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La pulsera de cristal

Chapter 2: Capítulo único

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Era demasiado pronto cuando Hakkai abrió los ojos con cansancio. Era el día del baile al que habían preparado por el cumpleaños del príncipe del reino, además que el rey lo iba a utilizar para buscar una pareja para el príncipe Mitsuya, y tanto él como Yuzuha tenían que preparar el desayuno, limpiar la casa y traer los trajes a las habitaciones de su padrastro y Taiju para tener todo preparado antes de irse al palacio. Hakkai y su hermana también iban a ir, acompañando a su familia política, pero menos arreglados y no tenían el permiso de bailar ni hablar con nadie de su entorno.

—Estoy harto de vivir en esta casa —murmura mientras se levanta de la cama, que inmediatamente arregla para después abrir la ventana que daba al campo que tenían en frente. Dos pájaros revolotean dentro de la habitación alegres, mientras pían saludando al más alto—. Buenos días a vosotros también —dice, soltando una risa cuando uno se acerca a picotearle la oreja.

Se viste rápidamente, recordando que tiene que ir afuera a dar de comer a los caballos antes de bajar a la cocina. Siendo ayudado por los pajaritos, que le atan las zapatillas haciéndole sonreír agradecido, baja por las escaleras en dirección del establo. El día estaba despejado, prácticamente no se podía ver ni una nube, y el sol todavía no había subido del todo al cielo; el perro había salido a la vez que él, dirigiéndose hacia el pequeño bosque que se encontraba no muy lejos de la casa.

—¡Aki, no te alejes mucho! Si te pierdes, Taiju me golpeará por una semana —grita mientras se acercaba a acariciar a los caballos, que relinchan felices por el cariño. Sonríe suavemente, mientras les pone de comer—. Aquí tenéis, comed mucho, hoy vais a tener un viaje un poco largo.

—¡Hakkai!

Era la voz de su hermana. Procedía de la cocina, y parecía que necesitaba ayuda con algo; soltando un suspiro, silva para llamar al perro, que viene corriendo desde la lejanía ladrando y entran ambos en la casa, él despidiéndose con la mano de los caballos que le miran alejarse. Se dirige a la cocina con paso apresurado, con Aki siguiéndole el paso felizmente sabiendo que va a tener algo de desayuno. Yuzuha se encontraba con el delantal puesto, haciendo algo en la sartén y varias frutas esparcidas por la encimera; al ver a su hermano acercarse, sonríe alegremente.

—Buenos días —saluda, poniéndose de puntillas para alborotar el cabello de Hakkai, haciendo que este se mueva, con un puchero en sus labios.

—Buen día, ya he puesto de comer a los caballos y Aki ha salido ya a hacer sus necesidades —dice, mientras busca las cosas de la limpieza en el armario que está situado en la esquina de la cocina—. ¿Yo limpio el salón y tú las habitaciones?

Yuzuha tararea en forma de afirmación mientras saca lo que parecen ser tortitas de la sartén, es entonces cuando señala la batidora y las frutas. Entendiendo el mensaje, Hakkai añade las frutas que había sacado su hermana (plátano, fresa) al interior de la batidora con cierta cantidad de leche para hacer el batido que más le gusta a su padrastro. Al terminar, llena dos vasos, los coloca en las bandejas, donde ya estaban los platos con tortitas y los cubiertos.

—Tú se lo llevas a padre, yo a Taiju —anuncia la castaña, sin dejarle rebatir mientras se dirige escaleras arriba.

Hakkai le sigue por detrás, pero él va para la izquierda, donde se encuentra la habitación de su padrastro. Golpea dos veces antes de entrar, sabiendo que muchas veces al mayor le molesta que entre si no llama, y la voz de su padrastro se oye desde el interior diciendo que podía entrar tranquilamente. La habitación sigue un poco a oscuras, con las persianas solamente subidas levemente, pero su padrastro se encontraba sentado en su escritorio mirando unos papeles con bastante atención. Carraspea, la mirada del mayor se dirige a él, y moviendo lo que tenía en la mesa, señala con la cabeza para que deje la bandeja encima, lo que Hakkai hace.

—Buenos días, ya le he dado de comer a los caballos, voy a limpiar el salón y Yuzuha los cuartos cuando ustedes bajen —anuncia, sintiendo alivio cuando su padrastro asiente.

