Chapter 1: La invitación
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La sala de conferencias de LordTech Industries olía a café recalentado y a la tensión particular que solo aparece cuando un grupo de superhéroes está tratando de evitar una conversación incómoda. Michael Holt tamborileaba los dedos sobre la mesa de vidrio, observando cómo sus T-Spheres flotaban perezosamente alrededor de su cabeza como moscas aburridas. Guy Gardner tenía los pies sobre la mesa, porque por supuesto que sí, y Kendra limpiaba metódicamente su maza, pasando el trapo sobre cada pico con la dedicación de alguien que preferiría estar literalmente en cualquier otro lugar.
Clark Kent estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia Gotham en la distancia. Se veía como si estuviera posando para la portada de "Superhéroes Pensativos Monthly", pero Michael lo conocía lo suficientemente bien como para notar el ligero temblor en sus manos.
— Entonces — dijo Michael, rompiendo el silencio—. Vamos a hablar del elefante en la habitación.
— ¿Qué Max está tratando de compensar algo con este edificio ridículamente alto? —murmuró Kendra sin levantar la vista de su arma—. Ya lo sabemos.
— Me refiero a Batman.
La palabra cayó sobre la mesa como una granada sin seguro. Clark se giró tan rápido que casi pareció humano. Guy bajó los pies al suelo. Incluso Kendra dejó de pulir su maza por un segundo.
— Ah — dijo Guy, cruzándose de brazos con esa sonrisa de mierda que siempre usaba cuando creía tener razón—. El murciélago.
— Max quiere que lo invitemos al equipo — continuó Michael, entrelazando los dedos—. Dice que necesitamos "diversificar nuestro portafolio de habilidades" o como sea que lo haya dicho. Básicamente, quiere al detective más aterrador del planeta en nuestro grupo de chat.
— ¿Y qué tiene de malo eso? — preguntó Guy, encogiéndose de hombros—. Es solo un tipo furro con juguetes caros y probablemente mommy issues. Yo también tengo problemas de papis y no ando vistiendo de roedor.
— Tú vistes de verde neón — señaló Kendra—. No estás en posición de juzgar las elecciones de vestuario de nadie.
— El verde es el color de la fuerza de voluntad, pájara.
— El verde es el color de la bilis.
Michael suspiró, presionando el puente de su nariz. Estas reuniones siempre degeneraban en esto. Era como ser director de una escuela secundaria extraordinariamente peligrosa.
— El punto —interrumpió, elevando la voz lo suficiente para cortar la discusión—, es que alguien tiene que ir a Gotham y hablar con él. Hacerle la oferta. Ser... diplomáticos.
Silencio.
Un silencio largo, incómodo, del tipo que usualmente precede a alguien siendo voluntariado para algo horrible.
— No — dijo Kendra inmediatamente.
— Yo podría.- — empezó Guy.
— NO — dijeron Michael, Kendra y Clark al unísono.
Guy los miró con indignación. — ¿Qué? Soy extremadamente carismático.
— Eres extremadamente insufrible — corrigió Michael—. Le dirías algo sobre cómo los anillos de poder son superiores a los gadgets, él te rompería la nariz, y terminaríamos con una demanda y un nuevo enemigo. En ese orden.
— Batman no demanda — murmuró Clark desde la ventana, tan bajo que Michael casi no lo escuchó—. Tiene... otros métodos.
Todos lo miraron.
— ¿Qué? — Clark se sonrojó, ese rojo particular que subía por su cuello cuando sabía que había dicho algo revelador—. Solo digo. Es un hecho conocido.
— Un hecho que mencionas aproximadamente cinco veces por semana —dijo Kendra, volviendo a su maza con una sonrisa apenas perceptible.
— No fueron cinco veces.
— La semana pasada fue seis — aportó Michael—. Mis T-Spheres llevan registro.
— Eso es espeluznante, Holt.
— Es eficiente. Hay una diferencia.
Guy se inclinó hacia adelante, con esa mirada de depredador que adoptaba cuando olía sangre en el agua.
— Espera, espera. ¿Eres fan de Batman, azulito? ¿El Superman, el tipo que puede volar a través del sol, es fanboy del emo therian?
— Yo no-. No es así — tartamudeó Clark, y Dios, el tercer hombre más inteligente del mundo podía calcular la trayectoria orbital de un asteroide en su cabeza, pero incluso él se sentía mal viendo a alguien tan genuinamente incómodo—. Solo respeto su trabajo. Es un detective brillante. Y probablemente no sea metahumano, pero aun así se enfrenta a amenazas que-. Mira, el punto es que es admirable. Objetivamente.
— Lo tienes en un altar — dijo Guy, deleitándose.
— Probablemente tiene un scrapbook — añadió Kendra.
— No tengo un scrapbook.
— ¿Tienes recortes de periódico?
— ...son para investigación.
— Oh, Dios — Guy se echó hacia atrás en su silla, riendo—. Esto es oro. Esto es jodido oro. El tipo que salvó el mundo como tres veces se pone nervioso pensando en el murciegalo.
— Murciélago, Guy. Mur, ci, e, la, go.
Michael levantó una mano antes de que Clark pudiera responder, o peor, empezar a explicar exactamente por qué Batman era tan impresionante (con citas y referencias, porque Clark era ese tipo de fan).
— Enfoquémonos. Alguien tiene que ir. Guy está descartado por razones obvias-
— Oye.
— Kendra, ¿tú quieres ir?
Ella lo miró como si le hubiera preguntado si quería sumergirse en un tanque de sepsis.
— Preferiría pelear contra Mongul desnuda y cubierta de miel.
— Imagen mental que no necesitaba, gracias — murmuró Michael—. Eso nos deja a Clark y a mí.
— Yo voto por Terrific — dijo Guy inmediatamente, señalando a Michael con el pulgar—. Cerebros reconocen cerebros, ¿no? Van a hablar de... ecuaciones y mierdas deprimentes. Será como ver a dos computadoras saliendo en una cita. Chat GPT y Grok.
— Yo voto por Superman — dijo Kendra, sin levantar la vista—. Porque me divierte.
— Eso no es una razón válida para votar —protestó Michael.
— Es perfectamente válida. Democracia en acción.
— Esto no es una democracia, es un-.
— Estamos empatados — interrumpió Guy—. Dos a dos. ¿Qué hacemos, peleamos? Porque estoy dentro si peleamos.
Michael masajeó sus sienes. Había pasado seis años en la universidad. Tenía catorce doctorados. Había construido tecnología que desafiaba las leyes de la física. Y aquí estaba, en una sala de conferencias con tres personas que podían, literal y colectivamente, destruir una ciudad pequeña, tratando de decidir quién iba a tocar el timbre de Batman.
Su vida había tomado giros extraños.
— Tateti —dijo Clark de repente.
Todos lo miraron.
— Perdón, ¿qué? — preguntó Michael.
— Ta-te-ti. Piedra, papel o tijera. Algo aleatorio. Simple. —Clark se encogió de hombros, pero había un brillo nervioso en sus ojos, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo tanto como a los demás—. Justo. Sin sesgos.
Guy soltó una carcajada.
— ¿El destino del reclutamiento de Batman va a decidirse con un juego de niños?
— Tenemos literalmente un empate y ningún otro método de decisión —señaló Michael—. Estadísticamente, es tan válido como cualquier otra cosa.
— Además — añadió Kendra—, quiero ver esto.
Michael miró a Clark, quien asintió, aunque se veía como si estuviera a punto de vomitar. Lo cual era imposible, porque Superman no vomitaba, probablemente. Michael había leído los archivos médicos (con permiso, porque no era un monstruo), pero no había una sección sobre reflejo nauseoso en los kryptonianos.
— Bien — dijo Michael, poniéndose de pie—. Hagámoslo.
Se pararon frente a frente en el centro de la habitación. Guy y Kendra se movieron para tener una mejor vista, porque aparentemente esto era entretenimiento ahora. La vida de un superhéroe, señoras y señores: salvar el mundo entre semana, jugar tateti los viernes.
— Mejor de tres —dijo Clark.
— Acordado.
Levantaron sus puños.
— Piedra, papel, tijera, YA.
Michael: Papel. Clark: Piedra.
— Mierda —murmuró Clark.
— Uno a cero — dijo Guy, como si estuviera narrando deportes—. Terrific toma la delantera.
—Piedra, papel, tijera, YA.
Michael: Piedra. Clark: Papel.
—Y Superman empata. Esto es intenso, gente.
— Gardner, cállate — dijo Michael, pero había sudor en su frente que no tenía nada que ver con la temperatura de la habitación. Porque si ganaba, tendría que ir a Gotham. Tendría que esperar en algun rincón de esa ciudad tan peligrosa y esperar al hombre que una vez hackeó la computadora de la Watchtower por diversión que se uniera a su pequeño equipo corporativo.
Sus T-Spheres zumbaron nerviosamente alrededor de su cabeza, recogiendo su ansiedad.
— Última ronda — dijo Clark, y había algo de alivio en su voz, como si parte de él quisiera perder, quisiera no tener que hacer esto.
Pero otra parte, Michael podía verlo, la parte que había estado hablando de "la forma en que Batman desarmó a esos seis tipos en el muelle" o "la brillantez de su último caso", esa parte quería ganar. Quería conocer a su héroe.
Era casi tierno. También era potencialmente desastroso.
— Piedra, papel, tijera, YA.
Michael: Tijera. Clark: Piedra.
Silencio.
Clark miró su mano como si lo hubiera traicionado. Michael soltó un suspiro de alivio tan profundo que sintió que sus pulmones tocaban su columna vertebral.
— SUPERMAN GANA — gritó Guy, levantándose de un salto—. El Boy Scout va a Gotham. Esto va a ser un desastre hermoso.
— Oh no — murmuró Clark.
— Oh sí — dijo Kendra, y estaba sonriendo abiertamente ahora, lo cual era raro porque Kendra no sonreía a menos que estuviera rompiendo algo—. Esto es lo mejor que ha pasado en semanas.
Michael casi, casi, se sintió mal por Clark. Pero luego recordó que la alternativa era él yendo a Gotham, probablemente diciendo algo condescendiente sin querer, y terminando con una Batarang en algún lugar incómodo.
— Felicidades, Superman — dijo Michael, palmeando el hombro de Clark—. Vas a conocer a tu ídolo.
— No es mi ídolo.
— Vas a conocer al hombre cuyas hazañas narras con frecuencia semanal.
— Eso suena peor.
— Porque lo es —confirmó Kendra.
Clark se dejó caer en una silla, hundiendo la cabeza entre las manos. Por un momento, no se veía como Superman, el hombre que podía levantar edificios y desviar meteoros. Se veía como Clark Kent, un granjero de Kansas que estaba muy, muy por encima de su zona de confort.
— ¿Qué se supone que le diga? — preguntó, y había genuina angustia en su voz—. No puedo simplemente aparecer y decir "Hola, soy Superman, ¿quieres unirte a nuestra banda?" Eso es ridículo.
— Es exactamente lo que vas a decir — dijo Guy.
— Guy tiene razón por una vez — añadió Michael—. Mantén las cosas simples. Directas. Batman respeta la honestidad. Probablemente.
— ¿Probablemente?
— Nadie realmente lo conoce —admitió Michael—. Es como un criptozoológico con cabo. Hay avistamientos. Leyendas urbanas. Algunas fotografías borrosas.
— Una vez vi un video de él en YouTube —ofreció Kendra—. Tenía cuarenta píxeles en total y música de terror de fondo. Fue atmosférico.
Clark gimió. — Voy a morir.
— No puedes morir — señaló Guy—. Eres kryptoniano.
— Puedo morir de vergüenza. Eso es una cosa que puede pasar.
— Técnicamente, no-. —empezó Michael.
— Holt, si terminas esa oración, juro por Rao que volaré esta T-Sphere a través de tu ventana.
Michael cerró la boca. Sabía cuándo elegir sus batallas.
La habitación se sumió en un silencio contemplativo, el tipo de silencio donde todos están pensando lo mismo pero nadie quiere decirlo primero. Finalmente, Kendra habló, su voz inusualmente suave.
— Mira, Kent. Sé que estás nervioso. Pero eres Superman. Literalmente salvaste Metrópolis como... ¿cuántas veces en lo que va del mes?
— Cuatro — murmuró Clark—. Cinco si cuentas el incidente del alcantarillado, pero técnicamente fue en los suburbios.
— Cinco veces. Has peleado contra dioses. Contra tiranos alienígenas. Contra ese tipo con los lásers ridículos la semana pasada-.
— Laser Lord.
— Su nombre es estúpido y él es estúpido, ese es mi punto. Has hecho todo eso. Batman es solo un hombre... raro. ¿Cómo era tu perfil de Bats, Mich?
— Problemas y planes — corrigió Michael—. Muchos planes. Planes de respaldo para sus planes de respaldo. Probablemente tiene un plan para si alguien viene a reclutarlo para un equipo.
— Estás ayudando mucho, Terrific —dijo Guy con sarcasmo.
— Solo siendo realista.
Clark se levantó, enderezando los hombros en ese gesto particular que todos habían aprendido a reconocer. Era su transición de "Clark nervioso" a "Superman confiado". Era como ver a alguien ponerse una máscara, excepto que la máscara era metafórica y hecha de determinación pura.
— Bien — dijo, y su voz era más firme ahora—. Lo haré. Iré esta noche.
— ¿Esta noche? — preguntó Michael—. ¿No quieres, no sé, prepararte? ¿Practicar tu discurso?
— Si lo pienso demasiado, no lo haré. Mejor acabar con esto rápido. Como arrancar una curita.
— Una curita que viste de negro y probablemente tiene kryptonita — murmuró Guy.
— ¿QUÉ?
— Nada, nada. Ve con Dios, Superman. Trataremos de llorar lindas palabras en tu funeral.
Clark los miró a todos, uno por uno. Michael le dio un pulgar arriba de apoyo. Kendra asintió. Guy hizo un gesto de "te lo dije" antes de que incluso hubiera pasado algo.
— Ustedes son el peor equipo de apoyo del mundo — dijo Clark.
— Pero somos tu equipo de apoyo — respondió Michael—. Eso cuenta para algo.
— ¿Cuenta para algo?
— Cuenta para algo pequeño. Marginal. Estadísticamente insignificante.
— Gracias, Holt. Realmente me levantaste el ánimo.
— Es lo que hago.
Clark caminó hacia la ventana, mirando nuevamente hacia Gotham. El sol estaba empezando a ponerse, pintando el cielo en tonos de naranja y púrpura que pronto se convertirían en la oscuridad en la que Batman prosperaba. En algún lugar de esa ciudad, en una mansión o en una cueva o en algún techo sombrío, estaba el hombre que Clark había estado admirando desde que apareció en Metrópolis.
Y en unas pocas horas, Clark iba a conocerlo.
Iba a hablar con él.
Iba a, potencialmente, hacer el ridículo frente a su héroe.
— Puedo hacer esto —dijo Clark, más para sí mismo que para los demás.
— Claro que puedes —dijo Kendra.
— Absolutamente —añadió Michael.
— Probablemente —terminó Guy.
— Gardner.
— ¿Qué? Soy honesto. Es una de mis mejores cualidades.
Clark respiró profundo (innecesario, pero ayudaba con los nervios) y asintió. — Bien. Gotham. Esta noche. Solo voy a... ir allí. Hacer la oferta. Probablemente ser rechazado. Posiblemente humillado. Con suerte no atacado.
— Ese es el espíritu — dijo Guy con entusiasmo excesivo—. Expectativas bajas. Me gusta.
— Los veo mañana — dijo Clark—. Asumiendo que sobreviva.
— Sobrevivirás — le aseguró Michael—. Eres Superman.
Pero mientras Clark salía de la sala de conferencias, Michael no pudo evitar pensar que Superman enfrentando a Doomsday probablemente había tenido más confianza que Superman yendo a hablar con Batman.
Después de que la puerta se cerrara, los tres superhéroes restantes se quedaron en silencio por un momento largo.
— Le va a ir terrible — dijo Guy finalmente.
— Horriblemente — acordó Kendra.
— Deberíamos haber enviado a alguien más — añadió Michael.
— ¿Cómo quién?
— Literalmente cualquiera.
— Demasiado tarde ahora.
Luego, dos minutos después de que Clark se haya ido, volvió con cara derrotada, como un cachorro perdido.
— Chicos... ¿Me pueden acompañar?
Chapter 2: Monosílabo.
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—¿Podrían... —empezó, mordiéndose el labio—. ¿Podrían venir conmigo?
El silencio que siguió fue absoluto.
—¿Disculpa? —dijo Michael.
—Como apoyo moral. No para hablar con él, obviamente. Solo... quedarse cerca. A una distancia segura. Muy lejos. Donde no puedan oír. Ni ver mucho. Pero... ahí.
Guy comenzó a reírse. No una risita, sino una carcajada completa que hizo eco en la sala de conferencias.
—Oh, esto es mejor de lo que pensé —dijo entre risas—. Superman necesita que lo acompañemos a hablar con su ídolo como si fuera el primer día de escuela.
—No es— No lo digas así —protestó Clark, y el rojo en su cuello había subido hasta sus orejas—. Solo pensé que sería más... profesional. Como equipo. Presentarnos como unidad.
—Una unidad donde solo tú hablas y nosotros miramos desde lejos como acosadores raros —dijo Kendra, pero estaba sonriendo—. Sí, muy profesional.
—¿Saben qué? Olvídenlo. No necesito-
—Iremos —dijo Michael, interrumpiendo lo que claramente iba a ser un intento de Clark de salvar su dignidad—. Es ridículo, patético, y completamente innecesario. Obviamente iremos.
—Espera, ¿en serio? —preguntó Kendra.
—Por supuesto. Este nivel de incomodidad potencial no puede ser desperdiciado. Necesito verlo en vivo.
—No me están ayudando a sentirme mejor sobre esto —murmuró Clark.
—No estamos tratando de hacerte sentir mejor —dijo Guy, levantándose y estirando—. Estamos tratando de asegurarnos de tener asientos en primera fila para el desastre. Es completamente diferente.
Clark los miró a todos con lo que solo podía describirse como traición en sus ojos. Pero también había alivio ahí, pequeño y casi escondido, pero presente. Porque por más que lo molestaran, por más que se burlaran de él, irían. Lo apoyarían. Desde lejos. Muy lejos. Pero lo harían.
—Los veo mañana —dijo Clark—. Asumiendo que sobreviva.
—Sobrevivirás —le aseguró Michael—. Eres Superman.
—Nos vemos esta noche, querrás decir —corrigió Guy—. Porque vamos contigo, ¿recuerdas? Apoyo moral y todo eso.
—A tres cuadras de distancia mínimo —especificó Clark.
—Cuatro cuadras —negació Kendra—. No quiero que Batman piense que somos un grupo de raros todos juntos.
—Demasiado tarde para eso —murmuró Michael.
Pero mientras Clark salía de la sala de conferencias, seguido por el resto del equipo planeando los detalles logísticos de su misión de acecho, Michael no pudo evitar pensar que Superman enfrentando a Doomsday probablemente había tenido más confianza que Superman yendo a hablar con Batman.
Y ahora todos ellos iban a estar ahí para presenciarlo.
Esto iba a ser legendario.
O un desastre completo.
Probablemente ambas cosas.
(...)
Gotham olía a lluvia, cemento mojado y malas decisiones. Clark flotaba sobre la ciudad, lo suficientemente alto como para no ser visto pero lo suficientemente bajo como para usar su visión de rayos X escaneando las calles. Atrás y a su izquierda; exactamente cuatro cuadras y media atrás, porque habían medido, estaban los otros tres, probablemente riéndose de él.
Su comunicador crepitó.
—¿Ya lo encontraste, Romeo? —la voz de Guy sonaba demasiado alegre para las once de la noche.
—Estoy buscando —murmuró Clark, ajustando su audífono—. Gotham es grande, Gardner.
—Es sábado por la noche —intervino la voz de Michael—. Estadísticamente, hay un ochenta y siete por ciento de probabilidad de que haya actividad criminal significativa en los muelles o en el Distrito Este.
—¿De dónde sacas esas estadísticas? —preguntó Kendra.
—Las invento. Pero suenan creíbles.
Clark estaba a punto de responder cuando lo vio. Bueno, no lo vio exactamente. Lo que vio fue el resultado: tres hombres suspendidos boca abajo de una escalera de incendios, atados con cable de acero, inconscientes. Y abajo, en el callejón, más cuerpos. Muchos más.
—Lo encontré —dijo Clark, y odiaba cómo su voz sonó, como un adolescente que acababa de ver a su celebridad favorita.
—¿Dónde? —Guy sonaba demasiado emocionado.
—Muelles. Este. Hay... —Clark usó su visión de rayos X, penetrando las paredes del almacén frente a él— Oh.
—¿"Oh" bueno u "oh" malo? —preguntó Michael.
—Oh... complicado.
Dentro del almacén había caos. No el tipo de caos aleatorio, sino el tipo organizado, el tipo que ocurre cuando alguien extraordinariamente bueno en violencia entra en un lugar lleno de personas extraordinariamente malas en violencia. Clark contó veinte, no, veinticinco hombres. Armas. Drogas apiladas en cajas. Y en el centro de todo, moviéndose como una sombra con propósito, estaba él.
Batman.
Clark lo había visto en videos, en fotos borrosas, en reportes de noticias que nunca capturaban completamente la... presencia. Pero en persona, incluso a través de paredes, era diferente. Se movía como si la física fuera más una sugerencia que una regla. Un tipo grande con un rifle automático giró hacia donde Batman había estado medio segundo antes, disparando hacia la nada mientras Batman ya estaba detrás de él, golpeándolo en la base del cráneo con algo que brilló en la oscuridad.
Dos hombres más cayeron antes de que sus cerebros procesaran que su compañero estaba en el suelo.
—Es... está desmantelando una operación de narcotráfico —reportó Clark—. Grande. Muy grande. Debe haber millones de dólares en producto ahí.
—¿Necesita ayuda? —preguntó Kendra, y sonaba casi esperanzada.
Clark observó cómo Batman esquivaba un bate de béisbol, lo agarraba del swing, y usaba el impulso del atacante para lanzarlo contra otros dos tipos. Fue brutal. Eficiente. Casi hermoso en su economía de movimiento.
—No estoy seguro de que la necesite —admitió Clark.
—Pero vas a ofrecérsela de todas formas —dijo Michael—. Porque eres Superman y no puedes evitarlo.
—Es lo correcto.
—Es lo predecible.
Clark no respondió porque Batman acababa de desaparecer en las sombras del almacén y cinco hombres armados estaban girando como trompos, apuntando sus armas a espacios vacíos. Uno de ellos gritó algo en un idioma que el traductor mental de Clark identificó como ruso. Sonaba como una orden de dispersión.
Demasiado tarde. Batman reapareció detrás del que estaba gritando, lo silenció con un golpe, y procedió a desarmar (literal y figuradamente) a los otros cuatro en menos de diez segundos.
—Okay, sí, definitivamente no necesita ayuda —murmuró Clark.
Pero entonces las cosas se complicaron. Una puerta lateral se abrió y entraron refuerzos. Muchos refuerzos. Clark contó ocho más, no, diez. Y estos estaban mejor armados. Chaleco antibalas. Rifles de asalto. Uno tenía lo que parecía ser un lanzagranadas.
— Rayos...—dijo Clark.
—¿Qué? —las voces de tres superhéroes sonaron simultáneamente en su oído.
—Refuerzos. Están mejor preparados. Creo que Batman, oh cielos!
Una explosión sacudió el almacén. No una granada, Clark se dio cuenta, sino un flashbang. Brillante, incluso a través de las paredes. Batman no tenía visión de rayos X, no podía haber visto venir a los refuerzos.
—Voy a entrar —dijo Clark.
—¿No se supone que esperes hasta que termine? —preguntó Guy.
—Los planes cambian, Gardner.
Clark descendió, atravesó el techo del almacén (suavemente, tratando de no hacer más agujeros de los necesarios), y aterrizó justo cuando uno de los tipos con rifle estaba apuntando a donde Batman acababa de estar visible medio segundo antes.
El rifle voló de las manos del hombre —Clark lo había movido a velocidad super-sónica— y de repente Clark tenía la atención de diez hombres muy sorprendidos y uno muy irritado vigilante.
—Hola —dijo Clark, sonriendo de esa manera que generalmente calmaba a la gente—. ¿Interrumpo algo?
Nadie respondió porque en ese momento Kendra atravesó una ventana (menos suavemente que Clark), su maza girando, y conectó con la mandíbula de uno de los tipos que había estado reagrupándose. Michael entró por la puerta principal, sus T-Spheres zumbando alrededor de él como avispas enojadas, desarmando las armas electrónicamente. Guy simplemente hizo un agujero en la pared con una construcción de energía verde explotando y haciendo una buena entrada, porque la sutileza nunca había sido su fuerte.
—¿QUÉ PARTE DE "QUÉDENSE ATRÁS" NO ENTENDIERON? —gritó Clark, esquivando un bate mientras desarmaba a dos tipos más.
—La parte donde estabas a punto de arruinar tu primera impresión —respondió Guy, creando una jaula de energía verde alrededor de tres criminales—. De nada, por cierto.
El resto fue... rápido. Ventaja de tener cuatro superhéroes en un espacio cerrado con criminales sorprendidos: la eficiencia aumenta exponencialmente. En dos minutos, todos estaban inconscientes o atados. Kendra estaba limpiando su maza otra vez (¿cuánta sangre había ahí?), Guy estaba flexionando para nadie en particular, y Michael estaba coordinando con el GCPD a través de sus T-Spheres.
Y Batman estaba parado en una sombra cerca de una columna estructural, completamente inmóvil, observándolos.
Clark se le acercó lentamente, como si estuviera aproximándose a un animal salvaje. Lo cual, considerando las historias que había escuchado, no era una analogía terrible.
—Hola —dijo Clark otra vez, porque aparentemente su cerebro había decidido que la repetición era la clave del éxito—. Soy... soy Superman.
Batman no dijo nada. Solo lo miró. Bueno, Clark asumió que lo estaba mirando. Era difícil saberlo con esos lentes blancos en el traje.
—Estos son... —Clark hizo un gesto hacia los otros— Mister Terrific, Hawkgirl, y Green Lantern. Guy Gardner, específicamente. Hay varios Green Lanterns. Probablemente lo sabes. Por supuesto que lo sabes...
Silencio.
Clark miró hacia atrás. Guy le estaba dando dos pulgares arriba con una sonrisa gigante. Michael estaba negando con la cabeza, la personificación de la decepción. Kendra se estaba riendo silenciosamente, sus hombros sacudiéndose.
Esto era un desastre.
—Mira, el punto es —Clark se enderezó, tratando de recuperar algo de compostura— somos la Justice Gang. Somos un equipo. Y pensamos que... bueno, Max Lord pensó, pero nosotros estamos de acuerdo, que serías una gran adición. Tienes habilidades que nosotros no tenemos. Eres un detective increíble. Y tus tácticas en el campo son... —Clark hizo una pausa, dándose cuenta de que estaba entrando en territorio de fanboy— son efectivas. Muy efectivas.
Batman seguía sin decir nada. Pero inclinó la cabeza ligeramente, como un búho considerando si algo era comida o amenaza.
—Entonces —Clark tragó saliva, y wow, su boca estaba seca, lo cual era ridículo porque era Superman y su boca no debería estar seca— ¿te gustaría unirte a la Justice Gang?
Lo dijo. Realmente lo dijo. Las palabras exactas que Guy había sugerido en modo de burla. Las palabras que había jurado que no diría porque sonaban ridículas.
Batman no se movió por un largo momento. Luego, lentamente, giró la cabeza para mirar a los otros tres superhéroes que estaban tratando (y fallando) de parecer casuales mientras observaban desde diferentes partes del almacén.
Cuando volvió a mirar a Clark, habló. Su voz era baja, áspera, como si fuera procesada a través de grava y decepción.
—No.
Una palabra. Una sílaba. Y de alguna manera contenía más rechazo que un ensayo completo.
—Oh —dijo Clark—. Okay. ¿Es por el nombre? Porque podemos cambiar el nombre. Yo tampoco estoy completamente vendido en "Justice Gang" si soy honesto, suena un poco-.
—No —repitió Batman, y comenzó a caminar hacia la salida.
—Espera, ¿podrías al menos considerarlo? —Clark se movió para bloquearle el camino, lo cual fue un error porque Batman se detuvo y lo miró, y Clark entendió visceralmente por qué los criminales le tenían terror—. Tenemos recursos. Financiamiento corporativo. Tecnología de punta. Michael es el tercer hombre más inteligente del mundo. Guy tiene un anillo de poder. Kendra es... bueno, Kendra es aterradora cuando quiere serlo.
—¡Gracias! —gritó Kendra desde su posición cerca de los criminales atados.
Batman la ignoró. Sus ojos (¿eran ojos? Clark aún no podía saberlo con certeza) permanecieron fijos en Clark.
—Trabajo solo.
—Pero podrías no hacerlo —Clark sabía que sonaba desesperado ahora—. Mira, entiendo el atractivo del trabajo en solitario. Yo también lo hago la mayor parte del tiempo. Pero hay casos donde un equipo marca la diferencia. Amenazas que son demasiado grandes para una sola persona. No importa qué tan preparado estés.
—Mm.
Ni siquiera era una palabra. Era un sonido. Un sonido que de alguna manera transmitía "no me importa tu opinión y me voy ahora".
Batman caminó alrededor de Clark, y Clark lo dejó, porque qué más podía hacer, ¿usar su super velocidad para seguir bloqueándole el camino? Eso sería acoso.
—¿Al menos lo pensarías? —intentó Clark una última vez—. No tienes que dar una respuesta ahora. Tómate tu tiempo. Días. Semanas. El tiempo que necesites.
Batman se detuvo en la puerta del almacén, una silueta oscura recortada contra las luces rojas y azules de los coches de policía que acababan de llegar afuera. Por un momento, Clark pensó que tal vez, solo tal vez, había logrado algo.
—Dile a Lord que mantenga su dinero. —La voz de Batman fue fría, final—. Y mantengan a su equipo fuera de Gotham.
Y entonces se fue. Simplemente se desvaneció en las sombras como si nunca hubiera estado ahí, excepto por los veinticinco criminales inconscientes que sugerían lo contrario.
Clark se quedó parado ahí, en el almacén que olía a pólvora y productos químicos, sintiéndose como un completo idiota.
—Bueno —dijo Guy, acercándose con las manos en los bolsillos—. Eso fue mejor de lo que esperaba.
—¿Cómo fue eso mejor? —preguntó Clark, girándose para mirarlo—. Me dijo que no. Literalmente solo dijo "no" y se fue.
—Sí, pero no te golpeó —señaló Guy—. Yo pensé que había como un treinta por ciento de probabilidad de que te golpeara. Así que realmente, esto fue un éxito.
—No fue un éxito, Gardner. Fue un desastre.
Michael se acercó, guardando sus T-Spheres en los compartimentos de su traje.
—Técnicamente, completaste la misión. Hiciste la oferta. Él la rechazó. Eso es todo lo que Max pidió que hicieras.
—Me dijo que mantuviéramos al equipo fuera de Gotham —Clark pasó una mano por su cabello—. Probablemente piensa que somos un grupo de aficionados jugando a los superhéroes con dinero corporativo.
— O sea... —empezó Guy.
—No termines esa oración.
—...no está técnicamente equivocado.
Clark le lanzó una mirada que había derretido acero en ocasiones anteriores. Guy solo sonrió.
Kendra se unió al grupo, todavía limpiando su maza.
—¿Ya terminaste de lloriquear, Kent? Porque la policía va a querer declaraciones y yo preferiría no estar aquí cuando empiecen a hacer preguntas incómodas sobre jurisdicción.
—No estoy lloriquean-. —Clark se detuvo—. ¿Sabes qué? Tienen razón. Vámonos.
Salieron del almacén, y por las salidas convencionales esta vez, porque Clark insistió en dar un mínimo de buen ejemplo, pasaron junto a los oficiales de GCPD que parecían simultáneamente aliviados y molestos de ver superhéroes en su ciudad. Uno de ellos, un detective con cara de no haber dormido en tres días, intentó detenerlos para preguntas.
Michael le entregó un pequeño dispositivo.
—Grabaciones completas del incidente. Audio, video, análisis forense preliminar. Todo admisible en corte. Buena suerte con el papeleo, detective.
Y luego estaban en el aire, volando de vuelta hacia territorio más amigable. Guy creó una plataforma de energía verde para Kendra y Michael, porque ni ella ni él podían volar (bueno, las alas de Kendra le daban vuelo, pero no a esa velocidad). Clark volaba junto a ellos, más lento de lo necesario.
—¿Alguien va a decir algo o vamos a volar en silencio incómodo todo el camino de vuelta? —preguntó Guy después de cinco minutos.
—Prefiero el silencio —dijo Kendra.
—Por supuesto que sí.
—Dijo que no —murmuró Clark, más para sí mismo que para los demás—. Ni siquiera lo consideró. Solo... no.
—Kent —dijo Michael, y su voz tenía esa calidad de "estoy a punto de decir algo que técnicamente es reconfortante pero que sonará analítico"—. Batman es conocido por ser difícil. No trabaja bien con otros. Opera bajo sus propios términos. No tiene nada que ver contigo personalmente.
—Se sintió personal.
—Todo se siente personal cuando admiras a alguien y te rechazan —dijo Kendra con la misma delicadeza que usaría para describir el clima—. Supéralo.
—Gracias, Kendra. Eres una fuente de consuelo infinita.
—No vine aquí para consolarte. Vine porque era entretenido. Y lo fue.
Guy soltó una risita. —Tienes que admitir, Kent, tu cara cuando dijiste "¿te gustaría unirte a la Justice Gang?" fue oro puro. Sonó como si estuvieras invitándolo al baile de graduación.
—Gardner, te juro
—"Oh Batman-senpai, ¿notarás mi equipo corporativo patrocinado?" —Guy puso voz aguda y todo.
—Eso es- ¡ni siquiera sueno así!
—Un poco sí —añadió Michael.
—¿Tú también, Holt?
—Solo siendo objetivo.
Clark gruñó, acelerando ligeramente para alejarse del grupo. Ellos aceleraron para alcanzarlo, porque por supuesto que lo hicieron. No iban a dejar pasar la oportunidad de seguir molestándolo.
—Mira el lado positivo —dijo Guy, volando al lado de Clark—. Al menos lo conociste. Hablaste con él. Eso es más de lo que la mayoría de la gente puede decir.
—Me dijo "no" dos veces y "mm" una vez. No estoy seguro de que eso cuente como una conversación.
—Para Batman, eso es prácticamente un discurso —señaló Kendra—. He escuchado que hay tipos en Arkham que solo lo vieron una vez antes de ser hospitalizados. Tú conseguiste tres palabras y saliste ileso.
—Cuatro palabras si cuentas cuando dijo "trabajo solo" —corrigió Michael.
—Eso son dos palabras, Holt.
—Estoy contando cada instancia de "no" por separado.
—¿Por qué?
—Porque soy fastidiosamente particular con el conteo de palabras.
Clark los escuchaba discutir sobre semántica y se dio cuenta de algo: a pesar del rechazo, a pesar de la humillación, a pesar de que acababa de tener lo que probablemente era la interacción más incómoda de su vida de superhéroe... no se sentía terrible. Bueno, se sentía un poco terrible. Pero no devastado.
Porque estos tres idiotas estaban aquí. Habían venido con él, técnicamente no habían respetado la distancia de cuatro cuadras, pero el gesto contaba. Lo estaban molestando, sí, pero lo estaban molestando con la familiaridad de personas que se preocupaban lo suficiente como para burlarse.
—¿Sabes qué es lo peor? —dijo Clark finalmente.
—¿Que confirmaste cada estereotipo de fanboy que Guy mencionó? —ofreció Kendra.
—Además de eso. Es que probablemente tiene razón.
—¿Sobre qué? —preguntó Michael.
—Sobre mantenernos fuera de Gotham. Entramos a su ciudad, interrumpimos su operación, probablemente arruinamos meses de investigación...
—Para ser justos, salvamos su trasero cuando llegaron los refuerzos —interrumpió Guy.
—No estoy seguro de que necesitara ser salvado. Probablemente tenía un plan. Probablemente tenía diecisiete planes.
—Diecisiete es un número específico —observó Michael.
—Es una suposición fundamentada.
Volaron en silencio por un minuto más. Gotham desapareció detrás de ellos, reemplazada por el paisaje menos depresivo de las ciudades circundantes. Clark podía ver Metrópolis en la distancia, sus luces brillantes y ordenadas, tan diferente del caos organizado de Gotham.
—Voy a decirle a Max que Batman dijo que no —dijo Clark finalmente—. Y que probablemente deberíamos buscar otras opciones para expandir el equipo.
—¿Como quién? —preguntó Guy—. Ya tenemos cerebro, músculo, vuelo, y yo. ¿Qué más necesitamos?
—Modestia —murmuró Kendra—. Definitivamente necesitamos modestia.
—La modestia es para perdedores.
—Gardner, eres literalmente el Green Lantern de respaldo —señaló Michael—. Hal Jordan fue la primera opción. Tú fuiste el plan B.
—¡Fui ascendido a plan A!
—Solo porque Hal estaba en el espacio.
—¡Los detalles son irrelevantes!
Clark sonrió a pesar de sí mismo. Sí, estos eran definitivamente sus idiotas.
Aterrizaron en el techo de LordTech Industries veinte minutos después. Era tarde, casi medianoche, pero las luces del edificio todavía estaban encendidas porque Maxwell Lord aparentemente no dormía nunca. O tenía personal de limpieza muy dedicado. Probablemente ambas cosas.
—Bueno —dijo Guy, dispersando su construcción de energía verde—. Esa fue una noche interesante. Rechazado por Batman, veinticinco criminales arrestados, y Kendra ni siquiera tuvo que matar a nadie. Eso es un récord.
—La noche es joven —dijo Kendra con una sonrisa inquietante.
—Por favor no mates a nadie en el edificio corporativo —pidió Michael—. El papeleo es horrible.
Clark los miró a todos, estos superhéroes raros y disfuncionales que de alguna manera se habían convertido en su equipo. Kendra con su maza y su desdén general por la diplomacia. Guy con su ego del tamaño de un planeta y su incapacidad para leer una habitación. Michael con su intelecto intimidante y su falta total de habilidades sociales.
Y él, Superman, el tipo que acababa de ponerse nervioso frente a un humano sin poderes en un traje de murciélago.
—Gracias por venir esta noche —dijo Clark—. Sé que fue ridículo. Y patético. Y probablemente innecesario. Y seré humillado por el resto del año.
—Absolutamente todo eso —acordó Guy—. Pero también fue divertido. Así que gracias por el entretenimiento, Kent.
—Verlos interactuar fue sociológicamente fascinante —añadió Michael—. He tomado notas para futura referencia.
—Por supuesto que lo hiciste.
—Me reí —dijo Kendra simplemente—. Eso no pasa a menudo. Así que sí, lo que ellos dijeron.
Clark sintió algo cálido en su pecho, algo que no tenía nada que ver con su fisiología kryptoniana y todo que ver con ese sentimiento estúpido y humano de pertenencia.
—Bien —dijo, enderezándose—. Mismo tiempo la próxima semana para nuestra reunión regular. Traten de no causar incidentes internacionales mientras tanto.
—No prometo nada —dijo Guy.
—Yo tampoco —añadió Kendra.
—Estadísticamente, al menos uno de nosotros causará un incidente menor —dijo Michael—. Mi dinero está en Gardner.
—Oye, yo recientemente- De hecho, sí, probablemente sea yo.
Se separaron, cada uno yendo hacia sus respectivos métodos de transporte o alojamiento. Clark se quedó en el techo por un momento más, mirando hacia Gotham en la distancia.
En algún lugar de esa ciudad oscura, Batman estaba probablemente terminando su patrulla, regresando a donde fuera que regresaba, sin pensar dos veces en el grupo de superhéroes corporativos que habían interrumpido su noche.
Y eso estaba bien.
Bueno, no estaba bien bien. Seguía doliendo un poco.
Pero Clark sobreviviría. Había sobrevivido a cosas peores que el rechazo. Sobreviviría a esto también.
Además, siempre había la próxima vez. Tal vez en unos meses, cuando Batman se hubiera olvidado de esta noche desastrosa, Clark podría intentarlo de nuevo.
Con un mejor discurso.
Y sin la peanut gallery observando desde lejos.
Y definitivamente sin decir "¿te gustaría unirte a la Justice Gang?" como si estuviera vendiendo membresías de gimnasio.
Sí.
La próxima vez sería mejor.
Probablemente.
Chapter 3: Consideración.
Chapter Text
La luz del sol entraba por las ventanas del comedor de la Mansión Wayne con esa calidad particular de la mañana de domingo: suave, persistente, y completamente no bienvenida. Bruce Wayne estaba sentado frente a un desayuno que probablemente era nutricionalmente perfecto y sabía exactamente como se esperaría. Huevos. Tostadas. Fruta. Café que Alfred insistía era "revigorante" pero que sabía amargo incluso con crema.
Bruce había estado despierto treinta y seis horas. El café no estaba haciendo nada.
— ¿Noche productiva, señor? —preguntó Alfred, entrando con una tetera de lo que Bruce sospechaba era más café disfrazado de té.
— Mm.
— Qué elocuente. Sus habilidades conversacionales nunca dejan de impresionarme.
Bruce lo miró sobre el borde de su taza. Alfred le devolvió la mirada con esa expresión particular que había perfeccionado durante treinta años: paciencia infinita mezclada con juicio silencioso.
— Los muelles —dijo Bruce finalmente—. Red de distribución de fentanilo. Conexión con operaciones en tres estados. Veinticinco arrestos. Incautación de producto por valor aproximado de cuarenta millones.
— Impresionante. —Alfred sirvió el té-café—. ¿Alguna complicación?
—Superman apareció.
La tetera se detuvo a medio camino hacia la taza de Alfred. Solo por un segundo, pero Bruce lo notó porque notaba todo.
— ¿El Superman? —preguntó Alfred, recuperando su compostura—. Qué... inesperado.
— Trajo amigos.
— Por supuesto que sí. Porque un kryptoniano interrumpiendo su operación no era suficiente entretenimiento para una noche.
Bruce tomó un sorbo de café, considerando cuánto compartir. Lo cual era ridículo porque Alfred ya sabía todo de todas formas. El hombre tenía un talento inquietante para extraer información, probablemente de su tiempo en el servicio. O simplemente era Alfred.
— Querían reclutarme —dijo Bruce.
Alfred se sentó en la silla frente a él, lo cual era raro porque Alfred casi nunca se sentaba durante el desayuno. Servía, observaba, ocasionalmente comentaba, pero rara vez se sentaba. Bruce inmediatamente se puso en guardia.
— ¿Reclutarlo para qué? —preguntó Alfred, con ese tono cuidadosamente neutral que significaba que ya sabía la respuesta y estaba probando a Bruce.
— Un equipo. Justice Gang. Financiado por Maxwell Lord.
— Ah, sí. He leído sobre ellos. —Alfred tomó su té con la delicadeza de alguien discutiendo el clima—. Bastante nuevo en la escena, si mal no recuerdo. Superman, Hawkgirl, Green Lantern, Mister Terrific. Un grupo diverso.
— Ruidoso. Poco sutil. Patrocinado corporativamente.
— También efectivo, según los informes. Detuvieron esa invasión de Metrópolis el mes pasado. Y el incidente con los robots en Coast City.
Bruce gruñó, lo que Alfred correctamente interpretó como reconocimiento reluctante.
— Y usted dijo que no.
No era una pregunta. Bruce lo miró, tratando de detectar hacia dónde iba esto.
— Trabajo solo.
— Sí, ese parece ser su mantra últimamente. —Alfred tomó un sorbo de su té—. ¿Puedo preguntar por qué?
— ¿Por qué trabajo solo? Porque es más eficiente. No tengo que coordinar. No tengo que explicar. No tengo que-.
— No tengo que confiar en nadie —terminó Alfred suavemente—. Sí, estoy familiarizado con el razonamiento. Lo que pregunto es: ¿por qué rechazó esta oportunidad específicamente?
Bruce dejó su taza con más fuerza de la necesaria.
— Porque no necesito un grupo de superhéroes mirando por encima de mi hombro. Ya es suficientemente complicado operar en Gotham sin tener que reportar a un CEO corporativo cada vez que hago una movida.
— Superman no parecía el tipo de persona que reporta a CEOs corporativos.
— Todos reportan a alguien.
— ¿Incluso usted?
— Yo respondo a Gotham.
—Qué poético. —Alfred se levantó, recolectando los platos que Bruce apenas había tocado—. ¿Y cómo respondió Superman cuando lo rechazó?
Bruce pensó en Clark Kent parado en ese almacén, con su traje ridículamente brillante y su sonrisa genuina de "chico de granja" que probablemente funcionaba en el noventa por ciento de la población. Pensó en cómo había tartamudeado a través de su pitch, claramente nervioso, claramente fuera de su elemento.
Pensó en cómo lo había mirado cuando Bruce dijo "no", como si Bruce le hubiera pateado a su perro.
— Aceptó el rechazo —dijo Bruce.
— ¿Graciosamente?
— ...suficientemente.
Alfred hizo ese sonido que hacía cuando pensaba que Bruce estaba siendo un idiota pero era demasiado educado para decirlo directamente. Era un sonido muy específico, algo entre un suspiro y un "hmm" de desaprobación.
— ¿Qué? —preguntó Bruce, aunque sabía exactamente qué.
— Nada, señor. Simplemente observo que no le vendría mal un poco más de... sociabilidad.
— Soy sociable.
— Con criminales que golpea en callejones, sí. Con personas reales que le ofrecen colaboración, no tanto.
— Superman no es una persona real. Es un alienígena con poderes de dios jugando a ser humano.
— Qué hipócrita viniendo del hombre que juega a ser murciélago todas las noches.
Bruce abrió la boca, la cerró, y decidió que había perdido este round. Alfred tenía décadas de ventaja en argumentos pasivo-agresivos durante el desayuno.
— ¿Terminó de psicoanalizarme o hay más? —preguntó Bruce.
— Oh, siempre hay más, señor. Pero tengo que limpiar la cocina. — Alfred se detuvo en la puerta—. Solo considere que tal vez, ocasionalmente, dejar que otras personas ayuden no sería el fin del mundo. Podría incluso ser... beneficioso.
Y luego se fue, dejando a Bruce solo con su café frío y el peso incómodo de tener que admitir que Alfred tenía un punto.
Maldito Alfred.
La oficina de Bruce Wayne en la Torre Wayne era todo lo que se esperaría del CEO multimillonario: grande, moderna, con una vista de Gotham que costaba más que la mayoría de las casas. Vidrio, acero, y ese tipo de minimalismo caro que gritaba "tengo dinero pero con gusto".
Bruce odiaba estar aquí.
Pero la nueva empresa, Wayne BioTech, su más reciente intento de hacer algo útil con el dinero obsceno de su familia, necesitaba supervisión. Y aparentemente "supervisión" significaba sentarse en esta oficina estéril y revisar reportes financieros que su cerebro procesaba en aproximadamente tres segundos por página.
Había terminado el trabajo real en una hora. Ahora eran las 2 PM y técnicamente debería estar aquí hasta las 5 PM porque eso es lo que hacían los CEOs normales.
Bruce Wayne, playboy millonario, probablemente se iría temprano para una "cita".
Batman, sin embargo, tenía otras ideas.
Cerró la puerta de su oficina, activó las contramedidas anti-escucha, porque por supuesto que su oficina tenía contramedidas anti-escucha, y sacó su laptop. No su laptop de trabajo, la otra. La que tenía tres capas de encriptación militar y estaba conectada a la Batcomputadora a través de un enlace satelital que definitivamente no debería existir.
Los archivos se cargaron en segundos. Había empezado la investigación anoche, inmediatamente después de regresar de los muelles. Porque eso es lo que hacía Bruce: investigaba. Especialmente cuando cuatro superhéroes aparecían en su ciudad sin invitación.
JUSTICE GANG - PERFILES
Abrió el primero.
SUJETO: Green Lantern (Guy Gardner)
IDENTIDAD CIVIL: Guy Gardner
EDAD: 43
OCUPACIÓN: Anteriormente profesor de educación física, actualmente Linterna Verde de pleno tiempo
ORIGEN: Baltimore, Maryland
La foto de Guy Gardner mostraba a un hombre con un corte de cabeza ridículo y una sonrisa de pendejo. Bruce había visto ese tipo de sonrisa antes: el tipo que empieza peleas en bares y luego actúa sorprendido cuando la policía aparece.
Historial: infancia abusiva, padre alcohólico, hermano favorito. Clásica historia de "tengo algo que probar". El anillo de poder lo había elegido como reemplazo cuando Hal Jordan no estaba disponible, lo cual probablemente no ayudaba con el complejo de inferioridad.
Psicológicamente: impulsivo, confrontacional, necesidad extrema de validación enmascarada como arrogancia. Podría ser un problema en situaciones que requieren sutileza. Probablemente iniciaría una pelea con Batman dentro de los primeros cinco minutos de conocerse en circunstancias sociales.
Veredicto: Poderoso pero errático. Útil en fuerza bruta. Terrible en diplomacia.
Bruce cerró el archivo y abrió el siguiente.
SUJETO: Hawkgirl (Kendra Saunders)
IDENTIDAD CIVIL: Kendra Saunders
EDAD: 26
OCUPACIÓN: Consultora de seguridad (fachada), vigilante de tiempo completo
ORIGEN: Complicado. Múltiples reencarnaciones.
La foto mostraba a una mujer hispana con una mirada que podría cortar acero. Bruce aprobaba esa mirada.
Historial: suicidio del abuelo, absorción del alma de su bisabuela Shiera (la Hawkgirl anterior), reencarnación del guerrero Shrra. Toda la situación era un desastre místico que Bruce no quería examinar demasiado de cerca porque la magia le daba dolor de cabeza.
Psicológicamente: guerrera hasta la médula, distante, probablemente lidiando con trauma de identidad relacionado con las múltiples vidas en su cabeza. No busca conexión emocional. Prefiere resolver problemas con violencia física.
Veredicto: Competente. Directa. Probablemente la más sensata del grupo, lo cual no era decir mucho.
Siguiente archivo.
SUJETO: Mister Terrific (Michael Holt)
IDENTIDAD CIVIL: Michael Holt
EDAD: 38
OCUPACIÓN: CEO de Holt Industries, inventor, científico
ORIGEN: Los Angeles, California
Michael Holt en su foto se veía exactamente como lo que era: peligrosamente inteligente y consciente de ello. Medallas olímpicas. Múltiples doctorados. Empresario exitoso. El tipo de currículum que hacía que la gente normal se sintiera inadecuada.
Historial: infancia como niño prodigio, matrimonio joven, tragedia (esposa e hijo no nacido muertos en accidente automovilístico), casi-suicidio, redención a través del heroísmo. Otro con trauma no resuelto. Bruce estaba viendo un patrón.
Psicológicamente: brillante pero emocionalmente distante, usa el intelecto como escudo, tendencia a intelectualizar problemas emocionales. Probablemente el tercer hombre más inteligente del mundo, como su propaganda decía, lo cual significaba que era el segundo después de Lex Luthor.
Bruce se preguntó brevemente dónde caía él en esa lista. Probablemente en algún lugar del top diez. Tal vez top cinco en un buen día. Si es que algún día decidiera mostrar su habilidad intelectual, y no bailar semidesnudo en fiestas. Todo era coartada, por supuesto.
Veredicto: Aliado valioso en situaciones que requieren análisis técnico. Potencialmente condescendiente. Definitivamente calculador.
Bruce dudó antes de abrir el último archivo. Podía ver el nombre en la lista.
SUJETO: Superman (Kal-El)
IDENTIDAD CIVIL: Clark Joseph Kent
La foto era de Clark Kent, no Superman. Anteojos, traje de oficina, sonrisa tímida. Se veía... normal. Completamente, absolutamente normal de una manera que era casi más inquietante que el traje con la S.
EDAD: 33 (Terrenal), técnicamente desconocida (Kryptoniana)
OCUPACIÓN: Reportero para el Daily Planet, Metrópolis
ORIGEN: Krypton (planeta destruido), criado en Smallville, Kansas
Bruce leyó el archivo completo, que era extenso porque Superman era, bueno, Superman. Había mucho que cubrir.
Adoptado por Jonathan y Martha Kent. Criado en granja. Valores del medio oeste. Periodismo en la Universidad de Metrópolis. Apareció como Superman hace cinco años. Desde entonces: incontables rescates, tres invasiones alienígenas detenidas, docenas de desastres naturales mitigados, y cero muertes civiles atribuibles a negligencia.
Cero.
Bruce había verificado. Dos veces.
Psicológicamente: idealista, optimista de una manera que debería ser molesta pero de alguna manera funcionaba, fuerte sentido de responsabilidad, posible complejo de salvador. Se contenía constantemente. Tenía que hacerlo. Podía destruir ciudades con un estornudo pero elegía no hacerlo.
Bruce había visto las lecturas de poder. Los análisis. Superman podía mover planetas si realmente lo intentaba. Y en su lugar, pasaba sus tardes rescatando gatos de árboles y deteniendo ladrones de bancos.
Era... intrigante. Y ligeramente molesto.
Había videos adjuntos al archivo. Bruce había hackeado media docena de servidores de noticias (todas precauciones razonables) para recopilar metraje. Empezó a reproducirlos.
Superman salvando a un niño de un edificio en llamas. Superman desviando un asteroide. Superman hablando con una niña que había perdido a su madre en un terremoto, arrodillado a su nivel, con esa expresión paciente y amable.
Superman dando una entrevista después de detener un atraco, tartamudeando un poco cuando el reportero preguntó sobre su vida personal, sonrojándose (¿podía sonrojarse? Aparentemente sí) cuando una mujer en la multitud gritó que era guapo.
Bruce reproducía el video del almacén de anoche. Desde el ángulo de su cámara de casco, veía a Superman acercándose. La forma en que había volado para bloquear la línea de fuego. La forma en que había desarmado a los tipos sin lastimarlos seriamente.
La forma en que había mirado a Bruce, nervioso pero determinado, y había tartamudeado a través de ese pitch terrible.
"Hola, soy Superman. ¿Te gustaría unirte a la Justice Gang?"
Bruce reproducía ese momento tres veces.
Clark Kent, Superman, quien fuera, había estado genuinamente nervioso. No fingiendo. No actuando. Realmente nervioso de hablar con Batman. Un hombre que podía volar a través del sol estaba nervioso de hablar con un humano en un traje táctico.
Era...
Bruce no estaba seguro de qué era.
Revisó el análisis de voz. Sin mentiras detectadas en ninguna parte de la conversación. Sin señales de engaño. Solo nerviosismo honesto y decepción genuina cuando Bruce había dicho que no.
Lo cual significaba que Superman; Clark Kent, realmente había querido que Bruce se uniera a su equipo. No era una estrategia. No era un plan para infiltrar Gotham o reclutar a Batman para algún propósito oscuro.
Solo era una oferta honesta de un tipo honesto que probablemente pensaba que trabajar juntos era una buena idea.
Bruce cerró la laptop y miró por la ventana hacia Gotham. Desde aquí, desde esta altura, la ciudad se veía casi hermosa. Limpia. Organizada. Casi podrías olvidar la podredumbre que crecía en cada esquina, los criminales que salían cada noche, la corrupción que infectaba cada institución.
Casi.
Pensó en Superman volando sobre Metrópolis, viendo su ciudad con rayos X, escuchando cada grito de ayuda con súper audición. ¿Cómo lidias con eso? ¿Cómo eliges a quién salvar cuando puedes escuchar a todos?
Bruce solo tenía que preocuparse por Gotham, y ya era suficientemente abrumador.
Su teléfono zumbó. Mensaje de Alfred.
"Recordatorio: tiene una cena benéfica esta noche a las 7 PM. Por favor intente parecer interesado en algo más que el buffet. - A"
Bruce gruñó. Cenas benéficas. Otra parte del disfraz de Bruce Wayne que tenía que mantener. Sonreír, estrechar manos, fingir que le importaba qué esposa de qué político estaba usando qué diseñador.
Al menos Batman era honesto sobre lo que era.
Volvió a la laptop, abriendo el archivo de Superman una vez más. Clark Kent, reportero del Daily Planet. Tenía una columna semanal sobre "justicia social" que Bruce había leído y que era sorprendentemente bien investigada. El hombre hacía su trabajo periodístico en serio.
Había una dirección listada. Apartamento en Metrópolis. Modesto, por debajo de sus posibilidades si es que ganaba dinero como superhéroe (no parecía hacerlo). Vivía del salario de reportero. Que era... interesante.
Bruce podría comprarse Metrópolis si quisiera. Clark Kent pagaba renta.
También había una nota sobre su vida personal. Sin relaciones románticas conocidas actualmente. Algunos amigos cercanos, incluyendo a Lois Lane (reportera principal del Planet) y Jimmy Olsen (fotógrafo). Visitaba a sus padres en Kansas un fin de semana al mes.
Era profundamente, agresivamente normal para alguien que era básicamente un dios.
Bruce no sabía qué hacer con esa información.
¿Había sido demasiado cortante con él anoche? Probablemente. Bruce generalmente era cortante con todos, pero Superman había estado tratando de ser amable. Profesional. Y Bruce lo había despedido con monosílabos y una orden de mantenerse fuera de Gotham.
Lo cual era razonable. Gotham era territorio de Batman. No necesitaba superhéroes corporativos pisoteando sus operaciones.
Pero.
Pero Alfred tenía un punto. Alfred generalmente lo tenía.
Bruce no trabajaba bien con otros porque no confiaba en otros. Simple. Cuando confías en alguien, te fallan. O mueren. O ambas cosas. Mejor trabajar solo, controlar todas las variables, no depender de nadie.
Excepto que Superman no parecía el tipo de persona que fallaría. No intencionalmente, de todos modos. Su registro era... impecable era una palabra débil. El hombre salvaba personas como respiraba. Constantemente. Sin descanso.
Y Guy Gardner era un idiota pero un idiota poderoso. Hawkgirl era competente. Mister Terrific era brillante.
Como equipo, podrían ser... efectivos. Teóricamente.
Si Bruce estuviera interesado en trabajar en equipo. Lo cual no estaba.
Probablemente.
Su teléfono zumbó otra vez. Otro mensaje de Alfred.
"También, si va a obsesionarse con el Superman en lugar de prepararse para la cena, al menos sea eficiente con su obsesión. - A"
Bruce miró el teléfono. Luego la laptop. Luego el teléfono otra vez.
¿Cómo demonios-?
No. No valía la pena preguntar. Alfred sabía cosas. Era su superpoder.
Bruce cerró la laptop con más fuerza de la necesaria y decidió que era hora de hacer algo productivo. Como revisar el equipo en la Batcueva. O actualizar protocolos de seguridad. O cualquier cosa que no fuera pensar en Clark Kent y sus ojos ridículamente sinceros.
Pero mientras salía de la oficina, pasando junto a su asistente que le recordó sobre tres reuniones que probablemente iba a cancelar, Bruce no pudo evitar pensar que tal vez, solo tal vez, había sido un poco innecesariamente duro.
Superman había volado hasta Gotham. Había esperado hasta que Batman estuviera libre. Había traído su equipo como backup pero los había mantenido a distancia. Había sido respetuoso. Cortés, incluso.
Y Bruce lo había despedido como si fuera un vendedor de puerta en puerta. Lo cual era su derecho. Batman no tenía que ser amable. Batman era efectivo, no amigable.
Pero Bruce Wayne, ocasionalmente, podía ser decente.
Tal vez.
Subió al elevador privado que lo llevaría al estacionamiento. Tenía tres horas antes de la cena benéfica. Tiempo suficiente para ir a la Batcueva, revisar evidencia del caso de anoche, y definitivamente no pensar más sobre Superman.
Definitivamente no.
El elevador descendió, y Bruce se quedó mirando su reflejo en las puertas de metal pulido. Se veía cansado. Más viejo de lo que era. Treinta y seis pero sintiéndose como cincuenta la mayoría de los días.
¿Cuántos años más podría hacer esto? ¿Cuántas noches más patrullando? ¿Cuántos criminales más antes de que su cuerpo finalmente dijera suficiente?
No era un pensamiento que permitía a menudo. Pero estaba ahí, en el fondo de su mente, susurrando. Un equipo significaría respaldo. Significaría no estar solo cada noche arriesgando todo. Significaría...
No.
Batman trabajaba solo. Era más simple así.
Más seguro.
Más controlado.
Las puertas del elevador se abrieron. Bruce caminó hacia su auto, el Aston Martin hoy, porque Bruce Wayne manejaba autos caros, y se metió adentro.
Pero mientras manejaba hacia la mansión, pasando por las calles de Gotham que conocía mejor que nadie, no podía dejar de pensar en cuatro superhéroes en un almacén, tratando torpemente de reclutar al vigilante local.
Y específicamente, no podía dejar de pensar en uno de ellos.
Clark Kent.
Superman.
El alienígena que pagaba renta y se ponía nervioso hablando con extraños y salvaba al mundo entre artículos de periódico.
Bruce no estaba seguro de qué pensar de él. Pero estaba pensando en él, lo cual ya era problemático. Alfred definitivamente no necesitaba saber eso.
Definitivamente no.
Chapter 4: No es un sí.
Chapter Text
La sala de conferencias de LordTech Industries estaba en lo que Michael Holt consideraba un estado de "caos controlado", que era básicamente el estado permanente del equipo. Guy tenía los pies sobre la mesa otra vez (Michael había dejado de molestarse en comentar), Kendra estaba mirando su teléfono con la expresión de alguien que preferiría estar en cualquier otro lugar del universo, y Clark...
Clark se veía como si no hubiera dormido.
Lo cual era raro porque Superman técnicamente no necesitaba dormir tanto como los humanos normales. Pero ahí estaba, con ojeras que no deberían ser posibles en su fisiología alienígena, revolviendo su café como si contuviera las respuestas del universo.
—¿Estás bien, Kent? —preguntó Michael, porque alguien tenía que hacerlo y claramente no iba a ser Guy o Kendra.
—Mm —dijo Clark, lo cual era una respuesta muy Batman de él.
Guy soltó una risita. — Oh, miren eso. El rechazo lo convirtió en el murciélago. Ahora solo responde con sonidos.
— Vete a la recorcholis, Gardner.
— Wow. —Guy se llevó una mano al pecho con dramatismo exagerado—. ¿El Boy Scout está maldiciendo? Batman realmente lo dañó.
— No estoy dañado. Estoy cansado.
— ¿De qué? —preguntó Kendra sin levantar la vista de su teléfono—. ¿De pensar en todas las formas en que podrías haber hecho esa conversación menos patética?
— ¿Saben qué? Todos ustedes son terribles. Oficialmente. — Clark dejó su café con más fuerza de la necesaria, haciendo que la taza se agrietara ligeramente—. Mierda.
Michael observó la taza con interés clínico. — Esa es la tercera taza que rompes esta semana. ¿Estás bien? Y no digas 'mm' otra vez o empezaré a preocuparme seriamente.
Clark suspiró, un sonido largo y cansado que no debería venir de alguien invulnerable.
—No dormí. Sigo pensando en cómo manejé la situación con Batman. Debí haber dicho algo diferente. Debí haber... no sé. Ser menos yo.
— Ser menos tú es literalmente imposible — dijo Guy—. Eres el tipo más tú que conozco. Es molesto.
— Gracias. Eso es increíblemente inútil.
— De nada.
Michael se inclinó hacia adelante, entrelazando los dedos en lo que Kendra había bautizado como su "postura de psicólogo improvisado".
— Clark. Hiciste la oferta. Él la rechazó. Eso es todo. No hay nada más que hacer.
— Pero tal vez si hubiera-
—No — interrumpió Kendra, finalmente levantando la vista de su teléfono —. No hagas esto. No te tortures por cómo un hombre vestido de murciélago respondió a tu pitch. Es patético y no eres patético. Usualmente.
— Ella tiene razón — añadió Guy—. Bueno, la parte de que es patético. Pero, mira, Kent, al murciélago no le gusta la gente. Es su cosa. No es personal.
— Se sintió personal.
— Todo se siente personal cuando te importa demasiado — dijo Michael—. Es una debilidad de tu carácter. También es una de tus mejores cualidades. Paradoja molesta.
Clark lo miró. — ¿Estás tratando de hacerme sentir mejor o peor?
—Estoy siendo objetivo.
—Está siendo Holt —corrigió Kendra—. Siempre es así.
La puerta de la sala de conferencias se abrió y Maxwell Lord entró con esa energía particular de CEOs que tienen demasiado café y muy poco sueño. Traje impecable, cabello perfectamente peinado, sonrisa que no llegaba a sus ojos.
— Buenos días, equipo — dijo, y sonaba como un comercial de televisión—. ¿Cómo estamos todos?
— Genial — dijo Guy.
— Bien — añadió Kendra.
— Funcional — contribuyó Michael.
— Muriendo por dentro — dijo Clark.
Max parpadeó. — ¿Perdón?
— Nada. Estoy bien.
Max los miró a todos con esa expresión que usaba cuando estaba evaluando si su inversión en superhéroes era una buena decisión financiera. Michael había visto esa expresión cada vez más últimamente.
— Bien. Tengo noticias. — Max presionó un botón en el control remoto y la pantalla detrás de él se iluminó—. La respuesta del público a la Justice Gang ha sido... mixta.
En la pantalla aparecieron gráficos. Aprobación pública: 67%. No mal. Pero Michael notó la tendencia bajando.
— La gente nos ama cuando salvamos gatos de árboles — continuó Max—, pero hay preguntas sobre nuestra legitimidad. Sobre si somos un equipo "real" de superhéroes o simplemente una operación de relaciones públicas corporativa.
— ¿Y cuál es la respuesta? —preguntó Kendra.
Max sonrió, y esta vez casi parecía genuino.
— La respuesta es que somos ambas cosas. Pero necesitamos algo que solidifique nuestra reputación. Algo grande. Algo que demuestre que somos serios.
— ¿Como qué? — preguntó Guy—. ¿Quieres que detengamos una invasión alienígena? Porque tengo que decirte, esas no llegan programadas.
— O — dijo Max lentamente—, podríamos conseguir un miembro que le dé credibilidad inmediata al equipo. Alguien que el público ya respeta. Alguien con... presencia.
Todos miraron a Clark.
Clark miró a Max con horror. — No.
— Superman, escúchame-
— Dijo que no, Max. Claramente. Monosílabamente. No va a pasar.
— La gente ama a Batman — continuó Max como si Clark no hubiera hablado—. Es un ícono. Si pudiéramos conseguir que se una, nuestra aprobación subiría veinte puntos fácilmente. Tal vez más.
— ¿Escuchaste la parte donde dijo que no? — preguntó Clark, su voz subiendo una octava—. ¿Y la parte donde nos dijo que mantuviéramos al equipo fuera de Gotham? ¿Y la parte donde básicamente comunicó que preferiría comerse vidrio que trabajar con nosotros?
— Dijo todo eso con tres palabras — añadió Guy—. Fue impresionante, honestamente.
Max suspiró. — Miren, entiendo que el primer intento no fue... ideal. Pero tal vez necesitamos una estrategia diferente.
— ¿Qué tipo de estrategia? —preguntó Michael con cautela.
— Tal vez alguien más debería intentarlo. — Max miró alrededor de la habitación—. Alguien que no sea... tan emocionalmente comprometido.
— ¿Estás diciendo que Clark fue demasiado fanboy? —preguntó Kendra.
— Estoy diciendo que tal vez necesitamos un acercamiento más profesional.
—Fui profesional — protestó Clark—. Fui extremadamente profesional.
— Dijiste "Hola, soy Superman, ¿te gustaría unirte a la Justice Gang?" — Guy hizo una imitación terrible de la voz de Clark—. Sonó como si estuvieras vendiendo suscripciones de revista.
— ¡Guy lo sugirió como broma!
— Y tú lo usaste en serio. Esa es la parte divertida.
Michael levantó una mano antes de que Clark pudiera lanzar a Guy a través de la ventana.
— Max, con todo respeto, no creo que enviar a otra persona sea la solución. Batman dejó muy claro que no está interesado. Necesitamos aceptar eso y seguir adelante.
— O —dijo Max—, podríamos considerar que tal vez Batman solo necesita ver el valor del equipo en acción. Ver lo que podemos hacer cuando trabajamos juntos.
— ¿Estás sugiriendo que organicemos una demostración? — preguntó Michael—. ¿Como un performance?
— Estoy sugiriendo que tal vez la próxima vez que haya una amenaza significativa, nos aseguremos de que Batman vea exactamente qué tan efectivos podemos ser.
Hubo un silencio.
— Eso suena a manipulación —dijo Kendra finalmente.
— Llámalo... incentivo estratégico.
— Definitivamente manipulación.
— ¿Funciona? — preguntó Guy con genuino interés.
— No vamos a manipular a Batman — dijo Clark firmemente—. Eso es... eso ni siquiera es ético. ¿Qué vamos a hacer, crear una crisis falsa solo para impresionarlo?
— Por supuesto que no — dijo Max, aunque su tono sugería que había considerado exactamente eso—. Solo digo que cuando surja la próxima emergencia real, nos aseguremos de manejarla de una manera que demuestre nuestra competencia profesional.
— Eso sigue siendo manipulación —insistió Michael—. Solo con más pasos.
Max los miró a todos con la expresión de alguien tratando de explicar algo obvio a niños particularmente densos.
— ¿Quieren que este equipo funcione o no?
— Sí — dijeron los cuatro simultáneamente.
— ¿Quieren que el público nos tome en serio?
— Sí.
— ¿Quieren recursos, apoyo, la capacidad de hacer una diferencia real?
—...sí.
— Entonces necesitamos credibilidad. Y Batman nos da credibilidad. — Max se cruzó de brazos—. Miren, no estoy pidiendo que secuestren a alguien o creen una emergencia falsa. Solo estoy diciendo que la próxima vez que algo grande suceda, pensemos en la óptica. ¿Entendido?
Nadie respondió, lo cual Max aparentemente tomó como asentimiento.
— Excelente. — Apagó la pantalla—. Ahora, hablemos del presupuesto para el próximo trimestre...
Michael dejó de escuchar. Estaba demasiado ocupado pensando en las implicaciones éticas de lo que Max estaba sugiriendo. ¿Era manipulación si solo estabas tratando de demostrar tu valor? ¿Dónde estaba la línea entre "marketing estratégico" y "esquema moralmente cuestionable"?
Miró a Clark, quien se veía como si estuviera teniendo un debate interno similar. Kendra parecía aburrida, lo cual era su estado default. Guy estaba jugando con su anillo, creando pequeñas construcciones de energía verde bajo la mesa como un niño en clase.
Esto era su equipo. Este desastre disfuncional de personas con habilidades increíbles y comunicación terrible. Y de alguna manera, tenían que convencer al vigilante más paranoico de América de que se uniera a ellos.
Michael no estaba seguro de que fueran a tener éxito. Pero, honestamente, la mitad del trabajo de superhéroe era intentar cosas imposibles y ver qué funcionaba.
Tres días después, la oportunidad que Max había estado esperando llegó en la forma menos conveniente posible: una invasión de robots.
No era una invasión grande. No era una invasión de "fin del mundo". Era más como una invasión de "muy molesta e inconveniente". Aproximadamente veinte robots del tamaño de autos, diseño desconocido, habían aparecido en el centro de Coast City y estaban sistemáticamente destruyendo propiedad mientras emitían algún tipo de señal que estaba interfiriendo con todas las comunicaciones en un radio de cinco millas.
La Justice Gang estaba en el aire en menos de diez minutos.
— ¿Quién demonios invade Coast City? — gritó Kendra mientras volaban hacia la escena—. Nadie se acuerda de Coast City. Ni siquiera la gente que vive en Coast City se acuerda de Coast City.
— Es mi territorio, — pájara respondió Guy—. Muestra algo de respeto.
— Espera, ¿tú proteges Coast City? ¿Desde cuándo?
— Desde que me asignaron este sector. ¿Prestas atención en las reuniones del Cuerpo de Linternas?
— No.
— Eso explica mucho.
Clark los escuchaba discutir mientras volaba, escaneando la ciudad con su visión de rayos X. Los robots eran... raros. No había firmas de calor. No había fuentes de energía obvias. Solo metal y algo más que no podía identificar.
— Michael — dijo a través del comunicador—, ¿tienes idea de qué son estas cosas?
— Dame un segundo. — La voz de Michael sonaba distante, probablemente ya analizando—. Okay, escaneando ahora. Diseño no coincide con nada en mi base de datos. No son terrestres, o si lo son, están usando tecnología que no he visto antes.
— Genial. Robots misteriosos. Mis favoritos — murmuró Kendra.
Llegaron a la escena y fue exactamente tan caótico como Clark había esperado. Los robots estaban destrozando todo a la vista: autos, edificios, cualquier cosa que no se moviera lo suficientemente rápido. Civiles corrían en todas direcciones. Un par de oficiales de policía estaban tratando de evacuar el área, pero claramente estaban superados.
— Bien — dijo Clark, cayendo en modo de liderazgo porque alguien tenía que hacerlo—. Guy, construcciones para contención. Trata de agruparlos. Kendra, flanquea desde arriba, pero cuidado con las señales de interferencia. Michael, necesitamos saber qué los está controlando. Yo voy por los civiles.
— ¿Y quién te puso a cargo? — preguntó Guy, pero ya estaba creando jaulas de energía verde alrededor de tres robots.
—El sentido común —respondió Clark, y entonces se movió.
La ventaja de la súper velocidad era que podía hacer múltiples cosas simultáneamente. Rescatar a una familia de un auto aplastado. Desviar un robot que estaba a punto de aplastar a un policía. Levantar un autobús que había sido volcado y mover a los pasajeros a un lugar seguro.
Todo en aproximadamente cuatro segundos.
— Okay, esto es oficialmente raro — dijo Michael—. Los robots no tienen IA. No son autónomos. Están siendo controlados remotamente, pero no puedo rastrear la señal. Es como si viniera de todas partes y de ningún lugar simultáneamente.
— ¿Puede ser magia? — preguntó Kendra, atravesando el pecho de un robot con su maza—. Porque odio cuando es magia.
— No leo señales místicas — respondió Michael—. Es tecnología. Solo tecnología muy, muy avanzada.
Clark estaba a punto de responder cuando su súper audición captó algo. Una voz. Tranquila. Calmada. Dando órdenes.
Giró la cabeza, enfocando.
Ahí. En un techo a tres cuadras de distancia.
Batman.
Por supuesto que Batman estaba aquí. Porque aparentemente el universo tenía un sentido del humor terrible.
— Tenemos compañía —dijo Clark.
— ¿Qué tipo de compañía? —preguntó Guy, enviando otro robot a través de un edificio vacío con una construcción de energía.
— El tipo que nos dijo que nos mantuviéramos fuera de su ciudad.
— Esto no es Gotham —señaló Kendra.
— No creo que eso le importe.
Clark voló hacia el techo, aterrizando a una distancia respetuosa. Batman estaba de pie en el borde, observando el caos abajo con esa quietud particular que solo él podía lograr. Tenía algo en la mano, un dispositivo que Clark no reconocía, y estaba presionando botones con la concentración de alguien desarmando una bomba.
— Batman — dijo Clark, tratando de sonar profesional y no como alguien que había estado reviviendo su última conversación en su cabeza durante tres días—. No sabía que operabas en Coast City.
— No opero aquí — respondió Batman sin levantar la vista de su dispositivo—. Estoy rastreando algo.
— ¿Los robots?
— Obviamente.
— Bien. Nosotros también. Tal vez podríamos... colaborar.
Batman finalmente lo miró, y Clark sintió ese peso de evaluación que había sentido en el almacén. Como si Batman pudiera ver a través de él. Lo cual era irónico considerando que Clark era el único con visión de rayos X.
— No necesito ayuda —dijo Batman.
— No ofrecí ayuda. Ofrecí colaboración. Hay una diferencia.
— No para mí.
Esto iba a ser difícil. Clark respiró profundo (innecesario pero calmante) y trató otra vez.
— Mira, sé que salimos mal la última vez. Y entiendo que tienes tu forma de hacer las cosas. Pero hay veinte robots destruyendo Coast City y civiles en peligro. ¿Podemos poner el ego de lado por cinco minutos?
Batman lo miró por un largo momento. Luego, sorprendentemente, asintió.
— Los robots están siendo controlados desde un punto central — dijo, volviendo a su dispositivo—. He estado rastreando la señal. Origen: instalación subterránea, dos millas al este. Antigua base militar convertida en laboratorio privado.
—¿Quién es el dueño?
— No lo sé. Los registros están encriptados. Pero quienquiera que sea tiene acceso a tecnología muy avanzada.
— Michael — dijo Clark a su comunicador—, ¿escuchaste eso?
— Sí. Enviando ubicación a tu HUD ahora. ¿Quieres que vaya a investigar?
— No —interrumpió Batman—. Iré yo.
— Iremos nosotros — corrigió Clark—. Juntos.
Batman lo miró como si Clark hubiera sugerido que usaran trajes a juego.
— No trabajo con-.
— Conmigo. Sí, ya lo dijiste. —Clark se cruzó de brazos, sintiendo un poco de frustración subiendo—. Pero, ¿sabes qué? Estoy cansado de ese acto. Estoy cansado de ti tratando a todos los demás superhéroes como si fueran amateur cuando hay gente que necesita ayuda. Así que puedes ir solo y arriesgarte a que te tiendan una trampa, o podemos ir juntos y resolver esto dos veces más rápido. Tú eliges.
Silencio.
Clark pensó que Batman iba a irse. O peor, sacar kryptonita. (¿Tenía kryptonita? Probablemente. Batman probablemente tenía planes de contingencia para todos.)
Pero en lugar de eso, Batman dijo: — No te interpongas en mi camino.
Y entonces se fue, usando un gancho para descender del edificio hacia las calles.
Clark parpadeó. ¿Eso había sido... cooperación? ¿Cooperación reluctante y gruñona, pero cooperación nonetheless?
— ¿Holt? — dijo al comunicador—. Batman y yo vamos al origen de la señal. Necesito que el resto de ustedes manejen los robots aquí.
— ¿Disculpa? — La voz de Guy sonaba incrédula—. ¿Te vas con Batman? ¿Solo ustedes dos?
—Sí.
— Oh, esto va a terminar mal — murmuró Michael—. Pero bien. Nos encargamos de los robots. Trata de no morir. Batman probablemente tiene kryptonita.
— Gracias por el voto de confianza.
— Es lo que hago.
Clark voló hacia donde Batman había desaparecido, encontrándolo dos cuadras más tarde corriendo a través de un callejón. Porque por supuesto que estaba corriendo. Batman no aceptaba aventones.
— ¿Quieres que te lleve? — ofreció Clark—. Sería más rápido.
— No.
— Llegaremos en treinta segundos en lugar de diez minutos.
— Dije no.
— ¿Es un problema de control o un problema de confianza?
Batman se detuvo tan abruptamente que Clark casi pasó de largo. Giró para mirarlo, y había algo en su lenguaje corporal que Clark no podía leer.
— Ambos — dijo finalmente.
Y luego siguió corriendo.
Clark suspiró pero lo siguió volando a velocidad de corrida humana, lo cual era dolorosamente lento para él pero aparentemente el compromiso que Batman estaba dispuesto a hacer.
Los diez minutos más largos de su vida después, llegaron a la instalación. Se veía abandonada desde afuera: cerca oxidada, edificios viejos, ningún signo de actividad.
— Está debajo — dijo Batman, sacando su dispositivo otra vez—. Dos niveles subterráneos. Sistema de seguridad activo. Guardias armados.
— ¿Cómo sabes todo eso?
Batman le mostró la pantalla, que estaba mostrando un plano completo de la instalación. Clark parpadeó.
— ¿Cuándo tuviste tiempo de hackear sus sistemas?
— En el vuelo aquí.
— Estabas corriendo.
— Multitarea.
Por supuesto. Porque Batman era aparentemente capaz de hacer tres cosas imposibles antes del desayuno.
Entraron a la instalación (Batman por la puerta principal después de desactivar el sistema de seguridad, Clark simplemente caminando a través porque los beneficios de la invulnerabilidad). Dentro era exactamente lo que esperarías de un laboratorio criminal: luces fluorescentes parpadeantes, pasillos de concreto, el olor a ozono y productos químicos.
Y guardias. Muchos guardias.
— No matamos —dijo Clark rápidamente.
— Sé cómo hacer mi trabajo, Superman.
— Solo asegurándome de que estemos en la misma página.
Lo que siguió fue posiblemente la pelea más eficiente que Clark había tenido en meses. No porque él hiciera mucho, Batman manejaba a los guardias con esa eficiencia brutal que Clark había visto en el almacén, sino porque había una sincronización inesperada en cómo trabajaban.
Batman desarmaba a un guardia. Clark atrapaba el arma antes de que tocara el suelo.
Clark bloqueaba una línea de fuego. Batman usaba la distracción para incapacitar al tirador.
No hablaban. No coordinaban verbalmente. Solo... funcionaba.
Era extrañamente satisfactorio.
Llegaron al centro de control dos minutos después (Clark había cronometrado), donde encontraron exactamente lo que esperaban: un científico loco con egos delirantes monitoreando veinte pantallas.
— Ah — dijo el científico, girándose en su silla con dramatismo innecesario—. Batman y Superman. Qué honor.
— Apaga los robots — dijo Batman.
— ¿O qué? ¿Me golpearás? — El científico sonrió—. Mis abogados se divertirán con eso.
— O yo los derrito — dijo Clark amablemente—. Visión de calor. Muy efectiva con electrónicos.
La sonrisa del científico vaciló.
—Ustedes no pueden-.
— Podemos — interrumpió Batman—. Y lo haremos. Apaga los robots. Ahora.
Resulta que cuando tienes a un vigilante aterrador y un alienígena superpoder oso trabajando juntos, la gente tiende a cooperar. El científico apagó los robots. Batman lo ató con cable de acero. Clark llamó a la policía.
Trabajo en equipo. Quien lo hubiera pensado.
Salieron de la instalación justo cuando llegaban las sirenas. Batman se alejó hacia las sombras, porque por supuesto que lo haría, pero Clark lo alcanzó.
— Oye — dijo—. Eso fue... buen trabajo. Gracias.
Batman lo miró. No dijo nada por un largo momento, y Clark pensó que iba a irse sin responder.
Pero entonces dijo: — Eres menos incompetente de lo que pensaba.
Y viniendo de Batman, Clark decidió tomar eso como un cumplido.
— ¿Significa eso que reconsiderarás unirte al equipo?
— No.
— ¿Ni siquiera un poco?
Batman lo estudió, y Clark se sintió evaluado otra vez, como una ecuación que Batman estaba tratando de resolver.
— Tal vez — dijo finalmente—. Eventualmente. Si dejan de molestarme.
Y luego se fue, desapareciendo en las sombras como si nunca hubiera estado ahí.
Clark se quedó parado, procesando lo que acababa de pasar.
"Tal vez."
"Eventualmente."
No era un sí. Pero no era un no.
Era progreso.
Clark sonrió, sintiéndose más ligero de lo que se había sentido en días.
Cuando regresó con el equipo, Guy lo recibió con una sonrisa enorme.
— ¿Entonces? ¿Cómo fue tu cita con Batman?
— No fue una cita. Fue una operación táctica.
— Una operación táctica romántica — añadió Kendra con una sonrisa pequeña.
— Los odio a todos.
— No es cierto — dijo Michael—. Pero más importante, ¿progreso?
Clark consideró la pregunta. Pensó en Batman diciendo "tal vez". Pensó en cómo habían trabajado juntos, esa sincronización inesperada.
— Sí — dijo finalmente—. Creo que sí.
— Bien. — Michael asintió—. Porque Max va a preguntar, y prefiero tener algo positivo que reportar.
— ¿Podemos tal vez no decirle a Max sobre esto todavía? — pidió Clark—. Solo... dame algo de tiempo para pensar en cómo proceder.
— Secretos corporativos — dijo Guy—. Me gusta. Muy rebelde.
— No es rebelde. Es estratégico.
— Estratégicamente rebelde.
Clark negó con la cabeza, pero estaba sonriendo.
Tal vez, solo tal vez, esto iba a funcionar después de todo.
Chapter 5: Tal vez.
Chapter Text
El Daily Planet era un caos controlado en las mejores circunstancias. En las peores, era simplemente caos. Hoy era jueves a las 3 PM, lo que significaba que todo el mundo estaba corriendo para cumplir con los deadlines de mañana, los teléfonos sonaban constantemente, y el café de la sala de descanso había alcanzado un nivel de toxicidad que probablemente violaba convenciones internacionales.
Clark Kent estaba en su escritorio, tratando de escribir un artículo sobre corrupción municipal que debía haber entregado ayer, cuando su teléfono vibró. Normalmente ignoraría esto. Clark Kent, reportero, estaba ocupado. Superman podía esperar hasta que hubiera un descanso en la acción periodística.
Pero algo le hizo mirar la pantalla.
Número desconocido.
Mensaje: "Muelle 47. Esta noche. 11 PM. Ven solo."
Clark dejó de respirar.
Lo cual era ridículo porque no necesitaba respirar tanto como los humanos normales, pero su cerebro aparentemente había olvidado ese detalle porque estaba demasiado ocupado procesando el hecho de que alguien acababa de enviarle un mensaje misterioso a su teléfono personal.
No su teléfono de Superman. No tenía un teléfono de Superman. Solo tenía su teléfono de Clark Kent, reportero, persona civil, humano completamente normal que definitivamente no era un alienígena con superpoderes.
Y alguien acababa de citarlo en un muelle.
A las 11 PM.
Solo.
Esto era cómo empezaban las películas de terror. O las trampas elaboradas. O ambas cosas.
Su teléfono vibró otra vez.
"No es una trampa. - B"
B.
B como en...
Oh no.
Oh Rao.
Batman tenía su número.
Batman, quien definitivamente no debería saber quién era Clark Kent más allá de "reportero del Daily Planet", tenía su número de teléfono personal y le estaba enviando mensajes como si esto fuera algo normal que la gente hacía.
¿Cómo había conseguido su número? ¿Cuánto sabía? ¿CUÁNTO TIEMPO había sabido?
Clark miró fijamente a su teléfono como si fuera a revelar los secretos del universo. O al menos los secretos de cómo Batman había hackeado su vida.
Y luego, a pesar del pánico creciente, a pesar de las mil preguntas bombardeando su cerebro, a pesar del hecho de que esto era objetivamente aterrador...
Clark sonrió.
Batman quería verlo.
Solo a él.
En un muelle. A las 11 PM. Lo cual era súper turbio cuando lo pensabas, pero también era Batman pidiendo una reunión, lo cual significaba que "tal vez, eventualmente" se había convertido en "ahora, aparentemente".
Esto era progreso. Esto era-.
— ¿Smallville?
Clark casi tiró su teléfono. Miró hacia arriba para encontrar a Lois Lane parada frente a su escritorio, brazos cruzados, con esa expresión que usaba cuando había descubierto algo y estaba a punto de convertirlo en un interrogatorio.
— Lois. Hola. ¿Qué... qué pasa? — Clark bloqueó su teléfono con la velocidad de alguien escondiendo evidencia de un crimen.
— Estás sonriendo a tu teléfono — dijo Lois, y había un brillo peligroso en sus ojos—. Como, sonriendo de verdad. Esa sonrisa estúpida que la gente hace cuando recibe un mensaje de alguien que le gusta.
— No estaba sonriendo, pff, que dices.
— Totalmente estabas sonriendo — añadió Jimmy Olsen, apareciendo de la nada porque aparentemente Clark estaba siendo emboscado—. Te vi desde mi escritorio. Fue como ver a un cachorro viendo a su dueño llegar a casa.
— Eso es... eso ni siquiera tiene sentido, Jimmy.
— ¿Quién es? — preguntó Lois, y había emoción en su voz ahora, el tipo de emoción que usualmente reservaba para grandes historias o grandes chismes—. ¿Es alguien del gimnasio? ¿Alguien que conociste en una de tus "emergencias"?
Clark podía sentir el calor subiendo por su cuello. Esto era ridículo. Era un hombre adulto. Era Superman. No debería estar sonrojándose como un adolescente solo porque Batman-.
No. No iba a terminar ese pensamiento.
— No es nadie — dijo, tratando de sonar convincente—. Solo un mensaje de trabajo.
— Los mensajes de trabajo no hacen que la gente sonría así — señaló Jimmy—. A menos que seas uno de esos psicópatas que aman trabajar, lo cual, para ser justo, podrías serlo.
— No soy un psicópata.
— Eso es exactamente lo que diría un psicópata — murmuró Lois, pero estaba sonriendo—. Vamos, Kent. Dame algo. ¿Cuánto tiempo has estado hablando con esta persona misteriosa?
— No es... no hay ninguna persona misteriosa.
— Entonces muéstranos el mensaje.
— No.
— ¿Por qué no?
— Porque es privado.
— ¡AJÁ! — Lois señaló con el dedo como si acabara de resolver un caso—. ¡Es privado! ¡Definitivamente es alguien romántico!
— No dije eso.
— No tuviste que hacerlo. Tu cara lo dijo por ti.
Jimmy se había acercado más, con esa expresión de "cuéntame todo el chisme" que Clark había aprendido a temer.
— ¿Es alguien que conocemos? ¿Sale en el directorio del Planet?
— ¡No!
— ¿Entonces es alguien de fuera del trabajo? — Lois estaba prácticamente rebotando ahora—. Oh Dios mío, Clark, ¿finalmente estás saliendo con alguien? ¿Después de qué, tres años de ser un ermitaño?
— No soy un ermitaño.
— Eres un ermitaño con superpoderes — corrigió Jimmy, y luego se congeló—. Espera, no se supone que diga eso en voz alta.
— Quizás deberías practicar ese filtro, Olsen — dijo Lois con sarcasmo, aunque mantuvo su voz baja—. Pero en serio, Clark. ¿Quién es?
Clark miró entre sus dos mejores amigos, ambos claramente preparados para no dejarlo en paz hasta que confesara algo. Lo cual era un problema porque no había nada que confesar. Bueno, había algo, pero no era lo que ellos pensaban, y definitivamente no era algo que pudiera explicar sin sonar completamente demente.
"Oh, sí, Batman me envió un mensaje. ¿Batman? El vigilante que aterroriza criminales en Gotham. Sí, ese. Aparentemente tiene mi número ahora y quiere encontrarse conmigo en un muelle a las 11 PM. ¿Por qué estoy sonriendo? No lo sé, ¿estrés? ¿Gas de la risa? ¿Colapso mental? Kryptonita risueña enviada por sms."
Sí, eso iría bien.
— Es complicado — dijo finalmente.
— El romance siempre es complicado — dijo Lois con la sabiduría de alguien que había tenido aproximadamente mil relaciones complicadas—. Esa es la parte divertida.
— No es romance. Es... — Clark buscó una palabra que no fuera "vigilante en capa enviándome mensajes crípticos"— trabajo. Tipo de. Es relacionado con mi otro trabajo.
Lois y Jimmy intercambiaron una mirada.
— ¿Tu trabajo de superhéroe? — preguntó Jimmy cautelosamente.
— Sí.
— ¿Entonces es otro superhéroe? — Lois se inclinó hacia adelante, y Clark podía ver el instinto periodístico activándose—. ¿Quién? ¿Alguien de tu equipo? ¿Es Guy Gardner? Por favor dime que no es Guy Gardner.
— ¡No es Guy! — Clark casi gritó, y varias cabezas se giraron en la oficina—. Definitivamente no es Guy.
— Entonces, ¿quién? — insistió Jimmy—. ¿Mister Terrific? Parece tu tipo. Inteligente, organizado, probablemente tiene su vida resuelta-.
— No es Michael tampoco.
— ¿Hawkgirl? — ofreció Lois—. Sé que técnicamente eres heterosexual, pero nunca se sabe-.
— Lois, por favor.
— Entonces es alguien fuera del equipo. — Lois tamborileó sus dedos en el escritorio de Clark—. Interesante. ¿Alguien que conociste recientemente?
Clark pensó en Batman parado en ese techo en Coast City, diciendo "tal vez, eventualmente" con esa voz áspera. Pensó en cómo habían trabajado juntos, esa sincronización inesperada que había sido más satisfactoria de lo que debería haber sido.
Pensó en el mensaje en su teléfono. "Ven solo."
Y se dio cuenta de que estaba sonriendo otra vez como un idiota.
— Oh mierda — dijo Lois—. Estás enamorado.
— ¡No estoy enamorado! — Clark casi se paró de su silla—. Es solo... es interesante. La persona es interesante.
— 'Interesante' es código para 'atractivo pero emocionalmente no disponible' — tradujo Jimmy—. Lo sé porque usé la misma palabra para describir a mi ex.
— No es mi ex porque nunca fue mi nada — dijo Clark, dándose cuenta demasiado tarde de que acababa de admitir que había una "persona" en primer lugar.
Lois sonrió como el gato que se comió al canario. —Entonces hay alguien. Alguien que es interesante. Alguien que te hace sonreír a tu teléfono como un adolescente.
— Lois...
— ¿Desde cuándo? — preguntó, su tono suavizándose un poco, volviéndose más amiga y menos reportera—. ¿Cuánto tiempo has estado... interesado?
Clark consideró mentir. Consideró desviar. Consideró usar su súper velocidad para literalmente huir de esta conversación.
Pero estos eran Lois y Jimmy. Ellos sabían su secreto. Lo habían ayudado mil veces. Lo conocían mejor que casi cualquier otra persona en el planeta.
Y tal vez, solo tal vez, necesitaba hablar con alguien sobre esto que no se burlara inmediatamente de él.
— Un par de semanas — admitió—. Más o menos. Es... complicado.
— Ya dijiste eso. — Lois se sentó en el borde de su escritorio, lo cual técnicamente era una violación del código de conducta de oficina, pero Lois nunca había sido una para seguir reglas—. Complicado cómo. ¿No le gustas? ¿No sabe que existes? ¿Es un villano?
— Definitivamente no es un villano — dijo Clark rápidamente—. Es un héroe. Un buen héroe. Solo que... difícil. Muy difícil. Y privado. Y probablemente no está interesado en mí de esa manera.
— ¿De qué manera está interesado entonces? — preguntó Jimmy.
—Profesionalmente. Tal vez. Creo. Acaba de aceptar reunirse conmigo, así que eso es algo.
— Espera. — Lois entrecerró los ojos—. ¿Esta persona te rechazó antes?
El silencio de Clark fue respuesta suficiente.
— Oh, Smallville. — Lois sonaba entre simpatía y exasperación—. Estás persiguiendo a alguien que ya te dijo que no.
— No es así. Bueno, no exactamente. No me rechazó a mí específicamente. Rechazó la oferta del equipo. Pero ahora quiere hablar, así que claramente reconsideró, y tal vez-.
— Clark. — Jimmy puso una mano en su hombro—. Amigo. Esto suena como una receta para el desastre.
— O para una gran historia de 'cómo nos conocimos' — contraofertó Lois—. Depende de tu perspectiva.
— ¿Cómo es que tú eres la optimista aquí? —preguntó Jimmy.
— Porque he visto cómo Clark mira su teléfono. Ese nivel de estupidez sonriente solo pasa cuando vale la pena. — Lois le dio un golpe ligero en el brazo—. Entonces, ¿vas a ir a esta reunión misteriosa?
— Sí.
— ¿Solo?
— Eso es lo que pidió.
— ¿Y confías en esta persona?
Clark pensó en Batman. En cómo había trabajado con él. En cómo había dicho "tal vez" en lugar de otro "no" categórico. En cómo, a pesar de todo, Clark tenía la sensación de que Batman era alguien que mantenía su palabra.
— Sí — dijo—. Confío en él.
Lois y Jimmy intercambiaron otra mirada, una de esas conversaciones silenciosas que la gente tiene cuando han sido amigos por años.
— Bien — dijo Lois finalmente—. Pero envíanos tu ubicación. Y si no sabemos de ti en una hora después de la reunión, vamos con la policía.
— No van a llamar a la policía.
— Tienes razón. Iré personalmente a buscar a este misterioso superhéroe e interrogarlo sobre sus intenciones con mi mejor amigo.
— Por favor no hagas eso.
— Entonces manda un mensaje después de la reunión.
— Lo haré.
— Y Clark. — Lois se inclinó más cerca, su voz bajando a algo más serio—. Si este tipo te lastima, Superman o no Superman, lo voy a destruir en una columna. Tengo ese poder.
Clark no pudo evitar sonreír. — Lo sé. Gracias, Lo.
— De nada. Ahora termina tu artículo. Algunos de nosotros tenemos que trabajar para vivir.
Se alejaron, aunque Jimmy se dio vuelta para hacer gestos exagerados de "llámame" y Lois le lanzó un guiño antes de regresar a su propio escritorio.
Clark miró su teléfono otra vez.
"Muelle 47. Esta noche. 11 PM. Ven solo."
Tenía ocho horas.
Ocho horas para terminar su artículo, terminar su día de trabajo, patrullar Metrópolis por si acaso porque el crimen no tomaba descansos, decidir qué ponerse. ¿Superman o Clark Kent? El mensaje había venido a su teléfono de Clark, pero decía "ven solo" lo cual implicaba Superman, pero entonces Batman sabía quién era él así que técnicamente podría ir como cualquiera, excepto que probablemente debería ir como Superman porque era más profesional, excepto que-.
Okay. Estaba pensando demasiado.
Esto era solo una reunión. Una reunión profesional con un colega superhéroe que quería discutir... algo. Probablemente el equipo. Probablemente tenía preguntas. O condiciones. O quería establecer límites.
Era perfectamente normal.
Perfectamente profesional.
Nada de qué ponerse nervioso.
Clark miró la hora. 3:17 PM.
Siete horas y cuarenta y tres minutos.
Iba a ser la espera más larga de su vida.
A las 10:45 PM, Clark estaba volando sobre Metrópolis en círculos, lo cual era ridículo porque el muelle 47 estaba a cinco minutos de distancia a velocidad normal y podía estar ahí en literalmente tres segundos si realmente se apuraba.
Pero llegar temprano se veía desesperado, ¿verdad? O tal vez se veía puntual. ¿Batman apreciaba la puntualidad? Probablemente. Batman probablemente apreciaba la eficiencia y el profesionalismo y llegar exactamente a tiempo, ni un minuto antes ni después.
O tal vez llegar temprano mostraba interés. Compromiso. La capacidad de seguir instrucciones simples como "11 PM" sin complicaciones innecesarias.
Clark estaba complicando esto innecesariamente.
A las 10:52 PM, decidió que esto era ridículo y voló hacia el muelle 47.
Era exactamente lo que esperarías de un muelle abandonado en una ciudad que no era Gotham: menos aterrador pero igual de abandonado. Contenedores de envío oxidados. Grúas viejas. El olor a sal y agua estancada. Ninguna luz excepto la luna y el resplandor distante de la ciudad.
Clark aterrizó suavemente, sus botas tocando el concreto agrietado sin hacer ruido. Usó su súper audición para escanear el área.
Nada. Ningún latido excepto el suyo. Ningún movimiento.
Estaba solo.
A las 10:58 PM, comenzó a preguntarse si había leído mal el mensaje. ¿Había dicho muelle 47? Verificó su teléfono otra vez. Sí. Muelle 47. 11 PM.
Estaba en el lugar correcto.
A las 11:00 PM exactamente, una voz habló desde las sombras detrás de él.
— Llegaste temprano.
Clark no saltó. Definitivamente no. Superman no saltaba. Era solo que su corazón había decidido acelerar súbitamente y sus músculos se habían tensado en sorpresa, pero eso no contaba como saltar.
Se giró para encontrar a Batman emergiendo de entre dos contenedores, moviéndose tan silenciosamente que incluso la súper audición de Clark no lo había detectado hasta que habló.
Lo cual era impresionante. Y ligeramente aterrador. Pero mayormente impresionante.
— Llegué a las 10:52 — admitió Clark—. ¿Es eso un problema?
— No. — Batman se acercó hasta que estaban a una distancia conversacional razonable, lo cual para Batman probablemente era más lejos de lo que la mayoría de la gente consideraría cómodo—. Demuestra compromiso.
— O ansiedad.
— También eso.
Hubo un silencio. Clark esperó, porque esto era reunión de Batman. Batman había pedido esto. Batman debería empezar. Pero Batman solo lo miraba, con esa quietud inquietante que hacía que Clark quisiera llenar el silencio con palabras, cualquier palabra, todas las palabras.
— Entonces — dijo Clark finalmente, porque alguien tenía que hablar—. ¿Cómo conseguiste mi número?
— Investigación.
— Eso es vago.
— Es intencional.
— ¿También sabes mi identidad civil?
Batman inclinó la cabeza ligeramente, que Clark había aprendido era su versión de "obviamente".
— ¿Por cuánto tiempo?
—Tres días después de que apareciste en Metrópolis.
Clark parpadeó. — ¿Hace cinco años?
— Sí.
— Has sabido quién soy durante cinco años y nunca dijiste nada.
— No era relevante.
— ¿No era-? — Clark se detuvo, procesando—. ¿Cuántas otras identidades civiles conoces?
— Suficientes.
— Eso es aterrador.
— Es necesario.
Clark decidió que era mejor no ahondar en eso. Batman claramente tenía expedientes sobre todos, lo cual era paranoico y preocupante y probablemente completamente justificado considerando su línea de trabajo.
— ¿Por qué me citaste aquí? —preguntó en su lugar.
Batman fue silencioso por otro momento, y Clark tuvo la impresión de que estaba eligiendo sus palabras cuidadosamente.
—He reconsiderado tu oferta — dijo finalmente—. El equipo. La Justice Gang.
El corazón de Clark dio un salto. — ¿En serio?
— Tengo condiciones.
— Por supuesto que las tienes.
— No respondo a Maxwell Lord. No respondo a intereses corporativos. Si me uno, es como consultor independiente, no como empleado.
— Eso es... razonable, realmente.
— Mantengo autonomía operacional en Gotham. No interferencia sin mi permiso explícito.
— También razonable.
— Y quiero acceso completo a los archivos del equipo. Perfiles de cada miembro. Capacidades. Debilidades. Protocolos de emergencia.
Clark dudó en eso. — ¿Por qué necesitas saber nuestras debilidades?
Batman lo miró directamente. —Porque si alguno de ustedes se vuelve una amenaza, necesito saber cómo detenerlos.
Era honesto, Clark tenía que darle eso. Inquietantemente honesto.
— ¿Tienes un plan para detenerme a mí? — preguntó Clark.
— Sí.
— ¿Kryptonita?
— Entre otras cosas.
— Por supuesto. — Clark debería estar molesto por eso. Probablemente debería estar molesto. Pero había algo casi reconfortante en la preparación de Batman, en saber que alguien estaba pensando en los peores escenarios—. Bien. Puedo vivir con eso. ¿Algo más?
— No más intentos de reclutamiento público. No más apariciones sorpresa. Si necesitas mi ayuda, contactas primero.
— Estoy empezando a pensar que tu definición de "trabajo en equipo" es diferente a la de todos los demás.
— Trabajo en equipo no significa perder individualidad. Significa colaboración estratégica cuando es mutuamente beneficiosa.
— Eso suena como algo que dirías en una presentación de negocios.
— Funciona para negocios. Funciona para esto.
Clark estudió a Batman, tratando de leer lenguaje corporal debajo de la armadura y la capa. Era difícil. Batman había perfeccionado el arte de no revelar nada.
Pero había venido. Había pedido esta reunión. Había reconsiderado.
Eso tenía que significar algo.
— Bien — dijo Clark—. Tus condiciones son aceptables. Pero yo también tengo una.
— ¿Cuál?
— Confías en nosotros. No completamente, no al principio, pero eventualmente. Si vamos a hacer esto, necesitamos funcionar como un equipo real. Lo que significa comunicación. Lo que significa no guardar secretos que nos puedan poner en peligro.
Batman fue silencioso.
— ¿Es demasiado? —preguntó Clark.
— No. Es... justo. — Batman asintió lentamente—. Acordado.
— ¿En serio?
— Dije acordado.
— Sí, pero... — Clark se dio cuenta de que estaba sonriendo otra vez, esa sonrisa estúpida que Lois había mencionado—. Bien. Okay. Entonces eso es... estás dentro. Estás en el equipo.
— En términos limitados con condiciones específicas.
— Pero dentro.
— ...sí.
Clark quería celebrar. Quería volar en círculos gritando. Quería llamar a todos inmediatamente y decirles que Batman había dicho que sí, que funcionó, que finalmente-.
Se contuvo. Porque Batman estaba parado ahí, probablemente reevaluando su decisión basado en cómo Clark estaba reaccionando.
— Bien — dijo Clark, tratando de sonar profesional—. Deberíamos organizar una reunión con el equipo. Presentaciones apropiadas. Discutir logística. Establecer protocolos de comunicación.
— Manda los detalles. A este número. — Batman le mostró un teléfono, un modelo que Clark no reconocía y probablemente era más seguro que las bóvedas de banco.
— ¿Tienes un teléfono de Batman?
— Tengo varios. Este es para el equipo.
— Por supuesto que lo es.
Batman guardó el teléfono, y por un momento Clark pensó que iba a irse, a desaparecer en las sombras como hacía siempre.
Pero en su lugar, dio un paso más cerca.
— Superman — dijo, su voz más baja—. Clark.
Escuchar su nombre real en la voz de Batman hizo algo raro al ritmo cardíaco de Clark.
— ¿Sí?
— Esto no cambia quién soy. No me volveré más... sociable. Más fácil. No trabajo bien con otros.
— Lo sé.
— Pero lo intentaré. Por el equipo. — Hizo una pausa—. Por ti.
Y antes de que Clark pudiera procesar eso, antes de que pudiera preguntar qué significaba exactamente "por ti", Batman se había ido, fundido en las sombras como si nunca hubiera estado ahí.
Clark se quedó parado en el muelle, solo con la luna y el sonido del agua, tocando su teléfono como evidencia de que eso realmente había pasado.
Batman se había unido al equipo.
Batman había dicho "por ti".
Clark voló a casa en un estado de aturdimiento feliz, aterrizando en su apartamento con menos gracia de lo usual. Se quitó el traje, se puso ropa normal, y se dejó caer en su sofá.
Su teléfono vibró.
Lois: "¿Todavía vivo?"
Clark: "Vivo. Todo salió bien."
Lois: "¿Bien cómo? ¿Bien 'tenemos una cita' o bien 'no me mataron'?"
Clark: "Bien como en que mi misterioso contacto acordó colaborar profesionalmente."
Lois: "Eso suena aburrido. Prefiero la versión de la cita."
Clark: "No hubo cita."
Lois: "Todavía. No hubo cita TODAVÍA."
Clark: "Buenas noches, Lois."
Lois: "¡Estás sonriendo otra vez! ¡Puedo sentirlo desde aquí!"
Clark cerró su teléfono, pero estaba sonriendo.
Mañana tendría que decirle al equipo. Organizar una reunión. Lidiar con las reacciones de Guy, por supuesto la burla, Kendra con indiferencia fingida, y Michael con su habitual análisis excesivo.
Pero esta noche, solo por esta noche, podía quedarse con este sentimiento.
Batman había dicho que sí.
Y lo había hecho "por ti".
Clark definitivamente no iba a leer demasiado en eso.
Definitivamente no.
(Mentiroso.)
Chapter 6: Primera impresión.
Chapter Text
Clark estaba parado cerca de la ventana, tratando de parecer casual y fallando miserablemente. Michael estaba revisando algo en una de sus T-Spheres con la concentración de alguien desarmando una bomba. Guy tenía los pies sobre la mesa porque por supuesto que sí, otra vez. Kendra miraba tiktoks, porque al parecer esa era su actividad nerviosa default.
Rex Mason (Metamorpho) estaba sentado en un sofá con Joey en su regazo, el bebé de cabeza ridículamente grande baboseando sobre el traje de su padre mientras hacía pequeños sonidos de bebé que ocasionalmente sonaban como elementos químicos siendo nombrados.
— ¿Alguien más piensa que esto es raro? — preguntó Guy—. Porque se siente raro.
— ¿La parte donde estamos esperando a Batman como si fuera una entrevista de trabajo? — dijo Kendra—. Sí, es raro.
— O la parte donde Superman ha estado parado en esa ventana por veinte minutos como una estatua decorativa — añadió Rex con una sonrisa—. Eso también es bastante raro.
— No he estado aquí por veinte minutos — protestó Clark sin apartar la mirada de la ventana.
— Han sido dieciocho minutos y cuarenta y tres segundos — corrigió Michael—. Pero el punto permanece.
— Estoy vigilando — dijo Clark débilmente.
— Estás nervioso — dijo Kendra.
— No estoy nervioso.
— Totalmente estás nervioso — Guy se estiró en su silla con una sonrisa—. Es casi tierno. El Boy Scout está nervioso por ver a su ídolo oficialmente unirse al equipo.
— No es mi ídolo.
— Claro que no.
Joey hizo un sonido que sonó sospechosamente como "Ba-man", y todos miraron al bebé con sorpresa.
— ¿Acaba de...? — empezó Michael.
— No preguntes — dijo Rex—. Joey es raro. Lo aceptamos y seguimos adelante.
La puerta se abrió y Maxwell Lord entró con esa energía de CEO que había perfeccionado: confiado, pulido, y ligeramente falso.
— Bien, equipo. Batman debería estar aquí en cualquier momento. Quiero que todos se comporten profesionalmente. Esto es una gran oportunidad para nosotros. Batman nos da credibilidad, presencia, y-.
—¿Trauma colectivo? —ofreció Guy.
Max lo ignoró. — Solo sean ustedes mismos. Pero versiones más profesionales de ustedes mismos.
— Eso es contradictorio — señaló Michael.
— Es gestión de personal. Acostúmbrate.
Max se fue, probablemente a prepararse para hacer una entrada dramática cuando Batman llegara. Clark volvió a mirar por la ventana, su visión de rayos X escaneando las calles abajo casi compulsivamente.
— ¿Ves algo? — preguntó Kendra.
— Tráfico. Peatones. Una paloma especialmente agresiva atacando a un turista.
— ¿Debería preocuparme por la paloma? — preguntó Rex.
—La paloma está ganando.
— Naturaleza rockstar.
Clark estaba a punto de responder cuando su audición captó algo. El sonido distintivo de un motor, pero no cualquier motor. Algo modificado, potente, ronroneando con una especie de energía contenida que hizo que los pelos de su nuca se erizaran.
— Está aquí — dijo.
— ¿Cómo sabes? — preguntó Michael.
— Simplemente lo sé.
Guy rodó los ojos. — Por supuesto que sabes. Probablemente has memorizado el sonido de su voz, su patrón de respiración, y el número de pasos que da por minuto.
Clark no dignificó eso con una respuesta, principalmente porque Guy no estaba completamente equivocado.
Tres minutos después, la puerta del área de reuniones se abrió.
Y entró un vagabundo.
O al menos, eso era lo que parecía a primera vista. Ropa holgada, varias capas que se veían como si hubieran visto mejores días, una gorra raída, y maquillaje negro manchado alrededor de los ojos y las mejillas que le daba un aspecto sucio, vivido.
Llevaba una mochila grande en su espalda y caminaba con ese paso específico de alguien que no quería ser notado.
Todos en la habitación se quedaron congelados.
— ¿Disculpa? — dijo Guy—. ¿Te equivocaste de edificio? La cocina de beneficencia está dos cuadras al sur.
El vagabundo no respondió. Solo caminó directamente hacia el baño privado adjunto a la sala de reuniones, cerró la puerta detrás de él, y el sonido de un cerrojo siendo activado resonó en el silencio.
— ¿Qué mierda acaba de pasar? — preguntó Guy.
— ¿Un indigente acaba de entrar a nuestra sala de reuniones segura? — Kendra tenía su maza en la mano—. ¿Cómo pasó seguridad?
— Tal vez necesita ayuda — dijo Clark, aunque su súper audición estaba captando sonidos del baño que definitivamente no eran de alguien necesitando ayuda. Sonido de tela. Cremalleras. El roce de armadura.
Oh.
Oh no.
— Uh, chicos — empezó Clark.
La puerta del baño se abrió.
Y salió Batman.
No Batman completo. No Batman con capa y toda la parafernalia. Este era Batman sin capa, con un traje que se veía más táctico que teatral, y una máscara que era diferente a la que Clark había visto antes. Más simple. Una máscara domino que cubría sus ojos pero dejaba más de su cara visible.
Todavía era completamente, innegablemente Batman.
Pero también era...
"Wow" no comenzaba a cubrirlo.
El silencio en la habitación era absoluto. Joey había dejado de balbucear, mirando y parpadeando al hombre de aura oscura. Incluso Guy, que siempre tenía algo que decir, estaba mudo.
Batman caminó hacia el centro de la sala, colocando su mochila (que presumiblemente contenía su disfraz de vagabundo y su capa) en una silla. Se movía con esa gracia controlada que Clark había visto en acción, pero aquí, en este espacio cerrado e iluminado, era diferente.
Más... presente.
— Michael Holt — dijo Batman, su voz exactamente tan áspera como Clark recordaba—. Mister Terrific. Tercer hombre más inteligente del mundo. Catorce doctorados. CEO de Holt Industries. Medalla de oro olímpica en decatlón.
Michael parpadeó. — Yo... sí. Ese soy yo.
Batman giró hacia Kendra. — Kendra Saunders. Hawkgirl. Reencarnación de Shrra. Consultor de seguridad. Entrenamiento en armas cuerpo a cuerpo desde los doce años.
Kendra bajó su maza lentamente. — Okay, eso es ligeramente aterrador.
— Guy Gardner. — Batman ni siquiera miró en su dirección, solo continuó su catálogo—. Green Lantern del sector 2814. Ex profesor de educación física. Anillo de poder adquirido como reemplazo de Hal Jordan. Registro disciplinario extenso con el Cuerpo de Linternas.
— Oye, ese registro está sellado-. — Guy se detuvo—. Espera, ¿cómo sabes sobre mi registro?
Batman lo ignoró y se volvió hacia Rex. — Rex Mason. Metamorpho. Composición molecular inestable. Capacidad de transformarse en cualquier elemento o compuesto. Anteriormente soldado de fortuna. Padre de Joey Mason.
Joey hizo ese sonido de "Ba-man" otra vez, y Batman inclinó la cabeza hacia el bebé en lo que podría haber sido reconocimiento.
Finalmente, se volvió hacia Clark.
— Clark Joseph Kent. Kal-El. Superman. Último hijo de Krypton. Reportero del Daily Planet. Nacido en Smallville, Kansas, criado por Jonathan y Martha Kent. — Hizo una pausa—. Debilidad a kryptonita y magia. Alergia leve al polen de ambrosía.
— ¿Cómo sabes sobre el polen de ambrosía? — preguntó Clark, genuinamente sorprendido—. Ni siquiera se lo he dicho a-.
— Investigación completa. — Batman cruzó los brazos—. Si voy a trabajar con este equipo, necesito saber con quién estoy trabajando.
— Sí, pero... — Michael se inclinó hacia adelante—. Algunas de esas cosas son altamente clasificadas. Mi registro olímpico es público, pero mis proyectos de investigación actuales no lo son. ¿Cómo-?
— Soy bueno en mi trabajo.
— Eso es una forma suave de decir "hackeé toda su vida" — murmuró Guy.
— Sí — confirmó Batman sin vergüenza.
Hubo otro momento de silencio mientras todos procesaban esto. Clark estaba tratando muy duro de no mirar fijamente, pero era difícil. Batman sin la capa completa, con esa máscara diferente que mostraba más de su mandíbula, la forma en que se paraba como si adueñara cada centímetro del espacio a su alrededor...
Era mucho.
Era demasiado.
Clark necesitaba un vaso de agua. O sentarse. O ambos.
— Entonces — dijo Rex, rompiendo el silencio—. Vagabundo. Esa es tu identidad de infiltración, ¿verdad? He leído sobre eso. Vagabundo urbano. Nadie mira a los indigentes. Camuflaje perfecto.
— Efectivo para movimiento en áreas donde Batman sería demasiado visible — confirmó Batman.
— Inteligente. — Rex meció a Joey—. Este pequeño monstruo es mi excusa para ir a lugares sin sospechas. La gente ve a un tipo con un bebé y asumen que soy inofensivo.
— Eres inofensivo — dijo Guy—. Eres básicamente arcilla parlante.
— Arcilla parlante que puede volverse ácido sulfúrico y derretir tu cara.
— Buen punto, je...
Batman se acercó a la mesa central, observando los planos y pantallas que mostraban su centro de operaciones actual. Sus ojos, o lo que Clark podía ver de ellos detrás de la máscara, escanearon todo con esa intensidad que hacía que Clark se sintiera como si él también estuviera siendo catalogado y archivado.
— Instalaciones adecuadas — dijo Batman—. Tecnología competente. Financiamiento estable. Ubicación estratégica.
— ¿Es eso... aprobación? — preguntó Michael cautelosamente.
— Es reconocimiento de recursos utilizables.
— Tomaré eso como un cumplido.
Michael se acercó, y Clark pudo ver su cerebro cambiando a modo "conocer gente nueva" que usualmente significaba que iba a hacer preguntas técnicas que nadie más entendería.
— Tu traje — empezó Michael—. El material se ve como una combinación de kevlar y algo más. ¿Fibras sintéticas? ¿Tejido de memoria?
— Ambos. Más incorporaciones de nanotecnología para reparación en tiempo real.
Los ojos de Michael se iluminaron de la forma que solo pasaba cuando hablaba de tecnología.
—¿Reparación autónoma? ¿Cómo resolviste el problema de energía? Los nanobots requieren una fuente constante-
— Células solares microscópicas en el tejido. Almacenamiento de energía en la capa.
— ¿Que dejaste en tu mochila?
— Sí.
— Fascinante. ¿Has considerado integración biométrica? Podría aumentar la eficiencia de reparación si el traje pudiera leer las señales fisiológicas del usuario-.
— Ya está integrado.
— ¿En serio? ¿Qué parámetros mide?
Y así, Michael y Batman cayeron en una conversación técnica que inmediatamente perdió a todos los demás. Guy bostezó ruidosamente. Kendra volvió a su maza. Rex le estaba explicando a Joey por qué no podía transformarse en kryptonita incluso si era técnicamente un elemento.
Y Clark...
Clark estaba parado ahí como un idiota, mirando a Batman hablar con Michael sobre compresión de datos y encriptación cuántica, queriendo unirse a la conversación pero sin saber cómo insertarse sin parecer desesperado.
Kendra le dio un codazo a Guy, inclinando la cabeza hacia Clark con una sonrisa burlona.
— Míralo — susurró, aunque no lo suficientemente bajo para que Clark no pudiera oír—. Parece un cachorro que quiere atención.
— Un cachorro patético — añadió Guy con alegría—. ¿Cuánto tiempo crees que tarde antes de que se acerque?
— Nunca. Está demasiado nervioso.
— Diez dólares a que lo hace en los próximos cinco minutos.
— Trato.
Clark les lanzó una mirada que esperaba comunicara "los odio a ambos", pero probablemente solo se veía como "por favor ayúdenme", lo cual era peor.
Rex se acercó, todavía cargando a Joey.
— ¿Sabes? Podrías simplemente caminar y unirte a la conversación. No muerde.
— Probablemente muerde — murmuró Clark.
— Okay, sí, probablemente muerde. Pero eres invulnerable. Estarás bien.
— No se trata de ser invulnerable físicamente.
— Ah. — Rex asintió sabiamente—. Invulnerabilidad emocional. Esa es más difícil. Ni modo, espero haberte ayudado.
Joey hizo un sonido que podría haber sido simpatía o gases. Era difícil saberlo con Joey.
Clark siguió mirando. No podía evitarlo. Batman estaba ahí, en su espacio, hablando con su equipo, siendo parte de esto de una manera que Clark había querido pero no había creído posible.
Y se veía... bien. Encajaba. Incluso mientras mantenía esa distancia que parecía ser parte fundamental de quién era Batman.
Batman debió sentir la mirada porque su cabeza giró ligeramente, esos ojos detrás de la máscara encontrando los de Clark a través de la habitación.
Por un momento, Clark pensó que Batman iba a ignorarlo, que iba a volver a su conversación con Michael y dejar a Clark allí parado como un tonto.
Pero entonces Batman hizo algo inesperado.
Hizo un gesto con la cabeza. Una pequeña inclinación hacia la puerta que llevaba a la azotea.
Un "sígueme" silencioso.
Y luego empezó a caminar.
Clark se quedó congelado por medio segundo, su cerebro tratando de procesar lo que acababa de pasar.
— Ve — dijo Kendra.
— Ve antes de que cambie de opinión — añadió Guy.
— ¿Por qué están todos invirtiendo tanto en mi vida social? — preguntó Clark.
— Porque es entretenido — dijo Rex—. Y porque claramente necesitas ayuda. Ahora ve antes de que Batman piense que eres grosero.
Clark fue.
Cruzó la sala con lo que esperaba era velocidad normal de humano (difícil cuando cada instinto le decía que corriera, o volara, o ambos), salió por la puerta, y subió las escaleras hacia la azotea.
Batman ya estaba allí, parado en el borde, mirando hacia Metrópolis con esa quietud que Clark estaba empezando a reconocer como su estado default. La ciudad se extendía debajo de ellos, luces parpadeando en la noche, el sonido distante del tráfico y la vida creando una especie de banda sonora ambiental.
Era casi pacífico.
— Gracias por venir — dijo Clark, acercándose pero manteniendo una distancia respetuosa—. Por unirte al equipo, quiero decir. Sé que no es tu cosa usual.
— No lo es — acordó Batman.
— ¿Entonces por qué lo hiciste?
Batman fue silencioso por un largo momento. Clark estaba empezando a aprender que eso significaba que estaba considerando sus palabras cuidadosamente, eligiendo exactamente qué decir y qué guardar.
— Alguien — dijo finalmente—. Mi... mayordomo. Me sugirió que podría beneficiarme de más interacción social.
— ¿Tu mayordomo te dijo que hicieras amigos?
— Esencialmente.
Clark no pudo evitar sonreír. — Suena como una buena persona.
— Es insoportable. — Pero había algo en el tono de Batman que sugería afecto debajo de la irritación—. Pero raramente está equivocado.
— ¿Entonces esto es un experimento social para ti?
— Es una estrategia táctica. Trabajar con un equipo establecido proporciona recursos, inteligencia compartida, y backup en situaciones que son demasiado grandes para manejar solo.
— Eso es muy... pragmático.
— Soy una persona pragmática.
— Lo estoy notando.
Otro silencio. Este era más cómodo, como si ambos estuvieran encontrando su ritmo. Clark se acercó un paso más, parándose junto a Batman en el borde.
— Tu equipo — dijo Batman—. Son capaces. Disfuncionales, pero capaces.
— Esa es una descripción justa.
— Holt es brillante. Arrogante, pero justificado. Gardner es un problema esperando a explotar. Saunders es competente pero emocionalmente cerrada. Mason es... — Batman hizo una pausa—. El bebé es anómalo.
— Joey es especial.
— Es un riesgo de seguridad.
— Es un bebé.
— Es un bebé con habilidades moleculares inestables.
— Buen punto. Pero es cabezón, así que da ternura.
Batman finalmente se volteó para mirarlo directamente, y Clark se dio cuenta de lo cerca que estaban parados. Podía ver más detalles de la máscara ahora, la forma en que se contorneaba a la estructura de su cara, cómo sus ojos eran más claros de lo que había pensado.
— Tú — dijo Batman—. Eres el líder. Aunque no lo digas explícitamente.
— No soy— Nadie me votó líder.
— No necesitaban hacerlo. Ellos te siguen. Te buscan para dirección. Eso te hace el líder.
— Eso es mucha presión.
— Puedes manejarlo. — Batman inclinó su cabeza—. Ya lo has estado haciendo.
Clark sintió algo cálido en su pecho con eso, algo que no tenía nada que ver con energía solar y todo que ver con el hecho de que Batman, que claramente no daba cumplidos libremente, acababa de darle uno.
— Gracias — dijo—. Eso... significa algo. Viniendo de ti.
