Chapter 1: •Gema•
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En un evento organizado por la Federación para los habitantes de la isla, las cosas no estaban resultando como lo habían planeado.
Todo parecía transcurrir con normalidad al principio, había música, decoraciones demasiado llamativas y los trabajadores de la Federación estaban vigilando cada rincón sin ninguna expresión.
Sin embargo, algo inesperado comenzó a pasar sin que se dieran cuenta.
Una extraña gema apareció de la nada, era pequeña, brillante, y rodaba silenciosamente por el suelo.
Pasaba desapercibida entre la multitud, rebotando entre pies y mesas sin que nadie se molestara en prestarle atención, hasta que finalmente chocó contra el pie de Philza.
El rubio bajó la mirada curioso y quedó inmediatamente fascinado, la gema emitía destellos que parecían contener todos los colores al mismo tiempo.
No era una piedra común, no era nada que hubiera visto ni tenido antes, su instinto y cerebro de pájaro se encendió, gritándole que debía tomarla, que esa gema le pertenecía.
Sus pupilas se dilataron satisfechos mientras la recogía, con la intención de guardarla en su mochila.
Pero apenas sus dedos la tocaron, una luz cegadora lo cubrió por completo, un resplandor tan fuerte que obligó a todos a girarse hacia él.
La luz cambiaba de color una y otra vez, creciendo y envolviendo el lugar con destellos que cegaban a cualquiera que los mirara demasiado tiempo.
Todos comenzaron a murmurar preocupados y asustados. Philza no hacía ningún sonido, no se movía, estaba estático en el centro de las luces, como si hubiera quedado atrapado.
Finalmente, la luz se desvaneció lentamente después de un rato, hasta apagarse por completo, la gema cayó al suelo con su brillo perdido, quedando opaca y sin vida.
Cuando todos se atrevieron a mirar de nuevo, vieron que Philza ya no estaba solo, frente a él habían aparecido siete personas más, todos compartían con él el mismo rostro, pero cada uno con variaciones diferentes.
Distintos peinados, estaturas, alas de formas diversas, copias que no eran iguales, pero sí lo suficiente para confundirlos..
El rubio los observaba confundido e incrédulo, sin saber si debía temer o simplemente huir, no entendía lo que estaba pasando.
Sintió de pronto que lo tomaban del brazo y al darse la vuelta vio que Missa lo jalaba hacia atrás con una espada en su mano, intentando apartarlo de aquellas versiones.
Sus manos temblaban ligeramente, pero aun así se plantaba frente a él, dispuesto a protegerlo.
Esa mezcla de miedo y valentía hizo que Philza sintiera un calor en su pecho y sonriera, ignorando lo absurda y rara de la situación.
De pronto, el caos estalló entre todos y sus amigos corrieron a ayudar, algunos le gritaban a Cucurucho, exigiendo que volviera todo a la normalidad.
Sin embargo, él solo reía con su voz robótica y repetitiva, disfrutando del desorden, aunque entre sus trabajadores, uno intentaba pasar desapercibido.
Él había sido el que dejó caer la gema de su inventario por accidente cuando un capibara volador lo atropelló.
Sabía que lo castigarían si lo descubrían, pero mientras nadie lo hubiera visto… entonces no había pasado nada y no era su problema.
Los ojos de las copias de repente se clavaron en los esposos platónicos y uno tras otro, fijaron su atención en Missa, especialmente cuando lo vieron pararse frente al rubio para protegerlo.
Uno de ellos, de ropa rosada y unas alas de mariposa resquebrajadas, no dudó en lanzarse hacia adelante, impulsándose en su dirección sin darles la oportunidad de reaccionar.
Apartó a Philza a un lado con fuerza y envolvió a Missa entre sus brazos, apretándolo y cubriéndolo de besos desesperados, riendo con un tono cariñoso y empalagoso.
"¡Missa, precioso! ¡Te quiero tanto~!"
Exclamó con un tono de voz suave, quitandole la máscara de esqueleto y tirándola a un lado para poder besarlo mejor.
Antes de que el verdadero Phil reaccionara, el resto de las copias también se abalanzaron hacia el segador, iniciando una discusión por quién se quedaría con él.
Missa entró en pánico al sentirse atrapado, sintiendo como muchas manos lo agarraban y lo jalaban de un lado a otro, lo besaban, lo rodeaban, y cuanto más intentaba liberarse, más asfixiante se volvía.
Finalmente, entre varios lograron apartar a las copias y Missa se escondió tras la espalda de Philza, aferrándose a su ropa con la respiración entrecortada por el reciente pánico.
Las versiones de colores comenzaron a discutir entre ellas, el de rojo acusando a los demás de dejar escapar a Missa, el morado gritándole en defensa y el rosa junto al azul intentando separarlos.
"¡¿Qué mierda son ustedes?!"
Gritó Philza entre confundido y enojado por lo que le hicieron a Missa en un segundo, sintiendo un escalofrío cuando la respuesta llegó desde atrás, con un tono grave y serio.
"Somos tus emociones..."
Una figura oscura había aparecido detrás de Missa, recsrgsndo su mentón en su hombro y tomando su mano con una inquietante delicadeza.
Su rostro estaba cubierto por un velo oscuro y sus alas parecían hechas de humo negro, también era extremadamente alto.
Fue entonces cuando todos notaron que aunque compartían un parecido con Philza, en realidad cada copia era distinta a su manera.
Alas de murciélago e insectos, plumas metálicas, colores vibrantes o apagados.
Eran sus emociones materializadas… y todas parecían tener un extraño apego hacia su esposo.
Phil intentó recuperar el control de la situación, pegándose a Missa y tomando la gema, eexigiéndoles que regresaran dentro.
Pero el de rojo soltó una carcajada burlona, desplegando sus alas de murciélago dañadas.
"No podemos regresar si no queremos, suerte con eso, imbécil"
Y se lanzó hacia él, con la clara intención de atacarlo, pero Etoiles reaccionó a tiempo, golpeándolo con fuerza y derribándolo contra el suelo.
Sonrió victorioso por un instante, pero pronto fue rodeado por las otras copias, con expresiones para nada amistosas.
El caos se apoderó del lugar cuando empezó la pelea, algunos combatían con fuerza, como el de rojo que volaba furioso de un lado a otro, evitando ser atrapado.
Otros parecían distraídos como Tubbo y Pierre que estaban fascinados con las alas mecánicas del Philza naranja, escuchando cómo las había construido mientras él las desplegaba con orgullo.
El de negro desaparecía y reaparecía constantemente, sin decidirse a pelear, el rosa, en cambio, no soltaba a Missa, abrumándolo con halagos y buscando besarlo una y otra vez.
La Federación desapareció del lugar tan rápido como pudo, ni Cucurucho ni sus trabajadores volvieron a mostrarse por el resto del día.
¿Ahora cómo iban a devolver a esas copias dentro de la gema?
Ellos dijeron que solo regresarían si querían, no podían hacerlos volver si se negaban.
Tal vez, la única opción sería negociar con ellos… o llegar a un trato lo suficientemente convincente para obligarlos a volver por donde vinieron.
No tenían muchas opciones, solo negociar y aceptar sus condiciones.
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Chapter 2: •¿Citas?•
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"¡De ninguna forma! ¡No dejaré que hagan eso!" Exclamó Philza con furia y sus alas se erizaron de manera instintiva, abriéndose para parecer más intimidante y sujetó a Missa contra su pecho, tan protectoramente que casi lo aplastaba entre sus brazos.
¿Cómo se atrevían a exigir algo así? ¿Cómo podían siquiera pensarlo? Que se fueran a la mierda.
Encontraría otra manera de devolverlos a la gema, pero jamás aceptaría esas condiciones tan descaradas.
"¡Dijiste que nos darías lo que quisiéramos, eres un mentiroso!" Le gritó el de amarillo, con un tono caprichoso mientras fruncía el ceño.
"¡Pero no les daré a Missa, pedazos de mierda!"
El gruñido que dejó escapar fue tan profundo que hizo que Missa se tensara en sus brazos, preocupado de que perdiera el control por el enojo.
Llevó una de sus manos a su cabello y lo acarició suavemente, susurrándole que se calmara y que no cayera en sus provocaciones.
Philza apenas y pudo contenerse de la rabia que sentía, cuando había pensado en la posibilidad de negociar con ellos, jamás se le ocurrió que lo que querrían a cambio sería a su propio esposo.
Y no pedían, exigían salir con Missa, como si fuera un premio que pudieran obtener y turnarse entre ellos cuando quisieran.
El simple pensamiento lo enfermaba, que lo trataran como un objeto le desagradaba, ni aunque se tratara de cinco segundos lo permitiría.
Jamás permitiría que le pusieran una mano encima.
"Puedo salir con ellos… si eso significa que volverán a la gema"
Murmuró de pronto Missa, forzando una sonrisa nerviosa y tratando de evitar otra discusión antes de que terminara en una pelea más grande.
Philza giró la cabeza hacia él con el rostro desencajado y las pupilas como dos líneas, pero no tuvo tiempo de replicar porque el de rosa se lanzó de inmediato, envolviendo a Missa con sus alas y cubriéndolo de besos en las mejillas.
"¡Eres tan lindo con nosotros! Te prometo que no te arrepentirás" Ccnturreó feliz, escondiendo el rostro en el hueco de su cuello y apretándolo con fuerza. "¿Puedo ser el primero en tener una cita contigo?"
