gustaran los lobos brutos.
Muy decidido a marcharse de allí, siguió andando con firmeza en dirección a su casa. Sin embargo, Kira se interpuso en su camino con una sonrisa que pretendía seducirlo.
—Vamos, Narumi… Será muy divertido, te prometo que vas a disfrutar de todo lo que pienso hacerte.
Narumi se detuvo y resopló.
—Eres muy amable, pero estoy seguro de que te lo pasarás mejor si vas con alguno de esos lobos que están impacientes por arrancarme la cabeza por estar robando tu atención —dijo mientras intentaba esquivarla, pero ella se interponía en cada paso que daba.
—Ellos no me interesan, me interesas tú.
—¿Por qué? —preguntó, cansado—. Esta es mi primera vez, tengo dieciséis. No soy tu tipo en absoluto.
Ella hizo un puchero.
—Te resistes a mí. Nunca me ha pasado y tengo curiosidad. Es la primera vez que tengo que perseguir a un macho.
Narumi puso los ojos en blanco.
—¿Me estás diciendo que voy a tenerte pegada a mi culo hasta que ceda a tus encantos?
Kira sonrió abiertamente.
—Dame una oportunidad. Te gustará.
Él le lanzó un gruñido breve.
—Déjame en paz, Kira. No pienso pelear contra tus admiradores por tener tu nariz detrás de mí, y te juro que si tengo que hacerlo, no seré el único perjudicado.
Esta vez, la joven se irguió y tensó los músculos.
—¿Es una amenaza?
—Una advertencia. No quiero pelear con nadie, por eso, me largo —y tras decir eso, se transformó en lobo y echó a correr antes de que ella pudiera hacer nada para detenerlo.
Agh, Kira y sus aires de loba diva. Le encantaba ver a los lobos peleando por ella, a veces era la que se las ingeniaba para hacer que lucharan entre ellos, en una ocasión lo hizo con dos hermanos.
A él no le gustaba nada esa clase de juegos, y las personas que disfrutaban con ellos, menos aún. Para Narumi, no había nada más importante que su familia; su manada solo estaba compuesta por sus padres y sus hermanos, no tenía a nadie más. Si algo les pasaba, no tendría razón para vivir. A su padre le ocurrió, y habría acabado con todo de no ser porque su padre doncel lo salvó.
Él esperaba tener algo así algún día. Como lobo, estaba en su naturaleza aparearse de por vida. No es que esperara encontrarlo a la primera, tampoco, después de todo, su padre varón no lo hizo, pero tampoco era como si fuera a tener relaciones con cualquiera.
Él no buscaba una simple relación física, no quería que fuera un instante fogoso para después ignorarse como si nada hubiera ocurrido, quería algo más… cálido. Íntimo. No algo tan frío.
Estaba ya en la zona del camping cuando una especie de chillido lo sobresaltó. Se detuvo en seco, asustado por el sonido de alarma que había percibido en esa voz, que reconoció como la de un lince. Levantó las orejas para escuchar con más atención, oyendo lo que le pareció una especie de agresión, ya que uno estaba gimoteando asustado y el resto gruñía.
Sin pérdida de tiempo, dio un giro brusco y se lanzó en esa dirección. Ese era su territorio, el de su familia, y no toleraban las agresiones, menos todavía en el camping. Ese lugar era un santuario para los cambiantes, un lugar donde podían cambiar de forma a placer, sin preocuparse por estar a ojos de los hombres, del mismo modo que también lo era para los humanos, el sitio donde descansaban, donde podían dejar a sus hijos bajo su cuidado porque sabían que estaban en una zona segura.
No permitiría que nadie rompiera esas normas. Ni que hicieran daño a sus invitados.
A medida que se acercaba, usaba el olfato y el oído para recabar información. Olía a dos machos, una hembra y un doncel, por tanto, eran tres contra uno.
No le parecía muy justo.
En cuanto estuvo cerca, aceleró el ritmo, pegando el estómago al suelo y procurando hacer el menor ruido posible, esquivando los arbustos y usando las almohadillas de sus patas para amortiguar cualquier sonido, tal y como le había enseñado su padre. Al poco tiempo, pudo presenciar la horrible escena que estaba teniendo lugar a escasos metros de distancia.
Estaban intentando violar al doncel.
El pobre estaba arañando el suelo con las patas delanteras mientras uno de los machos estaba sobre él, intentando clavar su miembro en su entrada, que por el momento estaba protegido por la cola corta del lince, al mismo tiempo que lo sometía hundiendo los dientes en la parte posterior del cuello, una clara amenaza de que lo desgarraría si hacía algo que no le gustara. El otro macho y la hembra, por otra parte, vigilaban también que el doncel no se escapara.
Hijos de puta.
Bastardos.
Ahora se van a enterar de lo que es bueno.
Una vez llegó adonde estaban, no aminoró la velocidad, sino que se lanzó sin pensarlo sobre el cabrón que intentaba violar al pequeño lince. Con un salto, las patas estiradas, las garras preparadas y las mandíbulas abiertas, se abalanzó sobre su cuerpo y se aferró a él con fuerza, aprovechando la fuerza de gravedad del salto para tirar de él y que soltara al doncel, a pesar de que aterrizó sobre su cuerpo, haciéndole daño. Aun así, no dejó que el dolor lo detuviera; lo empujó con las patas y dio una vuelta sobre sí mismo para ponerse en pie y agazaparse, listo para atacar.
Su adversario también se levantó rápido, aunque algo aturdido, y lo contempló con los ojos muy abiertos. Obviamente, no esperaba que apareciera un lobo cabreado para impedir que cometiera esa abominable acción. Con un gruñido furioso, empezó a ladrarle fuerte para intimidarlo, recriminándole lo que estaba haciendo con la esperanza de que recuperara el sentido común… Sin embargo, el lince erizó el pelaje y le lanzó un bufido a la vez que le enseñaba los dientes.
Justo después, corrió hacia él para enfrentarlo.
Bueno, lo intentó, ya que el doncel le hizo un placaje tan fuerte que lo echó contra el suelo.
Narumi alzó las orejas, un poco impresionado, ya que el pequeño lince, en vez de huir y esconderse, le estaba plantando cara a su agresor.
Este se levantó con un poco de dificultad, parecía que había sido un buen golpe, y le lanzó una mirada asesina al doncel, quien se mantuvo firme y hasta le enseñó los colmillos, haciendo sonreír al lobo. Era un chico valiente.
Entonces, su adversario bufó fuerte en dirección a los otros dos linces, que saltaron sobre el doncel. Narumi lo vio venir y se lanzó a por ellos, agarrando la pata de uno de ellos entre sus fauces para después girar sobre sí mismo y golpearlo contra el otro felino, que por poco alcanza al doncel, que se había encogido al no esperar que lo atacaran por detrás. Después, se colocó a su lado y le dedicó un gruñido suave, haciéndole saber que estaba de su lado. El pequeño lince inclinó la cabeza a modo de agradecimiento y se erizó, preparándose para el combate.
Narumi contempló entre gruñidos cómo los gatos se reorganizaban y empezaban a rodearlos, por lo que le dio la espalda al doncel, de forma que pudieran cubrirse el uno al otro.
La primera en atacarle fue la hembra. Fue a por su cuello sin pensárselo dos veces y, aunque era rápida (los felinos solían ser más veloces que los caninos), pudo golpearla a tiempo con sus patas para clavarla en el suelo y dejarla inmóvil, aunque por poco tiempo, ya que otro lince se le echó a la espalda y le clavó las zarpas en el pecho y los colmillos en el cuello pero, por suerte, él tenía dos capaz de pelaje, como todos los lobos, y a menos que le enganchara la yugular, no corría peligro de morir desangrado si le mordían ahí, por lo que sacudió su cuerpo con fuerza, intentando quitárselo de encima… cuando el tercer lince lo golpeó en un costado y lo tiró definitivamente al suelo. Ahora estaba acorralado por los tres linces.
¿Dónde estaba el doncel? ¿Acaso habría huido al final por miedo? No es que pudiera culparlo pero, joder, había dado la cara por él…
Como si le hubiera escuchado, el lince apareció de repente tras el último cambiante que le había atacado y le desgarró el pecho con las uñas a la vez que lo mordía ferozmente en el cuello y tiraba de él hacia un lado, postrándolo en el suelo. Nada más terminar, fue a por la hembra, quien le vio venir, aunque no pudo evitar que el pequeño le diera un zarpazo en la cara, dejándola ciega y, por último, se abalanzó sobre el gato que tenía en la espalda y le mordió las patas con toda la mala leche que tenía, logrando que lo soltara.
Vale… Ya lo entendía. El doncel no era tan fuerte físicamente para hacer frente a los tres linces, por lo tanto, dejaba que él hiciera el trabajo duro mientras que él, siendo muy veloz y ágil, actuaba como refuerzo, quitándoselos de encima y atacando por sorpresa en puntos clave para dejarlos fuera de combate. Siendo así, ya tenía claro cómo podía atacar.
Se lanzó a por el macho al que el doncel había atacado primero, que era el que estaba más recuperado del golpe, y lo golpeó con las patas, mordiéndole en el hueco entre el cuello y la pata con fuerza, desgarrando tanto músculo como fuera posible. El animal chilló y le zarpeó la cara, pero él tiró del cambiante hacia atrás y lo arrastró por el suelo para que le fuera más difícil atacarle. En ese instante, sintió un dolor agudo en una de sus patas traseras y gimió, soltando al lince y girando la cabeza, encontrándose con la hembra, que había vuelto a por él. Por suerte, el doncel apareció rápidamente y saltó sobre su espalda para atacarla en el lomo y arañar sus costados, quitándosela de encima. Sin pérdida de tiempo, Narumi regresó su atención al lince macho, que se había levantado sobre sus patas traseras para atacarlo con las delanteras, así que él imitó su gesto para defenderse y acabaron enzarzados en un abrazo bestial.
El felino tenía la ventaja de que sus garras eran afiladas y que las pudo clavar en sus costados, pero la mandíbula de Narumi era más fuerte y consiguió atrapar su yugular y presionarla con firmeza, una clara amenaza de que lo soltara o lo mataría de un bocado.
Pero, una vez más, lo atacaron por la espalda con rabia, sintió unas zarpas en su lomo y cómo otro de los linces, probablemente el otro macho, lo mordía en la parte posterior del cuello, intentando herirlo de gravedad. Por desgracia para los gatos, Narumi se negó a soltar a su contrincante, que era el que había intentado violar al doncel, y mordió con más fuerza su cuello, confiando en que este iría a ayudarlo pronto.
Y así fue. Antes de que el lince que tenía a su espalda fuera a por su cabeza, sintió cómo tiraban de él hacia atrás, dejándole vía libre para terminar con su víctima.
Usando toda su fuerza lobuna, los inclinó a ambos a un lado y se dejó caer, aterrizando a tiempo con sus patas delanteras sin dejar que su enemigo recuperara el equilibrio para, después, golpear su cabeza contra el suelo con violencia, dejándolo totalmente aturdido. Solo entonces, le soltó el cuello, pero dejó una pata sobre su cara y se inclinó para gruñirle una advertencia. No quería a cabrones como él en su territorio; no le quitaba la vida porque al final había impedido que le hiciera daño al doncel, pero esto no iba a quedarse así, hablaría con su padre de lo ocurrido y pediría una reunión con la manada de linces a la que pertenecía ese mamón, no dejaría que se saliera con la suya.
Una vez estuvo seguro de que su adversario no se movería del sitio, alzó la mirada, viendo cómo el doncel había dejado en el suelo al otro macho mientras que a la hembra la estaba sometiendo con facilidad, ya que seguía sin poder ver bien por el arañazo que le había dado en la cara antes. Se sintió un tanto orgulloso por ver lo feroz que era peleando pese a estar en inferioridad numérica.
Aun así, ladró con fuerza, advirtiendo a los agresores de que ya había vencido al que creía que era su líder. Enseguida, la hembra se detuvo y se alejó del doncel, al igual que hizo el macho. El pequeño lince fue a su lado, vigilando a esos dos en todo momento por si le atacaban a traición de nuevo, mientras que Narumi gruñía amenazadoramente, con la promesa de que, si regresaban a por ellos, esta vez los mataría.
Finalmente, soltó al lince, que se levantó tambaleándose y se alejó de ellos, lo había dejado sin ganas de buscar más pelea. La hembra se acercó a él y le ayudó a sostenerse sobre sus patas mientras se marchaban. De todos modos, tanto Narumi como el doncel no se calmaron hasta que desaparecieron.
Una vez solos, el lobo sacó la lengua, agotado por la pelea, y se giró hacia el pequeño lince para ver cómo estaba. Tenía arañazos por todas partes; en el lomo, los costados, el pecho… y un mordisco en la parte posterior del cuello bastante feo. No era mortal pero, aun así, seguro que era doloroso. Así que, sin pensar demasiado en lo que hacía, fue hacia él y le lamió la herida con cuidado. La saliva de los cambiantes era un desinfectante natural y ayudaba a acelerar la cicatrización, solo quería que el doncel estuviera bien y se sintiera a salvo y protegido, no se le ocurrió pensar que, tal vez, después de esa experiencia, el lince se sintiera receloso con él por ser varón.
Por suerte, este parecía estar lo bastante bien como para aceptar sus cuidados y, de hecho, se puso a olfatearlo y a atender sus heridas. Narumi no pudo evitar pensar que era una monada de gatito; al ser un lince, era más pequeño que él, le sacaba una cabeza de altura, pero no por ello debía subestimarlo, pues su cuerpo delgado y atlético a la vez eran la velocidad y agilidad personificada, por no hablar de que, además, podían correr en un perfecto sigilo, volviéndolos casi invisibles para sus presas. Su pelaje corto y liso era de un bonito tono castaño claro con motitas negras en el lomo que llegaban hasta su cabeza, la cual estaba coronada por dos grandes orejas, cuyas puntas eran un poco peludas, a juego con su rostro enmarcado por unos largos mechones de pelo, en el cual destacaban unos cálidos ojos marrones que lo miraban de vez en cuando con timidez. Nunca antes se había fijado en otros cambiantes que no fueran lobos, pero debía admitir que ese lince era muy lindo… y valiente. No todos se habrían quedado a plantarle cara a su agresor después de un intento de violación, pero ese gatito no lo había pensado dos veces, y debía reconocer que peleaba bastante bien.
Era… atrayente.
Gruñó suavemente cuando el doncel se pegó más a él para lamer las heridas de sus costados. Tenía el pelo muy suave, era muy agradable sentirlo contra su cuerpo. Dispuesto a hacer lo mismo por los arañazos que tenía sobre las costillas, inclinó la cabeza para curarlas…
Y, entonces, lo olió. Un delicioso aroma dulzón inundó sus fosas nasales y nubló su mente, pues el animal dentro de él reconocía esa esencia y aulló, caliente e impaciente por darle un bocado al pequeño y sexy lince que ronroneaba mientras frotaba su cuerpo contra el suyo. Narumi le lanzó un gruñido suave y el lince dio la vuelta, sin dejar de restregar su pelaje contra el suyo, empapándolo con ese olor que lo estaba volviendo loco por las ganas que tenía de enterrar la lengua en su húmeda entrada para ver cómo sabría. Por suerte, el doncel fue con él y frotó su cabeza contra su pecho, dándole a entender que estaba interesado. Él lanzó un breve aullido eufórico y adoptó forma humana a la vez que lanzaba con suavidad al doncel al suelo para tenerlo bajo su cuerpo.
