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Altamar.
Para Aioros era demasiado extraño salir del Santuario, vestir como uno de los humanos sin cosmos, viajar en un auto y en ese momento, volar en un avión, que según entendía era privado, a su lado, aunque a un metro de distancia estaba sentado Albiore, con los brazos cruzados delante de su pecho, sus ojos cerrados, notando lo que muchos omegas llevaban en su muñeca para ocultar el nombre de su alfa, en este caso era una venda.
-¿Cómo aterrizará este avión en la Isla Andrómeda?
Albiore abrió los ojos con una sonrisa burlona, no había pistas de aterrizaje en la isla Andrómeda, ni nadie que no fuera uno de los suyos podía pisarla sin sufrir un castigo, era un lugar seguro, casi podrían considerarse como aliados del Santuario, más que sus sirvientes, sin embargo, no iba a decirle eso.
-No se detendrá, nosotros saltaremos a una distancia prudente, nadaremos desde ahí...
Aioros asintió, de esa forma seria un poco más difícil para Saga dar con él, supuso, Albiore como leyendo sus pensamientos, observó la ventana, viajarían primero a París, después, en el viaje de regreso saltarían, todo para tratar de burlar las redes civiles del patriarca, así como su aterradora inteligencia.
-Llegaremos en doce horas, primero tendremos una escala en París, al regresar saltaremos...
Aioros asintió, pensando que era extraño que se molestaran en realizar tantos esfuerzos para llevarlo a un lugar seguro, por lo cual, quiso saberlo y de nuevo, como si Albiore adivinara sus pensamientos, le sonrió.
-Shun... Hades, él sabe cosas, las Moiras parecen estar de su lado y me mando para recibirte, llevarte a un lugar seguro.
El arquero asintió, recordando un tiempo en el que pensó que tendría al mejor alfa del mundo, que estaban destinados a estar juntos, que serían felices, pero hacía mucho tiempo ya de eso, ese muchacho estúpido había muerto, aunque, ni siquiera era tan viejo como para decirse a sí mismo un anciano, pero así se sentía.
-Saga terminará por atacar su isla, supongo que tenerme como prisionero es un seguro de vida tan bueno como cualquier otro, pero falta uno más...
Albiore no fingió sorpresa, ni se avergonzó al escuchar esas palabras, por lo cual era cierto, supuso, era un rehén de la isla Andrómeda, pero tristemente, creía que en esa isla estaría mucho más seguro que con su alfa, pero se olvidaban de Kanon, quien era mucho peor que su alfa y esa pesadilla comenzó por culpa suya, de eso estaba seguro.
-Escuche que Kanon había encontrado a su omega, en uno de los soldados del Inframundo... un dragón, pero todos los espectros son monstruos o demonios, es difícil saber cuál de ellos es el desafortunado omega del dragón marino.
Albiore asintió, guardando su sorpresa para sí mismo, recordando que Shun había dicho que solo uno de sus soldados había sobrevivido, él más leal, pero le era imposible contactarle, algo, alguna fuerza se lo evitaba.
-Pero estoy seguro de que si lo rescatan, aunque, sus planes sean usarlo como un escudo para la protección de la isla Andrómeda, Kanon tampoco se atreverá a lastimarlos, si nos tienen a los dos, hasta podrían negociar por nuestras cabezas.
Esas últimas palabras no fueron del agrado de Albiore, ni la actitud melancólica del arquero, que siempre estaba lleno de vida, era alegre, vigoroso, pero en este momento no era más que una sombra de quien fue.
-Dime una cosa, que nombre está escrito en tu muñeca...
Albiore se recargo en la silla que utilizaba, llevando sus nudillos a su barbilla, pensando en lo ilusionado que estuvo por un tiempo al escuchar ese nombre, al saber que su alfa era uno de los muchos santos de plata del santuario y lo decepcionado que estuvo después, al saber la clase de hombre que era, al verle con sus propios ojos, compartir algunas palabras con él.
-Es un santo de plata... Misty.