La pregunta bastó para hacer otra discusión, todos empezaron a gritar al mismo tiempo, peleando por decidir quién saldría primero mientras Philza intentaba apartar al de rosa de un manotazo y se negaba en voz alta a permitir que hicieran eso.
Pero no tenían muchas opciones y si no aceptaban, las copias no se irían, y cuanto más tiempo pasara, más peligrosa sería la situación, no sabían que intenciones podían tener.
Missa lo sabía y Phil también lo sabía, aunque le doliera admitirlo.
"Es solo una cita, ¿no?" Missa suspiró, resignado. "No es la gran cosa… mañana mismo terminamos y se van"
El de naranja soltó una carcajada grave y negó con la cabeza.
"Una cita por día, no saldremos todos al mismo tiempo contigo... tampoco nos gusta compartir"
El silencio que siguió fue pesado y Missa miró de reojo a Phil, que observaba a sus copias con un odio tan intenso que parecía estar calculando las formas más dolorosas de deshacerse de ellos uno por uno.
Suspiró de nuevo, no le agradaba en absoluto la idea, pero ellos eran Philza, o al menos eran una parte de él, tal vez no sería tan distinto…
Aunque no podía evitar preocuparse por el de rojo, que parecía el más temperamental y difícil de controlar.
Pero bueno, todo sea por deshacerse de ellos cuánto antes.
"Está bien, acepto el trato"
El de rosa chilló de alegría y se abalanzó de nuevo sobre él, buscando besarlo en los labios, pero Missa colocó la mano en medio, logrando detenerlo justo a tiempo.
"Las citas empezarán mañana, hoy quiero pasar el día con el Philza original, ¿de acuerdo?" Soltó una risa nerviosa mientras Phil lo besaba en la frente con firmeza, dándole luego un pequeño golpe en la cabeza cuando lo vio levantarle el dedo a sus copias.
Lo mejor era no provocar más a esas cosas, nadie sabía hasta qué punto podían llegar por celos o rabia.
Antes de que alguien más hablara, Philza tomó a Missa de la mano y lo arrastró dentro de la casa, cerrando la puerta de golpe en la cara de ellos para dejarlos fuera.
Apenas estuvieron a solas, lo sujetó por la cintura y lo atrajo contra él, abrazándolo con fuerza.
"No quiero que salgas con ellos" Dijo con seriedad, apretando más el abrazo y enterrando el rostro en su cuello, respirando hondo como si quisiera marcarlo con su olor.
Missa suspiró y le devolvió el abrazo, pasando sus brazos por su espalda y alas.
"Si no lo hago, no se irán... Son solo un par de citas"
"¡Ellos son siete!" Levantó la voz, suspirando frustrado. "Saldrás con ellos toda la semana, y a mí me dejarás solo... No me gusta compartirte"
El rubio lo levantó con facilidad, llevándolo hacia su nido y dejándolo caer suavemente entre las mantas, subiéndose sobre él y acurrucándose como si temiera que en cualquier momento se lo arrebataran.
"Solo asegúrate de que Chayanne y Tallulah no los vean" Murmuró con el ceño fruncido. "Puede que también sientan apego hacia ellos por ser nuestros hijos, no quiero que les hagan nada"
Philza asintió, rindiéndose, no tenía ganas de discutir, solo le tocaba disfrutar lo que quedaba del día con él.
Pero ni en un millón de años lo dejaría a solas con ellos.
Podrían ser parte de él, pero no confiaba en ninguno.
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Chapter 3: •Pheo•
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"¿Estás listo para nuestra cita, lindo?" Preguntó el de rosa con emoción, extendiéndole un ramo colorido de flores recién cortadas.
El sol apenas comenzaba a asomarse, aún estaba un poco oscuro, Missa salió con el cabello revuelto y los ojos entrecerrados por el sueño y a su lado, Philza tenía el ceño fruncido.
La expresión de alguien a quien le habían arruinado la mañana y que preferiría mandar todo al demonio.
El segador tomó las flores con cierta duda y las olió, arrugando la naríz a los pocos segundos.
Eran intensas, casi demasiado, tanto que lo hicieron retroceder un poco aturdido.
"Gracias por las flores, son muy bonitas, pero… ¿no es demasiado temprano para salir? Preguntó, desviando la mirada con incomodidad. "Pensé que sería en la tarde… aún sigo en pijama"
El de rosa rió suavemente y se acercó un poco, mirándolo omo si esa queja le resultara adorable.
"Oh, bueno, no pude dormir de la emoción… Además, los árboles de aquí son muy pequeños para mí, no logré acomodarme bien y si los demás iban a venir a recogerte, preferí llegar primero" Le guiñó un ojo y sin darle más opción, lo tomó de la mano y tiró de él hacia fuera.
Con un movimiento veloz, cerró la puerta detrás de ellos, impidiendo que el Philza original pudiera salir.
Aún así, del otro lado se escuchó un gruñido furioso, acompañado de maldiciones contenidas y un golpe antes de abrir la puerta.
Pero antes de que pudiera alcanzarlos, su copia alzó a Missa en brazos y saltó ágilmente del muro, desplegando sus alas resquebrajadas para llevárselo volando.
Aunque el trayecto fue complicado, sus alas estaban dañadas en las puntas y sostener a alguien más no ayudaba a mantener el equilibrio, mucho menos cuando ese alguien chillaba asustado y se movía demasiado.
Varias veces perdieron el equilibrio y casi se estrellaron, provocando que Missa se aferrara con fuerza a su cuello, temblando.
El de rosa rió nervioso e intentó equilibrarlos, fingiendo calma hasta que por fin aterrizaron en tierra firme.
Pero Missa no lo soltó de inmediato, sus brazos temblorosos seguían rodeándolo, los ojos del de rosa se suavizaron al recordar su miedo.
"Lo siento… olvidé que te da miedo el cielo" Murmuró con arrepentimiento, cubriéndolo de besos pequeños en las mejillas como si con eso pudiera borrar el susto. "Perdóname, no quería asustarte"
Missa suspiró, recibiendo caricias en el cabello en un intento por calmarlo.
"Está bien, no pasa nada… " Dudó un instante, bajándose poco a poco y mirándolo con curiosidad. "¿Cómo debería llamarte? ¿Phil rosa? ¿O prefieres que te nombre por la emoción que representas?"
El se rosa sonrió con dulzura, apretando su cintura y atrayéndolo hacia él.
"Pheo, puedes llamarme Pheo" Lo soltó y le guiñó un ojo, soltando una risita. "Y ya tengo todo preparado para nuestra cita, así que no perdamos más tiempo"
Comenzó a arrastrarlo con entusiasmo, aleteando suavemente pero esta vez manteniéndose en tierra.
No muy lejos, oculto entre las sombras de un árbol, Philza los seguía con una mirada llena de celos.
Su mandíbula estaba apretada y sus plumas erizadas dejaban claro lo poco que toleraba la cercanía que estaban teniendo.
¿Cómo podía ser que una simple emoción suya intentara arrebatarle lo que más amaba?
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El campo de flores era hermoso, tenía que admitirlo, habían mariposas de todos los colores revoloteando y obedeciendo a cada indicación de Pheo.
Se posaban en su cabello y también en el de Missa, adornándolo como si fuera una corona.
Desde la distancia y escondido en un árbol, Phil observaba con la cámara en sus manos, fotografiando únicamente a su esposo, en esas imágenes, Missa se veía tan lindo, una corona de mariposas no era algo que se viera todos los días.
También se aseguró, de que su copia jamás apareciera en ninguna toma, no quería verlo ni en pintura.
Pero lo que más odiaba es que Pheo era insistente y empalagoso, lo abrazaba, lo tocaba, le susurraba cosas que lo hacían sonrojar y aunque Missa intentaba mantener cierta distancia, se reía.
Se reía con él, tal vez un poco incómodo, pero escucharlo reír tanto y con ganas le dolía, no entendía por qué le dolía tanto.
"Mucho contacto… demasiado"
Gruñó entre dientes, al ver cómo Pheo acariciaba la mejilla de Missa con el pulgar antes de entregarle otro ramo.
No supo cómo logró contenerse tanto tiempo, su instinto le exigía lanzarse sobre él destrozar a su copia en pedazos.
La cita se alargó más de lo esperado, hacían coronas de flores, se reían juntos y paseaban demasiado cerca.
Philza, desde el árbol, apretó con fuerza la gema en su mano.
No lo soportaba más, quería que se alejara de él, que dejara de besarlo y tocarlo cuando quisiera, sin importarle lo incómodo que se veía Missa con la situación.
Cuando por fin regresaron, él ya los esperaba dentro de la casa, fingió calma y abrió la puerta solo un minuto después de escuchar sus voces, disimulando como si hubiera estado ocupado.
En cuanto Pheo entró, Philza estampó la gema contra su pecho con un gesto brusco, dándole una mala mirada.
"Entra ahora mismo" Ordenó con un tono de voz amenazante, sintiendo como sus alas se erizaban al ver como hacia un puchero y se quejaba.
Missa al darse cuenta le pidió que por favor cumpliera con su parte del trato, haciendo que asintiera rendido.
"De acuerdo… volveré a la cama" La tomó en sus manos, jugando con ella hasta que fijo sus ojos en el segador, sonriendo enormemente. "Pero antes-"
Con rapidez, jaló a Missa por la ropa y lo besó en los labios, fue un beso corto que no duró más de cinco segundos, pero fue suficiente para que Philza sintiera que todo su mundo ardía.
Lo quería muerto.