— ¿Por qué?
La pregunta era directa, sin adornos, y Clark se encontró sin una respuesta fácil.
Porque admiraba a Batman. Porque había pasado años leyendo sobre sus casos, estudiando sus métodos. Porque había algo en la dedicación de Batman, en su rechazo a rendirse sin importar las probabilidades, que resonaba con algo profundo en Clark.
Porque contra toda lógica, Clark quería que Batman pensara bien de él.
— Porque respeto tu opinión — dijo finalmente—. Eres uno de los mejores en lo que haces. Tu aprobación... importa.
Batman lo miró por un largo momento, esos ojos detrás de la máscara evaluando, considerando.
— La aprobación es ganada — dijo—. No dada. Pero hasta ahora, no me has decepcionado.
— ¿"Hasta ahora" deja mucho espacio para decepción futura?
— Siempre hay espacio para decepción. Es cómo manejas esa decepción lo que define el carácter.
— Eso es sorprendentemente filosófico.
— Leo.
— ¿En serio? ¿Qué tipo de cosas?
— Filosofía. Historia. Psicología criminal. Ocasionalmente ficción si mi mayordomo insiste lo suficiente.
— ¿El insiste en que leas ficción?
— Dice que es "bueno para mi humanidad" o algo así.
Clark sonrió. —Definitivamente me gusta tu mayordomo.
—Todos lo hacen. Es molesto.
Estuvieron parados en silencio por otro momento, mirando la ciudad. Clark podía escuchar el latido de Batman ahora que estaban más cerca, lento y constante, sin el nerviosismo que Clark sentía en el suyo propio. Podría acostumbrarse a escuchar su bombeo, tan tranquilo y sereno.
— ¿Puedo preguntar algo? — dijo Clark.
— Puedes preguntar. Podría no responder.
— Justo. — Clark dudó—. ¿Por qué el cambio? La máscara, quiero decir. Es diferente a la que usas generalmente.
Batman fue silencioso, y Clark pensó que no iba a responder.
Pero entonces dijo.
— La máscara completa es para Gotham. Para el símbolo. Para el miedo. — Tocó el borde de la máscara domino—. Esto es para el trabajo de equipo. Es menos... intimidante. Más accesible.
— ¿Estás tratando de ser accesible?
— Estoy tratando de no aterrorizar a mis nuevos compañeros de equipo en el primer día.
— Demasiado tarde. Creo que Guy casi se desmaya cuando entraste.
— Bien.
Clark se rió, y sintió algo en su pecho aflojarse, algo que había estado tenso desde que Batman había entrado en esa sala.
Esto iba a funcionar.
Diferente de lo que había imaginado, probablemente más complicado, definitivamente con más Batman siendo Batman.
Pero iba a funcionar.
— Deberíamos volver — dijo Batman—. Lord probablemente quiere hacer su discurso corporativo.
— Oh Dios, sí. Max ama sus discursos.
— Puedo tolerar un discurso. Temporalmente.
— ¿Y después?
— Después establecemos protocolos de comunicación, sistemas de backup, y contingencias de emergencia. — Batman empezó a caminar hacia la puerta—. Y reviso tu sistema de seguridad porque hay al menos tres vulnerabilidades obvias que noté entrando.
— Por supuesto que las notaste.
— Es lo que hago.
Bajaron las escaleras juntos, y Clark se dio cuenta de que por primera vez desde que había conocido a Batman, no se sentía nervioso. Bueno, no tan nervioso.
Cuando entraron de vuelta a la sala, todos los ojos los siguieron. Guy tenía esa sonrisa de mierda que significaba que iba a decir algo molesto. Kendra estaba extendiendo la mano hacia Guy, quien gruñó y le pasó un billete de diez dólares.
— ¿Apostaron sobre nosotros? — preguntó Clark.
— Aposté a que no tendrías las agallas de seguirlo — dijo Guy—. Kendra tenía más fe en ti.
— Qué conmovedor.
Max entró entonces, con esa energía de CEO que significaba que el discurso estaba a punto de comenzar. Batman se tensó visiblemente pero se mantuvo en su lugar.
Clark ocultó una sonrisa.
Sí.
Esto definitivamente iba a funcionar.
Chapter 7: Despedidas.
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El discurso de Max había durado exactamente veintisiete minutos. Clark sabía esto porque había cronometrado, no porque estuviera aburrido (aunque lo estaba), sino porque necesitaba algo en qué enfocarse que no fuera Batman parado a tres metros de distancia con los brazos cruzados y esa postura que comunicaba "estoy tolerando esto pero apenas".
Era la cosa más divertida que Clark había visto en semanas.
Max había hablado sobre sinergia. Sobre marca. Sobre "aprovechar el capital simbólico de Batman para elevar el perfil público del equipo". Todo dicho con el entusiasmo de alguien vendiendo una presentación de PowerPoint, lo cual, para ser justos, básicamente era lo que estaba haciendo.
Batman no había dicho una palabra durante todo el asunto. Solo había parado ahí, ocasionalmente haciendo ese pequeño ajuste de peso que Clark estaba aprendiendo significaba que estaba considerando formas de escapar sin ser grosero.
Cuando Max finalmente terminó con un "¡Bienvenido al equipo, Batman!" que sonó más como el final de un comercial de televisión que una bienvenida genuina, todos aplaudieron. Bueno, todos excepto Batman, que simplemente asintió una vez.
— Gracias — dijo, en un tono que de alguna manera transmitía tanto gratitud como "nunca hagas esto otra vez".
— ¡Excelente! — Max se frotó las manos—. Ahora, necesitaremos coordinar horarios, establecer protocolos de comunicación, tal vez algunas sesiones de fotos para prensa-.
— No — dijo Batman.
— ¿Perdón?
— Fotos de prensa. No.
— Pero la exposición mediática es crucial para-
— No.
Max miró a Clark con esa expresión de "ayúdame aquí", pero Clark solo se encogió de hombros. Si Batman no quería fotos de prensa, no habría fotos de prensa. Esa era una batalla que Max tendría que pelear solo, y Clark no le daba buenas probabilidades.
— Bien — dijo Max después de un momento, claramente recalculando—. Sin fotos de prensa. Por ahora. Pero eventualmente necesitaremos algún tipo de confirmación pública de tu membresía-.
— Eventualmente — repitió Batman, en un tono que sugería que "eventualmente" significaba "nunca, pero dejaré que creas que es posible".
Max tomó eso como una victoria y se fue, probablemente a actualizar perfiles de medios sociales o lo que sea que los CEOs hacían cuando no estaban dando discursos.
La sala se relajó inmediatamente. Guy se estiró ruidosamente. Kendra guardó su maza (finalmente). Michael desactivó sus T-Spheres con un suspiro de alivio.
Rex le estaba haciendo caras tontas a Joey, quien se reía con esa risa de bebé que era mitad adorable, mitad ligeramente inquietante considerando que Joey técnicamente podía transformarse en uranio si se le antojaba.
Batman observaba todo esto con esa quietud característica, y Clark se preguntó qué estaba pensando. Si estaba categorizando las dinámicas del equipo. Evaluando amenazas potenciales. O simplemente preguntándose en qué se había metido.
Probablemente las tres cosas.
— Entonces — dijo Guy, rompiendo el silencio—. Batman. Murciélago. Bat-guy. ¿Prefieres algún apodo o es solo Batman todo el tiempo?
— Batman.
— ¿Ni siquiera Bats? ¿Batsy? ¿B-Man?
— Batman.
— Eres divertido en las fiestas, ¿no?
Batman lo miró sin expresión, lo cual de alguna manera comunicaba más desdén que cualquier respuesta verbal podría haber logrado.
Guy levantó las manos en rendición. — Bien, bien. Batman será.
Rex se acercó, todavía cargando a Joey. — Oye, antes de que te vayas, ¿quieres conocer apropiadamente al miembro más joven del equipo?
Batman miró al bebé. Joey lo miró de vuelta, sus ojos demasiado grandes para un infante, y luego soltó ese sonido de "Ba-man" que había estado haciendo toda la noche.
— Está obsesionado contigo — dijo Rex—. Ha estado diciendo eso desde que entraste.
— Los bebés no desarrollan reconocimiento facial avanzado hasta-.
— Este no es un bebé normal — interrumpió Rex—. Es metamorfo. Las reglas normales no aplican.
Batman consideró esto, luego extendió sus manos en un gesto universal de "dame al bebé".
Todo el mundo se congeló.
Clark estaba bastante seguro de que su cerebro acababa de cortocircuitarse. Batman. Queriendo cargar a un bebé. Esto era... esto era...
Rex pasó a Joey cuidadosamente, y Batman lo tomó con la eficiencia de alguien que sabía exactamente cómo cargar a un infante, lo cual planteaba preguntas que Clark no estaba seguro de querer respuestas.
Joey inmediatamente agarró la máscara de Batman con sus pequeñas manos regordetas, tirando de ella con la fuerza sorprendente de un bebé metahumano.
— Joey, no- — empezó Rex.
— Está bien — dijo Batman, ajustando su agarre para que Joey estuviera más cómodo—. No puede quitarla. Está asegurada.
Joey parecía tomar esto como un desafío y tiró más fuerte, su rostro poniéndose rojo con el esfuerzo. Cuando la máscara no cedió, cambió de táctica y simplemente empezó a babosear sobre la armadura de Batman.
— Lo siento — dijo Rex, tratando de no reírse—. Babea sobre todo. Es una fase.
— Es antisanitario — dijo Batman, pero no sonaba molesto. Si acaso, había algo casi... suave en su tono—. ¿Cuántos elementos puede transformarse?
— Hasta ahora, veintisiete. Que sepamos. Sigue descubriendo nuevos.
— Interesante. — Batman estudió a Joey con esa intensidad que usaba para analizar escenas del crimen—. Inestabilidad molecular a esta edad sugiere desarrollo cognitivo acelerado. ¿Ha mostrado señales de comprensión avanzada del lenguaje?
— Dice como cinco palabras. Mamá, papá, no, más, y aparentemente ahora Batman.
— Ba-man — confirmó Joey felizmente, golpeando su pequeño puño en el pecho de Batman.
— Necesitará entrenamiento especializado — dijo Batman—. Control sobre sus habilidades. Protocolos de seguridad. A medida que crezca, la falta de control podría volverse peligrosa.
— ¿Estás ofreciendo ayudar a entrenar a mi hijo? —preguntó Rex.
Batman lo miró. — Estoy señalando una necesidad táctica.
— Tomaré eso como un sí.
Batman devolvió a Joey a Rex con cuidado, y Clark notó cómo se aseguró de que la cabeza del bebé estuviera apoyada apropiadamente antes de soltarlo. Había algo casi... cuidadoso en el gesto. Protector.
Clark sintió algo cálido en su pecho que no tenía nombre.
— Bien — dijo Guy, mirando su anillo—. Yo me largo. Tengo que patrullar mi sector antes de que Hal me envíe otro mensaje condescendiente sobre "responsabilidad" o alguna mierda.
— Yo también me voy — añadió Kendra, recogiendo su maza—. Hay un vuelo nocturno que quiero probar. Nuevas alas. Necesito calibración.
— Yo me quedo — dijo Michael—. Necesito actualizar algunos sistemas de seguridad. Aparentemente tenemos "vulnerabilidades obvias". — Miró a Batman con lo que podría haber sido humor o molestia. Difícil saber con Michael.
— Tres — dijo Batman—. Tienes tres vulnerabilidades obvias. Te enviaré un informe.
— Por supuesto que lo harás.
Rex se despidió con Joey, quien hizo un último "Ba-man" antes de que la puerta se cerrara detrás de ellos. Guy y Kendra salieron juntos, todavía discutiendo algo sobre territorios de patrulla.
Y entonces solo quedaban Clark, Michael, y Batman.
— Voy a patrullar — dijo Batman, recogiendo su mochila—. Gotham no se vigila sola.
— ¿Necesitas ayuda? — ofreció Michael—. Puedo enviar algunas T-Spheres para reconocimiento-
— No. Gotham es mi territorio. Lo manejo solo.
— Por supuesto. — Michael se dirigió hacia su área de trabajo—. Buenas noches, entonces. Bienvenido al equipo, oficialmente.
Batman asintió, luego se volvió hacia Clark.
Clark, quien había estado parado ahí como un idiota durante toda la despedida, tratando de parecer casual y fallando probablemente.
— Yo también voy a patrullar — dijo Clark rápidamente—. Metrópolis. Mi ciudad. Patrulla normal. De rutina.
— Mm.
— Pero, uh, podría... — Clark se detuvo, reconsideró, luego decidió que lo peor que podía pasar era otro "no"—. ¿Puedo acompañarte hasta los límites de Gotham? Está de camino. Más o menos. En la misma dirección general.
No lo estaba. Metrópolis estaba al este. Gotham estaba al oeste. Eran direcciones literalmente opuestas.
Batman lo sabía. Clark sabía que él lo sabía. Y Batman sabía que Clark sabía que él lo sabía.
Hubo un silencio que duró aproximadamente tres años.
Luego Batman dijo: — Claro. Si quieres.
Clark casi se tropezó con sus propios pies. — ¿En serio?
— Dije que sí.
— Sí, pero no esperaba que dijeras que sí.
— ¿Entonces por qué preguntaste?
— Esperanza. Optimismo. Mala toma de decisiones.
Algo que podría haber sido diversión cruzó la cara de Batman. Era difícil saberlo con la máscara, pero Clark eligió interpretarlo como diversión.
— Dame cinco minutos — dijo Batman—. Necesito cambiarme.
Desapareció en el baño otra vez, y Clark se quedó ahí, procesando el hecho de que Batman había dicho que sí. A pasar tiempo juntos. Voluntariamente.
Michael lo miró desde su estación de trabajo. — ¿Sabes que Metrópolis está en la dirección opuesta, verdad?
— Cállate, Holt.
— Solo quería confirmar que eres consciente de la geografía básica.
— Te odio.
— No es cierto. Pero deberías trabajar en tu habilidad para mentir. Es vergonzosamente mala.
Batman salió del baño cinco minutos después, completamente de vuelta en su disfraz de vagabundo. La ropa holgada, el maquillaje manchado, la gorra raída. Era una transformación completa, y Clark se preguntó cuántas identidades tenía Batman guardadas. Cuántas personas diferentes podía ser.
—Listo —dijo Batman, ajustando su mochila.
Salieron juntos, tomando el elevador privado al estacionamiento. Batman había llegado en su Batcycle, que estaba estacionada en una esquina oscura y se veía exactamente como esperarías: elegante, peligrosa, y probablemente ilegal en varios estados.
— Bonita moto —dijo Clark.
— Funcional.
— Puedo volar al lado si vas despacio.
— No voy despacio.
— Puedo volar rápido.
Batman lo miró, evaluando. — ¿Qué tan rápido?
— ¿Quieres averiguarlo?
Y por primera vez desde que Clark lo había conocido, Batman sonrió. Bueno, algo que podría haber sido una sonrisa. O un tic facial. Pero Clark eligió creer que era una sonrisa.
— Intenta mantener el ritmo — dijo Batman, montando la moto.
El motor rugió a la vida, ese sonido que Clark había escuchado más temprano amplificado cien veces en el espacio cerrado del estacionamiento. Batman aceleró, saliendo hacia la calle con la confianza de alguien que hacía esto todas las noches.
Clark lo siguió, elevándose en el aire y manteniéndose nivel con la moto mientras Batman navegaba por las calles de Metrópolis hacia la autopista que conectaba con Gotham.
Era... divertido. Más divertido de lo que Clark había tenido en semanas. Batman manejaba como si estuviera compitiendo en una carrera, tomando esquinas que harían que la mayoría de la gente gritara, tejiendo entre tráfico con la facilidad de alguien que había convertido la conducción temeraria en una forma de arte.
Clark se mantuvo al lado, ajustando su velocidad para igualar, ocasionalmente volando por encima cuando el tráfico se ponía demasiado denso. Podía ver a Batman mirándolo periódicamente, verificando que todavía estuviera ahí, y cada vez Clark sentía ese calor en su pecho intensificarse.
Llegaron a los límites de Gotham en veinte minutos, un viaje que normalmente tomaba cuarenta. Batman redujo la velocidad, deteniéndose en un mirador que daba vista a ambas ciudades: Metrópolis brillando en la distancia detrás de ellos, Gotham extendiéndose oscura y amenazante adelante.
Clark aterrizó junto a la moto, sus botas tocando el asfalto suavemente.
— Eso fue... —empezó.
— ¿Peligroso? ¿Imprudente? ¿Técnicamente ilegal?
— Iba a decir divertido, pero sí, también esas cosas.
Batman desmontó, estirándose ligeramente. Clark notó cómo se movía, ese control cuidadoso que sugería dolor viejo, músculos que habían sido lesionados y sanados tantas veces que la tensión era permanente.
— Mantienes el ritmo bien — dijo Batman—. Para alguien que puede volar a la velocidad del sonido.
— Solo estaba siendo educado.
— No seas educado en el campo. Ser educado te mata.
— Lo tendré en cuenta.
Estuvieron parados ahí por un momento, en ese espacio entre ciudades, entre sus mundos respectivos. Clark no quería que terminara. Quería quedarse aquí, en este paréntesis donde no era Superman el símbolo o Clark el reportero, sino solo... Clark. Hablando con alguien que parecía entenderlo de formas que la mayoría de la gente no podía.
— Deberías irte — dijo Batman—. Patrulla. Tu ciudad te necesita.
— Sí. Sí, tienes razón. — Clark se volteó para irse, luego se detuvo—. Gracias. Por hoy. Por unirte. Por... todo.
Batman lo miró, y había algo en su expresión que Clark no podía leer. Algo casi suave, casi accesible.
Luego Batman extendió su mano.
Un apretón de manos. Simple. Profesional. Un gesto de compañerismo.
Clark la tomó, sintiendo el agarre firme incluso a través de los guantes de ambos.
— Buenas noches, Clark — dijo Batman.
Y fue su nombre. Su nombre real. Dicho con esa voz áspera que hacía que algo en el estómago de Clark hiciera un flip.
Clark sintió sus pies dejando el suelo.
Oh no.
Oh Rao.
Estaba flotando.
Estaba literalmente flotando, elevándose lentamente del asfalto mientras todavía sostenía la mano de Batman, su cuerpo decidiendo que ahora era un buen momento para traicionarlo completamente.
Batman levantó una ceja. — ¿Qué estás haciendo?
—Yo-. — Clark trató de bajar, sus pies encontrando el suelo otra vez con un esfuerzo concentrado—. Nada. No estoy haciendo nada.
— Estabas flotando.
— No estaba flotando.
— Te vi flotar. Tus pies dejaron el suelo.
— Es un... tic. Un tic kryptoniano. Sucede a veces.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué qué?
— ¿Por qué estabas flotando?
Clark podía sentir el calor subiendo por su cuello, tiñendo sus mejillas de un rojo que definitivamente era visible incluso en la tenue luz del mirador. Su cerebro estaba ofreciendo múltiples excusas, todas terribles, todas obviamente mentiras.
— A veces floto cuando estoy... feliz — admitió finalmente, las palabras saliendo en un torrente—. Es una respuesta involuntaria. Como cuando los perros mueven la cola. Excepto que yo floto. Lo cual es estúpido. Y embarazoso. Y olvidemos que mencioné esto.
Batman lo miraba, esa máscara haciendo imposible leer su expresión. Clark quería que un agujero se abriera en la tierra y lo tragara. O que una invasión alienígena conveniente ocurriera. Cualquier cosa que terminara este momento.
— Flotaste — dijo Batman lentamente— porque estabas feliz.
— Sí.
— De hablar conmigo.
— ...sí.
Silencio.
Un silencio largo, terrible, en el que Clark consideró seriamente volar hacia el sol y no regresar nunca.
Entonces Batman hizo algo completamente inesperado.
Se rió.
No una carcajada. No una risa fuerte. Solo un sonido bajo, casi inaudible, que podría haber sido humor o podría haber sido tos, pero Clark eligió creer que era risa.
— Eso es... — Batman se detuvo, y Clark podría haber jurado que vio algo que parecía una sonrisa debajo de toda esa suciedad falsa y seriedad—. Inesperado.
— Lo siento.
— No te disculpes. Es... — Otra pausa—. Sincero.
— ¿Esa es una forma amable de decir patético?
— Es una forma de decir honesto. — Batman soltó su mano, dando un paso atrás—. No muchas personas son honestas. Especialmente no en este trabajo.
— ¿Entonces no es... raro?
— Es extremadamente raro. Pero no necesariamente malo.
Clark no sabía qué hacer con eso. Con ninguna parte de esto. Con el hecho de que había admitido que flotar cuando estaba feliz y Batman no había huido gritando.
— Debería irme — dijo Batman—. Antes de que esto se vuelva más extraño.
— Sí. Sí, definitivamente. — Clark se elevó un poco, luego se obligó a bajar otra vez porque aparentemente su cuerpo ya no seguía órdenes—. Patrulla. Crimen. Hacer cosas de superhéroes.
— Elocuente.
— Cállate.
Eso definitivamente fue una sonrisa. Pequeña, apenas visible, pero ahí. Mientras que Bruce decidía, justo en ese instante, ser mejor persona con el granjero. Porque él amaba la honestidad por sobre todo.
Batman montó su moto otra vez, el motor rugiendo a la vida. — Buenas noches, Superman.
— Buenas noches, Batman.
Y entonces se fue, la moto desapareciendo en las calles oscuras de Gotham como una sombra fundida con sombras más profundas.
Clark se quedó ahí, parado en el mirador, todavía sintiendo el fantasma del apretón de manos en su guante.
Su teléfono vibró.
Lois: "¿Cómo fue?"
Clark: "Bien."
Lois: "Define 'bien'."
Clark: "Nos estrechamos las manos."
Lois: "...¿Eso es todo?"
Clark: "Floté."
Lois: "POR FAVOR DIME QUE NO FLOTASTE."
Clark: "Floté."
Lois: "Oh, Smallville. Estás tan jodido."
Clark: "Lo sé."
Lois: "Pero lindo jodido. El tipo de jodido sobre el que se escriben novelas románticas."
Clark: "Por favor no escribas una novela romántica sobre esto."
Lois: "No prometo nada."
Clark guardó su teléfono y miró hacia Gotham una última vez.
Batman había dicho "honesto". Había sonreído. Había dicho que no era necesariamente malo.
Clark flotó otra vez, solo un poco, y esta vez no trató de detenerse.
Mañana lidiaría con las consecuencias. Con explicarle al equipo. Con descubrir qué diablos estaba haciendo.
Pero esta noche, solo por esta noche, podía flotar.
Literal y metafóricamente.
Chapter 8: Paranoía.
Chapter Text
Habían pasado cinco días.
Cinco días, ocho horas, y aproximadamente cuarenta y tres minutos desde que Clark había flotado como un idiota frente a Batman y admitido que lo hacía cuando estaba feliz.
No es que estuviera contando.
(Estaba totalmente contando.)
Y en esos cinco días, ocho horas, y cuarenta y tres minutos, Batman no había enviado un solo mensaje. Ni un texto. Ni un "hola". Ni siquiera un "deja de flotar, es raro".
Nada.
Clark estaba parado en su escritorio en el Daily Planet, mirando fijamente su teléfono como si pudiera hacer que un mensaje apareciera por pura fuerza de voluntad. Su artículo sobre fraude de seguros estaba abierto en su computadora, cursor parpadeando en la misma oración en la que había estado atascado por veinte minutos.
— Estás haciendo la cosa otra vez — dijo Lois, apareciendo junto a su escritorio con dos tazas de café.
— ¿Qué cosa?
— La cosa donde miras tu teléfono como si hubiera asesinado a tu familia.
— No estoy mirando mi teléfono.
— Smallville, literalmente no has parpadeado en dos minutos. Es inquietante.
Clark aceptó el café que Lois le ofrecía, aunque sabía que estaba demasiado caliente incluso para él. Necesitaba algo que hacer con sus manos que no fuera revisar su teléfono por centésima vez.
Jimmy rodó su silla desde su escritorio, formando un pequeño círculo de intervención alrededor de Clark.
— ¿Sigue sin escribirte?
— No hay nadie que no me esté escribiendo —dijo Clark débilmente.
— Batman —dijeron Lois y Jimmy al unísono.
Clark gimió, dejando caer su cabeza sobre su escritorio.
— ¿Cómo saben que es Batman?
— Porque hace dos semanas estabas flotando de felicidad — dijo Lois—, y ahora estás en un espiral de pánico existencial. Solo hay una explicación: el hombre murciélago misterioso que te hizo flotar te está haciendo ghosting.
— No me está haciendo ghosting. Probablemente está ocupado. Tiene una ciudad entera que proteger. Criminales que atrapar. Cosas de Batman.
— O —ofreció Jimmy— piensa que eres demasiado intenso y ahora está evitándote.
Clark levantó la cabeza solo para mirar a Jimmy con traición.
— ¿Por qué dirías eso?
— Porque es lo que estás pensando. Pensé que decirlo en voz alta podría ayudar.
— No ayudó.
— Sí, me doy cuenta de eso ahora.
Lois se sentó en el borde del escritorio de Clark, su expresión suavizándose de "periodista buscando chisme" a "amiga genuinamente preocupada".
— Clark. Cariño. Luz de mi vida. Necesitas calmarte.
— Estoy calmado.
— Rompiste tu teclado ayer porque escribiste demasiado fuerte.
— Eso fue un accidente.
— Rompiste tres teclados. En dos días.
—...Estoy un poco tenso.
— Estás paranoico — corrigió Lois—. Y es ridículo porque todo lo que necesitas hacer es mandarle un mensaje.
— ¿Y decir qué? "¿Hola, todavía piensas que soy raro porque floté frente a ti como un globito defectuoso?"
— Podrías empezar con algo más simple. Como "hola". O "hey". Las personas normales hacen eso.
— No soy bueno siendo normal.
— Nadie que vista con calzoncillos afuera de los pantalones es bueno siendo normal — señaló Jimmy—. Pero el punto permanece. Solo mándale un mensaje. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
— Podría ignorarme. O responder con monosílabos. O bloquearme. O peor, responder educadamente pero de forma distante de una manera que comunique claramente que solo quiere mantener esto profesional y yo arruiné cualquier chance de amistad con mi admisión patética sobre flotar—
— Okay, respira — interrumpió Lois—. Esto es Batman, no tu crush de secundaria.
Clark la miró.
Lois miró hacia otro lado.
— Okay, sí, aparentemente es exactamente tu crush de secundaria. Pero eres Superman. Eres literalmente invencible. Puedes manejar enviar un mensaje de texto.
— ¿Puedo?
— No — admitió Jimmy—. Pero deberías intentarlo de todas formas.
Clark miró su teléfono. Luego a Lois. Luego a Jimmy. Luego de vuelta a su teléfono.
— Bien — dijo—. Bien. Voy a hacerlo.
— ¿Ahora?
— Ahora mismo. Inmediatamente. Sin pensarlo demasiado.
— Esa es la peor manera de hacer esto — murmuró Jimmy.
— ¿Quieres mi apoyo o mi honestidad?
— Tú apoyo, por favor.
— Entonces: ve campeón. Eres asombroso. Batman sería afortunado de ser tu amigo.
Clark abrió el mensaje de texto. Miró la pantalla en blanco. Sus dedos se cernieron sobre el teclado.
¿Qué escribes al vigilante más aterrador de América? ¿'Hola'? ¿'Hey'? ¿'Disculpa por flotar, es un problema médico'?
— Solo escribe algo — urgió Lois—. Cualquier cosa. Antes de que cambies de opinión.
Clark escribió: "Hey :D"
Apretó enviar antes de que pudiera reconsiderar.
Luego inmediatamente quiso morir.
— ¿Usaste un emoticón? — preguntó Jimmy, mirando sobre su hombro.
—Usé un emoticón — confirmó Clark con horror—. ¿Por qué usé un emoticón? Batman no hace emoticones. Batman probablemente ni siquiera sabe qué son los emoticones.
— Demasiado tarde ahora — dijo Lois—. Ya fue enviado. Ahora esperamos.
— ¿Cuánto tiempo espera la gente normalmente antes de responder a un mensaje?
— Depende. ¿Cuánto tiempo te hizo esperar él?
— Cinco días.
— Entonces probablemente deberías esperar al menos-.
El teléfono de Clark vibró.
Los tres miraron la pantalla.
Batman: "Hola. ¿Qué es ':D'?"
Clark dejó escapar un sonido que era mitad risa, mitad solloza de alivio.
— Respondió — dijo—. Respondió inmediatamente.
— Y no sabe qué es un emoticón — añadió Jimmy con deleite—. Eso es adorable.
Clark escribió de vuelta, sus dedos moviéndose antes de que su cerebro pudiera filtrar: "Es una carita sonriente. Los dos puntos son ojos, la D es una boca sonriendo."
Batman: "¿Por qué no usar palabras?"
Clark: "Es más expresivo que solo decir 'estoy feliz'."
Batman: "¿Estás feliz?"
Oh. Okay. Esa era una pregunta cargada. Clark podía sentir a Lois y Jimmy prácticamente vibrando con curiosidad a su lado.
Clark: "Sí. Es bueno saber de ti."
Hubo una pausa. Tres puntos aparecieron y desaparecieron. Aparecieron otra vez.
Batman: "He estado ocupado. Caso grande. Tráfico de armas con vínculos a ocho estados."
Clark: "¿Lo resolviste?"
Batman: "Anoche. Veintisiete arrestos."
Clark: "Impresionante."
Batman: "Rutina."
Por supuesto que veintisiete arrestos eran rutina para Batman. Clark sonrió a su teléfono, sintiendo algo en su pecho aflojarse, esa tensión que había estado cargando por cinco días evaporándose.
— Está sonriendo a su teléfono otra vez — observó Jimmy.
— Déjalo — dijo Lois—. Es lindo cuando no está en modo de pánico.
Clark les lanzó una mirada pero continuó escribiendo: "¿Cómo está Gotham?"
Batman: "Oscura. Lluviosa. Llena de criminales. Lo usual."
Clark: "Suena alegre."
Batman: "Es Gotham."
Había algo casi afectuoso en esa respuesta, una resignación cariñosa que hizo sonreír a Clark más ampliamente.
Clark: "Metrópolis está soleada. Si necesitas un descanso de la lluvia."
Batman: "No hago descansos."
Clark: "Por supuesto que no."
Otra pausa. Clark estaba empezando a aprender que las pausas de Batman significaban que estaba considerando algo, eligiendo sus palabras.
Batman: "Pero... el ofrecimiento se aprecia."
Clark sintió sus pies dejando el suelo.
— Oh no — dijo Lois—. ¿Estás flotando?
— Un poco — admitió Clark, sus rodillas chocando contra la parte inferior de su escritorio—. Solo un poco.
— Estás a tres pulgadas del suelo, Smallville.
— Es controlable.
— No parece controlable.
Clark se obligó a bajar, plantando sus pies firmemente en el suelo. Escribió de vuelta: "De nada. La oferta permanece abierta."
Su teléfono sonó. Perry White, su editor, asomándose de su oficina.
— ¡Kent! ¡Olsen! ¡Lane! ¿Están trabajando o teniendo una fiesta de pijamas en el escritorio de Kent?
— ¡Trabajando! —gritaron los tres.
Perry no se veía convencido pero se retiró a su oficina gruñendo algo sobre millennials y ética de trabajo.
— Deberías responder antes de que Perry tenga un aneurisma — dijo Lois.
Clark miró su pantalla otra vez. Batman había escrito: "¿Qué estás haciendo esta noche?"
Oh. Eso era... ¿era eso casual? ¿Batman hacía casual?
Clark: "Trabajo. Tengo que cubrir una gala benéfica. Evento de la elite de Gotham en Metrópolis. Mucha gente rica donando dinero para verse bien."
Batman: "¿Qué gala?"
Clark: "Fundación Wayne. Algo sobre investigación médica. Perry me asignó porque aparentemente necesito práctica con la alta sociedad."
Hubo una pausa más larga esta vez. Clark revisó para asegurarse de que el mensaje se había enviado. Los tres puntos aparecieron, desaparecieron, aparecieron otra vez.
Batman: "Interesante."
Clark: "¿Interesante cómo?"
Batman: "Solo interesante. Buena suerte con eso."
Clark: "Gracias. Probablemente la necesitaré. No soy bueno con galas."
Batman: "Sorprendente."
Clark: "¿Eso fue sarcasmo? ¿Batman acaba de usar sarcasmo conmigo?"
Batman: "Tal vez. :I"
Clark se rió, un sonido genuino que hizo que varias cabezas se giraran en la oficina. Lois y Jimmy intercambiaron miradas de "nuestro hijo está creciendo".
Clark: "Bueno, tengo que volver al trabajo antes de que Perry me mate. Hablamos pronto?"
Batman: "Sí."
Un simple sí. Pero era suficiente.
Clark guardó su teléfono, sintiéndose más ligero de lo que se había sentido en días.
— ¿Mejor? — preguntó Lois.
— Mucho mejor.
— Bien. Ahora termina tu artículo sobre fraude de seguros y luego prepárate para la gala. Quiero fotos de todos los millonarios borrachos haciendo el ridículo.
— Ese es tu trabajo, Lois.
— Estoy delegando. Además, tú eres mejor para mezclarte. Yo intimido a la gente rica.
— Todos intimidan a la gente rica.
— Sí, pero yo lo disfruto.
La Mansión Wayne se veía exactamente como Bruce recordaba haberla dejado esa mañana: demasiado grande, demasiado vacía, y llena de recuerdos que prefería no examinar demasiado de cerca.
Estaba parado frente a su armario, mirando un mar de trajes caros que básicamente se veían todos iguales, mientras Alfred organizaba opciones de corbatas en la cama como si esto fuera una decisión de vida o muerte.
— ¿La azul marino o la gris plateada? — preguntó Alfred.
— ¿Importa?
— Para la fotografía de prensa, sí. La azul te hace ver confiable. La gris te hace ver sofisticado.
— ¿Y si quiero verme ausente?
— Entonces use la corbata marrón que tiene en la parte de atrás del armario que claramente compró por error en 2015 y nunca ha usado.
Bruce miró a Alfred. — Eres molestamente específico con mi vestuario.
— Alguien tiene que serlo. Dejado a sus propios dispositivos, usaría jeans y una camiseta negra para todo.
— Los jeans y camisetas negras son prácticos.
— Son apropiados para vigilancia. No para galas benéficas donde será el centro de atención.
Bruce gruñó pero aceptó la corbata azul marino. Alfred tenía razón, como siempre. La gala de esta noche era importante. Donantes importantes. Proyectos médicos importantes. Y Bruce Wayne, encantador playboy millonario, necesitaba aparecer y sonreír y hacer que la gente rica abriera sus billeteras.
Era agotador solo de pensar.
Su teléfono vibró en el tocador. Bruce lo ignoró, enfocándose en atarse la corbata con la práctica de alguien que había hecho esto mil veces.
— ¿No va a revisar eso? —preguntó Alfred.
— Probablemente es Lucius con otra actualización financiera.
— O podría ser cierto reportero de Kansas que lo ha tenido revisando su teléfono compulsivamente durante los últimos cinco días.
Bruce se congeló a mitad de nudo. — No he estado revisando mi teléfono compulsivamente.
— Señor, usted revisó su teléfono diecisiete veces durante el desayuno esta mañana.
— Estaba esperando actualizaciones sobre el caso de tráfico de armas.
— Que concluyó hace tres días.
— Informes de seguimiento.
— Por supuesto. — Alfred comenzó a planchar el traje de Bruce con movimientos meticulosos—. No tiene nada que ver con el joven Sr. Kent.
— Clark es un colega. Un compañero de equipo.
— El Sr. Kent es un joven amable con valores sólidos y un trabajo honesto. El tipo de persona que podría ser una buena influencia.
Bruce terminó con su corbata, ajustándola con más fuerza de la necesaria.
— No necesito influencias.
— Todos necesitan influencias, señor. Especialmente aquellos de nosotros que pasamos nuestras noches saltando de edificios y golpeando criminales.
— Tú no saltas de edificios.
— No, yo limpio después de usted, que es posiblemente más difícil.
Bruce aceptó el traje que Alfred le ofrecía, cambiándose con la eficiencia de alguien que había perfeccionado el rápido cambio de vestuario. Batman a Bruce Wayne. Vigilante a filántropo. Era todo actuación, solo que este disfraz venía con más sonrisas falsas y menos kevlar.
Su teléfono vibró otra vez.
Alfred lo miró expectante.
— Bien — murmuró Bruce, agarrando el teléfono.
Clark: "Hey :D"
Bruce miró el mensaje. Luego la carita extraña hecha de puntuación.
— ¿Qué es ':D'? — preguntó en voz alta.
— Es un emoticón, señor. Una carita feliz.
— ¿Por qué no simplemente escribir 'estoy feliz'?
— Es más expresivo, aparentemente. Los jóvenes lo usan.
—Clark tiene treinta y tres años.
— Un bebé en comparación con usted.
Bruce escribió de vuelta, preguntando sobre el emoticón, y cayó en una conversación que se sentía... normal. Fácil. Clark escribiendo sobre su día, Bruce respondiendo con actualizaciones sobre su caso.
Se dio cuenta de que estaba sonriendo, en realidad apenas un ligero levantamiento de comisuras, a su teléfono solo cuando Alfred se aclaró la garganta deliberadamente.
— ¿Algo interesante? —preguntó Alfred.
— Clark está cubriendo una gala esta noche. Periodismo.
— ¿Qué gala?
—Fundación Wayne. Investigación médica.
Alfred parpadeó. Luego lentamente, una sonrisa se extendió por su rostro. — Ah.
— ¿Qué?
— Nada, señor. Solo que... esto será interesante.
— ¿Por qué será interesante?
— Porque usted estará en esa gala. Como Bruce Wayne. El anfitrión.
Bruce se detuvo, su cerebro procesando eso. Clark estaría ahí. En su evento. Como reportero. Cubriendo a Bruce Wayne, quien Clark no tenía idea que era Batman.
Oh.
Oh, eso era...
— Vas a divertirte con esto, ¿no? — dijo Alfred.
Bruce no respondió, pero sí escribió de vuelta a Clark, deseándole suerte. Y cuando Clark mencionó no ser bueno con galas, Bruce pudo sentir esa oportunidad presentándose como un regalo.
Clark no sabía. No tenía idea de que Batman y Bruce Wayne eran la misma persona.
Lo cual significaba que Bruce podía...
— Tendremos que ponerlo muy guapo — dijo Alfred, interrumpiendo sus pensamientos—. Si va a impresionar al Sr. Kent.
— No estoy tratando de impresionar a nadie.
— Por supuesto que no. — Alfred ajustó el cuello de la camisa de Bruce—. Pero tal vez un poco más de esfuerzo en el peinado esta noche. Y sonría más. Las personas encuentran a Bruce Wayne encantador cuando sonríe.
— ¿Estás sugiriendo que coquetee con Clark?
— Estoy sugiriendo que sea amigable. Accesible. Quizás demuestre que Bruce Wayne es más que un playboy superficial.
— Pero esa es exactamente la imagen que se supone que debo proyectar.
— Con todos los demás, sí. Pero el Sr. Kent... — Alfred le dio a Bruce una mirada que había perfeccionado durante tres décadas—. El Sr. Kent ve a las personas. Realmente las ve. Podría ser bueno para él ver a Bruce Wayne como es realmente. Eventualmente.
— ¿Sin revelar que soy Batman?
— Pasitos de bebé, señor. Bebé, tortuga, lo que usted quiera.
Bruce miró su reflejo en el espejo. Bruce Wayne lo miró de vuelta: pulido, guapo, con esa sonrisa practicada que había usado para encantar a cientos de socialités y donantes.
Esta noche iba a conocer a Clark Kent. El verdadero Clark Kent, no Superman. El reportero con los anteojos y la sonrisa tímida que probablemente no tenía idea de cómo navegar una sala llena de millonarios.
Y Bruce...
Bruce iba a disfrutar esto.
Solo un poco.
— La corbata azul definitivamente fue la elección correcta — dijo, ajustándola una vez más.
Alfred sonrió. — Sabía que lo sería, señor. Sabía que lo sería.
Chapter 9: Previa.
Chapter Text
El Grand Metrópolis Hotel era exactamente el tipo de lugar donde la gente rica iba a sentirse bien consigo misma por donar dinero que probablemente nunca notarían que faltaba. Candelabros de cristal. Pisos de mármol. Camareros en esmoquin circulando con bandejas de champán que probablemente costaba más que el alquiler mensual de Clark.
Clark Kent se sentía completamente fuera de lugar.
— Respira, Smallville — murmuró Lois, ajustando su vestido rojo que probablemente había comprado específicamente para intimidar a millonarios—. Te ves bien. Actuamos como si perteneciéramos aquí, nadie cuestionará nada.
— Fácil para ti decirlo — murmuró Clark, jalando de su corbata que de repente se sentía muy apretada—. Tú naciste para esto. Yo crecí en una granja. El evento más elegante al que he asistido fue la feria del condado.
— Y ganaste el primer lugar en la categoría de calabazas — añadió Jimmy, quien se veía sorprendentemente cómodo en su traje—. Eso cuenta para algo.
— No estoy seguro de que cuente para esto.
Los tres habían llegado temprano, parte de la estrategia de Perry: llegar antes que la multitud, identificar objetivos para entrevistas, posicionarse estratégicamente, bla bla. Clark había estado de acuerdo con el plan en teoría. En práctica, se sentía como un espía extremadamente obvio en territorio enemigo.
— Okay, plan de juego — dijo Lois, sacando su pequeña libreta—. Jimmy, tú tomas fotos de todo. Enfócate en los donantes grandes, cualquier momento embarazoso que podamos usar. Yo voy tras la viuda Kensington, escuché que está donando tres millones y quiero saber por qué. Clark, tú-.
— ¿Me escondo en el baño hasta que esto termine?
— Tú entrevistas a Bruce Wayne.
Clark casi se atragantó con su agua. — ¿Perdón?
— Bruce Wayne. El anfitrión. Multimillonario playboy. Literalmente el tipo más importante aquí esta noche. — Lois lo miró como si fuera obvio—. Perry específicamente te asignó esta gala porque quería que practicaras con sujetos de alto perfil.
— No puedo entrevistar a Bruce Wayne.
— ¿Por qué no?
— Porque... porque... — Clark buscó una razón que no fuera algo como "porque estoy teniendo suficiente crisis con un hombre enmascarado y no puedo manejar también a un millonario encantador" —. Porque probablemente está ocupado.
— Entonces hazlo no ocupado. Eres Superman. Tienes habilidades de persuasión.
— Superman tiene habilidades de persuasión. Clark Kent tiene ansiedad social.
— Misma persona, Smallville.
— ¿Es la misma persona? ¿Realmente? Porque me siento como dos desastres diferentes compartiendo un cuerpo.
Jimmy palmeó su hombro con simpatía.
— Estarás bien. Solo recuerda: actúa confiado. Haz contacto visual. No flotes.
— Esa es una instrucción muy específica.
— Es una instrucción necesaria.
Antes de que Clark pudiera protestar más, la energía en la sala cambió. Las conversaciones disminuyeron. Las cabezas se giraron hacia la entrada.
Y entonces las puertas dobles se abrieron de par en par.
Bruce Wayne entró como si fuera dueño del lugar. Lo cual, técnicamente, lo era, la Fundación Wayne estaba financiando esto, pero no era eso. Era la forma en que se movía, esa confianza casual que hacía que cada paso pareciera coreografiado. Traje perfectamente ajustado, oscuro y elegante. Corbata azul marino que de alguna manera hacía que sus ojos se vieran más brillantes incluso desde esta distancia.
Y a cada lado, una mujer. Ambas impresionantes, ambas claramente cómodas siendo vistas del brazo del soltero más elegible de Gotham.
Bruce sonrió, con esa una sonrisa deslumbrante, el tipo de sonrisa que probablemente había lanzado mil barcos o al menos abierto mil billeteras y comenzó a trabajar la sala.
Era magnético. Cada persona que pasaba se detenía, queriendo su atención. Mujeres mayores lo tocaban del brazo, riéndose de cosas que probablemente no eran tan graciosas. Hombres de su edad le daban palmadas en la espalda como si fueran viejos amigos. Personas más jóvenes, tanto hombres como mujeres, encontraban razones para acercarse, con esa energía de "tal vez esta noche sea mi oportunidad".
Y Bruce... Bruce lo manejaba todo con gracia. Una risa aquí, un guiño allá, un comentario encantador que hacía que la gente se derritiera.
Clark se dio cuenta de que estaba mirando fijamente.
No podía dejar de mirar.
No era solo el atractivo físico, aunque Bruce Wayne era objetivamente guapo de esa manera que las revistas adoraban. Era algo más. La forma en que comandaba el espacio. La forma en que cada persona en la sala quería un pedazo de su atención.
La forma en que sonreía, y parecía genuino cada vez, incluso cuando claramente era parte del acto.
— Okay — dijo Lois lentamente—. Clark está teniendo su segundo despertar homosexual.
Clark parpadeó, apartando su mirada. — ¿Qué? No. ¿Qué?
— Primero el murciélago, ahora Bruce Wayne. — Lois lo miraba con esa expresión de "estoy analizándote periodísticamente"—. ¿Qué es contigo y los hombres emocionalmente no disponibles con problemas evidentes?
— No tengo un tipo — protestó Clark, sintiendo calor subir por su cuello—. Y no estaba... no estaba mirándolo así.
— Totalmente lo estabas mirando así — dijo Jimmy—. Lo sé porque yo también lo estoy mirando así. Ese hombre es ridículamente atractivo.
— Tiene una mandíbula que podría cortar vidrio — añadió Lois—. Y probablemente un complejo de dios. Tu tipo, definitivamente.
— No tengo un tipo.
— Partidos difíciles. Ese es tu tipo. Personas emocionalmente inalcanzables que probablemente tienen problemas de confianza y un ego hinchado.
— Eso es... sorprendentemente específico.
— Porque estoy sorprendentemente correcta.
Clark no tenía una respuesta para eso, principalmente porque Lois no estaba equivocada. Miró de vuelta a Bruce Wayne, quien ahora estaba hablando con un senador, su mano descansando casualmente en el brazo del hombre mientras decía algo que hizo al senador reír tan fuerte que su cara se puso roja.
— A trabajar — dijo Lois, su tono volviéndose profesional—. Jimmy, fotos. Yo, viuda Kensington. Clark-.
— Bruce Wayne. Lo sé.
— Intenta no desmayarte.
— No voy a desmayarme.
— O flotar.
— Definitivamente no voy a flotar.
— Bien. Porque sería difícil de explicar.
Se separaron, cada uno moviéndose hacia sus objetivos respectivos. Clark observó a Lois acercarse a la viuda Kensington con la confianza de alguien que había hecho esto mil veces. Jimmy ya estaba tomando fotos, mezclándose con la multitud como si fuera invisible.
Y Clark...
Clark se quedó parado junto a la mesa de bebidas, tratando de reunir el coraje para acercarse al hombre más carismático de la sala.
Esto era ridículo. Era Superman. Había peleado contra dioses. Había detenido invasiones alienígenas. Podía manejar hablar con un millonario en un traje bonito.
Dio un paso hacia adelante.
— ¡Disculpe!
Clark se giró para encontrar tres mujeres jóvenes, todas con vestidos que probablemente costaban más que su apartamento, sonriéndole con esa sonrisa particular que había aprendido a reconocer como "estoy interesada y no sutilmente".
— ¿Sí? Buenas noches señoritas. — dijo, tratando de sonar profesional.
— Usted es del Daily Planet, ¿verdad? — preguntó una de ellas, una rubia alta con un vestido verde esmeralda—. Vimos su credencial de prensa.
— Sí, Clark Kent. Estoy aquí para-.
— ¿Podría entrevistarnos? — interrumpió otra, una morena con labial rojo brillante—. Sobre la gala. Nuestras impresiones. Lo que estamos donando.
— Por supuesto — dijo Clark, sacando su libreta—. ¿Puedo empezar preguntando-?
— ¿Está soltero?
Clark parpadeó. — Eso... no es una pregunta relacionada con la gala.
— Pero es importante — dijo la tercera, una pelirroja que se había acercado lo suficiente para que Clark pudiera oler su perfume caro—. Para contexto.
— No estoy seguro de qué tipo de contexto-
— ¿Tiene novia? ¿Novio? ¿Alguien especial?
— Yo... — Clark miró alrededor, buscando una salida. Lois estaba al otro lado de la sala. Jimmy estaba ocupado fotografiando a un congresista borracho. Nadie venía a rescatarlo—. Esto es realmente poco profesional.
— ¿Cuál es su número? — preguntó la rubia, sacando su teléfono—. Podríamos discutir la... entrevista... en privado.
— No creo que-.
— Señoritas — una voz suave interrumpió, y Clark sintió una presencia detrás de él—. ¿Me disculpan? Necesito robarle al Sr. Kent por un momento.
Clark se giró para encontrar a Bruce Wayne parado a centímetros de distancia, esa sonrisa encantadora en su rostro pero sus ojos azules, Clark notó, definitivamente azules, fijos en las tres mujeres con educada firmeza.
— Sr. Wayne — dijeron las tres al unísono, con varias tonalidades de decepción y emoción.
— Siempre un placer, bellas mujeres. Disfruten la velada. — Bruce puso una mano en el hombro de Clark, guiándolo suavemente pero decisivamente lejos del grupo—. Espero que no hayan sido demasiado insistentes.
— Yo... uh... gracias. Por el rescate.
— No hay problema. Reconozco a las hijas de Wexler cuando las veo. Tienen reputación de ser... persistentes con los hombres guapos.
Clark sintió su cerebro cortocircuitarse en la palabra "guapos". — Yo no... no soy...
— Por favor. — Bruce finalmente lo soltó, pero se paró lo suficientemente cerca para que Clark pudiera ver pequeños detalles: una pequeña cicatriz cerca de su sien, perfectamente oculta a menos que estuvieras mirando. El corte preciso de su traje. La forma en que olía a algo caro y ligeramente a cedro—. Mírate. Alto, construcción atlética, esa cosa de bronceado campestre funcionando. Probablemente tienes que rechazar números todo el tiempo.
— Yo... no realmente. Las personas generalmente no... — Clark se dio cuenta de que estaba balbuceando—. Trabajo. Me enfoco en el trabajo.
— ¿Todo trabajo y nada de juego? — Bruce sonrió, y había algo casi travieso en eso—. Eso suena aburrido.
— Alguien tiene que hacer el periodismo real.
— Touché. — Bruce alcanzó, y antes de que Clark pudiera procesar lo que estaba pasando, Bruce estaba ajustando su corbata—. Estaba torcida. No podía dejarte caminar así.
Los dedos de Bruce rozaron el cuello de Clark, y Clark se preguntó si era posible tener un derrame cerebral de pura sobrecarga sensorial.
— Gracias — logró decir, exhaló la palabra como si fuese el último respiro.
Bruce dio un paso atrás, sus ojos recorriendo a Clark de arriba abajo en una evaluación que se sentía significativamente menos profesional de lo que probablemente debería. — El traje te queda bien. ¿Diseñador?
—Target.
Bruce se rió, un sonido genuino que hizo que algo en el pecho de Clark se apretara.
— Honesto. Me gusta eso. La mayoría de la gente aquí mentiría.
— No soy bueno mintiendo.
— Otra cualidad rara. — Bruce se inclinó ligeramente más cerca, su voz bajando a algo casi conspirador—. Entonces, Clark Kent del Daily Planet. ¿Qué te trae a mi pequeña recaudación de fondos además de ser acosado por herederas?
— Trabajo. Estoy aquí para... entrevistas. Sobre las donaciones. La investigación médica.
— Mm. ¿Y Superman? ¿No tiene nada mejor que hacer esta noche?
Clark casi se tropezó con sus propios pies.
— ¿Qué?
— Superman. Tu... colega. ¿Compañero de trabajo? — Bruce lo miraba con esa expresión inocente que de alguna manera no se sentía inocente para nada—. He leído tus artículos. Tienes acceso impresionante a él. Cobertura exclusiva. Me preguntaba si estaba ocupado salvando el mundo o si simplemente no le gustan las galas.
— Él... está patrullando. Metrópolis. Mantiene a la gente segura.
— Qué dedicado. — Bruce inclinó la cabeza—. ¿No tiene un harem, verdad?
—¿Perdón?
— Superman. Su última polémica creada por Luthor.
Clark podía sentir su cara poniéndose roja.
— No. Definitivamente no. Eso sería... completamente inapropiado.
— Decepcionante. — Bruce suspiró dramáticamente—. Hubiera aplicado. Primera posición. CEO multimillonario tiene que contar para algo.
— ¿Estás... estás bromeando, verdad?
— ¿Lo estoy? — Bruce le guiñó un ojo, y Clark se dio cuenta con creciente horror que Bruce Wayne estaba coqueteando con él. Con Clark Kent. Sobre Superman. Que era él. Esto era una pesadilla—. Aunque supongo que tendría competencia. Medio Metrópolis está enamorado de él.
— Él... Superman aprecia el apoyo pero no está... no tiene tiempo para... — Clark se detuvo, dándose cuenta de que estaba hablando de sí mismo en tercera persona—. Es complicado.
— Las mejores cosas usualmente lo son. — Bruce le dio a Clark otra de esas sonrisas que probablemente había derretido corazones en tres continentes—. Pero estoy monopolizando tu tiempo. Viniste a trabajar, no a ser entretenido por mí.
— No, yo... — Clark se obligó a enfocarse, a recordar por qué estaba aquí—. En realidad, esperaba entrevistarte. Sobre la fundación. Las iniciativas de investigación médica que estás financiando.
— Por supuesto. — Bruce hizo un gesto hacia una mesa más tranquila en la esquina—. ¿Quieres sentarte? Aunque advirtiendo: la mayoría de los reporteros esperan que diga cosas superficiales sobre retribuir y marcar la diferencia. Si quieres respuestas reales, tendrás que hacer preguntas reales.
Se sentaron, y Clark sacó su grabadora, agradecido de tener algo en qué enfocarse que no fuera cómo Bruce Wayne se veía bajo la suave luz de los candelabros.
— Entonces — empezó Clark—. La Fundación Wayne está donando cincuenta millones a investigación de enfermedades raras. ¿Por qué enfermedades raras específicamente? Hay causas más... visibles.
— Porque las enfermedades raras no obtienen atención — dijo Bruce, su tono cambiando a algo más serio—. Las compañías farmacéuticas no quieren invertir porque no hay suficiente beneficio. Los pacientes sufren porque nadie está investigando tratamientos. Alguien tiene que llenar ese vacío.
— Pero cincuenta millones es mucho dinero. ¿Hay alguna conexión personal? ¿Alguien que conoces afectado por-?
— Mi madre. — Bruce lo dijo tranquilamente, pero había algo en sus ojos que se había cerrado—. Antes de morir. No de una enfermedad rara, pero... entiendo lo que es sentirse impotente cuando la medicina no tiene respuestas.
Clark bajó su pluma. —Lo siento. No quise-.
— Está bien. Preguntaste una pregunta real. Te di una respuesta real. — Bruce se inclinó hacia atrás—. ¿Ves? Ya estás haciendo mejor periodismo que la mitad de los reporteros aquí.
— La mayoría de ellos probablemente están preguntando sobre tu vida amorosa.
— O mi auto. O mis trajes. O con quién estoy saliendo este mes. — Bruce rodó los ojos—. Es agotador ser reducido a clickbait.
— No puedo imaginar. — Clark hizo una pausa, luego decidió arriesgarse—. ¿Es por eso que haces el acto de playboy? ¿Para que la gente no haga las preguntas difíciles?
Bruce lo miró, y había algo en esa mirada que se sentía como estar bajo un microscopio. Evaluación. Consideración.
— Eres más perspicaz de lo que pareces, Clark Kent.
— ¿Eso es un sí?
— Es un tal vez. — Bruce sonrió, pero esta era diferente a las anteriores. Menos performance, más genuina—. Si la gente piensa que eres superficial, no miran más profundo. Es... útil.
— ¿Útil para qué?
— Para mantener privacidad. Para proteger las cosas que importan. — Bruce se inclinó hacia adelante—. ¿Siguiente pregunta?
Clark pasó la siguiente media hora haciendo preguntas, y se sorprendió a sí mismo por cuánto Bruce realmente sabía. No solo datos superficiales que un CEO leería de una hoja informativa. Entendimiento real de la investigación, de los desafíos, de las políticas que la rodeaban.
Habló sobre iniciativas de vivienda para personas sin hogar. Sobre reformas al sistema de justicia. Sobre programas educativos en vecindarios desatendidos. Cada respuesta era pensada, específica, apasionada de formas que no encajaban con la imagen de playboy millonario.
— ¿Sabes? — dijo Clark finalmente, apagando su grabadora—. No eres lo que esperaba.
— ¿Esperabas más vapidez? ¿Más champán y sonrisas vacías?
— Algo así. Pero hablas sobre estos temas como... como si realmente te importaran.
— Me importan. — Bruce se encogió de hombros—. Solo porque también disfruto de fiestas y actos ridículos no significa que no pueda preocuparme por cosas sustanciales. Las personas son complicadas, Clark. Podemos ser múltiples cosas a la vez.
Había algo en la forma en que dijo eso, algo en la intensidad de su mirada, que hizo que Clark se preguntara qué más había debajo de la superficie de Bruce Wayne.
— Deberíamos hacer esto otra vez — dijo Bruce, parándose—. Una entrevista apropiada. Más profunda. Sin las distracciones de una gala.
— ¿En serio?
— Por supuesto. — Bruce sacó una tarjeta de negocios, escribiendo algo en la parte de atrás—. Ese es mi número privado. Manda un mensaje. Organizaremos algo.
Clark tomó la tarjeta, todavía procesando que Bruce Wayne acababa de darle su número personal.
— Yo... gracias. Eso sería... sí. Gracias.
— De nada. — Bruce se volteó para irse, luego se detuvo—. Oh, y Clark. Dile a Superman que si alguna vez reconsiderá la cosa del harem, mi oferta sigue en pie. Quiero ser el primer embarazado.
Y entonces se fue, dejando a Clark parado ahí sosteniendo una tarjeta de negocios y una crisis existencial.
Lois y Jimmy aparecieron segundos después, ambos con la boca abierta.
— ¿Bruce Wayne acaba de darte su número? — preguntó Lois.
— Y mencionó unirte al... ¿harem de Superman? — añadió Jimmy—. ¿Escuché eso correctamente?
— Yo... sí. Ambas cosas pasaron.
— Clark. — Lois lo agarró por los hombros—. ¿Te das cuenta de lo que esto significa?
— ¿Que Bruce Wayne es raro?
— Que Bruce Wayne está interesado. En ti. En Clark Kent. El reportero.
—O en Superman —corrigió Jimmy—. Técnicamente dijo que aplicaría al harem de Superman.
— Misma persona —dijo Lois.
— ¿Es la misma persona? — Clark miró la tarjeta—. Porque me siento como si estuviera viviendo múltiples vidas simultáneamente y ninguna de ellas tiene sentido.
Lois estaba a punto de responder cuando Bruce Wayne pasó junto a ellos, otra copa de champán en la mano, con dos nuevas acompañantes.
Se detuvo, los vio a los tres, y soltó una risa genuina ante sus expresiones de shock.
— Disfruten la velada — dijo con una sonrisa—. Tengo una fiesta que dirigir y una cantidad vergonzosa de alcohol que consumir. Los deberes del anfitrión.
Y luego se fue, riendo, dejando a tres reporteros del Daily Planet parados en shocked silencio.
— Okay — dijo Jimmy finalmente—. Ese tipo es o el humano más carismático del planeta o tiene... lo opuesto a la depresión... Sería "Felipresión".
— Que. —murmuró Lois—. ¿Qué consumiste?
Clark miró la tarjeta en su mano. El número escrito en elegante caligrafía.
"B.W."
No "Bruce Wayne". Solo iniciales. Algo sobre eso se sentía familiar. Casi como... Con aquella sospecha decidió escuchar su corazón, y el latido, que para cualquier humano sería genérico, se sintió conocido.
No.
Eso sería ridículo.
¿Verdad?
Clark guardó la tarjeta en su bolsillo y decidió que necesitaba aire fresco.
O terapia.
Probablemente ambas cosas.
Clark estaba a punto de sugerir que tal vez deberían irse, regresar a la oficina, escribir sus artículos, hacer cosas responsables de adultos, cuando Lois hizo lo impensable.
Se acercó directamente a Bruce Wayne.
— ¡Espera! — llamó, sus tacones repiqueteando en el mármol mientras se apresuraba hacia donde Bruce estaba guiando a sus dos acompañantes hacia una limusina negra brillante que probablemente costaba más que una casa—. Bruce. Brucie. Sr. Wayne.
Bruce se detuvo, girándose con esa sonrisa curiosa. — ¿Sí, Srta...?
— Lane. Lois Lane. Del Daily Planet. — Lois desplegó su sonrisa más encantadora, la que usaba cuando necesitaba información de fuentes reluctantes—. Mencionaste una fiesta. Y resulta que a nosotros nos encantan las fiestas. ¿Por qué no nos invitas?
Clark sintió su alma salir de su cuerpo. — Lois, qué estás-.
— ¿Nosotros? — Bruce miró más allá de Lois hacia Clark y Jimmy, su sonrisa ensanchándose—. ¿Los tres reporteros del Daily Planet quieren venir a mi after party?
— Absolutamente — dijo Lois sin perder el ritmo—. Consideralo... periodismo de investigación. Conocer al verdadero Bruce Wayne fuera del ambiente corporativo.
— Periodismo de investigación — repitió Bruce, y había diversión definitiva en su voz—. Esa es una nueva.
Una de las modelos; la rubia de cabello largo que había estado pegada al brazo de Bruce, se inclinó y susurró algo en su oído. Bruce se rió, luego miró directamente a Clark.
Y Clark supo, con certeza absoluta, que estaba siendo evaluado. Medido. Considerado como... algo. No estaba seguro qué, pero la intensidad de esa mirada hizo que sus rodillas se sintieran débiles.
— ¿Sabes qué? — dijo Bruce finalmente—. ¿Por qué no? Suban a la limusina. Los tres.
— Oh, no tenemos que-. — empezó Clark.
— ¡Excelente! — Lois lo agarró del brazo—. Vamos, Smallville. Jimmy, mueve tu trasero.
— Estoy yendo, estoy yendo — dijo Jimmy, prácticamente corriendo hacia la limusina—. Oh Dios, voy a estar en la limusina de Bruce Wayne. Esto es... esto está pasando.
Clark se dejó arrastrar, su cerebro gritando advertencias que su cuerpo aparentemente había decidido ignorar. Esto era una mala idea. Esto era una idea terrible. Tenía trabajo. Tenía patrulla. Tenía aproximadamente mil razones por las que no debería subirse a una limusina con Bruce Wayne y ir a una fiesta.
Pero luego Bruce le ofreció una mano para ayudarlo a subir, y el cerebro de Clark dejó de funcionar por completo.
Chapter 10: Fiesta.
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El interior de la limusina era exactamente tan ridículo como esperarías: asientos de cuero cremoso, luces ambientales suaves, y lo que parecía ser un bar completo. Las dos modelos se acomodaron en un lado, Lois y Jimmy en el otro.
Lo que dejaba a Clark...
— Aquí — dijo Bruce, palmeando el asiento junto a él—. Hay espacio.
Clark se sentó, hiperconsciente de cada punto donde su cuerpo estaba a milímetros de tocar el de Bruce. La limusina era espaciosa, pero Bruce se había sentado cerca. Muy cerca. El tipo de cerca que probablemente violaba el espacio personal en la mayoría de las culturas.
— Champán — anunció Bruce, sacando una botella del compartimiento enfriado—. Espero que les guste Dom Pérignon, porque es todo lo que tengo en este vehículo particular.
— Sufrimiento terrible — murmuró Lois, aceptando una copa—. De alguna manera sobreviviremos.
Bruce sirvió para todos, sus movimientos fluidos y practicados. Cuando le pasó una copa a Clark, sus dedos rozaron, y Clark estuvo bastante seguro de que su corazón se saltó tres latidos.
— Salud — dijo Bruce, levantando su copa—. A nuevos amigos y... periodismo de investigación.
—A la investigación — repitieron todos, chocando copas.
La limusina se puso en marcha, moviéndose suavemente por las calles de Metrópolis. Clark tomó un sorbo de su champán (que sabía a dinero y malas decisiones) e intentó no pensar en cómo el muslo de Bruce estaba presionado contra el suyo.
— Entonces — dijo la modelo rubia, quien se había presentado como Tatiana—. ¿Ustedes tres trabajan juntos?
— Por nuestros pecados — dijo Lois—. Yo soy la reportera estrella. Jimmy es nuestro mejor fotógrafo. Y Clark es... bueno, Clark es especial.
— Gracias por eso, Lo.
— De nada.
La otra modelo, Sofía, una morena impresionante con un vestido que desafiaba la física, se inclinó hacia adelante.
— ¿Y todos ustedes son... solo colegas? ¿O hay algo más jugoso?
— Solo colegas — dijo Clark rápidamente.
— Muy solo colegas — añadió Jimmy.
— Decepcionante —dijo Sofía con una sonrisa—. Pensé que tal vez había un triángulo romántico. Esos son siempre divertidos.
— Lo siento por decepcionar.
— Oh, estoy segura de que encontraremos otras formas de entretenernos. — Sofía miró a Lois de una manera que definitivamente no era platónica—. ¿Te gusta bailar, Lois?
Clark vio algo cruzar la cara de Lois, sorpresa, luego interés, luego esa expresión de "¿por qué no?" que usualmente significaba que Lois estaba a punto de hacer algo impulsivo.
— Me encanta bailar — dijo Lois.
— Perfecto. — Sofía se mordió el labio—. Tendremos que probarlo más tarde.
Jimmy estaba mirando el intercambio con fascinación, luego se volteó hacia Bruce.
— ¿Tus fiestas son siempre así?
— ¿Así cómo? — preguntó Bruce, tomando un sorbo de su champán.
—Ya sabes. Fluidas. Abiertas. Como... todo el mundo con todo el mundo.
— Ah. — Bruce sonrió—. Mis fiestas son lo que los invitados quieran que sean. Sin juicio. Sin expectativas. Solo personas disfrutando.
— Eso suena... liberador — murmuró Jimmy.
Tatiana se inclinó, su mano descansando casualmente en el brazo de Jimmy.
— ¿Liberador es bueno?
— Liberador es... sí. Bueno. Definitivamente bueno.
Clark observaba todo esto con creciente surrealidad. Lois estaba claramente coqueteando con Sofía. Jimmy estaba siendo coqueteado por Tatiana. Y él...
Sintió algo cálido en su rodilla.
Miró hacia abajo.
La mano de Bruce estaba ahí. Descansando. Casual. Como si fuera lo más natural del mundo.
Clark olvidó cómo respirar.
— ¿Estás bien? — preguntó Bruce, su voz baja, solo para Clark—. Te ves un poco... tenso.
—Estoy... — La voz de Clark salió una octava más alta de lo normal—. Estoy bien. Totalmente bien. Muy bien.
— Mm. — El pulgar de Bruce trazó un pequeño círculo en la rodilla de Clark, y Clark estuvo bastante seguro de que iba a morir—. Dímelo si es demasiado.
— ¿Demasiado?
— Esto. — Bruce hizo un gesto vago hacia la limusina, las modelos, la situación en general—. Sé que puede ser mucho si no estás acostumbrado.
— Yo... no. No es demasiado. Es... — Clark buscó palabras que no fueran 'absolutamente abrumador en la mejor manera posible'—. Interesante.
— Interesante — repitió Bruce—. Usaré eso como código para 'Clark Kent está teniendo una crisis interna pero es demasiado educado para decirlo'.
— No estoy teniendo una crisis.
— ¿No, cariño?
— Okay, tal vez una pequeña crisis.
Bruce se rió, ese sonido bajo y genuino que Clark estaba empezando a adorar.
— Es honesto. Lo aprecio.
La limusina siguió moviéndose, y la conversación fluyó. Tatiana empezó a contarle a Jimmy sobre su trabajo como modelo, que aparentemente involucraba mucho más que solo verse bien. Sofía y Lois estaban profundamente metidas en una discusión sobre política internacional que de alguna manera sonaba como preludio a algo más.
Y Bruce...
Bruce mantenía su mano en la rodilla de Clark, ocasionalmente moviéndola un poco más arriba, luego de vuelta, como si estuviera probando límites. Y cada vez, Clark no protestaba.
— ¿Has estado en muchas fiestas como estas? — preguntó Bruce.
— Define "como estas".
— Exclusivas. Llenas de gente hermosa. Ligeramente hedonistas.
— No. Definitivamente no. — Clark tomó otro sorbo de champán, sintiendo el calor extendiéndose por su pecho—. Las fiestas en Smallville eran más del tipo 'barbacoa en el patio' y baile de granero.
— Baile de granero — dijo Bruce con deleite—. ¿En serio?
— No te burles. Son divertidos.
— No me estoy burlando. Es... encantador. Genuino. — Bruce se inclinó un poco más cerca—. Apuesto a que eras bueno en eso. El baile de granero.
— Era adecuado.
— Solo adecuado? No lo creo. — Los ojos de Bruce recorrieron a Clark—. Tienes la construcción para ello. Atlético. Coordinado. Probablemente todas las chicas del condado querían bailar contigo.
— Yo... no presté mucha atención a eso.
— ¿No? ¿Estabas demasiado ocupado haciendo qué?
— Trabajando en la granja. Leyendo. Tratando de... encajar.
Algo en la expresión de Bruce se suavizó.
— ¿Difícil encajar en pueblo pequeño?
— A veces. Cuando eres... diferente. Aunque fuera en formas que la gente no podía identificar exactamente.
— Entiendo eso. — Bruce tomó un sorbo largo de su champán—. Gotham es una ciudad grande, pero los círculos sociales de la alta sociedad son pequeños. Todos conociéndose. Todos juzgándose. Difícil ser auténtico cuando todos están esperando que seas una versión específica de ti mismo.
Clark lo miró, realmente lo miró, y vio algo en la cara de Bruce que no había estado ahí antes. Una sinceridad que se sentía como si Bruce hubiera dejado caer la máscara solo un poco.
— ¿Es por eso que haces el acto de playboy? — preguntó Clark en voz baja—. ¿Para que no vean quién eres realmente?
— Tal vez. O tal vez el playboy es parte de quien soy realmente, y todos asumen que es el todo. — Bruce sonrió, pero era diferente ahora. Más afilado—. Las personas son complicadas, Clark. Podemos ser múltiples cosas simultáneamente.
— Sigue diciendo eso.
— Porque sigue siendo verdad.
La limusina se detuvo.
— Ya llegamos — anunció el conductor.
Clark miró por la ventana y vio... caos. Hermoso, pulsante, caos iluminado por neón. La casa. o la mansión, realmente estaba vibrando con música. Personas en la entrada, bebiendo, riendo, algunos bailando en el césped. Luces de colores parpadeando desde cada ventana.
— ¿Lista la prensa? — preguntó Bruce, su mano apretando la rodilla de Clark una vez antes de soltarla finalmente.
— Lista como voy a estar — murmuró Clark.
Salieron de la limusina uno por uno. Jimmy inmediatamente miró alrededor con ojos amplios. Lois se veía intrigada y ligeramente emocionada. Clark se sentía como si hubiera entrado a una dimensión alternativa.
— Entonces — dijo Lois mientras Sofía la agarraba de la mano, tirando de ella hacia la entrada—. Creo que todos acabamos de tener nuestro despertar homosexual esta noche. O al menos yo lo tuve. Hasta luego, chicos.
Y desapareció en la casa, riendo mientras Sofía la guiaba dentro.
—Bueno —dijo Jimmy—. Eso pasó.
Tatiana apareció junto a él, con otro modelo, un hombre alto con pómulos que podrían cortar diamantes a su lado.
— Jimmy, ¿verdad? — dijo el modelo masculino—. Soy Marco. Tatiana y yo pensamos que te ves como alguien que necesita experimentar una fiesta adecuada de Bruce Wayne.
— Yo... sí? Sí. Definitivamente. — Jimmy miró a Clark con una expresión de "esto es real, ¿verdad?"—. ¿Clark, estarás bien?
— Ve — dijo Bruce antes de que Clark pudiera responder—. Me encargaré de tu amigo.
— Okay. Okay. Si no regreso, díganle a Perry que morí feliz. — Jimmy fue arrastrado dentro por Tatiana y Marco, su risa desvaneciéndose en la música.
Lo que dejaba a Clark y Bruce.
Solos.
En medio de una fiesta que hacía que el Gatsby original se viera comedido.
— Bueno — dijo Bruce—. ¿Listo para tu iniciación?
— ¿Mi qué?
— Tu primera fiesta adecuada de Bruce Wayne. Vamos. Te mostraré alrededor.
Bruce lo guió adentro, y fue... abrumador. La música golpeaba; algo con bajo profundo que Clark podía sentir en su pecho. Personas por todas partes: bailando, bebiendo, riéndose, algunas haciendo cosas que probablemente no deberían hacerse en público.
Y mientras Bruce caminaba, las personas lo notaban. Por supuesto que lo hacían.
Alguien le puso lentes de sol de neón en la cara. Bruce se rió y se los dejó.
Una mujer apareció de la nada y le colgó un collar de flores hawaiano alrededor del cuello. Bruce le guiñó un ojo.
Y luego, y Clark no estaba seguro de cómo pasó, alguien agarró la camisa de Bruce y tiró, botones volando, revelando su pecho.
Bruce ni siquiera pareció sorprendido. Solo se rió, dejando que la camisa colgara abierta mientras continuaba caminando como si esto pasara todas las noches.
Lo cual, para Bruce Wayne, probablemente pasaba.
— ¿Siempre es así? — gritó Clark sobre la música.
— ¡Usualmente peor! — gritó Bruce de vuelta—. ¡Vamos, arriba! ¡La zona VIP es más tranquila!
Subieron escaleras, y la música se volvió un poco más suave, un poco más controlada. La zona VIP era más íntima: menos personas, más espacio, sofás lujosos en lugar de pista de baile caótica.
Bruce lo guió hacia el sofá más alejado, en una esquina iluminada solo por luces de colores; azul y roja alternando, creando sombras que hacían que todo se sintiera surrealista.
Se sentaron, y Bruce finalmente se quitó los lentes de neón, pasándose una mano por el cabello que había sido perfectamente peinado y ahora estaba deliciosamente despeinado.
— ¿Estás bien? — preguntó, su voz genuinamente preocupada—. Sé que es mucho. Si prefieres agua, o irte, o-.
— No — dijo Clark rápidamente. Demasiado rápidamente—. No quiero irme.
— ¿No?
— No.
Su mirada había caído al pecho de Bruce, donde la camisa abierta revelaba músculo definido y... ¿eran esas cicatrices? Pequeñas, apenas visibles a menos que estuvieras mirando de cerca, pero definitivamente ahí.
— ¿Te gusta la vista? — preguntó Bruce, y había diversión definitiva en su voz.
Clark sintió su cara arder. — Yo... no estaba... estaba solo-.
— Clark. — Bruce se inclinó más cerca—. Está bien mirar. Te he estado mirando toda la noche.
— ¿Lo has hecho?
— Mm. Difícil no hacerlo. Eres... enorme.
— No lo soy.
— Lo eres. — Bruce alcanzó, sus dedos rozando la mandíbula de Clark—. Todo ese asunto de granjero está funcionando. Los anteojos. La corbata que no combina pero de alguna manera lo hace. Ese sonrojo que sube por tu cuello cuando estás nervioso.
— No me sonrojo.
— Te estás sonrojando ahora mismo.
Clark no tenía respuesta para eso porque era completamente cierto.
— ¿Esto es... qué estamos haciendo? — logró decir.
— ¿Qué quieres que estemos haciendo?
— No lo sé. No soy bueno en esto.
— ¿En qué?
— En... esto. Coqueteo. Leer situaciones. Saber cuándo alguien está... interesado.
— ¿Necesitas que sea más obvio? — Bruce sonrió—. Pensé que había sido bastante claro.
— Podrías ser más claro.
— Bien. — Bruce se acercó aún más, su aliento rozando la oreja de Clark—. Estoy interesado. En ti. ¿Es eso suficientemente claro?
Clark sintió algo en su pecho explotar, algo cálido y aterrador y emocionante todo a la vez.
— Bastante claro — logró decir, y sorprendentemente su voz salió estable.
— Bien. — Bruce se recostó, dejando algo de espacio pero no mucho—. ¿Y tú?
— ¿Yo qué?
— ¿Estás interesado?
Clark debería decir que no. Debería inventar una excusa. Debería recordar que era Superman y esto era complicado y probablemente una mala idea.
Pero en su lugar dijo: — Sí.
— Sí — repitió Bruce, su sonrisa ensanchándose—. Eso es... bueno saberlo.
— ¿Lo es?
— Definitivamente. — Bruce tomó un sorbo de la bebida que alguien había dejado en la mesa—. Entonces, Clark Kent. Reportero del Daily Planet. Amigo de Superman. ¿Qué hacemos con esta información?
— ¿Qué quieres hacer con ella?
— Muchas cosas. — Bruce lo miró con esa intensidad que hacía que las rodillas de Clark se sintieran débiles—. Pero voy a empezar despacio. No quiero asustarte.
— No estoy asustado.
— ¿No?
— Okay, estoy un poco asustado. Pero es... buen tipo de asustado. Emocionado-asustado. Como antes de un gran salto.
— ¿Te gustan los grandes saltos?
— A veces. Cuando vale la pena.
— ¿Y esto vale la pena?
Clark miró a Bruce; realmente lo miró. El cabello despeinado. Los lentes de neón todavía colgando de su cuello. La camisa abierta. Esa sonrisa que era mitad niño travieso, mitad algo más oscuro.
Y pensó en Batman. En cómo se había sentido conocerlo. Trabajar con él. La conexión que había sentido.
Y luego pensó en Bruce, quien era diferente pero de alguna manera se sentía igual. Esa misma intensidad debajo de una superficie diferente.
Estaba teniendo problemas, porque muy muy en el fondo sabía que ahora estaba interesado en dos personas completamente distintas.
— Sí — dijo finalmente—. Creo que sí.
— Bien. —Bruce se inclinó, su mano encontrando la rodilla de Clark otra vez—. Porque tengo planes.
— ¿Qué tipo de planes?
— El tipo que involucra conocerte mejor. Mucho mejor. — Su pulgar trazó ese círculo otra vez—. Si estás interesado.
— Estoy interesado.
— ¿Cuán interesado?
Clark se sorprendió a sí mismo alcanzando, sus dedos rozando donde la camisa de Bruce colgaba abierta.
— Averigüemos.
La sonrisa de Bruce era pura victoria.
— Oh, Clark Kent. Vas a ser divertido.
— ¿Esa es una promesa o una amenaza?
— Ambas.
Y mientras la música pulsaba debajo de ellos y las luces de colores bailaban sobre sus caras, Clark decidió que tal vez, solo tal vez, estaba listo para este tipo de complicación.
Aunque su vida ya era suficientemente complicada, ¿qué era un poco más?
Chapter 11: Toques de culpa.
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La zona VIP parecía un mundo aparte del caos de abajo. Las luces bajas, un azul profundo que se mezclaba con toques de rojo, creaban sombras que bailaban en las paredes, haciendo que todo se sintiera más íntimo, más cargado.
Clark estaba sentado en el sofá, el cuero pegándose un poco a su espalda por el calor de la fiesta, o tal vez por el calor que sentía subir por su cuerpo. Bruce estaba ahí, tan cerca que Clark podía oler su colonia, algo sutil con notas de madera y algo más picante, como si estuviera diseñado para volver loco a cualquiera que se acercara demasiado. Probablemente era así, conociendo los rumores.
Bruce se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los de Clark, esa sonrisa traviesa jugando en sus labios.
— Parece que necesitas otra copa —. dijo, su voz ronca por encima del bajo distante de la música. — No te muevas. Vuelvo en un segundo.
Clark asintió, viéndolo levantarse con esa gracia natural que hacía que pareciera que el mundo se movía a su ritmo. Bruce se alejó hacia el bar improvisado en la esquina de la zona VIP, su camisa abierta colgando de sus hombros, revelando destellos de piel que Clark no podía dejar de notar.
Mientras Bruce pedía las bebidas, charlando con el bartender como si nada, Clark se permitió un momento para respirar. Su corazón latía con fuerza, un tambor constante que resonaba en sus oídos. ¿Qué demonios estaba haciendo? Era Clark Kent, el reportero torpe de Smallville, no alguien que se metía en fiestas de millonarios con intenciones que... bueno, que no eran exactamente periodísticas.
Pero el champán ya había hecho su trabajo, aflojando los nudos en su pecho, haciendo que el mundo se sintiera un poco menos complicado, aunque ni siquiera podía ponerse ebrio aún si quisiera, dejando la excusa al efecto placebo sin indagar mucho mas.
Se quitó la corbata con un tirón impaciente, dejándola caer al lado del sofá. Luego, desabotonó los primeros botones de su camisa, sintiendo el aire fresco contra su piel caliente. Sus rulos, que siempre intentaba mantener en orden, se habían soltado un poco durante la noche, cayendo sobre su frente de manera desordenada. Se pasó una mano por el cabello, no para arreglarlo, sino para sentir algo real, algo que lo anclara. Se sentía... expuesto, pero de una manera buena. Como si por una vez no tuviera que fingir ser el tipo perfecto y controlado.
Bruce volvió con dos copas en la mano, el líquido dorado burbujeando suavemente. Pero se detuvo a medio paso, sus ojos recorriendo a Clark de arriba abajo. La corbata tirada, los botones abiertos dejando ver un atisbo de su pecho amplio, los rulos revueltos que le daban un aire salvaje, casi indomable. Bruce tragó saliva, visiblemente, y Clark juró que vio un destello de algo hambriento en su mirada.
— Vaya. — murmuró Bruce, su voz más baja que antes. — Te ves... cómodo.
Clark sonrió, un poco nervioso, un poco audaz por el ambiente.
— Pensé que era hora de relajarme un poco. Esta fiesta es... intensa.
Bruce se acercó, extendiendo una copa hacia Clark, pero antes de que pudiera sentarse a su lado, Clark actuó por impulso.
Su mano se extendió, agarrando a Bruce por la cintura, sintiendo la tela de su camisa y el calor de su piel debajo. Con un tirón suave pero firme, lo atrajo hacia sí, guiándolo hasta que Bruce terminó sentado en su regazo, las piernas de Bruce a cada lado de las suyas, su peso presionando justo donde Clark sentía que todo su cuerpo respondía.
Bruce dejó escapar un sonido ahogado, mitad sorpresa, mitad deleite, sus ojos ampliándose por un segundo antes de que esa sonrisa traviesa regresara, más intensa que nunca.
"Atrevido", susurró, acomodándose mejor, sus caderas moviéndose ligeramente contra la pelvis de Clark. Era un movimiento sutil, pero deliberado, frotándose justo en ese punto peligroso donde Clark sentía que su control se desmoronaba. Bruce estaba fascinado, claramente, sus manos subiendo a los hombros de Clark, aferrándose como si no quisiera soltarlo nunca.
— ¿Quién diría que el reportero tímido tenía este lado?
Clark sintió un rubor subir por su cuello, pero no se arrepintió, no iba a explicar los detalles que tenía guardado de cómo fue específicamente con su ex, siendo el mas... Deseoso de la relación.
No con Bruce ahí, tan cerca, su aliento cálido contra su cara, su cuerpo presionando de una manera que hacía que todo lo demás se desvaneciera.
— ¿Fue demasiado? — preguntó Clark, su voz ronca, una mano aún en la cintura de Bruce, la otra subiendo instintivamente a su espalda.
Bruce se movió de nuevo, un giro lento de caderas que envió una ola de calor directo a la entrepierna de Clark.
— No —. dijo, su voz un ronroneo. — Quiero más.
Sus ojos estaban oscuros, llenos de esa hambre que hacía que Clark se sintiera deseado, poderoso de una manera que no tenía nada que ver con sus poderes kryptonianos. Bruce se inclinó, su boca rozando el oído de Clark.
Clark gimió suavemente, sin poder evitarlo, su mano apretando la cintura de Bruce. Podía sentirlo, el calor creciente entre ellos, la forma en que su propio cuerpo respondía a cada movimiento. Si Bruce seguía frotándose así, Clark no estaba seguro de poder contenerse.
— Bruce...— .murmuró, su otra mano subiendo a la nuca de Bruce, tirando de él más cerca.
Bruce levantó una mano, haciendo una señal sutil a un guardia que rondaba cerca. El hombre asintió, y con un movimiento rápido, tiró de unas cortinas pesadas que rodeaban el sofá y la mesa, creando un espacio privado. La pared a un lado, las cortinas al otro, bloqueando la vista de los demás invitados.
Ahora estaban solos, realmente solos, el ruido de la fiesta amortiguado, el mundo reducido a ellos dos.
Bruce no esperó. Se inclinó, capturando los labios de Clark en un beso tímido al principio, suave, exploratorio. Sus labios eran cálidos, suaves, con un toque de champán que hacía que todo supiera dulce. Clark respondió, sus manos subiendo a la cara de Bruce, sosteniéndolo como si tuviera miedo de que desapareciera.
El beso se profundizó lentamente, los labios de Bruce separándose, invitando. Clark inclinó la cabeza, su lengua rozando la de Bruce, y el millonario dejó escapar un gemido bajo que vibró contra la boca de Clark.
No era suficiente. Bruce se movió de nuevo, sus caderas presionando con más insistencia, frotándose contra Clark de una manera que lo hacía jadear. La lengua de Bruce delineó el labio inferior de Clark, mordisqueando suavemente, y Clark sintió una oleada de deseo que lo dejó sin aliento.
— Dios, Bruce... — murmuró contra su boca, sus manos bajando, una posándose en la pierna de Bruce, sintiendo el músculo tenso bajo la tela, la otra atreviéndose a subir al trasero de Bruce, apretando con una audacia que no sabía que tenía.
Bruce gimió, alto esta vez, su cuerpo arqueándose contra el de Clark.
— Sí —. susurró, sus manos enredándose en los rulos de Clark, tirando suavemente para exponer su cuello. Besó ahí, mordisqueando la piel sensible, mientras sus caderas seguían ese ritmo tortuoso, frotándose contra la creciente dureza en los pantalones de Clark. — ¿Te gusta así, cariño?
Clark jadeaba ahora, su mano en la pierna de Bruce subiendo más alto, rozando el interior de su muslo, sintiendo el calor irradiando de él. El beso se volvió más abierto, lenguas enredándose, dientes chocando en su urgencia. Clark podía sentirlo todo; el pulso acelerado de Bruce, el roce de su piel, la forma en que su cuerpo se moldeaba contra el suyo. Si seguían así, no sabía si podría parar. Quería más, quería sentir a Bruce completamente, desvestirlo ahí mismo, en ese rincón privado, y perderse en él.
Pero entonces, un sonido cortó el aire; un ringtone agudo, insistente, que no era el de cualquier llamada. Bruce se tensó inmediatamente, su cuerpo congelándose contra el de Clark.
— Maldición —. murmuró, sacando su teléfono del bolsillo con una mano temblorosa por la adrenalina.
— No atiendas.— quiso decir Clark, su voz ronca, sus manos aún aferradas a Bruce. Pero Bruce miró la pantalla, su expresión cambiando de deseo a algo más serio, más urgente.
— Tengo que.— dijo Bruce, su voz apologética pero firme. Se levantó de mala gana del regazo de Clark, ajustándose la camisa abierta con un movimiento rápido. Caminó unos pocos metros, lo suficiente para tener algo de privacidad, aunque en ese espacio cerrado, Clark podía oír todo si quisiera. Pero no lo hizo; se obligó a enfocarse en calmar su respiración, en ignorar el pulso latiendo en su entrepierna.
Bruce atendió. "Al", dijo, su voz baja pero tensa. "Dime."
La voz al otro lado era la de un hombre mayor, controlada pero con un filo de pánico que hacía que se le erizaran los pelos al nocturno.
— Señor, tiene que venir inmediatamente. La Batseñal no es suficiente esta vez. Es una emergencia letal. El Joker ha liberado un gas tóxico en el centro de la ciudad, en el metro. Ya hay... muertes confirmadas. Doce hasta ahora, y el número sube. La policía está evacuando, pero el gas se expande rápido. Es una variante nueva, más agresiva que las anteriores. Si no actúa ya...
Bruce se pasó una mano por la cara, la fachada de playboy cayendo por completo por un segundo. Sus hombros se tensaron, su mandíbula se apretó, y Clark vio un destello de algo oscuro en sus ojos, algo que le recordó demasiado a Batman.
— Voy para allá.— dijo Bruce, su voz fría, calculadora. — ¿Todo listo?
— Ya lo tengo listo, señor. Pero... apresúrese. La situación es crítica. Hay niños en el metro, familias. Y el Joker dejó un mensaje: dice que esto es solo el comienzo, que Gotham pagará por sus "pecados"
Bruce colgó, guardando el teléfono con un movimiento brusco. Se quedó ahí un momento, de espaldas a Clark, respirando hondo. Cuando se giró, la sonrisa estaba de vuelta, pero era forzada, no llegaba a sus ojos.
— Lo siento, Clark. Emergencia en la empresa. Tengo que irme.
Clark se levantó, ajustándose la camisa lo mejor que pudo, ignorando el vacío que sentía ahora que Bruce no estaba cerca.
— ¿Todo bien?
Bruce se acercó, su mano subiendo a la mejilla de Clark.
— Nada que no pueda manejar. Pero... esto no termina aquí, ¿entiendes? Te veré pronto.— Y luego, como si quisiera dejar un recuerdo, se inclinó y lo besó, un beso rápido pero intenso, lleno de promesas no dichas.
Antes de que Clark pudiera responder, Bruce se fue, desapareciendo entre las cortinas y el ruido de la fiesta.
Clark se dejó caer de nuevo en el sofá, su mente un torbellino. ¿Qué acababa de pasar? El beso, el toque, la forma en que Bruce se había ido tan de repente... Y esa llamada. En el momento que Bruce decidió contestar, enfocó su atención en sus amigos y como la estarían pasando, oyendo ruidos y quejidos que tal vez no debió escuchar.
Mientras tanto, Bruce corría por los pasillos traseros del edificio, su mente ya cambiando de modo. La fiesta seguía rugiendo, pero él ya no era parte de ella.
Era Bruce Wayne abandonando su propia celebración, y al mismo tiempo era Batman emergiendo.
— Alfred — dijo en voz baja, activando el micrófono integrado en su reloj. — Estoy en camino. ¿Qué más tenemos?
La voz de Alfred llegó clara, pero con un temblor que Bruce rara vez oía. El mayordomo siempre era el ancla, el control en la tormenta, pero ahora sonaba frenético, su acento británico apretado por la preocupación.
— Señor, es peor de lo que pensé. El gas no es solo tóxico; es alucinógeno, una mezcla nueva. Las víctimas no solo mueren asfixiadas, sino que se atacan entre sí en pánico. Hay informes de caos en las estaciones: gente pisoteada, peleas. La policía ha perdido a tres oficiales ya. El Joker transmitió un video hace cinco minutos, dice que liberará más si no "juegas" con él. Está en el viejo túnel abandonado bajo la estación central.
Bruce llegó a la Batcueva en su moto, el aire fresco y metálico golpeándolo. La mochila con su traje estaba lista en el banco, el Batmovil ronroneando en la plataforma, listo para salir por el túnel secreto que lo llevaría a un callejón cercano. Se cambió rápido, quitándose la camisa arruinada y poniéndose el traje táctico, la máscara de gas. La capa se desplegó con un clic.
— ¿Víctimas civiles? — preguntó mientras se subía al Batvehículo, el motor rugiendo a la vida.
— Al menos veinte confirmadas muertas, señor.— dijo Alfred, su voz quebrándose un poco. — Y subiendo. Hay un grupo atrapado en un vagón: familias, niños. El gas los alcanzó antes de que pudieran evacuar. La ambulancia no puede acercarse; el área está contaminada. Si no llega en los próximos diez minutos...
Bruce pisó el acelerador, el vehículo saliendo disparado por el túnel, emergiendo en un callejón oscuro de Gotham. La lluvia empezaba a caer, el asfalto brillando bajo las luces de neón.
— Llama a Gordon. Dile que selle el perímetro. Y prepara el antídoto experimental. Voy a inyectarlo en el sistema de ventilación si es necesario.
— Señor, esto es... es malo. Peor que el último incidente. El Joker parece haber planeado esto por semanas. Si usted entra solo...
— Entraré solo.— cortó Bruce, su voz dura. Pero en su mente, el peso de la decisión lo aplastaba. Si las cosas salían mal, si llegaba al borde... — Alfred, si no respondo en quince minutos, llama a la Justice gang. Solo entonces. No antes. No quiero arrastrarlos a esto a menos que sea absolutamente necesario.
Hubo una pausa, y Bruce podía imaginar a Alfred en la consola, sus manos temblando ligeramente sobre los controles.
— Entendido, señor. Pero... por favor, sea cuidadoso. Gotham no puede perderlo. Yo no puedo perderlo.
Bruce no respondió, su mandíbula apretada mientras aceleraba por las calles mojadas, el Batmovil cortando la lluvia como un cuchillo. Pero mientras conducía, los pensamientos lo asaltaban, no solo la estrategia, no solo el plan para neutralizar el gas y capturar al Joker. Era la culpa, esa culpa que lo carcomía desde adentro como un veneno peor que cualquier gas.
Debería haber estado patrullando. Debería haber estado en las calles, vigilando, en lugar de en esa estúpida fiesta, bebiendo champán y coqueteando como un idiota. Sentado en las piernas de Clark, perdiéndose en besos que no tenían lugar en su vida.
¿Qué demonios estaba pensando? Clark, con sus rulos desordenados, su sonrisa tímida, sus manos en su cuerpo... Era una distracción. Una debilidad. Y ahora, por su egoísmo, gente estaba muriendo. Familias rotas, niños asfixiándose en el metro, y él había estado ahí, disfrutando, mientras Gotham ardía.
La culpa lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Alfred había estado en lo correcto al sugerirle socializar, pero esto... esto era demasiado. Había bajado la guardia, se había permitido sentir algo más que la misión, y mira lo que pasaba.
El Joker no esperaba; el mal no dormía. Y él, Batman, el protector de Gotham, había estado jugando a ser Bruce Wayne el playboy, besando a un reportero en una zona VIP mientras su ciudad sangraba.
Llegó al perímetro, el automóvil deteniéndose en las sombras. La estación central estaba acordonada, luces de policía parpadeando en la lluvia, sirenas aullando. Cuerpos cubiertos con sábanas en la entrada, paramédicos corriendo con máscaras de gas. Bruce saltó del vehículo, su capa ondeando, y se acercó a Gordon, quien lo miró con alivio mezclado con desesperación.
— Es malo, Bats.— dijo Gordon, su voz temblando bajo la lluvia. — El gas se expande. Ya perdimos a dos de los míos. El Joker está adentro, riendo como un loco en los altavoces.
Batman escaneó el lugar, su mente ya calculando entradas, salidas, ventilación.
— Mantén el perímetro. Voy adentro.
Pero mientras descendía por un conducto lateral, evitando el gas, la culpa lo seguía como una sombra. Clark. Ese beso final, esa promesa de más.
¿Valía la pena? ¿Podía permitirse eso cuando Gotham pagaba el precio? Se coló por los túneles, el aire espeso con el olor químico del gas, risas maníacas ociando en la distancia. El Joker lo esperaba, y Batman estaba listo para pelear.
Pero en lo profundo de su pecho, algo se rompía. Si sobrevivía a esto, si lograba detenerlo sin ayuda... ¿volvería a esa fiesta, a Clark? O se enterraría más en las sombras, donde pertenecía.
El Joker rio más fuerte, y Batman avanzó, su corazón pesado con el peso de sus elecciones.
Chapter 12: Elecciones.
Chapter Text
La Batcueva - 2:47 AM
Alfred Pennyworth había visto muchas noches malas en sus décadas de servicio a la familia Wayne. Había cosido heridas que hubieran matado a hombres normales. Había limpiado sangre del suelo de mármol más veces de las que podía contar. Había esperado, incontables veces, preguntándose si esta sería la noche en que Bruce no regresara.
Pero esta noche se sentía diferente.
Sus dedos temblaban sobre el teclado de la Batcomputadora, algo que no había pasado en años. Décadas de entrenamiento militar, de mantener la compostura bajo presión, todo amenazando con desmoronarse mientras observaba las pantallas parpadear con datos que empeoraban por segundo.
Doce muertos confirmados. No, catorce. Dieciséis.
El número seguía subiendo.
Alfred se ajustó los anteojos con una mano que se negaba a estar firme. En la pantalla principal, múltiples feeds de seguridad mostraban el caos en la estación del metro. Cuerpos en el suelo. Personas corriendo, tropezando, cayendo. El gas verde del Joker serpenteando por los pasillos como una entidad viva y maligna.
Y en algún lugar ahí abajo, Bruce estaba solo.
— Terco idiota— murmuró Alfred, su voz quebrándose en la cavernosa quietud de la Cueva—. Terco, obstinado, imposible idiota.
Había percibido la expresión en la cara de Bruce cuando recibió la llamada, escuchando la música, escuchando su voz particularmente alegre y coqueta. Ese momento de transición brutal donde el playboy despreocupado se evaporó y el vigilante oscuro emergió. Pero debajo de eso, Alfred había visto algo más: culpa.
Culpa por estar en esa fiesta. Por disfrutar un momento de normalidad. Por atreverse a ser feliz.
Y ahora Bruce estaba ahí abajo, probablemente odiándose a sí mismo con cada paso, cargando un peso que no le correspondía llevar. Porque eso era lo que Bruce hacía. Convertía cada tragedia en su culpa personal, cada muerte en una marca más en su alma ya cicatrizada.
Alfred había sido quien le sugirió socializar. Quien le había empujado a considerar la oferta de Superman, a unirse a ese equipo. Quien había insistido en que Bruce necesitaba algo más que la misión, o la misión lo consumiría hasta que no quedara nada.
Y ahora...
— No es tu culpa, muchacho— dijo Alfred al aire vacío, sabiendo que Bruce no podía oírlo—. No es tu culpa.
Pero Alfred sabía que Bruce no lo creería. Nunca lo hacía.
El comunicador en su oído crepitó.
— Alfred— la voz de Bruce llegó áspera, pesada con esfuerzo—. Estatus.
— Señor— Alfred se obligó a enfocar, a ser el ancla que Bruce necesitaba—. El conteo de víctimas ha llegado a diecisiete. El área de contención ha sido expandida seis cuadras. Hay tres grupos de civiles atrapados en diferentes secciones del túnel. El más crítico tiene ocho personas, incluyendo dos niños menores de diez años.
Silencio. Alfred podía escuchar la respiración de Bruce a través del filtro de su máscara de gas, pesada y controlada.
— ¿Tiempo estimado antes de que el gas alcance esa sección?
Alfred verificó los datos, su corazón hundiéndose.
— Cuatro minutos. Tal vez cinco si el sistema de ventilación funciona a su favor.
— No es suficiente tiempo.
— No, señor. No lo es.
Más silencio. Alfred podía imaginarlo: Bruce calculando probabilidades, rutas, sacrificios necesarios. Siempre calculando, siempre midiendo el costo.
— Puedo llegar a dos grupos. El tercero tendrá que esperar.
— Bruce— Alfred usó su nombre real, algo que solo hacía en momentos críticos—. No puedes salvar a todos. No esta vez. El Joker planeó esto específicamente para sobrepasarte.
— Entonces necesito moverme más rápido.
— Necesita ayuda.
— No.
Una sola palabra. Firme. Final. Absolutamente predecible.
Alfred cerró los ojos, sintiendo el peso de setenta años caer sobre sus hombros.
— Señor, con todo respeto, vaya al diablo.
— Alfred-
— No. Escúcheme. Ha estado entrenando toda su vida para esto. Para ser el mejor, el más rápido, el más preparado. Pero hay límites, incluso para usted. Y el Joker lo sabe. Por eso diseñó esto así. Para forzarlo a elegir quién vive y quién muere.
— Es mi ciudad. Mi responsabilidad.
— Es una ciudad de ocho millones de personas, Bruce. Usted no puede cargar con todas ellas sobre sus hombros. Nadie puede.
— Entonces, ¿qué sugiere? ¿Que me rinda? ¿Que deje que mueran?
— Sugiero que permita que personas capaces lo ayuden. Tiene un equipo ahora. Úselo.
—No voy a arrastrarlos a esto. No voy a tener su sangre en mis manos.
Ahí estaba. El núcleo de todo. El miedo que Bruce nunca admitiría en voz alta: que cualquiera que se acercara demasiado terminaría roto. Muerto. Otro nombre para tallar en su conciencia.
Alfred había visto este patrón toda la vida de Bruce. Cada vez que alguien se acercaba, Bruce los empujaba. Por seguridad, decía. Por protección. Pero Alfred sabía la verdad: Bruce tenía más miedo de perder a alguien que de perderse a sí mismo.
— Señor— dijo Alfred suavemente—. Si tiene la sangre de alguien en sus manos esta noche, será porque fue demasiado terco para pedir ayuda.
El comunicador se cortó.
Alfred se quedó mirando las pantallas, sintiendo lágrimas calientes picando en sus ojos. Lágrimas de frustración, de miedo, de amor por ese hombre imposible y autodestructivo que había criado desde los ocho años.
Y entonces vio algo que hizo que su sangre se congelara.
Feed de cámara adicional. Túnel de servicio. Tres figuras vestidas con monos de protección de hazmat, pero moviéndose con precisión militar. Cada uno cargaba...
— Oh no— susurró Alfred, sus dedos volando sobre el teclado, ampliando la imagen—. No, no, no, no...
Lanzacohetes. Dos de ellos. Granadas incendiarias. Y lo que parecía ser...
Alfred acercó más, verificó los registros de armamento conocidos del Joker, cruzó referencias con la base de datos de la Justice Gang.
Gas mostaza. Versión modificada. Letal en concentraciones bajas, incapacitante instantáneamente en altas.
El Joker no estaba solo jugando esta vez. No era otro de sus elaborados chistes o performances de teatro sangriento.
Estaba tratando de matar a Batman.
Alfred sintió algo frío y terrible asentarse en su estómago. Las manos de Bruce eran mortales, su entrenamiento sin igual. Pero contra armamento militar pesado, en espacios confinados, con civiles en la línea de fuego...
No había forma de que sobreviviera solo.
Los dedos de Alfred se cernieron sobre el botón de emergencia de la Justice Gang. Bruce le había dado instrucciones específicas: quince minutos. No antes.
Había pasado doce.
Tres minutos. Tres minutos antes de que tuviera permiso para hacer la llamada.
Alfred miró las pantallas. Los hombres armados moviéndose en posición. Bruce probablemente todavía evacuando civiles, sin saber lo que venía.
Las reglas versus la realidad. La obediencia versus el instinto de supervivencia de su hijo.
— Perdóneme, señor — murmuró Alfred, presionando el botón—. Pero no voy a enterrarlo.
Las alarmas empezaron a sonar. En LordTech Industries. En la Torre de Vigilancia de Coast City. En el apartamento de Clark Kent.
Alfred se dejó caer en la silla, sus manos finalmente dejando de temblar ahora que la decisión estaba hecha.
— Vengan rápido— susurró a nadie—. Por favor, vengan rápido.
Estación de Policía de Gotham - 2:51 AM
El Comisionado James Gordon no era un hombre que se asustaba fácilmente. Treinta años en la fuerza. Cinco de esos trabajando con Batman. Había visto las peores cosas que Gotham podía ofrecer: asesinatos grotescos, crímenes que desafiaban la lógica humana, monstruos que usaban caras humanas.
Pero esta noche, mientras estaba de pie en el perímetro de la estación del metro con la lluvia empapando su gabardina, sentía algo que no había sentido en años.
Miedo puro y visceral.
No por él. James Gordon había hecho las paces con su propia mortalidad hace décadas. Pero por el hombre, si podía llamarlo eso, que había descendido a esos túneles solo, contra un enemigo que no jugaba con las reglas habituales esta noche.
— Comisionado— el Detective Martínez apareció corriendo, su rostro pálido bajo las luces intermitentes de los coches de policía—. Tenemos un problema.
— ¿Qué tipo de problema?
— El tipo que involucra equipamiento militar de grado A. Acabamos de interceptar comunicaciones. El Joker tiene refuerzos armados en los túneles. No solo con armas pequeñas. Estamos hablando de-
Martínez le entregó una tableta. Gordon miró la pantalla, sus ojos ampliándose con cada línea.
Lanzacohetes antitanque RPG-7. Granadas fragmentarias M67. Gas mostaza modificado. Explosivos C-4 plantados estratégicamente en puntos de soporte estructural.
— Dios mío— susurró Gordon—. Está tratando de colapsar todo el sistema.
— Y Batman está ahí abajo— dijo Martínez, su voz rompiendo—. Sin refuerzos. Sin armadura pesada. Solo él y esos malditos gadgets.
Gordon sintió algo frío asentarse en su estómago. Había trabajado con Batman suficiente tiempo para saber que el hombre era virtualmente imparable en combate uno a uno. Pero esto no era combate uno a uno. Esto era una zona de guerra diseñada específicamente para neutralizar cada una de las ventajas de Batman.
Espacios cerrados: anulaba su movilidad.
Civiles atrapados: lo forzaba a exponerse.
Armamento pesado: superaba su armadura.
El Joker había estudiado a Batman por años. Sabía exactamente cómo matarlo.
— Necesitamos evacuarlo— dijo Gordon, su voz cortante—. Ahora. Antes de que esos explosivos detonen.
— ¿Cómo? No responde a las comunicaciones regulares. Y no podemos enviar equipos ahí con ese gas-
— Entonces vamos más alto.
Gordon corrió hacia el comando móvil, gritando órdenes mientras se movía.
— ¡Quiero helicópteros en el aire! ¡Ahora! ¡Con altavoces de alta potencia!
— Señor, los helicópteros no pueden-
— ¡No me importa lo que no pueden hacer! ¡Pónganlos en el aire! ¡Y consíganme una línea abierta con Batman ahora!
Los oficiales se movieron, los años de entrenamiento superando el shock. En tres minutos, Gordon escuchó el batir familiar de las aspas de helicóptero cortando la lluvia.
Agarró el micrófono de un operador de radio, su mano apretándola tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos.
— Batman— su voz resonó por los altavoces, amplificada cien veces, rebotando en los edificios—. Si puedes oírme, tienes que evacuar. Repito: evacuar inmediatamente. El Joker tiene armamento pesado. Explosivos. Esto es una trampa. ¡Sal de ahí ahora!
Silencio. Solo la lluvia y las sirenas y el latido de su propio corazón martillando en sus oídos.
— ¡Batman! ¡James Gordon llamando a Batman! ¡Responde!
Nada.
Gordon sintió pánico verdadero subiendo por su garganta. En todos esos años, Batman siempre había respondido. Siempre había encontrado una forma de comunicarse, de hacerle saber que estaba bien, que estaba en control.
Pero ahora...
— Señor— un oficial joven, apenas salido de la academia, con ojos amplios—. Tenemos confirmación. Los grupos civiles han sido evacuados de las secciones A y B. Pero hay explosiones reportadas en el túnel C. Grandes. Múltiples.
— ¿Víctimas?
— Desconocidas. No podemos acercarnos con el gas todavía activo.
Gordon miró hacia la entrada del metro. Humo negro ahora mezclándose con el gas verde. Llamas parpadeando en las profundidades.
— ¿Dónde fue visto Batman por última vez?
— Túnel C, señor. Hace cuatro minutos.
El mismo túnel que acababa de explotar.
Gordon sintió el mundo inclinarse. Cinco años. Cinco años trabajando con ese hombre, confiando en él, apoyándose en él. Cinco años viendo lo imposible hecho realidad una y otra vez.
Y ahora...
— Consíganme equipos de rescate— dijo, su voz mecánica—. Trajes hazmat completos. Equipo de respiración. Vamos a entrar.
—Señor, es demasiado peligroso-.
— No me importa. Hay un hombre ahí abajo. Nuestro hombre. Y no voy a dejarlo-
Una explosión más grande sacudió el suelo. Gordon se tambaleó, agarrándose de un coche patrulla. Escombros y polvo y humo brotando de la entrada del metro como un géiser.
Y luego, cortando todo lo demás, un sonido que Gordon nunca había escuchado en veinte años.
La Batseñal.
Activada desde dentro de los túneles.
No un llamado por ayuda. Un código que él y Batman habían establecido años atrás, para la peor situación posible.
Alguien está muriendo. Envíen todo lo que tengan.
Gordon sintió lágrimas calientes picando sus ojos. Lágrimas de frustración, de furia, de miedo puro.
— ¡TODOS LOS EQUIPOS, ENTREN AHORA! — gritó, su voz rompiéndose—. ¡QUIERO CADA OFICIAL, CADA PARAMÉDICO, CADA MALDITO CUERPO DISPONIBLE EN ESOS TÚNELES! ¡MÁSCARA DE GAS, EQUIPO TÁCTICO! ¡MUÉVANSE!
Los oficiales corrieron, algunos hacia los vehículos, otros agarrando equipamiento. Pero Gordon sabía la verdad.
Para cuando llegaran, podría ser demasiado tarde.
— Aguanta — susurró, mirando hacia la boca humeante del infierno subterráneo—. Solo aguanta un poco más, maldito murciélago terco. Aguanta.
La Fiesta - 2:53 AM
Clark había estado tratando de encontrar a Lois y Jimmy por los últimos veinte minutos.
La fiesta se había intensificado, si eso era posible. La música más fuerte, las luces más caóticas, los cuerpos presionándose más cerca. Clark había navegado por la multitud, usando su visión de rayos X con moderación para escanear habitaciones sin parecer obviamente raro.
Encontró a Jimmy primero, en un sofá en el segundo piso, atrapado en una conversación animada con Tatiana y Marco, su rostro rojo pero sonriendo. Cuando vio a Clark, levantó un pulgar, claramente bien.
Lois fue más difícil de localizar. Clark finalmente la encontró en lo que parecía ser una biblioteca privada, libros del piso al techo, hablando intensamente con Sofía sobre... ¿arquitectura postmoderna? Solo Lois podía convertir el coqueteo en debate intelectual.
Ella lo vio y rodó los ojos, haciendo un gesto de "estoy bien, vete".
Entonces Clark volvió a la zona VIP, al sofá donde Bruce lo había besado, donde todo se había sentido como si el mundo se redujera a solo ellos dos.
Excepto que Bruce se había ido. Emergencia corporativa, había dicho. Pero algo sobre eso se había sentido... mal. La forma en que la máscara de playboy había caído por un segundo. La tensión en sus hombros. Esa llamada.
Clark se sentó, ajustándose la camisa que todavía estaba parcialmente desabotonada. Podía sentir el fantasma del toque de Bruce, el calor de su cuerpo presionado contra el suyo.
Y luego escuchó algo.
Su súper audición, que había estado manteniéndose en control toda la noche para no invadir la privacidad de todos en la fiesta, captó algo diferente. Más fuerte. Urgente.
Sirenas. Muchas sirenas.
No inusuales en Metrópolis, pero estas eran de Gotham. Podía escuchar la diferencia en el tono, la distancia.
Clark se enfocó, siguiendo el sonido. Más sirenas. Helicópteros. Gritos.
Y luego, cortando todo lo demás:
"Batman, si puedes oírme, tienes que evacuar. Repito: evacuar inmediatamente."
Clark se puso de pie tan rápido que casi derribó la mesa.
Batman.
En peligro.
La voz de Gordon había sonado aterrada. En todos los años que Clark había monitoreado Gotham de manera casual, nunca había escuchado a Gordon sonar así.
Necesitaba ir. Necesitaba-
Su teléfono vibró. No su teléfono regular. El de la Justice Gang.
ALERTA DE EMERGENCIA CÓDIGO ROJO GOTHAM CITY BATMAN REQUIERE ASISTENCIA INMEDIATA SITUACIÓN CRÍTICA VÍCTIMAS MASIVAS
Clark sintió su sangre helarse. Alguien, alguien más había activado la señal de emergencia. Batman había dicho que nunca lo haría. Que trabajaba solo. Que nunca pediría ayuda.
Si tal vez ese alguien estaba llamando, significaba que las cosas habían ido más allá de críticas.
Significaba que Batman estaba muriendo.
Clark no pensó. No calculó. No consideró opciones.
Corrió hacia la salida más cercana, usando velocidad casi-súper para cruzar la multitud sin derribar a nadie. Encontró una escalera de servicio, subió al techo.
La lluvia lo golpeó inmediatamente, fría y punzante. Gotham estaba a veinte millas al oeste. Podía ver el resplandor de los incendios incluso desde aquí.
Se arrancó la camisa, revelando el traje que siempre llevaba debajo. Los anteojos volaron de su rostro. Clark Kent se evaporó.
Superman emergió.
Y voló.
El mundo se desdibujó debajo de él. Veinte millas en treinta segundos. Podía ir más rápido, pero necesitaba controlar su entrada, no causar una onda sónica que dañara edificios.
Mientras volaba, su comunicador de la Justice Gang crepitó.
— Superman— la voz de Michael, tensa y enfocada—. ¿Recibiste la alerta?
— Voy en camino. ¿Dónde están los demás?
— Guy está a cinco minutos. Kendra a siete. Yo voy a quedarme en comando remoto, coordinar desde aquí. Clark, esto es malo. El conteo de víctimas es-
— ¿Dónde está Batman?
— Túnel C. Bajo la estación central. Pero Superman, hay explosivos. Armamento pesado. El Joker ha-
— ¿Dónde. Está. Batman?
Silencio. Luego:
— No lo sabemos. Perdimos su señal hace tres minutos.
Clark sintió algo helado y terrible asentarse en su pecho.
Perdieron su señal.
Batman no perdía señales. Batman era el más cuidadoso, el más preparado. Si habían perdido su señal significaba que estaba inconsciente.
O peor.
Clark aceleró, la lluvia golpeando su rostro como agujas. Gotham apareció debajo de él, oscura y retorcida, humo elevándose de media docena de lugares. Podía ver la estación del metro ahora. Coches de policía por todas partes. Helicópteros circulando. Llamas brotando de las entradas.
Y ninguna señal de Batman.
Clark descendió como un meteorito, aterrizando junto a Gordon con suficiente fuerza para agrietar el concreto.
Gordon se giró, su rostro una máscara de shock y alivio.
— Superman-
— ¿Dónde está?
— Túnel C. Múltiples explosiones. No podemos alcanzarlo con el gas todavía activo. Nuestros equipos hazmat están tratando pero-.
— Yo voy.
—Es demasiado peligroso. Hay explosivos por todas partes. Si detonan-
—Gordon.— Clark lo miró, y había algo en sus ojos que hizo que el Comisionado retrocediera—. ¿Dónde. Está?
Gordon señaló hacia la entrada humeante.
—Túnel C. Siga las señales de emergencia. Pero Superman, si esos explosivos detonan mientras estás ahí-.
— Entonces explotarán.
Y Clark se fue, moviéndose más rápido de lo que Gordon podía procesar, desapareciendo en el humo y las llamas.
La entrada del metro era un infierno. Calor intenso, humo negro mezclándose con gas verde, el sonido de metal retorciéndose. Clark usó su visión de rayos X, escaneando, buscando.
Cuerpos. Demasiados cuerpos. Algunos todavía moviéndose, otros no. Y más profundo, en el túnel C, algo que hizo que su corazón se detuviera.
Una figura en el suelo. Inmóvil. Rodeada por lo que parecían ser explosivos C-4 conectados a sensores de movimiento.
Batman.
Clark voló a través de los túneles, esquivando escombros, ignorando el gas que no podía afectarlo. Cada segundo sentía como una hora. Cada metro como una milla.
Y luego estaba ahí.
Batman estaba tirado en el suelo, su capa envuelta alrededor de él, su armadura agrietada en múltiples lugares. Sangre goteando de debajo de su máscara. Su respiración superficial, irregular.
Alrededor de él, una docena de paquetes de C-4, cada uno conectado a sensores de movimiento y temporizadores. Números rojos contando hacia abajo.
2:47.
2:46.
2:45.
Y de pie en las sombras, riendo, con esa risa terrible y quebrada que Clark reconocería en cualquier lugar:
El Joker.
— ¡Bien, bien, bien!— el payaso aplaudió, su maquillaje corrido por el humo—. ¡El azulito ha llegado! ¡Y justo a tiempo para el gran final!
Clark se paró entre el Joker y Batman, su visión de calor ya cargándose.
— Apaga los explosivos. Ahora.
— ¿O qué? ¿Me vas a freír? — El Joker se rió más fuerte—. ¡Adelante! ¡Pero esos explosivos están conectados a mi corazón! ¡Si me matas, boom! ¡Todo este túnel colapsa! ¡Y tu amigo murciélago va a Batsushi!
Clark miró los explosivos. Su visión de rayos X confirmó lo que el Joker decía. Monitor cardíaco. Conexión inalámbrica. Si el corazón del Joker se detenía, todo explotaba.
Y no tenía tiempo de desactivarlos manualmente. Los temporizadores estaban sincronizados, dispersos demasiado lejos para que incluso él pudiera alcanzarlos todos antes de que al menos uno detonara.
2:14.
2:13.
2:12.
Detrás de él, Batman tosió, sangre salpicando el interior de su máscara.
— Superman.— su voz era apenas un susurro, rota—. No... no hagas el trato.
— Cállate— dijo Clark, sin apartar los ojos del Joker—. Voy a sacarte de aquí.
— No puedes... explosivos... si me mueves...
— Entonces no te moveré. Encontraré otra forma.
El Joker se rió, bailando en su lugar.
— ¡No hay otra forma! ¡Es hermoso! ¡O me dejas ir y tal vez... tal vez, te dejo desactivarlos! ¡O intentas ser héroe y todos morimos! ¡Incluyendo a todos esos civiles atrapados en la sección D!
Clark sintió su estómago caer.
— ¿Qué civiles?
— ¡Oh, no te lo dijo Batsy? ¡Hay doce personas atrapadas dos túneles más allá! ¡El gas los alcanzará en...— miró un reloj imaginario—. ¡Tres minutos! ¡Pero no te preocupes! ¡Tienes tiempo para salvar a UNO! ¡Bat-failure o los civiles! ¡Elige!
2:01.
2:00.
1:59.
Y Clark entendió.
Esta era la trampa. No los explosivos. No el gas. No el armamento.
Era la elección.
Salvar a Batman significaba dejar que los civiles murieran.
Salvar a los civiles significaba dejar que Batman muriera.
No había tiempo para ambos.
Y el Joker se rió y se rió y se rió.
— ¡Tick tock, Superman! ¡Tick tock!
1:45.
1:44.
1:43.
Clark miró hacia abajo a Batman, quien lo miraba a través de esa máscara agrietada.
Y Batman, con su última fuerza, dijo:
— Los civiles. Salva... a los civiles.
Por supuesto. Por supuesto que Batman diría eso.
Por supuesto que elegiría su propia muerte sobre la de inocentes.
Por supuesto.
1:30.
1:29.
1:28.
Y Superman tuvo que elegir.
Chapter 13: Túneles.
Chapter Text
Elecciones Túnel D - 2:55 AM
Guy Gardner había visto muchas cosas raras en su tiempo como Green Lantern. Había peleado contra alienígenas del tamaño de planetas. Había viajado a través de agujeros negros. Había visto civilizaciones enteras colapsar en segundos.
Pero nunca había visto algo tan simplemente humano y aterrador como esto.
El túnel D era un cementerio esperando a suceder. Doce personas, familias, parejas, un hombre mayor con un bastón, una mujer embarazada, dos niños que no podían tener más de seis años, estaban presionados contra la pared más alejada, máscaras improvisadas hechas de camisetas y bufandas presionadas contra sus caras. El gas verde se arrastraba hacia ellos como una entidad viva, serpenteando por el suelo, subiendo las paredes.
Tres minutos, había dicho Michael. Tres minutos antes de que el gas los alcanzara.
Guy había llegado primero, con Kendra treinta segundos detrás. Rex los había seguido, Joey afortunadamente dejado con su madre, libre para usar sus habilidades sin preocuparse por mantener a un bebé seguro.
— Máscaras de gas—gruñó Guy, materializando construcciones verdes brillantes alrededor de la cabeza de cada civil—. Respiren. Respiren lento. Los sacaremos.
Una construcción de anillo no era tan buena como una máscara de gas real, pero era mejor que nada. Guy podía sentir el drenaje en su anillo, el esfuerzo de mantener doce burbujas de aire simultáneamente mientras también creaba barreras para contener el gas.
— Guy— la voz de Kendra era tensa—. Necesitamos moverlos. Ahora.
—Lo sé. Dame un segundo-.
—No tenemos un segundo.
Rex ya estaba cambiando, su cuerpo transformándose en algo mitad humano, mitad barrera química, posicionándose entre los civiles y el gas que avanzaba. Su piel brillaba con un brillo extraño mientras se convertía en algo que podía absorber las toxinas, neutralizarlas.
— No puedo mantener esto por mucho tiempo— dijo, su voz tensa—. Esta mierda es más fuerte de lo que pensé. Está comiendo a través de mi composición molecular.
— Solo aguanta — Guy estaba creando camillas ahora, construcciones de energía verde para transportar a los que no podían caminar—. Kendra, toma a los niños. Yo tengo al anciano y a la mujer embarazada. Rex, tú-
— Yo soy la pared. Lo sé.
Se movieron como un equipo, cada uno sabiendo su rol sin necesidad de más palabras. Kendra agarró a los dos niños, uno bajo cada brazo, y voló hacia la salida más cercana. Guy envolvió construcciones alrededor del hombre mayor y la mujer embarazada, levantándolos gentilmente, moviéndose tan rápido como se atrevía sin sacudirlos.
Las otras ocho personas corrieron, tropezando, tosiendo incluso con las construcciones protectoras de Guy, el gas quemando sus ojos y gargantas.
Y entonces el comunicador de Guy crepitó con algo que le heló la sangre.
La voz de Michael, normalmente tan controlada y clínica, quebrándose con pánico apenas contenido:
— Todos, actualización de emergencia. Batman está abajo. Túnel C. Rodeado de explosivos. Temporizador en... Cristo, menos de dos minutos. Superman está con él pero no puede-, hay civiles atrapados y-, mierda, no hay tiempo suficiente para...
La transmisión se cortó en estática.
Guy se congeló a medio vuelo, su concentración resbalando. Las construcciones parpadearon.
—¡Gardner! — gritó Kendra—. ¡Enfócate!
— Batman— susurró Guy—. Batman está...
— Lo sé. Escuché. Ahora muévete.
Pero Guy no podía moverse. Su cerebro estaba procesando lo que Michael había dicho. Batman rodeado de explosivos. Menos de dos minutos. Superman con él pero sin poder hacer nada.
Batman iba a morir.
El murciélago, el tipo que había rechazado su oferta de unirse al equipo con monosílabos fríos. El tipo que Clark había estado hablando durante semanas. El tipo que era una leyenda, un mito, algo que no se suponía que pudiera ser tocado.
Iba a morir.
— Guy— la voz de Kendra era más suave ahora, pero no menos urgente—. Necesito que te enfoques. Estas personas necesitan que te enfoques.
Guy miró al hombre mayor en su construcción, tosiendo sangre en su máscara improvisada. Miró a la mujer embarazada, sus manos protegiendo su estómago como si eso fuera a ayudar.
Personas reales. Vidas reales. Aquí. Ahora. Que él podía salvar.
— Mierda— susurró—. Mierda, mierda, mierda.
Se movió.
Volaron por los túneles, Guy manteniendo las construcciones estables incluso mientras su cerebro gritaba que debería estar volando en la otra dirección, hacia el Túnel C, hacia Batman.
Rex los seguía, todavía en forma de barrera, absorbiendo el gas que se filtraba alrededor de ellos. Guy podía verlo deteriorándose, su piel agrietándose, pedazos de él cayendo y reformándose.
— ¿Rex?
— Estoy bien. Sigue moviéndote.
