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Taemin agradeció a la mesera que había terminado de acomodar los platillos en la mesa. Tenía que ser rápido, tomando las pequeñas porciones que sus hijos comerían, antes de que su mente estuviera de nuevo en salir corriendo a seguir jugando en el área infantil.
Dejó escapar una exhalación decepcionada cuando el par de niños no comieron más que un puñado antes de escapar para seguir jugando.
—Taemin…
Ah si, y tampoco podía seguir ignorando a Minho. Torció los labios, mientras maleducamente empujaba su comida al rededor de su plato.
—¿Si Minho?— Exhaló, al fin mirando al hombre sentado en frente.
—¿No quieres saber cómo nos fue con mis padres?
Los padres de Minho. Taemin tenía que admitir que no era algo que había estado entusiasmado por saber. Lo que habían pensado los padres de Minho al enterarse que eran abuelos, o cómo reaccionaron cuando supieron que él había escondido deliberadamente a los niños por cuatro años. Por consecuente, tampoco quería saber cómo habían ido las cosas ahora que Minho, después de todos esos meses, llevó a los niños a conocer a sus abuelos.
Todo estaba conectado, y él era el problema al inicio.
—Si, perdón. Cuéntame cómo les fue—. Aún así, decidió armarse de valor y aceptar que Minho le contara cómo habían ido las cosas en la corta primer visita que había organizado para que sus padres conocieran a los mellizos.
Minho le sonrió, de esa manera confiada, mirándole por largos segundos antes de hablar. Hizo que Taemin se sintiera molesto, de la confianza con la que se manejaba. Minho no podía entender el terror que sentía de saber que había tomado malas decisiones, pero que deliberadamente las volvería a tomar si tuviera que vivir todo de nuevo.
—Los adoran—. Minho fue conciso. —Aman la idea de todavía sentirse abuelos jóvenes, aunque no lo son precisamente—. Guiñó un ojo, tratando de agregar algo de ligereza a la conversación. No le pasaba para nada desapercibido lo tenso que Taemin se encontraba. —Quisieran poder verlos todos los días, aunque es quizás solo su deseo por recuperar el tiempo perdido y poder conocerlos un poco más pronto. Los niños los aceptaron muy rápido. Sé que es demasiado pronto para que ellos terminen de conceptualizar la idea de que son sus abuelos, pero al menos ya los conocen, y ya decidieron cual será la manera en que los van a llamar, porque al parecer abuelo y abuela están demasiado pasados de moda—. Rio entre dientes.
—Me alegra que se hayan integrado tan bien,— Taemin exhaló algo aliviado de no haber sido acribillado con reclamos. —¿No hubo algún problema con los niños? Ya sabes, que no quisieran comer algo, una caída, berrinche…— Se encogió de hombros, evitando por todos los medios no sonar demasiado ansioso de querer cambiar el tema.
—No, son unos ángeles—. Minho sonrió, dirigiendo su mirada hacia el área de juegos infantiles donde los pequeños jugaban en vez de estar en la mesa con su comida. —Todo el tiempo estuvieron hablando con ellos, jugando, coloreando. Creo que no hubo un segundo en todo el rato que no estuvieron haciendo algo. Creo que es como lo dijiste hace tiempo, la sangre llama. No fue extraño, simplemente fue familiar.
Taemin se removió en su lugar, escondiendo ambas manos bajo sus piernas. No tenía más opción que asentir, entendiendo lo que Minho decía. Sus hijos podían ser tímidos con desconocidos, pero no lo fueron cuando conocieron a Minho. Tendría un poco de sentido que no lo fueran tampoco al conocer a sus abuelos. Simplemente sabían cómo sentirse cómodos alrededor de estas personas, porque también eran parte de ellos. Honestamente, eso le hacía sentir alivio, felicidad, de no haber dañado esa delicada fibra que no le correspondía tocar, pero que había sido daño colateral. Decidió que lo mejor sería alejar su mente de eso ahora, que sabía todo estaba bien. Podía empezar a dejar de sentir la tensión en sus músculos.
—¿Y de qué hablaron?— Preguntó, esperando escuchar las ideas curiosas que sus hijos solían tener y externar, descubriendo como era el mundo.
