Chapter 1: Prólogo.
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El Hilo Rojo del Destino.
Prólogo.
Shura había dejado con vida a la pequeña de cabello morado, algo en él no permitió que la matara, asi que dandole la espalda, dio por muerto a Aioros, así como les dejó solos, a su suerte, caminando con un paso lento, sin darse cuenta de que una sombra les veía en silencio, esperando el momento de actuar.
Una sombra que temía el dia que eso pasara, cuando por fin su hermano perdiera la cordura y decidiera destruir a su diosa, como se lo había sugerido en el pasado, así como a su amado, aquel cuyo destino estaba atado al suyo, aunque tal vez, había llegado demasiado tarde para salvarle.
Observando a un anciano caminar hacia ellos, tal vez para brindarle ayuda al joven moribundo, algo que no podía permitir, por lo cual atacó al anciano, matándolo en ese instante con su triángulo dorado, observando a Aioros que apenas podía creer lo que veía.
Cambiando de esa forma el destino, modificando el libro de la vida y el futuro escrito en esta, de una forma que apenas podía comprender, pero le importaría muy poco de hacer, al menos, no en ese momento en el que vestía las escamas del General del Dragon Marino.
-¿Quien? ¿Quién eres tú?
Pregunto horrorizado, acercando a la pequeña a su pecho, escuchando una técnica prohibida en el santuario, una técnica que era casi una firma de los santos de géminis, una técnica que sintió atravesar su frente, controlar sus movimientos.
-Saga… Saga… Saga… siempre eres tan débil.
Susurro el hombre en sombras, pensando que matar a la diosa era demasiado apresurado, en ese momento él tenía una mejor idea, a pesar de que era la diosa Athena, podían evitar que despertara como él hizo con su propio dios, usando su cosmos a su conveniencia, evitando un guerra civil en el Santuario, la creación de nuevos heroes.
-¿Por qué matar a Aioros?
Pregunto, escuchando los pasos de su hermano, sonriéndole con esa expresión que compartían, sus ojos azules brillando en la oscuridad, deteniéndose en los rojos de su hermano mayor, de su gemelo, que era mucho menos sabio que él.
-Kanon…
Aunque tan solo era un niño, todos ellos lo eran, niños obligados a matar, pues ambos tenían unos dieciséis años en ese momento, pero ya tenían demasiadas responsabilidades, se dijo, ladeando la cabeza, observando como su hermano jadeaba al verle, su cabello cambiando de color, pensando que le atacaria.
Pero lo que hizo fue abrazarlo, con fuerza, rodeando su cintura, acariciando su mejillas, pues le pensaba perdido en el mar, siendo esa una de las razones por las cuales mató al patriarca, por tener que encerrarlo en esa prisión, por pensar que lo había matado, todo en nombre de Athena.
-Hermano… ¡Hermanito!
Susurro, haciendo que Kanon sonriera, respondiendo al abrazo, sintiéndose a salvo en compañía de su hermano mayor, pero tenía a la pequeña diosa en sus manos, al propio Aioros a sus espaldas, quien estaba moribundo, apenas podía moverse.
-Te tengo una propuesta, querido hermano, espero que esta vez sí quieras escucharme…
Saga asintió, esta vez si deseaba escucharlo, esta vez sí lo haría, se dijo, observando a Aioros, apenas con vida, a la diosa en los brazos de su hermano, sin entender muy bien qué era lo que estaba pasando, porque Kanon fue quien le dijo que debían matarla.
-Qué es lo que tienes planeado…
Kanon sonrió divertido, explicando a Saga las conclusiones de sus constantes meditaciones en Cabo Sunion, lo que había aprendido con el dios Poseidón, la forma de usar a la diosa Athena, pero para eso necesitaban mantenerla viva, evitando una posible guerra en el futuro.
Así como podrían ahorrarse el sufrimiento de su hermano, el asesinar a Aioros, que era sin duda alguna su alma gemela, su omega destinado, pues al verle, supo su nombre, sabía quién era él, a pesar de haber dado los primeros pasos en el Santuario, siendo unos niños pequeños, él y su hermano Aioria.
El en cambio, había soñado con un chico rubio, con una lindas cejas unidas, un tanto graciosas, pero sabía que se transformaría en un apuesto omega, sabía que era un omega, porque él era un alfa.
-Tengo la forma de hacernos con este mundo, Saga, solo si me escuchas…
*****
Al mismo tiempo un niño despertaba llorando en medio de la noche, llamando la atención de su omega, que fue a verle inmediatamente, cojeaba un poco, tratando de socorrer a su hijo, que se aferró a su cuerpo apenas pudo verle.
-¿Qué sucedió?
Quiso saberlo, acariciando el cabello rubio del pequeño que lloraba en su regazo, quien recordaba esa mirada profunda, como si estuviera ahogándose en el mar, a sus once años, se suponía que ya no debería tener pesadillas, pero las tenía, con ese monstruo de esa silueta tan extraña.
-Rada… dime que paso…
Como si fuera la criatura de la laguna, o algo parecido, tenía escamas y aletas, pero lo que más le aterraba era su sonrisa, su expresión de absoluta maldad que poseía, así como saber que de alguna forma ellos estaban conectados.
-Soñe con un monstruo… es un monstruo…
Su omega pensaba que ya tenía edad suficiente para comenzar a soñar con su alma gemela, por lo cual no comprendía porque en vez de sentir dicha sintió temor, especialmente al ver como un tatuaje se pintaba en su muñeca, un nombre griego, de eso estaba seguro.
-No es un monstruo… no debes tener miedo… no es un monstruo…
Aun así su pequeño se aferró a su cuerpo, aun seguía llorando, pues estaba seguro de que si lo era, se trataba de una criatura despreciable, alguien terrible, alguien que lo buscaba, de eso estaba seguro y era lo que más le hacía temer.
-Además, no debes preocuparte mi pequeño, mi dulce niño, yo te protegeré…
Radamanthys era uno de los soldados del dios Hades, eso lo sabía muy bien, por lo cual, estaba mucho más asustado por ello, al pensar que tarde o temprano tomarían la vida de su hijo en las manos de la muerte.
-Trata de dormir un poco… mañana tienes un viaje muy importante, una excursión.
Susurro con una sonrisa, acariciando su mejilla, para después besar su frente y salir de allí con un paso lento, dejando la puerta ligeramente abierta.
-Dulces sueños, pequeño dragón.
Radamanthys en ese momento se cubrió con las cobijas hasta la cabeza, sin moverse demasiado, tardando demasiado tiempo en dormir de nuevo, porque no quería verle otra vez.
*****
Kanon estaba sentado en el trono que utilizaba en la Atlántida, el que debería ser de Poseidón, tomando un poco de vino, fruta y carnes frias, pensando que eso era una gran vida, no había nadie que se atreviera a enfrentarse a ellos.
A su hermano gobernando el Santuario, sin tener que ocultarse porque la diosa estaba con ellos, aunque la perdida de Shion fue un golpe duro, debido a su edad, iba a pasar tarde o temprano.
Y el, que era el segundo al mando de Poseidón, el General del Dragon Marino, quien blandía su tridente, así como se sentaba en su trono, utilizando su cosmos, así como su poder para formar un pacto con el Santuario, preparándose para enfrentar al dios Hades.
Observaba con detenimiento la marca en su muñeca, el nombre Radamanthys, ese era el nombre de su alma gemela, el cual estaba escrito en griego también, aunque no pensaba que estuviera en su amada tierra natal, porque ya le habría encontrado de ser ese el caso.
-Radamanthys… que edad tendrás ahora mismo…
Pero era un poco claro, recordaba que esa marca no estaba los primeros cinco años de su vida, sin embargo, un treinta de octubre simplemente apareció, como si siempre hubiera estado allí, ese día fue el más feliz de su vida, el segundo la bienvenida que le dio su hermano mayor, el tercero, seguramente sería cuando por fin pudiera encontrarle, aunque tal vez, ese se transformaría en el mejor dia de su vida, no estaba seguro.
-Unos dieciséis… si… tienes dieciséis años… dulce dieciséis…
Sonrió entonces, tratando de visualizar a su omega a esa edad, con el cual ya había soñado en varias ocasiones, todos esos sueños castos, puros, usando su cosmos para tratar de conectarse con él, pero fue rechazado apenas pudo encontrarle.
-Eres cinco años menor que yo…
Pronunció, relamiendo sus labios, seguro que tarde o temprano daría con él, usando el dinero de los Solo para buscarle, asi como a sus soldados, no debían existir tantos Radamanthys en ese mundo, pero nunca daba con él.
Aunque, sabía que una vez que le hallara, sería el tesoro de su reino, su premio por mantener la paz, por actuar de la forma en que Shion hubiera querido, además, era su omega, su alma gemela, el destino los deseaba juntos.
*****
Radamanthys despertó con un jadeo, llevando su mano a su pecho, ansioso, era el mismo alfa, ese que se llamaba Kanon, a quien le temía, porque pensaba que se trataba un mal hombre, a sus dieciséis años, aún era hasta cierto punto inocente.
-¿Sigues teniendo las mismas pesadillas?
Radamanthys asintió, no creía que jamás se terminarían, para eso tendría que morir y no pensaba que un hombre como ese pudiera fallecer tan fácilmente.
-Si… siempre las tendré… a menos que ese alfa muera…
O el perdiera la vida antes, sin embargo, no deseaba morir, aun era demasiado joven, creia que tenía un destino importante que realizar, de eso estaba seguro.
-Aunque… me matare antes de ser suyo.
Eso se lo dijo a su ayudante de cámara, aunque se trataba de su mejor amigo, un chico de cabello rosa, que le miraba con cierta preocupación, cuyo nombre escrito en su muñeca era Sylpheed.
-Tal vez no sea tan malo…
*****
Hades había despertado, su golpe debía ser claro, contundente, así que tanto el Santuario como la Atlántica atacaron sin mostrar piedad, liderados por la diosa Athena, que al ser educada por los soldados de géminis, confiaba en cada una de sus palabras.
Y a pesar de que se mundo fue creado en los cimientos de muertes injustas, de actos despreciables, era un mundo pacifico del cual podían sentirse orgullosos, al que protegerían de las huestes de Hades a como diera lugar.
Abriéndose paso con sus ejércitos, ejecutando a cuantos espectros se enfrentaran a ellos, dándole piedad a quienes decidieran abandonar el ejército de Hades, deteniéndose en la sala del trono, en donde estaban la dama negra, cuyo nombre era Pandora, Hades, usando el cuerpo de un muchacho inocente, que hasta ese momento servía en la Isla Andrómeda y el último juez de las almas en pie, que portaba un casco que apenas cubría su rostro.
-Señorita Pandora, mi Señor Hades… huyan…
*****
Radamanthys al ver a los soldados enemigos avanzar sin detenerse, sin esfuerzo alguno, supo antes que nadie que iban a perder esa guerra, de una forma en que nunca había sucedido.
Los ejércitos conjuntos del Santuario y de la Atlántida eran como una fuerza de la naturaleza, dirigidos por el Santo de Géminis y el General del Dragon Marino, ambos eran hermanos.
Pero no fue hasta que posó su mirada en la bestia acuática que sintió que caminaban sobre su tumba, porque el General del Dragon Marino era la viva imagen de su peor pesadilla.
-Señorita Pandora, mi señor Hades… huyan…
Sugirió, aunque esa era mas bien una orden, quemando su cosmos para atacar a sus enemigos, pero en realidad, lo que estaba haciendo era tratar de matarse, esperando recibir el daño suficiente para no tener que vivir bajo el dominio de su pesadilla, de su propio monstruo del armario.
No supo si le obedecieron, si su dios sobrevivió a esa batalla o si Pandora pudo escapar, para comenzar a planear la siguiente guerra, porque los dos hermanos atacaron al mismo tiempo, decidiendo que no iban a perder mas tiempo en esa guerra innecesaria.
*****
Esta es una historia en honor al cumpleaños de nuestro gemelo favorito, el astuto y poderoso Kanon de Geminis, cuyo regalo, supongo que ya sabemos que será. Muchas gracias por sus lecturas, estrellas y comentarios. SeikenNJ.
Chapter 2: Nuevo Hogar.
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Nuevo Hogar.
Kanon había buscado por su omega durante años y no había dado con él, no había una sola pista, nada que le indicara dónde debía buscar, a pesar de saber quién era, dónde vivía, en algún momento, simplemente desapareció, como si se lo hubiera tragado la tierra.
Algo que pasó, en realidad se lo tragó la tierra, aunque más bien debería decir el Inframundo, porque en la sala del trono, donde se encontraba el dios Hades y la dama negra, estaba él, siendo la última barrera de defensa.
Lo que le sorprendió fue la forma en que le miró, como si fuera un demonio salido de sus pesadillas, apenas unos segundos, para después incendiar su cosmos, enfrentado a ellos para darle tiempo al dios Hades y a su segunda al mando de escapar.
Al menos esas fueron sus intenciones, pero atacaron, el y su hermano usaron sus mejores técnicas para detener el ataque suicida de su omega, su hermoso omega que fue lanzado contra una de las paredes, para caer, su cuerpo ya inconsciente, sus ojos cerrados, sin moverse, pero sabía que aún estaba vivo, lo sentía en su lazo psíquico.
Poco después la victoria fue sencilla, con Athena de pie, a su lado, con los soldados de su guardia, el dios Hades no tuvo una oportunidad, la diosa de la victoria estaba de su lado, la misma diosa que de ser sus enemigos, les traería la derrota.
Sus pensamientos estaban sumidos en esa última batalla, mientras estaba recostado de lado, recargado en su codo, mirando fijamente a su omega, ya sin armadura, con sus heridas tratadas, vestido con ropa de entrenamiento.
Encontrandolo hermoso, era unos centímetros más alto, un poco más fuerte, su rostro tenía facciones delicadas, pero esas lindas cejas le daban carácter, como le gustaban se dijo, acariciándole con uno de sus dedos, sonriendo cuando en sueños frunció el ceño tratando de apartarse, pero no lo permitió.
No lo permitiría se dijo, aunque pensara que era un demonio, aunque no le quisiera a su lado y se negara a ese lazo, no iba a permitirle apartarse de su lado, sabían que eran destinados, que eran uno solo, tarde o temprano tendría que hacérselo ver.
*****
Radamanthys comenzaba a despertar, su cuerpo se sentía como si hubiera chocado contra el muro de los lamentos, pero a pesar de esa sensación, sentía el mullido colchón donde dormía, sábanas suaves cubrían su cuerpo, una almohada sostenía su cabeza.
Llevaba mucho tiempo sin sentirse tan cómodo, pero eso era extraño, porque esa no era su habitación, ni la del Inframundo, que siempre tenía un aire casi congelado a su alrededor, no cálido como el que sentía, ni la de su amada tierra natal, él no poseía prendas de semejante calidad, eran simples sabanas de algodon.
Trataba de abrir los ojos, pero no podía por el momento, sentía a alguien a su lado, esa persona le estaba observando fijamente, acariciando su rostro, sus cejas, de una forma posesiva, como si tuviera todo el derecho de tocarle.
Eso le perturbaba, porque se sentía bien, se sentía en calma a lado de esta persona, que rió al ver que fruncía el ceño, acariciando de nuevo sus cejas, sin saber que las encontraba especialmente lindas.
-Eres tan hermoso…
Esa voz, esa voz era firme pero suave, como sus caricias, pero no debería permitir que alguien lo tocara de esa forma, apenas comprendía lo que sucedía en ese momento, abriendo los ojos, esforzándose para ello, pero su cuerpo no le respondía del todo.
-Veo que ya despertarte, mi dulce Radamanthys…
Al reconocer a la persona que estaba acostada a su lado, supo de quién se trataba y con toda la fuerza que poseía sostuvo su muñeca, para alejarla de su rostro, no quería que lo tocara, no iba a permitirlo.
-No me toques.
Kanon, porque él sabía que ese era su nombre solo sonrió, manteniendo su postura en su cama, mirándole fijamente, como si fuera un gato con un ratón, se dijo, moviéndose por fin, no sin dolor, llevando su mano a su cuello, buscando con miedo una mordida.
-No soy un animal, no te mordería sin que tú lo desees…
Radamanthys sintió de pronto como Kanon trataba de sostener su brazo, besar su mejilla o su cuello, pero no lo permitió, alejándose del alfa a sus espaldas, quien solamente sonreía, con cierta autosuficiencia.
-Te dije que no me toques.
Esta vez era una advertencia, observando con que le habían vestido, era un conjunto de pantalones y camisa azul, con un aire más bien antiguo, no tenía zapatos, cinturón o cualquier parte de armadura, era una prenda idéntica a la que usaba Kanon.
-Pero es demasiado difícil no hacerlo, mi omega…
Radamanthys palideció, llevando una mano a su muñeca, como tratando de cubrirla, observando a Kanon fijamente, quien seguía sentado en la cama, seguro de sí mismo, quien no traía puestas sus vendas, por lo cual, le mostró la palabra escrita en su piel, esta era su nombre.
-Te he estado esperando desde que abriste los ojos, porque tu me haras compañia, seras la persona mas importante de mi vida y el mayor tesoro en mi reino.
Radamanthys apenas podía notar el sonido del agua cayendo de forma interminable, observando a su alrededor y notar que no estaban en la superficie, a menos que la superficie tuviera un paisaje de paredes acústicas, que podrían ser el mar.
-Estamos en la Atlántida, yo la gobierno en lugar de Poseidon, espero que te guste el paisaje, nos quedaremos mucho tiempo aquí.
Radamanthys retrocedió, tratando de convocar su armadura, pero esta no llegó a su lado, pero si pudo convocar su cosmos, con el cual quiso atacar a Kanon, quien esquivó su golpe, sosteniéndolo de su muñeca, como si estuviera jugando con él.
-Te ves mucho más hermoso así, furioso, cejas lindas.
Kanon al estar tan cerca de Radamanthys no pudo ignorar su deseo por besarlo, algo que hizo inmediatamente, aprovechando su sorpresa, sosteniéndolo ahora del cabello, con cierta fuerza, apoderándose de su boca, su lengua ingresando en ella, probando su sabor, gimiendo inmediatamente.
Radamanthys respondió con una mordida, tratando de apartarlo de esa forma de su cuerpo, dando algunos pasos hacia atrás, Kanon probando su propia sangre, notando no por primera vez esos bonitos dientes, que le daban una apariencia mucho más salvaje todavía, con los incisivos un poco más largos de lo normal, un poco más afilados.
-No me toques…
Su omega había pasado años tratando de convencerlo que no era un monstruo, que ese Kanon no era un demonio, sino que podía ser lo mejor que pudo haberle pasado, aunque, en algún momento de su vida le pensara un salvaje sin remedio o algo parecido.
El no quiso creer en sus palabras, en ese momento tampoco lo hacía, limpiando su boca con el dorso de su mano, observando molesto, algo asustado, este alfa era mucho más fuerte que él, estaba encerrado en sus habitaciones, no creía que pudiera evitarle atacarlo y morderlo contra su voluntad.
-Está bien… Está bien… yo me emocioné tanto de poder estar a tu lado, que no pude controlarme, pero te prometo que, no soy aquello que te has imaginado, al menos, no lo seré contigo…
Radamanthys no le creia, asi que de nuevo retrocedió cuando Kanon se acercó a él, llevando una mano a su cuello, como si quisiera protegerlo de una mordida, dándole la oportunidad de que tomaran su muñeca, para observar las letras escritas en su piel, notando algunos cortes en esta, como si hubieran tratado de borrarla de esa forma.
-No me tengas miedo, Radamanthys… no me temas, porque yo no voy a hacerte daño.
Eso último lo dijo besando la marca en su muñeca, con una sonrisa astuta, que no le gusto en lo absoluto a Radamanthys, vistiendo de pronto sus escamas, tenía algunos asuntos que atender, así que debía apresurarse.
-Tengo que ir a ver a mi hermano, espero no tardarme, mientras tanto puedes ir a donde quieras, este es tu nuevo hogar, después de todo.
Radamanthys no lo sentía como un hogar, sino como una prisión, por lo cual regresó a la cama, donde se sentó, llevando sus manos a su rostro, pensando en su omega, en lo dicho por él acerca de los alfas, como si hubiera pasado por lo mismo que él estaba pasando en ese momento.
Su omega, que le dijo que ser un juez del dios Hades, o uno de sus espectros no era un premio, que de poder apartarlo de ese ejército lo haría, pero no tenía el poder para ello, sin embargo, comenzaba a pensar que podría haber tenido la razón, que no debio desobedecerlo y acudir al llamado del dios de la muerte.
*****
Un hombre vestido de traje caminaba usando un baston, tenía una cojera apenas visible, un hombre joven como de unos treinta años, cabello rubio corto, ojos amarillos, asi como varias marcas de quemaduras apenas visibles en el rostro asi como en la mano en la que tenía la cojera.
Subía las escaleras de un jardín buscando a alguien cerca del templo de Agora, sus ojos llenos de furia, posando su mirada en dos personas que aparentaban jugar ajedrez, como si fueran cualquier persona, rodeados de los humanos que apenas podían ver más allá de sus narices, esos eran quienes no poseían cosmos y no se enteraban siquiera que había un templo de la magnificencia del de Athena en esa tierra, para ellos, solo eran ruinas, nada más.
-¡Ares!
Casi grito, usando su bastón para tirar las piezas del tablero de ajedrez, sorprendiendo a la diosa Eris, que solamente rió bajito, al mismo tiempo que Ares sonreía con soberbia, observando a Hefesto, disfrutando de cómo se veía aquel traje sastre en el omega.
-¡Tus hijos! ¡Las bestias que tienes como hijos secuestraron a mi único hijo! ¡Exijo que me lo regresen!
Ares cruzó sus brazos delante de su pecho, estaba muy pendiente de lo que estaban haciendo sus hijos, la diosa de la muerte le tenía bien informado de sus actos, creía que les tenía mucha estima, pero ese no era el punto.
-No nos vemos desde hace muchos siglos, y así es como me saludas, Hefesto.
Hefesto no iba a caer en sus juegos, este dios no era más que un salvaje, igual que sus hijos, que habían conquistado todo cuanto estaba a su alcance, destruyendo al ejército de Hades con sus fuerzas conjuntas.
-Si no tengo a mi hijo en mi cuidado en las próximas 24 horas, te vas a arrepentir…
Ares sonrió, porque según recordaba, el era un soldado del ejército enemigo, podían pedir su vida a cambio, para salvarlo de la muerte, así que para su forma de ver, su retoño estaba salvando la vida de Radamanthys, al tenerle a su lado como su consorte, además, eran almas destinadas, eso era lo correcto.
-Según se, tu hijo, desobedeciendo tus órdenes, decidió seguir el llamado del dios Hades, así que eso lo convierte en un premio justo para los vencedores, mi hijo, venció…
Hefesto al escuchar esas palabras, negó eso, a punto de irse de allí, no iba a perder más tiempo con esa charla sin sentido, Ares no era más que un salvaje, a pesar de los títulos que ostentaba.
-¿Cómo está Europa?
Europa había muerto, Ares lo sabía muy bien, por lo cual no entendía del todo aquella pregunta, sin embargo, comenzó a alejarse, usando su bastón para bajar las escaleras, esta vez con un poco más de lentitud.
-¡No vas a ignorarme!
Pronuncio Ares, sosteniendolo del brazo, logrando que algunos de los presentes les observaran boquiabiertos, porque ese sujeto de traje negro, estaba maltratando al del baston, casi provocando que cayera.
-No puedes seguir ignorando nuestra unión… ya no lo voy a permitir…
Hefesto se soltó tirando de su brazo, a punto de caer de las escaleras, observando con molestia al dios Ares, su muñeca derecha, negando eso, retomando su camino, buscaría la forma de proteger a su único hijo de ese alfa, no iba a darle la espalda.
-No me das miedo Ares… sino pena.
Ares apretó los dientes furioso, escuchando los pasos de la diosa Eris a su lado, quien acarició su pecho con las puntas de sus dedos, sonriendo con cierta diversión.
-Es muy necio, pero tal vez podrías usar a ese hijo suyo para llegar a él… romper esa necedad que le caracteriza…
*****
Saga regreso de su batalla quitandose la ropa casi inmediatamente, sumergiéndose en el agua cristalina, donde comenzó a beber un poco de vino en una copa, escuchando los pasos de su amado, que se acercaba a él con un paso lento, sentándose a su lado, para recargarse contra su brazo.
-Porque no vamos a nuestra habitación y consigo que te relajes un poco…
Saga respondió besando sus labios con delicadeza, acariciando la mejilla de Aioros, cuya mirada tenía un tinte rojizo en ella.
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Hola, muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, les agradezco mucho por ello. Espero que les guste el capítulo. SeikenNJ.
Chapter 3: Amor Traicionado.
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Amor Traicionado.
Aioros apenas podía comprender lo que veía, Saga, porque ese era Saga sin duda alguna, estaba tratando de asesinar a la pequeña Athena, por lo cual tuvo que sujetar la daga con su mano, algo que no le dolió tanto como saber que su alfa estaba traicionando todo en cuanto creían.
E intentó escapar con ella en brazos, seguido de cerca por Shura, no por el mismo Saga, el no se atrevería a matarlo, pero si mandaría a alguien para ello, para destruirlo.
Se suponía que era su alfa, que no debería atreverse a dañarlo de ninguna forma, al menos esas eran las leyendas, que un alfa nunca se atrevería a lastimar a su omega, pues eran uno, atados con un hilo mágico por los dioses del destino.
Tenía que resistir por su diosa, debía llevarla a un lugar seguro, dejarla en unas buenas manos y esas pensó que eran las de un anciano, de origen japonés, que por alguna razón que no alcanzaba a comprender estaba en ese sitio, quien se ofreció a ayudarle.
Sin embargo, una técnica que no había visto nunca fue realizada a las espaldas del anciano, quien no pudo soportarla, perdiendo la vida en ese instante, y sus ojos se posaron en los de aquel intruso, vistiendo unas escamas casi doradas, como si fueran de bronce, su mirada fija en la suya.
Su rostro era idéntico al de Saga, pero la tonalidad de su cabello era un poco más oscuro, cuando el de su alfa era un poco más grisáceo o violeta, su expresión era un poco más siniestra, cuando su alfa era mucho más pacífica.
Pero, sin darle tiempo a nada, lo atacó de nuevo, utilizando el Satan Imperial, una técnica prohibida por lo detestable que era, ya que convertía a su víctima en un simple esclavo, en una marioneta.
Un ser sin alma, sin pensamiento propio, un arma o una herramienta, un soldado que serviria a los gemelos como su mano derecha, algo que había ocurrido por los últimos diez años, ignorando a su hermano menor, así como las implicaciones de los actos que se veía obligado a realizar.
Pero, un mal día para Saga, el observó una muerte derivada de sus acciones, quien le trataba como su segundo al mando pero no como su amante, por lo cual aun no tenían cachorros, esos ocurriría cuando hubieran cimentado su reinado, siendo bendecidos por la diosa Athena, quien deseaba paz, a pesar de la forma en que le habían conseguido.
Para su horror, la joven diosa, al ser educada por los gemelos, compartía su forma de ver el mundo, creía que debían realizarse los sacrificios necesarios para obtener la paz en ese mundo, compartiendo el pensamiento de los tres ejecutores de Saga, Deathmask, Afrodita y Shura.
El no había salvado su vida ante sus ojos, sino que quiso apartarla de su templo, por lo cual, no sentía afecto por él, pero si por Saga y Kanon, quienes habían protegido la paz de ese mundo de una forma en la que ella no podría hacerlo.
Lo único que les faltaba era derrotar al dios Hades y fue la pérdida del primer espectro aquello que le hizo despertar, él no debía estar presente, pero aun así lo estaba, demasiado lejos, observando como Shura mataba a un espectro de cabello blanco y ojos azules.
Siendo esta, el ver una muerte frente a sus ojos, la forma de liberarse de la influencia del Satán Imperial, no solo matar a un enemigo por sus propias manos, pero aun así, fingió que aun estaba siendo víctima de aquella técnica de los gemelos del Santuario.
Saga se acercó a él, con su cabellera blanca y sus ojos rojos, inyectados de sangre, colocando una mano en su cintura, recargando su cabeza contra su hombro, suspirando, se acercaba la guerra contra el Inframundo, de la cual sabía saldrían victoriosos.
-Pronto iniciara una guerra, podrían ser meses o tal vez años, pero será pronto y después de eso, de nuestra victoria sobre la muerte, iniciara nuestra nueva vida.
Aioros no respondió, permitiendo que Saga recorriera su cintura, hasta el momento se había mantenido alejado de su cuerpo, no lo había tocado de forma íntima, al menos, le había respetado lo suficiente para eso, pero si lo mantenía a su lado todo el tiempo, como su sombra.
-Me gustaría que pudieras responderme algo, que al menos dijeras alguna palabra... pero Kanon realizó esta técnica y se que no podrás perdonarme si te libero de ella, e intentaras escapar, abandonarme o matarme... tal vez, matarte.
Aioros no supo qué decirle en ese momento, o si debía decirle algo del todo, sin embargo, durante diez años les había visto actuar, organizarse, así que decidió seguir su juego, responderle como Saga se lo había ordenado.
-Estaremos preparados para ello, el ejército enemigo no tiene una sola oportunidad en contra tuya...
La respuesta de Saga fue un poema, su sonrisa era la misma del pasado, aquella que le hacía estremecer, seguía siendo hermoso, mucho más hermoso que la diosa del amor o el mismo dios de la guerra, por lo cual, se sonrojo, aunque aún estaba presente esos diez años atrapado en su propio cuerpo, alejado de su hermano.
-Aioros... mi Aioros...
Inmediatamente beso sus labios con delicadeza primero, después con un poco más de fuerza, rodeando su cintura con sus brazos, pegándolo a su cuerpo, esperando una respuesta suya, que vino en la forma de un jadeo, de un ligero estremecimiento.
Y a pesar de su deseo por apartarse de Saga, respondió rodeando la cintura de Saga, besándolo con la misma fuerza que lo hacía su alfa, sintiendo que su cuerpo se estremecia, que su cuerpo comenzaba a quemarse, tal vez, era un celo, de los que había tenido suficientes, pero todos aquellos apagados, durando apenas unos días.
-Saga...
Esa palabra no quiso decirla con un gemido, pero asi la dijo, observando a Saga con detenimiento, el era hermoso, tanto como una mañana de invierno, el era maravilloso y él no lo había atacado, ese fue Kanon, se dijo por unos momentos, tal vez, el que hablaba era el omega o la influencia del alfa que deseaba a su lado en su juventud.
Había escuchado historias como esa, cuando un alfa utilizaba su influencia en el omega, pero no creía que fuera ese el caso, tal vez eran sus propios deseos por Saga, o su vínculo psíquico, no lo sabía, pero respondería como su cuerpo se lo pedía.
-Saga...
Debía comenzar a cimentar su lugar en ese nuevo Santuario, si deseaba regresar el orden a ese sitio, porque lo que estaba sucediendo no era correcto y no era digno, aun así, tal vez lo que estaba a punto de realizar lo era mucho más.
-Te deseo.
Fueron las dos palabras que no le costaron tanto pronunciar, observando la expresión de Saga, que le miraba perplejo, tomando una decisión, observando a sus tres ejecutores, ellos podían terminar con la tarea.
-Ven conmigo...
Saga lo llevó a su habitación en el Santuario, donde poseía toda clase de lujos, y en otro momento tendría un harem tratando de olvidar que su amado estaba muerto, pensando que encontraría la paz en esos cuerpos calientes, que estaban enamorados de él, pero el soló amo a uno.
-Aioros...
Aioros le siguió en silencio, actuando de forma mansa, como si estuviera amaestrado, se dijo con demasiada molestia, como se suponían que los omegas debían actuar, algo que se prometió nunca haría, por la seguridad de su hermano pequeño, a quien ya nunca veía, al que le había dejado solo.
-Mi Aioros...
Susurro Saga besando sus labios con delicadeza, recibiendo la respuesta de Aioros, la que había soñado más de una vez, sus lenguas húmedas encontrándose en sus bocas, sus gemidos apagados inundando la habitación, sus manos recorriendo sus cuerpos sin descanso, descubriendo todo cuanto podían de aquella piel que les pareció exquisita.
Saga que a pesar de tener cabello gris y ojos rojos, estaba presente en su cuerpo, la mente del patriarca estaba presente, su amor por Aioros ablandaba su corazón, el tenerle a su lado, aunque fuera por una técnica tan desagradable como esa, le ayudaba a mantenerse cuerdo, a creer en un futuro a su lado, con una familia.
Aioros comenzó a desabrochar las tiras de la camisa de Saga, para poco después quitársela, resbalando con demasiada facilidad, haciendo lo mismo con la suya, quitándose a su vez el pañuelo que siempre usaba alrededor de su cabeza, respirando hondo para ver al hermoso alfa enfrente suyo.
-Eres tan hermoso...
Lo era, Saga era un alfa hermoso, un hombre perfecto en casi todos los sentidos, menos tal vez en su psique, debido a esas dos personalidades y esa maldad, pero si él era malvado, Kanon era muy malvado, se dijo.
-No digas mentiras, Aioros, de aquí, tú eres el más hermoso de los dos.
Aioros siempre había tenido una apariencia inocente, quien pudiera verle sabía que no había nada oscuro en su interior, que no podría mentirte en tu cara o planear algo en tu contra, el era lo que Saga no era, se dijo en silencio, acariciando el rostro de su omega, fuerte y masculino.
-Todo tú es perfecto...
Era un poco menos fuerte que él, un poco más bajo y un año más joven, como cada omega debería serlo con su alfa, al menos, él lo prefería de esa forma.
-Mi hermoso y perfecto omega.
Saga comenzaba a desesperarse, por lo cual, usando su cosmos quemó la ropa restante de sus cuerpos, sin dejar rastro alguno de ella, observando un poco mejor la belleza de su omega, que solo se quedo ahí, observandolo perplejo, comprendiendo que el tambien le deseaba.
-¿Te gusta lo que ves?
Por supuesto que le gustaba, todo en su alfa era perfecto, pensando que aunque lo era por muy poco y él tenía un aire un poco más masculino que su amado, su amado era más grande que él, tal vez así debía ser, aunque no estaba del todo seguro, no conocía demasiadas parejas de su clase, pocos tenían el placer de conocer a su destinado, o en su caso, de sobrevivir el tiempo suficiente para conocerle.
-Me encanta lo que veo...
Aioros sabía que no podía escapar del Santuario, Saga no lo iba a permitir y solo realizaría el Satan Imperial de nuevo, ademas, no podía dejar solo a su hermano Aioria, el también se trataba de un omega y no creía que ese lugar fuera seguro para los de su clase.
-Entonces, porque no me muestras cuanto te gusto, Aioros... complaceme.
Aioros trago un poco de saliva y con demasiada lentitud se agacho, poniéndose de rodillas frente a Saga, sosteniendo sus caderas con delicadeza, observando su sexo, que no era indiferente a su presencia en ese lugar, relamiendo sus labios antes de acercar sus labios a su hombría, siendo guiado por el mayor, aunque solo por un año.
-Sí, Saga...
Saga jadeo al sentir las primeras caricias de Aioros, como su lengua inexperta trataba de recorrer su hombría, él no era virgen y para soportar la tentación de tener a su omega a su lado, había buscado otros amantes, por lo cual, sosteniendo del cabello a su omega, le llevo a donde lo quería, para que continuara su trabajo, le mostrará cuanto le deseaba.
-Si... sigue así... cuidado con tus dientes...
Aioros aquella ocasión le obedeció y en los siguientes dos años le había complacido, así como había tomado su placer del alfa que le había traicionado en el pasado, tratando de matarlo, así como permitiendo que su hermano lo maldijera con esta técnica.
Lentamente caminaban a las habitaciones de Saga, donde este comenzó a besarle, apoderándose de sus labios, de su cuello, escuchando entonces los pasos de su hermano, así como sintiendo su cosmos.
Kanon jamás había mostrado respeto por su intimidad, aunque había encendido su cosmos a suficientes metros como para no verlos, sabía por el silencio en aquella habitación, que aun no realizaban algo más que besarse.
-Saga...
Saga beso su frente y se alejó de él, sin darse cuenta que le seguía con sigilo para escuchar lo que los hermanos tenían que decirse, ladeando la cabeza, para colocar su oído en la dirección hacia donde estaban.
-Esperaba que para este momento estuvieras disfrutando de los besos de tu omega...
Se quejó Saga, sirviendo algo de vino, escuchando los pasos de Kanon, que tomó la botella para beber directamente de ella, negando eso, pensando que su omega no deseaba nada de él, en realidad, creía que le temía.
-Piensa que soy un demonio, un monstruo o algo así...
Saga rió bajito, porque era exactamente eso, los dos lo eran, eran demonios que protegerían a sus amados de cualquier peligro, lo único que deseaban era un poco de calor a cambio.
-Y lo eres, los dos lo somos, pero también podemos ser sus ángeles guardianes, si aceptan nuestro amor...
Kanon asintió, pero eso no era de lo que deseaba conversar con ellos, sino de Aioria, el joven león seguía buscando a su hermano, estaba seguro junto algunos de los traidores, que algo le habían hecho para que le diera la espalda.
-Aioria está buscando la forma de conseguir aliados... dicen que lo vieron cerca de la tierra congelada de Hasgard... con las sacerdotisas.
Saga ladeo un poco la cabeza, pensando que en ese sitio existían muchos soldados con un cosmos brillante, por lo cual, lo mejor que podían hacer era enviar a algunos espías que Aioria no conociera, alguna de las marinas.
-Debemos saber que está haciendo en esas tierras y si están dispuestos a brindarle ayuda...
*****
Muchísimas gracias por sus lecturas, estrellas y comentarios, les quiero mucho por ello. Ahora, Aioria con uno que otro soldado que no confía en Saga o Kanon, decidieron escapar, pronto sabrán quienes son. Por cierto laa estaturas y pesos los estoy sacando de la wiki de Saint Seiya, y aunque pensaba que Aioros es más alto que Saga o más fuerte, parece que no lo es. SeikenNJ.
Chapter 4: Intento de Fuga.
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Intento de Fuga.
Radamanthys permaneció sentado en el mismo lugar algunos minutos, tratando de pensar, de recordar algo de lo que había escuchado de la Atlántida, pero no era suficiente, así que a pesar de ya no tener la armadura, así como sus memorias de su pasado remoto estaban demasiado borrosas a diferencia de cuando portaba su armadura, decidió escapar, pisando el suelo de piedra con sus pies desnudos.
-No me quedaré aquí...
El dios Hades estaba muerto, algo que no le causaba tanto pesar como pensó que lo haría en un principio y no sabía porque razón sucedía eso, aunque significaba que prácticamente estaría solo si no fuera por su omega, aunque le había desobedecido, a pesar de sus súplicas le dio la espalda, por lo que tal vez no quisiera saber nada de él por un tiempo.
Pero su plan era salir de allí, de alguna forma, usando su cosmos para atravesar las barreras de agua, si eso era posible, llegar a algún lugar poblado para tratar de comunicarse con Hefesto, esperando que quisiera mandarle ayuda.
Encontrando ridículo que saliera de su hogar sin escuchar los consejos de su omega y ahora que estaba derrotado, quisiera buscarle para pedirle ayuda, pero qué más podía hacer, quedarse en la Atlántida para ser el bonito omega de ese monstruo.
No, eso no iba a pasar, él no iba a quedarse en ese sitio como si fuera un corderito o una mascota amaestrada, así no había sido educado, así no era su omega, el siempre había sido fuerte e independiente, aun después de la muerte de su padre.
Radamanthys comenzó a caminar con algo de lentitud, observando a su alrededor buscando a alguien más, pero no había nadie cerca, parecía que Kanon era la clase de alfa que no dejaba que nadie más se acercara a su omega, lo que era bueno para él en ese momento.
Salir del templo del Océano Atlántico Norte no fue muy difícil, suponía que la razón era que no esperaban que saliera de allí o no estaban en guerra, pero tuvo que esconderse al ver a unos soldados comunes patrullando, observando los siete pilares maravillado, ese lugar era hermoso y de existir una guerra, sería destruido por completo.
Tragando un poco de saliva, porque no deseaba ser descubierto, comenzó a moverse de nuevo, agachado, sin usar su cosmos, algo muy difícil porque era muy alto, no era un niño y no podía pasar desapercibido así como así.
De pronto se detuvo, no sabía a donde ir, a donde podría existir una salida de ese templo, recordaba que en algún momento ingresaron en un sitio llamado Bluegard, pero era un recuerdo muy borroso, dándose cuenta de algo, pronto olvidaría todo lo vivido en sus vidas pasadas, al no existir la armadura, ni su dios.
Debía salir antes de que eso pasara, porque en ese momento, se trataría del joven que era cuando quiso desobedecer a Hefesto, tal vez en ese instante su terror por Kanon le evitaría negarse a ello o no tendría la fuerza para escapar, ni los medios, a pesar de su cosmos.
-Maldición... maldición...
*****
Kanon caminaba de un lado a otro leyendo unos antiguos manuscritos, todos relacionados con los espectros y sus surplices, comprendiendo que sólo Pandora estaba destinada a sobrevivir, pero no cualquiera de las estrellas de Hades.
Como el propio Radamanthys lo había hecho, quien ya no tenía armadura, pero si su cosmos, ese era brillante, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, pero pronto lo haría, necesitaba saberlo todo de él.
Los manuscritos que tenía en sus manos podía leer que las surplices eran las verdaderas piezas de armamento del dios Hades, que ya no existía más, para el bienestar de todos a su alrededor.
Pero por lo que alcanzaba a entender, era que las surplices mantenían el alma y los recuerdos de los espectros de Hades, tomando las vidas de quienes serían sus reencarnaciones, cuando la surplice desaparecía, los recuerdos se borraban.
Sin embargo, ese no era un problema, porque jamás sobrevivió ninguno de los espectros de Hades, al menos, aquellos cuyas almas eran encerradas en el rosario de las ciento ocho cuentas, creado con la vida de Asmita de Virgo, en la última guerra.
Su dragoncito, porque aun le veía como un dragón debido a esas lindas cejas que adornaban su rostro, volvería a ser un joven de su edad, podría salvarle de su pasado, de sus decisiones en esa primera vida en que decidió ser uno de los jueces de las almas, un esclavo de una guerra interminable.
Aunque no creía que fuera un poco más dócil de esa manera, en realidad, no le veía como un amante sumiso, eso no le quedaba a su omega y estaba seguro de que en ese momento, ya estaba buscando la manera de salir de allí, pero no había forma de que escapara de la Atlántida.
Kanon se sentó en una de las sillas, recordando el pasado, cuando tenía que ver todo desde la sombras, escondido de la mirada de cualquiera de los habitantes del santuario, como su hermano mayor preguntaba porque debían esconderlo y las respuestas de Shion, que siempre decía que era por su bien.
Su respuesta acerca de la estrella de la desgracia, de la maldición de los gemelos, pero, aparentemente esa maldición únicamente existía si los gemelos eran nacidos en géminis, pero no importaba si nacían en otra constelación, como la de Aries o muchas otras.
Y debía admitir, que para Radamanthys solo hubiera existido él en el campo de batalla, que su vida hubiera transcurrido con él en sus pensamientos, le hacía sentir poderoso, era esa la primera vez que solo era él quien importaba, Kanon, no el dragón marino, no la estrella de la desgracia.
Cerrando los ojos, tomó una decisión respecto a su hermoso dragón, que seguramente buscaba la forma de escapar en la Atlántida en ese mismo instante, le daría la oportunidad para hacerlo, para escapar y después le regresaría a su hogar, para que comprendiera que no había forma alguna de apartarse de él, de sus brazos.
Si es que lograba salir de allí, pero, no lo creía posible, se dijo con una sonrisa satisfecha, eran pocas las maneras de salir de allí, cada uno de los soldados eran sus aliados, no iban a dejarle ir, porque sabían que no lo apreciaba demasiado.
Así que solo estaría vagando entre los pilares, buscando la salida de un laberinto acuático, en el cual sería sumamente sencillo dar con él, pero si no lo hacia, solo tendría que buscarlo en la superficie, porque solo en el Inframundo, ese hermoso rubio estaba lejos de su alcance.
*****
Radamanthys comenzaba a desesperarse, caminando entre las sombras, sin ser visto por los soldados de bajo rango, sin percatarse que alguien más lo seguía, uno de los soldados de élite de Poseidón, quien sosteniendo su brazo, lo jalo en dirección de una de las columnas, cubriendo su boca con una de sus manos.
-Eres el omega que Kanon encerró en sus habitaciones.
No era una pregunta, era una aseveración, de alguien que le miraba fijamente, esa persona era más pequeña que él, un poco más delgada, pero aun así, sentía que tenía su vida en sus manos, algo que era completamente cierto.
-Sígueme...
Radamanthys no supo si debía confiar en sus palabras, respirando hondo cuando quitaron la mano intrusa de su boca, recibiendo una mirada divertida del soldado de Poseidón, el más leal de todos ellos, quien no le traicionaría por nada de ese mundo.
-Date prisa, Kanon generalmente nunca se tarda demasiado en regresar.
Radamanthys comenzó a seguirle, aun descalzo, sin saber si debía confiar en esa persona, tragando un poco de saliva cuando vio un remolino, esa era una de las entradas a la Atlántida.
-Desde aquí puedes escapar de la Atlántida, saldrás cerca de una playa en el pacifico... encontraras ayuda si caminas hacia el sur...
El soldado de la atlántida al escuchar como alguien se acercaba, le hizo una señal para que guardara silencio, colocando un dedo enfrente de sus labios, Radamanthys por un momento no supo qué hacer, tragando un poco de saliva, para saltar contra el remolino, agradeciendo esa ayuda, prometiendo que haría lo mismo si llegara el momento indicado para ello.
*****
Como era su costumbre, Kanon no se tardó demasiado tiempo en regresar a la Atlántida, caminando en la dirección de su templo para encontrarse con su dragón, para detenerse de pronto, al escuchar las pisadas de Sorrento, quien había estado espiando Hasgard, fingiendo ser un hombre común.
-Aioria ha sido recibido en el castillo de Polaris, aunque... no se si las sacerdotisas están dispuestas a brindarle ayuda, aun no lo han hecho público.
Kanon sonrió al escuchar esas palabras, pensando que al principio pensó que Sorrento era incorruptible, pero aun él podía desear algo más que servir al dios Poseidón, creía que ambos tenían cierto gusto por los dragones, aunque el suyo, tenía dos cabezas.
-Si deciden darle su ayuda, me temo que tendremos que darles una visita, para que comprendan el significado de la justicia.
Justicia era una forma de decirlo, pero no era justicia, sino todo lo contrario, pero Sorrento se había enamorado, casi perdidamente y creía que no sería aceptado, no era como Kanon, no era lo que un omega esperaría de un alfa.
-Tal vez, lo mejor sea una visita diplomática primero... General de Dragon Marino.
Kanon asintió, no deseaba perder el tiempo con otra guerra innecesaria, no cuando podía pasar todo ese tiempo a lado de su dragón, en vez de en el campo de batalla.
-Tienes razón, Sorrento, no hay que precipitarnos...
Respondió seguro de que la preocupación de Sorrento era por la vida de ese omega que le había encantado, el dragón de dos cabezas, que junto a su hermano, cuidaban a la sacerdotisa de Odin de nombre Hilda.
-No queremos dañar a nadie, si no es necesario y ese dragón tuyo, no sufrirá ningún daño.
Sorrento jadeo al escuchar esas palabras, le sorprendía como Kanon leía a las personas como si fueran un libro abierto, asintiendo, sin atreverse a decirle nada más.
-Esperemos que no cometan alguna locura...
*****
Radamanthys nado hasta llegar a una playa de arena limpia, suave, observando el cielo, era casi medianoche, por lo cual, le fue muy fácil observar las luces de una población cercana, a donde acudiría para pedir ayuda.
No sabía dónde estaba, pero esperaba que desearan escucharlo, que quisieran ayudarle a comunicarse con su omega, creía que solo él querría ayudarle, si deseaba saber algo de él después de la forma en que se marchó.
Comprendiendo que tenía razón, pero no creía que la tuviera respecto a ese alfa que lo encerró en sus habitaciones, en la Atlántida, en el pilar del Atlántico Norte, un lugar hermoso, demasiado lujoso y cómodo.
*****
Kanon al ver que Radamanthys ya no estaba en esa habitación simplemente sonrió, pensando que su omega era un hombre de muchas habilidades, sin sospechar que alguien le había brindado ayuda, no creía que sus soldados pudieran atreverse a traicionarlo.
-Parece que tendré que ir a buscarte...
Así le demostraría que no podía escapar de sus brazos, ellos estaban destinados a estar juntos.
*****
En Hasgard los santos dorados que habían decidido traicionar al santuario estaban nerviosos, no comprendían cuál sería la decisión de las sacerdotisas del dios Odin, de la señorita Hilda o la señorita Lyfia.
-¿Crees que quieran escucharnos?
Ese era Mu, quien seguía dudando acerca de los motivos de la muerte de su maestro, por lo cual había abandonado el santuario, acompañando a Aioria en su viaje, él tampoco creía que su hermano quisiera darle la espalda, no verle más.
-No lo sé... es demasiado arriesgado ayudarnos.
Fueron las palabras de Aioria, observando fijamente a Mu, quien había abandonado todo para encontrar una respuesta por la repentina muerte de su maestro, a quien sentía mucho más parecido a un padre.
-¿Y si no desean ayudarnos? ¿A dónde iremos?
Aioria no lo sabía, pero estaba seguro de que nada perdían al acudir con las sacerdotisas del dios Odin, recordando al extraño médico, pensaba que era un médico, quien era el consejero de la joven Hilda.
-No lo sé... pero no puedo dejar a mi hermano solo con Saga, él hizo algo para que le sirva como una marioneta... ese no es Aioros...
Mu asintió, pensando en la muerte de su maestro, el creía que lo habían asesinado, pero nadie lo había escuchado, ni siquiera su diosa, que dijo que eso era una locura, negándose a castigar a Saga por su asesinato, por eso dejo todo atrás, aun a su omega, para vengar la muerte de su maestro.
-Aldebaran no quiso acompañarme, tampoco me dejó traer conmigo a Kiki...
Susurro molesto, pensando que allí corrían peligro, pero no pudo explicarle sus temores, porque los tres ejecutores se acercaban, no había tiempo que perder.
-Algo muy extraño está pasando en el Santuario, y parece que solo nosotros podemos verlo.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero les haya gustado el capítulo. SeikenNJ.
Chapter 5: Reencuentro.
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Reencuentro.
Radamanthys llegó a lo que parecía ser un hotel con algunas palapas para proteger a los vacacionistas del sol, no muy lejos de allí había un hotel, uno pequeño de unas dos o tres estrellas, donde parecía que no había nadie de guardia, tal vez estaban dormidos en ese momento, se dijo, pero aun así llamó dos veces a la campana del mostrador.
Una mujer mayor salió a recibirlo, observandolo de pies a cabeza con demasiada sorpresa, deteniendo su mirada en la marca en su muñeca, poco después, en sus pies descalzos, en lo mojado que estaba, en su expresión preocupada.
-¿Vienes a pedir una habitación?
Radamanthys negó eso, en realidad no deseaba una habitación, pero si deseaba un poco de ayuda, sin embargo, no sabía exactamente cómo pedirla, pero tal vez, si le contaba algo de lo que había pasado, le ayudaría.
-Un alfa me secuestro, me escape y nade hasta aquí... por favor, si pudiera prestarme su teléfono, yo podré pagarle su amabilidad.
La dueña del hotel asintió, haciendole una señal para que se sentara en uno de los sillones de huéspedes, pensando que lo mínimo que podía hacer era ayudar a mantener seguro a este omega en lo que llegaba la ayuda, sintiendo lástima por el muchacho de veintitrés años, que se veía muy asustado.
-Te dejaré usar el teléfono y dormir aquí, pero no quiero problemas, así que si el alfa que te busca llega preguntando por ti, tendré que entregarte...
Si el alfa que lo buscaba daba con él, aunque la mujer quisiera protegerla, no había forma de evitar que lo regresara a su prisión, por lo cual asintió, pensando que eso era más de lo que esperaba recibir de un completo extraño en alguna parte olvidada del mundo.
-Si, no quiero causarle problemas... solo necesito llamar a alguien.
La mujer asintió, dejandolo solo en ese sitio para preparar el cuarto donde le iban a dejar dormir, mientras que Radamanthys llamaba el número de su omega, primero el de su celular y después el de su oficina, sin suerte alguna al principio.
Pero después de llamarle una segunda ocasión, estaba a punto de colgar, cuando Hefesto respondió el teléfono, sin saber quien era la persona que estaba al otro lado de la línea, aunque tenía esperanzas de que fuera su hijo.
-Padre... soy yo...
Fue lo único que se le ocurrió decirle a Hefesto, quien jadeo, para inmediatamente después sonreír con emoción al otro lado de la línea, orgulloso de su hijo, comprendiendo que necesitaba ayuda, necesitaba saber donde estaba para ir por él.
-¿Dónde estás?
Radamanthys no tenía forma alguna de saber dónde estaba, pero confiaba que su omega si lo supiera, por lo cual, observando en dirección del remolino donde había salido, se dispuso a contarle su historia.
-Estoy... estoy en alguna parte del pacifico, me encerraron en el pilar del Atlántico Norte... pero yo salí en el Pacifico... no sé donde... no tengo forma de saberlo.
Hefesto asintió, al menos eso se imaginó Radamanthys, porque era una manía de su omega, asentir mientras pensaba en una solución para sus problemas, y eso era lo que estaba pasando, estaba recordando donde estaba la salida del Pacifico, recordandola en cuestión de segundos.
-Tengo una idea de donde estás, pero tendrás que permanecer en ese sitio hasta que llegue...
Esta vez fue Radamanthys quien tuvo que asentir, pensando que aun tenían tiempo, no creía que fuera posible que Kanon lo encontrara tan rápido, el mundo era demasiado grande para eso, quiso decirse para no dejar que sus temores se apoderen de su sentido común.
-Si, aquí esperare, pero... es el alfa que... es el alfa de mis pesadillas...
No deseaba utilizar su cosmos, porque pensaba que de hacerlo, Kanon podía sentirle también, al menos eso era lo que creía, imaginando que su energía vital era el equivalente a una llama encendida en la oscuridad o ropa negra en el hielo.
-No te preocupes, no dejaré que te hagan daño... no temas...
Poco después tuvieron que colgar, escuchando las pisadas de la señora mayor que le llevó a donde iba a dormir, sorprendiéndose al notar que había un poco de avena caliente con una taza de café, así como unas galletas.
-Supongo que tienes hambre, mi niño... come un poco y después, descansa.
Radamanthys simplemente sonrió, sentándose frente al alimento, observando a la señora mayor de nuevo, quien alguna vez debió ser muy hermosa, ojos lilas, cabellera oscura, piel blanca como la leche.
-No me imagino lo que debiste haber pasado con ese terrible alfa...
No había pasado nada todavía con ese terrible alfa, pero había tenido suficientes pesadillas para saber que no deseaba caer en sus manos, no quería estar con él y no iba a entregarse sin pelear.
-Maldición...
Susurro, comenzando a comer la avena que le habían preparado, las galletas, así como el café, para poco después acostarse en la cama, su cabeza recargada en una almohada, esperando que si mantenía un perfil bajo, su padre podría dar con él antes de que Kanon lo hiciera, comprendiendo que no tenía la fuerza para enfrentarse a él, aunque en realidad no sabía cómo iba a lograr mantenerlo alejado de su cuerpo.
Pero de lo que estaba seguro era que no deseaba ser suyo, que no sería suyo, no iba a entregarse a él, nunca.
*****
Kanon salió del agua aun vestido con sus escamas, cerrando los ojos, tratando de sentir el cosmos de su omega, o el lazo que los unía, sonriendo cuando le localizó, aun portando su armadura que simbolizaba un monstruo marino.
Su silueta se dibujaba con la luz de la luna, iluminandolo por ella, por las estrellas sobre su cabeza, su cabellera ondeando en el viento, dándole una apariencia casi etérea, como de un cuento de Hadas, pero él no era la sirena de Andersen, de ser algún personaje, sería la bruja del mar y su amado no era un inocente príncipe.
Observando el paisaje a su alrededor, encontrandolo hermoso, un lugar donde le gustaría permanecer algunos días con su omega, pero temía que si se quedaban en la superficie no trataría de intentar escapar o conseguir ayuda, algo que no deseaba que pasara.
Kanon se había vuelto especialmente bueno siguiendo rastros, algo que le venía natural, al igual que las estrategias en el campo de batalla, al igual que una bendición, lo que no sabía era que en realidad eso era, su padre les había dotado con dones para la batalla, con astucia y malicia, eran sus hijos después de todo, quienes también gobernaron sobre algunos de sus ejércitos.
En la playa donde había salido, después de percatarse que había utilizado el torbellino del océano pacifico, vio unas huellas en la arena, que no se molestaron en borrar, creyendo que en verdad el soldado de antaño estaba perdiendo su sagacidad, aunque, no volaba, pudo borrar sus huellas.
Siguiéndolas hasta lo que podía ser una villa o un hotel para los turistas que amaban el mar, así como las viejas épocas, descubriendo entonces, que en la punta más alta de ese edificio una señal inequívoca estaba casi oculta en la fachada, ese sitio era de su gente, humanos creyentes del dios Poseidón.
Así que, probablemente le habían ofrecido ayuda al joven omega con ese gracioso atuendo, mojado hasta la punta del cabello, no porque eran amables o se preocupaban por su salud, sino, porque supondría que habría escapado de la misma Atlántida, debían hacerle perder tiempo.
-Eres tan inocente...
*****
Radamanthys no podía dormir después de apenas probar un poco de los alimentos otorgados por la amable mujer, sintiendo que sus pensamientos se doblaban en dos, el joven criado en la opulencia que deseaba creer en la buena voluntad de su benefactora y el guerrero de antaño que estaba seguro era una trampa, que debía salir de allí en cuanto pudiera.
Ganó el guerrero de antaño, al menos deseaba caminar un poco, estirar sus piernas, utilizando su habilidad para salir por el balcón de un salto, manteniéndose quieto unos instantes, para después caminar en cualquier dirección, esperando encontrar algunos turistas, alguien que no fuera un lugareño.
Algunos recuerdos de sus vidas pasadas, le decían que las personas que vivían cerca de las salidas de los pilares de la Atlántida, eran personas nacidas de ese mismo linaje, no eran de fiar.
Repentinamente sintió un fuerte dolor en su muñeca, observando cómo sangraba unas cuantas gotas, eso pasaba cuando se rechazaba el vínculo que existía entre dos almas, al menos, esas eran las historias, también quería decir que Kanon se acercaba.
E inmediatamente apresuró el paso, sin encender su cosmos, debía moverse con sigilo, evitar que lo encontraran, caminando entre la vegetación y los riscos, esperando que así fuera mucho más difícil dar con él.
*****
Kanon al ingresar en el hotel fue recibido por la extraña mujer, que se agacho apenas verlo, no cabía duda que era uno de los enviados de Poseidón, un alfa por lo que podía ver, a quien guio emocionada a donde se encontraba el joven omega.
Descubriendo que no había probado el alimento otorgado, el cual tenía unas cuantas gotas de una droga que le haría dormir a los pocos minutos de ser administrada, en cambio, el balcón estaba abierto.
-No temas, no es un joven común... pero te agradezco detenerlo el tiempo suficiente.
Kanon tenía una perla en su mano, la cual entregó a la mujer mayor, quien sonrió apenas la vio, guardándola con avidez, viendo como el seguía los pasos de su dragón, notando que esperaba utilizar la vegetación de la isla, así como su terreno para esconderse, tratando de escapar de sus brazos.
Viendo su muñeca, la que brillo de color dorado, estaba cerca, su dragón estaba muy cerca de donde el estaba, así que solo continuo siguiendo sus instintos, respirando hondo, descubriendo que en ese momento podía sentir el aroma de Radamanthys.
Su boca haciendo agua, su sonrisa ensanchándose, quitándose la armadura para seguirlo con su ropa sencilla, su uniforme azul que nunca se quitaba, a pesar de caminar con la armadura del General del Dragón Marino.
-Puedo olerte...
*****
Radamanthys al darse cuenta que Kanon estaba pisándole los talones, quiso esconderse primero, llevando una mano a su boca, pensando que no habían pasado ni siquiera dos horas y ese alfa ya había dado con él.
