Chapter 1: Día 1: Teacher/Student (Lewis/Franco)
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Kinktober Día 1: Teacher/Student
Lewis Hamilton/Franco Colapinto
Castigo
Un golpe suave en la puerta alertó a Lewis de otra presencia entrando al salón de clases. Retirándose los anteojos y cerrando su computadora portátil levantó la vista para encontrar a Franco Colapinto caminando hasta su escritorio, su expresión relajada y una sonrisa fácil tirando de sus labios con la descarada tranquilidad de quien sabe que se metió en problemas pero no le importa en lo más mínimo. Hizo a Lewis fruncir el seño de desagrado, ese chico realmente estaba empecinado en alterar sus nervios.
-Buen día, profesor Hamilton.
-Colapinto, creo que usted sabe porque lo llame en horario del receso.
El chico tuvo la audacia de fruncir los labios y llevar la mano a su barbilla, pretendiendo pensar el motivo por el cual su profesor de filosofía lo habría citado.
"Pendejo de mierda" pensó, arrugando el papel en su regazo.
-¡Nop! No tengo idea profesor. ¿Qué desea usted de mí?
Lo último lo dijo apoyando los brazos en su escritorio, arqueando la espalda para estilizar su figura como un felino que se prepara para saltar sobre una presa. Lewis no se dejó intimidar ni un centímetro.
-Sabe usted muy porque lo llame-expusó el papel entre medio de los dos, haciendo perfectamente visible el escrito con una letra que indudablemente pertenecía al argentino-¿Qué significa esto?
-¿Mi parcial, señor?-pregunto él con inocencia fingida.
-Lo que escribió en la última página de su parcial, Colapinto.
Se mordió los labios, sonrojándose ligeramente. Lewis creyó que había recuperado algún concepto de vergüenza pero esa idea fue rápidamente disipada.
-"El profesor Hamilton está más bueno que Boca ganando la libertadores"
-¿Tiene alguna explicación para esta conducta suya?
-Haber... No pienso en realidad eso de usted profesor-Lewis cruzo los brazos y lo miró intensamente, esperando que se explayara más y automáticamente se arrepintió cuando la pequeña mierda abrió la boca-pienso cosas mucho... Mucho peores.
Desde el primer día que ese chico entró a su clase supo que sería un problema, originalmente lo consideró simpático aunque un poco disperso y demasiado parlanchín, pero nunca se imaginó que sus miradas intensas y sonrisas embobadas escondían algo más. Había comenzado con cosas sutiles, pequeños cumplidos tales como "Que bien se ve hoy profesor" "¿Qué perfume usa? Es riquísimo" "Sus clases son mis favoritas", fue fácil ignorarlo con un agradecimiento o una sonrisa pero aparentemente para el chico de veintidós años eso no era suficiente, y se volvió atrevido de una forma que podría obtenerle una expulsión.
La primera vez fue cuando le entregó un trabajo práctico y sus manos le rozaron más de la cuenta al entregarle la carpeta, la siguiente fue obsequiarle una botella de tequila carísima en medio de toda la clase, solamente porque había estado de viaje en Mexico y quería llevarle un regalo a su "profesor favorito". Enviarle mensajes a su mail de consultas con frases por demás escandalosas "no puedo dormir pensando en usted, ¿Usted piensa en mí?" "Le pasó mi número de teléfono, por si alguna noche quiere llamarme. Siempre voy a estar disponible para usted profesor Hamilton" y una seguidilla de correos en los que no quería pensar.
Y ahora, esto, esa frase. En un exámen que Lewis estaría clasificando, completamente ignorante de lo que encontraría. Y Franco tenía la audacia de sonreírle con una inocencia que no poseía.
-Puedo hacer que lo expulsen por esto.
-¿Y por qué no lo hizo antes?
Franco rodeó el escritorio para ubicarse enfrente de su profesor, mirándolo desde arriba con una superioridad que Lewis quería borrar de un cachetazo.
-Tiene todas las pruebas, nadie dudaría de usted. ¿Por qué no lo hizo ya?
-Queria darle una oportunidad para redimirse de este comportamiento, y así ambos podremos fingir que nunca pasó.
-Es malísimo para mentir, profesor Hamilton.
Lewis vió con ojos desorbitados como el chico se dejo caer sobre sus rodillas, a escasos centímetros de las piernas abiertas del mayor, sus manos pálidas jugueteando con la bota de sus pantalones negros de vestir.
-¿Qué cree que hace?
-Podría haberme rechazado los regalos, bloqueado mis correos, o incluso pudo haber quitado la mano cuando yo buscaba cualquier excusa para tocarlo, pero no lo hizo. Y yo se porqué.
Gateó en la corta distancia que lo separaba del espacio entre las piernas de su profesor. Sus manos subiendo velozmente a sus muslos carnosos los cuales acarició con adoración, sonriéndole en cuanto Lewis comenzó a respirar profundamente con la boca abierta.
-¿Podría decirme cuál es ese por qué?
-Porque usted quiere esto, me quiere a mí-puntualizó recostando la mejilla en su regazo, sobándose contra él como si fuera la más suave de las almohadas-Y todo este acting es solo para darse la excusa de que se resistió, o al menos lo intentó.
Cualquier respuesta coherente que Lewis podría haber dado se diluyó en su mente ante la imagen de esos ojos verdes mirándolo con adoración. Podía sentir toda la sangre fluir al sur de su cuerpo, a su miembro completamente ajeno al lugar tan público en el que se encontraba y que en pocos minutos se llenaría de estudiantes.
-Así que se lo pongo fácil, usted es el profesor decente e intachable que intentó mantener a raya al estudiante caliente por usted, pero lamentablemente perdió la batalla, una muy ardua batalla.
Se burló el menor estirando los labios como un pato, esa facilidad suya para encontrar el humor mientras se frotaba contra el pene de otro hombre irritaba a Lewis de sobremanera. Llevó el puño a los rizos castaños de Franco, obligándolo a erguir el cuello para mirarlo, haciéndole jadear en el proceso.
-Pendejo insolente-los labios carnosos del menor se abrieron en un suspiro cargado de deseo y Lewis solo pudo pensar en lo mucho que quería tener esa boca ocupada.
Entonces así lo hizo. Le escupió directamente en la boca abierta, mirándolo en todo momento con desprecio para ser recibido con un estremecimiento de ese cuerpo delgado y sus ojos verdes, suplicante, amenazando con derramar lágrimas.
-Tiene diez minutos antes de que se termine el receso, usted verá lo que quiere hacer con ese tiempo.
Le soltó el cabello con fuerza y una parte oscura y retorcida en Lewis disfrutó de ver a ese chico usualmente relajado y de carácter coqueto completamente entregado a él y a lo que quisiera darle.
-Solo eso necesito para atragantarme con sus hijos, profesor.
Lewis se reclino en la silla, estirando las piernas hasta donde el pantalón le permitia para que Franco se ubicara más cómodamente entre ellas y rápidamente le bajó la ropa pero sin sacarsela por completo, conciente del poco tiempo que disponían. Franco dejo caer sobre la gorda cabeza un hilo de saliva para facilitarse el trabajo de complacer a su profesor y una vez que tomó la erección en una mano comenzo a bombearla hasta que logró erguirla en toda su imponente magnitud.
-Yo sabía que era grande-murmuro para sí mismo.
Lewis volvió a tomarle del cabello, está vez con más suavidad para hacer que lo mirara y se quedó momentáneamente embelesado con la visión de ese chico entre sus piernas, su rostro atravesado por su propio miembro erguido orgullosamente, reclamando atención.
-¿Qué le dije de hablar en clases Colapinto?
El mencionado se humedecío los labios y se úbico justo sobre su regazo, sus intensos ojos verdes parecían arder.
-Perdón, profesor Hamilton-dijo jadeando sobre la húmeda cabeza para después cubrirla con la lengua.
Franco no dejo de mirar su rostro mientras daba largas y lentas lamidas en el glande con la parte plana en su lengua y presionaba con la punta el orificio, saboreando el líquido preseminal. Lewis tampoco pudo apartar la vista del espectáculo así que descanso su palma pesada sobre sus suaves rizos, usándolo como su punto de apoyo e indicándole que profundizará el contacto. Y su estudiante lo complació.
Se lo llevó a la boca y engulló la mitad mientras el resto que aún no podía abarcar lo estimulaba con la mano en movimientos acompasados. Lewis jadeo en cuanto esa aterciopelada humedad lo enfundó y Franco, gimiendo encantado comenzó a moverse de arriba abajo, despacio al principio pero rápidamente tomando más velocidad.
-Su boca Colapinto...-Lewis le peino el cabello para atrás en un gesto cariñoso-es de los dioses.
Una lágrima rodó por la mejilla del argentino y con solo esa simple frase de motivación empujó más contra el pene en su boca, relajando la garganta en cuanto la cabeza inferior de Lewis comenzo a golpearle la uvula y provocar que su boca se llenara de saliva, gemidos roncos y el sonido remanente de arcadas impactando directamente en el autocontrol del mayor, haciéndole cerrar los ojos mientras empujaba gentilmente contra Franco, cuidando de no ahogarlo más de lo necesario.
El amplio salón de clases hacia retumbar los sonidos húmedos, las puertas firmemente cerradas impidiendo cualquier mínimo indicio de lo que pasaba en el interior escapar al exterior. Franco movió la mano más rápidamente en parte del tronco, necesitando sentir a su profesor explotar en su boca y este procedió a seguir alabandolo, tocando una sensibilidad particular que destrozaba a su estudiante.
-Si... Así Colapinto. Usted es el mejor en esto.
El menor frotó sus muslos entre sí, zizeando de la incomodidad que le generaba la ajustada ropa interior en su estrangulado miembro pero el placer de complacer quien le doblaba la edad siendo mucho más fuerte. Franco no podía dejar de mirar ese rostro tan masculino, moreno e increíblemente apuesto disfrutando de las atenciones que le proporcionaba, las venas en su cuello marcandose de tal manera que hacia resaltar los tatuajes que el menor quería trazar con la lengua. De solo pensar en explorar los secretos que escondia su profesor bajo la ropa casi le hacía olvidar que estaba haciendole un pete en la universidad, a pocos metros de sus compañeros que seguro esperaban el timbre que indicaría el inicio de clases para entrar al salón, y descubrir lo que estaban haciendo...
-Demuestreme que tanto soy su profesor favorito, Colapinto.
La voz ronca del Lewis le regreso a la realidad sin embargo no dejó que la fantasía muriera, al menos no en su cabeza. Imaginandose las miradas de asombro en sus compañeros cerró los labios en el glande de Lewis, ahuecando las mejillas para chupar con fuerza mientras su mano se movía frenéticamente sobre el tronco, llevándolo al límite como era su costumbre pero ahora de forma mucho más placentera.
El hombre mayor arqueó la espalda y en un gemido mudo se dejó ir dentro de la boca de su estudiante, forzando a Franco respirar por la nariz mientras chorro tras chorro de semen le golpeaba la lengua y él se encargaba de empujar a su garganta. Sin ningún tipo de pudor o vergüenza el menor jadeo mientras tragaba, disfrutando el éxtasis de Lewis como propio y no se detuvo de succionar la punta del miembro hasta que lo dejo completamente descargado, hasta la última gota.
Con los párpados pesados y la respiración agitada Lewis observó como Franco usaba su otra mano libre para limpiar el miembro flácido de la saliva que lo cubría, procediendo a guardarlo dentro de la ropa y dejando un beso en su bajo vientre mientras le abrochaba los pantalones.
-Despues de su clase, vaya al gimnasio de la universidad -dijo Franco con la voz ronca, arruinada del reciente uso-en el depósito donde se guardan las colchonetas y las pelotas. Yo tengo la llave.
El menor de los dos se puso de pie y dándole la espalda se bajó sutilmente los pantalones, mostrando las tiras elásticas de lo que obviamente era un suspensorio y el inicio de la línea de sus glúteos redondos. Lewis creía que podía volver a ponerse duro solo por esa escena.
-Lo voy a estar esperando.
Y sin más lo vió llevarse un chicle de menta a la boca, la expresión completamente serena y el cuerpo relajado mientras caminaba hasta su pupitre en el fondo del salón. En cuanto se dejo caer en su lugar el timbre del fin del receso sonó y como si de una película a camara rápida se tratara Lewis vió a sus estudiantes llenar su clase de una sola vez, saludando y charlando entre ellos completamente ignorantes de lo que hace escasos minutos acababa de pasar.
Y Franco, su Franco. Rodeado de los amigos con los que siempre estaba de aquí para allá le miraba intensamente, el deseo brotando de él como una nebulosa cósmica. Lewis nunca deseo tanto llegar al final de su jornada.
Chapter 2: Día 2:Lengerie(Alex&Franco)
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Kinktober Día 2: Lingerie
Alex Albon&Franco Colapinto
El segundo teléfono de Franco
Alex sabía que Franco tenía mas de un teléfono, era imposible que su uso diario fuera de menos de 3 horas cuando se lo encontraba espiando el celular entre reuniones y riéndole a la nada, el rostro sonrojado y los dientes perlados asomando de una sonrisa amplia y traviesa.
Así que como el chismoso profesional que era se dispuso a descubrirlo, lo cual no fue muy difícil porque a los pocos días de emitido ese team Torque dónde lo expusieron como cronicamente online Franco caminaba fuera de la sala de ingenieros con su inseparable mate en una mano, su celular en otro y en una de las mesas de computadoras un único y abandonado celular reposaba solo y desbloqueado, o al menos eso le indico el brillo de la pantalla.
Con la precision de un felino pero no así con la misma elegancia se arrojó dentro de la habitación, capturando el aparato y asegurandose que el cristal estuviera en contacto con su piel para no bloquearse.
-¿Alex? ¿Necesitas algo?
Alex se giro demasiado rápido para ser casual y el ingeniero de carreras de Franco lo miró con una mueca entre intrigada y divertida.
-¡Jego! No te había visto, me asustaste.
-Perdón, vine solamente a apagar mi computadora. ¿Vos?
Alex elevó la mano que tenía el teléfono a la altura de su cara, mostrando de forma calculada solo las cámaras.
-Franco se dejó su teléfono, solo se lo estoy alcanzando.
-Ah, genial. Mándale un saludo de mi parte, nos vemos mañana.
-¡Que descanses!
Se despidió con un saludo al aire y de forma poco disimulada, casi bordeando lo sospechoso camino hasta la oficina que solía usar cuando iba a la fábrica y de la que realmente no tenía un uso particular salvó dejar su mochila y sus pertenencias mientras trabajaba. Ahora le caía justo como anillo al dedo.
En cuanto la puerta se cerró a su espalda y lo recibieron la imagen familiar de su espacio particular y el perfume de ambiente se permitió respirar un poco. Con lo distraído que Franco solía ser dudaba que se daría cuenta en el momento lo que se había dejado atrás, pero si le daba el uso que Alex creía no demoraría en regresar por el aparato o pedir a alguien que se lo guardara. Tenía que actuar rápido.
-Le saco foto al tiempo de uso de pantalla y listo.
Un par de toques aquí y allá y ya tenía la información que quería ¡Diez horas de uso de pantalla! Y después tenía el tupé de reírse de él. Rápidamente sacó su celular de su bolsillo y tomo la prueba que necesitaba.
Con su curiosidad saciada no veía sentido en seguir husmeando en el aparato por lo que se dispuso a bloquearlo con la intención de eventualmente regresarselo a su dueño, pero como si de un guión predecible de una mala película se tratara una alarma destello en la barra de notificaciones, un recuerdo de una foto de hace un año. Si hubiera sido la típica imagen de Franco sonriendo en primera plana o posando sin camiseta para mostrar sus abdominales Alex probablemente lo habría ignorado, pero incluso en el minúsculo cuadrado de la notificación noto un pequeño destello rosa que asociaba más a encontrarlo en una chica que en un hombre.
Y siendo Alex Albon más chusma que persona no dudo en abrir la notificación, flasheando ante sus ojos la fotografía de Franco desde la cadera hacia arriba, su torso blanquecino perfectamente depilado exhibiendo un pequeño corpiño de encaje rosa, ajustado de tal forma que sus pectorales llenaban perfectamente la tela, y apareciendo apenas en la imagen se veía la tira fina de la parte inferior que hacía juego.
-¿Qué?
Cuando retrocedió al menú de la galería de fotos las miniaturas que vio fueron suficientes para dejarle pálido y con la boca abierta, cualquier palabra o comentario que se le cruzará por la cabeza en completa desconexión con su voz.
No eran una, ni dos, o diez. Eran cientos, CIENTOS, de fotos del mismo calibre; Franco semidesnudo usando ropa interior de mujer, Franco con la camiseta de Williams sentado de rodillas sobre una cama dándole la espalda a un espejo que inmortalizaba su culo redondo calzado en la tanga azul más pequeña y escandalosa que hubiera visto. Había fotos incluso peores porque parecian haber sido tomadas entre fines de semana de carrera. Una en específico que le llamó la atención lo tenía a él como protagonista obviamente, el mono ignífugo blanco apoyado apenas en sus muslos para que las tiras del colaless blanco surgieran entre la tela adornado con moños blancos a los costados, tan delicados que contrastaban completamente con la habitación de paneles color hueso del garage de Williams.
Eso era, claramente, algún tipo de fetiche. Y Alex ya no tuvo suficiente valor para aventurarse más abajo de la cámara, temeroso de lo que encontraría.
-Dios... Franco.
El chico parlanchín y risueño que se cruzaba de vez en cuando en sus días de academia y que ahora llamaba compañero por las últimas fechas de la temporada 2024. El que parecía tener un talento innato para las cámaras y el coqueteo tenía un secreto demasiado interesante.
Lo primero que hizo en cuanto salió de su estupor, mucho antes que avisar a Franco que tenía su teléfono como correspondía, fue llamar a la única persona que podía confiarle este descubrimiento.
-¿Alex?
-George. No te imaginas lo que tengo para contarte.
Chapter 3: Dia 3: Pregnancy (Pierre/Franco)
Notes:
Está historia fue de las que más me costó terminar porque físicamente no podía parar de escribir, las ideas me seguían llegando jjjj lo tuve que cortar para que no quedara tan largo y aún así me dejó con esa sensación de querer desarrollar más este au, quizás algún día lo haga quien sabe
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Kinktober Día 3: Pregnancy
Pierre Gasly/Franco Colapinto
Breve mención Flavio Briatore/Franco Colapinto
Trigger warning ⚠️: genitales ambiguos, no me decidia por ninguna de las dos opciones así que lo deje a libre interpretación del lector.
Al Filo
La mirada de Franco estaba perdida en la imagen al otro lado de la ventana, en las olas que rompían de forma exquisita en la costa siciliana iluminada por el sol dorado de la mañana. El cordón de lujosas edificaciones bordeaba el punto donde la playa y el mar se fusionaban, algunos yates cruzaban de ves en cuando frente al hogar de Franco quien deseo, por unos segundos, estar en cualquiera de esos yates relajandose en el sol y completamente libre de responsabilidades, pero desafortunadamente esa no era la vida que le tocaría experimentar en un futuro cercano, o quizás nunca.
-Voy a volver en unos tres meses-dijo su esposo parándose enfrente de él-Espero recibir buenas noticias antes de eso.
Esa última frase podía sonar indiferente, como un comentario al azar. Pero Franco podía identificar perfectamente la amenaza velada en sus palabras, le hizo observar a Flavio con ojos inseguros y una sonrisa estrangulada.
Su esposo esperaba de él un niño que en un año me matrimonio aún no llegaba.
-Deseo y pido a Dios por lo mismo, señor-respondió él, la voz proyectando una firmeza que rogaba sonara real.
Flavio le acaricio el cabello en su coronilla con una mano de la misma forma en que un dueño se despide de una mascota y procedió a dirigirse al jefe de seguridad de la casona. Dando las mismas órdenes que impartía cada vez que se ausentaba.
"Mantén la seguridad en todas las entradas"
"Pedí al jefe de la policía todos los registros de los extranjeros que hayan entrado a la isla está semana"
"Busquen las amenazas, neutralizenlas y eliminen cualquier rastro"
"El chico no puede andar por la ciudad solo"
"Quiero a Pierre siguiéndolo como su sombra"
Se mordió los labios tragándose la bilis que le trepaga por la garganta. Chico. Niño. Él. Franco si se encontraba de un humor particularmente bueno. Pero nunca se refería a él como su esposo o siquiera con algún apodo afectuoso, Franco estaba seguro que Flavio lo veía igual que una vasija costosa o un reloj de colección, solo un objeto para usar ocasionalmente mientras que el resto del tiempo lo abandonaba en una vitrina para acumular polvo.
Había pagado por la mano de Franco después de todo.
Habiendo nacido con la capacidad de concebir Franco siempre fue conciente de que su vida nunca sería como la del resto. Los chicos con su misma condición eran valuados y muy escasos por lo que no era extraño que terminaran en matrimonios concertados. Lo que le diferenciaba del resto era que su familia había decidido venderlo a un capo de la mafia italiana de entre todos los candidatos.
Y usaba la palabra venderlo porque así se le fue informado, una vez que Flavio pagó por él lo sacó de Argentina y le informó sin una pizca de tacto que nunca más volvería a ver a su familia. Ya no era un Colapinto, ahora pertenecía a la casa Briatore y si deseaba que sus seres queridos que había dejado atrás vivieran vidas largas y felices no los buscaría ni les contactaría a menos que deseara volverlos objetivos de los enemigos de su esposo.
Entre lágrimas amargas y una desolación que le quemaba el pecho juró obedecer.
En silencio observó como la seguridad personal de su esposo lo escoltaba a su vehículo negro y sin siquiera dedicarle una última mirada se retiró con la misma velocidad en la que llegó la noche anterior. Los empleados de la casa y los guardaespaldas despidiendolo con saludos cortos, exacerbados de respeto.
-Pierre...
-¿Si, señor?-respondio él en voz baja, Franco no recordaba haberlo tenido a su espalda. Pero después de todo, Pierre era prácticamente su fantasma.
-Me voy a la cama, me duele la cabeza. Qué nadie me moleste.
El francés asintió con la cabeza y Franco se perdió en los pasillos de la casa, el alma cansada y el corazón pesado. Ya no aguantaba más.
§§§§§
Pierre
tu café está listo
¿Puedes venir a buscarlo? ¿Las mucamas están limpiando las habitaciones del señor Briatore y yo estoy sola aquí.
Pierre hizo una mueca a su teléfono y procedió a guardarlo en su bolsillo, sintiéndose momentáneamente exasperado.
Usualmente llamaría a otro compañero para que lo cubriera vigilando el pasillo de las habitaciones de Franco mientras él se ausentaba, pero debido a las recientes amenazas que su jefe había recibido y el dato de la presencia de sicarios con pasaportes de turistas en la isla todo el personal armado de la casa se encontraba en el exterior, tanto en los alrededores de la casa como en la ciudad recaudando información por lo que él era el único guardaespaldas disponible. Se debatió internamente si abandonar su posición por unos minutos o permanecer allí hasta que sus compañeros regresaran, sopesando la perspectiva de que quizás ellos tardarían en completar sus rondas y él ya sentía el peso de 24 horas despierto en el cuerpo.
Era lo común con o sin amenaza de por medio. Cuando el señor Briatore estaba en casa, nadie dormía.
Voy
Salió disparado por las escaleras con la velocidad de una gazela, recordándose una y otra vez que solo iba a demorar unos minutos. Que Franco estaba dormido y las ventanas y paredes de su habitación estaban diseñadas para resistir disparos, si es que alguien era lo suficientemente estúpido como para disparar a la mansión de un mafioso.
Atravesó una sala atestada de cuadros y esculturas más viejas que su propio dueño hasta llegar a la cocina donde una mujer revolviendo unas sartenes le daba la espalda, la taza humeante descansado tentadora en la isla de mármol.
El francés le dió un trago largo, bajandose casi la mitad de una sola vez. El líquido caliente le quemó la garganta.
-Esta caliente-dijo la mujer, aún sin mírarlo.
-Gracias por la información-respondió sarcásticamente pero sin malicia.
Soportando el ardor Pierre se llevó la taza a los labios por última vez, consumiendo el café como si la vida se le fuera en ello. Y quizás así sería porque la orden era ser la sombra de Franco, no había una cantidad exacta de horas ni días, solo la obligación de no separarse del joven esposo de su jefe.
Ese chico que era incluso menor que él y que miraba las ventanas con ojos tristes. Le recordaba mucho a los pájaros que se les cortaban las alas y los mantenían enjaulados, alejados de forma indefinida de la libertad de los cielos, Pierre sentía mucha pena por él.
-Gracias.
Una vez concluido su frugal desayuno se regresó con la misma urgencia al camino por el que vino, ocasionalmente cruzando a alguna de las empleadas de la casa en medio de sus labores. Estaban todas tensas y nerviosas, como hormigas alborotadas que aún intentan caminar siguiendo la misma línea de sus compañeras. Era la primera vez que la integridad del hogar Briatore se veía amenazado y decir que nadie del personal estaba preparado para algo así con excepción de la seguridad sería una obviedad.
En cuanto llegó a la puerta que sería su única compañía por las próximas horas no pudo evitar obedecer a la voz en su cerebro que lo urgía a comprobar que todo estuviera realmente como lo había dejado. Y la primera alarma de alerta trinó en sus tímpanos.
Apenas palpo el picaporte de la puerta no lo sintió tan firme como cuando alguien le ponía el seguro. Franco tenía la costumbre de encerrarse en su cuarto siempre con seguro, giró la perilla y con facilidad la puerta cedió ante el empuje. La iluminación natural salpicaba una cama de sábanas de satín sedosas y desechas por el uso, sobre ella varias prendas de ropa se encontraban desperdigadas sin cuidado, los armarios estaban abiertos de par en par, los cajones desordenados y a medio abrir y el dueño de la habitación completamente ausente.
-¿Señor?-dijo en voz alta, imaginando con cierta esperanza que quizás se encontraba en el baño.
Cuando la única respuesta que obtuvo fue el silencio se dirigió al lugar abriendo la puerta de par en par. Completamente vacío e inmaculado, Franco no había puesto un pie allí.
-¡Franco!
Nuevamente silencio, busco con la mirada las esquinas del techo donde las cámaras espías estaban dispuestas y maldijo en silencio. La noche anterior las cámaras de la casa habían sido desactivadas por la interferencia de una señal extraña que solo podía significar el ataque de algún tipo de hacker.
¿Acaso Franco lo sabía?
-Mierda.
No concedió un segundo más cuando atravesó la habitación casi eyectado, tratando de descifrar a dónde podría haber huido el chico en tan corto tiempo. Su primera opción fue el garage en el subsuelo de la casa donde su jefe guardaba sus autos de colección, aparte del enorme portón automático existía una salida de emergencia que lo enviaría directamente a la playa y de ahí, a cualquier lugar en la ciudad atestada de asesinos enviados exclusivamente por sangre Briatore. Si ellos le ponían una mano encima...
Apuró el paso incluso si le ardían los pulmones y su propio aliento le quemaba la garganta, el subsuelo era uno de los espacios más alejados de la casa y que probablemente no tendría ningún tipo de presencia dadas las condiciones de seguridad en la casa. Franco seria libre de huir como nunca antes tuviera la oportunidad.
Ese mocoso... En otras circunstancias Pierre podría admirar su valor.
Jadeando se úbico enfrente de la larga fila de vehículos que, en cuanto grito "luz" la iluminación del techo les hizo brillar de forma resplandeciente. Pierre los recorrió con lentitud, buscando algún detalle, cualquier cosa, así fuera mínima, que le indicará que Franco no había podido huir aún porque no tenía acceso al código que abría la puerta de emergencia, o al menos eso rogaba.
-Ahí estas-murmuro, y camino con la tranquilidad de un hombre que no perdería la cabeza por no hacer su trabajo.
El auto de Franco, obsequiado por Flavio, se guardaba junto con el resto de la colección. No podía recordar la última vez que había visto al argentino usarlo, pero si recordaba lo mucho que disfrutaba hacerlo ronronear y tomar los caminos sinuosos con una velocidad que podría enviar a su esposo a la tumba. Abrió la puerta del acompañante sin seguro y se úbico junto al chico que aparentemente había abandonado la tarea de esconderse y ahora miraba algún punto fijo en el vacío, abrazando la mochila en sus brazos como si pudiera fundirla contra su pecho.
-Cambiaron la clave de la puerta de salida-musito sin mirarlo.
-Se cambió todo durante la madrugada.
Pierre lo observo fijamente, frunciendo el entrecejo. Él realmente sabia la clave anterior, habría escapado sin ningún problema.
-¿Vas a contarle a mi esposo lo que quise hacer?
-Es mi trabajo señor.
Franco no dijo nada por un par de segundos y eventualmente rompió en risas, secas, sin humor, que disimulaban muy mal el sollozo.
-Él va a matarme.
-Él no lo haría-dijo en un intento de consolarlo pero la inseguridad en su voz decía más que cualquier palabra.
-No soy estúpido Pierre. Ya lo oíste antes, él quiere un hijo, y yo no estoy embarazado, dudo poder estarlo alguna vez.
Una lágrima amarga le recorrió la mejilla colorada de emociones contenidas. El miedo, la incertidumbre, la bronca. Todo bullía dentro de él de tal manera que le hacía temblar.
-Franco... Si puedo llamarte así-el menor asintió-sos joven aún, y Flavio goza de muy buena salud. En algún momento seguro...
-¡Él no puede!-grito desesperado. La mirada de Pierre se tornó triste y la de Franco, desolada-¡Flavio ya no puede tener hijos! ¡Pero es un hijo de puta egoísta y prefiere culparme a mí en vez de aceptar que sin importan quien sea. Yo, otro chico, una mujer. Él no puede hacerle un hijo a nadie!
Franco golpeó el manubrio. Una. Dos. Tres veces, hasta que la cara se le puso húmeda y los ojos rojos.
-Me compró como una yegua de cría, antes de poner un solo centavo en el bolsillo de mis padres me hizo examinar de arriba abajo ¡Porque obviamente Flavio Briatore jamás compraría un bien defectuoso! Él sabe que soy fértil, que puedo tener bebés, ¡Él es el problema!
Histérico, Franco quiso volver a pegarle al manubrio solo para ser detenido por Pierre, quien tenia el cuerpo completamente volteado en su dirección. El menor tironeo de su brazo pero el agarre de su guardaespaldas era firme por lo que, molesto, comenzó a golpearle el pecho.
-¡Soltame!
-Vas a lastimarte si seguís así.
-¿Acaso te importa?-contesto ácido, aún forcejeando por liberarse-No le importo ni a mis padres. Dudo que le importe a alguien que le pagan por vigilarme.
-Sos mi trabajo, y mi obligación-respondio solemne, pero seguidamente habló en un tono de voz bajo y dulce-pero eso no quiere decir que no me preocupe por vos. Sos un ser humano Franco, no sos un animal, ni un objeto.
Franco lo miró a través de sus pestañas húmedas enmarcando unos ojos rojos que reflejaban mucho para tan corta edad. Se dejó caer contra el torso de Pierre y silenciosamente sus manos se aferraron al saco negro de vestir, presionando la tela en sus puños mientras ocultaba el rostro en la camisa blanca. Pierre lo rodeo con los brazos, desconcertado pero comprensivo de todas formas, reprochandose el cruzar la línea profesional con el jóven esposo de su jefe mientras susurraba palabras reconfortantes contra su cabello sedoso.
-Él ni siquiera me hace el amor...
El argentino ladeó el rostro para descansar la mejilla en la mancha húmeda que acababa de realizar, permitiendo a Pierre poder ver su rostro a detalle. Tenía el labio superior enrollado dentro del inferior, los párpados y las mejillas enrojecidas. Incluso en su tristeza Pierre no pudo evitar admirar su belleza, y lo dolorosamente jóven que era en comparación a Flavio.
-Solamente... Me pone de espaldas y... y-sus mejillas quemaban contra la piel cubierta del mayor, pero Franco parecía incapaz de detenerse-... Apenas me toca. Y termina. Y se va a su cuarto. Me hace sentir sucio... Y feo.
-No sos feo, para nada.
Pierre creyó ver la sombra de una sonrisa iluminando ligeramente el rostro de Franco.
-Se que no. Pero es lo que él me hace sentir.
-Si puedo darte un consejo, no le dejes ganarte, ni meterse en tu cabeza para arruinarte. Aguantaste un año aquí, sos fuerte, más fuerte de lo que crees.
-Gracias Pierre. Es la primera vez en bastante tiempo que alguien me habla así.
-¿Así como?-cuestionó mientras Franco finalmente se separaba de él, sentandose erguido en el asiento del conductor, algo de la tensión en su cuerpo parecía haberse desvanecido.
-Con respeto. Aquí todos me tratan como si fuera un pendejo tonto que tiene sus días contados.
Pierre no dijo nada ante eso. Él sabía muy bien que lo que el menor sentía era exactamente la realidad.
-Vamos arriba antes de que Oliver y los otros lleguen y los dos nos metamos en problemas.
Franco lo vió con los ojos muy abiertos mientras descendencia del auto para seguidamente imitarlo, olvidando la mochila desbordada de ropa dentro del vehículo.
-¿No vas a contarle que yo...?
Antes de que Franco pudiera seguir las luces blancas en el techo se tornaron de un profundo rojo, un pitido potente y continúo trinó por toda la casa y para cuando Pierre se úbico junto a él el estruendo de una explosión hizo temblar el piso.
-¡Pierre!
Una segunda explosión, mucho más cerca, les hizo trastabillar a los dos. El mencionado tomó a Franco de los hombros, protegiéndolo con su cuerpo y brindadole estabilidad para mantenerse de pie. Él le rodeo la cintura con desesperación, pegandose a su cuerpo y buscando con la mirada el origen del ataque.
-¡Es el portón!-señalo Franco-¡Quieren entrar por ahí!
El más alto de los dos hombres siguió con la vista el lugar señalado por el más bajo, y efectivamente, el sonido del metal grueso del portón eléctrico siendo forzado por el exterior le confirmó que se encontraban bajo ataque, y ellos estaban en la línea de fuego. Afortunadamente para ambos, era quizás el mejor lugar en la casa para estar.
-¡Vamos Franco!
Tirando de su cuerpo menudo y tembloroso Pierre lo arrastró con él hacia la pared en su costado izquierdo y tanteando una vitrina donde se exhibían fotos antiguas Franco lo observo tirar del mueble, abriéndose para ellos una puerta secreta totalmente desconocida para el más joven.
Pierre los empujó a ambos dentro, la vitrina a sus espaldas cerrándose por si sola para dejar atrás el incesante sonido de golpes y una tercera explosión que hizo vibrar las paredes. Pierre aprisionó el cuerpo de Franco con el suyo propio y la pared, apretándolo a tal punto que ambos podían sentir perfectamente el latir desbocado de sus corazones y sus respiraciones aceleradas, Pierre con toda la intención de ejercer de escudo humano por si alguien acababa por descubrirlos.
Franco escondió el rostro una vez más en el pecho de Pierre, abrazándolo con fuerza. El aroma de perfume masculino y sudor penetrando sus fosas nasales casi al instante, calmando el miedo desgarradoramente helado que sentía, recordándole que no estaba solo. Qué había alguien en todo ese mundo que aún estaba para él, incluso si solo era trabajo, o una obligación, Pierre era su compañía constante desde que cayó en las garras del mafioso de su marido y durante un año entero había velado por su seguridad como nadie. Los otros empleados de la casa se ocupaban de mantenerlo vivo pero siempre alejados y reacios a su presencia, solo su guardaespaldas parecía realmente verlo. No al pequeño esposo trofeo de Flavio Briatore. A él, a Franco, al chico de veinte años que anhelaba la libertad.
Le rodeó con mucha más fuerza si es que aún era posible, y Pierre le correspondío.
-Tranquilo, no voy a dejar que nada te pase.
Franco sonrió de forma genuina por primera vez en el día, y quizás en mucho tiempo. Y aunque la amenaza de la muerte pendía sobre su cabeza, al menos no estaría solo.
Permanecieron así por un buen rato, abrazados y ajenos a cualquier forma de distancia. Las gruesas paredes de la habitación evitando que cualquier sonido del exterior llegará a ellos, la alarma ya no sonaba pero la luz roja seguía parpadeando indicando aún un estado de peligro. Pierre acarició inconscientemente el cabello de Franco, su prioridad de mantenerlo tranquilo súperponiéndose a su impulso anterior de dar su vida por él. Ya pasada la impresión del ataque inicial podía pensar con claridad nuevamente.
-Esta es una habitación del panico, una vez abierta nadie puede entrar por fuera. Solo nosotros podemos abrirla.
-¿Cuánto... Cuánto vamos a estar aquí?
-Lo que haga falta-Pierre le tomó del menton para mirarlo a la cara, buscando alguna herida o signo de dolor-se que hay comida de emergencia y ropa suficiente, nos podemos esconder aquí hasta que los demás lleguen, si es que no han llegado ya.
Franco se mordió el labio inferior, la vergüenza apoderándose de su mente al ser consciente de la cercanía con Pierre y como sus ojos azules le recorrían entero. El francés era apenas unos cuantos años mayor que él, y si bien siempre supo que era un hombre guapo tenerlo tan cerca era como un bofetazo de realidad, recordandole las miradas disimuladas que le echaba a veces. A la barba castaña que remarcaba la forma fuerte de su mandíbula y sus pomulos, su cuello musculoso, su gesto serio que se transformaba con apenas el tirón de sus comisuras. Y su risa, Franco la había escuchado muy pocas veces pero la recordaba perfectamente, te invitaba a reírte con él, a compartir su felicidad.
Franco extrañaba reír. Y haciendo memoria, las pocas veces que había reído en ese año siempre fueron en compañía de Pierre.
-Oliver dice que el sistema de seguridad actuó rápido, la casa está sellada-susurro el frances con la mirada en su celular, Franco no recordaba haberlo visto siquiera quitar una mano de él-Los que nos atacaron huyeron, los están persiguiendo con algunos policías. Él nos dará la orden de cuando salir.
-Gracias Pierre-respondio Franco, respirando con cierta dificultad.
-Estas colorado-Pierre le tomó del menton una vez más, obligandole a mirarlo-¿Estás bien?
Abrió la boca encontrandose completamente desprovisto de palabras para responder, sus ojos tímidos pero anhelantes miraron a Pierre con una intensidad desconocida para él, desconcertandolo. Y antes de que pudiera alejarse o volver a hablar Franco se paró de puntillas y junto sus labios contra los del francés.
Estaba jugandose su vida, su supervivencia. Pierre era su guardaespaldas pero sobre todas las cosas respondia a su esposo, un hombre que bien podria matarlos a los dos por esto. Pero si de todas formas iba a morir, ya sea por infiel o por no poder darle un hijo a la familia Briatore al menos no lo haría con arrepentimientos.
Pierre no se alejó pero tampoco le correspondío, permaneció inmóvil, pasmado, con un brazo en la espalda de Franco y la otra impavida al costado. El argentino se separó de él con un sonido húmedo, pasando de rodearle la espalda a subir sus manos hacia sus hombros para estabilidad.
-¿Por qué?
-Voy a morir de todas formas-murmuro el argentino-si no es por los enemigos de Flavio hoy será por él mismo porque no estoy embarazado. Así que... Quiero hacer lo único que realmente deseo hacer antes de eso.
-No... No puedo...
Franco pasó a besarle con dulzura la nuez de Adán, arrastrando los labios contra su barba incipiente de un par de días sin afeitar, haciendo a Pierre suspirar.
-Por favor Pierre. Aunque sea solo una vez...
Dejó un último beso en su mandíbula para mirarle a los ojos una vez más, suplicante, deseoso. Ardiendo por dentro de algo que realmente nunca había experimentado, su respiración profunda a la vez que el francés le acariciaba la curva de su espalda baja.
Pierre pensó en cien y un motivos para negarse, para simplemente separarse del pecado que era el cuerpo de ese hombre y garantizarse un día más de vida. Pero ni siquiera eso era suficiente para darle algo de voluntad, era un hombre débil, muy débil si se trataba de un argentino que se escondía en su pecho y lo miraba como si fuera el mayor objeto de su deseo.
-Por dios Franco-dijo ahuecando la mejilla del chico en su mano, quien en respuesta se recostó en su toque. Derrumbandolo.
Él no era para nada fuerte.
Junto sus bocas nuevamente con una urgencia que dolía, Franco gimió en sus labios y tiró con fuerza de sus hombros, necesitando sentir cada centímetro de él. Pierre tampoco se quedó atrás, le comió la boca con una voracidad que hasta ese momento le era desconocida, saboreando la dulzura de sus suaves gemidos mientras empujaba uno de sus muslos entre las piernas de Franco, estimulandolo a separarlas para él. Y cuando lo hizo se ubico rápidamente entre ellas, tomándolo de la cintura para tirar de él hacia arriba a lo que Franco correspondío rodeando a Pierre con las piernas.
-Te necesito... Te necesito tanto...
Pierre lo silenció metiendo la lengua en su boca abarcando tanto espacio como podía permitirse, acariciando la lengua del menor y haciéndolo acariciarle también, compartiendo el regusto de la saliva y sus respiraciones aceleradas.
Se besaron sin cuidado, con una urgencia que solo podía explicarse por el fuerte anhelo que sentían el uno por el otro. Con los ojos firmemente cerrados Franco se dejó dominar por el francés a su antojo, disfrutando de las manos que ahora le tomaban de los glúteos y como le atrapaba la lengua entre los dientes, para después succionarla dentro de su boca, haciéndole gemir como nadie.
Cuando finalmente se despegaron de la pared Franco se preguntó muy superficialmente a dónde le estaban llevando. Su duda fue rápidamente respondida cuando la superficie blanda y extremadamente suave de una cama les acogió, Pierre desenredo los brazos de Franco de su cuello y se alejo de él, haciendo al menor perseguir su beso, hambriento de más.
Se irguió entre las piernas de Franco con una presencia que demandaba orden, poder. Y Franco estaba dispuesto a darle eso y más.
