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Ese demonio instruyéndolo en el placer

Summary:

El conde Ciel Phantomhive ha empezado a sentir los dulces estragos de su despertar sexual, quién más que su leal mayordomo para instruirlo correctamente por el inexplorado camino del placer.

Chapter Text

El conde Phantomhive se despertaba algo alterado en medio de la madrugada, mirando a su alrededor sus sentidos percibían el absoluto silencio y la oscuridad propia de esas horas, recostándose de nuevo en la cama cerraba los ojos entonces una efímera imagen de lo que había soñado segundos atrás cruzaba por su algo mente confundida. Sintiendo como sus mejillas parecían cobrar calor junto con un extraño estremecer que recorría su cuerpo; un poco abrumado sin notarlo su mano rozó sus piernas para darse cuenta que algo peculiar estaba pasando a sus trece años ¿O era algo normal a su edad? Se cuestionó a sí mismo en silencio.

Colando sus manos bajo su pijama acariciaba con firmeza sus piernas estando algo dudoso de llegar a su ropa interior pues sentía que algo pasaba en su pequeño miembro. Aun así tímidamente logró colar su mano derecha bajo su ropa interior entonces un leve jadeo se escapó de sus labios.

—¿Erección? —Murmuró con vergüenza el conde escondiéndose todo bajo las sabanas convirtiendo su cama en su refugio secreto de lo que estaba experimentando, como queriendo no ser visto por nadie a pesar de que no había alguien cerca. Si con un solo roce se sentía bien y ese jadeo inesperado era prueba de ello, pensaba que si al tocar un poco más firme podía ser más satisfactorio.

Solo sabía en teoría lo que ocurría en el cuerpo de un hombre cuando se excitaba pero era la primera vez que su cuerpo lo experimentaba, en su mente aturdida culpaba a su galante mayordomo, pues este en la mañana le había referido el tema en su clase de anatomía y fisiología, avergonzado recordaba la sensación cuando en clase escuchaba a Sebastian hablar del tema.

Flashback

—¿Parece dudoso? —Cuestionó el demonio con esa sarcástica sonrisa cuando terminó de explicar su clase al notar como su amo medio sonrojado trataba de disimular la vergüenza que sentía.

—Claro que no... Entendí muy bien...

Se jactaba el orgulloso conde no dándole la razón a su ahora tutor pero en su mente si tenía muchas dudas del tema, solo que pensaba en la burla que le daría por preguntar.

—Puede preguntar lo que quiera... —Trató de persuadirlo el demonio acomodando sus lentes lanzado una mirada algo coqueta al conde, quien solo desvió la mirada ante ese gesto.

—¿Qué podría preguntar? —Murmuró entre dientes el conde que cerraba con molestia su libro pues tenía un gráfico sobre el aparato reproductor masculino.

—Usted es curioso... Me sorprende que siendo tan curioso, no quiera saber más del tema.

—No soy un pervertido.

—Eso no es perversión, la sexualidad humana es "algo" natural —Le aclaró con fingida seriedad pero se notaba que tenía intenciones ocultas— Su cuerpo... Por ejemplo ahora su miembro viril podría experimentar una erección.

Fue el atrevido comentario de Sebastian aquello hizo aumentar el bochorno del conde que de reojo miraba curioso su entrepierna, ingenuamente no notaba algún cambio entonces decidió que no dejaría que su demonio lo siguiera molestando.

—¿Qué lo provocaría? —Cuestionó con mirada desafiante— Dijiste que eso se producía cuando algo es excitante a nuestro cuerpo, por ejemplo la persona que nos atraiga ... Ver cuerpos desnudos, lectura erótica o alguna tontería de esas y ahora no tengo nada de eso a la vista ¿No?

—Tiene razón, usted no tiene a alguien que le guste... ¿Verdad?

Insinuaba el demonio con una pícara sonrisa, aquella insinuación que hizo avergonzar de nuevo al conde, volviendo a caer en su juego.

—Tengo a mi prometida ... —Dijo casi sin pensar para no perder la discusión.

—Oh ella. Entonces, imagínela desnuda...

—Eso si es pervertido, idiota... — Respondió nervioso ante esa petición extraña de su demonio, que le sonreía divertido— Además no podría imaginarla desnuda...

Era el murmullo del conde sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo al solo querer imaginarla sin ropa, era bastante escalofriante pensaba así que ambos se quedaron en silencio.

—¿Duele tener una erección?...

Fue su inocente pregunta ante el demonio que sonreía algo complacido pues ahora escucharía las dudas de su virginal amo, esa curiosidad mezclada de inocencia le resultaban fascinante.

—Es algo incómodo al principio pero si lo sabe tratar... Resulta muy placentero— Respondió sin dejar de sonreír— Entonces ya que estamos en el tema, hablemos de la masturbación.

Terminó de decir animado realmente parecía emocionado con el tema mientras tanto el conde sentía que la vergüenza se apoderaba más de su ser nunca se había sentido más incómodo en una simple lección. No podía evitar sonreír nervioso al notar el entusiasmo de su pervertido tutor infernal.

Fin del flashblack

—Es tu culpa, Sebastian... —Se escuchaba decir con algo de dificultad al conde, cuando sus manos rozaban con más fuerza su miembro que estaba totalmente erecto y algo humedecido lo que facilitaba el torpe movimiento de sus manos. —¿Por qué tuve que soñar con él?

Eran sus murmullos al cerrar los ojos recordando el extraño sueño de antes, ese en el que estaba Sebastian en una situación no apropiada parecía provocarle, por su mente pasaban esas sensuales imágenes provocando que jadeara al compás del estímulo que sus manos le daban a su miembro.

Levemente gemía con vergüenza sintiendo como el calor llenaba su ser, ya no solo sus mejillas hasta sus manos parecían arder, eso solo lo motivaba a seguir. Recordaba el gesto coqueto de Sebastian en la mañana, esa sonrisa sarcástica excitándolo más sintiendo como algo quería querer salir de su falo erecto, sentía que era su deber liberarlo de una vez.

—Ngh... —Jadeó mordiéndose un poco los labios al sentir como en el éxtasis eyaculaba con fuerza, un cálido y espeso líquido que salía de su miembro se escurría en sus manos.

Aquello que lo hizo sumergirse en una sensación que nunca antes había experimentado en su corta vida, con el respirar agitado, los ojos cerrados y sintiendo como parecía que el corazón se le escapaba del pecho por su rápido latir decidió calmarse y respirar tranquilo. Con sus manos algo pegajosas se sentaba en la cama, avergonzado pero complacido veía su ropa interior descendido hasta sus rodillas sentía como las sabanas suaves rozaban su trasero. Recostándose pesadamente en la cama, algo cansado pero sin una pizca de arrepentimiento pensaba en que la masturbación había sido una extraordinaria sensación, lo que si le llenaba de vergüenza era en quien la había provocado, su atractivo demonio.

Chapter 2: Petición

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Por la mañana después de esa "inocente" exploración corporal un somnoliento Ciel se resistía a levantarse ya que al tardar en conciliar el sueño solo quería seguir durmiendo, el motivo de su desvelo fue pensar sobre lo que había hecho bajo sus sabanas sin poder creerlo todavía se sorprendía más por el hecho de quien se inspiró para masturbarse, precisamente el demonio que ahora lo llamaba.

—Joven amo... —Fue el susurro cerca a su oído que el conde escuchó, confundido por el roce cálido de su aliento y ese tono suave de voz hizo de un sobresalto se sentara en la cama despertando de forma rápida. El mayordomo sorprendido por esa actitud tan extraña prefirió no hacer alarma de eso suponiendo que su amo estaba algo sensible—Buenos días joven amo...

Fue el amable saludo del sonriente demonio percibiendo un extraño olor en el ambiente de esa cerrada habitación siendo su olfato más sensible al de los humanos, el aroma al parecer provenía de las sabanas. Aunque le pareció inusual tampoco quería darle mucha importancia, entonces notó el bochorno de su amo quien sonrojado parecía muy esquivo esa mañana ya que sin decir más se iba al baño. 

Sebastian se disponía a arreglar la cama mientras su amo estaba en el baño, al hacerlo encontró algo que daba respuesta a tan repentina y extraña actitud, esbozando en sus labios una perversa sonrisa rozaba cierta parte de la sabana, acción que fue interrumpida por el conde que salía del baño pretendió actuar con normalidad. Siguiendo la rutina diaria el apuesto mayordomo se dispuso a cambiar la pijama de su amo, quien parecía levemente sonrojarse al sentir esas fuertes manos quitar la ropa de dormir, dejándolo solo en ropa interior.

—Esa ropa interior no tenía anoche. —Fue el comentario del demonio al mirarlo fijamente, un extraño comentario porque toda su ropa interior era igual aunque no era de sorprenderse que este supiera diferenciarlas de algún modo aún así no le daría la razón tan fácil.

—Claro que si la tenía. —Refutó con aparente seriedad el conde.

—Ya veo... —Murmuró con una traviesa sonrisa el demonio al darse cuenta que mentía, acercándose a su oído lo hizo poner nervioso pues tembló un poco confundido parecía no saber que hacer.

No era para menos estando semidesnudo ante tal cercania de su mayordomo le hacia recordar la sensación que disfrutó en la madrugada, ese aliento rozar su piel lo alteraba de forma satisfactoria.

—No tiene que apenarse... Si puso en práctica lo que hablamos ayer en clase, es algo normal a su edad. —Susurró a su oído el travieso demonio, el conde orgulloso trataba de negarlo, moviendo su cabeza con un leve puchero— Es más... Le daré unos puntos más, si me cuenta que sucedió.

Le insinúo en un tono sugerente a la vez divertido pareciendo disfrutar de la pícara conversación con su amo quien parecía también a gusto por ello, porque si hubiera querido lo habría empujado y ordenado que modere su conducta impropia, pero al contrario acercándose le respiraba provocativo también.

—No te contaré nada... —Le respondió con fingida altivez estando sentado al filo de su cama se cruzaba de brazos.

—Vamos, no sea tímido conmigo... Soy su confidente...

Decía coqueto el demonio sintiendo como un calor interno se apoderaba de él, sintiendo por primera vez que un humano lo provocara de esa manera, incontables veces trataron de provocarlo pero eran tan patéticos intentos que solo los ignoraba, nada comparado con esta mezcla de altivez y sensualidad que hacían de su amo simplemente encantador.

—¿Desde cuando eres mi confidente?

—Siempre lo he sido... —Respondió Sebastian con una mirada seductora enseguida empezando a bajar la ropa interior a su amo, quien muy sonrojado dejaba a un lado su actitud de antes al ver sus partes bajas al descubierto.

—¿Qué... haces? —Cuestionó avergonzado tratando de cubrir su miembro.

Todo esfuerzo fue en vano porque Sebastian apartó sus manos y se dispuso a tocarlo sutilmente, con un leve roce el joven jadeó con fuerza, al oír ese extraño sonido escapar de su boca solo la cubrió con sus manos, más avergonzado que antes veía como el demonio se deleitaba sonriendo complacido

—Voy a revisar si te aseaste correctamente. —Advertía con una traviesa sonrisa agachándose empezó con su lengua a recorrer la pequeña extensión del miembro de su amo.

Ciel con sus dos manos trataba de callar sus gemido y jadeos, sin duda esa lengua húmeda era mucho mejor que tocarse con sus manos. El mayordomo al no encontrar resistencia alguna lamía con firmeza sin detenerse, gustoso como si hubiera encontrado el más delicioso dulce para su paladar. El conde bien podía ordenarle que se detuviera sin embargo no lo hacia porque era realmente placentero sentirse así y más si era con el hombre que provocaba sus más sucios y pervertidos pensamientos.

—Esto es vergonzoso... —Era lo que el conde decía con dificultad al respirar agitadamente.

El demonio sin dejar de sonreír cambiaba su lengua por su mano desnuda pues en un rápido movimiento había quitado el guante, masajeando con fuerza su falo erecto.

—Muéstrame como lo hiciste... —Más que una petición parecía una orden del demonio que desafiándolo con la mirada se apartaba dejando su labor solo se sentó en el suelo.

—No lo haré, estás loco.

—Tampoco veo que te opongas.

—¡Te odio...! —Le gritó al verse presionado de esta forma por su perverso demonio, su miembro parecía latir reclamando ser atendido así que recostándose en la cama comenzó a masturbarse.

La escena era perfecta para Sebastian que contemplándola se relamía los labios sintiendo como su entrepierna parecía cobrar vida. El joven entre gemidos y jadeos se autocomplacía, excitado al sentirse observado por la fiera mirada carmesí del demonio, su mano se hacía más rápida en su movimiento siendo menos torpe se acoplaba a un buen ritmo.

Poco tiempo transcurrió cuando en un fuerte gemido ese juvenil cuerpo se paralizó por el espasmo dejando ver como un líquido blanquecino y espeso salía salpicando de su miembro. La excitación al demonio estaba al limite colando su mano en el pantalón, masajeaba su miembro a la vez que se acercaba a las piernas de su amo, que deliraba de placer todavía. Se estremeció aún más al sentir como una traviesa lengua lamía ansiosa los restos en su mano y miembro que había perdido rigidez, sorprendido notó como el demonio parecía mover su mano frenéticamente dentro de sus pantalones.

—¿Te estás masturbando? —Cuestionó curioso el conde con una pequeña sonrisa,

—Verte hacerlo me provocó también...

—¿Puedo ayudarte? —Cuestionó el conde con fingida inocencia, arrodillándose en el suelo se disponía a tocar ese miembro que era mucho más grueso y grande que el suyo. Aún sin esperar una respuesta, pasando saliva colocaba sus manos sobre este, era tan extraño tocar los genitales de alguien más, menos pensó tocar los de su demonio quien gruñó levemente al sentir esas pequeñas manos tocarlo.

—Me halaga su ayuda... Así terminaré más rápido.

Habló muy excitado tratando de mantener la compostura juntando su mano a las de su amo sincronizaban en un erótico movimiento, pasaron así varios minutos en esa extraña labor amo y mayordomo. Ciel por momentos miraba el rostro de Sebastian notando lo sonrojado que estaba esbozaba una sonrisa, sintiendo como su virilidad estaba a punto de estallar, el coqueto conde guiñó su ojo para hacerlo eyacular.

—Lo hiciste a propósito, solo para presumirme que duraste más. — Murmuró malhumorado el conde al notar que tardó más el demonio en correrse cuando él solo duró un par de minutos. Sebastian al ver su puchero de falso resentimiento tuvo la imperiosa necesidad de besarlo, acercándose a su rostro se disponía a unir sus labios a los suyos— Nada de besos...

Era la negativa de Ciel apartándolo, con jactancia se levantaba del suelo, el demonio malhumorado por el rechazo solo arreglaba su uniforme.

—No creas que esto incluye sentimientos, solo me quiero satisfacer y conocer hasta dónde puede llegar a sentir mi cuerpo— Dijo el joven con una sonrisa desafiante
—¿Me ayudarás?

—Si no lo hago yo... ¿Quién más? Soy su más devoto servidor, mi señor. —Era la respuesta del atento mayordomo que pensándolo mejor no era tan descabellada la idea, era una placentera petición que disfrutaría también.

—Tengo hambre... —Dijo el conde cuando su demonio empezó a vestirlo, los dos se miraban con complicidad, el fuego encendido en sus miradas era evidente, desatar el deseo prohibido en cada roce era inevitable.

—Tan malvado, tan hermoso...

Susurró Sebastian cuando seguía a su amo por uno de los pasillos de la mansión cuando se dirigían al comedor para desayunar, Ciel sentía su mirada así que con una sonrisa se dejaba admirar aunque era muy vergonzosa y un poco peligrosa su petición anterior sabía que la disfrutaría si se cumplía solo con su mayordomo.

Chapter 3: Marcas

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La mañana parecía pasar lentamente para el conde que encerrado en su despacho pretendía trabajar pero simplemente no podía concentrarse, ¿Quién podría hacerlo? Después de su travesura en la madrugada y en la mañana al haber intimado más de lo normal con su mayordomo, recordarlo ese hecho lo estremecía extrañamente. El haber estado sonrojado y jadeante sintiendo como sus manos desnudas tocaban de forma lasciva partes nunca antes vistas de su demonio, solo rememorar volvía a excitarse.

—¿Cómo pude hacer eso? —Se reprochaba a si mismo recostando desanimado su cabeza al escritorio, cerrando los ojos podía percibir todavía la sensación de ese líquido espeso escurrirse entre sus dedos. Se alteró un poco al recordar su propia lasciva petición, era como que en ese momento otro Ciel se hubiera posesionado de él, siendo tan tímido se sorprendía de cómo pudo pedir tal cosa.
—Creo que fui muy atrevido ...

Se lamentaba al repasar esa petición en su mente pero ¿No sería más humillante retractarse ahora? Pensaba amargamente.

—Ese idiota pensará que soy un pervertido

Volvía a murmurar avergonzado, sin ningún ánimo contenía sus ganas de estrellar su cabeza al frio escritorio para librarse de tantos confusos pensamientos porque no le desagradaba nada al contrario su cuerpo parecía pedir más. Solo pensar ser tocado por su sensual mayordomo le excitaba era un debate entre su mente y cuerpo, la cordura y la locura que provocaban estos inesperados jueguitos.

—Maldito Sebastian... Esto es lo que provocas. —Murmuró un poco excitado al imaginarse ser sometido por su demonio en su cama. Escabullendo sus manos sobre su entrepierna pretendía liberar la tensión pero unos golpes en la puerta le advirtieron detenerse se paralizó al oír quien era.

—Le serviré algo de té. —Decía animado el mayordomo entrando al despacho muy al contrario de su amo que parecía serio y distante— ¿Qué le sucede? Será...

—....

—¿Ya se arrepintió de lo que me pidió?
—Dijo a pesar de ser ignorado.

—No es eso... —Hizo una pausa—Yo no me rectifico de mis decisiones. Solo pensaba en lo que podríamos jugar más tarde.

En un murmullo habló como confirmando que no se arrepentía de su petición aunque si lo dudó un poco sin embargo no podía mostrar vacilación frente a ese burlón demonio.

—Tengo ganas de jugar ahora... —Susurró suavemente el demonio a su oído junto con una mirada y sonrisa provocativa percibiendo como se estremecía seguía— ¿Lo desea?

—No seas un viejo calenturiento. —Decía sonrojado volteando el rostro ya que sentía que su demonio quería besarlo— ¿Por qué intentas besarme? Te dije que no quería besos.

—¿Por qué no? Dame una buena razón...

—Porque me parece algo sucio... Nuestras bocas... Tu saliva... La mía... —Respondió con gesto de asco tratando de disimular su verdadero sentir, el motivo por el que no quería ser besado todavía.

—Claro... Porque no es más sucio que tocar mi miembro y su eyaculación con tus pequeñas y traviesas manos ¿Verdad?
—Dijo sarcástico con una sonrisa al oír esa absurda respuesta— Digame la verdad... No es eso...

—Te lo diré... Si me das una buena razón para besarme y no me mientas —Murmuró coqueto el conde con su dedo mientras rozaba los labios de su demonio, quien sentía derretirse con ese contacto pero trataba de disimular.

—Yo nunca le mentiré... Lo sabe —Aclaró serio Sebastian— Solo quiero probar esos labios que parecen tan dulces deseo comprobar si son tan deliciosos como se ven.

—Solo por eso... —Dijo en un medio suspiro el insatisfecho conde, quien dejó de acariciarlo

—No me diga que querías una razón más romántica.

—Idiota...

—¿Quería que dijera que estoy enamorado y quiero confirmar mis sentimientos con un beso de sus pequeños labios? —Dijo Sebastian en un murmullo y sus dedos ahora acariciaban con firmeza sus labios en un seductor juego.

—No juegues conmigo... —Susurró apartando con mala gana esos dedos que lo acariciaban.

—Usted no juegue con este humilde servidor... Le di una razón ahora quiero la suya...

—Por que no... Sería raro besarte...

—No será que teme confirmar algo... He escuchado por ahí que a veces por un simple beso puedes conocer a tu alma gemela, a tu gran amor... —Le aclaró el demonio con una cálida mirada estremeciendo a su amo— Me pregunto si será cierto.

—Si crees esa estupidez eres más ingenuo de lo que pensé... —Se escuchaba decir a Ciel con una burlona sonrisa, empujándolo se alejaba de ese extraño acercamiento.

—Soy un demonio que desconoce muchas cosas... Muchas emociones...

Se justificaba Sebastian con un suspiro de resignación mirándolo de forma sugerente, el conde avergonzado desviaba la mirada pensando que esta situación se estaba saliendo de control. No creía que sería posible mantener solo un tipo de relación física porque ese demonio parecía devorarlo con la mirada porque aunque quisiera engañarse él le atraía de una forma extraña.

—Debo seguir trabajando... Retírate... — Ordenó malhumorado como evidencia de su confusión, el mayordomo entendió y aunque hubiera querido burlarse prefirió no hacerlo, sin decir más obedecería—Sebastian...

Le llamó con una traviesa sonrisa al mayordomo que se disponía a marcharse.

—Piensa en algo que me pueda satisfacer más tarde y que no sea un postre... —Aclaró Ciel con una mirada sugerente no queriendo dejarse vencer tan fácil por el demonio, quien complacido acataba esa nueva orden y con un "Sí, mi señor" salía del despacho con una gran sonrisa.

Eran las cinco de la tarde, el conde cansado se estiraba perezoso por casi ya terminar sus labores del día entonces oyó la puerta abrirse, molesto se preparaba a regañar a quien entraba sin su consentimiento al ver que era Sebastian, quien hábilmente cerraba con seguro la puerta. En un rápido movimiento como su demonio estaba frente suyo, en silencio sin borrar la perversa sonrisa esbozada en sus labios desabrochaba el chaleco y camisa de su amo con rapidez sin darle tiempo de refutar.

—Ahora no... —Murmuró sonrojado al sentir su pecho desnudo a la vez se excitaba notando el fuego en la mirada de su demonio aferrada a la suya. Arrodillado frente suyo pretendía encender ese pequeño cuerpo que parecía resistirse pero a la vez lo reclamaba.

—Los juegos son más divertidos cuando son repentinos. —Le susurró Sebastian sobre sus labios con apenas milímetros de distancia, sintiendo como el cálido aliento de su amo tan cerca del suyo parecía algo errático.

—Alguien podría pasar y oírnos...

—No te preocupes querido... Los mandé al jardín. —Dijo coqueto— Hoy jugaremos con esto...

Sugería sacándose los guantes para pellizcar los bellos y tiernos pezones de su joven señor que al sentir este contacto jadeó sutilmente.

—¿Cuánto apostamos antes de hacer que te corras con solo tocar aquí? —Dijo traviesamente cambiando sus manos por su boca, empezando a lamer con firmeza sus pezones junto con esa perversa mirada que no se apartaba de su excitado amo que sonrojado se dejaba consentir.

—Eso veremos...

Desafiante murmuró el conde a la vez que trataba de reprimirse pero le era difícil al sentir como esa lengua lamía algo tan sensible de su adolescente anatomía haciéndolo delirar, no sabía que en su pecho se escondía una zona erógena tan exquisita. Al parecer su cuerpo escondía algunos secretos y quien mejor que Sebastian para descubrirlos todos, pensaba con una sonrisa sin imaginar que esa boca empezaba a mordisquear a la vez a succionar firmemente sus endurecidos pezones, haciendo que con fuerza se aferrara a su asiento.

Jadeante sentía como esa erótica labor le provocaba una erección, algo que el demonio aprovecharía comenzando a restregarse a su entrepierna mientras succionaba con fuerza. Ciel se deleitaba percibiendo el olor del cabello, sin notarlo sus manos comenzaron a acariciar su negra cabellera, era tan sedosa al tacto, Sebastian sonreía sin ser visto cuanto le alegraba sentirse consentido por su amo.

—Tus colmillos me hacen cosquillas...

—Lo sé... —Dijo el demonio restregándose con más fuerza sobre su erección, mordiendo uno de esos pezones tan endurecidos sabía que lo haría correr muy pronto.

Oía como su nombre era pronunciado en esos jadeantes labios, sintiendo como en un fuerte gemido su joven amo eyaculaba en su ropa interior, avergonzado cubría con sus manos para que no se viera la humedad en su pantalón de color azul claro.

—Eres exquisito... —Le susurró satisfecho Sebastian, quien con rapidez quitaba esas manos, lamía ansioso sobre ese pantalón humedecido.

—Estúpido me dejaste unas marcas...

Replicó el conde cuando sentía arder un poco su pecho después del placer vivido apenas ahora sentía el leve dolor de las mordidas y succionadas, notando alrededor de sus pezones unas pequeñas manchas rojas, que no se borraban a pesar de restregarla con su mano.

—Nadie más las verá... No debe alterarse. —Dijo Sebastian con una sarcástica sonrisa mientras miraba fijamente a su joven amo tan hermosamente sudoroso y sonrojado, este molesto comenzó a arreglar su ropa e ignorar la ayuda que le ofrecía su galante mayordomo.

—En la noche prepararé algo para ti... —Eran las palabras algo desafiantes del conde para no quedarse atrás en este extraño juego de seducción.

—Joven amo ¿Va a seducirme?

—¿Crees que no podría? No me subestimes... —Aclaró más desafiante con certeza en su mirada. Levantándose de su asiento salía del despacho ordenando a su demonio que no lo siguiera, con prisa se dirigía a su habitación— Si piensa que yo no puedo provocarlo se equivoca.

Susurró para si mismo al entrar a la parte de su habitación donde tenía su gran armario con su ropa y demás accesorios de vestir.

—Supongo que tendré que usar algo de aquí...

Terminaba de decir al buscar en una caja de disfraces, de las tonterías que le regalaba su prometida pensó que tal vez algo de ahí algo serviría, su objetivo era hacer gemir de placer al demonio con uno de esos trajes. Si solo verlo masturbarse en la mañana lo excitó no se imaginaba como reaccionaría cuando lo viera con un disfraz, seguramente lo disfrutaría pensaba sonriendo de forma traviesa.

Chapter 4: Seducción

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Sebastian ansioso no dejaba de mirar a su reloj a cada rato, era de noche y todos se prestaban a descansar, ansiedad que fue notada por los demás sirvientes. Extraño comportamiento que el mayordomo había mantenido desde la mañana, cuando lo vieron alejarse empezaron a murmurar.

—¿Qué le pasará? —Cuestionó Meyrin entre preocupada y curiosa.

—Tal vez tiene una cita con una bella dama —Era la respuesta animada del cocinero junto a ella, más bien parecía jactarse de su calidad de hombre también.

—¡¿Qué?!

—No te pongas celosa... Tú nunca serás del gusto de Sebastian.

—Cállate... —Ella murmuró conteniendo sus ganas de dispararle con la pistola que escondía bajo su uniforme— ¿Y cómo se suponen que son de su gusto?

—Me imagino que deben ser mujeres altas, tal vez rubias, con un buen cuerpo... Apasionadas, hábiles no torpes... No lo sé...

—¿Tú crees que el joven amo se lo permita? —Era la pregunta de la deprimida pelirroja al ver sus ilusiones rotas por esa respuesta, a la vez se sentía un poco curiosa por saber si al mayordomo se le permitía este tipo de relaciones.

—Él hace dormir temprano al joven amo ni siquiera lo notará.

Bard decía traviesamente con una sonrisa, la sirvienta se quedó callada pensando en esa rival imaginaria sin sospechar que no era ninguna mujer la que provocaba esa ansiedad en Sebastian, nunca le pasaría por la cabeza que era su pequeño amo el que pretendía esa noche seducir al mayordomo, quien ahora de pie aguardaba fuera de la habitación de su amo esperando la indicación de entrar.

Mientras tanto Ciel terminaba de arreglarse con el disfraz que pretendía mostrar, que al parecer no le estaba quedando como lo pensaba, sin duda alguna su torpeza para vestirse era muy evidente, sin la posibilidad de poder llamar a su mayordomo por ayuda. Siguió intentando hasta que quedó listo aunque era sencillo su atuendo no restaba la sensualidad que su cuerpo emanaba al vestirse así.

—Maldición solo a mí se me ocurre hacer estas tonterías... Pero no puedo arrepentirme ahora... —Dijo convencido para sí mismo cuando dentro del baño daba los detalles finales.

Sonrojado no creía ver al Ciel que el espejo reflejaba, esta imagen contradecía toda su fría personalidad, palmeando su propio rostro dándose valor para iniciar este juego de seducción de esa noche.

—Sebastian... Puedes entrar... —Decía Ciel tras la puerta semiabierta del baño, el demonio no dudó en entrar al oir ese nervioso llamado, intrigado al no ver a su amo cerca se emocionaba un poco al pensar que así era su juego— Recuéstate en la cama y deja encendida solo la luz de la mesa.

Le ordenó sin dejarse ver emocionando más al demonio, al parecer finalmente todas sus fantasías se cumplirían esa noche, que su amo le ordenara recostarse en la cama daba pie a muchas pervertidas ideas, obedeciendo cumplía las peticiones sin titubear.

—Como digas joven amo... ¿Algo más? —Cuestionó al acomodarse en la cama, al pensar que en esa cama su amo la noche anterior se había saciado explorando su cuerpo le excitaba un poco.

—¡¿Qué más quieres?! —Molesto preguntó.

—No sé... Me puedo quitar la ropa o algo más que tú quieras, no seas tímido en pedirlo. —Coqueto cuestionó el demonio mirando atento la puerta del baño.

—¡Claro que no... No quiero nada! —Le gritó avergonzado— Cierra los ojos hasta que yo te lo diga...

- Seguía ordenando el mayordomo con esa sonrisa traviesa que no borraba de sus labios le obedecía, escuchando como la puerta parecía abrirse un poco más y unos pasos se acercaban.

—He estado esperando este momento. —Murmuró ansioso Sebastian acatando su orden, esbozando una sonrisa traviesa escuchaba la puerta abrirse enseguida sentía los ligeros pasos de su amo acercarse.

—Cállate... Arruinas la magia. —Decía con fingida molestia al sonrojado conde mientras lentamente caminaba hacia la cama.

—¿Magia? ¿Crees que esto es mágico? Eres tan dulce.

—Solo cállate... —Se escuchaba susurrar al joven mientras se subía a la cama por el lado contrario donde estaba Sebastian.

—Aun no te veo y me tienes todo alterado. —Confesó emocionado y algo sudoroso el demonio sintiendo como su hermoso amo gateaba en la cama acercándose.

—Está prohibido tocar... Solo yo puedo tocarte...

—Que cruel eres... —Le susurró a su oído ambos estaban excitados al tenerse tan cerca, Ciel con una pícara sonrisa se sentaba sobre el vientre firme de su demonio, quien jadeó al sentir ese pequeño y cálido cuerpo sobre el suyo además se percibía que no tenía mucha ropa.

—Abre los ojos...

Ciel le ordenó con una extraña timidez, el demonio se sorprendió al ver a su amo vestido de esa manera.

—Jo.. joven... amo... —Tartamudeó.

Ciel avergonzado desvió la mirada, no podía evitar sentirse ridículo con esas medias oscuras hasta las rodillas, ropa interior pequeña, la cinta que envolvía su pecho a manera de la envoltura de un regalo y esas estúpidas orejas de gato.

—¿Me veo mal? —Preguntó con fingida inocencia al ver la reacción estupefacta del demonio que finalmente se quedó callado, este volteó el rostro tapándose la parte de la boca— Oye idiota... No te burles...

Le regañaba enojado al pensar que se le estaba riendo por su supuesto disfraz, al parecer no había causado el efecto deseado ahora se sentía humillado.

—No me burlo... Me está sangrando la nariz. —Murmuró Sebastian entre nervioso y avergonzado pensaba que nunca antes un humano lo había hecho que su nariz sangrara de la excitación, buscando entre su ropa un pañuelo evitaba verlo.

—Eres tan idiota. —Susurró con fingida molestia en realidad se sentía un poco más confiado al ver su reacción— Deja ver...

Dijo acercándose al rostro de su demonio que se secaba el par de gotas de sangre que salían de su nariz, esto solo los provocaba más, quedándose viendo fijamente de forma mutua, agitados respiraban.

—Me enloquece joven amo.

—¿En serio? —Cuestionó con fingida duda el conde que travieso rozaba con firmeza su rostro al de su excitado mayordomo quien aferraba sus manos a las sabanas para no tomarlo allí mismo, sintiendo también como esas peludas falsas orejas rozaban su piel— Y apenas estoy empezando...

Dijo Ciel al sentir como su demonio luchaba por contenerse, apartándose un poco al sentirse más confiado tomando la iniciativa desabrochaba su chaleco y la camisa, dejando su pecho al aire.

—Voy a ver si funciona contigo lo que hiciste conmigo en la tarde.

—Soy un ser sensible aunque no lo parezca...

Era su tenue murmullo al notar la mirada perversa de su amo que parecía estudiar a detalle su pecho desnudo, era la primera vez que lo veía y le gustaba mucho. Sin esperar mucho empezó a lamer uno de sus pezones haciendo que su demonio se estremeciera, era la primera vez que sentía esa húmeda lengua tocar alguna parte de su cuerpo, jadeante percibía el movimiento ágil de su lengua que le proporcionaba placer, el conde travieso sonreía sin dejar de hacerlo.

—Ciel... Tu lengua... Es deliciosa.

Se escuchó decir al excitado mayordomo sintiendo como esa pequeña lengua que tantas veces vio lamer la cuchara de un postre ahora la pasaba sensualmente sobre su piel, era simplemente excitante.

—Cállate... No interrumpas las labores de tu amo. —Le regañó con fingida molestia con una traviesa mirada que disfrutaba del sabor de la piel de su demonio regalándole un mordisco en su pezón erecto— Además quién dijo que puedes tener la confianza de llamarme por mi nombre.

—Estamos en tu cama, tu semidesnudo sobre mí devorando con tu boca mis pezones, dejemos los formalismos a un lado. ¿No te parece?

—Eres un atrevido... Perro maleducado

Le volvía a regañar golpeando su rostro, maltratos que solo excitaban al demonio pues notaba como su ahora pequeño amante lo disfrutaba, su mirada y sonrisa de complicidad lo delataban.

—Querido... Tengo un leve problemita entre mis piernas. ¿Me ayudas?

Pidió con un puchero señalando su entrepierna, el conde miró de reojo hacia atrás notando un bulto en dicha parte con un bufido se cruzaba de brazos.

—Si no lo hago yo... ¿Quién más?

Respondió repitiendo las palabras que Sebastian le dijo en la mañana, este sonriendo divertido pensaba en que no había duda solo su amo sabía como divertirlo, intrigarlo y complacerlo. Halándolo del brazo lo acercaba a su rostro mientras con su otra mano apagaba completamente las luces de la habitación, quedándose juntos en esa oscura noche.

Chapter 5: Travesura

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Sebastian apagó la luz mientras halaba del delicado brazo de su amo para acercarlo más y así poder saciar esas ansias de besarlo, aunque este se lo había prohibido, no podía resistirlo más cuando sus labios rozaron un fuerte golpe resonó en la oscura habitación.

—¡Te dije que no me tocaras...! —Le gritó el enojado conde ante ese atrevimiento, apartándose encendía la luz mientras su demonio resignado daba un suspiro, su amo estaba jugando al difícil y eso empezaba a molestarle, pero no haría evidente su molestia así que con una falsa sonrisa no dejaba de verlo— Si no sabes acatar las reglas de un juego, no vale la pena jugar contigo...

Refutó molesto, sin poder ocultar el bochorno reflejado en su rostro al ser provocado por un simple roce, disimulando su vergüenza fruncía con fuerza el ceño.

—Lo siento, no quería enojarte tanto...

Trataba de tranquilizarlo Sebastian con una pequeña sonrisa, dándose cuenta que su amo en realidad no consentía ser besado no por un capricho, sino que simplemente era un tierno contacto que el joven estaba temeroso de dar.

—¡Lárgate! — Ordenó con un grito al notar la sonrisa algo burlona de su demonio.

—Entiendes que si me voy es como que hubieras perdido, después de todo no me complaciste. ¿Verdad? —Le insinuaba con cierta jactancia al pretender levantarse de la cama pero la mano del provocativo conde lo detuvo a pesar de su gesto malhumorado.

—Tú perdiste por no seguir las reglas...

—Deberías sentirte halagado al hacerme perder el autocontrol.

Fueron las palabras de Sebastian que decidió quedarse en la cama al notar como su amo comenzaba a ceder, después de todo era fácil manipular en estos temas, chasqueando su lengua dando un profundo respiro el joven conde decidió calmarse.

—¿Seguimos? —Cuestionó Ciel retomando su actitud sensual de antes mirando de reojo notaba como la erección de su pervertido demonio persistía.

A pesar de la discusión que podía haber apagado el fuego, este asunto entre sus piernas parecía seguir clamando atención. Con una pícara sonrisa retomó su plan seductor, ver caer a su demonio a sus pies. Su anhelo era verlo delirar y rogar por placer, sentándose sobre su vientre bajo esta vez le daba la espalda que estaba apenas cubierta, con su escasa ropa era notable su pequeño y apetecible trasero, en una vista perfecta para Sebastian que sentía excitarse más con el pasar de los segundos.

Desabrochando con torpeza su negro pantalón podía notar de forma más clara el "bulto" en la ropa interior de su ahora compañero de este tipo de jueguitos.

—Sebastian... Aquí está algo húmedo... —Murmuró travieso Ciel de pícara mirada cuando palpó con sus ya no tan inocentes manos esa erección bajo la tela humedecida de su ropa interior.

—Y es tu culpa...

Con una sonrisa llena de excitación el demonio susurró a la vez que sentía como esas pequeñas manos tocaban esa parte ahora muy vulnerable de su cuerpo, le emocionaba ver como su pequeño amo daba rienda suelta a sus perversas emociones, era alguien conpletamente diferente a su actitud amargada de siempre.

—¿Sabes?... Si nuestros miembros se rozaran sería muy excitante... Claro que es una simple sugerencia. —Con la clara intención de que esa sugerencia se cumpliera hablaba en tono seductor, porque solo imaginar que sus erecciones rozaran con fuerza lo estremecía todo.

Ciel algo dudoso lo miraba de reojo, aunque no le parecía mala idea pues su cuerpo comenzó también a experimentar ese extraño calor que lo hacía derretirse ante su demonio.

—Vamos... Ya sentí que por ahí hay algo que también se endureció... —Le animaba el demonio con una voz muy suave casi como un susurro provocativo a la vez que contenía sus deseos de acariciar su cálida espalda descubierta.

—Pero esa no sería una idea mía... Es trampa...

—No importa, pretendamos que se te ocurrió a ti... No pelearé por el crédito.

Dijo extasiado el demonio, sintiendo como su miembro palpitaba levemente al no ser atendido de forma adecuada empezaba a perder la paciencia, en este punto no le importaba quien ganaba o perdía, pero obviamente a su orgulloso amo le costaría admitir ayuda en su plan.

—¿Crees que sea divertido? No me convence del todo.

—Si... lo será, ya verás... —Fue su rápida respuesta casi sin pensar, el excitado mayordomo no entendía como cada gesto de este niño podía hacer que poco a poco lo orillara a caer en el abismo del placer.

—Bájate tu pequeña y apretada ropa interior. —Casi rogaba el demonio, conteniendo sus ansias de arrancar esas telas que cubrían la parte más apetecible de ahora de su joven amo, quien maliciosamente se restregaba con sutileza. —Por cierto... ¿De dónde lo sacaste?

—Estaba entre la ropa de cuando era más pequeño... —Era la simple respuesta del conde que sonrojado habia volteado su cuerpo para ver a Sebastian, se sintió algo avergonzado al darse cuenta como su ropa infantil ahora servía para un perverso propósito.

—Pobrecito el miniCiel debe estar ahogándose en esa ropa diminuta...

Dijo entre burlón y sarcástico el demonio señalando la notable erección de Ciel que parecía tiritar en esos segundos que conversaban.

—Idiota... ¡No le pongas nombre a mi miembro!. -

—Lo siento... —Susurró con una pequeña risilla sin ninguna pizca de arrepentimiento, entonces sus ojos parecieron iluminarse al ver como su amo empezó a bajarse su apretada ropa interior, Sebastian tragó saliva, pues la escena era lasciva en sí.

—Ngh... —Era el jadeo de un sonrojado Ciel que trataba de apretar sus labios cuando su miembro al liberarse se alzaba, además de sentir como su intimidad caliente rozaba sobre el vientre desnudo de su demonio, le llenaba de placer a la vez situación que le molestaba pues se suponía que él era quien debía seducirlo y estaba sucediendo lo contrario.

—Ciel... Acuéstate sobre mí... Procura que se junten...

Le indicaba con una mirada seria al conde, quien sonrió ante esa actitud, pues al parecer los dos estaban llegando al límite, el demonio bajaba de prisa su ropa interior.

—¿Así...? —Con fingida sumisión e inocencia el joven obedecía, recostándose sobre él se acomodaba sensualmente. Con cada roce los dos se estremecían por el placer que se provocaban mutuamente al sentirse de esta manera.

Las miradas entre si cruzaban con intensidad como queriendo devorarse con solo verse, sus miembros rozaron firmemente. Jadearon al unísono ante ese sensual roce, Ciel se retorcía sobre él mientras su lengua humedecía sutilmente su pecho, el demonio no podía hacer más que aferrar sus manos a las sabanas al no poder tocarlo. Así que decidió cambiar de posición, lentamente se sentaron en medio de la cama sin romper distancia buscaron la comodidad de masturbarse mutuamente, sus erecciones estaban erguidas y el líquido preseminal facilitaba que las manos traviesas del conde estimularan los dos miembros con delicia.

—Quiero tocar también... —Pedía el demonio con firmeza, mientras veía como Ciel parecía que se le dificultaba la estimulación pues sus manos resbalaban además de que eran pequeñas y no muy ágiles.

—Lo permitiré solo porque mis manos no alcanzan...

Dijo con fingido orgullo, el demonio esbozó complacido una sonrisa, juntando sus manos con las de su pequeño amo, casi entrelazadas comenzaron un frenético movimiento haciéndolos delirar a ambos. Sus miradas que parecían arder se cruzaron de vez en cuando porque tanto era la excitación que les hacía cerrar los ojos por momentos.

 

—Ahh... —Se escuchó a la pareja gemir entre si cuando sus miembros humedecidos parecían fusionarse en ese sensual movimiento. Sudorosos y sonrojados parecían llegar al clímax, en unos segundos con un fuerte gemido junto con el grotesco sonido de sus falos palpitantes salpicaban sus esencias con fuerza entre sus manos, rendidos cayeron recostados en la cama cada cual en su lado, en medio del silencio solo se oía sus respiraciones agitadas.

—Felicidades pequeño... Lograste tu objetivo...

—Siempre lo consigo... —Se le escuchó decir en medio de su estremecimiento de placer, con una sonrisa jactanciosa le devolvía la mirada.

—Eres hermoso... Nunca te lo había dicho... ¿Verdad? —Era el coqueto halago que Sebastian regalaba a su amo, mirándolo con devoción contenía sus ganas de acariciarlo pero al tener sus manos manchadas de una exquisita mezcla de eyaculaciones, se contuvo para no enojarlo.

—No con palabras... pero yo sé que lo piensas.

—Que modesto eres... —Le reprochó con falso resentimiento— ¿Crees que soy atractivo?

Ciel ante su inesperada pregunta se quedó pensando por unos segundos, al verlo semidesnudo, despeinado, sudoroso, mortalmente atractivo, tuvo una simple respuesta pero que quedaría en su mente pues no la diría, no podía revelar lo mucho que le atraía la belleza física de su demonio.

—Debes dormir... Hoy ha sido un día muy agotador. —Sugirió diligente Sebastian levantándose de la cama arreglaba sus ropas con prisa, era peligroso estar así cuando no podía tocarlo ni intentar algo más con él, era mejor alejarse antes de cometer alguna locura.

—Sebastian... —Le llamó el conde halándolo del brazo lo obligaba a recostarse de nuevo.

—Dígame... —Dijo galante el mayordomo sintiendo solo como respuesta que su amo se recostaba de forma tierna a su lado, refugiándose en sus brazos. Ambos en silencio se quedaron cuando sin notarlo en ese cálido abrazo Ciel se quedó dormido después de ese ajetreado día— Mi joven amo...

Susurró con un suspiro el mayordomo, aprovechando que dormía le dio un pequeño beso en los labios como sellando así este primer encuentro íntimo, el primero quizas de los muchos que vendrían.

Chapter 6: Complicidad

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Junto con los días que transcurrían las nada inocentes travesuras de amo y mayordomo aumentaban la intensidad en cada sensual encuentro, a escondidas en alguna de las habitaciones de la mansión mantenían bien su secreto. Aunque el orgulloso conde persistía en su deseo de preservar "inmaculada inocencia" en sus labios y trasero, esto se dificultaba cada vez más porque el libido en su cuerpo parecía desbordarse.

—Ngh... Sebastian... —Se le escuchaba decir en un gemido muy bajo al oído de su demonio que devoraba con delicia su cuello.

Sintiendo como en su cuerpo un calor por esa cercanía aumentaba, sonrojado cerró los ojos dejándose llevar por el placer que le brindaban esos labios y esas manos que lo acariciaban con firmeza su cálida piel, partes prohibidas de su cuerpo que solo su demonio tenía permitido tocar.

—Lizzy... Está en la... Otra habitación...

Eran sus murmullos llenos de excitación entre su respirar agitado, sentía como esa temor de ser descubiertos aumentaba el frenesí de su apasionado demonio, quien con sus manos desnudas acariciaba su entrepierna con fuerza haciéndolo tiritar de placer.

—Es su culpa joven amo... No debió decir la palabra clave...

—Idiota... Odio tus jueguitos, borra esa sonrisa pervertida...

Replicó disfrazando su satisfacción con molestia, una muy fingida porque recordaba como prácticamente fue llevado a esta habitación solo por pronunciar la palabra "gato" en la conversación inocente que tenía con su prometida minutos atrás.

—Se queja mucho pero lo veo disfrutar estos "jueguitos" ¿No? —Se  burlaba Sebastian sin borrar la sonrisa traviesa de sus labios, recordando también como su amo se prestó al juego porque con un tonto pretexto dejó a su prometida en la habitación contigua, esta ingenuamente lo seguía esperándolo—Quiero besarlo...

Pedía en un susurro seductor, su aliento rozaba su oído mientras sus dedos tocaban sus labios con vehemente deseo, anhelaba probarlos, descubrir el delicioso sabor de esos virginales labios pero lo que recibió como respuesta fue la mirada fulminante de su amo, quien se negó molesto a esa petición que muchas veces había rechazado.

—Bien, será cuando mi hermoso amo decida... Lo sé... —Dijo resignado Sebastian desviando la mirada y ya que no podía besar esa boquita gruñona al menos se emocionaba por tener el privilegio de saborear libremente esa exquisita piel— Creo que es un poco molesta su extraña timidez...

Murmuró con una irónica sonrisa cuando entre besos bajaba por su pecho para llegar a una parte de la anatomía de su amo que parecía necesitar atención urgente. Ciel pretendiendo ignorarlo volteaba la cara con un gesto altivo propio de él, sin embargo esa altivez desapareció en cuanto la húmeda lengua de su vengativo demonio comenzó a juguetear con su ombligo antes de llegar al objetivo principal.

Este accionar hizo que un sonoro gemido se le escapara pero de inmediato cubrió su boca al recordar  que su prima podría escucharlo, podía percibir la malicia con que esa lengua humedecía su ombligo, este  extraño pero ya habitual cosquilleo lo  estremecía, la excitación lo hacía tiritar, provocando que el mismo con afán empezara a desabrochar su pantalón porque simplemente no podía resistirlo más. Su miembro erecto necesitaba ser estimulado, cuando su pantalón resbalaba por sus delgadas piernas algo repentino calmó su ímpetu.

—¡Ciel...! —Era el fuerte llamado de la joven que se oía por el pasillo al buscarlo, los dos cómplices del placer cruzaron la mirada entre si.

—Déjala que siga buscando... Tú y yo tenemos un asunto por terminar...

En un casi inaudible murmullo decía el mayordomo sin dejar de mirar la puerta aunque tenía seguro, no podía evitar sentirse intrigado tal vez un poco deseoso por ser descubiertos.

—Sé que estás ahí... ¿Por qué te escondes? —Se escuchaba hablar a Lizzy tocando ansiosamente la puerta  donde estaban ellos.

Con un chasquido de lengua el mayordomo resignado se levantaba y acomodaba su traje, ya que esa niña terca parecía no querer irse causándole una gran molestia, tomando a su amo en brazos lo llevaba detrás del escritorio.

—Quédate aquí cariño... —Dijo con naturalidad el demonio mientras sonriendo lo escondía detrás del escritorio.

—¿Cariño? —Cuestionó entre sorprendido y avergonzado el conde ante tal palabra de afecto, lo peor de todo es que sonaba tan sincero de parte de su demonio.

Sin quererlo su mente un recuerdo le trajo porque de esa manera a veces sus padres se llamaban, suponía que era una palabra del lenguaje en una pareja. ¿Pareja?... Aún más sorprendido su mente se nubló, sin notar que Sebastian se había marchado y podía escucharlo abrir la puerta.

—Señorita Elizabeth, estaba revisando unos documentos muy importantes del joven amo...

—Lo siento Sebastian, es que estoy buscando a Ciel. ¿No estaba aquí contigo?

—Lo estaba hace unos minutos pero dijo que iba al baño... ¿Lo buscó en su habitación?

—Escuché ruidos aquí y pensé que aquí estaría. —Con recelo decía la joven mirando sospechosa el despacho.

—No está aquí... —Respondió seriamente— ¿No me cree? Me ofende su duda... Pero si quiere puede revisar y así comprobar que no está escondido.

Aclaró con un gesto de fingido resentimiento a la vez que le ofrecía entrar con un ademán de manos.

—Está bien, iré a buscarlo a su habitación. —Murmuró la joven con una sonrisa, pues no había motivo para sospechar de que Sebastian le mintiera.

—Termino mi asunto aquí y la acompaño a buscarlo, el joven amo puede ser muy travieso a veces.

—¿Tardarás? —Murmuró un poco extrañada al percibir un tono inusual en su voz, pero sacudiendo la cabeza apartaba cualquier mal pensamiento, solo era Sebastian siendo menos informal como siempre.

—No creo... Será muy rápido, unos segundos y termino.

Fue respuesta pensando en lo que haría después a su amo que estaba bajo el escritorio, seguramente estaba tan excitado y apunto de eyacular por la tensión del momento que solo con algo de estimulación lo haría correrse. Ciel que lo escuchaba fruncía el ceño pues el temor de sentirse descubierto lo había excitado y con su mano se estimulaba, faltándole poco para llegar al éxtasis. Junto a esto la palabra "cariño" retumbaba su mente, provocándolo aún más...

Internamente rogaba que ella se marchara, avergonzado se daba cuenta de la clase fe pervertido en que se estaba convirtiendo, masturbándose cuando su prometida estaba a unos pasos, solo escuchó la puerta cerrarse y los pasos presurosos de su mayordomo acercándose a él.

—Idiota... No juegues así conmigo... Casi me da un infarto el pensar que te tomara la palabra, viniera a buscarme y me viera así.

Murmuró conteniendo el deseo pero simplemente no podía engañar al demonio que recibía sus bofetadas de fingida molestia, percibiendo lo excitado que estaba su amo. Conocía tan bien sus gestos que no le sorprendía su rostro sudoroso y sonrojado, con su boca negando acercamiento, más sus ojos rogaban que lo tocaran, como lo había predicho, él estaba por eyacular.

—Su prometida si que se hubiera sorprendido de ver despierto asunto entre sus piernas. —Murmuraba lascivamente al oído, ese aliento cálido lo estremecía, sus miradas que parecían arder en fuego se cruzaban.

—Y si ella se hubiera emocionado y me ayudaba a terminar este asunto.

—¿Trata de darme celos? Que infantil es...

Cuestionó Sebastian con la mirada ardiendo en un demoniaco rojo carmesí, estaba molesto solo con la idea de compartir algo tan suyo como su amo, con tosquedad debajo del escritorio abría sus piernas, inmutándolo por completo,

—Ella no podría hacerte esto... —Advirtió con erotismo el demonio antes de devorar con su boca ese miembro que parecía vibrar por la brusquedad de su movimiento, Ciel trataba de resistirse, de regañarlo por su atrevimiento pero era tan placentero sentir esa lengua y colmillos rozar su erección humedecida, solo se dejó llevar cubriendo su boca trataba que sus gemidos no se escucharan.

Entre leves jadeos que se le escapaban cuando ya no pudo seguir cubriendo su boca porque el placer que su sirviente le regalaba era maravilloso, sonrojado halaba su cabello con poca o gran fuerza, como no sabiendo como desquitarse, confundido al igual que sus sentimientos, lo único cierto es que odiaba sentirse de esa manera.

—Venía de la biblioteca... —Era la explicación de Ciel cuando minutos después se encontró a su prometida en uno de los pasillos. Lo decía con tanta seriedad que nadie se imaginaría lo que en realidad acababa de hacer con su mayordomo, debajo de ese aparente inocente escritorio que tembló cuando con fuerza fue empujado al llegar éxtasis.

—Qué raro... Yo también te busqué ahí...

—Seguramente nos cruzamos...

—Te ves algo diferente... —Murmuraba confundida la niña al notar en la mirada de su primo un destello distinto.

—Estoy igual que siempre.

—¿Estás enamorado? No sé... Hay algo en tu mirada... —Cuestionó con extrañeza su prometida, casi sin pensarlo fue la primera idea que se le cruzó por la mente.

—No... ¿Por qué dices eso?

Respondió entre molesto y nervioso el conde, pues ese tipos de temas opacaban su firmeza, y ahora con más razón porque al escuchar esa insinuación la imagen de Sebastian fue la primera que pensó inconscientemente.

—¿No estás enamorado de mí? —Seguía deduciendo algo celosa la joven pero a la vez ilusionada, pues tal vez esperaba una confirmación de los sentimientos por parte de su frío y tímido prometido.

—No estoy enamorado de ti, ni de nadie...

—No tienes que enojarte tanto, solo es una conversación.

Musitó la joven al sentirse ofendida por esa respuesta, de inmediato se la veía salir de la mansión junto a su sirvienta para irse en su carruaje. El conde tampoco tenía la intención de detenerla, más importante era la confusión que sentía ahora, ¿Enamorado? ¿Enamorado de su idiota mayordomo? Es sensual, atractivo, agradable, gracioso y lo provocaba en extremo pero ¿Podría estar enamorado? Sacudiendo la cabeza trataba de negarlo entonces tropezó con alguien sin darse cuenta.

—¿Qué sucedió? ¿De qué me perdí? —Eran las preguntas de Sebastian cuando miraba a su amo con quien tropezó, su curiosidad era el por qué notó que su prometida se había marchado molesta.

—No me fastidies tú también.

Fue la respuesta que recibió el mayordomo mirando como el joven se alejaba en medio de refunfuños. Ese detalle lo hizo sonreír y sabía que era mejor dejarlo solo para que se calmara ya en la noche encontraría respuestas y tal vez mucho más.

—¿Sigue molesto? —Cuestionó el demonio un par de horas después entrando a la habitación de su amo que parecía leer un libro.

—No te interesa... —Respondió cerrando el libro mientras se cruzaba de brazos, insinuando que seguía molesto como sabiendo que esos berrinches solo provocaban más al demonio, quien con una mano escondida a su espalda parecía querer sorprender a su pequeño y malhumorado amo.

—Tal vez algo de pastel de chocolate te hará cambiar tu humor. —Decía sonriente mostrándole la sorpresa que le había traído, una porción de su postre favorito.

—Déjame solo... —Eran las palabras de Ciel torciendo la mirada aunque era notorio que quería comer ese pastel— Pero deja el pastel.

Ordenaba con ese orgullo que no engañaba a su mayordomo, quien con una sonrisa se le acercaba y se lo ofrecía, sin dudarlo el goloso conde lo comenzó a degustarlo todo a vista y paciencia del otro que no le apartaba la mirada, se deleitaba de verlo feliz.

—¿Te sientes mejor? —Cuestionó el demonio cuando su amo le entregaba el plato vacío, este parecía estar de mejor humor, satisfecho se sentaba al espaldar de la cama, señal de que quería al mayor junto a él.

—Tu mayordomo te hará sentir mejor entonces.

Susurró Sebastian sentándose a su lado y comenzaba a comer las mínimas migajas del pastel que su amo en su desespero por comer había regado en su camisa y en su rostro, Ciel comenzaba a deleitarse de ese otro "dulce" que le ofrecía su mayordomo, esos cálidos labios recorrer su piel lo estremecían.

—¿Qué te dijo ella para hacerte enojar así?

—Una estupidez... —Respondió Ciel desviando la mirada— No quiero hablar de eso...

Acertaba a decir sin mirarlo pero dejándose consentir.

—Dime... —Rogaba el seductor demonio, con sus caricias sabía que lo convencería.

—No...

Se negó su pequeño cómplice de travesuras sexuales, ante esta negativa el demonio le mordía el lóbulo de su oreja, punto débil del conde que jadeó preso del deseo ante este leve contacto.

—Insinúo que estaba enamorado... — Respondió para que ya no siguiera mordiéndolo o tal vez que lo hiciera más— Y no lo estoy...

—Su prometida es muy perspicaz, debe ser eso de la intuición femenina. —Susurró con algo de burla, ahora lo entendía su reacción— Aún así no le veo el motivo de enojarse por eso... Después de todo es mentira. ¿O no?

—Es una idiotez... Una completa  idiotez.

—Pero esa ridícula idiotez parece  atormentarlo... No debería sentirse  avergonzado si estás enamorado de mi...

Diciendo estas palabras sus manos se entrelazaban.

—Nadie se enamoraría de un idiota como tú. —Fue el refunfuño del joven que se negaba a una verdad que parecía que no podía seguir ocultando para si mismo.

—Compruébalo y bésame... Con un beso se puede saber si estás enamorado o no.

—No voy a besarte...

Se negaba Ciel con fingida molestia, pero en el fondo deseaba besarlo sabía que sus encuentros se intensificarían más si formaban vínculos más íntimos como el de sus labios, esta duda cautivaba al demonio que no le apartaba la mirada, ni permitía que él apartara, la suya. Entonces de repente vio con sorpresa como su amo cerraba los ojos y levantaba su boca, como el pico de un ave, era tan adorable que el demonio no evitó emitir una pequeña sonrisa.

—No te burles... —Le ordenaba el resentido y molesto conde que deshacía su intento de ser besado, ahora se sentía más ridículo que antes.

—No me burlo, esa sonrisa fue de nervios mezclada de alegría...

—Por burlarte, ahora tú cierras los ojos y has la boca como esperando un beso...

Era el extraño y algo tierno castigo del travieso conde, el otro sonrió y se prestaba a cumplir su petición que no le molestaba para nada.

—¿Venganza?

Murmuró el demonio cuando hizo exactamente lo que su querido amo le pidió. Sintió como el joven parecía sonreír, seguramente se veía ridículo pero no le importaba, callado sentía como este se le acercaba, su amo dejaría el orgullo a un lado y lo besaría, eso le emocionaba. Se sentía como una dormida damisela esperando el beso de su pequeño caballero y así fue; pues los cálidos y dulces labios de su amo comenzaron a rozar los suyos, un beso torpe e inexperto pero el más hermoso que el demonio había recibido en su miserable existencia, con una sonrisa llena de emoción se dejaba besar.

Chapter 7: Autocontrol

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*Pensamiento de Ciel*

Se siente tan bien rozar sus labios, es mucho más dulce que mi té favorito o que el postre más delicioso que mis labios hayan percibido, tiene sus ojos cerrados y parece emocionado pues se nota como se estremece a mi roce, es tan hermoso podría tenerlo así por siempre, esta sensación... Es cálida, siento que me quema con delicia, mis mejillas están sonrojadas, las siento arder, además mi corazón late acelerado pareciera que en cualquier momento saldrá saltando de mi pecho.

¿Estoy enamorado? ¿Era cierto esa estupidez de que con un beso podría entender mis sentimientos? ¿Amo a este demonio idiota? Hay tanto que es opuesto entre nosotros pero con este beso parece que esas diferencias simplemente desaparecen. Debo admitir que me siento algo incómodo al pensar que hago algo así en la cama que mis padres compartieron un día, ellos se amaron y supongo era normal que hicieran estas cosas pero...

Seguramente morirían de vergüenza si me vieran hacer esto, aquí en su lecho conyugal estoy tratando de seducir a un hombre que ni siquiera es humano, es un vil demonio. Sin embargo, es el vil demonio que cambió mi vida, llenando este vacío de mi alma... Si esto es amor, no debería sentirme culpable... ¿Verdad? Y estas tonterías pienso mientras lo estoy besando.

—¿Qué piensas?— Le escucho decir mientras su aliento se mezcla con el mío en esta cercanía, acentuando más el rubor en mis mejillas.

—No hables... —Refuto con fingido enojo porque más que orgullo es la vergüenza la que me agobia ahora.

—Lo siento.

Se disculpa el muy idiota sin abrir los ojos sigue sumiso dejándose cautivar por mis besos. A pesar de ser un beso torpe parece disfrutarlo, un demonio que debió recibir muchos besos aún más profundos y apasionados que este, seguramente dentro suyo se debe estar burlando por mi inexperiencia.

—Te ordeno que me enseñes a besar... Quiero besarte como lo hacen los amantes de verdad.

Mi voz con aparente firmeza sucumbe en el ambiente silencioso, debería saber que esta petición es tan inesperada para él como para mí, algo que surgió de mi deseo inconsciente, noto cómo su cara hace un gesto raro pero adorable al seguir con los ojos cerrados.

—¿En serio? ¿Eso quieres? —Me cuestiona un poco confundido, quedándome callado no doy una respuesta.

—No me hago responsable lo que un beso anhelado y lleno de deseo provocará después.

Es su advertencia entre desafiante y seductora, percibo su sonrisa irónica en esos labios que deseo tanto besar. No quedándome atrás también me presto a advertirle, es tan molesto el hecho que quiera subestimarme.

—Claro que no caeré en eso... Hoy solo practicáremos besos... Puedo autocontrolarme... No soy idiota.

Diciendo aquello, concedo el permiso de que sus labios se posen en los míos de nuevo, de inmediato siento como ese roce empieza a cobrar fuerza, me atrae a su cuerpo con firmeza pero a la vez en una extraña delicadeza. Abre sus ojos y su mirada parece destellar un poco en fulgor carmesí tenue, así ese beso anhelado se torna más pasional, su lengua se ha colado en mi virginal boca para mi deleite, debería ser un accionar asqueroso pero es embriagante, hermoso. Mi lengua se enreda a la suya en un sensual juego húmedo mientras entre jadeos trato de acoplarme a su ritmo.

Me costó un poco pero hemos logrado acoplarnos, yo disfruto de su beso y sé que el también lo hace por la forma en que me mira, un beso que sin darme cuenta me estaba haciendo perder el control del que tan orgulloso me jactaba antes. En mi perspectiva parece que solo han pasado unos segundos pero ahora al sentirme desnudo, sudoroso y con Sebastian sobre mí gruñendo de placer mientras siento como algo cálido llena mi interior, me hace volver a la realidad y me pregunto inmerso en este calor un "¿Qué hice?

*Fin del pensamiento de Ciel*

 

*Pensamiento de Sebastian*

Este beso es tan torpe pero a la vez tan dulce, está lleno de inocencia y pureza, puede percibir su alma vibrar con cada roce que me regala, quisiera abrir los ojos y poder ver su expresión. Puedo imaginarlo con su rostro sonrojado y su mirada llena de vergüenza, es tan hermosamente tímido... Que privilegio para este demonio ser el primero en que sus labios prueben el sabor de un beso, quisiera corresponderle pero sé que se enojaría si lo hago.

Me doy cuenta de lo tonto que fui con mi pretencioso juego de palabras, porque esas palabras juegan en mi contra ahora mismo... ¿Con un beso se podía descubrir si se estaba enamorado? Ciertamente lo que dije en juego, se confirma dentro de mi ser, esta calidez que nunca nadie había provocado antes parece ser... Amor.

Sublime sentimiento que debería ser negado a un vil demonio como yo, un regalo para los que de supuesta alma pura se vanaglorian de tenerlo, el cielo debería estar cayendo ahora, los ángeles deberían venir a rescatar a esta alma que sucumbió en mis encantos, bella criatura humana que me ha enamorado, de tantos humanos que conocí y me intrigaron, ¿Por qué este niño? Este mocoso caprichoso y orgulloso fue capaz de humillarme al hacer florecer este sentimiento en mi. Con un beso torpe me ha callado para siempre puedo percibir que está dudando al titubear un poco.

—¿Qué piensas? —Cuestiono sin abrir los ojos sentir nuestros alientos al mezclarse solo me hace sentirme más cautivado.

—No hables... —Me advierte muy altivo, cuando estoy seguro que la vergüenza lo debe estar agobiando.

—Lo siento.

Susurro sumiso dejando que continúe con su tierna labor, mis brazos quieren tomarlo para apegar más nuestros cuerpos pero prefiero mantener la calma y no arruinar el momento. Me pregunto qué pasará por su mente ahora mismo. ¿Estará batallando igual que yo? Puedo sentir que se contiene.

—Te obligo que me enseñes a besar... Quiero besarte como lo hacen los amantes de verdad

Advierte repentinamente, me sorprende mucho esa petición porque no creí que pediría algo así, sin embargo escuchar su orden no me molesta para nada.

—¿En serio? ¿Eso quieres? —Pregunto entre emocionado y confundido, puede ser bien una trampa de su parte, pero al quedarse callado sé que es una sincera a la vez atrevida petición de su parte. No esperaba menos del joven amo, siempre quiere más.

—No me hago responsable lo que un beso anhelado y lleno de deseo provocará después. —Advierto de forma provocativa, sé que solo un beso apasionado bastara para que nuestros cuerpos se enreden al placer que anhelamos poseer.

Claro que no caeré en eso... Hoy solo practicáremos besos, puedo autocontrolarme... No soy idiota.

Le escucho decir antes de sentir como se estremece ante el roce firme de mis labios en los suyos, mis brazos lo atraen a mi cuerpo con firmeza ya no puedo soportar más el no poder verlo. Al abrir los ojos contemplo la más hermosa imagen que quedará grabada en mi memoria, su bello rostro sonrojado y su mirada llena de vergüenza, gesto que solo me provoca enpezando a besarlo de la forma en que me lo ha pedido y que yo quiero.

Con timidez él trata de acoplarse a mi ritmo, mientras yo me deleito con su boca y lengua que tienen ese tenue sabor a té dulce, el joven amo aprende rápido así poco a poco va acoplándose   motivándome más. Como en un trance sin darme cuenta los minutos han transcurrido, siento como un calor intenso recorre mi cuerpo entero, estremecido lleno su interior con mi eyaculación, mientras él en medio de sus gemidos parece disfrutarlo.

*Fin del pensamiento de Sebastian*.

Ese primer beso tomaba más fuerza con el pasar de los segundos, el conde que antes se jactaba de mantener el autocontrol de su cuerpo para no sucumbir ante el encanto de su pasional demonio ahora estaba un poco molesto consigo mismo porque  nunca imaginó lo difícil que sería mantener esas palabras.

Las emociones, nuevas sensaciones y los sentimientos le estaban haciendo una mala pasada, ese beso encendía el fuego en su cuerpo que ya había sido parte del deleite del otro que no dejaba de acariciarlo en medio de esos besos que aumentaban su intensidad. Le embargaba tanto el calor que la ropa empezó a estorbarle, intuyendo su incomodidad el audaz demonio sin pensarlo dos veces lo despojaba de sus prendas.

Recostándolo semidesnudo en la cama se le colocaba encima, Ciel miraba con algo de molestia a su amante, pues era el culpable de esta supuesta humillación, ahora se sentía un poco idiota por jactarse de algo que no tenía la seguridad de cumplir, el autocontrol se fue al demonio, de alguna forma. Sin embargo a Sebastian no le importaba aquello, en este momento no tenía ni ánimo de burlarse, solo quería poseerlo, pues sus propias ansias no podía controlar tampoco, notando su gesto el conde se relajó seguiendo en su erótica sesión de besos y caricias atrevidas. Pero pensaba que era injusto que su demonio todavía no se desvistiera cuando a él le gustaba ver su cuerpo, aunque no lo dijera directamente.

—Quítate la ropa. —Ordenó excitado Ciel que solo mantenía su ropa interior, el mayordomo obediente hizo caso sin refutar y con prisa mandaba a volar sus prendas de vestir, incluida su ropa interior.

El joven pasó saliva pues notó la evidente erección de su varonil demonio, bajándose sus prendas quedaba igual de desnudo, ambos unieron sus labios en un libidinoso beso que aumentaba el calor de sus cuerpos, que rozaban con firmeza.

—¿Dolerá? —Cuestionó el joven porque a pesar de su excitación se tensó un poco al escuchar la petición susurrada de su demonio, quien le rogó que le permitiera introducir su erección en su pequeño pero dilatado ano.

—Un poco... —Respondió Sebastian mientras lo masturbaba para que  dejara la tensión a un lado, entre gemidos el conde trataba de no pensar demasiado en el dolor pero le era imposible, calculaba la voluptuosidad del miembro viril de su demonio y su pequeño "agujero" donde pretendía meterlo, por mucho que pensara no veía la posibilidad que le entrara sin destrozarlo.

—Va a entrar, no te preocupes...

Insinuó el perverso demonio como intuyendo la silenciosa preocupación de su amo, que esa noche perdería su virginidad. Sebastian apartándose un poco llegaba a sus partes bajas, como buen mayordomo debía procurar el bienestar de su amo así que lo prepararía. Con su lengua rozando su ano se prestaba a prepararlo lo que menos quería era provocar un trauma en su primer encuentro sexual, trataría que fuera lo menos doloroso posible.

Así con su lengua humedecida dentro de su ardiente cavidad anal trataba de lubricarlo lo más posible, mientras tanto Ciel solo con esa lengua embistiéndolo lo hacia llegar al éxtasis, sin darse cuenta salpicó algo de eyaculación molestando un poco a su demonio que estaba conteniéndose por su bien.

Aprovechando que Ciel se retorcía de placer por ese pequeño orgasmo experimentado, cambió de posición sentándose entre sus piernas rozaba su erecto miembro contra el trasero del joven que se estremecía todavía, hizo unos leves movimientos de roce sin llegar a penetrarlo.

Ciel gemía en alto con tan solo la punta de esa erección rozando su entrada, un poco más adentro dedicó su mirada llorosa a su demonio.

—Seré cuidadoso... Lo prometo...

Decía entre jadeos el demonio sintiendo como esa cálida cavidad atrapaba su miembro deliciosamente, no podía imaginarse como se sentiría al introducirlo todo, manteniendo la calma lentamente lo llenaba para delirio de ambos. El joven entre lágrimas sentía como corrompían su interior con calidez y dureza, dolía pero a la vez le complacía.

Sonrojado, sudoroso trataba de esconder su rostro pues no quería que Sebastian viera sus lágrimas, la evidencia de la poca inocencia que le era quitada.

—¿Estás bien? —Cuestionó el demonio cuando su miembro estaba casi todo adentro, sin moverse sentía su rostro también sonrojado.

Empezó a moverse dentro suyo muy despacio, viendo como Ciel en un instante gimió fuerte, más de placer que de dolor supo que había tocado un punto sensible.

—Sigue tocando ahí. —Rogaba delirante el conde, sin entender lo que pasaba en su cuerpo solo lo sentía, Sebastian tocaba algo que le hacía vibrar en su ser entero y queriendo más para así aliviar un poco el dolor de esta primera vez.

El demonio con un movimiento suave se movía dentro de su hermoso amo que gemía entre sus brazos mientras trataba de besar esa boca que emitía tan deliciosos sonidos. Jadeante Ciel parecía irse olvidando del dolor y dándole mayor prioridad al placer, pues un suave movimiento ya no parecía satisfacerlo.

Sebastian supuso que algo así pasaría, explicándole brevemente le pedía permiso de salir y entrar de su interior para así golpear con fuerza ese punto que le hacía delirar. Y así lo hicieron con estocadas profundas y con mayor fuerza lo embestía con delicia, los amantes que se refugiaban en medio de acalorados besos y abrazos para seguir en su amorosa labor.

Abriendo más sus piernas, el demonio sentía que ya no podía contenerse más y con certeza daba unas muy profundas embestidas, en una última gruñó con fuerza dejando salir toda su eyaculación contenida, lo llenaba.
Mientras tanto Ciel que solo segundos atrás había eyaculado una vez más se retorcía y aferraba a las sabanas, pero al sentir ese líquido recorrer cálidamente su interior y ver ese gesto de satisfacción nunca antes visto en su demonio entraba en razón cuestionándose si era correcto lo que había hecho.

Chapter 8: Remordimientos

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El conde se mostraba muy confundido a la vez avergonzado, molesto pero complacido porque sentía en todo su ser recorrer esa ola placentera que cálida lo estremecía haciéndolo delirar muy bajo. Su ser parecía encenderse de una una manera diferente al darse cuenta en como había caído en las garras de su seductor demonio por un simple beso.

Aquello le hería profundamente el orgullo porque solo minutos atrás había sentenciado por su propia boca que no perdería el autocontrol, el verse ahora todo acalorado, lleno de fluidos tanto fuera y dentro de su cuerpo lo hacían enojarse pero más que con Sebastian era consigo mismo. El demonio en cambio ni siquiera había notado la confusión de su amo porque estaba muy concentrado sobre él llenándolo de mimos y besos, estando como en un trance, de un sueño del que no quería despertar.

—¡Sebastian!

Le llamó en voz alta con molestia pues su actitud tan cariñosa solo aumentaba su ahora confusión. El otro al escucharlo lo ignoraba para no acabar con la magia del momento, pero de repente sintió como las bellas y delicadas manos de su pequeño amo tiraban de su cabello con fuerza apartándolo bruscamente así sus labios de su piel sudorosa que besaba.

—¿Qué? —Reprendió molesto al sentir como lo empujaba teniendo aún en su trasero el miembro humedecido.

Ahora más avergonzado que enojado Ciel en un sutil murmullo le ordenaba que lo quitara. El encaprichado demonio sin intención de obedecerlo esbozaba una traviesa sonrisa.

—Es de buena suerte estar así con un demonio. ¿No lo sabías? —Decía tratando de seguir cariñoso para quitarle el malhumor.

Ciel algo incrédulo dudaba de esa extraña novedad, casi al instante entró en razón, aún si eso fuera cierto ¿Acaso necesitaba algún tipo de suerte si tenía a Sebastian a su lado?

—Déjate de tonterías... Y sácalo de una vez... —Replicó el joven que de su rostro no se borraba el rubor junto al extraño brillo en la mirada, detalles que provocaban el embelesamiento del demonio que parecía rendido a su encanto.

—Se supone que los humanos se ponen de buen humor después de hacer algo así...

Eran las resignadas palabras de Sebastian, al sentir que sus muestras de sincero afecto no cambiaban el humor de su gruñón amo, al contrario parecía enojarlo aún más pues este lo empujaba. Sin otra opción, en medio de un pequeño jadeo de ambos se separaron de tal sublime unión que sus cuerpos habían formado.

—¡No quiero verte...! —Era el grito del conde preso de la vergüenza al sentir como de su interior los restos de la eyaculación de su demonio mojaban la cama. Sebastian rehuyendo de su mirada asesina se levantaba de prisa para buscar algo con qué limpiarlo.

—¿Por qué estás tan enojado?

Cuestionó el demonio tratando de ser comprensivo cuando desnudo se le acercaba con un paño para limpiarlo, el joven avergonzado se ocultó bajo las sabanas pues sentía como en su cuerpo se formaba un extraño calor al pensar en el roce indiscreto de las manos de Sebastian en sus partes "sucias", solo imaginarlo lo excitaba y no quería caer de nuevo ante él en esa misma noche.

—¡Solo lárgate...!

—Me siento utilizado, me usa para darle placer y luego me bota como un pedazo de basura... —Dijo burlón el mayordomo sentándose a su lado como un último intento de calmar a su querido y malhumorado humano.

Armándose de valor trataba de ponerse en su lugar, si era un niño entrando a la adolescencia que había tenido sexo ardiente con alguien mayor y de diferente naturaleza, era comprensible que estuviera un poco confundido, además sin contar su carácter tímido y a la vez orgulloso.

—Eres insorpotable

Murmuró asomando entre las sabanas su bello rostro sonrojado y confundido pues no entendía por qué su demonio decía eso de sentirse utilizado ¿No era lo contrario?

—Solo falta que me tire dinero a la cara y diga que me vaya.

—¿De qué hablas? —Dijo sin entender mirando con extrañeza su burlona sonrisa.

—Me siento prostituido por mi amo... Aunque fue mi amo quién abusó de mi ¿Cómo debería sentirme?

—Yo no he abusado de ti... —Murmuró Ciel con algo de ingenuidad sintiendo como su demonio se acercaba— Soy un idiota, ni siquiera debería estar respondiendo a tus tonterías.

—¿Piensa dormirse todo sucio...?

Preguntó con poca paciencia, pues lo único que aspiraba después de esa hermosa entrega era dormir junto a su amo, eso, o seguir experimentando esas sensaciones que nunca había sentido en un encuentro sexual.

—¡Si es lo que quiero... Lo haré...! — Gritó Ciel lanzando una bofetada al demonio que rozaba sus labios con los suyos, este golpe colmó su paciencia haciendo que su mirada brillara en un carmesí intenso.

—Que amante tan infantil me vine a buscar. —Dijo en un refunfuño al levantarse de la cama buscando de inmediato su ropa.

—¿Infantil? —Murmuró entre molesto y nervioso, no sabía si detener a Sebastian al verlo tan enojado pero hacerlo sería un golpe a su orgullo.

—Eso es lo que eres. Lo disfrutaste hasta los gritos y ahora te comportas como un idiota.

—Soy tu amo todavía... No deberías hablarme así.

Era su regaño ante esas fuertes palabras nunca antes oídas por parte de su demonio, menos ahora le pediría que se quedara, Sebastian con prisa medio se vestía y se prestaba a marcharse, no sin antes aclarar algo al final.

—Debería empezar a comportarse como el adulto que tanto pretende ser... Buenas noches.

Saliendo de la habitación azotaba con fuerza la puerta, Ciel asombrado al verlo marcharse así pensaba en que nunca había visto a Sebastian tan enojado con él, sintió como el coraje de antes se transformó en tristeza susurrando su nombre.

No quería admitirlo pero tal vez Sebastian tenía razón, fue una entrega que ambos disfrutaron pero en lugar de aceptarlo, lo tomó con una actitud infantil, ahora pensaba que si tal vez hubiera tomado otra actitud en este momento en lugar de sentirse mal podría estar siendo consentido por su atractivo demonio, dormido en sus brazos fuertes y pecho cálido. En medio de un suspiro se levantaba al sentir la fuerte necesidad de ir al baño, sus piernas temblar apenas sus pies tocaron el suelo y en cada paso su cadera parecía doler un poco, suponía que era un dolor normal después de lo que hizo, a pesar de ello con paso firme pero algo molesto llegó al baño.

—¿Qué haces? —Cuestionó sorprendido el joven saliendo del baño al ver a su demonio ya vestido como siempre arreglando la cama donde habían estado juntos minutos atrás.

—No podía dejar que duermas todo sucio... ¿Dónde quedaría mi estética de mayordomo? —Respondió malhumorado el demonio pero eso obviamente tenía otras intenciones, él no quería pasar el resto de esa maravillosa noche molesto con su hermoso amo.

—¿Solo lo haces por eso...?

—Si dijera otra cosa seguramente te enojarías... ¿Verdad? —Con un aire de resentimiento el demonio decía, desviando la mirada los dos se quedaron en silencio. —No pensaba terminar esta noche así...

—¿Esta fue nuestra primera pelea...?

Murmuró con una sonrisa el conde, al darse cuenta de ese detalle, muchas veces habían discutido pero jamás de esa manera, parecían una pareja de verdad.

—Después de nuestra primera vez juntos... —Susurró con una sonrisa el demonio sentándose en la cama mientras Ciel a paso torpe caminaba con prisa parándose frente a él, parecía querer decir algo pero se notaba como le costaba abrir la boca.

—¡Eres un idiota...! —Le gritó mientras en sus mejillas se formaba un fuerte sonrojo y su mirada parecía iluminarse dándole un semblante muy tierno, una forma muy peculiar de disculparse.

—Eres un mocoso. —Dijo el demonio con una sonrisa aceptando esa disculpa tan extraña.

La pareja se miró fijamente, no dudando ni un segundo más unieron sus labios en un profundo beso lleno de pasión mientras sus cuerpos se recostaban en la cama de nuevo.

—Hiciste mal en poner sabanas limpias... Volveremos a ensuciarlas.

Eran las insinuantes palabras de Ciel al oído de su demonio después de ese apasionado beso, un nuevo inicio para esa noche que sería larga para los dos. A la mañana siguiente el conde recibió la visita de su prometida quien regresó a disculparse por su actitud del día anterior, pero solo recibió la noticia de que este estaba en cama un poco indispuesto y no podría recibirla.

—Pobre Ciel... Entonces vendré a verlo mañana. —Dijo la joven al mayordomo después de que al final entendió que no podía atenderla.

—Pobre Ciel... Hoy no podrá moverse.

Murmuró el demonio con una pícara sonrisa pues algo de verdad había en su justificación, porque después de su excitante noche juntos el orgulloso conde Phantomhive no podía ni caminar por el fuerte dolor en sus pequeñas caderas.

—¿Suerte?... ¿Esto es suerte? —En un susurro dijo Ciel mientras se masajeaba las caderas.

Sin embargo, no se arrepentía del placer experimentado y solo deseaba recuperarse pronto para seguir probando de esa "suerte" que el demonio le regaló con tanta fuerza y profundidad, una perversa sonrisa se dibujaba en sus labios ante tal perverso pensamiento.

Chapter 9: Necesidad

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Transcurrieron unas semanas en que los apasionados encuentros de los amantes solo les ayudaba a complementarse mejor cada día y cada noche, ambos parecían volverse adictos de la delicia mutua de sus cuerpo. Además sentían que al no tenerse cerca les provocaba una extraña soledad aunque ninguno lo admitiría abiertamente, algo que le era aún más díficil al conde que en ocasiones solo pedir un beso o una caricia a su demonio para saciar las ansias de su ser, le costaba mucho.

No quería verse necesitado ni vulnerable ante los ojos de su atractivo y varonil mayordomo, quién últimamente daba la iniciativa en la relación, algo que parecía comenzar a molestarle un poco, a pesar de  conocer a su amo, lo frío y distante que era a veces. Confundido, no comprendía su actitud de los últimos días, cuando parecía que su relación se fortalecía él simplemente de repente se volvía algo indiferente.

No entendía sus motivos aunque era algo evidente, pero la inexperiencia en Sebastian en estos asuntos no lo hacian notar que era solo su amo confundido por sus sentimientos, era un demonio que ciertamente no conocía las emociones humanas, y mucho menos las de un adolescente.

—¿Te sientes bien? —Cuestionó Sebastian con una sonrisa al ver a su amo desanimado en el escritorio de su despacho revisando unos papeles.

—¿Por qué preguntas?

Dijo en respuesta sin levantar la mirada de esos papeles, sentía su corazón latir con fuerza por la sola presencia de su mayordomo, su preocupación le era reconfortante pero con indiferencia disimulaba lo que provocaba en su ser, las ansias de tirar esos papeles al suelo y pedirle a su demonio que lo haga suyo ahí mismo, sin embargo su orgullo se lo impedía. El demonio notando su indiferencia con un triste suspiro sentía como su corazón enamorado empezaba a sentirse una especie de molestia o estorbo para su joven amo.

—Por nada... Solo pareces molesto.

—Es que tengo mucho trabajo acumulado. —Sin dar mucha importancia respondía.

—Será por que nos tomamos muchos tiempos de descanso. ¿No?

—Ni me lo digas... —Murmuró al escuchar tal innegable y vergonzosa verdad dicha por su demonio con una pícara sonrisa. Algo sonrojado lo veía acercarse con el afán de provocarlo pero con una seña de mano le ordenó detener su andar.

—¿Esto te molesta?

—¿Qué cosa?

—El estar juntos... ¿Te molesta?

Fue su pregunta en tono de reproche, era algo que quería aclarar de una vez. A lo que el joven con molestia lo miraba sin saber que responder.

—No preguntes tonterías...

—Lamento haberte interrumpido. —Solo acertó a decir callando la molestia que reprimía en realidad, con una mirada llena de tristeza mientras solo salía del despacho.

—Tú no lo entenderías...

Susurró para sí mismo el conde una vez que se quedó solo, esa leve discusión y ver esa mirada en su demonio le dolía también, estaba convencido de que estaba enamorado perdidamente, pero le avergonzaba el admitirlo. Sin embargo, esta sensación de dependencia lo lastimaba, nunca antes había sentido el necesitar a alguien de esta manera mucho menos imaginó sentirlo con el demonio con quien tenía un mortal contrato.

Se sentía confundido y esta confusión le causaba pesar, porque lo que más anhelaba era estar a su lado y ahora había conseguido lo contrario. Llegó la noche y después de pasar unas horas de palpable indiferencia, Ciel en su habitación con la pijama puesta se prestaba a dormir.

—Buenas noches... —Advertía seriamente Sebastian antes de marcharse al terminar de prepararlo.

Sabía que esa noche como las dos anteriores no dormiría con él, así que no rogaría tampoco el quedarse, cada cual dormiría en su cama, Ciel desviaba la mirada evitando que sus labios pronunciaran un "quédate a mi lado" lo que solucionaría la brecha que marcaba por ahora en su relación. Mas el joven siendo sobrellevado por su orgullo sin decir nada se acomodaba en la cama, el demonio con pesar se marchaba, su propio orgullo también le dictaba retirarse para no mendigar algo de afecto.

—Sebastian...

Fue el nombre que los labios del joven  pronunciaron cuando exaltado en medio de su sueño despertó en la oscura madrugada, sentía el sudor correr por su frente, bajando una mano a su ropa interior sentía como estaba algo humedecida junto a una erección que podía palparse, no era para menos pues ese sueño erótico en que su demonio lo embestía con fuerza en la bañera alteró su cuerpo en la realidad.

Avergonzado trataría de solucionarlo por su cuenta, colando ambas manos dentro de su ropa interior comenzó a estimularse sintiendo como cada roce provocaba una sensación placentera, calmando así su lascivo cuerpo poco a poco, pero no podía evitar pensar que sería mejor si Sebastian con su boca lo ayudara, vago pensamiento que persistía haciendo que se excitara aún más agilitando su labor.