No estaba en celo, no debía poder seguirlo con tanta facilidad, a menos que fuera esa endemoniada marca en su muñeca, de la que quiso deshacerse en demasiadas ocasiones, recorriendo las líneas que aún sangraban.
Entonces lo escucho, esa endemoniada risa de satisfacción, ese alfa se sentía seguro de sus habilidades, creyendo que le atraparía en cuestión de minutos y decidió, a pesar de lo que hubiera pensado era lo más sensato, atacar.
*****
Susurro divertido, esperando escuchar los pasos de Radamanthys, un jadeo, o algo, pero lo que recibió fue un puñetazo en el rostro, un golpe tan fuerte que casi le hizo caer, trastabillar, sintiendo otro rodillazo en el estomago y después un codazo en la cabeza, que pudo evitar, sosteniendo su brazo con su mano desnuda.
-Eres tan fuerte...
Pronunció demasiado orgulloso para el gusto de Radamanthys, respondiendo con alguna de sus técnicas, haciendo que su cuerpo se elevará un metro, para caer de nuevo, respondiendo con su gran caución, tratando de atravesar el cuerpo de Kanon con su lanza.
-¡No me toques!
Volvió a ordenarle, soltándose usando su fuerza, así como su lanza, esperando que Kanon comenzará a tomarlo en serio, pero ese no era el caso, porque simplemente actuó como si estuviera mucho más orgulloso todavía.
-Eres hermoso, eres fuerte y eres astuto... eres todo lo que espere que serías... cejas lindas.
Radamanthys apretó los dientes, comenzó a odiar ese apodo, escuchando entonces unos pasos a sus espaldas, seguido de una tonada molesta, que le parecía como si algo estuviera muriendo, nunca le había gustado la música clásica.
-¡No me llames así!
Grito furioso, ignorando el sonido de la música de Sorrento, que se veía sumamente sorprendido, quien detuvo su tonada al ver que Radamanthys seguía atacando a Kanon, el que parecía disfrutar inmensamente esa batalla.
-Pero tus cejas son muy lindas, Radamanthys.
Sorrento decidió tomar una decisión entonces, atacando por la espalda a Radamanthys, usando su técnica sonora, logrando que esta vez llevara sus manos a sus odios, pensando que si seguían así, destruirían esa isla y no era algo que quisieran que pasara.
Lo que no pensó que pudiera ser posible, fue que Radamanthys lo atacara directamente, usando su gran caución, ignorando el dolor que esa música molesta le provocaba, jamás le había buscado esa clase de tonada.
-¡Guarda silencio maldito bastardo!
Fueron sus palabras, logrando que dejara de tocar su música, pero, eso le dio la oportunidad a Kanon de atacarlo por la espalda, usando el triángulo dorado, una técnica que le hizo caer varios metros a la distancia.
-Ese... ese demonio...
Ese demonio era inmune a su música, al menos lo suficiente para poder moverse, quien comenzaba a levantarse con algo de esfuerzo, acomodando su brazo, que parecía dislocado, sus dientes apretados en una mueca de furia, su mirada fija en ambos.
-Ese no es un demonio, es mi omega destinado... es mi perfecto omega... digno del heredero de un dios...
Kanon estaba impresionado, sin duda alguna eso era todo lo que había imaginado y más, pero estaba cansado de jugar con él, por lo cual, esta vez convocó sus escamas, tronando su cuello.
-Eres maravilloso, cejas lindas.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero que este capítulo sea de su agrado. Tal vez los haga un poco más largos, aunque no estoy todavía segura de hacerlo o no. SeikenNJ.
Chapter 6: Derrota.
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Derrota.
Kanon encendió su cosmos con un grito furioso, provocando que algunas rocas se elevaran a su lado, Radamanthys no retrocedió, ni tampoco mostró miedo, eso era de admirarse, eso le encantaba.
Su omega no debía tenerle miedo y eso le había mostrado al no retroceder ni una sola vez, al tratar de escapar de sus brazos.
-No quiero lastimarte.
Ya le había hecho suficiente daño, su cuerpo estaba adolorido, cubierto de heridas, pero no deseaba lastimarlo.
-No voy a tocarte ni a morderte contra tu voluntad…
Kanon se acercó a él, un solo paso, el que Radamanthys retrocedió, respirando hondo, tratando de pensar, de encontrar alguna manera de escapar.
-No tienes que preocuparte por eso.
No tenía por qué preocuparse, no iba a hacerle daño, porque no se iba a quedar a su lado y como para demostrarle sus intenciones, lo atacó de nuevo, tratando de encajar su lanza en su cuello.
-¡Eres un mentiroso! ¡Un maldito! ¡Un monstruo!
Pero fue recibido con un puñetazo en el pecho, Kanon era, sin duda alguna, un soldado que temer, el que no había hecho más que jugar con su omega hasta ese momento, como si fueran un gato y un ratón.
Radamanthys cayó al suelo, llevando una mano a su pecho, apretando los dientes, casi al punto de que podrían quebrarse, levantándose con lentitud, tratando de pensar en alguna forma para derrotarlo.
-Pero no puedo dejar que te vayas… he esperado demasiado tiempo por ti.
Radamanthys respiraba hondo, con la lanza de cosmos en su mano, esperando un movimiento de Kanon, los dos estaban en un posible punto muerto, el general del dragon marino esperando por su siguiente movimiento, el pensando en qué hacer, en cómo dañar a su alfa.
-Ríndete…
Negó eso, no iba a rendirse y cometiendo un error, atacó a Kanon de frente, un movimiento que el dragón marino utilizó para atacarle con su cosmos, con sus poderes telequinéticos, usando las piedras a su alrededor para aplastarle con ellas.
Pero Radamanthys las detuvo con sus manos desnudas, quebrandolas al principio, usando su cosmos, pero lentamente las piedras iban lastimándolo, cortando su piel con los restos de las rocas.
Kanon comenzaba a desesperarse, si seguían peleando de esa forma, terminaría por matarlo y en su desesperación utilizó su puño de ilusión diabólica.
Radamanthys sintió la intrusión en su mente como si una flecha le hubiera atravesado, su cuerpo dejó de responder y no pudo defenderse de las rocas que hasta ese momento apenas podía detener.
Kanon vio como su segunda ilusión hacia su tarea, escuchando un grito de dolor, viendo como el cuerpo de su omega se arqueaba, perdiendo el sentido.
Kanon apartó las rocas de la misma forma en que las había utilizado para derrotar a Radamanthys, con su telequinesis, acercándose al joven rubio con lentitud.
Quien cayó al suelo, malherido, pero esperaba que nada fuera de gravedad, cargándolo en sus brazos frente a la mirada horrorizada de Sorrento.
-Si no fueras tan necio… yo no tendría que hacer esto, Radamanthys.
Kanon le llevaría de regreso a la Atlántida, donde atenderian sus heridas y entonces, seguramente Radamanthys volvería a tratar de escapar de su lado, de la Atlántida, pensando que era un prisionero.
Porque la técnica que había utilizado con su omega no era el Satan Imperial, sino una variación, como varias de sus técnicas, las que aprendió en secreto, en las sombras, al verlas de lejos.
-Tal vez deberías darle su espacio…
Kanon ni siquiera se dignó a responderle a Sorrento, sin comprender porque los primeros sueños que le presentaron de su alfa, Radamanthys los vio como una pesadilla, haciéndole temer a su cercanía, cuando en realidad, debían ser sueños maravillosos, como los que él tuvo, algunos del tipo húmedo.
Haciendo que le tuviera miedo en vez de preguntarse cómo sería, de sentir deseo por él y esperarle para consumar su futura unión, pensando en qué clase de dios haría algo como eso, para separarlos.
Pero cuando lo descubriera, iba a vengarse por ello, se dijo en silencio, atravesando el remolino que daría en dirección de la Atlántida, ignorando a los demás soldados, especialmente a quien le ayudó al dragón a escapar, quien miraba con pena al rubio, esperaba pudiera llegar mucho más lejos, pero, no había un sitio seguro en ese mundo gobernado por los gemelos.
Sorrento le siguió, pero solo para regresar a la ciudad que había estado espiando, quería volver a ver al dragón de dos cabezas, aunque fuera de lejos, a quien deseaba a su lado.
Kanon llegó a su pilar, recostando a Radamanthys en la cama donde había despertado, acariciando su mejilla, para poco después esperar por los sanadores, escuchando un movimiento a sus espaldas.
-Su padre está preocupado por ustedes… por ti.
Esa diosa era Keres, quien los llevó al santuario para poder destruirlo desde dentro, pero, sus acciones fueron mucho más allá de lo que pensaban, mucho más maravillosas, dominando a los dos ejércitos más poderosos de ese mundo, al Atlante y al Ateniense.
-Hefesto fue a visitarle, como lo hizo Demeter con Hades, exige que le entreguen a su hijo…
Kanon ladeo la cabeza, preguntándose quien se suponía que era el hijo de Hefesto, descartando a Aioros, de ser el, ya habrían realizado esa exigencia.
Pero no tuvo que pensarlo en demasía, su dragón tenía cosmos, algo que no debería ser si no portaba la armadura, lo que significaba que él era el hijo de Hefesto.
Quien exigía que le entregaran a su hijo, el que según decían escapó del hogar para servir al dios Hades, ignorando las súplicas de su padre.
Como el ignoraría a cualquiera que quisiera apartarlo de su lado, ya fuera su padre o la diosa a sus espaldas.
-No voy a regresarlo, es mi omega y lo he esperado por toda una vida…
Ella lo sabía, pero debían encontrar la forma en que pudieran obligar a Hefesto a no seguir con lo que fuera que estaba planeando, después de sentirse traicionado por Ares, por algo que el dios de la guerra no le había contado aún.
-Lo sé… yo sé que ustedes los aman… a su manera.
Pero también creía que esa no era la forma de seducir al omega de sus sueños, quien se agitó ligeramente en esa cama.
-En ese caso, no nos pidas apartarnos de su lado…
*****
Aldebarán se había negado a dejarle partir con Kiki, si Mu deseaba entregarse en una extraña misión de venganza, asegurando que su maestro había sido asesinado por Saga, el no podía permitir que arriesgara a su pequeño.
Mu y Aioria estaban a un paso de ser acusados de traición, sin embargo, suponía que debido a Aioros, el ejecutor, era que su hermano no había sido castigado.
Respecto a Mu, no estaba tan seguro, pero habían pasado cinco años desde su partida, cinco años, Kiki apenas tenía tres años cuando se marchó su alfa y los dejó solos.
Alrededor del Santuario se contaban historias, razones detrás de su partida, algunos betas decían que Mu se había arrepentido de haberle aceptado como su alfa, otros más, trataban de dejarle regalos, de seducirlo, creyendo que tan fácilmente podría ignorar el nombre escrito en su muñeca.
Saga fue a verle, casi al principio, para saber qué había provocado que Mu se marchara sin dar explicaciones, la verdad no lo sabía y se lo hizo ver, su alfa actuaba de una forma errática desde la pérdida de su maestro, era un enigma para él, así que no lo sabía.
Saga había sido muy comprensivo, especialmente al saber que eran una pareja destinada, que Kiki era hijo de ambos, heredero de las técnicas de lemuria, por lo cual tenía algunas ventajas especiales.
Sus tareas habían disminuido y tenía un permiso especial de salir del Santuario cuando lo deseara, algo que no había utilizado jamás.
No iba a buscar a Mu, no después de que no le dijera sus temores, no confiara en él y quisiera dejarlo solo, en el Santuario, sin su alfa o su cachorro.
Y si salía, sabía que Mu querría verle a la primera oportunidad, por lo cual, no iba a utilizar ese permiso, únicamente tenía que recibir ayuda de otro santo dorado para enseñarle a Kiki proyección de cosmos, sus técnicas estaban basadas en la fuerza, no en la mente.
-Alde… ¿Por qué esa cara tan triste?
Aldebaran volteo a ver a su visitante, el anciano maestro, que tomó un asiento delante suyo, su apariencia física era la de un hombre joven, muy diferente a la ilusión que utilizaba en el pasado, antes de las guerras.
-Aún … aún no regresa… por lo que veo.
Aldebaran únicamente asintió, levantándose de la mesa para servir algo de comer en dos platos, en ese momento su pequeño aun dormía, el entrenamiento de Shaka había sido demasiado extenuante.
-No… aún no regresa… aun sigue enfrascado en su misión… de la que no me dijo demasiado.
Dohko era un beta, no comprendía el dolor que esa acción le provocaba a Aldebarán, que llevaba demasiado tiempo solo, lejos de su alfa, como sucedía con algunas betas en la guerra.
-Ya son cinco años… yo no podría estar tanto tiempo alejado de ti, si fuera tu alfa.
Aldebaran apenas respondió a esas palabras, él tampoco entendía porque su alfa podía hacerle esa clase de daño, como podía estar sin él con tanta facilidad, sin embargo, no deseaba pensar en eso.
-Veo que todavía te dejan regalos afuera de tu templo, algunos son bastante bonitos.
El no deseaba nada de eso, lo único que quería era que respetaran su duelo, su armadura, pero parecía que no importaba eso, si eras un omega sin pareja, muchos pensaban que eso era suficiente para irrumpir en su privacidad.
-Parecen no comprender mis negativas, no deseo un compañero … yo… yo puedo solo con Kiki.
Dohko asintió, sacando una pequeña botella de sake, así como dos vasos, sirviendo licor en ellos con una expresión amable, como si estuviera pensando en las palabras dichas por él.
-Pero eso no es justo… un omega con su alfa destinado, deberían estar juntos… especialmente si tiene un cachorro de ocho años…
Aldebaran bebió de un trago el licor que se le ofrecía, el que apenas quemó su garganta, Dohko hizo lo mismo, aun con esa actitud de aparente meditación, de introspección.
-Y me gustaría decir que los soldados del Santuario entenderán que no deseas un compañero, pero, eres un omega, uno apuesto, con una armadura dorada, eres un premio invaluable… muchos estarían orgullosos al decir que pudieron estar contigo, especialmente porque eso significa que rechazaste a uno de los dorados por ellos, un soldado inferior.
Aldebaran no lo había pensado de esa forma, pero al escuchar esas palabras, supo que Dohko tenía razón, no iban a dejarlo en paz.
-Santo cielo…
Se quejó llevando una de sus manos a su rostro, sintiendo repentinamente la mano de Dohko en la suya, con demasiada delicadeza.
-Yo podría ayudarte con eso, si saben que estas con otro Santo Dorado, estoy seguro de que se apartaran, te dejarán tranquilo, de eso estoy seguro.
Aldebaran observó la mano del anciano maestro en la suya, e intentó apartarse de ella, pero Dohko no lo permitió, en vez de eso, le miró fijamente, con una sonrisa amable.
-Claro que sería una farsa, pero te ayudaría a tener privacidad y tranquilidad, se que muchos betas no conocen el respeto.
No le gustaba mucho esa idea, pero si eso le daba un poco de paz, lo aceptaría, además, no creía que las intenciones de Dohko fueran diferentes a lo dicho en ese momento, él no era así.
-Supongo que otro santo dorado podrá hacerles retroceder… porque tal parece que a mí, sólo me ven como a un omega.
Cuando estaba Mu era mucho más fácil, y comenzaba a preocuparse por su siguiendo celo, no deseaba que cualquiera quisiera ingresar en sus habitaciones, para poseer su cuerpo.
-Supones bien, pero, podemos tomar esta farsa lentamente, para que nadie sospeche que sólo se trata de una mentira.
Aldebaran asintió, apartando su mano de la de Dohko, sin darse cuenta que el anciano maestro se veía demasiado orgulloso de sí mismo.
-De lo contrario no funcionara…
*****
Saga se veía en el espejo, a sus espaldas Aioros estaba levantándose de la cama, tenía varias marcas alrededor de su cuerpo, las de manos, dientes y besos, en cambio su cuello, así como su espalda tenían la misma apariencia.
El ya se había bañado, estaba vestido sólo con un par de pantalones, Aioros llevaba puesta su túnica de patriarca, ligeramente abierta.
-Saga…
Saga se sentó en una silla, enfrente suyo, admirando el desayuno que iban a compartir, pero primero su omega le ayudaría a rasurarse, como todas las mañanas.
-Aioria busca ayuda en Asgard, es demasiado sobreprotector, si me lo preguntan…
Aioros no dijo nada, solo se dedicó a rasurar a su alfa, con una daga afilada, pero que no servía de nada con personas como ellos.
*****
Muchas gracias por sus estrellas, lecturas y comentarios, espero les haya gustado. SeikenNJ.
Chapter 7: Sombras.
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Sombras.
Aioros realizaba algunas tareas para Saga durante su secuestro auspiciado por el Satán Imperial, como si fuera su mayordomo.
Las que seguía realizando a pesar de comprender lo que había sucedido, a diferencia de lo que muchos pensaban, él podía ser astuto, tanto como para engañar a su alfa por dos años, desde que presenció la muerte de ese espectro.
-Este es el Santuario con el cual había soñado, el mundo con el cual soñamos.
En ese mundo, él no deseaba ser un esclavo, ni un prisionero, en ese mundo su hermano no estaría fuera del Santuario, acusado de traición, siendo buscado por espías de su alfa, para evitar que llegara a donde podría recibir ayuda.
-No te parece hermoso, mi dulce Aioros…
Aioros seguía rasurando a Saga, quien le mencionaba esas palabras seguro de ellas, como si él estuviera por su propia voluntad a su lado, no porque hubieran utilizado el Satan Imperial en su contra, una técnica que siempre era realizada por la espalda, de una forma cobarde.
-Es hermoso…
A pesar de que hablaba, como Saga pensaba que le había ordenado, no deseaba conversar con su alfa, ni estar tanto tiempo a su lado, pero aun así, eso era lo que tenía que hacer para no ser descubierto, pensando en lo sucedido con el anciano patriarca, que había sido asesinado, con él y con su diosa.
-La paz es hermosa… y no se suponía que nosotros tuviéramos que disfrutarla, los soldados de la diosa Athena nunca sobreviven a las guerras, tú y yo, muchas parejas, no podrían estar juntas, porque los dioses quieren que perdamos la vida.
Aioros terminó de rasurar a Saga, acomodando las herramientas que había utilizado, para poco después, comenzar a cepillar su cabello con delicadeza, sintiendo como su alfa comenzaba a recorrer una de sus piernas con su mano derecha, subiendo y bajando.
Una sensación molesta, acababan de tener relaciones, ni siquiera se había vestido, Saga tenía varias tareas que atender, esperaba tener un poco de tranquilidad, de paz, pero parecía que su alfa no deseaba dejarle solo.
-Creo que ahora que hemos conseguido la paz por la cual hemos luchado, deberíamos comenzar a pensar en la posibilidad de tener una familia, un heredero de nuestro cosmos, de nuestras técnicas…
Aioros se preguntaba si Saga había olvidado que estaba siendo manipulado por el Satán Imperial, porque estaba seguro que su alfa aún no se daba cuenta que había despertado, que era libre de aquella maldición, de lo contrario, le hubiera maldecido de nuevo, de eso estaba seguro.
-¿Un hijo?
Trato de modular sus palabras, para que Saga no se diera cuenta de lo mucho que le desagradaba esa idea, tener un hijo de su alfa, que le había utilizado por la última década como una herramienta, lo había mantenido encerrado y bajo vigilancia continua, razón por la cual, únicamente en sus habitaciones era que podía bajar su guardia a medias.
-O dos… tal vez sean gemelos…
Susurro Saga, llevando su mano a su vientre, abrazandolo con lo que se suponía era ternura, Aioros podía imaginarse que su alfa ya le veía embarazado, pensando en sus gemelos, haciendo cuentas, supuso, pensando cuándo sería su próximo celo.
-Tu celo es dentro de seis meses… ese dia podremos comenzar a crear nuestra familia.
Aioros se forzó a sonreír, sintiendo que alguien caminaba sobre su tumba, angustiado por ello, mordiendo sus labios para controlar cualquier sonido que pudiera salir de su boca, para no temblar de rabia o miedo.
-Tener un cachorro, como el que Mu abandonó en el Santuario…
Aioros pensaba que eso era una mentira, Mu sabía que asesinaron a su maestro y no solo estaba actuando respecto a sus sentimientos, sino, lo que significaba que un patriarca tan venerado, tan antiguo como lo era Shion, hubiera muerto sin recibir justicia.
Mu había notado la oscuridad apoderándose del Santuario, él sabía que Saga no era el seleccionado de su maestro, sólo por ser alfa.
El sabía que su elegido era el, Aioros, él estaba presente cuando Shion se los informo, antes de hacérselo saber a su alfa, para que pudiera tratar de controlar su furia, al no ser el seleccionado.
Y tuvo que escapar, de eso estaba seguro, Saga no le daría piedad, como no se la dio a su pequeño hermano, que también escapó, después de la última discusión que tuvo con ellos, cuando él aun estaba sumido en esa maldición, cuando le dijo que prefería estar con su alfa, que con su hermano menor.
Aun lo recordaba con demasiada claridad, observando la expresión de dolor de su hermano, que si bien no era señalado por su traición como hubiera ocurrido de morir en su intento por salvar a su diosa, había tenido que crecer solo, sin nadie a su lado, sin ayuda.
-¿Qué le has hecho?
Fueron sus palabras, tratando de acercarse a él, dando unos pasos que Aioros retrocedió, colocando a las espaldas de Saga, como si deseara su protección, como si le tuviera miedo, algo que no podía soportar, una imagen que aún le atormentaba.
-¡Qué le hiciste a mi hermano!
Era apenas un muchacho, que no comprendía lo sucedido en el Santuario, pero sabía que eso no era bueno, que él estaba siendo controlado por alguien más, como si fuera un maniquí, especialmente por la expresión que veía en su rostro, que era frío, sin sentimientos, perdido, alejado de él, cuando antes se dedicaba a entrenarlo, el siempre lo había cuidado con dedicación.
-Yo no le hice nada, mi omega, solo desea estar conmigo… Aioria, deberías comprenderlo.
Aioria quiso atacar, lo recordaba muy bien, sin embargo, Shura que estaba presente le tomó del brazo, para apartarlo de aquella sala, salvando su vida en el proceso, de eso estaba seguro Aioros, que no hizo nada por su hermano, que no deseaba verle y ahora era tarde.
Su pequeño hermano estaba fuera del santuario, buscando ayuda que pensaba no recibiría, especialmente porque eso significaba que tendrían que enfrentarse a las fuerzas del Santuario y de la Atlántida unificadas.
-Cualquiera pensaría que proteger a tu cachorro es mucho más valioso que una vendetta…
Aioros tuvo que guardar silencio, apretando su puño con fuerza, preguntandose porque hablaba de esa forma, como si fuera poca cosa asesinar a Shion y como si pensara que Mu, iba a permitir que ese asesinato pasara sin ser castigado.
-Pero… cada alfa tiene sus prioridades…
Saga se levantó, por fin había dejado de tocarlo, para terminar de vestirse con su túnica blanca, con cada uno de los tocados que lo señalaban como el patriarca, ese día tendría una visita muy especial y quería estar presentable.
-Aioros, toma un descanso, regresare en algunas horas…
Solamente le sonrió, como si fuera un muñeco, un maniquí o una marioneta, viendo salir a Saga, quien estaba seguro se quedaría encerrado en esa habitación, pero no deseaba quedarse atrás, sin saber que estaba sucediendo en el Santuario, que planeaba su alfa.
-Maldita sea…
*****
Aioria cubría el nombre de su alfa destinado con unas vendas, estaba de pie frente a uno de los hermosos paisajes de esa ciudad, Lyfia le había prometido convencer a Hilda de ayudarles, pero no estaba seguro de que la respuesta fuera positiva.
Pensaba que había arrastrado a Mu con él, que no debía dejarle acompañarlo, tenía un cachorro, asi como un omega, una familia, él sólo tenía a su hermano y era a quien Saga se había robado, su querido hermano mayor, que siempre le había dicho que no por ser omega, debían aceptar los designios de los alfas.
-Pareces muy triste…
Aioria volteo a ver quien estaba a su lado, se trataba del joven médico de cabello café oscuro, una persona importante en la corte de Hilda, al menos esa era la impresión que tenía, era alto, muy apuesto, tanto que por un momento se sonrojo, sintiendo la necesidad de voltear para ignorar su belleza.
El era un alfa, de eso estaba seguro, uno muy amable con una expresión serena, quien observó el paisaje que observaba Aioria, encontrándolo encantador, demasiado hermoso a decir verdad.
-Este paisaje es muy hermoso.
Aioria susurro algo incómodo, pensando que hubiera preferido que su visitante fuera Mu o Lyfia, sin embargo, quien estaba a su lado era el hermoso alfa de nombre Andreas, el que asintió, observándolo de pronto.
-Es hermoso… como una mañana de primavera, pero algo triste y me gustaría saber la razón de eso.
El joven león le miró sorprendido, tragando un poco de saliva, al mismo tiempo que Andreas despejaba su cabello de su rostro, con demasiada delicadeza, para después recorrer con las puntas de sus dedos sus mejillas, finalizando en su barbilla, para guiar su rostro al suyo, únicamente para mirarle.
-Estoy seguro que la señorita Hilda les brindara ayuda… pero si no lo hace, yo sí lo haré, no es justo que dos soldados tengan que abandonar sus hogares porque la oscuridad se ha apoderado de sus tierras.
Aioria no le había dicho demasiado respecto a su situación, así que no entendía porque decía esas palabras, aunque, seguramente, la señorita Hilda le había comentado algo al médico de la corte, era, después de todo, un hombre importante en ese reino.
-Mataron al patriarca, secuestraron a mi hermano… y yo tuve que escapar antes de que Saga quisiera matarme a mi tambien… o decidiera entregarme a alguno de sus alfas de élite.
Andreas negó eso, pensando que era una atrocidad, sintiendo lastima por el joven león, que ya no dijo más, suspirando, señalando un camino con su mano derecha, esperando poder darle algo de paz al joven omega, que no parecía poder confiar en nadie y tenía miedo de ser rechazados por las jóvenes doncellas.
-Sígueme… tomemos algo de té y conversemos un poco… yo quiero ayudarte, me rompe el corazón verte tan desesperado.
Aioria tras pensarlo unos momentos, aceptó la invitación, acompañando a Andreas que caminaba delante suyo, quien le parecía un poco más imponente de lo que en realidad era, como si tuviera una fuerza oculta debajo de una apariencia amable.
-No estoy interesado en un alfa…
No supo la razón detrás de aquellas palabras, solo quiso hacerle saber al médico que no estaba interesado en nada que quisiera ofrecerle, si buscaba una pareja en su persona, sin embargo, Andreas asintió, con una expresión que le decía que no deseaba una pareja, únicamente quería brindarle ayuda.
-No te preocupes, yo no te estoy invitando a beber algo conmigo con esa intención, en verdad, yo deseo ayudarte, es lo único que deseo.
Aioria asintió, siguiendo a Andreas un poco más tranquilo, quien solo se limitó a mantener esa sonrisa amable, que comenzaba a gustarle demasiado.
-Puedes confiar en mí…
*****
Sorrento había regresado al pequeño pueblo habitado por la señorita Hilda, por los dioses guerreros, buscando con la mirada al dragón de dos cabezas, quién si no estaba a lado de la sacerdotisa de cabello azul, estaba a lado de su hermano mayor, pensaba.
La sirena cumpliría veinte años ese mismo año, era un poco menor que su inspiración, cuyo nombre tenía escrito en su muñeca, de eso estaba seguro, por lo cual, no sabía cómo presentarse ante él.
Siegfried era hermoso, su cabello era como rayos de sol, largo y ondulado, sus ojos eran los de un animal de presa, su fuerza física era impresionante, así como su estatura, creía que casi media los dos metros, era por lo menos una cabeza más alto que él, pero eso únicamente hacía que le gustara mucho más.
Parecía una persona muy amable, gentil, quien tenía varios admiradores por lo que veía, pero no importaba, se dijo, ellos no eran su alfa destinado, el si lo era, sólo debía demostrarle que era el indicado para él, un buen alfa, que haría lo que fuera por recibir una mirada o una palabra de sus hermosos labios.
*****
-Tal vez deberías pensar en aceptar alguna de sus propuestas…
No estaba interesado en esos alfas, en ningún alfa en realidad, su deber era proteger a la señorita Hilda, era su guardián, el primero de ellos y era un puesto que no iba a abandonar para tomar una flecha en la rodilla, que era una forma de nombrar en las tierras nórdicas, al matrimonio.
-No nos estamos haciendo más jóvenes…
Siegfried comenzó a reírse al escuchar esas palabras, bebiendo un poco de la cerveza que habían pedido, su hermano tenía una forma muy extraña de invitarlo a tomar un alfa, aunque sabía, que él no le forzaria a nada que no quisiera.
-No estoy interesado en un alfa… al igual que tu no quieres un omega.
Sygmund si deseaba un omega y de saber quien era, creía que le acosaría a sol y sombra, le trataría con ternura, no tendría un momento de paz, hasta que le aceptara a su lado, o le rompieran la cara junto algunos huesos, supuso.
-¿Ni siquiera tu alfa destinado?
Siegfried negó eso, pensando que los alfas destinados ni siquiera existían, era una fábula para convencerlos de que allá afuera había algo para ellos, alguien para ellos, más allá del frío y el hielo.
-Eso no existe…
Fueron sus palabras, demasiado seguras, con una sonrisa divertida, al mismo tiempo que su hermano bebía de la cerveza, señalando de pronto alrededor de ellos, cada uno de los presentes en esa taberna.
-Y si tu alfa destinado estuviera escuchando tus palabras, pero no supiera cómo presentarte ante ti… vas a herir su corazón… eres muy cruel hermano.
Siegfried negó eso, no tenía porque escuchar esa locura, observando de pronto a un joven de apariencia delicada, cabello celeste algo esponjado, con unos bonitos ojos lilas, quien le veía fijamente, logrando que se estremeciera.
-Lo mismo pregunto yo, hermano, que hay de tu omega destinado… no tratarás de encontrar a ese… Bud…
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero les haya gustado el capítulo tanto como a mi. SeikenNJ.
Chapter 8: Despertar.
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Despertar.
Radamanthys abrió los ojos algunas horas después, llevando una mano a su rostro, estaba demasiado adolorido y creía que le costaría trabajo moverse, pero aun así lo intentó, quejándose inmediatamente, para abrazar su torso con un estremecimiento.
Kanon inmediatamente llegó a su lado, ayudándolo a sentarse, sujetándolo de sus hombros, disfrutando lo fuerte que era, como sus músculos se marcaban en sus brazos, así como lo rápido que se recuperaba de cualquier clase de daño, cuando otros ya hubieran muerto.
Habían pasado varias horas desde su batalla y los efectos de su técnica se habían borrado, su mente debería estar clara, podría tomar sus propias decisiones, puesto que su golpe no fue el Satan Imperial, sino una técnica inferior en poder, así como en el daño que causaba.
-Ten cuidado... no te esfuerces de más.
Fueron las palabras que pronunció, logrando que Radamanthys se petrificaba, mirándole como si fuera un monstruo, jadeando e intentando hacerse a un lado, aunque, ya no tenía demasiada fuerza para alejarse de sus brazos.
-No te esfuerces... nuestra batalla te dejó muy malherido.
Quiso decirle, para intentar tranquilizarlo, pero eso lo único que logró fue que luchara con él, con aún más fuerza, tratando de apartarse, casi cayendo al suelo, pero esta vez Kanon, no le dejó alejarse, obligándolo a recargar su espalda contra su pecho.
-Radamanthys, deja de luchar contra mi...
Tuvo que cerrar los ojos, tratando de no perder la consciencia y no tener un ataque de pánico, sintiendo los brazos de Kanon alrededor suyo, besando su cabeza y su cuello con ternura, usando su influencia de alfa para forzarle a calmarse, a permanecer a su lado.
-Suéltame... por favor... sólo suéltame...
Kanon no lo soltó, recargando su barbilla en su hombro, con un suspiro, sintiendo como su dragón comenzaba a calmarse, hasta que dejó de moverse y dejar de luchar con él, respirando hondo, llevando sus manos a sus muñecas.
-Respira hondo, aspira y expira...
Radamanthys cerró los ojos, aun sosteniendo las muñecas de Kanon, que no lo liberaba de su abrazo, su cabeza aun en su hombro, su cabello cayendo sobre su cuerpo, su aroma inundando la habitación, una fragancia que no entendía porque, lograba calmarlo.
-Suéltame...
Volvió a decirle y aunque no deseaba hacerlo, liberó su cuerpo, sintiendo que Radamanthys se apartaba con lentitud, alejándose todo lo que podía de su persona, recargándose contra la pared.
-No dejas de decir eso... no quieres que te toque y no me quieres cerca, pero no entiendo porque...
Radamanthys no se iba a dignar a explicarle que le había hecho, era bastante visible en ese momento, aunque podía ver un moretón en su mejilla, que le hizo sonreír con cierto sadismo, al menos le había hecho daño él también.
-Fuimos enemigos, pero ese no es el problema, no creo que lo sea...
En realidad, podría respetar y admirar lo que había logrado en ese mundo, en esa vida, conquistar el Inframundo para demostrar su poder a los otros soldados divinos lo que pasaría de enfrentarse a ellos.
Podía respetar su fuerza y su astucia, admirar su belleza, pero las pesadillas que había sufrido eran suficientes para hacerle ver que no deseaba nada con este alfa, llevando su mano a su muñeca, la cual de nuevo estaba sangrando.
-¿Por qué me tienes miedo?
Kanon se puso de pie y quiso acercarse a él, pero se detuvo cuando vio que Radamanthys jadeaba, llevando una mano a su pecho, como si fuera un escudo, dispuesto a pelear con él, para mantenerse alejado.
-Si te digo la razón por la cual te deseo lejos de mi, me dejarías ir... no lo creo.
Susurro molesto, respirando hondo, viendo como Kanon simplemente sonreía, porque tenía razón, no iba a dejarle ir, jamas iba a dejar que se marchara, aunque su padre quisiera que se lo regresaran.
-Tu omega exige que te regreses a su lado... supongo que en ese momento, ya no podré verte de nuevo, pero, tienes razón, no te dejaré ir...
Su omega, su pobre omega, al que ya le había hecho demasiado daño y seguía lastimando en ese momento, sintiéndose culpable por ello, al no escucharlo, pero de nada servía lamentarse por el pasado, eso mismo se lo había dicho su omega, no podía quedarse en el pasado.
-Tu no podrás mantenerme aquí, en contra de mi voluntad, toda la vida...
Kanon sonrió entonces, no esperaba que eso sucediera, porque tarde o temprano le desearía, él era lo que Radamanthys necesitaba en su vida, tal vez no aquello que deseaba, pero así era el destino, los dos se complementaban.
-Por supuesto que no, tú no estarás aquí contra tu voluntad toda tu vida, porque tarde o temprano me querrás y me desearás... los dos lo sabemos.
Radamanthys negó eso, había tenido pesadillas con este alfa en su niñez, en su adolescencia y aun en su adultez, sabía lo que le deparaba aceptarlo como su alfa, por lo cual, no lo haría.
-No vas a convertirme en un juguete, en una mascota...
Kanon pensó en recordarle que su apodo en el Inframundo era "el perro de Hades" algo que le hizo enfurecer, tanto que mato a quien se atrevió a decirle eso, seguro de que ese dios no se merecía a un soldado como su omega bajo su mando.
-Tu no eres eso para mi, nunca lo serías Radamanthys, es más, estoy seguro de que serás la persona más importante de mi vida, como yo lo seré de la tuya.
Radamanthys no le respondió, algo que Kanon quiso ver como un primer paso a un entendimiento, mostrándole sus habitaciones, que eran sublimes, casi podían compararse con aquellas de su hermano en el Santuario, al ser destinado a comandar el ejército de Poseidón.
-Aquí tienes todo lo que necesites para darte un baño, agua caliente, jabones, shampoo, toallas, ropa, puedes tomar lo que desees y cuando estés listo, puedes pedir algo de comer a los soldados que estarán resguardando la salida del templo, por favor, no los mates, no ganaríamos nada con eso.
Radamanthys no dijo nada, pensando que se refería a que si lograba salir de ese lugar, de todas formas Kanon lo encontraría, le haría regresar a su templo de nuevo, así que solo permaneció en silencio, en el mismo lugar, observando como su alfa vestía sus escamas.
-Yo tengo que salir algunas horas, aún existen reinos que no quieren rendirse ante nosotros, pero regresaré a tiempo para la cena.
Esa explicación le pareció demasiado familiar, como si fueran una pareja y él estuviera en ese sitio por su propia voluntad.
-¿No temes que cuando regreses yo me haya ido?
Kanon le volvió a ver, haciendo que comprendiera que no le temía a eso, estaba seguro que volvería a marcharse, pero, también estaba seguro de que podría hacerle regresar por la fuerza cuantas veces quisiera.
-Yo que tu, aceptaría mi hospitalidad, al menos una noche, estas muy malherido y te estas tardando más en recuperarte de tus heridas.
Después de eso, simplemente se marchó utilizando uno de sus triángulos dorados, dejándole solo en esa habitación, que por un momento pensó en destruir, pero no lo hizo, regresando a la cama, para descansar un poco más, le dolía todo el cuerpo.
*****
Hefesto dio con el sitio desde donde su pequeño le había llamado, deteniéndose frente al mostrador de la señora mayor, observando los pequeños detalles, comprendiendo que su hijo ya no estaba en ese lugar.
-Lo entregaste, no es cierto...
Susurro furioso, odiando a la mujer que salió a verle con una fingida expresión de amabilidad, sin comprender quién era él o cómo había llegado tan rápido, aunque no tanto como debería.
-Entregaste a un omega asustado, tal vez malherido, que llegó buscando asilo a tu hogar, un muchacho que puede estar pasando por un maldito infierno en este instante...
La mujer quiso mentirle, pero Hefesto no le dejó hablar, su mano firme en el bastón, con el que comenzó a jugar, como si fuera una espada, dando vueltas y giros, respirando hondo.
-A cambio de una perla...
La mujer asintió, tragando un poco de saliva, sin comprender lo que estaba a punto de pasar, porque Hefesto era un omega, le había dado a luz a Radamanthys, así que como un omega, o una madre, como Demeter, estaba dispuesto a castigar a cualquiera que no hubiera hecho algo para ayudarle a su pequeño.
-La vida de mi hijo, no vale una perla.
Y sin más golpeó la cabeza de la mujer mayor con su bastón, que era la forma en que escondía su martillo de las miradas extrañas, matándola al instante, dispuesto a salir de allí, para el mismo invadir la Atlántida de ser necesario.
-Ahora, además de ser infiel, asesinas humanos a sangre fría...
Hefesto volteo en dirección de la persona que pronunció aquellas palabras, observando al dios Ares de pie, delante de la puerta, aun vistiendo ese traje sastre que le quedaba demasiado bien.
-No lo hubiera pensado de ti, Hefesto...
Hefesto no apretó los dientes, no le sonrió, únicamente le miraba con frialdad, como si lo estuviera diseccionando sobre una mesa de metal, esas donde se hacen las autopsias o algunos experimentos poco éticos con animales.
-Tienes mucho descaro al venir aquí para pronunciar esas palabras, cuando tu fuiste quien empezó esto... quién mató a Europa.
Lo había matado, si, porque no toleraba la idea de que su omega estuviera con alguien más, que ese alguien tocara su cuerpo, que le hiciera el amor, como era su derecho, los dos eran dioses, porque abandonarlo por un mero mortal.
-Te lo he dicho mil veces, Hefesto...
Quien le dio la espalda por algo que no había hecho, pero Hefesto se negaba a escucharlo, tal vez por culpa de su relación con Afrodita, su historia de continuas traiciones, ya no deseaba recibir nada de eso, creyendo que las señales eran claras, que sus ojos estaban puestos en alguien más y no iba a arriesgarse a pasar por lo mismo de nuevo.
-No voy a escucharte más, Ares, no me interesa nada que tengas que decir y ya te lo he dicho, no te tengo miedo.
Sin más cambió su ropa por su armadura, que casi nunca portaba, pero estaba preparado para todo, sosteniendo su martillo con una de sus manos, esperando un golpe suyo, pero Ares no respondió como lo esperaba, aunque sí imito sus acciones, portando su armadura, así como su espada.
-En ese caso, supongo que tendré que obligarte a escucharte...
Los dos encendieron su cosmos al finalizar esas palabras, atacando al mismo tiempo, la espada chocando contra el martillo, destruyendo esa habitación en cuestión de segundos.
Siendo Hefesto quien comenzó a retroceder, encajando sus pies en el suelo, marcando un surco a su alrededor, apretando sus dientes, pensando que Ares era mucho más fuerte de lo que había calculado.
-¡Vete al tártaro!
*****
Deathmask fumaba en su habitación, a su lado había una botella de vino, pensando en lo que estaba sucediendo en el santuario, desde hacía doce años o más, siempre había creído que Saga tenía la razón, que los fuertes dominaban a los débiles, pero, por momentos tenía sus dudas.
Mu se había marchado, no era que le importara demasiado lo que hacía ese bonachón, pero había dejado solo a su omega y a su pequeño, también había escuchado acerca de las intenciones del anciano maestro para con Aldebaran.
Y ese toro era lo suficientemente ingenuo para creer en sus mentiras, en su buen corazón, cuando Saga le había dicho al anciano maestro que tenía su bendición para seducir a cualquiera de los omegas que deseara, él pudo ser uno de ellos, se dijo en silencio.
-¿En que piensas?
Deathmask le observó fijamente, no iba a decirle sus temores, ni lo que había conversado con Milo, porque Afrodita le prometería que todo estaría bien, que no debían preocuparse, pero él no estaba tan seguro de eso.
-En Aioria... ¿Por qué no lo matan y ya?
Shura no estaba presente en ese momento, porque de estarlo, le hubiera ordenado guardar silencio, siempre había sido demasiado sobre protector del joven león, pero no entendían la razón de ello.
-Aioria es el omega destinado de alguien cercano a nosotros, tu lo sabes...
Pero a Saga no le importaba nada más que sus planes, eso lo sabía muy bien, por algo trataba a su omega como lo hacía, como si fuera un mayordomo y no su compañero.
-Nosotros somos importantes para él, así que no debes preocuparte por nada, él nos necesita a su lado...
Deathmask asintió, dándole una bocanada a su cigarrillo, creyendo que ese era el problema de muchos alfas, se sentían importantes, se sentían únicos, como si el mundo girara a su alrededor, pero creía que la alianza con Dohko, por ejemplo, valía mucho más que cualquier trato que tuviera con ellos, en realidad, ya de nada le servían cuando todos confiaban ciegamente en él, aún su diosa.
-Si tu lo dices...
*****
Al mismo tiempo a los pies de la estatua del dios Odin, una sombra estaba sentada a sus pies, oculto de las miradas de los demás, su armadura blanca le hacía casi invisible en la tormenta que sucedía en ese momento.
Recordaba su niñez, cada una de sus carencias y las ocasiones en las que vio a su hermano, los lujos que poseía, pero el era un beta, él no tenía un alma gemela, eso le hacía especial, porque él sí la tenía, pero aún así, cómo podría acercarse a su alfa, si se suponía que no existía, él no era más que una sombra.
-Bud...
El dios guerrero quiso ponerse de pie para recibir a su señora como se lo merecía, con el respeto que debía mostrarle, pero ella colocando una mano en su hombro, con delicadeza, no lo permitió.
-Lo he meditado... la razón por la cual estás oculto, como si fueras una sombra.
Bud desvió la mirada, sin saber que decirle a su señora, quien sonriéndole, con una expresión delicada, hermosa, le ofreció su mano, para que esta vez si se pusiera de pie.
-Y pienso que no es justo... no debes ocultarte más.
Pero era el segundo gemelo, el traía desgracia a su familia, ni siquiera debió sobrevivir se dijo en silencio, observando como Hilda comenzaba a quitarle la armadura que cubría su muñeca, como para descubrir su marca.
-Mi señora... ni siquiera Syd conoce de mi existencia, nadie debe saberlo...
Ella comenzó a quitarle entonces la venda con delicadeza, descubriendo las letras que nombraban a su alma destinada por los designios divinos de Odin, sonriendo por la dulce coincidencia, era uno de sus soldados, otro dios guerrero, el hermano mayor de Siegfried.
-Pienso que eso debe arreglarse, Bud... y no pienso que Odin, en su eterna sabiduría, condene a los gemelos... e intentaré que esa horrible tradición no suceda más.
Hilda había tomado demasiadas decisiones en sus meditaciones, una de ellas, que deseaba que esa horrible regla fuera olvidada, no podían lastimar a sus gemelos, a los segundos nacidos y creía que la existencia de Bud, podría demostrarle a la población, que aun ellos podían servir al dios Odin.
-Para eso te necesito conmigo y así, tal vez, puedas conocer a tu alfa destinado... Sigmund es un buen hombre, él te tratará bien...
Aun así Bud, no estaba seguro si deseaba salir a la luz, si quería ser señalado por los aldeanos y si deseaba conocer algo de su casa familiar, de su hermano, cuando su padre, quien lo cuido desde de que fuera encontrado en la tormenta de nieve, había hecho todo cuanto estaba a su mano para protegerlo para morir en la pobreza.
-Piénsalo... si es demasiada información para ti... Bud... si no has tomado una decisión respecto a tu alfa destinado, o temes la reacción de Syd cuando sepa que tu existes.
Bud asintió, preocupado por la señorita Hilda, la tormenta estaba amainando y ese lugar no era seguro, por lo cual , esta vez fue él quien le ofreció una mano, para llevarle a sus habitaciones, sin que nadie los viera, dispuesto a marcharse cuando escucharon unas pisadas acercándose a esas habitaciones.
-Prométeme que vas a pensarlo...
Bud asintió, saliendo por la ventana, quitándose la armadura, para seguir un camino en dirección de la taberna, su rostro cubierto con una capucha, que generalmente usaba cuando se acercaba al pueblo.
Ingresando por la ventana del segundo piso, caminando entre las sombras, observando a los dos hermanos, pensando que ellos tenían mucha suerte de haber nacido con años de separación.
Escuchando las palabras dichas por ambos, como compartían una amistad que envidiaba, su mirada fija en quien sabía era su alfa destinado, pero pensaba que él no sabía quién era, ni cómo se veía.
-Lo mismo pregunto yo, hermano, que hay de tu omega destinado... no tratarás de encontrar a ese... Bud...
Bud al escuchar esas palabras jadeo, llevando una mano a su boca de pronto, sintiendo la mirada de Sigmund en su dirección, pero creía que se había escondido bien.
-A diferencia tuya hermano, si llego a conocerle... no me detendré hasta que me acepte a su lado...
Como cada uno de ellos, había soñado con su omega destinado, quien se veía exactamente igual a Syd, pero, no era él, sabía que no era su omega, primero, su amado no era un noble, segundo él era un beta, no podía ser su amado.
-Ya lo estoy compadeciendo...
Siegfried bromeo, sin saber que alguien más los veía, Bud trataba de mantener la calma, respirando hondo, cerrando los ojos para tratar de controlar su sonrojo, para poco después abrirlos, notando como Sigmund seguía observando en su dirección, pensando en levantarse e ir a ver que le llamaba en ese sitio.
-¿Qué sucede?
Pregunto el menor, al ver que su hermano se levantaba de su silla, saltando en la dirección que sentía ese algo, no sabía exactamente como describirlo, pero allí estaba, pero no había nada en ese lugar, aun así, se asomo por la ventana, sin ver a nadie, sacudiendo su cabeza, como si pudiera sacudirse esa sensación.
Notando entonces algo brillante, una joya de color verde, casi cían, que había caído de la daga que Bud siempre llevaba consigo, la que le pertenecía, no aquella que estaba en posesión de su hermano, la que le pago por un conejo.
-Que extraño...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. Me va gustando como va quedando, espero que a ustedes también. Por cierto, pienso que siempre he querido escribir algo con Bud, que es uno de mis dioses guerreros favoritos y por fin he encontrado, una forma para poder darle una pareja, con una excusa más o menos plausible de que puedan estar juntos. Bueno, basta de divagaciones, nos vemos en el siguiente capítulo. SeikenNJ.
Chapter 9: Hermanos.
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Hermanos.
Syd no era la clase de persona que escuchaba las conversaciones ajenas, eso lo pensaba de muy mala educación e innecesario, así como carente de clase, por eso cuando escucho hablar a los hermanos encargados de cuidar a la señorita Hilda, quiso marcharse apenas ingresaron en esa sala.
-Por favor... tienes que tener alguna idea de cómo debe verse este Bud, con el que tanto sueñas.
Syd reprimió un jadeo, así como fingió no escucharlos, recargándose en la ventana de esa cómoda sala, Bud, ese era el nombre de su hermano, sus padres se lo habían dicho llenos de remordimiento después del incidente del conejo.
Sygmund le observó de una forma que le molesto, porque segun decían, los alfas y los omegas se soñaban, por lo cual si le miraba de esa forma, eso quería decir que le recordaba a su omega destinado, pero sabía que no era él, sino su hermano menor.
A quien solo pudo ver una ocasión en toda su vida, al que había buscado una vez que heredó la fortuna de su familia, el título de su padre, así como obtuvo su armadura, en ese momento estaba en posición para brindarle ayuda, para regresarlo a su hogar.
Por esa razón, unos meses después de escuchar esa conversación, de saber que su hermano era el omega destinado de Sygmund, acudió con la señorita Hilda, escuchando de nuevo unas palabras que no debió.
-Prometeme que vas a pensarlo...
Pensar que, se dijo, antes de tocar a la puerta de las habitaciones de la señorita Hilda, vestido con ropa de la mejor calidad, abrigadora y cómoda, la clase de ropa que su hermano debería portar también.
-Señorita Hilda... necesito hablar con usted...
Pronunció tocando a la puerta, siendo recibido por Hilda, quien le dejó ingresar a sus habitaciones, impidiendo que se agachara para hablar con ella, pensando que era una persona a la que estaría orgulloso de servir.
-Te he visto muy angustiado Syd... ¿Qué te ocurre?
Syd respiro hondo, no sabía que decirle a la señorita Hilda, porque a pesar de no tener el poder para cuidar a su hermano, ni de llevarlo a casa cuando lo vio aquella vez, pensaba que pudo hacer más que darle su daga, esperándo que pudiera venderla.
-Usted conoce las reglas de antaño, no es verdad, aquellas que dicen que los gemelos son un designio de mala fortuna, que las familias deben apartarlos del hogar, dejarlos en la nieve para morir...
Syd pronunciaba esas palabras con vergüenza y dolor, no se suponía que nadie debería conocer la existencia de Bud, pero él creía que podía encontrarlo en ese castillo, que su hermano debería portar una armadura, no podía ser él, el único que tuviera el don de ser un dios guerrero.
-Mis padres tuvieron gemelos, yo fui el elegido... no sé la razón de ello, tampoco pueden decirmelo, usted sabe que la culpabilidad los mato, pero lo vi cuando eramos unos niños, no lo note al principio, su parecido conmigo y lo que le dije fue muy cruel.
Hilda guardó silencio, escuchando sus palabras con detenimiento, sin interrumpirlo, pero por la forma en que le miraba, Syd supo que ella sabía donde se encontraba su hermano, por lo cual tuvo esperanzas.
-Lo he buscado desde que tuve poder suficiente para eso, pero no lo encuentro, no he dado con él, pero, pensaba que si yo tengo una armadura, mi hermano también debe tener una y esperaba verlo en la sala del trono, al menos una vez, pero no pude...
Poco después Syd tomó con delicadeza la mano de Hilda, con tanta delicadeza como si fuera una súplica, ansioso por escuchar la respuesta de la encarnación de Odin, su sacerdotisa.
-Así que... señorita Hilda, se que usted conoce a cada uno de los dioses guerreros, aun aquellos que pueden estar ocultos... por favor, dígame algo de mi hermano...
Hilda no pronunció una sola palabra, pero desvió la mirada, sin saber que decirle, pero Syd creía que ella sabía algo, ella tenía que saber en donde se encontraba su hermano menor, al que deseaba ver, aunque él no quisiera verlo, pero con una sola palabra suya se conformaría.
-¿Está bien? ¿Está a salvo? ¿El es uno de nosotros?
Hilda aún no había recibido una respuesta de Bud, por lo cual, no supo qué decirle, sin embargo, Syd necesitaba verle, podía ver su dolor, su necesidad por estar con él, eran hermanos, e Hilda no se imaginaba una vida sin su hermana, mucho menos cuando podía estar sufriendo.
-El es uno de los dioses guerreros, es la sombra de Mizar, Alcor... está a salvo y le he ofrecido que salga a la luz... aún no me da una respuesta.
Syd asintió, una sonrisa formándose en su rostro, pensando que pronto podría verlo, tratar de reparar el daño que le habían hecho, darle lo que le correspondía de su herencia, él era un noble también, era su hermano y su linaje se mantendría vivo gracias a él, al ser un omega.
-Quisiera verlo... señorita Hilda, por favor... dígame dónde está mi hermano.
Hilda conocía las zonas donde su hermano se escondía, uno de esos lugares era la estatua de Odin, casi siempre estaba en los alrededores, no quería que nadie lo viera, mucho menos los dioses guerreros.
-Casi siempre está cerca de la estatua de Odin... no estoy segura si en este momento está ahí, pero, allí podrás verle.
Syd asintió, con una gran sonrisa, agradeciendo a la señorita Hilda con una reverencia, antes de marcharse en busca de su hermano.
*****
Bud no había sido beneficiado por los dioses, no había conocido el amor de una madre y fue abandonado en la nieve cuando su hermano dormía en los brazos de quien les dio la vida, había crecido en la pobreza mientras que su gemelo era rodeado por lujos, pero creía que el último golpe fue que quisieran cuidar de un conejo, que sería su alimento, y no de él.
Tal vez lo habían abandonado porque era el segundo en nacer, o fue al azar, aunque, él tenía el temor de que fue porque se trataba de un omega, nadie querría como heredero a un omega se dijo muchas veces, antes de ver a su gemelo vestido con esas bonitas ropas, portando esa daga idéntica a la suya.
Escuchando las risas de sus padres, observandolos marcharse con el pequeño conejo en sus manos, ese día sin duda fue el peor de su vida, uno que aún poblaba sus pesadillas, sin embargo, como si Odin comprendiera que necesitaba algo, cualquier señal que le diera esperanzas, se la dio.
Ese mismo día recibió el nombre de su alfa destinado, como si fuera un regalo del destino, esas letras se dibujaron en su piel una por una, escritas por una mano invisible, haciéndole sonreír, llevar sus dedos a su piel, para recorrerla lentamente.
Su padre, el aldeano que lo adoptó y le salvó de la tormenta de nieve le trajo algunos dulces el siguiente día, para festejar ese momento, pues, era un designio del mismo Odin, que su hijo tuviera un alfa destinado esperando por él en alguna parte de ese mundo.
Un alfa que tenía un nombre escrito en su misma lengua, lo que significaba que podría encontrarle con mayor facilidad, porque las parejas destinadas podían nacer en polos opuestos del planeta y estar condenadas a jamás encontrarse por mucho que se buscarán.
Recordaba que le dijo que su nombre estaba escrito en su idioma, que eso era una buena señal, con una sonrisa amable, aunque era un hombre un tanto mayor, cansado por sus tareas como cazador y recolector de madera.
Bud había sido abandonado a una muerte segura cuando nació, vio a su hermano y a su familia cuando apenas era un niño, comprendiendo que le habían dado la espalda, las mismas personas que decían que debían cuidar de un conejo, porque era una criatura tan pequeña e inocente.
Y a pesar de entrenar por su cuenta, de aprender en las sombras, esforzándose para superar a su hermano gemelo, que lo había tenido todo, el amor, la protección y el cuidado de sus padres, los maestros que le ayudaran a alcanzar la grandeza, cuando tuvieron sus armaduras, él también fue el dios guerrero de Mizar, en cambio, él, Bud de Alcor, de nuevo fue relegado a las sombras, no podían verle, no tenía un zafiro, no era considerado como un dios guerrero auténtico, sino una sombra, siempre destinado a seguir a su hermano a donde fuera.
Pero él, Bud de Alcor, tenía algo que su hermano no tendría jamás, y cuando cada uno de los dioses guerreros, los que portaban zafiros, así como aquellos que servían bajo el mando de Andreas, se reunieron a los pies de Hilda, el llevo su mano a su muñeca, la que tenía un nombre escrito en esta, diciendose que él tenía un alfa destinado, él tenía un alma gemela, su hermano no la tendría nunca, eso lo hacía especial, le daba algo que Syd no tenía.
Aunque no fue agradable tener que esconderse en las sombras, escuchar las palabras de la señorita Hilda, así como de Andreas, quienes prometieron una era de paz, de seguridad para su pueblo.
En ese momento quiso ver a los dioses guerreros y se asomó, apenas unos centímetros, observando a su hermano con su armadura negra hincado frente a la señorita Hilda, pero su mirada rápidamente le abandonó, posándose en alguien más, en alguien a quien había soñado como un príncipe, había visto partes de su vida en sus sueños, a través de su lazo, el era un noble, nacido en una de las siete familias principales de Asgard.
De quien se enamoró apenas pudo verlo, sonriendo al sentirse dichoso de su existencia, de que no era una alucinación, sonrojándose inmediatamente por la clase de sueños que había tenido en su adolescencia, en los cuales ambos se amaban, compartían sus cuerpos con el otro.
Escondiéndose antes de Sygmund volteara en aquella dirección, sintiendo su mirada, así como su lazo llamarle, como lo hacía con él, quien llevando una mano a su pecho, sonrió, cerrando los ojos, sintiéndose dichoso.
Sygmund era tan guapo como lo había soñado y era algo que su hermano jamas tendria, quien había dejado de atormentarlo desde ese dia, aunque no había compartido más palabras que aquellas de cuando eran niños, porque sus pensamientos siempre derivaban hacia su alfa destinado, el era la única felicidad que tenía en esos momentos.
No quería pensar si su alfa también lo imaginaba en sus sueños y si al tener la misma clase de sueños, acaso no se habría dado cuenta de su parecido con Syd, que no era un alfa, tampoco un omega, sino un beta, preguntandose por qué pasaba eso.
Ni deseaba creer que Syd fuera capaz de quitarle eso también, al ser confundido, tal vez, antes de ver su marca en su muñeca, esa mera idea lo aterraba, el que su gemelo le robara a su alfa destinado, como ya le había quitado todo lo demás, al ser el elegido de sus padres, del destino, de la suerte, se dijo por unos momentos.
Creyendo por algunos instantes que lo mejor era salir, escuchar la petición de la señorita Hilda, para asegurarse de que no lo apartaran de Sygmund, quien había dicho que de conocer a su omega destinado le perseguiría hasta seducirlo, preguntandose que pensaría si tan solo supiera que ya lo deseaba en ese preciso instante, mucho antes de siquiera verlo.
Pero, qué tal si al saber que era un gemelo no lo deseaba a su lado, tal vez solo eran palabras vacías para convencer a su hermano de buscar a quien decía era su alfa destinado, porque, qué podría ofrecerle, era una sombra, no era un noble, no comprendía nada de la realeza ni de los modales del castillo, no sabía bailar, ni cantar ni nada de lo que decían los omegas decían saber, aunque era fuerte, no podía asegurar que era más fuerte que su hermano, pero era fuerte.
La verdad era que estaba aterrado, estaba demasiado asustado por eso, por la perspectiva de ser rechazado por su alfa elegido como fue rechazado por sus padres, por la fortuna, por la armadura de Mizar, creyendo que ese sería un golpe que no podría soportar.
-¿Quién eres tú? ¿Por qué estás en este castillo?
Esa voz, no podía ser esa voz, se dijo en silencio, antes de escapar, saltando hacia el vacío, corriendo tan rápido como podía, tratando de alejarse de quien le había descubierto, en una de las zonas apartadas del castillo Valhalla.
-¡Espera!
*****
Sygmund había soñado con Bud desde que apareciera su nombre en su muñeca, algunos sueños demasiado detallados de cómo serían sus encuentros sexuales, su omega destinado era el actor de cada una de sus fantasías, de sus sueños húmedos.
Bud era hermoso, era un guerrero poderoso, su expresión era una segura con un aire de tristeza, que deseaba borrar, su omega no podía estar triste, eso era algo completamente antinatural.
Cuando vio a Syd aquella primera vez pensó que se trataba de su omega y casi va con él, pero sabía que su omega no era un noble, en sus sueños podía verle en una casa pequeña, en una cabaña, no como aquella en la que vivía el dios guerrero de Mizar.