—Mayoritariamente,— Minho sonrió maliciosamente, haciendo exactamente el mismo tipo de pausas que Taemin solía hacer al momento de contar una historia. —De ti.
De ti.
Taemin se heló. Era inevitable darse cuenta que Minho estaba disfrutando cada segundo de verlo ansioso. Quería reclamarle por eso, pero al mismo tiempo simplemente era algo propio de Minho.
—¿Ah si? Los niños siempre son así…— Masculló entre dientes.
—Por supuesto, nuestros hijos te adoran, siempre hablan de ti—. Minho concordó. —Y a mi mamá le encantó saber de ti, ¿sabes?
Taemin alzó la mirada, enfocando sus ojos en Minho, examinando cada micro expresión, esperando descubrir si Minho seguía burlándose, o si esta vez estaba simplemente comunicándole lo sucedido.
—¿De verdad?
—Ella, en realidad se pregunta por qué no fuiste con nosotros.
Taemin podría responder a eso con diez respuestas distintas, aunque todo terminaría centrándose por completo en la vergüenza que sentía.
—Taemin.
Soltó la respiración, encogiéndose de hombros hasta hacerse tan pequeño como se sentía.
—Me harás decirlo, ¿verdad?— Liberó una de sus manos, para retomar su tarea de juguetear con el tenedor y su comida alrededor del plato. —No puedo hacerlo Minho. No puedo mirar a tus padres a la cara, y estar bien con el hecho de que no les hablé de sus nietos antes. No pensaba hacerlo, nunca fue el plan, hasta que regresaste y cambiaste todo el juego. No estuvo bien, pero incluso sabiendo eso, creo que volvería a tomar esa decisión de tener que vivir todo de nuevo.
Minho no se pronunció, sólo extendió la mano hasta tomar la de Taemin, para detener su juguete ansioso. Se ciñó un poco, acercándose lo suficiente con una sonrisa para crear esa pequeña burbuja de confidencialidad. El mundo podía dejar de existir, pero estaría bien, porque Minho le estaba sosteniendo en ese momento de franqueza.
—Ellos no te odian, Taem. No mentiré si eso prefieres, estuvieron enojados un momento, sólo lo suficiente para sentir la molestia de no saber que había ocurrido algo tan impactante en sus vidas, como lo es tener un par de nietos. Probablemente mamá también sintió el suficiente enojó en mi nombre, por no haber tenido idea de los mellizos. Pero, ambos entienden que toda la situación fue menos que ideal. Caótica, diría yo. ¿Crees que no están molestos también conmigo por simplemente decidir irme del país en su momento? Es también culpa mía, y lo digo totalmente consciente que no saber de los mellizos fue consecuencia de mis decisiones.
Taemin hizo un ruido involuntario de desacuerdo. Estaba más que seguro que en su gran mayoría, era él quién había decidido el rumbo de la situación. Incluso si Minho no se hubiese ido, pero demostrado que no era la vida que deseaba, él hubiese tomado las mismas decisiones. No entendía por qué Minho insistía en quitarle culpa sobre ello, cuando era totalmente obvio.
—No creo que sea prudente verlos—. Admitió. —Sé que el tema saldrá, y que hay cosas que tienen que decirme. Sólo no sé si pueda enfrentarme a las consecuencias aún.
—¿Tienes miedo?— Minho sonrió con algo de sorna.
Taemin rodó los ojos, agitando los hombros en exasperación.
—No hagas preguntas estúpidas, si quieres que te responda adecuadamente.
El hombre simplemente silbó, para nada afectado con la manera filosa en que Taemin respondía cuando se empezaba a poner incómodo con un tema. Le sorprendía un poco, de hecho, que a Taemin le tomara tanto antes de empezar a responder de tal modo. Le hacía darse cuenta que seguían siendo ese mismo chico revoltoso que no reparaba en iniciar una pelea si creía que estaba siendo ofendido.
—Tomaré eso como un sí, entonces—. Le señaló acusatoriamente. —Quizás deba ponerme alerta, es claro que en cualquier momento vas a levantarte y escapar del país con los niños.