—Puedo solo, no lo necesito...

Entre pequeños jadeos murmuró mientras su mano agilitaba su movimiento, a la vez con su otra mano pellizcaba sus pezones endurecidos y tan sensibles para así complacerse mejor. Aunque le doliera admitirlo le hacía falta su sensual demonio, quien con un solo beso en el momento propicio bastaba a veces para que lo hiciera eyacular mientras su mano lo estimulaba, así era su intensidad, su experiencia en el arte de amar en la cama... Aún así se negaba a llamarlo persistiendo en la idea de seguir solo su "trabajo".

Leves jadeos inundaron la habitación cuando estaba a punto de correrse, bajando su ropa interior dejaba su trasero desnudo al roce de las sabanas que lo acariciaban, en un leve gemido sentía el éxtasis que su masturbación provocaba, con su eyaculación escurriéndose entre sus dedos solo acertó a acariciar su ano de inmediato. En su arrebato, sin dudarlo un dedo en su interior lo introdujo para provocarse placer, abriendo sus piernas sentía su erección levantarse nuevamente al movimiento de ese travieso dedo suyo, pero uno ya no le bastaba.

Con el pasar de los segundos, dos dedos hacían vibrar su ardiente interior, aunque era placentero por muy profundo que los introdujera no era lo mismo, sabía que no llegaría al punto donde Sebastian tocaba para sumergirlo en ese abismo de placer extremo al que era un poco adicto. Colocándose en cuatro, con su rostro pegado a la almohada trataba de embestirse lo mejor posible, con su otra mano se masturbaba lo más rápido que podía, quería llegar al orgasmo sin ayuda de "él"

Sin embargo le resultaba muy difícil, ya que eran dos labores simúltaneas de las cuales no podía concentrarse del todo pues pensar en el semblante triste de Sebastian, en ese momento se detuvo, aún excitado sabía que el orgullo debía tragarse si quería verdadero placer.

—Te necesito... Sebastian...

Susurró con algo de vergüenza, pues así admitía la verdad innegable que trataba de ocultar, no solo lo necesitaba en el ámbito sexual sino en todas las formas posibles, pero por ahora le haría entender que la intimidad no era igual sin él a su lado para disfrutarla. La puerta retumbó, a la vez que se abrió, se cerró y una sombra se acercaba a la cama.

—¿Estabas escuchando? —Cuestionó Ciel quien sentía como su amante sin titubeo alguno estaba ya en la cama.

—Desde el comienzo...

Fue su respuesta mientras rozaba su miembro erecto al ya preparado ano de su pequeño y sonrojado amante, quien sentía la fuerte necesidad de ser embestido de una vez pues el latir incesante de sus paredes anales clamaban por atención,

—Eyaculé a la vez contigo allá afuera... —Con un tono erótico el demonio susurraba mientras que introducía de a poco su miembro en ese cálida y humedecida entrada que tanto había extrañado

En medio de gemidos y jadeos a causa del placer provocado el conde solo susurró "Perro malo", sentía como toda ese exquisito miembro erguido entraba con facilidad hasta lo más profundo de su ser. Sebastian abrazándolo por la espalda hacia que su rostro se acercara al suyo, así sus respiraciones agitadas se mezclarían en esa cercanía, haciendo que se calentara más.

—Te necesito también... Mi vida sin ti no es posible... —Susurró el demonio a su oído, Ciel al escuchar esa declaración se sentía feliz y a la vez aliviado porque así se sentía.

Aunque no lo dijera era algo reconfortante que su demonio lo dedujera, pues así era, robando un beso a su lascivo demonio confirmaba su sentir continuando así su exhaustiva noche de reconciliación. Casi sin aliento, después de una agotadora faena de placer ambos se abrazarom entre las sabanas sucias y desarregladas, era su manera de calmar la alteración de sus cuerpos, estremecidos por el éxtasis se consentían mutuamente.

—¿Sabes por qué no debes avergonzarte por sentir que me necesitas?

—¿Por qué?

—Porque yo te necesito más que tú a mi...

Fue la respuesta sincera del demonio, a quien parecía no importarle exponer sus sentimientos de amor y dependencia de manera tan directa.

—Que cursi eres al decir tales cosas, deberías avergonzarte.

—Soy un sin vergüenza así que no me importa... —Refutaba con una sonrisa Sebastian, notando aún más acentuado el sonrojo en sus mejillas ante su repentina declaración.

—Si lo sé...

—Cuando quieras algo de mí, un beso, una palabra, una mirada... Solo pídelo... Soy todo tuyo.

—¡Ya cállate!

Le ordenaba con fingida molestia al sentir su emocionado abrazo y sus cariñosos besos repartidos en toda su rojo rostro, trataba de apartarse pero era imposible no dejarse llevar. Después de todo, por estas actitudes es que amaba a su demonio, una sonrisa se dibujó en sus labios al darse cuenta de la estupidez con que ambos estaban experimentando por primera vez el amor.

Chapter 10: Dolencia

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Era muy temprano en un nuevo día en la mansión Phantomhive, en la habitación del conde se podía percibir  el sutil movimiento de las sabanas que cubrían la cama. Ciel despertando de reojo notaba como su ahora amante recostado a su lado parecía dormir plácidamente mientras uno de sus brazos le rodeaba cariñoso, embelesado no dejaba de mirar su bello rostro dormido pues era rara la ocasión que podía verlo de esta manera ya que generalmente era el atractivo demonio quien lo despertaba siempre primero.

Su mano quitaba los mechones de ese cabello negro de su rostro para poderlo contemplar mejor, rozar la suavidad de su piel era fascinante así con devoción lo acariciaba aun cuando ya no había mechones que quitar. Odiaba sentirse de esta manera pero se odiaría más si no lo hiciera, ya no podía solo permitir a sus manos este contacto así que su rostro levemente sonrojado fue acercándolo al otro que seguía dormido. Primero sus narices rozaron de forma cariñosa, pronto sus labios no resistieron empezando a rozar sus mejillas, haciendo un camino de sutiles besos se acercaba con lentitud a su boca que permanecía un poquito abierta.

—¿Qué es esa patética forma de dormir? —Susurró sobre sus labios con fingida molestia porque nada le gustaba más que sentir la calidez de sus alientos entremezclarse entre sí.

Entonces interrumpiendo tan tierno saludo matutino una pequeña risa se escapó del mayordomo al escuchar la falsa molestia de su pequeño amo, quien a pesar de todo no dejaba de besarlo sutilmente sus burlones labios.

—Ya sabía que estabas despierto... Lo estaba haciendo a propósito.

—Buenos días. —Fue el cariñoso saludo del demonio mientras abría los ojos, Ciel apegándose a él parecía dar la iniciativa, pues sin palabras con un profundo beso daba sus "buenos días". Hace una semana que se mostraba más cariñoso sin timidez alguna, Sebastian más que gustoso recibía ese amoroso saludo, un beso que les quitara el aliento era la mejor forma de empezar el día.

Al separarse, el demonio con una sonrisa acariciaba el hermoso rostro de su joven amo que parecía tratar de recuperar el aliento.

—Hoy estás de mejor humor que anoche... —Comentó el demonio al  recordar cómo la noche anterior su amo algo irritable impidió que llegaran a tener intimidad, una situación que pudieron solucionar con una charla sincera, por ello al final terminaron durmiendo juntos sin pelearse.

—Te dije que anoche no me sentía bien ¿No?

—¿Y ya no te duele? —Cuestionó algo preocupado Sebastian haciendo que su pequeño amante sonrojado lo mirara.

—Un poco... —Murmuró entre dientes, notándose lo incómodo que le era hablar del tema. Pues no era fácil para nadie por mucha confianza que se tuviesen, el admitir que su ano estaba un poco lastimado por la actividad inusual que tenían

—Lo siento... Creo que debería controlarme más.

—No es para tanto. —Dijo en voz baja Ciel sin dar mucha importancia al tema, y con un pequeño beso calmaba a su mayordomo pues se notaba su pesar, por un mal que ciertamente era responsabilidad de ambos al no saberse controlar estando juntos.

—Deja que te revise y ponerte esta pomada, te hará bien como anoche. ¿Por qué si te hizo bien? —Cuestionó el mayor sentándose en la cama, tomando un pequeño pomo pretendía calmar su malestar, Ciel trayendo a su mente el vergonzoso momento de horas atrás cuando Sebastian rozó sutilmente su dedo con esa cosa viscosa en su ano, se tensó un poco.

—No de nuevo, es muy vergonzoso. — Advirtió lleno de vergüenza, actitud extraña que hizo sonreir al demonio.

—Eres tan gracioso... Te hago cosas peores por ahí que el roce de un dedo.

Murmuró entre burla, ternura y algo de picardía para calmar un poco la tensión de su pequeño pero nada inocente amo.

—¡Solo cállate! —Gritó aún más  avergonzado al notar su gesto aunque de alguna forma era cierto. Aunque debía admitir que no entendía el motivo de su vergüenza, que Sebastian curara esa parte de su anatomía no era nada extraño ya que este la conocía mejor que nadie.

Quizas no era vergüenza porque tocara allí sino vergüenza por la excitación que le provocaba la situación y que no podía disimular, de alguna forma no quería parecer un enfermo sexual, excitarse de esa manera aún cuando su ano bastante irritado le provocaba dolor. Estaba tan perdido en sus pensamientos que no sintió que su demonio lo sometía en la cama con un brusco movimiento, dejándolo boca abajo. Trató de resistirse pero al saber que le era imposible su lucha solo escondió su rostro en la almohada para sentir enseguida como el otro bajaba su ropa interior, más avergonzado se sonrojó al notar que este abría con cuidado su trasero para revisarle.

—¡Está un poco mejor, tiene muy bonito color! —Decía animado el demonio en su perversa revisión.

—Deja de mirar con tanto detalle, pervertido.

—El color es importante... —Respondió con una sonrisa a ese sutil regaño— Pondré algo de pomada porque en la noche tenemos esa velada fuera y debes estar bien... Con permiso.

Susurró introduciendo su dedo humedecido, como no era visto por el conde se mordía su labio inferior al contener su excitación en esta sensual situación, Ciel al igual que su amante se mordía su labio para evitar que un gemido se escapara de su boca ante ese firme roce. Sin embargo, eso no bastó pues de repente un sonoro gemido se escapó de sus labios, avergonzado escabullía más la cabeza en la almohada, sintiendo como con malicia el demonio parecía introducir un poco ese travieso dedo, sentía ser  penetrado con facilidad por esa viscosidad en su dedo.

—Querido... No hagas esos ruidos, sabes lo fácil que me excito. —Insinuó Sebastian con un tono lascivo, sabiendo perfectamente lo que hacía esbozaba una traviesa sonrisa. Su amo que deliraba un poco ante ese estimulo solo escondía su avergonzado rostro en la almohada, ahora no parecía negarse como lo hizo la noche anterior, con lascivia de reojo lo miraba mientras seguía en ese sensual juego.

Ciel se movía con lentitud, llevando  su mano a sus partes bajas pretendía tocar su propia erección, levantando un poco la cadera comenzó a estimularse, descubriendo un poco su sonrojado rostro jadeaba muy bajo.

—Es tu culpa —Decía con dificultad entre jadeos mientras se masturbaba, el demonio sonriente lo observaba complacido por la maravillosa vista.

—¿Yo?

Se escuchó decir con fingida inocencia mientras penetraba más su dedo en su cálido interior, estaba ansioso por introducir otro dedo más pero tenía claro que no podía precipitarse tampoco, lo que menos quería era lastimarlo y así perderse lo que tenía planeado para la noche en esa fiesta. Dando un suspiro pretendía calmarse, decidió que debía permitir a su amado alcanzar ese placer que su inquieta mano hacia, lo merecía por aguantar el dolor de la noche anterior. Sin forzar mucho sus sutiles pero firmes embestidas, en un constante movimiento seguía ayudando en esa masturbación y así verlo llegar al orgasmo.

—Cariño... ¿Puedo terminar por ti?

Era la pregunta del demonio que más que una petición era una especie de orden que bien sabía pedirla a su orgulloso amo, quien no se negó pues la mano ágil de su demonio era necesaria para terminar más rápido. Acomodándose en cuatro sobre la cama con su ropa interior por las rodillas, concedía permiso para ser saciado. El demonio bajándose el pantalón dejaba relucir su también erección, sorprendiendo un poco a Ciel pues sabía que era imprudente ese coito por ahora.

—No Sebastian... Tu cosa me va a doler...

—¿Mi cosa? Más respeto con esta "cosa" que te da placer...

Respondió con fingido resentimiento a ese sobrenombre ofensivo que le había sido dado a su miembro, Ciel sonrió mientras con la mirada parecía  regar un beso, el demonio conociendo bien esos gestos acomodándose tras suyo, apegado a su cuerpo se acercaba a su rostro para besarlo, después de un apasionado beso se separaron.

—Sé que no puedo hacerlo... No te preocupes, solo lo rozaré. Lo prometo.

—Más te vale —Advirtió el conde con seriedad, sin perder más tiempo el demonio con una mano tomaba el húmedo pero erecto miembro de su amo y comenzaba a estimularlo con fuerza con su otra mano tomaba su propio miembro empezando a rozarlo en su trasero. Separando sus glúteos dejaba a la vista su palpitante ano rozándolo un poco como una caricia que a ambos extasiaba. Por unos minutos mantuvieron este ritmo, así  en medio de jadeos, gemidos y respiraciones agitadas disfrutaban de este inusual ejercicio placentero, al llegar al punto culminante sus cuerpos no lo resistieron más eyaculando casi de forma simultánea en esas sábanas blancas.

—Eres un obediente demonio. —Le decía Ciel cuando se recostaron pesadamente en la cama, era su forma de recompensar el haberse contenido cumpliendo así su palabra de no  embestirlo.

—Eres lo más importante para mi, no quiero lastimarte más...

Se escuchaba decir a Sebastian con una pequeña y sincera sonrisa, palabras extrañamente cálidas que brotaban de lo más profundo de su frío corazón. Al oír aquella declaración el conde se avergonzó pero como era costumbre suya fingió molestarse aunque en realidad el oír  esas palabras le llenaban de alegría, en contraste a su gesto molesto una muestra de cariño era regalada a su demonio a quien besó en los labios de forma significativa.

Chapter 11: Sorpresa

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Después de esa breve pero deleitosa sesión amorosa en la mañana, Ciel recostado en la cama pensaba sobre su actual situación romántica y con solo traerla a su mente sentía como sus mejillas se tiñeran de un cálido rubor. Ignorando lo que su cuerpo delataba sacudía la cabeza negando una verdad innegable, estaba perdidamente enamorado del idiota demonio con quien tenía un contrato.

Como esa noche tendrían un evento social, su atento mayordomo le sugirió descansar aunque sospechaba que esa amabilidad tenía otras intenciones que eran algo obvias porque Sebastian estaba más entusiasmado de lo normal por esta velada.

—¿Que estará planeando esa idiota?

Cuestionaba el joven de hermosa mirada bicolor no pudiendo negar que estaba algo ansioso por saber, fue entonces que recordó lo que leyó en un periódico un día antes. La historia en que un hombre pidió matrimonio a la mujer que amaba en medio de una importante ceremonia de la alta aristocracia. Entre molesto y avergonzado esa idea de forma inconsciente se quedó grabada en su cabeza.

¿Qué tal si su demonio leyó esa noticia, que era muy probable y ahora pretendiera hacer lo mismo? Moría de vergüenza al imaginarse frente a toda la sociedad con una propuesta de este tipo, su timidez innata ganaría a su orgullo y lo más probable es que se quedaría perplejo ante la burla de todos.

—Si está pensando en proponerme matrimonio... Lo mato. —Murmuró con enojo apretando los puños mientras se sentaba en la cama pensando que eso sería lo más vergonzoso que podría pasarle. Estaba tan sumergido en sus extraños pensamientos que no se percató de la presencia de su demonio entrando a su habitación, quién en un rápido y sorpresivo movimiento lo sometía a la cama recostándolo de nuevo de forma provocativa.

—Hablando solito... —Susurró divertido cuando sutilmente se restregaba sobre él— No debe hacerlo, si me tiene a mi.

—Debes dejar de acorralarme así... Me molesta. —Refunfuñó con fingida molestia tratando de zafarse, que su mayordomo lo sometiera de repente lo excitaba mucho pero no quería parecer tan obvio— Quítate estás pesado.

—Eres un mal mentiroso a veces, sé que te gusta. —Se burlaba descaradamente, haciendo otro ágil movimiento sin quitarse de encima, tomaba sus manos con firmeza— Cuando agarro tus manos así con las mías y las echó para atrás, sé que amas ser sometido así...

Decía mientras lo hacía, acción que solo extasiaba más a Ciel que trató de disimular el estremecer que su sensible cuerpo sentía, al tenerlo así de cerca era imposible no extasiarse.

—Tu respirar se acelera... Igual que el latir de tu corazón... —Con un murmullo lleno de sensualidad le susurraba al oído el también extasiado demonio, sintiendo como el tórax de su amo se movía errático— Te estremeces todo y tus mejillas se tornan más rojas de lo normal.

Decía sintiendo como ese pequeño cuerpo adolescente se estremecía a la sola cercanía de su cuerpo al suyo, el conde trataba de negarlo pero su cuerpo solo lo delataba. Pero Ciel no se dejaría ganar por la insolencia de su atrevido mayordomo que parecía ansioso por besarlo.

—Es igual como cuando yo te hago esto. —Advirtió con tono travieso para relamerse los labios y humedecerlos, sacando su lengua lamía los labios del demonio con tal sensualidad, quién no pudo evitar sonrojarse por ese golpe bajo que recibía.

Notando la mirada seductora de su amo que no dejaba de lamerlo de forma provocativa lo hacia sentirse simplemente cautivado. Sacando también su lengua las rozaban en una sensual lamida mutua, mirándose entre si no se contuvieron más regalándose un fogoso beso lleno de pasión hasta que los hizo perder el aliento.

—No puedo aburrirme contigo. —Se escuchó decir a Sebastian que agitado recuperaba el aliento, mientras cariñoso rozaba sus labios a los del pequeño que tratando de recuperar el aliento se dejaba consentir.— Cada minuto a tu lado es un alivio para mi atribulado ser.

Susurró el demonio con tono nostálgico lo que conmovió un poco al conde pues sus palabras parecían muy sinceras, tratando
de evitar que se notara este sentimiento desviaba la mirada.

—¿Pretendes ser dramático o romántico? —Cuestionó Ciel con algo de burla.

—Un poco de ambos...

Respondía con una pequeña sonrisa el demonio acomodándose a su lado, lo movía para quedar ambos de costado mirándose a la cara.

—Me das nauseas. —Reprochó con fingida molestia, una farsa que no engañaba a Sebastian, ambos abrazándose seguían regalándose besos y caricias, estando embelesados uno por el otro escucharon como algo se rompía en uno de los pasillos— No podemos pasarnos todo el día retozando en la cama, tienes obligaciones que hacer.

Se oía refunfuñar al conde mientras se sentaba, ya que seguramente Meyrin había roto algún florero en el pasillo. A pesar de su queja, Sebastian ignorándolo lo jalaba de nuevo haciendo que quedara ligeramente sobre él.

—Debemos estar listos para la noche.

—¿Que planeas Michaelis? —Cuestionaba con cierta seriedad pellizcándole las mejillas al otro que sonreía divertido. No quería pensar que realmente habría una propuesta matrimonial pero con tanto misterio empezaba a creerlo, sintiéndose avergonzado.

—Nada mi hermoso Phantomhive. —Decía con dificultad al sentir esos pellizcos que le enrojecían las mejillas.

—Mientes... —Ciel le reprochaba con la mirada sospechosa, soltándolo se sentaba en la cama haciendo un puchero se cruzaba de brazos.

—No me obligues a decírtelo, es una sorpresa...

—Solo porque me gustan las sorpresas lo aceptaré. —Dijo Ciel para no arruinarle el momento a su mayordomo, con su dedo lo callaba para que no lo revelara.

—¡Gracias! —Exclamó emocionado Sebastian abrazándolo con fuerza, pues que su egoísta amo antepusiera su deseo al suyo era un hermoso gesto.

—Eres como un niño a veces...

Con resignación susurró Ciel mientras sonreía, no podía evitar que le resultara gracioso esas actitudes infantiles, con un empujón trataba de alejarlo pero esto solo era parte de los jueguitos que tenían cuando estaban en la intimidad de su habitación. A regañadientes se separaron sabiendo que debían guardar las energías para la noche así el día transcurrió sin mayor novedad.

Ambos a su manera estaban más que entusiasmados por la velada especial, incluso Ciel haciéndose a la idea de que si su demonio le propusiera matrimonio practicaba la forma en que lo golpearía, su almohada sufría los efectos de esos golpes de práctica. Aunque sospechaba que tal vez en el momento hasta aceptaba gustoso, una alocada idea que no podía descartar al estar enamorado. Las horas pasaron y la pareja de amantes finalmente veían caer la noche, vestidos con sus mejores galas se prestaron a marcharse a la tan esperada fiesta.

—Joven amo, que elegante se ve. —Le halagaba tímidamente la sirvienta notando la radiante presencia de su amo, quien estaba más galante de lo normal.

—¿Va a una ceremonia importante? —Fue la pregunta de Finny mirándolo de pies a cabeza, ninguno de ellos sospechaba lo importante que era esta velada para amo y mayordomo.

—Y el señor Sebastian no se queda atrás, está muy galante también.

Aún más tímida halagaba la sirvienta al atractivo mayordomo, que esa noche no se quedaba atrás de la belleza y la elegancia de su amo, parecía un caballero de la alta sociedad también.

—Nuestras bellezas se complementan. —Murmuró traviesamente el demonio, palabras que su amo solo escuchó quien sonriendo avanzaba a paso firme sentía como era seguido por Sebastian.

Los sirvientes notando la extraña interacción entre los dos parecían confirmar sus sospechas, en su relación había algo más pues las sonrisas y miradas que ambos se dedicaban eran diferentes a sus serias actitudes habituales. Podían casi afirmar que se comportaban como enamorados, esto no les molestaba para nada al contrario les alegraba, pues si su amo era feliz ellos también lo serían así con una sonrisa solo los vieron marcharse.

Un leve jadeo de Ciel se escapaba de sus labios cuando en el carruaje era devorado por besos de su ardiente demonio, que con sus caricias hacia que se extasiara, Sebastian era su mayor debilidad.

—Me vas arrugar el traje, detente Sebastian. —Excitado el conde murmuró entre jadeos llenos de placer a la vez que restregaba sensualmente a la entrepierna de su demonio— Regresemos a la mansión...

En este momento ya ni siquiera le importaba esa fiesta ni la sorpresa, solo quería que Sebastian lo hiciera gritar de placer en su cama que compartían ahora, algo que no podían hacer en el carruaje porque el cochero los escucharía. Esta ansiosa petición hizo calmar los ímpetus del mayordomo, quien reprimiendo su propio deseo se detenía, obligándose a apartarlo lo sentaba en su asiento.

—No... No podemos.

Eran sus palabras para darse fuerzas a sí mismo y no arrepentirse de lo que hacía, Ciel no pudiendo disimular su molestia con el ceño fruncido se arreglaba la ropa odiaba que le hicieran este tipo de desplante.

—Espero que la sorpresa valga la pena.

–Claro que si.

Respondió el demonio con una pícara sonrisa al notar su gesto enojado, en un firme abrazo le regalaba un dulce beso en los labios, así pretendía darle un pequeño adelanto de lo que les aguardaba esa noche.

Chapter 12: Velada

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Ciel malhumorado miraba el paisaje nocturno de la ciudad por la ventana del carruaje, después de ese desplante se sentía molesto porque por mucho que anhelara esa sorpresa no le gustaba nada ser rechazado. El demonio a su lado mostrándose cariñoso trataba de calmarlo pero lejos de lograr su objetivo solo parecía molestarlo más, pues pensaba que solo pretendía provocarlo para dejarle con las ansias.

—No me toques. —Era la orden murmurada dada por el conde mientras contenía sus deseos, algo que le era dificil porque ese firme abrazo lo hacía estremecer. En su afán por calmarlo solo lo provocaba más, provocándole una gran confusión y frustración, notando esto Sebastian lentamente lo soltaba no sin antes regalarle un pequeño beso en el cuello.

—Lo siento... A veces olvido lo que puedo provocarte con un solo roce.

Alegaba algo arrogante y en tono travieso el mayordomo, sentándose quieto no dejaba de admirar embelesado a su sonrojado amo, quien ante sus palabras volteó a verlo con gesto malhumorado, a manera de desquite llevó su mano inquieta a su entrepierna para acariciarla sobre la tela de sus oscuros pantalones.

—Lo mismo digo... —Murmuró en tono sugerente para si debatir esa insinuación antes dicha por su mayordomo, este jadeó ante esa traviesa y firme caricia.

Con menos intensidad unían sus labios en un beso, pues sabían que disgustarse solo haría que arruinaría la gran noche que tanto habían esperado. Llegaron a la elegante recepción, al entrar a la lujosa mansión anfitriona cada uno recibió un antifaz muy sofisticado, al parecer la temática de la fiesta era una mascarada, así todos los invitados ocultarían su verdadera identidad unos para así disfrutar la velada con cierta libertad sin inhibición alguna.

Ambos caminaron por el salón entre saludos y pequeñas conversaciones con algunos de los presentes, mientras lo hacían el astuto mayordomo parecía conducir a su amo lejos del salón de baile para llevarlo a un lugar más tranquilo, el balcón, aunque era menos concurrido y la brisa fría soplaba dándoles calma para que observaran el brillante firmamento lleno de estrellas, esto no parecía impresionar al conde pues un poco decepcionado dirigía la mirada a su acompañante.

—Esta fiesta no es nada del otro mundo... Si querías ver el cielo debimos quedarnos en la mansión— En un murmullo habló Ciel con desánimo.

Algo molesto lanaba un bufido pues su demonio bien sabía que las fiestas no eran lo suyo, es mas le resultaban aburridas, aunque las máscaras fueron un buen detalle no dejaba de ser una reunión social como cualquier otra ¿Dónde estaba lo especial? Era la pregunta que podía leerse en su semblante, aburrido mirando el cielo apoyaba sus brazos al barandal del balcón.

—¿Te has dado cuenta que no hemos hecho el amor fuera de la mansión?

—Tsk... Me avergüenza cuando hablas así.
—Fue el regaño del muy sonrojado conde al oir esa pregunta que no pretendía dar respuesta, porque la respuesta era muy obvia— Y no digas esas cosas, alguien puede oírte.

—Nadie escuchó, cada quién está ocupado en lo suyo cómo para fijarse en nosotros.

Al escuchar aquello, Ciel dirigió su mirada alrededor inquientándose un poco al notar como un par de parejas efectivamente parecían estar concentradas en sus romances.

—No podemos estar aquí, aunque lleve este antifaz pueden saber quién soy. —Mientras Ciel hablaba con disimulo se disponía a alejarse del balcón.

—Que aburrido —Murmuró el demonio tomándolo de la mano lo hacía regresar— Ven, no tiene nada de malo que amo y mayordomo tomen algo de aire fresco mientras observan el cielo de forma inocente.

Aunque de la boca del demonio salían estas palabras, su cuerpo hacía lo contrario pues sutilmente sentía sus brazos rodear su cintura con firmeza atrayéndolo, apenado de reojo miraba su entorno. El conde incluso podía sentir las miradas de los demás sobre ellos aunque esto no era así, pues tal como dijo Sebastian cada cual estaba muy sumergido en sus asuntos.

—Las personas nos miran no me toques de esa manera.

—Nadie nos mira, pero si tanto te inquieta eso. —Era el susurro de Sebastian y casi al instante las luces que iluminaban el balcón se apagaron, dejando ese lugar en una provocativa semioscuridad.

—Gracias, supongo...

Susurró avergonzado Ciel estremeciéndose en ese abrazo que se tornó más firme, al sentirse más tranquilo por no ser observado se dispuso a ver el firmamento con tranquilidad de esta forma. La música del baile podía ser escuchada con claridad dando realce a la romántica escena de ambos.

—Ciel... Eres el humano más hermoso que he conocido en mi larga existencia, definitivamente fue un acierto del destino pactar contigo esa terrible noche.

—No digas tonterías, el ser cursi no va contigo.

—¿No? ¿Por qué lo dices? ¿No siempre exalto la belleza de todo tu ser?

—Cállate.

Ordenó el tímido conde al escuchar esas palabras, aunque tratara de negarlo oír aquel sincero halago le emocionaba, ese gesto embelesado era el que últimamente veía en su demonio y no le desagradaba para nada es más parecía acostumbrarse a verlo.

—¿Te arrepientes de haber pactado conmigo esa noche? —Cuestionó Sebastian con un tono de voz tranquilo, en este punto de su relación no temía a sus respuestas porque mientras más sincera fuera la apreciaba mucho más. Después de todo esto reflejaba la confianza entre los dos.

—Si me hubiera arrepentido no estaríamos aquí, ¿Verdad? —Era la respuesta sincera y algo jactanciosa por parte del orgulloso conde, si estaban juntos era porque así lo había decidido y nunca se arrepentiría por ello. A pesar de las "complicaciones" en todo su ser que le provocaban esta convivencia, desviando la mirada evitaba ver la emoción reflejada en el gesto demonio por tan simple respuesta.

—Tienes razón... Creo que el amor me vuelve algo estúpido.

—¿Amor? Te aclaré desde el comienzo que los sentimientos no están permitidos en esta relación, es solo placer mutuo...

Aclaró con firmeza Ciel con una forzada sonrisa opacando el romanticismo en esta breve conversación, Sebastian prefirió callar sintiéndose avergonzado por lo que dijo de forma inconsciente. Sintiéndose ahora como una idiota por experimentar tales emociones y este confuso sentimiento de amor, solo esbozó una sonrisa para mostrar que esto no lo afectaba.

—Por supuesto que lo entiendo esto es solo placer, se nota por la forma en que me abrazas tiernamente cuando dormimos juntos en la misma cama o podría ser por la manera en que me miras embelesado cuando crees que no te veo...
Dime.

—Yo no hago esas cosas...

—Parece que me equivoqué de humano, debe ser otro niño con el que tengo una ardiente y apasionada relación, perdón joven amo lo confundí.

Insinuó el demonio con evidente sarcasmo junto a una socarrona sonrisa, Ciel tratando de calmarse prefirió tomar una bocanada de aire antes de responder e iniciar una pelea absurda que arruinara la velada, podía entender que Sebastian estuviera molesto pero le era inevitable reaccionar así temiendo exponer sus sentimientos también.

—Detesto cuando te pones así... ¿Qué se supone que diga?

—No voy a obligarte que expreses lo que sientes pero al menos pido que no te burles cuando trato de expresar lo que yo siento.

Aclaraba con marcado resentimiento, Ciel se sonrojaba al escucharlo, ¿Era una directa declaración de amor? Si lo era, ahora se sentía un poco mal por actuar con tal inmadurez, incluso su demonio se merecía un rechazo más respetuoso, sin decir nada solo evitó verlo, confundido menos sabía que decir.

—Dejémoslo así... Voy por una bebida. —Dijo el mayordomo en medio de un suspiro resignado, pues esta reacción era la que esperaba aunque no la deseaba como respuesta, como siempre su amo cumplía sus expectativas.

Dando media vuelta regresaba al salón principal dejando solo a su confundido amo, este no acertaba que hacer, para él también era la primera vez que alguien se declaraba de esta manera y corresponder esos sentimientos aunque se esmerara en negarlo. Lo que si tenía claro es que su propia inexperiencia y altivez estaban arruinando la velada.  No teniendo más opción se quedó allí a esperarlo, tampoco correría tras suyo a rogar perdón solo esperaba que su enojo se pasara y regresara más tranquilo, como siempre lo hacía, pensaba quieto mirando al cielo.

Esperó por largos minutos, al darse cuenta que este no regresaba empezó a preocuparse y molestarse a la vez, tanto fue su enojo que se atrevió a dejarlo, si hiciera algo así, jamás se lo perdonaría. Empuñando sus manos, caminó hacia el salón para buscarlo pero no alcanzó a entrar porque solo sintió como alguien con fuerza cubrió con un pañuelo su nariz, sin tiempo de reaccionar solo percibió como todo se oscurecía a su alrededor, sin embargo aún así sus labios susurraron el nombre de su devoto demonio mientras perdía el conocimiento.

Su último pensamiento fue el de su leal y amoroso mayordomo, ese quien molesto lo había abandonado después de su pequeña discusión, aunque admitía que su actitud no fue la mejor no justificaba que lo dejara de esta manera. No alcanzando a precisar cuántos minutos pasaron con lentitud abría los ojos, a pesar de sentirse algo mareado no temía a la situación porque sabía que su Sebastian lo rescataría por muy molesto que estuviera. Su desilusión fue grande al percatarse de que no estaba a salvo, porque sentía el frío del suelo de una habitación semioscura mientras las ataduras en sus tobillos y muñecas dolían un poco por lo ajustadas que estaban, sin poder gritar por la tela que cubría su boca se frustraba aún más.

Con el pasar de los segundos el conde empezaba a impacientarse, pues atado de esa manera no era la idea que tenía sobre una velada romántica. Su respiración se contuvo por un instante al escuchar unos tacones acercarse lentamente. ¿Esta era alguna broma de su demonio? ¿Podría ser una venganza de su parte por lo de antes? Cómo podría descubrir la verdad si no podía siquiera hablar, solo unos balbuceos se oían a través de la tela que cubría su boca.

—Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? Parece que es un hermoso jovencito. —Decía una voz femenina de forma seductora, su escultural silueta solo apenas podía verse entre las sombras, colocándose de pie frente a Ciel. —Parece que estás molesto ¿Por qué?

La sonrisa de la mujer resonó al notar su mirada llena de enojo, un brillo carmesí resplandecía tenebrosamente en la semioscura habitación haciendo que Ciel se estremeciera un poco, al parecer esto no era obra de Sebastian así que en su casi desesperación lo buscaba con la mirada.

—¿Acaso esperas a alguien? —Era la pregunta de esta mujer interrumpiendo la difícil búsqueda del conde, esta solo amplió su maliciosa sonrisa.

Ella en un pequeño destello iluminó a un hombre de traje oscuro que en el suelo yacía insconciente, un alguien que el joven reconoció al instante aún cuando este estaba de espalda sin moverse. El temor inhibió su razón al imaginar el peor escenario, uno en que su demonio por alguna extraña razón había sido derrotado.

—Si es a quien buscabas, parece que se aburrió y se durmió... Que mal ¿Verdad? — Alegó con burla la extraña mujer que no dejaba de reír perversamente.

El conde no podía apartar la vista de ese inmovil hombre tan cerca suyo, sin duda era Sebatian entonces una extraña sensación invadió su ser, por que ese de ahí no podía ser su demonio, él prometió no dejarlo. Simplemente no podía creerlo, todo esto debía ser una mala broma pensaba mientras su mirada no se apartaba del que suponía su demonio.

—No te preocupes él está bien... Solo está dormido. —Dijo ella al ver la confusión del joven, quien solo le dedicó una nueva mirada de enojo mientras se retorcía por soltarse— Pero qué te parece si nos divertirnos mientras tu "amigo" duerme.

Insinuaba con sensualidad acercándose de forma sigilosa, Ciel más que molesto solo pretendía ignorarla cerrando los ojos trataba de resistirse pero ella parecía apegarse más.

—¿No has estado con una mujer antes? ¡Que adorable! —Susurró a su oído con una traviesa sonrisa al notar un fuerte rubor en sus mejillas a pesar de su gesto molesto— Tu piel es delicada y suave, eres muy hermoso.

Seguía susurrándole mientras su mano se colaba traviesamente dentro de su camisa algo desabrochada para acariciar su agitado pecho de forma lasciva. Ciel al instante sintió como su camisa fue arrancada con brusquedad dejando su pecho al descubierto entonces sintió como los labios de esta perversa mujer empezó a repartir besos ansiosamente en su pecho desnudo.

—Oh... ¿Pero qué es esto? —Exclamó ella con sorpresa al percatarse como pequeñas marcas estaban alrededor de sus pezones, al parecer esa exquisita y sensible parte había sido saboreada de forma reciente.

Ciel desvió la mirada al recordar como en la mañana Sebastian había succionado, lamido y mordido sus pezones dejando esas marcas, clara evidencia del grato momento de placer que compartieron horas atras, así una extraña sensación de deseo le invadió.

—Alguien juega de forma placentera así contigo, dime... ¿Fue tu novia?

Cuestionó la mujer con una traviesa sonrisa mientras revisaba esas marcas. El conde inconscientemente y sin saber el motivo desvió su mirada al hombre dormido que estaba cerca.

—¿Acaso fue tu mayordomo? A pesar de esa carita que parece inocente has sido un niño malo.

Murmuró lascivamente empezando a lamer los pezones de Ciel, quién tratando de resistirse se movía pero sintiendo como su cuerpo parecía no obedecerlo se frustraba cuando empezaba a ceder al deseo, con leves jadeos se excitaba al sentir esa lengua húmeda jugar así en esa parte sensible que solo había saboreado Sebastian.

—Debe ser divertido tener los mimos nocturnos de tu demonio. No sé si notaste que también soy una...

Decía acomodándose entre las piernas del conde que avergonzado sentía como por vez primera un cuerpo femenino se le restregaba provocativamente de esta forma.

—Es raro que un demonio se desviva así por un humano aunque sea su contratista. —Susurró a su oído en un tono nostálgico un poco conocido que extrañó al conde—Yo me atrevería a decir que está enamorado... ¿Sabes lo doloroso que es enamorarse para nuestra perversa naturaleza?

Cuestionaba con esa extraña melancolía en su voz, voz que le hizo estremecer un poco porque si era cierto lo que decía significaba que ¿Sebastian estaba sufriendo por su culpa? Y aún así se había burlado al exponer sus sentimientos, una confesión que fue dicha con sinceridad y algo de inocencia, entonces un enorme pesar le embargó.

—Imagina lo que debe sufrir a diario solo por amarte pero no te sientas mal, los humanos son así... Después de todo, son seres egoistas que solo piensan en si mismos. —Decía tratando de reconfortarlo en un abrazo al ver su rostro cabizbajo— Pero no te preocupes ese detalle los hace tan deliciosos, apetecibles a nuestro gusto.

En medio de ese provocativo abrazo, el conde levantó la cabeza haciendo notar su mirada jactanciosa parecía sonreír. La mujer también esbozó una sonrisa porque al parecer había sido descubierto, desatando la tela que cubría los labios sonrientes de Ciel sin pensarlo ambos unió sus labios a los suyos en un profundo beso. Enseguida la habitación se iluminó un poco haciendo que la mujer se desvaneciera y ahora la figura de su demonio se aclaraba frente a la mirada de su joven amo.

—Eres un idiota... —Masculló Ciel con molestia aunque debía admitir que fue un buen truco por parte de su demonio al engañarlo de esa manera, sin duda estaba mejorando esos jueguitos de venganza—¿Por qué juegas así de sucio?

—Usted es el único que juega sucio aquí.

Respondió Sebastian desatando sus ataduras lanzándose encima suyo caían ambos en el suelo de esa habitación, la música que antes parecía apagada empezó a resonar escuchándose muy cerca al parecer estaban dentro de la mansión donde se realizaba la fiesta esa noche. Los dos quietos se miraron fijamente en silencio, Ciel no pretendía disculparse por su actitud de antes y su mayordomo era consciente que su orgullo no se lo permitiría. Así en silencio unieron sus labios nuevamente regalándose un apasionado y profundo beso que los hizo entrar en calor de inmediato, haciendo que sus ropas desaparecieran al instante, sus cuerpos casi desnudos se frotaban con firmeza entre sí.

Ciel jadeante sentía calentarse más con el pasar de los segundos, le excitaba el oír esas voces fuera, al parecer estaban en una habitación cerca del pasillo principal. Sonrojado trataba de que sus gemidos y jadeos no se escucharan, pero era dificil si Sebastian lo tocaba y besaba de esa manera a la vez le era excitante el miedo a ser descubierto en estos actos indecorosos.

—Shhh... Te van a oír, no quieres eso ¿Verdad joven amo?

El travieso demonio susurró lascivo antes de dirigirse a sus partes bajas para devorar la erección que parecía clamar por ser atendido, Ciel incómodo en el suelo se movía mientras sentía esa boca devorarle de forma tan exquisita esa parte sensible de su cuerpo, conteniendo sus gemidos su respiración se agitaba más. Al sentir el firme roce de los colmillos de su demonio sobre su miembro hizo que eyaculara, no pudiendo evitar que un fuerte gemido se escapara, tratando de callarlo cubría su boca con la mano pero era tarde.

Ciel en medio de su estremecer placentero pensaba en lo vil de su demonio al hacerlo eyacular y gemir de esa manera aún cuando no podía expresarlo a viva voz, sin duda esta era una forma de tortura. Sebastian por su parte parecía satisfecho al saborear la deliciosa esencia espesa de su amo, maliciosamente esbozaba una sonrisa en sus labios humedecidos por tan exquisito y dulce fluido.

—Pobre de mi joven amo, que le gusta gemir alto cuando estamos juntos.

—Cállate... —Murmuraba un malhumorado Ciel sintiendo en sus labios los pequeños besos que su demonio le regalaba, aunque refunfuñaba no los rechazaba.

Segundos después se veía a la pareja apoyada de pie contra la puerta, ambos en un fogoso beso repartían caricias atrevidas, Sebastian jadeante con una mano preparaba agilmente su miembro erecto humedecido para poder embestir la pequeña y palpitante cavidad anal de su amo.

—Maldita sea, ¿Cuánto más vas a jugar? ya mételo de una vez.

Ordenó el muy excitado joven, Sebastian estando igual de caliente obedecía sin refutar, levantándolo un poco más hacia que sus caderas se acomodaran mejor para el disfrute de ambos, su interior estaba tan caliente que el demonio gruñó al sentir como su miembro erecto era acogido y estrujado tan deliciosamente. Jadeantes por el placer provocado, un estremecer les recorrió todo el cuerpo, tratando de callar sus sonidos lascivos se besaban.

Jadeaban lo más bajo posible mientras se deleitaban del movimiento errático de sus caderas, Ciel ágilmente se movía para sentir esa virilidad golpear lo más profundo posible, abriendo sus piernas le daba mayor alcance ni siquiera recordaba que solo hace unas horas atrás tenía irritada esa parte que ahora era profanada nuevamente. Sebastian a su propio ritmo con cada estocada lo besaba, delirante trataba de tocar profundo cada vez más, su miembro disfrutaba de esa estrechez que era su deleite.

A punto de llegar al climax en su fogosa entrega la puerta los sostenía, oyendo los murmullos de la gente fuera al pasar solo los incitaba a seguir, en medio de sus movimientos bruscos olvidaron callar dejando escapar los sonidos que uno al otro provocaban. Los que por allí pasaban notaron por los ruidos que una parejita se divertía dentro, las risitas traviesas de los más atrevidos empezaron a llamar la atención de otros, pronto algunos curiosos se reunieron fuera de la puerta algunos se burlaban, otros envidiaban ese disfrute y alguno empezó a quejarse por esa indecencia.

—Te están oyendo...- Susurró Sebastian sin dejar de embestirlo, el conde fuera de si sin vergüenza alguna gemía con más fuerza para que oyeran con envidia los de afuera lo que era tener buen sexo.

—No dejes... Que abran... La puerta... Más fuerte... Terminemos...

Decía a manera de orden con dificultad, sintiendo como estaba a punto de llegar al anhelado orgasmo el sonido grotesco de ese coito se tornaba más fuerte y profundo, Ciel gemía en alto al sentir como este parecía fuego quemar su interior, su amante también sentía como estaba por eyacular, gruñendo disfrutaba de este placer que su querido amo le daba.

—Abran rápido... Deben castigar a esos pervertidos.

Era el grito molesto de la dueña de la mansión quien avergonzada también oía los ruidos indecorosos junto al incesante golpeteo de su puerta que al parecer usaron como apoyo, no podía creer su costosa puerta madera sirviera para algo así.

—Te amo... Te amo Ciel...

En su delirio el demonio confesaba al oído de su pequeño amo que abriendo sus ojos con sorpresa, ya que no esperaba oírla justamente ahora. Notando un brillo inusual en la mirada de Sebastian, solo se sonrojó más de lo que ya estaba.

—No digas eso justo ahora...

—Es el mejor momento.

Ambos hablaban en medio de los golpes de alguien fuera que intentaba derribar la puerta, besando sus labios parecía aceptar sus sentimientos. Con ese sentimiento de amor confesado pocos segundos bastaron para que un amoroso beso compartido llegaran al tan anhelado éxtasis. Los de afuera se ruborizaron más al predecir lo que pasó por la forma en que la puerta era golpeada, todos en silencio se quedaron al igual que la pareja que en un beso disfrutaban de ese pecaminoso placer de estar juntos.

Al día siguiente en un periódico de poco prestigio se leía una noticia algo extraña, como una fiesta de la alta sociedad fue irrumpida por supuestos fantasmas, fantasmas que hicieron ruborizar incluso al más pervertido, esa idea fue la única que tuvieron para hallar sentido a lo que escucharon la noche anterior, porque al abrir la puerta no hallaron a nadie, se habían esfumado, algo muy confuso para todos. Ciel sonreía al leer esa noticia mientas cerraba el periódico.

—Eres un niño travieso y muy perverso. —Se escuchó decir a Sebastian que tenía a su amo sentado en sus piernas mientras este leía el periódico.

—Lo somos...

Murmuró el conde volteándose para ver sus rostro le regalaba un pequeño beso en los labios, tiernamente mirando a su demonio a su mente de repente vino el recuerdo de esos "te amo" dicho de forma sincera aunque lasciva, aún cuando no era el momento o tal vez si era el momento perfecto. Sonrojado pretendía olvidarlo, pero esas palabras por muy simples que sonaran llenaban extrañamente de una calidez su ser y calaban de forma grata su corazón, también lo amaba pero no pretendía decírselo aunque sospechaba que Sebastian ya lo sabía.

Chapter 13: Perversa insinuación

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Unos días transcurrieron desde esa atrevida velada en aquella fiesta, el conde sentía enamorarse más de Sebastian con el pasar de los días y temía que pronto ese amor que tanto trataba de disimular empezara a ser evidente dejándolo al descubierto, solo pensarlo le avergonzaba. A pesar de que su demonio en esa noche había declarado su amor, repitiendo que lo amaba en medio del éxtasis parecía mostrarse más cariñoso y detallista por ese motivo sentía este sentimiento de amor. Nunca se hubiera imaginado tener un "novio" tan atento y devoto, en si no había pensado en tener un novio y menos que sería su demonio, sonriendo recordaba como este en la mañana lo había despertado con un dulce beso mientras le susurraba una canción.

—¿Por qué recuerdo algo así? —Se recriminaba a sí mismo malhumorado al traer a su mente tan cursi momento matutino— Esto está muy mal...

Sonrojado seguía hablándose, como negando el hecho de que al parecer ya los dos habían sido enredados en los profundos lazos del amor. Estaba tan concentrado en sus raros pensamientos que no notó cuando su mayordomo lo sorprendió en un fuerte abrazo.

—¿Se puede saber que está muy mal? — Susurró a su oído cariñoso en medio de ese abrazo. Titubeante Ciel no sabía que responder, tratando de zafarse de su agarre lo miraba molesto de reojo.

—Está bien, no te abrazo con tanta fuerza... Lo siento. —Sebastian algo avergonzado se apartaba.

—No, es por eso...

Ciel decía mientras el demonio confuso lo miraba no entendiendo lo que había hecho ahora para molestarlo, porque estar en una relación amorosa era tan nuevo para él como para su amo.

—Es todo esto, lo de nosotros. Lo que hacemos... —Trataba de aclarar entre avergonzado y frustrado al querer dar explicación a lo que sentía sin decir directamente lo que sentía— ¡Creo que estás excediendo Sebastian!

—No entiendo...

Murmuró Sebastian con sincera confusión, no entendiendo a qué se refería específicamente, ¿de qué manera se estaba excediendo? ¿Se refería a la intimidad juntos? ¿Era muy brusco? Pensaba que así le gustaba pero tal vez no era así.

—Tú... Desde esa noche de la fiesta estás actuando raro, me abrazas a cada rato, me besas cuando quieres, me das regalos, postres y me dices cosas vergonzosas al oído, es molesto —Le reprochaba muy avergonzado Ciel sintiendo arder su rostro con cada palabra que salía de su boca.

Sin atreverse a mirarlo fruncía el ceño mientras el demonio finalmente entendió a a que se refería, tal vez demasiada atención de su parte era abrumadora a su joven amo que no acostumbrado a tantas muestras de afecto. Pero si a él parecía gustarle por la forma en que reaccionaba no entendía su molestia, al parecer era su orgullo haciendo que se resistiera a ser amado.

—Pero así es cómo se comportan los novios. ¿No? —Respondió con una traviesa sonrisa el demonio a ese reproche algo infantil, pero poniéndose en el mismo nivel lo provocaba.

—¡Tú y yo no somos novios!

—¿Qué somos entonces? Dime.

—No sé... ¿Amantes? Supongo... —Dijo seriamente no dando mucha importancia al tema a la vez que cruzaba sus brazos.

—Amantes... Novios es lo mismo. ¿Cuál es el problema? —Dijo en medio de un suspiro de resignación, acercándose lo tomaba entre sus brazos para levantarlo un poco y quedar a la misma altura, Ciel desviaba la mirada avergonzado al ser consentido de esta manera— Solo quiero estar contigo y hacerte sentir bien, eres lo más importante para mi.

Eran sus palabras susurradas dulcemente sobre sus labios que estaban en un lindo puchero, Ciel sonrojado se mantuvo en silencio por unos segundos.

—Pero si eso te molesta ya no lo hago.

Terminó de decir con fingido resentimiento dejándolo de pie en el suelo, haciendo enfurecer al conde que esperaba su beso después de esa dulce provocación que al parecer solo era una forma de desquitarse

—Joven amo, me retiro. —El demonio decía mientras salía del despacho antes que su amo lo detuviera. Ciel se quedó con un extraño sentir de culpa, tal vez había exagerado una vez más, si disfrutaba de esta relación ¿Por qué se quejaba?

—Odio cuando no puedo refutarle.

Era su refunfuño entre dientes al quedarse solo, si esta era una señal de su amor delirante por Sebastian odiaba sentirse así también. Así pasaron casi toda la tarde sin dirigirse la palabra, como una pelea de enamorados en que ninguno quería dar su brazo a torcer, que eran bastante usuales en su complicada relación.

—Sebastian... ¿Cuánto más estarás enojado? —Cuestionó Ciel dejando un poco su orgullo a un lado, cuando en la noche su demonio se prestaba a cambiar su ropa por la pijama para dormir. Tratando de dar iniciativa a la reconciliación con su pie desnudo acariciaba la pierna de su amante mientras este lo cambiaba.

—No estoy enojado, solo hago nuestra relación tan fría para complacerte.

—No se puede hablar contigo, siempre dices que debo expresar cuando algo no me gusta... Y... —Dijo molesto el conde dejando de ser cariñoso se cruzaba de brazos— Nunca te vuelvo a decir nada...

Al parecer ahora era él quien se había resentido, por mucho que el demonio trató de mostrarse indiferente se conmovía, si algo no soportaba era ver su dulce gesto haciendo puchero, recostándolo sutilmente en la cama quedaba sobre él.

—Puedes decir lo que quieras, pero te pido lo digas con sutileza, ¿No te das cuenta que hieres mis sentimientos? —Con una burlona sonrisa el demonio hablaba dejando su enojo a un lado.

—No bromees Sebastian... Tú y yo no tenemos sentimientos. —Susurró divertido sobre sus labios a la vez que enredaba sus brazos gentilmente en su cuello.

El demonio sonriendo sin dudarlo besó esos exquisitos labios que tanto habia extrañado besar en esas horas de separación, ambos apasionadamente unían sus labios sin darse cuenta sus ropas eran despojadas de sus cuerpos.

—Sebastian he tenido una duda desde la otra noche. —Murmuró en tono travieso en medio de su excitación al desnudado por las hábiles manos de su demonio.

—Por fin vamos a hablar de mi confesión.

—¿Qué confesión? —Cuestionó con una sonrisa pretendiendo no saber de qué hablaba pues no quería afrontar ese tema.—¿Puedes convertirte en mujer?

—Si, ¿por qué preguntas eso tan de repente? ¿Y por qué me dedicas esa mirada lujuriosa? —Preguntaba Sebastian notando el tono provocativo de su travieso y desnudo amo— Si deseas lo hago ahora, pero necesito hacer un pequeño ritual a solas.

—Yo no te he pedido nada...

Murmuró entre molesto y avergonzado, no creía que su Sebastian accediera tan fácilmente a su insinuación y solo lo veía encerrarse en el baño. Pasaron unos minutos y el conde ansioso esperaba en la cama entonces el silencio fue irrumpido por un pequeño quejido, abriéndose la puerta del baño se sorprendía al ver dos siluetas provocativamente acercarse.

—¿Qué es esto? —Musitó confundido al ver a dos Sebastian, ambos de apariencia masculina y definitivamente no era lo que había insinuado antes, sonrojado desviaba la mirada.

—Lo siento por no cumplir tu petición como era. —Se disculpaba el mayordomo al notar su malestar, secándose el casi imperceptible sudor de su frente— A pesar de todo mi esfuerzo al final solo salió un doble mío pero si le molesta lo puedo desaparecer y ya.

—No... Déjalo, de algo serviría.

Murmuró con fingida indiferencia sin levantar la mirada, se estaba excitando de solo pensar lo que esos dos le harían, ese calor que era habitual al estar en intimidad con su demonio aumentaba al doble, aún no era acariciado y ya sentía su piel estremecerse. Seguramente esa noche perdería lo poquísimo que podría quedarle de inocencia, los dos Sebastian se miraron entre si y sonrieron lascivamente.

—Joven amo, los dos somos completamente suyos, haga lo que quiera con nosotros.

—Idiota... —Masculló entre dientes al verlos terminar de desnudarse en el corto trayecto a la cama, al llegar se acomodaron cerca suyo este muy sonrojado los empujaba avergonzado.

—Creo que nuestro amo se intimidó. —Susurró a su oido de forma seductora.

—¡Claro que no!

—Ya que el joven amo se puso tímido no le molestará que demos la iniciativa. ¿Verdad? —Proponía sensualmente el demonio acariciando el rostro de su amo y el de su copia, quien aprovechó para tomar meter en su boca uno de sus dedos a manera de una felación.

—Se siente tan bien. —Susurró el demonio al sentir esa húmeda y atrevida caricia a su dedo, algo celoso el joven los miraba pero su orgullo no le permitía imitarlo.

Ciel no queriendo quedarse atrás en este juego que el mismo inició se acercaba empezando a besarlo en los labios de forma tan apasionada que Sebastian no dudó en corresponder, pues nada le excitaba más que fuera él que tomara la iniciativa, con el pasar de los segundos se separaron para recuperar el aliento.

—Ese beso sin duda fue mucho mejor...

Dijo cariñoso a su amo tomando su rostro sonrojado con la mano desocupada mientras seguían rozando sus labios entre sí, Ciel sonreía satisfecho al dejar a esa copia en un segundo plano con ese beso, porque lo que hacía con el dedo ya no parecía tan excitante. Este percibiendo esa sonrisa dejó de hacerlo, lanzándose sobre el demonio lo recostaba con fuerza a la cama.

—Borraré tu beso. —Advirtió desafiante el otro Sebastian que hasta ahora había permanecido callado. El conde frunció el ceño al ver como enseguida esa copia devoraba los labios de su demonio con un intenso beso y este de forma traicionera le correspondía.

—Yo no voy a estar peleando con tu copia, si quieres hacerlo con él. ¡Lárguense a tu habitación! —Con evidentes celos le gritó al verse ignorado en medio de ese beso al notar como su Sebastian lo disfrutaba. Levántandose de la cama con prisa parecía dirigirse al baño.

—Ciel, espera... Solo entrábamos en calor pero todo es por ti —Algo enternecido por su pequeña escena de celos el demonio lo detenía tomando su mano entonces notó algo peculiar en su lindo amo— ¿Te excitaste al ver ese beso?

Junto a su pregunta su mano provocativamente rozó la erección de su amo, quién jadeó al sentir esa brusca caricia, lo que daba una afirmación a su duda. Si, se había excitado al ver ese beso.

—No puedo permitir que mi joven amo se quede así, más si esta noche hay ayuda extra. —De forma sensual susurró al oído sin dejar de acariciar su despierta entrepierna. Ciel cediendo a esa caricia no parecía molestarse, acercándose a su demonio le dedicaba una mirada intensa.

—¿Y tú hablas...? ¿O solo hablas para pelear conmigo? —Dijo Ciel a la copia que miraba lascivamente como la pareja se seducía.

—A Ciel le gusta que hable mientras lo hacemos, así que habla no seas tímido. Y no solo eso, le excita mucho oír mi voz decir su nombre cuando golpeó su interior, también le gusta que le diga cosas lindas. Es un niño bastante raro...

—No tienes que decir cosas innecesarias. Además tú solo lo haces, en ese momento no tengo mucha opción a negarme ¿No?

—Entonces, debo asumir que no te gusta...
Así que por la forma en que llegas al orgasmo cuando digo que te amo es una simple coincidencia.

Ciel sonrojado lo miraba mal al ser expuesto así, ciertamente amaba la voz de Sebastian al hacer el amor, esa voz que se tornaba erótica junto con su respirar errático producía los más hermosos jadeos y gruñidos que lo enloquecían.

—Entiendo. —Dijo el otro Sebastian con una sonrisa, tomando la mano del joven lo acercaba a él— Yo no quiero pelear contigo, yo quiero estar contigo. ¿Puedo?

Cuestionó acariciando sus labios con uno de sus dedos, clara señal con la que pedía un beso. Ciel sonrojado al oír su petición parecía no tener intención de negarse, de reojo miraba a Sebastian.

—Creo que te prefería callado. —Murmuró algo intimidado por la intensa mirada de este, pareciendo devorarlo— Te dejaré estar conmigo pero te pediré algo...

El travieso joven se acercaba a su oído y susurró algo muy bajito, algo que su demonio no pudo escuchar.

—Si, lo haré, pero necesito un beso tuyo como anticipo.

El otro Sebastian aceptaba su propuesta sin apartar la mirada de Ciel, quien no sabía que responder, pues pensaba que besar sus labios sería una forma de traición.

—Ciel, es una copia de mí, no debes preocuparte por pensar que me estás siendo infiel.

—¡Yo no estoy pensando eso! ¡Cállate!

Replicó molesto el conde al ser descubierto por su odioso demonio que no desaprovechaba la oportunidad para molestarlo. Acercándose a la copia sin dudarlo lo besaba de forma apasionada, al principio le pareció extraño pero poco a poco sintió que no había diferencia alguna entre ellos. Sin dejar de besarlo disfrutaba de esta extraña sensación pues de reojo veía como Sebastian sonriendo gustoso no les apartaba la mirada, era excitante. A falta de aliento se separaron, Ciel agitado daba una señal con la mano al Sebastian que había besado y este rápidamente recostó a su demonio a la cama.

—¿Qué haces? —Cuestionó confundido Sebastian sintiendo como su copia bajaba su ropa interior con prisa.

—Él lo pidió...

—Que joven amo tan travieso...

Susurró divertido Sebastian notando su mirada lasciva podía predecir cual habría sido la petición, sin refutar se dejaría llevar solo por complacer su insano deseo. Ciel sentándose en la cama buscaba el lugar perfecto donde no pudiera estorbar pero a la vez poder apreciar bien lo que harían.
Los demonios siguieron con su sesión de besos apasionados y lascivos solo con el fin de encender a su amo, quien masturbándose los veía atento. Ambos friccionaban sus erecciones entre si al estar en esa posición, uno sobre el otro, el sonido brusco de sus miembros rozar con fuerza junto al sonido de los besos húmedos que se regalaban hicieron que el conde comenzara a jadear por su propia masturbación que se volvía más intensa.

—Hay que hacer que el joven amo se corra.

Sugirió perverso Sebastian separándose un poco de su copia, acomodándose en la cama se acercó a su amo que sonrojado se autocomplacía sin detenerse, se colocaba en cuatro frente a él. Ciel presentía lo que pasaría pues ya había estado en esa posición antes, imaginando lo que vería solo se excitaba más.

Un fuerte jadeo se escapó de Sebastian al sentir como era embestido sin reparo por su copia, gesto que bastó para que su amo lo besara preso del líbido del momento.

—¿Te duele? —Entre ese beso cuestionó el conde al ver en esa posición a su Sebastian.

—No... Me gusta... Por eso a ti te gusta tanto.

—Cállate...

Excitado decía con fingida molestia, sin dejar de besarlo podía sentir sus movimientos, casi podía sentirlos como suyos, tal era la fuerza de este coito que la cama se movía con fuerza al igual que los amantes en su vaivén de caderas. Ciel gimió fuerte al sentir como su demonio al borde del delirio con su boca jadeante devoraba su erección que estaba a punto de estallar en placer, solo bastó un ligero movimiento de su lengua para que su eyaculación salpicara en su garganta.

—Bésame... —Era el ruego del joven en su éxtasis, su mayordomo preso también del deseo al ser embestido así, sin pensarlo dos veces lo besaba con tal pasión que estremecía a ambos. Ese beso que aún tenía restos de su exquisita esencia solo los incitaba más, jadeantes se besaban como si no hubiera otro beso más.

—Hazme tuyo.

Pedía preso del deseo el conde abriendo sus piernas de forma grotesca dejaba ver su palpitante ano, pareciendo llamarlo. Sebastian no podía negarse a esa invitación, apartándose del otro se prestaba a embestirlo.

—Oye déjame terminar....

El otro jadeante con su miembro duro y humedecido decía molesto al ser interrumpido así. Sebastian acercándose susurró algo a su oído, este solo suspiró resignado sentándose a un lado vería como los amantes se entregaban al placer. Y así sucedió, Ciel aferrándose con fuerza al cuerpo del demonio gimió fuerte al ser embestido profundamente en una sola estocada, sentía romperse pero si era doloroso el placer sería mayor. El conde con dificultad pedía más, quería sentir esa virilidad ardiente golpear su interior lo más profundo posible, Sebastian sintiendo sus pequeñas uñas rasgar su espalda lo complacía sin refutar susurrando palabras de amor a su oído lo hacia llegar al orgasmo en medio de un grito de placer. El demonio al sentir como su miembro era apretado deliciosamente entre las carnes internas de su amo, en su propio delirio en un rápido movimiento lo colocaba boca abajo, aferrándose a las sabanas se prestaba a seguir pues Sebastian no había terminado. El conde dejándose embestir levantaba sus caderas un poco, era excitante sentir siempre la presión de su cuerpo en esta posición, sin embargo pudo sentir un peso extra de repente. Mirando de reojo hacia su mayordomo notó como este era sometido igual que él, no pudiendo evitar sonreír burlonamente.

—No te burles mi amor... —Decía el demonio con fingido resentimiento siendo embestido también— Que bien se siente, la tengo tan grande...

—No soy tu amor... Y no digas cosas así.

—Si lo eres... Te amo Ciel Phantomhive.

Dijo antes de tomar su rostro para darle un profundo pero amoroso beso, Ciel gustoso correspondió sus sentimientos eran recíprocos así que no le disgustaba oir esas palabras, es más se estaba acostumbrando a este afecto. Sentía amar a su pervertido demonio con todas las fuerzas de su corazón, de su ser aunque no lo expresara en palabras lo hacia con acciones. Sebastian no pudo contenerse más, bañando con su semen todo su cálido interior a la vez que sentía a su copia correrse también dentro suyo.

—Gracias, es suficiente. —Murmuró malhumorado Sebastian haciendo desaparecer. Aún estremecido de placer salía del interior de su amo y se recostaba a su lado, pasaron varios segundos hasta que sus cuerpos se calmaron un poco.

—¿Por qué lo desapareciste? Yo tenía una deuda con él, todavía tenía energia para cumplirle...

—Yo no iba a dejar que otro te tocara.

—Pero... Dijiste que eras tú mismo ¿no?

Cariñosamente hablaban refugiándose entre las sabanas se aferraban en un abrazo, ambos no pudieron evitar pensar que tal vez el motivo por el que peleaban era porque inconscientemente sabían que la reconciliación siempre era así de candente, esto era tan masoquista que les daría vergüenza admitirlo.

—Si pero siento celos de mí mismo a veces.

—Que idiota... —Murmuró embelesado Ciel sobre sus labios, queriendo besarlo.

—Te amo tanto que me dejé violar por una copia mía. Espero que sepas valorar mi sacrificio.

—Nada de sacrificio, lo disfrutaste mucho.

—Tal vez... —Murmuró el demonio desviando la mirada, Ciel algo confundido por este gesto lo miraba extrañado— ¿Te puedo decir algo...?

El conde un poco confundido lo miró preocupado permitiendo que le dijera aquello, entonces Sebastian susurró algo a su oído, palabras que hicieron al joven sonrojarse y paralizarse.

—¡Eso es imposible. ¿Verdad?!

Musitó nervioso Ciel, perdiendo su mirada al techo pensaba en lo que su demonio le dijo mientras sentía las caricias de este al abrazarlo tiernamente.

Chapter 14: Complicado

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A la mañana siguiente se veía a Ciel caminar pensativo por el jardín, pareciendo rememorar en su mente el grato recuerdo de la noche anterior llena de placer a la vez recordó como aquel climax de emociones fue opacado por las palabras que su demonio susurró a su oído.

—Él no puede jugar con algo así... ¿O sí? —Se cuestionaba a si mismo con un leve suspiro mientras contemplaba las flores del jardín— Ese idiota debe estar jugando conmigo, y lo soy porque le sigo el jueguito.

Malhumorado decía en un refunfuño, al dar media vuelta para emprender su camino de regreso a la mansión se tropezó con alguien.

—Mi querido y dulce amo ¿Qué te tiene de tan mal humor? —Era la pregunta en tono burlón, suponía el motivo por ese gesto molesto en el  bello rostro de su amo.

—Tú... Tú eres el causante de mi mal humor siempre.

Respondía con evidente molestia aunque ambos sabían que eso era mentira, el conde ignorándolo pasaba por su lado para seguir su camino sin darle tiempo que le refutara.

—Ciel... —Era el llamado de su demonio en medio de un sollozo, aquello hizo detener al joven que incrédulo no creía lo que escuchaba, tal vez estaba jugando. Sebastian no podía estar llorando, ¿o sí?

—¿Estás llorando?

—Claro... Tengo ojos puedo llorar ¿no? —Dijo sarcástico secándose las lágrimas.

—No seas grosero —Replicó más molesto que antes, pretendiendo ignorarlo seguía su camino pero solo sintió como su mayordomo lo alcanzó caminando a su lado— Ridículo...

—No deberías hablarme así... Estoy en un delicado estado. —Con fingido pesar decía mientras se acariciaba el vientre.

—¡Cállate, deja de decir eso...!

—¿Por qué? Si es cierto.

—¡No puedes tener bebés, solo quieres jugar conmigo!

En voz alta le hablaba porque esa broma no le causaba ninguna gracia, le causaba enojo pensar que su demonio quería hacerlo ver como estúpido.

—Claro que si puedo... Ya te lo expliqué anoche.

—No te creo, no voy a caer en tu tonto jueguito.

—Parece que no lo ha entendido así que te lo volveré a explicar. —Con seriedad Sebastian decía— Anoche cuando estuvimos en ese apogeo, mi copia eyaculó dentro de mi y no habrá olvidado mi explicación sobre cómo se hacen los bebés, ¿verdad?

Ciel deteniendo su andar se cruzó de brazos para verlo fijamente con el ceño fruncido, ya se sentía bastante idiota por seguir escuchando tal ridiculez, y lo peor de todo era que empezaba a creerle.

—Eres un idiota si crees que voy a creer ese cuento de que tu mismo te embarazaste. ¿Sabes lo retorcido y estúpido que suena eso?

—¿Suena tan tonto?

—Si dijeras que yo soy el embarazado te haría sonar más creíble —Con un gesto socarrón dijo, en un suspiro retomó su andar, el demonio siguiéndolo lo alcanzó para abrazarlo por la espalda y detenerlo.

—Es complicado explicarlo... Pero este niño es tuyo también.

—Ya me estás cansando con tus tonterías, ya no voy a hablarte nunca más... —Molesto aclaraba soltándose bruscamente de su agarre— Solo quieres verme como estúpido y burlarte de mi.

—No es así...

—Si solo quieres estar conmigo para el sexo y la burla, terminamos nuestra relación ahora mismo... No quiero nada contigo, ¡es una orden!

—Quiere decir que ya no somos amantes por que novios nunca fuimos formalmente...

—Tú tienes la culpa por estar diciendo tonterías... —Tratando de calmarse Ciel decía al ver el gesto de pesar de su demonio al decir aquello— Yo no quiero acabar nuestra relación

—No son tonterías... Bueno no estoy embarazado ciertamente —Aclaró Sebastian con una sonrisa nerviosa.

—Lo sabía.

Ciel murmuró con evidente molestia, dirigiéndole una mirada amenazante mientras apretaba los puños porque incluso ya estaba empezando a creerle, en ese instante odió profundamente a su demonio y su pésimo sentido del humor.

—Todavía no lo estoy pero algún día lo estaré cuando me hagas tuyo —Susurró el demonio acercándose mientras lo abrazaba cariñoso, Ciel resentido con un puchero no se negaba al abrazo pero tampoco lo correspondía.

—Eso nunca pasará...

—¿Por qué no, mi querido amo?

—Porque no... —Fue la tajante respuesta que daba el conde, volviendo a ponerse de mal humor.

—Ya sé, temes que tu pequeño miembro no me complazca plenamente, ¿verdad? —Con tono burlón dijo Sebastian, esa insinuación cruel hizo que su amo se sonrojara tanto de enojo como de vergüenza.

—No tienes que poner énfasis en lo de "pequeño" Cuando se pone erecto crece ¿no?...

—Que pervertido eres, así no debería hablar un niño de tu edad. —Con una pícara sonrisa acertaba a decir solo para molestarlo.

—Oh, claro... Para los niños de mi edad es normal pactar su alma con un demonio, uno muy pervertido que abusa sexualmente de su contratista cuando le place.

—Eso es una infamia, yo no abuso de ti... Tú lo deseas y siempre pides más, si hay alguien abusado aquí, soy yo... —Dijo con un fingido gesto de pesar— ¿No fue usted quién ordenó ese abuso anoche?

—Eres tan idiota.

Con una risita murmuró el conde mientras lo abrazaba, a pesar de que fue una charla un poco molesta, pero así era como se entendían de lo contrario sería una relación aburrida. Este tipo de interacciones lo afirmaban que ciertamente estaba enamorado de un idiota pero a la vez pensaba en lo idiota que era el mismo por seguirle la corriente. Tomando su corbata lo jalaba para si, acercando sus labios a los suyos los besaba dulcemente en medio del jardín.

—Entonces, ¿qué dices? —Cuestionó el demonio al separarse segundos después de ese dulce beso regalado por su amo.

—¿De qué hablas?

—Sobre ser penetrado por ti.

—No lo haré, nunca. —Molesto de nuevo aclaró con un gesto bastante sombrío por su insistencia.

— El joven amo... ¿No quiere formar una familia conmigo?

—¿Vas a empezar con eso?

Cuestionó deshaciendo ese abrazo pretendía alejarse para no empezar a discutir de nuevo, por mucho que amara a Sebastian debía admitir que a veces podía ser bastante pesado. Si, era el perfecto amante, cariñoso "novio", leal amigo, en especial un idiota demonio pero suponía que esa combinación lo tenían enamorado.

Caminando hacia la mansión seguido por su silencioso demonio pensaba en su inusual idea aunque no le desagradaba del todo, algo que por vergüenza no admitiría pero le daba curiosidad. Solo el intentar le resultaba ridículo, en su mente comparaba su miembro en crecimiento con la ya desarrollada virilidad de Sebastian, era como comparar un gusano con una serpiente, un pensamiento que le hizo sonrojar.

—Me pregunto en qué estará pensando mi querido para que su cara se pusiera toda roja.

Con su usual tono burlón el demonio insinuaba unos pasos trás de él, debía admitir que ese pequeño humano lo enloquecía, reduciéndolo a un ser de la oscuridad muy enamorado y más idiota, nunca antes en su demoníaca existencia había sentido tanto apego a alguien, un apego bastante profundo que lo hacía adorar sus cambios y gestos incluso sus contradicciones que tanto le intrigaban.

—¡Joven amo! ¿tiene fiebre? Su cara está muy roja —Era la pregunta de Finny al encontrarlo por la entrada de la mansión y verlo sonrojado.

—Nada... No hagas caso

—Ohh entonces es porque usted y el señor Sebastian se besaban hace rato en el jardín,¿no? —Dijo el rubio con su inocencia característica

Al oírlo el conde sintió mucha vergüenza incluso su cara parecía arder más, al parecer los habían visto besarse, lo peor de todo es que fue él quien lo besó en un arrebató de forma descuidada. Sebastián quien hace unos segundos reía, cambió su gesto a uno serio.

—Eh, pero no deben sentir vergüenza... ¡Los novios se besan! —Finny inocentemente aclaró junto con una enorme sonrisa para animarlos mientras se alejaba de ellos para que siguieran con sus asuntos.

—Eso es tu culpa Sebastian. —Fue el reproche molesto Ciel cuando su jardinero se perdió de su vista.

—¿Mi culpa? Tú fuiste el que me besó de repente.

—¡Tú me provocaste!

—Lamento tanto ser tan provocativo, trataré de no serlo. —Sarcástico el demonio acertó a decir, provocando el enojo de su amo.

—Ahora si terminamos nuestra relación.

Sentenció con vergüenza una vez dentro de la mansión con prisa caminó hacia su despacho donde se encerró. El demonio resignado sacudió la cabeza, su amo era fascinante pero sin duda muy complicado, no tenía sentido hablarle ahora solo dejaría que se le pasara la vergüenza. Dirigiéndose a la cocina se prestaba a prepararle un delicioso postre para que lo perdonara aunque no sabía qué había hecho mal esta vez, pero este era el precio a pagar por enamorarse de un niño humano tan "interesante".

Chapter 15: Entrega especial

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En el despacho de la mansión Phantomhive se podía ver a Ciel entre enojado y avergonzado, todo este asunto del amor le resultaba un poco tedioso pero a la vez le era una cálida sensación, el sentirse amado le complacía en gran manera. Aunque lo negara estaba perdidamente enamorado de ese idiota y pervertido demonio que figuraba como mayordomo.

Y ahora a su complicada vida se sumaba el hecho que sus sirvientes  estarían al tanto de su relación "amorosa", además de la estúpida petición de Sebastian, aquella que vino a su mente junto a su gesto inocente al hacer esa inesperada petición vergonzosa. Sin saber si era una broma o si lo decía en serio, fijaba la mirada a su entrepierna mientras la tocaba mientras lanzaba un bufido molesto.

—Es todavía muy pequeña.

Apenado murmuró al tocarla, cómo podría cumplir así la alocada petición de su mayordomo, quien entraba justamente en ese momento, pretendiendo hacer su trabajo apartaba su mano de esa parte de su cuerpo.

—Joven amo, le traje un trozo de pastel de chocolate y algo de té. —Eran las galantes palabras de este al entrar con una charola en su carrito, a pesar de notar como era ignorado de todas las formas se acercaba.

—No quiero nada... ¿Olvidaste que estoy enojado contigo?

—¿Y qué culpa tiene el postre de tu enojo? —Decía burlón el demonio al ver su actitud infantil

—Eres tan molesto, te encanta fastidiarme.

—Aunque no entiendo tu enojo... Yo no tuve la culpa de que me besaras y Finny nos viera.

—Es tu culpa... Por provocarme.

—Eso es un halago viniendo de ti.

Coqueto susurró mientras se acercaba con prisa a su asiento, arrodillándose lo abrazaba por la cintura quedando su rostro cercano al suyo besaba su adorable puchero. Ciel sonrojado correspondía ese beso, sellando así esta nueva reconciliación, nunca admitiría su culpa en palabras solo con este beso, ya pensarían después como resolver el asunto con los sirvientes.

Ya por la noche la pareja descansaba en la cama sentados al respaldo cada uno en su lado como una vieja pareja casada, Sebastian al terminar de revisar sus papeles dedicó una mirada embelesada a su joven amante que atento leía su libro.

—Eres tan lindo cuando lees en la cama— Susurró el demonio acercándose besaba su cuello para atraer su atención, Ciel podía intuir sus intenciones, haciéndose el difícil pretendía ignorar sus tácticas de seducción mientras seguía su lectura.

—Solo cuando quieres hacerme el amor, soy lindo haciendo cualquier cosa. —Coqueto el joven decía cerrando su libro caía bajo los encantos de su demonio que emocionado quitaba su pijama.

—Siempre eres lindo. —Susurró sobre los labios amorosamente, su mirada parecía destellar en lujuria, Ciel con las mejillas encedidas en un cálido rubor no se resistió dejándose desnudar.

—Deberíamos tener más cuidado con lo nuestro, que los sirvientes estén enterados no me gusta nada.

—Ellos no dirán nada si te ven feliz y, ¿quién te hace feliz?

—¿Lizzy mi prometida?

—Qué gracioso —Con fingida molestia decía, a la vez que lo recostaba en la cama en medio de cosquillas, su risa obligada mientras trataba de zafarse era un deleite para su demonio, no pudiendo evitar tomarlo. Minutos después de esa apasionada entrega los dos agitados se separaron en medio de un asfixiante beso.

—Maravilloso como siempre... —Casi falto de aliento Sebastian decía, sintiendo como su cuerpo todavía se  estremecía por el placer provocado en esa entrega, saliendo de su interior con cuidado gruñía preso de esa sensación tan placentera.

—Tú tampoco estuviste mal —Burlonamente respondía también agitado mientras se acomodaba en su regazo, sonrojado y muy satisfecho besaba cariñoso su pecho.

Sebastian sintiendo esos labios rozar su piel se embelesaba, tratando de  corresponder su afecto dulcemente acariciaba su cabello, aprovechando el momento en un susurro se atrevió a recordarle algo. —¿Pensaste en lo que te pedí?

—La verdad no... Es una tontería.

—No debes avergonzarte, ¿te preocupa el tamaño? He notado que esta noche has mirado mucho mi miembro.

—Yo no he mirado nada pero sin duda lo sentí, eso debe bastarte. —Refutó molesto y apenado el pequeño, evitando verlo.

—Tú puedes complacerme si lo deseas. —Insinuó el demonio apretando la entrepierna de su amo, que reaccionando le apartaba la mano  al sentir que se burlaba— Quiero tu virginidad de esa forma.

—Y si esperamos a que yo crezca un poco —Sugería nervioso Ciel no es que no quisiera complacerlo, el quería cumplir cada capricho de su amado, pero esta petición le hacia resaltar su inseguridad. Sabía lo bien que se sentía cuando un miembro bien proporcionado le golpeara las entrañas, mientras más profundo llegara era mucho mejor, al menos Sebastian lo había acostumbrado así, no conocía otra manera de disfrutar este placer entonces sabía que él no sería capaz de hacerlo.

—La quiero ahora... —Encaprichado el demonio pedía sin dejar de apretar su miembro con fuerza, Ciel trataba de apartarlo, pero pronto jadeó alto al sentir como se ponía erecto.

—No, no, no... Ahora no. Te estás burlando, ¿no? Mi pene no es ni la mitad del tuyo. ¿Cómo podría satisfacerte? —Empezando a molestarse por su insistencia le lanzó una bofetada para que lo soltara— ¡Déjame, no quiero hacer nada... Que seas mi amante no te da el derecho de tratarme así...! Y si sigues molestando con eso no dormiremos juntos nunca más!

Sentenció con firmeza y lleno de enojo mientras se levantaba de la cama para dirigirse al baño.

—Está bien... —Resignado a la vez resentido murmuró el demonio vistiéndose se levantaba también y se dirigía a la puerta— Hasta mañana

—¡Como quieras! —Igual molesto le gritaba el conde al verlo marcharse, encerrándose en el baño se aseaba y se vestía por su cuenta.

Al salir minutos después se disponía a dormir solo, recostándose en la cama miraba al vacío con molestia, no podía conciliar el sueño. Divagando pensaba que al estar en esta relación lo había madurado al menos un poco, en el sentido que ya no pensaba solo en si mismo, sus pensamientos y emociones ahora eran compartidos con ese idiota  demonio que se fue enojado.

¿Tenía razón Sebastian para enojarse? Enojado o no, creía que su actitud era algo caprichosa y eso le molestaba, no entendía porque se comportaba de este forma, estaba siendo tan... tan... Ciel Phantomhive... ¿Acaso se le estaban pegando sus malas mañas? Esas actitudes medias caprichosas e infantiles le recordaban a sí mismo.

—Tonto Ciel... —Murmuró el demonio cuando en su cama recostado divagaba también, de alguna forma estaba resentido por esa negativa  pero a la vez avergonzado al sentirse como un niño caprichoso.

Tal vez no era la forma de tratarlo cuando es normal a su edad mostrarse inseguro con su cuerpo, aunque hiciera cosas de adultos no lo era todavía era un adolescente en desarrollo, no entendía del todo estas emociones pero empezaba a sentirse mal por su infantil actitud. Solo Ciel podía provocar nuevas sensaciones, contagiado de su humanidad, se sentía tan egoísta, tan patético y tan enamorado.

—Déjame, quiero seguir durmiendo —Malhumorado el conde decía acurrucándose más entre las sabanas,  después de una noche de desvelo estaba de peor humor.

—Perdóname cariño... Mi actitud de anoche fue incorrecta —Era la disculpa de su demonio, a pesar de su sinceridad Ciel en su orgullo solo lo ignoraba.

—Déjame solo, es una orden.

En un bostezo ordenaba mientras se disponía a seguir durmiendo aún cuando tenía asuntos pendientes, Sebastian para no complicarse más decidió esperar que se le pasara el enojo, dejando su desayuno a un lado en un suspiro se retiraba. Ya era casi medio día Sebastian cuando se arriesgó a ir a despertarlo, llegando a su cama vio que su amo no estaba.

—Prepara el baño en silencio —Ciel de nuevo ordenaba cuando vio a su mayordomo entrar al baño.

Al parecer el conde había decidido bañarse solo, pero se dio cuenta que eso de calentar el agua era difícil de hacer sin ayuda de su hábil mayordomo. Así la resentida pareja no se habló mientras preparaban el baño, el que estuvo listo pocos minutos después.

—Vete, puedo bañarme solo ahora sí.
—Aclaró seriamente Ciel metiéndose a la tina, el demonio se resentía más por este trato, aunque justificado—
¿Has notado que nuestra relación es solo constantes discusiones? Creo que no deberíamos seguir con esto.

—No digas eso, si no fuera así nos aburriríamos uno del otro, ¿no?

Respondía con una pequeña sonrisa Sebastian al notar esa iniciativa acercándose al pie de la tina quedaba arrodillado para susurrar a su oído. —Te amo Ciel... Soy un demonio que nunca se ha enamorado y...

—Yo tampoco me había enamorado y no me comporto como idiota por eso.

—¿Ah no? Quiero decir, ¿me amas?

El demonio susurró con una traviesa sonrisa notando el fuerte sonrojo en las mejillas de su amo, quien negando con la cabeza hacia un puchero, gesto adorable ante los ojos demoniacos del otro que se embelesaba. Esta era su muy extraña de confesar su amor, se cuestionaba para sí mismo porque a pesar de negar con tal firmeza, este cálido sentimiento se reflejaba en su mirada. Se sentía privilegiado de que nadie más conociera estos dulces gestos del temible Ciel Phantomhive, uniendo sutilmente sus labios en un beso, sellaban esta nueva reconciliación de su algo complicada relación.

—Quiero complacerte, pero no me pidas más de lo que puedo ofrecer —Hablaba tímidamente Ciel con toda sinceridad para no seguir alargando esta discusión. Su demonio siendo comprensivo finalemente entendió que en el amor nada debía forzarse,  que todo debía fluir para satisfacer a ambos. —Quiero hacerlo... Tú siempre cumples mis caprichos y yo no puedo cumplir uno tuyo, está bien lo haré.

Terminaba de decir al notar su gesto de tristeza, aunque le apenaba solo pensar que lo haría, la mirada del demonio se iluminó.

—Quita esa mirada idiota y termina de bañarme para hacerlo... —Ordenó avergonzado, Sebastian con prisa obedecía— Pero no esperes mucho de mí con esta cosita tan chiquita, estás advertido y donde te burles juro Sebastian Michaelis que nunca te dejaré tocarme.

—Yo nunca me burlaría... ¿Con quién crees que hablas? —Cuestionó animado el demonio mientras  terminaba de secar a su avergonzado amo.

—¿Quién? Un demonio idiota que se burla de todo. —Con una sonrisa igual de coqueta respondía a su tonta pregunta.

Entendía que no solo era cuestión de hacer que su miembro se endureciera y embestirlo, lo esencial era la actitud también, las ansias desbordantes de poseerlo como propiedad solo suya. Así que pensando en ello lo tomó de la corbata para atrapar sus labios en un apasionado beso.

—Lo haremos aquí —Advertía sensualmente entre besos, dándole un  empujón lo hacía recostarse en el frío y húmedo piso del baño.

Sebastian emocionado por estar a punto de cumplir su fantasia se dejaba seducir sin reparo alguno, era raro que su Ciel tomara la iniciativa en estas "actividades", así que no podía estar más feliz. Aunque su personalidad y experiencia eran las  adecuadas para dominar en la relación no lo mostraría solo para dejarse seducir, notando la intensidad en su bicolor mirada le permitiría hacer lo que quisiera en su cuerpo, después de todo tenía la confianza de haberle enseñado bien en la práctica.

—¿En el piso del baño? No es muy romántico para mi primera vez...

—¿Primera vez? Y anoche cuando tu otro "yo" te lo hizo, ¿ya lo olvidaste?

Murmuró Ciel con una pequeña sonrisa burlona mientras ayudaba a su demonio a quitarse la ropa mientras se quitaba la suya también, acariciando su piel con firmeza y sensualidad podía sentir como se estremecía, ambos lo hacían al estar desnudos. Sebastian hacia un gesto adorable, si su joven amante trataba de imitarlo él haría lo mismo, ese sonrojo en sus mejillas hizo dudar un poco a Ciel poniéndose nervioso perdía la concentración de lo que hacía. Tomando una fuerte bocanada de aire volvía a su rol empezando a restregarse firmemente a su cuerpo, sus miembros rozaban mientras sus labios se encontraban para regalarse un apasionado beso en medio de jadeos. El demonio notaba lo nervioso que estaba al notar su duda, ya que  parecía querer besar sus labios, su pecho y su cuello a la vez, pero su orgullo lo hacia disimular.