Se quitó el saco de vestir con paciencia, dejándola caer en algún lugar fuera de la cama para arremangarse la camisa, Franco siguiendo cada movimiento con un suspiro necesitado, deseando sentir esos brazos fuertes en su cuerpo otra vez.
-¿Puedes... Quedarte así?
-¿Por qué?-cuestionó el mayor en un jadeo, adivinando la respuesta.
-Me encanta como te queda tu uniforme de trabajo.
-¿Hace cuánto que quieres esto, Franco?-preguntó una vez más, llevando sus manos al cinturón de cuero para deslizarlo fuera de sus pantalones. Los ojos de Franco estaban tan dilatados que casi parecían negros.
-Hace muchísimo-respondio humedecidndose los labios con la lengua.
Con el pantalón colgando flojo de sus caderas Pierre se úbico encima de Franco, apoyando el peso de su cuerpo en sus rodillas y codos para no aplastarlo mientras buscaba sus labios otra vez, besándolo un poco más lento, profundo y húmedo.
-Sentí-dijo entre besos, tomando la mano de Franco para llevarla a su hinchada entrepierna-Esto es lo que me provocas, Franco.
El argentino pareció temblar de arriba abajo, ahuecando el duro miembro en su palma y acariciándolo suavemente, arrancando un zizeo de Pierre.
-No me importa si tú marido me tira en el medio del mar. Todo habrá valido la pena.
Un lloriqueo débil escapó de los labios de Franco, su corazón demasiado vulnerable y enternecido. Después de largos meses de sentirse repudiado y solo en una cama fría, las palabras de Pierre eran un bálsamo cálido para él.
Tiro de sus shorts deportivos y la ropa interior, deslizandolas por una sola de sus piernas. Su interior mojado ardiendo de deseo por el hombre encima de él.
-Por favor Pierre, no aguanto más. Haceme el amor.
Pierre reclamó sus labios a la vez que deslizaba una mano hacia el elástico de sus boxers, liberando su miembro duro que rebotó contra el muslo de Franco al ser liberado de la tela que lo extrangulaba. Jadeando, el mayor apoyo sus frentes juntas, mirando cada milímetro del rostro de Franco cuando dejó caer su pelvis suavemente contra la de él, guiando la cabeza de su pene a la entrada resbalosa del menor. Su respiración se volvió laboriosa en cuánto su glande besó el pequeño orificio empapándose de lubricante natural y finalmente empujó contra él, poco a poco, haciendo a Franco gemir en voz alta. Sus miradas ancladas entre sí, celeste y avellana fusionándose en el calor de sus cuerpos volviéndose uno.
La sensación era sublime, exquisita. Las paredes de Franco recibían a Pierre sin oponer resistencia, húmedas y perfectas para él. El miembro de Pierre llenaba el interior de Franco de forma que no había experimentado antes, estirando y abriéndose camino en él hasta llegar al fondo, hasta que los huesos de la cadera de Pierre descansaron en la cara interna de los muslos pálidos. El cuerpo entero de Franco temblaba, y Pierre rozaba su nariz respingada con la propia, incapaz de contenerse de tocar a Franco con cada parte de sí mismo.
-¿Estás bien?-cuestionó casi sin aliento. Franco asintió, acariciando la mejilla de Pierre en el movimiento.
-Estoy perfecto. Esto es perfecto-Franco le tomó del rostro con ambas manos, sus ojos centelleando como si galaxias enteras se ocultaran ahí-Vos sos perfecto. Tan perfecto para mí.
Tiro de él para besarlo con hambre, rodeandole con las piernas para que supiera que estaba listo para seguir. Pierre le correspondío el beso con el mismo deseo intenso mientras salía de él hasta la mitad y volvía a enterrarse en el. Una vez. Otra vez. Y otra vez. Y una vez más.
Sus embestidas lentas y profundas los hicieron suspirar y gemir en medio del beso, robándose el oxígeno y repartiéndolo de una boca a otra. A veces Pierre salía casi por completo y se empujaba fuerte dentro de Franco, haciéndole sobresaltar e hipar de placer. Él le mordió los labios, se los chupó, buscó su lengua con hambre para enredarla con la propia, le acariciaba las mejillas ásperas con las manos para después hacer un camino desde sus hombros firmes hasta la espalda donde arrugó la tela de su camisa blanca en sus puños. Pierre se sentía maleable y casi esclavo de su toque, quería más de él. Mucho más que este momento encerrados en un cuarto protegido los dos solos. Ya lo había probado, y dudaba de estar satisfecho de él.
-Me encantas Franco, no te das una idea cuánto.
Si es que Franco se dispuso a contestarle no lo pudo saber porque en ese momento sus embestidas pasaron del ritmo acompasado y sensual a uno más caótico y frenético, consiguiendo que la cama se meciera de atrás a adelante al compas de sus movimientos.
-¡Ah! ¡Ah! ¡Si! ¡Así Pierre!
La voz de Franco cargada de placer y urgencia era como una melodía para los oídos de Pierre, quería seguir escuchándolo hasta que el sonido se le quedará grabado en la memoria. Le sujetó de las piernas por la parte posterior de las rodillas, buscando un ángulo más cómodo para molerse en su interior con velocidad y Franco le recompensó con más gritos y palabras que denostaban su placer contra su oído. Sonrió, preso de una felicidad desconocida.
-¡Por Dios! ¡No pares! ¡No pares por favor!
Delirante de placer Franco se abrazó a Pierre como un koala, un brazo en su espalda y otro en su cabello, empujando su rostro contra su cuello dónde su aliento caliente le erizó la piel. La fricción de su ropa y la de Pierre en su piel era deliciosa, estimulando cada terminal nerviosa, sus pezones erguidos y dolorosamente duros recibiendo el peso del torso de Pierre, esas manos grandes agarrando sus piernas con fuerza, hundiendole los dedos. Todo lo que hiciera y tocará Pierre lo llevaba al borde, y su maravilloso pene le hacía tocar el cielo con las manos, podía escuchar perfectamente el sonido lascivo que generaban sus jugos con cada arremetida impetuosa y solo por eso se sentía mojarse aún más. Era solo la primera vez, pero Franco ya se creía adicto a esto. Adicto al sexo con Pierre.
-Franco... Voy a...
-Adentro... Ahh... Hacelo adentro.
Pierre se detuvo al instante ante esas palabras, retrocedió un poco para mirar a Franco a los ojos. La inseguridad y el placer ardiendo en una combinación peligrosa.
-¿Estás seguro?
Él asintió con la cabeza, mordiéndose los labios. Pierre creyó sentir que sus entrañas le succionaban y no tuvo otro remedio que seguir embistiendolo, construyendo el ritmo una vez más hasta que la respiración se le hizo acelerada y el sonido de palmadas que generaban los glúteos de Franco cuando los chocaba se hizo apasionado e incesante. Franco volvió a gritar desesperado, haciendo imposible para Pierre apartar la mirada de él.
-¡Si! ¡Si! ¡Lléname! ¡Acabame adentro!
Pierre apretó los dientes, moviéndose tan rápido que el tirón de un calambre le recorrió la columna, sintió su estómago tensarse y el interior de Franco temblar y mojarse obsenamente, llegando primero al orgasmo.
-Te... Te voy a llenar la panza con mis hijos.
-¡Por favor Pierre! ¡Por favor!
Las súplicas de Franco fueron la clave para él, el movimiento ridículo de la cama cesó en cuanto Pierre se enfundó hasta los testículos en el argentino, vaciandose en él de tal manera que le robó el aliento. Franco grito y tembló aún más debajo de él, un segundo orgasmo azotandolo solamente por tener el semen caliente de Pierre disparado directamente en la carne suave de su cuello uterino. Sonrió complacido mientras acariaba el cabello de Pierre quien, completamente exhausto dejó caer todo su peso contra él y Franco disfrutó plenamente de la sensación de su cuerpo caliente, tan masculino y grande contra el suyo, cubriendolo, arropandolo como una manta humana. Lo sabía. Lo sabía incluso antes de bajar de la nebulosa de éxtasis.
En menos de un año, habría un bebé en sus brazos.
Dos horas más tarde Oliver Oakes, el jefe de seguridad de la casa Briatore hizo sonar el teléfono de Pierre.
-Gasly. Informe.
-Oakes, sigo con el esposo del señor en la habitación del pánico. No se escuchó otro ataque al portón del garage.
-Bien, la casa va a permanecer sellada hasta que hallamos pillado al último de esos hijos de puta, los empleados tienen la orden de no salir. Igual para ustedes.
-Ok.
-¡Mgh!
-¿Qué...?
-Es el señor Franco, tiene pesadillas. Sigue algo asustado-respondio Pierre rápidamente. Su vista fue hacía el hombre desnudo encima de él y le indico con un dedo en los labios que guardara silencio.
-Pendejo cobarde. Hace lo que tengas que hacer, pero mantenelo ahí encerrado.
El francés apretó los labios, suprimiendo una sonrisa. La mano que descansaba en la cintura de Franco descendió hasta su cadera, acariciando de arriba abajo esos perfectos centímetros de piel suave y sensible a su toque.
-Si señor.
En cuanto colgó la llamada Franco dejó salir todo el aire que había estado conteniendo y Pierre pudo dedicar toda su atención nuevamente a su figura desprovista de cualquier tipo de ropa, luciendo sublime en las luces bajas de la habitación mientras lo montaba a su ritmo. El chico volvió a gemir en cuanto fue libre de moverse otra vez, ondeando sus caderas de forma circular, el miembro de Pierre completamente enterrado en él.
-¿Qué... Le pasa a ese tipo conmigo?-suspiro Franco, apoyando las manos en los muslos de Pierre para balancearse mejor.
-Oliver le ofreció la mano de su sobrino a Briatore en matrimonio. Él creyo que lo tenía todo resuelto, entonces... Uff Franco, así... Flavio apareció de un día para el otro con un bonito argentino, anunciando que lo había hecho su esposo.
Franco mordió sus labios, reprimiendo una sonrisa. Recordaba ese día a la perfección, quien le diría que un año después estaría cogiendo con su guardaespaldas personal en la casa de su marido, mientras él no se encontraba. La idea no debería excitarlo tanto como lo hacía, pero no podía evitarlo.
-Pelado desgraciado-maldijo con humor-Entonces, Gasly. Tienes una orden. No dejarme salir de aquí...
Los ojos de Pierre se oscurecieron por la lujuria, lo tomó con fuerza de la cadera para levantarlo como si no pensara nada y lo dejó caer sobre su pene erecto, arrancándole un grito.
-¡Pierre!
-Y eso es exactamente lo que voy a hacer, señor de Briatore.
Franco y Pierre no salieron de la habitación del pánico hasta que la luna se irguió en lo más alto del cielo nocturno.
§§§§§
Seis meses después Franco desayunaba en la tranquilidad de su terraza personal, era un invierno típico italiano dónde el frío no era cruel como en otros lugares de Europa y podía darse el lujo de admirar las playas vestido únicamente con su pijama y una bata de dormir afelpada, le dió un corto sorbo a su taza de te cuando una voz familiar le llamó desde dentro de la casa.
-Buenos días Franco.
-Flavio. Bienvenido a casa-dijo gentilmente, una sonrisa ligera y algo somnolienta tirando de las comisuras de sus labios. Iba a ponerse de pie para saludarlo pero el hombre mayor lo detuvo, acercandose él en su lugar.
-Sentate. No planeo molestarte mucho de todas formas.
Asintiendo, Franco volvió a acomodarse en su silla. Flavio se paró delante de él para estudiarlo con atención, una expresión por demás complacida pintándose en su rostro arrugado.
-Estas enorme.
El menor sonrió ampliamente, una mano acariciando su estómago abultado.
-Es lo que pasa cuando tienes gemelos creciendo dentro.
Flavio emitió un sonido similar a una risa, los últimos meses su buen humor había aumentado exponencialmente y no era para menos, finalmente tendría los herederos que tanto había anhelado.
-Es cierto-el hombre se giró hacia la esquina del balcón donde la figura sería y enfundada en negro de Pierre los observaba como un aguila-Gasly, buen día para vos también.
-Buenos días, señor Briatore.
-Unos socios van a venir a almorzar a la casa y van a traer a sus parejas consigo, me gustaría que nos acompañaras. Si te sientes bien por supuesto, según tu doctora has tenido algunas molestias.
Franco negó con la cabeza antes de responder.
-Solo algunos dolores de espalda, es normal. Voy a estar ahí para el mediodía.
-Perfecto. Te veo a esa hora, me voy a la ciudad a hacer unos trámites, ¿Te gustaría que te trajera algo?
-Estoy bien, gracias.
Flavio le acarició el cabello y le pellizco una mejilla, un nuevo gesto de cariño que había empezado a tener con él, para después desaparecer a paso calmo dentro de la casa, el sonido de la puerta cerrándose siguiéndole minutos después. Franco terminó su desayuno en silencio mientras el sol avanzaba poco a poco hasta lamerle la espalda con su calor, aminorando algo de la ligera molestia en su cintura. Limpió unas migas de hojaldre que habían caído en su regazo antes de girarse a Pierre quien paseaba la mirada entre su ubicación y la playa, siempre atento a él y cualquier posible amenaza.
-Ayudame a ponerme de pie por favor, Pierre.
El mencionado asintió en silencio, llegando a su lado en largos pasos. Franco se sujeto de su brazo extendido con una mano y con la otra apoyada en la mesa se puso de pie. A veces se asombraba de lo mucho que su cuerpo había cambiado y crecido en tan pocos meses, ya casi no podía verse los pies al caminar y había tenido que cambiar la totalidad de su guardarropas, toda su ropa quedándole muy corta o muy ajustada para su embarazado cuerpo. Pero eran los pequeños sacrificios que estaba más que dispuesto a tomar por una gestación tranquila, y disfrutaba cada día desde que el primer estudio le salió positivo.
-¿Quiere ir adentro?
-Si, necesito una ducha.
Se soltó del agarre del francés y camino hacia su habitación meciéndose un poco, seguro de que su guardaespaldas estaría protestando por dentro por no poder ayudarle. Pero Franco no quería sentirse inútil ni demasiado dependiente, ya suficiente era con que necesitara ayuda para levantarse de la cama y cualquier lugar donde se sentara por un tiempo prolongado.
El ínfimo trayecto al baño lo hizo con la presencia de Pierre detrás suyo, si antes él había sido como su sombra ahora era más bien una extensión de su propio ser, protegiéndolo más que nunca incluso si eso implicaba una reducción de sus horarios de descanso. Pero Flavio quería un protector para Franco disponible veinticuatro siete, y quien mejor que el guardaespaldas que tuvo la tarea de cuidarlo desde que puso un pie en esa casa. Era lo lógico, natural. Nadie le prestaba demasiada atención, no mientras Franco estuviera seguro y contento.
Por ese mismo motivo Flavio había autorizado quitar las cámaras y los micrófonos de las habitaciones de su esposo, recompensando su buen desempeño con una dosis de muy valiosa privacidad.
Al abrir la puerta las luces del cuarto de baño se iluminaron automáticamente, descubriendo una habitación espaciosa donde la tina o la ducha le esperaban para recibirlo, pero Franco solo tuvo ojos para el lavamanos a su costado. Se giró hacia Pierre quien estaba parado en el marco de la puerta, esperando, siempre esperando por él. Franco le sonrió con ese rostro angelical que tenía y le agarro de la corbata para tirar de él hacia su boca.
Pierre lo sujeto de las caderas mientras saboreada los labios jugosos de Franco, delineandolos con la lengua y chupando el inferior hasta dejarlo tan rojo como una manzana madura. El menor abrió la boca para morder los labios de Pierre, necesitando más de él.
-¿Cuando se va?-jadeo mientas tiraba su camisón de dormir al suelo.
-En una semana.
Franco hizo un sonido de reproche con la lengua, descansado la mejilla en el pecho de Pierre donde su corazón golpeaba contra su oído.
-Es mucho tiempo.
-Ya se amor-murmuro contra el cabello de Franco, dejando cortos besos en sus rulos castaños-pero después no va a volver hasta que nazcan los bebés.
Franco sonrió ante eso, rodeando la cintura de su amante para que sus estómagos se tocarán, esperando que Pierre pudiera sentir el suave movimiento en su interior. Y él, por supuesto, lo sintió.
Se distanció un poco para ahuecar su vientre redondo con sus dos manos. Observando fascinado como pequeñas patadas le surcaban las palmas, sus ojos azules eran brillantes y su sonrisa gigante, el corazón de Franco brincó en su pecho mientras lo miraba.
-Cada día se mueven más.
-Siempre que estoy con su papá se mueven así.
La sonrisa de Pierre se hizo dolorosamente grande y tomándole el rostro con ambas manos, le beso profundamente, con adoración.
-Te amo... Te amo Franco.
El mencionado sonrió en el beso, tomándolo de los hombros y tirando de él en dirección al lavamanos.
-Y yo a vos Pierre. Me haces tan feliz.
Se besaron por largos minutos, saboreando la tranquilidad y la privacidad que les proporcionaba el no ser molestados durante la mañana, Franco tenía la recomendación de su doctora de dormir y descansar lo más que pudiera sumado al ejercicio adecuado para su condición por lo que nadie se acercaba a sus habitaciones privadas hasta que él mismo pusiera un pie fuera. Y solía tener por costumbre estirar ese momento lo máximo posible.
-Pierre...-suspiro en los labios del francés cuando esté bajo sus manos desde su cintura hasta su culo, acariciándolo.
Franco llevo una mano a tantear la entrepierna de Pierre, sintiéndola crecer bajo su toque.
-Franco...
-Han pasado tres días desde la última vez que lo hicimos-le dejó un beso en la nuez de Adán antes de separarse-Te extraño.
El más joven se ubico de frente al lavamanos donde su reflejo acalorado le devolvió la vista, con algo de dificultad se bajó los pantalones exponiendo a su amante sus muslos brillantes de humedad y su entrada que se contraía y retraía alrededor de nada, necesitando ser invadido. Había leído en algunos libros que en el segundo trimestre de embarazo podría experimentar un subidon de líbido pero a este punto era ridículo lo caliente que solia estar a lo largo del día y lo rápido que se mojaba con el más mínimo roce de una tela o una específica mirada azul celeste sobre él. No podía estar un solo día sin el miembro de Pierre en algún orificio de su cuerpo, por lo que tres días sin más que un par de besos eran una absoluta tortura para él.
-Por favor Pierre, te necesito.
Y antes de que pudiera decir algo más el hombre ya se encontraba detrás suyo, tomándolo con una mano del cuello para besarlo mientras la otra se ocupaba de bajarse el cierre del pantalón y liberar su miembro por la hendidura de sus boxers. Franco arqueó la espalda todo lo que su vientre le permitió, ofreciéndose sin pudor, y Pierre se hundió en él de un fluido movimiento.
-¡Ah!
Pierre le separó las piernas con las rodillas y penetró en él con la libertad que otorgaban la privacidad y unas paredes muy gruesas, haciendo a los glúteos de Franco aplaudir cada vez que los chocaba. El argentino lo miró a través del espejo, una mano firme en su cuello y otra en su cintura para maniobrarlo a su antojo, sus cejas arrugadas y su frente perlada en sudor. Pierre encontró su mirada en el espejo y le regalo una sonrisa ladina para seguidamente darle una embestida particularmente fuerte que hizo a Franco poner los ojos en blanco.
-¡Dios, si!
-Mirate Franco... Sos hermoso.
Pierre se pegó a su espalda sin dejar de penetrarlo en ningún momento, la mano que tenía en el cuello pálido de Franco descendió a uno de sus pectorales hinchados y tan llenos que se asimilaban a los pechos de una mujer, y pellizcó en su tierno pezón haciendo humedecer la tela de su camisa con leche. Franco no duraría mucho así.
-No puedo esperar para que nazcan nuestros hijos... Así pueda embarazarte otra vez.
-¡Mmm!
Franco estaba prácticamente vibrando de placer, su cerebro completamente vacío de cualquier pensamiento coherente que no tuviera que ver con la virilidad dura golpeando una y otra vez en su interior. Pierre le mordió el oído y siguió hablando, sucio y desvergonzado.
-Eso te gustaría ¿No? Hacerme el papá de todos tus bebés mientras el viejo decrépito de tu marido piensa que son suyos.
El argentino rió ante sus palabras, encantado con lo mucho que Pierre parecía despreciar a Briatore ahora. Su risa se transformó en un jadeo roto cuando volvió a tirar de pecho, la mancha circular agrandándose y contrastando con los dedos húmedos de Pierre.
-Decilo-exhigio con la voz cortada, tan al límite como él.
-Si Pierre... Solo vos me haces sentir asi... Quiero que seas el único que... ¡Ahh! Que me embarace.
Pierre apretó los dientes, sus estocadas volviéndose cortas y erráticas. Franco se apoyó como pudo en el mármol del lavamanos siendo empujado hacia adelante como una muñeca de trapo, y dejó caer la cabeza contra el hombro de Pierre cuando su interior comenzó a tensarse y contraerse anunciando el primer orgasmo del día, anhelando que no fuera el último.
-Así amor... Así. Hacemelo como me gusta...
Con un vigor por demás salvaje el francés empujó contra él un par de veces más y culminó explotando dentro, llevándolos a ambos al estado más álgido del éxtasis. En su placer Pierre le había tomado de los pectorales presionando con tanta fuerza que largos chorros de leche le mancharón todo el torso y la parte superior de su pijama. Franco convulsióno contra él, el dolor siendo reemplazado casi al instante por el alivio de sentir sus pechos vacíos y completamente débil y satisfecho se dejó cargar por su amante como una princesa en dirección a la tina.
Pierre lo depósito con sumo cuidado en la superficie fría y comenzó a llenarla de agua caliente para él, sabiendo perfectamente que era lo que su agotado cuerpo necesitaba.
-¿Me haces compañía? Quiero que alguien me masajee la espalda.
Pierre le dejo un beso en la mejilla y se incorporó de dónde estaba acuclillado junto a Franco, desabotonandose la camisa.
-Claro amor.
Franco dió a luz a cinco niños y a una niña para cuando su esposo murió de vejez, diez años después de su matrimonio.
Chapter 4: Día 4: Orgasm Denial(Oscar/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 4: Orgasm Denial
Oscar Piastri/Franco Colapinto
Abu Dhabi
-Franco... Dale... Ya te pedí perdón.
Tras las celebraciones, los fuegos artificiales, el champagne y los abrazos de felicitaciones Oscar Piastri creía que obtendría una felicitación más que placentera por parte del más joven de los pilotos de Williams.
Cuando se le acerco junto con toda la parrilla para felicitarlo tanto a él como a su compañero no se espero el pequeño beso que dejo en su cuello junto con un susurrado.
"Tu habitación. Doce de la noche"
Y como la presa fácil que era, se dejó seducir. No opuso resistencia cuando el hombre joven lo tiró sobre la cama y le ato las muñecas en los extremos de esta.
"Para que no tengas que hacer nada. Yo me encargo de todo."
Por supuesto que Oscar acepto, estirando los brazos tanto como podía mientras el increíble cuerpo desnudo de Franco serpenteo sobre el suyo con autoridad, afianzando las correas, llenándole de besos y chupones desde el cuello hasta el bajo vientre. Perdió cualquier contacto con la realidad cuando su aliento caliente le golpeó la entrepierna, y cerró los ojos entregado al placer y lo que fuera que Franco quisiera hacer con él.
No noto el anillo que puso en la base de su miembro semi dormido hasta que llego a hincharse en toda su extensión contra la lengua del argentino estimulandolo con la boca. La felación inicio increíble, Oscar podría haber acabado allí si no fuera porque el placer comenzó a teñirse de incómodidad, más y más hasta transformarse en un dolor que rozaba lo insoportable. En el minuto en que abrió los ojos y los bajo hasta sus piernas tuvo la visión lasciva de Franco chupándolo con la cara ladeada para que la cabeza de su pene se irguiera contra su mejilla, batiendo sus largas pestañas que enmarcaban unos ojos verdes profundos que le regresaban la mirada con intensidad, y apenas un poco más abajo, el anillo de color rosa estrangulando su miembro, tiñiendole la piel de rojo.
Y eso fue solo el inicio de su tortura, una demasiado sádica e injusta si consideraba que esta era su gran noche de gloria. Temblando y con los ojos húmedos de lágrimas sin derramar observaba como Franco, sentado a horcajadas sobre él, frotaba su miembro entre sus glúteos, ocasionalmente haciendo a la cabeza besar el húmedo anillo de músculos para seguidamente pasarlo de largo, prolongando su agonía.
-Un perdón no es suficiente, Piastri. Arruinaste mi última carrera.
-Fue... Uff... Un accidente, lo sabes.
Franco dejo de mover las caderas para sentarse completamente sobre él, la mano que tenía en la erección propia bombeandose perezosamente mientras apretaba los labios a un lado, pensando en sus palabras. El australiano trago en seco un par de veces, admirando el tono rosado que tenía la erección delante de él y que se repetia en los marcados nudillos y en los pezones erguidos que parecían reclamar por su atención. Tiro de las correas en sus muñecas sabiendo de antemano que sería un esfuerzo inútil.
-¿Y eso me tendría que hacer sentir mejor?
Oscar apretó los labios cuando Franco muy a propósito apoyó gran parte de su peso en el anillo, sonriendole como un pequeño demonio lascivo.
-No te mereces que yo haga nada bonito por vos.
Se levantó ligeramente y Oscar pudo respirar con normalidad otra vez. Franco uso su mano libre para guiar el estrangulado miembro entre la línea de sus glúteos otra vez, frotándose de arriba a abajo con una goce que parecía exagerado, abriendo la boca y jadeando con fuerza mientras el líquido preseminal le humedecia en su trayecto.
-¡Mmh! Podrias tener todo esto pero decidiste cagarme la carrera... Ahora bancatela.
-¿Cuánto... Vamos a estar así?
-Hasta que me aburra.
El aburrimiento de Franco duro por lo que bien podrían haber sido horas, Oscar apretó todos los músculos de su cuerpo cada vez que su entrepierna acariciaba la entrada de Franco, y deliró entre el dolor y el extasis cuando él empujó el glande ligeramente dentro, haciéndole probar el calor resbaloso de sus entrañas solamente para alejarse y continuar masturbándose encima de él. Disfrutando de cada maldición y quejido angustioso que escapaban de los labios de Oscar. Él no podía ver su propio miembro pero estaba seguro que ya habría atravesado todos los tonos de púrpura y azul por la presión a la que era sometido.
-Argh... Estoy tan cerca... Oscar...
Sin ninguna clase de advertencia Franco se incorporó para acomodarse sobre sus costillas, bombeandose desesperado hasta que explotó sobre su pecho y parte de su barbilla. Semilla caliente y blanquecina le pintó las zonas más pálidas de su piel, mezclandose con la transpiración. Una lágrima le rodó por la comisura del ojo por la sensación de su tensionado miembro temblando entre sus piernas.
-Franco... Te lo ruego... Duele...
Pero Franco no parecía oírlo, estaba más preocupado en recuperar el aliento que en brindarle cualquier tipo de consideración. Sus párpados se movían de forma aletargada cuando se digno a notarlo, y con una mueca cansada llevo una mano hacia atrás haciéndole ver estrellas en cuánto el sonido de "clic" le estranguló por última vez, desprendiendo finalmente el pequeño recuerdo del piloto.
-Solo porque estoy cansado y quiero dormir un rato, sino te lo habría dejado toda la noche.
El argentino rodó sobre su cuerpo hasta quedar al otro lado de la cama y con una naturalidad casi pasmosa se cubrió con una sabana, bajo las luces de la habitación y cerro los ojos con toda la intención de dar por terminada la noche, dejando a Oscar no solo terriblemente caliente y acalambrado en partes donde nunca había tenido calambres, sino que también seguia con las muñecas atadas.
-¿Franco?
-¿Mmm?
-¿Me vas a soltar no?
Silencio.
Intento flexionar los brazos solo para comprobar lo bien amarrado que estaba. Su erección desatendida se erguia como una humillante demostración de la forma en que se había dejado engañar como un iluso.
-Franco lo digo en serio, no es gracioso.
Nada. Absolutamente nada. Ni un sonido con la garganta, ni una monosilaba, solo el avasallante silencio cortado ocasionalmente por un respirar profundo.
Entre bufidos Oscar juro que lo haría pagar.
Chapter 5: Día 5: Knotting(Max/Franco)
Notes:
Este es quizás el os con el que menos conforme estoy porque no seguí taaanto la temática como tendría, pero bueno me quedo bien al menos creo jjj
Chapter Text
Kinktober Día 5: Knotting
Max Verstappen/Franco Colapinto
Mating season
Franco despertó en medio de la noche con una sensación incómoda en el cuerpo y sudor corriendo por su frente. Las sábanas se sentían opresoras contra su piel, su propia habitación le olía mal, errónea, como si faltará algo. Y la felina en él necesitaba la libertad de los bosques con urgencia.
Entonces lo supo en cuanto se giró hacia su ventana y la luna le provocó un tirón empírico e invisible en los hilos de su alma. El momento había llegado, y no pudo sentirse más miserable por ello.
Odiaba la época de apareamiento.
-La puta madre.
Murmurando insultos se despegó de la suave cama humana como si le quemara, todo lo humano a su alrededor ahora provocandole rechazo, el animal peligrosamente abriéndose paso a cada minuto. Antes de despertar a sus padres o provocar algún desastre saltó por su ventana hacia el exterior, la sensación de la tierra en sus pies descalzos arrancándole un grave ronroneo que sonaba más a un gruñido, y en la complicidad de la luz plateada de las estrellas corrió con una velocidad sobrehumana por el campo de su familia, su cerebro hiperfijado en llegar a su nido.
Su familia venía de largas generaciones de híbridos de pumas, y como tales la independencia y la solitud eran las necesidades más básicas para ellos. Y en cada impredecible ciclo de apareamiento se le veía huir de su familia, de sus costumbres y gustos humanos para abrazar plenamente a su animal interno y buscar el resguardo de la madre tierra. Gimiendo y bufando por un compañero que subyugara sus días de calor.
Fue desprendiéndose de su ropa con una ferocidad calculada, desperdigando sus feromonas en cada prenda abandonada y en todos los árboles y follaje que encontraba en el trayecto a su nido, una pequeña cueva donde alguna vez se asentaron las raíces de un árbol gigante.
Su cola ondeo entre sus piernas cuando Franco frotó la espalda contra la madera seca, asegurándose de impregnar bien su nido de su olor. Se retorció en la parte plana del suelo, rodando de un lado a otro con casual elegancia, disfrutando de la tierra y las hojas secas en su hipersensible piel.
Emitió un gruñido alto y grave, casi rasgado. El llamado que cualquier macho de su especie identificaria claramente como el de una hembra lista para ser montada.
Y esperó. La paciencia llegando fácil para él porque este era su territorio, estaba protegido por todos los aromas familiares y los híbridos de puma macho abundaban en la zona. Rodó sobre su estómago y arqueó la espalda deliciosamente, contrayendo sus músculos mientras el aire fresco parecía golpear directamente en sus muslos húmedos, las uñas largas y filosas se hundieron en la tierra, preparándose para eventualmente clavarlas en alguna espalda.
El sonido de una rama quebrándose le puso en alerta, el vello de la columna se le crispó al instante mientras sus orejas peludas buscaban el origen del sonido, identificadolo a una moderada distanciada. Lo segundo que pudo captar fue el aroma, era extraño, demasiado fuerte, demasiado peligroso para ser autóctono, era indiscutiblemente ajeno al olor de su fauna. Un felino que no pertenecía a esa zona.
Muy lejanamente se preguntó como había hecho para penetrar un terreno lleno de depredadores hostiles que tenían por costumbre despedazar a los híbridos extranjeros. Quizás nadie lo había descubierto aún, quizás ya lo habían hecho y el macho desconocido resultó victorioso, o quizás nadie quería acercarsele. El ligero vaho a muerte y sangre que lo envolvía representaban suficiente advertencia de su letalidad.
Como un híbrido de puma hembra él tampoco sentía el mayor de los afectos por los desconocidos, cosa que no le provocaban ni siquiera los nacidos en sus mismas tierras, su naturaleza era demasiado independiente y arisca para atarse a un solo híbrido, ya fuera en su periodo de apareamiento como fuera de este y la perspectiva de un extraño arrastrando consigo sus propios hábitos tampoco le hacia demasiada gracia. Prefería ahuyentarlo lejos, no sería la primera vez que rechazaba al primer felino que lo encontraba solo porque le disgustaba de alguna forma.
Para cuándo su olor se hizo más fuerte y su cercanía indicaba indudablemente que se dirigía a su nido Franco ya se encontraba sobre sus manos y rodillas en una posición defensiva para enfrentar al híbrido invasor, sus garras extendidas y sus colmillos listos para atacar. Lo primero que vio de él fueron los ojos, oscuros por la noche pero que a su vez reflejaban el brillo de la luna sobre ellos, su aroma era incluso más sobrecogedor de cerca y su figura, aún en la distancia y medio oculto entre el follaje era imponente, demasiado grande como para ser un puma macho.
La cola de Franco sacudió la tierra debajo de él, respondiendo con un bufido agudo al depredador midiendolo en la distancia, el vello en su espalda crispandose con el pasar de los segundos. Fue la calma antes de la tormenta, ambos felinos enfrentándose a la distancia, uno mortalmente silencioso y otro encolerizado lanzando bufidos de advertencia.
Entonces el extranjero se lanzó hacia Franco con una velocidad que no concordaba con su cuerpo ancho y músculoso. El más pequeño de los felinos espero su embiste con el cuerpo tensionado y listo para atacar, las garras de sus extremidades superiores buscando los ojos o cualquier lugar sensible en la cara para neutralizarlo mientras su agresor buscaba inmovilizarle los brazos para girarlo sobre su estómago, y Franco no pensaba someterse sin hacerlo sangrar antes.
Lo cual era o muy valiente o muy estúpido, porque el híbrido que tenía encima era nada más ni nada menos que un león macho. Gigante. Exageradamente fuerte en comparación a Franco. Con su pelo rubio salpicado en sudor y tierra por el forcejeo y sus ojos azules casi negros por la dilatación de sus pupilas. Ahora entendía como había sido capaz de recorrer sus terrenos con tanta soltura, ningún depredador se atrevería a enfrentarse a un felino tan letal, y ahora estaba él, un híbrido de puma hembra, gruñendo y tirando zarpasos en su cara sin una onza de temor en el cuerpo, solo desafío. Inconsciente y quizás admirable.
Y en el frenesí de sus instintos animales pudo darse cuenta que el hibrido de león solo estaba jugando con él, como un gato casero con un pequeño ratoncito. La duda no era si lograría someterlo, sino cuando se aburriría lo suficiente del agresivo ritual entre felinos hasta que la urgencia por montarlo fuera más fuerte.
-Hembra...-dijo el depredador, su voz entre la profundidad de su tono humano y el gruñido de la bestia.
Franco le rugió en respuesta, enseñándole todos los dientes. Llegó a asestarle un buen zarpaso en el pecho a la altura de sus clavículas que hizo al híbrido de león rugirle en respuesta y aflojar apenas un poco su agarre. El híbrido de puma tomó esa pequeña ventana de tiempo para girarse y huir propulsandose de un salto que no logró llevarlo muy lejos porque una mano le tomó de la cola, totalmente sucio y a traición tirando de su cuerpo nuevamente dentro del nido con el estómago y la cara sobre la tierra, expuesto.
Sintió como su pelo era tirado hacia abajo, haciéndole hundir la cabeza, y entre gruñidos y sacudidas erráticas de su cola una boca de colmillos mucho más grandes que los suyos se cerró en su nuca, capturando la piel y los músculos para hundirse allí. Franco emitió un sonido muy similar a un gruñido o un jadeo, asustado por la facilidad que ese depredador tenía ahora para acabar con su vida con apenas un movimiento de su mandíbula pero a su vez demasiado encantado por la ferocidad del león. Este era un cazador peligroso, el más peligroso entre todos los felinos, y aquí estaba, reafirmando y reclamando su lugar como el macho que iba a transitar la semana de apareamiento con él.
Este híbrido tan imponente y poderoso lo estaba cortejando, el mejor cazador, el más fuerte luchador, sería el macho que tendría encima. Dejó de pelear cuando esa idea se asentó cómoda en su mente y un profundo ronroneo hizo vibrar su caja torácica.
El macho no desperdicio más tiempo y afirmando su mordida en el cuello de la hembra penetró en su carne húmeda e hinchada de una sola vez, haciendo a Franco abrir los ojos tan grande como le permitían sus cuencas, la garras enterrandose profundamente en la tierra y el ronroneo transformándose en un chillido lastimero. Él era grande en todos lados, e inevitablemente los machos de puma a los que estaba acostumbrado a acoger en su cuerpo no eran ni la mitad del tamaño de un león adulto, sus embestidas fueron casi tan dolorosas como la primera vez que fue montado y si no era porque el felino macho lo tenía afianzado de su nuca Franco ya se habría girado a morderlo.
El híbrido de león macho empujó en el cuerpo menudo y pequeño del híbrido de puma hembra haciéndole aceptarlo, trabajando el estrecho canal con su miembro palpitante que amenazaba con hincharse en la base, presagiando un orgasmo rápido del que se recuperaría con la misma velocidad para volver a montar a la felina. Una y otra vez, y así sucesivamente hasta que culminara el periodo de apareamiento.
-Duele...
Más que el dolor, a Franco le quemó el orgullo admitirse débil ante su nuevo compañero. Los felinos en todos sus tamaños y presentaciones rebozaban de amor propio y una alta estima que no daba espacio a reconocer sus errores o limitaciones, desde el principio supo que quizás un león macho era mucho para él, pero la admiración y el prestigio que le traería tomar al máximo depredador como pareja fueron mucho más fuertes.
El león le soltó la nuca, probablemente seguro que el puma estaba demasiado dócil y sumiso para huir o atacarle, así que se dedicó a lamerle las orejas, a reducir apenas el movimiento en su cadera para hacer el apareamiento menos tortuoso para la hembra. Le recorrió con la lengua parte de la cara, saboreando sus lágrimas saladas, la marca de su dentadura debajo de la pelusilla de rizos castaños y pasando finalmente por sus hombros, frotando su cabello y mejillas contra la piel sensible para empaparlo de su olor, orillandolo a calmarse, a aceptarlo, a abrirse más. Y Franco lo hizo, separó las piernas para él, arqueó la espalda y clavo los codos en la tierra, girandose para mirar al híbrido a los ojos, esos ojos profundos y salvajes que seguramente eran muy parecidos a los suyos.
-Anudame-gruñó el más pequeño de los híbridos con una voz cavernosa-Ahora.
El macho le rodeo el cuerpo con sus brazos largos y atléticos, atrapandolo en todo aspecto y forma entre la tierra y su imponente figura. Y con un gruñido que reverberó entre los silbidos del viento embistió al puma con renovado vigor, persiguiendo el propio orgasmo entre bufidos y quejidos lastimeros.
Franco contuvo el aliento cuando el nudo completamente formado golpeó contra su resentida entrada, buscando penetrarla. Y aunque el dolor seguía presente había también algo de placer allí, pequeño como un destello que aparecía y desaparecia cuál pestañeo que quizás podría prolongar cuando estuvieran unidos el uno al otro, así que se empujó contra las caderas del león macho recibiendo sus embestidas y persiguiendolas, construyendo un ritmo rápido y errático que lo sacudió en la tierra fresca. Y con una gentil mordida en su oreja el nudo del macho se abrió paso en él, atrapando ambos cuerpos para evitar que la semilla escapara del interior del híbrido de puma hembra.
Con sus sentidos altamente desarrollados pudo percibir el momento justo cuando el macho se vacío en él, el líquido ajeno que le pinto las entrañas de blanco y le calentó por dentro, su nudo palpitante e hinchado haciendo imposible el separarse. Aún había dolor, pero la placentera sensación posterior le ayudaba a sobrellevar la incómodad con soltura.
La respiración de ambos se hizo calma una vez más, permaneciendo inmóviles y en silencio. Ocasionalmente el felino más grande frotaba su rostro contra el cabello castaño de Franco, aspirando su aroma e impregnandose del mismo.
-Me gustas-sentencio solemne.
Franco ladeó la cabeza un poco, dándole permiso a acercarse a su cuello dónde el híbrido de león le acaricio con la lengua, el sabor salado de su piel que dejaba entrever las notas afiebradas de su calor interno le llenó la boca y capturado en una especie de trance siguió saboreando al puma.
No pasó mucho tiempo hasta que finalmente pudieron separarse, la sangre fluyendo en un ritmo acelerado y el deseo renovado en un vigor que era absurdo fuera de los periodos de apareamiento. Franco lo necesitaba dentro otra vez pero el híbrido parecía estar más que entretenido lamiendo su espalda y la curva de su cintura, sus ojos cerrados y las caricias de su lengua largas y tortuosas. Le bufó en un intento de sacudirlo del trance y se arqueó hacia él, moviendo la cola a un lado para poner de manifiesto lo que quería del macho.
-Montame. Ya.
Sus palabras fueron acompañadas por un grave gruñido y la erección del vello en su cuerpo, su paciencia casi inexistente sin embargo el felino más grande no parecía intimidado, tomando las piernas estilizadas de Franco para separarlas y ubicarse entre ellas, su áspera y larga lengua yendo al encuentro de su entrada húmeda de los fluidos compartidos.
-Mmm...
El híbrido de león hundió el rostro en los pliegues de la piel suave del híbrido de puma, comiéndolo con voracidad y gruñendo en cada ocasión que su lengua se retorcia contra el apretado anillo de músculos, haciendo a Franco delirar de placer.
-Me gusta tu olor.
Hizo a Franco llegar al orgasmo dos veces con solo su boca y su lengua, dejándo sus muslos temblorosos y húmedos de lubricante y saliva para cuando se sintió satisfecho de degustarlo. Lo giro para mirarlo de frente por primera vez en la noche y le limpio con el pulgar la delgada línea de sangre que caía por la comisura de sus labios, provocado muy seguramente por haberse estado mordiendo sin cuidado.