Esperaba que eso fuera suficiente para que Aioros comprendiera su desagrado, no solo era mucho más débil, tanto que estaba seguro que en un combate podría matarlo de un solo golpe, sino, que era un hombre vanidoso, mucho más que Afrodita de Piscis, pero al menos él tenía el poder suficiente para estar orgulloso por ello, no así su alfa, sin embargo pudo ser peor, pudo ser Algol.
-Ya veo...
Pronunció casi en un susurro, sin embargo, había algo que no entendía, porque razón Saga deseaba encontrarle un alfa de un ejército diferente o de un poder semejante, algún aliado valioso, cuando su compañero era uno de sus soldados leales, aunque de bajo rango, un santo de plata especialmente débil.
-Parece que el destino desea que seamos miserables, tu, yo, el dragón, Aldebaran, demasiados omegas hemos sido emparejados con un alfa indigno, dos dementes, un desobligado y un narcisista con complejo de superioridad...
En ese momento pensó que le gustaría beber algo, así que abandonó su asiento para buscar alguna bebida, ignorando a la aeromoza que sentada en la otra parte del avión, esperaba por alguna orden suya, generalmente, debía permanecer de pie, pero le había dado órdenes de hacer lo que quisiera, podía sentarse, usar su juguete rectangular, lo que fuera, no quería que estuviera a todas horas pendiente de sus actos, cabe mencionar que esa aeromoza en particular era especialmente fornida, con demasiadas cicatrices en su cuerpo y una mirada rapaz que le hacía dudar de sus intenciones.
-Mu hizo lo que estaba en sus manos en ese momento, no pudo llevarse a su omega y a su hijo, pero se que aun piensa en ellos, que desea regresar con su familia.
Albiore tenía sus dudas, a pesar de que Shun era el dios Hades, no pudo darle la espalda cuando lo trajeron a su isla y en vez de entregarlo al Santuario, al sentirlo como un hijo, aunque no tuviera su sangre, lo atendió lo mejor que pudo y traicionaría a su diosa, al santuario, por verle seguro.
-Tengo mis dudas...
Aioros quiso seguir defendiendo a Mu, pero tras abrir y cerrar la boca dos veces, decidió no decir nada más, regresando su mirada melancólica a la ventana del avión, admirando el paisaje, el mar, deseando ahogarse en sus aguas.
-Tal vez, lo mejor sería que descansaras, no sirve de nada discutir sobre los actos realizados por un alfa.
Aioros le haría caso, al mismo tiempo que Albiore, ya en su asiento, cerraba los ojos, dispuesto a dormir algunas horas, no creía que fueran a encontrarlos en ese viaje, Saga no era un adivino.
*****
Deathmask observaba en silencio como Afrodita arreglaba sus flores, fumando uno de sus eternos cigarrillos, mirándolo sin comprender sus acciones, las palabras dichas hacia Aldebarán, las que había sido demasiado injustas, no le gustaban en lo absoluto.
Le hacía pensar en lo visto en la sala del patriarca y de tan solo recordar esos sucesos comenzaba a sentirse nervioso, creer que llegaría el momento en que Saga pensara que podía separarlo de su dulce alfa.
Así como pensaba encontrarle un alfa adecuado al santo de plata de la isla de Andrómeda, Albiore, el maestro del envase de Hades, porque pensaba que Misty era indigno de su compañía.
En aquel momento, nadie sabía que se encontraba presente en la sala del trono y creía que tal vez, aquello fue lo que salvó su vida o le evitó un castigo a él o a su alfa, Saga, al menos, su lado oscuro, gustaba de esa clase de acciones contra los amantes.
Recordaba las pisadas de Dohko de Libra como si fueran ayer, el anciano maestro que tenía una apariencia juvenil y una actitud aún peor, quien ingresó en la sala del trono sin pedir permiso, sin mostrar un ápice de respeto hacia el más oscuro.
-Dohko...
Dohko le observó de reojo, con una sonrisa burlona, vestía su armadura y tenía una actitud como de quien deseaba pelear, sus brazos cruzados, pero con el anciano maestro, que podía atacar a distancia, aun esa postura despreocupada podía intimidar a cualquiera.