Antes de que pudiera reaccionar, Pheo tocó la gema por sí mismo, desapareciendo dentro y dejando solo un destello rosado en el aire.
Missa se quedó completamente quieto, temblandoligeramente y llevándose una mano a los labios, sonriéndole nervioso a Phil.
"En un rato te ayudaré quitarte el mal sabor de boca" Suspiró y lo abrazó, entrelazando sus dedos con los de él.
Phil lo guió adentro, hundido en sus pensamientos.
Se suponía que el rosa sería el más empalagoso, tal vez el más inofensivo, debería sentirse aliviado de tenerlo ya encerrado en la gema.
Sin embargo, solo lo llenaba de ansiedad pensar en los que quedaban, algunos tenían personalidades más fuertes, incluso violentas si se enojaban.
¿Qué harían ellos si Missa rechazaba la cercanía?
Múltiples golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos y cuando abrió, se encontró a sus demás copias discutiendo con las manos llenas de flores, cajas y regalos improvisados.
Todos lo miraron ansiosos, acercándose para poder entrar en la casita, pero Philza se los impidió mostrándoles la gema ahora con un tono rosa brillante.
"Ya se les adelantó, ahora áyanse a la mierda y esperen a mañana"
Y sin darles tiempo de responder, les cerró la puerta en la cara y dirigió su mirada hacia Missa, arrastrándolo hasta su nido y rodeándolo con sus alas, acurrucándose contra él como si temiera perderlo en cualquier instante.
Al menos esa cita había sido temprano, aún tenían el resto del día para dormír, descansar… y recordar que seguían juntos, pese a todo lo que estaba ocurriendo.
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Chapter 4: •Phin•
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"Como Pheo se nos adelantó el día anterior, decidimos ahora hacerlo en orden para evitar inconvenientes" Dijo el de naranja con una sonrisa tranquila y guardó sus alas en su espalda, sentándose frente a la pareja.
Le costó mucho convencer a los demás de seguir esa regla, pero al final aceptaron, aunque de mala gana.
Así que fue él quien se ofreció a ir a dar la noticia, mientras los otros se quedaban preparando sus propias citas.
Aunque Philza seguía sin estar convencido de su "falsa" amabilidad, no confiaba en ninguno de ellos.
"Gracias por avisarnos, por cierto. ¿Cómo dijiste que te llamabas?" Preguntó Missa con una pequeña sonrisa, intentando no incomodarse por su sola presencia.
"Soy Phelip, y es un placer poder estar y hablar finalmente contigo sin tanto ruido de por medio" Respondió con un guiño juguetón, ignorando por completo la mueca de fastidio en el rostro de su versión original.
La mirada de Philza se intensificó de forma amenazante, pero el de naranja parecía disfrutar provocándolo.
Por un momento, Missa pensó que todos esos clones compartían el descaro para mirarlo con interés.
Hasta ahora, todos parecían sumamente celosos.
Phelip no le quitaba la mirada de encima ni por un segundo, le gustaría que existieran más versiones de Missa para que cada uno pudiera tener el suyo propio, así no habría necesidad de compartir.
Pero claro, eso lamentablemente no sería posible.
"Por cierto, ¿dónde están Chayanne y Tallulah? Me gustaría verlos"
"Con Fit y Pac, ya te dije a ti y a los demás que no los van a ver" Contestó Philza de manera cortante, cruzándose de brazos.
La conversación fue interrumpida por un golpe en la puerta y Missa se levantó, riendo nervioso al abrir y encontrarse con el de rojo.
En sus manos sostenía un ramo de flores enorme, el doble del que había traído Pheo y estaba sonrojado, con una mirada suave.
Los dos Phil’s lo miraron incrédulos, el que se suponía que era el más rudo y el más agresivo de todos, estaba ahí parado con las mejillas rojas y visiblemente nervioso.
Su mirada de repente se clavó en ellos y enseguida frunció el ceño, sacándoles el dedo de en medio para disimular su vergüenza.
"¡No me miren así! Y tú-" Señaló al de naranja, empujándolo con su dedo con brusquedad. "Tu turno es mañana y hoy es el mío, así que vete a la mierda"
Phelip solo se encogió de hombros, restándole importancia, se giró hacia Missa y sin importarle la tensión en el ambiente, tomó su mano y dejó un beso en ella.
"Nos vemos mañana, Missa" Dijo antes de salir corriendo hacia el ascensor y desaparecer.
Philza apenas tuvo tiempo de abrir la boca para reclamarle cuando el de rojo le cerró la puerta en la cara, y sin más, rodeó a Missa por los hombros y lo obligó a caminar, llevándolo consigo con firmeza.
Missa miró a su alrededor ligeramente tenso, dándose cuenta del aleteo nervioso del de alas.
Lo vio aletear nervioso y el de rojo lo soltó apenas estuvieron lo suficientemente lejos, sin saber qué hacer con las manos.
"Entonces… ¿tienes algo preparado? Phin, ¿verdad?"
Dio un paso atrás para mantener cierta distancia, intentando ocultar su miedo por estar a solas con esa versión en específico.
Mientras tanto, Phin asintió con una sonrisa contenida, animándose a acercarse y entrelazar su mano con la suya.
Aunque tal vez lo estaba agarrando con demasiada fuerza sin darse cuenta, pero no podía evitarlo, se sentía muy nervioso.
Lo guió con paso firme hasta el lugar donde había preparado todo, frunciendo el ceño y aumentando el paso al oír pasos cerca.
Ya sabía de quién se trataba.
Después de caminar bastante y con Philza siguiéndolos a distancia, llegaron a un bosque de madera oscura y justo en medio, había pequeña carpa rodeada por troncos acomodados alrededor de una fogata apagada.
También había comida lista y otra aún cruda.
"Pensé que podríamos cocinar algo juntos y acampar durante la noche, mañana prometo llevarte temprano a casa, la cita de Phelip es en la tarde, así que tendrás tiempo de descansar" Explicó Phin, rascándose la nuca nervioso.
Missa lo miró sorprendido, no esperaba que la representación misma del enojo resultara ser tan… dulce.
Era alto, intimidante, con expresión dura casi siempre, y aun así, ahí estaba, con la voz suave y los labios temblorosos.
"Me gusta cocinar… y veo que ya preparaste varias cosas" Comentó con una sonrisa, acariciándole la espalda con naturalidad.
El ronroneo fuerte que surgió de la garganta del de rojo lo sorprendió, y lo hizo reír.
"Elegí comida mexicana porque sé que te gusta mucho, aunque algunos platillos preferí que los hiciéramos juntos" Su sonrojo aumentó, mostrándole lo que había preparado. "Y si te lo preguntabas, las habilidades culinarias de Philza me las quedé yo"
Sonrió con orgullo y Missa no pudo evitar reír con fuerza, lo que provocó que Phin desviara la mirada, intentando ocultar su propio nerviosismo.
Pasaron el día cocinando, comiendo y hablando, cuando cayó la noche, encendieron la fogata y prepararon más comida mientras el bosque se llenaba de murciélagos que rodearon su improvisado campamento.
Phin sacó una bolsita de insectos secos y alimentó a los animales, pasando después la bolsa a Missa para que él también lo hiciera.
Los murciélagos lo rodearon, pero no lo tocaron, parecían esperar que extendiera sus manos.
Missa, siguió las instrucciones entre risas nerviosas, aumentando su sonrisa al verlos comer animados.
Ya entrada la madrugada, entraron a la carpa.y ae acostaron uno junto al otro, aunque manteniendo cierta distancia, pronto ambos se quedaron dormidos.
Philza, sin embargo, no pudo acercarse más, los murciélagos lo acechaban desde las sombras y lo amenazaban cada vez que intentaba dar un paso hacia su marido.
Frustrado, terminó regresando a casa, maldiciendo entre murmullos.
Al menos ese no lo había besado, pero no le gusraba nada que durmieran juntos.
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Philza no durmió ni un segundo, la rabia y los celos lo mantuvieron despierto toda la noche, inquieto y hundido en sus pensamientos.
Como odiaba a esas copias, las odiaba mucho.
Apenas amaneció, estuvo pendiente de la ventana, saliendo varias veces a ver si regresaban.
Cuando al fin los vio aparecer, medio abrazados y riendo como si fueran viejos amigos, sintió cómo su estómago se revolvía.
Sus pupilas se contrajeron hasta quedar como dos líneas y apretó la gema en su mano, saliendo de la casa con paso decidido y plantóndose frente a ellos.
Phin hizo una mueca fastidiada al verlo con la gema, pero antes de dejarse absorber, tomó las manos de Missa y las besó.
"Me divertí mucho, me gustó pasar la noche contigo y cocinar juntos, espero volver a verte algún día"
Dijo con toda la intención de molestar, mirando de reojo a Philza solo para disfrutar de cómo sus alas se erizaban de celos.
No le dio más oportunidad, le arrebató la gema se las manos y lo golpeó en la cara con su ala, dejando que fuera absorbido de inmediato.
Missa atrapó el objeto antes de que cayera al suelo, viendo cómo el brillo rojo se unía al rosa.
Philza solo se sobó la cara donde lo golpeó y miró la gema con desagrado, arrojándola lejos y atrayendo a su esposo contra su pecho.
"Hueles a rata con alas... Luego buscaremos a Chayanne y Tallulah para que también tengas sus olores encima, al igual que el mío" Murmuró contra su cuello, rozando su piel con sus dientes como si quisiera marcarlo.
Missa solo se rió y se dejó envolver por el abrazo posesivo, aferrándose a él.