Tampoco era un omega, ni un alfa, sino un beta, el no portaba ningún nombre en su muñeca, algo que le confundía demasiado, porque sabía que su nombre era Bud, que era idéntico a Syd, tal vez era su hermano.
Entonces pensó en una terrible posibilidad, tal vez, su omega destinado era su gemelo, aquel al que habían abandonado a su suerte, esperando matarlo, su familia había tratado de matar a su omega destinado, antes de que siquiera supiera de su existencia.
En ese momento Sygmund acariciaba su muñeca con detenimiento, observando la joya que había encontrado en esa taberna, pensando que era de su omega, una de sus prendas, se dijo en silencio, sintiendo de nuevo aquella sensación, como si alguien tirara de un lazo invisible, haciéndole ir con él, caminar en aquella dirección.
Observando una figura de pie en una de las zonas poco habitadas del castillo, sus prendas eran como las que usaba Fenrir, ropa antigua, casi hecha andrajos, con una capucha cubriendo su cabeza, su rostro, pero era hermoso, de eso estaba seguro.
-¿Quién eres tú? ¿Qué estás haciendo en el castillo?
Apenas volteo a verle, pero lo que pudo ver fue suficiente para darse cuenta que era él, era Bud, su instinto se lo gritaba y estaba feliz por ello, sintiéndose orgulloso, demasiado emocionado.
-¡Espera!
Bud comenzó a correr, tratando de alejarse, utilizando su cosmos y su velocidad para perderlo de vista, saltando hacia la nada, cayendo con una gracia que le pareció infinita, pensando que no lo seguiría, pero eso fue exactamente aquello que hizo, no podía perderlo ahora que por fin lo había visto.
-¡Por favor! ¡Espera! ¡Bud, espera!
Bud no lo escucho, sin embargo, repentinamente Syd al verlos de lejos, al ver que Sygmund perseguía a su hermano, creyendo que este no lo deseaba cerca, decidió defenderlo, atacando a ese alfa de apariencia amable con una de sus técnicas, cortando el rostro de su aliado, que le observó furioso.
-Alejate de él, no te acerques a mi hermano.
Bud al escuchar esa técnica y ver la sangre en el rostro de su alfa destinado, apenas pudo escuchar esas palabras, respirando hondo, sin creer del todo lo que estaba pasando enfrente suyo.
-Sygmund...
Susurro, respirando hondo, pensando que habían lastimado a su alfa por culpa suya, el mismo hermano que le dio una daga a cambio de un conejo, al que deberían cuidar, porque era un animalito indefenso, Syd había atacado a su alfa.
-Bud...
Esta vez quien habló fue Syd, tratando de acercarse a él, portando su armadura negra, con una expresión esperanzada, al verle vivo, de pie y sano, ignorando la presencia de Sygmund en ese sitio.
-Hermano...
Bud estaba furioso y atacó a su hermano, vistiendo su armadura blanca, siendo detenidos ambos por Sygmund, que no pensaba que fuera correcto que dos hermanos pelearan entre ellos.
-Basta...
Colocándose entre ambos, para evitar que se dañaran entre sí, eso era incorrecto.
-No peleen más...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. Espero que este capítulo haya sido de su agrado, a mi me gusto mucho. SeikenNJ.
Chapter 10: Reunión.
Chapter Text
Reunión.
Había tomado una decisión, tenía que saber cuáles eran los planes de Saga, con quien iba a reunirse, así que comenzó a seguirlo, tratando de ser sigiloso, que nadie lo viera, ocultándose en las sombras del Santuario, manteniendo la respiración en ocasiones.
Acercándose a una de las salas internas del Santuario, donde Saga ingreso abriendo las puertas de par en par, siempre había sido demasiado teatral, le gustaban las grandes entradas y pudo ver, que en ese sitio, ya lo esperaba su gemelo, vistiendo sus escamas y una diosa de piel azulada.
Tenía que ser una diosa porque ese color de piel no era natural, así como media casi lo mismo que Saga o Kanon, el hermano menor estaba de pie, con los brazos cruzados, con una actitud que claramente le hacía ver que no deseaba quedarse demasiado tiempo en esa reunión, a sus espaldas pudo ver a otra deidad.
Está acompañaba a Kanon, era uno de los dioses menores de la muerte, la diosa Ceres, que ocultándose en las sombras observaba esa reunión como distante, con una expresión que claramente decía que no sentía agrado por Eris, la discordia.
Una diosa con la cual los dos hermanos ya habían tenido tratos, aunque eso no lo sabía Aioros, que se asomó por la rendija de la puerta, tratando de escuchar lo que se dirían, después de todo, solo era un esclavo, nada más que eso, nadie sospecharía nada.
-Sabes algo, cuando Saga se de cuenta que lo seguiste, va a ponerse furioso...
Eso lo dijeron con sorna, una persona con una sonrisa de par en par, como si encontrara esa situación divertida, quien lo tomó del brazo, para empujarlo hasta la pared, donde no podrían verle.
-No deberías estar aquí, Aioros.
El arquero quiso pelear con Deathmask, que debía servir como uno de los guardianes de esa reunión, evitando que cualquiera los interrumpiera, ya fueran aliados o enemigos, pero aun así, relamiendo sus labios, comenzó a pensar en lo que haría, entregar al arquero o dejarle ir con una advertencia.
-Eres un traidor... lo que han hecho con la diosa...
Repentinamente no pudo seguir pronunciando sus palabras, porque Athena, la señorita Saori en persona, sosteniendo una bebida en sus manos, se acercaba a sus dos soldados favoritos, observando a Eris con una expresión demasiado sería.
-Sabes que puedo encerrarte cuando quiera, Eris, así que no te hagas la interesante y solo haz lo que te ordeno.
Eris asintió, un poco asustada, retrocediendo un solo paso, para volver a controlar sus movimientos, frente a la mirada horrorizada de Aioros, que no podía creer lo que sucedía delante suyo.
-Athena... ella es parte de esto.
Deathmask asintió, prendiendo un cigarrillo, a pesar de estar vistiendo su armadura dorada, había escuchado cada una de las conversaciones de esos cinco, no planeaban nada bueno, nada que no fuera la paz misma, pero como decían algunos, si deseas paz, debes prepararte para la guerra.
-Los gemelos la criaron bien, comprende que solo los poderosos pueden decidir sobre las vidas de los demás y ella, a pesar de todo, cree que la paz es mucho más valiosa que sus principios.
Aioros negó eso, dispuesto a ingresar, para hacerle ver que eso era una locura, pero Deathmask apretó el agarre de su brazo, acercando su rostro al suyo, para dejar ir una bocanada de humo sobre él.
-Si Saga te ve, volverá a controlarte con el Satán Imperial y tu no quieres eso...
Aioros asintió, pensando en sus futuras acciones, en lo que deseaba realizar, comprendiendo que eso era una locura, que solamente se entregaría como carne de cañón para que Saga volviera a maldecirlo.
-¿Por qué no das la alarma entonces?
Esta vez fue el momento de Aioros de sorprender a Deathmask, que retrocedió algunos pasos, frunciendo el ceño, dejando caer su cigarrillo, para después, maldecir bajito, una palabra que no alcanzó a comprender del todo.
-¿Por qué no me entregas?
Eso era fácil, pero no estaba dispuesto a decirle nada a Aioros, sin embargo, el arquero le observó fijamente, viendo lo que podía ser la marca de una mordida en su cuello, como si fuera un omega y entonces lo comprendió, no era como, Deathmask se trataba de un omega, uno con un alfa destinado.
-Eres un omega... tu, eres un omega...
No podía creer que Deathmask fuera un omega, se dijo en silencio, viendo como el asesino del Santuario, aquel al que temía cada uno de los aspirantes a caballero, los santos de plata y bronce, se sonrojaba, como si nadie tuviera que saber eso, en realidad, nadie lo sabía.
-No puedo imaginarme quien puede ser tu alfa, pero, al menos, él no usó el Satan Imperial para manipularte...
Aunque debe recordarse que la persona que usó esa técnica no fue Saga, sino su hermano, para evitar que lo mataran, o que pudiera escapar, después de que Shura lo persiguió, tratando de matarlo, a él y a su diosa.
-Tal vez... tu crees que tu alfa no es bueno para ti, pero será lo mejor que puede ocurrirte, a pesar de que sea como Saga...
Aioros suspiro, negando eso, Saga hasta el momento no era lo mejor que pudo pasarle y al darse cuenta que no podría escuchar lo que se estaban diciendo, pensó que lo mejor era escapar del Santuario, cuando aún tenía una oportunidad para hacerlo.
-Me iré, Deathmask y como un omega más, espero que no me delates... por favor...
Deathmask admiraba a Saga, siempre había pensado que la fuerza era la única virtud para que cualquiera pudiera ser un líder, mientras más poderoso eras, más sirvientes debían tener.
-Te encontrara... lo sabes, no es cierto...
Aioros asintió, pero esperaba que esta vez, al no tener que proteger a la pequeña diosa pudiera llegar mucho más lejos que en el pasado, viendo como Deathmask le daba la espalda, cruzando sus brazos delante de su pecho.
-Si te atrapan, yo no sé nada de esto...
Aioros simplemente sonrio y comenzo a escapar, seguro de que podría llegar lejos, salir del Santuario, era un santo dorado poderoso, uno que rivalizaba con Saga, además, no tenía otra opción, tarde o temprano su alfa comprendería que no estaba controlado por esa técnica tan cobarde.
-Gracias...
*****
Radamanthys estaba recostado de lado, sosteniendo su costado con una de sus manos, soñaba, al menos, así comenzaban sus horas de sueño generalmente, desde que era un niño, la primera vez que recibió esa marca.
Se veia a si mismo caminando en una playa sin nombre, escuchando como llamaban su nombre, el se veia como en el presente, un hombre joven, apuesto, vestido con una armadura de color oscuro, con detalles morados y rosas.
Una armadura que figuraba un demonio, de eso estaba seguro, pero aun así, él se acercaba al mar desde donde podía escuchar esa voz, buscándole con la mirada, primero era un sueño agradable, algunos podrían pensar que esa isla era paradisiaca.
Casi tan hermosa como el soldado delante suyo, cuya mirada lo petrificaba, haciendo que sus mejillas se pintaran de rojo de tan solo verle, su corazón acelerando debido a la emoción, aceptando esa mano que se le era ofrecida.
La que tomaba con seguridad, acercándose un poco más a él, como para besar sus hermosos labios, su mirada perdiéndose en la azul, sintiendo de pronto que la mano cálida de su alfa, porque él debía ser su alfa, se aferraba de una forma dolorosa a su muñeca, cortando su piel.
Provocando que quisiera retroceder, pero esa mano cubierta de escamas, de ese hombre tan hermoso, vestido con una armadura parecida a la de un dragón de mar y escamas doradas no le permitía moverse.
Su rostro antes pacifico modificándose por una mueca cruel, sus ojos azules brillando en la oscuridad y la criatura de la que se trataba su armadura, un dragón marino emergiendo del mar, saltando imponente no muy lejos.
Devorando un wyvern a la distancia entre sus fauces, al mismo tiempo que él trataba de alejarse, pero no podía, sintiendo una de las manos de su alfa sostenerlo del cabello, besándolo con fuerza, lastimando sus labios.
-Eres mio...
Radamanthys seguía retrocediendo, hasta que pudo soltarse, llevando su mano, aquella con la muñeca a su pecho, jadeando, perdiéndose en la mirada de absoluta maldad en el rostro de su alfa, de Kanon, el nombre que tenía grabado en su muñeca desde que era tan solo un niño.
-No puedes escapar de mí...
Pero aun asi lo intento, retrocediendo algunos pasos, para comenzar a correr tan rápido como su cosmos se lo permitía, sintiendo entonces como algo lo golpeaba contra las rocas, quebrando algunas partes de su armadura, logrando que escupiera sangre de la boca, llevando una mano a su costilla.
-No corras, tu sabes que me perteneces.
Radamanthys volteo, limpiando la sangre de su boca, para tratar de defenderse, golpear a Kanon con sus sueños desnudos de ser necesario, sin embargo, el alfa que lo perseguía, que se negaba a aceptar como suyo, sujeto su peto para arrancarlo de su cuerpo como si fuera la piel de un animal de casa.
-Tienes un cuerpo hermoso, creado justo para mi.
Kanon inmediatamente después, arrancó otras partes de su armadura, dejándolo exclusivamente con las protecciones de las piernas y de los brazos, relamiendo sus labios con anticipación.
-Eres tan hermoso como siempre lo pensé.
Parecía que Kanon, su alfa, no iba a quitarse su armadura, porque relamiendo sus labios volvió a atacar, sosteniéndolo de la cabeza, para hacer que su cuerpo se estrellara contra los riscos a su alrededor, destruyendo su ropa, arrancando las partes que aún faltaban por caer.
-Ahora, veamos si eres igual de apretado... si has sido un buen omega y has esperado por tu alfa, mi dulce omega, mi omega... solamente mio, de nadie más.
Radamanthys trato de escapar de nuevo, arrastrándose, pero Kanon, tirando de sus tobillos abrió sus piernas para empaparlo de un solo movimiento, subiendo sobre su cuerpo, moviéndose sin piedad, pronunciando sonidos desagradables, mordiendo su cuello justo en el momento en el que después de no sabía cuánto tiempo, se derramó en su cuerpo, dentro de él.
-Mio... eres mio...
Radamanthys despertó angustiado e intentó salir de la cama con tanta rapidez que tuvo que quejarse, un dolor sordo lacerando sus costillas, cubriendo su cuerpo de sudor debido a ese dolor punzante, pero se obligó a respirar hondo, a controlar su temor, cerrando los ojos.
Observando uno de los objetos en las mesas, algo que podía ser punzante, pero no tanto como su propia mano, pensó, imitando sin saberlo la técnica de Shura o de cualquier soldado de capricornio, dispuesto a cortarse las venas o la yugular.
-No... no va a tenerme... no lo permitiré...
Ese era uno de los múltiples sueños que había tenido, muchos de ellos eran aun peores, mucho más detallados, algunos más largos, en otros tenía una cadena rodeando su cuello y vestía ropa femenina, una túnica que dejaba sus piernas al descubierto, demasiadas joyas, en otras lo controlaba con una técnica mental, pero cada uno de esos sueños, esas pesadillas, su alfa, quien se suponía que debía protegerlo, amarlo, le trataba como un vil esclavo.
-No... no lo permitiré.
E intentó lastimarse con su propia mano, herirse de tal forma que muriera desangrado antes de que Kanon regresara, sin embargo, de nuevo fue sostenido por los brazos de su alfa, quien tomando sus muñecas evitó que se matara.
-¿Qué es lo que haces?
Radamanthys quiso escapar de sus brazos, retorciéndose en ellos, pero Kanon usando su cosmos no lo permitió, de nuevo usando esa facultad alfa para calmar a un omega, algunos le llamaban la voz, pero no era una orden, era su mera presencia, la que les hacía un poco más dóciles cuando lo deseaban.
-Tanto me odias que prefieres morir antes de darme una oportunidad...
Radamanthys no quiso responderle, pero ya no peleaba con él, como si hubiera perdido toda su fuerza de voluntad en un solo momento, permitiendo que ese alfa le abrazara, los dos cayendo de rodillas en el suelo.
-He tenido pesadillas contigo, me lastimas y me conviertes en un esclavo...
Susurro, esperando que Kanon le dejara ir, que simplemente respetara sus deseos, pero bien sabía que eso no iba a pasar, este alfa no iba a dejarlo ir jamás, sería transformado en un esclavo sin mente, ni esperanza, sólo porque los dioses del destino querían burlarse de su sufrimiento.
-No soy tu omega... no soy tu esposo... soy tu esclavo... me convertiras en tu esclavo.
Esos no eran los sueños que había tenido Kanon, sus sueños eran hermosos, los dos vivían juntos, en una cabaña junto al mar, Radamanthys lo adoraba, sus hijos le querían, él era un buen padre, no solo un soldado, ni el amo de ese mundo.
-No... no sucederá eso... jamás te haría algo como eso...
Kanon deseaba apartarlo de la muerte, quería darle una vida plácida, un lugar en ese mundo de paz que había construido con su hermano, seguro de que si no hacía nada, su amado moriría, tal vez, los dos se matarían en una última batalla.
-En mis sueños, mi único deber es hacerte feliz... yo quiero hacerte feliz, quiero protegerte, cuidarte, amarte por el resto de nuestras vidas...
Radamanthys no le respondió, confundiendo demasiado a Kanon, porque según contaban las historias los sueños que tenían siempre eran placenteros, había llegado a preguntarle a sus aliados, a los soldados de su hermano, al menos, en quienes podía confiar, cada uno de ellos le dijo lo mismo, sus sueños eran eso, sueños agradables, ningún hablo de pesadillas.
- Tus sueños deberían ser como los míos, debemos compartirlos...
Entonces, se dio cuenta de algo, los sueños de su amado dragón estaban siendo manipulados, por eso tenía pesadillas con él, en vez de tener sueños placenteros, compartir sus deseos para el futuro.
-Los que son sueños para ti, son pesadillas para mi...
Kanon de nueva cuenta negó eso, notando que aun estaba malherido, que no había comido nada, ni se había dado el baño que le ofreció, solamente durmió en su cama, hasta que le despertó aquella pesadilla.
-No... lo que tú ves, no es lo que yo veo... porque si fuera lo que yo he soñado, tu no me tendrías miedo...
Ahora entendía la razón detrás de su renuencia, porque huía de su lado y porque luchó como si quisiera matarlo en esa isla, eso era porque en realidad creía que se estaba protegiendo de un demonio que había nacido para dañarlo, no para protegerlo.
-Te ofrezco algo... si logro seducirte para la fecha de tu siguiente celo, te quedaras a mi lado, si no logro hacerlo, te dejare ir después de que pase esa época del año, hay un omega que puede mantenerte seguro, te juro que no te tocaré si no lo deseas.
Radamanthys quería que lo liberara, por lo cual, simplemente asintió, respirando hondo, sintiendo como Kanon lo dejaba ir, para ayudarle a ponerse de pie, guiandolo hasta la tina.
-Te ayudaré a tomar un baño, no te lavaré ni nada, pero creo que lo necesitas, así como, también debes comer... llevas demasiado tiempo sin probar bocado alguno.
De nuevo asintió, sin decir nada, pensando que no le quedaba nada más que decirle que sí, que hiciera lo que deseaba.
-Tu no cumplirás tu promesa, yo lo sé...
*****
-¿Estuvo aquí el anciano maestro?
Kiki mantenía sus brazos detrás de su cabeza, con esa sonrisa pícara que no sabían de dónde la había sacado, ninguno de los dos se portaban de esa forma, ni Mu, ni él, se dijo en silencio, aun así, Aldebaran asintió, sin saber porque su pequeño no apreciaba a Dohko.
-Si... así es...
Pronunció Aldebaran preparando algo de cenar, sintiendo los brazos de Kiki rodeando sus piernas, escondiendo su rostro en su muslo, estaba molesto, lo sabía muy bien.
-No me gusta...
Se quejó, casi haciendo un puchero, molestandose demasiado por las constantes visitas del anciano maestro, él no le agradaba, era un viejo tramposo y no iba a aceptar que se acercara a su omega.
-No me gusta nada...
Volvió a quejarse, escuchando un suspiro de su omega, quien llevó una mano a su cabeza, terminando de preparar la cena, sirviendo suficientes pancakes para un ejército, colocando la comida a la mitad de la mesa.
-Es mi amigo, Kiki... es un soldado honorable y no quiero que hables mal de él a sus espaldas...
Kiki se sentó en la mesa, observando como Aldebarán le servía su alimento, acompañado de miel y un vaso de leche, pero aun estaba molesto por la visita del anciano maestro, que deseaba a su omega, eso lo sabía, pero su padre no lo comprendía.
-También es amigo de Mu y eso no le importa...
Aldebaran le había dicho varias veces que no le dijera Mu a su padre, era su alfa, era su esposo y era quien le había hecho feliz por muchos años, hasta que decidió buscar venganza por la muerte de su maestro, que decía fue asesinado, pero no podía arrastrar a Kiki con él, eso era incorrecto.
-No te entiendo...
Kiki corto con demasiada fuerza su pancake, rompiendo el plato, algo que ya no había pasado hacía mucho tiempo, sin embargo, Aldebaran solo se levantó por un plato nuevo, para servirle de nuevo su cena, apartando la otra con delicadeza.
-El quiere que seas su esposo... escuche que eso decían algunas alfas... algunos aspirantes... Dohko, un beta, quiere casarse contigo, pero qué hay de mi padre, que hay de Mu... eso no es justo.
Parecía que Dohko tenía razón respecto a lo que pasaría una vez que un santo dorado decidiera seducirlo, aunque solo fuera una farsa, sin embargo, no sabía qué pensar respecto a lo dicho por Kiki, lo que pensaría Mu al escuchar esas noticias.
-No escuches esas habladurías... son cosas de adultos y tu debes esforzarte en tus entrenamientos, tu cosmos es brillante, tu telequinesis asombrosa, serás un excelente santo de Aries cuando crezcas.
Kiki ya no dijo más, enfocadose en su alimento, estaba molesto con el anciano maestro, pero mucho más con Mu, por haberle dejado atrás, a él y a su omega, que había hecho todo cuanto podía para que no sufriera la traición de su padre, pero los señalamientos siempre estaban presentes, pero eran menores, porque Aldebaran de Tauro no se marchó con el traidor, le había dado la espalda y se había quedado con su pequeño, otro lemuriano.
-De todas formas no me gusta el anciano maestro...
Aldebaran no comprendía la razón de ello, pero, aun así, ya no le dijo nada, comiendo suficientes pancakes, estaba hambriento y era demasiado tarde, ambos debían ir a dormir.
-Esta bien, pero no seas grosero con él... no te educamos de esa forma.
Aldebaran seguía hablando como si fueran dos padres, porque estaba seguro que Mu regresaría tarde o temprano, sin embargo, Kiki pensaba lo contrario, su alfa no volvería jamás.
-Esta bien...
*****
Muchisimas gracias por sus hermosos comentarios, los que leo cada vez que llegan, también muchas gracias por sus estrellas y por lecturas, adoro recibirlas. SeikenNJ.
Chapter 11: Susurros.
Chapter Text
Susurros.
Radamanthys casi estaba dispuesto a realizar las órdenes de Kanon, quien le llevó a esa alberca, donde esperaba que se diera un baño, deteniéndose de pronto cuando comprendió que este alfa le vería desnudo y terminaría dandole un espectáculo.
-No me voy a desnudar frente a ti, tampoco me bañaré, no si tu estas presente...
Eso lo dijo con un poco más de molestia, apartándose de las manos de Kanon, quien no deseaba ir a su reunión con su hermano y había regresado justo a tiempo para evitar que este hombre rubio le diera la espalda, que su omega se matara sin pensar un solo momento en él.
-No voy a dejarte solo... ya intentaste matarte una vez.
Radamanthys negó eso, por supuesto que no iba a dejarlo solo, como bien sabía que usaría su celo para aprovecharse de su falta de sentido común, alegando que lo había seducido y no violado, era una vieja historia, una trampa, en la que no iba a caer.
-Decías que había un omega presente, porque no le ordenas vigilarme...
Kanon ladeó ligeramente la cabeza, su expresión ensombreciendo ligeramente, sonriendo con algo que describió como malicia, pero no retrocedió, no iba a darle ese gusto, logrando que su alfa asintiera, no sabía porque motivo.
-Muy bien, le diré a Kasa que venga a darte un ojo, pero como él no es tan fuerte... sí tu mueres o escapas, él morirá contigo.
Radamanthys jadeo, pero sabía que Kanon era esa clase de hombre, lo había visto en sus sueños y no iba a matar a otro omega, únicamente porque no aceptaba esa unión, no era su alma gemela, él no se consideraba el igual a ese dragón marino.
-Eres un maldito...
Kanon asintió, él era un maldito, uno al que habían dejado encerrado en cabo Sunion para morir, que soñaba con su omega mientras luchaba por no ahogarse y en vez de ser aceptado por los brazos de un amoroso amante, este le temía.
-Tu y yo somos iguales, Radamanthys... tú y yo nos pertenecemos...
Pronunció con seguridad, tratando de acariciar su mejilla, pero fue rechazado por Radamanthys, que le dio un manotazo para apartarlo de su lado, retrocediendo algunos pasos.
-No me toques... no tienes el derecho a tocarme...
Kanon asintió, molesto por ese recibimiento, pero maravillado por esa fuerza de voluntad, creyendo que se comportaría como un chiquillo asustado a su lado, todo el tiempo, pensando que podía lidiar con su enojo, con su furia, pero no con su miedo.
-Eres justo lo que yo estaba esperando y me muero de ganas por ver, cómo te comportas cuando me aceptes a tu lado... después de todo, yo no quiero un omega sumiso.
Sin más le dio la espalda, pero no salió de aquella habitación, ordenando a los guardias que buscaran a Kasa, no le importaba lo que estuviera haciendo, él se convertiría en un chaperón, de momento.
-Ya está, Kasa vendrá a vigilarte, pero mientras tanto, yo me quedaré aquí para evitar que hagas alguna tontería...
Radamanthys por un momento quiso aventarle alguno de los jabones, pero no lo hizo, en vez de eso, comenzó a elegir la ropa que usaría.
No le gustaba el uniforme azul, asi que entre la ropa que Kanon tenia a su disposición encontró unos pantalones negros, una camisa blanca y unas tenis de color negro, junto a un juego de ropa interior, no sabía de donde lo había sacado, pero era mejor que lo que traía puesto.
Kanon al verle elegir esa ropa sonrió de medio lado, era justo lo que pensaba que iba a usar, pensando que se trataba de un joven muy modesto y esa ropa le quedaría a la perfección.
-Me llamaste, Kanon...
Kasa se presentó en pocos minutos, como si hubiera estado esperando ese momento, algo que llamó su atención, pero decidió ignorarlo de momento.
-Mi omega debe darse un baño, pero ya intentó escapar y matarse en el poco tiempo en que nos conocemos.
Kasa no dijo nada, solamente observó a Radamanthys con detenimiento, para después posar su mirada en Kanon, que solamente le veía en silencio.
-Así que actuarás como un chaperón, para que no haga nada tonto y no trate de matarse o escapar.
Kasa de nuevo asintió, comprendiendo lo que eso significaba, si escapaba o moría, él sería el culpable de eso.
-No me falles, Kasa.
Sin más, se marchó, dejándolos a solas, escuchando fue un quejido, algo así como un puchero, observando como el albino enfundado en esas escamas se acercaba a él, como si quisiera golpearlo.
-Cuando te deje escapar, se suponía que no debían atraparte tan rapido, es mas, ni siquiera debieron encontrarte...
Radamanthys ladeo la cabeza, sin comprender sus palabras, porque no recordaba que le hubiera ayudado, entonces, cambió su forma, a la de Tetis, para regresar a su apariencia normal.
-Unicamente hiciste todo más difícil para ti..
Radamanthys no le dijo nada, comenzando a quitarse la ropa con lentitud, dejando que Kasa observará los moretones, las heridas y marcas provocadas por su batalla con Kanon.
-Y para mí...
Volvió a quejarse Kasa, ocultando perfectamente la preocupación que sentía por el otro omega, el joven rubio de las cejas unidas.
-Kanon me matara si dejo que escapes o te mates... lo sabes verdad, y sabes que no deseo morir.
Radamanthys no le respondió hundiéndose en el agua, para comenzar a bañarse, descubriendo que cada jabón y shampoo eran aromas qué le gustaban, era como si ese alfa supiera todo sobre él.
-No va a dominarme...
Respondió con frialdad, pensando que tenía tres meses para escapar de esa celda, de su alfa, porque en ese tiempo empezaría su celo y querría estar con él, desearía un alfa, Kanon usaría eso como prueba de que le había seducido.
-Kanon, ese monstruo no va a dominarme... no sé lo permitiré...
Kasa respiro hondo, cruzando sus brazos delante de su pecho, quitándose su armadura para sentarse cerca de una de las mesas, la que tenía varios tipos de dulces como chocolates o delicias turcas, así como unas pequeñas galletas con nuez.
-Kanon es un sueño, es hermoso e inteligente, su cosmos es el de las galaxias...
Radamanthys volteo a verle, como si dudará de sus palabras, preguntándose porque le estaba diciendo eso, porque se había quitado su armadura.
-Tu tampoco deseas a tu alfa...
Kasa negó eso con una de sus largas uñas, con una sonrisa burlona, sosteniendo la golosina entre dos dedos.
-No, por el contrario, mi alfa no está entre los nuestros...
La cual mordió, disfrutando de aquellos dulces, mirando fijamente a Radamanthys, que parecía comprender a dónde iba con esa charla incesante.
-Y quiero buscarlo, donde sea que esté...
De pronto observó a Radamanthys de pies a cabeza, pensando que se veía demasiado fiero, sus dientes parecían más afilados de lo normal, sus ojos podía jurar qué tenían un iris un tanto alargado, pero, quién era él para criticar a cualquier omega, teniendo su apariencia.
-Espero que le gusten los fenómenos como a Kanon le gustan las unicejas y los omegas nada femeninos.
Radamanthys había dejado de lavar su cuerpo, mirando a Kasa, comprendiendo lo que le estaba ofreciendo.
-Quieres escapar conmigo, para buscar a tu alfa... eso es lo que estás diciendo.
Kasa asintió, estaba cansado de las miradas penetrantes del kraken, sabía que lo deseaba, pero él no era su alfa destinado y deseaba irse, antes de que le quitaran la oportunidad de encontrarlo.
-Puede ser... pero debemos actuar con discreción... Kanon es un hombre muy inteligente, yo creo que más inteligente que los dioses, por lo que debemos tener cuidado.
*****
Aioros corría de prisa, sin usar su cosmos, pero saltando en los lugares adecuados para ir bajando en dirección de la casa de Aries o Tauro, pensando que Aldebarán optaria por brindarle ayuda, él era un omega después de todo.
Aunque se detuvo enfrente de su puerta, sin saber si debía tocar o no, si debía poner en peligro al otro omega, o su cachorro, algo que no era justo en lo absoluto, escuchando un movimiento en el interior del cuarto, como movían una silla, a pesar de la hora que era.
Aldebaran generalmente cuando su pequeño se iba a dormir se quedaba solo en la mesa de la cocina, tratando de pensar qué hacer con Mu, con sus admiradores, quienes sabía, no le amaban, sólo querían una pareja que fuera un santo dorado y él, el nunca amaría a nadie que no fuera Mu.
Aldebaran se levantó al sentir el cosmos, pero mucho más importante al escuchar los pasos, apurándose para abrir la puerta, observando a Aioros en la oscuridad, quien le veía fijamente, con una expresión incomprensible debido a las sombras que lo cubrían.
-Aldebaran...
Aldebarán era un niño cuando él cayó presa del Satán Imperial, cuando se convirtió en la mano derecha de Saga de Geminis, al menos en apariencia, porque tan solo era un mayordomo, no se veía a sí mismo como algo diferente.
-Aioros...
Susurro Aldebaran, observando hacia todas direcciones para dejarle pasar, algo en su rostro le hizo temer por la vida del Santo de Sagitario, cerrando la puerta detrás de él, quien le miraba ansioso, con sus veinticinco años, él tenía la edad que tenía Mu, de eso estaba seguro, por lo cual, había tenido demasiado joven al pequeño Kiki.
-Parece que te persiguiera el diablo...
Aioros asintió, el diablo lo estaba persiguiendo, se dijo demasiado angustiado, observando como Aldebarán preparaba una mochila de viaje, con suministros suficientes como para una semana.
-Milo me dijo hace unos años que tú no te veías bien, que había algo raro en ti... yo no quise creerle.
No quiso creerle, pero al ver la expresión de Aioros, esa desesperación en el amable santo dorado que era como un segundo maestro para ellos, supo que era cierto, comprendiendo entonces, la razón detrás de ese trato especial que le había dado el patriarca.
-Aioria fue a la ciudad de Asgard, tal vez allá estés seguro...
Aioros sonrió al saber donde estaba su hermano, al pensar que estaba a salvo, aceptando la ayuda que le daría el joven toro del santuario, que tenía un hijo pequeño, de la raza lemuriana, que dormía al otro lado de la habitación.
-¿Por qué no vienes conmigo?
Aldebaran observó a Aioros, pensando que no podía arriesgar a Kiki, no estaban en posición de enfrentarse a los hermanos, a su diosa, lo mejor era quedarse en el Santuario, actuar como si no se enterara de nada.
-No puedo arriesgarme... la vida como fugitivo no es vida para un niño... de no existir él, yo me habría marchado hace muchos años, pero... no puedo arriesgarlo.
Fue su respuesta, un tanto contradictoria, porque Saga sabía que el niño era hijo de uno de los traidores y la única razón por la cual permitía que tuvieran una vida tranquila en el Santuario era que los estaba usando como una carnada.
-Saga espera que Mu venga por ti, en ese momento, lo matara.
Aldebaran asintió, era la misma razón por la cual no deseaba salir de allí, porque en el momento de hacerlo, los llevaría directamente con su alfa, a quien matarían, de eso estaba seguro, sin embargo, si usaba sus cartas, podía mantener seguras a las dos personas más importantes de su vida, a Kiki y a su alfa.
-Mu no vendrá, y yo no iré a él, de esa forma Kiki está seguro, aún es un niño... no puedo darle la vida de un fugitivo, así, al menos tiene a uno de nosotros, pero qué pasaría si nos matan a ambos, no quiero que él sea huérfano, como nosotros lo fuimos.
No era ingenuo, no entendía las razones detrás de la partida de Mu, pero lo que sí comprendía era que el patriarca estaba usando su relación como una carnada, para destruir a uno de los traidores, el otro era el hermano menor de Aioros.
-Este lugar tampoco es seguro...
Aldebaran lo sabía bien, pero pensaba que podía encontrar cierta protección en su amistad con el anciano maestro, con Dohko de Libra, comprendiendo bien las razones detrás de los celos de Kiki, de los roces aquí y allá del beta de más de doscientos años.
-Pero es mucho más seguro que ser señalado como traidor por el patriarca...
Aioros ya no debería perder más tiempo, se dijo Aldebaran, pensando que pronto Afrodita, Deathmask o Shura le darían alcance, no creía que la fuga de Aioros pudiera pasar desapercibida tanto tiempo.
-Parece que nuestros alfas no eran lo que nosotros imaginamos... pero, él mio solamente me dejo atrás, como si no valiera nada, él tuyo...
Saga había utilizado el golpe traicionero de su hermano para utilizarlo como un mero peón, obligándolo a lastimar a los traidores, a servirle como su mayordomo y desde hacía unos años, a calentar su cama, pero ya no podía quedarse más tiempo, necesitaba acudir con su hermano, Aioria lo necesitaba.
-No se que te hizo para que desees escapar, pero no puedo dejarte solo, sin importar todos los actos que has realizado para Saga.
Aioros asintió, el mismo no sabía porque Aldebaran quería brindarle ayuda, pero parecía que como Deathmask, al ser omegas mostraban empatía hacia su persona, así que tomando la mochila quiso marcharse, pero de nueva cuenta escucharon unos pasos, esta vez de tres personas.
Aldebaran le señaló que se escondiera en una de las habitaciones de su templo, donde guardaba los alimentos, tragando un poco de saliva, saliendo con un paso lento, observando a los tres santos dorados favoritos del patriarca.
-¿Sucede algo?
Pregunto, molesto, porque era muy tarde y su pequeño tenía que dormir, cruzando sus brazos delante de su pecho, tratando de mostrarse imponente, aunque sabía que no podría darle pelea a esos tres.
-Estamos buscando a un traidor, tal vez lo hayas visto por aquí...
Aldebaran negó eso, sin dejarlos pasar, logrando que Afrodita llevará una de sus rosas a sus labios, al mismo tiempo que Deathmask se acercaba a él, con su sonrisa burlona, mirándolo fijamente, como si tratara de amedrentarlo.
-Mu no ha sido declarado como un traidor, aun... así que te pediré que no le digas de esa forma y quien te dice, que si hubiera venido a verme, algo que no ha hecho en cinco años... les diría dónde está, es mi alfa destinado... un omega no puede ignorar esa unión...
Afrodita entrecerró los ojos, no estaban buscando a Mu, pero creyó en sus palabras, a punto de decirle lo que algunos susurraban, la razón por la cual se había marchado el corderito era que su omega no era tan hermoso como su alfa.
-No creo que Mu regrese... tuvo mala suerte al ser emparejado contigo.
Shura carraspeo un poco, no le gustaban esas palabras, eran incorrectas y podía ver que le dolían demasiado al gran toro, cuya expresión se quebró un poco, para después regresar a ser una firme, serena.
-No digas eso Afrodita, además, Aldebarán no es un traidor, sabe que no debe actuar en contra del Santuario y la misma diosa Athena ha dicho que Saga es su voz en este sitio.
Deathmask observó a las espaldas de Aldebarán, pensando que estaba escondiendo al arquero, pero no dijo nada, llevando su dedo índice a su barbilla, con una sonrisa burlona.
-Eres un omega, como yo, tú no serías capaz de arriesgar a tu cachorro por un vil traidor, no es cierto... Alde... aunque no se que haces despierto tan tarde.
La razón era sencilla, le costaba trabajo conciliar el sueño desde que Mu abandonara su hogar, pero no se lo diría al cangrejo, él era el peor de los tres, el más sanguinario, Afrodita solo gustaba de menospreciar a cualquiera que no fuera tan hermoso como él y Shura, él sabía que nombre estaba escrito en su muñeca.
-Esperaba por mi... le dije que me tardaría en llegar a casa, pero aquí estoy...
Fueron las palabras de Dohko, que llevando sus brazos detrás de su cabeza observó a los tres, demasiado molesto, aunque fingía que no le importaba su presencia en el templo de Tauro, con una sonrisa en su rostro.
-Ahora, lo que yo quiero saber es qué hacen ustedes tres molestando a Alde...
Como si esas palabras fueran suficientes para los tres santos dorados, decidieron retroceder, respirando hondo, antes de marcharse de allí, sin decirle nada más, siguiendo un rastro que no existía, porque él estaba escondiendo a Aioros.
-Metiéndote en problemas Alde...
Aldebaran se tardo un poco en responder, tragando un poco de saliva, observando a Dohko, que no portaba su armadura, pero si un vestuario masculino de tipo chino, de color blanco, asi como un sombrero de paja con forma conica.
-Anciano maestro...
Dohko negó eso, no le gustaba que le dijeran anciano maestro y ya le había dicho varias veces que no le dijera de esa forma, prefería Dohko, menos formal, así como no le recordaba que fue un anciano de casi un metro de estatura, con una apariencia nada humana.
-Ya te lo he dicho... no me digas así, solo llamame Dohko...
Por un momento pensó que trataría de ingresar a su templo, pero, tirando con delicadeza de su cabello, llevó sus labios a su oído, como para decirle algo, pero lo que hizo fue besar su mejilla.
-Nos vemos mañana... cuando haga públicas mis intenciones, no quiero que piensen que eres fácil... o algo parecido.
Después de eso, observó en dirección de la habitación donde se estaba escondiendo Aioros, sonriendo de oreja a oreja, para marcharse de allí, abandonandolo en silencio, aún con los brazos detrás de su espalda, como si estuviera demasiado orgulloso de sí mismo.
-¿Dohko?
Preguntaron algunos minutos después, Aioros, que había escuchado la voz con la cual hablaba el anciano maestro, comprendiendo que deseaba al toro del santuario, que era un omega aparentemente sin pareja, el que vivía solo en compañía de su cachorro.
-Deberías utilizar esta oportunidad para marcharte... y si ves a Mu, necesito que guardes silencio, no quiero que él sepa nada de esto, no quiero arriesgar su vida por algo tan insignificante.
Aioros quiso decirle que Mu le amaba, que las palabras pronunciadas por Afrodita no eran ciertas, pero, no dijo nada, porque si Saga no le amaba como decían las historias, podía ser que el alfa de Aldebarán, no quisiera estar emparejado con él.
-Suerte, Aioros...
*****
Sygmund seguía interponiéndose entre los hermanos, no quería que se mataran ni que comenzaran a pelear sin sentido alguno, comprendiendo la razón detrás de sus sueños, de su falta de interés en el dios guerrero de Mizar.
Los dos eran gemelos, el de la armadura blanca era su omega, su nombre era Bud, el otro gemelo era Syd, el gemelo afortunado, el que protegieron desde el día de su nacimiento.
-No peleen, no deben pelear entre hermanos...
Bud quiso decirle que no era su hermano, que nada lo unía a ese dios guerrero, pero se daba cuenta que esas palabras no eran más que niñerias, las que no llegarían a ningún lado.
-Te hizo daño...
Fue su respuesta, observando la sangre de su rostro, pensando que esa herida no se borraría, pero, aun le parecía ofensivamente apuesto, tal vez un poco más con esa marca, una vez que se curara.
-Pensé que deseaba hacerte daño... te estaba persiguiendo, hermano... era un alfa y tú eres un omega... siento haber llegado a la peor conclusión...
Bud de nueva cuenta enfureció, no era tan débil como para no poder defender su virtud y Sygmund no era un monstruo, al menos, no lo pensaba de esa forma, además, Syd, no tenía derecho alguno a comportarse como un hermano preocupado.
-No me digas así... tu no eres mi hermano... tu no eres nada mio y esa actitud no te queda...
Esas palabras fueron demasiado dolorosas para Syd, que desvío la mirada por momentos, al mismo tiempo que Sygmund creía que eso no tenía que pasar, a pesar de lo sucedido, no creía que el dios guerrero de Mizar tuviera algo que ver con la detestable decisión de sus padres.
-Bud... yo... por favor...
Alberich veía esa discusión con una expresión de disgusto, eran patéticos y estaban provocando un escándalo innecesario, llamando la atención como si fueran un par de payasos, acompañados del hermano mayor de Siegfried, el guardaespaldas principal de la señorita Hilda, otro omega.
-Cállate, yo no soy un conejo al que debas proteger...
*****
Hola, espero que este capítulo les guste, muchisimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. Estaba leyendo sobre la pareja de Mime-Alberich que mencionaron y aquí está mi respuesta. A propósito, las edades, estaturas y demás, las estoy sacando de datos oficiales. Aunque modifique las edades de Mu y Aldebarán, agregando unos añitos para que fueran mayores para tener a Kiki, aunque, los muchachos calientes lo tuvieron demasiado jóvenes, de todas formas. Bueno, dicho eso, de nuevo muchas gracias por todo.
Chapter 12: Derrota.
Chapter Text
Derrota.
Hefesto apenas podía sostener la espada de Ares con el mango de su martillo, sintiendo como sus tobillos se encajaban en el suelo, retrocediendo, a pesar de sus mejores esfuerzos, tratando de pensar en una forma de salir de aquella bravada inutil.
Sus rostros estaban demasiado cerca entre ellos y de pronto beso al dios de la guerra, un beso rápido, que cortó sus labios, logrando que sangrara, sorprendiendo tanto a su enemigo, que pudo escupir sangre contra su rostro, dándole en los ojos.
Ganando algunos segundos de ventaja, que quiso utilizar para apartarlo con un golpe de su martillo, retrocediendo cuando Ares, sostuvo su arma con ambas manos, a pesar de tener los ojos cerrados.
Maldiciendo en silencio, pensando en dejar su arma en esas manos, recordando una época en la cual hubiera encontrado esa fuerza impactante, esa belleza como algo digno de admirar, eso fue antes de su traición.
En ese momento detestaba tener escrito el nombre de Ares en su muñeca, que el dios de la guerra tuviera el suyo, por lo cual quiso hacer lo impensable, eso era escapar, abandonando su martillo favorito que se convirtió en un bastón cuando dejó de imponer su cosmos en esa pieza de armamento.
-No… no vas a marcharte…
Ares dejó caer su bastón, limpiando sus ojos con el dorso de su mano, buscando al dios Hefesto con la mirada, sin encontrarlo al principio, pero controlando su furia, decidió seguirlo en ese instante, cansado de ser rechazado y que no quisieran escuchar sus explicaciónes.
Sosteniendo el martillo, transformado en un bastón, para guardarlo a sus espaldas, notando por primera vez que habían destruido el hotel en su batalla, riendo bajito, encontrando demasiado divertido que el dios de la herrería quisiera pelear antes de huir, como lo hacía en ese instante.
-Tu me hiciste una promesa, Hefesto…
Hefesto había utilizado la distracción de Ares para escabullirse entre las sombras, pero no había llegado demasiado lejos, maldiciendo el tener que perder su arma favorita en las manos de esa bestia, cojeando sin la ayuda de su bastón, resbalando por culpa de la arena mojada, casi cayendo en el agua.
-Me juraste amarme toda la vida…
Ares escuchó el imperceptible sonido del agua salpicando en la arena, ladeando la cabeza, para después correr en aquella dirección, observando como Hefesto trataba de sumergirse en el agua, no sabía con qué razón, pero no lo iba a permitir.
Por lo que usando su martillo, lo aventó contra el mismo Hefesto, provocando que al tocar su piel, así como su cosmos, se transformara en su arma, golpeándolo con ella en la espalda, a la altura del pecho.
-Y si no me vas a escuchar, te obligaré a ello…
Hefesto por unos instantes sintió que perdía el aliento e intentó salir del agua, siendo sostenido por Ares, esta vez del cabello, sin hacerle demasiado daño, pero evitando que huyera, de nuevo arrebatando su arma de sus manos, su bastón y su martillo.
-Y tu… tu me juraste serme fiel… eso fue lo único que te pedí…
Pronunció de pronto, sorprendiendo al dios Ares por aquella acusación sin fundamentos, sin sentido, al menos él sabía que eso no era cierto, jamas le habia sido infiel mientras aun estaban juntos, después, provocó el nacimiento de sus dos últimos hijos, los gemelos del Santuario y la Atlántida, verdaderos reyes con sangre divina.
-Yo no rompí esa promesa… no como tu.
Ares fue abandonado varias décadas antes de que se gestara la vida de sus gemelos, sus favoritos hasta el momento, hijos de la diosa de la muerte, no del deseo o cualquier otra deidad, aunque hubiera amado que nacieran de su omega, la tecnología o en tiempos pasados, la herrería.
-Cuando buscaste a Europa, pero esta vez era un beta…
Hefesto sostenía la muñeca del dios Ares, que lo sacaba del agua con un paso demasiado lento, arrastrando poco después en la arena, hasta lanzarle no muy lejos, contra unas rocas, escuchando un quejido de los labios del dios herrero, que sabia, podia recibir mucho mas daño aun.
-Me cambiaste por un beta, un mortal… de cuya unión nació ese hijo al que buscas, el que te hizo suplicar y perder la razón.
Ares estaba seguro de eso, porque de otra forma no le hubiera acosado con señalamientos absurdos, después de abandonarlo por un mortal, después de siglos de rechazos continuos, acusándolo de romper su promesa, una mentira, se dijo en silencio, caminando hasta él, agachándose a su lado, despejando su rostro del cabello.
-¡Al que tú asesinaste! ¡Tú mataste a Europa! ¡No solo rompiste tu promesa!
Hefesto grito furioso, escupiendo su rostro de nuevo, sintiendo un fuerte dolor en su muñeca, la cual sangraba, símbolo del rechazo de su omega destinado, recordando una época en la cual quiso cambiar ese nombre, borrarlo de su cuerpo y casi lo consigue.
-No se de que estas hablando Hefesto y si fuera tan elocuente como tu, tal vez podria hacertelo ver…
Por supuesto que eso no iba a pasar, Hefesto después de realizar esa acusación se marcho, sin mirar atrás, rompiendo todos sus juramentos, entregándose a Europa, dejandolo atrás, sólo, desesperado, confundido, sufriendo un dolor punzante en su muñeca, era como si los dioses los quisieran alejados.
-Sin embargo, en lo que yo encuentro las palabras adecuadas, porque no soy más que una bestia o un bruto…
Aún recordaba esos insultos, los que profería contra sus gemelos, sus perfectos hijos que habían logrado instaurar la paz en el Santuario, así como la Atlántida, un acto por el cual deberían estarles agradecidos, no señalarlos como si fuera una atrocidad.
-Te llevaré conmigo a mi Coliseo, allí podré entender de qué demonios estas hablando.
Eso no podía suceder, su pequeño dragón era prisionero del vástago de Ares, e intentó apartarse, levantándose del piso, pero no pudo, cuando el dios de la guerra golpeó su estomago.
-Y le daré tiempo suficiente a mi hijo para seducir al tuyo… así, una vez que vayas por él, de nada te servirán tus suplicas, tu hijo, no querrá apartarse del mio, como tu no querrás apartarte de mi…
Serían una linda familia feliz, se dijo, cargando a Hefesto en sus brazos, pensando que aún era pequeño a comparación suya, porque al usar su cuerpo humano era tan alto como los dioses gemelos, en cambio, su omega tenía la estatura de cualquiera de los santos dorados.
-No esta vez…
*****
Dohko caminaba en silencio en el santuario, le gustaba esa época de paz, esa victoria sin muertes innecesarias, los gemelos que había pensado debían ser destruidos, eran unos verdaderos heraldos de la diosa Athena, de su sabiduria, asi como de su bondad.
Por fin había abandonado los cinco picos y nada en el mundo le haría regresar a ese sitio, después de pasar doscientos años en ese lugar, olvidado, como si fuera una reliquia del pasado.
Y aunque había conseguido algo parecido a una familia, una pequeña que cuido como su hija, así como a su alumno, quienes encontraron el amor en los brazos del otro, eso le hizo pensar que algo más faltaba en su vida, un amor o un afecto que le diera felicidad.
El deseaba afecto para él, amor para él, una familia un poco más tradicional, con una pareja, unos cachorros, una ceremonia, pero, el único que parecía comprenderlo era el Toro del Santuario, algo que pensaba era muy importante para una relación.
Dar y recibir, en eso se basaba una pareja perfecta, no en el amor, ni en el deseo, o en vínculos creados por dioses, que bien podrían traducirse como aquellos de una pareja de amantes o podrían ser enemigos, destinados a matarse.
Algo que había pasado en su juventud, Albafica mató a Minos, después murió, Manigoldo destruyó al dios de la muerte, sacrificando su vida en ese acto de valentía, de furia, porque no aceptaban a sus parejas con ellos así como Shion mato a su pareja destinada, un espectro llamado Lune.
Dohko no deseaba que eso sucediera con Aldebarán, ese joven no debía sufrir por culpa de la venganza de Mu, quien con una imaginación desbordante, estaba mucho más interesado en destruir a los asesinos de su maestro que proteger a su familia.
Pero que no lo malinterpretaran, le gustaba mucho Aldebaran, su cuerpo era precioso, tambien su rostro, siempre le habían gustado altos, su sonrisa era hermosa y se veía a sí mismo como su pareja, además, era uno de los pocos soldados que le trataban como un igual, que parecía ignorar que apariencia tuvo, ni le mostraba un excesivo respeto.
Habían bebido juntos en varias ocasiones, compartido sus puntos de vista y en ocasiones, aunque Aldebarán era demasiado severo en algunos temas, en otros pensaban lo mismo, creía que tenían mucho más en común que él y Mu, quien podía tener a cualquiera con su belleza sobrehumana, en realidad, estaba seguro que Shaka tenía un afecto muy especial por él.
Así que Mu, si alguna vez lograba regresar al Santuario, cumplir su venganza, podía regresar a los brazos dispuestos del hombre más cercano a dios, el toro sería su esposo, su pequeño su hijastro, aunque, Kiki lo detestaba, pero era normal, era un niño pequeño y estos siempre eran posesivos con sus omegas.
Dohko ingreso en el templo de libra, sentándose en una mesa para servir licor en un vaso, pensando en su viejo amigo, a quien resentía demasiado, el que lo dejó abandonado en los cinco picos, quien apenas le mando un alumno cuando creía que la guerra iba a empezar de nuevo, pero se equivoco, gracias a los gemelos no existían conflictos bélicos.
No lo extrañaba y no le dolía su muerte, era algo que tenía que pasar, se dijo revolviendo el licor con su mano derecha, para inmediatamente después beberlo, cerrando los ojos cuando el calor de la bebida inundó sus sentidos, jadeando su placer.
Sabía que Aldebarán ocultaba algo en su templo, por un momento creyó que era Mu, pero al darse cuenta que se trataba del omega de Saga, del dulce Aioros, no dijo nada, no iba a delatarlo, no deseaba que la furia del otro patriarca cayera sobre sus hombros, además, eso le mantendría distraído algunas horas, lo que se tardará en dar con su arquero fugitivo de nuevo.
Ningún alfa, aceptado por su omega, tenía que repetirlo en voz alta, pensaba con cierta diversión, encontrando algunos actos entretenidos, cuando en su juventud los hubiera pensado aberrantes, pero ese hombre estaba muerto, doscientos años de soledad le hacían eso a una persona, aunque, tenía sus medios para saber lo que ocurría en el Santuario, en algunas zonas.
-¿Por qué no les dijiste sobre Aioros?
Como un aliado, que hablaba demasiado en ocasiones, pero era inteligente, al que había entrenado en secreto, de tal forma que su proyección de cosmos era mucho mejor de lo que todos pensaban, como su sigilo, quien le veía desde las sombras con una expresión que no podía vislumbrar, pero el sonido de su voz era suficiente para él.
-Por la misma razón que tú no lo hiciste, espero…
Estaba nervioso, molesto y asustado, pensaba que había hecho algo mal, cometido un error, era uno de los soldados que respetaban el poder mucho más que la justicia, por lo cual, esperaba escuchar que había hecho bien al dejarle ir, que no era un problema el haberlo hecho, de los labios de alguien que pensaba era poderoso.
-Los fuertes, no se preocupan por la opinión de los débiles y alguien que tiene que forzar su voluntad en los demás, por medio de la violencia, no tiene poder en realidad.
Eso no era lo que necesitaba escuchar, sin embargo, Dohko se sirvió un poco más de licor, haciéndole una señal para que se acercara, se sentara en la mesa, observando a su alumno secreto, el que había tomado a las espaldas de Shion, que por alguna razón, no parecía interesado en su entrenamiento.
-Saga se enfocara en regresarlo, pueden tardar horas o días… mientras más tiempo sea mejor y cuando regresen, tendremos un aliado en él, así que, hiciste bien, no tienes porqué preocuparte por nada.
Su visitante asintió, aceptando el licor que servían enfrente suyo, bebiendolo de prisa, tosiendo cuando la bebida quemó su garganta, Dohko podía ver que aún tenía dudas, por lo cual, guardó silencio, esperando que le dijera lo que deseaba escuchar.
-¿Por qué Aldebaran?
Dohko sonrió, pensando en esa pregunta, pero sin humor para responder, especialmente después de aquellas terribles palabras pronunciadas en su contra, que le hacían temer que Mu jamas regresaria, porque no deseaba a un omega como él, porque ese alfa ante sus ojos era perfecto, en cambio, él tenía algunas imperfecciones, su edad una de ellas, su vieja apariencia otra, tal vez su estatura, aunque no era un hombre bajo, para el promedio de sus aliados, resaltaba un poco.
-¿Por qué no?
Fue su respuesta, bebiendo su licor, divertido por esa expresión de sorpresa en su alumno, quien guardó silencio, esperando una respuesta, que no llegó, no iba a darle explicaciones, no tenía porqué hacerlo.
-Puedes retirarte.
*****
-Lo sé … sé que no eres un conejo… o una liebre o un venado… lo sé…
Syd respondió tratando de buscar las palabras correctas para Bud, que solamente le veía molesto, furioso, por esa actitud dolida.
-Pero eres mi hermano… y no es que diga que he sido algo bueno para ti… o que no tengas razones para odiarme… pero… sigo siendo tu hermano y no he dejado de buscarte.
Bud negó eso, no los necesitaba, ni a sus padres, ni a su hermano, él estaba bien solo, sin ayuda, sin familia, sin nada a su lado, nada excepto su alfa, que se interpuso en su batalla.
-No los necesito, no te necesito a ti, no necesito a nadie y si soy lo que soy, es algo que yo me he ganado con mi propio esfuerzo, no porque me lo dieron en una bandeja de plata, que digo plata, una bandeja de oro.
Syd de nuevo cerró los ojos, sintiendo a Sygmund como un intruso en su conversación con su hermano, molesto por ello, porque apenas lo encontraba y tendría que compartir su existencia con la de ese alfa, al que había lastimado, que seguramente no le dejaría estar a su lado por eso.
-Me gustaría… quiero que tengas el título que te mereces, todo lo que fue de ellos, ha sido dividido en dos, la mitad para ti, la otra para mi, pero si no es suficiente, todo será tuyo, es lo mínimo que te mereces… pero… por favor, yo solo quiero conocerte, estar con mi hermano… como siempre debió ser.
Bud estaba furioso, estaba tan molesto que nada de lo que dijera Syd podía calmar su enojo, así que en vez de ver ese ofrecimiento como una muestra de paz, lo vio como si su hermano quisiera comprar su perdón con cosas materiales y él no estaba en venta.
‐¡No quiero esas baratijas! ¡Ustedes los poderosos creen que todo lo pueden comprar con su oro! ¡Pero yo no estoy en venta y nada quiero saber de ti!
No era eso lo que Syd pensaba al ofrecerle lo que era suyo por derecho de nacimiento e intentó acercarse a su hermano, de nuevo, pero de nuevo fue rechazado cuando Bud utilizó una postura defensiva como si quisiera pelear a golpes con él.
Siendo detenido de nuevo por Sygmund, quien se paró entre ambos, con los brazos estirados, evitando que Bud atacara a Syd, seguro que el dios guerrero de Mizar, no respondería.
-Son hermanos… los hermanos no deberían pelear entre ellos.
Bud escuchaba esas palabras atónito, pensando que su alfa le estaba dando la espalda por su hermano, a quien siempre elegían por sobre su persona.
-También te pondrás de su lado…
Sygmund negó eso, no estaba del lado de Syd, si los detenía era porque eso era lo que pensaba era correcto, los hermanos no deberían pelear entre ellos y sabía que Bud estaría mucho más tranquilo, si pudiera librarse de aquel dolor de haber sido abandonado.
-No… pero yo deseo lo mejor para ti y en verdad creo que deberían darse unos momentos para pensar en lo sucedido.
Ellos no tenían la culpa de los sucesos transcurridos en su infancia, ni Bud que se llevó la peor parte, ni Syd, que debió cargar con la culpa de sus padres desde que comprendiera la verdad.
-Ningún hijo debe cargar con los pecados de los padres…
Tal vez esas palabras fueron suficiente para aplacar a Bud, la sombra de Syd, o la ridícula noción de tener una familia con ese alfa, que decía tantas tonterías, o la mirada de cachorro de Mizar, pero tan rápido como había comenzado la batalla, terminó.
-Yo no creo en tus palabras Syd, pero, no quiero que mi encuentro con mi alfa, se dañe por culpa tuya.
Syd nuevamente desvió la mirada, pensando que Bud no lo aceptaría, sin embargo el hermano mayor, Sygmund, como le decía la amatista, suspirando llegó a una conclusión que no creía que le fuera a gustar a la sombra.
-Lo llevaré conmigo, para que se calme y coma algo caliente, porque no vienes con nosotros, yo se que Siegfried te tiene en buena estima.
La sonrisa en el rostro de Syd no era del todo discreta, pero no dijo nada más, solo asintió con su cabeza, siguiendo a la pareja destinada en silenció, con un poquito de esperanza en su corazón.
Alberich seguía observando esa patética escena con demasiada burla en su mirada, los hermanos eran ridículos, casi tanto como los gatitos, quienes estarían distraídos con sus problemas familiares.
Escuchando ahora él un sonido familiar, aquel de las cuerdas de un arpa tocadas por el viento y observando en aquella dirección, vio al músico pacifista, el hijo de Folkell, ese fastidioso rubio que lo seguía a todas partes.
Por una razón completamente ridícula, que solo seres patéticos y despreciables, como la sombra de Mizar, veían como una bendición.
Eso era porque ambos tenían escritos el nombre del otro en su respectiva muñeca, se suponía que eran destinados y sí tuviera el poder para borrar ese nombre, eso haría, sin dudarlo un sólo momento.
-Malditos dioses.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, se los agradezco muchísimo, ahora, quien creen que sea alfa y quien omega de la pareja de amatista y músico. SeikenNJ.
Chapter 13: Luz de velas.
Chapter Text
Luz de velas.