Esa actitud era uno de los muchos detalles por lo que amaba a este humano, a pesar de no estar haciéndolo tan bien no parecía dejarse vencer, esa obstinación en lo bueno y lo malo era simplemente encantador, más enamorado que nunca rogaba por un beso que le fue concedido con mucho amor.

Ciel seguía en su labor de dominante en esa entrega, en medio de ese frío piso de baño bajó su rostro para lamer lascivamente su pecho, su lengua jugueteaba con sus pezones a la vez que se turnaba para succionarlos y pellizcarlos. El demonio jadeaba por la agradable sensación que le provocaba ser estimulado en esta área sensible de su cuerpo, Ciel pronto sintió como su miembro empezaba a endurecer.

—Al parecer alguien ya se emocionó —Decía el demonio con una sonrisa al sentir su dureza.

—¿Qué dije de las burlas?

—No me estoy burlando.

Se justificaba abrazándolo con fuerza a la vez que susurraba a su oído lo afortunado que era al tenerlo así, por cumplir su capricho; palabras que provocaron que Ciel escondiera su rostro en su pecho a causa del bochorno que no quería que viera.

—Eh, no te dije eso para que te pusieras sumiso —Susurró al ver lo tímido que se puso, el joven le miró con enfado y empezó a restregarse de nuevo con fuerza.

—No me subestimes Michaelis. —Le desafió el joven tomando esos insolentes labios los besaba con pasión sintiendo como el miembro de Sebastian se erguía y rozaba con el suyo— Yo estoy listo ¿y tú?

Dijo excitado sintiendo como su miembro palpitaba y su ser entero ansiaba poder sentir como era estar en su interior, sentándose se acomodaba en el espacio entre sus piernas abiertas, viendo como esa entrada parecía clamar ser penetrada.

—¿Debería usar un dedo o la lengua para ver si estás preparado?

—Estoy más listo para recibirte pero si quieres torturarme con la espera, puedo soportarlo. Usa tu lengua, saborea mis entrañas.

—No lo digas así... Siento que se endureció más...

Dijo Ciel en un erótico susurro a la vez que levantaba sus caderas un poco, agachándose un poco acercaba su lengua a esa entrada que parecía insistir en llamarlo. Sin más reparo empezó a lamerla, al sentir lo caliente que estaba se sonrojó mucho, era la primera que su lengua tocaba esta parte suya, los jadeos de Sebastian lo motivaban a seguir lamiendo a la vez que empezó a introducirla. Sabía lo bien que se sentía esa caricia húmeda rozar tu interior, aliviando el calor de sus paredes anales para encender su cuerpo aún más.

—Ahora los dedos... Pero será rápido por que ya no soporta más —Sugería perverso una vez que sacó la lengua de su interior dejándola bien humedecida. Enseguida introdujo un dedo, este entró con facilidad, luego dos y sintió como su cavidad anal los atrapaba de forma tan provocativa que hizo jadear a ambos— Suficiente.

Dijo al sacar sus dedos, ansioso tomó su miembro erecto apretándolo con su mano solo deseaba endurecerlo lo más posible, su tamaño no era prominente como el de Sebastian tampoco era del mismo grosor pero confiaba que esos centímetros de diferencia pudieran bastar para llegar profundo y hacerlo gemir de placer.

Un jadeo se escapó de los labios de su demonio, aún no era embestido no había sido tomado pero la expectativa y su gesto lascivo eran suficiente para excitarlo así.

—Gime solo si lo sientes, no quiero gemidos para consolarme.

—¿Es una orden?

—Es una orden... —Al pronunciar aquello bastó para que el conde empezara a invadir esas cálidas carnes que tan bien lo recibían, su miembro era estrujado tan deliciosamente que no pudo evitar jadear con fuerza.

—No te corras, aunque quieras...

—Lo sé... Se siente bien... —Hablaba con dificultad el joven, invadiendo ese interior que lo reclamaba— Está tan caliente...

El demonio gemía al sentir ese miembro quemar su interior, era más que sentir físicamente, ver como su amo se estremecía y se controlaba para no eyacular mientras se empezaba a mover dentro suyo le llenaba lo que suponía era el alma.

—Eso... Sigue así... Puedes moverte sin compasión, soy tuyo... Haz lo quieras.

—Cállate... Me vas hacer eyacular...

Diciendo aquello empezó a moverse erráticamente dentro suyo, sin perder el control disfrutaba de este placer que le fue concedido, entre los jadeos de ambos sonrojados no dejaban de verse.

—Ciel... Sigue golpeando ahí— Le dijo en un gemido al sentir como su próstata fue alcanzada en un exquisito roce. Al conde no le gustaba seguir sus órdenes pero por ahora lo haría, y con mucho gusto porque era un deleite ver el gesto de Sebastian al ser tocado en ese punto.

Ciel no era un experto, esta era su primera vez de esta forma y trataba de asimilar la situación lo mejor posible, aunque quisiera besarlo no estaba seguro de cómo acomodarse así que en lugar de eso empezó a masturbarlo con fuerza.

—Ah Sebastian, estás duro también...

—Lo quiere dentro, lo extraña...

—¡No me hagas perder la concentración!

Le regañó solo para agilitar su movimiento, sin poder soportar más eyaculó profusamente en una profunda estocada que hizo estremecer a ambos. El demonio extasiado sentía esa espesa esencia bañar su interior, mientras Ciel gruñía y temblaba descargando hasta la última gota dentro suyo. En un impulso salía a los pocos segundos, un poco avergonzado por lo que hizo se recostó sobre él pesadamente.

—¿Esruvo bien? Sé sincero... Quiero mejorar.

—Lo disfrutamos, fue perfecto...

—Pero tú no te corriste y sigues duro.

—Me estaba reservando para recompensarte este placer dado.

—No lo hice bien, si no te hice eyacular — Con un puchero decía el joven.

—Estoy a punto de estallar, vamos reclama tu premio. ¿No lo querías dentro? Déjame bañar tu interior como lo hiciste conmigo.

Ciel notaba que lo decía en serio, una prueba evidente era su gesto de sufrimiento al tener casi aplastada su erección cuando se le recostó encima, levántandose le dedicaba una sonrisa solo para acomodarse en su miembro se sentaba en este. En un gemido sentía invadir su interior, unos pocos movimientos fueron suficientes para ser llenado mientras Sebastian entre jadeos se liberaba.

—Ahh... Duré más... —Susurró Ciel sin quitarse de encima, se movía sutil para sentir esa esencia batirse dentro suyo.

—Eso no cuenta, tramposo... Yo estaba a punto de correrme por lo que me hiciste.

Sentándose Sebastian le refutaba, sintiendo como su amo parecía querer seguir jugando en esa posición con sus rostros tan cerca solo besó esos labios que sonreían perversamente, beso que fue correspondido mientras se abrazaban con fuerza, tan fuerte como el vínculo que tenían.

Chapter 16: Cambios

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Unos días después de ese sensual encuentro, la pareja parecía estar más unida, las discusiones pasaron a un segundo plano, a Sebastian se le quitó la extraña "calentura" de ser sometido por su joven amo, quién a pesar de disfrutar esa inusual entrega estaba decidido a no volver a repetirlo, la excitación de la primera vez era más que suficiente por el momento, así que acordaron esperar hasta que creciera un poco más. Acuerdo que no impedía que siguieran disfrutando del placer íntimo que propiciaba su sincero amor.

Un jadeo se escapó de los labios de Ciel, tratando de callar tan vergonzoso sonido cubría su boca, solo para no delatar el escondite donde su ardiente mayordomo lo embestía con fuerza dentro del armario, un reducido espacio que era testigo de su entrega en esa silenciosa madrugada.

—Shhh... Tu prometida está en la otra habitación. —Era el murmullo cargado de erotismo por parte de Sebastian, quien a pesar de su advertencia no dejaba de embestirlo con el afán de hacerlo jadear y gemir a propósito.

—Es tu culpa... Estás tan duro... —Con igual perversa intención de provocarlo susurró Ciel abriendo sus piernas, para que así sentir esas estocadas profundizar más en su interior, este exquisito placer que solo podía ser otorgado por su fogoso demonio que empezaba a gotear dentro suyo.

—Así te gusta mi amor, ¿no?

—Odio que me digas así.

—Te gusta, mi amor. —Con la intención de molestarlo susurró de nuevo a su oído y sentía como empezaba a eyacular un poco sin salir de su interior— Eres mi amor porque te amo.

Entre gemidos decía el sensual demonio estremeciéndose de placer, ¿Cómo podía ofrecerle tanta satisfacción este pequeño cuerpo? No lo entendía, pero en el amor a veces lo más irrazonable podía ser lo más racional.

—Cursi idiota... —Fue la respuesta de Ciel que pícaramente decía con una sonrisa al oír esas palabras de amor, palabras que excitaron a ambos y bastaron para acelerar su errático vaivén de caderas.

El demonio con un gruñido se corría dentro suyo de forma abundante bañando cálidamente todo su interior mientras sentía a Ciel retorcerse y gemir de placer. Unos minutos pasaron y la pareja muy cariñosa se refugiaba en ese oscuro armario.

—¿Cuándo dirás que me amas? —Aunque falto de aliento Sebastian cuestionó a su oído mientras seguían abrazados.

—Nunca... Son solo palabras.

Decía con tono divertido mientras acariciaba su rostro, dándole a entender que esos "te amo" el los expresaba de otra manera como ahora con esa caricia. El demonio entendía y sonreía tiernamente ante esa extraña declaración amorosa carente de palabras pero muy significativa para los dos.

—Sé que es raro lo que diré pero... —Dijo el demonio luego de haber besado sus dulces labios— ¿Has pensado en que formemos una familia algún día?

Un poco avergonzado Sebastian hizo esta inusual pregunta, pero a la vez no dejaba de verlo fijamente haciendo que su duda pareciera seria, como un anhelo que deseaba cumplir a su lado. Duda que nació por el hecho de que había observado la dinámica normal en otras parejas y como estas eran felices al tener un bebé de ambos.

—Qué tonterías dices. —Sonrojado y a la vez avergonzado respondía el joven ante esa inesperada pregunta, además de ser una propuesta algo alocada, pues era imposible que entre hombres pudiera concebirse un embarazo.

Pero al tener a un demonio como pareja, ¿podía ser posible? Pensaba para si mismo sembrando así en su cabeza esa alocada idea también, ese gesto confuso para Sebastian era más que lindo, emocionado sonreía.

—Te imaginas un hijo de ambos... Que tenga mi cabello, tus ojos, tu naricita, mis labios... Una combinación perfecta de ambos. Bueno, también podía ser una niña y sería muy hermosa.

Embelesado con la mirada iluminada se ilusionaba al imaginarse a ese niño o niña en sus brazos, con emoción se abrazaba a Ciel, quien ante estas palabras se quedó sin reaccionar sobre todo por la actitud tan feliz de su demonio, pues parecía sincero su anhelo. No era que él no lo deseara solo que no se sentía listo para eso, además era incrédulo a la posibilidad de que algo así sucediera.

—Yo podría haber quedado embarazado con lo del otro día.

Acotó Sebastian, palabras que suponían animar al joven solo lo desconcertaron más, Ciel molesto se levantó y desnudo salía del armario con el ceño fruncido.

—Siempre tienes que arruinar las bonitas veladas con tus tonterías. —Reprendió antes de emprender su camino hacia el baño para encerrarse allí.

Sebastian al verlo alejarse molesto se le borró la sonrisa de antes, aunque debía admitir que si fue algo precipitado, y tal vez si era una tontería como su joven amo dijo. Un poco confundido decidió que lo mejor era levantarse a recoger la ropa que habían esparcido en el suelo en su locura por hacer el amor en el armario.

—Lo siento... Prometo no mencionar eso de nuevo... —Dijo con tono arrepentido el demonio recostándose junto a Ciel que estaba en la cama dispuesto a dormir.

Sin decir nada, más que molesto parecía confundido y algo asustado, si Sebastian se embarazara como lo había insinuado, sería muy vergonzoso ya que pondría al descubierto su relación, además sería extraño verlo con un vientre abultado. En silencio ambos se quedaron dormidos entre confusos pensamientos, Sebastian se sentía aliviado de que al menos su amo no lo echara de la cama. ¿Significaba esta actitud que estaba dispuesto a aceptar un embarazo? ¿No le molestaba tener un hijo a su lado? Eso era muy dulce y lo llenaba de emoción, emoción que disimuló para no enojarlo en serio.

—¡Ciel! —Le llamaba alarmado Sebastian cuando la luz del día se colaba por la ventana anunciando la mañana, este se levantó abruptamente ante ese inusual llamado.

—¿Qué? ¿Por qué me gritas?

—Mira... —Dijo en respuesta el demonio señalando su propio vientre mostrándole como este le había crecido, Ciel no acertó a decir nada, se quedó inmóvil no creyendo lo que sus ojos veían.

Para confirmar si era cierto o una broma de su demonio acercó su mano a su abultado vientre para tocarlo, sintiendo como algo se estremecía dentro por su tacto, palideció mientras sus labios parecían murmurar —¿Es un bebé?

—Si... Nuestro bebé... —Respondió un sonrojado Sebastian mientras se recostaba en la cama con una dulce sonrisa.

Ciel no salía de su asombro y confusión, no sabía si sentirse feliz, enojado pero sintiendo como se movía ese pequeño ser decidió calmar su molestia a la vez que sentía como algo en su corazón se removió y sonriendo con emoción.

—Ciel, vas a ayudarme ¿verdad?

—¿Qué?

—Es que ya va a nacer... —Fue la respuesta que escuchó de los labios de su demonio que no dejaba de sonreír— Toma el cuchillo y ábreme el vientre para que pueda salir.

A manera de orden decía mientras le entregaba un cuchillo al palidecido Ciel que se negaba, todo esta situación era tan repentina, ¿un bebé? ¿un nacimiento?
¿cómo pudo pasar todo esto de la noche a la mañana? Era tan confuso que no pudo evitar llorar.

—Ciel tranquilo... Si llego a morir nuestro bebé te hará compañía. Dame un beso y dime adiós.

—Te amo Sebastian, sé que soy muy idiota a veces pero no me dejes, no sé cómo criar un bebé, tú debes quedarte conmigo, es una orden... —Lloraba desconsolado Ciel sobre sus labios, besándolo con desespero al ver como su demonio también parecía llorar por esta inesperada despedida, solo imaginar que lo perdería le rompía el corazón y vulneraba su razón.

Dando una fuerte bocanada de aire sintió un nudo en su garganta que parecía ahogarlo, al oscurecerse todo a su alrededor se obligó a abrir los ojos, en un sobresalto tocándose el pecho se sentaba en la cama para notar como su demonio descansaba normalmente recostado a su lado, entonces notó que todo había sido un sueño, el sueño más raro de toda su corta vida.

—¡Eres un idiota! —Gritó a la vez que lo abrazaba con fuerza, Sebastian no entendía que le pasaba a su amo pero de igual manera correspondió ese desesperado abrazo— No tendremos un bebé, prométeme que no tendrás ningún bebé

Dijo después de calmarse un poco mientras lo seguía abrazando, Sebastian entendió que su amo había tenido un mal sueño, uno de esos muy vívidos que parecen reales. Solo para calmarlo prometió aquello, después de todo algo así era imposible de realizar, ahora entendía que no debía hablar a la ligera de estos temas. Varios días pasaron, y se veía un muy desanimado Ciel en su despacho mientras revisaba unos aburridos papeles, recostando la cabeza en su escritorio se sentía algo mareado y sus ojos se sentían pesados.

—Ciel querido... ¿Te sientes mal todavía? —El mayordomo dijo preocupado entrando al despacho lo veía recostado.

—Si, pero no importa que diga tú solo me pones a trabajar.

—Bueno pensé que fingías porque no querías trabajar —Con semblante arrepentido se disculpaba Sebastian al notar que su amo si se sentía enfermo como dijo antes. Pues este palidecido cerraba los ojos y parecía dormirse, tomándolo entre sus brazos lo llevaba a la habitación.

—Llamaré al doctor.

—Estoy bien... Solo quiero dormir.

Molesto refutó el joven entre dormido, ordenándole directamente no llamar al médico, el demonio con mala cara aceptaba la orden aunque no le gustara la idea. Llegando a la habitación, de inmediato lo recostaba en la cama para que durmiera, a su lado se quedó esa tarde para velar su sueño. Por la noche, Ciel despertó con mucho apetito y pedía la cena con prisa, su mayordomo al verlo con mejor ánimo se levantaba para servirle.

—Me alegra tanto que te sientas mejor — Decía el demonio al traerle la cena a la cama, los ojos de Ciel brillaron al ver la comida y enseguida empezó a comerla, muy ansioso como si no se hubiera sido alimentado en días.

—Más, quiero más... —Murmuró al terminar todo, el demonio se sorprendía porque era raro que su amo comiera tanto, pero como no había almorzado se prestó a servirle más.

—Todo estaba delicioso Sebastian, pero no tanto como tú —Decía en tono coqueto mientras lo tomaba de la corbata para darle un beso en los labios.

—Mi joven amo se siente mejor al parecer, tanto para decir cosas así. —Un poco nervioso por eso coqueteo decía el demonio

—Si te trato bien o mal es lo mismo para ti.

Le reprochó Ciel con la mirada llorosa, el demonio se sorprendía por esos cambios de actitud y de humor, ¿qué le pasaba a su Ciel? No lo entendía y esperaba que lo que tuviera se le pasara pronto, mas no fue así, los siguientes días fueron similares, comía y dormía de más por el día y por la noche era insaciable en la cama, sumando a todo esto estaban sus impredecibles cambios de humor. En una madrugada el demonio reflexionaba mientras Ciel dormía, ¿la pubertad le estaba haciendo cambiar? Se cuestionaba a si mismo.

Incluso parecía estar subiendo de peso, eso no le molestaba porque se veía muy adorable así, con sus mejillas rellenitas se divertía más al pellizcar, pensaba con una sonrisa. Como dormía aprovechó para acariciarlo, su mano empezó a tocar su trasero que estaba también más rellenito, comenzando a excitarse solo con tocarlo.

—Ciel... Quiero hacerlo ahora —Susurró a su oído mientras sentía su miembro erguirse, excitado lo seguía acariciando.

—... Hazlo si quieres, yo quiero dormir.

Respondía entre dormido el joven con picardía pues ya había sentido sus caricias antes y también estaba bastante excitado. Ambos unieron sus labios en un apasionado beso incitando así a ceder ante sus deseos mutuamente, después de una entrega llena de placer se abrazaban bajo las sabanas muy cariñosos, como era costumbre en su intimidad.

—Ciel, estás actuando algo raro pero debo confesar que me gustas mucho así

—¿Raro? Estoy igual que siempre — Respondió con un puchero— Debo decirte algo Sebastian.

—¿Si? ¿Vas a decir que me amas? Por eso estás tan sonrojado, solo dilo es fácil.

—Cállate, no es eso... —Dijo malhumorado, de inmediato su gesto cambió a uno tímido— Yo, creo... creo...

—¿Qué crees? —Con tono burlón susurró el demonio sobre sus labios, sin embargo de inmediato sintió como Ciel preso de una extraña timidez ocultaba su rostro en su pecho.

—Creo que voy a tener un bebé.

Se atrevió a decir entre dientes abrazándose con fuerza a su sorprendido demonio, quién entendió a la perfección lo que dijo en voz baja. Sin saber que decir correspondía ese abrazo, sabía que su amo era un gran mentiroso, pero incluso él no diría una mentira así.

Chapter 17: Confirmación

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El demonio no sabía que decir, ni siquiera que pensar ante esa inesperada noticia, ¿acaso era una broma de su joven amo?, pero su Ciel no era de los que bromeara así de repente y menos sobre este tipo de asunto. A veces si decía tonterías graciosas por la confianza que había entre ellos, tal vez era posible que su sentido del humor retorcido igual al suyo se hubiera manifestado para realizar una especie de venganza por las bromas tontas que habitualmente le hacía.

Sin encontrar una respuesta, sus pensamientos fueron interrumpidos al sentir ese afectuoso y tímido abrazo por parte de su amo, esta noticia cobraba seriedad descartando así la posibilidad de que fuera una mala broma. De forma inconsciente sintió su rostro adquirir cierta calidez, sonrojado al imaginar que se hacia realidad su mayor anhelo, un hijo con el humano que amaba, quién parecía en ese abrazo escabullir más su cara en su pecho, preso quiza de la vergüenza al confesar su estado.

—¿Es en serio? —Con alegría cuestionó un emocionado Sebastian, abrazándolo con fuerza. Incluso su mirada se tornó llorosa por tal dicha, en toda su banal existencia nunca había experimentado este sentimiento, muy diferente al amor que sentía por su joven amo.

—No lo sé... Pero si es cierto, si me sigues apretando así se me saldrá...

Era la respuesta murmurada de Ciel, su voz denotaba un tono alegre, al parecer fue contagiado por la emoción de su demonio, que tomando con delicadeza su rostro entre sus manos lo obligaba a verlo. Sus miradas se cruzaron en un destello extraño, al menos era recién conocido entre ellos, una mezcla de alegría, dulzura y cariño, esbozando una silenciosa pero tierna sonrisa, sin dejar de mirarse unieron sus labios en un beso.

—¿Desde cuándo lo sabes? ¿Por qué no me dijiste antes? —Sobre los labios del conde cuestionó Sebastian mientras acariciaba su vientre desnudo, el que apenas notó un poco abultado, tanto que se jactaba de conocer cada centímetro del cuerpo de su amado y no se dio cuenta de este cambio, avergonzado por su descuido se sentía algo estúpido.

—Eres un idiota... Esperaba que lo notaras hace dos días cuando me di cuenta.

—Ciertamente fui un idiota al no notarlo, ¿hace dos días?...

—¿Cómo lo supe?

—¿Tu instinto maternal te lo dijo? —Se burlaba cariñoso sobre los labios.

—Cállate, no te lo diré nunca.

Con un puchero sentenció, gesto que bastó para que Sebastian lleno de emoción, lo recostara de nuevo en la cama sin dejar de verlo, sin dejar de acariciar su vientre, sonreía. —Aún no puedo creer que tendremos un bebé, si no lo estuviera sintiendo vibrar al tocarlo ahora, todavía no lo creería.

Ciel oyéndolo se sentía satisfecho, le hacia feliz hacer feliz a su demonio de esta manera, aún sonrojado se dejaba consentir, pronto sintió como Sebastian acercaba su cabeza a su vientre, y sus labios empezaron un firme roce en esta cálida parte de su cuerpo.

—No hay que dejarse llevar por la emoción debemos pensar en lo complicado que será todo a partir de ahora, ¿qué haremos?

—¿Qué haremos? No hay mucho que hacer, solo tener los cuidados para que nuestro hijo crezca perfectamente sin que afecte tu salud. Si lo pienso así, suena algo complicado pero sé que podremos afrontarlo ¿no?

—Si, si... Lo haces sonar fácil cuando una pequeña vida no depende de la tuya.

—Si yo hubiera tenido este privilegio no me estaría quejando.

—¡No me estoy quejando! —Le reprochó Ciel ante su gesto burlón.

—Solo bromeo, no debes preocuparte. Qué sería del mayordomo de la mansión Phantomhive sino cuidara de su querido amo al que embarazó.

—Cállate... Todo es tu culpa, tú sabías que esto podía pasar, ¿no?. Ahora todos sabrán lo nuestro y lo que hicimos para tener un bebé...

Ciel mirándolo mal decía en voz baja, imaginando lo que todos murmurarían cuando conocieran su estado, sin darse cuenta empezó a jalar el cabello de su demonio con molestia, una forma infantil para desahogarse.

—No lo sabía... Lo del bebé lo decía en broma, pero se hizo realidad... —Hablaba Sebastian tratando de apartarse del maltrato que su amo le daba— No es mi culpa que Dios escuchara mi ruego.

—¿Dios? Si, claro... —Con similar tono sarcástico respondió Ciel.

—O fue un milagro del amor, de nuestro amor.

—Eres tan ridículo.

—Aunque el joven amo no lo diga sé que me ama, y eso lo vuelve tan ridículo como yo.

—Claro que no... Y ya deja de decir tantas tonterías.

Avergonzado el joven murmuraba sintiendo como su demonio lamía su ombligo de forma lasciva, tratando de evitar que empezara a excitarlo intentó levantarse pero fue detenido por este que con firmeza lo acorralaba a la cama, acercándose sonriente a su cara, se apegaba a su cuerpo que aún estaba desnudo.

—¿No crees que hacer el amor es la mejor manera para celebrar esta maravillosa noticia? —Seductoramente susurró a su oído, acariciando a la vez de manera lasciva su entrepierna. Ciel ante este estímulo junto a sus emociones a flor de piel sentía estremecerse, empezando a jadear no podía resistirse así que le permitió continuar este juego de seducción.

—Tú solo andas pensando en sexo... ¿Crees que esto ayudará a mi embarazo?

—No lo sé, pero he escuchado que un embarazo depende mucho de la actitud de la madre, si te hago sentir bien serás un embarazado feliz y sano.

—¿Dónde escuchas tanta estupidez?

—De los humanos por tantos años...

—Tendrás un hijo con naturaleza humana, no deberías hablar con tanta condescendencia.

—Bueno, mi hijo no fue concebido por cualquier humano, elegí al humano más hermoso, inteligente y amoroso... Por eso nuestro hijo será especial. —Decía el demonio mientras su mirada se iluminaba al aclarar aquello, Ciel sonrojado desvío la mirada, no sabía precisar si esa era una declaración dulce o algo arrogante.

—Dirías cualquier cosa para que abra las piernas ¿no?

—Muchas veces las has abierto sin que diga mucho. —Susurró perverso a su oido, Ciel de reojo le lanzaba una mala mirada.

—Eres un maldito idiota, pero hablando en serio me preocupa lo que pasará... Un embarazo, un bebé no puede mantenerse en secreto para siempre...

—Mañana pensaremos y nos preocuparemos de ello, esta noche solo celebremos el fruto de nuestro amor.

Sugería el demonio mientras acariciaba su bello rostro sonrojado mientras repartía besos en sus cálidas mejillas, Ciel trataba de resistirse a su encanto pero le era imposible, siempre era así y ahora aún más que sentía su cuerpo más sensible a sus besos y caricias.

—Maravilloso resumen de mi vida, ser un joven aristócrata embarazado por mi pervertido demonio mayordomo... —Con una sonrisa divertida hablaba el joven aferrándose al cuerpo de su demonio en un abrazo— Aún así, promete que no vas a dejarme.

—¿Por qué lo haría? ¿Por qué ahora?

—No lo sé...

—¿Estás llorando? —Cuestionó Sebastian al sentir la fuerza en ese abrazo y oír sus leves sollozos, al parecer su joven amo apenas se daba cuenta de todo el asunto y se sentía conmovido por el gran cambio en su vida. Correspondiendo su abrazo lo reconfortaba— Prometo que no te dejaré solo, estaremos juntos ahora más que nunca.

—¿Aunque probablemente me vuelva odioso?

—Siempre eres odioso —Era la respuesta divertida de su demonio dedicándole una burlona sonrisa.

—Como sea, no digas que no te lo advertí.

—Lo tendré presente, mi amor...

—Odio que me digas así.

Ciel le dijo en un susurro a manera de regaño mientras fruncía su ceño, uniendo sus labios en un apasionado beso se escondían bajo las sabanas para dar inicio a su "celebración", este acto de placer lleno de amor que era tan habitual en su intimidad. Transcurrieron un par de días de aquella confirmación y la relación amorosa entre mayordomo y amo ya no era tan secreta para los sirvientes, que confirmaban sus sospechas al ver como Sebastian llevaba en brazos a Ciel con mayor frecuencia, algo vergonzoso para el joven que sentía las miradas de sus sirvientes ante esos cuidados exagerados.

—No quieres que camine pero haces que fuerce el cuerpo de otra forma, eres bastante cinico. —Con fingida molestia le reprochó al sentir como lo llevaba en brazos cuando solo iba al despacho.

—Oh eso... Me justifico al decir que eres tú quien me obliga a hacerlo, el embarazo te ha puesto insaciable, ¿o vas a negarlo?

Ciel sabía que eso era cierto de algún modo pero nunca lo admitiría, evitando el tema lo mandaba a hacer sus labores, discutir con él de esos asuntos solo le causaban más vergüenza al final. Pasaron unos largos minutos, Ciel cansado de revisar sus papeles decidió asomarse discretamente por la ventana para despejar la mente, entonces notó una escena que le provocó molestia, observó un poco más para después sentarse de nuevo malhumorado en medio de un chasquido de lengua.

El atento demonio llegó después de unos minutos con algo de té y unas galletas, fijando la mirada en su amo notó una seria molestia, pero como últimamente su humor era tan impredecible, ya no le sorprendía estos cambios de humor.

—Te vi en el jardín con Finny.

—Por supuesto, estábamos cambiando unas flores como siempre, ¿qué sucede con eso?

—Él parecía muy contento contigo...

Murmuró entre dientes recordando lo que vio minutos atrás, la escena en que el rubio jardinero tomaba emocionado la mano de su demonio, quien no rechazó en absoluto ese contacto.

—No me fijé, estaba ocupado —Dijo Sebastian sin darle mayor importancia, cómo notarlo cuando refunfuñaba por el jardín con tantas flores marchitas—¿Acaso estás celoso?

Terminó de decir con una pequeña sonrisa, no podía creer que sintiera celos de Finny, usualmente sus celos eran provocados por mujeres o gatos, pero no por otros chicos. Apenado Ciel desviaba la mirada al darse cuenta que había mostrado esa humillante emoción de forma inconsciente, ahora se sentía muy estúpido y enojado consigo mismo, preso de esos sentimientos lanzaba la charola con el té y las galletas al suelo.

El demonio suspiró molesto por su nuevo berrinche, esta situación empezaba a ser bastante molesta, si hacia algo ya sea bueno o malo todo parecía fastidiar a su embarazado joven amo y lo peor de esto era que él lo permitía sin refutar. ¿Estaba haciendo mal?, ¿estaba malcriando demasiado a Ciel? Mirándolo fijamente con seriedad recogía el pequeño desastre mientras salía del despacho sin decir más, Ciel se alarmó un poco por la manera en que se fue, ya que habitualmente se quedaba para consentirlo y tratar de calmar su malestar, pero al parecer colmó su paciencia enfadándolo. Al estar solo empezó a sentirse mal pues pensaba que tal vez por sus actitudes infantiles podría perderlo, para ser sincero después de todo era un niño aunque era una verdad que no le gustaba admitir.

Chapter 18: Lazos reforzados

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Lazos reforzados

El demonio refunfuñaba molesto mientras limpiaba la biblioteca no es que estuviera sucia solo quería un lugar donde pudiera desahogar su enojo y maldecir a gusto. No significaba que por estos pequeños inconvenientes dejaría de amarlo, en los últimos días su amo estaba insoportable aún así lo seguía amando, amor que se reflejaba al ser comprensivo en sus actitudes caprichosas, pero incluso todo tenía un límite. Sus pensamientos fueron interrumpidos al sentir como la puerta se abría lentamente, pensando que era alguno de los sirvientes se preparaba mentalmente para regañarlo y echarlo de un grito, entonces sus intenciones fueron desechadas al ver como una pequeña figura aparecía frente a sus ojos.

—Ciel... Si tienes la intención de seguir peleando no estoy de humor, quiero estar solo. —Le advertía seriamente al verlo entrar, este desviaba la mirada mientras cerraba la puerta tras de si.

—Yo solo... Solo venía a...

—¿Disculparte? —Sebastian completaba la frase al ver como este entre nervioso y avergonzado se quedó callado, en respuesta apenas movió su cabeza en forma afirmativa, sutil movimiento que parecía evidenciar como dolía tragarse su orgullo natural— Dilo, y tal vez te perdone.

—Es que no depende de mí lo que estoy sintiendo. —Era la justificación de Ciel percibiéndose frustración en su tono de voz al no poder controlar algunas de esas molestas actitudes, entre ellas los celos que obviamente eran resultado de sus propias inseguridades.

—Sabes que yo no pienso dejarte, tus celos no tienen sentido, al único que amo es a ti y cuando dudas de mi fidelidad hieres mis sentimientos, sabes que soy un demonio muy sensible a veces.

—Ya Sebastian no exageres —Con cierta burla aclaraba mientras acercándose se aferraba a su cuerpo en un fuerte abrazo.

—No exagero, pero de cierta forma es verdad, me hiere tu desconfianza. —Con algo de resentimiento aclaró a la vez que correspondía ese abrazo, era imposible negarselo cuando veía doblegar su orgullo para dar la iniciativa al querer resolver la situación— Puedo soportar tus berrinches tontos porque no te doy pastel o por si te hago trabajar, pero me ofende que pienses que alguien más me resulte atrayente.

—Si, lo siento... —Susurró casi inaudible pero para los oidos de Sebastian era una disculpa muy clara.

—¿Crees que teniéndote a ti, alguien más puede gustarme? —Cuestionó coqueto luego de escuchar su forzada pero sincera disculpa, aceptándola lo levantaba entre sus brazos sutilmente buscaba sus labios con los suyos— Tú tienes todo lo que necesito, lo que amo. Nadie se compara contigo... Lo que tú provocas en mí ser nadie más lo hace

Palabras susurradas que estremecían a Ciel y bastaban para deshacerse de sus tontas inseguridades al menos por ahora, no pudo evitar besar sus labios apasionadamente sellando así la reconciliación de esta estúpida pelea.

—¿Ya no dudarás de mi? —Cuestionó Sebastian solo para terminar esa conversación y evitar alguna discusión parecida a futuro.

—Convénceme que eres solo mío, demonio —Era la respuesta coqueta que le insinuaba el joven restregándose en el cuerpo de su demonio que lo cargaba.

—¿Aquí?

—Aquí y ahora.

Se escuchaba decir a un deseoso Ciel que sentía como su cuello era besado apasionadamente, su cuerpo era reconfortado con las firmes caricias del demonio que lo recostaba con prisa en el suelo. Minutos después se podía oir los sonidos de placer de un semidesnudo conde que en el suelo de la biblioteca se retorcía, sentía como la lengua de Sebastian recorría su pecho a la vez que era embestido con fuerza; ardía en deseo al ser corrompido por su apasionado amante que lo hacía vibrar en cuerpo y alma.

Su interior recibía gustoso esa hombría que caliente palpitaba haciéndolo gemir lo llevaba al más absoluto y delirante placer, no pasó mucho tiempo para sentir como su cavidad era humedecida con su casi ardiente esencia haciendo que alcanzara el éxtasis con un fuerte gemido. Un orgasmo que fue compartido entre los jadeos de ambos, uniendo sus labios en un beso, sus miradas parecían reflejar el gusto de poseerse uno al otro.

—¿Convencido? —Cuestionó sensualmente el demonio mientras salía de su interior, no había mejor respuesta que ver su gesto de satisfacción y sentir su piel estremecida con cada caricia. Sabía que a su amo le gustaba ser consentido así después de esos deslices amorosos repentinos y los no tan repentinos también.

—¡Señor Sebastian...!

Escucharon ambos al ver como Meyrin abría la puerta de forma atrevida, los amantes no tuvieron tiempo de reaccionar y esconderse así que la joven mujer los veía en una pose más que comprometedora. En ese instante se paralizó, sin saber cómo reaccionar sólo se sonrojó toda y tambaleante pretendía retirarse, pero presa de los nervios y el bochorno parecía no encontrar la puerta aunque la tenía a escasos pasos.

—¡Toca la puerta antes! —Fue el regaño en voz alta que el demonio le dio mientras trataba de cubrirse un poco.

—Lo siento... pensé que estaba solo —Dijo ella muy nerviosa, entre tropezones salía de la biblioteca.

—Eso fue muy vergonzoso. —Murmuró también preso del bochorno un Ciel muy sonrojado, era la primera vez que alguien los miraba en una situación así— ¿Por qué no pusiste seguro a la puerta?

Molesto reprochó a manera de regaño a su demonio, a quien parecía no afectarle tanto este inconveniente pues seguía embelesado besando a su lindo amo para calmarlo.

—Tú entraste último ¿No? —Le refutó algo burlón.

—Si pero...

—No te preocupes cariño, de todas formas ya saben lo nuestro y pronto se confirmará más cuando se note el embarazo.

Despreocupado aclaraba para tratar de calmarlo, pero aquello solo parecía alterarlo más, Ciel desviaba la mirada, no podía creer lo sin vergüenza y descarado que era su amante.

—No miraré a Meyrin nunca más a la cara, que vergüenza... —Murmuró apenado en voz bajita al recordar el gesto de la sirvienta que los descubrió haciendo "eso", algo que se suponía no estaba en la lista de deberes entre amo y mayordomo.

—Creo que ella hará lo mismo—Divertido dijo Sebastian a la vez que le daba un beso en su vientre para calmarlo, sabía cuánto le gustaba que sus labios rozaran esa parte de su cuerpo, un susurrado "cállate" fue lo que escuchó en respuesta —Pequeñísimo joven amo, ¿quieres comer algo en especial?

—Quítate, no tiene hambre...

Ciel con fingida molestia trataba de apartarlo muy sonrojado, ver la actitud tierna en su demonio le resultaba todavía muy extraña, pero no le molestaba así que embelesado acariciaba su cabello. El mayor aprovechó estar cerca de su miembro aún humedecido por la eyaculación anterior para lamerlo con firmeza, Ciel trató de resistirse mas no lo logró aunque avergonzado le permitió continuar.

Mientras la pareja seguía en sus "jueguitos", la todavía conmocionada sirvienta llegaba a la cocina donde sus compañeros la miraron fijamente, no viendo señal alguna de Sebastian cerca como era la misión que se le encargó a la joven, se acercaron a ella al notar su extraña actitud.

—¿Qué sucede? ¿Por qué estás tan roja? —Cuestionó el inocente jardinero al ver su extraña actitud.

—¿Te tropezaste con Sebastian? — Burlón preguntó Bard con una sonrisa.

—El joven amo estaba... —Murmuró nerviosa aún en shock al recordar la escena que vio en ese despacho, aquella en la que su joven amo semidesnudo bajo el cuerpo de un Sebastian casi sin ropa no dejaba de darse muestras de cariño pasadas de tono.

—¿Qué? ¿Le pasó algo? —Cuestionaron preocupados los dos.

—En la biblioteca... En el suelo.

Masculló entre dientes no apartando esa imagen de su mente, el jardinero que cuidaba mucho a su joven amo se asustó ante su esquiva respuesta y con prisa salió corriendo directo a la biblioteca.

—¡No Finny no vayas...! —Le gritaba en advertencia la sirvienta al verlo salir de la cocina, recuperando el sentido, ella junto a Bard corrieron tras él.

Meyrin pensaba que no había necesidad de conmocionar a alguien más, además no se imaginaba como reaccionaría Finny que aún era muy inocente. Aunque lo más lógico era pensar que la pareja en mención se habría levantado, sin sospechar que no era así, sino más bien la emoción de ser descubiertos los excitó de forma retorcida.

—¡Joven amo...! —

Fue el llamado fuerte y preocupado del jardinero al entrar a la biblioteca, encontrando inusual la posición en que estaba su amo, en el suelo retorciéndose de placer no dejaba de jadear al sentir como la boca de su demonio devoraba su virilidad. Lo que Ciel disfrutaba no fue interpretado de la misma para el joven rubio, pues pensó que su amo se quejaba en el suelo por el dolor que sentía, sin dudarlo se acercó a "ayudarlo" porque al parecer Sebastian no lo aliviaba.

—¡Vete! —Gritó Ciel lleno de vergüenza al ser visto de nuevo por otro sirviente, el travieso mayordomo dejaba la deliciosa felación que regalaba a su amo con una forzada sonrisa, Finny no entendía lo que veían sus ojos, estaba muy confundido.

—No... ¿Qué le hace al joven amo?

—¡Finny vete... Es una orden! —Era lo que gritaba su muy sonrojado joven amo.

Sin todavía entender lo que pasaba, pero sin opción a cuestionarle algo a su enojado amo empezó a retroceder en sus pasos hasta que fue sacado de la biblioteca por Bard.

—¿Qué hacían ellos? —Cuestionó inocente el jardinero cuando con sus compañeros se dirigían de nuevo a la cocina luego de la bochornosa y confusa escena.

—Cosas de novios —Murmuró serio Bard, no creía que Sebastian que se veía tan intachable ya hubiera llegado a esos niveles de relación con su joven amo, que era un niño todavía, pero era consciente que no tenían derecho a juzgarlos.

—Pero el joven amo estaba retorciéndose en el suelo, ¿no estaba sufriendo?

—Digamos que posiblemente eso le gusta al joven amo, mientras más se retuerce más feliz es... —Divertido aclaró el cocinero dejando su seriedad a un lado— No te pidió ayuda ¿verdad?

—Solo se enojó mucho conmigo...

—Ellos van a matarnos, después de que terminen... ¿No deberíamos huir ahora?

Nerviosa hablaba Meyrin que parecía no salir de su conmoción. Pasaron los minutos y los sirvientes decidieron que era mejor calmarse y esperar que viniera Sebastian a regañarlos o golpearlos por su atrevimiento al encontrarlos en esa situación. Aunque ellos se aferrarían a la idea de no ser culpables porque solo cumplían con sus deberes, ellos son los que deberían cerrar con seguro la puerta para no ser descubiertos.

—Creo que con el incidente de hoy de no tocar la puerta. —Enfatizaba molesto Sebastian una vez que llegó a la cocina, pero decidió tomar una gran bocanada de aire para calmarse y seguir su aclaración— Está muy clara la situación que sucede entre nuestro joven amo y yo, ciertamente ustedes ya lo sospechaban, si, tenemos una relación amorosa por lo que rogamos su discreción... A Ciel le hubiera gustado venir a aclarar este asunto pero está muy avergonzado.

Les comunicaba con una sonrisa aunque odiaba justificarse y más pedir algo a los inútiles frente suyo, sin embargo no tuvo más opción porque era una orden directa de su amo, que asumía también su responsabilidad por no ser más discretos en estos arranques de pasión repentinos. Los tres asintieron con su cabeza a esa petición del mayordomo que sonreía fríamente.

—Si ya sabíamos que usted y el joven amo son novios... Pero yo no sabía que eso hacían los novios... Lo siento—Un poco más tranquilo hablaba Finny con una sonrisa.

—Sebastian no creí que ustedes estaban en ese nivel de relación —Murmuraba receloso el cocinero, acaso no debía llamar a la policía por algo así, pensaba para si mismo. Pero si su joven amo lo permitía suponía que estaba bien.

—Le llamó por su nombre, eso es tan lindo... —Embelesada dijo en un murmullo la sirvienta con una pequeña sonrisa.

—Entonces... ¿El joven amo y yo contamos con su discreción?

—¡Si! Cuenten con nosotros —Decían los tres al unísono con entusiasmo después del mal rato.

—Además de eso, pronto les daremos una noticia que nos pone muy felices a los dos —Dijo el demonio con una sonrisa que los sirvientes no habían visto antes en él, una que parecía sincera, antes de que le cuestionaran más al respecto, Sebastian dejándolos con la expectativa se marchaba.

—¿Ellos se van a casar?

Dijeron al unísono los tres con un gesto de asombro pero a la vez de alegría por este amor, así que en sus tontas mentes comenzaron a imaginarse como sería su boda, sin sospechar que no era de eso que trataba la noticia.

—¿Cómo te fue? —Cuestiono Ciel recostado en la cama al ver entrar a su demonio, este acomodándose a su lado empezó a contar lo que había acordado con sus sirvientes.

—De todas formas, sería buena idea quedarme en mi habitación por unos días. —Tímidamente aclaró el joven sintiendo de nuevo el bochorno que experimentó al ser visto de ese "modo" por ellos.

—Cuando te pones tímido eres muy sensual.

Embelesado le miraba el demonio abrazándolo emocionado, así entre abrazos y negaciones seguían en su dulce convivencia, convivencia que los hacía felices muy a su manera.

—Tome joven amo... Para que le dé al señor Sebastian —Era lo que Finny decía unos días después de ese incidente, mientras le entregaba un ramillete de hermosas flores.

—¿Por qué debo darles flores a ese idiota? —Murmuró apenado el joven sentado al espaldar de su cama esa fría mañana, recibiendo esas flores de malas ganas. Aunque debía reconocer que eran hermosas y fragantes, pero no estaba acostumbrado a dar detalles así a su demonio, para justificarse debía admitir que nunca le daba regalos porque simplemente no sabría que darle.

—Porque usted es su novio... Debe consentirlo supongo. Yo nunca he tenido uno pero creo que debe hacerlo, como cuidar una mascota o algo así... No sé.

—Ja, podría haber algo de razón en ello... —Ciel animado sonreía ante su suposición de tener novio.

—Además quería felicitarlo... por su boda con el señor Sebastian, ya estoy plantando unas hermosas rosas blancas para ese día, ¡Espero que sea pronto!

Emocionado hablaba el rubio, haciendo que la sonrisa de su joven amo se borrara de sus labios, pues él no había aceptado casarse, ni siquiera podía considerar que eran novios. En su mente se negaba a dar formalidad a su relación a pesar de sus sentimientos, lo que hacían y sobre todo por el bebé que venía en camino. Su relación amorosa no estaba del todo definida por lo que le molestaba en gran manera que su estúpido demonio estuviera comentando planes a futuro que ni siquiera él sabía.

Chapter 19: Decisiones

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Finny al notar el gesto enojado de su joven amo sospechaba que había cometido una indiscreción, además Sebastian no afirmó sobre una boda, solo insinuó una sorpresa. Algo que bastó para que él junto a sus compañeros de trabajo empezaran a especular sobre su boda, obviamente era un detalle que debía quedar entre ellos y no debía mencionarlo a los directamente involucrados.

Ciel ordenó que se retirara, el jardinero nervioso sin saber que decir que decir, salió sin refutar. A los pocos minutos el atento mayordomo aparecía ante su hermoso señor, al verlo malhumorado se acercaba para cambiarle el ánimo.

—Están lindas las flores... —Decía al ver las flores sobre su cama para iniciar conversación.

—Son para ti, mi amado Sebastian —Respondió tomándolas entre sus manos y se disponía a entregárselas, el demonio extrañado por tan inusual comportamiento lo miraba receloso al recibir este inesperado detalle.

—Debería alegrarme de que me trates con tanto cariño, pero me das miedo.

—No digas tonterías... Ven Sebastian, dame un beso.

Esa petición dicha con extrema dulzura solo hizo que el demonio se tensara aún más, pero temiendo enojarlo por sus dudas se acercaba, comenzando a rozar sus labios con cariño. De pronto solo sintió como su aparente dulce señor jalaba su cabello con fuerza.

—¡Ahh, Ciel eso duele! —Con un fingido gesto de dolor se quejaba al sentir su repentino maltrato, pensando que era uno de sus juegos le miró divertido para seguirle la corriente. Sin embargo, en lugar de hallar un gesto coqueto en su bello rostro solo vio un gesto que reflejaba enojo, definitivamente no estaba jugando.

—¿Cuando ibas a decirme lo de nuestra boda? —Le reprochó enojado sin soltarle el cabello de su mayordomo que confundido lo miraba.

—No entiendo de que hablas...

Fue su respuesta mientras se soltaba de su agarre, con seriedad notó como Ciel le torció la mirada y sin darle mayor explicación solo se recostaba en la cama, le daba la espalda para ignorarlo, actitud inmadura que enojó al demonio ya que esperaba una respuesta.

—Ese es tu problema... Te enojas por tonterías y ni siquiera me das el motivo, ¿pretendes que adivine?. Soy un demonio que trata de entender las diferentes actitudes humanas, y tú querido mío me confundes bastante, confieso que a veces es encantador el sentirme confundido, estar a tu merced, pero en otras ocasiones como ahora... Simplemente me hartas...

Diciendo aquello muy molesto dejaba esas flores a un lado, sabía bien que no escucharía una respuesta de su parte, ni una explicación, mucho menos una disculpa. Dando un fuerte suspiro salía de la habitación, era consciente de que su caprichoso amante no lo detendría. El joven al verlo salir se lamentó, esas palabras dolieron más porque en parte eran verdad y las merecía.

—¿Ustedes que le dijeron a Ciel? —Eran las palabras del molesto mayordomo a los sirvientes cuando llegó a la cocina, su intuición le decía que ellos tenían algo que ver.

—Fui... Yo... Yo tuve la culpa... —Con los ojos llorosos confesó Finny agachando la cabeza.

—Lo sentimos señor Sebastian... En parte es nuestra culpa también, nosotros pensamos que ustedes se iban a casar. —Decía la joven sirvienta tratando de justificar a su compañero que estaba nervioso al sentir la mirada del mayordomo sobre el.

—Lo siento...  —Se disculpaba con lágrimas el rubio arrepentido de lo ocurrido, al parecer por el enojo evidente de Sebastian, suponía que se había peleado la pareja.

—Ya no importa... Pero por favor no supongan cosas que yo no haya dicho

Con un suspiro hablaba el demonio, no entendía como los humanos se complicaban la existencia, unos hablando de más y otros simplemente no hablando. El punto de esto no era lo que hayan dicho los sirvientes o no, sino la actitud de su joven amante ante ello, todo se hubiera solucionado al instante sólo con decir el motivo de su molestia, pero prefirió callarse y suponer lo que creyó conveniente ante de enfrentar la situación

—La sorpresa no era con respecto a una boda. —Murmuró el demonio para que descartaran ese tonto rumor— Dudo que su joven amo quiera casarse...

Terminó de decir con aparente seriedad solo para disimular la tristeza que le provocaba el pensamiento de que su Ciel le costaba abrir su corazón, expresar lo que sentía porque no confiaba en él, si era así probablemente no lo amaba de verdad. Saliendo de la cocina caminaba sin prisa por el pasillo, pensar en la posibilidad de que su querido señor no lo amara hacía que su pecho se llenara de una agobiante sensación, desolador sentimiento que no había sentido antes, dolía profundamente el no sentirse amado por quien amaba, sentirse de esta forma le frustraba.

Pensaba en como se hubiera evitado todo este lío si tan solo no se hubiera enamorado, sería tan sencillo solo dejarse llevar por el banal placer, que fue un error vincular los sentimientos en sus juegos sexuales. Deseaba que no hubiera ningún arrepentimiento por amarlo como lo hacía, pero era inevitable cuando se presentaba estas situaciones, en un suspiro se convencía de que este asunto del amor era complicado, ¿era así para todos? ¿O solo para él por ser demonio? Un ser de la oscuridad que no debía experimentar tal sentir y le costaba un poco más entenderlo.

Pasaba más del mediodía, Ciel en su cama parecía también estar meditando sobre algunas cosas mientras se acariciaba el vientre. En momentos en que se sentía agobiado, como ahora, le gustaba sentir la calidez que su mano palpaba, le era reconfortante pensar que dentro suyo crecía una combinación de ambos, humano y demonio. Podía sentir como el fruto de su amor crecía, solo el amor podía haber creado este pequeño milagro, ante algo cursi pensamiento sus mejillas se tiñeron de un adorable rubor.

Amaba a Sebastian, lo amaba mucho pero le era tan difícil mostrarlo en detalles tan simples de su convivencia juntos, incluso un demonio se esforzaba al lidiar con sus propios sentimientos y el siendo un humano no podía, que patético se sentía por ser superado por Sebastian en este punto. Tal vez no estaba esforzándose  lo suficiente, quizás demasiado confiado al pensar que su demonio lo amaría a pesar de todo, pero incluso él tenía un límite en su amor. Nadie soportaría un caprichoso niño, ni el mismo se soportaba a veces, entonces en ese momento de lucidez se propuso  el ser más comprensivo con su demonio, sus palabras de sincera frustración de antes que todavía hacían eco en su mente lo hicieron darse cuenta de esta verdad.

—Sebastian... —Le comenzó a llamar una y otra vez sin que su llamado sea atendido, esto le parecía extraño al inicio pero suponía que él seguía molesto. Pasaron unos minutos, impaciente al ver que aparecía se levantó de la cama, en pijama salía de su cómoda habitación para buscarlo.

—¡Joven amo, ¿qué hace aquí?!

Cuestionó un sorprendido Bard al ver a su pequeño amo entrar en la cocina, este que llegó hasta ahí después de haber buscado a su mayordomo por algunas partes de su gran mansión, disimulando la vergüenza que sentía al estar allí de repente inventaba una excusa. —Tenía hambre, estaba llamando a Sebastian y no aparece.

—No lo hemos visto hace rato, pensamos que estaba con usted — Respondió la sirvienta ya que desde la aclaración de la supuesta boda no lo habían vuelto a ver.

—Joven amo, perdóneme —Con sincero arrepentimiento decía Finny acercándose a él con la mirada llorosa— Yo le dije lo de su boda... Aún cuando no era así.

—Lo que quiere decir Finny es que... El siente que usted y el señor Sebastian se enojaran por su indiscreción... Él no nos dijo de ninguna boda, nosotros solo supusimos que habría una. Lo sentimos en serio.

Aclaró la mujer más calmada, al tratar de explicar el inconveniente provocado por su imprudente compañero. Ciel desvió la mirada al darse que se había enojado sin motivo aparente, que era cierto cuando su demonio le dijo que ignoraba aquel hecho.

—Ya veo... —Murmuró sintiéndose aún peor por su inmaduro comportamiento— Si lo ven, díganle que lo estaba buscando.

—Joven amo, si tiene hambre podríamos preparar algo para usted —Sugería el cocinero con ánimo, aprovechando la oportunidad de servir a su amo, quien estaba dispuesto a marcharse.

—Estoy bien así... —Respondió sin prestar mayor atención a esa propuesta, pero de inmediato pensó en ese bebé hambriento dentro suyo, entonces a regañadientes aceptó.

Ante su respuesta los sirvientes se emocionaron y rápidamente se esmeraron en atenderlo, era un privilegio que no siempre podían darse, con entusiasmo ayudaron a preparar una comida ligera que pudiera saciar a su amo. Ciel sentado a la mesa esperaba lo que sus sirvientes le sirvieran, aún a pesar del alboroto no podía apartar la triste sensación de no tener a su bello mayordomo cerca, como lo había alejado. Sin embargo, si le parecía muy extraño que no haya aparecido, a pesar de estar ahora a merced de los torpes sirvientes de la mansión Phantomhive.

Sintiendo como le rugía el estómago se acarició con firmeza sobre su pijama haciendo que se le notara su pequeño vientre abultado, detalle que notó Meyrin, quien sonrojándose sutil  pensaba lo que eso pudiera significar. Pero disimuló su reacción al desviar la mirada, tal vez solo lo estaba imaginando y no se tenía permitido suponer después del lío que hacer aquello les provocó antes. Quizás esta era la sorpresa que el mayordomo insinuó minutos atrás, era una duda que guardaría para si misma para evitar nuevos inconvenientes.

El joven no dudó en comer ese almuerzo ligero, tenía tanta hambre que comería lo que sea, pensaba al terminar satisfecho. Sus sirvientes felices estaban complacidos por haberle servido, Ciel sin decir nada se prestaba a seguir buscando a Sebastian, recordó un lugar en el que no lo buscó, su habitación. Después de tanta insistencia por parte de Finny le permitió acompañarlo, al llegar allí no lo hallaron.

—El señor Sebastian parece no pasar mucho aquí —Comentó ingenuamente el jardinero al ver esa habitación tan pulcra.

Ciel desviando la mirada pensaba en que ciertamente él no pasaba mucho tiempo ahí porque ya se había mudado a su habitación, y a veces solo llegaban a esa modesta cama para alguna travesura de tipo sexual.

—Joven amo, hay una nota sobre la almohada —El rubio le avisó al verla y sin dudarlo se la entregaba pues estaba dirigida a su amo. Ansioso Ciel la tomaba empezando su lectura, unas lágrimas parecían escaparse al leer cada línea de aquella nota.

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Conteniendo sus lágrimas y apretando ese papel en su mano aceptaba la decisión de su demonio, no podía culparlo de sentirse así. Ya se había dado cuenta que por su propia estupidez e inmadurez perdería a quien más amaba y eso le dolía más que nada, porque era muy posible que esta vez Sebastian no lo perdonaría.

Chapter 20: Juego y atracción

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Ciel al leer esa nota fue directo a su habitación y allí se quedó hasta que la noche empezó a caer, ya no quería pensar en Sebastian, si esa fue su decisión no podía obligarlo a que regresara. Conteniendo las lágrimas pensaba en no darle el gusto de que volviera en cualquier momento y lo encontrara llorando. Al parecer la tristeza y arrepentimiento se transformaba en uno de enojo y orgullo, a pesar de que era consciente que esta actitud complicaría más su relación, pero no quería volverse manipulable en nombre del amor que sentía aunque esto le condenara a la soledad.

Mientras el joven señor de la mansión Phantomhive reflexionaba en su cama, los sirvientes caminaban de un lado a otro en la cocina, se sentían preocupados y afligidos por la situación de su joven amo, ya que Finny les contó el contenido de aquella nota que leyó atrevidamente cuando Ciel la dejó caer antes de marcharse.

—¿Creen que el joven amo se animará con esto? —Cuestionó con un semblante triste el jardinero, pensando en la agonía de su señor su mirada se tornó llorosa.

—¡Este postre es de la mejor pastelería de Londres, así que creo que le gustará! —Fue la muy animada respuesta del cocinero tratando de levantar el ánimo a sus compañeros y a si mismo también— Debe animarlo mire lo costoso que fue, parte de nuestros sueldos van ahí...

Terminaba de decir mientras servía un trozo de ese pastel de chocolate en un plato, junto con una taza de té caliente que se esmeraron en preparar, todo con el afán de que fuera similar a lo que preparaba su galante mayordomo ausente.

—Todo sea por animar al joven amo.
—Dijo la sirvienta con una sonrisa esperanzada en que ese postre sea del agrado de su joven amo— Ahora, ¿quién se lo va a llevar?

Murmuró con duda ella, entre ellos algo nerviosos no se atrevían a ofrecerse para tal misión pues suponían que su amo estaría no sólo deprimido sino de muy mal humor. Al final decidieron que debía ir alguien que contara con sutileza y algo de sensibilidad para tratar estos asuntos del corazón.

—Joven amo... —Le llamó nerviosa la sirvienta fuera de la habitación, sus compañeros en silencio junto a ella le ayudaron a subir la charola— Le traje su cena.

Decía ella tocando la puerta, sus piernas temblaban y casi podía esperar un grito como respuesta, sin embargo no hubo ni un sonido después de largos segundos. Cuando estaban dispuestos a entrar, por no escuchar una pronto respuesta, un grito molesto los detuvo.

—¡Ustedes, no pedí nada de cenar, váyanse!.

Aliviados y a la vez asustados los sirvientes dieron un suspiro al oír la voz de su gruñón amo.

—Pero joven amo... Nos esforzamos mucho en esta cena, por favor... Es algo que le gusta.

Era el ruego en la nerviosa voz de la joven mientras seguía insistiendo, Ciel acariciando su vientre sentía que su estómago gruñía, sino fuera por este bebé dentro suyo se hubiera soportado el hambre unas horas más.

Además ese "nos esforzamos" solo alertaba que no era bueno, pero debía valorarlo por el esfuerzo que pusieron, moría de hambre así que no tuvo más opción que aceptar. A regañadientes le permitió entrar alegrando así a sus sirvientes, la joven entró cautelosa, cuidando que sus torpes no se enredaran para no arruinar el esfuerzo de todos. Ciel sin levantar la mirada empezó a comer ansioso ese delicioso postre, no estaba acostumbrado a comerlos como cena, pero si Sebastian no estaba debía aprovechar.

—Me alegra tanto que le esté gustando, joven amo

—No está nada mal. —Dijo el joven mientras comía, de pronto una extraña nostalgia le invadió dejando de comer. Pensaba en como hace mucho tiempo no probaba postres preparados por alguien más que no fuera su Sebastian, se sentía estúpido por ponerse sentimental por algo tan trivial como un postre.

—¿Se siente bien?

—Déjame solo. —Respondió en un murmullo viendo como ella obedeciendo su orden se retiraba. Al quedarse solo siguió comiendo, no pudiendo evitar que las lágrimas se le escaparan. Dulce y tristeza no eran buena combinación, quedó tan lleno que recostado en la cama se quedó dormido.

Avanzada la noche Sebastian a lo lejos  observaba fijamente la mansión con tristeza, nostalgia, a la vez con enojo y resentimiento. En las largas horas que estuvo fuera, su amado y orgulloso Phantomhive no había pronunciado su nombre ni en un susurro, no al menos desde que leyó la nota. Tal vez eran acertadas sus sospechas, su joven amo no lo amaba y eso le dolía aunque pretendiera que no era así, frustración que lo hacia sentir idiota porque ahora parecía un patético humano más.

—Mocoso orgulloso... —Murmuró el demonio entrando sigiloso a su habitación, viéndolo dormir profundamente se acercaba a la mesita junto a la cama. Al ver el plato vacío solo con unas cuantas migajas de ese postre, frunció su ceño— Unas horas lo dejó y me ha traicionado comiendo postre preparado por otras manos...

Un murmullo en un evidente tono celoso, al verlo dormir se acercaba aún en la oscuridad podía contemplarlo bien, se sintió triste al notar su bello rostro con un semblante que reflejaba tristeza aún al estar dormido. Eso lo hizo dudar en su decisión, bien podía abrazarlo y olvidar esa tontería, pero su orgullo salía a flote también, acariciando un mechón de su cabello se retiraba antes de caer en la tentación de dar la iniciativa para una reconciliación.

Aún estaba resentido y no pensaba dejarlo como escribió en su nota, solo quería darle un escarmiento para que cambie un poco esas malas actitudes, un día más de ausencia no le haría daño aunque tampoco podía afirmar que pudiera soportarlo por más días, así que regresaría pronto por lo mucho que lo extrañaba.

—Maldito demonio, te extraño... —Se escuchaba el murmullo del joven a la mañana siguiente al despertarse solo en su cama, era tan deprimente no ver a su demonio idiota a su lado que no quería levantarse. Extrañaba ese dulce beso de buenos días, solo tenía su almohada en la que se percibía sutil su aroma.

Molesto la golpeó por unos segundos para abrazarla con fuerza, para cubrir su boca que luchaba por pronunciar su nombre, al final decidió no hacerlo. Sin embargo, entre su propio forcejeo por callarse y el aroma agradable dejado por su demonio en la tela suave de esa almohada un extraño sentir le invadió, aunque no era tan extraño porque era lo que usualmente sentía al tener a su sensual demonio cerca, empezando a excitarse se frotaba con fuerza a esa almohada, tal vez solo necesitaba liberar la tensión un poco pensó antes de bajarse la ropa interior.

Sus genitales rozaban esa almohada mientras podía percibir ese aroma que despertaba todos sus sentidos, abrazándose más a la almohada se escondía bajo las sábanas comenzaba para seguir masturbándose, entre jadeos y movimientos erráticos sentia su erección ser estimulada de esa manera. Sonrojado y acalorado no dejaba de moverse, cerrando sus ojos pensaba en Sebastian, quien usualmente era el que saciaba esos "antojos" matutinos, aún para masturbarlo era complaciente y siempre disponía sus manos o boca para satisfacerlo. No era lo mismo que con esta almohada, ni por mucho que se frotara en ella, pero eso no lo detendría, debía probarse que podía llegar al clímax sin su ayuda.

—Que niño tan travieso... —Murmuró el demonio a lo lejos al observar como esas sábanas se movían. Aunque le fue complicado, Ciel sintió salpicar su eyaculación cálida en parte de sus manos y en la almohada, con su agitado respirar se escabullía más en las sábanas, después de ese pequeño gusto se sentía avergonzado.

Extrañaba tanto a Sebastian que casi ese día de ausencia le pareció eterno, en muchos sentidos lo extrañaba estaba tan acostumbrado a su presencia y más cuando parte de su ser crecía dentro de suyo. ¿Cómo podría dejarlo ir solo así? Comenzó a pensar en qué hacer para que lo perdone sin perder la dignidad, era díficil, pero si lo conocía lo suficiente sabía como lo haría volver.

Más animado con esa determinación se levantaba de la cama, acercándose a la ventana tocaba con su mano aún humedecida de su esencia el vidrio, dejando plasmada su huella en ella. Si algo había iniciado su relación era este perverso placer de estar juntos, así que con ello lo atraería de nuevo, no dudaba que caería en sus encantos. Encerrándose en el baño, apenado por lo que hizo en la ventana, pero sabía que cualquier táctica por muy sucia y tramposa que fuera era válida en la guerra y el amor.

—Joven amo... su desayuno está listo.

Era la voz de la joven sirvienta que aparecía en su habitación unos minutos después, tratando de mantener la calma para que no se cayera la charola con el modesto desayuno que habían preparado con esmero, apenas al servirle su ansioso amo comía, el sabor no era tan importante si era para saciar su hambre.

—¿Puedo preguntarle algo y no se enoja? —La sirvienta con aparente valentía cuestionó minutos después a su amo, al verlo de mejor humor mientras terminaba su desayuno.

—Si vas a preguntar por Sebastian, solo te diré que no sé cuando va a regresar.

—Pero usted quiere que regrese, ¿verdad?.

—Me da igual si lo hace o no.

—Pero usted lo ama, ¿no? —Se atrevió a decir al no creerle esa fría postura que su joven amo mostraba al hablar de Sebastian.

Ante tal indiscreto comentario dirigió su mirada molesta a la vez que fruncía el ceño le pedía que se retirara, la nerviosa mujer obedeció sin refutar, bien merecía esa reacción por su atrevimiento. En parte se marchaba algo satisfecha porque al menos su amo mostró una reacción no tan fría como la que había dado antes, confirmando que todavía lo amaba.

—Claro que lo amo...

Susurró en voz baja al quedarse nuevamente solo, tal vez el callar este profundo sentimiento estaba afectando su relación. Sebastian siempre mostraba su amor con palabras y hechos, algo que el no correspondía de igual manera; no porque no lo sintiera solo que le avergonzaba el expresarlo por miedo y quedar en ridículo. Apartando de su cabeza tales confusos pensamientos, decidió aprovechar estos momentos sin Sebastian para holgazanear a gusto, así que acomodándose de nuevo en la cama pretendía seguir durmiendo en ese día.

Mientras el joven dormía a media mañana, el demonio se arriesgó al colarse en su habitación de nuevo con mucha cautela. Viendo que estaba dormido se acercó a la ventana donde estaba esa marca con su fluido, olfateándola empezó a lamerla ansioso, en medio de su excitación se embriagaba de ese delicioso sabor que en su lengua se humedecía.

Al dejar completamente limpia se marchaba con una sonrisa de satisfacción en sus labios, pues si su amado quería jugar le seguiría la corriente, al parecer esa muestra perversa en la ventana era una señal de que su querido conde empezaba a ceder. Minutos después, Ciel al abrir sus ojos al instante se dio cuenta de la ventana limpia, sonriendo perverso para sí mismo pensaba en como su lujurioso demonio había caído en su trampa. No solo eso, sino que a pesar de su enojo lo mantenía vigilado, incluso ahora en algún lado debía estarlo observando lo que significaba que no lo había abandonado, que todavía lo amaba; porque solo alguien enamorado podía dejarse manipular de esta manera en un tonto jueguito. Sin dejar de sonreír se daba cuenta que Sebastian no era el único tonto enamorado de esa relación.

Chapter 21: Bases de una relación

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Ciel aguardaba perezosamente a su demonio en la cama, esperando que este apareciera en cualquier momento, aburrido entre las sábanas se movía; tomando un libro lo leía por ratos, pero así mismo de inmediato lo dejaba a un lado. Definitivamente se aburría sin Sebastian, pensaba para si mismo mientras fijaba su mirada al techo, con solo pronunciar su nombre bien podía tenerlo a su lado en un instante, pero así no funcionaría su plan de atraerlo sin llamarlo.

¿Cómo podía llamarlo sin que sus labios pronuncien su nombre? La respuesta era obvia, pero tan perversa y a la vez patética al pensar llamarlo con gemidos. La vergüenza le invadía ante su idea, sin embargo tanto lo extrañaba que decidió hacerlo, no por ahora para no parecer desesperado.

—Creo que leeré un rato, comeré algo y me dormiré, así en la noche lo haré. —Planeaba en un murmullo mientras se acariciaba el vientre con sutileza.

Tenía tanto que pensar, empezando con ese bebé que crecía dentro de suyo, seguramente no era momento para estar en jueguitos de seducción con  su demonio idiota y resentido. Imaginaba como sería en unas semanas cuando se le notara el embarazo, debía admitir que no era algo que pudiera enfrentar solo. Necesitaba a Sebastian, después de todo había ayudado a concebirlo y no podía quitarle responsabilidad.

—¿Tanto te cuesta llamarme? —Con un bufido de molestia musitó el demonio a lo lejos, se aburría al estar solo observando toda la rutina de su joven amante en ese día.

La noche estaba por llegar mientras esperaba ansioso que algo sucediera, aguardaba la esperanza de que tal vez las sombras de la noche le ayudaran, en un suspiro sospechaba ligeramente que terminaría cediendo a los caprichos de su amo. El joven al terminar su cena esperando unos minutos se prestó a ejecutar su plan, asegurando la puerta procuraba no ser interrumpido por alguno de sus sirvientes. Dejando las luces encendidas se acercaba a la ventana, quitándose la ropa quedaba completamente desnudo sabiendo que era observado por su demonio, esbozando una sonrisa pícara trataba de llamar su atención.

Sebastian a lo lejos miraba atento como sensualmente su travieso amo se despojaba de sus ropas, aunque se sentía fascinado con que lo hacía no pretendía caer tan fácil en su trampa. Unos segundos después un Ciel desnudo chasqueó su lengua al creer a su demonio más manipulable, que solo bastaría este intento para seducirlo, pero al parecer se equivocó entonces pensó en que debía pasar al siguiente nivel.

—¿No sería más fácil solo llamarlo?

Cuestionó Ciel algo frustrado, al pensar si no era más humillante hacer  esto o llamarlo de una vez, pero ya había iniciado y no podía retractarse. Con sus manos empezó a tocar su cuerpo lascivamente, algo avergonzado al principio, poco a poco se relajaba al imaginar que era su mayordomo quien lo tocaba. Rozando su miembro viril jadeaba sutil al pie de la ventana, sonrojado se excitó al estimularse con fuerza en esa parte sensible de su adolescente anatomía.

El masturbarse hacía que su demonio empezara a sucumbir en sus más perversos deseos, relamiéndose los labios se excitaba con solo verlo mientras colaba su mano en el interior de su pantalón se tocaba. Un  fuerte jadeo se escapó de los labios del joven estando de pie por el placer que sentía, era excitante estar de esta forma, pero algo incómodo para lo que pensaba hacer. Con una mano ocupada en su masturbación y de la otra tomaba dos dedos para meterlos en su boca y humedecerlos.

Pasaron un par de minutos cuando caminó hasta la cama y recostándose en ella saciaba sus deseos en medio de su soledad, remordiéndose los labios pretendía no llamar a ese único ser que podría saciarlo por completo. ¿Cuánto más estaría mirando?, se cuestionó internamente dirigiendo su mirada a la ventana, con sus dedos humedecidos se prestaba a invadir su  interior.

—Estos dedos no son suficientes —En un jadeo susurró al embestirse, a pesar de no sentirse completamente satisfecho siguió con su labor.

Con una sonrisa perversa abría más sus piernas para simular que era su amante quien lo embestía, retorciéndose en la cama se esforzaba en no pronunciar su nombre. Sebastian ante esa estimulación visual sintió como su miembro se erguía y no pudiendo contenerse se acercaba a la ventana desde afuera.

—¿Qué esperas? ¿Por qué no entras de una vez? —Cuestionó Ciel al verlo— ¿Desde cuándo eres tan tímido?

—¿Acaso no piensas disculparte? —Era la pregunta del demonio abriendo la ventana y verlo fijamente. Ciel ignorando su pregunta siguió en su labor, excusa perfecta para no  disculparse— Eres un niño terco y muy malo.

—Así me amas, ¿no?

—Y te aprovechas de eso —Le susurró al oído en un rápido acercamiento. No podía seguir enojado con él, era su terco y mal carácter lo que le había enamorado, sin ese encanto solo quedaría como cualquier humano.

—¿Quieres unas disculpas? —Dijo Ciel con una sonrisa perversa sacando los dedos de su interior le mostraba su palpitante y flamante entrada— Ven a buscarla en lo profundo de mi ser.

—Eres tan cruel y tramposo. —Murmuró el demonio relamiéndose los labios ante esa perversa invitación ofrecida a manera de disculpas, cayendo en la tentación bajándose los pantalones mostraba su prominente erección— Sabes que no puedo resistirme a eso.

—Eres asqueroso por lamer la ventana sucia.

—Más asqueroso eres tú, por ensuciarla.

Respondió el sonriente demonio con coquetería, tomando su miembro rozaba la punta en su entrada que palpitaba deliciosamente mientras abría más sus delgadas piernas.

—No debería darte "esto" por jugar con mis sentimientos— Con un puchero decía rozando su erección en su entrada.

—Sebastian...

Le llamó en un susurro tomando su corbata lo obligaba a que sus rostros se acercaran, ambos se quedaron viendo en un extraño silencio. Ciel parecía querer decir algo, aunque era obvio lo que quería decir por su mirada arrepentida.

—Si solo te disculparas no serías el Ciel que amo... Supongo. —Dijo sonriente Sebastian sobre sus labios, incluso a el mismo le causaba gracia su propio masoquismo. Acariciando su rostro sonrojado, sabía que estaba arrepentido por lo sucedido aunque no lo expresara en palabras, los hechos hablaban por si solos.

—Oye, Sebastian, ¿vas hacermelo ya o seguirás hablando?

Ante tal pregunta no pudo resistirse más, sin pensarlo dos veces lo embestía con fuerza, afirmándose que ciertamente por su forma de ser es que se estaba enamorado de este humano. Al pasar de los minutos ambos vibraban de placer en esa cama, se pertenecían de tantas formas posibles que no cualquiera entendería. Amantes, amigos, cómplices a veces incluso enemigos así era su relación, no había vínculo más sagrado y especial que este, pensaban al sentir el apego de sus almas oscuras.

Agotados entre jadeos daban final a esta entrega llena de amor y placer, entre las sábanas desarregladas no dejaban de mirarse cariñosos a la vez que se refugiaban en el calor de sus cuerpos desnudos y agotados de tanto placer.

—La próxima vez que te vayas sin permiso, te amarro como un perro. —Era la advertencia de Ciel sintiendo arder su interior que había sido bañado por la esencia de su amante, que cariñoso no dejaba de acariciar su cuerpo con sus manos y labios.

—Ciel, casémonos... —Pidió de forma repentina el demonio, sonriente lo miraba fijamente esperando una respuesta afirmativa, a la vez se resignaba a recibir una mala cara y un regaño por su sincera petición.

—No...

Fue la respuesta de Ciel, pero dicha de forma tranquila mientras sus labios esbozaban una sonrisa, junto con un beso en su frente dado con devoción, una actitud que sorprendió al demonio, a la vez que lo confundía. Quería pensar que tal vez aunque no lo parecía su pequeño amante si había aprendido algo en esa corta pero significativa separación. Quizas a partir de ahora lo trataría mejor y no sabía si aquello era bueno o malo porque siendo algo masoquista no le agradaba mucho la idea. En un dulce beso sus labios se unían dando por sellada esta nueva reconciliación, al parecer la base de su relación era el pelearse y reconciliarse después, algo a lo que ellos parecían resignarse.

A la mañana siguiente los sirvientes miraban extrañados a Sebastian estar en sus labores en la cocina como si nada, entendieron que si había vuelto significaba que hubo reconciliación, no era necesario preguntarlo porque era obvio y de alguna forma se alegraban por ambos.

—Ciel... —Era el llamado animado del enamorado mayordomo a su amo, quien en su despacho se ponía al día con el trabajo atrasado, algo que obviamente lo tenía de mal humor. —Oh querido, te traje un postre.

Susurró cerca de su oído al servirle un enorme trozo de pastel de chocolate, ambos en esa cercanía se miraron de forma romántica.

—Quiero tus labios de postre. —Un coqueto Ciel susurró acercándose a sus labios, dando la iniciativa a un apasionado beso que era gratamente correspondido. Tan inmersos en su derroche de amor estaban que no notaron la presencia de alguien acercándose, sino hasta que la puerta se abrió y escucharon a una joven de cabello rubio gritar "Ciel", es que sus labios se apartaron abruptamente.

Chapter 22: Una revelación

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La pareja estaba tan inmersa en su derroche de amor al besarse que no notaron la presencia de alguien acercarse, solo hasta que la joven de rubia cabellera abrió la puerta y con el grito emocionado al llamar a su prometido los interrumpía. Tanto ella como la pareja se quedaron pasmados  al verse de repente en este incómodo descubrimiento.

—¡Lizzy! —Muy nervioso Ciel dijo separándose abruptamente de su demonio, quien incómodo trataba de  justificar lo que hacían aunque no había explicación lógica a lo obvio.

Ella no sería tan ingenua para no creer que se estaban besando, la joven empezó a llorar agachando la cabeza  conteniendo su aparente enojo se le veía apretar los puños, por lo pronto la pareja no sabía que hacer o decir.

—¿Por qué Ciel? —Era la pregunta susurrada de la joven con una voz entrecortada y sin dirigirle la mirada.

—Lizzy, yo... Lo siento mucho.

—Tú no me digas nada Sebastian —La joven con firmeza advertía al notar como el mayordomo se prestaba a disculparse también, no podía evitar sentirse celosa de que él hubiera robado los besos y caricias de su prometido— Vete, quiero hablar con Ciel a solas.

Ordenaba seriamente, el mayordomo dudaba en obedecerle, pues no sabía si ella cegada por el dolor de la traición lastimara a su amado conde.

—Sebastian, estaré bien, puedes dejarnos solos.

Era la orden de su amo, quien no se atrevía a verlo por ahora, suponía que le era incómodo mirarlo cuando tenía a la rubia en frente. El mayordomo solo hizo una reverencia antes de marcharse, pasando junto a la joven  prefirió solo pasar de largo para no complicar más la situación, así con recelo salía del despacho.

—No sé por donde empezar, creo que mentirte tampoco sea lo correcto, así que procuraré ser honesto contigo... Es lo menos que mereces. —Ciel decía sinceramente al tratar de justificarse, a pesar de no saber como afrontar este delicado asunto, no sin decir algo que la lastime más porque no tenía intención de negar su relación con Sebastian— Perdóname... Sé muy bien el afecto que me tienes desde que éramos pequeños y ese cariño que aún perdura hasta ahora pero...

Con un notorio rubor en sus mejillas hablaba, quedándose callado no sabía como seguir esta charla, tímidamente se acercaba hasta donde ella permanecía de pie. Una vez que estuvo cerca, sacando un pañuelo de su bolsillo se lo ofrecía para que secara las lágrimas que le había provocado.

—¿Estás enamorado de Sebastian?

—Yo... —Musitó nervioso, era difícil afirmar aquello a alguien fuera de su relación, aún cuando tenía claro sus sentimientos le era vergonzoso admitirlo. Sin mencionar palabra alguna solo asintió con su cabeza sonrojándose más pretendía acabar con esta tensa conversación.

—¿Eres feliz con él? —Cuestionó entre sollozos, Ciel volvió a asentir en respuesta— ¿Y él te corresponde?

—Supongo que si...

—Sería un idiota si no lo hiciera... Pero, ¿por qué él?

Cuestionó con enojo, algo incrédula se negaba a creer la situación amorosa de su prometido, una en la que ella no estaba incluida. —No sabría decirte,
ni siquiera yo lo entiendo.

Ciel respondió con aparente sinceridad mientras desviaba la mirada, por supuesto no podía decirle la forma en que sus sentimientos por  su demonio despertaron en su interior, no era necesario contarle toda la verdad, ya que era bastante vergonzosa. ¿Cómo decirle que se enamoró durante sus encuentros sexuales? Que fue el placer, el vínculo que los unió, lo que empezó con una fuerte atracción física se convirtió en algo más profundo, definitivamente debía callar.

—Debo irme... —Se escuchaba decir a la joven con un semblante afligido al no oír respuestas claras, pensando que ni siquiera era merecedora de una buena justificación para aliviar el dolor de su roto corazón. Sin embargo, también conocía a su tímido y reservado primo así que no podría obligarlo a hablar.

—Perdóname... Te lo pido sinceramente y sabes que no es fácil para mi hacerlo, pero soy consciente de que te lastimé y no me cansaré de repetirlo hasta que lo hagas.

—Ni siquiera sé que pensar, siempre pregoné que anhelaba tu felicidad y volver a ver tu sonrisa pero... —Susurró al abrazarlo sin dejar de llorar ante sus palabras que ahora sonaban muy sinceras— Aunque quería ser yo quien te diera esa felicidad, pero debería ser feliz si tú lo eres aunque no sea conmigo, soy una egoísta ¿verdad?

Confundida expresaba en medio de ese abrazo en que desahogaba su pena, no podía evitar sentirse traicionada, pero a la vez aliviada por notar la mirada enamorada de Ciel con solo pensar en su Sebastian. El  sonrojo en sus mejillas parecía ser signo de un enamoramiento sincero, aunque solo dio un efímero vistazo de ese beso que compartían, bastó para entender la relación de ambos, su prometido cariñoso abrazado a su mayordomo mientras deleitaban sus labios, significaba que no era parte de un abuso, si él lo permitía era porque así quería.

—No te preocupes no le diré a nadie de esto, solo debo pensarlo y volveremos a hablar después, ¿te parece bien?.

Murmuró tratando de calmarse, Ciel no podía evitar sentirse mal por lo que causaba, sabía que ella tendría que enterarse en algún momento, pero esta no era la forma. Con seriedad la joven se separó de ese abrazo que ahora le resultaba incómodo, no sabía si era idea suya pero percibía el aroma de Sebastian en él. Tomando la decisión de no querer atormentarse más, caminando hacia la puerta recogía del suelo una pequeña caja decorada que hizo caer antes por la impresión, regresando la entregaba en sus manos.

—Toma te había traído unos dulces de Francia del viaje que hice con mi madre hace poco. —Dijo con una pequeña sonrisa y sin más se disponía a marcharse.

—Gracias... De verdad lamento todo esto, sé que no te merezco.

Terminó de decirle sinceramente al ver que se marchaba, ella se quedó de espalda en la puerta, encogiéndose de hombros solo lo escuchaba. —No lo digas así tampoco, has sufrido tanto que mereces ser feliz... Solo debo asimilar esto...

En un murmullo decía casi resignada, no es que le gustara rendirse fácilmente, enfrentarse a una pelea en la que saldría perdiendo al final por mucho que hiciera no tenía sentido. Sus fuerzas fueron debilitadas por la carita enamorada de su primo, esa expresión de amor que nunca había visto, bastaron para que se diera por vencida, sin siquiera intentar pelear.

—Ustedes, ¿no pudieron avisar que la señorita Elizabeth estaba aquí? —Era el regaño de un muy enojado Sebastian a los sirvientes, a quienes nerviosos encontró en el pasillo.

—¿Los atraparon? —Con una sonrisa nerviosa le cuestionó Bard al notar el evidente malhumor del mayordomo.

—Ella apareció de repente, dijo que su carruaje la dejó a unos metros de la entrada porque quería sorprender al joven amo. —Respondía igual de nerviosa la joven sirvienta mientras se trababa al hablar.

—No pensamos que los encontraría haciendo cosas

Volvía a hablar el cocinero, pero ahora con algo de picardía en su tono de voz, Sebastian se prestaba a regañarlo cuando vio como la joven pasaba junto a ellos, el ambiente se tensó en un inquietante silencio. Lizzy al pasar dedicó una fugaz mirada al atento mayordomo y siguió su camino.

—¿Estás bien? —Era la pregunta de Sebastian apareciendo en el despacho de su amo, quien permanecía de pie observando por la ventana.

—Obviamente no estoy muy bien, me siento culpable...Voy a mi habitación

—¿Estás enojado conmigo? —Confuso el demonio murmuró al notar su fría actitud, al pasar por su lado.

—Solo no me siento bien...

En medio de un suspiro respondió acercándose lo abrazaba, esta acción conmovió al demonio y cariñoso no dudó en corresponder su abrazo. Ni siquiera podía imaginar cómo se sentía, si el mismo se sentía mal por lo sucedido y eso que no era su prima y prometida. Además con el embarazo su joven amo parecía estar más susceptible, así que debía sentirse más afectado.

—Bueno... ¿Qué te parece si yo termino todo tu trabajo y te tomas el día libre? —Sugería un comprensivo Sebastian mientras tomaba su afligido rostro, Ciel asintió un poco animado,  no trabajar por ahora le reconfortaba,  si iba a deprimirse este día al menos sería en la comodidad de su cama, dejándose llevar por su demonio en brazos llegaban a la habitación.

—Ella no dirá nada, ¿verdad?

—No lo creo, la señorita Elizabeth lo aprecia mucho para causarle algún mal... Aunque a veces las mujeres pueden ser impredecibles.

—¿Qué sucederá si lo divulga?

—Hay dos opciones, una es que podremos irnos lejos tú y yo, y nuestro bebé...

—¿Y la otra opción?

—Mejor no la digo... —Con una sombría mirada Sebastian decía mientras colocaba a Ciel en la cama, este pudo entender muy bien lo que insinuaba con ese gesto, no dudaba que su demonio pudiera incluso sellar con la muerte sus labios para que no divulgara su secreto.

—Si, mejor no la digas, no quiero pensar en esa posibilidad ahora. Solo espero que esta revelación no la haga sufrir demasiado.

Con aire afligido murmuró ante las caricias que su demonio le regalaba para animarlo, aunque quisiera no podía apartar de su mente el semblante triste de Lizzy.

—¿Qué tal si le cuentas lo del bebé? Ella es tan entusiasta que seguro esa novedad la emocionara mucho.

—O la mata de la pena de una vez... ¿Quieres asesinarla? —También animado el conde le seguía la conversación, mientras acariciaba su vientre tratando de sentir a su bebé.

—No... Si le quito la vida no tendremos una niñera confiable después.