Le gustaba este lado tan territorial de su esposo, tal vez más de lo que hubiera admitido antes.
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Chapter 5: •Phelip•
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Al día siguiente, Missa se preparó con calma para su siguiente cita, aunque le estaba resultando casi imposible porque Philza no se despegaba de él ni un segundo.
Donde él iba, ahí estaban las alas del rubio envolviéndolo y apretándolo para no dejarlo ir.
Cada intento de apartarlo con caricias suaves o besos cortos terminaba en un ronroneo satisfecho y un apretón aún más fuerte contra su cuerpo.
Era como pelear contra un gato terco y celoso.
En cualquier momento, Phelip vendría a buscarlo y a ese paso, Missa dudaba que pudiera dar un solo paso fuera de la casa.
Y aunque no lo admitiera en voz alta, en parte le empezaba a gustar las citas que estaba teniendo ya que no era con cualquiera, eran fragmentos de Phil, reflejos de sus emociones.
Todos compartían su rostro, su esencia, un pedazo de lo que lo hacía ser él, era como si descubriera cosas nuevas de su esposo.
Aún así, seguía prefiriendo al original, siempre lo haría, pero probar esos lados desconocidos sin rebasar la línea no le parecía algo malo.
Solo despertaba los celos del verdadero Philza… y esos celos eran intensos.
Los golpes en la puerta resonaron en ese instante y el rubio se puso a la defensiva como un animal, gruñendo bajo y con las alas erizadas, negando con la cabeza cada vez que su copia de voz tranquila avisaba que ya había llegado.
Missa intentó soltarse con toda la paciencia del mundo, dando apenas unos pasos arrastrados mientras el abrazo posesivo de Philza evitaba que se moviera mucho.
Finalmente y con esfuerzo, logró liberarse y apenas alcanzó la puerta, se dio la vuelta y le estampó un beso rápido en la mejilla a Phil, riéndose bajito cuando el otro le respondió con un graznido indignado.
Missa lo besó un par de veces más en el mismo lugar y abrió la puerta, encontrándose de frente con Phelip.
Philza lo soltó con una mirada oscura hacia Phelip, y antes de que la sonrisa confiada del de naranja lo provocara más, cerró la puerta de golpe.
Phelip se encogió de hombros, como si el mal humor del original le resultara irrelevante y tomó la mano del segador, guiándolo con paso seguro hacia su cita.
A una cueva lejana que había preparado especialmente para él.
Lo que ninguno notó fue que Philza los seguía de cerca, con los ojos clavados en cada gesto y cada roce de manos.
Philza murmuraba y se quejaba en voz baja mientras saltaba entre los árboles, sabía que no podía dejar toda la semana a sus hijos con Fit y Pac.
Ya empezaban a sospechar por qué los cuidaban otros si sus padres se suponían que estaban ahí.
No le quedaban excusas convincentes, pero más allá de eso, lo que no soportaba era la idea de Missa a solas con sus copias.
¿Y si le pasaba algo? ¿Y si uno de ellos lo lastimaba? La culpa lo devoraría si salía lastimado y él no estuvo para protegerlo.
Peor aún, no le gustaba para nada la idea de que se alejaran tanto, iban a una cueva desconocida, fuera del refugio de su hogar y lo odiaba.
Al menos a diferencia de Pheo o Phin, Phelip no tenía un ejército de insectos o murciélagos que le bloquearan el paso.
Esta vez estaba solo y podía acercarse lo suficiente, siempre cuidando de no ser descubierto.
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"¿Te gusta la cueva? La encontré hace unos días y la decoré para ti" Dijo Phelip con una expresión orgullosa, adentrándose con Missa en la oscuridad iluminada por lámparas en forma de corazón.
El segador abrió los ojos con sorpresa al entrar, la cueva era amplia, cálida y en su centro reposaba un lago cristalino donde nadaban ajolotes brillantes y coloridos.
"¿Te gustan? Si quieres, al final puedes llevarte uno" Añadió, acercándose lentamente y observando su reacción con detenimiento.
Missa recorrió el lugar con la mirada, fascinado por lo bonito que era, no era común que pudiera explorar cuevas así, y mucho menos una decorada con tanto detalle.
Al mirar más allá, se dio cuenta de que había una manta frente al lago y el suelo cubierto de musgo, con robots metálicos caminando y soltando ruiditos.
Uno de los robots fue levantado por Phelip, acariciándolo con suavidad con su dedo y extendiéndoselo con una sonrisa.
"Es un robot-dragón, son mis favoritos y de hecho, diseñé mis alas inspirándome en las de uno… aunque ahora están algo dañadas" Explicó, extendiéndolas para que pudiera verlas mejor.
Missa las acarició curioso y el sonrojo en el rostro de Phelip fue inmediato, intentando disimularlo desviando la mirada.
"¿Todavía puedes volar con ellas?"
"Antes sí, el material con el que las fabriqué es raro y difícil de conseguir, no he podido repararlas... así que prefiero ocultarlas para que no se dañen más"
Missa asintió, esta vez tomando el robot y girándolo entre sus manos, con sus ojos brillando con interés.
"¿Y cuánto tardas en construir uno de estos?"
"No mucho, los perfeccioné tanto que ya los hago casi de memoria"
Respondió con orgullo y con un gesto rápido, abrió su mochila y dejó a la vista herramientas, planos doblados y piezas metálicas.
"Hoy quiero enseñarte a construir uno, lo haremos juntos, tengo todo listo"
Los ojos de Missa se iluminaron y se dejó guiar hasta la manta, donde comenzaron a ensamblar las piezas bajo las instrucciones de Phelip.
Cada vez que cometía un error, el de naranja aprovechaba para acercarse más, tomando sus manos con suavidad y corrigiendo cada movimiento.
Missa se reía algo avergonzado mientras aprendía a hacerlo correctamente, y el orgullo en los ojos de Phelip era evidente.
No muy lejos, oculto en un agujero de la roca, Philza observaba todo con mandíbula apretada y las alas aleteando con rabia.
¿Cómo se atrevía a tocarlo así? ¿Cómo se atrevía a reír con él?
El tiempo pasó y al fin, el pequeño robot tomó forma y comenzó a funcionar, Missa aplaudió felíz y el brillo de su sonrisa hizo que Philza se olvidara por un instante del enojo.
Hasta hubiera querido tomar una foto si su copia no estuviera ahí para arruinar la imágen.
Después comieron lo que Phelip había preparado, él hablaba y hablaba, contando historias y Missa lo escuchaba con atención, bastante contento.
Para Philza, todas esas anécdotas sonaban inventadas, historias falsas para inrentar impresionar a su marido.
Pero lo peor fue cuando el de naranja sacó una cubeta y lo llenó de agua para entregarle el ajolote, Missa lo abrazó agradecido y Phelip rodeó su cintura con sus brazos, levantándolo un poco del suelo.
Philza casi gruñó en voz alta al ver esa escena, quería matarlo.
Se alejó corriendo antes de que lo descubrieran y llegó a casa exhausto por correr tanto , maldiciendo no poder volar y recordando con rabia que había olvidado su Warp Stone.
Pero no importaba, los esperaría con la gema cerca, quería que se fuera lo más pronto posible.
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Cuando la puerta finalmente se abrió, abrió los ojos de golpe y se sobresaltó, se había quedado dormido en el sofá y no se dio cuenta.
Tal vez debería dormír más, desvelarse por estar en sus pensamientos tanto tiempo le estaba haciendo mal.
Missa entró cargando con cuidado una pecera y el robot recién construido, mientras Phelip lo ayudaba a mantener el equilibrio, rodeando su cintura y dejando toques con sus dedos como si fuera su dueño.
Philza se levantó de golpe y agarró la gema, el de naranja apenas tuvo tiempo de ayudar a Missa a colocar la pecera antes de recibirla.
Rodó los ojos y dejó un pequeño beso en la mejilla del segador, sonriendo.
"Adiós, espero verte pronto… o al menos a una versión tuya, eso me bastaría."
Aumentó su sonrisa y la gema lo absorbió, justo después, el brillo naranja se sumó al rojo y al rosa.
Philza no perdió tiempo tomó la gema y la dejó caer sin cuidado en el suelo y atrayendo a Missa contra él, besando su cuello con fuerza.
"Lindo robot. ¿Tú lo hiciste?"
Preguntó con una sonrisa orgullosa y Missa asintió aún emocionado, mientras Philza lo arrastraba hacia la habitación que compartían.
Sus hijos volverían pronto, pero… todavía tenían un rato a solas.
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Chapter 6: •Phebee•
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"¿Te duele el cuello? Te lo tocas demasiado seguido… ¿quieres qué te cargue?" Preguntó el de amarillo con una mezcla de "inocencia" y seguridad en su voz, acercándose con rapidez.
No esperó a que Missa respondiera, simplemente deslizó un brazo bajo sus rodillas y otro por su espalda, levantándolo con facilidad entre sus brazos.
El segador soltó un jadeo sorprendido, aferrándose a su pecho mientras su rostro se teñía de rojo.
Phebee sonrió orgulloso al ver esa reacción y con descaro, inclinó su rostro para besarlo bastante cerca de sus labios, pero sin llegar a tocarlos.
Missa solo alejó un poco la cara e intentó cubrirse mejor el cuello con su ropa.
Luego le reclamaría a Philza por las marcas que le dejó, no eran tan evidentes el día anterior.
“P-pero es el cuello el que me duele, no las piernas…” Murmuró avergonzado, incapaz de sostenerle la mirada cuando sintió su mirada clavada en él.