—Basta con eso. No me es agradable saber que sabrías donde buscarlos si un día decido huir con ellos—. Taemin hizo un puchero, paseando una vez más su comida en el plato. Tener que aceptar que había alguien que todavía le leía tan bien, a pesar de todos los años pasados y todos los cambios hechos, le hacía sentir vulnerable.
—Siempre sabré exactamente dónde buscarlos, Taemin.
El aire se le cortó, alzando la vista y encontrándose con la mirada de Minho. Ese hombre no lucía ni poco un alterado por conocer planes de escape. Y tampoco quedaba rastro en él del enfado que había sentido al descubrir que Taemin había escondido la verdad de sus hijos a sabiendas. Era casi como si Minho aún…
—Cielos—. Exhaló, obligándose a salir de sus pensamientos y concentrándose en el aquí y ahora. Cambió la dirección de su mirada, hacia el área infantil donde sus hijos jugaban. Tan felices, tranquilos, sin entender ni un poco de el complicado inicio que habían tenido en sus vidas. Pero había valido la pena, cada dificultad, cada momento, todos lo valieron.
—Taemin, ¿sabes cómo puedes dejar de sentir miedo?
La pregunta de Minho sonó más a un reto. No pudo evitarlo, volvió a dirigirle la mirada. A pesar de todo, reencontrarse con Minho debía haber estado escrito en las estrellas. No podía pelear contra eso. Porque en realidad le agradaba su compañía y amistad. Naturalmente, era como las cosas debían ser. Después de todo, era lo mejor para los niños, que sus padres se llevaran bien y fueran amigos.
Se enfrentaría a las consecuencias, así que no le quedaba otra opción más que esperar la solución a su problema.
—Dime.
—Ven a desayunar con nosotros el domingo que entra—. Minho sonrió de oreja a oreja, casi luciendo malicioso, pero no lo suficiente como para ofender a Taemin. —Dejarás de estar preocupado cuando hables con mis padres. Cuando escuches que ellos te perdonan. Entonces no le deberás nada a nadie, ni explicaciones, ni nada.
Taemin apretó los labios, fingiendo que no sentía algo pesado en su estómago. Minho tenía razón, esa era la única solución. Y aunque físicamente le costara, terminó asintiendo con la cabeza, accediendo.
—Está bien Minho. Iré con ustedes la próxima semana.
~*~
Taemin exhaló. El auto acababa de detenerse, dejando en claro que habían llegado a su destino. No podía dejar de repetirse mentalmente que no estaba listo, porque no lo estaba. Aunque ya no tenía oportunidad de cambiar de opinión. Había acompañado a Minho y los mellizos a casa de los padres de Minho. Estaba ahí ahora, con miedo y pánico.
—¿Vamos a ver a tus papás otra vez?— La pequeña voz de su hija rompió la tensión. Era claro que Eunkyung había reconocido aquella casa como el lugar a dónde Minho los había llevado la semana pasada en que conocieron a sus padres.
—Así es princesa, venimos a visitar a los abuelos una vez más. ¿Quieres verlos?— Minho respondió tranquilamente, mirando por el espejo retrovisor a la niña.
—Si.
Y con esa sola palabra, Taemin entendió que no podía salir corriendo. Sus hijos merecían conocer a sus abuelos, y que la interacción familiar fuera lo más sana posible. Para eso, necesitaba hablar con los padres de Minho, aclarar las cosas y esperar porque Minho tuviera razón y ellos le perdonaran.
—Pero mamá. Pastel…
Taemin se giró, mirando hacia la parte de atrás del auto donde sus hijos estaban en sus respectivos asientos. Sangkyung mostraba un puchero que no era propio de él. Lo que sí era propio de él era preguntar por dulces.
—Amorcito, son las diez de la mañana. No comemos dulces antes de…— Taemin cortó su aclaración, volteando a ver a Minho por explicaciones. —Supondré que les dieron pastel la semana pasada.
Minho sonrió ampliamente, sin ocultar lo que había sucedido antes.
—No le diré a mi madre que no los malcríe—. Se excusó sencillamente.
—Santos cielos Minho, tú y yo realmente debemos discutir acerca de los límites en la crianza de nuestros hijos,— exhaló derrotadamente.
No esperó que Minho le diera una corta palmada en la pierna, como un gesto demasiado amistoso.