Sebastian decía divertido recostándolo en la cama empezaba a besar su cuello sensualmente, sus intenciones eran claras para Ciel, que solo frunció su ceño. —No estoy de humor ahora...

Sutilmente el joven lo detenía apartándolo, lo que menos quería en estos momentos era iniciar una discusión, si lo rechazaba con rudeza, Sebastian siendo comprensivo aceptaba su decisión.

—Prometo que luego lo hacemos. —  Algo coqueto el joven decía abrazándolo— ¿Sabes que me  animaría mejor ahora? Un delicioso postre...

—¿Postre? ¿...Prefieres un dulce que a mi?

—Un dulce de chocolate ahora y tú para más tarde...

Con gesto coqueto le respondía, el mayordomo no pudo evitar robarle un beso de esos traviesos labios, separándose se disponía a marcharse paea preparar ese postre que animaría más a su amado.

—Sebastian... No me arrepiento de estar contigo.

—Yo tampoco... —Decía amoroso correspondiendo las dulces palabras de su joven amo, volviendo a besarlo siguieron cariñosos por unos minutos más.

Así pasaron unos días, el conde no podía evitar sentirse preocupado de que su prima divulgara su valioso secreto en cualquier momento. Sin embargo, tampoco podía presionarla con ello y causarle mayor daño, entonces parecía que la había llamado con el pensamiento porque su carruaje aparecía en la entrada de la mansión.

—Lizzy... —Le llamaba animado al recibirla en la entrada, le alegraba no verla tan triste como dejó la mansión días atrás.

—Ciel, vine a hablar contigo.

Advertía con una pequeña sonrisa, aunque su saludo no era el usual a Ciel tampoco le sorprendía, después de todo de alguna forma ya no era su prometida. Los dos se dirigieron al jardín para entablar esa importante conversación, Meyrin y Finny aparecían al poco tiempo con un carrito de té y postres para servirse.

—¿Y Sebastian? —Cuestionó la joven al notar que el mayordomo no se había presentado, sospechaba que se escondía para no darle la cara.

—Creímos que sería mejor que no se aparezca cuando tu estés aquí, no quiero incomodarte.

—Quisiera hablar con él después, así que no es necesario que se esconda Dile que no debe esconderse. —Decía en un tono tranquilo— He pensado mucho esta semana sobre lo nuestro, y sobre lo tuyo con Sebastian, creo que no puedo perdonarte.

—¿En serio? Pero...

Musitó ante la seria aclaración de su prima, entonces no pudo evitar pensar en la segunda opción de Sebastian, si ella decidía complicar sus vidas al revelar su secreto al mundo. Pero no debía adelantarse a pensar lo peor, así que la dejaría hablar.

—Te perdonaré con una condición.

—¿Cuál? —Era la curiosa pregunta de Ciel al escucharlo, ¿acaso lo iba a chantajear?, dudaba internamente.

—Quiero que me cuentes toda tu historia con Sebastian —Pidió Lizzy dijo con una sonrisa algo pícara junto a un extraño brillo en su mirada. Ciel sorprendido por esa petición no sabía como reaccionar, solo sintió su rostro arder en un notable rubor por tener que recapitular su historia de amor, pero si quería obtener su perdón no tenía más opción que hacerlo.

Chapter 23: Aclaración

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Las mejillas de Ciel se encendieron en un sutil rubor al escuchar la petición hecha por su prima, ¿cómo podía contarle todo al respecto de su relación con Sebastian?. Cuando esta precisamente no empezó con detalles cursis como se leen en las novelas románticas, quedándose pensativo  rehuía de su mirada un poco avergonzado.

—Ciel, ¿es tan difícil contarla o no quieres contarme? —Cuestionó la joven con curiosidad y duda al notar su silencio.

—Es que es muy vergonzoso, porque nunca he hablado con alguien de esto.

—¿Si llamo a Sebastian te sentirías menos avergonzado?

—No, no, no... Con él me sentiría mucho peor, así que mejor no.

En un murmullo se negaba ante la  sola idea de que su atrevido amante hablara de más y estaba seguro de que lo haría, Lizzy al no escuchar una respuesta clara y viendo su renuente reacción una atrevida idea cruzó por su cabeza, sonrojándola.

—Ciel... ¿Acaso tú y Sebastian...?

—Ehh no... Es solo que... —Nervioso trataba de darle una respuesta, una actitud que solo alimentaba más la curiosidad algo perversa de la joven.

—De ti no escucharé nada, ¿verdad? — En un murmullo malhumorado dijo al notar como el siempre atento mayordomo a lo lejos los observaba— ¡Sebastian...!

Fue el firme llamado de la joven, el demonio aunque sorprendido obedecía acercándose. Pensando que tal vez le reprocharía o algo por el estilo, y era algo a lo que estaba dispuesto a soportar por amor a su joven amo.

—Lady Elizabeth, yo quería disculparme por todo este asunto... Pero debe saber que tengo las mejores intenciones con su primo.

—¡Cállate, Sebastian! —Muy apenado el conde ordenaba por esa que creía una aclaración innecesaria, por ser palabras imprudentes y a la vez cursis.

—Sebastian, ¿lo amas? —Cuestionó ella ignorando a su avergonzado primo que trataba de que esa charla no siguiera.

—Sí y mucho, muy sinceramente.

—Te creo. Ahora dime... ¿Cómo se enamoraron? Porque Ciel no quiere contarme nada.

Cuestionó ella antes de que su primo se marchara y se llevara consigo a su mayordomo que parecía estar dispuesto a hablar. Sebastian se quedó pensativo ante esa pregunta porque no podía precisar en qué momento se enamoraron; si fue antes o después de su exploración sexual. Aunque sospechaba que su joven amo le atraía desde antes y esa exploración solo fue una excusa para acercarse más, alentar este sentimiento que resultó ser mutuo.

—Ya veo, pero usted es una pequeña dama que no debería escuchar detalles de una relación homosexual.

—Si no me cuentan ahora le contaré a todos sobre su relación.

—Todo empezó cuando... —Empezó así a decir el demonio sentándose junto a ellos se prestaba a contarle.

—Y no quiero mentiras —Interrumpió la joven como una clara advertencia al notar la mirada de complicidad entre ambos.

—De todas formas no se me permite mentir. Empezaré por decir que tal vez fue solo por curiosidad. A Ciel le dio curiosidad cierto tema y yo se lo expliqué gustoso, en ese proceso el sentimiento fue creciendo.

—¿Cuál tema? —Cuestionó llena de curiosidad al no entender a que se refería, el conde entendiendo bien de que se trataba ese "tema" palideció un poco y enseguida quiso callarlo.

—El amor, obviamente.

—Ciel, ¿y eso era lo que tanto te avergonzaba contar?

—Es que usted sabe lo muy tímido con respecto a ese "tema" en particular— Era la respuesta un tanto burlona del demonio al notar el bochorno de su amo, que cambiaba su gesto nervioso a uno molesto.

—Bueno, ya que el asunto fue tratado deberíamos hablar de otras cosas.

Era la sugerencia de Ciel para acabar de una vez con esa incómoda charla, pensando en que su demonio dijera algo indiscreto que advirtiera el verdadero inicio de su apasionada relación. —Eso no es suficiente, ¿cuándo fue su primer beso?

—Fue en el jardín en la calidez de una bonita tarde cuando paseábamos.

Sebastian respondió la curiosidad de la joven sin pensar demasiado, como si ya tuviera lista esa respuesta a tan personal pregunta. Sin dejar de sonreir y un gesto de enamorado daba un profundo suspiro, dando así más credibilidad a su relato, aunque este era falso. Ya que no se tenía permitido contar la verdad tras ese su dulce "primer beso".

—Que tierno. —Con una pequeña sonrisa Lizzy expresaba al creer esa mentira, imaginándose ese beso de la pareja parecía muy emocionada. Mientras tanto Ciel miraba de reojo a su mentiroso demonio, solo esperaba que él no le mintiera de esa forma tan creible aunque era imposible por el contrato que mantenían.

—Ciel, ¿te gustó?

—Estuvo bien.

—¿Solo eso? —Dijo ella a manera de reproche al notar una falta de efusividad en su respuesta, ¿acaso un beso con la persona amada no era importante?

—Si, Ciel, ¿solo eso?

—¿Qué quieres que diga? —El joven respondía enojado por su reproche, sabía que lo hacía a propósito para fastidiarlo. Porque aunque quisiera decir lo especial que fue ese primer beso, no importando las perversas circunstancias en que se dio, su innata timidez no se lo permitía expresar lo que sintió.

—No es lo que dijiste sino como le dijiste... Sin emoción alguna, a un momento tan memorable en nuestra relación.

Malhumorado el demonio parecía reprocharle por su aparente frialdad, aunque no era más que un pretexto para desviar la atención de la joven, quien los veía discutir con esa efusividad que los hacia ver adorable.

—¿Ustedes se la pasan discutiendo siempre?

—Algo así... Es que su primo es un poco gruñón —Murmuró Sebastian dedicando una fugaz mirada a su pequeño amante— Pero no se preocupe después nos reconciliamos.

Terminó de decir tomando la mano de su amo la besaba dulcemente; aquel tierno gesto que hizo ruborizar a Ciel al ser observado fijamente por su prima.

—Supongo que me libré de tener un futuro esposo gruñón— Susurró la joven con tono de tristeza en su voz al verlos de esa forma, Ciel apartándose de su demonio se le acercaba para tratar de reconfortarla con una sincera disculpa al romper sus sueños.

—Estoy bien... Si tú eres feliz yo lo seré también. Yo empecé a sospechar que estabas enamorado y no era precisamente de mi, así que se puede decir que me preparaba para este momento, aunque nunca imaginé que era Sebastian el que te robó de mi lado.

Decía Lizzy con una sonrisa mientras trataba de contener las atrevidas lágeimas que amenazaban por escapar de sus expresivos ojos verdes. Abrazándolo fuerte se resignaba a perderlo si era por su felicidad, la que apoyaría sinceramente en su relación amorosa aún a costa de recoger los pedazos de sus sueños rotos. El mayordomo atento los miraba a unos cuantos pasos, no podía enojarse por esta escena de despedida que de alguna forma él provocó.

—Ciel dime, ¿eres feliz con Sebastian?

—Ehh... Bueno.... —Inquieto el conde respondía entre murmullos al no saber que responder. A pesar de tener una respuesta clara, afirmando que era feliz junto a Sebastian no quería admitirlo frente a él, le abochornaba pensar que el demonio se burlara después— Si lo soy, soy feliz...

—¡Qué lindo te ves enamorado! — Exclamó ella emocionada ante esa dulce afirmación, tomándolo de la mano ambos se acercaban al mayordomo. —Ahora deben besarse para saber que de verdad son felices.

—¡No haré eso!

—¿Por qué no? Quienes se aman, se besan.

Lizzy un poco encaprichada decía a la vez que obligaba a su primo colocarse frente a Sebastian, quien no dudó en seguir este jueguito. Rodeando sus manos por la cintura lo acercaba a su cuerpo, agachándose un poco lo tomaba del mentón suavemente para besar esos labios que hacían una mueca de aparente molestia. El joven forcejeaba al sentirse observado por quien menos hubiera querido que lo viera besando a su demonio.

—Sino lo besas le diré a mi madre sobre su relación.

Amenazaba la joven al ver su resistencia al no querer corresponder ese beso, sonrojado no tuvo más opción que hacerlo, besando a su demonio cerraba los ojos para no verla. Casi al instante se separaron, Sebastian satisfecho con su hazaña esbozaba una sonrisa mientras un avergonzado Ciel seguía evitando ver a su prima, quien sonrojada parecía algo emocionada, extrañamente no se sentía celosa más bien curiosa.

—Bueno... Creo que es suficiente por hoy, vendré un día de estos y quiero que me sigan mostrando lo felices que son —Dijo con prisa antes de marcharse ante la mirada extrañada de la pareja, que todavía no creía la actitud que ella había tomado, una postura que no esperaban después de tan inesperada revelación que acababa prácticamente con su compromiso.

—Ya no quiero que ella venga aquí, su curiosidad es peligrosa.

—Por qué no, querido joven amo, a mí me agrada. —Susurró animado el demonio tomándolo entre sus brazos con la intención de dirigirse a otra parte de la mansión.

—¡Suéltame...! ¿Te agrada ella?

—No empieces con tus celos sin sentido, me agrada su actitud curiosa porque ayudará a quitar un poco esa timidez que te impide expresar a los cuatro vientos tu amor por mi.

—No necesito a nadie para hacer eso, si quisiera expresar lo que sea lo haría, simplemente no me da la gana.

—Que agresivo... Todos necesitamos ayuda algunas veces.

—No importa, acabemos con este tema.

—Y yo que había imaginado que ella nos obligaría hacer cosas más "intensas".

—¿Acaso te excita pensar ser observado haciendo eso?

Con un poco de incredulidad Ciel decía, no creyendo que su demonio tuviera esa clase de fantasías, pero al notar el destello en su mirada al decir aquello, empezaba a sospechar que si tenía esos gustos. De lo que si estaba seguro es que no les seguiría la corriente en estos tontos y perversos jueguitos, si había cedido antes era por librarse un poco de la culpa por romper el corazón de la que todavía era su prometida.

A manera de respuesta a esa duda el demonio solo se encogió de hombros, afirmando en parte que esa posibilidad no le desagradaba, pues al recordar la sensación anterior al ser observados cuando se besaban lo había inquietado un poco, acelerando sus pasos se dirigían a la habitación que compartían.

—¡No haremos nada! ¡Suéltame!

Ordenaba percibiendo sus  intenciones, al parecer ser observado lo había extrañamente excitado, al parecer su demonio no conocía lo que eran los límites, o al menos lo que era la vergüenza. Al encerrarse en la habitación solo sintió las ansias de Sebastian cuando devoraba sus labios con apasionados besos, y sus ágiles manos quitarle la ropa, así siendo contagiado por ese ímpetu se dejaba llevar también. Tal vez por esta ocasión le permitiría este arrebato solo porque así le quitaría la tensión que dejó esa incómoda visita de su prima o lo prepararía para la próxima visita que probablemente sería igual o más molesta.

Chapter 24: Anuncio

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Los cambios hormonales que afectaban el carácter del conde eran impredecibles con el embarazo, un día actuaba normal dentro del rango de Ciel Phantomhive, otros días totalmente irritable siendo su comprensivo mayordomo el centro de sus desplantes, berrinches y caprichos.

—¿Cuándo acabará todo esto...?

Murmuraba Sebastian algo hastiado cuando llegaba uno de esos "días malos", y estos eran peores si estaban acompañados con vómito y náuseas poniendo de peor humor a su joven amo embarazado. En la cocina los demás sirvientes lo oían refunfuñar mientras preparaba un té, no sabían que decirle para calmarlo suponían que darle una palabra de ánimo quizás solo lo enojaría más, así que solo lo compadecían en silencio. Era como un orden jerárquico de enojos que giraba en torno al joven amo, quien se enojaba con Sebastian y este con los sirvientes.

—Cariño, te traje un té. —Era el entusiasta anuncio del demonio al entrar a la habitación donde reposaba su amo, quien pálido y malhumorado apenas le dirigió la mirada.

—No quiero nada, todo me da asco... Incluso tu cara me asquea ahora.

—Intenta tomar un poco te vas a deshidratar así... No has comido nada hoy. —Con una falsa sonrisa el demonio sugería ignorando sus crueles palabras al final de su queja.

—Ya sé... Pero si lo tomo seguramente lo vomitaré.

A pesar de su negación Sebastian con taza en mano se prestaba a obligar que tomara el té, ambos manteniendo sus posturas parecían desafiarse con la mirada. Ciel con mala cara tomaba unas cucharadas de ese té de dulce sabor, a pesar de su agradable sabor lo escupía en la servilleta.

—Sabe mal... Te lo dije.

—Ciel, no seas caprichoso, al menos haz el intento, piensa que el bebé también se debilita.

—Te preocupas más por este bebé que por mi... —Con un puchero le reprochaba mientras se escondía bajo las sábanas.

—Me preocupo por los dos, no digas algo tan absurdo...

Decía enternecido por esos celos a la vez que se escabullía tambien bajo las sabanas, encontrándose con el rostro lloroso de su amo a quien abrazó cariñoso para reconfortarlo. Sintiendo como se refugió en sus brazos trataba de calmarlo, aunque así vulnerable le parecía adorable.

—Soy horrible, lo que dije fue muy egoísta incluso para mi. Debemos amar a nuestro bebé más que nosotros mismos, ¿verdad?

—Nuestro bebé... Se escucha muy lindo. —Cariñoso el mayordomo decía olvidando lo de hace unos segundos, acercándose a sus labios pretendía besarlo.

—No me beses, mis besos tendrán sabor a vómito.

—No me importa.

—Sebastian... —El conde palideciendo una vez más al pensar en que eso era asqueroso salía corriendo al baño, desde la cama el demonio lo escuchó jadear mientras vomitaba. Minutos después un palidecido Ciel caminaba a la cama, sintiendo como Sebastian lo miraba embelesado en respuesta fruncía el ceño.

—Ya se te empieza a notar, y te ves muy adorable.

—Parezco un palo con una brote en la mitad del cuerpo... —Con molestia Ciel murmuró mientras se recostaba su lado— Eso no es adorable, es horrible.

—Yo soy un palo con un gran brote entre las piernas. —Decía coqueto a la vez que levantaba su pijama y acariciaba su abultado vientre con firmeza.

—No comiences con tus calenturas, eso es lo que me tiene así.

—Cómo no calentarme con mi sensual joven amo, además no niegues que lo único que te quita el mal humor es esto.

Dijo el demonio bajando ansioso su ropa interior, al exponer su miembro enseguida lo lamió en toda su extensión como si de un delicioso dulce se tratara, haciendo que se estremeciera no dudó en continuar.

—No, ahora no... De verdad me siento mal.

—Por lo mismo te haré sentir mejor.

Entusiasmado en su labor sentía como el miembro de su amo empezaba a despertar ante sus lamidas, metiéndolo todo a su boca se deleitaba de su exquisito sabor como el dulce sonido de sus gemidos, notando como se retorcía en la cama se empezaba a excitar también.

Entre gemidos y jadeos Ciel no dejaba de llamar a su demonio, fue entonces cuando sintió como de su miembro salía espeso semen y todo era tomado por esa boca que lo hacía llegar al placer. Sebastian disfrutaba del sabor de esa esencia que se escurría en su lengua y paladar, tomándolo toda sin desperdiciar una sola gota mientras sus labios emitían gruñidos de placer mientras los relamía gustoso.

—Al menos este demonio no será el deshidratado.

—Ya cállate, pervertido... —Sonrojado el conde susurró tratando de recuperar el aliento, desviando apenado la mirada de su perverso demonio al ver que no dejaba de relamerse los labios.

—He pensado en algo... —Murmuró un poco pensativo el demonio— Creo que es momento de anunciar a los demás sobre su embarazo, quizás ellos conozcan más del tema y puedan ayudarnos.

—Cuando dices "los demás", ¿a quienes te refieres?

—A los sirvientes, pensé también en Agni... Quizás en su cultura tenga más conocimiento de esto, medicinas que te quiten las náuseas y cosas así.

—¿Lo dices en serio?

—No quisiera hacerlo, pero empiezo a preocuparme, se supone que deberías subir de peso y es lo contrario.

—Te preocupas por eso después de quitarme los pocos líquidos que me quedan, eres un idiota.

—Bien que te gustó que te succionara los pocos líquidos, ¿no? —Se burlaba cínicamente con una sonrisa ante su sugerente gesto.

—Si quieres decirlo, hazlo, de todas formas se van a enterar porque se me comienza a notar... Mientras no lo divulguen fuera de la mansión supongo que estará bien.

El demonio sonreía ante sus palabras, después de todo ya a su querido amo se le notaba un poco el vientre de embarazo en su delgado cuerpo. Su estado parecía estar avanzando un poco más acelerado que un embarazo humano normal, teniendo apenas de unos dos meses parecía tener cuatro. Esa misma tarde el mayordomo hacía una pequeña reunión en uno de los salones de la mansión, los sirvientes y sus amigos los hindúes no entendían el motivo de ser reunidos de forma tan inesperada.

—¿Dónde está Ciel? —Con la mirada llorosa Soma cuestionó al mayordomo, quien le prohibió subir a saludarlo por el momento.

—Él bajará después... Primero debo informarles algo importante.

—Señor Sebastian, ¿es algo grave?

—Señor Agni, nada de que preocuparse, enseguida les voy a explicar. El motivo de esta reunión es para informales que el joven amo y yo...

—¿Qué Ciel y tú son novios? —Era la pregunta de Soma con una sonrisa, pareciendo saber el asunto.

—Algo así... ¿Acaso ya lo sabían?

—Señor Sebastian, era muy obvio, solo que decidimos mantener la discreción para no estropearles su incipiente relación, el amor debe florecer sin personas que estén entrometiéndose en ello. —Dijo Agni mirando de reojo a su amo.

—Agni me advirtió que no me entrometiera por eso no lo hice. —Con un puchero murmuró resentido el príncipe— Permitiré su relación mientras no hagan cosas indebidas porque Ciel es muy pequeño para eso.

—No estamos pidiendo su permiso —Con una falsa sonrisa aclaró el demonio.

—Sebastian... ¿Cúal es esa noticia? Nos tienes intrigado —Algo ansioso decía Bard, sus demás compañeros asentían con la cabeza para apoyar la moción.

—Bueno, terminemos con esto de una vez. El joven amo y yo... Tendremos un bebé.

Todos ante esa muy inesperada noticia se quedaron pasmados con la boca abierta, un silencio incómodo se formo mientras que Sebastian esbozó una gran y radiante sonrisa al pensar en su bebé en camino.

—Y para tener un bebé, ¿no se necesita estar juntos sexualmente? —Un poco alterado Soma cuestionó confundido, no entendiendo nada este asunto.

—Señor Sebastian a un mayordomo no se le permiten tales privilegios con su amo. —Era el regaño en voz alta por parte del mayordomo hindú, que parecía igual de alterado que su amo.

—Oigan... Cálmense, yo no hice nada que Ciel no quisiera, todo fue consensuado.

—¡Felicidades Señor Sebastian! —Muy emocionados los sirvientes expresaban su sincera felicitación.

—Espero su mayor discreción a este asunto, de conocerse algo así pondría muy mal y en peligro a Ciel y al bebé. ¿No querrán eso?

Todos negaban con la cabeza ante la pregunta de Sebastian, obviamente no querían que nada les pasara. Aunque no entendían la situación, cómo alguien del género masculino podría concebir un bebé, era muy extraño pero antes de que sus dudas fueran aclaradas el demonio decidió hablarles de nuevo. —Los reuní porque necesito su ayuda.

Los demás se quedaron ahora más sorprendidos al escuchar al perfecto mayordomo pedir su ayuda, eso al parecer era aún más extraño que un embarazo de hombres.

—No me miren así, incluso yo no puedo saberlo todo. Necesito su ayuda
porque no tengo mucho conocimiento del tema y me preocupa la salud de Ciel... Ha estado enfermo por los malestares del embarazo.

—Ohh, ¡Ciel está enfermo! ¡Eso es grave, quiero verlo!

—Mi príncipe, escuchemos primero lo que el señor Sebastian debe decir.

—Gracias señor Agni, pensé que ustedes podrían aclararme algunos detalles de su estado, algo que no esté en los libros... Ayúdenme, porque por momentos siento perder la cabeza, porque aparte de sus malestares él casi siempre está de malhumor y me harta muchas veces...

—¿Te tengo harto? —Murmuró seriamente el conde apareciendo de forma inesperada frente a todos en ese salón. Sebastian esbozó una nerviosa sonrisa ante la presencia de su amo, pretendiendo acercarse para calmarlo este solo le dedicó una siniestra mirada.

Chapter 25: Té

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Ante la siniestra mirada que su querido amo le dedicó, Sebastian al no querer complicar más la situación no tuvo más opción que hacerse el tonto, y tratando de acercarse pretendía calmarlo.

—Ya sé que no me soportas, ni yo mismo me soporto a veces pero... —Con molestia Cíel aclaró— ¿Debes decirlo frente a todos?

—No quise decir eso, no al menos así, lo siento.

Era la justificación algo sincera del demonio que de forma inconsciente solo quiso desahogarse, ciertamente no fue el momento ni lugar indicado al notar como Ciel hacía un puchero. Los demás miraban a la pareja que parecían empezar a discutir.

—Discutir no le hace bien al bebé, amo Ciel. —Agni decía con una nerviosa sonrisa tratando de calmar la tensión— Por cierto felicitaciones por su bebé, siempre una nueva vida es motivo de alegría.

Todos alegres se sumaban a las sinceras felicitaciones, excepto Soma que a unos pasos miraba algo confundido a su amigo, al parecer el ambiente antes tenso se había calmado.

—Amo Soma, ¿por qué no se acerca a felicitarlo?

—Agni, no lo haré. Porque Ciel es un niño, ¿y cómo podrá tener un bebé? Es como si un bebé tuviera un bebé...

—¡No soy un bebé!

—Es muy amable de su parte príncipe preocuparse por Ciel, pero él está bien.

—Si como no... Tú mismo has dicho que está enfermo, míralo está pálido y más delgado. —Refutó valientemente Soma a la aclaración de Sebastián.

—Podré soportar esto, no soy tan débil como crees. —Murmuró Ciel acercándose a su preocupado amigo, más con el afán de callarlo porque lo que menos necesitaba era reproches tontos de su estado— Si mi cuerpo resistió estar con Sebastian podré sobrellevar este embarazo.

—Me halagas cariño, sé que estoy bien dotado... Pero no es necesario que lo aclares así frente a todos, es un poco vergonzoso.

—¡Cállate!

Muy avergonzado le gritó Ciel aún más sonrojado de lo que estaba, al darse cuenta de lo que había dicho.
Los demás se contagiaron de ese bochorno al entender esa pícara insinuación, sobre todo al ser dicha por el conde, a quien creían tan inocente cuando al parecer ya no lo era.

—¿De qué está dotado señor Sebastian? No entiendo nada...

—Es el corazón de Sebastian que está dotado de amor por el joven amo, ¿verdad? —Burlonamente Bard  respondía a la inocente duda del jardinero, quien fue callado por Meyrin para que no siguiera preguntando— Yo te puedo enseñar después mi corazón dotado de amor

Con una sonrisa insinuaba el cocinero a Finny, que muy inocente solo afirmaba con un sutil movimiento de cabeza. Todos pretendieron no escuchar aquello así que seguirían con el tema principal.

—Ahora debemos cuidar al amo Ciel, conozco unas plantas que ayudan a quitar las náuseas, quizás hacer un té de esas hojas le ayude.

Era la sería sugerencia de Agni, Sebastian sintiéndose aliviado daba un suspiro al escuchar finalmente algo útil. Animado se disponía a oir más de ese té, incluso ya quería prepararlo de una vez.

—¡Ciel, perdóname...! En realidad me hace muy feliz tener un sobrinito, solo es que me preocupo por tu salud

—¡No es tu sobrino! Y deja de abrazarme que me aplastas al bebé.

Los ahí presentes sonreían ante la tierna escena entre los amigos, los sirvientes se encargaron de llevar a su joven amo a la habitación. Mientras tanto los mayordomos se dirigían a la cocina a preparar ese té junto a comida ligera para que comiera el embarazado.

—Señor Agni agradezco la ayuda que me está dando.

—Lo hago gustoso aunque creo que es muy prematuro todo esto para el amo Ciel, pero también creo que usted lo ama y cuidará bien de él.

—Si lo amo... Aunque para ser sincero últimamente me saca de quicio.

—Bueno debe entender que su cuerpo está sufriendo muchos cambios, además de eso está enfermo.

Sebastian suspiró resignado, después de todo sabía que él también era responsable de esos cambios, fue quien lo embarazó. En otras palabras, debía asumir su responsabilidad al soportarlo.

—Ese té no me quitara las náuseas, solo su olor me hace revolver más el estómago. —Con un gesto de desagrado Ciel se quejaba, haciendo a un lado esa taza con té caliente— ¿Quieres que vomite a nuestro hijo?

—Mi dulce Ciel eso es absurdo, en mis años de experiencia nunca he visto a alguien vomitar bebés... Solo tómate el té sin hacer berrinche.

—¡No quiero!

—Amo Ciel, a pesar de su olor no sabe tan mal pero puedo añadir miel si desea. —Sugería Agni tratando de ser comprensivo con el berrinchudo conde.

—Tal vez... —Con un puchero respondía este— Sebastian deberías aprender de la amabilidad de Agni.

—Y tú deberías aprender a ser más maduro.

—No empiecen a pelear ustedes. —Les regañaba Soma con un puchero.

—Querido hermano mayor, ¿qué te parece cambiar de mayordomos unos días? —Sugería Ciel con una fingida dulce sonrisa, sabiendo que hablarle así haría que Soma aceptara lo que le pidiera, obviamente esta petición era solo con el afán de molestar a su mayordomo.

—¿Y yo me quedaría con tu mayordomo? —Receloso en un murmullo Soma respondía mirando de reojo a Sebastian, buscaba esconderse tras su sirviente— Debo pensarlo seriamente... ¿Y si después tu mayordomo me hace un hijo a mi también?

—Nunca permitiré eso, nadie tocará morbosamente a mi príncipe.

—Nunca lo tocaría —Con molestia Sebastian decía ante la aclaración alterada de Agni— Si el joven amo quiere cambiarme no hay problema, yo acepto cada una de sus decisiones por muy dolorosas que estas sean para mi.

—Tomaré el té sin miel, deja de hacer tanto drama, no lo dije en serio.

Los hindúes salían sigilosos de la habitación dejando a solas a la pareja, era la decisión más sabia al percibir la extraña tensión entre ellos. Sin duda alguna, debían aclarar sus asuntos en privado.

—Creo que los dos estamos un poco irritables...

Murmuró Sebastian acercándose a la cama le daba la taza con el té, en un profundo suspiro trataba de calmarse para no provocar una nueva pelea.

—En mí esa irritabilidad es comprensible por el embarazo, ¿y tú? ¿no vas a decir que también estás embarazado? —Insinuó divertido el joven antes de beber un sorbo de ese té de sabor amargo.

—Y si lo estuviera... ¿Te alegraría o enojaría?

—Te diría que ese niño no es mío, maldito demonio infiel.

El demonio desvió la mirada ante esa respuesta nada seria de su amo, esbozando una extraña y misteriosa sonrisa solo pretendía cambiar de tema. —¿Qué te parece si con cada sorbo de té que des te daré un sorbo a ti?.

—¿Yo qué ganaré con eso?

—¿Cómo que ganarás? Te sorberé de forma exquisita ya sabes qué... —Dijo en respuesta a la vez que apretaba su entrepierna con fuerza, haciendo que su amo emitiera un gemido— Hace días que no me das de beber.

—Ofrece algo más y quizás acepte.

—Te daré también algo que te gusta beber después de que termines tu té.

Ciel con fingida molestia asentía con la cabeza, ante tal afirmación el demonio no dudó en acomodarse entre sus piernas, bajando su ropa interior con prisa empezó a lamer su miembro.

—Bebe tu té... —Ordenó Sebastian dejando su labor por un instante, entre jadeos Ciel sumisamente obedecía bebiendo un sorbo de ese té amargo a pesar de que su mano temblaba por el deseo que invadía su cuerpo.

En medio de un gesto de desagrado sentía esa bebida de mal sabor correr por su garganta, pero esta sensación desapareció casi de inmediato al sentir como su miembro ya erecto era devorado por la boca de Sebastian. Esos colmillos que rozaban con firmeza esa tan sensible parte de su cuerpo solo lo hacía tiritar, junto a las caricias húmedas de esa lengua traviesa lo llevaban al delirio, incluso la boca de su demonio era bastante hábil, pensaba mientras trataba de no hacer caer la taza que sostenía con su temblorosa mano.

—¿Te gustó eso? Bebe otro sorbo y lo haré de nuevo.

—Maldito...

Era su reproche al permitirle tan perverso juego, un jueguito manipulador que aceptó solo por el placer que le proporcionaba. Sin opción a negarse bebió otro sorbo, estremeciéndose al sentir como enseguida esa boca cumplía con lo prometido. Continuaron así por unos minutos hasta que Sebastian comenzó a succionar con fuerza el miembro de su sonrojado amo, percibiendo el dulce sabor de unas gotas de su semen se estremecía ante tal deleite.

—Ya acabé mi té... Quiero mi recompensa... —Jadeante Ciel pedía, más bien exigía con un gesto de total excitación. Con la boca entreabierta, en las comisuras de sus labios se podía ver rastro de té y saliva, una vista que no desagradaba a Sebastian, al contrario lo encendía también.

Ciel recostándose en la cama se quitaba la pijama, retorciéndose entre las sabanas no dejaba de gemir al sentir que ola de placer estaba a punto de estallar en su ser. Sebastian al verlo en tal grado de éxtasis, perverso sonreía succionando más fuerte, segundos bastaron para hacerlo eyacular de forma abundante, todo ese fluido espeso lo tomó sin desperdiciar ni una sola gota.

—Exquisito. —Murmuró Sebastian relamiéndose los labios después de haber bebido toda esa esencia que le fue regalada, dando un beso a su ya flácido miembro parecía despedirse— Bueno, dije que te daría algo dulce...

Apartándose un poco se bajaba su pantalón, dejando ver su erección que goteaba. Ciel esbozó una traviesa sonrisa, sin moverse permitía que su demonio se acercara.

Mirando como se masturbaba junto a su cara, se excitaba, realmente ya no había nada que le incomodara en esta intimidad que tenían juntos. Podían pelearse frecuentemente, pero pensaba que tal vez era porque su relación desbordaba de pasion. Abriendo la boca para provocarlo aún más, esperaba también beber de esa esencia que su lascivo demonio le daría.

Y al parecer no se equivocó al hacer este gesto, pues vio como Sebastian se estimulaba con mayor fuerza. El rápido movimiento de su mano desnuda y los gruñidos que escapaban de su boca alertaban que el placer lo consumía, sintiendo ese glande humedecido en su boca bebió de su profusa eyaculación. Jadeante Ciel tomaba el dulce regalo que su demonio tan generosamente le daba, entonces de repente Sebastian en medio de su éxtasis cubría a ambos con una sabana.

—¡Ciel! Escuché ruidos raros, ¿estás vomitando? —Era el grito alarmado de Soma que entraba a la habitación sin tocar la puerta, al ver como la pareja estaba cubierta con una blanca sabana no pudo entender que pasaba.

—¡No entres así...! —Le gritaba Ciel muy avergonzado sin salir de ese escondite improvisado rápidamente.

—Príncipe, salgamos, el amo Ciel parece que está más que bien —Avergonzado Agni decía al entender la situación, jalando a su amo lo obligaba a salir antes que la pareja les mostrara su enojo por tal intromisión.

—¿Tienes náuseas? —Cuestionó el demonio dándole un pequeño beso en los labios al quedarse solos de nuevo.

—No... Parece que ese té si funcionó.

—Eso o estaba muy deliciosa mi bebida que es imposible vomitarla.

—Idiota, presumido. —Con una pequeña bofetada murmuró el conde uniendo a la vez sus labios a los suyos en un lascivo beso, sintiendo el sabor de sus esencias mezclarse se excitaban ambos. Mirándose bajo esa sabana se acomodaban en la cama sin dejar de besarse.

—Dame de comer ahora...

—Si, mi señor.

Fue su pequeña pícara charla, apagando las luces daban inicio a una sesión de amor. Finalmente después de días de abstinencia retomarían su vida sexual, con tanta intensidad como era usual entre ellos, después de todo tan grande era su deseo como el amor que sentían uno por el otro.

Chapter 26: Calidez

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A la mañana siguiente Ciel sentado al respaldo de su cama devoraba todo lo que su mayordomo le ofrecía para comer, este solo se dedicaba a servirle a la vez que embelesado lo miraba comer.

—Pensar que lo que te faltaba era buen sexo. —Burlonamente el demonio comentaba al verlo comer ansioso después de tantos días enfermo, le era un alivio verlo comer tan animado.

—No es eso... Es por ese té, ya no siento náuseas. —Malhumorado Ciel respondía a su insinuación mirándolo mal. Parecía que su discusión seguiría pero fueron interrumpidos al sonido de unos golpes tenues en la puerta.

—Ciel... —En voz baja se escuchaba al otro lado de la puerta— ¿Estás bien? ¿Puedo pasar a verte o andas haciendo cosas sucias con tu mayordomo?

—Pasa... Deja de decir boberías.

Respondía malhumorado el conde desde la cama a su amigo Soma, quien seguramente con la escena que presenció la noche anterior, aprendió a tocar la puerta y no sólo entrar cuando quisiera. El príncipe entrando receloso era seguido por su atento mayordomo, ambos un poco sonrojados al ver a la pareja no podían evitar rememorar la escena vergonzosa que interrumpieron horas atrás.

—¡Amo Ciel...! —Dejando su timidez Agni a un lado le llamaba emocionado al verlo comer— Me alegra tanto que el té haya tenido efecto, por suerte le traje más.

Acercándose con la taza de té en su mano se la ofrecía amablemente, Soma también animado sonreía al verlo con mejor semblante.

—Gracias por preocuparse tanto por mi joven amo... Y por el pequeñísimo amo en camino también.

—Oww, señor Sebastian eso se escuchó tan tierno... —Exclamó emocionado el mayordomo hindú— Parece que usted será un buen padre.

—Eso no es tierno, es ridículo... —Entre dientes murmuró Ciel mientras tomaba en sus manos la taza de té que le ofrecían.

—Ridículamente los amo... —Con una forzada sonrisa le respondía el demonio.

—Ya van a empezar a pelear. —Murmuraron casi al unísono los hindúes al ver como la pareja se miraba desafiante.

—Toma tu té... O quieres que te lo dé como anoche. —A manera de burla el demonio sugería sólo para hacerlo avergonzar frente a sus visitas.

—No deberían pelear frente a mi sobrino... Saldrá con el ceño fruncido de tanto que los escucha discutir. —Soma les regañaba con seriedad mientras se acercaba a Ciel pretendía tocarle el vientre para ver si podía sentir al bebé.

—Si sale con un gesto horrible... Será por culpa de Sebastian él es quien me provoca. —Con mala cara el conde refunfuñaba mirando de reojo a su mayordomo, que permanecía de pie junto a la cama, de pronto sintió como su amigo tocaba sobre su pijama el vientre.— ¿Qué haces?

—Saludando a mi lindo sobrino...

—Todavía está muy pequeño para que pueda sentirse.

—Yo lo siento, esta tibio aquí... —Tocaba cerca de su ombligo un poco sonrojado— Toca y verás... Solo aquí se siente un calorcito.

Apenado Ciel se tocaba donde le decía su amigo y ciertamente solo en esa parte se sentía tibio, emocionado sentía que sus mejillas se encendieron un poco, gesto que de inmediato disimuló.

—Ayer estaba más arriba... —Dudoso Sebastian murmuró al acercarse y tocándolo también— Este niño tuyo si que se mueve, es inquieto ¿A quién se parecerá?

Todos miraron a Sebastian sin dudarlo, respondiendo así a su pregunta. De los dos padres de ese pequeño ser, el más inquieto era el atento mayordomo, siempre teniendo algo que hacer.

—¿A mi? Si yo soy tranquilo...

—No lo creo señor Sebastian usted siempre está haciendo algo, no puede quedarse en un solo lugar y eso está bien porque es nuestro deber como mayordomos estar siempre atentos.

Sebastian sonreía ante esas palabras que podrían interpretarse como un halago, su diligencia era su mejor carta de presentación y se enorgullecía de aquello. Además que insinuaran que ese bebé se parecía a él de alguna forma lo hizo emocionarse también.

—Y si no estoy acariciando al bebé, sino que se trata de un gas. —Murmuró con seriedad el demonio acariciando donde se sentia esa calidez palpable.

—¡Y si quizás el bebé está detrás de ese gas y se está ahogando ahora mismo...! —El príncipe exclamó con genuina preocupación. Ciel suspiraba al oír tanta estupidez tomando su té decidía que era mejor no enojarse tan temprano así que sólo los ignoraría.

—No quiero que mi bebé salga con la cara como si hubiera chupado un limón muy amargo, solo voy a ignorar sus tonterías sin refunfuñar.

—Eso está bien amo Ciel, es lo más prudente. —Agni le apoyaba en su decisión mientras los otros dos se miraban por ese sutil regaño.

—Me voy a dar un baño y luego daré un paseo por el jardín... Ayúdame Agni... —El joven ordenó al sirviente hindú ante la mirada celosa de su mayordomo— No lo hago para darte celos solo que Agni me parece más serio en su labor de mayordomo.

—Ehhh esto es muy incómodo... No quiero que ustedes se peleen por mi culpa. —Nervioso Agni les hablaba.

—No se preocupe... Ciel puede tener razón, usted lo cuidara mejor... De todas formas yo solo soy el padre de su hijo, no me esmero en cuidarlos a los dos —Con una forzada sonrisa amable decía el demonio, todos notaron la falsedad de sus palabras y el resentimiento transmitido en ellas, solo vieron como el mayordomo al salir de la habitación cerró la puerta con fuerza por el enojo.

—Oye Ciel... Yo no entiendo mucho esto del amor y las relaciones pero creo que eso fue un poco duro... Sebastian es quien más se preocupa por ti y creo que heriste sus sentimientos con este capricho tuyo.

El conde al oír el regaño de su amigo solo desviaba la mirada, quizás tenía algo de razón pero solo quería por unos minutos estar alejado de Sebastian y sus idioteces. Agni a pesar de la incomodidad del momento no tuvo más opción que ayudarle a preparar el baño al conde, cambiarlo de ropa para minutos después salir de la habitación.

—¿Irá a disculparse con el señor Sebastian?

—No... Quiero caminar por el jardín. —le respondía el conde a Agni ante su sugerencia.

—Ciel... No seas tan orgulloso, dejarás sin padre a mi sobrino. —Decía el principe cuando bajaban por las escaleras para dirigirse al jardín.

—Sebastian nunca me dejaría.

Con jactancia el conde decía mirando de reojo a los dos hindúes a su lado, entonces su mirada se fijó en Sebastian que pasaba, abrió su ojo visible con sorpresa al verlo correr a unos pocos metros tomado de la mano de Finny. El demonio le dedicó una furtiva sonrisa al notar la mirada de su querido amo, sin detenerse seguía corriendo junto al jardinero que escandaloso parecía llevarlo a un lado.

—Ciel... —le llamó su amigo al notar como el gesto del joven embarazado cambió drásticamente a uno lleno de enojo, al parecer era preso de los celos.

Agni dio un profundo suspiro, era consciente que como un simple sirviente no podía opinar abiertamente al respecto, pero notaba a simple vista que el conde y su mayordomo eran realmente inmaduros y a pesar de ello tendrían juntos un bebé. Por un instante sintió pena por esa pequeña vida en camino, cuyos padres que a pesar de amarse mantenían un comportamiento bastante infantil que no facilitaba una sana convivencia, deseaba que este bebé los ayudará a madurar, pero era mucha carga para una vida que apenas empezaba.

Por lo pronto estaría más al pendiente de ellos, no tenía otra opción, en su corazón sentía que de alguna forma quería ayudarlos a mejorar su complicado relación, así que pediría a todos los dioses mucha paciencia para cumplir esta misión que el mismo se impuso.

Chapter 27: Infidelidad

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El conde Phantomhive era consumido por los celos al ver como su mayordomo paseaba de la mano del rubio jardinero, quien era solo unos pocos años mayor que el. Esa juventud que encajaba perfectamente a los gustos de Sebastian, un chico de buena apariencia y dispuesto a dejarse corromper.

Apretando los puños decidía no dejarse ganar en este estúpido juego de celos, pero era inevitable no sentir enojo por la sonrisa jactanciosa que  su demonio le dedicó, la que podía interpretar como un "yo también puedo reemplazarte con cualquiera así de fácil". Sus amigos hindúes en medio de esta incómoda situación se miraban entre si y daban un suspiro de resignación al unísono, todo este asunto les parecía bastante infantil, pero ya se habían comprometido en ayudarles así que tendrían que soportar sus niñerías con paciencia.

—¡Ciel, mira estas lindas flores...! —Decía Soma al señalarle unas hermosas flores del jardín, para tratar de animar a su amigo que callado y malhumorado caminaba pretendía ignorar todo a su alrededor.

—Seguramente son hermosas porque Finny y mi idiota mayordomo las cuidan... —Con molestia el conde murmuró, los celos lo tenían tan cegado que ni siquiera los disimulaba.— Las cuidan con tanto amor.

—Ehh Ciel... Deja de ser tan celoso, no imaginaba verte así.

—Tú no me digas lo que debo ser o no —Le aclaró Ciel ante ese sutil regaño que sonaba más a burla— Estoy cansado, iré a dormir un poco.

El malhumor del joven embarazado era evidente, volviéndolo un poco insoportable incluso para sus amigos, que no refutaron su sugerencia. Sin dudarlo lo acompañaron a su habitación para que descansara. Ciel después de dormir por largos minutos, perezosamente se retorcía en la cama, un poco más relajado reflexionaba sobre que tal vez si actuó un poco infantil antes con Sebastian.

Al parecer debía solucionar este asunto de la manera más madura posible, ya que su mayordomo en lugar de hacerle entrar en razón solo le siguió el jueguito tontamente. Saliendo de la habitación sigiloso y a paso lento se dispuso a buscarlo por la mansión, bien podía llamarlo y obligarlo a venir pero optó por emprender su búsqueda, le pareció extraño que sus amigos hindúes no estuvieran cerca, supuso que estaban en sus propios asuntos, no tenían la obligación de cuidarlo a toda hora.

Al llegar a la cocina no lo halló, y extrañamente los demás sirvientes tampoco estaban ahí, al parecer todos estaban ocupados en otras labores. Siguiendo su búsqueda se encaminó a la habitación de Sebastian, estaba seguro que allí lo encontraría, al llegar y estar a punto de tocar la puerta se detuvo al escuchar unos extraños sonidos provenientes de su interior. Acercando su oído, se sorprendía a la vez que sentía su cara arder, tanto por de la vergüenza como por el enojo al sospechar que significaban, y simplemente no podía creerlo.

Podía reconocer a la perfección los sonidos sexuales de su demonio, ¿estaba teniendo sexo con alguien más? ¿cómo podía traicionarlo bajo su propio techo? Conteniendo su enojo y decepción apretaba los puños, a pesar de sentirse humillado, el poco orgullo que conservaba no le permitía entrar de una vez para hacer reprochar su infidelidad. Mostrar una irracional escena de celos frente al amante de su despiadado demonio, solo lo humillaría más.

¿Quién se había atrevido a tocar lo que era suyo? Se cuestionó para si mismo con esos sonidos sexuales como música de fondo. Aunque sabía que no tenía importancia quien fuera, simplemente su demonio no debía engañarlo, con el corazón roto sentía sus ojos llenarse de lágrimas.

Abrumado sin saber si abrir la puerta o solo marcharse se quedó ahí de pie, entonces en respuesta a su predicamento encontró una pequeña ranura en la madera de la puerta para confirmar sus sospechas. Pasando saliva se prestó a observar aunque los celos le carcomían el alma, abrió los ojos al ser testigo directo de esa dolorosa infidelidad.

La escena era acompañada de los gemidos del joven jardinero, quien disfrutaba del placer que Sebastian le daba, un placer que creía solo suyo. Sus cuerpos se retorcían de forma obscena entre las sabanas, lleno de rabia al verse traicionado escuchaba ahora el fuerte crujir de la cama, suponía que era por la "vitalidad" de Finny conjugada con el varonil ímpetu de su demonio. Seguramente dos fuerzas sobrehumanas hacían que el sexo fuera más excitante para ambos.

—Ngh... Señor Sebastian... —Era lo oía decir al jardinero decía entre gemidos en cada embestida, veía como Sebastian arremetía con fuerza a la vez que deliraba de placer.— Va a romperme... Ahh...

Ciel decepcionado observaba como ambos llegaron al orgasmo con el sonido grotesco de ese coito que disfrutaban, una unión que lastimaba lo profundo de su corazón. A pesar de ello no entendía el por qué seguía ahí de pie, siendo testigo de esta infamia.

—Ahhh Finny... Que bueno eres... —Le escuchó decir a su mayordomo cuando lo quitaba de encima— Casi me la rompes a mi...

Le decía divertido a Finny, quien pareciendo disculparse se sonrojaba más, la traición se profundizaba al oír como hacía sus usuales tontas bromas después del sexo, algo que pensó reservado solo para el.

—Lo siento señor Sebastian... Solo hice lo que usted me pidió.

Dijo en un murmullo el rubio  mientras introducía un dedo en su todavía dilatada cavidad anal, para dejar salir la eyaculación dejada en su interior por el sensual mayordomo.

—Dije que me montaras no que me rompas el pene...

—¿Le duele?

—Un poco... Te perdono si vienes a curarlo...

El conde no entendía cómo podía seguir soportando esta situación, no solo veía todo con claridad también escuchaba su perversa charla. Viendo como su desnudo jardinero se acercaba a la entrepierna de su complacido demonio, empezó a lamer con fuerza esa virilidad que no le pertenecía.

—¿Sacaste todo el semen de tu interior? —Lo escuchó cuestionar jadeante mientras esa boca devoraba su miembro— No te vayas a embarazar como nuestro tonto joven amo.

Palabras que bastaron para lastimar más al ya afligido conde, no pudo soportarlo y salió corriendo para refugiarse en su habitación. Una vez que llegó se escondió bajo las sabanas de su cama, entre lágrimas acariciando su vientre trataba de sentirse reconfortado, este bebé era lo único que le quedaba.

—Ciel... Ciel... —Era el llamado que escuchó como un eco que parecía sonar más cercano con el pasar de los segundos, esa voz era de Soma. El conde confundido se sentó en un sobresalto mirando todo a su alrededor— ¿Qué sucede Ciel? Estabas llorando... ¿Soñaste algo feo?

—¿Dónde está Sebastian? —Cuestionó  todavía confundido,

—Hace un momento estaba aquí dijo que iría a prepararle un postre para cuando se levantara. —Respondió Agni sin dudarlo al notar su mirada llorosa.

Ciel aunque avergonzado por mostrar una imagen tan patetica, se sentía aliviado porque al parecer todo había sido solo un sueño, mejor dicho una pesadilla. No podía negar que fue bastante realista, eso lo hacía dudar todavía, pero Sebastian no le sería infiel, se suponía que él lo amaba, y también amaba a su bebé así que no sería capaz de decir que su hijo fue un accidente como lo insinuó antes en el sueño.

—Amo Ciel... ¿Se siente bien? — Cuestionó el sirviente hindú al ver como pensativo en silencio se quedó.

—Ciel... —Era el llamado de Sebastian al entrar a la habitación y ver despierto a su amo— ¿Por qué estabas llorando? ¿Te hicieron algo estos dos?

Con una mirada recelosa el mayordomo le dedicaba una seria mirada a los hindúes, ellos negaron rotundamente cualquier acusación, si alguien provocaba el llanto en Ciel era  su mayordomo, pensaron al unísono los dos, reservándose en sus mentes ese pensamiento para si mismos. A la vez el conde estiraba los brazos para que viniera a reconfortarlo, el demonio no dudó en responder a esa petición dándose prisa lo abrazó, al hacerlo sintió como se estremecía su cuerpo.

—¿Tuviste una pesadilla? —Era la pregunta que susurró a su oído al sentirlo vulnerable en ese abrazo—Perdóname por lo de hace un rato fue una inmadurez de mi parte solo para hacerte enojar.

Ciel también quería disculparse por sus ataques hormonales que lo incitaban a hacer tonterías, ya que provocó esta situación al despreciar la atención de su mayordomo para pedir ser atendido Agni.

—¡Joven amo...! —El jardinero con su característica alegría le llamaba— ¡Que bueno que despertó!

Receloso el conde lo miraba, aunque todo había sido un mal sueño, ¿quién le aseguraba que no se volvería realidad en cualquier momento? Qué tal vez si Finny tuviera un interés en su demonio y este sueño era una especie de presagio.

—¿Por qué me mira asi joven amo? —Murmuró con un puchero el jardinero al sentir su mirada penetrante..

—No juegues al caballito con Sebastian... ¡Nunca...! —Advertía el conde ante la sorpresa de todos.

—¿Eh? ¿Caballito? —Confundido Finny titubeó, no entendía por qué su amo le ordenaba algo tan inusual. En su mente que aún conservaba inocencia imaginó a que se refería a un juego infantil, no a una clara insinuación sexual— Entiendo joven amo, no montaré nunca al señor Sebastian...

Los ahí reunidos sonreían al entender esa aclaración tan inocente y animada de Finny, pensaban que era mejor que no entendiera el verdadero significado de "montar". La única certeza que tenían, era que Ciel Phantomhive no era un niño inocente, aunque no podían negar que seguía siendo adorable, más ahora al verlo sonrojado abrazando a su mayordomo.

Chapter 28: Cuidado

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La rutina en la mansión Phantomhive no ha variado mucho en los días que han transcurridos con normalidad, Ciel seguía con sus impredecibles cambios de humor al punto que incluso las personas que más paciencia le tenían los hartaba por momentos.

—El príncipe Soma estaba llorando en el jardín, ¿qué sucedió? —Era la pregunta de Sebastian al llegar a la habitación que compartía con su amo, llevando en la charola un enorme trozo de pastel de chocolate y un vaso con leche, amablemente le ofrecía este bocadillo de media tarde.

—Nada... —Murmuró en respuesta mientras saboreaba ese delicioso pastel frente suyo, Sebastian lanzando un bufido ante su cínica respuesta apartaba ese postre que le apetecía.

—No debería darle este postre por portarse mal.

—Yo no le hice nada, tú te pones de lado de cualquiera y no de quien dices amar... Demonio idiota. —Molesto ante su casi regaño le reprochaba a la vez que hacía un puchero resentido.

Un adorable gesto que a Sebastian  embelesó al instante, cómo podía negarle algo a su hermoso niño, quien había subido de peso en los últimos días y al hacer ese puchero sus mejillas ya rellenitas se inflaban más. Era simplemente adorable al punto que se sonrojaba un poco por la emoción de verlo, era como ver mil gatos juntos en una sola expresión, pensaba emocionado para si mismo.

Casi al instante, Ciel comía ansioso su pastel, sabía que Sebastian no le negaría nada si hacía ese gesto, era una de sus debilidades que descubrió hace poco, el demonio desviando la mirada se sentía avergonzado al ser manipulado de esta patética manera.

—Estaba delicioso, ¿puedes darme un trozo más?

—¿Por qué mejor no pides frutas o una ensalada si todavía tienes hambre?

—Ya no quiero nada... —Con un puchero decía ante esa sugerencia.

—Ah, no caeré de nuevo en ese truco manipulador...

—¿Dejarás con hambre a tu bebé?

—Ya comieron mucho dulce por ahora, pueden comer algo más. —Cariñoso Sebastian hablaba tratando de hacerle entender mientras acariciaba su rostro con una de sus manos— Estás muy lindo, ¿te lo he dicho hoy?

—Si, lo dijiste... Y no creo verme nada lindo ahora que he subido de peso, Soma dijo que parecía un elefante bebé... —Sebastian reía al oírlo, entonces entendió el motivo por el que el príncipe estaba llorando en el jardín— No te rías, no es gracioso...

Le regañó con el ceño fruncido.

—No le hagas caso, estás hermoso así, lo digo en serio.

—Sebastian, te recuerdo que no puedes mentirme.

—No miento, y tampoco lo digo porque te amo... Si no te amara diría igualmente que eres hermoso.

Era el argumento ridículo y cursi que decía Sebastian a la vez que se acercaba para besar sus labios, pudiendo percibir todavía el sabor dulce del pastel en su boca, Ciel abrazándolo correspondía ese beso mientras lo hacía recortarse junto a el en la cama.

—Sebastian... Te gusta devorarme, ¿verdad? —Susurró el joven sobre sus labios en ese abrazo— Tú solo comes almas y dices que cuando estamos juntos es como una forma de saciar tu hambre, ¿no?

—Si, algo así... ¿Por qué lo mencionas ahora? —Confundido respondía, aprovechando ese abrazo lo acariciaba deleitándose de su cuerpo más "rellenito", que de alguna forma le excitaba solo tocarlo.

—Es que yo sería como tu postre, así que deberías entender mi necesidad por comerlos.

—La diferencia contigo es que yo puedo dejar mi postre cuando lo deseé. —Algo desafiante el demonio  insinuaba.

—¿Si? entonces... ¿Por qué no dejas de tocarme? —Sin dejar de sonreír pícaramente cuestionó, el otro le devolvía una sonrisa similar, a pesar de sentirse descubierto no dejaba de tocarlo con firmeza.

—Quiero mi postre ahora...

El demonio decía ansioso viendo como su travieso amo se levantaba la pijama, verlo sumiso dando la iniciativa le excitaba aún más. Bajando su ropa interior dejaba al descubierto sus partes bajas, notando su vientre abultado emocionado se acercó a besar esa ahora adorable parte de su cuerpo.

—Me haces cosquillas...

Decía Ciel en medio de una risita tratando de apartarse, Sebastian casi ignorándolo no dejaba de repartir besos en la suave piel de ese vientre que refugiaba a su pequeño, se sentía muy cálido. El conde acariciaba dulcemente su cabello dejando que  siguiera siendo cariñoso, era un momento significativo, el compartir con quien ama el crecimiento del bebé que concibieron juntos.

—Bebé ya te consentí mucho, ahora me toca consentir a mami... No queremos que se ponga celoso, ¿verdad?.

—No me digas así, no soy mujer.

—Lo sé muy bien. —Perverso decía mientras daba una lamida a su miembro— ¿Te ha crecido con el embarazo?

—Claro que no... Está igual.

—Si, lo veo más grande, unos milímetros de largo y ancho.

—Si sigues molestando te dejaré sin tu postre. —Decía con molestia al sentir que se le estaba burlando.

—No te estoy molestando... Lo digo en serio.

Sebastian aclaró antes de seguir lamiendo, deleitado en el dulce sabor de ese miembro siguió rozando su lengua hasta endurecerlo, la molestia del joven embarazado desapareció al sonido de los gemidos que de su boca se escapaban al disfrutar esta estimulación.

Minutos después, el conde recostado en la cama manteniendo sus caderas levantadas veía como su demonio acomodado entre sus piernas abiertas lo penetraba exquisitamente, en un vaivén equilibrado entre delicado y profundo. La pareja se deseaba de forma mutua, pero amaban también a su bebé por lo que eran cuidadosos en sus encuentros, aunque eran menos efusivos no dejaban de ser placenteros, cada estocada los llevaba al delirio a ambos. Notando el gesto de Sebastian se sentía satisfecho al seguirlo complaciendo, saber que aún mantenían la "chispa" que los unió al principio le reconfortaba, muy a pesar de sentirse inseguro por su cuerpo "deforme" por el embarazo parecía todavía excitarlo.

A la vez pensaba en cuanto había madurado en estos meses juntos, o eso quería creer, en algunos aspectos habían crecido los dos. Sentía que estaban más unidos y su amor se fortalecía con el pasar de los días a pesar de sus ligeros conflictos.

—¿Qué piensas? —Sebastian jadeante preguntó en medio de una estocada.

—Ngh... Nada importante— Respondió entre gemidos— Haces unos gestos graciosos.

—Tú también los haces... Sé donde tocar para ver ciertos gestos, por ejemplo... —Haciendo un movimiento circular dentro suyo notaba como Ciel arqueaba su espalda, en un gemido se aferraba a las sabanas— Ves... Eso te gustó, ¿acaso toque tu próstata?

—Idiota... —Sonrojado Ciel en un murmullo de fingida molestia decía, para desquitarse con fuerza contraía su cavidad interna haciendo que apretara más el miembro ardiente de su amante, quien gruñía de placer por esta supuesta venganza de su joven amo.

Sebastian acercándose a sus labios los besaba en medio de una pícara sonrisa de ambos, así era su relación, una constante pelea, un amor desafiante, detalles que les impedía aburrirse uno del otro, esta era su magia. El demonio pensaba en lo mucho que amaba a este niño que le cambió su demoníaca existencia y la perspectiva de ver a los humanos, amaba complacerlo en todas las formas posibles, esto era lo que significaba estar enamorado. Entre besos y caricias alcanzaron juntos el orgasmo, sus cuerpos eran consumidos por este dulce placer que su profundo amor propiciaba.

—Deja de acariciarme así el trasero, no es un trozo de carne que debes suavizar para cocinarlo. —Algo incómodo ordenaba al sentir como en ese abrazo, sus dos manos aprovechaban para masajear toscamente esa parte de su cuerpo.

—Es que está más redondito, tan suave... ¿Puedo besarlo? Te daré todo los postres que quieras después.

Ciel oía esa interesante propuesta, una que era digna de pensarse, no solo recibiría las caricias bruscas que le agradaban sino que tendría libertad de comer lo que quisiera. Con fingido desgano aceptaba. A los poco minutos el joven comía ansioso un trozo de pastel de delicioso sabor de chocolate, no había nada más satisfactorio que salirse con la suya. Aunque por momentos se sentía como el postre de Sebastian no le importaba, porque no era cualquier postre sino el más exquisito en términos para el gusto excéntrico de su demonio.

—¡Ciel... Perdóname! ¡No eres un elefante bebé!

—¡Deja de decirme así...!

Ciel regañaba a su amigo que entraba alborotado a su habitación, lanzándose a la cama lo abrazaba como señal de arrepentimiento por haberlo ofendido antes. Al parecer aquello no fue con el afán de molestarlo sino porque le parecía tierno verlo gordito y le recordaba a sus amados elefantes.

—Amo Ciel... No debería comer tantos dulces. —Agni sugería al ver como había terminado de comer y tenía migajas alrededor de su boca.

—Me gané este postre...

Soma y su sirviente se miraron entre si, no entendían que quiso decir pero suponían que era alguna especie de código en el lenguaje pervertido que tenía con su ahora novio mayordomo.
A la mañana siguiente como era habitual Ciel recibía un nuevo día abrazado a su demonio, quien en un susurro le daba los buenos días junto con besos en sus labios que se abrían en un bosteza.

—No me beses mientras bostezo...

Como era costumbre también un sutil regaño era su peculiar manera de corresponder ese cariñoso saludo, abriendo los ojos pesadamente miraba el rostro sonriente de su demonio que a pesar del regaño parecía feliz por este nuevo día. Le gustaba como Sebastian con afecto sincero acariciaba su vientre, su gesto reflejaba el devoto amor a su pequeño, por ello no dudaba que sería un buen padre, abrazándolo lo besaba al estar más despierto.

—¿Estás seguro que quieres hacerlo? —Sebastian cuestionó con algo de duda en medio su su acostumbrada charla matutina en la que planeaban lo que harían ese día.

—Se va a enterar de todas formas, no es como que pueda esconderle a nuestro hijo cuando nazca —Respondía con aparente seriedad— Además ya descubrió nuestra relación de una manera incorrecta sería cruel de mi parte si se llega a enterar por casualidad de nuevo, ¿no crees?

—Si, tiene razón... Seguramente se resentiría al descubrir que todos sus cercanos menos ella lo sabían.

—Ya ves, y después dices que no entiendo a las mujeres...

—Es probable que el embarazo despertó su lado femenino, ¿no? —En tono burlón decía y lo siguiente que sintió fue el golpe de una almohada en la cara— Mi querido Ciel, si vas a estamparme algo en la cara preferiría que sea tu trasero...

Se volvía a burlar, Ciel con el ceño fruncido no entendía como podía estar enamorado de alguien tan odioso y a la vez pervertido, lo irritaba, pero quizás por esos motivos lo amaba. Pocos minutos después se veía a un excitado y semidesnudo conde sentado en la cara de su demonio que besaba y lamía sus glúteos, haciendo que ambos se estremecieran de placer.

—Me siento como un prostituto, hacerte estos favores sexuales por unos postres... —Entre jadeos Ciel decía con fingido disgusto, cuando era obvio que disfrutaba hacer esto— Para hoy quiero pastel de chocolate y también gelatina de algunos sabores...

—Si, mi señor... —Con dificultad respondió el mayordomo antes de introducir la lengua en su ano que palpitaba de forma exquisita, embriagado del delicioso aroma de sus genitales que rozaban su nariz, se excitaba más, esta sin duda era la mejor forma de empezar el día. Esta también era parte de la rutina matutina de la pareja, al menos en esos días que Ciel amanecía de buen humor.

Chapter 29: Propuesta

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Propuesta

A media mañana el conde Phantomhive descansaba después de ese ajetreado despertar, con algo de náuseas permanecía en la cama mientras con su mano acariciaba su vientre con ternura. Aproximadamente en una hora su ex prometida iría a visitarlo, visita en la que aprovecharía para contarle lo del embarazo; no podía negar que estaba un poco nervioso porque las reacciones de su prima a veces eran algo impredecibles. Si creía conocerla un poco, podía casi asegurar que después de la impresión por la noticia se emocionaría mucho, incluso estaría feliz.

—Ciel, te traje una deliciosa gelatina de fresa como lo convenimos, el precio fue pagado... —Sebastian decía muy animado al entrar a la habitación con una charola en mano, interrumpiendo así los pensamientos de su joven señor.

—No la quiero ahora, tengo algo de náuseas.

—¿De nuevo con las náuseas?

Preocupado el atento mayordomo se acercaba con prisa al ver su pálido rostro, dejando la gelatina a un lado acariciaba su frente perlada en un tenue sudor frío.

—Es normal tener náuseas, tampoco exageres preocupándote así...

Ciel a manera de regaño decía en medio de su malestar al notar la sincera preocupación de su demonio, su gesto de devoto amor le provocaba ternura así que acariciando su rostro sentía sus mejillas se teñirse en rubor. Dulce momento que fue interrumpido cuando el embarazado volteó la cabeza vomitando a un lado de la cama.

—Ya sé que mi ternura es repugnante, pero no me lo confirmes de esa manera —En tono burlón decía Sebastian viendo como su palidecido amo devolvía de su estómago lo que había desayunado antes. Ciel intentaba patearlo al oír su burla, ¿cómo podía bromear en un momento así? ¿cuándo sentía que las entrañas se le saldrían por la boca?

—Ves te dije que no lo tomaras todo... —Seguía burlándose el demonio mientras se levantaba para empezar a limpiar, viendo el vómito escurriendo por el costado de la cama, solo sacudía la cabeza— No más semen para ti en ayunas.

—¿Puedes callarte?

Dijo Ciel que todavía palidecido que se recostaba pesadamente en la cama, su respirar agitado era evidencia del su malestar, avergonzado por lo dicho antes por su demonio solo desviaba la mirada. Ciertamente en la mañana, en el ajetreo de su desbordante pasión, en ese clímax de placer no pudo apartar su boca del miembro bien dotado de su demonio, succionando hasta la última gota de su semen como si de una miel dulce se tratara, tragándolo todo codiciosamente, era muy probable que ese era el motivo de sus náuseas.

—¿Te sientes mejor?

—Ah, ahora si te preocupas después de burlarte.

—Yo no me burlé, solo dije la verdad.

—Cállate... ¡Es tu culpa por tener tanto fluido adentro!

—Es temprano, supongo que estaba recargado además es tu culpa porque te advertí que no lo tomarás todo, pero nunca me haces caso... —Con fingida seriedad parecía regañarlo, en realidad disfrutaba ver su bochorno como ahora— Eres un caprichoso que me contradice en todo siempre.

—¿Por qué me regañas? —Cuestionó en voz baja mientras su mirada se tornaba llorosa, últimamente se ponía susceptible más al notar que Sebastian le hablara con tal seriedad.

—No te estoy regañando, ni siquiera estoy molesto de verdad. —Nervioso su demonio trataba de calmarlo, no imaginó que creyera su jueguito. Mientras se disculpaba trataba de abrazarlo, pero Ciel lleno de resentimiento se negaba a su agarre.

—Limpia eso que me da náuseas olerlo... Es una orden.

Sebastian obedecía a su orden sin insistir en ese abrazo, al parecer no tendría más opción que esperar que se le pasara el berrinche. Mientras limpiaba observaba de reojo a su joven amo devorar ansioso esa gelatina.

—¿Te gustó? —Ciel ignoró la pregunta de su mayordomo, una tonta excusa para iniciar conversación porque era obvio que le gustó el postre de lo contrario no lo comería con tal desespero.

—Cuando te pones de ese humor eres muy malo conmigo, debería llorar cuando me ignoras.

—Llora, ¿qué te lo impide? —Burlón Ciel le insinuó con una pequeña sonrisa a la vez que se levantaba de la cama— Debo vestirme, Lizzy llegara en cualquier momento, no puedo recibirla en pijama.

Caminando se despojaba de su pijama a cada paso, quedando en ropa interior llegaba a su armario. Sebastian sonreía al notar su obvio intento de reconciliación, ese niño podía cambiar de ánimo a otro en cuestión de minutos y eso le incitaba a amarlo más.

—Te ves lindo... —Susurró Sebastian pasando junto a su sensual amo con poca ropa que se dirigía al armario— ¿Qué ropa te pondrás? ¿Te quedará algo? Has aumentado de peso y hace semanas no has usado tu ropa habitual.

—Lo sé... No hace falta que te diga que hagas algo por arreglarlo, además es por tu culpa que esté así de gordo.

Sebastian embelesado contemplaba la silueta de su semidesnudo amo frente al armario, la piel estirada de su vientre que cálidamente refugiaba a su primogénito en crecimiento, le emocionaba, era una visión maravillosa. Al igual que su amo sentía que estaba experimentando un cúmulo de emociones, por momentos tan vulnerable que debía disimular.

El conde Phantomhive sabía bien lo que provocaba en su demonio así que se dejaba contemplar, debía admitir que le gustaba sentir la mirada morbosa de su demonio en su "deforme cuerpo" como se decía a si mismo, era su manera de confirmar que seguía siendo el objeto de su deseo. Sonreía al sentir sus firmes caricias en su piel mientras buscaba que prendas ponerse para esa visita, los dos estaban tan acostumbrados uno al otro que sus insignificantes peleas quedaban al olvido a los pocos minutos. Hasta ahora habían aprendido a tolerarse, todo en nombre del amor que se tenían, en especial por el pequeño que los unía.

—Lady Elizabeth, si no le molesta el joven amo la recibirá en su habitación. —Era la seria indicación del atractivo mayordomo de la mansión cuando recibía a la joven casi al mediodía.

—¿Ciel sigue enfermo? No había venido porque hace una semana regresé de un viaje que hicimos, me sirvió para aclarar mis ideas con respecto a todo esto... — Más animada charlaba la joven encaminándose junto a Sebastian a la habitación— Me preocupé mucho cuando dijiste que Ciel no recibía visitas porque estaba enfermo, ¿está mejor?

—Tiene algunos malestares, pero él se lo explicará todo cuando hablen...

La joven intrigada miraba al mayordomo a su lado, sospechaba que algo grave le ocultaban así que aceleró el paso para llegar donde Ciel la esperaba. Entrando con prisa propia de su preocupación veía a su primo cómodamente sentado al espaldar en la cama, notó como estaba un poco cubierto con la sábana.

—¡Ciel! —Gritó emocionada al verlo, corriendo pretendía abrazarlo pero un ademán de mano por parte de este la detuvo, al estar cerca notó algo distinto en su semblante. Además, no parecía estar tan delgado como era su contextura normal o al menos no como la última vez que lo vio.

—Lizzy... No te me vayas a lanzar encima, estoy un poco delicado.

Sebastian se cubría la boca, callando su risilla, el conde podía adivinar el motivo de su burla. Sabía que siempre había sido delicado, pero ahora lo estaba un poco más, ¿eso no era motivo de burla?. Pero conocía como era el idiota sentido del humor de su "novio mayordomo", por cualquier estupidez se le burlaba.

—Entonces sigues enfermo... —Murmuró la joven con tristeza y preocupación, afligida también por contener sus ganas de darle un abrazo— Se supone que Sebastian debe cuidarte, es tu novio ahora, ¿no?

Ella fijaba la mirada en el mayordomo, quien solo esbozaba una menuda sonrisa al sentir esos enormes ojos amenazantes fijarse en su persona.

—Se me pasará pronto... —Dijo Ciel con una nerviosa sonrisa al notar la tensión producida— Lizzy debo decirte algo importante así que te ruego mantengas la calma...

El conde advertía con aparente calma, su prima más intrigada le dirigió la mirada nuevamente, deseaba saber que era eso tan importante. Quizás le diría que se casaría con Sebastian, ¿y estaba lista para escuchar esa noticia?, pensaba, a la vez no sabía cómo iba reaccionar. Entonces vio como Ciel se quitaba la sabana que lo cubría mostrando su vientre abultado, que era notorio aún con la ropa que llevaba.

Confundida Lizzy no entendía que sucedía, ¿por qué su ex prometido tenía así el abdomen? Restregándose los ojos quería asegurarse que miraba bien, no podía ser lo que pensaba. Sebastian sentándose junto a su amo lo tomaba cariñoso de la mano.

—Tendremos un bebé...

Dijo casi al unísono la pareja como lo habían practicado minutos antes, una noticia inesperada que dejó conmocionada a la joven, que parecía no asimilar sus palabras.

—¿Un bebé? Por un momento pensé que estabas lleno de gases. —Fue lo que se le ocurrió decir mientras sus mejillas se teñían de un notorio sonrojo, tal vez nerviosa fue la primera ocurrencia que se le ocurría decir.

—No, lady Elizabeth, le aseguro que es un bebé... Un hermoso bebé.

—Pero para un hacer un bebé se necesita estar casados y cumplir con ciertos deberes maritales, ¿no? —Sonrojada ella trataba de entender la situación— Además tú eres chico... Los hombres no tienen bebés ¿O si?

—Eh... Cumplimos un poco esos deberes aún sin casarnos, y no hay duda de que soy un chico pero algo dentro de mi cuerpo me permitió concebir, soy sincero al decir que yo tampoco entiendo bien ese detalle.

Ciel nervioso trataba de explicar a su prima este suceso, nervios que se intensificaron al notar como su prima los miraba fijamente.

—¿Hicieron "eso" sin estar casados?

—Su primo insistió tanto en hacer eso... —Se justificaba con fingida inocencia el demonio solo para molestar a su amado.

—Fue Sebastian quien insistió yo no quería... —Decía para molestarlo también, Lizzy al parecer tomaba en serio lo dicho por su primo— Es broma Lizzy...

Ciel la detenía al ver como ella pretendía atacar al mayordomo, porque suponía que se había aprovechado de su inocencia, aunque no temía por la integridad de Sebastian sino lo contrario

—¡Lizzy, yo lo quise...! ¡Yo quise tener intimidad con él!

—Ciel... —Susurró avergonzada la joven ante esa declaración, el conde tan sonrojado estaba que con su cara así rellenita parecía un tomate, lo que notó Sebastian y no pudo evitar reír.

—No es divertido, idiota... —Le regañó al sentir que se burlaba por aquella vergonzosa confesión, sin sospechar que era otro el motivo de su risa.

—Lady Elizabeth —Sebastian la llamaba calmando su risa— Debo corregir a Ciel, ya que los dos lo quisimos, quisimos tener intimidad, porque nos amamos.

Lizzy los miraba, aunque su primo lo disimulaba parecía aún más enamorado que la última vez y Sebastian se veía igual, solo bastaba verlos juntos, los gestos, las miradas que se dedicaban mutuamente, sin duda era amor mutuo. Probablemente su amor era aún más intenso por la llegada de su bebé, el fruto de su amor, solo al imaginar un hijo ambos hizo que su mirada se iluminara, un pequeño Ciel porque casi podía asegurar que si era niño o niña se parecería a él. Acercándose abrazaba a los dos para felicitarlos por esta dicha, emocionada en una mezcla de nostalgia y alegría desbordante, no le importaba haber dejado sus anhelos a un lado por la felicidad de Ciel y verlo sonreír como ahora lo hacia.

—Ahora... —Ella secándose sus lágrimas se apartaba un poco— Ni crean que mi sobrino nacerá fuera de un matrimonio, ustedes deben casarse o al menos hacer una ceremonia simbólica de amor, es lo correcto.

La pareja se dedicó una cómplice mirada, ya que habían previsto que ella propondría este asunto más por su cursilería que por alguna cuestión moral.

—Si lo habíamos pensado, una ceremonia simbólica es perfecta ya que nuestra relación no puede salir de esta mansión, ¿no? —Hablaba Sebastian con buen ánimo— ¿Usted nos haría el honor de organizarla? Aunque si no lo desea, lo entendemos.

—¡Claro...! Será hoy mismo, mientras más rápido se casen ese bebé no crece en pecado.

—¿Pecado? —Murmuró burlón el conde, ese niño o niña en su interior era hijo de un demonio, qué más pecaminoso podía ser, era su alegre pensamiento aunque muy aparte de su naturaleza no restaba lo milagroso que representaba.

—¿Uh...? —Dudosa la joven lo miró ante ese murmullo— Otra cosa, cuando me confesaron lo de su relación semanas atrás, dijeron que apenas se besaban, ¿cómo es que avanzaron a otro nivel tan rápido?

—Ya te lo dijimos, los dos lo quisimos y solo pasó, lo hicimos una noche y me embaracé —Avergonzado Ciel trataba de aclarar, ella algo incrédula lo miraba.

—¿Una sola vez?

Sebastian atento se limitaba solo a oír la conversación sin intervenir, sabía que de abrir la boca arruinaría la mentira de su amo, quien para no verse como un depravado frente a su inocente prima dijo aquella mentira. No era necesario que supiera lo bastante activa de la vida sexual que compartían, furtivos e intensos encuentros que no respetaban hora del día. Esas eran las travesuras constantes siendo presos del amor y lujuria que ayudaron a concebir este bebé que crecía poco a poco, del cual no podía precisar el momento de su concepción.

—Bueno te creeré, después me cuentas como fue aquella vez... Ahora debo ir a arreglar la mansión, aunque sea un matrimonio discreto entre nosotros debe ser hermoso. —La joven que pretendía marcharse para preparar todo, antes de salir acariciaba el vientre de su ex prometido mientras sonreía sentía como se movía leve ese bebé, emocionándola— Se siente como un bebé feliz, debe ser porque tú te ves muy feliz.

Dijo ella con sincero afecto antes de esalir corriendo de la habitación, llamaba a su fiel sirviente para que le ayudara en los preparativos. La pareja dio un suspiro al quedarse finalmente solos, ese sentían aliviados de que esa conversación hubiera resultado bien.

—¿Se me ve feliz? —Cuestionó sonrojado el conde.

—Hermosamente feliz... —Susurró Sebastian regalándole unas dulces caricias en su rostro para consentirlo— Veo mi felicidad reflejada en tu carita regordeta...

—¿Tienes que arruinar los momentos bonitos siempre? —Ciel molesto le reprochaba mientras le jalaba el cabello por su burla, sin embargo aprovechando su cercanía besaba sus labios con dulzura— Te amo, Sebastian... ¿Quieres casarte conmigo?

—Eh... Se supone que yo debería preguntártelo, ahora no sé que decir... —El demonio murmuró con una sonrisa sintiendo como Ciel colocaba un anillo en uno de sus dedos enguantados— Me siento como una chica cuyo novio le pide matrimonio.

—Sebastian, está bien que te sientas la chica de vez en cuando en nuestra relación...

Decía sonriente antes de unir sus labios en un dulce pero profundo beso, ambos sabían que este matrimonio era solo una formalidad para aparentar frente a los demás, porque ellos se consideraban que estaban más que casados, unidos por los inquebrantables lazos del amor sincero que se profesaban a pesar de sus diferencias.

Chapter 30: Unión

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Sebastian caminaba por los pasillos de la mansión en sus labios una gran sonrisa se reflejaba, mientras con emoción su mirada se fijaba en el anillo que su amado Ciel le regaló como señal de un formal compromiso entre los dos. Llegando a la cocina con disimulada emoción notó como todos los sirvientes se acercaron para felicitarlo con alegría por la boda.

—¿Quién les contó? —Un poco confuso mayordomo cuestionó, aunque suponía quien les había informado.

— ¿Podemos asistir a su boda?

Finny tímidamente preguntó, los otros desviaron la mirada ya que era una pregunta que también querían hacer pero al final no se atrevieron, sabían que unos sirvientes no podían aspirar a asistir a la boda de su amo, sin embargo la situación de la pareja próxima a casarse no era habitual tampoco, así que había la posibilidad de asistir.

—Obviamente que... —Con seriedad respondía el mayordomo, los otros se desanimaban a lo que parecía ser una negativa— Están invitados... Al joven amo y a mi nos gustaría contar con su presencia.

La reacción unanime de todos fue lanzarse a abrazarlo por la emoción de aquella afirmación, Sebastian con una forzada sonrisa trataba de apartarlos con fingida amabilidad.

—Bueno, sigamos con el trabajo debemos hacer de este día muy especial para mi adorado joven amo.

—Aww, señor Sebastian eso es tan tierno... Se preocupa tanto por hacer sentir feliz al joven amo más que a usted mismo, porque es un día especial para ambos. —Meyrin comentó sonrojada y emocionada, como deseaba que alguien se enamorara así de ella, solo podía acertar a pensar que su amo era muy afortunado.

Sebastian no respondió a esas halagadoras palabras porque eran su verdad, nada deseaba más que hacer feliz a Ciel, el pequeño humano que le daba significado a su existencia a cada minuto que pasaba a su lado. El amor que nunca pensó tener lo sintió al conocer a un niño tan hermoso como caprichoso, aunque su encuentro era marcado por el sufrimiento; al rememorar esos ojos llenos de desesperación como demonio fue cautivado al instante, sin embargo su mirada ahora ya no reflejaba dolor, era tan diferente, había amor y ese sentir que era dirigido a el lo cautivaba más.

Todos en la mansión estaban muy animados en los preparativos de esa improvisada boda, una celebración que formalizaría el amor que se profesaban el conde Phantomhive y su leal mayordomo. Lizzy decidió encargarse de la decoración junto a Soma y los sirvientes, mientras que Sebastian con Agni se esmerarían en la cocina preparando el banquete.

—Me alegra mucho que ustedes formalicen su unión. —Agni comentó mientras ayudaba a lavar unas frutas.

—Aunque solo es un formalismo, lo que Ciel y yo tenemos va más allá de esta ceremonia.

—Lo sé, ambos se ven muy enamorados a pesar de sus inconvenientes y discusiones, se nota cuanto se aman debo suponer que ese es el encanto en su relación.

El demonio esbozó una sonrisa en sus labios porque el hindú tenía razón, parecía que todos a su alrededor conocían esos detalles de su relación, pero suponía que era culpa de ambos por no ser más discretos en sus efusivas interacciones.

—Creo que no fue buena idea esto de la boda no quiero que los demás me vean. —Ciel con un puchero decía mirándose al espejo mientras se probaba unas prendas que su mayordomo había arreglado.

—Este te queda bien. —Sebastian le halagó mientras ayudaba arreglar un traje azul que le hizo probar— A menos que quieras casarte en pijama en la cama, o en el peor de los casos ya no quieras casarte conmigo, ¿se arrepintió de su propuesta? Debe decírmelo ahora, a dejarme plantado en el altar, eso sería vergonzoso.

—No seas tan idiota y melodramático, soy un hombre de palabra. —Sonrojado refutó— Y deja de acariciarme el trasero de esa forma, pervertido.

Sebastian pícaramente sonreía, sus dos manos dejaron de masajear ese exquisito trasero, abrazándolo por detrás veían su reflejo juntos en el espejo. Apretando sutil su cintura ya no tan delgada palpaba su vientre abultado, sentía a su pequeño que despacio se movía.

—Hacemos una pareja bonita, ¿no crees? Combinamos a la perfección a pesar de ser tan diferentes. —El demonio embelesado susurró a su oído rozando sus labios a su cálida piel— Eres como un hermoso cielo...

—Y tú eres un candente infierno... Mi infierno... —Con una sonrisa el conde susurró estremecido entre los brazos de su demonio, ante el roce provocativo de sus labios, no tardó mucho para que junto a sus labios se unieran en un dulce beso.

Minutos después en el salón principal de la mansión Agni bendecía la unión del conde y su mayordomo, era el más propicio para darle seriedad esta ceremonia. La pareja tomados de la mano se miraban de reojo, en medio de un mutuo "te amo" susurrado se sentían algo avergonzados al confirmar su amor frente a todos de esta forma.

—Ahora son esposos pueden sellar su compromiso con un beso. —Agni muy emocionado sugería con una sonrisa, aunque más que sugerencia era una formalidad para dar un final feliz a la ceremonia.

Sebastian tomando la iniciativa rozaba los labios de su amo, quien se sentía intimidado por todos alrededor, en medio de la algarabía de los presentes celebraban su unión. Los dos parecían algo tímidos incluso Sebastian que tal vez por ser la primera vez en hacer este tipo de "contrato", a pesar de sentirse algo nervioso por un nuevo estilo de vida era feliz, ahora era esposo de un humano, uno pequeño y temperamental lo atrapó de una forma que nunca imaginó.

Ciel notó esta actitud en su ahora esposo, lo conocía tan bien que podía imaginar sus pensamientos mientras recibían las felicitaciones de todos entre abrazos y deseos sinceros, de aquellos quienes a su alrededor parecían apreciarlos con genuino cariño.

—¿A dónde irán de luna de miel? —Lizzy les cuestionó emocionada.

—A ninguna parte, estando así no puedo ir a ningún lado.

Ciel respondió desanimado, a pesar de estar feliz con la boda, por su embarazo todavía se sentía muy inseguro con su cuerpo, le incomodaba sentir que miraran su silueta con burlas, para colmo la ropa le apretaba un poco aunque Sebastian se la había arreglado. No podía evitar sentirse abrumado por este detalle.

—Bueno Ciel... Cuando el bebé nazca podrán viajar y nosotros lo cuidamos.—Sugería Soma abrazándose sutil al joven embarazado.

—No les voy a dejar a mi bebé.

—¡Aww el instinto maternal!—Se enternecía la joven.

—¡No soy la mamá, no soy mujer!

Sebastian a unos pasos oía la conversación de los jóvenes mientras junto a Agni y Bard hablaban de otros temas al compartir unas copas de vino.

—Sebastian... ¿Crees que todos tengamos la habilidad de embarazar hombres? —Cuestionó curioso el rubio cocinero.

—¿Por qué preguntas eso? ¿Piensas embarazar a un hombre?

Sebastian divertido le preguntó, el rubio solo alzó sus hombros como respuesta mientras seguía fumando su cigarrillo. El mayordomo no podía decirle que entre humanos varones era imposible un embarazo, si su joven amo concibió a ese hermoso bebé era por la influencia de su naturaleza demoníaca.