El lince no opuso la menor resistencia y se quedó boca arriba a la vez que su pelaje se retraía y su cuerpo se alargaba crecía, dejando a la vista a un hermoso muchacho que no sería más mayor que él, a juzgar por sus facciones juveniles y tiernas, enmarcadas por un fuerte sonrojo que se le hacía adorable y excitante a la vez, ya que podía oler lo mucho que lo deseaba, su necesidad le estaba haciendo la boca agua. Pasó los dedos por los sedosos mechones de cabello corto y castaño que tapaban esos grandes ojos marrones que tanto lo cautivaban, le parecían muy cálidos… acogedores… Quería perderse en ellos.
Su doncel alzó las manos y las posó sobre sus hombros, suspirando al sentir la fuerza en ellos, antes de descender por su pecho y ronronear, como si le gustara lo que tocaba. A él también le encantaba el roce suave de sus dedos, cómo delinearon su pecho y después sus abdominales, momento en que lo escuchó gemir un poco mientras sus suaves piernas envolvían su cintura, atrayéndolo hacia él.
Narumi se dejó hacer y se inclinó sobre su pareja, gruñendo fuertemente cuando su miembro, ya henchido y palpitante, rozó con su punta la húmeda entrada que el doncel le ofrecía. Este gimoteó de pura necesidad y clavó los dedos en su trasero, aferrándose a él, suplicando, anhelando que lo hiciera suyo. Y él se lo dio. Lo acogió entre sus brazos y se apoderó de su boca mientras lo embestía, perdiéndose en su aroma y en el envolvente y delicioso calor que lo recorrió de arriba abajo al penetrar el dulce cuerpo de su amante.
Y ambos se perdieron el uno en el otro. Una y otra vez. Bajo la luna llena, sobre la hierba fresca del bosque, sellaron una unión que los marcaría mucho más de lo que ambos creían.
Shaoran no quería acabar de despertarse. Estaba demasiado cómodo y calentito hecho un ovillo bajo la manta, acurrucado contra la piel de su compañero, que se había ocupado de todas sus necesidades anoche…
Un momento.
¡¿QUÉ?!
Se sentó de un salto, sobresaltado al ser plenamente consciente de los recuerdos que tenía de lo ocurrido la noche anterior. Creed intentó violarlo… Joder, aún le costaba creer que hubiera sido capaz de llegar a esos extremos a pesar de saber que Train y él estaban muy unidos… Puede que solo hubiera sido porque había olido su celo. Entre que era un matón gilipollas, que le tenía asco por ser mestizo y estar cachondo por su aroma, se le habrían cruzado lo pocos cables que tenía en esa cabezota más de lo normal.
Se mordió el labio inferior y se cubrió con la manta que tenía, bajando la cabeza. No estaba seguro de qué hacer, sabía que los machos se volvían locos si olían a un doncel o a una hembra en celo, por eso se recluían en sus casas si no querían pasarlo con nadie, así que… Si contaba lo que había ocurrido, la manada lo achacaría a un accidente de críos afectados por el celo y los dejarían sin más, puede que incluso le echaran la culpa…
Además, también estaba Train.
Si su hermano se enteraba de aquello… mataría a Creed. O, como mínimo, le daría tal paliza que no volvería a correr a cuatro patas.
No podía dejar que Train hiciera algo así. Su historial de agresividad en la manada era largo, tuvo muchísimos problemas para adaptarse y hasta se habló de echarlo cuando llevaba pocos meses allí. Si ahora perdía los únicos amigos que tenía… ¿hasta qué punto le afectaría eso?
—Jooo… —suspiró, enterrando el rostro entre sus manos y sin saber qué diablos hacer en esa situación.
Entonces, escuchó un gemido suave.
Alzó la cabeza, siendo consciente entonces de que se encontraba en una especie de madriguera que estaba escondida bajo las raíces de un árbol, así como del saco de dormir en el que estaba metido y de la manta que lo cubría.
También vio al lobo que había en la entrada, por supuesto. Era el mismo que lo salvó anoche de Creed y sus amigos, un hermoso espécimen de lobo joven, todavía en proceso de desarrollo ya que sus patas aún se veían algo delgadas, pero fuerte de todos modos, con el pecho amplio y músculos firmes. Tenía el pelaje de un curioso pero bonito tono dorado, el cual hacía resaltar sus increíbles ojos azul cielo, le parecían los ojos más bellos que había visto nunca.
Estaba tan abstraído observándolo, recordando que ese cambiante era ahora su pareja para el celo, que apenas reparó en el conejo que había a sus patas y que probablemente había cazado para alimentarlo. Se sonrojó por ese hecho y volvió a cubrir su torso desnudo con la manta. Sí, ya sabía que anoche lo vio absolutamente todo, pero no estaba del todo consciente y… era extraño, e incómodo. Especialmente porque el lince que llevaba dentro no paraba de ronronear ante la presencia del lobo.
Este gimió suavemente con las orejas agachadas y movió ligeramente las patas, pidiendo permiso para acercarse. Shaoran se puso aún más rojo, pero asintió. Sabía que lo que pasó anoche sí fue porque ambos acabaron totalmente afectados por el celo y que el otro cambiante, a diferencia de Creed, no había querido hacerle daño en ningún momento.
De hecho… No recordaba el dolor. Ahora se sentía un poco dolorido, pero anoche no sintió otra cosa que no fuera… calor. Placer. Se estremeció un poco ante los recuerdos tan explícitos que tenía y maldijo mentalmente cuando su entrada empezó a humedecerse de nuevo. Solo pedía que no se diera cuenta, no de momento por lo menos.
El lobo cogió el conejo entre sus fauces y se acercó despacio hacia él para dejarlo a su lado, como una ofrenda. Era habitual que los machos se ocuparan de las hembras o los donceles durante ese período de tiempo, ya que el celo solía dejarlos agotados y también doloridos, por lo que les era difícil cazar por su cuenta. Además, también era una forma de cortejo, una demostración por parte del macho de que era muy capaz de cuidar de su pareja y de sus crías, era similar al ritual en el que estos se peleaban entre sí cuando les interesaba la misma persona para impresionarla con su fuerza.
Él aceptó la ofrenda con un asentimiento, aunque no pudo mirarlo a los ojos, aún se sentía muy avergonzado por lo de anoche. Su nerviosismo no hizo más que crecer cuando el cambiante adoptó forma humana, dejando a la vista al joven que le había hecho el amor anoche. Se encogió más en la manta cuando lo miró de reojo: sus brazos aún eran delgados pero fuertes, aunque su pecho ya era amplio y se le notaban los pectorales, mientras que su vientre era delgado, pese a los abdominales que se le delineaban cuando hacía algún movimiento que implicara tensar los músculos; tenía un rostro juvenil y alegre, con las facciones de las mandíbulas algo afiladas, pero le parecía muy apuesto y, además, tenía unas marquitas en las mejillas que lo hacían adorable; su cabello era de un brillante tono dorado y caía en mechones revoltosos hasta los hombros, enmarcando su rostro y esos ojos azules que anoche le prometieron devorarlo entero.
El que hubiera cumplido esa promesa era lo que lo ponía tan nervioso. Y que, además, le hubiera gustado. Su animal interior gimoteó, ansioso por repetir la experiencia, e hizo que su entrada empezara a palpitar. Mierda… Si seguía así, acabaría dándose cuenta.
—Por favor, no te asustes, no voy a hacerte daño.
Sus palabras le sorprendieron y se sobresaltó, alzando por fin la cabeza para mirarlo. Estaba arrodillado a su lado, aunque echado un poco hacia atrás para que no se sintiera amenazado por su cercanía.
Shaoran no había esperado esa reacción.
—¿Qué?
—Sé que lo de anoche fue un poco… umm… precipitado… y siento mucho no haber podido contenerme cuando te olí —se disculpó con la cabeza gacha—. Sé que es una excusa muy pobre, pero lo siento de veras.
Shaoran abrió la boca para decir algo, pero no le salían las palabras. Toda esa situación era muy incómoda para él, sin embargo, no culpaba al lobo de lo que había pasado. Es más, le había salvado. No tenía nada que reprocharle. Así que, con timidez, puso una mano sobre su antebrazo y mantuvo la vista baja mientras hablaba.
—No pasa nada. No estoy enfadado, yo… te agradezco que me salvaras y que… me ayudaras con el celo.
Al instante, notó que el lobo se relajaba y cómo su mano tomaba también su antebrazo con suavidad para acariciarlo con el pulgar. Se sonrojó un poco más por el agradable y afectuoso gesto.
—Es un alivio saberlo —dijo él con una sonrisa en la voz antes de que esta fuera ensombrecida por la preocupación—. ¿Estás dolorido? ¿Fui muy brusco anoche?
Shaoran deseó poder esconderse en el saco de dormir. O bajo tierra, eso sería genial.
Narumi debió de notar su incomodidad… o tal vez no, teniendo en cuenta que se acercó hasta quedarse a su lado. Sin embargo, sus palabras indicaron que era consciente de su estado emocional.
—Entiendo que esto no es precisamente la experiencia que habrías querido. ¿Qué puedo hacer para que sea más fácil para ti?
En ese instante, Shaoran se atrevió a alzar la cabeza para encontrarse con su mirada. Sus ojos azules reflejaban su inquietud y cierta culpa.
No. Él no quería que se sintiera así; a pesar de toda esta incómoda situación, él había hecho más por él de lo que pensaba, es solo que… No era fácil acostumbrarse a la idea de que había tenido sexo con él, de que su primera vez había sido de esa forma, tal y como él había dicho.
Así que inspiró hondo e hizo un esfuerzo por ser valiente y enfrentarse a ese momento.
—¿Cómo… te llamas? —preguntó. Supuso que su nombre era lo mínimo que debería saber de él.
Él le sonrió.
—Narumi Uchiha.
Shaoran se sorprendió un poco al escuchar el apellido. Creía que sería miembro de la manada de los Inuzuka, que tenían su territorio no muy lejos, no esperaba encontrarse precisamente con uno de los anfitriones que había cedido cabañas para su manada durante el celo.
—¿Uchiha?
Él asintió.
—Tú eres uno de los linces de la manada que ha venido a pasar las próximas semanas en el camping, ¿verdad?
—Sí. Me llamo Shaoran Li.
Narumi le sonrió y le estrechó la mano.
—Es un placer, Shaoran. —Hizo una pequeña pausa sin soltar su mano, la dejó entre sus dedos y la acarició con suavidad, probablemente para reconfortarlo. La verdad era que funcionaba—. Dime, ¿esta es tu primera vez?
Shaoran se puso rojo hasta las orejas, pero respondió de todos modos:
—S-sí…
—La mía también —admitió el lobo. Su confesión hizo que se relajara un poco.
—¿De verdad?
—Ajá. Estaba en la reunión que organizan los adultos para encontrar pareja, pero me fui temprano.
—¿Y eso?
Narumi se encogió de hombros.
—No me gustan las peleas.
Shaoran supo rápidamente que se refería a luchar con otros machos para impresionar a su pareja. Agachó un poco la cabeza al recordar lo sucedido anoche.
—Lamento que pelearas por mí.
El lobo parpadeó y apretó su mano entre las suyas.
—¡No! No, no te preocupes por eso. Esos… bastardos te estaban haciendo daño y yo no podía quedarme de brazos cruzados. —Apretó los labios y el lince pudo notar el olor de la furia emanando de él—. Te prometo que esto no quedará así, contaré lo que vi en el juicio…
—¿Juicio? —exclamó Shaoran con los ojos muy abiertos, asustado.
Narumi frunció el ceño, confundido.
—Claro. Tendrás que denunciarlo.
El lince sacudió la cabeza. No, ni hablar, no podía permitir que eso llegara a un juicio, él no… no estaba seguro de si debería llegar a tanto teniendo en cuenta que era la época de celo… Y, además, no ganaría nada. Su hermano podría acabar perjudicado por eso.
—No voy a hacerlo.
—¿Por qué no? —preguntó Narumi, un poco indignado—. Estuvieron a punto de violarte, ¡no podemos dejar que se vayan de rositas!
—Son jóvenes y olieron que estaba en celo, no les pasará nada de todos modos.
—Pero…
—Te agradezco todo lo que has hecho por mí —le interrumpió Shaoran, esta vez cogiendo él sus manos—, que me salvaras de ellos y que hayas pasado esta noche conmigo… pero no quiero que esto vaya a juicio. No voy a conseguir nada, solo tener mala fama en la manada y que me desprecien y… —Dudó un poco antes de confesar lo siguiente—. Además, ellos son amigos de mi hermano.
—¡¿Qué?! —exclamó Narumi—. ¿Lo dices en serio?
—Sí y no quiero que esto haga las cosas difíciles para él. Ha tenido una vida muy dura y son los únicos amigos que tiene, no quiero… —Bajó la vista—. No quiero que esto haga que todo el esfuerzo que ha hecho para rehacer su vida sea en vano. Así que, por favor, no digas nada. Al final no ha pasado nada y seguro que solo me atacaron porque olieron el celo. La verdad es que son un poco matones y probablemente olerme solo les hizo ser más gilipollas de lo normal.
El lobo esbozó una media sonrisa, divertido.
—No parecen buenas compañías.
—No lo son, pero es lo mejor que tiene por ahora.
Narumi se acercó más y envolvió los brazos a su alrededor con cuidado.
—¿De verdad tú estás bien?
—Sí —respondió Shaoran, sonriéndole. Ya no se sentía incómodo, es más, le gustaba el contacto físico con él.
El rubio inspiró profundamente y asintió.
—Está bien. Pero prométeme que tendrás cuidado con esos tipos y que hablarás con alguien sobre esto.
—Vale —prometió el lince.
Narumi se dio por satisfecho, aunque no por ello deshizo el abrazo en el que habían terminado los dos. De hecho, acercó más a Shaoran contra sí, dejando que se recostara en su pecho y que pasara los brazos alrededor de su cintura.
Sin embargo, cuando su nariz detectó el ligero aroma de su excitación, recordó que su gatito aún estaba en celo y que tenía que tomar una decisión, por lo que se apartó un poco para mirarlo y le preguntó:
—Escucha… Ahora te encuentras mejor que anoche y… puedo llevarte hasta tu casa y dejar que tu familia se ocupe de ti… o… podemos pasar el celo juntos —terminó diciendo. En realidad, quería quedarse con Shaoran; era muy afectuoso cuando hacían el amor, y atrevido, y rematadamente lindo. Deseaba escucharlo gemir otra vez bajo su cuerpo y ronronear a su lado mientras descansaban.
Sin embargo, tampoco quería presionarlo. Era consciente de que toda esa situación era un problema: primero esos capullos que intentaron violarlo, luego la pelea contra ellos y por último tener su primera vez con un completo desconocido… Fuera como fuera, él respetaría su decisión, por supuesto.
De repente, Shaoran se movió. Narumi parpadeó al ver cómo salía del saco de dormir y se sentaba a horcajadas en su regazo. Estaba totalmente sonrojado, pero eso no le impidió abrazarlo por el cuello y frotar su nariz contra la suya con timidez.
Él sonrió, comprendiendo su respuesta, y levantó el rostro para unir sus labios con los suyos.
Shaoran se sentía muy feliz mientras regresaba a su manada, con Narumi a su lado.
Había pasado toda una semana con él, dejando que lo cuidara durante la época de celo, y había sido… la experiencia más dulce e increíble que había tenido nunca. Su lobo era muy atento, alegre y divertido; siempre tenía cuidado con él y lo acariciaba después de hacer el amor mientras le contaba graciosas anécdotas sobre su familia, a veces incluso adoptaban forma animal y dejaba que lo lamiera con cariño detrás de las orejas o que las mordisqueara con afán juguetón.