Radamanthys había terminado de vestirse con el vestuario negro que dejaron para él, en ese momento estaba peinando su cabello y acomodando sus cejas con las puntas de sus dedos, observandose en un espejo casi de su estatura, donde podia verse de cuerpo completo.
Kasa le veía en silencio, limando sus uñas, dándole más filo a las mismas, observandolas de vez en cuando como si estuviera aburrido, escuchando los pasos de Kanon, que vistiendo sus escamas les miraba detenidamente, primero al general marino, que se marchó inmediatamente, después a su dragón.
Radamanthys le miraba con molestia, sabía que no lo deseaba cerca suyo, pero no le molestaba, no conocía nada de él para tratarlo de la forma en que lo hacía, ni de la forma en que lo deseaba.
Deteniéndose a pocos pasos de su cuerpo, pensando en recorrer esas cejas tan lindas, pero no lo hizo, llevando su mano a su espalda para evitar la tentación de tocarle, debía evitar que su entusiasmo por tenerle a su lado siguiera hundiendolo ante su dragón.
-Te ves hermoso…
Radamanthys no respondió como cualquier otro lo hubiera hecho, en vez de sonrojarse porque un hombre de su belleza le dijera esas palabras, su ceño se hizo un poco más profundo.
-Porque no vienes conmigo, tengo una cena lista para ambos…
Kanon con un gracioso movimiento de su mano le indico por donde caminar, algo que hizo Radamanthys, pensando que eran dos dragones, uno de mar y uno del Inframundo, aunque su señor hubiera muerto, los dos tenían escamas, los dos tenían colmillos, los dos eran depredadores.
-La he preparado como una disculpa, una ofrenda de paz, no me he comportado a la altura de tu compañía…
Pero el dragón de mar por el momento tenía la ventaja y el se veía obligado a jugar bajo sus reglas, porque enfrentarse a él de forma directa no había funcionado hasta el momento y como recompensa había resultado malherido.
-No me gusta la música clásica… Si ese flautista se presenta para amenizar la cena, prefiero perforar mis tímpanos.
Kanon sabía que eso era cierto, que sería capaz de lastimarse, pero no era necesario llegar a semejantes extremos, después de todo, había dejado que Sorrento persiguiera ese dragón suyo, para que su omega no terminara haciéndole daño.
-No tenemos que llegar a esos extremos, Radamanthys, aunque no niego que me encantaría poder bailar contigo alguna clase de vals, sin embargo, el baile no es algo que guerreros como nosotros comprendan… no es verdad.
Radamanthys le seguía como quien sigue a su ejecutor, escondiendo un cuchillo en su manga, pero eso era inutil, eso había quedado claro en su última batalla, él era un mejor guerrero y tenía formas de encontrarlo.
-Ahorrame tu conversación barata, no me interesa nada que tu tengas que decirme y espero que la comida sea cien veces mejor de lo que es la compañía, porque si no lo es, prefiero morir de hambre que probar bocado alguno.
Kanon únicamente sonrió, al escuchar esas palabras, la seguridad con la cuales eran pronunciadas y aunque parecía que su dragón aceptaba su compañía, aun seguía rebelándose ante él, caminando a pocos metros de distancia.
-En cambio, para mí, aunque la comida que he ordenado preparar para nosotros es de lo mejor, es la compañía lo que encuentro insuperable.
Radamanthys de nuevo no se molestó en responderle, caminando a pocos metros de distancia, siguiéndolo muy cerca, con un paso lento, calculado para no acercarse demasiado a él, sin perderse un solo movimiento suyo.
De la misma forma en que lo hacía Kanon, pero por dos razones completamente diferentes, porque mientras el dragón alado trataba de mantenerse apartado de su enemigo, el dragón de mar, buscaba lo contrario, así como evitar que su compañero remontara el vuelo.
Abriendo la puerta que daba al comedor donde se realizará la cena, un salón majestuoso, con una arquitectura un poco anticuada, con cientos de velas que iluminaban ese sitio, después de todo, ese lugar había sido creado para Poseidon, no para su senescal.
-Toma asiento.
Radamanthys noto como Kanon le señalaba un lugar a su derecha, con una silla amplia, casi como un trono, tapizada de colores oscuros, tonalidades que podrías asociar con el mar, lo demás era de oro, demasiado pomposo.
Kanon tomo asiento en la cabecera de la mesa, en un trono que media fácilmente el doble o triple de cualquiera de las sillas, haciendole pensar en esas fiestas para niños de su infancia, cuando arreglaban pequeñas mesas para ellos y mesas comunes para los adultos, se preguntaba si tambien desearia darle comida especial, como sucedía en esas celebraciones de cumpleaños.
-Esto ha sido creado para Poseidon, cuando gobernara el mundo con Athena a su lado… en varias ocasiones ha tratado de seducirla, ese de allá es su asiento, son pares, uno exactamente igual al otro.
Radamanthys vio un trono del mismo tamaño que el que usaba Kanon para sentarse, pero con algunos temas diferentes, que no estaba seguro de que significaban, sin embargo, estaba seguro que estarían asociados con Athena, llevando entonces una mano a su boca, pensando que había olvidado que significaban y un dia atrás, lo hubiera comprendido, ella era después de todo su enemigo.
-Pero si te sentabas en esa silla, estarías demasiado lejos de mi y significaría que me aceptaste como tu alfa, tu esposo, mientras tanto, este asiento es suficiente para ti.
Así que sí lo estaban sentando en una silla para niños, se dijo con molestia, desviando la mirada hacia cualquier otra parte que no fuera Kanon, quien solamente se recargo en la silla, sus nudillos en su barbilla, mirándole con una sonrisa burlona, ladina.
-No soy tu igual, eso ya lo has dejado bastante claro, pero sentarme en una silla para niños, después de obligarme a darme un baño vigilado por ese reptil… es demasiado, Kanon.
La forma en que pronunciaba ese nombre era un insulto en sí mismo, demasiado agresivo, pero pronto lo cambiaría por algo mucho más melodioso, esa era una batalla de voluntades y pensaba, que la suya era superior.
-Que haras despues, hacerme comer a la fuerza, darme comida con una cuchara…
Eso lo dijo acercándose un poco más a él, como si lo estuviera retando a ello, regresando a su respaldo, cuando la comida comenzó a llegar, así como el vino y los pequeños bocadillos que habían preparado para su deleite.
-No tengo que hacer nada de eso, porque si llegas a debilitarte, solo tendría que cuidarte un poco más, atender esas heridas que no están sanando como deberían, puedo verlo en la forma en que te mueves, en cómo respiras, nuestra batalla no debió suceder, ahora lo sé, no estabas preparado para ella, no eres el mismo guerrero que resistió la explosion de galaxias y mi triangulo dorado al mismo tiempo.
Radamanthys llevó una mano a su costado, él tenía razón, estaba olvidando información importante, estaba perdiendo su cosmos, aunque no del todo, aún retenía algunas cosas, aun podía pelear, pero era cierto, no estaba al nivel de Kanon de dragón marino.
-¿Qué me está pasando?
Kanon apreció esa pregunta, ordenando que les sirvieran primero un poco de potaje, con carne y papas, algo que le gustaba comer en su niñez, que esperaba que su omega pudiera disfrutar.
-La surplice es en buena medida la fuente de su cosmos y de su conocimiento, son jóvenes comunes, sin entrenamiento, secuestrados por el dios Hades para morir en una guerra sin sentido, vistiendo las surplices, el cosmos, así como los recuerdos de quién has sido los últimos años de varias vidas diferentes.
Radamanthys estaba hambriento, no tenía porque mentir ni tampoco deseaba debilitarse todavía más, por lo que, comenzó a comer del plato de sopa, aunque nunca habían sido sus favoritas, tomando un pedazo de pan de la forma en que su omega siempre le había dicho era descortés, mordiendo el pan, en vez de arrancar un pequeño pedazo para llevarlo a su boca.
-Debe ser una decepción para ti… estar atado a un joven común, secuestrado por Hades, cuando podrías poseer al Juez del Inframundo…
Kanon ladeo la cabeza, pensando en esas palabras, pero ese no era el caso, creyendo firmemente que esa actitud era la misma que tendría el juez de las almas, si bien Radamanthys no podía mentirle, no creía que fuera muy diferente con el juez de las almas.
-Yo lo estaría, pudiste tener un diamante y solo obtuviste carbón…
Era el momento de Kanon de probar bocado, para después beber un poco de vino, pensando en esas palabras, Radamanthys era un diamante, nunca sería un pedazo de carbón.
-No creo que el juez de las almas sea muy diferente a ti, Radamanthys, tal vez pude despreciarlo o no, tal vez pudo aceptarme con mayor facilidad, el podría reconocer las ventajas de ser el omega del amo del mundo, podía ver en mi un alfa adecuado, o su legendaria lealtad le habría hecho odiarme, destruirse antes de aceptarme a su lado como su amante, cuando tu inocencia te hace temerme basándote en esas pesadillas que has tenido, pero creo firmemente, que tengo una oportunidad para seducirte, aunque fueras un juez de las almas.
Radamanthys retiró la sopa, para servir un trozo de carne, algunas papas y un poco de fruta, llamando la atención de Kanon, que pensaba, al menos esos eran sus modales, que lo salado y lo dulce no se combinaban de esa forma.
-Lo he pensado mucho tiempo y me doy cuenta que algo o alguien trata de interponerse entre nosotros, alguien que te odia a ti o me odia a mi… tal vez, alguien que puede desearnos, no lo sé, pero cuando de con esa entidad, sufrirá las consecuencias de provocar esas pesadillas en tu psique.
Radamanthys negó eso sintiendo un estremecimiento por el odio que sentía Kanon por aquella entidad sin nombre, pero no creía que eso fuera cierto, qué clase de dios o demonio se molestaria en implementar pesadillas en su psique, únicamente para separarlo de su alfa, era completamente absurdo, se dijo, comiendo un poco más de fruta junto a un buen pedazo de carne.
-Pero mientras tanto, disfruta de tu cena, yo lo estoy haciendo…
*****
Algunas horas antes Kanon a pesar de presentarse a su reunión estaba distraído, ajeno, distante, como si tuviera su mente en otra parte, algo que comenzó a molestarle demasiado, ese no era su hermano, jamás se dejaba llevar por sus emociones o deseos.
-No puedo quedarme.
Fueron sus palabras, decidido a marcharse sin darle una sola explicación racional a sus estúpidos actos, encontrandolos ridículos, sin embargo, el realizar las tareas que su hermano decidió ignorar, regresando a sus habitaciones con un paso lento, había sido una junta muy cansada sin él a su lado.
Lo único que deseaba era descansar un poco en su alberca en compañía de su omega, que llevaba dos años libre del satán imperial pero aun así había decidido quedarse a su lado.
Comenzando a cuidar de él, realizando pequeñas tareas que no le había ordenado, pero apreciaba de todas formas y en su cama, su arquero, su omega perfecto, era todo lo que siempre deseo, lo que sabía que sería de no ser por culpa de su hermano.
Quien salvó su vida, porque el, su parte más oscura, había mandado a que le detuvieran sin importar las consecuencias, no podía dejar con vida a la pequeña Athena, ni que su omega escapara para organizar una rebelión en su contra.
Solo por eso no castigo ese acto, sin contar, que la parte más oscura realmente apreciaba a su hermano menor, parecía quererle de una forma sincera y lo deseaba vivo, era su familia, no podía perderle sin dar una batalla.
El en cambio amaba con locura a su omega, haría lo que fuera por él, menos dejarle ir, sin él su vida no tendría sentido, por lo cual, cuando dio el primer paso en su templo y no lo encontró, inmediatamente supo que algo había pasado.
Recordando las palabras de su hermano que le había dicho “cuando pueda marcharse lo hará, no esperes que se quede después de lo que has hecho en el santuario” y sin embargo, él no deseaba creer que Aioros fuera tan cruel, no después de esos dos años actuando como un omega amoroso, recibiendolo en su lecho, actuando como su ejecutor.
-Se ha ido… se ha marchado…
Esa voz, de nuevo esa voz en su cabeza, de alguien al que podía ver en el espejo, con cabello blanco y ojos rojos, inyectados de sangre, era el más oscuro, aquel que habitaba en su psique, quien de nueva cuenta tomó su cuerpo, encerrandolo en el espejo, al menos, así lo veía en su mente, en la realidad, la dolorosa verdad era por mucho peor, esas dos personas eran la misma, ellos eran Saga.
-Pero no puede llegar lejos.
E inmediatamente hizo que sus aliados, sus tres soldados predilectos siguieron su rastro, no podía llegar demasiado lejos y sin embargo, él también decidió salir para darle caza, furioso por esa traición, por la forma tan fácil de darle la espalda, actuando como si no existiera, como si no le importara su dolor.
-Ellos no lo van a encontrar… necesito a un soldado mucho más capacitado.
Saga utilizando la otra dimensión atravesó distancias imposibles para cada uno de los soldados de Athena, exceptuando para un puñado de los mismos, uno de ellos su hermano, el otro Mu, pero él estaba lejos, fuera de su alcance buscando la forma de matarlo para vengarse de la trágica pero necesaria muerte de Shion.
El patriarca del Santuario, que era también el Santo de Géminis, como en su tiempo Sage fue el Santo de Cáncer antes de dar con el verdugo e Itia fue el Santo de Libra antes de su trágica muerte, había llegado a dominar cada uno de sus habilidades, su cosmos era el mayor del Santuario.
Sólo su hermano podía enfrentarse a él, porque los dos eran como dos gotas de agua, como dos leones cazando juntos y su presa era un arquero que pensaba que iba a llegar lejos, localizando a sus aliados a pocos kilómetros del Santuario.
-Saga…
Afrodita fue el primero en verlo, tratando de arrodillarse frente a él, pero no lo permitió colocando una mano sobre su hombro, si deseaba regresar a su omega a su hogar, tenía que hacerlo por sí mismo.
-Regresen al Santuario, yo me encargare de Aioros.
Deathmask no supo qué decirle, tampoco Shura, pero Afrodita asintió, observando a su omega de piel blanca como la leche, después a su aliado, haciéndoles una señal para regresar por sus mismos pasos, observando al horizonte, esperando que su falla no les costará demasiado caro.
-Saga…
Saga sabía que no lo habían encontrado por lo cual, su mirada fue tal que sintieron terror de tan solo verle, retrocediendo algunos pasos, para comenzar a moverse de regreso al Santuario, al mismo tiempo que el santo de géminis comenzaba a meditar, tratando de encontrar alguna manera de dar con su omega.
-No puedes llegar demasiado lejos…
Y de pronto lo comprendió, su arquero no había llegado demasiado lejos, en realidad, no creía que se hubiera alejado demasiado del santuario, no se atrevería a usar su cosmos para moverse, lo que le hacía avanzar lentamente, si estaba en lo correcto, debía estar en los alrededores del Santuario.
-Y no lo has hecho…
*****
Aioros había caminado durante horas, utilizando las sombras, el mar y los pasos que ningún santo utilizaba jamás, escabulléndose en las zonas turísticas, aquellas que eran habitadas por personas ignorantes que se tomaban fotografías en poses ridículas.
Sus provisiones eran suficientes para un largo viaje, si lo realizaba como lo haría cualquier guerrero del santuario, pero él deseaba pasar desapercibido, por lo cual, robó algunas prendas usando su velocidad, cambió su ropa por una mucho más moderna y comenzó a moverse como lo haría un humano común.
Deseaba alejarse lo más que pudiera antes de que Saga diera con él, escuchando los pasos de alguien a sus espaldas, volteando para ver demasiadas personas, no podía estar seguro de dónde eran esos pasos que le seguían, no hasta que alguien tiró de su cuerpo, escondiéndolo en un callejón oscuro antes de que sus ojos se abrieran de forma alarmante, observando a Saga caminando entre la multitud, vestido con un traje sastre.
-Me mandaron a recogerte… un amigo que no sabes que tienes…
Al observar a la persona que le ayudó a esconderse, vio a un soldado que podría ser considerado un santo dorado, aunque solo portaba una armadura de plata, era uno de los muchos guerreros de la isla andrómeda, que se decía era habitada exclusivamente por omegas.
-Un amigo en común me mandó a buscarte, sigueme si no quieres que Saga de contigo.
Aioros quiso preguntarle quien se suponía que era su amigo, pero no lo hizo, siguiendo al santo de plata de nombre Albiore, quien decían era tan fuerte como uno de ellos, o tal vez mucho más fuerte que algunos de sus aliados de armadura dorada.
-¿Qué amigo?
Albiore no respondio a esa pregunta observando como un auto negro se detenia no muy lejos de alli, cabía mencionar, que el tambien usaba ropa mundana, actuando como un civil.
-Lo verás por ti mismo… pero es un dios justo…
En ese momento Aioros no supo qué responder, si debía seguir a un dios que no fuera Athena, quien le había dado la espalda y permitido que Saga le usara como un juguete, o seguir a un santo de plata vestido como un civil, quien decía tenía un amigo que deseaba ayudarle.
Un amigo que mandó a uno de los soldados de la isla Andrómeda para buscar, una isla que había ignorado las órdenes del patriarca, así como de la diosa Athena desde la caída de Shion, que habían logrado mantenerse en pie contra todo pronóstico.
Pero este soldado no era un simple soldado, era el maestro de Shun de Andromeda, quien había resultado ser la encarnación del dios Hades en la tierra, el que era protegido por la familia Heinstein, conocida por su riqueza, opacando a los Solo o los Kido.
-Es tu alumno…
Susurro, no estaba horrorizado, ni sorprendido, únicamente trataba de pronunciar una respuesta obvia, quien estaba interesado en brindarle ayuda era el mismo dios Hades, pero se suponía que había sido asesinado por los hermanos, él y la dama negra del Inframundo.
-Eres mucho más inteligente de lo que te han dado el crédito, pero eso siempre pasa cuando eres un omega.
Se quejó, cruzando sus brazos delante de su pecho, observando a Aioros que aún cargaba la mochila que Aldebarán le había preparado con tanta amabilidad, un acto por el cual siempre estaría agradecido.
-Escuche que Saga piensa elegir un compañero para ti… ya que no… ya que no deseas a ninguno.
Albiore sonrió, quería ver que lo intentaran, se dijo en silencio.
*****
Saga había seguido el rastro de Aioros hasta una zona habitada por civiles, personas idiotas que actuaban como simples bufones, perdiéndolo de pronto, cuando estaba tan cerca que casi podía tocarlo y por un momento quiso destruir todo a su paso, sin embargo, no lo hizo, diciendose que daría con su amado, no podía esconderse por siempre, no lo iba a permitir.
-Te encontraré… tarde o temprano te encontraré…
*****
Siegfried al regresar a sus habitaciones, encontró una perla dentro de una almeja, algo que le pareció exageradamente extraño, porque según recordaba haber visto en algunos libros, esa clase de almeja era de climas tropicales y esa perla era extremadamente costosa, la que tomó con sus dedos desnudos, sintiendo un cosmos cálido recorrer su cuerpo de pies a cabeza, tragando un poco de saliva.
-Que extraño…
Susurro observando también una nota, alguien había ingresado a sus habitaciones para dejar ese obsequio y una carta, pensaba que solo para sus ojos, después de todo, tenía su nombre escrito en ella.
“Querido Siegfried”
“Eres tan hermoso como siempre lo habia imaginado, pero tambien eres imponente, como el sueño de un escultor, como un dios de leyenda, tan parecido al primero que llevo tu nombre, que no se que pensar, si eres mortal o eres un dios, un ente divino creado para atormentarme”
“Porque verás, yo no soy merecedor de tanta belleza, tanta fuerza y honor, no merezco llevar tu nombre en mi muñeca, pero aun así, no puedo evitar mirarte de lejos, como un voyeur, un miron que roba pedazos de tu vida, anhelando tener la valentía para acercarme a ti”
“Pero no puedo, porque, como ya lo he dicho antes, si me comparo contigo, no puedo dejar de pensar que no te merezco, que no soy digno de tu presencia, de tu nombre grabado en mi piel”
“Se que te amare, que ya te amo, pero, me conformo con mirarte, por ahora, hasta que encuentre la valentía para acercarme a ti, mi hermoso dragón de dos cabezas”
Siegfried no estaba seguro de que sentir después de leer esa carta, si debía sentirse horrorizado porque alguien le había seguido sin darse cuenta, lo habia observado en silencio, así como habia ingresado a su cuarto para dejarle un regalo y esa extraña carta, o sentirse dichoso, luchando con el sonrojo de sus mejillas, al pensar que esa persona era su alfa destinado, aquel cuyo nombre tenía escrito en su muñeca.
-Odin…
Quien seguramente escuchó sus palabras, aquellas de que no deseaba un alfa, ni un compañero, razón por la cual ingresó en su habitación, por la que escribió esa carta, logrando que se estremeciera, tratando de pensar en quién podría ser.
Nada vino a su mente, pero por la letra, por esas palabras, se imaginaba a un hombre amable, con una hermosa sonrisa y ternura en sus manos, que le trataría como alguna clase de tesoro.
Sin embargo, observando la perla, así como la carta, decidió que no deseaba nada de eso, por lo cual dejaría su obsequio por ahi, para que cualquiera pudiera tomarlo, la carta, esta la hizo una bola, para lanzarla a un cesto donde dejaba las hojas que el mismo escribía pero resultaban dañadas por su tinta o su caligrafía descuidada.
-No necesito un alfa…
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas, adoro recibirlos. Ahora, estaba muy tentada en que Saga capturara a Aioros de nuevo, pero, no se dejo, asi que se me ocurrió colocar a un personaje que creo que no he leído demasiado, ese es Albiore, que según algunas fuentes, es tan fuerte como los santos dorados y recuerdo haber escrito en alguna historia que él era un omega, aunque solo de pasada. Aquí también lo es. Mil gracias. SeikenNJ.
Chapter 14: Tormenta.
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Tormenta.
Esa era la tercera ocasión que acudió con Andreas a tomar el té, a comer algunos bocadillos, quien solo le miraba en silencio, escuchando sus temores, sus deseos, lo sucedido con su hermano, su pobre hermano atrapado en el Santuario en las manos de un monstruo.
-Tu muñeca está sangrando...
Susurro el doctor, viendo como las vendas se iban pintando de rojo, humedeciéndose lentamente, Aioria vio la sangre en completo silencio, finalizando con su historia, dispuesto a marcharse de pronto, como lo había hecho en varias ocasiones.
-Debo irme...
Andreas se levantó, tratando de seguirlo, escuchando su carrera por las escaleras, mirándolo con demasiada pena, reconociendo una marca de unión que no era deseada, la que se presentaba como un estigma de alguna clase cuando el omega no deseaba a su alfa, o no era deseado por el mismo, las marcas sangraban, las señales dolían, como si fuera un castigo.
-Como puedo ayudarte...
Sus ojos cafés fijos en el joven león en ese momento, los que se pintaron de lila por unos segundos, suspirando, para recoger el té que Aioria había abandonado, así como el pastelillo que no terminó de comer, el que se iba a desperdiciar.
-Cómo ayudarte...
*****
Fenrir observaba la luna en silencio, acompañado de sus lobos, estaba sentado en una de las zonas más altas de los riscos de Asgard, él también había sido testigo de la pelea de los dos hermanos, encontrándose ridícula.
A su lado estaban sus lobos, aquel de pelaje plateado lamía su mano con delicadeza, la loba que había sido como una madre para él, la que guiaba a su jauría, de la que él se había vuelto parte, alguna clase de alfa, su heredero a pesar de no ser uno de ellos en cuerpo, pero si en espíritu.
Sus muñecas generalmente estaban vendadas, cubriendo una marca de unión, el nombre de su omega destinado, escrita en un idioma que no podía leer, ni identificar, aunque tampoco era como si pudiera leer su propio lenguaje, era demasiado pequeño cuando sus padres fueron asesinados por ese oso.
Cuando la casa de los Fenrir desapareció, su castillo convirtiéndose en un mausoleo, en una sombra de lo que fue, razón por la cual no estaba del todo interesado en conocer a su omega, eso era para los humanos, para la gente que le dio la espalda, no para él, ni para sus hermanos lobos.
Al menos eso se dijo en silencio, observando la marca de su muñeca, que de nuevo le dolía un poco, pero no era tan malo como con ese Santo dorado, aún no sangraba, pero terminaría haciéndolo, hasta que su vínculo se cortara, transformando el posible amor que pudieron sentir por odio.
-No son más que tonterías...
*****
-¿Qué has oído del Santuario?
Esa pregunta era realizada por el gigante de armadura verde, que estaba recargado en la barra con una postura desgarbada, a su lado estaba el otro gigante, aquel de cabello blanco, con una barba corta, quien le miró con una expresión sorprendida, sin entender porque le importaba de pronto el Santuario a Heracles.
-Solamente chismes, que es gobernado por un demente y su hermano.
Fue la respuesta de Tholl, quien bebió de un solo trago el tarro de hidromiel que le habían servido en dos tarros demasiado grandes, recordando lo que había escuchado de ese sitio, de la Atlántida y de la caída del Inframundo, al que atacaron, al que destruyeron en una sola noche, al menos, eso era lo que se decía.
-Yo escuche que hay un omega de nuestra estatura, puedes creerlo...
Heracles podía compartir la forma de pensar de los gemelos, había paz, había tranquilidad y si hubiera alguna forma para limpiar sus tierras del endemoniado hielo, de tener paz, cultivos, calor, no le molestaría servir a otro dios que no fuera Odin, con tal de tener lo que deseaban.
-A mí me gustan mucho más las parejas pequeñas y delicadas...
Respondió con una sonrisa burlona, al leer las intenciones de Heracles, al notar la mirada lujuriosa de ese soldado, que solo estaba diciendo tonterías, no creía que la señorita Hilda pudiera interesarse en aliarse con esos dos gemelos y lo mejor era pasar desapercibidos, aunque con los dos invitados en el castillo, era algo que estaba seguro que tarde o temprano tendría que pasar, por culpa suya sufrirían una visita del Santuario, para llevarles su paz, por tener a esos traidores entre sus filas.
-Tal vez tú los prefieras así, pero, yo quiero un omega que resista mi virilidad, que pueda acariciar sin hacerle daño, que no tenga porqué medir mi fuerza.
Heracles estaba seguro que tener a ese omega entre sus brazos sería algo maravilloso, hacerle suyo sería el éxtasis, ellos eran demasiado grandes, podían lastimar a sus parejas si no se movían con delicadeza, si no median su fuerza, pero ese toro, porque había escuchado que era el santo de Tauro, podría resistir su afecto.
-Yo deseo algo mucho más etéreo, delicado, con formas gráciles y pocas curvas... parecido a una gacela o venado, tal vez un lobo.
De nuevo Tholl no compartía su forma de pensar respecto a las parejas, sin comprender a Heracles, él no encontraba nada agradable la idea de tener un omega de su tamaño, el prefería algo mucho más delicado, mucho sutil, no estaba interesado en un omega, podía ser un alfa o un beta, pero deseaba que su pareja fuera mucho más parecido a una nereida que a un gigante, así no se suponía que debían ser las esposas.
-Tu quieres un omega para admirar, como si fuera una pintura, yo deseo uno para disfrutarlo.
Heracles al imaginarlo sonrió, casi riendo al pensar en ese omega solitario, con un cachorro, algo deshonroso, pero que estaba dispuesto a tolerar si era tan grande como lo describían, aunque de cara, decían que no era tan hermoso, algo que no le importaba, lo que deseaba era un cuerpo caliente con el cual disfrutar de sus más descabelladas ideas.
-Un omega voluptuoso, para mi disfrute.
Esta vez dibujó su silueta con sus manos, como si lo estuviera imaginando en ese sitio, y así era, aunque estaba seguro que él debía ser un poco mas fuerte, un poco mas alto, así como mucho más viril, después de todo era un dios guerrero, el toro del santuario era solamente un omega.
-Tiene un cachorro, según dicen, así que tuvo un alfa.
Eso le importaba muy poco, que tuviera un alfa, o un beta o algún otro amante, cuando él llegara a su vida, solo podía pensar en él, además, tenía lo necesario para complacerlo, ni siquiera Tholl podía compararse se dijo en silencio, bebiendo más cerveza, sin molestarse si alguien los escuchaba o no.
-Ese alfa no importa, seguramente no es más que un enano que no puede complacerte de la forma en que lo merece.
Tras decir aquellas palabras comenzó a reírse demasiado fuerte, creyendo que eso era divertido, esta vez haciendo un movimiento lascivo con sus caderas, algo que no le molesto a Tholl, a pesar de su apariencia, él gustaba de hacerle daño a sus enemigos y había tenido suficientes amantes como para saber que apenas sentían un pequeño dolor, para después conocer el paraíso en sus brazos.
-Y qué harás con el cachorro...
Tenía un cachorro, un niño lemuriano que se dedicaba a meterse en problemas, un niño muy triste, lo sabían porque había espionaje de ambos lados, supuso, mientras los del santuario mandaron a dos supuestos refugiados, en quienes no creía un ápice, ellos tenían cuervos que funcionaban como los ojos del buen Andreas.
-Podría cuidarlo como mío, o mandarlo al hospicio, yo que se...
Le importaba muy poco lo que sucediera con ese niño, podría cuidarlo si era lo suficiente fuerte, pero si le causaba problemas vería como hacerlo a un lado, no le importaba que fuera un niño pequeño, eso era lo mejor, así ese omega solo estaría enfocado en su placer, no en el cuidado de un niño que no era suyo.
-Eres un cerdo.
Se quejó Tholl, pero no era un reproche verdadero, pensando en algo más que había escuchado, en cómo ese omega con esa armadura dorada recibía demasiada atención para ser alguien de su tamaño, en un alfa era algo importante, pero en un omega, ante sus ojos era algo indeseable.
-Aunque escuche que un beta ha dejado sus intenciones muy claras, lo desea como su compañero y creo que el omega del que hablas, el de Tauro, lo ha aceptado.
Al menos eso era lo que imaginaba, porque según decían, esos dos siempre estaban juntos, uno a lado del otro, una actitud que no era deseable tampoco en un omega, que además de ser demasiado alto, también era demasiado promiscuo, por lo que no entendía que esperaba obtener Heracles de él.
-El santo de la libra... o algo así, él no cuenta, además, es el menos impresionante de todos ellos y según creo es un beta.
Como decían algunos dichos, las noticias corrían demasiado deprisa, especialmente cuando el Santuario era la cuna de la civilización en ese momento, era el sitio donde la paz había comenzado y en donde ese omega vivía, junto a diez santos dorados más, porque dos de ellos estaban en sus tierras, actuando como refugiados, cuando en realidad eran espías.
-Dicen que tiene más de doscientos años...
Tholl no creía en esas noticias, le parecían demasiado absurdas, ridículas, por lo cual se encogió de hombros, pensando que Heracles tenía demasiado mal gusto, pero un buen corazón, porque un hombre bajito y viejo era una compañía ridícula, aunque podría ser poderoso, pero ellos también lo eran.
-No me importa, es más, hasta estoy pensando en ir al Santuario, para ofrecerte mi protección y una buena dote por su mano.
Alguien más, que apenas acababa de llegar al escuchar esas últimas palabras se acercó a ellos, con un paso decidido, no le gustaba lo pronunciado y creía, que debía hacerles callar, nadie hablaba así de su omega, sin importar que tuviera que alejarse, pero regresaría con ellos, para compensarlos por su ausencia.
-El ya tiene un alfa...
Heracles observo a Mu de reojo, sin prestarle demasiada atención, creyendo que si ese omega tuvo un alfa, este solo le uso para tener sexo con el, aprovechando su poca belleza, para los ojos mundanos, para el, era toda una hermosura, aunque cargara con un hijo.
-Si le importara a ese alfa, no se habría marchado.
Fueron sus palabras descuidadas, sin notar como el rostro de Mu se quebraba por momentos, jadeando, para después negar eso con un movimiento de su cabeza, eso no era cierto, él amaba a su omega y si se marchó fue por su bien, por el de su cachorro.
-Tu no sabes eso...
Por un momento quiso atacar a Heracles, que le observó con una ceja alzada, retando al alfa de apariencia femenina a ello, seguramente creía que estaba insultando a su aliado, a pesar de tener a un omega con él, uno que era varios años menor, una cosita dulce, pero demasiado delicada para su gusto.
-Mu... basta, no cometas ninguna locura.
Pronuncio Aioria, tomando a Mu de los brazos para llevárselo de allí, obligándolo a calmarse, algo que no hizo, pero no peleo con él, respirando hondo, furioso por las palabras de ese mastodonte sin educación, por la forma en que hablo de su omega, pensando en Dohko, quien suponía que debería desear vengar el asesinato de su maestro, no quitarle a su pareja destinada.
-Estoy seguro que solamente está mintiendo.
Aioria también había escuchado esas palabras, sin creerlas del todo y estaba furioso por ellas, comprendiendo algo que Mu no, el era un alfa después de todo, pensando en cómo debería sentirse Aldebaran, solo, sin su alfa, rodeado de admiradores que no lo deseaban realmente, dudando de su vinculo, del mismo destino que le puso a su lado.
-Es de mi omega de quién están hablando...
Su omega, a quien Dohko deseaba a su lado, el anciano maestro quería quitarle a su compañero, a su cachorro, en vez de ayudarle a esclarecer el asesinato de su maestro, de ayudarle a contactar a su familia, a la que dejo atrás por su seguridad, cuando fue considerado como un traidor, no solo por los gemelos, sino también por la diosa Athena.
-¿Que pensabas que iba a pasar si lo dejabas solo tantos años?
Mu creía que Aldebarán trataría de buscarlo, que Dohko o Shaka le ayudarían a dar con él, o al menos, a llevarle mensajes, pero eso no paso, el estaba solo en su deseo por sanear el Santuario de aquel mal que se había apoderado de su corazón, porque, si había paz, era porque habían realizado demasiados actos despreciables para ello.
-Tu decidiste buscar venganza, dejarlos atrás, Aldebaran merece rehacer su vida, aunque sea sin ti...
No buscaba venganza, pero que clase de mundo sería ese si permitía que mataran a quienes estorbaban, que clase de vida tendría su pequeño si no hacía nada para que regresara la justicia a ese mundo, y sin embargo, tal vez eso era lo que se decía, que dejó a su omega, que no le importaba lo suficiente para protegerlo, una mentira, una espantosa quimera creada por sus enemigos.
-Para ti es fácil decirlo.
De pronto pronunció, recordando que marca era la que adornaba la muñeca de Aioria, la que sangraba constantemente, observando como el rostro del joven león se modifica por una de dolor, llevando su mano a su muñeca, sin creer en sus palabras, pero él no era como Shura, él era un buen alfa, al que apartaron de su familia.
-Porque mi alfa me traicionó al atacar a mi hermano por la espalda, por ayudar a convertir a Aioros en un esclavo sin mente...
Mu al darse cuenta de lo que había dicho negó eso, había sido demasiado cruel con Aioria, quien había escapado antes de que le obligan a entregarse a su alfa, a ese traidor, que en vez de ayudarles, siguió las órdenes de Saga al pie de la letra.
-Yo... yo lo siento, no debí decir eso.
Susurro entonces, respirando hondo, no debía desquitarse con su único aliado, era un acto injusto, pero extrañaba a su omega, a su pequeño, con quienes pasó los mejores años de su vida, con quienes tenía que regresar y moría de preocupación al pensar en ellos.
-Esta bien, se lo mucho que te duele...
*****
Alberich había llegado hasta su estudio en donde se encerró, respirando hondo, furioso por la presencia de Mime en ese sitio, ese maldito siempre actuaba como su sombra, el estúpido hijo de Folkell.
Un noble, un guerrero renombrado que le había enseñado todo cuanto sabía al músico que no le gustaba pelear, pero era un buen alumno, el que usaba la música como un arma, algo mucho más efectivo que los puños o la fuerza bruta, eso debía admitirlo.
-Alberich...
De nuevo era él, ese músico, quien tocaba la puerta pensando que le abriría, riendo de pronto, ignorándolo por completo, sirviendo algo de licor en un vaso, recordando que sus antepasados habían tenido que lidiar con eso, cada uno de ellos pudo alejar a sus admiradores de forma permanente.
-Alberich, solo quiero hablar contigo.
El pelirrojo ignoró las palabras de Mime, abriendo un libro cualquiera de los muchos que poseía, tarde o temprano se marcharía y dejaría de comportarse como un perrito faldero o algo igualmente indigno.
-Esta bien... me iré, pero tarde o temprano tendrás que verme a la cara...
Tarde o temprano lo haría y en ese momento lo encerraría en uno de sus ataúdes, en una hermosa amatista en donde su esqueleto adornaría su jardín de cristal, acompañando a los que sus antepasados crearon con su cosmos.
-Púdrete.
No tenía porque verlo, ni porque escucharlo, así que solo cerró los ojos, aventando el libro por ahí, dejándose caer en un sillón, observando de nuevo el nombre de su muñeca, él era un omega, al igual que Bud y Siegfried, uno proveniente de una larga familia de omegas, cada uno libre de su atadura, pero que aun así tuvo un hijo para mantener su linaje, no por cosas absurdas como el amor, sino por conveniencia.
-Maldito Mime... maldito Folkell... maldito sea el omega que lo engendró...
En ese momento no podía atacar a su aliado, cada uno de los dioses guerreros, así como las señoritas sabrían que él fue quien lo mato, pero llegada la oportunidad, se libraría de ese músico para siempre, así como de esa odiosa marca de unión.
-Debe haber alguna forma...
De pronto se dijo, debía existir alguna forma para apartarse de Mime, para romper ese vínculo y el, al ser la mente más brillante de Asgard, podría encontrarla, no iba a ser su esclavo, no tenía porqué obedecer.
-Y voy a encontrarla.
*****
Después de las palabras pronunciadas por Mu, Aioria se vio a sí mismo regresando a la vivienda de Andreas, deteniéndose de pronto, era demasiado tarde, no tenía por qué molestarle con sus demonios.
-Aioria...
Sin embargo, cuando estaba a punto de irse, escuchó como pronunciaban su nombre, ese era Andreas que prendiendo la luz de su hogar, abrió la puerta de prisa, evitando que se marchara.
-¿Te encuentras bien?
Era una pregunta muy desafortunada, ambos lo sabían, porque no estaba bien, su hermano había sido secuestrado, su alfa era un traidor, su nombre le quemaba en su piel y aun así, asintió al principio, como por costumbre.
-Porque no pasas... yo estaba buscando algunos remedios para curar la tos de unos niños, me ayudaría tener alguien con quien conversar para no quedarme dormido...
Aioria sabía que eso era una mentira, Andreas no se quedaría dormido si buscaba una cura para alguien, pero aun así, aceptó esa oferta de paz, de seguridad, que ese alfa le ofrecía, quien solo le recibió con una sonrisa amable.
-Fafner escuchó lo dicho en la taberna y aunque no debía, me informó que podrías necesitar una persona con quien hablar, tu aliado no midió sus palabras...
Eso era cierto, pero no estaba enojado con él por eso, Mu sufría demasiado y lo que decían esos dos alfas gigantescos de su omega, era suficiente para que el quisiera romperle los huesos de su cuerpo, Aldebaran siempre había sido amable con él.
-No lo culpo, perdió a su familia, a su omega, a su cachorro y a su padre... no es su culpa.
Todo por las acciones de quien era su alfa, de Shura de capricornio, ese traidor y Aioria no deseaba estar a su lado, cuyo lazo deseaba romper, aunque sabía que eso era imposible.
-Pero tú perdiste a tu hermano... no es justo que se desquite contigo...
Aioria negó eso, Mu jamás haría algo como eso, únicamente no midió sus palabras y podía ver que tan arrepentido estaba por lo dicho en ese momento.
-Decías que podías ayudarme a dormir... no he cerrado los ojos en días, cuando lo hago, lo veo... no quiero soñar con él...
Andreas sabía que ese él, se trataba de quien era su alfa destinado, por lo cual asintió, tenía la forma de hacerle dormir, para que descansara y no lo soñara, era una medicina que había creado para el mismo poder olvidar el dolor, el saber, que aquel que amaba no podía ser suyo jamás, pues él no era un alfa, aunque se presentaba como uno, solo era una mentira.
-Por supuesto... no temas... yo te ayudaré.
*****
Afrodita por un momento quiso interponerse entre Saga y su omega, pero no lo hizo, hacerlo le pondría en peligro, porque sabría lo mucho que le importaba, así que de fallar, el castigo por eso no lo recibiría él, sino Deathmask.
-Lo dejaste escapar... tuve que limpiar tu presencia en ese sitio.
Deathmak fumaba en silencio, casi atragantándose con el humo al escuchar las palabras de su alfa, que acariciando su mejilla, besó su frente con la mayor de las ternuras.
-Si llega a enterarse de esto, te matara... Death...
Deathmask lo sabía, pero Saga no tenía forma alguna de saber todo lo que sucedía en el Santuario, así que estaban seguros, además, de tan siquiera imaginar que recibió ayuda, sus aliados momentáneos estarían muertos.
-¿Porque hiciste algo tan tonto?
La respuesta era sencilla, los fuertes decidían sobre los débiles y Saga era mucho más fuerte que él, podría decidir que no debía estar con su alfa, sino con alguien diferente, sin contar, que Aioros era un esclavo, no podía dejar que otro omega fuera el esclavo de un alfa, que había decidió que ya deseaba tener cachorros, los niños no debían nacer en una familia sin amor.
-No podía dejarlo en las manos de Saga para que lo maldijeran de nuevo... por decirlo de alguna manera, me puse en su lugar... y no me gustó lo que sentí.
Afrodita asintió, suspirando, para besar los labios de su belleza albina, con ojos rojos como la sangre, quien gimió al sentirlo a su lado, rodeando su cuello con sus brazos, para después recargarse en su hombro.
-No dejaré que te haga daño... lo prometo.
Y no le importaba con quien tuviera que aliarse para protegerlo, pensando en las palabras pronunciadas esa noche, lo que le dijo a Aldebarán sobre Mu, cómo había escapado de su lazo porque el era el menos hermoso de los omegas, palabras que dijo porque su aliado se lo solicitó.
-No te hará daño... nadie volverá a hacerte daño de nuevo... no mientras yo esté contigo.
Dohko deseaba empujar a Aldebarán a aceptar su propuesta y la fuga de Aioros era justo lo que necesitaba, porque el toro del santuario necesitaría protección, no para su persona, sino, para su hijo, el pequeño Kiki.
-Lo sé... yo lo sé...
Pero Afrodita no creía en su poder, en su cosmos, no se sentía tan fuerte para proteger a su belleza albina, quien tirando de su cabello le hizo acercarse a él.
-Y creo que mereces un incentivo...
*****
Shura en su templo, en la oscuridad de su habitación observaba la marca de Aioria en su muñeca, la que sangraba, la que le quemaba, ese era el rechazo de su omega, por los actos realizados en contra de su hermano.
-Aioria...
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Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, adoro recibirlas. Quiero decir que Heracles me parece un poco malévolo, justo como Fafner, y sobre Tholl, el también me parece algo abusivo en la saga de Asgard, aunque parece un pan de dulce, pues golpeaba a Hyoga encadenado, no se si es el torturado o lo hacia por puro gusto, pero eso es bastante oscuro, así que eso quiero reflejar aquí. Muchísimas gracias. SeikenNJ.
Chapter 15: Altamar.
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Altamar.
Para Aioros era demasiado extraño salir del Santuario, vestir como uno de los humanos sin cosmos, viajar en un auto y en ese momento, volar en un avión, que según entendía era privado, a su lado, aunque a un metro de distancia estaba sentado Albiore, con los brazos cruzados delante de su pecho, sus ojos cerrados, notando lo que muchos omegas llevaban en su muñeca para ocultar el nombre de su alfa, en este caso era una venda.
-¿Cómo aterrizará este avión en la Isla Andrómeda?
Albiore abrió los ojos con una sonrisa burlona, no había pistas de aterrizaje en la isla Andrómeda, ni nadie que no fuera uno de los suyos podía pisarla sin sufrir un castigo, era un lugar seguro, casi podrían considerarse como aliados del Santuario, más que sus sirvientes, sin embargo, no iba a decirle eso.
-No se detendrá, nosotros saltaremos a una distancia prudente, nadaremos desde ahí...
Aioros asintió, de esa forma seria un poco más difícil para Saga dar con él, supuso, Albiore como leyendo sus pensamientos, observó la ventana, viajarían primero a París, después, en el viaje de regreso saltarían, todo para tratar de burlar las redes civiles del patriarca, así como su aterradora inteligencia.
-Llegaremos en doce horas, primero tendremos una escala en París, al regresar saltaremos...
Aioros asintió, pensando que era extraño que se molestaran en realizar tantos esfuerzos para llevarlo a un lugar seguro, por lo cual, quiso saberlo y de nuevo, como si Albiore adivinara sus pensamientos, le sonrió.
-Shun... Hades, él sabe cosas, las Moiras parecen estar de su lado y me mando para recibirte, llevarte a un lugar seguro.
El arquero asintió, recordando un tiempo en el que pensó que tendría al mejor alfa del mundo, que estaban destinados a estar juntos, que serían felices, pero hacía mucho tiempo ya de eso, ese muchacho estúpido había muerto, aunque, ni siquiera era tan viejo como para decirse a sí mismo un anciano, pero así se sentía.
-Saga terminará por atacar su isla, supongo que tenerme como prisionero es un seguro de vida tan bueno como cualquier otro, pero falta uno más...
Albiore no fingió sorpresa, ni se avergonzó al escuchar esas palabras, por lo cual era cierto, supuso, era un rehén de la isla Andrómeda, pero tristemente, creía que en esa isla estaría mucho más seguro que con su alfa, pero se olvidaban de Kanon, quien era mucho peor que su alfa y esa pesadilla comenzó por culpa suya, de eso estaba seguro.
-Escuche que Kanon había encontrado a su omega, en uno de los soldados del Inframundo... un dragón, pero todos los espectros son monstruos o demonios, es difícil saber cuál de ellos es el desafortunado omega del dragón marino.
Albiore asintió, guardando su sorpresa para sí mismo, recordando que Shun había dicho que solo uno de sus soldados había sobrevivido, él más leal, pero le era imposible contactarle, algo, alguna fuerza se lo evitaba.
-Pero estoy seguro de que si lo rescatan, aunque, sus planes sean usarlo como un escudo para la protección de la isla Andrómeda, Kanon tampoco se atreverá a lastimarlos, si nos tienen a los dos, hasta podrían negociar por nuestras cabezas.
Esas últimas palabras no fueron del agrado de Albiore, ni la actitud melancólica del arquero, que siempre estaba lleno de vida, era alegre, vigoroso, pero en este momento no era más que una sombra de quien fue.
-Dime una cosa, que nombre está escrito en tu muñeca...
Albiore se recargo en la silla que utilizaba, llevando sus nudillos a su barbilla, pensando en lo ilusionado que estuvo por un tiempo al escuchar ese nombre, al saber que su alfa era uno de los muchos santos de plata del santuario y lo decepcionado que estuvo después, al saber la clase de hombre que era, al verle con sus propios ojos, compartir algunas palabras con él.
-Es un santo de plata... Misty.
Esperaba que eso fuera suficiente para que Aioros comprendiera su desagrado, no solo era mucho más débil, tanto que estaba seguro que en un combate podría matarlo de un solo golpe, sino, que era un hombre vanidoso, mucho más que Afrodita de Piscis, pero al menos él tenía el poder suficiente para estar orgulloso por ello, no así su alfa, sin embargo pudo ser peor, pudo ser Algol.
-Ya veo...
Pronunció casi en un susurro, sin embargo, había algo que no entendía, porque razón Saga deseaba encontrarle un alfa de un ejército diferente o de un poder semejante, algún aliado valioso, cuando su compañero era uno de sus soldados leales, aunque de bajo rango, un santo de plata especialmente débil.
-Parece que el destino desea que seamos miserables, tu, yo, el dragón, Aldebaran, demasiados omegas hemos sido emparejados con un alfa indigno, dos dementes, un desobligado y un narcisista con complejo de superioridad...
En ese momento pensó que le gustaría beber algo, así que abandonó su asiento para buscar alguna bebida, ignorando a la aeromoza que sentada en la otra parte del avión, esperaba por alguna orden suya, generalmente, debía permanecer de pie, pero le había dado órdenes de hacer lo que quisiera, podía sentarse, usar su juguete rectangular, lo que fuera, no quería que estuviera a todas horas pendiente de sus actos, cabe mencionar que esa aeromoza en particular era especialmente fornida, con demasiadas cicatrices en su cuerpo y una mirada rapaz que le hacía dudar de sus intenciones.
-Mu hizo lo que estaba en sus manos en ese momento, no pudo llevarse a su omega y a su hijo, pero se que aun piensa en ellos, que desea regresar con su familia.
Albiore tenía sus dudas, a pesar de que Shun era el dios Hades, no pudo darle la espalda cuando lo trajeron a su isla y en vez de entregarlo al Santuario, al sentirlo como un hijo, aunque no tuviera su sangre, lo atendió lo mejor que pudo y traicionaría a su diosa, al santuario, por verle seguro.
-Tengo mis dudas...
Aioros quiso seguir defendiendo a Mu, pero tras abrir y cerrar la boca dos veces, decidió no decir nada más, regresando su mirada melancólica a la ventana del avión, admirando el paisaje, el mar, deseando ahogarse en sus aguas.
-Tal vez, lo mejor sería que descansaras, no sirve de nada discutir sobre los actos realizados por un alfa.
Aioros le haría caso, al mismo tiempo que Albiore, ya en su asiento, cerraba los ojos, dispuesto a dormir algunas horas, no creía que fueran a encontrarlos en ese viaje, Saga no era un adivino.
*****
Deathmask observaba en silencio como Afrodita arreglaba sus flores, fumando uno de sus eternos cigarrillos, mirándolo sin comprender sus acciones, las palabras dichas hacia Aldebarán, las que había sido demasiado injustas, no le gustaban en lo absoluto.
Le hacía pensar en lo visto en la sala del patriarca y de tan solo recordar esos sucesos comenzaba a sentirse nervioso, creer que llegaría el momento en que Saga pensara que podía separarlo de su dulce alfa.
Así como pensaba encontrarle un alfa adecuado al santo de plata de la isla de Andrómeda, Albiore, el maestro del envase de Hades, porque pensaba que Misty era indigno de su compañía.
En aquel momento, nadie sabía que se encontraba presente en la sala del trono y creía que tal vez, aquello fue lo que salvó su vida o le evitó un castigo a él o a su alfa, Saga, al menos, su lado oscuro, gustaba de esa clase de acciones contra los amantes.
Recordaba las pisadas de Dohko de Libra como si fueran ayer, el anciano maestro que tenía una apariencia juvenil y una actitud aún peor, quien ingresó en la sala del trono sin pedir permiso, sin mostrar un ápice de respeto hacia el más oscuro.
-Dohko...
Dohko le observó de reojo, con una sonrisa burlona, vestía su armadura y tenía una actitud como de quien deseaba pelear, sus brazos cruzados, pero con el anciano maestro, que podía atacar a distancia, aun esa postura despreocupada podía intimidar a cualquiera.
-Se que tu mataste a Shion y señalaste a Mu como un traidor, Saga... se todo lo que está pasando en el Santuario.
Saga se levantó de su trono dispuesto a pelear con él, quitándose la túnica de patriarca, mostrando su reluciente armadura dorada, sin embargo, Dohko no respondió de la forma esperada, atacando al traidor, en vez de eso, ladeo la cabeza, aún sonriéndole con esa mueca divertida, como si no le importara en lo absoluto esos sucesos.
-No nos precipitemos Saga... no he venido aquí para pelear, sino para negociar.
Saga solo endureció su expresión, mirándole fijamente sin saber de qué hablaba el anciano maestro, que estaba seguro, era lo suficiente fuerte para enfrentarse al santo de géminis y matarlo, después de todo, su experiencia en el combate era por mucho mayor que la del joven santo dorado, tenía mucho más cosmos y era más fuerte, podía terminar con esa locura de una vez.
-¿Negociar?
Pregunto Saga para su sorpresa, sorprendiendo demasiado a Deathmask, que escuchaba esas palabras con demasiada atención, pensando que él era un omega, Milo también, Aldebaran, Albiore, había demasiados en sus filas y creía que algo con esa condición era lo que le interesaba al anciano, sus fuegos fatuos se lo decían.
-Tu sabes que yo puedo derrotarte en una batalla y aunque eres más fuerte que yo, yo tengo más experiencia que tu, así que podría... no se... limpiar este Santuario de la corrupción, se que Shaka me ayudaría.
Saga respiro hondo, demasiado molesto por esa interrupción, pero se tranquilizo, creyendo en las palabras del anciano maestro, que al ver su respuesta, solamente sonrió, Deathmask no sabía que pasaba por su mente, pero no deseaba saberlo.
-Shion me abandonó a mi suerte en los cinco picos, mientras que disfruto de una vida en el Santuario...
Dohko estaba furioso por ello, Deathmask no tenía que ser psíquico, aunque tampoco lo era, para verlo, tragando un poco de saliva, sintiendo que su sangre se helaba, nunca había presenciado algo así.
-Yo me pudría en mi soledad y solamente le pedí algo a cambio, que no me cumplió...
De pronto su mirada estaba fija en la nada, sorprendiendo a ambos, especialmente a Deathmask cuando Saga no lo atacó, en vez de eso, sonriendo se acercó a él, con una apariencia beatifica, demasiado bondadosa para ser quien era.
-¿Qué le pedías?
Dohko le observó fijamente, respirando hondo, comprendiendo que Saga estaba dispuesto a escucharlo, a diferencia de Shion, supuso el cangrejo, que los miraba sin creer lo que sucedía frente a él, como el anciano maestro había caído, ya no era el buen hombre que decían todos, sino algo parecido a su líder, o sino, algo aún peor.
-Quería un omega, un esposo, pero su respuesta siempre era la misma, los omegas tienen el nombre de su alfa escrito en su muñeca y solamente si eso sucedía me lo otorgaría, el maldito sabía que yo era un beta, no existía un omega para mi.
Susurro, logrando que Saga sonriera, haciéndole temer a Deathmask, porque sabía que al único omega que no estaba dispuesto a entregar era a su arquero, los demás, estaban en peligro, así como sus alfas, su amada rosa podría sufrir por ello.
-Quiero un esposo...
Repitió Dohko, sin dudarlo un solo instante, algo que Saga estaba dispuesto a otorgarle, así que asintió, indicando al anciano maestro que continuará con su historia, que le dijera un nombre, haciendo que el cangrejo temiera por unos instantes lo que sucedería de ser su nombre aquel que el anciano pronunciaría.
-Es lo único que podría consolarme... una pareja, alguien que sea igual a mi...
Dohko repentinamente volteo a verle, con una sonrisa en su rostro, haciendo que su corazón casi saliera de su pecho, recargándose contra uno de los pilares, llevando una mano a su boca, como tratara de silenciar sus sonidos o su respiración.
-Solo di un nombre.
El anciano asintió, mostrando una sonrisa que para Deathmask fue completamente incomprensible, podía verlo porque uno de los espejos en la sala del trono reflejaba su cuerpo, así como su rostro.
-Aldebaran... quiero que Aldebarán de Tauro sea mio.
Saga por unos momentos se vio sorprendido, pero no dijo nada al respecto, asintiendo de nuevo, sorprendiendo a Deathmask, porque el toro ya tenía una pareja, así como un cachorro, haciéndole ver que su líder era capaz de apartar a una pareja destinada si eso le convenía.
-Pero... yo se lo haré saber... no quiero que se sienta obligado a ser mi esposo...
Saga asintió, no iba a dar esa orden, si podía evitarlo, tampoco pensaba que Aldebarán fuera a obedecer, pero ese omega llevaba demasiado tiempo solo, recibía regalos todos los días de santos que no lo encontraban hermoso, pero les interesaba su armadura, su puesto, así como la fama de haberle robado a un santo dorado aquello que fue suyo.
-¿Qué harás con Mu?
Aunque tenía cierta curiosidad, qué haría con Mu, si este de pronto decidía que deseaba regresar al Santuario, cambiando de opinión para estar con su familia, algo que el mismo haría, solo por estar con Aioros, nada mas importaba que tenerlo a su lado, como había sucedido los últimos dos años.
-Yo no haré nada, tu lo matarás como el traidor que es...
Todo ese tiempo Deathmask se imaginaba a sí mismo en la piel de Aldebarán y a pesar de considerarse como un hombre sin emociones, sin conciencia, sabía que era demasiado para él, ese trato era monstruoso.
- Mu es como Shion, solo tienen un pensamiento y lo siguen, sin importar a quien dejan atrás, Aldebarán no le importa, ni tampoco su cachorro...
Saga aceptó ese trato, permitiendo que Dohko hiciera su voluntad, que actuará a su ritmo y no le sorprendió, que después de un año, el anciano maestro hubiera convencido al toro de aceptar su protección, después de la fuga de Aioros, estaba seguro que tras brindarle ayuda al arquero, para así escapar de la ira del patriarca.
-Dohko hará pública su relación con Aldebaran...
Susurro entonces para su alfa, quien le observó, la ceremonia se realizaría en algunas horas, era algo parecido a una petición de mano, los santos dorados, los de plata y algunos de bronce estarían presentes.
-Si, me han pedido que mande un centenar de rosas, Dohko desea que la ceremonia sea mucho más fastuosa que la de Camus y Milo, aunque, la verdad yo no sé por qué...
De nuevo comenzaba a hablar mal de ese omega, logrando que se molestara con su alfa, maldiciendo en voz baja, preguntándose si acaso estaba escuchando, porque según creía, ellos eran odiados en el Santuario.
-Deja de insultarlo, Aldebarán está solo, como yo lo estuve antes de ti, fue engañado... es injusto que lo menosprecies de esa forma.
Afrodita volteo sorprendido, respirando hondo, aceptando esa queja, pero Dohko le había solicitado que menospreciaran a Aldebarán, así los santos que no deseaban la compañía de un santo dorado, lo señalarían, deseaba arrinconarlo, para que ya no tuviera más opciones.
-Lo siento... no volverá a suceder.
*****
-Estás seguro de esto...
Ese era Milo, quien al recibir la invitación acudió con su buen amigo, sentándose en la mesa, observandolo fijamente, notando lo infeliz que se sentía en ese momento, tratando de decirle lo mismo que a Kiki, que eso era una farsa, pero ambos sabían que no era cierto.
-No quiero que algún admirador se aproveche de mi celo y creo que, Mu ya no regresará... han pasado cinco años, no he recibido una sola carta, un solo mensaje, alguna señal, de haberlas enviado Shaka y Dohko me lo habrían hecho saber...
Milo negó eso, maldiciendo a Mu, pero sin comprender las acciones de Aldebarán, que su alfa no fuera a regresar, que le hubiera dado la espalda, no significaba que tuviera que entregarse a Dohko, a quien no podía dejar de mirar como esa cosa morada de apenas un metro de altura.
-¡No tienes porque aceptar la propuesta de Dohko! ¡Yo se que tu no lo amas, solo tienes ojos para Mu!
Aldebaran negó eso, respirando hondo, pensando que para Milo era fácil, él era un omega bellísimo, su alfa estaba locamente enamorado de él, y si no lo estuviera, podría conseguir el afecto de cualquier otro, aun del gemelo de Saga, si es que se lo proponía.
-Pero él no tiene ojos para mí, y me siento muy solo... quiero a alguien igual a mi...
Susurro sin demasiada convicción, logrando que Milo se enojara aún más, pensando que si Aldebarán no rectificaba, acudiría con el viejo pervertido, para obligarlo a dar un paso atrás, los tres sabían que no era correspondido.
-Lo que dices son patrañas... ¡Pura basura!
Aldebaran respiro hondo, tragando un poco de saliva, llevando una mano a su rostro, creyendo que había cometido un grave error, que había puesto en peligro a su pequeño por su estupidez.
-También... cometí una locura... anoche, cuando Aioros escapó... yo le di refugio, si Saga sabe lo que hice, nos matara... necesitamos la protección de un soldado poderoso, yo soy el más débil de los doce...
Milo al escuchar esas palabras cerró los ojos, comprendiendo la razón detrás de la insistencia de Camus de marcharse a Siberia mientras podían, pero, como un necio no quiso escucharlo y su alfa, no se marchó de ese sitio, diciéndole que al menos había paz, aunque lo que debían pagar por la misma era un precio demasiado elevado.
-No puedo soñar con derrotar al patriarca, Dohko si puede.
