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Would've been you

Summary:

Inspirado en "Would've been you" de sombr.

O

Regulus Black intentó, desesperadamente, salir del vacío que siempre lo arrastraba al mismo lugar de siempre. Quiso ser feliz, amar, dejar aquellas adicciones que clavaban sus filosas garras sobre su serr, pero no pudo, sus esfuerzos fueron en vano.

Notes:

Work Text:

"y si alguien pudiera haberme salvado, hubieras sido tú"

Eso fue lo que Regulus repetía como un mantra mientras tenía los ojos fijos en el agua en movimiento debajo de él, la simple vista causaba un tirón en alguna parte de su estómago, vértigo, se dijo. Tal vez para consolarse e ignorar el miedo, el arrepentimiento y, por supuesto, la culpa tan amarga que se arremolinaba en su pecho al pensar en dejar a la persona que amaba.

Porque aquí estaba él, en el mismo lugar, con la misma sensación vacía en su interior, después de meses de guerra. Después de meses llenos de lucha, de recaídas y de volver a levantarse, de llorar en su habitación hasta quedarse dormido, de tirar pastillas por el inodoro o mentirle a James sobre su tiempo en abstinencia.

Las cosas jamás habían sido fáciles para ellos, podía jurar que estaba escrito en las estrellas. Regulus, destinado a alcanzar los últimos rayos del sol, pero nada más. Era el único acto de misericordia del destino hacia su pobre ser. La piedad que los dioses en los que no creía le otorgaban para hacer su vida menos miserable. Su rayo de esperanza. El fuego que lo mantenía caliente.

Pero el sol se pone. La esperanza se agota. El fuego se extingue. Nada es inevitable. La vida tiene la habilidad de ser fríamente despiadada con Regulus. Desde que nació, probablemente, al ponerlo en una casa que nunca pudo llamar hogar y en un cuerpo que jamás le pertenecería del todo. Era como si el destino tuviera que desquitar su ira con alguien y Regulus se encontraba en el medio de ese huracán de ruina y lamento.

No se arrepiente de haber conocido a James, a pesar de todo. Si lo pudiera describir, sería como su última inhalación de aire en sus pulmones. La luz que te guía hacia un lado mejor, si es que hay uno. La calidez que te abraza en los días especialmente fríos. Su última esperanza.

Algunas veces se arrepiente de que James lo haya conocido. El sol, que con un corazón tan enorme, hizo un pequeño espacio para Regulus también, sabiendo exactamente el final. Fue en contra de todas las advertencias visibles, de las incontables veces en las que Regulus le gritó y le suplicó que se fuera, huyera antes de que fuese demasiado tarde. Porque Regulus es un ser corrosivo, no sabe cómo sostener algo entre sus manos con ternura, sin crear grietas y terminar rompiéndolo. Porque sus manos están llenas de vidrios rotos incrustados firmemente en cada uno de sus pálidos dedos. Y aún así, James decidió dejar su corazón en esas manos temblorosas.

Regulus lo intentó. Intentó no dañar aquel corazón cálido. Intentó que su amargura no se filtrara en la vida del sol. Intentó alejarlo antes de que fuese demasiado tarde. Pero nada funcionó.

Podría ponerse de rodillas y jurar mientras mira con absoluta sinceridad a cualquiera que le preguntara, que lo había intentado. Puso toda su alma y una esperanza que al principio se había sentido incrédulo de tener en que las cosas irían mejor. Está seguro que fue James quien le contagió dicha esperanza. Porque así es él, con la fé en un mundo mejor y con la increíble capacidad de convencer a las personas que hay más en su vida que oscuridad y miseria, que puede existir una salida a pesar de que no la vean.

El sol le entregó todo con lo que la estrella jamás se había atrevido a soñar. Un lugar seguro, un hogar, unos brazos firmes que lo sostendrían en cualquier circunstancia, unos ojos avellana que lo verían con absoluta adoración.

La estrella, en cambio, le entregó al sol lo único que tenía. Su amor, en el estado más puro pero aún así, tan crudo e hiriente que era cuestión de tiempo antes de que terminara sangrando también. Porque a aquel astro no se le enseñó otra manera de demostrar cariño, durante toda su vida lo único que ha conocido es el dolor y es lo único que puede transmitir.

El sol, recibió todo el errante amor de la estrella y la estrella se aferró con todas las fuerzas de su cansado cuerpo al calor seguro que le irradiaba el sol.

Y aún así, la estrella se tuvo que desprender del sol, porque puede que no sea una estrella, en realidad se asemeja más a Ícaro. Volando contra todo pronóstico, ignorando cualquier lógica que le grite sus instintos, para volar lo más cerca del sol que pueda. Para por un momento ser cubierto por esa capa de calidez, para ser visto por una vez por aquel glorioso astro.