Puede que fuera porque ese mismo día había terminado su celo pero… se seguía sintiendo muy atraído por él, creía que… creía que le gustaba.
Pese a estar en forma animal, sintió que enrojecía un poco ante ese pensamiento y levantó la vista hacia su acompañante. Narumi lo estaba llevando a casa, también transformado en lobo, había insistido en ir con él porque no quería que se encontrara a solas con Creed y su tropa. Al verlo mirándole, movió la cola alegremente y le lamió la cabeza con cariño, haciendo que él ronroneara del gusto y frotara la cara contra su pecho.
De repente, oyó un sonido brusco y se sobresaltó, erizando el pelaje por puro instinto y girando la cabeza hacia el origen del sonido. No logró ver gran cosa aparte de unos arbustos moviéndose, ya que Narumi lo empujó con fuerza para apartarlo del peligro. Aun así, se levantó rápidamente y contempló con horror cómo su hermano, transformado en lince, se enzarzaba en una pelea brutal contra el lobo junto a Preta y Shiki, los cuales no tenía ni idea de dónde habían salido.
Sin pensárselo dos veces, se agazapó para saltar sobre ellos… pero unos brazos fuertes lo agarraron de repente y lo apartaron. El olfato le dijo que se trataba de Creed y, sin pensárselo dos veces, le arañó la piel, allá donde pudo, y lo mordió ferozmente en el brazo con el que lo mantenía sujeto.
—¡Ah! ¡Maldito cabrón mestizo!
Shaoran le bufó y sacudió la cabeza para desgarrarle el músculo, a lo que Creed respondió clavando los dedos en su cuello y apartando su cabeza para que mirara cómo Narumi caía al suelo, siendo víctima de los tres linces que se habían arremolinado a su alrededor para llenarlo de zarpazos y bestiales mordiscos. Él gimió fuerte, acongojado y sabiendo que su lobo no podría solo con tantos rivales, tratando de pedirle a Train que se detuviera, pero Creed lo cogió esta vez por el cuello y le dijo al oído:
—Se nota que tienes asquerosa sangre humana en las venas. Preferiste joder con un lobo antes que conmigo, un lince de pura sangre. Te estaba haciendo un favor, ¿sabes?
Shaoran le bufó y trató de atrapar sus dedos con los dientes para hacerle daño, pero este seguía manteniéndolo atrapado por el cuello.
—Ni se te ocurra, mestizo. Ese chucho me debe una bien gorda… y tú no vas a decirle nada a nadie, ¿me oyes? Ni a tu hermano, ni a la pantera, ni a nadie de la manada.
Shaoran bufó otra vez seguido de un gruñido. ¿Estaba de broma? Esto ya no era por una cuestión de celo, ¡estaban enfermos! Intentaron violarlo en serio y ahora Narumi, que era el único que se había preocupado por él, estaba pagando con las consecuencias. No, ni hablar. Puede que antes no hubiera estado tan seguro de cómo actuar, pero no iba a dejar pasar esto; hablaría con Kurogane, le contaría lo que había ocurrido y dejaría que se encargara personalmente de hacer pedazos a Creed, y en cuanto a Train… Le dolería descubrir qué clase de amigos tenía, pero tampoco podía dejar que siguiera frecuentando a hijos de puta como ellos. No era fácil para su hermano dejar de lado su parte animal y menos aún permitir que su lado humano aflorara, así que tener a esas bestias con él no lo ayudaría, de ninguna manera.
Creed arrugó la nariz y lo sujetó con más fuerza.
—¿Quieres jugar duro, gato impuro? Si haces cualquier cosa contra mí, haré que mi padre deje de invertir su dinero en la manada. ¿Crees que la manada os querrá a ti y a tu hermano cuando no haya comida para todos? ¿O cuando no tengáis casas en las que vivir? Tu hermano no sobrevivirá ahí fuera, ha estado toda su miserable vida en una jaula. Antes de que puedas domesticarlo, los cambiantes lo considerarán un peligro y enviarán a los Cazadores a por él, ¿es eso lo que quieres?
Shaoran se quedó totalmente paralizado.
No, eso no. Puede que Train tuviera problemas, pero no era culpa suya; los humanos le habían tratado con tal crueldad que no era consciente de que su agresividad ya no era una ventaja ni un método de defensa sino una gran complicación para todos, sin embargo, no había podido crecer como el resto, no había tenido la misma adolescencia que los demás y por eso necesitaba cuidados, no que los demás le dieran de lado o le hicieran aún más daño.
Train no era malo. La manada no acababa de darse cuenta porque su hermano aún no acababa de bajar la guardia con ellos, pero en casa mostraba su mejor faceta; era un chico tranquilo, reflexivo, protector y hasta tenía su lado tierno, era solo que le costaba sacarlo a la luz.
Él no merecía algo así.
Creed debió de oler su miedo, así como ver el pánico en su cara, porque esbozó una sonrisa cruel y dijo:
—Así me gusta —dicho esto, golpeó su cabeza contra el árbol con tal fuerza que todo empezó a dar vueltas a su alrededor mientras Creed lo dejaba caer al suelo.
Lo último que oyó antes de caer en la inconsciencia fueron los gemidos desesperados de Narumi.
“Narumi… Lo siento…”
Oía voces.
Estaban como… distorsionadas y… lejos… pero las oía.
Kurogane. Reconocía la voz grave y varonil de Kurogane. Sonaba enfadado, su voz siempre sonaba así cuando estaba preocupado por algo.
Abrió los ojos muy poco a poco, le pesaban mucho los párpados. La luz blanca de la habitación le molestaba y gimió, adolorido. Le dolía mucho la cabeza, era como si le hubieran dado un golpe fuerte…
—Shaoran —lo llamó Kurogane. Su voz se había suavizado de repente, no quería preocuparlo, a pesar de que decir su nombre lo delataba, solo lo hacía cuando estaba alterado por algo—. Eh, chico, ¿me oyes?
—¿Qué pasa…? —preguntó, intentando incorporarse, pero le falló un brazo y cayó otra vez sobre la cama.
—Tómatelo con calma, chico. Tienes un buen golpe en la cabeza.
¿Un golpe? ¿Cuándo se había golpeado? No lograba recordar cómo…
Creed.
Narumi.
Se levantó de un salto e hizo amago de salir de la cama, pero Kurogane lo enganchó con facilidad de la cintura con un fuerte brazo y lo lanzó de nuevo al colchón, colocándose a su lado y bloqueándolo con los hombros.
—Tranquilo, Shaoran, estás a salvo.
—¿Y Narumi? —preguntó él, mirando a un lado y a otro—. ¿Dónde está?
—No te preocupes, chico, no está aquí, no puede hacerte daño.
Shaoran dejó de luchar al escuchar esa palabra.
¿Qué?
—¿Cómo?
—Está en su casa, bajo tutela familiar hasta que se aclare todo este asunto.
—¿Asunto? —repitió, confundido, no entendía nada—. ¿Qué asunto? ¿De qué me estás hablando?
—Shaoran, cálmate… —le pidió Kurogane, pero el doncel le agarró los brazos con fuerza. Recordaba los gemidos de Narumi mientras era atacado sin piedad por Train y sus amigos, no habría podido él solo contra ellos y tenía miedo de que…
—¡No! ¡Train y sus amigos le pegaron! ¡Está herido!
Kurogane ladeó la cabeza con interés, aunque su voz no reflejó otra cosa que impasibilidad:
—¿Te preocupas por el perro que te violó?
Shaoran palideció. Se quedó blanco como la cera y petrificado.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Kurogane creía que Narumi había hecho algo así?
—¿De dónde has sacado eso?
—Tu hermano hizo la acusación, sus amigos le avisaron de lo que te había pasado, que ese animal olió que estabas en celo y se aprovechó de ello.
—¡ÉL NO HIZO TAL COSA! —rugió Shaoran, poniéndose de pie en la cama. Nunca había estado tan furioso en su vida, jamás había sentido tal rabia. ¿Creed intentó violarlo y ahora convencía a su hermano, a Kurogane y a todo el mundo de que Narumi, que no había hecho más que velar por él, había sido el que intentó forzarlo? ¡Ni hablar! ¡No consentiría que se salieran con la suya!—. ¡ÉL ME CUIDÓ! ¡ME AYUDÓ! ¡NUNCA ME HA HECHO DAÑO!
Kurogane lo miró con un brillo en los ojos, pero este se apagó rápidamente, siendo sustituido por la firmeza.
—Tienes heridas en el cuerpo, mordiscos en el cuello. Eso es una prueba de sumisión.
Shaoran se sonrojó. Recordaba bien el momento en el que Narumi había hundido los colmillos en su cuello; no era una herida profunda, solo le había marcado un poco dominado por su instinto animal y él no se quejaba en absoluto de ello, su lince se había sentido… halagado, excitado por ver a su lobo tan posesivo con él.
Lo había marcado como suyo y él se lo había permitido.
—No me obligó —afirmó. Pese a la vergüenza, se mostró firme—. No me hizo nada que yo no quisiera.
Kurogane lo miró seriamente a los ojos unos momentos y luego se giró hacia la puerta.
—¡Pasa!
Shaoran frunció el ceño al ver entrar a Sven. Se encogió un poco al ver su ceño fruncido con severidad, pero no apartó la mirada, quería demostrar que estaba hablando, debía convencerlos de que no había pasado nada por Narumi, él no merecía un juicio por algo que no había hecho y menos aún después de todo lo que había hecho por él a pesar de que no era más que un lince desconocido.
Sven se sentó junto a Kurogane en la cama y lo miró seriamente.
—Shaoran, eres consciente de que aquí estás a salvo, ¿verdad?
Él apretó los labios, enfadado. ¿Por qué no le escuchaban?
—Ya lo sé.
—¿Y que no importa quién te haya hecho daño, aunque haya sido de otra manada?
Shaoran lo miró enfadado.
—Narumi no me hizo daño.
—Chico —le advirtió Kurogane con cara de pocos amigos, pero él no se amedrentó.
—¡No! ¡Lo único que hizo Narumi fue ayudarme! Entré en celo antes de tiempo y él me ayudó, luego me ofreció llevarme a casa pero yo decidí pasar mi celo con él ¡porque me apetecía! —exclamó—. Creed y su grupo de idiotas solo… ¡No sé! —No podía decirles lo que pasó con ellos. El padre de ese cabrón podría perjudicar a la manada, Train podría matar a ese imbécil con lo agresivo que era y puede que los acabaran expulsando a todos del grupo, a él, a su hermano y a Kurogane, sabía que la pantera jamás le abandonaría—. Puede que confundieran la situación o no les gustara que pasara el celo con un lobo, ¡yo que sé! Pero mintieron y fue mi decisión estar con Narumi —respondió sin vacilar—. Y ahora decidme cómo está.
En ese momento, Sven esbozó una media sonrisa y miró a Kurogane.
—A mí me parece sincero, ¿tú qué crees?
El hombre pantera no cambió su expresión, pero dejó una mano sobre la cabeza de Shaoran sin dejar de mirarlo fijamente.
—Si te hubiera pasado algo, me lo dirías, ¿verdad, chico? Sea quien sea, pase lo que pase, sabes que yo siempre estaré de tu lado, ¿no es así?
El joven doncel no se sintió en absoluto orgulloso de mentir al hombre que le había cuidado desde la muerte de sus padres… pero era necesario. Permanecer en la manada y proteger a Train era más importante que cualquier otra cosa.
—Sí, Kurogane.
Este dejó escapar un suspiro aliviado y volvió a girarse hacia la puerta.
—Ya puedes entrar.
Shaoran frunció el ceño, sin entender lo que pasaba, ni siquiera cuando vio entrar a un hombre lobo casi tan alto como Kurogane, de físico poderoso y espaldas anchas, con el cabello largo negro hasta los hombros, enmarcando unas facciones pálidas y unos ojos tan oscuros como una noche sin luna. Había un aura a su alrededor que le recordaba a la que percibía con Kurogane, solo que esta era más suave.
Le pareció extraño.
—Chico, este es Sasuke Uchiha, el padre de Narumi.
Él parpadeó, sorprendido, ya que no veía el parecido entre ambos, aunque su lobo ya le dijo que él había salido a su padre doncel. Cuando este se acercó, se sonrojó por la vergüenza y le hizo una reverencia.
—Es un honor, señor. Lamento todos los problemas que he causado.
Sasuke le sonrió con ternura. Había escuchado todo lo que había dicho el muchacho sobre Narumi, cómo lo había defendido con uñas y dientes a pesar de que Kurogane le había dado un perfecto escenario en el que él estaría protegido de quien fuera, solían hacerlo con las víctimas cambiantes de violación para evitar que encubrieran a sus agresores; si les mostrabas que los Cazadores ya estaban predispuestos a ir a por sus atacantes, les costaba menos contarles la verdad y cooperar para atraparlos. Por supuesto, no era una técnica que usaran siempre, solo si la violación era evidente, pero Kurogane había tenido un acierto al usarla en esta ocasión para saber qué diría Shaoran, le había jurado que él jamás mentiría sobre algo así si había un inocente.
Y así había sido. Desde el principio le había parecido imposible que Narumi hubiera hecho algo así, como mucho podría haber caído rendido ante el aroma del celo, pero nunca le habría hecho daño a un doncel a propósito. Aun así, necesitaba saberlo seguro, y por eso habían montado ese pequeño espectáculo… aunque sentía que Shaoran hubiera pasado por ese mal trago.
—No lo sientas, Shaoran. Gracias por aclarar todo este asunto.
Este levantó la cabeza y lo miró preocupado.
—¿Cómo está Narumi? Quise ayudarle, pero me golpeé en la cabeza y me desmayé, ¿se pondrá bien?
Sasuke le sonrió para tranquilizarlo.
—Sí, no te preocupes. Necesitará algo de reposo, pero se recuperará. No ha dejado de preguntar por ti, está muy preocupado. —Hizo una pausa en la que frunció un segundo el ceño—. Es tu primera vez, ¿verdad? ¿Fue mi hijo algo brusco? Es normal las primeras veces por falta de experiencia, pero he visto los mordiscos en tu cuello y me ha preocupado que se saliera de control.
Shaoran volvió a sonrojarse a causa de la vergüenza y se llevó una mano a la zona herida. ¿Por qué no podían dejar ese tema? No quería hablar de algo que claramente había disfrutado delante de… Bueno, delante de todos excepto de Narumi.
—No, señor, Narumi no me hizo ningún daño a pesar de las marcas que pueda haber visto.
El hombre lobo sonrió, comprendiendo la repentina timidez del doncel a juzgar por sus mejillas ardientes. Más tranquilo por haberlo aclarado todo, se giró hacia Kurogane y Sven y les dedicó una respetuosa inclinación de cabeza.
—Gracias por hacer esto antes de que hubiera un juicio. Mi familia estaba nerviosa.
—Conozco a tu hijo desde que nació —dijo Kurogane—, y dudé mucho de que hubiera hecho daño a mi chico porque sí, como decía ese estúpido gato. Lamento la paliza que le dieron, no se la merecía.
—Bueno, todo esto se ha solucionado antes de que llegara a mayores —dicho esto, miró a Sven con seriedad—. No presentaré cargos contra esos chicos por lo que le han hecho a Narumi; sacaron conclusiones precipitadas preocupados por Shaoran, puedo entenderlo, y os agradezco que esto no haya llegado a un juicio.
Sven asintió.
—Bien, entonces nos iremos en un par de días, si te parece bien.
—¿Tan pronto? —preguntó Shaoran, acongojado. No quería marcharse sin antes ver a Narumi.
Kurogane dejó la mano sobre su hombro y le dio un apretón.