Pero a cambio tendría que aceptar su compañía y aunque sabía que Mu no regresaría, que Dohko le amaba, no podía dejar de mirarle como ese anciano que todos ellos conocieron cuando eran apenas unos niños.
-Le convenceré de hacerse a un lado, de darte tu espacio...
Aldebaran negó eso, era el omega de Kiki, su deber era protegerlo y aunque no amara a Dohko, sabía que los dos podían hacerse compañía, que estarían seguros a su lado, así que, solo debía jugar las cartas que tenía en el tablero que le había tocado.
-No quiero que hagas nada, es mi decisión y tendrás que aceptarla o puedes olvidarte de nuestra amistad, lo único que me importa es mi cachorro, nada más.
Milo no podía entender esa decisión, pero tampoco entendía porque Mu actuaba como lo hacía, por lo cual, asintiendo respiro hondo, llevando una mano a la de su amigo.
-Puedes retractarte en el momento que quieras y si deseas salir de aquí, nosotros te ayudaremos.
Pero no deseaba hacerlo, Kiki era su responsabilidad y debía mantenerlo seguro.
-No... no deseo retractarme, Dohko será un mejor compañero de lo que Mu lo ha sido.
Milo estaba a punto de decirle lo que pensaba de eso, pero Aldebarán se levantó, recargándose en el marco de la ventana, tratando de no mostrar lo mucho que le dolía su pérdida, lo estúpido que había sido al creer en las promesas de Mu.
-Le he enviado cartas, la primera al inicio de esta pesadilla, la última, poco después de la propuesta de Dohko... en ellas trate de explicarle cómo me sentía, que no me importaba seguirlo al fin del mundo, pero... no respondió...
Quiso explicarle a su amigo, seguro de que Shaka podría hacerle llegar esa última carta, que su desesperación en ella, que su dolor podía hacerlo sino es que regresar, responder a su llamado, pero eso no sucedió.
-No quiso responder y me dije, si no me respondes, si no me dices que me extrañas, será la última vez que yo pregunte por ti, ya son cinco años, si quisiera localizarme, lo habría hecho... no me desea, eso es todo, Mu no me quiere con él y ni siquiera puedo culparlo por ello.
Esta vez, volteando a ver a Milo, con una resolución difícil de describir, aquella de una madre cuidando a su pequeño, trato de no quebrarse a causa del dolor.
-Pero lo que no puedo perdonar, es que también le haya dado la espalda a Kiki, él es su hijo, es su sangre, es un lemuriano... pero no quiere saber nada él, de ambos y Dohko, el desea cuidar de mi niño, de mi, es más de lo que tendré de mi alfa destinado...
Milo esta vez no supo qué decirle, solamente abrazó a su amigo, quien respondió a ese gesto con delicadeza, recargando su frente contra su cabeza, suspirando, para después alejarse.
-La ceremonia será en algunas horas... eres mi único invitado, tu y ese alfa tuyo, no falten, por favor.
*****
Shaka meditaba en su templo, a sus pies estaban sus dos alumnos, tratando de imitarlo, pero lo que ellos no sabían era que no había alcanzado la paz, ni la tranquilidad con sus meditaciones desde hacía varios años ya.
En el momento en que Mu le contó acerca de lo sucedido, de su amor por un omega que adoraba, cabe mencionar que él no era un omega, sino un beta y el omega era Aldebaran, habían hecho el amor, esas fueron sus palabras, se habían amado toda la noche anterior, deseaba darle su mordida, casarse con el.
Eso fue antes de que su maestro fuera asesinado y unos años después, Mu tuviera que escapar al ser declarado como un traidor por Saga, quien lo mandó a él, de todos los santos dorados a matarlo, pero le dejo ir, permitiendo que huyera, sin decírselo a su omega, ni darle el mensaje escrito para él.
Mensajes que hacía llegar con regularidad, los que ya no deseaba leer, porque cada vez que lo hacía, desesperaba un poco más, así que las cartas eran destruidas apenas tocaban su templo, nadie tenía que saber de su existencia.
Aldebarán había tratado de hacerle llegar dos cartas, tratando de preguntarle dónde estaba, porque se marchó, pero estos pedazos de papel también fueron destruidos, no necesitaba atormentar a Mu con algo tan mundano, él tenía un destino mucho más glorioso aún.
No era que le deseara para él, sino que Aldebarán no era digno de la presencia de Mu en su vida y esperaba que su unión, su compromiso con Dohko de Libra, fuera suficiente para hacerle ver eso.
*****
Mu había escrito cada semana por los últimos cinco años, cartas y mensajes para su amado, tratando de convencerlo de escapar con él, de verse en alguna parte segura, necesitaba saber que estaban bien, verlo, olerlo, abrazarlo, esperando impaciente por una respuesta de su toro, de su omega, pero esta nunca llegaba.
Shaka las recibía, él era el maestro de su alumno, le estaba enseñando a proyectar su cosmos y estaba en contacto con Aldebarán, él debía dárselas a su omega, pero las respuestas nunca llegaban, solo una carta de su amigo que le decía que su amado no deseaba recibirlas, que las destruía apenas tocaban sus manos.
Creía en las mentiras dichas por Saga, eso era lo único que su amigo le había dicho, pero el insistió, seguro de que le amaba, era su omega, era su compañero, los dos fueron felices durante cuatro años, hasta que vio el cuerpo de su maestro, las marcas de su asesinato, el que había sucedido por la espalda.
Así que al escuchar las noticias de que su amado era acosado por santos indignos, enfureció mucho más al saber que Dohko, el viejo amigo de su maestro, había decidido seducirlo antes de ayudarle a llegar a él, a escapar de ese agujero del infierno.
-No lo hagas... Aldebarán... no lo hagas, por favor... no me dejes tú también.
Su desesperación era tal que estuvo a punto de estallar en una onda de cosmos que destruiría todo a su alrededor, pero se contuvo, observando una imagen imposible en el espejo, volteando en esa dirección, su mirada fija en el visitante.
-Yo puedo ayudarte a recuperar a tu omega, lo único que tienes que hacer es jurarme lealtad.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, no saben como adoro recibirlas. Ahora, se que esta parte parece una novela turca, o coreana, pero, a mi gusto y espero que a ustedes también. SeikenNJ.
Chapter 16: Amor y Dolor.
Chapter Text
Amor y Dolor.
Al finalizar su comida Kanon se apartó unos momentos, para prender una bocina portátil que estaba conectada a un celular con una lista de piezas que podían serle de utilidad, un poco de música suave, aquella que se usaba para bailar, no era música clásica, así que en teoría había cumplido su palabra.
-Ven...
Le ofreció su mano, algo que Radamanthys quiso rechazar en un principio, había comido demasiado y lo único que deseaba era dormir, así que negó con un movimiento de su cabeza.
-Solamente una pieza... no puede ser tan malo.
Radamanthys le veía en silencio, pensando en alguna forma de negarse, no quería bailar con él, así que viendo la armadura que portaba pensó que se verían ridículos, el vestido como un civil, su alfa con sus fastuosas escamas.
-Bailaras con esa cosa puesta... no parece cómoda.
El esperaba que Kanon se negara a quitársela, pero lo que hizo en ese instante fue lo contrario, cada una de las piezas abandonaron su cuerpo, acomodándose en un figura dorada en el suelo, parecida a lo que era el monstruo marino de sus sueños.
-¿Así está mejor?
Radamanthys relamió sus labios a punto de quejarse, viendo la ropa que portaba su alfa, que era uno azul, bastante feo, demasiado extraño y viejo, el que no entendía porque usaba si tenía toda esa bonita ropa en su guardarropa.
-Ahora... que me dices... una pieza.
Su respuesta fue tomar su mano con la suya, sosteniendolo con delicadeza, pero Kanon tiró de él con fuerza, para que su cuerpo chocara contra el suyo, haciéndole jadear, mirándolo fijamente a los ojos, tragando un poco de saliva.
-Eso... sí eso es lo que deseas...
Respondió Radamanthys desviando la mirada, para ser guiado por Kanon en esa pista improvisada, permitiendo que le sujetara de la cintura así como su mano derecha, sus cuerpos pegados, sintiendo el calor de su alfa, su perfume, pensando que era demasiado agradable, cerrando los ojos para tratar de pensar en algo más.
-Si, eso me gustaría demasiado.
La primera pieza fue demasiado rápida para el gusto de ambos, así que prosiguieron su danza durante dos más, no fue hasta que Kanon guió el rostro de su omega para que pudiera mirarle a los ojos, que su amado comenzó a ponerse nervioso, parecía que no deseaba verle.
Aun asi lo ignoro, sus ojos fijos en los de su dragon, que eran amarillos, con una puplia normal, no aquella alargada que vio en el Inframundo, pero no le importaba, lo unico que deseaba era estar a su lado y aunque quiso besarlo, se contuvo.
Su dragón como leyendo sus intenciones comenzó a equivocar algunos pasos, pisandolo unas tres veces, saltando cuando llevo una mano a su cuello para besar su hombro, tirando apenas de su camisa, escuchando un jadeo de esos bonitos labios y de nuevo, recorrió esas lindas cejas en su rostro, relamiendo sus labios, ansioso por besarle.
Radamanthys al darse cuenta de las intenciones del alfa que le había secuestrado trataba de seguir sus pasos, de no brincar cada vez que movía su mano en su cuerpo, apenas tocando su cintura, sonriendo en ocasiones al sentir sus estremecimientos, así como su miedo, uno completamente infundado para Kanon, no le haría daño por pura diversión, así no era él.
Pronto la pieza que bailaban en ese instante terminó y comenzó una nueva, pero esta vez Radamanthys quiso apartarlo, alejándose de su lado, para mirarlo fijamente, deseaba regresar a su cuarto.
-He realizado los actos que tu deseabas, quiero regresar a mi habitación.
Kanon asintió, quitando la música que sonaba en esa sala con una expresión resignada, pensando que lo estaban pasando demasiado bien, así que no entendía el cambio de actitud de su dragón.
-Nuestra habitación, querrás decir, yo también duermo en ese sitio.
Radamanthys respiro hondo, no le gustaba la idea de dormir en esa misma habitación e intento decírselo, pero recordando que Kanon hacía lo que deseaba y si no estaba con él, mandaría a Kasa a vigilarlo, algo que no le parecía nada mal, decidió probar suerte.
-No voy a dormir en la misma cama que tu...
Respondió con la misma seriedad con la cual le había dicho que no lo tocara, pero habían bailado juntos, así que en vez de llamarle a Kasa, que a juzgar por esa hora, debería estar desaparecido cerca de su templo, ocultándose como tanto le gustaba, aunque ni siquiera entendía la razón de eso, caminó en dirección de su habitación.
-Sígueme, descansaremos un poco.
Radamanthys por un momento se mantuvo quieto en ese sitio, las sillas no se veían tan incómodas para dormir, pero, repentinamente Kanon sostuvo su muñeca con fuerza, para obligarlo a caminar en dirección de su cuarto, tirando de él como si solo fuera un niño pequeño que no deseaba dormir a su hora.
-Querías ir a nuestra habitación, así que eso haremos...
Al llegar a su cuarto, siguió tirando de él hasta que llegaron a la altura de la cama, donde le forzó a recostarse, dándole la espalda para cerrar la puerta con llave, no una llave física, sino una creada con su cosmos.
-Ya estamos en nuestra habitación, como tu lo deseabas.
Radamanthys quiso levantarse de la cama, pero no pudo cuando Kanon se quitó la camisa, tirándola al suelo sin demasiada ceremonia, logrando que se petrificara, pensando en lo peor, sin embargo, el alfa en esa habitación tomo una toalla, llevándola a su espalda.
-Tomaré un baño... si lo deseas puedes acompañarme, o descansar un poco, lo necesitas.
Radamanthys trato de no verlo, sentado en la cama, escuchando el sonido de la ropa caer, así como el del cuerpo de Kanon ingresar en el agua, sintiendo un poco de curiosidad, preguntandose si era tan hermoso como lo había soñado, como lo era su rostro, pero negó eso, llevando una mano a su boca, no tenía que verlo para saber que era hermoso, así como era malvado.
Tratando de ignorar a Kanon a sus espaldas, se acostó en la cama, cubriéndose con una de las cobijas, encontrando esa actitud ridícula, era como cuando se trataba de un niño con horribles pesadillas, pero ahora, esas se volvieron realidad.
El tiempo pasó demasiado lentamente, para Radamanthys fue una eternidad aquella que se quedó acostado en la cama, sin atreverse a tratar de abrir la puerta por la fuerza, no quería llamar la atención de Kanon, ni que le obligara a regresar a la cama.
No fue hasta que sintió el peso del alfa a sus espaldas que trató de salir de la misma, pero, Kanon rodeo su cuerpo con sus brazos, su barbilla recargada en su hombro, suspirando demasiado complacido.
-Hueles tan bien...
Radamanthys quiso soltarse, llevando sus manos a las muñecas de Kanon, quien solo aplicó un poco más de fuerza, usando algo de su cosmos para mantenerlo a su lado.
-Cierra los ojos y duerme... ambos necesitamos descansar.
De nuevo pudo sentir el aroma de su alfa inundando sus sentidos, su cosmos uniéndose al suyo, como si fuera agua ingresando por grietas que no sabía que existían, aún su calor era agradable y su muñeca, dejaba de dolerle con esa cercanía.
-Especialmente tu, Radamanthys.
Le hubiera dicho cejas lindas, pero pensaba que le haría enojar, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, cerrando los ojos únicamente cuando el corazón de su dragón normalizaba sus latidos, al igual que su respiración, creyendo que dormía por fin.
-Dulces sueños...
Susurro entonces, sintiendo como su omega se removía en sus sueños y tratando de controlar sus terrores nocturnos, le hizo voltear, para acomodarlo a su lado, su rostro en el hueco de sus hombros, uno de sus brazos sobre su cintura, sus piernas entrelazadas con las suyas, al mismo tiempo que él se limitaba a observar, rodeando sus hombros con su brazo libre, el otro estaba debajo de su almohada para poder admirarlo con mayor comodidad.
-Eres tan hermoso... cejas lindas.
Pensaba que otros pensarían que sus cejas no eran bonitas o que eran graciosas, preguntando cuántas veces debió recibir burlas debido a ello, los niños eran muy crueles, así como envidiosos, recordando un tiempo en el cual, algunos de los aspirantes a santo lo atacaron por parecerse a Saga, como trataron de golpearlo cuando eran muy pequeños para comprender la razón de la molestia de esos niños, claro, que todos recibieron su merecido del más oscuro, su hermano favorito, porque en teoria podria decir que tenía dos hermanos.
Eso fue antes de que lo ocultaran de los ojos de los demás, que le obligarán a vivir en las sombras para no ponerle una mascara de madera en el rostro, algo parecido a un bozal, que segun decian, era una costumbre del mismo Santuario, que Shion debía seguir.
Su hermano no lo permitio, asi que el tuvo que esconderse en la oscuridad, porque los otros temían a su cosmos, a su poder y a su inteligencia, creían que era un ente malvado, un demonio que solo traería desgracia al Santuario, a quienes estaban a su lado, tal vez, a su omega, pero esas eran mentiras.
El oscuro se lo dijo mil veces, que no iba a permitir que le hicieran daño y que todo lo que ellos le hicieran, se los regresaria por triplicado, algo que cumplio, pero que el tambien le ayudo a realizar, después de todo, no era un llorón, ni un pusilánime que podían golpear sin recibir un castigo por eso.
Fue justo en ese dia, cuando le obligaron a ocultarse, que su nombre apareció en su muñeca, eran sin duda letras extranjeras, que se obligó a comprender, de algo servía siempre estar en las sombras, tenía tiempo suficiente para crear sus propias técnicas, así como para aprender todo cuanto estaba a su alcance, alguna vez, Shion le dijo que le recordaba mucho a Degel, casi arrepentido por tener que ocultarlo.
El nombre de su omega era Radamanthys, una sola palabra que le dio fuerza suficiente para luchar con el mar, no podía morir si había alguien esperando por él y con todas sus fuerzas, con todo su conocimiento, así como su inteligencia, logró triunfar en la adversidad.
Salvo la vida de Aioros, manteniendo la cordura de Saga, siendo recibido por su hermano favorito con los brazos abiertos, entre ambos trazaron un plan, trajeron paz a ese mundo como lo hubiera deseado Shion, aunque no de la forma en que se esperaba que sucediera.
Habían construido un paraíso, en el cual, tenía a su omega en sus brazos, que se calmaba con su presencia en su cama, haciéndole pensar que la influencia del dios que los deseaba separados se debilitaba con él a su lado, sonriendo de pronto, porque si eso era cierto, podría seducir con mucha más facilidad de lo que lo hubiera pensado con anterioridad.
-Aioros escapó.
Kanon se levantó con cuidado, observando a su hermano favorito, usando su armadura dorada, suponiendo en qué momento lo hizo, cuando regresó desesperado a la Atlántida, justo a tiempo para evitar que su omega quisiera matarse.
-Lo encontraremos.
Fue su respuesta, no estaba mintiendo, no pronunciaba esas palabras para tranquilizar a su hermano, porque sabía que con su inteligencia combinada, ambos darían con él, tarde o temprano.
-Debe estar usando métodos comunes para moverse, pero solo hay dos lugares a donde pueden acogerlo, Asgard y la Isla Andrómeda.
Kanon pronunció aquellas palabras a lado de su omega, quien seguía dormido, sin prestarle atención a sus alrededores, quejándose un poco al sentir que se levantaba de la cama, acercándose a Saga con un paso lento.
-Algo nos está saboteando, Saga, no se que es, ni porque lo está haciendo, pero eso casi logra que mi omega se matara, tuve que ponerle un chaperón, por eso me fui a media junta, para que no hiciera eso que pensaba y creo que, Aioros sufrirá la misma influencia si lo dejamos solo.
Saga al ingresar a esa habitación, por un momento sintió celos de aquella cercanía, por ver a ese omega con el cual su hermano había soñado, acostado junto a él, su cabeza recargada contra su hombro, abrazandolo, de una forma tan pacífica que no había sucedido jamás con Aioros.
-Cada ocasión que pude dormir con Aioros a mi lado, con el abrazandome, yo tuve que ordenarle que lo hiciera, hace dos años, cuando comenzamos a estar juntos, a tener relaciones, a hacer el amor, creí que me aceptaría, pero escapó a la primera oportunidad, tu siempre tuviste la razón...
Kanon guardó silencio, sin saber qué decirle, porque le había dicho que Aioros trataría de escapar, no obstante, era el omega de su hermano, el destino los deseaba juntos, no podían apartarlos, eso era antinatural.
-Lo vamos a encontrar, Saga, no debes preocuparte por ello...
Saga asintió, pero aun así abrazó a su hermano, quien lo recibió con ternura, dándole pequeñas palmadas en la espalda, pensando en lo mucho que habían cambiado los papeles, porque en el pasado su hermano era quien lo consolaba, ahora era su turno.
-Aioros no puede llegar muy lejos y nos dará la oportunidad para atacar a cualquiera de nuestros enemigos que decidan darle cobijo o retenerlo con el beneplácito de la diosa, o ellos mismos lo intercambiaran por su seguridad.
Aioros no era una moneda de cambio y deseaba dar con él antes de que llegara a Asgard o la Isla Andrómeda, especialmente porque no quería que Aioria se interpusiera entre ellos, como ya había tratado de hacerlo en varias ocasiones.
-Mas les vale que no lastimen a Aioros o traten de actuar como unos héroes...
No se iban a arriesgar, de eso estaba seguro, volteando a ver a Radamanthys recostado en la cama, aun estaba dormido y eso le tranquilizaba, Saga le veía de reojo, como pensando que los espiaba, pero, no iba a preocupar a su hermano con esos temores, ya no existía Hades, el pronto sería un muchacho común, aunque, lo único que le hacía digno de su hermano era la sangre de Hefesto que recorría sus venas.
-Dohko está de nuestro lado, hoy se realizará la ceremonia de compromiso, espero que Mu llegue e intente detenerla, sería como matar dos pájaros de un tiro...
Kanon asintió, aunque no confiaba en el anciano que deseaba asesinarlos, en cambio Shion cuido de ellos, como si fuera un padre, por lo cual, aun le dolía la pérdida del patriarca, algo que sucedió mientras él estaba afuera, algo, que hubiera deseado evitar, pero era tarde.
-Albiore aún no desea aceptar un alfa, pero... he encontrado a un candidato adecuado para él.
No sabía por qué razón Saga estaba cambiando de conversación, cuando fue con él para decirle que su omega había escapado, así que llevando su frente a la de su hermano, le sonrió.
-No temas hermano, nadie nos apartará de nuestros omegas y quienes traten de alejarnos, serán asesinados, no tendremos piedad... ellos fueron elegidos para nosotros y nosotros para ellos, es el destino, eso no se equivoca.
Kanon sabía que Radamanthys estaba despierto, que estaba escuchando cada una de sus palabras, así que esperaba que no cometiera ninguna locura, como tratar de escapar de nuevo, o matarse, eso lo único que ocasionaria sería que otro omega perdiera la vida.
-Regresa al santuario, no pueden vernos débiles...
Saga asintió, dándole una palmada al brazo de Kanon, para después marcharse con demasiada facilidad, dejando que su hermano caminara hasta la cama, quien se recostó en ella y regresara a abrazar el cuerpo de su omega, que brinco al sentirlo a su lado, un solo beso en su frente.
-Nunca te haré daño, pero... a los demás, no tienes idea de lo que haría si te apartan de mi lado.
*****
Sygmund estaba sentado en la mesa de la taberna, era demasiado pronto para llevarlo a su mansión, podrían malinterpretarse sus deseos para con Bud, quien tampoco deseaba pisar la mansión de su hermano, no quería nada que ver con él y si le dejo estar con ellos, era porque se lo había pedido.
-Encontré esta joya... debe ser tuya...
Bud asintió, se había caído de su daga, por lo cual la aceptó sin más, pensando que desde ese momento Sygmund ya le habia sentido, que era cierto eso de que los alfas y omegas destinados se comportaban como planetas, cuerpos celestes orbitando alrededor del otro.
-Si, es mía... se cayó cuando los estaba espiando, a ti y a tu hermano.
Pronuncio sin demasiada vergüenza, logrando que Syd se atragantara un poco, algo que logró una sonrisa burlona de su hermano, que le miraba en ese momento como si creyera que era demasiado idiota para tomar agua.
-Entonces, eras tú...
Sygmund sujeto la mano de Bud, con delicadeza, sonriéndole, haciendo que Syd se sintiera un intruso, que sintiera un poco de celos, porque a pesar de enamorarse, de conseguir a un compañero, nunca podría tener lo que esos dos tenían, esa conexión casi inmediata que podía ver con ellos.
-A veces... cuando me sentía muy solo, deseaba verte, con eso me consideraba dichoso... saber que tú existías, que al menos eso no podían...
Iba a decir, quitárselo, pero se detuvo al ver la mirada de Sygmund, así como la de Syd, cargada de dolor, cerrando la boca por unos momentos, respirando hondo, para después observar a su hermano.
-Yo... yo estaba feliz de tan solo saber que estabas afuera... que eres un noble de Asgard... aunque, si te trataras de un mendigo, o un cazador sin nada a tu nombre, de todas formas te habría aceptado.
Syd deseaba decirle que la mitad de la riqueza de su familia era suya, él era su hermano gemelo, era un omega, continuaría con su linaje de una forma en que él no podría, él era un beta, no un omega.
-Bud... la mitad de las posesiones de nuestra familia son tuyas, no eres un cazador sin nada a tu nombre, eres el otro heredero de nuestra familia... tus hijos tendrán su futuro asegurado, no tendrán que sufrir lo que tu pasaste.
De nuevo su gemelo comenzaba a molestarse con él, Syd lo comprendía, pero no deseaba que le odiara, o que se sintiera abandonado por ello.
-Nuestros padres no soportaron tener que abandonarte, yo, cuando era un niño quise dar contigo, eras mi hermano, eres mi hermano... yo no sabía que existías, Bud, lo siento tanto... y si, si tan siquiera me das una oportunidad para poder ser parte de tu vida, yo te estaré agradecido por siempre, aunque decidas que no me quieres cerca.
Bud quiso decirle que no necesitaba de su presencia en su vida, que habían pasado bastantes años separados para saberlo, sin embargo, cuando Sygmund sostuvo su mano, sintió como la paz irradiaba desde su alfa.
-Sygmund no desea que peleemos... por eso te trajo con nosotros... así que... tendrás una sola oportunidad, hermano, si me fallas... no volverás a acercarte a mi, jamas.
En otro momento le habría dicho que lo mataría, pero, junto a Sygmund, se sentía demasiado pacifico para maldecirlo o para rechazarlo.
-Ni a mis cachorros.
*****
Shura estaba en la sala del trono del Santuario cuando Saga regreso de su visita a la Atlántida, deseaba hacerle una petición, no podía permitir que Aioria se apartara de su lado, que aceptara a otro con él, el joven león era su omega destinado, debía estar con él, no alejarse como lo había hecho.
-Shura... quiero que vayas a Asgard, como un emisario del Santuario, no nos gusta la forma en que se han estado comportando, no queremos que la paz se rompa de una forma desafortunada.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, adoro recibirlas. Kanon y Saga son unos monstruos, pero se quieren mucho, son unos buenos hermanos entre ellos.
Chapter 17: Notas de Sangre.
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Notas de Sangre.
-¿Lograste verlo?
Mime tocaba su arpa alejado del mundo a su alrededor, una tonada que había creado para su omega, por él que haría lo que fuera, si tan siquiera se molestara en dirigirle la palabra y no se encerrara en sus habitaciones para no estar a su lado.
-Sigue rechazandome.
Respondió con demasiada quietud, muy ajeno a cómo se sentía en realidad, escuchando los pasos de su padre, que no estaba precisamente feliz por el nombre que se marcó en su muñeca.
-Su familia solo se casará si le conviene, si el alfa es de una familia noble o tiene poder político, en ocasiones, si tiene poder financiero...
Mime dejó de tocar su instrumento, pensando en esas opciones, de las que no poseía ninguna, su padre era un soldado honorable, con influencia en la sala del trono, pero no tanta como para hacer su voluntad, no eran de una familia noble, aunque su padre se trataba de un consejero de la señorita Hilda, sobre las riquezas, ellos no eran una familia adinerada como la de Syd o Siegfried, mucho menos como la familia de su omega.
-Cualquiera pensaría que tu cosmos podría ser de utilidad para su familia, pero tal parece que no es ese el caso.
Mime no quería comprar el afecto de Alberich, esa no era su intención, mucho menos forzarlo a aceptarlo a su lado, él deseaba algo puro, un amor verdadero, deseaba borrar esa sombra en sus ojos, creyendo que necesitaba de alguna clase de compás que guiará sus acciones, temeroso de lo que sucedería con el si se dejaba envolver en sus aspiraciones.
-Yo quiero seducirlo, quiero que me acepte a su lado porque me ama, porque me necesita, no porque lo compre como si fuera una cosa, no mi igual.
Folkell estaba orgulloso de su hijo, aunque no apreciaba en lo más mínimo que su arma fuera un instrumento, aquel que quiso que abandonara durante demasiado tiempo, su hijo sabía que le había adoptado, la forma en que sucedió y lo comprendió.
Odin cuidaba de ambos, de eso estaba seguro, de lo contrario no sabía qué pudo ocurrir, si su hijo pudo matarlo en su furia, porque sabía que era mucho más fuerte que él, en ocasiones creía que él era una hormiga a comparación de Mime.
-En ese caso, hijo, vas a sufrir demasiado, Alberich es un hombre codicioso, sea un omega o no, eso no cambia nada en esa familia.
Aquella familia tenía un sistema matriarcal, el omega tarde o temprano aceptaba un alfa con el cual tendría un único hijo, muchos decían que mataban a su alfa destinado, tomando otra pareja que pudieran manejar a su antojo, un noble, un hombre rico o algún político, cada uno de ellos una marioneta, que no duraba demasiado tiempo a su lado.
-Puedo cambiarlo... yo se que el desea algo más... lo siento y puedo dárselo... aunque, para eso tengo que poder estar con él apenas unos minutos, pero me rechaza como si fuera la plaga.
Su padre negó eso con un gesto severo, pero había aprendido algo en su vida, después de cuidar a Mime para verlo convertirse en un dios guerrero, Odin actuaba de formas misteriosas y si fuera un hombre menos sabio, trataría de comprenderlas.
-Solo ten cuidado...
Mime asintió, sintiendo la mano de Folkell en su hombro, para después ser abandonado con sus propios pensamientos, con su tonada de amor y de muerte, una pieza única para su amado, no para usarla contra él, sino para usarla para protegerlo.
-Lo tendré.
*****
Alberich no había dejado de buscar información en los libros de la biblioteca de su mansión, que era un pequeño castillo, siendo su familia una que podía competir por sí misma con el poderío de las sacerdotisas de Odin, razón por la cual Siegfried y su hermano, la cuidaban a toda hora, ellos habían tratado de tomar su lugar en algunas ocasiones.
Sin embargo, nadie podía asegurarlo y eso era lo que había salvado sus cuellos en más de una ocasión, aunque, sabía que su riqueza era mayor que aquella de la casa de Asgard, creyendo que eso era ridículo, que unas campesinas fueran la voz de Odin, cuando su familia debía servirles fielmente.
-Tal vez...
Se estaba equivocando por supuesto, no tenía caso borrar esa marca, la que arruinaba su piel a la altura de su muñeca, de existir alguna forma su familia lo hubiera descubierto, lo más fácil era matar a su alfa destinado, porque eso era lo que decían en las leyendas, estabas destinado a amarlo o a matarlo, el mataría al suyo, después tarde o temprano encontraría una pareja adecuada que sirviera únicamente para darle un heredero, su familia tenía que continuar y para eso únicamente necesitaba un bebe.
Tomaría su poder político, su riqueza y sus títulos nobiliarios, sus posesiones, le debían una dote como agradecimiento de que alguien de su familia, de su linaje, les permitiera darles un heredero, que sus nombres se entrelazaran para ello.
Pero primero debía deshacerse de Mime, convertirlo en una bonita estatua de amatista y aunque, debía admitir que era hermoso, era fuerte, así como saludable, supuso, elegir a un alfa que tuviera su cosmos, que tuviera su nombre escrito en su muñeca, solamente complicaría su existencia.
El cosmos no servía para nada, eso siempre se lo había dicho su omega, el cosmos era una herramienta, si, pero era como una pala o una daga, inútil en la mayoría de las ocasiones, el verdadero poder era aquel que no tenías que blandir para ser respetado.
Un título nobiliario únicamente sería válido si tenían suficiente dinero para sustentarlo, ser amado por el pueblo no servía de nada si no podías hacer tu voluntad, pero si tenías las tres, ese era un alfa adecuado, rico, poderoso e influyente.
El amor y la belleza únicamente eran una farsa, ambos se terminaban demasiado rápido, nunca duraban, eran igual a las promesas realizadas en el momento, sin meditarlas, sin comprender sus consecuencias, como los lazos rojos, estos no eran más que una carga.
Alberich deseaba el poder, quería gobernar Asgard, demostrarle a cada ser que pudiera dudar de sus habilidades, que el gobernaria el maldito mundo y creía que sería interesante charlar con alguno de los gemelos, podía comprender su forma de pensar, de concebir el mundo.
Los fuertes gobernaban a los débiles y los lazos rojos no tenían cabida en ese mundo, aunque, si Mime tuviera al menos una de las cualidades necesarias para ser su alfa, tal vez, lo aceptaría a su lado por un tiempo.
No podía ignorar lo hermoso que realmente era, o lo fuerte y pensaba que era del tamaño justo, un poco más alto, pero no demasiado, no como los gigantes de su ejército, esas bestias le atemorizaban.
No había nada de malo si en ocasiones pensaba en lo que sería estar a su lado, se dijo, ignorando un cuadro de su omega, el que colgaba en una de las paredes como si lo juzgara por sus acciones, por su debilidad omega, imaginar no era lo mismo que sucumbir ante ese alfa.
Tampoco había nada de malo en imaginarlo suave, o como sus manos fuertes lo acariciaban en la noche y en sus sueños más descabellados, pensar que le ayudaría con sus planes, si tan siquiera se lo pedía, que ese músico pacifista podía convertirse en su ejecutor.
Pero eso únicamente sucedía cuando estaba solo, alejado de cualquiera, encerrado en su propia mansión, seguro de que el músico no podía comprender su forma de pensar, ni hacer nada al respecto, solo unos instantes de debilidad no le hacían daño a nadie, después tomaría a un alfa que no desearía, pero sería una mejor opción.
Tendría un heredero, una tumba que llorar y un alfa del que enviudar, porque sabía, aunque su omega siempre lo negó, que le dolió encerrar a su alfa en la amatista, que de haber existido otra forma de apartarse del destino, de tomar sus propias decisiones, le habría tomado.
-Maldito Mime...
Volvió a pronunciar, un poco sonrojado, llevando una mano a su mesita de la cual tomó un pañuelo, una simple pieza de ropa que le pertenecía a ese pacifista, la que llevó a su rostro, para admirar ese aroma, cerrando los ojos, casi imaginándoselo a su lado, de pie, para apartarlo de nuevo, levantándose del sillón, acercándose a una chimenea que estaba encendida, pensando en lanzar el pañuelo en el fuego.
-Debería quemarlo...
Pero, no tenía porque hacerlo, ese pañuelo era mucho más de lo que su omega pudo tener de su alfa destinado, se dijo, mirando el cuadro que le acusaba de traicionar a su familia con su patético actuar.
-Tu no puedes tener esto...
Lo mandaría a quitar, estaba cansado de ver su rostro, de recordar sus palabras, pensando que era indigno que se dejara dominar por alguien que no fue un dios guerrero, que no pudo más que soñar con poseer poder, pero solo se trató de otro omega más, siguiendo las órdenes de fuerzas que no comprendía.
-Maldito Mime... como me gustaría que no hubieras nacido.
Aun Alberich encontró esas palabras demasiado ridículas, aunque tenían sentido, de no haber nacido él no tendría porqué dudar respecto a su misión autoimpuesta, maldiciendo su naturaleza omega, así como a ese alfa que le hacía pensar en algo más que el fin último de su familia.
-Maldito seas...
*****
Milo a pesar de escuchar lo dicho por Aldebaran, de que le pidiera no visitar a Dohko, sabía que solo eran mentiras, no estaba haciendo eso por una buena razón, no amaba al anciano, y este, si era la mitad de sabio de lo que presumía, debía comprenderlo, sino, el se lo haría saber.
De ser otro momento hubiera acudido con Camus para pedirle consejo, pero siendo que la ceremonia se realizaría en las próximas horas, no debía perder más tiempo, por lo cual, ingresando en el templo de libra, vio a Dohko sentado cómodamente enfrente de una mesa.
Sus piernas recargadas en ella, en su mano sosteniendo un vaso con licor, una botella de lo mismo que bebía Saga, un licor extremadamente valioso por lo que podía comprender, algo que hacía traer para el de muy lejos, todo lo mejor para el patriarca, así como para sus aliados, se dijo en silencio.
-¿Sucede algo? ¿Vienes a desearme buena suerte? ¿Por la ceremonia que se avecina?
Milo no supo qué decir en un principio, esa actitud en el anciano maestro era nueva para él, no era ese hombre jovial de sonrisa fácil, este apenas parece poder sonreír, la alegría de antaño no estaba presente en sus ojos, únicamente una paciencia que le hizo enmudecer.
-O vienes a decirme que un omega no debe unir su vida a la de un beta, que mis sentimientos no son solo sinceros y que Aldebarán está mucho mejor solo, abandonado por ese alfa suyo, nuestro estimado, pero traicionero Mu.
Milo abrió la boca por unos momentos, pero Dohko dejó caer sus piernas, sentándose de una forma mucho más recta, su mirada fija en él, dejando el frasco en la mesa, esperando su respuesta, casi como en una amenaza.
-No te ama, Aldebarán no te desea y deberías dejarlo en paz.
Pero que lo maldijeran si pensaba que podía amedrentarlo de esa forma, no era un cobarde y Milo era amigo del toro, por lo cual, debía hacer lo que él no se atrevía a realizar, sin comprender porque aceptaba todo eso, Aldebarán no era un cobarde, aunque si era demasiado ingenuo en ocasiones.
-Eso piensas... yo pienso que él es un adulto, que sabe lo que necesita y que en ocasiones, lo que necesitamos no es lo mismo que lo que deseamos.
Tal vez no era su alfa destinado, ni siquiera era un alfa, pero podía hacerle feliz, ambos podían hacerse compañía, ya que ambos fueron descartados como si no fueran más que basura y además tenía predilección por omegas, así como por almas dulces como la de Aldebaran.
-Así que sabes que está haciendo esto por algo más que amor... porque se siente acorralado.
Dohko no tenía porqué responder a esa acusación y no lo hizo, tampoco iba a explicarle sus acciones al escorpión, quien pensaba que podía llegar a reclamarle por sus acciones, cuando el solo estaba brindando ayuda a un omega deshonrado por su alfa, dejado solo con un cachorro y sin mordida, una que tal vez de estar presente, le daría otro estatus, pero, su alfa se trataba de un traidor.
-Después de la boda viene el amor.
Esa respuesta le pareció especialmente monstruosa a Milo, porque para él solo debes unirte a alguien si te amaba, no había otra opción para ello, cualquier otra razón era indigna, insuficiente y solo terminaría en el dolor para quienes se casaban de esa forma.
-¿Al menos tu amas a Aldebarán?
Dohko amaba a Aldebarán, le parecía hermoso, le gustaba su compañía y le encantaba su dureza, así como su sentido del humor, el toro del santuario le parecía una joya oculta, que nadie parecía apreciar.
-Yo lo amo y él me amara, porque yo le daré lo que Mu no le dio jamás, tendrá seguridad, una vida próspera, nadie se atrevera a hablar a sus espaldas, nadie querrá aprovecharse de sus celos, Kiki tendrá un padre, lo que no ha tenido en los últimos cinco años, me pregunto si tan siquiera recuerda cómo era su alfa.
Milo negó eso, viendo como Dohko volvía a servir licor en ese vaso, bebiendo de nuevo, ignorándolo como si no le importara siquiera su presencia en ese sitio, observando el líquido ámbar, recordando en el pasado, las respuestas de Shion.
-Y me pregunto, si estas en contra de esta unión porque Aldebarán no me ama, como aseguras o porque soy un beta, así que no merezco tener una relación que me haga feliz, no merezco tener a alguien a mi lado.
No era esa la razón por la cual Milo había acudido con Dohko, sin embargo, el anciano bebiendo de su licor, dejó el vaso en la mesa, mirándole de reojo, esta vez con una sonrisa que heló su sangre.
-Eres igual que Shion, condenando mis acciones, creyendo que el hilo rojo del destino solo significa amor, pero parecen olvidar que hay dos finales para esas parejas destinadas, una es amarse, la otra es matarse, tal vez, Mu no debería amar a Aldebarán, sino matarlo, o acaso me vas a decir que Saga y Aioros son la representación misma del amor.
Para Milo esas palabras eran aún peores, porque estaba diciendo que él estaba destinado a odiar a Camus, o este a él, trastornando su unión, por una mucho más oscura, mucho más violenta.
-Tu solo estas justificando sus acciones egoístas, porque si sabes que Aldebarán no te ama, tu no debes forzarlo a aceptar esta ceremonia, lo convertirás en tu alumno, en tu ahijado, en tu protegido, no tienes que casarte con él para protegerlo.
Dohko sabía que eso era cierto, pero también pensaba, que si se iba a sacrificar por él, bien podía recibir algo a cambio, además, su afecto era genuino, no se había sentido conectado con alguien de esa forma en muchos siglos, el deseaba al toro del santuario, así que lo tendría.
-Yo pienso que ya hemos charlado suficiente Milo, puedes retirarte.
Milo no estaba dispuesto a recibir esa orden, aunque podía ver que Dohko no se iba a retractar, por lo cual era inútil seguir con esa discusión y aunque quisiera iniciar una batalla, esta seria inútil de la misma forma, por lo cual se retiró, obedeciendo al anciano maestro, que solo siguió bebiendo, pasando el tiempo hasta que fuera la hora de ir por su futuro esposo.
*****
Deathmask sentía que algo se estaba comiendo su pecho, tal vez era la culpabilidad, saber que un omega iba a casarse sin su consentimiento, porque esa petición de mano, era justo eso, una boda, así la estaba organizando Dohko, al que Saga le dejaba realizar su voluntad, por alguna razón que no alcanzaba a comprender.
Así que, a pesar de que nunca bajaba las escaleras que daban al templo de Tauro, eso hizo, atravesando el templo de géminis, el cual estaba desierto, aunque podía sentirse un cosmos oscuro removerse en las sombras, entre el polvo que se acumulaba en esas paredes blancas.
Deteniéndose frente al templo de Tauro, escuchando el sonido de algo chocando contra una roca, la cual apenas resistía esa fuerza, acercándose a la zona de entrenamiento que poseían cada uno de esos templos.
-Aldebaran...
Aldebaran detuvo inmediatamente su entrenamiento, observandolo con desagrado, con aprehensión y se lo merecía, él era uno de los verdugos, el otro era Aioros, desde hacía dos años atrás, después de rechazar el Satan Imperial, por lo cual, no sabía quién había realizado esas acciones, Saga controlando a su omega, o este mismo las realizó siendo libre de sus ataduras morales.
-No vine por tu cabeza, ni tampoco deseo hacerte daño.
Fueron sus palabras, levantando sus manos como si fueran un escudo, al mismo tiempo que mostraba sus buenas intenciones, aunque estaba seguro que Aldebarán no estaba dispuesto a creer en ellas.
-Y no es porque Dohko te proteja, ese enano de mil años no es tu aliado.
No tenía por qué endulzar la realidad, pero al ver la expresión de Aldebarán supo con demasiada pena, que él mismo pensaba en ello, que las intenciones de Dohko no eran aquellas que decía, sino, que en realidad deseaba tener un esposo.
-Pero será un buen esposo...
Tan buen esposo como alguien al que no deseabas, lo sabía y aun así te presionaba para aceptar eso, se dijo Deathmask, quien tenía su propio demonio, atormentando sus recuerdos, un demonio a quien mataba con el sadismo que usaba contra sus víctimas.
-Ni siquiera tú lo crees, Aldebaran... Kiki será muy infeliz si aceptas esta unión, nadie quiere ver a su omega entregando su vida al dolor, a la desesperación y a un pretendiente que no desea.
Aldebaran golpeó la columna, sabía del deseo de Dohko y quería creer que podía ser un buen compañero, pero, si hasta Deathmask pensaba que era un error, que solamente sufriría, tal vez, estaba en lo correcto.
-No es como si pudiera arrepentirme o salir de aquí...
Deathmask podía sacarlo de allí, usando el Yomotsu, sus propias técnicas, el podía transportarse a donde quisiera, podía llevar a Aldebarán a cualquier otro sitio, pero darían con él, solo era cuestión de tiempo.
-Yo puedo ayudarte a salir y se que Kiki puede salir del santuario cuando quiere, lo he visto con mis propios ojos, tu niño es un granuja, me cae bien.
Aldebaran sospechaba de ello cuando veía objetos que no tendría que tener a su disposición, dulces, a veces postres, que decía que Shaka le obsequiaba o en ocasiones Milo, pero tenía la misma expresión que usaba su padre cuando mentía.
-No tengo a donde ir, pero...
Deathmask comenzaba a desesperarse, estaban perdiendo tiempo valioso y solo funcionaria una sola vez, después de eso, Dohko estaría pendiente de Aldebarán todo el tiempo, como un lobo y una oveja, en este caso un toro.
-Llama a tu cachorro, debe marcharse, yo les ayudaré...
Afrodita le había ayudado a escapar, sabía que ese demonio no iba a dejarle ir nunca y aunque lo trataba bien, también le atemorizaba demasiado, no sabía lo que era, pero en ocasiones creía que no era humano.
-Te castigaran...
Nadie sabía que podía transportar cuerpos, ni viajar de esa forma, solamente Afrodita, pero él no iba a delatarlo, por lo cual, simplemente sonrió, tenía demasiadas cartas debajo de la manga.
-Para eso tendrán que saber que fui yo, tu no les dirás y quien sabe que puedo hacer esto, tampoco lo hará...
Deathmask no tenía porque mentirle, se dijo en silencio, él no era un mártir, en realidad, le sorprendió demasiado que quisiera ayudarles a salir de allí, por lo cual, aceptó su oferta, ya no podían perder más tiempo.
-Gracias.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, adoro recibirlas y leerlas. Alberich odia y ama a Mime, Mime no sabe cómo ganarse su corazón, pero no se va a detener por nada de ese mundo, además, Folkell aquí no fue tan innecesariamente cruel con el pequeño músico, aunque, no le gusta su omega destinado. Nos vemos pronto. SeikenNJ.
Chapter 18: Recuerdos difusos.
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Recuerdos difusos.
Mu se encontraba sentado en las escaleras del templo de Lemuria, observando su muñeca con demasiado detenimiento, recorriendo algo con su dedo índice, sin prestarle atención a su maestro, que se acercaba con un paso lento, acuclillándose a sus espaldas, para ver lo que maravillaba a su alumno.
-Así que... por fin apareció...
Susurro, haciendo que Mu diera un brinco, tratando de esconder su muñeca de su maestro, quien ladeo la cabeza, arqueando una ceja, sin saber porque estaba haciendo eso, su maestro era un hombre mayor, cubierto de arrugas, algo flaco, su cabello ya no era verde, sino gris, pero aun así se veía saludable, no así su viejo amigo, el maestro Dohko, que le parecía más un duendecillo de alguna clase.
-Yo... no... no ha aparecido nada.
Shion solamente sonrió, acariciando el cabello de Mu, para pedirle su mano, algo que hizo su alumno que trataba de ocultarle el nombre de su omega destinado, el que estaba escrito en portugués, el cual reconoció como aquel de uno de los aspirantes a santo dorado, una joven promesa, tan alto como lo fue Teneo o el mismo Hasgard.
-¿Sabes lo que dice?
Le pregunto con una sonrisa tierna, esperando la respuesta de su alumno, que hasta el momento conocía tres idiomas, lemuriano, tibetano y un poco de griego, pero no sabía nada del portugués, el idioma en el cual estaba escrito ese nombre, por lo cual, negó eso con un movimiento de su cabeza.
-Esta escrito en Portugués...
Mu por alguna razón que no alcanzaba a comprender actuaba como si fuera a molestarse con él o negarle la oportunidad para estar con su omega destinado, pero se trataba de un designio divino que podían aceptar, que podía traerle felicidad, cuando a él solo le trajo tristeza, pues, su alfa era un espectro.
-¿Saben donde lo hablan?
Mu trato de pensar en aquella pregunta, si se llamaba Portugués, seguramente lo hablarían en Portugal, como él hablaba Tibetano y habitaba en el Tibet, aunque no estaba del todo en lo correcto, al menos, para su joven mente eso tenía sentido.
-¿Portugal?
Shion asintió, sentándose a su lado, respirando hondo, sonriendo de la forma en que lo hacía su maestro cuando deseaba compartir su sabiduría, prendiendo una pipa larga, heredara de Hakurei, su amado padre, quien perdió la vida en la guerra santa pasada.
-Así es, pero no solo Portugal, también Brasil, eso está en América, América del Sur para ser precisos...
Para Mu esa información era maravillosa, pero de pronto creyó que no podría verle, porque si estaba en Brasil o Portugal y el debía pasar su vida en el templo de Jamir o en el Santuario sería muy difícil ver a su omega, tan siquiera buscarlo.
-Aquí dice Aldebarán... el nombre de tu omega es Aldebarán... y, aunque no estoy del todo seguro, todos los santos de Tauro, en su mayoría, toman el nombre de esa estrella una vez que portan su armadura...
Por lo que tal vez su omega sería un santo dorado, tal vez podría estar a su lado, él era el santo de Aries, su amado el santo de Tauro, por lo cual, se levantó del escalón, con una enorme sonrisa, sorprendiendo a su maestro.
-Pero no está enojado... no me prohibirá estar con él...
Shion encontraba esas palabras ridículas, por lo cual, comenzó a reírse llevando una mano a su cabeza, negando eso, sin preguntar de dónde vino ese temor, no era posible que dijera algo como eso, no le negaría el placer de estar con su omega, y la única razón por la cual, él no aceptó a su alfa, era porque se trataba de un espectro, de un mal hombre, de un enemigo.
-Por supuesto que no... que clase de maestro sería si te prohíbo estar con tu omega, eso no es un pecado.
Mu asintió, recordando lo que decía Saga, acerca de que Aioros era su compañero destinado y la forma en que el arquero se sonrojaba, tratando de imaginarse a su omega, aunque no era muy difícil, podría jurar que le había visto en sueños, seguro de que era bellísimo.
-Pero... usted no tuvo un alfa...
Shion guardó silencio, no iba a decirle la razón por la cual no tuvo un alfa, solamente le sonrió, acariciando su cabello, alborotandolo, riendo al ver la molestia de su joven alumno, quien esperaba que heredara su armadura.
-El murió en la guerra... por eso... por eso yo lo perdí, pero tu no tendrás mi suerte, así que debes entrenar muy duro, para que tu omega se sienta orgulloso de ser tu compañero... para que puedas cuidar de él.
Mu asintió, sus ojos brillando ilusionados, pensando que sí estaba en lo correcto, su omega era uno de los aspirantes, un pequeño que ya medía dos cabezas más que su alumno, sería un chico muy fuerte, muy alto, pero también estaba seguro de que se trataba de alguien amable, un poco tierno.
-Y si... y si él no sabe que yo soy su alfa... si no sabe leer Tibetano...
Su maestro no supo qué responderle en ese momento, pero ya encontraría la forma de romper las barreras del lenguaje, o podría enseñarle en secreto al joven becerro, para que pudiera aprender el idioma que estaba grabado en su muñeca, de eso estaba seguro, pero solo si el pequeño deseaba comprender lo que decía esa palabra.
-Pueden comunicarse con su cosmos... esto nos ayuda a romper las barreras del lenguaje, pero, si me lo pide, yo mismo le enseñaré Tibetano, al menos, unas bases, te parece bien...
Mu asintió para comenzar a correr en dirección de las armaduras, para comenzar a realizar su deber, el que hasta ese momento le parecía monótono, aunque sería el herrero del santuario, su alumno prefería perder el tiempo haciendo travesuras.
Mu recordaba esa época con demasiado cariño, quien estaba preparándose para ir en busca de su omega, no iba a dejar que se casara, que anunciara su unión con el anciano maestro, sintiendo su dolor a través de la materia, como si el lazo del destino, le hiciera comprender lo que sucedía en su corazón.
-¿Qué estás haciendo?
Aioria pregunto confundido, sin entender lo que hacía Mu, que vestía su armadura dorada como si estuviera dispuesto a matar, a pelear, arriesgando Asgard, su vida y cualquier oportunidad que tuvieran para derrocar a los gemelos.
-Se va a casar... se va a casar con Dohko... no lo voy a permitir...
Susurro asustado, demasiado acongojado por aquello que sentía en su lazo, su psique gritando de dolor, su omega lo necesitaba, su cachorro no debía seguir creyendo que no los amaba, algo estaba pasando, algo que no había pensado que fuera posible.
-Mu...
Mu negó eso, estaba agradecido con Aioria por darle ayuda y cobijo, pero no iba a quedarse más tiempo, no después de tratar de comunicarse con Shaka, quien lo repelió, el que no le dijo lo que estaba pasando en el Santuario, lo que sucedía con su omega, creyendo absurdamente que por ser un santo dorado le respetarían, pero estaba equivocado.
-¡No! ¡Me van a quitar a mi familia! ¡Dohko va a lastimar a mi omega!
Aioria no deseaba creer en aquellas palabras, eran demasiado desagradables, pero, si el anciano maestro era tan poderoso como lo decía, que ni siquiera Saga deseaba enfrentarse a él, porque no salvó a su hermano cuando pudo hacerlo, porque no unirse a ellos, la respuesta era sencilla, era de los que pensaban que el fin justificaba los medios.
-Te ayudaré...
Mu sonrió, pero negó eso con un movimiento de su cabeza, no podía arrastrarlo con él, porque iba a atacar el santuario, robaría a su omega de ese sitio monstruoso, los raptaría, ante sus ojos, pero para él, para cualquier ser con un ápice de honor, se trataría de un rescate.
-No... no te arrastraré en esto, porque si fallo, eso quiere decir que moriré... no... no seguirán dañando a mi amor...
Aioria negó eso, eran aliados, debían actuar juntos, por lo cual, sujetando su muñeca la llevó a su mano derecha, para que se tomarán de la mano, flexionando sus brazos, acercándose un poco a él, con demasiada seguridad.
-No, yo te ayudare, no dejare que te maten y no dejare que otro omega pase por lo mismo por lo que pasa mi hermano, así que te acompaño desde este momento, o te sigo, maldito borrego idiota...
Mu jadeo, para sonreír poco después, pensando que Aioria era un hombre maravilloso, a pesar de su edad lo conocía todo de la justicia, de la bondad, por lo cual, asintió, aceptaría su ayuda, para proteger a su toro, a su borreguito.
-Eres una persona maravillosa, Aioria...
Aioria no se sentía así, después de perder a su hermano de la forma en que lo hizo, por lo cual, negó eso, pero ya no tenían más tiempo que perder y vistiendo su armadura, permitió que Mu lo transportará con sus poderes psíquicos, sosteniendo su mano.
-No lo soy... solo es lo correcto.
*****
Al mismo tiempo Aioros también recordaba su pasado, lo sucedido después de aquel asesinato, cuando después de compartir sus cuerpos Saga rodeaba su cintura con sus brazos, el estaba recargado en su pecho, su cabeza contra sus pectorales.
-Te he extrañado tanto...
Susurro Saga demasiado suave, tanto que casi no pudo escucharlo, sus labios rozando su cabello, su aliento removiendolo ligeramente, era una postura cómoda, tal vez demasiado y aunque por un momento quiso levantarse, no lo hizo, cerrando los ojos, disfrutando de aquella paz, de aquella tranquilidad momentánea.
-Mi vida sin ti ha sido un infierno...
Aioros cerró los ojos, tratando de dormir un poco más, sintiendo las manos de Saga recorriendo su espalda, sus hombros, besando su cabeza de vez en cuando, parecía que él no podía dormir.
-Pero voy a compensarte por lo ocurrido... te lo juro.
Aioros que aun estaba despierto, no le respondió en un principio, tratando de pensar en que hacer, porque estar con Saga, a pesar de lo sucedido se sentía bien y eso era incorrecto, tal vez, su propia mente se había quebrado.
-No tienes que hacerlo...
Fueron sus palabras, tratando de pensar en sus últimos celos, por alguna razón pensaba que la fecha estaba cerca, su cuerpo se lo decía y tal vez Saga lo sabía, su alfa debía saberlo, así como debía tener preparado en que lugar pasarlo, con quien desquitar su deseo por compañía, porque al finalizar sus celos, siempre percibía el aroma de alguien o varios más en su piel, haciéndolo sentir celoso.
-No... si tengo que hacerlo...
Aioros para silenciar sus palabras volvió a besarlo, un beso casto primero, que cambió de significado a pocos segundos, sus lenguas luchando entre sí, siendo Saga quien lo detuvo, jadeando, pero al ver su determinación volvió a besarle.
El arquero despertó en ese momento, llevando una mano a su pecho, preguntando cuántas veces había hecho eso, besar a Saga, hacerle creer que también lo deseaba, aunque por la forma en que su cuerpo reaccionaba a esos recuerdos, suponía, que él también lo disfrutaba, aunque era incorrecto.
Aioros se levantó inmediatamente, encerrándose en la habitación, debía calmarse, mojarse con algo de agua helada, pero, lo que hizo fue algo más, llevando una mano a uno de sus pectorales, la otra a su entrepierna, acariciandose lentamente.
Estaba húmedo, demasiado y al pensar que Albiore se encontraba dormido, trato de ser tan silencioso como pudiera, pero quien no estaba dormida era la azafata, que sentada en la barra del bar, con una bebida en la mano, miró de reojo como uno de ellos soñaba con algo, el otro se encerraba en el baño después de recordar a su alfa, de eso estaba segura.
Pero debía llevarlos a la isla Andrómeda, eso era lo único que tenía que hacer, sus problemas personales no le importaban y ese uniforme le molestaba demasiado, así que envió un mensaje por su celular, recibiendo una respuesta que le hizo sonrojar, sonriendo de una forma casi imperceptible.
En el interior del espacioso cuarto de baño que poseía ese jet privado, Aioros seguía acariciando su cuerpo, pensando en Saga, sentándose en el filo de la tina, cerrando los ojos, maldiciendo a su alfa por ser tan hermoso como lo era, como un sol, o una galaxia.
*****
Sin saber que alguien más pensaba en él, encerrado en sus habitaciones, creyendo que para Kanon era fácil decirle que se viera fuerte, él tenía a su omega en sus brazos, quien se recargaba contra él de una forma dulce.
Aun así no podía molestarse con él, su hermano salvó la vida de su omega y fue culpa suya que no se atreviera a romper el satan imperial hasta hacía dos años, que permitió que observará la ejecución de ese espectro menor.
Pero Aioros, al ser tan inocente actuó como si no lo hubiera hecho, respondiendo con demasiada dulzura a su cercanía, besándolo, llevándolo a su lecho y aunque quiso resistirse, no pudo negarse a ser amado por él.
Al ser engañado por su amor, quien no solo era un amante fogoso, buscando cualquier excusa para estar juntos, siendo sus celos, los únicos que no compartían, aún no era momento de tener algún bebé.
Todavía no, se había dicho por dos años, en los cuales su amado arquero estaba con él a todas horas y evitó que fuera asesinado por dos santos de plata, al menos que intentaran dañarlo, sabía que ellos fueron mandados por otro más, pero la premura de su arquero le evitó saber quién con exactitud.
Era imposible que Aioros creyera que no sabía que estaba despierto, que pensara que no lo había planeado, pero aun así, eso hizo, en su inocencia creía que podía engañarlo con tanta facilidad.
*****
Los recuerdos de Aioros viajaron a ese día, los dos estaban juntos, Saga recargado contra los escalones de su alberca, el medio oculto en el agua, disfrutando de esa tranquilidad, de las comodidades que poseía su alfa como patriarca del santuario.
No sabía que pensaban esos santos de plata al tratar de atacar de esa manera a su alfa, si en verdad creían que podrían hacerle daño a Saga con sus cosmos tan patéticos, aún así, lo intentaron, ambos atacando al mismo tiempo, sorprendiendo a su alfa.
Sin embargo, fue él quien respondió con demasiada violencia, elevando su cosmos, golpeando al primero con su puño cerrado, con tanta fuerza que atravesó su armadura, así como su torso, cubriendolos a ambos con sangre.
El otro apenas tuvo tiempo de reaccionar, apretando los dientes, elevando su cosmos en un último intento por dañarlos, pero Aioros, dejando caer el cuerpo de aquel soldado, atacó al siguiente, golpeando primero su rostro, después su estómago y al final su cuello, quebrando su tráquea en cuestión de segundos.
Ambos estaban muertos, él estaba cubierto de sangre, sin comprender muy bien lo que había hecho, escuchando los pasos de Saga, que veía sus acciones con una sonrisa en el rostro, recargando su cabeza contra la suya, abrazándolo por la espalda, a pesar de la sangre.
-Eres mi héroe... Aioros...
Poco después, lo beso, sosteniendo su barbilla con delicadeza, para llevarlo al agua de su alberca poco después, para lavar su cuerpo, quitar la sangre de sus víctimas, las que aún estaban en el suelo, sus ojos blancos mirándolo, como acusando su traición.
Y aun así, se sentó en los muslos de Saga, mirándolo a los ojos, admirando una imagen que pensaba solo el pudo ver en el pasado, eso era cuando sus ojos cambiaban de color, así como su cabello.
-Eres tan fiero... siempre supe que esa era tu verdadera cualidad...
Sus besos eran mucho más fieros, mucho más demandantes y el respondía a ellos, tanto que comenzaba a llegar al éxtasis, uno lleno de culpa, porque no debía desear a su alfa de aquella forma tan primaria, él era una buena persona, Saga no, eso debía mantenerlos separados.
-Saga...
Ambos eran Saga, ambos eran hermosos y ambos eran malvados, aun así, en pocos segundos, alcanzó el clímax, con un gemido apagado, mordiendo sus labios con fuerza, provocando que unas gotas de sangre fueron derramadas.
-Saga...