-Se que tu mataste a Shion y señalaste a Mu como un traidor, Saga... se todo lo que está pasando en el Santuario.
Saga se levantó de su trono dispuesto a pelear con él, quitándose la túnica de patriarca, mostrando su reluciente armadura dorada, sin embargo, Dohko no respondió de la forma esperada, atacando al traidor, en vez de eso, ladeo la cabeza, aún sonriéndole con esa mueca divertida, como si no le importara en lo absoluto esos sucesos.
-No nos precipitemos Saga... no he venido aquí para pelear, sino para negociar.
Saga solo endureció su expresión, mirándole fijamente sin saber de qué hablaba el anciano maestro, que estaba seguro, era lo suficiente fuerte para enfrentarse al santo de géminis y matarlo, después de todo, su experiencia en el combate era por mucho mayor que la del joven santo dorado, tenía mucho más cosmos y era más fuerte, podía terminar con esa locura de una vez.
-¿Negociar?
Pregunto Saga para su sorpresa, sorprendiendo demasiado a Deathmask, que escuchaba esas palabras con demasiada atención, pensando que él era un omega, Milo también, Aldebaran, Albiore, había demasiados en sus filas y creía que algo con esa condición era lo que le interesaba al anciano, sus fuegos fatuos se lo decían.
-Tu sabes que yo puedo derrotarte en una batalla y aunque eres más fuerte que yo, yo tengo más experiencia que tu, así que podría... no se... limpiar este Santuario de la corrupción, se que Shaka me ayudaría.
Saga respiro hondo, demasiado molesto por esa interrupción, pero se tranquilizo, creyendo en las palabras del anciano maestro, que al ver su respuesta, solamente sonrió, Deathmask no sabía que pasaba por su mente, pero no deseaba saberlo.
-Shion me abandonó a mi suerte en los cinco picos, mientras que disfruto de una vida en el Santuario...
Dohko estaba furioso por ello, Deathmask no tenía que ser psíquico, aunque tampoco lo era, para verlo, tragando un poco de saliva, sintiendo que su sangre se helaba, nunca había presenciado algo así.
-Yo me pudría en mi soledad y solamente le pedí algo a cambio, que no me cumplió...
De pronto su mirada estaba fija en la nada, sorprendiendo a ambos, especialmente a Deathmask cuando Saga no lo atacó, en vez de eso, sonriendo se acercó a él, con una apariencia beatifica, demasiado bondadosa para ser quien era.
-¿Qué le pedías?
Dohko le observó fijamente, respirando hondo, comprendiendo que Saga estaba dispuesto a escucharlo, a diferencia de Shion, supuso el cangrejo, que los miraba sin creer lo que sucedía frente a él, como el anciano maestro había caído, ya no era el buen hombre que decían todos, sino algo parecido a su líder, o sino, algo aún peor.
-Quería un omega, un esposo, pero su respuesta siempre era la misma, los omegas tienen el nombre de su alfa escrito en su muñeca y solamente si eso sucedía me lo otorgaría, el maldito sabía que yo era un beta, no existía un omega para mi.
Susurro, logrando que Saga sonriera, haciéndole temer a Deathmask, porque sabía que al único omega que no estaba dispuesto a entregar era a su arquero, los demás, estaban en peligro, así como sus alfas, su amada rosa podría sufrir por ello.
-Quiero un esposo...
Repitió Dohko, sin dudarlo un solo instante, algo que Saga estaba dispuesto a otorgarle, así que asintió, indicando al anciano maestro que continuará con su historia, que le dijera un nombre, haciendo que el cangrejo temiera por unos instantes lo que sucedería de ser su nombre aquel que el anciano pronunciaría.
-Es lo único que podría consolarme... una pareja, alguien que sea igual a mi...
Dohko repentinamente volteo a verle, con una sonrisa en su rostro, haciendo que su corazón casi saliera de su pecho, recargándose contra uno de los pilares, llevando una mano a su boca, como tratara de silenciar sus sonidos o su respiración.