Tras levantar las persianas, Hakkai sale de la habitación con rapidez, suspirando cuando la puerta se cierra detrás de él. Baja las escaleras en dirección de la cocina para recoger el cepillo y el recogedor, y se dirige al salón. Así eran todas las mañanas desde que se habían cambiado de casa y su madre había fallecido; tanto él como Yuzuha siendo como los sirvientes de su hermanastro y su padrastro, aunque el peor de los dos era Taiju.

Muchas de las veces echaban de menos el pueblo donde vivían antes, la amabilidad que les transmitían los vecinos, pero principalmente extrañaba a Taka, también conocido como Mitsuya Takashi, el príncipe. Recuerda cuando supo que el amigo que hizo en el pueblo era el mismísimo príncipe: habían llegado hacía unos días a la casa y estaban en el salón, su padre leyendo el periódico, cuando salió en ella. Los mismos ojos lavanda hipnotizantes, el mismo cabello lila clarito y, por supuesto, la misma sonrisa que le había dirigido el último día en el que se vieron.

Suspira, viendo como Aki le mira curioso tumbado desde el sofá.

—Claramente nunca podríamos haber sido nada, aunque hubiera seguido en el pueblo —murmura resignado—. Él es un príncipe y yo soy el sirviente de mi familia política.

 


 

No iba a poder ir al baile, eso es lo que le había dicho su padrastro. Necesitaban que alguien se quedara en la casa para cuidarla, y al parecer, preferían tanto él como Taiju que fuera Yuzuha la que los acompañara al baile. Con un nudo en la garganta, ignorando la mirada de tristeza de su hermana y la burlona de Taiju, asiente entendiendo lo que querían decir. Él ni siquiera sabía bailar, se vería fatal en un traje, y además era una idiotez querer ir solo para poder mirar desde lejos a alguien que ya no está en su vida.

Yuzuha se acerca a él, agarrando sus manos entre las de ella.

—Si tengo la oportunidad de hablar con Mitsuya, le diré algo de tu parte, ¿de acuerdo?

Hakkai asiente, sin confiar en poder hablar todavía con el nudo en la garganta. Los brazos de su hermana le rodean, una calidez brota en el pecho del menor, escondiendo el rostro en el cabello castaño. Una sonrisa suave aparece en su rostro.

—Vas preciosa, Yuzu, eres igual de preciosa que mamá.

Un sordo sollozo sale de los labios de su hermana mayor, que le aprieta más fuerte en respuesta. Entonces se separan, y ella se va, despidiéndose con la mano. Aki se sienta a su lado viendo como las tres personas se alejan en el carro de los caballos, y entonces su cabeza se mueve para ver a Hakkai, que está aguantando las lágrimas. Se mueven ambos al interior de la casa, solitaria y vacía, y es entonces cuando el único que está en ella se da cuenta que no tiene nada que hacer. Su mirada se dirige a Aki.

—¿Vamos un rato al patio trasero, en la fuente? —pregunta, y parece que el perro le entiende, porque ladra alegre mientras camina hacia la puerta que se encuentra en la parte de atrás.

Hakkai le sigue con una sonrisa tan pequeña que podría no notarse, abriendo la puerta para dejar salir primero a Aki, que corre en dirección del patio para jugar con la pelota que tiene allí. El único caballo que queda relincha desde el establo, como si le estuviera saludando. El de cabello azul se acerca a él para acariciarle suavemente, y después va a sentarse en la fuente. Se está haciendo de noche, las estrellas están saliendo en el cielo, y puede observar unas pocas nubes a la lejanía que se mueven despacio. Cierra los ojos intentando quitarse el nudo que sigue en su cuerpo.

—¿Tienes sueño?

La voz le sobresalta. Abre los ojos rápidamente, y su mirada se gira hacia la derecha para encontrarse con un chico de su edad, con cabello rubio y ojos azules brillantes que resplandecen cuando sonríe alegremente en su dirección. Su cuerpo se mueve un poco, y entonces Hakkai se da cuenta de las pequeñas alas que tiene en la espalda, lo que hace que abra la boca sorprendido, señalándolas, temblando.

—¿Quién eres? —su voz sale baja, temerosa—. ¿Estoy soñando? ¿Me he vuelto loco? Creo que me he vuelto loco, tienes alas.

La risa que sale de los labios del desconocido hace que pestañee confundido.