Regresó a su asiento poco tiempo después, para tratar de dormir un poco, ignorando a Albiore, que se veía un poco más tranquilo, algo en su sueño había cambiado, pero no le interesaba saber que, en realidad.
Sin embargo, en pocos minutos, Aioros abrió los ojos de nuevo al sentir el cosmos de su hermano, demasiado lejos de ese sitio, respirando hondo, observando a Albiore, como estaba dormido en su asiento, con los brazos cruzados delante de su pecho, su expresión una demasiado adusta.
-Aioria...
Despertando por fin al santo de plata, que escuchó esa palabra, su inteligencia les había dicho que Aioria estaba en Asgard, lejos de su isla, pero no tanto para que no pudieran llegar a ese sitio sin mucho esfuerzo, solo tenían que recorrer un continente.
-Es tu hermano, él tiene refugio en Asgard, las sacerdotisas de Odin le han dado cobijo, pero no sabemos por cuánto tiempo.
Aioros sabía donde estaba su hermano, lo había escuchado del mismo Saga, que buscaba una manera de llevarles "justicia" a esos guerreros, por interponerse en asuntos del santuario y porque pensaba, deseaba gobernar a cada comunidad que portara cosmos en su cuerpo.
-Ya lo sabía... e intentaba llegar con él, antes de que me encontraras.
Pero Saga no buscaba a Aioria, lo buscaba a él, por lo cual, su hermano no estaba en peligro inminente, no como lo estaría si se acercaba a él de forma descuidada, aunque, si llegaba a ver a Hades, le solicitaría que le dieran cobijo a él también en la isla Andrómeda, que estaba cerca de Somalia, en cambio Asgard se encontraba en Noruega.
-Tenías una pesadilla...
Susurro entonces, tratando de pensar en algo más que no fuera Saga o su temor constante por la seguridad de su hermano menor, su pequeño Aioria.
-No era una pesadilla...
Fue lo único que dijo Albiore, cruzando sus brazos de nuevo, cerrando los ojos, logrando que Aioros se sonrojara por él, suponiendo que si no era una pesadilla, debía ser un sueño, con el alfa cuyo nombre estaba escrito en su muñeca.
-Dime algo... Misty es una versión mediocre de Afrodita en cuanto se refiere al cosmos, pero... porque es tan malo que estés unido a él, es un alfa hermoso.
Albiore abrió los ojos, como si lo creyera especialmente torpe, sin mostrarle un ápice de respeto a pesar de ser un santo dorado, algo que no sucedía en el Santuario, donde era temido, así como respetado, pero ignoro esa falta de respeto, este omega le había alejado de Saga.
-Misty piensa que las armaduras son griegas, así que solamente los griegos pueden tenerlas... tú sabes, que muchos no somos griegos.
Tampoco le gustaba su actitud vanidosa, ni sus modales, nada en el santo del lagarto le parecía agradable, por lo cual, creía que era demasiado obvio porque no lo deseaba a su lado, aunque muy en el fondo le gustaba demasiado su belleza, todo en el era hermoso, menos él.
-Yo no quiero nada que ver con Misty... y estos sueños, no significan nada... porque no estoy dispuesto a dejar que sucedan.
*****
Afrodita se encontraba cortando algunas rosas, las que mandaría a la sala del Patriarca, solamente las más hermosas, esta vez eran rojas, como la sangre, escuchando unos pasos, de un soldado que consideraba cercano, que podría decirse, servía bajo su mando.
-Mi señor Afrodita...
De nuevo querría charlar sobre ese asunto, supuso, poniendo una cara de disgusto, sin prestarle demasiada atención, no tenía tiempo para escuchar todos esos llantos y preguntas sin sentido.
-He solicitado... de nuevo he solicitado la misión de ir a la Isla de Andrómeda, esos traidores no pueden actuar en contra de los designios del patriarca...
Afrodita se rió, una risa corta, negando eso con un movimiento de su cabeza, sosteniendo una rosa entre sus dedos, llevándola a sus labios, porque bien sabía que Misty lo que deseaba era buscar a ese omega, cuyo nombre estaba escrito en su muñeca, Albiore.
-Lo que tu deseas es acudir con tu omega, creyendo que solo tu belleza podrá seducirlo, pero dime algo Misty... existe algo que puedas ofrecerle además de eso.
Misty no supo qué responder, porque ese soldado era poderoso y aunque no deseaba aceptarlo, era mucho más fuerte que él, inmune a su belleza, que era lo único que podía ofrecerle.
-¿Piensas que lo único que le ofrezco a Deathmask es mi belleza?
Pregunto entonces, esperando una respuesta suya, viendo como Misty trataba de meditar su respuesta, algo que ya esperaba Afrodita que sucediera, porque pensaba, que si él llegaba a perder su belleza en una de las múltiples batallas que se acercaban, su amado aun lo amaría.
-Si no sabes que vas a ofrecerle... entonces, no te mereces tu vínculo con él y yo me haría a un lado, antes de que Albiore decida matarte, para librarse de ti.
Misty negó eso, no estaba dispuesto a ignorar esa oportunidad, creyendo que Albiore sería un soldado griego, no uno de los pocos nacidos fuera de Grecia, de los casi inexistentes santos nacidos en el continente Americano.
-Pero... dicen que le están buscando una pareja... como ha sucedido con Aldebarán... pero yo soy un soldado leal, yo he servido fielmente al Santuario, no soy un traidor y aun así... me pregunto, si es por la diferencia de cosmos van a apartarme de mi omega o es por algo más...
Afrodita comenzaba a preocuparse por la repentina ausencia de Deathmask, sabía que algo estaba planeando, por lo cual, no tenía tiempo que perder, debía evitar que cometiera alguna locura.
-No digas tonterías, para apartarte de tu omega, primero tendría que aceptarte como tu alfa...
Misty jadeo al escuchar esa respuesta, apretando su puño con fuerza, sus ojos fijos en Afrodita, quien comenzó a bajar las escaleras sin prestarle demasiada atención, parecía que acababa de terminar su discusión.
-Si en realidad lo deseas a tu lado, debes meditar lo que vas a ofrecerle y créeme, seguramente no desea tu belleza o algo material que puedas darle, ni tu cosmos, ni riqueza, tal vez... puedas ofrecerle algo más.
No sabía que podía ser eso, pero comenzaba a dudar de sus decisiones, de sus palabras dichas con premura, del valor de su belleza, que no le servía de nada para obtener lo que deseaba.
-Maldición...
*****
Dohko observaba en silencio un cofre con varias joyas en su interior, era una fortuna, de la cual tenía mucho más, esa sería su dote para Aldebarán, como se acostumbraba en su tierra natal, donde los omegas, así como las mujeres eran escasos.
Deseaba verlo antes de la boda, aunque, solo era una petición de mano, algo que no debía suceder, pero aun así, deseaba asegurarle a Aldebaran que no tenía de qué preocuparse, que estaba seguro con él y que podría hacerlo feliz.
Sospechando que Milo trataría de convencerlo de retractarse, pero debía recordar que él era su único escudo en ese sitio, su alfa era un traidor, terminarían matándolo, él sería un buen padre, un buen maestro y sus hijos, crecerían junto a Kiki.
Aun así, solo tuvo que pisar el templo de Tauro para saber que lo habían convencido de retractarse o tal vez, el mismo Aldebaran decidió marcharse para buscar un espejismo, al pensar que el si deseaba un matrimonio real, no solo una farsa.
-No vas a deshonrarme...
Pero correr detrás de él haría eso mismo, le haría ver débil, desesperado por compañía, por lo cual regresó a su templo en silencio, depositando su cofre en la mesa, así tenía mucho más tiempo para planear su boda, una vez que Aldebarán se defraudara de su alfa.
-Vas a dejar que huya...
Esa voz era la de Shaka de virgo, él comprendía mucho mejor la admiración que el hombre más cercano a dios sentía por Mu, y aunque muchos pensarían que ese título no le quedaba debido a su deseo enfermizo por el, para Dohko, eso le acercaba aún más a los dioses, con sus eternos caprichos.
-Yo se que tu no, Shaka... porque no concibes la idea de que tu perfecto Mu, se retuerza con mi amado Aldebaran...
Aun a esa distancia podía sentir la furia del dios corrompido por el deseo, por los celos y la ira, el se encargaría de separarlos, así que no tenía que mover un solo músculo, tal vez, únicamente en el caso de que Shaka quisiera matar a su futuro esposo o a su cachorro.
-No me compares contigo... yo no soy aquel que busca placeres carnales en los brazos de quien no me corresponde.
Podía no corresponderle, pero él era su mejor opción y en su experiencia, la seguridad valía mucho más que el amor.
-Por supuesto que no, tu crees que Mu te amaría si no existiera su omega...
Fue su respuesta, sintiendo el cosmos de Shaka, quien evitaría que esos dos se encontraran, como era su voluntad, sirviendo de forma indirecta como una herramienta para que el tuviera lo que deseaba.
-Tu aun te sigues engañando a ti mismo.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, no saben como me gusta recibirlos. Dato curioso, Asgard está ubicado en Noruega según el lore de Saint Seiya, mientras que la isla Andrómeda está ubicada cerca de Somalia. Así que los hermanos están lejos, pero no tanto, por lo que es posible que vuelvan a encontrarse tarde o temprano. Albiore, así como Aldebarán son latinoamericanos, del puñado de santos que son del continente Americano. Terminando los datos curiosos, espero que el capítulo sea de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 19: Reunión.
Chapter Text
Reunión.
Su hermano había arruinado el ambiente que había conseguido obtener con su dragón, quien parecía no podía dormir, aunque apenas se movía, como si creyera que de hacerlo, podría lastimarlo, dándole una sensación que no le gustaba en lo absoluto.
-No puedes dormir.
Radamanthys trató de no quejarse, no reírse por eso, pensando que era absurdo que Kanon creyera que podía dormir si estaba en ese sitio en contra de su voluntad, por lo cual, no quiso responderle.
-Quiero enseñarte algo, un lugar que me fascina...
Kanon pronunció colocando una mano en su hombro, moviéndola hacia su brazo y de regreso, acariciándolo con delicadeza, logrando que se retirara unos pocos centímetros, tratando de hacerse un ovillo.
-Quiero dormir un poco... me duelen las costillas.
Fue su respuesta, no deseaba estar con él y aunque en realidad, estaba mintiendo, porque ya no le dolían como al principio, aun le molestaban, no obstante, Kanon se levanto de la cama para buscar unas prendas civiles, un traje tipo japones, un kimono que le hacia ver un poco mas esbelto, con un sombrero negro y varios cinturones, dándole una apariencia acaudalada.
-Saga arruino el momento y no quiero que tengas pesadillas...
Dejando en la cama un abrigo para el, con un cuello de piel de oveja, guantes sin dedos y unas botas del tipo obrero, que combinaban con lo que llevaba puesto, ya que no quiso quitarse su ropa negra y Kanon estaba seguro de que no querría usar un kimono parecido al suyo, además, le gustaba mucho esa apariencia de tipo rudo, de chico malo que poseía.
-Tu hermano... él también secuestró a un omega y él huyó... deberías ir a brindarle tu ayuda, en lo que yo duermo unas cuantas horas.
Kanon negó eso, no debían hacer nada, Aioros pisaría Asgard o la Isla Andrómeda, cuando lo hiciera, sus espías se los informarían, por lo cual, solo era cuestión de tiempo, esperar por ese error, para poder dar con él.
-No, lo que haremos será ir a un lugar agradable, que me gusta mucho y tiene paseos nocturnos en esta época del año... Dicen que son muy románticos.
Radamanthys suspiró, comenzando a cambiar los zapatos que llevaba puestos en ese momento por las botas tipo obrero, así como se cubrió con la chamarra de piel, mirándolo fijamente, pensando que irían a un lugar frío, a juzgar por su abrigo y por la ropa de Kanon, que no estaba seguro si era tipo japonesa, aunque se trataba de un hombre griego.
-No vas a agradarme, aunque lo intentes...
Fueron sus palabras, las que Kanon recibió con una mueca de molestia, pero aun asi, le ofreció su mano, la que estaba desnuda, la que dudo en tomar, pero termino haciéndolo desviando la mirada, mientras más rápido realizarán ese viaje, mas rápido lo dejarían solo, se dijo en silencio.
-Yo creo que puedo seducirte... si me das la oportunidad para eso.
Pero no iba a dársela, sin embargo, no se lo dijo permitiendo que Kanon les llevará al lugar que deseaba visitar con él, sin saber con exactitud qué era eso, deslumbrándose de pronto al ver la luz de día de aquel sitio, los carteles en japonés, las decoraciones, pensando que era muy astuto de su alfa, llevarlo a un sitio donde no podría comunicarse con nadie, ni comprender nada a su alrededor.
-¿Dónde estamos?
Kanon solamente sonrió, sin soltar su mano, para caminar en dirección de las puertas de ese sitio, que no era otra cosa más que un zoológico, aunque, no sabía con exactitud cual de todos, no había forma de saberlo, sin embargo, sonrió, pensando que ese sitio le daría la oportunidad para escapar, si el alfa que le tenía secuestrado le perdía de vista en algún momento.
-Un zoológico, cuando me siento solo o cansado vengo aquí, me gustan mucho los animales y este sitio, tiene las mejores instalaciones.
Radamanthys asintió, siguiendo a Kanon, que actuando como un niño pequeño compró dos diademas con orejas de felino en este, colocando uno de ellos en su cabeza, para después usar el otro, dándole una apariencia divertida, que le hizo sonreír.
-Ven... empecemos nuestro recorrido...
Kanon parecía un niño pequeño, admirando a cada uno de los animales en sus hábitats, el por el contrario no estaba nada impresionado, aunque los consideraba hermosos, no le demostraría que le gustaban, limitándose a seguirlo con lentitud, sin pronunciar sonido alguno, con sus manos en sus bolsillos, actuando como la encarnación de la aburrición.
-Por aquí esta el serpentario... y por allá los cocodrilos.
Primero se detuvieron a observar a los cocodrilos, unas criaturas magníficas que devoraban la carne que se les era suministrada, algunas piernas de cerdo o de res, las que partían con sus fauces, pero a pesar de verse peligrosos, para Radamanthys le daban cierto aire amaestrado.
-Ellos son lo más cercano que existe a un dragón... son hermosos...
Radamanthys asintió, pensando que si se quedaba demasiado tiempo terminaría comiendo de la mano de su alfa, aunque eso ya lo había hecho, se dijo, frunciendo el ceño, siguiendo a Kanon al serpentario, donde había toda clase de serpientes, reptiles y ranas, deteniéndose frente a una Pitón, que alguna vez había escuchado llegaban a devorar cocodrilos, en otras ocasiones, decían que este era quien mataba a la serpiente.
Era una criatura fascinante y se vio en la necesidad de tocar el cristal de su hábitat, como si pudiera comunicarse con ella, sintiendo de pronto las manos de Kanon en su cintura, su aliento en su cuello, así como se recargaba en su hombro con delicadeza, como si fueran novios.
-¿Estás disfrutando el paseo?
Radamanthys trago un poco de saliva, golpeando su costado con su codo, demasiado molesto por esa manía que tenía de tocarlo sin su consentimiento, apartándose de pronto, dirigiéndose a la salida, deteniéndose justo a la mitad de un pasillo largo, cubierto por maleza.
-¡Radamanthys! ¡Radamanthys, espera!
Radamanthys volteo a ver a Kanon, quien trataba de atravesar un grupo de niños de preescolar, primaria y secundaria, parecía que habían decidido realizar un viaje escolar en ese zoológico, sonriendo de pronto, porque el pasillo estaba lleno de esos mocosos.
Pensando que era un buen momento para tratar de huir, algo que hizo cuando otros cincuenta menores se arremolinaron frente a un carro con helados, evitando que Kanon pudiera moverse con facilidad, pero él sí podía, así que comenzó a correr, tratando de perderlo.
Escuchando los gritos de Kanon, avanzando algunos pasillos demasiado aglomerados, estos eran los de los monos, de los que había de todas clases, llamando la atención de los presentes con sus piruetas, especialmente los niños que gritaban a sus padres emocionados.
Ingresando de pronto en uno de los hábitats, el de los venados, para salir por el otro lado, buscando la salida, deteniéndose antes de pisarla, pensando, recordando la violencia resultado de su último intento por escapar, aun le dolían las costillas derivado de ello, sin contar, que no tenía dinero, no sabía ni siquiera dónde estaban, pero sí sabía que no entendía lo que las personas a su alrededor decían, ni los letreros, todo era ajeno para él.
Dándose cuenta que saldría de ahí, solo para ser encerrado de nuevo, y tal vez, Kanon ya no querría ser tan amable como lo había sido hasta entonces, no deseaba que lo encadenaran a la pared o decidiera que si él no iba a ser amable, él tampoco tenía porqué serlo, pero, si se portaba bien, podría comenzar a ganarse su confianza, tener un poco más de libertad, cerrando los ojos con desesperación, para después sonreír con cierta molestia, acariciando su brazo, sentándose en un banco de piedra un poco antes de la salida, para esperar por su alfa en ese sitio.
Orando para que Kanon no quisiera utilizar esa técnica que hacía que obedecieras como un robot, como su hermano hacía con ese otro omega, del que escuchó hablar, el que se había escapado y estaban esperando el momento en que llegará a los dos supuestos lugares seguros en ese mundo, que no eran más que una trampa.
Comprendiendo que no podría escapar, pensando que si llegaba con su omega, podía ponerlo en peligro, así que lo mejor era esperar por Kanon, no deseaba enfrentarse con su hermano, orando porque no quisiera castigarlo por esa estupidez, por tratar de escapar de su lado a la primera oportunidad que tuvo, como si fuera un idiota, acariciando sus manos debido al nerviosismo.
Radamanthys no supo cuanto tiempo se quedó sentado en esa banca, solo que fue suficiente como para que unas cuantas gotas de agua comenzaran a caer sobre su cabeza, las que se transformaron en una tormenta, enfriando su cuerpo.
Siendo así que su alfa dio con él, quien estaba lívido, mirándolo fijamente como sintiéndose traicionado, sin entender qué estaba haciendo en esa banca, no de momento, portando una sombrilla de papel sobre su cabeza.
-Escapaste... te fuiste sin mirar atrás...
Radamanthys al principio no quiso responderle, solamente observaba el piso con cierto temor, los zapatos de Kanon, sintiendo como el agua dejaba de mojar su cabeza debido a la sombrilla que portaba el general marino, aunque, aún no se atrevía a mirar al alfa de sus pesadillas.
-Lo siento... yo... yo lo siento... no... no debí hacerlo...
Kanon estaba demasiado molesto, había pasado mucho tiempo buscándolo, pero su dragón había cambiado de opinión, esperando por él en una banca de piedra, confundiendolo de esa forma, notando que estaba completamente mojado, su cabello pegándose a su cabeza, sus cejas dándole una apariencia adorable.
-Es cierto, no debiste.
Pensando en qué hacer, si debían regresar a la Atlántida, o debía perdonarlo porque decidió quedarse, comprendiendo que no podía correr, si lo hacía, le daría alcance, sin importar a donde fuera, lo que esperaba que sucediera cuando le dejó huir para alcanzarlo en pocas horas.
-Toda mi vida he tenido pesadillas contigo... me tienes encerrado, me vigilas a todas horas... yo... yo estaba muy asustado... pero, pero no quiero que vuelvas a golpearme...
Susurro asustado, mirando a Kanon de nuevo, quien parecía dudar en que hacer al respecto de su fuga, para después sonreírle con ternura, ofreciéndole su mano, la que esta vez tomó sin demora, poniéndose de pie, mirando a quien le atormentaba en sus sueños.
-Podemos seguir nuestro paseo desde donde lo dejamos, aunque está lloviendo a cantaros...
Radamanthys asintió, eso sería agradable, mucho más que ser encerrado de nuevo en la Atlántida, en la oscuridad, como si fuera una prisión, con la que debía acostumbrarse, supuso, sin saber que haría Kanon, si le haría regresar a la Atlántida o no.
-Arruine nuestro paseo... pero... podríamos ir a una pista de hielo... o alguna playa mucho más cálida... te parece...
Kanon asintió, tomando la mano de Radamanthys, pensando que primero lo llevaría a esa pista de hielo y después, pasearían en una linda playa, donde pudiera ponerle algo de bloqueador, no deseaba que se quemara su bonita piel, notando como la lluvia comenzaba a ceder, los elementos brindándole su ayuda.
-Podemos hacer ambas... pero, me gustaría terminar nuestro recorrido, ahora que la lluvia comienza a ceder un poco.
Radamanthys asintió, haciendo algo que Kanon pensó era imposible hasta ese momento y eso era sostenerlo del brazo, como había visto que hacían algunas parejas, entrelazando sus dedos con los suyos.
-Deberíamos comprar otro paraguas... Este es un poco pequeño para los dos.
Solo tendrían uno, así debían caminar juntos, para poder protegerse de la lluvia, que ya solo se trataba de unas cuantas gotas, dándole una imagen acogedora a ese sitio, pero, Kanon, elevo su cosmos, para brindarle calor a su dragón, secando sus prendas de esa forma.
-Vi un puesto con café y donas, pasaremos a comprar algo caliente, no quiero que te de una pulmonía...
Radamanthys asintió, sosteniendo el brazo de Kanon, ignorando algunas miradas sorprendidas de las pocas personas que aún estaban presentes en ese sitio, pensando que el cosmos de Kanon era agradable, mucho más que la lluvia, al menos.
-Prefiero el chocolate y una pizza... si no es mucha molestia.
Esa respuesta sorprendió gratamente a Kanon, quien solo asintió, besando la mejilla de Radamanthys, que no trató de hacerse a un lado como las últimas veces que lo había acariciado.
-Te daré todo lo que me pidas, si no me rechazas...
No tenía forma de hacerlo, de todas formas y aunque el juez le ordenaba pelear, hasta que su cuerpo fuera destruido, al menos, pensaba que esa era la memoria del juez, otra parte de sí mismo le decía que debía disfrutar de esa oportunidad todo cuanto pudiera.
-Mi dulce dragón.
*****
Deathmask llevó a Aldebarán a las afueras de Grecia, que era lo más lejos que se atrevía a llegar sin arrastrar a Afrodita con él, de llegar a ser descubiertos, observando al toro del santuario, que llevaba la caja de su armadura a sus espaldas y a su pequeño en brazos.
-Deben irse, no confíen en nadie... Dohko no es de fiar... mucho menos lo es Shaka...
Aldebaran no comprendía esas palabras, pero aun así, asintió, mirándolo como si fuera una buena persona, como si en verdad le estuviera agradecido, una mirada que no había recibido jamás, de alguien que podía considerar una buena persona.
Porque a pesar de que amaba a Afrodita y este cuidaba de él, su alfa no era precisamente bueno con los demás, únicamente con él existía ese lado dulce que tanto disfrutaba.
En realidad, sabía que le regañaría por arriesgarse tanto como lo hacía en ese momento, y sin más, regreso al santuario, dejando solo al santo de Tauro, que respirando hondo comenzó a alejarse de ese sitio, usando su cosmos, no tenía otra forma de apartarse de allí, más que usando su propia fuerza.
-Todo estará bien... estaremos a salvo.
No creía poder llegar a Asgard, tampoco era prudente tocar a la puerta del alfa que le había abandonado, por lo cual, la otra opción era la Isla de Andrómeda o la Isla de la Reina Muerte, un lugar que era conocido por albergar a traidores o disidentes, uno de ellos un antiguo santo dorado, que le enseñó a pelear cuerpo a cuerpo, cuando se dieron cuenta que su proyección de cosmos no era su fuerte.
Se decía que había sido expulsado por negarse a obedecer las órdenes del patriarca y a pesar de ser llamado en innumerables ocasiones, había decidido no acudir, como él mismo Albiore hacía.
No sabía porqué Saga no daba la orden de terminar con la disidencia del santuario, como se decía en las reglas que debía ocurrir, pero no era tiempo de pensar en eso, únicamente debía tomar una decisión importante, a dónde dirigirse.
-Aldebaran...
Esa voz le hizo petrificarse de momento, dejando a su pequeño en el suelo, colocandolo a sus espaldas, observando con desconfianza al intruso, que ya había dado con ellos, como era obvio que sucedería si fuera Dohko, pero este no era el anciano maestro, ni Saga.
-¡Maestro!
Kiki pronunció al principio emocionado, pero la dureza de la expresión de Shaka le hizo dudar en qué hacer, parecía que no estaba dispuesto a dejarle ir, aunque no entendía porque razón.
-Shaka.
El santo de cabellera rubia los miraba con desprecio, de eso estaba seguro Aldebarán, que respirando hondo, comprendiendo bien que no tenía forma alguna de enfrentarse a él, observó a su pequeño, pensando en darle la orden para que huyera, que buscara a su padre.
-Kiki, escúchame bien...
Susurro sin dejar de mirar a Shaka, sin romper su guardia, pero sabía que no estaba en condiciones de pelear con él, ambos lo sabían, por lo cual el hombre más cercano a dios, únicamente estaba jugando con ellos.
-Vete de aquí, ve con tu padre... dile que yo te mande...
Kiki negó eso inmediatamente, viendo como Shaka sonreía ligeramente, al escuchar esa orden, como si Aldebaran creyera que iba a matarlo, pero ese no era el caso, tampoco podía dejar que un aspirante tan prometedor como lo era Kiki se marchara del Santuario.
-Actúas como si pensaras que voy a matarte, lo único que quiero es que pienses con claridad, Aldebarán, no deseas ser considerado un traidor, tampoco arrastrar a tu pequeño contigo, por favor, regresa al Santuario.
Aldebaran no respondió a esas palabras, sintiendo dos cosmos incandescentes acercarse a donde ellos estaban, los mismos cosmos que podía sentir Shaka, uno de ellos era el de Mu, el otro el de Aioria.
-Dohko se decepcionara mucho al saber que decidiste dejarlo plantado en el altar y créeme, es lo mejor que podrás tener con tu apariencia.
Kiki al escuchar ese insulto, al darse cuenta que le dolía a su omega, quiso atacar a Shaka, elevando varias piedras para lanzarlas en su contra, para después, hacerle algunos gestos que Aldebarán no le había enseñado, pero si Deathmask, de forma indirecta.
-¡No te metas con mi omega!
Shaka no escuchó esas palabras, ni dejó que las piedras se acercarán a él, utilizándolas como proyectiles contra el mismo Aldebarán, que recibió ese embiste con su postura de defensa.
-¡Kiki! ¡Te di una orden! ¡Obedece!
Sin embargo, Kiki poseía la misma cabeza dura que su alfa y cuando tomaba una decisión, no había poder humano o divino que le hiciera rectificar, ni siquiera él pudo hacerle ver de la locura que estaba cometiendo al ir en busca del omega cuyo nombre estaba escrito en su muñeca, el que se embarazo demasiado joven, aunque debido a su tamaño, pasó casi desapercibido.
-¡No! ¡No me iré!
Shaka al sentir como el cosmos de Mu se iba acercando más, atacó sin importarle la seguridad de su alumno, la muestra viviente de que aun santos excepcionales como su amado aliado, podían caer tan bajo como para sentir deseo carnal, deseo por un omega que carecía todo lo necesario para que siquiera le brindara su atención.
-En ese caso, no me queda otra opción... no seguirás corrompiendo a Mu.
Aldebaran entonces cubrió a su pequeño con su cuerpo, esperando que si lo mataban a él, Shaka tuviera suficiente, porque no se iba a arriesgar con atacarlo y dejar al descubierto a su pequeño, que se aferró a su cuerpo con sus pequeñas manitas, apretando los ojos con fuerza.
-¡Eres un maldito!
Alguien más gritaba, ese era Aioria que golpeaba a Shaka con el puño cerrado, cortando su mejilla, evitando que matara a Aldebarán y a su pequeño, al mismo tiempo que Mu colocaba varias paredes de cristal, para que no les hicieran daño.
-Mu...
Shaka estaba sorprendido por verle, pero el joven león no se detuvo, atacando de nuevo al hombre más cercano a dios, todo eso frente a la mirada molesta de Dohko, que se encontraba sentado en una estructura de piedras no muy lejos de ahí.
-¡Aldebaran!
El joven santo de tauro volteo a verle, aun protegiendo a su cachorro, que tocaba las paredes de cristal con curiosidad, mirándole molesto de pronto, sabía que ese niño lo detestaba, pero eso era siempre así con los niños pequeños, eran demasiado posesivos de su omega.
-Mu, no te dará lo que necesitas... pero ve con él y descubrelo por ti mismo.
Mu al escuchar esas palabras quiso atacarlo, borrarle esa sonrisa de los labios, esa seguridad enfermiza, sin comprender porque el, de todos los demás, tuvo que traicionarlo de esa manera tan cruel.
-Yo llegué a considerarlo como mi padre... maestro Dohko... usted que era el amigo más cercano de mi maestro... y ahora, usted me hace esto...
Dohko negó eso, fumando de nuevo de su pipa, observando únicamente a Aldebarán, como se ponía de pie, sin prestarle atención a Mu, llevando a Kiki en sus brazos, escuchando al mismo tiempo la pelea entre Aioria y Shaka.
-Yo no te he hecho nada, Mu, tú abandonaste a tu familia en el Santuario, sin pensar en su bienestar ni una sola vez, no les mandaste una sola carta, un solo mensaje... tu le diste la espalda, como Shion me la dio a mi... así que no te lo mereces, Mu de Aries, tu no mereces ese nombre en tu muñeca, pero que sea tu omega, quien lo acepte, aunque el dolor será inmenso.
Dohko sabía que Aldebarán terminaría desilusionándose de nuevo, en ese momento, le ofrecería su apoyo, de nuevo, pero esta vez sus intenciones serían claras, quería un esposo con todos sus derechos, no una simple farsa.
-Sabes algo, cuando Mu te traicione, podrán regresar conmigo, mi oferta sigue en pie, Aldebaran, sere un buen esposo y un buen padre, mucho mejor de lo que jamas lo sera al que piensas que es tu alfa.
Dohko se levantó de ese risco, atacando a Shaka, para darle tiempo a Aioria para escapar, sorprendiendo a todos los presentes, mostrandoles porque ellos eran los sobrevivientes de la última guerra Santa, no solo era una reliquia del pasado, era uno de los soldados más poderosos de esa generación.
-Váyanse... yo me encargare de Shaka...
No estaban seguro de que hacer en ese momento, únicamente aceptaron esa ayuda, Aioria regresando a lado de Mu, para que los transportará a un lugar seguro, las afueras de Asgard, una tierra congelada, gobernada por dos muchachas bondadosas.
-Aldebaran...
Mu pronunció tratando de acercarse, sin embargo, su omega únicamente le miró con decepción, su pequeño le veía con desconfianza, su niño que ya estaba muy grande, sorprendiéndolo demasiado con ese cambio.
-Se que... se que piensas que soy un traidor, un mal alfa, pero he intentado llegar a ti... He tratado de hablar contigo cada semana... tu... no me quieres cerca, lo entiendo, pero no podía dejar que te casaras con alguien más...
Susurro Mu, tratando de acercarse a su toro, que lo rechazó, sin creer una sola de sus palabras, recordando su promesa, la palabrería pronunciada por su alfa la primera vez que estuvieron juntos.
-Aunque tu... tu quieras a Dohko... o... no lo se... no se porque me harías algo como eso... pero no podía dejarte ahí... no puedo vivir sin ti.
Kiki fue quien respondió golpeándolo, tratando de empujarlo, con lágrimas en sus ojos, odiando todo lo dicho por el alfa de cabello morado, al que no aceptaba como su padre.
-¡Tú eres quien no quiere saber nada de nosotros! ¡Lo dejaste solo! ¡Nos dejaste!
Aldebaran limpio sus ojos, tratando de mostrarle una sonrisa a su pequeño, evitando que volviera a empujar a Mu, que no entendía esas palabras, quien pensaba que Dohko le había traicionado al tratar de robarle a su omega, pero Shaka no le había dado sus cartas, no le había dicho que trataba de llegar a él, que había conseguido una forma de escapar, para llevarlos con él a un lugar seguro.
-Te espere varias veces, en nuestro lugar secreto... se suponía que Shaka te lo haría saber... pero, él no te lo dijo verdad... él también es parte de esta farsa... esta horrible traición.
Aldebaran hasta ese momento creía que Shaka era un soldado en el cual podría confiar, como le creyó a Dohko que su amistad era sincera, cuando lo único que había hecho era tratar de seducirle, hasta lo engañó para que aceptara esa supuesta boda y creía, que de realizar esa ceremonia, hubiera llevado a cabo su luna de miel.
-No te creo... Mu... ya no te creo.
Pronunció casi en un susurro, apartándose de la cercanía de Mu, quien estaba a punto de desmoronarse, frente la mirada sorprendida de Aioria, que negó eso, no era justo que Aldebarán no quisiera saber nada de su alfa, cuando no fue por su propia voluntad que se marchó y él era testigo de sus continuos intentos por llegar a él.
-Shaka nos dijo que no deseabas saber nada de él, aunque siguió mandando cartas, yo vi como las escribía, cada una de ellas trataba de convencerte de hablar contigo...
No era que las leyera, pero sabía que Mu no le daría la espalda de esa forma, ni a su pequeño con esa mirada tan triste, quien seguía abrazando a su alfa, quien acariciaba su cabello con una de sus manos.
-No me voy a rendir... y aunque termines odiándome, no puedo dejarte ir, no lo haré, porque yo te amo y tu nombre está escrito en mi muñeca, el mio en la tuya... debemos estar juntos...
Susurro Mu, pensando que eso era un acto desagradable, pero no podía hacerse a un lado, no quería hacerse a un lado, pensando que si su amado hubiera deseado casarse con Dohko, de todas formas, lo habría evitado o hubiera muerto tratando de hacerlo.
-Tu eres todo para mi, tu y mi cachorro... así que no me rendiré...
*****
-Death...
Deathmask llegó con un cigarrillo en su boca, observando a Afrodita sentado en su cama, quien estaba vestido con esa ropa rosa con blanco, cruzando sus brazos delante de su pecho, con una expresión molesta.
-¿Qué has hecho?
*****
Hola, muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. Saben que adoro recibirlos. Ahora, se supone que Guilty era un buen hombre en el pasado, al menos, eso lo dice el manga por lo que he estado investigando, después de una visita al patriarca, se convirtió en un hombre cruel, en este caso, no quiso ver a Saga, por lo que sigue siendo un buen hombre. SeikenNJ.
Chapter 20: Despertar.
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Despertar.
Deathmask no quiso responder al principio, recostandose en la cama, aun con el cigarrillo en la boca, el cual Afrodita le quito con poco cuidado, lanzandolo lejos, siempre le había dicho que podía incendiar la cama si fumaba en ella.
-¿Que te he dicho sobre fumar en la cama?
Deathmask se encogió de hombros, le había dicho que no lo hiciera, pero no le importaba demasiado, el hacia lo que le venía en gana, además, sabía que Afrodita no estaba molesto por el cigarrillo, sino por entrometerse en esa extraña idea que se le ocurrió al anciano degenerado.
-Has dicho muchas cosas...
Fue su respuesta desenfadada, logrando que Afrodita se molestara demasiado, frunciendo el ceño, para después sentarse con las piernas cruzada, así como sus brazos, una postura que le parecía divertida, pero no lo diría en voz alta, porque solo le haría enojar más.
-Eres imposible.
Eso logró que comenzara a reírse, porque en realidad lo encontraba adorable, comprendiendo bien que estaba preocupado por él, sentándose en la cama, para gatear a donde él estaba, acariciando sus hombros con sus manos.
-No te enojes por algo como eso...
Pronunció con un susurro, besando su mejilla, lamiendo el lóbulo de su oreja, escuchando un estremecimiento de su alfa, que se apartó, como si no quisiera sus caricias, algo que hacía cuando realmente estaba furioso con lo que había hecho.
-Va a matarte... cuando se entere que fuiste tú, él tratará de matarte.
Susurro Afrodita, pensando que su alianza con Dohko se había ido al diablo por culpa de su amado, que debía recordar que tenía conciencia justo en ese momento, cuando el anciano maestro estaba por obtener algo que deseaba y esto se le fue arrebatado.
-¿De qué estás hablando?
Deathmask sabía de qué le hablaba, Afrodita sabía que él comprendía bien de qué hablaba, pero aun así, quiso ignorar esa situación de momento, besando el cuello de su rosa, quien suspiro, llevando una mano a su rostro.
-Le ayudaste a Aldebarán y a su cachorro a escapar, lo sé, mis plantas me lo hicieron saber...
Solamente Deathmask sabía que Afrodita podía usar a sus plantas como si fueran sus ojos, ni Dohko, ni Saga, ni nadie más, por lo que el dia de la fuga de Aioros, su alfa lo dejó escapar, como él supuso que Aldebarán estaba escondiendo al arquero, que era algunos años mayor que ellos, pero no dijo nada.
-Pero tú no se los dirás... yo lo sé... porque tu tampoco lo evitaste y si quieres, puedes acusar a mi corazón de futura madre, por mi repentina suavidad con otros omegas.
Afrodita era lo que temía más, en ese momento su cangrejo esperaba a un pequeño propio, una noticia que tenían perfectamente escondida, porque no confiaban del todo en Shura, él no había demostrado remordimiento, parecía no comprender lo que hizo al dar con Aioros, aunque él no fue quien lo ataco al final de cuentas y eran apenas unos niños en ese momento.
Seguia pensando en su omega, en el hermano menor de Aioros, que habia perdido todo cuanto alguna vez amo por culpa suya, debido a su premura y su deseo por ser util al santuario, sin comprender que al ser participe de la esclavitud del arquero, Aioria nunca podria perdonarle por ello.
-Tu no entiendes lo que está pasando Deathmask, no quiero perderte a ti, mucho menos a nuestro cangrejito... pero... cuando te doy la espalda siempre cometes alguna locura, algo como esto...
Deathmask lo empujo entonces, molesto por aquellas palabras, no iba a dejar que Aioros siguiera siendo el prisionero de un alfa, aunque fuera su alfa si podía hacer algo, o en este caso, no hacer nada, y evitarlo, lo mismo con Aldebarán, no entendía la obsesión de Dohko por tomar su mano, pero no creía que fuera algo hecho por amor o deseo, pero, quien podría lastimar con ese acto estaba muerto, había sido asesinado por el oscuro, entonces, porque razón enfocar su odio en contra de quien nada tenía que ver con su locura.
-Kiki sufrirá la decisión de su omega, saber que está con alguien a quien no ama... que sería forzado a aceptar a Dohko, eso es monstruoso... y Aldebaran, ese toro idiota confiaba en el anciano loco, en el sacrosanto Shaka...
Afrodita volvió a suspirar, Saga estaría furioso de saber que dejaron escapar a Aioros, Dohko también lo estaría, los dos lo habían arruinado, pero nadie se atrevía a salir del Santuario, no querían ser nombrados como unos traidores.
-Justo en este momento teníamos que desarrollar una consciencia...
Se quejó con una sonrisa molesta, observando a Deathmask que comenzaba a quitarse su camisa, observandolo fijamente con una sonrisa que solo le auguraba placer, por lo cual comenzó a desabrochar su corbata.
-Somos unos idiotas... pero, tal vez como ellos saben que no tenemos consciencia, que no haremos nada por nadie si no nos beneficia, entonces, tal vez ni siquiera lo sospechen.
Susurro con diversión, quitándose la camisa rosada y sus pantalones blancos, de una manera metódica, doblandolos con cuidado, colocándolos sobre una silla, observando entonces a su amado, que dejaba regada su ropa por doquier, lanzándola por cualquier parte.
-Ellos no sospecharan nada... tu lo sabes...
Deathmask beso los labios de Afrodita, casi lanzándose a sus brazos, acariciando su cabello ensortijado, enredandolo en sus dedos, gimiendo cuando Afrodita acarició una de sus nalgas con delicadeza, como si pensara que podría hacerle daño si aplicaba un poco más de fuerza de la necesaria.
-No voy a romperme...
Ya lo sabía y de todas formas no le importaba, así que solamente sonrió para besarle de nuevo, antes de que le dijera que no era una muchacha virginal, si lo fuera no le desearía, pero Deathmask no parecía comprender eso.
-Déjame hacerlo a mi modo... soy tu alfa, después de todo.
Deathmask mordió su labio con fuerza para que cayera un hilito de sangre de sus labios, sorprendiendolo por ello, sintiendo entonces como el cangrejo lo empujaba, para acostarse de espaldas, haciéndolo caer en el suelo, con un quejido.
-No lo sueñes... grandioso, poderoso, musculoso e invencible alfa... no harás lo que desees con tu pobre e inocente omega...
Susurro con diversión, con una sonrisa burlona, llevando las muñecas de su alfa a sus costados, quien solamente le veía con demasiado detenimiento, relamiendo sus labios, mirándole fijamente a los ojos.
-Tu no eres inocente...
Fue la respuesta de Afrodita, quien gimió al sentir los labios de Deathmask sobre su torso, acariciando su piel con sus manos pálidas como el marfil, pero tan cálidas que sentía que iba a derretirse.
-Y tu no me mandas a mi...
Eso recibió una sonora risa de Afrodita, que usando un poco de fuerza, volteo los papeles, acostando a Deathmask de espaldas, tomando una de sus rosas, con la cual comenzó a acariciar su piel, su cuello, su torso, relamiendo sus labios con delicadeza.
-Por supuesto que no... nadie te manda a ti... eso lo has dejado claro... pero también te excita el poder y sabes... que yo soy más fuerte que tu.
Lo era, pero no por eso era que amaba a su alfa y ambos lo sabían, pero Deathmask no se lo dijo, tal vez necesitaba sentirse fuerte, poderoso, capaz de protegerlo del peligro, pero la realidad era que si Dohko o Saga deseaban asesinarlos, simplemente lo harían.
-Yo voy a protegerte... te lo prometo... yo los protegeré de cualquier daño.
Repentinamente pronunció Afrodita, besando los labios de Deathmask y después su pecho, su vientre, recargándose en su cuerpo como si fuera una almohada, imaginando la vida creciendo en su interior, al que su antecesor no pudo tener, eso lo sabía porque sus plantas se lo dijeron.
Su omega era un espectro al que había tenido que destruir, que matar, aun en contra de sus propios deseos, pero Deathmask estaba en sus brazos, el estaba embarazado, él podía sentir que era feliz, aunque el Santuario no fuera el lugar donde crecieron algunos años.
-No tocaran a mi familia...
Susurro de nuevo, sintiendo las manos de Deathmask sobre su cabeza, pensando en esas palabras, eran una familia, con un pequeño cachorro en camino, relamiendo sus labios al pensar en lo que había escuchado, en lo que harían con Aldebaran, Saga podría separarlos si eso le convenía.
-Deberíamos irnos... huyamos de aquí... busquemos un lugar donde solo estemos nosotros dos...
Afrodita deseaba pensar que eso era posible, pero al mismo tiempo sabía, que de salir de allí sería el equivalente a aceptar su culpabilidad en las dos fugas realizadas esa misma semana.
-No podemos, no ahora... pero pronto... muy pronto escaparemos... no temas por nada.
Deathmask asintió, cerrando los ojos, pensando que esa postura era cómoda, estar con Afrodita, esperando a su pequeño, a pesar de todo lo que sucedía a su alrededor.
-No tengo miedo...
*****
Hefesto abrió los ojos sintiendo el peor dolor de cabeza de toda su eternidad, llevando su mano a su frente, jadeando al tratar de levantarse, sentándose en la cama con demasiado esfuerzo, sintiendo una presencia a sus espaldas.
-¿Con que golpeaste mi cabeza?
Pregunto molesto, mirando al dios Ares, que estaba sentado en un sillón mucho más parecido a un trono, pensando que el dios de la guerra había aceptado los cambios tecnológicos, de costumbres, mucho más fácilmente que los otros dioses.
-Con tu martillo...
Hefesto encontró esa respuesta divertida, porque esa era una pregunta retórica, no esperaba que le respondiera, pero aun así lo hizo, observando al que fuera su esposo, antes de su infidelidad.
-¿Que se supone que lograrás con esto? ¿Evitar que rescate a mi cachorro? ¿Que te acepte otra vez?
Ares negó eso, no deseaba evitar que Hefesto rescatara a su cachorro y aunque no creia que tuvieran que rescatarle, si al finalizar esa charla, aun deseaba verle, le ayudaría a eso, tampoco esperaba que le aceptara otra vez, solo deseaba ser escuchado, comprender la razón de su partido, de su infidelidad, su cachorro era muestra de ello, de su traición para su alfa.
-Nunca he tenido ojos para nadie más que tú, desde que comenzamos a estar juntos y aun asi... me diste la espalda, tú también me abandonaste...
Hefesto negó eso, aquello era una mentira, su alfa había tomado a un amante, lo sabía, aunque nunca los vio, la forma en que salía, como parecía perdido en sus propios pensamientos, era seguro que se trataba de lo mismo que sufrió con Afrodita, la diosa que le hizo tanto daño.
-Eso es una mentira y la razón por la cual me fui, fue para no caer en la misma enfermiza rueda de miseria que sufrí con Afrodita, al suplicarle que no buscara a alguien más, crear regalos fastuosos, para después verlos con ella... como los olería en ti... no es verdad.
La expresión de Ares fue tal, que casi pudo creer que no había cometido lo que sabía que hizo, desviando la mirada, pensando en una forma de salir de allí, más o menos ileso, para dejarle solo con sus odiosas mentiras.
-No... eso no es verdad... yo no te fui infiel...
Susurro sorprendido, demasiado, tanto que Hefesto jadeo, levantándose de la cama, para apartarse del dios de la guerra, que negaba eso convencido, tal vez, solo era un romance pasajero o una simple curiosidad.
-No he tenido un amante desde que te fuiste, mis hijos, Saga y Kanon, ellos fueron creados con mi cosmos, con el de la diosa Keres, pero no hubo intimidad en ello...
Hefesto negó eso de nuevo, sintiendo como Ares sostenía sus brazos, evitando que se alejara, recordando lo que había encontrado, lo que había escuchado, pero, era demasiado difuso, como una pesadilla o una alucinación.
-Puedes preguntarle a las Moiras si dudas de mi palabra, en cambio, tu buscaste el amor de un mortal apenas me diste la espalda...
Un mortal que Ares asesinó, se dijo Hefesto, empujando a Ares, recordando lo que había quedado de su cuerpo después de que un jabalí lo arremetiera.
-Un Jabalí... usaste la misma forma que en el pasado, cuando mataste a Adonis... mataste a mi esposo, al padre de mi pequeño...
Si, lo había matado, no deseaba compartir el lecho de su omega con nadie más, por lo cual, tuvo que matarlo, pero fue indoloro a comparación de lo que deseaba hacerle, al pensar en lo que habían hecho en ese tálamo, para que Hefesto se embarazara, quien se veía radiante de esa forma, siempre se veía hermoso.
-Mate a quien quiso robarse a mi omega... tienes mi nombre en tu piel, yo tengo tu nombre y te he sido fiel, tu no a mi, pero me acusas de ello, algo que no entiendo... no comprendo que te hizo pensar que yo te engañaría a ti, el único dios que me ha dado un mínimo de respeto o cariño.
Era un dios despreciado, enjaulado y encadenado, su padre tuvo que crear a la diosa Athena para que tomara su lugar, por quien se preocupaba, en cambio, con él, solo no lo mataba porque tenía su sangre, solo por ello.
-Y me dejaste solo... sin ti, las voces de la guerra se apoderan de mi mente... solo contigo estoy calmado... pero... te fuiste, acusándome de serte infiel... ya ni siquiera Afrodita me hace desearla, nadie que no seas tú... pero no deseas nada de mí, ni de mi belleza, ni de mi poder... no lo entiendo... qué clase de dios puede odiarme tanto como para apartarme de tu lado, tratar de convertirme en lo que era antes de ti...
Hefesto negó eso, tratando de pensar en lo dicho por Ares, sin apartarse del dios de la guerra, que le miraba como perdido, sin comprender lo que sucedía en su mente, o porque lo deseaba lejos, cuando de serle infiel, lo aceptaría, los dioses presumen esa clase de conquistas.
-Puedes jurar por tu sangre, que no me has engañado... que no buscaste a alguien más y que te has mantenido fiel a mi, a pesar de lo que hice... por tu divinidad.
Ares asintió, él no había buscado a nadie más y no comprendía porque Hefesto parecía estar seguro de ello, recordando que en el pasado, antes de darle la espalda había tenido una pesadilla, de la cual apenas pudo despertarlo, pero, aunque odiaba a Europa por tocarle, jamás odiaría a su esposo por ello.
-Lo juro... y he tratado de comprender la razón de tu rechazo, yo no... yo no te engañe...
Hefesto llevó una mano a su cabeza entonces, recordando que había tenido un mal sueño, antes de levantarse de la cama y escuchar lo que pensó era su esposo conversando con alguien más, esa era Eris, la diosa de la discordia.
-Eris...
Susurro sin saber muy bien porque no quiso escuchar a su alfa, porque llegó a esas conclusiones, pensando que tal vez era su endemoniada belleza aquello que lo convencía de escuchar sus palabras, pero Ares no era la clase de dios que ideara una treta como esa, era fuerte si, pero incapaz de engañar a nadie.
-¿Eris?
Eris le había visitado para decirle lo que vio realizar a su alfa y el, después de lo sucedido por Afrodita, le creyó, cada una de sus palabras, se dejó enredar por ella, por su cosmos, creyendo que Ares haría lo mismo que su esposa, algo que no deseaba sufrir de nuevo.
-Eris ha provocado esto... que tu me odies...
La misma diosa con la cual estaba tomando café, cuando su esposo fue a buscarle, pidiéndole a su manera que le ayudará a ver a su cachorro, llevando ahora él una mano a su cabello.
-No estoy seguro, pero... de todas formas no tengo tiempo para discutir sobre esto... mi pequeño está encerrado con el tuyo... no lo soportara.
Ares recordaba haber visto al hijo de Hefesto, era un demonio, el soldado más leal del dios Hades, tan furioso y agresivo que podría ser perfectamente uno de sus berserkers, en realidad, creía que él solo podría superar la demencia de sus soldados favoritos, Kokalo y Ema.
-Tu hijo es uno de los jueces del Inframundo... no es un pequeño inocente, como tratas de describirlo.
Hefesto negó eso, sosteniendo a Ares con fuerza, eso lo era cuando vestía su armadura, pero, en ese momento en el cual, no la usaba, no la portaba, se trataba de un muchacho común, de apenas veinticinco años, nacido en la riqueza, protegido por su omega, aunque, el dia que se marchó de su lado apenas tenía veinte, él no era el juez de las almas en ese momento y creía que apenas tendría recuerdos de aquellas vidas, recuerdos desgarradores que le harían temer aún más a su alfa.
-Tu no lo entiendes, Hades ha muerto... eso quiere decir que las surplices ya no existen más... Radamanthys no es nadie más que mi pequeño... no es el juez, ni el fanatico creyente de Hades... es mi niño... un joven común, que no entiende nada de lo que sucede a su alrededor.
Ares no estaba del todo seguro de eso, pero creeria en las palabras de Hefesto solo por la oportunidad para poder estar un poco más de tiempo a su lado, mirando al dios de la herrería, que llevando una mano a su cabeza recordó el día que comenzaron sus terrores nocturnos, los que trataron de atender de la forma humana.
-Radamanthys ha tenido pesadillas toda su vida... él está condicionado a temerle a tu hijo, cree que es un demonio, con el cual está encerrado y Kanon, a pesar de lo que se dice de su brillante mente, no creo que sepa cómo tratarlo.
Hefesto pronunció de nuevo, relamiendo sus labios, esperando por la respuesta de Ares, quien le veía en silencio.
-Debes ayudarme a rescatarlo...
*****
Fenrir había seguido a su manada hasta su viejo castillo, el cual estaba completamente arruinado, la loba que le salvo, la de pelaje claro, le observaba como si comprendiera algo que él no, pero no podía comprenderlo, no del todo.
-¿Qué quieres mostrarme?
La loba se detuvo junto a una piedra que parecía suelta, la que comenzó a arañar con sus patas, como diciéndole que abriera eso, algo que hizo, viendo entonces una cajita de madera, la que guardaba una hermosa reliquia familiar, un collar de diamantes, un anillo y una pulsera.
-¿Qué es esto?
Pregunto, recordando una imagen de su madre vestida con un hermoso conjunto verde, portando esas joyas de la familia, las que eran entregadas a la siguiente joven que desposaría al heredero de los fenrir, o al omega con el que se casaría, pues sabían que era un alfa.
-Esto... esto es para mi omega...
Pero no deseaba un omega, al menos, eso era lo que pensaba, sin embargo, llevó las joyas con él, eso era lo que deseaba la loba madre de su manada.
*****
Muchas gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas, se los agradezco muchísimo. SeikenNJ.
Chapter 21: Bienvenida.
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Bienvenida.
Habían llegado demasiado pronto con las señoritas Hilda, Freya y Lyfia, las dos primeras eran princesas, la tercera se trataba de una doncella común, que era amiga de la hermana menor de Hilda, la señorita Freya con su hermosa cabellera rubia, así como una de las voces del dios Odin en ese mundo, Mu les había solicitado una audiencia para pedirles asilo para su familia.
-Señoritas... ya hemos explotado por mucho su amabilidad, pero, me atrevo a solicitar asilo para alguien mas, dos personas muy importantes para mi, mi omega y mi cachorro, mi familia.
Aldebaran le observo fijamente con una expresión neutral, pero en el fondo estaba molesto al sentir que Mu daba por sentado su relación, aun así no dijo nada, Kiki le enseñó la lengua, abrazando a su omega del brazo, quien estaba hincado frente a la señorita Hilda, una acción que realizaba por amabilidad, por su cachorro, porque aun no confiaba en los habitantes de Asgard, ni en sus monarcas.
No muy lejos de allí había un soldado de cabellera rubia y piel morena, su nombre era Hagen, el dios guerrero de Merak, quien veía esa discusión en silencio, sus brazos cruzados delante de su pecho, con una expresión molesta.
-Se les otorgara el asilo, como a cualquiera que venga a nuestras puertas para pedirlo... Me temo que el Santuario está perdiendo a sus soldados con demasiada rapidez, pues, uno más ha llegado solicitando protección, al igual que ustedes, este mismo día y se lo he otorgado.
La expresión de Mu y Aioria fue de total incredulidad, Aldebaran mantenía un poco mejor las apariencias, después de mentirle cinco años seguidos a su cachorro para mostrarle una fachada de tranquilidad, de fuerza, cuando se estaba rompiendo por dentro, dándole la facultad para eso.
-Le hemos otorgado un lugar donde vivir, de la misma forma que yo les otorgue a ustedes una vivienda... me temo que nuestra población no es demasiado numerosa.
Pocos deseaban quedarse en ese páramo helado y aunque no se apreciaban en demasía las costumbres de las tierras lejanas, era mejor marcharse que permanecer en ese infierno, aunque ella le amaba, no podía darle lo que su población necesitaba para sobrevivir.
-Y aunque confió en ustedes, porque no han demostrado más que honor en sus años viviendo en este sitio, aun así debo saber cual es la opinión de aquel que dices es tu omega, quien puedo ver, tiene un cachorro.
En ese sitio tampoco era bien visto que hubiera omegas con hijos, lejos de su alfa, pero ella pensaba que su población omega o femenina en todo caso, no era culpable de los actos realizados por sus aparentes parejas y deseaba comprender, cuál era el deseo del hombre delante suyo.
-¿Quieres vivir con tu alfa?
Aldebaran parecía sorprendido al escuchar esa pregunta y no se atrevió a observar la mirada de Mu, que deseaba creer que diría que sí, pero sabía que no se lo merecía, no después de dejarlo solo todos esos años, creyendo que dos mas podría cuidarlo en su ausencia, uno de ellos le detestaba, el otro lo deseaba para él.
-Yo... no quiero que piense que Mu es un soldado indigno, porque no lo es, se trata de un excelente santo dorado, lo que esperas de alguien como nosotros... pero... no, no quiero vivir con él, ni yo, ni mi pequeño, nosotros estamos acostumbrados a la soledad y eso está bien.
Hilda esperaba secretamente que el soldado recién llegado a sus tierras, quien tenía a un cachorro saludable, después de cinco años apartado de su alfa, no quisiera estar a su lado, porque en sus filas había soldados solitarios, que podían ganarse su corazón, muchos de ellos merecedores de su afecto.
-En ese caso, viviras apartado de tu alfa, aunque espero que el dolor de tu corazón pueda ser sanado en estas tierras...
Aldebaran asintió con una sonrisa amable, acariciando la cabeza de Kiki con una de sus manos, suponiendo que eso era todo, podían marcharse y buscar la casa donde estarían habitando, escuchando unos pasos, esos eran los de su alfa, que al ver que la señorita Hilda se había marchado, quiso evitar que lo dejaran solo.
-Alde... por favor... dame una oportunidad, sé que yo puedo hacerte feliz... yo soy tu alfa, Kiki es mi pequeño y no deje de pensar en ustedes durante todo este tiempo.
Aldebaran asintió, no deseaba discutir de esos asuntos frente a Kiki, por lo cual forzando una media sonrisa en su rostro negó eso, algo que Mu comprendió perfectamente, solo estaba fingiendo esa tranquilidad que podía ver, por lo cual se hizo a un lado, sintiendo la mano de su omega en su hombro.
-Te agradezco el que hayas venido a mi, ayudarnos a salir de ese lugar... se pusieron en peligro, yo lo sé, y lo agradezco también, pero necesito tiempo para pensar, para meditar... aunque, no evitare que veas a Kiki, por eso no tienes que preocuparte.
Ni siquiera tenía porque darle las gracias, el era su alfa, ese era su deber, el deber de cada familia era cuidarse y protegerse entre todos, algo que no había hecho en esos años de soledad, creyendo las mentiras de Shaka, confiando al anciano que deseaba robarle a su omega, aunque este aparentaba unos veinte años.
Kiki no estaba dispuesto a ver a su padre, pero no lo dijo en voz alta, mucho menos cuando una muchacha joven, de cabellera rubia se acercaba a ellos, Freya sería quien les llevaría a su nuevo hogar, esperando que no encontraran a más dioses guerreros en su camino, mucho menos aquellos que podían considerar gigantes.
-Vengan conmigo... por favor.
Hagen pensaba que esa reunión era ridícula, pero sabía de dos dioses guerreros que estarían encantados con todo ese drama innecesario, porque el omega del santuario, que había dado a luz a un niño sano, estaba libre para su conquista.
-Hagen, se que estoy segura con este soldado a mi lado... puedes descansar dos horas.
El soldado de fuego asintió, molesto, pero debía hacerle caso a su señora, que era su amiga desde su más tierna infancia, pensando en tomar un trago, algo caliente no le sentaría mal, además, deseaba quitarse su armadura, no eran cómodas, tal vez por eso los santos dorados solo les vestían cuando combatían.
-Por aquí...
Susurro la señorita Freya, caminando con un paso lento, observando entonces la ropa que ellos usaban, no era adecuada para el frío, pensando que Aldebarán se veía como alguien nacido en un clima cálido, el pequeño Kiki era tan solo un niño, de unas tierras mucho más amables.
-Pero primero... debemos conseguir nuevas ropas, el frío en Asgard podría ser intolerable para ustedes, a pesar de su cosmos.
Aldebaran llevó una mano a su cabeza, sonrojándose por esas palabras, aceptando esa ayuda extra, no le gustaba la idea de que Kiki caminara por allí con su ropa del santuario, cuando el frío apenas era tolerable para él.
-Se lo agradeceríamos mucho...
Kiki entonces le sonrió, una de esas sonrisas preparadas que poseía, tratando de ser tierno, pero para él siempre se trataban de problemas, señal de alguna maldad que deseaba realizar.
-En ese caso, vengan conmigo.
*****
Aioria dejó solo a Mu, quien regresó a la casa que habitaban de forma conjunta para tratar de calmar su dolor, el felino pensando que era demasiado injusto, que Aldebarán no debía comportarse de esa manera, cuando su alfa solo tuvo que hacer lo que era necesario, nada más, ni nada menos.
-Aldebaran es demasiado injusto e inflexible...
Se quejó en voz alta, sintiendo de pronto que alguien le observaba, buscándolo con la mirada sin encontrarlo, sin saber qué hacer, mirando hacia todas direcciones hasta que de pronto, alguien, le sometió con fuerza, usando su cosmos, sosteniéndolo de la cintura, así como de la muñeca, arrebatandole un beso.