Emergieron en una zona clara, donde los paramédicos esperaban. Pasaron los civiles a manos capaces, Guy disolviendo las construcciones solo cuando estaba seguro de que tenían máscaras de gas reales.
Doce personas. Las doce vivas.
Deberían estar celebrando.
En su lugar, los tres superhéroes se quedaron ahí, cubiertos de hollín y sangre que no era suya, mirándose entre sí con la misma expresión de horror e impotencia.
— Deberíamos ir — dijo Guy—. Batman necesita-
— Superman está con él— dijo Kendra, pero su voz estaba vacía—. Y Michael dijo que no había tiempo.
— Entonces hacemos tiempo. Volamos allá y-
— ¿Y qué, Gardner?— Kendra lo agarró del brazo—. ¿Mueres con él? ¿Detonas los explosivos tratando de ayudar? Superman está ahí. Si alguien puede salvarlo, es él.
— Pero-.
— Hay más civiles. Sección E. El gas todavía se está expandiendo. Podemos salvar a esas personas.
Guy quería discutir. Quería gritar que Batman era uno de ellos ahora, parte del equipo, que no podían simplemente dejarlo morir.
Pero Kendra tenía razón. Superman estaba ahí. Y ellos tenían gente que salvar.
— Mierda— dijo otra vez, sintiéndose inútil e inadecuado y completamente fuera de control—. Está bien. Está bien. Sección E. Vamos.
Se movieron, pero cada paso se sentía como traición.
Túnel C - 1:28 Restante
Clark podía escuchar todo.
Los latidos del corazón de los doce civiles en el Túnel D, acelerándose con pánico. Los pasos de Guy, Kendra y Rex moviéndose hacia ellos.
El temporizador en los explosivos, cada tic una sentencia de muerte.
El corazón de Batman, irregular y débil debajo de él.
La risa del Joker, ese sonido terrible y quebrado que hacía que todo lo demás se sintiera contaminado.
Y su propio corazón, latiendo tan fuerte que sentía que iba a explotar de su pecho.
1:20.
1:19.
1:18.
— Tic toc, Superman — el Joker bailaba en su lugar, girando como un niño en un carrusel—. ¿Qué va a ser? ¿El murciélago o las personas? ¿El símbolo o la sustancia? ¡Oh, esto es delicioso! ¡Esto es arte!
Clark miró hacia abajo a Batman, quien lo miraba a través de esa máscara rota.
— Ve— susurró Batman—. Los civiles. Salva... a los civiles.
— No voy a dejarte morir.
— No... tu elección.
— ¿No es mi elección? ¿En serio? ¿Vas a darme órdenes mientras estás desangrándote?
— No hay tiempo... para ambos. Lo sabes.
Clark lo sabía. Dios, lo sabía. Pero el conocimiento no hacía la elección más fácil. No hacía el peso en su pecho más ligero.
Su comunicador crepitó.
— Clark— la voz de Michael, tensa pero enfocada—. Tengo algo. Tal vez. Es una mierda de oportunidad, pero es algo.
— Habla.
— Los explosivos. Están sincronizados en una red. Desactiva el nodo maestro, toda la red se desconecta. Pero el nodo maestro está...
— ¿Dónde?
— En la armadura de Batman. Lado izquierdo. Cerca de su corazón. El Joker lo plantó ahí durante la pelea. Es por eso que Batman no puede moverse. Cualquier movimiento brusco y detona temprano.
Clark sintió su estómago caer.
— ¿Cómo lo desactivo?
— Es... complicado. Necesitas cortar tres cables en secuencia específica. Azul, luego rojo, luego amarillo. Pero tienen que ser cortados en milisegundos exactos entre sí. Demasiado rápido o demasiado lento y todo explota.
— Michael, no soy un experto en bombas.
— Lo sé. Por eso estoy guiándote. Pero Clark... esto es trabajo de nivel experto. Los tipos que hacen esto entrenan por años. Y tienes menos de un minuto.
1:05.
1:04.
1:03.
Clark miró al Joker, quien estaba observando con interés casi académico.
— ¿Oh, el genio tiene un plan? ¡Qué emocionante! ¡Pero espera!— el Joker se inclinó, sus ojos locos brillando—. ¿Mencionaron que te estoy escuchando? ¡Porque lo estoy, grandísimo imbécil! ¡Y si intentas ese pequeño truco, puedo detonar todo remotamente! ¡Tengo el detonador justo aquí!
Mostró un dispositivo pequeño en su mano, su pulgar descansando sobre un botón rojo.
— Entonces tu plan es qué— dijo Clark, su voz fría—. ¿Me dejas neutralizarte o explotas todo?
— ¡Exactamente! ¡Aunque neutralizar es una palabra tan aburrida! ¡Prefiero pulverizar! ¡Pero sí, esa es la idea! Si me tocas, presiono el botón. Si no me tocas, el temporizador hace boom. ¡Es un hermoso rompecabezas!
Clark pensó, su mente de súper velocidad procesando opciones.
El Joker tenía un detonador. Necesitaba ser neutralizado primero.
Pero si Clark se movía hacia el Joker, Batman detonaría los sensores de movimiento alrededor de él.
A menos que...
Clark activó su comunicador, cambiando a un canal secundario que sabía que el Joker no había hackeado. Un canal que solo la Justice Gang conocía.
— Michael— dijo en voz baja, demasiado baja para que el Joker oyera—. ¿Guy, Kendra y Rex están libres?
— Evacuaron a los civiles del Túnel D. Se dirigen a la Sección E ahora. ¿Por qué?
— Necesito que vengan aquí. Túnel C. Silenciosamente. El Joker no puede saber que están llegando.
— Clark, ¿qué estás-?
— Confía en mí. Guy necesita crear una construcción alrededor del Joker. Sin que él lo note. Solidificarlo en un segundo. Kendra necesita estar lista para arrebatar el detonador con su velocidad de vuelo. Rex necesita estar preparado para absorber cualquier explosión secundaria. ¿Puedes coordinarlo?
Hubo una pausa. Luego:
— Dame treinta segundos para posicionarlos. Pero Clark, ¿qué vas a hacer tú?
— Voy a desactivar la bomba en Batman.
— En cuarenta segundos. Mientras el Joker está ahí. Mientras coordino una interceptación de tres personas. ¿Estás loco?
— Probablemente. Pero no tenemos otra opción.
0:48.
0:47.
0:46.
Clark miró a Batman, quien había estado escuchando cada palabra a través de su propio comunicador interno.
— Va a ser ajustado— susurró Clark.
— Siempre lo es— Batman tosió sangre—. Clark. Si esto no funciona-...
— Va a funcionar.
— Si no funciona. Dile a Alfred... dile que lo siento. Por todo. — En estos momentos, era más importante dejar un mensaje a su único ser querido que la identidad civil secreta.
— Se lo dirás tú mismo. — Poco le importó el hecho de que Batman le haya dicho un nombre especifico, porque Clark estaba seguro que él se lo dirá en persona. Debía de.
0:35.
0:34.
0:33.
El comunicador crepitó. La voz de Guy, apenas un susurro:
— En posición. Dios, esta es la peor idea que he escuchado.
La voz de Kendra:
— Lista. Esto va a ser tenso.
La voz de Rex:
— Estoy tan cerca que puedo oler su maquillaje barato. Cuando digas.
Michael:
— Todos sincronizados. En tu marca, Clark. Pero necesito que entiendas: este margen de error es de milisegundos. Si cualquiera de nosotros falla, todos mueren. Batman muere. Ustedes mueren. Probablemente colapsan medio Gotham.
0:28.
0:27.
0:26.
— Lo entiendo— dijo Clark—. En mi marca. Tres. Dos. Uno.
— ¡AHORA!
Todo pasó en una fracción de segundo que se sintió como una eternidad.
Guy materializó una construcción alrededor del Joker, una burbuja de energía verde tan apretada que el payaso no podía mover ni un músculo.
Kendra voló a velocidad máxima, su maza extendida, conectando con la mano del Joker con la fuerza suficiente para que el detonador volara.
Rex lo atrapó a mitad del aire, su cuerpo transformándose en algo que podía absorber la señal electrónica, cortarla antes de que alcanzara los explosivos.
Y Clark se movió.
Visión de rayos X para localizar el nodo maestro en la armadura de Batman. Visión de calor calibrada al nivel más preciso que había alcanzado jamás. Tres cables. Azul. Rojo. Amarillo.
Milisegundos entre cortes.
Su visión de calor se enfocó en el cable azul. Temperatura exacta. Duración exacta. El cable se derritió.
Luego rojo.
Luego amarillo.
Y—
0:00.
Los números en los temporizadores parpadearon.
Y se detuvieron.
Todo se quedó quieto.
El Joker atrapado en la construcción de Guy, sus ojos amplios con incredulidad.
Kendra flotando, el detonador destrozado en su mano.
Rex sosteniendo los pedazos del dispositivo, humo saliendo de sus dedos.
Y Clark arrodillado junto a Batman, su visión de calor todavía activa, los tres cables humeantes frente a él.
Nadie respiraba.
Y entonces el Joker se rió. Un sonido bajo, construyéndose, hasta que estaba gritando de risa dentro de la construcción de Guy.
— ¡BRAVO! ¡BRAVO! ¡Eso fue HERMOSO! ¡El trabajo en equipo! ¡La coordinación! ¡Oh, Batsy, tienes buenos amigos! ¡Mejor de lo que mereces!
— Cállate— gruñó Guy, apretando la construcción—. O te hago tragarte tus dientes.
Clark ignoró al Joker. Estaba revisando a Batman, sus manos moviéndose sobre la armadura rota, buscando el alcance del daño.
Costillas rotas. Múltiples. Pulmón colapsado. Hemorragia interna. Conmoción cerebral. Posible fractura de cráneo.
— Necesita atención médica. Ahora.
— Los paramédicos están en espera— dijo la voz de Michael en su oído—. Pero Clark, el túnel está inestable. El gas, los incendios, las explosiones. Podría colapsar en cualquier momento.
— Entonces nos movemos rápido.
Clark levantó a Batman gentilmente, tan gentilmente como pudo, tratando de no agravar las heridas. Batman gimió, un sonido de dolor que hizo que algo en el pecho de Clark se retorciera.
— Te tengo— susurró Clark—. Te tengo.
— ¿Los civiles?
— Todos evacuados. Guy, Kendra y Rex los sacaron.
— Bien. Eso es... bien.
Los ojos de Batman se cerraron detrás de la máscara.
— ¡Batman! ¡Hey, B! ¡Quédate conmigo!
¿B? ¿Por qué había dicho "B"?
Si Batman lo notó, no dijo nada. Ya estaba inconsciente.
— ¡Muévanse!— gritó Clark—. ¡Todos! ¡Ahora!
Guy voló con el Joker todavía encapsulado. Kendra los seguía. Rex cambiaba a una forma más ligera, más rápida.
Y Clark voló, sosteniendo a Batman contra su pecho, moviéndose tan rápido como se atrevía sin matarlo con la aceleración.
Detrás de ellos, el túnel empezó a colapsar.
Vigas de metal retorciéndose. Concreto desmoronándose. El rugido de la destrucción persiguiéndolos.
Clark voló más rápido.
Salieron a la superficie en una explosión de humo y escombros, aterrizando en el perímetro donde Gordon y sus hombres esperaban.
Paramédicos corrieron hacia adelante, tomando a Batman de los brazos de Clark, colocándolo en una camilla.
— ¡Pulse débil! ¡Respiración superficial! ¡Necesitamos moverlo ahora!
Se lo llevaron, sirenas aullando, desapareciendo en la noche.
Y Clark se quedó ahí, cubierto de sangre que no era suya, mirando la ambulancia alejarse.
¿Lo había logrado? ¿Batman sobreviviría?
No lo sabía.
Todo lo que sabía era que había tomado la decisión. Y ahora tenía que vivir con las consecuencias.
La Batcueva - 3:17 AM
Alfred Pennyworth estaba parado frente a la Batcomputadora, sus manos temblando tan violentamente que tuvo que agarrarse del borde del escritorio para mantenerse erguido.
Las pantallas mostraban estática. Todas ellas.
Ninguna señal de Bruce.
Ninguna señal de Superman.
Ninguna señal de nadie.
— Responda— susurró, su voz quebrándose—. Por favor, alguien responda.
Había visto el colapso en las pantallas. Había visto el túnel implosionar en una nube de polvo y fuego. Había visto la última lectura vital de Bruce volverse errática antes de que se cortara completamente.
Y ahora: nada.
Silencio.
— Bruce— su voz se quebró en un sollozo que no podía contener—. Bruce, por favor. No hagas esto. No me dejes así.
Golpeó el escritorio con su puño, algo que nunca hacía, algo que iba contra todos sus años de entrenamiento y compostura.
— ¡RESPONDA! ¡ALGUIEN! ¡CUALQUIERA!
Pero solo silencio le respondió.
Y Alfred se derrumbó, sus rodillas cediendo, cayendo al suelo frío de la Cueva.
Había fallado. Había llamado a la Justice Gang demasiado tarde. Había esperado demasiado. Y ahora Bruce estaba-
No. No podía pensar eso. No podía-
El teléfono sonó.
Alfred se lanzó hacia él, agarrándolo con manos temblorosas.
—¿Hola? ¿HOLA?
Estática. Luego:
— ¿Hola? Es Gordon. Tenemos a Batman. Está vivo. Apenas, pero vivo. Lo están llevando al Hospital General de Gotham. Necesitas-
Gordon decidió pasar un límite establecido por el bien del vigilante nocturno, agarrando su comunicador para poder avisarle a cualquiera que esté esperando a este valiente hombre.
Alfred no escuchó el resto. Ya estaba corriendo hacia el Aston Martin, lágrimas corriendo por su rostro.
Vivo. Bruce estaba vivo.
Por ahora.
Rincón de los evacuados - 3:19 AM
James Gordon estaba parado en la lluvia, observando la ambulancia desaparecer en la distancia, cuando su teléfono sonó otra vez.
Había estado sonando sin parar. Prensa. Alcalde. Oficiales preguntando por órdenes.
Pero esta llamada era diferente.
— Gordon.
— Comisionado, es Superman. ¿Batman...?
La voz del héroe más poderoso del mundo temblaba.
— Está vivo. En camino al hospital. Pero Gordon, no sé si va a- no sé si sobrevivirá la noche.
Silencio. Luego:
— Necesito verlo.
— No creo que eso sea-
— Por favor.
Y había tanto dolor en esa palabra, tanto miedo desnudo, que Gordon no pudo negarse.
— Hospital General de Gotham. Piso de trauma. Llegaré ahí en diez minutos. Intentaré...hacer arreglos. El piso está cubierto por policías y guardias, nadie puede entrar y vulnerar su estabilidad o identidad civil.
— Gracias.
La línea se cortó.
Gordon miró hacia donde la ambulancia había desaparecido, sintiendo el peso de la noche aplastándolo.
Veintitrés muertos. Cincuenta y dos heridos. Medio sistema de metro colapsado.
Pero Batman estaba vivo. Por ahora.
¿Sería suficiente?
Gordon no lo sabía. Y esa incertidumbre, esa falta de conocimiento, lo carcomía más que cualquier otra cosa.
LordTech Industries - 3:21 AM
Michael Holt estaba rodeado de pantallas, cada una mostrando feeds diferentes: vitales de Batman (débiles, irregulares), ubicación de Superman (en movimiento hacia el hospital), estatus de Guy, Kendra y Rex (todos reportando entrada, todos sonando destruidos).
Pero ninguno respondía a la pregunta que importaba.
¿Batman sobreviviría?
Michael había hecho los cálculos. Había visto las lesiones. Había procesado las probabilidades.
37% de supervivencia. Tal vez 40% si llegaba a cirugía en los próximos veinte minutos.
No eran buenas probabilidades.
Michael golpeó su teclado, frustración y furia y miedo mezclándose en algo negro y terrible en su pecho.
Él era el tercer hombre más inteligente del mundo. Tenía catorce doctorados. Había construido tecnología que desafiaba las leyes de la física.
Y no podía hacer nada.
No podía salvar a Batman.
Solo podía esperar.
Y la espera lo estaba matando.
Su comunicador crepitó.
— Michael— la voz de Guy, ronca—. ¿Alguna noticia?
— Está en camino al hospital, me aseguré de enviar guardias para que nadie vaya de curioso, al parecer Batman tiene su propio equipo de doctores y cirujanos, pero deben ir al hospital mas cercano por cuestión de velocidad si lo quieren vivo. No estará feliz por eso, pero... Vivo. Nada más.
— Mierda.
— Sí.
— Si muere — Guy se detuvo, su voz baja —. Si muere, azulito estará devastado, nunca tuvimos tal situación.
— Salvaron a muchos civiles. Eso importa.
— ¿Importa si perdemos a Batman?
Michael no tenía respuesta para eso.
Porque honestamente, él tampoco lo sabía.
La línea se cortó.
Y Michael se quedó ahí, rodeado de tecnología que no podía salvar una vida, esperando noticias que podrían destrozar todo.
Las pantallas parpadearon.
Los números cambiaron.
Y nadie sabía si Batman vería el amanecer.
Chapter 14: No mascara.
Chapter Text
Apartamento de Clark Kent - Día 1, 6:47 AM
Clark no había dormido. Cada vez que cerraba los ojos, veía el túnel colapsando, la sangre en la armadura de Batman, esos números rojos contando hacia cero. Su súper audición captaba las sirenas distantes de Gotham, recordándole que había dejado a Batman en manos de doctores humanos con equipo humano que tal vez no sería suficiente.
Estaba sentado en el borde de su cama, todavía en su traje de Superman, mirando fijamente su teléfono. El teléfono especial, el que había usado para enviar mensajes a Batman antes, cuando todo era más simple.
Había enviado el primer mensaje a las 4:32 AM: "Por favor, dime cómo está. Necesito saber que está bien."
Nada.
A las 5:15 AM: "Sé que probablemente estás ocupado. Pero si puedes, solo... solo envía algo. Lo que sea. Por favor."
Silencio.
A las 6:00 AM: "No sé quién eres. No sé tu relación con Batman. Pero si lees esto, por favor. Solo dime si está vivo."
Y ahora, casi una hora después, todavía nada. Clark sabía que debería ir a trabajar, que Perry estaría esperando su artículo sobre la gala. Sabía que Lois y Jimmy probablemente estaban preocupados. Pero no podía moverse, no podía hacer nada excepto mirar ese maldito teléfono y esperar.
Su teléfono vibró.
Clark lo agarró tan rápido que casi lo aplastó, forzándose a controlarse.
Un mensaje. Del número de Batman.
"Superman. Disculpa la demora. Las circunstancias han sido complicadas. ¿Puedes hablar? Prefiero una llamada."
Los dedos de Clark temblaron mientras escribía: "Sí. Cuando quieras."
El teléfono comenzó a sonar inmediatamente.
Clark se quedó congelado, mirando el nombre "B - 🖤" parpadeando en la pantalla. Su corazón latía tan fuerte que estaba seguro de que quien estuviera al otro lado podría escucharlo. Después de tres timbres que se sintieron como una eternidad, presionó el botón de respuesta.
— ¿Hola? — su voz salió más aguda de lo normal.
— Superman. — La voz al otro lado era de un hombre mayor, acento británico refinado, calmado pero cansado—. Llámame Al. Soy el cuidador de Batman.
— ¿Cómo está? — Clark no pudo contenerse—. Por favor, necesito saber.
— Está vivo. Estable por ahora. Las cirugías fueron exitosas en detener la hemorragia interna. Tres costillas rotas, pulmón colapsado, conmoción cerebral severa. Los doctores dijeron que tuvo suerte.
Clark sintió algo en su pecho aflojarse lo suficiente para respirar.
— ¿Puedo verlo? ¿El hospital permite visitas?
Hubo una pausa.
— Ahí está la complicación, Superman. Ya no está en el hospital.
— ¿Qué? — Clark se puso de pie—. ¿Por qué? ¿Se puso peor? ¿Lo trasladaron?
—Lo saqué yo. En secreto. Fue necesario.
Hospital General de Gotham, 5:47 AM
Alfred Pennyworth caminaba por el pasillo del piso de cuidados intensivos con la postura perfecta de alguien que había pasado décadas en servicio militar. Llevaba un maletín negro, credenciales falsificadas colgando de su cuello identificándolo como Dr. Whitmore, especialista en transferencias de Johns Hopkins.
El cambio de turno era el momento perfecto. Las enfermeras exhaustas terminando reportes. Los doctores nuevos todavía revisando historiales. Nadie prestaba atención real a un hombre mayor con las credenciales correctas y la actitud autoritaria adecuada.
Entró a la habitación de Bruce sin vacilar. Los monitores pitaban suavemente, mostrando signos vitales que eran estables pero preocupantes. Bruce estaba inconsciente, conectado a media docena de máquinas, su rostro cubierto de magulladuras incluso sin la máscara.
Alfred trabajó rápido. Desconectó cada monitor en secuencia específica, simulando fallas de equipo en lugar de desconexión intencional. Un cable flojo aquí, un sensor "defectuoso" allá. Transfirió a Bruce a una camilla de transporte, ajustando las líneas IV y el soporte respiratorio portátil que había traído escondido en el maletín.
Doce minutos. Eso era todo lo que tenía antes de que alguien notara las discrepancias.
Salió por la entrada de servicio, empujando la camilla con la confianza de alguien que hacía esto rutinariamente. El vehículo modificado esperaba en la zona de carga, diseñado para parecer una ambulancia de transferencia regular pero equipado con tecnología médica militar de grado.
Para cuando el hospital se dio cuenta de que algo estaba mal, Alfred ya estaba a treinta millas de distancia, conduciendo hacia la seguridad de la Batcueva.
— Tengo experiencia en este tipo de situaciones — continuó Alfred por teléfono, su voz tranquila—. Sé cómo mover personas sin ser detectado.
— Pero... ¿por qué? — preguntó Clark—. El hospital tiene recursos, doctores-.
— También tiene prensa. Curiosos. Y enemigos potenciales que querrían terminar lo que el Joker comenzó. — Alfred suspiró—. No podía arriesgarme. Así que lo traje a una instalación privada. Tenemos equipo médico superior a la mayoría de los hospitales, todo proporcionado por su... benefactor. Monitores cardíacos de última generación, soporte respiratorio, todo lo necesario. Y una enfermera de trauma con veinte años de experiencia en zonas de guerra.
— ¿Está siendo cuidado apropiadamente? — la voz de Clark temblaba—. ¿Está recibiendo todo lo que necesita?
— Le doy mi palabra. Está siendo monitoreado constantemente. Si su condición se deteriora, puedo tenerlo de vuelta en un hospital en minutos. Pero por ahora, es más seguro aquí.
Clark se frotó la cara con una mano.
— ¿Está despierto? ¿Puedo hablar con él?
— Está en coma inducido. Los doctores lo sedaron para darle tiempo a sanar. La conmoción cerebral fue severa. No sabemos cuándo despertará. Podrían ser días.
— Días. — Clark sintió su corazón hundirse—. ¿Hay algo que pueda hacer? ¿Sangre? ¿Equipo médico? ¿Lo que sea?
— Tu preocupación es apreciada, pero tenemos lo necesario. Lo que necesita ahora es tiempo. — Alfred hizo una pausa—. Y cuando despierte, necesitará saber que la gente por la que se arriesgó está a salvo. Los civiles del túnel...
— Todos vivos. Los doce. Guy Gardner, Hawkgirl y Metamorpho los evacuaron. Hubo muertes, veintitrés, pero todas fueron antes de que pudiéramos llegar. Todas las personas que encontramos vivas siguen vivas.
— Eso le dará paz. — La voz de Alfred se suavizó—. Él carga mucho, demasiado. Saber que no fue en vano será importante.
— Por favor, mantenme actualizado. — Clark odiaba cómo sonaba su voz, desesperada y rota—. No importa la hora. Si cambia algo, si despierta... necesito saber.
— Lo haré. Y Superman... gracias. Por salvarlo. Por traer a mi chico de vuelta a casa.
Clark sintió lágrimas picando en sus ojos.
— Solo hice lo que cualquiera habría hecho.
— No. Hiciste lo que solo tú podías hacer. — Alfred suspiró—. Ahora descansa. Pareces del tipo que no ha dormido. No nos servirás de nada si colapas por agotamiento.
— Está bien. Pero prométeme que me llamarás si algo cambia.
— Lo prometo.
La línea se cortó. Clark dejó su teléfono a un lado y finalmente se permitió recostarse, todavía en su traje, demasiado exhausto para cambiarse. Cerró los ojos y, por primera vez desde que había volado hacia Gotham, se dejó dormir.
La Batcueva - Día 5, 3:24 PM
Alfred había pasado cinco días en vigilancia constante. Dormía en incrementos de dos horas en la silla junto a la cama médica de Bruce, despertando al más mínimo cambio en los monitores. Comía cuando se acordaba, usualmente solo té y tostadas, sin apetito real pero sabiendo que necesitaba mantener su fuerza.
La enfermería de la Batcueva era un testimonio de la previsión de Lucius Fox. Ubicada en un rincón especialmente construido, con paredes de concreto reforzado y su propio sistema de ventilación, el espacio había sido diseñado para exactamente este tipo de emergencia. Monitores cardíacos de cuatro derivaciones, ventilador de soporte respiratorio con ajustes precisos, una máquina de diálisis en espera, suficientes medicamentos para abastecer una clínica durante meses.
Y en el centro estaba Bruce, conectado a cables y tubos que lo mantenían vivo. Su rostro, usualmente tan controlado, estaba relajado en la inconsciencia, haciéndolo ver más joven. Las magulladuras cubrían la mitad izquierda de su cara, el corte sobre su ceja con siete puntos, la hinchazón alrededor de su mandíbula.
Las costillas rotas habían sido envueltas, el pulmón colapsado reinflado con un tubo torácico que todavía drenaba fluido. La hemorragia interna había requerido tres unidades de sangre tipo AB negativo que Alfred había almacenado para emergencias.
Durante los primeros dos días, Alfred había estado seguro de que Bruce no lo lograría. Los monitores mostraban angustia constante, su ritmo cardíaco errático, su presión cayendo peligrosamente. Hubo momentos en que Alfred había tenido el teléfono listo para llamar una ambulancia.
Pero cada vez, justo cuando estaba a punto de rendirse, Bruce se estabilizaba. Su cuerpo, entrenado durante décadas, se negaba a ceder. El tercer día, su ritmo cardíaco se volvió constante. El cuarto día, las lecturas de oxígeno mejoraron. Y ahora, en el quinto día, los monitores mostraban signos de que Bruce estaba emergiendo del coma.
La enfermera Margaret, una mujer seria que había pasado veinte años en salas de trauma, había sugerido reducir los sedantes esa mañana.
— Sus signos vitales son fuertes — había dicho—. Es hora de ver si puede respirar por sí mismo, si puede despertar.
Así que habían reducido el propofol y el fentanilo. Y ahora Alfred esperaba, observando los monitores, buscando movimiento ocular, cambios en respiración, pequeños movimientos que indicarían despertar.
El monitor emitió un pitido diferente. Alfred se inclinó hacia adelante, su corazón acelerándose. Ritmo cardíaco aumentando de 68 a 75. Presión sanguínea subiendo. Un pico en la actividad cerebral.
Alfred se puso de pie, su mano encontrando el hombro de Bruce con un toque gentil.
— Bruce — dijo suavemente, su voz ronca—. ¿Puedes oírme, muchacho?
Los párpados de Bruce parpadearon. Un movimiento pequeño, pero estaba ahí. Alfred sintió lágrimas picando en sus ojos.
— Eso es. Tómalo despacio. Solo déjame saber que estás ahí.
Los párpados parpadearon otra vez, con más fuerza, y luego lentamente se abrieron. Sus ojos estaban nublados, desorientados, parpadeando contra las luces suaves. Su boca se movió, tratando de formar palabras alrededor del tubo respiratorio, y Alfred rápidamente puso una mano en su pecho.
— No hables todavía. Tienes un tubo respiratorio. Voy a llamar a Margaret para quitarlo, pero primero necesito que entiendas dónde estás. Estás a salvo. Estás en casa, en la enfermería. Has estado inconsciente cinco días. ¿Entiendes?
Bruce parpadeó una vez, lento y deliberado.
— Bien. Voy a buscar a Margaret. No trates de moverte. Tienes lesiones que todavía están sanando. ¿Entendido?
Otro parpadeo.
Alfred cruzó hacia donde Margaret revisaba suministros.
— Está despertando — dijo, su voz quebrándose—. Necesitamos quitar el tubo.
Margaret dejó todo inmediatamente, moviéndose hacia la cama con eficiencia. Verificó los monitores, asintió.
— Está listo. Su saturación de oxígeno es buena. Debería poder respirar independientemente.
El proceso fue rápido pero incómodo. Bruce tosió violentamente cuando el tubo salió, su cuerpo arqueándose. Margaret colocó una máscara de oxígeno sobre su cara inmediatamente.
— Respira despacio. Dentro por la nariz, fuera por la boca. Eso es. Estás haciéndolo bien.
Después de dos minutos, Margaret quitó la máscara, satisfecha. Le dio a Alfred un asentimiento y se retiró discretamente.
Alfred se sentó en la silla, su mano encontrando la de Bruce, sosteniéndola gentilmente. Bruce giró su cabeza lentamente, sus ojos encontrando los de Alfred, y en ellos Alfred vio confusión, dolor, miedo.
— Qué... pasó — Bruce logró decir, cada palabra costándole esfuerzo, sintiendo la garganta arder —. Los civiles... ¿están...?
— Todos vivos — dijo Alfred inmediatamente—. Los doce en el Túnel D, y todos los demás atrapados. La Justice Gang coordinó con la policía. Hubo muertes, veintitrés, pero todas de las explosiones iniciales. Todas las personas encontradas vivas siguen vivas. Lo hiciste. Los salvaste.
Bruce cerró sus ojos, alivio cruzando su rostro.
— Superman — susurró—. ¿Él...?
— Está bien. Ileso. Él te salvó. Desactivó los explosivos. Trabajó con la Justice Gang en perfecta coordinación. Guy Gardner atrapó al Joker, Hawkgirl arrebató el detonador, Metamorpho absorbió la señal. Y Superman desactivó el nodo maestro en tu armadura. Si cualquier parte hubiera fallado...
— Pero no falló — Bruce abrió sus ojos—. ¿Cómo... cómo salí del hospital?
— Yo te saqué. — Alfred apretó su mano—. No podía dejarte ahí, expuesto. Así que usé métodos de mi antiguo trabajo y te traje aquí. Has estado en coma inducido cinco días. Lucius proporcionó el mejor equipo médico disponible. Margaret, la enfermera, tiene veinte años de experiencia en trauma. Has estado siendo monitoreado constantemente.
Bruce procesó esto lentamente.
— Superman — dijo otra vez—. ¿Sabe...?
— No le dije dónde estás exactamente. Solo que estás en un lugar seguro. — Alfred dudó—. Pero le he estado dando actualizaciones. Ha preguntado constantemente cómo estás. Tomé la decisión de responderle desde tu teléfono. Sé que cruzó una línea, que no te pedí permiso. Pero no podía dejarlo en la oscuridad. Se preocupa por ti genuinamente.
Bruce cerró sus ojos. Su respiración era lenta, considerando.
— Debería... estar enojado — murmuró—. Pero no lo estoy. Solo... cansado.
— Descansa entonces. Tienes tiempo.
— No. — Bruce abrió sus ojos, mirando directamente a Alfred—. Quiero... quiero verlo. A Clark. Superman. Como sea que...
Se detuvo, tosiendo. Alfred le acercó agua.
— ¿Estás seguro? Apenas has despertado. Necesitas recuperarte-.
— Alfred. — La voz de Bruce era firme a pesar de su debilidad—. Por favor. Necesito... agradecerle. Necesito verlo.
Alfred estudió el rostro de su pequeño, viendo la determinación ahí, la necesidad. Y debajo de eso, algo más. Algo que Alfred había visto en la gala, antes de que todo se fuera al infierno. Una conexión que Bruce quería, que necesitaba, incluso si no podía admitirlo completamente.
— Está bien — dijo Alfred suavemente—. Le llamaré. Pero Bruce... ten en cuenta que cuando venga, no será como Batman visitando a Superman. Será dos personas, sin máscaras, sin pretensiones. ¿Estás preparado para eso?
Bruce fue silencioso por un largo momento.
— No lo sé. Pero quiero intentarlo, déjame pensar.
Alfred asintió, sacando el teléfono de Bruce.
— Entonces hagámoslo. Pero primero, descansa un poco más. Necesitas tu fuerza. Y creo que ambos necesitan estar en su mejor estado para esta conversación.
Bruce no discutió. Cerró sus ojos, su respiración volviéndose más profunda, más regular. En minutos, estaba dormido otra vez, su cuerpo reclamando el descanso que tan desesperadamente necesitaba.
Alfred se quedó sentado junto a la cama, sosteniendo el teléfono, pensando en la llamada que estaba a punto de hacer. Una llamada que cambiaría todo, que cruzaría líneas que una vez había pensado que eran inamovibles.
Pero mirando a Bruce, viendo cómo su rostro se relajaba en el sueño, Alfred supo que era la decisión correcta.
Algunos puentes necesitaban ser cruzados. Algunas paredes necesitaban caer.
Y si Superman era quien Bruce necesitaba, quien quería, entonces Alfred haría todo lo posible para que eso sucediera.
Porque al final del día, lo único que importaba era la felicidad de su muchacho.
Y había sido demasiado tiempo desde que Alfred había visto a Bruce genuinamente feliz.
Chapter 15: Llamadas.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Clark Kent nunca había sido tan eficiente en su vida. Sus dedos volaban sobre el teclado, las palabras fluyendo como si tuvieran vida propia. El artículo sobre la gala de Metrópolis estaba terminado en menos de una hora: 1,200 palabras de prosa impecable, con detalles sobre los discursos, los asistentes de alto perfil y la atmósfera eléctrica del club, cuidadosamente editado para no mencionar ciertos momentos en la zona VIP. Había revisado las fotos de Jimmy, corregido tres columnas de Lois, porque ella insistió en que "Smallville, tus ojos de granjero ven errores que yo no", y hasta entregado un informe de gastos a Perry antes de que el editor jefe pudiera gritarle.
Todo para poder salir temprano. Todo para poder ir a Gotham. Todo para ver a Batman.
— ¿Qué te tiene tan apurado, Smallville?" — Lois lo miró desde su escritorio, un café en la mano y una ceja levantada. — Estás trabajando como si tu vida dependiera de ello.
— Solo quiero terminar — dijo Clark, ajustándose los anteojos para evitar su mirada. — Tengo... cosas que hacer.
— ¿Cosas? — Lois se inclinó hacia adelante, su sonrisa afilada. — Como, digamos, una cita con cierto playboy de Gotham que te dejó todo caliente la otra noche?
Clark sintió su rostro calentarse.
— No es una cita. Es... personal.
— Personal, claro.— Lois dio un sorbo a su café, sin apartar los ojos de él. —Solo dime una cosa; ¿valió la pena esa "emergencia" que lo sacó corriendo? Porque si ese hombre te plantó por una reunión de negocios, voy a escribir un artículo destrozándolo, diciéndole... No sé, ¡Machista!
— No me plantó.— dijo Clark, un poco demasiado rápido. — Y no es... no es lo que piensas.
Jimmy apareció con una bandeja de donas, dejando una glaseada en el escritorio de Clark.
— Amigo, te ves como si estuvieras a punto de salir volando. Literalmente. ¿Qué pasa? ¿Otra "emergencia personal"?
Clark suspiró, tomando la dona solo para tener algo que hacer con las manos.
— Solo necesito ir a Gotham. Un amigo necesita verme.
— ¿Un amigo? — Jimmy intercambió una mirada con Lois. — ¿El mismo amigo que te tuvo sonriendo como idiota después de la gala?
— No estoy sonriendo como idiota.— protestó Clark, pero sintió las comisuras de su boca traicionarlo. — Solo... déjenme en paz, ¿sí?
Lois rió, levantando las manos.
— Está bien, está bien. Ve a salvar el mundo, o lo que sea que hagas en tus viajes personales. Pero si terminas en un tabloide besando a Bruce Wayne, quiero la exclusiva.
Clark rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. Con el trabajo terminado, agarró su chaqueta y salió del Daily Planet, el aire fresco de Metrópolis golpeándolo como una promesa.
Apartamento de Clark Kent, Metrópolis - Día 6, 12:32 PM
De vuelta en su apartamento, Clark se sentó en el sofá. Su teléfono estaba en la mano, el chat con Batman abierto. Había enviado un mensaje hacía diez minutos: "Hey, ¿cómo estás hoy? Espero que estés descansando." Pero la respuesta tardaba, y cada minuto sin un "visto" hacía que Clark tamborileara los dedos contra el brazo del sofá.
Finalmente, el teléfono vibró. "Mejor. Gracias por preguntar. Solo... un poco lento escribiendo hoy. Dolor."
Clark frunció el ceño, imaginando a l nocturno, magullado y dolorido, luchando por sostener el teléfono. Escribió rápido: "No te esfuerces demasiado. ¿Quieres que llame? Puedo esperar si necesitas descansar."
Otro minuto de espera. Luego: "Llama. Me vendría bien escuchar tu voz."
Clark sintió un calor subirle por el pecho. No sabía por qué, pero la idea de hablar con Batman, de saber que estaba vivo, despierto, lo llenaba de una alegría que no podía explicar. Marcó el número, su corazón acelerándose mientras el tono sonaba.
— ¿Clark? — La voz de Batman era baja, áspera, con un toque de cansancio que no podía ocultar. Pero había algo más, algo cálido, que hizo que el granjero sonriera.
— Hey! — dijo Clark, recostándose en el sofá. — Me alegra que estés despierto. ¿Cómo te sientes?
— Un poco como si un edificio me hubiera caído encima. — dijo Batman, y Clark pudo jurar que había un atisbo de humor en su tono. — Pero estoy aquí. Gracias a ti.
Clark tragó saliva, el recuerdo de Batman en el túnel, sangrando, rodeado de explosivos, todavía demasiado fresco.
— No hice nada que no hubieras hecho por mí. Solo... no me des otro susto así, ¿de acuerdo?
Silencio al otro lado. Luego, un susurro.
— No planeo repetirlo. Pero, Clark... no estoy listo para... para mostrarme. Mi identidad civil, quiero decir. Es demasiado pronto. No puedo.
Clark sintió una punzada en el pecho, pero no de decepción, sino de empatía. Sabía lo que significaba proteger una parte de ti mismo, esconderla del mundo.
— Está bien. — dijo suavemente. — No tienes que hacerlo. Podemos hacer esto, ¿sí? Solo llamadas. Hasta que estés listo.
Otro silencio, más largo esta vez. Luego, la voz de Batman, más suave.
— Gracias, Clark. Eso... significa mucho.
Clark sonrió, aunque sabía que Batman no podía verlo.
— Entonces, ¿qué tal si seguimos así? Llamadas, charlas. Puedo contarte sobre mi día, si no te aburro.
— No creo que puedas aburrirme.— dijo Batman, y Clark juro que escuchó una sonrisa en su voz. Al fondo, un ruido suave, como una risa contenida, y luego una voz familiar: "¿Señor, necesita que le traiga algo? ¿O prefiere que los deje con su... conversación?"
Clark rió. "Al, ¿eres tú? ¿Estás espiando?"
— Espiando implica sigilo, joven. — dijo Alfred, su tono seco pero cálido. — Estoy simplemente asegurándome de que mi paciente no se exceda. Pero parece que estás manejando la situación bastante bien.
Batman gruñó algo ininteligible, y Clark no pudo evitar reírse más fuerte.
— Gracias, Al. Prometo no mantenerlo despierto demasiado tiempo."
"Buena suerte con eso", dijo Alfred, y Clark escuchó pasos alejándose, dejando a Batman y a él solos de nuevo.
Batcueva, Gotham - Día 6, 12:45 PM
Bruce estaba recostado en la cama médica, el teléfono en la mano, cada movimiento enviando una punzada de dolor a través de sus costillas rotas. Pero la voz de Clark al otro lado lo hacía soportable, como si cada palabra fuera un bálsamo. Alfred estaba sentado en una silla cercana, fingiendo leer un libro, pero Bruce podía ver la sonrisa irónica en su rostro, esa mirada que decía te lo dije.
— Entonces... — dijo Bruce, ajustando el teléfono contra su oído. — ¿Qué estabas haciendo antes de que todo se fuera al infierno? Me contaste algo sobre una gala en Metrópolis. ¿Cómo te fue?
Clark rió, un sonido que hizo que el pecho de Bruce se apretara de una manera que no tenía nada que ver con sus heridas.
— Oh, la gala. Fue... intensa. Mucha gente elegante, champán caro, y yo sintiéndome como un pez fuera del agua. Pero, eh, hubo un momento interesante.
Bruce levantó una ceja, aunque Clark no podía verlo.
— Define "interesante".
Alfred tosió, claramente conteniendo una risa, y Bruce le lanzó una mirada fulminante. "Silencio", murmuró, cubriendo el micrófono.
— Bueno ... — continuó Clark, ajeno al intercambio, — conocí a alguien. Bruce Wayne, de hecho. ¿Lo conoces? Es... no sé, es un tipo complicado. Todo encanto y sonrisas, pero hay algo más ahí, algo que no puedo descifrar. Y, eh, digamos que me sorprendió.
Bruce sintió su rostro calentarse. Sabía exactamente a qué se refería Clark, pero fingió ignorancia.
— ¿Sorprendió? ¿Cómo?
Clark soltó una risa nerviosa.
— Es un coqueto. Un gran coqueto. No esperaba que se fijara en mí, ¿sabes? Soy solo un reportero de Kansas, no exactamente el tipo que llama la atención de millonarios. Pero estábamos hablando, y luego... bueno, terminamos en la zona VIP, y él... digamos que casi floto y lanzo mi visión de calor en medio de un beso.
Bruce apretó los labios para no reírse, el dolor en sus costillas recordándole que no debía.
— ¿Flotaste? — dijo, manteniendo la voz neutral. — Eso suena... A un muy buen beso.
— ¡Lo fue! — Clark sonaba como si estuviera reviviendo el momento, su voz llena de entusiasmo. — No podía controlar mis nervios, hombre. Sus manos, su sonrisa, la forma en que se movía... Fue como si el mundo desapareciera. Y luego, justo cuando pensé que iba a perder la cabeza, se fue por una "emergencia corporativa". Me quedé con ganas de más, ¿sabes? Pero, eh, supongo que eso es lo que pasa cuando te enredas con alguien como Bruce Wayne.
Bruce cerró los ojos, una mezcla de diversión y vergüenza inundándolo. Alfred ya no fingía leer; estaba abiertamente sonriendo, sus ojos brillando con diversión. Bruce le hizo un gesto para que se fuera, pero Alfred solo negó con la cabeza, claramente disfrutando el espectáculo.
— Suena como un tipo que sabe cómo meterse bajo tu piel. — dijo Bruce, su voz cuidadosamente controlada. — Pero, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a perseguir a este Bruce Wayne, o fue solo una aventura de una noche?
Clark suspiró, y Bruce pudo imaginarlo pasándose una mano por esos rulos desordenados.
— No lo sé. Quiero decir, me gusta. Mucho. Pero no estoy seguro de si es algo real o solo... no sé, un capricho. Además, tengo otros amigos, como tú, que me mantienen feliz con los que estoy. No quiero complicar las cosas.
Bruce sintió una punzada, no de celos, sino de algo más profundo. Clark estaba siendo tan abierto, tan vulnerable, sin saber que estaba confesando todo esto al mismo hombre que lo había besado en ese club.
— Eres un buen amigo, Superman. — dijo, y lo decía en serio. — Cualquiera sería afortunado de tenerte en su esquina.
— Lo mismo digo.— dijo Clark, y su voz era tan cálida que Bruce casi olvidó el dolor. — Oye, tengo que irme, pero... ¿podemos hablar mañana? Me gusta esto. Hablar contigo, quiero decir.
— Sí —. dijo Bruce, su voz suavizándose. — Mañana. Cuídate, Clark. Ah, y llama a ese tonto de Wayne.
— Adiós, amigo, veré si tengo el valor. — dijo Clark, y la llamada terminó con un clic.
Bruce dejó caer el teléfono en su regazo, exhalando un suspiro que era mitad alivio, mitad frustración. Alfred lo miró, su sonrisa ahora completamente irónica.
— ¿Qué? — gruñó Bruce.
— Oh, nada, señor. — dijo Alfred, cerrando su libro con un chasquido. — Solo estoy disfrutando del espectáculo de un hombre atrapado en su propio drama romántico. Debo decir que es bastante entretenido.
Bruce rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.
— No es un drama romántico, Alfred. Es... complicado.
— Complicado, claro. — Alfred se levantó, ajustándose la chaqueta. — Permítame ser claro, señor. Antes de que todo este desastre comenzara, estabas en un club, besándote con un joven muy encantador, disfrutando de un momento de felicidad que no has tenido en años. Y luego el Joker decidió arruinarlo todo. Eso no es tu culpa. Esas veintitrés vidas no están en tus manos. El Joker es el monstruo aquí, no tú.
Bruce miró hacia abajo, sus manos apretándose en las sábanas.
— Debería haber estado en Gotham. Si no hubiera estado... distraído...
— ¿Distraído? — Alfred levantó una ceja. — Estabas viviendo, Bruce. Por una noche, estabas siendo humano. Eso no te hace responsable de las acciones de un psicópata. Y no te inhabilita para disfrutar en el futuro. Un futuro que, si me permito opinar, se ve bastante prometedor si sigues con esos... ¿cómo los llamó? ¿Besos sucios con el señor Kent?
Bruce soltó una risa, corta y dolorosa, pero genuina.
— Eres incorregible, Alfred.
— Y tú eres terco. — replicó Alfred, pero su tono era cálido. — Pero hablando en serio, señor. Este Clark Kent... es más que un coqueteo, ¿verdad? Puedo verlo en tus ojos. No es solo un amigo.
Bruce se quedó en silencio, sus dedos trazando el borde de la sábana.
— No lo sé. — admitió finalmente. — Quiero que lo sea. Un amigo, quiero decir. Es más fácil. Más seguro. Pero...
— Pero no lo es.— terminó Alfred, su voz suave. — Y eso está bien, Bruce. No tienes que decidirlo todo hoy. Pero no te cierres a esto. No te castigues por querer algo bueno.
Bruce asintió, sus ojos fijos en un punto lejano.
— Hablar con él... es fácil. Demasiado fácil. Me hace olvidar quién soy.
— Quizás. — dijo Alfred. — Le devuelve un reflejo honesto de usted mismo, ojos que admiran su trabajo, cosa que debería empezar a valorar de usted mismo.
Se levantó, dejando a Bruce con sus pensamientos.
— Descansa, señor. Y si vas a seguir coqueteando con el kryptoniano, al menos ten la decencia de no desmayarte en medio de la llamada.
Bruce sonrió, una chispa de humor rompiendo la niebla de su culpa.
— No prometo nada.
Fortaleza de la Soledad, Ártico - Día 6, 7:15 PM
Clark estaba flotando a tres metros del suelo en la Fortaleza de la Soledad, su teléfono en la mano, la pantalla de la videollamada abierta. Había decidido ir a su guarida para hablar con Batman, buscando un lugar donde pudiera ser completamente él mismo, sin preocuparse por vecinos curiosos o interrupciones. La cámara estaba encendida, mostrando su rostro sonriente, mientras que la pantalla de Batman estaba negra, respetando su deseo de privacidad.
— Hey. — dijo Clark, su voz llena de entusiasmo. — Pensé que sería más fácil hablar desde aquí. Sin distracciones, ¿sabes?
— Buena idea. — dijo Batman, su voz áspera pero cálida. — Aunque no estoy seguro de cómo manejas el frío ahí arriba.
— Ventajas de ser de Krypton. — dijo Clark, riendo. — Oye, quería contarte más sobre esa gala. Ya sabes, antes de que todo se pusiera... loco.
Alfred, que había estado ajustando un monitor al fondo, tosió discretamente.
— Creo que este es mi momento de salir, señor. — dijo, su tono seco. — Esto suena como una conversación privada.
Bruce gruñó algo, pero Clark rió.
— Gracias, Alfred. No queremos aburrirte.
— Nunca me aburro con ustedes dos. — dijo Alfred, pero se fue, cerrando la puerta de la enfermería con un clic. Clark no lo conocía, solo su voz, pero estaba seguro que debía ser el tipo más cool del mundo, o al menos después de Batman.
— Entonces.— dijo Bruce, su voz tomando un tono juguetón que sorprendió a Clark. — ¿Qué pasó en esa gala? Dijiste que Bruce Wayne te sorprendió. Quiero detalles.
Clark se sonrojó, flotando un poco más alto sin darse cuenta. Desde el otro lado del mundo, la pantalla de Bruce se deslumbraba con aquella sonrisa tan feliz.
— Oh, hombre, ¿por dónde empiezo? Estaba en el club, sintiéndome fuera de lugar, y de repente ahí está él, todo carisma y ojos que... no sé, te atrapan y seducen, cielos. Empezamos a hablar, y antes de que me diera cuenta, estábamos en la zona VIP, solos. Y él... bueno, digamos que sabe besar. Como, realmente sabe besar.
Bruce tosió, claramente conteniendo una risa, y Clark siguió, ajeno.
— Fue tan intenso, hombre. Sus manos estaban en todas partes, y yo... casi floto, literalmente. No podía controlar mis nervios. Y luego, justo cuando pensé que iba a perderme en él, se fue. "Emergencia corporativa" dijo. Pero, ¿sabes qué? Me quedé con ganas de más. Mucho más.
Bruce permaneció en silencio, y Clark pudo imaginarlo luchando por mantener la compostura.
— Suena como si te hubiera marcado. — dijo finalmente, su voz cuidadosamente neutral. — Este Bruce Wayne... parece un problema.
— El mejor tipo de problema. — dijo Clark, sonriendo a la cámara. — Pero, oye, no te aburriré con mis dramas románticos. ¿Cómo estás tú? ¿Qué hacías antes de... bueno, ya sabes?
Bruce dudó, y Clark pudo escuchar el crujido de las sábanas, como si estuviera moviéndose con cuidado. — Estaba... en una reunión con... Amigos, sí. Intentando ser normal por una noche. No salió como esperaba.
— Lo entiendo. — dijo Clark, su voz suavizándose. — Pero me alegra que estés aquí ahora. Hablar contigo... hace que todo se sienta un poco menos pesado.
— Lo mismo digo. — murmuró Bruce, y había algo en su tono que hizo que el corazón de Clark diera un vuelco.
Terminaron la llamada con un "Adiós, amigo", pero Clark no podía dejar de sonreír. Colgó, y sin darse cuenta, empezó a girar en el aire, flotando más rápido, más alto, hasta que creó un pequeño remolino que hizo volar los papeles de una mesa cercana. Rió, atrapando una hoja antes de que cayera al suelo, y se dejó flotar, su corazón ligero por primera vez en días.
Batman estaba vivo. Estaba hablando con él, abriéndose, siendo un amigo. Y no solo eso: Clark estaba feliz, realmente feliz, no solo por la recuperación de Batman, sino por lo que estaban construyendo. Una amistad, algo sólido, algo real.
Ellos iban a ser los mejores y más grandes amigos de todo el universo. Ojalá novios.
Pero luego pensó en Bruce Wayne. Ese beso. Esos ojos oscuros, esa sonrisa que prometía problemas. Y de repente, su mente dio un giro. ¿Estaba interesado en dos hombres? Hace tres meses, estaba seguro de ser heterosexual, saliendo con Lois, viviendo su vida de reportero tranquilo. Y ahora... ahora estaba flotando en su guarida, soñando despierto con un millonario coqueto y un vigilante enmascarado.
— Oh, no. — murmuró, cayendo al suelo con un thud suave. Agarró su teléfono y abrió el grupo de chat con Lois y Jimmy, sus dedos moviéndose rápido. "Emergencia homosexual. Necesito ayuda. AHORA."
El teléfono vibró casi instantáneamente con una videollamada entrante. Clark respondió, y la pantalla se dividió en dos: Lois, sentada en su apartamento, comiendo ramen bajo la luz tenue de una película de acción que parpadeaba en el fondo; y Jimmy, con una toalla alrededor del cuello, espuma de afeitar en la cara, claramente interrumpido a mitad de rutina.
— Smallville, ¿qué demonios es una emergencia homosexual? — dijo Lois, dejando el ramen a un lado. — ¿Y por qué suena como si estuvieras teniendo un ataque de pánico?
Jimmy se rió, limpiándose la espuma con la toalla.
— Hombre, si esto es sobre Bruce Wayne, te lo advertí. Ese tipo es un rompecorazones profesional.
Clark se pasó una mano por el cabello, flotando un poco sin darse cuenta.
— No es solo Bruce Wayne.— dijo, su voz quebrándose. — Creo que me gusta Batman. Como, me gusta me gusta, aunque no lo conozco tanto tiempo pero sé que me gusta. Y también Bruce Wayne, recalco que a él solo lo ví una vez y fué suficiente. Y no sé qué hacer porque hace tres meses estaba seguro de ser heterosexual, y ahora estoy... ¿qué? ¿Bi? ¿Pan? ¿Enamorado de dos hombres a la vez? Tal vez me convertí en un hombre zorra.
Lois y Jimmy se quedaron en silencio, sus ojos abiertos de par en par. Luego, Lois soltó una carcajada, casi derramando su ramen.
— Oh, granjerito. Esto es lo mejor que he oído en semanas. ¿Estás teniendo una crisis de identidad porque te enamoraste de un playboy y un murciélago?
— No estoy enamorado. — protestó Clark, pero su rostro estaba rojo como su capa. — Solo... confundido. Muy confundido.
Jimmy se inclinó hacia la cámara, su sonrisa amplia.
— Amigo, bienvenido al club de los confundidos. Pero, real, ¿Batman? ¿El tipo que gruñe y desaparece en las sombras? ¿Y Bruce Wayne, el rey del coqueteo? Tienes un tipo complicado, Clark.
— ¿Qué hago? —Clark flotó un poco más alto, su voz desesperada. — No puedo gustarles a los dos. ¡Es una locura! Y ni siquiera sé si Batman... quiero decir, no sé quién es. Pero hablar con él se siente tan... fácil. Y Bruce, él... ese beso, chicos. No puedo sacármelo de la cabeza.
Lois se limpió una lágrima de risa, intentando ponerse seria.
— Está bien, Clark. Respira. Primero, no tienes que etiquetarlo todo ahora. ¿Te gusta Bruce? Genial. ¿Te gusta Batman? También genial. No tienes que elegir hoy. Solo... sigue hablando con ellos. Sigue siendo tú. El resto se resolverá.
— ¿Y si no se resuelve? — dijo Clark, su voz pequeña.
— Entonces tendrás una vida amorosa más interesante que la mía. — dijo Jimmy, riendo. — Pero en serio, hombre. Ve paso a paso. Invita a Bruce a salir. Habla más con Batman. Y, no sé, trata de no flotar en medio de la redacción la próxima vez que pienses en ellos.
Clark rió, el peso en su pecho aligerándose.
— Gracias, chicos. No sé qué haría sin ustedes.
— Probablemente estrellarte contra un edificio por flotar demasiado. —dijo Lois, guiñándole un ojo. — Ahora ve a descansar. Parece que necesitas un día libre de crisis homosexuales.
Terminaron la llamada, y Clark se dejó caer en el suelo, sonriendo como un idiota. Estaba confundido, sí, pero también estaba feliz. Batman estaba vivo. Bruce Wayne era un sueño que no podía olvidar. Y, por primera vez, sentía que podía manejar lo que viniera.
O eso esperaba.
Notes:
Finalmente publiqué todo lo que llegué a escribir, ya no tengo más capítulos como borradores o algo así, cosa que trataba de evitar. Siempre tengo como 3 o 4 caps adelantados, ojalá no quedarme sin inspiración.
En fin, ¿Brucie jugando con Clark? Sí, me divertí. No olviden dejar kudos o comentarios, gracias por leer! <3
Chapter 16: Conexiones y consejos.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Batcueva, Gotham - Día 7, 10:23 AM
Bruce Wayne nunca había sido alguien que dependiera de la tecnología para sentirse en control, pero las últimas semanas le habían enseñado una humildad incómoda. Estar confinado a una cama médica, incapaz de moverse sin sentir que sus costillas rotas protestaban con cada respiración, lo había reducido a algo que detestaba: un observador pasivo. No podía estar en las calles. No podía perseguir criminales por los tejados de Gotham. No podía ser Batman en el sentido completo de la palabra.
Así que se había adaptado. Como siempre.
Alfred había armado un escritorio improvisado junto a su cama, una versión miniaturizada de la Batcomputadora que dominaba el rincón principal de la cueva. No era tan impresionante como la original, con sus pantallas que se extendían desde el escritorio hasta casi tocar el techo, ocupando toda una pared con feeds de vigilancia, análisis forense y bases de datos criminales interconectadas. Esta versión era más modesta: seis pantallas montadas en un soporte ajustable, cada una mostrando diferentes aspectos de Gotham. Cámaras de tráfico, frecuencias de radio de la policía, mapas de calor de actividad criminal, redes sociales buscando palabras clave. No era perfecto, pero le permitía mantener los dedos en el pulso de su ciudad incluso cuando su cuerpo se negaba a cooperar.
Había pasado las últimas tres noches monitoreando desde aquí, sus ojos ardiendo por la falta de sueño adecuado, sus dedos volando sobre el teclado para enviar reportes a Gordon cada vez que notaba algo sospechoso. Tráfico de drogas en el Distrito Este. Posible operación de contrabando en los muelles. Un patrón de robos a mano armada que sugería que alguien nuevo estaba estableciendo territorio. No podía hacer nada directamente, pero al menos podía guiar a la policía, darles ventaja.
No era suficiente. Nunca era suficiente. Pero era lo que tenía.
La puerta de la enfermería se abrió con un suave chirrido, y Alfred entró portando una bandeja con una taza humeante. El aroma a hierbas llenó el espacio inmediatamente, algo entre menta y jengibre con notas que Bruce no podía identificar pero que su estómago ya rechazaba anticipadamente.
— Té medicinal — anunció Alfred, colocando la bandeja en la mesa auxiliar—. Según la enfermera Margaret, debería ayudar con las náuseas y los mareos. Aunque personalmente sospecho que sabe tan mal que su cerebro olvidará las otras molestias por pura distracción.
Bruce gruñó, tomando la taza con manos cuidadosas. Las náuseas habían sido constantes desde que despertó del coma, un recordatorio persistente de la conmoción cerebral que los doctores habían diagnosticado como severa. Los mareos llegaban en oleadas, especialmente cuando intentaba moverse demasiado rápido o cuando pasaba demasiadas horas mirando las pantallas. Alfred lo había regañado tres veces ya por no descansar lo suficiente, pero Bruce no podía simplemente apagar su cerebro y pretender que Gotham no existía.
Tomó un sorbo del té. Sabía exactamente tan horrible como se veía. Hizo una mueca.
— ¿Estás seguro de que esto no es veneno?
— Si quisiera envenenarlo, señor, sería mucho más creativo que esto — replicó Alfred con sequedad—. Ahora beba. Margaret fue muy específica sobre la dosis.
Bruce estaba a punto de responder cuando su teléfono vibró. Luego vibró otra vez. Y otra vez. Una cascada de notificaciones que hizo que la pantalla se iluminara como un árbol de navidad en diciembre.
Frunció el ceño, alcanzando el dispositivo. Era el teléfono de Batman, el encriptado. Alguien lo había agregado a un grupo de chat.
El ícono del grupo le hizo hacer una pausa. Era una foto de Joey, el bebé de Rex, usando lo que parecía ser una versión en miniatura de la máscara de Hawkgirl, con un anillo verde de juguete en una mano y dos esferas plateadas flotando sobre su cabeza ridículamente grande, o bueno, más de lo que ya era, gracias a lo que Bruce asumió era algún tipo de edición fotográfica cortesía de Michael Holt.
El nombre del grupo: "Justice Gang XD"
Bruce sintió algo entre exasperación y diversión tirando de las comisuras de su boca.
— Alfred — dijo, girando una de las pantallas para que el mayordomo pudiera ver—. ¿Recuerdas que te hablé del bebé de Metamorpho?
Alfred se inclinó para mirar, ajustándose los anteojos. La imagen de Joey con su ridículo disfraz llenaba la pantalla. El bebé estaba sonriendo con esa forma en que solo los bebés pueden hacerlo, completamente ajeno a que estaba siendo usado como ícono de un grupo de chat de superhéroes.
— Ese es... ciertamente un bebé — dijo Alfred después de un momento, su tono cuidadosamente neutral—. Un bebé muy... saludable. Y simpático, supongo.
— Es el bebé más extraño que he visto en mi vida — admitió Bruce—. Su cabeza es desproporcionadamente grande y puede transformarse en elementos químicos. Pero es... no lo sé. Tiene algo que lo hace tan bonito.
—Tiene algo, señor. Qué elocuente.
Antes de que Bruce pudiera responder, el chat explotó en actividad.
Guy Gardner: BATSY ESTÁ EN EL CHAT
Guy Gardner: REPITO
Guy Gardner: BATSY ESTÁ VIVO Y EN EL CHAT
Kendra Saunders: Gardner, todos podemos ver que fue agregado. No necesitas gritar.
Guy Gardner: ESTOY EMOCIONADO ESTÁ BIEN OK
Guy Gardner: Pensé que el tipo iba a morir y ahora está aquí
Guy Gardner: En un grupo de chat
Michael Holt: Gardner, respira. Estás enviando mensajes como si estuvieras teniendo un ataque.
Rex Mason: Hey Bats! Viste la fotito de Joey? A que sale adorable, no?
Bruce miró la pantalla, sin estar seguro de cómo responder. Antes de que pudiera escribir algo, Kendra envió una captura de pantalla. Era su lista de contactos, mostrando que había guardado el número de Bruce como "Batsy 🦇💕"
Kendra Saunders: [imagen] Así es como te tengo guardado. Siéntete honrado.
Michael Holt: 🙄
Guy Gardner: TERRIFIC USÓ UN EMOJI
Guy Gardner: ALGUIEN LLAME A LA PRENSA
Michael Holt: Fue un error. Mi pulgar resbaló.
Guy Gardner: Claro, claro. El genio del pulgar resbaladizo.
Clark Kent: Hey, ¿cómo estás, Batman? ¿Te están cuidando bien? Tu cuidador parece saber lo que hace, pero si necesitas algo, lo que sea, solo tienes que decir.
Guy Gardner: Sups está contagiando su paranoia a todos nosotros
Guy Gardner: No hemos dormido bien desde que casi te mueres
Guy Gardner: Gracias por eso btw
Clark Kent: ¡Eso no es verdad!
Clark Kent: Bueno, tal vez un poco :P
Clark Kent: Pero en serio, ¿cómo sigues?
Bruce sintió algo extraño en su pecho mientras leía los mensajes. No era incomodidad exactamente, aunque había un elemento de eso. Era más como... calidez. El tipo de calidez que venía de saber que personas se preocupaban lo suficiente como para preguntar, para hacer bromas estúpidas, para agregar emojis ridículos a su nombre de contacto.
Había pasado tanto tiempo trabajando solo que había olvidado cómo se sentía ser parte de algo más grande que él mismo.
Sus dedos se movieron sobre el teclado, escribiendo lentamente porque todavía le dolía sostener el teléfono en cierto ángulo.
Batman: Estoy bien. Recuperándome. Al está siendo implacable con los medicamentos y el descanso forzado.
Batman: Gracias por preguntar.
Dudó, luego agregó:
Batman: Y gracias por lo del túnel. No estaría aquí sin ustedes.
Hubo una pausa en el chat. Luego:
Guy Gardner: Wow
Guy Gardner: Batman acaba de agradecer
Guy Gardner: Marquen la fecha
Guy Gardner: Esto es histórico
Kendra Saunders: Gardner, no arruines el momento.
Rex Mason: De nada, Bats. Para eso están los equipos, ¿verdad? Nos cubrimos las espaldas.
Michael Holt: Hablando de cubrir espaldas, tengo una pregunta. ¿Quién está manejando Gotham mientras te recuperas? La actividad criminal no se toma vacaciones.
Bruce sintió la pregunta como un golpe en el estómago. Había estado tratando de no pensar demasiado en eso, en cómo Gotham estaba sobreviviendo sin Batman en las calles. Gordon estaba haciendo lo que podía, y Bruce había estado enviando información constantemente, pero había cosas que la policía simplemente no podía manejar.
Batman: Estoy monitoreando remotamente. Enviando reportes a Gordon cuando detecto patrones o amenazas potenciales. Pero no puedo hacer mucho más que eso desde aquí.
Guy Gardner: ¿Qué tipo de cosas estás viendo?
Bruce cambió a una de sus otras pantallas, revisando los informes que había compilado en las últimas setenta y dos horas. La lista era más larga de lo que le gustaría admitir.
Batman: Operación de tráfico en el Distrito Este. Pequeña escala, pero creciendo. El patrón sugiere que alguien está tratando de llenar el vacío que dejó la última redada. Gordon puede manejar eso con suficientes oficiales.
Batman: Hay una serie de robos en el Distrito Financiero. Tres bancos en dos semanas, todos con el mismo MO. Entran, evitan las cámaras, abren las cajas de seguridad sin activar alarmas. No son amateurs. Esto requiere conocimiento técnico avanzado y posiblemente acceso interno.
Batman: Y luego está el problema en el Asilo Arkham.
Clark Kent: ¿Qué problema?
Batman: Dos pacientes fueron transferidos la semana pasada. Transferencias legítimas en papel, pero los registros no coinciden cuando los verifico más profundamente. Alguien está falsificando documentación para mover pacientes fuera del asilo. No sé por qué todavía, pero cualquier cosa que involucre a Arkham nunca termina bien.
Michael Holt: Eso suena como algo que requiere investigación en persona. Hackear los sistemas del asilo desde afuera sería posible, pero llevaría tiempo y recursos significativos.
Batman: Exacto. Y yo no puedo hacer investigación en persona actualmente.
Hubo otro silencio en el chat, este más pesado. Bruce podía imaginar a todos procesando la información, entendiendo la magnitud del problema. Gotham sin Batman no era solo una ciudad sin su vigilante. Era una ciudad con docenas de amenazas activas que requerían el tipo de habilidades y recursos que la policía regular simplemente no tenía.
El tipo de cosas que solo Batman podía resolver. O alguien como la Justice Gang.
Guy Gardner: Okay, entonces patrullamos.
Guy Gardner: No es ciencia espacial. Tú nos dices dónde ir, qué buscar, y nosotros manejamos la parte de romper cabezas.
Kendra Saunders: Por una vez, Gardner tiene un punto, felicidades al pendejo. Tenemos las capacidades. Solo necesitamos dirección.
Rex Mason: Yo estoy dentro. Joey necesita dormir de todas formas, y su madre ha estado diciendo que paso demasiado tiempo con él. Aparentemente "enseñarle a transformarse en helio" no es una actividad apropiada para un bebé de seis meses, ash.
Michael Holt: Puedo manejar el lado técnico. Dame acceso a tus sistemas y puedo coordinar desde LordTech. Rastrear patrones, analizar datos, proporcionar soporte en tiempo real.
Clark Kent: Y yo puedo hacer patrullas aéreas. Cubrir más terreno que lo que cualquiera de ustedes puede hacer a pie. Batman, si necesitas ojos extra, los tienes.
Bruce leyó los mensajes, algo apretándose en su garganta. Esta era exactamente la razón por la que había evitado equipos durante tanto tiempo. Porque cuando la gente se ofrecía a ayudar, cuando ponían sus vidas en la línea por tu ciudad, por tu misión, se volvía personal. Se volvía complicado. Se volvía en algo que podías perder.
Pero también se volvía en algo que funcionaba.
Miró a Alfred, quien había estado leyendo el chat desde una de las pantallas del escritorio improvisado. El mayordomo lo miraba con esa expresión que Bruce había aprendido a reconocer a lo largo de décadas, expectativa paciente mezclada con juicio silencioso.
— ¿Qué opinas? — preguntó Bruce en voz baja.
Alfred se quitó los anteojos, limpiándolos con un pañuelo antes de responder.
— Creo, señor, que está en una encrucijada. Puede rechazar su ayuda, como ha hecho durante años, e insistir en que Gotham es su responsabilidad solo. O puede aceptar que tiene personas capaces y dispuestas que quieren ayudar, no porque tengan que hacerlo, sino porque genuinamente se preocupan.
— No quiero ponerlos en peligro.
— Ya están en peligro. Son superhéroes. El peligro es parte de la descripción del trabajo. — Alfred se inclinó más cerca, su voz volviéndose más firme—. Pero lo que pasó la última vez que rechazó ayuda, cuando insistió en manejar el Joker solo, fue un desastre. Usted casi muere. Y todo porque fue demasiado terco para admitir que necesitaba respaldo.
Bruce sintió la culpa retorcer su estómago otra vez, pero Alfred no había terminado.
— Estos jóvenes lo respetan. Confían en usted. Y están ofreciendo ayuda con las mejores intenciones posibles. No los rechace porque tiene miedo de que algo salga mal. Las cosas ya están saliendo mal. Gotham está sufriendo sin usted en las calles. Déjelos ayudar. Ese es el punto de tener un equipo.
Alfred lo miró con esos ojos que habían visto a Bruce crecer desde los ocho años, que habían estado ahí en cada noche oscura, en cada fracaso, en cada victoria. Ojos que decían claramente "Hazlo, o te voy a castigar de formas que ni siquiera el Joker podría imaginar."
Bruce suspiró, sintiendo la derrota y el alivio en igual medida.
Sus dedos se movieron sobre el teclado. Realmente estaría perdido sin su Alfred, su pilar.
Batman: Está bien. Acepto la ayuda.
Batman: Pero con condiciones. Esto es Gotham. No es como Metrópolis o Coast City. Es más oscura, más peligrosa, y los criminales aquí no juegan con las mismas reglas. Si van a patrullar mi ciudad, necesitan seguir mis protocolos. Nada de actuar por impulso. Nada de separarse sin comunicación constante. Y definitivamente nada de subestimar a nadie, sin importar qué tan pequeña parezca la amenaza.
Batman: Les enviaré briefings completos sobre cada situación activa. Mapas, perfiles de sospechosos, análisis de patrones. Michael, tendrás acceso a mis sistemas para coordinar. Clark, tú manejarás las patrullas aéreas y respuesta rápida. Guy y Kendra, ustedes son el equipo de tierra. Rex, tú eres el comodín para situaciones que requieran habilidades específicas.
Batman: ¿Entendido?
El chat explotó inmediatamente.
Guy Gardner: BATMAN NOS TIENE CONFIANZA
Guy Gardner: ESTO ES INCREÍBLE
Guy Gardner: VAMOS A PATRULLAR GOTHAM
Kendra Saunders: Gardner, por favor.
Guy Gardner: Espera
Guy Gardner: Eso significa más trabajo
Guy Gardner: BATMAN NOS VA A TRABAJAR HASTA LA MUERTE
Rex Mason: Acabas de darte cuenta de eso, ¿verdad?
Michael Holt: Envía los briefings cuando estés listo. Voy a empezar a configurar los protocolos de coordinación ahora mismo.
Clark Kent: Gracias por confiar en nosotros. No te decepcionaremos. 😁💕
Guy Gardner: Hablo por todos cuando digo que oficialmente nos arrepentimos de ofrecernos como voluntarios
Guy Gardner: Pero lo haremos de todas formas
Guy Gardner: Porque somos idiotas con buen corazón
Kendra Saunders: Esa es sorprendentemente la descripción más precisa de este equipo que he escuchado.
Bruce sintió una sonrisa tirando de sus labios a pesar del dolor en su cara. Dejó el teléfono a un lado, recostándose contra las almohadas con cuidado.
— ¿Satisfecho? — preguntó Alfred.
— Pregúntame otra vez cuando hayan sobrevivido una semana en Gotham — respondió Bruce—. Pero... sí. Creo que sí.
Alfred sonrió, recogiendo la taza de té que Bruce había abandonado.
— Progreso, señor. Lento, doloroso, pero progreso.
El teléfono vibró otra vez. Bruce lo agarró, esperando otro mensaje del grupo. Pero este era privado, solo de Clark.
Clark Kent: Hey, ¿podemos hablar esta noche? Antes de que salga a patrullar. Solo para ponernos al día.
Bruce miró el mensaje, algo cálido extendiéndose en su pecho. Habían estado enviándose mensajes todo el día, pequeñas actualizaciones sobre nada en particular. Clark había llamado durante su hora de almuerzo, solo para verificar cómo estaba Bruce, para contarle sobre un artículo ridículo que Perry lo había obligado a escribir sobre la "moda de superhéroes" que aparentemente era una tendencia ahora.
Habían hablado por cuarenta y cinco minutos sobre absolutamente nada importante, y había sido la mejor parte del día de Bruce.
Batman: Claro. ¿Videollamada?
Clark Kent: Perfecto. ¿8 PM?
Batman: Ahí estaré.
Bruce dejó el teléfono, consciente de la mirada de Alfred sobre él.
— ¿Qué? — preguntó, su tono defensivo.
— Nada, señor — dijo Alfred, pero su sonrisa era demasiado conocedora—. Solo observo que ha estado significativamente más... animado desde que comenzó estas conversaciones con el joven Kent.
— Es un buen amigo.
— Por supuesto. Un amigo. — Alfred comenzó a recoger las vendas usadas de un cambio de curación anterior—. ¿Es por eso que verifica su teléfono cada cinco minutos? ¿Por amistad?
— Alfred.
— ¿Y es por eso que sonríe cuando recibe sus mensajes? ¿Pura camaradería platónica?
— Alfred, te juro...
— Solo digo, señor, que si va a desarrollar sentimientos por alguien, Superman es una elección interesante. Especialmente considerando que ya ha besado a su identidad civil sin que él lo sepa.
Bruce sintió su cara calentarse.
— Eso fue... eso fue complicado.
— Complicado es quedarse corto. — Alfred se dirigió hacia la puerta, deteniéndose para mirar hacia atrás—. Pero para su información, creo que es una buena complicación. Clark Kent parece ser exactamente el tipo de persona que necesita en su vida. Alguien genuino, amable, que lo hace sonreír incluso cuando está magullado y roto. No arruine eso por ser terco.
— No planeo arruinar nada.
— Bien. Porque si lo hace, tendré que tener una conversación seria con usted sobre sabotaje personal. Y ninguno de los dos quiere eso.
Alfred salió, dejando a Bruce solo con sus pensamientos y el zumbido suave de las computadoras. Miró las pantallas, viendo a Gotham moverse en docenas de feeds diferentes. Su ciudad, su responsabilidad, su carga.
Pero tal vez, solo tal vez, no tenía que cargarla solo.
Su teléfono vibró otra vez. Otro mensaje de Clark, este con una foto adjunta. Era una toma terrible y borrosa de lo que parecía ser su apartamento, con pilas de comida en el mostrador de la cocina.
Clark Kent: Preparándome para la noche. ¿Alguna vez has visto a alguien cocinar suficiente comida para alimentar a un ejército? Porque ese soy yo en este momento.
Bruce sonrió, sus dedos moviéndose para responder.
Batman: ¿Metabolismo kryptoniano requiere mucha energía?
Clark Kent: Es como tener un agujero negro en el estómago. Nunca se llena realmente, solo se vuelve menos urgente.
Batman: Suena inconveniente.
Clark Kent: Tienes suerte de que tu superpoder sea ser sobrevivir a muchas horas sin comer o dormir.
Bruce se rió, el sonido áspero pero genuino. Alfred tenía razón. Clark lo hacía sentir... ligero. Como si no todo tuviera que ser tan pesado todo el tiempo.
Pasó las siguientes horas revisando informes, compilando los briefings que había prometido enviar a la Justice Gang, monitoreando las frecuencias de radio para cualquier cosa que Gordon pudiera necesitar saber. Pero parte de su mente estaba constantemente consciente del tiempo, contando los minutos hasta las 8 PM.
Cuando finalmente llegó la hora, Bruce ajustó las pantallas, asegurándose de que su cámara estuviera desactivada como siempre. No estaba listo para que Clark viera su rostro, para conectar los puntos entre Batman y Bruce Wayne. Eventualmente, sí. Pero no todavía. No cuando las cosas estaban yendo bien, cuando tenían esta... amistad, o lo que fuera, construyéndose entre ellos.
La llamada se conectó, y la pantalla se llenó con la imagen de Clark en su apartamento. Estaba de pie en la cocina, rodeado de lo que solo podía describirse como una cantidad absurda de comida. Ollas en cada quemador, bandejas en el horno, platos apilados esperando ser llenados. Clark usaba una camiseta simple y jeans, sus rulos despeinados como siempre, y estaba sonriendo a la cámara con esa calidez que hacía que algo en el pecho de Bruce se apretara.
— Hey — dijo Clark, agitando una espátula—. Bienvenido al show de cocina de Clark Kent, donde las porciones son ridículas y las habilidades culinarias son cuestionables.
— Parece que estás alimentando a una armada — observó Bruce, manteniendo su voz modulada tal como usaba con Batman.
— Básicamente. — Clark se giró para revolver algo en una olla—. Acabo de terminar de patrullar Metrópolis por tres horas. Usé super velocidad como seis veces, detuve dos robos, y salvé a un tipo que estaba colgando de un edificio porque pensó que sería divertido hacer parkour sin entrenamiento. Mi estómago está literalmente gruñendo tan fuerte que creo que mi vecino se quejó.
Bruce sonrió detrás de la cámara apagada.
— ¿Tu vecino sabe que eres Superman?
— Dios, no. Él piensa que tengo problemas digestivos severos. — Clark rió—. Lo cual, supongo, técnicamente no es mentira.
Se movieron a través de la conversación con esa facilidad que se había desarrollado entre ellos en los últimos días. Clark habló sobre su día en el Planet, sobre cómo Perry lo había obligado a cubrir una conferencia de prensa increíblemente aburrida sobre zonificación urbana. Habló sobre Lois burlándose de él por verificar su teléfono constantemente, sobre Jimmy tomando fotos de él sonriendo a su pantalla como evidencia para futuras burlas.
Y luego, mientras estaba poniendo la mesa con suficiente comida para alimentar genuinamente a un pequeño ejército, Clark se quedó quieto.
— Oye, puedo pedirte un consejo? — preguntó, su voz volviéndose más seria—. Como amigo.
— Por supuesto.
Clark dudó, jugueteando con un tenedor.
— Es sobre Bruce Wayne.
Bruce sintió su pulso acelerarse. En el fondo de la habitación, podía ver a Alfred fingiendo estar muy interesado en una de las pantallas que mostraba un callejón donde un gato aparentemente estaba cometiendo el crimen atroz de robar sobras de un restaurante, anotando sobre como incluso la delincuencia traspasa por sobre especies.
— ¿Qué pasa con él? — preguntó Bruce, manteniendo su voz cuidadosamente neutral.
— No estoy seguro de si debería contactarlo. — Clark se apoyó contra el mostrador—. Quiero decir, tuvimos ese momento en la gala, y fue... increíble. Pero luego se fue por esa emergencia, y no he sabido nada de él desde entonces. No sé si está interesado o si solo fue, ya sabes, algo de una noche para él. Y no quiero ser ese tipo que persigue a alguien que claramente no está interesado.
Bruce sintió múltiples emociones compitiendo por dominancia: culpa por dejar a Clark colgando, diversión por la ironía de la situación, y algo más cálido al saber que Clark había estado pensando en él, en Bruce Wayne, tanto como Bruce había estado pensando en Clark.
— ¿Quieres mi consejo honesto? — preguntó.
— Por favor.
— Hazlo. Contactalo. — Bruce eligió sus palabras cuidadosamente—. Si hay algo que he aprendido, especialmente después de... todo lo que pasó, es que vivir con miedo al rechazo no es realmente vivir. Es existir en un estado de lo que si. Y los lo que si te comen vivo eventualmente.
Clark lo miraba a través de la pantalla, sus ojos azules enfocados incluso sin poder ver a Bruce.
— ¿Pero qué si dice que no? ¿Qué si solo fui una distracción?
— Entonces al menos sabrás. — Bruce sintió su garganta apretarse—. Y sabrás que tuviste el coraje de arriesgarte, de poner tus sentimientos ahí fuera. Eso es más de lo que la mayoría de la gente puede decir. No dejes que el miedo de lo que podría salir mal te impida descubrir lo que podría salir bien.
Clark sonrió, pequeño pero genuino.
— Seguro debajo de esa máscara debes ser muy guapo. Eso solo lo diría alguien que nunca lidió con el rechazo.
Bruce sintió una sonrisa tirando de sus labios, agradecido de que su cámara estuviera apagada.
— Puede ser. Tal vez soy alguien muy feo. O tal vez muy lindo. — Hizo una pausa—. O tal vez solo soy alguien que ha aprendido que arrepentirse de no intentar algo duele más que el rechazo.
Clark rió, el sonido llenando el espacio entre ellos.
— Desearía poder ver tu rostro cuando dices estas cosas. Apuesto a que tienes una de esas sonrisas que hace que todo suene más sabio de lo que realmente es.
— O tal vez solo tendría buena iluminación.
— También eso.
Clark comenzó a servirse comida, montañas de ella, y Bruce observó con fascinación mientras el kryptoniano atacaba su cena como si no hubiera comido en días.
— Debería dejarte comer en paz — dijo Bruce después de un momento—. No creo que quieras que vea esto. Te estás atacando esa comida como si fuera tu enemigo mortal.
Clark rió con la boca llena, tragando antes de responder.
— Probablemente tengas razón. No me vería muy cool devorando tres pollos enteros y una bandeja de pasta. — Dudó—. ¿Hablamos mañana?
— Cuenta con ello.
— Genial. Y Batman... gracias. Por el consejo. Eres un buen amigo.
— Tú también, Clark.
Se despidieron, la llamada terminando con un clic. Bruce se quedó mirando la pantalla vacía, algo cálido y complicado enroscándose en su pecho.
— Interesante conversación — dijo Alfred desde su posición junto a la pantalla del gato delincuente, probablemente Selina lo entrenó.
Bruce le lanzó una mirada.
— ¿Algo que quieras agregar?
— Solo que está navegando aguas peligrosas, señor. — Alfred se volvió para mirarlo directamente—. Alentándolo a contactar a Bruce Wayne mientras está, él mismo, siendo Bruce Wayne hablando con él como Batman. Es bastante la telaraña que está tejiendo.
— Lo sé.
— ¿Y qué va a hacer cuando inevitablemente se desenrede? Cuando Clark descubra que el hombre que besó en el club y el hombre con quien está construyendo esta amistad son la misma persona?
Bruce no tenía respuesta para eso. Solo podía imaginar la traición en los ojos de Clark cuando descubriera que Bruce había estado jugando con él todo este tiempo, que había sabido exactamente quién era mientras Clark se había desnudado emocionalmente, confiando en Batman como un confidente separado.
— Cruzaré ese puente cuando llegue — dijo finalmente.
— Ese puente se acerca más rápido de lo que cree. — Alfred suspiró—. Pero por lo que vale, creo que está haciendo lo correcto al alentarlo. Clark Kent merece perseguir lo que lo hace feliz. Incluso si lo que lo hace feliz es, irónicamente, usted en dos formas diferentes.
Bruce hizo una mueca, aunque no había disgusto real detrás de ella. Solo la resignación de alguien que sabía que Alfred tenía razón pero no quería admitirlo en voz alta.
— Eventualmente tendré que decirle la verdad.
— Eventualmente, sí. — Alfred recogió la taza de té vacía—. Pero por ahora, concéntrese en recuperarse. En construir esta... amistad, o lo que sea. Y cuando llegue el momento de revelar todo, tenga fe en que Clark Kent es el tipo de hombre que puede entender por qué hizo lo que hizo.
— ¿Y si no lo es?
— Entonces enfrentará las consecuencias, como siempre lo ha hecho. — Alfred se dirigió hacia la puerta, deteniéndose en el umbral—. Pero algo me dice que ese joven tiene más capacidad de perdón de lo que usted cree. Después de todo, está construyendo una amistad con Batman sin saber que ya besó a Bruce Wayne. Si eso no es prueba de que puede manejar complicaciones, no sé qué lo es.
Alfred salió, dejando a Bruce solo con sus pensamientos, sus pantallas, y el peso de los secretos que estaba manteniendo. Miró su teléfono, viendo la última foto que Clark había enviado, esa sonrisa brillante y sin complicaciones.
Pronto. Pronto le diría la verdad.
Pero no hoy. Hoy solo quería disfrutar de esto, de tener a alguien que se preocupaba, que lo hacía sonreír incluso cuando todo dolía.
Mañana podía lidiar con las consecuencias.
Esta noche, solo quería ser el amigo que Clark necesitaba.
Y tal vez, solo tal vez, eso era suficiente por ahora. Miró a la pantalla donde el felino seguía comiendo aquel pescado y recordó a esa vieja amiga que se mudó a Bludhaven, debería llamarla.
Apartamento de Clark Kent, Metrópolis - Día 7, 8:47 PM
Clark terminó la llamada con Batman y se quedó mirando su teléfono por un largo momento, una sonrisa persistente en su rostro. Había algo en hablar con el vigilante que lo hacía sentir... entendido. Como si pudiera ser completamente honesto sobre sus miedos, sus dudas, sin preocuparse por ser juzgado.
Y el consejo había sido bueno. Sólido. El tipo de cosa que necesitaba escuchar incluso si no quería admitir que tenía miedo de contactar a Bruce Wayne.
Debería hacerlo. Debería enviar un mensaje, algo casual, ver si Bruce estaba interesado en retomar donde habían dejado las cosas. Lo peor que podía pasar era un rechazo, y como Batman había dicho, al menos sabría.
Pero mientras miraba su plato de comida, atacándolo con el tipo de hambre que solo venía después de usar superpoderes durante horas, su mente no podía dejar de hacer conexiones que no tenían sentido.
Le gustaba Bruce Wayne. Eso era claro. El beso, la forma en que Bruce lo había mirado, la calidez en su sonrisa. Todo eso había sido real, había significado algo.
Pero también le gustaba Batman. No de la misma manera, no exactamente. Pero había una conexión ahí, algo que estaba creciendo con cada conversación, con cada momento de vulnerabilidad compartida. Batman lo hacía reír, lo hacía pensar, lo hacía sentir como si tuviera un amigo que realmente lo entendía.
¿Cómo se suponía que debía navegar eso? ¿Gustarle dos personas a la vez? ¿Era eso siquiera posible?
Clark dejó su tenedor, su apetito súbitamente disminuido a pesar del hambre en su estómago. Necesitaba hablar con alguien. Alguien que no fuera Batman, porque obviamente no podía hablar con Batman sobre gustarle Batman. Y alguien que no lo juzgaría por ser un desastre emocional completo.
Agarró su teléfono, abriendo el grupo de chat con Lois y Jimmy. Sus dedos dudaron sobre el teclado por un momento antes de escribir: "Emergencia homosexual parte 2. Necesito consejo urgente 🥺"
La respuesta fue inmediata. Una videollamada entrante que Clark aceptó sin pensar.
La pantalla se dividió. Lois estaba en su sofá, una taza de vino en la mano, su laptop abierto con lo que parecía ser un documento de trabajo. Jimmy estaba en su baño, con una toalla alrededor del cuello y espuma de afeitar todavía en su mejilla, claramente interrumpido a mitad de su rutina nocturna.
— Smallville — dijo Lois, sus ojos brillando con interés—. Dos emergencias homosexuales en una semana. Esto tiene que ser un récord.
— ¿Qué pasó ahora? — preguntó Jimmy, limpiándose más espuma—. ¿Bruce Wayne finalmente te llamó? ¿Batman confesó su amor eterno? ¿Descubriste que eres secretamente gay por los dos? Por cierto, no pongas el emoji de pedir pene, eso ya es muy gay.
Clark sintió su cara calentarse.
— No es... bueno, no exactamente eso. Pero estoy confundido. Muy confundido. Y cómo que emoji de pedir pene?
— Jimmy, cállate. Empieza desde el principio, Kent. — dijo Lois, tomando un sorbo de vino—. Y no omitas detalles. Estoy viviendo vicariamente a través de tu drama romántico porque mi vida amorosa está actualmente muerta.
Clark respiró profundo, organizando sus pensamientos.
— Okay. Entonces, Batman y yo hemos estado hablando mucho. Como, mucho mucho. Videollamadas, mensajes constantes, ese tipo de cosas. Y es... es fácil. Hablar con él se siente como hablar con alguien que realmente me entiende. Me hace reír, me da buenos consejos, y hay algo en su voz, incluso distorsionada, que me hace sentir... no sé. Seguro.
— Eso suena como que te gusta — señaló Jimmy.
— Sí, pero el problema es que también me gusta Bruce Wayne. — Clark se pasó una mano por el cabello—. No puedo dejar de pensar en ese beso, en cómo se sintió, en cómo me miró. Y Batman me dio este consejo sobre contactar a Bruce, sobre no tener miedo al rechazo, y todo tenía sentido. Pero luego me di cuenta de que estoy sentado aquí, siendo aconsejado por un hombre que me gusta sobre cómo perseguir a otro hombre que me gusta, y...
Se detuvo, las palabras atascándose en su garganta.
— Y te sientes como un idiota — terminó Lois.
— Básicamente.
Hubo un momento de silencio. Luego Lois suspiró, dejando su copa de vino.
— Mira, Clark. No voy a pretender que esta situación no es complicada. Porque lo es. Te gustan dos tipos a la vez, y eso es confuso y difícil. Pero aquí está la cosa: no tienes que resolverlo todo esta noche. No tienes que elegir entre Batman y Bruce Wayne inmediatamente.
— Pero eventualmente tendré que elegir, ¿verdad? — Clark la miró a través de la pantalla—. No puedo simplemente... seguir gustándome dos personas para siempre.
— ¿Por qué no? — Jimmy se encogió de hombros—. Quiero decir, sí, eventualmente tendrás que averiguar qué tipo de relación quieres con cada uno. Pero por ahora, ¿por qué no simplemente dejar que las cosas se desarrollen naturalmente? Habla más con Batman. Contacta a Bruce. Ve qué pasa.
— ¿Y si me rechazan los dos? — Clark odiaba cómo sonaba su voz, pequeña y asustada—. ¿Y si Batman solo quiere ser amigo y Bruce solo quería un beso de una noche?
— Entonces tendrás tu respuesta — dijo Lois, su tono suavizándose—. Y sí, dolerá. Pero al menos sabrás. Y honestamente, Smallville, no creo que ninguno de los dos te rechace. Batman claramente se preocupa por ti. Nadie pasa tanto tiempo hablando con alguien si no le importa. Y Bruce... ese hombre te besó como si fueras el aire que necesitaba para respirar. Vi las marcas en tu cuello después de esa gala. No creo que eso fuera algo casual para él.
Clark sintió su rostro arder y casi tose un fideo.
— No había marcas.
— Había marcas — confirmó Jimmy—. Lois tiene razón. Bruce Wayne te marcó como territorio. Eso no es algo que haces con un beso casual.
Clark enterró su cara en sus manos, sintiendo el calor de la vergüenza mezclándose con algo que podría haber sido esperanza.
— ¿Entonces qué hago?
— Vive tu vida — dijo Lois simplemente—. Habla con Batman. Contacta a Bruce. Ve a donde te llevan tus sentimientos. Y deja de torturarte por sentir cosas por dos personas. Los humanos son complicados. Los sentimientos son complicados. Y tú, mi querido granjero kryptoniano, eres la persona más complicadamente simple que conozco.
— Eso no tiene sentido.
— Tiene perfecto sentido. — Lois sonrió—. Eres simple en que siempre quieres hacer lo correcto, ayudar a la gente, ser bueno. Pero eres complicado porque tienes dos identidades, poderes que no puedes controlar completamente cuando te emocionas, y aparentemente un corazón lo suficientemente grande como para enamorarte de dos hombres misteriosos a la vez.
— No estoy enamorado — protestó Clark débilmente.
— Todavía no — dijo Jimmy con una sonrisa—. Pero vas camino a estarlo. Con ambos. Y honestamente, es divertido de ver.
Clark rodó los ojos pero no pudo evitar sonreír.
— Ustedes son los peores amigos.
— Somos los mejores amigos — corrigió Lois—. Porque te estamos diciendo la verdad en lugar de lo que quieres escuchar. Ahora termina tu comida, ve a patrullar, y mañana le envías un mensaje a Bruce Wayne. ¿Entendido?
— Entendido.
— Bien. Y Clark... — Lois se inclinó más cerca de la cámara—. Vas a estar bien. Pase lo que pase con Batman o Bruce, vas a estar bien. Porque eres Superman. Y Superman no deja que un poco de confusión romántica lo derrote.
— Gracias, Lo. Jimmy.
— De nada, bro. — Jimmy hizo un gesto de saludo—. Ahora déjame terminar de afeitarme ahí abajo porque mi nov-
Terminaron la llamada en ese mismo segundo antes de llegar a detalles sobre depilación íntima, y Clark se quedó ahí, mirando su comida enfriándose, sintiendo algo en su pecho aflojarse. Lois y Jimmy tenían razón. No tenía que resolver todo esta noche. Solo tenía que dar un paso a la vez.
Mañana le enviaría un mensaje a Bruce Wayne.
Esta noche, terminaría su comida, iría a patrullar, y dejaría que el futuro fuera lo que fuera.
Y tal vez, solo tal vez, ambas situaciones funcionarían de alguna manera.
O tal vez ambas explotarían espectacularmente en su cara.
De cualquier manera, al menos no se quedaría preguntándose qué hubiera pasado si hubiera tenido el coraje de intentarlo.
Y eso, decidió, era suficiente por ahora.
Notes:
Este cap va dedicado a mi preciosa Salvatore, si estás leyendo esto tkm <3
Y sí, dije que no tenía más capítulos pero corregí este y me gustó mas de lo que esperaba, espero les guste! Creo que es el cap más largo.
Chapter 17: De vuelta.
Chapter Text
Apartamento de Clark Kent, Metrópolis - Día 8, 11:34 PM
Clark estaba sentado en el borde de su cama, mirando fijamente la pequeña caja de madera en sus manos. Era una caja simple, algo que había comprado en una tienda de antigüedades hace años porque le recordaba a las que su madre guardaba en Kansas. Dentro, cuidadosamente colocada sobre un pedazo de terciopelo azul que había cortado de una bufanda vieja, estaba la tarjeta de negocios de Bruce Wayne.
La había guardado ahí el mismo día que Bruce se la había dado, protegiéndola como si fuera algo precioso. Lo cual era ridículo, porque era solo una tarjeta. Probablemente Bruce tenía miles de ellas impresas, repartiéndolas en galas y eventos corporativos como si fueran confeti. Pero esta era la que le había dado a Clark específicamente, la que había escrito su número privado en la parte de atrás con esa caligrafía elegante.
"B.W."
Clark la sacó de la caja, sus dedos trazando las letras grabadas en relieve. La tarjeta estaba impecable, sin una sola mancha o arruga, gracias a su paranoia de mantenerla perfectamente preservada. Había algo profundamente patético en eso, en guardar una tarjeta de negocios como si fuera una reliquia sagrada.
Pero aquí estaba, a casi medianoche, sosteniéndola como si contuviera todas las respuestas del universo.
Lois le había dicho que enviara el mensaje mañana. Jimmy había estado de acuerdo. Incluso Batman le había aconsejado tomar el riesgo, no dejar que el miedo lo paralizara.
Pero mañana se sentía demasiado lejos. Mañana significaba otra noche dando vueltas en la cama, otra mañana despertando con esa sensación de oportunidad perdida. Y Clark ya había esperado suficiente.
Tomó su teléfono, ingresando el número con dedos que temblaban más de lo que debían, considerando que podía levantar edificios. Cada dígito se sentía como un paso hacia algo irrevocable, algo que no podría retractarse una vez hecho.
Su pulgar se cernió sobre el teclado. ¿Qué se suponía que debía decir? "Hola, soy el tipo que besaste hace dos semanas y luego ghosteaste"?
"Hey, ¿recuerdas esa noche en el club donde te besaste con el reportero de Daily Planet?"
No. Necesitaba algo simple. Directo. Amigable pero con suficiente apertura para que Bruce supiera que Clark estaba interesado.
Escribió: "Hola, soy Clark :D"
Y antes de que su cerebro pudiera intervenir con todas las razones por las que esto era una terrible idea, presionó enviar.
El mensaje apareció en la pantalla con esa marca de "entregado" que de repente se sentía como una sentencia de muerte. Clark dejó caer el teléfono en la cama como si quemara, su corazón latiendo tan fuerte que estaba seguro de que su vecino podría escucharlo a través de las paredes.
Un minuto pasó. Luego dos. Luego cinco.
Clark agarró el teléfono, verificando obsesivamente. Entregado. Pero no leído. ¿Qué significaba eso? ¿Bruce estaba dormido? ¿Estaba ignorándolo deliberadamente? ¿O peor - mucho peor - estaba con alguien más?
La imagen de Bruce Wayne con otra persona, riendo de esa manera que había hecho que el estómago de Clark diera volteretas, besando a alguien más con esa intensidad que había dejado marcas en el cuello de Clark...
No. No iba a torturarse con eso. Bruce tenía derecho a estar con quien quisiera. Si no estaba interesado en Clark, si esa noche había sido solo un capricho para él, entonces Clark lo aceptaría y seguiría adelante.
Eventualmente.
Tal vez.
Su teléfono vibró.
Clark lo agarró tan rápido que casi lo lanza a través de la ventana con su fuerza, forzándose a calmarse, a controlar el poder que amenazaba con descontrolarse cada vez que sus emociones se intensificaban.
El mensaje era de un número que no reconocía, pero sabía exactamente quién era.
"Hola, Clark. Horarios interesantes para enviar mensajes. Normalmente estos se reservan para... otros fines más lujuriosos. ¿Debería preocuparme o emocionarme?"
Clark sintió su cara arder con tal intensidad que estaba sorprendido de que su visión de calor no se activara accidentalmente. Tiró el teléfono al otro lado de la cama, cubriéndose el rostro con las manos mientras una sonrisa idiota se extendía por sus labios.
Ese mensaje. Ese maldito mensaje coqueto y directo significaba que Bruce no solo había guardado su número, sino que lo había estado esperando. Esperando lo suficiente como para responder con ese nivel de confianza, con esa insinuación que hacía que el estómago de Clark se retorciera de la mejor manera posible.
Se obligó a respirar, a calmarse lo suficiente como para alcanzar el teléfono otra vez y escribir una respuesta que no lo hiciera parecer completamente desesperado.
"Solo quería saludar. ¿Es muy tarde? Puedo escribir mañana si prefieres."
La respuesta llegó casi inmediatamente.
"No es demasiado tarde. Estaba despierto de todas formas. ¿Trabajo de reportes te mantiene ocupado o solo insomnio común?"
"Un poco de ambos. ¿Y tú? ¿Qué mantiene despierto a un millonario a esta hora? ¿Contando tu dinero?"
"Algo así. Aunque es más aburrido de lo que suena. Informes financieros y análisis de mercado no son exactamente material de lectura emocionante."
"Suena terrible."
"Lo es. Pero alguien tiene que hacerlo. O eso dice mi junta directiva."
Clark sonrió, recostándose contra sus almohadas. La conversación fluía fácilmente, sin la tensión que había temido. Bruce era cálido, divertido, haciendo preguntas sobre el día de Clark y respondiendo las suyas con ese encanto que había hecho que Clark se enamorara en primer lugar.
Hablaron durante veinte minutos sobre nada en particular. Clark mencionó un artículo ridículo que había tenido que escribir sobre "tendencias de moda en superhéroes" (Bruce se rió y preguntó si las capas estaban volviendo o ahora las superheroínas usarían tangas afuera del traje). Bruce habló sobre una reunión de negocios particularmente aburrida donde había tenido que escuchar a un CEO pontificar sobre sinergias corporativas durante dos horas (Clark sugirió que sonaba como tortura aprobada por Ginebra).
Era fácil. Natural. Como si no hubieran pasado dos semanas sin hablar.
Pero eventualmente, Bruce escribió: "Debería dejarte dormir. Ambos tenemos que madrugar mañana, supongo."
"Probablemente. Pero esto fue... bueno. Me alegra que respondiera. 🥰 "
"Me alegra que te arriesgaras a escribir. No todos tienen el coraje de contactar a un millonario playboy después de medianoche."
"¿Eso es lo que eres? ¿Un playboy?"
"Es lo que dicen los tabloides. Aunque entre tú y yo, soy considerablemente más aburrido de lo que mi reputación sugiere."
"Lo dudo."
"Tendrías que descubrirlo por ti mismo."
Clark sintió su corazón saltar.
"¿Es esa una invitación?"
"Tal vez. ¿Estarías interesado en aceptarla?"
"Sí. Definitivamente sí."
"Entonces hagámoslo. ¿Cena esta semana? Eliges el lugar. Algo más tranquilo que un club lleno de gente."
"Me encantaría."
"Perfecto. Te escribo mañana para coordinar detalles. Buenas noches, lindo."
"Buenas noches, Brucie."
Clark dejó su teléfono a un lado, su sonrisa tan amplia que le dolían las mejillas. Bruce Wayne acababa de invitarlo a cenar. Una cena real, no un encuentro accidental en una gala. Una cita.
Se hundió en sus almohadas, mirando al techo, y lentamente comenzó a flotar. Solo un poco. Sus hombros dejaron el colchón, luego su espalda, hasta que estaba suspendido medio metro sobre su cama, girando suavemente en el aire como un astronauta en gravedad cero.
Estaba sonriendo como un idiota. Flotando como un idiota. Y no le importaba ni un poco.
Batcueva, Gotham - Día 8, 11:56 PM
Bruce dejó su teléfono sobre el escritorio improvisado, mirando la pantalla oscura con una mezcla de satisfacción y culpa que se retorcía en su estómago como algo vivo.
Esto estaba mal. Lo sabía. Coquetear con Clark como Bruce Wayne mientras simultáneamente construía una amistad con él como Batman era manipulador, deshonesto, y exactamente el tipo de juego emocional que odiaba en otras personas.
Pero una parte de él, una parte pequeña y egoísta que raramente dejaba salir, estaba... emocionada. Emocionada de que Clark lo hubiera contactado. Emocionada de saber que el beso había significado algo para él también, que no había sido solo un momento fugaz de atracción física.
Clark le gustaba a Bruce Wayne. Eso era claro en cada mensaje, en la forma en que había guardado su tarjeta, en el coraje que le había tomado escribir a medianoche.
Y cuando Bruce eventualmente revelara la verdad, cuando Clark descubriera que el hombre que había besado y el hombre con quien estaba construyendo esta amistad eran la misma persona...
Bruce no sabía cómo reaccionaría Clark. Traición, probablemente. Enojo por haber sido engañado. Tal vez incluso alivio de que no fueran dos personas diferentes compitiendo por su atención.
O tal vez algo más complicado. Algo que Bruce no podía predecir porque las emociones humanas raramente seguían patrones lógicos. Luego recordó que no es humano, y eso solo lo hace incluso menos predecible.
Suspiró, girando su atención de vuelta a las pantallas frente a él. Alfred se había ido a dormir hace una hora, dejándolo solo con Gotham y el zumbido suave de las computadoras. Las calles se veían relativamente tranquilas esta noche, solo los crímenes habituales que Gordon podía manejar sin intervención de Batman.
Su teléfono vibró otra vez. Esta vez era el de Batman. Un mensaje de Clark en el grupo de la Justice Gang.
"Buenas noches equipo! Acabo de terminar patrulla. Todo tranquilo en Metrópolis. ¿Alguien más despierto o soy el único insomne?"
Guy respondió inmediatamente: "Estoy en Coast City. Acabo de detener a tres tipos tratando de robar un cajero automático. Con taladros. En 2025. La creatividad criminal está muerta."
Kendra: "Estoy en casa. Durmiendo. Como la gente normal. ¿Por qué estoy en este chat? Silencien las notificaciones, idiotas."
Rex: "Joey acaba de despertarse. Aparentemente decidió que 12 AM es el momento perfecto para practicar transformarse en helio. Mi apartamento ahora suena como si estuviera lleno de gente inhalando globos."
Michael: "Estoy en el laboratorio. Trabajando en upgrades para las T-Spheres. ¿Alguien necesita soporte técnico o solo están socializando?"
Bruce sonrió a pesar de sí mismo, sus dedos moviéndose para responder.
"Monitoreando desde aquí. Ciudad tranquila esta noche. Buen trabajo todos."
Clark: "¿Cómo te sientes? ¿Los mareos mejorando?"
"Mejor. Todavía no al cien por ciento, pero progresando."
"Bien. Descansa. Gotham te necesita en forma completa."
"Lo haré. Tú también."
La conversación se disolvió después de eso, cada uno enviando sus buenas noches y retirándose a lo que fuera que hicieran los superhéroes a medianoche. Bruce se quedó mirando las pantallas, pensando en Clark en dos contextos diferentes, en cómo era la misma persona pero Bruce lo conocía a través de dos lentes completamente distintos.
Como Batman, veía la bondad de Clark, su genuina preocupación, su deseo de ayudar. Como Bruce Wayne, veía su nerviosismo encantador, su timidez que contrastaba con su poder, la forma en que se sonrojaba cuando era coqueteado.
Ambas versiones lo atraían. Y ambas versiones eventualmente colisionarían de manera espectacular.
Bruce solo esperaba que cuando lo hicieran, Clark pudiera perdonarlo por la telaraña de engaños que había tejido.
Daily Planet, Metrópolis - Día 9, 8:15 AM
Clark Kent prácticamente flotó, metafóricamente, hacia el edificio del Daily Planet, su paso ligero y su sonrisa imposible de ocultar. Había dormido tal vez tres horas, su mente demasiado ocupada reproduciendo su conversación con Bruce, planificando qué ponerse para la cena, preguntándose si debería llevar flores o si eso era demasiado.
Entró a la oficina con tanta energía que, sin pensarlo, se inclinó y plantó un beso rápido en la mejilla de Perry White, quien estaba pasando con una taza de café y una expresión perpetuamente molesta.
Perry se congeló, parpadeando.
— Kent, ¿qué diablos...?
— ¡Buenos días, Perry! — Clark prácticamente cantó, dirigiéndose a su escritorio con un rebote en su paso.
Perry lo miró irse, su ceño fruncido en confusión.
— ¿Y a este qué le pasa? — murmuró, tomando un sorbo de café—. Bueno, qué importa. ¡A trabajar, maldita sea! ¡Tengo deadlines!
Lois ya estaba en su escritorio, observando la entrada de Clark con una ceja levantada. Jimmy llegaba justo detrás de él, habiendo presenciado el saludo especial a Perry desde otro ángulo, su boca abierta en shock divertido.
Tan pronto como Clark se sentó, fue emboscado.
—¿Y esa sonrisa? —Lois rodó su silla hacia él, sus ojos brillando con interés periodístico—. Esa es la sonrisa de alguien que hizo algo estúpido anoche.
—O algo muy inteligente —añadió Jimmy, apareciendo al otro lado—. ¿Le escribiste a Bruce Wayne?
Clark sintió su cara calentarse pero no pudo borrar su sonrisa.
— Tal vez.
— ¡Lo hizo! — Lois palmeó su escritorio—. Oh Dios, lo hizo. ¿Qué dijo? ¿Respondió? Dame detalles inmediatamente.
—Respondió — admitió Clark—. Y... tenemos una cita. Cena. Esta semana.
Jimmy y Lois intercambiaron miradas, luego estallaron en celebración. Jimmy levantó su mano para un high-five que Clark aceptó, y Lois prácticamente se lanzó sobre su escritorio para abrazarlo.
— ¡Sabía que lo haría! ¡Sabía que Bruce Wayne no era tan idiota como para dejarte ir!
— Lois, por favor, la gente está mirando-
— Que miren. Mi mejor amigo tiene una cita con un millonario sexy. Esto es motivo de celebración.
Jimmy extendió la mano.
— Dame tu teléfono. Necesito ver esta conversación.
— ¿Qué? No, Jimmy-
Pero Jimmy ya lo había agarrado del escritorio, usando sus habilidades de fotógrafo para desbloquear el teléfono de Clark con reflejos que rivalizaban con los de un ladrón profesional. Sus ojos escanearon la conversación, una sonrisa creciendo en su rostro.
— Oh, esto es oro. "'Horarios interesantes para enviar mensajes. Normalmente estos se reservan para otros fines más lujuriosos.'" — Jimmy miró a Clark—. Hermano, ¿él estaba pidiendo nudes?
— ¡No! — Clark prácticamente gritó, arrebatando el teléfono de vuelta—. No estaba-. Era solo coqueteo. Coqueteo normal.
— Coqueteo muy sugerente — corrigió Lois, leyendo sobre el hombro de Jimmy antes de que Clark recuperara su teléfono—. Aunque tienes razón, Clark. Deberías haber aprovechado ese coqueteo. Enviar algo picante. Construir anticipación.
— ¡Jamás haría eso! — Clark sentía que su cara estaba en llamas, en parte también por pensar en fotos especiales enviadas por Bruce, oh —. Eso es-. No puedo simplemente— ¡Ni siquiera hemos tenido nuestra primera cita!
Jimmy se rió, palmeando su hombro.
— Tranquilo, hombre. Solo te estamos molestando. Pero en serio, me alegro por ti. Bruce Wayne parece genuinamente interesado. Y tú te lo mereces.
— Definitivamente te lo mereces — acordó Lois—. Aunque te advierto: si ese millonario te rompe el corazón, escribiré un artículo tan devastador sobre él que su valor de acciones caerá en picada.
Clark rió, sintiéndose cálido por el apoyo de sus amigos incluso mientras lo molestaban sin piedad.
— Gracias, chicos. De verdad.
— De nada. Ahora ponte a trabajar antes de que Perry tenga un aneurisma. — Lois señaló hacia donde su editor estaba mirándolos con sospecha desde su oficina—. Y necesito todos los detalles sobre esta cita cuando pase. Todo. No omitas nada.
— Lo prometo.
Clark se giró hacia su computadora, su sonrisa todavía en su lugar. El día se sentía lleno de posibilidades, de cosas buenas por venir. Tenía una cita con Bruce Wayne. Batman se estaba recuperando. La Justice Gang estaba funcionando como equipo.
Por una vez, todo parecía estar alineándose perfectamente.
No sabía, no podía saber, que esa perfección era una ilusión construida sobre secretos que eventualmente se desmoronarían. Pero por ahora, en este momento, era feliz. Y eso era suficiente.
DOS SEMANAS DESPUÉS
LordTech Industries, Metrópolis - Día 23, 7:45 PM
La sala de reuniones estaba más llena de lo habitual. Guy estaba recostado en una silla con los pies sobre la mesa, porque algunas cosas nunca cambiaban. Kendra tomaba fotos de él con su teléfono, probablemente para su Instagram donde supuestamente tenía 358 seguidoras en mejores amigos, devotas que Guy insistía eran "sus nenas". Michael los observaba con expresión de póker, aunque había diversión escondida en sus ojos. Rex sostenía a Joey, quien estaba tratando de transformarse en cobre y haciendo que su piel brillara con un tono metálico.
Y Clark flotaba junto al ventanal, mirando hacia afuera, esperando.
Batman les había enviado un mensaje esa tarde diciendo que quería reunirse con ellos. Personalmente. Para agradecerles apropiadamente por lo del túnel.
Clark había leído el mensaje siete veces, su estómago revolviéndose con cada lectura. Habían estado hablando constantemente durante las últimas dos semanas, videollamadas diarias, mensajes a todas horas. Batman se había recuperado bien, según sus actualizaciones. Los mareos habían disminuido. Las costillas estaban sanando. Alfred había comenzado a permitirle ejercicios ligeros.
Pero hablar virtualmente y verse en persona eran dos cosas completamente diferentes.
¿Y si era incómodo? ¿Y si toda esa facilidad que habían construido a través de pantallas se evaporaba cuando estaban cara a cara? ¿Y si Batman se daba cuenta de que Clark era demasiado torpe, demasiado parlanchín, demasiado... Clark?
— ¿Nervioso? — preguntó Kendra, apareciendo junto a él.
Clark no la había oído acercarse.
— Un poco — admitió—. Es solo... hemos estado hablando tanto, pero esto es diferente.
— Es Batman — dijo ella con un encogimiento de hombros—. Probablemente está igual de nervioso que tú.
— ¿Batman? ¿Nervioso?
— Es humano, Kent. Debajo de toda esa armadura y actitud, es solo un tipo. Un tipo que casi muere y probablemente está procesando el hecho de que su equipo lo salvó. Eso es vulnerable. Y la vulnerabilidad da miedo.
Clark la miró, sorprendido por la percepción.
— ¿Cuándo te volviste tan sabia?
— Siempre lo he sido. Solo que rara vez me molesto en compartirlo. Ustedes no merecen mi sabia sabiduría.
La puerta se abrió.
Batman entró, pero no como Batman. Estaba vestido como el Drifter, su identidad de vagabundo: ropa holgada en capas, una gorra raída, maquillaje negro manchado alrededor de los ojos que le daba ese aspecto vivido y sucio. Llevaba una mochila grande en su espalda.
Pero llevaba la máscara. No la máscara completa de Batman, sino la máscara domino que había usado la última vez, la que mostraba más de su rostro, hacía que se viera más... accesible. Pero de igual manera era difícil saber quien era realmente detras de todo aquel maquillaje.
Todos se pusieron de pie inmediatamente.
— ¡Batsy! — Guy prácticamente saltó de su silla—. ¡Te ves terrible! En el buen sentido. Como menos muerto que la última vez.
— Gardner — saludó Batman, su voz todavía áspera pero con un toque de diversión.
Rex se acercó con Joey.
— El pequeño monstruo ha estado preguntando por ti. Bueno, no preguntando exactamente. Más como diciendo "Ba-man" constantemente.
Como si estuviera en señal, Joey hizo el sonido, sus bracitos extendiéndose hacia Batman.
Batman lo miró por un momento, luego alcanzó, dejando que Joey agarrara su dedo enguantado. El bebé se rió, su piel parpadeando entre tonos metálicos.
— Ha perfeccionado el cobre — dijo Rex con orgullo—. Aunque todavía estamos trabajando en el oro. Sigue saliendo más como latón.
— El tiempo lo perfeccionará — dijo Batman, y había calidez genuina en su voz.
Kendra se acercó, ofreciendo su mano.
— Bienvenido de vuelta.
Batman la estrechó.
— Gracias por tu ayuda. En el túnel.
— De nada. Para eso están los equipos.
Michael se acercó después, su habitual distancia analítica suavizándose un poco.
— Me alegra verte en pie. ¿Las lecturas neurológicas mejorando?
— Significativamente. Mi cuidador ha sido... meticuloso con el monitoreo.
— Bien.
Y luego solo quedaba Clark, todavía flotando junto al ventanal, sus pies a centímetros del suelo sin darse cuenta.
Batman cruzó la habitación hacia él, y todos los demás parecieron retroceder discretamente, dándoles espacio.
Se miraron por un momento, esa extraña tensión que Clark había temido ausente, reemplazada por algo más cálido, más familiar.
— Hey — dijo Clark, bajando al suelo.
— Hey — respondió Batman.
Y luego, sin pensar, Clark lo abrazó. No un abrazo de superhéroe formal, sino algo real. Sus brazos rodeando los hombros de Batman, cuidadoso con sus heridas pero lo suficientemente firme para transmitir todo lo que había estado sintiendo durante las últimas dos semanas.
Batman se tensó por un segundo, claramente sorprendido. Luego sus brazos subieron, devolviendo el abrazo, palmadas en la espalda de Clark.
Cuando se separaron, Batman le dio a Clark una sonrisa. Pequeña, apenas visible debajo del maquillaje y la máscara, pero ahí. Una sonrisa solo para Clark.
— Te ves bien — dijo Clark, su voz más suave—. Mejor que en las llamadas.
— Las llamadas no muestran cuán bien "Al" me ha estado alimentando. Aparentemente tengo órdenes estrictas de "recuperar masa muscular" o enfrentar su ira.
Clark se rió, sintiendo algo en su pecho aflojarse completamente.
— Oh, espera. Casi lo olvido. — Se giró, buscando en su propio bolsillo—. Tengo algo para ti.
Sacó una piedra. No era grande, tal vez del tamaño de una nuez, pero tenía una forma distintiva. Las curvas eran vagas pero reconocibles: un corazón.
— La encontré en una misión hace unos días — explicó Clark, extendiéndola—. En una cueva en Canadá. Había miles de rocas, pero esta... esta me hizo pensar en ti. En cómo encontraste la forma de sobrevivir incluso cuando todo parecía imposible. Como esta piedra encontró la forma de convertirse en corazón incluso cuando la naturaleza rara vez hace formas perfectas.
Batman tomó la piedra, sus dedos enguantados girándola en la luz. Sus ojos estaban fijos en ella, y Clark no podía leer su expresión detrás de la máscara.
— Es... — Batman se detuvo, su voz más áspera de lo usual—. Gracias, Clark. Esto significa... mucho.
La guardó en uno de sus bolsillos secretos, asegurándose de que estuviera segura.
Clark sonrió, sintiendo calor extenderse desde su pecho.
Batman se giró hacia el resto del grupo entonces, su postura enderezándose, volviéndose más formal.
— Todos ustedes — empezó, su voz proyectándose para llenar la habitación—. Quiero agradecerles. Apropiadamente. Lo que hicieron en ese túnel, la coordinación, el riesgo que tomaron... me salvaron la vida. Y salvaron a docenas de civiles en el proceso.
Se detuvo, y Clark podía ver algo trabajando en su rostro, algo que raramente mostraba.
— Pasé años trabajando solo porque creía que era más seguro. Para mí. Para otros. Porque cada vez que dejaba que alguien se acercara, terminaban heridos o muertos o peor. — Sus ojos recorrieron el grupo—. Pero ustedes me demostraron que estaba equivocado. Que un equipo, un equipo real, puede lograr lo que uno solo no puede. Y aunque sigo siendo terco y difícil y probablemente los frustre constantemente, quiero que sepan que... valoro lo que tenemos aquí.
Hubo un momento de silencio.
Luego Guy silbó bajo.
— Wow. Batman acaba de tener un momento emotivo. ¿Alguien está grabando esto?
— Gardner, arruinas todo — murmuró Kendra, pero estaba sonriendo.
— Es que es histórico. Batman tiene sentimientos. Quién lo hubiera pensado.
Batman los miró con algo que podría haber sido exasperación o afecto. Difícil decir.
— Y este es el equipo con el que trabajo — dijo secamente—. Debería reconsiderar mis opciones de vida.
— Demasiado tarde — dijo Rex alegremente—. Estás atrapado con nosotros ahora.
Michael se acercó, extendiendo su mano.
— Bienvenido de vuelta, Batman. Oficialmente.
Batman la estrechó.
— Gracias, Mister Terrific.
Uno por uno, todos compartieron sus momentos. Guy haciendo bromas sobre cómo Batman probablemente había disfrutado las drogas hospitalarias, sin saber realmente que había sido trasladado a su lugar. Kendra preguntando cuándo podían tener una sesión de sparring apropiada. Rex ofreciendo enseñarle a Joey algunos trucos de transformación si alguna vez Batman necesitaba distraerse de Gotham.
Y Clark, flotando ligeramente sin darse cuenta, sintiéndose como si algo importante acabara de cambiar.
La puerta se abrió otra vez, y Maxwell Lord entró con su energía corporativa habitual, una tableta en la mano.
— Buenas noches, equipo. Y Batman, bienvenido de vuelta. — Activó la pantalla grande en la pared—. Tengo buenas noticias. Nuestros números de aprobación pública han aumentado significativamente desde la operación de Gotham.
La pantalla mostró gráficos y estadísticas. Aprobación pública: 82%, arriba del 67% previo. Menciones en medios: aumentadas en 340%. Percepción de "legitimidad" como equipo de superhéroes: 91%.
— La gente ve que somos serios — continuó Max—. Que no somos solo una operación de relaciones públicas corporativa. Que salvamos vidas reales. Y con Batman ahora oficialmente en el equipo... — sonrió— bueno, digamos que algunos inversores están muy interesados en expandir nuestras operaciones.
— ¿Expandir cómo? — preguntó Michael, su tono cauteloso.
— Más recursos. Mejor tecnología. Posiblemente una base permanente en lugar de usar LordTech. — Max miró a Batman—. Asumiendo que estás dentro a largo plazo.
Batman consideró esto.
— Estoy dentro. Con las condiciones que ya establecí.
— Por supuesto. Autonomía operacional, sin interferencia corporativa en decisiones de campo. Entendido. — Max guardó su tableta—. Entonces oficialmente, caballeros y damas, tenemos un equipo completo. La Justice Gang está operacional.
Hubo aplausos, algunos genuinos, otros sarcásticos. Guy hizo un gesto obsceno que Max eligió ignorar.
Cuando Max se fue, dejándolos solos otra vez, Guy se levantó, estirándose.
— Bien, yo me voy a patrullar. Coast City no se protege sola.
— Yo también — dijo Kendra—. Tengo algunas cosas que verificar en el Distrito Este.
Rex miró a Joey, quien había empezado a cabecear, su piel volviendo a su tono normal.
— Este pequeño necesita dormir. Nos vemos mañana, equipo.
Michael se dirigió hacia su estación de trabajo.
— Estaré aquí coordinando si alguien necesita soporte técnico. Batman, te enviaré los protocolos actualizados de comunicación.
— Recibido.
Uno por uno, todos comenzaron a dispersarse hacia sus respectivas responsabilidades. Clark se quedó atrás, observando a Batman recoger su mochila.
— ¿Vas a patrullar esta noche? —preguntó Clark, tratando de sonar casual.
— Sí. Primera noche de vuelta en las calles. Gotham ha estado... tranquila con la Justice Gang ayudando, pero necesito estar ahí. Ver con mis propios ojos.
Clark dudó, luego habló antes de poder reconsiderar.
— ¿Puedo acompañarte?
Batman se detuvo, girándose para mirarlo.
— ¿A Gotham?
— No solo hasta el muelle esta vez. Quiero decir... en la patrulla. — Clark se apresuró a explicar—. Sé que Gotham es tu territorio, pero todavía estás recuperándote. Podrías salir más lastimado si algo sale mal. Y yo... me gustaría estar ahí. Para asegurarme de que estés bien.
— Clark, no necesitas-
— Lo sé. Pero quiero hacerlo. — Clark se acercó un paso—. Hemos estado hablando tanto estas semanas, y ha sido increíble. Pero ahora que estás de vuelta... me gustaría que esas llamadas se conviertan en conversaciones reales. Cara a cara. Incluso si eso significa que yo hablo demasiado y hago muchas preguntas... Y tú, tú haciendo "hm".
Batman lo miró por un largo momento, y Clark podía ver algo trabajando detrás de la máscara, alguna consideración interna que no podía articular.
Finalmente, Batman suspiró.
— Está bien. Pero sigues mis reglas. Gotham no es como Metrópolis. Es más oscura, más impredecible. Si digo que retrocedas, retrocedes. Si digo que te vayas, te vas. ¿Entendido?
— Entendido.
— Y si voy a estar atrapado contigo toda la noche, vas a tener que tolerar que probablemente no hable tanto como en las llamadas.
Clark sonrió, sintiendo algo cálido extenderse en su pecho.
— Eso está bien. Puedo hablar por ambos.
— Eso es lo que me preocupa.
Pero había humor en su tono, y cuando Batman se dirigió hacia la salida, Clark lo siguió, su corazón ligero de formas que no tenían nada que ver con la flotación.
Salieron al techo de LordTech, donde la Batcycle esperaba en las sombras. Batman se cambió rápidamente, quitándose la ropa de vagabundo y sacando su traje completo de la mochila. Fue eficiente, practicado, y en menos de tres minutos, el Drifter había desaparecido y Batman estaba de pie, su capa ondeando en el viento de la noche.
— ¿Listo? — preguntó, montando la moto.
— Siempre.