—Es para evitar tensiones, chico. Tu hermano y los gatos con los que va están muy agresivos y me preocupa que puedan atacar de nuevo a la familia Uchiha. Además, seguro que ellos ya han tenido bastante estrés con la acusación de violación del mocoso y creo que sería bueno para ellos que estén tranquilos.
Shaoran se mordió el labio. Lo comprendía, por supuesto, y no deseaba causarles más problemas a los Uchiha, pero…
—¿Puedo ver a Narumi antes de que nos vayamos? —le pidió a la pantera.
Sin embargo, Kurogane negó con la cabeza y le dijo con suavidad:
—No es posible, chico, tu hermano está muy tenso y esa visita solo podría provocar otra pelea. Es mejor que no os veáis, por su bien y por el de Narumi.
El joven bajó la cabeza, entristecido. Deseaba verlo una última vez, abrazarlo y darle las gracias por haberle salvado y por haber pasado el celo con él, confesarlo que lo que había sentido a su lado había sido maravilloso y que no había querido que las cosas acabaran de ese modo.
Pero no quería que le hicieran más daño.
Ni tampoco que Train se lo hiciera a sí mismo atacándolo.
—¿Lo entiendes, chico? —le preguntó Kurogane.
Él asintió, decaído, pero después se giró hacia Sasuke con ojos suplicantes.
—¿Podría darle un mensaje de mi parte?
El lobo hizo un gesto afirmativo.
—Claro, Shaoran.
—Dígale… Dígale que siento mucho todo esto —dicho esto, tragó saliva y añadió— y dígale que… gracias por todo. Por todo.
Sasuke le sonrió con cariño y le acarició el cabello.
—No te preocupes, se lo diré.
Shaoran le dio las gracias con la mirada y después los adultos se retiraron para dejarlo descansar. Él se acurrucó en la cama, momento en que supo por el olor de las mantas que se encontraba en la cabaña de Sven, probablemente porque era un terreno neutral en el que Train no podía interferir ni asustarlo. Sabía que tendría que enfrentarse a él tarde o temprano, puede que incluso a Creed, pero no le importaba.
Narumi no saldría más perjudicado de aquella situación, no lo permitiría. Amenazaría con contarle a Kurogane lo que había pasado realmente si trataba de hacerle daño otra vez.
Creía que así nadie saldría herido por culpa de haber entrado en celo antes de tiempo. Ni la manada por denunciar a Creed, o Kurogane y Train por protegerlo, o Narumi por esa maldita acusación de violación.
Solo lamentaba no haber podido decirle a su lobo en persona lo que había significado para él esos días juntos.
Chapter 6: Mi Shaoran
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Shaoran tenía los nervios a flor de piel mientras acababa de preparar su cama. ¿Cómo no iba a tenerlos si esa noche iba a hablar por primera vez con Narumi después de un año? ¿Después de todo lo que había ocurrido?
De hecho, todavía le costaba creer que precisamente todo eso hubiera sido posible gracias a Train. Tras ese año en el que no había parado de acosarlo para que le dijera que el lobo lo violó, jamás se le pasó por la cabeza que este acabaría escogiendo como pareja a uno de sus hermanos trillizos, ni que este influyera en su vida hasta tal punto que estaba cambiando para mejor. Ahora era más accesible y próximo. Le estaba muy agradecido a Kurama por haber logrado alcanzar el corazón de su hermano y hacer que lo abriera a los demás.
Gracias a eso… había podido contarle la verdad.
Por primera vez en un año, ya no estaba asustado ni sentía que tenía que cargar solo con ese problema, al contrario, se sentía liberado y profundamente aliviado.
Ahora, solo le faltaba hablar con Narumi. Se había dado cuenta durante la cena de que no había dejado de mirarlo. Sus ojos azules reflejaban el mismo anhelo que él sentía, esa necesidad de volver a estar con él que no había desaparecido desde que pasaron el celo juntos y se separaron.
Debía admitir que no esperaba que Narumi tuviera sentimientos por él, ya que, al fin y al cabo, solo pasaron unos días juntos y, la mayor parte del tiempo, no se dedicaron a hablar precisamente… Sin embargo, sí pasaron muchas horas acurrucados, con Narumi acariciando su cuerpo y sin descuidar por un instante su bienestar, cazando para él y llevándolo a un pequeño río todas las noches para que se limpiara, sospechando que al ser un felino no le gustaría demasiado estar sucio. En todo momento, lo había tratado como si le estuviera cortejando, como si le dijera que estaba más que listo para ser su compañero de por vida.
Eso le había gustado. Demasiado. Su lince estaba más que complacido y su lado humano se sentía halagado y enternecido.
Quería algo más que pasar el celo con él… y Narumi también. Se lo dijo con los ojos el día en el que Train atacó a su padre y, aun así, él se quedó un instante ahí, como si no deseara alejarse de su lado.
Así que, si los dos tenían las mismas emociones, ¿por qué estaba tan nervioso?
—¿Necesitas que me quede?
Shaoran pegó un salto y dejó caer la sábana que tenía en la mano al escuchar la voz de Train. Se había olvidado de que ambos compartían la habitación de invitados.
Se giró hacia él, que lo observaba con una media sonrisa divertida.
—No sabía que estuvieras tan nervioso.
—No lo estoy —negó, más por instinto que porque quisiera que Train se fuera para tener intimidad con Narumi… Aunque, pensándolo bien, tal vez lo hubiera hecho porque le hacía sonrojar la sola idea de que su hermano estuviera presente cuando el lobo fuera a buscarlo a su habitación.
El otro lince resopló, como si le hiciera gracia su reacción.
—No, claro. Has estado jugueteando con esa sábana unos diez minutos porque lo encuentras de lo más entretenido.
Shaoran miró la sábana un instante y la soltó de inmediato, haciendo reír a Train.
—¡Train! —se quejó el doncel, rojo como un tomate.
Su hermano fue hacia él y, para su absoluta sorpresa, lo abrazó con fuerza.
Era la primera vez que lo hacía desde que se conocían. Train había sido una bestia salvaje desde que estuvo preso, obligado a esconderse bajo su forma animal, y entre eso y que había sido maltratado, pudo entender que no fuera una persona que supiera cómo mostrar su afecto de un modo físico, era algo que había aprendido a aceptar con el tiempo.
Por eso se emocionó ante su gesto. Se sintió muy querido y protegido.
—Ese lobo te quiere —dijo Train con una sonrisa en la voz—, he visto cómo te ha estado mirando todo el rato en la cena, se nota que está ansioso por estar contigo y que te ha echado de menos. No te preocupes tanto, todo va a ir bien.
Shaoran alzó la cabeza y frotó su mejilla contra la de su hermano para corresponder su muestra de afecto.
—Lo sé. Es solo que…
—Estás nervioso —adivinó Train, que frunció un poco el ceño, dubitativo—. Si te hace sentir mejor, puedo quedarme, pero creo que solo os haría sentir incómodos y ya he causado bastantes problemas entre vosotros.
Esas palabras hicieron que se sintiera un poco mal consigo mismo.
—Yo tendría que haberte contado la verdad. A ti y a Kurogane, desde el principio. Pero… tenía miedo. No solo por mí, sino por lo que pasaría contigo si te enfrentabas con Creed y los demás. No eras muy popular en la manada y… me asustaba que te echaran.
Train parpadeó, sin esperar eso en absoluto.
—¿Te preocupaba que no me quisieran allí?
—Claro que sí.
—Shaoran, no soy la persona más sociable del mundo, me las habría apañado sin una manada.
—Ya sé que lo habrías hecho, pero tú necesitabas una familia —replicó el muchacho, un poco molesto—. Necesitabas aprender que hay gente que te quiere y que se preocupa por ti, que eres algo más que…
—Un animal —terminó Train por él, mirándolo fijamente—. Shaoran, ya lo sabía. Tú me lo enseñaste.
Eso lo descolocó por completo.
—¿Ah, sí?
Su hermano asintió con solemnidad y bajó los ojos.
—Sé que nunca te lo he dicho y… todavía no se me da muy bien expresar lo que siento. —Alzó sus ojos dorados, que lo miraron con una inesperada calidez—. Pero quiero que sepas que, de no ser por ti, yo nunca habría dejado de ser una bestia rota.
—Train… —murmuró Shaoran antes de lanzarse a darle un abrazo que el otro joven correspondió de inmediato.
—Eres mi hermano, te quiero y te estoy muy agradecido por todo lo que has hecho por mí —declaró el muchacho, acariciando los mechones del doncel—. Es solo que no sabía cómo hacértelo ver… Y había unas cuantas cosas más que tenía que aprender. Cosas que gracias a Kurama he comprendido. No es que vaya… a ser fácil cambiar de un día a otro pero…
—No importa —dijo el pequeño lince, emocionado—. No necesitas ser de otra forma, yo también te quiero.
Train sonrió y le acarició el cabello.
—Bueno, bueno, reserva tu sentimentalismo para tu lobo… —Entonces, ladeó la cabeza y le dio unas palmaditas—. Por cierto, está esperando al otro lado de la puerta a que salga, así que… te dejo con tu cita.
Shaoran enrojeció y bajó la vista.
—Vale.
Su hermano puso los ojos en blanco al ver que sus nervios volvían.
—Mmm… Creo que tendré una charla con él —dijo antes de dirigirse a la puerta.
—Espera, ¿qué? —exclamó Shaoran, que de ninguna manera quería que Train le echara a Narumi el típico sermón de hermano mayor, o que le dijera que usaran protección o ¡qué sabía él que haría!
Sin embargo, el otro lince ya había cerrado la puerta tras sí, sonriendo con diversión al escuchar la alarma en la voz del doncel. Comprendía que Shaoran estuviera preocupado por lo que fuera a decirle a Narumi, pero no era para tanto, solo iba a ayudar un poco a que las cosas fueran más fáciles para él.
Se dio la vuelta, encontrándose con el lobo a un escaso metro de distancia. Su expresión corporal le dijo que estaba ansioso por ir a ver a su hermano, pero su rostro denotaba cierta duda.
—¿Va todo bien? —preguntó.
Train le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—Si te preocupa que no apruebe vuestra futura relación, relájate —dijo con una media sonrisa, un poco divertido—. He venido a aconsejarte.
Narumi frunció el ceño, sin entender a qué se refería.
—¿Aconsejarme?
El lince asintió con calma.
—Mi hermano está muy nervioso ahora mismo y, teniendo en cuenta todo por lo que ha pasado últimamente, necesita estar tranquilo.
El lobo ladeó la cabeza, un poco confundido.
—¿Qué quieres decir?
Train puso los ojos en blanco.
—Kurama me ha dicho que eres un hervidero de hiperactividad y te ves como si estuvieras a punto de abalanzarte sobre Shaoran para darle un abrazo. No lo hagas. Cálmate y repórtale tranquilidad y seguridad, hazle sentir que no tiene por qué sentirse nervioso o inseguro contigo.
Narumi dejó caer los hombros, un poco decepcionado.
—¿Por qué? Él sabe que quería estar con él.
—Se siente culpable por todo lo que ha pasado. Cree que tu familia ha sufrido daños porque él no se atrevió a decir lo que ocurrió desde el principio.
—Eso es absurdo —resopló.
—Lo sé, pero es así como se siente, de modo que inspira hondo, relájate y hazle saber que todo va bien.
Narumi inspiró profundamente. Lo cierto era que Train había dado en el clavo cuando había dicho que se moría de ganas por ir a abrazar a Shaoran. Desde que supo que cabía la posibilidad de que lo juzgaran por violación, se había preguntado si su lince había estado tan ofuscado por el celo que solo se había quedado con él por necesidad, para después, cuando ya había pasado, sentirse sucio por lo ocurrido entre ellos. Y, a pesar de que al final no hubo juicio, había pasado un año entero mortificándose por ello, preguntándose si le habría hecho daño y si lo odiaba por ello.
Por eso, tuvo que ir a asegurarse en cuanto supo que Shaoran había vuelto… Pero nunca quiso que ocurriera nada malo. Se suponía que solo hablaría con él, pero había estado tan ansioso que no se había parado a pensar en las consecuencias de sus actos.
Su hermano Kurama podría haber sido separado de su familia por protegerlo, y su padre… Se estremecía de tan solo pensarlo.
Sin embargo, esa noche también supo que Shaoran no le guardaba ningún rencor. Se habían mirado a los ojos y él le había demostrado que se sentía responsable por lo ocurrido y lo mucho que lo lamentaba. Le habría gustado ir con él, decirle que no era culpa suya, pero su padre doncel estaba grave y había tenido que marcharse con su manada, necesitaba saber que estaba bien y estar con sus hermanos.
Por eso, ahora que al fin podían verse sin que nadie saliera herido, estaba tan ansioso. Ya había tenido que contenerse en la cena para no montar un numerito delante de toda su familia. Quería decirle a su gatito que lo había echado mucho de menos, que no había dejado de pensar en él y pedirle que les diera una oportunidad para salir juntos. Él tenía la firme convicción de que, si en un año no había podido olvidarlo, era porque ese lindo doncel era su compañero, la persona con la que podría compartir su vida y con quien podría ser feliz por siempre.
Pero ahora comprendía que lanzarse no era lo mejor para Shaoran. Ese era su mayor defecto, actuaba antes de pensar, siguiendo sus impulsos, sin pensar en si alguien podría sentirse incómodo por su actitud o si lo último que necesitaba fuera toda esa energía apabullante sobre él. O si podría salir herido. Era algo que había aprendido de esa maldita noche, jamás podría olvidar el miedo y el dolor que sintió cuando vio a su padre tirado sobre el barro, inerte.
No cometería el mismo error. Era cierto que le costaría cambiar esa parte de él, pero quería intentarlo. No quería que nadie más sufriera por su inmadurez, y menos Shaoran. Si él necesitaba calma, sería como su hermano Menma e iría poco a poco.
—Eso es —dijo Train con aprobación.
Narumi lo miró e inclinó la cabeza a modo de agradecimiento.
—Gracias por el consejo.
El lince asintió, aunque después se removió un poco, como si estuviera incómodo.
—De nada… Y… te pido perdón otra vez. Por todo.
Esta vez, el lobo sonrió.
—No tienes que hacerlo, ya estás perdonado. De verdad —dicho esto, sus labios cayeron hacia abajo—. Comprendo lo que hiciste y… siento mucho lo de tus amigos.
Train lanzó un gruñido muy poco humano.
—Nadie que hace daño a mi hermano es amigo mío.
—Lo sé, lo sé. Quiero decir que… —Se rascó la nuca, sin saber muy bien cómo expresarse—. Tuvo que ser duro para ti y… lo lamento.
El lince negó tristemente con la cabeza.
—No lo hagas. Yo tendría que haberlo visto venir —dicho esto, pasó por su lado, cabizbajo.
Sin embargo, Narumi no se sintió bien al dejarlo ir de esa manera y se dio la vuelta.
—Train —lo llamó, haciendo que este se detuviera—. Tampoco es culpa tuya. Todo lo que ha pasado ha sido por esos linces, no por ti.
El otro macho se giró y le dedicó una sonrisa agradecida, aunque no parecía muy convencido cuando se metió en la habitación de Kurama. Narumi se sintió mal por él. No estaba muy seguro de lo que le había pasado a ese chico; Shaoran y Kurama le dijeron que su vida había sido de todo menos fácil y feliz, y sospechaba que esa agresividad que había tenido hasta no hace mucho se debía precisamente a esa etapa de su vida.