-¿Cuál es tu nombre?-Murmuro el puma mientras sus manos buscaban los hombros ajenos.
-¿Por qué quieres saber?
-Para saber por quién voy a gritar estos días.
Él se mojó los labios con la lengua ante esas palabras luciendo fascinado por el pequeño híbrido abajo de él, Franco pudo dilucidar un particular lunar en el labio superior y estiro el cuello para tocarlo con su propia lengua, probando el sabor y la turgencia de esa boca carnosa que lo devoró con maestría. Ambos pasaron a enrederar las lenguas entre sí, a paladear cada centímetro de sus orificios bucales no como los seres humanos que aparentaban por fuera sino como las bestias hambrientas y deseosas que llevaban dentro.
-Max-dijo él mientras Franco le mordia con la suficiente fuerza para hacerlo sangrar-Ahora grita.
Max no le concedió ninguna piedad cuando se introdujo en él con ferocidad, sacudiendolo en la tierra hacia adelante y atrás con la soltura que le permitia su cuerpo poderoso, exhibiendo sus filosos colmillos al híbrido de puma hembra que enterró las garras en su espalda ancha.
-¡Max! ¡Max! ¡Max!
Franco le clavó los talones en la espalda, reclamando por más fuerza y velocidad mientras dejaba arañazos en los omóplatos ajenos. El sonido de sus cuerpos chocando eran una sinfonía potente en la quietud de la naturaleza, advirtiendo a los animales pequeños e híbridos más cercanos que el felino hembra había elegido a su macho, y que si valoraban su vida se mantendrían lo más lejos posible de su cueva, la que comenzaba a oler a sangre y sexo.
En el delirio del éxtasis Franco deseo que ese león se asentara en su territorio, deseoso como nunca por su próximo periodo de apareamiento para volver a compartirlo con él.
Chapter 6: Día 6: Incest(Lando/Franco)
Notes:
La idea de este os me surgió porque el año pasado mucha gente (gringas más que nada) decían que franco y lando parecían hermanos. Honestamente yo no veo la visión
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Kinktober Día 6: Incest
Lando Norris/Franco Colapinto
Culpa
Lando no planeaba llevarse a nadie al sauna esa noche. Cuando entró al discreto club gay que visitaba con frecuencia fue solamente con la idea de beber, disfrutar de la música, quizás encontrarse a un par de amigos y olvidarse un poco de todos sus problemas y la reunión que le esperaba al día siguiente, la que le generaba tal estrés que le hacía enredarse con las palabras al hablar o la incapacidad de mantener las manos quietas. Por eso solo quería alcohol y música electrónica estridente, para desconectarse y no sobrepensar.
Pero el chico en la esquina de la barra de tragos mirándolo de la misma forma que Lando miraba a una tableta de kinder tenía otros planes.
Lo descubrió espiandolo mientras hablaba y reía con otro tipo, sus ojos velados y seductores a la vez que se llevaba una copa colorida a la boca. Lando le sonrió, encantador y coqueto sin siquiera forzarlo, las luces estroboscopicas del techo iluminando su expresión relajada. El chico se mordió los labios, su acompañante completamente ignorado en su propio monologo que se perdía entre la música alta y los alaridos, fue apenas ese contacto lo que basto para que ambos se capturaran mutuamente, sin palabras, sin siquiera un roce, solo el intercambio mudo de sus ojos.
Me gustas. Te gustó. Hagamos algo al respecto.
Y afortunadamente Lando tenía el lugar ideal.
-¡Jhon!-llamó al barman delante de él, atendiendo a otro grupo de personas-¿La puerta roja está abierta?
El hombre rió sin dejar de servir los tragos.
-Para nuestros mejores clientes siempre está abierta.
-Buenísimo.
Se bebió lo que le quedaba de su lata de cerveza de un solo trago, revitalizandose y llenándose de un subidon de emoción que le hizo olvidar su inicial resolución de no pasar su salida con nadie. Sus problemas podían esperar por él hasta la mañana siguiente mientras disfrutaba la noche como más le gustaba, en compañía de un hombre.
Guiñó un ojo al chico de rulos ondulados y se levantó de su asiento, poniéndose en marcha sin siquiera volver a mirar como el otro se despedía de su acompañante para seguirlo a la puerta junto a la barra de bebidas, la potente luz roja sobre el marco dandole ese lugubre tono rojizo. Lando palmeo cinco veces, de la forma que solo los clientes regulares conocían y del otro lado los seguros se destrabaron para él, paso primero y espero con los brazos cruzados sobre el pecho que el chico ingresará tras de sí. Y así lo hizo, ansioso o quizás demasiado incrédulo pero a Lando no dejo de parecerle terriblemente lindo. Con sus cejas oscuras y pobladas y la nariz respingada, quería pasarse toda la noche viendo cuántas expresiones esa cara podría generar.
-Vamos-dijo sin la necesidad de levantar mucho la voz ya que la música venía desde el otro lado en un murmullo ininteligible.
El pasillo era corto, algo oscuro y solo un par de puertas salpicaban el camino. De algunas salían una sinfonía de ruidos y gemidos que evidentemente pertenecían a, mínimo, más de media docena de personas. Pero hoy Lando no tenía demasiadas ganas de compartir ni mucho menos de tener sexo a ciegas en la total oscuridad de esas habitaciones, quizás alguna otra noche más preparado, con mejor estamina y si tenía suerte acompañado del chico bonito si es que lo volvía a ver.
Su puerta, el sauna 4, que ocupaba con tanta asiduidad que los trabajadores ya lo habían bautizado como "el cuarto Norris" estaba abierta y con una luz amarillenta algo tenue brillando. Lando no tuvo que ni comprobarla para saber que estaba lista; la cama con sábanas nuevas, la ventilación activada y suficientes condones y frascos de lubricante como para tirarse una docena de rondas. Apenas se dió vuelta y el cuerpo caliente y delgado del chico se estrelló contra el suyo con un hambre que le quitó el aliento y casi los tira a ambos al piso, la puerta cerrandose de un portazo. Le busco la boca para invadirla agresivamente, sus manos presionandolo fuerte contra él para generar una fricción deliciosa que difícilmente podrían sostener de pie. Lando le retorno la agresividad estampado la espalda ajena con la pared, arrancándole un jadeo necesitado.
-Lando... ¿Vos?
El chico le agarro de las nalgas con las dos manos, empujandole la cadera contra la suya, sus erecciones tocándose finalmente a través de las capas de ropa.
-Que culo tenes Lando. Soy Franco.
Lando rio contra sus labios, mordiendolos finalmente.
-¿Y que hiciste con el pibe que te acompañaba?
Franco se aventuró a desabotonar los pantalones de Lando, metiendo la mano en su ropa interior oscura para cerrarla alrededor del miembro caliente y semi duro, sonriendo cuando los ligeros movimientos hicieron suspirar al chico de piel tostada.
-Le hice pagarme la entrada y los tragos, después le dije que tenía algo urgente que atender.
-Ahh mira vos que forro-Lando le agarró de la nuca para que le mirara a los ojos-¿Siempre sos así de regalado, Franco?
El mencionado le miro de arriba abajo, las caricias de su mano continuas y acompasadas.
-Yo soy lo que vos quieras, lindo.
-Me parece que sos un poco puta-el inglés lo empujó gentilmente hacia abajo, buscando arrodillarlo delante de él-Dale, atendeme entonces.
Los ojos de Franco eran oscuros y eróticos mientras le regresaba la mirada desde su lugar en el suelo, el miembro frente a él erguido en toda su extensión y tan hinchado que las venas se marcaban a los lados. Se humedecío los labios con la lengua y se tragó el grosor de Lando de tal forma que su nariz descansó sobre sus vellos púbicos, la húmeda y apretada garganta acomodando la punta de su miembro, constriñendolo de tal forma que hizo a Lando gemir de placer y apretarle el cabello sin cuidado, despeinando las suaves ondas castañas. Se empujó de atrás hacia adelante en esa apretada humedad sin contemplaciones, delirando de gusto por la vibración que las arcadas del otro provocaban en su erección, lo miró embelezado luchar por oxígeno y darle placer al mismo tiempo, ahuecando las mejillas y amoldando su lengua a la forma de la carne que se lo cogía como si no fuera nada más que un hueco resbaloso para ser usado.
Tras un par de minutos tortuosos y agonizantes Lando salió de la boca de Franco, viendolo tocer y jadear por oxigeno con la boca y la barbilla llenas de saliva, lágrimas le corrían furiosas por la cara enrojecida, no pudo resistirse a ahogarlo con su miembro una vez más, una vena sádica palpitando dentro de su mente con el chico luchando por acomodar todo su tamaño en su boca. Lando no lo embistió está vez, se quedó completamente enterrado en esa garganta increíble que se contraía y jadeaba dejando muy poco espacio para las bocanadas de aire. Franco lo miró y esa imagen del chico con la boca llena de su erección y el vello de su bajo vientre arañandole la piel pálida alrededor de los labios casi lo hace terminar ahí mismo. Le hizo ahogarse una vez más antes de volver a salir dejándolo tociendo y jadeando por oxígeno nuevamente, Lando necesitaba hacerlo hablar, quería escuchar su voz ronca y débil por el abuso a su garganta.
-¿Estás en prEP?
-Si... Si.
-Buenísimo.
Tras esa corta respuesta pateó sus pantalones lejos y sacándose la chaqueta de un fluido movimiento se quedó a medio vestir delante de un dócil y tembloroso Franco que luchaba con el cinturón de sus pantalones. Lando se lo habría cogido así sin más con la ropa puesta y en seco por la urgencia que sentía, pero el chico era lo suficientemente lindo y habilidoso con su boca como para hacerle querer disfrutar por el mayor tiempo posible su compañía.
-Pense que me ibas a llevar al callejón atrás del club-dijo Franco poniéndose de pie finalmente a la vez que se sacaba las zapatillas con los talones, sus pantalones y la pesada chaqueta de lluvia yacían a su alrededor enmarcandolo como algún tipo de Venus gay libidinoso.
-¿Eso te gustaría? ¿Garchar en medio del frío, abajo de la lluvia al lado de un contenedor de basura?
Franco envolvió una pierna en la cadera de Lando, atrayendolo a su cuerpo desnudo. Le dedicó una mirada cargada de deseo y se mordió los labios antes de contestar.
-Me calienta que me traten como si no valiera nada.
Lando podría haber llegado al orgasmo solo con esas palabras. Él era justo el tipo de chico que le gustaba en la cama; desinhibido, descarado y con un gusto por lo vulgar que tan bien combinaba con el suyo propio. Definitivamente le iba a pedir su número.
Lo tomó desde la parte trasera de los muslos para cargarlo en brazos, Franco le rodeo el cuello y felizmente le lamió la mandíbula y una mejilla. Lando lo llevo hasta la cama para dejarlo caer sobre ella con facilidad, como si su peso no significará nada para el nivel de su fuerza y se irguió en toda su estatura delante de él.
-Y a mi me calienta llenarle el culo de leche a las putas regaladas.
En un ademán casi ceremonial esparció un generoso chorro de lubricante por toda su extensión, ayudándose con la mano para empapar bien cada pedacito de piel que terminaría enfundada dentro del cuerpo ajeno. Franco separó las piernas y las elevó hasta sus costillas, ofreciéndose sin ninguna clase de vergüenza o restricciones.
-Te tomo la palabra.
§§§§§
-Estas muy risueño hoy-comento una voz femenina al lado suyo.
Guardo su celular con el mensaje a medio escribir y se giró hacia su hermana, una sonrisa casi idéntica a la suya iluminando su rostro somnoliento.
-¿Vos decís?-ella asintió con la cabeza y se acerco un poco más para susurrarle en voz baja.
-¿Conociste a alguien?
-¿Por qué tengo que conocer a alguien para estar contento? Capaz me fue bien en el trabajó, me gane la lotería...
Ella lo codeo en las costillas, haciéndolo reir.
-Vos solamente estás así de contento a las ocho de la mañana de un domingo de lluvia porque saliste y conociste a alguien.
Lando movió los hombros hacia arriba sin responder su acusación pero la sonrisa en sus labios y sus ojos brillantes lo delataban. Había sido una buena noche, más que buena de hecho, y estaba en medio de su objetivo de volver a repetirla cuando su hermano mayor y su padre aparecieron desde la cocina cargando unas bandejas con el juego de te y algunos postres pequeños, tras de ellos la menor de los hermanos Norris se acercaba con los medicamentos de su padre en mano y una expresión algo triste mientras seguía al hombre mayor y delgado con la mirada.
Verlo se habia vuelto una tarea complicada en los últimos meses desde que le diagnosticaron una enfermedad terminal, sumado a la culminación del matrimonio casi perfecto que había tenido con su madre por 30 años y la posterior depresión de ella hacían a Lando tener que forzarse para re vincularse con él. Muy atrás habían quedado los días en los que veía a ese hombre con los ojos llenos de admiración, ahora solo quedaba una sombra del afecto que alguna vez le tuvo y que le hacía acompañarlo en todo el proceso de hacer su condición más llevadera hasta su inevitable último día. Un día que Lando aún no estaba seguro como afrontar.
Sus hermanos estaban en mayor o menor medida en la misma sintonía. Amaban a su padre y le acompañarían hasta el final, pero la amargura de la traición a su madre y a la familia que habían conformado pesaba tanto en ellos como una herida abierta. Luego de su diagnóstico su padre había querido purgar de su alma el más grande secreto que guardaba, y en medio de lágrimas, platos rotos y la memoria de una infancia manchada les confesó que durante muchos años había sido infiel a su esposa al punto de haber formado una familia paralela en otro país, con una mujer más joven que su madre con la que tenía también un hijo.
Decir que Lando lo había odiado con todas sus fuerzas en ese momento era poco. Ahora en su corazón solo quedaba resignación y un dolor latente, pequeño pero constante, que se construia dia a día con cada señal de debilidad en el hombre mayor.
- Papá, ¿Por qué hay seis tazas?-consulto la chica rubia al terminar de ayudar a su padre a tomar asiento.
-Queria pasar la mañana con mis hijos, por eso le pedí a tu hermano que no trajera a los niños hoy.
El mayor de los cuatro hermanos arrugó el entrecejo pero mantuvo el silencio, quizás descifrando las intenciones de su padre. Por otra parte Lando y sus hermanas se veían más desconcertados, incredulos al significado de esas palabras o genuinamente intrigados. No prolongó la duda mucho más cuando el timbre de la entrada rompió el silencio de la sala.
-Con todos mis hijos.
Oliver ya había ido a atender la puerta en lo que sus hermanos procesaban las palabras de su progenitor. La mano de Flo se cerró en la muñeca de Lando, necesitando algún tipo de ancla o contención por más minima que fuera, Cisca aún de pie junto a su padre lo observaba con una expresión desencajada, su pecho subiendo y bajando cada vez más rápido por su ruidosa respiración. Oliver apareció a los pocos segundos con un chico a su lado, un chico demasiado conocido para Lando.
El estómago se le estrujo en nudos dolorosos casi punzantes cuando se bajo la capucha de su abrigo de lluvia y los aplastados rizos ondulados prácticamente rebotaron a su posición habitual por la fricción y la alta humedad, los mismos que Lando había usado como riendas apenas un par de horas atrás. Estaba vestido casi igual al día anterior, una pesada chaqueta negra de lluvia lo protegía de los elementos, debajo un buzo verde oscuro y unos jeans holgados salpicados por agua. El inglés podía escuchar su propio corazón palpitandole en los oídos, y cuando los ojos verdes de Franco aterrizaron en los suyos la misma espantosa realización le desfiguró el rostro.
-Hijos... Él es Franco, su hermano.
Franco... El extranjero argentino que se llevó a un sauna para cogerselo hasta que se le acalambró la pelvis. Franco... El chico con el que se había estado mensajeando hasta hace unos minutos para repetir su encuentro de la noche anterior. Franco... Que era un año menor que Flo y dos mayor que Cisca. El hijo de la amante de su padre. Su medio hermano.
Se tapó la boca con la mano libre tratando de controlar el impulso de vomitar. Franco se veía tan pálido como un fantasma, inmóvil y silencioso, demasiado pequeño y fuera de lugar alrededor de la desvensijada familia Norris. El miedo y el estupor fluían entre ellos como la brea pero fue la furia de Cisca que se irguió entre los demás.
-Él no es mi hermano.
-Cisca...-comenzo su padre, suplicante. Ella lo calló de un grito.
-¡No! ¡Él no es nada mío! ¡Solamente es el hijo de la mujer que rompió nuestra familia!
Franco pareció volver a sintonizarse con la realidad al momento en que Cisca lo hizo el objetivo de sus insultos, demasiado alterada y fuera de sí como para escuchar los débiles ruegos de su padre o los intentos infructuosos de Oliver por callarla. Lando apenas atinó a rodear a Flo con los brazos en cuanto la escucho sollozar, sintiéndose desolado por las lágrimas que le humedecian la camiseta.
-¡Cisca, basta!
-¡Te odio! ¡Te odio con toda mi alma! ¡A vos, a esa mujer, a papá! ¡Los odio!
Ella lo empujó con toda su fuerza usando ambos brazos, apartandolo de su camino y corriendo al piso superior para ocultarse en alguna habitación, su llanto y el ruido de vidrio y madera quebrándose poniendo a todos en alerta. Franco fue quizás el más rápido en reaccionar, huyendo como un criminal por la puerta sin seguro e internandose en la lluvia y las calles encharcadas. Un músculo palpito en la mejilla de Lando mientras observaba al chico desaparecer más allá de su vista, quizás en rumbo desconocido.
-¡Lando!
Su cabeza se giro tan rápido como le permitió el cuello en dirección a la voz de su hermano y en ese momento fue consciente de la palidez en la piel de su padre y la forma en que se agarraba el pecho, sufriendo en cada inhalación. Flo a su lado pareció tener la misma tardía comprensión y prácticamente se quitó a Lando de encima para correr junto al hombre mayor.
-¡Papá!
-Subí a calmar a Cisca. Yo voy a hablar a la ambulancia.
Lando asintió para seguidamente ponerse de pie, dividido en las distintas urgencias que tironeaban de su cabeza. Quería asegurarse que su padre estuviera bien, llamar él mismo a la ambulancia y rogar a quien fuera porque llegaran rápido, detener a Cisca antes de que se hiciera daño. Y lo que quizás le provocaba más culpa y auto desprecio: buscar a Franco.
§§§§§
Franco estaba hecho bolita en la cama del hotel, su teléfono descargado en algún lugar en el suelo y su estabilidad mental pendiendo de un hilo tan fino como una telaraña cuando un golpe insistente llamó a su puerta. Algo mareado por haber estado todo el día acostado irguió el cuello entre el desorden de frazadas que le aplastaban para mirar en dirección al origen del ruido, estaba seguro de haber dejado la señalización de no molestar en el picaporte de la puerta, pero debido a la oscuridad de la habitación no podía saber bien si efectivamente lo había hecho o su memoria estaba algo difusa a través de la pesadez de su corazón y las interminables lágrimas que había soltado en la almohada.
Albergó durante un instante la esperanza de que la persona se cansaría de molestar y lo dejaría tranquilo, sin embargo sus toques pasaron directamente a ser golpes de puño despertando todas sus alarmas internas. Descalzo y vestido apenas con su pijama fue hasta la puerta.
-No necesito nada, váyase.
-Soy Lando.
Franco se encorvo en el lugar como si le hubieran dado un puñetazo.
-Vete.
-Papá está en el hospital.
Le revolvió el estómago escuchar esas palabras, no solo por lo que significaban, sino por quién era su emisor. Lando, el chico que había conocido en un club gay hacia menos de doce horas, con el que se había acostado a la primera oportunidad que tuvo, con el que había intercambiado los mensajes más vulgares posibles minutos antes de descubrir la espantosa verdad. Franco no quería verlo, no quería recordar lo bien que se sintió su cuerpo contra el suyo, toda memoria pasada estaba ahora manchada por el vínculo sanguíneo que los unia.
-¿Cómo me encontraste?-dijo en un tono de voz bajo, su mano en el picaporte aún debatiéndose si dejarlo pasar o no.
-Vos me diste la dirección.
-La puta madre...
Cómo quien arranca la venda de una herida Franco abrió la puerta de par en par, su figura difusa entre la oscuridad de la habitación en contraste con la luz que irradiaba Lando desde el pasillo y le delineaba el contorno del cuerpo. Le temblaron las piernas de solo verlo, tan hermoso e imposible, ahí delante de él.
Lando tenía las manos en los bolsillos de su buzo negro con la capucha cubriendo sus rizos oscuros y no espero invitación para pasar al cuarto, encendiendo la luz en el camino para así no trastabillar con la valija de Franco o los pequeños muebles de te.
-¿Cómo está?
-Bien. Le subió la presión pero ya se encuentra estable, se quedó preocupado por vos.
Franco se rodeo con los brazos, sobando sus bíceps algo fríos por la perdida de calor.
-Decile que estoy bien.
La expresión de Lando se ensombrecio.
-¿No vas a ir a verlo?
Con una tranquilidad que realmente no sentía Franco paso junto a Lando en dirección a la cama solo para ser detenido por este por el brazo.
-Tengo pasaje para irme a casa mañana, nunca tendría que haber venido.
-Tenes razón-respondió el inglés, buscando a propósito sonar hiriente-Pero ya estás aquí, y papá quiere saber que estas bien, si es por mi hermana...
-¡Es por todo!-estallo el argentino desprendiendose del agarre que lo tenia anclado en el lugar, aun así no se movió-Lando, nosotros... Nosotros...
-Cogimos, si ya se. Yo también tuve mi momento crisis después de que te fuiste. Pero no tengo tiempo para ser una reina del drama, y vos tampoco. Cámbiate así vamos al hospital.
-¿Cómo esperas que lo vea a la cara? ¿Qué le voy a decir? ¡¿Qué le voy a decir a mi mamá?!
-Vos no vas a decir nada. A nadie. Lo de anoche se muere con nosotros.
Franco se apoyó contra la cálida pared de madera, cubriéndose el rostro con las manos. Se veía tan frágil y a un segundo de derrumbarse mientras que Lando por su parte estaba endurecido y distante, irradiando una molestia que le recordaba demasiado a los reproches de la chica rubia, haciéndolo sentir más miserable.
-Me voy a volver loco. Esto es una mierda. Yo no puedo...
-Tu vieja pudo, por más de veinte años, jugar a la casita con papá a espaldas de mi mamá. No veo porque vos no podrías.
Los ojos avellana de Franco se clavaron como dagas en el mayor, su cuerpo entrando en combustión espontánea por la bronca.
-Lavate la boca antes de hablar de mi mamá, ¡Ella no sabía nada!
Lando bufó, ácido, a la vez que cruzaba los brazos delante de su pecho.
-Me vas a decir que en todo ese tiempo nunca quiso casarse, nunca quiso que papá se asentara en Argentina con ella...
-¿Y la tuya que? ¿A ella le parecia normal que su marido este fuera del país la mitad del año?
Demasiado silencioso e irradiando una energía pesada se acercó hasta Franco, mirándolo con un desprecio que hasta ese día nadie le había dedicado. Con unos ojos que eran dolorosamente iguales a los de su padre.
-El único error de mi madre fue amar y confiar con todas sus fuerzas en un tipo que no lo merecía. El hijo de una puta no tiene ningún derecho a cuestionarla.
¡Plaf!
El eco de la cachetada rebotó contra todas las caras de la habitación y zumbo en los oídos de Lando, la mejilla ardiendole.
-Callate, pedazo de basura.
-¿Basura yo?
Lando lo sujeto de la tela de su camiseta blanca, empujandolo contra la pared con tanta fuerza que los huesos de su espalda rechinaron de dolor. Franco atinó a agarrarle del pelo con una mano, tirando de él para quitárselo de enfrente con su otra extremidad presionando la muñeca contraria.
-Seguramente te ofende porque sos digno hijo de ella. Una puta regalada que le abre las piernas a cualquiera.
-¡Soltame la concha de tu hermana!
Lando volvió a azotarlo contra la pared ignorando los ademanes agresivos que Franco le propinaba, aprisionandolo con su cuerpo. En esa posición demasiado íntima para dos hermanos Lando hizo un descubrimiento sorprendente, y su mirada solo se ensombrecio más.
-¿Esto te excita?
Franco se congelo cuando el muslo de Lando presiono en su entrepierna y, efectivamente, una erección comenzaba a formarse allí. Ilógica, traicionera, pero a la vez muy real. Se sacudió desesperado del agarre de Lando quien había pasado de tirarle de la ropa por el frente a rodearle con los brazos por la espalda, encerrandolo de tal forma que lo dejaba sin salida.
-Te juro que si no me sueltas ahora te bajo los dientes de una piña.
-Me dijiste que te gustaba que te traten como si no valieras nada-Lando se acerco al rostro de Franco hasta que sus narices se rozaron y sus alientos húmedos chocaron entre sí-Pero no pensé que serías tan puta como para calentarte con tu propio hermano.
Franco paseo su mirada desde los ojos de Lando hasta sus labios. Una cosa prohibida y demasiado tentadora construyendose en su interior con cada segundo que pasaba y Lando lo empujaba contra la pared como si quisiera fusionarlos.
-¿Y que vas a hacer entonces?-suspiro sobre sus labios, milímetros los separaban del contacto-¿Me vas a pegar? Maricon...
Fue casi como la noche anterior. La tensión, la expectativa, las ganas de iniciar un fuego y consumirse en él hasta las cenizas. Por eso Franco no quería verlo, por eso quería huir a la primera oportunidad de ese condenado país de clima horrible, por más que la culpa le ahogara y se reprochara una y mil veces por haberse acostado con el desconocido que terminaria siendo mucho más que un tipo cualquiera en su vida no podía evitar esa picazón en su piel, en lo más profundo de sus viceras, la que no se arrepentía de haberse entregado a lo más bajo de sus instintos en la privacidad de un sauna para dos. Y quizás era porque Franco conoció a Lando antes de realmente saber quién era, lo había visto como un hombre antes que aún hermano, y como tal, todavía le quemaba la necesidad compartida desde que se separaron de repetir lo que habían hecho.
Que Dios se apiade de su alma, Franco sentía el mismo o más deseo por él a pesar de estar unidos por sangre. Se odio por ello. Seguramente se odiaria y se arrepentiría de lo que sea que esto fuera hasta el fin de sus tiempos, pero no podía controlarse, era un hombre débil, y solo quería más del fruto prohibido.
El mayor de los dos tomo la iniciativa capturando el labio inferior del menor y tirando de él con la fuerza suficiente para provocarle una pequeña herida cerca de la comisura, hizo a Franco jadear de forma inconsciente, abriendo la boca en un ruego silencioso por más, cualquier cosa, lo que Lando quisiera darle.
-Te voy a hacer mierda-susurro él, lamiendo la tímida gota de sangre en la boca de Franco y estrellándose contra él como si lo odiara.
Y quizás lo hacía, solo el odio podía explicar la fuerza con la que se empujaba contra la boca de Franco, haciendo chocar sus dientes y buscando su lengua para morderla y chuparla en su boca sin importarle si lo ahogaba en el proceso.
Con los brazos aún presos del agarre contrario Franco no tuvo otra opción más que separar las piernas para que las de Lando encajaran entre ellas, frotándose contra su cadera y sintiendo la misma hinchazón a través de las prendas del otro. Jadeos y suspiros pesados escapaban entre el desordenado beso, las mejillas tan enrojecidas como sus labios por la excesiva presión. De un momento a otro Lando se alejó de él, liberandolo de sus brazos y su toque ardiente.
-Sos un hijo de puta, no se que me hiciste.
Franco lo miró desconcertado pero Lando no le dió oportunidad para replicar cuando lo tomó de la cintura y lo volteo contra la pared, dejandolo de cara a la madera y su espalda presa nuevamente por la presión de su cuerpo. Un gemido lastimero escapó de los labios del argentino cuando le bajo los shorts y la ropa interior de un solo movimiento, arañandole la piel en el proceso.
-Yo tendría... Yo tendría que estar con mi familia, con mi papá-el tono en su voz era vulnerable, casi patético. Contrastaba mucho con su mano amasando uno de los pectorales de Franco mientras desnudaba sus miembros inferiores-Pero acá estoy... Desesperado por cogerme a la puta regalada de mi medio hermano.
Jadeando y con las piernas temblando Franco se arqueó contra él, sumiso y deseoso de más.
-Dale... Hijo de puta, hacelo si tenés huevos.
Se la metió en seco, así nomás. Piel contra piel en contacto directo, igual que la noche anterior pero ahora con un tinte más prohibido y oscuro pincelando el suceso. Franco no pudo evitar gruñir, el dolor y el placer peleando por el lugar central en su cabeza mientras Lando encontraba lugar en el espacio entre su hombro y su cuello, la mandíbula tensa y su respiración ruidosa hasta que pudo enfudarse por completo.
-Estas... ¡Ah! Muy apretado.
Franco respiro hondo un par de veces y busco una mejor posición entre la prisión que era la firme pared de madera y el torso de Lando, buscando los brazos ajenos para afianzarse de ellos por estabilidad. Se empujó hacia atrás tentativamente, el grosor de Lando abarcando cada rincón de su interior.
-Movete...
La boca de Lando se cerró en su cuello, succionando un pedazo de piel salada sin importarle en lo más mínimo la marca visible que dejaria después y lo embistió en un movimiento corto y medido, no queriendo salir demasiado pero incapaz de soportar el calor de Franco sin hacer nada. Estaban demasiado pegados el uno al otro, hasta sus piernas se enredaban entre sí con las respiraciones acompasadas al ritmo que marcaba la pelvis de Lando, ni siquiera durante la primera vez se habían tocado tanto o sentido de esta forma tan sobrecogedora y enceguecedora, era como si cada parte de sus pieles ardieran con el roce volviendo la sensación cada vez más tóxica y adictiva.
Franco se empujó contra Lando en cuanto la incomodidad se volvio mínima y el éxtasis comenzó a revolverle la cabeza y los sonidos de sus labios pasaron de ser gruñidos bajos y suspiros pesados a gemidos altos y agudos en sintonía con el vaivén. Lando construyó su ritmo hasta llegar a penetrarlo con la potencia de un pistón hidráulico, escarbando en sus entrañas de tal forma que Franco no pudiera confundir nunca quien era el que le estaba proporcionando placer, que lo recordara incluso cuando no estuvieran juntos. Quería muy en el fondo de su ser volverse inolvidable, incomparable, y muchas cosas más que anteriormente no deseaba de nadie.
Le mordió la mejilla en el momento en que se derramó entero dentro de Franco, su hermano que no se sentía como tal. Y se regodeo de orgullo cuando lo escucho suplicar y culminar igual que él sin otra estimulación más que de la del miembro de Lando en su culo.
Débil y jadeando lo atrapó entre sus brazos una vez más en cuanto la fatiga y el entumecimiento hicieron a Franco luchar por estabilidad. Y sin siquiera mirarse o hablar, ambos enviaron una plegaria silenciosa a los cielos.
Que dios se apiadará de sus almas, porque ambos habían sucumbido al pecado y habían incurrido en él una vez más, dudando si es que alguna vez podrían parar.
Notes:
PrEP: medicamento para prevenir el VIH
Chapter 7: Día 7:Public Humiliation(Paul/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 7: Public Humiliation
Paul Aron/Franco Colapinto
Reto
La mañana de entrevistas en Zandboort era gris y pesada por la humedad, el primer día después de un receso largo de verano poniendo a prueba la simpatia y entereza de los pilotos para enfrentar los cuestionamientos sobre sus expectativas por lo que quedaba de temporada. En el interior del hospitality de Alpine Franco Colapinto llevaba un buen rato atendiendo a la prensa argentina y española con el humor positivo y cómplice que le caracterizaba, sonriente y receptivo a las preguntas de los periodistas, pero por dentro se estaba consumiendo como el fuego de una vela, frotando las rodillas entre sí cuando creía que no lo miraban.
-¿Estás bien, Franco? Te ves algo sonrojado-cuestionó el periodista una vez que las cámaras ya no lo enfocaban y los micrófonos ya no grababan.
-Sisi, con algo de sueño nada más, dormí poco-respondio con una sonrisa serena, ocultando sus manos temblorosas en los bolsillos de su campera.
Rápidamente su jefe de prensa le informó que le quedaban un par de notas y unas cuantas acciones publicitarias con Pierre para concluir el día, su mente inquieta absorbiendo la información con molestia, no creía durar tanto...
-¿Puedo retirarme unos minutos a mi habitación? Necesito buscar algo.
-Por supuesto, pero no te demores mucho por favor. Pierre nos va a estar esperando.
Franco asintió dándole una sonrisa y una palmada en la espalda como agradecimiento, dirigiéndose a paso ansioso hacia las escaleras que lo llevarían al segundo piso del hospitality rogando al cielo no toparse con nadie en el camino. Pero los cielos parecían odiarlo porque se encontró de frente a su compañero de equipo que venía del corredor que dirigía a sus habitaciones personales.
-¡Franquito! ¿Ya terminaste?
-Me quedan dos entrevistas más y ya terminó.
-Ok, yo voy a picar algo en la cafetería. Te veo después.
Agradecido Franco suspiro en cuanto Pierre le despidió con una sonrisa, solo para zizear de sorpresa y estupor cuando su mano cayó pesada en su trasero, el ruido de la palmada retumbarndo en el pasillo y haciéndole fruncir los músculos.
-¡No demores Franquito!
Su voz sonaba lejana, quizás ni siquiera se dió la vuelta después de cachetearlo y era una verdadera bendición, porque de otra forma habría percibido el temblor que azotó su cuerpo y el involuntario gemido que escapó de sus labios, lágrimas amenazando por caer de sus ojos que comenzaban a inyectarse en sangre. Busco apoyo en una pared cercana mientras su respiración se aceleraba, su culo tenso y apretado alrededor del objeto que guardaba dentro mientras su entrepierna traidora comenzaba a hincharse.
A él no le gustaban estás cosas. Las odiaba. Él era heterosexual. Le encantaban las mujeres. Amaba a las mujeres.
Definitivamente no se sentía excitado por tener un juguete sexual de mierda metido en el culo.
Solo era la extrañeza de todo el asunto y la necesidad de retenerlo dentro para que no se le escapara escandalosamente en medio de una entrevista, y que ocasionalmente la cosa vibrara haciéndolo sobresaltar y convertír algo tan común como sentarse en una tarea titánica porque la pequeña cosa se enterraba un poco más profundo en él, tocando lugares ahí dentro que debería ser ilegal que se sintieran tan bien.
Una vez que pudo bajar del subidon de calor y la respiración se le hizo un poco normal se dirigió a su habitación, escondiéndose como un cachorro asustado. En cuanto tuvo la puerta cerrada se desabrochó los pantalones, observando ofendido como su pene se encontraba medio duro y húmedo en la punta, peleando por liberarse de la presión de la ropa interior.
-La puta madre...
Esto no le podía estar pasando, no a él de entre toda la gente.
-Es todo culpa de ese hijo de puta... Cara de cuchara... Pedazo de basura inmund ¡Ah!
Y como por acto de magia, la maldita cosa volvió a la vida, vibrando mucho más fuerte que antes directamente contra ese lugar que desconocía porqué le hacia ver las estrellas, busco la firmeza de la pequeña mesa ratona que tenía al lado darle algo de estabilidad a sus piernas temblorosas que amenazaban con dejar de sostenerlo, esperando que los zumbidos pasaran.
-Mmm... Basta...
Se mordió el dorso de la mano con fuerza ahogando los gemidos y aplacando un poco del placer con dolor auto inflingido, necesitaba calmarse y parar esto como fuera. No podía permitirse perder mas tiempo y ¿Qué pasaba si alguien entraba y lo veía?
El alma se le escaparia del cuerpo por la vergüenza si Pierre, alguien de su equipo, sus técnicos o sus ingenieros lo descubrían así, retorciéndose sin control y tortuosamente caliente. Podía ver claramente sus rostros pasmados por la sorpresa, sus ojos agrandados y desorbitados, mientras Franco recibía placer por el juguete en su culo como la actriz más experimentada de OF. Dios... Sería el fin de su carrera, en la fórmula uno y en cualquier otra categoría del automóvilismo. Nunca podría mostrarse nuevamente en el ojo público...
Su miembro dió un respingo, lleno de sangre y vida. Sorprendido y a la vez mortificado por el resultado que esa imagen mental había provocado.
Esto no podía ser. Él no era un degenerado. No tenía la culpa. Todo era culpa de...
-¡Franco! ¡Me pidieron que te buscará!
Canturreo una voz burlona y desagradable. El corazón de Franco se le encongio en el pecho en cuanto escucho la puerta abrirse y que en su apuro no la había dejado con seguro, pero dentro de todo, que fuera Paul Aron el que lo descubriera era en este momento el menor de sus males.
-Paul...-dijo mirándolo con el entrecejo profundamente arrugado-Sacame está mierda, ¡Ahora!
El chico rubio lo vio con una expresión aburrida en su rostro mientras saboreaba un chupetín en su boca. Con mucha calma cerro la puerta y camino hasta Franco, jugando con la golosina entre sus labios húmedos.
-Vos y yo teníamos una apuesta, Colapinto. Y la perdiste.
Y Franco iba a reprocharse toda la vida por haber aceptado.
Era una cosa muy tonta, una competencia de quién hacía mejor tiempo en las pruebas de Pirelli, el ganador tendría que hacer lo que el otro quisiera por 24 horas.
Confiado, Franco acepto sin pensarlo dos veces. Ya había tenido mejores tiempos y más velocidad que el rubio en otras pruebas y no dudaba que terminaría repitiendo la hazaña... Solo para perder el auto por un error mecánico que lo mando al muro, incapaz de seguir con las pruebas mientras que Paul pudo completar todo el programa y superar su tiempo ampliamente. El argentino había estado amargado por eso, pero lo que no se imaginó nunca era el reto que Paul había planeado para él.
-No me dijiste que está cosa se... ¡Que está cosa se mueve! ¡La quiero afuera ahora!
-¿Se mueve?
-Si tarado.
-¿Así?
Y Franco tuvo que apretar la mandíbula y cerrar sus ojos con fuerza cuando el huevo vibró en una potencia más alta que la anterior, la mesa ya no era suficiente soporte, apoyo la espalda en la pared y gruño con los labios cerrados cuando la exitación quemó dentro de él de una forma que nunca había experimentado. Era tan sucio, estaba tan mal, pero su cuerpo ingrato no parecía registrarlo, dejándose caer más y más en las filosas garras del placer.
-¿Q... Qué?
Paul saco la mano de su bolsillo para mostrar un pequeño llavero negro con varios botones a la vista.
-Era muy divertido verte fruncir el culo y tratar de disimular mientras te estaban entrevistando. Lastima que estás cosas no tienen tanto alcance, sino te lo habría hecho más seguido.
Y se lo soltó así nomás como quien habla del clima. Franco quería matarlo.
-¿Vos estuviste haciendo que se mueva? ¿Sos pelotudo o te dejaron caer de la cuna de bebé?
-Yo no le hablaría así a alguien que todavía tiene dos botoncitos más que apretar-respondio amenazante, el chupetín rojo danzando entre sus dientes.
-¡Dame eso ahora!
Franco se lanzó hacia la mano del estonio, débil pero decidido a terminar con la innecesaria tortura a la vez que Paul levantaba el brazo, aprovechándose de los cinco centímetros de estatura que tenía de ventaja en comparación al argentino y riendosele en la cara, como si toda la situación fuera un chiste graciosisimo.
-Igual ya te falta poco Franco, fíjate quedan como diez horas para cumplir el reto.
-Me chupa la pija tu reto de mierda, pedazo de degenerado-escupio el argentino, su mano tirando de la tela de la chaqueta que Paul llevaba puesta en un intento infructuoso de hacerse con el pequeño control.
-¿Degenerado yo?-respondio con un tono aireado, como si realmente se sintiera ofendido por las palabras de Franco-Me parece que acá el degenerado es otro pa.
Y con un muy imperceptible click, el huevo se sacudió furioso dentro de Franco, enterrandose un milímetro más profundo por el simple movimiento. Las lágrimas saltaron de los ojos de Franco sin poder contenerlas y termino casi apoyado contra el más joven, su mano apretándole el brazo con tanta fuerza que le hundía las uñas en la piel. En esa distancia y en el silencio Franco creía poder escuchar el sonido de zumbido directamente desde su culo, y su cara ardió en llamas. Con el brazo libre Paul le rodeo la espalda, su expresión burlona remarcandose.
-A muchos hombres les duele tener algo en el culo por primera vez, pero mírate vos, te estás retorciendo como una mina que le meten los dedos.
La mano libre del chico descendió por su cintura hasta el nacimiento de sus glúteos, dónde su dedo medio acaricio la línea vertical de su pantalón, arrancandole un jadeo.
-¿Qué te calienta más Franco? ¿El huevo que tenés adentro o que alguien se entere que lo tenés?
-Cállate...-musito con la voz húmeda y quebradiza.
-Tenes una próstata muy sensible me parece, yo diría que tenés talento natural para ser pasivo.
El bochorno le hizo sentir que le quemaban hasta las orejas. Quería ahorcar a Paul, quería bajarle todos los dientes de una buena piña. Solo necesitaba que su cuerpo dejara de temblar y que sus extremidades le colaborarán para darle al rubio lo que se merecía con creces.
Moviendo la golosina a un costado de su boca Paul se inclino para hablarle al oído con una cercanía que no habían compartido nunca.
-¿Te cogieron alguna vez Franco?
-Que te importa.
-Estoy seguro que te gustaria-Paul presiono el dedo medio entre las nalgas de Franco, dónde su orificio tenso se encontraba.
Hubo un chillido escandaloso por parte del argentino, su ignorado miembro parecía palpitar entre sus pantalones.
-¿Ves? A ningún hombre hetero le gustan estás cosas.
-¡Cállate! Yo soy hetero.
Paul sonrió con todos sus dientes, con esa falsa inocencia encantadora que ponía ante las cámaras o en la fábrica de Alpine.
