Chapter Text
Kinktober Día 7: Public Humiliation
Paul Aron/Franco Colapinto
Reto
La mañana de entrevistas en Zandboort era gris y pesada por la humedad, el primer día después de un receso largo de verano poniendo a prueba la simpatia y entereza de los pilotos para enfrentar los cuestionamientos sobre sus expectativas por lo que quedaba de temporada. En el interior del hospitality de Alpine Franco Colapinto llevaba un buen rato atendiendo a la prensa argentina y española con el humor positivo y cómplice que le caracterizaba, sonriente y receptivo a las preguntas de los periodistas, pero por dentro se estaba consumiendo como el fuego de una vela, frotando las rodillas entre sí cuando creía que no lo miraban.
-¿Estás bien, Franco? Te ves algo sonrojado-cuestionó el periodista una vez que las cámaras ya no lo enfocaban y los micrófonos ya no grababan.
-Sisi, con algo de sueño nada más, dormí poco-respondio con una sonrisa serena, ocultando sus manos temblorosas en los bolsillos de su campera.
Rápidamente su jefe de prensa le informó que le quedaban un par de notas y unas cuantas acciones publicitarias con Pierre para concluir el día, su mente inquieta absorbiendo la información con molestia, no creía durar tanto...
-¿Puedo retirarme unos minutos a mi habitación? Necesito buscar algo.
-Por supuesto, pero no te demores mucho por favor. Pierre nos va a estar esperando.
Franco asintió dándole una sonrisa y una palmada en la espalda como agradecimiento, dirigiéndose a paso ansioso hacia las escaleras que lo llevarían al segundo piso del hospitality rogando al cielo no toparse con nadie en el camino. Pero los cielos parecían odiarlo porque se encontró de frente a su compañero de equipo que venía del corredor que dirigía a sus habitaciones personales.
-¡Franquito! ¿Ya terminaste?
-Me quedan dos entrevistas más y ya terminó.
-Ok, yo voy a picar algo en la cafetería. Te veo después.
Agradecido Franco suspiro en cuanto Pierre le despidió con una sonrisa, solo para zizear de sorpresa y estupor cuando su mano cayó pesada en su trasero, el ruido de la palmada retumbarndo en el pasillo y haciéndole fruncir los músculos.
-¡No demores Franquito!
Su voz sonaba lejana, quizás ni siquiera se dió la vuelta después de cachetearlo y era una verdadera bendición, porque de otra forma habría percibido el temblor que azotó su cuerpo y el involuntario gemido que escapó de sus labios, lágrimas amenazando por caer de sus ojos que comenzaban a inyectarse en sangre. Busco apoyo en una pared cercana mientras su respiración se aceleraba, su culo tenso y apretado alrededor del objeto que guardaba dentro mientras su entrepierna traidora comenzaba a hincharse.
A él no le gustaban estás cosas. Las odiaba. Él era heterosexual. Le encantaban las mujeres. Amaba a las mujeres.
Definitivamente no se sentía excitado por tener un juguete sexual de mierda metido en el culo.
Solo era la extrañeza de todo el asunto y la necesidad de retenerlo dentro para que no se le escapara escandalosamente en medio de una entrevista, y que ocasionalmente la cosa vibrara haciéndolo sobresaltar y convertír algo tan común como sentarse en una tarea titánica porque la pequeña cosa se enterraba un poco más profundo en él, tocando lugares ahí dentro que debería ser ilegal que se sintieran tan bien.
Una vez que pudo bajar del subidon de calor y la respiración se le hizo un poco normal se dirigió a su habitación, escondiéndose como un cachorro asustado. En cuanto tuvo la puerta cerrada se desabrochó los pantalones, observando ofendido como su pene se encontraba medio duro y húmedo en la punta, peleando por liberarse de la presión de la ropa interior.
-La puta madre...
Esto no le podía estar pasando, no a él de entre toda la gente.
-Es todo culpa de ese hijo de puta... Cara de cuchara... Pedazo de basura inmund ¡Ah!