Aun así, no era una mala persona. Hasta él podía ver que todo el daño que había hecho lo provocó creyendo que protegía a Shaoran, a su hermano. Todo el mundo cometía errores, y más todavía si encima eran engañados y manipulados. Así que, desde su punto de vista, Train no era el malo de la película, sino esos linces malnacidos.
Una parte de él se sintió furiosa por esos cabrones, pero se esforzó en dejarla ir y volver a relajarse. Cuando Train y Shaoran habían llegado esa noche a su casa, el primero había dicho que había un problema en la manada y que por eso su gatito debía quedarse con ellos; suponía que por fin Shaoran les había contado lo ocurrido y que probablemente había cierta tensión, por eso la pantera los había enviado con ellos. De modo que esperaba fervientemente que esos capullos recibieran su merecido y dejaran en paz al doncel, así estaría a salvo y dejarían de tener más problemas con la manada de linces. Además, Shaoran estaría bien en su casa, no había nada ni nadie que pudiera entrara a atacarles sin que su padre o uno de sus hermanos no lo detectara.
Pensar en eso terminó de calmarlo y, sonriendo ante la expectativa de que iba a estar con su gatito, llamó a la puerta. Tras escuchar un tímido “pasa”, contuvo sus ganas de entrar precipitadamente para abalanzarse sobre el lince y, en cambio, ingresó lentamente en la habitación.
Junto a la cama, lo esperaba un sonrojado Shaoran que, sin embargo, esbozó una enorme sonrisa feliz al verlo. Él no pudo evitar devolvérsela, contemplando lo lindo que se veía con una camiseta de manga larga verde, cuya mitad de las mangas eran doradas y que dejaba a la vista una parte de su clavícula, como si estuviera exponiendo su cuello para que lo marcara, haciendo que su lobo interior salivara ante la idea de morderlo de nuevo. Los pantalones eran blancos, ajustados pero flexibles, seguramente para poder correr y saltar por el bosque en libertad, a juego con los delgados calcetines que cubrían sus graciosos pies.
—Hola —lo saludó.
—Hola —respondió, acercándose despacio, para que Shaoran viera sus intenciones y no se asustara. Su rostro enrojeció aún más, pero no se alejó cuando estuvieron a un escaso metro de distancia—. ¿Cómo te encuentras? —Eso era lo primero, su estado y bienestar eran lo más importante para él.
Esta vez, su sonrisa se volvió vacilante y apartó la vista.
—Creo que mejor. Aunque ha sido un día bastante raro.
Narumi no pudo contener y le cogió la mano con suavidad para acariciarle los dedos. El lince lo miró un tanto sorprendido, pero no mostró el más mínimo rechazo.
—¿Quieres contármelo?
Shaoran, tras un dudarlo un instante, asintió. Ambos se sentaron juntos en la cama y el doncel empezó a explicarle cómo esa tarde Train le había pedido por fin que le contara su versión de cómo fue casi violado y también cómo eso le había permitido reunir el valor suficiente para decirle la verdad de lo que ocurrió ese día. Luego, le dijo que la pantera, Kurogane, había escuchado la conversación y se había encargado de todo; primero, había hablado largo y tendido con él acerca de ocultarle ese tipo de cosas y hacerle entender que jamás debía tener miedo de contárselo, y después los había mandado allí tras decirles que iba a hablar con Sven para aclarar aquel asunto de una vez por todas. Le confesó que creía que Kurogane iba a interrogar en persona a ese tal Creed y sus dos amigos para que confesaran lo que habían hecho.
—¿Crees que lo harán?
El doncel asintió sin asomo de duda.
—Sí, Kurogane es Cazador y se le da muy bien su trabajo. Además, da miedo incluso sin estar enfadado, imagínate cuando lo está.
Narumi sonrió.
—La gente dice que mi padre asusta con solo mirarlo, pero como en casa siempre está relajado, a mis hermanos y a mí no nos lo parece. Eso sí, si algo lo enfurece da un miedo tremendo.
Shaoran sonrió. Parecía haberse ido relajando a medida que hablaba con él.
—Supongo que todos los padres asustan cuando se enfadan.
El lobo soltó una risilla y luego ladeó la cabeza.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—Me he fijado en que Kurogane es una pantera…
Shaoran adivinó rápidamente a dónde iban sus pensamientos.
—No, no es mi padre biológico. Él me acogió cuando murieron mis padres.
—Lo siento mucho.
—No pasa nada, fue hace mucho tiempo —le dijo con una amable sonrisa—. Tuvieron un accidente de tráfico; había una tormenta muy fuerte y un camión se desvió y los golpeó. Mi padre era humano y mi madre trató de protegerlo con su cuerpo, pero el impacto fue demasiado fuerte. Murieron al instante.
Narumi se acercó un poco más a él, rozando su cuerpo con el suyo para ofrecerle consuelo.
—Lo lamento.
El lince le sonrió otra vez.
—No te preocupes, estoy bien. Me alivia saber que ninguno de los dos sufrió. Además, Kurogane se hizo cargo de mí. No es el hombre más cariñoso del mundo, pero ha sido mi familia desde entonces. Le respeto y aprecio mucho.
El lobo se sintió mejor al saber que lo tenía superado. Sin embargo, había algo que no cuadraba con su historia y que lo tenía confundido.
—¿Qué hay de Train? ¿Kurogane no podía ocuparse de él también y os separaron?
Shaoran parpadeó, pero comprendió rápidamente lo que ocurría.
—Oh, Train y yo no somos hermanos de sangre.
—Aaah… —dijo Narumi, entendiéndolo de golpe—. Como siempre os referís el uno al otro así, pensé que erais de la misma familia.
—Los dos fuimos adoptados por Kurogane y estamos bastante unidos, así que nos consideramos como tales. De todas formas, él lleva mi apellido ahora, de modo que es más o menos oficial.
Eso sí que extrañó a Narumi.
—¿Por qué se cambió el apellido?
En esta ocasión, Shaoran bajó la vista, un tanto incómodo.
—Mmm… Digamos que la historia de su familia es conocida y Kurogane no quería que eso se convirtiera en un estigma para él. Los demás lo habrían tratado con miedo y tal vez no habrían tratado de tener ningún tipo de relación con él. Lo que Train necesitaba en ese momento era sentirse parte de una manada y una familia y Kurogane creyó que sería mejor si decía que era huérfano. Yo fui el primero que se acercó a Train y con quien más contacto tuvo, supongo que por eso pidió llevar mi apellido.
—Eso es muy bonito —comentó Narumi.
Shaoran volvió a sonreírle con alegría.
—Ahora está mucho mejor, gracias a tu hermano. Ha mejorado mucho desde que está con él.
—Kurama parece más feliz desde que están juntos, y se ha vuelto menos gruñón. Así que ha sido bueno para los dos.
—Me alegra mucho que se hayan hecho pareja —dijo Shaoran con un brillo alegre en sus ojos castaños—. Merece todo el amor que le puedan dar.
A Narumi le conmovió ver que su gatito quería tanto a su hermano, tanto como Train parecía quererle a él. Le recordaban un poco al vínculo que tenía con su propia familia, aunque, sobre todo, tenía la sensación de que su relación se parecía más a la que tenía él con Kurama. Después de todo, la pareja de su hermano tenía su mismo carácter, mientras que él y Shaoran eran los más “tranquilos”, por decirlo de algún modo. Aunque no le cabía duda de que el doncel no tenía ni por asomo la hiperactividad que a él le definía.
Se acercó un poco más para rozar su brazo con el suyo.
—Entonces, ¿estás bien?
Shaoran le sonrió con confianza.
—La verdad es que sí. Ahora que Train y Kurogane conocen toda la historia no me siento tan solo como antes.
—Te dije que hablaras con alguien sobre lo que había pasado —le dijo con suavidad. No quería regañarlo, pero le molestaba la idea de que hubiera estado cargando con tanto peso durante un año, de que probablemente habría estado asustado. Él lo podría haber parado diciendo la verdad, pero le había prometido a Shaoran que no diría nada por el bien de su hermano… con la condición de que no se callara lo sucedido, claro. Había pensado que, al menos, estaría protegido en su manada.
El lince agachó la cabeza.
—Era mi intención hacerlo, pero después de que te pegaran, tuve miedo. Por poco te someten a un juicio por mi culpa y Creed amenazó con que su padre no seguiría manteniendo a mi manada. Pensé que lo único que conseguiría sería que echaran a mi hermano.
Narumi sacudió la cabeza, sin comprender eso del padre del malnacido.
—¿Qué quieres decir con mantener a la manada?
—Es el director de una cadena muy grande de aeropuertos. Usa parte del dinero que gana para invertirla en la manada y en el territorio donde vivimos. La gran mayoría de los adultos tienen trabajo, pero no ganan lo suficiente como para aportar gran cosa. Pensé que, si decía algo, Creed usaría la influencia de su padre para que el juicio fuera en nuestra contra; podrían haber echado a mi hermano de la manada, pensé que incluso echarían a Kurogane o incluso que te condenarían si tratabas de ayudarme. No me pareció justo y por eso no dije nada.
El lobo frunció el ceño.
—¿Crees de verdad que su padre haría algo así sabiendo lo que su hijo había hecho?
Shaoran asintió sin vacilar.
—Ese hombre no me soporta. No sé por qué, pero he visto cómo me mira. Procuro mantenerme alejado de él.
Narumi ya no pudo contenerse más y pasó el brazo por los hombros del doncel para estrecharlo contra su cuerpo, queriendo ofrecerle seguridad.
—Bueno, no te preocupes. Ahora tu manada sabe qué clase de tipos son esos capullos y no me creo que vayan a tolerar tener esa clase de depredadores entre ellos aunque sea por dinero. Además, tienes a Kurogane y a Train, no dejarán que te pase nada malo. Ni yo tampoco —añadió en un murmullo feroz.
El lince se giró un poco para mirarlo, aunque no se deshizo de su brazo.
—Gracias por salvarme aquella vez. Y siento todos los problemas que he causado, a ti y a tu familia.
Él resopló y negó fervientemente con la cabeza.
—Tú no tienes la culpa de nada.
—Pero si yo…
—Mira, yo también me siento culpable por lo de hace un mes —confesó, agachando la cabeza—. Cuando supe hace un año que querían someterme a juicio, me asusté y pensé que el celo te afectó tanto que aceptaste pasar ese tiempo conmigo porque así lo quería tu instinto y que, después, te diste cuenta de lo que habías hecho y te arrepentiste. Al final no ocurrió nada y mi padre me aseguró de que tú no querías que fuera castigado, pero me quedé con la duda de si había hecho mal al quedarme contigo. Por eso fui a buscarte, sin pensar en que tal vez tú no querrías verme, ni siquiera pensé que esos linces fueran a buscarme para golpearme otra vez y, por culpa de eso, mi padre podría haber muerto.
—¿Cómo puedes pensar eso? —preguntó Shaoran, un tanto horrorizado ante la idea de que Narumi se culpara a sí mismo por lo que sucedió—. Tú no estabas haciendo nada malo, fue Creed quien lo manipuló todo.
—Lo sé —asintió el lobo, mirándolo a los ojos—. Por eso te digo que no es culpa tuya, ni de Train, ni mía. Ese maldito gato fue quien estuvo jugando con vosotros. Así que deja de preocuparte tanto; muy pronto esto se solucionará y se convertirá en un mal recuerdo, ¿vale?
Su gatito le dedicó una pequeña sonrisa.
—Vale —respondió, como si fuera una promesa de que olvidaría todo lo que le hacía sentir mal y que se centraría en el presente. Eso era lo único que quería Narumi en ese momento… Bueno, también quería abrazarlo y hundir la nariz en su pelo para aspirar su olor mientras frotaba su cuerpo contra el suyo para marcarlo con su aroma y advertir a esos gatos de mierda que ese lindo doncel le pertenecía, pero sabía que lo más sensato era seguir el consejo de Train e ir poco a poco, podía sentir que Shaoran necesitaba eso ahora—. Narumi —lo llamó este.
Centró sus ojos en él, dándose cuenta de que volvía a estar sonrojado. Sin embargo, en esta ocasión, no rehuía su mirada, la cual mostraba todavía cierta timidez, pero en lo más profundo de sus hermosos ojos castaños también había una fuerte determinación.
—Quiero que sepas que… —Hizo una pequeña pausa en la que se armó de valor para decir lo que tenía que decir—. Pasé el celo contigo porque me gustabas. No porque estuviera afectado. Tú me salvaste y fuiste bueno conmigo, incluso después de… satisfacernos —dijo con cierta dificultad. A Narumi le pareció monísimo que le costara tanto decir que se habían acostado—. Fuiste amable y considerado, te preocupaste por mi bienestar y me ofreciste llevarme a casa en vez de aprovecharte de la situación. Eres una buena persona y… me alegro de que mi primera vez fuera contigo.
… No, tras esas palabras ya no podía contenerse. Agarró a Shaoran y lo puso sobre su regazo, rodeando su cintura con los brazos y estrechándolo contra su pecho para apoderarse de esos labios que no habían hecho más que tentarlo durante toda la cena. Gruñó de pura satisfacción al sentir esa suave boca contra la suya y la devoró sin pensar, fundiéndose con ella en una vorágine de calor y deseo de la que ya no podía escapar.
Una parte de él temió, ya demasiado tarde para echarse atrás, que Shaoran lo rechazara, que se hubiera precipitado y no hubiera respetado su intimidad, sin embargo, el doncel, en vez de empujarlo, se aferró con los dedos a su camiseta y le devolvió el beso con un gemido suave, abriendo la boca para él y entregándose por completo.
Su lobo interior aulló de alegría y se dejó llevar. Lo agarró del pelo para mantenerlo quieto con una mano mientras que la otra se ciñó más a su cintura, procurando que no escapara. Shaoran no pareció en absoluto asustado por dejarle el control, sino que gimoteó en el momento en que sus dedos se enredaron en los mechones de su cabello y rodeó sus caderas con sus piernas; eso no hizo más que enloquecer a Narumi, quien no pudo evitar recordar una de las muchas noches en las que pasaron el celo juntos, donde su gatito apretaba los muslos contra sus cotados y sus talones golpeaban su culo mientras lo follaba frenéticamente.
Con un gruñido voraz, mordisqueó sus labios hasta dejarlos enrojecidos y penetró la boca de su dulce gatito con la lengua, haciéndole jadear del modo más erótico que podía existir. El que Shaoran se aferrara a su cuerpo con desesperación, como si lo necesitara dentro de él, no ayudaba a disminuir las ganas que tenía de arrancarle la ropa, agarrarlo por las muñecas y hacerle el amor como si no hubiera un mañana. A lo mejor así podía conseguir que se quedara con él. Acababa de decirle que le gustaba y él seguía sintiéndose muy atraído por él.
Kurama tenía toda la razón, estaba colado por su gatito.
Pero por mucho que este parecía dispuesto a dejar que le hiciera retorcerse de placer entre las sábanas, sabía que no quería hacer las cosas así. Se había prometido que no iba a cometer más errores, que pensaría las cosas antes de hacerlas. No quería que Shaoran se acostara con él esa noche y que a la mañana siguiente se preguntara si había sido una buena idea, que dudara sobre sus sentimientos, sobre si eso era solo un revolcón más o si había algo más. Ya se había decidido a hacer de él su pareja, pero no podía soltárselo así sin más. Debía frenarse y darle tiempo para demostrarle que iba en serio y que quería más que sexo con él.
Así que, en contra de su voluntad y la de su lobo, ralentizó el beso, alargando las caricias de su lengua contra la suya, resistiéndose a abandonarlo, pero finalmente logró separarse… Aunque la visión de su gatito, tan lindo con ese rostro sonrojado que parecía estar suplicando que lo follara, estuvo a punto de lograr que se replanteara todo lo anterior para tratar de convencerlo de que era suyo a base de múltiples orgasmos.