Ese alguien era Shura de Capricornio, quien vestido con su ropa del Santuario, estaba presente en Asgard, robándole el aliento, evitando que se moviera, disfrutando de su cercanía, así como besándole apasionado, su lengua dentro de su boca, gimiendo al sentir su sabor.
Ya había pasado con anterioridad, ese beso robado en callejones oscuros, cuando estaba solo, razón por la cual se marcho, no iba a entregarse a quien condeno a su hermano a la esclavitud, sin importarle que su nombre estuviera grabado en su muñeca.
Shura se apartó cuando le mordió, tratando de arrancarle la lengua, pero no lo hizo, apenas pudo hacerle daño, aunque sí provocó que sangrara, sonriendo con decisión, una mirada peligrosa, aun sosteniendo su cuerpo con sus manos, con su cuerpo y con sus feromonas, su influencia alfa.
-Conozco a otro omega que es injusto e inflexible... Aioria, un omega que desea dejar atrás a otro alfa que también realizaba su deber... pero me pregunto, porque con ese alfa eres tan inflexible y con Mu no... comienzo a sentirme celoso.
Aioria quiso golpearlo con su cabeza, pero Shura negó eso, colocando una mano en su boca, relamiendo sus labios, que aun poseian el sabor de su omega, mirándole fijamente, escuchando las pisadas de algunos pobladores de Asgard.
-Vine a solicitar asilo en Asgard, la situación del Santuario es insostenible, y la señorita Hilda me lo ha otorgado... sabes lo que eso significaba no...
Significaba que no podía pelear con él o lo único que conseguiría sería que fueran expulsados de esas tierras, pero aun así lo empujo con fuerza, tratando de apartarlo de su lado, furioso por su presencia en ese sitio.
-No te acepto, ya te lo dije desde hace años... no te acepto, no te aceptaré y si sigues acosándome, te lo haré pagar, Shura... ahora que puedo vengarme por lo que hicieron con mi hermano.
Shura no se inmuto con aquellas palabras, solo sonrió con una mueca que odiaba Aioria, acariciando su mejilla con delicadeza, pensando en cuál sería la respuesta del joven león, al saber que su hermano se había fugado, tal vez iba de camino hacia Asgard o buscaba refugio en la Isla de Andrómeda.
-Tu hermano escapó del Santuario... yo podría ayudarte a encontrarlo, pero prefieres vivir en esta tierra congelada, en vez de brindarle ayuda...
La respuesta de Aioria primero vino de la forma de esperanza, sonriendo al pensar que por fin su hermano había escapado de las manos de su alfa, sin embargo, de pronto su expresión se petrifico, para convertirse en una molesta, furiosa, seguro de que solo era una treta para dar con él.
-Piensas que seré tan idiota como para dejarte dar con mi hermano, para que tu le digas a Saga donde esta y lo secuestren de nuevo, a cambio de que, mi cuerpo, mi vida... no lo creo, no soy tan idiota como para confiar en ti, otra vez.
A pesar de que estaba contento, esperanzado de que su hermano hubiera escapado, él creía que no era una buena idea buscarlo, dar con él, porque iban a seguir su rastro y como su hermano era el elegido para ser patriarca, el podría dar con él, de eso estaba seguro, solo tenía que esperar a que Aioros encontrara la forma de comunicarse con él.
-Nunca te mentí...
Fueron las palabras seguras de Shura, que le miraba molesto, convencido de ello, logrando que Aioria perdiera la compostura, golpeando la mejilla de quien debería ser su alfa, pero le había causado un dolor tan intenso, que aun ahora, no sabía porque no iniciaba una batalla de mil días o años, para destruirlo de una buena vez.
-Pero nunca me dijiste nada, guardar silencio es mentir y tu me mentiste, me hiciste creer que estabas de mi lado, que me querías... que eras mi único apoyo en ese sitio.
Aioria siempre estaba solo, aunque no era señalado como el hermano de un traidor, no confiaba en nadie del Santuario, no cuando su hermano actuaba como una persona diferente, cuando no deseaba verlo, ni hablarle, tratándolo como si fuera basura, nada más.
-Pero tu sabías... tu sabes lo que le hicieron a él... estabas ahí... y no hiciste nada.
Shura no podía decirle que eso era una mentira, pero en ese momento creía que lo mejor era mantener a Aioria lejos del peligro, durante años estuvo a su lado, protegiéndolo del patriarca, de Saga, angustiado por su seguridad.
-Eras un niño, nada podías hacer... nadie podía hacer nada y Saga trataba bien a Aioros, lo mantenía seguro...
De nuevo Aioria quiso golpearlo y lo hizo, impactando su puño cerrado contra su rostro, después su estómago, notando que Shura le dejaba pegarle, no se estaba defendiendo, un acto que le parecía aún peor.
-Fue Saga quien le hizo eso, lo transformó en un maldito objeto...
Que le dio la espalda, como si fuera menos que basura, apenas una molestia, al igual que si hubiera muerto y Shura pudo decirle, pudo hacerle saber que pasaba con su hermano, para que pudiera encontrar la manera de protegerlo, de salvarlo, aunque tuviera que dar su vida para eso.
-No fue Saga, fue su hermano... él tiene un gemelo, la segunda estrella de géminis, aquel nacido de la desgracia... un mal augurio... él fue quien atacó a tu hermano, Saga solo le mantuvo a salvo.
Aioria no pudo ocultar su sorpresa al escuchar esa información, sin poder creerla, pero aun así, Saga se aprovechó de aquel acto en contra de su hermano, en vez de liberarlo con prontitud de esa pesadilla, sin saber, que las órdenes fueron detenerlo a toda costa, matar a la diosa Athena, aun a él, por lo cual, liberarlo no era una opción.
-Eso no cambia nada y solo por respeto a la señorita Hilda es que no comienzo una batalla contigo, pero vuelve a acercarte a mi...
Dejó abierta la amenaza, antes de soltarse, Shura le observo marchar demasiado molesto, comprendiendo que el alfa que deseaba no era Mu, sino alguien más, tal vez algún Asgardiano que deseaba tomar su lugar en el destino de Aioria, algo que no podía permitir, su cordura dependía de ello.
-No vas a dejarme solo... no lo voy a permitir...
*****
Sorrento había pensado por demasiado tiempo cómo acercarse a Siegfried, aprovechando que su hermano mayor no estaba por ningún lado, tenía una conversación preparada para ese momento y esperaba que el dragón de dos cabezas quisiera hablar con él, que no lo encontrara demasiado inoportuno.
Así que cuando lo vio sentado en la mesa que siempre utilizaba, bebiendo un poco de cerveza caliente con algo de especias, carraspeo un poco para llamar su atención, sintiendo que se sonrojaba ligeramente al ver como le veía con esos hermosos ojos azules.
-¿Qué hace una persona como tú en un lugar como este?
Pregunto tratando de ser encantador, sintiendo como Siegfried le observaba de pies a cabeza, dejando el tarro en la mesa, recargándose en sus nudillos, porque generalmente no se atrevían a acercarse a él, parecía que le tenían miedo, aunque esa pregunta era demasiado extraña.
Todo el mundo sabía que era el único lugar donde se podía beber o comer algo y que se trataba de uno de los dioses guerreros, el guardaespaldas de la señorita Hilda, por lo cual, su pregunta era divertida, especialmente porque pensaba que ese joven bajito, estaba por incendiarse a causa de la vergüenza.
-Vivo aquí.
Fue su respuesta con una gran sonrisa, la clase de expresión que portaba un gato, y si lo fuera, su cola estaría moviéndose de un lado a otro, entretenido por esa conversación, porque no era cosa de todos los días que un civil se acercara a uno de ellos para hacerle esa extraña pregunta.
Sorrento al escuchar esa respuesta comenzaba a pensar que esa reunión estaba ocurriendo completamente diferente a como la imaginaba, llevando entonces una mano a su boca, tosiendo de nuevo, sin saber si podía sentarse en esa mesa o debía escapar antes de que Siegfried lo considerara un completo idiota.
-Bueno... bien... es un día hermoso.
Siegfried volteo en dirección de la puerta, notando que la nieve y el viento comenzaban a arreciar, cualquiera que hubiera nacido en ese sitio sabía que se acercaba una tormenta, una que podría durar días enteros, por lo cual, su sonrisa se ensanchó, divertido por ese sonrojo, era obvio que se sentía intimidado por su presencia.
-Se aproxima una tormenta de nieve.
Fue su respuesta, con un tono de voz carente de toda emoción, como si fuera algo obvio, riendo al ver que el sonrojo de su visitante cada vez era peor, llamando la atención de una de las camareras, señal de que deseaba otra cerveza, pero no para él, sino para el tipo de cabello esponjoso, como el de una oveja y unos bonitos ojos rosas.
Siegfried se levantó entonces, colocando una mano en el hombro de Sorrento, para ayudarle a tomar un asiento enfrente suyo, regresando a su lugar, viendo como la muchacha le llevaba su tarro de cerveza, notando la diferencia que había entre ellos, el era casi tan alto como Tholl, quien solo era una cabeza más alto que él, por lo cual, el forastero parecía un poco pequeño a su lado.
-Yo... no sé...
Siegfried negó eso, bebiendo su cerveza con lentitud, esperando que Sorrento bebiera de la suya, algo que hizo, sintiéndola un poco pesada, pero sin demostrarlo, sorprendido de que el dragón de dos cabezas pudiera tomarla como si fuera simple agua o jugo.
-Te vi la otra ocasión, eres nuevo aquí, también buscas asilo en este sitio... o eres de los que desean perderse en la nieve, en la soledad de este sitio.
Fueron sus palabras, con una sonrisa divertida, mirando a Sorrento de pies a cabeza de nuevo, esperando alguna respuesta suya, que vino en la forma de otro trago de la cerveza, la que bebió demasiado rápido, sorprendiendo ligeramente a Siegfried.
-Yo... yo estoy buscando a alguien que sé que será importante para mi...
Sorrento dejó el tarro en la mesa, aún había bastante, pensando que si seguía bebiendo de ella, a esa velocidad, tarde o temprano se emborracharía y no deseaba realizar algún acto estúpido, no quería que Siegfried lo pensara inferior o creyera que era demasiado extraño para quererlo cerca, aunque se daba cuenta que estaba haciendo un espectáculo de si mismo.
-¿No estarás buscando a un omega verdad?
Siegfried lo dijo con burla, como si fuera algo malo, haciendo que Sorrento dudara si debía decirle que buscaba a su omega, que ese omega era él y que su nombre era Sorrento, por lo cual, pensaba que debía mentirle, no decirle en realidad cual era su nombre hasta que le aceptara un poco mas, tampoco quería forzar esa relación con la excusa de que sus nombres estaban escritos en el otro.
-Es tan obvio...
Susurro observando la cerveza con demasiado detenimiento, escuchando el suspiro de Siegfried, que tenía una voz hermosa, todo el era perfecto, pero no podía decírselo, no deseaba que pensara que era alguna clase de pervertido, un acechador.
-Qué otra cosa podrías estar buscando...
Fueron las palabras de Siegfried, que observaba el nombre escrito en su muñeca, con un poco de molestia, mirando entonces a Sorrento, quien escondió su marca con demasiada rapidez, agradecido de que su ropa tuviera manga larga, no quería que el dios guerrero supiera quién era él, no por el momento.
-¿Honor y gloria?
Siegfried notaba que ese joven de cabello claro estaba nervioso, tal vez era un omega que buscaba un alfa, o un alfa buscando a un omega, podía ser cualquiera de los dos, pero esa respuesta le gusto, el honor y la gloria, era algo que podía respetar.
-Esa es nueva.
Pero no le creía, por lo cual Siegfried, cruzando sus brazos delante de su pecho, le observó fijamente, logrando que Sorrento desviara la mirada, sonrojado, porque eso era una mentira, no buscaba la gloria, no la de la batalla, al menos.
-Amor...
Siegfried aceptó esa palabra, acariciando su muñeca, pensando que ese joven era divertido, se veía adorable a causa de su sonrojo, su voz casi inaudible, pensaba que pronto comenzaría a tartamudear, actuando algo torpe.
-Mi hermano se fue con su omega destinado, no me ha dicho quién es... y no me interesa demasiado saberlo, aunque lo sabre, aunque solo espero que sea feliz...
Sorrento asintió, tragando un poco de saliva, mirando a Siegfried con una sonrisa, sintiéndose un poco más seguro, ya que el dios guerrero no le mandó lejos, no lo rechazaba.
-Si ha encontrado su destinado, yo creo que podrá ser feliz... como yo espero hacer feliz a mi destinado... eso es lo único que deseo...
Siegfried no supo qué decirle, pero podía ver que estaba seguro de esas palabras, de ese deseo, pensando si era cierto eso, que al encontrar a tu destinado podías ser feliz, pero era demasiado absurdo para él.
-Siegfried...
Ese era Hagen, que observó con detenimiento a Sorrento, pensando que era otro extranjero, otro intruso en sus tierras, sin embargo, Siegfried como leyendo su desconfianza, señaló al joven enfrente suyo con su cabeza.
-Es un tipo agradable, Hagen, así que no lo estés atosigando... vino a buscar a su destinado... o destinada... no me ha dicho bien quién puede ser.
Tampoco le había dicho su nombre, pero eso no se lo diría al guardaespaldas de la señora Freya, quien asintió, él solo deseaba beber algo, pero al ver a Siegfried sin la compañía de su hermano, le ganó la curiosidad.
-Y tu sombra...
Sygmund no era su sombra, era su hermano y había conocido a su omega destinado, cuyo nombre no le había dicho, pero esperaba saberlo muy pronto, se lo había prometido.
-Con su pareja destinada... con quien más.
Hagen asintió al escuchar esas palabras, notando que el joven de cabello esponjado se había marchado de pronto, justo en el momento en el que el llego, tal vez, pensando que ellos tenían algo que ver, pero eso era absurdo, Siegfried hasta el momento no aceptaba compañía de nadie.
-Parece que tu amigo se ha marchado...
Siegfried solamente observó la silla vacía, pensando que era divertido, no le gustaba hablar demasiado y eso le gustaba, además, sentía que en realidad lo estaba escuchando, como si estuviera pendiente de cada una de sus palabras.
-Eso parece...
Sorrento se había marchado, escondiéndose no muy lejos de allí, pensando con desesperación que era un mal tercio, respirando hondo, demasiado angustiado por ello, pero no tenía derecho alguno a comportarse de forma celosa, ni siquiera lo conocía.
-Pero... ya lo veré otra vez, sin embargo, tú no viniste a ver quien estaba conmigo, ni para conversar sobre mi hermano, Hagen, cual es el problema...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, se los agradezco muchísimo. Ahora, datos random sobre algunos personajes: Siegfried mide 2 metros, Tholl y Heracles miden 2.30, entonces, son casi del mismo tamaño, Aldebaran mide 2.10. así que es el más bajo de los tres gigantes, Sorrento en cambio mide 1.78, pero apenas tiene 16 años en el manga, pero aquí es adulto, tiene al menos 20 años, su estatura será mayor, aunque no es tan alto como su omega. SeikenNJ.
Chapter 22: Derrota.
Chapter Text
Derrota.
Saga removía el vino en su copa, tratando de mantenerse tranquilo, mostrarse como un hombre fuerte, ser el patriarca de ese santuario, como tanto lo necesitaban, no obstante no dejaba de pensar en Aioros, necesitaba verlo, deseaba estar con él, quería recuperarlo a como diera lugar.
Por lo cual, de la misma forma en que lo hizo Kanon, lo seguiría a donde fuera, porque no le interesaba en lo más mínimo el gobierno del Santuario, esa paz que habían conseguido para ellos, si no podía tener a su omega entre sus brazos.
-¿Dónde estás? ¿A dónde has ido?
Pregunto a la nada, lanzando su copa de vino al suelo, escuchando como los cristales se quebraban, el deseaba lo que tenía Kanon, quería a su omega en sus brazos durmiendo plácidamente a su lado, sin la maldición del Satán Imperial.
Y aunque Kanon generalmente actuaba utilizando su astucia, creía que al estar en compañía de quien le complementaba, le hacía inflexible a su situación, no estaba enojado, por supuesto que no, pero no iba a quedarse con los brazos cruzados mientras los traidores se llevaban a su amor.
Así que convocando su armadura, la de géminis, que en ese momento no lloraba, pero la máscara con la sonrisa se había ensanchado, incendio su cosmos, llevando una mano a su muñeca, concentrando toda su energía, todo su poder, tratando de seguir lo que decían era un hilo rojo que te ataba a quien estabas destinado.
Sintiendo que una gota de agua caía, que un corazón latía muy lejano, abriendo los ojos que tenía cerrados, sonriendo al darse cuenta que ese latido era su amado Aioros, quien como supuso, estaba moviéndose como un humano común, tratando de ocultarse de su mirada de esa forma, pero no podían apartarlos, no lo iba a permitir.
Asgard, la Isla de Andromeda, la Isla de la Reina Muerte y el Coliseo de Ares no se habían rendido, pero les dejaban existir porque no deseaban cometer un genocidio, a diferencia del Inframundo, donde solo dejaron a un soldado en pie, al menos, esas fueron las palabras de la diosa Keres, el único sobreviviente era el destinado de su propio hermano, el segundo juez del dios Hades.
Quien al sentir su cosmos incendiándose acudió a su lado, observándolo con esos ojos sin pupila, que la diosa de la muerte poseía, con una expresión impávida, haciéndole pensar que esos dioses, los de la muerte, se veían un poco mas parecidos a un cadáver, a un muerto, un alma condenada a la perdición.
Tal vez por eso, el cangrejo de la guerra pasada rechazo a quien debía ser su alfa destinado, al dios de la muerte no violenta, el dios Thanatos, que mato a Manigoldo, como este se llevo una parte de su vida, esa historia se las había contado Shion cuando eran niños, como advirtiéndoles lo que podría pasar si sus almas gemelas llegaban a nacer en el ejercito enemigo del dios Hades.
Pero ellos no estaban dispuestos a realizar ese sacrificio, no iban a dejarlos ir ni a matarlos, en el caso de Kanon, con su espectro omega, en cambio, habían conseguido que hubiera paz, que las vidas de los humanos no estuvieran en peligro, algo que parecía que nadie apreciaba.
-Saga...
Saga observó a la diosa, quien decía haberles creado con ayuda del dios Ares, por lo cual eran semillas de la guerra y la muerte, aunque deseaban traer paz a ese mundo lleno de desgracias, no más muertes, no más perdidas humanas.
-No puedo vivir sin Aioros y no esperaré a que llegue a la Isla Andrómeda o a cualquier otro sitio, de hacerlo, jamás podré verlo de nuevo.
Pensando que si Kanon lograba dar con tanta facilidad con su omega, después de que intentara fugarse, él también lo haría, ambos eran gemelos y creía que él era un poco más fuerte, a pesar de que Shion creía que su hermano era más astuto.
Shion, al que extrañaba en momentos como ese, cuyo asesinato necesario aun le dolía, porque si hubiera deseado escucharlo, si le hubiera otorgado la mano de Aioros como se lo solicito y perdonado a su hermano menor por sus supuestas blasfemias, aun estaría vivo.
-El amor es una enfermedad...
Saga negó eso, no era una enfermedad, era lo único que le mantenía firme, sereno, dichoso, así como la razón por la cual existía esa paz, porque estaba seguro de que sin Aioros, él buscaría la forma de repartir su dolor en cada uno de los traidores que le ayudaron a perderlo.
-No quiero escuchar tus profecías, Keres, tampoco fuiste llamada a mi servicio, así que si quieres ve a molestar a Kanon, el es mas proclive a escucharte, yo estoy harto de esta charada.
Keres solamente frunció el ceño, una respuesta que era el equivalente a los gritos y furia de sus hermanos Thanatos e Hypnos, ellos eran por mucho más incontrolables, pero, aun así se retiró, sin decir otra palabra.
-Aioros... Aioros...
Le gustaba pronunciar su nombre, era como una oración que limpiaba su mente de las telarañas que llegaban a consumirla, aún su otra personalidad, aquel que se trataba de un buen hermano, le amaba, lo deseaba con ellos.
-No vas a irte... no vas a darme la espalda.
Podían decir que estaba loco y tal vez lo estaba, pero no le importaba en lo más mínimo, e inmediatamente usando su otra dimensión se transportó al último lugar donde sintió su cosmos, pensando a donde se había marchado, esta vez sin molestarse en vestirse como un civil, de pie sobre una de las ruinas de sus templos sagrados, que eran visitados por turistas estúpidos.
Escuchando el sonido de un avión, observándolo volar, alejarse, comprendiéndolo, alguien había estado presente en ese sitio, usando alguna treta lo llevó al aeropuerto, donde despegaron, tratando de marcharse de allí sin ser vistos.
Podía imaginarse a un alfa llevándolo consigo, tal vez un beta, pero negó eso, comprendiendo que fue un omega, solo uno de ellos podría ser tan cruel como para robarle a un alfa su cordura, ayudarle a otro más que se negaba a aceptar el amor que sentían por el.
Quien quiere ignorar esos dos años de libertad que decidió pasarlos con él, protegiendo sus espaldas, así como haciéndole el amor, cuando cada una de sus caricias las había iniciado su arquero, el apenas se atrevía a dar un paso por esa línea imaginaria.
El que, desde que cayera presa del Satán Imperial, para evitar que siguiera luchando, que se matara en la batalla, no había hecho otra cosa que cuidarlo, mantenerlo seguro, a su lado, sin tocarlo una sola vez, sin mirarle de formas desagradables, tratándolo como alguien enfermo, eso era cierto, pero su omega no aceptaría que tenían razón.
Era tan necio como una mula, tanto como él, y si se trataba de una batalla de voluntades, le demostraría que la suya era mucho más fuerte, mucho mayor, así que, de pronto, sintiendo de nuevo ese latido de corazón en la lejanía, sonrió, su cabello apenas pintando de blanco, la mayoría azul, un ojo rojo sangre, el otro del color de su nacimiento.
-¡Aioros!
Y de nueva cuenta volvió a usar su otra dimensión, su telekinesis, para buscar a Aioros, sin importarle que Kanon se diera cuenta que había salido, que sintiera su furia, ni tampoco le importaba lo que Dohko, Shaka o cualquier otro pensaran, ellos podían sentirse un poco más fuertes, pero él era un semidios, el era el semidiós y a lado de su hermano, podría derrotar a quien se pusiera en su camino.
-¡Aioros!
*****
Al mismo tiempo Radamanthys dormía con cierta tranquilidad en su cama compartida, en esta ocasión había solicitado una pijama, una camiseta sin mangas y un pantalón corto, ambos le quedaban un tanto grandes, pero le daban una apariencia adorable, aunque, su omega siempre era adorable se dijo.
El estaba sentado en una mesa, bebiendo un poco de licor, el mismo que Saga conseguía de no sabía donde, pero tenía un gusto formidable, tan delicado en aroma, el que saciaba su sed, pero no lo emborrachaba, como realizado por los dioses o algún ser no humano.
En ese momento había regresado a vestir su ropa de entrenamiento, el uniforme azul que le traía buenos recuerdos, pensando en Shion, últimamente lo extrañaba mucho, siempre lo había hecho, pero en ese momento hubiera acudido con él para pedirle consejo, seguro de que no aprobaría lo que estaba haciendo, ni siquiera él estaba seguro de que sus actos fueran los correctos, pero si existía algo que temía era la locura, las voces que podía escuchar si les prestaba atención, pensando que su omega las silenciaba por completo.
Kanon apenas probaba un poco del licor que le otorgaba su hermano, no deseaba beber demasiado, nunca era una buena idea, tampoco fumaba, en realidad era una persona demasiado aburrida, no le gustaban los lujos, los encontraba de mal gusto, no era como Saga, que le gustaba lo que decía era la buena vida, Shion los desaprobaba, como estaría decepcionado de él, lo sabía muy bien, de saber que había llevado consigo a su omega, en vez de matarlo como era su deber en esa guerra.
-¿Qué voy a hacer ahora?
Radamanthys lo había escuchado, le había seguido, pero se daba cuenta que no era debido a deseo, ni tampoco lo quería, se trataba del miedo aquello que le hacía moverse o actuar según se lo ordenaba, pero, al mismo tiempo no quería dejarlo ir, no podía estar sin él una vez que pudo disfrutar de su compañía.
-¿Qué me diría Shion?
Shion le diría que se alejara, que se fuera y dejara solo a ese niño, aunque no era un niño, así le diría, a quien trataría de hacer sentir seguro, lo llevaría con su omega, lo regresaría a su hogar para evitarle verle de nuevo, en el caso de no saber que se trataba de un espectro, de saberlo, le habría liberado de su dolor con una muerte piadosa, pero no podía hacer eso, su cordura dependía de ello, su corazón latía por ese chico rubio en su cama.
-Kanon, eres un completo imbécil...
Eso diría Shion, se dijo, observando el licor que de nuevo destruyo con su cosmos, junto al vaso, tratando de pensar con claridad, algo que le era muy difícil después de probar esa bebida y al estar en compañía de su omega, pensando que ya era momento de dormir un poco.
Sintiendo de pronto el cosmos de Saga, casi podía jurar que su grito psíquico, llevando una mano a su rostro, pensando que había decidido seguir a Aioros como un demente, justo lo que él había hecho con el suyo, por lo cual no podía culparlo por nada.
-¡Maldita sea!
Susurro vistiendo sus escamas, siguiendo a Saga a donde fuera que estuviera, no trataría de interponerse en su desesperado intento por recuperar a su omega y de poder hacerlo, tal vez le ayudaría, observando una última vez a Radamanthys, que aún dormía en su cama, abrazando una almohada como si buscara la protección de alguien invisible, pero no la suya.
-Maldición...
*****
Aioros sintió el cosmos mucho antes de que algo impactara contra ese avión, partiendolo a la mitad en medio del mar, a pocas horas de saltar, como lo tenían planeado, observando a la azafata, que gruñendo bajo elevo su cosmos, tratando de seguir las órdenes de su señor, que le ordeno llevarlos a la Isla Andromeda para ver al dios Hades.
Albiore hizo lo mismo, vistiendo su armadura de plata y el vistió su armadura dorada, aquella que posee alas, pero hasta el momento se pensaba que no sabía usarlas, algo absurdo, simplemente, no podías usar todo tu cosmos, ni tus técnicas, cuando tenías que proteger a un bebé de brazos, dicho infante, su diosa.
-Váyanse... no quiero que los maten.
Aioros creía que era un estúpido al pensar que Saga le dejaría marcharse, que no daría con él antes de llegar a un lugar seguro, por lo cual, usando su cosmos desvió la explosión de galaxias, protegiendo a sus aliados.
Al espectro de Hades que portaba una armadura de cuerpo completo y al santo de plata cuyo cosmos decían rivalizaba con aquel de un santo dorado, quienes cayeron al mar, puesto que ellos no poseían cosmos del tipo telekinetico, no como los gemelos o Mu, así como Shaka, que podían hacer que piedras o ellos mismos levitaran.
-Déjalos en paz Saga, es a mi a quien quieres.
Saga sonrió, ofreciéndole una mano para que la tomara, si no lo hacía, tendría que obligarlo a regresar y no le molestaba en lo más mínimo tener que matar a los dos intrusos.
-Ven conmigo y los dejaré vivir.
Aioros por un momento pensó en aceptar esa mano que se le era ofrecida, la vida en el interior del Santuario, sometido por el Satan Imperial, pero, negó eso, no iba a regresar y Saga tendría que matarlo para eso, para hacerle volver.
-Prefiero morir a seguir tolerando tu existencia.
Pronunció Aioros con demasiada frialdad, atacando a Saga con sus flechas, miles de ellas, todas siendo desviadas por el alfa cuyo nombre tenía en su muñeca, quien respondió transportándose de un lado a otro, tratando de golpearlo en el costado, pero lo evitó, sosteniendo su brazo para lanzarlo en dirección de una isla cercana.
Volando en su dirección, para caer con los pies sobre su costado, aplastandolo en el suelo, sintiendo como Saga le sostenía del tobillo, para lanzarlo lejos de su cuerpo, al mismo tiempo que Violate y Albiore trataban de atacar a su alfa por la espalda, de la misma forma en que lo hizo Kanon.
-¡Ustedes se verán conmigo!
Hablando del otro bastardo nacido de la constelación de géminis, de pronto alguien se interpuso en los ataques, desviando la cadena con su triángulo dorado, para que Albiore atacara a Violate, al mismo tiempo que el propinaba un puñetazo en el rostro del maestro de un simple santo de bronce, que resultaba ser el dios del Inframundo.
-Tu encárgate de tu omega, Saga... yo me divertiré con estos dos.
Saga asintió con una sonrisa, un poco cruel, pensando que su hermano era tan fuerte como él, así que podía matarlos con facilidad y ya tenían una excusa para invadir la Isla Andrómeda, puesto que Albiore estaba auspiciando a un espectro o varios en sus tierras.
-No debieron entrometerse con nosotros... ni tratar de robarme a mi omega, pero, pronto lo comprenderán...
Aioros volvió a atacar, disparando más de sus flechas, tantas que comenzaron a cubrir el cielo, como si fueran una lluvia torrencial, la que Saga esquivo usando su otra dimensión, no solo eso, sino que la desvió en contra del mismo guerrero que que disparaba esas flechas interminables.
Obligando a Aioros a defenderse de su propia técnica, para atacarlo con un fuerte puñetazo en el rostro y después un rodillazo en el estomago, que su omega esquivo, siendo el ahora quien respondía golpeando el rostro de Saga, para después darle de nueva cuenta en el estómago, donde había caído, tratando de hacer aún más grande el daño.
Sintiendo entonces una patada en el tobillo, que le derribó y después como lo sostenían de su cabello para lanzarlo contra unas rocas, mismas que elevó con su cosmos, para aplastarlo con ellas, comprendiendo que si no peleaba como si quisiera matarlo, no iba a poder hacerle regresar a su hogar, de donde no debió marcharse.
-No quiero dañarte ni pelear contigo así que vuelve, Aioros...
Aioros sonrió, destruyendo con su cosmos las piedras que Saga trataba de usar en contra suya, limpiando la sangre de su nariz y boca con el dorso de la mano, pensando que él si deseaba lastimar a su alfa, matarlo de ser posible.
-Pues yo si deseo lastimarte, yo si te mataré...
Saga negó eso, al mismo tiempo que elevaba su cosmos hasta niveles nunca antes alcanzados, pues no lo había necesitado hasta ese día, en el cual, Aioros quería hacerle daño, pensando que podía matarlo, pero no lo haría, no iba a darle la espalda, lo necesitaba a su lado.
Al mismo tiempo Kanon veía con demasiado asombro como el cosmos de esos dos seguían elevándose, al mismo tiempo que sostenía el brazo de Albiore para lanzarlo lejos, azotando su cuerpo en contra de una piedra de casi cinco metros, que fue destruida con el impacto, deteniendo el golpe de Violate, que era un espectro muy fuerte, pero no tanto como para enfrentarse a él.
-Te daré la oportunidad para escapar, solo para que le digas al dios Hades que Radamanthys es mio y no lo voy a regresar...
Violate escupió a su rostro, estaba demasiado malherida, Kanon era un demonio, un soldado tan fuerte que podía ser un dios en sí mismo, una clase de guerrero con el cual nunca se había enfrentado en su vida, porque actuaba muy diferente a cualquier otro de su pasado, sin piedad, con astucia, dándose cuenta de que no solo era un demonio, sino dos de ellos.
-Y que si lo desea, lo estoy esperando, no van a quitarme mi omega.
Kanon entonces golpeó de nuevo el rostro de Violate, dejándola caer medio consciente, observando a Albiore que yacía inconsciente en el suelo, él era un traidor y creía que si lo tomaban como prisionero, sería mucho más fácil llegar a un acuerdo con su alumno o con el alfa que Saga pensaba era el indicado para el, porque Misty, ese santo de plata no hacia mas que robar el oxígeno que respiraba, como muchos otros, algo que debían cambiar si deseaban que ese reinado no tuviera fin, esa paz que tantas muertes había logrado salvar.
-¡No te metas en mi pelea!
Grito Saga, como adivinando sus intenciones, al mismo tiempo que Aioros se levantaba del suelo, sosteniendo su brazo, cubierto de varias heridas, preguntándose porque su alfa no utilizaba esa técnica de control mental que ambos conocían, pero la respuesta debía ser la misma.
-Como tu quieras Saga... es tu omega, no el mio.
Kanon camino en dirección de Albiore, para cargarlo en su hombro, observando la batalla en silencio, con una expresión segura, convenciendo a Aioros que si Saga era malvado, su hermano era aún peor, porque se limitaba a sonreír, con cierta burla en su rostro, seguro de su derrota.
-Ustedes dos son unos demonios...
Susurro Aioros, limpiando la sangre de su boca, para atacar de nuevo a Saga, quien le recibió con una sonrisa en su rostro, disfrutando de aquella batalla, seguro de que ganaría tarde o temprano, Kanon no era el único que podía recuperar a su omega y tener una vida a su lado.
*****
Radamanthys al mismo tiempo se sentó en la cama, notando la ausencia de su alfa, no estaba seguro de a donde se había dirigido, pero sabía que no era nada bueno para alguien más.
Deseaba darse un baño, ponerse ropa nueva, así que caminó hasta la alberca, tomando algunos jabones, aromas que eran un poco más de su gusto, para lavarse con ellos, cerrando los ojos.
Escuchando unos pasos a sus espaldas, ese era el general marino, que le veía preocupado, preguntándose qué era lo que había pasado, porque parecía roto, quebrado, sin esa fuerza que noto antes de la última salida con Kanon.
-¿Qué sucede?
Radamanthys respiro hondo, escurriendo el agua de su rostro, para caminar en dirección de unas toallas mullidas, que Kanon le había dicho había conseguido pensando en él, secándose con ellas.
-Nada... yo... yo no deseo que Kanon siga lastimandome, así que me quedaré... tú puedes irte a buscar a ese alfa de tus sueños.
Kasa negó eso, tragando un poco de saliva, acercándose a Radamanthys, pensando que le habían hecho daño de nuevo, pero los moretones habían desaparecido, no parecía haber peleado con Kanon, por lo cual, no entendía esa actitud.
-No puedes quedarte aquí... debes ser fuerte, salir, podemos conseguir asilo en Asgard...
Radamanthys negó eso, Kasa podía conseguir asilo en Asgard o cualquier otro sitio, él no lo tendría y si lo llegaba a obtener, solamente le causaría pena a quienes le rodeaban, algo que no le importaba tanto como ser llevado a rastras a ese templo submarino.
-No... Kanon no lo aceptara... me hará regresar a rastras y matara a quien quiera interponerse...
Lo había visto en sus pesadillas, cada noche tenía una nueva y siempre sucedía lo mismo, el peleaba con Kanon para ser derrotado, recordaba haber sido partido a la mitad, tener un agujero en su pecho, recordaba el dolor de sus piernas, sus brazos, era demasiado para él y aunque en sus pesadillas, el general marino no era quien le hacia ese daño, si era quien le obligaba a estar a su lado, quien lo forzaba a compartir su lecho, eso era aun peor que todo lo demás.
-Yo... yo me quedare aquí, ademas, no tengo la fuerza de voluntad para escapar, pero tu si, tu lo has planeado desde hace mucho tiempo, así que solo márchate, busca a ese Fenrir... quien sea que tenga un nombre tan feo.
Kasa negó eso, maldiciendo en voz baja, pensando que justo en ese momento su consciencia había decidido presentarse, molesto con Radamanthys, pero mucho más con el mismo, tomando una decisión por ambos.
-No me iré sin ti, no te dejaré con Kanon...
*****
La batalla había seguido su rumbo y a pesar de los mejores esfuerzos de Aioros, se daba cuenta que iba a perder, observando a Saga malherido, apenas resistiendo ese combate, pero, si lo pensaba con claridad, quién estaba perdiendo más terreno era él, por lo cual, pensó en lo imposible, porque no se iba a rendir.
Convocando una de sus flechas con la cual quiso atravesar su cuello, frente a la mirada horrorizada de Saga, que destruyó esa arma, sosteniendo la muñeca de Aioros sin comprender su locura.
Utilizando la explosion galáctica una última vez, la que chocó de lleno con Aioros, logrando que perdiera el conocimiento, cubierto de sangre, de heridas, moretones y las marcas de una batalla como la que habían tenido en ese momento.
A quien cargó en sus brazos, observando a su hermano, seguro de que sin él para darle su apoyo, encargarse de los dos intrusos, no hubiera logrado sobrevivir a esa batalla, su omega era casi tan poderoso como él.
-Gracias, hermano...
Kanon asintió, observando a Aioros con una sensación extraña, era como con su omega, el había tratado de pelear hasta matarse, únicamente para no estar a su lado, temiendo que al regresar, ya no estuviera en sus habitaciones, pero debía llevar a Albiore a una celda, después, regresaría a la Atlántida, tratando de pensar en lo mejor, no dejarse llevar por sus temores.
-Tendrás que estar pendiente de su estado... no lo dejes solo, a menos que desees perderlo de nuevo.
Saga no necesitaba que le dijeran esas palabras, no pensaba dejarle solo hasta que le aceptara a su lado, sin necesidad del Satán Imperial y aunque se llevará meses o años, podría demostrarle que no era una opción tan mala, que era su alfa destinado, el destino los deseaba juntos, él deseaba que estuvieran juntos.
-No pensaba hacerlo, Kanon... aunque tu ya dejaste mucho tiempo solo a tu omega.
Tenía razón, le había dejado solo por demasiado tiempo, pero deseaba creer que esta ocasión no cometería ninguna locura, además, para eso estaba Kasa, era su deber mantenerlo seguro.
-Lo se...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, adoro recibirlos. No todos los planes resultan como lo esperabas, menos cuando hay dos gemelos nacidos de la guerra, creados por la diosa de la muerte de por medio, sin santos de bronce que les ayuden a comprender sus errores. SeikenNJ.
Chapter 23: Claridad.
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Claridad.
Siegfried regreso a su mansión un tanto confundido, pensando en ese intruso, en el forastero de los ojos bonitos, a quien había visto como un alfa, tal vez de forma instintiva, su aroma, su cuerpo, no estaba seguro de que era, pero lo sentía, sabía que era el indicado, al menos para él, para su futuro sería alguien importante.
Sentándose en la mesa del comedor, ignorando a sus sirvientes, tratando de pensar en cuál era la razón de aquello, porque le veía como un alfa, porque le parecía tan lindo, cuando en otras ocasiones le hubiera rechazado rotundamente y hasta le molestaba esa actitud, pensando que era debilidad.
Tocando de nuevo la marca en su muñeca, que ya no veía como unas cadenas o una ilusión, un absurdo cuento de hadas que contaban los mayores para darles esperanza en esa tierra congelada, donde nada crecía, sino como algo real, tangible y bueno, como un regalo del mismo Odin, con el cual no debía interponerse.
Llevando entonces una mano a su boca, comprendiendo esa conexión que sintió con el intruso bajito, ese alfa de cabello esponjoso y unos preciosos ojos rosas, no cualquier alfa, sino su alfa, debía ser él, no tenía duda alguna, de la misma forma que Sygmund supo quién debía ser su omega, alguien de nombre Bud con la apariencia de Syd, pero no era su compañero de armas.
-Sorrento… Su nombre es Sorrento…
Susurro con una amplia sonrisa, sin prestarle atención a los pasos de su hermano, como le veía de lado, escuchando esas palabras, sin comprenderlas, acercándose a él, pensando en la forma de explicarle que su omega no era Syd, sino su hermano gemelo Bud, por eso le parecía tan desconcertante el dios guerrero de Mizar, era todo lo que necesitaba pero no era el indicado.
-Hermano…
Siegfried acariaba el nombre de su muñeca como si fuera Sorrento, pensando que era lindo, era gentil y suave, la clase de alfa con el que hubiera soñado de permitirselo, de pensar que podría salir de ese lugar congelado, comprendiendo bien que esa letra, que ese nombre no era de los suyos, no tenía la suerte de su hermano, por lo cual, ocurriría como con muchos otros omegas, le sería imposible conocer a su alfa y le obligarían a tomar a alguien más.
-¿Estás bien?
El menor asintió, llevando sus labios a su marca, para darle un beso, observando entonces a Sygmund con una expresión soñadora, algo que nunca utilizaba, solamente una ocasión, cuando eran niños y su marca apareció por primera vez, creyendo que conocería a su destinado, siendo reprendido por ello por su padre, aunque no sabía la razón de eso, tal vez, porque pensaba que los omegas nacidos en Asgard debían mantenerse en esas tierras congeladas o al saber que no era un Asgardiano sería sumamente difícil para el encontrarlo lejos de su hogar y no aceptaría a cualquier otro a su lado.
-Si… estoy bien…
Sygmund llevó entonces el dorso de su mano a su frente, sin comprender esa actitud, hasta que vio la forma en que tocaba su marca, la forma en que sonreía, sin poder creer que su hermano menor, en su ausencia le hubiera conocido, pensando que esa era la razón de su repentina alegría.
-Conocí a alguien que será muy importante para mi… lo sé…
Sygmund no se atrevía a sonreír, hincándose delante de su hermano, esperando que le dijera lo que esperaba fuera cierto, que de alguna forma, Siegfried hubiera conocido a su destinado, a ese alfa de nombre Sorrento, que estaba seguro le haría feliz.
-Aunque… no me ha dicho su nombre y no he visto su marca… pero debe ser el…
De pronto al recordar su torpeza, rió bajito, logrando que Sygmund sonriera con él, mirándole fijamente, porque nunca había visto esa expresión en su hermano menor, que era siempre serió, nunca se permitía imaginar el futuro o algo diferente a servir a la realeza de Asgard durante toda su vida.
-Es tan adorable…
Sygmund no creía que la palabra adorable debiera utilizarse con un alfa, pero no le dijo eso a su hermano, esperando que le dijera un poco más, al mismo tiempo que el menor trataba de recordar lo que sintió en ese momento, porque lo encontró tan divertido, especialmente por ese sonrojo, cuando en otras ocasiones esa actitud le hubiera molestado.
-Su nombre es Sorrento y… me sentí como dicen que sucede con los marineros cuando escuchan a una sirena, de pronto no podía dejar de verlo, de sentirlo, su aroma era agradable… maravilloso.
Tenía que ser Sorrento se dijo de nuevo, para Sygmund eso no decía nada, porque él se sentía de la misma forma que Bud, podía percibir un lazo en el universo, a su omega al otro lado de ese lazo, quien por fin se sentía mucho más tranquilo.
-¿Cómo es él?
Siegfried llevo una de sus manos a su barbilla, pensando en la forma de describir a ese hermoso alfa, ademas de adorable o lindo, porque si le decia que era algo incompetente socialmente, que se sonrojaba como un tomate y que le dijo que el clima era hermoso cuando se avecinaba una tormenta, su hermano le pensaria un idiota, pero no lo era, de eso estaba seguro, porque tambien sintio un cosmos brillante proviniendo de él, aunque no comprendio porque se marcho tan rapido, a lo mejor era demasiado alto o fiero para su gusto.
-Es bajito… cabello esponjoso de azul claro, ojos rosas… no parecía sentir frío y eso es extraño… aunque…
Sygmund ladeo la cabeza sin comprender a dónde iba esa duda, seguramente no creería que ese alfa que encontró adorable, no pensaba lo mismo al verlo, porque su hermano era hermoso, sus ojos eran como el hielo, su piel pálida, su cabello como rayos de sol, pero su Bud era más hermoso, especialmente por el raro color de su cabello.
-Tal vez… tal vez se sintió intimidado… soy demasiado alto y tengo demasiadas responsabilidades… tal vez… tal vez pensó que me estaba burlando de él…
Sygmund negó eso, probablemente su alfa había perdido el habla porque le encontraba tan hermoso que no podía empezar a describir sus sentimientos, no sabía si era un soldado o algún portador de cosmos, pero de no serlo, al estar unido a un dios guerrero, seguramente lo veía como una bendición de los dioses de la fortuna.
-Seguramente perdió el habla al ver lo hermoso que eres Siegfried, yo aun no he logrado conversar de mis sentimientos con mi omega destinado… aunque ya lo he visto, es hermano de Syd…
Esta vez fue Sygmund quien espero una respuesta de su hermano, quien meditó estas palabras, seguro de que la familia de Syd no tuvo más hijos, temerosos de que nacieran gemelos, recordando las leyes abolidas por la señorita Hilda, bajo castigo o una pena por realizarlos de nuevo.
-Espera… es… su… su gemelo…
Siegfried no conocía de su existencia, ninguno de ellos lo hacía, por lo cual eso era una sorpresa absoluta para él, mirando a su hermano, que esperaba alguna reacción suya, sonriendo cuando no le rechazo al saber que era un gemelo.
-Bud… Bud de Alcor… es la sombra de Syd de Mizar… es su hermano gemelo y él es bellísimo, mucho más que Syd, él me necesita, como se que tu necesitas de ese alfa adorable que logró que sonrieras como en el pasado.
Su hermano menor asintió con una expresión soñadora, pensando que buscaría a ese alfa bajito y que trataría de hacerle decir su nombre en voz alta, que le mostrara la marca de su muñeca, pero si no deseaba hacerlo, esperaría hasta el momento en que lo deseara, no deseaba presionarlo de ninguna manera.
-Su nombre es Sorrento… se llama Sorrento…
Volvió a repetir, porque no sabía nada de él, solamente que era adorable, demasiado hermoso y perfecto.
*****
Esa misma tarde Aldebaran ingreso en la taberna, buscando a Mu con la mirada y al no encontrarlo, se sentó en la barra, pensando que debía conseguir algún trabajo, debían existir tareas que el podria realizar en ese pueblo, su fuerza era suficiente cómo para que lo contrataran se dijo en silencio, esperando que el tabernero le preguntara qué estaba haciendo en ese sitio.
Notando por el rabillo del ojo a otro más en la barra, un beta a juzgar por la falta de marca en su muñeca, un tipo grande, mucho más que el, sorprendiendose por ello, acostumbrado a ese clima, lo sabía porque apenas llevaba una camisa, unos pantalones y unas botas, todas de buena calidad, pero no abrigadoras como las que él traía puestas.
-Eres nuevo aquí…
Aldebaran le observó de reojo, pero no deseaba charlar con nadie, los sucesos ocurridos en los últimos días aún mermaban en su estado de ánimo, especialmente debido a su rechazo de vivir con Mu en ese sitio, algo que deseaba por sobre todo, sin embargo, debía pensar en Kiki, en sus necesidades, antes que en sí mismo.
-Acabo de llegar… pensé que en este momento cada uno de los habitantes ya sabría de quien me trato.
Heracles comenzó a reírse, bebiendo de la hidromiel que tenía en su tarro, pensando que debía invitarle un poco al otro sujeto, era agradable ver que no todo el mundo era un gusano pusilánime, aún había personas con músculos y huesos firmes, como él y Tholl.
-Tal vez así se acostumbra afuera, aquí no, aquí somos muy celosos de nuestros secretos y muchos nos los llevamos a la tumba.
Aldebaran sonrió, observando el gesto de Heracles, que sin unas copas encima era una persona bastante educada, viendo como le pedía algo de beber al encargado, colocando un tarro enfrente suyo con un gesto de amabilidad.
-Llegan muchos chismes de afuera… tal vez del Santuario…
Heracles asintió, de esas historias había demasiadas por doquier, algunas eran buenas, otras muy malas, observando entonces a Aldebarán con más detenimiento, como tomaba la bebida espumosa para beberse una tercera parte de un trago, parecía sediento.
-Tienes una buena garganta, pero bebe con cuidado, esta hidromiel es mucho más poderosa que tu cerveza.
Aldebaran asintió, recargado en la silla, pensando que era agradable ese sitio, escuchando como Heracles dejaba el tarro vacío en la barra, que fue intercambiado por otro más, del mismo tamaño, demasiado grande a comparación de los suyos.
-No decías que esa bebida era potente…
Se quejó Aldebaran, observando al gigante de cabello café con una media sonrisa, esperando la respuesta del asgardiano que solo rió en voz alta, aceptando eso, aunque en ese lugar no había nada que hacer, beber, fornicar o pelear, algunos se dedicaban a las artes, otros fundaban sus familias, pero él no había conocido al indicado o indicada hasta ese momento.
-En este pueblo no hay trabajo, no hay nada que te divierta, ni siquiera los vegetales crecen aquí… así que es esto o pelear y con mi fuerza, no me duran demasiado los soldados comunes.
Además, su camarada de parranda, se había marchado con demasiada compañia la noche anterior, él era el único que no estaba interesado en nadie más, al menos, nadie de ese poblado, pensando que el Toro del Santuario debía ser apropiado para el, que no media demasiado su fuerza ni en el combate, ni en nada más.
-Tholl no regresará hasta el mediodía, llevó a dos jóvenes a su cama ayer por la noche.
Heracles al notar la mirada del sujeto de piel morena y cabellera oscura, arqueo una ceja, sin comprender que había dicho que le causo remordimientos o tal vez preocupación, observándolo fijamente, viendo que no tomaba de su hidromiel.
-¿Estás buscando trabajo?
Aldebaran asintió, respirando hondo, sintiendo entonces como alguien llegaba de pronto para rodear su cintura con sus brazos, ese era el pequeño Kiki, con una expresión que le auguraba problemas, por la forma en que su sonrisa, con los labios apretados, casi media la mitad de su rostro.
-Ahora que hiciste…
Heracles noto las pequeñas marcas en el rostro de Kiki, era un niño lemuriano y hasta donde sabía, solo existían dos miembros de esa raza milenaria, uno de ellos era ese tal Mu, que siempre se la pasaba ensimismado, con una apariencia miserable, que le recordaba a un viudo, el otro era el pequeño hijo del gigante del Santuario, haciendo la conexión en su cabeza, apenas comprendiendo porque Mu le hizo callar de esa forma, cuando hablaba sin medir sus palabras de quien era su omega, demasiado ebrio para contener su incontinencia verbal, por la cual estaba avergonzado.
-Nada…
Ese nada significaba para Aldebarán que había realizado algo por lo cual estaría molesto, pero no podían probar que fue él, por lo cual rascó su cabeza, escuchando de nuevo una risa sonora del asgardiano, que observaba a Kiki con detenimiento, seguro de que ese niño era un pequeño granuja.
-Seguramente fue alguien más… pero no pasa nada, yo no escuche esta conversación.
Aldebaran negó eso, bebiendo un poco más de la hidromiel que le habían obsequiado, pensando en la forma de ganar algo de dinero, debía comenzar a mantenerse a sí mismo y al pequeño Kiki, en el santuario no era necesario, la ropa, comida y otros objetos les eran entregados por el Patriarca a través de los guerreros sin armadura, los soldados rasos del santuario.
-En el aserradero siempre están buscando personal, con solo verte te darán el trabajo, el dueño es amigo mío…
El antiguo dueño había sido su padre, el era el actual dueño y no le interesaba en lo absoluto el negocio familiar, ni su estatus como nuevo rico en Asgard, al menos, así era como los otros nobles le veían, aunque muchas de sus casas estaban sumidas en la miseria o pérdidas en el olvido, como la de Fenrir, el lobo solitario que corría entre los árboles del bosque.
-Aunque no usan herramientas modernas, solo hachas y pura fuerza bruta, pero eres duro, justo de mi tamaño, lo harás bien.
Poco después dejó dinero para pagar las bebidas de ambos, así como un poco más para que les sirvieran algo de comer al omega y a su cachorro, pero no lo dijo de esa forma, deteniéndose de pronto al recordar que traía consigo unos caramelos, una bolsita que uno de los pobladores le había regalado.
-Ten, se ve que te gusta el dulce.
Kiki aceptó ese regalo con una sonrisa, dejando que el extraño alborotara su cabello como lo hacía Dohko, pero con el siempre le molestaba demasiado, observando la mirada de Aldebarán, que le ayudó a subir a uno de los bancos.
-Tu aceptaste esa bebida…
Fueron las palabras de su pequeño antes de que le reprendiera por aceptar obsequios de extraños, logrando que riera, observando cómo les servían dos platos con alguna clase de potaje, un trozo de pan y una cuchara.
-El señor Heracles nos pagó por todo esto, él es un buen hombre y si son sus amigos, no tendrán muchos problemas en aclimatarse a este sitio.
Aldebaran no supo qué decir, pero Kiki habló por ambos, comiendo del potaje con una sonrisa, pensando que le gustaba ese Heracles, se veía como un buen tipo, su omega solo suspiro, comiendo con demasiada lentitud.
-Alde…
*****
Kanon regreso angustiado a su habitación, aun vistiendo sus escamas, buscando con la mirada a su dragon, sin dar con él en un principio, saliendo de su templo para verle sentado en las escaleras, observando el techo, donde podían verse peces, tiburones y toda clase de vida marina, como si estuvieran en un acuario.
-Si esos pilares caen… ¿Nos ahogaremos?
Era una posibilidad, pero no existía nada que pudiera destruirlos, así que no debían pensar en algo como eso, se dijo Kanon, observando a Radamanthys, que se había puesto una playera de las que usarían para dormir, unas muñequeras de color azul, unos pantalones rojos que había doblado hasta sus pantorrillas, en una pierna el calcetín estaba bien colocado, en la otra apenas era visible, alrededor de su cintura estaba atada una sudadera azul, sus zapatos eran tenis y uno de ellos tenía amarrada una pañoleta.
-No seremos derrotados…
Dándole una apariencia un tanto descuidada, rebelde y esbelta, pensando que él se vestía como un abuelo, con ropa formal casi todo el tiempo, la que no dejaba casi nada de su piel al descubierto, aun Saga era un poco más desenfadado con su ropa, cuando no actuaba como un nudista.
-Mencionaste una pista de hielo o una playa…
Radamanthys volteo a verle, alzando apenas una ceja, como si quisiera deducir si le estaba mintiendo o hablaba con la verdad, suspirando de nuevo, para observar el techo submarino, un pulpo de al menos tres metros de largo, el que era hermoso, aunque con un aire peligroso.
-¿Aún deseas ir?
Quiso decirle que después de su último intento de fuga había pensado que no lo dejaría salir de allí de nuevo, y Kanon, como adivinando aquellas palabras, volvió a portar el mismo traje tipo japonés, una cultura que le gustaba mucho, así como sus lugares de recreo, conociendo justo el sitio adecuado donde llevar a su dragón.
-¿A dónde fuiste?
Radamanthys preguntó, aceptando la mano que le era ofrecida, sintiendo esa extraña sensación de nuevo, un calor especial cuando estaba cerca de ese alfa, su aroma era agradable y no se veía como un demonio cuando sonreía de una forma normal.
-Tuve que ayudarle a mi hermano con algunos asuntos, pero han sido resueltos…
Radamanthys suponía que esos asuntos eran el otro omega fugado, por lo que no quiso saber más, no de momento, observando el paisaje delante suyo, era un lugar nevado del que había leído alguna vez, una pista de hielo natural, aunque él pensaba en una artificial, como en las pistas donde se jugaba hockey sobre hielo, no muy lejos podía ver que había aguas termales y pensaba, ese sitio era muy costoso.
-¿Qué lugar es este? ¿Dónde estamos?
Kanon de nueva cuenta le ofreció su mano, algo que Radamanthys aceptó, caminando a su lado, observando ese sitio, maravillado, pensando que era japón, uno de los lugares para turistas con suficiente dinero, se dijo, no creía que cualquiera pudiera darse el lujo de disfrutar de esa belleza paradisíaca.
-En una pista de hielo en Japón…
Radamanthys frunció el ceño molesto, porque estaba seguro de que Kanon no iba a decirle nada más y tomando en cuenta que no conocía ese idioma, no había forma de saber en donde estaba, aunque, no era como si quisiera escapar, a donde iría.
-Tiene una zona de aguas termales y un pequeño club, solo la crema y nata puede ingresar aquí…
Comenzaba a sentirse un poco fuera de lugar con la ropa que había elegido, por lo cual se detuvo, observando a Kanon detenidamente, el no deseaba ir a un lugar pomposo, él deseaba acudir a cualquier sitio donde pudiera jugar hockey o patinar de forma agresiva, tal vez, utilizar una patineta, hacía mucho tiempo que no usaba una.
-Yo… yo quería ir a una pista de hielo artificial, donde solo estemos los dos… además, lo que traigo puesto está muy fuera de lugar para este sitio.
Kanon deseaba decirle que eso era absurdo, esa pista era un lugar maravilloso, preparado para ambos, sin embargo, suspirando asintió, si eso era lo que deseaba, eso era lo que iba a tener.
-Esta bien… que pista de hielo tienes en mente, cuál es su nombre y donde esta…
Radamanthys ladeo la cabeza, sin creer en las palabras de Kanon, que le dejara decidir a donde iban a acudir, sorprendiendo al mayor, que negó eso, suspirando, acariciando su mejilla con delicadeza y después sus cejas, la unión de la misma.
-Sé que he sido un demonio, que no soy… o por el contrario, que soy lo que tú pensabas… pero dame una oportunidad, al menos el día de hoy, para complacerte.
Radamanthys tragando un poco de saliva asintió, aun dudando si debía creerle a Kanon, respirando hondo, para después pensar en la pista de hielo donde jugaba cuando era un niño, a donde lo llevaba su padre, la que abría todo el año, aunque no era en nada parecida a ese pequeño paraíso con nieve y árboles de cerezo.
-Aunque…
Iba a decirle que aunque tratara de ser amable no iba a cambiar de idea respecto a su persona, pero eso ya se lo había dicho antes y todo lo que le decía a este alfa, le entraba por un oído para salirle por el otro.
-Solo dime donde esta esa pista… te llevaré a donde tu desees ir.
Pero simplemente negó eso con un movimiento de la cabeza, tampoco deseaba llevar a Kanon a un lugar tan íntimo para él, por lo cual, vistiendo la sudadera que llevaba atada a su cintura, sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
-No importa, seguramente está cerrada en este momento… así que vamos, este lugar es hermoso.
Kanon se dio cuenta que Radamanthys le estaba mintiendo, pero no dijo nada al respecto, caminando detrás de él con un paso lento, pensando que era la primera vez que estaba en un sitio parecido, seguro que no debería ser tan difícil patinar en ese sitio, o patinar, una acción que jamás había realizado.
-La próxima vez iremos a esa otra pista… no pasarás el resto de nuestras vidas encerrado en mi templo, no eres mi prisionero.
Pero así se sentía Radamanthys, cómo un prisionero.
-Claro...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, ahora, tengo una duda y solo ustedes podrán responder, en la wiki dice que Radamanthys es Inglés, pero, las islas donde dicen que nació, no son Inglesas, son de Dinamarca, así que, qué nacionalidad prefieren, que sea Inglés o Danes. SeikenNJ.
Chapter 24: Despertar.
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Despertar.
Saga esperaba angustiado por que Aioros abriera los ojos, su omega estaba cubierto de vendajes, vendas y gasas, varios moretones aún estaban presentes, pero lo que le hacía sentirse aliviado era que aún respiraba.
El no estaba en una mejor condición, lo único que lo diferenciaba era que estaba despierto, sentado a lado de la cama de su omega, pensando con un poco más de claridad en ese momento, con Aioros a su lado.
Sus ojos cerrados, su frente recargada contra los nudillos de Aioros, sus manos sosteniendo la mano de su omega, su dedo pulgar acariciando la piel suave de su mano de forma circular, dando la imagen que tendría cualquier pareja si uno de ellos hubiera caído enfermo.
Pero la realidad era que Aioros estaba malherido porque había tratado de escapar de su lado y él peleó para que no se marchara, esas heridas habían sido provocadas por el, su alfa, cuando su omega deseaba darle la espalda.
Y se lo merecía, eso no era más que el resultado de sus actos del pasado, al mandar a Shura a detenerlo, cuando el quiso asesinar a su diosa recién nacida, permitiendo que el Satán Imperial lo controlara por más de una década, en vez de aceptar su furia, su ira, hacerle ver que comprendía que estaba equivocado, para obtener la paz, no tenían que matar a la diosa Athena.
-Soy un cobarde...
Era un cobarde, al pensar que podía mantener a Aioros en ese sitio, con esa técnica, sin atreverse a enfrentarse a sus pecados, ni a su desprecio, sin embargo, aunque ya se había marchado de la forma en que pasaría una vez fuera libre de su maldición, no pudo dejarlo ir.
Ignorando las advertencias de su hermano que le dijo más de una vez que Aioros se marcharía si no le dejaba libre de la maldición, que se marcharía debido a eso y que aunque pensaba estaba libre del Satán Imperial, eso lo único que significaba era que estaba buscando el tiempo adecuado para ello, para huir.