-Un hetero con el culo goloso entonces.
Paul volvió a empujar su dedo contra su orificio repetidamente, simulando embestidas. Franco tuvo que contenerse de poner los ojos en blanco.
-A vos lo que te hace falta es una buena pija, seguro que hasta se te aflojan todas las tensiones que tenés encima.
Franco abrió la boca para aspirar aire frío en sus acalorados pulmones, los músculos de su mandíbula resintiendose por la fuerza que ejerció contra sus dientes. En ese momento Paul aprovecho para deslizar el chupetín empapado de su propia saliva dentro de sus labios, el huevo automáticamente cesó el movimiento, y el mundo de Franco por un instante dejó de dar vueltas.
-Diez horas Colapinto. Cuando las cumplas, venite a mi cuarto que yo te saco el huevo. Y si quieres, te lo reemplazo por algo mejor.
El rubio hijo de su muy puta madre le guiño el ojo y se fue tan tranquilo como había llegado, dejando a Franco duro y necesitado.
-Lo odio. Lo odio tanto-susurro degustando el sabor a cereza en su boca.
Franco iba a asfixiarlo con una sabana mientras dormía.
Chapter 8: Día 8: PetPlay (George/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 8: Pet Play
George Russell/Franco Colapinto
Mención Alex Albon/George Russell
Trigger warning ⚠️: PetPlay concensuado
Mascota
-Alex, te lo digo en serio. Hacer equipo con Max es horrible.
Alex río ante el tono vehemente de George y lo empujó ligeramente con el hombro, la mortecina luz blanca del pasillo del edificio de George iluminando su camino de la noche oscura y lluviosa.
-Podría ser peor, te podría haber tocado Lance.
-Hubiera preferido a Lance no haciendo nada que tener a Max constantemente en mi oreja contradiciendome todo el tiempo.
Llegaron al final del pasillo entre chismes de universidad y risas contenidas, caminando con muy poca distancia entre sus cuerpos exhibiendo la cercanía de su vínculo.
-¿Aún sigue en pie la cita al cine el sábado?
George se quedó de frente a su puerta sin seguro, la llave girada entre sus manos mientras un nada sutil sonrojo le adornaba las mejillas.
-Obviamente.
La sonrisa de Alex iluminó su rostro y George creía que había caído un poquito más enamorado de él. Frotándose los labios entre sí se inclino hasta el chico mitad tailandés dejando un beso en su mejilla, casi a la altura de su pómulo.
-Gracias por acompañarme a casa.
Alex imitó su acción, presionando los labios en su mejilla con ternura.
-Gracias a vos por prestarme el collar viejo de tu perro, me salvaste de que mi hermana se entere que casi pierdo a su gato.
-No fue nada, te lo regalo si quieres.
-Muchas gracias George-Alex dió un paso hacia atrás con algo de reticencia-Y un día me tienes que presentar a esa famosa mascota tuya.
-Mi cachorro es un poco celoso, no le gusta la gente desconocida. Pero te prometo que vas a conocerlo un día.
-Voy a estar esperando-Comento con una enorme sonrisa, caminando de espaldas para seguir viendo a George en el marco de su puerta.
-¡Te vas a caer si seguís así! Y si no te apuras te va a alcanzar la lluvia.
-¡Hasta mañana!
Con ese último saludo y un ademán con el brazo Alex finalmente se giro sobre sus talones y se apresuró a seguir el camino hasta el exterior del edificio. George se mordió los labios sintiendo como la ternura y el cariño le burbujeaban en la boca del estómago, haciéndolo sentir ligero, y porque no, enamorado.
Su departamento lo recibió en silencio, la luz de la entrada y la cocina le dieron la bienvenida dibujando sombras en sus muebles y en su propia figura esbelta. Colgó sus abrigos en el perchero y se cambió a su calzado de entre casa en un ademán tranquilo.
-¿Fran? ¿Estás despierto?
Un pequeño gorgojo resono desde la sala de estar, tan bajo y monótono que de haber tenido la televisión prendida no lo habría escuchado y con una sonrisa tranquila en los labios camino hasta encontrar el origen del sonido.
-Aqui está mi cachorrito.
Junto al sofá de dos personas, casi oculto con la esquina de la pared asomo una cabeza de risos desordenados portando una diadema de orejas de perro, completamente desnudo salvó por el bozal de perro que le cubría la mitad de la cara y en su cuello el cascabel contra la medalla metálica inscripta con su nombre tintinearon cuando él se acerco a recibir a George apoyandose en sus manos y rodillas.
-¿Me extrañaste, bonito?
Franco respondió frotando la mejilla contra su rodilla, ganándose una caricia en su cabello.
-Voy a traer tu comida y mi té, espérame aquí.
George le señalo el suelo y Franco obedeció a la orden de su dueño, sentándose sobre sus rodillas al instante, un gemido ahogado por el bozal escapó de sus labios cuando el plug se enterró un poquito más dentro de él, su amplia circunferencia estirando sus músculos internos de forma deliciosa pero aún así tortuosa, el placer era increíble pero nunca suficiente, no llegaba a satisfacerlo por completo así que termino gimiendo desde su garganta, las lágrimas agolpandose en las comisuras de sus ojos.
Así fue como George lo encontró, gimiendo en soledad con la larga cola castaña del plug anal surgiendo desde sus nalgas y extendiéndose sobre la alfombra. Era verdaderamente una mascota encantadora.
-¿Tienes hambre cachorro? No te preocupes, ya tengo tu comida.
George se dejó caer en el amplio sillón y, como un ritual bien practicado, procedió a dejar el bowl de carne y su taza de te en el pequeño mueble a su derecha, encendió una lámpara en la intensidad mas baja posible para iluminar la habitación más allá de la luz que se filtraba desde la entrada y la cocina, permitiendo admirar la figura esbelta y atlética de su mascota, ordenó a Alexa poner música suave y relajante que tranquilizara su cerebro después del agotador día que había tenido y tras dar un pequeño sorbo a su te aromático se inclino hacia Franco, aflojando las correas de su bozal para descubrir sus labios rojo cereza.
-Como extrañé ver esa carita-George le acaricio la mejilla con la palma abierta y Franco se recargo en ella, extasiado por la sensación de adoración.
El chico de grandes ojos azules se estiró por el bowl de comida con su mano libre, pequeños cubos de carne sellada que aún supuraban jugos rojizos golpearon a Franco con su delicioso aroma, haciéndole rugir el estómago.
-Repasemos los trucos-Dijo George con parsimonia-Habla.
Franco ladro, imitando lo mejor que pudo a un perro. Su dueño le sonrió y deslizó en su lengua una pieza de carne, Franco mastico en silencio saboreando con gusto.
-Dame la pata-Franco estiró el puño hasta su regazo-¡Buen chico!
Recibió más carne como recompensa. Mientras él se dedicaba a comer alegremente George le dió un trago más a su taza, el calor asentandose cómodamente en su ser.
-Move la cola para mí.
Con un suspiro laborioso Franco se elevó ligeramente sobre sus rodillas, sin separarse completamente del piso y meneo las caderas de un lado a otro, la cola del mismo color que su cabello siguiendo el movimiento y arrastrándose sobre la suave alfombra.
Franco contuvo el aliento lo mejor que pudo, su entrepierna estrangulada tensandose por la necesidad de expandirse.
-¡Muy bien!
George lo recompenso dejando el bowl finalmente en el suelo, delante de él para poder comer a su propio ritmo. Y en un ademán pactado y practicado Franco se encorvo en dirección a su comida, alimentándose solo con la boca en grandes mordiscos. Su dueño lo miró encantado, y cruzando las piernas una sobre la otra termino su bebida caliente y disfruto del espectáculo que su mascota le proporcionaba. Su esbelta y ángulosa espalda era preciosa, George podía perderse horas en la pronunciada curva de su cintura que acentuaba su pequeño trasero respingado, quería estirar la mano y acariciar desde la línea de su columna vertebral hasta la punta de cola sostenida por la fuerza de sus entrañas.
-¿Sabes Fran? Alex me invitó a una cita, él realmente me gusta mucho.
Su mascota no le respondió.
-¿Qué opinas? ¿Te gustaría tener otro dueño?
Franco gruño en voz baja, terminando lo último de su comida y limpiándose los labios con la lengua. Se irguio nuevamente para mirar a George, sus ojos desafiantes adornados por sus cejas arrugadas.
-Mi cachorrito celoso-George le peino el cabello ondulado con la yema de los dedos, arrastrando las uñas en su cuero cabelludo obteniendo un gemido de satisfacción por parte de Franco-Siempre vas a ser el primero para mí.
Emitiendo un gentil gorgojo Franco descanso la mejilla contra la rodilla de George, recargandose en él en busca de mas caricias que el chico no demoro en proporcionarle. Guiado por cierta sensación de seguridad pegó todo su cuerpo contra las piernas de su dueño, la piel erizandose en el contraste de la ropa áspera en su piel sensible e, inconscientemente, empujó la pelvis contra el pie de George, el metal raspando en el calzado.
-Ohh, me había olvidado.
George rebuscó entre sus bolsillos hasta dar con una pequeña llave dorada y alejando a Franco ligeramente se inclino hasta su entrepierna donde el cinturón de castidad plateado resplandecia contra la piel enrojecida de la hombria de Franco.
Con un suave clic el cinturón cayó en el suelo y el chico desnudo gimió de gusto, la sangre fluyendo rápidamente hasta sus genitales doloridos.
-Cumpliste muy bien tu castigo, precioso. Pero no quiero tener que volver a hacerlo.
Franco froto la cara contra sus rodillas en agradecimiento y afirmación, asegurando así haber aprendido su castigo. George lo había descubierto masturbándose con su ropa sucia y su determinación fue implacable, veinticuatro horas con el cinturón puesto mientras la cola con el tapón de la circunferencia más amplia le estimulaba en una presión constante.
-¿Quieres que tu dueño te haga sentir bien, Fran?
El mencionado gimió en respuesta, empujando las caderas nuevamente contra la pierna del más alto. Los ojos de George brillaron en la luz baja, centelleando de una lascivia tan prohibida y que Franco correspondía tan bien. En completo silencio, con el ademán más pausado y reverencial George separó las piernas y hundió la mano dentro de sus pantalones flojos, ahuecando su erección con la palma abierta.
-No debería malcriarte tanto después de que te tocaste sin permiso.
Los ojos de Franco se pusieron brillantes de humedad, meneando su cadera de tal forma que hizo a la punta del tapón rozar su próstata, su miembro igual de erguido que él de su dueño implorando por atención en lo que la hendidura humedecia la sensible cabeza de líquido preseminal. George llevo una mano a su cabello, hundiendo los dedos en sus suaves risos castaños desarmandolos cuando los peino hacia atrás. Tomándolo como una señal positiva Franco se acerco hacia él, pegando el frente de su cuerpo en una de las piernas de George, apoyando la cabeza a la altura de su rodilla para mirarlo con ojos suplicantes.
-Cachorro travieso, sabes bien que no puedo decirle que no a esa carita.
El más alto empujó la ropa que cubría su entrepierna con la muñeca y libero su miembro duro para la fascinación del chico en el suelo quien, sin esperar por algún tipo de señal o orden se arrojó a lamerlo desde la base hasta la punta, saboreandolo como si de una paleta helada se tratara.
-¡Ahhh Fran!
Se encargo de embadurnar el miembro con su saliva dándole largas lamidas que sabía volvían a George loco, con una mano hizo retroceder la piel de la punta para descubrir la rosada cabeza y buscando fricción para su propia erección se froto contra la pierna vestida, montandolo con desespero.
-Mi cachorro en celo... Tan bueno, tan obediente.
George le premio empujando con el frente de su pie la punta de la cola entre las nalgas de Franco, forzando a la gorda cabeza del tapón a apuntalar plenamente en la próstata del chico después de una tarde tortuosa de tenerlo rozandola apenas un poco, nunca tocandola en su totalidad.
-¡Ahhh!-Gimio con la boca a centímetros del glande rosado de George.
-Adelante bonito, ya sabes que hacer.
Extasiado Franco obedeció sin chistar y se tragó el miembro de George por completo, la nariz enterrada en los cortos rizos de su bajo vientre y ahuecando las mejillas comenzó a succionarlo en su garganta, como si quisiera comérselo, respirando con dificultad en el momento en que el pie de George lo elevó prácticamente hacia arriba, el peso de su cadera recayendo en en el tobillo ajeno cuidando de no apretar sus testículos en el proceso mientras su pie mantenía la férrea presión en la punta del tapón.
-¡Fran! ¡Así!
Tomando ese jadeo como una advertencia Franco relajo su garganta y se deleito con la sensación de sentir como el miembro de George se hinchaba en la base para seguidamente subir por el tronco y explotar en su boca, el sabor salado de su semen llenándole los sentidos. Franco trago con hambre, gimiendo de placer alrededor del grosor de George mientras él alcanzaba el orgasmo en su pierna, manchandolo de largas tiras de su propia semilla.
Franco observo a George respirar con la boca abierta y los ojos cerrados, completamente aturdido y destrozado. Él siguió chupándolo por un rato más incluso cuando ya estaba completamente blando, adicto a la sensación de tener la boca llena de su dueño y su semen anidando en su estómago.
-Ya basta Fran, me la vas a arrancar si sigues así.
A regañadientes se lo saco de la boca y aprovecho para recoger algo del sabor de la piel de George que había quedado impregnado en sus labios con la lengua, recostandose contra su muslo negado a alejarse de él. Una vez que George recuperó el aliento se incorporó del sillón y cargo a Franco entre sus brazos como una facilidad pasmosa, el chico desnudo se acurrucó contra su pecho con el sonido del corazón de su dueño arrullandolo.
-Vos y yo vamos a tomar una ducha y directo a la cama, nada de quedarse despierto hasta tarde, ¿Qué dices cachorrito?
Franco gimió en afirmación, los ojos cerrados y la expresión serena, en paz.
-Alex va a amarte-murmuro George, su estómago ligero y su cerebro afiebrado de solo imaginar a su chico y a su mascota juntos. Realmente no podía esperar para presentarlos.
Chapter 9: Día 9: Uniforms (Esteban&Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 9: Uniforms
Esteban Ocon&Franco Colapinto
Mención Pierre Gasly/Franco Colapinto
Good in Pink
A Franco no le gustaba el rosa, es más, hasta se podría decir que lo detestaba. Pero aparentemente era un color que, según opiniones ajenas, le calzaba bien. Y ese día particularmente nadie dejo pasar la oportunidad de hacérselo saber.
-Chico guapo-le dijo Pierre al pasar mientras posaba para unas fotos.
El mono rosa en opinión de Franco era igual a todos, hecho específicamente a su medida y siguiendo los lineamientos del sponsor al que darian protagonismo esa semana, no sentía que le calzara diferente o lo hiciera lucir mejor en comparación al mono base. Y aún así no pasó por alto la forma particular en que los ojos azules de Pierre le recorrieron de arriba abajo y la tenue caricia que dejó en su cintura que aún podía sentir después de que él fue a cambiarse. Era... confuso, le hacía experimentar toda clase de sensaciones incómodas y desconocidas que surgían desde su estómago para eventualmente atravesarle entero, dejandolo nervioso y acalorado.
-Franco las siguientes fotos las vamos a hacer afuera, primero vos solo y después con Pierre. Podes ir yendo si querés, tengo que buscar mis otros lentes en la oficina.
Asintió ante las palabras del fotógrafo y con un pequeño saludo se dirigió hasta la parte trasera del hospitality de Alpine donde tenían por costumbre tomar fotos sin ser invadidos por el gentío que cruzaba la calle del paddock a esas horas, era pleno media day despues de todo así que los reporteros, camarógrafos, influencers y equipos de marketing se la pasaban de un lado a otro como una gran colonia de hormigas.
Estuvo entretenido con su celular por un rato hasta que una voz conocida le saludo a la distancia, desde el hospitality de Hass.
-¡Franco! ¡Buen día!
-¡Esteban!
El chico alto camino hasta él dándole la mano en forma de saludo, su sonrisa grande y simpática como de costumbre.
-¿Por qué estás acá solo?
-Estoy esperando que vengan Pierre y el fotógrafo, nos están haciendo una sesión de fotos con los monos especiales.
Franco se miró a sí mismo para que Esteban le imitara, señalando el mono rosa.
-Es un lindo enterizo.
-Parezco una muñeca pepona-Bufó con cierto desagrado provocando la risa del francés.
-¡En serio es lindo! Mucho mejor que los que yo tuve que usar antes, ¿Te acuerdas de ese mono azul chillón y rosa?
-¿De cuando Fernando fue tu compañero en Alpine?
-Ese. Eso era un verdadero espanto, me sentía como un pitufo, Fernando lo odiaba también.
Los dos rieron al unisono, quizás Franco estaba siendo demasiado prejuicioso por el color del mono que seguía pensando que no le quedaba nada bien.
-Tengo la impresión de que el rosa me hace ver la cara como más colorada, el negro o el azul me van mejor.
Esteban se acercó a él, a muy poca distancia para poder admirar su rostro y absorber la imagen del mono en su cuerpo, sus ojos pequeños y oscuros eran casi tan brillantes como sus dientes.
-Es idea tuya. Te ves muy bien.
Los dedos de Esteban le tomaron del menton para dirigirle la mirada hacia su rostro que debido a la diferencia de altura Franco debía estirar el cuello casi por completo en su dirección. La luz matinal le dió directo a la cara, iluminando sus ojos y haciendo resaltar el rosado de sus mejillas y nariz en la piel clara.
-Pi... Pierre me dijo lo mismo-musito Franco en un hilo de voz, siendo vergonzosamente conciente de lo cerca que se encontraban y la posición tan comprometedora.
-Imaginaba que si-Respodio él, su dedo pulgar acariciandole el mentón-Él y yo tenemos gustos parecidos.
Franco abrió los ojos de forma comica en opinión del francés, su sonrojo volviéndose profundo e indisimulable.
-¿Gustos?
Esteban estaba más que listo para explayarse pero evidentemente Pierre con esa molesta puntualidad que siempre parecía tener para arruinar lo que fuera que Esteban quisiera hacer apareció desde dentro del hospitality de Alpine, su ceño profundizandose en cuanto lo vio.
-Fran, el camarógrafo dice que mejor seguir las fotos en otro lado.
-Hola Pierre, buenos días para vos también.
Franco miro de uno a otro, la incomodidad asentándose en el ambiente con una asfixiante presencia. La expresión de Pierre era dura mientras observaba a Esteban, dirigiéndose desde su rostro de sonrisa amable hasta la mano que aún mantenía contacto con el menor. Aquello no pasó desapercibido por el más alto, y la realización se hizo clara en su mente.
-Esteban-mascullo, más por obligación que por cortesía.
-Bueno. Los dejo que sigan en lo suyo entonces, nos vemos después.
Los dedos que sostenían a Franco pasaron a acariciarle desde la mandíbula al hombro en un gesto de despedida que, nuevamente, volvía a sentirse demasiado íntimo para dos colegas de trabajo. Pierre inhalo ruidosamente y con un último cruce visual Esteban retrocedió en sus pasos, dejándolos solos.
-¿Qué te dijo?
No tuvo tiempo de procesar el incómodo cruce cuando inmediatamente tuvo a Pierre a su lado, su mano yendo a parar a la curva de su espalda baja atrayendolo hacia él de forma sutil.
-Que el mono me quedaba bien.
Pierre tuvo que hacer el esfuerzo sobrehumano por no bufar.
-Siempre tan considerado, pero creo que debería ocuparse de su propio rookie y dejar en paz a los de los demás.
El menor entrecerró los ojos ante esas palabras, ¿Acaso acababa de referirse a él como de su propiedad?
-¿Qué significa eso?
El tono desconfiado puso a Pierre en alerta, por supuesto que Esteban iba a encontrar una forma de joderle su progreso con el argentino que venia ojeando desde la temporada pasada, lo conocía bastante bien para su mala fortuna. Pero gracias a Dios ya no eran compañeros, no tenía que tolerarlo encima de él y sus asuntos como antes, así que cambiando el semblante a uno más animado hizo lo que le salía mejor con Franco, ponerse seductor para cohibirlo.
-Significa que te quiero para mí solo, Franquito.
La mano grande y masculina en su espalda encontró su lugar en el hueco entre las costillas y la cadera, presionando en esa zona para atraerlo hasta su costado.
Y Franco, por supuesto, se dejó llevar por el bochorno enrojeciendo desde el cuello hasta las orejas y desviando la vista, una risa nerviosa haciéndole temblar la voz.
-Que decís boludo.
Pierre se mordió la cara interna de la mejilla, con Franco era todo tan fácil, demasiado fácil. Lo tendría a sus pies en cualquier momento.
-Vamos con los demás antes de que vengan a buscarnos.
-Cierto, todavía no acabo el día.
-Te invito a comer después, conozco un restaurante buenísimo.
Rodeo a Franco por los hombros, manteniendo el contacto pero disimulando muy bien sus verdaderas intenciones. El chico más joven pareció relajarse finalmente y lo siguió sin alejarse hasta el edificio.
-¿Qué tan bueno es?
Pierre río por lo bajo, una idea fugaz y vulgar cruzando por su mente.
-Tan bueno que me vas a pedir más.
Chapter 10: Día 10: Being in Heat(Checo/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 10: Being in Heat
Sergio "Checo" Perez/Franco Colapinto
Manada
-¡Checo!
Exclamó Charles en cuanto vió al hombre surgir entre las escaleras a paso acelerado, arrojándose al pasillo en su dirección.
-Me vine tan rápido como pude, ¿Cómo está?
-Mal-murmuro el monegasco cruzando los brazos-Cuando lo ví más temprano estaba afiebrado y algo desorientado, me dió una copia de su llave por si los síntomas empeoraban. Y ahora...
Charles se movió incómodo en el lugar, su rostro compungido en una expresión de lástima. Su aroma se torno ligeramente agrio, evidentemente afectado a un nivel biológico por la cercania de otro de su mismo subgénero en sufrimiento. Checo llevo una mano a su hombro, presionandolo en un ademán conciliador a la vez que proyectaba su propio aroma para tranquilizarlo.
-Hiciste bien en llamarme Charles, yo me encargo ahora.
Se despidieron con un corto pero sentido abrazo con Charles frotando ligeramente su nariz contra el costado del cuello de Checo dónde su glándula de olor descubierta liberaba el típico aroma hogareño y maternal que todos los Omegas líderes de manada poseían, aunque ya fuera un Omega adulto con pareja y su propio vínculo la sensación de protección que le brindaba el aroma de Checo era indescriptible, y si no fuera porque él estaba allí para cuidar de uno de los miembros más jóvenes de la manada Charles habría buscado prolongar el contacto.
-Voy a estar atento al teléfono por si necesitas algo, nos vemos.
Lo primero que percibió Checo al entrar al pequeño departamento fue el denso aroma a celo cincelado con agonía, haciéndole arrugar la nariz en desagrado para posteriormente buscar la habitación principal donde aquel perfume se concentraba y recrudecia.
-Pobre cachorro.
La puerta estaba entreabierta y en el interior reinaba la oscuridad, se podian escuché debiles murmullos y un llanto ahogado, el mexicano preguntandose fugazmente cuántas horas Franco habría pasado solo.
Incluso si ya no formaba parte de la parrilla en el 2025 era prácticamente un hecho que regresaría para el 2026 por lo que nadie se atrevía a desafiar su status como el Omega de mayor jerarquía de la manada, e incluso en las distancias debido a que Checo ya no estaría viajando con ellos a las distintas fechas del calendario seguía manteniendo sus obligaciones para con la manada. Por lo que, a paso firme y decidido se aventuró dentro del nido de Franco.
-Franco, soy Checo.
Dejó que su voz le anunciará antes que su aroma, no estaba muy seguro que tan profundo estaría el argentino enterrado en su naturaleza y no quería alterarlo con un aroma demasiado invasivo en su espacio sagrado. Tanteo con las manos la superficie de la pared hasta que encontró el interruptor de la luz e internamente agradeció que tuviera un medidor de intensidad, quería llegar a Franco pero tampoco deseaba trastabillar en el proceso. Puso la luz en la función más baja posible y la imagen ante él se aclaro poco a poco en lo que sus ojos se adaptaban a la tenue iluminación.
La habitación como era de esperarse estaba hecha un desastre, ropa tirada por todos lados, muebles fuera de lugar, frazadas y sábanas desgarradas y en una cama mal acomodada, como si hubieran intentado mover el colchón y no lo consiguieran, estaba un bulto asomándose entre una montaña de prendas y pedazos de tela irreconocibles.
Checo se sacó el calzado a la vez que se acercaba con pasos cautos hasta el nido, agudizando el oído y el olfato por algún tipo de cambio en el humor de Franco.
-¿Che... Checo?
-Si Franco, soy Checo. ¿Puedo entrar a tu nido?
En vez de responder el hombre joven se quitó las capas que le cubrían la cabeza y parte de la cara, los ojos inyectados en sangre y la piel en su frente sonrosada por la fiebre. El mayor tomo eso como una afirmación y se metió en el nido, de a poco y de forma muy lenta para no mover nada de lugar hasta quedar sentado junto a Franco, descubriendo el resto de su cara salpicada en lágrimas secas y nuevas, el labio inferior temblando.
-Me duele...
-Ya se cachorro, por eso estoy aquí. Para ayudarte a que duela menos.
Franco frotó el rostro contra la pierna vestida de Checo, anhelando la calidez de un cuerpo humano e impregnandose del perfume que poco a poco comenzaba a hacerle sentir seguro. Checo estuvo dividido entre sacarlo de abajo de las capas de ropa para calmar la fiebre o unirse a él por completo, ultimadamente decidió que sería lo mejor recostarse con él, la fiebre no bajaría porque su origen no se hallaba en ninguna enfermedad y despegarlo de la protección que le generaba el nido solo le haría más mal que bien, así que quitándose la camiseta rápidamente y aflojandose los pantalones para deslizarlos fuera en un movimiento de su cadera y sus piernas se tapo a sí mismo también, junto a Franco, su aroma fuerte dándole en la cara como un cachetazo así que gentilmente dejo fluir su propio aroma, las notas de cariño y protección teniendo el efecto deseado en el menor de los omegas que, necesitando más de él, hundió la cara en su cuello, una pierna yendo a parar a la cadera de Checo para atraerlo más cerca.
Checo le rodeo la espalda con un brazo, pegando sus torsos juntos y compartiendo su calor con Franco, acariciando con su aliento la coronilla de su cabeza.
-Vamos a hacer esto juntos, ¿Si?
No hubo respuesta.
-No puedo darte lo que quieres cachorro, pero puedo ayudarte a aliviar el dolor. ¿Está bien?
Franco asintió con la cabeza, lágrimas humedecieron la piel sensible en la nuca de Checo, rodando por la marca de su vínculo lo que le hizo estremecerse un poco. Para tener 21 años Franco era algo mayor para estar pasando por su primer celo, y quizás eso no habria sido un problema si el chico hubiera tenido una pareja o al menos un Alfa de confianza para acompañarlo pero lamentablemente, quizás por descuido o olvido, no tenía nadie a quien recurrir por ayuda y como con el paso de los años el celo no llegaba seguramente se olvidó sobre el tema. Y acompañar a otro Omega durante su celo no era lo más recomendable porque podría acelerar el ciclo propio y adelantar su celo, pero Franco era el Omega más pequeño de la manada, Checo no se perdonaría jamás si lo dejaba a su suerte sufriendo los dolores físicos y emocionales de la soledad, él necesitaba ternura, calor humano, alivio físico, y Checo se lo daría.
El hombre mayor tomó una de las muñecas de Franco y la guío hacia su erección hinchada, ayudándolo a cerrar los dedos alrededor.
-¿Puedes masturbarte?-lo instó en un susurro suave, ayudándolo a mover la mano de arriba abajo hasta que Franco encontró su propio ritmo, algo lánguido y acompasado pero constante al fin.
La mano que Checo tenía en la espalda de Franco frotando círculos descendió poco a poco hasta perderse entre sus nalgas, enterrando en su húmeda entrada dos dedos que no encontraron resistencia alguna.
-¡Ahhh!-lloriqueo Franco, y Checo pudo sentir en su bajo vientre la cálida humedad salpicandolo.
-Vas a sentirte mejor Franco, lo prometo.
Checo le dejo un beso casto y gentil en la sien, su aroma fluyendo sin restricciones para envolver a Franco en una burbuja donde su propio aroma se combinaba con el de Checo, danzando y crepitando en su nariz, alejando el dolor y dando paso a una sensación más agradable y placentera. Reemplazo su nariz por su lengua para dar largas lamidas a la glándula en Checo, saboreando su perfume a Omega maduro y fértil mientras se empujaba en sus dedos, la mano en su entrepierna bombeandose ahora con velocidad. El hombre mayor lo abrazo con su extremidad libre y movió sus falanges tan profundo y veloz como podía, agregando un dedo más cuando Franco gruño de forma débil cerca de su oreja.
Y durante los tres días que duró aquel primer celo, Checo no lo soltó en ningún momento.
Chapter 11: Día 11: Daddy Kink(Fernando/Franco)
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Kinktober Día 11: Daddy Kink
Fernando Alonso/Franco Colapinto
Agradecido
Fernando abandonó la mirada inquisitiva dedicada a la pantalla de su teléfono cuando una voz conocida le llamó a la distancia.
-¡Franco!-Retorno el saludo rodeando los hombros del chico en un corto abrazo.
-¿No te hice esperar mucho?
El mayor negó con la cabeza dirigiendolo hasta el avión privado.
-Llegaste justo a tiempo.
El argentino le dedicó una amplia sonrisa a la vez que le daba el paso para caminar uno atrás de otro por la pequeña escalera del avión, la ventizca provocada por las alas revolviendoles el cabello y haciéndoles tener que comunicarse en un tono elevado de voz.
A diferencia de otras ocasiones donde varios pilotos usualmente compartian los mismos aviones privados está vez serían solo ellos dos en el viaje de vuelta a Mónaco, las ventajas que tenía ser dos de los únicos tres pilotos que viajaban a España con frecuencia.
-¿Qué tal estuvieron tus vacaciones?-Cuestionó Fernando una vez que los dos estuvieron ubicados en sus asientos, uno enfrente del otro.
-Eternos. No veía la hora de volver a correr. ¿Vos?
-Igual que tú, me la pasé entrenando, descanse muy poco.
Franco apoyó el menton en sus nudillos, mirándolo de arriba abajo con una expresión un tanto curiosa, como quien guarda un secreto pero necesita contarlo de todas formas.
-Se nota.
El avión despegó cuando Fernando ladeó la cabeza, su entrecejo arrugado. La sonrisa en Franco no hizo más que crecer con un leve rubor adornandole las mejillas.
-¿De dónde viene eso?
-Es que... Estuve pensando-Franco se desabrochó el cinturón de seguridad, desparramándose en el asiento con comodidad-Yo nunca te agradecí todo lo que hiciste por mí y mi carrera cuando recién arrancaba.
-No hay nada que agradecer Franco, eras apenas un crío con mucho talento, yo solo aporte un pequeño grano de arena.
El mencionado se incorporó hacia adelante, apoyando los codos en sus piernas para mirarlo más cerca, desde abajo.
-Pero ahora ya no soy un crío, ya crecí.
-Eso es evidente.
Fernando tragó en seco cuando una de las delgadas manos ajenas fue a parar a su rodilla, rodeándola con fuerza.
-¿Lo es? Porque a veces siento que me sigues tratando como un nene.
-Para mí eres un nene, Franco. Tengo la edad para ser tu padre.
La mano en su rodilla se elevó en una caricia firme y un tanto brusca, subiendo hasta su muslo. Por reflejo el mayor le sujetó de la muñeca, deteniéndolo.
-Entonces terminame de criar.
-Franco, ¿Qué cojones?
Él le contesto no con palabras sino con un beso que lo tomó por sorpresa, le hizo aflojar su agarre en el brazo contrario lo que fue aprovechado por el menor para apoyar ambos brazos en las piernas del mayor. La presión contra su cara fue firme y segura, y cuando Franco se alejo de él se atrevió incluso a delinearle los labios cerrados con la punta de la lengua, de lado a lado en un ademán provocador.
-¿No te gusto? ¿O te haces el difícil?-Volvio a lamerle está vez en la mejilla-Me calienta que se me hagan los difíciles.
-Estás fatal, chaval.
Franco río cerca de su oído, aventurando una pierna en el espacio entre las de Fernando.
-Estoy fatal por vos papi. Me volves loco.
Fernando jadeo entre dientes cuando la rodilla de Franco presionó contra su entrepierna de forma algo brusca quizás por la estrechez del espacio. Sus manos fueron a parar a los apoyabrazos presionando el cuero fino con fuerza.
-No sabes todas las fantasías que tengo con vos papi. Y ahora te tengo acá solito y todo para mí.
-No... Tienes idea de... lo que estás pidiendo.
Franco le delineo el contorno de la oreja con la lengua mientras su rodilla se afirmaba de arriba abajo en cortos movimientos, consiguiendo con éxito que la entrepierna comenzara a hincharse y ponerse dura, le hizo la boca agua.
-Si que sé... Quiero tu verga adentro mío papi, y quiero rebotar encima tuyo hasta dejarte seco.
El hombre mayor sonrió con malicia, evidentemente Franco no lo conocía bien ni los límites a los que su cuerpo enfebrecido y orillado a la necesidad de sexo podía llegar. Busco a tientas el teléfono interno que lo comunicaba con la tripulación y con el capitán, y mirando a Franco a los ojos hablo con firmeza, sellando el curso del viaje.
-No nos molesten.
§§§§§
-¡Papi! ¡Por favor!-La voz de Franco salió desesperada y suplicante entre jadeos entrecortados-¡No puedo más!
Llevaban probablemente la mitad del viaje recorrido con Franco habiendo atravesado dos avasallantes orgasmos mientras el hombre debajo suyo no parecía mostrar señales de fatiga. Fernando lo tenía doblado sobre su regazo como una silla de jardín, sacudiendolo de arriba a abajo en su miembro como si no pesara nada.
-¿Qué habías dicho sobre rebotarme en la polla hasta dejarme seco, Eh?
El menor balbuceo unas disculpas entre la maraña de placer que derretía su cerebro y le impedía hilar más de dos pensamientos coherentes. La realidad es que si lo había cabalgado como a un toro salvaje los primeros minutos, disfrutando de la sensación de plenitud en su interior y los vigorosos embates de la cadera de Fernando desde abajo, pero cuando la primera liberación lo azotó y Fernando siguio penetrando con la misma intensidad y con apenas una fina capa de transpiración perlandole la frente surcada de lineas de expresión profundas Franco comprendio lo mucho que lo habia subestimado. El toro le había mostrado los cuernos y él por iluso y engreído, recibió su cornada.
-No te oigo-Jadeo el mayor contra su cuello-Dime quién te está follando.
Franco apoyó las manos en el apoyabrazos para tener algún punto de equilibrio, sus pantorrillas se sacudían de un lado a otro en el aire como una muñeca de trapo. A duras penas podía hablar.
-Vos... Vos papi...
Fernando le respondió con un gruñido que derritió los huesos de Franco, su pobre pene a media asta goteaba una mezcla blancuzca y semi liquida, gran parte de su semen yacia en su torso o en sus pantalones descartados en el suelo por lo que ya casi no tenía lípidos en el cuerpo pero aún así Fernando seguia forzando gota tras gota del contenido de sus testículos como si fuera su misión de vida.
-Dime pequeño... ¿Dónde quieres que me corra?
Fernando deslizó sus brazos por debajo de sus piernas justo detrás de sus rodillas y unio las manos en la nuca de Franco, forzando su cabeza hacia abajo mientras sus piernas elevadas daban el ángulo perfecto para que el asturiano atacará su próstata a placer con cada salvaje embestida.
-¡Ah... Dios! ¡Papi, papi, papi!
-¿En tu culo? ¿En tu cara?-El aliento de Fernando era caliente y agitado contra el oído de Franco-¿O prefieres, ufff... que me corra en tu espalda? Cómo un perro... marcando a su perra.
Franco no respondió en el momento, siguió gimiendo y balbuceando incoherencias, su mirada velada estaba fijada en su estómago tenso y dolorido, en su débil miembro que se sacudía ignorado y chorreando entre sus piernas donde Fernando se perdía y resurgía para volver a perderse, manejandolo tan fácil que el argentino era solo una funda para su virilidad.
-¡Contesta!
Fernando tiró de la cabeza de Franco hacia abajo, doblandolo aún más y provocando que los músculos del más joven chillaran de dolor, el movimiento repetitivo y constante de la pelvis de Fernando haciendo a Franco sentirse como un estúpido, no podía hablar, no podia pensar, solo podía sentir y perderse en el éxtasis del sexo.
-¡Papi! ¡Yo... Yo... Ahhh!
Franco estaba más allá de la coherencia o de cualquier reacción humana lógica. Fernando podía sentir como los fluidos de su cuerpo descendían por sus muslos y sus gritos, crudos y animales, rivalizaban con el zumbido del avión o el romper del viento contra este. Aún no habían tocado tierra firme y ya había convertido al argentino en una criatura presa de necesidades fisiológicas, desvergonzado y libre a tal punto que Fernando estaba seguro que ni siquiera notaría otras presencias o miradas ajenas, así de perdido estaba en el sexo y en un placer por demás crudo que solo un hombre con la experiencia de Fernando podía proporcionarle.
-Como una perra será.
El asturiano desenganchó los brazos de la nuca de Franco y este dejo caer sus piernas como peso muerto. Fernando lo levanto con una mano en la cadera para dejarlo sentado sobre sus piernas y con la mano libre se masturbo en rápidos sacudones, el orificio en su glande escupiendo semen caliente que aterrizo sobre la blanca espalda desnuda salpicada de lunares y reluciente de sudor. Fernando no se detuvo hasta que lo último de su semilla cubrió la espalda baja y la cintura del más joven y, admirando su trabajo, llevo los dedos hasta la zona manchada extendiendo y untando la piel con sus fluidos.
El teléfono intercomunicador vibró a su lado, y sin dejar de acariciar a su antiguo protegido atendió la llamada.
-Señor, aterrizaremos en veinte minutos.
-Ok-Respondió monotonamente y cortó la llamada.
Franco temblaba, no supo si de dolor o por la hipersensibilidad producto del eco de tantos orgasmos. Le dejo recostarse en su pecho sin importarle que lo manchara y le acaricio dulcemente el cabello, las pestañas de Franco tenían el batir suave de una mariposa en sus últimos momentos de vida, el cansancio y el sueño arañando su mente.
-El espectáculo que vamos a dar si un paparazzi nos descubre-Fernando le dió un beso en la mejilla, Franco se acomodo mejor contra él-Duerme tranquilo pequeño, que papi se encargará de todo.
Chapter 12: Día 12: Bitting(Gabriel/Franco)
Notes:
Este os se inspiro en todos los clips mernosketti que me salieron en el tl de Twitter 😂
Chapter Text
Kinktober Día 12: Bitting
Gabriel Bortoleto/Franco Colapinto
Un juego de chicos
Empezó como un arranque del momento, al pasar, casi como si no fuera nada.
-¡Ay! ¡Hijo de puta!
-¡No me vas a ganar Cola!
La primera vez estaban uno al lado de otro en el departamento del brasilero, jugando al FIFA. Franco le llevaba una buena ventaja y el chico no vio mejor distractor que clavarle los dientes en el hombro, pero ni aún así pudo ayudar a su causa y termino perdiendo por un estrepitoso 5-3.
-¡Fuaaa papá!-Franco se palmeo el pecho, celebrando orgulloso.
-Vos me hiciste trampa.
-No te tenía tan llorón Gabri.
Y ante la mueca ofendida del menor Franco se descotillo de la risa, recargandose en el sofá y señalandolo como un niño. Gabriel nuevamente se dejó llevar por el recien descubierto impulso y le mordió la mano, no lo suficiente para lastimarlo pero si para dejarle la marca de su dentadura en la carne. Franco siguió riendo aunque con una ligera mueca de dolor, y cuando Gabriel creyó que todo quedaría ahí fue Franco está vez el que busco su antebrazo para morderlo mucho más fuerte de lo que él mismo lo había hecho, haciéndole zizear.
-La próxima que me muerdas, yo te voy a morder más fuerte.
Y desde entonces no pararon.
-¡Arriba Gabri arriba! ¡Se nos pasa el turno para el gimnasio!
Franco se subió a su cama y comenzó a saltar encima de él en lo que Gabriel trataba de recordar hasta como se llamaba, los ojos prácticamente pegados y una expresión de confusión transformandole la cara.
-Arriba gordo dale, que se nos hace tarde-Y procedió a tirarle una almohada por la cabeza, haciendo surgir todo su mal humor.
-¿Qué tenés hormigas en el culo vos?
Se giró sobre su estómago y cubriendose con la manta hasta la cabeza se dispuso a ignorar al argentino pero este, evidentemente, no se rendía fácil.
-Yo no me quedé hasta tarde jugando en la computadora como otros.
Y tras esas palabras tiró de la frazada y las sábanas de Gabriel arrojandolas al piso, descubriendo al chico en su gastado pijama que consistía en la ropa interior que usará la noche anterior y una camiseta de la selección brasileña. Franco continuo saltando encima de él, entonando con la voz más desafinada posible una canción de los años en que su abuela era joven y haciéndolo rebotar con cada uno de sus movimientos. El brasilero se froto los ojos con una mano y sin pensarselo demasiado le dió una fuerte mordida en la pantorrilla, haciendo a Franco trastabillar y caer encima suyo.
-¡Hijo de puta!-exclamo él, y le busco el antebrazo donde reposaba la cicatriz de la vacuna para retornarle la mordida.
El dolor activo a Gabriel más que cualquier otra forma molesta que su amigo hubiera planeado, y comenzando a forcejear con él le rodeo con las piernas para que dejara de patear y le mordió la barbilla hasta hacerle humedecer los ojos.
-¡Ayyy conchudo! ¡Duele!