—Ya estás hablando más como tú. Sigue pensando en límites, te tranquiliza—. No fue exactamente una burla, Minho solo señaló que claramente se sentía más cómodo en su rol de padre, que siendo el que se escapó con la verdad.
—Min…— Rodó los ojos, aunque efectivamente se sentía más relajado. —Bien, lo haré.
Minho soltó una corta risa, que terminó rápidamente en lo que apagaba el carro.
—¡Entonces vayamos! Los abuelos nos esperan.
Tras la indicación, bajaron del auto, cada uno cargando en brazos a uno de los mellizos. Los niños habían dormido la mayor parte del transcurso a casa de los padres de Minho, y aunque ya estaban más que listos para salir corriendo, Taemin en realidad los quería retener lo suficiente en lo que podía sentarlos a la mesa y darles desayuno. Usualmente desayunaban más temprano, pero los padres de Minho vivían lejos, y se había tenido que hacer una concesión entre desayunar un poco más tarde o hacer el viaje demasiado temprano.
Se alegraba de saber que Minho aún recordaba que odiaba tener que levantarse demasiado temprano, porque él era quien había sugerido salir un poco más tarde.
—¡Ya están aquí! Cariño, los bebés llegaron.
Taemin se detuvo en seco al escuchar el efusivo saludo de la madre de Minho. La mujer apenas había entreabierto la puerta cuando ya se encontraba alzando la voz con emoción. Tomó rápidamente a Sangkyung de los brazos de Minho, haciendo un arrullo que hizo reír al niño. Una vez más, Sangkyung demostraba que él no se sentía nada tímido cuando se trataba de su lado Choi.
Eunkyung en cambio, gimoteó molesta ante el hambre que sentía. Su hora de desayunar se había pasado ya, y nadie parecía moverse lo suficientemente rápido hacia la cocina. Honestamente, Taemin la entendía. También se colocaba de mal humor cuando tenía hambre, y si no fuera capaz de comprender por qué nadie se apresuraba a entrar a la casa y poner la mesa, probablemente se pondría a llorar. Al menos en eso, su hija era un poco más mesurada.
—¡Taemin! Pudiste venir.
La admiración de la mujer ante su presencia provocó que Taemin se replegara en sí mismo. Deseaba no ser tanto el foco de atención, solo hacer acto de presencia, limar asperezas y después permitir que los mellizos fueran el tema principal para siempre.
Tomó aire, asintiendo como una respuesta. No era su intención mantenerse callado, pero tampoco sentía que era su momento para aclarar cosas aún. Siguió el itinerario, llevando a los niños a la mesa, desayunando sin prisa mientras escuchaba a sus hijos desenvolverse brillantemente ante sus recién conocidos abuelos. Después pasaron al área de estar, donde les esperaban a los mellizos juguetes recién comprado bajo la premisa que serían sus juguetes para guardarse en casa de sus abuelos. Las conversaciones entre los adultos siempre se mantuvieron en el lado neutral, demasiado amenas, demasiado ligeras. Y aunque existía la sensación filosa de que se necesita hablar más a fondo, el ambiente no era incómodo. A Taemin nunca le parecería incómodo invertir el tiempo en sus hijos. Verlos tan felices, descubriendo una parte de su vida totalmente nueva, siempre era algo por lo que advocaría.
El tiempo corrió demasiado rápido de este modo. Más pronto que tarde, estaba siendo hora de preparar la siguiente comida. Por supuesto, esto no pasó desapercibido por los padres de Minho, que rápidamente se mostraron dispuestos a hacerles quedar un poco más de tiempo.
—Se está haciendo algo tarde. ¿Van a comer con nosotros también?— La manera en que el padre de Minho lo preguntó, tan alegre, fue casi un ruego que les imposibilitó a decir que no.
—Por supuesto…— Taemin respondió con una sonrisa algo tensa. Entre más tiempo pasarán ahí, le era claro que se acercaba su momento de charlar de verdad. —Creo que los mellizos estarán más que emocionados de comer con sus abuelos. ¿No es así amores?
—Mmm.
—Si.