—Quizás solo los dioses lo deciden, los niños son un milagro de la vida.

—Claro señor Agni, son los dioses.

Sebastian dijo con una sonrisa pues era toda una ironía que hablara de que los dioses ayudaron en la concepción de su pequeño hijo, cuando fue su maligna naturaleza la que influyó en ese "milagrito", junto al amor y la extenuante vida sexual juntos. Minutos después en un rincón del salón el conde y su mayordomo pretendían hablar cuando por fin se quedaron a solas.

—Sebastian, he notado que estás como asustado, debes saber que yo también tengo miedo —El joven conde aclaró a su demonio en un susurro mientras jugaba su mano con la suya coquetamente.

—¿Por qué tendría miedo? Te amo mi Ciel y esto no cambia nada lo que tenemos... —Sebastian sonriente lo atraía a su cuerpo en un abrazo, disimulando el hecho de sentirse descubierto.

—Porque supongo que ser esposos si cambia algo lo que tenemos, nos pertenecemos más que antes, ¿no es eso aterrador? —El joven con algo de burla decía, sintiendo como su demonio en respuesta lo acariciaba firmemente en ese abrazo, sonrojado trataba de apartarse— ¿Qué haces? No hagas esto frente a todos, me da vergüenza.

Sebastian sonreía ante el reclamo de su avergonzado joven esposo, quien se resistía a su cálido abrazo aprovechando su bochorno lo llevaba al centro del salón ante la atenta mirada de todos.

—Amadisimo Ciel, es costumbre que los esposos hagan el primer baile.

—No quiero bailar... Llevamos unos minutos de casados y ya me estás fastidiando. ¡Quiero el divorcio!

—¿Tan odioso te resulto? Pero fuiste tú quien quería casarse conmigo. —Resentido el demonio hablaba, mientras lo forzaba a bailar lentamente— Ahora te arrepientes, ¿acaso quieres romper mi corazón?

—No seas dramático, es solo... No pretendes que dejemos de pelear ahora que nos casamos, ¿verdad? ¿Quieres que cambiemos? ¿Quieres que sea un esposo sumiso que acepte todo lo que dices? Porque si es lo que quieres, lo haré...

—Ahora tú eres el dramático, no quiero que nada cambie entre nosotros, te amo tal como eres y amo lo que tenemos. No discutir contigo sería muy aburrido.

Ciel conmovido por tan simple respuesta se abrazaba a Sebastian, esas eran las palabras que necesitaba escuchar, confirmar que su relación no cambiaría con el matrimonio. Los demás veían atentos el baile que los esposos les brindaba, el que se volvía menos forzado, aún así Ciel torpemente seguía el ritmo de ese vals que resonaba en el salón, Sebastian muy sonriente disfrutaba la hermosa velada, esta primera velada estando casados que debía ser inolvidable para ambos.

—Estoy tan cansado...

Era el bufido de Ciel cuando se recostaba en la cama esa noche, aunque su gesto era serio parecía ser su forma de disimular lo mucho que disfrutó de la velada, cenaron, comieron pastel, bailaron, brindaron junto a quienes podía llamar su familia. Sebastian a su lado se rescostó para acariciar ese bello rostro que le arrancaba los más dulces suspiros. —Eres hermoso esposo mío...

Era lo que se escuchó en un susurro, ante ese halago tan sincero de su demonio, Ciel sentía sonrojarse más, no podía evitar sumergirse en la profundidad de su mirada enamorada, ¿era posible enamorarse más de lo que ya estaba? No lo sabía, pero si sabía que este amor hacía arder no solo su corazón, también su cuerpo.

—Quizás no estoy tan cansado... —Ciel insinuó con una sonrisa traviesa— Me duelen los pies un poco pero mi trasero está bien.

—Me casé con un depravado. —Sebastian susurró con tono erótico sobre sus labios mientras sus manos desnudas desabotonaba su camisa.

—Querido Sebastian estamos juntos porque somos unos depravados, recuerdas que así empezamos nuestra relación.

—Claro que lo recuerdo, tú solo querías saciar tu curiosidad y terminaste saciando el cuerpo.

Con una provocativa risita decía el demonio, enseguida ambos no dudaron en unir sus labios en un lascivo beso, rememorando en medio de esos besos como habían iniciado su relación y les alegraba que mantuvieran encendido ese deseo que al principio los unió. Aunque ahora eran conscientes que había un cambio, no sólo se dejaban llevar por el placer sino por el amor que se tenían. Su noche de bodas fue placentera y significativa, Ciel desnudo respiraba agitado cuando Sebastian sacó su miembro de su interior después de ese orgasmo que los consumió en el más profundo placer.

—Eso estuvo bien... Señor Michaelis. —Sebastian con dificultad decía mientras rozaba su miembro algo flacido en esa entrada caliente de la que salía su semen.

—¿Michaelis? —Ciel musitó dudoso acariciando su vientre trataba de calmar al bebé que inquieto se movía dentro, tal vez había sido demasiado intenso, pero era una noche especial pensaba mientras seguía tocándose.

—Eres mi esposo, debes tener mi apellido.

—Mejor que tú seas un Phantomhive, de todas formas quien te dio el Michaelis fui yo.

—Bueno quedemos como estamos, pero nuestro hijo si llevará mi apellido. —Sebastian decía notando como Ciel acariciaba insistente su vientre— ¿Qué sucede, sigue inquieto...? Te dije que meterlo todo lo haría enojar, pero tú rogando que lo metiera profundo.

—Cállate... No deja de moverse y duele...

A Sebastian empezó a preocuparse al notar sus gestos de dolor, ¿su bebé iba a nacer?. Según sus cálculos eso era algo pronto, ¿y si todavía no se había desarrollado bien?. No pudo evitar sentirse culpable, quizás su brusquedad al dejarse llevar por la emoción de esa primera noche de casados había lastimado a su bebé. Si esto era así nunca se lo perdonaría.

Sebastian angustiado palpaba el vientre de Ciel, quien desnudo en la cama se retorcía del dolor, tratando de calmar al bebé le hablaba para lograr que se quedara quieto.

—Mi niño quédate quieto mira que tu mami sufre... —El demonio amoroso decía mientras tocaba la piel cálida del vientre de su ahora esposo, ciertamente estaba más inquieto de lo normal— ¿Te lastimamos? Perdónanos, no fue mi intención, no es mi culpa tenerlo grande.

—¡Sebastian deja de decir idioteces!

El conde adolorido lo regañaba al oír esa tonta conversación, pero extrañamente sentía que así se estaba calmando poco a poco su inquieto bebé.

—¿Quieres nacer? Si es así y ya estás listo estamos ansiosos por recibirte, pero solo si estás bien formado... Si todavía te falta crecer quédate adentro, por favor. —Decía Sebastian entre besos cariñosos sintiendo como se calmaba, ese niño al parecer era un consentido al igual que su padre.

Ciel sintiendo menos dolor parecía relajarse con el pasar de los segundos, esos besos y caricias que su demonio le regalaba indirectamente se reconfortaba, dejando a un lado el temor que sintió al pensar que su bebé naciera tan de repente. Oyendo como Sebastian empezó a cantar una dulce melodía, embelesado acariciaba su cabello, y como un niño se arrullaba también con su voz.

—Creo que ya está más tranquilo, me di un buen susto. —Murmuró el conde mientras su respiración se calmaba y su piel recuperaba su color natural después de palidecer por esos espasmos de dolor— Y todo esto fue tu culpa.

—¿Mi culpa? La culpa es de los dos, yo solo te di lo que tú me pedías, mi amor... —Sebastian refutó en un canto improvisado dirigiendo la mirada a su amo que fingía molestia— Pero yo también me asusté, me duele el verte sufrir mi dulce esposo... Me asusta solo pensar el perderlos a los dos.

—Ya deja de cantar pareces idiota. —Con un bostezo le regañaba mientras empezaba a quedarse dormido, Sebastian con una sonrisa seguía llenando de mimos a sus dos pequeños hasta que se durmieron.

En la mañana Ciel despertó al sentir como su bebé se movía como lo hacía de forma habitual, seguramente quería desayunar ya que el mismo sentía rugir su estómago por el hambre, acariciando su vientre notó como su demonio no estaba a su lado.

—¿Dónde se fue tu papá? ¿Habrá ido a preparar el desayuno? Espero que nos prepare algo muy delicioso, muero de hambre... —Hablaba cariñoso acariciando su vientre a manera de saludo— Anoche te portaste un poco mal, no vuelvas a asustarme de esa manera.

Sebastian animado interrumpía la dulce charla al entrar a la habitación con una charola en mano, trayendo el desayuno de sus dos amores, Ciel sentándose al espaldar de la cama, ansioso esperaba devorar esos alimentos que olían de forma exquisita.

—Buenos días mis hermosos niños. —Acercándose besaba los labios de su joven amo que le correspondía igual de amoroso, sintiendo su mano enguantada acariciar su vientre, esa era la mejor manera de saludar a los dos.

—Buenos días... —Ciel saludó cariñoso cuando sus labios se separaron, era la primera mañana que despertaban siendo esposos así que se sentía especial la situación que era parte de su rutina diaria.

—¿Cómo te sientes? Estuve pendiente de ambos toda la noche.

—Estamos bien... Sin darme cuenta me quedé dormido profundamente.

—Si, me di cuenta... —Dijo el enamorado mayordomo regalándole un último beso para dejarlo que desayunara— Come pronto porque el gruñido de tu estómago me desconcentra.

Con burla sugería mientras veía como con el ceño fruncido desayunaba muy ansioso, aprovechando el momento decidió arreglar la habitación y preparar el traje que su joven amo utilizaría ya que había decidido no pasar todo el día encerrado.

—¿Estás seguro que quieres salir?, puedes quedarte a descansar todo el día. —Sebastian comentó con una sonrisa, notó como su amo lo miraba con enojo y no le refutó solo porque tenía la boca llena— No me mires así, lo digo por lo de anoche al menos hoy deberías quedarte en cama a descansar.

Ciel algo encaprichado negaba con la cabeza la sugerencia de su demonio.

—Bueno, haz lo que quieras... —El mayordomo dijo con tono molesto y siguió en sus labores.

—¿Por qué te enojas? —El conde con un puchero le cuestionó— Te dije ayer que me aburre estar encerrado y ya que todos conocen mi estado no es necesario seguir escondiéndome.

—No me enojo... Solo me molesta lo caprichoso que te pones a veces.

—Molestia y enojo es casi lo mismo... Tonto.

—Como sea, recuerdo bien que ayer me dijiste eso, pero fue antes de ese dolor que casi te hace parir.

—Lo sé, pero ya me siento mejor además solo voy a caminar y sentarme en el jardín, no es como si me fuera a recorrer Inglaterra.

—Que grosero eres a veces.

—Bueno, y si lo piensas bien es tal vez la falta de ejercicio es que pueda estar provocando mi mal estado.

El demonio sonrió traviesamente ante esa suposición dejando el malhumor a un lado miraba con complicidad a su sonrojado señor.

—No me sonrías, ni me mires así.

—Es que es graciosa tu suposición porque yo diría que mucho "ejercicio" fue lo que te hizo daño.

—Degenerado... Eso fue tu culpa, se te salió lo demonio anoche.

—Oh, el joven amo quiere hablar de anoche...

Ciel sonrojándose desvió la mirada, sintiendo como su demonio se sentaba a su lado no con intenciones de solo molestarlo.

—¿Yo solo me provoqué? —Le susurró perverso Sebastian al oído— Tú desataste al demonio que tranquilo vive en mi, la forma en que me lo pedías ¿recuerdas? Tú querías más... Traté de controlarme pero...

El joven se sonrojaba más al notar como su demonio parecía excitarse al recordar lo que hicieron horas atrás, si era sincero debía admitir que Sebastian si se resistió al principio, que tendrían el tipo de sexo tranquilo que no lastimara al bebé. Sin embargo, con lo de la noche de bodas su cuerpo se alteró a tal punto que olvidó que estaba embarazado, fue el quién en cuatro en la cama dejaba ver su entrada palpitante mientras con la mirada llorosa pedía a su demonio que lo penetrara profundo.

Fue así que al sentirse llena su cavidad se movía frenéticamente haciendo que Sebastian golpeara con fuerza su interior en cada estocada, avergonzado por su imprudente comportamiento desviaba la mirada, ciertamente fue quien provocó la situación que puso en peligro a su bebé. Aún cuando esa era la verdad no admitiría culpa alguna, bastaba con sentirla como para exponerla, sintiendo a su demonio besar su cuello, era una caricia cálida y sensual que empezó a excitarlo.

—Sebastian... Todavía no... —Ciel murmuró algo excitado, su demonio calmó sus ímpetus, después del susto vivido se resignó a darle solo un dulce beso en los labios para apartarse y dejarlo que termine de desayunar.

—Ciel, cariño... Lamento mi molestia de hace rato creo que exageré un poco solo promete que si te sientes mal me avisas enseguida.

—Claro "cariño" lo prometo...

Burlón el joven le prometía terminando de desayunar, minutos después se lo veía caminar tranquilo por el jardín junto a un animado Finny que le enseñaba las flores que había plantado días antes.

—Son hermosas, ¿no lo cree joven amo?

—Si son bonitas... —Ciel respondía tomando una de esas flores azules entre sus manos.

—¿Cree que al bebé le gusten?

—Supongo que si.

—Joven amo... ¿Cómo cree que será su bebé? —El jardinero emocionado preguntó curioso— ¿Cree que se parecerá a usted o al señor Sebastian?

Ciel pensaba en esa pregunta, si el bebé saldría con la verdadera forma de Sebastian pues mil veces preferiría que saliera igual a el por que ¿cómo explicaría que una masa oscura y amorfa era hijo suyo?

—No sé... La verdad no lo he pensado.

—El señor Sebastian es guapo... —Dijo inocentemente el rubio— ¡Ah no se enoje joven amo...! ¡Iba a decir que usted es más guapo, ojalá salga parecido a usted!

Nervioso Finny se justificaba al notar la mirada celosa de su amo, quien en un suspiro se calmaba y siguió caminando seguido de su sirviente.

—Joven amo, ¿puedo preguntarle algo?

—¿Algo más sobre el bebé?

—Ehh no... No... Es que usted sabe de esas cosas...

—¿Qué cosas? —Cuestionó lleno de curiosidad el conde— Vamos a sentarnos y me cuentas.

—Si señor...

Los dos jóvenes se sentaron en una de las bancas en medio del jardín, Finny sonrojado trataba de empezar el tema del que tenía dudas, estaba casi seguro que su experimentado amo quizás le ayudaría a despejarlas.

—¿Duele hacer cosas de adultos? Tengo miedo que duela.

—¿Uh? ¿Te refieres a tener intimidad con alguien? ¿Con quién quieres hacer esas cosas?

—Bard... Anoche me besó en la boca y...

—¿Fue su primer beso? —Cuestionó curioso el conde, el jardinero asintió apenado con la cabeza— Ya veo... ¿Y tu querías que te besara? ¿Te gustó?

—Si... Se sintió bonito y cálido... Ahora veo porque a usted le gusta besar al señor Sebastian.

—Si se siente bien besar cuando amas a esa persona... ¿Ustedes se quieren?

—Yo si, eso creo aunque no entiendo mucho de estas cosas, lo poco que sé es lo que he visto por ahí cuando hay novios por las calles, y claro con usted y el señor Sebastian en la mansión.

—Bueno yo tampoco sabía mucho hasta que Sebastian me enseñó. —El conde murmuró con timidez— El cuerpo suele reaccionar solo ante esas cosas, más si te son agradables, es mejor que lo descubras por ti mismo junto a Bard.

—Ahh, ¿así funciona...? —Sonrojado Finny murmuró.

—Así que ahora tienes novio.

—Si, si supongo que así es... Bard dijo que éramos novios, y los novios hacen lo que hicimos anoche, solo que no se lo dijera a nadie. —Animado Finny decía con una sonrisa, ante el gesto confuso de su amo.

—¿No quería que dijeras que se besaron? No sabía que el idiota fuera tan tímido.

—Si además no quería que dijera, que me quitó la ropa y me besó todo el cuerpo, también besó mi... —Algo sonrojado el rubio contaba, Ciel entonces entendió que al parecer no solo se habían besado inocentemente.

—Finny, ¿tuviste sexo con Bard?

—Ahh... ¿Sexo? ¿Qué es eso?

Ambos jóvenes se miraron entre si con evidente confusión en esta charla en que no parecían entenderse, Ciel no entendía entonces que trataba de decirle sobre su temor al hacer cosas de adultos, si con lo poco descrito al parecer ya las había hecho.

—Bueno... ¿Cuéntame que más hicieron?—Ciel cuestionó para salir de dudas sobre si habían tenido sexo o no, de lo que si estaba seguro es que tenía un sirviente muy tonto e ingenuo

—¿Promete no contarlo a nadie?

—Lo prometo... Cuenta de una vez.

—Después de la fiesta de su boda, Bard estaba un poco ebrio dijo que quería hablarme de algo importante, cuando estábamos solos en la habitación me abrazó... Empezó a decirme al oído que me quería, después me besó en la boca, nadie me había besado así antes... Me dio vergüenza y lo empujé no tan fuerte, solo se estrelló contra la pared, aunque estaba muy avergonzado corrí a ver si estaba bien...

—Que bueno que no fue muy fuerte porque ahora estaríamos enterrando al pobre cocinero. —Se burlaba un poco el conde.

—Ah no... No diga eso joven amo... Yo no quiero lastimarlo... Me acerqué y se quejaba, no sé por qué pero lo besé a manera de disculpas como él lo hizo antes, seguimos besándonos se sentía tan bien... Y se sintió mejor cuando empezó a besar mi cuerpo al quitarme la ropa, él se quitó la ropa también y fuimos a la cama.

—Ya veo... ¿Siguieron haciendo cosas en la cama? —Cuestionó Ciel al notar como el rubio avergonzado se quedó callado.

—Si... Después él abrió mis piernas y puso su miembro en mi trasero pero enseguida se sintió muy bien... Nos moviamos mucho en la cama y hacíamos unos ruidos raros, después temblamos y algo salió de nuestras "cositas", sentí que la mente se me borró y un gran calor estaba en todo mi cuerpo por dentro y por fuera.

—Finny, eso se llama tener sexo...

—¿Ah si? —Confundido Finny cuestionó.

—Entonces no entiendo porque dices que te da miedo hacer cosas de adultos, si ya las hiciste y parece que ni te dolió.

Definitivamente ahora el confundido era Ciel después de esa específica charla sobre como su sirviente más joven perdió la virginidad con alguien unos años mayor. Aunque no podía juzgar la diferencia de edad en una relación, cuando el que ahora era su esposo le llevaba siglos de diferencia.

—Yo decía que me da miedo las cosas de adultos, como cuando meten un bebé dentro, así como Sebastian se lo puso a usted... Yo no quiero que Bard me meta un bebé, ¿cómo me lo va a meter? ...Eso me asusta.

El conde se echó a reír ante la inocencia de su joven sirviente que apenado le pedía que no se riera de sus dudas y temores. Sebastian desde una ventana observaba atento la escena, a pesar de no saber el tema de conversación de los dos, se embelesaba al ver la hermosa sonrisa de su amado esposo al convivir con alguien más.

Más tarde Ciel conversaba animado del asunto con Sebastian, aunque había prometido no hacerlo, no podía ocultarle algo así a su burlón demonio, que reía también por esa inesperada situación.

—Ah, esos idiotas, por eso me pareció raro ver a Bard con moretones—Divertido Sebastian hacía el comentario— Entonces querido ¿Quieres que te meta otro bebé? ¿O quieres que te meta otra cosa?

—No seas tonto... —Refutó con fingida molestia el conde mientras lo besaba dulcemente— Sebastian... No quería decir esto pero tengo miedo...

—¿De qué? Yo estoy a tu lado no debes temer a nada. —Amoroso decía a su oído mientras lo abrazaba conmovido por esa repentina declaración.

—Anoche en medio de ese dolor, sentí que moría, si llego a morir teniendo a nuestro bebé promete no ponerte triste.

Sebastian solo al escucharlo e imaginar perderlo sintió un escalofrío a pesar del temple de sus emociones, sin darse cuenta sintió su mirada tornarse llorosa mientras una gran angustia oprimía su pecho ante tal posibilidad.

—Tú no vas a morir nunca cariño... No lo permitiré.

La mirada del demonio destellaba en un brillo carmesí mientras sus labios rozaban a los de su amado al pronunciar esas palabras con certeza.

—Yo no pienso dejarte nunca, ¿crees que podría mi lindo perro sin su dueño? No hagas esa cara tan afligida...

Decía a la vez que besaba a su demonio que parecía alterado, un estado inusual en él, ¿quién se hubiera imaginado que ese mismo demonio que años atrás hizo un trato para consumir su alma ahora casi lloraba al imaginar perderlo?. Sin duda la vida daba giros extraños, era tan impredecible que era posible que muriera aunque ahora no lo deseara, aunque trataba de calmar a su demonio con palabras optimista, su corazón temblaba ante miedo de que no se cumpliera su anhelo de estar a su lado para criar a su hijo juntos.

 

◦•●◉✿ 𝑀𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑔𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑒𝑒𝑟 ✿◉●•◦

 

Originalmente estos eran dos capítulos, pero por no ser muy extensos decidí unirlos. ♡

Chapter 31: Nueva vida

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*Narración desde la perspectiva de Sebastian*

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Soy un demonio que para saciar su hambre se vio obligado a asumir el rol de mayordomo, la recompensa por este esfuerzo al final sería consumir el alma exquisita de mi joven amo, dulce criatura humana que terminó saciando más que mi hambre. Actualmente los roles de esposo y padre, que no había contemplado al principio me han sido añadidos sin darme cuenta.

El demonio que se enamoró de su presa ese soy yo, no recuerdo el momento preciso en que empecé a sentir algo diferente por el pequeño humano de alma rota, ¿cuándo la brecha entre el fastidio y fascinación se convirtió en obsesión?, ¿habrá empezado al percibir que tras esa máscara de soberbia una profunda tristeza y soledad se ocultaba? Verme reflejado en esa vulnerabilidad a pesar de mi condición de demonio, creo que fue ahí cuando inició esta locura desbordante que sacudió mi oscuro corazón.

Algunas veces le he preguntado a Ciel si precisa el momento en que empezó a enamorarse de su devoto demonio, un "no sé, no preguntes idioteces" es su refunfuño en respuesta junto con un notable sonrojo en sus mejillas. En su timidez es extrañamente orgulloso, por lo que sus palabras no me sorprenden y sospecho que tiene la respuesta solo que le avergüenza decirla.

Me pregunto si él también en nuestra convivencia tan cercana se dio cuenta de mi vulnerabilidad y se enamoró en esa brecha que de forma inconsciente creamos entre los dos. Quizás al principio de nuestra relación solo nos unimos por una imperiosa necesidad física, el placer que mutuamente nos regalamos en esas noches llenas de pasión, aquel fuerte deseo que se convirtió en un sentimiento más puro y sincero, amor. Un amor nacido entre un frágil humano y un demonio que ansiaba saciar su hambre con los pedazos de su rota, pero exquisita alma. Un hermoso sentimiento que se convierte ahora en una sensación que abruma mi pecho pareciendo quitarme el aliento, al ver el sufrimiento de mi dulce señor, al dueño de mi corazón, cuyos quejidos de punzante dolor que lo hace retorcerse en la cama.

—Dame algo para el dolor o sacámelo de una vez, me duele mucho...

Es lo que Ciel me dice con la respiración agitada, el día que tanto esperábamos y temíamos a la vez finalmente ha llegado, por primera vez me siento tan exhorto sin saber que hacer mientras todos en la mansión alborotados tratan de ayudar, pero sin la guía correcta solo me abruman más con sus preguntas. Entre las muchas dudas hay algo si es seguro, y es que el pequeño amo está por nacer.

—Estamos preparando todo para que sea seguro para los dos. —Le hablo tratando con aparente calma, un nerviosismo que trato de disimular, intento que es inútil porque mi amo me conoce demasiado bien— No quiero que nada malo les pase.

—Tranquilo, estaremos bien... —En medio de su dolor me trata de animar, siento su suave mano temblorosa acariciar mi rostro. ¿Cómo no amarlo cuando es así conmigo? Nadie me ha tratado como si yo le importara, nunca nadie antes se había enamorado de mí, me siento afortunado y abrumado por este sentimiento justamente ahora— ¿Vas a llorar, Sebastian?

Niego con la cabeza, mientras avergonzado desvío mi mirada llorosa, nada más vergonzoso que note mi vulnerabilidad ligada a su devoto amor.

—Ya te aclaré que no pienso morirme todavía, si ves a un shinigami merodeando por mi alma solo aléjalo. Mi alma es tuya, ¿puedes hacer eso?

—Claro que podría, pero no hablemos de eso ahora.

Él esboza una sonrisa parece burlarse al verme de este modo, quizás porque nunca antes me había visto tan aterrado, incluso en un momento como este juega de manera cruel conmigo. ¿Si su frágil cuerpo no soporta este parto? ¿Si ese niño para venir al mundo arrebata la vida de mi amado Ciel? Su traviesa sonrisa se borra por el dolor que nuevamente le invade.

—Esto duele mucho. —Entre jadeos de dolor me vuelve a decir. Sé que le duele, sus ojitos llorosos y su sudor frío me lo advierten, mi mano acaricia su vientre para calmar al pequeño que parece desesperado por nacer.

—Pensar que en esta cama hace poco hacías sonidos de placer y ahora son de dolor.

—Se supone que eso me anime, idiota.

—Se supone... —Susurré para robar un dulce beso de sus jadeantes labios, un beso que nos calmara a ambos porque estábamos nerviosos ante el pronto nacimiento de nuestro primogénito, era un cúmulo de desconcertantes emociones.

—Perdón por interrumpir, traje el agua caliente.

Agni advertía al entrar con prisa a la habitación con un recipiente y toallas limpias en manos. Nuestros labios sutiles se separan, mi amado adolorido sigue retorciéndose en la cama mientras preparamos todo lo necesario para ese tan ansiado alumbramiento.

—Cariño... Ahora dormirás y cuando despiertes tendrás a nuestro hijo en brazos.

—¿O hija? Si es niña, ¿no la querrás?

—No quise decir eso... Niña, niño o una mancha oscura lo amaré con mi vida.

—¿Una mancha oscura? Si fuera así yo lo amaré igual porque se parecerá a ti —Decía Ciel con una sonrisa cerrando los ojos lentamente para caer en un profundo sueño, acariciando su vientre podía apostar que por primera vez tenía una ferviente esperanza en algo desconocido, aferrándose a la vida, en un futuro juntos los tres— Te amo Sebastian... Recuerda lo que prometiste.

Fueron sus palabras antes de caer en ese inducido profundo sueño apenas alcancé a decirle que lo amaba también, creo que no lo escuchó aunque debo suponer que lo sabe. El señor Agni y yo estaríamos a cargo de esa improvisada cesárea, no había otra forma de sacar a ese inquieto bebé de su interior, además no habría otro humano en quien pudiera confiar y me ayudará en esta importante labor.

—Señor Sebastian... ¿Cree que podrá cortarlo? Está temblando.

El mayordomo hindú me cuestiona cuando con bisturí en mano me presto a cortar la suave piel de su vientre, con cualquier otro humano hubiera estado emocionado por cortar, pero Ciel era diferente, definitivamente lo era al amarlo.

—Lo haré...

Con firmeza respondí, sacudiendo mis miedos me decido con certeza a sacar a mi bebé antes que se complique todo, Ciel tenía el semblante tranquilo un contraste a la sangre que de su interior emana naturalmente, con mi mano envuelta en guantes de plástico busco la bolsita en cuyo interior se encuentra nuestro hijo o hija. Agni trata de contener de sangre, una perturbadora escena para marcar el inicio de una nueva vida.

Minutos después el llanto de un pequeño humano se escucha resonar en toda la habitación, todos afuera golpean la puerta para entrar a conocer al fruto de nuestro amor. Por un instante no puedo evitar embelesarme al mirar en mis brazos a nuestra primogénita. ¿Quién diría que concebimos una hermosa niña? Tiene el color de los hermosos ojos de Ciel ¿Más hermosa no puede ser?

—Señor Sebastian, ya terminé de coser la herida... Parece que todo resultó bien... —El hindú con una sonrisa me dice mientras envuelvo con una suave manta a la bebé— El joven Ciel podría despertar en una hora, espero no le duela mucho.

—Señor Agni ¿No es la niña más linda que ha visto?

—Ciertamente es muy linda, no era menos de esperarse de una hija de ambos. Felicidades, señor Sebastian...

Yo emocionado me acerco a Ciel para mostrarle a nuestra bebé, no sé si él me escucha o percibe nuestras presencias, pero no quiero apartarme de su lado.

—Gracias cariño por darme este regalo. —Susurro rozando mis labios en su oído para que me escuche mejor mientras nuestra pequeña inquieta se retuerce en mis brazos pareciendo querer ir con su "madre" que dormía plácidamente, desde ya veo ciertos rasgos de él en ella.

—¡Oww, que ternura!

Escucho el unísono grito emocionado de todos de repente al interrumpir nuestra calma, atrevidos que se colaron en la habitación de alguna manera, la verdad me sorprende que se hayan contenido tanto al abrir una simple puerta. Se acercaron cuando la bebé estaba a un costado de Ciel, en una posición que parecía abrazarlo, debía admitir que era una escena llena de ternura.

—¿Es niño o niña? —Preguntó Soma emocionado con los ojos llenos de lágrimas.

—Es una niña...

—Aww —Todos hicieron ese sonido emocionaron ante la aclaración.

—¡Se parece a Ciel...! ¡Que emoción! ¡Le pondré los más hermosos vestidos que puede haber!

Era el comentario de la señorita Elizabeth también llena de emoción, debo admitir que me alegra que mi hija provoque tal emoción en todos, ¿la hija de un demonio hacía feliz a unos humanos?, era un tanto irónico para mi. Todos comentaban animados sobre la bebé, lo hermosa y despierta que era a pesar de haber nacido unos minutos atrás, decían que en eso se parecía a mi y en el poco cabello negro que se le notaba.

Pasaron algunas horas todos los intrusos se retiraron de la habitación, nuestra primera noche siendo familia nos sorprendió en la semioscura habitación, yo con la pequeña dormida en brazos a su lado en la cama, con tristeza observo como Ciel no despierta cuando debería haberlo hecho. ¿Despertaría? ¿Este era el precio a pagar por ser el demonio que se enamoró de su presa?

Chapter 32: Primogénita

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Primogénita

Todos en la mansión sentían una mezcla de emociones al día siguiente del nacimiento de la pequeña Phantomhive. Era una mezcla de alegría por ver a la hermosa niña y de tristeza porque el joven conde aún no despertaba, preocupados por verlo en ese estado trataban de animar a Sebastian, quién no dejaba a su bebé y tampoco se separaba de su amado.

—Señor Sebastian, necesita descansar lleva casi un día cuidando al amo Ciel... —Le sugería Agni por la tarde, obviamente él no sabía que el mayordomo era un demonio y podría soportar esta extenuante situación— Entiendo su deseo de querer estar a su lado cuando él abra los ojos, pero quizás se enoje y lo regañe si lo ve todo desaliñado como está ahora.

—No me veo tan mal... ¿O si?

—Bueno no está con su uniforme impecable como siempre, eso ya es raro en usted.

—Es que ella me desarregló todo cuando le intentaba dar de comer y después me vomitó un poco.

—Los bebés usualmente hacen eso...

Comentaba Agni notando un poco más de animo en su compañero mayordomo al referirse a su pequeña, quien ahora jugaba con los botones de su camisa. Al parecer ella le daba los ánimos que nadie más podía darle en estos momentos de incertidumbre.

—Señor Agni ¿Usted cree que Ciel despierte? —Con un aire melancólico Sebastian cuestionó— No sé que haría sin él, no podría vivir sin la calidez de sus abrazos y besos, sin el dulce sonido de su voz, sin su mirada amorosa, sin su amor que me hace feliz... Prometió que estaríamos juntos siempre, no puede romper su promesa, ¿verdad?

La voz de Sebastian se quebraba un poco, era la primera vez en esas horas que parecía desahogar su miedo y preocupación, el hindú con una sutil sonrisa lo escuchaba atento mientras palmeaba su hombro.

—Yo no conozco tanto al amo Ciel, pero usted debe saber mejor que yo, que él no se dejará vencer por esto y si le hizo esa promesa la cumplirá.

Sebastian al oírlo reflexionaba sobre esas palabras, tenía razón su querido amo no se dejaría vencer, su natural obstinación lo haría aferrarse a la vida sin importar nada, si lo hizo antes por una venganza por qué no querría vivir ahora que tenía una pequeña esperándolo. Con una sonrisa se levantaba del asiento junto a la cama donde había pasado las últimas horas, la pequeña sonreía y pedía estar con su padre dormido.

—¿Quieres abrazar a papi? —Cuestionó cariñoso el demonio a su bebé— Te dejaré con él, pero promete quedarte quieta, ¿si?

La pequeña sonreía mientras parecía asentir con la cabeza, demasiada perspicacia para una recién nacida, Agni no notó su reacción. Sebastian sin dudarlo la recostaba con cuidado junto a Ciel.

—Señor Agni, ¿puede cuidarla unos minutos? Iré a asearme y cambiarme el uniforme. Si Ciel llega a despertar me llama enseguida por favor.

El hindú no se negó a la petición, además la niña solo se abrazó a un costado de su padre y se quedó quieta aunque estaba con los ojos abiertos. Sebastian se dirigió más animado al baño de esa habitación, lavándose el rostro miraba su reflejo en el espejo notó que su hija en algunos rasgos se parecía un poco a él, eso le provocó una sonrisa. Le impresionaba el hecho de como dos seres tan diferentes habían formado creado una vida que combinara los rasgos de ambos, era la fusión perfecta de su amor en un pequeño ser, pensaba emocionado para si mismo.

La noche los sorprendió de nuevo, en medio de la semioscura habitación Sebastian hablaba con su pequeña cuando quedaron solos, ella parecía entender todo lo que su padre decía, sus gestos lo reflejaban, no había duda que sangre de demonio corría por sus venas.

—Ah mi niña... Te enojas igual que Ciel, fruncen el ceño de la misma adorable manera. —Muy embelesado el demonio decía mientras se abrazaba a la bebé que molesta parecía empujarlo— Hasta los mismos reflejos tienen, eres tan linda... Me pregunto, ¿qué habrás heredado de mi?

Ambos se quedaron viendo ante esa duda, la pequeña solo esbozó una extraña sonrisa, Sebastian sacudió la cabeza.

—¿Mi sonrisa? ¿Por qué? La de Ciel es más bonita. —Murmuró el demonio notando como la pequeña sonreía ahora como Ciel— Ahh estás jugando conmigo... Tan pequeña y fastidiosa. Oh ya veo, tratas de decir que eso heredaste de mi, vamos a fastidiar mucho a Ciel entonces... Cuando despierte.

Los dos sonrieron con complicidad, con mirada melancólica veían como Ciel seguía sumergido en ese profundo sueño del que solo anhelaban verlo despertar. Minutos después la pequeña se quedó dormida en el regazo de su padre, quien no apartaba la mirada de su amado, era ya de madrugada cuando vio algo extraño en las sabanas que lo cubrían.

—No puede ser... —Sorprendido en un murmullo Sebastian decía al darse cuenta de que se trataba, dejando a la pequeña en la cuna a unos pasos se acercaba a la cama de nuevo— ¿Cómo puede hacer eso frente a una pequeña dama? Que bueno que está dormida, ¿cómo explicarle que ese bulto en su entrepierna? Es muy pequeña para explicarle esas cosas.

Sebastian con una pícara sonrisa susurró al oído a su dormido amo, notó que ciertamente seguía en su inconsciencia. A pesar de ello le daba algo de alivio saber que se recuperaba poco a poco ya que su cuerpo empezaba a reaccionar de esta forma, aunque de esta lasciva forma.

—Al menos ahí abajo estás despierto aunque hubiera preferido que empezaras a despertar desde arriba, ya sabes por tu cabeza, abriendo los ojos o algo así. Como siempre eres tan impredecible —Eran las susurrantes palabras en tono burlón del demonio mientras se colaba bajo las sabanas para verificar su estado, tocando bajo su pijama y ropa interior notó lo erecto que estaba su pequeño esposo dormido— Me pregunto que habrás soñado para ponerte así de duro...

Sonrojado Sebastian hablaba, parecía excitarse al tocarlo, realmente su miembro estaba muy endurecido y húmedo, comenzó a masajearlo con el pretexto de quitarle tan bochornoso estado. Más excitado lamía su cálido cuello mientras lo masturbaba con fuerza, Ciel seguía dormido aunque su rostro empezaba a teñirse de un sutil sonrojo, emocionando al demonio pues pensó que así lo haría despertar pronto.

—Eres un bello durmiente muy extraño, creo que no despertarás con un beso. Y si... —Sebastian miró la cuna de su hija a unos pasos, levantándose ponía una sabana en los costados para cubrir la vista de la niña si se llegaba a despertar— No debes mirar esto... Papi va a levantar a tu mami...

Un poco apenado decía a la pequeña dormida, dejándola se acercó a la cama nuevamente, no sabía si lo que haría era correcto pero debía intentarlo, intuía que haciéndolo así podría despertarlo. Dudó unos segundos, sin embargo notó como el sensible miembro de su amado seguía erecto, en las manos tenía parte de su lasciva humedad, lamiéndolas percibía su exquisito sabor, excitándolo más. En un suspiro bajó su pantalón notando a su vez como estaba igual de erecto, avergonzado porque a unos pasos estaba su pequeña. ¿Cómo podría estar pensando en sexo estando una recién nacida cerca y su amado en ese estado?

Se sentía como el ser más depravado del mundo existente, aun para ser un demonio pero no tenía más opción, semidesnudo con su erección expuesta se metía bajo las sabanas. Estando a un costado acariciaba la suave piel de su amo como preparándolo para lo que haría, repartía besos en ese bello rostro ruborizado y dormido, su otra mano estimulaba su miembro bien despierto, su propia erección la rozaba a su trasero al estar en esa posición.

—Ciel cariño... Lamento hacer esto pero tengo una corazonada de que esto podría funcionar, o solo quiero hacerlo porque soy un maldito pervertido, no lo sé, pero si sé que quiero que despiertes.

Sebastian se acomodaba de tal forma que pudiera penetrarlo sin hacer demasiada presión en su cuerpo, ya que todavía tenía la herida del parto en su vientre. Estando los dos de costado, era la posición más frecuente de las últimas semanas que habían intimado por el embarazo, lentamente lo penetraba, para su sorpresa la cavidad anal de su amo estaba bien dilatada, era como si él lo quisiera también.

—Ciel... —Jadeante en voz baja lo llamaba mientras daba la primera estocada, sentía lo caliente que estaba por dentro y como su interior lo estrujaba deliciosamente. No tardó mucho en caer en el delirio de placer, embistiéndolo con fuerza y sin detenerse aunque se sentía un poco culpable al hacerlo de esta forma no refrenaba su desempeño.

—Ngh... —Un jadeo se escuchó en medio del silencio— Sebas-tian...

El demonio se paralizó al oírlo, preso de la emoción al oírlo, a la vez sentía miedo por como reaccionaría su amo al ver la manera en que lo despertó. Ciel por su parte estaba confundido, en ese momento no entendía que sucedía, lo último que venía a su mente era haberse quedado dormido por un motivo. Abrió los ojos al recordar el motivo, iba a nacer su bebé pero, ¿por qué Sebastian estaba tras suyo haciéndole el amor? Confundido sentía su miembro latir dentro suyo, acaso no estaba embarazado, no tuvo un bebé.

—Ciel... Despertaste... —Nervioso Sebastian susurró mientras rozaba sus labios al oído.

—¿Tuve a mi bebé? —Preguntó confuso tocándose el vientre que ya no estaba abultado, no había soñado con un embarazo, ¿o si?

—Tuvimos una linda bebé, pero al tenerla no despertaste... Hasta ahora.

Ciel frunció enojado su ceño al darse cuenta de lo que pasaba, estaba inconsciente y su depravado demonio estaba abusando de él.

—¡Quitate... Quita tu cosa de mi...!

—Habla en voz baja despertarás a la bebé.

—Ella está aquí... Y tú estás haciéndome esto. Quítate... Como odio tus extraños métodos para conseguir las cosas.

—Deja que termine estoy a punto de eyacular. —Excitado Sebastian decía con una sonrisa, mientras no dejaba de besarlo emocionado— Pensé que no despertarías... Amor...

Entre lágrimas de alegría Sebastian eyaculaba dentro de Ciel, que a pesar de su enojo sentía sincera la extraña alegría de su demonio, una manera de expresarla. Aunque no le sorprendía ya que sabía lo pervertido que era, o más bien eran ambos, jadeante sentía placer al ser llenado de esa forma pero lo disimulaba.

—¿Piensas embarazarme de nuevo cuando apenas he parido?

Dijo el conde con fingida molestia mientras trataba de apartarse, su demonio salía de su interior volteándolo lo veía fijamente, sus ojos llorosos conmovieron al joven que olvidó este percance y acarició con ternura su rostro.

—No sabía que haría sin ti... Lo pensé y pensé estas horas y fue imposible tener una respuesta. Te amo Ciel... No te atrevas a dejarme nunca, es una orden.

—Sebastian... —Le llamó conmovido— No le des órdenes a tu amo.

Ambos sonrieron embelesados mientras sus labios se unieron en un dulce beso a la vez que se abrazaban.

—Quiero ver a nuestra hija... Quiero verla. —Ciel arreglando su pijama trataba de levantarse, ansioso quería ver a su pequeña.

—Cariño... No te levantes, yo la traeré. Ella también estaba ansiosa por verte despierto pero primero limpiemos la cama y cambiemos tu ropa, no querrás que ella huela nuestros fluidos sexuales. ¿Qué va a pensar de nosotros?

Avergonzado Ciel oía su sugerencia, aunque estaba ansioso por conocerla no quería que ella lo conociera oliendo a Sebastian, no de esa forma. De inmediato el demonio arregló todo y trajo a la bebé medio dormida en brazos para este primer memorable encuentro, Ciel emocionado la recibía. Nervioso la tomaba entre sus brazos, era una extraña sensación después de haberla tenido dentro suyo por semanas, sonriendo solo pensaba en lo perfecta que era, tan hermosa y pequeña, aparentemente frágil, alguien a quien debía cuidar, amar y proteger. Sin notarlo sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción cuando cruzó mirada con su pequeña, quien sonriente agitaba sus bracitos con fuerza, sin duda esta sensación era muy diferente y nueva. Sebastian observaba la escena con una sonrisa, entendía lo que su amo sentía, conmovido se acercaba para unirse a ellos en ese abrazo.

—Es hermosa... Su cabello negro contrasta bien con sus ojos azules, y sonríe muy lindo creo que se parece a ti... —Ciel animado comentaba analizando cada detalle de su bebé tan parecida al demonio que amaba.

—Ahora puedo decir que hay otra persona que amo aparte de ti. Gracias Ciel por hacerme feliz, gracias por darme a esta pequeña.

Sebastian hablaba mirando a su joven amo que sonrojado le dedicaba una dulce mirada llorosa, la pequeña al observarlos trataba de acariciar sus rostros con sus manitos.

—Es tan tierna nuestra hija... He pensado que deberíamos tener mínimo unos diez hijos más ya que nos salen bien lindos. Poblar el mundo con pequeños amos. —Divertido Sebastian decía mientras jugaban con la pequeña.

—Ah, ¿y se supone qué yo tendré esos diez hijos más? ¿Crees que no duele? Si los tienes tú, con gusto te ayudo a poblar el mundo.

—Tú no podríamos hacerme ni siquiera uno...

—No hables así frente a la bebé.

Ambos discutían frente a la pequeña que parecía suspirar resignada al escucharlos, después de todo estaba acostumbrada a esas discusiones tontas, desde que fue concebida los escuchaba discutir. Los demás en pijama entraron a la habitación sin avisar pues querían ver a la pequeña familia junta, con algarabía celebraban que el conde despertó.

—¿Cómo fue que despertó el amo Ciel? —Cuestionó Agni con alegría y algo de curiosidad, la pareja se miró entre si de reojo, no sabiendo que responder, no querían decir que al parecer el sexo fue el detonante de ese despertar— Bueno, lo importante es que despertó...

Murmuró avergonzado Agni al intuir lo que había pasado por sus gestos de incomodidad, y siendo ellos como eran no le sorprendía. A pesar de todo agradecía a los dioses por este nuevo milagro y pedía las bendiciones de ellos para esta peculiar familia.

Chapter 33: Escape

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Transcurrieron algunos días del feliz nacimiento de la pequeña hija de amo y mayordomo, sin embargo, no todo parecía felicidad por momentos, un Ciel malhumorado se cubría los oídos con una almohada al escuchar un llanto estallar en medio de la silenciosa madrugada.

—¿Puedes hacer que se calle? Va a despertar a todos en la mansión.

—Ciel... Cariño, es una recién nacida es normal que llore, pero voy a calmarla —Un poco molesto Sebastian murmuró ante su fría actitud— Tú sigue durmiendo...

El demonio acercándose a la cuna de la pequeña la tomaba entre sus brazos para arrullarla y así calmar ese llanto que molestaba tanto a su amo. Ella viéndolo fijamente dejaba de llorar para abrazarse a él con cariño.

—Oye... Debes tratar de dormir, tu "mami" se enoja cuando lloras así por la madrugada. A simple vista no creo que tengas hambre, tampoco necesitas un cambio de pañal, solo quieres que te cargue, eres una bebé consentida.

En un susurro dulcemente le hablaba mientras caminaba hacia la ventana, por la que se asomarían para ver la luz de la luna esa noche, entendía que su hija al tener una marcada herencia demoníaca correr por su sangre humana, tenía un horario de sueño aún más irregular que la de un recién nacido "normal". Sería un proceso complicado que debía ser llevado con paciencia, así que le molestaba que Ciel se mostrara inflexible con ella y sus cambios.

Su malhumor se quitaba al esbozar una sonrisa al pensar que su joven e inmaduro esposo estaba un poco celoso, ya que su tiempo y atención ahora era compartido entre los dos, a pesar de que ambos eran prioridad en su demoníaca existencia, quien más lo necesitaba ahora era su hermosa bebé. El conde desde la cama notaba la silueta de su demonio de pie frente a la ventana paseándose con su pequeña en brazos, frunció el ceño al no sentirlo a su lado como acostumbraban cada madrugada al dormir, se sentía tan patético y estúpido al sentir celos de su propia hija, en medio de esos confusos sentimientos sin darse cuenta se quedó dormido.

—Querido esposo mío... Es hora de levantarse... —Decía Sebastian cuando animado abría las cortinas de la ventana haciendo que la luz radiante del sol entrara a la habitación esa mañana— Es una linda mañana para salir a caminar por el jardín después del desayuno, ¿no lo crees?

—Quisiera dormir un poco más... —Decía al escabullirse bajo las sabanas ignorando la sugerencia de su mayordomo, quien en un suspiro metiéndose a la cama se aferraba a su cálido cuerpo en un abrazo— La bebé nos va a oír...

—La bebé está entretenida con los demás en el jardín, tiene cautivados a todos. Estará bien con ellos unos minutos...

Fue su respuesta antes de besar sus labios, Ciel dudoso se dejaba seducir por las caricias de su apasionado demonio, hasta que un pensamiento lo hizo detenerse de forma abrupta. —Sebastian, ¿crees qué soy un buen padre?

—Claro que lo eres, sé que la amas y estás aprendiendo de este proceso de acostumbrarse uno al otro. —Con cariño respondía al notar cierta tristeza en su mirada, a pesar de querer animarlo no parecía haberlo convencido con sus palabras— Creo que es normal que sientas celos, hemos estado solos tú y yo por estos años. Podría ser que tus celos son fraternales por qué te crié como un hijo y sientes que la bebé te quitará ese cariño.

—Qué tonterías dices, no estoy celoso y nunca te he visto como un padre. —Le aclaró enredando sus brazos a su cuello mientras rozaba sus labios con firmeza— Nunca hubiera abrazado a mi padre de esta forma, ni él restregaría su entrepierna a la mía como tú lo haces ahora.

—Solo decía... ¿Podemos hacerlo mientras hablamos? Hay que aprovechar el tiempo que tenemos a solas.

—Nuestra vida ha cambiado con ella ¿No?

Ciel respondió a la vez que ansioso buscaba como bajar el pantalón de su demonio, esta era su forma de afirmar su petición anterior.

—Todo es cuestión de adaptación, ella también se está acostumbrando a nosotros, al mundo y a sí misma. Debes saber que nuestra hija no me aparta de tí, me acerca más a ti... No puedo evitar emocionarme al verla, es la perfecta combinación de nosotros, y la parte de ti en ella es la que amo más.

Ambos en un idílico momento cruzaron mirada, Ciel sonreía embelesado al oír tan efusiva y devota confesión de su amado esposo, sentía algo de envidia por esa emoción, ¿por qué no podía expresarse de igual manera?. Incluso un demonio podía sentir profundo amor paternal, ciertamente amaba a su hija, pero parecía no con la misma intensidad con que Sebastian lo hacía.

Desviando la mirada se sentía un poco avergonzado por esta confusa sensación, evitando ver a su demonio escondía su rostro en su firme regazo. Sebastian sabía que Ciel por su naturaleza humana se estaba complicando más de la cuenta en algo que era sencillo aparentemente, pero no era su deber juzgarlo mucho menos presionarlo para que acepte de inmediato esta prematura paternidad, después de todo era un niño todavía.

—Ciel... —Le llamó tomando su rostro lo obligó a verlo entonces notó su mirada llorosa— Estaremos juntos sobrellevando este proceso, estaré contigo sin importar nada, lo prometo.

Ciel lo abrazó fuertemente al sentir su apoyo, no esperaba menos de su amoroso demonio, esa hermosa mirada carmesí que lo tenía enamorado no reflejaba juicio alguno, ni enojo a pesar de su fría actitud en los días anteriores. Unieron sus labios nuevamente en un profundo beso, se sentía más aliviado al hablar de este asunto que lo estaba atormentando, ahora debía esforzarse para adaptarse lo más pronto posible, sería más vergonzoso que una bebé lo lograra antes que él.

—¡Sebastian! ¡Joven amo!

Era el llamado en voz alta de Bard minutos después cuando entraba a su habitación sin avisar, la pareja más preocupada que avergonzada se asomaban de su escondite bajo las sábanas.

—¿Algo le pasó a nuestra bebé? —Ciel con angustia cuestionó mientras arreglaba su pijama para salir de la cama, lo mismo hacía su demonio que subiendo su pantalón ocultaba su erección.

—Bueno... Es que no la encontramos... —Respondió el rubio, entre preocupado y aterrado por la reacción de la peculiar pareja.

—Les dije que no la dejaran sola. Es una bebé, ¿cómo pudo solo desaparecer? —Sebastian enojado lo regañaba y al instante salía de la habitación para buscarla.

El conde se quedó de pie en medio de la habitación, su pequeña ¿dónde estaba? Su mente pesimista imaginaba el peor de los escenarios, que tal si alguien entró y la secuestró, llevándola lejos la lastimarían, como sucedió con él en el pasado. Sabía muy bien como el mundo no tenía contemplación con nadie, ni siquiera con los más inocentes. Recordó la dolorosa sensación de esa tortura vivida años atrás, algo que no deseaba a nadie menos a su pequeña, las lágrimas de angustia empezaron a rodar por sus mejillas, tembloroso se disponía a seguir a Sebastian, pero de él ni la sombra se veía.

Estaba listo para salir de la habitación cuando unos golpes en el vidrio de la ventana lo hicieron detenerse, ¿acaso estaba alucinando? Sin demora se acercaba solo para confirmar lo que sospechaba, encontró a la pequeña con una gran sonrisa sentada en la cornisa de la ventana.

—¡¿Qué haces ahí?! —Muy sorprendido exclamó abriendo la ventana con cuidado para agarrarla, sentía su corazón latir con fuerza por el temor de que se cayera, agarrándola rápidamente en un impulso la abrazaba a su pecho— Me diste un buen susto... Maldición, Claudia, no vuelvas a hacer eso.

A pesar de ese regaño lleno de molestia se sentía feliz por haberla encontrado, era un alivio saber que nadie la había secuestrado cómo fue su abrumador primer pensamiento. La pequeña a pesar de su puchero correspondía su abrazo, no parecía muy arrepentida de su travesura, porque desde esa altura empezó a sonreír al ver como todos daban vueltas en el jardín buscándola, incluso su otro angustiado padre.

—Mira a tu tonto padre, te está buscando... Que demonio tan inútil al no poder percibir la presencia de su hija. —Ciel animado comentaba, se sonrojó al sentir la mirada embelesada de su hija, quien sonriendo acariciaba su rostro— Tsk... Heredaste ese gesto idiota de tu padre cuando me mira... No soy tan lindo como parezco, ¿o a ti te parece que sí?

Ella asentía emocionada con la cabeza ante esa respuesta su tímido joven padre chasqueaba la lengua de nuevo.

—¿Dejamos que te sigan buscando o bajamos a decir que ya te encontré? —La pequeña en respuesta solo esbozó una maliciosa sonrisa que su padre interpretó de inmediato— Bueno, sigamos viendo como desesperados te buscan.

Ambos sonrieron en perversa complicidad, la niña dirigió la mirada a la cama a unos pasos notando una prenda en el suelo. Miró a su padre y le señaló aquella prenda, Ciel se sonrojó más al darse cuenta que estaba sin ropa interior, apenas recordó que estaba a punto de hacer el amor con Sebastian minutos atrás.

—Quería ir al baño. —Se justificó nervioso, avergonzado agradecía que el pijama no revelara su desnudez— Creo que debo vestirme antes de avisarles que te encontré.

Iba a dejarla en la cama, pero con lo sucedido no podía perderla de vista ya que al parecer ella podía moverse rápido, volar, saltar o alguna habilidad demoníaca que la hiciera aparecer en cualquier parte. En un suspiro pensaba en lo difícil que sería criar a niña de naturaleza demoniaca, pero jamás se arrepentiría de haberla concebido junto a Sebastian, aún ahora al tenerla cerca le parecía todavía un sueño que era su hija, un pequeño ser formado en sus entrañas.

—Quédate ahí... No te muevas, es una orden. —Con firmeza hablaba al dejarla en la cuna mientras iba a buscar ropa que ponerse especialmente ropa interior, caminando no dejaba de verla— Si te desapareces, me enojaré mucho y no te voy a querer.

Claudia, el nombre que le habían puesto en honor a la abuela de Ciel, solo sonreía sentada en la cuna, algo que los niños a su edad no podían hacer, pero ella por su herencia demoníaca podía, nunca sería igual a cualquier otro humano.

—Mira al otro lado me voy a vestir... —Ella obedecía a su tímido, pero firme padre, quien se ponía la ropa interior al pie de la cama, entonces casi cayendo sintió como Sebastian y los demás entraron de repente.

—¡Toquen antes de entrar!

Les gritó avergonzado el conde, al ver como los demás se paralizaron mientras se subía su ropa interior, sin embargo, no era momento de fijarse en ese detalle, todos rápidamente se acercaron a la cuna de la niña que les sonreía mientras la gran mayoría sollozaban.

—Pequeña ama... No vuelva a hacernos esto... —Le rogaba Finny con lágrimas en los ojos.

—¿Dónde estabas? Hija, me asustaste mucho...

Sebastian le hablaba al tomarla entre sus brazos, no podía negar que se llevó un gran susto. El conde les contó que la había encontrado cerca de las escaleras cuando bajaba, no entro en mucho detalle, ya era muy extraño que una recién nacida pudiera gatear y desaparecerse en cuestión de segundos, no muy convencidos los demás le creyeron aludiendo que era una digna hija de Sebastian.

Cuando todos se marcharon, al estar solos, Ciel le contó la verdad a su demonio, quien regañó fuerte a la niña, tanto por el susto que le hizo pasar como por exponer sus habilidades de esa forma.

—Sebastian... Creo que ya entendió —El conde decía al ver como la pequeña lloraba resentida en su cuna ante ese fuerte regaño, aunque lo tenía merecido se sentía mal al verla así— No volverás a hacerlo, ¿verdad, Claudia?

La niña asentía con la cabeza, al parecer en su mente inocente no creyó haber hecho algo malo solo quería ir con sus padres, sintió sus presencias y en un movimiento se vio en la ventana, fue más un impulso inconsciente. Minutos después se veía a la pareja junto a la pequeña caminar por el jardín, los demás muy animados los seguían, eran como una gran familia en un día sin preocuparse por nada, pero ninguno de ellos advertía que eran observados por alguien a una considerable distancia.

Chapter 34: Viaje

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Viaje

Los días en la mansión Phantomhive parecían transcurrir con calma, al menos con la tranquilidad normal dentro de los parámetros de los que conviven allí adentro a diario.

—No se preocupen por Claudia, ella estará bien con nosotros, yo la cuidaré como si fuera mi propia hija —Era lo que Lizzy muy emocionada decía tratando de convencer a su primo— Ustedes no tuvieron su luna de miel cuando se casaron hace tres meses, ¿no dijeron que tendrían una después?.

—Es raro escuchar ese tipo de sugerencia de mi ex prometida... —Sonrojado Ciel respondía, su demonio callado a su lado de reojo lo miraba.

—Bueno, me resigné a que te casaras con Sebastian y que hagan cosas de casados.

—Y hacemos esas cosas con mucha frecuencia.

—¡Cállate Sebastian! No digas esas cosas, me avergüenzas y a Lizzy también.

Le regañaba el conde con mala cara, la joven de rubia cabellera sonreía al ver a la pareja discutir, como era la dinámica normal entre ellos. Esa ferocidad al mirarse y hablarse era la pasión que solo podía surgir al verdadero amor, algo que ella deseaba tener algún día obviamente con alguien más.

—Señorita Elizabeth, lo pensaremos. No es sencillo separarnos de nuestra hermosa bebé.

Sebastian acotó con una amable sonrisa, a pesar de que ese no era el verdadero motivo para no realizar ese viaje que se prometieron antes. Habían pensado hacerlo en algún momento, pero el temor de que su hija revelara parte de su naturaleza demoníaca por sus travesuras les impedía concretar ese anhelo.

—Solo sería un fin de semana, al menos diganme que lo pensarán. —Insistía la rubia con una sonrisa.

—Lo pensaremos

Fue la respuesta al unísono de la pareja, en realidad la idea de viajar solos un par de días no les desagradaba para nada, sin embargo, no podían aceptar tal propuesta a menos que hablaran seriamente con su hija. Por la tarde se veía a la pequeña Claudia junto a sus padres, quienes analizarían las posibilidades para tener esa luna de miel.

—Está muy lindo tu vestido —Era el animado halago de Sebastian a su hija que llevaba puesto un adorable vestido rosa, ella alegremente sonreía ante esas dulces palabras. El demonio con disimulo codeaba a su esposo a lado.

—Te ves realmente hermosa, mi pequeña dama.

Sebastian sonreía al oír el dulce halago de Ciel, aunque era sincero al exaltar la belleza de su pequeña había otra intención tras esas palabras. Ninguno de los dos tenía mucha experiencia en tratar mujeres así que a veces se les dificultaba tratar con ella a pesar de ser una niña, lo que sabían es que los halagos son una forma de ganar la atención femenina.

Claudia sonreía con emoción, pero su perspicacia natural heredada por sus padres parecía hacerle sospechar que ellos tramaban algo en su contra. Ciel esbozó una forzada sonrisa al sentir su fija mirada, como le molestaba tener una hija con estos rasgos desarrollados, si así era con pocas semanas de nacida no quería imaginar cómo sería al crecer, sin duda alguna era la digna hija de un demonio y un humano nada ordinario.

—Hija te amamos, pero queremos un tiempo solo para nosotros.

—Oye, no se lo digas así de repente... —El conde lo regañaba por tan inesperada aclaración, ya que se suponía que iban sutilmente a contarle el deseo de hacer ese viaje y llegar a un acuerdo.

—Es una niña mitad demonio, no podemos tratarla como cualquier niña... Aunque tenga ese vestidito rosa. —Se burlaba Sebastian con una sonrisa, su hija molesta desviaba la mirada, un gesto que la hacía muy parecida a su joven padre.

—Claudia si nos vamos por dos días, ¿te portarías bien? Si lo haces, prometo traerte muchos regalos. —Ciel decía tratando de convencerla, notaba que ella estaba atenta al escuchar su propuesta.

—Nada de desaparecerte, ni quemar cosas, no puedes flotar, tampoco tus ojos pueden cambiar de color y...

—Creo que es mejor no hacerlo, por un tonto viaje no podemos arriesgarnos a que descubran su naturaleza —Desanimado Ciel en un susurro decía acariciando el suave cabello negro de su pequeña, escuchar esas advertencias de Sebastian lo hicieron dudar de dejarla. Ella notando su tristeza lo abrazaba, después miró a los dos y asentía con la cabeza.

— ¿Podemos ir? ¿Te portarás bien? —El demonio cuestionó con algo de emoción.

—Sabes qué si los demás se enteran de que eres parte demonio, te quemarán viva y a Sebastian le sacarán las tripas, ¿verdad?

—Ciel, cariño... No creo que sea necesario asustarla de ese modo.

—Solo decía... Quizás exageré un poco, pero eso no me quita el miedo de saber cómo actuarán los demás si supieran que ustedes son demonios, no quisiera que los hicieran sentir mal por ser como son... No todos los verían con amor como yo... —Ciel con la mirada llorosa hablaba, su hija y esposo lo miraban extrañado— No quiero perderlos nunca.

Diciendo aquello le entregaba la pequeña a Sebastian para salir de la habitación y así evitar que lo vean llorar.

—Papi es muy sensible a veces, pero de verdad quisiéramos salir al menos un día.. Depende de ti, ¿qué dices?

Minutos después Sebastian aparecía en el despacho de su amo, que estaba sentado revisando unos papeles, este a paso lento se acercaba.

—Vaya, mi querido joven amo no ha perdido ese perverso toque manipulador, incluso yo casi me creo esas lágrimas… ¿En serio quieres tu luna de miel?

—No —Susurró sintiendo como su esposo lo abrazaba cariñoso— Solo lo hice porque vi que tú querías mucho este viaje, por complacer tu deseo, pero ¿qué te dijo ella?

—Dijo que sí... —Animado respondía sin dejar de consentirlo.

—¿Estás seguro que esto es correcto?

—Ciel, parte de ser padres es dar seguridad y confianza a los hijos, no podemos vivir temiendo que descubran lo que ella es, confiemos en nuestra niña. Y si no se porta bien no tendremos más opción que irnos a vivir a otro lado.

—No sabes lo mucho que me tranquilizan esas palabras...

Sarcástico decía ante su sonrisa idiota, pero en algo tenía razón y es que debía confiar en su hija, aunque era pequeña podía entender todo, además estaba el fuerte amor a sus padres así que no haría algo que los decepcionara. Después de una semana, se veía a la pareja despedirse de todos en la entrada de la mansión, ambos daban las indicaciones, las habían ya repetido varias veces.

—Señor Sebastian, amo Ciel, su hija y mansión estarán bien pueden irse tranquilos, disfruten su viaje sin preocuparse.

Agni con calma les decía, los esposos sabían que no podían cambiar de opinión ahora así que en un suspiro al unísono se despedían con un beso de su hija que estaba en brazos de Lizzy.

—La extrañaré... —Murmuró Ciel con tristeza cuando el carruaje que los llevaría a la estación de trenes inició su andar, era la primera vez que se separaban y no podía evitar sentirse mal al dejarla. Sebastian conmovido lo abrazaba, esa mirada triste reflejaba cuánto amaba a su hija, ¿quién hubiera creído que el temido Ciel Phantomhive contratista de un demonio se convertiría en un amoroso padre? Pensaba para sí mismo al reconfortarlo.

Minutos después llegaron a la estación, la pareja esbozó una sonrisa de complicidad porque precisamente no era un tren lo que abordarían para este viaje, esa era solo una fachada para los demás, ellos viajarían a su particular manera. Una vez que se alejaron de la estación Ciel en brazos de su hábil demonio se encaminarían a la vibrante ciudad de París, era el lugar que deseaban visitar hace tiempo y ahora que tenían la oportunidad de hacerlo no la desaprovecharían, era el momento perfecto para alejarse del frívolo Londres.

Pasadas casi un par de horas llegaron a la reconocida ciudad, se tomaron su tiempo para disfrutar de esa travesía. El conde no había crecido todavía en estatura por lo que su apariencia de niño ayudaría a su farsa de ser padre e hijo en su estancia en la ciudad, un detalle que inquietaba al pervertido demonio al imaginar una relación incestuosa entre ellos.

—Ah, ya me cansé...

Murmuró el joven cuando se lanzaba a la cama de esa casa que habían alquilado en el centro por ese fin de semana, no querían ir a un hotel al predecir cómo la situación se encendería en la habitación, así con el afán de disfrutar este tiempo a solas era mejor no levantar sospechas con los sonidos placenteros que harían.

—Y eso que ni siquiera caminaste. —Con una sonrisa Sebastian le reprochó en tono burlón, dejando la maleta en el suelo se lanzaba también a la cama, ambos pretendían relajarse al mirar el techo de esa cómoda y silenciosa habitación. —Extraño a nuestra hija, pero se siente bien esta calma, han sido meses complicados al aprender a ser padres, ¿no?

—Si, ha sido complicado.

—El fuego de nuestra vida sexual se ha apagado un poco, el sexo no es como antes y ahora es buen momento de encendernos de nuevo, ¿no crees?

—Oye, pero la vez pasada cuando lo hicimos en tu antigua habitación dijiste que fue bueno, ¿mentiste?

Ciel con el ceño fruncido lo miraba a la vez que lo empujaba sutilmente, Sebastian sonreía ante ese tonto reproche. No recordó aquella ocasión, pero si lo había dicho era porque así lo había sentido, acariciando su cabello se embelesaba al ver en ese gesto enojado de su tan hermoso joven esposo.

—No te mentí... Fue bueno, pero no como antes. Apenas nos tomamos unos minutos para hacerlo, sabes lo mucho que me gusta tomarme mi tiempo, consentirte antes y después de hacerlo.

—Tampoco es muy bueno para mí... No has eyaculado dentro de mí, extraño sentir eso. —En un susurro decía un poco avergonzado sobre sus labios— ¿Temes embarazarme?

—Un poco, es que no soportaría la angustia de no verte despertar de nuevo. ¿Y si al tener otro bebé ya no despiertas esta vez? No quiero arriesgarnos.

—Entonces nunca tendremos otro bebé, yo quiero tener un niño, después.

—Quizás cuando crezcas... Si llegas a crecer algún día —Se burlaba con malicia el demonio, sabía cuánto le enojaba que hicieran burla de su estatura entonces solo sintió una bofetada en su mejilla lo que provocó una sonrisa de satisfacción— Golpea más fuerte...

— ¿Quieres qué te golpeé de nuevo? ¿Te estás excitando o solo tratas de cambiar de tema? —Dudoso Ciel cuestionó mientras veía su mejilla roja por el golpe junto a una mirada provocativa.

—Me puse duro con ese golpe, hazlo de nuevo y te daré lo que quieras. —Susurró con erotismo preso de la excitación.

—¿Lo que yo quiera? —Dijo Ciel sobre sus labios siendo contagiado por el calor de su cuerpo— Quiero que me llenes.

—Cualquier cosa menos eso...

—Entonces no quiero nada.

Molesto Ciel advirtió apartando bruscamente a su demonio, quien dio un fuerte suspiro contenía su molestia también, ¿acaso iban a pelearse en vacaciones por una tontería?

—Iré a dar una vuelta, ¿quieres algo? —Con seriedad Sebastian decía mientras se disponía a salir de la habitación, prefería marcharse antes de decir algo que complicara más el asunto. Incluso sintió como la erección se le quitó por esta absurda confrontación. Ciel sin responder nada fue a encerrarse al baño en medio de refunfuños, una actitud que no sorprendió a su demonio y solo confirmaba su decisión de alejarse un rato.

—Hola guapo, ¿por qué estás tan solito?

Era el saludo de una mujer de vida alegre que se cruzó con Sebastian por la calle, este malhumorado pretendió ignorarla. Al dar unos cuantos pasos se dio cuenta que la mujer lo seguía, definitivamente no estaba de humor para el acoso de alguien, así que volteando a verla notó que a pesar de ser una mujer atractiva, parecía algo vulgar por su forma de vestir, lo cual no sería importante si quisiera pagar por un desliz en nombre de su frustración actual.

—Señorita, agradecería que no me siga, no tengo intenciones de estar con alguien ahora.

—Entonces podría darme unas monedas, necesito llevar algo de comida a mi casa, mis niños tienen hambre. —Ella sin atreverse a mirarlo le hablaba— Qué vergüenza estar haciendo esto, pero necesito dinero y usted parece un buen hombre... Pensé que podría ayudarme.

—¿Cuántos niños tienes? —Sebastian cuestionó para comprobar si mentía o no.

—Dos, un niño de dos años y una niña de medio año.

—Son pequeños, yo tengo una niña pequeña también. —Decía mientras buscaba en uno de sus bolsillos algo de dinero.

La mujer sonrió emocionada al recibir en sus manos una buena cantidad de dinero, sin dejar de agradecerle pensaba en lo bondadoso que era ese hombre misterioso incluso podía compararlo con un ángel, un halago irónico para un demonio. Sebastian en momentos como estos sentía perder la esencia de su naturaleza maligna, ya que ni siquiera entendía el motivo para ayudar a esa mujer desconocida, fue un impulso que no pudo controlar.

¿Por qué mostró empatía con seres tan egoístas como los humanos? Quizás por esta debilidad es que su amado Ciel se aprovechara y lo manipulara a su antojo, le frustraba pensar que siempre terminaba complaciendo sus caprichos y berrinches. Dejando escapar un suspiro decidió que todavía no podía regresar con su caprichoso esposo, al encontrar un bar en su camino quiso tomar una copa de buen vino, ya que estaba adaptándose a ser un humano tal vez sería buena idea olvidar sus penas con alcohol.

Un par de horas después, se veía a Sebastian aparecer en la residencia temporal que compartía con Ciel, quien con una mirada de enojo le reprochaba en silencio el haberlo dejado solo por tanto tiempo, aún cuando se suponía que era su luna de miel.

—¿Mi dulce amor sigue enojado conmigo? Mira traje una botella de vino para que dejes tu mal humor. —Muy animado Sebastian sugería— Que gente tan agradable había en ese bar, podría llevarte ahí pero no admiten niños.

Sin dejar de sonreír conversaba, su tono de voz era algo distinto a lo habitual, sentándose pesadamente en el sofá junto a su irritable esposo lo abrazaba cariñoso —Sebastian hueles a alcohol, apártate...

—Debo oler a alcohol tuve que beber más de veinte botellas de vino.

—¿Tuviste?

—Asumí el reto que me hicieron y terminé ganando la apuesta de no morir al ingerir tanto alcohol —Decía divertido entre risas trataba de abrazarlo nuevamente, pero era rechazado— Esos tontos humanos pensaron que moriría, yo no puedo morir por ese tipo de idiotez... ¿Sabes que me mataría?

—Yo podría matarte si quisiera, estúpido demonio ebrio. —Ciel respondía a su pregunta mientras le daba una bofetada, aunque quisiera negarlo debía admitir que su demonio se veía lindo al tener sus mejillas teñidas en rubor a la vez oírlo hablar de forma inusual.

—Es cierto, solo tú puedes... Pero no con esos golpes debiluchos, me matarías si te ausentas de mi vida, ¿qué haría sin ti? —Susurró sobre sus labios, su mirada se tornó llorosa conmoviendo a Ciel que para calmarlo lo abrazaba sutil— Pero mi niño quiere que eyacule dentro suyo para embarazarse y probablemente morir cuando nazca el niño que tanto quiere. Joven amo, ¿qué debo hacer?

—¿Tenías que decirlo así? ¿Y por qué me llamas joven amo?

—Lo siento, a veces extraño nuestra rutina de antes, la que me hacía sentir demonio tras mi fachada de mayordomo.

—¿Qué quieres decir? ¿Te arrepientes de nuestra relación?

—No dije eso amor... —Murmuró el demonio al notar ahora la mirada llorosa de su joven esposo— Nunca me arrepentiría de estar contigo, te amo mucho, solo me gustaría no olvidar lo que soy.

—Eres libre de hacer cosas de demonios cuando quieras, yo no te he prohibido ser quien eres— En una mezcla de enojo y resentimiento aclaraba al sentir su abrazo en esa repentina aclaración que sonaba bastante sincera.

—Perdóname, ya no sé lo que digo... Te amo Ciel, no hagas caso a tu demonio ebrio, mejor dame un besito...

Sebastian decía cariñoso acercándose a sus labios, los que rozó con firmeza para incitar a un beso que los reconciliara. El conde correspondía receloso ese beso con sabor alcoholizado, en parte podía entender lo que su demonio trataba de decir y sentía que era bueno que se desahogara. Tal vez una luna de miel no se trataba solo de placer físico pensaba, entonces sintió como su demonio quedándose quieto no seguía besándolo.

—Idiota... —Susurró al ver como se había quedado dormido, dejando a un lado su molestia esbozó una sonrisa, ya que nunca antes lo había visto que se quedara dormido por estar ebrio. No era como planeaba pasar estas vacaciones, pero tampoco le desagradaba este tiempo en que dieran prioridad a sus sentimientos, embelesado miraba su rostro tranquilo al verlo dormir tan profundamente.

Largos minutos después un jadeo de Sebastian se escuchó, algo confundido abría los ojos y la imagen que se aparecía frente a su vista lo impresionó, tampoco le desagradó. Ciel con su rostro sonrojado, gestos eróticos hacían una maravillosa escena, una que podría considerarse un sueño hecho realidad, su boca entreabierta que gemía incitaba al deseo, al que era vulnerable porque siempre sucumbía estando juntos en la intimidad.

— ¿Qué haces?

Entre jadeos y fuertes gemidos trataba de responder, pero al hallarse en un desenfreno de placer seguía moviéndose para alcanzar el orgasmo que anhelaba sentir, uno estremeciera todo su ser. El demonio sintió como él no dejaba de auto embestirse en su erección, la que estaba tan dura y húmeda devorando cada centímetro de esa cálida cavidad anal que ardía.

—¿Me estás violando? —El demonio cuestionó algo avergonzado y confundido, aunque incómodo no le parecía desagradable lo que su esposo hacía, era hermoso verlo tan excitado y sentirlo agitarse desnudo sobre su cuerpo.

—No lo digas así... Solo quería sexo y tú te quedaste dormido.

Ciel en mucho tiempo no se había dejado llevar de esta manera, al ver esa mirada confusa en su demonio se encendía más de lo posible, era encantador verlo fingir inocencia. Con un movimiento certero de caderas estrujaba con delicia su miembro, lo que Sebastian no resistió haciéndolo eyacular dentro suyo antes de darse cuenta.

—Ciel…

En medio de un gruñido de placer le llamó sintiendo como su miembro palpitando vertía su esencia en ese cálido interior. No podía negar que había extrañado hacerlo, desvió la mirada mientras su esposo se estremecía por ese orgasmo alcanzado.
Sebastian se sentía de alguna forma abusado sexualmente, no podía ser coincidencia que Ciel ahora en su afán de querer embarazarse de nuevo, abusara de su cuerpo aprovechando que se quedó dormido. Lo amaba con todos sus defectos, pero simplemente en ocasiones como esta odiaba su vil naturaleza caprichosa, la que confirmaba al notar su jactanciosa mirada por haber ganado este absurdo jueguito, que en un principio no aceptó jugar.

Chapter 35: Separación

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Sebastian con fingido resentimiento llegaba al clímax, a pesar del abuso de confianza no podía negar que era excitante lo entusiasmado que se mostraba su joven esposo, moviéndose frenéticamente haciendo de esta entrega una muy placentera. Casi podía asegurar que le complacía someter a su demonio de esta forma al aprovechar su inconsciencia, sin querer arruinar este glorioso momento pensaba que lo tenía merecido por beber tanto alcohol, en su boca aún podía percibir el sabor de todo ese vino que había bebido con esos extraños en el bar, cantidad que para un humano hubiera sido mortal.

—Ah Sebastián... Estás tan duro...

Sonrojado el demonio escuchaba ese sincero, pero lascivo halago a su hombría en medio de gemidos, esta virilidad que lo había traicionado al reaccionar de esta forma sin su consentimiento, aunque no culpaba que esta parte de su anatomía cayera bajo el encanto y sensualidad de su amado Ciel. Cuyo interior ardía y que deliciosamente lo acogía, esas paredes anales que pronto fueron humedecidas con su eyaculación.

—Ciel, eyaculé dentro tuyo... ¿Te diste cuenta? —Con dificultad decía, preso de la excitación y todavía algo afectado por el alcohol.

—Si... Así lo quise...

—Pero...

—No pasará nada. —El joven murmuró sin dejar de moverse, si su demonio se había embriagado con alcohol, él lo estaba con su exquisito miembro viril, que endurecido penetraba profundo golpeando su interior haciendo que se estremeciera.

Ciel sentía su rostro arder, sus piernas dolían un poco por el movimiento frenético que hacía, era un ejercicio que no realizaba hace meses con tal intensidad. Con el vaivén de sus caderas estrujaba la hombría de su demonio, quien hacía gestos de placer, afirmando con ello que lo disfrutaba.

—No voy a perdonarte esto... —Era el murmullo de un resentido Sebastian que hacía un puchero.

—¿En serio? ¿No te gusta?...

El demonio sin quitar su puchero negaba con la cabeza, eso solo provocaba que Ciel perversamente se motivara más, estrujando su erección con mayor fuerza, fricción que hacía a ambos temblar de placer. Sebastian se dejó llevar por sus instintos, el orgullo herido no tenía validez ahora que su esposo se mostraba tan intenso, después de todo habían sido semanas sin tener buen sexo, debía aprovechar. Con sus manos firmes apretaba su miembro que erguido en ese movimiento golpeaba un poco su pelvis, a su tacto estaba igual de duro y húmedo como sentía el suyo. No tuvo mucho que apretar para que este eyaculara, entre sus dedos estaba su cálida esencia, unas gotas salpicaron sobre su abdomen y pecho. El joven temblaba por el orgasmo que lo consumía, el movimiento de sus caderas perdió fuerza, moviéndose con lentitud.

Echándose sobre el cálido cuerpo de su demonio trataba de recuperar el aliento, exhausto sentía todo su cuerpo temblar mientras sutilmente hacía que ese miembro que le invadía saliera.

—¿Sigues enojado conmigo? —Agitado Ciel le decía abrazándose a su cuerpo, suavemente se restregaba, sabía cómo provocarlo, su esposo demonio desviaba la mirada pretendiendo ignorarlo— Me recordó las primeras veces que lo hicimos... Eran así... Con esta intensidad, ¿no crees?

—Pero si ya te embarazaste, volveremos a la rutina de sexo sin intensidad...

—No me embaracé... Deja de decirlo...

—¿Cómo sabes?

—Solo lo sé... —Murmuró Ciel acercándose a sus labios percibía el olor a alcohol— Bésame... Quiero embriagarme en tus besos.

Sebastian rozó con firmeza sus labios, se aferró a su cuerpo en un abrazo y sus labios se unieron en un fogoso beso. No podía dejar de verlo, su joven esposo era realmente hermoso, su belleza era perfecta aún con el aspecto desaliñado que mostraba. No podía enojarse con él, por una tontería no dejaría de amarlo o desearlo, nunca lo haría.

—Ciel... Compensa tu falta...

—¿Y cómo me harás pagar mi terrible falta?

Era su coqueta conversación cuando sus labios se separaron, ambos sonreían con esa siempre complicidad que los unía.

—Siéntate en mi cara, quiero saborear tu interior.

—Estoy cansado... —Con fingido desanimo se excusaba Ciel, pero en realidad le gustaba la idea, hace tanto que no se sentaba en la cara de su demonio, que esa lengua traviesa invadiera su interior, sentir la respiración de su nariz en sus genitales mientras lo rozaba. Pocos segundos bastaron para que se acomodara como se lo había pedido, sentado sobre su cara con las piernas un poco abiertas dejaba a total libertad que su demonio hiciera lo que le placiera.

—Sebastian... Ahh se siente bien, está tan húmeda.

Jadeaba el joven mientras sentía como su interior era invadido por esa larga lengua de demonio, después de la tosquedad por las embestidas anteriores este era como un masaje que relajaba sus irritadas paredes anales, provocando un tipo de placer diferente, pero del que disfrutaba plenamente. El demonio se extasiaba por el sabor de su interior, ese sabor mezclado con su propio semen era exquisito y el aroma de sus genitales sucios estimulaba más sus sentidos.

Ciel no dejaba de llamar a su demonio entre los gemidos de placer y alivio que esas húmedas caricias provocaban, acariciando su cabello se estremecía. Mientras sentía sus manos acariciar su cuerpo desnudo y tembloroso, pronto sintió como sujetándolo por las caderas hacía que se auto embistiera, levantándolo en un sutil movimiento lo hacía bajar por su lengua que a voluntad propia la estiró para llegar profundo en su ser.

—Sebastian... Me puse duro de nuevo... —Decía con el respirar agitado entre sonoros gemidos y jadeos.

El mayor siguió en su labor, saboreaba todo su interior, tan cálido y delicioso, solo se le escuchaba jadear. Los movimientos se agilizaron con firmeza minutos después, Ciel salpicaba su eyaculación en el rostro de su amado.

—Ya... Sebas-tian... Me duelen las caderas... —El joven decía estremecido por el placer recorrido en su ser, para su pesar aunque deseaba seguir su condición humana no le permitía tener la resistencia de su demonio, sintiéndose exhausto a la vez se sentía algo mareado. El demonio no hizo caso a su egoísta petición y con una perversa mirada continuó— ¿Te estás vengando? Haz lo que quieras, viólame si eso te hace feliz.

Ciel con mala cara murmuró dejando que su demonio cumpliera su capricho, esa tonta venganza a la que no se resistiría, aún si su cuerpo dolía pero debía admitir que se sentía bien este estímulo.

—¿Estás escupiendo dentro? Se siente más mojado... —Dudoso le miraba al sentir como algo húmedo comenzaba a gotear de su trasero— Me siento mareado, ya para.

Sebastian notó como su esposo sudaba un poco más y estaba palideciendo, así que decidió quitarlo, quizás era un truco manipulador pero no quería arriesgarse.

—¡Idiota! —Ciel le llamó mirándolo mal al levantarse del sofá con dificultad no sin antes darle una bofetada, no avanzó ni dos pasos cuando tambaleante cayó al piso.

—¿Qué sucede joven amo? ¿Está ebrio? —Insinuaba divertido el demonio, Ciel ciertamente se sentía embriagado— Usted dijo que quería embriagarse, ¿no?

—¡Solo quise decirte algo lindo! No lo dije en serio... —Desde el suelo el joven le reprochó volteando a verlo con fastidio— Ya decía yo que esos sentones en la cara no eran solo por gusto, solo quisiste desquitarte.

La mirada de Ciel se tornó llorosa, comenzó a gimotear con su rostro que estaba muy sonrojado. Su esposo se quedó embelesado al ver ese semblante tan triste y tan adorable a la vez.

—Solo quieres burlarte de mí, siempre... Te odio tanto a veces...

—Ciel, cariño... No digas eso o me vas a hacer llorar a mí.

—Tú me odias... Ya no me amas como antes.

—Eso no es cierto... Te amo más que nunca.

Sebastian aclaraba mientras se levantaba para ayudar a su querido amo que seguía en el suelo, que al parecer era un ebrio deprimente, al decir tantas cosas tristes.

—Ni siquiera quieres tener otro bebé conmigo... —Decía entre sollozos.

—Ya te dije mis motivos para no tenerlos ahora. Después si...

—Dime la verdad, no es porque temas que me muera, es porque soy insoportable estando embarazado.

—Quizás un poco, pero insoportable o no... Te amo, así como eres, ¿no lo entiendes? —Decía a la vez que en un impulso se aferraba a su niño en un abrazo, que él correspondía tratando de calmarse.

—Cuando dije que no me había embarazado. Mentí...

Sebastian desviando la mirada daba un suspiro, aún así no lo soltó.

—Te embarazaste ahora, ¿verdad? ¿Lo hiciste a propósito? —Cuestionó el demonio con seriedad, sentía en su interior una mezcla de emociones, en especial enojo porque esa era una decisión muy egoísta de su inmaduro esposo. Lo que más deseaba era tener muchos hijos bonitos con quien amaba, pero no arriesgando innecesariamente la vida de este, supuso que había sido una decisión de ambos y ahora se sentía utilizado.

—Sebastian... —Ciel susurró separándose de su abrazo al notar su aura de enojo— Me dejé llevar, pero...

—Mañana volvemos a la mansión.

Dijo Sebastian recogiendo su ropa del suelo y se disponía a ir a la habitación, no pensó que este viaje que sería un motivo para unirlos más resultara mal y quizás separándolos. Ciel con tristeza recogió su camisa, poniéndosela fue al sofá a recostarse. No creyó que su demonio se enojaría de esa manera, ni siquiera sabía si estaba embarazado lo más probable era que no. Quizás su demonio creía amarlo, pero tal vez no era así, los unía la pasión mas no el amor, era su triste pensamiento mientras lloraba en silencio, estar ebrio y con el corazón abrumado por inseguridades no era buena combinación. ¿Qué clase de luna de miel era esta? Una tan extraña como su relación.

A la mañana siguiente, Sebastian en silencio recogía sus cosas preparando las maletas que prácticamente no habían terminado de desempacar. Ciel algo resentido se había aseado y vestido por sí mismo, mirándolo de reojo esperaba que le hablara peeo como no lo hizo decidió dar la iniciativa.

—Sebastian, no podemos irnos... No te enojes conmigo lo que dije anoche no era en serio, solo quería ver tu reacción. Lo siento...

—¿Piensas que te voy a creer? Que estés arrepentido solo confirma lo que dijiste. —Le reprochó el demonio.

—¡Claro que no! Ves, si hago algo bien o mal es lo mismo para ti, todo lo hago mal. ¡Te odio!

Sebastian lo miró de reojo y notó lo frustrado que estaba, así que en un suspiro se acercó para calmarlo al tomar su mano. —No digas eso... En ocasiones solo me molesta tu egoísmo.

—¿Soy egoísta por querer tener otro hijo tuyo?