“Da igual donde te duela, igual te cargaré” Replicó con una sonrisa, caminando con él en brazos como si no pesara nada. “Preparé un día en el lago para los dos porque sé que te gusta pescar, ese lago está repleto de especies distintas, peces y hasta algunos animales extraños” Se acercó a su rostro, aumentando su sonrisa al verlo nervioso. "Nos divertiremos mucho juntos~"
“Oh…” Missa se acomodó ahora ligeramente incómodo en sus brazos, rascándose la nuca. “Eso suena bien, creo... Ahora tengo un ajolote, sería lindo pescar algunos peces para él”
Phebee asintió satisfecho con su respuesta, y volvió a besarlo con ternura antes de caminar hacia el lago.
En su mente, todo estaba perfectamente planeado, había elegido la hora precisa, cuando llegara la noche y las luciérnagas aparecieran volando, sus abejas también estarían rondando, posándose sobre las flores luminosas que él mismo había plantado alrededor del lago.
El ambiente sería cálido y romántico… perfecto para robarle un beso en los labios.
No lo haría de manera apresurada y descuidada como Pheo, él necesitaba que todo fuera especial, con detalles que dejaran una marca que siemñre recordaría.
Era su cita y su momento, nada debía salir mal.
Cuando llegaron, lo bajó con cuidado, sujetándole aún las manos y guiándolo hacia el pequeño bote de madera que aguardaba en la orilla.
Missa observó todo con ojos brillantes, sorprendido por lo bonito y luminoso que se veía el lago.
En la distancia, Phil los vigilaba con su rostro endurecido y su mandíbula apretada, ya descubrió parte del plan y no iba a permitir que otra de sus copias lo besara.
Sus hijos dormían seguros en casa, así que podía seguirlos sin preocuparse.
Y vaya que lo haría.
Vio cómo ambos se acomodaban en el bote con las cañas en mano, alejándose poco a poco de la orilla. Entonces, cientos de luciérnagas iluminaron aún más el lago y las abejas de Phebee flotaban en círculos, pareciendo advertirle que no se acercara.
Phil reprimió un gruñido, más cosas con las que lidiar, pero se le ocurrió algo.
Revisó su mochila y tras unos segundos, encontró una poción de respiración acuática y sus labios se curvaron en una sonrisa torcida.
Perfecto.
Corrió hacia el agua, esquivando a las abejas y saltó sin pensarlo dos veces, mientras descendía, contó mentalmente los segundos de la poción, moviéndose con destreza bajo el agua.
Se acercó sigiloso al bote, alzando apenas la cabeza lo suficiente para espiar y escuchar claramente su conversación.
Missa reía suavemente mientras lanzaba su caña y hablaba, estando fascinado con el espectáculo de laa luciérnagas, sin darse cuenta de que Phebee había dejado la suya a un lado y ahora avanzaba despacio hacia él, tomando su mano con firmeza.
Cuando Missa volteó, sus rostros quedaron a centímetros de distancia, abriendo en grande los ojos al ver al de amarillo inclinándose con la clara intención de besarlo.
Phil sintió un fuego recorrerle el pecho, negando varias veces con su cabeza.
No, no iba a permitirlo.
Bajó bruscamente bajo el bote y con un impulso de sus alas y piernas bajo el agua, lo volteó por completo.
El estruendo resonó en el lago y en segundos, ambos cayeron al agua entre chillidos.
Philza simplemente nadó lejos, riéndose para sí mismo al escuchar los insultos furiosos de su copia y los golpes contra el bote de madera mientras intentaba recomponer la situación.
Había ganado, le arruinó la cita y no se besaron, eso bastaba para dormír con cierta satisfacción toda la noche.
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Más tarde, cuando los vio regresar empapados, Phil no pudo ocultar la sonrisa superior que se dibujó en su rostro.
Phebee lucía enfurecido y Missa temblaba de frío a su lado con el cabello chorreando agua.
La escena era demasiado buena.
“¿Qué pasó? Están mojados..." Hizo una expresión exageradamente sorprendida, sonriendo. "Puedo ver que todo salió terriblemente mal. ¿O me equivoco~?” Peguntó con descaro, dejando que la burla en cada palabra.
“¡De ti no quiero escuchar una puta palabra!” Gritó el de amarillo con el ceño fruncido y la respiración agitada.
Pero aún en medio de su rabia, sujetó a Missa por la cintura y lo besó con violencia.
El mundo de Phil se congeló un instante, el segador no reaccionó de inmediato mientras Phebee intensificaba el beso con arrogancia, aferrándolo para que no escapara.
Solo se separó para morderle el labio inferior y lamerlo, soltándolo de golpe hasta que Missa tropezó y cayó al suelo aturdido.
“No era el beso que tenía planeado” Dio un paso hacia adelante, sonriéndole con burla. “Pero al menos lo hice”
Phil intentó golpearlo, pero el otro esquivó con facilidad y se refugió en la gema antes de que pudiera alcanzarlo.
“¡Maldito!” Griñó el rubio, yendo a abrazar de inmediato a Missa para ayudarlo a incorporarse.
El contacto con su piel fría le arrancó una mueca de preocupación, tal vez debió pensar mejor en su plan.
“Vamos, tienes que cambiarte y secarte ya, no pienso dejar que te enfermes por culpa de ese imbécil”
Lo estrechó contra su pecho, besándole con suavidad la nnaríz y sonriendo cuando Missa, temblando aún, repitió el gesto en su rostro.
“¿Puedes darle de comer a mi ajolote mientras me cambio?” Pidió, besándole las manos y entregándole un cubo con peces y pequeños crustáceos. “Córtalos en pedazos pequeños, no quiero que se ahogue… ¿los ajolotes se pueden ahogar?”
Phil soltó una risa baja, encogiéndose de hombros mientras dejaba el cubo en la mesa.
“Lo haré, no te preocupes”
“Gracias, te amo”
“Yo también te amo” Respondió sin dudar, apretándolo aún más contra su cuerpo. “Y mucho...”
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Chapter 7: •Phyliss•
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El de azul tocó suavemente la puerta con los nudillos, casi como si temiera hacer demasiado ruido, sus manos temblaban y el corazón le latía con fuerza en el pecho.
Cada segundo que pasaba sin respuesta lo llenaba de inseguridad, quizás debería marcharse y regresar a la gema sin decir nada.
Tal vez Missa simplemente no quería verlo, no sería la primera vez que alguien lo dejaba esperando.
Pero entonces la manilla se movió y Phyliss se puso rígido con sus alas encogidas contra su espalda como si quisiera hacerse más pequeño y cuando la puerta se abrió, lo recibió la mirada dura y hostil de Philza.
Una mirada que parecía atravesarlo con repulsión, como si no fuera digno siquiera de estar ahí.
Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se humedecieron sin que pudiera evitarlo.
Odiaba lo fácil que era hacerlo llorar, odiaba ser tan frágil...
"Puedes esperar adentro" Dijo Philza con seriedad y lo sujetó fuerte del brazo, inclinándose sobre él con un aire amenazante. "Pero escúchame bien, porque solo lo diré una vez... si llego a notar que tienes algún plan que no me guste, te juro que terminarás en pedazos dentro de la gema. ¿Comprendes?"
Las lágrimas se desbordaron de inmediato y Phyliss asintió varias veces con la cabeza, bajándola con vergüenza y tragándose un sollozo cuando lo soltó.
En ese momento apareció Missa, que se detuvo abruptamente al verlo llorando y se acercó con rapidez, acariciando con suavidad su cabello y murmurando palabras de calma.
Le dio rápidamente una mala mirada a su esposo porque sabía que el había sido el causante, y Philza solo se encogió con vergüenza y desvió la mirada.
De todos los reflejos de Phil, Phyliss era sin duda el más vulnerable, el más bajo en estatura, el más sensible y el más roto.
Sus alas eran pequeñas y estaban recortadas descuidadamente, con plumas maltratadas y rotas que no habían vuelto a crecer.
Solo con mirarlas, se entendía su tristeza.
Missa tomó su mano y lo guió fuera de la casa, frunciendo el ceño y haciéndole señas a Philza para que no intente nada.
Podría molestar y criticar a los otros si quería, no se opondría a eso, pero justamente a él no.
Al salir de la casa, le habló con dulzura y le sonrió, intentando por lo menos hacerlo sonreír o hacerlo sentir mejor.
Phyliss solo se aferraba a su brazo con fuerza, limpiándose lágrimas mientras un rubor se extendía por sus mejillas.
Desde la distancia, Philza los observaba fijamente desde el muro, aunque sabía que esa copia no representaba una amenaza real, el simple hecho de verlo tan apegado a Missa bastaba para hacerlo enojar.
Antes de seguirlos, fue a la habitación de sus niños y los encontró durmiendo, enredados en las mantas y en un abrazo.
Solo serían unas horas, solo un par de horas lejos de ellos.
Salió rápido y pronto los divisó a lo lejos, escondiéndose detrás de arbustos y estructuras.
Missa no dejaba de abrazar y acariciar a Phyliss con cariño, murmurándole cosas que parecían aliviarle las inseguridades.
El de azul sonreía con timidez aún entre lágrimas, aferrándose más fuerte a él.
Phyliss lo llevó hasta un pequeño picnic que preparado y extendió una manta, comenzando a sacar la comida y a acomodar todo.
Su nerviosismo era más que evidente, sus manos temblaban y el hecho de que Missa mirara tanto sus alas solo lo empeoraba.