Y como por acto de magia, la maldita cosa volvió a la vida, vibrando mucho más fuerte que antes directamente contra ese lugar que desconocía porqué le hacia ver las estrellas, busco la firmeza de la pequeña mesa ratona que tenía al lado darle algo de estabilidad a sus piernas temblorosas que amenazaban con dejar de sostenerlo, esperando que los zumbidos pasaran.
-Mmm... Basta...
Se mordió el dorso de la mano con fuerza ahogando los gemidos y aplacando un poco del placer con dolor auto inflingido, necesitaba calmarse y parar esto como fuera. No podía permitirse perder mas tiempo y ¿Qué pasaba si alguien entraba y lo veía?
El alma se le escaparia del cuerpo por la vergüenza si Pierre, alguien de su equipo, sus técnicos o sus ingenieros lo descubrían así, retorciéndose sin control y tortuosamente caliente. Podía ver claramente sus rostros pasmados por la sorpresa, sus ojos agrandados y desorbitados, mientras Franco recibía placer por el juguete en su culo como la actriz más experimentada de OF. Dios... Sería el fin de su carrera, en la fórmula uno y en cualquier otra categoría del automóvilismo. Nunca podría mostrarse nuevamente en el ojo público...
Su miembro dió un respingo, lleno de sangre y vida. Sorprendido y a la vez mortificado por el resultado que esa imagen mental había provocado.
Esto no podía ser. Él no era un degenerado. No tenía la culpa. Todo era culpa de...
-¡Franco! ¡Me pidieron que te buscará!
Canturreo una voz burlona y desagradable. El corazón de Franco se le encongio en el pecho en cuanto escucho la puerta abrirse y que en su apuro no la había dejado con seguro, pero dentro de todo, que fuera Paul Aron el que lo descubriera era en este momento el menor de sus males.
-Paul...-dijo mirándolo con el entrecejo profundamente arrugado-Sacame está mierda, ¡Ahora!
El chico rubio lo vio con una expresión aburrida en su rostro mientras saboreaba un chupetín en su boca. Con mucha calma cerro la puerta y camino hasta Franco, jugando con la golosina entre sus labios húmedos.
-Vos y yo teníamos una apuesta, Colapinto. Y la perdiste.
Y Franco iba a reprocharse toda la vida por haber aceptado.
Era una cosa muy tonta, una competencia de quién hacía mejor tiempo en las pruebas de Pirelli, el ganador tendría que hacer lo que el otro quisiera por 24 horas.
Confiado, Franco acepto sin pensarlo dos veces. Ya había tenido mejores tiempos y más velocidad que el rubio en otras pruebas y no dudaba que terminaría repitiendo la hazaña... Solo para perder el auto por un error mecánico que lo mando al muro, incapaz de seguir con las pruebas mientras que Paul pudo completar todo el programa y superar su tiempo ampliamente. El argentino había estado amargado por eso, pero lo que no se imaginó nunca era el reto que Paul había planeado para él.
-No me dijiste que está cosa se... ¡Que está cosa se mueve! ¡La quiero afuera ahora!
-¿Se mueve?
-Si tarado.
-¿Así?
Y Franco tuvo que apretar la mandíbula y cerrar sus ojos con fuerza cuando el huevo vibró en una potencia más alta que la anterior, la mesa ya no era suficiente soporte, apoyo la espalda en la pared y gruño con los labios cerrados cuando la exitación quemó dentro de él de una forma que nunca había experimentado. Era tan sucio, estaba tan mal, pero su cuerpo ingrato no parecía registrarlo, dejándose caer más y más en las filosas garras del placer.
-¿Q... Qué?
Paul saco la mano de su bolsillo para mostrar un pequeño llavero negro con varios botones a la vista.
-Era muy divertido verte fruncir el culo y tratar de disimular mientras te estaban entrevistando. Lastima que estás cosas no tienen tanto alcance, sino te lo habría hecho más seguido.
Y se lo soltó así nomás como quien habla del clima. Franco quería matarlo.
-¿Vos estuviste haciendo que se mueva? ¿Sos pelotudo o te dejaron caer de la cuna de bebé?
-Yo no le hablaría así a alguien que todavía tiene dos botoncitos más que apretar-respondio amenazante, el chupetín rojo danzando entre sus dientes.