La respuesta corta de ambos niños no era más que una confirmación no necesaria. Sangkyung se encontraba alegremente sentado en el regazo de su abuela, jugando con bloques que construía y deconstruía en diferentes formas, explicándole a ella cada vez qué nueva figura eran. No parecía querer moverse de ahí pronto. Eunkyung por otro lado, dibujaba, aunque no sin obligar a su abuelo a participar en la sesión de dibujo como un espectador activo creando una historia para los dibujos. Minho y Taemin sólo intervenían de vez en cuando, para que la historia siguiera desarrollándose a la par de los dibujos.
—¡Excelente!— La mujer se encontraba genuinamente feliz de saber que sus nietos estarían un rato más. —¡Justo acabamos de comprar panceta! Los niños en crecimiento necesitan comer carne. Voy a empezar a marinarla, para que podamos asarla y…Oh, es cierto, no quedamos sin carbón hace poco. Eso fue lo que olvidamos comprar,— se giró hacia su esposo, reclamando con un puchero en la voz que se escuchó demasiado similar a cuando Eunkyung hacia sus pucheros.
Taemin simplemente miró con sorpresa el parecido.
—Yo iré a comprarlo mamá,— Minho se ofreció, rápidamente poniéndose de pie. —¿Quieres venir conmigo princesa?— Estiró su mano hacia Eunkyung, sabiendo que ella no dudaría en decir que si a un paseo corto.
—Yo voy,— Sangkyung rápidamente se pronunció, bajándose de las piernas de su abuela y corriendo hacia a Minho. Él no era tan dado a dar paseos, pero la curiosidad natural de saber a donde iban ganó por encima de la comodidad de quedarse en casa.
—Esta bien Kyunggie,— Minho no escondió la pequeña risa que le nació al saber que había tentado lo suficientemente a su hijo, como para hacerlo querer salir de casa. —¿Quieres subir a mis hombros?— Preguntó, sabiendo bien la respuesta.
Con facilidad subió al niño a sus hombros, después tomando la mano de su hija que siempre preferiría caminar y tener la libertad de salir corriendo en la primera oportunidad.
—Bien, volvemos pronto. No nos tardaremos—. Era un aviso innecesario, por supuesto que volverían pronto, la tienda de paso estaba a no menos de cinco minutos caminando. Y bien podría cargar a ambos niños de ser necesario. Pero sabía que decirlo para que Taemin lo escuchara explícitamente sería más que bien recibido.
Entonces se hizo el silencio. Ni los padres de Minho, menos Taemin, supieron que decir ahora que no estaban las personas que les conectaban entre si. Quizás era el momento de dar el siguiente paso. Taemin lo sabía. Y lo haría eventualmente. Pero no ahora que sentía lava hirviendo subir desde la boca de su estómago.
—Necesito hacer una llamada, regreso en un segundo—. Se excusó, también levantándose de su asiento y corriendo hacia la puerta que llevaba al patio trasero.
Hacer eso, sin embargo, le hacía sentir peor. Huir, aunque siempre estaba en su baraja como plan b, en realidad nunca era la opción que tomaba. Así que tomó una gran calada de, aire, armándose de valor y regresando a la casa.
La madre de Minho estaba colocando algunas cosas en la mesa, claramente empezando a preparar la comida.
—Señora…— La llamó, acercándose para ayudarla con los varios recipientes que cargaba consigo.
—Oh Taemin, te conozco desde hace seis años. Siempre me llamaste tía, no cambies eso ahora—. Sunyoung sólo le dio una cariñosa palmada en la mejilla, asegurándole que estaba bien con eso.
—No creo…tener el derecho—. Suspiró, bajando la mirada. —Hice las cosas mal, y solo han sido amables conmigo. Antes, incluso ahora. Yo no…
—¿Fue muy difícil?
Taemin alzó el rostro, confundido por aquella pregunta.
—¿Perdón?
—Me refiero a criar a los mellizos—. Tomó asiento a la mesa, indicándole que también lo hiciera. —Yo crié dos hijos también, aunque por supuesto siempre estuve acompañada de mi esposo, y nuestras familias. Y los chicos, bueno, que hubiese dos años de diferencia entre ellos ayudó mucho. No tuviste nada de eso.
Taemin sorbió por la nariz, incluso antes de que empezar a contener las lágrimas. Sentía un nudo en la garganta que conocía demasiado bien.