Eran un completo desastre, aún peor que las de Philza.
Cuando sintió los dedos de Missa rozarlas, retrocedió bruscamente con miedo en los ojos.
“¡Lo siento! ¿te lastimé?” Preguntó Missa alarmado, moviéndose para darle un poco de espacio.
Él negó rápido, con el labio temblando un poco.
“N-no me duelen… pero nadie las ha tocado desde que me las recortaron...” Una lágrima resbaló por su mejilla y se sonrojó cuando Missa tomó sus manos, apretándolas con cariño.
“¿Puedo acicalarlas por ti? Se nota que lo necesitas… y que no lo has hecho en mucho tiempo”
Philza, desde su escondite, casi estalló, esa frase fue un golpe directo a su corazón, el acicalamiento no era un simple cuidado, era un acto íntimo, reservado, algo que él solo compartía con Missa.
Era suyo y ahora estaba viendo cómo esa copia se apropiaba de ello.
El enojo lo nubló por completo, pero antes de lanzarse, una mano lo sujetó desde atrás, impidiéndole moverse.
Giró con brusquedad y se encontró con Fit, que lo observaba negando con su cabeza.
“¿Qué haces aquí?” Gruñó Phil, intentando irse pero siendo detenido otra vez.
“Eh… ¿Fofoca?” Fit sonrió nervioso, sin soltarlo. “No deberías interrumpir, recuerda qué la única condición que dieron para regresar a la gema fue que tuvieran una cita... Solo una”
“¡Pero está acicalando sus alas! ¡Sabes lo íntimo y personal qué eso es para mí! ¡Me siento traicionado!”
“¿Pero Missa lo sabe?” Replicó Fit con calma y ante la negación de Phil, suspiró. “Entonces no puedes culparlo de nada, déjalos terminar, cuanto antes terminen las citas, antes se irán”
Philza bufó con rabia, dejándose caer en el suelo sin apartar la mirada de la escena, pero lo que vio le dolió aún más.
Phyliss estaba recostado en el regazo de Missa, extendiendo sus alas con confianza, con sus ojos cerrados y su rostro relajado.
Incluso unos arrendajos azules comenzaron a aparecer, rodeándolos y posándose cerca como si lo protegieran.
El ronroneo bajo y suave que escapaba de Phyliss fue lo último que quería escuchar, ese definitivamente era el peor de todos.
Ninguno de los demás había logrado que Missa se acercara tanto tan íntimamente, que se sintiera tan cómodo con uno de ellos.
Pero ese desgraciado lo logró.
El acicalamiento terminó y comieron juntos de la canasta, charlando entre risitas.
Phil, aún temblando de enojo, decidió regresar antes que ellos y tendría que hablar con Missa después, pero con cuidado.
No podía revelar cuánto le dolía que haya acicalado las alas de otro.
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Cuando por fin volvieron, Philza ya estaba esperándolos en la sala y su mirada fue como un filo dirigido a Phyliss, que se escondió detrás de Missa al sentirla.
Con manos temblorosas, el de azúl tomó la gema, dedicándole una sonrisa triste a Missa.
“Gracias por pasar este día conmigo… No lo había disfrutado tanto en mucho tiempo y gracias por el acicalamiento... Realmente lo necesitaba”
Lo dijo en voz baja para que solo Missa lo oyera, pero Philza escuchó cada palabra y su furia explotó.
Lo tomó de la ropa con violencia, dispuesto a golpearlo y Phyliss chilló de miedo, apresurándose a refugiarse en la gema antes de que pudiera tocarlo.
El azul brilló en la gema y todo quedó en silencio.
Missa apenas alcanzó a dar un paso cuando Philza lo envolvió con sus alas, con la respiración agitada y las pupilas dilatadas.
Lo abrazó tan fuerte que parecía querer fundirse con él, apartando una pluma azul que había quedado enredada en su cabello y mirándola con asco, para luego arrojarla lejos.
Su rostro se hundió en el cuello de Missa, frotándose con posesión y su voz salió grave, cargada de celos.
“Vamos a hablar de ese acicalamiento que le hiciste"
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Chapter 8: •Phédore•
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Se sentía exhausto, tanto física como mentalmente, había pasado casi toda la semana entre citas interminables, cada una diferente y, sin embargo, igual de desgastante.
Lo único que lo mantenía de pie era la esperanza de que ya casi terminaban, solo quedaban dos más y después de eso, todo volvería a la normalidad.
O al menos eso quería creer.
Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos y Missa besó rápido la mejilla de su marido antes de levantarse.
Sabía que si se demoraba demasiado, Phil lo detendría con alguna excusa o peor aún, con uno de esos abrazos sofocantes que desde ayer no paraba de darle.
Era evidente que seguía molesto o tal vez un poco inseguro después de la conversación que tuvieron sobre el acicalamiento.
No dejaba de sentir un ligero peso de culpa por lo ocurrido, aunque Phil nunca lo culpó directamente, igual seguía sintiéndose mal.
Lo mejor que podía hacer era aprender más sobre los comportamientos de los cuervos para no repetir ese error.
Abrió la puerta y no alcanzó a reaccionar antes de que Philza se le echara encima, como un animal defendiendo su territorio.
Lo apretó contra su pecho y le gruñó con furia al de morado, que lo esperaba al otro lado.
Phédore arqueó una ceja, mirando a su versión original con desagrado y sin decir mucho, lo apartó de un tirón, jalando a Missa de los brazos hasta liberarlo de ese abrazo posesivo.
"Un trato es un trato, no lo olvides" Dijo con voz firme, rodeando la cintura del segador y arrastrándolo hacia afuera de la casa, sin importarle los gruñidos furiosos de Philza a sus espaldas.
Missa apenas alcanzó a suspirar resignado, frotándose los costados de su cabeza con estrés.
Solo eran dos días más, contándose ese, tenía que soportarlo.
Phil no tardó en seguirlos en secreto, ocultándose tras arbustos y estructuras al verlos caminar hacia una cueva, frunció el ceño con confusión.
¿Otra cita en una cueva? Qué poca originalidad, aunque sabía que algo tramaba esa cosa.
Esperó a que entraran para sacar de entre su ropa una poción de invisibilidad, la miró unos segundos con rabia y celos, rompiéndola contra sus pies.
Su cuerpo desapareció por completo y avanzó rápido hacia la cueva, sin detenerse a pensar demasiado.
Solo esperaba que ese maldito no intentara besar a Missa… o peor aún, que le pidiera acicalarle las alas.
Phédore no era un humano, era un ave como él, con un plumaje morado intenso en las alas y plumas blancas en el pecho.
Un color extraño, irreconocible, y por lo mismo, desconfiaba aún más de él.
El pequeño camino brillante lo guiaron hasta una geoda de amatistas que resplandecía en el interior de la cueva.
Todo parecía calculado por esa cosa, el suelo estaba adornado con pequeños cristales que formaban un camino y en el centro, un tocadiscos ya estaba preparado.
Phédore colocó el disco y una melodía suave comenzó a sonar, luego extendió su mano hacia Missa, que aceptó con un ligero sonrojo.
"¿Sabes bailar?" Preguntó el de morado con una sonrisa insinuante, acercándose máa hasta quedar frente a él.
"La verdad es que sí"
Una ccarcajada se le escapó al ver la expresión desconcertada de Phédore, disculpándose entre risitas.
Phédore solo sonrió.
"Se suponía que debías decir que no y yo te respondería "entonces yo te enseño". Hagamos como si no hubieras dicho nada"
Missa se rió bajito y cuanfo escuchó nuevamente la pregunta, esta vez contestó con un “no” sin dudar.
"No te preocupes, yo te enseñaré" Susurró con picardía, besando su mano antes de tomarlo por la cintura y guiar su mano hasta su hombro.
Comenzaron a bailar lentamente y poco a poco la música los fue arrastrando a un ritmo más rápido y complicado.
Las risas de Missa resonaban en la cueva cada vez que tropezaba con los cristales, y Phédore lo sostenía con firmeza para que no se cayera.
Phil los observaba desde su escondite, ardiendo de celos, el reflejo púrpura de las amatistas iluminaba los rostros sonrientes de ambos y no lo soportaba.
Y lo peor era darse cuenta de que Missa estaba disfrutando de verdad, de hecho, ha disfrutado con todos.
Entonces, la realidad lo golpeó.
Él nunca había bailado con Missa, ni una sola vez, apenas recordaba haber tenido un par de citas en toda su relación platónica, quizás tres.
Nunca le ha cocinado, nunca le ha dado flores, nunca lo ha llevado si quiera a pasear a solas, siempre han estado juntos en un evento o con grnte alrededor.
Pero nunca ha tenudo una verdadera cita con él, nunca ha hecgo algo especial por Missa.
Su estómago se revolvió, era injusto que sus copias se llevaran momentos tan hermosos mientras él, con todo el tiempo del mundo a su lado, no había sabido aprovecharlo.
Missa siempre ha hecho cosas muy lindas por él pese a sus inseguridades, no ha valorado lo suficiente todo su esfuerzo para ser un buen compañero de vida.
Cuando todo eso terminara, se lo compensaría, haría lo que fuera por recuperarlo, por demostrarle que podía darle más que cualquier copia.
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Cuando por fin regresaron, Philza ya estaba esperándolos con los brazos cruzados, apenas la puerta se cerró tras ellos, estampó la gema contra el pecho del de morado.
Phédore chasqueó la lengua, limpiándose la ropa donde lo había tocado con una mueca de desagrado.