-¡Dame eso ahora!
Franco se lanzó hacia la mano del estonio, débil pero decidido a terminar con la innecesaria tortura a la vez que Paul levantaba el brazo, aprovechándose de los cinco centímetros de estatura que tenía de ventaja en comparación al argentino y riendosele en la cara, como si toda la situación fuera un chiste graciosisimo.
-Igual ya te falta poco Franco, fíjate quedan como diez horas para cumplir el reto.
-Me chupa la pija tu reto de mierda, pedazo de degenerado-escupio el argentino, su mano tirando de la tela de la chaqueta que Paul llevaba puesta en un intento infructuoso de hacerse con el pequeño control.
-¿Degenerado yo?-respondio con un tono aireado, como si realmente se sintiera ofendido por las palabras de Franco-Me parece que acá el degenerado es otro pa.
Y con un muy imperceptible click, el huevo se sacudió furioso dentro de Franco, enterrandose un milímetro más profundo por el simple movimiento. Las lágrimas saltaron de los ojos de Franco sin poder contenerlas y termino casi apoyado contra el más joven, su mano apretándole el brazo con tanta fuerza que le hundía las uñas en la piel. En esa distancia y en el silencio Franco creía poder escuchar el sonido de zumbido directamente desde su culo, y su cara ardió en llamas. Con el brazo libre Paul le rodeo la espalda, su expresión burlona remarcandose.
-A muchos hombres les duele tener algo en el culo por primera vez, pero mírate vos, te estás retorciendo como una mina que le meten los dedos.
La mano libre del chico descendió por su cintura hasta el nacimiento de sus glúteos, dónde su dedo medio acaricio la línea vertical de su pantalón, arrancandole un jadeo.
-¿Qué te calienta más Franco? ¿El huevo que tenés adentro o que alguien se entere que lo tenés?
-Cállate...-musito con la voz húmeda y quebradiza.
-Tenes una próstata muy sensible me parece, yo diría que tenés talento natural para ser pasivo.
El bochorno le hizo sentir que le quemaban hasta las orejas. Quería ahorcar a Paul, quería bajarle todos los dientes de una buena piña. Solo necesitaba que su cuerpo dejara de temblar y que sus extremidades le colaborarán para darle al rubio lo que se merecía con creces.
Moviendo la golosina a un costado de su boca Paul se inclino para hablarle al oído con una cercanía que no habían compartido nunca.
-¿Te cogieron alguna vez Franco?
-Que te importa.
-Estoy seguro que te gustaria-Paul presiono el dedo medio entre las nalgas de Franco, dónde su orificio tenso se encontraba.
Hubo un chillido escandaloso por parte del argentino, su ignorado miembro parecía palpitar entre sus pantalones.
-¿Ves? A ningún hombre hetero le gustan estás cosas.
-¡Cállate! Yo soy hetero.
Paul sonrió con todos sus dientes, con esa falsa inocencia encantadora que ponía ante las cámaras o en la fábrica de Alpine.
-Un hetero con el culo goloso entonces.
Paul volvió a empujar su dedo contra su orificio repetidamente, simulando embestidas. Franco tuvo que contenerse de poner los ojos en blanco.
-A vos lo que te hace falta es una buena pija, seguro que hasta se te aflojan todas las tensiones que tenés encima.
Franco abrió la boca para aspirar aire frío en sus acalorados pulmones, los músculos de su mandíbula resintiendose por la fuerza que ejerció contra sus dientes. En ese momento Paul aprovecho para deslizar el chupetín empapado de su propia saliva dentro de sus labios, el huevo automáticamente cesó el movimiento, y el mundo de Franco por un instante dejó de dar vueltas.
-Diez horas Colapinto. Cuando las cumplas, venite a mi cuarto que yo te saco el huevo. Y si quieres, te lo reemplazo por algo mejor.
El rubio hijo de su muy puta madre le guiño el ojo y se fue tan tranquilo como había llegado, dejando a Franco duro y necesitado.
-Lo odio. Lo odio tanto-susurro degustando el sabor a cereza en su boca.
Franco iba a asfixiarlo con una sabana mientras dormía.