Clark se elevó en el aire, flotando junto a la moto mientras Batman aceleraba. El viaje a Gotham fue rápido, el paisaje pasando debajo de ellos en una mezcla de luces y sombras. Clark podía escuchar el latido constante de Batman a través del rugido del motor, más fuerte ahora que estaba más cerca, más saludable que la última vez que lo había escuchado en ese túnel.
Llegaron a Gotham cuando la noche estaba completamente asentada, la ciudad extendiéndose debajo de ellos como un organismo vivo y respirante. Batman navegó por las calles con la familiaridad de alguien que conocía cada callejón, cada esquina, cada punto ciego.
Se detuvieron en un techo alto con vista al Distrito Este, donde la actividad criminal era más densa. Batman desactivó el motor, el silencio súbito casi ensordecedor.
— Entonces — dijo Clark, aterrizando junto a él—. ¿Cómo funciona esto? ¿Solo nos sentamos y esperamos a que algo pase?
— Observamos. Escuchamos. Gotham te dice lo que necesitas saber si estás atento. — Batman sacó algo de su cinturón, un dispositivo pequeño que comenzó a emitir frecuencias de radio de la policía—. Gordon y sus oficiales manejan la mayoría de los crímenes menores. Nosotros buscamos patrones. Anomalías. Cosas que requieren intervención directa.
— ¿Y si no pasa nada?
— Entonces es una buena noche para Gotham. Pero eso rara vez pasa.
Se sentaron en el borde del techo, sus piernas colgando sobre el abismo. Clark podía ver toda la ciudad desde aquí, millones de vidas moviéndose en sus propios dramas, sus propias historias. Era diferente de Metrópolis. Más oscuro, sí, pero también más... real, de alguna manera. Como si Gotham no pretendiera ser algo que no era.
— ¿Extrañaste esto? — preguntó Clark después de un momento—. Estar aquí, patrullando.
— Sí. — Batman no dudó—. Estar en esa cama, viendo las pantallas pero sin poder hacer nada... fue la tortura más frustrante que he experimentado. Y he experimentado mucha tortura.
— Eso sonó oscuro incluso para tus estándares.
— Gotham es oscura. Yo solo me adapté.
Clark lo miró de reojo, estudiando el perfil de Batman contra el resplandor de la ciudad. La máscara domino, que mostraba más de su mandíbula, la forma en que su boca se curvaba ligeramente cuando estaba concentrado. Había algo casi... pacífico en él ahora, algo que Clark no había visto antes.
— ¿Te molesta que hable tanto? — preguntó Clark—. En nuestras llamadas. Sé que a veces solo... divago sobre cosas que probablemente no te importan.
Batman lo miró, sus ojos detrás de la máscara enfocándose en Clark con esa intensidad que hacía que su estómago diera vuelcos.
— No me molesta. Tu voz es... — Se detuvo, como si estuviera eligiendo palabras cuidadosamente—. Es agradable. Me recuerda que hay cosas buenas en el mundo. Cosas simples que vale la pena proteger.
Clark sintió calor subir por su cuello.
— Eso es... probablemente lo más bonito que me han dicho.
— No salgas con mucha gente entonces.
— No salgo con nadie. Bueno, en realidad... — Clark se detuvo, sintiendo que debía mencionar esto—. ¿Recuerdas que te conté sobre Bruce Wayne? ¿El tipo de la gala?
Batman se tensó ligeramente, casi imperceptiblemente.
— Sí. ¿Qué pasó con eso?
— Le escribí. Como me aconsejaste. — Clark sintió una sonrisa tirando de sus labios—. Y respondió. Tenemos una cita programada. Para esta semana. Cena, creo.
— Ah. — Batman miró hacia la ciudad—. Eso es... bueno. Me alegro por ti.
— Estoy nervioso — admitió Clark—. No he estado en una cita real en... bueno, mucho tiempo. ¿Qué si arruino todo? ¿Qué si me pongo tan nervioso que empiezo a flotar en medio del restaurante?
— Entonces será una cita memorable.
Clark se rió, el sonido resonando en el espacio entre ellos.
— Supongo que tienes razón. Es solo que... no sé. Bruce Wayne es este millonario seguro de sí mismo que probablemente ha salido con personas increíbles. Y yo soy solo un reportero de Kansas que a veces salva el mundo.
— "Solo" — repitió Batman, y había algo en su tono—. Clark, eres Superman. Eres literalmente una de las personas más extraordinarias del planeta. Cualquier hombre sería afortunado de tener tu atención.
— ¿Incluso un millonario playboy?
— Especialmente un millonario playboy. Esos usualmente son los más solos.
Clark lo miró, sorprendido por la observación.
— Hablas como si supieras.
— He conocido a muchos. — Batman se encogió de hombros—. La riqueza no llena vacíos. Solo los disfraza mejor.
—Eso es... sorprendentemente profundo viniendo de alguien que se viste de murciélago.
— Todos tenemos nuestros momentos.
Se quedaron en silencio por un momento, cómodo y familiar. Clark quería decir más, quería admitir que una parte de él estaba confundida porque hablar con Batman se sentía tan natural como respirar, que a veces se preguntaba qué habría debajo de esa máscara, si la persona detrás de ella sería tan increíble como la persona que conocía.
Pero no podía. No cuando apenas estaban construyendo esta amistad. No cuando arriesgarse a arruinarla con sentimientos confusos parecía la peor idea posible.
Así que en lugar de eso dijo.
— Gracias. Por el consejo. Y por... esto. Por dejarme estar aquí.
— De nada. — Batman lo miró—. Y Clark, sobre esa cita. Solo sé tú mismo. Eso es suficiente.
Antes de que Batman pudiera responder, el dispositivo de radio crepitó.
"Todas las unidades, tenemos un 211 en progreso. Atraco a mano armada en la Joyería Monarch, calle 34 con Avenida 9. Múltiples sospechosos, posiblemente armados."
Batman se puso de pie inmediatamente, toda la contemplación anterior evaporándose.
— Esa joyería está a cuatro cuadras. Vamos.
Clark se elevó en el aire, siguiendo mientras Batman montaba la moto y aceleraba por las calles. Llegaron en menos de dos minutos, encontrando la escena exactamente como la radio había descrito: vidrios rotos, alarmas sonando, tres figuras saliendo corriendo con bolsas.
— Tú tomas el callejón de atrás — dijo Batman—. Yo los cortaré por el frente. No dejes que escapen.
— Entendido.
Se movieron con la sincronización de personas que habían trabajado juntas antes, que entendían los ritmos del otro. Clark voló alrededor del edificio, bloqueando la salida trasera justo cuando dos de los ladrones aparecían corriendo. Sus ojos se ampliaron al ver a Superman flotando frente a ellos.
— Hola —dijo Clark amablemente—. Linda noche para un paseo, ¿no? Excepto por toda la parte del robo.
Uno de ellos intentó dispararle. La bala rebotó en el pecho de Clark con un ping metálico, cayendo inofensivamente al suelo.
— En serio? — Clark suspiró—. Siempre intentan eso.
Los desarmó en menos de un segundo, usando su súper velocidad para quitarles las armas y atarlos con... ¿había un cable de extensión cerca? Sí, ahí. Eso funcionaría.
Por el frente, podía escuchar los sonidos de Batman manejando al tercer ladrón. Un grito. Un golpe sordo. Silencio.
Clark voló alrededor, encontrando a Batman de pie sobre un hombre inconsciente, las joyas robadas esparcidas a su alrededor.
— ¿Ese fue tu primero de vuelta? — preguntó Clark.
— Técnicamente mi sexto. Paré otros cinco en el camino aquí. — Batman miró a Clark—. ¿Los tuyos?
— Atados en el callejón. Intentaron dispararme.
— Siempre lo hacen.
— Eso es lo que dije.
Compartieron una mirada, y Clark podía jurar que vio una sonrisa tirar de la boca de Batman.
Las sirenas se acercaban. Batman activó su comunicador.
— Gordon. Callejón detrás de Monarch. Tres sospechosos. Mercancía recuperada.
— Recibido, Batman. —La voz de Gordon sonaba aliviada—. Es bueno tenerte de vuelta.
— Es bueno estar de vuelta.
Se fueron antes de que la policía llegara, regresando a su punto de observación en el techo. La noche continuó así, momentos de acción interrumpiendo largos períodos de conversación. Clark preguntaba sobre Gotham, sobre casos que Batman había resuelto, sobre cómo había aprendido a pelear así. Batman respondía con más detalle de lo que Clark había esperado, a veces incluso preguntando cosas de vuelta sobre Krypton, sobre crecer en Kansas, sobre cómo era ser la única persona de tu tipo en todo un planeta.
Fue fácil. Natural. Como si hubieran estado haciendo esto durante años en lugar de solo esta noche.
Cuando el amanecer comenzó a teñir el cielo de púrpura y naranja, Batman finalmente dijo:
— Deberíamos volver. Ambos tenemos trabajos reales en unas horas.
— ¿Puedo saber en que trabajas, B? — preguntó Clark con una sonrisa.
— No. Pero te diré que es algo respecto a muchas matemáticas e inversiones que me hacen doler la cabeza.
Volaron/Manejaron de regreso a Metrópolis en silencio cómodo, el tipo de silencio que solo viene cuando dos personas están genuinamente cómodas entre sí. Batman lo dejó en el techo del edificio de Clark, la moto rugiendo suavemente en punto muerto.
— Gracias — dijo Batman—. Por esta noche. Por... todo.
— De nada. ¿Podemos hacerlo otra vez? ¿Mañana tal vez?
— Mañana.
Clark bajó al techo, sus pies tocando el concreto. Batman estaba a punto de irse cuando Clark lo llamó.
— Hey, Batman. Gracias, por dejarme ayudar.
— ¿Uh?
— En serio, eres muy buen amigo.
Batman lo miró por un largo momento.
— Buenas noches, granjero.
— Buenas noches.
Y luego se fue, la moto desapareciendo en las calles tempranas de Metrópolis, dejando a Clark solo en el techo mientras el sol salía, su corazón lleno de algo complicado y confuso y absolutamente perfecto.
Tenía una cita con Bruce Wayne mañana.
Tenía otra noche de patrulla con Batman mañana.
Y de alguna manera, imposiblemente, le gustaban ambos por igual.
Su vida se había vuelto increíblemente complicada.
Y no cambiaría ni un segundo de ella.
Chapter 18: La cita.
Chapter Text
Apartamento de Clark Kent, Metrópolis - Día 10, 6:47 PM
— ¡Absolutamente no! — Lois Lane estaba sentada en el sofá de Clark con una copa de vino en la mano, mirando con horror mientras Clark salía de su habitación por quinta vez—. Clark Kent, si sales con ese suéter de abuela te juro que escribiré un artículo exponiendo tu identidad secreta.
— ¡Es cómodo! — protestó Clark, mirando hacia abajo a su suéter de lana con un reno bordado—. Y mi mamá me lo hizo.
— Tu mamá te ama demasiado como para decirte que pareces un catálogo de Navidad de 1987. — Lois tomó un sorbo de vino—. Vuelve adentro. Pruébate la camisa azul que te compré.
— La azul ya me la probé. Dijiste que parecía muy "chico de oficina".
— Porque la combinaste con una corbata, Kent. Sin corbata. Dios, es como vestir a un niño de cinco años.
Jimmy Olsen estaba tirado en el otro extremo del sofá, rodeado de bolsas de compras que Lois había traído como si esto fuera una misión militar.
— Yo digo que vaya con la camisa negra — ofreció, mordiendo una dona—. Lo hace ver misterioso. Como si tuviera secretos.
— Tiene secretos — señaló Lois—. Es Superman. Todo su ser es un secreto.
— Sí, pero no queremos que Bruce piense que Clark tiene secretos. Queremos que piense que Clark es un chico granjero inocente y adorable que casualmente puede levantar edificios.
— Eso es literalmente lo que soy — dijo Clark, sintiéndose como un maniquí humano.
— No, tú eres un desastre hermoso que no sabe vestirse. — Lois se levantó, caminando hacia el montón de ropa—. Pruébate esta. La blanca con los botones de nácar. Sin corbata. Y desabrocha los dos primeros botones.
— ¿Dos botones? ¿No es eso demasiado... sugerente?
— Es exactamente lo sugerente apropiado. — Lois le lanzó la camisa—. Cuando tú y yo estábamos juntos, me encantaba cuando te desprendías algunos botones. Era sexy. Muy sexy.
Clark sintió su cara calentarse.
— Lois, por favor.
— ¿Qué? Es verdad. Tienes buen pecho. Úsalo.
— No voy a "usar" mi pecho como arma.
— Deberías. Bruce Wayne es un millonario playboy. Probablemente ha visto todo. Necesitas dar un golpe de impacto. ¡Pam! — Simuló un golpe con su puño, contra el pecho de Clark, pero solo ella recibió el dolor, y Kent estaba demasiado ocupado viendo la ropa como para darse cuenta que su amiga, y ex, lo usó de saco de boxeo y terminó más adolorida ella.
Clark suspiró, tomando la camisa y volviendo a su habitación. La voz de Jimmy lo siguió:
— ¡Y no la combines con tus jeans de granjero! ¡Pantalones de vestir o te lanzamos por la ventana!
Cinco minutos después, Clark emergió otra vez. Camisa blanca, dos botones desabrochados revelando justo un atisbo de su clavícula. Pantalones de vestir negros sin muchos detalles. Sin corbata.
Lois y Jimmy lo miraron en silencio.
— Wow — dijo Jimmy finalmente. — Hola desperta homosexual por tercera vez en la semana.
—Sí, aunque si ya despertaste tres veces en una semana como homosexual ya no equivale a un "despertar homosexual" idiota, simplemente te gusta. —acordó y debatió Lois—. Okay, estamos llegando. Pero el cabello...
Antes de que Clark pudiera protestar, Jimmy se había levantado del sofá y estaba parado frente a él, sus dedos ya enredándose en los rulos de Clark.
— ¿Qué estás haciendo?
— Magia. — Jimmy trabajaba con la concentración de un escultor, despeinando estratégicamente los rulos de Clark para que se vieran menos "acabado de levantarse" y más "artísticamente despeinado"—. Necesitas ese look de "acabo de ser besado". Pre-besado, si quieres.
— Eso no tiene sentido.
— Todo tiene sentido en el mundo de la moda, mi inocente amigo.
Cuando Jimmy terminó, los tres se pararon frente al espejo de cuerpo completo que Lois había insistido en traer del dormitorio de Clark. Clark se miró, apenas reconociéndose. La camisa blanca contrastaba perfectamente con los pantalones negros. Los botones desabrochados mostraban justo suficiente piel para ser interesante sin ser obviamente seductor. Sus rulos caían en desorden estudiado alrededor de su rostro, enmarcando sus ojos detrás de los anteojos.
Se veía... bien. Realmente bien.
— Exquisito — declaró Lois—. Absolutamente exquisito. Bruce Wayne va a derretirse cuando te vea.
— O te va a devorar — añadió Jimmy con una sonrisa—. En el buen sentido. Bueno, esperemos que en el buen sentido...
Clark se rió nerviosamente, ajustándose los anteojos.
—Probablemente solo será un beso de despedida. Ya saben, como en las películas. Dulce. Casto. Romántico y con alguno de los dos alzando el pie.
Jimmy y Lois intercambiaron miradas.
— Clark, campeón — dijo Jimmy lentamente—. ¿Recuerdas el PRIMER momento que te viste con Bruce Wayne? ¿En la gala? ¿Dónde terminaron en la zona VIP con él literalmente en tu regazo, sus manos por todas partes, y tú manoseando y luego frustrado sexualmente porque se fué?
— Y las marcas en tu cuello — añadió Lois—. Las marcas que insististe que no existían pero definitivamente existían.
— Y el mensaje que te mandó — continuó Jimmy—. Ese sobre "horarios para otros fines más lujuriosos". El hombre básicamente estaba pidiendo nudes.
— ¡No estaba pidiendo nudes!
— Estaba insinuando nudes. Que es prácticamente lo mismo. — Lois se cruzó de brazos—. Mi punto es: ese hombre quiere más que un beso casto de buenas noches. Y francamente, después de todo esta espera y coqueteo tortuoso, te lo mereces.
Clark sintió su estómago dar vueltas, una mezcla de nervios y anticipación.
— ¿Y si arruino todo? ¿Y si digo algo estúpido o empiezo a levitar en medio del restaurante?
— Entonces será memorable — dijo Lois, repitiendo el mismo consejo que Batman le había dado días atrás—. Y honestamente, si Bruce Wayne no puede manejar un poco de levitación accidental, no te merece.
Jimmy palmeó su hombro.
— Vas a estar bien, hermano. Solo sé tú mismo. Habla de cosas que te gustan. Hazle preguntas. Y por el amor de Dios, si él inicia algo más... no lo rechaces por ser educado.
— No voy a... No planeo rechazar nada — murmuró Clark, su cara ardiendo.
— Bien. — Lois sonrió—. Ahora ve. Tu Uber llega en cinco minutos. Y mándanos un mensaje después. Queremos todos los detalles.
— Todos — enfatizó Jimmy—. No omitas nada.
Clark agarró su chaqueta, su teléfono, su billetera, verificando tres veces que tenía todo. Mientras salía del apartamento, escuchó a Lois gritar:
— ¡Y usa protección si las cosas escalan!
— Como dicen los jóvenes de ahora, ojalá lo detones!
— ¡LOIS, JIMMY!
Su risa lo siguió por el pasillo, y Lois preguntando al pelirrojo sobre porque empezarían a detonar fuegos artificiales.
Mansión Wayne, Gotham - Día 10, 6:52 PM
Bruce Wayne estaba parado frente a su armario, mirando fijamente un mar de opciones que de repente parecían inadecuadas. Demasiadas opciones. Camisas en cada color imaginable. Trajes que costaban más que autos. Accesorios que había coleccionado durante años de eventos sociales y apariciones públicas.
Y no podía decidir qué ponerse para una cita.
Una cita.
Con Clark Kent.
Quien no sabía que Bruce era Batman.
Quien probablemente estaba igual de nervioso en este momento.
— ¿El azul marino o el gris carbón? — murmuró, sosteniendo dos camisas.
— Creo, señor, que ha estado mirando esas mismas dos camisas durante quince minutos — dijo Alfred desde su posición en el sillón junto a la ventana, periódico en mano, taza de té en la otra, la imagen perfecta de desinterés cultivado.
Excepto que Bruce podía ver la sonrisa escondida detrás del periódico.
— Es una decisión importante.
— Es una camisa.
— Es la primera impresión.
— Técnicamente, la primera impresión fue cuando lo besó hasta dejarlo sin sentido en un club. Esta es la segunda impresión.
— Alfred.
— Solo señalo los hechos, señor.
La puerta del dormitorio se abrió, y Selina Kyle entró como si fuera dueña del lugar, que técnicamente a veces lo era cuando Bruce la dejaba quedarse entre sus "viajes de negocios" a Bludhaven o Gotham. La mujer no se decidía entre cual ciudad quedarse.
— Dios mío, Bruce, ¿todavía estás eligiendo? — Se tiró en la cama, observando el caos de ropa—. Pensé que los multimillonarios tenían esto resuelto.
— Los multimillonarios usualmente no están paralizados por la indecisión — observó Alfred, volteando una página de su periódico.
Bruce les lanzó miradas fulminantes a ambos.
— Ustedes dos no están ayudando.
— No estamos tratando de ayudar. Estamos disfrutando del espectáculo. — Selina se levantó, acercándose al armario con ojo crítico—. Okay, déjame ver. Tienes una cita con un adorable reportero de Kansas que casualmente es Superman. Necesitas algo que diga "soy rico pero accesible". "Sofisticado pero no intimidante". "Puedo comprarte pero prefiero impresionarte".
— Eso es... sorprendentemente específico.
— Soy mujer de muchos talentos. — Selina sacó una camisa negra con botones dorados relucientes—. Esta. Con los pantalones negros de vestir. Y esos zapatos negros con los bordes dorados que compraste y nunca usas porque "son demasiado llamativos".
— Son demasiado llamativos.
— Son perfectos. Te harán ver como el millonario sexy que eres en lugar del emo reprimido que usualmente eres.
— No soy emo.
— Cariño, vistes de negro, vives en una cueva, y tu pasatiempo es golpear criminales. Eres la definición de emo.
Alfred tosió, claramente conteniendo una risa.
— No te vaya a agarrar una gripe, Alfred.
Bruce suspiró, tomando la ropa que Selina había elegido y empezando a cambiarse. Mientras se ponía la camisa dorada, Selina se acercó con algo en la mano.
— Siéntate. Te voy a arreglar.
— ¿Arreglar qué?
— Tu cara. Te ves muy pálido. Necesitas algo de color.
— Selina, no necesito maquillaje.
— Todos necesitan un poco de maquillaje. Incluso los vigilantes nocturnos emocionalmente reprimidos. Además... Bruce, te maquillas antes de salir a patrullar — Antes de que Bruce pudiera protestar, Selina ya estaba aplicando algo en sus labios—. Solo un poco de gloss. Y máscara en las pestañas. Nada obvio. Solo para que te veas... vivo.
Bruce estaba demasiado ocupado mirando las camisas restantes en el armario, medio escuchando.
— Mhm. Está bien.
Selina sonrió, continuando su trabajo.
— Claro, cariño. Yo te entiendo. Quieres estar hecho un bomboncito para ser comido por Clark.
Alfred se atragantó con su té, tosiendo violentamente. Bruce salió de su trance de mirar camisas, girándose para mirar a Selina con una expresión que era mitad horror, mitad "okay sí pero no lo digas en voz alta".
— Selina.
— ¿Qué? — Ella pestañeó inocentemente—. Es la verdad. Te estoy poniendo guapo para que ese periodista adorable pueda devorarte. Es un servicio público.
— No es... No estoy...
— Bruce. — Selina puso las manos en sus hombros, mirándolo directamente—. Eres mi amigo. Te he visto salir con docenas de personas, y nunca, nunca, te he visto tan nervioso como ahora. Este chico es importante para ti.
Bruce no tenía respuesta para eso. Porque era verdad. Clark era importante. De formas que Bruce no sabía cómo articular, de formas que lo asustaban y emocionaban en igual medida.
— Solo... quiero que salga bien — admitió finalmente.
— Va a salir bien. — Selina terminó con la máscara, dando un paso atrás para admirar su trabajo—. Porque eres Bruce Wayne. Y cuando Bruce Wayne decide que quiere algo, generalmente lo consigue.
— ¿Y qué hay de ti? — preguntó Bruce, tratando de cambiar el tema—. ¿Cómo va con la bartender?
Selina se iluminó inmediatamente.
— Ivy es increíble. Tiene este cabello rojo salvaje y hace los mejores cócteles que he probado. Y es vegetariana militante, lo cual es adorable porque se enoja con mis hábitos de comer carne.
— Suena... intensa.
— Lo es. Por eso me gusta. — Selina le guiñó un ojo—. Además, me encanta que ambos hayamos descubierto que somos demasiado gay para seguir con nuestros besos ocasionales. Fue liberador.
— Muy gay — acordó Bruce con una sonrisa pequeña.
— Tan gay. — Selina le dio un beso en la mejilla—. Ahora termina de vestirte. Y Bruce... diviértete. No todo tiene que ser una misión. A veces una cita es solo una cita.
Se fue, dejando a Bruce con Alfred, quien finalmente había bajado su periódico, observando a su pupilo con esos ojos que habían visto demasiado y entendían más.
— Ella tiene razón, señor — dijo Alfred suavemente—. Permítase disfrutar esto. Clark Kent es un joven maravilloso. Y usted se merece algo bueno.
Bruce terminó de vestirse, mirándose en el espejo de cuerpo completo. La camisa negra brillaba bajo las luces con los botones capturando y reflejando luz dorada. Los pantalones negros eran perfectos, ni muy ajustados ni muy holgados. Los zapatos negros con bordes dorados añadían justo el toque de ostentación que se esperaba de Bruce Wayne sin ser ridículos.
Se veía bien. Se veía como alguien a quien valdría la pena esperar.
Selina apareció en la puerta, asintiendo lentamente en aprobación.
— Perfecto. Absolutamente perfecto. Clark Kent no va a saber qué lo golpeó.
Alfred se levantó, ajustándose la chaqueta.
— Se ve muy guapo, señor. Como dijo la Srta. Kyle... listo para ser la cena de Clark.
Bruce sintió su cara calentarse.
— Ustedes dos son terribles.
— Somos honestos. — Selina le lanzó las llaves de uno de sus autos—. Ahora ve. Y recuerda: si las cosas van bien, tienes condones en el cajón de tu mesa de noche. Los verifiqué. No están vencidos.
— ¡SELINA!
Su risa lo siguió por el pasillo.
Ristorante Paradiso, Metrópolis - Día 10, 7:28 PM
Clark llegó temprano porque por supuesto que llegó temprano. Era incapaz de llegar tarde a cualquier cosa, un rasgo que Lois había identificado como "adorablemente neurótico".
El restaurante era exactamente como Bruce lo había descrito en sus mensajes: pequeño, íntimo, con velas en cada mesa y el tipo de atmósfera que hacía que las conversaciones se sintieran importantes. No era ostentoso, no gritaba dinero, pero había una elegancia cuidadosa en cada detalle.
Clark se sentó en la mesa que había reservado, verificando obsesivamente su teléfono. 7:29 PM. Bruce había dicho 7:30. Todavía tenía un minuto.
Y entonces la puerta se abrió.
Bruce Wayne entró, y el mundo de Clark se redujo a un punto.
La camisa y aquellos botones capturaban la luz de las velas, haciendo que Bruce brillara literalmente mientras caminaba. Los pantalones negros se ajustaban perfectamente, y esos zapatos oscuros con detalles dorados combinaban perfectamente, eran líneas finas en el borde, que si no prestabas mucha atención pasaban desapercibidas. Su cabello estaba perfectamente peinado, su mandíbula recién afeitada, y había algo en su rostro que lo hacía ver más... vivo que la última vez.
Sus ojos se encontraron a través del restaurante.
Nervios primero. Esa chispa de "oh Dios esto está pasando realmente" que hizo que el estómago de Clark diera un vuelco.
Luego deseo. Puro, innegable deseo mientras los ojos de Bruce recorrían a Clark de arriba abajo, demorándose en los botones desabrochados, en la forma en que la camisa se ajustaba a sus hombros.
Y luego, en el tercer segundo, otra vez nervios. Pero esta vez mezclados con algo más cálido. Emoción. Anticipación. La comprensión de que esto, este momento, era real.
Bruce se acercó a la mesa, su sonrisa lenta y devastadora.
— Clark.
— Bruce. — Clark se puso de pie torpemente, casi derribando su vaso de agua—. Hola. Te ves... wow.
— Tú también. — Los ojos de Bruce se demoraron otra vez en esos botones desabrochados—. Realmente wow.
Clark extendió su mano para un apretón formal, pero Bruce la tomó y en lugar de estrecharla, se inclinó y presionó un beso suave en la mejilla de Clark.
— Ya nos hemos besado de mejores maneras — murmuró Bruce contra su oído—. Los saludos formales no nos quedan, lindo.
Clark sintió sus rodillas volverse líquidas.
Se sentaron, un mesero apareciendo inmediatamente con menús y una lista de vinos que probablemente costaba más que el alquiler mensual de Clark.
— ¿Vino? — preguntó Bruce—. Tengo una botella en mente. Algo especial.
—Seguro — dijo Clark, aunque sabía que el alcohol no le afectaría. No sin un sol rojo o alguna forma de kryptonita involucrada.
Bruce ordenó algo en italiano que el mesero claramente aprobó basado en su sonrisa entusiasta, y el kryptoniano no pudo evitar suspirar al escuchar su voz en aquel idioma, sonaba tan bien. Cuando se fue, Bruce se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en Clark.
— Entonces. Clark Kent. Cuéntame algo que no sepa.
— ¿Sobre mí?
— Sobre ti. Sobre tu día. Sobre lo que sea que quieras compartir.
Clark pensó por un momento.
— Mi editor, Perry, casi tiene un aneurisma hoy porque entregué un artículo tarde. Bueno, cinco minutos tarde. Lo cual en términos de Perry es básicamente un pecado capital.
— ¿Sobre qué era el artículo?
— Corrupción municipal. Nada emocionante. Solo un concejal desviando fondos para su casa de verano. — Clark se encogió de hombros—. El periodismo es mucho más aburrido de lo que la gente piensa.
— Lo dudo. Especialmente viniendo de ti. — Bruce sonrió—. Apuesto a que tu periodismo es todo menos aburrido. Haces que la gente te lea, Clark, y una voz como la tuya, tan pesada e importante, es sumamente liberador en un mundo corrupto como este.
Hablaron, y fue sorprendentemente fácil. Clark habló sobre crecer en Smallville, sobre cómo su madre todavía le enviaba paquetes de cuidado con galletas caseras que él compartía con Lois y Jimmy. Bruce habló sobre las complejidades de dirigir Wayne Enterprises, sobre cómo la mayoría de las reuniones eran tan aburridas que consideraba seriamente fingir su propia muerte solo para escapar.
— ¿Fingir tu muerte? — Clark se rió—. Eso parece extremo.
— Conoces mi reputación. El playboy irresponsable probablemente fingiría su muerte por atención.
— No creo que seas tan irresponsable.
Bruce lo miró, algo en su expresión suavizándose.
— ¿No?
— No. Creo que es un acto. Como dijiste en la gala. Si la gente piensa que eres superficial, no miran más profundo.
— Eres muy perceptivo para ser de Kansas.
— Los granjeros somos observadores. Tienes que ser cuando trabajas la tierra.
El vino llegó, y Bruce lo probó con la seriedad de alguien que sabía exactamente qué buscar. Asintió su aprobación, y el mesero les sirvió a ambos.
— A nuevos comienzos — dijo Bruce, levantando su copa.
— A nuevos comienzos — repitió Clark, chocando su copa contra la de Bruce.
Bebieron, y Clark saboreó el vino sin sentir ninguno de sus efectos. Pero Bruce claramente lo sintió, su postura relajándose ligeramente, sus sonrisas viniendo más fácilmente.
Ordenaron comida, siguieron hablando. Clark habló sobre su primer día en Metrópolis, sobre cómo se había perdido durante tres horas tratando de encontrar su apartamento. Bruce habló sobre viajar por Europa después de la universidad, sobre esa vez que se emborrachó en París y despertó en un yate sin recordar cómo llegó ahí.
— Espera, ¿un yate? — Clark se estaba riendo tanto que le dolían las mejillas—. ¿Cómo terminas en un yate accidentalmente?
— Alcohol francés y malas decisiones. Es una combinación peligrosa.
— ¿Qué hiciste?
— Convencí al dueño de que era un oligarca ruso. Me dejó quedarme por tres días.
— ¿Hablabas ruso?
— Ni una palabra. Solo hacía sonidos que sonaban vagamente eslavos y esperaba lo mejor.
Clark se rió tan fuerte que lágrimas llegaron a sus ojos. Bruce lo observaba con algo tan cálido en su expresión que hizo que el corazón de Clark diera un salto.
Y entonces sintió algo.
Un pie.
El pie de Bruce, específicamente, rozando contra su tobillo debajo de la mesa.
Clark se congeló, su risa deteniéndose abruptamente.
El pie subió lentamente, acariciando su pantorrilla con la suavidad de una promesa. Bruce seguía hablando, algo sobre un incidente en Tokio, pero sus ojos estaban fijos en Clark, observando cada reacción.
Clark levantó su propia pierna involuntariamente, golpeando la mesa con suficiente fuerza para hacer que sus copas de vino tintinearan y sus platos saltaran.
Varias cabezas se giraron.
Bruce no se inmutó. Se recostó contra el respaldo de su silla, una sonrisa juguetona tirando de sus labios.
— ¿Todo bien, Clark?
— Sí. Todo bien. Perfecto. — Clark ajustó sus anteojos con manos temblorosas—. Solo... algo debajo de la mesa.
— ¿Algo? —El pie de Bruce subió un poco más, rozando su rodilla ahora—. ¿Debería revisar?
— No. No, definitivamente no necesitas revisar.
Pero el pie siguió subiendo, trazando la línea de su muslo con una lentitud tortuosa. Clark miró a Bruce con ojos súplicantes, susurrando:
— Bruce.
— ¿Sí, cariño? — La voz de Bruce era pura inocencia si ignorabas la forma en que sus ojos brillaban con diversión mal contenida.
— Tienes que parar.
— ¿No te gusta?
— Me encanta — admitió Clark, su voz ronca—. Pero ten piedad.
Bruce se rió, ese sonido bajo y rico que hacía cosas peligrosas al autocontrol de Clark. Retiró su pie, pero le guiñó un ojo a través de la mesa.
— Por ahora.
El resto de la cena pasó en una nebulosa de coqueteo y tensión sexual apenas contenida. Bruce hacía comentarios de doble sentido que hacían que Clark se sonrojara. Clark respondía con torpeza encantadora que claramente deleitaba a Bruce.
Para cuando llegó el postre, un tiramisú compartido porque Bruce había insistido en que "compartir era más íntimo" Clark estaba bastante seguro de que iba a combustionar espontáneamente.
Bruce comió de su tenedor, manteniendo contacto visual mientras lamía el chocolate de su labio inferior. Clark olvido cómo funcionar.
— ¿Quieres probar? — preguntó Bruce, ofreciendo su tenedor.
Clark asintió, incapaz de formar palabras. Abrió su boca, y Bruce alimentó el postre lentamente, su pulgar rozando el labio inferior de Clark en el proceso.
— Delicioso — murmuró Bruce, aunque sus ojos no estaban en el postre.
Cuando finalmente pidieron la cuenta, Clark apenas podía recordar su propio nombre. Bruce pagó, por supuesto, rechazando las protestas de Clark con un "Yo invité. Yo pago. Esas son las reglas."
Salieron al aire fresco de la noche, la calle tranquila bajo las luces de la ciudad. El auto de Bruce esperaba en el valet, elegante, negro y esperando a Bruce, su conductor, listo para darle un viaje nocturno.
— Te llevo a casa — dijo Bruce, pero había una pregunta en sus ojos.
— Okay — respondió Clark, su corazón latiendo tan fuerte que estaba seguro de que Bruce podía escucharlo.
El interior del auto era un capullo de cuero cálido y luces tenues del tablero, el motor ronroneando suave mientras Bruce maniobraba por las calles de Metrópolis. Clark se hundió en el asiento del pasajero, el aire acondicionado susurrando fresco contra su piel caliente, pero eso no hacía nada para calmar el pulso que latía en sus sienes.
La ciudad pasaba borrosa afuera, farolas amarillas derramando charcos de luz en las aceras vacías, un taxi ocasional zumbando en la distancia, el olor a lluvia reciente filtrándose por las ventanillas entreabiertas. Todo se sentía cargado, como si el espacio entre ellos estuviera lleno de algo invisible pero pesado, algo que Clark podía sentir presionando contra su pecho con cada respiración.
Bruce conducía con una mano en el volante, la otra descansando casualmente en la palanca de cambios, pero sus ojos seguían desviándose hacia Clark, rápidos vistazos que duraban solo un segundo pero que dejaban un rastro de calor.
— Sabes — dijo Bruce de repente, su voz baja y ronca, cortando el silencio como un cuchillo suave y sedoso para su indestructible piel —, tienes un cuerpo impresionante. Se nota que vas al gimnasio. ¿Cuánto levantas en press de banca? ¿Doscientos kilos? ¿Más?
Clark tragó saliva, sintiendo el calor subir por su cuello. La mano de Bruce se había movido, no de golpe, sino con esa lentitud deliberada que hacía que cada centímetro pareciera eterno. Ahora descansaba en su muslo, justo por encima de la rodilla, los dedos extendidos contra la tela de sus pantalones, presionando lo suficiente para que Clark sintiera el calor de su palma filtrándose a través.
— Eh... unos doscientos cincuenta, más o menos — murmuró Clark, su voz saliendo un poco entrecortada. No era mentira, no del todo; podía levantar mucho más, pero eso era lo que diría un humano normal que iba al gimnasio. La mano de Bruce se movió un poco, los dedos trazando un círculo lento sobre su muslo, como si estuviera probando la firmeza del músculo debajo.
— Impresionante — susurró Bruce, su mirada fija en la carretera, pero su mano subiendo un poco más, rozando el interior de su muslo con la yema de los dedos—. Se siente. Fuerte. Sólido. Me gusta eso.
Clark cerró los ojos por un segundo, el toque enviando una oleada de calor directo a su entrepierna. Su pantalón ya se sentía más apretado, la tela tensándose contra su creciente dureza, y trató de ignorarlo, pero era imposible con la mano de Bruce ahí, moviéndose en círculos cada vez más amplios, cada roce enviando chispas por su piel.
— Bruce... — jadeó, sin saber si era una advertencia o una invitación.
Bruce solo sonrió, esa sonrisa burlona que Clark había visto en la gala, y su mano subió un poco más, los dedos ahora trazando la costura interior de su pantalón.
— ¿Demasiado? — preguntó, su voz inocente, pero sus ojos desviándose para mirar a Clark por un segundo, brillando con algo oscuro y hambriento.
— No... no es demasiado — murmuró Clark, y antes de que pudiera pensarlo dos veces, su propia mano se movió, agarrando la muñeca de Bruce. No para detenerlo, sino para guiarlo, subiéndola más arriba, hasta que los dedos de Bruce rozaron el bulto que se marcaba cada vez más en sus pantalones. Clark sintió su polla palpitar bajo el toque, caliente y pesada, exigiendo más.
Bruce dejó escapar un sonido bajo, casi un gruñido, su mano acomodándose ahí, palpando la forma a través de la tela con una presión que hizo que Clark arqueara las caderas involuntariamente.
— Mierda, Clark — susurró Bruce, su voz ronca mientras sus dedos trazaban la longitud, sintiendo lo duro que estaba, lo grande que se sentía bajo su palma—. Estás... Dios.
Clark mordió su labio, cerrando los ojos mientras el placer lo atravesaba, el auto acelerando un poco más, el motor rugiendo cuando Bruce pisó el acelerador. La mano de Bruce se apartó por un segundo para cambiar de marcha, el movimiento brusco haciendo que el auto diera un pequeño salto, pero luego volvió, más insistente, frotando con más fuerza contra su dureza, hasta que Clark sintió que iba a explotar.
— Más rápido — jadeó Clark, no sabiendo si se refería al auto o al toque, pero Bruce pareció entender, porque el auto aceleró de nuevo, las luces de la ciudad volviéndose borrosas mientras su mano seguía moviéndose, apretando suavemente, sintiendo cada pulso bajo la tela tensa.
Clark se removió en el asiento, su cuerpo exigiendo más espacio, más libertad. Con manos temblorosas, se desabrochó otro botón de la camisa, el aire fresco golpeando su pecho sudoroso, y luego, sin pensarlo, abrió el botón de sus pantalones, bajando un poco el cierre para aliviar la presión. Su polla hinchada empujó contra la tela de su bóxer, visible ahora, caliente y pesada, exigiendo liberación.
Bruce miró de reojo, sus ojos oscureciéndose aún más, y soltó un gemido bajo.
— Tan desesperado. Tan grande. — Su mano se coló dentro, rozando directamente contra el bóxer, sintiendo el calor irradiando de él, el contorno de su longitud palpitante.
Pero antes de que pudiera ir más lejos, el auto chirrió al detenerse en el estacionamiento del edificio de Clark, las llantas patinando contra el asfalto mojado por la humedad de la noche. Bruce apagó el motor con un movimiento brusco, su pecho subiendo y bajando rápidamente, y se quitó el cinturón de seguridad en un segundo.
Sin decir una palabra, se inclinó sobre la consola central y se sentó encima de Clark, sus rodillas a cada lado de sus caderas, el asiento reclinándose un poco bajo su peso. Clark jadeó, sintiendo el calor del cuerpo de Bruce presionándose contra el suyo, su propia erección rozando contra el muslo de Bruce.
Bruce lo miró, sus ojos hambrientos, devorándolo con la mirada.
— Tan solo... mírate — murmuró, su voz ronca mientras sus manos subían por el pecho de Clark, sintiendo los músculos tensos debajo—. Quiero que me tomes, Clark. Aquí mismo si quieres.
Clark lo besó entonces, sus manos agarrando las caderas de Bruce, tirando de él más cerca mientras sus bocas se devoraban. El beso era urgente, dientes chocando, lenguas enredándose, el sabor a vino y deseo llenando sus sentidos. Bruce se movió contra él, frotándose, y Clark sintió que iba a perder la cabeza.
Pero entonces, con un esfuerzo hercúleo, Clark rompió el beso, jadeando.
— Bruce... no aquí. En el auto... alguien podría ver.
Bruce sonrió, esa sonrisa tan socarrona y hambrienta.
— ¿Y eso te molesta?
— Un poco. — Clark tragó saliva—. Prefiero... mi departamento. Donde podamos... tomar nuestro tiempo.
Bruce lo miró por un momento, sus ojos pidiendo más, rogando que lo tomara, que lo hiciera suyo. Pero luego asintió, besándolo una vez más, suave esta vez, antes de bajarse de su regazo.
— Vamos entonces —dijo, su voz temblando con anticipación—. Muéstrame el camino. Pero... ¿Seguro?
Clark lo miró, este hombre imposible que de alguna manera lo hacía sentir visto y deseado y especial.
— Estoy seguro — susurró—. Completamente seguro.
Bruce sonrió, esa sonrisa lenta y devastadora que prometía cosas que harían que Clark olvidara su propio nombre.
— Entonces vamos bombón, porque quiero que me pongas de rodillas ahora mismo. — La dureza de Clark dió un salto, y el reportero sonrió ya sin atisbos ni nervios, sino dejándose ser listo para follarlo.
Salieron del auto, la tensión entre ellos tan espesa que Clark casi podía verla. Caminaron hacia la entrada del edificio de Clark, sus manos rozándose, casi tocándose pero no del todo.
Clark sacó sus llaves con manos temblorosas, abriendo la puerta del edificio.
Entraron al elevador.
Las puertas se cerraron.
Y Bruce lo presionó contra la pared, capturando sus labios en un beso que era todo hambre y promesa y cosas por venir.
— Tu piso — murmuró Bruce contra su boca.
— Cinco — jadeó Clark—. Apartamento 5C.
El elevador subió lentamente, el número en el panel cambiando de 1 a 2 con una lentitud tortuosa que hacía que cada segundo se sintiera como una eternidad. Clark estaba presionado contra la pared de metal, su espalda fría contra el panel, pero todo su frente ardía donde Bruce lo tenía atrapado. Las manos de Bruce viajaban en sus caderas, dedos hundiéndose en la tela de sus pantalones con una urgencia que hacía que las rodillas de Clark temblaran hasta que llegaron de nuevo a aquella parte tan caliente y necesitada, lista para que Bruce se atragante con ella.
Chapter 19: Otra vez.
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Apartamento de Clark Kent, Metrópolis - 9:47 PM
El elevador zumbaba como un insecto atrapado, subiendo con una lentitud que parecía burlarse de la urgencia que ardía entre Clark y Bruce. Las puertas apenas se habían abierto cuando Clark, con un gruñido bajo que no sabía que podía hacer, agarró a Bruce por los muslos. Sus manos, grandes y fuertes, levantaron a Bruce como si no pesara nada, y Bruce, sorprendido pero claramente encantado, enredó las piernas alrededor de las caderas de Clark, sus muslos apretándose contra él. Las manos de Clark se deslizaron hacia abajo, sosteniendo el culo de Bruce con una firmeza que hizo que Bruce dejara escapar un gemido contra su boca.
Se besaron salvajemente, como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Lenguas enredándose, dientes chocando, gemidos ahogados resonando en el espacio reducido del elevador. El aire olía a la colonia cara de Bruce, a cuero del auto que todavía se adhería a sus ropas, y a algo más primal, algo que hacía que el corazón de Clark latiera como un tambor. Bruce mordió el labio inferior de Clark, tirando suavemente, y Clark respondió apretando más fuerte, sus dedos hundiéndose en la carne firme bajo sus manos.
— Uhm, Clark... — jadeó Bruce entre besos, sus manos enredándose en el cabello de Clark, arruinando lo que Jimmy había pasado tanto tiempo arreglando—. Eres... demasiado.
— Tú eres demasiado — respondió Clark, su voz ronca mientras empujaba a Bruce contra la pared del pasillo, sus caderas presionándose contra las de Bruce, sintiendo la evidencia de su excitación contra la suya. El pasillo estaba oscuro, solo iluminado por una bombilla parpadeante que zumbaba como si estuviera a punto de rendirse, y el suelo crujía bajo sus pasos mientras Clark, todavía sosteniendo a Bruce, avanzaba hacia su apartamento.
Las llaves eran un desastre en sus manos temblorosas. Clark maldijo en voz baja, intentando meter la llave en la cerradura mientras Bruce seguía besando su cuello, sus dientes rozando la piel sensible justo debajo de su oreja.
Finalmente llegaron a la 5C. Clark tuvo que separarse el tiempo suficiente para buscar las llaves en su bolsillo, lo cual fue una hazaña heroica considerando que Bruce había aprovechado la pausa para atacar su cuello con besos que definitivamente iban a dejar marcas.
— Llaves, llaves, ¿dónde están las malditas llaves? — murmuró Clark, su mano palpando torpemente su bolsillo mientras Bruce mordía justo debajo de su oreja.
— Izquierdo — jadeó Bruce—. Están en tu bolsillo izquierdo, te las vi guardar en el restaurante.
— Eres demasiado observador para tu propio bien.
— Eso dicen.
Clark encontró las llaves, insertándolas en la cerradura con manos que temblaban más de lo que deberían. La puerta se abrió con un clic satisfactorio, y él la empujó con su hombro, sus labios volviendo a capturar los de Bruce en un beso que era todo dientes y promesas.
Y entonces escucharon algo que hizo que el mundo se congelara.
Risas.
Carcajadas, para ser específicos.
Fuertes, descontroladas, el tipo de risas que solo vienen de personas viendo algo absolutamente ridículo en la televisión.
Clark se detuvo en seco, sus labios todavía tocando los de Bruce, sus manos todavía firmes en ese trasero perfecto. Bruce también se había congelado, sus ojos abiertos y mirando a Clark con una expresión que decía claramente "¿Qué carajo?"
Las risas se cortaron abruptamente, reemplazadas por un silencio que era de alguna manera peor.
Lentamente, muy lentamente, Clark y Bruce giraron sus cabezas hacia la sala de estar.
Ahí, enredados en lo que parecía ser la manta favorita de Clark, estaban la maldita Lois Lane y tonto de Jimmy Olsen. Lois tenía una bolsa de papitas Lay's vacía en el regazo, migas doradas esparcidas por toda su camisa que era definitivamente la camisa de Superman de Clark, la azul con el logo rojo que usaba para dormir. Jimmy llevaba puestos los pantalones de pijama de franela de Clark, los que tenían dibujitos de pequeños tractores y que su mamá le había regalado en Navidad, colgando ridículamente grandes de su estructura más delgada.
Los cuatro se miraron.
El televisor seguía encendido, congelado en un frame de lo que parecía ser The Office, Michael Scott a mitad de una de sus típicas metidas de pata.
Nadie se movió.
Nadie habló.
Clark todavía sostenía a Bruce del trasero, sus pantalones desabrochados y colgando peligrosamente bajos. Bruce tenía las piernas enroscadas alrededor de su cadera, su camisa arrugada, su cabello despeinado de una manera que gritaba "he estado siendo manoseado".
Y Lois y Jimmy los miraban con expresiones que pasaron de shock, a horror, a pánico absoluto en el espacio de tres segundos.
— Oh — dijo Lois finalmente, su voz pequeña—. Mierda.
Fue como si alguien hubiera presionado play en una película en cámara rápida.
Lois saltó del sofá, la bolsa de papitas volando por el aire, migas explotando como confeti. Jimmy se enredó en la manta, cayendo del sofá con un pum sordo y un grito ahogado. Ambos empezaron a moverse frenéticamente, tropezando el uno con el otro mientras intentaban ordenar todo.
— ¡Se suponía que irían a tu mansión! — gritó Lois, agarrando almohadas y lanzándolas hacia el sofá con la precisión de alguien en completo pánico—. ¡Tu mansión en Gotham, Bruce Wayne! ¡No aquí!
— ¡Pensamos que tenían horas! — añadió Jimmy, todavía tratando de desenredarse de la manta—. ¡Horas de cena elegante y conversación! ¡No media hora de cena y directo al departamento!
Bruce, todavía en los brazos de Clark, empezó a reírse. Empezó como una risita baja, vibrando contra el pecho de Clark, y luego creció hasta convertirse en una carcajada completa, su cabeza cayendo contra el hombro de Clark mientras sus hombros se sacudían.
— Esto es... — Bruce apenas podía hablar entre risas— esto es lo mejor que he visto en años.
Lois se había movido al televisor, apagándolo con tanta fuerza que Clark se sorprendió de que no lo rompiera. Jimmy finalmente se liberó de la manta, solo para tropezar con la mesa de café y casi derribar la lámpara.
— ¡CUIDADO! — gritó Lois, agarrándolo del brazo—. ¡Esa lámpara es de la abuela de Clark!
— ¡NO ES MI CULPA! ¡Estos pantalones son ridículos! — Jimmy miraba hacia abajo, donde los pantalones de pijama estaban pisándose a sí mismos—. ¿Por qué eres tan alto, Clark?
— ¡Enfócate, Olsen! — Lois estaba recogiendo más migas ahora, usando sus manos como palas improvisadas—. ¡Necesitamos salir de aquí antes de que esto se ponga más incómodo!
— ¡Ya es incómodamente incómodo! — Jimmy señaló hacia donde Clark todavía sostenía a Bruce—. ¡Literalmente lo atrapamos con las manos en el trasero de Bruce Wayne!
Bruce se rió más fuerte, y Clark sintió su cara arder con una intensidad que rivalizaba con su visión de calor.
Suspiró, largo y profundo, el tipo de suspiro que había perfeccionado después de años de lidiar con situaciones absurdas como Superman. Con cuidado, bajó a Bruce de sus brazos, asegurándose de que sus pies tocaran el suelo antes de soltarlo completamente. Luego, con movimientos deliberadamente lentos, se abrochó los pantalones.
— Luz — murmuró, caminando hacia el interruptor.
La habitación se inundó de luz brillante, revelando la escena completa de desastre. No era solo la manta y las papitas. Había una bolsa de Doritos volcada en el suelo, dejando un rastro de triángulos naranjas que llevaban del sofá a la cocina. Había dos tazas de café a medio tomar en la mesa. Y lo que parecía ser... ¿era eso salsa de queso? Sí, definitivamente había salsa de queso en el brazo del sofá.
Lois y Jimmy se habían congelado otra vez, ambos mirando a Clark como ciervos atrapados en los faros de un auto.
Clark se frotó la cara con ambas manos, negando con la cabeza lentamente.
— ¿En serio? — dijo, su voz tranquila pero con ese filo que ambos conocían bien, el que usaba cuando estaba decepcionado más que enojado—. ¿En serio?
— Podemos explicarlo — empezó Jimmy.
— No, no pueden — interrumpió Clark—. Pero voy a disfrutar escuchándolos intentarlo.
Se giró hacia Bruce, quien todavía estaba tratando de contener su risa, una mano sobre su boca pero sus ojos brillando con diversión pura.
— Lo siento — dijo Clark, acercándose—. Esto no era... esto no debería haber pasado así.
Bruce negó con la cabeza, su sonrisa suavizándose en algo más cálido.
— No te disculpes. Esto es... — miró hacia donde Lois estaba ahora tratando de esconder la bolsa de Doritos detrás de su espalda como si Clark no pudiera verla con su visión de rayos X— esto es increíblemente entretenido.
Sin pensar, sin importarle que Lois y Jimmy estuvieran ahí mirando, Clark levantó a Bruce otra vez. Pero esta vez lo cargó estilo princesa, un brazo bajo sus rodillas, el otro alrededor de su espalda. Bruce dejó escapar un sonido sorprendido, sus brazos enroscándose automáticamente alrededor del cuello de Clark.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Bruce, aunque estaba sonriendo.
— Salvando lo que queda de esta noche — respondió Clark, caminando hacia la puerta.
— Clark, no tienes que... puedo caminar. — Pero Bruce no hizo ningún movimiento para bajarse, de hecho se acomodó más cómodamente en sus brazos.
— Lo sé. Pero quiero cargarte.
—Las cosas salieron un poquito mal — dijo Clark mientras cruzaban por el umbral—. Creo que deberíamos intentar esto otra vez. En una noche donde mis amigos no estén acampando en la sala de estar sin permiso.
Bruce se rió, su cabeza descansando contra el hombro de Clark.
— Otro día entonces. Uno donde estemos solos. De verdad solos.
Detrás de ellos, Lois finalmente encontró su voz.
— ¡Lo sentimos! — gritó—. ¡De verdad! ¡Pensamos que irían a tu mansión!
— ¡Queremos que tu vida sexual sea activa otra vez! — añadió Jimmy—. ¡Es solo que las señales se cruzaron!
— Silencio — dijo Clark, su voz todavía tranquila pero con ese tono que hacía que ambos cerraran la boca inmediatamente—. Los dos. Silencio.
Continuó caminando, llevando a Bruce hacia el elevador. Cuando las puertas se abrieron, entró con cuidado, girándose para mirar hacia su apartamento donde Lois y Jimmy todavía estaban parados en el umbral, luciendo como niños que acababan de romper el jarrón favorito de mamá.
— Hablaremos — dijo Clark—. Y va a ser una conversación larga.
Las puertas empezaron a cerrarse, pero no antes de que Clark escuchara a Jimmy susurrar:
— Estamos tan jodidos.
— Tan jodidos — acordó Lois.
El elevador descendió en silencio. Bruce seguía en los brazos de Clark, su peso cálido y sólido contra su pecho. Cuando llegaron a la planta baja, Clark lo llevó hasta el estacionamiento donde el auto de Bruce esperaba, elegante y negro bajo las luces fluorescentes.
Solo entonces, con cuidado, Clark lo bajó al suelo.
Pero mantuvo sus manos en la cintura de Bruce, no queriendo soltarlo completamente todavía.
— Lo siento — dijo otra vez—. Esta noche no salió como planeaba.
Bruce puso sus manos sobre las de Clark, apretando suavemente.
— ¿Estás bromeando? Esta noche fue perfecta. La cena, la conversación, el auto... — sonrió— y el espectáculo de tus amigos entrando en pánico fue la cereza del pastel.
— No fue perfecto. No terminó como quería.
— No terminó todavía. — Bruce se inclinó, capturando los labios de Clark en un beso que era suave pero lleno de promesa—. Solo está pausado. Para ser continuado en una fecha próxima.
Clark sintió algo cálido extenderse en su pecho.
— ¿Cuándo?
— Pronto. Muy pronto. — Bruce lo besó otra vez, más profundo esta vez, su lengua trazando el labio inferior de Clark antes de separarse—. Pero la próxima vez, vamos a tu departamento solo después de verificar que no hay invasores de snacks.
Clark se rió, el sonido resonando en el estacionamiento vacío.
— Trato.
Se besaron otra vez, y otra, ninguno de los dos queriendo ser el primero en irse. Finalmente, Bruce suspiró contra sus labios.
— Debería irme. Antes de que decida secuestrarte y llevarte a mi mansión.
— No me opondría.
— Tentador. Pero ambos tenemos trabajo mañana. Y tú tienes amigos que regañar.
— Dios, sí. — Clark gruñó—. Van a sufrir.
— Sé amable con ellos. Claramente te quieren mucho. — Bruce le robó un último beso antes de separarse finalmente, caminando hacia su auto—. Te escribo mañana.
— Más te vale.
Bruce se metió en el auto, el motor rugiendo a la vida. Bajó la ventanilla, mirando a Clark con esos ojos que prometían cosas que harían que Clark olvidara su nombre.
— Clark Kent — dijo, su voz ronca—. Eres algo especial.
— Tú también, Bruce Wayne.
El auto se alejó, las luces traseras desapareciendo en la noche. Clark se quedó ahí por un momento, sonriendo como un idiota, antes de girarse y volver al edificio.
Cuando llegó a su apartamento, Lois y Jimmy habían hecho un trabajo impresionante limpiando. El sofá estaba ordenado, las bolsas de snacks desaparecidas, las tazas de café lavadas. Incluso habían aspirado las migas de la alfombra.
Ambos estaban sentados en el sofá, luciendo como estudiantes esperando ver al director después de una pelea en el patio.
Clark cerró la puerta detrás de él, cruzó los brazos, y los miró.
— Es muy tarde — dijo finalmente.
— Lo sabemos — murmuró Lois.
— Y ustedes van a explicar exactamente qué hacían en mi apartamento.
— Lo haremos — añadió Jimmy rápidamente—. Todo. Con detalles. Pero primero... —dudó— ¿Cómo estuvo la cita?
Clark los miró por un largo momento. Luego, a pesar de sí mismo, sintió una sonrisa tirando de sus labios.
— Siéntense — dijo, dejándose caer en el sillón individual—. Esto va a tomar un rato.
Se quedaron despiertos hasta las dos de la mañana. Clark contándoles sobre la cena, sobre cómo Bruce lo había mirado como si fuera la única persona en el restaurante. Sobre el pie bajo la mesa, sobre alimentarse mutuamente postre, sobre el auto y lo que pasó en el elevador.
Omitió algunas partes, las partes que se sentían demasiado privadas, demasiado suyas. Pero compartió suficiente para que Lois gritara en su almohada y Jimmy hiciera un ruido que sonaba como un ratón siendo estrangulado.
— Ese hombre te desea — declaró Lois cuando Clark terminó—. Como, te desea de verdad.
— Y tú lo deseas de vuelta — añadió Jimmy—. Está escrito en toda tu cara.
Clark se sonrojó pero no lo negó.
— Sí. Creo que sí.
— ¿Y Batman? — preguntó Lois suavemente—. ¿Todavía...?
Clark se detuvo, pensando. Batman era su amigo. Un buen amigo que lo hacía reír y lo entendía de formas que pocas personas podían. Pero Bruce... Bruce era algo diferente. Algo que hacía que su estómago diera vueltas y sus rodillas se volvieran débiles.
— No lo sé — admitió—. Batman es importante para mí. Pero Bruce... es diferente.
— Es porque puedes tener algo real con Bruce — señaló Jimmy—. Batman es... bueno, no sabes quién es realmente. Pero Bruce, lo conoces. O estás empezando a conocerlo.
— Supongo.
Lois bostezó, estirándose.
— Okay, necesito dormir o voy a colapsar. ¿Dónde duermo?
— Ningún Uber nos va a tomar a esta hora — dijo Jimmy, verificando su teléfono—. Y los taxis... no. Definitivamente no confío en los taxis después de medianoche en Metrópolis.
Clark suspiró pero no estaba realmente molesto.
— Está bien. Lois, toma mi cama. Jimmy, el sofá es tuyo.
— ¿Y tú? — preguntó Lois.
— Levitaré.
— Por supuesto que lo harás.
Se prepararon para dormir, cada uno reclamando su espacio. Lois se apropió de la cama de Clark, robando todas las almohadas. Jimmy se enrolló en el sofá con la manta que había estado usando antes, todavía usando los pantalones de pijama ridículos.
Y Clark apagó las luces, flotó hacia el techo, y se dejó suspender ahí, mirando hacia la oscuridad.
Su teléfono vibró. Un mensaje de Bruce.
"Llegué a casa. Todavía puedo sentirte. Tus manos. Tu boca. No voy a dormir bien esta noche pensando en lo que casi pasó."
Clark sintió calor subir por su cuerpo. Escribió de vuelta:
"Yo tampoco. Pero la próxima vez, no habrá interrupciones. Lo prometo."
"Eso espero. Buenas noches, Clark. Sueña conmigo."
"Siempre lo hago."
Guardó su teléfono, cerró los ojos, y se dejó flotar en la oscuridad. Podía escuchar la respiración tranquila de Lois desde su habitación, los ronquidos suaves de Jimmy desde el sofá.
Y se dio cuenta de que a pesar de todo el caos, a pesar de la interrupción, a pesar de la frustración sexual que probablemente lo mataría...
Era feliz.
Completamente, ridículamente feliz.
Daily Planet, Metrópolis - 7:23 AM
La mañana llegó demasiado rápido, el sol filtrándose por las ventanas del apartamento de Clark con una alegría ofensiva. Clark despertó todavía flotando cerca del techo, descendiendo lentamente mientras se frotaba los ojos.
Desde la cocina llegaba el sonido de algo chisporroteando y el olor a café recién hecho. Clark flotó hacia allá, encontrando a Jimmy parado frente a la estufa, todavía en esos pantalones de pijama ridículos, flipando panqueques con la concentración de un cirujano.
— Buenos días, chef — dijo Clark, aterrizando junto a él.
Jimmy casi tiró la espátula.
— Dios, no hagas eso. Me vas a dar un infarto.
— Lo siento. — Clark miró la torre de panqueques que Jimmy estaba construyendo—. ¿Cuándo aprendiste a hacer eso?
— YouTube. Anoche. Después de que te dormiste. — Jimmy volteó otro panqueque perfectamente dorado—. Pensé que si hacía el desayuno, tal vez no nos matarías.
— No los voy a matar.
— ¿Torturar?
— Tal vez un poco.
Lois emergió de la habitación, usando una de las camisas de Clark que le quedaba como vestido, su cabello un desastre glorioso de rizos despeinados.
— Huele a paz y perdón — anunció, dirigiéndose directamente a la cafetera, haciendo la señal del "amén" —. Y café. Mayormente café.
— No estás perdonada todavía — dijo Clark, pero estaba sonriendo.
— ¿Ni siquiera un poquito? — Lois le dio su mejor cara de cachorro triste—. Hicimos panqueques.
— Jimmy hizo panqueques.
— Supervisé moralmente.
Los tres trabajaron en silencio cómodo, preparando el desayuno como lo habían hecho cientos de veces antes. Jimmy cocinaba, Lois ponía la mesa con los platos desiguales de Clark que nunca combinaban, y Clark preparaba jugo de naranja recién exprimido porque sus amigos insistían en que el embotellado "sabía a tristeza líquida". Caprichosos y bien consentidos los tenía Clark.
Se sentaron juntos, pasándose panqueques y jarabe de maple, y por un momento Clark se sintió como si tuviera diecisiete otra vez, desayunando antes de la escuela con sus mejores amigos, cuando lo más complicado en su vida era esconder sus poderes y no su identidad completa.
— Entonces — dijo Lois finalmente, mordiendo su panqueque—. ¿Vas a contarle a Bruce sobre Superman?
Clark casi se atragantó con su jugo.
— ¿Qué? No. Definitivamente no. Es demasiado pronto.
— ¿Pero eventualmente? — presionó Jimmy.
— ...Eventualmente. Tal vez. Si esto va a algún lado.
— Oh, va a ir a algún lado. — Lois señaló con su tenedor—. Ese hombre está obsesionado contigo. Lo vi en sus ojos anoche. La forma en que te miraba... Clark, ese es un hombre enamorado.
— No está enamorado. Es demasiado pronto para estar enamorado.
— El amor no tiene cronología — dijo Jimmy con una sabiduría sorprendente—. A veces solo... pasa. Como un rayo. Bam.
O tal vez lo poético quedó en la primer oración.
— Muy poético, Olsen.
— Tengo mis momentos.
Terminaron de desayunar, limpiaron juntos, y se prepararon para el día. Lois se robó otra de las camisas de Clark porque "la de anoche olía a Doritos". Jimmy finalmente se cambió a su propia ropa que había dejado en una bolsa, aunque insistió en quedarse con los pantalones de pijama porque "son cómodos y nadie los va a ver bajo mis jeans".
A las 8:15, los tres salieron del apartamento, caminando juntos hacia el Daily Planet. El sol brillaba, las calles de Metrópolis cobrando vida con el rush matutino. Tomaron el mismo camino que habían tomado mil veces, pasando la bodega donde compraban café terrible pero barato, pasando el puesto de hot dogs donde el vendedor los saludaba por nombre.
— Esto me recuerda a la secundaria — dijo Jimmy, sus manos en los bolsillos—. Yendo juntos a clases. Excepto que ahora somos adultos con trabajos reales y problemas adultos.
— Como tu amigo besándose con millonarios — añadió Lois.
— Exactamente como eso.
Clark los miró, estos dos idiotas que lo conocían mejor que nadie, que habían arruinado su noche pero también la habían hecho memorable de formas que no había anticipado.
— Los quiero — dijo de repente—. Incluso cuando son desastres absolutos.
Lois le dio un codazo cariñoso.
— También te queremos, Smallville. Incluso cuando flotas como un idiota enamorado.
— No estoy enamorado.
— Todavía — cantó Jimmy.
—Todavía —acordó Lois.
Y Clark no discutió, porque tal vez, solo tal vez, tenían razón.
Llegaron al Daily Planet justo cuando el reloj marcaba las 8:30. Perry ya estaba en su oficina, gritando sobre deadlines a través de su puerta abierta. Cat Grant estaba en su escritorio, tecleando furiosamente. Ron Troupe pasó junto a ellos con una torre de archivos que parecía a punto de colapsar.
Era caos. Era familiar. Era hogar.
Clark se sentó en su escritorio, encendió su computadora, y sacó su teléfono. Tenía tres mensajes.
Uno de su mamá: "Buenos días, cariño. ¿Comiste bien? Te envié más galletas."
Uno de Batman: "Buenos días. ¿Dormiste bien? Gotham estuvo tranquila anoche. Casi aburrido."
Y uno de Bruce: "Buenos días, hermoso. Soñé contigo. Específicamente con tu boca. Y tus manos. Y ese momento en el elevador. ¿Cuándo puedo verte otra vez?"
Clark sintió su cara calentarse, su corazón acelerándose.
Respondió a su mamá primero: "Sí, mamá. Comí bien. Gracias por las galletas, ¿Qué dices si te voy a ver el fin de semana?."
Luego a Batman: "Dormí flotando. Literalmente. Historia larga. Me alegra que Gotham esté tranquila."
Y finalmente a Bruce: "También soñé contigo. Y quisiera verte pronto. ¿Esta semana?"
Las respuestas llegaron casi inmediatamente.
Mamá: "Cuídate mi chanchito. Te amo, ven cuando quieras 💕❤️😍🥰 "
Batman: "¿Flotando? Suena como una historia que necesito escuchar."
Bruce: "Esta semana es perfecta. Mi lugar esta vez. Sin interrupciones. Lo prometo."
Clark sonrió a su pantalla, sintiendo ese calor familiar extenderse en su pecho.
Detrás de él, Lois se aclaró la garganta ruidosamente.
— ¿Estás trabajando o soñando despierto con tu novio millonario?
— No es mi novio. Todavía.
— Todavía — repitió Jimmy, apareciendo con café para los tres—. Dame dos semanas. Apuesto cincuenta dólares a que es oficial en dos semanas.
— Yo digo una semana — contradijo Lois—. Estos dos son desastres urgentes. No van a poder esperar.
— ¿Puedo trabajar en paz? — protestó Clark, aunque estaba sonriendo.
— No — dijeron ambos al unísono.
Y Clark se rió, abriendo su documento de trabajo, rodeado de sus mejores amigos en todo el mundo, con mensajes de personas que se preocupaban por él, con la promesa de ver a Bruce otra vez pronto.
La vida era complicada. Su identidad secreta era un desastre. Estaba enamorándose de un millonario mientras construía una amistad con un vigilante enmascarado que no sabía que eran la misma persona.
Pero por ahora, en este momento, tomando café terrible del Daily Planet con Lois y Jimmy molestándolo sobre su vida amorosa...
Era perfecto.
Absolutamente, ridículamente perfecto.
Apartamento de Clark Kent, Metrópolis - 11:47 PM
Clark se dejó caer en su sofá con un suspiro que hizo vibrar los vidrios de sus ventanas. Había sido un día brutal. Perry lo había tenido corriendo entre tres historias diferentes: una sobre un escándalo de vivienda pública, otra sobre corrupción en el departamento de obras, y una tercera que involucraba a un concejal que aparentemente creía que los fondos para parques infantiles eran en realidad su fondo personal para vacaciones en las Bahamas.
Había escrito doce mil palabras. Doce mil palabras de periodismo que probablemente solo cinco personas leerían completamente, y una de esas cinco sería su mamá en Kansas, imprimiendo el artículo para ponerlo en su refrigerador junto con sus otros "logros".
Se quitó los zapatos con los pies, demasiado cansado para agacharse, y los lanzó en direcciones opuestas. Uno aterrizó junto al televisor. El otro desapareció debajo de la mesa de café. Le importaba cero.
Su teléfono había estado vibrando toda la tarde con mensajes de Bruce. Cosas dulces, cosas sugerentes, cosas que hacían que Clark sonriera como idiota en medio de entrevistas serias con funcionarios públicos corruptos. Había respondido cuando podía, entre reuniones y llamadas, pero ahora, finalmente en casa, podía dedicarle atención completa.
Abrió el chat.
Bruce: "Pensando en ti. ¿Cómo va el día del reportero más guapo de Metrópolis?"
Bruce: "Acabo de salir de una reunión tan aburrida que consideré seriamente fingir un infarto para escapar."
Bruce: "¿Mencioné que estoy pensando en ti? Porque lo estoy. Mucho."
Clark sintió calor subir por su cuello. Estaba escribiendo una respuesta cuando su teléfono vibró de manera diferente. No un mensaje de texto normal. Era el tono específico que había asignado al grupo de la Justice Gang.
La alerta de emergencia.
Abrió el chat y sintió su cansancio evaporarse instantáneamente, reemplazado por adrenalina pura.
ALERTA DE EMERGENCIA - CÓDIGO NARANJA
UBICACIÓN: Instalación de Investigación Quantum Labs, Star City
SITUACIÓN: Fuga de energía dimensional. Múltiples realidades colapsando en un solo punto. Riesgo de implosión catastrófica que podría consumir un radio de 50 millas.
Michael Holt: Esto es malo. Muy malo. Tenemos aproximadamente dos horas antes de que la anomalía alcance masa crítica.
Guy Gardner: ¿Alguien quiere traducir eso a idioma humano normal?
Michael Holt: Imagina que alguien abrió un agujero en la realidad y ahora todo está siendo succionado hacia él. Incluida Star City.
Guy Gardner: OH. Eso es malo. Sí, eso es muy malo.
Kendra Saunders: Llamen al 911, que vayan ellos.
Michael Holt: No tienen las herramientas ni el conocimiento para lidiar con física dimensional. El ejército llegaría con tanques y rifles. Esto requiere manipulación de energía a nivel cuántico. Necesitamos poder bruto (Superman, Guy, Batman), conocimiento técnico avanzado (otra vez batman, yo), y la capacidad de navegar distorsiones espaciales (Kendra, tu equipo thanagiano puede detectar anomalías dimensionales).
Rex Mason: ¿Y yo? 😞
Michael Holt: Tú puedes convertirte en elementos que no existen en esta dimensión. Si necesitamos estabilizar la anomalía desde adentro, eres literalmente la única persona que puede sobrevivir a la exposición directa.
Clark ya estaba en movimiento, arrancándose la ropa mientras corría hacia su ventana. El traje de Superman apareció debajo, siempre ahí, siempre listo.
Superman: Voy en camino. ¿Coordenadas exactas?
Michael envió las coordenadas. Clark las memorizó en medio segundo.
Superman: Estaré ahí en tres minutos.
Guy Gardner: Por supuesto que llegarás primero. Eres básicamente un rayo azul y rojo.
Kendra Saunders: Yo llego en ocho. Mis alas son rápidas pero no TAN rápidas.
Rex Mason: Quince. Joey está con su madre así que no tengo que preocuparme por convertirme accidentalmente en plutonio cerca de mi hijo. 🫃🏼
Michael Holt: Yo coordino desde aquí. Tengo las T-Spheres en ruta con equipo de estabilización. Superman, cuando llegues, no te acerques demasiado a la anomalía. La energía dimensional puede afectar incluso tu biología kryptoniana de formas impredecibles.
Superman: Entendido.
Clark se lanzó por la ventana, el aire de la noche golpeándolo como una pared sólida. Star City estaba al oeste, más allá de Coast City, aproximadamente quinientas millas. A máxima velocidad, llegaría en menos de tres minutos. El mundo se desdibujó a su alrededor, edificios convirtiéndose en líneas borrosas, el océano pasando debajo de él en un destello azul.
Llegó a Star City justo cuando su reloj interno marcaba dos minutos y cuarenta y tres segundos. No mal.
Quantum Labs era un edificio de investigación de cinco pisos en las afueras de la ciudad, rodeado por un perímetro de seguridad que normalmente estaba lleno de guardias y científicos. Ahora estaba desierto. Evacuado.
Y flotando sobre el edificio, como una herida en el aire mismo, estaba la anomalía.
Clark se detuvo en el aire, flotando a doscientos metros de distancia, y su cerebro luchó por procesar lo que estaba viendo.
No era un agujero. No exactamente. Era más como si alguien hubiera roto un espejo y todos los pedazos estuvieran tratando de existir en el mismo lugar simultáneamente. Podía ver múltiples versiones de Star City a través de la fractura, cada una ligeramente diferente. En una, los edificios eran más altos. En otra, había naves voladoras. En una tercera, todo parecía estar hecho de cristal.
Y la cosa estaba creciendo. Lentamente, inexorablemente, consumiendo más espacio con cada segundo que pasaba.
Su visión de rayos X no funcionaba cerca de ella. La radiación era demasiado intensa, demasiado caótica. Pero su súper audición captaba sonidos que no deberían existir: ecos de conversaciones de otras dimensiones, el rugido de tormentas que no estaban en esta realidad, el llanto de un bebé que probablemente ni siquiera había nacido aquí.
Guy llegó treinta segundos después, su construcción de energía verde formando una plataforma debajo de él.
— Santa mierda en un palo — dijo, mirando fijamente la anomalía—. Eso es... ¿Qué ES eso?
— Colapso dimensional — respondió Clark—. Michael dice que tenemos menos de dos horas.
— Genial. Simplemente genial. Mi noche libre arruinada por física que no entiendo.
Kendra llegó un minuto después, sus alas batiendo con fuerza mientras se posicionaba junto a ellos. Tenía puestos sus lentes especiales, los que le permitían ver frecuencias de energía que los humanos normales no podían.
— Dios santo — susurró—. Puedo ver... hay al menos cincuenta realidades colapsando ahí. Tal vez más.
El comunicador crepitó. La voz de Michael, tensa pero enfocada.
— ¿Todos en posición?
— Afirmativo — respondieron los tres.
— Bien. Escuchen cuidadosamente porque solo voy a explicar esto una vez. Esa anomalía es un punto de colapso dimensional causado por un experimento que salió catastróficamente mal. Los científicos de Quantum Labs estaban tratando de abrir un portal a una dimensión paralela para extraer energía limpia. En lugar de eso, rompieron las barreras entre múltiples realidades.
— ¿Y eso es malo porque...? — preguntó Guy.
— Porque si las barreras continúan desintegrándose, todas esas realidades van a colapsar en un solo punto. Y cuando eso pase, la explosión resultante va a borrar Star City del mapa. Y probablemente Coast City también. Y tal vez Metrópolis si tenemos realmente mala suerte.
Rex llegó entonces, aterrizando con un sonido sordo en el techo de un edificio cercano.
— Okay, estoy aquí. ¿Qué necesitan que haga? ¿Convertirme en algo específico?
— Todavía no. Primero necesitamos estabilizar las fracturas externas. — Michael hizo una pausa—. Superman, necesito que uses tu visión de calor en coordenadas muy específicas. Voy a marcarte puntos en tu HUD. Son lugares donde las barreras dimensionales están más débiles. Si aplicamos calor preciso, podemos sellarlas temporalmente.
— ¿Cómo soldar?
— Exactamente como soldar. Excepto que estás soldando la realidad misma.
— Sin presión entonces.
— Nada de presión. Solo el destino de millones de personas.
Clark activó su visión de rayos X, enfocándola en el área alrededor de la anomalía. Michael tenía razón; había puntos donde podía ver las fracturas más claramente, lugares donde el tejido de la realidad estaba particularmente delgado.
— Veo los puntos. ¿Cuánto calor?
— Cinco mil grados. Mantenlo durante exactamente tres segundos en cada punto. Más que eso y vas a empeorar las cosas.
— Entendido.
Clark se movió, su visión de calor activándose con un brillo rojo. El primer punto se selló con un siseo de energía. Luego el segundo. El tercero. Era como coser, si coser involucrara rayos láser de cinco mil grados y la posibilidad de destruir accidentalmente la realidad.
— Guy — continuó Michael—, necesito que construyas una barrera de contención alrededor de la anomalía principal. Nada que la toque, solo algo que mantenga la energía residual de expandirse más.
— ¿Como una jaula?
— Como una jaula esférica. Y hazla gruesa. Esto va a intentar romperla.
Guy se concentró, su anillo brillando intensamente mientras una construcción de energía verde comenzaba a formarse alrededor de la anomalía. Era hermoso en su simetría, una esfera perfecta de luz verde tejida con patrones geométricos complejos.
— Kendra —dijo Michael—, necesito que uses tus sensores thanagarianos para mapear las fluctuaciones de energía. Dame lecturas cada treinta segundos.
— Entendido. — Kendra activó su equipo, sus alas ajustándose para mantenerla estable mientras flotaba.
— Rex, convierte tu brazo derecho en osmio. Es el elemento más denso que conocemos. Vas a necesitarlo cuando entremos a la siguiente fase.
— ¿Qué es la siguiente fase?
— Alguien tiene que entrar a la anomalía y cerrarla desde adentro.
Silencio.
— Espera — dijo Guy—. ¿Entrar? ¿ENTRAR en el agujero de muerte dimensional?
— Es la única forma. La anomalía tiene un núcleo, un punto de origen donde comenzó el colapso. Si podemos llegar ahí y colapsar el núcleo, todas las fracturas se cerrarán simultáneamente.
— ¿Y quién va a hacer el honor suicida de entrar en el agujero de muerte?
— Yo voy —dijo Clark inmediatamente.
— No — Michael sonó firme—. Tu biología kryptoniana es demasiado inestable para exposición dimensional prolongada. Podrías perder tus poderes. Podrías ganar poderes diferentes. Podrías simplemente... dejar de existir. No vale la pena el riesgo.
— Entonces yo —ofreció Guy.
— Tu anillo depende de fuerza de voluntad. La exposición dimensional podría corromper tu conexión con el anillo. Tampoco es viable.
— Yo puedo hacerlo — dijo Kendra—. He volado a través de anomalías temporales antes.
— Esto es diferente. Las anomalías temporales tienen reglas. Esto no tiene reglas. Es caos puro.
— Entonces supongo que soy yo — dijo Rex con un suspiro—. Porque aparentemente ser capaz de convertirme en elementos imposibles me convierte en el sacrificio perfecto.
— No es sacrificio — corrigió Michael—. Tu composición molecular única significa que puedes adaptarte a entornos que matarían a cualquier otro ser vivo. Puedes sobrevivir esto. Pero necesitas backup.
— ¿Qué tipo de backup?
— El tipo que puede atravesar barreras dimensionales sin ser afectado por ellas.
La voz vino de arriba, áspera y familiar.
— Yo puedo hacer eso.
Todos miraron hacia arriba.
Batman
Chapter 20: Sacrificios.
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Estaba parado en el techo del edificio más alto, su capa ondeando en el viento que la anomalía estaba generando. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Cuánto tiempo había estado ahí? Nadie lo sabía. Pero ahí estaba, como si hubiera sido invocado por la pura fuerza de que la situación era suficientemente terrible.
— Batman — dijo Michael, y había alivio en su voz—. ¿Qué tan recuperado estás?
— Lo suficiente. — Batman saltó del edificio, usando su gancho para descender en un arco elegante, aterrizando en el techo junto a Rex—. Traje equipo especial. Armadura modificada con blindaje dimensional. Cortesía de un viejo amigo y algunos favores que llamé con STAR Labs.
Sacó algo de su cinturón: un pequeño dispositivo que parecía una granada pero pulsaba con luz azul.
— Esto es un ancla dimensional. Una vez que estemos dentro de la anomalía, esto nos mantendrá anclados a nuestra realidad nativa. Sin ella, podríamos terminar perdidos en el multiverso para siempre.
— Eso suena alegre — murmuró Guy.
— ¿Tienes dos? — preguntó Rex.
— Tres. — Batman sacó dos más—. Una para ti, una para mí, y una de respaldo en caso de que algo salga mal.
— ¿Qué tan probable es que algo salga mal?
— Extremadamente probable. Por eso traje la de respaldo.
Clark descendió, aterrizando junto a Batman. Había algo en su postura que se veía... tenso. Más de lo usual.
— No tienes que hacer esto — dijo Clark en voz baja, solo para Batman—. Todavía estás recuperándote.
— Estoy bien.
— Batman.
Batman lo miró, y había algo en sus ojos detrás de la máscara que Clark no podía identificar completamente. Determinación, sí. Pero también algo más. Algo que se sentía como miedo cuidadosamente controlado.
— No voy a quedarme sentado mientras mi equipo arriesga sus vidas. — Su voz era firme—. Y tú no vas a entrar ahí. No cuando hay otra opción.
— No tienes que protegerme.
— No te estoy protegiendo. Estoy siendo estratégico. Tus poderes son necesarios aquí afuera para mantener todo estable. Los míos son necesarios allá adentro. Es lógica simple.
Clark quería discutir. Quería señalar que Batman apenas se había recuperado de casi morir hace semanas. Quería decir que la idea de Batman entrando a una anomalía dimensional lo llenaba de un terror que no sabía cómo procesar.
Pero el comunicador crepitó antes de que pudiera.
— Tenemos un problema — dijo Kendra, su voz tensa—. Las lecturas están aumentando. La anomalía está acelerando su crecimiento. Ya no tenemos dos horas.
— ¿Cuánto tenemos? — preguntó Michael.
— Cuarenta y cinco minutos. Tal vez menos.
— Mierda. — Michael se quedó en silencio por un segundo—. Okay. Cambio de planes. Superman, termina de sellar esas fracturas. Guy, refuerza tu construcción. Kendra, mantén esos sensores funcionando. Batman, Rex, entran ahora.
Batman activó el ancla dimensional, el dispositivo brillando mientras se adhería a su cinturón. Le pasó uno a Rex, quien lo activó de inmediato.
— ¿Listo? — preguntó Batman.
— Ni remotamente — respondió Rex—. Pero hagámoslo de todas formas. Somos rockstars.
Se acercaron al borde de la construcción de Guy, donde la anomalía pulsaba y se retorcía como algo vivo. Desde aquí, Clark podía escuchar los sonidos con más claridad: miles de voces hablando a la vez, el rugido de océanos que no existían en esta dimensión, el llanto de civilizaciones que nunca habían nacido aquí.
— Una vez que entremos — dijo Batman—, la comunicación va a ser irregular. Michael, mantén el canal abierto. Si escuchas algo de nosotros, responde inmediatamente.
— Entendido. Y Batman... buena suerte.
— La suerte es para amateurs.
Y entonces Batman y Rex saltaron.
La anomalía los tragó como una boca hambrienta, sus formas desapareciendo en un destello de luz multicolor.
Clark sintió su estómago caer.
— Superman — la voz de Michael lo sacó de su parálisis—. Enfócate. Todavía tenemos trabajo que hacer.
Tenía razón. Clark se forzó a moverse, a continuar sellando fracturas, a concentrarse en la tarea en manos. Pero parte de su mente estaba ahí abajo, con Batman, en un lugar donde las leyes de la física no aplicaban y la muerte podría venir en mil formas diferentes.
Dentro de la anomalía era... indescriptible.
Batman había estado en situaciones extrañas antes. Había peleado en dimensiones demoníacas, había navegado líneas temporales fracturadas, había enfrentado cosas que desafiaban toda lógica. Pero esto era diferente.
No había arriba ni abajo. No había izquierda ni derecha. La gravedad tiraba en seis direcciones diferentes simultáneamente. Podía ver múltiples versiones de sí mismo pasando, algunas donde nunca se había convertido en Batman, otras donde nunca había dejado de serlo.
Una versión de él era un asesino, cubierto de sangre.
Otra era un padre, cargando a un niño que nunca había existido en su realidad.
Una tercera estaba muerta, su cuerpo colgando de una horca en Crime Alley.
Incluso había una donde tenia un collar raro y sonreía demasiado.
— No mires — gruñó, forzándose a enfocarse—. Son solo ecos. No son reales.
— Fácil para ti decirlo — respondió Rex, que se había convertido en algo que era mitad titanio, mitad algo que Batman no reconocía—. Acabo de ver una versión de mí donde Joey nunca nació. Donde su madre y él murieron en el parto.
— No mires — repitió Batman con más firmeza—. Enfócate en el ancla. Sigue su pulso.
El ancla dimensional en su cinturón pulsaba con luz azul constante, un faro en el caos. La siguió, moviéndose a través de geometrías imposibles, pasando por versiones de Star City que nunca habían existido y nunca existirían.
Y entonces lo vieron.
El núcleo.
Era una esfera de luz pura, del tamaño de una pelota de básquetbol, flotando en el centro del caos. Pero no era luz normal. Era luz que dolía mirar, luz que parecía contener todos los colores que existían y algunos que no deberían.
— Ahí — dijo Batman—. Necesitamos colapsar eso.
— ¿Cómo?
Batman sacó algo de su cinturón: un dispositivo que parecía una versión más pequeña del ancla dimensional.
— Esto es una bomba de colapso cuántico. Cuando se active, va a forzar todas las realidades divergentes de vuelta a sus dimensiones originales. Pero necesita estar en contacto directo con el núcleo.
— Déjame adivinar: alguien tiene que sostenerlo.
— Yo lo haré.
— Como mierda lo harás. — Rex lo empujó a un lado—. Tú tienes gente esperándote afuera seguramente, una familia. Yo solo tengo a Joey, y él está con su madre. Si algo sale mal...
— Nada va a salir mal.
— Batman, no seas héroe. No ahora.
Pero Batman ya estaba moviéndose, navegando a través del caos hacia el núcleo. Rex lo siguió, maldiciéndolo en tres idiomas diferentes.
Llegaron al núcleo y Batman alcanzó, sosteniendo la bomba contra la esfera de luz. Inmediatamente sintió resistencia, como si mil manos invisibles estuvieran tratando de empujarlo.
— Michael — dijo al comunicador—. Estamos en posición. Activando la bomba en tres... dos...
Algo salió mal.
El núcleo pulsó, una onda de energía explotando hacia afuera. Batman fue lanzado hacia atrás, su cuerpo girando a través del caos. El ancla dimensional en su cinturón parpadeó, luego se apagó.
— ¡BATMAN! — La voz de Rex sonaba lejana, como si viniera de través de kilómetros de agua.
Batman intentó moverse, pero su cuerpo no respondía correctamente. Podía ver múltiples versiones de sí mismo convergiendo, tratando de fusionarse con él. Sintió su mente estirándose, fragmentándose, tratando de existir en demasiados lugares a la vez.
Iba a morir aquí. Iba a perderse en el multiverso, convertirse en eco de sí mismo, existir en todas partes y en ninguna parte simultáneamente.
Y entonces escuchó algo.
Una voz. Clara. Firme. Atravesando todo el caos como un faro.
— ¡Aguanta!
Algo lo agarró. Brazos fuertes, familiares. Podía sentir calor contra su pecho, el tipo de calor que solo venía de una fuente.
Clark.
Superman había entrado.
— Te tengo — gruñó Clark, sosteniéndolo con fuerza mientras volaba a través del caos—. No te voy a perder.
— Tu ancla... vas a perderte...
— Me importa una mierda el ancla. No voy a dejarte aquí.
Batman quería discutir, quería señalar la estupidez táctica de lo que Clark estaba haciendo. Pero su cuerpo estaba fallando, su mente demasiado fragmentada para formar palabras coherentes.
Rex apareció entonces, sosteniéndose del brazo de Clark, el ancla de respaldo de Batman en su mano libre.
— ¡Presiona el botón! — gritó—. ¡Ahora!
Batman forzó su mano a moverse, sus dedos encontrando el detonador de la bomba que todavía sostenía.
Presionó.
El núcleo explotó.
No fue una explosión en el sentido tradicional. Fue más como si el universo hubiera inhalado profundamente, succionando toda la energía divergente de vuelta a donde pertenecía. Implosión. Las realidades colapsantes fueron separadas, cada una regresando a su dimensión apropiada. Las fracturas se sellaron, las barreras se restauraron.
Y Batman, Clark y Rex fueron expulsados de la anomalía como corchos de una botella de champán, lanzados a través del aire nocturno de Star City.
Clark los atrapó a ambos, sus brazos envolviéndose alrededor de ellos mientras desaceleraba su descenso. Aterrizaron en el techo de Quantum Labs con un golpe que hizo crujir el concreto.
Durante un momento, nadie se movió. Solo respiraban, procesando el hecho de que todavía estaban vivos, que todavía existían en una sola realidad.
— Eso — jadeó Rex— fue la cosa más estúpida que hemos hecho como equipo.
— Y funcionó — añadió Clark, su voz temblorosa, experimentando por segunda vez lo que era estar al borde de la muerte.
Batman no dijo nada. Solo se quedó ahí, en los brazos de Clark, sintiendo el latido constante de su corazón contra su pecho, anclándolo de vuelta a esta realidad.
El comunicador crepitó.
— ¿Están todos vivos? — La voz de Michael sonaba aterrada—. ¡Digan algo, maldita sea!
— Estamos vivos — respondió Clark—. La anomalía está cerrada.
Un coro de alivio explotó en el comunicador. Guy gritando victoria. Kendra riendo histéricamente. Michael maldiciendo en tres idiomas.
Y Clark, todavía sosteniendo a Batman, susurró tan bajo que solo él podía escuchar:
— No vuelvas a hacer eso. No vuelvas a asustarme así.
Batman levantó la vista, encontrando los ojos de Clark incluso a través de la máscara.
— No planeo repetirlo.
Pero ambos sabían que era mentira. Porque esto era lo que hacían. Arriesgaban todo, una y otra vez, porque alguien tenía que hacerlo.
Guy aterrizó junto a ellos entonces, su construcción disipándose.
— Okay, eso fue oficialmente la misión más loca en la que he estado. Y he estado en MUCHAS misiones locas.
Kendra descendió también, sus alas plegándose.
— Nunca más. Nunca, nunca más. La próxima vez que haya un colapso dimensional, llamamos a alguien más.
— ¿A quién? — preguntó Rex—. Literalmente no hay nadie más que pueda hacer esto.
— A Jesucristo, recemos.
— Dicen que antes que venga Jesús vendrá el anticristo, así que no hay mucha lógica en lo...
Siguieron discutiendo temas religiosos y como morirían sin saber como se pelea con el Anticristo o mil demonios, pero Clark y Bruce dejaron de escuchar.
Abajo, en las calles de Star City, la gente comenzaba a emerger de los refugios de evacuación. Podían ver a los superhéroes en el techo, iluminados por las luces de emergencia y el resplandor de la ciudad.
Y entonces empezaron a aplaudir.
Lentamente al principio, luego más fuerte, hasta que todo Star City parecía estar celebrando. Gritos de alivio, de gratitud, de júbilo puro porque todavía existían, porque sus realidades no habían sido borradas.
Guy se levantó inmediatamente, haciendo poses heroicas.
— ¡Sí! ¡Así es! ¡Green Lantern salva el día otra vez!
— Técnicamente Batman y Rex salvaron el día — murmuró Kendra.
— Shh, déjame tener esto.
Guy voló hacia abajo, aterrizando en medio de la multitud, estrechando manos y aceptando palmadas en la espalda como si fuera un candidato político. La gente lo amaba, tomando fotos, pidiéndole autógrafos en cualquier superficie disponible.
Batman observaba desde arriba, y Clark podía ver algo en su postura que reconocía. No envidia, sino... aceptación. Batman no necesitaba la adoración pública. No la quería. Pero entendía que alguien tenía que ser el rostro, la persona que hacía que todo esto se sintiera seguro y accesible.
Y Guy era perfecto para eso.
Batman se puso de pie lentamente, revisando su equipo, asegurándose de que todo estuviera intacto. Luego, con un simple asentimiento hacia los demás, caminó hacia el borde del techo.
Clark se levantó también, siguiéndolo.
— ¿A dónde vas?
— Gotham. Todavía tengo una ciudad que patrullar.
— Te acompaño.
Batman se detuvo, girándose para mirarlo.
— No tienes que hacerlo.
— Lo sé. Pero quiero hacerlo. — Clark se acercó un paso—. Además, prometí estar ahí hasta que estuvieras completamente recuperado. Y lo que sea que pasó ahí dentro... definitivamente cuenta como algo de lo que recuperarse.
Batman lo estudió por un momento. Luego asintió.
— Está bien. Pero sigues mis reglas.
— Siempre lo hago.
— Esa es la mentira más obvia que has dicho.
Clark sonrió, y juntos dejaron Star City atrás, volando y conduciendo hacia la oscuridad que era Gotham.
Gotham City - 2:34 AM
La lluvia había comenzado en algún momento durante su viaje, transformando Gotham en una versión acuarela de sí misma. Las luces de neón se reflejaban en charcos que parecían portales a otros mundos. El crimen, que nunca dormía en esta ciudad, había despertado con la noche.
Batman y Superman se movían a través de los tejados como sombras sincronizadas. No necesitaban palabras. Una mirada, un gesto con la cabeza, y ambos sabían exactamente qué hacer.
Un atraco en progreso en la joyería de la calle 52. Batman señaló hacia la entrada trasera. Clark asintió, moviéndose para bloquear la salida frontal. Los ladrones ni siquiera tuvieron tiempo de gritar antes de estar desarmados y atados.
Un traficante tratando de vender a adolescentes en un callejón. Batman descendió como una pesadilla, su capa envolviéndolo en oscuridad. Clark apareció detrás, bloqueando cualquier ruta de escape. El traficante se rindió antes de que Batman pudiera tocarlo.
Un incendio en un edificio de apartamentos. Clark entró, evacuando familias en ráfagas de super velocidad. Batman coordinaba con los bomberos afuera, asegurándose de que nadie quedara atrás.
Era ballet. Era arte. Era dos personas que entendían completamente las fortalezas y debilidades del otro, trabajando en armonía perfecta.
Para cuando el cielo comenzó a teñirse de púrpura, habían detenido diecisiete crímenes, salvado cuarenta y tres vidas, y no habían intercambiado más de veinte palabras.
Aterrizaron en un techo cerca del Distrito Financiero, donde la ciudad comenzaba a despertar para otro día. Batman se apoyó contra una chimenea, su respiración más pesada de lo que debería estar. Clark se preocupó inmediatamente.
— ¿Estás bien?
— Bien. Solo cansado.
— Deberías descansar.
— Lo haré. Después del amanecer
Clark estaba sentado en el borde de un techo, sus piernas colgando sobre el abismo, mirando cómo Gotham se preparaba para despertar. Podía escuchar todo: el primer autobús del día arrancando su motor seis cuadras al este, una pareja discutiendo en un apartamento sobre quién había olvidado comprar leche, el llanto de un bebé que no quería dormir, el zumbido de las máquinas de café en una docena de diners que nunca cerraban.
Batman estaba recostado a unos metros de distancia, su capa envuelta alrededor de él como un capullo negro.
Se veía humano así. Cansado pero humano. Y había algo en eso que hacía que el pecho de Clark se apretara de formas que no entendía completamente.
— ¿En qué tanto piensas? — preguntó Batman, su voz más suave sin el cowl completo distorsionándola.
Clark tardó en responder, eligiendo sus palabras con cuidado.
— La confusión ha sido una emoción dominante estos días.
— ¿Confusión sobre qué?
— Todo. Nada. — Clark se rió, un sonido sin humor—. Suena estúpido cuando lo digo en voz alta.
— No suena estúpido. — Batman se movió, dejando la chimenea para sentarse junto a Clark, manteniendo suficiente distancia para no invadir su espacio pero lo suficientemente cerca para que sus brazos casi se tocaran—. Todos nos confundimos. Es parte de ser... lo que somos.
Clark lo miró de reojo. Había algo en el tono de Batman que sugería que él también sabía de confusión, que tal vez compartían más de lo que Clark había pensado.
— Es solo que — empezó Clark, mirando de vuelta hacia la ciudad—, a veces siento que estoy viviendo varias vidas diferentes al mismo tiempo, ¿sabes? Clark Kent el reportero. Superman el héroe. Y luego está esta persona que soy cuando estoy contigo, que no es exactamente ninguno de los dos.
—¿Y quién es esa persona?
—No lo sé. Alguien que puede ser honesto. Alguien que no tiene que pretender ser más fuerte de lo que es o más normal de lo que es. Solo... yo.
Batman fue silencioso por un momento recordando las palabras de Alfred, y cuando habló, había algo en su voz que sonaba casi vulnerable.
—Entiendo eso más de lo que crees. Tal vez un conjunto de todo, sin los prejuicios y errores que únicamente ves.
Clark giró la cabeza para mirarlo completamente, estudiando el perfil de Batman contra el cielo que se aclaraba. Había tanto que no sabía sobre este hombre. Su nombre, su rostro completo, qué hacía cuando no era Batman. Pero había cosas que sí sabía; que era brillante de formas que intimidaban, que se preocupaba más de lo que admitía, que tenía un sentido del humor tan seco que a veces tomaba tres segundos darse cuenta de que había hecho una broma.
Que Clark se sentía completo cuando estaba cerca de él de formas que no sabía cómo explicar.
Y eso era el problema, ¿no? Porque también estaba Bruce. Bruce con sus sonrisas devastadoras y sus toques que dejaban marcas y su forma de mirar a Clark como si fuera lo único importante en la habitación. Bruce, quien hacía que el corazón de Clark se acelerara con solo un mensaje de texto.
Dos personas. Dos conexiones completamente diferentes. Y Clark atrapado en el medio, sintiéndose como el peor tipo de idiota por no poder simplemente elegir.
— No pasa nada — dijo finalmente, forzando una sonrisa—. La confusión es temporal. Lo que importa es que estoy aquí, en esta terraza, contigo. Y me alegra estar aquí.
— ¿Sí?
— Sí. — Clark sintió algo cálido extenderse en su pecho—. Eres muy afortunado de tenerme como amigo, ¿sabes? Floto sobre tejas mojadas a las seis de la mañana por ti. Eso es amistad de verdad.
Batman se rió, un sonido bajo y genuino que hizo que algo en el estómago de Clark diera un vuelco.
— Sí, soy muy afortunado.
Clark miró alrededor, buscando algo, cualquier cosa que pudiera solidificar este momento. Sus ojos cayeron en una pequeña planta que crecía de una grieta en el concreto del techo, obstinada y fuera de lugar. Tenía flores diminutas, amarillas, del tipo que probablemente eran técnicamente maleza pero que se veían bonitas de todas formas.
Se levantó, caminó hacia ella, y con cuidado infinito arrancó una de las flores. Era pequeña, del tamaño de su pulgar, pero perfecta en su simplicidad.
Regresó a donde Batman estaba sentado y se la ofreció, sosteniéndola entre ellos como un tesoro frágil.
— Toma. Como signo de nuestra amistad.
Batman la miró, luego miró a Clark, y había algo en sus ojos que Clark no podía leer. Sorpresa tal vez. O algo más profundo, algo que se parecía peligrosamente al dolor.
— Clark, no tienes que...
— Quiero hacerlo. — Clark presionó la flor en la mano enguantada de Batman, cerrando sus dedos alrededor de ella—. Sé que es tonto. Solo es una flor. Pero cada vez que la veas, quiero que recuerdes que tienes a alguien que se preocupa por ti. Alguien que va a estar ahí cuando lo necesites. Como amigo.
Esa palabra. Amigo. Cayó entre ellos como una piedra en agua quieta.
Batman sostuvo la flor con tanto cuidado que podría haber sido hecha de cristal. Sus dedos la giraron, estudiando cada pétalo, y Clark hubiera dado cualquier cosa por poder ver su expresión completa en ese momento, por poder leer lo que estaba pensando detrás de esa máscara.
— Gracias — dijo Batman finalmente, su voz más áspera de lo usual—. Esto... significa más de lo que piensas.
Se quedaron así, sentados uno junto al otro mientras el sol comenzaba a trepar sobre el horizonte, pintando Gotham en tonos de naranja y rosa que la ciudad no merecía pero que se veía hermosa de todas formas.
Y Bruce, porque Batman también era Bruce en este momento aunque Clark no lo supiera, sentía como si algo se estuviera rompiendo en su pecho. Sostenía esa flor diminuta, este signo de "amistad" de Clark, y quería gritar.
Quería decirle. Dios, quería decirle tanto.
"Soy Bruce Wayne. El hombre que besaste en ese club. El hombre con quien tienes una cita programada para esta semana. El hombre que piensa en ti constantemente, que revisa su teléfono cada cinco minutos esperando tus mensajes, que se ríe de tus chistes terribles y se derrite cuando sonríes así."
"Soy yo. Siempre he sido yo."
Pero no podía. No todavía. Porque ¿Cómo le explicabas a alguien que habías estado jugando con sus emociones sin querer? ¿Qué cada conversación que tenían como Batman estaba informada por el conocimiento de quién era Clark, mientras que Clark hablaba con un extraño enmascarado creyendo que estaba construyendo algo nuevo?
¿Cómo le decías que habías estado enamorándote de él en dos formas diferentes, desde dos ángulos distintos, y que cada versión solo lo hacía querer más?
No había forma de hacerlo sin lastimarlo. Sin hacer que Clark sintiera que había sido manipulado, engañado, utilizado.
Así que Bruce guardó la flor en un compartimento especial de su cinturón, uno diseñado para evidencia delicada, y decidió que tendría tiempo. Todo a su tiempo. Cuando Clark estuviera listo. Cuando la relación entre Bruce Wayne y Clark Kent estuviera lo suficientemente sólida como para soportar la verdad.
Cuando Batman y Superman fueran lo suficientemente cercanos como amigos para que Clark pudiera perdonar la decepción.
Si es que alguna vez podía perdonarlo.
— El sol está saliendo — observó, porque necesitaba decir algo, cualquier cosa que no fuera la verdad que quemaba en su garganta—. Deberías irte. Tienes trabajo en unas horas.
— Tú también.
— Yo puedo funcionar con dos horas de sueño.
— Eso es poco saludable.
— Lo dice el alien que no necesita dormir.
— Necesito dormir. Solo no tanto como los humanos normales.
Se miraron, y había algo en el aire entre ellos, algo cargado y no dicho que ninguno de los dos sabía cómo nombrar.
— Hablaremos pronto — dijo Clark finalmente, levantándose, estirándose de esa forma que hacía que todos sus músculos se flexionaran bajo el traje—. ¿Mañana por la noche?
— Mañana por la noche — confirmó Bruce—. Misma hora, mismo lugar.
—Es una cita. Quiero decir, no una cita cita. Una cita de amigos. De patrulla. De... voy a dejar de hablar ahora.
Bruce sonrió a pesar del dolor en su pecho.
— Buena idea.
Clark se elevó en el aire, flotando hacia atrás lentamente, como si no quisiera irse todavía. El sol naciente lo bañaba en luz dorada, haciendo que su capa ondeara dramáticamente en el viento matutino, y Bruce pensó, no por primera vez, que Clark era la cosa más hermosa que había visto en su vida.
— Cuídate, Batman.
— Tú también, Superman.
Y entonces Clark se fue, volando hacia Metrópolis en un destello de rojo y azul, dejando a Bruce solo en el techo con una flor amarilla diminuta y un corazón lleno de secretos que no sabía cómo compartir.
Se quedó ahí mucho después de que Clark desapareció, sosteniendo esa flor, sintiéndose como el peor tipo de cobarde.
Porque la verdad era que no estaba enamorado de Clark como Bruce y también como Batman.
Estaba enamorado de Clark. Punto. Completamente. Irrevocablemente.
Y cada día que pasaba sin decirle la verdad era otro día donde esa mentira crecía más grande, más complicada, más imposible de desenredar sin causar daño.
Pero por ahora, en este momento, mientras el sol se elevaba sobre Gotham y la ciudad despertaba a otro día de crimen y corrupción y lucha infinita, Bruce guardó la flor cerca de su corazón y se prometió a sí mismo que encontraría la forma correcta de decirle.
Pronto.
Muy pronto.
Antes de que fuera demasiado tarde y el peso de todos estos secretos los aplastara a ambos.
Se puso el cowl completo otra vez, convirtiéndose completamente en Batman, y descendió hacia las sombras de Gotham. Tenía dos horas antes de que Alfred esperara que volviera para dormir. Dos horas para patrullar, para hacer su trabajo, para ser la pesadilla que los criminales temían.
Dos horas antes de que tuviera que quitarse la máscara y convertirse en Bruce Wayne otra vez, el playboy que tenía una cita programada con el mismo hombre que acababa de darle una flor como símbolo de amistad.
La ironía no se perdía en él. De hecho, dolía de formas que no sabía cómo procesar.
Pero eso era su vida ahora. Vivir en dos mundos, amar a la misma persona desde dos ángulos diferentes, y esperar, rezar, que cuando todo se desmoronara eventualmente, Clark pudiera encontrar en su corazón perdonarlo.
Era todo lo que podía hacer.
Por ahora.
Mansión Wayne - 7:23 AM
Alfred estaba esperando en la Batcueva cuando Bruce finalmente llegó, el mayordomo de pie junto a la computadora con una taza de té en una mano y esa expresión de desaprobación paciente que había perfeccionado durante décadas.
— Buenos días, señor. O debería decir buenas tardes considerando que prometió estar en casa hace tres horas.
— Se complicó — murmuró Bruce, quitándose el cowl y dejando que cayera al suelo con más descuido del usual.
— ¿La anomalía dimensional?
— Eso también. — Bruce sacó la flor de su cinturón, sosteniéndola con cuidado mientras buscaba algo donde ponerla—. ¿Tenemos un florero? Algo pequeño.
Alfred levantó una ceja, su mirada yendo de Bruce a la flor y de vuelta.
— ¿Puedo preguntar de dónde salió eso?
— Un amigo me la dio.
—Ah. — Alfred dejó su té, caminando hacia uno de los gabinetes de almacenamiento—. ¿Y este "amigo" tendría cabello negro, ojos azules, y la capacidad de volar?
Bruce no respondió, lo cual era respuesta suficiente.
Alfred regresó con un pequeño tubo de ensayo que había sido puesto con el propósito de servir como florero improvisado. Lo llenó con agua de una de las fuentes de emergencia y se lo pasó a Bruce.
— ¿Cada vez más profundo?
— ¿Más profundo?
— No sea obtuso, señor. Sabe exactamente a qué me refiero.
Bruce colocó la flor en el tubo con cuidado infinito, ajustándola hasta que quedó perfectamente centrada.
— Mhm, sí.
— ¿Y cuándo planea decirle?
— Cuando sea el momento correcto.
— El momento correcto tiene la mala costumbre de nunca llegar si uno sigue esperándolo. — Alfred se cruzó de brazos—. ¿Qué va a hacer cuando tenga su cita con él como Bruce Wayne? ¿Simplemente... pretender que no pasó esta noche? ¿Qué no tuvo esta conversación?
— No lo sé, Alfred. — Bruce se pasó las manos por el cabello, arruinándolo más—. No tengo todas las respuestas.
— Eso es sorprendentemente honesto viniendo de usted.
— Estoy cansado. La honestidad es más fácil cuando estás demasiado cansado para mentir efectivamente.
Alfred suspiró, su expresión suavizándose.
— Señor, le he visto navegar situaciones imposibles. He visto cómo salva a Gotham una y otra vez contra probabilidades que harían que cualquier hombre sensato se rindiera. Pero esto... esto lo está destruyendo de adentro hacia afuera.
— Lo sé.
— Entonces haga algo al respecto. Dígale la verdad antes de que se vuelva imposible de desenredar.
— ¿Y si me odia? — Las palabras salieron antes de que Bruce pudiera detenerlas, crudas y honestas en formas que raramente se permitía—. ¿Y si le digo y decide que no puede perdonarme por jugar con sus emociones así? ¿Y si pierdo ambas versiones de él porque fui demasiado cobarde para ser honesto desde el principio?
Alfred caminó hacia él, poniendo una mano en su hombro con la familiaridad de alguien que había estado ahí desde que Bruce era un niño de ocho años llorando en Crime Alley.
— Entonces lo habrá intentado. Y si lo pierde, al menos sabrá que fue porque fue valiente, no porque fue cobarde. — Apretó su hombro—. Pero no creo que lo pierda. Clark Kent es muchas cosas, pero es fundamentalmente bueno. Fundamentalmente comprensivo. Dele la oportunidad de serlo.
Bruce miró la flor en su improvisado florero, tan pequeña y frágil y perfecta.
— Pronto — prometió—. Se lo diré pronto.
— Bien. Ahora vaya a dormir. Se ve terrible y tiene una cita que preparar.
— La cita no es hasta el jueves.
— Hoy es miércoles, señor.
— ¿Qué? — Bruce verificó su reloj, dándose cuenta con horror creciente que Alfred tenía razón—. Mierda. La cita es mañana.
— Sí. Así que sugiero que duerma ahora, porque va a necesitar todas sus facultades para esa conversación. Especialmente si planea eventualmente decirle la verdad.
Bruce subió las escaleras hacia su habitación, cada paso sintiéndose como si pesara mil libras. Se dejó caer en la cama sin cambiarse, todavía en su ropa interior del traje, y miró al techo.
Su teléfono vibró. Un mensaje de Clark.
"Llegué a casa a salvo. Gracias por esta noche. Por todo. Eres un buen amigo, Batman. El mejor."
Bruce escribió de vuelta con dedos que temblaban más de lo que deberían.
"Tú también, Clark. Descansa bien."
Guardó su teléfono, cerró los ojos, y trató de no pensar en cómo esa palabra, "amigo", se sentía como un cuchillo en su pecho cada vez que Clark la usaba.
Porque él no quería ser el amigo de Clark. Bueno, sí quería serlo. Pero también quería ser más que eso. Quería ser todo para él. Quería que Clark supiera que el hombre que lo había besado hasta dejarlo sin sentido en un club y el hombre con quien había patrullado Gotham toda la noche eran la misma persona.
Quería que Clark lo eligiera sabiendo toda la verdad.
Pero el miedo de perderlo completamente era paralizante de formas que ningún criminal, ninguna amenaza, ningún peligro físico jamás había sido.
Así que Bruce Wayne, el hombre más preparado de Gotham, el detective más grande del mundo, se durmió sosteniendo su teléfono contra su pecho, soñando con futuros donde había sido lo suficientemente valiente para decir la verdad desde el principio.
Y esperando que cuando finalmente lo hiciera, Clark pudiera encontrar en su corazón perdonarlo por todo lo que había callado.
Chapter 21: Videollamadas.
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Daily Planet, Metrópolis - 9:47 AM
Clark Kent estaba convencido de que Perry White había desarrollado un sexto sentido específicamente diseñado para detectar cuándo su vida personal estaba a punto de volverse interesante, porque cada vez que eso pasaba, Perry aparecía con una asignación que consumiría las próximas doce horas de su existencia.
— ¡Kent! — la voz de Perry atravesó la bulliciosa sala de redacción como un látigo— . Mi oficina. Ahora.
Lois, quien estaba sentada en su escritorio comiendo lo que parecía ser su tercera dona de la mañana, le lanzó una mirada de simpatía.
— Ese tono significa que estás jodido.
— Gracias por el apoyo moral, Lo.
— De nada. Si no vuelves en una hora, asumiré que Perry finalmente perdió la cordura y te estranguló con una copia del manual de estilo de AP.
Clark se levantó, ajustándose los anteojos con ese gesto nervioso que hacía cuando sabía que estaba a punto de recibir malas noticias. La oficina de Perry era un desastre organizado de archivos, tazas de café a medio tomar, y fotos enmarcadas de la esposa de Perry que parecían juzgar silenciosamente a cualquiera que entrara.
Perry estaba detrás de su escritorio, sus manos entrelazadas de esa forma que siempre usaba cuando estaba a punto de arruinar el día de alguien.
— Siéntate, Kent.
Clark se sentó.
— Necesito que cubras la conferencia de tecnología médica en el Centro de Convenciones Wayne. Empieza en dos horas. Termina a las nueve de la noche. Y quiero cinco mil palabras en mi escritorio para mañana a las seis de la mañana.
— Espera, ¿mañana a las seis?
— ¿Hay un eco aquí? Sí, mañana a las seis. Es una historia importante, Kent. Wayne Enterprises está anunciando algún tipo de tecnología revolucionaria de prótesis. Podría cambiar la forma en que tratamos lesiones de médula espinal. Esto es portada material.
— Perry, yo... tengo planes esta noche.
Perry lo miró con esa expresión que había perfeccionado durante treinta años de periodismo: completamente desprovista de simpatía.
— ¿Planes? ¿Tienes planes? Kent, tu trabajo es tu plan. El periódico es tu plan. Entregar historias a tiempo es tu maldito plan. ¿Entendido?
Clark sintió su teléfono vibrar en su bolsillo. Probablemente era Bruce, enviando otro de esos mensajes que hacían que Clark sonriera como idiota en lugares públicos. Mensajes sobre la cena de mañana, sobre lo que Bruce estaba planeando cocinar, sobre cómo no podía esperar a verlo otra vez.
La cena que aparentemente Clark iba a tener que cancelar.
— Entendido — dijo finalmente, porque ¿qué más podía decir? No podía exactamente explicarle a Perry que tenía una cita con un millonario playboy que también resultaba ser el alter ego secreto del vigilante con quien había estado patrullando toda la semana.
— Bien. Ahora vete. Y Kent, cuando digo cinco mil palabras, no me refiero a cuatro mil novecientas noventa y nueve. Cuento.
— Por supuesto que cuentas.
Clark salió de la oficina, su buen humor de la mañana completamente evaporado. Lois levantó la vista cuando pasó junto a su escritorio.
— ¿Qué tan malo?
— Conferencia tecnológica. Doce horas. Artículo de cinco mil palabras para mañana temprano.
— Auch. ¿Eso arruina tus planes con el millonario sexy?
— Completamente.
Jimmy apareció con café, como si hubiera sido invocado por el poder de la miseria compartida.
— ¿Qué me perdí?
— Perry acaba de destruir la vida amorosa de Clark.
— Ah. — Jimmy le pasó uno de los cafés a Clark —. ¿Necesitas que llame a Bruce y le explique que tu editor es un tirano sin corazón?
— No, yo... yo le escribiré.
Pero mientras Clark miraba su teléfono, viendo tres mensajes nuevos de Bruce, todos llenos de esa energía juguetona que hacía que el estómago de Clark diera vuelcos, se dio cuenta de que no quería cancelar. No quería ser esa persona que dejaba plantado a alguien por trabajo, no cuando Bruce claramente había estado anticipando esto tanto como él.
Abrió el chat con Bruce.
Clark: Hey, tengo malas noticias.
Bruce: ¿Qué tan malas? ¿Escala de "mi café está tibio" a "Gotham está siendo invadida por alienígenas"?
Clark: Intermedio. Mi editor me asignó una historia que va a tomar todo el día. Termina a las nueve de la noche y tengo deadline para mañana temprano.
Hubo una pausa. Clark podía ver los tres puntos parpadeando, Bruce escribiendo, borrando, escribiendo otra vez.
Bruce: Ah.
Solo eso. "Ah." Dos letras que de alguna manera transmitían más decepción que un párrafo entero.
Clark: Lo siento mucho. Sé que estábamos planeando esto y yo realmente, REALMENTE quería verte pero Perry es implacable y aparentemente esta es una historia importante y...
Bruce: Clark. Respira. Es trabajo. Lo entiendo.
Clark: ¿Sí?
Bruce: Sí. Aunque debo admitir que estoy devastadoramente decepcionado. Ya había planeado el menú completo.
Lo cual era una completa mentira, Bruce Wayne no sabia hacer ni arroz blanco.
Clark: ¿En serio? ¿Qué ibas a cocinar?
Bruce: Ah, ahora quieres saber. Muy conveniente.
Clark: ¡Bruce!
Bruce: Risotto de hongos silvestres. Salmón a la parrilla con limón. Y ese postre de chocolate que mencionaste que te gustaba.
Clark sintió algo en su pecho apretarse dolorosamente.
Clark: Dios, eso suena increíble. Odio a Perry White con cada fibra de mi ser.
Bruce: No odies a tu editor. Odia el timing terrible del universo.
Clark: Puedo odiar ambos.
Bruce: Justo. Entonces, ¿cuándo eres libre?
Clark: ¿Mañana por la noche? ¿El viernes? Literalmente cualquier momento que no involucre conferencias tecnológicas interminables.
Bruce: Viernes entonces. Estoy planeando todo. Misma comida. Y Clark... no te disculpes más. El trabajo es trabajo. Lo entiendo más de lo que crees.
Clark: Gracias por ser tan comprensivo.
Bruce: De nada. Ahora ve a ser el mejor reportero de Metrópolis. Estaré aquí, sufriendo en silencio con mi risotto no comido.
Clark: Eres dramático.
Bruce: Soy un millonario solo y abandonado. Tengo derecho a ser dramático.
Clark: Nos vemos el viernes.
Bruce: Cuenta con ello.
Clark guardó su teléfono, sintiendo ese calor familiar en su pecho que solo Bruce parecía poder provocar. Lois lo estaba observando con esa expresión de "te conozco demasiado bien".
— ¿Movieron la cita?
— Viernes.
— Bien. Eso te da dos días para prepararte mentalmente para no flotar en medio de la cena.
— No voy a flotar.
— Totalmente vas a flotar — añadió Jimmy— . Apuesto veinte dólares a que flotas.
— No estoy tomando esa apuesta porque ambos sabemos que probablemente tengas razón.
Centro de Convenciones Wayne, Metrópolis - 11:53 AM
La conferencia era exactamente tan aburrida como Clark había anticipado. Sala tras sala de científicos hablando sobre nanotecnología y neuroplasticidad y términos que sonaban impresionantes pero que Clark estaba bastante seguro de que la mitad de ellos estaban inventando sobre la marcha.
Había tomado notas diligentemente durante las primeras tres horas. Luego sus notas habían degenerado en garabatos de Batman (que borró inmediatamente porque eso era vergonzoso), luego en una lista de compras que necesitaba hacer, luego en absolutamente nada porque su cerebro se había rendido.
Estaba en su quinta taza de café, considerando seriamente si usar su visión de calor para freír el proyector y terminar con esta tortura, cuando su teléfono vibró.
No era Bruce. Era el comunicador de la Justice Gang.
Michael Holt: Situación en Gotham. Nada crítico pero Batman solicitó backup. ¿Alguien disponible?
Clark verificó su reloj. 3:47 PM, lo cual era raro para batman saliendo al día, pero supuso que era algo muy urgente. La próxima sesión no empezaba hasta las 4:15. Tenía tiempo.
Superman: ¿Qué tipo de situación?
Michael Holt: Operación de tráfico humano. Grande. Batman rastreó la ubicación pero hay demasiados hostiles para manejarlo solo sin riesgo a los civiles.
Guy Gardner: Yo estoy en el espacio. Literalmente. En el espacio. No puedo ayudar.
Kendra Saunders: Tengo mi propio desastre aquí en Egipto. Momias animadas. No pregunten.
Rex Mason: Joey decidió convertirse en helio durante su siesta. Toda la guardería está flotando. TODA. Voy a estar aquí un rato.
Superman: Voy para allá. Denme la ubicación.
Michael envió las coordenadas. Clark las memorizó, verificó que nadie estaba prestando atención, y se escabulló hacia el baño más cercano.
Treinta segundos después, Superman estaba volando hacia Gotham.
Almacenes Industriales, Gotham - 4:02 PM
Clark aterrizó en el techo del almacén que Michael había marcado, usando su visión de rayos X para escanear el interior. Batman tenía razón; esto era grande. Podía contar al menos treinta personas armadas, más docenas de civiles atrapados en contenedores de envío modificados.
Y Batman estaba en el perímetro, oculto en las sombras, claramente esperando el momento correcto para moverse.
Clark activó su comunicador.
— Llegué. ¿Cuál es el plan?
La voz de Batman crepitó, baja y controlada.
— Entrada simultánea. Tú por el frente, yo por atrás. El objetivo es liberar a los civiles primero. Los criminales son secundarios.
— Entendido. ¿En tu marca?
— Dame treinta segundos para posicionarme.
Clark esperó, observando a Batman moverse a través de las sombras con esa gracia fluida que hacía que pareciera más fantasma que hombre. Llegó a la entrada trasera, verificó su equipo, y entonces asintió hacia donde sabía que Clark estaba esperando.
— Ahora.
Se movieron como una máquina bien aceitada. Clark atravesó la puerta frontal, el metal doblándose como papel bajo su fuerza. Los guardias se giraron, armas levantándose, pero Clark era más rápido. Desarmó a cinco antes de que pudieran apretar los gatillos.
Batman entró por atrás, y el caos real comenzó. Humo, granadas de aturdimiento, gritos. Clark se enfocó en los contenedores, arrancando las puertas con sus manos desnudas, ayudando a las personas aterradas a salir.
Una niña, no más de diez años, lo miró con ojos amplios. Clark tuvo que reunir fuerzas para no llorar por la vida de aquella niña, siendo víctima del tráfico.
— ¿Eres Superman?
— Sí. Estás a salvo ahora.
— ¿Batman está aquí también?
— Sí, está...
Un grito cortó su respuesta. Clark giró justo a tiempo para ver a uno de los traficantes apuntando un arma hacia Batman, quien estaba ocupado desarmando a otros tres.
Clark se movió. Super velocidad, cruzando el almacén en una fracción de segundo, posicionándose entre Batman y el tirador justo cuando el gatillo se apretaba.
La bala rebotó en su pecho con ese ping familiar.
Batman giró, evaluando la situación en un segundo, y asintió. Un simple asentimiento de agradecimiento antes de volver a su trabajo.
Quince minutos después, todos los traficantes estaban inconscientes o atados. Todos los civiles estaban afuera, envueltos en mantas térmicas que Batman había traído, esperando a que llegaran los servicios de emergencia.
Gordon llegó con media docena de patrullas, su expresión de alivio mezclada con exasperación.
— Dos superhéroes para una operación de tráfico. Ustedes realmente creen en el overkill, ¿verdad?
— Mejor que underkill — dijo Batman secamente.
— Eso ni siquiera es una palabra.
— Ahora sí, ya la inventé.
Clark no pudo evitar sonreír. Había algo en ver a Batman interactuar con Gordon que siempre lo hacía sentir... no sé, cálido por dentro. Como si estuviera siendo testigo de una amistad real debajo de todo el profesionalismo.
Ayudaron a procesar la escena, dieron declaraciones breves, se aseguraron de que cada civil tuviera un lugar donde ir. Para cuando terminaron, el sol se estaba poniendo, pintando Gotham en tonos naranjas y púrpuras que casi la hacían verse hermosa.
Batman se acercó a Clark, parado lo suficientemente cerca para que sus brazos casi se tocaran.
— Gracias. Por venir.
— Siempre. — Clark dudó, luego añadió— ¿Tienes tiempo para una patrulla rápida? Antes de que tenga que volver a la conferencia.
— ¿Viniste en medio de una conferencia?
— Técnicamente tengo veinte minutos de descanso. Los estoy usando sabiamente.
Batman sonrió, muy poco, apenas, con ese sonido bajo que hacía cosas raras al pulso de Clark.
— Está bien. Una patrulla rápida.
Volaron y saltaron a través de Gotham, moviéndose de techo en techo, deteniéndose para manejar crímenes menores: un robo de auto aquí, un intento de asalto allá. Era cómodo, familiar, como si hubieran estado haciendo esto juntos durante años en lugar de semanas.
Y en algún momento, mientras estaban parados en un techo mirando la ciudad, Clark se dio cuenta de que era feliz. Completamente, ridículamente feliz. A pesar de la conferencia aburrida esperándolo, a pesar de la cita cancelada con Bruce, a pesar de todo.
Porque estaba aquí, con Batman, haciendo lo que hacían mejor.
— Deberías volver — dijo Batman después de un momento— Tu conferencia.
— Sí, probablemente.— Clark no se movió— Pero esto fue mejor.
— ¿Detener traficantes?
— Pasar tiempo contigo.