—¡Soy el Hada Madrina! —se presenta, inclinándose de alguna forma extraña, porque Hakkai se acaba de dar cuenta que no está tocando el suelo—. Pero me puedes llamar Chifuyu. He visto lo que te ha pasado, una mierda, la verdad. ¿Sigues queriendo ir para ver al príncipe? Te podría ayudar.

Hakkai le mira inseguro.

—¿Por qué harías eso?

Chifuyu se encoge de hombros y se sienta a su lado. Entonces, de alguna modo, saca lo que parecen ser unos libros y se los enseña, poniéndolos en el regazo del de cabello azul.

—Porque estás enamorado de él, y me parece muy romántico que quieras verlo después de seis años sin estar cerca el uno del otro —dice, con el rostro totalmente serio—. Me encanta el romance, pero si alguien alguna vez te pregunta eso, tu lo niegas. Que vergüenza, como vea ese lado de mi Baji.

Hakkai asiente varias veces, entendiendo al hada madrina. A él también le avergonzaba enseñarle su lado más suave a Taka cuando era más pequeño, porque quería verse genial, y ser suave no era genial. Aunque a Taka siempre decía que le encontraba adorable cuando se negaba a hacer algo y Hakkai ponía una mueca enfadado. Un golpe en el hombro hace que deje ese hilo de pensamientos, y mire al chico que tiene a su derecha, que le estaba sonriendo con las cejas levantadas.

El más alto carraspea.

—Uh, sí. Sobre lo de querer ir al baile, digo. Me gustaría ir —admite asintiendo, pero tiene su voz tiene un toque de tristeza—. Pero si voy y me reconocen Taiju y mi padrastro podrían encerrarme en mi habitación para toda la vida.

Con un salto, Chifuyu se pone de pie. Le señala con una varita que había sacado de la manga, literalmente, y sonríe felizmente mientras murmura unas palabras (Hakkai cree escuchar “Bibidi Babidi Boo” salir de sus labios). El de cabello azul se queda quieto, intentando entender lo que está haciendo el que parece ser su nuevo amigo, y cuando su mirada se dirige abajo por un momento, ve que su ropa acababa de ser cambiada. Parpadea por unos momentos y se levanta de la fuente para observar bien su atuendo. Llevaba un traje de color azul oscuro, con una camisa blanca y una corbata negra; moviendo las manos a su cara, nota que ahora llevaba gafas, pero no parecían estar graduadas porque podía ver perfectamente. En su muñeca izquierda aún sigue teniendo la pulsera de cristal que lleva utilizando desde los catorce. Se gira para mirar a su amigo, que le sonríe alegre.

—¡El azul oscuro te queda súper bien! Y la verdad pensé que las gafas te iban a sentar fatal, te soy sincero, pero eres muy atractivo —dice, mientras le mira con los ojos entrecerrados—. ¡Voy a hacerte un carruaje! Y con esto podrás ir ya al baile.

El carruaje fue, de todas las cosas que había en la casa, la calabaza que tenían plantada en el patio. La había convertido en un carruaje bastante bonito, de color azul claro y unos asientos muy cómodos de color negro. Entonces, el caballo que quedaba libre es atado a la parte delantera para poder tirar del carruaje. Hakkai se asoma por la ventana pequeña que tiene en su lado.

—Pero no tenemos cochero.

Al momento se da cuenta que Chifuyu esta vez sí que está tocando el suelo. Le sonríe orgulloso, señalándose a sí mismo; el más alto suspira, negando con la cabeza mientras le ve subirse en el asiento del cochero. Cuando empieza a moverse, va tan rápido y comiéndose tantos baches que Hakkai se golpea dos veces con el techo. El pensamiento de que hubiera sido más seguro quedarse en casa que estar en un carruaje que está siendo conducido por el rubio.

—Voy a morir a manos de un Hada Madrina —se lamenta, casi soltando un sollozo al escuchar la risa divertida de Chifuyu.

 


 

El salón de baile era enorme, había muchas personas que se acercaban a él con intención de hablar y lo único que quería Hakkai era irse a un rincón y que le tragara la tierra. Suelta un suspiro cuando otra chica un poco más mayor se coloca a su derecha, sonriendo suavemente mientras intenta conducirle a algún sitio que, en realidad, no le interesa para absolutamente nada. Él solo estaba aquí para ver a Taka desde la lejanía, porque no tenía el valor de acercarse a él, y luego salir corriendo antes de encontrarse con Taiju o su padrastro. Juguetea con la pulsera de su muñeca mientras escucha a la chica (Aima cree que se llama) hablar, pero eso parece llamarle la atención.