—No diré que ha sido sencillo,— admitió. —Pero es algo que no deseo cambiar por nada.
Sunyoung asintió, empezando desenvolver las preparaciones que había colocado a la mesa. Se tomó su tiempo, claramente pensando en las cosas, y lo que diría. Taemin no podía recriminarle por hacer eso, era algo que admiraba.
—Solo me pregunto por qué no te acercaste a nosotros por ayuda—. Suspiró, alzando la vista y mostrando cuán genuinamente estaba afectada por esa falta de confianza. —Te conocíamos, sabíamos qué tipo de persona eras. Eres. Si nos hubieras dicho que tus hijos eran hijos de Minho, no lo hubiésemos dudado en absoluto. Cielos, ni siquiera les hubiéramos recriminado, ambos ya tenían edad suficiente para ir a la oficina y registra su matrimonio, por supuesto que tenían edad para ser padres.
Era exactamente eso. Taemin apretó sus manos entre si, sobre su regazo. En el fondo, todas las personas con las que había hablado su decisión opinaban lo mismo, que debió casarse con el mismo chico que el día que iba a informarle sobre el embarazo también le confesó no saber quién era en esta vida y lo que realmente quería. No podía condenar a sus hijos, ni a Minho, a estar en una situación de incertidumbre. Probablemente sólo era locura suya, pensarlo diferente, pero ese había sido el motivo de su actuar.
—Minho quería algo muy distinto a lo que yo quería—. Explicó. —Ver el mundo, crecer. No podía cortar sus alas. Si piensa que en realidad yo me estaba sacrificando por él, la respuesta es no. En realidad no. Yo sabía que deseaba algún día tener una familia. Los niños llegaron antes quizás, todavía no me caso después de todo. Dudo mucho que vaya a casarme algún día de hecho, pero está bien. Porqué ya tengo la familia que deseaba. No me acerqué a ustedes, no por falta de confianza, o que tuviera miedo de que me acusaran de mentir sobre los mellizos. Fue por Minho, él debía lograr lo que quería en esta vida, lograr crecer y llegar a conocerse. No iba a suceder si se quedaba en casa, casándose conmigo por el supuesto bien de los bebés.
—Él debía hacerse responsable—. Sunyoung comentó molesta. Era lo justo, se necesitaban dos para hacer bebés, Minho debía tomar la responsabilidad como el padre que era.
—Y lo está haciendo. Ahora—. Taemin explicó , sin perder los estribos. Sentía que había tenido esta misma conversación cientos de veces, con todo el mundo, a decir verdad. Pero siempre defendería su decisión, así que armarse de paciencia era lo único que podía hacer. —Él ya sabe qué es lo que quiere en esta vida. A dónde se dirige.
—Taemin—. Fue un reclamo, aunque no pronunció nada más.
—Hice las cosas mal, pero fue lo correcto—. Y admitirlo era algo difícil. Porque entonces tenía que aceptar que se sentía más que bien con su decisión, aunque eso lo convirtiera ante los ojos de los demás en una horrible persona. Suspiró, un par de lágrimas al fin soltándose de sus ojos. Era el alivio de dejar las cosas en claro. —Sé que no sirve de mucho decirlo ahora, si Minho no hubiese vuelto pensaba decirles a los mellizos sobre ustedes cuando tuvieran doce años. Sabía que ellos empezarían a preguntar por Minho en cualquier momento, y sabía que no podría negarme a decirles quién era. Pensé que estaría bien que antes de su adolescencia pudiesen contactarlos.
La mirada que Sunyoung le dio fue severa. Estaba herida, y escuchar los planes de Taemin no hacían más que ahondar ese dolor. Su molestia también la llevaba a acumular lágrimas que poco a poco se aglomeraban demasiado en sus ojos, bajando únicamente cuando no había más espacio para contener.
—Eso no es una disculpa Taemin. Ni siquiera es un consuelo. Ibas a limitarnos la infancia de los mellizos.— Recriminó.
—Lo sé. Es solo mi explicación—. Exhaló. —Me disculparé apropiadamente.
Taemin se puso en pie, doblándose en una venia de noventa grados, perfectamente quieto por uno, dos, minutos. Esa era la disculpa que estaba ofreciendo, espero ser perdonado.