Batman giró la cabeza, mirándolo a través de la máscara.
— Eres demasiado amoroso y sentimental, lo sabes.
— Lo sé. Pero es parte de mi encanto.
— ¿Encanto? Esa es una palabra generosa.
Clark le dio un empujón juguetón, cuidadoso de no usar demasiada fuerza.
— Cállate. Sabes que soy encantador.
— Si tú lo dices.
Se quedaron así un momento más, el silencio cómodo entre ellos. Luego Clark suspiró, flotando hacia atrás.
— Nos vemos mañana por la noche. ¿Qué dices?
— Estaré aquí.
— Bien. — Clark empezó a elevarse, luego se detuvo— Y Batman... gracias. Por esto. Por ser... tú.
— ¿Quién más sería?
— Alguien menos genial.
Y Clark se fue antes de que pudiera ver la expresión de Batman, volando de regreso a Metrópolis con una sonrisa que no podía borrar.
Centro de Convenciones Wayne - 6:34 PM
Clark regresó justo a tiempo para la sesión de las 6:45, deslizándose en su asiento con segundos de sobra. El científico en el escenario estaba hablando sobre interfaces neurales, y Clark fingió tomar notas mientras su mente reproducía los últimos treinta minutos.
Batman diciéndole gracias. Batman sonriendo de sus bromas. Batman parado lo suficientemente cerca para que sus brazos casi se tocaran.
Su teléfono vibró. Un mensaje de Bruce.
Bruce: ¿Cómo va la conferencia? ¿Ya te has quedado dormido?
Clark: Casi. Me salvó una emergencia de Superman en medio para entretenerme viendo a mi amigo.
Bruce: Ah sí, vi las noticias. ¿Operación de tráfico?
Clark: ¿Estás siguiendo las noticias?
Bruce: Tengo intereses comerciales por la zona. Y curiosidad sobre lo que hace el equipo de superhéroes de mi ciudad rival.
Clark: Metrópolis no es tu rival.
Bruce: Todo es mi rival. Soy competitivo.
Clark: He notado.
Bruce: ¿Qué más has notado sobre mí?
Clark sintió calor subir por su cuello. Había algo en ese mensaje, en la forma en que Bruce lo había escrito, que se sentía cargado.
Clark: Que eres terrible para el coqueteo sutil.
Bruce: ¿Quién dijo algo sobre sutil? Pensé que estaba siendo bastante obvio.
Clark: Tienes un punto.
Bruce: Siempre lo tengo. Es parte de mi encanto.
Clark: Ahora estás robando mis líneas.
Bruce: Nuestras líneas. Lo compartimos todo ahora.
Clark: ¿Compartimos todo?
Bruce: Bueno, todavía no hemos compartido una cama, pero estoy trabajando en ello.
Clark casi se atragantó con aire. Miró alrededor, asegurándose de que nadie pudiera ver su pantalla, porque su cara tenía que estar del color de su capa en este momento.
Clark: Bruce Wayne, estamos en público.
Bruce: Tú estás en público. Yo estoy en mi oficina, solo, aburrido, pensando en todas las formas en que podría entretenerte el viernes.
Clark: Voy a tener que pedirte que pares antes de que me ponga como en el auto frente a doscientos científicos.
Bruce: ¿Te pones duro cuando estás nervioso?
Clark: NO. El punto es que necesito concentrarme en esta conferencia o Perry me va a matar.
Bruce: Está bien. Te dejo trabajar. Pero Clark...
Clark: ¿Sí?
Bruce: Viernes no puede llegar lo suficientemente rápido.
Clark: Coincido completamente.
Bruce: Bien. Hablamos esta noche. ¿Videollamada?
Clark: Me encantaría.
Bruce: Perfecto. Ahora ve a aprender sobre... lo que sea que estés aprendiendo.
Clark: Interfaces neurales.
Bruce: Suena fascinante de la manera más aburrida posible.
Clark: Lo es.
Clark guardó su teléfono, tratando de enfocarse en el científico que ahora estaba mostrando diapositivas llenas de gráficos que no entendía. Pero su mente seguía volviendo a ese mensaje.
"Todavía no hemos compartido una cama, pero estoy trabajando en ello."
Dios. Bruce Wayne iba a matarlo. No con kryptonita o magia o cualquiera de las cosas que técnicamente podían lastimarlo. Sino con puro, destilado coqueteo que hacía que el cerebro de Clark dejara de funcionar apropiadamente.
Apartamento de Clark Kent - 10:47 PM
Clark finalmente llegó a casa casi a las once, su cerebro convertido en papilla después de doce horas de conferencias técnicas. Había tomado suficientes notas para tres artículos, pero tendría que organizarlas todo mañana porque en este momento apenas podía recordar su propio nombre.
Se dejó caer en el sofá, sin siquiera quitarse los zapatos, y sacó su teléfono.
Tenía mensajes de Lois preguntando si había sobrevivido. Mensajes de su mamá preguntando si estaba comiendo bien. Y un mensaje de Bruce de hace treinta minutos.
Bruce: ¿Todavía vivo?
Clark sonrió, escribiendo de vuelta.
Clark: Apenas. Acabo de llegar a casa. Mi cerebro es gelatina.
Bruce: Pobre cerebro de Clark. ¿Necesita ser reconfortado?
Clark: Desperadamente.
Bruce: ¿Videollamada?
Clark: Dame diez minutos para cambiarme a algo que no sea ropa de "he estado sentado en conferencias todo el día".
Bruce: O podrías no cambiarte. Estoy seguro de que te ves bien de todas formas.
Clark: Huelo a café y desesperación. Definitivamente necesito cambiarme.
Bruce: Tu pérdida. Te espero.
Clark se arrastró hacia su habitación, quitándose la ropa de trabajo y metiéndose en pantalones de pijama y una camiseta vieja de la universidad. Se lavó la cara, se cepilló los dientes, y consideró brevemente peinarse antes de decidir que a Bruce probablemente no le importaría el desastre de rulos.
Se instaló de nuevo en el sofá, agarró una almohada para abrazar (porque era reconfortante, no porque necesitara algo que hacer con sus manos mientras hablaba con Bruce), y llamó.
Bruce respondió en el segundo timbre.
Y Clark sintió su cerebro cortocircuitarse.
Bruce estaba acostado en su cama, recostado contra lo que parecían ser aproximadamente mil almohadas, usando una camiseta gris que se veía suave y cara. Su cabello estaba despeinado de esa manera que debería verse desordenada pero de alguna forma se veía perfecto, y había algo en verlo así, relajado y cómodo, que hacía cosas peligrosas al corazón de Clark.
— Hola — dijo Bruce, su voz un poco ronca de cansancio—. Te ves terrible.
— Gracias. Tú también.
— Mentiroso. Me veo increíble.
—Tienes razón. Te ves increíble. Es molesto.
Bruce se rió, ajustando su teléfono para que Clark pudiera verlo mejor.
— ¿Entonces? ¿Cómo estuvo la conferencia del infierno?
— Exactamente tan mal como esperaba. Doce horas de científicos hablando sobre cosas que sonaban importantes pero que probablemente podrían resumirse en tres párrafos.
— Bienvenido a mi vida. Excepto que en lugar de científicos, son ejecutivos hablando sobre "embudo de conversión" y "optimización de flujo de trabajo".
— Suena horrible.
— Lo es. Por eso tomo siestas en medio de las reuniones.
— ¿En serio?
— Absolutamente no. Pero a veces finjo tomar notas cuando en realidad estoy dibujando.
— ¿Qué dibujas?
Bruce dudó, algo casi tímido cruzando su expresión.
— Cosas. Nada especial.
— Muéstrame.
— Absolutamente no.
— Bruce.
— Clark.
— Por favor.
— Dios, eres imposible de rechazar cuando usas esa voz.
— ¿Qué voz?
— Esa. La voz de "soy un chico de granja adorable y tienes que darme lo que quiero".
— No tengo esa voz.
— La tienes. Y funciona. — Bruce suspiró, alcanzando algo fuera de cámara—. Está bien, pero no te burles.
Giró su teléfono, mostrando una libreta llena de garabatos. Eran buenos, sorprendentemente buenos. Dibujos arquitectónicos de edificios, bocetos de personas (Clark reconoció a uno de los "Flying Graysons"), y en la esquina de una página...
— ¿Es ese un murciélago?
Bruce giró el teléfono de vuelta rápidamente.
— No.
— Definitivamente era un murciélago.
— Era un pájaro.
— Los pájaros no tienen orejas puntiagudas.
— Este sí.
Clark se rió, sintiéndose más ligero de lo que se había sentido en todo el día.
— Eres terrible mintiendo.
— No miento. Interpreto creativamente la verdad.
— Eso es literalmente lo que significa mentir.
— Los detalles son irrelevantes.
Se quedaron en silencio por un momento, solo mirándose a través de las pantallas. Había algo íntimo en esto, en ver a Bruce en su espacio privado, relajado de formas que probablemente no mostraba a mucha gente.
— Te extrañé hoy — dijo Bruce de repente, su voz más suave-—.Sé que es ridículo porque técnicamente nunca tuvimos planes hasta el jueves, pero... te extrañé.
Clark sintió algo cálido extenderse en su pecho.
— Yo también te extrañé. Y antes de que digas algo, sí, es ridículo. Hablamos hace unas horas.
— Completamente ridículo. Pero cierto.
— Bruce, ¿puedo preguntarte algo?
— Siempre.
— ¿Por qué yo? — Clark se acomodó más en el sofá, abrazando la almohada más fuerte—. Quiero decir, eres Bruce Wayne. Probablemente podrías tener a cualquiera. ¿Por qué el reportero de Kansas que usa ropa de Target?
Bruce fue silencioso por un momento, su expresión volviéndose más seria.
— Porque eres real. Todo en mi vida es... performativo, ¿sabes? Personas que quieren algo de mí, que actúan de cierta manera porque soy rico o influyente o lo que sea. Pero tú... — hizo una pausa—. Tú me miraste en esa gala y no vi cálculo. Vi interés genuino. Curiosidad. Y cuando hablamos, no estás tratando de impresionarme. Solo eres... tú.
— Eso es porque no tengo idea de cómo impresionarte.
— Exactamente. Y es perfecto.
Clark sintió su garganta apretarse.
— Eso es... probablemente lo más bonito que me han dicho.
— ¿Más bonito que "tienes un buen pecho, úsalo"?
— ¿Qué? ¿Quién dijo eso?
— Tú amiga Lois. No sé cómo, pero ahora tiene mi número y me dió detalles de la pre-cita.
Clark se hundió más en el sofá, cubriéndose la cara con una mano.
— Voy a matarla. La voy a matar de verdad.
— No la mates. Tenía razón. Tienes un muy buen pecho.
— Bruce...
— ¿Qué? Es verdad. -— Bruce se acomodó en su cama, moviéndose para estar de lado, su cabeza apoyada en su mano —. Y hablando de cosas que son verdad... ¿puedo ser completamente honesto contigo?
— Siempre.
— Estoy nervioso. Por el viernes. Lo cual es ridículo porque no me pongo nervioso. Pero contigo... — Bruce se pasó una mano por el cabello—. Quiero que salga bien. Quiero que sea perfecto. Y me estoy poniendo en mi propia cabeza al respecto.
Clark se derritió.
— Bruce, podríamos sentarnos en tu cocina a comer cereal y sería perfecto porque estaría contigo.
— Eso es... demasiado dulce. Vas a darme diabetes.
— Bien. Sufre.
Bruce sonrió, esa sonrisa lenta y devastadora que hacía que las rodillas de Clark se volvieran líquidas incluso a través de una pantalla.
— Dios, eres adorable.
— No soy adorable. Soy masculino y fuerte.
— Eres masculino, fuerte, Y adorable. Las tres cosas pueden coexistir.
— Suena como filosofía barata.
— Es la verdad cara.
Se miraron a través de las pantallas, y Clark podía sentir el aire cambiando, volviéndose más cargado. Bruce se mordió el labio inferior, y Clark sintió su boca secarse.
— Clark... — la voz de Bruce se había vuelto más baja, más ronca---. ¿Puedo confesarte algo?
— Claro.
— He estado pensando en ti. Mucho. Específicamente sobre... — hizo una pausa, sus ojos oscureciéndose—. Sobre ese momento en el elevador. Cuando te cargué. Cuando me besaste.
Clark tragó saliva.
— Yo también he estado pensando en eso.
— ¿Sí? ¿Qué has estado pensando?
— Que... que quiero que pase otra vez. Que quiero más de eso.
— ¿Cuánto más?
— Bruce...
— Dime. — Bruce se movió más cerca de su teléfono, su voz bajando a casi un susurro—. Quiero saber qué piensas cuando piensas en mí.
Clark sintió calor recorrer su cuerpo, su mano apretando la almohada que sostenía.
— Pienso en... en tus manos. En cómo se sintieron en mi espalda, en mi cuello. En cómo me miraste como si... como si quisieras devorarme.
Bruce dejó escapar un sonido bajo que era casi un gruñido.
— Quería devorarte. Todavía quiero. — Sus ojos recorrieron la pantalla como si pudiera tocar a Clark a través de ella—. Pienso en qué habría pasado si tus amigos no hubieran estado ahí. Si hubiéramos llegado a tu apartamento sin interrupciones.
— ¿Qué habría pasado? — La voz de Clark salió más ronca de lo que pretendía.
Bruce sonrió, lento y peligroso.
— Te habría empujado contra la pared apenas cruzáramos la puerta. Te habría besado hasta que olvidaras tu nombre. Juro que te hubiera quitado esa camisa que tenías, la blanca con los botones desabrochados que me volvieron loco toda la noche.
Clark sintió su respiración acelerarse.
— ¿Y luego?
— Luego... — Bruce se pasó la lengua por los labios—. Te habría llevado a tu cama. O al sofá. O al suelo. Honestamente no me habría importado dónde, siempre y cuando pudiera tenerte debajo de mí. Y yo pueda montarte otra vez.
— Dios... — Clark ajustó su posición en el sofá, su cuerpo reaccionando de formas que definitivamente no eran apropiadas para una videollamada.
— ¿Te estás poniendo duro, Clark? — Bruce lo preguntó con esa voz que era pura satisfacción masculina.
— Bruce, no puedes... no podemos...
— ¿Por qué no? Somos dos adultos. En privado. Nadie más tiene que saber. — Bruce se movió otra vez, y Clark podía ver que su mano había desaparecido fuera de cámara—. ¿No quieres saber cómo me pones?
Clark gimió, su propia mano moviéndose instintivamente hacia su entrepierna antes de que pudiera detenerla.
— Sí. Quiero saber.
— Me pones tan duro que duele. — La voz de Bruce era puro pecado ahora—. He estado así desde que contesté tu llamada. Verte en esa camiseta, con el cabello despeinado, esos rulos que quiero envolver alrededor de mis dedos mientras...
— ¿Mientras qué?
Bruce abrió la boca para responder, sus ojos oscuros con promesa, su mano claramente moviéndose debajo de cámara en un ritmo que hacía que la imaginación de Clark se volviera loca.
Y entonces su teléfono murió.
La pantalla se volvió negra.
Batería agotada.
Clark miró su teléfono muerto con horror absoluto.
— No. No, no, no, no...
Se lanzó hacia su cargador, conectándolo con manos temblorosas. El teléfono tardó una eternidad en encenderse, esos treinta segundos sintiéndose como años.
Cuando finalmente se encendió, tenía seis mensajes de Bruce.
Bruce: ¿Clark?
Bruce: ¿Se cortó tu internet?
Bruce: Clark Kent, no me hagas esto.
Bruce: Estoy sufriendo aquí.
Bruce: Literalmente sufriendo.
Bruce: Okay, esto es cruel y abusivo y definitivamente ilegal en algún lugar.
Clark escribió de vuelta con dedos que apenas funcionaban.
Clark: MI BATERÍA MURIÓ. LO SIENTO MUCHO. ESTOY MURIENDO.
Bruce: Oh gracias a Dios. Pensé que te habías arrepentido o algo así.
Clark: ¿Arrepentirme? ¿ARREPENTIRME? Bruce, estoy a punto de atravesar una pared de frustración.
Bruce: Eso por dos.
Clark: ¿Qué hacemos?
Bruce: Nada. Dejamos esto aquí. Torturándonos mutuamente hasta el viernes.
Clark: Eso es cruel.
Bruce: Lo sé. Pero será mejor. La anticipación hace que todo sea más intenso.
Clark: Te odio.
Bruce: No me odias. Me deseas. Hay una diferencia.
Clark: Ambas cosas pueden ser verdad simultáneamente.
Bruce: Punto justo. — Hubo una pausa —.Clark, voy a necesitar una ducha fría. Posiblemente varias.
Clark: Yo también.
Bruce: Buenas noches, hermoso. Sueña conmigo.
Clark: Siempre lo hago.
Bruce: Perfecto. Porque yo definitivamente voy a soñar contigo. Específicamente contigo en mi cama, haciendo todos esos sonidos que sé que puedes hacer.
Clark: BRUCE.
Bruce: ¿Sí?
Clark: Vas a matarme antes del viernes.
Bruce: Esa es la idea. Nos vemos pronto, Clark Kent. Y cuando te vea... voy a terminar lo que empezamos esta noche.
Clark: Promesa?
Bruce: Promesa.
Clark dejó caer su teléfono, su cuerpo todavía vibrando con energía no gastada, su mente reproduciendo cada palabra que Bruce había dicho.
Se dejó caer de vuelta en el sofá, mirando al techo, y se dio cuenta de que estaba flotando. Solo un poco. Sus hombros habían dejado los cojines, suspendiéndose a centímetros del sofá.
— Maldito sea — murmuró, pero estaba sonriendo.
Tres días más. Solo tres días hasta el viernes.
Tres días hasta que pudiera ver a Bruce otra vez, tocar a Bruce otra vez, terminar lo que habían empezado en esa videollamada interrumpida.
Tres días hasta que pudiera descubrir exactamente qué tan bueno Bruce era con esas promesas que hacía con esa voz de pecado.
Clark se obligó a bajar al sofá, cerró los ojos, y trató de no pensar en manos y bocas y la forma en que Bruce había dicho su nombre.
Falló miserablemente.
Iba a ser la espera más larga de su vida.
Batcueva, Gotham - 11:34 PM
Bruce estaba acostado en su cama en la Batcueva, la que guardaba para noches donde estaba demasiado cansado para subir a la mansión, mirando su teléfono con una mezcla de satisfacción y frustración.
Alfred apareció en la entrada, sosteniendo una bandeja con té.
— ¿Todo bien, señor? Lo escuché... hacer ruidos.
— Estoy bien.
— ¿Ruidos de frustración o ruidos de...?
— Alfred, por favor no termines esa oración.
Alfred sonrió, dejando el té en la mesita de noche.
— ¿El joven Kent?
— ¿Cómo siempre sabes?
— Porque solo hace esos ruidos cuando habla con él. Como Batman o como Bruce. — Alfred se dirigió hacia la salida, deteniéndose en el umbral—. ¿Todavía planea decirle la verdad?
Bruce miró la flor amarilla que había guardado en ese florero improvisado, todavía perfecta a pesar de los días que habían pasado.
— Sí. Después del viernes. Cuando... cuando estemos en un buen lugar. Cuando sepa que puede manejar la verdad.
— O cuando usted pueda manejar las consecuencias de decírsela.
Bruce no respondió, porque Alfred tenía razón. Como siempre.
— Buenas noches, señor. Y Bruce... no se torture demasiado. El joven Kent es comprensivo. Más de lo que usted cree.
Alfred se fue, dejando a Bruce solo con sus pensamientos y el recuerdo de cómo había sonado la voz de Clark cuando estaba excitado.
Se giró de lado, mirando esa flor, y se permitió sonreír.
Tres días más de esta mentira. Tres días más de ser dos personas diferentes para el mismo hombre.
Y luego... luego vendría la verdad.
Y con ella, o el final de todo, o el comienzo de algo real.
Bruce cerró los ojos, imaginando ambos escenarios, y se dio cuenta de que por primera vez en años, realmente tenía miedo.
No de morir. No de fallar. Sino de perder a alguien que se había vuelto imposiblemente importante en un tiempo imposiblemente corto.
Alguien que le había dado una flor y lo había llamado amigo.
Alguien que le había prometido estar ahí siempre.
Alguien que Bruce estaba a punto de traicionar con la verdad que debería haber dicho desde el principio.
— Mierda — susurró a la oscuridad.
Y en su apartamento al otro lado de la ciudad, Clark Kent susurraba lo mismo, por razones completamente diferentes pero sintiendo exactamente el mismo peso.
Tres días más.
Todo cambiaría en tres días.
Para bien o para mal.
Chapter 22: 48 horas.
Chapter Text
Apartamento de Clark Kent, Metrópolis - Jueves, 8:23 AM
Las cuarenta y ocho horas se arrastraban como melaza en invierno.
Clark estaba en su escritorio del Daily Planet, mirando fijamente su pantalla donde supuestamente debía estar escribiendo un artículo sobre zonificación urbana, pero las palabras se negaban a formarse. Su teléfono vibraba cada veinte minutos con mensajes de Bruce que iban desde lo dulce hasta lo absolutamente indecente.
Bruce: Buenos días, hermoso. Soñé contigo anoche.
Clark: ¿Buenos sueños o...?
Bruce: Define "buenos". Porque definitivamente fueron placenteros, pero no sé si calificarían como apropiados para conversación matutina.
Clark: Bruce Wayne, son las 8 de la mañana.
Bruce: Y ya estoy pensando en ti. ¿Ves lo que me haces?
Clark sintió calor subir por su cuello, mirando alrededor para asegurarse de que nadie estaba prestando atención. Lois estaba en una llamada, gesticulando salvajemente. Jimmy estaba editando fotos con audífonos puestos.
Clark: Necesito trabajar.
Bruce: Yo también. Pero sigo pensando en cómo te vas a ver mañana en ese traje que te envié.
Clark: ¿Ya lo enviaste?
Bruce: Llegará esta tarde. Y Clark... confía en mí cuando digo que va a quedarte perfectamente.
Clark: ¿Cómo sabes mi talla?
Bruce: Tengo buenos ojos para esas cosas. Y puede que haya memorizado cada centímetro de tu cuerpo cuando estuviste en mis brazos. Estoy seguro que podrías cargarme mientras me das contra la pared.
Clark dejó caer su teléfono, el dispositivo rebotando en su escritorio con un golpe que hizo que tres personas giraran sus cabezas.
— ¿Estás bien, Smallville? — preguntó Lois, cubriéndose el micrófono.
— Perfectamente bien. Todo bajo control.
— Estás rojo como tomate.
— Es el café. Muy caliente, uff.
Lois entrecerró los ojos pero volvió a su llamada.
Clark recogió su teléfono, sus manos temblando ligeramente.
Clark: No puedes decir cosas así mientras estoy trabajando.
Bruce: ¿Por qué no?
Clark: Porque me pones nervioso y cuando me pongo nervioso hago cosas raras.
Bruce: ¿Cómo golpear mesas con tu rodilla?
Clark: Entre otras cosas.
Bruce: Me gustaría ver esas "otras cosas".
Clark: Mañana. Aguanta hasta mañana.
Bruce: Veinticuatro horas más. Puedo manejarlo. Probablemente.
A las 2:34 PM, Bruce envió una foto.
Era su mano, elegante y con las mangas de una camisa blanca enrolladas hasta el codo, sosteniendo una copa de whisky. Pero no era la copa lo que hizo que el cerebro de Clark dejara de funcionar. Era la nota escrita en el fondo, apenas visible: "Pensando en envolver estos dedos alrededor de..."
El mensaje se cortaba ahí, dejando todo a la imaginación de Clark.
Que estaba trabajando tiempo extra.
Clark: Bruce Wayne eres el diablo.
Bruce: ¿Te gusta?
Clark: Me estás matando.
Bruce: Bien. Quiero que pienses en mí todo el día. Quiero que no puedas concentrarte. Quiero que cada vez que cierres los ojos me veas a mí.
Clark: Misión cumplida.
Bruce: Perfecto. Ahora vuelve al trabajo. Sé bueno.
Clark: Odio cuando haces eso.
Bruce: ¿Qué?
Clark: Me calientas y luego me dices que sea bueno. Es tortura.
Bruce: Lo sé. Es intencional. Mañana valdrá la pena, lo prometo.
Gotham City - Jueves, 11:47 PM
Las noches eran diferentes. Las noches pertenecían a Batman y Superman, moviéndose a través de los tejados de Gotham con una sincronización que mejoraba con cada patrulla.
Clark aterrizó en un techo donde Batman estaba observando un almacén sospechoso, sus lentes blancos brillando en la oscuridad.
— No necesitabas venir esta noche — dijo Batman sin girarse.
— Lo sé.
— Puedo manejar esto solo.
— También lo sé.
Batman finalmente lo miró, y había algo en su postura que sugería frustración mal contenida.
— Entonces, ¿por qué estás aquí?
Clark se encogió de hombros, flotando más cerca.
— Porque quiero estar. Y porque todavía estás recuperándote, no importa lo que digas.
— Estoy bien.
— Tus costillas todavía están curándose. Vi cómo te moviste hace dos noches. Más lento en el lado izquierdo.
Batman gruñó algo ininteligible.
— Eso es invasión de privacidad.
— Es preocupación. Hay una diferencia.
Se miraron por un momento largo, el tipo de mirada que podría haber sido confrontacional pero que de alguna manera no lo era.
— No me voy a ir — dijo Clark finalmente, cruzándose de brazos con total autoridad, solo para decir: — No hasta que me sonrías y me digas "gracias, amigo" con genuino aprecio.
— Absolutamente no.
— Entonces me quedo.
— Eres imposible.
— Soy persistente. También hay una diferencia.
Batman hizo ese sonido otra vez, mitad gruñido, mitad suspiro exasperado. Pero no discutió más. En lugar de eso, señaló hacia el almacén.
— Dos guardias en la entrada frontal. Cuatro más dentro. Probable operación de contrabando. ¿Satisfecho?
— Completamente. ¿Cuál es el plan?
— Tú por el frente. Yo por atrás. Lo usual.
— ¿Sin trampas?
— Sin trampas.
Se movieron, y Clark no pudo evitar notar que Batman sí estaba favoreciendo su lado izquierdo, aunque sutilmente. Nada que un observador casual notaría, pero Clark no era casual. No con Batman.
La operación fue limpia. Rápida. Eficiente. Y cuando terminaron, con todos los contrabandistas atados y esperando a Gordon, Batman se apoyó contra una pared, su respiración apenas más pesada de lo usual.
Clark se acercó, manteniéndose cerca pero no invasivo.
— ¿Dolor?
— Molestia. No es lo mismo.
— ¿Necesitas...?
— No necesito nada excepto que dejes de tratarme como si fuera a romperme.
Pero no había real veneno en las palabras. Solo cansancio. Y tal vez, escondido debajo, algo que podría haber sido gratitud.
Se sentaron en el techo mientras esperaban a Gordon, el silencio entre ellos cómodo a pesar de la tensión anterior.
— ¿Sabes qué es lo más molesto de ti? — preguntó Batman de repente.
— ¿Mi cara? ¿Mi personalidad? ¿Mi existencia general?
— Que tienes razón. — Batman lo miró—. Todavía estoy recuperándome. Y probablemente debería estar descansando en lugar de haciendo esto. Pero no puedo simplemente... parar.
— Lo sé. Por eso estoy aquí. Para asegurarme de que no tengas que hacerlo solo.
Batman fue silencioso por un momento.
— No estoy acostumbrado a esto. A tener... compañía.
— ¿Es tan terrible?
— Es... diferente. — Hizo una pausa---. No terrible.
Clark sonrió.
— Eso es casi un cumplido. Estoy conmovido.
— No te acostumbres.
Pero había calidez en su voz, escondida pero presente.
Y cuando Superman empezó a hablar sobre el caso que estaba investigando la justice gang, Bruce escuchó cada palabra. Incluso cuando Guy se fue por tangentes sobre patrones de financiamiento y anomalías en contratos municipales que técnicamente no tenían nada que ver con crimen violento, del cual se supone que es el encargado.
También cuando empezó a explicar por qué cierto tono de pintura gris usado en edificios de ciudad era estadísticamente más probable de aparecer en estructuras con vínculos al crimen organizado.
Wayne escuchó todo, haciendo preguntas ocasionales, genuinamente interesado no solo por la información sino por la forma en que Superman se animaba cuando hablaba de su trabajo.
— Estás hablando del color de la pintura — observó Bruce después de diez minutos.
— Es relevante.
— Absolutamente lo es. Continúa.
Clark lo miró con sospecha.
— Te estoy aburriendo.
— No me estás aburriendo. Es interesante.
— Sobre pintura.
Clark fue silencioso, procesando esto. Luego, tan bajo que Batman casi no lo escuchó:
— Eres extraño.
— Lo sé. Pero soy tu extraño ahora. Te aguantaste conmigo.
Y aunque Batman no sonrió, aunque no dijo "gracias, amigo" con la calidez que Clark había pedido, Clark vio algo en su postura relajarse. Una aceptación, tal vez. Un reconocimiento de que esto, lo que fuera que estuvieran construyendo, era real.
Apartamento de Clark Kent - Viernes, 5:47 PM
— ¡TIENE SUGAR DADDY! — gritó Lois desde el sofá, su cerveza casi derramándose mientras saltaba de emoción.
— No tengo sugar daddy — protestó Clark, aunque estaba sonriendo mientras firmaba el recibo del mensajero.
— ¿Un traje de diseñador entregado personalmente? — Jimmy apareció desde la cocina con su propia cerveza— . Eso es textbook sugar daddy behavior.
— Bruce no es mi sugar daddy.
— Sugar boyfriend entonces.
— No es...
— Sugar situationship.
El mensajero se aclaró la garganta, claramente incómodo con la conversación que estaba presenciando.
— ¿Señor Kent? ¿Puede firmar aquí también?
Clark garabateó su firma, su cara ardiendo mientras Lois y Jimmy seguían su debate detrás de él. El mensajero le entregó una caja lujosa, grande y pesada, junto con un ramo de flores que olían a jazmín y algo más que Clark no podía identificar pero que hacía que su pecho se apretara.
— Gracias — murmuró, cerrando la puerta y girándose para enfrentar a sus amigos, quienes ahora estaban prácticamente vibrando de anticipación.
— ¡ÁBRELO! — ordenó Lois—. ¡Ahora!
Clark dejó las flores en la mesa con cuidado, sus dedos trazando los pétalos antes de enfocarse en la caja. Era pesada, el tipo de peso que venía de calidad real en lugar de cantidad.
La abrió lentamente, y los tres dejaron escapar sonidos ahogados simultáneos.
El traje era... perfecto. No había otra palabra. De un azul marino tan oscuro que casi parecía negro bajo ciertas luces, con sutiles líneas que lo hacían ver moderno sin ser llamativo. La tela se sentía como agua entre sus dedos, suave y cara de formas que Clark nunca había experimentado en su ropa de Target.
Y encima del traje, una pequeña tarjeta con caligrafía elegante.
"Clark,
Algo me dice que te ibas a presentar con ese suéter de reno del que Lois me contó. Por favor, déjame darte esto. No como caridad, sino como el placer egoísta de saber que vas a estar usando algo que elegí específicamente pensando en ti.
No puedo esperar a verte esta noche.
Tuyo,
Bruce"
Clark sintió algo cálido y líquido extenderse en su pecho. Tuyo. Bruce había escrito "tuyo" como si fuera lo más natural del mundo.
— Oh Dios — murmuró Lois, leyendo sobre su hombro-—. "Tuyo". Clark, ese hombre está enamorado de ti.
— No está... es demasiado pronto para...
— Smallville, escribió "tuyo" en cursiva elegante en una nota sobre un traje de miles de dólares. Ese hombre está hasta el cuello.
Jimmy estaba examinando el traje con ojo crítico.
— Espera, esto es... esto es Armani. Custom Armani. Clark, este traje probablemente costó más que mi auto.
— ¿Tu auto del 96 que hace ruidos raros?
— Ese mismo. Lo cual hace que este traje sea aún más impresionante.
Lois tomó un sorbo largo de su cerveza, sus ojos todavía en la tarjeta.
— Okay, entonces oficialmente tiene sugar daddy.
— ¿Pero puede ser sugar daddy si es dos años menor que Clark? — preguntó Jimmy—. Técnicamente eso lo haría más como... sugar baby jugando a ser daddy.
— Sugar baby con dinero de daddy.
— Sugar daddy de espíritu, baby de edad.
— ¿Cuál es el término para eso?
— No lo sé. ¿Sugar confuso?
— Sugar indefinido.
— Sugar schrödinger. Es daddy y baby al mismo tiempo hasta que abres la caja.
Clark dejó de escucharlos, sus dedos trazando las palabras en la tarjeta una y otra vez. Luego levantó las flores, presionándolas contra su rostro e inhalando profundamente. Olían a noche y promesas y algo que hacía que su estómago diera vuelcos de la mejor manera.
— Voy a cambiarme — anunció, agarrando el traje.
— ¡Usa el bóxer negro! — gritó Lois—. ¡El que tiene la banda elástica buena!
— ¡Y ponte colonia! — añadió Jimmy—. ¡La cara!
— Ustedes dos son terribles.
— ¡Te amamos! ¡Ahora ve a verte sexy para tu sugar baddy!
— ¡No es mi sugar daddy!
Pero Clark estaba sonriendo mientras cerraba la puerta de su habitación.
Se cambió lentamente, dejando que la anticipación construyera. Primero la camisa, que se ajustaba a sus hombros de una manera que sus camisas de siempre nunca habían logrado. Luego los pantalones, que milagrosamente eran la longitud perfecta sin necesidad de doblar.
El saco fue lo último, deslizándose sobre sus brazos como si hubiera sido hecho para él. Lo cual, se dio cuenta, probablemente lo había sido.
Se miró en el espejo y apenas se reconoció.
Este no era Clark Kent el reportero torpe. Este era alguien que pertenecía a restaurantes elegantes y conversaciones con millonarios. Alguien que se veía como si pudiera estar con Bruce Wayne sin verse completamente fuera de lugar.
Salió de su habitación.
Lois y Jimmy se callaron de golpe, sus bocas abriéndose en sincronía perfecta.
— Santa mierda — susurró Lois.
— Smallville — dijo Jimmy lentamente—. Te ves... te ves increíble... grrr.
— ¿En serio?
— En serio. — Lois se acercó, ajustando su corbata—. Bruce Wayne no va a saber qué lo se ganó.
— Ese traje debería ser ilegal — añadió Jimmy—. Es como si hubieras estado escondiendo ese cuerpo todo este tiempo y ahora finalmente dejaste que se viera.
Clark se sonrojó, ajustándose los puños nerviosamente.
— Es solo un traje.
— Es un traje que probablemente costó mi salario de tres meses — corrigió Lois—. Y te queda como si hubiera sido pintado en ti. Lo cual, considerando que Bruce lo mandó hacer sin medirte, es francamente impresionante o perturbador.
— Definitivamente lo midió con los ojos — dijo Jimmy—. Probablemente memorizó cada centímetro cuando lo tenías en tu regazo en ese club.
El intercomunicador zumbó.
— Su transporte ha llegado, Sr. Kent — dijo el portero.
Clark sintió su estómago dar un vuelco.
— Okay. Okay, esto está pasando.
Lois lo agarró por los hombros.
— Respira. Te ves perfecto. Hueles perfecto. Y vas a tener una noche increíble. Solo... sé tú mismo. El tú sexy y confiado que sé que está ahí bajo toda esa modestia de Kansas.
— Y no flotes — añadió Jimmy.
— Definitivamente no flotes.
— A menos que sea durante sexo — dijo Lois—. Entonces flota todo lo que quieras. Eso probablemente sería hot.
— ¡LOIS!
— ¿Qué? Solo digo.
Clark los abrazó a ambos, rápido y fuerte.
— Los amo. Incluso cuando son terribles.
— También te amamos. Ahora ve. No hagas esperar a tu sugar baby.
— ¡No es mi sugar...!
Pero ya lo estaban empujando hacia la puerta, riéndose mientras Clark salía al pasillo.
Lois y Jimmy corrieron hacia la ventana, presionando sus caras contra el vidrio como niños viendo una película.
Abajo, un Mercedes negro esperaba. Clark salió del edificio, y incluso desde cinco pisos arriba, podían ver cómo se movía diferente en ese traje. Más seguro. Más como el Kal-el que era en lugar del Clark Kent que fingía ser.
El chofer le abrió la puerta. Clark se metió en el auto, y un momento después, desapareció en el tráfico de Metrópolis.
Lois tomó un sorbo largo de su cerveza.
— Necesitamos conseguirnos un sugar también.
— Definitivamente — acordó Jimmy—. ¿Crees que hay más millonarios playboys disponibles?
— Hay que buscar. Tiene que haber al menos uno o dos en algún lugar. Si solo encontramos uno, ¿Compartimos?
Le Bernardin, Gotham - 7:58 PM
El restaurante era exactamente el tipo de lugar que Clark había imaginado cuando pensaba en "elegante pero discreto". Un edificio antiguo de ladrillo, restaurado con cuidado, escondido en una calle tranquila de Gotham que probablemente costaba más vivir por año que lo que Clark ganaba en cinco.
No había paparazzi. No había fotógrafos. Solo valet parking y un maitre d' que parecía haber sido entrenado para la realeza.
El auto se detuvo, y Clark salió, ajustándose el saco nerviosamente.
Y entonces lo vio.
Bruce bajaba de su propio auto, un Aston Martin negro que probablemente costaba más que el apartamento de Clark, y el mundo se redujo a ese momento.
Bruce llevaba un traje gris carbón que le quedaba tan perfectamente que debería haber sido ilegal. Su cabello estaba peinado hacia atrás, con algunos mechones rebeldes cayendo sobre su frente. Y cuando sus ojos encontraron los de Clark a través del espacio que los separaba...
Ambos sonrieron.
No sonrisas pequeñas. No sonrisas educadas. Sino sonrisas completas, genuinas, del tipo que alcanzaban los ojos y hacían que todo lo demás desapareciera.
Bruce cruzó hacia él, y Clark dio un paso adelante, y se encontraron en medio de la calle como si hubieran sido magnetizados.
— Hola — dijo Bruce, su voz más suave de lo usual.
— Hola — respondió Clark, sin poder dejar de sonreír.
— Te ves... — Bruce se detuvo, sus ojos recorriendo a Clark lentamente—. Dios, Clark. Te ves increíble.
— El traje ayuda.
— No es el traje. Eres tú. — Bruce alcanzó, ajustando la corbata de Clark aunque ya estaba perfecta. Aunque debo admitir que tenía razón sobre las medidas.
— ¿Cómo supiste?
— Tengo memoria fotográfica para las cosas que me importan. — Su mano se demoró en el pecho de Clark—. Y tú me importas.
Clark sintió su respiración atascarse en su garganta.
— Bruce...
— ¿Entramos? — Bruce ofreció su brazo—. Antes de que olvide todos mis modales y te bese justo aquí en la calle.
— No me opondría.
— Tentador. Pero tengo planes para esta noche, y empiezan con cena apropiada.
— ¿Y terminan...?
— Ya veremos.
Entraron juntos, el maitre d' guiándolos hacia una mesa en el rincón más privado del restaurante. Tenía vista a un pequeño jardín iluminado con luces de hadas, creando una atmósfera que era íntima sin ser sofocante.
Se sentaron, y por un momento solo se miraron, sonriendo como idiotas, hasta que el mesero llegó con menús y la lista de vinos.
Bruce ordenó algo en francés que sonó impresionante, y cuando el mesero se fue, se inclinó hacia adelante.
— Entonces, Clark Kent. Cuéntame algo que no sepa.
— ¿Algo que no sepas? Probablemente ya investigaste mi vida entera.
— Tal vez. Pero hay cosas que los archivos no pueden decirme. — Bruce tomó un sorbo de agua— . Como... ¿qué te hizo querer ser reportero?
Clark pensó por un momento.
— Honestamente, quería hacer una diferencia. Suena cliché, pero... crecí en un pueblo pequeño donde todos conocían los secretos de todos. Y cuando llegué a Metrópolis, me di cuenta de que las ciudades grandes tienen sus propios secretos. Más grandes, más peligrosos. Pensé que si podía exponer la verdad, si podía contar las historias que nadie más estaba contando, tal vez podría cambiar cosas.
— ¿Y lo has hecho? ¿Cambiado cosas?
— A veces. Pequeñas cosas. No es como... — Clark se detuvo, casi diciendo "no es como Superman" antes de recordar que Bruce no sabía— No es como cuando un superhéroe salva el día de manera obvia. Pero a veces un artículo puede cerrar una compañía corrupta, o puede ayudar a alguien a obtener justicia. Eso cuenta.
— Cuenta mucho. — Bruce se inclinó más—. Me gusta eso de ti. Que no necesitas reconocimiento. Solo quieres hacer lo correcto.
— ¿Y tú? ¿Qué te hizo querer dirigir Wayne Enterprises?
La expresión de Bruce se ensombreció ligeramente.
— No fue realmente una elección. Fue... legado. Responsabilidad. — Hizo una pausa—. Mis padres murieron cuando tenía ocho años. Asesinados en un callejón después de una noche en el teatro.
Clark sintió su estómago caer, sabía su historia y no empezó bien la noche ahora que preguntaba eso.
— Bruce, lo siento...
— Está bien. Fue hace mucho tiempo. — Pero sus manos se apretaron alrededor de su vaso de agua— Nuestro mayordomo me crió. Y cuando fui suficientemente mayor para entender, me di cuenta de que tenía esta fortuna obscena, este nombre, esta plataforma. Y que podía usarla para hacer algo. Para asegurarme de que otras familias no pasaran por lo que la mía pasó.
— ¿Es por eso que financias tantos programas de asistencia social? — Clark había hecho su propia investigación— Los refugios para personas sin hogar, los programas educativos, las iniciativas de seguridad comunitaria...
— Nadie debería tener que vivir con miedo. Y nadie debería tener que elegir entre comer y pagar renta. — Bruce lo miró directamente— La riqueza es solo papel. Poder es solo potencial. Si no lo usas para mejorar las cosas, ¿qué sentido tiene?
Clark sintió algo cálido y pesado asentarse en su pecho. Esto. Esto era por qué le gustaba Bruce. No solo su cara, no solo su cuerpo, sino esta pasión escondida debajo del traje de playboy.
— Eres una buena persona — dijo en voz baja.
— No lo soy. — Bruce negó con la cabeza— Soy egoísta en muchas formas. Controlador. Obstinado. Pregúntale a cualquiera que trabaje conmigo.
— Pero intentas. Eso cuenta.
— ¿Cuenta? — Bruce sonrió ligeramente—. Supongo que ambos estamos tratando de hacer una diferencia en nuestras propias formas entonces.
El mesero llegó con el vino, y la conversación se detuvo mientras probaban y aprobaban. Luego ordenaron comida, y mientras esperaban, Bruce se recostó en su silla.
— Mi turno de hacer una pregunta personal.
— Adelante.
— ¿Alguna vez has estado enamorado?
Clark casi se atragantó con su vino.
— Eso es... directo.
— Creo en la honestidad. Especialmente entre nosotros.
Clark tomó un momento, pensando.
— Creí estarlo. Un par de veces. En la secundaria, había una chica llamada Lana Lang. Cabello oscuro, sonrisa bonita. Pensé que era el amor de mi vida hasta que nos graduamos y me di cuenta de que lo que sentía era más... familiaridad que amor real.
— ¿Y después?
— Lois. — Clark sonrió al ver la expresión de Bruce—. Sí, la misma Lois que es mi mejor amiga ahora. Salimos por un año, tal vez dos. Era... intenso. Ella es intensa. Pero eventualmente nos dimos cuenta de que funcionábamos mejor como amigos.
— ¿Fue amigable el rompimiento?
— Sorprendentemente sí. Ella fue quien lo terminó, de hecho. Dijo que me amaba pero que no estaba enamorada de mí. Y que yo sentía lo mismo, aunque no quería admitirlo.
— Suena como una mujer inteligente.
— Lo es. Probablemente va a ganar un Pulitzer algún día y me va a molestar al respecto para siempre. — Clark tomó otro sorbo de vino—. ¿Y tú? ¿Alguna vez has estado enamorado?
Bruce fue silencioso por un momento, girando su copa entre sus dedos.
— No lo creo. He tenido... relaciones. Conexiones. Pero amor real... — Negó con la cabeza— Siempre había algo que me contenía. Miedo de ser vulnerable, tal vez. O miedo de perder a alguien más.
— ¿Más?
— Perdí a mis padres. Perdí la vida que debería haber tenido. Cuando pierdes tanto tan joven, te vuelves... cauteloso. Con tu corazón. Con quien dejas entrar.
Clark alcanzó a través de la mesa sin pensar, su mano cubriendo la de Bruce.
— No tienes que tener miedo conmigo.
Bruce miró sus manos unidas, luego levantó la vista hacia Clark con algo vulnerable y crudo en su expresión.
— Lo sé. Es parte de lo que me asusta.
Se quedaron así, manos unidas sobre la mesa, hasta que llegó la comida y tuvieron que separarse. Pero incluso mientras comían, había una nueva calidez entre ellos, una intimidad que iba más allá de la atracción física.
Y entonces, porque eran quienes eran, la conversación empezó a volverse juguetona otra vez.
— Entonces tú y Lois — dijo Bruce, sus ojos brillando con diversión mal contenida—. ¿Se llamaban entre ustedes diciendo lo que se harían en la noche o...?
Clark casi escupió su agua.
— ¿Qué? ¿Por qué querrías...?
— Curiosidad. Pura curiosidad científica.
— No hay nada científico sobre eso.
— ¿Entonces es un sí?
Clark sintió su cara arder.
— Bruce Wayne...
— ¿Lo tomó como un sí? — Bruce se inclinó hacia adelante—. ¿Eras un novio vocal, Clark?
— No voy a...
— Porque apuesto a que lo eras. Apuesto a que hacías esos sonidos que hiciste cuando estábamos en esa videollamada. Esos pequeños jadeos que me volvieron loco.
— Para. — Pero Clark estaba sonriendo, dándole a Bruce un golpecito con el pie bajo la mesa—. Te estás portando mal.
— ¿Y qué vas a hacer al respecto?
— Todavía no lo sé. Pero algo se me ocurrirá.
— Estoy temblando de anticipación.
Continuaron así, coqueteando entre bocados de comida, el vino fluyendo, la conversación volviéndose cada vez más cargada. Para cuando llegó el postre, Clark estaba bastante seguro de que iba a combustionar espontáneamente.
El pie de Bruce seguía rozando el suyo bajo la mesa, subiendo lentamente por su pantorrilla. Las miradas se volvieron más largas, más intensas. Y cuando Bruce lamió chocolate de su tenedor de una manera que definitivamente no era accidental, Clark supo que necesitaban salir de ese restaurante antes de que hiciera algo completamente inapropiado en público.
— Deberíamos... — empezó Clark, su voz ronca.
— ¿Ir a mi lugar? — terminó Bruce, sus ojos oscuros con promesa— Sí. Deberíamos.
Pidieron la cuenta, Bruce insistiendo en pagar a pesar de las protestas de Clark. Y mientras salían del restaurante, la mano de Bruce encontró la parte baja de la espalda de Clark, guiándolo hacia su auto.
— Mi chofer puede llevarte de vuelta a tu hogar. — dijo Bruce— Te vienes conmigo.
No era una pregunta. Era una invitación. Una promesa.
Y Clark, sin dudarlo ni un segundo, aceptó.
Se metieron en el Aston Martin, el interior oliendo a cuero y a la colonia de Bruce. El motor rugió a la vida, y mientras se alejaban hacia la noche, Bruce puso su mano en el muslo de Clark.
— ¿Lista para el postre? — preguntó, su voz baja y llena de promesas.
Clark cubrió la mano de Bruce con la suya, entrelazando sus dedos.
— Más que listo.
Chapter 23: Climax.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El Aston Martin ronroneaba bajo ellos como un animal ansioso, igual que aquel par, el motor vibrando a través de los asientos de cuero suave que aún olían a nuevo, mezclado con el sutil aroma de la colonia de Bruce; algo amaderado y picante que se pegaba al aire dentro del auto.
Clark se hundió en el asiento del pasajero, su corazón latiendo con fuerza contra las costillas, mientras Bruce se acomodaba a su lado, abriendo su saco.
La ciudad de Gotham se deslizaba afuera de las ventanillas tintadas, un borrón de luces neón y sombras alargadas por la noche que ya había caído del todo, pero dentro del auto el mundo se reducía a ellos dos, al calor que irradiaba de donde sus manos se tocaban.
Bruce soltó un suspiro corto, casi un gruñido, y miró de reojo a Clark con esa sonrisa torcida que siempre parecía prometer problemas.
— James. — dijo Bruce, alzando la voz lo suficiente para que el chofer, un hombre corpulento con uniforme negro que había estado esperando en el asiento delantero cuando subieron, porque aparentemente Bruce Wayne no conducía su propio auto en noches como esta, o tal vez solo quería manos libres para lo que venía, lo oyera con claridad.
— Llévanos a la mansión. Y rápido. No quiero perder ni un segundo más en este tráfico.
El chofer, James, asintió sin decir una palabra, solo un "Sí, señor" seco que retumbó en el habitáculo antes de pisar el acelerador. El auto se lanzó hacia adelante con un rugido bajo, empujando a Clark contra el respaldo, y el estómago le dio un vuelco no solo por la velocidad, sino por la forma en que Bruce lo miró entonces, sus ojos azules oscureciéndose bajo las luces intermitentes de los faroles callejeros.
Bruce soltó la mano de Clark solo para alcanzar un botón discreto en el panel lateral, uno de esos detalles lujosos que Clark nunca habría notado si no estuviera ahí. Con un zumbido suave, una pared opaca de vidrio ahumado se elevó desde el respaldo del asiento delantero, sellando el compartimento trasero como una barrera impenetrable. El sonido del motor se amortiguó un poco, y el chofer desapareció por completo de la vista, dejando solo a ellos dos en un espacio que de repente se sentía más pequeño, más cargado, como si el aire mismo se hubiera espesado con expectativa.
Bruce no esperó ni un segundo.
Se giró hacia Clark con un movimiento fluido, sus rodillas chocando contra las de él antes de que Clark pudiera procesarlo del todo.
— Ven aquí.— murmuró Bruce, su voz ronca y baja, como si las palabras se le hubieran atascado en la garganta. Se inclinó sobre la consola central, capturando la boca de Clark en un beso que empezó suave pero se volvió urgente en un parpadeo, sus labios presionando con fuerza, su lengua rozando la de Clark en un roce que envió chispas directas a su entrepierna. Clark jadeó contra su boca, sus manos subiendo instintivamente a la nuca de Bruce, enredando los dedos en ese cabello oscuro y despeinado que siempre parecía perfecto incluso después de una cena larga.
Pero Bruce no se conformó con eso. Rompió el beso solo para trepar sobre Clark, sus rodillas hundiéndose en el asiento a cada lado de las caderas de él, acomodándose en su regazo con una facilidad que hizo que el corazón de Clark saltara. El peso de Bruce se asentó justo ahí, su culo presionando contra la polla de Clark, que ya estaba medio dura solo por los besos y las promesas de la cena.
La fricción fue inmediata, deliciosa, un roce caliente y firme que hizo que Clark inhalara bruscamente, el aire escapando de sus pulmones en un siseo. Bruce se movió un poco, ajustándose, y eso solo empeoró las cosas... o las mejoró, dependiendo de cómo se mirara, su cuerpo encajando contra el de Clark como si estuviera hecho para eso.
— ¿Cómodo? — susurró Bruce contra el oído de Clark, su aliento cálido y húmedo rozando la piel sensible ahí, enviando un escalofrío directo por su espina dorsal. Clark solo pudo asentir, sus manos subiendo a las caderas de Bruce para sujetarlo, sintiendo el músculo firme bajo la tela del traje caro. Bruce sonrió, esa sonrisa depredadora que siempre lo hacía parecer un poco peligroso, y empezó a moverse.
Pequeños saltitos al principio, subiendo y bajando apenas unos centímetros, simulando un ritmo que era obvio en su intención. Cada descenso presionaba su culo contra la polla de Clark, frotando a través de las capas de ropa, creando una fricción que era un tormento dulce, el tipo de roce que hacía que el calor se acumulara en la base de su estómago.
Clark gimió, bajo y gutural, el sonido escapando antes de que pudiera contenerlo.
— Bruce... cielos, eso se siente... — murmuró, su voz entrecortada, las palabras perdiéndose en otro beso cuando Bruce se inclinó para capturar su boca de nuevo. El auto dio un pequeño bote sobre un bache en la carretera, y eso solo intensificó el movimiento, haciendo que Bruce se presionara más fuerte contra él. Clark sintió su polla hincharse por completo ahora, atrapada en los pantalones del traje que de repente se sentían demasiado ajustados, el roce constante enviando oleadas de placer que lo dejaban jadeando.
— Más. — pidió Clark, su voz saliendo ronca, casi suplicante, mientras sus dedos se clavaban en las caderas de Bruce, guiándolo en esos saltitos. — Por favor, más de eso.
Bruce dejó escapar una risa baja, vibrando contra el pecho de Clark, pero obedeció, acelerando el ritmo un poco. Sus manos se apoyaron en los hombros de Clark para equilibrarse, y cada salto era deliberado, su culo frotando contra la longitud dura de Clark en un vaivén que simulaba exactamente lo que ambos querían hacer sin ropa de por medio.
El cuero del asiento crujía bajo ellos con cada movimiento, un sonido suave y repetitivo que se mezclaba con los jadeos de Clark y el ocasional gemido ahogado de Bruce. El aire dentro del auto se calentaba, cargado con el olor a sudor ligero y excitación, y Clark podía sentir el calor irradiando del cuerpo de Bruce, su aliento acelerado contra su cuello cuando se inclinó para morderle el lóbulo de la oreja.
Clark no pudo resistirse más. Sus manos bajaron, agarrando el culo de Bruce con firmeza, sintiendo las curvas musculosas bajo sus palmas, apretando lo suficiente para que Bruce soltara un siseo de placer.
— Dios, Clark... — murmuró Bruce, pero antes de que pudiera decir más, Clark lo levantó. Fue fácil, demasiado fácil, sus músculos kryptonianos respondiendo sin esfuerzo, elevando el cuerpo de Bruce apenas unos centímetros del regazo, como si pesara lo mismo que una pluma.
Bruce no era ligero; Clark podía sentir el peso sólido de su frame atlético, los músculos de sus piernas tensándose al ser levantado, pero no importaba. Lo sostuvo ahí, suspendido, y empezó a mover sus caderas en círculos lentos, deliberados, refregando toda su polla dura e hinchada contra el culo de Bruce a través de la tela.
El roce era exquisito, cada círculo enviando una descarga de placer que hacía que Clark cerrara los ojos por un segundo, mordiéndose el labio para no gemir demasiado alto. Podía sentir cada pulgada de su erección presionando contra Bruce, el calor filtrándose a través de los pantalones, la fricción creando un ritmo que lo dejaba sin aliento. Bruce jadeó, sus manos apretando los hombros de Clark con más fuerza, las uñas clavándose un poco a través de la camisa.
— Joder, Clark... ¿cómo eres tan fuerte? — murmuró Bruce, su voz entrecortada, aunque en el fondo de su mente sabía la respuesta , sabía que era Superman, que esa fuerza venía de Krypton, no de horas en el gimnasio. Pero aun así, lo sorprendió; Bruce no era un peso fácil de levantar, con su metro ochenta y pico y el cuerpo entrenado para pelear en las sombras de Gotham, y sentir cómo Clark lo manejaba con tanta facilidad lo dejó momentáneamente aturdido, sus pensamientos tropezando entre el placer y la realidad de quién era el hombre debajo de él.
Pero esos pensamientos se desvanecieron rápido cuando Clark decidió no parar ahí.
Bajó a Bruce de nuevo, solo para dar una estocada con la pelvis, simulando una penetración profunda, su polla golpeando contra el culo de Bruce con un impacto que reverberó a través de ambos. Bruce soltó un gemido ahogado, mordiéndose el labio inferior con fuerza para mantenerlo dentro, sus dientes dejando una marca roja en la piel.
Otra estocada, y luego otra, Clark moviéndose con un ritmo constante ahora, cada empuje enviando ondas de placer que lo hacían gruñir bajo, sus manos aún apretando el culo de Bruce para guiarlo. El auto se mecía ligeramente con el movimiento, o quizás era solo la percepción de Clark, el mundo reduciéndose a esa fricción constante, al calor que se acumulaba entre ellos.
Bruce trató de quedarse quieto, de no hacer ruido, el chofer estaba al otro lado de esa pared, después de todo, pero su rostro lo traicionaba. Sus cejas se fruncieron en una expresión de pura agonía placentera, los ojos entrecerrados, la boca entreabierta como si estuviera pidiendo piedad sin palabras.
— Clark... — susurró, su voz quebrada, un ruego silencioso por más o por menos, no estaba claro.
Esa mirada, esa vulnerabilidad cruda en el rostro de Bruce Wayne, el playboy millonario que siempre parecía tener el control, fue lo que rompió algo en Clark. Dejó de ser el tipo nervioso de Kansas, el que tartamudeaba en las citas y se sonrojaba con coqueteos. En su lugar, surgió algo más primal, más confiado; sus manos apretaron más fuerte, sus estocadas se volvieron más deliberadas, cada una golpeando justo donde sabía que haría que Bruce se retorciera.
— Te sientes tan bien. — murmuró Clark contra el cuello de Bruce, su aliento caliente rozando la piel, lamiendo una gota de sudor que se había formado ahí. Bruce respondió con un gemido bajo, sus caderas moviéndose instintivamente para encontrarse con cada empuje, la fricción convirtiéndose en un ciclo adictivo que los dejaba a ambos jadeando.
El sonido de sus respiraciones llenaba el auto, entrecortadas y pesadas, mezcladas con el ocasional crujido del cuero y el zumbido distante del motor. Clark podía sentir el pulso de Bruce acelerado contra su pecho, el calor de su cuerpo presionando contra el suyo, y eso solo lo impulsaba a seguir, sus caderas rodando en círculos antes de otra estocada, refregando su polla hinchada contra el culo de Bruce hasta que ambos estaban al borde de perder el control.
El auto desaceleró de repente, el chofer girando hacia la entrada de la mansión Wayne, el gravel crujiendo bajo las llantas como un recordatorio de que el mundo exterior aún existía. Bruce rompió el beso primero, jadeando, su frente presionada contra la de Clark mientras el vehículo se detenía frente a la imponente puerta principal.
— Llegamos. — murmuró Bruce, su voz ronca, pero no se movió de inmediato, como si no quisiera romper el momento. Clark, sin embargo, no estaba listo para parar. Siguió besándolo, sus labios capturando los de Bruce en un beso profundo y desesperado, sus manos bajando a los muslos y el culo de él para levantarlo de nuevo.
Con un movimiento coordinado, Clark abrió la puerta del auto de una patada suave, no quería dañar el coche de Bruce, después de todo, y salió sosteniendo a Bruce contra su pecho, las piernas de él envolviendo su cintura. El aire frío de la noche golpeó su piel caliente, un contraste que hizo que Clark inspirara de manera bruta, pero no soltó a Bruce.
Caminó hacia la puerta de la mansión, cada paso enviando un pequeño rebote que mantenía la fricción entre ellos, sus manos apretando los muslos firmes y el culo redondo de Bruce para sostenerlo sin esfuerzo. Bruce gimió contra su boca, sus brazos alrededor del cuello de Clark, el beso volviéndose más desordenado, más urgente con cada metro que avanzaban.
Llegaron a la puerta, y Bruce alcanzó torpemente el pomo, girándolo para abrirla con un clic que resonó en la quietud de la noche. Entraron al vestíbulo amplio, el suelo de mármol frío bajo los zapatos de Clark, el aire dentro de la mansión oliendo a madera pulida y a algo vagamente floral de las flores frescas en un jarrón cercano. Clark cerró la puerta de una patada detrás de ellos, el sonido ecoando en el espacio vacío, y finalmente bajó a Bruce, sus pies tocando el. Bruce se tambaleó un poco, sus piernas inestables después de todo eso, y Clark lo estabilizó con una mano en su cintura.
Bruce se quedó ahí un segundo, jadeando, sus labios hinchados y brillando por los besos que acababan de compartir en el auto. Pasó el pulgar por su boca inferior, limpiando un rastro de saliva con un gesto lento y deliberado, sus ojos fijos en los de Clark todo el tiempo. Esa sonrisa torcida volvió a aparecer, pero ahora tenía un filo más afilado, como si el viaje en el auto hubiera sido solo el aperitivo y ahora viniera lo principal. Tal vez así era, y Clark tenía temor de saber que tan salvaje era Bruce.
— Por aquí.— dijo Bruce, su voz aún ronca, extendiendo la mano para tomar la de Clark. Sus dedos se entrelazaron de nuevo, calientes y un poco sudorosos, y Bruce tiró de él con una urgencia que hacía que cada paso se sintiera cargado.
La mansión Wayne se extendía alrededor de ellos como un laberinto vivo, el vestíbulo amplio con su techo alto abovedado y lámparas de araña que colgaban como estrellas polvorientas, lanzando sombras alargadas sobre el mármol pulido del suelo. Clark miró alrededor mientras Bruce lo guiaba, sus ojos captando los detalles. El aire era fresco y ligeramente perfumado con cera de abejas y el leve olor a libros viejos de alguna biblioteca cercana, el eco de sus pisadas rebotando en las altas paredes. Era bellísima, esa mansión, un monumento al dinero antiguo y al gusto refinado, con arcos puntiagudos que se elevaban hacia techos pintados con frescos desvaídos de escenas mitológicas, y escaleras que se curvaban en espirales elegantes hacia pisos superiores. Pero a Clark le importaba poco en ese momento; su mente estaba fija en el calor de la mano de Bruce, en el pulso acelerado que sentía a través de su piel, en la promesa de lo que vendría.
Caminaban rápido, los zapatos de Bruce cliqueando contra el suelo con un ritmo impaciente, y Clark sentía su propia excitación latiendo aún, su polla semidura presionando contra los pantalones, un recordatorio constante del roce en el auto.
Subieron una escalera ancha, los escalones crujiendo ligeramente bajo su peso combinado, y Bruce no soltó su mano ni una vez, tirando de él por un pasillo largo flanqueado por puertas cerradas y retratos de ancestros Wayne que miraban con ojos severos desde marcos dorados. Clark sintió un escalofrío recorrer su espalda, no era frío, sino anticipación, su aliento saliendo en suspiros cortos mientras Bruce lo llevaba más profundo en la mansión.
Finalmente, llegaron a una puerta doble al final del pasillo, madera pesada con tallas de leones rampantes, y Bruce la abrió con un empujón, revelando la habitación detrás.
Era la habitación de Bruce, amplia y dominada por una cama king con postes tallados y sábanas de un azul profundo que parecían invitar a hundirse en ellas. La habitación tenía el mismo estilo gótico barroco que el resto de la casa. Olía a Bruce ahí dentro, y Clark apenas tuvo tiempo de registrar los detalles: un escritorio desordenado con papeles esparcidos, una silla de cuero junto a la ventana, un armario entreabierto que mostraba trajes colgados en filas ordenadas. Pero nada de eso importaba ahora; Bruce cerró la puerta detrás de ellos con un clic definitivo, el sonido resonando como un sello en el espacio silencioso.
En ese instante, algo cambió en Bruce.
Su postura se enderezó un poco más, sus hombros se tensaron bajo el traje, y cuando se giró hacia Clark, su aura parecía haberse oscurecido, teñida de un deseo crudo que hacía que el aire se sintiera más intenso. Sus ojos, esos ojos azules que habían sido juguetones en la cena, ahora ardían con dominancia, fijos en Clark como si lo estuviera midiendo, planeando cada movimiento siguiente.
Avanzó hacia él con determinación, cada paso deliberado, el suelo crujiendo bajo sus zapatos, su aliento saliendo en un ritmo controlado pero acelerado.
— Quítate la ropa. — dijo Bruce, su voz baja y mandona, no una sugerencia, no, sino una orden que vibró en el aire entre ellos. Se detuvo a solo un paso de distancia, sus ojos recorriendo el cuerpo de Clark, deteniéndose en el bulto visible en sus pantalones.
Clark tragó saliva, su boca seca de repente, pero obedeció. Sus manos subieron al saco del traje que Bruce le había regalado, deslizándolo por sus hombros con un susurro de tela, dejándolo caer al suelo. Luego la corbata, aflojándola con dedos temblorosos, el nudo deshaciéndose fácilmente antes de tirarla a un lado. Bruce observaba cada movimiento, su pecho subiendo y bajando, pero no se movía, solo miraba con esa intensidad que hacía que Clark se sintiera arder bajo la piel.
La camisa fue lo siguiente, Clark desabotonó cada botón lentamente al principio, pero acelerando cuando vio cómo los ojos de Bruce seguían sus manos, oscureciéndose más con cada centímetro de piel expuesta. El pecho de Clark quedó al descubierto, los músculos definidos por años de... bueno, por ser quien era, pero en ese momento solo importaba cómo Bruce lo miraba, como si quisiera lamer cada línea.
La camisa cayó, uniéndose al saco, y Clark sintió el aire fresco de la habitación rozando su piel caliente, erizándola. Bajó las manos a los pantalones, desabrochando el cinturón con un clic metálico que resonó en el silencio, luego el botón y la cremallera, el sonido de la misma bajando lento y deliberado. Los pantalones se deslizaron por sus caderas, arremangado alrededor de sus tobillos, y Clark los pateó a un lado, quedando solo en sus boxers negros, esos que Lois le había insistido en usar, la tela tensa sobre su erección obvia.
Bruce dio un paso adelante entonces, cerrando la distancia, su aliento cálido contra el cuello de Clark mientras su mano subía. Metió el dedo índice en el elástico del boxer, justo en la parte delantera, rozando la piel sensible de la cadera de Clark.
Lo estiró lentamente, tirando hacia afuera con un movimiento que hizo que la tela se tensara contra su polla, y luego lo soltó de golpe. El elástico chasqueó contra la piel de Clark con un ruido agudo, el impacto enviando una descarga de placer que lo hizo gemir, bajo y necesitado, su cuerpo arqueándose instintivamente hacia Bruce.
Estaba tan ansioso, tan necesitado después del roce en el auto, que incluso ese pequeño gesto lo dejó jadeando, su polla palpitando bajo la tela, una mancha húmeda formándose en la parte delantera.
— Haz caso.— murmuró Bruce, su voz ronca, un hilo de diversión oscura en ella mientras repetía la orden implícita.
Clark asintió, sus manos bajando al elástico, tirando hacia abajo con un movimiento rápido ahora, desesperado por liberarse. Los boxers se deslizaron por sus muslos, y su verga salió libre, rebotando ligeramente al aire, dura y hinchada, la punta rojiza y mojada con presemen que brillaba bajo la luz tenue de la habitación. Apuntaba directamente hacia Bruce, palpitando con cada latido de su corazón, el aire fresco rozándola y haciendo que Clark sisee por lo sensible que estaba.
Bruce no esperó. Extendió la mano, su dedo índice tocando la punta con una ligereza que era casi cruel, rozando la humedad ahí, esparciéndola en un círculo lento. La piel de la punta era suave y caliente bajo su toque, palpitando en respuesta, un hilo de presemen pegándose a su dedo cuando lo retiró un poco. Clark gimió, sus caderas empujando hacia adelante instintivamente, buscando más contacto, más fricción.
— Por favor... — suplicó, su voz quebrada y ronca, los ojos fijos en los de Bruce. — Tócame, Bruce. Haz algo, lo que sea, solo... por favor.
Bruce se quedó quieto un momento, su dedo aún húmedo por el roce en la punta de la polla de Clark, el aire entre ellos cargado de electricidad, tan denso que parecía vibrar. Sus ojos estaban fijos en Clark, desnudo salvo por la vulnerabilidad que lo envolvía, su pecho subiendo y bajando con respiraciones rápidas, la piel ligeramente enrojecida por el calor que lo consumía.
Bruce sintió su propio pulso martilleando en las sienes, su cuerpo tenso con un deseo que apenas podía contener, pero también con un miedo que se retorcía en su pecho; la verdad que aún no había dicho, los moretones que escondía bajo su camisa. Si Clark los veía, esas marcas moradas y amarillentas de sus noches como Batman, las costillas aún sensibles por el último enfrentamiento, empezaría a hacer preguntas.
Y las preguntas llevarían a sospechas, y las sospechas podrían romper todo esto antes de que siquiera comenzara de verdad.
Con un movimiento rápido, casi frenético, Bruce se quitó el saco del traje, la tela cayendo al suelo con un susurro pesado. Sus dedos volaron a los botones de su camisa blanca, desabrochando los primeros dos con una urgencia que traicionaba su control habitual. Pero se detuvo ahí, dejando la camisa cerrada, colgando suelta sobre su pecho. No podía arriesgarse a quitársela del todo. Los moretones en su torso, las cicatrices finas que cruzaban su abdomen, el hematoma reciente en su hombro izquierdo, el mismo que Clark había notado en Batman la noche anterior, aunque no lo supiera, eran un mapa de su vida secreta.
Si Clark los veía, su mente de reportero empezaría a conectar puntos, y Bruce no estaba listo para esa conversación.
No esta noche, no cuando tenía a Clark así, expuesto y suplicante frente a él.
Clark frunció el ceño ligeramente, sus ojos azules detrás de las gafas captando el cambio en Bruce. La forma en que se había detenido, dejando la camisa puesta, era extraña, como si estuviera escondiendo algo. Abrió la boca para decir algo, quizás para preguntar por qué Bruce no se desnudaba, por qué no se dejaba ir como él lo había hecho.
— Bruce, ¿por qué no-? — comenzó, pero no llegó a terminar.
El dorso de la mano de Bruce se movió rápido, no con fuerza, sino con una decisión que cortó el aire. Fue un toque ligero, más un roce que un golpe, los nudillos rozando los labios de Clark en una palmada suave, un "cállate" silencioso que lo hizo silenciar al instante.
Clark jadeó, más por la sorpresa que por el dolor, no había sido un golpe de verdad, solo un gesto dominante, un recordatorio de quién estaba a cargo. Bruce inclinó la cabeza, su mirada oscureciéndose aún más, los ojos entrecerrados mientras se cernía sobre Clark.
— ¿Quién te dio permiso para hablar? — dijo, su voz baja y peligrosa, con un filo que era mitad juego, mitad promesa. Las palabras eran rudas, cargadas de autoridad, y se hundieron en Clark como un peso caliente, haciendo que su polla, ya dura, diera un salto visible, palpitando en el aire fresco de la habitación.
Clark sintió el calor subirle al rostro, sus mejillas enrojeciendo bajo el escrutinio de Bruce. Pero no era solo vergüenza; era excitación, pura y abrumadora.
Siempre había querido esto, aunque nunca lo había admitido en voz alta, ni siquiera a sí mismo. Quería a alguien que lo controlara, que lo tomara con firmeza, que lo pusiera en su lugar con órdenes que no dejaban espacio para dudar. En su vida como Superman, siempre era él quien llevaba las riendas, quien salvaba, quien decidía. Pero aquí, en esta habitación, con Bruce mirándolo como si fuera algo que necesitaba ser domado, Clark sintió un alivio profundo, una rendición que lo hacía temblar.
— Nadie. — murmuró, su voz baja, casi inaudible, los ojos bajando por un momento antes de volver a subir para encontrar los de Bruce.
Bruce sonrió, una curva lenta y satisfecha en sus labios, como si hubiera ganado algo. Su mano se movió, los dedos rozando la mejilla de Clark con una suavidad que contrastaba con la orden de antes. Las yemas eran cálidas, callosas de una manera que Clark no esperaba de un millonario playboy, y el roce envió un escalofrío por su espalda.
— Buen chico. — dijo Bruce, las palabras suaves pero cargadas de un peso que hizo que Clark se derritiera. Su voz tenía un matiz de aprobación, casi tierno, pero seguía siendo firme, como si estuviera marcando territorio. El contraste entre la caricia y la autoridad en su tono era suficiente para hacer que Clark gimiera, el sonido escapando como un ruego, bajo y roto, su cuerpo temblando con la intensidad de lo que sentía.
Sin pensarlo, Clark cayó de rodillas frente a Bruce, sus piernas cediendo como si no pudieran soportar más el peso de su deseo.
El suelo era frío contra sus rodillas desnudas, un contraste agudo con el calor que lo consumía por dentro. Su polla seguía dura, apuntando hacia arriba, palpitando con cada latido, una gota de lubricación natural deslizándose lentamente por la punta, brillando bajo la luz suave de la chimenea. Miró a Bruce desde abajo, sus gafas ligeramente torcidas, el cabello desordenado cayendo sobre su frente.
Había algo casi reverente en su postura, pero también rudo, necesitado, su pecho subiendo y bajando con respiraciones rápidas, el aire saliendo en pequeños jadeos que llenaban el silencio de la habitación.
Bruce lo miró desde arriba, su figura recortada contra la luz del fuego, la camisa blanca aún colgando abierta en los primeros botones, dejando entrever solo un atisbo del pecho musculoso debajo. No se movió de inmediato, dejando que el momento se extendiera, que el peso de su mirada se hundiera en Clark. Podía ver el conflicto en su rostro, el deseo de Clark de complacer, de rendirse, mezclado con esa chispa de curiosidad que siempre lo hacía tan peligroso como reportero. Pero ahora mismo, Clark no era el reportero. No era Superman. Era solo Clark, de rodillas, suplicando con los ojos, con el cuerpo, con cada respiración entrecortada.
El aire en la habitación estaba denso, oliendo a excitación, a la colonia de Bruce, y ahora al sudor ligero que empezaba a formarse en la piel de ambos. El crepitar del fuego era el único sonido constante, un fondo suave que contrastaba con el ritmo errático de sus respiraciones. Bruce dio un paso más cerca, sus zapatos crujiendo contra el suelo, y Clark sintió el calor de su presencia como una fuerza física, envolviéndolo.
La mano de Bruce volvió a su mejilla, pero esta vez sus dedos se deslizaron hacia abajo, rozando la mandíbula, el pulgar presionando ligeramente contra el labio inferior de Clark, abriéndolo un poco.
— Quédate ahí. — murmuró Bruce, su voz un gruñido bajo que vibró en el pecho de Clark. — Y no hagas nada a menos que yo te lo diga.
Clark asintió, su garganta seca, su polla dando otro salto ante la orden.
El control de Bruce era como una cuerda invisible, atándolo, y Clark se sentía más libre en esa restricción que en cualquier otro momento de su vida.
Sus manos descansaban en sus muslos, los dedos apretándose contra su propia piel para no moverse, para no tocar a Bruce sin permiso. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, anticipando, esperando, su piel erizándose bajo la mirada de Bruce.
Bruce dio un paso atrás, solo lo suficiente para observarlo mejor, sus ojos recorriendo el cuerpo de Clark como si estuviera memorizando cada detalle: los hombros anchos, el pecho definido, la polla dura y expuesta que seguía palpitando en el aire. Había algo casi juzgador en su mirada, pero también hambriento, como si estuviera decidiendo por dónde empezar. Clark sintió un rubor subirle al rostro de nuevo, pero no apartó la mirada. Quería esto, quería a Bruce, quería cada orden, cada roce, cada segundo de esta rendición.
— ¿Qué quieres, Clark? — preguntó Bruce, su voz baja, casi un susurro, pero con una intensidad que hacía que cada palabra se sintiera como un toque físico. Se inclinó un poco hacia adelante, su mano aún en la mejilla de Clark, el pulgar trazando círculos lentos sobre su piel. — Dímelo. Pero solo si te doy permiso.
Clark tragó saliva, su voz atrapada en la garganta. Quería decir tantas cosas, quería pedir que lo tocara, que lo besara, que lo tomara de una vez, pero las palabras de Bruce lo mantenían en su lugar, obediente, esperando. Su polla palpitaba con más fuerza ahora, su verga goteando lentamente, dejando un rastro brillante que caía hasta el suelo. El calor en la habitación parecía aumentar, el fuego crepitando más fuerte, o quizás era solo la percepción de Clark, su mundo reduciéndose a Bruce, a su voz, a su control.
— Por favor... — logró decir finalmente, su voz un susurro roto, casi un gemido de nuevo. — Por favor, Bruce. Déjame... déjame hacer lo que quieras.
Bruce sonrió de nuevo, esa sonrisa peligrosa que prometía tanto placer como problemas.
— Eso es lo que quería escuchar. — dijo, y su mano se deslizó hacia abajo, rozando el cuello de Clark, los dedos deteniéndose en la clavícula antes de apretar ligeramente, un recordatorio de quién mandaba.
— Buen chico. — repitió, y Clark sintió que se derretía otra vez, su cuerpo temblando, sus rodillas presionando más fuerte contra el suelo frío mientras se rendía por completo a la noche, a Bruce, a todo lo que estaba por venir.
Bruce respiró hondo, el aire entrando en sus pulmones como si tuviera que forzarlo a pasar por la tensión que le apretaba el pecho.
Ver a Clark así, de rodillas, era una imagen que lo golpeaba como un puñetazo: el hombre más fuerte del planeta, un dios entre mortales, reducido a un desastre jadeante, su polla dura como piedra apuntando al aire, palpitando con cada latido, el pre-semen goteando en un hilo lento que brillaba bajo la luz parpadeante de la chimenea. Los ojos de Clark, amplificados por esas gafas torcidas, estaban llenos de un deseo, suplicante, su pecho subiendo y bajando con respiraciones rápidas, la piel ligeramente sudada reluciendo en los contornos de sus músculos.
Bruce sintió un calor que no tenía nada que ver con el fuego crepitando a su espalda, un calor que se enroscaba en su entrepierna, haciendo que su propia erección empujara dolorosamente contra la tela de sus pantalones.
La decisión pesaba en su mente como una losa.
Quería a Clark, quería todo de él, quería que lo follara hasta que no pudiera pensar, hasta que el mundo fuera solo ellos dos, pero los moretones... Las marcas de sus noches como Batman, eran un recordatorio de la verdad que aún no había confesado.
Sin embargo, la idea de quedarse con la camisa puesta no era solo una precaución; había algo en la fantasía de ser follado así, medio vestido, con la tela arrugada y sudada pegándose a su piel mientras Clark lo tomaba. Siempre había querido eso, la mezcla de control y rendición, la camisa como una barrera que lo mantenía a salvo y expuesto al mismo tiempo.
— Sácamela. — ordenó Bruce, su voz baja, un gruñido que resonó en la habitación silenciosa, apenas roto por el crepitar del fuego. Sus ojos no dejaron los de Clark, observando cada reacción, cada pequeño temblor en su rostro. Clark asintió, su respiración entrecortada, y sus manos se movieron al instante, temblando de pura necesidad.
Fue demasiado rápido al principio, sus dedos torpes en su urgencia, tirando del cinturón de Bruce con un entusiasmo que rayaba en la desesperación. El cuero del cinturón crujió, el metal de la hebilla tintineando cuando Clark lo desabrochó, pero el botón y la cremallera del pantalón se resistieron. Sus dedos se trabaron, el cierre atascándose, y Clark dejó escapar un gemido frustrado, su frente arrugándose mientras intentaba forzarlo.
— Despacio, cariño. — murmuró Bruce, su tono firme pero con un toque de diversión.
Clark respiró hondo, el aire saliendo en un suspiro tembloroso, y se obligó a calmarse. Sus manos volvieron al trabajo, esta vez más lentas, más deliberadas. Desabrochó el botón con un pup suave, la cremallera bajando con un zumbido lento que parecía amplificarse en la habitación. Sus dedos manoseaban ahora con intención, rozando la dureza de Bruce a través de la tela, sintiendo el calor y la firmeza bajo sus palmas.
Cada toque era un tormento para ambos, para Clark, porque podía sentir la polla de Bruce latiendo, dura e hinchada, pidiendo ser liberada; para Bruce, porque cada roce era una descarga de placer que lo hacía apretar los dientes para no gemir.
Clark abrió los pantalones de Bruce por completo, la tela cayendo suelta alrededor de sus caderas, revelando el bóxer negro que apenas contenía su erección. La tela estaba tensa, el contorno de su polla claramente visible, una mancha húmeda marcando la punta donde el presemen ya había empapado el tejido. Clark tragó saliva, sus ojos fijos en ese bulto, su propia polla dando un salto en respuesta. Enganchó los dedos en el elástico del bóxer, estirándolo hacia afuera con un movimiento lento, casi reverente, hasta que la tela se tensó al límite. Luego, con un tirón suave, liberó la polla de Bruce.
Salió rebotando ligeramente, dura y pesada, latiendo en el aire fresco de la habitación. Era caliente al tacto, casi quemando contra la palma de Clark cuando la tomó, la piel suave y tensa envolviendo una firmeza que parecía vibrar con cada latido. Era más gruesa de lo que Clark esperaba, las venas marcadas bajo la piel, la punta rojiza y brillante, una gota de líquido preseminal formándose en la uretra, deslizándose lentamente por el glande hasta quedar colgando, un hilo translúcido que captaba la luz que traspasaba las ventanas.
Clark la sostuvo en su mano, sintiendo el peso, el calor que irradiaba como si estuviera sosteniendo algo vivo, algo que latía con la misma urgencia que su propio cuerpo. La textura era suave pero firme, la piel cálida deslizándose bajo sus dedos mientras los movía ligeramente, explorando. El olor de Bruce lo envolvía ahora, una mezcla de sudor limpio, colonia amaderada y algo más crudo, más animal, que hacía que Clark quisiera enterrar la cara ahí mismo. Su propia polla palpitaba en respuesta, goteando más, que caía al suelo.
Bruce lo miraba desde arriba, su pecho subiendo y bajando con respiraciones controladas, aunque sus ojos traicionaban el esfuerzo que le costaba mantener la compostura. La forma en que Clark miraba su polla, con una mezcla de hambre y reverencia, era suficiente para hacer que sus piernas temblaran ligeramente.
— ¿Te gusta? — preguntó Bruce, su voz baja, casi un ronroneo, cargada de una confianza que ocultaba el nudo de deseo en su estómago.
Clark asintió, sus labios entreabiertos, pero no habló. Recordaba la orden implícita de antes: no hablar sin permiso. Su obediencia hizo que Bruce sonriera, una curva lenta y satisfecha.
— Qué obediente. — dijo, su tono lleno de aprobación. — Qué listo. Mereces un premio, Clark. — Se inclinó un poco, su mano aún en la mejilla de Clark, el pulgar rozando la piel justo debajo de su ojo. — Dime, amor, ¿qué te gustaría de premio?"
Clark sintió el apelativo "amor" como un golpe suave en el pecho, cálido y abrumador. Sus ojos se alzaron para encontrar los de Bruce, y cuando habló, su voz salió baja, casi un susurro, temblando de necesidad.
— Quiero... quiero meterme tu polla en la boca. — dijo, las palabras saliendo sin filtro, su rostro decidido a tomar aquello, porque le encantaba estar en las manos de Bruce sin medida alguna.
Bruce dejó escapar un sonido que era mitad risa, mitad gemido, sus ojos brillando con algo entre diversión y pura lujuria.
— Joder, Clark. — murmuró, su mano deslizándose al cabello de Clark, enredando los dedos en los mechones oscuros y desordenados. — Eso es una maldita buena respuesta.
Asintió, su voz bajando aún más.
— Adelante, entonces. Hazlo.
Clark no esperó. Se inclinó hacia adelante, su aliento caliente rozando la polla de Bruce antes de que su lengua saliera, húmeda y viscosa, lamiendo la base con un movimiento lento que hizo que Bruce sisee. La piel ahí era cálida, salada, el sabor de Bruce llenando su boca mientras su lengua recorría la longitud, trazando las venas marcadas hasta llegar a la punta. La gota de pre-semen seguía ahí, y Clark la atrapó con la lengua, el sabor ligeramente amargo explotando en su paladar. Dio movimientos circulares alrededor del glande, lento al principio, saboreando cada reacción de Brucela forma en que sus caderas se movieron ligeramente hacia adelante, el temblor en sus muslos, el siseo bajo que escapó de sus labios.
Bruce sintió sus piernas flaquear, el placer de la lengua de Clark como una corriente caliente que lo atravesaba. La humedad cálida, la presión suave pero insistente, era casi demasiado. Sus manos apretaron el cabello de Clark, no con fuerza, sino lo suficiente para guiarlo. Clark lo notó, sintió el temblor en las piernas de Bruce, y sus manos subieron instintivamente, sujetando los muslos firmes de Bruce para estabilizarlo. Sus dedos se clavaron en la tela del pantalón, sintiendo el músculo tenso debajo, y eso solo lo impulsó a seguir, su lengua moviéndose con más confianza ahora, lamiendo la punta antes de cerrar los labios alrededor del glande, succionando suavemente.
Bruce gruñó, su cabeza echándose hacia atrás por un momento antes de volver a mirar a Clark.
— Carajo, sí. — murmuró, su voz quebrada. Sus dedos se apretaron más en el cabello de Clark, y con un movimiento firme, tiró de él, obligándolo a tomar más. — Toda, Clark. Trágatela toda.
Clark no dudó. Abrió la boca más, relajando la garganta, gracias a Dios, o a Krypton, por no tener reflejo nauseoso, y dejó que la polla de Bruce se deslizara más adentro, centímetro a centímetro.
La sensación era abrumadora, el calor, el peso, la textura suave pero firme llenando su boca, rozando el paladar, deslizándose hasta el fondo de su garganta. La tomó toda, hasta que sus labios rozaron la base, el vello recortado de Bruce cosquilleando contra su barbilla. Clark gimió alrededor de la polla, el sonido vibrando contra la piel, y Bruce respondió con un gemido bajo, sus caderas empujando instintivamente, buscando más de esa calidez húmeda.
Clark mantuvo el ritmo, su lengua trabajando en la base mientras succionaba, sus manos apretando los muslos de Bruce para mantenerlo en su lugar. El aire estaba lleno de sonidos: el crepitar del fuego, los gemidos entrecortados de Bruce, los sonidos húmedos de la boca de Clark moviéndose, el ocasional crujido de la madera bajo sus rodillas. El olor de sudor y deseo se mezclaba con el humo de la chimenea, envolviéndolos en una burbuja donde nada más existía. Clark podía sentir cada reacción de Bruce, cada temblor, cada jadeo, y eso lo hacía querer más, querer complacerlo, querer ser todo lo que Bruce necesitaba en ese momento.
Clark no podía apartar los ojos de Bruce, ni siquiera si lo intentara. La polla de Bruce llenaba su boca, caliente y pesada, deslizándose contra su lengua con cada movimiento de sus caderas. El sabor salado del pre-semen se mezclaba con el calor de su piel, y Clark succionaba con más fuerza, sus manos apretando los muslos de Bruce, sintiendo los músculos tensarse bajo sus dedos.
Los gemidos bajos de Bruce resonaban en la habitación, mezclándose con el crepitar del fuego y el sonido húmedo de la boca de Clark trabajando, un ritmo obsceno que llenaba el aire. Bruce tenía la cabeza echada hacia atrás, los ojos entrecerrados, pero sus manos seguían en el cabello de Clark, guiándolo, controlándolo, tirando con justeza para marcar el ritmo.
El cuerpo de Bruce empezó a temblar más, sus caderas empujando con menos control, y Clark sintió el cambio; la forma en que la polla en su boca palpitaba con más urgencia, el líquido preseminal fluyendo más libremente. Bruce estaba cerca, muy cerca, y Clark quería todo, quería saborearlo, tragarlo, sentirlo derramarse.
Pero justo cuando pensó que Bruce iba a perderse en el clímax, este se retiró con un movimiento brusco, su polla saliendo de la boca de Clark con un pop húmedo. Una gota de saliva conectó la punta con los labios de Clark por un segundo antes de romperse, cayendo sobre su barbilla.
Clark dejó escapar un gemido de protesta, sus labios aún entreabiertos, brillantes y rojos por el esfuerzo. Quería quejarse, quería rogar por el semen de Bruce, por el sabor que había estado persiguiendo, pero la mirada de Bruce lo detuvo.
Esos ojos azules, oscuros y dominantes, lo clavaron en su lugar, recordándole que no tenía permiso para hablar, que tenía que ganarse cada cosa. Clark tragó saliva, su garganta seca, su polla palpitando dolorosamente entre sus piernas, goteando un hilo constante de pre-semen que dejaba un rastro brillante en el suelo de madera.
— A la cama.— ordenó Bruce, su voz ronca pero firme, un filo de autoridad que no admitía discusión. — Llévame y acuéstate.— Sus palabras eran un mandato, pero había un calor subyacente, una promesa de lo que vendría si Clark obedecía.
Clark no dudó. Se puso de pie en un movimiento fluido, sus músculos moviéndose con una gracia que traicionaba su fuerza inhumana. Se acercó a Bruce, sus manos encontrando sus caderas, y lo levantó con la misma facilidad con la que lo había hecho en el auto, como si Bruce no pesara nada. Bruce dejó escapar un siseo bajo, sorprendido a pesar de saber quién era Clark, sus manos agarrándose a los hombros de Clark para equilibrarse. El calor de sus cuerpos se mezclaba, el sudor en la piel de Bruce pegándose a la de Clark mientras lo llevaba los pocos pasos hasta la cama. La habitación olía a madera quemada, a sudor, a la colonia amaderada de Bruce, y ahora a algo más crudo, más visceral, que hacía que el aire se sintiera espeso.
Clark dejó a Bruce de pie junto a la cama, sus pies tocando el suelo con un suave sonido. Luego se giró y se acostó en el centro del colchón, las sábanas azul oscuro crujiendo bajo su peso, frescas contra su piel caliente. Se recostó boca arriba, su polla dura apuntando al techo, palpitando con cada latido, mojada sobre su estómago en un rastro brillante. Sus ojos no dejaban a Bruce, que seguía de pie, mirándolo con esa intensidad que lo hacía sentir expuesto, deseado, necesitado.
Bruce no se apresuró. Con movimientos deliberados, casi tortuosos, empezó a desabrocharse el resto del cinturón, el cuero deslizándose por las trabillas con un susurro lento.
Luego fue el turno de los pantalones, que ya estaban abiertos, colgando sueltos en sus caderas.
Los dejó caer, la tela deslizándose por sus piernas pálidas, revelando muslos fuertes, marcados por músculos que se tensaban con cada movimiento. La piel de Bruce era pálida, casi translúcida bajo la luz, con un leve vello oscuro que se volvía más fino hacia las rodillas. Clark no pudo evitarlo, su mano fue a su propia polla, envolviéndola con fuerza, bombeándola lentamente mientras miraba a Bruce. Cada movimiento de su mano era sin pudor, sin vergüenza, el sonido húmedo de su piel contra piel llenando la habitación, sus gemidos bajos escapando mientras veía a Bruce desnudarse.
Bruce parecía disfrutar de la tortura que le infligía a Clark. La camisa seguía puesta, pegada a su cuerpo en algunas partes por el sudor, translúcida donde el calor había empapado la tela, dejando entrever el contorno de sus pectorales y el plano de su abdomen.
En otras partes, estaba seca, arrugada, colgando suelta donde los botones seguían abiertos. Se inclinó para quitarse el bóxer, estirando el elástico con un movimiento lento antes de dejarlo caer al suelo, uniéndose al montón de ropa. Su polla que ya estaba libre, dura y pesada, balanceándose ligeramente, la punta aún húmeda por la boca de Clark.
Bruce no se movió de inmediato; dejó que Clark lo mirara, que absorbiera cada detalle, sus ojos siguiendo el contorno de sus piernas, la curva de sus caderas, la forma en que la camisa seguía ocultando lo que Clark quería ver.
Clark bombeaba su polla con más fuerza ahora, sus dedos apretando, húmeda y lubricando cada movimiento, el sonido húmedo resonando en la habitación. Sus ojos estaban fijos en Bruce, en la forma en que se movía, en la promesa de lo que vendría. Bruce dio un paso hacia la cama, inclinándose hacia la mesita de noche, el movimiento haciendo que la camisa se levantara un poco, dejando entrever el borde de un hematoma en su cadera que desapareció rápido bajo la tela.
Abrió un cajón y sacó un frasco pequeño de lubricante, el plástico brillando bajo la luz del fuego. Lo dejó en la cama, justo al lado de Clark, y luego, con un movimiento fluido, se subió encima de él, sus rodillas hundiéndose en el colchón a cada lado de las caderas de Clark.
Bruce se inclinó, sus manos encontrando la polla de Clark, envolviéndola con ambas manos, los dedos firmes y expertos. Escupió entonces, una cantidad generosa de saliva cayendo directamente sobre la punta, mezclándose con la preeyaculación de Clark. El sonido era sucio, un chasquido húmedo y obsceno que resonaba cada vez que Bruce movía las manos, deslizándolas hacia arriba y hacia abajo, apretando lo justo para hacer que Clark arqueara la espalda, un gemido roto escapando de su garganta.
Bruce trabajaba con precisión, sus manos creando un túnel apretado que se sentía casi tan bueno como una boca, la saliva y el lubricante natural haciendo que cada movimiento fuera resbaladizo, pornográfico. A Bruce le encantaba esto, el sexo sucio, sin filtros, donde los sonidos eran tan importantes como las sensaciones, donde las palabras podían ser tan afiladas como un toque.
— Mírate, Clark. — gruñó Bruce, su voz baja y cargada de deseo, sus ojos fijos en el rostro de Clark mientras sus manos seguían trabajando. — Tan grande, tan jodidamente duro. ¿Te sientes así todo el tiempo, verdad? — Sus palabras eran crudas, unos comentarios sucios que golpeaba a Clark directo en el pecho, haciendo que su polla palpitara con más fuerza en las manos de Bruce. Clark no podía hablar, no podía pensar, sus ojos atrapados en esas manos, en la forma en que los dedos de Bruce se deslizaban, apretaban, giraban en la punta antes de bajar de nuevo. El túnel que creaban era perfecto, la presión justo en el límite entre placer y tormento, y Clark gimió de nuevo, el sonido casi un lamento, su cuerpo temblando bajo el peso de Bruce.
— ¿Quieres meterte en mí? — preguntó Bruce, inclinándose más cerca, su aliento caliente contra el oído de Clark. Su voz era un susurro oscuro, cargado de promesas. — ¿Quieres follarme, Clark? Dímelo.
— Sí. — respondió Clark, su voz frenética, asintiendo rápido con la cabeza, las gafas deslizándose un poco por su nariz sudorosa. — Sí, sí, por favor, Bruce, quiero... quiero estar dentro de ti. — Sus palabras salieron atropelladas, desesperadas, su polla dando un salto en las manos de Bruce como si quisiera subrayar cada sílaba.
Bruce sonrió, una curva lenta y satisfecha, claramente disfrutando de la desesperación de Clark.
— Eso cielo, muy buen chico. — murmuró. Tomó una de las manos de Clark, la que no estaba ocupada bombeando su polla, y vertió una cantidad generosa de lubricante del frasco, la sustancia fría y resbaladiza goteando sobre los dedos de Clark. El olor del lubricante, ligeramente químico, pero limpio, se mezcló con el sudor y el calor de la habitación.
Bruce guió la mano de Clark hacia su culo, levantándose un poco sobre sus rodillas para darle acceso. Se inclinó más cerca, sus labios rozando el oído de Clark, y susurró:
— Ábreme.
Clark sintió su corazón dar un vuelco, el lubricante resbalando entre sus dedos mientras su mano se movía, instintiva, hacia el culo de Bruce, listo para obedecer, para complacer, para darle todo lo que pedía.
Clark no dudó. La orden de Bruce resonaba en su cabeza como un tambor, cada sílaba vibrando en su pecho, encendiendo un fuego que lo consumía.
Sus dedos, cubiertos de lubricante, encontraron la entrada de Bruce con una precisión instintiva, rozando el anillo muscular con movimientos lentos, circulares, que hacían que el aire entre ellos se sintiera aún más pesado. La piel ahí era cálida, suave, y Clark sintió el calor irradiando contra las yemas de sus dedos, el lubricante resbaladizo facilitando cada roce.
Bruce dejó escapar un siseo bajo, sus caderas moviéndose ligeramente hacia adelante, invitando, exigiendo más. Clark obedeció, presionando un dedo contra la entrada, deslizándolo con cuidado, sintiendo la resistencia inicial ceder lentamente. Su dedo era grande, grueso, y podía sentir cada detalle: la tensión del músculo, el calor apretado que lo envolvía, la forma en que el cuerpo de Bruce se ajustaba a él.
Bruce gimió, un sonido gutural que vibró en la habitación, sus manos apretando las sábanas a cada lado de Clark. La camisa blanca seguía pegada a su torso, translúcida en partes por el sudor, arrugada donde se había subido ligeramente, revelando solo un atisbo de la piel pálida debajo.
Clark empujó el dedo más adentro, lento pero firme, sintiendo cómo el cuerpo de Bruce se abría para él, caliente y apretado, cada movimiento enviando un escalofrío por su propia columna. Su polla palpitaba entre sus piernas, dura y dolorosa, mojándose tanto que dejaba un rastro brillante en su estómago, pero su atención estaba en Bruce, en la forma en que su respiración se volvía más errática, en el leve temblor de sus muslos.
— Otro. — gruñó Bruce, su voz ronca, casi un ruego disfrazado de orden.
Clark no necesitó más estímulo. Sacó el primer dedo lentamente, el lubricante haciendo un sonido húmedo y obsceno, y luego añadió un segundo, empujándolos juntos con cuidado. Eran tan gruesos, largos, y Bruce dejó escapar un gemido más alto esta vez, su cabeza cayendo hacia adelante, el cabello oscuro cayendo sobre sus ojos. Clark sintió el calor apretado envolviendo sus dedos, la resistencia inicial dando paso a una suavidad que lo hacía jadear. Empezó un vaivén, metiendo y sacando con un ritmo constante, sus dedos deslizándose con facilidad gracias al lubricante, el sonido húmedo llenando la habitación junto con los gemidos de Bruce.
En un impulso, Clark dobló los dedos dentro de Bruce, buscando, explorando, hasta que encontró ese punto que hizo que Bruce se arqueara, un gemido delicioso escapando de sus labios, agudo y totalmente ansioso por más.
— Mierda, Clark, ahí. Justo ahí — gruñó Bruce, sus manos apretando las sábanas con más fuerza, los nudillos blancos. Clark lo sintió, el temblor en el cuerpo de Bruce, la forma en que sus caderas empujaban hacia atrás, buscando más. Repitió el movimiento, doblando los dedos otra vez, golpeando justo ahí, y Bruce gimió de nuevo, el sonido casi animal, sus ojos cerrándose por un momento mientras su cuerpo se rendía al placer.
— Más... — pidió Bruce, su voz quebrada, y Clark obedeció al instante, sacando los dedos apenas para volver a empujarlos, más rápido, más duro, golpeando ese punto con una precisión que parecía instintiva. El lubricante hacía que cada movimiento fuera suave, resbaladizo, pero el calor y la presión eran abrumadores, cada gemido de Bruce alimentando el deseo de Clark.
Clark podía sentir cada reacción de Bruce, la forma en que su culo se apretaba alrededor de sus dedos, el temblor en sus muslos, los sonidos que escapaban de su garganta, cada uno más desesperado que el anterior.
Bruce, incapaz de sostenerse más, dejó caer su torso sobre el pecho de Clark, su cabeza descansando en el hueco de su hombro, el sudor de su frente mezclándose con la piel caliente de Clark. Su trasero quedó levantado, expuesto, invitando a Clark a seguir. La camisa se arrugó más, pegándose a su espalda, y Clark podía sentir el calor del cuerpo de Bruce contra el suyo, el peso sólido de sus músculos, el latido acelerado de su corazón. Sus dedos seguían moviéndose, metiendo y sacando, cada empujón arrancando un gemido de Bruce que resonaba contra el pecho de Clark, vibrando en su piel.
Pero Clark no podía esperar más. El deseo lo consumía, su polla palpitando con una urgencia que hacía que su visión se nublara.
Sin esperar otra orden, sacó los dedos lentamente, el sonido húmedo resonando en el silencio, y se movió para alinear su polla con la entrada de Bruce. La punta, hinchada y mojada, rozó el anillo muscular, el lubricante facilitando el contacto. Clark levantó las caderas, usando sus manos para bajar las caderas de Bruce, guiándolo con una firmeza que traicionaba su fuerza.
Empujó hacia arriba, lento al principio, sintiendo la resistencia inicial, el calor apretado que lo envolvía mientras se deslizaba dentro. Bruce gimió, un sonido sorprendido pero complacido, sus manos clavándose en los hombros de Clark mientras la polla de Clark lo llenaba, centímetro a centímetro, hasta que estuvo completamente dentro, sus caderas chocando contra el culo de Bruce.
— Joder. — gruñó Bruce, su voz temblando, sus ojos cerrándose con fuerza mientras se ajustaba al tamaño de Clark. Era grande, grueso, y el calor de su polla dentro de él era abrumador, un estiramiento que bordeaba el dolor pero que se sentía tan jodidamente bien.
Clark podía sentir cada detalle: el calor apretado, la forma en que el cuerpo de Bruce lo envolvía, el leve temblor de sus músculos mientras se adaptaba. Sus manos seguían en las caderas de Bruce, apretando con fuerza, sintiendo la piel cálida y sudorosa bajo sus palmas. Levantó las caderas otra vez, un movimiento lento pero profundo, y Bruce dejó escapar otro gemido, su cabeza cayendo hacia adelante, su aliento caliente contra el cuello de Clark.
— Estás... tan dentro. — murmuró Bruce, las palabras saliendo entre jadeos, su voz cargada de placer. Clark respondió con otro empujón, sus caderas moviéndose ahora en un ritmo constante, cada embestida haciendo que el cuerpo de Bruce se estremeciera. El sonido de piel contra piel llenaba la habitación, húmedo y rítmico, mezclado con los gemidos de ambos, el crujir de las sábanas, el crepitar del fuego. Clark podía sentir el calor de Bruce envolviéndolo, apretándolo, cada movimiento enviando oleadas de placer que lo hacían gruñir bajo, sus manos guiando las caderas de Bruce para encontrar el ángulo perfecto.
Bruce se arqueó, su culo empujando hacia atrás para encontrarse con cada embestida, sus gemidos volviéndose más altos, más desesperados. La camisa seguía pegada a su cuerpo, arrugada y translúcida en partes, ocultando las marcas que Clark aún no había visto. Pero en ese momento, a Clark no le importaba la camisa, no le importaba nada más que la sensación de estar dentro de Bruce, de llenarlo, de hacer que gimiera así. Sus manos apretaron más fuerte, sus caderas moviéndose con más urgencia, el placer acumulándose en la base de su columna, amenazando con explotar. Pero no quería que terminara aún; quería que esto durara, quería darle a Bruce todo lo que pedía, todo lo que necesitaba.
El nocturno se enderezó, su respiración entrecortada, las manos temblando ligeramente mientras las apoyaba en el pecho de Clark, los dedos clavándose en la piel caliente y sudorosa. La camisa blanca seguía puesta, colgando suelta, con tres botones desabrochados que habían sobrevivido a la urgencia de antes.
La tela se abría lo suficiente para dejar entrever un triángulo de pecho musculoso, el vello oscuro esparcido en el centro, y un atisbo del abdomen firme debajo, aunque las sombras de la habitación y la camisa ocultaban los moretones que Bruce sabía que no podía dejar ver. El sudor hacía que la tela se pegara en partes, translúcida en los bordes, dando un aspecto desordenado que contrastaba con el control que Bruce intentaba mantener.
Con un movimiento lento pero decidido, Bruce levantó las caderas, ajustándose, y luego se dejó caer en un sentón profundo, su cavidad anal tragándose la polla de Clark hasta el fondo. Cerró los ojos con fuerza, un sollozo escapando de su garganta mientras sentía la longitud gruesa de Clark empujando más allá de cualquier límite que hubiera explorado antes, incluso con sus juguetes más atrevidos.
Era abrumador, un estiramiento que ardía y complacía al mismo tiempo, la presión tocando puntos que lo hacían temblar. Sus caderas se movieron en círculos pequeños pero significativos, cada rotación enviando oleadas de placer que lo hacían jadear, sus manos apretando el pecho de Clark como si necesitara anclarse a algo.
Clark gimió, un sonido gutural que resonó en la habitación, sus caderas levantándose instintivamente para empujar aún más profundo. Ese último centímetro, esa fracción extra de presión, fue como un interruptor.
Ambos dejaron escapar gemidos fuertes, desesperados, que llenaron el aire. Bruce sollozó, un sonido roto y desesperado, mientras Clark gruñía, sus manos volviendo a las caderas de Bruce, los dedos clavándose en la piel pálida y sudorosa.
La habitación estaba cargada con el olor a sudor, lubricante, más gemidos, jadeos, el crujir de las sábanas bajo sus cuerpos.
Bruce empezó a moverse, subiendo lentamente, dejando que la polla de Clark se deslizara casi por completo fuera de él, el lubricante haciendo que el movimiento fuera suave pero obscenamente audible, un sonido húmedo que resonaba en el silencio.
Clark bajaba las caderas al mismo tiempo, sincronizándose con Bruce, y cuando Bruce descendía de nuevo, tragándose toda la polla de Clark en un movimiento fluido, Clark empujaba hacia arriba con fuerza, obligándolo a tomar cada centímetro.
El impacto era brutal, el sonido de piel contra piel un clap bochornoso que llenaba la habitación, mezclado con los gemidos de ambos. Bruce subía y bajaba, sus movimientos desesperados, el culo apretado alrededor de la polla de Clark, cada sentón enviando un estremecimiento que lo hacía sollozar de placer. Sus ojos estaban húmedos, lágrimas de puro éxtasis rodando por sus mejillas, brillando bajo la luz del fuego mientras miraba a Clark desde arriba, su rostro una mezcla de rendición y desafío.
Clark, por un momento, dejó de lado esa actitud sumisa que había mantenido.
Ver a Bruce así, rebotando en su polla, con la camisa medio abierta, el cabello desordenado cayendo sobre su frente, los ojos llorosos y la boca entreabierta, lo llevó al límite. Mandó a la mierda cualquier resto de contención y empezó a arremeter contra Bruce, sus caderas golpeando hacia arriba con una fuerza que rayaba en lo salvaje.
No había ritmo constante, solo una follada brutal, cada embestida un intento de deshacer a Bruce, de romperlo en pedazos de placer. El sonido de sus cuerpos chocando era obsceno, mezclado con los gemidos desesperados de Bruce y los gruñidos bajos de Clark. Las sábanas se desordenaban bajo ellos, el colchón protestando con cada movimiento, el aire cargado con el calor de sus cuerpos y el olor crudo del sexo.
Bruce se dejó hacer, su cuerpo rendido al ritmo de Clark, sus manos deslizándose por el pecho de Clark, dejando arañazos leves en la piel que sanarían en segundos gracias a su fisiología kryptoniana.
Sus gemidos se volvieron más altos, más descontrolados, y de repente, con un grito ahogado, se corrió. Chorros espesos y pegajosos de semen salieron disparados, salpicando el pecho de Clark, algunos llegando hasta su barbilla. La camisa de Bruce se manchó en los bordes, el blanco contrastando con el líquido brillante que goteaba por la piel de Clark. Bruce temblaba, sus caderas todavía moviéndose, pero más lento ahora, su cuerpo estremeciéndose con las réplicas del orgasmo, el culo apretándose alrededor de la polla de Clark con cada espasmo.
Clark no paró. Su polla seguía dura, palpitando dentro de Bruce, el calor y la presión haciéndolo gruñir. Sus manos apretaron las caderas de Bruce con más fuerza, guiándolo, obligándolo a seguir moviéndose a pesar de que Bruce estaba claramente al borde del colapso. El semen en su pecho era cálido, pegajoso, y Clark podía sentirlo deslizándose por su piel, un recordatorio de lo que habían hecho, de lo que todavía podían hacer. Sus caderas seguían empujando, cada embestida un poco más lenta ahora, pero no menos intensa, buscando prolongar el placer, llevar a Bruce al límite otra vez si podía.
Pero no estaba satisfecho, no aún. La polla de Clark seguía dura, palpitando dentro de Bruce, envuelta en el calor apretado de su cuerpo, y cada pequeño movimiento de Bruce, el temblor de sus caderas, el espasmo de sus músculos, era como sangre al olfato de los tiburones. No podía parar, no quería parar.
Su control, esa fachada de sumisión que había mantenido, se rompió por completo. Con un gruñido bajo, casi animal, Clark agarró a Bruce por las caderas, sus dedos clavándose en la piel pálida con una fuerza que habría dejado moretones en cualquier otro hombre.
De un empujón firme pero cuidadoso, lo levantó de su regazo y lo acostó sobre la cama, las sábanas azul oscuro arrugándose bajo el peso de Bruce. La camisa de Bruce, todavía puesta, se abrió un poco más.
Clark se movió rápido, colocándose entre las piernas de Bruce, separándolas con las manos para abrirlo por completo. La imagen era devastadora: Bruce, con la camisa arrugada y translúcida en partes, el cabello desordenado cayendo sobre su frente, los ojos brillantes de lágrimas de placer y esa expresión de rendición total que lo hacía parecer vulnerable y poderoso al mismo tiempo.
Clark sintió un rugido en su pecho, algo primal que no podía contener, y alineó su polla con la entrada de Bruce, aún resbaladiza.
Sin esperar, empujó hacia adentro, su polla deslizándose hasta el fondo en un solo movimiento, el calor apretado envolviéndolo como un vicio.
Bruce dejó escapar un gemido roto, sus manos agarrando las sábanas, los dedos retorciendo la tela mientras su cuerpo se arqueaba. Clark no dio pausa, no esta vez. Empezó un torrente de estocadas salvajes, necesitadas, cada una más dura que la anterior, sus caderas moviéndose con una velocidad que ningún humano podría igualar. Era como un animal desatado, follando a Bruce con una intensidad que hacía temblar la cama, el marco de madera crujiendo bajo la fuerza de sus movimientos, contra la pared una y otra vez. El sonido de piel contra piel era ensordecedor, húmedo y brutal que resonaba en la habitación, mezclado con los gemidos desesperados de Bruce y los gruñidos bajos de Clark.
Bruce lo miraba desde abajo, sus ojos entrecerrados luchando contra el placer de cerrarlos y dejare llevar, pero también querer grabarse esa imagen de un Kent desatado, las lágrimas de placer rodando por sus mejillas mientras su cuerpo se rendía al asalto.
La imagen de Clark era devastadora: las gafas torcidas, a punto de caerse de su nariz húmeda por el sudor; los rizos oscuros moviéndose al compás de cada embestida brutal, pegándose a su frente; el pecho ancho brillando con el semen de Bruce y su propio calor, cada músculo tensándose con cada empujón. Clark estaba perdido en el placer, abusando del punto dulce que encontraba en cada estocada, la forma en que el culo de Bruce lo apretaba, lo succionaba, como si estuviera hecho para él. Sus manos seguían en las caderas de Bruce, guiándolo, obligándolo a tomar cada centímetro, sus dedos dejando marcas rojas en la piel pálida.
— Eres tan hermoso. — gruñó Clark, su voz ronca, las palabras saliendo entre jadeos mientras sus caderas seguían moviéndose, implacables. — Mírate, tomándome así, tan perfecto. — Sus ojos estaban fijos en Bruce, en la forma en que su cuerpo se movía con cada embestida, en los gemidos que escapaban de su boca entreabierta. — Tu cuerpo... cielos, Bruce, es perfecto. Y ahora es mío, solo mío. — Las palabras eran honestas, posesivas, y Clark no sabía de dónde venían, pero no podía pararlas, no quería. Cada estocada subrayaba su reclamo, su polla golpeando profundo, el calor y la presión llevándolo al borde.
Bruce sollozó, sus manos subiendo al pecho de Clark, arañando ligeramente la piel mientras su cuerpo temblaba.
— Sí... — gimió, su voz quebrada, casi un susurro entre los sonidos de la cama y sus cuerpos. — Soy tuyo, Clark. Solo tuyo. Nadie más... nadie más me tendrá. — Las palabras salieron desesperadas, un voto roto por el placer, y sus ojos encontraron los de Clark, brillando con una mezcla de rendición y desafío.
— Solo túyo.
Esas palabras fueron el detonante. Clark sintió el placer acumularse en la base de su vientre, una ola que lo arrasó sin piedad. Con un gruñido profundo, sus caderas se movieron una última vez, empujando tan profundo como pudo, y se corrió. El orgasmo fue brutal, una explosión que lo dejó temblando, su polla palpitando mientras chorros espesos y calientes de semen llenaban a Bruce, una cantidad que parecía no terminar nunca.
Bruce gimió, su cuerpo arqueándose, el culo apretándose alrededor de Clark mientras sentía el calor inundándolo, el líquido resbalando dentro de él, marcándolo de una manera que lo hacía temblar. Clark siguió empujando, más lento ahora, cada movimiento sacando un gemido más de Bruce, prolongando el placer hasta que ambos estaban jadeando, agotados.
Notes:
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Chapter 24: Amanecer.
Chapter Text
La luz del amanecer se colaba por las cortinas de la habitación de Bruce Wayne con la pereza característica de un domingo en Gotham, esa ciudad que parecía resistirse incluso al concepto de un nuevo día. Los rayos se deslizaban en franjas doradas y polvorientas, iluminando las partículas de aire que flotaban como pequeños testigos silenciosos de lo que había ocurrido durante la noche.
Clark Kent despertó lentamente, su consciencia emergiendo de un sueño profundo como si nadara hacia la superficie de un lago. Lo primero que registró fue el calor. No el calor sofocante de un día de verano en Kansas, sino algo más íntimo, más envolvente, era el calor de otro cuerpo presionado contra el suyo, el tipo de calor que venía con respiraciones acompasadas y extremidades enredadas.
Su primer pensamiento, todavía borroso por el sueño, fue que se sentía... bien. No, mejor que bien. Se sentía completo de una manera que no sabía que le faltaba hasta ahora.
Una sonrisa estúpida se extendió por su rostro antes de que pudiera detenerla, el tipo de sonrisa que hacía que sus mejillas dolieran, que alcanzaba sus ojos incluso cerrados. Estaba acostado boca arriba, las sábanas azul oscuro enredadas alrededor de su cintura, apenas cubriendo lo necesario. El colchón debajo de él era suave, mucho más caro que cualquier cosa en su apartamento, y olía a Bruce: esa mezcla de colonia amaderada, sudor limpio, y algo más crudo que había quedado impregnado en la tela después de la noche anterior.
Bruce estaba a su lado, prácticamente desparramado sobre él como si Clark fuera una almohada humana tamaño gigante. Su cabeza descansaba en el hueco del hombro de Clark, el cabello oscuro despeinado en todas direcciones, cayendo sobre su frente en mechones que se pegaban ligeramente por el sudor seco. Un brazo estaba extendido sobre el pecho de Clark, pesado y posesivo incluso en sueños, los dedos curvándose ligeramente contra su piel. Una pierna estaba enredada entre las de Clark, la rodilla presionando peligrosamente cerca de su entrepierna en una posición que habría sido incómoda si no fuera porque todo en Bruce se sentía como si perteneciera ahí.
La camisa blanca que Bruce había insistido en mantener puesta durante toda la noche seguía en su lugar, aunque ahora estaba completamente arrugada, translúcida en partes donde el sudor la había empapado, revelando atisbos de la piel pálida debajo. Los botones que habían sobrevivido estaban desabrochados hasta el ombligo, dejando el pecho de Bruce parcialmente expuesto. Clark podía ver las marcas que él mismo había dejado: chupones rojizos y morados que salpicaban su clavícula, subiendo por el lado del cuello que no estaba presionado contra Clark. Había mordidas también, leves pero visibles, en el hombro donde la camisa se había deslizado hacia un lado. La piel de Bruce era un lienzo pintado con la evidencia de su noche juntos, y algo primitivo en Clark rugió con satisfacción al verlo.
El pecho de Bruce subía y bajaba con respiraciones profundas y acompasadas, su aliento tibio rozando la piel de Clark en pequeñas ráfagas. Estaba completamente derrotado por el sueño, el tipo de cansancio que venía después de horas de actividad física intensa y múltiples orgasmos. Su rostro, usualmente tan controlado y calculador, estaba relajado de una manera que Clark nunca había visto. Las líneas de tensión alrededor de sus ojos se habían suavizado, su boca entreabierta en una expresión casi vulnerable. Se veía más joven así, más humano, y Clark sintió algo cálido y protector enroscarse en su pecho.
Con cuidado, Clark levantó una mano para frotarse la cara, tratando de sacudirse los últimos restos de sueño. Sus dedos trazaron el puente de su nariz, un gesto automático que había hecho miles de veces, pero esta vez...
Se detuvo.
Sus dedos tocaron piel desnuda donde deberían haber encontrado el marco de sus gafas.
El corazón de Clark se detuvo por una fracción de segundo antes de acelerar como un motor, un pánico frío y agudo explotando en su pecho. Sus manos volaron a su rostro, palpando desesperadamente, como si las gafas pudieran estar ahí y él simplemente no las estuviera sintiendo. Pero no. No estaban. La piel de su nariz estaba desnuda, expuesta, vulnerable.
— No, no, no, no... — susurró, su voz apenas audible, estrangulada por el pánico que le apretaba la garganta.
Se quedó completamente inmóvil, su cuerpo tenso como una cuerda de violín, sus ojos fijos en el techo mientras su mente corría a mil kilómetros por hora. Las gafas. ¿Dónde estaban las malditas gafas? Trató de recordar la noche anterior, pero todo era un borrón de calor, piel, gemidos y manos. En algún momento Bruce le había quitado las gafas, ¿verdad? O tal vez se habían caído durante... Dios, había sido tan salvaje, tan intenso, que las gafas podrían estar en cualquier parte.
Con movimientos lentos y deliberados, Clark giró la cabeza hacia Bruce, su respiración contenida. El hombre seguía dormido, totalmente ajeno al pánico que consumía a Clark. Su rostro estaba presionado contra el hombro de Clark, una pequeña mancha de baba brillando en la comisura de su boca, y bajo cualquier otra circunstancia, Clark lo habría encontrado adorable. Pero ahora solo podía pensar en una cosa: si Bruce despertaba y lo veía sin las gafas, sabría.
Cuatro, su robot, había creado esas gafas específicamente para distorsionar la percepción facial de quien mirara a Clark. Eran tecnología de punta de su antiguo mundo, diseñadas con una sutil hipnosis visual que hacía que el cerebro humano no pudiera conectar completamente el rostro de Clark Kent con el de Superman. Pero sin ellas...
Sin ellas, Clark era solo Superman con ropa casual.
El pánico se intensificó, su pecho apretándose mientras sus ojos escaneaban la habitación desesperadamente. Las sábanas estaban hechas un desastre, arrojadas a los pies de la cama y medio colgando del borde. Las almohadas estaban por todas partes, una incluso en el suelo junto a la mesita de noche. La ropa estaba esparcida como evidencia de un crimen pasional: el traje que Bruce le había regalado hecho un montón cerca de la puerta, la camisa de Clark medio escondida bajo una silla, los pantalones de Bruce colgando precariamente del poste de la cama.
Y entonces las vio.
En el suelo, junto al lado de la cama donde Bruce había estado antes de que terminaran en la posición actual, estaban sus gafas. Pero no estaban intactas. Incluso desde donde estaba, Clark podía ver que uno de los cristales estaba agrietado, el marco torcido en un ángulo que no era natural. La tecnología hipnótica de Cuatro dependía de la integridad de los lentes; si estaban rotos, no funcionaban. Eran solo gafas normales ahora, inútiles para proteger su identidad.
— Rayos. — susurró Clark, la palabra escapando antes de que pudiera detenerla.
Miró a Bruce otra vez, su corazón martilleando contra sus costillas. Tenía que salir de aquí. Tenía que salir antes de que Bruce despertara, antes de que abriera los ojos y viera el rostro de Clark sin la barrera protectora de las gafas. No podía arriesgarse. No ahora. No cuando todo había sido tan perfecto, cuando la conexión entre ellos había sido tan real, tan profunda. Si Bruce descubría que era Superman así, sin preparación, sin contexto, sin una conversación previa...
Clark no sabía cómo reaccionaría Bruce. Y ese no-saber lo aterraba más que cualquier villano al que hubiera enfrentado.
Con movimientos que eran dolorosamente lentos, Clark empezó a desenredarse del agarre de Bruce. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, moviéndose con una precisión quirúrgica que solo alguien con su control sobrehumano podría lograr. Primero, levantó el brazo de Bruce con cuidado infinito, usando solo las yemas de los dedos para guiarlo, deslizándolo de su pecho hacia la cama. Bruce murmuró algo ininteligible, su rostro frunciéndose por un momento, y Clark se congeló, su respiración atrapada en la garganta.
Esperó. Cinco segundos. Diez. Veinte.
Bruce se relajó otra vez, su respiración volviendo a ese ritmo profundo y acompasado. El pánico en el pecho de Clark se alivió solo una fracción.
Ahora la pierna. La rodilla de Bruce estaba presionada entre los muslos de Clark, y moverla sin despertarlo iba a ser complicado. Clark deslizó su propia pierna lentamente, centímetro a centímetro, creando espacio suficiente para liberar la de Bruce. El colchón crujió ligeramente, un sonido que en el silencio de la mañana sonó como un trueno. Clark se congeló otra vez, sus ojos fijos en el rostro de Bruce.
Nada. Bruce seguía dormido, perdido en algún sueño que Clark esperaba fuera placentero.
Con un último movimiento cuidadoso, Clark liberó completamente su cuerpo del enredo que era Bruce Wayne. Se deslizó hacia el borde de la cama, sus pies tocando el suelo frío de madera, y se quedó ahí sentado por un momento, mirando hacia atrás.
Bruce se había acurrucado en el espacio que Clark había dejado, su cuerpo buscando instintivamente el calor que ya no estaba. Una de sus manos se extendió sobre las sábanas, como si estuviera buscando a Clark incluso en sueños, y algo en el pecho de Clark se rompió un poco.
Se veía tan pacífico, tan derrotado por el cansancio, tan marcado por la noche que habían compartido. Los chupones en su cuello eran más oscuros ahora bajo la luz del amanecer, las mordidas en su hombro claras y definidas. La camisa arrugada se había abierto más durante el movimiento, revelando parte de su pecho, y Clark podía ver más marcas ahí también: rasguños leves de sus propias uñas, enrojecimiento donde había besado con demasiada intensidad.
Era hermoso. Era perfecto. Y Clark lo estaba dejando.
Se obligó a apartar la mirada antes de que la culpa lo paralizara por completo. Se puso de pie, tambaleándose ligeramente, sus piernas todavía débiles por las actividades de la noche. Buscó su ropa con la mirada, reuniendo las piezas esparcidas con movimientos rápidos pero silenciosos. Los boxers, arrugados y medio escondidos bajo la cama. Los pantalones del traje, colgando del respaldo de una silla. La camisa, que encontró debajo de una almohada por alguna razón. El saco, hecho una bola cerca de la puerta.
Se vistió rápido, sin molestarse en abrochar completamente la camisa o ajustar la corbata que ya ni siquiera intentó encontrar. Sus manos temblaban ligeramente mientras se subía los pantalones, sus ojos volviendo constantemente a Bruce para asegurarse de que seguía dormido. Cada segundo que pasaba se sentía como una eternidad, el peso de lo que estaba haciendo presionando sobre sus hombros como una losa de concreto.
Las gafas rotas seguían en el suelo. Clark las recogió con cuidado, sosteniéndolas en su mano como si fueran algo frágil y precioso. El cristal agrietado captó la luz del amanecer, refractándola en pequeños arcoíris que danzaron sobre su palma. La tecnología de Cuatro estaba muerta; podía sentirlo incluso sin ver. Estas eran solo gafas ahora, un recordatorio de cuán cerca había estado de perderlo todo.
Se las metió en el bolsillo del saco y echó un último vistazo a Bruce.
El hombre seguía dormido, su pecho subiendo y bajando con respiraciones profundas, completamente ajeno al caos que estaba ocurriendo en la mente de Clark. Se veía tan en paz, tan vulnerable, y Clark sintió una punzada de dolor tan aguda que casi lo hizo gemir en voz alta.