Por suerte, la sonrisa de Shaoran y la caricia que le dedicó a su rostro con sus tiernos dedos lo detuvo.
—Te ha salido pelaje —comentó.
Narumi se sobresaltó y sacudió la cabeza, tratando de hacerlo retroceder dentro de su piel mientras que al lince se le escapaba una risilla.
—Lo siento —se disculpó, siendo consciente de que Shaoran sabría que había sido a causa de la excitación.
—No importa. Me siento halagado.
Eso lo tranquilizó lo suficiente como para que su pelaje se ocultara y contempló al lince con una sonrisa feliz que este le devolvió con ternura.
Sin pensarlo demasiado, lo abrazó con fuerza, sintiéndose eufórico cuando el doncel enterró su rostro en su pecho con un ronroneo suave y sus brazos lo envolvieron por la cintura.
No, eso no era una simple atracción física, había algo más, y Shaoran también lo sentía. Eso le dio muchas esperanzas de que lo suyo pudiera funcionar.
—Shaoran, ¿te gustaría salir conmigo mañana? —le preguntó con impaciencia, ansioso porque su relación diera comienzo.
Su corazón latió desbocado al sentir cómo este sonreía.
—Me encantaría.
Shaoran trotaba alegremente por el bosque, impaciente por reunirse con Narumi.
Había pasado una semana desde que reveló lo sucedido aquella fatídica noche de hace un año. La manada ya estaba al corriente y un juicio había sido programado para después de la época de celo, ya que todos los cambiantes estaban ocupados preparándose junto a sus parejas para una semana de desenfrenado éxtasis y las emociones estaban a flor de piel, por lo que Sven ordenó que Creed, Preta y Shiki estuvieran bajo arresto domiciliario hasta que el juicio se celebrara.
Tal y como él temía, el padre de Creed puso muchas pegas y objeciones, así como lo hicieron los padres de Shiki, indignados por las acusaciones; sin embargo, y contra todo pronóstico (para Shaoran) Sven se negó en redondo a tolerar esa clase de comportamiento y toda la manada lo apoyó.
Los cambiantes no eran como los humanos, a pesar de que ahora vivían entre ellos; en su historia quedaba patente que habían logrado sobrevivir al paso del tiempo y a la crueldad de los hombres gracias a su unidad, a permanecer juntos, a que sus generaciones futuras desarrollaran unos valores y un carácter noble, no a un dinero al que no tuvieron acceso en la antigüedad y por el cual muchos mercenarios los persiguieron. Ninguno de ellos quería un depredador entre su gente, ¿qué pasaría si algún día iba a por otro de sus hijos? La gente como Creed, adicta a una ilusoria sensación de superioridad, no se detenía en una única víctima, al final acababa buscando a más jóvenes a los que hacer daño para satisfacer su ego. Esa clase de animales tendían a convertirse en seres demasiado peligrosos para su sociedad y, en algún momento, se pasaban de la raya y los Cazadores salían en su busca.
A esto, había que añadir un fuerte componente no humano, el de seguir al líder de la manada. Puede que los linces no tuvieran una mentalidad de manada, tendían a ser más solitarios por naturaleza, pero desde las masacres de los hombres hacía miles de años se mantenían juntos por seguridad y, a causa de eso, se había desarrollado un fuerte respeto por su líder, uno que, a diferencia de los lobos (en su naturaleza sí estaba el seguir a un alfa), era elegido por la manada habitualmente por su fuerza e inteligencia, y Sven, que en sus años más jóvenes fue un valioso espía del Gobierno y que seguía trabajando como investigador para ellos, tenía de sobra ambas cosas.
Así que los linces tenían muy claro a quién iban a apoyar en caso de que se demostrara que Creed y sus dos amigos habían estado amedrentando a Shaoran para violarlo…
Algo que Kurogane ya había conseguido. Ni siquiera tuvo que preguntarle nada a Creed, se abalanzó sobre él en forma de pantera como si fuera a matarlo y él solito pidió perdón por haber intentado tocar a Shaoran para después suplicarle por su vida… Y todo eso antes de mearse encima.
Shaoran sabía que los padres dirían que Kurogane le había obligado a decir eso, pero, a juzgar por las miradas que le lanzaban los linces, sabía que estaban de su parte. La pantera había formado parte de su grupo durante muchos años y por su posición de Cazador era muy respetado; por otro lado, conocían a Creed y le conocían a él… y sabían muy bien que el doncel no era de los que iba por ahí haciendo falsas acusaciones. Los únicos padres que no habían presentado quejas eran los de Preta; hacía tiempo que se habían dado cuenta de su malsana fijación por Creed y hacían lo que podían para tratar de alejarla de él, sin mucho éxito hasta el momento. Solo ahora, con el arresto domiciliario, tenían una excusa para encerrarla e intentar hacerla entrar en razón para que volviera a ser la misma chica alegre y sensible que fue cuando era niña.
Mientras tanto, él disfrutaba por primera vez de una gran libertad que no había tenido en el último año. Ahora podía salir de su casa sin miedo a que Creed y sus amigos fueran a buscarlo, ya no tenía que ir rebuscando en cada esquina con temor, preparado para echar a correr a la más mínima señal de peligro. Además, rara vez estaba solo; Train se estaba esforzando por ser más cercano a él y pasaban la mayor parte del tiempo juntos cuando estaban en la manada, y si él se había marchado con Kurama, Kurogane nunca andaba lejos, incluso cuando no lo veía sentía su presencia cerca. Supuso que era una medida de seguridad que se habían impuesto por si acaso uno de esos tres se escapaba y trataba de vengarse, pero de momento, no había ocurrido.
Aunque lo que le hacía realmente feliz era estar con Narumi. Si a Shaoran ya le gustaba mucho sin haber cruzado demasiadas palabras, conocerlo en profundidad solo hizo que se enamorara locamente de él; era un chico alegre y revoltoso, rara vez estaba quieto y tenía un afán juguetón que le parecía adorable y le hacía pensar que sería un gran padre algún día. Pese a que podía ser impulsivo y decir las cosas sin pensar, se dio cuenta con rapidez de que nunca lo hacía con mala intención y que trataba de ser más reflexivo antes de hacer algo, lo notaba sobre todo cuando estaba con él, cuando trataban algún tema delicado y él abría la boca para después cerrarla, como si pensara de repente si lo que quiera que fuera a decir heriría sus sentimientos. Eso terminó de confirmar lo que él ya sospechaba, era una buena persona que se preocupaba por aquellos que lo rodeaban, amable, gentil y cariñoso.
Cada vez se sentía menos tímido con él y ya no tenía problemas en cogerle de la mano o intercambiar besos apasionados. Sí, se podría decir que estaban saliendo juntos, aunque Narumi no lo hubiera expresado formalmente, pero sabía por su modo de actuar, tanto humano (las citas, el entrelazar sus dedos, los besos) como animal (dejar su olor en su cuerpo para advertir a otros, gruñir a los machos que se le acercaban demasiado, ofrecerle el primer bocado de una presa que habían cazado) que lo que había entre ellos era más serio que un simple ligue.
De hecho, le había pedido que pasara el celo con él otra vez. Y él había aceptado.
Kurogane y Train ya estaban informados y no habían puesto ninguna pega; su hermano se iba con Kurama, era la primera vez que los dos estarían con alguien en esa época del año, mientras que Kurogane se quedaría solo en la cabaña… otra vez. En todo el tiempo que habían estado juntos, no recordaba haberlo visto nunca con un amante, y habría pensado que era de lo más discreto si no fuera porque recordaba que todos los años se quedaba recluido en casa.
Ojalá encontrara a alguien. Train y él estaban creciendo y en algún momento se irían de casa, eso quería decir que la pantera se quedaría sola. Y, aunque ese felino gruñón dijera que le gustaba, Shaoran estaba convencido de que sería más feliz si encontraba a alguien que…
Un olor que no esperaba detectar lo sobresaltó e interrumpió sus pensamientos.
Sangre. Olía sangre.
Inquieto, se agazapó y se deslizó entre la maleza. Sabía que a veces venían humanos al bosque y, aunque Narumi le había dicho que estaba prohibido cazar, siempre había algún idiota que se saltaba las normas y acababa haciendo daño a un cambiante. Por eso quería acercarse, su olfato era mejor que el de un humano, pero no lo bastante como para identificar a tanta distancia si pertenecía a uno de los suyos.
Se acercó despacio y muy atento a los sonidos del bosque, pero no escuchó nada sospechoso, lo cual le hizo preocuparse más. Los humanos eran normalmente ruidosos… ¿Acaso se trataría solo de animales cazando?
Ese pensamiento lo alivió cuando una ráfaga de aire hizo que el aroma de la sangre lo golpeara.
Narumi. Era su sangre.
No lo pensó dos veces, empezó a correr como si el suelo estuviera desapareciendo bajo sus patas y fuera a caer a un vacío infinito. En ese bosque no había ningún depredador que pudiera herirlo, y dudaba que sus hermanos le hubieran herido hasta el punto de hacerle sangrar en un entrenamiento.
¿Y si algún cazador le había disparado? Ahora no escuchaba nada, pero podría haber pasado hace un rato, cuando estaba lo bastante lejos para no escuchar un disparo.
El miedo lo atenazó y movió sus patas tan deprisa que le ardían. Aun así, no aminoró la marcha, necesitaba saber qué le había pasado y si estaba bien.
Se detuvo en seco cuando llegó a un pequeño claro del bosque, sabiendo que había llegado al lugar correcto. No había nadie, pero olfateó profundamente para identificar de dónde venía el olor, encontrándolo rápidamente en la zona central, donde vio unas pocas manchas de sangre que creaban un charco.
Se acercó, con la esperanza de poder encontrar el rastro de su lobo… Y, nada más hacerlo, encontró señales de lucha.
Narumi no había recibido ningún disparo, sino que había estado peleando con cambiantes, lo supo nada más ver los surcos en la tierra e identificar las huellas… No, no podía ser, esas marcas pertenecían a…
—Hola, mestizo.
Shaoran se dio la vuelta con un salto, gruñendo hacia unos arbustos que se removieron segundos antes de dejar a la vista a Creed y Preta, que andaban desnudos en forma humana hacia él, y Shiki, que se mantenía como lince, tal vez porque sus cuerdas vocales aún no se habían recuperado lo suficiente como para cambiar.
Olfateó hacia ellos, descubriendo con horror que era incapaz de olerlos. Lo único que podía oler, aparte de a Narumi y su sangre, era el bosque; probablemente se habrían bañado en el río antes de frotarse bien contra la tierra, era un truco cambiante para enmascarar los aromas. No es que fueran completamente indetectables, la nariz entrenada de un lobo podría haberlos descubierto… pero no él.
Lo habían conducido a una trampa. Otra vez.
Aun así, el único miedo que sentía era por Narumi, de modo que les gruñó con fuerza y erizó el pelaje.
Creed comprendió rápido lo que quería saber y sonrió con arrogancia.
—Oh, ¿buscas al lobo bastardo que intentó violarte?
Shaoran se agazapó más y rugió, preparado para saltar, pero Shiki se interpuso, imitando su postura. Pese a que ya no podía emitir ningún sonido, su hocico arrugado y la forma en la que le mostraba los dientes afilados le hizo saber que se trataba de una amenaza para que no atacara.
Él no era un cobarde, pero no tuvo más remedio que retroceder. Por mucho que quisiera arrancarles la piel a tiras, necesitaba saber dónde tenían a Narumi, qué habían hecho con él y si estaba bien.
Si le habían…
No quería pensar que hubieran sido capaces de llegar a ese extremo. No porque creyera que Creed no deseara matar a su lobo en venganza, sino más bien porque esperaba que no fuera tan estúpido como haber hecho algo así creyendo que se saldría con la suya; una cosa era un intento de violación durante el celo, eso podría ser una falta menor considerando que eran jóvenes y que tenían poco control en esa época, no los matarían por ello… Pero un asesinato no tenía nada que ver. Kurogane, siendo el Cazador más cercano, los mataría al instante. Los cambiantes no tenían cárceles en las que encerrar a los criminales que pertenecían a su raza, era demasiado peligroso y se arriesgaban a que los humanos los descubrieran, por lo que la pena por crímenes graves era la muerte.
Su especie no estaba para andarse con tonterías.
Creed esbozó una sonrisa satisfecha antes de hacerle un gesto a Preta con la cabeza.
—Tráelo.
Ella asintió y se adentró de nuevo entre la maleza a paso rápido. Shaoran mantuvo la esperanza de que Narumi estuviera vivo, no sabía lo que haría como le hubiera pasado algo… Aparte de que mataría a los tres. Era consciente de que estaba en inferioridad numérica, pero no le importaba. Su lobo estaba en esa situación porque le había salvado un año atrás, no soportaría la idea de que hubieran ido a por él porque se negó a abrirse de piernas para ese bastardo enfermo de Creed.
Él sería el último en morir. Si por un milagro lograba sobrevivir al enfrentamiento, le daría la muerte más dolorosa que se le pudiera ocurrir, le demostraría de lo que era capaz de hacer un mestizo, le mostraría el lado más cruel de su parte humana, aquella que tanto odiaba y aborrecía. Sería esa parte de él la que cogería un palo y lo golpearía hasta destrozar cada hueso de su repugnante cuerpo.
—Tendrías que haber cerrado la boca.
Estrechó los ojos al escucharle y gruñó bajo, una advertencia.
Cierra la boca, maldito hijo de la gran puta.
Creed respondió a su amenaza con una mueca de desprecio.
—Ni se te ocurra. Esto no habría pasado si tú no hubieras dicho nada.
Shaoran le lanzó una mezcla de rugido y gruñido y erizó aún más el pelaje, listo para atacar. Sin embargo, unos quejidos hicieron que alzara las orejas y mirara a su espalda, por donde vio aparecer a Preta, que arrastraba algo.
Cuando lo empujó fuera de los arbustos, el alivio lo inundó. ¡Era Narumi! ¡Y estaba vivo!
Aun así, esa sensación fue sustituida rápidamente por la preocupación y el horror. Su pobre lobo tenía las cuatro patas fuertemente atadas en un nudo tan ceñido que le estaba haciendo sangrar, le habían puesto otra cuerda al cuello y, lo peor de todo, un bozal en el morro para evitar que les mordiera. Semejante humillación, junto con los terribles arañazos que tenía por todo el cuerpo, provocaron que su lado animal luchara por hacerse con el control de su mente, dispuesto a todo con tal de proteger a su compañero, de modo que flexionó las patas traseras y saltó hacia delante, decidido a liberarlo.
Por desgracia, Preta lo vio venir y, sin pensárselo dos veces, se inclinó sobre el cuerpo de Narumi y tiró de la cuerda que tenía en el cuello, asfixiándolo.
El miedo poseyó a Shaoran y se quedó muy quieto en cuanto aterrizó en el suelo, gimiendo hacia su pareja. La lince lo soltó al instante y el lobo tosió como pudo, ya que el bozal no le ayudaba demasiado a disminuir la sensación de asfixia.
—Ya ves lo que hay —dijo Creed de repente, haciendo que el doncel lo asesinara con los ojos—. Tenemos a tu perro y sabes lo que ocurrirá como no hagas todo lo que te diga. —Su sonrisa se ensanchó, sus ojos brillando de triunfo—. Adopta forma humana.
Narumi se removió, luchando por soltarse, al mismo tiempo que negaba con la cabeza y soltaba una especie de mezcla entre gruñidos y ladridos que iban dedicados a Shaoran. Este sabía lo que quería, le estaba pidiendo que se fuera, que escapara y se mantuviera a salvo…
Pero no podía.