—Es una pulsera preciosa —dice mientras, mientras se inclinaba para observarla mejor—. ¿Significa algo para ti?

El de cabello azul, por primera vez en toda la noche, dejó mostrar una sonrisa totalmente libre de tensiones y consigue decir algunas palabras delante de una chica. Asiente, volviendo a tocarla distraídamente.

—Me la dio mi único amigo cuando me mudé.

Aima sonríe suave y cálidamente mientras se inclina hacia delante, por lo que Hakkai se aleja levemente.

—¿Te incomodan las chicas? 

 Él asiente, murmurando un perdón, pero Aima no parece afectada por ello. Ella asiente, pareciendo que entiende, le da un pequeño apretón al brazo y se aleja moviendo la mano.

—¡Siento haberte molestado! Si quieres tranquilidad, puedes ir a ese rincón de allí —señala una parte del salón donde no parece haber mucha gente—. No suele ir mucha gente.

Hakkai le sonríe en agradecimiento, pero antes de que se dirija al rincón que le había señalado la chica, el príncipe aparece.

Mitsuya Takashi era más atractivo en persona que en las fotos. Llevaba un traje oscuro, la camiseta blanca tenía los dos primeros botones desabrochados y, por lo que podía ver, llevaba unos pendientes morados oscuros. Miraba el salón con atención, sonriendo cálidamente a las señoritas que se le acercaban pidiendo un baile, y danzaba con ellas con gracia y alegría. Después de lo que parecieron horas hipnotizado por volver a ver a su antiguo amigo, el de cabello azul recuerda que estaba intentando huir de toda la gente que estaba a su alrededor, por lo que aparta su mirada del príncipe, y en unos cuántos minutos después de alejarse parece llegar a la zona que le había dicho Aima. Apoya la espalda contra la pared suspirando, mientras pasa las manos por el pelo en señal de ansiedad. Ahora que había visto que Taka estaba bien, debería irse de nuevo a su casa y hacer como si nada había pasado. Estaba tan metido en sus pensamientos que no se da cuenta que una persona se sitúa a su lado. Cuando abre los ojos, casi se atraganta con su propia saliva al ver los ojos lavanda, cálidos, que le miran directamente.

Parpadea confundido al ver que en el rostro del contrario aparece una sonrisa suave, y siente como se le atasca la respiración en la garganta en el momento en el que Mitsuya empieza a acercarse a él. Está listo para girarse y huir de nuevo cuando escucha la voz del de cabello lila, dirigida directamente a él.

—Has crecido mucho, Hakkai.

Aun sabiendo que no debería, su corazón se acelera y siente que las mejillas se le colorean de un rojo intenso, agachando tímidamente la mirada. Ahora que están más cerca, Hakkai puede oler la colonia del príncipe. Huele igual que cuando tenían catorce años, y eso hace que le entren ganas de llorar. Su mano izquierda se dirige a la pulsera que tiene en la derecha, pero una mano un poco más pequeña que la suya le para, sosteniendo la muñeca donde tiene la pulsera.

—La sigues usando —dice Taka, asombrado por el hecho. Hakkai asiente rápidamente, ganándose una risa del contrario.

—¿Cómo sabías que era yo? —la pregunta sale en un susurro mientras levanta la mirada.

Mitsuya le mira inclinando la cabeza divertido, y Hakkai vuelve a sentir que sus mejillas se sonrojan.

—No muchas personas tienen tu cabello azul —dice, mientras levanta la mano para poder alborotarlo. Luego, su rostro se pone un poco más serio—. Y vi tu pulsera. Ninguna otra persona tiene esa pulsera, la reconocería en cualquier parte.

De nuevo, al menor le recorre por todo el cuerpo una sensación de calidez que le hace sonreír. Carraspea, mirando a su alrededor, recordando en dónde estaban. Parece que nadie se ha dado cuenta de la ausencia del príncipe, pero Hakkai no quiere que le echen la culpa por estar hablando con él. Notando la inquietud del más joven, Mitsuya suspira y acerca a Hakkai hasta tenerle a la misma altura que la suya; un recuerdo vago de seis años atrás el mismo día en el que se intercambiaron las pulseras. El más alto intenta apartar la mirada de los ojos lavanda que le miran con una atención que no deberían, porque no era lo suficientemente importante como para tener la mirada cálida del príncipe puesta en él. Cuando estaba a punto de volver a moverse, las dos manos de Taka le agarran ambos lados de la cara para dejarle en ese sitio.