— Lo siento. — susurró al aire, su voz apenas audible. — Lo siento mucho, Bruce.
No hubo respuesta, por supuesto. Solo el silencio de la habitación y el crepitar distante de algún fuego que se había apagado durante la noche.
Clark se giró y caminó hacia la puerta, cada paso sintiéndose como una traición. La abrió lentamente, el pomo girando sin hacer ruido gracias a la ingeniería cara de la mansión Wayne, y se deslizó al pasillo. El aire ahí era más frío, menos cargado con el calor de dos cuerpos y el olor del sexo, y Clark inhaló profundamente, tratando de estabilizarse.
El pasillo se extendía frente a él, largo y silencioso, flanqueado por esas puertas cerradas y retratos de ancestros Wayne que lo miraban con ojos severos desde sus marcos dorados. La mansión estaba quieta, dormida, y Clark se movió a través de ella como un fantasma, sus pasos apenas audibles sobre el suelo de madera pulida. Pasó por las habitaciones que había visto brevemente la noche anterior, bajó la escalera amplia con sus escalones que crujían suavemente bajo su peso, y llegó al vestíbulo principal.
La puerta de salida estaba ahí, grande e imponente, una promesa de escape. Clark aceleró el paso, su mano extendida hacia el pomo, casi podía sentir el aire fresco de la mañana en su rostro...
— ¿Tan temprano y se va sin comer, señor Kent?
La voz lo detuvo en seco, su corazón saltando a su garganta. Clark se congeló, su mano a centímetros del pomo, y lentamente, muy lentamente, giró la cabeza.
El mayordomo de Bruce, cuyo nombre no sabía o recordaba, estaba ahí, apareciendo como si hubiera sido invocado por la pura fuerza de la incomodidad de Clark. Kent estaba mucho más nervioso ahora, pensando que probablemente el personal de Bruce empezarían a venir y no solo sería aquel hombre el que lo vería desaparecer. Porque por supuesto un millonario como Bruce tendría un ejercito de mucamas, mayordomos, cocineros, y todo lo que necesite un millonario.
El mayordomo estaba impecable, vestido con un traje negro impecable a pesar de la hora temprana, sosteniendo una bandeja de plata con dos tazas humeantes y lo que parecía ser un desayuno completo. El aroma que emanaba de la bandeja era exquisito: café recién hecho, pan tostado con mantequilla, huevos revueltos, tocino crujiente. El estómago de Clark gruñó traicioneramente, recordándole que no había comido nada desde la cena de la noche anterior.
Alfred lo miraba con esa expresión que Clark solo podía describir como "educadamente juzgadora", una ceja levantada ligeramente, los labios curvándose en algo que podría haber sido una sonrisa o una mueca de desaprobación. Era imposible de descifrar.
— Pensé que tendrían hambre — continuó el mayor, su voz tranquila y mesurada, con ese acento británico que hacía que cada palabra sonara como si estuviera siendo servida en una bandeja de plata — luego de la actividad física tan... primitiva que parecieron tener.
Clark sintió su rostro arder, el calor subiendo desde su cuello hasta las puntas de sus orejas. Abrió la boca, cerró la boca, la abrió otra vez como un pez fuera del agua. ¿Qué se suponía que dijera a eso? ¿Había estado el señor despierto toda la noche? ¿Había escuchado...?
Oh Dios. Había escuchado.
— Yo... — Clark tragó saliva, su voz saliendo estrangulada. — Yo no... es que...
Alfred dio un paso adelante, sus zapatos haciendo un suave clic contra el mármol, y extendió la bandeja ligeramente hacia Clark.
— El desayuno incluye proteínas adicionales — dijo con toda seriedad. — Calculé que ambos necesitarían recuperar energías. Aunque debo admitir que el joven amo Wayne probablemente necesite más tiempo de recuperación que usted, señor Kent. Su... vigor fue bastante impresionante. Al principio pensé que era un terremoto.
Clark quería que la tierra se abriera y se lo tragara. Quería usar su super velocidad para salir corriendo de ahí y no parar hasta llegar a Metrópolis. Quería viajar en el tiempo y decirle a su yo de ayer que no fuera a esa maldita cena.
— Por favor — logró decir finalmente, su voz apenas un susurro desesperado. — Por favor, no le cuente a Bruce sobre... sobre...
Se detuvo. ¿Sobre qué exactamente? ¿Sobre que se había ido sin despedirse? ¿Sobre que había huido como un cobarde en la mañana? ¿Sobre que sus gafas estaban rotas y que era Superman y que toda su vida era una mentira?
Alfred lo miró por un largo momento, sus ojos grises escudriñando el rostro de Clark con una intensidad que lo hacía sentir como si estuviera siendo disecado. Luego, su expresión se suavizó apenas una fracción, algo parecido a la comprensión cruzando sus rasgos.
— ¿Sobre qué exactamente, señor Kent? — preguntó, su voz más suave ahora, casi gentil.
Y esa pregunta, esa simple pregunta, fue demasiado. Porque Clark no sabía. No sabía qué era peor: que Bruce descubriera que se había ido, o que Bruce descubriera quién era realmente. No sabía cómo explicar el pánico que lo consumía, la culpa que le retorcía el estómago, el miedo de perder algo que apenas había comenzado a tener.
Así que hizo lo único que pudo hacer en ese momento.
Huyó.
Se giró, abrió la puerta de un tirón, y salió a la mañana fría de Gotham. El aire lo golpeó como una bofetada, fresco y húmedo con el rocío del amanecer, pero Clark no se detuvo. Caminó rápido, casi corriendo, bajando los escalones de la entrada de la mansión Wayne, cruzando el extenso césped perfectamente cuidado, pasando por las fuentes y los setos recortados con precisión.
Solo cuando estuvo lo suficientemente lejos, escondido detrás de un grupo de árboles en el perímetro de la propiedad, se permitió usar su super velocidad. Desapareció en un destello de movimiento, el mundo convirtiéndose en un borrón de colores mientras corría, más rápido que un tren bala, más rápido que el sonido, corriendo como si pudiera dejar atrás la culpa que lo perseguía.
En cuestión de minutos estaba de vuelta en Metrópolis, aterrizando en el callejón detrás de su edificio de apartamentos. Se apoyó contra la pared de ladrillos fríos, su pecho subiendo y bajando con respiraciones que no necesitaba pero que su cuerpo pedía por puro hábito humano. Sus manos temblaban mientras sacaba las gafas rotas de su bolsillo, mirando el cristal agrietado como si contuviera todas las respuestas del universo.
— ¿Qué mierda acabo de hacer? — susurró al aire vacío del callejón.
No hubo respuesta. Solo el sonido distante del tráfico matutino de Metrópolis despertando, los pájaros comenzando a cantar, el mundo siguiendo adelante como si su vida no se estuviera desmoronando.
Clark subió las escaleras hacia su apartamento, cada paso sintiéndose más pesado que el anterior. Sacó sus llaves con manos que todavía temblaban, abrió la puerta, y entró al espacio familiar que de repente se sentía extraño y vacío. El apartamento estaba exactamente como lo había dejado la noche anterior: la taza de café sin lavar en el fregadero, el periódico de ayer sobre la mesita de café, la manta arrugada en el sofá donde había estado sentado hace menos de veinticuatro horas, nervioso por su cita con Bruce.
Una cita que había terminado en la noche más increíble de su vida.
Y que él había arruinado completamente al huir como un cobarde.
Clark se dejó caer en el sofá, su cabeza cayendo entre sus manos, las gafas rotas todavía apretadas en su puño. La magnitud de lo que había hecho empezó a hundirse en él como un peso de plomo. Se había ido. Había dejado a Bruce dormido, vulnerable, marcado por sus propias manos, y se había escapado sin una palabra, sin una nota, sin nada.
¿Qué pensaría Bruce cuando despertara? ¿Qué pensaría cuando viera la cama vacía, cuando se diera cuenta de que Clark se había ido? ¿Pensaría que había sido solo sexo? ¿Qué Clark no había sentido nada? ¿Qué la conexión que habían tenido, esa intimidad devastadora que habían compartido, no significaba nada?
La idea lo hacía sentir físicamente enfermo.
Pero ¿Qué alternativa tenía? Si se hubiera quedado, si Bruce hubiera despertado y lo hubiera visto sin las gafas...
Clark se levantó bruscamente, el pánico renovado pulsando en sus venas. Necesitaba... necesitaba algo. Necesitaba hablar con alguien. Necesitaba ayuda. Necesitaba que alguien le dijera que no había arruinado completamente lo mejor que le había pasado en años.
Sacó su teléfono, las manos todavía temblorosas, y abrió el chat grupal que tenía con Lois y Jimmy. Era domingo. Gracias a Dios era domingo. No tenían trabajo, lo que significaba que podrían reunirse, que podrían ayudarlo a desenredar este desastre que había creado.
Clark: Necesito que vengan. Ahora. Es una emergencia.
La respuesta fue casi instantánea.
Lois: ¿Emergencia de "Gotham está siendo invadida" o emergencia de "arruiné mi vida amorosa"?
Clark: La segunda. Definitivamente la segunda.
Jimmy: En camino. Llevo café. Y donas. Porque suenas como si necesitaras azúcar y cafeína.
Lois: Voy a robar kryptonita del edificio de Luthor. Porque suenas como si necesitaras algo más fuerte que café.
Clark dejó caer el teléfono en el sofá y se hundió más en los cojines, cerrando los ojos. Veinte minutos. Solo tenía que aguantar veinte minutos hasta que llegaran. Veinte minutos para intentar no pensar en la expresión de Bruce cuando despertara solo. Veinte minutos para no imaginar la conversación incómoda con Alfred que probablemente ya estaba teniendo lugar.
Veinte minutos para intentar descifrar cómo diablos iba a arreglar esto.
Porque una cosa era clara: no podía dejarlo así. No podía simplemente desaparecer de la vida de Bruce después de lo que habían compartido. Pero tampoco podía arriesgarse a que Bruce descubriera su identidad sin contexto, sin preparación, sin que Clark tuviera la oportunidad de explicar.
Estaba atrapado entre dos imposibilidades, y por primera vez en su vida, Clark Kent no tenía idea de cuál era el camino correcto.
Todo lo que sabía era que había dejado algo importante atrás en esa mansión de Gotham.
Y que, de alguna manera, tenía que encontrar el valor para regresar y reclamarlo.
Mansión Wayne - 9:47 AM
Bruce Wayne despertó lentamente, su consciencia emergiendo de un sueño profundo con la pereza de alguien que había sido absolutamente destruido la noche anterior. Lo primero que registró fue el dolor: un dolor sordo y satisfactorio que se extendía por todo su cuerpo, concentrándose especialmente en su espalda baja, sus caderas, y entre sus piernas. Era el tipo de dolor que venía después de horas de sexo intenso, el tipo que te hacía sonreír incluso mientras te hacía gemir.
Lo segundo que registró fue el frío.
No el frío de la habitación, que estaba perfectamente climatizada, sino el frío de un espacio vacío en la cama junto a él. Bruce abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol que se filtraba por las cortinas, y giró la cabeza.
La cama estaba vacía.
Las sábanas estaban arrugadas, todavía tibias en el lugar donde Clark había estado, pero no había ningún cuerpo ocupándolas. Bruce frunció el ceño, su mano extendida instintivamente hacia ese espacio vacío, sus dedos rozando la tela fría.
— ¿Clark? — llamó, su voz ronca por el sueño y por los gritos de la noche anterior.
Silencio.
Bruce se sentó lentamente, haciendo una mueca cuando cada músculo de su cuerpo protestó por el movimiento. La camisa blanca todavía colgaba de sus hombros, arrugada y manchada, abierta hasta el ombligo. Podía sentir las marcas en su piel sin siquiera mirarlas: los chupones en su cuello, las mordidas en sus hombros, los rasguños leves en su pecho. Estaba pintado con la evidencia de Clark, y bajo cualquier otra circunstancia, habría estado complacido con eso.
Pero Clark no estaba ahí.
— ¿Clark? — repitió, más fuerte esta vez, sus ojos escaneando la habitación.
La ropa de Clark ya no estaba esparcida por el suelo. El traje que Bruce le había regalado, la camisa, los pantalones, todo había desaparecido. Solo quedaban las piezas de la propia ropa de Bruce, colgando precariamente de varios muebles como evidencia de lo rápido que se habían desnudado.
Un nudo frío se formó en el estómago de Bruce.
Se levantó de la cama, ignorando la protesta de su cuerpo, y caminó hacia el baño. Vacío. Luego hacia el balcón. Vacío. De vuelta a la habitación, revisando cada rincón como si Clark pudiera estar escondido en algún lugar.
Nada.
Clark se había ido.
Bruce se quedó de pie en medio de su habitación, su respiración volviéndose más superficial mientras la realización se hundía en él como un cuchillo. Clark se había ido sin despedirse. Sin una palabra. Sin una nota. Solo... se había ido.
¿Por qué?
¿Había sido demasiado intenso? ¿Demasiado posesivo? ¿Había hecho algo mal? Bruce reprodujo la noche en su mente, cada momento, cada toque, cada palabra. Había sido perfecto. Había sentido la conexión entre ellos, tan real y tangible como cualquier cosa que hubiera experimentado. Clark lo había mirado como si fuera lo único que importaba en el mundo. Le había dicho que era suyo.
¿Y luego simplemente se había ido? Tal vez... Tal vez descubrió que era el murciélago.
Bruce se pasó una mano por el cabello, tirando de los mechones con frustración. Necesitaba hablar con Alfred. Alfred siempre sabía qué hacer, siempre tenía las respuestas que Bruce no podía encontrar.
Se puso unos pantalones de pijama apresuradamente, sin molestarse en quitarse la camisa arrugada, y salió de la habitación. Bajó las escaleras rápido, demasiado rápido considerando el estado de su cuerpo, y encontró a Alfred en la cocina, preparando más té como si nada estuviera fuera de lugar.
— Alfred. — dijo Bruce, su voz saliendo más desesperada de lo que pretendía. — ¿Has visto a Clark?
Alfred se giró lentamente, su expresión cuidadosamente neutral mientras dejaba la tetera en la encimera.
— Buenos días, señor. Sí, vi al señor Kent esta mañana.
— ¿Dónde está?
— Se fue, señor.
Las dos palabras cayeron entre ellos como piedras en agua quieta.
— ¿Se fue? — repitió Bruce, su voz plana. — ¿Cuándo?
— Hace aproximadamente una hora. Parecía tener bastante prisa.
— ¿Prisa? — Bruce dio un paso adelante, su frustración construyéndose. — ¿Dijo algo? ¿Dejó un mensaje?
Alfred fue silencioso por un momento, sus ojos evaluando a Bruce con esa mirada que siempre parecía ver más de lo que Bruce quería mostrar.
— Me pidió que no le contara a usted sobre algo — dijo finalmente. — Aunque no especificó sobre qué exactamente.
Bruce sintió algo retorcerse en su pecho.
— ¿Y qué le dijiste?
— Le pregunté que aclarara. Pero antes de que pudiera responder, se fue corriendo como si el mismísimo demonio lo persiguiera.
Bruce cerró los ojos, inhalando profundamente. Clark había huido. Había huido de él, de lo que habían compartido, y ni siquiera había tenido el valor de decirle por qué, o en todo caso exigirle respuestas.
— ¿Hice algo mal, Alfred? — preguntó, su voz más pequeña ahora, vulnerable de formas que raramente se permitía ser.
Alfred se acercó, poniendo una mano en el hombro de Bruce con la gentileza de alguien que había estado ahí para cada momento difícil de su vida.
— No lo creo, señor. Si tuviera que adivinar, diría que el señor Kent está lidiando con algo que no tiene que ver con usted, sino con él mismo.— respondió, omitiendo el detalle de las gafas. Eso era un tema que solo Bruce debería descubrir, llegar a la conclusión.
— Eso no hace que duela menos.
— No, señor. Pero quizás le dé una razón para darle otra oportunidad de explicarse.
Bruce asintió lentamente, aunque el nudo en su estómago no se aliviaba. Se giró hacia las escaleras, de repente sintiéndose exhausto de formas que no tenían nada que ver con la actividad física de la noche anterior.
— Voy a ducharme — murmuró.
— Una excelente idea, señor. Y cuando termine, quizás considere enviarle un mensaje al señor Kent. La comunicación tiende a resolver más problemas que la especulación silenciosa.
Bruce se detuvo en el primer escalón, mirando hacia atrás a Alfred.
— ¿Y qué se supone que diga? ¿"Hola, Clark, noté que huiste de mi cama esta mañana como si te estuviera persiguiendo con guantes de kryptonita. ¿Todo bien?"
Alfred levantó una ceja.
— Bueno, quizás con un poco más de tacto. Pero la idea general no es terrible.
Bruce dejó escapar un sonido que era mitad risa, mitad suspiro de frustración, y subió las escaleras de vuelta a su habitación. El espacio se sentía más grande ahora, más vacío sin la presencia de Clark llenándolo. Las sábanas todavía olían a él, a sudor y a esa colonia barata que Clark usaba y que Bruce encontraba inexplicablemente encantadora.
Se metió en la ducha, dejando que el agua caliente golpeara sus músculos adoloridos, lavando la evidencia física de la noche pero no los recuerdos. Cada marca en su piel era un recordatorio de las manos de Clark, de su boca, de la forma en que lo había tomado con una intensidad que lo había dejado sin aliento.
Y luego se había ido.
Bruce apoyó la frente contra los azulejos fríos de la ducha, cerrando los ojos. Había estado tan seguro. Tan seguro de que lo que había entre ellos era real, que Clark sentía lo mismo que él. Pero tal vez se había equivocado. Tal vez para Clark solo había sido sexo increíble con un millonario disponible. Tal vez Bruce había leído demasiado en cada toque, cada mirada, cada palabra susurrada en la oscuridad.
Tal vez era solo Bruce cayéndose solo, otra vez.
Pero entonces recordó la expresión en el rostro de Clark cuando le había dicho "solo tuyo". La forma en que sus ojos se habían llenado de lágrimas de placer puro. La manera en que había sostenido a Bruce después, como si fuera algo precioso que necesitaba proteger.
Eso no había sido actuación. Bruce conocía la actuación; él mismo era un experto en ella. Y Clark Kent no era tan buen mentiroso.
Así que algo más estaba pasando. Algo que había asustado a Clark lo suficiente como para huir.
Y Bruce iba a descubrir qué era.
Apartamento de Clark Kent - 10:23 AM
Lois Lane llegó primero, porque por supuesto que lo hizo. Irrumpió en el apartamento de Clark sin siquiera tocar la puerta, usando la llave de emergencia que Clark le había dado años atrás y que ella había prometido usar solo en verdaderas emergencias. Aparentemente, "arruiné mi vida amorosa" calificaba.
Llevaba dos bolsas de papel marrón en los brazos, el olor a comida grasienta llenando inmediatamente el apartamento, y una botella de whiskey metida bajo el brazo que probablemente costaba más de lo que Lois ganaba en una semana.
— Está bien, Smallville — dijo, dejando todo caer en la mesita de café con un estruendo. — Cuéntame todo. Y cuando digo todo, me refiero a CADA. MALDITO. DETALLE.
Clark, que había estado sentado en el sofá en la misma posición durante los últimos treinta minutos, levantó la vista. Se veía terrible y lo sabía: el cabello todavía despeinado del sexo de la noche anterior, la camisa mal abotonada, los pantalones del traje arrugados. Y sus ojos, rojos no de llorar sino de la presión constante de contener las lágrimas.
— Lois, yo...
— Ah ah ah. — Lois levantó una mano, cortándolo. — Primero, comida. Luego, alcohol. LUEGO, explicaciones. Es el orden correcto de las cosas.
Jimmy llegó en ese momento, tambaleándose a través de la puerta con una bandeja de cafés de Starbucks y una caja de donas que parecía haber sobrevivido apenas al viaje.
— Llegué lo más rápido que pude — jadeó, cerrando la puerta con el pie. — El tráfico de domingo es ridículo, ni siquiera debería existir. ¿Qué me perdí?
— Nada todavía. — Lois estaba sacando contenedores de comida: hamburguesas grasientas, papas fritas, aros de cebolla, todo lo necesario para una crisis existencial apropiada. — Clark estaba a punto de contarnos cómo arruinó la mejor noche de su vida.
— No arruiné... — Clark se detuvo, porque esa era exactamente una mentira. — Okay, sí, la arruiné. Completamente.
Jimmy se dejó caer en el sofá junto a Clark, pasándole uno de los cafés.
— Empieza desde el principio. Y no omitas los detalles jugosos. Necesitamos contexto completo para darte el mejor consejo posible.
Clark tomó el café, sosteniéndolo entre sus manos como si fuera un salvavidas. Inhaló profundamente, el aroma a cafeína llenando sus sentidos, y comenzó.
Les contó todo. Bueno, casi todo. Editó las partes más gráficas del sexo porque había límites incluso en su amistad, pero les dio suficientes detalles para pintar un cuadro claro. La cena perfecta. El auto. La tensión creciente. La noche increíble, devastadora, transformadora que habían compartido. Cómo Bruce lo había mirado como si fuera lo único que importaba. Cómo se había sentido más conectado con alguien de lo que jamás había estado.
Y luego llegó a la parte de la mañana.
— Me desperté y las gafas no estaban — dijo, sacando los lentes rotos de su bolsillo y dejándolos caer en la mesa. El cristal agrietado captó la luz, refractándola en patrones rotos. — Están destruidas. La tecnología hipnótica de Michael está muerta. Si Bruce me hubiera visto sin ellas...
— Te habría reconocido como Superman — terminó Lois, su expresión volviéndose seria por primera vez desde que había llegado.
— Exactamente. — Clark se pasó una mano por el cabello, tirando de los mechones con frustración. — No podía arriesgarme a que despertara y me viera así. No sin contexto, sin preparación, sin... sin una conversación real sobre quién soy y qué significa eso para nosotros.
Jimmy silbó bajo, tomando una dona de la caja.
— Okay, eso es... sí, eso es complicado.
— Complicado es quedarse corto. — Clark dejó caer la cabeza entre sus manos. — Entré en pánico. Hui como un cobarde. Lo dejé ahí, dormido, después de la mejor noche de mi vida, y simplemente... me fui. Sin una nota. Sin un mensaje. Sin nada.
Lois tomó un largo trago del whiskey directamente de la botella antes de pasársela a Clark.
— Okay, primero que nada: necesitas beber esto. Segundo: sí, cagaste. Pero no tan mal como crees.
Clark tomó la botella, bebiendo un sorbo que quemó todo el camino hacia abajo pero que no hizo nada para calmar su pánico porque su metabolismo kryptoniano lo procesaba demasiado rápido.
— ¿Cómo puedes decir eso? Lo dejé solo después de...
— Después de tener razones legítimas para preocuparte — interrumpió Lois, su voz firme. — Clark, tu identidad secreta no es solo un capricho. Es literalmente lo único que mantiene a salvo a las personas que amas. Si Bruce descubre sin contexto, sin preparación, eso podría ponerlo en peligro. Podrías ponerlo a él en peligro.
— Pero podría haber... no sé, podría haber encontrado otra manera de manejar esto.
Jimmy se inclinó hacia adelante, su expresión seria.
— ¿Cómo qué? ¿Quedarte hasta que despertara y arriesgarte a que te reconociera? ¿Escribir una nota diciendo "Oye, por cierto, soy Superman, nos vemos luego"? No había una buena forma de manejar esto en el momento, Clark. Estabas en modo pánico. Hiciste lo que pensaste que era necesario.
— Pero ahora Bruce piensa... Dios, no sé qué piensa. Que no me importa. Que fue solo sexo. Que soy el tipo de persona que huye después de una noche así. — Clark sintió su garganta apretarse. — Y nada de eso es verdad. Yo... me importa. Me importa tanto que me aterra.
Lois y Jimmy intercambiaron una mirada, ese tipo de comunicación silenciosa que solo viene después de años de amistad.
— Entonces se lo dices — dijo Lois finalmente, su voz más suave ahora. — Le explicas por qué te fuiste. Le cuentas la verdad.
— ¿La verdad verdad? — Clark la miró, sus ojos amplios. — ¿Sobre Superman?
— Eventualmente, sí. Pero primero, la verdad sobre por qué te fuiste esta mañana. Que estabas asustado, que no sabías cómo manejar la situación, que tus sentimientos por él son tan intensos que te hicieron entrar en pánico. — Lois se inclinó hacia adelante, tomando la mano de Clark. — Mira, Clark. Bruce Wayne no es estúpido. Ha estado saliendo contigo y probablemente ha notado cosas. Tu fuerza cuando lo cargabas, seguramente habrá visto tu rostro mientras dormías y le importó muy poco. O también mientras te lo follabas. Clark, tus gafas no funcionan bien cuando están tan dobladas y en la punta de tu nariz. Si es la mitad de inteligente que dicen, probablemente ya está conectando puntos.
Clark sintió su estómago caer.
— Dios, ¿crees que ya lo sabe?
— Honestamente, no tengo idea. Pero lo que sé es que si no hablas con él pronto, vas a perder algo real antes de que siquiera tenga la oportunidad de comenzar realmente.
Jimmy asintió, tomando otra dona.
— Además, piénsalo así: Bruce Wayne financia refugios para personas sin hogar, programas de justicia social, iniciativas de seguridad comunitaria. No es exactamente el tipo de tipo que va a tener un problema con que seas un superhéroe. Si acaso, probablemente lo encontrará hot.
A pesar de todo, Clark dejó escapar una risa estrangulada.
— ¿Hot?
— Duh. — Jimmy gesticuló con la dona. — "Oh no, mi novio es un dios alienígena con superpoderes que usa su fuerza para salvar personas. Qué terrible." Por favor. Ese hombre probablemente va a estar más interesado después de saberlo. Además de querer aplicar en tu supuesto harem...
Lois asintió.
— Jimmy tiene un punto. Y además, después de la noche que tuvieron, según lo que nos contaste con tu edición PG-13, ese hombre está enganchado. Nadie tiene sexo así y luego simplemente se olvida de la persona.
Clark se hundió más en el sofá, procesando todo lo que estaban diciendo. Tenían razón, por supuesto. Huir había sido la respuesta del pánico, no una solución real. Y ahora estaba sentado aquí, sintiéndose miserable, cuando podría estar... ¿qué? ¿Llamando a Bruce? ¿Enviándole un mensaje? ¿Apareciendo en su puerta y rogando perdón?
— No sé cómo empezar esa conversación — admitió finalmente. — "Hola Bruce, siento haber huido esta mañana. Por cierto, soy Superman y también he estado coqueteando contigo mientras patrullaba Gotham con mi alter ego superheroico. ¿Todavía quieres salir?"
— Okay, cuando lo pones así suena terrible — concedió Lois. — Pero no tiene que ser tan abrupto. Empieza disculpándote por irte. Explica que estabas asustado, que tus sentimientos por él son intensos y eso te hizo entrar en pánico. Luego, cuando las cosas se hayan calmado, cuando tengas su confianza de vuelta, le cuentas sobre Superman.
— ¿Y qué pasa con Batman?
Los tres se quedaron en silencio por un momento.
El hecho era que Clark también había estado desarrollando algo con Batman, ese vínculo de compañerismo que se había estado volviendo más profundo, más personal con cada patrulla compartida. No sabía cómo se sentía Batman hacia Superman, si era solo amistad profesional o algo más, pero había momentos en los tejados de Gotham donde Clark sentía que había algo ahí, algo no dicho pero presente.
Y ahora resulta que Batman era... ¿quién? Clark no tenía idea. Pero la coincidencia de estar desarrollando sentimientos por dos personas en la misma ciudad era demasiado extraña para ignorar.
— Una cosa a la vez, Smallville — dijo Lois finalmente. — Primero, arregla las cosas con Bruce. Luego, lidias con tu situación de Batman. Tal vez ese vínculo de superhéroes se convierta en algo más, tal vez no. Pero no puedes descubrirlo si estás ocultándote aquí bebiendo whiskey que no te afecta y comiendo hamburguesas de crisis.
— Ustedes me trajeron eso como fase de luto.
— Cállate Clark, no me hagas quedar como mala amiga.
Clark miró la comida esparcida en la mesa, las donas, el café, el whiskey. Sus amigos lo habían dejado todo en un domingo por la mañana para venir a ayudarlo a través de esto. Lo mínimo que podía hacer era escuchar su consejo.
— Está bien — dijo lentamente, sacando su teléfono. — Está bien, le escribiré. Pero necesito que ustedes me ayuden a descifrar qué decir porque si lo dejo solo, voy a enviar algo como "Lo siento mucho por favor no me odies" y eso no es suficiente.
Lois le arrebató el teléfono de las manos.
— Dame eso. Vamos a hacer esto juntos.
Durante la siguiente hora, los tres redactaron y borraron al menos quince versiones diferentes del mensaje. Algunos eran demasiado casuales. Otros demasiado formales. Uno que Jimmy sugirió incluía demasiados emojis y fue vetado inmediatamente por Lois.
Finalmente, después de mucho debate, tenían algo que se sentía... correcto.
Clark: Bruce, siento mucho haberme ido esta mañana sin despedirme. No fue porque no me importara, fue exactamente lo opuesto. Anoche significó más para mí de lo que puedo expresar en palabras, y eso me asustó. Tengo cosas en mi vida que son complicadas, cosas que no sabía cómo explicar en ese momento, y entré en pánico. Pero eso no es excusa para dejarte así. Te mereces mejor que eso. ¿Podemos hablar? Cuando estés listo. Sin presión. Solo... por favor, dame la oportunidad de explicarte.
Clark miró el mensaje por un largo momento, su dedo flotando sobre el botón de enviar.
— ¿Está bien? — preguntó, su voz insegura.
— Es perfecto — dijo Lois. — Es honesto sin ser demasiado revelador. Le da a Bruce el control de cuándo y cómo responde. Y muestra que te importa sin sonar desesperado.
— Aunque estar un poco desesperado no sería el fin del mundo — añadió Jimmy. — Considerando que básicamente huiste en la mañana después de la mejor noche de sexo de su vida.
— Gracias por el recordatorio — murmuró Clark, pero presionó enviar.
El mensaje desapareció en el éter, tres pequeñas marcas de verificación apareciendo para confirmar que había sido entregado. Y luego... nada. Solo el silencio de esperar, la tortura de ver su teléfono y no recibir respuesta inmediata.
— No va a responder al instante — dijo Lois, como si pudiera leer su mente. — Dale tiempo para procesar. Probablemente todavía está tratando de entender qué diablos pasó esta mañana.
Clark asintió, aunque cada segundo que pasaba sin respuesta se sentía como una eternidad. Se hundió más en el sofá, tomando otra dona de la mesa sin realmente tener hambre, solo necesitando algo que hacer con sus manos.
Lois y Jimmy se quedaron, porque eso era lo que hacían los buenos amigos. Se sentaron con él, comiendo la comida de crisis, bebiendo el café, contando historias de sus propios desastres románticos para hacerlo sentir mejor. Jimmy les contó sobre la vez que accidentalmente envió un mensaje sexual a su Perry en lugar de a su cita. Lois admitió que una vez había bloqueado a un tipo después de una primera cita increíble porque se había asustado de cuánto le gustaba.
— Todos hacemos cosas estúpidas cuando nos asustamos — dijo Lois, encogiéndose de hombros. — Es parte de ser humano. Bueno, en tu caso, parte de ser humano-alienígena. Pero el punto se mantiene.
El teléfono de Clark vibró.
Los tres se congelaron, sus ojos fijos en el dispositivo que descansaba en la mesa como si fuera una bomba a punto de explotar.
— Míralo — susurró Jimmy.
— No puedo — dijo Clark, su corazón martilleando. — ¿Qué dice?
Lois lo agarró, deslizando para desbloquear antes de que Clark pudiera detenerla.
— Dice... — empezó, sus ojos escaneando la pantalla. Luego su expresión se suavizó, una sonrisa lenta extendiéndose por su rostro. — Dice: "Pensé que me estabas evitando. Tenía miedo de que te hubiera asustado con la intensidad de anoche. Podemos hablar. ¿Mañana? Hay un café cerca de tu apartamento. Neutral ground. Y Clark... para el registro, anoche también significó algo para mí. Más de lo que puedo expresar en un mensaje de texto."
Clark sintió algo en su pecho aflojarse, ese nudo de pánico y culpa desenredándose solo un poco.
— Dijo que sí — murmuró, casi sin poder creerlo. — Quiere hablar.
— Por supuesto que quiere hablar — dijo Lois, pasándole el teléfono de vuelta. — Ese hombre está tan enganchado contigo como tú lo estás con él. Solo necesitaban comunicarse como adultos funcionales en lugar de huir y asumir lo peor.
Jimmy levantó su café en un brindis.
— Por la comunicación. Y por Clark finalmente consiguiendo algo bueno en su vida amorosa.
Lois levantó el whiskey.
— Por no cagarla en la conversación de mañana.
Clark levantó su propio café, una sonrisa real cruzando su rostro por primera vez desde que había despertado.
— Por segundas oportunidades.
Bebieron, los tres juntos en el apartamento desordenado de Clark, rodeados de comida de crisis y la evidencia de una mañana caótica. Pero había esperanza ahora, un camino hacia adelante que no había existido una hora atrás.
Clark iba a tener esa conversación con Bruce. Iba a ser honesto sobre sus miedos, sobre por qué había huido, sobre lo mucho que le importaba. Y luego, eventualmente, cuando el momento fuera el correcto, le contaría la verdad completa.
Sobre Superman. Sobre su vida doble. Sobre todo lo que eso significaba.
Pero por ahora, tenía esto: una conversación programada, una segunda oportunidad, y amigos que lo habían ayudado a no destruir completamente algo que apenas había comenzado a construir.
Era suficiente.
Por ahora, era más que suficiente.
Chapter 25: Silencios.
Chapter Text
La ducha no había ayudado.
Bruce estaba de pie frente al espejo de su baño, desnudo excepto por los pantalones de pijama que se había puesto apresuradamente, observando su propio reflejo como si fuera un extraño. El espejo de baño de la mansión Wayne era sin defectos, de una claridad que parecía cruel y honesta, mostrando cada detalle con precisión clínica.
Los moretones estaban más oscuros ahora, horas después de que Clark se hubiera ido. Los chupones en su cuello habían pasado del rojo al púrpura oscuro, marcando territorio como si Clark hubiera estado marcando a Bruce de una manera que lo hacía suyo. La mordedura en su hombro era particularmente violenta, los dientes de Clark habían dejado media luna perfecta en la pálida piel de Bruce, aún enrojecida en los bordes. Sus costillas, las que habían estado adoloridas por los combates recientes como Batman, estaban cubiertas de rasguños leves donde las uñas de Clark lo habían arañado.
Estaba literalmente pintado con Clark Kent. Marcado. Reivindicado.
Y luego Clark se había ido sin una palabra.
Bruce tocó uno de los chupones, recordando exactamente cuándo y por qué estaba ahí. Había sido en algún momento después de la tercera ronda, cuando ambos estaban en ese estado semiconsciente de agotamiento, todavía entrelazados, todavía no queriendo separarse. Bruce había inclinado la cabeza, exponiendo su cuello, una invitación silenciosa. Y Clark lo había entendido, sus labios encontrando la piel sensible, succionando suavemente al principio, luego más fuerte cuando Bruce había gemido su aprobación.
Eso no era comportamiento de alguien que iba a huir.
Pero Clark lo había hecho de todas formas.
Bruce cerró los ojos, presionando su frente contra el espejo frío. Sabía por qué Clark se había ido, o creía que sabía. La forma en que Clark había cambiado la mañana anterior, el pánico que había visto en sus ojos cuando se dio cuenta de que sus gafas no estaban. Bruce había estado a punto de preguntarle, pero las gafas eran técnicamente privadas, y aunque Bruce Wayne era muchas cosas, un voyeur de la privacidad ajena no era una de ellas.
Pero sabía. Había sabido durante semanas. Años.
Clark Kent era Superman. Había sabido desde tres días después de que el hombre de capa roja y azul apareciera en Metrópolis. Bruce tenía contactos, tecnología, recursos.
Lo que había sido difícil era no decirle.
Bruce abrió los ojos, mirando su propio rostro en el espejo. Vio al playboy millonario que aparentaba ser, el que se burlaba de las galas benéficas y coqueteaba con reporteros. Pero también vio al vigilante, al hombre que pasaba sus noches en las sombras de Gotham, peleando contra criminales, persiguiendo justicia en la oscuridad. Y debajo de ambas caras, vio al niño de ocho años que había visto morir a sus padres en un callejón oscuro.
Ese niño nunca había dejado de estar asustado.
Ese niño nunca había dejado de estar convencido de que todo lo que amaba terminaría siendo destruido.
Bruce se apartó del espejo, caminando hacia su habitación. La cama era un desastre: las sábanas todavía revueltas, un olor débil a sudor y sexo todavía flotando en el aire. Se sentó en el borde, sus manos descansando en sus muslos, y permitió que los recuerdos lo consumieran.
Esa noche en el cine. Había insistido tanto en ir. Sus padres habían tenido una noche con sus amigos planeada, pero él había suplicado, prediseñando, utilizado todo el arsenal de un niño de ocho años para convencerlos de llevar a Bruce al cine en su lugar. Y habían cedido, porque lo amaban, porque sus padres amaban complacerlo.
Así que habían salido. Una película mediocre, palomitas de maíz, la risa de su madre en el pasillo cuando su padre había hecho una broma estúpida. Y luego el callejón. Un atajo que Bruce no había sabido que era un atajo, una decisión que su padre había tomado en algún pasado para proteger a su madre. Un criminal desesperado que había cometido un robo, un acuerdo con la gente equivocada y quería desaparecer.
Una bala. Luego otra.
Y el mundo de Bruce nunca fue lo mismo.
Durante años, Bruce se había culpado por esa decisión, por insistir en el atajo, por poner a su familia en el camino del peligro. Pero con el tiempo, con la edad, con las revelaciones de Falcone la culpa pasó de si mismo hacía su padre, y luego Bruce se había dado cuenta de que su padre no había tenido culpa, el solo quería proteger a su familia, al amor de su vida. Había sido el crimen. Había sido la pobreza que lo había llevado al crimen. Había sido un sistema que falló en proteger a las personas.
Pero la culpa... la culpa no había desaparecido. Solo había mutado.
Ahora la culpa era sí suya. La culpa de saber que se estaba enamorando de alguien y mantener secretos de él. La culpa de ser Batman y no poder decirle a Clark que pasaba sus noches en las sombras, que lo había seguido a Gotham en varias ocasiones, que habían estado patrullando juntos sin que Clark supiera que la persona bajo la máscara era el mismo hombre que lo había llevado a cenar.
La culpa de estar enamorado de Clark de dos maneras diferentes y no poder ser honesto sobre ninguna de ellas.
Pero lo que era peor, lo que realmente lo rompía, era la culpa de saber que Clark tenía razón en asustarse. Porque Bruce siempre terminaba destruyendo a las personas que amaba. No siempre en maneras grandes y obvias. A veces en pequeñas, sutiles, constantes traiciones. Silencios cuando debería estar hablando. Secretos cuando debería estar siendo honesto.
Su teléfono vibró. Otro mensaje de Alfred.
Alfred: ¿Comió, señor?
Bruce ignoró el mensaje y abrió el chat con Clark en su lugar, releyendo el mensaje que había recibido esa mañana.
"Bruce, siento mucho haberme ido esta mañana sin despedirme. No fue porque no me importara, fue exactamente lo opuesto. Anoche significó más para mí de lo que puedo expresar en palabras, y eso me asustó. Tengo cosas en mi vida que son complicadas, cosas que no sabía cómo explicar en ese momento, y entré en pánico. Pero eso no es excusa para dejarte así. Te mereces mejor que eso. ¿Podemos hablar? Cuando estés listo. Sin presión. Solo... por favor, dame la oportunidad de explicarte."
Cosas complicadas. Secretos. Cosas que no sabía cómo explicar.
Bruce entendía eso más de lo que Clark jamás podría saber.
Pero la pregunta era: ¿debería decirle? ¿Debería sentarse frente a Clark en ese café mañana y simplemente soltar: "Oh, por cierto, sé que eres Superman, y yo soy Batman, y siento no haber sido honesto contigo sobre eso"?
No. No podía. Porque entonces Clark se sentiría traicionado, manipulado, como si Bruce hubiera estado jugando con él todo este tiempo. Y aunque técnicamente era verdad que Bruce había estado jugando, no era por las razones correctas. No era porque no le importara. Era exactamente lo opuesto.
Bruce estaba tan asustado de perder a Clark que había preferido guardar secretos.
Eso era el colmo de la cobardía.
Se puso de pie, paseando de un lado a otro de su habitación como un animal enjaulado. A través de la ventana, podía ver Gotham extendiéndose bajo él, la ciudad que lo había criado, que lo había moldeado en esto. Una ciudad que necesitaba a Batman, que lo necesitaba a él, para mantener a raya el crimen.
Pero ¿A qué costo?
¿Cuántas personas había alejado por insistir en mantener sus secretos? ¿Cuántas conexiones reales había arruinado por no confiar lo suficiente como para ser honesto?
Alfred había tenido razón. Bruce necesitaba una ducha fría, o múltiples. Y luego necesitaba pensar claramente sobre qué iba a hacer mañana cuando se sentara frente a Clark.
Porque una cosa era clara: si no era honesto con Clark, si no encontraba una manera de decirle que lo sabía, que estaba bien, que podían seguir adelante incluso sabiendo la verdad del otro, iba a perder a Clark.
Y Bruce Wayne no podía soportar la idea de que eso sucediera.
La ciudad de Metrópolis dormía bajo sus pies, una extensión de luces y sombras que Clark navegaba como un piloto navega por las aguas familiares. Estaba en su ropa de Superman, la capa ondeando en una brisa que él mismo estaba creando con su velocidad, volando a altitud de crucero sobre la ciudad que protegía.
Debería estar patrullando. Debería estar buscando problemas, crimen, cualquier cosa que necesitara la intervención del Hombre de Acero. Pero su mente estaba en otro lugar completamente.
Michael Holt le había enviado un mensaje tres horas atrás. Las nuevas gafas hipnóticas estarían listas para ser entregadas mañana por la tarde. Nueva tecnología, mejorada, con un sistema de respaldo incorporado en caso de que Clark accidentalmente rompiera estas también, trabajando junto a los documentos aportados por sus robots, un equipo extraño que se unió junto al humano para su bienestar. Las palabras de Michael habían sido amables, no conllevaban reproche, pero Clark las había leído como un juicio de todas formas.
Porque ese era su tema: tomar cosas perfectas y romperlas.
Y ahora Bruce.
Bruce, quien era perfecto en las formas que Clark no esperaba. Inteligente, fuerte, dentro de sus límites humanos, genuinamente considerado. Bruce, quien lo había mirado después de una noche juntos como si fuera lo único que importaba en el mundo. Bruce, cuya cama Clark había abandonado como un ladrón en la mañana. Un ladrón de la intimidad que aún no se daba cuenta de lo que robó.
Pero Bruce no sabía la verdad. Bruce no sabía que el hombre que lo había sostenido entre sus brazos era el mismo hombre que pasaba sus noches salvando ciudades. Y si Bruce descubría eso sin contexto, sin preparación...
¿Qué haría Bruce? ¿Cómo reaccionaría?
Clark no tenía respuestas.
Lo que sí tenía era confusión creciente sobre Batman.
Porque había otra complicación en su vida emocional, uno que Clark había estado tratando de ignorar durante semanas. Semanas de patrullas en Gotham, de trabajar junto al vigilante encapuchado, de conversaciones en tejados bajo la luz de la luna. Semanas de descubrir que había química con Batman de una manera que era completamente diferente a la que compartía con Bruce.
Con Bruce, todo era pasión desbordante, humor, conexión física intensa. Bruce lo hacía sentir visto, apreciado, deseado.
Pero Batman lo hacía sentir entendido.
Batman nunca lo cuestionaba sobre sus ausencias. Batman nunca pedía explicaciones sobre por qué a veces Clark necesitaba desaparecer para manejar una crisis en otra parte del mundo. Batman simplemente... existía en esos espacios con Clark, de una manera que se sentía como si Batman supiera exactamente quién era Clark y lo aceptaba de todas formas.
¿Era enamoramiento? Clark no lo sabía. Posiblemente. Pero era algo que había estado creciendo durante semanas, algo que Clark sabía que nunca podría actuar porque Batman era un vigilante enmascarado en una ciudad oscura y Clark era Superman, el Hombre de Acero, y ambos estaban construidos para proteger en lugar de conectarse.
Así que había estado fingiendo, durante la semana pasada especialmente, que lo que sentía por Batman era solo amistad. Solo el vínculo de dos personas que se entendían mutuamente.
Pero la verdad era que extrañaba a Batman cuando no lo veía. La verdad era que pensaba en esas conversaciones, en esa mirada bajo la máscara, en la forma en que Batman lo tocaba a veces sin parecer darse cuenta de que lo estaba haciendo. Un toque en el hombro. Una mano en su brazo. Pequeños contactos que encendían cosas en el pecho de Clark que no podía nombrar.
Y ahora estaba aquí, volando sobre Metrópolis cuando sabía, en lo profundo de su ser, que lo que realmente quería era estar en Gotham.
Quería estar en los tejados de Gotham, buscando a Batman, esperando ver esa silueta recortada contra el cielo nocturnos. Quería tener otra conversación. Quería volver a sentir esa comprensión mutua sin palabras.
Pero había un problema: si iba a estar con Bruce, no podía estar con Batman. No podía tener una relación real con Bruce mientras estaba enamorado de su vigilante local en Gotham. Eso era injusto. Eso era una traición.
Así que tendría que elegir.
Clark aceleró, su cuerpo cortando a través del cielo nocturno, dejando un rastro de aire caliente en su estela. Voló hacia el este, luego al norte, las luces de Metrópolis se desvanecía detrás de él, reemplazadas por la oscuridad menos densa de las tierras de nadie entre ciudades. El aire se volvió más frío, más crudo, menos civilizado.
Su cuerpo sabía adónde quería ir incluso cuando su mente trataba desesperadamente de sabotearlo. No vayas, se decía a sí mismo, cada célula de su cuerpo kryptoniano siguiendo ese tirón magnético hacia Gotham. Tienes una cita mañana. Tienes que arreglarlo con Bruce. Tienes que ser honesto, tienes que elegir, tienes que—
Pero no elegía. En su lugar, volaba más rápido, dejando Metrópolis atrás como si la ciudad misma fuera un recordatorio de sus responsabilidades, sus compromisos, sus decisiones adultas que necesitaba tomar.
La noche era su cómplice. Cómplice y testigo silencioso de cómo Clark saboteaba su propia vida.
Gotham apareció de repente, como si surgiera de la oscuridad misma. Las luces de neón brillaban en varios tonos de rojo y verde, el río Anaconda serpenteaba a través de la ciudad como una cicatriz. Las estructuras antiguas de Gotham se elevaban contra el cielo, gárgolas y techos puntiagudos que parecían diseñados para acechar.
Clark había estado en muchas ciudades, había viajado por todo el mundo, pero el terreno tenía algo único: no era solo una ciudad. Era un personaje. Era un estado mental. Era la manifestación física de todo lo que Clark temía: caos, corrupción, la incapacidad de salvarlo todo sin importar cuánto lo intentara.
Kent aterrizó en un techo cerca del distrito de los almacenes, su capa ondeando a su alrededor como alas antes de asentarse. Miró alrededor, usando su visión de rayos X para escanear las estructuras cercanas, buscando calor corporal, movimiento, la firma infrarroja inconfundible de Batman.
Nada.
Desplegó su vista de espectro completo, buscando en todas las longitudes de onda, pero el vigilante no estaba visible. Clark extendió sus sentidos auditivos, escuchando a través de Gotham, buscando ese sonido particular del movimiento de Batman, los sonidos leves que hacía al movimiento a través de la ciudad.
Silencio. Relativo silencio, al menos para alguien con su nivel de audición. Solo los sonidos normales de una ciudad dormida: vehículos ocasionales, personas caminando, el zumbido de neón, el goteo de agua de tuberías rotas.
Batman no estaba en las calles esta noche.
Y él había venido porque extrañaba a Batman.
Extrañaba esos tejados. Extrañaba esa comunicación sin palabras. Extrañaba la forma en que Batman lo miraba como si viera más allá de Superman, como si viera a Clark. No Clark Kent el reportero, no Superman el héroe, sino Clark el hombre. Clark el que estaba roto de formas que ni siquiera su poder podía arreglar.
Y Clark estaba aquí, buscándolo, porque mañana iba a sentarse en un café con Bruce Wayne y tenía que terminar algo con Bruce Wayne primero. Tenía que elegir.
Pero no quería elegir. La elección implicaba pérdida. Y Clark ya había perdido demasiado.
Se quedó ahí, de pie en ese techo, sintiéndose más solo de lo que se había sentido en semanas. Había venido esperando inconscientemente encontrar al nocturno, tener otra conversación, otro momento de entendimiento mutuo que no necesitaba palabras.
Y Batman no estaba aquí.
Era casi como si el universo estuviera diciéndole algo. Como si estuviera forzándolo a elegir.
Clark se sentó en el borde del techo, sus pies colgando sobre la calle varios pisos abajo, su capa envolviendo alrededor de él. Miró la ciudad, todas sus luces, todas sus sombras, y trató de descifrar qué hacer.
Necesitaba estar con Bruce. Bruce lo necesitaba, estaba claro en el mensaje que le había enviado. Y Clark también lo necesitaba, desesperadamente. Quería volver a esa noche, quería más noches como esa, quería ver si lo que había entre ellos podía convertirse en algo real y duradero.
Pero ¿Qué pasaba con Batman? ¿Qué pasaba con lo que sentía allí?
Clark se dio cuenta, en ese momento, de algo crucial: No sabía quién era Batman bajo la máscara. Podría ser cualquiera. Un criminal reformado. Un policía corrupto. Un cazarrecompensas. Batman podría ser cualquier cosa, cualquier persona, y Clark seguía aquí, sintiendo algo por el concepto de él, por la idea de quien era Batman en la oscuridad.
Mientras que Bruce... Bruce era real. Bruce era alguien a quien conocía. Alguien a quien podía tocar, podía besar, con quien podía tener una vida real.
Así que la elección era, en realidad, bastante simple.
Clark se dio cuenta, en ese momento preciso mientras estaba en ese techo, que estaba haciendo exactamente lo mismo con sus sentimientos. Cada vez que cortaba una conexión emocional, intentaba aplastarlo, racionalizarlo, convencerse de que todo estaba bien, crecían dos más. Sus sentimientos por Bruce se multiplicaban. Su enamoramiento de Batman no decrecía, solo se volvía más profundo, más complicado, más imposible.
Tenía que dejarlo ir. Tenía que dejar ir ese enamoramiento silencioso de Batman y apostar por Bruce. Por la humanidad. Por la conexión real.
Clark se puso de pie, su decisión haciéndose más firme.
Y entonces lo escuchó.
Un sonido leve, el roce de tela contra piedra, el crujido casi imperceptible de un techo bajo peso. Clark giró la cabeza.
Batman estaba ahí, en el borde del techo cercano, su silueta recortada contra el cielo de Gotham, la capa ondeando en la brisa de la noche. Su cabeza estaba girada, mirando directamente hacia donde estaba Clark, aunque la distancia entre ellos era de unos treinta metros.
Clark sintió su respiración atrapada en la garganta.
— Te estaba buscando — dijo Batman, su voz distorsionada por la capucha, pero Clark podía escuchar algo debajo. Urgencia. Preocupación. ¿Alivio?
— Yo también te estaba buscando — respondió Clark, sus palabras saliendo en un susurro que Batman de todas formas podría escuchar.
Se miraron a través del espacio que los separaba, dos superhéroes en una ciudad de sombras, y Clark sintió ese pull, ese tirón magnético que lo hacía desear cruzar esa distancia, desear tomar a Batman en sus brazos, desear descubrir quién era realmente bajo la máscara.
Batman dio un paso hacia adelante.
Clark hizo lo mismo.
Y en ese momento, en ese espacio entre dos tejados sobre Gotham City, dos hombres que anhelaban al mismo persona desde dos perspectivas diferentes se encontraron nuevamente, sin saber que estaban mirando a su propia verdad, reflejada y distorsionada, esperando a que fuera lo suficientemente valiente para reconocerse a sí mismo.
Y mañana, Clark tendría una conversación con Bruce Wayne sobre verdades complicadas.
Pero esta noche, en Gotham, Batman estaba aquí.
Y eso era lo único que importaba.
Chapter 26: Terminando con todo.
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Para decir la verdad de haber estado buscando a Batman, que había volado hacia la noche oscura de esta ciudad específicamente porque sabía, de una manera que no podía explicar racionalmente, que Batman estaría aquí. Que siempre estaba aquí, en algún lugar de Gotham, guardando la ciudad, manteniéndola segura, para decir todo eso, debía formular.
Pero las palabras murieron en su garganta.
Porque, ¿Qué se suponía que iba a decir? ¿"Te extrañé"? ¿"No podía dejar de pensar en ti"? ¿"Cuando estoy contigo, cuando estamos juntos en la oscuridad, siento como si finalmente entendiera quién soy"?
Eso era demasiado. Eso era admitir demasiadas cosas.
Así que en su lugar, Clark respondió.
— Yo también te estaba buscando — las palabras salieron en un susurro junto a un paso para cortar la distancia física y emocional, llevadas a través del aire de la noche de Gotham, probablemente inaudibles para cualquiera que no tuviera la capacidad auditiva de Batman. Pero Clark sabía que Batman lo había escuchado. Batman siempre lo escuchaba.
Batman se movió hacia adelante. Había algo diferente en su movimiento esta noche, algo menos controlado, más impulsivo. Normalmente cada paso de Batman era un cálculo, se veían los años de entrenamiento incluso en su caminata. Pero ahora, cruzando el espacio desde su techo hasta donde estaba Clark, se veía como si el vigilante estuviera siendo impulsado por algo más que tácticas.
Se veía como si Batman estuviera siendo impulsado por sentimiento. Pero era estúpido suponer eso solo por lo que veían sus ojos. Ojos que adoraban lo que veían.
Ojos que, si pudiera, recorrerían su cuerpo para demostrar lo divino que era Batman para Superman.
Clark se preparó para levantar vuelo, para dar un paso atrás, para crear distancia. Eso era lo que debería hacer. Eso era lo correcto. Mañana tenía que sentarse con Bruce Wayne, un hombre real, un hombre que lo deseaba, un hombre con quien podía construir algo real. No debería estar aquí con Batman, no debería estar permitiendo que este enamoramiento silencioso creciera, no debería estar siendo tan criminalmente egoísta como para querer ambas cosas.
Pero sus pies no se movieron. Su cuerpo no se elevó en el aire. Clark simplemente se quedó ahí, esperando, como si sus músculos supieran mejor que su mente qué era lo que realmente quería.
Batman llegó al borde del techo de Clark, manteniendo ese espacio de menos de un metro entre ellos. Esa distancia que habían respetado durante semanas, esa frontera invisible que ambos parecían entender que no podían cruzar sin cambiar completamente la naturaleza de lo que tenían.
Clark vio a Batman observándolo. Vio la forma en que los ojos del vigilante recorrían su rostro, deteniéndose en su boca, sus ojos, su mandíbula. Fue como ser examinado por un microscopio. Fue como ser completamente visto.
Y Clark sintió toda su determinación de poner fin a esto deshacerse.
— Tenemos que hablar — dijo Clark, finalmente. Las palabras salieron porque era lo que se suponía que debía decir. Era el script que había memorizado.
"Tengo que terminar esto. No es justo para ti. Tengo que concentrarme en-"
Pero no terminó la frase, porque Batman había dado un paso más cerca, y algo en ese movimiento, algo en la forma en que Batman se acercaba a él, lo hizo olvidar completamente por qué necesitaba terminar esto.
Batman no habló. Clark notó eso inmediatamente. Batman no le respondió, no rechazó sus palabras, no hizo nada más que existir en ese espacio cada vez más pequeño entre ellos.
Y Clark se preguntó si Batman también estaba lidiando con esto. Si Batman también estaba aquí, en este edificio en algún rincón olvidado de la oscura ciudad, cuando debería estar haciendo algo importante, porque simplemente no podía pasar otra noche sin ver a Superman. Si Batman también estaba roto, también estaba confundido, también estaba tratando desesperadamente de mantener las emociones fuera de su vida porque sabía exactamente lo destructivas que podían ser. Y Superman deseaba que ambos estuvieran en un limbo de emociones, porque de nuevo... No quería sentirse solo.
— No sé qué decir — murmuró Clark finalmente, sus manos levantándose en una gesto que era mitad rendición, mitad suplica. Como si estuviera diciéndole a Batman, ayuda, no sé qué hacer, estoy perdido.
Batman extendió una mano, pero no hacia Clark para tocarlo. Era una invitación diferente. Hacia el borde del techo, donde podrían sentarse. La invitación era clara: siéntate conmigo.
Clark quería negarse. Sabía que debería negarse. Sentarse al lado de Batman, permitirse este momento, solo iba a hacer que todo fuera más difícil. Iba a hacerlo más imposible dejar esto ir, más imposible elegir a Bruce, más imposible ser el adulto responsable que se suponía que era.
Pero Clark no era particularmente bueno siendo adulto responsable, especialmente no cuando se trataba de su propio corazón.
Así que lo siguió.
Gotham respira diferente por la noche. Clark había notado eso la primera vez que patrulló con Batman. La ciudad que durante el día era concreto y acero y humanidad anónima se volvía, en la oscuridad, algo más orgánico. Los edificios se convertían en criaturas dormidas. Las calles se transformaban en venas. La ciudad misma parecía tener un pulso propio, diferente del pulso de cualquier otra ciudad que Clark había conocido.
Se sentaron en el borde, los pies colgando sobre la calle varios pisos abajo. El aire era frío, cargado con humedad del río Anaconda, el olor distante de humo de fábricas aún funcionando aunque eran las 3 de la mañana. Gotham nunca dormía realmente. Era demasiado viva para eso.
Clark se preguntaba a veces si era eso lo que lo atraía a Gotham. No era el clima. No eran los crímenes, aunque ciertamente había crímenes suficientes aquí para mantener a Superman ocupado durante años. Era algo sobre la esencia de la ciudad. Era la sensación de que aquí, en este lugar, no era obligatorio pretender ser invulnerable.
Gotham aceptaba la debilidad. Gotham comprendía el dolor.
Batman no habló mientras se sentaban. Clark esperaba que lo hiciera, esperaba que el vigilante ofreciera algún tipo de orientación o consejo o cualquier cosa que diera forma a este silencio, que lo convirtiera en algo manejable. Pero Batman solo se quedó ahí, mirando la ciudad, su perfil duro bajo la máscara, pero con algo suave en la forma en que sostenía su cuerpo.
Fue el silencio más estridente que Clark jamás había experimentado, y estaba acostumbrado al silencio del murciélago.
Porque en ese silencio estaba todo lo que no podían decir. Estaban todas las confesiones que ambos estaban guardando, todos los secretos que ambos estaban llevando, todas las formas en que ambos estaban fallando a la otra persona simplemente por existir en espacios que no podían sincronizarse.
Clark sabía, de una manera que no podía explicar, que Batman estaba lidiando con algo.
Batman estaba más tenso que de costumbre. Había una rigidez en sus hombros que normalmente no estaba ahí. Sus manos estaban apretadas en sus muslos, los nudillos blancos bajo los guantes de cuero. Era como si Batman estuviera sosteniendo algo con tal fuerza que temía que si soltaba aunque fuera un poco, todo se desmoronaría.
Clark quería preguntar. Quería decir ¿Qué está pasando? ¿Qué te estoy haciendo? Pero sabía que si empezaba a hablar, si abría esa puerta, no podría detener lo que saldría. Todas sus emociones, todos sus sentimientos complicados, toda la forma en que Batman lo hacía sentir como si fuera lo único que importaba en el universo.
Y eso no sería justo. Batman no pedía eso. Batman no pedía a Clark que lo quisiera. Batman no pedía nada excepto que Clark fuera su compañero en la noche, su aliado, su amigo.
Así que Clark se quedó callado.
Pero después de un momento, casi sin pensarlo, permitió que su cuerpo hiciera lo que su mente le ordenaba que no hiciera. Permitió que se inclinara ligeramente, permitió que su hombro rozara el de Batman, que su cabeza descanse en el hombro ajeno.
Fue el toque más inocente posible. Un accidente deliberado. Un movimiento patético de una patética película romántica.
Y Batman respondió.
No de manera dramática. No levantó su brazo, no envolvió a Clark en un abrazo, no hizo nada de las cosas que Clark sabía que quería hacer porque Batman era mejor que eso. Batman había pasado años perfeccionando el control. Batman se había sacrificado tanto en el altar de la disciplina que tocar a Clark incluso de esta manera era probablemente un acto de completa vulnerabilidad. De algo que normalmente no se permitiría.
Pero Batman no se alejó. Batman permitió que el contacto persistiera. Batman permitió que Clark descansara su peso contra él, aunque solo fuera ligeramente, aunque solo fuera de esa manera que podría ser interpretada como accidental si alguno de ellos necesitaba una salida.
Clark cerró los ojos. El tejado bajo él, el frío del concreto, el peso del conocimiento de que esto no podía durar, todo se volvió borroso. Lo único que importaba era este momento. Esto, el toque de Batman, la proximidad de este hombre que lo entendía sin necesidad de palabras.
Y entonces algo cambió.
Batman se movió, lentamente, con la deliberación de alguien colocando una bomba que podría explotar si cometía un error. Su cabeza se inclinó, y súbitamente su mejilla, lo que Clark podía alcanzar de Batman bajo la máscara, estaba descansando en la parte superior de su cabeza, presionando suavemente. Era casi tierno en su intento de corresponder el contacto humano que parecía no tener. Era casi como si Batman le estuviera diciendo yo también, yo también estoy aquí, yo también siento esto.
Clark sintió algo quebrarse en su pecho.
No de la manera dramática que había experimentado en el pasado. Era más suave que eso. Era más profundo. Era la fractura de algo que había estado bajo presión durante demasiado tiempo, resistiéndose a doblarse bajo el peso del sentimiento.
Porque Clark finalmente entendía, en este momento, sentado en este tejado de Gotham con Batman descansando su cabeza en la suya, que esto nunca iba a ser suficiente. No porque Batman no fuera suficiente, o porque lo que tenían no fuera especial. Sino porque Clark estaba destinado a ser alguien que quería más de lo que el universo podía darle.
Clark quería a Bruce Wayne. El hombre real, el humano vulnerable que lo sostenía como si fuera frágil.
Clark quería a Batman. El vigilante, el guardián nocturno, el hombre que era capaz de sacrificarse por una entera ciudad sucumbida por el crimen constante, por la maldición que parecía tener por centenas de años.
Y Clark no podía tener ambos. Clark no podía estar en dos lugares al mismo tiempo, ser dos personas diferentes al mismo tiempo, estar enamorado de dos versiones del mismo hombre y esperar que eso no lo destrozara. Del mismo hombre que no era capaz de decirle que el era Bruce, que era Batman, y que el dolor que le estaba infringiendo era innecesario, y al mismo tiempo entendible.
Así que las lágrimas vinieron.
No hubo sollozos dramáticos. Clark era demasiado fuerte para eso, demasiado disciplinado. Pero las lágrimas salieron lentamente, cayendo por sus mejillas, humedeciendo la piel bajo los ojos de Superman. Pequeños recordatorios de que incluso los hombres que podían mover planetas todavía podían romperse.
Batman se movió. Sus dedos se deslizaron desde su posición neutral en el tejado entre ellos hacia la mano de Clark. No la tomó exactamente, no de la manera que ambos sabían que querrían. Solo permitió que sus dedos descansaran sobre los de Clark, una presencia que era apenas invasiva pero que hizo que algo en el pecho de Clark dejara de doler tan duro.
Y así se quedaron, en silencio, mientras el tiempo avanzaba.
Las horas pasaban lentamente. Clark no sabía exactamente cuánto tiempo había estado sentado aquí, en este tejado de Gotham, con la cabeza de Batman descansando en la suya, el silencio entre ellos tan profundo que podría haber sido un lenguaje completo.
En algún punto, Batman había bajado su brazo. No lo colocó alrededor de Clark, pero estaba lo suficientemente cerca, lo suficientemente persistente, que Clark podía sentir el calor irradiando de él. En algún punto, Clark había permitido que una de sus manos descansara sobre la de Batman. No la sostenía exactamente. Solo permitía que los dedos de Batman descansaran bajo los suyos, una cadena de contacto que podría romperse con un viento fuerte.
Pero el viento no venía. Había solo esta quietud, esta paz frágil que ambos sabían que era temporal.
Porque todo era temporal. Toda conexión, todo momento, todo vínculo que Clark construía siempre se desmoronaba eventualmente bajo el peso de sus secretos.
Mañana tendría que enfrentar a Bruce Wayne. Tendría que sentarse en ese café y decir... algo. Clark aún no estaba seguro de qué iba a decir, excepto que probablemente iba a ser un desastre completo. Probablemente iba a llorar. Probablemente iba a intentar explicar por qué se había ido sin decir adiós, y lo único que Bruce entendería sería que Clark lo había dejado plantado después de la mejor noche de sus vidas.
Porque eso era la verdad, ¿no? Clark había abandonado a Bruce. Clark había elegido huir porque sus sentimientos lo asustaban. Y ahora Clark estaba eligiendo estar aquí, con Batman, porque Batman no hacía demandas, Batman no hacía esperar explicaciones, Batman solo... estaba.
Era egoísta. Era injusto. Era exactamente lo que Clark no debería estar haciendo.
Pero Clark no podía dejar de hacerlo.
Batman se movió ligeramente, su cabeza presionando un poco más contra la de Clark, como si Batman supiera exactamente dónde estaban los pensamientos de Clark y quisiera asegurar a Clark que estaba bien. Que Clark no estaba solo en esta confusión.
Y Clark creyó, en ese momento, que podría permanecer en este tejado para siempre. Que podría quedarse aquí, en este silencio perfecto, en este entendimiento mutuo, y nunca tener que enfrentar el caos de sus propias emociones.
Pero el amanecer llegaría. Siempre lo hacía.
Y con el amanecer vendría la claridad, la responsabilidad, la necesidad de elegir.
Clark cerró los ojos y se permitió uno más momento de paz.
Un momento que iba a pagar con creces mañana.
En la mansión Wayne, en el baño privado del piso superior, Bruce Wayne estaba de pie frente al espejo.
Se había quitado la máscara hace treinta minutos, había dejado caer la armadura de Batman en la Batcueva como si fuera un peso demasiado grande para sostener. Ahora era solo Bruce, en pantalones de pijama oscuros, su pecho desnudo mostrando las marcas que Clark le había dejado la noche anterior. Los moretones estaban más oscuros ahora, más definidos, más como advertencias de las cosas que no podía tener.
Sabía exactamente dónde estaba Clark.
Había activado el rastreador de Superman hace semanas, tecnología que había reunido cuando Clark primero llegó a su ciudad. No era paranoia. Bueno, sí era paranoia, pero era paranoia justificada cuando estabas en una profesión que te enseñaba que siempre había un ángulo oculto, siempre una traición esperando entre bastidores.
El rastreador mostraba a Superman sobre Gotham. Específicamente, sobre Gotham en una sección que Bruce conocía íntimamente. Donde Bruce patrullaba. Donde Bruce estaba, hace apenas veinte minutos, de pie en un tejado sosteniendo a Clark mientras todo se desmoronaba. Quién parecía que aún no podía ir a su hogar, parecía que retrasaba el tiempo para no ir a esa cita donde las cosas debían aclararse.
Bruce cerró los ojos con fuerza.
¿Cuándo había pasado esto? ¿Cuándo se había convertido en el tipo de persona que dividía sus sentimientos en dos columnas separadas y esperaba que ambas no se conocieran?
Conocía la respuesta, por supuesto. Siempre conocía la respuesta.
Bruce Wayne había estado dividido desde que era un niño. Mitad persona, mitad máscara. Mitad Bruce el playboy sin corazón, mitad Batman el vigilante obsesionado. Había pasado tanto tiempo equilibrando esos dos lados de sí mismo que había casi olvidado que había una persona debajo, alguien que quería simplemente existir sin toda la complejidad.
Y luego Clark Kent había aparecido.
Clark, quien era igualmente dividido. Clark, quien vivía en el mismo espacio incómodo entre dos identidades, dos vidas, dos versiones completamente diferentes de sí mismo. Y en lugar de que eso los hiciera incompatibles, los había hecho perfectos el uno para el otro.
Excepto que no eran perfectos para el otro. Porque Bruce estaba escondiendo la verdad de Clark de dos maneras diferentes, y Clark estaba tratando de navegar sentimientos que no entendía, y ambos estaban demasiado asustados para simplemente sentarse y decir hey, esto es complicado, pero aquí está la verdad.
Bruce se apoyó contra el lavabo, su peso descansando sobre sus manos. En el espejo, vio el reflejo de un hombre que parecía mucho mayor que sus treinta y pocos años. Vio las líneas de tensión alrededor de sus ojos. Vio el agotamiento que llevaba como un abrigo.
¿Por qué no podía simplemente decirle la verdad?
La pregunta lo perseguía. Había estado persiguiendo a Bruce desde el momento en que besó a Clark en esa gala, desde el momento en que tocó la piel desnuda de Clark y supo, de una manera que no tenía explicación racional, que estaba tocando a Superman. Desde el momento en que comprendió que estaba cayendo por un hombre, dos hombres realmente, que no sabía completamente quién era él.
Bruce podría decirle. Podría simplemente... decirle. Soy Bruce Wayne. Soy Batman. He sabido quién eres desde siempre. Y está bien. Está más que bien. Quiero esto contigo, las dos versiones de ti, el Clark que conocí en esa gala y el Superman que patrulla conmigo en Gotham.
Podría hacerlo.
Pero entonces vio a Clark en su mente tal como lo había visto esta noche en ese tejado. Vio la forma en que los ojos de Clark estaban al borde de las lágrimas. Vio la línea desesperada de los hombros de Clark. Vio a un hombre que estaba completamente, totalmente perdido, intentando descifrar sus propios sentimientos, y Bruce no podía, simplemente no podía, arrojarse a esa confusión.
Porque si le decía ahora, Clark pensaría que Bruce había estado jugando con sus emociones desde el principio. Clark pensaría que todo había sido manipulación, que Bruce había sabido quién era y lo había estado utilizando. Y eso destruiría todo.
Así que Bruce decidió esperar. Decidió darle a Clark tiempo para aclarar sus propios sentimientos. Decidió jugar este juego peligroso de amar a Clark desde múltiples ángulos mientras fingía ser solo una de sus versiones.
Era cobarde. Era manipulador. Era exactamente el tipo de cosa que Bruce había prometido a sí mismo que nunca haría.
Pero era la única forma que podía ver de no perder a Clark.
Se miró en el espejo una última vez, permitiéndose un momento de verdad completa.
Bruce Wayne estaba enamorado de Clark Kent.
Bruce Wayne estaba enamorado de Superman.
Y no podía tener a ninguno de ellos sin destruir todo en el proceso.
Entonces simplemente... no elegiría. Seguiría adelante con esto, con Bruce, con Batman, con todas sus versiones, y esperaría a que todo explotara, como siempre lo hacía. Porque eso era lo que Bruce hacía. Destruía lo que amaba. Era una especialidad suya.
Pasó su mano por el espejo, oscureciendo su propio reflejo.
Mañana, Clark se sentaría en un café, probablemente a los pies de distancia de él, porque Bruce había hecho una reservación en el café que estaba exactamente donde Clark lo había especificado, y Clark intentaría tener una conversación importante sobre sus sentimientos.
Y Bruce estaría ahí, siendo gentil, siendo comprensivo, siendo exactamente el tipo de novio que Clark necesitaba.
Y Batman estaría en los tejados, siendo exactamente el tipo de amigo que Clark necesitaba.
Y Bruce no diría nada sobre ninguno de ellos. Simplemente seguiría amando a Clark desde los márgenes de la vida del hombre, permitiendo que Clark tomara lo que necesitaba mientras Bruce sostenía en secreto la verdad que podría destruir todo.
O tal vez decidiría tener la valentía que Clark no tiene y terminar con absolutamente todo, solo existiendo un vínculo a lo que se llamaría "compañeros de trabajo" y nada mas.
Era el sacrificio que estaba dispuesto a hacer.
O tal vez era solo más cobardía disfrazada de nobleza.
Bruce realmente no sabía la diferencia más.
Chapter 27: Otros planes.
Chapter Text
El teléfono de Clark vibraba sobre la mesita de noche a las 6:47 de la mañana, exactamente dos horas y trece minutos antes de que la cita con Bruce estuviera programada.
Clark estaba ya despierto. No había dormido realmente. Había estado tumbado en la cama, vestido completamente porque ni siquiera se había molestado en quitarse la ropa, reproduciendo en bucle cada palabra que había dicho la noche anterior. Cada gesto. Cada forma en que había fallado en comunicar lo que necesitaba comunicar a Batman.
El vibración del teléfono parecía especialmente cruel a esa hora, cuando el mundo aún estaba oscuro, cuando Clark aún podía pretender que el día que había estado temiendo no iba a suceder.
Se obligó a levantar, moviéndose como un autómata hacia el teléfono. Su cuerpo sabía lo que iba a encontrar antes de que su mente lo procesara. Ese instinto de periodista, ese radar que Clark había cultivado durante años para detectar desastres inminentes.
El mensaje era de Bruce.
Bruce: Creo que es mejor que no nos veamos hoy. Necesito tiempo para pensar. Espero que entiendas.
Eso fue todo. Ocho palabras. Nada más. Nada de explicación. Nada de contexto. Solo la cancelación fría, clínica, de la única cita que había significado algo para Clark en años.
Clark leyó el mensaje una vez. Luego otra. Y otra.
Sus manos empezaron a temblar.
No fue un temblor grande y dramático. Fue la clase de temblor que venía de alguien que había estado aguantando el aliento durante demasiado tiempo y finalmente tenía que exhalar. El temblor de un hombre que acababa de recibir exactamente lo que había estado esperando: rechazo.
Porque, por supuesto. Claro que Bruce lo cancelaría. ¿Por qué no lo haría? Clark había corrido como un cobarde a Gotham. Clark había elegido pasar la noche sentado en un tejado con Batman. Y Bruce, siendo Bruce, había visto directamente a través de eso, había entendido exactamente lo que Clark estaba haciendo, y había decidido protegerse.
Clark no podía culparlo.
Pero eso no evitaba que se sintiera como si alguien acabara de arrancarle el pecho.
Se quedó de pie en el medio de su apartamento oscuro, sosteniendo el teléfono, leyendo esas ocho palabras una y otra vez hasta que dejaron de significar algo. Hasta que fueron solo símbolos. Hasta que Clark dejó de ser capaz de procesar el hecho de que había perdido a Bruce.
Perdió a Bruce porque lo merecía.
La sala de redacción del Daily Planet estaba en su bullicio habitual de los viernes por la mañana cuando Clark llegó a trabajar. Entró como un fantasma, su traje de reportero tan impecable como siempre pero todo lo demás completamente destrozado.
Lois lo vio antes de que siquiera llegara a su escritorio.
Clark notó la forma en que sus ojos se entrecerraron cuando lo miró, la forma en que su cabeza se inclinó ligeramente como si estuviera analizando una escena de crimen. Porque Lois siempre sabía. Lois podría leer los signos vitales emocionales de una persona como si tuviera rayos X.
Se acercó a su escritorio con Jimmy pisándole los talones, ambos teniendo claramente una conversación que fue instantáneamente abandonada cuando vieron a Clark.
— ¿Qué pasó? — preguntó Lois sin preámbulos.
— Nada. Estoy bien. — La mentira salió automáticamente, la clase de mentira que Clark contaba a diario, la que había perfeccionado durante años.
Lois no compró ni una palabra.
— Clark. Cuéntame qué pasó.
Así que le contó. Porque Lois siempre tenía una manera de hacer que Clark revelara cosas que no tenía intención de revelar, simplemente porque era Lois y entendía que esconder la verdad era peor que cualquier cosa que podrías decir.
Mientras hablaba, vio a Jimmy buscar un café. Vio a Lois procesando la información, conectando puntos, llegando a conclusiones. Y luego vio la rabia.
La rabia de Lois Lane era una cosa hermosa y terrible. Era el tipo de rabia que quemaba desde adentro hacia afuera, el tipo de rabia que podría destruir imperios corporativos si se le daba la oportunidad.
— ¿Te plantó? — preguntó, su voz peligrosamente tranquila. — ¿Bruce Wayne, el filántropo millonario, el hombre que dona dinero a mi ciudad, te plantó sin una explicación después de la noche que tuvieron?
— Canceló. Hay una diferencia.
— La única diferencia es que al menos tuvo el descaro de no enfrentar cara a cara el daño que causó. — Lois se levantó, caminando de un lado a otro, su mente visiblemente funcionando. — Okay. Okay, puedo trabajar con esto. Puedo sacar una historia que lo destruya como mujeriego compulsivo, que demuestre cómo Wayne atraviesa personas como nosotros atravesamos café, que lo exponga como alguien incapaz de comprometerse, que-
Se detuvo.
Su expresión cambió. Apenas perceptiblemente, pero cambió.
— Mierda — murmuró, volviendo a sentarse.
— ¿Qué?
— Que Bruce Wayne construyó tres centros comunitarios en Gotham el año pasado. Que financia el programa de mentoría para jóvenes en riesgo en East End. Que dona más a causas sociales que el gobierno entero de Gotham. — Lois lo miró, frustración pura irradiando de ella. — No puedo destruir su reputación porque es un buen hombre, Clark. Es un jodido buen hombre. Lo que hizo fue mierda, pero es un buen hombre.
Jimmy, que había regresado con los cafés, asintió silenciosamente. Ambos sabían la verdad que Lois estaba tratando desesperadamente de no admitir: Bruce Wayne estaba fuera del alcance de su venganza porque la escala de lo que hacía bien superaba la escala de lo que había hecho mal.
— Es un mujeriego — continuó Lois, aunque ambos sabían que eso no era suficiente, que eso era casi insulso comparado con el real daño que había hecho. — Tiene una reputación de juguetear con las emociones de las personas, de salir durante unas pocas semanas y luego esfumarse. Eso es todo lo que tengo y es patético.
Clark se dio cuenta de que sus manos todavía estaban temblando.
— No importa — dijo, su voz sorprendentemente tranquila considerando el caos interno. — No es culpa suya. Es... es su derecho cambiar de idea. Si no quiere verme, tengo que respetar eso. Son sus emociones, su vida.
— Clark, no estés noble al respecto. Es molesto cuando eres noble al respecto. — Lois lo miró directamente. — Él te dejó plantado. Él merece al menos la incomodidad.
— Tal vez la incomodidad me la merezco yo — murmuró Clark, mirando su café sin beberlo. — Tal vez necesitaba que esto sucediera para entender que nunca iba a funcionar.
Lois y Jimmy intercambiaron otra mirada. El tipo de mirada que compartían cuando estaban preocupados por Clark, cuando pensaban que estaba siendo autodestructivo, cuando creían que Clark necesitaba intervención inmediata.
Pero Clark simplemente se giró hacia su computadora y comenzó a trabajar.
Porque había una historia que escribir. Había un mundo que continuar cubriendo. Había una vida que vivir, incluso si esa vida ya no incluía a Bruce Wayne.
Mansión Wayne - 6:54 AM.
Bruce había estado de pie frente a la pantalla del teléfono durante veintidós minutos.
El cursor parpadeaba, burlándose de él. Veintidós minutos en los que había escrito, borrado, reescrito, vuelto a borrar, hasta que lo único que quedaba era: Creo que es mejor que no nos veamos hoy. Necesito tiempo para pensar. Espero que entiendas.
Ocho palabras. Ocho palabras que destruirían todo lo que había estado construyendo con Clark.
Había presionado enviar a las 6:47 de la mañana, cuando sabía que Clark estaría despierto pero todavía en ese espacio incómodo entre la noche y el día, cuando todo se sentía un poco menos real.
Alfred había entrado en la habitación aproximadamente cinco minutos después de que Bruce enviara el mensaje.
— ¿Canceló la cita? — preguntó el mayordomo, su voz cuidadosamente neutral de una manera que significaba exactamente todo lo opuesto de neutral.
— Sí.
— ¿Explicó por qué?
— No. Solo cancelé.
Alfred fue al armario, comenzando a preparar la ropa del día de Bruce con la precisión de alguien que había estado haciendo esto durante décadas. Sus movimientos eran deliberadamente lentos, deliberadamente poniendo énfasis en cada acción, como si estuviera dándole a Bruce tiempo para reconsiderar.
— ¿Puedo hablar con franqueza, señor?
— Siempre lo haces de todas formas.
— Está intentando sabotearse a sí mismo.
Bruce se giró para mirar a Alfred, pero el mayordomo seguía mirando el armario.
— No estoy saboteándome. Estoy siendo realista. Clark está confundido. Clark está tratando de resolver sus sentimientos sobre... sobre la situación. La mejor cosa que puedo hacer es darle espacio para hacerlo sin la complicación de estar cerca de mí mientras lleva esos sentimientos sin resolver.
— ¿O está usando eso como excusa porque está demasiado asustado para decirle la verdad? — Alfred finalmente se giró, sus ojos fijos en Bruce con la fiereza de un guardián que había pasado demasiados años cuidando a un hombre autodestructivo. — Señor, si sigue castigándose a sí mismo, si sigue tratando de convertir su cobardía en sacrificio noble, terminará confesando solo para sentirse libre. No para hacer lo correcto. Solo para aliviar su propia culpa.
Bruce se quedó en silencio. Eso era lo que Alfred hacía mejor: golpear verdades que preferirías no escuchar.
— Entonces, ¿Qué se supone que debo hacer?
— La verdad, señor. La verdad clara y simple. Que usted es Bruce Wayne. Que es Batman. Que lo ha sabido todo este tiempo. Y que lo quiere de ambas formas. — Alfred regresó al armario. — Pero no de la forma que está viendo. No este juego de castigo donde se tortura a sí mismo en el proceso de confesión.
Bruce cerró los ojos.
Tenía razón, por supuesto. Alfred casi siempre tenía razón.
Porque eso era exactamente lo que Bruce había estado planeando. Había estado planeando esta confesión como si fuera una penitencia, como si al admitir que había estado guardando su identidad del vigilante nocturno en secreto, al exponer toda su cobardía de no haber dicho nada, pudiera de alguna manera limpiar la pizarra. Como si el sufrimiento de Clark en el proceso de entender las mentiras de Bruce pudiera, de alguna manera, equilibrar la ecuación.
Era la cobardía de Bruce disfrazada como sacrificio.
Y Alfred lo había visto a través de eso en aproximadamente treinta segundos.
— Necesito hacer esto diferente — dijo Bruce finalmente, abriendo los ojos. — Necesito que sea sobre darle a Clark la oportunidad de elegir sabiendo todo. No sobre mi redención.
— ¿Cómo, señor?
— Lo contactaré como Batman. Hoy. Esta noche. Le diré que necesito hablar con él en el muelle. Y allí, sin la barrera de Bruce Wayne, sin el playboy, sin todas las máscaras que he construido, le diré quién soy realmente. Que Bruce y Batman son la misma persona. Que lo he sabido todo este tiempo. Y que lo amo. De ambas maneras.
Alfred asintió lentamente.
— Es un riesgo, señor.
— Lo es.
— ¿Y si Clark no puede perdonar las mentiras?
— Entonces habré perdido a ambos, y habré merecido perderlos. — Bruce se levantó, caminando hacia la ventana que daba a Gotham. — Pero al menos será honesto. Al menos será real.
Alfred volvió a sus tareas, pero Bruce podía ver el cambio en su expresión. Una aprobación minúscula. Apenas perceptible. Pero estaba ahí.
Daily Planet - 1:32 PM
Clark estaba en el escritorio de reportero en el Daily Planet, tratando de escribir una historia sobre nueva infraestructura en Metrópolis, cuando el comunicador de Batman vibró en su bolsillo.
No era el comunicador regular. Era el comunicador privado. El que Batman solo usaba cuando era importante.
Clark lo sacó con manos que temblaban de una forma diferente ahora. No del temblor del rechazo de Bruce, sino del temblor de algo más complicado. Anticipación. Miedo. Una sensación de que algo estaba a punto de cambiar.
Batman: Te necesito. Muelle sur. Medianoche. Tenemos que hablar.
Clark leyó el mensaje una vez. Luego otra. Y otra.
A su alrededor, el Daily Planet seguía con su rutina diaria. Reporteros escribiendo. Perry gritando órdenes. Lois mirándolo desde su escritorio con preocupación apenas contenida.
Pero Clark estaba en otra parte.
Sabía que debería ignorar esto. Sabía que debería mantener distancia de Batman, particularmente ahora cuando estaba tan claro que estaba sacrificando su relación con Bruce por algo que nunca podría tener. Un enamoramiento silencioso con un vigilante enmascarado. Una fantasía imposible.
Pero Batman lo necesitaba. Batman, quien era la única persona en su vida que lo entendía completamente, que sabía exactamente quién era Clark en todas sus formas, lo necesitaba.
Clark no podía ignorar eso.
Guardó su teléfono, buscó a Lois y Jimmy, diciéndoles que tenía que ausentarse esa noche porque tenía un "asunto de Superman" que manejar.
Lois lo miró como si pudiera ver directamente a través de él, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo y lo desaprobara completamente.
— No hagas nada estúpido — dijo simplemente.
— No lo haré.
Pero ambos sabían que era una mentira.
Clark fue a casa, intentó ocuparse de cosas mundanas, fracasó. Pasó las horas hasta la medianoche revolviendo mentalmente, pensando en Batman, pensando en Bruce, pensando en la forma en que su vida había llegado a este punto donde no podía tener a ninguno sin destruir su relación con el otro.
Y mientras el reloj se acercaba a la medianoche, Clark hizo una decisión.
Iba a ir al muelle. Iba a ver a Batman. Y iba a ser honesto sobre sus sentimientos. Que quería a Batman en una forma que no sabía cómo nombrar. Que sabía que probablemente no era mutuo. Que necesitaba al menos decirlo una vez antes de que esto lo consumiera por completo.
Se vistió lentamente, volando hacia Gotham bien antes de la medianoche, posándose en un techo cercano al muelle sur, esperando, su corazón martilleando un ritmo que podría haber sido miedo o anticipación o ambos.
Y en algún lugar de Gotham, Batman estaba haciendo exactamente lo mismo.
Esperando. Temblando ligeramente. Preparándose para destruir y reconstruir todo con la verdad que no podía guardar por más tiempo.
Chapter 28: ¿Poliamor?
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
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Clark Kent, vestido como Superman, estaba de pie en el borde del muelle, mirando hacia el agua oscura que se extendía frente a él como un espejo roto. Las luces de la ciudad se reflejaban en la superficie en fragmentos distorsionados, naranjas y rojos y verdes que temblaban con cada pequeña ola. Era casi hermoso, si ignorabas el hecho de que probablemente había al menos tres cadáveres diferentes en el fondo de ese río y suficiente contaminación química como para crear una nueva especie de pez mutante.
Pero Clark no estaba pensando en la subjetiva belleza del paisaje. No estaba pensando en la contaminación. No estaba pensando en nada coherente, realmente, porque su mente era un desastre absoluto de pensamientos que se perseguían unos a otros en círculos cada vez más pequeños hasta que todo lo que quedaba era un zumbido constante de ansiedad.
Había llegado temprano. Veinte minutos temprano, para ser exactos, porque Superman nunca llegaba tarde a nada y Clark Kent había heredado esa puntualidad obsesiva incluso cuando no llevaba la capa puesta. Se había posicionado exactamente donde Batman le había dicho, en el punto más alejado del muelle donde las tablas de madera crujían bajo su peso de una manera que habría sido preocupante para cualquier persona normal, pero que para Clark era solo otro recordatorio de cuán fuera de lugar estaba en este mundo construido para seres más frágiles.
Su capa ondeaba detrás de él, azotada por el viento que venía del agua. Normalmente le gustaba ese sonido, el chasquido rítmico de la tela pesada moviéndose, pero esta noche cada movimiento de su capa sonaba como un látigo, como una advertencia, como el universo diciéndole que estaba a punto de cometer un error monumental.
Clark había pasado las últimas seis horas tratando de descifrar qué iba a decirle a Batman cuando llegara. Había ensayado al menos veintisiete versiones diferentes de la conversación en su cabeza, cada una más desastrosa que la anterior. En algunas versiones, era directo y honesto: "Batman, creo que estoy desarrollando sentimientos por ti que van más allá de la amistad profesional y necesito ser transparente al respecto porque también estoy saliendo con alguien más y no quiero ser esa persona que juega con las emociones de dos personas simultáneamente."
En otras versiones, era más sutil: "He estado pensando en nuestra dinámica últimamente y me pregunto si deberíamos establecer algunos límites más claros sobre..."
Y en las versiones más cobardes, simplemente no decía nada. Solo escuchaba lo que Batman tenía que decir, asentía en los lugares apropiados, y luego volaba de regreso a Metrópolis sin haber resuelto absolutamente nada.
Pero todas esas versiones ensayadas se habían evaporado de su mente en el momento en que escuchó los pasos.
No eran los pasos de Batman. Clark conocía los pasos de Batman íntimamente ahora, después de semanas de patrullas nocturnas juntos. Batman se movía como un felino, cada paso colocado con precisión deliberada para minimizar el sonido, el peso distribuido de tal manera que las tablas del muelle apenas se quejarían bajo él. Batman era silencio en movimiento, era la ausencia de sonido hecha persona.
Estos pasos eran diferentes. Estos pasos eran más pesados, menos cuidadosos, el sonido de zapatos caros golpeando madera vieja con la confianza de alguien que no necesitaba esconderse. Eran los pasos de alguien que caminaba como si fuera dueño del mundo, o al menos de esta parte particular de Gotham.
Clark sintió algo frío y pesado asentarse en su estómago.
No se giró inmediatamente. Se quedó mirando el agua, su súper audición rastreando cada matiz de esos pasos que se acercaban. Podía escuchar el ritmo específico: paso, paso, pausa, paso, paso. Podía escuchar la respiración de la persona, controlada pero ligeramente acelerada, como si hubiera estado caminando rápido o estuviera nervioso o ambas cosas. Podía escuchar el roce de tela cara contra tela cara, el susurro de un abrigo moviéndose con cada zancada.
Y podía escuchar el latido del corazón.
Ese latido específico que Clark había memorizado sin darse cuenta durante las últimas semanas. El ritmo que había estado presionado contra su pecho hace apenas dos noches, cuando todo era perfecto y complicado y completamente abrumador.
El corazón de Bruce Wayne.
El mundo se inclinó ligeramente en su eje.
Clark se giró lentamente, cada músculo de su cuerpo tenso como un cable de acero a punto de romperse. Sus ojos, que podían ver a través de paredes y detectar amenazas a kilómetros de distancia, se enfocaron en la figura que emergía de las sombras del almacén cercano.
Bruce Wayne caminaba hacia él con las manos metidas en los bolsillos de un abrigo largo y oscuro que probablemente costaba más que el salario anual de Clark como reportero. Debajo del abrigo llevaba un suéter de cuello alto negro y pantalones oscuros, toda su estética gritando "millonario casual" de una manera que debería haber sido ridícula pero que de alguna manera funcionaba perfectamente en él. Su cabello estaba despeinado por el viento, cayendo sobre su frente de esa manera que siempre hacía que Clark quisiera pasar sus dedos a través de él y arreglarlo, o arruinarlo más, dependiendo del contexto.
Pero lo que más llamó la atención de Clark fue la expresión en el rostro de Bruce. No era la sonrisa de playboy que Bruce usaba en las galas benéficas. No era la máscara de indiferencia que usaba en las reuniones de negocios. Era algo más crudo, más vulnerable, algo que se parecía peligrosamente a miedo mezclado con determinación.
Bruce se detuvo a unos tres metros de distancia, sus ojos recorriendo a Clark de arriba a abajo en una evaluación que se sentía tanto como admiración como inventario. Su mirada se detuvo en el escudo en el pecho de Clark, en la capa que seguía ondeando dramáticamente detrás de él, en las botas rojas que de repente se sentían absurdamente llamativas bajo el escrutinio de Bruce.
El corazón de Clark, que normalmente latía con un ritmo constante y controlado porque era alíen y su fisiología era inherentemente estable, comenzó a acelerarse. No de la manera suave en que normalmente se aceleraba cuando estaba volando a máxima velocidad o levantando algo increíblemente pesado. Sino de una manera caótica, errática, como si su corazón hubiera olvidado repentinamente cómo funcionar correctamente.
Boom. Boom. Boom-boom. Boom.
Podía escuchar su propio pulso en sus oídos, un trueno constante que ahogaba todo lo demás. Podía sentir la sangre corriendo por sus venas con una urgencia que no tenía sentido porque no estaba en peligro físico, no estaba peleando contra un villano, no estaba salvando a nadie de un edificio en llamas.
Pero su cuerpo actuaba como si estuviera en la situación más peligrosa de su vida.
Porque Bruce estaba aquí. Bruce Wayne estaba aquí, en el muelle sur de Gotham, a medianoche, donde se suponía que Batman debía encontrarse con Superman. Y las implicaciones de eso eran...
El cerebro de Clark, que normalmente podía procesar información a velocidades sobrehumanas, tartamudeó como una computadora vieja tratando de ejecutar demasiados programas a la vez.
Bruce conoce a Batman. Bruce es amigo de Batman. Batman le contó a Bruce sobre... sobre lo que sea que hay entre nosotros. Y Bruce está aquí porque...
La primera conclusión a la que saltó la mente de Clark fue tan absurda, tan ridícula, tan completamente sacada de una comedia romántica terrible, que casi se rió en voz alta.
Es una emboscada.
La imagen apareció en su mente con una claridad cinematográfica: Bruce y Batman sentados en algún bar oscuro de Gotham, compartiendo whiskey caro, comparando notas sobre el alíen que aparentemente había estado coqueteando con ambos simultáneamente.
Batman diciendo algo como "Y entonces sostuvo mi mano en el tejado durante horas" y Bruce respondiendo "Bueno, yo tuve sexo con él que duró toda la noche, así que claramente soy el favorito."
Y ambos llegando a la conclusión de que necesitaban confrontar a Superman juntos, presentar un frente unido, exigir explicaciones sobre por qué Clark Kent pensaba que podía tener algo con dos personas diferentes al mismo tiempo.
Era como esa película que Lois lo había obligado a ver hace unos meses, donde tres mujeres descubrían que todas estaban saliendo con el mismo hombre y se unían para vengarse de él. Excepto que en este caso, Clark era el infiel accidental y Bruce y Batman eran las víctimas traicionadas preparándose para hacerle pagar.
El pánico se instaló en el pecho de Clark como un animal vivo, arañando y mordiendo desde adentro. Sus manos, que normalmente eran tan estables que podía realizar cirugía con visión de calor si fuera necesario, comenzaron a temblar ligeramente a los costados.
Voy a perder a ambos. Voy a perder a Bruce y voy a perder a Batman y es completamente mi culpa porque fui lo suficientemente estúpido como para pensar que podía tener sentimientos por dos personas diferentes sin que estallara en mi cara.
Bruce dio otro paso adelante, acortando la distancia entre ellos a menos de dos metros. Lo suficientemente cerca para que Clark pudiera ver las líneas finas alrededor de sus ojos, las sombras debajo de ellos que sugerían que Bruce tampoco había dormido bien últimamente. Lo suficientemente cerca para que Clark pudiera oler esa colonia amaderada que había llegado a asociar con seguridad y deseo y todas las cosas complicadas que no sabía cómo nombrar.
Y entonces Bruce sonrió.
No fue la sonrisa completa y devastadora que usaba cuando quería seducir a alguien. Fue algo más pequeño, más genuino, algo que alcanzaba sus ojos y los hacía brillar incluso bajo la pobre iluminación del muelle. Fue el tipo de sonrisa que alguien da cuando está genuinamente feliz de ver a otra persona, incluso en medio de circunstancias complicadas.
Bruce levantó una mano, alcanzando hacia el pecho de Clark, y Clark se congeló completamente. Cada músculo de su cuerpo se tensó, preparándose para... ¿qué? ¿Un golpe? ¿Un empujón? ¿Kryptonita escondida en el bolsillo de Bruce?
Pero lo que Bruce hizo fue mucho más devastador que cualquiera de esas opciones.
Con movimientos deliberadamente lentos, Bruce pasó su pulgar sobre el escudo en el pecho de Clark, justo encima de la "S", como si estuviera limpiando una mancha invisible. Sus dedos se demoraron ahí, trazando el borde del símbolo con una reverencia que hizo que algo en el estómago de Clark diera un vuelco.
Era una excusa. Clark lo sabía. No había ninguna mancha en su traje. El traje de Superman estaba limpio perfectamente gracias a su madre. Pero Bruce estaba tocándolo de todas formas, encontrando razones para cerrar esa distancia, para hacer contacto, como si necesitara la confirmación física de que Clark era real y estaba realmente ahí.
El toque fue suave, casi tentativo, completamente diferente de la forma en que Bruce lo había tocado hace dos noches cuando todo era hambre y urgencia y necesidad desesperada. Esto era gentil. Esto era cuidadoso. Esto era el toque de alguien manejando algo precioso que temía romper.
Y eso, más que cualquier otra cosa, fue lo que rompió el silencio tenso.
Porque Clark no podía soportarlo. No podía soportar que Bruce lo tocara así, con tanto cuidado, cuando Clark sabía que estaba a punto de destrozar cualquier confianza que hubieran construido. No podía soportar la idea de que Bruce pensara que Clark era alguien digno de gentileza cuando había estado siendo tan criminalmente egoísta con los sentimientos de todos.
Las palabras salieron de Clark en una avalancha, atropellándose unas a otras en su prisa por escapar.
— Lo siento. — Su voz salió más aguda de lo normal, rota en los bordes por el pánico. — Lo siento mucho, Bruce, juro que nunca quise que esto sucediera, que nunca planeé... No soy esa persona, ¿está bien? No soy el tipo de persona que juega con las emociones de dos personas al mismo tiempo. Fue solo... fue un toque de manos. Literalmente solo eso. Estábamos sentados en un tejado y nuestras manos se tocaron y yo... yo no debería haber permitido que sucediera pero sucedió y lo siento tanto.
Clark estaba hablando demasiado rápido, usando esa super velocidad que normalmente reservaba para situaciones de emergencia, pero esto se sentía como una emergencia. Se sentía como el fin del mundo. Se sentía como si cada palabra que no dijera inmediatamente fuera a explotar dentro de él y destruir cualquier posibilidad de arreglar esto.
— No quiero arruinar lo que tenemos. — continuó, sus manos moviéndose frenéticamente mientras hablaba, gesticulando hacia Bruce, hacia el muelle, hacia el universo en general como si pudiera de alguna manera indicar físicamente la magnitud de su arrepentimiento. — Lo que sea que tengamos, o tuvimos, o... Dios, ni siquiera sé en qué tiempo verbal usar porque cancelaste la cita y pensé que eso significaba que habíamos terminado pero ahora estás aquí y yo...
Se detuvo, inhalando bruscamente, su pecho subiendo y bajando con respiraciones que no necesitaba pero que su cuerpo pedía de todos modos porque el pánico no respetaba la biología alienígena.
— Vine aquí para terminar las cosas con Batman. — Las palabras salieron como una confesión, rápidas y desesperadas. — Eso es lo que iba a hacer. Iba a decirle que no podía... que no podíamos... porque tú. Por ti. Porque quiero estar contigo y solo contigo y pensé que si era honesto con Batman sobre eso, entonces tal vez podríamos... tal vez tú y yo podríamos...
Se desmoronó, las palabras muriendo en su garganta porque ¿Cómo se suponía que debía terminar esa oración? ¿"Tal vez tú y yo podríamos intentarlo de nuevo"? ¿"Tal vez podrías perdonarme por ser un desastre emocional"? ¿"Tal vez podrías aceptar que vine aquí a romperle el corazón a alguien más para poder estar contigo"?
Bruce lo miraba con una expresión que Clark no podía descifrar. Su mano todavía descansaba en el pecho de Clark, los dedos presionados contra el escudo como si estuviera tomando el pulso de Superman a través del símbolo. Sus cejas estaban ligeramente fruncidas, su cabeza inclinada en ese ángulo que usaba cuando estaba procesando información nueva y tratando de encajarla en el marco más grande de lo que ya sabía.
Y entonces Bruce habló, su voz cuidadosamente controlada de una manera que sonaba peligrosa.
— Espera. — dijo lentamente, cada palabra medida y deliberada. — ¿De qué estás hablando exactamente?
Clark parpadeó, su cerebro tartamudeando otra vez porque esa no era la respuesta que había estado esperando.
— ¿De... de lo que acabas de escuchar? — respondió, su voz subiendo al final en una pregunta porque de repente no estaba seguro de nada. — Sobre... sobre Batman y yo. Y sobre cómo vine aquí para terminar lo que sea que esté pasando entre nosotros porque no quiero ser infiel contigo.
Bruce lo miró durante un largo momento, y Clark juraría que vio algo pasar por su rostro que se parecía peligrosamente a diversión reprimida.
— ¿Piensas que viniste aquí porque Batman y yo planeamos emboscarte juntos? — preguntó Bruce, y había definitivamente un toque de humor en su voz ahora, aunque estaba tratando de ocultarlo. — ¿No pensaste que tal vez nos habíamos dado cuenta de que estabas... qué fue lo que dijiste... "jugando con las emociones de dos personas"?
Clark sintió su rostro arder.
— Yo... sí. Quiero decir, no. Quiero decir... — Se detuvo, respirando profundamente, tratando de organizar sus pensamientos en algo coherente. — Pensé que ustedes dos habían comparado notas y se habían dado cuenta de que yo estaba... de que había estado teniendo momentos románticos con ambos. Y que venían a confrontarme al respecto.
La expresión de Bruce se suavizó, esa diversión reprimida floreciendo en algo más cálido.
— Clark. — dijo, y había tanta ternura en la forma en que pronunció el nombre que hizo que algo en el pecho de Clark doliera. — No te estamos emboscando. Nadie está tratando de vengarse de ti.
— ¿No? — La voz de Clark salió pequeña, esperanzada, como un niño preguntando si realmente no está en problemas después de romper el jarrón favorito de mamá.
— No. — Bruce dio otro paso más cerca, su mano todavía en el pecho de Clark, su pulgar trazando círculos lentos sobre el escudo de una manera que probablemente debería haber sido reconfortante pero que solo estaba haciendo que Clark fuera más consciente de cada punto donde sus cuerpos casi se tocaban. — Pero tenemos que hablar sobre algo.
— Sobre Batman. — Clark lo dijo como una declaración, no una pregunta, porque por supuesto tenían que hablar sobre Batman. Batman era el elefante en el muelle, el secreto que Clark había estado guardando, el desastre emocional que necesitaba ser abordado antes de que destruyera completamente cualquier posibilidad de que él y Bruce tuvieran algo real.
— Sí. — Bruce asintió lentamente. — Sobre Batman.
Clark sintió su estómago caer otra vez, ese peso frío y pesado volviendo con venganza.
— ¿Ustedes están juntos? — Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, su voz subiendo ligeramente en algo que se parecía peligrosamente a pánico. — ¿Tú y Batman? ¿Son... novios?
La expresión de Bruce se congeló, sus ojos ampliándose ligeramente en algo que era pura incredulidad. Se quedó completamente quieto por un momento, su mano todavía presionada contra el pecho de Clark, su boca ligeramente abierta como si las palabras que había estado planeando decir se hubieran evaporado completamente de su cerebro.
Y entonces, en un susurro apenas audible que Clark solo pudo escuchar debido a su súper audición, Bruce murmuró:
— ¿Cómo puedes ser tan increíblemente denso y adorable al mismo tiempo?
Clark no estaba seguro de haber escuchado correctamente.
— ¿Qué?
Pero Bruce estaba negando con la cabeza ahora, una risa pequeña e incrédula escapando de sus labios.
— No, Clark. Batman y yo no somos novios.
El alivio que inundó a Clark fue tan intenso que casi lo dejó sin aliento. Sus rodillas se sintieron débiles, lo cual era ridículo porque era Superman y sus rodillas no se debilitaban, pero aparentemente las emociones no respetaban la fisiología kryptoniana más que el pánico.
— Oh. — dijo, y luego, porque su cerebro estaba claramente roto y no podía dejar de procesar las implicaciones de lo que Bruce acababa de decir — Oh. Eso es... eso es bueno. Eso es realmente bueno.
Y entonces su cerebro, porque aparentemente esta noche estaba determinado a hacer que Clark se avergonzara de cada palabra que salía de su boca, hizo una conexión que lo hizo hablar sin pensar.
— Espera. — dijo lentamente, sus ojos ampliándose mientras la realización lo golpeaba. — Si ustedes no están juntos, entonces eso significa... ¿Estás diciendo que podría tener a ambos?
Bruce parpadeó.
— ¿Qué?
Pero Clark estaba en un rollo ahora, su cerebro saltando tres pasos adelante porque había encontrado una solución al problema que lo había estado atormentando durante semanas y no podía dejar de perseguir esa línea de pensamiento hasta su conclusión lógica.
— Quiero decir, si tú y Batman no están juntos, pero ambos están... interesados en mí. — Las palabras salían cada vez más rápido, atropellándose unas a otras mientras Clark trataba de articular el concepto que estaba tomando forma en su mente. — Entonces técnicamente no sería infiel si saliera con ambos, ¿verdad? Si todos lo sabemos y todos estamos de acuerdo con ello. Eso es... eso es una relación poliamorosa, creo. Lois mencionó algo sobre eso una vez cuando estábamos viendo ese documental sobre...
Se detuvo, dándose cuenta de repente de lo que estaba diciendo, de lo que estaba sugiriendo, y sintió su rostro arder con una intensidad que rivalizaba con su visión de calor.
— No es que tenga experiencia con eso, jamás tuve ni tendré un harem. — añadió rápidamente, su voz subiendo otra octava en su pánico. — De hecho, no tengo absolutamente ninguna experiencia con relaciones poliamorosas y probablemente lo arruinaría completamente porque ni siquiera puedo manejar apropiadamente una relación con una persona sin huir en la mañana como un cobarde, así que imagina lo desastroso que sería con dos personas y...
Seguía hablando, las palabras saliendo en un torrente imparable, y en algún lugar en el fondo de su mente Clark sabía que necesitaba detenerse, que estaba cavando un hoyo cada vez más profundo, que cada palabra que decía estaba haciendo que esto fuera más humillante.
— Y honestamente no sabría cómo funciona la logística. — continuó, porque aparentemente su boca había decidido operar de forma independiente de su cerebro. — Como, ¿nos turnaríamos? ¿Habría un calendario? Y en términos de... ya sabes... actividades adultas... ¿sería solo de a dos o los tres juntos? Porque no estoy seguro de cómo me siento sobre eso último y definitivamente necesitaría que ustedes me guiaran porque nunca he...
— Clark.
Bruce dijo su nombre con firmeza, cortando el torrente de palabras, y había algo en su tono que hizo que Clark cerrara la boca inmediatamente.
Y entonces Bruce se acercó, cerrando esos últimos centímetros de distancia entre ellos, su mano deslizándose desde el pecho de Clark hasta su mejilla, acunando su rostro con una gentileza que hizo que el corazón de Clark se saltara un latido.
— Necesitas callarte ahora. — murmuró Bruce, y antes de que Clark pudiera procesar esas palabras, antes de que pudiera siquiera pensar en una respuesta, Bruce lo besó.
No fue como los besos que habían compartido hace dos noches en la mansión Wayne. No fue hambriento o desesperado o lleno de esa urgencia que había hecho que ambos olvidaran sus nombres. Esto fue diferente. Esto fue suave, deliberado, el tipo de beso que alguien da cuando está tratando de comunicar algo que las palabras no pueden capturar.
Los labios de Bruce eran cálidos contra los suyos, moviéndose con una seguridad que contrastaba completamente con el caos que había sido la última media hora. Su otra mano se había movido a la nuca de Clark, dedos enredándose en su cabello, manteniendo a Clark en su lugar como si temiera que fuera a huir otra vez.
Clark se quedó completamente quieto por un momento, su cerebro tratando de ponerse al día con lo que estaba sucediendo. Bruce lo estaba besando. En el muelle. Vestido como Superman. Después de que Clark acabara de sugerir accidentalmente que quería tener una relación poliamorosa con Bruce y Batman.
Y entonces su cerebro dejó de funcionar por completo y Clark se rindió, sus ojos cerrándose, su cuerpo derritiéndose en el beso. Sus manos se movieron instintivamente a la cintura de Bruce, atrayéndolo más cerca, y algo en su pecho que había estado apretado y doloroso durante días finalmente se aflojó.
El beso fue perfecto. Fue tranquilo de una manera que Clark no había experimentado en semanas, como si Bruce estuviera deliberadamente desacelerando todo, sacando a Clark de su espiral de pánico y anclándolo de vuelta a este momento, a este lugar, a esta realidad donde Bruce Wayne lo estaba besando en un muelle de Gotham a medianoche.
Cuando Bruce finalmente se separó, Clark se dio cuenta de que su mente estaba completamente en blanco. No había pensamientos racionales. No había pánico. No había ese torrente constante de preocupación que normalmente llenaba cada segundo de su existencia. Solo había una especie de calma atontada, como si Bruce hubiera alcanzado dentro de su cabeza y presionado un botón de reinicio.
— Mejor. — murmuró Bruce, sus labios todavía a centímetros de los de Clark, su aliento cálido rozando la piel sensible ahí. — Mucho mejor.
Clark parpadeó lentamente, tratando de recordar cómo funcionaba el lenguaje.
— Yo... uh...
— Shhh. — Bruce presionó un dedo suavemente contra los labios de Clark, y había algo casi juguetón en el gesto que hizo que Clark quisiera sonreír a pesar de la confusión que todavía giraba en su cabeza. — Ahora es mi turno de hablar. ¿Puedes hacer eso? ¿Puedes quedarte callado y dejarme terminar una oración completa sin interrumpir?
Clark asintió, no confiando en su voz para formar palabras coherentes.
— Bien. — Bruce dejó caer su mano, pero mantuvo la otra en la mejilla de Clark, su pulgar trazando círculos lentos que estaban haciendo muy difícil que Clark se concentrara en cualquier cosa que no fuera ese toque. — Porque hay algo que necesito decirte. Un secreto.
La seriedad en el tono de Bruce hizo que algo de la claridad mental de Clark regresara. Se quedó quieto, sus ojos enfocándose en el rostro de Bruce, viendo la forma en que la mandíbula de Bruce se tensaba, como si estuviera preparándose para algo difícil.
— Es sobre Batman. — continuó Bruce, y Clark sintió su estómago caer otra vez porque por supuesto era sobre Batman. Todo siempre volvía a Batman.
Pero antes de que Bruce pudiera continuar, antes de que pudiera decir lo que sea que necesitaba decir, la boca de Clark se abrió otra vez.
— ¿Pero si estás con Batman? — Las palabras salieron en un susurro urgente, todas las piezas encajando en su mente de la única manera que tenía sentido. — ¿Ustedes son novios o no?
Bruce se quedó congelado, su expresión pasando por una serie de cambios tan rápidos que Clark casi se perdió algunos: sorpresa, incredulidad, algo que podría haber sido frustración, y luego finalmente aterrizando en algo que se parecía mucho a afecto exasperado.
— Clark. — dijo lentamente, y Clark podía escuchar el esfuerzo que le tomaba mantener su voz tranquila. — ¿Acabas de preguntarme eso mismo hace literalmente tres minutos?
— Yo... sí. — Clark sintió su rostro arder otra vez. — Pero pensé que tal vez estabas mintiendo para protegerme de la verdad. O que tal vez te había entendido mal. O que...
— Grandísimo menso.
Las palabras fueron dichas con tanta ternura que quitaron cualquier aguijón que pudieran haber tenido. Bruce estaba sonriendo ahora, esa sonrisa pequeña y genuina que hacía que sus ojos brillaran, y Clark no entendía por qué Bruce estaba sonriendo cuando todo esto era tan terrible y confuso.
Y entonces el cerebro de Clark hizo otra conexión, saltando a una conclusión que de repente parecía la única explicación lógica para por qué Bruce estaba aquí, por qué lo estaba mirando así, por qué todo esto estaba sucediendo.
— Ohhh. — El sonido salió largo y arrastrado mientras la realización se asentaba. — Oh. Menos mal.
Bruce levantó una ceja.
— ¿Menos mal qué?
— Pensé que me iban a matar. — Clark dejó escapar una risa que bordeaba lo histérico. — O al menos regañarme severamente. Pero si tú y Batman son novios y ambos están interesados en mí, entonces eso significa que no estoy siendo infiel sentimentalmente. Es solo... es poliamoroso desde el principio.
Hizo una pausa, su cerebro procesando las implicaciones más profundas de esto.
— Espera. — dijo lentamente, sus ojos ampliándose. — Eso significa que voy a tener dos novios.
Las palabras colgaron en el aire entre ellos, y Clark pudo ver el momento exacto en que Bruce se dio cuenta de que esto iba a ser aún más difícil de explicar de lo que había anticipado.
— Clark, no... — empezó Bruce, pero Clark estaba en un rollo otra vez, su mente corriendo con esta nueva información, explorando cada posible ramificación.
— Eso va a ser muy caliente. — dijo Clark, y no pretendía decirlo en voz alta, no pretendía que esa particular línea de pensamiento escapara de su cerebro y entrara en el mundo real, pero ahí estaba, flotando entre ellos como evidencia física de cuán completamente roto estaba el filtro entre el cerebro y la boca de Clark.
— Quiero decir. — continuó, porque aparentemente no había aprendido nada de los últimos veinte minutos de vergüenza autoinfligida. — No es que tenga experiencia con ese tipo de... configuración. Pero en teoría, suena... interesante. Desde una perspectiva puramente académica.
Se detuvo, dándose cuenta de que estaba cavando el hoyo aún más profundo.
— No académica. Esa es la palabra equivocada. Más como... exploratorio. Aunque eso suena raro también. — Su voz se estaba volviendo más aguda con cada palabra, el pánico comenzando a filtrarse otra vez. — Lo que quiero decir es que nunca he estado en una situación donde hay tres personas involucradas y no estoy seguro de cómo funcionaría la dinámica, especialmente durante actividades más... íntimas. ¿Hay reglas? ¿Necesitamos establecer límites? ¿Cómo funciona el turno de...?
Se detuvo abruptamente, su cerebro finalmente alcanzando a su boca y dándose cuenta de lo que estaba diciendo.
— Oh Dios. — murmuró, cubriéndose el rostro con ambas manos. — Estoy hablando sobre logística sexual con mi... con mis... con ustedes dos.
Podía sentir el calor radiando de su rostro, probablemente brillando lo suficientemente rojo como para ser visible desde el espacio. Bajo sus palmas, podía escuchar el sonido de su propia respiración acelerada, mezclándose con el latido errático de su corazón que había decidido que esta era una situación de vida o muerte y estaba actuando en consecuencia.
Y entonces escuchó otro sonido. Algo bajo y resonante que tomó a su cerebro un momento completo procesar.
Bruce se estaba riendo.
No era una risa completa y descontrolada. Era más suave que eso, más contenida, pero era definitivamente risa. Clark podía escuchar la forma en que el pecho de Bruce se movía, el aire saliendo en pequeñas exhalaciones que vibraban con diversión apenas reprimida.
Clark bajó sus manos lentamente, mirando a Bruce a través de sus dedos como un niño que había sido atrapado haciendo algo vergonzoso.
Bruce estaba sonriendo ahora, una sonrisa completa que transformaba todo su rostro. No era la sonrisa de playboy que usaba en público. Era algo más real, más desinhibido, el tipo de sonrisa que alcanzaba sus ojos y los hacía brillar incluso bajo la pobre iluminación del muelle.
— Eres. — Bruce se detuvo, negando con la cabeza como si no pudiera encontrar las palabras correctas. — Eres absolutamente extraordinario, ¿lo sabías?
Clark no estaba seguro de cómo responder a eso, así que simplemente se quedó ahí, sus manos todavía medio cubriendo su rostro, sintiéndose expuesto y vulnerable de maneras que no tenían nada que ver con su fuerza física o falta de ella.
Bruce alcanzó, tirando suavemente de las muñecas de Clark para bajar sus manos completamente. Sus dedos se enroscaron alrededor de las muñecas de Clark, sosteniéndolas con una firmeza que era tanto reconfortante como posesiva.
— Clark. — dijo, y había algo en su tono que hizo que Clark se quietara completamente, toda su atención enfocándose en Bruce. — Necesito que escuches muy cuidadosamente lo que estoy a punto de decir. ¿Puedes hacer eso?
Clark asintió, no confiando en su voz.
— No vas a tener dos novios. — Bruce habló lentamente, deliberadamente, como si estuviera explicando algo a alguien que había sufrido un trauma craneal. — Porque Batman y yo no somos dos personas diferentes.
El cerebro de Clark tartamudeó.
— ¿Qué?
— Dios. — Bruce murmuró, y Clark no estaba seguro de si era una maldición o una plegaria. — Está bien. Voy a decir esto de la manera más clara y directa posible porque aparentemente las sutilezas no están funcionando.
Tomó una respiración profunda, sus manos todavía sosteniendo las muñecas de Clark, sus ojos fijos en los de Clark con una intensidad que habría sido intimidante si no fuera por la calidez subyacente que Clark podía ver ahí.
— Clark Kent. — dijo Bruce, cada palabra pronunciada con precisión deliberada. — Yo soy Batman.
El mundo se detuvo.
No metafóricamente. Para Clark, que podía percibir el mundo en super velocidad cuando necesitaba, el momento se estiró y se expandió hasta que cada segundo se sentía como una hora. Podía escuchar cada sonido con claridad cristalina: el chapoteo del agua contra los pilotes del muelle, el distante sonido de tráfico de la ciudad, el batir de alas de una gaviota que pasaba sobre ellos, el ritmo constante del corazón de Bruce.
El corazón de Bruce.
Que sonaba exactamente como el corazón de Batman.
Porque eran el mismo corazón. La misma persona. El mismo...
— ¿Qué? — La palabra salió de Clark como un susurro, apenas audible incluso para sus propios oídos.
Notes:
Hey, gracias por leer, no olviden dejar kudos y comentar si les está gustando! las tkm <3
Chapter 29: Honestidad cruel.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Bruce no repitió. Solo esperó, sus ojos todavía fijos en Clark, observando mientras Clark procesaba, mientras las piezas comenzaban a encajar de maneras que debían haber sido obvias desde el principio pero que Clark había sido demasiado denso o demasiado asustado o demasiado completamente cegado por sus propios sentimientos para ver.
La altura.
Bruce y Batman tenían la misma altura, el mismo cuerpo, la misma forma de moverse cuando pensaban que nadie estaba mirando.
La voz.
Sí, Batman usaba una voz más ensayada, pero había momentos, momentos raros cuando Batman estaba cansado o herido o simplemente no estaba pensando, donde el tono se deslizaba y sonaba como...
Sonaba como Bruce.
Las manos.
Clark había sostenido ambos pares de manos, había sentido los callos en los mismos lugares, la forma en que los dedos se curvaban, la fuerza específica en el agarre.
El olor.
Incluso a través del cuero y el kevlar de la armadura de Batman, había momentos donde Clark podía captar un olor débil a colonia amaderada, la misma colonia que Bruce usaba.
Sus latidos...
Los moretones.
Oh Dios, los moretones.
Clark se acordó de esa noche en la mansión Wayne, cómo Bruce había insistido en mantener la camisa puesta incluso mientras hacían el amor. En ese momento, Clark lo había atribuido a una preferencia personal, o tal vez a inseguridad, o a cualquier número de razones que su cerebro ocupado en otras cosas había aceptado sin cuestionar.
Pero Bruce había estado escondiendo moretones. Moretones de pelear crimen. Moretones de ser Batman.
— No. — Clark dijo en voz alta, negando con la cabeza porque esto no podía ser real. — No, eso es... no tiene sentido.
— Tiene perfecto sentido. — La voz de Bruce era tranquila, paciente, como si estuviera hablando con alguien al borde de un colapso. — Si te detienes a pensarlo por más de tres segundos, tiene el perfecto sentido.
Pero Clark no quería detenerse y pensarlo. Clark quería que esto fuera una broma, una mentira elaborada, cualquier cosa excepto la verdad porque si era la verdad entonces eso significaba...
Eso significaba que no había estado enamorándose de dos personas diferentes.
Había estado enamorándose de la misma persona desde dos ángulos diferentes.
Había estado torturándose sobre una elección que nunca había necesitado hacer porque no había elección. Solo había Bruce. Solo había Batman. Solo había un hombre que aparentemente había decidido que era buena idea dejar que Clark se retorciera en culpa y confusión en lugar de simplemente decir "Oye, por cierto, soy el vigilante nocturno con el que has estado patrullando."
Y con esa realización vino algo más. Algo frío y asqueroso que se asentó en el estómago de Clark como una piedra.
El silencio que siguió a las palabras de Bruce fue el tipo de silencio que tiene peso. Tiene densidad. Es casi físico, como si alguien hubiera extraído todo el aire de la atmósfera y dejara solo el vacío.
Clark no habló. No se movió. Solo quedó ahí, con los ojos fijos en Bruce, mientras su cerebro intentaba forzar las piezas a encajar en un patrón que le estaban gritando que era verdad pero que él se negaba a aceptar porque aceptarla significaba que todo, literalmente todo, había sido una mentira.
Tres días. Recordaba que Bruce había dicho saber desde tres días después de que Superman apareciera en Metrópolis quien era el. Lo que significaba que Bruce lo sabía desde el primer vuelo. Desde las primeras semanas, cuando Clark todavía estaba aprendiendo a volar y combatir amenazas al mismo tiempo sin destruir accidentalmente edificios. Desde el momento en que Clark era un extraño asustado tratando de cuidar un planeta entero ofreciendo su vida para la humanidad.
Bruce lo había sabido. Batman lo había sabido.
Habían sido la misma persona todo el tiempo.
Clark retrocedió. No fue un movimiento dramático ni rápido. Fue deliberado, lento, como si su cuerpo necesitara procesar cada centímetro de distancia entre él y Bruce. Sus talones rasgaron las tablas viejas del muelle, el sonido crudo en la noche. Pasó uno, dos, tres pasos hacia atrás antes de que sus rodillas amenazaran con ceder.
— No. — La palabra salió de su garganta como algo que necesitaba vomitar. — No, no, no.
— Clark-
— ¿Siempre? — interrumpió Clark, su voz subiendo, quebrándose en los bordes. — ¿Desde la gala? ¿Desde el primer beso en ese sofá? ¿Desde la maldita noche anterior cuando me dijiste que no confiabas en nadie, Bruce? ¿Siempre lo supiste y jamás te atreviste a decirme?
Su cabeza estaba dando vueltas. Literalmente girando, como si el muelle se estuviera moviendo bajo sus pies. Clark extendió una mano para estabilizarse, pero no había nada ahí, solo aire, solo el vacío del agua negra varios metros abajo.
— Todo. — murmuró, más para sí mismo que para Bruce. — Estuvo todo ahí. La altura. La forma en que se movía. Esa colonia de mierda que huele a Gotham y a... a ti.
Pasó una mano por su cabello, tirando de él con una fuerza que habría desprendido mechones en un humano normal pero que solo le dejó los dedos temblando en su cuero cabelludo.
— Me mentiste. — Clark levantó la vista, sus ojos encontrando los de Bruce, y había algo en su expresión que hizo que Bruce retrocediera un paso. Furia. Pero no la furia limpia de alguien simplemente enojado. Era la furia despedazada de alguien que se sentía traicionado en formas tan profundas que ni siquiera sabía cómo procesarla. — No me mentiste una vez, Bruce. Me mentiste todos los días. Cada. Maldito. Día.