Ícaro sabía que caería antes de alcanzar el sol, a pesar de que estirara con el mayor de sus esfuerzos su brazo, para siquiera rozar el sol, pero no fue suficiente. Jamás lo sería.

Por eso se encontraba aquí. En el mismo puente. A la misma hora. Con la misma ropa.

La única diferencia entre la última vez que estuvo en este lugar y esta vez, es que no hay ningún chico castaño que venga corriendo con una expresión de desconcierto en su rostro, para rodearlo con el brazo por la cintura para alejarlo de las fuertes ondulaciones del agua. En esta ocasión, nadie lo salvará, porque Regulus solo sabe romper, herir y hacer que las personas se alejen de él.

Sus ojos cristalinos, aquellos de los que James se enamoró, todavía reflejan la corriente del agua bajo sus pies, aún se muestran nublados por la desesperación, la incesante búsqueda por dejar de sentir dolor y la certeza de un descanso eterno.

Trata de centrarse en el fuerte color azul y el sonido de las agua corriendo, pero es en vano, ya que su mente siempre lo envía a su único arrepentimiento. El dolor grabado en el rostro de James, aferrándose con firmeza a cada parte de sus facciones. La primera vez que lo visualizó fue tan doloroso que casi apartó la mirada. Casi, porque Regulus merecía ser castigado. Condenado por hacer sufrir a James de tal manera que jamás pensó que sería capaz. Porque Regulus sustituyó su brillante sonrisa que rivalizaba con el sol con lágrimas suplicantes y amargura.

Su amor era maravilloso, sentían todo con tanta intensidad, que era terriblemente fácil caer en los extremos. Se amaban con tanta pasión que podían rivalizar contra Eros y Psiqué, se aferraban al cuerpo del contrario como si fuese la última vez que lo harían, robaban el aliento del otro como si fuera el único aire que moviera sus pulmones. Sin embargo, peleaban con la misma vehemencia, gritando palabras hirientes que en realidad no sentían, enterrando sus garras en las partes blandas y arrancando el corazón del pecho ajeno.

Era dañino para los dos. Regulus estaba acostumbrado a aquello, a la sensación de ser herido, a lamer sus heridas como si de un gato callejero se tratase, porque es lo único que sabe hacer. Pero James no, él merecía más que arrebatos de ira o devoción, alguien que pudiera darle estabilidad y amor sin espinas clavándose en su piel hasta rasgarla.

Por eso lo dejó ir, le dijo palabras que en realidad no creía, volvió a recaer en aquello de lo que le había costado tanto salir, se cerró completamente a él, se negó a recibir la única luz en su vida que lo mantenía caliente, porque era mejor que el sol dejara de ponerse para él, que el sol se apagara por completo.

Aún cuando sabía que el amor que James sentía por él se apagaría eventualmente, se arrepentía por haberle causado tanto dolor. Lo sabía, lo supo desde el primer día en que James evitó su temprana muerte, que se harían daño y el resultado irrevocable que tendría su relación. Y sin embargo, por una vez en su vida, se permitió ser egoísta con algo y aferrarse por todo el tiempo que pudiera a aquella luz resplandeciente.

“Y si alguien pudiera haberme salvado, hubieras sido tú
Por siempre tuyo,
RAB”

Fue la única nota que dejó como despedida, el único indicio de que Regulus Black alguna vez existió. Era irónico, lo único que le daba pertenencia era una nota deslizada a través de la puerta de James, porque no era lo suficientemente valiente para tocar la puerta, pero le aterraba el hecho de ser olvidado por completo, a pesar de todas sus acciones.

Y es así como Ícaro cae, después de que sus alas de cera terminaran de derretirse debido a la maravillosa atención del sol.

Una sonrisa se muestra en su rostro mientras cae de picada, genuina, extensa, pero oh, tan dolorosa.

Saborea la libertad de volar momentáneamente (cayendo, no se dice). El viento es el único sonido en el que se puede concentrar en ese momento porque todo el ruido de su cerebro por fin se ha callado. Puede oler la sal del agua en su nariz y el sentimiento es gratificante.

Una lágrima resbala por su mejilla, porque en realidad, le hubiera gustado creer en las palabras insistentes del sol, en que había una solución más allá de la muerte.

Pero ya no importa, porque su cuerpo ha impactado contra el agua helada, está en invierno, se recuerda.

Ya no puede sentir mucho, sus extremidades se comienzan a entumecer debido al frío, sus instintos luchan para mantenerlo con vida, pero su conciencia le recuerda que él decidió esto.

Sus ojos se cerraron hace tiempo, con el último recuerdo de unos ojos miel que lo veían como si fuese lo único en el mundo, cabello castaño que siempre estaba desordenado pero se veía casual y una sonrisa que era tan radiante que elimina cualquier sensación de frío.

Y así, Regulus Black dió su último aliento con una sensación cálida en su pecho, porque el sol lo alumbraba con su sonrisa.