Franco le golpeó en las costillas, consiguiendo que Gabriel aflojara un poco su agarre por la falta de oxígeno y tomo la oportunidad para clavarle los dientes en el cuello, justo debajo de la oreja.
Gabriel jadeo involuntariamente, la erección mañanera aprisionada por sus boxers tembló ante la repentina inyección de placer.
-Sabes que ahí no puto de mierda.
Y aunque sus palabras fueran peyorativas Franco no se lo tomo a mal, riendose de su molestia a la vez que trataba de liberarse del agarre del brasilero.
Gabriel consideró que era lo más justo regresarle la mordida en un lugar sensible de Franco, ese que sabía lo hacía reaccionar como si lo hubiera azotado una descarga eléctrica. Girandolos a ambos hasta ubicarse encima del argentino Gabriel hundió la cabeza en el torso de Franco.
-¡No ahí no! ¡No seas tramposo!
Franco tiro del cabello de Gabriel para sacarselo de encima pero este ya había encontrado la X en el mapa, y con maldad premeditada cerró la boca en el pectoral de Franco, apretujando su pezón vestido entre sus dientes. Él emitió un chillido agudo y escandaloso, de esos que hacían a sus vecinos golpearle el techo con la escoba, pero Gabriel ya se encontraba superado en el límite de su corta paciencia para ser las siete de las mañana, y no soltó el pequeño botón rosado de Franco ni por todos los tirones en su pelo o las patadas a sus piernas. Quería dejarle una marca fea, morada e hinchada que le haría encogerse de dolor por días y le haría pensar dos veces antes de despertarlo así.
Finalmente el argentino pareció rendirse y dejó de luchar contra él, gemidos lastimeros escaparon de sus labios y la piel alrededor del pezón de crispó por los escalofríos. Aspirando el perfume de la camiseta de Franco lo soltó finalmente.
-A ver si me querés hacer la misma la próxima.
Gabriel se apoyó en sus codos para elevarse y mirar su obra, Franco temblaba y sus ojos húmedos estaban enrojecidos de lágrimas a punto de derramarse, la expresión entre el dolor y el gusto, y ese aspecto confuso atrajo el interés del más jóven. Él había logrado esto, había logrado callar a Franco y dejarlo debajo suyo, encogido y sumiso.
-Sos malo-murmuro Franco, el labio inferior temblando y la voz cargada como si estuviera a punto de llorar.
No era común que Franco actuará así, como si fuera un cachorro asustadizo después de ser castigado. Y aunque Gabriel quería sentirse mal en el fondo se gestaba otra cosa, algo que quizás siempre estuvo allí, solo que dormido.
Los dos chicos aguantaron el aliento cuando el de piel bronceada tomo el borde de la camiseta del otro y la levanto hasta sus clavículas, descubriendo su estómago y su pecho recientemente depilado. Gabriel no había notado la extensión de su pequeño juego hasta ahora, Franco estaba cubierto de pequeñas marcas de mordidas entre viejas y nuevas, algunas amarronadas por el tiempo y otras mas moradas y rojizas por lo recientes que eran y la peor de todas, la de su pectoral izquierdo, tenía la piel hundida en la zona donde anteriormente estuvieran sus dientes, el rojo poco a poco surgiendo alrededor de la piel del endurecido pezón, también rojizo. Gabriel le rozo con el dedo medio de forma muy superficial, casi reverencial.
-¿Te duele mucho?
Asintió con la cabeza, su labio inferior atrapado entre sus dientes tratando de disimular el temblor, Gabriel descendió hasta quedar de frente en esa zona otra vez y ante la mirada cristalina de Franco le dejo un pequeño pico en la zona herida, suave pero sentido.
-¿Mejor?
Franco le recorrió el rostro con la mirada, Gabriel pudo sentir debajo de él como frotaba las piernas la una con la otra en un ademán nervioso.
-Un poco.
Tomándolo como una señal positiva Gabriel le dejo un beso más en el pectoral, otros alrededor de la areola y el último en el pezón, arrastrando los labios en un beso con la boca abierta, cubriendolo de saliva y calentadole la piel con su aliento. Franco suspiro por la sensación tan placentera que surgía del dolor que su amigo le había provocado e inconscientemente irguió el torso hacia arriba, más cerca de la boca de Gabriel quien, guiado por el calor que se arremolinaba en su estómago y la sangre fluyendo en el sur de su cuerpo, cerro la boca en el pecho de Franco, presionandolo de forma suave como si lo besara para después arrastrar la lengua contra el pequeño montículo entumecido.
-Gabri...
-¿Duele si hago eso?
-No...-jadeo en voz baja, casi sin aire-Se... Siente bien.
El mencionado le sonrió, de forma juguetona y casi inocente, y arrastró la lengua por su pectoral nuevamente, mirándolo en todo momento. Franco le rodeo la cabeza con los brazos, acunandolo contra su pecho. Gabriel le imitó rodeandolo por la espalda, afianzandose mutuamente en un abrazo por demás íntimo.
-Voy a hacer que deje de doler.
Y sin mediar más palabra Gabriel lo levanto de la cama, sentandolo en su regazo y haciendo que la camiseta de Franco cayera sobre su cabeza, cubriendolo.
-¿Gabri?
Él le respondió dejando varios besos más en su pectoral herido obteniendo la presión de los brazos de Franco en él, instandolo a continuar. Y felizmente continúo a tal punto que paso a su otro pecho igual de sensible y le cubrió también con la boca, Franco se espero cualquier cosa menos que Gabriel comenzará a chuparle el pezón.
-¡Ahhh! ¡Gabriel!-Dijo en voz alta, entornando los ojos.
Dirigió su mirada hacia su amigo y no sabía que le excito más, el hecho de no poder ver su rostro por tenerlo cubierto por su propia ropa o el sonido lascivo de succión que sus labios generaban. Nunca le habían hecho algo así porque difícilmente Franco dejaba que alguien le tocará el torso pero jamás habría imaginado lo bien que se sentía. El calor comenzaba a recorrerle las extremidades y la habitación parecia subir de temperatura con cada segundo que pasaba.
Gabriel lo apretó más contra él como si quisiera fusionarlos, y abrió la boca para abarcar más de Franco en él, mordiendole el pectoral y tirando del pezón en su boca con ahínco, dispuesto a explotar la hiper sensibilidad de esa zona erógena lo más que pudiera. Los suspiros y jadeos de Franco fueron alimento para él, indicándole lo bien que lo estaba haciendo, lo mucho que lo estaba haciendo disfrutar y fue esa sensación de gusto, de saberse capaz de satisfacer al otro, lo que lo impulso a empujar la cadera contra Franco, tímidamente al principio, esperando por su reacción o cualquier señal de incomodidad sin embargo Franco recibió el movimiento gustoso, retribuyendoselo con la ondulación de su cadera en su entrepierna. Los brazos que rodeaban la espalda del argentino comenzaron a descender lentamente, la necesidad latente de tocar y descubrir más piel y sensibles zonas ocultas en Franco.
Solo para ser interrumpidos por el alto e inconfundible pitido del celular de Gabriel indicando una llamada que no podía ignorar.
Los dos chicos se desenredaron como posesos, cada uno yendo a parar lo más lejos posible del otro en la cama como si la persona al otro lado del teléfono los hubiera descubierto. En su apuro Gabriel no noto que había activado el altavoz.
-¿Mamá?-Dijo Gabriel con la voz agitada por el susto.
-Buen día hijo, ¿Estás bien? Te escucho raro.
La voz de su madre cargada de incertidumbre les palpito a ambos en los tímpanos, Gabriel se giró hacia Franco viendo su rostro tan tálido como un papel. Le gesticuló con las manos que saliera de su cuarto mientras desactivaba el altavoz y rogaba que la mujer no escuchará nada extraño.
-Estoy en el gimnasio.
-¿A esta hora?
Franco se levantó de la cama y camino de puntillas hacia la puerta, huyendo de la escena del crimen.
-Si mamá, me levanté temprano.
-¿No estarás con una chica en el departamento no?-Gabriel iba a interrumpirla pero ella prosiguio, ignorandolo completamente-Si es así, espero conocerla porque tú papá y yo vamos para allá a almorzar.
-Pero tengo planes...
-¿Acaso esos planes son más importantes que tus propios padres?
Gabriel rodó los ojos.
-No mami.
-Eso pensaba. Tene todo limpio que nosotros llevamos la comida.
-Si señora-Se froto los ojos con una mano, sintiéndose repentinamente agotado.
-¡Ah! Invita a tu amigo del otro departamento, Franco.
Escucho el ruido de algo caer en la sala y mascullo un improperio mudo, afortunadamente su madre pareció ignorarlo.
-Le tengo que preguntar, no sé si pueda.
-Decile que llevo brigadeiros que le encantaron la última vez que fui, seguro acepta.
Como un hombre derrotado, Gabriel acepto también.
-Te veo después mi bebé, te amo.
La cara le ardio de vergüenza y agradeció que Franco no pudiera oírla o lo molestaría hasta el fin de sus días.
-Yo también.
Chapter 13: Día 13: Dub-Con(Charles/Franco)
Notes:
Os basado en el juego "No, i'm not a human" no creo que haga falta mucha explicación porque se hizo viral en días, pero para quien no siga ni sepa mucho de juegos y esas cosas un breve resumen:
Un mundo post-apocalíptico donde el Sol es tan fuerte que durante el día te calcina vivo y durante la noche tienes la amenaza de los "Visitantes" que son seres que pueden adoptar forma humana e imitar voces y costumbres
Chapter Text
Kinktober Día 13: Dub-Con
Charles Leclerc/Franco Colapinto
Trigger warning ⚠️: como dice el día, Dub-Con con mucho enfasis en el "consentimiento dudoso" y referencias a la muerte de un personaje.
No, I'm Not a Human
Charles descansaba en la tina de agua helada cuando sintió un golpe en su puerta. En algún punto en la noche la luz en su edificio y en toda la ciudad se había interrumpido, muy seguramente debido al calor extremo en el día que sobre exigía las centrales eléctricas, se despertó bañado en su propia transpiración con la ropa y las sabanas pegandose a su piel de forma desagradable, Leo descansando tranquilamente en la punta de la cama panza arriba, sus cortas patitas elevadas en el aire dándole un aspecto adorable. Charles podía mirarlo por horas y olvidarse que estaban en medio del apocalipsis.
Buscando no perturbarlo se levantó de la cama lentamente e hizo el corto recorrido hasta su baño, deseando quitarse de encima la sensación de viscosidad del sudor seco en su piel. El gusto y la sensación de frescura que le hizo suspirar agradecido duraron poco por el llamado a su puerta.
Se quedó unos minutos completamente inmóvil, considerando si atender o no. En la televisión los medios recomendaban estar en compañía porque los Visitantes tenían predilección por las personas solas, sin embargo después de varios días viviendo en la noche era la primera vez que alguien se presentaba en su puerta, no pudo evitar que el miedo y las inseguridades lo acobardaran.
Un nuevo golpe a su puerta, y desde su habitación Leo corrió disparado hacia la entrada, arañando y ladrando con una potencia que excedía a sus pequeños pulmones.
-¡Leo!-Le llamó saliendo de la tina, apenas consiguiendo atrapar una toalla corta en el apuro.
-¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
El pequeño perro miro de él hacia la puerta en un ademán ansioso. Charles se quedó en silencio mirando a su única abertura con el exterior, la pantalla en la pared conectada a la cámara de seguridad le mostró la imagen de un chico delgado y bajo delante de su puerta, su ojos clavándos en su puerta y ocasionalmente mirando sobre su hombro.
-Por favor, déjame entrar. No tengo ningún lugar a donde ir hoy.
El monegasco apretó el botón que activaba el altavoz e intentando que su voz no sonara temerosa o estrangulada hablo con otra persona por primera vez en días.
-¿Quien eres?
-Me llamo Franco. Estaba en la ciudad visitando a un amigo cuando se desato todo esto del sol y los Visitantes.
-¿Y por qué no vas con tu amigo?
-Lo mataron.
Charles balanceo su peso de un pie a otro, inseguro, Leo se ubico fielmente a su lado mirando con sus pequeños ojos negros de botón la puerta cerrada. Después de varios días solo sin ningún tipo de contacto humano salvó las ocasionales llamadas que compartió con sus hermanos cuando las inestables líneas telefónicas se lo permitían experimentaba cierta reticencia de recibir a un extraño en su casa, incluso con todos los reportes oficiales recomendando no permanecer mucho tiempo a solas.
Pero no pudo evitar la creciente sensación de advertencia que crecía en su ser, si un chico que clamaba ser humano había dado finalmente con su hogar otros no demorarían en hacer lo mismo, y con ellos las altas probabilidades de encontrarse por primera vez con un Visitante.
-Te prometo que no voy a quedarme mucho. Por favor, solo quiero descansar un poco.
El hombre de ojos verdes se froto los ojos,indeciso y repentinamente cansado. Dejarlo entrar podía implicar poner su casa en peligro pero a su vez tenerlo frente a su puerta y echarlo lejos podría dar la señal de su presencia a otras posibles amenazas, no veía beneficios de ninguna forma salvo quizás encontrar un aliado por si tenía a un Visitante la próxima vez que dirigiera la vista a la cámara de la entrada. Sopesando el menor de sus males Charles tomo una decisión.
-Pasa.
Con el suave clic del seguro trinando en sus oidos como el yunque que acababa de forjar su destino el chico desconocido entro a su hogar midiendolo con los ojos inseguros, hombros caídos y espalda ligeramente encorvada en sí mismo. En el pálido resplandor blanco de las luces de emergencia que tenía desperdigadas por la casa Charles se dedicó en primera instancia a descubrir las formas de su rostro y algun tipo de señal de peligro, su pequeño cachorro imitandole al olfatearle las zapatillas y el borde gastado de sus pantalones vaqueros.
-Mostrame tus dientes-Dijo el monegasco, firme y autoritario.
Él estiró los labios en una sonrisa incómoda y por demás forzada exhibiendo su dentadura desigual dónde los colmillos sobresalían ligeramente del resto, una ligera película ambarina cubriéndolos, eran obviamente imperfectos dientes humanos. Sus ojos a su juicio se veían normales también, sin ningún rastro del rojo enfermizo que advertían las noticias. Fue entonces que Charles se aventuró a mirar las cosas que no le darían pista alguna si se trataba de un Visitante o no como la ropa holgada que llevaba, la mochila a punto de reventar colgando de sus hombros y las marcadas ojeras bajo sus ojos, su cansancio demasiado visible para ser fingido.
-¿Y? ¿Pase las pruebas?
Charles le dió una sonrisa estrangulada, el bufido ansioso de Leo llamándole la atención desde el suelo pero no se sentía seguro alejando la vista del desconocido.
-Me llamo Charles, disculpa...
-¿La paranoia? Lo entiendo amigo, no te das una idea lo loca que está la gente allá afuera.
El chico desconocido de nombre Franco deslizó su pesada mochila desde sus hombros hasta el suelo suspirando de alivio, una vez incorporado en toda su estatura Charles fue consciente de que tenían la misma altura y más o menos la misma contextura física.
-¿Tienes agua? Me muero de sed.
-Esperame aquí, ya te lo traigo.
Se dirigió a la cocina en pasos largos y acelerados, incapaz de quitarse de encima la sensación de alerta que le hacía erizar el fino vello de la nuca, su ojos fijos en el desconocido en todo momento. Tomó un vaso de la encimera y para cuando el murmullo del torrente del agua resonó en su cocina Leo empezó a bufar ansioso, girando en su eje y arañandole las rodillas.
-¿Qué te pasa mi amor?
Lo que siguió fue como la sucesión de una escena a fotogramas. Solo bajo la mirada un minuto para tratar de calmar a su alterado cachorro, acariciandole la cabeza con dulzura y regalandole una sonrisa tensa que al momento de volver a erguirse delante del fregadero se borró de su rostro cuando un golpe le sacudió el costado derecho de la cabeza. Cayó como peso muerto al suelo, lo último que registró su cerebro antes de caer inconsciente fueron los ladridos angustiosos de Leo a su lado.
§§§§§
Cuando Charles recupero la conciencia la electricidad ya había vuelto a juzgar por la fuerte luz de su salón apuntando directamente en su cara. La superficie dura de su mesa de madera acogía su cuerpo semidesnudo, sus extremidades estaban sujetadas a cada esquina por lo que creyo que eran unas sogas desgastadas, la toalla en su cadera se sostenia por un nudo casi desecho, y a la distancia podía oír los ladridos de Leo.
-¿Dónde... Está Leo?
-Lo encerré en un cuarto, se puso como loco cuando te desmayaste.
Volteo el rostro en dirección a Franco quien venía de su cocina con un vaso de agua a medio tomar y una botella del mismo líquido en la otra. Nada quedaba ya de su ademán temeroso y encogido, caminaba con una seguridad envidiable para una persona en medio del fin del mundo, su rostro que pudo ver completamente ahora estaba sereno y hasta casi curioso, caminando por su casa como si le perteneciera.
-¿Qué vas a hacer? ¿Matarme? ¿Robarme?
Franco se llevó el vaso a la boca y se acabó el agua de un largo trago, su nuez de Adán subiendo y bajando siendo surcada por las finas gotas de agua que escaparon de sus labios.
-Tenes una linda casa, lindos muebles, tenés guita por lo que veo. Pero nada de eso me sirve a mí.
Con la parsimonia que Charles descubrió verdaderamente le caracterizaba camino hasta su mochila en la entrada, Charles aprovechando esa breve ventana de oportunidad para tirar de las correas en sus brazos y piernas, encontrando que la de uno de sus brazos cedia con más facilidad que el resto.
-Y matarte-Canturreo en vos alta, anunciando su regreso. Charles se quedó inmóvil en cuanto lo tuvo en su campo de visión-Solo si sos Visitante.
La respiración del monegasco se aceleró cuando el chico llegó con un arma y un cuchillo de caza en cada mano. El cuchillo era inmenso, de esos que se usan para expediciones en el bosque o para cacería y la pistola, negra y de mano, tenía un silenciador incluído lo que la hacía lucir mas amenazante.
Dejo el arma en la mesa, a la altura de las piernas de Charles, evidentemente confiado en que no le representaba una amenaza y rodeo la mesa como un depredador, jugueteando con el cuchillo en sus manos.
-Vos me hiciste pruebas a mí, asi que ahora me toca probarte a vos.
La hoja fría y afilada del cuchillo raspó suavemente la piel de sus axilas, haciéndole temblar.
-Sin vello, perfectamente limpias.
Franco camino hasta sus piernas, acariciando sus muslos tersos y atléticos. Se acercó hasta su cara y con la punta del cuchillo tiró de su labio inferior hacia abajo, excibiendo parte de su dentadura.
-Dientes blanco perfectos.
La punta se dirigió hasta sus ojos, Charles aguanto el aliento mientras veía esa cara aniñada examinarlo como si fuera un juguete. Uso el cuchillo para tirar de la piel de sus ojeras hacia abajo, acercandose tanto que Charles podía sentir su aliento en su cara.
-Ojos rojos sangre...
Un dedo le sujetó de la barbilla para tirar de su cabeza hacia arriba sin cuidado.
-Me parece que el Visitante acá sos vos...
-Todo... Todo tiene explicación.
El agarre de Franco paso de su barbilla a su cuello, rodeandolo con toda la palma.
-Te escucho.
-Soy modelo, por eso estoy depilado y...-Franco comenzó a cerrar la mano, asfixiandolo-Mis dientes... Son así...
-Un modelo con los ojos rojos no me suena muy atractivo o muy humano-Respondio con cierta pereza, clavando las uñas en los costados del cuello de Charles.
-¡Es un puto apocalipsis! Cof... Cof... No puedo dormir.
El chico volvió a apretar su cuello, haciéndole ver blanco por la falta de aire. Charles creyó que moriría en ese momento, pero como un gato que juega con su presa antes de comérsela Franco le soltó el cuello, llevando la mano está vez a su pecho dónde su corazón golpeaba desbocado.
Tocío de dolor y por la falta de oxígeno. No noto que Franco había calzado El cuchillo contra su garganta hasta que la presión le dificulto mover su nuez de Adán para respirar.
-Hay una prueba más...
-¿Qué...?-Murmuro aturdido.
Sin mediar palabra Franco tiro de la toalla hasta dejarlo completamente descubierto, la piel sensible de su entrepierna erizandose por la perdida de calor. La mano en su pecho comenzó a acariciarle perezosamente, dibujando círculos en sus pezones, tirando de ellos en turnos y descendiendo hasta su estómago donde acaricio los músculos que subían y bajaban con la respiración laboriosa de Charles quien lo miraba entre pasmado e intrigado, ese tipo no podia ser normal.
-Yo dormía cuando mi novio llegó a casa del trabajo, la noche que toda esta pesadilla empezó.
Franco ni siquiera lo miraba, tenía la vista clavada en el camino de vello que nacía desde su ombligo hasta su entrepierna, llevando la mano allí y acariciandola con los nudillos, su expresión lejana, perdida.
-Se subió encima mío y creí que quería hacerme el amor. Yo lo bese y lo toque como siempre, pero cuando llegue aquí...-Franco cerro la mano en sus genitales, apretándolos con tal fuerza que hizo a Charles gemir de dolor-Nada...
Finalmente le miro a la cara, su expresión triste y sus ojos aguados, desfasados entre el pasado y el presente. Aflojó su agarre para frotarle el miembro con la palma abierta. Charles jadeo y en cuanto notó lo que el chico quería hacer tiro desesperado de las correas en sus brazos.
-Los Visitantes no pueden excitarse, ni sentir calor... O amor...
Charles se mordió los labios cuando Franco lo tomó en un puño y comenzó a bombearlo, aflojando apenas la presión que ejercía con el cuchillo en su garganta.
-Intento matarme... Y lo mate yo a él-una lágrima le cayó por la mejilla, y otra más aterrizando en el estómago tenso de Charles-Mate a un monstruo con la cara del amor de mi vida, ¿Puedes imaginarte lo que fue eso?
Charles negó, las muñecas ardiendole por el esfuerzo de liberarlas. Esperaba que el dolor aminorara el calor de su cuerpo que Franco estaba forzando en él, pero inevitablemente la piel comenzó a ponersele caliente y la sangre le fluyó libre a ese punto sensible de su cuerpo.
-No pude dormir los dos días siguientes, hasta intenté suicidarme.
Y para demostrar sus palabras elevó frente a la cara de Charles la mano que sostenia el cuchillo mostrándole un corte profundo y vertical en la muñeca, la herida tenía una costra muy fresca al punto que un mal movimiento la abriría en cualquier momento. No dejo de masturbarlo en ningún momento, la situación tan bizarra y retorcida que Charles lo único que quería era liberarse y ahorcar a ese demente con sus propias manos.
-Pero entonces otro Visitante apareció en nuestra casa. Y no pude dejar que me matara... Simplemente no pude. Desde entonces mato a todos los Visitantes que me cruzo.
-Soltame... Enfermo de mierda-Mascullo finalmente cuando su cuerpo traicionero se irguio en toda su capacidad.
Se odio a si mismo en cuanto se vio, completamente hinchado y caliente por la mano de un demente asesino. Llevaba dias con solo su propia mano como compañía e incluso así le costaba tener una erección, constantemente estresado y temeroso porque algún Visitante irrumpiera en su casa. ¿Cómo era posible que un desconocido que amenazaba con acabar con su vida hubiera logrado lo que él no pudo por sí solo?
Era tan surreal, tan humillante. El mundo estaba de cabeza, y él también comenzaba a perder la razón.
-Desde entonces pude volver a dormir, y comer... Y dejar de sentir. Ahora se lo que tengo que hacer. A diferencia tuya, que llevas días encerrado con tu perrito como un cobarde.
Con un último tirón a su entrepierna Franco lo soltó finalmente, limpiándose la mano con la tela de sus pantalones como si le hubiera dado asco tocarlo. Los ojos de Charles lo miraron desorbitados, inyectados de sangre y furia.
-Te salvaste por hoy. Pero la próxima no va a ser una persona la que toque tu puerta, va a ser uno de esos putos Visitantes. Y a menos que quieras que te maten y usen a tu perro de alfombra hacete hombre y defendete.
Sé llevó el arma que había dejado junto a Charles al bolsillo de sus pantalones, caminando con esa molesta calma hasta su mochila gigante donde se metió la botella de agua que habia sacado de la cocina del monegasco. Se preparó cual explorador dirigiéndose a una excursión y una vez que obtuvo todo lo que quería de la casa de Charles se devolvió hacia él, aún inmovilizado en la mesa salvó por una de sus muñecas que había logrado aflojar después de tanta lucha. Franco no pareció notarlo o quizás no lo consideraba suficiente amenaza para preocuparse.
-Toma-Dijo en una voz monótona poniendo el cuchillo de caza sobre su estómago-Solamente porque me da lastima que le hagan algo a tu cachorro.
Charles se mordió la lengua para no tirarle un comentario mordaz pero sus ojos transmitieron muy bien el encarnizado odio que sentía brotar desde dentro. Le había mostrado su caridad a ese tipo solo para que se lo pagara dejándolo inconsciente, maniatado y excitado en contra de su voluntad, y encima de eso de atrevía a insultarlo y llamarlo cobarde después del monólogo patético sobre su difunto novio. Charles quería estrellarle la cara contra una pared, si había alguien patético entre los dos era ese intento de asesino sicópata.
Le dió la espalda finalmente, y Charles no desperdicio un segundo.
Franco tenía la mente algo perdida entre que casa visitaría a continuación y cuantas balas le quedaban aún en el arma, sus ojos mirando sus propios pies como si fuera la cosa más interesante del mundo hasta que llego a la puerta de la casa, arqueando una ceja cuando está no cedió cuando giro la manija.
-Le debe haber puesto llave el cagón-murmuro para sí, buscando con la mirada algún posallaves en el pequeño mueble de la entrada.
Podía oir a Charles forcejear desde la sala y a su pequeño perrito chillar casi sin aliento desde la habitación donde estaba confinado, evidentemente preocupado por su dueño. Extrañaba los días cuando él también tenía algo así, cuando todavía había alguien que se preocupaba por él y le esperaba con los brazos abiertos al final de cada día. Cuando aún tenía a alguien que lo amaba y todo era perfecto en su vida.
-Ya falta poco mi amor...
Paso a inspeccionar las chaquetas en el perchero en busca de la bendita llave con urgencia, no quería permanecer demasiado tiempo en esa casa con ese nivel de escándalo atrayendo a Visitantes y saqueadores por igual, no era tan estúpido como para creer que él solo podría con un grupo de personas ni tampoco quería que le pasara algo malo al tipo bonito. No tenía por costumbre matar personas a menos que lo provocarán y ese hombre, Charles si mal no recordaba, no había hecho nada salvó encerrarse como una princesa en su torre, esperando al príncipe que fuera a rescatarlo.
Pero Franco no era su príncipe. Él ya no era el principe de nadie.
-¡Vamos loco!-Celebro en un tono de voz algo alto cuando sus dedos rozaron la superficie metálica de un manojo de llaves enterrados en un bolsillo interno con la punta de los dedos.
La libertad estuvo a segundos de sus manos hasta que escucho el sonido de fuertes pisadas acercarse a él. Llevando una mano a la pistola se giro tan rápido como pudo, recibiendo justo en la mejilla el fuerte puñetazo de Charles que combinado con el peso de su mochila le hizo trastabillar al suelo aflojando el agarre en su arma, al querer estirarse a ella el talón de Charles le dió de lleno en la herida de la muñeca arrancandole un zizeo de dolor. Con los oídos taponados del estupor del golpe y la adrenalina consiguió asestarle una patada en la rodilla, haciéndole caer de cuclillas delante suyo.
-¡Hijo de puta!-Bramo Franco, liberandose del peso de su mochila para tirarse al suelo, buscando su arma que había caído lejos.
Arrastrándose en sus cuatro extremidades intento impulsarse hacia arriba pero una mano en su cabello lo tiró abajo una vez más, el peso de dos piernas musculosas y desnudas cayó en su espalda y el filo helado de su cuchillo de caza fue a parar a su garganta.
-Qudate quieto si no querés que te abra el cuello de lado a lado.
Franco se rió, descarado y sin una onza de pavor. El tirón en su pelo no hizo más que aumentar.
-¿Te crecieron los huevos modelito? ¿Vas a matar a la única persona que te dió algo para que te defiendas?
En su espalda pudo sentir el momento exacto en que el cuerpo de Charles tembló de la bronca.
-¿Perdón? ¿Yo te debo algo a vos?
-Es casi un milagro que estés vivo, modelito. Si no era yo, podía ser algo mucho peor.
-¡Llevo días aquí, solo! ¡Y nadie se asomo siquiera a mis ventanas! ¡Nunca! ¡Pero ahora apareciste vos loco de mierda y me pusiste en peligro!
Franco se rió una vez más, profundo y ácido por quien consideraba un absoluto cobarde que solo por tener un arma blanca encontraba el valor de actuar. Charles vio rojo, odiando la forma en que esa risa estúpida lo hacía sentir, él no era un cobarde, él no tenía miedo. Si tenía que morder para salvarse lo haría, si tenía que lastimar a otra persona solo por supervivencia, lo haría.
-Te abrí las puertas de mi casa, te ofrecí un techo. Y me vas a pagar por ello ahora.
-¿Y que es lo que quiere el modelito a cambio de su hospitalidad?-Preguntó Franco, irónico.
La mano que le tenía firmemente sujetado del cabello lo soltó finalmente, el cuchillo en su cuello presionando con un poco más de fuerza, Franco creía sentir el ardor de un corte superficial por el filo del cuchillo apenas apoyado contra su piel, si tiraba un poco hacia abajo podría acabar con todo, darle fin a su miseria y reencontrarse finalmente con su amor, ese que estaba seguro le esperaba en el cielo o en el infierno, cualquiera fuera el destino de su alma, porque ellos se habían jurado mutuamente estar juntos tanto en vida como en muerte. Y él no tenía miedo a morir.
Pero antes de llevar a cabo cualquier cosa, sintió una mano tirándole los pantalones hasta los muslos, sus ojos desorbitados por la sorpresa. Le corrió la ropa interior a un costado para apoyar su erección en la línea de sus nalgas, caliente y pesado contra su piel.
-Vos me hiciste esto, vos te haces cargo.
Franco frunció los labios, cerrando las manos en puños. Iba a hundir la cabeza en el cuchillo, asqueado por la mera idea de que otro hombre lo tocara sin embargo las palabras de su novio retumbaron en su cabeza como tantas veces en el día. Aquellas interminables conversaciones sentados en el piso de su departamento, abrazados y desnudos mirando las estrellas en completa oscuridad.
"Sos un luchador, Franco"
"Sos el hombre más fuerte que he conocido"
"Cada vez que te veo, se me llena el pecho de orgullo. Te amo con toda mi alma"
Él... Él creía en su fuerza y en su resiliencia más que nadie, le besaba las heridas y lo acunaba contra su corazón cuando Franco se sentía triste e insuficiente. Le susurraba al oído como un mantra las innumerables cualidades que a veces le costaba ver de sí mismo. Él era su fuerza, su refugio, su lugar seguro...
Y morir... Era como dejar morir todas sus promesas. Traicionar la fe que él tenía en Franco, dejarse morir era dejarlo morir una vez más.
Sus ojos se llenaron de lágrimas que por simple orgullo se negó a dejar caer. Ahora recordaba porque no había muerto ese primer día de apocalipsis, y un par de días después cuando volvió a estar en peligro. Él tenía que sobrevivir, tenía que luchar por los dos...
-Lando...-Musito en un estrangulado hilo de voz.
Charles quien hasta ese momento habia estado frotando su erección contra los músculos redondos de Franco, suspirando de gusto por sentir el contacto de piel humana que no fuera la suya después de tanto tiempo pudo escuchar muy ligeramente que el chico debajo suyo había hablado después de varios minutos en silencio, su cuerpo caliente y delgado tenso bajo su toque.
-¿Qué dijiste?
Charles se inclino sobre su espalda, sin aplastarlo en su totalidad para escucharlo mejor en lo que Franco dejaba ir un largo suspiro. Giro la cabeza para mirarlo directamente a los ojos, el color avellana de su mirada resaltando en el brillo de la humedad de sus ojos.
-Dije ¿Eso es todo lo que tienes? Modelito.
Charles apretó la mandíbula, la mano que tenía tirando de la ropa interior de Franco tensandose por la fuerza en que la sostenía.
-Creí que ibas...
-¿A rogarte que pares?-Él bufó con sorna, arqueando la espalda en dirección al contacto del cuerpo ajeno-Yo no ruego por nadie. Si quieres cobrarte adelante. Se hombre por una vez en tu vida.
Para Charles sus palabras se sintieron como un escupitajo en la cara, haciendo su cuerpo arder en demasiadas sensaciones difusas que lo único que hacían era hacer explotar su líbido de una forma que jamás había experimentado. A él no le excitaban estás cosas, no le calentaba forzarse en otra persona y no le gustaba que lo insultaran, tenía el suficiente atractivo para conseguirse a quien quisiera en los días que el mundo aún no se había ido a la mierda.
¿Qué era lo que le pasaba? ¿Era el odio por sentirse insultado?
¿Era su soledad? ¿La falta de contacto humano?
¿Estaba quizás perdiendo la cabeza?
No lo sabía, no sabía que pasaba ni que sentía, pero lo odiaba. Odiaba no poder controlar sus emociones ni la necesidad de su cuerpo, porque aún a pesar de todo estaba terriblemente duro y caliente y no quería su mano, estaba ya harto de autocomplacerse. Esto que le ofrecían... Que se había presentado en su puerta con veladas intenciones podía ser suyo, podía tomarlo. Dejarse ir como el resto de la humanidad se había dejado ir por la amenaza de los mortales rayos de Sol y de las bestias de la noche. El mundo estaba jodido, él estaba jodido, el chico que lo había amenazado a punta de pistola y a quién ahora tenía amenazado y reducido con un cuchillo estaba hasta más jodido que él. Ya nada tenía sentido.
Leo finalmente había dejado de ladrar, posiblemente agotado o preso del miedo por el destino de su dueño, solo los iluminaba la luz pálida de las luces de emergencia de la entrada mientras que a lo lejos la luz de la cocina irradiaba con fuerza, salpicando un poco el pasillo para permitirles dilucidar sus figuras y sus rostros entre las sombras. Charles bajo la mirada a donde él y Franco estaban en tan íntimo contacto, su respiración pesada ante la visión de su trasero turgente e inmaculado ocultando el lugar que se le ofrecia como retribución, los músculos de su estómago doliendole de culpa y calor.
Tomando un glúteo en sus manos junto al pedazo de tela de ropa interior que los separaba Charles lo abrió para él, se acomodo contra el fruncido anillo de músculos y escupiendo sobre la cabeza de su miembro una generosa gota de saliva se guío dentro, lento y con calma, jadeando por la increíble sensación de presión y calor que lo acogian.
Franco lo miró por encima del hombro en todo momento, absorbiendo la forma en que cerraba sus ojos mientras centímetro a centímetro lo invadía, clavándose las uñas en las palmas mientras las esquirlas de dolor lo azotaban, incómodas pero tolerables a fin de cuentas. Un gemido involuntario escapo de sus labios en cuanto Charles alcanzó el límite de su cuerpo, su cadera aplastandole los glúteos y empujándolo con fuerza hacia abajo, atrapando su miembro entre el piso de madera y su propio estómago.
-Dios...-Jadeo sin aire el chico mayor.
Entonces salió de él casi por completo para seguidamente empujar la cadera otra vez dentro en un movimiento lento y pesado, como si saboreara las entrañas de Franco en cada movimiento parsimonioso y medido, casi cuidado. Franco no quería cuidado, no quería mesura, bastante tenía con verlo ahí, de rodillas encima de él con sus rizos pegados a su frente y su cuerpo atlético subiendo y bajando por la respiración acelerada, el contorno de su cuerpo y la contextura de sus músculos recordándole demasiado a su novio.
-Más.
Intentó que su voz sonara firme y distante sin embargo el jadeo necesitado entre las consonantes frustro su cometido. Charles parecía perdido en su placer y sin necesitar de las palabras de Franco comenzó a embestirlo, profundo y constante empujando su cuerpo menudo sobre el suelo, arrastrándolo y brindándole una fricción que comenzaba a ponerlo caliente y endurecido.
Él apretó los dientes y cerró los ojos desesperado por controlarse, por no sentir nada, pero se tensaba en escalofríos cada vez que los testículos ajenos golpeaban en el sensible espacio entre su ano estirado y sus propios testículos, sabía que su próstata comenzaba a hincharse cuando despues de un par de embistes un ángulo específico le hizo entornar los ojos tras sus párpados cerrados y doblar los dedos de sus pies, la excitación siendo arrancada de él por más que deseara subyugarla.
-Franco...
El mencionado abrió los ojos, su vista nublada por la fuerza con que había presionado por párpados y por un segundo, por un ínfimo instante que le hizo sentirse detenido en el tiempo, vió a Lando en el hombre detrás de él, esos ojos que algunos días eran azules y otro verdes mirándolo con hambre, su cabello rizado cayendo desordenado en su cara y su torso que subía y bajaba con cada jadeo, tirando de su deseo por tocarlo, por sentirlo.
Pero Lando no estaba. Lando estaba muerto.
Y aún así Franco se aferró a la mentira, por más efímera y frágil que fuera.
-Lando... Lando...-Musito con los labios casi cerrados, arrastrando el nombre con el anhelo de algo que era suyo, solo suyo.
Para los oídos de Charles aquel minúsculo movimiento de los labios de Franco eran murmullos ininteligibles, quizás maldiciendolo o quizás queriendo que se lo hiciera más fuerte, de entre las dos opto por la última opción y le dió un certero empujón al enterrarse duro hasta la base en él, y maniobrando su parte baja con una mano para que se arqueara aún más para él comenzó a penetrarlo de forma rápida y errática, jadeando por aire y transpirando del calor que generaban sus cuerpos excibiendo lo que la falta de sexo le había hecho a su resistencia.
Franco estiró los brazos y araño el suelo de madera, tragándose para sí los gemidos y fantaseando con otras manos, con otra voz suspirando su nombre y jadeando de gusto, con ese calor agradable que surgía del amor y no de la necesidad de la carne. Y fue así como pudo sentirse finalmente erecto y deseoso, la necesidad de tocarse picando en su mente y en el cúmulo de dolor y oscuridad que se arremolinaban a su alrededor como nubes de tormenta.
-No... No voy a aguantar más-Jadeo Charles con su pesado acento francés dándole a las palabras cierto todo casi melódico. Tan alejado del liviano acento británico de su hombre.
Franco quería que se callara.
Lo empujó con ahínco hacia adelante, la superficie lustrosa de madera permitiéndole a su cuerpo arrastrarse sin provocarle demasiado dolor salvó por su miembro atrapado contra su estómago y su cuello que comenzaba a resentirse y endurecerse por la forma en que lo tenía estirado para acomodar el filo del cuchillo sin cortarse. La posición comenzaba a ser incómoda e insuficiente, no estaba ni cerca de llegar al orgasmo para cuando abrió la mano para arrastrar las uñas contra la madera y la punta de sus dedos rozo el frío metal de su pistola, aquella que Charles le había hecho tirar lejos.
Se giró hacia Charles una vez más, sus párpados caian pesados sobre sus ojos, o manteniendolos cerrados y mirando hacia el lugar que profanaba, no pudo saberlo a ciencia cierta pero aún así agradeció su distracción para alcanzar su arma y con la extremidad libre sujeto a Charles del brazo que lo tenía reducido con el cuchillo y tiró de él con todas sus fuerzas hacia el piso, haciéndolo caer sobre su espalda en un golpe seco.
Charles abrió los ojos como platos de la impresión y, cerrando la mano en el cuchillo con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos apuntó hacia el estómago de Franco quien se había puesto a horcajadas sobre él, la boca del silenciador apuntando directamente contra su cuello.
-Disparas y te entierro el cuchillo adentro-Amenazó, los ojos rojos ardiendo.
Franco por su parte tenía la mirada disociada, distante, como viendolo pero sin verlo en realidad. De haber querido podría haberlo matado ya, pero ahí estaba encima suyo, medio desnudo y respirando ruidosamente por la nariz.
-Que fascinación la tuya por clavarme cosas-Dijo con un tinte divertido en su voz grave.
Cómo dos animales salvajes midiendose el uno al otro permanecieron atentos a cada uno de sus movimientos, pistola y cuchillo listos para acabar con la vida del otro ante la más mínima señal de amenaza. Charles trago duro cuando vio la mano libre de Franco moverse, expectante a lo que hiciera, y se sorprendió al presenciar como tiraba del elástico de la ropa interior y de la cinturilla de sus jean hacia abajo, liberando una de sus piernas de la ropa. Volvió a acomodarse a horcajadas sobre él, y tomando su erección en una mano volvió a hablar.
-No quiero que hables. Ni una palabra.
Guiandolo a su entrada ya floja por las penetraciones previas lo soltó a último momento para dejarse caer sobre él, engullendo a Charles con urgencia, con deseo.
-¡Ahhh!
Charles no pudo evitar gemir ante la fuerza con la que el cuerpo de Franco cayó sobre él, su erección tiesa y receptiva con renovado vigor, arqueó la espalda y tiró la cabeza hacia atrás, su mente dando vueltas por el calor indescriptible que le hacía cosquillear la piel.
Atendiendo su propia erección con la mano después de largos minutos de tenerla estrangulada Franco se mecio encima de Charles, sus caderas dibujando círculos lentos que acariciaban todas las partes correctas en su interior, dándole a su próstata esa presión necesaria que le hacía derretir los huesos.
-Si... Así...
Aumento el movimiento en función del calor que crecía y se construia en su interior, el líquido preseminal que liberaba su miembro le facilito la estimulación e hizo que sonidos húmedos hicieran eco en medio del silencio.