Bruce abrió la boca, pero Clark no le dio la oportunidad de hablar. Las palabras salieron en un torrente, cada una más filuda que la anterior.
— En la gala, cuando me besaste, ¿Era tu plan de contingencia? ¿Fue solo un experimento? ¿"Veamos cuánto tiempo tarda Superman en darse cuenta de que el playboy millonario y el vigilante nocturno son la misma persona"? ¿Fue un juego para ti?
— No. — Bruce negó con la cabeza, su voz controlada pero con algo quebrándose justo debajo de la superficie. — Clark, eso nunca fue un juego.
— Entonces, ¿Qué fue? — Clark dio un paso adelante ahora, su dolor transformándose en algo más afilado, más urgente. — ¿Caridad? ¿Curiosidad? ¿Querías ver si podías hacer que el Hombre de Acero se enamorara de dos versiones de ti simultáneamente?
— Eso no es justo.
— ¿Justo? — La palabra salió como una risa quebrada. — Hablemos de lo que es justo, Bruce. Es justo que le digas a alguien que eres dos personas diferentes. Es justo que le des la posibilidad de elegirte sabiendo quién eres. Es justo que no lo dejes en la oscuridad, preguntándose si está perdiendo la cabeza, si está siendo infiel sin saberlo, si el hombre que ama en un tejado es la misma persona que lo sostuvo en su cama.
Bruce intentó acercarse, pero Clark levantó una mano, deteniendolo.
— No. Tú hablas. — ordenó Clark, y había tal autoridad en su voz que incluso Bruce, acostumbrado a controlar situaciones, se quedó quieto. — Quiero escuchar por qué. Quiero escuchar por qué decidiste por mí. Por qué pensaste que tenías el derecho de guardar eso.
Bruce respiró profundamente. Su mandíbula se tensó, y cuando habló, su voz fue cuidadosamente controlada, cada palabra medida como si las estuviera levantando del fondo de un pozo.
— Porque tenía miedo.
Fue tan simple, tan desnudo en su honestidad, que Clark no supo qué hacer con eso. Se quedó esperando más, pero Bruce solo lo miraba con esos ojos azules que Clark había llegado a amar en dos formas diferentes, y la combinación de eso, la realización de que solo eran unos ojos, los mismos ojos, lo golpeó como una onda expansiva.
— Tenía miedo — continuó Bruce, y su respiración era más difícil ahora, como si estuviera forzando las palabras a salir a través del pánico — de que si sabías que era Batman, que si entendías realmente lo que Batman es, lo que Batman requiere... perderías parte de tu fe en mí. En... en nosotros.
Clark esperó. No dijo nada, solo lo observó, esperando que Bruce continuara porque sabía, con la misma claridad con la que podía ver a través de paredes, que había más.
— Batman no es heroísmo, Clark. — La voz de Bruce era más baja ahora, casi un susurro. — Batman es dolor convertido en acción. Batman es un niño de ocho años que vio morir a sus padres en un callejón y nunca, nunca se recuperó de eso. Batman es alguien que eligió transformar su trauma en una máscara y usarla para perseguir a otros hasta que ese miedo ya no fuera suyo, sino de ellos.
Bruce pasó una mano por su rostro, y Clark pudo ver la forma en que sus manos temblaban. Apenas. Pero estaban temblando.
— No quiero que veas cuánto de mí está hecho de culpa. — continuó Bruce. — Ni cuánto de Batman depende del odio que siento hacia mí mismo. Porque si lo vieras, si realmente lo vieras... no creo que pudieras amarlo.
— Eso no te corresponde decidir. — La voz de Clark era puro hielo. — No te corresponde decidir por mí qué puedo o no puedo amar.
— Lo sé.
— ¿Lo sabes? — Clark se rió, un sonido que sonaba como vidrio rompiéndose en su propia garganta. — No, no lo sabes. Porque si lo supieras, me lo habrías dicho. Hace semanas. Hace meses. En lugar de jugar conmigo como si fuera un juguete que podías manipular desde dos ángulos diferentes.
— Clark-
— Espera. — Clark levantó la mano de nuevo. — Porque hay algo que no entiendo. Eres Batman. Eres indestructible en Gotham. Te has entrenado para ser perfecto, para ser inquebrantable, para no necesitar a nadie. Pero estoy aquí. Yo, Clark Kent, reportero promedio que no puede hacer nada más que escribir palabras en un periódico.
Se acercó, sus ojos fijos en Bruce.
— ¿Entonces por qué? ¿Por qué el hombre que dice que no confía en nadie, que dice que está solo en la oscuridad, decidió que necesitaba estar con dos versiones de la misma persona? ¿Qué hay en mí que vale la pena jugarse, Bruce? ¿O simplemente querías ver si podías hacer que Superman cayera?
— No es así. — Bruce negó con la cabeza tan violentamente que su cabello se movió. — Clark, no es así para nada. Nunca fue un juego. Es exactamente lo opuesto.
— Entonces, ¿Qué es? — gritó Clark ahora, su control deshilachándose en los bordes. — Porque de lo único que estoy seguro es de que me mentiste. De que me hiciste creer que estaba enamorándome de dos hombres diferentes, cuando todo el tiempo eras tú. Eras tú en un sofá. Eras tú en un tejado. Eras tú diciéndome que no confiabas en nadie mientras guardabas el secreto más grande de tu vida.
Bruce no respondió inmediatamente. Solo lo observó, y en el silencio, Clark pudo ver la forma en que la culpa se asentaba en los hombros de Bruce, la forma en que su mandíbula se tensaba, la forma en que sus manos se cerraban en puños a los costados.
Cuando finalmente habló, su voz fue casi inaudible.
— Porque tenía miedo de que te usaran.
Clark se detuvo. El mundo alrededor de ellos se volvió repentinamente muy silencioso.
— ¿Qué?
— Si sabías que era Batman, si eso se hizo público de alguna manera, si alguien se enteraba de que Bruce Wayne y Batman eran la misma persona... — Bruce respiró, y su pecho se movió como si acabara de estar bajo el agua demasiado tiempo. — Mis enemigos no dudarían en usarte contra mí. Literalmente no dudarían.
Se acercó, y esta vez Clark no retrocedió, solo lo observó mientras Bruce hablaba.
— Los criminales en Gotham son creativos, Clark. Son inteligentes. Y tengo enemigos que harían cosas ... — Su voz se quebró, realmente se quebró, algo crudo escapando en los bordes de cada palabra. — No importa si puedes detener una bala. No importa si eres más fuerte que cualquier cosa que ellos pudieran crear. Lo que me aterroriza es la posibilidad de que alguna vez dudes. De que alguna vez, en un momento de debilidad, dudes si debo importarte, si valgo la pena. Porque si dudas, si eso sucede, pierdo todo.
La confesión colgó en el aire entre ellos como algo vivo.
— Y si fuese a mí? — continuó Bruce, sus ojos enfrentando los de Clark directamente. — Y si te usan a mí para poder torturarte? Yo soy un simple humano, Clark. Soy quebradizo. Puedo romperme. Y alguien en Gotham lo sabe. Alguien sabe exactamente dónde me duele.
Clark sintió algo en su pecho cambiar. No desaparecer, la rabia seguía ahí, el sentimiento de traición seguía ardiendo, pero se convirtió en algo más complicado. Algo más real.
— Superman representa esperanza. — murmuró Bruce, como si estuviera pensando en voz alta. — Representa bondad sin compromisos. Morales que no se doblan. Eres lo mejor de este mundo, Clark. Y yo...
Hizo una pausa, sus dedos tocando suavemente el escudo en el pecho de Clark.
— Batman es lo opuesto. Batman es dolor. Batman es alguien que aprendió muy temprano que el mundo es cruel y decidió ser más cruel que el mundo. Decidí vivir en la oscuridad, en los lugares que donde tu luz no logra aparecer. Y si supieras realmente cuánta de esa oscuridad está dentro de mí, si supieras lo profundo que va, tengo miedo de que me veas diferente. De que no solo dejes de amar a Batman, sino que dejes de amar a Bruce.
Clark no sabía qué decir. Quería estar furioso. Todavía estaba furioso. Pero también estaba escuchando, y eso era lo que más le dolía. Porque Bruce no estaba justificándose. No estaba ofreciendo disculpas baratas. Solo estaba siendo honesto de una manera que Clark sabía que Bruce casi nunca era con nadie.
— No debería haber tomado esa decisión por ti. — dijo Bruce, y su voz era definitiva ahora, como si hubiera llegado a una conclusión que lo iba a destruir pero que necesitaba decir de todas formas. — Fue egoísta. Fue controlador. Fue exactamente el tipo de cosa que Batman hace y que Clark Kent nunca haría. Porque Clark Kent es mejor que eso. Y yo... yo no sé cómo serlo.
Clark dio un paso atrás. Luego otro. Su cuerpo necesitaba distancia, necesitaba aire, necesitaba algo que no fuera el peso de los ojos de Bruce mirándolo como si fuera lo único que importaba.
— ¿Sabes lo que duele? — preguntó Clark, su voz temblando. — No que me mintieras. Lo sabía. Podía sentir que había algo, que no me estabas diciendo todo. Pero Lois y Jimmy y yo, hablamos de eso. Hablamos de los secretos. Dijimos que la verdad podía ser difícil, pero que era mejor que la mentira.
Se detuvo, sus ojos evitando los de Bruce.
— Lo que duele es que decidiste por mí lo que podía o no saber. Que me quitaras la posibilidad de elegirte sabiendo quién eras. Quiénes eras. — Su voz subió, quebrándose en los bordes. — Cuando Batman me dijo que no confiabas en nadie, cuando me sostuvo en un tejado y me hizo creer que era especial, que era la única persona a la que le permitías estar cerca... estabas mintiéndome todo el tiempo. No porque no confieras en mí. Sino porque no me considerabas digno de la verdad.
Las palabras salieron como armas, y Clark podía ver exactamente cómo cada una golpeaba a Bruce. Vio la forma en que su rostro se cerraba, la forma en que sus manos bajaban a los costados, la forma en que su respiración se hacía más superficial.
Bruce no gritó. No discutió. No se justificó. Solo estuvo ahí, con la mandíbula apretada, el silencio entre ellos convirtiéndose en algo tan sólido que Clark podría haber construido paredes con él.
— Tenías que protegerte — continuó Clark, porque necesitaba que Bruce supiera exactamente lo que había hecho, exactamente cómo lo había roto. — Ya lo sé. Eres Batman. La protección es todo lo que conoces. Pero no tenías que protegerme de ti, Bruce. Eso es lo que no entiendes. No me estabas protegiendo. Me estabas controlando.
El silencio que siguió fue diferente. Fue el silencio de una verdad que Bruce no podía esquivar. Porque era verdad. Bruce había estado controlando la narrativa, controlando qué sabía Clark, controlando cuándo y cómo lo descubría. Y sin importar cuáles fueran las intenciones detrás de eso, el resultado era el mismo: Clark había sido tratado como una marioneta.
— Lo siento. — La voz de Bruce fue apenas un susurro. — No hay defensa que sirva. No hay palabra que arregle esto.
Clark se giró completamente hacia la orilla del muelle, mirando hacia el agua negra. Podía escuchar todo lo que no estaba diciendo: las disculpas que Bruce no sabía cómo articular, el miedo que lo estaba consumiendo, el puro pánico de estar perdiéndolo todo.
Porque eso era lo que estaba sucediendo. Clark se estaba yendo. Clark se estaba alejando. Y Bruce no podía hacer nada para detenerlo porque cualquier cosa que hiciera ahora sería solo más mentiras, más control, más de lo mismo.
— No, Bruce. — murmuró Clark, sin voltearse. — No hay máscara que lo arregle.
Y con eso, el silencio se convirtió en la única cosa real en el muelle. El sonido del agua. El distante latido de Gotham. Y la sensación de que algo que había sido hermoso y complicado y completamente real hasta hace diez minutos, se había convertido en un montón de escombros que ninguno de ellos sabía cómo reconstruir.
Clark no se fue volando. Eso habría sido demasiado fácil, demasiado limpio. En su lugar, simplemente caminó hacia el final del muelle, su capa ondeando detrás de él. Y Bruce lo vio desaparecer en la oscuridad de Gotham, sabiendo exactamente lo que acababa de suceder.
Lo había perdido. A ambas versiones de Clark: al reportero que lo amaba a él, al Superman que admiraba a Batman. Lo había perdido porque había elegido la cobardía disfrazada de protección, y eso no era algo que ninguna cantidad de disculpas pudiera arreglar.
Bruce se quedó solo en el muelle, sus manos todavía temblando, escuchando el sonido del agua golpear los pilotes de madera. Y por primera vez en años, el vigilante nocturno de Gotham no supo qué hacer.
Porque la verdad era simple: no había enemigo que Batman pudiera derrotar que pudiera hacerlo sentir tan completamente aniquilado como haberse perdido a sí mismo.
Notes:
Todo se fue a la verga. Admito que mientras escribí esto puse "daylight" para ponerme aún más triste.
No olviden dejar kudos si les gusta, no saben lo feliz que me hace saber que la historia genera emociones en ustedes!
Chapter 30: Paralelos.
Chapter Text
Mansión Wayne, Gotham — 1:47 AM
Bruce entró por la puerta de la mansión como un fantasma. No había pasado por el muelle caminando normalmente. Había corrido. Literalmente corrido todo el camino desde donde Clark lo había dejado, su cuerpo moviéndose en piloto automático mientras su mente estaba en otro lado, en el vacío donde Clark había estado hace solo minutos.
La mansión estaba silenciosa. El tipo de silencio que viene con una casa demasiado grande, demasiado vacía, demasiado llena de cosas que ya no importan.
Bruce bajó a la Batcueva sin molestarse en cambiar de ropa. Sus zapatos dejaban marcas de agua sobre el suelo de mármol, y no le importó. Nada le importaba. Pasó por los pasillos como si caminara a través de un sueño, cada paso mecánico, cada movimiento practicado después de años de hacer exactamente esto: volver a casa después de perderlo todo, fingir que estaba bien, prepararse para la siguiente noche como si nada hubiera sucedido.
Se dejó caer en la silla de vigilancia frente a las pantallas. Las luces del monitor iluminaron su rostro, y en ese reflejo, Bruce podría haber visto a un hombre destrozado. Pero no estaba mirando. Su mirada estaba fija en ningún lugar específico, sus manos inmóviles sobre el teclado, esperando que sus dedos recordaran cómo funcionar.
Tenía que patrullar. La noche recién comenzaba. Tenía responsabilidades. Gotham no se detenía porque Bruce Wayne era un desastre. Los criminales no tomaban la noche libre porque Superman acababa de caminar hacia la oscuridad y nunca quería volver a verlo.
Tenía que levantarse. Tenía que ponerse el traje. Tenía que convertirse en Batman y fingir que era lo suficientemente fuerte para esto.
Pero no podía moverse.
Sus manos estaban temblando. Bruce las observó como si pertenecieran a otra persona, como si fueran las manos de un extraño, alguien que no era el vigilante nocturno de Gotham, alguien que no era lo suficientemente disciplinado para controlar su propio cuerpo.
Escuchó los pasos en la escalera de la Batcueva mucho antes de que viera a Alfred. El mayordomo descendía con esa calma que caracterizaba cada uno de sus movimientos, sin prisa, sin drama, solo un anciano bajando las escaleras de una manera que había perfeccionado durante décadas.
Bruce sabía lo que vendría. Las preguntas. El análisis. La forma tranquila pero implacable en que Alfred siempre lo exponía. No lo necesitaba ahora. Necesitaba estar solo con su culpa.
— No. — murmuró Bruce, sin siquiera voltearse. — Lo que sea que vayas a decir, no.
Alfred se detuvo en las puertas del ascensor, su figura recortada contra la luz de arriba. Por un momento largo, el mayordomo no habló. Solo observó a su muchacho sentado en esa silla, con la ropa mojada pegada a su cuerpo, el cabello oscuro goteando agua, los hombros temblando de una manera que no tenía nada que ver con el frío.
— Señor. — dijo Alfred finalmente, y había algo en su voz que atravesó toda la barrera que Bruce estaba tratando desesperadamente de construir. — Creo que debería...
— Dije que no. — interrumpió Bruce, su voz tan fría que habría congelado el aliento de cualquier otra persona. Pero Alfred no era cualquier otra persona. Alfred era la única persona en el mundo que no tenía miedo de Bruce, porque lo había visto desde demasiado joven, lo había conocido en sus peores momentos, y había elegido quedarse de todas formas.
Alfred caminó hacia él lentamente, sin importarle la negativa. Caminó hacia donde Bruce estaba sentado, como una piedra en el océano, completamente inmóvil, completamente roto. Y luego, sin decir una palabra, sin pedir permiso, sin hacer nada más que un gesto tan simple que debería haber sido insignificante, extendió su mano.
La posó sobre la cabeza de Bruce.
Solo eso. Una mano en su cabello, acariciándolo como lo había hecho cuando Bruce era pequeño, cuando sus padres acababan de morir, cuando todo lo que el niño podía hacer era llorar en la oscuridad. Alfred, organizando su cabello con dedos gentiles, ordenando los mechones oscuros como si pudiera, de alguna manera, ordenar también el caos interno.
Eso fue lo que rompió a Bruce.
No fue la rabia. No fue la culpa. Fue ese gesto, ese simple, patético, devastadoramente amoroso gesto de un hombre que había decidido hace años que su propósito en esta vida era estar ahí para sostener a un niño que se había convertido en un vigilante.
Que se había convertido en un hombre que no sabía cómo amar sin destruirlo todo.
Bruce se derrumbó. No dramáticamente. No con alaridos o sollozos descontrolados. Bruce Wayne no sabía cómo hacer eso. Había pasado demasiados años enseñándose a sí mismo a ser impenetrable, a ser una roca, a ser todo excepto lo que era en este momento; un hombre completamente, totalmente destrozado.
Su cuerpo se tensó. Sus manos se cerraron en puños. Y luego, lentamente, como si estuviera asiendo lo que quedaba de su propio cuerpo, Bruce empezó a llorar.
No fueron lágrimas silenciosas. Fueron suspiros que lo sacudieron entero, que salieron de un lugar tan profundo dentro de él que parecía imposible que algo así hubiera estado guardado durante tanto tiempo. Años de control, años de disciplina, años de negarse a sentir nada porque sentir significaba vulnerabilidad y la vulnerabilidad era la muerte en su mundo.
Y ahora, bajo la mano de Alfred, bajo ese gesto que era todo lo que el mundo había ofrecido a Bruce, finalmente se permitió sentir.
— Lo perdí. — murmuró entre lamentos, sus palabras incoherentes. — Perdí... todo. Tenía ambos. Tenía a Clark de ambas formas y lo arruiné. Lo arruiné todo, Alfred.
— No, señor. — Alfred continuó acariciando su cabello, su otra mano descansando en su hombro. — Cometió un error. Un error terrible, sí. Pero no lo arruinó todo.
— Lo hice. Lo hice. Él se fue. Simplemente... se fue. Y no vuelve. — Bruce levantó su rostro, sus ojos rojo y mojado. — ¿Cómo se suponía que iba a manejarlo? ¿Cómo se suponía que sabía cómo amarlo sin romperlo?
— No sabía. — respondió Alfred, con esa simplicidad que siempre caracterizaba sus respuestas más profundas. — Ninguno de nosotros sabe cómo amar sin el riesgo de romper algo. Es la naturaleza del amor, señor. Es por eso que es tan aterrador.
Bruce lloró en la Batcueva durante una hora. Lloró hasta que su cuerpo estaba tan agotado que no podía llorar más. Lloró mientras Alfred le sostenía, mientras el mayordomo continuaba acariciando su cabello como si fuera un niño pequeño que había tenido una pesadilla. Y cuando finalmente el llanto se desvaneció en sollozos ocasionales, cuando Bruce estuvo demasiado vacío para sentir nada más, Alfred lo ayudó a levantarse de la silla.
— Vamos, señor. — murmuró el mayordomo. — Necesita cambiarse. Necesita descansar.
— No puedo descansar. — La voz de Bruce salió pequeña, rota. — Tengo que patrullar. Tengo responsabilidades.
— La ciudad puede esperar una noche. — respondió Alfred, guiando a Bruce hacia la salida de la Batcueva. — Y si no puede, entonces la ciudad necesita un Batman diferente al que está destrozado en estos momentos.
Bruce no argumentó. Solo dejó que Alfred lo guiara, dejó que el mayordomo lo llevara a través de la mansión, dejó que lo metiera en la cama como si fuera un niño. Y cuando Alfred se fue, dejando una luz nocturna encendida como si Bruce tuviera realmente miedo a la oscuridad, el hombre que era Batman se acurrucó en esa cama y se permitió, por primera vez en décadas, simplemente ser pequeño.
Simplemente ser destrozado.
Simplemente estar mal.
Smallville, Kansas — 1:47 AM.
Clark apareció en el cielo sobre su pueblo a través de un viaje tan rápido que era casi instantáneo. Incluso para él, que podía viajar entre ciudades en minutos, este viaje fue anormalmente rápido. Como si su cuerpo supiera, a un nivel instintivo, que necesitaba escapar. Que necesitaba huir hacia algo que no fuera destrucción.
Aterrizó en el granero de su infancia sin ni siquiera cambiar a Clark Kent. Simplemente descendió del cielo como Superman, con la capa ondeando, el traje mojado por las lágrimas y la lluvia que se había estado derramando durante todo el viaje desde Gotham.
La casa de sus padres estaba oscura. Era tarde, o temprano, dependiendo de cómo lo miraras. Pero Clark sabía que sus padres seguían despiertos. Su madre casi nunca dormía completamente cuando sentía que su pequeño Clark estaba en peligro, y tal vez por eso en esa noche seguía despierta. Su padre... bueno, su padre probablemente estaba leyendo en la cama, con las luces bajas, esperando noticias que nunca llegaban, esperando a que su amada se acueste y deje la preocupación de lado.
Clark entró por la puerta trasera como lo había hecho mil veces antes. Sus padres levantaron la vista casi inmediatamente desde la cocina, donde su madre estaba haciendo té de las 2 de la mañana, como si supiera que su hijo llegaría quebrantado y necesitaría algo cálido.
Lo primero que vieron fue que estaba llorando.
No fue necesario decir nada. Martha Kent cruzó la cocina en tres segundos y lo envolvió en un abrazo que era todo lo que Clark necesitaba que fuera: incondicional, protector, el tipo de abrazo que solo una madre podía dar. Clark, que era Superman, que era más fuerte que cualquier cosa en el planeta, que había levantado edificios y salvado ciudades, se colapsó en los brazos de su madre como un niño.
— Está bien, cariño. — murmuró Martha, sus manos acariciando la espalda de Clark a través del traje mojado. — Está bien. Mamá está aquí.
Clark no había escuchado esas palabras en años. Había estado tan ocupado siendo Superman, siendo Clark Kent, siendo fuerte, siendo confiable, siendo todo lo que el mundo necesitaba que fuera, que había olvidado lo que se sentía tener a alguien simplemente sosteniéndolo mientras se desmoronaba.
Su padre apareció en la puerta, observando la escena con esos ojos que siempre parecían ver directamente al corazón de las cosas. Jonathan Kent no dijo nada al principio. Solo extendió su mano hacia Clark, un gesto que significaba "ven aquí, cuéntame todo".
Martha lo guió suavemente, y los tres terminaron en el sofá de la sala de estar, Clark entre sus dos padres de la forma que había estado entre ellos desde que era pequeño. Su madre acariciando su cabello. Su padre sosteniendo su mano.
— ¿Quieres contarme qué pasó? — preguntó Jonathan, su voz la calma misma, la clase de voz que había consolado a Clark a través de innumerables crisis, innumerables momentos de no entender el mundo.
Y así, Clark contó. No toda la historia, porque no podía. Había partes que eran demasiado privadas, demasiado complicadas, demasiado específicas de un mundo que sus padres habían decidido hace años que no necesitaban entender completamente. Pero contó suficiente. Contó sobre Bruce. Contó sobre Batman. Contó sobre la forma en que había sido jugado sin darse cuenta, sobre cómo cada toque, cada beso, cada momento de fortalecer un vínculo había sido construido sobre una mentira.
Y sus padres escucharon. Simplemente escucharon, sin interrumpir, sin ofrecer consejos no solicitados, sin hacer nada más que estar presentes de una manera que era más poderosa que cualquier palabra.
Cuando Clark finalmente se quedó en silencio, cuando las lágrimas finalmente dejaron de fluir, Jonathan habló.
— El amor es un riesgo — dijo, su voz reflexiva, pesada con los años de ser un hombre que amaba a un extraño, que había criado a un alíen como si fuera su propio hijo. — Especialmente cuando amas a alguien que no es completamente honesto contigo. Porque no es solo traición lo que duele. Es la sensación de que nunca realmente los conocías.
Martha apretó más fuerte la mano de Clark.
— Pero lo que debes entender, cariño, es que ese hombre... ese Bruce Wayne... está asustado. — Su voz era suave, maternal, la clase de voz que hacía que incluso el fin del mundo pareciera algo manejable. — Las personas que construyen monstruos alrededor de sí mismas, que construyen máscaras y armaduras y defensas, lo hacen porque algo las rompió muy profundamente. No estoy excusando lo que hizo. Lo que hizo estuvo mal. Pero entender por qué lo hizo... eso es importante, Clark.
— Yo sé por qué lo hizo. — murmuró Clark, enterrando su rostro en el cabello de su madre. — Tenía miedo. Miedo de que sus enemigos me usaran. Miedo de que sus enemigos lo usaran a través de mí.
— ¿Y crees que no tiene razón para estar asustado? — preguntó Jonathan, y había algo en su tono que hizo que Clark levantara la cabeza. — Clark, ese hombre es humano. Es frágil en formas en que tú nunca serás. Y ha visto cosas que lo han convenido de que el mundo es un lugar peligroso. ¿Realmente crees que sus miedos no tienen fundamento?
— Pero eso no le da derecho a...
— No. — interrumpió Jonathan, su mano apretando la de Clark. — No le da derecho a tomar decisiones por ti. No le da derecho a guardar secretos que son tan fundamentales para quién es él. Tienes razón. Él cometió un error. Un error grave. Pero, Clark, tienes que entender que ese error no vino de la maldad. Vino del miedo. Y eso es lo que lo hace tan complicado.
Clark se echó hacia atrás, mirando a su padre en la semi oscuridad de la sala de estar.
— ¿Estás diciendo que debería perdonarlo?
— No. — respondió Jonathan cuidadosamente. — Estoy diciendo que antes de que decidas si lo haces o no, necesitas entender que amas a alguien que no sabía cómo amar de vuelta, sin romperlo. Eso es su tragedia, Clark. No que fuera malvado. Es que fue tan asustado que terminó siendo lo opuesto de lo que pretendía ser.
Martha se movió, posicionándose de una manera que Clark reconocía. Era la posición que tomaba cuando necesitaba que la mirara directamente, cuando tenía algo importante que decir.
— Tu padre está tratando de decir — comenzó ella, sus manos enmarcando el rostro de Clark como lo había hecho cuando era pequeño — que el amor no es simple. El amor es complicado. Especialmente cuando amas a alguien que ha sido roto de formas que ni siquiera puedes imaginar. Pero eso no significa que debes aceptar ser tratado como menos que un ser humano completo. Significa que necesitas decidir si amas lo suficiente como para lidiar con esa complejidad. O si necesitas alejarte para poder cicatrizar.
— Pero ¿Cómo hago eso? — preguntó Clark, y su voz sonaba tan pequeña, tan perdida, tan abrumada. — ¿Cómo decido si los amo lo suficiente cuando ambos, en esencia, son la misma persona? ¿Cómo perdono a alguien por traicionarme cuando claramente estaban tratando, de una manera retorcida, de protegerme?
— Eso — dijo Jonathan, abrazando a su hijo — es la pregunta más importante que por ahora no sabrás que responder. Y desafortunadamente, solo tú puedes encontrar el veredicto.
Clark se quedó allí durante horas, entre sus dos padres, mientras su madre continuaba acariciando su cabello y su padre sostenía su mano. Se quedó mientras el cielo se movía de negro a azul a gris, mientras Smallville se despertaba a otro día, mientras el mundo continuaba girando como si todo estuviera bien.
Y en la oscuridad de su habitación, rodeado de recuerdos de infancia, de fotografías de un niño adoptado que se había convertido en Superman, Clark finalmente permitió que el agotamiento lo consumiera.
Durmió.
En Gotham, Bruce Wayne durmió en su cama con las luces nocturnas encendidas como un niño asustado.
En Smallville, Clark Kent durmió en su cama de la infancia, abrazado por sus padres como un hijo amado.
Ambos hombres lloraban silenciosamente en la oscuridad de sus respectivas habitaciones.
Ambos se preguntaban cómo habían llegado a un lugar donde el amor se sentía más como una herida que como una sanación.
Pero la diferencia entre ellos era fundamental. Profunda. Imposible de ignorar.
Bruce tenía a una persona. Un hombre que había elegido quedarse cuando todo indicaba que debería haber salido corriendo. Alfred era un pilar, sí, pero era un pilar singular. Un punto de anclaje en la tormenta. Cuando Alfred no estaba, Bruce estaba solo. Cuando Alfred eventualmente envejeciera o se fuera, Bruce se quedaría con la mansión vacía y sus fantasmas personales.
Clark tenía dos. Dos personas que lo habían creado, que lo habían amado desde antes de que fuera humano, que habían elegido quedarse a pesar de toda la complejidad de lo que significaba amar a un alíen. Y después de ellos, había otros. Estaba Lois, que lo golpeaba cuando necesitaba ser golpeado. Estaba Jimmy, que lo hacía reír cuando necesitaba reír. Había un pueblo entero de gente que lo conocía y lo amaba.
Bruce construyó paredes. Clark construyó puentes.
Bruce se enseñó a sí mismo a no necesitar a nadie. Clark nunca se permitió estar solo.
Y ahora, en el silencio de sus casas separadas, ambos hombres se daban cuenta de algo terrible: que su forma de amar, sus formas de proteger, sus formas de existir en el mundo, eran tan opuestas que tal vez nunca podrían funcionar. Que tal vez el amor no era suficiente cuando dos personas estaban construidas tan fundamentalmente de maneras diferentes.
Bruce, en su mansión gótica, sostenido por un hombre que había elegido ser su padre cuando nadie más lo haría, lloraba porque finalmente entendía que la soledad era un precio que había estado pagando durante demasiado tiempo, y que tal vez merecía permanecer solo.
Clark, en su casa de granja de Kansas, envuelto en el amor incondicional de dos personas que lo habían visto desde el principio, lloraba porque entendía que el amor no siempre es suficiente, que a veces las personas que amamos son demasiado rotas para que podamos repararlas, y que tal vez el acto de intentarlo nos rompe también.
Y en el silencio que envolvía a ambos, una verdad se hizo evidente:
No era que uno de ellos no supiera cómo amar.
Era que ambos lo sabían demasiado bien, y lo hacían de maneras tan diferentes que el amor mismo se había convertido en un campo de batalla.
Chapter 31: Espacios en el dolor.
Chapter Text
El primer mensaje llegó a las 6:47 AM.
Clark lo escuchó vibrar contra la mesita de noche desde la cama de su apartamento en Metrópolis, donde había estado mirando el techo durante las últimas tres horas. No necesitaba dormir tanto como los humanos, pero últimamente había estado fingiendo que sí, acostándose a horas normales, cerrando los ojos, esperando que el agotamiento emocional eventualmente se tradujera en inconsciencia real.
No funcionaba.
Su teléfono vibró otra vez. Luego otra. Luego se detuvo.
Clark no lo revisó. Sabía quién era. Sabía qué decía. Sabía que si abría ese mensaje, si leía esas palabras que probablemente eran alguna variación de "lo siento" o "perdóname" o "por favor", algo dentro de él se rompería de una manera que no podría reparar.
Así que no lo abrió.
En su lugar, se levantó de la cama, se vistió con la ropa que había dejado tirada en el suelo la noche anterior, y se fue a trabajar. El Daily Planet lo necesitaba. Metrópolis lo necesitaba. El mundo seguía girando, seguía necesitando a Superman, seguía esperando que Clark Kent fuera funcional y presente y todo lo que siempre había sido.
Excepto que Clark no se sentía como ninguna de esas cosas.
Se sentía como un cascarón. Como una versión hueca de sí mismo que iba a través de los movimientos correctos, decía las palabras correctas, sonreía en los momentos correctos, pero que por dentro era solo vacío.
El Daily Planet estaba inusualmente tranquilo cuando llegó. Lois levantó la vista desde su escritorio, sus ojos escaneando a Clark de la forma en que siempre lo hacía cuando sabía que algo estaba mal pero no estaba segura de si debía preguntar. Jimmy estaba en su computadora, editando fotos, pero Clark podía ver la forma en que sus dedos se detenían cada vez que Clark pasaba cerca, como si estuviera esperando una señal de que estaba bien hablar.
Clark no dio esa señal.
Se sentó en su escritorio. Abrió su computadora. Miró la pantalla en blanco donde se suponía que debía escribir un artículo sobre la nueva iniciativa de reciclaje de la ciudad, y no pudo escribir ni una sola palabra.
Su teléfono vibró otra vez.
6:47 AM.
Como todos los días.
Como un reloj. Como una promesa. Como una herida que se abría exactamente a la misma hora cada mañana.
Clark cerró los ojos y respiró. Inhaló. Exhaló. Repitió el proceso hasta que sus manos dejaron de temblar lo suficiente como para comenzar a escribir.
Bruce no habló durante el desayuno.
Alfred había preparado huevos revueltos con tostadas y jugo de naranja fresco, el tipo de comida que solía comer cuando era niño, cuando las cosas eran simples y el mundo no había demostrado aún lo cruel que podía ser. Lo puso frente a Bruce con la precisión cuidadosa de alguien manejando explosivos, y Bruce simplemente lo miró.
No tenía hambre. No había tenido hambre en... no sabía cuánto tiempo. Los días se difuminaban unos con otros de una manera que hacía que el tiempo perdiera significado. Podían haber sido días. Podían haber sido semanas. Podía haber sido un mes entero, y Bruce no habría podido decir la diferencia.
Alfred se sentó frente a él con su propia taza de té, observándolo con esos ojos que veían demasiado, que siempre habían visto demasiado.
— Señor — dijo suavemente, y Bruce casi se estremeció ante el sonido de una voz que no era la suya—. Debe comer algo.
Bruce no respondió. No porque no quisiera. Sino porque las palabras se habían vuelto imposibles. La última vez que había hablado, había sido para pedirle perdón a Clark, y Clark se había ido. Las palabras eran peligrosas. Las palabras rompían cosas. Las palabras habían destruido lo único que había importado.
Así que Bruce había dejado de usarlas.
Alfred suspiró, un sonido suave que contenía años de paciencia y preocupación acumuladas.
— Muy bien — murmuró—. Entonces comeré yo, y usted puede observar cómo se hace.
Y Alfred comió. Lentamente. Deliberadamente. Cada bocado una actuación diseñada para recordarle a Bruce que los humanos necesitaban comida, que los cuerpos necesitaban mantenimiento, que la vida continuaba incluso cuando uno no quería que lo hiciera.
Bruce observó. Tomó un sorbo de jugo. Mordió una tostada porque Alfred estaba mirando y no podía soportar la expresión en el rostro del mayordomo si no lo hacía.
Sabía a cenizas.
Todo sabía a cenizas últimamente.
Cuando terminó, o cuando pretendió haber terminado lo suficiente como para que Alfred no insistiera más, se levantó de la mesa y bajó a la Batcueva. Era temprano. Demasiado temprano para patrullar. Pero la cueva era el único lugar donde podía existir sin que Alfred lo mirara con esa mezcla de preocupación y tristeza que hacía que algo en el pecho de Bruce doliera más de lo que ya dolía.
Se sentó frente a las pantallas. Abrió los archivos de casos sin resolver. Comenzó a revisar evidencia de crímenes que necesitaban ser resueltos, patrones que necesitaban ser identificados, villanos que necesitaban ser rastreados.
Pero no podía concentrarse.
Todo lo que podía ver era el rostro de Clark. La forma en que se había visto cuando la verdad finalmente aterrizó. La forma en que su expresión había pasado de confusión a comprensión a traición tan rápidamente que Bruce apenas había tenido tiempo de prepararse para el impacto.
Su teléfono estaba en el escritorio junto a él. La pantalla mostraba el mensaje que había enviado a las 6:47 AM.
Lo siento. Sé que no es suficiente. Pero necesito que sepas que lo siento.
Sin leer.
Como todos los demás mensajes que había enviado a las 6:47 AM desde aquella noche en el muelle.
Bruce tocó la pantalla con el dedo, trazando las palabras como si pudiera, de alguna manera, hacerlas llegar a Clark a través de pura fuerza de voluntad.
No funcionó.
Nunca funcionaba.
La primera reunión de la Justice Gang después del muelle fue un desastre silencioso.
Todos estaban ahí. Hawkgirl, Kendra Saunders, con su mazo reluciente y su expresión de preocupación apenas contenida, una rareza que se posó en la habitación al verla con emociones mas distinguidas que el aburrimiento o exasperación. Guy, inusualmente quieto, sus ojos moviéndose entre Superman y Batman como si estuviera tratando de descifrar qué había sucedido, pero limitado por Michael, gracias a sus amenazas de romperle el anillo si no cerraba la boca preguntando que pasó entre ese par. Terrific, sentado en silencio, sus manos cruzadas sobre la mesa, observando al rubio para que no diga ninguna tontería. Rex, observando todo con la atención de alguien que sabía que algo estaba terriblemente mal pero no sabía cómo arreglarlo.
Y Superman. Y Batman.
En lados opuestos de la mesa.
Clark llegó primero. Siempre llegaba primero últimamente, como si llegar temprano significara que podía evitar el momento en que Batman entraba a la sala. Se sentó en su lugar habitual, con las manos cruzadas sobre la mesa, su postura perfecta, su expresión cuidadosamente neutral.
Pero todos podían ver que algo estaba mal.
Superman no brillaba de la forma en que solía hacerlo. No había esa luz en sus ojos que hacía que las personas quisieran confiar en él, creer en él, seguirlo a cualquier parte. En su lugar, había una opacidad, una especie de gris que no pertenecía a alguien que representaba esperanza.
Batman entró cinco minutos después. Silencioso como siempre. Pero había algo diferente en la forma en que se movía. Algo más pesado. Algo que sugería que cada paso requería más esfuerzo del que debería.
Se sentó en su lugar habitual. Miró la mesa. No miró a Clark.
Max comenzó la reunión. Habló sobre amenazas globales, sobre misiones que necesitaban coordinación, sobre villanos que necesitaban ser monitoreados y estadísticas positivas. Su voz era firme, profesional, pero Clark podía escuchar la preocupación subyacente, la forma en que sus palabras se ralentizaban cada vez que mencionaba algo que requería que Batman y Superman trabajaran juntos.
Nadie preguntó qué había pasado. Pero todos lo sabían. O al menos sabían que algo había pasado. Algo lo suficientemente grande como para romper lo que sea que había estado construyéndose entre el azulito rayo de luz y el oscuro murciélago, ocasionalmente vagabundo.
La reunión terminó temprano. Más temprano de lo usual. Como si todos pudieran sentir la tensión en el aire y supieran que prolongarla solo empeoraría las cosas.
Batman fue el primero en irse. Como siempre últimamente.
Se levantó de su silla sin decir palabra, sin mirar a nadie, y caminó hacia la salida con esa precisión mecánica que había perfeccionado durante años de ser alguien que no necesitaba a nadie.
Pero antes de llegar a la puerta, se detuvo.
No se giró. No habló. Solo se quedó ahí por un momento, con los hombros tensos, como si estuviera reuniendo el coraje para hacer algo.
Y entonces continuó caminando.
Clark lo observó irse. Vio la capa negra desaparecer por la puerta. Escuchó los pasos alejándose por el corredor. Y sintió algo en su pecho retorcerse de una manera que ya se había vuelto familiar.
Extrañaba a Bruce.
Lo extrañaba de una forma que era casi física. Como si alguien hubiera arrancado una parte de él y la hubiera dejado en ese muelle en Gotham, y ahora Clark estaba caminando por el mundo incompleto, tratando de fingir que estaba entero.
Extrañaba su voz. La forma en que decía su nombre, tanto "Clark" como "Superman", con esa mezcla de afecto y exasperación que hacía que Clark quisiera sonreír incluso cuando estaba molesto.
Extrañaba sus manos. La forma en que tocaban, con esa combinación de reverencia y posesividad que hacía que Clark se sintiera precioso y deseado al mismo tiempo.
Extrañaba sus besos. La forma en que Bruce lo besaba como si Clark fuera lo único en el mundo que importaba, como si todo el peso de Gotham y Wayne Enterprises y Batman pudiera desvanecerse por un momento si Clark solo se inclinaba un poco más cerca.
Lo extrañaba.
Pero no podía perdonarlo.
No todavía.
Tal vez nunca.
— Clark.
La voz de Kendra lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista y la encontró mirándolo con esa expresión que usaba cuando estaba a punto de decir algo importante pero no estaba segura de si debía.
— ¿Sí?
— ¿Estás bien?
Era una pregunta simple. Una que había escuchado mil veces en las últimas... semanas, días, lo que fuera. Y cada vez, tenía la misma respuesta preparada.
— Estoy bien.
Kendra no le creyó. Clark podía verlo en sus ojos. Pero asintió de todos modos, porque ¿Qué más podía hacer? No podía forzar a Clark a hablar si no quería. No podía arreglar lo que estaba roto si Clark no le decía qué era.
— Si necesitas hablar — dijo suavemente—, estoy aquí.
—Lo sé.
Y lo sabía. Sabía que Kendra estaría ahí. Sabía que Lois estaría ahí. Sabía que Jimmy, y sus padres, y probablemente media docena de otras personas estarían dispuestas a escuchar si solo pedía ayuda.
Pero no podía pedirla.
Porque pedir ayuda significaba admitir que estaba roto. Y admitir que estaba roto significaba enfrentar exactamente por qué estaba roto. Y enfrentar por qué estaba roto significaba pensar en Bruce, y pensar en Bruce dolía de una manera que Clark no sabía cómo manejar.
Así que no pidió ayuda.
Solo asintió, le dio a Hawkgirl una sonrisa que probablemente no engañó a nadie, y se fue volando de regreso a donde sea que el viento lo lleve.
Las noches eran las peores.
Durante el día, Clark podía mantenerse ocupado. Podía escribir artículos, salvar personas, asistir a reuniones, fingir que era funcional. Pero las noches... las noches no tenían distracciones suficientes, y el crimen con sueño.
Las noches eran cuando su apartamento se sentía demasiado grande y demasiado vacío al mismo tiempo. Cuando el silencio era tan completo que Clark podía escuchar su propio corazón latiendo, constante e implacable, recordándole que estaba vivo incluso cuando no quería estarlo.
Las noches eran cuando los recuerdos llegaban.
Recuerdos de Bruce en ese sofá en la gala, con su sonrisa encantadora y sus ojos llenos de algo más profundo. Recuerdos de Batman en ese tejado, sosteniendo su mano como si fuera lo más precioso del mundo. Recuerdos de la mansión Wayne, de las sábanas revueltas, del peso de Bruce contra él, de la forma en que sus respiraciones se sincronizaban en la oscuridad.
Recuerdos que dolían.
Clark se acostaba en su cama y miraba el techo y trataba de no pensar. Pero el no pensar era imposible cuando su cerebro estaba diseñado para procesar información a velocidades sobrehumanas. Así que pensaba. Pensaba en todo. Pensaba en cada momento, cada palabra, cada toque, cada mentira.
Y se preguntaba si estaba siendo demasiado duro.
Bruce había cometido un error. Un error terrible, sí. Pero era un error nacido del miedo, no de la malicia. Bruce había estado tratando de protegerlo, aunque de una manera retorcida y controladora que había terminado haciendo exactamente lo opuesto.
¿Eso hacía que fuera perdonable?
Clark no lo sabía.
A veces, en medio de la noche, agarraba su teléfono. Abría los mensajes de Bruce sin leerlos, solo desde la notificación. Veía la lista creciendo, cada uno enviado exactamente a las 6:47 AM, como un recordatorio constante de que Bruce también estaba sufriendo.
Lo siento.
Perdóname.
No espero que me perdones. Solo necesito que sepas que lo siento.
Eras lo mejor que me había pasado. Y lo arruiné.
Te extraño.
Cada día te extraño más.
No sé cómo arreglar esto.
No sé si puedo arreglarlo.
Pero seguiré pidiendo perdón hasta que me digas que pare.
Clark leía los mensajes en la oscuridad de su habitación, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, y se preguntaba cuánto tiempo más podría hacer esto.
Cuánto tiempo más podría sostener este dolor, esta distancia, esta negativa a perdonar cuando cada parte de él quería simplemente volar a Gotham y encontrar a Bruce y decirle que estaba bien, que estaban bien, que podían superarlo.
Pero no estaban bien.
Y Clark no estaba seguro de que alguna vez pudieran estarlo.
Así que cerraba el teléfono sin responder. Dejaba los mensajes sin leer. Y trataba de dormir, sabiendo que cuando despertara, habría otro mensaje esperando.
6:47 AM.
Como un reloj.
Como una condena.
Bruce dejó de ir a Wayne Enterprises.
No oficialmente. Oficialmente seguía siendo el CEO, seguía tomando decisiones, seguía dirigiendo la compañía. Pero lo hacía desde la Batcueva, a través de correos electrónicos y llamadas de video donde mantenía la cámara apagada y solo enviaba sus respuestas por escrito.
Su equipo estaba preocupado. Bruce podía verlo en la forma en que redactaban sus correos, en el tono cuidadoso de sus voces cuando intentaban programar reuniones, en los mensajes de Lucius Fox preguntando si todo estaba bien.
No estaba bien.
Nada estaba bien.
Pero Bruce no podía decirles eso. No podía explicar que la última vez que había hablado en voz alta, había destruido lo único que importaba. No podía decirles que las palabras se habían convertido en el enemigo, que cada vez que abría la boca sentía como si estuviera a punto de cometer otro error irreparable.
Así que no hablaba.
Escribía. Escribía correos, escribía notas, escribía mensajes de texto a las 6:47 AM que nunca recibían respuesta.
Y por las noches, patrullaba.
Gotham lo necesitaba. Los criminales no se detenían porque Batman estuviera roto. Los inocentes no dejaban de necesitar salvación porque Bruce Wayne hubiera perdido la capacidad de hablar. El trabajo continuaba.
Así que Bruce se ponía el traje. Se convertía en Batman. Y salía a las calles de Gotham con una ferocidad que no había tenido en años.
Era más brutal ahora. Más despiadado. Los criminales que solían recibir una paliza rápida y eficiente ahora recibían algo más cercano a la destrucción. Batman los perseguía con una intensidad que bordeaba la locura, como si pudiera de alguna manera exorcizar su propio dolor golpeando a suficientes personas malas.
No funcionaba.
Nunca funcionaba.
Alfred lo esperaba cuando volvía. Cada noche. No importaba cuán tarde fuera, no importaba cuán sangriento o magullado estuviera Bruce. Alfred estaba ahí, con el botiquín de primeros auxilios y esa expresión que había perfeccionado durante décadas: preocupación mezclada con resignación mezclada con un amor tan profundo que a veces hacía que Bruce quisiera llorar.
— Señor — decía Alfred suavemente mientras limpiaba la sangre de los nudillos de Bruce—. Esto no es sostenible.
Bruce no respondía. Solo dejaba que Alfred lo curara, lo limpiara, lo mantuviera vivo.
Y entonces Alfred hacía algo que rompía a Bruce cada vez.
Extendía su mano. La posaba en la cabeza de Bruce. Y acariciaba su cabello con esos dedos gentiles que recordaban cuando Bruce era un niño asustado que acababa de perder todo.
— Está bien, mi muchacho — murmuraba Alfred—. Está bien sentirse así.
Y Bruce lloraba.
No dramáticamente. No con sollozos que sacudían todo su cuerpo. Sino silenciosamente, lágrimas cayendo por su rostro mientras Alfred continuaba acariciando su cabello, ofreciendo el único consuelo que Bruce permitiría.
— Tiene que comer — decía Alfred después de un momento—. Por favor, señor. Solo un poco.
Y Bruce comía. Solo un poco. Lo suficiente para que Alfred no se preocupara tanto. Lo suficiente para que su cuerpo continuara funcionando.
Pero todo seguía sabiendo a cenizas.
Pasó el tiempo.
No de manera lineal. No de una forma que hiciera sentido. Sino en ese modo extraño donde los días se mezclaban con las noches, donde las semanas podían haber sido días o meses, donde el tiempo perdía significado porque cada momento era igual al anterior.
Clark salvaba personas. Escribía artículos. Asistía a reuniones. Sonreía cuando se esperaba que sonriera. Hablaba cuando se esperaba que hablara. Existía de la forma en que se esperaba que Superman existiera.
Pero por dentro estaba vacío.
Bruce patrullaba. Trabajaba casos. Dirigía su empresa desde las sombras. Se convertía en Batman cada noche y volvía a ser nadie cada mañana. Existía de la forma en que había aprendido a existir cuando todo lo demás fallaba: en movimiento perpetuo, nunca deteniéndose lo suficiente como para que el dolor lo alcanzara completamente.
Pero por dentro estaba destrozado.
Y entre ellos, a través de la distancia que había crecido desde esa noche en el muelle, solo había silencio.
Silencio interrumpido solo por los mensajes que llegaban cada mañana a las 6:47 AM.
Lo siento.
Perdóname.
Te extraño.
No sé cómo vivir sin ti.
Sin leer.
Todos sin leer.
Porque Clark no sabía cómo responder. No sabía cómo perdonar sin que se sintiera como si estuviera diciendo que lo que Bruce había hecho estaba bien. No sabía cómo sostener su propio dolor y el dolor de Bruce simultáneamente sin romperse en pedazos.
Y Bruce no sabía cómo parar. No sabía cómo dejar de pedir perdón cuando era lo único que podía ofrecer. No sabía cómo aceptar que tal vez algunos errores eran demasiado grandes para ser perdonados.
Así que continuaron.
En ese espacio liminal entre el amor y la pérdida.
Entre el perdón y la condena.
Entre dos personas que se amaban lo suficiente como para que doliera, pero no lo suficiente como para arreglarlo.
En la siguiente reunión de la Justice Gang, pasó algo diferente.
Batman llegó primero. Por primera vez en semanas, o días, o lo que fuera, llegó antes que Superman.
Se sentó en su lugar habitual. Cruzó las manos sobre la mesa. Y esperó.
Clark llegó cinco minutos después. Se detuvo en la puerta cuando vio a Batman ya sentado. Por un momento, algo en su expresión cambió. Algo que se parecía a dolor mezclado con anhelo combinado con una resignación cansada.
Pero se recuperó rápidamente. Se sentó en su lugar. Miró la mesa.
La reunión comenzó.
Max Lord habló sobre amenazas. Guy hizo algunas bromas que nadie rió. Terrific actualizó sobre problemas en Asia. Rex mencionó actividad extraña en por debajo de la tierra, del pavimento.
Todo normal. Todo funcional. Todo completamente roto debajo de la superficie.
Y entonces, cuando la reunión estaba por terminar, cuando todos estaban comenzando a levantarse de sus sillas, Batman habló.
No había hablado en una reunión en... nadie sabía cuánto tiempo. Su silencio se había vuelto tan normal que escuchar su voz fue casi un shock.
— Superman.
Una palabra. Dicha con esa voz áspera que era específicamente Batman, pero con algo más debajo. Algo que sonaba como súplica.
Clark se congeló. Sus manos se detuvieron a medio camino de empujar su silla hacia atrás. Sus ojos se movieron lentamente hasta encontrar los de Batman.
Y se miraron.
Realmente se miraron, por primera vez desde el muelle.
No apartaron la mirada. No pretendieron que el otro no estaba ahí. Solo se quedaron así, con la mesa entre ellos, con los otros miembros de la Liga observando incómodamente, con todo el peso de lo que había sido y lo que podría haber sido colgando en el aire.
Los ojos de Clark hacían una pregunta silenciosa: ¿Por qué, Bruce? ¿Por qué lo hiciste?
Los ojos de Batman daban una respuesta igual de silenciosa: Lo siento. Dios, lo siento tanto.
El momento se estiró. Segundos que se sintieron como horas. El tipo de silencio que tiene peso, que tiene significado, que contiene conversaciones enteras que no pueden ser dichas en voz alta.
Y entonces Clark rompió el contacto visual.
Se levantó de su silla. Empujó hacia atrás. Y se fue volando sin decir palabra.
Batman lo observó irse. Vio la capa roja desaparecer. Escuchó el sonido de Superman moviéndose a velocidades sobrehumanas, alejándose, siempre alejándose.
Y por primera vez en semanas, Batman habló otra vez.
— No sé cómo arreglar esto.
Lo dijo en voz baja. Tan bajo que alguien sin audición mejorada probablemente no lo habría escuchado. Lo dijo más para sí mismo que para cualquier otra persona en la sala.
Pero Terrific lo escuchó. Y Guy. Y todos los demás.
Y nadie supo qué decir.
Porque algunos errores eran demasiado grandes. Algunas traiciones eran demasiado profundas. Y algunas veces, el amor no era suficiente para cerrar la distancia entre dos personas que se habían roto mutuamente de formas que no sabían cómo sanar.
Batman se levantó de su silla. Caminó hacia la salida. Y desapareció en las sombras de donde había venido.
Dejando solo el eco de su voz.
Y la pregunta sin respuesta colgando en el aire.
¿Cómo arreglamos esto?
Esa noche, Clark se acostó en su cama y miró su teléfono.
Abrió los mensajes de Bruce. Todos sin leer. Semanas de disculpas, de súplicas, de un hombre desesperado tratando de encontrar las palabras correctas para deshacer lo que había hecho.
Y por primera vez, Clark leyó uno.
Solo uno.
El más reciente. El que había llegado esa mañana a las 6:47 AM.
No espero tu perdón. Solo necesito que sepas que lo que sentí, lo que siento, es real. Siempre fue real. Y lo siento. Dios, Clark, lo siento tanto.
Las lágrimas comenzaron antes de que pudiera detenerlas. Corrieron por sus mejillas mientras miraba esas palabras, mientras las leía una y otra vez hasta que las memorizó.
Y entonces, con manos temblorosas, comenzó a escribir una respuesta.
Lo sé.
Dos palabras. Solo dos palabras.
Pero eran dos palabras más de lo que había dado en todo este tiempo.
Apretó enviar antes de poder arrepentirse.
Y en Gotham, en la Batcueva, Bruce sintió su teléfono vibrar.
Lo agarró con manos que temblaban tanto como las de Clark. Abrió el mensaje.
Y leyó.
"Lo sé."
Se quedó mirando esas palabras durante lo que podría haber sido minutos u horas. Las leyó hasta que ya no parecían palabras sino simplemente formas en una pantalla. Las leyó hasta que sintió algo en su pecho aflojarse, solo un poco, solo lo suficiente como para que pudiera respirar por primera vez en semanas.
No era perdón.
Todavía no.
Tal vez nunca.
Pero era algo.
Era reconocimiento. Era comunicación. Era el primer paso hacia... algo.
Bruce no respondió. No se atrevió. No quería arruinar este frágil momento con más palabras que podrían romper lo poco que quedaba entre ellos.
En su lugar, solo sostuvo el teléfono contra su pecho. Cerró los ojos. Y dejó que las lágrimas cayeran.
En Metrópolis, Clark hizo lo mismo.
Y entre ellos, a través de la distancia y el dolor y todo lo que se había roto, había una conexión. Delgada como un hilo. Frágil como el vidrio.
Pero ahí.
Todavía ahí.
A la mañana siguiente, a las 6:47 AM, llegó otro mensaje.
Gracias.
Clark lo leyó.
Y esta vez, respondió.
De nada.
No era mucho. No era perdón. No era una reconciliación. No era una promesa de que las cosas volverían a ser como antes.
Pero era algo.
Y algo, en medio de toda esta nada, era más de lo que cualquiera de ellos había tenido en mucho, mucho tiempo.
El tiempo seguía sin tener sentido. Los días seguían difuminándose. El dolor seguía siendo constante, persistente, implacable.
Pero ahora había algo más.
Había comunicación.
Y con la comunicación venía la posibilidad.
La posibilidad de que tal vez, eventualmente, en algún momento en el futuro que ninguno de ellos podía ver todavía, podría haber perdón.
Podría haber sanación.
Podría haber un camino de regreso el uno al otro.
Pero por ahora, solo había esto:
Dos personas rotas, separadas por su propio dolor, conectadas por el hilo más delgado de esperanza.
Y mensajes que llegaban cada mañana a las 6:47 AM.
Lo siento.
Lo sé.
Te extraño.
Yo también.
¿Algún día podrás perdonarme?
No lo sé.
Está bien. Esperaré.
Y Bruce esperaba.
Y Clark trataba de sanar.
Y el tiempo continuaba su marcha imposible, arrastrándolos a ambos hacia un futuro que ninguno de ellos podía predecir.
Pero que, por primera vez en mucho tiempo, no se sentía completamente sin esperanza.
Chapter 32: Operation Get These Idiots Back Together.
Chapter Text
Daily Planet, Metrópolis — 2:34 PM
Lois Lane estaba sentada en su escritorio, mirando fijamente a Clark Kent como si pudiera hacer que su mejor amigo se materializara de vuelta a la normalidad a través de pura fuerza de voluntad.
No estaba funcionando.
Clark estaba en su propio escritorio, a tres metros de distancia, con audífonos puestos al volumen máximo, tecleando en su computadora con esa concentración que habría sido impresionante si Lois no supiera que probablemente estaba escribiendo las mismas cinco oraciones una y otra vez porque su cerebro estaba en otro lugar completamente diferente.
Llevaba la misma camisa azul que había usado el lunes. Era jueves. Lois lo sabía porque había estado llevando un registro mental de cada vez que Clark hacía algo que no era normal, y "usar la misma camisa cuatro días seguidos" definitivamente calificaba como no normal para alguien cuya madre le enviaba ropa limpia cada semana.
Su cabello estaba despeinado de una manera que no era la "sexy despeinada después del sexo" que Lois había visto brevemente cuando Clark y Bruce estaban en la misma habitación por cinco minutos y luego desaparecían. Técnicamente fueron tres veces, pero siempre terminaban en algo como el sexo salvaje, o al menos el intento. Era más bien la "despeinada porque no me he peinado en días y probablemente dormí con la cabeza en una posición rara."
Y sus ojos. Dios, sus ojos.
Clark tenía esos ojos azules brillantes que normalmente hacían que las personas quisieran contarle todos sus secretos y confiar en que el mundo estaría bien. Pero ahora estaban... apagados. Como si alguien hubiera bajado el interruptor de la luz y dejado solo una versión gris y triste de lo que solían ser.
Lois lo había visto en diferentes estados emocionales a lo largo de los años. Lo había visto después de su primera ruptura en la universidad, cuando pensó que nunca volvería a enamorarse. Lo había visto después de que ella terminara su relación, cuando había estado preocupado de que arruinara su amistad. Lo había visto después de misiones de Superman particularmente difíciles, cuando había tenido que elegir entre salvar a unas personas sobre otras.
Pero nunca lo había visto así. Tan completamente... roto.
Era como si alguien hubiera tomado a Clark Kent y lo hubiera vaciado por dentro, dejando solo el cascarón que sabía cómo ir a través de los movimientos de ser humano sin realmente sentir nada.
Jimmy apareció junto a su escritorio con dos cafés y una bolsa de donas que olía sospechosamente a que había pasado por la panadería buena, la cara del otro lado de la ciudad que solo visitaban cuando las cosas estaban realmente mal.
— Okay — dijo Jimmy, dejando caer todo en el escritorio de Lois con un golpe que hizo que varios reporteros cercanos levantaran la vista—. No puedo más. No puedo seguir viendo esto. Estoy oficialmente interviniendo.
— Bienvenido al club — murmuró Lois, agarrando uno de los cafés—. Llevo cuatro semanas tratando de descifrar cómo intervenir sin que Clark use su super velocidad para huir de la conversación.
— Cuatro semanas y media — corrigió Jimmy—. He estado llevando la cuenta. Porque soy patético y claramente no tengo nada mejor que hacer que obsesionarme con la vida amorosa de mi mejor amigo.
Se sentó en el borde del escritorio de Lois, su mirada moviéndose hacia donde Clark seguía tecleando mecánicamente, con rock pesado que se escuchaba incluso desde esa distancia.
— ¿Crees que siquiera está escribiendo palabras reales? — preguntó Jimmy—. Porque juro que lo vi escribir "asdfghjkl" hace como diez minutos y luego borrarlo.
— Probablemente está escribiendo "Bruce" una y otra vez y luego borrándolo antes de que alguien lo vea.
— Eso es deprimente.
— Todo sobre esta situación es deprimente.
Lois tomó un sorbo largo de su café, el tipo de sorbo que comunica tanto "necesito cafeína" como "estoy considerando opciones violentas". Dejó la taza con más fuerza de la necesaria y giró completamente hacia Jimmy.
— Está bien. Necesitamos un plan. Un plan real. No más "démosle espacio" o "eventualmente lo superará". Porque claramente no está superándolo y si lo dejamos solo más tiempo va a terminar convirtiéndose en uno de esos ermitaños que viven en cuevas y solo salen para salvar el mundo ocasionalmente.
— Sería un ermitaño muy eficiente — ofreció Jimmy.
— Jimmy.
— Está bien, está bien. Tienes razón. Necesitamos un plan. — Jimmy sacó su teléfono y abrió las notas, mirando alrededor para que nadie vea ni sospeche—. Entonces, recapitulemos. Según Clark... él y Bruce estaban saliendo. Luego resultó que Bruce también es Batman, quien también había estado... no sé cómo describirlo sin que suene raro... ¿cortejando? a Clark como vigilante nocturno.
— "Coqueteando emocionalmente en tejados" es el término técnico que estoy usando.
— Perfecto. Entonces Bruce era tanto el novio millonario como el compañero vigilante. Clark se enteró. Clark sintió que lo habían traicionado porque Bruce le había mentido sobre ser dos personas diferentes. Clark se alejó. Y ahora ambos están miserable y ninguno está haciendo nada al respecto.
— Correcto. Excepto que Bruce SÍ está haciendo algo. — Lois se inclinó hacia adelante, bajando su voz—. Esos mensajes que Clark recibe todas las mañanas a las 6:47. Son de Bruce. Disculpándose. Suplicando. Siendo patéticamente vulnerable de maneras que probablemente lo están matando por dentro.
Jimmy levantó la vista de su teléfono.
— ¿Clark los está leyendo?
— Algunos. Empezó a leerlos hace como una semana. Incluso respondió un par.
— ¿Qué dijeron?
— "Lo sé" y "De nada" y otras respuestas de dos palabras que técnicamente son comunicación pero que no están resolviendo nada.
— Entonces Clark quiere perdonarlo pero no sabe cómo.
— Y Bruce quiere ser perdonado pero no sabe cómo hacer que Clark lo perdone sin sentir que está manipulando la situación otra vez.
— Y ambos son demasiado tercos... traumatizados o emocionalmente constipados para simplemente sentarse y tener una conversación de adultos.
— Exactamente.
Se quedaron en silencio por un momento, ambos mirando hacia donde Clark seguía en su escritorio, existiendo en ese estado de miseria funcional que se había convertido en su nueva normalidad.
— Necesitamos forzar una confrontación — dijo Lois finalmente—. Ponerlos en la misma habitación donde no puedan huir y hacer que hablen realmente.
— Okay, pero ¿cómo? Clark es Superman. Si decide huir, simplemente... se va volando. No podemos detenerlo.
— No, nosotros no podemos. — Lois se inclinó más cerca, una sonrisa lenta extendiéndose por su rostro—. Pero conozco a personas que podrían.
Jimmy la miró con sospecha.
— ¿Qué personas?
— La Justice Gang.
— ¿Los compañeros de equipo de superhéroes de Clark? ¿Los que definitivamente tienen sus propios problemas y probablemente no quieren involucrarse en drama de relaciones?
— Los mismos que me ayudaron a rescatar a Superman de esa dimensión de bolsillo de Lex Luthor, bueno, ese fue Terrific, los demás rescataron a Jarhanpur. — Lois estaba sonriendo más ampliamente ahora, esa sonrisa que Jimmy había llegado a reconocer como "Lois Lane acaba de tener una idea terrible que probablemente funcionará"—. Ellos le deben una. Y más importante, estoy bastante segura de que también están hartos de ver a Superman y Batman actuar como adolescentes angustiados en sus reuniones.
— Espera. — Jimmy se enderezó—. ¿Estás sugiriendo que contactemos a un grupo de superhéroes para que básicamente embosquen a Clark y lo obliguen a tener una conversación con su ex casi algo?
— No su ex casi algo. Su casi novio actual que está en una pausa no oficial porque ambos son desastres emocionales.
— Eso no hace que suene menos loco.
— Jimmy. — Lois lo agarró por los hombros—. Hemos intentado lo razonable. Hemos intentado darle espacio. Hemos intentado estar ahí para él. Nada está funcionando. Clark está hundiéndose y necesita que alguien lo saque del hoyo antes de que se entierre tan profundo que no pueda salir.
Jimmy la miró por un largo momento. Luego suspiró, el tipo de suspiro que significa "sé que esto es una mala idea pero voy a hacerlo de todas formas porque te quiero".
— Está bien. Estoy dentro. Pero si esto explota en nuestras caras y Clark decide nunca volver a hablarnos, estás pagando por mi terapia.
— Trato.
Lois ya estaba sacando su teléfono, buscando el número de contacto que Michael Holt le había dado después del incidente de Luthor. Era un número de emergencia, técnicamente solo para ser usado si el mundo estaba terminando o si Superman estaba en peligro mortal.
Pero en la opinión de Lois, ver a tu mejor amigo convertirse en un zombie emocional definitivamente calificaba como emergencia.
Marcó el número.
Sonó dos veces antes de que una voz contestara.
— Terrific.
— Hola, soy Lois Lane. Necesito tu ayuda con algo.
Hubo una pausa. Lois podía escuchar sonidos de fondo, voces, como si Michael estuviera en medio de algo.
— ¿Es sobre Superman? — preguntó Michael, su voz bajando—. ¿Está en peligro?
— Sí y no. No está en peligro físico. Pero está en peligro emocional grave y necesito que la Justice Gang me ayude a intervenir antes de que se convierta en un problema permanente.
Otra pausa, más larga esta vez.
— Esto es sobre Batman, ¿verdad?
— ¿Tan obvio es?
— Señorita Lane, hemos tenido que sentarnos a través de tres reuniones donde la tensión entre esos dos era tan densa que Guy literalmente hizo un chiste sobre poder cortarla con un cuchillo de mantequilla y nadie se rió porque todos estábamos demasiado incómodos. Así que sí. Es obvio.
— Genial. Entonces sabes por qué necesito tu ayuda.
— ¿Para hacer qué exactamente?
— Para forzar una conversación. Poner a Clark y Batman en la misma habitación donde no puedan huir y hacer que hablen como adultos funcionales en lugar de adolescentes angustiados.
Michael emitió un sonido bajo que Lois eligió interpretar como acuerdo.
— Esa es... realmente una idea terrible que probablemente causará más problemas de los que resuelve.
— Pero vas a ayudarme de todas formas.
— Por supuesto que voy a ayudarte. Porque estoy harto de sentarme en reuniones donde Superman mira su café como si pudiera crear una boca y usarla como terapeuta y Batman actúa como si estuviera hecho de piedra cuando todos sabemos que está tan destrozado como Superman.
Lois se preguntó cómo es que sabían lo que pasó, porque dudaba mucho que Batman de repente se sentara con aquel equipo, se ponga skincare coreana y decida ofrecer un chisme amoroso. Propio.
Probablemente Michael lo dedujo y ya.
— Gracias. Sabía que podía contar contigo.
— No me agradezcas todavía. Esto va a requerir coordinación. Necesitamos un plan sólido. Y probablemente necesitamos involucrar a más personas.
— ¿Cómo quién?
— Como el resto de la Justice Gang. Y posiblemente contactar alguien cercano a Bruce Wayne. Porque si vamos a hacer esto, necesitamos hacerlo bien.
Lois sonrió, esa sonrisa de reportera de investigación que había perfeccionado durante años de perseguir historias imposibles.
— Dame una hora. Te llamo de vuelta con un plan completo.
— Esperaré tu llamada. Y Lois... gracias por intentar esto. Esos dos idiotas necesitan toda la ayuda que puedan conseguir.
Colgó. Empezó a detallar en un largo mensaje toda la situación de aquellos dos, porque era necesario en un plan de Terrific, siempre era necesario.
Jimmy la estaba mirando con una mezcla de admiración y horror.
— ¿Acabas de reclutar a un equipo de superhéroes para intervenir en la vida amorosa de Clark?
— Técnicamente los reclute para salvar a Clark de sí mismo. La vida amorosa es solo un efecto secundario.
— Eres aterradora.
— Lo sé. Es parte de mi encanto.
Edificio de Max Lord, ubicación clasificada — 3:47 PM
Guy Gardner estaba haciendo girar su anillo de poder alrededor de su dedo, creando pequeños constructos verdes de... ¿era eso un pene? Sí, definitivamente era un pene verde brillante flotando en medio de la sala de conferencias.
— ¿En serio, Guy? — Kendra Saunders lo miró con esa expresión que había perfeccionado durante años de lidiar con idiotas—. ¿Eso es necesario?
— Hey, estoy aburrido. Y cuando estoy aburrido, hago penes. Es mi proceso creativo.
— Tu proceso creativo es infantil.
— Tu cara es infantil.
— Eso ni siquiera tiene sentido.
Rex Mason, que había estado sentado en silencio en la esquina, se transformó en una versión gelatinosa de sí mismo y dejó escapar un suspiro que sonó como aire escapando de un globo.
— ¿Podemos enfocarnos? Michael nos llamó a todos aquí por una razón y dudo que sea para ver a Guy hacer arte fálico.
— Aunque es arte de calidad — murmuró Guy, haciendo que el constructo de pene hiciera una pequeña reverencia.
Michael Holt entró en ese momento, llevando su tablet y luciendo como alguien que había estado despierto durante treinta y seis horas seguidas pero seguía siendo más inteligente que todos en la habitación combinados.
— Okay, escuchen — dijo sin preámbulos, el pene verde desapareciendo inmediatamente cuando Guy vio la expresión en el rostro de Michael—. Tenemos una situación.
— ¿Otra invasión alienígena? — preguntó Kendra, enderezándose—. Porque juro por todos los dioses de Thanagar que si tengo que pelear con otra raza de conquistadores espaciales esta semana, voy a...
— No es una invasión alienígena. Es peor.
— ¿Peor que invasión alienígena? — Guy se inclinó hacia adelante—. ¿Qué puede ser peor que eso?
— Superman y Batman están teniendo drama de vínculos emocionales y está afectando la dinámica del equipo al punto donde no puedo soportar estar en la misma habitación que ellos sin querer golpearme la cabeza contra la mesa.
Silencio.
Luego Guy empezó a reírse. No una risita. Una carcajada completa, el tipo de risa que hace que te duela el estómago y lágrimas salgan de tus ojos.
— ¿Me estás diciendo — logró decir entre risas— que tendremos que solucionar el problema de estos dos?
— Sí.
— Oh Dios. Esto es lo mejor que he escuchado en meses.
— Guy, concéntrate — dijo Kendra, aunque se podía ver que ella también estaba reprimiendo una sonrisa—. Sé que Clark está muy mal, intenté convencerlo de que hablemos junto a Kara y es imposible. Batman mas irritante que nunca, así que... ¿Qué pasó exactamente?
Michael suspiró, dejándose caer en una silla.
— Desde que Batman decidió ser honesto — empezó Michael, como si todavía no hubiera terminado de procesar el trauma emocional que fue aquel día — las cosas cambiaron un poco en la Justice Gang.
Rex levantó una ceja.
— ¿Honesto? ¿Batman?
— Sí, créeme, todos pensamos lo mismo — replicó Michael —. Pero pasó justo después del desastre del muelle, supongo yo. Superman se enteró de la identidad civil, y al parecer, Bruce tuvo una especie de... epifanía.
— ¿De las espirituales o de las que terminan con terapia obligatoria? — murmuró Kendra.
— De las dos — dijo Michael sin mirar arriba de la tablet —. Se presentó en la base, sin traje, con su cara de "estoy en control de todo pero claramente no lo estoy", y dijo literalmente: "Soy Bruce Wayne. Lo sé, qué sorpresa. No hagan una fiesta". Aunque yo lo supe desde que vino por primera vez aquí.
Guy soltó una carcajada.
— Juro por mi anillo que lo dijo así, lo recuerdo bien.
— Palabra por palabra — confirmó Michael —. Y desde entonces, el nivel de drama interno aumentó exponencialmente.
Kendra suspiró.
— Carajo.
— Exacto — asintió Michael, pasando una diapositiva en su tablet —. Además, gracias a eso, tenemos acceso a información logística que antes era imposible. Alfred Pennyworth, su mayordomo... o mejor dicho, su operador civil, ha estado colaborando directamente con nosotros.
— ¿El mayordomo también está en el grupo ahora? — preguntó Guy, pensando que la revelación que presenció venía con regalos sorpresas.
— Técnicamente, sí — respondió Michael —. Pero solo porque Alfred tiene más capacidad organizativa que todos nosotros combinados.
— Bueno, si alguien va a salvar la vida social de Batman, definitivamente es su mayordomo — dijo Kendra, rodando los ojos.
— Todos estamos de acuerdo en eso — remató Michael.
Hubo una pausa corta. Guy volvió a mirar su pizza, pensativo.
Silencio, hasta que Michael volvió a hablar.
— Según Lois Lane, ex de Clark; Batman le mintió a Superman sobre ser dos personas diferentes. Superman se sintió traicionado. Ambos están miserables pero ninguno sabe cómo arreglarlo. Y nosotros tenemos que sentarnos a través de sus reuniones incómodas donde la tensión sexual no resuelta es tan obvia que hace que todos queramos saltar por una ventana.
Rex se había solidificado de nuevo, su expresión mostrando genuina sorpresa.
— Espera. ¿Batman y Superman están... juntos? ¿Cómo juntos juntos? ¿No eran súper mejores amigos?
— Estaban. Ahora están en algún tipo de limbo horrible donde ambos claramente se quieren pero son demasiado tercos para hablar al respecto.
— Eso es... — Kendra se detuvo— realmente triste en realidad.
— Es patético — corrigió Guy—. Pero también hilarante. ¿Vieron sus caras en la última reunión? Además, de todos los seres de este planeta, justo se fija en el más imposible. Superman, quien tenía rumores de tener un harem, ahora anda triste por un furro murciélago.
— Guy — dijo Michael con una paciencia que sugería que estaba a punto de perderla—. Necesito que te enfoques. Porque tengo un plan y necesito que todos ustedes ayuden a ejecutarlo.
Eso captó la atención de todos.
— ¿Qué tipo de plan? — preguntó Rex.
— El tipo de plan que involucra forzar a dos superhéroes emocionalmente constipados a estar en la misma habitación y hacer que hablen sobre sus sentimientos.
Guy silbó.
— Eso es ambicioso. También potencialmente suicida. Superman podría literalmente hacer una lobotomía con su visión de calor si se enoja lo suficiente.
— Por eso necesito su ayuda. Necesitamos un plan sólido. Uno que no resulte en que todos muramos o en que Superman decida mudarse a la Antártida y nunca volver a hablar con nadie.
Kendra se cruzó de brazos, su expresión volviéndose seria.
— Está bien. Estoy dentro. Pero solo porque no puedo soportar otra reunión donde tengo que sentarme entre esos dos y sentir la tensión. Es como estar atrapada entre dos placas tectónicas a punto de chocar.
— Yo también estoy dentro — dijo Rex—. Principalmente porque los compañeritos de Joey me preguntaban por qué Superman parecía tan triste la última vez que lo vieron y no supe qué decirles. Los niños no deberían tener que ver a Superman triste.
— Yo estoy dentro porque esto suena divertido — añadió Guy con una sonrisa—. Imaginen, nosotros siendo terapeutas de relaciones para superhéroes. Es como un reality show esperando a suceder.
Michael los miró a todos, algo parecido a alivio cruzando su rostro.
— Okay. Bien. Entonces aquí está el plan...
(...)
Luego de explicar las tácticas, posibilidades, movimientos y posibles futuros para la misión, todos fueron a prepararse... excepto Guy.
Guy se quedó un largo rato en la sala vacía, mirando a Michael, que seguía sentado frente a la tablet. No era su más grande amigo, no realmente. Pasaban más tiempo discutiendo que de acuerdo en algo, y ese choque constante entre ellos era, para Guy, una especie de deporte mental. Pero esta vez, el silencio de Terrific no sonaba como estrategia. Sonaba como duelo.
Michael no se movía. La pantalla de la tablet seguía iluminando su rostro, reflejándose en los lentes, pero sus ojos estaban en otro lugar completamente distinto.
Guy fue el primero en hablar.
— Hey, cerebrito... ¿todo bien?
Michael levantó la vista, casi sorprendido de verlo todavía ahí.
— Solo... pensando.
Dejó la tablet sobre la mesa y cruzó los brazos, como si necesitara sostenerse a sí mismo.
— No soy de los que se meten en este tipo de cosas, y tú lo sabes. No hago terapia de pareja, no organizo intervenciones, no planeo rescates emocionales. No es mi campo.
Guy apoyó un codo en la mesa, observándolo con más cuidado del que pretendía mostrar.
— Entonces ¿por qué ahora?
Michael dudó. Y Guy, por primera vez, vio que ese tipo de calma que siempre irradiaba no era natural. Era entrenada. Forzada.
— Porque sé cómo se siente perderlo todo — dijo finalmente. Su voz era baja, firme, pero tenía esa grieta pequeña que se abre solo cuando la verdad duele. — Mi esposa, Paula. Estaba embarazada. Íbamos a tener un hijo. Un accidente de auto... — Se detuvo. No necesitaba terminar. El aire lo hizo por él.
Guy dejó la mano sobre la mesa, lentamente. No dijo nada. Solo se inclinó un poco hacia adelante, como si sus hombros pudieran absorber parte del peso ajeno.
Michael respiró hondo, siguiendo.
— Desde entonces, juré no involucrarme en los asuntos emocionales de nadie. Cuando ves algo tan puro romperse, empiezas a pensar que el amor solo existe para destruirnos un poco más bonito.
Su mirada se perdió un momento, luego volvió a él.
— Pero cuando Lois me pidió ayuda para traer a Superman de vuelta después de aquella misión con Luthor... no lo hice por heroísmo. Lo hice porque no quería que ella perdiera a su pareja como yo perdí a la mía.
Guy asintió despacio, sin sarcasmo por una vez.
— No sabía eso.
Michael asintió.
— No me gusta contarlo. Me hace humano. Y eso no siempre es útil.
Un silencio los envolvió, de esos que no incomodan. Guy rompió el contacto visual primero, rascándose la nuca.
— Supongo que ver a Batman y Superman arruinarse entre ellos te jode por lo mismo, ¿eh?
— Exacto. — Michael giró el stylus entre los dedos. — Si hay una mínima posibilidad de que no terminen como yo, vale la pena intentar algo tan ridículo como esto.
Guy soltó una risa baja.
— Una emboscada emocional con una periodista, un fotógrafo, un mayordomo británico y una ladrona. Sí, suena a locura total.
Michael levantó la tablet otra vez, una sonrisa mínima en los labios.
— Y si Paula me estuviera viendo ahora... probablemente se estaría riendo de mí.
Guy lo miró un momento más, en silencio, con algo distinto en los ojos. Luego dijo, casi sin pensarlo:
— O tal vez estaría agradecida de que volviste a sentir algo.
Michael alzó la vista, sorprendido. Por un segundo, el silencio se volvió espeso, eléctrico.
Guy se puso de pie rápido, encogiéndose de hombros.
— Bueno, fue suficiente profundidad por un día. Me voy antes de que empiece a abrazarte.
— Gracias — murmuró Michael, apenas audible.
Guy se detuvo en la puerta, sonriendo sin mirar atrás.
— Cállate.
Mansión Wayne, Gotham — 4:13 PM
Alfred Pennyworth estaba preparando té en la cocina cuando su teléfono sonó. No su teléfono personal. El que solo tres personas tenían el número: Bruce, el comisionado Gordon, y Selina Kyle.
Miró la pantalla. Selina.
Interesante.
Contestó en el segundo timbre.
— Señorita Kyle.
— Alfred. — La voz de Selina era cálida pero con una corriente de preocupación debajo, lo había visto la otra noche siendo mas brutal de lo normal—. Necesito saber algo y necesito que seas completamente honesto conmigo. ¿Cómo está Bruce?
Alfred miró hacia el suelo, hacia donde sabía que la entrada a la Batcueva estaba. Hacia donde Bruce había estado pasando cada minuto que no estaba patrullando o fingiendo dormir.
— No bien, me temo.
— ¿Escala de "normal Bruce Wayne angustiado" o "necesito intervenir inmediatamente"?
— La segunda.
Escuchó a Selina inhalar bruscamente.
— Carajo. Okay. Necesito que me cuentes todo. Y cuando digo todo, me refiero a cada detalle de lo que sea que haya causado que Bruce se convierta en... lo que sea que es ahora. Me lo he cruzado la otra noche y... Está muy mal.
Así que Alfred le contó. Le contó sobre Clark Kent, sobre cómo Bruce se había enamorado de él tanto como Bruce Wayne y como Batman. Le contó sobre la noche en el muelle, sobre cómo la verdad había explotado de la peor manera posible. Le contó sobre las semanas que habían seguido, sobre los mensajes sin respuesta, sobre cómo Bruce había dejado de hablar casi por completo excepto para murmurar disculpas a un teléfono que nunca respondía.
Le contó sobre cómo había encontrado a Bruce llorando en la Batcueva más veces de las que podía contar, sobre cómo la comida sabía a cenizas, sobre cómo el hombre que había criado desde los ocho años estaba rompiendo de maneras que Alfred no sabía cómo arreglar.
Cuando terminó, hubo un largo silencio del otro lado de la línea.
— Alfred — dijo Selina finalmente, su voz cuidadosamente controlada—. Voy a ser muy clara sobre algo. Me importa un carajo si Bruce se enoja conmigo. Me importa un carajo si decide nunca volver a hablarme. Voy a intervenir.
— Señorita Kyle...
— No. Alfred, escúchame. Bruce ha pasado toda su vida guardando secretos, construyendo muros, manteniéndose alejado de las personas porque tiene miedo de que lo lastimen. Y ahora finalmente encontró a alguien que lo veía, realmente lo veía, y lo arruinó porque no supo cómo ser vulnerable sin también ser controlador.
— Estoy de acuerdo con su evaluación.
— Bien. Porque tengo una idea. Y va a requerir tu ayuda y probablemente la ayuda de algunas otras personas también.
— ¿Qué tipo de idea?
— El tipo que involucra poner a Bruce y Clark en la misma habitación donde no puedan huir y forzarlos a hablar como adultos reales en lugar de niños asustados.
Alfred sintió una sonrisa tirando de sus labios.
— Coincidencialmente, acabo de recibir una llamada hace unas horas de un tal Michael Holt sugiriendo exactamente lo mismo.
— ¿Michael Holt? ¿El tipo de la Justice Gang?
— El mismo.
— Perfecto. — Selina sonaba como si acabara de ganar la lotería—. Eso hace esto mucho más fácil. ¿Tiene su número de contacto?
— Lo tengo.
— Genial. Llámalo. Dile que Catwoman está oficialmente involucrada en Operation Get These Idiots Back Together y que tengo recursos que pueden ser útiles.
— ¿Operation Get These Idiots Back Together?
— Estoy trabajando en el nombre. Pero sí. Eso. Llámalo, coordina conmigo, y vamos a arreglar esto antes de que Bruce se convierta en un ermitaño permanente y Clark Kent decida que es más fácil ser un alíen solitario que lidiar con sus sentimientos.
Alfred se encontró sonriendo más ampliamente ahora.
— Será un placer, señorita Kyle.
— Y Alfred... gracias. Por cuidar de él. Sé que no es fácil.
— Nunca lo ha sido. Pero es mi muchacho. Y haré lo que sea necesario para verlo feliz otra vez.
— Entonces hagámoslo suceder.
Colgaron.
Alfred inmediatamente marcó el número de Michael Holt, que contestó en el primer timbre.
— Pennyworth. ¿Qué dices, te unes?
— Señor Holt. Entiendo que estamos trabajando hacia el mismo objetivo.
— Si, el objetivo de forzar a dos superhéroes tercos a tener una conversación sobre sus sentimientos, entonces sí.
— Excelente. Tengo a una aliada que también está interesada en ayudar. Selina Kyle. También conocida como...
— Catwoman. Sí, la conozco. O conozco de ella. — Michael sonaba impresionado—. Eso es... realmente útil en realidad. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.
— ¿Cuál es el plan actual?
— Todavía estoy trabajando en los detalles. Pero la idea general es crear una situación donde Superman y Batman tengan que trabajar juntos en algo que no sea una reunión del equipo. Algo que requiera que estén en proximidad cercana durante tiempo extendido. Y luego, cuando estén lo suficientemente distraídos por lo que sea que los tengamos haciendo, los emboscamos con una intervención.
— Una trampa elaborada.
— Exactamente. Pero una trampa diseñada con amor y preocupación genuina por su bienestar emocional. O así decidieron catalogar la misión los demás.
Alfred se permitió una pequeña sonrisa.
— Cuente conmigo, señor Holt. Y con la señorita Kyle. Haremos lo que sea necesario para que estos dos jóvenes vuelvan a hablar.
— Perfecto. Les enviaré los detalles del plan una vez que lo tengamos completamente desarrollado. Probablemente en las próximas 48 horas.
— Estaré esperando.
Colgaron.
Alfred se quedó en la cocina por un momento, mirando su teléfono, sintiendo algo que no había sentido en semanas: esperanza.
Bruce y Clark eran tercos. Eran orgullosos. Eran dos hombres que habían pasado sus vidas enteras construyendo defensas contra ser lastimados.
Pero también se amaban. Alfred lo había visto. Lo había visto en la forma en que Bruce hablaba sobre Clark, en la forma en que sus ojos se iluminaban cuando su teléfono vibraba con un mensaje. Lo había visto en la forma en que Clark miraba a Bruce, tanto como el playboy millonario como el vigilante enmascarado.
Ese amor todavía estaba ahí. Enterrado bajo capas de dolor y traición y miedo, pero ahí.
Y si Alfred tenía algo que decir al respecto, iba a asegurarse de que ese amor tuviera la oportunidad de florecer otra vez.
Aunque tuviera que conspirar con un equipo de superhéroes, una ladrona experta y ex ligue de Bruce, y dos reporteros entrometidos para hacerlo suceder.
Edificio de Max Lord, sala de conferencias — 5:15 PM
La sala de conferencias se había transformado en algo parecido a una sala de operaciones militares. Michael tenía su tablet conectada a la pantalla grande, mostrando un diagrama que parecía demasiado complicado para algo que básicamente era "hacer que dos personas hablen".
Guy estaba sentado en la mesa, comiendo pizza que había aparecido de quién sabe dónde. Kendra estaba de pie junto a la ventana, sus alas parcialmente extendidas en esa forma que hacía cuando estaba pensando profundamente. Rex había tomado la forma de una silla extra y estaba dejando que todos lo usaran como mueble.
Y Michael estaba en el centro de todo, coordinando llamadas, enviando mensajes, construyendo lo que básicamente era una conspiración masiva para intervenir en la vida amorosa de dos de los héroes más poderosos del planeta.
— Okay — dijo, señalando el diagrama—. Aquí está lo que tenemos hasta ahora. Lois Lane y Jimmy Olsen están en Metrópolis, trabajando en el lado de Superman de las cosas. Van a crear una situación que requiera que Superman pida ayuda de Batman específicamente.
— ¿Qué tipo de situación? — preguntó Kendra.
— Todavía estamos elaborando los detalles. Pero probablemente algo que involucre tecnología que solo Wayne Enterprises podría ayudar a resolver. Algo lo suficientemente urgente que Superman no pueda simplemente ignorarlo, pero no tan urgente que no tengamos tiempo para orquestar el resto del plan.
— Inteligente — murmuró Guy alrededor de un bocado de pizza—. Usar la culpa de héroe de Superman contra él.
— Mientras tanto — continuó Michael—, Alfred Pennyworth y Selina Kyle están trabajando en el lado de Batman. Van a asegurarse de que cuando Superman pida ayuda, Batman no pueda negarse sin parecer un completo idiota.
— ¿Cómo van a hacer eso? — preguntó Rex desde su forma de silla.
— Alfred tiene formas. Y Selina... bueno, Selina es Selina. Si alguien puede manipular a Batman para que haga algo que no quiere hacer, es ella.
— Esto es elaborado — observó Kendra—. Y potencialmente podría explotar espectacularmente en nuestras caras.
— Por eso ustedes tres están aquí. — Michael los señaló—. Una vez que tengamos a Superman y Batman en la misma ubicación, trabajando juntos, necesitamos mantenerlos ahí el tiempo suficiente para que realmente hablen. Lo que significa que necesitamos distracciones, backup, y posiblemente intervención física si uno de ellos intenta huir.
Guy dejó de masticar.
— ¿Estás diciéndome que podría tener que pelear físicamente contra Superman o Batman para evitar que huyan de sus sentimientos?
— Esperemos que no llegue a eso. Pero sí, esa es la posibilidad.
— Esto es lo mejor y lo peor que he escuchado. — Guy tomó otro pedazo de pizza—. Estoy definitivamente dentro.
— Yo también — dijo Kendra—. Pero solo porque Superman me salvó la vida ese tiempo en Kahndaq y le debo una. Y porque Batman necesita a alguien que le diga que está siendo un idiota y aparentemente nadie en Gotham tiene las agallas para hacerlo.
— Yo solo quiero que Joey vuelva a ver a Superman sonreír — añadió Rex, levantando el pulgar/pulgar mueble, era raro que un mueble tenga un pulgar—. Así que cuenta conmigo.
Michael asintió, algo parecido a alivio cruzando su rostro.
— Bien. Porque esto va a requerir coordinación perfecta. Una vez que pongamos el plan en movimiento, no podemos echarnos atrás. Superman y Batman son demasiado inteligentes, demasiado perceptivos. Si sospechan que los estamos manipulando, todo se viene abajo.
— Entonces no sospechamos — dijo Guy con confianza—. Somos profesionales. Hemos salvado el mundo como mil veces. Seguramente podemos manejar una simple intervención de relaciones.
— Famosas últimas palabras — murmuró Kendra.
Pero estaba sonriendo. Porque a pesar de lo absurdo de todo esto, a pesar del hecho de que estaban básicamente conspirando para emboscar a dos de sus compañeros de equipo, había algo genuinamente bueno en lo que estaban intentando hacer.
Superman y Batman eran buenos juntos. Todos lo habían visto. La forma en que se complementaban, la forma en que sus diferencias se equilibraban mutuamente, la forma en que trabajaban en sincronía perfecta cuando no estaban demasiado ocupados siendo emocional desastres.
Y si eso significaba que tenían que conspirar, manipular, y básicamente forzar a dos adultos completamente capaces a tener una conversación sobre sus sentimientos...
Bueno.
Eso era lo que hacían los amigos.
Daily Planet, Metrópolis — 6:47 PM
Lois estaba en su decimotercera taza de café del día cuando su teléfono vibró con un mensaje de Michael Holt, mirando la silla vacía de Clark pensando en si todo esto era buena idea. Mientras aquel grandote estaba demasiado ocupado siendo Superman en Australia en un gran incendio que tendrá sus sentidos demasiados ocupados para escuchar esto.
"Plan en movimiento. Fase uno empieza mañana a las 2 PM. ¿Están listos?"
Tomó ese mensaje como una señal universal de que si era buena idea.
Lois miró a Jimmy, quien estaba al otro lado de su escritorio, rodeado de notas adhesivas de colores que habían estado usando para mapear cada aspecto de su parte de la operación. Parecía que un arcoíris había explotado sobre su espacio de trabajo.
— ¿Estamos listos? — preguntó Lois.
Jimmy levantó la vista, con tres marcadores diferentes en la boca y uno detrás de cada oreja.
— Mmfph — dijo, lo cual Lois interpretó como "sí pero también estoy aterrado".
Se sacó los marcadores de la boca.
— Okay, recapitulemos una vez más. Solo para estar seguros de que no vamos a arruinar esto y hacer que Clark nos odie para siempre.
Lois asintió, sacando su propia lista.
— Paso uno: Crear una situación que requiera conocimiento técnico específico que solo Wayne Enterprises tiene. Algo relacionado con... — miró sus notas— tecnología de energía limpia que está mal funcionando y amenazando con explotar.
— Lo cual es conveniente porque Wayne Enterprises acaba de lanzar una nueva línea de reactores de energía sostenible — añadió Jimmy—. Así que tiene sentido que Superman buscaría a Bruce Wayne específicamente para ayuda.
— Paso dos: Asegurarnos de que la "emergencia" suceda en una ubicación lo suficientemente remota que Superman no pueda simplemente resolverla con super velocidad. Necesita ser algo que requiera tiempo y colaboración.
— La instalación de investigación en las afueras de Metrópolis — Jimmy golpeó su mapa con un marcador—. Suficientemente lejos de la ciudad que nadie más se verá afectado si algo sale mal, pero suficientemente cerca que Superman sentirá que es su responsabilidad manejarlo.
— Paso tres: Una vez que Superman y Batman estén en el sitio, trabajando juntos, el resto de la Justice Gang "casualmente" aparece para "ayudar". — Lois hizo comillas con los dedos—. Y por ayudar, me refiero a asegurarse de que ninguno de ellos pueda huir cuando las cosas se pongan incómodas.
— Lo cual será aproximadamente cinco minutos después de que estén solos juntos — murmuró Jimmy.
— Probablemente. — Lois tomó otro sorbo de café—. ¿Y la amenaza real? ¿La que no es falsa?
Jimmy señaló otra sección de notas.
— Michael está trabajando en eso. Algo lo suficientemente genuino que Superman no sospeche que es una trampa, pero lo suficientemente contenido que no ponga en peligro real a nadie. Está pensando en algún tipo de mal funcionamiento de reactor que parece peor de lo que es.
— Inteligente. Superman no arriesgaría vidas solo por evitar una conversación incómoda.
— Exactamente. Su complejo de mártir trabajando a nuestro favor por una vez.
Lois se recostó en su silla, mirando el mapa elaborado que habían creado. Era ridículo. Era manipulador. Era probablemente cruzar al menos cinco líneas diferentes de "cosas que los buenos amigos no deberían hacer".
Pero también era necesario.
Porque había visto a Clark esta mañana, usando la misma camisa por cuarto día consecutivo, con círculos bajo sus ojos que ni siquiera su fisiología alienígena podía esconder completamente. Lo había visto tecleando las mismas oraciones una y otra vez, borrándolas, comenzando de nuevo, atrapado en un ciclo de miseria que no sabía cómo romper.
Y si eso significaba que tenía que conspirar con superhéroes y mayordomo ingleses y ladronas buscadas de manera nacional para forzar una confrontación...
Bueno.
Lois Lane no había llegado a donde estaba siendo tímida sobre intervenir cuando las personas que amaba estaban sufriendo.
— Okay — dijo finalmente, escribiendo de vuelta a Michael—. Estamos listos. Hagamos esto.
Jimmy la miró con esa expresión que usaba cuando estaba mitad emocionado, mitad aterrado de lo que estaba a punto de hacer.
— ¿Sabes qué es lo loco de todo esto? — dijo—. Si funciona, básicamente habremos orquestado la reconciliación romántica más elaborada en la historia de las reconciliaciones románticas.
— Y si no funciona, habremos traumatizado permanentemente a nuestro mejor amigo y posiblemente hecho que dos de los héroes más poderosos del planeta decidan que nunca más pueden trabajar juntos, poniendo en peligro potencialmente la seguridad del mundo entero.
— Sí. Eso también.
Se miraron por un largo momento.
Luego Lois se encogió de hombros.
— Vale la pena el riesgo.
— Completamente vale la pena el riesgo.
Chocaron sus tazas de café en un brindis.
— Por Operation Get These Idiots Back Together — dijo Lois.
— Todavía es un nombre terrible.
— Cállate y bebe tu café.
Apartamento de Selina Kyle, Gotham — 7:23 PM
Selina estaba en su apartamento, rodeada de tres gatos que la miraban con juicio mientras ella hablaba por teléfono con Alfred.
— No, entiendo el plan — estaba diciendo, usando su uña para abrir una lata de comida de gato de las caras—. Pero necesito saber exactamente cuán terco va a ponerse Bruce cuando Superman le pida ayuda.
— En una escala del uno al diez, donde uno es "razonablemente cooperativo" y diez es "preferiría morir antes que admitir que necesita algo"... — Alfred hizo una pausa— diría que un sólido nueve.
— Perfecto. — Selina sonrió, distribuyendo comida entre tres tazones mientras sus gatos se arremolinaban alrededor de sus pies—. Eso me da algo con qué trabajar.
— ¿Qué tiene en mente exactamente, señorita Kyle?
— Bueno, conozco a Bruce. Y cuando digo que lo conozco, me refiero a que conozco exactamente qué botones presionar para hacerlo reaccionar de formas específicas. — Se sentó en su sofá, uno de los gatos inmediatamente saltando a su regazo—. Si Superman le pide ayuda con algo técnico, la primera reacción de Bruce va a ser mandar a Lucius Fox o a algún otro empleado de Wayne Enterprises. Va a evitar el contacto personal a toda costa. Por más que le haya rogado perdón virtualmente, no tendrá la misma valentía en persona.
— Correcto.
— Así que necesito asegurarme de que la solicitud sea lo suficientemente personal, lo suficientemente específica, que Bruce no pueda delegarla sin parecer un completo cobarde. — Selina acarició al gato en su regazo, pensando—. ¿Qué tal si Superman menciona que está pidiendo ayuda específicamente porque confía en el juicio de Bruce sobre tecnología peligrosa? Hacer que sea sobre confianza en lugar de solo capacidad técnica.
— Eso podría funcionar — dijo Alfred lentamente—. El señor Wayne tiene... problemas con el concepto de confianza en este momento. Especialmente viniendo de Superman.
— Exactamente. Si Superman enmarca la solicitud como "necesito a alguien en quien confíe para manejar esto" en lugar de solo "necesito un experto técnico", Bruce no podrá negarse sin básicamente admitir que es demasiado cobarde para enfrentar a Clark.
— Y el orgullo del señor Wayne no le permitirá eso.
— Bingo. — Selina sonrió más ampliamente—. Alfred, creo que esto podría realmente funcionar.
— Espero que tenga razón, señorita Kyle. Porque si no... — Se detuvo—. Bueno, prefiero no pensar en la alternativa.
— Hey. — La voz de Selina se suavizó—. Va a funcionar. Porque esos dos idiotas se aman demasiado como para que no funcione. Solo necesitan que alguien los empuje en la dirección correcta.
— Desde su boca a los oídos de Dios.
— O al menos a los oídos de Superman. — Selina miró su reloj—. Okay, necesito ir a hacer algunas cosas. Pero estaré lista para mañana. Solo asegúrate de que Bruce esté en la mansión cuando llegue la llamada.
— Lo mantendré en casa con el pretexto de necesitar su firma en algunos documentos importantes de Wayne Enterprises.
— Perfecto. Hablamos mañana.
Colgaron.
Selina se quedó sentada por un momento, acariciando a su gato, pensando en Bruce Wayne y en cómo, a pesar de toda su inteligencia y recursos y determinación, era completamente incapaz de manejar sus propios sentimientos de una manera saludable.
Lo había visto antes, por supuesto. Había visto cómo Bruce saboteaba relaciones, cómo construía muros, cómo elegía el dolor familiar de la soledad sobre el riesgo aterrador de la vulnerabilidad.
Pero esta vez era diferente.
Esta vez había visto algo en Bruce que nunca había visto antes: amor real. No solo atracción o conexión o el tipo de vínculo que viene de entender la oscuridad del otro. Sino amor genuino, del tipo que asusta porque importa demasiado.
Y si Selina tenía que conspirar con un equipo de superhéroes y dos reporteros entrometidos para asegurarse de que Bruce no arruinara la mejor cosa que le había pasado...
Bueno.
Eso era lo que hacían los amigos.
Incluso los amigos que técnicamente eran criminales y probablemente no deberían estar involucrados en planes elaborados para manipular a héroes.
Edificio de Max Lord — 8:45 PM
Michael estaba solo en la sala de conferencias ahora, todos los demás habían ido a casa hace horas. Pero él estaba ahí, rodeado de pantallas y diagramas y notas, perfeccionando cada detalle del plan.
Porque si iban a hacer esto, tenía que ser perfecto. El hacía todo perfecto.
No podían darse el lujo de errores. No cuando estaban lidiando con dos de las personas más inteligentes y perceptivas del planeta. Superman podía escuchar conversaciones a kilómetros de distancia. Batman podía detectar mentiras solo por cambios en el ritmo cardíaco.
Tenían una oportunidad para hacer esto bien. Una oportunidad para poner a estos dos idiotas en la misma habitación y forzarlos a enfrentar lo que habían estado evitando durante semanas.
Y Michael iba a asegurarse de que no la arruinaran.
Su teléfono vibró. Un mensaje de Lois.
¿Seguro que esto va a funcionar?
Michael sonrió, escribiendo de vuelta.
Absolutamente no. Pero vamos a intentarlo de todas formas.
Lois: Esa es la actitud.
Michael: ¿Estás asustada?
Lois: terrada. ¿Tú?
Michael: También. Pero es el tipo bueno de aterrada. El tipo que viene de preocuparse lo suficiente como para intentar algo potencialmente estúpido.
Lois: Brindo por eso.
Michael miró todas las pantallas frente a él, todos los planes elaborados, toda la coordinación que habían puesto en esto.
Mañana a las 2 PM, pondrían todo en movimiento.
Y luego solo podrían esperar que el amor fuera lo suficientemente fuerte para sobrevivir la verdad.
Mansión Wayne — 11:34 PM
Alfred encontró a Bruce en la Batcueva, como esperaba. Estaba sentado frente a las pantallas, mirando nada en particular, su teléfono en la mano.
— Señor — dijo suavemente, descendiendo las escaleras—. Es tarde.
— Lo sé.
— Debería dormir.
— Lo sé.
Alfred se acercó, viendo la pantalla del teléfono de Bruce. Estaba abierta en los mensajes con Clark. El último decía "Está bien. Esperaré."
Enviado hace tres días.
Sin respuesta.
— ¿Ha considerado — comenzó Alfred cuidadosamente— que quizás el señor Kent necesita más que palabras en una pantalla?
— Él dijo que necesitaba tiempo.
— Y se lo ha dado. Semanas de tiempo. Pero tiempo solo no cura heridas, señor. A veces se necesita acción.
Bruce finalmente levantó la vista, y Alfred pudo ver la exhaustiva en su rostro. No solo agotamiento físico, aunque eso estaba ahí también. Sino agotamiento emocional, el tipo que viene de llevar un peso demasiado pesado durante demasiado tiempo.
— No sé qué acción tomar, Alfred. Ya me disculpé. Ya expliqué por qué hice lo que hice. Ya le he dicho que esperaré el tiempo que necesite. ¿Qué más hay?
— Podría intentar simplemente... estar presente. No como Batman pidiendo perdón. No como Bruce Wayne enviando mensajes. Sino como usted mismo, en toda su humanidad complicada, mostrándole al señor Kent que está dispuesto a ser vulnerable de verdad.
— Intenté eso. En el muelle. Y se fue.
— Porque estaba herido, señor. Pero el dolor no es permanente. Eventualmente, con el cuidado correcto, sana.
Bruce miró de vuelta a su teléfono, su pulgar trazando las palabras en la pantalla.
— ¿Y si no sana? ¿Y si lo que hice fue demasiado?
Alfred puso una mano en el hombro de Bruce, apretando suavemente.
— Entonces al menos sabrá que lo intentó. Que dio todo lo que tenía. Y eso, señor, tiene que ser suficiente.
Bruce no respondió. Solo asintió, una vez, y volvió a mirar las pantallas.
Alfred subió las escaleras, dejando a su muchacho en la oscuridad de la Batcueva.
Pero mientras subía, no pudo evitar sonreír.
Porque mañana, todo cambiaría.
Mañana, Bruce tendría la oportunidad de hacer lo que había estado demasiado asustado para hacer: enfrentar a Clark, cara a cara, y pelear por lo que habían tenido.
Y Alfred iba a asegurarse de que no desperdiciara esa oportunidad.
Aunque tuviera que manipular, conspirar, y básicamente forzar a dos adultos completamente capaces a estar en la misma habitación.
Porque eso era lo que hacían los padres.
Incluso los padres que técnicamente eran mayordomos y probablemente no deberían estar tan involucrados en la vida amorosa de su empleador.
Apartamento de Clark Kent — 11:59 PM
Clark estaba acostado en su cama, mirando el techo, escuchando los sonidos de Metrópolis a través de sus ventanas abiertas.
Su teléfono estaba en la mesita de noche, la pantalla hacia abajo porque no confiaba en sí mismo para no revisarlo cada cinco minutos.
Había estado tres días sin responder a Bruce. Tres días de leer "Está bien. Esperaré." y no saber qué decir de vuelta.
Porque la verdad era que Clark no sabía qué quería.
Quería que el dolor se detuviera. Quería que la traición se sintiera menos como una herida abierta. Quería poder pensar en Bruce sin que su pecho se apretara de una manera que lo hacía difícil respirar.
Pero también quería a Bruce. Quería sus manos, su voz, su presencia. Quería las mañanas en la mansión Wayne y las noches en los tejados de Gotham. Quería ambas versiones del hombre que había llegado a amar, incluso sabiendo ahora que siempre habían sido la misma persona.
El problema era que esos dos deseos estaban en guerra entre sí. No podía tener a Bruce sin enfrentar el dolor. Y no podía dejar ir el dolor sin arriesgarse a que Bruce lo lastimara otra vez.
Así que se quedaba atrapado. Paralizado entre dos imposibilidades.
Su teléfono vibró.
Clark cerró los ojos, contando hasta diez antes de alcanzarlo.
No era Bruce. Era Lois.
Duerme bien. Mañana va a ser un día largo.
Clark frunció el ceño ante el mensaje. Había algo en la forma en que estaba redactado que le daba mala espina. Lois no era conocida por sus mensajes crípticos a menos que estuviera planeando algo.
¿Por qué va a ser largo?
Porque es viernes. Los viernes siempre son largos.
Eso no respondía nada. Pero Clark estaba demasiado cansado para presionar más.
Buenas noches, Lo.
Buenas noches, Smallville. Te quiero.
También te quiero.
Clark dejó el teléfono de vuelta en la mesita de noche y cerró los ojos.
No sabía que mañana, su vida estaba a punto de volverse significativamente más complicada.
No sabía que sus amigos, sus compañeros de equipo, y varias otras personas que se preocupaban por él habían pasado los últimos días conspirando elaboradamente para forzarlo a enfrentar exactamente lo que había estado evitando.
No sabía que en menos de veinticuatro horas, estaría parado frente a Bruce Wayne otra vez, sin escape posible, forzado a finalmente tener la conversación que ambos habían estado evitando.
No sabía nada de eso.
Así que se durmió, sin saber que mañana, Operation Get These Idiots Back Together entraría oficialmente en fase de ejecución.
Y que su vida, para bien o para mal, nunca sería la misma.
Chapter 33: Plan en marcha.
Chapter Text
Instalación de Investigación de Metrópolis — 1:47 PM
El Dr. Hamilton estaba teniendo el peor día de su vida.
No porque algo estuviera realmente mal. Todo estaba funcionando perfectamente bien en su laboratorio de energía sostenible. Los reactores estaban operando dentro de parámetros normales. Los sistemas de seguridad estaban todos en verde. Sus asistentes estaban tomando lecturas que mostraban exactamente lo que se suponía que mostraran.
El problema era Lois Lane.
Lois Lane, quien había aparecido en su laboratorio hace exactamente una hora con Jimmy Olsen a cuestas, insistiendo en que necesitaban acceso para "un artículo importante sobre el futuro de la energía limpia en Metrópolis."
Lois Lane, quien de alguna manera había conseguido que su supervisor aprobara la visita a pesar de que el Dr. Hamilton estaba bastante seguro de que no había ningún artículo real siendo escrito.
Lois Lane, quien ahora estaba "accidentalmente" tropezando con cables, presionando botones que no debería estar presionando, y generalmente causando suficiente caos que el Dr. Hamilton estaba comenzando a sudar a través de su bata de laboratorio.
— Señorita Lane — dijo por quinta vez en los últimos diez minutos, su voz subiendo una octava con cada repetición—, realmente necesito pedirle que no toque eso.
— ¿Esto? — Lois tenía la mano sobre un panel de control que controlaba el flujo de refrigerante al reactor principal—. Solo estaba admirando la ingeniería. Es fascinante cómo Wayne Enterprises diseñó este sistema específico de enfriamiento. Tan... delicado.
Sus dedos se movieron sobre el panel de una manera que hizo que el corazón del Dr. Hamilton se detuviera brevemente.
— Señorita Lane, ese panel controla sistemas críticos. Si lo ajusta incorrectamente, podríamos tener un mal funcionamiento serio.
— ¿En serio? — Los ojos de Lois se ampliaron con inocencia perfectamente fingida—. Qué aterrador. Probablemente debería alejarme entonces.
Se alejó del panel.
Directamente hacia otro conjunto de controles.
Jimmy, quien había estado tomando "fotos para el artículo", estaba posicionado estratégicamente cerca del sistema de monitoreo principal. Cada vez que el Dr. Hamilton miraba en otra dirección, Jimmy hacía pequeños ajustes a las configuraciones. Nada peligroso. Nada que causara un problema real.
Solo lo suficiente para hacer que las lecturas se vieran preocupantes.
Solo lo suficiente para que cuando Michael Holt, quien estaba monitoreando remotamente desde el edificio de Max Lord, pudiera hackear los sistemas y hacer que pareciera que algo estaba terriblemente, terriblemente mal.
El plan era simple en teoría:
Paso uno: Crear una situación que pareciera como una emergencia genuina pero que en realidad fuera completamente controlada.
Paso dos: Hacer que Superman respondiera a la emergencia.
Paso tres: Asegurarse de que la "solución" requiriera específicamente la experiencia de Bruce Wayne.
Paso cuatro: Una vez que Superman y Batman estuvieran trabajando juntos, atraparlos ahí el tiempo suficiente para forzar una conversación.
Paso cinco: ???
Paso seis: ¡Reconciliación!
Lois personalmente pensaba que los pasos cinco y seis necesitaban más trabajo, pero Michael había insistido en que "tenían que ser flexibles y adaptarse a la situación según se desarrollara", lo cual era básicamente admitir que no tenían idea de lo que iban a hacer una vez que tuvieran a los dos superhéroes en la misma habitación.
Pero eso era un problema para la Lois del futuro.
En el presente Lois tenía que enfocarse en causar suficiente caos sutil que los sistemas de la instalación comenzaran a mostrar lecturas preocupantes sin realmente causar ningún peligro real.
Su teléfono vibró en su bolsillo. Un mensaje de Michael.
Listo del lado técnico. Dame la señal y puedo hacer que las alarmas se disparen.
Lois miró alrededor del laboratorio. El Dr. Hamilton estaba ahora del otro lado de la habitación, revisando lecturas que Jimmy había "accidentalmente" alterado. Sus asistentes estaban ocupados en sus propias estaciones de trabajo. Jimmy le dio un pulgar arriba discreto desde su posición cerca del sistema de monitoreo.
Era ahora o nunca.
Lois escribió de vuelta.
Hazlo.
Tres segundos después, todas las alarmas en la instalación comenzaron a sonar.
Daily Planet — 2:03 PM
Clark estaba en medio de escribir una oración sobre zonificación urbana (otra vez, porque aparentemente su cerebro había decidido que solo podía escribir sobre ese tema ahora) cuando escuchó las alarmas.
No las alarmas del Daily Planet. Las alarmas de la Instalación de Investigación de Metrópolis, a diez kilómetros de distancia.
Su súper audición las captó inmediatamente: el sonido agudo y urgente de alarmas de emergencia, el tipo que significaba que algo había salido muy, muy mal.
Se levantó de su escritorio tan rápido que sus papeles volaron.
— ¿Clark? — Perry lo llamó desde su oficina—. ¿A dónde vas?
— Emergencia — gritó Clark, ya corriendo hacia la escalera de incendios—. Vuelvo pronto.
No esperó una respuesta. Tres segundos después, Superman estaba volando a través del cielo de Metrópolis, su capa ondeando dramáticamente detrás de él mientras se dirigía hacia la fuente de las alarmas.
La Instalación de Investigación de Metrópolis era un edificio bajo y extendido en las afueras de la ciudad, rodeado por campos vacíos que habían sido específicamente despejados para razones de seguridad. Cuando Superman llegó, podía ver que el personal estaba siendo evacuado, personas corriendo hacia el estacionamiento en ese tipo de pánico organizado que viene de tener protocolos de emergencia bien ensayados.
Aterrizó frente a la entrada principal justo cuando el Dr. Hamilton salía, luciendo como si hubiera envejecido diez años en los últimos diez minutos.
— Superman — jadeó—. Gracias a Dios. Tenemos una situación crítica. El reactor principal está mostrando señales de sobrecarga. El sistema de enfriamiento parece haber mal funcionado y si no lo estabilizamos en la próxima hora, podríamos estar viendo una explosión que...
— ¿Qué tan grande? — interrumpió Clark.
— Lo suficientemente grande para nivelar la instalación y crear una zona de peligro de al menos un kilómetro. Pero eso no es lo peor. — El Dr. Hamilton se pasó una mano temblorosa por el cabello—. El reactor está usando un diseño experimental de Wayne Enterprises. Tecnología propietaria que nadie más entiende completamente. Si intentamos apagarlo incorrectamente, podríamos hacer que la situación empeore.
Clark sintió algo frío asentarse en su estómago.
Por supuesto era tecnología de Wayne Enterprises. Por supuesto era algo que requeriría específicamente la experiencia de Bruce.
El universo estaba conspirando contra él.
— ¿Hay alguien del personal de Wayne Enterprises aquí que pueda ayudar? — preguntó, aunque ya conocía la respuesta.
— No. Y todos los técnicos principales están en conferencias o en otros países. El único que realmente podría manejar esto personalmente es... — El Dr. Hamilton se detuvo, claramente incómodo—. Es Bruce Wayne mismo. Él diseñó el sistema de seguridad personalmente.
Por supuesto que lo hizo.
Clark cerró los ojos, inhalando profundamente. Podía hacer esto. Podía llamar a Bruce por una emergencia real sin que se volviera raro. Eran profesionales. Podían trabajar juntos para salvar vidas sin que su relación personal complicada se interpusiera.
Totalmente podían hacer eso.
Su propia falta de convicción era casi cómica.
— Está bien — dijo finalmente—. Voy a contactarlo. Mientras tanto, asegúrese de que todos estén evacuados a una distancia segura.
— Ya están en ello. Superman... gracias. Sabíamos que vendría.
Clark asintió, elevándose en el aire mientras sacaba su teléfono de comunicaciones de la Justice Gang. Tenía el número personal de Bruce desde... bueno, desde cuando eran Bruce y Clark en lugar de Batman y Superman. Pero llamar a ese número se sentía demasiado personal, demasiado cargado con todo lo que no habían dicho.
En su lugar, abrió el chat del equipo y escribió un mensaje que sabía que Bruce vería.
Emergencia en Instalación de Investigación de Metrópolis. Reactor de Wayne Enterprises mal funcionando. Necesito tu experiencia técnica. ¿Disponible?
Formal. Profesional. Sin emoción.
Exactamente lo opuesto a lo que realmente quería escribir, que era algo más en línea de "Por favor ven, te extraño tanto que duele, no sé cómo hacer esto sin ti pero tengo que intentarlo porque hay vidas en riesgo y tú eres el único que puede ayudar."
Pero eso habría sido patético.
Y Clark Kent no era patético.
Excepto que totalmente lo era cuando se trataba de Bruce Wayne.
Su teléfono vibró tres segundos después.
En camino. ETA 15 minutos.
Sin emoción. Sin preguntas. Solo aceptación profesional de una misión que requería su experiencia.
Exactamente lo que Clark había pedido.
Entonces, ¿por qué se sentía como si acabara de tragar vidrio?
Mansión Wayne — 2:05 PM
Bruce estaba en su estudio cuando recibió el mensaje, fingiendo revisar documentos de Wayne Enterprises mientras Alfred revoloteaba cerca de una manera que era sospechosa pero que Bruce estaba demasiado cansado para cuestionar.
Ver el nombre de Superman aparecer en su teléfono hizo que su corazón se detuviera brevemente.
Leyó el mensaje una vez. Luego otra. Luego una tercera vez, analizando cada palabra, buscando significado oculto en la forma en que Clark había fraseado la solicitud.
Necesito tu experiencia técnica.
No "necesito tu ayuda". No "necesito a Batman". Ni siquiera "necesito a Bruce Wayne, CEO de Wayne Enterprises."
Necesito tu experiencia técnica.
Personal. Específico. Una solicitud que reconocía que Bruce específicamente, no solo su compañía o su alter ego, tenía algo único que ofrecer.
Bruce miró a Alfred, quien estaba haciendo un show elaborado de no estar prestando atención mientras claramente prestaba completa atención.
— Tengo que irme — dijo Bruce, levantándose—. Emergencia en Metrópolis.
— Por supuesto, señor. — Alfred no parecía ni siquiera un poco sorprendido—. ¿Irá como Batman o como Bruce Wayne?
Esa era la pregunta, ¿no? Clark había enviado el mensaje a través del chat del equipo, lo que sugería contacto oficial de superhéroe a superhéroe. Pero la solicitud había sido específicamente por la experiencia técnica de Bruce, lo que significaba que probablemente tenía más sentido ir como civil.
Excepto que ir como Bruce Wayne significaba enfrentar a Clark sin la barrera protectora del traje de Batman. Significaba ser vulnerable de maneras que Bruce había pasado las últimas semanas evitando cuidadosamente.
Pero si estaba siendo honesto consigo mismo (lo cual raramente era, pero estaba intentándolo), había llegado el momento de dejar de esconderse detrás de máscaras.
Literal y figurativamente.
— Bruce Wayne — decidió—. Si esto involucra tecnología de Wayne Enterprises, tiene más sentido que vaya como CEO.
— Una decisión sabia, señor. — Alfred ya estaba sacando un traje del armario, uno de los que Bruce mantenía en el estudio para cambios rápidos—. ¿Puedo sugerir el traje gris? Le hace parecer accesible pero profesional.
— Alfred, es una emergencia de reactor. No creo que mi elección de traje importe.
— Su elección de traje siempre importa, señor. Especialmente cuando va a ver al señor Kent por primera vez en semanas.
Bruce se detuvo a medio camino de alcanzar el traje.
— Esto no es... no se trata de eso. Es una emergencia real. Vidas están en riesgo.
— Por supuesto, señor. Pero eso no cambia el hecho de que verá al señor Kent. Y tal vez, solo tal vez, esto podría ser una oportunidad para comenzar a reparar lo que se rompió.
Bruce quería argumentar. Quería señalar que Clark claramente no quería hablar con él fuera de capacidad profesional, que esta era solo una crisis que requería su experiencia técnica, que leer más en la situación era prepararse para decepción.
Pero no podía hacerlo.
Porque en el fondo, en esa parte de sí mismo que todavía se atrevía a esperar incluso cuando la lógica decía que no debería, Bruce quería que Alfred tuviera razón.
Quería que esto fuera más que solo una emergencia de reactor.
Quería que fuera un comienzo.
— El traje gris entonces — murmuró, comenzando a cambiarse.
Alfred sonrió, ese tipo de sonrisa pequeña y conocedora que había perfeccionado durante décadas de conocer a Bruce mejor de lo que Bruce se conocía a sí mismo.
— Una excelente elección, señor.
— Tú te vestirás de Batman.
— ...
Diez minutos después, Bruce estaba en el Batplane junto a Alfred con el traje nocturno (porque volar como civil habría planteado demasiadas preguntas) dirigiéndose hacia Metrópolis.
Y mientras volaba, no pudo evitar revisar su apariencia en la superficie reflectante de la consola.
El traje gris se ajustaba perfectamente. Su cabello estaba peinado pero no demasiado. Se veía profesional, capaz, como el tipo de CEO millonario que podría manejar una crisis de reactor sin sudar.
No se veía para nada como alguien que había pasado las últimas semanas llorando en una cueva y enviando mensajes de texto patéticos a las 6:47 AM.
Completamente no se veía así.
Bruce se obligó a apartar la mirada de su reflejo y enfocarse en revisar todo lo que sabía sobre el diseño del reactor que había aprobado para la instalación. Si iba a hacer esto, iba a hacerlo bien. Iba a ser profesional, útil, exactamente lo que la situación requería.
No iba a pensar en cómo se sentiría ver a Clark otra vez.
No iba a pensar en si Clark todavía se veía tan cansado como se había visto en su última reunión de la Justice Gang.
No iba a pensar en si habría una oportunidad, aunque fuera pequeña, de que pudieran hablar. Realmente hablar. Sin la tensión de la traición fresca, sin la presión de una confrontación forzada en un muelle oscuro.
Definitivamente no estaba pensando en ninguna de esas cosas.
El hecho de que siguiera revisando su reflejo cada treinta segundos era completamente no relacionado.
Edificio de Max Lord — 2:17 PM
Michael estaba rodeado de pantallas, cada una mostrando diferentes feeds de la instalación. Guy, Kendra y Rex estaban apiñados detrás de él, observando el plan desarrollarse en tiempo real.
— Okay — dijo Michael, sus dedos volando sobre el teclado—. Superman está en el sitio. Batman está en ruta. Todas las lecturas del reactor están siendo cuidadosamente controladas para parecer peor de lo que son sin presentar peligro real.
— ¿Cómo exactamente estás haciendo que parezca peor? — preguntó Kendra, inclinándose más cerca para ver los números.
— Los sistemas de monitoreo están mostrando una acumulación de presión y fluctuaciones de temperatura que técnicamente podrían llevar a una sobrecarga. Pero en realidad, tengo control remoto de todos los sistemas críticos. Si algo comienza a ir realmente mal, puedo apagarlo instantáneamente.
— ¿Y los evacuados? — Rex sonaba genuinamente preocupado—. ¿Están todos seguros?
— Todos fueron evacuados hace quince minutos. Nadie está en peligro real. Esta es esencialmente una emergencia teatral muy elaborada.
— El mejor tipo de emergencia — murmuró Guy, masticando palomitas de maíz que había aparecido de quién sabe dónde—. Con un final feliz garantizado. Probablemente.
— Probablemente — repitió Kendra secamente—. Esa es exactamente la cantidad de certeza que quiero escuchar cuando estamos esencialmente secuestrando a dos superhéroes.
— No los estamos secuestrando. Los estamos... estratégicamente posicionando.
— Eso es literalmente la definición de secuestro.
— Secuestro con buenas intenciones.
— Todavía secuestro.
Michael levantó una mano, cortando el debate.
— Miren, ¿es esto poco ético? Absolutamente. ¿Es manipulador? Sin duda. ¿Estamos cruzando al menos siete líneas diferentes de comportamiento apropiado de compañeros de equipo? Probablemente. Pero ¿saben qué es peor que todo eso?
— ¿Qué? — preguntaron los tres al mismo tiempo.
— Nada, somos los peores amigos.
— ... — silencio total de todos.
— Mentira, lo peor de todo esto es tener que sentarse a través de otra maldita reunión donde la tensión entre esos dos es tan densa que hace que quiera arrancarme los ojos. Prefiero arriesgar que Superman me haga una lobotomía con visión de calor que soportar eso otra vez.
— Justo — acordó Guy—. Además, una vez que vean que esto era todo para su propio bien, estarán agradecidos. Probablemente. Eventualmente.