—Lo eres por arriesgar tu vida... Sabes que no podría vivir sin ti. —Le dijo abrazándolo con fuerza— Te amo a pesar de lo egoísta que eres.

Ciel frunció el ceño ante esa declaración, no le convencía mucho sus palabras de sincero amor al recordarle el rasgo más terrible de su naturaleza humana, separándose un poco lo miraba fijamente.

—Sabes, la verdad es incómoda a veces, quizás si fui egoísta pero juro que no lo hice a propósito… Me dejé llevar al verte dormido, sentí que tenía el control sobre ti nuevamente, como antes cuando no teníamos una relación. La sensación de control se sentía bien, no estaba en mis cinco sentidos. —Notaba la seriedad en su demonio a pesar de abrir su corazón—Es probable que no me haya embarazado, porque cuando concebimos a Claudia lo supe casi al instante y lo confirmé hasta semanas después cuando la sentí, ¿lo recuerdas?

—Algo así dijiste, pero es probable que también lo estés... —En un suspiro le aclaró un poco tajante— Ya veremos que sucede.

—No quiero regresar todavía a la mansión quiero estar contigo. —Le pedía Ciel con tristeza.

—No estoy de humor... Podemos quedarnos, pero por unas horas quiero estar solo.

—No sé qué más puedo decirte para que ya no sigas enojado conmigo. Si vas a estar así prefiero regresar con mi hija.

—Como quieras... Y es nuestra hija.

Sebastian aclaró molesto terminando de arreglar las maletas, el joven sintió que ya se había humillado lo suficiente, no le gustaba pedir perdón ni mostrar arrepentimiento de sus actos, aún así lo hizo y su demonio no le dio importancia. Ciel contenía las ganas de llorar al recorrer la ciudad cuando se dirigían a la estación de trenes, ni siquiera pudo pasear por las calles de París cuando estaba tan ilusionado con este viaje.

—Compremos unos regalos para nuestra bebé... Y para que los demás no noten lo desastrosa que resultó esta supuesta luna de miel.

El joven en silencio solo se encogió de hombros en respuesta a su sugerencia, no quería discutir en la calle mientras había personas alrededor. Compraron unos vestidos y algunos accesorios lindos para la habitación de la niña.

—Ciel... No me gusta estar así contigo.

Era el triste comentario del demonio cuando esperaban en la estación de trenes al haber terminado sus compras, notaba la mirada vacía de su joven esposo. Quizás estaba exagerando también el asunto, tal vez era cierto que no lo planeó y en parte era así porque Ciel no sabía que iba a embriagarse y dormirse en el sofá, su error fue actuar imprudente pero no con malicia, eso quería pensar.

—Quiero divorciarme de ti... Ya no soporto esto, es mucha presión para mí, soy joven, inmaduro y egoísta. Separarnos un tiempo es lo mejor.

Fue lo que el joven sin inmutarse dijo ante el rostro sorprendido de su demonio, el silencio formado entre ambos solo fue interrumpido por el silbato del tren que alertaba su regreso al frío Londres.

 

❀•°•═════ஓ๑♡๑ஓ═════•°•❀
Muchas gracias por estar pendiente de esta historia 💖

Chapter 36: Divorcio

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Esa mañana en el amplio jardín de la mansión Phantomhive la pequeña Claudia jugaba alegremente junto con Elizabeth, Soma y Meiryn, quienes notaron como de repente empezó a inquietarse más de lo normal.

—¿Qué sucede? ¿Quieres ir adentro? —La rubia cuestionó a la pequeña que agitando sus brazos pedía entrar. Haciéndole caso entraba notando como los demás sirvientes caminaban con prisa hacia la entrada principal.

—¿Es el joven amo? No se supone que regresaría hasta mañana por la noche, ¿algo les habrá pasado?

Era el comentario del extrañado cocinero cuando oyeron un carruaje estacionarse fuera, estaba casi seguro que era su amo y viendo la emoción de la pequeña lo confirmaba.

—Tus papás han vuelto antes, debe ser porque seguramente te extrañaban mucho. —Lizzy con una sonrisa hablaba a la pequeña mientras emocionadas salían a recibirlos.

—Claudia, mi niña... —Con una sonrisa saludaba Ciel acercándose a la pequeña, tomándola en sus brazos se abrazaba a ella.

—Los esperábamos hasta mañana, ¿están bien? —Se atrevió a cuestionar a Soma, notando como Ciel se aferraba con extraña emoción a su hija, quien correspondía a su abrazo con un puchero. El ambiente se tensó cuando Sebastian más serio de lo normal pasó junto a su pequeña acariciando su cabeza a manera de saludo, sin decir nada entraba a la mansión— Ciel, ¿se pelearon en su luna de miel? Vaya, ustedes no cambian.

—Voy a mi habitación, no me siento bien.

Fue la respuesta del conde llevando a su pequeña en brazos se dirigía dentro aunque no dio explicaciones a los demás sobre ese pronto regreso, era obvio para todos que los se habían peleado. Ciel se sentía triste y a la vez decepcionado porque su amado demonio en lugar de convencerlo para que cambiara la decisión por esa separación sólo lo aceptó diciendo que "pensaba lo mismo, solo no me atrevía a pedirlo"

Esas palabras hacían eco en su mente, era una decisión que dolía porque realmente amaba a Sebastian y no podía imaginarse una vida juntos sin ser esposos, pero su orgulloso ser le impedía retractarse, mucho menos le harían rogarle que se quedara a su lado. La pequeña no entendía qué pasaba ni el por qué su joven padre lloraba a cada paso que daban, lágrimas que había contenido en todo el viaje para no mostrar debilidad ante su demonio. La pequeña trataba de secar sus lágrimas con sus manitos, le entristecía ver a su padre tan orgulloso llorar de esa manera, en si nunca lo había visto llorar así. Ambos se encerraron en su habitación en la que Sebastian no estaba, al parecer había regresado a la suya.

—Claudia, gracias... Sé que entiendes todo y debo contarte algo importante. Sebastian y yo nos separaremos porque... ¿Por qué? —Se quedó pensativo con la mirada perdida ante su propio cuestionamiento— Porque somos unos tontos, pero no te preocupes tu padre seguirá viviendo aquí y podrás verlo cada día.

La niña a pesar de ser muy perspicaz este asunto no lo entendía y no porque fuera incomprensible sino porque era tonto, más al ver las lágrimas de su padre, que eran reflejo de su tristeza, si existía este sentimiento era porque le dolía separarse de su padre demonio, y si le dolía era porque lo amaba. Ella sabía cuánto sus padres se amaban, era testigo de ese amor que se expresaban con una mirada, una sonrisa, una simple palabra cuando compartían como familia.

—No me mires así, amo a Sebastian, pero ambos hemos olvidado lo que somos y eso provoca entre nosotros ciertos conflictos, además él es un idiota inmaduro también... —Lo último lo dijo con enojo— Necesitamos este tiempo de distancia, creo que es lo más maduro que hemos decidido en los últimos meses aparte de tenerte.

Ciel notaba el gesto entre molesto e incrédulo de su hija, quien desviaba la mirada, encogiéndose de hombros decidió no involucrarse en sus asuntos, suponía que ya se les pasaría el enojo en unas horas, ella también era testigo de sus absurdas peleas. Mientras tanto Sebastian en la cama de su habitación miraba pensativo el techo, era un poco deprimente el pensar que ahora estaría solo en una cama, después de pasar cada noche en los últimos meses junto a su berrinchudo amo, ya se había acostumbrado a esa rutina nocturna.

Sin embargo, Ciel así lo pidió, en ese momento tuvo dos opciones, una era rogarle y la otra era por la que optó, aceptar su decisión a pesar de ser dolorosa. ¿Cómo pudo pedirle aquello? Después de todo lo que habían pasado juntos, después de haberlo soportado tanto, de haber ido contra su propia naturaleza al amarlo. Impulsado más por el resentimiento a su egoísmo es que decidió seguirle la corriente, aunque sería muy difícil ya que su joven amo era parte importante de su vida, por no decir su vida entera.

— Señor Sebastian, si desea hablar debe saber que estoy dispuesto a escucharlo. —Era lo que Agni decía al otro lado de la puerta, ofreciendo su apoyo como amigo al notar lo mal que estaba al pasar antes cerca suyo, el demonio dudó antes de dejarlo entrar— Bien, dígame que sucedió, soy bueno escuchando y quizás pueda darle un consejo.

—Ciel y yo decidimos acabar nuestro matrimonio y separarnos un tiempo, ahora empiezo a dudar si es correcto hacerlo cuando nos amamos. Al menos yo lo amo... Él creo que no me ama porque no me lo hubiera pedido, ¿verdad?

Sebastian un poco conmovido contaba, desahogando su tristeza en quien podía considerar un amigo, uno que actuaba con mayor seriedad en toda esa mansión llena de idiotas. Sin entrar en mucho detalle le habló sobre cómo Ciel quería tener otro hijo y fue este el detonante para esta inesperada separación.

—Oh ya veo... Tal vez yo no sea el más apto para dar un consejo sobre relaciones amorosas, ya que no tengo una. Pero trato de entender a las personas y creo que no es tan mala idea darse un tiempo, lo necesitan, porque lamento decir esto, a los dos les falta madurar.

—¿Cree que es lo correcto?

—A veces amar a alguien significa crecer juntos y ustedes no lo están haciendo, pensé que al ser padres madurarían... Sin embargo, usualmente los veo pelear por tonterías y después siguen como si nada, han formado un extraño círculo vicioso, ya no son unos niños, deben pensar seriamente en su hija y el ejemplo que le dan.

El demonio a pesar de sentirse regañado debía admitir que tenía razón, era una verdad que sabía pero se negaba a admitir. En un suspiro aceptaba resignado sus palabras, entonces sintió como el hindú palmeaba su hombro mientras le dedicaba una sonrisa.

—Ustedes se aman y no dudo que vuelvan a estar juntos quizás deba aprovechar esto para poder reconquistarse mutuamente y amarse de una forma menos infantil. Por lo que usted me comentó antes es que los dos se enamoraron basándose en la atracción física.

—Muy física, sexual...

—No digo que eso estuviera mal, pero tal vez puedan iniciar de nuevo dándole un significado más profundo a su relación.

—¿Sin sexo?

—Si.

—Eso será complicado... —Sebastian murmuró haciendo un gesto pensativo, aún así le parecía una buena idea, sin duda esta sería una muestra de madurez.

—En cuanto al deseo del amo Ciel por querer tener otro bebé, no tengo claro cuál sería el trasfondo de su anhelo, ¿usted lo sabe?

—No lo sé. —Ambos se quedaron viendo, ciertamente Sebastian no había indagado el verdadero sentir de su querido esposo sobre ese anhelo que persistía extrañamente en cumplir. A cambio solo recriminó su egoísmo, ese era otro indicio de que su relación no era tan buena como aparentaba, el amor y la pasión son importantes, pero también la confianza era la base de una sana relación.

—Bueno no se desanime, son detalles que se pueden solucionar.

Agni quería animarlo y siguió conversando mientras que Ciel en su habitación refunfuñaba al escuchar a Soma y Lizzy al otro lado de la puerta queriendo entrar.

—¡Quiero estar solo, no me molesten!

—Pero Ciel, si algo pasó podemos ayudar. —El príncipe hindú decía sin dejar de tocar la puerta— Agni ahora mismo está hablando con Sebastian.

—¿Están hablando? Ese idiota debe estar contando lo horrible que soy... —Murmuró el conde con un puchero así que decidió dejarlos entrar, no era como si encontrara una buena guía con esos dos, aunque podrían servirle para desahogarse mientras que su hija en la cama se entretenía con unos juguetes que trajeron de su efímero viaje.

—¡¿Qué?! ¿Divorciarse? Pero si estaban en su luna de miel. —Soma un poco alterado y confundido exclamaba al oír como su amigo le dio tan inesperada noticia.

— ¿Por qué? Sebastián te fue infiel, ¿verdad? —La rubia molesta cuestionó, pues suponía que el mayordomo le prometió que haría feliz a su ex prometido y ahora iban a separarse— No lo entiendo.

—Él no me fue infiel... No que yo lo sepa, nuestra separación es por un tiempo hasta que solucionemos algunas cosas entre nosotros, fui yo quien pidió este tiempo.

El conde trataba de explicar sin entrar mucho en detalle, sería vergonzoso decir que esta decisión se dio porque estaba dispuesto a todo para tener otro bebé.

—Vaya, no entiendo estas cosas... —Soma rascándose la cabeza, trataba de entender la situación— ¿Y su hija? Esto seguramente le afectará...

—Ya se lo dije y no se lo tomó a mal... Mírenla está tranquila jugando. —Ciel con una sonrisa la señalaba al verla tan animada jugar.

—Es que Claudia sabe que se reconciliarán pronto... Y ahora que lo pienso, lo harán, siempre lo hacen, creo que estamos haciendo mucho drama por nada.

Lizzy comentó más animada con una sonrisa, el hindú asentía con la cabeza dándole la razón. El conde dio un suspiro al darse cuenta de cómo los demás percibían su relación, y probablemente tenían razón, aunque lo dudaba ya que Sebastian al parecer se tomó muy en serio este asunto.

—Oh Ciel... No te pongas triste... —Soma decía al acariciar su rostro acongojado.

—Perdí a Sebastian por una idiotez... Por mi egoísmo.

—Bueno sea cual sea el motivo por el que se pelearon, deja tu orgullo a un lado pídele perdón y ya.

—No es tan sencillo Lizzy además él también quiere esta separación.

—Ciel no seas tan orgulloso, solo pídele perdón —El joven hindú insistía con una sonrisa— Sebastian ya debe estar acostumbrado a tus caprichos y berrinches.

— ¿Creen que soy muy caprichoso?

Ante esa pregunta repentina, su prima y amigo se quedaron viendo entre sí, ¿cómo podrían dar una respuesta que no lo hiciera sentir mal?

—Pues Ciel a veces lo eres, un poco. Aunque Sebastian en parte tiene la culpa por consentirte demasiado. —Soma respondía a su duda algo nervioso al notar su gesto molesto.

—Ya veo... Pero deben saber que Sebastian tampoco es tan perfecto como creen, es igual de caprichoso e inmaduro que yo. Ahora déjenme solo.

Los dos salieron de su habitación sin decir nada, sentían que no fueron de mucha ayuda aunque si lo habían sido sin darse cuenta, porque con esta aclaración Ciel confirmaba su decisión, darse un tiempo era lo mejor para ambos.

—Amo Ciel, le traigo té y unos bocadillos, ¿desea que le sirva?

Era lo que el conde escuchaba unas horas después de la voz del mayordomo hindú, en realidad estaba hambriento ya que no había comido nada desde la mañana y al llegar a la mansión permaneció encerrado en su habitación. Permitiéndole entrar aceptaba lo que había traído, no se iba a permitir morir de hambre solo porque Sebastian no lo atendía.

—Agni, ¿puedes preparar un biberón con leche para la bebé?

—Claro, no hay problema, ¿cómo se siente? —Agni iniciaba la charla mientras le servía.

—Seguramente Sebastian te contó lo horrible que soy, ¿verdad?

—No, nada de eso, él lo ama mucho.

—Solo dices eso para no hacerme sentir mal.

Agni dedicándole una sonrisa lo veía comer desanimado mientras la niña a su lado comía migajas. Notó la misma mirada triste que tenía Sebastian, no había duda que los dos se amaban a pesar de la situación, entonces empezó a dudar si debía entregarle lo que el mayordomo le envió.

— ¿Qué es eso? —Cuestionó curioso Ciel al ver como el hindú sacaba de entre sus ropas unos papeles.

—Sebastian le envía esto. —Con una forzada sonrisa se los entregaba en la mano, el conde con ilusión los recibía pensando que tal vez su demonio había enviado una carta retractándose de su decisión.

—Lo siento, amo Ciel… —Se lamentaba el hindú al notar como el semblante del conde decayó al ver lo que ese papel tenía escrito.

"Yo, Sebastian Michaelis por medio de este escrito afirmo la disolución de mi unión matrimonial con Ciel Phantomhive. Esta decisión es de mutuo acuerdo."

—Debe firmar para que tenga validez. Lamento esta situación porque fui yo quien los casó y ahora estoy a cargo de su divorcio. Aún así sé que esto será por poco tiempo y pronto celebraremos una boda nuevamente, cuando superen sus conflictos.

—Está bien, es lo que queríamos... —Ciel disimulando su pesar veía la firma de Sebastian, su hija no entendía qué pasaba pero notaba la aflicción de su padre al firmar ese papel— Veo que tiene la firma de todos como testigos, ¿todos lo saben?. Ni siquiera me dio opción a arrepentirme.

—Amo Ciel... Esto les hará bien, estoy seguro de eso. Ahora solo le pido como lo hice con el señor Sebastian, que esto sea una oportunidad para crecer así que tómenlo con madurez, nada de resentimientos o peleas, háganlo por esa hermosa hija que tienen juntos. —Ciel solo desvió la mirada, no podía evitar sentirse triste y aunque le molestaba ese casi regaño de Agni, debía darle la razón— El señor Sebastian dijo que por hoy quería estar solo, pero que mañana lo vería porque ante todo sigue siendo su mayordomo.

—Si, entiendo. Puedes decirle que... —Titubeó un poco sonrojado Ciel— No, nada.

—Iré a preparar el biberón de su niña...

Agni con una pequeña sonrisa pretendía marcharse mientras en sus manos tomaba ese papel que tanta tristeza probocaba a la pareja.

—Bueno por unos días creo que dormirás conmigo, no quiero dormir solo. —El conde abrazándose a su pequeña trataba de animarse— Te pareces tanto a Sebastian.

Con un suspiro trataba de no llorar entonces vio que unas cabezas se asomaban por la puerta, parecían temerosos de entrar.

—¿Podemos entrar?

Sirvientes y amigos pedían desde la puerta.

—No... —Vio entonces cómo a pesar de su negativa ellos entraron con sus caras de tristezas y parecían haber llorado— Para que preguntar si de todos modos harán lo que quieren.

—Lamentamos su divorcio... —Dijeron todos al unísono entre sollozos.

—No es nada, es solo un papel.

—¡Es tan fuerte, joven amo! —Bard comentó con sollozos mientras todos se lamentaban.

—Ya dejen de llorar, harán preocupar a Claudia. Estamos bien, vamos a solucionar esto porque somos estúpidos y nos amamos.

—Ciel, eso es muy tierno . —Lizzy comentó con una sonrisa, porque era muy extraño que su primo expresara sus sentimientos de esa manera, quizás esta separación les haría bien— ¿Y si hacemos una fiesta por el divorcio?

—No es mala idea... Sería como una fiesta para augurar un bonito y nuevo inicio entre ellos. —El príncipe hindú acotaba secándose las lágrimas— Ciel, ¿te parece buena idea?

El conde en un suspiro resignado solo escuchaba sus locuras, su pequeña aplaudía apoyando la idea, no le sorprendía que solo en esta mansión de locos podían pensar que sería divertido celebrar un divorcio.

—Si eso los saca de mi habitación hagan lo que quiera.

Todos animados salían de la habitación para empezar la preparación de esa "fiesta" que tendrían por la noche y la que debían organizar desde ahora. Así las horas pasaron, Ciel fue obligado a bajar al salón por lo menos unos minutos para hacer acto de presencia, después de todo era su fiesta aunque no estaba con ánimos de celebrar nada, menos su divorcio. Llegando al salón decorado para un baile, con Claudia en brazos notaba como ella se emocionaba al ver los globos de colores brillantes.

—Ciel, ¿no pensé que vendrías? —Sebastian con una forzada sonrisa cuestionó al ver a su amado contratista parecía bastante incómodo.

—Me obligaron.

—A mí también me obligaron además quería hablar con Claudia... Espero que no esté muy molesta conmigo.

La niña con un puchero miraba a Sebastian, aún así pidió que la cargara, toda esa escena era presenciada por los demás, quienes pensaban que a pesar de las circunstancias ellos eran una linda familia.

—¡Vivan los ex esposos!

Con algarabía gritaron todos, sorprendiendo e incomodando a la pareja que de reojo se miró entre sí, esbozando una forzada sonrisa en sus labios se limitaron a susurrar al unísono un "idiotas", para todos los presentes que celebraban una de las decisiones más tristes que se vieron obligados a tomar.

 

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Chapter 37: Nostalgia

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Esta sería la primera noche que la pareja de esposos dormirían separados después de hacer costumbre suya el compartir la cama cada noche hace varios meses, chasqueando la lengua el conde se movía en la cama tratando de conciliar el sueño. No podía creer cuanto extrañaba a su tonto demonio, el silencio y la oscuridad de la noche se percibían más intensos haciendo que su soledad se remarcara aún más.

—Debí dejar que Claudia durmiera conmigo... —Hablaba para sí mismo, de todas formas no tenía con quien más hacerlo— Ah, pero si la dejaba Sebastian se jactaría de que puedo dormir solo.

En un suspiro se abrazó a la almohada de Sebastian, su olfato podía percibir un poco su sutil aroma, resignado al darse cuenta que esta sería su única compañía por ahora. ¿Por qué se hacían esto? ¿Qué sentido toda esta situación? Simplemente no podía estar sin su demonio, amaba quedarse dormido entre sus brazos, unas noches con pijama en otras era inevitable que sus cuerpos no rozaran desnudos. Era su deleite tocar con un dedo su rostro medio dormido, estudiando cada detalle de sus gestos aunque conocía cada uno de ellos a la perfección, sentir su respirar al colocar su cabeza en su cálido regazo, tantos detalles íntimos de su relación que solo los dos conocían, ahora al estar solo los rememoraba con nostalgia. No pudo evitar sonrojarse por la intensidad de sus pensamientos, así que decidió no pensarlo más, algo que sería imposible.

Cerrando los ojos se sumergía en su aroma deseando que en cualquier entrara por esa puerta y propiciara una reconciliación, sin embargo, esto era difícil que se cumpliera porque al parecer Sebastian se había tomado con seriedad todo este asunto y quizás era lo mejor para su relación. Reflexionar en este tiempo para aprender a valorarse mutuamente más allá del placer físico. Entre tanto pensar y pensar finalmente el joven conde se quedó dormido, no sin antes dedicar un último pensamiento y triste suspiro a su demonio, quien en su cama pasaba una situación similar.

Aunque como demonio no era necesario que durmiera, a veces lo hacía solo para experimentar el disfrute que un sueño le regalaba, otras noches las pasaba en vela observando a su joven esposo dormir, era su manía secreta el hacerlo. Ver los gestos adorables que hacía era su deleite en una silenciosa madrugada. Ahora no tenía que observar al punto del embelesamiento, que extraño era no sentir la calidez de su cuerpo entre sus brazos. ¿Por qué tenían que pasar esta tortura? Entonces recordó el egoísmo de Ciel, su inmadurez y la propia que juntas hacían a veces de su relación insoportable, a la vez recordaba las palabras de Agni, ¿cuál era el motivo por el que su amado insistía en traer otro hijo al mundo?

Si lo preguntaba ahora sería dar pie a una reconciliación y habían hecho mucho alboroto para que esta pelea terminara como las que siempre tenían, una estupidez. Algo debían cambiar en su relación, estaban a tiempo, ¿el amor era suficiente para mantener una relación? Quizás sí, pero la madurez jugaba un papel importante, entre suspiros no dejaba de pensar en su esposo, en su radiante belleza que pocos humanos podrían presumir, le encantaba su fuerte carácter y como lo hacía sentir cuando estaban juntos, a sus ojos no se sentía como un inmundo demonio. Esta sin duda sería una larga y solitaria noche para el demonio que a la luz de los primeros rayos de sol se levantaba de la silla junto a la cuna de su hija esa mañana.

—Buenos días Ciel. —Le saludó el demonio notando sus grandes ojeras, al parecer no había podido dormir bien, sin embargo, no lo comentaría para no incitar un diálogo más ameno.

—Buenos días. —Apenas en un murmullo se oyó su respuesta al serio saludo, la pequeña despierta observaba expectante a sus padres— Claudia, buen día mi pequeña...

Sebastian resentía un poco que el saludo a su hija hubiera tenido una tonalidad más dulce en la voz de su ex esposo, quien se acercó a abrazarla y ella emocionada correspondía su afecto.

—Sebastian, ¿puedes hacerte cargo de ella en la mañana?

—Eh sí, por supuesto... ¿Por qué? ¿Piensas salir?

—Solo dí si puedes hacerlo.

—Ya dije que sí...

Ambos en un instante se miraron fijamente y torcieron la mirada enseguida, Ciel dio un suspiro al ver como Claudia empezaría a llorar, percibiendo quizás la hostilidad entre los dos.

—No saldré, solo dormiré un poco más... —Musitó entre dientes mientras acariciaba a su hija a quien dejaba en la cuna— Te portas bien.

Con un dulce beso se despedía y sin decir más los dejaba solos.

—Lo siento por eso... Pero viste que Ciel empezó yo solo pregunté por curiosidad, aunque creo que sí, no debí preguntar, ¿crees que me vi desesperado?

Sebastian hablaba con su pequeña, quien se encogió de hombros ante su pregunta, aunque era lista no entendía estos complicados asuntos amorosos o quizás solo no entendía las tonterías de sus padres.

—Idiota... —Refunfuñaba Ciel dando vueltas en su cama— ¿Cree que necesito su permiso para salir?

Dando un suspiro trataba de calmarse, pensaba que por estas actitudes era que estaban en la situación actual. "Debo cambiar" se repetía una y otra vez tratando de dormirse.

—Prepara a Claudia vamos a salir...

Era lo que Ciel de forma inesperada decía minutos después al entrar de nuevo en la habitación de la niña.

—Pensé que dormirías... —Sebastian bastante confundido murmuró al verlo vestido para salir cuando hace unos minutos estaba en pijama.

—Se me quitó el sueño. —Murmuró malhumorado, en realidad moría de sueño, Sebastian con una sonrisa se dirigía al armario de su pequeña para elegir un vestido.

—Querido Phantomhive... Tratas de molestarme, ¿verdad?

—Claro que no. Y no me digas querido ya no soy tu querido.

—Que estemos separados no significa que no te quiera, querido.

—No me digas así y ya.

—Supongo que no puedo acompañarlos.

—Así es... Es un paseo solo entre mi hija y yo. —Al oírlos discutir con una falsa sonrisa hacía que la pequeña se enojara mirándolos mal, al parecer le molestaba que la usaran como una excusa en sus tontas peleas.

—Nuestra hija tiene la fragilidad de tu humor, ya se enojó. —Se burló Sebastian viendo como la pequeña fruncía el ceño al igual que su joven padre— Tienen gestos tan parecidos, son adorables.

Sonrojado el conde se dejaba halagar mientras desviaba la mirada, con disimulo esbozó una sonrisa no dudaba que su demonio lo amaba, la falta de amor no era motivo de su separación extrañamente tal vez era el exceso de este, pensaba divertido.

—Nada de coqueteos lo dejamos claro anoche. —El joven aclaró con fingida molestia.

—También acordamos un trato sin hostilidad y sin provocaciones.

Ciel chasqueó la lengua ante este recordatorio, ciertamente con su actitud anterior lo estaba provocando, ¿no se supone que actuaría con madurez?

—Ya no vamos a salir, tengo sueño. —Murmuró el joven, avergonzado por lo que pretendía hacer, además estaba mal usar a su hija para sus caprichos.

—Ciel... —Sebastian llamándolo se le acercaba por detrás conteniendo con fuerza sus ganas de abrazarlo— ¿Quieres cenar conmigo esta noche? Solo los dos.

—¿No es muy pronto para hacer eso? —Esta pregunta fue su respuesta mientras volteaba a verlo solo le dedicó una mirada confusa.

—Agni me aconsejó que tengamos un nuevo inicio— Algo apenado el demonio aclaró su duda— No pretendo nada romántico quiero que salgamos como amigos. Me siento como un tonto...

—¿Amigos? Amigos que tienen una hija juntos. —Dijo burlón el joven, le parecía adorable ver su gesto tímido.

—Somos amigos especiales... Pero, ¿qué dices? Comprenderé si no quieres.

Más animados los dos hablaban, se notaban las ganas contenidas por mostrarse algo de contacto físico a través de las miradas que se regalaban.

—Si, como quieras... Si es solo como amigos.

Sebastian con una sonrisa escuchó esa respuesta de su amo mientras este dándole la espalda se dirigía a la puerta. Pensaba en lo mucho que lo amaba a pesar de sus berrinches, también lo mucho que extrañaba la convivencia juntos, aunque parte de ella eran peleas últimamente, por eso se enfocaría en el objetivo de esta separación, fortalecer el lazo de amor que los unía.

—¡Ciel...!

Eran las voces escandalosas que pasado el mediodía el conde escuchaba, interrumpiendo el dulce sueño que con tanto esfuerzo logró conciliar, era inevitable no despertar malhumorado. —¡¿Qué quieren?! ¡Maldición, déjenme dormir!

—No hables así, tu hija te está escuchando. —Lizzy aclaró acercándose con la pequeña en brazos, quien no dejaba de sonreír divertido al ver el natural malhumor de su joven padre.

—Vaya Ciel, te desvelaste mucho anoche, ¿acaso no podías dormir sin Sebastian? —Le molestaba Soma lanzándose en la cama— Deberías disfrutar tu soltería.

—Eso hacía al dormir... —Murmuró todavía malhumorado abrazándose a su hija, que juguetona lo despeinaba más.

—Ciel... Podríamos ir al teatro en la noche para que no estés tan deprimido por lo de Sebastian.

—No estoy deprimido y lo siento tengo una cita esta noche.

—¿Con quién? —Los dos jóvenes cuestionaron al unísono algo sorprendidos, aunque podían predecir su respuesta — ¿Con Sebastian?

—¿Qué tiene de malo? ¿Por qué me ven así?

—Es que apenas ayer se divorciaron y ya van a empezar a salir. —Soma casi le reprochaba

—Tú no sabes cómo es esto, no me regañes.

—Bueno si van a salir como amigos podemos ir nosotros también, ¿no?

Ciel desvío la mirada pues Soma podía tener algo de razón, si esta era la situación actual suponía que Sebastian no se enojaría al tener una salida grupal de amigos. Además si salía con otros, le ayudaría a no dejarse tentar por los encantos de su demonio.

—Pensé que saldríamos solo los dos.

—Todos somos amigos, da lo mismo que nos acompañen en nuestra salida.

Era la conversación discreta entre los ex esposos cuando en esa noche se encontraban listos para salir, Sebastian no estaba muy animado con la idea, pero no le daría gusto de verlo enojado porque ciertamente parecía ser una provocación de su parte, o más bien una prueba a su paciencia.

—Lo siento señor Sebastian... Traté de persuadir al amo Soma que los dejara solos, pero se encaprichó. —Agni avergonzado se justificaba con el mayordomo cuando iban detrás de los jóvenes, todos se dirigían al carruaje que los llevaría al centro.

—No se preocupe, todos disfrutaremos esta noche.

Fueron las palabras de Sebastian junto con una ambigua sonrisa que confundía a Agni, sin decir nada más todos se subieron al carruaje que los llevaría al teatro esa noche. Minutos después en un palco privado de ese teatro, Sebastian sentado junto a su amo no decían mucho pero sus gestos hablaban por si solos, los hindúes y Lizzy notaban la tensión entre la pareja, no era una tensión hostil sino muy al contrario.

—Deja de verme, mira la obra... —Era el murmullo a manera de regaño por parte de Ciel al sentir la mirada fija de su demonio sobre sí. Debía admitir que le emocionaba ser todo centro de su atención más bien de su devoción.

—Prefiero verte a ti.

—Sebastian, ya hablamos de esto...

—Lo sé, lo siento es inevitable.

—Oigan ustedes pueden dejar de hablar. —Soma los regañaba en voz baja, Lizzy a su lado sonreía al verlos, era tierno de alguna forma ver como reprimían su amor.

—Si siguen así tendremos una boda pronto.

La rubia sin dejar de sonreír comentó al notar como su primo se sonrojaba al verse descubierto, Sebastian desviaba la mirada se suponía que debían darse tiempo pero le era imposible no admirar la belleza de su ex esposo. Ciel era como una dulce droga en su vida, una especie de vicio que no podía dejar por mucho que quisiera, su ser entero trataba de resistir este amor, pero no podía hacerlo.

—Sebas-tian... No...

—Vamos.

—Espera me quedó sin aire...

La pareja entre susurros hablaba mientras se escondían en uno de los callejones oscuros de la ciudad londinense esa noche. Ciel sonrojado sentía la fuerte mano de su demonio estrechar la suya cuando trataba de recuperar el aliento.

—¿Por qué corrimos? ¿Por qué estamos aquí?

—No lo sé... Solo quería alejarme de ellos y estar contigo.

—No hagas esto Sebastian. —Con el respirar errático le advertía, aún a pesar de su sentencia no soltaba su mano. Sintiendo como su demonio rompiendo distancia se acercaba más.

—Sentí que enloquecía anoche al no tenerte cerca, ¿sabes lo que hice para calmarme?

—No sé... Pero conociéndote seguro fue algo perverso, ¿qué hiciste?

Era la conversación de la pareja, un tono coqueto se escuchaba en sus voces mientras sus manos jugueteaban entre sí, la distancia entre ellos era nula. Sebastian lo levantaba un poco, así que sus rostros estaban más cerca y sus alientos rozaban dulcemente.

—Me masturbé con tu ropa interior.

—¿Por qué tendrías mi ropa interior en tu habitación?

—Parte de un plan de emergencia por si me mandabas a dormir a mi habitación en una pelea.

—Que listo eres señor Michaelis, dime que al menos estaba limpia mi ropa.

Sebastian sabía que cuando su amado lo llamaba por el apellido de esa forma coqueta era porque estaba cediendo, así que seguiría.

— ¿Antes o después de que la usara?

—Pervertido.

—Así te gusto... —Aprovechando que lo tenía a su merced, aflojaba un poco sus pantalones de su amo para colar sus manos dentro de ellos, masajeando con firmeza sus piernas y trasero— Estaban manchados, tenían tu eyaculación de una vez pasada, el exquisito aroma de tus genitales.

—Y yo tan inocente sólo abrazando tu almohada.

—Eso es muy adorable, señor Phantomhive...

Jadeante el conde se sentía extasiado con sus caricias y el tono lascivo en su voz, a la vez algo confundido porque no era precisamente lo que esperaba de esa noche, ¿o quizás si?. ¿Debía detenerlo? Se cuestionaba internamente, dudando porque se sentía tan agradable la forma en que sus manos lo tocaban, junto con esa mirada que parecía penetrar su mente.

—Solo como amigos dijiste. —Con el respirar agitado Ciel aclaró conteniendo sus ganas de besarlo— Dime cómo te masturbaste.

—Los amigos hablan de esas cosas supongo... No hay mucho que decir, froté con fuerza en mi pene tu ropa interior que humedecí bastante al lamerla, bastó poco para que me pusiera duro. No dejé de llamarte ni pensarte en ningún momento, sentía que estaba haciéndote el amor como antes, como siempre...

Una perversa confesión con algo de nostalgia, los dos no dudaron en rozar sus labios con firmeza, no se apartaban las miradas, la luz de la luna que apenas se colaba traviesa en ese frío callejón era su testigo.

—Sebastian... ¿Si nos amamos por qué nos torturamos así?

— No sé, ¿somos masoquistas?

Ciel sonrió ante su respuesta, la mirada se le tornó llorosa aunque lo disimuló de inmediato besándolo apasionadamente, era un beso que con desespero necesitaba para calmar sus ansias. Minutos después la pareja muy bajo gemía de placer, Sebastian sometía a su amado contra esa sucia pared sin dejar de embestirlo, su cuerpo era una delicia única.

—Sebastian... Vamos a la residencia del centro... Alguien puede vernos... —Jadeante entre gemidos sobre sus labios pedía, sentirlo de esa manera era embriagante, se sostenía con fuerza a su cuerpo para no caer o solo para no dejar el disfrute que este le daba.

—Cariño nadie vendrá... Si nos vamos se me pondrá flácido, no quieres eso, ¿verdad?

—Hasta ahora nunca se ha puesto así... —Con una sonrisa respondía, gimiendo sintió como arremetía con fuerza en su interior que ardía ante esta profunda penetración. Notaba como su demonio estaba a punto de eyacular, lo sabía por los gestos en su cara sonrojada y el vaivén más errático de sus caderas.

—Ciel... Me vengo...

—No importa si lo haces dentro... —Dijo Ciel con la mirada llorosa— No podré tener bebés nunca...

Ante esa inesperada confesión Sebastian se quedó quieto, no entendía el sentido de sus palabras, solo sentía como su amado ex esposo lo abrazaba escondiendo su rostro en su pecho, podía escuchar sus tristes sollozos. ¿Era verdad o mentira? ¿O era otra manipulación suya para conseguir su propósito? No lo sabía, aun así su aflicción parecía sincera ahora.

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Chapter 38: Cita

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Sebastian no entendía la inesperada confesión de su amado ex esposo, creía que era una especie de broma de su parte, pero por su semblante afligido era evidente que no estaba bromeando. ¿Qué sentido tenía el decir algo así? ¿Por qué estaba tan seguro de este hecho? Tal vez era una suposición de su parte aunque parecía creerlo con certeza, en un impulso solo lo abrazó con fuerza para consolarlo mientras perversamente eyaculaba dentro suyo, dejándose llevar por la excitación a pesar del extraño momento, sin dejar de besar su bello rostro trataba de animarlo. Ciel entre leves gemidos se dejaba consentir, conteniendo las lágrimas en el silencio de la fría noche así los dos ocultos entre las sombras se entregaban al placer.

—Lo siento. —Murmuró Ciel estremecido sentía su interior ser llenado de forma abundante, era sorprendente que Sebastian aún en un momento así no calmara sus ímpetus.

—No tienes que disculparte por nada, será mejor que hablemos en otro lado

Con una sonrisa Sebastian sugería mientras salía de su interior, ambos de inmediato empezaron a acomodar sus ropas desarregladas, evidencia de su desliz amoroso. No podían evitar avergonzarse al darse cuenta de cuánto se necesitaban, por los sentimientos que afloraban al tenerse cerca y no por el hecho de estar juntos en un callejón, por esta entrega furtiva llena de amor y pasión, al parecer la base de su relación.
Sebastian con una sonrisa de satisfacción tomó su mano para salir de ese oscuro callejón mudo testigo de su amor, para la pareja las calles solitarias parecían ser su compañía perfecta en este paseo nocturno.

— ¿Por qué crees que no podrás tener bebés? —Sebastian cuestionó al no poder más con la curiosidad de saber.

—De la misma forma en que supe que tendría un bebé, un instinto acompañado de un sueño.

— ¿Un sueño? Debes saber que a veces los sueños no son fuente confiable de lo que pasa en la realidad.

—No soy tonto, eso lo sé... Este no fue cualquier sueño, es un sueño que se ha repetido muchas veces.

—¿Es así? —No muy convencido el demonio murmuró— Entonces cuéntame sobre ese misterioso sueño.

—Crees que estoy loco, ¿verdad?

—No cariño...

—Soy tu ex cariño... —Con un puchero el conde aclaró.

—No digas eso, siempre serás mi cariño —El demonio cariñoso lo abrazaba en medio de una fría calle vacía, no sabía si era a propósito que hacía esos gestos adorables que lograban derretirlo— Vamos cuéntame, no cambies el tema.

—Para qué contarte si no vas a creerme.

—Yo creo todo lo que dices, pero debes entender mi incredulidad, tú en mi posición estarías igual de confundido.

—Yo vivo en incredulidad contigo... —Dijo el joven con una sonrisa apartándose sutil, antes de que alguien los viera, caminando mientras su demonio lo seguía empezó a hablar— Cuando tuve a nuestra hija no desperté enseguida, ¿lo recuerdas?

—Cómo olvidarlo... Fueron horas de absoluta agonía en todo mi ser.

—No seas melodramático.

—Que malo eres, pero sigue contando sin cambiar de tema.

—El caso es que en esas horas tuve un sueño, estaba sumergido en una especie de oscuridad un eco lejano me repetía que no podría tener más bebés, que nuestra hija recién nacida era suficiente.

Ciel contaba con bastante seriedad, recordando vívidamente lo que experimentó en ese sueño con cada palabra dicha. —A pesar de preguntar el motivo, no hubo respuesta, solo oía repetir aquella sentencia una y otra vez mientras una fría mano acariciaba mi vientre. Así cuando desperté al ver que tuvimos una niña supe que podía ser cierto, en ese momento solo lo tomé como un mal sueño y no le di mayor importancia.

—Debiste contármelo, aunque no lo creyeras importante. —Seriamente el demonio le reprochaba.

—No me regañes, solo decidí olvidarlo porque pensé que era un sueño absurdo.

—Pero dijiste que se repitió varias veces...

—Solo algunos días y me despertaba con dolor en mis entrañas. —Ciel contaba notando el gesto un poco molesto de su demonio— No te enojes conmigo, no te lo dije para no preocuparte.

—Creí que teníamos la confianza de contarnos todo. Cierto o no, debiste decirme si te inquietaba, ahora entiendo por qué actuabas tan raro muchas veces...

Ciel escuchaba resignado ese sutil regaño de su resentido demonio, tal vez tenía razón para sentirse así, ¿debía disculparse? Muchas veces quiso hablarle al respecto, pero solo prefirió callar para no preocuparlo, además era vergonzoso confesar algo que sonaba absurdo.

—Quería comprobarlo por mí mismo antes de decírtelo. —Ciel decía mientras lo abrazaba apretando su cintura, levantando su rostro hacía un gesto de tristeza, sabía que esos gestos no pasaban desapercibidos para su demonio, esta era su manera de disculparse.

— ¿Y cómo lo comprobaste? —El demonio cuestionó acariciando su rostro, no podía evitarlo cuando hacía esa carita de arrepentimiento, sin duda alguna era vulnerable a sus gestos adorables, no se sentía enojado. Ciel se encogió de hombros en respuesta.— ¿No lo sabes?

—No estoy seguro... No preguntes cómo, solo siento que no hay bebé de ese incidente en la luna de miel.

— ¿De mi violación quieres decir?

—No lo digas así, no te violé porque lo disfrutaste también.

—Como digas, eso no dice mi miembro viril ...

—Tú miembro te traiciona, solo basta que yo esté cerca para alterarlo, ¿verdad? —Con jactancia insinuaba pícaramente.

—No presumas y no pretendas cambiar de tema. —Murmuró Sebastian con una forzada sonrisa ignorando el hecho de su cuerpo vulnerable a los encantos de su amo— Volviendo a lo que hablábamos, quizás lo de no poder tener bebés sea por un tiempo hasta que tu cuerpo se recupere para tener uno. ¿Cuántos meses tuvimos sexo antes de que te embarazaras?

—Unos cuantos, pero creo que ahora es diferente. .

—No desesperes tendremos más bebés o moriremos en el intento, desnudos y sudados en la cama con mi miembro trabajando hasta el cansancio.

—No es broma... —Con molestia aclaró— Por eso no te cuento las cosas, no te tomas nada en serio.

—Solo quería animarte... —Sebastian nervioso sonreía al notar el enojo casi justificado en su mirada, — Si en realidad no puedes tener bebés pasado un tiempo yo podría tenerlos…

— ¿Harías eso por nosotros? —Emocionado Ciel cuestionó con una radiante sonrisa, esa era una sugerencia que no esperaba. El demonio pensaba que al menos consiguió animarlo, mucho más de lo que pensó así que al parecer no podía retractarse, asintiendo con la cabeza afirmaba mientras sentía la fuerza de su emocionado abrazo. —¿Prometes que lo harás?

—Lo prometo, pero ¿por qué tanto afán por tener un bebé?

—No prometas nada si no vas a cumplir... —Refutó con su ceño fruncido al percibir un tono de reproche en su duda— Y si tanto quieres saber el motivo de mi afán, es simple, quiero tener un niño igual a ti. ¿Eso es malo? Aunque ahora que lo pienso tener un hijo igual a ti es condenarlo a la idiotez.

— ¿Por qué eres tan rudo conmigo? —Con un puchero cuestionó el demonio— Aunque me siento halagado por tu deseo, ¿tanto me amas?

—Solo un idiota se sentiría halagado por algo así.

—Te enamoraste de un idiota...

Sebastian lo abrazó levantándolo un poco, sus rostros estaban muy cerca, el joven sonrojado sonreía no podía negar el hecho que lo amaba a pesar de su idiotez, aunque no era así todo el tiempo, además el mismo actuaba como un idiota a veces. Rozando sus labios no dejaban de verse, ahora entendían el motivo de estar juntos y cómo divorciarse había sido una estupidez, o tal vez algo necesario para darse cuenta de que su relación no estaba funcionando en algunos aspectos y podían todavía corregir esas fallas.

—Ciel... En cuanto a la promesa lo digo en serio, no sería vergonzoso que me embarazaras en un par de años.

—En un par de años mi miembro crecerá y podré satisfacerte como tú lo haces conmigo, ¿verdad?

—Espero que en un par de años no solo crezca eso... Todo tú debería crecer...

—Eres un tonto —Ciel decía con fingida molestia— Pero hay algo que debo aclararte, no perderé la esperanza de que yo pueda tener a nuestro segundo hijo después.

—Lo sé, sé muy bien lo obstinado que eres y ese es un detalle que amo de ti...

Ante tal sincera declaración, la pareja uniendo sus labios se besaban de forma apasionada, Ciel de alguna manera sintió que una carga le fue quitada al contarle lo que había callado por meses, ahora se sintió tonto por no haberlo dicho antes y era uno de los motivos por el que llevó al declive su matrimonio. Ahora le costaba creer que arriesgó su relación por algo como esto. Intuía con cierta certeza que no podría tener hijos por ahora, pero su ansiedad era calmada por la promesa de Sebastian, pero más que una promesa era sentirse reconfortado por su sincero amor.

—¡Oigan ustedes! ¡Estuvimos buscándolos! —Soma corriendo les regañaba interrumpiendo su beso— No deberían hacer eso en la calle alguien podría verlos y estarían en problemas.

—Amo Ciel, señor Sebastián ¿Dónde estaban? —Agni cuestionó llegando también a su encuentro junto a la joven que los había acompañado.

—Aclarando ciertos asuntos.

Sebastian con picardía respondía mientras bajaba a su amo y lo dejaba de pie en la fría calle, todos notaron la extraña mirada entre los dos.

—¿Se reconciliaron? —Lizzy cuestionó con emoción— Digan que si para que se casen de nuevo, y no deben preocuparse yo prepararé todo.

—No vamos a casarnos y no nos hemos reconciliado. —Ciel molesto aclaró al sentir como todos parecían emocionados, el demonio lo miró de reojo tratando de saber que estaba planeando ante esa negativa.

—Pero se estaban besando... —Los tres al unísono dijeron a la pareja.

—Son cosas que ustedes no entenderían.

—No hay mucho que entender, seguramente extrañabas mucho besar a Sebastian, ¿verdad?

Cuestionó Soma con una sonrisa a su querido amigo que avergonzado negaba con la cabeza. Minutos después los cinco emprendieron su regreso a la mansión, al llegar la pequeña estaba dormida en su cuna con Meyrin que la cuidaba su sueño esa noche. Aprovecharía esta oportunidad para refugiarse en la habitación de su ex esposo, suponía que así sería su situación a partir de ahora y no le molestaba jugar a escabullirse como amante secreto del demonio, un juego divertido que disfrutarían hasta formalizar de nuevo su relación.

— ¿Qué hace mi querido ex esposo aquí en la puerta de mi habitación a medianoche? —Murmuró Sebastian abriendo la puerta y encontrarlo de pie vistiendo solo su pijama y con una lámpara en su mano.

—Hace frío, déjame entrar...

—¿Por qué debería dejarte entrar si me negaste antes frente a los demás?

—Déjame entrar y te lo digo... No seas tan resentido. —Ciel estremecido por el frío le advertía pero su demonio parecía ignorarlo— Si digo que te dejaré hacerme lo que quieras, ¿me dejas entrar?

Ante tal propuesta no dudó en dejarlo entrar, Ciel corriendo se lanzó a su cama para acurrucarse entre las sábanas, el demonio hacía lo mismo encontrándose con su amo en la calidez de su cama, lo abrazó sin perder tiempo. —Es extraña la manera en que me muestras tu amor...

— ¿Lo dices por ignorarte? Lo hice porque quiero que los demás piensen que todavía estamos separados, es más excitante si vivimos un amor clandestino, ¿no crees?

—No creo que sean tan tontos para no darse cuenta de su gran amor por mí.

—Que pesado eres.

—Además tampoco sé cuán clandestino sea ya que todos saben que no podemos estar separados.

—No seas aguafiestas... —Ciel replicó sentándose sobre su vientre mientras se quitaba el pijama.

—Alguien no se puso ropa interior ahora sé porque tenías frío... Si se te congela no va a crecer y no podrás hacerme un bebé.

—Deberías calentarlos entonces.

Sebastian tomándolo de la mano lo atraía, en un movimiento que lo hacía sentarse sobre su rostro, empezando a olfatear sus genitales. Ciel se estremecía al sentir rozar su aliento en sus partes bajas, excitado con la mirada le pedía que hiciera lo que tenía pensado.

—Hace tiempo no lo hacíamos así...

—Ya cállate usa tu boca para consentirme no para hablar —En medio de su excitación en un leve jadeo le ordenaba.

—Sí, mi señor.

Así la pareja se entregaba al amor y placer una vez más en esa noche de reconciliación, un detalle que mantendrían en secreto por ahora para los demás. Por el día la pareja fingía su separación, pero en la oscuridad de las noches se devoraban mutuamente en cuerpo y alma, no tenían motivos para esconderse, pero sus encuentros furtivos eran más placenteros, porque todos a su alrededor sospechaban que habían retomado su romance, era bastante obvio.

—Conde Phantomhive, ¿quisiera hablar con usted en privado? —Era la petición de un joven peliblanco que cierto mañana apareció en la mansión.

—Qué raro que venga solo y sobre todo que no haya anticipado su visita, Conde Grey. —Un poco molesto Ciel decía con fingida cortesía, odiaba estas visitas sorpresas mucho más ahora por su pequeña hija a quien debía ocultar de la gente fuera de su círculo cercano

—Solo pasaba por aquí. Además hay un tema concerniente a usted del que solo yo tengo conocimiento y por eso nadie me acompaña... ¿Va a atenderme?

Ciel aceptó atenderlo después de ese ligero tono amenazante percibido en sus palabras, era muy extraño que lo visitara y era evidente que no se trataba de algún asunto oficial de la Reina, a quien se supone servía, pero que en los últimos meses había descuidado un poco su trabajo como perro guardián, ya que no era su prioridad por el momento.

¿Ese podría ser el motivo de su inesperada y desagradable visita? Antes de encerrarse a solas en su despacho, el joven Phantomhive pidió a Sebastian que trajera té y bocadillos. A los pocos minutos este cumplía con su orden entrando con su carrito de servicio al despacho, mientras les servía pudo notar la mirada molesta de su amo.

—No se enoje conde Phantomhive... Solo me llevaré a su mayordomo un fin de semana. Por qué no se lo comunica de una vez, ya que está aquí.

Hablaba con una sonrisa traviesa el mayordomo de la Reina mientras ansioso comía los bocadillos que Sebastian servía, el demonio no entendía qué sucedía. ¿Por qué de pronto tendría que atender por dos días a alguien tan molesto como el conde Grey? Sobre todo, ¿por qué su tan querido amo lo permitiría?

Chapter 39: Misión

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Una vez que se marchó el conde Grey, la pareja en el despacho a solas se miraba de reojo, Sebastian esperaba ansioso la explicación de su amado ex esposo, sin embargo notando su ceño fruncido podía intuir que había sido obligado, no tuvo más opción, ¿qué había sucedido?

—Maldición, no me mires así... —Refunfuñó el joven al sentir su mirada fija— Me obligó a hacerlo, además todo es tu culpa.

— ¿Mi culpa? ¿Qué hice ahora?

—Él sabe lo nuestro... Nos vio esa noche.

—¿Cuál noche? No entiendo de qué hablas —Sebastian murmuró aún más confundido, acercándose lo levantaba para abrazarlo y poder ver de cerca ese hermoso ceño fruncido que lo enamoraba, sentía la imperiosa necesidad de calmarlo así que con pequeños besos repartidos en su rostro lo hacía, a pesar de la confusión del momento.

—Eres un idiota, pero mi idiota y no quiero compartirte con nadie.

Con una pequeña bofetada aclaró el conde a manera de advertencia, sonrojado rozaba a la vez sus labios, no sabía cómo sentirse al respecto con esta inesperada situación. Debía admitir que sentía celos, no le gustaba en absoluto el hecho de compartir lo que consideraba solo suyo, más con alguien que parecía muy impresionado en las "habilidades" de su demonio.

—Ciel me halaga lo posesivo que eres y me encanta ver como te invaden los celos enfermizos, pero me gustaría saber con claridad el por qué debo estar con ese tipo tan molesto por dos días.

—Nos vio esa noche en la calle cuando nos besábamos.

— ¿Cuándo nos reconciliamos? ¿El desliz en el callejón?

—Si, precisamente esa noche y borra tu pervertida sonrisa...

—Esa fue una buena noche, deberíamos repetirlo.

—Claro que no, mira lo que han ocasionado tus impulsos depravados.

—Que yo recuerde, usted mi querido ex esposo y actual amante secreto no puso resistencia alguna cuando desnudé sus partes bajas, más bien me ayudó a hacerlo y abrió las piernas rápidamente para que lo penetrara. Así que yo no soy el único depravado aquí, ¿verdad?

Sonrojado Ciel hacía un puchero por la vergonzosa aclaración que sin duda era cierta, que lamentable era aceptar lo difícil de controlarse al estar cerca de Sebastian y su seductora forma de ser. Afirmándolo al sentir sus traviesas manos acariciarlo con firmeza, especialmente al tocar su trasero, un contacto que era agradable y lo estremecía. Sabía bien que era tan responsable de lo sucedido aquella noche, pero era un fastidio admitir que su idiota demonio alborotaba todas sus ansias con solo unos roces.

—No cambies el tema... —Con un gesto serio le reprendía tratando de no caer en la tentación de sus caricias, era lo que pretendía a la vez que se apartaba— El caso es que nos vio y aunque insistí que eso no era cierto, no me creyó. Por ahora creo que solo quiere jugar con nosotros, ya que no lo ha comentado con nadie más, según dijo.

—Entonces, ¿me ofreciste para convencerlo de lo contrario?

—Yo no te ofrecí —Con enojo Ciel aclaró— Él lo pidió, estaba muy entusiasmado con la idea de tenerte esos dos días.

—No tienes que ponerte celoso, un glotón como él solo debe estar fascinado por mis habilidades culinarias.

—No estoy celoso, pero… ¿Y si él quiere probar tus otras habilidades?

— ¿Crees que soy mejor amante que cocinero?

—No voy a responder eso.

—Si tuvieras que elegir un postre exquisito o una furtiva entrega sexual, ¿qué escogerías?

—Depende del hambre que tenga.

—Oh joven amo... —Todo emocionado Sebastian susurró sobre los labios acorralándolo al escritorio lo recostaba ahí sin dudarlo— ¿Qué tipo de hambre tienes ahora?

—Cuando me siento tenso sabes bien que hambre me da.

Coqueto el conde respondió en un murmullo, tomando su corbata lo atraía para colocarlo sobre su frágil cuerpo, entre sus piernas. Ambos comenzaron a frotarse sus entrepiernas entre sí aún con la ropa puesta se excitaban.

—Prométeme que no saciarás este tipo de hambre con él.

—No es necesario prometerlo, mi deseo es solo saciarte a ti de esta forma. No puedo imaginarme estar con alguien más.

—Sebastian... Es tan difícil resistirse a ti y es tan vergonzoso admitirlo.

Ciel dijo avergonzado, pero extasiado a la vez, acercándose a su boca empezó a devorarla con fogosos besos, esos labios que le hacían sentirse amado aunque fuera parte del estímulo físico. Este era el renacer de su amor después de los conflictos pasados, totalmente enamorado de su demonio no concebía la vida sin él, necesitaba estar a su lado por eso le enojaba que se lo quitaran aunque fueran solo dos días.

—Sebastian, si esto no funciona, nos iremos lejos como lo hemos planeado, ¿verdad? —Entre jadeos de placer decía.

— ¿Te refieres a que si el conde Grey cuenta a todos nuestro secreto volviéndose un escándalo?

—Aquí no, alguien podría pasar y oírnos, se supone que estamos separados.

Estremecido y excitado en un susurro el joven Phantomhive pedía a su demonio que bajaba los pantalones de ambos para seguir esa conversación de forma más agitada. Haciendo caso omiso a su petición, con una sonrisa perversa rozaba la punta de su miembro erecto en la palpitante entrada caliente de su amo, quien jadeaba ante el leve contacto, con firmerza trataba de resistirse.

—Sigamos hablando, ignora mi miembro rozando tu ano. Si dices algo que no me gusta, te embestiré tan profundo que te haré eyacular en una sola estocada.

—Tú y tus juegos idiotas... —Suspiró— Está bien, pero sin trampas.

—Lo mismo digo. —Jadeante Sebastian decía, su mirada penetrante se fijaba en la mirada lujuriosa de su amo, que sonreía jactancioso. — ¿En qué estábamos?

—Hay la posibilidad de irnos lejos si esto se sale de control. Pero me preocupa más nuestra hija, no quiero que fuera de la mansión la conozcan, mucho menos que hablen de ella.

—No te preocupes, aclararé este asunto en esos dos días. Haré todo lo necesario por ustedes.

— ¿Todo lo necesario? ¿Incluso acostarte con él?

—No empieces con eso, joven amo... ¿Sabes? No me gusta lo que dijiste.

— ¿Por qué no? —Ciel sentía como su ofendido demonio rozaba con firmeza la punta de su miembro, pero no lo penetraba y no parecía querer hacerlo. Disfrutaba torturarlo así, porque su gesto seguramente se reflejaba el deseo de querer ser corrompido una vez más— Con sexo podías conseguir lo que quisieras, ¿no?

—No... Yo solo conozco las debilidades humanas y las aprovecho, no es mi culpa que ustedes los humanos sean tan lujuriosos.

—Lo dice el demonio con su erección rozando mi entrada... —El joven jadeante dijo con fingida seriedad.

—Tú eres mi debilidad, ¿lo sabías?

—Lo sospechaba... Y tú la mía...

Uniendo sus labios en un fogoso beso casi sin aliento se aferraban con firmeza en un abrazo, jugando así en el roce perverso de sus partes bajas, Ciel con la respiración agitada, fijando su mirada en él cambiaba su expresión a una triste, actitud repentina que sorprendía un poco a su demonio.

— ¿Qué sucede? Todo saldrá bien, solo son dos días y lo resolveré.

—Sebastian... Si tienes que hacer lo que sea por nosotros, hazlo. Pero sólo te pido que no me lo digas al regresar, prefiero no saber.

—No lo voy a prometer porque no haré tal cosa... Yo soy solo tuyo, en cuerpo y alma. —Al pronunciar esas palabras con fuerza de una estocada lo penetró profundo como había sentenciado antes, entre gemidos, temblando entregaban sus cuerpos al dulce placer del amor que compartían.

Así llegó el día en que Sebastian se marcharía a cumplir esta misión, iría directo al palacio real, de antemano sabía que la Reina no estaría allí esos días dejando a cargo al conde Grey de su residencia. Ciel con su pequeña hija en brazos despedían al demonio dentro de la mansión, ya que por precaución no dejaban que la niña saliera hasta resolver este asunto, lo que menos quería era que Claudia fuera expuesta por alguien curioso como el conde Grey.

—Claudia cuida a tu papi, volveré pronto. —Decía Sebastian cuando se despedía de la pequeña que con un puchero se negaba a despedirse— Ustedes son igual de adorables, miren esos pucheros. No me extrañen demasiado, vendré antes de que lo noten.

—Ni siquiera notaremos tu ausencia, ¿verdad Claudia?

La pequeña torcía la mirada junto a su joven padre, esta era la primera vez que la pequeña familia se separarían por tanto tiempo y ambos parecían resentir este hecho. Los otros a unos pasos veían atentos la escena, a pesar de ello el demonio se acercó al oído de su ex esposo para susurrarle unas palabras de amor amor como despedida antes de marcharse.

—Oye, Ciel, ¿cuándo vas a volver a casarte con Sebastian? —Soma muy entusiasmado cuestionó, quizás era su manera de animar a su amigo que parecía triste cuando el mayordomo se perdió de la vista de todos.

—¿Casarnos? Nos estamos tomando tiempo para reanudar nuestra relación.

—Ah Ciel, como si no hemos notado que ustedes están juntos de nuevo, no somos tan tontos... El amor entre ustedes no puede disimularse.

—Es cierto joven amo, y no crea que lo criticamos por eso... Que se casen y divorcien las veces que quieran está bien si eso les da felicidad—Acotaba Bard con una sonrisa.

—No sé de qué tonterías están hablando.

Sonrojado murmuró el joven y sin soltar a la pequeña subía las escaleras para ir a su habitación, ahora lo más cercano que tenía a Sebastian era su hija, fruto de su amor, nada le animaba más que ver sus rasgos que tanto se lo recordaban. Ella tratando de reconfortar la tristeza de su padre lo abrazaba cariñosa, después de todo su otro padre le encomendó la tarea de cuidarlo.

—Conde Grey... —Era el saludo junto a una respetuosa reverencia que el mayordomo daba al llegar a la ostentosa residencia de la Reina.

—Pensé que no vendrías, mayordomo Phantomhive. —Burlón le llamó.

—No es cómo si hubiera podido negarme a una invitación tan digna, ¿no cree?

Con un tono irónico le respondió, la tensión entre ambos era evidente. Ninguno de los dos se soportaba, pero este mayordomo de la Reina, no podía negar que el presuntuoso sirviente cocinaba a la perfección. Ya había tratado de conseguir cocineros a su altura, encontrar a alguien con su peculiar "sazón". Por ello, esa noche hace más de dos semanas cuando vio desde una ventana de una casa abandonada en el centro de Londres como el pequeño conde Phantomhive se deleitaba de los besos de su mayordomo a la vista pública, era una oportunidad que no desaprovecharía.

Aunque fue tentador el exponer su inmoral relación al escrutinio público y dañar irreparablemente la reputación del conde no obtendría nada para sí mismo, sólo la satisfacción pasajera de verlo caer, le era más conveniente aprovecharse de la situación.

—Esta es la cocina provisional, bueno en realidad es mía, la adapté para mis propios gustos y para tenerla cerca de mi habitación. Te quedarás aquí en estos dos días, no te molesta dormir en el suelo, ¿verdad?

—No hay problema... —Con una forzada sonrisa aceptó ese poco cordial hospedaje.

El otro confiadamente empezó a enumerar sus antojos, los platillos que en esos días estaba ansioso por comer y los que el mayordomo apuntaba mentalmente para preparar después. Hasta ahora todo parecía normal, el incómodo tema de su amorío no se había planteado, aunque sabía que en algún momento tenían que hablarlo. Minutos después quedándose solo inició las debidas preparaciones, era tan raro estar en una cocina ajena, había un silencio inquietante, que falta hacían los tontos comentarios de Bard, los platos rompiéndose cuando Meyrin estaba cerca o Finny solo molestando con querer ayudar.

En especial extrañaba el sonido de la campanilla cuando su amo lo llamaba y con una sonrisa acudía a él de inmediato, entrar a su despacho o habitación, iluminando sus ojos por ver su reconfortante presencia, acercarse sin decir nada para solo besar esos dulces labios que tanto amaba.

—Te extraño tanto... —Dijo en un susurro con toda la melancolía a flor de piel, añorando sentir esa presencia que ahora no tenía cerca, apenas tenía una hora fuera y se sentía incompleto, sin duda algo faltaba a su vida— Que largo serán estos dos días.

Era su triste lamento, extrañando a su familia suspiraba, evocando en su mente la imagen de su hermosa hija y a su amado ex esposo que con pucheros antes lo habían despedido. Casi al anochecer el atento mayordomo servía la cena de ese largo primer día que estaba por culminar, veía la emoción del conde Grey al comer, parecía no tener saciedad en su hambre, algo que sorprendía al demonio que trataba de no mostrarse muy amistoso, después de todo estaba ahí contra su voluntad, a la fuerza por un vil chantaje.

—Ahh, esto es tan exquisito que no me importa si hubieras puesto veneno. —El conde decía al terminar su cena, estaba tan satisfecho que la mirada parecía llorarle.

—No diga eso... No sería tan infame para hacer algo así, si quisiera matarlo lo haría directamente mirándolo de frente. Yo no ataco por la espalda.

— ¿Sigues resentido conmigo por lo del pasado? Al final ni moriste, ¿no?

—Eso es obvio, no estuviera aquí a menos que sea un fantasma.

—¡Ehhh no digas eso! Eso me asusta...

Tembloroso advertía el peliblanco mientras se levantaba de su asiento, el mayordomo solo sonrió por su cobarde reacción, era un gran giro del joven de actitud altanera, aunque si se fijaba bien era alguien muy solitario, quizás por eso optaba por esa actitud pedante que le caracterizaba.

—Le llevaré un té en unos minutos después de todo lo que ha comido hoy, será mejor evitar una indigestión.

—Nunca me he enfermado del estómago, mi estómago es tan fuerte como yo con mi espada.

—Si como diga... Nada de té entonces.

—Si llévalo y unas galletitas de mantequilla, sería perfecto mientras leo.

—Claro en unos minutos se lo llevaré a su habitación.

El peliblanco sin agradecer las atenciones recibidas en ese banquete personal solo salió del pequeño comedor sin decir nada. Mientras tanto Sebastian en un suspiro resignado recogía la mesa, pues tampoco esperaba su gratitud. Minutos después apareció en la habitación del conde con charola en mano con lo que había prometido, sus ojos se abrieron al ver como este joven en la cama estaba con poca ropa.

—Le traje el té y las galletas... —Murmuró Sebastian al acercarse, tratando de ignorar ese extraño recibimiento, se suponía que esa no era la usual pijama de un joven caballero, menos con el frío que hacía.

—Estoy leyendo, dame de comer.

—Pero...

La mirada siniestra del conde Grey fue lo que notó ante su duda, ¿qué debía hacer? Eran casi obvias sus intenciones, al estar semidesnudo y pidiendo tal acercamiento directo a la cama, ¿las suposiciones de su amado Ciel se hacían realidad? Él quería probar sus otras habilidades, no podía creerlo, porque alguien que le mostraba tal desprecio estaría loco al pedir siquiera un beso.

— ¿Eres tan bueno en la cama como cocinando?

—No sé qué trata de decir... Solo soy bueno cocinando. —Titubeó Sebastian nervioso ante la insinuación, en otro momento de su vida no hubiera respondido sólo lo demostraría con los hechos, sin embargo ahora prefería mil veces ser apuñalado por la espalda que sufrir esta incómoda situación.

—Eso tendré que juzgarlo yo. Apaga las luces y métete en la cama.

El demonio dudaba, estaba en un gran dilema entonces recordó las palabras de su amado un día antes, "si tienes la oportunidad, acuéstate con él, no podrá acusarnos si también tiene un secreto contigo" No sabía qué hacer, por un lado, estaba la extraña orden de su amo que debía obedecer para el bienestar de ambos en especial de su hija, y por otro lado estaba su oscuro pero enamorado corazón que no quería traicionar a quien amaba.

Chapter 40: Distancia

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Esos dos días fueron casi eternos para el joven Phantomhive, de tanto pensar en su demonio ni siquiera había podido conciliar el sueño en esa noche de inevitable desvelo, detalle que se evidenciaba en las grandes ojeras que su rostro cansado reflejaba. ¿Qué habría hecho? ¿Resolvió el asunto? Esas dudas atormentaban su mente, pero aún lo torturaban más las respuestas que a sí mismo se daba.

Sacudía la cabeza para despabilar de su mente imaginativa las imágenes lujuriosas de su mayordomo junto al dichoso conde. En un suspiro se abrazaba con fuerza a esa almohada en la que se percibía el aroma de su demonio, quien llegaría en un par de horas en esa fría mañana. Era irónico que de tanto anhelar su encuentro ahora no estaba seguro de querer verlo, temía saber la verdad, sabía que a pesar haber prometido no mencionar palabra sobre lo ocurrido, su mirada lo delataría.

Con extraña melancolía seguía aferrado a esa almohada mientras sus labios sutilmente susurraban el nombre de su amado demonio, él le pertenecía, aún si su cuerpo era deleite para alguien más no le importaba porque suyo era su corazón, su oscuro corazón. Cerrando los ojos lo imaginaba cerca suyo, empezó a frotar su cuerpo a esa almohada, excitándose, se avergonzó al sentir lo que su cuerpo reclamaba en un momento como este.

Bien podía saciar sus ansias al estar solo porque su hija dormía en la habitación contigua, se había resistido durante horas para no ceder a sus deseos, pero sintiéndose más tenso por el pronto reencuentro no dudó en hacerlo. Aún con la habitación semioscura se escondía bajo las sábanas, quitando con prisa su ropa interior se colocaba sobre la almohada para empezar a moverse, el roce de sus genitales en esa tela suave era excitante.

Sentía como su miembro se erguía dándole una dosis de prohibido placer, odiaba lo que esa maldita almohada con aroma a Sebastian provocaba, aunque no era la primera vez que la usaba para complacerse. Excitado se restregaba con fuerza, aferrada su nariz a la tela de esa almohada imaginaba a su demonio, los celos se desbordaban en su ser al pensar que su piel fue tocada por otro, que sus labios besaron otra boca, que su exquisita virilidad hubiera golpeado el interior de alguien más.

Celoso, frustrado y excitado no dejaba de moverse, ahora odiaba a Sebastian por provocar todas estas emociones en su ser, confusión que se reflejaba en sus ojos llorosos a la vez que eyaculaba sobre esa almohada. Tanto amaba a Sebastian que estaba dispuesto a perdonar su obligada infidelidad, simplemente porque no podía vivir sin él y ese amor hería su orgullo.

— ¡Joven amo!

Era el grito que escuchaba Ciel cuando trataba de calmar la agitación de su respiración provocado por ese desliz con la almohada, sonrojado se acomodaba en la cama pretendiendo que nada había pasado, que vergonzoso le era ser interrumpido en un momento así.

— ¿Qué sucede? ¿Por qué el escándalo?

—Sebastian mandó un mensaje...

Extrañado el joven, se arreglaba la ropa con prisa para levantarse de la cama. ¿Un mensaje? ¿Por qué? Se suponía que llegaría pronto. Abriendo la puerta, veía la sonrisa nerviosa de Bard, quien sabía que iba a ser regañado por su escándalo, pero creyó que era importante que su amo leyera de inmediato esa carta enviada por el mayordomo ausente. Ciel arrebatando la carta de sus manos sin perder tiempo empezó a leer.

—Maldición... —Murmuró molesto el conde arrugando entre sus manos ese trozo de papel.

— ¿Pasó algo malo con Sebastian? Tal vez podríamos ir a ayudarlo.

—Seguramente él se da abasto solo.

Bard no tuvo tiempo de comentar algo al respecto porque solo sintió la puerta casi estrellarse en su cara. Ciel con enojo caminó hasta la cama lanzándose en ella, se retorcía de coraje, cual niño pequeño haciendo un berrinche, de su mente no se apartaba el mensaje leído, "volveré en la noche, querido joven amo".

¿"Querido"? ¿Dónde quedó el "amadísimo Ciel"? ¿Qué lo retenía a quedarse con ese idiota peliblanco? Tal vez él era mejor amante y Sebastian no pudo resistirse, sabiendo lo masoquista que es su demonio incluso deliraba con la idea de que terminó enamorado del detestable conde Grey. No podía hacerle eso, ¿o sí?, no estaban casados después de todo para exigirle fidelidad. Aunque eso no tenía sentido porque casados o no, se amaban y eso era más que suficiente para ser leal a su amor, ya sentía enloquecer con tantos abrumadores pensamientos, hasta los más absurdos parecían tener sentido ahora en medio de sus celos.

—Claudia... Mi hermosa bebé... Buenos días.

Era el saludo que Ciel daba a su pequeña minutos después cuando más calmado fue a verla a su habitación, con una dulce sonrisa la abrazaba. Meyrin que estaba cerca, encargada de cuidar a la pequeña en ausencia de Sebastian, miraba atenta a su amo y podía notar como trataba de disimular su molestia.

—Joven amo... Hoy parece que habrá un buen clima, deberían salir a caminar al jardín. Hace días que la pequeña no ha salido. —Sugería la sirvienta con la sincera intención de animar a su amo, quien en un suspiro miraba la carita tierna de su hija, quien con una caricia parecía querer animarlo también.

—Si, quizás sí... ¿Quieres salir con papá a caminar?

La niña emocionada asentía con la cabeza como respuesta a la pregunta de su joven padre.

—Entonces yo le daré el biberón a Claudia y usted puede ir a desayunar.

—No tengo hambre, es más, tengo algo de náuseas.

—¡Joven amo! —Meyrin emocionada le llamaba— Será que... Ya sabe…

Con un gesto le señalaba el vientre, insinuando que quizás un bebé crecía dentro suyo.

—Oh no, eso no... —Aclaró sonrojado— No todas las náuseas que tenga deben ser por eso.

—Ah yo pensé... Pero tampoco es tan descabellada la idea, ¿no? …No sería raro que ustedes tengan otro bebé.

Claudia atenta escuchaba la conversación, su sonrisa emocionada parecía reflejar que no le molestaba tener un hermano o hermana pronto. Ciel notando su gesto, le acariciaba la cabeza.

—No tendremos otro bebé por ahora —Le decía con una sonrisa para que entendiera— Pero quizás tengas un medio hermano pronto.

Lo último lo dijo en un murmullo molesto, la pequeña apenas lo escuchó dejándola un poco confundida. Todo ese día, Ciel estuvo de mal humor, todos a su alrededor lo notaron, pensaban que era muy tierna su manera de expresar que extrañaba a Sebastian, sin sospechar cuál era el verdadero motivo de su molestia. La noche llegó y junto a ella finalmente el demonio aparecía en la mansión, siendo recibido por todos con bastante ánimo, excepto alguien que trataba de no dirigirle la mirada cuando estaban en la entrada de la mansión.

—Claudia, mi niña, ¿te portaste bien con papá?

Sebastian decía acercándose a la pequeña que era llevada en brazos por Ciel, ella muy animada pedía ir a sus brazos y así lo hizo el demonio. Notando la frialdad de su ex esposo, cuya actitud no le sorprendía porque había anticipado su enojo, Todos alrededor percibían la tensión en la pareja y decidieron dejarlos solos.

—Ciel, cariño... Lamento haber llegado hasta ahora.

—Me da igual, si querías te hubieras quedado a vivir allá, no me importa.

—No empecemos a pelear frente a Claudia... La llevaré con los otros y hablamos.

—No quiero hablar contigo.

—Vamos Ciel, dijimos que esto lo tomaríamos con madurez, no estás cumpliendo tu palabra. Lo prometiste.

—Y tú prometiste venir pronto.

Con la mirada llorosa le reprochó el joven, Claudia miró mal a Sebastian por hacer llorar a su padre, cuyas lágrimas eran más de enojo que de tristeza.

—Oye, no me mires con tanto odio... Ven vamos con Meyrin, yo voy a consolar a papi. —Sebastian con un gesto de resentimiento decía alejándose de Ciel, al llegar a la cocina llamando a Meyrin le entregaba a la niña que hacía un puchero para mostrar lo molesta que estaba.

—Todo lo que hice fue por ustedes.

Murmuró el demonio un poco resentido por la actitud de ambos, casi al instante aparecía en el recibidor donde no encontró a su amo. En un suspiro decidió buscarlo, revisó algunas habitaciones hasta que llegó a la principal, para su sorpresa su amo estaba en la cama, desnudo esperándolo.

— ¿Qué haces? —Sorprendido Sebastian cuestionó ante ese abrupto cambio de actitud.

—Reclamo lo que es mío. Ven... ¿O ya no me quieres?

—Ciel, amor... Tú eres lo que más amo... —Sebastian se acercó con prisa, casi corriendo para abrazarse a su amo, sintiendo como su piel desnuda tan cálida se estremecía ante su tacto— Yo...

—Prometiste no contarme lo que hiciste solo dime el resultado. Dime, ¿estaremos bien?

—Si... Lo resolví, estaremos bien. No te preocupes. —Respondió con una sonrisa mientras su mirada se tornó un poco llorosa— Ciel... Casémonos.

—¿Por qué pides eso tan de repente? No me digas que la culpa te hace decir tonterías.

—No es culpa, es amor... Y no es una tontería solo que estar lejos de ti me hizo sentir cuánto te amo, quiero casarme contigo de nuevo.

Ciel sentía el beso dulce, pero firme de su demonio, abrazándolo lo correspondía apartándose unos segundos después.

—No puedo... Pensar que tu lengua rozó con la de él o que hayas lamido otra parte de su cuerpo, me molesta.

— ¿Te doy asco? —Ante la pregunta, Ciel desvío la mirada al notar la tristeza de su demonio, que se apartó de inmediato— Creo que es hora de dormir de Claudia, voy a contarle su cuento.

—Sebastian... —El conde acercándose por detrás lo abrazaba deteniendo su andar apretaba su cintura aferrando su cuerpo desnudo al suyo con fuerza— Si tan solo supieras como he sufrido estos días, los celos me tuvieron enfermo.

—Lo imaginé y sufría al pensarlo, sin embargo, debes saber que seré y soy tuyo para siempre —Estremecido por ese abrazo no podía evitar sonreír al sentir la vulnerabilidad y sensualidad de su hermoso amo— Ah, cuando te pones así es inevitable no perdonarte.

—No busco tu perdón... Tonto.

—Quieres saber lo que sucedió, ¿verdad?

—No, no, no quiero saber... Mejor quítate la ropa, llévame a la cama y hazme el amor. —En un susurro Ciel le ordenó mientras apretaba su entrepierna al tener sus manos delante suyo en ese abrazo.

—Te extrañé tanto...

Sebastian dijo volteando a verlo solo para abrazarlo, muy excitado en rápidos pasos lo llevaba a la cama lanzándose los dos en ella con desespero. El joven posesivamente tomaba sus labios para besarlo con la pasión que este profundo amor provocaba, liberando así su mente de oscuros pensamientos que lo atormentaron en esa ausencia. Por alguna razón necesitaba sentirlo suyo, no creía que era una forma de humillación, ¿o sí?. Tal vez solo estaba empezando a pensar y actuar con más madurez, eso quería creer.

A los pocos segundos los dos agitados en la cama unían sus cuerpos en el más absoluto placer, Ciel sobre su cuerpo que ardía igual al suyo no dejaba de moverse, mostrando una vista deleitable para el demonio que gruñía bajito al sentir como su virilidad era retorcida en ese interior caliente, que no parecía querer soltarlo al montarlo de esa manera. Entonces notó como de los ojos de su amado unas lágrimas salían y no parecían ser producto del dolor físico, su cuerpo estaba más que acostumbrado a este apogeo, era otra especie de sufrimiento.

—No lo hice... No me acosté con el conde Grey. —Confesó Sebastian sentándose a la vez que besaba las lágrimas que humedecían esas ruborizadas mejillas, sin salir de su interior lo abrazaba.

— ¿Qué? Yo no... —Con un puchero murmuró entre jadeos estremeciéndose por la impetuosidad de su demonio— No debes mentir para hacerme sentir bien, entiendo si lo hiciste.

—Ciel... Sabes que no puedo mentirte.

Sebastian con una sonrisa decía notando como la mirada de su ex esposo parecía retomar la calma, sabía que su tonto orgullo no lo admitiría, pero la sombra de esa supuesta infidelidad lo atormentaría por largo tiempo, así que no tuvo más opción que hacer esta confesión. Así con un orgasmo alcanzaron ese placer compartido, temblando por la excitación con un lascivo beso sellaban esta extraña reconciliación.

—¿Ya están mejor? —Cuestionó Agni un poco sonrojado minutos después cuando veía a la pareja entrar en la habitación de la pequeña que pretendía hacer dormir.

— ¿Fuimos muy ruidosos? —Apenado Sebastian preguntó en un susurro a su amigo, el conde a unos pasos disimulaba su vergüenza al acercarse a Claudia, que sonriente le saludaba.

—Ah, no mucho... Pero deben tener cuidado cuando hagan "eso", recuerden que tienen una niña pequeña cerca de su habitación.

—Lo sentimos... Nos dejamos llevar.

—Pero me alegra que hayan resuelto sus problemas.

—Supongo que no le sorprenderá saber que Ciel y yo decidimos casarnos de nuevo.

Un emocionado Sebastián comentaba al hindú que no dudó en felicitarlos. Claudia en su cuna al oír la buena noticia sonreía igual de emocionada que su padre demonio, Ciel avergonzado disimulaba su alegría. La noticia se difundió en la mansión casi enseguida, ciertamente como el demonio predijo antes, a nadie le sorprendería la noticia, aún así eso no quitaba que los demás se alegraran por este nuevo acontecimiento.

Avanzada la noche, de madrugada un desvelado Sebastian veía dormir en su regazo a su ahora prometido, ese niño que sufrió por largas horas la tortura de los celos y dudas. Cerrando los ojos daba un suspiro porque no podía evitar sentirse culpable por mentirle, pero prefería llevar la carga de una mentira que ver ese hermoso rostro abatido por la traición, traición que obligadamente fue forzado a cometer y de la que no pretendía hablar jamás.

༻꫞ 𝑀𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑔𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑒𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑜 ℎ𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 ꫞༺

Chapter 41: Boda

Chapter Text

En la mansión Phantomhive pasaron algunos días de aparente calma, así en una de esas mañanas tranquilas se veía a Sebastian abrazar cariñoso a su pequeña hija, jugueteando en la cama donde Ciel a un lado los miraba de reojo mientras pretendía leer unos informes.

—Ustedes ¿Van a pasar toda la mañana jugando?

—Parece que papi está de mal humor... —Decía el demonio mirando a su gruñón prometido— Claudia, ¿crees que deberíamos hacerle cosquillas?

—Ni se atrevan a tocarme... Debo terminar de leer estos informes.

—Ahh, esa advertencia sólo inquieta más nuestras manos.

Sebastian decía divertido moviendo traviesamente los dedos de sus manos se acercaba, Claudia sentada hacía lo mismo con sus manos a la vez que sus labios esbozaban una gran sonrisa.

—Sebastian, ella es hermosa y tú eres ridículo.

—Eso no me dijiste anoche —Susurró cuando estaba cerca de su oído a la vez que sus manos tocaban sutil su abdomen— Anoche era hermoso y sensual para ti.

—No digas eso... Claudia te va a oír.

—Ella sabe que sus papis son muy cariñosos. Deja esos informes y ven a jugar con nosotros.

—¿Qué te pasa? Estás muy despreocupado en estos días. —Ante este reproche solo sintió como su demonio lo abrazó cariñoso— Mira Claudia tu papi está más consentido que tú.

Ciel hablaba dejando sus papeles a un lado, en un bostezo se recostaba también, la pequeña acomodándose entre sus padres sonreía.

—Cariño, no estoy siendo despreocupado, es que tú te preocupas demasiado, sabes qué puedo hacer tu trabajo en un instante.

—No quiero ser un inútil... Tú haces las labores domésticas y yo ¿qué voy a hacer? Al menos deja que maneje mi empresa.

—Tienes un trabajo importante con nuestra pequeña. Ella no será pequeña por siempre, debemos disfrutar su niñez. —Sebastian decía notando la mirada de ambos sobre él, no podía evitar embelesarse ante tanta belleza que le pertenecía de alguna manera.

—Lo sé, además si paso tiempo con ella, solo quería terminar estos informes para tener todo el día libre.

—Entiendo... Bueno procura solo no estresarte con el trabajo, disfruta lo que tenemos ahora.

— ¿Cuándo maduraste?

—Cuando me di cuenta de cuánto los amo a ustedes.

Ciel sonreía ante sus cursis palabras, entendía bien su significado, tomando su mano la entrelazaba con firmeza. La pequeña veía a los dos con una mirada de complicidad.

—Te gusta vernos juntos, ¿verdad?

La pequeña asentía con la cabeza ante la pregunta de su padre más joven, Sebastian no podía dejar de ver a ambos, se sentía como hechizado ante su belleza entonces sin notarlo unas lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas.

—Sebastian... —Le llamaba extrañado Ciel— ¿Por qué lloras?

—No sé... Que vergonzoso.

Muy avergonzado murmuró secándose las lágrimas con prisa, mientras la pequeña lo abrazaba con la intención de consolarlo. Ciel no sabía qué pensar al respecto con esta extraña vulnerabilidad expuesta, desde cuándo su amado mayordomo era tan "emocional", era sin duda una actitud bastante inusual, la que no cuestionó para no hacerlo sentir mal. Algunos minutos pasaron y notaron como Claudia se quedó dormida entre ellos.

—Uno no llora por nada, ¿qué sucede Sebastian?

—No sé el motivo, solo al verlos me conmoví y las lágrimas empezaron a salir... Puedo asegurarte que no eran lágrimas de tristeza, no me sentía triste.

— ¿Alegría? ¿Miedo?

—No lo sé... Y no sigas preguntando porque me avergüenzo más...

Ciel notó sus mejillas un poco teñidas en rubor, su demonio era tan extraño a veces, pero ciertamente muy hermoso aun cuando mostraba esa sensibilidad forjada en esta relación.

—Vamos al baño... Voy a consolarte como se debe. —Dijo el conde levantándose de la cama, aún sin esperar una afirmación por parte de Sebastian, quien con una sonrisa antes de levantarse dejaba a su pequeña cubierta con la sábana.

—Joven amo... Nuestra hija está en la cama, va a oírnos.

—Por eso vamos al baño. Ven... —El joven lo llamaba entre susurros con una pícara sonrisa, el demonio tampoco se hacía de rogar así que agilizando sus pasos se encerraban en el baño— Me excité al verte sensible, ¿soy raro?

—Sería raro que no te excitaras por tonterías —Sebastian traviesamente susurró a su oído abrazándolo lo sentaba al borde del lavabo— Eres tan lujurioso, ¿dónde quedó ese niño inocente de antes que ni siquiera sabía sobre una erección?

—Mi inocencia murió cuando tocaste por primera vez mi miembro, ¿lo recuerdas?

—Eso fue hace mucho.

Dijo el demonio colando su mano en la ropa interior de Ciel apretando su miembro con fuerza lo hacía gemir, ambos se excitaron al instante y sin dudarlo unieron sus labios en un fogoso beso.