No abandonaría a Narumi.
Entrecerró los ojos y, poco a poco, cambió de forma. No se perdió la forma en la que Creed recorrió su cuerpo con la mirada, haciéndole sentir sucio… y sospechando lo que ese cabrón quería.
—Buen chico —dijo este al mismo tiempo que se acercaba a él—. Ahora, a cuatro patas.
Shaoran apretó los puños y lo enfrentó, pero el muy hijo de puta miró a Preta, quien volvió a tirar de la cuerda para asfixiar a Narumi, haciendo que gruñera y obedeciera. Se sintió un poco mejor al ver que ella lo soltaba, aunque se le encogió el corazón al escuchar los gemidos de su lobo, que le suplicaba con la mirada que no lo hiciera.
—Eso es, se nota que eres un gatito doméstico —dijo mientras lo rodeaba para colocarse a su espalda. Un escalofrío lo recorrió cuando pasó sus dedos largos por su trasero, en una gélida caricia de lujuria que finalizó cuando lo agarró con fuerza de la cadera con una mano mientras que la otra fue a su cabello, alzándole la cabeza para que mirara a Narumi—. ¿Lo ves bien, lobo? Quiero que veas cómo jode un animal de verdad.
Narumi soltó un gruñido bestial, pese a estar amordazado.
Shaoran lo miró, tratando de decirle que estuviera tranquilo.
Porque no pensaba darle lo que quería. No sin luchar.
Él no era un gato doméstico, era un doncel lince. E iba a demostrarle cuánto de animal tenía.
Cerró los ojos e ignoró cómo Creed seguía regodeándose mientras pasaba sus asquerosas manos por su pecho, deteniéndose en los pezones. Recordó los muchos entrenamientos que había tenido Kurogane y se concentró en su propio cuerpo: levantó ligeramente las rodillas, manteniéndolas flexionadas, y los músculos de las piernas tensos, listos para el movimiento; sus brazos permanecieron fuertes sobre la tierra y curvó los dedos.
Creed tenía su polla en su entrada cuando abrió los ojos, cuyas pupilas ovaladas revelaron al animal que llevaba dentro.
Sin pensárselo dos veces, saltó hacia arriba y el lado, dando una vuelta sobre sí mismo a la vez que se transformaba de nuevo en lince. Creed no se esperaba ese ataque sorpresa y, por ello, recibió un zarpazo en toda la cara que lo obligó a retroceder con las manos en los ojos mientras gritaba de dolor.
Shaoran terminó de girar en el aire y aterrizó de pie. Nada más tocar el suelo con sus patas, saltó con toda su fuerza hacia delante, hacia Preta. Era tan rápido que todo había ocurrido en un instante y ella aún se estaba recuperando de la sorpresa, por lo que no pudo apartarse a tiempo cuando el lince cayó sobre ella, arañándola con sus garras en el proceso y manteniéndola en el suelo. A su lado, vio a Narumi, que ya se había acercado lo suficiente como para alcanzarlo, así que estiró una zarpa y le cortó el bozal sin pérdida de tiempo.
Entonces, unos colmillos se clavaron en su espalda y lo lanzaron hacia atrás. Trató de recuperar el equilibrio, pero Creed lo cogió por el cuello y lo estampó contra el suelo.
—¡Me las pagarás, puto gato! —rugió antes de ponerlo de cara a Narumi—. ¡Preta, acaba con el perro!
Shaoran rugió y se revolvió con violencia, tratando de zafarse de su agarre, pero Shiki, que era quien lo había apartado de su lobo, estaba encima de él, inmovilizándolo con todo el peso de su cuerpo, mientras que Creed le servía de apoyo y lo obligaba a mirar cómo su cómplice se ponía en pie, lo fulminaba con la vista e iba hacia Narumi.
Gimoteó, sin dejar de luchar, con el terror fluyendo por sus patas que ni siquiera eran capaces de realizar un movimiento útil y la desesperación clavada en la boca de su estómago.
¡No! ¡Narumi, no!
Este le gruñó a Preta y le chasqueó los dientes como una clara amenaza, pero con sus extremidades atadas, poco podía hacer para defenderse. La cambiante se movió rápido, poniéndose a la espalda del lobo para evitar un mordisco inesperado, y tiró con fuerza de la cuerda.
Narumi empezó a sacudir la cabeza, tratando de luchar, pero no tardó mucho en gemir lastimero, una llamada instintiva de auxilio, de que se sentía acorralado e incapaz de salvarse por su cuenta.
Shaoran le devolvió los gemidos y peleó, a pesar de que se hizo daño en el lomo y las patas… Pero no servía de nada. Entre Creed y Shiki no había forma de escapar.
No, no podía permitir que sucediera. No podía consentir que le hicieran eso, ¡no era justo! ¡Él solo le salvó! ¡No merecía morir por él! ¡No podía!
¡Narumi! ¡Narumi! ¡No! ¡No! ¡NO!
—¡¡¡GRRROOOAAARRRR!!!
Fue tan rápido que tanto Shaoran como sus captores no pudieron reaccionar.
Antes de poder comprender lo que había pasado, Preta estaba aullando de dolor, intentando defenderse inútilmente con las manos de unas garras que desgarraban su torso, dejando todo su pecho ensangrentado y desfigurado.
—¡¡AAAAH!! ¡CREEED! ¡AYUDA…! —su súplica fue interrumpida por el fuerte y veloz golpe de una zarpa sobre su rostro, que le dejó otro arañazo que no se curaría fácilmente.
El animal se dio la vuelta lentamente, dejando a la vista sus garras llenas de sangre y unos ojos dorados nublados por la rabia más visceral que podía existir.
Train.
Había venido a ayudarles.
Antes de que pudiera sentir alivio, Creed apretó su agarre sobre él.
—¡Ni se te ocurra! ¡Como te muevas un pelo, juro que…!
No tuvo tiempo de terminar, Train no se lo permitió. El hermano de Shaoran no estaba de humor para jugar a los rehenes y no iba a dejar que ese bastardo volviera a hacer daño a su familia o a los Uchiha.
Además, ¿Creed no presumía tanto sobre la pureza de su linaje? Pues ya era hora de que le demostrara lo animal que era.
Sin darle a tiempo a acabar su amenaza, saltó sobre su cabeza con las garras extendidas. Por supuesto, el primer instinto de su presa fue apartarse, dejando libre a Shaoran. Cuando aterrizó sobre el suelo, movió una de sus zarpas como si fuera a arañarlo para que se alejara más y, después, giró velozmente y se lanzó sobre Shiki, a quien le clavó las uñas en los costados mientras tiraba de él a un lado, quitándoselo de encima a su hermano.
Shaoran, al verse libre, se puso en pie de un salto y miró a Creed, que ya se estaba transformando en lince para atacar a Train. Con un gruñido, se lanzó contra él, aprovechando que su ira le había hecho centrarse únicamente en su hermano, y le arañó el rostro con rabia, tan fuerte como pudo.
Este rugió por el dolor y se cubrió la cara con una pata, tambaleándose sobre las otras tres. El doncel tan solo le gruñó una advertencia antes de correr hacia su hermano, quien ya había postrado a Shiki en el suelo, con sus garras sobre su garganta en una clara amenaza de muerte si se atrevía a moverse.
Shaoran gimió hacia él, queriendo saber si estaba herido, pero Train tan solo bufó en dirección a Narumi. Pese a que no quería que peleara solo, sabía que su lobo era vulnerable en ese momento, de modo que fue hacia él al mismo tiempo que vigilaba a Preta, que era la que se encontraba más cerca… aunque no tardó en darse cuenta de que Train la había dejado inconsciente… o eso creía.
La visión de su cuerpo desgarrado le produjo un escalofrío. Puede que la hubiera matado. No es que sintiera lástima por esa zorra, pero aun así le causaba impresión darse cuenta de la sangre fría que había tenido su hermano para acabar con ella.
Nada más llegar hasta su lobo, empezó a usar las zarpas para cortar las cuerdas. Eran un poco gruesas y no podría hacerlo sin más, pero lo conseguiría con un poco de tiempo.
Train se aseguró de dárselo. Liberó a Shiki, que fue corriendo junto a Creed, el cual había regresado a forma humana para cubrirse bien el ojo izquierdo, del cual seguía brotando sangre.
—Me las vas a pagar. Haré que te expulsen de la manada, conseguiré que ningún clan de cambiantes te dé acogida. ¡Serás un paria! ¡Todos te despreciarán! ¡No serás nada! ¡Nada!
El otro joven se convirtió en humano con rapidez y cruzó los brazos a la altura del pecho.
—Hablas mucho y ruges poco, Creed. Para considerarte un cambiante de sangre pura, actúas demasiado como un simple hombre —dicho esto, dejó caer los brazos a los lados y dejó que sus dedos se transformaran en garras—. No seas cobarde y pelea. Piel o pelaje, te dejo escoger. Acabaré destrozándote igualmente.
Creed apretó la mandíbula y bajó la vista hacia Shiki. A Train no se le pasó por alto ese gesto.
—Ooh, el gran hombre lince se ve incapaz de luchar solo —se burló con una sonrisa de desprecio—. Claro que puedes invitar a Shiki, así podré terminar lo que Kurama empezó y arrancarle la yugular.
El felino se encogió y retrocedió, no muy seguro de querer seguir metido en aquel lío ahora que Train estaba de parte de su hermano. Ese hijo de puta era un verdadero animal, aunque Creed se creyera superior a él.
La sonrisa de Train se ensanchó.
—Parece que al final solo seremos tú y yo.
Creed se puso en pie, apartando la mano de su ojo. Este estaba totalmente cubierto de sangre, por lo que era difícil saber su estado… a pesar de que no tenía muy buena pinta.
—¡¿Por qué te tomas tantas molestias por él y esa… familia de perros?! ¡Han sido contaminados por sucia sangre humana!
Train apretó los puños, pero no atacó. En vez de eso, miró fijamente a Creed a los ojos.
—Ellos serán mestizos, pero tú no eres más que una rata con piel de lince. Te alzas sobre tus patas traseras para tratar de mostrar que eres más que los demás, pero, al final, solo eres capaz de hacerte el muerto ante un depredador. —Avanzó un paso, mostrando sus garras—. Si crees que no es así, demuéstramelo.
El cambiante tragó saliva y miró a su alrededor. Shiki estaba encogido tras él, estaba claro que no iba a poder contar con él para ir a por Train, Preta estaba fuera de combate… y tanto el gato como el perro se hallaban tras él, este último ya libre de sus ataduras y con toda la intención de arrancarle la garganta como tratara de hacer algún juego sucio.
Contempló las largas zarpas de su oponente y las piernas le temblaron. Frustrado, agachó la cabeza en una postura sumisa.
Él solo no podría con ese lince.
Train le lanzó una mirada de desprecio y bajó las garras.
—Lo que sospechaba.
Entonces, un gruñido profundo retumbó en el claro, haciendo que Creed pegara un salto.
Su rostro se quedó blanco como la cera cuando vio aparecer de entre la maleza a una enorme pantera. Kurogane avanzaba con la mortífera elegancia de un depredador letal y experimentado, una belleza oscura capaz de matar a todos lo que había allí en menos de un minuto.
Sería tan rápido que no se oiría ni un grito.
No habría resistencia.
No quedaría nada, salvo él.
El majestuoso animal le lanzó una gélida mirada que lo instó a no mover ni un solo músculo. Sabía que si el Cazador decidía matarlo en ese mismo instante, nadie lucharía contra él para detenerlo, del mismo modo que era consciente de que no sufriría represalias por ello.
Los Cazadores eran la ley. Y Kurogane había hecho mucho por la manada de linces.
Ni siquiera su padre podría salvarle.
La pantera gruñó cuando estuvo segura de que ese imbécil no se movería y se giró hacia Train. Lo examinó de arriba abajo, comprobando su estado, para después echar un vistazo rápido a sus contrincantes: Creed probablemente perdería el ojo izquierdo, Shiki estaba acojonado y Preta, que a primera vista podía parecer que estaba muerta por la gran cantidad de sangre que la cubría, en realidad seguía respirando a juzgar por el suave movimiento de su vientre.
Miró a su cachorro y ronroneó con aprobación. Había protegido a su hermano sin dejar que su lado animal tomara el control de su mente; no había matado a nadie consumido por su agresividad.
Estaba orgulloso de él.
Train inclinó la cabeza con respeto y después miró de reojo a Creed.
—¿Qué va a pasar con ellos?
Kurogane señaló a sus espaldas, por donde se acercaba Sven, transformado en lince, junto a una decena de cambiantes adultos que gruñeron al ver la escena y los rastros de lucha. El líder de la manada se plantó frente a Creed y a Shiki y los instó, con un furioso gruñido, a que lo siguieran. Estos obedecieron sin rechistar mientras que otro lince se transformaba en humano y cargaba a Preta en sus brazos para llevársela rápidamente a las cabañas, donde podrían curarla.
En cuanto Kurogane estuvo seguro de que estaban a solas, se dirigió adonde estaban Narumi y Shaoran, el cual estaba lamiendo las heridas las heridas del primero, que se apoyaba en él. La pantera cambió de forma con rapidez y se arrodilló frente a los dos muchachos.
—Deja que vea sus heridas, chico.
Shaoran miró un momento al lobo, que profirió una especie de gruñido suave y le lamió el rostro, haciéndole saber que estaba bien. Además, Narumi era consciente de que quería ver cómo estaba su hermano y hablar con él sobre lo que había ocurrido. El doncel, aliviado porque no parecía tener nada grave y agradecido, frotó su rostro contra el suyo antes de alejarse e ir con Train, transformándose en humano para poder hablar.
Este vio sus intenciones y puso los ojos en blanco.
—Me encuentro bien. Fui muy rápido y no tuvieron tiempo de hacerme ni un rasguño —dijo con cierto aire aburrido para después mirarse la mano ensangrentada con aire pensativo. Sus garras habían desaparecido—. Pasé mucho tiempo con esos tres y sé cómo pelean. Sabía que yo ganaría si jugaba bien mis cartas; Creed es fuerte, pero no es tan dominante como yo y sabía que no se enfrentaría a mí sin apoyo, y Shiki no estaría dispuesto a arriesgarse en una pelea que no puede ganar. Preta era la que me preocupaba. Tiene… unos sentimientos muy fuertes y muy tóxicos por Creed, haría cualquier cosa por él. Si a eso le añades que es una gata feroz, podría haberse convertido en un problema, sobre todo en un tres contra uno. —Hizo una pequeña pausa y le sonrió—. Por suerte, todo ha ido bien.
—¿Cómo es que estabas por aquí? —le preguntó Shaoran—. Pensaba que estarías con Kurama para pasar el celo.
—Y estábamos juntos, pero los dos nos sentíamos un poco inseguros al saber que estaríais solos y fuimos a buscaros. En teoría, Creed y los demás debían estar encerrados en sus casas, pero yo no me fiaba y quería estar seguro de que estaríais a salvo. Cuando escuchamos la pelea, le pedí a Kurama que fuera a avisar primero a Kurogane y mi manada y después a su familia. Así tendríamos testigos linces que estuvieran a nuestro favor durante el juicio.
Él sonrió y se lanzó a los brazos de su hermano para abrazarlo con fuerza. De no ser por él, Narumi habría muerto y después le habrían violado, probablemente.
—Gracias, Train.
El otro joven lo estrechó con fuerza.
—No tienes que dármelas. Te lo debía y estoy en deuda con los Uchiha.
Shaoran se separó un poco y lo miró con tristeza.