"Un trato es un trato, no lo olvides"
"Lo dices cuando te conviene, ¿no?" Replicó Phédore, rodando los ojos.
Missa apenas alcanzó a sonreírle a Phédore antes de que lo envolviera en un abrazo fuerte, elevándolo unos centímetros del suelo por la diferencia de altura.
"Bailas muy bien… gracias por esta cita, fue muy linda"
El de morado lo apretó aún más con sus alas desplegadas, un plumaje brillante e impecable que parecía presumir frente a Philza.
Incluso se permitió apoyar el rostro en el cuello de Missa, sonriendo con una satisfacción arrogante.
Philza sintió cómo el enojo se le subía a la cabeza.
¿Todos los que tenían alas lo hacían a propósito? Lo estaban provocando y lo sabían.
Se marchó sin pensarlo dos veces hacia la cocina, llenó un vaso de jugo y regresó solo para arrojárselo encima.
El jadeo sorprendido de Phédore lo hizo sonreír satisfecho, aunque se aseguró de que Missa no quedara empapado.
El traje morado, perfectamente cuidado, quedó arruinado y eso lo hizo sonreír.
El de morado mostró los dientes, afilados y brillantes bajo la luz, acercándose amenazadamente al rubio.
"Ahora sí que no me iré sin partirte la cara"
El primer golpe fue suyo y Phil respondió de inmediato, golpeándolo en el rostro y haciéndolo retroceder.
La pelea estalló entre ambos, ignorando las súplicas de Missa para que se detuvieran, golpes y gruñidos llenaron la sala hasta que de pronto un balde de agua cayó sobre sus cabezas.
Ambos quedaron helados y mojados mientras el segador los miraba con el cubo vacío en las manos y un enojo desbordante en los ojos.
"¡Ya fue suficiente! No pienso tolerar esto más"
Se volvió hacia Phédore y le extendió la gema sin suavizar su expresión enojada.
"También la pasé bien contigo, pero ahora quiero que te vayas. ¿Entendido?"
El de morado resopló, pero asintió y le dio un abrazo rápido a Missa antes de regresar a la gema.
Una luz púrpura se unió a las demás rápidamente.
Mientras tanto, Phil agitaba sus alas para secarse, bufando frustrado al ver toda el agua cayenfo de ellas.
Missa suspiró y se acercó, besándole la mejilla y tomándolo por los hombros con paciencia.
"No estoy molesto contigo si es lo que piensas" Le aseguró, acariciando su cabello con cariño. "Solo me enojé por la pelea... Y perdón por tirarte agua, era la única forma de separarlos sin que me golpearan a mí también"
Phil dejó escapar una risa baja, ocultando el rostro en su cuello.
"Perdón por la pelea… no lo volveré a hacer"
"Más te vale porque ya solo queda uno, así que déjame terminar esto tranquilo, ¿sí?"
Phiza solo asintió y lo abrazó más fuerte, sintiendo un alivio breve que no duró mucho.
De verdad tendría que compensarlo por todo el estrés y malos ratos que le estaba causando.
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Chapter 9: •Pheobe•
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"¿Esta es la última cita que tendrás… te sientes nervioso?" Preguntó en un murmullo bajo, acariciando con suavidad su mejilla.
Missa intentó sonreír, aunque por dentro estaba inquieto, se esforzaba en recordar quién faltaba en la lista de citas.
Habían sido siete en total, ¿no? Ya había compartido momentos con todos… o eso creía.
Frunció el ceño, repasando mentalmente los colores, los gestos extraños de cada uno.
Y entonces cayó en cuenta de quién faltaba...
La puerta frente a ellos se abrió sola, como si fuera empujada por un viento invisible y de ahí emergió una figura alta y oscura.
Un velo negro cubría por completo su rostro, descendiendo por su cuerpo hasta envolver parte de sus brazos, cubriéndolos casi por completo.
De pronto, el aire se volvió más pesado y frío, haciéndolo temblar.
Mierda, tenía que ser él.
Ni siquiera caminaba, levitaba desplazándose sin un solo ruido, lo ha visto apenas cuando todos llegaron, siempre apartado, siempre en rincones con poca luz, como si la luz lo lastimara.
Sus alas tampoco eran normales, no eran sólidas, no eran carne ni plumas, eran humo, humo agujereado, parecían fragmentos de sombra que parecían querer desintegrarse en el aire.
Ese era el último en irse y el que peor impresión le daba.
Y él no solía juzgar las apariencias… pero había algo en él que lo ponía de los nervios, la forma en la que se ocultaba, el aire sombrío, la sensación de que podía arrastrarlo a un cementerio y mostrarle cadáveres con naturalidad.
Y que además fuese el más alto de todos y que su rostro permaneciera cubierto solo aumentaba su desconfianza.
El de negro avanzó hacia él y retrocedió un paso sin darse cuenta, observando como sus manos largas y con garras oscuras agarraban las suyas con una delicadeza desconcertante.
Missa contuvo un chillido y un escalofrío al sentir aquella textura extraña, sentía una sustancia negra que se enredaba en sus dedos.
"¿Estás listo?"
Su voz era grave y casi rota, carraspeó para suavizar su tono, ajustando su velo con un gesto mecánico.
Missa asintió inseguro y dejó que Pheobe lo guiara fuera de la casa.
Su mirada se cruzó con la de Philza por unos segundos y en ese instante, juró que el aire se tensó y entonces, las alas de humo lo envolvieron y en un parpadeo, la casa desapareció frente a él.
Todo se volvió oscuro a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en una cueva, solo un par de antorchas iluminaban la cueva y su respiración agitada era lo único que rompía el silencio.
¿Qué planeaba hacer con él ahí? Rezaba porque no fuera algo peligroso.
Su corazón latió tan fuerte que pudo escucharlo retumbando en sus oídos y dio un pequeño salto cuando sintió los brazos de Pheobe rodearle la cintura.
Intentó calmarlo su respiración y no mostrar miedo, no sabía si podría ponerse agresivo de repente.
"Perdón por traerte de esta forma…" Murmuró el de negro con voz grave. "Solo quería privacidad y la luz me daña, pero tampoco quería salir contigo de noche... Extraño demasiado el día"
Missa se quedó rígido, incapaz de saber cómo reaccionar, apenas veía y esa oscuridad lo ponía más nervioso.
Solo pudo asentir, dándole un par de palmaditas inseguras en la espalda.
"Está bien, supongo... ¿Planeaste algo o…?"
"No" Respondió con seriedad, acomodándolo suavemente para que se sentara en el suelo. "Solo quiero tu cariño"
Se quitó el velo con un movimiento lento y se recostó en su regazo, guiando la mano de Missa hasta su cabello.
Missa respiró profundamente y se inclinó para ver su rostro, sin poder evitar hacer una mueca al verlo.
La mitad de su rostro estaba cubierto por esa misma sustancia oscura y de su cabeza brotaban cuernos largos y oscuros, con unas especies de venas brillantes color morado.
Su cabello era un rubio opaco y estaba desordenado y enredado, sus ojos tenían un extraño tono violáceo, casi gris.
Eran apagados y profundos... tristes.
Dudó en preguntar qué le había pasado, pero no quería sonar cruel o criticar su aspecto, solo optó por acariciarle el cabello con suavidad como le había pedido.
Escuchó un ronroneo grave vibrando en el pecho del de negro y Missa sonrió sorprendido, no esperaba que también pudiera hacerlo.
Se relajó y continuó con las caricias, tal vez no debió haberlo juzgado al verlo.
Era extraño, pero también tenía un lado inesperadamente tierno.
Sintió como sus mejillas se calentaban cuando fue recostado en el suelo y Pheobe se acomodó sobre él, ocultando el rostro en su cuello.
Su respiración contra su piel lo hizo estremecerse y sus manos temblorosas se apoyaron en su espalda, evitando cuidadosamente rozar sus alas de humo.
"¿Quieres saber qué me pasó?" Susurró en su oído, con una sonrisa que Missa no alcanzó a ver. "Algo me poseyó hace un tiempo y corrompió mi hogar… cada rincón, cada ser vivo y con los años, aprendimos a convivir con él. Algunos lo controlamos, otros lo ignoramos... Pero ninguno puede librarse"
Missa sintió un nudo en la garganta al escucharlo, esa historia era dolorosa y no podía imaginar cómo habría sido crecer en un lugar así.
Lo estrechó un poco más, sintiendo como le devolvía el gesto con más fuerza, en ese abrazo había una necesidad tan humana... tan frágil.
No supo cuánto tiempo pasaron en ese silencio, la oscuridad de la cueva lo adormecía y sumado al ronroneo que le recordaba inevitablemente a Philza, le era inevitable relajarse.
El calor de su cuerpo sobre el suyo, el roce suave en su cuello… era casi hipnótico y tsn familiar e íntimo.
Hasta que sintió como lo alzó en brazos y Missa abrió un ojo confundido, bostezando y acurrucándose contra su pecho para dormír.
Pero después recordó que ese no era Philza.
No era su Philza.
El regreso fue rápido, el humo lo envolvió y en un parpadeo, estaban de nuevo en casa, Missa bajó de prisa, cacheteándose suavemente para ocultar su sonrojo.
La casa estaba en silencio, Chayanne y Tallulah dormían y Philza aún no había regresado.
Sobre la mesa reposaba la gema, la tomó y se la extendió a Pheobe.
"Fue un gusto conocerte… aunque solo haya sido por una tarde"
El de negro retiró un poco su velo y por primera vez, le mostró una sonrisa sincera.