Sunyoung se limpió el rostro con el reverso de su mano derecha, soltando un jadeo que sonó a una risa a medias. Terminó por exhalar, asintiendo. Le indicó a Taemin que se sentara a la mesa de nuevo.
—No me pasa desapercibido que todo lo hiciste por Minho, incluso si significaba que él no estaría contigo,— ella resaltó. —Eso también me pone triste. Yunkyum y yo siempre pensamos que ustedes se casarían…— Suspiró. —Nadie jamás será tan bueno con Minho como tú.
Taemin apartó un poco el rostro, sintiéndose abochornado con ese comentario. No había algo en concreto que él pudiera decir o agregar, porque no dependería de él, sino de la vida que Minho tomara. Ellos sólo eran compañeros co-parentando.
—No puedo asegurar que Minho no encontrará a alguien espectacular mañana. Genuinamente espero que siempre sea feliz. Y espero que si lo haga, que conozca a alguien que le haga sentirse feliz y pleno. Lo que si puedo asegurar en cambio, es que siempre seremos una familia.
Sunyoung exhaló, dejando que el silencio tomara lugar. Solo asintió, terminando por esbozar una corta sonrisa. Su mirada decía que había algo más que podría decir, pero no lo hizo. Le era obvio el lugar desde donde Taemin estaba hablando. Ese cariño subyacente que quedaba ante el recuerdo del amor que había compartido con Minho. Un cariño que nunca se apagaría por supuesto, y ella confiaba plenamente en ello.
—Si, siempre seremos familia. Por eso puedo decirte con sinceridad que te perdono. Minho me dijo que esa era tu mayor preocupación. Que no perdonáramos tus decisiones. Las cosas que pasaron, como pasaron, ya quedaron atrás. No quiero que te sientas incómodo como para no venir a visitar, porque es algo que realmente me pondría triste. Te consideré como un hijo cuando eras pareja de Minho. Diste a luz a mis nietos, siempre serás parte de mi familia, y siempre te consideraré mi hijo adoptivo.
El corazón de Taemin se estrujó, sintiéndose bendecido de poder contar con la madre de Minho. Podría ser que jamás estuvieran de acuerdo en cómo se debieron haber hecho las cosas, pero ella lo aceptaba de cualquier modo. Era en realidad el apoyo que nunca tuvo de su propia madre, y saber que todavía podía contar con Sunyoung le era más que tranquilizador.
—Gracias…— Susurró por lo bajo, apretándose contra su asiento, y aún así sintiendo la tibieza del cariño en la voz de la mujer. —¿Dónde está el tío? También debo hablar con él.
Sunyoung retomó su tarea con la comida, exhalando.
—Fue al refrigerador de kimchi. La puerta ha estado dando problemas desde hace meses, supongo que está dándole pelea y por eso no ha regresado—. Explicó llanamente.
—Iré a ayudarle.
—No, permite que el refrigerador le de batalla, tal vez así se convenza de que es hora de ir comprando uno nuevo.— Sunyoung le detuvo. —Podrás hablar con él más tarde, cuando los mellizos estén tomando la merienda. Estoy segura que amarán el nuevo de pastel que compré.
Taemin se mordió la mejilla, debatiéndose en si tomar el cambio de tema o dejarlo pasar. Enfrentar a Yunkyum era casi tan aterrador como hablar con Sunyoung, y ya había logrado lo segundo. Sin embargo, hablar de las reglas alimentarias de sus hijos no estaba en sus planes para esta visita. Sospechaba que sería un tema recurrente, así que se decidió por esto otro.
—Por cierto tía…— suspiró, mirando alrededor antes de ver directamente a Sunyoung. Ella le estaba prestando su completa atención. Lucia de nuevo tan radiante en su papel de abuela cocinando para el par de niños que habían ido a verla. No pudo evitar recordar a Minho diciendo que no le pediría que no los malcriara. Ahora podía entender por qué. Ella simplemente estaba feliz haciéndolo. —Supongo que perderé la batalla contra el pastel, ¿no es así?
Sunyoung soltó una corta risa, asintiendo.
—No habrá batalla Taemin.