Charles lo observo embelesado y excitado hasta la médula, la ropa holgada hacia buen trabajo en ocultar las curvas naturales de su cuerpo y la firmeza de sus músculos trabajados, su rostro relajado y jadeante era bello, si no lo conociera de nada salvó por ese punto específico Charles no creería nunca que ese chico tan joven se pasaba las noches matando Visitantes y hablando a la distancia de amores pasados. Poco a poco el gusto por Franco se asentó en él. Le gustaba. Contra todo pronóstico, ese chico le gustaba.
Y usualmente cuando alguien le gustaba Charles tenía por costumbre hacer cosas estúpidas. Está no sería la diferencia.
Franco abrió los ojos en cuanto el filo frío del cuchillo ya no le apuntalaba en la zona arriba del ombligo, y cuando bajo la cabeza vió a Charles dejando caer el arma al suelo, sus ojos verdes de tintes azules clavados en él provocando que su estómago se revolviera en nudos incómodos, dolorosos.
¿Por qué tenía que tener ojos tan parecidos a los de Lando?
Le laceraba el corazón de solo mirarlos.
Con la mesura y alerta de quién interactua con un animal salvaje el monegasco acerco las manos al cuerpo de Franco, poco a poco, sintiendose arder por la vista de esos ojos avellanas que le seguían intrínsecamente hasta que pudo cerrar los dedos a cada lado de su cintura. Franco había dejado de moverse y Charles no hizo nada más, esperando, rogando con la mirada sin palabras.
Franco se sentía demasiado dividido entre su pena y el calor, sabía que ese no era el amor de su vida, que nada le regresaría a su Lando. Pero quizás, solo por un ratito podía pretender que era él a quien recibía en su cuerpo.
-Lando... Mi amor...
Charles se contuvo de hablar o dejar que la intriga se reflejará en su expresión, así que era eso lo que Franco musitaba en silencio, y como un destello recordó la historia, su historia, de como tuvo que matar a su novio transformado en Visitante.
¿Sería que él se lo recordaba?
¿O estaba tan disociado de la realidad que iba y venía entre el pasado y el presente?
No podía saberlo, quizás nunca lo sabría. Pero Franco soltó el arma para dejarla descansar contra el suelo alrededor de ambos y con ambas manos libres recorrió la extensión del pecho de Charles, sus pectorales, sus costados, su duro estómago, acariciándolo con una adoración que sabía no estaba destinada realmente a él.
-Te necesito tanto.
Y con ese último susurro se apoyó en los hombros de Charles, elevando la cadera y dejándose caer sobre él, repitiendo la acción una y otra vez hasta que las respiraciones de ambos volvieron a acelerarse y los jadeos escapaban de sus labios. Charles se afianzo del agarre que tenía en sus caderas y empujó contra él, emulando su vigor mientras lo maniobraba de tal forma que consiguió que su dura cabeza golpeara en la sensible próstata y la forma en que seguidamente el cuerpo de Franco pareció zumbar de placer desde dentro hacia afuera casi le lleva a la culminación.
-¡Ahhh! ¡Siii!
Clavando los talones en el suelo Charles elevó la cadera ligeramente en el aire con cada penetración, atacando ese punto con la determinación de hacer a ambos alcanzar el orgasmo y provocando que el cuerpo de Franco saltará sobre el suyo, hipidos ininteligibles escapaban de su boca, el placer aumentando y aumentando tan rápido que le mareaba.
-¡No pares! ¡No pares!
Franco estaba seguro que el culo y la cadera le dolerían como los mil infiernos después, que probablemente se arrepentiría de esto una vez que la adrenalina y la dopamina abandonaran su cerebro, y muy seguramente el pesar en su pecho no haría más que recrudecerse con el pasar de las noches. Pero él ya estaba más allá del punto de retorno, no podía huir de la necesidad de su carne como tampoco podía exorcizar de su mente el anhelo por el amor de su vida. Pero si esto le hacía olvidar un rato, perderse en las llamas del calor y replicar si quiera un poco esa sensación de ser sostenido que tanto extrañaba, quizás valía la pena.
Cuando los movimientos de Charles se volvieron cortos y descordinados y Franco creía que perdería la cabeza por el constante abuso a su punto dulce llevó una mano a su erección, apretujandola sin cuidado para bombearla en rápidos sacudones.
-¡Ahhh!
-¡Lando!
Ambos culminaron al mismo tiempo, unidos en todos los aspectos menos en sus mentes. El semen caliente de Franco parecía quemar en el estómago de Charles en cuanto aterrizo en él a la vez que él mismo sentía que dejaba ir parte de su alma dentro de Franco, los largos días de tensión y frustración sexual fluyendo fuera de sí para hacerse hueco en el esfinter ajeno, llenándolo hasta rebalzar fuera de la hinchada entrada.
En el exterior, la amenaza del abrasivo Sol parecia abrirse paso desde el horizonte anunciando un nuevo día de apocalipsis, se había acabado una noche más donde lo que quedaba de la humanidad sobrevivió para hacer frente a la incertidumbre de los horrores que aún quedaban por vivir.
En el interior, en una casa hermosa y de apariencia vacía, dos almas se aferraban a la cima de la inconsciencia, huyendo del terror de la realidad que esperaba por ellos ni bien abrieran los ojos.
Chapter 14: Día 14: Face Sitting(Lando/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 14: Face Sitting
Lando Norris/Franco Colapinto
Stress Release
Franco no oyó la puerta abrirse hasta que Lando entro a la habitación y se dejó caer en la cama como un peso muerto.
-¡Amooor!
Calzandose una toalla alrededor de la cadera y apoyando otra más pequeña en su cuello para secarse el cabello el aludido salió del baño en una aureola de vapor.
-Bienvenido a casa mi vida, ¿Cómo te fue?
Lando gruñó contra la almohada, Franco tuvo que morderse el interior de la mejilla para no reírse. Eran muy raras las ocasiones en que su pareja venía de mal humor después de una jornada de trabajo que era, irónicamente, una de las cosas que su novio más amaba después de él mismo por supuesto.
-¿Queres contarme?
Lando giro la cabeza hacia su novio husmeando cajones en busca de ropa limpia y comenzo la verborragia.
-La fábrica imprimió mal el estampado de toda la producción de una talla de camisetas, no se cuentas unidades son, seguro más de dos mil, y están todas con fallos, descoloridas, letras torcidas. Es un desastre.
Con el conjunto del día seleccionado en un brazo y la toalla pequeña en su mano libre frotando su cabello Franco camino hasta la cama, sentándose junto a su infortunado novio.
-Ay amor...
-¿Y sabes que es lo peor? Que no me quieren reconocer su error, supuestamente porque no fue error humano sino error de máquinaria.
-Quiero creer que no aceptaste.
-¡Obvio que no!-vocifero indignado-Max y yo ya hablamos con el abogado. A mí no me van a ver la cara de boludo.
Con una sonrisa Franco se inclino para dejar un beso en los pequeños rizos castaños.
-Ese es mi gordo.
Su novio le retorno el gesto y se giró para quedar de costado delante de Franco, un brazo posesivo yendo a aterrizar en su cadera desnuda, la piel aún húmeda y fresca por el reciente baño.
-Pero lo que me mata es que vamos a tener que cambiar la fecha de lanzamiento. Solo faltan dos semanas, y teníamos muchas órdenes de preventa.
-Seguro encuentran una solución, siempre se las apañan y todo sale bien.
-En la oficina me estallaba la cabeza, todavía me duele.
-Ay amor-Franco arrastró los dedos por su cuero cabelludo en un intento de aliviarlo-¿Querés una pastilla?
Los preciosos ojos de Lando de un color que Franco aún no terminaba de descifrar dejaron de verlo por un minuto, descendiendo hasta su regazo con un gesto indeciso. El brazo en su cadera tiro de él suavemente para subirlo un poco más a la cama, dejando su pierna junto a la cara de su novio quien froto su mejilla contra la zona de la misma forma en que un animal busca afecto de su dueño.
-Prefiero algo que me levanté el humor...
-¿Algo cómo que?-cuestionó el más joven, entrecerrando los ojos.
-Vos sabes que...
Franco suspiro cansado, la negativa danzandole en la punta de la lengua. Pero Lando le hizo un pucherito demasiado tierno para un hombre adulto y le puso esos ojos de cachorro abandonado que sabía destrozaban a su novio por dentro.
-Por favor, solo un ratito.
-Lando, Tengo que salir.
Él le rodeo la cintura con ambos brazos, posesivo al igual que suplicante.
-Cinco minutos. Y no tienes que hacer nada, yo me encargo de todo.
Franco rodó los ojos, siempre era lo mismo con él e inexplicablemente siempre terminaba sediendo. Maldito fuera Lando Norris y su hermosa cara que veces quería golpear a la vez que besar.
-Cinco minutos-Dijo con voz firme mientras desanudaba la única prenda que tenía encima.
-Obvio amor, cinco minutos.
Franco dejó su ropa en la mesita de luz junto a la cama mientras Lando se sacaba las zapatillas con los pies y se recostaba sobre su espalda, demasiado ansioso y rápido para alguien que decia tener dolores de cabeza, incluso se apoyó sobre la almohada para mayor comodidad.
-Si claro, cinco minutos-Mascullo el menor mientras le daba la espalda.
Trepó sobre el cuerpo de Lando balanceandose con sus palmas abiertas, retrocediendo de a poco por el miedo de apretarlo o lastimarlo pero Lando rápidamente disipó sus preocupaciones cuando le tomó de las piernas y lo empujó hacia abajo, sentandolo en su cara.
-¡Lando!-Chillo con temor.
El mencionado no le dió tiempo a seguir quejándose cuando empujó a Franco aún mas contra su cara, aspirando profundamente los pliegues de la piel sensible de su novio y cerro los labios en su ano contraído, comenzando a chuparlo con ahínco, un gruñido gutural reverberando en su garganta. Franco suspiro e irguio la espalda con cuidado, sabiendo de sobremanera que lo que Lando más disfrutaba aparte de tenerlo sentado en su cara era sentir todo el peso de su cuerpo encima, incluso si eso implicaba terminar ocasionalmente mareado por la falta de oxígeno. Franco tenía terror de hacerle daño pero su novio siempre le tranquilizaba diciendo que su cuello era fuerte y si sentia que le faltaba el aliento de forma peligrosa sencillamente podía quitarse a Franco de encima y volver a respirar con normalidad. Afortunadamente hasta ese momento no habían pasado por ningún susto ni nada similar, pero Franco no podía dejar de preocuparse.
-Ay... Amor...-jadeo cuando la pequeña barba de chivo le pincho la sensible piel debajo de sus testículos.
Eso pareció emocionar a Lando que comenzó a darle largas caricias con la parte plana de su lengua, sus manos acariciandole los muslos temblorosos y la cadera. Franco apoyó los codos en el marco de la cama para equilibrarse mejor y tiró la cabeza hacia atrás, disfrutando de las oleadas de placer que su novio le provocaba al comer su culo como un hombre famelico. Abrió las piernas un poco más, para sentirse aún más expuesto y abierto en lo que su miembro comenzaba a erguirse tímidamente.
Las lamidas de Lando fueron lentas y continúas intercalando con cortas pero intensas succiones para estimular su entrada a aflojarse ligeramente, preparando el terreno para su lengua más que deseosa de hundirse en su interior y experimentar el tiron interno de sus musculos.
-Mas... Más fuerte-Puntualizo su deseo rotando las caderas, comenzando a montar la cara de su novio.
Las grandes manos de Lando fueron a parar a cada uno de sus glúteos, hundiendole los dedos con la suficiente fuerza para dejarle marcas que tardarían días en borrarse, haciéndole hipar por la sorpresa. Lo elevó ligeramente hacia arriba, aspirando grandes bocanadas de aire.
-Amor, te juro que mientras yo tenga cara a vos nunca te va a faltar dónde sentarte.
-Bobo-Murmuro Franco en una risa sin aliento.
Sin ningún tipo de miedo o quizás en la ausencia del sentido de la auto conservación Lando tiró del cuerpo de su novio desde el trasero donde lo tenía afianzado hacia su cara una vez más, embelezado con esa piel sensible erizandose y temblando por la más mínima acción, Franco era tan receptivo, tan sensible y honesto con lo que sentía que algunas veces se preguntaba si Dios no lo había creado específicamente para él. Era perfecto en todos los sentidos desde la punta de los dedos hasta las hebras más finas de su cabello, y si Dios decidía llevárselo en algún punto preferiría que fuera así, con la cara hundida en su lugar feliz.
La boca de Lando se prendió en el anillo de músculos con maestría, besándolo y embadurnandolo de saliva para finalmente presionar la punta de la lengua en su centro, sintiéndo la presión en el lugar ceder para él.
-Ohh... Lan...
Franco dió un pequeño saltito hacia abajo y la lengua de su novio lo invadió, evidentemente más corta y menos amplia que un miembro viril o un par de dedos pero lo compensaba con su flexibilidad para moverse y la agradable y caliente humedad, volviendolo loco. Ya un poco más desinhibido siguió empujandose hacia abajo, montando la lengua de su novio y danzando sobre su cara en movimientos ondulantes, sacudiendo a Lando de la forma en que él tanto adoraba.
Esto era lo que él quería, lo que tanto amaba. Sentirse nada más que un cuerpo caliente al servicio de su novio, una cosa que no era digna de cuidados o consideraciones, existiendo solo para dar, dar y dar hasta quedarse seco y exprimido.
-Amor... Me encanta... Me encanta...
Un gruñido de satisfacción atravesó el pecho de Lando, feliz y estimulado moviendo la lengua y la boca igualando la intensidad de su novio, repartiendo caricias en sus piernas de músculos tensos por la actividad, incentivandolo a seguir usando su cara como su dildo personal.
Franco lo montó hasta dejarlo sin aliento, mareado y en las puertas de la inconsciencia y con una maldición mascullada entre dientes apretados acabo sobre el torso de su novio, manchandolo de su esencia sin cuidado. E incluso si el cuerpo le dolía y se resentía por los bruscos movimientos se quito de encima de Lando con fluidez, descubriendo su expresión de ojos entrecerrados y la piel surcada de transpiración y saliva.
-¿Estás bien amor?
-Te amo, te amo con toda mi alma-Jadeo sin aliento.
Franco le sonrió, aún indeciso si Lando le parecía un loco sin remedio o el amor de su vida.
-Y yo a vos.
Chapter 15: Día 15: Sex in Public(Jack&Paul&Pierre/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 15: Sex in Public
Jack Doohan&Paul Aron&Pierre Gasly/Franco Colapinto
Pierre Gasly/Franco Colapinto
El segundo piloto de Alpine
Jack
Su primer día como piloto oficial de fórmula 1 no empezó como se lo había imaginado, las especulaciones sobre su asiento eran desagradables y molestas. Comenzaban a exasperarlo de tal forma que no le permitían disfrutar su gran premio de casa como hubiera querido, y lo peor de todo es que el pequeño dolor de cabeza que fue la chispa que ardió a los medios estaba ahí también, desempeñando sus labores de piloto reserva y robándose la atención de las cámaras cada vez que se peinaba el largo y ondulado cabello castaño con los dedos. Jack lo miraba con cierta envidia, arrepintiendose de haberse rapado.
Franco Colapinto. El nombre de la persona por la que él juraba que no se sentía preocupado ni amenazado.
Lo peor de todo es que ni siquiera podía odiarlo, ya lo conocía por haberse cruzado en algunas competiciones y sabía que era buen chico, se sorprendió a sí mismo riendo y compartiendo con él, Pierre y Flavio Briatore en el hospitality de Alpine como una maravillosa unidad de trabajo como si nada pasara, solo para que al agarrar su teléfono el perfecto globo se pinchara con una sencillez que pretendía que no le afectaba.
Por supuesto que le afectaba. No podía empezar su temporada en paz sin tener a un reportero empujándole un micrófono en la cara para preguntarle que opinaba de los rumores que decían que solo iba a correr por cinco fechas, así que prefería esconderse en el garage de Alpine junto a sus mecánicos para evitar a los medios que caminaban por el paddock.
-Jack, ¿Podrías llamar a Pierre? La práctica empieza en diez minutos.
El australiano reconoció la voz de uno de los ingenieros de Pierre y sonriéndole se dirigió al cuarto de cambio que pertenecía al francés, el usual sonido de la maquinas y de las personas hablando en un tono elevado acompañándole por el corto trayecto.
-¿Pierre?-llamó antes de golpear la puerta.
Al no obtener respuesta y asumiendo que quizás no le oía por toda la cacofonia que los rodeaba abrió la puerta sin más, deseando al instante no haberlo hecho.
Jack permaneció pasmado con la mitad del cuerpo dentro de la habitación y la otra fuera, bloqueando la vista de lo que pasaba dentro. Pierre. De espaldas a la puerta. Los músculos en sus omóplatos visiblemente tensos debajo de la tela de su camiseta ignífuga. Su cabeza gacha apoyada en uno de sus brazos mientras el otro se perdía en el frente. En el lugar donde alguien estaba acuclillado. A la altura de la entrepierna de Pierre...
-Mierda... Así-jadeo el francés con la voz cavernosa y pesada.
Y solo para terminar de confirmar lo que estaba pasando Pierre embistió contra la persona delante de él, haciéndole ahogar y emitir pequeñas arcadas.
Jack quería huir. Sabía que tenía que huir. Y pretender que no había visto nada. ¿Por qué las piernas no le obedecían?
Quizás porque, aunque no podía ver la cara de la otra persona podía identificar la chomba del equipo que traía puesta con el cierre ligeramente bajo donde se exhibía un cuello ancho y pálido adornado por una pequeña cadena dorada. La misma que había visto anteriormente en su piloto reserva.
-La puta madre... Franco.
Como si la sola mención de ese nombre hubiera impulsado algo en él encontró la voluntad para salir de la habitación, la visión de Pierre llevando ambos brazos hacia la cabeza de Franco y comenzando a cogerle la boca fue la última imagen que se grabó en su retina antes de cerrar la puerta. Se alejó hasta su propio cuarto en un profundo silencio, completamente abochornado y preguntandose desde hace cuánto ellos tenían ese tipo de relación.
Y si esto era algún tipo de presagio de lo que le esperaba.
§§§§§
Paul
Paul no tenía ningún apuro por ser el segundo piloto de Alpine durante este último año de regulaciónes, ver al monoplaza azul y rosa batallar cada gran premio por su alto déficit de potencia y la negativa desde los altos mandos (aka Briatore) de llevar cualquier tipo de actualizaciones con la lógica de abocar todos sus recursos al auto del año siguiente solo le hacía apreciar su lugar como piloto reserva y de simulador, esperando en primera línea por su oportunidad después de que Doohan fuera degradado de su asiento en beneficio de Colapinto.
-Colapinto... El chico suertudo-canturreo mientras se dirigía a la sala de reuniones donde los ingenieros y los pilotos solían analizar la data del día.
Era ya bastante tarde en la noche y la mayoría del grupo humano en el paddock se estaba retirando para dar por finalizada su jornada, y él se les habría unido también de no ser porque se olvidó su mochila con todas sus pertenencias, tenía la suerte de que el área de Alpine aún estaba abierta debido a que los pilotos seguían trabajando en la configuración del día siguiente.
A veces todavia le irritaba Colapinto, casi tanto como Antonelli. Había abandonado la academia de Mercedes cuando fue obvio para él que la posibilidad de llegar a la fórmula 1 con ellos era altamente improbable por la reciente obsesión de Toto con su chico maravilla, solo para ser desplazado una vez más en Alpine por otro chico adorado que parecía tener a todo el mundo fascinado con apenas una sonrisa y el encanto de su personalidad.
Lo único bueno de toda la situación es que quizás aún existía una oportunidad para él, una muy alta probabilidad a la que se aferraba. El año siguiente podría ser suyo, ese segundo asiento de Alpine, y podría finalmente probar su superioridad frente a todos los chicos bonitos que favorecieron antes que a él. Solo tenía que ser paciente, trabajador y su momento llegaría.
Las luces seguían encendidas en su totalidad cuando entro al edificio, hubo un momentáneo silencio que fue cortado por el sonido de algún mueble siendo movido en la sala de reuniones, dónde asumió que los pilotos titulares permanecían enfrascados en las computadoras.
Sin querer permanecer allí más tiempo del debido se dirigió a la sala donde la puerta semi abierta mostraba la luz en el interior y su olvidada mochila descansaba sobre una silla. Fueron apenas un par de pasos, su rostro acercandose primero a la rendija de la puerta.
-Ahh... Pierre...
Los ojos azules de Paul buscaron el origen de esas palabras, muy obviamente entonadas de una forma obsena y allí, en una esquina de la habitación dándole la espalda estaba Franco Colapinto, el niño adorado del paddock, el chico suertudo y bonito, con una pierna elevada apoyada en un mueble y la otra soportando su peso mientras nada más ni nada menos que Pierre Gasly tenía la cara enterrada en su culo, siendo usado prácticamente como el asiento del argentino.
El sonido húmedo generado por la boca de Pierre sumado a los jadeos del chico más joven parecieron retumbar en todo el edificio a oídos de Paul, enrojecido hasta el cuello e incapaz de hacer otra cosa mas que apretar la manija de la puerta.
Franco miraba a Pierre con los ojos entrecerrados, una de sus manos enredada en el corto cabello castaño mientras parecía empujarlo aún más contra él. Mordía sus labios con tanta fuerza que incluso en la moderada distancia en la que se encontraba Paul podía notar el color rojo furioso en ellos y el brillo de su saliva, muy seguramente tratando de aguantarse los gemidos.
Solo tenía que levantar la mirada y lo descubriría, ahí, husmeando por la hendidura de la puerta como un depravado. Pero de la misma forma que Franco parecía no poder apartar la vista del hombre dándole placer Paul tampoco podía apartar la vista de ellos, permaneciendo ligeramente oculto en el marco de la entrada.
Pierre sacudió la cabeza de forma repetida entre esos palidos glúteos redondos, y aparentemente eso encantó a Franco que no pudo contener un chillido alto, su rostro arrugado en una expresión patética y necesitada. Sus piernas desnudas temblando y enrojecidas en los lugares donde las manos grandes y masculinas de Gasly le habían agarrado con fuerza.
-No puedo Pierre. No puedo más...
-Entonces termina ahora, bonito.
Y tomándole uno de los glúteos para amasarlo y separarlo lo más posible Pierre escupió directamente en la hendidura, sucio y desvergonzado, para hundirse nuevamente en ese lugar, el sonido de claqueo de su lengua siendo apenas opacado por la voz temblorosa de Franco rogando por más.
El estonio los observo con una mezcla de fascinación y urgencia, como las películas que miraba a escondidas de los demás en la soledad de su habitación. Con una mano Franco guió la cabeza de Pierre en la velocidad y la fuerza que quería mientras la otra se encontraba delante de su cuerpo, fuera de la vista de Paul pero muy obviamente bombeandose a sí mismo para alcanzar su orgasmo al cual llegó a los pocos minutos, su cuerpo entero vibrando de tal forma que lo hacía parecer atrapado en un terremoto.
Paul se mojó los labios con la lengua, y olvidando el motivo por el que se encontraba allí se dirigió al baño más cercano, su corazón palpitando desbocado y su ropa interior dolorosamente ajustada.
§§§§§
Como el piloto de Alpine con la responsabilidad casi exclusiva de los trabajos de simulador Paul se había hecho técnicamente en un experto en el movimiento de la fábrica de Enstone, conocía la estación de trabajo de cada empleado, los horarios de cierre y apertura, y a qué zona estaba destinada cada trabajador en específico. Por lo que fue una sorpresa encontrarse a Jack Doohan en una de las alas de administración, los brazos cruzados en si mismo mientras analizaba la larga fila de puertas que, debido la hora, deberían estar ya vacías.
-¡Jack, hola! ¿Pasa algo?
El australiano se giró para mirarlo con ojos grandes y saltones, dándole la impresión de estar asustado por su presencia lo que intrigo a Paul de sobremanera, era mucho más inusual verlo a él en la fábrica desempeñando algún tipo de labor como piloto de pruebas, prefiriendo viajar con el equipo a cada uno de los grandes premios mientras el estonio se pasaba largas noches en el simulador o en el desarrollo del auto para la temporada siguiente. Sin embargo a pocos días de finalizar las vacaciones de verano todos los pilotos habían sido combocados a la fábrica para empezar a trabajar en la preparación para el gran premio de los Países Bajos. Tarea en la que hasta hace unos minutos estaban todos abocados, Paul siendo el primero en ser autorizado a retirarse después de una ducha.
-Hey Paul... Nada yo... ¿Me perdí?
El mencionado arrugó las cejas, mirándolo con desconfianza.
-¿Te perdiste desde el subsuelo en el área de desarrollo y llegaste al segundo piso al área de administración?
Jack no pudo sostenerle la mirada, paseando sus ojos azules a cualquier lugar que no fuera la cara impasible de Paul, arrancándole un pequeño bufido, divertido por toda la situación y por tener a un chico mayor que él temeroso como un cachorro sorprendido en medio de una travesura.
-Te estoy cargando amigo-dijo con una sonrisa cómplice, palmeandole la espalda- pero fuera de joda, ¿Qué haces por acá? ¿Buscas a alguien? A esta hora el personal de administración ya se fue.
El australiano parecio un poco más relajado, suspirando todo el aire que tenía contenido en los pulmones.
-Creí haber visto a alguien, pero quizás fue idea mía.
-O quizás fue un fantasma.
Los dos rieron al unisono, un poco más relajados que su inicial encuentro. Paul rodeó los hombros de Jack en un medio abrazo, empujándolo hacia el largo pasillo blanco.
-Vamos, por acá hay un ascensor interno.
Paul lo guío por el corredor largo, blanco e impoluto de punta a punta, las puertas cerradas y ninguna ventana a la vista dando una sensación un tanto claustrofobica, haciéndose preguntas ocasionalmente para llenar los espacios de silencio antes de que estos se volvieran incómodos, y quizás ese sería el momento más destacable de un monótono día de trabajar en la fábrica inglesa.
Pero obviamente, no podía ser así.
Antes de llegar a la puerta plateada del ascensor divisaron una puerta abierta contraria a las otras, la luz del mismo tono blanco que las del pasillo por lo que no advirtieron la habitación hasta que pasaron por delante, sus pies repentinamente anclados en el lugar.
La oficina estaba vacía salvó por un modesto escritorio, la pantalla apagada de una computadora y un sillón de oficina donde dos hombres se encontraban abrazados, el más pequeño sentado a horcajadas del mas grande quien por la posición les daba la espalda. Se estaban besando, lento y sensual, meciéndose en la silla con la normalidad que brinda la costumbre.
El estómago de Jack se apretó en una sensación rara, incómoda, Paul a su lado le presiono el hombro del que estaba colgado, si fue por la impresión del descubrimiento o para impedirle decir o hacer algo que hiciera a la otra pareja de hombres conciente de sus presencias, no pudo saberlo. El aire les quemó a ambos en los pulmones cuando la cabeza de rulos castaños se ladeó para profundizar el beso y, al abrir los ojos, su mirada avellana se clavó en ellos como dagas.
Se tensaron esperando cualquier cosa, un grito, un chillido de susto, un enfrentamiento o mínimo reconocimiento. Pero si había algo que caracterizaba a Franco Colapinto era lo impredecible que podía llegar a ser. Separándose de los labios ajenos ladeó la cabeza y descanso la mejilla en el hombro de su amante con una expresión peligrosamente adorable, de esas que solo auguraban problemas, su rostro enmarcado por los rulos que asomaban de la capucha de su buzo color crema, y el movimiento suave y casi imperceptible de la silla similar al empujar de una ola se volvió rápido y acompasado, los resortes de la silla chillando ante el cambio de ritmo.
-¿Te gusta?-dijo él, fuerte y claro. Mirándolos a ambos, como si les cuestionara a ellos.
Paul afirmó con la cabeza, luciendo tan patético como se sentía. Y Franco le sonrió. Jack no movió ni un músculo, a duras penas si recordaba como pestañear.
-Me encanta bebé-el inconfundible acento francés de Pierre era casi melódico al hablar-Pero alguien podría venir, no podemos...
-Nadie va a venir.
Franco se incorporó en la posición inicial, cortando el contacto visual con los chicos en medio del pasillo para pasar al hombre debajo de él. Sin advertencia alguna salvó envolver sus brazos en el cuello de Pierre Franco comenzó a rebotar sobre él, montandolo apropiadamente y llenando el pasillo con el sonido vulgar del choque de sus cuerpos.
-No nos van a interrumpir... No seas cagón y... ¡Mmh! Garchame como un hombre.
Las palabras se acabaron después de eso, dando paso a los gemidos altos y los gruñidos de placer. Encontrando la sincronía del vaivén en cuestion de segundos los dos se movieron juntos, duro y rápido en la pobre silla que parecía demasiado débil para la intensidad del sexo. Franco saltaba felizmente sobre Pierre mientras él a su vez golpeaba desde abajo, encontrándose siempre en el descenso de Franco, tan perfecto y maravilloso que hasta parecía profesionalmente coreografiado. Era el espectáculo privado de los dos pilotos reserva, una intimidad a la que solo ellos tenían acceso, un secreto que podían mirar entre rendijas y en la soledad de cuartos vacíos.
Y el argentino no se cohibio ni un poco, comprometido a servir un espectáculo memorable se entregó al placer y al estímulo a su amor propio por saberse como un objeto de deseo, odiado, anhelado, criticado, cuestionado, pero nunca ignorado. Tenía a tres hombres con la vista clavada en él, en su cuerpo semidesnudo, en el gesto débil y sensual de su rostro mientras jadeaba y se mordía los labios, arrugando las cejas y ocasionalmente cerrando los ojos para que pudieran servirse de él, comerlo con la mirada a la vez que deseaban poseerlo. Se los imagino peleando por él como peleaban por su asiento, celosos los unos de los otros, y todo su cuerpo se calentó en una agradable sensación que le hizo sonreír y arquear más la espalda.
-Más... ¡Ah! Te quiero más rápido...
Pierre no reparó en la sutileza de Franco en no mencionar su nombre, demasiado enfebrecido en la persecución de su orgasmo. Se desenredó del cuerpo de Franco como un poseso para acostarlo sobre su estómago en el escritorio y penetrarlo sin ningún preámbulo, afianzandose de su pequeña cintura para empujar cada milímetro de carne en él, a la mierda cualquier reserva sobre el ruido.
-¡Si! Ahh... ¡Así!
La mirada acuosa de Franco retornó a la puerta, a los dos chicos de rostro sonrojado y respiraciones aceleradas para sonreírles y gemir más alto, para ellos, para que lo recordaran bien, para que tuvieran una buena imagen mental con la cual consolarse en la noche en compañía de su mano. Pierre aventuró un brazo hacia su frente, y con apenas el suave roce del pulgar en su húmedo glande terminó en un grito que le sacudió hasta la columna vertebral, Pierre uniéndose a él un par de embestidas después.
El francés se alejó en cuanto pudo recuperar el aliento, descartando el condón usado para acomodarse los pantalones, admirando la piel enrojecida de Franco dónde anteriormente él la había maltratado con furiosos embistes. Franco. Franquito. Su segundo piloto. Su pequeño juguete despues de cada carrera. Su compañero de descubrir nuevos e interesantes lugares en el paddock para coger porque ambos parecían tener aversión a una cama o la privacidad de la habitación de un hotel. Su regalo por renovar el contrato con Alpine por varios años más. Tan bonito y bien usado.
-Si no nos vamos ahora te voy a volver a coger acá.
Franco se rió casi sin aliento, la mirada perdida lejos de Pierre, a su espalda más específicamente. Él se giro con curiosidad encontrando la silla que había descartado en medio del apuro y la puerta abierta, más allá del marco solo un pasillo vacío le retorno la mirada.
-¿Que miras?
Franco volvió a reír, demasiado travieso para ser inocente.
-Nada.
Chapter 16: Día 16: Blow Jobs(Isack/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 16: Blow Jobs
Isack Hadjar/Franco Colapinto
Descargadito
Isack creía que no había nada más vergonzoso que el que todos se enteraran por su radio que las correas de seguridad del monoplaza le apretaban en la entrepierna. Pero fue mucho peor cuando Franco se cruzó con él transitando por los garages en ese periodo de tiempo que tenían entre la primera y la segunda práctica libre.
-Capaz necesitas que alguien te ayude-Dijo él para seguidamente tomar de la manguera de su botella de agua, mirándolo en todo momento-Asi llegas más descargadito para la próxima sesión.
Isack lo miró como si le hubieran crecido dos cabezas.
-¿Qué?
-Es un consejo. A mí me sirve mucho. ¡Lo tenés que probar!
Él le sonrió en forma de saludo y siguió caminando en dirección a su garage, sus caderas bamboleandose de un lado a otro con cada paso.
¿Franco siempre había caminado así? ¿O es que recién lo notaba?
Pero antes de poder seguirle dando más vueltas al asunto Liam le palmeo la espalda, surgiendo casi de la nada aunque era Isack quien estaba parado entre el grupo de mecánicos e ingenieros que iban y venían.
-Nos llaman para el análisis de data, Isack.
-¡Si! Ya voy. Gracias Liam.
Su compañero le dió una sonrisa pequeña y se dirigió al interior del garage de Racing Bulls. Isack no pudo evitar pensar que la sonrisa del chico rubio no le provocó la misma sensación cálida y ligera en el estómago como lo hizo la sonrisa del piloto más joven de Alpine.
§§§§§
Faltaban diez minutos para el inicio de la segunda práctica libre e Isack balanceaba su peso de una pierna a otra, incómodo, mientras revisaba junto a su ingeniero los cambios que le habían hecho a su monoplaza para esa sesión. La sensación incómoda no había mermado por más que trato de distraerse con el trabajo o charlando con los mecánicos de cosas banales referidas al fin de semana que tenían por delante.
El zumbido de su teléfono en su mano le hizo cambiar su atención del problema en sus pantalones al nombre que brillaba en su pantalla. Mordiendose los labios y ocultando su teléfono de la ocasional mirada de su ingeniero abrió el mensaje.
FC
Y? Conseguiste ayuda? 😜
Ayuda cómo?
FC
Entonces no conseguiste ayuda 🫠
Anda a tu cambiador, ya me llego 🏃🏻♂️
Isack bloqueo el teléfono al instante, aún ignorante sobre lo que "recibir ayuda" significaba. Pero no lo iba a descubrir si se quedaba ahí parado.
-Voy a guardar mi celular, ya vengo.
Sin esperar una respuesta se escabullo entre los hombres trabajando y el sonido ensordecedor de las herramientas que se hacían eco en el resto de los garages, todo alistándose y a punto para la última sesión del día. Los ojos marrones casi negros de Isack se movían ansiosos mirando por sobre su hombro y delante de él, esperando que nadie notara su ausencia o ultimadamente su nerviosismo.
Cuando llegó al pequeño cuarto destinado a ser su cambiador personal y su espacio para darse una siesta cuando podía permitirselo una palmada en su trasero le hizo tragar un grito de sorpresa. Una vocesita grave se rió de él a su espalda e Isack estaba a punto de darse la vuelta para quejarse pero el otro fue mucho más rápido, empujadolo desde los hombros.
-Metele Isack, ¡Que no tenemos tiempo!
-¿Cómo... Cómo llegaste tan rápido?-Cuestionó el más bajo cuando finalmente pudo darse la vuelta.
Franco cerro la puerta tras de sí y puso el seguro para que nadie pudiera abrirla desde fuera. Isack trago un nudo en su estómago.
-Estaba cerca, además me metí por la puerta de atrás, no me vio nadie o casi nadie, creo.
Lo último le provocó al francés tal estado de bochorno que cualquiera podría confindir el enrojecimiento de su cara con fiebre.
-Tenemos la última práctica...
Franco se acerco hacia él, con el mono flojo sobre sus caderas pudo admirar la forma en que la camiseta a prueba de fuego se adhería a su cuerpo delgado como una segunda piel y si bien Isack nunca se había dejado intimidar por la altura de nadie el argentino se le hacia gigante cuando estuvo parado delante de él, la sonrisa traviesa plastificada en sus labios gruesos.
-Por eso me interesaba que recibas ayuda.
-¿Qué clase ayuda?
Franco puso una mano en su pecho y lo empujó con suavidad hacia la pared cercana, y con una facilidad conseguida solo de la costumbre le desabrochó el frente del mono, guíando los brazos musculosos de Isack fuera de ellos para dejarlos en el mismo estado que los suyos.
-La misma que me dieron a mí cuando estaba ansioso por mi primer carrera-Las manos de Franco se encontraban en el borde de los leggins blancos que llevaba bajo el mono, jugueteando con el elástico a la altura de su cintura-¿Te gustaría que te muestre?
Respirando por la boca, caliente y ruidoso, Isack asíntio con la cabeza obteniendo un suave beso en la mejilla como recompensa. Las manos de Franco se hundieron dentro de las capas de tela que lo vestían y con una mano cubriendo su miembro con la palma abierta y la otra ahuecando sus testículos le arranco el primer jadeo roto de la mañana.
-Franco...-Murmuro presionando las manos repentinamente transpiradss en la pared.
El dedo medio de Franco comenzó a frotarse en el sensible espacio entre sus testículos, haciéndole entornar los ojos de placer.
-Estan pesados-Susurro el argentino contra su oído-Parece que necesitas que alguien te ordeñe.
-Dioss... Yo...
En el momento en que su erección comenzó a llenarse de sangre y erguirse a la vida Franco lo tomó en un puño dándole sacudidas cortas y lentas, concentrado completamente en llevarlo a su estado más álgido. Isack tiro la cabeza hacia atrás, exhibiendo su ancho cuello dónde la nuez de Adán subía y bajaba con cada respiración laboriosa y las venas hinchadas a los lados transportaban la sangre a su pecho y al sur de su cuerpo. Franco tenía la nariz enterrada en su corto cabello aspirando el aroma a shampoo mezclado con su sudor corporal, la espalda firme y erguida para que Isack se recargara en él si lo necesitaba pero el más bajo parecía fusionado a la pared y la estabilidad que le brindaba.
Entonces Franco lo soltó y de los labios de Isack se escapo un gemido lastimero, su hombria finalmente dura y recta como un mastín.
-Avisame cuando te sientas cerca.
Abriendo los ojos el chico francés estuvo a punto de rogarle para que siguiera hasta que vio a Franco arrodillado delante de él y cada neurona en su cerebro cayó derretido en ese mismo instante. Se lo llevó a la boca de una sola vez, una mano bombeandole desde la base siguiendo el ritmo de su cabeza que se movía con agilidad y maestría sobre Isack de arriba abajo, el sonido húmedo de su boca perdiéndose entre el ruido típico de un garage a pocos minutos de entrar en acción.
Sin dejar de atender sus testículos en su medio tenso e hipersensible Franco continuo estimulando la rosada cabeza hasta que finalmente pudo llevar más de la mitad a la boca, la promesa del fondo de la boca del argentino siendo una gran debilidad para Isack que comenzaba a empujar las caderas hacia él buscando más profundidad.
-Franco...Mmm-Llevo una mano a la nuca del mencionado, sujetándolo firme-Estoy cerca... Por favor más...
Franco paso entonces a sujetarle a ambos lados de la cintura con las manos y ahuecando las mejillas aumento la velocidad de su cabeza, sus labios estirandose alrededor de la base cada vez que la alcanzaba para después retroceder y volver a devorarlo al completo, la lengua húmeda amoldandose a él y acariciando la parte inferior a la vez que la dura cabeza de Isack golpeaba una y otra vez la uvula estimulando a la boca de Franco a producir mas saliva para él y que la vibración generada por su garganta le hiciera temblar las rodillas.
Abriendo la boca en un jadeo mudo Isack apretó con fuerza la nuca de Franco esperando que esa fuera advertencia suficiente y eyaculó dentro de esa cálida y habilidosa boca. No recordaba haber alcanzado el orgasmo tan rápido y no supo si culpar a su falta de intimidad en los últimos meses o que Franco le había hecho la mejor mamada de su vida. De cualquier forma bajo la vista para admirar al argentino y la forma que tragaba su semilla sin dejar una sola gota fuera, sus labios rojizos luciendo preciosos y relucientes alrededor de su erección medio dura y con una pequeña punzada de curiosidad guío la mano desde la nuca hasta la garganta musculosa, palpando con sus dedos la forma en que su semen bajaba por esa garganta hasta perderse en su interior. La sola imagen lo hizo endurecerse una vez más.
-¿Qué?-Murmuro Franco en cuanto se lo sacó de la boca y la erección de Isack le apuntaba como una brújula que señala el norte.
Una sonrisa incomoda se escapó de los labios de Isack.
-Ah... Yo...
-Ya no tenemos tiempo bebé.
Franco se incorporó del suelo, sacudiéndose las rodillas y limpiándose la saliva de los labios con el dorso de la mano. Pasmado, Isack lo observo inclinarse hacia él para dejar un pequeño beso en sus labios entreabiertos.
-Si me invitas a comer, quizás piense en ayudarte otra vez.
Caminó hasta la puerta no sin antes guiñarle un ojo y desapareció casi brincando de felicidad de la misma forma en que había llegado.
¿Invitarlo a comer?
Isack iba a darle un puto banquete digno de un rey.
Chapter 17: Día 17: Tattoos(Lewis/Franco)
Notes:
Un os donde un poco no seguí el concepto de kinktober 😭 cada vez que trataba de meterle escenas +18 simplemente ya no me gustaba ni sentía que quedara bien así que lo escribí como me salió, igual estoy conforme 💕
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Día 17: Tattoos
Lewis Hamilton/Franco Colapinto
Un Lienzo en Blanco
Lewis despidió a su primer cliente de la mañana cuando un chico blanco y delgado se hizo presente delante de la puerta de su estudio, los brazos cruzados frente a sí mismo con la postura tímida a la vez que le miraba con ojos grandes y expresivos, recordandole un poco a un cachorro perdido.
-Cuidate Isack y ya sabes, nada de sol.
El mencionado asintió elajado y se despidió de Lewis con un apretón de mano, el tercer chico mirando el antebrazo de Isack con intensidad dónde se encontraba el tatuaje fresco cubierto por film transparente. Se giró hacia el desconocido, preparándose mentalmente para tener que despedirlo.