—Sebastian... Estoy tan duro. —Decía entre jadeos el conde sintiendo como esa mano ansiosa no dejaba de apretar y estimular su virilidad— Detente, ¿qué pretendes?...

—No hagas ruido... La bebé duerme.

—Entonces, deja de estrujar mi miembro así... Estoy muy excitado, házmelo de una vez antes de que despierte. —Muy sonrojado Ciel murmuró acomodándose para ser penetrado de una vez, Sebastian notando sus intenciones lo detenía.

—Estás tan duro que...

— ¿Qué?

—Lo quiero dentro, por favor —Pidió el demonio con tono lascivo ante el ceño fruncido de su amo, que trataba de apartar esas manos inquietas de su erección.

— ¿Te estás burlando? No estoy listo para eso, aún es pequeño.

—Creo que es lo único que te ha crecido. —Con una risita se burlaba Sebastian volviendo a apretar su miembro trataba de una extraña manera convencerlo.

—Menos voy a hacer lo que quieres con tus burlas.

El conde con molestia lo apartó a pesar de su excitación, aunque tenían la confianza para hacer todo tipo de travesuras sexuales en la intimidad aún no se sentía seguro de embestir a su demonio, aunque no negaba el sentir curiosidad por satisfacerse de esta manera. Sin embargo, si no lograba su objetivo sería vergonzoso y afectaría su orgullo, era su divagación cuando intentaba bajar del lavabo, entonces vio como Sebastian se bajaba el pantalón y ropa interior en un rápido movimiento.

—Sebastian, ¿qué haces?

—No puedo permitir que salgas de aquí con esa erección.

—No te atrevas —Seriamente advertía al percibir sus intenciones, empujándolo evitaba que se sentara sobre su entrepierna que ardía, sonrojado debía admitir que la situación era excitante— Me voy a caer... No quiero.

—¿No me amas? —Susurró el demonio mientras hacía un gesto sumiso y unas lágrimas rodaban por sus mejillas sonrojadas.

—Maldito... No puedo hacerlo...

—Solo imagina que lo metes en mi boca, como a veces lo hacemos... Mira cómo está goteando.

Sus alientos agitados se mezclaban por la cercanía de sus bocas, sus miradas ardían en deseo al igual que sus cuerpos, Ciel trataba de apartarlo, pero no podía hacerlo seriamente porque estaba muy tentado a hacerlo. Sentir su mano que no dejaba de estimular su erección humedecida, y ver su gesto de fingida inocencia solo lo excitaba más.

—¿Por qué quieres hacer esto ahora?

—Quiero ser tuyo...

El conde no entendía el significado de esas palabras, ¿acaso lo decía en serio? ¿O solo para mostrarse más sumiso? Al rozar sus labios podía percibir que su vulnerabilidad genuina, su demonio era tan hermoso cuando se mostraba así, ¿cómo negar su petición? Cuando él tanto se esforzaba en hacerlo sentir amado.

—Siempre serás mío. —Dijo el joven en un susurro— Si lo hago mal, ¿no te burlarás?

—No me burlaré, lo prometo, también yo necesito estimulación anal de vez en cuando.

—Pervertido.

Uniendo sus labios en un apasionado beso daban inicio a esta nueva experiencia en su vida sexual, yendo al suelo se recostaban allí mientras con una sonrisa Sebastian desnudaba por completo su parte baja, abriendo sus piernas invitaba a su amado ex esposo para que se deleitara profanando su cavidad anal que palpitaba. Muy excitado Ciel se acomodaba entre sus piernas, empezó a rozar su erección humedecida en su caliente entrada.

—Esto... Se siente raro... ¿Y si solo te meto el dedo?

—No, eso no cuenta. Querido, no vayas a eyacular sin siquiera meterlo.

—Idiota... —Sonrojado murmuró con un tono molesto y lentamente empezó a invadir su interior, intentaba no eyacular con el calor de esas carnes que estrujaban deliciosamente su miembro. Sin duda alguna esto se sentía mucho mejor que meterlo en su boca, pensaba, con cada centímetro que avanzaba, sentía su estrechez, los gemidos de su demonio eran su incentivo, si hacía esos sonidos de placer era porque lo estaba haciendo bien. Estremecido trataba de moverse con firmeza, no podía mostrar su torpeza al tratar de asumir este nuevo rol, uno distinto al que estaba acostumbrado, pero no por eso menos placentero.

—Sin duda te enseñé bien. —Jadeante Sebastian decía por esas estocadas que rozaban ese punto de placer, haciendo que gimiera, sabía que su amo no lo decepcionaría, su temple al no rendirse hasta conseguir su objetivo se evidenciaba aún en la intimidad— No te contengas, desgarra mi interior si quieres.

—Cállate, me desconcentras.

Ante ese regaño, Sebastian solo dejó que gemidos se escaparan de su boca mientras era complacido tan gratamente por su impetuoso amo, no se rendiría sin dar su mejor esfuerzo. No pasó mucho tiempo cuando en un desenfrenado movimiento de su amo sintió como un fluido bastante caliente bañaba su interior, estremeciendo a ambos por completo. Agitado Ciel temblaba mientras su demonio sonrojado se sentaba para abrazarlo, acercándose a sus labios los rozaba pareciendo querer devolverle el aliento.

—Lo hiciste bien...

Sebastian cariñoso susurró sobre sus labios jadeantes, sentir su cuerpo exhausto por este esfuerzo por complacerlo solo lo hacía confirmar cuanto lo amaba. Ciel avergonzado evitaba verlo, parecía no creer lo que había hecho y el placer que experimentó al hacerlo de esta forma.

—¿Estás contento? —El joven decía con una sonrisa sarcástica mientras trataba salir de su interior ante el gesto travieso de su mayordomo— Oye, no es gracioso.

—¿Qué?

— Déjame sacarlo, ¿qué haces?

—Yo no estoy haciendo nada... Creo que se quedó atorado, joven amo.

—No estoy jugando, me duele un poco. Deja de apretar.

Sonrojado decía, notando el fingido gesto de inocencia de su tonto demonio lujurioso, gimió al sentir como al querer sacar su miembro solo era más estrujado en esas húmedas paredes anales.

—Oh vaya el joven amo, se está poniendo duro de nuevo, lo estoy sintiendo.

—Ahh, claro que no... —Se negaba a aceptar que su miembro nuevamente reaccionara aunque era inevitable por el fuerte estímulo— Solo quieres repetir para que yo crea que lo hice bien, ¿verdad?

—No, es muy triste que pienses eso de mí. Me gustó sentirte dentro mío. —En un tono lascivo aclaró.

—Eres un maldito demonio loco y pervertido.

—Tú no eres muy diferente de mi...

Cruzando una mirada de complicidad parecían discutir, aquella complicidad que solo el amor de dos seres que se complementaban a la perfección podían compartir. El fogoso beso que daría inicio a otra entrega fue interrumpido cuando oyeron unos gimoteos infantiles fuera de la puerta.

—Maldición, ¿ella escuchó todo?

Entre avergonzado y enojado Ciel murmuró dedicándole una mirada asesina a su demonio, indicando seriamente sin palabras que debía soltarlo. Este obedeció sin titubear, ese tipo de mirada era imposible de ignorar.

—Recién se levanta, no te enojes. No oyó nada de lo que hicimos, bueno de lo que me hiciste.

—Solo cállate. —Murmuró Ciel al levantarse y arreglar su ropa a la vez que se aseaba un poco, notó como del trasero de Sebastian se escurría su semen— Aséate antes de salir.

—Eso haré. Cariño, ¿te orinaste dentro?

—Claro que no.

—Creo que sí, un poco. Mira... —Le indicó el demonio mostrándole un líquido un poco amarillento en sus dedos.

—¡Te odio más que nadie!

Sebastian sonreía al oír esa expresión de enojo que en realidad ocultaba su vergüenza, sabía que esas palabras no eran en serio pues el sonrojo en sus mejillas advertía lo contrario. —Te amo más que nadie, mi Ciel...

Susurró el demonio acercándose le daba un pequeño beso en los labios para calmarlo, el conde no correspondió pero tampoco se negó a su amoroso acercamiento. De alguna forma se sentía satisfecho por lo que hizo, tal vez no fue un desempeño perfecto, pero superó aquella inseguridad en la intimidad y eso le llenaba de extraño orgullo.

A pesar de ello no entendía la repentina actitud pasiva de Sebastian, ¿acaso estaba relacionado con el desliz sexual no confesado que tuvo con el conde Grey? Aquella infidelidad forzada de la que estaba casi seguro que sucedió, pero de la que ninguno se atrevía a hablar, sabía que sí lo hizo fue por amor a ellos y eso debía bastar. A partir de ese día, usualmente Ciel complacía a su demonio de esta forma, además le ayudaba a reafirmar su confianza como amante, no le desagradaba para nada la variedad en su vida sexual.

—Joven amo, se verá muy lindo en su nueva boda con el señor Sebastian.

—Meyrin, ¿puedes dejar de decir "nueva boda"? ...Me hace sentir estúpido.

—Lo siento, joven amo.

Era la conversación de amo y sirvienta cuando esta le ayudaba a probarse el traje terminado que había enviado su diseñadora Nina, a pesar de que su boda se celebraría al día siguiente estaba ansioso por probárselo esa mañana.

— ¿Usted es supersticioso joven amo?

—No lo creo, ¿por qué lo dices?

—Porque no quiere que el señor Sebastian lo vea con su traje de boda, ¿cree eso de que si los novios se ven vestidos antes de la boda tendrán mala suerte?

—Esas son tonterías, solo te pedí que me ayudaras porque Sebastian se sentía mal.

— ¿Sigue enfermo? Es raro verlo enfermo.

— ¿Cómo que sigue enfermo? Apenas hoy me dijo que se sentía mal.

—Ehh, no nada... —Nerviosa la sirvienta evadía el tema, pero era muy tarde al notar la mirada seria de su joven señor.

—Dime, ¿le debes lealtad a mí o a Sebastian?

—A usted, pero prometí no hablar.

— ¿Sebastian ha estado enfermo?

—Un poco, hace unos días está pálido y se marea con frecuencia, incluso ayer se desplomó en el suelo, nos dimos un buen susto cuando se cayó— Contaba la sirvienta— Si no fuera porque usted es el pasivo en su relación diríamos que el señor Sebastian está embarazado.

Con una risita nerviosa insinuó sonrojada Meyrin ante el rostro pálido del conde que no sabía si alegrarse o enojarse por esa suposición, que no era tan descabellada al pensar en la variada vida sexual que llevaban en las últimas semanas, ¿acaso le había hecho un bebé a Sebastian?

 

დ .•*””*• 𝑀𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑔𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑒𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎 ℎ𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 •*””*•.დ

Chapter 42: Verdad

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42 Verdad

Ciel no quería mostrar abiertamente lo ilusionado que se sentía ante la probabilidad de tener un nuevo bebé junto al demonio que tanto amaba, tratando de controlar su emoción se dirigía rápidamente a la habitación donde descansaba Sebastian. Tal vez solo era una falsa alarma así que antes de seguir ilusionándose debía confirmarlo de una vez.

—Sebastian, ¿cómo te sientes?

—Mejor, lamento haberte preocupado.

Era su respuesta con una sutil sonrisa sentándose al espaldar de la cama, extendía sus brazos para acoger a su querido amo en su regazo, verlo preocupado le parecía adorable, en sí cada detalle que hacía le resultaba cautivador. Ciel no dudó en refugiarse entre sus brazos, pero se apartó de inmediato al sentir que ponía el peso de su cuerpo sobre el suyo.

— ¿Qué sucede? No me lastima que te coloques encima, no estoy tan enfermo como para no soportar el peso de tu cuerpo tan delgado— Sebastian aclaró dudoso sin dejar de sonreír por su extraña actitud.

— ¿Hay algo que quieras decirme?

— ¿Qué?

—Tal vez sobre tus malestares los días anteriores.

—Ya te contaron, que chismosos son… —Malhumorado el demonio refunfuñaba.

—Tú te enojas con ellos, pero yo me enojaré más contigo, ¿por qué no me contaste lo de tu desmayo? —A manera de regaño Ciel le reprochó— Me preocupo por ti porque a diferencia de ellos yo sé qué eres, y no te enfermas fácilmente.

—Es que no quería preocuparte.

—Pero lo haces al ocultarme cosas y aún ahora todavía lo haces, por que sigues pálido a pesar de decir que estás mejor. Sabes que lo que más odio es que no seas sincero conmigo...

Sebastian desvió la mirada por ese nuevo regaño, a veces le era un verdadero fastidio tener este cuerpo humano, que por su fragilidad lo delatara de esta forma.

—Es cierto, me siento un poco mal todavía, pero sabes bien que no me gusta mostrarme débil ante ti... Aunque... —Titubeó— Abrázame mi amor

—¿Y no te gusta mostrarte débil? Si eres todo un demonio consentido —El joven con una sonrisa lo abrazaba con fuerza, pensaba como a veces podía ser tan tonto como adorable— Sebastian, ¿tienes un bebé?

—Si, Claudia, nuestra bebé.

—¡No ella, idiota! —Muy sonrojado aclaró, debía admitir que su pregunta fue bastante torpe, pero estaba un poco emocionado y nervioso— Quise decir, ¿hay un bebé dentro tuyo? ¿estás embarazado?

El demonio acercándose a sus labios le daba un pequeño beso mientras su mirada destellaba un poco. —No lo sé... Creo que sí. Lo siento.

Tímidamente susurró sobre sus labios, Ciel no pudo evitar sonreír preso de la alegría por tal noticia, emocionado repartía besos en el palidecido rostro de su demonio.

—No es algo malo, ¿por qué te disculpas?

—Porque... —Titubeó dejándose consentir no pensó que lo haría tan feliz— Porque esa tarea es tuya, tú eres él de los bebés.

—Eso no importa, es nuestro bebé sin importar quien lo tenga.

—Eso es muy tierno, aún así como dije no es seguro todavía. Me sentiré mal si no hay bebé es al ver toda tu alegría.

—Solo confírmalo con tu instinto maternal. —Ciel burlonamente sugirió acercándose a sus labios sonreía embelesado por sus mejillas sutilmente sonrojadas.

— ¿Te burlas? —Susurró Sebastian al rozar sus labios empezando a besarlo dulcemente lo sentaba encima suyo para abrazarlo con fuerza, Ciel percibía sus intenciones y no le molestaba corresponderlas.

—Parece que ya te sientes mejor, ¿no?

—Tú eres mi medicina, mi vida, mi todo.

Susurró antes de besarlo nuevamente, amaba tanto a su hermoso joven amo que sentía este amor oprimir su pecho junto a una sensación de incertidumbre. Su amado le había reafirmado antes cuánto odiaba que hubiera secretos entre ellos, sin dejar de besarlo y acariciarlo en silencio se lamentaba el tener un secreto que se obligaba a callar por miedo a perderlo.

¿Debía esperar a casarse la mañana siguiente para contarle sobre algo que lo estaba atormentando hace unos días? ¿No sería peor contárselo después? No sabía qué hacer, esa confusión se reflejó en su mirada, la cual Ciel notó apartándose un poco lo miraba extrañado.

— ¿Qué sucede?

—Lo siento, pensaba en mañana... Nuestra boda.

—Siento que algo te ocurre y no quieres decirme. —Decía el joven, quien en un suspiro resignado se apartaba— Iré a ver a Claudia.

—Ciel, espera.

— ¿Qué?

Ciel de pie junto a la cama ante su llamado volteó a verlo, notando como este parecía estar envuelto en una sutil aura sombría, un cambio drástico que le hizo pensar que algo serio pasaba. Acercándose acarició su cabeza para calmarlo, no era usual que se alterara de esa forma, aun cuando su presencia era algo aterradora no tenía miedo porque ya nada le asustaba de su amado Sebastian.

—Si no lo digo ahora vas a odiarme después, pero sé que si lo digo ahora vas a odiarme y dejarme, ¿qué debo hacer?

—No entiendo que quieres decir... —Muy confundido Ciel murmuró al verlo alterado, que Sebastian perdiera la compostura de esa manera le preocupaba. Parecía ser algo serio y le asustaba, ¿qué tan grave podía ser?. No quería saber, pero a la vez sí, la duda y confusión en sus miradas era mutua al chocar entre sí.

Se quedaron en silencio unos segundos, segundos que parecían largos minutos, Ciel lo abrazó con fuerza no sabiendo si era impulso de su amor o de la madurez que trataba de demostrar. Verlo tan vulnerable le removía el corazón, su intuición le advertía lo que trataba de decir su demonio, probablemente algo que cambiaría su relación.

—Prometo no enojarme, prometo no dejarte. Solo dime que sucede si eso alivia tu ser, no me gusta verte así...

El respirar de Sebastian se agitó, aun cuando odiaba mostrar esta debilidad adquirida en su travesía por este sendero de sentimientos, no podía evitar mostrarse de esta manera. Solo pensar en la idea de perder a su amado humano le sumergía en los más oscuros pensamientos, agobiándolo. Levantando la mirada llorosa que a la vez destellaba la fijó en su amo quien tratando de mostrarse comprensivo acariciaba su rostro sin dejar de verlo.

—Dime...

—Yo... Yo...

Con dificultad titubeó tratando de buscar las palabras adecuadas para que la noticia que daría no sonara más desoladora de lo que era. Expectante Ciel, sintió como si su corazón que latía acelerado parecía detenerse al entender lo que podría estar pasando, cuando vio como la mano de su demonio se dirigía a su propio vientre mientras su mirada destellaba tristemente.

—No me digas qué... —El conde musitó sintiendo un cúmulo de emociones estallar en su ser ante la idea que cruzó en su mente, la mirada esquiva de su demonio parecía confirmar su sospecha— Pero tú dijiste que no lo habían hecho.

—Solo pensé en olvidarlo y ya, no creí que habría consecuencias.

Sebastian frustrado y avergonzado murmuró, esta era la mayor humillación que pudo haber experimentado en su larga vida demoníaca. Sin embargo, sentía un extraño alivio al confesarlo porque parte de esa carga pesada se aligeraba, entendía si su amado se enojaba y no quisiera verlo más, era comprensible. Ahora de reojo lo miraba como este sin apartar la mano de su mejilla estaba paralizado con la mirada perdida por esta revelación.

—Siempre supe que lo hiciste, pero...

—No estoy seguro si este niño es de él, si estuviera seguro de eso, lo habría desechado de mi cuerpo antes de que lo supieras.

—No digas eso, me harás enojar.

—¿No estás enojado?

Ciel tomó una fuerte bocanada de aire mientras cerraba los ojos, era su manera de darse fuerza a lo que debía decidir, todos en especial Sebastian creían que era muy inmaduro en algunos aspectos, entonces esta era la oportunidad de mostrar que se equivocaban. Le enojaba la sola idea de que ese niño que minutos atrás anhelaba confirmar con ilusión no fuera suyo, pero estaba la posibilidad que si lo fuera. Una batalla dentro suyo se libraba, los celos, el orgullo, la lógica y el amor se peleaban por tomar control de su decisión, a su lado Sebastian callado observaba como se contenía, llenándolo de pesar.

—Entenderé si quieres que me vaya lejos ahora, juro que lo entenderé... No te agobies más.

—¿Vas a dejarme plantado en nuestra boda?

—¿Qué? —El demonio sorprendido cuestionó sin entender aquella insinuación, notaba como la mirada llorosa de Ciel se fijaba en la suya.

—Sé que ese niño es mío.

—¿Cómo lo sabes? Ni yo lo sé y puedo sentir su presencia.

—Yo soy mejor amante, yo te hice ese bebé.

—¿Eh?

Sebastian musitó con una sonrisa no era de burla sino de ternura por lo que su amo aclaró. Sabía que estaba enojado, pero aun así trataba de no hacerlo sentir peor de lo que ya se sentía. Sin duda era amor verdadero, que él dejara sus celos y orgullo a un lado era un detalle sincero del amor que le tenía, abrazándolo con fuerza era su manera de agradecer que a pesar de esto se quedara a su lado.

—Este es mi más alto nivel de madurez, ¿no crees?

—Te amo Ciel Phantomhive...

Entre susurros la pareja hablaba sin separarse de ese abrazo, el joven no pudiendo contener sus lágrimas humedecía el hombro de su demonio, quien quiso apartarlo para secarlas, pero Ciel no lo dejó y sólo se aferró más fuerte a su cuerpo.

—Es mi culpa... —Sollozaba Ciel— Yo te obligué a hacerlo, por mi estúpido ego, debimos irnos ante su amenaza como sugeriste, pero no... Yo te mandé a hacerlo.

—No me obligaste, yo quise hacerlo para proteger lo que tenemos.

—Soy egoísta y esto es una bofetada de la vida para doblegar mi ego, lo sé... Asumo mi responsabilidad así que no voy a dejarte por nada.

— ¿Aun si este bebé no es tuyo?

—Si —Al afirmarlo las lágrimas de Ciel dejaron de caer, más tranquilo volvía a ver el bello rostro de su demonio que estaba muy cerca.

—Ahora... Todo cambia si tu sientes algo por ese idiota. ¿Sientes algo por él?

—Nada. Fue solo sexo no hubo ningún vínculo afectivo entre nosotros, al menos no lo hubo de mi parte.

—¿No me mientes?

—No... Y lo sabes.

—¿Él te lastimó?

Sebastian desvió la mirada ya que era la primera vez que hablaban del tema, no sabía si debía contarle, no tanto porque fuera algo privado, sino por lo vergonzoso que era recordarlo. Los dos seguían muy cercanos en ese abrazo y parecían no querer separarse.

—Hirió mi ego, eso sí.

—Ya veo. Solo tengo una pregunta más y quiero que seas sincero, sabré si mientes.

—Dime...

—Cuando me pediste que te tomara, ¿ya sospechabas lo del embarazo?

—No... Sé a dónde tratas de llegar y no es lo que piensas. No trataba de crear una duda razonable sobre la paternidad de este niño. Yo quería que me tomaras porque tontamente pensé que mi trasero debía pertenecerte solo a ti.

El conde no bajó la mirada ante cada palabra de su demonio, debía ver en sus ojos la sinceridad y al parecer era sincero en lo que dijo, un poco tonto, pero parecía decir la verdad.

—Yo no pensé eso. —Con un puchero el joven refutó.

—No en vano nos conocemos tan bien, ¿verdad?

Sus labios empezaron a rozarse tímidamente, no era fácil asimilar todo este asunto todavía, pero el haber enfrentado con confianza una situación tan complicada era un gran paso.

—Estúpido Grey la próxima vez que lo vea voy a matarlo con mis propias manos. —Era el murmullo enojado de Ciel mientras fruncía el ceño— ¿Cómo se atrevió a violar a mi demonio?

—No me gusta cómo suena eso.

—Pero te violó, ¿o no?

—Si, si... Claro que sí... —Murmuró Sebastian al notar su mirada siniestra, sin duda esa era la definición a lo sucedido porque fue obligado a complacerlo sexualmente, sin embargo, eso no evitaba que fuera humillante incluso para un demonio.

—Entenderé que mantengamos en secreto este asunto hasta salir de dudas cuando nazca en unas semanas.

—No... Mañana en nuestra boda lo anunciaremos, ya te dije que ese niño o niña es mío.

—Pero...

—No te preocupes, si nace con el cabello platinado diremos que Undertaker te violó.

—No es gracioso.

Ciel no pudo evitar reírse por su gesto entre molesto y avergonzado, acercándose lo besaba dulcemente para calmarlo y calmarse a sí mismo también. Aunque no lo mostrara se sentía un poco conmocionado, ¿era correcto adoptar esta posición de madurez absoluta? o ¿debía actuar como lo hacía casi siempre? Lo cierto era que no quería perder a su demonio y algo dentro suyo le advertía que ese pequeño era suyo. ¿Y si no lo era? ¿Este sería el límite de su amor y madurez? No sabía qué pensar.

—¡Ciel! ¡¿Estás aquí?! —Era el grito de Soma al otro lado de la puerta— Claudia está conmigo creo que quiere verlos, pónganse los pantalones.

—¡Cállate! ¡No insinúes eso frente a mi hija! —Le respondía Ciel con molestia se disponía a levantarse, pero sintió como su demonio lo abrazaba.

—Gracias por quedarte conmigo.

—No debes agradecer, te quiero conmigo siempre.

Era la susurrada, pero amorosa conversación de los dos que en un suspiro se besaban antes de separarse. Sebastian veía como se alejaba la pequeña silueta de su amado para abrir la puerta, esbozando una sonrisa se acariciaba el vientre.

— Espero que sea tuyo, de verdad lo deseo.

Susurró con un tono melancólico antes de levantarse de la cama, ciertamente no soportaba estar acostado sin hacer algo útil y ya que la carga le fue quitada sintiéndose menos enfermo se prestaba a volver a sus actividades normales de mayordomo. Al día siguiente pasado el mediodía en el salón principal de la mansión Phantomhive todos celebraban la nueva unión de la pareja.

—¡Un brindis por los esposos! ¡Si hay tan buena bebida y comida que hayan más bodas y divorcios en el futuro para ellos!

—¡Cállate!

La pareja de esposos con molestia al unísono regañaba al cocinero que ya estaba pasado de copas, tomados de la mano junto a Claudia estaban en una mesa comiendo bocadillos. Ciel aprovechando la atención de ahora se levantaba.

—Yo quiero dar una noticia.

—¡Si, joven amo... Una noticia! —Emocionado Finny expresó en un grito ante la mirada extrañada de todos en el salón.

—¿Estás ebrio tú también?

—No... Solo me emocioné. Lo siento joven amo, siga por favor.

—Bueno. Debemos decirles que Sebastian y yo tendremos otro bebé.

Todos se alegraron ante la noticia acercándose a la pareja se prestaban a felicitarlos ahora por el bebé en camino.

—Ahh Ciel, otro bebé... Supongo que debemos prepararnos para los berrinches que te dan.

—Amo Soma, no lo diga así, es grosero, aunque sea cierto.

La pareja miraba a los dos hindúes, aunque sospechaban que los demás pensaban lo mismo por sus esquivas miradas.

—¿Acaso fui tan insoportable en mi embarazo? —Ciel refunfuñó, el silencio de todos sólo lo confirmaba— En todo caso deberá alegrarles que esta vez no soportarán mis berrinches sino los de Sebastian. Él es quien lleva a nuestro hijo en su interior.

Todos se quedaron callados ante la inesperada aclaración, viéndolos a los dos no imaginaban como el conde siendo pequeño pudo someter a Sebastian para hacerle un bebé. La visualización de aquello era extraña a la vez perversa, el demonio se volteó, no quería que nadie lo viera lloriquear porque oír que su amo recalcara el "nuestro hijo" le alegraba. Los demás sorprendidos veían al demonio llorar, era raro y un poco incómodo, pero suponían que el embarazo lo tenía sensible, si esto era el inicio no querían imaginar el después. ¿Este embarazo sería menos llevadero que el del conde? Se cuestionaban para sí mismos, eso sin saber que serían testigos de un embarazo demoníaco.

 

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Chapter 43: Unión

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46 Unión

Después de la inesperada noticia el silencio incómodo en el salón donde celebraban la nueva unión de la pareja era evidente, fue para todos una verdadera conmoción que los enmudeció.

—Joven amo, al parecer es bastante potente a pesar de su tamaño.

En voz alta dijo pícaramente Bard con una sonrisa rompiendo así ese incómodo silencio formado, Ciel a pesar de sentirse avergonzado por esa aclaración debía admitir que estaba un poco orgulloso de esta hazaña, era lo que pensaba mientras abrazaba a su sollozante demonio.

—Bard, cállate, no seas irrespetuoso. —Le regañó Meyrin por ese atrevimiento, el rubio sonreía a la vez que se acercaba a Finny para abrazarlo cariñoso.

—¡Finny lindo hagamos un bebé nosotros también!

— ¿Podremos?

—No sé, pero si el joven amo pudo creo que cualquiera puede.

—¡Oye no seas grosero! —Ciel molesto también lo regañó— ¡Y compórtate que mi hija está viendo y oyendo todo!

—Lo siento joven amo... —Finny nervioso se disculpaba en nombre del ebrio cocinero que parecía ignorar el regaño y no dejaba de abrazarlo cariñoso— ¡Ya que nos están viendo!

En un grito el joven advertía y al ser ignorado con un muy sutil lo empujaba para que se calmara, a pesar de la poca fuerza ejercida lanzaba al cocinero a una pared cercana. Estaba aprendiendo a controlar su fuerza para no lastimarlo, aún así se lamentaba haberle provocado un leve golpe en su espalda tras ese impacto.

—¡Lo siento! —Llorando Finny decía mientras corría para acercarse al cocinero que se quejaba entre risas por el golpe. Abrazándolo le pedía disculpas, todos se enternecían al verlos en su rutina de un par de tontos enamorados.

—¡El amor abunda en esta mansión! ¡Un brindis por eso! —Emocionado decía Soma alzando su copa, todos se unían ante tan alegre brindis para celebrar tan bello sentimiento. Mientras tanto Ciel obligaba que su demonio lo viera, era adorable ver esa mirada un poco llorosa, acariciando su rostro pensaba lo hermoso que era de esta manera, acercándose a sus labios los besaba tiernamente.

—Vamos, brindemos... Demonio tonto —Susurró sonriente al separarse de esos labios que amaba besar, entonces notó como su pequeña acariciaba el vientre de Sebastian mientras sonreía emocionada— Si, vas a tener un hermanito o hermanita, ¿eso te pone feliz?

Ella muy contenta asentía con la cabeza abrazándose a sus padres, solo escucharon la algarabía de quienes celebraban su unión y la buena noticia de ese pequeño ser que venía en camino.

—Ciel... Estoy muy feliz por el nuevo bebé, aunque me resulta un poco extraño que lo vaya a tener Sebastian... —Comentaba alegre Lizzy minutos después cuando su primo se quedaba solo en la mesa— ¿Y tendrás luna de miel?

—¡Nooo...! ¡Ciel no tengas luna de miel es de mala suerte para ustedes! Después quieren divorciarse... —El joven hindú gritaba interrumpiendo la conversación de los primos— Y si esta vez avanzas a algo peor y terminas siendo viudo.

—¡Cállate Soma...! ¡Sebastian no se va a morir!

—Ahora que lo dices sería mejor que no tengan luna de miel. —La joven con recelo decía.

—Tú también Lizzy.

Con un suspiro resignado Ciel murmuró, los tres jóvenes siguieron hablando animadamente mientras a unos pasos en la mesa principal el demonio con su hija en brazos arreglaba unos platos con bocadillos.

—Señor Sebastian, yo puedo arreglar la mesa no se fuerce demasiado.

—Oh señor Agni estoy bien, estoy embarazado no enfermo.

—No quise decir eso... Por cierto, felicidades y no dude en pedirme apoyo cuando lo necesite.

—Supongo que no puedo negarme a tan amable propuesta, realmente no sé qué me espera con este embarazo y no quisiera descuidar a Ciel y Claudia.

—Por eso no debe preocuparse como hasta ahora, cuenta con mi apoyo incondicional.

—Lo agradezco mucho señor Agni.

Sebastian con una sonrisa agradecía, no podía dejarse llevar por el orgullo para negar ese tipo de ayuda que presentía iba a necesitar más adelante. Por la tarde todos se despedían de la pareja de esposos que se disponían a dejar la mansión para pasar esa noche en el centro de Londres.

—¡Nosotros cuidaremos bien a Claudia, ustedes disfruten su noche de bodas! —Expresó Soma emocionado haciendo un ademán con la mano en señal de despedida.

—¡Joven amo no lastime mucho a Sebastian recuerde que tiene un bebé adentro!

—¡Cállate Finny! —Avergonzado Ciel le regañó qué extraño era oír al rubio hablar así— Solo cuiden a nuestra bebé.

La sonriente pequeña en brazos de Meyrin los despedía junto a los demás, sus padres desde el carruaje no dejaban de sonreír al verla mientras poco a poco la perdían de vista cuando el carruaje se alejaba de la mansión.

—Sebastian, nuestra hija cada día es más hermosa, ¿no lo crees?

—Si, creo que se va pareciendo más a ti, es hermosa y adorable. —Le halagó acercándose para besar sus labios.

—Me siento un poco mareado, creo que bebí de más.

—A mí me agrada cuando bebes porque solo así puedo percibir mejor el sabor al vino.

—Oye, esperemos a llegar a la residencia —Ciel murmuró al sentir como su lengua humedecía perversamente sus labios de forma provocativa, avergonzado se reprimia al pensar en el anciano que conducía el carruaje— Nos va a oír Tanaka.

—Tanaka no oye nada, está sordo.

—No te burles del pobre anciano.

—No me burlo, lo digo en serio le di unos tapones para los oídos.

— ¿En serio?

—Si...

—Sebastian... Eres un demonio travieso.

Susurró el conde con una risita antes de besarlo con la pasión que este efusivo amor le impulsaba, sentándose sobre su entrepierna se aferraba a su cuerpo en un fuerte abrazo. Sebastian no podía resistirse al firme y sensual movimiento de su delgado cuerpo al presionarse con el suyo.

—No le hago daño al bebé si estoy así, ¿verdad? —Cuestionó el joven excitado cuando sus labios se separaron un poco, aún cercanos sentían sus alientos agitados mezclarse de forma exquisita.

—No, está bien... No soy tan frágil como tú.

—Idiota. —Era su murmullo con fingida molestia ante esa insinuación perversa, a la vez que sus manos apretaron fuertemente la erección de su demonio sobre la tela del pantalón, los dos jadeantes con prisa desnudaban sus partes bajas— ¿Qué haces?

—Jugando un poco... —Respondió de forma coqueta sin dejar de sonreír mientras ágilmente con su mano hacía que sus miembros frotaran entre sí con fuerza, excitados deseaban avanzar un poco más en este juego de seducción y placer.

—No juegues y mételo de una vez...

—Vaya, el joven amo se puso exigente.

—Sebastian, no lo aprietes así. Voy a...

Delirante el joven decía entre gemidos sintiendo como estaba a punto de eyacular con esa tosca fricción, sus miembros humedecidos hacían que el contacto mutuo se intensificara, en medio de un beso trataban de callar sus labios jadeantes.

—No seas aburrido podemos jugar un poco más aún queda camino por recorrer. —Susurró perverso el demonio cuando sus labios se separaron un poco.

—No soy aburrido, es que lo quiero dentro. —Molesto Ciel replicó— Si no querías hacérmelo no me hubieras excitado entonces...

—Quiero hacerlo, solo trataba de jugar un poco contigo antes, ¿eso es malo? —Con un puchero Sebastian decía, parecía resentido por el regaño.

Ciel esbozó una sonrisa al ver su gesto, lo que menos quería ahora era hacer sentir mal a su embarazado y sensible esposo, así que lo dejaría jugar un poco. Después de todo no era tan malo este jueguito, incluso en el sexo a veces debía tener paciencia, pero era difícil tenerla cuando su demonio lo provocaba de esta manera.

—Mientras te quede energía para meterlo después podemos seguir jugando.

—Que codicioso eres... Pero así te amo.

Ambos unieron nuevamente sus labios en un apasionado beso mientras sus miembros seguían en ese ardiente roce que los encendía más, era sensual sentir el movimiento del carruaje y algunas voces no tan cercanas escucharse en el camino, casi sin aliento se separaron unos segundos después.

— ¿Qué haces? —Murmuró dudoso el joven al sentir como el otro lo apartó un poco mientras sus manos hacían que las puntas humedecidas de sus erecciones rozaran— Oye... Esto es incómodo y me voy a caer.

—No te caerás, quiero probar algo...

Sonrojado Sebastian susurró, en un movimiento de su mano hacía que el glande del miembro erecto de su amado se envolviera en su prepucio que se estiraba un poco para atraparlo dentro del suyo, rozando sus miembros directamente de forma deliciosa.

—Sebastian... Estoy dentro de tu miembro, se siente raro... ¿No te duele?

—No me duele nada contigo, ¿te gusta?

—Ahh, está tan caliente. Yo...

Ciel sentía como era masturbado con fuerza dentro de esa piel que se suponía que sólo debía cubrir ese miembro que lo hacía delirar, era un deleite placentero rozar directamente el miembro ardiente a la vez humedecido de su esposo que jadeaba con el movimiento rápido de su propia mano. En un gemido el joven eyaculó dentro mientras tiritaba por el placer provocado en esta peculiar masturbación, lo próximo que sintió fue como su demonio lo hacía salir lentamente mientras su glande todavía goteaba.

—Basta de juegos... —Murmuró el demonio con una lasciva sonrisa, en un rápido movimiento acomodaba a su joven esposo para penetrarlo como sentía su cuerpo rogar por este contacto.

Podía percibir como estremecido por el placer de antes cerraba los ojos al ser invadido sin contemplación alguna. Entre gemidos ahogados empezó a moverse mientras perversamente sentía su cavidad anal ser humedecida tal vez de su propio semen, los residuos de antes. En un exquisito vaivén de caderas ambos en ese carruaje se entregaban al placer de amarse de esta forma, el mayordomo no tardó mucho en llegar al clímax, bañando el interior de su pequeño señor con su abundante y cálida eyaculación.

—Señores, ya llegamos. —Advertía Tanaka cuando llegaron al pie de su residencia en el centro de Londres unos minutos después, la pareja como si nada hubiera pasado en el transcurso de ese corto viaje se bajaba con calma— Fue un viaje agitado, ¿verdad?

Ante la duda en un tono entre sugerente y burlón del anciano mayordomo hizo que un avergonzado Ciel sin decir nada se dirigiera a la entrada de la residencia, la extraña sonrisa de Tanaka le hizo pensar que si los había escuchado aunque trató de no ser tan ruidoso, Sebastian abría la puerta mientras el carruaje se alejaba.

—Me dio la impresión que Tanaka nos oyó. —Murmuró el joven avergonzado cuando entraban.

—Bueno quizás lo hizo.

—Eh, tú dijiste que tenía algo en sus oídos y no podía escucharnos.

— ¿Te enojarías si digo que no tenía nada que tapara sus oídos?

—Sebastian... —El joven molesto le llamó ante su insinuación, pero solo vio como su demonio se acariciaba el vientre mientras hacía un puchero— ¿Así que ahora vas a manipularme con eso?

— ¿Con qué? —Traviesamente cuestionó.

—Nada, olvídalo... Gracias a ti ya no volveré a ver a Tanaka a la cara nunca. —Sonrojado murmuró subiendo las escaleras, pero no tenía caso enojarse por algo así entonces volteó a verlo dando un suspiro se calmaba.

—Le advertí que estaba jugando, ¿no? —Se justificaba un descarado Sebastian mientras lo seguía con la maleta en mano.

— ¿Puedes subir la maleta? ¿Te ayudo?

—Ahh, tu amabilidad me conmueve, pero es una maleta pequeña puedo con ella. —Respondió el demonio con una sonrisa quedándose en un escalón antes alcanzaba el rostro de su esposo, quien acariciaba cariñoso los mechones de su cabello.

—Sebastian, no dudes en pedir ayuda cuando la necesites. Recuerda que llevas un bebé dentro, tal vez tú eres fuerte, pero este pequeño no.

—Eres muy dulce aunque es raro que digas eso después de haberme brincado encima en el carruaje hace un rato.

—¡Tú dijiste que estabas bien! ¡No me hagas quedar como el pervertido entre los dos! ¡Tú, que hiciste que tu pene se comiera el mío, maldito depravado!

Sebastian reía ante el tono infantil de su reclamo, aunque no era nada infantil lo que decía, sin duda ese berrinche tonto, acercándose rozaba esos dulces labios que lo maldecían.

—Eres más hermoso cuando te enojas...

—Cállate.

Susurró abrazándolo, no podía negarse a esta amorosa convivencia juntos a la que se había acostumbrado y le encantaba disfrutar, ambos uniendo sus labios en un nuevo beso se dirigían a su habitación, debían aprovechar estos momentos completamente a solas. La noche sorprendió a los amantes en la cama, sus cuerpos desnudos retozaban entre las sábanas blancas, no parecían cansados porque seguían embelesados en su profundo afecto y sucumbiendo al deseo.

— ¿Iremos al teatro como lo habíamos planeado? —Cuestionó Ciel viendo el reloj junto a la cama.

—Si, supongo que sí.

—Creo que no estás muy animado en ir, ¿verdad?

—En realidad, no me entusiasma mucho la idea.

—No puedes esconderte para siempre, sería demasiada coincidencia si lo encontráramos justo esta noche en el mismo teatro.

—Yo no me escondo.

— ¿No? Desde lo que pasó con ese tipo no habías querido volver al centro hasta hoy.

Sebastian desvío la mirada al sentirse descubierto, ciertamente no quería coincidir con el conde Grey, no porque le tuviera miedo solo no deseaba sentir la incomodidad al tenerlo cerca, no estaba de humor para ver esa jactanciosa sonrisa que tanto le irritaba. Se llenaba de enojo al recordar la humillación vivida y al pensar que en su interior crecía un pequeño ser que podía ser suyo, las probabilidades que lo fuera eran altas.

—Sebastian... Está bien si no quieres ir.

El joven decía interrumpiendo los pensamientos de su demonio cuya mirada se perdía, acariciando su repentino sombrío rostro trataba de ser comprensivo ante esta extraña situación.

—Hace semanas no vamos al teatro, será divertido. —Dijo Sebastian con una sonrisa para animarse ambos.

— ¿De verdad quieres ir? Quizás solo debamos quedarnos aquí y tener sexo desenfrenado.

—No es mala idea tampoco, pero mi miembro y tu trasero necesitan descanso, lo hemos hecho desde que llegamos. ¿No te cansas señor esposo?

—Solo trato de hacerte sentir bien.

—Siempre me siento bien contigo aún en los pequeños detalles de nuestra vida juntos, soy feliz a tu lado.

El demonio susurró sincero con la mirada llena de amor mientras sus manos lo acariciaban con devoción, Ciel sonreía por sus palabras acercándose besaba sus labios después su vientre porque sentía ese pequeño como suyo, aunque quizás no lo era. Estaban juntos afrontando esta prueba, la que tal vez sería la más difícil que había afrontado su amor. Avanzada un poco la noche la pareja caminaba por el centro, aún cuando no fueron al teatro, eso no les impidió disfrutar del ambiente nocturno de la ciudad, tomar algo de aire era necesario. Con bolsas de compras llegaron a la residencia, los dos se sorprendieron al ver una rosa blanca en la entrada.

— ¿Y esto? —Cuestionó extrañado Ciel.

—No sé... —Respondió dudoso el demonio, pero una idea cruzó su mente, una idea bastante desagradable. Tomándola del suelo, vio que tenía adjunta una pequeña nota.

—Deja leerla.

Ciel acertó a decir y curioso le quitó la nota, al instante frunció el ceño al leer las palabras contenidas en ese pequeño trozo de papel, arrugándola la lanzaba a la cara de su confundido demonio. Entrando a la residencia muy enojado lo dejaba atrás, este recogía la nota arrugada que cayó al suelo, leyéndola se enfurecía también, ahora entendía la reacción enojada de su amado. Entrando a la residencia pisaba a su paso esa rosa blanca junto a la nota, cuyas palabras escritas atormentaban su mente y llenaban de amargura su corazón.

~Yo también tengo hambre…~

C.G.

 

ᨏᨐᨓ 𝑴𝒖𝒄𝒉𝒂𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒆𝒆𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒉𝒊𝒂𝒕𝒐𝒓𝒊𝒂ᨓᨐᨏ

Chapter 44: Abuso

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~Yo también tengo hambre…~

C.G.

Pocas palabras que escondían un perverso significado, una muy mala intención. Sebastian no sabía cómo sentirse al respecto con este inesperado acoso. Tal vez no había sido claro con "él" cuando se despidieron aquella vez.

»»————••Flashback••————««

—Oye mayordomo, ¿ya te vas? —Era la pregunta del conde Grey esa mañana cuando apenas se asomaba el sol, viendo como Sebastian al filo de la cama terminándose de vestir se disponía a marcharse después de esos dos días que habían pasado juntos— ¿Tan desesperado estás por irte? ¿No prepararás el desayuno? Es que muero de hambre.

—Que se muera no es tan mala idea. —Respondió con una forzada sonrisa.

—Que cruel... No he sido tan malo contigo estos días, ¿o sí?

Sebastian lo miraba de reojo al sentirlo detrás suyo mientras sus brazos rodeaban su cuello con algo de fuerza, era su extraña forma de mostrarse cariñoso.

—Teníamos un trato, yo cumplí mi parte y es hora de irme, ¿acaso un caballero como usted no cumplirá su palabra?

—Claro que sí, pero tengo hambre. Sé bueno y prepara algo.

—Está bien, pero después me voy.

Fue la respuesta de Sebastian apartándose toscamente de su agarre, este para fastidiarlo sonreía al ver su mala cara, sin más opción se recostaba en la cama para esperar su delicioso desayuno.

—El conde Phantomhive es muy afortunado y creo que no te merece, seguramente él no aprecia tu comida como yo por eso es tan pequeño y delgado— Con la boca casi llena hablaba al probar las delicias que Sebastian había preparado en esa bien proporcionada charola sobre sus piernas.

—Por favor no hable con la boca llena y si me disculpa ahora si me retiro.

—Estás muy ansioso por irte, ¿extrañas a tu querido novio o a tu hija?

—No sé de qué habla.

— ¿Creíste que no sabía de ella? Desde esa noche que los vi en ese sucio callejón los mantuve vigilados, entonces un día noté a esa pequeña con ustedes en el jardín, al principio pensé que era una pariente o hija de algún sirviente. —Levantó la cabeza y le dedicó una sonrisa— Pero al ver como el amargado conde parecía feliz con ella supe que era su hija por ende tuya, ¿no?

Sebastian no supo cómo responder a esta revelación, por mucho que trató de disimular su gesto para no afirmarla parece que su primera reacción lo delató, el otro sonriendo con malicia siguió comiendo.

—No te preocupes, no se lo he dicho a nadie y no pretendo hacerlo, tienes una hija muy linda, quizás pueda casarme con ella unos años después, ¿o crees qué seré muy viejo entonces?

—Bastardo. —Dijo amenazante el demonio reaccionando se le lanzaba encima haciendo que la charola volara por el aire y con ella la comida cayendo alrededor mientras tomando un tenedor lo rozaba en su cuello.

—Oye, mi desayuno. —El otro murmuró molesto en un rápido movimiento tomaba el cuchillo colocándolo en su espalda convirtiendo este acercamiento en un peligroso y tenso abrazo— Esto es vergonzoso, pero…

El joven de cabello platinado susurró antes de besar sus labios, de alguna forma esta hostilidad entre ellos le excitaba y así habían sido esos dos días, Sebastian malhumorado lo apartaba.

— ¿Qué hace? Podría clavar esto en su cuello y verlo desangrarse en la cama.

—Si quisieras hacerlo ya lo hubieras hecho. Mira, no diré nada de tu hija y no me involucraré más en tus asuntos, pero hoy quédate conmigo.

—¿Si lo hago nos dejará en paz?

—Lo haré, te doy mi palabra.

—Y yo te doy mi palabra que si te acercas a mi hija te cortaré el cuello con una de tus espadas antes de que lo notes.

—Un simple sirviente hablándome de esa manera, qué falta de respeto. —Dijo con ironía mientras desafiante lo miraba aun sintiendo el tenedor rozar un costado de su cuello— Estoy tan excitado, ¿lo puedes sentir?

El demonio desvío la mirada en respuesta pues sentía su dureza rozar su entrepierna, echando el tenedor a un lado se dejaba besar y hacer lo que este quisiera. Siendo sometido en esa cama sucia por comida, teniéndolo entre sus piernas en un errático vaivén de caderas sentía su agitado cuerpo saciarse del suyo. Este odioso joven sobre su cuerpo se aferraba con fuerza, notaba su bochorno al saciar sus ansias, pareciendo desesperado por contacto físico aunque fuera forzado, incluso podía percibirlo un poco vulnerable aunque mostrara rudeza y soberbia en su accionar, rasgo de alguien que parecía estar acostumbrado a la soledad.

No pudo evitar pensar en su querido joven amo, lo extrañaba tanto, pero trataba de no pensarlo en momentos como estos porque solo provocaría llenarlo de culpa por esta obligada traición cometida. Por ello evitaba hablar de su amado con el conde Grey, aunque este en esos días lo incluía en la conversación para fastidiarlo.

—Eso fue bueno, ¿no? —Agitado el peliblanco murmuró jactancioso al terminar de eyacular dentro suyo durante el orgasmo.

— ¿Puede salir de mi interior por favor?

—No.

Respondió mientras seguía moviéndose muy despacio, para el demonio era extraño ver otra cara de placer tan cercana a la suya, pero lo que le parecía más extraño era que este joven al principio que se había negado a mostrarse así obligándolo a quedarse boca abajo, desde la noche anterior lo tomaba de esta forma. ¿Le gustaba besarlo? Esa boca que hacía muecas cuando no tenían sexo se deleitaba al besarlo en esta forzada intimidad.

—Conde Grey, podríamos cambiar de posición si gusta.

—No tienes derecho a sugerir nada, perro.

Sebastian era regañado sintiendo una bofetada y los labios de este en los suyos en un apasionado beso a la vez que sentía corno nuevamente estaba duro palpitando en su interior humedecido. Al terminar, cada uno quedaba en un lado de la cama, no habían muestras de afecto por parte de ninguno, Sebastian tenía prohibido levantarse si el otro no se lo permitía, era corno un perro sometido a la orden de su amo.

—.¿Me puedo levantar para asearme antes de manchar más las sábanas? —cuestionó Sebastian mirándolo de reojo.

—Ya están sucias de todos modos. Me corrí mucho, ¿no?

—Así parece, ¿puedo preguntar algo?

—Umm… Pregunta, pero no esperes una respuesta.

—Sí, entiendo. ¿Puedo la próxima vez cambiar de rol?

— ¿Quieres meterlo en mí? ¿Se te cansó el trasero acaso? —Dijo burlón con una sonrisa.

—Solo quiero devolver el placer que me ha dado. — Sarcástico Sebastian respondió.

—No voy a arriesgarme que me hagas un hijo como a ese mocoso engreído de tu amo. Ni siquiera sé cómo lo hiciste, se supone que los chicos no se embarazan, pero no voy a arriesgarme soy muy joven para tener un hijo además sería vergonzoso parecer una mujer. Si mi barriga crece que sea por comida.

—Tal vez tiene miedo de lo que pueda hacerlo sentir.

—No caeré en esa manipulación.

—Tengo un miembro más grande y no se imagina lo que puedo tocar con un solo movimiento.

—No quiero. Y ya cállate.

Ambos se quedaron callados, quietos por unos segundos hasta que el sonido del estómago del peliblanco empezó a gruñir con fuerza rompiendo ese silencio incómodo que se había formado.

—Conde Grey, voy a prepararle algo para comer, ¿puedo levantarme?

—Espera. —Este con un puchero acercándose lo besaba de nuevo, esa era una reacción que el demonio no esperaba, ¿acaso este humano tan molesto empezaba a bajar la guardia?— Está bien, ahora vete.

—Sí, gracias… También voy a escribir un mensaje a la mansión, ¿puede enviarlo?

—Con la condición de que debo leerlo antes de enviarlo.

El demonio asintió la cabeza ante esta imposición a la que no podía negarse, minutos después el conde Grey leía la nota, "volveré en la noche, querido joven amo", esbozando una sonrisa imaginaba la cara del Phantomhive al leerla en unos minutos.

—Que formalidad… Pensé que escribirías algo más romántico, quería burlarme.

—Esas cosas se las digo directamente a mi joven amo, no necesito un papel.

—Me da lo mismo, mientras como dale esto al mensajero que está en la puerta esperando.

—Sí, es muy amable. Gracias.

Irónico decía el sonriente demonio, el conde mirando cómo se alejaba empezó a comer, debía recuperar energía para el día que les aguardaba, era el último y había que aprovecharlo. ¿Quién sabe y cuando volvería a encontrar un idiota en el cual desfogar sus ansias? Pensaba. Para el demonio el día transcurrió con aparente rapidez notando como la noche empezaba a caer, desnudo en esa cama que había sido testigo de su humillación sentía el aliento de este joven mezclarse con el suyo al estar tan cerca.

—Ya empieza a oscurecer, debo irme…

—Sí, ya estoy cansado. ¿Me preparas algo de comer algo antes de irte?

—Sabía que diría eso, preparé antes la cena solo hay que calentarla, haré eso y me marcharé.

Sebastian dijo pero sintiendo como el conde no pretendía quitarse de encima lo miró con extrañeza, no pudo evitar incomodarse al notar su mirada, lo único que le faltaba era que lo hubiera enamorado. Ese brillo en sus ojos claros, le recordaba un poco a la mirada enamorada de Ciel, solo que este lo disimulaba con un gesto de enojo acompañado de un puchero. Un momento se detuvo a reflexionar ¿Así no fue Ciel al inicio de su relación? ¿Acaso era la debilidad de los condes solitarios y de temperamento fuerte?

—Debo irme.

Un poco nervioso el demonio advertía quitándolo de encima, no importaba si este lo regañaba solo quería marcharse. Se levantó de la cama, se aseó y vistió con prisa, de inmediato iba a la cocina todo ante el silencio del conde que solo se quedó quieto.

—¿Qué fue eso?

Murmuraba para sí mismo el demonio preparando la comida del conde Grey ¿Qué había sido esa mirada? Sus pensamientos fueron interrumpidos ante los pasos de este que aparecía en la cocina.

—Eso huele bien.

—Si… —Incómodo Sebastian respondió al sentirlo cerca, ni siquiera se había sentido así cuando tuvieron sexo.

—Voy a extrañar tu comida.

—Si las circunstancias fueran diferentes prometería cocinar para usted de vez en cuando.

—Si lo sé, pero sexo y comida hasta saciarme no me arrepiento de esta decisión.

—Pagué el precio de su silencio con creces ¿ No? Espero mantenga su palabra o sabe lo que ocurrirá.

—Sí, sí. Deja la comida y vete.

Sebastian dejaba los platillos servidos en un mesón entonces vio como este se acercaba a comer. Alejándose sonreía aliviado de que este suplicio había llegado a su fin, volteando sutil echó una rápida mirada al joven que volvía a su soledad, pensamiento extraño que le hizo caminar con prisa para marcharse de una vez.

»»————••𝐹𝑖𝑛 𝑑𝑒 𝑓𝑙𝑎𝑠ℎ𝑏𝑎𝑐𝑘••————««

—Quizás no fui tan intimidante. —Se reprochaba el demonio al recordar esos días, con un suspiro resignado iba a la habitación donde su esposo enfermo de celos estaba esperándolo— Ciel…. No te enojes conmigo.

—No estoy enojado contigo es con él. ¿Cómo se atreve a acosamos? Aunque ahora que lo pienso si debería enojarme contigo. ¿Fuiste tan bueno con él que ahora quiere más de ti? Lo enamoraste como lo hiciste conmigo. ¿Verdad?

—No trates de hacer romántica mi humillación.

—Quiero que me cuentes todo lo que hicieron.

—No voy hacer eso. Contarlo es volver a vivirlo y yo solo quiero olvidar.

Ciel notaba su gesto entre molesto y avergonzado al decir aquello, sabía lo susceptible que estaba así que con esfuerzo trataba de calmar sus celos acercándose lo abrazaba.

—Debí suponer que esto pasaría, eres tan hermoso que cualquiera se enamoraría de ti.

—Cariño, es dulce lo que dices pero eso no me consuela. Ese tipo abusó de mí y debería matarlo.

—Umm ¿Matar al probable padre de tu bebé y dejarlo huérfano? Creo que no. Soy padre ahora no puedo ser tan cruel.

—No es su hijo

—No lo sabes.

—No quiero hablar más al respecto, voy a resolver esto a mi manera. ¿Si?

—Está bien, pero por lo pronto que él no arruine nuestra noche de bodas, ¿Vamos a otro lugar? —Ciel con una sonrisa sugería, no quería estropear su luna de miel nuevamente— Que ese maldito bastardo se muera de hambre.

Insinuaba con una sonrisa el conde, Sebastian asentía con la cabeza admirando la madurez de su esposo, sabía lo mucho que se estaba conteniendo así que acercándose a sus labios los besaba. Minutos después con mucho sigilo en medio de la oscuridad se escapaban con prisa por una ventana, era casi imposible que alguien los viera.

—¿Estás bien? —Cuestionó un poco preocupado Ciel cuando llegaron hasta una cabaña en un pueblo apartado a unos kilómetros— No debiste traerme en brazos a esta distancia en tu estado. Tonto.

—Sentir tu calidez a través de la brisa fría de la noche fue reconfortante. Estoy bien...

Un poco más animado el demonio susurraba a su oído mientras entraban a la cabaña, Ciel llevaba a la cama a su esposo, no podía negar lo hermoso que era y ahora con el embarazo había un extraño brillo en su mirada carmesí que le provocaba tranquilidad. Se amaron esa noche con devoción y locura, un amor que se fortalecía en la madurez de afrontar las dificultades, como dos niños estaban creciendo juntos, apartados del mundo eran solo ellos como siempre había sido y esperaban que así fuera por mucho tiempo.

Sebastian en esa madrugada casi amanecer no podía conciliar el sueño muy al contrario de su amo que estaba profundamente dormido a su lado. De pronto sintió que algo se removió con fuerza dentro suyo provocándole un gesto de dolor, con cuidado se levantó de la cama para tomar aire afuera ya que se sentía un poco sofocado, suponía era un síntoma normal en su estado.

—¿Qué pasa? —Cuestionó al bebé dentro suyo, acariciando su vientre lo sentía moverse a pesar de ser pequeño todavía ya que apenas se le notaba.

La brisa fría de la madrugada lo calmaba, cerrando los ojos se dejaba llevar por esta reconfortante sensación, no podía evitar pensar en este niño, en su posible padre. Si su padre era el odioso conde de cabello platinado ¿Cómo explicarle que era producto de un acto sin amor? Eso lo abrumaba amargamente, como rogaba que este niño fuera de Ciel aunque esa posibilidad era poco probable y no quería admitirlo.

—No los esperábamos hasta la noche. —Un poco sorprendido dijo Agni al ver a la pareja de recién casados aparecer al mediodía en la mansión.

—Ah... No nos digan que de nuevo se — Exclamó con mala cara Soma al recibirlos.

—No nada de eso... Estamos bien. —Murmuró Ciel tranquilo sin soltar la mano de su demonio a su lado.

—Oh es por el estado de Sebastian. No quería "forzarlo" mucho ¿Verdad joven amo? —Insinuaba pícaramente el cocinero.

—iCáIIate, no es eso!

Le regañó el conde un poco sonrojado, la verdad era que no querían estar lejos de su pequeña por si aparecía el dichoso mayordomo de la Reina y la descubriera, Ciel ignoraba el hecho que este ya conocía la existencia de su hija, el demonio al no querer preocuparlo se lo había ocultado.

—Voy a salir —Dijo el demonio por la tarde a su joven esposo.

—¿A dónde vas?

—Debo recordarle a alguien el trato que teníamos.

A Ciel no le gustaba nada la idea que su demonio fuera a verlo pero si se negaba era una señal de desconfianza.

—Está bien… No lo lastimes.

—Ya veremos. —Dijo el sonriente demonio, antes de marcharse era despedido con un dulce beso en los labios.

Sebastian con sigilo aguardaba fuera del palacio real hasta poder colarse sin ser visto, a la primera oportunidad que tuvo estaba dentro, yendo directamente a la habitación del conde, a quien halló leyendo un libro cerca de la ventana.

—Vaya... ¿A quién tenemos aquí? —Dijo el conde en un tono irónico fijando su mirada al demonio— ¿Leíste mi nota y viniste a darme de comer?

—¿Qué fue esa nota? ¿Nos estás espiando? ¿Olvidaste nuestro trato?

—Ehh... Yo prometí no meterme en sus asuntos, ni con tu hija pero nunca prometí dejarte en paz a ti. Ya que estás aquí ¿Por qué no preparas algo? No sabes cuánto he extrañado tu comida.

Sebastian se acercó molesto ante su descarada sonrisa, toscamente lo agarraba de la camisa para levantarlo un poco, notando más de cerca esa molesta sonrisa que no se borraba de sus labios. ¿Se estaba burlando? Entonces solo sintió corno este empezó a besarlo, aferrándose a su cuerpo parecía no querer soltarlo, el demonio trataba de apartarlo pero una fuerza dentro suyo se lo impedía, disminuyendo su energía. ¿Este bebé estaba de parte de este tipo? ¿Acaso lo reconocía como su padre? Confundido pensaba mientras sentía su lengua jugar con la suya en ese forzado pero desesperado beso.

Chapter 45: Verdad

Chapter Text

Sebastian confundido por esta aparente revelación lo apartaba con rudeza, conteniendo su enojo por tal atrevimiento veía como el peliblanco frente suyo se relamía perversamente los labios. No podía creer que este idiota pedante podría ser el padre de su hijo, se arrepentía de no haberlo eliminado desde el inicio, pero aún no era muy tarde.

—No creas que te besé porque quise solo fue para fastidiarte —Murmuró el conde con una presuntuosa sonrisa a pesar del rechazo.

—No parecía. —Susurró con ironía el demonio sintiendo aún los restos de su saliva dentro de la boca por ese beso ansioso.

—¿Qué insinúas? ¿Qué me gusta besarte? ¿Qué tú me gustas?

—No lo sé... Pareciera que así fuera, esa nota que envió fue para llamar mi atención y que viniera aquí, ¿verdad? Sin contar que está muy pendiente de lo que hago.

—Solo quería molestarte.

Grey con un puchero aclaró, el demonio notaba un tenue rubor en sus mejillas infladas, por alguna extraña razón le daba un poco de lástima ver su desesperado llamado de atención. Era obvio que con esa nota para atraerlo y el beso con el que fue recibido este tonto se sentía atraído, pero su orgullo no le permitiría admitirlo.

—¿Qué hace? —Preguntó Sebastian cuando sus pensamientos fueron interrumpidos al sentir como el otro se acercó quedando su rostro muy cerca al suyo.

—Tienes algo raro —Dijo este dudoso fijando su mirada en sus ojos rojizos— Bueno, siempre has sido raro.

En tono coqueto dijo en un susurro, al parecer era solo un pretexto para acercarse y pretender besarlo de nuevo, Sebastia mirándolo mal se apartaba por un instante creyó que su vergonzoso secreto había sido descubierto.

—Quiero que nos deje en paz... Quiero que cumpla su palabra.

—Y si me niego, ¿qué harás? ¿Matarme?

Insinúo desafiante sin dejar de sonreír de forma descarada, ciertamente lo estaba provocando, el demonio tomando un profundo respiro se prestaba a darle una advertencia más seria. Con ambas manos empezó a apretar su cuello levantándolo un poco del piso, el otro no dejaba de sonreír ni siquiera al ser amenazado.

—Deja de sonreír así... Te dí lo que querías, déjame en paz.

—Si vas a matarme hazlo de una vez porque no voy a dejarte en paz.

Sebastian presionaba su cuello con un poco más de fuerza, matarlo cambiaría sus planes, pero al parecer era necesario hacerlo por su propia tranquilidad y la de Ciel, además sería la forma perfecta de liberar el enojo contenido por la humillación vivida en ese abuso. Cuando el peliblanco parecía quedarse sin aliento, Sebastian solo sintió un agudo dolor en sus entrañas tan fuerte que todo su cuerpo se tensó soltándolo.

—Pensé que el muerto sería yo... Pero parece que eres tú el que está muriendo. —Dijo sarcástico el conde tocando su cuello tosía un poco mientras notaba el mal estado del mayordomo que con un gesto de dolor respiraba agitado sin moverse— Oye, te ves muy mal.

Sebastian lo escuchaba en medio de su desespero, no era momento de dar importancia a su burla, nunca antes había sentido este tipo de dolor, tan profundo como si le arrancaran la vida desde adentro. ¿Acaso este pequeño ser en su interior provocaba esto a su voluntad para proteger a su padre? Confundido con esfuerzo caminó hasta el sillón a unos pasos donde se sentó, agobiado, frustrado además avergonzado por mostrarse tan vulnerable fijaba su mirada al piso.

—Toma, es agua. —Dijo el peliblanco ofreciéndole un vaso con agua, este apenas lo miró y negó con la cabeza— ¿Qué hago entonces?

—Déjeme tranquilo.

—¿Eso quieres? —Grey respondió a su petición agachándose quedaba muy cerca de su pálido rostro notando su ceño fruncido— En tu estado te atreves a desafiarme. ¿Eh? Ni siquiera puedes moverte.

Murmuró con malicia tomándolo del mentón lo obligó a verlo, acercándose empezó a rozar sus labios a los suyos. Sebastian trataba de apartarlo, pero de alguna extraña forma el dolor parecía disminuir, se dejó besar un poco más hasta tener la fuerza suficiente para marcharse, al parecer esta sería una pelea difícil de ganar cuando su mayor rival ahora crecía dentro suyo, ¿qué debía hacer?

— ¿Por qué hace esto? —Cuestionó Sebastian cuando unos segundos después sus labios se separaron, sin embargo la cercanía se mantenía entre ellos.

—¿Besarte?

—Querer estar conmigo...

—No sé, no tengo con quien más estar.

—¿Con su encantadora personalidad? —Dijo Sebastian entre burlón y sarcástico, era su forma de desquitarse— Cualquiera quisiera estar con usted.

—¿Ya te sientes mejor para burlarte de mí?

—Hablemos sinceramente, ¿le parece?

—Yo siempre soy sincero.

—No, usted oculta muchas cosas.

—No soy de los que se abre con cualquiera.

—Yo no soy cualquiera, ¿verdad? —Sebastian mostrándose calmado decía acariciando su rostro, ya que no podía atacarlo con fuerza física lo confrontaría de esta manera porque así parecía bajar la guardia— Charles, dime... ¿Estás enamorado de mí?

—iEhh...! i¿Por qué me llamas por mi nombre con tanta confianza?! iSoy conde Grey para ti! — Sonrojado exclamó alterado a la vez que se levantaba evitando responder la pregunta, que por su reacción solo parecía afirmarla.

—Soy un hombre comprometido lamento no corresponderle.

—Ah... No te hagas ideas que no son. Yo solo quise estar contigo para fastidiar al conde Phantomhive, mocoso insolente, me cae mal.

—Sin duda lo fastidió mucho, obtuvo lo que quiso, ¿qué más quiere?

—No lo sé. —Murmuró en voz baja evitando verlo, le daba la espalda— Vete, ya me hartaste.

—Está bien.

Sebastian murmuró, sin dudarlo obedecería su petición sintiéndose un poco mejor se levantaba, por ahora era una tregua forzada porque intuía que no podía enfrentarlo sin sufrir ese agonizante dolor de nuevo, pasando por su lado se disponía a marcharse entonces sintió como su mano era tomada deteniendo su andar.

—No te vayas todavía...

Era la petición que escuchó, un ruego que sonaba como de alguien hiriendo su valioso orgullo al pronunciar tales palabras, volteando a verlo notaba su rostro sonrojado, ¿esto podría considerarse una forma de humillarlo? Porque sabía que nada podía ser más humillante para un soberbio que admitir necesitar a alguien, sin hacer caso a su nueva petición se veía al demonio caminar a paso lento fuera del palacio, fijando su mirada al cielo veía cómo se tornaba oscuro.

—¿Cómo le diré a Ciel lo del bebé? Va a odiarme, yo mismo me odio —Hablaba consigo mismo mirando al cielo como si este le diera una respuesta— Creo que será mejor no decirle nada hasta que nazca.

El confundido demonio siguió caminando, aún sentía un leve malestar en sus entrañas, al parecer este embarazo no sería fácil de sobrellevar, no quería decirlo pero sentía odiar a este pequeño ser que se aferraba perversamente dentro suyo, manipulándolo de esta manera vil desde ahora.

—Sebastian... Pensé que ya te habías quedado a vivir con tu novio —Con una falsa sonrisa decía Ciel disimulando muy mal sus evidentes celos— ¿Disfrutaron su tarde juntos?

—No empieces cariño, tardé porque vine caminando. Si dejaras tus celos a un lado te darías cuenta que estoy mal.

—Sí, te ves algo pálido, pero supongo que es por el cansancio del sexo que tuvieron.

—Eso no tiene sentido. Este niño casi me mata pero agradezco tu preocupación.

—No exageres. Un bebé no puede matarte.

—Es mitad demonio creciendo dentro de un demonio. Es muy diferente a Claudia. —Dijo dando un suspiro empezó a subir las escaleras— Necesito descansar, ¿puedo ir a nuestra cama o busco otro lugar?

— ¿Ya no quieres dormir conmigo?

—Sí quiero, pero estás enojado y ya sé cómo eres cuando estás de ese humor.

Ciel haciendo sus celos a un lado al ver que estaba mal se acercaba para ayudarlo a subir las escaleras tomándolo del brazo.

— ¿Cómo quiso matarte nuestro bebé? —Era la pregunta de Ciel para relajar la tensión entre los dos, Sebastian sintió algo oprimir su pecho al oír ese "nuestro", reaccionando hacía un gesto afligido involuntario— ¿Qué te pasa?

—Nada… Es que mi estado es vergonzoso. Odio verme así. —Dijo evitando darle una respuesta sincera.

—¿Y cómo te fue con ese idiota? No lo mataste, ¿o sí?

—No, aún así ganas no me faltaron.

— ¿Y? —Cuestionó Ciel mirándolo de reojo.

— ¿Y qué?

— ¿De qué hablaron?

—El idiota está enamorado de mí, que más incómodo puede ser eso.

— ¿Qué? ¿Te lo dijo?

—No, alguien como él nunca lo admitiría directamente, solo me di cuenta.

—La mansión es grande y podríamos vivir los tres juntos.

—No es gracioso. —Con un puchero expresó Sebastian cuando caminaban por el pasillo, Ciel sonreía burlón para molestarlo. Pasando por la habitación de Claudia entraron viendo lo tranquila que dormía en su cuna— Es hermosa...

Dijo en un susurro acariciando su bello rostro dormido, Ciel percibía un tono de tristeza en su voz conociéndolo bien sabía que algo le ocultaba, pero suponía que no era momento de presionarlo. Casi al instante fueron a su habitación, Sebastian se recostaba en la cama con una sensación de alivio, era agradable sentirse en casa a pesar del malestar que persistía en su embarazado cuerpo. Más tranquilo cerraba los ojos al pretender dormir, entonces sintió como su joven esposo se recostaba encima de forma provocativa, embelesado al tener su rostro cerca lo abrazaba reconfortándose en su calidez.

—Joven amo, ¿qué hace?

—Hay alguien enamorado de mi demonio, debo mantenerlo cautivado para que no me lo quiten.

—Siempre estaré cautivado y no voy a irme con nadie. —Susurró antes de devorar sus labios en un apasionado beso que era correspondido.

Ciel comprendía que su madurez jugaba un papel importante en la extraña situación actual, ya que sus actitudes inmaduras anteriormente solo le trajeron problemas y no quería perder a Sebastian más ahora que alguien podría acogerlo. Sin embargo, esto no impedía que sintiera su ser arder de enojo y celos sólo que estaba aprendiendo a disimularlos, no podía evitar cuestionarse, ¿cuánto duraría esta fachada de aparente madurez? Porque ser maduro no era igual a ser estúpido pensaba mientras lo besaba.

—Ngh... —Era el jadeo de Ciel cuando abriendo sus piernas daba permiso para que su demonio lo embistiera, su entrada palpitaba, su gesto excitado expresaba sin palabras el ruego por tener en su interior esa prominente erección, esa parte exquisita de su demonio que hacía su vibrar hasta lo más profundo de su cuerpo— Vamos, mételo ya...

—Si, enseguida... Es que me gusta verte rogar.

—Idiota…

Dijo Ciel totalmente sonrojado por esa sonrisa perversa que su sensual demonio le dedicaba, estremecido al sentir como su cavidad anal era invadida lentamente, cerraba los ojos dejándose llevar por esta placentera sensación. Entonces abrió los ojos al sentir como Sebastian se quitaba de encima de repente.

—No puedo, me duele... Lo siento. —Se quejaba retorciéndose en la cama sin dejar de tocar su vientre— Este bastardo lo hizo de nuevo.

— ¿Cuál bastardo?

—Este niño... Ah, Ciel, lo siento... Yo...

—No tienes que disculparte... Sé que te duele, pero no le digas así a nuestro bebé.

El joven decía sin saber que hacer al verlo tan pálido y adolorido, sentándose trataba de tocar su vientre para calmarlo, definitivamente este embarazo era muy diferente al suyo, se conmovía al verlo en este estado, incluso podía sentir este dolor como si fuera propio.

—No me toques, duele más... —Entre quejidos decía Sebastian, el joven sin entenderlo apartaba su mano con prisa.

—Lo siento, Ciel... Pero este no es nuestro hijo.

Confesó el demonio con la mirada llorosa, eran lágrimas de impotencia, dolor y vergüenza, Ciel solo agachó la cabeza sin saber cómo sentirse ante esta verdad revelada. A pesar de que lo sospechaba, sentía no estar listo para aceptar tan devastadora revelación, el cúmulo de emociones en su ser lo confundían, por un lado sentía el genuino sufrimiento de Sebastian, tanto físico como mental, y por otro lado batallaba con su viejo “yo” que le pedía aflorar y hacerlo sentir peor de lo que estaba, complicando nuevamente su relación, ¿el amor a su demonio podría soportar esta dura prueba?.

༻꫞𝐴𝑔𝑟𝑎𝑑𝑒𝒛𝑐𝑜 𝑠𝑢 𝑎𝑝𝑜𝑦𝑜 𝑎𝑙 𝑙𝑒𝑒𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎 ℎ𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎꫞༺

Chapter 46: Amenaza

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Ciel internamente batallaba entre el profundo amor que sentía por su demonio y el orgullo propio, no quería aceptar la verdad de aquella confesión que rompía sus ilusiones y su corazón, abrumado por esta confusión sentía como en silencio unas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sin poder detenerlas. Quieto, sin saber cómo reaccionar mantenía agachada la cabeza, esta afirmación de sus sospechas eran más de lo que podía soportar su reciente madurez adquirida.

—Ciel... Yo...

Susurró Sebastian tratando de contener el dolor que le embargaba, su joven esposo se levantó en silencio al oírlo, no estaba enojado con Sebastian era consigo mismo porque no debió permitir que alguien más tocara lo que era suyo. ¿Qué clase de amor era este? Tratar de ser racional y maduro no servía de nada, ahora lo entendía, porque si se hubiera mantenido en su actitud caprichosa y egoísta esto nunca hubiera pasado, pensaba.

—Debo asimilar esto... No estoy enojado contigo. —Dijo el conde cuando caminaba hacia la puerta de la habitación.

—No me dejes solo...

Era el ruego de Sebastian que Ciel al oírlo sintió su corazón dar un vuelco, no quería dejarlo, pero por unos minutos no quería tenerlo cerca, necesitaba calmarse para no decirle algo hiriente y así no desquitar su enojo en él. Yendo por el pasillo pasaba por la habitación de su hija quiso entrar para verla, deteniéndose pensó que era mejor no hacerlo, no era correcto agobiarla con sus problemas, así que solo siguió su camino para dirigirse al jardín.

—Amo Ciel es una noche fría si va a salir debería abrigarse. —Era la advertencia de sincera preocupación de Agni cuando lo encontró cerca de la puerta para salir. Al ser ignorado notó su mirada vacía y llorosa, dando un suspiro empezó a seguirlo hasta que lo alcanzó en el jardín.

—Agni, quiero estar solo.

— ¿Qué sucede amo Ciel? Estoy seguro que hablar con alguien le hará sentir mejor.

El conde al oírlo dudaba que contarle resolviera el asunto, pero tal vez su sabio consejo le ayudaría a aclarar la confusión que le invadía. Sin tener una mejor opción a regañadientes empezó a hablar de su desdicha, desahogando así el pesar que le agobiaba. De todos modos se enterarían que no era suyo cuando naciera el bebé de Sebastian, un pequeño ser que no se le parecería.

—Oh, amo Ciel eso es más serio de lo que pensé. —Sorprendido Agni murmuró después de oír su relato— Ahora entiendo su pesar, pero si usted se siente así, imagínese cómo debe sentirse el señor Sebastian que lo ama tanto.

—No sé qué debo sentir, menos que debo hacer. —Decía entre lágrimas— Yo quería que ese bebé fuera mío.

—Pero es suyo por ser de quien ama, ¿verdad?

Ciel desvió la mirada al oírlo porque era tan sencillo decirlo, obviamente omitió contarle que ese niño parecía rechazarlo al estar cerca, el dolor profundo que provocaba en su demonio y que era probable que no pudieran estar juntos durante el embarazo.

—Ciel… —Le llamó un palidecido Sebastian apareciendo en el jardín a paso tambaleante, con prisa los dos se le acercaron para sostenerlo y evitar que cayera— Lo siento tanto.

—No debiste venir hasta aquí, Agni llévalo a la habitación por favor.

EI hindú asintió con la cabeza ante esa orden dada, notando como el joven se alejaba de Sebastian, sospechando que había algo más que no le comentaron. Acercándose servía de apoyo al demonio que se tambaleaba, de inmediato empezaron a caminar de regreso a la mansión.

—Se ve muy mal señor Sebastian no debió venir hasta aquí, si lo desea puedo llevarlo en brazos.

—No, eso no... No puedo humillarme más.

—No digas eso —Con tristeza Ciel susurró tomándolo de la mano mientras seguían caminando. Agni oyéndolos sonreía conmovido por el amor que percibía entre los dos a pesar de las difíciles circunstancias, estaba seguro que superarían juntos esta prueba. A los pocos minutos llegaron a la habitación donde Sebastian era recostado en la cama.

—Le prepararé un té de hierbas medicinales y pondré unos paños tibios en el vientre para calmar esos dolores.

—Agni, eres muy amable. —Dijo Ciel con una pequeña sonrisa, el atento mayordomo de inmediato salió para cumplir su diligencia— Sebastian, ¿te duele si estoy cerca?

—Un poco, pero puedo soportarlo, este mocoso no me va a impedir que estemos juntos. Ven, te necesito conmigo...

— ¿Estás seguro?

—Si...

Estirando su brazo lo invitaba a recostarse a su lado, Ciel entre lágrimas lo abrazaba con fuerza mientras pensaba en las palabras que Agni le dio antes. Ese niño sería suyo solo por ser parte de Sebastian era lo que se repetía en su cabeza, sería difícil aceptarlo, pero para bien o para mal sería medio hermano de su pequeña Claudia, quien siendo tan lista podría percibir si había hostilidad hacia ese bebé, así que por ella debía hacer el esfuerzo, además hacer que su demonio no lo odiara más.

—Sé que no debí hacerlo, pero le conté a Agni el asunto. —Comentó Ciel después de unos segundos estando más calmado.

— ¿Por qué hiciste eso?

—Bueno, hablarle me hizo pensar mejor las cosas y calmarme. Él no es chismoso así que no dirá nada.

— ¿Le dijiste de quién es este niño?

—Tampoco le dí tantos detalles.

Sebastian no podía evitar sentirse avergonzado por esta humillación, no importándole el dolor se acercó a su querido amo, de quien le sorprendía su actitud al parecer realmente estaba madurando. ¿O era algo más que madurez? tal vez su amor era tan fuerte para lidiar con esta situación y ese era un alivio a su abrumado ser.

—Agni y Tanaka estarán a cargo de la mansión a partir de ahora. —Era el anuncio del joven señor la mañana siguiente.

— ¿Sebastian está enfermo? …Vaya, le está afectando el embarazo más que a usted joven amo.

—Bard, son los malestares normales, pero agradecemos tu preocupación.

—Pobre señor Sebastian debe sentirse muy mal para no trabajar.

Se lamentaba Meyrin con tristeza en la reunión de sirvientes y amo que se llevaba a cabo en la cocina, mientras tanto el demonio en la habitación de su pequeña le daba el biberón teniéndola cariñoso en su regazo.

—Mi pequeña, no me mires —Le pedía Sebastian a su hija que con un puchero se negaba a comer a la vez que lo miraba fijamente— Ya lo sabías, ¿verdad?

Su hija asintió con la cabeza mientras acariciaba el vientre de su padre quien solo desvío la mirada avergonzado.

—Lo siento… Pero será tu hermano o hermana, debes quererlo por los dos porque yo no lo quiero. —Susurró un poco molesto entonces notó el ceño fruncido de su pequeña hija— Es asombroso ver como tienes los mismos gestos de Ciel, es tan hermoso pensar lo que se hereda y…

En un suspiro dijo mientras pensaba con amargura en que probablemente su hijo heredaría los rasgos y gestos de ese odioso conde de cabello platinado, siendo siempre un recordatorio de sus besos, caricias y entregas forzadas.

— ¿Qué hacen ustedes? —Cuestionó Ciel entrando a la habitación notando la dulce escena entre padre e hija— ¿Le contaste?

—Al parecer ella ya lo sabía.

Ante la casi afirmación de Sebastian, se miraron entre sí para después fijarse en la mirada en su pequeña, que les sonreía sin dejar de acariciar el vientre de Sebastian.

—Nuestra hija es más madura que nosotros, ¿no lo crees Sebastian?

—Así parece.

Casi resignado el demonio murmuró, ahora hasta su hija le daba lección de madurez al querer a ese pequeño que odiaba de alguna forma. Así pasaron algunos días, Ciel veía como el embarazo en Sebastian avanzaba más rápido que el suyo entonces, su vientre abultado era ya notorio.

Un muy excitado Sebastian jadeaba al sentir como Ciel en la oscuridad colocaba un dedo en sus labios para que no pronunciara su nombre. Era tan extraño tener intimidad de esta forma, ser amantes a escondidas aunque estaban casados, sin embargo, era la única opción para que el pequeño intruso en el interior del demonio no notara su cercanía. Sebastian sentía unas leves punzadas de dolor sacudir su interior, aún así no se comparaba al placer que le estremecía al penetrar con delicia su cuerpo con firmeza, Cielo temblando bajo su cuerpo se aferraba a su espalda tratando de callar sus gemidos.

—Ya termina de una vez, deja de jugar —Fue su tenue murmullo cuando traviesamente el demonio sonreía moviéndose en forma lenta y certera— Se va a dar cuenta…

Al instante Ciel no pudo evitar gemir alto cuando en una fuerte estocada su interior se llenaba con su cálida esencia llevándolo al delirio. Ambos gemían, el demonio lo hacía más por dolor que placer, si era por complacer a su esposo lo hacía feliz también.

—Deberíamos irnos un tiempo de la mansión hasta que nazca el bebé.

Sugería Ciel colocándose su pijama en esa oscura madrugada, no hacer contacto físico con su demonio después del acto sexual era su nueva rutina a la que se estaban acostumbrando. Podía notar su malestar en esa corta distancia así que esperaría que se le pasara para dormir abrazado a su regazo.

—No quiero estar huyendo.

—No es huir, es ser precavido. No quiero que ese idiota se entere que tendrá un hijo contigo, eso no lo soportaría.

—Sí, creo que es lo mejor.

Sebastian murmuró entre un bostezo a la vez pensaba en cómo todo hubiera sido distinto de no haber aceptado ese estúpido trato. ¿Por qué lo hizo? Aún cuando su intuición le advertía de las consecuencias, quizás en el fondo de su maligno ser deseaba algo diferente en su vida, un deleite que le recordara su perversa y egoísta naturaleza demoníaca, pero ¿qué estaba pensando?. Cerrando los ojos se quedaba dormido como ahora en su estado lo hacía con más frecuencia, no podía evitar deprimirse por tan extraños pensamientos.

—Amo Ciel, unos hombres vinieron a entregarle una carta, insisten en dársela personalmente. —Era el aviso de Agni un par de días después entrando al despacho del conde.

— ¿Vienen en nombre de la Reina? —Cuestionó Ciel con mala cara, este asintió con la cabeza — ¿Preguntaron por Sebastian?

—Sí, uno de ellos. Pero le di la respuesta que usted me ordenó dar a cualquiera que preguntara por él.

—Bueno, quédate cerca mientras los atiendo. No son una visita grata.

—Sí, amo Ciel.

Ambos se dirigieron a una de los salones donde aguardaban las visitas, Ciel antes de entrar trataba de darse el valor para ver al hombre que estaba enamorado de su demonio, el padre de su hijo. Era la primera vez con lo acontecido que lo vería directamente, no le temía, pero si dudaba de su autocontrol si este empezaba provocarlo. Pensó que tal vez no pasaría nada si el otro Charles lo acompañaba, no creía que se atreviera a mencionar el bochornoso tema con otros.

—¡Conde Phantomhive hace mucho no nos veíamos! ¿Cómo está?

—Bien, gracias.

—Veo que tiene nuevo mayordomo ¿Y Sebastian? Si lo despidió, podría tener oportunidad de trabajar para su Majestad, sus habilidades nos serían muy útiles.

Eran las palabras de Charles Grey con un tono sarcástico y cínico gesto, Ciel empuñaba con disimulo sus manos, no creyó que sería tan descarado y fastidiarlo desde el inicio, era molesto que siquiera insinuara querer llevárselo.

—Charles deja de molestar, el otro mayordomo dijo que está en un asunto fuera de la mansión. —Su compañero le decía con seriedad.

—Ya sé, ya sé… Qué lástima solo quería saludarlo.

— ¿Tiene algún mensaje importante por parte de su majestad aparte de la carta? La verdad es que estoy ocupado.

—Charles, ¿puedes dejarme a solas con el conde? Quiero hablar con él en privado. —Grey decía con una forzada sonrisa a su compañero, este solo dio un suspiro resignado y se prestaba a retirarse.

—No tardes, tenemos trabajo que hacer. —Le advirtió antes de salir.

— ¿Qué quiere hablar conmigo Conde Grey?. Al parecer los dos tenemos trabajo que hacer y no podemos perder tiempo en tonterías.

—Su mayordomo no es una tontería, aun así iré directo al asunto. —Dijo el peliblanco acercándose lo tomaba del mentón— Esto es tan vergonzoso.

—Si es algo con respecto a Sebastian, es un no rotundo. Teníamos un trato y lo cumplimos, usted cumpla con su parte —Respondió apartando bruscamente su mano.

—Quiero ver a Sebastian

—Le dije que no está.

—¿Acaso teme que su mayordomo termine enamorado de mi? ¿Por eso lo esconde?

—Claro que no... Él no está.

—Lleva días que no sale, intuyo que está aquí.

— ¿Nos está espiando?

—Ni usted, ni su hija me interesan.

—¿Mi hija? —El rostro de Ciel palideció ante esa aclaración, no sabía que este hombre conociera su mayor y amado secreto.