—¿Al menos puedo darle una lista de ingredientes que suelo evitar en sus comidas?— Aceptó con derrota, esperando conseguir una tregua. —Detesto la idea de que estén consumiendo aspartame, tartrazina y rojo 40.
—Eres un buen padre Taemin—. Sunyoung asintió, dándole al mismo tiempo un pequeño elogio.
Taemin no admitiría que pensaba regodearse con ese parabien. Todo el mundo solía decir que exageraba con su cuidado ante lo que sus pequeños consumían, cuando estaba documentado la enorme cantidad de efectos adversos por el consumo de sustancias aditivas y edulcorantes. Si Sunyoung aprobaba su comportamiento, entonces él no podía estar mal, el resto del mundo era el de error. Simplemente esa sería su nueva verdad universal.
El ruido de pasos y la puerta siendo indicó que Minho y los niños habían regresado de su corto viaje a la tienda. Minho aún cargaba a Sangkyung sobre sus hombros, aunque ahora Eunkyung también era sostenida en uno de los brazos de Minho. El hombre simplemente había hecho malabares para sostener la bolsa con carbón y abrir la puerta con la única mano libre que le quesaba.
—Hemos regresado,— informó.
—Rebesamos—. Ambos niños pronunciaron al mismo tiempo, inconscientes del error en su pronunciación.
Taemin rio, alzándose rápidamente para tomar a los niños de Minho y liberarlo de su esfuerzo.
—Bien, que bueno que han regresado. Ahora la abuela podrá decirnos en qué ayudamos—. Dictó lo que se haría, llevando a los niños a la mesa para que asistieran en la preparación de la comida.
El resto de la tarde fue más pacífico, incluso la extensa conversación que Taemin tuvo con Yunkyum. En realidad los padres de Minho habían decidido dejar atrás el enojo y rencor, enfocándose en lo bueno que sí tenían, sus nietos, y la familia que Minho y Taemin de una u otra manera estaban formando. Acostumbrarse a estas pequeñas reuniones familiares sería lo básico. Después de todo, ambos le habían dejado en claro a Taemin que apreciarían sus visitas junto a los niños. Y Taemin no podía negarse a ello, porque también apreciaba a los padres de Minho.
Jihoon exhaló, terminando de acomodar sus cosas guardando lo que usualmente se llevaba a casa. No era fanático de las sesiones que tenía los domingos, pero era algo que como profesor había estado haciendo desde hacía años.
Lo único que realmente le hacía sentir que valía la pena era que, al terminar de revisar los avances de sus asesorados, no se dirigía directo a casa. Sino primero se dirigía a casa de Taemin y los mellizos a comer con ellos.
Era esa pequeña actividad que había sido instaurada en su rutina hacia prácticamente cuatro años, una razón para sentirse alegre de que el domingo llegara. Taemin y los mellizos se habían convertido en sus personas favoritas. Y aunque los viera todo el tiempo, la existencia de esa rutina los domingos era lo que le hacía sentir que de cierto modo estaban unidos. Después de todo, el domingo es el día para pasar en familia.
No pensaba demorarse más. Tomó su maletín, primero revisando su celular. Solía colocarlo en silencio mientras estaba trabajando. Por eso no notó la llamada perdida que tenía. Taemin. Frunció el ceño, encontrado extraña esa llamada. También había un mensaje de voz. Así que marcó a su buzón de voz, preguntándose qué era aquello que Taemin le había querido decir.
—Jihoon, espero que oigas esto a tiempo. No estamos en casa. Minho quería que los mellizos desayunaran con sus padres, y se nos pasó el tiempo. Vamos a comer con ellos, y regresemos luego. Son tres horas de viaje, así que no tiene caso que vayas hoy al departamento. Te marco cuando estemos de regreso.
Jihoon tomó aire, sin soltarlo de inmediato. Le gustaba la rutina del domingo, porque sentía que estaba un poco más cerca de lo que había deseado desde el momento en que decidió acompañar a Taemin como amigo, en vez de mentor.
Sólo quisiera terminar de entender por qué el último par de meses ese deseo se sentía más lejano con el regreso del padre de los mellizos, si Taemin ya le había dejado en claro que sus sentimientos por ese hombre hacia tiempo definitivamente habían cambiado.