-Solo di un nombre.
El anciano asintió, mostrando una sonrisa que para Deathmask fue completamente incomprensible, podía verlo porque uno de los espejos en la sala del trono reflejaba su cuerpo, así como su rostro.
-Aldebaran... quiero que Aldebarán de Tauro sea mio.
Saga por unos momentos se vio sorprendido, pero no dijo nada al respecto, asintiendo de nuevo, sorprendiendo a Deathmask, porque el toro ya tenía una pareja, así como un cachorro, haciéndole ver que su líder era capaz de apartar a una pareja destinada si eso le convenía.
-Pero... yo se lo haré saber... no quiero que se sienta obligado a ser mi esposo...
Saga asintió, no iba a dar esa orden, si podía evitarlo, tampoco pensaba que Aldebarán fuera a obedecer, pero ese omega llevaba demasiado tiempo solo, recibía regalos todos los días de santos que no lo encontraban hermoso, pero les interesaba su armadura, su puesto, así como la fama de haberle robado a un santo dorado aquello que fue suyo.
-¿Qué harás con Mu?
Aunque tenía cierta curiosidad, qué haría con Mu, si este de pronto decidía que deseaba regresar al Santuario, cambiando de opinión para estar con su familia, algo que el mismo haría, solo por estar con Aioros, nada mas importaba que tenerlo a su lado, como había sucedido los últimos dos años.
-Yo no haré nada, tu lo matarás como el traidor que es...
Todo ese tiempo Deathmask se imaginaba a sí mismo en la piel de Aldebarán y a pesar de considerarse como un hombre sin emociones, sin conciencia, sabía que era demasiado para él, ese trato era monstruoso.
- Mu es como Shion, solo tienen un pensamiento y lo siguen, sin importar a quien dejan atrás, Aldebarán no le importa, ni tampoco su cachorro...
Saga aceptó ese trato, permitiendo que Dohko hiciera su voluntad, que actuará a su ritmo y no le sorprendió, que después de un año, el anciano maestro hubiera convencido al toro de aceptar su protección, después de la fuga de Aioros, estaba seguro que tras brindarle ayuda al arquero, para así escapar de la ira del patriarca.
-Dohko hará pública su relación con Aldebaran...
Susurro entonces para su alfa, quien le observó, la ceremonia se realizaría en algunas horas, era algo parecido a una petición de mano, los santos dorados, los de plata y algunos de bronce estarían presentes.
-Si, me han pedido que mande un centenar de rosas, Dohko desea que la ceremonia sea mucho más fastuosa que la de Camus y Milo, aunque, la verdad yo no sé por qué...
De nuevo comenzaba a hablar mal de ese omega, logrando que se molestara con su alfa, maldiciendo en voz baja, preguntándose si acaso estaba escuchando, porque según creía, ellos eran odiados en el Santuario.
-Deja de insultarlo, Aldebarán está solo, como yo lo estuve antes de ti, fue engañado... es injusto que lo menosprecies de esa forma.
Afrodita volteo sorprendido, respirando hondo, aceptando esa queja, pero Dohko le había solicitado que menospreciaran a Aldebarán, así los santos que no deseaban la compañía de un santo dorado, lo señalarían, deseaba arrinconarlo, para que ya no tuviera más opciones.
-Lo siento... no volverá a suceder.
*****
-Estás seguro de esto...
Ese era Milo, quien al recibir la invitación acudió con su buen amigo, sentándose en la mesa, observandolo fijamente, notando lo infeliz que se sentía en ese momento, tratando de decirle lo mismo que a Kiki, que eso era una farsa, pero ambos sabían que no era cierto.
-No quiero que algún admirador se aproveche de mi celo y creo que, Mu ya no regresará... han pasado cinco años, no he recibido una sola carta, un solo mensaje, alguna señal, de haberlas enviado Shaka y Dohko me lo habrían hecho saber...