—¿Por eso has venido solo?
Train se puso serio.
—Uno de los dos debía avisar a la manada.
—Podría haber venido Kurama.
—Kurama es muy fuerte, pero ellos eran tres y no es tan rápido como yo ni los conoce tan bien como para predecir sus movimientos. —Hizo una pausa en la que agachó la mirada—. Pero tienes razón. Hice mucho daño y quería enmendar mis errores, aunque solo fuera un poco.
El doncel negó con la cabeza y volvió a abrazarlo, aunque no le echó el sermón. Le parecía un poco idiota por haber ido solo a ayudarlo, pero también comprendía sus motivos: el año pasado apalizó a Narumi engañado por Creed, no le creyó cuando dijo que el lobo no lo había violado y un mes atrás podría haber matado a su padre doncel. Podía entender que, cuando había visto que los dos estaban siendo atacados, sintiera la imperiosa necesidad de ocuparse personalmente, de demostrar que se arrepentía de sus actos y que ahora estaba de su lado. De cerrar las heridas que antes había causado.
—Eh, chicos —los llamó Kurogane—, vamos con los Uchiha.
Los dos se dieron la vuelta, pero Shaoran fue el primero en apresurarse a acercarse a Narumi, que había regresado a su forma humana y ahora se apoyaba en Kurogane.
—¿Cómo estás?
—No tiene nada grave —respondió la pantera por él—. Está algo magullado, pero se pondrá bien en pocos días y con algo de reposo. Su cuello necesitará un poco más de atención, pero nada de qué preocuparnos.
El lobo le sonrió y le besó en la mano cuando pasó sus dedos por su rostro.
—Estoy bien, de verdad —le dijo—. Noté un olor muy leve cuando pasé por aquí pero no tuve tiempo de darme cuenta de que era una trampa. —Lo miró con tristeza—. Lamento habértelo hecho pasar tan mal. Ojalá lo hubiera evitado.
—Eran tres, Narumi, no podías hacer nada —murmuró el doncel antes de esbozar una suave sonrisa—. Al final no ha pasado nada grave.
—Cierto —dicho esto, miró a Train con agradecimiento—. Gracias por salvarnos.
Este inclinó la cabeza, esta vez sin decir nada.
Después de eso, Kurogane emprendió la marcha hacia la casa de los Uchiha, sabiendo que Sasuke y Naruto estarían preocupados por su cachorro. Cuando Kurama había ido a buscarlo y le contó lo que estaba sucediendo, le pidió expresamente que le dijera a su padre lobo que no interviniera esta vez, que dejara que los linces se hicieran cargo para que vieran por sus propios ojos lo que estaba ocurriendo.
En esta ocasión, habría un juicio, pero sabía que no duraría mucho. La manada estaba de parte de Shaoran y, aunque no fuera así, todas las pruebas estaban contra esos mocosos: primero, la paliza contra Narumi el año pasado por una falsa acusación de violación que Shaoran desmintió desde el primer momento; después, un ataque contra los Uchiha en el que Naruto podría haber muerto, y, por último, una emboscada durante el celo en el que volvían a estar involucrados Narumi y Shaoran, y que tenía toda la pinta de ser una venganza por la acusación formal de intento de violación que el joven doncel había hecho pública una semana atrás.
Nadie creería que esos tres no eran culpables, serían castigados. Puede que, al ser menores de edad y todavía cachorros, los Cazadores no los matarían, pero Sven exigiría su expulsión de la manada sin ninguna duda y se anunciaría a todos los cambiantes a del país de que había jóvenes problemáticos buscando un hogar. Puede que alguna los aceptara con la condición de que esos tres pasarían por un período de prueba durante un año, con la esperanza de que pudieran rehabilitarlos y educarlos de nuevo, pero aun así no lo tendrían fácil con sus antecedentes.
Solo lo lamentaba por los padres de Preta. Eran buenas personas que habían tenido la mala suerte de que su hija se había juntado con malas compañías.
Interrumpió sus pensamientos cuando llegaron al territorio de su antiguo compañero. Sasuke estaba fuera de la cabaña junto a sus hijos Menma, Kurama, Saki y Miko; lo más seguro era que Naruto estuviera dentro con el más pequeño de los cachorros y ese doncel humano que vivía con ellos.
El lobo pelirrojo fue el primero en acercarse corriendo a ellos, yendo directo hacia Train para inspeccionar su estado. Lo recorrió con una mirada rápida antes de sonreír con orgullo, gesto que el lince le devolvió antes de que ambos juntaran sus frentes como muestra de cariño. No muy lejos de él, lo siguió Sasuke, que se apresuró en coger a su hijo.
—¿Estás bien, cachorro?
Narumi le sonrió.
—Nada que no vaya a curarse —dicho esto, buscó a Train con los ojos—. Train nos salvó, a Shaoran y a mí.
Sasuke clavó su mirada negra en él, el cual agachó la cabeza como muestra de sumisión, en reconocimiento a su liderazgo y a su posición sobre él. El joven lince todavía no se sentía digno de estar ante él o cualquiera de los Uchiha como un igual tras los errores que había cometido; lamentaba mucho la paliza que le dio a Narumi cuando había sido él quien había salvado a su hermano, pero, sobre todo, se odiaba a sí mismo por haber estado a punto de matar a su padre doncel.
Era incapaz de perdonarse por aquello. De hecho, pasaba muy poco por casa de Kurama porque sentía que no debía estar allí después de lo que hizo.
El alfa de los Uchiha dejó a su hijo con Shaoran y avanzó hacia este, que se negaba a alzar la mirada. Se sobresaltó cuando sintió sus grandes manos sobre los hombros y lo miró en un acto reflejo, encontrándose con unos ojos cálidos.
—Gracias por salvar a mi hijo. Kurama me ha dicho que eran tres linces los que le habían tendido una trampa a él y Shaoran; has sido muy valiente al enfrentarlos… —dicho esto, esbozó una media sonrisa—. Pero procura no hacerlo muy a menudo. Eres importante para mi cachorro y sufriría mucho si te pasara algo. No cometas el error de sacrificarte para demostrar algo que ya sabemos. Eres bienvenido a mi familia, Train, así que ten más cuidado la próxima vez.
Train tragó saliva, emocionado, antes de decir:
—Sí, señor.
Sasuke le sonrió e intercambió una mirada rápida con Kurama, que se veía bastante aliviado. Él mejor que nadie sabía que su pareja seguía sintiéndose mal por todo lo que había ocurrido y que, sobre todo, necesitaba escuchar de parte de sus padres que no le odiaban y que comprendían por qué había actuado de esa manera.
—Marchaos —dijo el lobo—. Puedo oler vuestras hormonas, el celo se acerca. No os preocupéis por Narumi, vuestro padre y yo nos ocuparemos de él.
Al escuchar eso, el joven rubio se sobresaltó.
—Pero yo me voy con Shaoran, vamos a pasar el celo juntos.
Su padre negó con la cabeza.
—Veo que no tienes heridas graves, pero aun así no estás en condiciones de moverte mucho por ahora. Tienes las muñecas y los tobillos bastante magullados, y a juzgar por la marca de tu cuello, no podrás comer mucho sólido sin que te duela. Necesitas descansar unos días, Narumi.
Antes de que Narumi pudiera replicar, Shaoran, que todavía lo ayudaba a sostenerse, puso una mano en su pecho para acariciarlo y llamar su atención a la vez que trataba de tranquilizarlo.
—Tiene razón. Estás herido y necesitas cuidados, no tenerme cerca para ponerte las cosas más difíciles; ya será bastante incómodo descansar durante el celo sin tener que contenerte para tocarme. Además, yo también debería descansar. No estoy tan mal como tú, pero Shiki me mordió bastante fuerte en la espalda y me duele la cabeza desde que Creed me la aplastó contra el suelo.
Él se sintió fatal por no haberle preguntado por su estado y lo estrechó un poco contra sí.
—Lo siento, parecías estar bien y pensé que tus heridas eran más leves de lo que creía.
Shaoran le sonrió con dulzura.
—No te preocupes, estoy bien, pero sé que los dos necesitamos descansar. Además, nos veremos después del celo.
Narumi dejó caer los hombros, abatido.
—¿Pero cuánto tiempo? Cuando pase, te marcharás con tu manada. Puedo ir a verte, pero tendría que esperar a las vacaciones y aún faltan meses hasta el verano. Por eso quería pasar el celo contigo, quería que estuviéramos juntos tanto como pudiéramos.
Shaoran parpadeó y miró a Kurogane, que asintió, confirmándole lo que habían estado hablando hacía un par de días. Sonrió y, feliz, le dijo a su lobo:
—Narumi, no me marcho con la manada.
Este lo miró con los ojos muy abiertos.
—¿Qué?
—Kurogane, Train y yo nos quedaremos aquí. He pasado un año bastante duro en la manada y Kurogane cree que me vendrá bien estar en otro lugar. A él le gusta más ir por su cuenta, Train no querrá estar lejos de Kurama… y mi compañero está aquí.
Los irises azules del lobo resplandecieron de esperanza.
—¿Soy tu compañero?
Shaoran asintió y lo abrazó.
—Te quiero, Narumi.
El rubio le dedicó la sonrisa más grande que le había visto hasta el momento y le devolvió el gesto, enterrando la nariz en el hueco de su cuello.
—Y yo a ti, gatito. Eres todo lo que quería en un compañero.
El lince soltó una risilla.
—Más vale que sea verdad, porque pienso quedarme mucho tiempo.
—Y yo no te dejaré ir. Nunca —prometió, sonriendo, antes de besarlo con cariño.
Y esas fueron dos promesas que nunca se rompieron.
Tras la época de celo, hubo un juicio en la manada de Sven que, tal y como vaticinó Kurogane, acabó con un resultado a favor de Shaoran y los agresores fueron expulsados junto a sus padres. La familia de Shiki fue acogida por otra manada y el muchacho, lejos ya de la influencia de Creed, pudo ser reeducado y se convirtió en un cambiante normal y corriente.
La historia de Preta fue, por otro lado, más complicada.
Sus padres también encontraron otro grupo que se ofreció a ayudarles, pero Preta se mantuvo muy distante y rebelde, haciendo lo más insoportable posible sus vidas hasta que, al fin, con dieciocho años, huyó de la manada para ir en busca de Creed. Hasta años más tarde no se sabría nada de ella, y Shaoran solo se enteró de cuál fue su destino por una carta que, sorprendentemente, ella le envió. Al parecer, encontró al tóxico fruto de su obsesión y se estableció con él durante unos cuantos años, hasta que la naturaleza siguió su curso y ella se quedó embarazada.
Creed le ordenó abortar, para él ella solo era una compañera sexual y con quien podía contar tanto para llevar a cabo sus crueldades como para cubrirle las espaldas cuando fuera necesario. No quería tomarla como compañera, y mucho menos hacerse cargo de unos cachorros que no serían más que un incordio.
Pero, contra todo pronóstico, ella se negó. Su instinto maternal, muy fuerte en los cambiantes, le impidió hacerlo.
Y así, abandonó a Creed y buscó de nuevo a sus padres, a quienes pidió disculpas por todo el daño que había hecho y les pidió ayuda para cuidar a sus cachorros. Ellos la perdonaron y se reconciliaron y, años más tarde, escribió a Shaoran y Narumi para decirles que lamentaba todo lo que les había hecho por alguien como Creed y que esperaba que fueran tan felices como merecían. Ellos, que no eran demasiado rencorosos, le respondieron diciéndole que no le deseaban ningún mal y que deseaban que ella y sus cachorros estuvieran bien, creyendo que había cambiado para bien. Y, de hecho, pudieron comprobarlo mucho después, en una reunión de cambiantes donde la vieron junto a sus hijos adolescentes y un cambiante león que supusieron era el padre de su futura camada de cachorros, ya que su vientre estaba hinchado.
En lo que se refiere a Creed… se desvaneció.
No se supo nada de él o su padre, ni a dónde fueron a buscar una manada ni tampoco si los aceptaron en alguna parte.
Nadie oyó hablar sobre su destino… hasta cinco años después.
Pero esa es otra historia.
Después del juicio, la manada de linces se despidió de Kurogane y los jóvenes Li que, a partir de entonces, vivieron en una cabaña no muy lejos de los Uchiha y pasaron a formar parte de su manada. Kurogane siguió ejerciendo de Cazador unos pocos años más, hasta encontrar a la persona que se convertiría en su compañero, mientras que Train y Shaoran terminaron sus estudios junto a sus parejas en el mismo instituto.
Train, contrario a su naturaleza aparentemente agresiva, hizo un curso de formación profesional para ocuparse de niños pequeños, de forma que acabó dirigiendo la pequeña guardería que tenían los Uchiha en el camping, en la cual trabajó todos los veranos desde que conoció a Kurama. Con los pequeños podía mostrar su lado más tierno, amable y tranquilo, y se mostraba especialmente protector con ellos las pocas veces que hubo incidentes graves, como extraños tratando de llevarse a los niños fingiendo ser sus padres o familiares.
Por otra parte, Kurama hizo otro curso encarado a ocuparse del camping de su padre. Su carácter decidido mantuvo a raya a todas las grandes empresas que trataron de comprar sus terrenos en el bosque para edificar hoteles encarados a unas vacaciones rurales o para convertirlos en cotos de caza, así como logró mejorarlo con el tiempo las cabañas y la seguridad en las distintas actividades que podían realizar tanto niños como adultos, procurando siempre, por supuesto, que los humanos se mantuvieran alejados de las manadas de cambiantes que vivían allí.
Él y Train decidieron no tener hijos, no por ser machos y no poder concebir hijos propios, sino porque ambos disfrutaban de su estilo de vida y no sintieron necesidad de tenerlos; puede que fuera porque ambos ya tenían mucho contacto con niños pequeños en su trabajo, especialmente Train, o que tuvieron un montón de sobrinos a los que perseguir y con quienes jugar. Fuera como fuera, ninguno de los dos se arrepintió de esa decisión y siempre fueron felices siendo ellos dos… Bueno, ellos dos y toda la manada Uchiha, ya que la familia se mantuvo muy unida, como cabía esperar de los cambiantes.
Narumi también acabó trabajando en el camping, pero como monitor de actividades para niños y adolescentes, lo cual no era de extrañar teniendo en cuenta su personalidad alegre e hiperactiva; los niños estaban encantados con él y lo adoraban, mientras que los adolescentes acababan tan cansados con sus ejercicios que después no tenían fuerzas ni para ser desobedientes o faltar al respeto a nadie.
Por último, Shaoran optó por la carrera de arqueología, como su padre. Durante su época de estudiante, iba y venía todos los días de la ciudad para pasar las tardes con su pareja y se dedicó a la investigación del paso de los cambiantes por la antigüedad, en un intento por ayudar a su comunidad a descubrir sus orígenes, de dónde venían y, tal vez con suerte, averiguar qué les hacía diferentes de los humanos para haber conservado la capacidad de cambiar de forma.
Ambos también pasarían toda su vida en los bosques de los Uchiha, cerca del camping y al lado del hogar de Kurama y Train. Serían los primeros en darles a Naruto y a Sasuke sus primeros nietos con una camada de trillizos, que más tarde crecería cuando el doncel quedara embarazado por segunda vez.
Puede que ninguna de estas parejas hubiera tenido un encuentro romántico, pero las duras experiencias que pasaron juntos crearon unos vínculos muy firmes que perduraron muchos, muchos años, y que les dieron a Train y a Shaoran la familia que habían perdido y que, hasta el momento, había estado incompleta, y a Kurama y Narumi, la otra mitad de sí mismos.

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