—Oh... ¿Sebastian no le contó que yo ya lo sabía? Parece que la comunicación entre ustedes no es muy buena. —Charles dijo esbozando una burlona sonrisa al notar su reacción— No se preocupe, su secreto está a salvo conmigo.

— ¿Se divierte con todo esto?

—Un poco…. Yo mismo me doy risa porque a pesar de mi arrogancia he venido a humillarme porque necesito ver a Sebastian.

— ¿Por qué?

—Porque me gusta, ¿no es obvio?

Con un ligero sonrojo en sus mejillas aclaraba, Sebastian que ya había percibido su presencia estaba en un pasillo cercano al despacho. Temía que el peliblanco lastimara a su joven por celos, nunca creyó verse siendo la manzana de la discordia amorosa entre dos condes.

—¡Señor Sebastian ¿Qué hace aquí escondido? —Gritó Finny al verlo de forma sospechosa, alertando así a Agni y al otro mayordomo de la Reina que estaban fuera del despacho. EI demonio salió con prisa llevándose al escandaloso jardinero a la cocina antes de ser vistos.

—Parece que el mayordomo ha regresado. —Dijo el otro Charles dando unos golpes a la puerta donde su compañero hablaba con el conde Phantomhive. Agni no entendía lo que pasaba, ni en qué lío estaba metido, entonces se dio cuenta que ese hombre que estaba reunido con el conde que ahora servía, probablemente era el padre del bebé de Sebastian.

—Sabía que él estaba aquí. —Dijo el peliblanco con una gran sonrisa dirigiéndose a la puerta.

— ¿Qué? ¿A dónde va? —Ciel molesto cuestionó siguiéndolo, no iba a permitir que este notara el embarazo de Sebastian.

—A verlo… —Respondió al salir encontrándose a su compañero y a Agni afuera.

—Agni no dejes que avance.

— ¿Qué? —Murmuró mientras desenvainaba su espada y en un rápido movimiento tomaba a Ciel por la espalda para amenazarlo con ella— Sabes que no me molestaría rebanar tu lindo cuello, pero por ahora me conformo con que llames a Sebastian.

—¿Estás loco? —Ciel cuestionó enojado y algo nervioso ya que temía por su vida al tener esa espada tan cerca de su cabeza— Agni trae a Sebastian

—Esto no es correcto Charles. —Casi en un regaño le decía su compañero mientras veía como Agni se alejaba por el pasillo.

—Hacemos cosas peores en nombre de nuestra majestad. Deja darme este gusto.

— ¿Todo por ese tipo?

—Él es especial, ¿verdad Conde Phantomhive?

Casi al instante aparecía Sebastian al parecer estaba cerca, molesto caminaba hacia los dos condes. Grey extrañado lo veía fijamente notando algo diferente en él, haciendo a un lado a Ciel se le acercaba.

—Mira lo que me obligas a hacer —Susurró con una sonrisa quedando muy cerca suyo, se contenía por abrazarlo— Solo dame un beso y me voy.

—Eres un demente.

—Tal vez —En tono coqueto dijo antes de abrazarlo y besarlo ante la mirada celosa de Ciel, casi al instante era apartado por el demonio, fijando su mirada en él— Eso se sintió raro, ¿qué tienes?

Sebastian desvió la mirada porque por primera vez en días el dolor constante desaparecía así que trataba de disfrutar de esta efímera calma, efímera porque sentía la mirada asesina de Ciel a unos pasos. Junto a la mirada sorprendida de todos en la mansión por esta confusa situación de la que eran testigos, ¿por qué Sebastian se dejaba besar por alguien más frente a su joven amo?

Notes:

Este es el último capítulo que me quedaba por resubir antes de pausar esta historia hace unos años. Espero poder actualizar pronto con capítulos nuevos para finalizar este fanfic. Muchas gracias por estar pendiente de esta historia. ♥︎

Chapter 47: Desafío

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La confusa escena era presenciada por todos los miembros de la mansión Phantomhive, al percibir la tensión provocada por ese visitante no dudaron en ponerse en una actitud defensiva. Más que sirvientes, eran como una familia ahora y no podían permitir que un extraño entorpeciera la armonía en el hogar que su joven amo había formado junto a Sebastian.

Sin duda era una provocación insensata, pensaron en silencio al unísono, sin sospechar el verdadero trasfondo de esta inusual escena. A pesar de que la amenaza acechaba a Charles Grey, no le prestó atención, la sensación de ese beso fue diferente a cualquier beso robado de esos labios y lo confundió en gran manera, además Sebastian se veía diferente, su contextura no era tan delgada como siempre.

Sebastian sumía su vientre para no mostrarlo tan abultado como estaba, por su naturaleza demoníaca no se le dificultó mantener normal la respiración, así que molesto sólo le pedía que se marchara. Sin embargo, podría también aprovechar esta oportunidad para acabar con su odiosa existencia y terminar así con este acoso, una medida que debió tomar desde el principio para evitar todo este desastre en su vida.

—Sebastian, no… —Fue la certera orden de Ciel al notar las intenciones de su demonio, no es que no quisiera ver acabado a ese tipo, pero no sabía qué consecuencias habrían al hacerlo. Le preocupaba su embarazo, si ese bebé al percibir el daño a su otro padre podría ocasionar un mayor dolor agobiante en Sebastian, ¿era posible que murieran ambos?, no lo sabía, pero era mejor no averiguarlo.

—Charles, vámonos. —Acertó a decir su compañero con seriedad al notar como sus impulsos podrían provocar un lío innecesario que diera desprestigio a su labor como sirvientes de la reina— Ya cumplimos con nuestra misión, debemos retirarnos.

—Pero no he terminado de hablar con Sebastian.

—No tengo nada que hablar contigo.

— ¿Es así? Entonces hablaré con el conde Phantomhive.

—Tampoco hables con él. —Sebastian con molestia advertía mientras sentía como sus entrañas empezaron a doler, seguramente era porque el bebé en su interior se inquietó al oír la voz del sujeto que en mala hora lo engendró.

—Eh, te pusiste pálido como la última vez cuando fuiste a visitarme. ¿Estás bien?

Sebastian con molestia evitaba que se acercara, no necesitaba su ayuda, pensó que Ciel diría algo, pero solo notó como le dio la espalda y empezó a caminar con calma. No era el momento de hacer una escena de celos, ya que no fue él que provocó ese beso de antes, pensaba un poco resentido al verlo alejarse.

—Si quieres una relación formal con mi mayordomo, eres libre de hacerlo, mientras no me perjudique y se mantenga en secreto.

Era lo que Ciel dijo al voltear a verlos, Sebastian abrió sus ojos con sorpresa ante tan inesperada aclaración, la calma en su gesto y certeza en sus palabras, parecía decirlo en serio, ¿sus disimulados celos y su orgullo lo hicieron tomar esta drástica decisión? Los demás se impresionaron también, en especial el conde Grey que no entendía esa actitud "generosa", ¿estaba simplemente renunciando a Sebastian para dejarle el camino libre?.

— ¿Qué planeas? —Cuestionó dudoso— ¿No te importa que me quede con él?

—Es mi mayordomo, pero si él desea iniciar su vida amorosa con usted, doy mi permiso como su amo. Solo no quiero que me sigan importunando con su estúpido romance.

—Joven amo… —Murmuraron confundidos sus sirvientes, no entendiendo esa extraña decisión, sobre todo su actitud, realmente parecía hablar solo como su amo y no como esposo de Sebastian.

—Conde Phantomhive, ¿quiere decir que usted no tiene una relación amorosa con su mayordomo? —Era la pregunta del otro mayordomo de la Reina que tampoco entendía este lío, hasta ahora solo había confiado en lo que su compañero le afirmó sobre ese imprudente amorío entre amo y mayordomo.

—Claro que no, ni siquiera tengo la edad para mantener una relación amorosa de ese tipo, menos con un hombre. Además de mi buen nombre, tengo una prometida que cuidar, ¿por qué me desprestigiaría así por un amorío con un simple sirviente? —Ciel con una actitud arrogante respondía a su duda, sin inmutarse ni un poco— ¿Acaso tiene pruebas de tal grave acusación?

—Es lo que Grey dijo…

Murmuró con duda, pensando en lo que este había contado, también era consciente del fastidio que su compañero tenía contra el conde desde que le dieron su título, siempre le pareció injusto que recibiera tal reconocimiento a su corta edad. Además debía sumarle el hecho que ciertamente en las últimas semanas estaba actuando bastante "obsesivo" con el mencionado mayordomo, un hecho molesto que evidenciaba su declive a la locura con la excusa de estar enamorado.

— ¿Vas a creerle a él y a mí no? —Le refutó Grey al notar su duda.

—Es que yo no he sido testigo de lo que dices, ¿no inventaste todo eso solo para hacer quedar mal al conde Phantomhive? ¿O para no hundirte solo en todo este asunto con ese mayordomo?

—Claro que no, ellos tienen un romance, los vi besándose en la calle una noche… —Aseguraba molesto el conde Grey— No me miren como si estuviera loco, ustedes saben muy bien lo que su amo hace.

Le reprochaba a los sirvientes, quienes miraban con extrañeza al conde de cabello platinado. —No debería andar creando chismes tan horribles de nuestro joven amo, si tiene algo en su contra, dígaselo directamente y no haciendo algo tan cobarde.

Eran las severas palabras de Bard en nombre de todos sus compañeros, que asentían con la cabeza dándole la razón, todos entendieron el plan de su amo al instante y no dudaron en seguirle la corriente con un gran poder de convencimiento. Sebastian, entendió que toda la fría y algo cruel actitud de su joven esposo era una actuación, pero al conocerlo tan bien en un punto pensó que parte de esas palabras tenían algo de verdad, tal vez molesto por ese beso que tuvo que presenciar antes.

—Lo siento, Charles… Te dije que lo nuestro no puede ser, fueron maravillosos los momentos que pasamos juntos, pero… —Sebastian siguiendo esta farsa aclaraba de forma sincera— Es por el bien de ambos, pensé que lo habías entendido.

—¿Tú también? —Totalmente alterado el conde refutó amenazándolo con su filosa espada— Quieres decir, ¿que disfrutaste cuando te sometí en mi cama e hice lo quise contigo por dos días seguidos?

—No cuentes tales indiscreciones, me avergüenzas frente a mi amo.

—Eres un… —Con los ojos llenos de lágrimas decía, más por impotencia que tristeza, ciertamente esta era una jugarreta que no esperaba y lo dejaba en una muy mala posición. Quién podría creerle ahora, sin ningún testigo que afirmara lo que pasaba en realidad en esa mansión, en cambio él sí había admitido a su compañero el tórrido romance vivido con Sebastian, y lo ilusionado que estaba de entablar una relación con él.

Un incómodo silencio se formó en ese pasillo, los sirvientes dispuestos a defender a su amo dirían las mentiras que fueran necesarias, estaban atentos a improvisar si ese sujeto insistía, a la vez pensaban en lo que había confesado Sebastian, no parecía ser del todo mentira, pues recordaban ese par de días en que él se marchó al Palacio real. Si sacaban cuentas, poco después dieron la noticia del embarazo, ¿acaso ese tipo podría ser el padre del hijo de Sebastian?, ellos podían ser un poco torpes en las labores domésticas, pero en cuestiones de enredos amorosos eran muy perspicaces al parecer, era el pensamiento que en silencio compartían.

—No quería decir esto, pero ya que me obligaron… Ellos tienen una hija, es la mayor prueba de que digo la verdad.

—Charles, no inventes tales cosas… Eso es una locura, el conde Phantomhive es un chico, ¿no? —Su compañero decía un poco incómodo por esa aclaración tan absurda, definitivamente pensaba que él había perdido la cabeza al inventar algo así. Era un poco lamentable ver de lo que era capaz por un capricho, más por una obsesión con el mayordomo de la mansión en que estaban.

—Si, soy un chico, ni siquiera puedo decir que soy hombre porque no he llegado a mi madurez físicamente hablando. Sin embargo, si tienen duda de ello puedo mostrar que tengo partes masculinas.

—Claro que tienes una hija, no sé cómo pudiste tenerla, pero vamos a buscarla…

—¡Charles, no te humilles más, vámonos!

—¡No, no puedo dejar que me traten como un desquiciado cuando digo la verdad!

—No me obligues a informar de esto a la Reina.

Le advertía muy seriamente Charles Phipps a su compañero, quien no dejaba de llorar por la frustración de ser tratado como demente cuando la mayoría allí conocía la verdad sobre la relación entre amo y mayordomo. Además era tan molesto que ese niño se saliera con la suya, resignado ante esa amenaza se disponía a marcharse, no tenía más opción, esta partida la había perdido, aún así no se rendiría. Sebastian pensaba que dejarlo marcharse en ese estado podría ser más peligroso que antes, alguien con ese enojo podía ser capaz de hacer cualquier cosa, y en su estado actual no estaba en plena condición para defender a su familia, debía hacer algo.

— ¿Puedo hablar contigo a solas? —Era la petición del demonio al peliblanco que al escuchar su voz y sentir su mano tomar la suya se calmaba un poco. Ciel en su papel de negar toda relación romántica con su mayordomo, ocultaba bien los celos que le invadieron al presenciar esa escena.

—Pueden usar la sala de ahí. —Sugería Ciel con mucha amabilidad, internamente se repetía que debía confiar en su demonio y no sentirse celoso. Los dos mayordomos entraban a la sala ante la mirada expectante de todos.

— ¿Qué quieres? ¿Vas a burlarte de mí por el ridículo que me hicieron pasar? Sabes que no estoy mintiendo.

Fue el reproche de Grey una vez que estaban solos en ese pequeño salón, Sebastian se acercó para alejarlo de la puerta y hablar a su oído, aunque sabía que su amo no permitiría que el otro Charles escuchara de forma atrevida a través de la puerta, le hablaría cerca de su oído por sí acaso. —Tú buscaste esto… No me culpes a mí por tu falta de palabra.

—Todo esto es tu maldita culpa— Susurró mientras en un impulso lo abrazaba, tal vez era masoquista de su parte, pero no podía resistirse al tenerlo cerca— ¿No podemos ser amantes? Prometo que no diré nada, pero déjame estar contigo de vez en cuando.

—¿Por qué te gusto? Mira de lo que soy capaz.

—No sé, sólo me gustas.

—Eres sólo un niño caprichoso.

—Así te gustan, ¿o no? —En tono coqueto hablaba— ¿Qué dices de mi propuesta?

—No confío en tus propuestas, además amo a Ciel y no puedo traicionarlo de nuevo.

—Por lo menos podrías proponérselo —Con un puchero decía, notaba lo relajado que Sebastian estaba entre sus brazos, percibía la misma sensación al besarlo antes— Estoy dispuesto a compartirte con él.

—No será qué él esté dispuesto a compartirme contigo, soy suyo.

—Si, si, como sea.

Susurró antes de besar sus labios, de una forma extraña sentía que él estaba como embriagado, sin sospechar que era el hijo de ambos que provocaba ese efecto en el demonio, quien no se había sentido tan bien en semanas, su cuerpo fue librado de ese punzante dolor que lo agobiaba. Ese beso atrevido a la vez correspondido subía de intensidad, el conde no podía desaprovechar la oportunidad, si tenía sexo con él bajo el propio techo de Ciel, esta sería una perfecta forma de desquitarse por lo de hace unos minutos.

—Será rápido… —Susurró yendo a uno de los sillones se sentaba allí junto a Sebastian que trataba de resistirse, pero en un impulso abrumador de su cuerpo no podía negarse, sus caricias y besos se sentían bien.

—¡No, no! —Gritó volviendo en sí, levantándose rápidamente de su regazo parecía huir de la tentación, no podía dejarse llevar por esta sensación de bienestar a pesar de necesitarla.

—Yo sé que te gusto. —Grey con jactancia murmuraba arreglándose su uniforme, que en ese pequeño arrebato se alborotó un poco. Sebastian no podía decirle el verdadero motivo de su líbido repentino, se sentía avergonzado por esta nueva traición forzada a su amo.

—No es que me gustes… Es que… —Hizo una pausa pensando si era buena idea contarle lo que ocurría en realidad— Si fueras otro tipo de hombre, te diría lo que sucede.

Grey se quedó pensativo por sus palabras, reconocía bien sus propios defectos y sabía que esta relación no empezó de la mejor manera, abusó de él, lo humilló e hirió su ego masculino, merecía su desprecio, era su castigo por tal vil hecho cometido. Aún así le parecía adorable notar cierta vulnerabilidad en Sebastian, este era su otro castigo, haberse enamorado de quién nunca lo amaría, pero no por ello se daría por vencido, levantándose de ese asiento se acercaba para abrazarlo.

—De verdad me gustas mucho, y sé que soy odioso e impulsivo… También sé que te gusto al menos un poco, eres tan masoquista como yo.

—Amo a Ciel…

—Si, eso parece, pero yo te gusto.

—Idiota.

—Como sea, me iré de viaje un par de meses, aprovecharé ese tiempo para pensar las cosas. A menos que me pidas que me quede…

—Buen viaje, ojalá no regreses.

—Qué cruel —Con un puchero decía acercándose lo besaba una vez más— Qué es lo que ibas a decirme…

—Tal vez cuando regreses y viendo si hay un cambio en ti, te lo diré.

— ¿Si?

—Tal vez no me interese lo que me digas cuando regrese. Un amor que fugaz nace, fugazmente muere también.

Susurrando aquello lo apartaba dándole un brusco empujón, dedicándole una última mirada se dirigía a la puerta. Al salir notó que su compañero lo esperaba a unos pasos, sin decir más con una arrogante actitud ni siquiera se despedía, menos pretendía disculparse por el alboroto causado. Ciel al verlo marcharse entraba a la sala donde vio a Sebastian sentado en el sillón.

— ¿Estás bien?

—Me duele un poco… Odio a este bebé.

— ¿Qué pasó con ese tipo?

Ciel manteniendo su distancia cuestionó mientras lo veía retorcerse en ese sillón.
Sebastian sentía que la calma de antes se intensificaba en un punzante dolor ahora, ni siquiera podía hablar. Ciel preocupado no sabía qué hacer, lo que sí sabía era que acercarse para tratar de calmarlo sólo le causaría más dolor.

—Voy a llamar a Agni para que te ayude.

—No, te necesito a ti, acércate.

—Pero… —Dudoso musitó acercándose lentamente, estando a una poca distancia sintió como un agitado Sebastian lo tomaba de la mano y con brusquedad lo obligaba a acomodarse sobre su cuerpo en una provocativa posición— No me beses, lo besaste antes a él.

Aquella advertencia fue ignorada por el demonio, que impetuoso lo besaba, saboreando gustoso el interior de su boca aunque esto provocara dolor en su ser. Ciel no tuvo más opción que corresponder, de cierta manera una de sus debilidades en la intimidad era cuando Sebastian mostraba tal fogosidad, rozando su entrepierna podía sentir su dureza y ese detalle lo excitó también.

—Oye…

Murmuró el conde al sentir como sus pantalones y ropa interior eran quitadas en un ágil movimiento de su demonio, quien volvía a besarlo para no escuchar sus reclamos. Jadeante rozaba sus genitales a la entrepierna despierta de Sebastian, que no dejaba de presionarse a su cuerpo, lo siguiente que sintió fue un dedo invadir su interior con fuerza, una intromisión que le resultó un poco dolorosa al no estar preparado, su mirada se tornó llorosa, al parecer su demonio quería jugar rudo.

Al estar en intimidad con un ser de la oscuridad por casi dos años, nada realmente le sorprendía, incluso a veces le parecía que era demasiado gentil. Así que no le molestaba si mostraba su lado de bestia insaciable ahora, que desatara sus ansias en su cuerpo, era preferible que lo hiciera con él a que buscara a alguien más, sólo le preocupaba ahora que alguien abriera la puerta sin seguro y los vieran cometiendo un acto tan indecente.

Penetrado pronto por dos dedos, gemía en voz baja, su cuerpo reaccionaba al delicioso desgarre de sus carnes, en una acción inesperada lo siguiente que sintió fue su cuerpo chocando con el piso, por un instante pensó que a Sebastian le pasó algo dejándolo caer. No fue un golpe fuerte, aún así su cuerpo resintió el leve dolor de esa caída, al alzar la vista vio como su demonio relamiéndose los labios desnudaba sus partes bajas, exponiendo su erguida virilidad.

—Asegura la puerta.

—No.

Respondió agachándose, colocándolo boca abajo al suelo lo sometía con fuerza, Ciel no tuvo tiempo de reaccionar a su negativa porque se estremeció al sentir como en una sola estocada la prominente erección de su demonio tocó lo profundo de su ser. Tembloroso con un gemido ahogado disfrutaba de este orgasmo provocado por tan certera embestida que sacudió su interior, podía sentir la calidez de su esencia salpicada en el suelo al restregarse sobre ella en este trance de placer.

Esa fue la primera de algunas estocadas que lo llevaron al delirio, mientras Sebastian detrás suyo con una mano cubría su boca para que sus gemidos no se escucharan. Ciel podía percibir su agresividad, posiblemente por el dolor que sentía, o para descargar su frustración al haber sido tomado así por ese sujeto, que en medio del abuso le hizo un bebé. No podía entender del todo lo que Sebastian sentía, pero trataba de entenderlo, pues también estuvo embarazado y sabía cómo las emociones por momentos se salían de control.

Su interior ardía, la brusquedad con que le hacía el amor era inusual, sin embargo, en su retorcido ser le parecía erótico y sensual, como prueba de ello, tuvo dos orgasmos casi seguidos. Y suponía que el tercero vendría cuando Sebastian lo llenara de su esencia, para lo que faltaba poco por la intensidad de sus movimientos y por la forma en que su miembro endurecido palpitaba dentro suyo. Un fuerte gruñido se escuchó de Sebastian, quien tembloroso era consumido por el placer mientras su eyaculación bañaba el interior de su amado, este que retorciéndose en el suelo era preso de este deleite prohibido que le hizo brotar lágrimas de satisfacción.

Agitados ambos se tumbaron en el suelo, Sebastian sobre su querido amo no salía de su interior mientras seguía moviéndose despacio, Ciel sintiendo su vientre abultado rozar su piel desnuda trataba de levantarse. —Pesas.

—Lo siento… —En un murmullo se disculpaba a la vez que en un grotesco sonido húmedo salía de su interior, que estaba bastante mojado. Ciel sonrojado mientras dejaba que ese semen saliera le reprochaba la rudeza de este coito— No sé qué me pasó.

—Ya ni siquiera puedo moverme, casi me rompes.

—Ahh, es que… —Nervioso Sebastian, trataba de levantarlo.

—Si así alivias un poco tu dolor, viólame de esta manera las veces que quieras. —Era lo que Ciel decía con una sonrisa cuando era acogido entre los brazos de su demonio al ayudarlo a levantarse.

—No lo digas así, no te violé.

— ¿No?

—Sólo fui más intenso de lo normal, pero ciertamente me siento menos adolorido.

Algo avergonzado se justificaba, Ciel sonreía satisfecho a pesar del dolor en su parte trasera, era gracioso que los dos estuvieran levemente adoloridos ahora. Mientras se aseaban y arreglaban sus ropas, Sebastian le contaba parte de su charla con el conde, poniendo énfasis en la grata noticia en que se iría de viaje por unos meses, coincidiendo con el viaje que la Reina haría y expresó en la carta enviada.

—Bueno, por dos meses estaremos tranquilos… —Murmuró un poco molesto el conde, no podía evitar sentirse celoso al enterarse que se habían besado al estar solos, no quería pensar que este ímpetu fue provocado por ese sujeto— Entonces, le dirás lo de su hijo cuando vuelvan a verse.

—No lo sé, a veces pienso que debería dárselo cuando nazca para que se haga cargo de su crianza, pero… —Hizo una pausa y dio un fuerte suspiro— Tiene naturaleza demoníaca así que debo criarlo yo.

—También ustedes podrían casarse y criarlo juntos como una familia.

—Ciel, no empieces… Lo de antes no significó nada.

—Deberías ser más sincero y admitir que te atrae al menos un poco.

—No me gusta, no me atrae, no estoy enamorado de él y no quiero casarme con él. ¿Cómo más debo decírtelo?

Sebastian con firmeza aclaraba, en realidad no sabía cómo sentirse con respecto al conde Grey, le parecía alguien interesante, pero tampoco tan especial, comparado con su Ciel, que ahora estaba con el ceño fruncido, ese tipo era un simple humano. Lastimosamente, de ese humano tendría un hijo que le haría pensarlo mientras existiera, ese conde estaría atado a su vida, quisiera o no.

—Ya no hablemos de él, por favor… —Con seriedad Sebastian decía mientras se dirigía a la puerta para ponerle seguro y verlo regresar con una de sus sonrisas sugerentes.

—¿Qué haces? Te dije que estoy adolorido.

—Por lo mismo, debo hacerme responsable de ese daño y dar alivio a esa parte irritada. —Al terminar de sugerir aquello sacaba la lengua, en señal de lo que pretendía, y algo que le gustaba mucho a Ciel cuando tenían estos encuentros marcados con la rudeza.

—No, no quiero. Métele la lengua al trasero de tu novio.

—Solo usted es mi novio, mi esposo, mi amante, todo para mi, así que…

Con una traviesa sonrisa respondía sometiéndolo en el sillón bajaba de nuevo su ropas, exponiendo sus genitales le abría las piernas para proceder a sanarlo, su lengua saboreaba esa cavidad anal irritada con sutil sabor a sangre. Ciel trató de evitarlo, pero su voluntad era débil en este tipo de situaciones, así que sólo se dejaba consentir por su depravado esposo. Algunas semanas transcurrieron sin mayor novedad, el embarazo de Sebastian era más notorio y por nada se dejaba ver fuera de la mansión, con el crecimiento de su hijo, sus dolores y malestares disminuyeron, o tal vez se debía a su medicina “Ciel” que lo aliviaba en sus entregas llenas de pasión, otro de los motivos por lo que estaba de mejor humor.

—Señor Sebastian, se ve radiante hoy. —Agni lo halagaba al verlo animado preparando el desayuno para su esposo esa mañana en la cocina.

— ¿Eso cree?

—Si, definitivamente, me alegra que esté mejor.

—Me siento mejor, espero seguir así hasta el momento del parto.

—Esperemos que sí, por cierto, ¿cuánto falta para que nazca?

Esa era una pregunta que últimamente le hacían y lo hacían pensar, era un demonio embarazado de un humano, así que el tiempo que determinaba este estado de gestación era muy incierto. Suponía que no faltaba mucho por el tamaño de su vientre, no era un embarazo normal, así que nueve meses no serían necesarios. —Creo que unos tres meses, no lo sé con exactitud.

—Como se espera del señor Sebastian puede terminar un embarazo antes de tiempo.

—La diligencia ante todo. —Con una sonrisa respondía ese casi halago dado por quien consideraba un buen amigo. Minutos después llegaba a la habitación que compartía con su lindo esposo con el desayuno en una charola para despertarlo, al acercarse a la cama escuchó como él sollozaba envuelto en la sábana— ¿Tuviste una pesadilla?

En respuesta sólo escuchó más sollozos, aunque le parecía raro que tuviera una pesadilla, ya que hace muchos meses que no tenía una. Dejando el desayuno a un lado se prestaba a consolarlo, metiéndose en la cama irrumpía en su escondite para abrazarlo, sintió como se aferraba a su cuerpo y empezó a llorar con fuerza.

—Tranquilo, cariño… No importa lo que sea, sólo fue un mal sueño.

—No… No es sólo un mal sueño.

—Cuéntame que soñaste y verás que sí lo es.

—Sebastian… —Sollozante lo llamaba abrazado a su regazo— Me embaracé de nuevo…

Una vez que lo dijo siguió llorando, era natural que estuviera asustado, primero porque no pensó que se embarazaría tan pronto, así que lo tomó por sorpresa tener un sueño que le revelara esta noticia, tal como pasó en su primer embarazo. El segundo motivo de su llanto desconsolado, era el temor de perder la vida esta vez cuando naciera el bebé, no estaba listo para morir cuando tenía tantos motivos por los cuales seguir viviendo, sentía que este embarazo era su sentencia de muerte.

Sebastian también lo sintió así, ese miedo le fue contagiado, recordaba la agobiante sensación al verlo no despertar cuando nació Claudia, pero no era momento de abrumarlo más con este mal presentir, conteniendo sus emociones lo reconfortaba con un “estarás bien, no permitiré que nada malo te pase”. Con certeza susurraba a su oído, a pesar de saber que esta situación no estaba en sus manos, aún así encontraría la manera de que todo saliera bien, nadie le arrebataría lo que más amaba en esta vida, con unas lágrimas rodando por sus mejillas a sí mismo se prometía.

 

☆彡彡 мυ¢нαѕ gяα¢ιαѕ ρσя ℓєєя єѕтα нιѕтσяιαミミ☆

Notes:

Un capítulo nuevo de esta historia, que pretendo terminar en el capítulo 50. Después de años en pausa me alegra haber retomado este fic, espero que haya sido de su agrado este capítulo, estén pendientes para el final en tres capítulos más. Muchas gracias por su paciencia al esperar la continuación de este fanfic. ♡♡♡

Chapter 48: Incertidumbre

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La noticia del embarazo de Ciel tomó por sorpresa a ambos esa mañana, sin embargo, a pesar de recordar la mala experiencia pasada y los no tan buenos augurios no se desanimaron, porque solo imaginar un bebé parecido a su amada Claudia les llenaba de alegría, la que expresaron con una mutua sonrisa llena de emoción. Sebastian secando las lágrimas de su joven esposo susurraba sobre sus labios cuanto lo amaba, a la vez acariciando su vientre trataba de percibir la calidez de esa pequeña vida que habían creado juntos.

—No lo siento… —Con cierta incredulidad decía tocando con firmeza su vientre— ¿Y si sólo fue un sueño normal lo que tuviste?

—Claro que no, sigue buscando.

Era la firme orden que dio mientras se recostaba en la cama, levantándose el pijama haría que su demonio con calma emprendiera la búsqueda de ese bebé, jamás admitiría que ese sueño no tuviera tal significado, estaba convencido que ese bebé si existía.

—Creo que lo inventaste para seducirme. —Sebastian en un susurro decía dedicándole una sugerente mirada por la hermosa vista ante sus ojos, era un hecho que nunca se cansaría de admirar la belleza de su joven esposo, sin pensarlo dos veces se recostaba a su lado. ¿Por qué no convertir esta exploración en un pequeño deleite matutino?

—No seas idiota, no jugaría con algo así.

—Solo estoy bromeando.

Aclaró notando su adorable gesto molesto, tampoco era su afán ponerlo de mal humor en esta confusa situación, así que lo intentó una vez más, tocando su vientre con la mano que tenía la marca del contrato que todavía los unía no podía percibir ni un rastro de esa diminuta vida, que al parecer estaba bien escondida. Entonces se le ocurrió la idea de usar otro medio de búsqueda más efectivo por su alta perceptibilidad, sus labios empezaron a rozar ese cálido vientre, al hacerlo notó como el rostro de su amado se teñía en un intenso rubor.

— ¿Por qué no usas tus manos como un demonio normal? —Le refutó con fingida molestia, sintiendo su cuerpo estremecer ante ese dulce contacto. Se maldecía a sí mismo por ser tan vulnerable a las tácticas de seducción de su demonio, un solo roce de sus labios en su piel bastaba para encenderlo, una reacción que en este punto de su relación era imposible que pasara desapercibido por mucho que disimulara.

—¿Un demonio normal que busca un bebé en el interior de su esposo humano?

—Y debes añadir un demonio normal muy embarazado.

Con un tono burlón insinuó al ver su vientre abultado, el que Sebastian trataba de acomodar para compartir ese momento cariñoso. El demonio desvió la mirada, ciertamente aunque se había resignado a tener el bebé de otra persona todavía le avergonzaba aceptar ese hecho. Agradecía que su esposo por amor lo aceptara a pesar de su estado, al pensar en ese profundo sentimiento que no creía merecer sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No empieces a llorar… —Musitó Ciel al notar su mirada llorosa, al parecer con el embarazo su demonio había adquirido una sensibilidad más humana, expresando emociones que no eran muy usuales en él. Trataba de no burlarse por el momento, pero recordaría sus gestos ridículos para molestarlo después que naciera el bebé. De alguna forma podía intuir que ese niño o niña empezaba a aceptarlo, pues en sus acercamientos ya no le provocaba tanto dolor a Sebastian, al menos era un leve dolor que él podía soportar.

Por ello no le sorprendía que se hubiera embarazado, estuvieron inmersos en una especie de luna de miel las últimas semanas, la que ambos disfrutaron hasta saciarse por completo sin el debido cuidado. El apetito sexual de su demonio era insaciable, quizás por su estado, y él mismo se consideraba demasiado débil para no ser contagiado de esas ansias, otro factor que probablemente los incitó fue el seductor juego de aparentar ser amantes clandestinos siendo esposos. Sí de confirmarse su embarazo solo debían afrontar las consecuencias de su “calentura”, pensaba resignado Ciel antes de que su cuerpo se estremeciera por el brusco movimiento de su demonio, quien restregando sus ojos llorosos esbozaba una perversa sonrisa.

—Sebastián, ¿qué haces? —Cuestionó un poco sorprendido al sentir como era despojado de su ropa interior con la brusquedad de sus hábiles manos, sintiendo como abría sus piernas eran obvias sus intenciones, y no creía que eran las más adecuadas para este tipo de situación.

—Usaré un método más efectivo para hallar a ese tímido bebé.

—Ehh… Si siente algo así, ¿no crees que más tímido se pondrá?

—Lo haré despacio, no soy una bestia.

— ¿Y hasta dónde piensas meterlo?

—Lo más profundo que se pueda.

Notando el gesto nervioso de su amado sonreía divertido, era extraño que se alterara por esta técnica cuando hace unas noches jugaron algo similar en la intimidad, había sido divertido palpar el bulto que su miembro en cada profunda embestida provocaba en su abdomen tan plano— ¿En serio?

—Sé lo que estás pensando, pero… —Avergonzado por su propia reacción Ciel murmuraba, notando su burlona sonrisa fruncía el ceño a la vez— Entonces no sabía que estaba embarazado.

—Es probable que ya estuvieras embarazado y el bebé está bien ahora, ¿no?

—Si, pero también es probable que por eso no aparezca, está muy asustado y se escondió… O lo empujaste tan fuerte que tal vez ahora esté en mis pulmones.

— ¿Esta conversación tiene algún sentido?

Ambos sutilmente sonrieron por lo poco absurda que se volvía esta discusión, sin embargo, era el hablar este tipo de tonterías lo que les divertía, como si la estupidez fluyera de forma natural al estar juntos.

—Sólo quieres penetrarme, y no es momento para eso… Quiero saber si hay bebé o no. —Con aparente seriedad le advertía mientras trataba de cubrir sus partes bajas expuestas.

—Está bien, lo haré con mi lengua, juro que es por salir de esta duda, yo también quiero saber y si es así, empezar a buscar las medidas necesarias.

Ciel al notar su seriedad al aclararlo le permitiría esa intromisión, sólo que sería esa húmeda lengua la que urgaría sus entrañas para hallar respuesta a su duda, ¿había o no una pequeña vida en su interior?. Sebastian acomodó la cabeza entre sus piernas, no había mejor lugar que este, pensaba al olfatear con disimulo sus cálidos genitales.

—Sé que me estás oliendo, deja de hacerlo.

— ¿Acaso te estás excitando? —Divertido cuestionó al percibir cómo su piel se estremecía por el roce de su nariz en sus testículos— Puedes disfrutarlo, eso no afectará la búsqueda, es más me motivará a seguir.

—Pervertido…

En un susurró decía cuando un nuevo estremecer a su cuerpo sacudía, era inevitable cuando sentía esa traviesa lengua rozar su entrada, tratando de no mostrarse excitado fingía indiferencia. Una farsa que Sebastian no creería, conocía bastante bien cada reacción suya, incluso cuando las reprimía. Un gemido se escapó de sus labios al sentir ese invasor penetrar su interior, su roce húmedo en sus cálidas carnes era la reconfortante sensación que necesitaba para calmar la ansiedad antes experimentada.

Sus manos se empuñaron a las sábanas con fuerza al sentir el masaje húmedo en su próstata, sabía que Sebastian rozaba con firmeza ese punto a propósito, podía ordenarle detenerse, pero no quería, era exquisito sentirlo. ¿Cómo podía un roce en esa parte darle tanto placer? Se cuestionaba avergonzado tratando de contenerse, ya que este no era el objetivo de esa deliciosa invasión a su cavidad.

—Sebastian, concéntrate… Deja de tocar allí con insistencia.

El demonio esbozó una sonrisa a la titubeante orden de su amo, sin embargo, estaba la posibilidad de que su bebé se percatara de lo que hacían y enojado lo sometiera a un intenso dolor, entonces no podrían obtener una respuesta que les diera calma. Le resultaba excitante provocar un orgasmo a su querido esposo con un masaje prostático, pero por el momento debía dejarlo pasar con todo el dolor de su corazón, así que estirando su lengua como habilidad propia de su demoníaca naturaleza llegaba profundo de sus entrañas.

—Despacio… —Con un marcado sonrojo en sus mejillas pedía, a la vez que su respirar se agitaba más, era difícil no dejarse llevar por esta sensación placentera que estremecía su cuerpo, tratando de no excitarse más de lo que estaba, que perverso era que una lengua acariciara de esa forma sus órganos internos.

Sebastian con calma se deleitaba en el sabor de su interior, su cuerpo era tan exquisito como su alma, pensaba, a la vez que también se contenía para no enloquecer como usualmente lo hacían al estar en la intimidad. Siguió recorriendo ese cálido interior, fue entonces que percibió una calidez muy cercana en un punto, con su mano señalaba donde estaba ubicado ese calorcito diferente, sus sentidos de demonio y padre lo confirmaron al instante, definitivamente era un bebé.

—Si existe… —Con una sonrisa Ciel expresaba lleno de emoción, por un momento olvidó los inconvenientes que podía representar ese bebé, y dejaba que su corazón se llenara de alegría al haber concebido otra pequeña vida junto a quien más amaba.

Sebastian no quiso molestar más a su pequeño al percibir como su tenue vibra demoníaca se alteró un poco, al parecer estaba durmiendo profundamente y por ello no lo encontraron al principio con facilidad. Saliendo del interior de su esposo se acercaba para abrazarlo al verlo llorar, se conmovía por esas lágrimas que no reflejaban tristeza, miedo o desolación, podía entender ese feliz sentimiento. —Felicidades, joven amo… Tendremos otro bebé.

—Felicidades, también… Mi amor.

—Amo cuando me llamas así, ya que no lo haces muy seguido.

—Es para momentos especiales como este.

—Lo sé.

Cariñosos los dos hablaban junto con el roce mutuo de sus sonrientes labios, estaban felices, por ahora no opacarían esta dicha con amargos pensamientos de un futuro incierto. Un bebé creado por su amor estaba en camino y no había mejor noticia que esa, uniendo sus labios se besaban con la emoción propia de este momento que deseaban compartirlo con la otra personita que era parte de su felicidad.

—Claudia, tenemos una noticia importante que darte. —Era lo que Sebastian minutos después decía a su pequeña que en su cuna entre bostezos se levantaba. Al ver su gesto sabían que tampoco había percibido al pequeño ser en el vientre de Ciel, así que sería una verdadera sorpresa darle esta novedad, lo que era un poco inusual ya que ella era bastante perceptiva y casi nunca lograban causarle asombro. —Tendrás un hermanito o hermanita.

La reacción de Claudia fue un suspiro desganado, y su mirada se dirigió al vientre de Sebastian, parecía malhumorada por la noticia que ya sabía. —No, ese hermanito o hermanita, no… Yo tendré un bebé…

Esa aclaración de Ciel bastó para que la pequeña cambiara abruptamente su gesto, sonriendo pedía que la levantaran para abrazar a su joven padre, que nuevamente embargado de esa emoción experimentada antes, acogía a su pequeña en su regazo.

—Que bebés más temperamentales tenemos, la una se enojó porque pensó que le hacíamos una broma, y el otro que debe ser una miniatura se enojó porque no lo dejamos dormir.

—Bueno, son nuestros hijos, así deben ser. —Ciel dijo con una sonrisa abrazándose a Claudia, su hija era lo más hermoso y sólo pensar que tendría otra niña o niño igual le llenaba de alegría— Sebastian…

—No pasa nada, estoy feliz por nuestros bebés… —Entre lágrimas decía tratando de secarlas, ciertamente para el demonio era triste y frustrante no poder decir que el bebé que llevaba en el vientre era parte de ese humano que amaba.

—Ese bebé también es nuestro, no quise decirlo así… Claudia, no me mires así, yo no quise hacerlo llorar.

Ciel nervioso se justificaba ante la mirada severa de su hija, Sebastian al ver la escena sonreía animado, no era usual que ella lo viera así, cuando casi siempre la pequeña lo reprendía con la mirada por molestar a su joven padre. Acercándose los abrazaba, tal vez sólo debía dejar de torturarse al pensar que ese bebé al no ser biológicamente hijo de Ciel, él no lo amaría cuando afirmaba lo contrario.

Esa misma mañana decidieron compartir la buena noticia a todos en la mansión, como era de esperarse fue una unánime la reacción de sorpresa para convertirse en genuina alegría por la pareja. Cada uno los felicitó, aunque también los invadía una sensación de preocupación por la condición incierta de su joven amo, pero no se abrumarían pensando lo peor por ahora, sólo el tiempo diría.

—Parece que la mansión se llenara de bebés en unos meses. —Comentaba Bard con una sonrisa— Vamos a parecer guardería.

—Oye, no lo digas así… —Era el regaño de Meyrin por su impertinente comentario, tal vez todos lo pensaron pero nadie se atrevería a decirlo.

—Ciel, no te preocupes, puedes tener todos los bebés que quieras, te salen muy bonitos.

—Si, gracias, Soma… —Con ironía respondió esas palabras que de alguna forma eran halagadoras, aún así sonaban raras.

—Siempre un bebé es motivo de felicidad— Agni con una sonrisa sincera decía a la pareja— Me alegra mucho que su amor siga dando frutos.

—Muy bonitos frutos.

Soma emocionado acotaba al feliz pensamiento de su mayordomo, mientras se acercaba a Claudia para abrazarla, ella sin duda alguna era el reflejo del amor y belleza de la pareja, a quienes consideraba amigos y familia. Ese día fue de celebración en la mansión, nunca perderían la oportunidad de hacer una fiesta, para ello llamaron a Elizabeth, quien al enterarse de la noticia se emocionó también, al punto de organizar una reunión de esa tarde y noche.

—Ahora debe ser un niño, para que tengan la parejita. —Fue el comentario que acompañó a su felicitación, durante la reunión improvisada de celebración por el nuevo bebé, no dejó de divagar sobre la linda ropa de bebés varones que estaba de moda. Así la fiesta transcurrió sin ningún contratiempo hasta el anochecer.

—Estoy cansado… —Murmuró Ciel lanzándose a la cama avanzada la noche, debía admitir que había disfrutado de la reunión, aunque su gesto dijera lo contrario.

—Fue una divertida fiesta, todos estaban felices, incluso Claudia no dejaba de sonreír con las tonterías de los demás.

—Si, se reía mucho al ver como Bard bailaba torpemente. Esa niña va a amar las fiestas como Lizzie, creo que ella es mala influencia.

—Le hace bien tener una influencia femenina, nosotros no podemos darle eso.

—Es cierto… —En un suspiro Ciel susurró— Quiero ver a Claudia convertirse en una señorita, estoy seguro que será la más hermosa aún usando tontos vestidos.

—Ciel, no llores, estarás bien.

—No quiero morir todavía, Sebastian.

—Eso no pasará así que no te atormentes, verás crecer a nuestros hijos. —Le hablaba con voz suave abrazándolo al sentir la desolación apoderarse de su inquieto ser— No permitiré que la muerte te arrebate de nuestro lado.

—Sé que aunque seas tú, no puedes cambiar el destino, pero agradezco la buena intención.

Con una sutil sonrisa hablaba tratando de no dejarse llevar por pensamientos tan deprimentes, que también afectaban a Sebastian lo sabía por la forma en que lo abrazaba, y en su estado era mejor no alterarlo. Acercándose a su rostro lo besaba con cariño, un agradable pretexto para olvidar ese tema, un beso que subió de intensidad con el pasar de los segundos.

— ¿No deberíamos tener nuestra propia celebración? —Sugería con picardía Sebastian pretendiendo quitar la ropa de su amado y sensual esposo.

—Además de estar agotado, sabes que me tomará unos días poder asimilar que no le haremos daño al bebé.

—Lo sé, podria usar mi lengua para masajear esa parte que le gusta. Prometo no ir profundo.

Esa era una propuesta interesante al recordar la sensación placentera de la mañana, desviando la mirada era su manera de aceptar. Definitivamente era susceptible a caer en el sensual encanto de su endemoniado esposo, pronto la habitación se inundó de sus gemidos, esa traviesa lengua lo llevaba al delirio en esa exploración que saboreaba con firmeza su interior. El sentido del gusto de Sebastian se había acostumbrado al sabor de cada parte de ese pequeño cuerpo, no importaba si era probar el interior de su boca con lascivos besos, lamer su piel humedecida al bañarlo, saborear su miembro erecto hasta hacerlo eyacular, o recorrer sus entrañas como ahora, era exquisito “comerlo” de cualquier manera.

Minutos después de hacerlo llegar al éxtasis lo veía dormir tranquilamente con un gesto de satisfacción, no se resentía por el hecho de que sólo él tuviera un final feliz, después de todo, le advirtió que tenía sueño por ello no pudo devolverle el favor. Nada le complacía más que hacerlo vibrar de placer, atenderlo con tal devoción sin estúpidos egoísmos, porque en ocasiones su amado lo atendía sin esperar algo a cambio también, sonreía al pensar en el nivel alcanzado en su relación, y no solo en el ámbito sexual, después de tantos tropiezos y obstáculos superados, se consideraban una pareja imperfecta que se amaba a la perfección.

—Me alegra ver que este embarazo no te está afectando mucho, casi no tienes náuseas.

Era el animado comentario de Sebastian una mañana varios días después, en comparación al primer embarazo, Cielo parecía más sobrellevar mejor su estado, su semblante era más radiante incluso sus cambios de humor no eran tan drásticos, suponía que esto era buena señal de que su embarazo sería menos complicado y el parto no sería tan riesgoso. Era el alentador pensamiento que se daba a sí mismo mientras desayunaban en el comedor, aunque no acostumbraba a comer los alimentos para humanos, ahora se obligaba a hacerlo por su bebé con parte de esa naturaleza.

—Señor Sebastian, le llegó una carta. —Era el aviso de Meyrin entrando al comedor, este al recibir esa carta desvió molesto la mirada.

— ¿Qué dice tu novio? —Ciel con burla cuestionó al ver su gesto al darse cuenta que era una carta por parte del conde Charles Grey.

—No es mi novio. —Molesto Sebastian respondía a su odioso esposo— Solo escribió que ya me está olvidando… Qué idiota, si así fuera no me escribiria.

—Bueno, al menos sé que si muero pronto tendrás con quien casarte.

—Los celos te hacen decir tonterías deprimentes.

—No estoy celoso, es la posibilidad más realista.

—No es realista, es cruel… Ya no quiero hablar al respecto.

Aclaró Sebastian con un gesto triste al pensar en esa posibilidad, ni siquiera como broma quería pensar en ello. En un suspiro comía otro bocado de ese pan del desayuno, Ciel al notar lo que había provocado se levantó a abrazarlo. —Lo siento, no quise hacerte sentir mal… A veces olvido lo sentimental que eres ahora.

—Aunque no estuviera embarazado y me dijeras algo así, me deprimiría. No puedo imaginar mi vida sin ti.

Esas palabras sinceras junto a su fuerte abrazo hicieron que se conmoviera, no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas, nunca se hubiera imaginado ser amado tan devotamente por ese ser de la oscuridad que se suponía devoraría su alma. Así ambos lloriqueando se abrazaban, la emotiva escena fue interrumpida por la llegada de Claudia que en brazos de Meyrin se prestaba a saludar a sus padres embarazados, quienes al parecer estaban más sensibles de lo habitual esa mañana. Un par de días después en una fría madrugada, Ciel sentía el aliento de su demonio al llamarlo en voz baja cerca de su oído, medio dormido fruncía el ceño.

—No quiero hacerlo ahora, tengo sueño…
—Advirtió en un murmullo malhumorado, acurrucándose más entre las sábanas pretendería ignorar su insistente llamado.

—Ciel, el bebé va a nacer, me duele mucho.

—¡¿Qué!? —Alarmado de un sobresalto se levantaba, volteando a verlo notaba su gesto de dolor en su palidecido rostro. No parecía estar bromeando, así que el momento que habían esperado finalmente llegó, el bebé de su amado Sebastian nacería esa madrugada— ¿Qué hago? ¿Qué hacemos?

—Primero, cálmese… Ya sabíamos que esto debía pasar en cualquier momento.

—Si, pero… Nunca dijiste como debíamos actuar en el momento.

—Bueno, nunca he tenido un bebé y tampoco pude hallar información de un caso similar al mío.

—Lo sé, dijiste que sabrías que hacer cuando pasara, entonces, ¿qué hacemos?

—No sé todavía, duele mucho. —Murmuró con dificultad sintiendo como sus entrañas se estrujaban en un dolor punzante diferente al usual. Ciel sentía impotencia al no poder aliviar de alguna manera su sufrimiento, ¿cómo podría ayudarlo para que ese bebé naciera bien?

—Debería llamar a Agni, él siempre sabe qué hacer.

—No, no… No sé si pueda evitar que mi naturaleza demoníaca se manifieste… Y creo que solo así este bebe nacerá, nadie puede estar aquí, solo tú.

Sebastian retorciéndose en ese agobiante dolor decía mientras su mirada destellaba en un brillo carmesí, Ciel entendía que era lo más sensato y no pudo evitar que los nervios lo invadieran, asistir un parto sobrenatural de este tipo era algo incierto incluso peligroso. Sin embargo, no era alguien que se rindiera a los nuevos retos, menos sin primero intentarlo, tomando una fuerte bocanada de aire se armaba de valor.

—Dime qué debo hacer.

—Por ahora solo quédate conmigo, no quiero desatar del todo mi verdadera naturaleza y enloquecer. Háblame, di lo que sea para mantenerme consciente.

A su petición Ciel asintió con la cabeza, si era mantenerlo cuerdo, eso haría, aunque suponía que debía cuidar sus palabras, no podía decir algo que lo alterara, acercándose acariciaba su cabeza para calmarlo un poco. —Tu cabello es tan suave.

Sebastian al oírlo esbozó una sonrisa a pesar del dolor que sentía, sabía lo malo que era su esposo al iniciar una charla bajo presión de cualquier tipo. —El tuyo también, ya que nos lavamos con el mismo shampoo.

—No te burles, sabes que soy pésimo en este tipo de situaciones.

—Lo sé, lo sé…

—Sigue hablando por favor, tu voz es muy tranquilizadora.

Ciel podía notar como ciertamente hablarle parecía calmar su naturaleza demoníaca, las sombras oscuras y espeluznantes que emanaba su cuerpo suavizaban su movimiento. Sebastian contenía su naturaleza mientras lidiaba con el dolor, sin duda alguna era la hermosa presencia de su joven esposo lo que lograba reconfortarlo en este momento.

— ¿Cómo explicaremos a los demás que el bebé nació de forma natural?

—No entraremos en detalles, que ellos supongan lo que quieran, como siempre lo hacemos.

—Si, supongo que sí.

—Ciel… —Le llamó con la voz ahogada abriendo los ojos mientras su cuerpo se tensaba y se envolvía por completo en una siniestra oscura esencia, característica propia de su naturaleza. Su esposo sintió un leve escalofrío recorrer su cuerpo al estar tan cerca de su aterradora forma, era posible que estando inestable por el dolor desatara su natural instinto de bestia y le provocara algún daño sin ser consciente de ello, aun así no se apartaría de su lado, no cuando más lo necesitaba.

—Sebastian…

Le llamó preocupado al verlo quedarse quieto de repente, ya no le asustaba su presencia demoníaca que amenazaba con lastimarlo, su mayor miedo era perderlo. ¿Y si dar vida a un bebé mitad humano era demasiado profano para su maligna naturaleza? Sus ojos se llenaron de lágrimas al imaginar el peor de los escenarios, aferrándose a él rogaba que no lo dejara.

—Si aún siendo un demonio pudiste crear un corazón para amarme, puedes traer vida al mundo. Sebastian, no me dejes, es una orden. —Fueron sus palabras dichas con certeza en medio de su angustia, no quería perder a quien más amaba, su amigo, su esposo, su amante. Al parecer su orden fue acatada porque de inmediato sintió como esas sombras empezaron a retorcerse y unos jadeos en su voz ronca se escuchaban.

—No llores, estoy bien.

—Maldita sea, espero que no lo hayas hecho a propósito.

—No… Creo que me desmayé. —Respondió un poco más calmado— ¿Puedes soltarme? Necesito moverme.

—Ah, si…

Nervioso se apartó sin dudarlo, entonces vio como Sebastian permaneciendo en esa forma se arrastraba para caer al suelo, dejando un pequeño bulto oscuro en la cama, ¿ese era el bebé? intrigado se cuestionó Ciel. Siguiendo su instinto se acercaba, si ese era el bebé envuelto en la esencia demoníaca de su progenitor podía estarse ahogando, ya que no era del todo demonio. Con sigilo lo tocó con suavidad para no asustarlo, o más bien para que no lo atacara, al percibir como se movió con su roce, no había duda de que ese era el bebé.

Suponía que estaba en una especie de bolsa como cualquier bebé en el interior de su madre, debía sacarlo porque Sebastian seguía en el suelo retorciéndose sin volver a su forma humana. Nuevamente decidió armarse de valor y sacarlo de ahí, no tenía más opción, no dejaría que un bebé inocente muriera en su cama. Reprimió la sensación desagradable que sintió al tocar esa bolsa viscosa, no parecía del todo esencia de demonio, su olfato percibió un ligero olor a sangre, lo que sería normal ya que este embarazo se desarrolló en un cuerpo de apariencia humana.

No era momento de sentir náuseas, así que conteniendo el aliento se prestaba a abrir esa bolsa con ambas manos, al hacerlo vio como un pequeño bebé de forma humana empezó a moverse con mayor fuerza, Ciel sonrió al verlo, aunque no era suyo, sentía como si lo fuera.

—Oye, oye, no llores… No quiero que nadie venga aquí todavía… —Nervioso le advertía al ver que hacía pucheros para empezar a llorar— Sólo espera unos minutos. Ah…

Dijo antes de tomarlo entre sus brazos, un bebé con restos de cosa negra y sangre que ensuciaba su pijama, un nacimiento asqueroso, pero con un resultado hermoso. Con la experiencia adquirida al cuidar a su hija, no se le complicaba cargar un bebé para tratar de calmarlo, debía admitir que era un niño muy bonito, además para su sorpresa se quedó quieto en ese abrazo.

—Hola… Bienvenido… —Le saludaba con emoción, era una sensación diferente recibir una nueva vida, ser el primero en darle la bienvenida en este mundo, sintió que un hermoso vínculo se formó entre ellos. Al verlo que abría despacio los ojos, notaba el color de ellos, ese tono platinado al igual que el de sus pestañas y poco cabello, sólo confirmaba que no era su hijo. A pesar de ello, no se desanimó y lo abrazaba con cariño, no sería su hijo de sangre, pero sería su hijo por amor.

—Sebastian, trata de volver a la normalidad —Le pedía acercándose— El bebé quiere llorar… ¿Qué es eso?

—Al parecer había otro bebé… —Dijo Sebastian volviendo lentamente a su forma humana y una bolsa más pequeña que la anterior quedaba en el suelo.

— ¿Gemelos? —Murmuró con una extraña sensación invadirle, se sintió celoso de que su demonio le diera dos hijos a ese hombre. Aunque no era el momento de dejarse abrumar por estúpidos sentimientos, no pudo evitarlo— ¿Sabías que habían dos y no me dijiste?

—Juro que no lo sabía… Podía percibir sólo uno.

Sebastian desconcertado decía, sintiendo como volviendo a su forma usual el dolor desaparecía poco a poco. Este bebé era una verdadera sorpresa, se sentía mal al ver la reacción de su esposo, no podía culparlo, él había sido muy comprensivo con todo este asunto y darle otro hijo que no era suyo para que lo ayudara a criar no era justo. Aún así no podían dejar morir a esa criatura inesperada, con sus manos decidió sacarlo de su bolsa, era tan pequeño que dudaba si estaba bien, tal vez no alcanzó a desarrollarse como era debido, ante esa nefasta posibilidad, Ciel cambió su reacción a una preocupada.

— ¿Está vivo?

—Es una niña, está respirando, pero muy lento…

—Tómala en tus brazos, no la dejes en el suelo.

—Todavía no estoy bien, debo estabilizarme.

—Tch… Bebé uno, quédate un momento en la cama, debo revisar a tu hermana.

Decía con un tono suave al bebé para dejarlo en la cama y darle calor a esa bebé, tampoco deseaba que muriera. Al hacerlo sintió que algo se removió en su pecho, una sensación similar a la que sintió cuando tomó por primera vez a Claudia en sus brazos.

—Sebastian… Creo que esta bebé es mía…

Sin poder creerlo musitó con una sonrisa al ver cómo ella al abrir un poco sus ojos se reflejaba el azul zafiro de su mirada. El demonio con incredulidad los miraba desde el suelo, ¿era posible concebir dos bebés de padres diferentes al mismo tiempo? Suponía que por el tamaño de la pequeña, pudo ser concebida semanas después del otro bebé. Después de todo, era un demonio y no estaba del todo determinado el proceso de embarazo en su naturaleza, esbozó una sonrisa al ver la alegría de Ciel, sólo esperaba que esa alegría no desapareciera si la pequeña no lograba sobrevivir por su poco desarrollo y prematuro nacimiento.

Notes:

Muchas gracias por estar pendiente de esta historia, cuyo final está cerca. ❤❤❤

Chapter 49: Riesgos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El corazón de Ciel pendía de un hilo al sentir como la pequeña vida entre sus brazos se apagaba con el pasar de los segundos, una frágil criatura que de forma inesperada había llegado a este mundo se estaba esforzando por respirar, cada suspiro dado era su lucha por quedarse en este que sería su hogar, donde sin duda sería amada. Esta pequeña la sentía muy suya y su ser entero sufría ante la sola idea de perderla, una angustia que ahondaba profundo mientras la reconfortaba en su regazo, sin saber qué hacer para que sobreviva, por instinto se abrazó a su frágil cuerpo para darle calor maternal.

A unos pasos veía a Sebastian recuperarse de haber experimentado este inusual parto, su naturaleza maligna se percibía bastante alterada, probablemente una consecuencia por traer nueva vida al mundo, cuando la esencia demoníaca de su ser clamaba lo contrario. Él al igual que su hija luchaba por estabilizarse, pero no para vivir sino para no lastimar a quienes amaba, exhausto podía sentir como parte de su energía vital había sido absorbida o más bien arrebatada para sustentar la vida de sus dos hijos.

—Sebastian, ¿qué hago? Creo que debo llamar a alguien, no puedo hacer esto solo —Decía con la respiración agitada, este en respuesta le dedicó una siniestra mirada, la que deslumbró en un espeluznante resplandor carmesí que hizo incluso estremecer a Ciel.

—Cálmate y espera un poco… Ella es parte demonio, estará bien.

—Ya entendí, no tienes que mirarme así.

Aún inmerso en su angustia se atrevió a reprenderle con enojo, Sebastian esbozó una sonrisa al oírlo, sin duda ese era el humano insolente del que se enamoró, un orgulloso idiota que no parecía ser consciente de estar a merced de un demonio cuya naturaleza podría arrebatarle su deliciosa alma, la que sería el bocadillo perfecto en este momento de agitación. La mirada de Ciel se llenó de lágrimas al sentir como la pequeña empezó a gimotear, su respiración se había normalizado de repente y estaba a punto de llorar, su corazón se sintió aliviado.

—Te dije que estaría bien… —Un poco más calmado Sebastian murmuró al oír los sonidos guturales que ella hacía, no podía dejar que su joven esposo siguiera soportando esta situación sólo, con determinación se levantaba del suelo.

¿Qué clase de demonio sería al dejarse oprimir por su propia naturaleza? Desde hace un par de años cuando empezó este cambio en su ser al experimentar sentimientos por su joven amo, era una lucha constante consigo mismo, y creía que al superar cada una de estas batallas más se fortalecía este amor, no se dejaría vencer ahora, definitivamente no lo haría. Ciel al verlo tambalear en un impulso por este amor que sentía se acercaba para ayudarlo, la preocupación era más grande que el temor, olvidando por un instante que esa bestia viciosa del mismo infierno podía lastimarlo.

—No te levantes…

—Debo hacerlo. —En un murmullo decía apoyándose en su preocupado esposo para mantenerse en pie— Ayúdame a llegar a la cama, para que llames a alguien mientras me recupero.

Sin dudarlo Ciel hizo lo que le pidió, mientras lo ayudaba a caminar la bebé en sus brazos seguía sollozando, viendo como sus ojos de tonalidad rojiza se llenaron de lágrimas y retorciéndose parecía apegarse más a su pecho, un sutil movimiento que embelesaba a ambos padres. La tierna escena fue interrumpida por el fuerte llanto del otro bebé que en la cama era ignorado, este haciendo un puchero se retorcía con fuerza entre las sábanas, Sebastian dando un hondo suspiro podía ver en esa reacción un asombroso parecido a su caprichoso padre humano.

—No puedo cargar dos bebés. —Aclaró Ciel al querer tomar entre sus brazos al otro bebé para que Sebastian se acomode en la cama.

—No te preocupes, a este bebé lo agarro yo.

—No, espera… —Titubeante dijo al temer que Sebastian lo agarrara de mala manera, aunque no era un bebé suyo, le parecía cruel que fuera maltratado siendo tan pequeño.

— ¿Me crees tan malvado y cobarde para lastimar a un recién nacido indefenso?

—No, pero sé que este bebé no te agrada mucho.

—Tal vez, pero es parte de mi. —Con una extraña sonrisa dijo antes de tomarlo con cuidado entre sus brazos y recostarse con él en la cama, Ciel miraba sorprendido como ese bebé se quedó callado al acomodarse en su regazo, debía admitir que era una tierna escena paternal— Deja de verme de esa manera, no es que lo quiera o algo así.

—Pero ese bebé si te quiere, parece feliz de estar contigo…

Con tono burlón decía, Sebastian sacudía su cabeza dando un nuevo suspiro, veía a la pequeña en los brazos de Ciel parecía querer dormir sin haber llorado, suponía que mientras estuviera bien no importaba si no actuaba como un recién nacido normal. Esa calma duró apenas unos segundos porque en cuanto se escucharon unos fuertes golpes en la puerta, los dos bebés empezaron a llorar de forma vigorosa.

— ¡Amo Ciel, señor Sebastian! —Era la voz de Agni fuera de la habitación— No me digan que ya nació su bebé.

— ¿No se escuchan dos bebés? —Otra voz se oía cuestionar mientras los insistentes golpes en la puerta seguían alterando a los bebés que no dejaban de llorar.

— ¡Ya dejen de tocar la puerta! — Les advirtió Ciel con un grito entre molesto y contrariado por el ruido en esa que se suponía sería una silenciosa madrugada.

Esta era una situación que la pareja había previsto, aunque no la imaginaron con este ligero cambio al tener otro bebé, aún así mantendrían su historia. Sebastian parió a su bebé de forma natural sin ninguna especie de cesárea, no darían detalles de dónde exactamente salió el bebé de su cuerpo, como algunos otros detalles de su vida lo dejarían a la imaginación de los demás, sabían que nadie se atrevería a cuestionarlos demasiado. Ciel acercándose a Sebastian acomodaba la frazada que se colocó encima, a la vez que los bebés sollozantes en sus respectivos regazos se calmaban.

—Te amo, Sebastian… —Susurró sobre sus labios antes de alejarse para abrir la puerta, el demonio en respuesta esbozaba una sonrisa y acariciaba su rostro con ternura, a pesar del momento de incertidumbre lo veía feliz, aquello bastaba para serlo también.

—Y yo a ti.

Conmovido el demonio en un susurro decía con la sinceridad de este amor que calentaba su frío corazón, no esperaba menos de la nobleza de su joven esposo al ver cómo también depositó un beso en la cabeza de este bebé que no era parte suya. Por un instante pensó que su reacción sería diferente al verlo nacido, si él lo aceptaba aún no siendo nada suyo, ¿por qué él siendo su progenitor debía rechazarlo?

—Abriré la puerta, pero no se alboroten ni nada… Si, Sebastian tuvo dos bebés y son muy sensibles al ruido. —Era la advertencia de Ciel junto a la puerta que se disponía a abrir, suponía que todos los residentes de la mansión estaban ahí fuera en pijamas muy ansiosos y curiosos por entrar a conocer a los pequeños.

— ¡¿Dos bebés!? ¡¿Gemelos!?

—Les dije que no hagan escándalo y es lo primero que hacen.

—Lo siento, amo Ciel — Era la disculpa de Agni, mientras hacía callar el alboroto a los demás.

—Claudia también está aquí, quiere ver a sus hermanitos.

Ante esa aclaración de Soma, Ciel esbozó una sonrisa imaginando la reacción de su hija al ver a la bebé que no esperaba, si Sebastian no pudo percatarse de su existencia, esta al parecer si sería una sorpresa para la pequeña Claudia, Armándose de valor se disponía a abrir la puerta, sabía que su advertencia sería ignorada por ellos, los conocía tan bien que era imposible que no hicieran un alboroto viendo a dos recién nacidos, aún así esperaba que no hicieran mucho escándalo, que no solo alterara a los bebés sino también a Sebastian.

—Joven amo, es una bebé muy bonita aunque algo pequeña, ¿no? — Fue el comentario de Meyrin cuando al entrar todos enfocaron su atención en esa pequeña que el señor de la mansión llevaba en brazos.

—Es pequeña porque se parece al joven amo…

El comentario burlón de Bard hizo que Ciel frunciera su ceño, este solo esbozó una nerviosa sonrisa y decidió callarse. Su malhumor desapareció al ver como Claudia en brazos de Soma acariciaba dulcemente la cabeza de la bebé, quien ante esa caricia se movía un poco. Una escena que hizo a todos enternecer, sobre todo a su joven padre que no dejaba de sonreír por este dulce encuentro.

—Amo Ciel, no sabía que tendrían dos bebés, nos han sorprendido.

—No lo sabíamos, Agni, además quiero pedirte algo. —Dijo en confidencia, este sin dudarlo aceptó, haciendo que los demás se acercaran a Sebastian, para escuchar la petición de Ciel. Una vez que se quedaron a solas le explicó brevemente la condición de la inesperada recién nacida.

Aunque Agni no era médico, en los últimos meses se había instruido lo más posible en el cuidado de niños, combinando sus estudios con su propio discernimiento y la sabiduría ancestral de su país, para muchos en la mansión creían qué estaba mucho mejor preparado que cualquier médico titulado. Este era un rol que asumió con responsabilidad, por el afecto que sentía por la pareja de amo y mayordomo, sabiendo su situación al no poder llevar a sus bebés a un especialista de la salud. Cuando trató de tomarla entre sus brazos para empezar la revisión, ella se aferró con fuerza al regazo de su padre mientras sollozaba, entonces no tuvo más opción que revisarla de esta manera.

—Señor Sebastian, ¿por qué este bebé nació más grande? —Era la pregunta de un curioso e inocente Finny al notar la diferencia de tamaño de los recién nacidos.

—Como es niño, es obvio que será más grande. —Comentaba Bard con extraña jactancia.

—Claro que no, las niñas también pueden ser grandes. —Meyrin le refutó— Tal vez él se comía la comida de la bebé y por eso nació pequeñita, los hombres pueden ser tan egoístas.

Sebastian se sentía tan exhausto que no tenía ánimos de intervenir en una charla tan insulsa, notaba la mirada de los demás al no destacar los rasgos diferentes de los bebés, sabía que ellos dudaban sobre la paternidad de este pequeño desde el incidente semanas atrás con Charles Grey. Seguramente al ver el color de su cabello y sus rasgos, sus sospechas fueron confirmadas, pero también estaba seguro que ninguno lo comentaría abiertamente para no hacerlo enfadar, en ese aspecto tampoco tenía de qué avergonzarse porque si su joven amo había aceptado esta inusual situación, ellos no tenían derecho a reprochárselo.

—Ustedes hablando tonterías y Claudia embelesada con su hermanito. —Acotó con aparente seriedad Soma al observar de cerca la escena entre los dos infantes, el recién nacido parecía hacer pucheros al sentir en su carita las caricias de su hermana mayor.

Sebastian que había permanecido callado y un poco apático esbozaba una sonrisa al presenciar la dulce interacción de sus hijos, no podía negar que en su corazón todavía sentía algo de recelo por este bebé, ya que era fruto de una relación con alguien insoportable, cuando ni siquiera fue concebido con amor, ¿cómo podría amarlo sin frustrarse? Pero haría el esfuerzo por su esposo e hija que lo querían sin importar su origen, y a pesar de estos confusos sentimientos, este niño permanecía aferrado a su regazo con cariño, entonces pensó que los bebés podrían parecer simples, pero eran un misterio también.

— ¿Quieres a tu hermano? —Cuestionó el demonio a su hija al ver como emocionada no dejaba de acariciarlo mientras sonreía, ese gesto de sincera alegría bastaba para responder a su pregunta y calmar su inquieto corazón.

—Sebastian se ve exhausto, deberíamos dejarlo descansar. —Sugería Bard al ver su gesto de evidente agotamiento, no quería imaginar por cuál parte de su anatomía masculina había parido a dos bebés, pero debía suponer que por dónde fuera estaría adolorido, y su irritabilidad era justificable entonces.

Todos al principio se sorprendieron por la sensatez transmitida por el cocinero en esa sugerencia, entendieron que aquello era cierto y aunque deseaban seguir contemplando al nuevo bebé interactuar con su hermana, podrían hacerlo horas después cuando el mayordomo descansara. Intentaron llevar al recién nacido a la habitación contigua para que Agni lo revisara y pudieran vestirlo, pero el bebé llorando con fuerza se negó a tal separación.

—Está bien, solo díganle al señor Agni que cuando se desocupe venga aquí.

Un resignado Sebastian decía mientras escuchaba los sollozos de su hijo al acomodarlo de nuevo en su pecho, los demás sonrieron ante la escena aunque al ver el gesto malhumorado del mayordomo salieron con prisa para dirigirse a la habitación donde estaba su joven amo. Al entrar lo vieron también con su bebé, ella vestida y envuelta en una frazada permanecía abrazada a su pecho.

—Meyrin, ¿puedes preparar algo de leche para los bebés? Deben tener hambre. Creo que hay suficiente biberones para los dos. —Era la orden implícita que daba Ciel a la joven sirvienta quien aceptó de inmediato— ¿Y Claudia?

—Se quedó con Sebastian, estaba tranquila, así que no creo que lo moleste. —Soma respondía a su pregunta con una sonrisa mientras tocaba a la nueva bebé muy parecida a su hermana mayor— Por cierto, Agni… Sebastian dijo que fueras a revisar al bebé, también que llevaran ropa y pañales para vestirlo.

—Si, pensaba hacerlo, ustedes pueden ir a dormir, probablemente en el día necesitemos su ayuda para cuidar a los bebés, así que deberían estar descansados.

Todos aceptaron la sugerencia de Agni, que era bastante sensata, con tres bebés en la mansión debían estar dispuestos a ayudar, así que antes de ir a descansar decidieron acompañar a Meyrin a preparar los biberones, después irían a dormir. Ciel se sentía aliviado al saber que su hija estaba saludable, según lo afirmado por Agni, ella parecía ser prematura y su cuidado era prioridad, así que sugirió mantenerla con el calor de su cuerpo, era la mejor opción por ahora. Al instante llegaron a la habitación donde Sebastian estaba recostado en la cama con dos bebés.

—Señor Sebastian, ¿quiere que lo revise?

—No es necesario, estoy bien… Revise al bebé, aunque creo que él está más que bien.

—A simple vista parece que es un bebé saludable —Decía Agni viendo al recién nacido en su pecho jugar agitando sus manitos para su hermana. Aún así lo revisó en esa posición, pues tampoco quería separarse de Sebastian, aunque él lo hacía más por capricho, porque estaba en mejores condiciones físicas en comparación a su hermana recién nacida.

—Es un lindo bebé, ¿no? —Ciel comentaba mientras veía como los dos mayordomos lo vestían.

—Si, tiene la mirada del señor Sebastian.

—Eso iba a decir…

—No quiero ser indiscreto, pero… —Agni decía un poco nervioso— No sabía que alguien podía embarazarse de dos personas a la vez, ¿ustedes lo sabían?

—Al menos yo no lo sabía, ¿y tú Sebastian?

—No, tampoco lo sabía… Pero me alegra que así pasara.

Con seriedad respondía uniéndose a la charla, ambos al oírlo podían comprender que al estar adolorido estuviera irritable, aunque sospechaban que su malhumor se debía por ese bebé que tenía un gran parecido al hombre que abusó de él. La tensión fue interrumpida con la llegada de los biberones que Meyrin había preparado, Ciel sentándose al espaldar de la cama se prestaba a darle de comer a la pequeña en su regazo, Sebastian hizo lo mismo.

Todos los ahí presentes se sorprendían de lo rápido que el bebé en el regazo de Sebastian tomaba la leche del biberón, mientras tanto el demonio en su mente maldecía la certera y molesta genética humana. Meyrin como prediciendo que algo así pasaría le entregaba otro biberón, porque ese pequeño no parecía haberse saciado solo con uno. Al terminar el segundo se notaba su gesto satisfecho, así que bostezando se acurrucaba en el regazo del demonio para dormir, mientras la bebé de Ciel apenas había tomado un poco de leche se quedaba dormida también.

—Creo que estos bebés serán tranquilos como Claudia. —En un susurro comentó Agni al verlos como se quedaron dormidos enseguida por sí solos, debía admitir que esos bebés eran un poco extraños, podría decir que poseían cierta madurez que era inusual en niños de su edad. Al ver que los pequeños se durmieron incluida Claudia, decidió dejar descansar a la ya no tan pequeña familia en esa cama, saliendo junto a Meyrin no sin antes decirles que estaría cerca por si necesitaban ayuda.

La pareja agradeció el apoyo, después de todo, con más bebés no había cabida para el orgullo y aferrarse a la idea de que podían hacerlo solos. Ciel en silencio acariciaba a su bebé tan pequeña, aunque aparentemente estaba fuera de peligro la percibía tan frágil que temía que de repente no resistiera. Sebastian notando su gesto un poco preocupado, daba un suspiro, se sentía culpable por no haberse dado cuenta de la existencia de su hija, quizá cegado por su recelo por el bebé no deseado.

—Ella estará bien, es fuerte como yo. —Dijo en un murmullo Ciel al notar también el gesto afligido de su amado demonio, lo conocía tan bien que era imposible no saber que estaba sintiendo— Más tarde en el día, trataremos de cambiar de bebés, para que ella sienta también tu calor, quizás incluso sea más efectivo para su recuperación que mi calidez, ya que estuvo dentro de ti.

—Es posible, pero no tienes que cargar a este bebé…

—Basta Sebastian, vamos a tener problemas si sigues con esa actitud, este niño es también mi hijo y punto.

Ante esa seria advertencia el demonio desvío la mirada aceptando su regaño, sabía por la determinación en su expresión que estaba hablando en serio. En un nuevo suspiro parecía resignarse, tal vez era el agotamiento que lo tenía sensible, lo único que le quedaba era descansar. —Bien, pero no me regañes, estoy recién parido y me siento un poco mal.

—Recién parido… —Con una risita murmuró divertido su joven esposo— Nunca pensé oírte decir algo así, ¿quién hubiera imaginado que pasaría algo como esto cuando nos conocimos?

—El demonio que hizo un siniestro contrato con un humano por su alma a cambio de su venganza, terminó enamorado y dándole hijos. Definitivamente no contemplé esos giros cuando pactamos.

—Es que el humano era tan encantador que pudo conquistar el frío corazón de su bestia devoradora de almas.

—Qué humano tan modesto. —Susurraba Sebastian con una sonrisa— Al final no terminaré devorando su alma, pero he devorado cada centímetro de su cuerpo.

—Oye, no hables en ese tono pervertido frente a tres bebés.

Ante ese nuevo regaño, Sebastian sonreía por provocar ese sonrojo en el incómodo rostro de su amado, sabía que no importaba cuantos años convivieran juntos, esa timidez sería parte de su relación siempre, un rasgo de su personalidad que debía admitir que adoraba.

—Al final pudiste hacerme una bebé, debes sentirte orgulloso, embarazaste a un demonio.

—No sé qué sentir al respecto, solo estoy feliz por haber concebido a nuestra bebé. —Un poco avergonzado decía— La concebimos cuando estabas embarazado, ¿verdad?

—Creo que sí, pero eso no cambia que fue concebida con amor.

—Si, claro que sí…

En un murmullo Ciel hablaba mientras se esforzaba por mantenerse despierto, Sebastian le pedía que durmiera, pero este se negaba alegando que él era quien necesitaba dormir. Al final antes de darse cuenta, ambos se durmieron junto a sus bebés, el demonio no pudo resistir caer en un sueño profundo, nunca antes había sentido tan imperiosa necesidad, suponía que era lo que hacía falta para recuperarse.

Sebastian abrió los ojos en un leve sobresalto, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero percibía por la leve claridad a través de las cortinas de la ventana que era de día, había dormido tan profundamente que se sentía extraño, aún así había sido útil porque su cuerpo recuperó el vigor de siempre. Enseguida se dio cuenta que estaba solo, ni siquiera tenía al bebé en su regazo, ¿y si algo malo había pasado? Preocupado se cuestionó y con prisa se levantó de la cama para salir a buscarlos, fue a la habitación de Claudia, encontrándola vacía.

Avanzó un poco más por los pasillos, entonces a unos metros escuchó unos gimoteos y voces humanas, parecía que estaban en la cocina. ¿Por qué estaban allí unos recién nacidos? Al entrar vio que su esposo en una silla llevaba en su regazo a la pequeña, que despierta miraba todo a su alrededor, a Claudia la vio en brazos de Meyrin, y a su hijo peliblanco lo cargaba Agni con calma.

—Sebastian, deberías seguir descansando. —Decía Ciel, aunque sabía que si ya se había levantado era porque se sentía mejor, su semblante mostraba haber descansado, así que dejaría de insistir. En realidad le pareció muy extraño y un poco adorable verlo dormir tan profundamente, ya que su naturaleza cautelosa siempre lo mantenía en constante estado de alerta.

— ¿Qué hacen aquí?

— ¡Le mostramos a los bebés la mansión! —Respondía muy animado Finny, aunque la pregunta no fue dirigida a él. Sebastian se disponía a hablar, pero sus sentidos se agudizaron al percibir el movimiento de un carruaje que se estacionaba frente a la mansión, no pudo evitar alterarse un poco al pensar que podría ser ese “hombre” en una de sus visitas inesperadas. Por su mente cruzó la vaga idea de que si este llegaba podría descubrir que había nacido un hijo que concibieron juntos, sería muy problemático al no saber cómo reaccionaría, aparte de no desear que se enterara por ser vergonzoso, y tal vez en una respuesta a su instinto maternal no quería que le arrebatara a su bebé.

Ciel notando su gesto un poco contrariado podía predecir lo que pasaba, acercándose para calmarlo le contaba que ese carruaje era de su prima, a quien había enviado un mensaje antes sobre el nacimiento del nuevo bebé, porque ella pidió conocerlo antes.

—Bueno, llevemos a los bebés al recibidor. —Sugería Agni a todos, notando la tensión que se había formado ante la seria actitud del mayordomo. Los demás con prisa se adelantaron para recibir a la visita en la entrada— Alain quiere ir con usted.

—¿Alain? —Cuestionó Sebastian recibiendo en sus brazos al pequeño que inquieto y a punto de llorar se aferraba a su pecho. Agni dejaba a la pareja hablar a solas, después de todo, debía confirmar que no hubiera alguna especie de amenaza como sospechaba Sebastian, ya que conocía la situación sobre el verdadero padre de ese bebé, era mejor ser precavidos.

—Es el nombre que le di a nuestro hijo, dijiste que yo me encargara de ello, ¿no te gusta?

—Es bonito, ¿tanto dormí qué te dio tiempo de elegir un nombre?

—Es pasado mediodía, en tu estado tampoco es tanto tiempo, necesitabas dormir. Además, ya tenía varias opciones de nombre en mente antes de que él naciera.

—Ya veo… ¿Cómo está ella?

—Como dijiste, es fuerte por su naturaleza de demonio, aunque pasa durmiendo, está bien. —Comentaba Ciel abrazando con ternura a su bebé que se había quedado dormida en su regazo, Sebastian sonreía al ver como le habían acomodado a la pequeña, envuelta en una especie de faja para mantenerla apegada a su pecho desnudo, oculta bajo su camisa holgada— Agni, dijo que si siente mi calor directamente sería mejor, siento que estoy doblemente embarazado ahora.

—Te ves lindo, pero no deberías estar caminando por ahí, podrías tropezar y caer.

—Tenemos una hija de casi un año, ya aprendí a caminar con un bebé en brazos.

La pareja animadamente conversaba, no eran padres primerizos, sin embargo, era inevitable no sentir temor al no poder cumplir las expectativas para mantener saludable y feliz a un nuevo bebé, más ahora que llegó otro de forma inesperada y tenía un estado delicado. A pesar de ello, decidieron no desanimarse o lamentarse aunque su situación era complicada, al menos podían sentirse aliviados al tener el apoyo de todos en la mansión para ayudar en el cuidado de sus bebés. Tal como había dicho Ciel, la visita de esa tarde era de Elizabeth, quien no dudó ni un segundo en ir hasta la mansión para conocer al nuevo bebé, y su reacción de genuino asombro al ver que había otra pequeña Claudia hizo que todos rieran. La visita no se extendió demasiado pues tanto como la pareja de padres y los recién nacidos debían descansar esa tarde, una vez más recostados en la cama con los bebés dormidos plácidamente en sus regazos, era la escena que se veía y la que sería usual por algunas semanas.

—Pauline Phantomhive, no suena mal —Comentaba Sebastian en voz baja al iniciar la charla con su esposo, quien había compartido con todos antes la elección de ese nombre para su prematura bebé, cuyo nombre tenía el significado de pequeña, por ello lo eligió.

—Pauline Michaelis suena mejor, llevará tu apellido… Nuestros hijos llevarán el apellido Michaelis a partir de ahora.

— ¿En serio? ¿Por qué esa repentina decisión?

—Quisiera que mi apellido se perpetuara, deseo dejar mi legado, pero…

— ¿Qué sucede? —Cuestionó al notar como en su seriedad algo de tristeza se reflejaba en su mirada.

—Phantomhive es un apellido que llamaría la atención a donde fuéramos…

— ¿A dónde iremos?

—Lo mejor para nosotros como familia es irnos de Inglaterra, vivir en la zozobra de que alguien descubra nuestro secreto y que nuestros hijos pasarán su vida escondidos en esta mansión, solo por el capricho de querer mantener el legado de mi apellido, no es justo.

—Ciel… Si fue por mi reacción en la cocina antes, no era esa mi intención.

—No, eso no me molestó, me molestaría si no te sintieras en alerta por nosotros. —Con una sonrisa decía tomando su mano mientras la entrelazaba a la suya, era la única muestra de afecto que podían hacer en su posición actual— Solo me hizo afirmar lo que he venido pensando hace semanas, debemos irnos de aquí, después de todo, esta mansión es solo un lugar, nosotros donde vayamos seguiremos siendo un hogar, ¿verdad?

—Entiendo, también había pensado esa posibilidad.

— ¿Y por qué no dijiste nada?

—No quería influir de alguna manera en una decisión que era solo tuya, esta es tu mansión, naciste aquí, los recuerdos de tu familia se mantienen entre estas paredes, no quería arrebatarte eso.

—Si, pero también hay amargos recuerdos, no quiero que en algún momento suceda lo mismo con nosotros.

—Me tienes a mi, no permitiría que nada les pasara.

—No eres el mismo demonio desalmado y egoísta que conocí, ahora tienes debilidades que no te permitirían actuar a tu conveniencia.

—Es una forma de decirlo, aún así aunque podrían ser ustedes mis puntos débiles son mi gran fortaleza también…

—Sé que si nos ponemos en peligro, también darías tu vida por nosotros sin dudarlo —Dijo con la voz que se quebraba un poco al imaginar el peor de los escenarios— No quiero perder a nadie por un tiempo, así que nos mudaremos, nuestros hijos merecen crecer en un jardín en el que puedan correr libremente.

Sebastian no se oponía a esa decisión tomada por Ciel, era lo más sensato y viendo la determinación en su mirada, sabía que no había nada que lo hiciera cambiar de opinión, además era lo que también deseaba para poder llevar una vida tranquila. Quedarse en la mansión, sería vivir con la idea de ser acechados, con el miedo de ser descubiertos, era la mejor decisión, incluso se sentía ilusionado al pensar en qué lugar de este basto mundo sería el más adecuado para iniciar una nueva vida, una vida familiar.

— ¿Tienes alguna idea de donde quieres ir?

—Un lugar tranquilo y discreto, alejado de cualquier ciudad, tampoco quiero una mansión a donde vayamos. Creo que una residencia modesta estará bien para que unos extranjeros pasen desapercibidos.

—Entiendo… ¿Qué te parece ir a América?

— ¿Quieres cruzar el océano con tres bebés y un esposo embarazado?

—Cierto, eso suena complicado.

—Creo que quedarnos en este continente por ahora estará bien… Cuando los niños crezcan podríamos ir a América como quieres.

Ambos sonrieron al imaginar a sus hijos teniendo unos años más, no dudaban que serían hermosos, inteligentes y también fuertes, ellos crecerían como niños especiales por su naturaleza demoníaca, un detalle importante a considerar para darles un ambiente más adecuado en su niñez. La decisión había sido tomada, sus vidas un nuevo rumbo emprenderían, y de ello otras decisiones surgirían, más que un proceso de mudanza sería una desaparición forzada, eran conscientes que borrar todo rastro suyo conllevaría un gran esfuerzo para el que debían prepararse a partir de ahora.

Notes:

Este es el penúltimo capítulo de esta historia, deseo que haya sido de su agrado, espero compartir pronto el capítulo final ❤❤❤