Milo negó eso, maldiciendo a Mu, pero sin comprender las acciones de Aldebarán, que su alfa no fuera a regresar, que le hubiera dado la espalda, no significaba que tuviera que entregarse a Dohko, a quien no podía dejar de mirar como esa cosa morada de apenas un metro de altura.
-¡No tienes porque aceptar la propuesta de Dohko! ¡Yo se que tu no lo amas, solo tienes ojos para Mu!
Aldebaran negó eso, respirando hondo, pensando que para Milo era fácil, él era un omega bellísimo, su alfa estaba locamente enamorado de él, y si no lo estuviera, podría conseguir el afecto de cualquier otro, aun del gemelo de Saga, si es que se lo proponía.
-Pero él no tiene ojos para mí, y me siento muy solo... quiero a alguien igual a mi...
Susurro sin demasiada convicción, logrando que Milo se enojara aún más, pensando que si Aldebarán no rectificaba, acudiría con el viejo pervertido, para obligarlo a dar un paso atrás, los tres sabían que no era correspondido.
-Lo que dices son patrañas... ¡Pura basura!
Aldebaran respiro hondo, tragando un poco de saliva, llevando una mano a su rostro, creyendo que había cometido un grave error, que había puesto en peligro a su pequeño por su estupidez.
-También... cometí una locura... anoche, cuando Aioros escapó... yo le di refugio, si Saga sabe lo que hice, nos matara... necesitamos la protección de un soldado poderoso, yo soy el más débil de los doce...
Milo al escuchar esas palabras cerró los ojos, comprendiendo la razón detrás de la insistencia de Camus de marcharse a Siberia mientras podían, pero, como un necio no quiso escucharlo y su alfa, no se marchó de ese sitio, diciéndole que al menos había paz, aunque lo que debían pagar por la misma era un precio demasiado elevado.
-No puedo soñar con derrotar al patriarca, Dohko si puede.
Pero a cambio tendría que aceptar su compañía y aunque sabía que Mu no regresaría, que Dohko le amaba, no podía dejar de mirarle como ese anciano que todos ellos conocieron cuando eran apenas unos niños.
-Le convenceré de hacerse a un lado, de darte tu espacio...
Aldebaran negó eso, era el omega de Kiki, su deber era protegerlo y aunque no amara a Dohko, sabía que los dos podían hacerse compañía, que estarían seguros a su lado, así que, solo debía jugar las cartas que tenía en el tablero que le había tocado.
-No quiero que hagas nada, es mi decisión y tendrás que aceptarla o puedes olvidarte de nuestra amistad, lo único que me importa es mi cachorro, nada más.
Milo no podía entender esa decisión, pero tampoco entendía porque Mu actuaba como lo hacía, por lo cual, asintiendo respiro hondo, llevando una mano a la de su amigo.
-Puedes retractarte en el momento que quieras y si deseas salir de aquí, nosotros te ayudaremos.
Pero no deseaba hacerlo, Kiki era su responsabilidad y debía mantenerlo seguro.
-No... no deseo retractarme, Dohko será un mejor compañero de lo que Mu lo ha sido.
Milo estaba a punto de decirle lo que pensaba de eso, pero Aldebarán se levantó, recargándose en el marco de la ventana, tratando de no mostrar lo mucho que le dolía su pérdida, lo estúpido que había sido al creer en las promesas de Mu.
-Le he enviado cartas, la primera al inicio de esta pesadilla, la última, poco después de la propuesta de Dohko... en ellas trate de explicarle cómo me sentía, que no me importaba seguirlo al fin del mundo, pero... no respondió...
Quiso explicarle a su amigo, seguro de que Shaka podría hacerle llegar esa última carta, que su desesperación en ella, que su dolor podía hacerlo sino es que regresar, responder a su llamado, pero eso no sucedió.
-No quiso responder y me dije, si no me respondes, si no me dices que me extrañas, será la última vez que yo pregunte por ti, ya son cinco años, si quisiera localizarme, lo habría hecho... no me desea, eso es todo, Mu no me quiere con él y ni siquiera puedo culparlo por ello.
Esta vez, volteando a ver a Milo, con una resolución difícil de describir, aquella de una madre cuidando a su pequeño, trato de no quebrarse a causa del dolor.