-¿En qué puedo ayudarte?
-Yo...-El chico se mordió los labios y bajo la mirada-Tengo turno.
Lewis lo miró de arriba abajo, deteniéndose en su rostro juvenil salpicado por una pequeña erupción de granos en su frente a la altura de la sien.
-¿Colapinto?
El desconocido asintió.
-Mira amigo, yo no trabajo con menores de edad. Si querés te puedo pasar el contacto de otros tatuadores que te pueden atender con un permiso firmado.
-¡No soy menor!-Se apresuró a decir-Tengo veintiuno.
Lewis arqueó una ceja y el chico comenzó a rebuscar entre sus bolsillos hasta dar con su DNI y ofrecerselo. El mayor de los dos se lo recibió aún dubitativo pero al momento de analizar bien ambos lados no encontró nada que le indicara que fuera falso.
-Una disculpa entonces, Franco Colapinto. Es que tenías toda la pinta de haberte escapado de la escuela para acá.
Esa pequeña broma pareció suavizar un poco la tensión en el cuerpo del mencionado que dejó escapar una pequeña risa, Lewis le abrió la puerta como un caballero fuertemente tatuado y Franco paso primero.
-Es que es mi primer tatuaje... Estoy un poco nervioso.
-Entiendo... Les pasa a todos.
Lewis lo guío a sentarse delante del mostrador donde tenía las carpetas con todos sus turnos agendados y las planchas específicas para cada cliente. Calzandose los anteojos en el puente de su nariz comenzó a hojear lo que correspondía a Colapinto con la mirada del chico fija en él, Lewis pretendió ignorarlo.
-¿Y que te hizo querer tu primer tatuaje, Franco?
-Mi novio dice que tengo buena piel para tatuajes.
Lewis hizo un sonido con la lengua cuando finalmente encontró la plantilla de Franco y hojeo las especificaciones que quería. Un sol de Mayo en el bajo vientre.
-¿Y te lo haces porque tú novio quiere o porque vos quieres?
Franco no supo que responder. Lewis se paró delante de él y le dedicó una sonrisa gentil.
-Los tatuajes son algo para toda la vida Franco, te lo tenés que hacer porque quieres, no porque otra persona te lo diga.
El chico lo miró desde su lugar en el asiento, luciendo tan joven y minúsculo que Lewis sintió una punzada de culpa por considerarlo apuesto, que lo era, pero Lewis le llevaba como veinte años y no tenia por costumbre fijarse en gente ran joven ni siquiera para una aventura pasajera. Franco se mordió el labio inferior y Lewis tuvo que usar toda su fuerza para no mirarlo descaradamente.
-Lo quiero... Quiero el tatuaje.
Lewis se animó a palmearme el hombro en un ademán amistoso.
-Vamos a prepararte entonces.
Lewis dispuso todas sus herramientas y los descartables junto a la camilla negra dónde Franco estaba recostado, temblando ligeramente. Él se levantó la camiseta y se bajó un poco la cintura de sus pantalones para descubrir su pálido estómago, terso como la seda por el reciente afeitado.
Lewis se acerco hacia él con la máquina en su mano vestida con un guante de latex.
-Avisame cuando te duela mucho.
Franco asíntio y Lewis apoyo la filosa punta de la máquina, comenzando su trabajo. El chico se tenso un poco y Lewis creyó escuchar como respiraba aire con fuerza, estuvo dispuesto a detenerse pero Franco negó con la cabeza.
-Me sorprendí nada más, seguí.
-Chico fuerte-Le dijo Lewis con una sonrisa ganándose un enrojecimiento de parte del más joven, y continúo con su trabajo.
Debía darle la razón al dichoso novio, su piel era suave y bien cuidada y a su juicio ligeramente gruesa, lo ideal si se quería mantener la forma del tatuaje por muchos años y mientras más avanzaba la sesión casi no sangró y se fue poniendo cada vez más y más cómodo.
-¿Hace mucho que tatuas?-Dijo de repente.
-Hace unos veinte años más o menos, empecé cuando tenía tu edad.
Franco le sonrió y sus ojos parecieron brillar por la comparación.
-¿Y cuál fue tu primer tatuaje?
-Una cruz que me hice en la espalda.
-Quizas me gustaría verlo...
Lewis levantó la vista de su trabajo al rostro del chico, una sonrisa perezosa tiraba de sus labios y sus mejillas parecian levemente ruborizadas.
-Quizas te lo muestre algún día...
§§§§§
Un par de semanas después Lewis recibia a Franco una vez más, tan puntual como la primera vez pero reemplazando el nerviosismo por una evidente emoción.
-Hola Franco, que sorpresa tenerte de vuelta.
El mencionado se inclino a dejarle un beso en la mejilla en forma de saludo, el calor de su piel y el aroma de su colonia golpeando a Lewis directamente en la cara.
-Buen día Lewis. Es que estuve pensando en la idea que te mandé y no me la podía sacar de la cabeza, tenía que hacermela si o si.
-Me alegra que me elijas.
Franco se humedecío los labios con la lengua, mirandolo con una intensidad que quemaba.
-Te voy a elegir siempre.
Ese tira y afloja entre ambos se había vuelto algo común desde que Lewis compartió el tatuaje que le había hecho a Franco en sus redes sociales y automáticamente comenzaron a seguirse, no charlaban mucho pero si solían reaccionarse las historias, después del primer fueguito que el más joven envío al tatuador en una foto de torso descubierto excibiendo los tatuajes de su espalda y aquella gran cruz que prometió mostrarley ael intercambio de ese emoji y otros más sugestivos empezó. Y Lewis ocasionalmente ahogaba una risa cuando veía al supuesto novio en las historias de Franco, un mocoso tan joven como él pero menos lindo y con un cuestionable estilo de vestimenta muy simplón para su gusto.
-Así me gustan mis clientes. Fieles.
El chico sonrió ante la muy poco inocente frase, rascándose la nuca y bajando la cabeza para disimular el sonrojo que parecía tener siempre alrededor de Lewis, y él solo podia pensar en que otros lugares podría hacerlo enrojecer.
-Y hablando de fidelidad-Lewis se dirigió hacia su escritorio donde ya tenía preparadas las plantillas de Franco-Mas tarde va a venir un fotógrafo y algunos clientes para hacer fotos de alta calidad de mi trabajo, voy a lanzar un libro en unos meses. ¿Te gustaría participar?
Franco asintió emocionado.
-¡Obvio! Es un honor gigante, gracias Lewis.
El mencionado se acercó para acariciarle la mejilla con sus nudillos adornados de tinta y que combinaban tan bien al ser contrastados con la piel rosada y virginal del rostro de Franco. No había ahí tatuajes ni piercing o algún corte de ceja como era tan popular hoy en día, solo su rostro juvenil y masculino.
-El honor es mío.
Tuvo a Franco recostado en su camilla a la vez que trabajaba en el diseño en sus caderas cuando un teléfono sonó. Franco se apresuró a atender y Lewis siguió enfrascado en lo suyo con profesionalismo.
-Hola amor. ¿Ya saliste del gimnasio?
Un murmullo bajo al otro lado de la línea.
-Que bueno amor, pero no te voy a poder acompañar, quedé en hacer algo más después de que me terminen el tatuaje.
Sus miradas se cruzaron en ese momento, Franco sonriéndole mientras se mordía los labios.
-Entiendo que es tu único día libre del laburo gordo, pero ya me comprometí. Perdón.
Lewis irguio la espalda una vez terminado la primera parte del diseño, una rama de laurel en su cadera, una vez hidratada y cubierta la zona podía seguir con el otro lado.
-Nos vemos para almorzar entonces. Te quiero.
Y sin más colgó la llamada para admirar la forma tan gentil en que Lewis distribuía la vaselina en su nuevo tatuaje.
-¡Me encanta!
-Me alegro mucho. Pero creo que voy a tener que pedirle perdón a tu novio por robarte un ratito.
Franco intento disimular una risa de dientes apretados cubriéndose la cara con la mano pero la forma en que sus ojos se entrecerraban y arrugaban en las comisuras exteriores lo ponían al descubierto.
-Él no es problema, no te preocupes.
Una vez que la zona estuvo protegida en su totalidad Lewis ayudó a Franco a darse la vuelta en la camilla, cambiando la posición para poder seguir en el otro lado de su cadera.
-Me quedó tranquilo entonces.
Para cuándo completaron la sesión aún sobraban 30 minutos para que el equipo de fotografía llegara y los modelos tampoco habían hecho acto de presencia. Franco estaba en frente del espejo de cuerpo entero encastrado en la pared admirando su tatuaje levantándose la remera a la altura de las costillas, fascinado por lo bien que combinaban las dos ramas con el sol de Mayo en el medio.
-¿Quieres algo de tomar? Tengo café, te, agua.
-¿Mate no tendrás?
Una vez que Lewis tiro todos los descartables que uso con Franco camino hacia él, parandose a su lado delante del espejo.
-Te la debo, no tomo mate.
Franco hizo un puchero con los labios.
-Sabia que no podías ser tan perfecto, algún defecto tenías que tener.
Lewis le miro con falsa incredulidad, acortando de a poco los centímetros que los separaban.
-Sos malo eh, además no soy el único acá con un defecto.
-¿Yo?-Respondio el menor en un tono agudo, aguantandose la risa. En un arrebato de confianza llevo los brazos hasta los hombros del tatuador, acariciando con los pulgares la piel que se exhibía en su holgada camiseta sin mangas-¿Que defecto tengo yo?
Siguiendo su ejemplo Lewis llevo las manos a las caderas de Franco, justo debajo del lugar donde lo había tatuado, acercando sus cuerpos hasta que la distancia que los separaba era de menos de medio dedo. La sonrisa en el más joven se ensanchó y sus ojos verdes parecieron oscurecerse de espectativa.
-Tenes novio-Lewis se acerco hacia su rostro, acariciando esa respingada nariz con la suya propia-Eso es un gran defecto para mí.
El aliento caliente de Franco le golpeó de lleno en el rostro y su mirada se poso hipnotizada en los gruesos labios rosados.
-Eso se arregla fácil...
Los dos se inclinaron a acortar la distancia entre sus bocas, Franco rodeandole los hombros para sujetarle desde la espalda, tirando de él contra su cuerpo ligeramente más pequeño. Lewis lo abrazó a la altura de las axilas y ladeando el rostro para buscar más profundidad lo presiono contra él con fuerza, ambos sosteniéndose de forma tan íntima que sus respiraciones se sincronizaban. Se besaron largo y tendido, acariciándose con las bocas y gimiendo entre dientes cada vez rozaban sus lenguas o se mordian los labios entre los escasos segundos que se separaban para buscar aire.
Lewis lo dirigió gentilmente hasta el espejo a sus espaldas, acariciando los costados sensibles de Franco y presionando todo su cuerpo contra él, haciéndolo jadear.
-Lewis...-Jadeo sin aliento mientras el mencionado tomaba su labio inferior entre sus dientes, tirando de él-No te das una idea las ganas que te tengo...
El mayor dejo un camino de besos desde su mandíbula hasta su cuello, acariciando esa parte sensible entre su hombro y el cuello que hizo a Franco temblar de gusto y apretarlo aún mas contra él.
-Si pudiera te llevaría hasta mi casa en el otro piso.
-¿A si? ¿Y que... Me harías ahí?
Franco dió un respingo cuando los dientes de Lewis se cerraron contra la vena de su cuello para después cubrirla de besos, sus manos disimuladamente descendieron hasta su trasero, acariciándolo con las palmas abiertas.
-Primero te desnudaría entero y te haría andar por mi casa así nada más-Sus manos le dieron un fuerte apretón a sus glúteos-Este culo no nació para tenerlo tapado en ropa.
Franco se mordió los labios, complacido, y tiro de Lewis para cambiar las posiciones, dejandolo con la espalda en el espejo para seguidamente recorrerle la oreja con la punta de la lengua.
-Yo también te quiero desnudo-Jadeo contra su oído-Te lameria de arriba abajo cada tatuaje hasta que se me caiga la lengua.
La mano pesada de Lewis cayó en su nuca, acariciando los cortos cabellos que crecían ahí y presionando ligeramente la piel en esa zona haciendo a Franco tensarse, provocandolo hasta el punto que él le mordió el lóbulo y después rodeo el pequeño cristal que tenia ahí con su lengua, jugando con la joya en una silenciosa promesa de todas las cosas que su lengua podia hacer a.
-¿Y después?
Franco empujó sus caderas contra las de Lewis en cortos movimientos, dándole el tan anhelado contacto a sus insipientes erecciones.
-Y después me vas a coger. En todos lados: en la cama, en la cocina, en el piso o hasta en el balcón para que nos vean tus vecinos.
Las manos de Franco encontraron lugar en las cortas trenzas de Lewis, acariciandolas con reverencia.
-Voy a gritar tan fuerte tu nombre que nos van a hechar del edificio por ruidos molestos y nos van a denunciar por exhibicionismo.
Los dos rieron ante eso sin tomarlo totalmente como una broma. Franco le beso la nuez de Adán.
-Pero eso no nos va a importar-Puntualizo el mayor tomando a Franco de las mejillas para que lo mirara.
Lewis le acaricio el hinchado labio inferior con el pulgar y Franco se lo llevó a la boca, chupándolo como si fuera el helado más frío en el medio del desierto. Sus ojos tan dilatados que apenas se distinguía el verde, si no tuviera su mañana ya comprometida Lewis estaría cumpliendo todas y cada una de esas promesas en ese mismo momento.
-No... Porque yo voy a estar muy ocupado con tu pija en mi boca y con tanta waska adentro que va a parecer que me queres hacer un pibe o un queso.
Los dos se rieron en ese momento, abrazándose con ternura. Lewis dirigió la vista hacia el reloj en la pared, faltaban como quince minutos para que el equipo llegara y ese no era el tiempo suficiente para todo lo que queria hacerle a ese chico de boca sucia. Franco por su parte tenía el rostro enterrado en el cuello de Lewis, aspirando su perfume y frotando la mejilla contra su cálida piel oscura.
-Dios. Te robaría en este mismo momento.
-Y robame.
§§§§§
-¡Amor! ¡Déjame ver!
Lewis levantó la mano que tenía la máquina para tatuar y le dió una fuerte nalgada al chico desnudo en su cama, haciéndolo hipar.
-Te dije que era sorpresa, además ya casi terminó.
Franco se mordió un puchero, escondiendo el rostro entre el desorden de almohadas.
-Malo.
Lewis continuo con su labor en la cintura de Franco, a la altura del nacimiento de la línea de sus glúteos. Por lo que el más joven podía sentir el grabado era pequeño, pero aún no desifraba bien su forma, haciéndo que su ansiedad no mermara en lo más mínimo.
Buscando distraerse ladeó la cabeza y paseo la mirada por los cuadros en las paredes donde dibujos increíbles hechos a mano y fotos de alta definición de los trabajos más elaborados de Lewis decoraban la casa. Él sabía de hombres que tenían por costumbre llevar el trabajo a su hogar pero lo de Lewis era hasta excesivo en cierto punto, todo en su espacio respiraba su profesión, las fotos, los dibujos, las plantillas, los elementos para tatuar todo entremezclado con la comida especial para perros, su estilizado guardarropas y colecciones de autos en miniatura.
A veces podía ser mucho para Franco pero hoy particularmente le parecía tierno. Lewis amaba todo lo que hacia y vivía de ello de forma muy holgada, Franco solo podía desear llegar a su edad con ese nivel de amor a su profesión.
-Listo-Anuncio una vez embadurno el tatuaje de vaselina.
Franco no espero más y de un salto salió de la cama hasta el espejo junto a la cama, los suaves ronquidos de Roscoe compaginando con el sonido de sus propias voces.
-¿Una cerradura?
El hombre mayor fue a su encuentro delante del espejo, rodeandole los hombros con un brazo mientras le indicaba con los ojos que mirara hacia abajo. Ambos estaban desnudos, el cuerpo macizo, moreno y tatuado de Lewis haciéndo que Franco tuviera que aguantarse las ganas de treparlo como un árbol y tirarlo a la cama por lo que dirigió la vista a dónde le indicaban, observando un pequeño tatuaje de llave a la altura del pubis de su amante que no recordaba que estuviera ahí el día anterior.
-¿Así que vos tenés la llave de mi cerradura?-Preguntó en un tono juguetón mientras le rodeaba el cuello con los brazos.
Lewis le tomó de los glúteos y lo levanto sin esfuerzo, Franco rodeandole las caderas con las piernas como tanto estaba deseando.
-Así hacemos oficial el robo-Le dió un beso largo y sentido-Sos mío ahora.
Entre cortas risitas Franco le llenó la cara de besos cortos mientras Lewis los dirigía a la cama una vez más.
-¿Me estás pidiendo ser tu novio, Lewis?
El mencionado se sentó al borde de la cama, repartiendo caricias desde la tatuada cintura hasta los lechosos muslos, admirando la sonrisa complacida en el más joven y el encandilante brillo de sus ojos verdes.
-Quiero que seas mi todo. Mi novio. Mi modelo. Mi amigo. Mi mejor cliente-Ahogo una risa-El papá de Roscoe.
Franco le dió una débil palmada en el hombro.
-Ya soy su papá desde el primer día que llegue a esta casa.
Ambos rieron y se besaron un poco más, nada profundo o lujurioso, solo la gentil presion de sus bocas la una contra la otra por el simple hecho de sentir, de querer tocarse y acariciarse con cada parte del cuerpo que pudieran, respirando el aliento contrario y saboreando el regusto a comodidad y afecto.
-Si quiero-Dijo Franco entre besos-Quiero todo con vos, Te amo.
La sonrisa que Lewis le dedicó después fue encantadora. Franco podría haberse arrodillado delante de él en ese momento y hacerlo suyo oficialmente, pero aún no tenía el anillo listo. Era increíble lo mucho que su vida había cambiado en un año, ahora portaba orgulloso más de media docena de tatuajes y el hombre qué le planto la idea de hacérselos ya ni siquiera era su pareja. Y con una velocidad casi pasmosa cayó enamorado del hombre que le doblaba la edad y le hacia sentir como si todo fuera nuevo y especial.
-Y yo a vos.
Notes:
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Cómo seria el tatuaje de Franco de los laureles <3
Chapter 18: Día 18: Fuck or Die(Jack/Franco)
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Kinktober Día 18: Fuck or Die
Jack Doohan/Franco Colapinto
Trato
Jack caminaba apretando la bolsa de plástico en un agarre férreo a la vez que sus ojos azules paseaban nerviosamente de una esquina oscura a otra en la calle desabitada por el horario, la paranoia de poder ser sorprendido y descubierto en sus planes manteniéndolo en un constante estado de alerta.
Se ajusto más la capucha sobre su cabello ocultando su rostro y encogiendo el cuerpo lo más que podía camino en pasos largos y acelerados en dirección a su departamento rogando que nadie lo reconociera.
Para su buena fortuna las pocas cuadras que tuvo que recorrer hasta su edificio las hizo en la más absoluta solitud gracias en gran medida a lo tarde en la noche que ya era pero aún así no respiro en paz hasta que cerro la puerta tras de sí.
Dirigiéndose a la pequeña sala de su departamento dispuso la bolsa plástica en el piso junto a platos hondos de vidrio enumerando para sí cada uno de los elementos de la lista.
-Vela negra, tiza roja, carne cruda...
Lo siguiente en salir de la bolsa fue una pequeña máquina afeitadora de mano, la observo en sus manos, temeroso pero decidido a fin de cuentas. Se quitó la chaqueta deportiva y agarrándose el cabello en puños encendió la máquina y comenzo a cortar al ras en movimientos largos. Sin tener un espejo a la mano se guío por el sentido del tacto para cortar cada mechon de pelo dejando en su cabeza un rapado medianamente uniforme, llenando uno de los platos con la totalidad de su melena castaña, esa que la gente por redes sociales solía alabar diciendo que le hacía ver como un príncipe.
-No importa, ya va a crecer-Se consoló a si mismo, y siguió juntando los materiales.
-Una parte del cuerpo del consultante, un mechero, una hierba para saumar.
Miró el último objeto de la bolsa con duda, mordiéndose los finos labios. En el supermercado no había podido encontrar ninguna de las hierbas que se listaban para el ritual pero según comentarios que encontró cualquier hierba aromática que se pudiera quemar tendría el mismo efecto así que, igual que como con su cabello, se motivo a si mismo a seguir adelante, ya había llegado hasta este punto y no quería hacerse atrás.
Había esperado hasta la noche y el horario correctos para el ritual, por primera vez en su vida tuvo que buscar sobre las fases de la luna para que coordinaran, según los eruditos de la magia negra de internet, con la mayor actividad demoníaca en el mes. Todo para asegurarse que la invocación funcionara. Era quizás su única oportunidad.
Con la tiza en una mano y su celular en la otra comenzó a dibujar en el suelo el pentagrama con la estrella en el centro, rogando que el pulso no le temblara tanto para poder imitar lo mejor posible la imagen de referencia.
-Dos metros de largo... Sin levantar la tiza... Visualizar lo que se desea invocar... Saber con certeza lo que se quiere pedir-Trago duro cuando llegó al último tramo del dibujo-Estar dispuesto a entregar lo que sea...
Se acomodo de rodillas en el suelo ni bien termino el grabado en el suelo, observarlo era como una cachetada de realidad, Jack realmente lo estaba haciendo, iba a invocar a un demonio. Se estiró hasta el mechero y el paquete de hierba que rezaba "Yerba Mate" en el frente para tirar todo el contenido en uno de los platos y prenderlo fuego, el olor a pasto quemado ligeramente aromático llenando su pequeño departamento y encendió por último la vela negra.
Dispuso los platos con la carne, la yerba humeante y la vela entre el dibujo en el suelo y él mismo, respiro hondo para tratar de calmar sus nervios y espero, en silencio entre la absoluta oscuridad salvó por la pequeña llama de la vela, que un demonio respondiera a su llamado.
Los minutos pasaron y solo podía oír su propia respiración acompasada y el suave zumbido de la heladera cuando el fuego de la vela comenzó a chispear, encendiéndose y apagándose en un ademán por demás sobrenatural. El olor pesado a azufre empezó a penetrarle las fosas nasales y la carne, roja y sanguinolenta, comenzó a ennegrecerse y a emanar el hedor típico de la descomposición. Se aguanto como pudo la arcada que le presiono el estómago y permaneció estático y relajado mientras el ambiente a su alrededor parecía mutar a uno más pesado, acalorado y casi opresor. Una desconocida corriente de aire llegó desde los espacios vacíos de la casa y se acumuló en el centro del dibujo que resplancadecia en un suave fulgor rosado que junto al viento se arremolino frente a él, en ese momento tanto la yerba como la carne entraron en combustion espontánea y la vela negra en el centro paso de tener una llama amarillenta a una de tonos profundamente rojizos, casi como la sangre.
De un momento a otro ese pequeño remolino comenzó a tomar forma entre resplandores rosaceos y chispas que le recordaban a los fuegos artificiales de los niños, la forma difusa poco a poco tomando angulos humanos, antes que su piel se manifestaron unos curiosos tatuajes de color rosa adornando un cuerpo algo pequeño en comparación al suyo, sentado sobre sus rodillas. Unas alas negras como las de un murciélago batieron con suavidad, una cola delgada e igual de negra que las alas moviéndose de un lado al otro como un felino a punto de atacar. Y su rostro, oh dios su rostro, Jack creía que no había visto otra criatura más hermosa en su vida, hasta los pequeños cuernos que surgían entre sus rizos castaños se le hacían encantadores. Cuando finalmente levanto los párpados sus profundos ojos verdosos lo dejaron entumecido en el lugar, su aliento atrapado a medio camino de su garganta.
-¿Quién me invoca?-Hablo por primera vez, su voz profunda y masculina haciendo a los huesos de Jack vibrar por dentro.
-Jack Doohan.
La hermosa criatura, ese demonio de apariencia humana ladeó la cabeza con curiosidad, analizando su rostro de una forma tan intensa que Jack se creeria que podía ver a través de él.
-¿Y qué deseas de mí, Jack Doohan?
Jack entrelazó sus dedos, apretando sus manos con fuerza para llenarse de valor, su mirada no fue segura está vez pero si suplicante.
-Quiero ser piloto de Fórmula 1, es mi sueño. Entregaré lo que sea por cumplirlo.
El demonio sonrió y en su boca relucieron unos colmillos largos de apariencia peligrosa, el viento a su alrededor pareció volver a la vida haciéndole temblar por la sensación de frío que sacudía todo en la casa menos la vela negra y las ofrendas ardientes, consumiendose con calma.
-¿Me darás lo que sea?-Jack asintió-Incluso tu... ¿Virilidad?
El australiano experimentó un repentido escalofrio azotandole la columna vertebral, el pequeño demonio le dedicó una sonrisa preciosa, encantadora y que desencajaba tanto con lo que le estaba pidiendo.
-¿Qué?
-Veras...-Dijo el demonio inclinándose ligeramente hacia atrás recargando el peso en sus palmas para que Jack pudiera ver no solo su duro miembro sino un tatuaje en forma de corazón en su bajo vientre-Soy un demonio sexual. Me alimento de esa energía, y si no puedes darmela... Voy a tener que matarte por hacerme perder mi tiempo.
El color de su iris paso de ese tono verde oscuro muy obviamente humano a un antinatural rojo, el frío a su alrededor pareció intensificarse y los nudos en su estómago no hicieron otra cosa que multiplicarse.
Ya había llegado hasta aquí. No podía ser cobarde, no podía echarse atrás.
Era su sueño por lo que luchaba después de todo.
-¿Qué... Tengo que hacer?
Los ojos del demonio retornaron al calmo verde y a su alrededor el dibujo en tiza pareció resplandecer con luz propia. Él le extendió una mano pálida surcada de tatuajes rosados dónde las uñas como garras eran tan negras y largas que bien podría confundirlas con las de un animal.
-Entra al circulo, Jack Doohan. Y voy a darte todo lo que tú corazón desea.
Jack vió al demonio y su propia mano, permitiéndose sentirse inseguro una última vez. Una parte de sí mismo ya no sería suya, dejaría atrás la protección de los cielos por sumergirse en poderes infernales, todo por su objetivo, por su más preciado sueño. Si Dios realmente existía, esperaba que algún día pudiera perdonarlo.
Poniéndose de pie se acerco hasta quedar al filo del pentagrama y se estiró a estrechar la mano del demonio sobrenaturalmente caliente y tan suave y tersa como la más fina seda, la luz del circulo explotó en un renovado vigor salpicando su departamento oscuro de sombras rosadas que danzaban en las paredes y entre los muebles. Mirándolo desde el suelo el demonio tiro de él para meterlo dentro del dibujo, su expresión abiertamente lasciva y deseosa.
Respirando con la boca abierta donde las puntas de sus pequeños colmillos asomaban le guío a sentarse delante de él, ahora Jack entendía la necesidad de un pentagrama tan grande, sus cuerpos calzaban a la perfección dentro del círculo de invocación.
-Cada vez que tengas sexo o te masturbes, tu energía sexual me alimentara.
Jack asintió en silencio.
-Y por las noches... Voy a reclamar más de tu energía en tus sueños.
-¿Por... Por cuánto tiempo vas a hacer esto?
El demonio le dedicó una sonrisa encantadora, sus pequeños ojos entrecerrandose profundizando las arrugas alrededor de sus ojos.
-No es eterno si es lo que piensas. No suelo a hacer tratos tan largos con humanos... Me conviene que regreses a mí pidiendo más.
Gateo hasta acercarse a Jack con movimientos fluidos y sensuales para sentarse en su regazo como si siempre hubiera pertenecido ahí. Llevo las manos a la parte posterior de su cabeza acariciando con cierta curiosidad la cabeza rapada de Jack, hubo nuevamente un coletazo de viento frío y de un momento a otro ambos se encontraban desnudos.
El rostro de Jack ardió como el de una colegiala antes de dar su primer beso y el demonio en su regazo solo sonrió más, recorriendo con la punta de la lengua sus dientes superiores.
-Cuando tu deseo se haya cumplido ya no te voy a visitar por las noches y voy a dejar de alimentarme de vos.
Jack asintió, carraspeando un poco para volver a hablar.
-Esta bien...
-No puedes negarte a mí, ¿Lo entiendes? Cuando te busque, te drene y me alimente. Y no puedes dejar de tener sexo con humanos, necesito de vos toda la energía que pueda cobrar. El precio por no cumplir mis condiciones es la muerte.
Un escalofrío le recorrió al final de aquel discurso, habia una dicotomía tan extraña entre las palabras amenazantes que le decía y la forma tan gentil en que lo sostenía y le acariciaba la cabeza desde la nuca hasta la coronilla, su cuerpo caliente impidiendo que Jack sintiera alguna forma de frío.
-Lo entiendo...
-Perfecto. Ahora ya podemos sellar el trato.
Las cejas oscuras de Jack se arrugaron en confusión, creyendo que quizás ya habían llegado al final del ritual. Los tatuajes en la piel del demonio comenzaron a brillar tanto como el pentagrama debajo de ellos, y con las manos que ya tenía en su cabeza lo empujó contra su pecho elevado, el latido de su corazón, si es que tenía uno, zumbaba rápido y arrítmico.
-Alimentate de mí, Jack Doohan. Y dame el permiso para alimentarme de vos.
Jack lo miró, inseguro sobre lo que tenía que hacer y con una sonrisa de colmillos largos y afilados el demonio acercó su pequeño pezón a sus labios finos, su respiración acelerandose en la misma rápida velocidad que el ardor en su cara. Se humedecío la boca con la lengua y aún algo dubitativo sobre el pedido del demonio tomó el botón rosado entre sus labios y chupó con timidez, creyendo que como era hombre al menos en apariencia no saldría nada de allí. Pero cuan equivocado estaba...
Ni bien ahueco las mejillas para succionar un largo chorro caliente le llenó la boca, tan caliente como la piel del demonio contra la suya propia y de un sabor indescriptible, era una dulzura que jamás había probado que le hizo abrir bien grande los ojos y gemir de gozo. Con hambre recién descubierto le rodeo el torso con sus brazos largos, empujándolo más contra él y chupó con fuerza su músculoso pectoral, tragando de forma codiciosa la ambrosia que producia ese cuerpo infernal.
-Si... Así-Murmuro el demonio rodeandole la cabeza, acunandolo mientras le amamantaba-Toma todo lo que quieras... Servite de mí...
Con cada succión más y más líquido dulce salía de él, llenándole la boca y el estómago con gusto. El calor se hizo potente, insoportable, Jack sentía que el centro de su cuerpo zumbaba enfebrecido de vida, de poder; la piel le picaba con una necesidad casi inneherente y palpable de tomar, de tocar, de poseer, jadeaba acalorado mientras tragaba y muy por encima registró a su miembro surgiendo a la vida contra su estómago y el del demonio.
El viento dentro de la casa se volvió salvaje y gélido, golpeando contra los cristales de las ventanas y sacudiendo las medallas y trofeos que Jack tenia exhibidas alrededor del departamento, pero dentro del círculo se respiraba el vapor del mismimo infierno.
De un momento a otro el demonio se levantó del regazo de Jack, su pecho rebotando fuera de los dientes de Jack con un sonido húmedo dejandolo caliente y famelico por más.
-¡No! ¡Por favor... Quiero... Necesito más!-Jadeo desesperado como un hombre consumido por el dolor del inanición.
Pero la criatura hermosa y letal no le hizo caso, se recostó sobre su espalda separando las piernas para mostrarle su entrada enrojecida y húmeda de fluidos transparentes que surgían desde dentro y le manchaban la cara interna de los muslos y parte de sus glúteos.
-Alimentame Jack... Entra en mí y alimentame.
Él no necesito escucharlo dos veces.
Se arrastró por el suelo en sus cuatro extremidades como un animal desesperado para trepar sobre el demonio que quedaba completamente cubierto por la figura larga y ancha de Jack. No le importo tener que encorvarse de forma incomoda y se arrojó sobre el pectoral del que aún no se había alimentando, chupándolo con tanto ahínco como si quisiera arrancarselo. El demonio le rodeo la cintura con las piernas y totalmente dócil y maleable en su toque se enterró en él, la carne tierna y mojada de sus entrañas recibiendolo gustoso y succionandolo dentro, como si ese fuera el único lugar donde tendría que estar. Luces de colores explotaron tras los párpados cerrados de Jack, extasiado por tener a la personificación del sexo entre sus brazos. Y no llego siquiera a embestir cuando se vacío entero dentro del demonio, dándole todo, entregándole su alma.
§§§§§
Jack despertó en su cama al día siguiente, vestido con la ropa con la que habia salido por la noche, la cabeza ligeramente pesada y la lengua, seca como un desierto, pegada al paladar. Parpadeo un par de veces para aclarar su visión y observo su habitación iluminada por los rayos matutinos, cada cosa en el perfecto caos que él mismo lo habia dejado. Se pasó la mano con la cara en un intento de desperezarse.
-¿Será que lo soñé?-mascullo con la voz cavernosa y pastosa.
Paso a rascarse detrás de las orejas y abrió los ojos casi en su totalidad, sintiendo sobre sus yemas los muy cortos cabellos donde antes hubieran ondas de color chocolate. Se levantó tan rápido como pudo y se arrojó al espejo de cuerpo entero en su habitación, admirando el corte tipo militar que si mal no recordaba se había hecho él mismo.
-¿Entonces yo...?
Elevó ambas manos hacia su cabeza como necesitando tocarse para confirmar que no estaba alucinando y que efectivamente no había soñado todo lo de la noche anterior. El buzo se levantó ligeramente sobre su estómago siguiendo el movimiento de sus brazos y cuando sus ojos azules se dirigieron a ese lugar las palabras murieron en su boca.
Allí, en su vientre, justo sobre la línea de sus pantalones estaba un tatuaje de color rosa. El mismo tatuaje en el mismo lugar que el demonio.
Comenzó a hiperventilar entre descreido e impresionado, y antes de que su mente entrara en espiral su celular sonó dentro de sus bolsillos. Atendió sin siquiera mirar la pantalla.
-¿Hola?
-Jack, en dos semanas vas a tener unas pruebas con el A522. Vamos a comparar tu tiempo con el de Mick, te quiero listo.
El inconfundible acento italiano de su representante le despabilo tan rápido como una cachetada.
-¡Flavio! Si si, voy a estar listo.
-Eso espero.
Y con la dureza que le caracterizaba le cortó la llamada sin siquiera esperar una respuesta de parte del australiano o unas palabras de despedida. Jack se quedó de pie frente a su espejo, respirando por la boca de la impresión y miro su reflejo una vez más, el tatuaje de un rosa vibrante resaltando contra su duro estómago.
¿Esto realmente acababa de pasar?
Notes:
No seguí ningún tipo de ritual en específico ni tampoco promuevo o recomiendo invocar demonios, todo es ficción y que se quede ahí por favor 😅
El tatuaje de Franco y con el que marca a Jack 👇🏻 (el último)
https://x.com/crypt_tids/status/1506819619578916864?t=a7HIcHg5wVjVtLJ6TcLFIQ&s=19
Chapter 19: Día 19: Threesome(Lando/Franco/Oscar)
Chapter Text
Kinktober Día 19: Threesome
Lando Norris/Franco Colapinto/Oscar Piastri
Netflix and Chill
Una noche de fin de sabado con una casa vacía, tragos de por medio y una latente tensión sexual no podía augurar nada bueno. Más si a esa combinación se le sumaba tres chicos de veinte años con demasiada estamina y muy poca noción del arrepentimiento.
-¡Che! ¡Pedazo de pollera!-Grito Franco al chico alto enfrascado en su celular-¡Atrapa!
En cuanto él le dirigió la mirada la tercera persona en la casa le arrojó una pequeña cereza roja a la cara que aterrizo con un sonido húmedo sobre su nariz.
-¡CAGASTE!
Y así como así los dos se arrojaron sobre su amigo palmeandole la parte posterior de la cabeza en un tonto juego que tenían casa vez que se reunían a beber. Él que no atrapará con la boca lo que fuera que los otros le arrojarán tendría como castigo soportar los golpes del resto. Afortunadamente está noche eran solo tres personas, por lo que el castigo no fue tan doloroso como otras veces cuando se reunía todo el grupo de amigos.
-Decile a Lily que te suelte la correa-Se burló Lando bebiendo de su vaso dónde un par de pequeñas cerezas flotaban en un líquido rosado, casi transparente.
Esa noche Lando fue el encargado de llevar la bebida que consistió en vodka y cerezas en conserva para molestia de Franco que quería fernet con Coca-Cola. Oscar por su parte puso la casa y Franco llevo todos los paquetes de papafritas que pudo meter en el baúl de su auto pensando en una reunión mucho más amplia como las que solían hacer. Pero poco a poco sus amigos se habían excusado por distintos motivos, así que solo quedaban ellos tres como los soldados firmes manteniendo la tradición.
-La está cuidando a la abuela así que está aburrida nada más.
-Amigo, siempre te manda mensaje para saber dónde andas-puntualizó Franco.
El dueño de casa dejo su celular cargando en el mueble de la sala para unirse a sus amigos sentados en el sofá. Franco masticando varias cerezas en su boca dandole a sus dientes y encías un tono sanguinolento a la vez que Lando tiraba papas al aire para atraparlas en su boca.
-Ella es así...
-Una enferma de los celos-ironizo Lando con el bigote salpicado en sal y restos de aceite.
-Limpiate la boca, mugroso. Que si mi vieja llega a ver una sola mancha en este sofá me deshereda.
-Igual, vos tampoco podés hablar mucho Norris-dijo Franco, entre serio y divertido-Que Magui es diez veces peor.
Lando se llevó una mano al pecho, fingiendo impresión.
-Disculpame, pero ella no es mi novia. Salimos y nos vemos de ves en cuando pero no somos nada.
-Hace dos años que "no son nada".
-Y lo que le hizo al ex, está medio chapita la mina-Agrego Oscar.
-Por eso no le mando nudes.
Franco le arrojó una papa, con toda la intención de hacerlo fallar pero el muy bastardo estiró el cuello lo suficiente para atraparla entre los dientes, masticando con una sonrisa triunfante.
-Ustedes y sus novias, por eso yo estoy soltero-Franco llevo las manos detrás de la cabeza, estirándose triunfante.
-Callate pedazo de hombre trola-dijo Lando apuntalandolo en las costillas.
Oscar le tiró una cereza pero sin demasiada voluntad, Franco la atrapó en el aire con facilidad.
-Todavia no me creo que te agarraste a Ollie después de que él se puso de novio con la piba que te comías.
Lando se sacó las zapatillas para acomodar las piernas encima de las de Franco dando sorbos cortos a su bebida y dejándolo en el medio del trio, Oscar bufó ante la sonrisa amplia y traviesa en el rostro de Franco, completamente orgulloso de sus hazañas enumeradas.
-Y bueno Osc, Dios me hizo bisexual por algo. Tengo mucho amor para dar.
Lando y Oscar se miraron al instante.
-¿Castigo?
-Castigo.
Entre risas y chillidos de sorpresa los dos mayores se avalanzaron sobre el menor del trio, dándole ligeras palmadas en la cabeza y buscándole los costados para hacerle cosquillas, Franco sacudiéndose y tirando insultos al aire. El forcejeo duro un par de minutos con la facilidad que brinda la costumbre, sabiendo dónde buscarse y hasta donde llegar para entretenerse entre los tres, pero lógicamente, cuando iniciaban así solo bastaba una señal, tan infima como un roce, una onomatopeya o una mirada anhelante para profundizar lo que fuera que tenían cuando se encontraban solos.
Fue Oscar está vez el que inició el evento, reacio y cohibido al inicio, ahora no tenía problemas en hacer saber cuando quería a sus amigos de una forma que no quería a sus otros amigos, se impulso sobre la espalda de Franco, forzandolo con su cuerpo sobre el de Lando quien, riendo y mordiendose los dientes separó las piernas para acomodar mejor a Franco sobre él y se recosto en el amplio sofá, recibiendo el peso de los dos chicos.
-Que pesados que están-se quejó en broma, una mano aventurandose hacia el trasero de Oscar y la otra peinando el cabello de Franco para poder ver bien su rostro.
-O vos estás muy flojito-respondio él, sacándole la lengua. Lando se estiró para atraparla entre sus dientes dándole una mordida juguetona.
Franco le devolvió la mordida al labio inferior y se enfrascaron en un pequeño ida y vuelta de morderse la cara desde la boca, las mejillas y la punta de la nariz, riendo en voz baja mientras lo hacían. Oscar por su parte busco la nuca del menor para besarla y succionarla en todas las zonas que sabía lo desarmaban, adornandolo de pequeños chupones rojizos que con las horas se volverían morados. A Oscar le encantaba dejar marcas y dónde su novia siempre le presentaba una negativa su amigo nunca lo defraudaba, dejándolo maltratar su cuerpo a su antojo.
-¡Ay!-musito Franco cuando Oscar le clavo los dientes particularmente fuerte en la carne de su hombro-De tanto masticarme voy a pensar que me queres comer, Piastri.
El mencionado no respondió de inmediato, en su lugar dejó un beso en la zona donde le había mordido y empujó la cadera contra la espalda baja de Franco, empujándolo a su vez contra la entrepierna de Lando, arrancandole a ambos un suspiro.
-A lo mejor si te quiero comer.
Cuando Franco se giro en dirección a Oscar se encontró de frente con sus labios inmediatamente en busca de los suyos, y completamente docil le retorno el gesto igualando su intensidad pero sin ningún tipo de apuro de ir mas allá. Llegarían allí, casi siempre lo hacían, pero en ocasiones así donde el tiempo estaba de su lado les gustaba disfrutar su pequeño juego lo más que pudieran, acariciandose con las palmas abiertas o dándose besos largos y mojados, de esos que difícilmente se podían decir que no significaban nada. Franco se separó primero para tomar oxígeno e inmediatamente Lando reclamo su atención, guiandolo a su cara con la mano que presionaba su mejilla y examinando diligentemente su cavidad bucal con la lengua.