"Lo mismo digo... Extrañaba sentir el cariño de alguien" Se inclinó y lo abrazó suavemente, levantándolo con facilidad.
Missa correspondió algo avergonzado y antes de apartarse, dudó por un momento.
Mordió su labio inferior y al final preguntó lo que llevaba rato rondando por su mente.
"Tal vez suene estúpido, pero… ¿yo no existo en sus mundos? Digo, sé que son sus personalidades, emociones… pero pareciera que tuvieran sus propios mundos y sus propias historias"
El silencio después de decir eso se hizo pesado y Pheobe bajó la mirada hacia la gema en su mano.
"Ninguno de nosotros te conoció en nuestros mundos, el Philza original te conoció aquí y cada uno de nosotros tiene una historia distinta, vidas diferentes, conocemos a distintas personas" Levantó la mirada havia él. "Cuando hablé de mi hogar, no era esta isla y a las personas de esta isla no las conozco fuera de aquí"
Missa se sorprendió, intentando procesar lo que dijo, ahora tenía muchas más preguntas...
¿Cómo serían sus propias versiones si él hubiese tocado la gema en lugar de Philza? ¿Serían iguales? ¿Diferentes?
"Entonces… ninguno de ustedes me conoce allá"
"No, pero aun así te reconocimos aquí porque estamos ligados a Philza, somos parte de él" Agarró sus manos, acariciándolas con suavidad. "Te ama en este mundo… y nosotros, de una forma u otra, sentimos lo mismo"
Se inclinó y besó su mejilla antes de desaparecer en la gema, que brilló por un instante con todos los colores antes de volver a la normalidad.
El segador la miró por unos segundos y la tomó con una toalla como precaución, suspirando.
Abrió su comunicador, observando las decenas de mensajes que Philza le mandó.
Todos preocupados y preguntando dónde estaba, respiró profundamente antes de responderle que ya estaba en casa.
Ni siquiera pasaron unos segundos antes de escuchar la Waystone activarse y la puerta se abrió de golpe, sintiendo un peso sobre él.
Philza lo cubrió de besos apresurados, de caricias y de palabras llenas de preocupación por no saber a dónde se lo había llevado.
Missa solo se acurrucó en sus brazos, cerrando los ojos con visible cansancio.
Al fin todo había terminado, las siete personalidades habían regresado a su lugar y por primera vez en días, Missa sintió que ya podía descansar.
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Chapter 10: •Philza•
Chapter Text
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"¿Quieres tener una cita conmigo?"
Preguntó el rubio con entusiasmo, sacudiendo suavemente a su esposo platónico para despertarlo.
Missa gruñó un poco, parpadeando lento mientras intentaba enfocar la figura que lo agitaba, aún se veía cansado.
Tal vez debió dejarlo descansar un poco más, ha tenido citas toda la semana, pero la emoción de que viera lo que le había preparado lo ponía ansioso.
Después de todo, se esforzó mucho y planeó cada detalle de su cita con tanto esmero que le costaba contenerse.
Solo esperaba poder superar o al menos igualar, las citas que sus copias habían preparado.
No quería quedarse atrás... Quería darle a su esposo lo mejor.
"Claro… ¿cuándo salimos?" Murmuró Missa con voz adormilada, sonriéndole con cariño al verlo tan emocionado.
"Ahora mismo"
Philza besó su mejilla antes de levantarlo en brazos con facilidad, sacándolo de la cama y dejándolo caer suavemente en el sillón de la sala, luego le extendió un enorme ramo de rosas, mucho más grande que los que habían traído sus versiones roja y rosa.
Missa se quedó mirando las flores con cara de atontado, todavía medio dormido, hasta que el calor le subió a las mejillas y las tomó con ambas manos.
Esa reacción fue suficiente para que Phil se inclinara, juntara sus frentes y acariciara con ternura sus mejillas sonrojadas.
"Voy a confesar algo" Susurró mientras tocaba su naríz con la suya, torciendo la boca. "Me sentí muy celoso por todas esas citas que tuviste con… esas cosas"
Missa estalló en carcajadas y Phil se apresuró en darle un golpecito en la cabeza, escondiendo su cara roja entre sus manos.
"No me digas, no lo había notado"
Respondió aún entre risitas, dándole un beso en la punta de la nariz y acariciando con cariño las plumas de sus mejillas.
Era muy obvio que Phil había estado celoso toda la semana y no había hecho el menor esfuerzo en disimularlo, le daba risa que lo dijera como si nadie lo hubiese notado.
"En fin... quiero compensarte por ser tan mal esposo, así que preparé una cita linda para los dos ya que nunca salimos ni te regalo cosas hermosas como los dibujos que haces…"
"No necesitas hacerlo si lo sientes como obligación" Replicó Missa, acariciándole suavemente la mano y entrelazando sus dedos. "Ya eres más que bueno conmigo"
"Aún así quiero hacerlo" Insistió y fue un instante a la cocina, regresando con una canasta. "Preparé comida, bueno… Chayanne me ayudó y tal vez hizo la mayoría"
Murmuró con un poco de vergüenza, sentándose a su lado y rodeándole la cintura con el brazo para acercarlo más.
Missa sonrió con ternura, besando varias veces su mejilla.
"Es perfecto... todo lo que hagas lo es, estoy emocionado por lo que preparaste"
Las alas del rubio se esponjaron y revolotearon, envolviendo a su marido con ellas.
Sus mejillas ardían, pero en su pecho solo sentía una inmensa calidez.
¿Qué había hecho para merecer a alguien así?
Lo alzó del sillón entre risas, inclinándolo para besarle ambas mejillas y provocarle risas.
Chayanne y Tallulah, también lo habían ayudado a preparar la cita, no porque quisiera, sino porque lo descubrieron mientras preparaba todo.
Y cuando sus hijos decidían ayudar, no había poder en el mundo que pudiera detenerlos, Tallulah se encargó del ramo de rosas y Chayanne de la comida.
El único problema llegó al salir de casa, Philza tenía la sensación de que los observaban y no solo eran sus hijos.
Habían más personas escondidas pero cuando miró a su alrededor, no vio a nadie.
Hasta que escuchó un golpe, acompañado de una maldición que reconoció de inmediato por la voz de Tubbo.
Y justo detrás de él, al menos otras cinco voces conocidas susurrando para que se callara.
Al parecer uno ya no podía tener ni un poco de privacidad.
Phil bajó a Missa de sus brazos y con una sonrisa pícara, le dio un beso corto en los labios.
A sus espaldas, se escucharon varios jadeos sorprendidos, incluso a Missa qué estaba con los ojos muy abiertos y con un sonrojo en todo su rostro.
No solían besarse en los labios porque en su relación platónica no lo veían necesario, pero hacerlo de vez en cuando no hacía daño…
También resultaba muy divertido ver la reacción de los chismosos que los seguían.
El rubio lo abrazó más fuerte, repitiendo los besos mientras susurraba en su oído que tenían compañía, Missa, aún sonrojado, miró de reojo y casi se atraganta de risa al ver unos lentes flotando en un arbusto y partículas de pociones.
No eran muy buenos espías.
Sin soltar su mano, Philza lo guió hacia el lugar de su cita, en un río cristalino con cascada, un lugar tranquilo y rodeado de flores.
Había planeado un picnic íntimo, a solas… aunque la presencia de todos los chismosos de la isla le robaba parte de esa privacidad.
Extendió la manta sobre el césped mientras Missa acariciaba a uno de sus cuervos que había aparecido para acompañarlo... y de paso espantar intrusos.
Philza sacó su cámara y aprovechó la distracción para tomar varias fotos de su marido, de su reflejo sobre el agua, el ambiente tranquila del momento.
Serían tesoros para su colección personal.
Se sentaron a comer juntos, compartiendo risas y conversaciones que no habían tenido tiempo de disfrutar en toda la semana.
Era como un respiro después de tanto caos.
Entre bromas, vieron a lo lejos la silueta de Tallulah con su gorrito de hongo asomado descaradamente entre los arbustos
Le estaba hablando y dando rosas a los cuervos para que las llevaran hasta ellos y las soltaran sobre sus cabezas.
La escena era tan tierna como ridícula.
Y justo a su lado, el flotador de pato de Chayanne también se distinguía entre los arbustos.
Sus niños eran pésimos para esconderse, pero también eran adorables intentándolo.
Rieron juntos y terminaron de comer, quedándose de repente en un cómodo silencio, lo único que se escuchaba era el sonido de la cascada y los graznidos de sus cuervos revoloteando alrededor.
Intentaron ignorar también los murmullos de los chismosos y el flash de las cámaras en los arbustos.
Missa se acurrucó contra el pecho de Phil, dejando que las caricias y el ronroneo lo envolvieran, suspirando con tranquilidad y una suave sonrisa.
Cuando el sol empezó a descender, se abrazaron más fuerte, agradeciendo en silencio poder estar juntos después de tanto tiempo y tantos problemas.
Seguían cayendo rosas desde lo alto, pero no por sus cuervos, sino por sus amigos invisibles y sus hijos celebrando su unión.
Philza y Missa decidieron ignorarlos para seguir disfrutando del momento, pero no podían evitar reírse.
Juntaron sus frentes y entrelazaron sus dedos, cubriéndose los rostros mutuamente de besos suaves y cortos.
Ese picnic junto al río no fue solo una cita, fue el inicio de muchas más que vendrían en el futuro, un recuerdo que ambos tendrían grabado en sus corazones.
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