-Pero lo que no puedo perdonar, es que también le haya dado la espalda a Kiki, él es su hijo, es su sangre, es un lemuriano... pero no quiere saber nada él, de ambos y Dohko, el desea cuidar de mi niño, de mi, es más de lo que tendré de mi alfa destinado...
Milo esta vez no supo qué decirle, solamente abrazó a su amigo, quien respondió a ese gesto con delicadeza, recargando su frente contra su cabeza, suspirando, para después alejarse.
-La ceremonia será en algunas horas... eres mi único invitado, tu y ese alfa tuyo, no falten, por favor.
*****
Shaka meditaba en su templo, a sus pies estaban sus dos alumnos, tratando de imitarlo, pero lo que ellos no sabían era que no había alcanzado la paz, ni la tranquilidad con sus meditaciones desde hacía varios años ya.
En el momento en que Mu le contó acerca de lo sucedido, de su amor por un omega que adoraba, cabe mencionar que él no era un omega, sino un beta y el omega era Aldebaran, habían hecho el amor, esas fueron sus palabras, se habían amado toda la noche anterior, deseaba darle su mordida, casarse con el.
Eso fue antes de que su maestro fuera asesinado y unos años después, Mu tuviera que escapar al ser declarado como un traidor por Saga, quien lo mandó a él, de todos los santos dorados a matarlo, pero le dejo ir, permitiendo que huyera, sin decírselo a su omega, ni darle el mensaje escrito para él.
Mensajes que hacía llegar con regularidad, los que ya no deseaba leer, porque cada vez que lo hacía, desesperaba un poco más, así que las cartas eran destruidas apenas tocaban su templo, nadie tenía que saber de su existencia.
Aldebarán había tratado de hacerle llegar dos cartas, tratando de preguntarle dónde estaba, porque se marchó, pero estos pedazos de papel también fueron destruidos, no necesitaba atormentar a Mu con algo tan mundano, él tenía un destino mucho más glorioso aún.
No era que le deseara para él, sino que Aldebarán no era digno de la presencia de Mu en su vida y esperaba que su unión, su compromiso con Dohko de Libra, fuera suficiente para hacerle ver eso.
*****
Mu había escrito cada semana por los últimos cinco años, cartas y mensajes para su amado, tratando de convencerlo de escapar con él, de verse en alguna parte segura, necesitaba saber que estaban bien, verlo, olerlo, abrazarlo, esperando impaciente por una respuesta de su toro, de su omega, pero esta nunca llegaba.
Shaka las recibía, él era el maestro de su alumno, le estaba enseñando a proyectar su cosmos y estaba en contacto con Aldebarán, él debía dárselas a su omega, pero las respuestas nunca llegaban, solo una carta de su amigo que le decía que su amado no deseaba recibirlas, que las destruía apenas tocaban sus manos.
Creía en las mentiras dichas por Saga, eso era lo único que su amigo le había dicho, pero el insistió, seguro de que le amaba, era su omega, era su compañero, los dos fueron felices durante cuatro años, hasta que vio el cuerpo de su maestro, las marcas de su asesinato, el que había sucedido por la espalda.
Así que al escuchar las noticias de que su amado era acosado por santos indignos, enfureció mucho más al saber que Dohko, el viejo amigo de su maestro, había decidido seducirlo antes de ayudarle a llegar a él, a escapar de ese agujero del infierno.
-No lo hagas... Aldebarán... no lo hagas, por favor... no me dejes tú también.
Su desesperación era tal que estuvo a punto de estallar en una onda de cosmos que destruiría todo a su alrededor, pero se contuvo, observando una imagen imposible en el espejo, volteando en esa dirección, su mirada fija en el visitante.
-Yo puedo ayudarte a recuperar a tu omega, lo único que tienes que hacer es jurarme lealtad.
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Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, no saben como adoro recibirlas. Ahora, se que esta parte parece una novela turca, o coreana, pero, a mi gusto y espero que a ustedes también. SeikenNJ.