—Escucha, Hakkai, me da igual este baile de mierda —anuncia, mientras acerca aún mas sus caras, hasta que sus narices chocan. Al menor se le corta la respiración por un momento al ver las pequeñas pecas que son difíciles de ver si no mires de cerca, ni prestas atención—. Yo solo acepté hacerlo porque escuché el nombre de tu padre en los invitados. Pensé que ibas a venir, pero cuando le vi aparecer por la puerta siendo solamente acompañado por Taiju y Yuzuha, toda la ilusión que tenía para esta noche se esfumó. Solo quería verte, solamente a ti, así que, si mi padre se da cuenta de mi ausencia, no será por tu culpa, ¿de acuerdo? —explica mientras Hakkai asiente, sin poder siquiera decir alguna palabra.

—Yo quería venir —dice el menor, mientras se mueve un poco para estar erguido, porque le empezaba a doler la espalda, pero las manos de Mitsuya no se alejaron, posándose en la cintura del más alto, haciendo que por un momento se trabara con las palabras que acababa de decir. Carraspea, siguiendo con lo que estaba diciendo—. Pero mi padrastro quiso que alguien se quedara en la casa para cuidarla. Uh, luego ocurrió algo tan extraño que no sé si me creerías, y bueno, aquí estoy —termina diciendo, con una sonrisa.

El de cabello lila tararea, mientras aprieta las manos que tiene colocadas en la cintura de Hakkai. Mira por un momento a su alrededor, nadie parecía estar preocupado por su desaparición (a lo mejor Draken había dicho alguna mentira por él), y pocas personas estaban en esa zona. Asintiendo para sí mismo en afirmación, acerca a Hakkai aún más cerca, consiguiendo que el más alto suelte un chillido de sorpresa, casi cayéndose encima de Taka. Posando sus manos en los hombros del contrario, se equilibra soltando un suspiro, asustado por el momento. Los dedos de Takashi empiezan a hacer pequeños círculos en su cintura, haciendo que un sonrojo empiece a aparecer por lo que puede ser la tercera o cuarta vez en la noche.

—Taka —murmura, parpadeando en su dirección cuando de repente el príncipe empieza a moverse al son de la música que se escucha (aunque desde donde están no se escuchaba mucho)—. ¿Qué haces?

—Bailar —responde, sencillamente.

Hakkai, un poco confundido, sigue los movimientos de su amigo con torpeza. Una sonrisa empieza a aparecer en el rostro de Mitsuya al ver esto. Entonces, al final de la canción, Taka vuelve a acercar al más alto para ponerlo de nuevo a la misma altura que su rostro; Hakkai inclina la cabeza confundido.

—Cierra los ojos, te prometo que no haré nada malo —pide, diciendo lo último al momento de ver la inseguridad en los ojos de su amigo. El de cabello azul lo hace, y entonces unos labios suaves se colocan sobre los suyos. Una corriente electrizante recorre su cuerpo, pero no consigue corresponder porque Mitsuya se separa a los pocos segundos; entreabre los ojos, luciendo como la persona más preciosa del planeta, y tiene las mejillas enrojecidas—. ¿Eso está bien?

Hakkai asiente, carraspeando levemente.

—Está muy bien, Taka —consigue decir antes de que Mitsuya vuelva silenciarle con sus labios en un beso más largo. Minutos después, se separan, agitados con las mejillas rojizas y unas sonrisas decorando sus rostros. Hakkai suspira, alegre—. He soñado con esto desde los catorce.

La risa de Mitsuya le hace sentir mariposas, y piensa, mientras vuelve a cerrar la distancia en otro beso, que está muy contento de haber venido al baile.

—Tienes que venir a comer mañana —dice Taka al momento de separarse, de repente tímido, apartando la mirada como si fuera algo de otro mundo. Eso hace que Hakkai se sienta alegre, porque es el único que alguna vez ha visto así al príncipe.

—Eso me haría muy feliz, Taka —responde, recibiendo un asentimiento feliz por parte del otro. Las manos en su cintura se aprietan, y después de seis años, Hakkai siente que ha vuelto a casa.