— Sigue diciéndote eso y algún día te lo crees.
La pantalla principal mostró el Batplane aterrizando cerca de la instalación. Incluso a través de las cámaras de seguridad de baja resolución, podían ver la elegancia con la que Batman manejaba la nave, el control preciso que solo venía de años de experiencia.
— Okay, está aquí — dijo Michael—. Ahora viene la parte complicada. Necesitamos mantenerlos en el sitio el tiempo suficiente para que realmente tengan que trabajar juntos. Lo que significa prolongar la "crisis" sin que sea obvio que la estamos prolongando.
— ¿Cómo? — preguntó Rex.
Michael sonrió, esa sonrisa que usaba cuando tenía un plan particularmente inteligente.
— Voy a hacer que el reactor tenga una "segunda ola" de mal funcionamiento justo cuando piensen que lo han estabilizado. Nada peligroso, pero lo suficientemente preocupante que no puedan simplemente irse. Los forzará a estar juntos durante al menos dos o tres horas.
— Tres horas encerrados juntos en una instalación de investigación vacía — Guy silbó—. O van a matarse entre sí o van a besarse. No hay término medio.
— Prefiero el segundo resultado — murmuró Kendra—. El papeleo si se matan entre sí sería pesadilla.
— Hablando de eso — Michael se giró para mirarlos a todos—. Una vez que tengamos a ambos en el sitio y la situación estabilizada, ustedes tres van a "aparecer" para "ayudar". Lo que realmente significa asegurarse de que ninguno de ellos pueda huir cuando las cosas se pongan emocionalmente incómodas.
— ¿Somos básicamente terapeutas de relaciones armados? — preguntó Guy.
— Básicamente.
— Eso es increíble. He estado entrenando para esto toda mi vida sin siquiera saberlo.
— Guy, estás siendo idiota otra vez. — comentó Michael, exasperado a ese punto, pero los comentarios innecesariamente graciosos de Guy le bajaban la ansiedad. Aunque claro, jamás le diría aquello a nadie.
— Es mi estado natural. — respondió Guy, sin saber que sus palabras estúpidas eran un alivio para algunos. O solo para uno, no se sabe con certeza.
Michael volvió su atención a las pantallas justo a tiempo para ver a Bruce Wayne salir del Batplane. No estaba usando el traje de Batman. Estaba en un traje de civil, luciendo cada centímetro el CEO millonario que técnicamente era.
Y a través de las cámaras de seguridad, incluso desde esta distancia, podían ver el momento en que Bruce vio a Superman esperando cerca de la entrada de la instalación.
Podían ver la forma en que Bruce se detuvo por una fracción de segundo, apenas perceptible a menos que estuvieras buscándolo.
Podían ver la forma en que cuadró sus hombros, ajustó su corbata, y se obligó a caminar hacia adelante con la confianza que había perfeccionado durante años de fingir que nada lo afectaba.
Y justo detrás de él, bajó Batman.
Silencio absoluto en la sala de control.
Michael dejó de teclear. Guy dejó de masticar. Kendra parpadeó tan fuerte que parecía un glitch humano. Rex se frotó los ojos, convencido de que las cámaras estaban dando doble imagen.
— ...espera — dijo Guy finalmente, con la voz cargada de incredulidad—. ¿Estoy viendo doble o Bruce Wayne acaba de bajarse del Batplane con Batman?
— No, lo estás viendo bien — murmuró Kendra, inclinándose más cerca de la pantalla—. Bruce Wayne y Batman. Dos personas distintas. Bajando del mismo maldito avión.
— ...¿entonces Bruce no es Batman? — preguntó Rex, genuinamente confundido, como si su comprensión de la realidad acabara de ser golpeada con un ladrillo.
Michael entrecerró los ojos.
— No. Esperen. Esto no tiene sentido. Bruce es Batman. Literalmente vino a decirnos que es Batman, Guy y yo estuvimos en ese preciso instante.
Guy levantó una ceja.
— Entonces, ¿Quién carajo es ese Batman que está bajando del avión ahora mismo, con Bruce caminando al lado como si fueran colegas de oficina?
Todos se inclinaron más cerca.
Batman caminaba con paso pesado, un poco más lento de lo usual, y cuando giró hacia la cámara, la luz del sol le dio justo en el rostro, revelando una mandíbula... inconfundiblemente más vieja.
— ...¿Es eso... Alfred? — preguntó Kendra, con una mezcla de asombro y horror.
Silencio.
Michael acercó la imagen. Y ahí estaba. La postura ligeramente encorvada. El porte educado. El aire de dignidad que ningún entrenamiento ninja podría borrar.
— Santo cielo — murmuró Rex—. Es Alfred.
Guy se llevó las manos a la cabeza, riendo incrédulo.
— ¡NO PUEDE SER! ¡Alfred Pennyworth se disfrazó de Batman! ¡Esto es oficialmente lo mejor que he visto en mi vida!
Kendra cruzó los brazos, con una sonrisa torcida.
— Bueno, al menos tiene sentido ahora. Bruce no podía llegar como Batman y como Bruce Wayne al mismo tiempo. Así que hizo que Alfred se pusiera el traje.
— Dios bendiga al hombre — murmuró Rex—. Ni siquiera los héroes más valientes del mundo tienen el coraje de ponerse el traje de Batman.
Guy seguía riendo, con lágrimas en los ojos.
— ¡El pobre debe estar sudando a chorros ahí adentro! Seguro que Alfred está recitando poesía victoriana para mantener la compostura.
Michael se recargó en su silla, masajeándose las sienes.
— Esto es... esto es histórico. Cuando todo esto termine, nadie - nadie - puede mencionar que Batman fue interpretado por un mayordomo octogenario durante una misión de crisis nuclear.
Kendra lo miró con una sonrisa felina.
— ¿Y perderme la oportunidad de recordarle eso a Bruce en cada reunión de la Justice Gang por los próximos diez años? Ni loca.
Michael soltó un suspiro resignado.
Guy, todavía con la risa atascada en la garganta, levantó su vaso de gaseosa.
Y en otra pantalla, podían ver a Superman. Podían ver la forma en que su capa se agitó ligeramente en el viento. La forma en que sus manos se cerraron en puños a los costados antes de forzarlas a relajarse.
La forma en que su rostro, normalmente tan expresivo, se volvió cuidadosamente en blanco.
— Cielos — murmuró Kendra—. Esto va a ser un desastre.
— O — corrigió Michael, sus dedos ya escribiendo nuevos comandos— va a ser exactamente lo que necesitan.
— Esos no son mutuamente excluyentes.
— No. No lo son.
En las pantallas, Bruce Wayne y Superman se encontraron en la entrada de la instalación.
Y Operation Get These Idiots Back Together entró oficialmente en su fase más crítica.
Ahora solo podían esperar que el amor fuera más fuerte que el orgullo.
Y que ninguno de ellos decidiera que matar a sus compañeros de equipo por conspirar era más importante que arreglar su relación.
Aunque, honestamente, era un lanzamiento de moneda en este punto.
Instalación de Investigación de Metrópolis — 2:34 PM
El momento en que Bruce Wayne cruzó la puerta de la instalación y vio a Superman parado en el corredor principal, todo el aire salió de sus pulmones.
No había forma de prepararse para esto. No había cantidad de ensayo mental o control emocional que pudiera hacer que ver a Clark Kent (porque era Clark, incluso con el traje, siempre sería Clark para él) doliera menos.
Clark se veía... bien. Eso era lo que más dolía. Se veía bien de la manera en que alguien se ve bien cuando han estado enfermo pero finalmente están comenzando a recuperarse. Como si el peso que había estado cargando se hubiera aligerado solo una fracción, suficiente para que pudiera fingir funcionalidad.
Su traje estaba impecable. Su capa ondeaba dramáticamente incluso en el aire quieto del corredor como si tuviera su propio sistema meteorológico personal. Su postura era perfecta, hombros hacia atrás, cabeza en alto, la imagen perfecta de Superman, el símbolo de esperanza.
Pero sus ojos.
Dios, sus ojos.
Estaban vacíos de una manera que hizo que algo en el pecho de Bruce se retorciera. No de la manera dramática que había estado en el muelle, cuando habían estado llenos de dolor y traición. Ahora estaban simplemente... apagados. Como si Clark hubiera decidido que sentir cualquier cosa era demasiado arriesgado, así que había elegido no sentir nada en absoluto.
Bruce conocía esa mirada. La había visto en su propio espejo suficientes veces.
— Superman — dijo Bruce, su voz saliendo más áspera de lo que pretendía. Se aclaró la garganta, ajustando su corbata en un gesto nervioso que inmediatamente se arrepintió de hacer porque era demasiado revelador, demasiado humano—. Vine tan rápido como pude.
— Bruce. — La forma en que Clark dijo su nombre, formal, distante, sin el calor que solía teñir cada sílaba, fue como recibir un puñetazo—. Gracias por venir. La situación es crítica.
Estaban haciendo esto, entonces. Completa profesionalidad. Como si fueran extraños que casualmente trabajaban juntos. Como si no hubieran pasado noches enredados en las sábanas de Bruce, como si no hubieran compartido secretos en tejados de Gotham, como si no se hubieran dicho tantas palabras pesadas en su significado hace apenas unas semanas.
Bruce podía hacer eso. Había pasado toda su vida siendo profesional cuando todo dentro de él estaba gritando.
— Muéstrame el reactor — dijo, su voz cayendo en ese tono de CEO que había perfeccionado, el que decía "estoy a cargo y sé exactamente qué hacer" incluso cuando no tenía la menor idea.
Clark asintió, una vez, y se giró sin decir otra palabra. Comenzó a caminar por el corredor y Bruce lo siguió, manteniendo exactamente dos pasos detrás porque acercarse más se sentía como cruzar una línea invisible que ambos habían acordado tácitamente no cruzar.
El corredor era largo, estéril, el tipo de espacio que era funcional pero sin vida. Sus pisadas hacían eco en el silencio, un ritmo desincronizado que de alguna manera se sentía como un recordatorio físico de cuán desalineados estaban ahora.
Bruce no podía dejar de mirarlo.
Era estúpido. Era contraproducente. Estaban aquí para una emergencia real, vidas potencialmente en riesgo, y todo lo que Bruce podía hacer era observar la forma en que la capa de Clark se movía con cada paso, la forma en que sus hombros se mantenían tan rígidos que parecía que se romperían si alguien lo tocara.
La forma en que Clark se estaba conteniendo de la misma manera que Bruce se contenía a sí mismo.
Y Bruce odiaba eso. Odiaba que Clark se sintiera como si necesitara protegerse de Bruce. Odiaba que hubieran llegado a este punto donde estar en la misma habitación se sentía como caminar a través de un campo minado.
Odiaba que todo esto fuera su culpa.
— ¿Cuánto tiempo tenemos? — preguntó Bruce, solo para romper el silencio que se estaba volviendo sofocante.
— El Dr. Hamilton estima menos de una hora antes de que el reactor alcance el punto de no retorno. — La voz de Clark era mecánica, como si estuviera recitando hechos en lugar de hablar con alguien—. Las lecturas de presión están aumentando exponencialmente. El sistema de enfriamiento está fallando. Si no lo estabilizamos...
— Entendido. — Bruce aceleró el paso, moviéndose hasta estar lado a lado con Clark en lugar de detrás—. ¿Alguien más de Wayne Enterprises ha revisado los sistemas?
— No hay tiempo. Tú eres el único que conoce el diseño íntimamente.
Por supuesto. Por supuesto que Bruce era el único. Porque el universo tenía un sentido del humor verdaderamente retorcido.
Llegaron a la sala del reactor, una cámara masiva de concreto y acero con el reactor mismo visible a través de ventanas de plexiglás reforzado. Paneles de control cubrían cada pared, mostrando lecturas que incluso Bruce, con toda su experiencia técnica, podía ver que eran preocupantes.
La presión era demasiado alta. La temperatura estaba subiendo. El sistema de enfriamiento estaba funcionando al máximo pero claramente no era suficiente.
Esto era malo.
Potencialmente muy malo.
Bruce se movió inmediatamente a la consola principal, sus dedos volando sobre los controles mientras corría diagnósticos. Clark se quedó cerca pero no demasiado cerca, manteniendo esa distancia cuidadosa que se sentía como un abismo.
— Las válvulas de seguridad primarias están atascadas — murmuró Bruce, más para sí mismo que para Clark—. Por eso la presión está acumulándose. Y el sistema de enfriamiento... espera. — Frunció el ceño, acercándose a la pantalla—. Esto no tiene sentido.
— ¿Qué no tiene sentido?
— Los sensores de temperatura están mostrando sobrecalentamiento, pero los flujos de refrigerante están todos normales. Eso no debería ser posible. A menos que... — Sus dedos se movieron más rápido, profundizando en los sistemas—. A menos que los sensores mismos estén mal funcionando.
Clark se acercó, inclinándose sobre el hombro de Bruce para mirar la pantalla. Bruce sintió cada centímetro de ese movimiento, el calor del cuerpo de Clark tan cerca pero no tocándose, el leve roce del aliento de Clark contra su cuello.
Su mano se resbaló en el teclado.
— Carajo — murmuró Bruce, corrigiéndose y tratando de ignorar la forma en que su corazón había decidido que este era el momento perfecto para olvidar cómo latir a un ritmo normal.
— ¿Qué encontraste? — La voz de Clark era baja, y estaba tan malditamente cerca que Bruce podía oler esa mezcla de aire limpio y algo inicuamente Clark que había estado persiguiendo en sueños durante semanas.
— Los sensores de temperatura están mal calibrados. Las lecturas que estamos viendo son aproximadamente treinta por ciento más altas que la temperatura real.
— ¿Entonces el reactor no está tan cerca de sobrecarga como pensábamos?
— Todavía está sobrecalentándose. Solo no tan dramáticamente. Lo que nos da más tiempo para estabilizarlo. — Bruce se enderezó, girándose, y de repente se dio cuenta de lo cerca que estaba Clark. A centímetros. Tan cerca que Bruce podía ver las pequeñas motas doradas en los ojos azules de Clark, las mismas que solía rastrear con su mirada cuando estaban acostados en la oscuridad.
Tan cerca que si Bruce solo se inclinara hacia adelante, solo un poco...
Clark dio un paso atrás tan rápido que casi tropezó con sus propios pies.
— Bien — dijo, su voz saliendo estrangulada—. Eso es... eso es bueno. Más tiempo. Bien.
El momento se rompió como vidrio.
Bruce se obligó a girarse de vuelta a la consola, sus manos apretándose en puños antes de forzarlas a relajarse. Profesional. Tenían que ser profesionales. Había vidas en riesgo. Esto no era el momento para...
Su teléfono vibró en su bolsillo.
Bruce lo ignoró. Probablemente Alfred preguntando si estaba todo bien. O Lucius con alguna pregunta sobre Wayne Enterprises. Nada que no pudiera esperar.
Vibró otra vez.
Y otra.
— ¿Vas a contestar eso? — preguntó Clark, su voz cuidadosamente neutral.
— Es sábado. Puede esperar.
— Es viernes.
— ¿Qué?
— Hoy es viernes. No sábado.
Bruce parpadeó, procesando eso. Clark tenía razón. Por supuesto que tenía razón. Bruce había perdido la noción de los días en algún punto durante las últimas semanas, todas las noches mezclándose en una sola ola interminable de patrullar y no dormir y enviar mensajes de texto a las 6:47 AM.
— Correcto. Viernes. — Se aclaró la garganta—. De todas formas. Puede esperar.
Su teléfono vibró otra vez.
Luego el teléfono de Clark vibró.
Ambos se miraron, algo parecido a sospecha cruzando simultáneamente sus rostros.
Bruce sacó su teléfono. Tres mensajes de Michael Holt en el chat de la Justice Gang.
Situación actualizada: Las lecturas están empeorando más rápido de lo esperado. Podrían necesitar más tiempo en el sitio.
Guy, Kendra y Rex están en ruta como backup. ETA 20 minutos.
Quédense ahí hasta que lleguemos. No intenten manejar esto solos.
Bruce frunció el ceño ante los mensajes. Algo en la forma en que estaban redactados le molestaba. Demasiado casual para una emergencia real. Demasiado...
Su cerebro, que había sido entrenado durante años para detectar inconsistencias y mentiras, comenzó a conectar puntos.
La forma sospechosa en que esta emergencia había requerido específicamente su presencia. La forma en que los sensores habían estado mal funcionando de maneras que parecían casi deliberadas. La forma en que Michael estaba insistiendo en que se quedaran en el sitio incluso cuando el peligro inmediato parecía estar mitigado.
La forma en que Alfred había estado actuando extraño esta mañana, revoloteando cerca de él con esa expresión de "sé algo que tú no sabes".
Oh.
Oh no.
— Clark — dijo Bruce lentamente, levantando la vista de su teléfono—. Creo que nos tendieron una trampa.
Clark, quien había estado leyendo sus propios mensajes, levantó la vista. Sus ojos se encontraron con los de Bruce, y por primera vez en semanas, Bruce vio algo más que distancia cuidadosa en ellos.
Vio comprensión. Vio el momento exacto en que Clark llegó a la misma conclusión.
Y luego vio furia.
— No — dijo Clark, su voz bajando a ese registro peligroso que usaba cuando estaba genuinamente enojado—. No se atrevieron.
— Creo que sí se atrevieron.
— Lois. — Clark estaba escribiendo furiosamente ahora—. Lois estaba aquí esta mañana. Con Jimmy. Haciendo "investigación para un artículo". Que en retrospectiva fue extremadamente sospechoso.
— Alfred ha estado actuando extraño todo el día. Y Selina... — Bruce se detuvo, recordando un mensaje críptico que había recibido de Catwoman ayer—. Carajo. Selina está involucrada.
— ¿Cuántas personas tomó conspirar para hacer esto?
— Por lo que puedo decir, toda la Justice Gang, tu mejor amiga, tu fotógrafo, mi mayordomo, y probablemente varios otros que todavía no hemos identificado.
— Voy a matarlos. — Clark estaba paseando ahora, sus pisadas haciendo crujir el suelo de concreto—. Voy a matarlos a todos. Empezando con Lois porque ella debería saber mejor.
— Tengo derechos sobre Alfred.
— No, Alfred es mío también. Estaba siendo nuestro mayordomo cuando no teníamos... cuando nosotros... — Clark se detuvo, dándose cuenta de lo que estaba diciendo—. Cielos.
El silencio que siguió fue más pesado que cualquier cosa que hubiera venido antes.
Porque ahí estaba. El elefante masivo en la habitación que habían estado ignorando cuidadosamente. El hecho de que habían sido "nosotros" una vez. Que habían tenido algo que justificaba el uso de "nuestro" en lugar de "tu" y "mi".
Y que lo habían perdido.
Bruce se obligó a mirar de vuelta a la consola, a enfocarse en los números que todavía mostraban un reactor con problemas incluso si no era tan crítico como habían pensado.
— La situación todavía necesita ser manejada — dijo, su voz más controlada de lo que se sentía—. Independientemente de las motivaciones de nuestros... amigos. El reactor está mal funcionando. Solo no tan dramáticamente como nos hicieron creer.
— Conveniente — murmuró Clark—. Crear una emergencia real pero no demasiado real. Suficiente para que no podamos ignorarla pero no suficiente para que vidas estén realmente en riesgo inmediato.
— Fueron inteligentes al respecto.
— Fueron manipuladores al respecto.
— Eso también.
Clark finalmente dejó de pasearse, plantándose frente a las ventanas de plexiglás que daban al reactor. Su capa se asentó alrededor de él de una manera que habría sido dramática si no fuera por la forma en que sus hombros estaban tensos, la forma en que sus manos se cerraban y abrían a los costados como si estuviera tratando de decidir si hacer un puño o no.
— No podemos irnos — dijo finalmente.
— No.
— Porque incluso si es una trampa, todavía hay un reactor funcionando mal que podría causar problemas reales.
— Correcto.
— Y si nos vamos, estamos básicamente demostrando su punto. Que somos demasiado tercos para trabajar juntos incluso cuando es necesario.
— También correcto.
— Odio cuando las personas tienen razón de maneras que me hacen enojar.
A pesar de todo, a pesar de la tensión y la traición y el peso de todo lo no dicho, Bruce sintió una sonrisa tirando de sus labios.
— Lo sé. Es molesto.
Clark se giró para mirarlo, y había algo en su expresión que era casi vulnerable.
— ¿Vas a quedarte? — preguntó—. Incluso sabiendo que esto probablemente fue diseñado específicamente para forzarnos a pasar tiempo juntos.
Bruce mantuvo su mirada, viendo todas las emociones complicadas que Clark estaba tratando de esconder. Vio dolor. Vio furia. Vio algo que podría haber sido esperanza enterrada tan profundo que apenas era reconocible.
Y tomó una decisión.
— Me quedo — dijo—. Porque necesitas mi experiencia técnica para estabilizar el reactor. Y porque a pesar de lo que nuestros amigos bien intencionados pero increíblemente entrometidos han hecho, esto es importante.
No agregó "y porque no puedo irme cuando finalmente tengo una razón para estar cerca de ti otra vez".
No agregó "y porque cada instante en esta habitación contigo es mejor que otro día de enviarte mensajes sin respuesta".
No agregó "y porque todavía te quiero tanto que duele y tomaré cualquier excusa para estar en el mismo espacio que tú".
Pero por la forma en que los ojos de Clark se ampliaron ligeramente, por la forma en que su respiración se enganchó apenas, Bruce pensó que tal vez Clark lo escuchó de todas formas.
— Está bien — dijo Clark suavemente—. Entonces trabajemos juntos. Profesionalmente. Para arreglar el reactor.
— Profesionalmente — acordó Bruce.
Y ambos ignoraron la forma en que la palabra sabía a mentira.
Porque no había nada profesional sobre la forma en que Bruce todavía podía sentir el fantasma del aliento de Clark contra su cuello. Nada profesional sobre la forma en que la mirada de Clark seguía derivando hacia las manos de Bruce, como si estuviera recordando exactamente cómo esas manos se sentían en su piel.
Nada profesional sobre la forma en que la temperatura en la habitación parecía haber subido veinte grados a pesar de que el sistema de aire acondicionado estaba funcionando perfectamente.
Bruce se giró de vuelta a la consola, comenzando el proceso de estabilizar los sistemas del reactor. Clark se movió a su lado, no tocándolo pero cerca suficiente que Bruce podía sentir su presencia como una fuerza física.
— ¿Qué necesitas que haga? — preguntó Clark.
— Hay una válvula de alivio de presión manual en el lado este del reactor. Necesita ser abierta manualmente para liberar parte de la presión acumulada. Normalmente requeriría un equipo de tres personas usando equipo hidráulico.
— Pero tengo super fuerza.
— Exactamente.
Clark asintió, moviéndose hacia la puerta que llevaba a la cámara del reactor mismo.
— ¿Clark? — Bruce lo llamó antes de que pudiera irse.
Clark se detuvo, mirando hacia atrás.
— Ten cuidado — dijo Bruce, y odiaba la forma en que su voz se quebró ligeramente en las palabras—. La temperatura ahí dentro es alta. No peligrosamente alta para ti, pero todavía. Solo... ten cuidado.
Algo cruzó el rostro de Clark, demasiado rápido para que Bruce lo identificara completamente. Pero cuando habló, su voz era más suave de lo que había sido desde que Bruce había llegado.
— Lo haré.
Y luego se fue, desapareciendo a través de la puerta con un susurro de capa roja.
Bruce se quedó mirando el lugar donde había estado, sus manos descansando en la consola, su respiración saliendo en exhalaciones poco uniformes.
Tres horas. El reactor tomaría al menos tres horas estabilizarlo completamente, según sus cálculos. Tres horas atrapado en esta instalación con Clark, trabajando en proximidad cercana, sin escape posible porque sus amigos bien intencionados habían conspirando para asegurarse de eso.
Tres horas donde cada vez que hablaran, cada vez que se movieran uno alrededor del otro, cada maldito momento, sería un recordatorio de lo que habían tenido y perdido.
Bruce dejó caer la cabeza, inhalando profundamente.
— Voy a matar a Alfred — murmuró—. Lentamente. Con mucho sufrimiento.
Desde dentro de la cámara del reactor, escuchó la risa de Clark. Era baja, apenas audible incluso con la puerta abierta, pero estaba ahí.
Y a pesar de todo, a pesar de la manipulación y la trampa y el peso de semanas de silencio entre ellos, Bruce sintió algo cálido extenderse en su pecho.
Porque Clark estaba riendo.
Había hecho reír a Clark.
Era un comienzo.
Un comienzo terrible, manipulado, forzado por todas las personas en sus vidas decidiendo intervenir sin permiso.
Pero todavía un comienzo.
Y Bruce iba a tomar lo que pudiera conseguir.
Incluso si significaba pasar las próximas tres horas en proximidad dolorosamente cercana con el hombre que amaba pero que no podía tener.
Incluso si significaba que cada segundo sería tortura.
Incluso si significaba que al final de esto, todavía estarían rotos.
Al menos estarían rotos juntos.
Por ahora.
Por estas tres horas.
Y tal vez, solo tal vez, eso sería suficiente para comenzar a encontrar su camino de vuelta el uno al otro.
O al menos para no odiarse por intentarlo.
Edificio de Max Lord — 2:47 PM
Michael estaba mirando las pantallas con la intensidad de alguien observando cirugía de corazón abierto.
— ¿Se dieron cuenta? — preguntó Kendra, inclinándose sobre su hombro.
— Oh, definitivamente se dieron cuenta.
— ¿Están furiosos?
— Absolutamente furiosos.
— ¿Pero se están quedando?
Michael señaló la pantalla donde Bruce estaba en la consola y Clark había desaparecido en la cámara del reactor.
— Se están quedando.
Guy dejó escapar un silbido bajo.
— No sé si somos genios o idiotas.
— Probablemente ambos — murmuró Rex.
— Definitivamente ambos — corrigió Kendra.
Michael se recostó en su silla, una sonrisa lenta extendiéndose por su rostro.
— Pero está funcionando. Los tenemos en el mismo espacio. Trabajando juntos. Sin escape posible. Ahora solo necesitamos asegurarnos de que se queden ahí el tiempo suficiente para realmente hablar.
— ¿Y cómo hacemos eso? — preguntó Guy.
Michael ya estaba escribiendo nuevos comandos en su sistema.
— Voy a hacer que el reactor tenga un pequeño problema más. Nada peligroso. Solo lo suficiente para extender su tiempo juntos.
— Eres diabólico — dijo Kendra con algo parecido a admiración.
— Gracias.
— No fue un cumplido.
— Lo estoy tomando como uno de todas formas.
En las pantallas, Clark había reaparecido de la cámara del reactor, diciendo algo a Bruce que no podían escuchar. Pero podían ver la forma en que Bruce respondió, la forma en que sus hombros se relajaron solo una fracción, la forma en que algo que casi parecía una sonrisa tiraba de sus labios.
Y podían ver la forma en que Clark lo miró cuando pensaba que Bruce no estaba mirando.
Como si cada parte de él quisiera cerrar esa distancia pero no sabía cómo.
— Van a descubrir que estuvimos detrás de esto — observó Rex—. Y probablemente van a querer matarnos.
— Probablemente — acordó Michael.
— ¿Vale la pena el riesgo?
Michael miró las pantallas, viendo a dos personas que claramente se amaban pero que habían olvidado cómo hablarse.
— Absolutamente.
Porque si esto funcionaba, si podían hacer que estos dos idiotas tercos realmente hablaran el uno con el otro...
Valía cualquier cantidad de furia que vendría después.
Incluso si Superman decidía que la visión de calor era una respuesta apropiada.
Incluso si Batman decidía que la venganza era mejor servida fría.
Valía la pena.
Completamente valía la pena.
Chapter 34: Punto de Quiebre.
Chapter Text
Instalación de Investigación de Metrópolis — 2:52 PM
Clark regresó de la cámara del reactor con las manos aún tibias por la válvula que había forzado a abrirse. La temperatura ahí dentro había sido alta, no lo suficiente para lastimarlo pero sí lo suficiente para hacer que su piel se sintiera sensible, cada terminación nerviosa ligeramente más consciente de sí misma.
O tal vez esa sensibilidad no tenía nada que ver con el calor del reactor y todo que ver con el hecho de que Bruce Wayne estaba a tres metros de distancia, inclinado sobre una consola, con ese maldito traje gris que se ajustaba a sus hombros de una manera que debería ser ilegal.
Clark se detuvo en la puerta, permitiéndose un momento, solo un momento, para observar.
Bruce había aflojado su corbata en algún punto durante los últimos minutos. Los primeros dos botones de su camisa estaban desabrochados, revelando un triángulo de piel pálida en la base de su garganta, justo donde Clark recordaba que le gustaba presionar sus labios, donde sabía exactamente cómo hacer que Bruce dejara escapar ese sonido bajo que era mitad gemido, mitad suspiro.
Sus mangas estaban enrolladas hasta los codos, mostrando antebrazos que Clark había trazado con sus dedos algunas veces, memorizando cada vena, cada tendón, la forma en que los músculos se flexionaban cuando Bruce estaba concentrado en algo.
Y estaba concentrado ahora. Completamente absorto en los datos de la pantalla, sus cejas fruncidas en esa expresión que Clark reconocía como su "modo de resolución de problemas", donde todo lo demás en el mundo desaparecía excepto el enigma frente a él.
Había olvidado lo hermoso que era Bruce cuando pensaba que nadie lo estaba mirando.
No el Bruce Wayne de las galas benéficas, con su sonrisa ensayada y su encanto calculado. No Batman con su armadura y su voz distorsionada. Sino este Bruce, el que existía en el espacio entre esas dos máscaras, el que era completamente humano en su concentración, en su dedicación, en la forma en que se mordía el labio inferior cuando estaba pensando profundamente.
El Bruce que Clark había amado en dos formas diferentes sin saber que siempre habían sido la misma persona.
El Bruce que había mentido y manipulado y guardado secretos de maneras que habían destrozado algo fundamental en la confianza de Clark.
El Bruce que seguía enviando mensajes a las 6:47 AM como un reloj, como una penitencia, como una promesa que no sabía si Clark alguna vez aceptaría.
Clark sintió algo caliente y complicado retorcerse en su pecho. No era solo enojo. No era solo dolor. Era algo más denso, más visceral, algo que se sentía peligrosamente como necesidad mezclada con furia mezclada con un anhelo tan intenso que casi lo dejaba sin aliento.
Había pasado semanas tratando de convencerse de que podía vivir sin esto. Sin Bruce. Sin la forma en que Bruce lo miraba como si Clark fuera lo único que importaba. Sin las manos de Bruce en su piel, sin su voz susurrando el nombre de Clark en la oscuridad, sin el peso de su cuerpo presionado contra el de Clark de maneras que lo hacían sentir anclado y vivo.
Y había estado mintiendo.
A sí mismo, a Lois, a todos.
Porque verlo ahora, después de semanas de distancia forzada, era como quitarse una venda de una herida que no había sanado en absoluto. Era exponer nervios crudos directamente al aire, era sentir cada centímetro de lo que había estado tratando de enterrar.
Lo extrañaba.
Lo extrañaba de una manera que era casi física, el mismo había arrancado una parte de si y la dejó en ese muelle en Gotham, y ahora Clark estaba aquí, incompleto, tratando de funcionar con pedazos faltantes.
Y la parte más jodida era que seguía enojado. Seguía sintiéndose traicionado. Seguía llevando el peso de esas mentiras como algo que no sabía cómo soltar.
Pero mirando a Bruce ahora, viendo la forma en que su cabello caía sobre su frente, la forma en que sus dedos se movían sobre el teclado con esa precisión que Clark conocía tan íntimamente, la forma en que existía en este espacio como si perteneciera ahí...
Clark se dio cuenta de algo terrible.
No le importaba.
No le importaba que hubieran sido manipulados para estar aquí. No le importaba que sus amigos hubieran conspirado y tramado y básicamente secuestrado a ambos en esta situación.
Porque estar en la misma habitación que Bruce, incluso con toda esta tensión, incluso con todo el dolor sin resolver, era mejor que otro día de distancia.
Y eso lo asustaba más que cualquier cosa.
— ¿Funcionó? — La voz de Bruce lo sacó de sus pensamientos. Bruce había levantado la vista de la consola, sus ojos encontrando los de Clark a través de la habitación, y había algo en su expresión que Clark no podía descifrar completamente.
Clark tuvo que aclararse la garganta antes de que las palabras salieran.
— Sí. La presión está comenzando a estabilizarse. Debería ver cambios en las lecturas en los próximos minutos.
— Bien. — Bruce asintió, sus ojos manteniéndose en Clark por un momento más largo de lo estrictamente necesario antes de volver a la pantalla. — Eso nos da tiempo para trabajar en los sensores de temperatura. Si puedo recalibrarlos remotamente, podemos evitar que esto suceda otra vez.
Clark caminó hacia la consola, cada paso intencionado, midiendo la distancia que estaba cerrando entre ellos.
Tres metros.
Dos metros y medio.
Dos metros.
Lo suficientemente cerca para oler esa colonia que Bruce usaba, la que Clark había llegado a asociar con noches enredados en sábanas caras y mañanas donde el mundo se sentía perfectamente correcto.
Lo suficientemente cerca para ver el ligero temblor en las manos de Bruce cuando alcanzó otro conjunto de controles.
Lo suficientemente cerca para notar que Bruce estaba conteniendo la respiración.
— ¿Necesitas que haga algo más? — preguntó Clark, y su propia voz salió más ronca de lo que pretendía, cargada con algo que no tenía nada que ver con reactores nucleares y todo que ver con la forma en que Bruce se veía en ese traje.
— Yo... — Bruce se detuvo, su mano congelándose sobre el teclado. — Sí. Hay un panel de acceso en el lado oeste del reactor. Necesito que lo abras para que pueda acceder físicamente a los sensores para la recalibración manual.
— ¿No puedes hacerlo remotamente?
— Podría. Pero tomaría horas. Hacer esto manualmente... — Bruce finalmente lo miró, y Clark pudo ver el cálculo sucediendo detrás de esos ojos azules. — Nos daría la solución en minutos en lugar de horas.
Algo en la forma en que Bruce dijo eso hizo que Clark frunciera el ceño ligeramente.
— ¿Por qué tengo la sensación de que acabas de descubrir eso?
Los labios de Bruce se curvaron en algo que casi era una sonrisa.
— Porque soy muy bueno en mi trabajo y acabo de darme cuenta de un atajo que nuestros amigos entrometidos probablemente no anticiparon.
— Estás saboteando su plan.
— Estoy optimizando la solución. Hay una diferencia.
— Bruce.
— Clark. — Bruce lo miró directamente ahora, y había algo en su expresión que era casi desafiante. — Nos pusieron en esta situación para forzarnos a pasar tiempo juntos. Pero no especificaron cuánto tiempo. Si puedo resolver esto en veinte minutos en lugar de tres horas, entonces técnicamente estoy cumpliendo con los parámetros de la emergencia mientras simultáneamente arruino su manipulación elaborada.
Clark sintió algo parecido a admiración mezclarse con su confusión de emociones.
— Eres increíblemente preciso cuando quieres serlo.
— Es una de mis mejores cualidades.
— No estoy seguro de que esa sea la palabra correcta para eso.
— Está bien. Yo estoy seguro por ambos.
Y ahí estaba. Ese destello del Bruce que Clark conocía, el que era brillante y sarcástico y completamente imposible. El que podía estar en medio de una crisis y aún encontrar tiempo para ser minucioso sobre principios.
El que Clark había extrañado desesperadamente.
— Está bien — dijo Clark, forzándose a enfocarse en la tarea en lugar de en la forma en que el cuello de Bruce se veía cuando giraba la cabeza. — Muéstrame qué necesitas.
Los siguientes quince minutos fueron tortura.
Tortura lenta, deliberada, diseñada específicamente para quebrar cualquier resto de autocontrol que Clark hubiera estado manteniendo.
Porque resulta que trabajar en proximidad cercana con Bruce Wayne cuando habías pasado semanas tratando de no pensar en Bruce Wayne era como intentar no pensar en elefantes: imposible y solo hacía que te concentraras más intensamente en exactamente lo que estabas tratando de evitar.
El panel de acceso estaba en un espacio estrecho entre el reactor y la pared. Clark tuvo que agacharse para alcanzarlo, sus hombros apenas cabiendo en el espacio confinado. Y porque el universo tenía un sentido del humor cruel, Bruce tuvo que estar justo detrás de él, inclinándose sobre su hombro para ver el panel, dándole instrucciones en esa voz baja y concentrada que hacía cosas a la columna vertebral de Clark.
— Más a la izquierda — murmuró Bruce, y su aliento rozó el oído de Clark, cálido y demasiado cercano. — No, tu otra izquierda. Ahí. Ves los cables azules.
Clark los veía. También veía la forma en que la luz se reflejaba en el cuello de Bruce cuando se inclinaba más cerca. También podía oler el jabón que Bruce usaba mezclado con algo único de Bruce, ese aroma que Clark había memorizado sin darse cuenta.
También era extremadamente consciente de que si giraba la cabeza solo unos centímetros, sus labios estarían a distancia de beso.
— Los veo — logró decir, su voz saliendo estrangulada.
— Necesito que los desconectes. Cuidadosamente. Si los dañas, tendremos un problema más grande.
— Entendido.
Las manos de Clark se movieron hacia los cables, pero Bruce lo detuvo, su mano cerrándose alrededor de la muñeca de Clark.
— Espera. Primero necesito drenar el sistema o te vas a electrocutar.
— Soy invulnerable.
— Al daño físico normal. La electricidad a este voltaje podría hacerte daño.
Clark se giró ligeramente, lo suficiente para ver el perfil de Bruce. Lo suficiente para ver la forma en que su mandíbula estaba tensa, la forma en que sus ojos estaban fijos en donde su mano todavía sostenía la muñeca de Clark.
La forma en que no la había soltado todavía.
— Sabías eso — dijo Clark lentamente, la realización golpeándolo. — Sobre los niveles de voltaje que podrían afectarme.
Bruce finalmente lo miró, y había algo vulnerable en su expresión.
— Investigué. Después de... después. Quería saber exactamente qué podría lastimarte. Por si acaso alguna vez...
No terminó la oración. No necesitaba hacerlo.
Por si acaso alguna vez tengo la oportunidad de protegerte otra vez.
El aire entre ellos se sintió repentinamente demasiado caliente, demasiado denso, cargado con todo lo que no estaban diciendo.
La mano de Bruce todavía estaba en la muñeca de Clark. Su pulgar había comenzado a trazar pequeños círculos en la piel sensible ahí, probablemente sin que Bruce se diera cuenta de que lo estaba haciendo. Era un gesto inconsciente, automático, el tipo de toque que solo sucedía cuando tu cuerpo recordaba algo que tu mente estaba tratando de olvidar.
Clark sintió su pulso acelerar bajo ese toque. Sintió calor extenderse desde donde los dedos de Bruce presionaban contra su piel, calor que no tenía nada que ver con el reactor cercano y todo que ver con la memoria muscular de cómo esos dedos se sentían en otros lugares.
— Bruce — dijo, y la palabra salió como advertencia y súplica al mismo tiempo.
Bruce apartó la mano como si se hubiera quemado.
— Lo siento. Yo... voy a drenar el sistema. Solo... dame un segundo.
Se alejó, moviéndose hacia otro panel de control, poniendo distancia física entre ellos como si eso pudiera de alguna manera deshacer el momento que acababa de suceder.
Clark se quedó ahí, todavía agachado en ese espacio estrecho, su muñeca todavía hormigueando donde Bruce lo había tocado, tratando de recordar cómo respirar normalmente.
Esto era un error. Estar aquí era un error. Cada segundo que pasaban juntos estaba haciendo más difícil recordar por qué Clark había estado tan decidido a mantener distancia.
Porque Bruce lo había lastimado. Bruce había mentido. Bruce había tomado decisiones por él de maneras que habían sido fundamentalmente una falta de respeto.
Pero Bruce también había investigado exactamente qué podría lastimar a Clark y había memorizado cada detalle.
Bruce también había tocado la muñeca de Clark con esa gentileza que sugería que todavía era algo precioso.
Bruce también estaba claramente tan afectado por la proximidad como Clark, luchando con las mismas memorias, el mismo anhelo, la misma necesidad imposible.
— Listo — dijo Bruce desde el otro panel. — Sistema drenado. Puedes proceder de manera segura.
Clark se obligó a enfocarse. Cables. Necesitaba desconectar cables. Eso era simple. Mecánico. No requería pensar en la forma en que las manos de Bruce habían temblado, o en cómo su voz se había vuelto más áspera, o en cualquiera de las mil otras cosas que el cerebro de Clark estaba tratando desesperadamente de procesar.
Alcanzó los cables azules, sus dedos encontrándolos fácilmente en el espacio estrecho. Comenzó a trabajar en los conectores, sus movimientos precisos a pesar de la distracción.
Bruce regresó, de cuclillas justo detrás de él otra vez, esa proximidad inevitable dadas las restricciones del espacio. Ambos en esa misma posición.
— Bien — murmuró Bruce, observando el trabajo de Clark. — Ahora los rojos. Cuidadosamente. Esos son más sensibles.
— Entendido.
Las manos de Clark se movieron hacia los cables rojos. Pero el ángulo era incómodo, su hombro chocando contra el borde del panel de una manera que hacía difícil tener el alcance apropiado.
— Espera — Bruce se acercó más, presionándose contra la espalda de Clark para alcanzar por encima de él. — Déjame estabilizar el panel. Tendrás mejor acceso.
Y repentinamente Bruce estaba presionado contra él, pecho contra espalda, su aliento caliente contra el cuello de Clark, sus brazos rodeando a Clark para alcanzar el panel.
Clark se congeló completamente.
Cada centímetro de su espalda estaba presionado contra el pecho de Bruce. Podía sentir el latido del corazón de Bruce, acelerado, latiendo contra su espalda. Podía sentir el calor irradiando del cuerpo de Bruce, penetrando a través de su traje.
Podía sentir la forma en que la respiración de Bruce se había vuelto poco profunda, el leve temblor en sus manos mientras sostenía el panel estable.
— Clark — dijo Bruce en voz baja, y su voz estaba justo contra el cuello de Clark, Bruce en punta de pies para obtener una mirada similar a la de Kent, tan cerca que Clark podía sentir el movimiento de sus labios. — Los cables.
Correcto. Cables. Clark tenía que... hacer algo con cables.
Sus manos se movieron en piloto automático, desconectando los cables rojos con dedos que apenas funcionaban porque todo su sistema nervioso estaba ocupado procesando la sensación de Bruce presionado contra él.
— Terminado — logró decir.
— Bien. Ahora necesito que sostengas el panel mientras reemplazo los sensores.
— Bruce, yo no...
— Por favor.
Esa palabra. Esa simple, devastadora palabra, dicha con tanta necesidad apenas contenida, cortó cualquier protesta que Clark hubiera estado formulando.
Movió sus manos para sostener el panel, sus brazos paralelos a los de Bruce, sus cuerpos todavía presionados juntos en ese espacio imposiblemente estrecho.
Bruce sacó algo de su bolsillo, un pequeño dispositivo que Clark reconoció como uno de los sensores de reemplazo. Sus manos se movieron con eficiencia practicada, desconectando los sensores viejos, conectando los nuevos, sus dedos rozando ocasionalmente los de Clark en formas que sentían como pequeñas descargas eléctricas.
Clark podía sentir cada movimiento que Bruce hacía. La forma en que sus músculos se flexionaban cuando alcanzaba. La forma en que su respiración se enganchaba cuando sus dedos rozaban accidentalmente los de Clark. La forma en que todo su cuerpo estaba tenso con algo que no tenía nada que ver con concentración técnica y todo que ver con estar tan cerca de Clark después de semanas de distancia forzada.
— Casi terminado — murmuró Bruce, y su voz se había vuelto ronca, áspera en los bordes. — Solo uno más.
Sus dedos se movieron hacia el último sensor, pero el ángulo era aún más incómodo. Bruce tuvo que presionarse más cerca, su mejilla casi rozando la de Clark, sus labios a centímetros del cuello de Clark.
Clark sintió su control comenzar a resquebrajarse.
Porque esto era demasiado. Estar tan cerca de Bruce, sentir cada línea de su cuerpo presionada contra el suyo, sentir su aliento contra su piel, sentir el temblor en sus manos que sugería que Bruce estaba luchando con el mismo control que se estaba desmoronando en Clark.
— Bruce — dijo, y la palabra salió como advertencia.
— Lo sé, lo siento. — respondió Bruce, y su voz estaba temblando ahora, toda pretensión de profesionalidad completamente destruida. — Lo sé, Clark. Solo... solo déjame terminar esto.
Sus dedos trabajaron en el último sensor, más lento ahora, como si Bruce estuviera prolongando deliberadamente el momento, estirando estos segundos de proximidad porque sabía que una vez que terminaran, tendrían que separarse.
Una vez que terminaran, tendrían que volver a ser profesionales.
Una vez que terminaran, tendrían que pretender que esto no había significado nada.
El último sensor hizo clic en su lugar.
Bruce no se alejó.
Clark no se movió.
Se quedaron ahí, congelados en ese espacio estrecho, sus cuerpos presionados juntos, sus respiraciones sincronizándose, el panel de acceso olvidado entre ellos.
— Terminado — murmuró Bruce finalmente, pero no sonó como terminación. Sonó llena de entrega, ofreciéndose a si mismo..
— Bruce — Clark giró la cabeza, solo un poco, solo lo suficiente para que pudiera ver el perfil de Bruce.
Y Bruce giró la cabeza al mismo tiempo.
Sus rostros quedaron a centímetros de distancia. Tan cerca que Clark podía ver las pequeñas motas de gris en los ojos azules de Bruce. Tan cerca que podía contar las pestañas. Tan cerca que si solo se inclinara hacia adelante, solo un poco...
Los ojos de Bruce se movieron hacia los labios de Clark.
Luego de vuelta a sus ojos.
Luego a sus labios otra vez.
— Clark — dijo Bruce, y sonó como súplica, como advertencia, como pregunta todo al mismo tiempo.
Clark sintió algo dentro de él romperse.
Se inclinó hacia adelante, cerrando esa última fracción de distancia, y...
El panel entre ellos hizo un sonido fuerte, electrónico, una alarma que indicaba que el sistema había registrado los cambios.
Ambos saltaron hacia atrás como si los hubieran electrocutado.
Clark se golpeó el hombro contra el borde del panel. Bruce tropezó hacia atrás, chocando contra la consola detrás de él.
Se miraron a través del espacio que ahora los separaba, ambos jadeando, ambos claramente sacudidos por lo que casi había sucedido.
— Yo... — empezó Bruce.
— El reactor — interrumpió Clark, su voz saliendo demasiado alta, demasiado urgente. — Deberíamos verificar las lecturas. Ver si los cambios funcionaron.
— Sí. Sí, deberíamos hacer eso.
Bruce se movió hacia la consola principal con movimientos que eran demasiado rápidos, demasiado bruscos, completamente desprovistos de su gracia usual. Clark lo siguió, manteniendo cuidadosamente la distancia entre ellos ahora, aterrado de lo que podría pasar si se acercaba demasiado otra vez.
La pantalla mostraba que los sensores de temperatura ahora estaban funcionando correctamente. La presión se había estabilizado. El sistema de enfriamiento estaba operando dentro de parámetros normales.
El reactor estaba resuelto.
— Quince minutos — dijo Bruce, mirando el registro de tiempo en la pantalla. Su voz sonaba extraña, como si todavía estuviera tratando de recuperar su compostura. — Nos tomó quince minutos resolver algo que pensaban que nos tomaría tres horas.
— Eres muy bueno en tu trabajo.
— Lo soy.
Se quedaron ahí, ambos mirando la pantalla, ninguno atreviéndose a mirar al otro.
— Entonces — dijo Clark finalmente — podemos irnos.
— Técnicamente.
— Pero.
— Pero nuestros amigos probablemente están monitoreando la situación. Y si nos vamos ahora, después de resolver esto tan rápido, básicamente estamos confirmando que estábamos evitándonos mutuamente.
— Lo cual es cierto.
— Lo cual es cierto. — Bruce finalmente lo miró, y había algo en su expresión que era complicado, vulnerable. — Pero no quiero darles la satisfacción.
— Así que te quedas por quisquilloso.
— Me quedo para no darles la razón .
— Eso es...
— ¿Increíblemente inmaduro?
— Iba a decir completamente en marca para ti.
Los labios de Bruce se curvaron en algo que casi era una sonrisa.
— ¿Te quedas?
Clark debería decir que no. Debería irse ahora, antes de que algo más pasara, antes de que su control se resquebrajara completamente y hiciera algo estúpido como cerrar la distancia entre ellos y terminar lo que casi habían empezado junto al panel de acceso.
— Me quedo — dijo en su lugar.
Porque aparentemente Clark Kent no había aprendido nada sobre autopreservación.
Bruce se alejó de la consola, poniendo distancia entre él y Clark porque si no lo hacía, si se quedaba a esa distancia donde podía ver cada detalle del rostro de Clark, iba a hacer algo que probablemente ambos lamentarían.
O tal vez no lamentarían.
Esa era la parte aterradora.
Se apoyó contra la pared del otro lado de la habitación, sus manos descansando en el concreto frío detrás de él porque necesitaba algo sólido para anclarse. Algo que le recordara que esto era real, que no era uno de esos sueños que había estado teniendo durante semanas donde Clark lo perdonaba y todo volvía a ser como antes.
Porque esto no era como antes. Esto era peor y mejor al mismo tiempo, esta tensión que vibraba entre ellos como una cuerda de violín estirada al punto de ruptura.
Clark se había quedado cerca de la consola, sus brazos cruzados sobre su pecho en una postura que Bruce reconocía como defensiva. Su capa había dejado de ondear dramáticamente, colgando quieta en la falta de viento, haciendo que Clark se viera menos como Superman y más como Clark Kent usando un disfraz.
Y Bruce prefería eso.
El silencio se extendió entre ellos, pesado y cargado, lleno de todas las cosas que necesitaban decir pero que ninguno sabía cómo comenzar.
Bruce sabía que este era el momento. Este era el momento donde se suponía que debía ser valiente, donde se suponía que debía usar las palabras que había estado practicando durante semanas, donde se suponía que debía arreglar lo que había roto.
Pero las palabras se sentían inadecuadas. ¿Cómo le explicabas a alguien que lo habías traicionado no por malicia sino por miedo? ¿Cómo le hacías entender que cada decisión que habías tomado, por retorcida que fuera, había venido de un lugar de querer protegerlo?
¿Cómo pedías perdón por algo que seguías creyendo que había sido la única opción en ese momento, incluso sabiendo ahora que había estado completamente equivocado?
— Clark — comenzó, y su voz se quebró en el nombre. Se aclaró la garganta, tratando otra vez. — Necesito decirte algo.
— No.
La palabra fue tan abrupta, tan definitiva, que Bruce se detuvo a mitad de pensamiento.
— ¿Qué?
— No — repitió Clark, sus ojos todavía fijos en la consola en lugar de en Bruce. — No quiero escucharlo ahora mismo.
— Pero necesito...
— No me importa lo que necesites. — Clark finalmente lo miró, y había algo feroz en su expresión. — No ahora mismo. No aquí.
Bruce sintió algo frío asentarse en su estómago.
— Entiendo. Si no estás listo para...
— No se trata de estar listo. — Clark se empujó lejos de la consola, comenzando a pasearse de una manera que Bruce reconocía como inquietud apenas contenida. — Se trata de que si empezamos esa conversación ahora, en este lugar, después de lo que casi pasó junto a ese maldito panel, voy a decir cosas que no puedo retirar.
— ¿Qué tipo de cosas?
Clark se detuvo, girándose para mirarlo directamente, y Bruce sintió el impacto de esa mirada como una fuerza física.
— Cosas que son honestas de maneras que van a hacer que esto sea más complicado. Cosas que voy a lamentar decir porque todavía estoy enojado contigo, Bruce. Todavía estoy tan jodidamente enojado que a veces quiero gritar hasta que mi voz se rompa. Pero también...
Se detuvo, pasándose una mano por el cabello con frustración.
— También te extraño. Te extraño de una manera que me hace querer odiarte porque sería más fácil. Sería más fácil si solo pudiera odiarte y seguir adelante. Pero no puedo. Porque incluso después de todo, incluso sabiendo lo que hiciste, todavía...
No terminó la oración. No necesitaba hacerlo.
Bruce sintió algo en su pecho apretarse dolorosamente.
— Clark.
— No. — Clark negó con la cabeza, retrocediendo cuando Bruce dio un paso hacia él. — No te acerques ahora mismo. Porque si lo haces, si cierras esa distancia, voy a hacer algo que ambos vamos a lamentar.
— ¿Cómo qué?
Los ojos de Clark se oscurecieron.
— Como besarte. Como empujarte contra esa pared y besarte hasta que ninguno de nosotros pueda respirar. Como olvidar todas las razones por las que se suponía que debía mantener distancia y simplemente tomar lo que quiero.
El aire salió de los pulmones de Bruce en un silbido.
— Eso no... — Se detuvo, tratando de encontrar las palabras correctas. — Eso no suena como algo que lamentaríamos.
— ¿No? — La risa de Clark salió amarga. — ¿No lamentarías besarme sabiendo que todavía no te he perdonado? ¿Sabiendo que esto probablemente solo complicaría las cosas más?
— Honestamente, en este momento, no me importa si las cosas se complican más.
— Bruce.
— Clark, he pasado semanas... — Bruce dio otro paso adelante, sus manos cerradas en puños a los costados porque si no las mantenía contenidas, iban a alcanzar a Clark y entonces todo esto se desmoronaría. — He pasado semanas enviándote mensajes que ni siquiera sé si lees. He pasado cada mañana esperando a que sea de mañana solo para escribir las mismas disculpas una y otra vez, esperando que tal vez ese día seas el día que respondas con algo más que dos palabras.
— Leí cada uno.
Las palabras fueron tan suaves que Bruce casi las perdió.
— ¿Qué?
— Leí cada maldito mensaje. — La voz de Clark temblaba ahora. — Cada disculpa. Cada "lo siento". Cada "te extraño". Los leí todos, Bruce. Y cada vez que lo hacía, sentía como si alguien estuviera retorciendo un cuchillo en mi pecho porque quería responderte. Quería decirte que yo también te extrañaba. Que lo entendía. Que tal vez, eventualmente, podría perdonarte.
— Entonces, ¿por qué no lo hiciste?
— ¡Porque tenía miedo! — Las palabras explotaron de Clark, resonando en el espacio cerrado de la sala del reactor. — Tenía miedo de que si te dejaba entrar otra vez, si bajaba mis defensas por un segundo, terminarías lastimándome de la misma manera. Tenía miedo de que estaba siendo demasiado blando, que perdonarte demasiado rápido significaba que estaba diciendo que lo que hiciste estaba bien.
Se giró, presionando sus manos contra la consola, su cabeza cayendo hacia adelante.
— Pero también tenía miedo de que si esperaba demasiado, si mantenía esta distancia durante mucho más tiempo, perdería completamente mi oportunidad. Que llegaría un punto donde tú te cansarías de disculparte y simplemente seguirías adelante. Y la idea de eso...
Su voz se quebró.
— La idea de eso me aterraba más que cualquier cosa.
Bruce no pensó. No planificó. No hizo ninguna de las cosas que normalmente haría, donde cada acción era calculada, donde cada movimiento era parte de una estrategia más grande.
Simplemente cerró la distancia.
Tres pasos largos lo llevaron a Clark. Sus manos encontraron los hombros de Clark, girándolo para que estuvieran cara a cara, y Bruce pudo ver las lágrimas en los ojos de Clark, brillando bajo las luces fluorescentes de la instalación.
— Clark — dijo, y su propia voz estaba rota ahora, toda pretensión de control completamente abandonada. — Nunca voy a cansarme de disculparme. Nunca voy a seguir adelante. Porque no hay "adelante" sin ti.
— Bruce, no puedes decir cosas así.
— ¿Por qué no?
— ¡Porque me hacen querer perdonarte incluso cuando todavía estoy enojado! — Clark empujó contra su pecho, no con fuerza, solo lo suficiente para crear espacio. — Me hacen querer ignorar todo el dolor y la traición y simplemente decir que está bien, que podemos intentarlo otra vez, que...
Se detuvo, su respiración saliendo en jadeos irregulares.
— Que te necesito de todas formas. A pesar de todo. Incluso cuando no debería. Incluso cuando cada parte racional de mí dice que es demasiado pronto, que necesito más tiempo, que no deberías salirte con la tuya tan fácilmente.
Bruce sintió su mundo entero reducirse a esas palabras.
Que te necesito de todas formas.
— Clark — susurró, y sus manos se movieron desde los hombros de Clark hasta su rostro, acunando sus mejillas con una gentileza que contrastaba con la urgencia en su voz. — Puedes estar enojado conmigo. Puedes necesitar tiempo. Puedes hacerme sufrir cada segundo de lo que hice porque lo merezco. Pero por favor, por favor no dejes de amarme. Porque si dejas de amarme, entonces realmente lo he perdido todo.
Los ojos de Clark se cerraron, más lágrimas escapando de las esquinas.
— Eres un idiota.
— Lo sé.
— Eres el hombre más inteligente que conozco y aun así hiciste las decisiones más estúpidas posibles.
— Lo sé.
— Y me enamoré de ti de todas formas. — Clark abrió los ojos, y había tanta emoción cruda en ellos que Bruce sintió como si estuviera mirando directamente al sol. — Dios, estoy tan enamorado de ti que me asusta. Porque ¿Qué dice de mí que puedo estar tan enojado contigo y aun así querer esto? ¿Aun así querer a ti?
— Dice que eres humano. Incluso si técnicamente no lo eres.
Clark dejó escapar una risa estrangulada.
— Esta no es la conversación que se suponía que tuviéramos.
— ¿Qué conversación se suponía que tuviéramos?
— La profesional. La que resolvía el reactor y luego ambos nos íbamos sin que nada cambiara.
— Me importa un carajo el reactor. — Bruce deslizó sus pulgares sobre las mejillas de Clark, limpiando las lágrimas. — Me importa un carajo el plan de nuestros amigos. Me importa un carajo todo excepto esto. Excepto tú. Excepto el hecho de que todavía me amas incluso después de que lo arruiné todo.
— Bruce...
— Necesito pedirte perdón. Apropiadamente. No a través de mensajes de texto o distancia segura. Aquí. Ahora. Mirándote a los ojos.
— No tienes que...
— Sí tengo que hacerlo. — Bruce tomó una respiración profunda, preparándose para hacer algo que nunca había sido bueno haciendo: ser completamente, devastadoramente vulnerable. — Clark Kent. Superman. Ambas versiones de ti, todas las versiones de ti. Te pido perdón.
Sus manos todavía acunaban el rostro de Clark, pero ahora comenzó a bajar lentamente, deslizándose hasta que Bruce estaba... cayendo.
Cayendo de rodillas frente a Clark, en el suelo frío y duro de la instalación, su traje gris arrugándose, su orgullo abandonado completamente porque esto era más importante.
Clark era más importante.
— ¿Qué estás haciendo? — La voz de Clark salió ahogada.
— Pidiendo perdón. — Bruce levantó la vista, mirando a Clark desde abajo, y no le importó cuán patético se veía. No le importó que esto fuera la antítesis de todo lo que Batman representaba. Solo le importaba que Clark entendiera. — Te ruego perdón por cada mentira. Por cada momento que elegí el secreto sobre la honestidad. Por cada vez que decidí por ti en lugar de darte la opción de decidir por ti mismo.
Sus manos encontraron las caderas de Clark, agarrándose como si Clark fuera lo único anclándolo al mundo.
— Te ruego perdón por hacerte sentir como si no fueras digno de la verdad completa. Por hacerte dudar de mis sentimientos cuando eres lo único de lo que he estado completamente seguro en años. Por ser tan cobarde que preferí perderte antes que arriesgarme a ser vulnerable.
— Bruce, levántate. Por favor.
— No. — Bruce negó con la cabeza, su agarre en Clark apretándose. — No hasta que me escuches. No hasta que entiendas cuánto lo lamento. No hasta que...
— Ya entiendo. — Las manos de Clark encontraron el rostro de Bruce ahora, obligándolo a mirar hacia arriba. — Dios, Bruce, ya entiendo. Levántate.
— ¿Me perdonas?
Clark se quedó en silencio por un momento largo, sus pulgares trazando los pómulos de Bruce de la misma manera que Bruce había trazado los suyos momentos antes.
— No lo sé — dijo finalmente, y la honestidad en su voz dolía más que cualquier rechazo rotundo. — No puedo prometerte perdón completo ahora mismo. No puedo decirte que todo está bien cuando todavía hay partes de mí que están rotas por lo que hiciste.
Bruce sintió su corazón hundirse.
— Pero — continuó Clark, y sus manos se movieron al cabello de Bruce, enredándose en los mechones oscuros — puedo decirte que quiero intentarlo. Que quiero encontrar mi camino de vuelta a ti incluso si toma tiempo. Que estoy cansado de estar enojado y solo y extrañándote cada segundo de cada día.
— Clark...
— Pero necesito que entiendas algo. — Los ojos de Clark encontraron los suyos, intensos y serios. — Si hacemos esto, si realmente lo intentamos otra vez, no puede haber más secretos. No puede haber más decisiones tomadas "por mi propio bien". Somos socios o no somos nada. ¿Entiendes?
— Entiendo. — Bruce asintió, sus manos todavía agarrando las caderas de Clark como si soltarse significara perderlo para siempre. — Sin más secretos. Sin más mentiras. Incluso cuando tengo miedo. Especialmente cuando tengo miedo.
— Bien.
— ¿Entonces lo intentamos?
Clark no respondió con palabras.
En su lugar, tiró del cabello de Bruce, guiando su cabeza hacia atrás mientras se inclinaba hacia adelante, y entonces su boca encontró la de Bruce en un beso que era todo menos suave.
Era furia y perdón mezclados juntos. Era semanas de distancia colapsando en un solo punto de contacto. Era cada mensaje no enviado, cada conversación no tenida, cada toque que se habían negado a sí mismos.
Bruce gimió contra la boca de Clark, sus manos moviéndose desde las caderas hasta la espalda, tirando de Clark más cerca incluso estando todavía de rodillas. Clark se inclinó más, dejado su cuerpo inclinado para poder besar al nocturno aún de rodillas, sus dientes rozando el labio inferior de Bruce de una manera que era casi dolorosa.
No era gentil. No era el tipo de beso de reconciliación que vendría con palabras suaves y promesas de que todo estaría bien.
Era rudo. Era necesitado. Era el tipo de beso que venía cuando dos personas habían estado conteniéndose durante demasiado tiempo y finalmente, finalmente se permitían sentir.
Bruce rompió el beso solo para poder respirar, su frente presionada contra el estómago de Clark, sus manos todavía agarrando la tela del traje de Superman.
— Clark — jadeó, y la palabra salió como oración, como agradecimiento, como incredulidad de que esto estuviera realmente sucediendo.
— Levántate — dijo Clark, su voz ronca, cargada con algo oscuro y prometedor. — Levántate ahora mismo, Bruce, o juro que voy a hacer algo completamente inapropiado en una instalación de investigación gubernamental.
Bruce se obligó a ponerse de pie, sus piernas temblorosas, su cuerpo todavía vibrando con la intensidad de ese beso. Apenas había estabilizado cuando Clark lo empujó, su espalda golpeando la pared detrás de él con suficiente fuerza para hacer crujir el concreto.
— Clark — comenzó, pero la palabra murió cuando Clark se presionó contra él, completamente contra él, cuerpo a cuerpo, eliminando cualquier espacio entre ellos.
— Todavía estoy enojado contigo — dijo Clark, sus labios rozando la mandíbula de Bruce, su aliento caliente contra su piel. — Estoy tan enojado que quiero gritar. Que quiero hacer que sufras de la forma en que me hiciste sufrir.
— Está bien. — Bruce inclinó la cabeza hacia atrás, dando a Clark más acceso a su cuello. — Hazlo. Hazme sufrir. Merezco todo lo que quieras darme.
Los dientes de Clark encontraron el punto donde el cuello de Bruce se encontraba con su hombro, mordiendo lo suficientemente fuerte para dejar una marca.
— Pero también te extraño. — Otro beso, este más suave. — Te extraño tanto que duele. Te extraño de maneras que no sabía que eran posibles.
Sus manos encontraron la corbata de Bruce, aflojándola completamente, arrojándola al suelo sin ceremonia. Los botones de la camisa de Bruce siguieron, los dedos de Clark moviéndose con urgencia apenas contenida.
— Clark, aquí no. — Bruce trató de sonar razonable incluso cuando su cuerpo estaba traicionándolo completamente, arqueándose hacia el toque de Clark. — Estamos en una instalación gubernamental. Hay cámaras. Nuestros amigos están probablemente observando.
Clark se congeló, sus manos todavía en la camisa de Bruce, sus ojos ampliándose con horror.
— Mierda. Tienes razón. Hay cámaras. Michael está definitivamente observando. Probablemente todos están observando. Oh Dios.
— Exactamente.
— Entonces deberíamos parar.
— Definitivamente deberíamos parar.
Ninguno de los dos se movió.
Se miraron, sus respiraciones saliendo en jadeos entrecortados, sus cuerpos todavía presionados juntos, completamente conscientes de que cada segundo que permanecieran así era otro segundo que sus amigos entrometidos estaban siendo testigos de su reunión.
— No puedo parar — admitió Clark finalmente. — Sé que debería. Sé que esto es probablemente dándoles exactamente lo que querían. Pero no puedo hacer que me importe.
— Yo tampoco.
Y entonces la boca de Clark encontró la de Bruce otra vez, y esta vez fue incluso más intenso. Bruce sintió su espalda golpear la pared otra vez, sintió las manos de Clark en todas partes, sintió su control completamente destrozarse.
Sus propias manos encontraron el cabello de Clark, tirando, angulando la cabeza de Clark para profundizar el beso. Clark gimió contra su boca, el sonido enviando vibraciones a través del cuerpo de Bruce, haciendo que algo bajo en su estómago se apretara con necesidad.
— Necesito... — Clark rompió el beso, jadeando. — Necesito más. Pero no aquí. No con ellos observando.
— Mi lugar — ofreció Bruce, sus manos todavía enredadas en el cabello de Clark. — Está más cerca. Alfred...
— Alfred probablemente está en el comunicador con Michael ahora mismo celebrando.
— Completamente.
— Bien. — Clark dio un paso atrás, dejando espacio entre ellos, aunque Bruce podía ver cuánto esfuerzo le costaba. — Entonces vamos a tu lugar. Ahora. Antes de que cambie de opinión sobre hacer esto de manera apropiada.
Bruce asintió, alcanzando su corbata del suelo, intentando hacer que su ropa se viera menos como si acabara de ser atacado. No funcionó. Su camisa estaba medio desabotonada, su cabello completamente arruinado, y había una marca de mordida claramente visible en su cuello.
Clark se veía igualmente destrozado. Su capa estaba torcida, su cabello de pie en todas direcciones, sus labios hinchados y rojos de los besos.
Se veían exactamente como lo que eran: dos personas que acababan de perder el control completamente.
— Vamos — dijo Bruce, alcanzando la mano de Clark.
Clark la tomó sin vacilar, entrelazando sus dedos, y juntos caminaron hacia la salida de la sala del reactor.
Ni siquiera llegaron a la puerta antes de que el comunicador de Clark sonara.
Lo ignoró.
Sonó otra vez.
— Clark — dijo Bruce. — Probablemente deberías contestar eso.
— No quiero.
— Podría ser importante.
— Dudo que sea más importante que esto.
El comunicador sonó por tercera vez.
Con un suspiro exasperado, Clark lo sacó de su cinturón.
— ¿Qué? — respondió, su voz saliendo más brusca de lo que probablemente pretendía.
El sonido de la voz de Guy Gardner se escuchó en el fondo.
— ¡ESPERA, ¿SE ESTÁN BESANDO? ¡QUIERO VER! ¡HE ESTADO ESPERANDO SEMANAS PARA ESTO!
— ¡NO! — La voz de Michael sonó casi en pánico. — ¡NO PUEDES VER! ¡NADIE PUEDE VER! ¡ESTO ES... ESTO NO ES PARA AUDIENCIAS!
— ¿POR QUÉ? ¿QUÉ TAN MALO ES?
La risa de Kendra se escuchó claramente.
— Oh Dios. ¿Están...?
— ¡SÍ! ¡Y NECESITAN PRIVACIDAD! ¡ASÍ QUE TODOS DEN LA VUELTA AHORA MISMO O JURO QUE VOY A... VOY A...!
— ¿Vas a qué? — preguntó Guy, claramente disfrutando esto demasiado.
— ¡VOY A HACKEAR TU ANILLO Y HACER QUE SOLO PUEDA CREAR FORMAS DE PENES DURANTE UN MES!
Silencio.
Luego:
— Está bien, ese es un argumento justo. Nos vamos.
Clark presionó el botón para cortar la comunicación, mirando a Bruce con una expresión que era mitad horror, mitad risa apenas contenida.
Claramente estaban usando la línea general y se olvidaron que Clark tenía el mismo dispositivo.
— Todos nos vieron.
— Aparentemente.
— Michael va a tener material de chantaje para años.
— Completamente.
— ¿Te importa?
Bruce consideró la pregunta, mirando a Clark, a este hombre que lo había perdonado incluso cuando no debería, que lo había besado incluso cuando todavía estaba enojado, que estaba sosteniendo su mano como si fuera algo precioso.
— Honestamente, no. En absoluto.
La sonrisa de Clark fue brillante, genuina, la primera sonrisa real que Bruce había visto en su rostro en semanas.
— Bien. Porque yo tampoco.
Y entonces estaban corriendo, saliendo de la instalación como si los persiguiera el diablo, las manos todavía entrelazadas, riendo como idiotas porque sus amigos los habían manipulado y observado y básicamente orquestado todo esto, pero no importaba.
Nada importaba excepto esto.
Excepto ellos.
Finalmente.
— Bruce Wayne, te odio.
— Ódiame más fuerte.
Michael Holt estaba desplomado en su silla, su rostro enterrado en sus manos, haciendo sonidos que eran mitad agonía, mitad trauma, y un veinte porciento de risa muy muy escondida.
— Nunca voy a poder desver eso — murmuró. — Nunca. Está grabado en mi cerebro para siempre.
Kendra estaba recostada contra la pared, sus alas temblando ligeramente con risa reprimida, agitada por venir lo más rápido posible a la torre y ver que hicieron aquel par.
— Bueno, al menos funcionó. Están juntos otra vez. Misión cumplida.
— ¿A qué costo? — Michael levantó la vista, sus ojos salvajes. — ¿A qué costo Kendra?
— Al costo de tu supuesta inocencia, aparentemente.
Guy entró en ese momento, masticando palomitas de maíz, luciendo completamente decepcionado.
— No puedo creer que me perdí el show. Michael, necesito que me muestres las grabaciones.
— Absolutamente NO.
— Vamos, hombre. Todos trabajamos duro en esto. Merezco ver los frutos de nuestro labor.
— Los frutos de nuestro labor están probablemente en camino a la mansión Wayne para terminar lo que empezaron. Eso es todo lo que necesitas saber.
Rex, quien había estado silencioso en la esquina, finalmente habló.
— Entonces, ¿lo logramos? ¿Realmente los juntamos otra vez?
Michael dejó escapar un suspiro largo, cansado.
— Sí. Los juntamos. Están juntos. Están felices. O al menos están en camino a estar felices una vez que terminen de... resolver cosas.
— ¿Resolver cosas? — Guy levantó una ceja. — ¿Es así como lo estamos llamando?
— Guy, te juro por todo lo sagrado...
— Está bien, está bien. No más preguntas. — Guy levantó las manos en rendición. — Pero solo para que conste: somos los mejores amigos de la historia. Cupido no tiene nada sobre nosotros.
— Cupido no habría necesitado hackear sistemas gubernamentales y crear emergencias falsas — observó Kendra secamente.
— Exactamente. Por eso somos mejores.
Michael finalmente sonrió, apenas perceptible pero ahí.
— Saben qué, tienen razón. Lo hicimos bien. A pesar de toda la manipulación y la invasión de privacidad y el trauma psicológico que acabo de experimentar... lo hicimos bien.
— ¿Crees que nos perdonarán? — preguntó Rex.
— Eventualmente. Una vez que terminen de estar furiosos con nosotros por conspirar.
— ¿Y cuánto tiempo tomará eso?
Michael pensó por un momento.
— Considerando lo que acabo de ver en esas cámaras, yo diría que al menos unos días. Posiblemente una semana. Van a estar demasiado ocupados... reconectando y conectando, y reconectando de nuevo... para preocuparse por nosotros.
— Perfecto. — Guy dejó caer las palomitas en un escritorio. — Eso me da tiempo para planear mi estrategia de defensa para cuando Superman decida que la venganza es apropiada.
— ¿Cuál es tu estrategia?
— Correr. Muy rápido. Posiblemente a otro planeta.
— Sólido plan.
Kendra se empujó lejos de la pared, sus alas escondiéndose con gracia.
— Bueno, señores. Ha sido un placer conspirar con ustedes. Pero sugiero que todos desaparezcamos durante unos días. Dejemos que los tortolitos tengan su espacio.
— Acordado — dijeron todos al unísono.
Mientras se quedaban descansando en la sala de conferencias, Michael echó un último vistazo a las pantallas que mostraban la instalación ahora vacía.
Habían hecho algo bueno hoy. Sí, había sido manipulador. Sí, había cruzado líneas. Sí, probablemente Superman iba a querer matarlo cuando procesara completamente que había sido observado.
Pero Batman y Superman estaban juntos otra vez.
Y al final del día, eso valía cualquier cantidad de furia vengativa que vendría después.
Completamente valía la pena.
Incluso si Michael nunca podría desver ciertas cosas.
Incluso si necesitaría terapia.
Incluso si Guy probablemente iba a molestarlo sobre esto durante años.
Valía la pena.
Porque el amor siempre valía la pena.
Incluso cuando venía con manipulación elaborada, cámaras de vigilancia, y trauma psicológico permanente.
¿Estaba exagerando? Absolutamente, pero le gusta exagerar.
Chapter 35: La Espera.
Notes:
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Chapter Text
La luz del sol de la tarde golpeaba el exterior de la instalación evacuada, creando sombras largas que se extendían a través del estacionamiento vacío. Clark y Bruce estaban parados cerca de la entrada, todavía tomados de la mano, ninguno de los dos queriendo ser el primero en soltarse.
El Batplane estaba estacionado a unos veinte metros de distancia, negro y elegante y completamente fuera de lugar en el paisaje industrial. El viento había comenzado a levantar, haciendo que la capa de Clark ondeara dramáticamente mientras miraba a Bruce con una intensidad que hacía que el aire entre ellos se sintiera cargado.
— Deberías irte — dijo Clark finalmente, aunque su agarre en la mano de Bruce se apretó, contradiciendo completamente sus palabras.
— No quiero irme. — Bruce dio un paso más cerca, cerrando lo que quedaba de distancia entre ellos. — Quiero quedarme aquí. Contigo. O mejor aún, quiero que ambos vayamos a confrontar a nuestros amigos entrometidos y hacerlos sufrir por lo que hicieron.
Clark dejó escapar una risa baja, oscura, cargada con algo que hizo que la columna de Bruce se enderezara.
— Oh, voy a hacer que sufran. Créeme. Pero tú no vas a estar ahí cuando lo haga.
— ¿Por qué no?
— Porque — Clark soltó la mano de Bruce solo para alcanzar su corbata, enroscándola alrededor de su puño, tirando hasta que Bruce tuvo que agarrarse de su pecho y moverse hacia adelante para mantener el equilibrio — tengo otros planes para ti.
La voz de Clark había bajado a ese registro que Bruce reconocía, el que usaba cuando estaba en modo Superman pero aplicando toda esa autoridad a algo completamente no heroico. Era la voz que Bruce había escuchado en sus fantasías durante semanas, la que había estado reproduciendo mentalmente cada vez que se permitía recordar cómo era tener a Clark Kent completamente deshecho debajo de él.
Excepto que ahora, por la forma en que Clark lo estaba mirando, por la forma en que había tomado el control de la situación tan completamente, Bruce se estaba dando cuenta de que tal vez esta vez los roles iban a ser diferentes.
— ¿Qué tipo de planes? — Bruce logró preguntar, su voz saliendo más ronca de lo que pretendía.
La sonrisa de Clark fue lenta, depredadora, el tipo de sonrisa que prometía cosas que harían que Bruce olvidara su propio nombre.
— El tipo de planes que requieren que estés en tu casa. Solo. Esperando. Sin saber exactamente cuándo voy a llegar.
Bruce sintió su boca secarse.
— Clark...
— El tipo de planes — continuó Clark, tirando de la corbata hasta que su boca estaba a centímetros de la de Bruce — donde necesito que entiendas algo muy claramente.
— ¿Qué?
Los ojos de Clark se oscurecieron, y Bruce pudo ver cada emoción complicada reflejada en ellos: enojo, necesidad, amor, deseo, todo mezclándose en algo tan intenso que Bruce sintió su respiración engancharse.
— Que esta noche — susurró Clark, sus labios rozando los de Bruce con cada palabra — no eres tú quien está a cargo. Esta noche, vas a dejarme mostrarte exactamente cuánto te extrañé. Exactamente cuánto te necesité. Exactamente cuánto todavía te odio por hacerme sentir así.
— Dios — Bruce dejó escapar el aire en un siseo.
— Esta noche — Clark tiró de la corbata otra vez, y Bruce no tuvo otra opción más que seguir — vas a ser obediente. Vas a hacer exactamente lo que te diga. Vas a dejarme tomar lo que quiero de ti. ¿Entiendes?
Bruce asintió, incapaz de formar palabras porque todo su cerebro se había cortocircuitado ante la imagen que Clark estaba pintando.
— Usa palabras, Brucie.
— Sí. — La palabra salió estrangulada. — Entiendo.
— Bien.
Y entonces Clark lo besó.
No fue como los besos de antes, los que habían sido frenéticos y desesperados. Este fue controlado, deliberado, Clark tomando su tiempo para explorar la boca de Bruce como si tuviera todo el tiempo del mundo. Sus dientes rozaron el labio inferior de Bruce, mordiendo lo suficientemente fuerte para hacer que Bruce gimiera contra su boca.
Clark usó ese sonido como invitación para profundizar el beso, una de sus manos encontrando la parte de atrás del cuello de Bruce, sosteniéndolo en su lugar, controlando completamente el ángulo y la profundidad. Su otra mano todavía sostenía la corbata, manteniéndola tensa, recordándole a Bruce exactamente quién tenía el control.
Cuando finalmente rompió el beso, Bruce estaba jadeando, sus piernas apenas sosteniéndolo, su cuerpo entero vibrando con necesidad.
— Pero antes de que pueda hacer cualquiera de esas cosas — dijo Clark, su voz todavía baja y prometedora — necesito ir a tener una conversación con nuestros amigos. Una conversación que probablemente involucre gritar. Y posiblemente amenazas de violencia. Y definitivamente mucho sarcasmo.
— Quiero estar ahí para eso — protestó Bruce, tratando de recuperar algo de compostura incluso cuando su cuerpo estaba traicionándolo completamente. — Quiero verlos sufrir tanto como tú.
Clark sonrió otra vez, pero esta vez había algo más suave en su expresión.
— Lo sé. Pero confía en mí cuando digo que esto va a ser mejor si lo hago solo. Porque si estás ahí, voy a estar distraído. Voy a estar pensando en ti en lugar de en vengarme. Y honestamente, después de lo que nos hicieron, merecen mi atención completa.
— Pero...
Clark lo empujó, y Bruce se encontró repentinamente con su espalda contra la pared más cercana del edificio, el concreto frío contrastando con el calor del cuerpo de Clark presionado contra el suyo. Especialmente su pelvis contra la del nocturno.
— No — dijo Clark, su voz bajando a casi un gruñido — No estás en posición de dar órdenes o controlar lo que yo quiera hacer. Ya lo has hecho suficiente.
Las palabras fueron dichas con tanta autoridad, con tanta certeza absoluta, que Bruce sintió algo en su estómago apretarse con una mezcla de anticipación y excitación que era casi dolorosa. La sangre viajando hacía lugares peligrosos que con el paso de los segundos se haría evidente.
Porque esto era nuevo. Esto era Clark Kent, el reportero tímido de Kansas que tartamudeaba cuando estaba nervioso, tomando control completo. Esto era Superman usando toda esa fuerza, toda esa presencia, toda esa confianza que normalmente reservaba para salvar el mundo, y dirigiéndola completamente hacia Bruce.
Y Bruce, que había pasado toda su vida siendo la persona a cargo, que había construido imperios corporativos y aterrorizado criminales y nunca se había rendido ante nadie, se encontró asintiendo frenéticamente.
— Okay — logró decir. — Okay, iré a casa. Te esperaré.
— Bien. — Clark se apartó, dejando espacio entre ellos, y Bruce casi gimió ante la pérdida de contacto. — Ve a casa, Bruce. Dúchate. Ponte cómodo. Y espera.
— ¿Cuánto tiempo?
— El tiempo que tome. — Los ojos de Clark brillaron con algo travieso. — Y cada minuto que esperes, cada segundo que te preguntes cuándo voy a llegar, quiero que recuerdes algo.
— ¿Qué?
Clark se inclinó, sus labios rozando el oído de Bruce.
— Que cuando finalmente llegue, voy a hacerte pagar por cada mensaje. Por cada día de distancia. Por cada noche que pasé extrañándote tanto que dolía. Voy a cobrarlo todo. Con intereses.
Bruce sintió sus rodillas debilitarse.
— Dios.
— Te pones bastante religioso, eh? Ve. — ordenó Clark, dándole un empujón suave hacia donde estaba el Batplane. — Ahora. Antes de que cambie de opinión y decida tomarte aquí mismo contra esta pared.
Bruce no necesitó que se lo dijeran dos veces.
Se obligó a alejarse, a caminar hacia el Batplane con piernas que apenas le respondían, completamente consciente de que Clark lo estaba observando cada paso del camino.
Cuando llegó a la nave, se giró para mirar atrás.
Clark estaba parado donde lo había dejado, sus brazos cruzados sobre su pecho, su capa ondeando en el viento, su expresión completamente ilegible excepto por sus ojos, que ardían con promesas.
— Clark — llamó Bruce.
— ¿Sí?
— No me hagas esperar demasiado.
La sonrisa de Clark fue lenta y devastadora.
— No haré promesas que no pueda cumplir.
Bruce subió al Batplane, sus manos temblando ligeramente mientras activaba los controles. El motor rugió a la vida, y mientras despegaba, miró por el espejo retrovisor para ver a Clark todavía parado ahí, observándolo irse. Alfred se guardó las palabras, pero miraba de reojo al murciélago con diversión escondida.
Y entonces Clark se elevó en el aire, su capa extendiéndose detrás de él, y voló en la dirección opuesta.
Hacia el edificio de Max Lord.
Hacia sus amigos entrometidos que estaban a punto de tener una conversación muy, muy incómoda.
Bruce sonrió a pesar de sí mismo.
Esto iba a ser bueno.
Edificio de Max Lord
Michael Holt estaba tratando muy, muy desesperadamente de meter todo su equipo en una mochila que claramente no era lo suficientemente grande para contenerlo.
— Más rápido — urgió Kendra, quien ya había guardado sus cosas y estaba parada junto a la puerta como si estar más cerca de la salida de alguna manera la haría más segura. — Necesitamos salir de aquí antes de que Superman llegue.
— Estoy yendo tan rápido como puedo — gruñó Michael, forzando otro cable en la mochila. — ¿Por qué tengo tanto equipo? ¿Quién necesita tantos cables?
— Tú, aparentemente — observó Rex, quien se había convertido en algo parecido a una maleta con piernas para poder llevar sus propias cosas más eficientemente. — Pero Kendra tiene razón. Necesitamos irnos. Ahora.
Guy estaba en la esquina, comiendo lo que quedaba de las palomitas de maíz, completamente sin prisa.
— Ustedes están siendo dramáticos. Superman no va a hacernos nada. Está demasiado feliz. ¿Vieron su cara cuando se fueron? Estaba radiante. Prácticamente brillando.
— Estaba radiante porque estaba pensando en todas las formas creativas de matarnos — corrigió Kendra. — Yo estuve en suficientes batallas para reconocer esa expresión. Esa es la expresión de alguien planeando venganza.
— Venganza, shmenganza. Lo juntamos con su novio. Deberíamos recibir una medalla. O al menos una tarjeta de agradecimiento.
— Guy — Michael dejó de empacar, girándose para mirarlo directamente — Superman nos vio conspirar, mentir, manipular, y básicamente secuestrarlo en una situación diseñada para forzarlo a confrontar sus sentimientos. ¿En serio crees que va a agradecer eso?
— Eventualmente, sí.
— ¿Y qué pasa con el período entre "ahora" y "eventualmente"?
Guy consideró esto por un momento.
— ...Corremos? Cómo dije antes?
— EXACTAMENTE. Por eso necesitamos irnos AHORA.
Michael volvió a su empaque frenético, finalmente logrando cerrar la cremallera de la mochila a través de pura fuerza de voluntad. Kendra ya tenía la puerta abierta, asomando la cabeza para verificar que el corredor estuviera despejado.
— Okay, la costa está despejada. Si nos movemos rápido...
— ¿A dónde van tan apurados?
Los cuatro se congelaron.
La voz había venido de arriba.
Lentamente, muy lentamente, todos levantaron la vista.
Superman estaba flotando cerca del techo, sus brazos cruzados sobre su pecho, su capa ondeando incluso en el aire quieto del edificio. Su expresión era completamente tranquila, casi serena.
Lo cual, de alguna manera, era más aterrador que si hubiera estado gritando.
— Superman — dijo Michael, su voz saliendo una octava más alta de lo normal. — Qué... qué sorpresa verte aquí.
— ¿En serio? — Clark inclinó la cabeza. — ¿Es una sorpresa? Porque tengo la sensación de que todos ustedes sabían exactamente que iba a venir aquí. Considerando que, oh no sé, ORQUESTARON TODA UNA EMERGENCIA FALSA PARA MANIPULARME.
Su voz había subido en volumen en esa última parte, resonando en el espacio cerrado de la sala de conferencias.
Guy tragó saliva audiblemente.
— Okay, cuando lo pones así suena mal.
— ¿Cuándo lo pongo así? — Clark descendió lentamente, sus pies tocando el suelo con un silencio que de alguna manera era más intimidante que si hubiera hecho un aterrizaje dramático. — ¿Hay alguna otra forma de ponerlo, Guy?
— Bueno... podríamos llamarlo una intervención de cariño?
— ¿Intervención de cariño?
— Sí. Sabes, donde tus amigos que te quieren mucho deciden que necesitas un empujón en la dirección correcta porque estabas siendo obstinado sobre...
— Guy — interrumpió Kendra, su voz tensa — tal vez deberías dejar de hablar.
— ¿Por qué? Estoy explicando nuestro razonamiento.
— Tu razonamiento nos va a hacer matar.
Clark se acercó más, y todos retrocedieron instintivamente, incluso Guy, quien finalmente parecía estar captando que tal vez esto no iba a terminar con tarjetas de agradecimiento.
— Déjenme asegurarme de que entiendo esto correctamente — dijo Clark, su voz peligrosamente calmada. — Ustedes conspiraron con Lois, Jimmy, Alfred, y aparentemente Selina Kyle para crear una emergencia falsa, manipular a Batman y a mí para que estuviéramos en la misma ubicación, y luego nos observaron a través de cámaras de seguridad mientras teníamos un momento extremadamente privado.
— Cuando lo dices así... — empezó Michael.
— ¿Suena exactamente tan invasivo y manipulador como fue? Sí. Sí lo hace.
— Pero funcionó — señaló Rex con una voz pequeña, aún como una maleta. — Quiero decir, ustedes dos están juntos otra vez. Eso es bueno, ¿verdad?
Clark lo miró, y Rex instantáneamente se arrepintió de haber hablado.
— Oh, están juntos otra vez. Definitivamente. Gracias por eso. Pero ¿saben qué más hicieron? Me hicieron pensar que había una emergencia real. Me hicieron creer que vidas estaban en riesgo. Me manipularon para que pidiera ayuda cuando todo era una mentira elaborada.
— Técnicamente no era una mentira completa — Michael levantó un dedo. — El reactor realmente estaba mal funcionando. Solo... no tan mal como te hicimos creer.
— Oh, bueno, eso lo hace completamente mejor.
— ¿Sí?
— ¡NO!
Los cuatro saltaron ante el grito.
Clark se pasó una mano por el cabello, claramente tratando de controlar su temperamento.
— ¿Tienen idea de lo que se siente? ¿Tener cada momento privado observado? ¿Tener mis emociones manipuladas? ¿Ser tratado como un experimento en lugar de una persona?
El silencio que siguió fue pesado con culpa.
— Lo siento — dijo Kendra finalmente, y sonaba genuina. — Tienes razón. Cruzamos líneas. Muchas líneas. Pero Clark... estabas sufriendo. Ambos estaban sufriendo. Y sabíamos que si no hacíamos algo, si no los forzábamos a confrontar sus sentimientos, iban a estar miserables para siempre.
— Esa no era su decisión de tomar. — y aparentemente Clark estaba harto de que los demás decidan por el.
— Lo sabemos. — Michael se adelantó, quitándose los lentes para limpiarlos nerviosamente. — Y si pudiéramos hacerlo de nuevo, probablemente... bueno, probablemente haríamos lo mismo porque funcionó, pero lo haríamos con más transparencia. Tal vez.
— Michael, eso no está ayudando — murmuró Rex.
— Estoy tratando de ser honesto.
Clark los miró a todos por un largo momento, su expresión ilegible.
Luego suspiró, el tipo de suspiro profundo que viene cuando te das cuenta de que estar enojado requiere demasiada energía.
— Está bien. Aquí está lo que va a pasar. Voy a estar enojado con ustedes durante un tiempo. No sé cuánto tiempo. Tal vez una semana. Tal vez un mes. Tal vez para siempre.
— Eso parece justo — murmuró Guy.
— Pero — continuó Clark — también voy a agradecerles. Eventualmente. Cuando haya procesado completamente el hecho de que violaron mi privacidad de maneras que probablemente son ilegales. Cuando haya superado el trauma de saber que Michael me vio... bueno, me vio.
Michael hizo un sonido de agonía.
— Para el registro, yo también estoy traumatizado.
— Bien. Suframos juntos.
— ¿Entonces no vas a matarnos? — preguntó Kendra esperanzadamente.
— No voy a matarlos. Pero — Clark sonrió, y había algo ligeramente malicioso en esa sonrisa — la próxima vez que cualquiera de ustedes necesite ayuda con algo, voy a recordar esto. Y voy a tomar mi tiempo. Mucho tiempo. Para decidir si ayudo o no.
— Eso es justo — acordó Rex rápidamente.
— Y Guy.
Guy se enderezó.
— ¿Sí?
— Si mencionas lo que viste en esas cámaras a alguien, literalmente a cualquiera, voy a usar mi visión de calor en tu anillo. Lo voy a derretir. Y luego vas a tener que explicarle a los Guardianes por qué necesitas uno nuevo.
Guy hizo un gesto de cremallera sobre sus labios.
— Entendido. Sellado. Nunca pasó.
— Bien.
Clark se giró hacia la puerta, luego se detuvo, mirando hacia atrás.
— Y una cosa más.
Todos se tensaron.
— Gracias. — Las palabras fueron dichas con renuencia, pero genuinas. — Por preocuparse lo suficiente como para hacer algo tan completamente inapropiado. Odio que lo hicieran. Pero... gracias.
Y entonces se fue, desapareciendo en un destello de rojo y azul.
Los cuatro se quedaron ahí en silencio por un largo momento.
Luego Guy dejó escapar el aire que había estado conteniendo.
— Eso fue... menos violento de lo que esperaba.
— Porque está demasiado distraído pensando en Batman para matarnos apropiadamente — dijo Kendra sabiamente. — Dale una semana. Luego estamos muertos.
— Totalmente muertos — acordó Michael.
— Pero valió la pena — añadió Rex con una sonrisa.
— Completamente valió la pena.
Chocaron los cinco, celebrando su supervivencia temporal y el éxito de su plan.
Porque al final del día, sí, habían cruzado líneas. Sí, habían violado privacidad. Sí, probablemente merecían que Superman los matara.
Pero Batman y Superman estaban juntos otra vez.
Y eso, en su opinión, valía cualquier cantidad de venganza futura.
Hasta que volvieron a ver la imagen de Clark, tocándose la barbilla.
— Antes de irme, díganme que hicieron.
Mansión Wayne
Bruce estacionó el Batplane con más cuidado del habitual, sus manos todavía temblando ligeramente de la adrenalina y la anticipación. Salió de la nave con pasos rápidos, su mente ya corriendo con todo lo que necesitaba hacer antes de que Clark llegara.
Ducharse. Definitivamente ducharse. Probablemente debería afeitarse también, aunque Clark nunca se había quejado. Perfume. Algo sutil pero presente. Y ropa... ¿Qué mierda se suponía que debía ponerse?
Estaba tan perdido en sus pensamientos que casi chocó con Alfred, quien estaba parado en la entrada de la Batcueva, de vuelta con su traje y expresión habitual, y con una expresión que era mitad diversión, mitad "he visto esto antes y sé exactamente cómo termina".
— Señor — dijo Alfred, levantando una ceja. — ¿Todo en orden?
— Alfred. — Bruce ni siquiera se detuvo, pasando junto al mayordomo mientras se dirigía a las escaleras. — Necesito que prepares la habitación de invitados. Las sábanas buenas. Y... espera, no, mi habitación. Prepara mi habitación.
— ¿Puedo preguntar por qué la urgencia?
Bruce se detuvo a medio paso en la escalera, girándose para mirar a Alfred.
— Clark viene esta noche.
La expresión de Alfred no cambió, pero Bruce pudo ver el brillo de comprensión en sus ojos.
— Ah. Ya veo.
— Y necesito que... — Bruce se pasó una mano por el cabello, tratando de encontrar las palabras — necesito que te pongas tapones en los oídos. O tal vez deberías quedarte en el ala opuesta. O salir completamente. Ir a ver a un amigo. Tomar vacaciones.
— Señor, he vivido en esta casa durante décadas. He sobrevivido a su anterior... visita nocturna. Estaré bien.
— Alfred, esta va a ser diferente.
— ¿Diferente cómo?
Bruce sintió su rostro arder, lo cual era ridículo porque era un adulto de treinta y tantos años y no debería estar sonrojándose por esto.
— Simplemente va a ser ruidosa. Muy ruidosa. Y posiblemente violenta en el buen sentido. Y tal vez... probablemente... definitivamente involucre muebles rompiéndose.
Alfred procesó esto por un momento.
Luego asintió con esa dignidad perfecta que solo él podía mantener.
— Entendido. Estaré listo cuando necesiten reponer la cama de vuelta.
— Gracias.
— ¿Algo más, señor?
— Sí. Si escuchas algo que suene como si alguien estuviera siendo asesinado, ignóralo. Probablemente es solo... bueno, probablemente no es asesinato.
— Reconfortante.
— Alfred.
El mayordomo sonrió, esa pequeña sonrisa que usaba cuando estaba genuinamente feliz por Bruce de maneras que nunca diría en voz alta.
— Me alegra que ustedes dos hayan resuelto las cosas, señor. Incluso si la resolución aparentemente involucra la destrucción de mobiliario caro.
— Yo también. — Bruce sintió algo cálido extenderse en su pecho. — Ahora, si me disculpas, necesito prepararme.
Subió las escaleras tres a la vez, su corazón latiendo con una mezcla de anticipación y nervios que no había sentido en... bueno, en semanas. Desde la última vez que había estado con Clark.
Su habitación estaba exactamente como la había dejado esa mañana: ordenada, impersonal, completamente desprovista de cualquier señal de que alguien realmente vivía ahí. Las sábanas estaban perfectamente hechas. Los muebles estaban pulidos. Todo estaba en su lugar.
Bruce inmediatamente comenzó a arruinarlo todo.
Arrancó su ropa mientras caminaba hacia el baño, dejando un rastro de traje gris caro en el suelo. La camisa. Los pantalones. Los calcetines. Todo fue simplemente... abandonado, porque no tenía tiempo para preocuparse por la ropa cuando tenía aproximadamente una hora, tal vez dos, para transformarse en la versión de sí mismo que Clark merecía.
La ducha estaba tan caliente que casi quemaba, el vapor llenando el baño de mármol hasta que todo se volvió borroso. Bruce se paró bajo la ducha, dejando que el agua lavara el día, lavara las últimas semanas, lavara todo excepto la anticipación que vibraba bajo su piel.
Se lavó el cabello dos veces. Se afeitó con cuidado en algunas partes, y en otras dejando solo el toque de barba que sabía que a Clark le gustaba. Usó el jabón caro que olía a sándalo y algo más complejo, el que había comprado específicamente porque Clark había mencionado una vez que le gustaba.
Cuando finalmente salió, se sintió más limpio de lo que se había sentido en semanas. Como si todo el peso de la culpa y el arrepentimiento se hubiera ido por el desagüe con el agua.
Se paró frente al espejo, observándose críticamente.
Los moretones de Batman todavía estaban ahí, desvaídos pero visibles si sabías dónde mirar. Los que estaban en sus costillas, en su hombro, evidencia de las noches que pasaba peleando. Pero ahora también había marcas nuevas: el chupón que Clark le había dejado en el cuello, la marca de mordida en su hombro, evidencia de algo completamente diferente.
Bruce trazó la marca de mordida con sus dedos, recordando exactamente cómo se había sentido cuando Clark la había dejado, la mezcla de dolor y placer que había enviado su control completamente al demonio.
Iba a tener más de esas para mañana. Lo sabía. Lo quería.
Alcanzó el perfume, la botella cara de Tom Ford que normalmente reservaba para ocasiones especiales. Roció un poco en su cuello, sus muñecas, justo sobre el corazón. Suficiente para ser notable pero no abrumador.
Luego fue al armario.
¿Qué mierda se suponía que debía ponerse?
Tenía trajes. Cientos de trajes. Tenía ropa casual que probablemente costaba más que el salario anual de la persona promedio. Tenía ropa deportiva que nunca usaba porque ¿Quién hacía ejercicio en el gimnasio cuando podías pelear crimen en los tejados?
Pero nada de eso parecía correcto para esto.
Sus dedos recorrieron las perchas, pasando por las camisas de vestir, los suéteres de cachemira, los jeans de diseñador que probablemente nunca había usado, hasta que encontró algo en la parte de atrás.
Una bata de seda. Negro, por supuesto, porque era Bruce Wayne y aparentemente no poseía nada que no fuera negro o gris o alguna variación entre ambos. Pero era suave, lujosa, el tipo de cosa que se sentía decadente contra la piel.
La sacó del armario, sosteniéndola por un momento, preguntándose si esto era demasiado. Si era demasiado obvio. Si Clark lo vería y pensaría que Bruce estaba tratando demasiado duro.
Luego recordó la expresión en el rostro de Clark cuando había dicho "vas a ser obediente", y decidió que probablemente no había tal cosa como tratar demasiado duro.
Se puso la bata, dejándola ligeramente abierta en el frente porque... bueno, porque ¿por qué no? La tela se deslizó sobre su piel, suave y fría, haciendo que cada terminación nerviosa se sintiera hipersensible.
Revisó su reloj.
Clark había dicho que llegaría más tarde. No había especificado cuándo. Podría ser en una hora. Podría ser en tres. Podría ser en cinco minutos.
La incertidumbre era tortura.
Bruce se dejó caer en la cama, su espalda hundiéndose en el colchón caro, mirando al techo y tratando de no pensar en todas las formas en que Clark podría...
Su teléfono vibró.
Bruce lo agarró tan rápido que casi lo dejó caer. Pero no era Clark.
Era Selina.
Selina: Escuché que tuviste un día interesante.
Por supuesto. Por supuesto que Selina ya lo sabía. Probablemente Alfred le había dicho. O Michael. O Guy, quien aparentemente no podía mantener la boca cerrada sobre nada.
Bruce suspiró, escribiendo de vuelta.
Bruce: ¿De quién lo escuchaste?
Selina: De todos. Literalmente todos en la Justice Gang están hablando de ello. Aparentemente Superman y Batman tuvieron un "momento" en una instalación de investigación.
Bruce: No fue un "momento". Fue... complicado.
Selina: Suena romántico.
Bruce: Fue violento.
Selina: Incluso mejor. 😏
Bruce rodó los ojos, aunque no podía evitar sonreír.
Bruce: Clark viene esta noche.
Hubo una pausa larga. Luego tres puntos parpadeando. Luego nada. Luego los puntos otra vez.
Finalmente:
Selina: BRUCE WAYNE. ¿Estás PREPARÁNDOTE?
Bruce: ...Tal vez.
Selina: Oh Dios mío. Llámame. AHORA.
Bruce consideró ignorarla. Consideró bloquearla temporalmente. Consideró tirar su teléfono por la ventana y fingir que esta conversación nunca había sucedido.
En su lugar, presionó el botón de videollamada.
Selina contestó en el primer timbre, y lo primero que Bruce vio fue su rostro ampliándose en la pantalla, sus ojos brillando con diversión mal contenida.
— Oh my god — dijo inmediatamente. — Estás acostado en la cama. Usando... ¿es esa una bata de seda?
— No quiero hablar de ello.
— ¡Definitivamente vamos a hablar de ello! Bruce Wayne, el hombre que duerme en su traje de Batman más noches de las que no, está acostado en su cama usando una bata de seda esperando a su novio. Esto es histórico. Necesito documentarlo.
— No es mi novio. Todavía. Estamos... resolviendo cosas.
— ¿Resolviendo cosas? — Selina se rió, el sonido saliendo cargado con toda la diversión del mundo. — Cariño, la forma en que Alfred me contó lo del muelle, y luego lo de hoy... no están "resolviendo cosas". Están en una montaña rusa emocional que probablemente termine con muebles rotos y vecinos escandalizados.
— No tengo vecinos. La propiedad tiene kilómetros.
— Incluso mejor. Nadie va a llamar a la policía cuando empiecen los gritos.
Bruce sintió su rostro arder otra vez, y maldijo internamente porque Selina podía verlo perfectamente en la videollamada.
— No va a haber gritos.
— Oh cariño. — Selina se recostó en lo que parecía ser su sofá, un gato inmediatamente saltando a su regazo. — Claro que los va a haber. Y sabes qué, te lo mereces. Después de todo el drama, después de todas las mentiras, después de hacerlo sufrir durante semanas... mereces una noche donde Superman te haga olvidar tu propio nombre.
— Selina...
— ¿Ya preparaste la habitación? ¿Cambiaste las sábanas? ¿Pusiste música ambiental? Dime que al menos pusiste velas.
— No hay velas. No soy un cliché.
— Eres Batman usando una bata de seda esperando a que Superman venga a follarte hasta el olvido. Eres la definición de cliché en este momento.
Bruce cerró los ojos, contando hasta diez, recordándose que Selina era su amiga y que matarla sería contraproducente.
— ¿Llamaste solo para torturarme?
— No. Llamé para asegurarme de que estuvieras bien. — Su voz se suavizó, perdiendo ese tono burlón. — En serio, Bruce. ¿Estás bien con esto? Con él viniendo. Con... todo.
Bruce abrió los ojos, mirando al techo, procesando la pregunta.
¿Estaba bien?
Estaba aterrado. Estaba emocionado. Estaba ansioso de una manera que no había sentido en años, como si cada terminación nerviosa en su cuerpo estuviera encendida, esperando, anticipando.
Pero también estaba... feliz.
Genuinamente, estúpidamente feliz.
— Estoy bien — dijo finalmente. — Mejor que bien. Estoy... Selina, lo extrañé tanto.
— Lo sé.
— Como si alguien hubiera arrancado una parte de mí y la dejara en ese maldito muelle. Y ahora, finalmente, tengo la oportunidad de recuperarla. De recuperarlo a él. Y estoy aterrado de arruinarlo otra vez.
— No lo vas a arruinar.
— ¿Cómo puedes estar tan segura?
Selina sonrió, esa sonrisa pequeña y conocedora que usaba cuando sabía algo que tú no sabías.
— Porque esta vez no estás escondiendo quién eres. No estás mintiendo. No estás tratando de controlar cada variable. Estás simplemente... siendo tú. El Bruce Wayne real, vulnerable, aterrado, completamente enamorado. Y ese Bruce es el que Clark necesita ver.
Bruce sintió algo apretarse en su garganta.
— ¿Y si no es suficiente?
— Entonces no era para ti. Pero Bruce... — Selina se inclinó más cerca de la cámara. — He visto la forma en que te mira. He escuchado cómo habla de ti cuando piensa que nadie está prestando atención. Ese hombre está tan enamorado de ti que es casi doloroso de ver. Eres suficiente. Siempre lo fuiste.
Bruce tuvo que apartar la mirada, parpadeando contra algo que definitivamente no eran lágrimas porque Batman no lloraba por cosas como esta.
— Gracias — logró decir.
— De nada. Ahora, consejos rápidos antes de que llegue: respira. Deja que tome el control si eso es lo que necesita. No intentes ser Batman en la cama a menos que te lo pida específicamente. Y por el amor de Dios, Bruce, disfruta esto. Disfrútalo a él. Disfruta el hecho de que finalmente tienes lo que querías.
— Voy a intentarlo.
— Bien. Ahora voy a colgar antes de que esto se vuelva más incómodo. Pero Bruce...
— ¿Sí?
— Espero detalles mañana. No todos los detalles, porque tengo límites. Pero algunos detalles.
— Absolutamente no.
— Te llevaré café.
— ...Consideraré tu oferta.
Selina se rió, agitando con la mano antes de cortar la llamada.
Bruce dejó caer el teléfono a su lado, dejándose hundir más en la cama, sintiendo el peso de la anticipación presionando contra su pecho.
Clark iba a venir. En algún momento. Esta noche.
Y Bruce iba a dejar que hiciera lo que quisiera.
Iba a rendirse completamente.
Iba a confiar.
El pensamiento debería haberlo aterrado. Bruce Wayne, Batman, el hombre que había construido toda su vida alrededor del control, estaba a punto de entregarlo todo a alguien más.
Pero en lugar de terror, solo sintió... alivio.
Porque finalmente, finalmente, no tenía que estar a cargo.
No tenía que ser fuerte.
No tenía que ser Batman.
Solo tenía que ser Bruce.
Y tal vez, solo tal vez, eso era suficiente.
Su teléfono vibró otra vez.
Esta vez era Clark.
Clark: Todavía en la reunión. Tuve que escuchar a Michael explicar en detalle exactamente cómo hackeó los sistemas. Ha sido doloroso. Pero estoy disfrutando su sufrimiento.
Bruce sonrió, escribiendo de vuelta.
Bruce: ¿Cuánto tiempo más?
Clark: Una hora. Tal vez dos. Depende de cuánto más quiera torturarlos.
Bruce: Sadista.
Clark: Aprendí del mejor ;)
Bruce sintió su pulso acelerar ante esa implicación.
Bruce: ¿Todavía vienes esta noche?
Los tres puntos aparecieron. Desaparecieron. Aparecieron otra vez.
Clark: ¿Quieres que vaya?
Bruce no vaciló.
Bruce: Sí. Dios, sí.
Clark: Entonces voy. Espérame.
Bruce: Siempre.
No hubo respuesta después de eso, y Bruce se imaginó a Clark guardando su teléfono, volviendo a torturar a sus amigos con ese aire de autoridad que hacía que las rodillas de Bruce se debilitaran incluso cuando no estaba presente.
Se acomodó en la cama, su cuerpo hundiéndose en las sábanas caras, y esperó.
El tiempo era una construcción absurda.
Bruce lo había sabido intelectualmente durante años. El tiempo era relativo, afectado por la gravedad y la velocidad, maleable bajo las condiciones correctas. Era física básica.
Pero nunca había sentido la relatividad del tiempo tan visceralmente como ahora, acostado en su cama, mirando el reloj en su mesita de noche mientras los minutos se arrastraban como si estuvieran moviéndose a través de melaza.
Habían pasado solo veinticuatro minutos desde que había hablado con Selina. Solo veinticuatro minutos, y se sentía como horas.
Bruce se levantó de la cama, incapaz de quedarse quieto, y comenzó a pasearse. Su habitación de repente se sentía demasiado grande, demasiado vacía, cada superficie reflejando su propia inquietud de vuelta a él.
Revisó su teléfono. Sin nuevos mensajes.
Revisó su apariencia en el espejo. Todavía presentable. Todavía usando esa maldita bata de seda que ahora se sentía como una decisión ridícula.
Revisó su teléfono otra vez. Todavía nada.
— Patético — murmuró para sí mismo, dejándose caer de vuelta en la cama. — Eres absolutamente patético, Bruce Wayne.
Cerró los ojos, tratando de calmarse, tratando de encontrar ese lugar zen que normalmente podía acceder cuando estaba en el campo como Batman. Ese estado mental donde el tiempo no importaba, donde solo existía el momento presente.
No funcionó.
Porque el momento presente era tortura. Era espera. Era anticipación tan intensa que hacía que su piel se sintiera demasiado apretada, como si su cuerpo no pudiera contener la energía que vibraba debajo.
Su mente comenzó a divagar, imaginando cómo sería cuando Clark finalmente llegara.
¿Tocaría a la puerta? Probablemente no. Clark tenía acceso a la mansión ahora, Alfred se lo había dado semanas atrás cuando las cosas todavía eran buenas entre ellos. Podría simplemente... entrar.
¿Subiría las escaleras lentamente, tomándose su tiempo? ¿O vendría directamente a la habitación, sin preámbulos, sin preliminares?
¿Qué diría? ¿Qué haría Bruce? ¿Debería quedarse en la cama, esperando como le habían dicho? ¿O debería levantarse, encontrarse con Clark a mitad de camino?
Las posibilidades se multiplicaban en su cabeza, cada escenario más detallado que el anterior, hasta que Bruce se dio cuenta de que estaba básicamente escribiendo fanfiction sobre su propia vida en su mente.
— Definitivamente patético — dijo en voz alta, aunque no había nadie ahí para escucharlo.
Bruce se levantó otra vez, esta vez dirigiéndose al baño para verificar su apariencia. El espejo le devolvió la mirada con honestidad brutal: ojos ligeramente demasiado brillantes, mejillas ligeramente sonrojadas, cabello que había estado pasando sus dedos a través de tantas veces que ahora estaba completamente despeinado.
Se veía como alguien esperando a su amante.
Se veía como alguien completamente fuera de control.
Se veía como alguien enamorado.
— Mierda — susurró a su reflejo.
Porque ahí estaba. La verdad que había estado evitando admitir completamente, incluso a sí mismo.
Estaba enamorado de Clark Kent.
No solo "me gustas" o "me atraes" o incluso "te quiero". Sino enamorado. Completa, irrevocable, aterradoramente enamorado.
Del tipo de enamorado que hacía que esperar dos horas sintiera como una eternidad. Del tipo de enamorado que hacía que usaras una bata de seda ridícula y pasearas por tu habitación como un adolescente antes de su primer beso. Del tipo de enamorado que hacía que cada pensamiento, cada respiración, cada latido de tu corazón fuera sobre él.
Y lo más aterrador era que no le importaba.
No le importaba que esto lo hiciera vulnerable. No le importaba que esto le diera a Clark el poder de destruirlo completamente si quería. No le importaba que estar enamorado significara que nunca más podría ser solo Batman, solo el vigilante oscuro sin ataduras.
Porque Clark valía el riesgo.
Clark valía todo.
Su teléfono vibró, y Bruce se lanzó hacia él con una velocidad que habría sido vergonzosa si alguien hubiera estado mirando.
Pero no era Clark.
Era Alfred.
Alfred: Señor, la cena estará lista en treinta minutos si usted o el señor Kent desean comer.
Bruce casi se rió ante la imagen. Como si pudiera pensar en comida ahora mismo. Como si su estómago no estuviera completamente anudado con anticipación.
Bruce: Estaremos bien, Alfred. Pero gracias.
Alfred: Entendido. Estaré en el ala este si necesitan cualquier cosa. Y señor...
Bruce esperó, sabiendo que Alfred estaba tomándose su tiempo para formular lo que quisiera decir.
Alfred: Estoy feliz por usted. Genuinamente feliz. El señor Kent es un buen hombre, y usted merece ser feliz.
Bruce sintió algo cálido extenderse en su pecho, reemplazando parte de la ansiedad con algo más suave.
Bruce: Gracias, Alfred. Por todo.
Alfred: Es mi placer, señor. Siempre lo ha sido.
Bruce dejó el teléfono a un lado, sonriendo a pesar de sí mismo.
Alfred tenía razón. Clark era un buen hombre. El mejor hombre que Bruce conocía, honestamente. Y Bruce... bueno, Bruce probablemente no merecía ser feliz después de todo lo que había hecho, todas las mentiras que había dicho, todas las formas en que había lastimado a Clark.
Pero iba a tomar esa felicidad de todas formas.
Iba a aferrarse a ella con ambas manos y negarse a soltarla.
El sol había comenzado a ponerse, la luz dorada de la tarde filtrándose a través de las ventanas de su habitación, proyectando sombras largas a través del suelo. Bruce observó las sombras moverse, marcando el paso del tiempo de una manera que su reloj no podía capturar.
Cada minuto se sentía como una hora.
Cada hora se sentía como una vida.
Y Bruce esperó.
Clark voló sobre Gotham con una velocidad que era completamente innecesaria dada la situación, pero no podía evitarlo.
La reunión con la Justice Gang había terminado hace veinte minutos. Michael había pasado cuarenta y cinco minutos explicando en detalle doloroso exactamente cómo había orquestado la "emergencia", Guy había hecho aproximadamente cincuenta chistes inapropiados que Clark había ignorado con toda la dignidad que pudo reunir, y Kendra había ofrecido una disculpa genuina que casi había hecho que Clark perdonara todo.
Casi.
Pero ahora, volando a través del cielo de Gotham mientras el sol se ponía, su capa ondeando detrás de él, su corazón latiendo con algo que no era miedo pero se sentía igual de intenso, Clark se dio cuenta de algo.
Estaba nervioso.
Genuinamente, completamente nervioso.
No el tipo de nervios que venía antes de una batalla o cuando estaba a punto de enfrentar una amenaza desconocida. Sino el tipo de nervios que venía cuando estabas a punto de hacer algo que cambiaría todo, y no estabas completamente seguro de si estabas listo pero ibas a hacerlo de todas formas.
Su teléfono había vibrado tres veces durante el vuelo. No lo había revisado. Sabía quién era, probablemente Lois preguntando cómo había ido la confrontación, o Jimmy queriendo detalles, o posiblemente su madre porque Martha Kent tenía un sexto sentido para saber cuándo su hijo estaba a punto de hacer algo importante.
Pero no podía concentrarse en ninguno de ellos ahora.
Solo podía pensar en Bruce.
En la forma en que Bruce lo había mirado cuando Clark le había dicho que fuera a casa y esperara. En la vulnerabilidad que había visto en esos ojos azules, la rendición completa de alguien que nunca se rendía.
En el hecho de que Bruce estaba esperando ahora, probablemente paseando por su habitación, probablemente obsesionando sobre cada detalle, probablemente volviéndose loco con la anticipación.
La imagen lo hizo sonreír.
La mansión Wayne apareció en el horizonte, sus torres góticas recortadas contra el cielo que se oscurecía. Clark redujo la velocidad, aterrizando en el jardín en lugar de directamente en la casa porque incluso ahora, incluso con todo lo que había sucedido, había algo en él que quería hacer esto bien.
Quería caminar hasta la puerta principal como una persona normal.
Quería que esto se sintiera... real.
Alfred estaba esperando en la entrada, como si hubiera sabido exactamente cuándo llegaría Clark. Probablemente lo había sabido. Alfred parecía saber todo.
— Señor Kent — dijo el mayordomo con una pequeña inclinación de cabeza. — Bienvenido.
— Alfred. — Clark aterrizó suavemente en el césped, ajustando su capa. — ¿Está...?
— En su habitación. Esperando. Ha estado esperando durante aproximadamente dos horas, y si tuviera que adivinar, probablemente se ha vuelto completamente loco en ese tiempo.
Clark sintió su sonrisa ampliarse.
— Bien.
— ¿Puedo ofrecerle algo antes de subir? ¿Agua? ¿Té? ¿Coraje líquido?
— Estoy bien, gracias.
Alfred lo estudió por un momento, sus ojos perspicaces evaluando algo que Clark no podía identificar completamente.
— Señor Kent, antes de que suba, necesito decirle algo.
— ¿Sí?
— El señor Wayne... él ha estado sufriendo. Más de lo que probablemente le mostró durante su última conversación. Las últimas semanas han sido... difíciles para él. Y sé que usted también ha estado sufriendo, y no estoy tratando de minimizar eso. Pero...
Alfred hizo una pausa, eligiendo sus palabras cuidadosamente.
— Pero él lo ama. De maneras que no sabe cómo expresar. De maneras que lo asustan. Y si hay alguna parte de usted que todavía no está segura sobre esto, sobre él, entonces por favor sea gentil cuando lo rechace. Porque no creo que pueda soportar perderse a sí mismo otra vez.
Clark sintió algo apretarse en su garganta.
— No voy a rechazarlo, Alfred. Estoy aquí porque lo quiero. Porque a pesar de todo, a pesar de las mentiras y el dolor y las semanas de distancia, todavía lo quiero. Tal vez más que antes.
— Bien. — Alfred asintió, algo parecido a alivio cruzando su rostro. — Entonces vaya con él. Y por favor, trate de no romper demasiados muebles. Algunos de ellos son antigüedades.
Clark se rió, el sonido saliendo más nervioso de lo que pretendía.
— No prometo nada.
— No esperaba menos. — Alfred se hizo a un lado, gestos hacia la puerta. — Arriba, segunda puerta a la derecha. Y señor Kent...
— ¿Sí?
— Gracias por darle otra oportunidad. Sé que no la merece. Pero se la está dando de todas formas, y eso... eso significa más de lo que probablemente sabe.
Clark no confiaba en su voz para responder, así que solo asintió antes de entrar en la mansión.
El interior era exactamente como lo recordaba: elegante, caro, ligeramente demasiado grande para una sola persona. Sus pasos hacían eco en el piso de mármol mientras se dirigía a las escaleras, cada paso medido, deliberado.
No tenía prisa ahora.
Quería que Bruce escuchara su llegada. Quería que la anticipación se construyera, que cada paso fuera un recordatorio de que Clark estaba aquí, que esto estaba sucediendo, que no había vuelta atrás.
La escalera se sentía más larga de lo que recordaba. O tal vez era solo que su propio corazón estaba latiendo tan fuerte que hacía que todo pareciera moverse en cámara lenta.
Segunda puerta a la derecha.
Clark se detuvo frente a ella, su mano levantándose para tocar, luego deteniéndose a medio camino.
¿Debería tocar? ¿O simplemente entrar?
Bruce le había dado acceso a la mansión. Técnicamente podía simplemente entrar.
Pero algo en él quería... ¿qué? ¿Permiso? ¿Un momento más para prepararse?
Antes de que pudiera decidir, la puerta se abrió.
Y ahí estaba Bruce.
Usando una bata de seda negra que se abría en el frente, revelando un triángulo de piel pálida y músculo definido. Su cabello estaba despeinado de una manera que sugería que había estado pasando sus dedos a través de él repetidamente. Sus ojos estaban brillantes, intensos, fijos en Clark con una mezcla de alivio y anticipación y algo más oscuro.
— Llegaste — dijo Bruce, y su voz salió ronca, cargada.
— Te dije que lo haría.
— Lo sé. Pero parte de mí pensó... — Se detuvo, negando con la cabeza. — No importa. Estás aquí.
Clark dio un paso adelante, cruzando el umbral, y la puerta se cerró detrás de él con un clic suave que de alguna manera sonó final.
No había vuelta atrás ahora.
Se miraron por un largo momento, ninguno moviéndose, el aire entre ellos cargándose con cada segundo que pasaba.
Clark podía ver el pulso de Bruce latiendo en su cuello. Podía escuchar su respiración, ligeramente acelerada. Podía oler ese perfume caro mezclándose con algo únicamente Bruce.
Y podía ver el momento exacto en que Bruce estaba a punto de hablar, probablemente para llenar el silencio con palabras que no necesitaban ser dichas.
— No — dijo Clark, su voz bajando a ese registro de autoridad que había usado antes. — No hables.
Bruce cerró la boca inmediatamente.
— Esta noche — continuó Clark, dando otro paso adelante, cerrando la distancia entre ellos — no eres tú quien decide qué pasa. No eres tú quien controla el ritmo. No eres tú quien está a cargo. ¿Entiendes?
Bruce asintió, sus ojos ampliándose ligeramente.
— Usa palabras, Brucie.
— Sí. — La palabra salió como un susurro. — Entiendo.
— Bien.
Clark alcanzó, sus dedos encontrando el cinturón de la bata de Bruce, tirando del nudo hasta que se deshizo. La bata se abrió completamente, revelando el cuerpo de Bruce en toda su gloria: músculos definidos por años de entrenamiento, piel pálida marcada con cicatrices viejas y moretones nuevos, evidencia de una vida vivida en los bordes.
Era hermoso.
Era perfecto.
Era suyo.
— Eres hermoso — dijo Clark, y no era una pregunta. Era una declaración. Un hecho.
Bruce se sonrojó, el color extendiéndose desde sus mejillas hacia abajo por su cuello, y Clark se dio cuenta con una mezcla de diversión y ternura que Bruce Wayne, Batman, el hombre que aterrorizaba criminales y dirigía un imperio corporativo, estaba genuinamente avergonzado por el cumplido.
— Clark...
— ¿Qué dije sobre hablar?
— Lo siento.
— Mejor. Ahora... — Clark alcanzó, sus dedos trazando la línea de la clavícula de Bruce, sintiendo cómo Bruce se estremecía bajo el toque. — Vamos a establecer algunas reglas.
— Reglas — repitió Bruce, y sonaba como si la palabra fuera nueva para él.
— Reglas. — Clark se acercó más, su cuerpo ahora presionado contra el de Bruce, sintiendo cada línea de contacto como una quemazón. — Regla número uno: Haces lo que yo digo. Sin argumentar. Sin cuestionar. Solo obediencia.
— Okay.
— Regla número dos: Si algo es demasiado, si necesitas parar por cualquier razón, dices "Kansas". ¿Entendido?
Bruce parpadeó, procesando eso.
— ¿Kansas?
— Kansas. Es tu palabra segura. Úsala si necesitas que pare.
— No voy a necesitar que pares.
Clark sonrió, oscuro y prometedor.
— Eso es lo que piensas ahora. Pero vamos a ver cuánto dura tu confianza.
Antes de que Bruce pudiera responder, Clark lo empujó, guiándolo hacia atrás hasta que sus piernas golpearon el borde de la cama. Bruce se sentó automáticamente, mirando hacia arriba a Clark con una expresión que era mitad anticipación, mitad entrega completa.
— Regla número tres — dijo Clark, sus manos encontrando los hombros de Bruce, empujándolo suavemente hacia atrás hasta que estaba acostado en la cama, mirando hacia arriba — esta noche se trata de ti. De hacerte sentir cada segundo de lo que te perdiste. De mostrarte exactamente lo que significa ser amado por mí.
— Clark... — La voz de Bruce salió rota.
— Y regla número cuatro... — Clark se inclinó, sus labios rozando el oído de Bruce. — Vas a decir mi nombre. No Clark. No "el kryptoniano". Kal-El. Vas a decir mi nombre hasta que sea lo único que recuerdes.
Bruce dejó escapar un sonido que era mitad gemido, mitad súplica.
— Bien, ahora que tenemos eso establecido... — Clark se enderezó, mirando hacia abajo a Bruce extendido en la cama, vulnerable y hermoso y completamente suyo. — Vamos a comenzar.
Esta iba a ser una noche larga.
Una noche muy, muy larga.
Y Bruce iba a recordar cada segundo de ella.
Notes:
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