Oscar los observo embelezado y persiguió esa misma atención para si mismo, codicioso, sujetando a Lando desde la barbilla y derritiéndose en sus besos, el sabor a cereza mezclado con el picor del alcohol blanco provocandole un hormigueo agradable en los labios. Eventualmente se encontraron los tres en una combinación de lenguas acariciándose las unas a las otras, dientes que chocaban descordinados y alientos calientes que se convertían en jadeos cuándo alguno se movía o presionaba a otro provocando que todos los sintieran por lo apretados que estaban.
-Oscar... Saca de mi bolsillo-ordeno Franco en un jadeo.
Irguiendose ligeramente Oscar le dió a Franco espacio para moverse y él se froto contra el cuerpo de Lando de forma descendente, con intenciones muy claras que hicieron al mayor morderse los labios mientras se desabrochaba los pantalones y levantaba su camiseta hasta las clavículas. Oscar se sacó las zapatillas casi a la velocidad de la luz y se reincorporo al sofá detrás de Franco, entre sus piernas abiertas y mirando directamente a su culo redondo y respingado aun vestido. Él siempre se considero a sí mismo heterosexual pero por ese culo se permitía tener débiles convicciones.
Le dió una nalgada, fuerte y sonora, solo para ver a su glúteo rebotar y tensarse imaginando lo increíble que se vería completamente desnudo, y busco el condón en el bolsillo de los laterales. Lando por su parte jadeaba con la boca abierta con cada larga lamida que Franco daba a su estómago, delineando sus abdominales y mordiendo los huesos de su cadera, ignorando a conciencia su bajo vientre y su entrepierna solo para molestarlo un poquito.
-¡Ahh! ¡Así!-exclamo en voz alta cuando una mano le pellizco un pezón. Si fueron Oscar o Franco, no pudo saberlo por lo fuertes que tenía cerrados los ojos, disfrutando las caricias sin importar de quien vinieran.
Franco procedió a retirarle la ropa interior y reemplazandola con la succión de su boca en la sensible piel de su pubis, a escasos centímetros del miembro que reposaba contra su garganta. Oscar le quitó también los pantalones a Franco y le hizo levantar los brazos para quitarle la camiseta, seguramente sería más práctico dejarle con algo de ropa puesta tal como los dos chicos entre él se encontraban pero Oscar tenia fascinación por el cuerpo desnudo de Franco, le volvía loco esa espalda ancha y su cintura pequeña, su trasero hambriento y dispuesto que desde ese ángulo lo engullia sin esfuerzo y le brindaba el espectáculo de sus glúteos temblando y rebotando con cada embiste. Si por él fuera, tendria a su amigo desnudo en el primer momento en que pusiera un pie en su casa.
-Dale Oscar, no te distraigas-murmuro el menor con el rostro a centímetros de la erección de Lando bombeandola con una mano. Pensó que parecía que lo usaba como micrófono-Metemela.
El mencionado se sacó la larga camiseta que traía para que no le estorbara después, se enfundó en el preservativo embadurnado de lubricante y se introdujo en su amigo como quien retorna a la comodidad del hogar, echando la cabeza hacia atrás y suspirando de gozo al tibio interior que lo recibía sin resistencia, suave, mojado y perfecto para poder usarlo hasta que ya no tuviera fuerzas.
Franco jadeo sobre el sensible glande de Lando y este empujó las caderas hacia arriba, en el borde de las lágrimas por la necesidad de atención. Regulando su respiración Franco se lo llevó a la boca, moviéndo la cabeza y la mano de arriba a abajo en el miembro de Lando para atender cada centímetro de su extensión.
Sintió como las manos de Oscar se cerraban como pinzas a cada lado de su cadera y arqueando la espalda recibio sus poderosas embestidas con jadeos ahogados por el pedazo de carne palpitante en su boca.
-Así, garchatelo así Osc-Ordeno Lando con los ojos finalmente abiertos y los dedos enredados en el cabello de Franco-No sabes cómo le tiembla la boca.
-Lo... Lo que le rebota el culo-Jadeo el más alto, demostrando sus palabras al dejar caer su mano en uno de los redondos cachetes, palmeandolo con fuerza sin dejar de empujarse dentro repetidamente-Mejor que una mina.
Franco pareció ronronear encantado por los sucios cumplidos y como recompensa se empaló a sí mismo en Oscar, persiguiendo sus penetraciones y aumentando el ritmo a uno más rápido y frenético sin descuidar a Lando, llevándolo mucho más profundo, hasta sentir la parte de atrás de su garganta donde el espacio era más estrecho y la presión amenazaba con arrancarle el orgasmo en cualquier segundo.
Lando le tomó de la cabeza con las dos manos y se empujó en esa húmeda cavidad usandola de la misma forma que Oscar usaba su culo, penetrando una y otra vez sus agujeros con firmeza y decisión como quien ya ha hecho esto muchas veces. Sabían hasta donde podían ir sin herir al otro, lo que les gustaba y les disgustaba, en lo que estaban dispuestos a ceder y los no rotundos, que dicho sea de paso eran escasos. Difícilmente había una negativa, ya sea sobre si mismos o sobre las cuestiones más mundanas como espacio y tiempo por lo que, sabiendo que tendría la casa toda la noche para si solos Oscar ralentizó sus embestidas ligeramente, no tenía urgencia por acabar a los pocos minutos en comparación a otras veces dónde estaban escondidos, ya sea con Franco o Lando o con los dos, de sus otros amigos o en espacios semi públicos como el baño de una casa o el depósito de una cancha de padel. Tenía muchas horas a su disposición para sentirse el rey en la colina, y quería disfrutarlo.
Lando parecía estar en su misma línea de pensamiento porque liberó la cabeza de Franco de su acelerado uso y lo dejó hacer lo que quisiera mientras él recuperaba el aliento y se aseguraba de controlarse lo más que pudiera para no llegar al orgasmo. Oscar se recostó sobre la espalda de Franco, balanceando su peso en sus codos para no aplastarlo completamente y con embestidas lentas y el ocasional rotar de sus caderas buscó lo que Franco estimulaba con la lengua y la boca abierta, aprovechandose de su cuerpo largo que le permitía llegar hasta esa zona sin dejar de atender a Franco.
Lando los observo encantado, sintiéndose un rey atendido por sus reinas. Franco le lamía el tronco en toda su extensión, delineando las venas que se le marcaban a los costados a la vez que Oscar a su lado dibujaba círculos con la lengua en su rosada cabeza, dándole de forma intermitente pequeñas succiones que le hacían apretar los dientes y doblar los dedos de los pies. Un poco más allá disfruto de ver cómo Oscar surgía y desaparecia dentro de Franco, sus nalgas redondas y blancas, más que en otras zonas de su cuerpo, efectivamente rebotaban lascivamente con cada estocada. Y pensar que hubo un tiempo que Franco juraba ser tan heterosexual como Oscar.
Pero ahí estaban los dos, entre sus piernas, Franco succionandole uno a uno los testículos mientras Oscar lo acomodaba cada vez más profundo en su boca, subiendo y bajando con la misma maestría que empleaba al apretar sus músculosos glúteos contra Franco, atacando ese lugar en su interior que le hizo temblar y gemir descontrolado.
-¡Ahh, Oscar!-lloriqueo el menor recostandose contra el muslo de Lando.
-Dale Osc, hacenos acabar.
Le acaricio la mejilla ligeramente áspera de tres días sin afeitar, incentivandolo a hacerse cargo de los orgasmos de sus amigos. Y en la posición en que se encontraba y con lo bien que se sentía no lo pensó dos veces cuando torno las embestidas de su cadera en algo frenético y rapido, desesperado; el vaiven de su cabeza igual de apasionado y entregado a servir, dar placer.
Franco busco su propia erección ignorada y la bombeo con furia asegurandose de acabar entre la maraña de ropa debajo de él, después podría disimuladamente asaltar el guardarropa de Oscar cuando se fueran a dormir.
Con un hormigueo que le erizo la piel y mordiendo la cara interna del muslo de Lando, Franco alcanzo su tan ansiado climax, frunciendose alrededor de Oscar quien en un par de embates más cayó exhausto y descargado encima de él. Y Lando tuvo una mejor idea que acabar en la boca de su amigo.
-A ver los dos-dijo mientras ayudaba a Oscar a sacarselo de la boca para pasar a reemplazarlo con su mano en movimientos frenéticos-Digan Ahh...
En su debilidad y la neblina del climax los dos obedecieron a su manera, Oscar un puco más exhausto y somnoliento y Franco un poco más entusiasta, abriendo la boca más grande que el hombre encima de él y sacando la lengua, dispuesto a tragar lo más posible.
Lando apunto a sus caras y con una maldición dicha entre sus labios magullados de besos y sus propios dientes eyaculó en la cara de los dos, el semen salpicando los labios y parte de las mejillas de ambos, Oscar jadeo de forma tan vulgar que Lando podría jurar que con solo esa imagen se pondria duro nuevamente en minutos con Franco a su lado recogiendo con la lengua el liquido blanquecino en su boca y tragando de forma sonora.
-Dios...-Murmuro Lando tirando la cabeza hacia atrás.
-Quiero bañarme, estoy todo pegajoso-se quejo Franco, Oscar lo tomo como señal para liberarlo de su peso y se quitó de encima.
-Ya sabes dónde está el baño, tengo ropa tuya de la última vez que viniste en el primer cajon de mi ropero.
-Dale Osc, gracias.
El menor le dejo un beso en la mejilla y sin ninguna clase de pudor camino desnudo por la casa como si fuera su dueño hasta el piso superior.
-¿Subimos a tu pieza a ver una película?
-Dale, pero primero tenemos que limpiar aquí.
Oscar se puso de pie para descartar el preservativo en el tacho de basura más cercano y que raramente sus papás o sus hermanas usaban. Lando aún desparramado en el sofá gruño y se cubrió los ojos con un brazo.
-¿Y por qué Franco no tiene que limpiar?
-Porque él me ayudó la última vez, así que dale move el culo así terminamos rápido.
La escena era absurda, hasta comica. Como podían tratarse como los amigos que eran para después enredarse mutuamente en el sexo más desenfrenado y sin ataduras posibles para finalmente, como un interruptor que se prende y se apaga, volvían al plano de la amistad, masculina y agresiva sin ningún problema. Era raro, y desconsiderado para el resto, pero funcionaba para ellos y con eso era suficiente.
Chapter 20: Día 20: Cheating(Carlos/Franco)
Chapter Text
Dia 20: Cheating
Carlos Sainz Jr/Franco Colapinto
Carlos Sainz Jr/Charles Leclerc
Tatiana
-¡CARLOS SAINZ VÁZQUEZ DE CASTRO! ¡ABRIME YA MISMO O TIRO LA PUERTA ABAJO!
Chorreando y apenas cubierto con una pequeña toalla de mano el mencionado se apresuró a abrir la puerta que estaba siendo azotada con tal fuerza que no dudaba de que sus vecinos en los otros departamentos estarían escuchando el alboroto que, para su mala suerte, no sería la primera ni la última vez. Apenas quitó el seguro su novio entro hecho una furia, corriendo directamente a la habitación principal.
-¿Charles?
-¿Dónde está?-Dijo mientras miraba debajo de la cama y abría de par en par los armarios, revolviendo las camisas pulcramente ordenadas.
-¿Quien?
-¡La puta reventada con la que me estabas engañando!
Carlos se cubrió el rostro con la mano, ahogando un gruñido. Charles paso de su habitación a la habitación de los invitados, abriendo cajones y tirando ropa al suelo como una tormenta. Apenas arrancaba su día y ya empezaba a sentir el palpitar de una jaqueca tras sus ojos.
-Charles, llegué anoche completamente agotado. De madrugada. Lo único que hice fue dormir.
El hombre ligeramente más bajo corrió hasta el cuarto de lavado con sus duras pisadas retumbando en el suelo de madera, su vecina del piso inferior no estaría contenta.
-Hasta tus sábanas están para lavar, ¿Por qué? ¿Para que yo no sienta el olor de gato en celo que metiste? ¡A la cama donde yo también duermo!
Su siguiente objetivo fue la cocina con Carlos a su espalda tratando de sujetarle un brazo pero cada vez que se acercaba Charles le corría o le alejaba las extremidades superiores.
-¡Charles escúchame! Están para lavar porque anoche llegué fundido y me acosté así nomás, sin bañarme.
Él no le respondió, se dirigió hacia el balcón con la mirada en llamas y las cejas en una dura línea recta.
-Sali a la montaña con mi papá y mis amigos ¡Te mandé fotos! Toda mi ropa está en la lavadora.
El monegasco abrió las puertas de cristal del balcón dejando que el helado viento matinal los acariciara a ambos, Carlos encogiéndose sobre si por el evidente estado de semi desnudez en que se encontraba y como su cabello aun mojado absorbía el frescor de la mañana, poniéndose helado a la vez que le generaba escalofríos. El balcón era pequeño, solo dos sillones y una mesa de te completaban el mobiliario, flanqueado a ambos lados por los balcones de sus vecinos y la ciudad que se excibia imponente delante de ellos.
Vacío, igual que el resto de los espacios de la casa. Pero eso no pareció apaciguar a Charles.
-Fui a retirar tu auto del taller. ¿Me podés explicar que es eso?
De la bolsa ecológica que había arrojado sin cuidado en su sofá saco una muda de ropa masculina que consistía en una sencilla camisa de algodón, unos pantalones de jean y unos cómodos zapatos de calle. Carlos reconoció las prendas al instante.
-Es la ropa de Teto, Charles...
Los ojos de Charles se agradaron a todo el límite que le permitían sus cuencas, casi parecía que hecharia humo por la nariz.
-¡Y lo dices así! ¡Lo voy a matar y después te voy a matar a vos pedazo de infiel...!
-¡CHARLES BASTA!
Finalmente desbordado Carlos dejo caer la pequeña toalla para agarrar a su pareja de los brazos, zarandeandolo un poco en el proceso mientras le miraba a los ojos.
-Teto fue conmigo hasta el taller, se cambió en mi auto porque no le dió el tiempo para cambiarse en su casa. Nos fuimos después con mi papá, Caco y Gigi.
Charles tenía la vista fija en el suelo, arrugando los labios.
-¡Mírame! Te mandé fotos, te escribí todos los días como me lo pediste. ¿Qué más querés de mí?
-Te quiero para mí solo.
El agarre de Carlos se suavizó, pudo ver el momento exacto en que esos grandes ojos verdes comenzaban a humedecerse.
-Teto y Gigi siempre están encima tuyo, toqueteandote y diciendote hermoso cuando yo estoy. Caco y tu papá me odian.
-Teto es mi amigo desde que soy un crío, Charles. Además él tiene novia, igual Gigi.
-¿Y tú papá y Caco? Cada vez que voy a tu casa Caco me mira como si quisiera explotarme el cerebro con la mente. Y cuando hablamos con tus padres sobre casarnos tu papá nos dió todo un sermon sobre ser jóvenes e imprudentes para algo así.
Las primeras lágrimas rodaron por las mejillas del más joven, apresurandose a limpiarselas con las palmas de la mano sin cuidado, provocando que sus párpados se enrojecieran y sus ojos se aguaran aun más.
-Llevamos cinco años juntos. Estamos ya en nuestros treintas. ¿Qué más tenemos que esperar?
Carlos quería ser firme, quería mantenerse estoico. Charles no podía seguir saliéndose con la suya con un puchero y su cara tallada por los mismos angeles, tenía que entender que sus acciones traían consecuencias.
-Charles-Empezo, su tono de voz suave y gentil-Caco esta disgustado contigo desde que me hiciste un escándalo en el bautismo de mi sobrino. Y papá cree que tus celos no son sanos, y que seríamos infelices si damos el siguiente paso con las cosas como están.
Ante esas últimas palabras Charles le clavo la mirada, su respiración acelerandose.
-¿Cómo "con las cosas como están"?
-No podemos seguir así Charles...
-Siempre fui celoso-Atino a defenderse-Asi me conociste y así te enamoraste de mí.
-Si... Y te amo. Pero esto-Señalo a su alrededor, al desorden que era su departamento después del arranque del monegasco-No es normal, no puedes sentir celos de mis amigos, de mi familia.
-¡Ellos quieren separarnos!
Las manos de Charles tomaron el rostro de Carlos desde las mejillas y le estampó un beso doloroso y sentido que sabia a lagrimas.
-Siempre han querido separarnos, tus amigos, tu familia. Nunca me aceptaron, antes podía pretender y poner buena cara por vos, pero ya me cansé.
Charles escondió el rostro en el cuello de Carlos, rodeandole el pecho con sus brazos delgados.
-Lo hacen todo para provocarme. Ya habíamos planeado viajar para pasar la semana en Francia en el casamiento de mi hermano cuando surge esta idea de la montaña. Y antes Teto llevando a tu ex a tu cumpleaños que YO organice...
La voz se le cortó en ese momento, Carlos lo abrazo finalmente, sintiéndose horrorosamente culpable porque sabía muy bien que lo que decía Charles era cierto. Su familia, demasiado tradicionalista y cerrada en varios aspectos, no veían en Charles un compañero de vida apto para el único hijo de los Sainz. Siempre demasiado explosivo, demasiado impredecible y con un amor por Carlos que la mayoría consideraba asfixiante. Y él lo había amado así por muchos años, ahora ya no estaba tan seguro.
-Eso no estuvo nada bien, aunque ella sea su amiga. Se lo dije y me enojé con él por eso.
Carlos apoyó la barbilla en la cabeza de Charles, mirando a la nada. Todo era un desastre, no solo su casa dada vuelta, sino su relación en general.
-Yo te amo Calos. Sos todo para mí. Si me das una oportunidad... Puedo tratar de cambiar, podemos hacer las cosas distintas.
Charles aspiro profundamente el aroma a su jabón perfumado en su piel desnuda que se entremezclaba con las lágrimas que caían por sus mejillas.
-Ya nos perdimos los primeros dos días de recepción pero tenemos aún los otros dos días para la ceremonia civil y la religiosa, puede ser un viaje distinto, un nuevo comienzo para los dos.
Charles se alejó para mirarlo, un tenue fulgor de esperanza iluminando sus enrojecidos ojos verdes. El madrileño sabía que un viaje no solucionaría sus problemas, no haría que Charles dejara de ver a otras personas como una amenaza a su relación ni calmaria su desconfianza.
Por eso había querido pasar el primer par de días libres que tenía del trabajo en una salida con su padre, su primo y sus amigos, respirar aire puro y solo concentrarse en las rutas de tierra y el ardor de sus pantorrillas cada vez que subía un camino empinado en bicicleta. Necesitaba descomprimirse y pensar. Y en cada kilómetro, cada puesta del sol y cada pequeño pueblo por el que pasaban pensó profundamente, sopeso los años juntos, todas las situaciones que les hicieron llegar a este punto y sus propias emociones con toda la frialdad que podía. Amaba a su Charles, aún lo hacia después de todo, y a su vez quería estabilidad, calma, ya nada de gritos, peleas y discusiones. Sabía que no podía tenerlo todo, pero por lo menos por un tiempo más lo podría intentar.
-De acuerdo. Lo podemos intentar, por todo lo que ya construimos juntos.
Pudo sentir la sonrisa en los labios de su novio contra su pecho, genuinamente feliz por intentarlo o por haberse salido con la suya y convencer a Carlos una vez más de hacer lo que quería. No lo tenía claro.
-Va a ser el mejor viaje de tu vida amor, lo juro. Ya tengo todo listo, nuestros trajes en la tintorería, la habitación con la mejor vista.
Charles se incorporó de su lugar en el torso de su novio para plantarle más besos, ilusionado, prácticamente vibrando dentro de su piel.
-¡Hasta conseguí que aceptarán que lleváramos a Leo! El hotel tiene política de nada de perros, pero conseguí una excepción.
La excepción era seguramente una gran suma de dinero. Carlos busco la toalla que había quedado olvidada en el suelo en medio de la discusión y se cubrió una vez más afianzando el escaso pedazo de tela en sus caderas para que no se le cayera otra vez.
-¿No crees que Leo va a estresarse más en un ambiente con tanta gente y ruido como un casamiento?
-Ya lo conoces, odia estar separado de mi, y antes de que me destroce las almohadas o se la pase llorando en una guardería canina prefiero tenerlo con nosotros.
De un momento a otro Charles paso de ser el novio del infierno revolviendo sus cosas, gritandole y amenazándolo con acabar con su vida a ser el encantador rayo de sol que tanto fascinaba a las personas en primera instancia, con esa sonrisa fácil y humor ligero que le habían ganado las inversiones necesarias para sus múltiples proyectos, exitosos en su mayoría. Era el Charles del que se había enamorado a primera vista, de esa imagen de hombre inteligente, increíblemente apuesto y emprendedor al cual había sabido abrazar en sus oscuridades cuando estás se manifestaron con el tiempo. Después de tantos años Carlos se preguntaba quien era el verdadero Charles, aquel monstruo celoso que quería controlarlo en cada paso o el encanto que le hacia sentir ligero como una pluma cada vez que le prometía la luna y las estrellas.
-Tengo que terminar de empacar mis cosas, pasar por la tintorería y buscar a Leo.
Carlos levantaba un par de almohadas del sofá para acomodarlas en su lugar mientras su novio revisaba su teléfono.
-¡Mierda! Quieren que vaya a la oficina a firmar unos contratos. Les avisé que no quería que me molestaran hoy.
-¿Quieres que pase yo por la tintorería y vaya a tu casa? Nos queda más cerca del aeropuerto.
-¿Harías eso por mí?
Carlos, rodeado del desastre que era su casa, levantando sábanas y cerrando puertas que anteriormente fueran azotadas, lo miró prácticamente derrotado.
-Por supuesto, Charles.
El mencionado se acercó a abrazarlo una vez más con tanta fuerza que podría quitarle el oxígeno, Carlos le correspondío sin la misma intensidad.
-Sos el mejor. Te amo tanto.
Luego de interminables besos y promesas de parte del madrileño que ya se verían en pocas horas Charles abandonó su hogar, su espíritu liviano y renovado, dejando tras de sí la estela de su irrupción y un muy cansado Carlos.
Espero en medio de la sala, absorbiendo la imagen del caos a su alrededor y el trayecto que tendría que hacer desde preparar sus cosas y retirar sus trajes en la otra punta de la ciudad. Y ni siquiera eran las diez de la mañana.
-¿Ya se fue?
La voz a su espalda le hizo dar un respingo de susto.
-¡Joder! ¡Casi se me sale el corazón!
-Jajjajajaj, sos un cagón Carlitos.
Carlos se giro al momento en que Franco atravesó las puertas de su balcón, vestido solo con sus shorts deportivos y las zapatillas, la camiseta hecha un bollo bajo el brazo.
-¿Dónde te metiste? Creí que te habías escondido en el armario.
Franco bufó ante su respuesta, paseando la vista por el desordenado living.
-Si claro, y después vos y yo estaríamos en las puertas de San Pedro mientras el loco le prende fuego al departamento.
-¿Y dónde te metiste entonces?
Carlos se dirigió hacia su habitación, cansado ya de estar en paños menores y con la intención de preparar sus cosas para el viaje con Franco siguiendolo a sus espaldas.
-Salte al balcón de tu vecino.
-¿Qué?
El más joven sonrió con picardía, sentándose en el borde de la desecha cama.
-Por suerte no había nadie, sino ya me veía venir que me sacaban con la policía.
-Que son como siete pisos Franco, te podrías haber matado.
Le resto importancia subiendo y bajando los hombros.
-Prefiero morir cayéndome al vacío que apuñalado por el demente de tu novio-Se miro las uñas fingiendo desinterés mientras Carlos sacaba la ropa que Charles no había desordenado-Desde el balcón podía escucharlo. Me sorprende que todavia no te hayan echado de aquí.
-Mi padre es amigo del dueño del edificio.
La sonrisa en Franco se hizo pequeña, exacerbada en picardía, sus ojos entrecerrados y la forma en que cruzo las piernas una sobre la otra solo podían significar problemas.
-Con razón nunca nos interrumpen cuando me haces gritar como chancho en el matadero.
Carlos se sonrojo al escucharlo, sus ojos oscuros saltones y la expresión pasmada, totalmente inexperto ante el descaro de Franco y su forma tan frontal de expresarse. El argentino a veces le hacia sentir como si fuera él el veinteañero y no el hombre de treinta años independiente y responsable.
-Me vas a matar chaval.
-Sos tan lindo cuando te pones colorado.
Franco se mordió los labios mientras lo mirada de arriba abajo, aún vestido con solo una toalla. Se hizo hacia atrás apoyando el peso de su torso en sus manos, resaltando su musculoso estómago y las marcas de mordidas que le salpicaban. Cuando todo había terminado Carlos se horrorizo al ver el estado del cuerpo de Franco, la extensión de su actuar desmedido. Solo para ser callado por el argentino antes de poder siquiera pedir perdón.
De una forma u otra Franco siempre sacaba a relucir lo peor en él, empezando por haber conseguido que le fuera infiel a su pareja durante una noche cálida de verano en Mallorca dónde se conocieron en una fiesta, Charles no se había sentido bien y luego de una discusión cada uno se fue por su lado echando espuma por la boca, y fue ahí cuando un chico de 22 años que lo miraba como si fuera un pedazo de carne se presentó ante él, simpático y seductor como pocos lo entretuvo charlando un rato, luego bailaron en la pista y de un momento a otro Carlos se encontró a sí mismo enterrado hasta los testículos en el argentino, teniendo sexo como adolescentes alborotados contra el lavabo de un baño con la ropa aún puesta.
-Ya oíste a Charles, viajamos al mediodía. Deberías irte, te doy dinero para el Uber.
El más joven hizo un sonido de desaprobación con la boca, y en vez de ponerse de pie se subió más hacia el centro de la cama.
-Te fuiste hace unos días, apenas nos vimos por unas horas y ya te vas otra vez. Dejame algo por lo menos para recordarte.
Carlos se detuvo en su labor de guardar su ropa en la valija para acercarse hacia Franco, las manos en sus caderas en un gesto que pretendía ser severo.
-¿Lo de anoche no fue suficiente?
Para Carlos lo había sido, después de pasarse dos días enteros bajo los rayos del sol recorriendo caminos montañosos en camioneta y bicicleta le sorprendia aún haber logrado una erección con el cansancio físico que se cargaba. Franco en cambio negó con la cabeza posicionándose en el medio de la cama sin sábanas ni cobertores.
-Tuvimos sexo solo dos veces anoche, y antes llevábamos semanas sin vernos. Me tienes descuidado.
Iluso de él por creer que los reclamos se terminarían con la ausencia de Charles, pero no podía culpar a otro que no fuera a sí mismo. Luego de aquella noche donde por primera vez engaño a Charles y consumido por la culpa y la vergüenza se prometio a si mismo que sería la primera y la última vez, que no volvería a mirar a otra persona con otros ojos que no fueran los de indiferencia y se esforzaria en su relación. Aquella resolución le duró apenas unas semanas cuando volvió a coincidir con Franco en Mónaco, él recientemente mudado por una oferta de trabajo y Carlos ejerciendo como abogado de sus empleadores, un encuentro "destinado a ser" había dicho Franco, su mirada honesta siempre fija en él, tentandolo, saboreandolo, deseándolo.
Y Carlos se encontró cayendo por él una vez más, y otra vez, y cada vez que las cosas con Charles se ponían difíciles, o cuando quería una noche libre de sus responsabilidades y a veces solo porque quería un agujero apretado en el cual empujar sin tener que preocuparse por los sentimientos de por medio.
Con cada nuevo encuentro la culpa se iba diluyendo, abriendo el camino para la indiferencia y las escusas. Charles siempre creía que Carlos le era infiel o que le sería infiel eventualmente, fue una inseguridad que uso contra su novio como un arma durante años, y ahora que finalmente había pasado no cambiaba nada en realidad. Los planteos seguian siendo los mismos, la desconfianza seguía allí.
Charles seguía exactamente igual, era Carlos quien había cambiado.
-Tengo responsabilidades Franco, cosas que hacer. No puedo estar siempre disponible para tí.
-No me hables como si fuera él-Dijo arrugando el entrecejo-Solo te pido una cosa, la misma que vos buscas cuando me escribes para que venga aquí.
-No estés con los zapatos en mi cama Franco.
Franco apoyó la planta de los zapatos en el inmaculado colchón blanco, desafiandolo con cada parte de su cuerpo.
-¿Por qué no venís y me los sacas vos?
Carlos lo tomó de los tobillos y tiró de él hacia el borde de la cama como si su cuerpo no pesara nada, Franco se dejó deslizar, gustoso, y cuando sus pelvis estuvieron solo a centímetros de distancia se mordió los labios, una mano perezosa yendo a acariciar uno de sus fruncidos pezones. Contra todo pronóstico el hombre mayor dejo escapar un caliente suspiro, su cuerpo reaccionando al pequeño demonio lascivo debajo de él, y el agarre que tenía en sus tobillos poco a poco fue descendiendo hasta sus pantorrillas, a los costados de sus piernas, el recuerdo aún fresco de lo bien que se sentían esas extremidades alrededor suyo, atrapandolo en su agarre, encerrandolo contra la hendidura de su cuerpo golosa por recibirlo.
-Solo una vez Carlitos, para que me quede tu recuerdo cuando me meta los dedos a la noche...
El estómago de Carlos tembló al escucharlo y un músculo palpito en su mejilla por la fuerza con la apretaba los dientes. La facilidad que tenía Franco para acalorarlo y hacerlo desear más era ya caso de estudio, no estaba seguro si era esa extrema confianza que exudaba hasta por los poros o lo abiertamente honesto que era en su deseo por él, alimentando el pequeño monstruo del ego que existía dentro suyo. Cualquiera fuera la respuesta Carlos no la tenía, y hoy no estaba dispuesto a averiguarla.
-Pedazo de guarro-Mascullo sacándose la toalla de un tirón.
Franco le dió una sonrisa felina, complacido consigo mismo por haberse salido con la suya. Del bolsillo de su corto pantalón deportivo saco un preservativo y se lo tiró a Carlos a la mano mientras se acomodaba en el borde de la cama llevando las rodillas hacia su estómago dejando en el hombre mayor la tarea de desnudarlo.
-Y así te gusto-Respondio con suficiencia, sus párpados cayendo sobre sus ojos por la espectativa.
Carlos se tomó en la mano para terminar de ponerse duro dándose cortos sacudones de arriba abajo con la pesada mirada de Franco en sus movimientos, siguiendolo expectante. Una vez logrado su cometido vistió la única parte de su cuerpo que importaba y se acomodo detrás de los gluteos de Franco, tiró de la ropa en su cadera hasta dejarla a la altura de sus muslos y apoyó el peso los brazos detrás de sus rodillas, manteniendo sus piernas juntas delante de su torso para que su receptiva entrada quedara en la altura óptima, sus testículos tensos y húmedos del líquido preseminal que caía de la punta del miembro de Franco, excitado hasta la médula.
Se impulso dentro de Franco poco a poco, mordiendo el interior de su mejilla por la debilidad que le provocaba ver su longitud devorada por el rosado interior, el argentino tiro la cabeza hacia atrás dejando ir un largo jadeo mientras se pellizcaba y tiraba de sus pezones.
-Mmh... Estás tan caliente y mojado.
Puntualizó sus palabras llegando al final de Franco, los huesos de su cadera reposando cómodamente en las nalgas tiernas del más joven.
-Para vos... Todo para vos Carlitos.
Un gruñido profundo escapó de entre sus dientes ante ese tono débil y suplicante, podía jurar que había sentido a su miembro dar un respingo dentro de Franco. Cada célula en su cuerpo rogándole que lo penetrara hasta arruinarlo.
-¿A si?-Murmuro mientras mecía la cadera hacia atrás.
-Uff, si... me palpita el ano cada vez que pienso en que me vas a coger...
Solo la punta quedaba dentro de Franco, el resto de su gruesa y lubricada erección necesitada de arroparse en las suaves paredes del más joven se encontraba fuera y los ojos oscuros de Carlos cayeron en el tensionado anillo de musculos que se estiraba alrededor de su circunferencia sin problemas, siempre listo para recibirlo.
-¿Me vas a extrañar, Franco?
Y antes de que el mencionado pudiera pensar una respuesta Carlos se empujó con fuerza dentro de él, sacándole todo el oxígeno de los pulmones de un certero embate.
-¡Carlos!
-Decimelo... Ahhh... Cuánto me vas a extrañar.
Y cada vez que Franco habría la boca Carlos lo penetraba, saliendo con lentitud para seguidamente hundirse duro en él, haciendo que sus entrañas temblaran y se contrajeran con cada salvaje invasión. A Charles no le gustaba que fuera agresivo, disfrutaba de hacer el amor largo y tendido abrazados y protegidos bajo las sábanas. Franco no era así.
-Mucho... ¡Ahhh! ¡Te voy a extrañar mucho!
La cama chocaba contra la pared cada vez que Carlos se movía, el ruido de la madera golpeando la superficie dura uniéndose a la sinfonia de gemidos y gruñidos. Carlos podía sentir como los músculos de Franco lo succionaban dentro, presionandole de la forma que tanto le gustaba para que se derramara dentro y, aguantandose la urgencia de perderse en la persecución de su orgasmo hundió las uñas en la piel Franco, seguro de que sus manos dejarían marca allí donde se habian afianzando como punto de apoyo.
-Te vas a correr... Solo con mi polla-Carlos se enfundó en Franco hasta el fondo y ondulo sus caderas de la forma que sabía lo volvía loco-¿Lo vas a hacer?... ¿Por mi?
Franco tenía los ojos entornados prácticamente detrás de su cabeza, su preciosa cara enrojecida y cubierta en sudor.
Carlos siguió meciendose dentro de él casi como si le acariciara con su miembro, jadeando con la boca abierta cual perro. El más joven le busco con las manos hasta apoyarlas en sus brazos, tirando de él hacia abajo.
-Si... Mmhh... Si Carlitos... Haceme acabar solo con tu pija...
De estar de pie delante de la cama Carlos paso a subirse junto a Franco, clavando las rodillas en el mullido colchón y haciéndose hueco entre sus piernas para dejarlas pegadas en su pecho, sus pies aún con el calzado puesto descansando en sus hombros, y se dejó caer sobre ese cuerpo lujurioso ligeramente más pequeño que el suyo propio, doblandolo por la mitad, dejándolo a su merced. Franco prácticamente zumbo de placer.
-Quiero sentirte hasta la garganta-susurro una vez que estuvieron frente a frente.
Las manos grandes de Carlos sujetaron las mejillas de Franco, y hundiendo la lengua en su boca abierta comenzó a penetrarlo apropiadamente. Rápido y contundente hundiendolo en el colchón con sus pieles chocando ruidosamente, las respiraciones volviendose erráticas. Las manos de Franco fueron a parar a los glúteos de Carlos, ahuecando los redondos músculos para guiarlo en la fuerza que quería, tirando de él para que lo penetrara más rápido y más profundo mientras luchaba por respirar en medio de la labor de saborear la lengua del madrileño en su boca.
Sus rostros encajaban a la perfección en medio del caos que era el movimiento frenético del hombre más grande sobre la sometida figura más pequeña. Franco respiraba directamente de la nariz de Carlos, absorbiendo el olor amaderado de su perfume y su natural hedor a hombre adulto, tan fuerte, tan salvaje y vigoroso como a él le gustaban sus hombres. Con las bocas abiertas la una contra la otra se degustaron como animales, lamiéndose, mordiendose y entremezclando sus salivas juntas, jadeando al unisono con cada embate de Carlos.
Las patas de la cama se arrastraron de atrás hacia adelante al igual que el marco, raspando la superficie del piso también de madera dejando una marca que sería difícil de explicar si Charles llegaba a notarlo, pero ya tendria tiempo de mandarlo a arreglar. Ahora lo único que importaba era el mullido culo de Franco donde el miembro de Carlos calaba hondo, olvidándose de sus vecinos, del ruido, de las quejas de su novio, del viaje y la inevitable culminación de su relación que él mismo posponía.
-¡Seguí! ¡Carlos... Estoy cerca!-Grito el menor prácticamente en su oído pero Carlos no se alejó, disfrutando de la sensación de la boca abierta de Franco en la suya propia-¡Seguí así!
Le obedeció sin chistar, embistiendolo como si fuera cuestión de vida o muerte, aplastandolo con todo su peso corporal para encontrar ese agresivo ritmo que le permitía ir tan profundo en Franco que prácticamente podía imaginar su pálido bajo vientre levantándose por los repetitivos golpes de la cabeza de su miembro detrás de su ombligo. El ritmo era descontrolado y la posición seguramente dolorosa para Franco, sin embargo él seguía jadeando y pidiendo por más, su piel erizada de placer y su tierno agujero tragándoselo con codicia, Carlos solo podía admirarlo y darle todo lo que queria en recompensa.
-¡Franco! Ahhh... ¡Me encantas!-Le mordió el labio interior y lo chupo en su boca, como si quisiera comerlo-¡Me volves loco!
Carlos se elevó casi por completo en el aire para dejarse caer contra la cadera de Franco con tanto vigor que la cama pareció chillar amenazando con resquebrajarse. Lo hizo cuatro veces como un poseso y para la quinta el orgasmo los golpeó a los dos como un trueno, avasallante, doloroso y repentino, el largo grito de Franco dando por finalizado su furtivo encuentro. Carlos podía sentir las lágrimas calientes brotando de las mejillas del más joven y sin pensarselo mucho se las limpio con la lengua, regalandose unos escasos minutos para recuperar el uso de sus extremidades que se sentían hechas de gelatina sobre Franco.
Una mano fue a parar a la cara de Carlos, acariciando la barba de varios días sin afeitar y lo guío a la boca del argentino en un beso descordinado y perezoso, extremadamente húmedo y vulgar.
-No podés coger así hijo de puta-Susurro Franco con la voz ronca-Me van a temblar las piernas una semana.
Carlos sonrió en medio del beso, orgulloso de sí mismo.
-Y te encanta.
Con cierta pesadez el mayor comenzó a levantarse de encima del más joven, su espalda baja resintiendo el excesivo ejercicio en tan corto periodo de tiempo. Las piernas de Franco siguieron su movimiento usándolo de punto de apoyo, demasiado débil para intentar moverse, entonces Carlos bajo la mirada y se mordió el labio inferior.
-Joder macho.
-¿Qué?
En ese momento Franco se tenso al sentir a Carlos salir de él, su agujero parpadeando como acto de reflejo en lo que una gota húmeda escapaba en una línea fina.
-Se rompió el condón.
Franco sonrió con picardía.
-Mala suerte Carlitos, te vas a tener que hacer cargo del bebé.
§§§§§
FranColapinto
Mira como me dejaste
[imagen]
La foto configurada solo para verse una vez mostraba las piernas desnudas de Franco en la ducha, marcas moradas de la forma de dedos resaltando contra su piel blanca.
Carlitos🫦
Joder Franco
Vas a hacer que se me ponga dura otra vez
FranColapinto
Foto o fake 😜
Carlitos🫦
Voy en el auto, no puedo
FranColapinto
Dale mostrame 🥺
Y yo te mando un vídeo de lo que voy a hacer pensando en vos
Así vos pienses en mí cuando te lo cojas a él 🍑💦
Se llevó el licuado de proteínas a la boca mientras veía como Carlos tecleaba la respuesta, seguro de que estaría borrando y escribiendo el mensaje por no encontrar que decir. Era demasiado adorable, pensó Franco, un dios del sexo que tenía una personalidad relajada, un humor de abuelo y la facilidad para hacer caras raras que hacían al argentino codiciarlo cada día más. A veces le hartaba tener que tener paciencia y repetirse como un mantra que eventualmente él sería suyo, quería a Carlos ahora.
Un muy particular ladrido sonó a la distancia, y bloqueando su teléfono en un acto reflejo levanto la mirada para recibir al pequeño cachorro rubio que llegó corriendo eyectado hacia él.
-¡Leo!-Dijo en voz alta.
El perro comenzo a saltar en sus dos patas y Franco lo tomó en brazos, acariciando su suave cabecita y dejando que le lamiera toda la cara en señal de esfusividad.
-Alguien extraño al tío Franco.
Charles se les unió a los pocos segundos en la mesa para dos de la cafetería donde solía reunirse con sus amigos cercanos, vestido con unos holgados jeans de diseñador y una camiseta pegada al cuerpo que delineaba su figura a la perfección, ganándose las miradas de algunos transeúntes. Él era hermoso, con la perfección de una escultura de yeso. Franco podía entender un poco la dificultad de Carlos para dejarlo, pero eso no hacia que sus celos disminuyeran en lo más mínimo.
-Y yo extrañe a mi sobrino favorito.
Luego de la emoción del reencuentro Leo se recostó sobre su regazo, moviendo la cola contento mientras Charles se acercaba a Franco y lo rodeaba en un fuerte abrazo.
-Como te extrañe Fran, hace días que no te veo.
-Y yo a vos Charlie-El argentino le dió un ligero apreton en los hombros mientras se separaban-Perdona que no me levante, hoy hice pierna en el gimnasio y me dejaron como cervatillo recién nacido.
Charles dejo escapar una risa por la comparación y se ubico delante de su amigo, esperando por el mozo para que tomara su pedido.
-¿En cuánto viajas a lo de tu hermano?
-En una hora más o menos tenemos que salir al aeropuerto con Calos, por eso quería aprovechar este ratito para verte.
Para Franco no paso desapercibido la forma en que la mirada de Charles cayó a su regazo, su boca cerrada en una fina línea.
-¿Pasa algo, Charlie?
-Carlos me pasa-Respondió tras un suspiro, frotándose los ojos con una mano-Ya no se que hacer.
-Ay amigo-Franco estiró la mano para tomar la del monegasco, entrelazando sus dedos-Vos sabes que me podés contar lo que sea, yo estoy siempre para vos.
Charles le regaló una pequeña sonrisa, dolorosa pero sincera. Franco la imitó lo mejor que pudo.
-Gracias Fran, vos sos el único amigo que me entiende.
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