-Eres un... monstruo... eso es lo que eres...
Susurraron desde la cama, tratando de liberar su mano de la suya, los ojos verdes de Aioros fijos en ella, su desprecio palpable, presente en esa habitación, como la realidad que los separaba en ese momento.
-Tu y tu hermano, no son más que monstruos.
Al menos, Kanon tenía a otro monstruo a su lado, un espectro del dios Hades, que aún seguía con vida, pero debilitado por lo que llegó a dilucidar con la poca información que le dio Albiore, él en cambio pensaba que se trataba de un soldado honorable, una buena persona, por lo que no entendía, porque debía estar atado a Saga, de todos los alfas disponibles en ese mundo y por primera vez, comenzó a preguntarse, porque tuvo que nacer como un omega.
-Pero tú eres el peor.
Por fin logró que lo liberaran, arrebatando su mano de las garras de esa bestia con hermosa apariencia, pero únicamente servía para engañar a sus víctimas, para que creyeran en su bondad, la que no existía, él era testigo de ello.
-¿Por qué no usas esa técnica tuya?
Saga negó eso, aunque sabía de cuál se trataba, él no fue quien realizó el Satán Imperial, fue su hermano, él únicamente tuvo miedo de darle su libertad, seguro de que algo como lo ya sucedido pasaría entre ellos.
-No lo haré...
Aioros asintió entonces, llevando una mano a su muñeca, odiando la marca que le unía a Saga, recordando lo que decían las leyendas, el lazo rojo del destino ataba a dos seres, los que terminarían amándose o matándose, tal vez, su destino era morir bajo las manos de Saga, pero al no atreverse a quitarle la vida, él sería quien le arrebatara la suya.
-Si no lo haces, yo te mataré...
Saga tampoco deseaba pensar en esa posibilidad, que su amado le arrebatara la vida, por lo cual negó eso, tratando de tocarlo, pero Aioros, a pesar de sus heridas sostuvo con demasiada fuerza su muñeca, como si quisiera romperla, una amenaza para que no lo tocara.
-Recuerda lo que dicen las historias, no todas estas uniones terminan en amor... Manigoldo mató al dios de la muerte, Albafica al juez Minos y Shion al espectro cuyo nombre nunca nos dijo...
Saga se apartó entonces, dándole la espalda, no deseaba seguir viendo el desprecio en los hermosos ojos de Aioros, que se recargo en la cama, exhausto, quien a pesar de desear atacar a su alfa de nuevo, hasta que alguno de los dos dejara de respirar, de preferencia el nacido en géminis, no lo hizo porque no podía mover su cuerpo con facilidad, ninguno de los dos en realidad.
-Los tres realizaron un esfuerzo terrible, dos de ellos murieron con su destinado, asi que no tuvieron que perder su perdida, Shion, él siempre se arrepintió de haberlo matado... no... no escuchaste sus historias, no como yo, Kanon y Mu, nosotros sabíamos...
Aioros le observó fijamente en ese momento, sin comprender las palabras de Saga, de qué historia les hablaron, aceptando que eso era cierto, ellos no eran tan cercanos al anciano patriarca, únicamente los gemelos de géminis y Mu, a los que siempre trato como a sus hijos, por lo que tampoco entendía su asesinato.
-Shion habría dado todo cuanto tenía por tener otra oportunidad para reescribir la historia, por verle de nuevo... aun sí eso significaba traicionar a la diosa Athena, dos siglos sin su alfa a su lado, sin Lune a su lado, fueron demasiado para él...
Aioros no podía siquiera pensar en esa posibilidad, en su Patriarca dispuesto a regresar el tiempo o vender su alma, a cambio de tener la oportunidad que el mismo se arrebató en un acto de honorabilidad, de sacrificio personal, por el que antes pensaba que nadie debía pasar, eso era en su niñez, no en ese momento que comprendía la necesidad de Shion de liberarse de esa pesada carga.
-Estas mintiendo...
Saga solamente sonrió, pensando en la forma en que Shion hablaba de su alfa, de su destinado, lo hermoso que era, lo sabio y astuto que debió ser, lo mucho que le dolió matarlo, lo que haría por tener una oportunidad para tenerle a su lado, aunque tan solo fuera una ilusión, especialmente en los últimos días de su vida.
-No lo hago...
El no mentía, él vio con sus propios ojos la desesperación de Shion, así que no estaba dispuesto a sufrir una pena como esa, ni él, ni Kanon, y estaba seguro que tampoco lo hacía Mu, quien deseaba vengar la muerte de su maestro, que también fue su maestro, los tres fueron criados como sus hijos, pero el necio santo de Aries no deseaba escucharlo, solamente su hermano quiso hacerlo, quien compartió la ira que su hermano adoptivo sintió al saber del destino del patriarca, pero al final tuvo que aceptarlo.
-Shion hubiera dado su misma existencia por una nueva oportunidad para estar a su lado... yo no soy muy diferente.
Aioros podía ver que Saga estaba demasiado malherido, casi como el, así que estaba seguro que de no existir Kanon, lo hubiera derrotado, hubiera tomado su vida, como era su derecho, por lo cual, debía matar a su hermano antes de ir por su alfa, solo así sería libre.
-Shion realizó su deber, yo también lo haré, Saga.
*****
Radamanthys patinaba en el hielo como si fuera una competencia, de una forma agresiva, tan rápido como podía, llegando hasta la barda de protección, para después detenerse de pronto, como si frenara un automóvil o una motocicleta, cuando él apenas podía mantener el equilibrio, era mucho más complicado de lo que supuso en un principio, porque no estaba usando su cosmos.
Radamanthys le observó de pronto, notando su forma lenta de moverse en el hielo, primero con algo de burla, después con algo diferente, patinando deprisa hacia donde él estaba, como si pensara en empujarlo y hacerle caer al suelo, sin embargo, se detuvo a pocos metros, pero aun así el cayo debido a la misma ropa que llevaba puesta, haciéndole sonreír a su dragón con burla, demasiado divertido por su torpeza.
-No te llevas muy bien con el frío...
Kanon negó eso, el frío era desagradable, el hielo apenas le dejaba caminar, pero aun así, le gustaba mucho la forma en que su dragón le sonreía, para ofrecerle una mano que tomó de prisa, sintiendo como tiraban de él para ayudarle a ponerse de pie.
-Estas muy tenso, piensas demasiado en cada paso que das... suéltate...
Kanon asintió tratando de seguir los consejos de Radamanthys, deslizándose en el hielo más que caminar en él como pensó al principio que era, tenía suficiente fuerza, suficiente agilidad, eso debía ser fácil para él, se dijo, pero era mucho más agradable seguir las instrucciones de su dragón, que con delicadeza sostuvo su cintura, patinando a su ritmo.
-Lo ves, así es mas fácil...
Kanon asintió, siguiendo a Radamanthys en su camino, quien al darse cuenta de lo cerca que estaban, de que manera lo estaba tocando le soltó, o al menos eso trato, sintiendo como el dragón marino se aferraba a su mano, casi cayendo en el suelo de nuevo.
-Caeré si no me sostienes... solo por esta ocasión, estoy muy lejos de la orilla para poder llegar a ella sin usar mi cosmos...
No era una amenaza, solo era una realidad y aunque Radamanthys pensó en dejarlo solo, decidió lo contrario, tomando su otra mano para ayudarle a patinar, sin decir mucho, pero sin rechazar a Kanon, que solamente sonrió, sintiéndose dichoso.
Viendo a otras parejas haciendo lo mismo, moverse tomados de la mano, como si fueran uno solo, lo que debía ser, lo que siempre debió ser si esas pesadillas no le hicieran rechazarlo, sin contar con su actitud, de la cual, poco a poco se daba cuenta que fue la incorrecta.
Porque de ser un poco más gentil, de no dejarse llevar por su emoción, habría conseguido más que usando su fuerza, pero, ya se había equivocado, estaban en ese momento en el cual Radamanthys estaba seguro de que era su prisionero, que él era un demonio, por lo cual tenía que tratar de arreglar sus errores desde ese momento, no pensando en el hubiera.
Kanon de pronto sonrió, pensando que era ridículo, demasiado estúpido de su parte pensar en eso, porque sabía que no iba a dejarle ir, no deseaba estar solo y no quería enloquecer al perderle, al no tenerlo a su lado.
Radamanthys en ese momento casi podía olvidar que Kanon lo tenía prisionero en su reino, que era el tesoro más valioso del mismo y según sus planes, estaba destinado a pasar el resto de su vida a su lado, sin importarle su opinión.
-Esto es agradable...
Susurro Kanon, tratando de recuperar la atención de Radamanthys, quien asintió, sonriendo con una expresión agradable, que casi llegaba a sus ojos, sintiendo como esta vez era el general del dragón marino quien le guiaba en la pista, tratando de avanzar un poco más rápido, de la forma en que había estado patinando hasta entonces.
-¿Lo estás pasando bien?
Radamanthys asintió, lo estaba pasando muy bien a pesar de todo, logrando que Kanon sonriera, pero esta vez aunque deseaba besarlo o tocarlo de alguna manera, no lo hizo, solo se mantuvo sosteniendo su mano con la suya, moviéndose en la pista como si nadie más estuviera a su alrededor.
-Esto es agradable... fue agradable...
Algunas horas después, Radamanthys pronunció con una sonrisa, observando a Kanon, que sentado en una banquita de madera fumaba con una extraña pipa, para ese momento ya se había quitado su sudadera y de nuevo estaba envuelta alrededor de la cintura.
-Aún no hemos terminado nuestra cita, podemos ir a unas aguas termales o ir a ese club que te mencione...
Radamanthys trato de pensar en que decir, por una parte no deseaba estar desnudo frente a Kanon, pero, al mismo tiempo, nunca había ido a una de las famosas aguas termales japonesas, ni a uno de esos baños y deseaba verlo con sus propios ojos, por otra parte, ir a un club nocturno significaba bailar con Kanon de nuevo, pero, estaba cubierto de sudor, así como el general marino vestía de una forma demasiado extraña para ir a un lugar como ese.
-Seguramente no pensarás ir vestido como alguna clase de noble feudal... y yo estoy hecho un asco...
La nieve comenzaba a derretirse en su ropa, por lo cual, además de estar cubierto de sudor, también estaba mojado, así que lo mejor era ir a esos baños, en estos usaría una toalla todo el tiempo que pudiera, para que Kanon no viera su cuerpo desnudo hasta que ingresara en las aguas termales, que según pensaba, siempre tenían personas en ellas, nada podía salir mal.
-Entonces... las aguas termales irán primero.
Radamanthys asintió, sentándose junto a Kanon para comenzar a quitarse los patines, algo que ya había hecho el mayor, que sentado en la silla se veía demasiado pacifico, muy diferente al hombre de sus pesadillas o quien le capturó durante la batalla.
-Si, eso creo...
En esta ocasión ambos caminaron sin tocarse, con una extraña paz que ninguno de los dos había sentido, algo que podían disfrutar sin duda alguna, si no existiera el mundo a su alrededor, sus responsabilidades, su pasado, del cual Radamanthys tenía muchas más historias, como su niñez o sus años de estudio.
-Esto es demasiado agradable...
Radamanthys sostuvo entonces la mano de Kanon, para recargarse en su hombro, dejándose llevar por sus instintos, que al ser un omega, al estar con su alfa destinado, buscaba su contacto y su protección, lo que debería suceder, de no existir esas pesadillas que lo dominaban.
-Como un sueño...
Repentinamente sintieron un cosmos encenderse a sus espaldas, de una sombra que los había estado siguiendo durante todo ese día, escondiéndose entre la multitud, furioso por esa imagen que podía ver, como su señor se dejaba manipular por Kanon, actuando como un simple mortal, un muchacho estúpido y manipulable, algo que no podía permitir, no, después de perder a su omega destinado en las manos de esos gemelos monstruosos.
-Aléjate de mi señor... maldito monstruo.
Radamanthys lo reconoció inmediatamente, pero no la forma en la cual estaba vestido, era demasiado rara, como un disfraz de carnaval, algo imposible de comprender de momento, recordando que el usaba una armadura como esa, que Kanon también lo hacia, pero era de colores diferentes, otra clase de metales, pero a sus ojos mortales los colores que vestía su amigo de la infancia eran hasta cierto punto malignos.
-Valentine...
Kanon colocó a Radamanthys a sus espaldas, elevando uno de sus brazos, maldiciendo al intruso y a su estupidez por pensar que los espectros habían fallecido, que eran tan cobardes que no darían la cara de nuevo, no hasta dentro de doscientos años.
-Mi señor... usted no debe entretener a este alfa... usted dijo que no iba a entregarse a él, que antes prefería morir.
Se lo había dicho a Valentine cuando crecían, que no iba a pertenecer a su alfa, pero había luchado y fue vencido, qué más podía hacer, pelear hasta destruir su cuerpo, sufrir todas esas heridas, por un dios que no creía que agradecía sus sacrificios.
-Parece que esa mujer no le ha dado el mensaje a tu dios... pero no estoy en contra de repetirlo.
*****
Aioria había sentido el cosmos de su hermano, como este se enfrentaba con Saga, una batalla que apenas duró lo suficiente, ni siquiera pudo dar con Mu y sabía que eso había sido su culpa, por no ir por él en cuanto pudo, creyendo que podrían engañar a ese demonio que portaba la armadura de géminis.
-Parece que Aioros ha sido derrotado...
Pronunció con demasiada tranquilidad Shura, sus brazos detrás de su espalda, con una expresión pétrea, no sonreía, no estaba molesto, solo indiferente, pero le observaba fijamente, esperando su respuesta.
-En este momento ha regresado al Santuario... con su alfa...
Aioria no podía creer las palabras que pronunciaba Shura como si fueran cualquier cosa, lo fácil que era para él decir eso, sin pensar en las implicaciones que esa captura tenían para su pobre hermano.
-Pudiste verlo... pero no quisiste abandonar la seguridad de Asgard...
Esta vez Aioria quiso golpearlo, pero se detuvo, porque Shura tenía razón, le había dado la espalda a su hermano, pero no por las razones por las cuales decía, sino que pensaba que ir a buscarle pondría en peligro su vida, algo que no deseaba que sucediera.
-¿Qué está sucediendo aquí?
Pregunto alguien más, acercándose a ellos con un paso lento, esa persona era Andreas, a su lado estaba el tipo alto de cabello blanco cuyo nombre era Fafner, así como el pelirrojo de nombre Surt, ellos actuaban como guardaespaldas de Andreas que era uno de los posibles representantes de Odin, si algo llegaba a sucederle a la señorita Hilda.
-Andreas...
Susurro Aioria, como lo hacía cuando pronunciaba su nombre, antes de descubrir que él estuvo presente durante la caída de su hermano mayor, logrando que Shura le odiara inmediatamente, al mismo tiempo que el intruso observaba su muñeca sangrando, señal de que el lazo era rechazado.
-Tu debes ser el alfa que ha logrado que Aioria busque la forma de romper su vínculo... y aunque Hilda, por alguna razón que no alcanzo a comprender, también te ha dado asilo, yo por el contrario, no me tocare el corazón de mandarte lejos, si llegas a infligir tan solo una de nuestras reglas.
Una de ellas era no pelear, a menos que fuera una justa realizada por deporte, por lo cual Shura apretó los dientes, furioso por ello, observando como Aioria se alejaba de su lado para detenerse junto a Andreas, un simple beta.
-Teniendo claro ese asunto, nos retiramos...
Shura solo vio como Andreas se llevaba a Aioria consigo, y como su omega se marchaba con él, pensando en alguna forma de darle a su león algo que ese sujeto no podía, eso era la libertad de su hermano mayor.
-Te ayudaré a liberarlo... a tu hermano... te ayudaré a salvarlo si me das una oportunidad...
Aioria se detuvo por unos momentos, sintiendo las miradas de los presentes sobre sus hombros, para después negar eso, si Shura fuera la clase de alfa que pensaba, le ayudaría sin pedirle nada a cambio, vería lo monstruoso de esa ofrenda, comprendería que no iba a aceptarla.
-No... yo no deseo nada de ti... ya no...
*****
Aldebaran le había pedido a Kiki terminar su alimento, mientras él salía de esa taberna para conversar con Mu, quien se veía quebrado, como si cargara el peso del mundo sobre su espalda.
-Tuve que irme... habían asesinado a mi maestro y...
Aldebaran cruzó sus brazos delante de su pecho, molesto por esas palabras, no quería seguir escuchándolas, porque eso significaba que la venganza fue mucho más importante para él que el bienestar de su familia.
-Lo entiendo, tenías que aclarar la muerte de tu maestro, pero al hacerlo, nos dejaste atrás... y todo lo que pude averiguar fue por medio de otras personas, Dohko, Shaka, pero no solo ellos, también esos tres patanes, especialmente Afrodita o Deathmask...
Mu no sabía que le habían estado diciendo a su omega, pero conociendo a Afrodita, probablemente había criticado su nivel de proyección de cosmos o su belleza, comprendiendo bien que para el santo de la rosa, la hermosura solo existía si te veías como él, no comprendía que su omega era hermoso ante sus ojos, lo más hermoso que había visto, que desde niños le espero, le quiso a su lado.
-Fui declarado traidor, de llevarte conmigo te habría condenado a ti también... y aunque al principio quise escuchar las locuras que Saga decía, supe que eso era absurdo, Shion... mi maestro... él fue asesinado por uno de sus tres hijos.
Mu conocía bien la existencia de Kanon, podría considerarlos como sus hermanos y no culpaba al menor, pero el mayor fue quien mató a su padre, sin miramientos, sin piedad, eso lo convertía en un monstruo.
-Yo te hubiera seguido al fin del mundo, Kiki necesitaba un maestro, tu le hubieras enseñado lo que tiene que saber... pero no me consultaste, solo me arrebataste la decisión de seguirte y cuando te marchaste, ya era tarde...
Mu trago un poco de saliva, tratando de tocar a Aldebarán, pero este retrocedió, su mirada impenetrable, usando una postura que le recordaba a la que usaba en las batallas, comprendiendo que no había terminado esa discusión.
-Sabes lo que es, ser señalado como el omega del traidor, o el omega cuyo alfa no lo desea... sabes lo que dicen de Kiki... es el hijo de un traidor y de un omega que no pudo mantener a su alfa en su hogar, pero no solo eso, cada maldito día recibía visitas indeseadas... regalos, cartas, cada uno peor que el anterior... como si fuera un maldito trozo de carne...
Era desagradable saber que los mismos que lo acusaban de traición, que decían que su alfa no lo deseaba cerca porque era un omega defectuoso, tal vez histérico o frígido, eran aquellos que deseaban su mano, únicamente porque así se sentirían poderosos o podrían decir que le arrebataron algo a un Santo Dorado, aunque este ya no lo deseara.
-Yo...
Aldebaran levantó una mano, negando eso, deseaba terminar lo que iba a decirle, recordando que no solo era eso, también sentía una daga colgando sobre su cuello, los tres santos favoritos de Saga lo vigilaban, el tipo que petrificaba a los pobres aspirantes a santo que deseaban escapar, Misty, santos de plata, como de bronce y aun soldados rasos, cada uno de ellos estaba pendiente de sus actos.
-Yo era un traidor ante el santuario y fuimos tratados como uno, así que, el que nos dejaras atrás no nos protegió, solo nos dejo al amparo del patriarca, que intento ganarme con una supuesta comodidad, la que no existe si sabes que de dar un paso en falso van a matarte o mataran a tu alfa y dejaras solo a tu cachorro, por lo cual, no creo que pueda perdonarte... aunque esos dos se hayan puesto en nuestra contra, aunque llegaran a estar confabulados, si lo de las cartas es verdad, aun así... no puedo... lo siento.
Pensaba que por eso fue tan fácil para Dohko hacerse con un pedazo de su vida, el anciano maestro, el guerrero sobreviviente de la guerra pasada le daba atención, los mantiene hasta cierto punto seguros, aunque sus deseos para su persona eran más que claros y de no existir Mu, pensaría en aceptarlo, en realidad le aceptaría sintiéndose agradecido por esa propuesta, por su atención, pero, no se veía con nadie más que no fuera su alfa, en quien ya no confiaba.
-Aun me consideras como tu alfa...
Susurro Mu, casi con una sonrisa, desesperando demasiado a Aldebarán, que quiso marcharse creyendo que eso era lo único que había entendido, ignorando todo lo demás que había pronunciado, pero el alfa de cabello morado no lo permitió, no porque usara su cosmos, o su fuerza, sino porque lo tomó ligeramente de la mano.
-Y tu sabes lo que fue alejarme en medio de la noche porque fui considerado un traidor, no tener tiempo siquiera de verte o llegar a ti, creer que Dohko o Shaka te protegían en mi ausencia, porque esos traidores eran el querido amigo de mi padre y Shaka mi amigo... mandarte cartas cada semana, para recibir rechazos contundentes, que ahora se son mentiras, pero antes eran tan dolorosos como una navaja en mi pecho y después nada...
Era el turno de explicar por lo que había pasado, mirando a Aldebarán, cuya mirada era distante, o al menos eso deseaba proyectar, pero al mismo tiempo, podía ver que le dolía, que sentía su desesperación, como sucedía con los lazos de los destinados, ademas sus muñecas no dolían, el no rechazaba su lazo con el, aun se aceptaban.
-No saber nada de ti, tratando de sobrevivir a la ira del Santuario, hasta que recibí las noticias que decían que ibas casarte, con Dohko... con quien pensé estabas seguro... sin saber si me amabas o no, creyendo que tendría que secuestrarte de tu boda, porque no iba a permitir que... que alguien que no fuera yo estuviera contigo... aunque me odiaras o me despreciaras como decían esas cartas, comprendiendo que no soy muy diferente a ellos... porque... no quiero alejarme y no lo haré... no cuando se que me consideras como tu alfa, aun ahora...
Repentinamente fue atacado por alguien mas, que comenzó a lanzar toda clase de objeto en su contra, ese era Kiki, que trataba de proteger a su omega de su alfa, quien usando su cosmos detuvo sus golpes sin sentido, pensando que el cosmos de su pequeño bajo su guía sería mucho más poderoso todavía, ademas, deseaba conocer un poco mas de su primogénito, su corderito.
-Kiki basta... no ataques a Mu... él es tu padre... y te dije que te quedaras adentro.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, me gusta mucho recibirlos. SeikenNJ.
Chapter 25: Cuchillo en la oscuridad.
Chapter Text
Cuchillo en la oscuridad.
Mime comenzaba a desesperarse demasiado al ser tratado como la misma peste por quien sabía era su omega, porque deseaba un compañero que pudiera manipular o utilizar a su antojo, pero no debía buscar a alguien así, una persona como esa no le haría bien a su amatista, aunque, solo en su mente, porque en la realidad él no era nada de su amado, no lo aceptaba con él.
Pero debía encontrar la forma de llegar a él, demostrarle que no era lo que pensaba, que si bien era un músico, también se trataba de un guerrero, un dios guerrero para ser exacto.
Que podía serle de utilidad, siempre y cuando sus deseos fueran justos, que no intentara traicionar los ideales que juraron proteger, pero tal vez, si le demostraba que era alguien justo, un hombre bueno, que podría llegar a amarlo, lograría penetrar esa coraza en su corazón.
Mime creía que estaba cometiendo una locura, porque si Alberich no deseaba verlo en el castillo donde servían como guerreros, mucho menos lo desearía en su casa familiar, en la cual ingresó, igual que un ladrón en la oscuridad, utilizando su cosmos, así como sus habilidades.
Ingresando en el jardín del castillo, observándolo con detenimiento, encontrándolo hermoso y pensaba que las historias quedaban cortas, las que decían que la familia de su destinado era poderosa, que sus riquezas eran inimaginables, aunque, no solo eso era cierto, porque en ese lugar había una serie de amatistas con un esqueleto en su interior.
Seguramente fueron los alfas destinados de los otros representantes de la familia, de los omegas nacidos entre sus rangos, siendo una familia un tanto extraña, porque siempre nacían omegas, en alguna u otro ocasión betas, pero nunca alfas.
Mime supuso que debía sentirse horrorizado por aquello que veía, aunque, de cierta manera tenían algún aire artístico, como el de una escultura funeraria, acercándose a uno de esos bloques de cristal, para tocarlo con sus dedos, acariciándolo con delicadeza.
-Tu podrías ser uno de ellos, pienso que la armadura de Benetnasch se verá muy bien en su interior...
Era Alberich, con su ropa de noble, con esas bonitas telas, que no se comparaban en nada a lo que el podría costear alguna vez en su vida, mucho menos a su ropa que era de dos tonalidades diferentes de gris, con un cinturón con una hebilla dorada, en cambio su omega no vestía lo que usaba en el castillo, sino un conjunto blanco, con algunos bordados dorados.
-Te ves hermoso...
Parecía el príncipe de alguna de sus historias de antaño, tan hermoso se veía que trató de tocarlo, pero Alberich se apartó, frunciendo el ceño, observando con atención las tumbas a sus espaldas.
-Tu también te veras hermoso en una de esas amatistas...
Susurro con una sonrisa, su mirada sádica que hubiera hecho que cualquier otro atacara o retrocediera asustado, pero él no hizo nada de ello, abriendo los brazos, como invitándolo a encerrarlo en ella, para adornar su jardín de muerte.
-Entonces hazlo... mátame y enciérrame en esa amatista, al menos, así sabre que siempre estaré a tu lado después de eso...
Alberich jadeo, sin comprender esas palabras, esa locura que podía ver en el músico, que parecía hasta satisfecho de recibir esa condena, tratando de decirse que esa no era la razón por la cual su omega y muchos otros les hubieran encerrado en el interior de su mansión, en ese jardín, ni tampoco era la razón por la cual visitaban ese jardín, para tocar esa roca y pasar horas enteras a su lado.
-Pero yo creo que tu no dejarías que nadie te mande, ni siquiera la señorita Hilda o el señor Andreas...
Mime había visto la forma en como se comportaba Alberich, descubriendo que si bien actuaba de cierta manera dócil con sus líderes, el generalmente hacia su voluntad, de tal forma que había tenido desavenencias con otros dos dioses guerreros, Siegfried y Syd, quienes no apreciaban su desobediencia.
-Y estoy seguro, de que no escucharas a tus antepasados, no estás dispuesto a conformarte con poco, con servir a la señorita Hilda, con tener un poco más de poder, de riqueza, tú deseas la armadura de Odin, tu quieres mandar Asgard, yo puedo ayudarte a ello... aunque, no mataremos a las voces de Odin en la tierra, ni a nuestros aliados, pienso que necesitamos un líder verdadero, que no se deje convencer por el Santuario.
Mime no creía que los asilados fueran espías como decían algunos de sus compañeros, el por el contrario pensaba que lo que sucedía era mucho peor, eran traidores, habían escapado tan lejos como podían, para huir de los demonios que gobernaban el santuario y la Atlantida.
-No estás hablando en serio...
Alberich no creía lo que escuchaba, nunca hubiera pensado que Mime se atreviera a darle la espalda a la señorita Hilda, aunque no lo había hecho, en realidad, le dijo que no los matarían, pero debía recordarse que Mime nació en otra tierra, era el hijo adoptivo de Folkell, porque el mato a sus padres, soldados de un ejército enemigo.
-Si lo estoy... porque hable con Folkell, me explico las tradiciones de tu familia, tratando de hacerme a un lado, pero, estoy dispuesto a darte lo que necesitas, lo que esos nobles, políticos o cualquier otro no podría, soy un dios guerrero, mi cosmos, mi fuerza y mi lealtad te acercaran a eso que deseas, solo tienes que darme una oportunidad para cortejarte... no tienes que ser mi omega, pero al menos, darme una pequeñísima oportunidad para ganarme un lugar a tu lado.
Alberich que se jactaba de su inteligencia, no sabía qué responderle, pero no fue necesario cuando Mime se acercó a él, unos cuantos pasos, para besar el dorso de su mano, algo que permitió, con un jadeo.
-Quiero proteger Asgard y sé que tú podrás hacerlo... Alberich, al ser la mente más grandiosa de todos los tiempos, un genio entre genios y yo, tu espada, aunque en este caso, sería un arpa, pero de todas formas puede matar.
Y tras tocar un acorde, cortó un pedazo de la amatista que estaba a sus espaldas, mostrando su punto, recibiendo un asentimiento de Alberich, que no deseaba matar a su alfa, cuyo pañuelo guardaba celosamente entre sus posesiones.
-No eres lo que pensaba...
Susurro, para repentinamente tomarlo del cabello y tirar en su dirección para besarle, con todo el odio que sentía por el, que no era mas que deseo reprimido que pudo dejar salir por fin, devorando la boca de su alfa, quien gimió al recibir ese trato.
-Y eso me alegra tanto.
*****
Bud había regresado a su hogar justo en el momento en que Sygmund decidió dejarlo solo con su hermano, él no deseaba conversar con él, ni saber nada de sus padres, quienes decía, ya habían fallecido, lo que no supuso fue que Syd, su hermano, quisiera acompañarlo hasta su cabaña.
Aunque no lo acompañó, en realidad le siguió a una distancia prudente, para que no pudiera sentir su cosmos y apartarlo, aunque fuera por la fuerza, al menos, eso se imaginó Bud, recordando que le había prometido a su alfa ser gentil con su hermano, las familias no debían pelear.
-¿Acaso estás loco?
Syd suspiro, tragando un poco de saliva, desviando la mirada, él únicamente deseaba pasar algún tiempo con su hermano, a quien apenas pudo encontrar, comprendiendo bien que no deseaba verlo, que no quería saber nada de su familia, pero eran hermanos y estaba haciendo lo mejor para la familia.
-No... no creo que lo esté... pero, deseaba saber un poco más de ti, donde vivías y sabía que me rechazarías si yo hacía públicas mis intenciones.
Bud respiro hondo, haciéndose a un lado para que ingresara en su cabaña, de tres cuartos, dos recamaras, una de ellas fue un taller en su tiempo, pero fue transformada en su habitación y una salita, con una silla, un sofá y una mesa de madera, todo organizado a la vieja usanza.
-Este es mi hogar.
Syd podía ver que su cabaña era acogedora, mucho más que su mansión, los muebles parecían hechos a mano, cada uno de los detalles de la misma, descubriendo que Bud estaba edificando un cuarto mas, el que agregaría en algunos días, cuando las paredes y el techo estuvieran terminados.
-Es muy bonito...
Susurro su hermano tocando uno de los tapices, haciéndole arquear una ceja, posando su mirada en un retrato del cazador con su hermano, sonriendo, agradecido con ese hombre por salvarle, aunque no podía darle las gracias en persona.
-¿Cómo era él? ¿Cómo era tu padre?
Bud volteo a verle, notando que su mirada estaba puesta en el cazador, que era un hombre sencillo, sonriendo con una expresión cargada de nostalgia, caminando hasta donde estaban unos juguetes de madera, que su padre había creado para él, los que iba a heredarle a sus pequeños cuando nacieran.
-Era un hombre sencillo, que hizo todo lo que estaba en sus manos para darme una buena vida... consiguió que un monje me enseñara a leer y escribir, me enseñó las viejas historias... era bueno.
Syd no sabía si podía sentarse en alguna parte, por lo cual, se sorprendió cuando Bud comenzó a calentar agua en un pocillo, para preparar algo caliente que beber, observándolo fijamente, esta vez sin odio ni desprecio.
-¿Cómo eran ellos?
No tenía porqué explicar demasiado quiénes eran ellos, pero Syd no sabía cómo empezar, mucho menos cuando Bud señaló una silla enfrente suyo, para que se sentara.
-Siempre estaban tristes, nuestra madre no hablaba mucho y observaba constantemente el lado izquierdo de la cuna... allí era donde tú dormías, nuestro padre... él tampoco pudo perdonarse tampoco, aunque fingían estar contentos, sufrían mucho.
Bud comenzó a servir la bebida en dos tazas de madera, rociando algo de especias y miel en el agua caliente con otras hierbas, una bebida común en la zona, de la cual le ofreció, sentándose enfrente suyo.
-El día que te vimos, ellos pelearon de una forma horrenda... los dos se culpaban por abandonarte en la nieve, yo solamente los escuchaba, mi nana, una mujer mayor, algo pasada de peso, me acurruco en su regazo y me dijo que si Odin lo deseaba, volvería a encontrarte, cuando tuviera la capacidad para protegerte.
Bud relamió sus labios, escuchando el viento azotar su cabaña, parecía que una tormenta se avecinaba y creía tener suficientes suministros para resistir, observando de nuevo a Syd, que parecía pensar en algo.
-Y aunque no necesitas protección, yo quiero ser tu hermano... es en serio lo que digo sobre nuestro legado, los dos lo compartiremos, tus cachorros tendrán una buena vida, crecerán juntos.
Bud se levantó de pronto, como si quisiera alejarse de Syd, quien llevó sus manos a la mesa, como si tratara de controlar su miedo de ser lanzado lejos, pero lo que hizo su hermano le sorprendió, porque comenzaba a tapiar las puertas, las ventanas, asegurando su hogar de la tormenta que se avecinaba.
-¿Qué hay de los tuyos?
Preguntó su hermano, mirándole de reojo, recordando algunas de las razones por las cuales mataban a los gemelos en esa población, porque eso sucedía al dejarlos en la nieve, lo que no sucedió con él gracias a su padre adoptivo.
-Yo no creo tener cachorros... soy un beta, yo no tengo a nadie esperándome, no como tu, que eres especial...
Bud no supo si creer en esas palabras, pensando en que decirle a Syd, regresando a su lado, pensando que sus costumbres dictaban que Sygmund debía darle una dote, que pasaría a su familia, porque les harían perder a un omega, en cambio, el alfa de Siegfried les daría la dote a ellos.
-Además, en las arcas de la familia tenemos suficiente oro para las dos ramas familiares, mis cachorros y los tuyos tienen el futuro asegurado... no hay nada que temer.
Bud creía en sus palabras, sorprendido porque Syd quisiera separarse de aquella riqueza, únicamente para estar a su lado, riéndose al pensar que le odiaba hacía pocas horas, pero que gracias a su alfa y sus fuertes creencias respecto a las familias, le había solicitado darle una oportunidad, comprendiendo que su hermano no tenía la culpa de los pecados de sus padres, como él no la tendría si los papeles estuvieran intercambiados.
-Te odié en ese momento... a ti y a ellos... al maldito conejo que deseaban cuidar... yo creía que hubiera podido morir tranquilo de no saber que ustedes estaban afuera... pero ahora, no creo que deba odiarte a ti.
Syd sonrió entonces, tratando de llevar una mano a la de Bud, quien le veía sin comprender qué estaba pensando, que deseaba hacer al tocarlo, pero lo permitió, sintiendo como llevaba el dorso de su mano a su frente.
-Ore cada noche a Odin para que estuvieras seguro, para saber donde estabas y ahora, por fin has regresado a la familia... nuestros padres serían felices de tan solo saberlo.
Bud desvío la mirada, pensando en ellos, en los padres que le abandonaron en la nieve, que eligieron a su hermano en vez de a su padre, por lo cual, preguntando dónde podrían estar, quiso saberlo.
-Ellos... nuestros padres... ¿Qué pasó con ellos?
Por un momento la mirada de Syd parecía distante, temerosa, pero después, asintió, pensando en qué decirle sobre ellos, además de que sufrieron su decisión toda su vida.
-Fallecieron hace algunos años, nuestra madre de dolor... nuestro padre le siguió poco después... aunque, yo era suficiente maduro para comprenderlo, sus cuerpos le dieron vida a nuestro hogar, como dictan las costumbres.
Bud asintió, sabía que ellos habían muerto y suponía que ese era el destino que tuvieron, alimentar el fuego de su mansión, para darle vida con sus almas, para que brillara con mayor fulgor y protegiera a los habitantes de aquella casa.
-El conejo... que hiciste con ese conejo...
Era una liebre, pero Syd no lo contradijo, pensando en ese pequeño animal, al que había cuidado con esmero porque era lo único que tenía de su hermano y aunque este deseaba comerlo, el cuido de esa pequeña criatura porque le dio lo que más deseaba en ese mundo.
-Yo... como te dije que haría, lo cuide, pero no por las razones que pensaba, sino porque tu eres mi hermano y ese animalito fue tuyo... era lo que me quedaba de ti, mi gemelo...
Bud comenzaba a sentirse demasiado cansado, por lo cual, pensó que lo mejor era que él ir a dormir por esa noche, dándole a Syd en la cama que había sido de su padre, que era la más grande y esa habitación era el cuarto principal de esa casa.
-Debí detener el caballo cuando me di cuenta de quien eras tu, debí solicitarles que te llevarán conmigo... y lo lamento, realmente lo siento.
De pronto Bud negó eso, no había nada que pudieran hacer en ese momento y le creía a su hermano, él no deseaba dejarlo atrás, pero nada podía hacer, por lo cual, alborotando su cabello, colocó una mano en su hombro poco después.
-No quiero que salgas en la ventisca, sé que sobrevivirás sin problemas, pero... eres mi hermano, después de todo, puedes dormir aquí, en la cama de mi padre... es el cuarto principal.
Syd asintió, con una gran sonrisa, comprendiendo el gran honor que su hermano le había otorgado al dejarle dormir en la recamara principal, pero estaría contento con cualquier cuarto, con tal de quedarse allí, podía dormir en el suelo o en el sillón, lo que fuera era una opción razonable para él.
-Donde tú me digas, hermano...
Bud asintió, eran hermanos, eran gemelos y suponía que de haber crecido juntos serían inseparables, por lo cual, dándole unas palmadas en el hombro le llevó a la habitación de su padre.
-Entonces, dormirás en la cama de mi padre, es la más espaciosa.
Una costumbre nórdica, la cama del cuarto principal era mucho más grande que las camas de los cuartos subsecuentes, era la habitación de gala, destinada para la cabeza de la familia o los invitados.
-Es en ese cuarto, aquí hay pieles y cobijas, son nuevas... puedes usar las que tu desees, no es lo mismo que las camas que tienes en la casa familiar, pero son cómodas.
Para Syd dormir en el suelo era suficiente si podía estar con su hermano perdido, quien le dejó solo en esa habitación, haciéndole sentir que tenía una familia, que era parte de algo, una sensación que jamás había tenido, porque el dolor destruyó a sus padres y él siempre se sintió solo, incompleto.
-Descansa Bud...
Bud ya se había quitado la camisa al escuchar esas palabras, pensando que llevaba demasiado tiempo solo y se sentía bien tener compañía, saber que tenía un hermano, tratar de perdonarlo, aunque, aún dudaba de sus intenciones.
-Tu igual...
*****
Fenrir acariciaba el collar en sus manos, sin saber qué hacer, sin saber que pensar, sintiendo a la loba que le salvo, la que se sentó a su lado, para lamer su rostro con delicadeza.
-No quiero un omega...
Ging ladeo la cabeza como diciéndole que no podía mentirle, moviendo sus orejas con delicadeza, pronunciando un quejido bajo, acostándose en el suelo, su cabeza recargada en su muslo.
-No vendrá a estas tierras y si viene, yo no tengo nada que ofrecerle, sigue siendo humano...
Ging ladeo la cabeza como si le entendiera y creyera que sus palabras eran equivocadas, para después lamer su rostro con delicadeza, con suavidad, moviendo su cola.
-No es posible lo nuestro... este... no se como se llama siquiera, no vendrá a mi, no insistas.
Si Ging fuera una humana, le diría que tenía exactamente lo que su pareja deseaba de su persona, como ella lo tuvo con su alfa, pero no podía, así que solo siguió lamiendo su rostro, tratando de animarlo.
-Tu eres todo lo que tengo...
Susurro molesto porque en su mente, en su corazón, tener su manada ya no era suficiente y deseaba verle, pensando que su omega debía parecerse a la luna, tenía que tener una apariencia similar, de eso estaba seguro.
-Y así estoy bien...
*****
Valentine respiraba hondo, observando a Kanon con una expresión furiosa, al mismo tiempo que su señor apenas podía moverse, comprendiendo exactamente lo que pasaba, porque no usaba su armadura, preguntándose porque su dios Hades le había arrebatado su bendición, porque dejarlo solo a su suerte cuando él era el soldado más leal bajo su mando.
Aun Pandora flaqueaba, pero su señor nunca y era por eso que estaba mucho más que furioso, porque al quitarle su armadura le había dejado al amparo de ese alfa con el cual estaba conectado.
Quien actuaba como un demente, sosteniéndolo del cuello y no era que amara a su señor, no, el no podría desearle de esa manera y el dolor de perder a Sylphide aun era demasiado fresco en su corazón, pero como debería ser con su señor, al ser almas milenarias, el dolor se minimizaba.
-¡Eres un demente! ¡Eres un maldito estúpido!
Pronunció sosteniendo la muñeca de Kanon quien apenas comprendía esas palabras, escuchando los pasos de Radamanthys a sus espaldas, quien veía con horror como parecía que iban a matar a su único amigo.
-Suéltalo, déjalo ir.
Fueron sus palabras, que por un momento parecieron caer en oídos sordos y Radamanthys, tratando de encender su cosmos, estuvo a punto de atacar a Kanon, únicamente para proteger a su amigo de su alfa, quien le soltó, pensando que no era una amenaza, notando un nombre en su muñeca, el cual era gris, señal de que su omega estaba muerto.
-¡Valentine!
Radamanthys corrió en dirección de su amigo, ayudándole a mantenerse sentado, mirándolo a los ojos con una expresión preocupada, casi al borde de las lágrimas, una imagen tan diferente a su señor, que apenas podía creer que eran la misma persona, o al menos el mismo cuerpo, porque este no era su señor, este tan solo era un muchacho.
-¿Estás bien? ¿Qué llevas puesto?
Valentine comprendiendo que Radamanthys no entendía nada de lo que sucedía a su alrededor, a pesar del peligro, se quitó su armadura, vistiendo la ropa aburrida que siempre usaba, que era un pantalón caqui con una camisa blanca tipo polo y un chaleco tejido de cuadros.
-Si, estoy bien... y lo que llevaba puesto es una surplice, tu tienes una, aunque no se porque no puedes usarla...
Temía que eso tenía que ver mucho más con Hades, que con algo que hubieran hecho los gemelos, ellos no tenían esa clase de poder y sin embargo, no comprendía porque su dios le quitaría su cosmos a quien era sin duda alguna, su mejor guerrero, su leal guardaespaldas.
-Hace unos días recordaba algunas cosas, pero ahora ya no... todo se ha borrado.
Kanon les veía en silencio, sin poder tomar una decisión, si debía mandar lejos a este Valentine o permitirle estar a lado de su omega, que estaba encerrado en su templo, pensando en Saga, en todo el tiempo que mantuvo a Aioros sumido en el Satan Imperial, temeroso de perderlo, logrando justamente eso, a menos que sucediera un milagro que le permitiera perdonarle.
-Eso es obra de nuestro dios Hades y no se porque te ha dado la espalda...
Le habían ordenado ir por el, no Shun, sino Hades cuando el santo de bronce dormía, diciéndole que siguiera a Radamanthys, usando su confianza, y si su soldado leal parecía estar dispuesto a cumplir con su destino, debía eliminarlo, razón por la cual aceptó esa misión, para no realizarla.
-Pero Pandora tiene razón... mi lealtad jamás ha sido del dios Hades, ni de esa perra, sino tuya mi señor... mi lealtad es suya.
Valentine esperaba que Kanon fuera un poco astuto, que comprendiera lo que deseaba decirle, después de todo, había perdonado su vida, debía comprender que sus intensiones eran buenas.
-Kanon... tu omega está en peligro, corre peligro de ti, de sus enemigos, de sus aliados.
Kanon se jactaba de leer las emociones de los demás, las mentiras en sus rostros y estaba confundido, porque no podía encontrar ninguna de ellas en Valentine, sus palabras eran todas verdaderas.
-Deja que regrese a su casa, que vea a su omega, yo te ayudaré a verlo de nuevo... eres su alfa, nadie podría apartarlos, aunque ustedes mismos lo desearan.
Kanon se sentía como cuando hablaba con Shion, este joven, aunque era menor que ambos, era tan astuto como el tiempo, era un anciano en el cuerpo de un joven hombre de cabello rosado, en quien confiaba Radamanthys.
-¿Tengo tu palabra?
Radamanthys no creía que Kanon fuera a dejarle ir en algún momento, se lo había dicho y de pronto, su alfa cambiaba de opinión, comportándose como alguien completamente diferente a quien lo recibió en la Atlántida.
-Mi omega está muerto, pero volveré a verlo en algunos siglos, nuestras almas son eternas y nuestra mayor dicha es servir a Radamanthys, así que, la tienes, tu tienes mi palabra de permitirte verle otra vez, en mejores circunstancias.
Kanon asintió, sorprendiendo a Radamanthys por esa respuesta, acercándose a él, para tomar su mano, besar su dorso y después, marcharse, sin más, convenciéndolo de que estaba loco y tal vez, que no era a quien veía en sus pesadillas.
-Mi señor... su omega está desesperado por verlo, lo mejor es regresar a casa.
*****
Aiacos caminaba en el campo de batalla, buscando a su dama, a la hermosa Violate que inconsciente, cubierta de sangre y en una postura delicada, tenía una apariencia como de una princesa, pensando que aun así, cubierta de sangre, le parecía hermosa.
-Violate...
Aiacos la cargó entre sus brazos con delicadeza, preguntándose si él era el príncipe encantado o un demonio o un vampiro que se llevaría a la hermosa doncella consigo, riéndose por ello, quien comprendió que su dama estaba en peligro cuando decidieron mandarla en esa misión.
-Ya estoy aquí, pequeña... no tienes nada que temer.
Violate abrió los ojos al sentir el cosmos de su señor a su lado, llevo sus dedos a su rostro, con una sonrisa, tratando de explicarle que había hecho todo lo que pudo para proteger a Aioros, pero, ese soldado del dragón marino era mucho más fuerte de lo que jamás imaginó.
-No digas nada... yo sabía que no podrías derrotarlos...
E inmediatamente después, besó sus labios con delicadeza, recargando su frente contra la de Violate, que se recargo contra su pecho, sintiéndose a salvo en sus brazos, después de todo era su alfa destinado.
-Hades no debió mandarte a ti...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. Se ha tomado una decisión, Radamanthys será Inglés, a pesar de lo que diga la wiki.
Chapter 26: Esperanza.
Chapter Text
Esperanza.
-¡El no quiere ser mi padre!
Kiki pronunció con unas cuantas lágrimas en sus ojos, angustiado, al pensarse insuficiente para quien sabía era su padre, el que le miraba sorprendido, sin comprender realmente a qué se refería con eso, Aldebarán había tratado de explicar la ausencia de Mu durante esos años, sin culparlo por nada de lo sucedido, un cachorro no necesitaba escuchar eso, al menos eso era lo que creía.
-¡Por eso te fuiste y nos dejaste!
Mu se agacho para tratar de tocar a su cachorro, pero este se escondió detrás de Aldebarán, aferrándose a sus piernas con sus manos, escondiendo su rostro cubierto de lágrimas en ellas, rompiéndoles a ambos el corazón.
-Kiki... eso no es cierto, yo soñaba con tener mi familia con Aldebarán, es el sueño de todo alfa... mi maestro aún soñaba con tener hijos con su alfa... con tener una vida a su lado, aunque ya no estuviera más...
Aldebarán se agacho también cuando Kiki dejó de esconderse a sus espaldas, pensando que solo estaba pensando en él, en su enojo y su dolor, ignorando a quien siempre había sido más importante para él, en ese mundo, la razón por la cual dijo que sí a la propuesta del maestro de los cinco picos.
-Si no es cierto... porque no quieres estar con nosotros...
Kiki seguía siendo un niño y al ser presentado con su padre, no podía dejar de sentir el dolor sordo que todos los pequeños sienten al sentirse rechazados, el que era tan fuerte como aquella esperanza de ser amados por sus padres, como se suponía que debía ocurrir, sin comprender exactamente la razón de su ausencia.
-¿Por qué mi omega no te acepta?
Tratar de descubrir que hicieron mal, porque no los querían, para arreglarlo, Mu negó eso, Kiki no había hecho nada, el era perfecto al igual que su omega, que le miraba sin decir palabra alguna, pero podía ver en su rostro que estaba por tomar una decisión que no le gustaba en lo absoluto.
-Eso no tiene nada que ver contigo, Kiki, es algo que pasó entre nosotros dos, que yo provoque, pero tu no tienes la culpa...
Aldebaran siempre había pensado que Kiki podría comprender mucho mejor el tipo de cosmos que poseía si Mu le hubiera enseñado, por lo cual, aunque no estaba del todo contento, tratando de esconder su molestia observó a Mu.
-Tendrás una oportunidad... solamente por el bienestar de Kiki, Mu de Aries, para demostrarnos que eres lo que necesitamos como alfa...
La mirada de Mu fue un poema, no sabía si debía sonreír o no, pero aun así lo hizo tratando de abrir los brazos para que Kiki se acercara a él, algo que no hizo al principio, sin embargo, Aldebarán lo empujó con delicadeza para que fuera con su padre, quien le abrazó con fuerza apenas estuvo lo suficiente cerca.
Jadeando al sentir sus pequeños brazos en su cuello, cerrando los ojos primero, tratando de controlar algunas lágrimas que salían de ellos, pero después, ya no lo hizo, llorando al estar con su pequeño, al que dejó cuando apenas tenía unos tres años, cuando era muy pequeño y aun así, le hacía sentir orgulloso de ser su padre, únicamente porque existía.
Después abrió los ojos, observando a su omega, que le miraba con una sonrisa discreta, el tipo de sonrisa que solamente él había disfrutado, maravillado con su bondad, por el sacrificio que hacía por el bien de Kiki, que también lloraba, recordando las pocas historias buenas que decían de su padre, como se sentía cuando era un niño de brazos.
Observando entonces en dirección de su omega, que se limitaba a sonreírles, mostrándole a él una sonrisa mucho más abierta, que alcanzaban sus ojos, de la forma que no había pasado con anterioridad, cuando estaban solos en el Santuario y Dohko los visitaba cada vez más seguido.
-Gracias...
Mu susurro acariciando el cabello de Kiki, cargandolo en sus brazos, para después acercarse a él, deteniéndose un momento a su lado, para tirar de su cabello con suavidad y besar su mejilla, una suave caricia que hizo que Aldebarán se sonrojara, desviando la mirada, recordando como era en el pasado, cuando el joven alumno del patriarca dejó claras sus intenciones de cortejarlo.
-Obrigado...
Volvió a repetir, en su idioma natal, uno que había aprendido con la única intención de poder comunicarse con él cuando estuvieran juntos, logrando que llevara una mano a su rostro, sorprendido por ello, por esa amabilidad de su alfa, con quien aun estaba molesto, pero Kiki no querría acercarse a él si seguía rechazándolo, así que por su pequeño, trataría de perdonarle, lo que no significaba que su relación regresara a ser lo que fue en el pasado.
-Tu eres imposible.
Aun así se quejo, cuando Mu pidió que apartaran los platos que había pagado Heracles, para comprar los suyos propios, más otros más, esperaba disfrutar de su primera comida con su familia y le gustaría contarle esa hermosa noticia a Aioria, pero, a esa hora siempre estaba en compañía del otro representante de Odin, aquel llamado Andreas.
-Lo siento, pero... estoy muy feliz como para guardar las apariencias.
Mu pronunció encantado, sin embargo, aún recordaba la visita de esos dos hermanos que le ofrecieron la oportunidad para recuperar a su familia, para limpiar el Santuario de la oscuridad que le gobernaba, dos gigantes, mucho más altos que Aldebarán, los dos hermanos, gemelos, como aquellos que les habían costado su felicidad, a quienes les dijo que pensaría en la propuesta que le hicieron, existía algo que no le gustaba de esas entidades y no pondría en peligro a su familia.
-¿Tú no comerás?
Preguntó entonces a su dulce toro, que se limitaba a observarlos con los brazos cruzados delante de su pecho, sin saber que decirle, únicamente disfrutando de la alegría de su pequeño cachorro, que comía como si no hubiera un mañana.
-Si... claro...
Aldebaran tomó un pedazo de pan, del que comenzó a tomar pequeños pedazos, pensando en lo sucedido las últimas horas, en que hace unos días el estaría comiendo en compañía de Dohko, Kiki encerrado en su cuarto porque no le agradaba quien pensaba era su amigo, aunque, en realidad Dohko no le había obligado a nada, comenzando a sentirse culpable por escapar sin darle una explicación de sus acciones, sintiendo la mirada de Mu, que parecía preocupado por sus meditaciones.
-¿Te encuentras bien?
Aldebaran solo asintió, comiendo con un poco mas de velocidad, aunque seguía pensando en que tal vez, debió darle una oportunidad a Dohko de explicarse, o de recibir un rechazo adecuado, pero, aun así, algo en todo eso no le gustaba en lo más mínimo y si el mismo Deathmask quiso protegerlo, eso quería decir que estaban en peligro.
-Puedes confiar en mí...
De eso no estaba seguro, no del todo, pero llevando una mano a su cien, comenzó a amasarla con delicadeza de forma circular, cerrando los ojos, tratando de ignorar la mirada de Mu que reconoció esa actitud, él podía leer a su omega como un libro abierto.
-Es este frío, hace que me duela la cabeza...
Mintió acariciando de nuevo el cabello de Kiki, que le observó con preocupación, para regresar a su comida, satisfecho por ese alimento, dejándose llevar por ese momento, como muchos niños hacen, confiando en su Omega.
-A mí me gusta el frío y la nieve, es divertido jugar con ella.
Aldebaran arqueo la ceja, preguntándose que había realizado con la nieve, escuchando entonces unas voces alegres, viendo a varios niños llegar a la mesa, observando a Kiki, ellos eran los hermanos de la florista, una muchacha amable, de cabello oscuro.
-¡Kiki! ¡Quieres ir al lago congelado! ¡Podemos patinar!
Kiki les observó con esa sonrisa que parecía abarcaba todo su rostro, pensando que deseaba estar con ellos, pero también deseaba ver el lago congelado del cual hablaban, por lo que espero por la respuesta de su omega, quien asintió, encogiéndose de hombros, su cachorro podía cuidarse sólo, aunque debía recordarle que no debe sobrepasarse en el uso de su cosmos.
-No te aproveches de tu cosmos, y si me necesitas, ya sabes que hacer.
Kiki asintió, bajando de la silla, para correr con los otros niños, saliendo de la taberna a un paso demasiado rápido, riendo con ellos, logrando que Aldebarán compartiera su expresión, porque había muy pocos niños en el Santuario, los que había eran aspirantes y la reputación de su cachorro no era de lo mejor.
-¿Algo te perturba?
Aldebaran apartó el plato de comida, observando a Mu con una expresión molesta, porque había sucedido demasiado para realizar esa pregunta, porque estaba seguro que algo le perturbaba, el problema era saber cual de todo le molestaba en ese momento.
-Algo en particular... estas pensando en Dohko, en la forma en que te marchaste.
Su omega no le respondió, desviando su rostro en cualquier dirección, no deseaba verlo a los ojos, que siempre había encontrado preciosos, sintiendo la mano de Mu sobre la suya, besando su dorso, logrando que se apartara con molestia.
-No quiero hablar de esto, así que regresaré a casa, estoy cansado.
Mu asintió, dejando que se marchara, observando la comida, dejándola en la mesa con algunas monedas, suficientes para pagar lo que no habían terminado de consumir, regresando a su hogar, el que compartía con Aioria, deteniéndose al ver a Shura.
-¿Cómo te atreves a venir aquí después de lo que has hecho?
Shura al escuchar esa respuesta únicamente sonrió, si él era un mal alfa, Mu era uno mucho peor y la única razón por la cual, Aldebarán había escapado era porque se sentía atrapado, de eso estaba seguro, si el guerrero de los cinco picos no hubiera presionado como lo hizo, el toro no hubiera escapado.
-Lo mismo puedo preguntar yo.
*****
Saga había regresado a la sala del patriarca, usando sus ropas, sentándose en el trono que usaban, su casco ocultando su rostro, sus manos en los brazos del mismo, tratando de pensar en qué hacer con Aioros, cerrando los ojos, para abrirlos de nuevo, los que en ese momento eran rojos, su cabello blanco.
Escuchando los pasos de Dohko, como se acercaba a su trono, sin recargar la rodilla en el suelo, sin demostrarle respeto, mirándolo fijamente, seguro de que Aioros había regresado al hogar porque Saga lo forzó a ello, pero estaba demasiado malherido como para poder escapar.
-¿Ha jurado matarte? ¿Tu omega?
El más oscuro no respondió, mirándolo fijamente, molesto por esa actitud desinhibida, como si quien manejara el Santuario fuera él y no, nadie más, sin embargo, espero por lo que Dohko deseaba decirle.
-A mí me dejaron plantado en la ceremonia, Aldebaran escapó, con demasiada rapidez... como si se hubiera saltado los escalones del Santuario, un momento estaba en Tauro, al poco tiempo en Rodorio y después más lejos.
El más oscuro pensó en lo que le estaba diciendo el guerrero de los cinco picos, el joven de cabello café, el más bajito de los doce, pero, eso no importaba, no cuando su cosmos era tan brillante como el suyo y el de Shaka, cuando sus doscientos años de vida, cuantiosas batallas, todo el conocimiento ganado en esa larga vida, le daba la ventaja en cualquier enfrentamiento.
-Sospecho que uno de tus protegidos me ha traicionado... pero no estoy enojado y tampoco lo tomaré como una traición, Saga, aunque como amigos, te aconsejaría que vigilaras a ese crustáceo mucho más de cerca.
El más oscuro asintió, pero no le importaba en lo más mínimo lo que dijera Dohko, que después de pronunciar aquellas palabras, le dio la espalda, marchandose de allí con los brazos detrás de su cabeza, como si no le importara en lo más mínimo lo sucedido.
-No vaya a ser, que también decida ayudar a Aioros a escapar...
Susurro divertido, esperando que Saga comenzara a pensar en lo dicho por Dohko, en la posibilidad de que Deathmask quisiera apartarlo de su omega, al sentir pena por él, como la sintió por Aldebarán, al ser un omega.
Pero el cangrejo no iba a traicionarlo y Dohko no podía culpar a uno de sus aliados, de los tres soldados leales que poseía, Shura que fue a servirle como un espía, Afrodita que cuidaba del Santuario y Deathmask, que era su ejecutor.
-Eso es absurdo... completamente absurdo.
*****
Kasa esperaba por Radamanthys en la habitación donde dormía Kanon, sorprendiéndose demasiado al darse cuenta de que no regresaba el joven rubio con su superior, pensando en lo peor, caminando hacia el general del dragón marino que se sentó enfrente de la mesa de su habitación para servirse de ese licor que solamente él podía beber.
-¿Dónde está Radamanthys? ¿Qué le has hecho?
Kanon bebía, era la misma imagen de la desesperación y el arrepentimiento, una mano en su cabeza, parecía como si estuviera a punto de llorar, angustiando mucho más a Kasa, que sentía demasiada pena por Radamanthys.
-Lo vi sonreír... lo vi reír y disfrutar un día conmigo...
Susurro, pensando que al regresar a la Atlántida volvería a verse infeliz, aterrado y temeroso, algo que no podría soportar, así que aunque le dolía de forma infinita apartarse de su lado, le dejó marcharse con ese Valentine, un alfa en quien confiaba, creyendo fervientemente que una pareja destinada no se traicionaría por nada de ese mundo.
-Cuando lo lleve al zoológico se quedó por el miedo que siente por mi, no porque...
De nuevo bebió licor, directamente de la botella, cubriendo su rostro con una de sus manos, pensando en esa sonrisa, en esa actitud divertida, creyendo que si le mantenía a su lado, solo terminaría destruyendolo, le haría daño y sería el alfa con el que tenía pesadillas.
-No porque lo deseara, en la pista, el disfruto de ese viaje y creo que solo disfruto de esa cita porque le permití llevar su ritmo, pero al regresar, al hacerle regresar aquí... voy a perderlo.
Susurro angustiado, observando a Kasa que no comprendía las palabras de Kanon, ni sus acciones, el mayor pensaba que necesitaba de Shion, necesitaba de alguien que pudiera guiarlo en ese momento, decepcionado con su hermano por terminar con su vida, por matarlo cuando lo hizo.
-Así que lo deje ir... a pesar de lo que hice antes, golpearlo, arrastrarlo aquí... invadir su espacio personal, pero pensaba que él me amaba, que me deseaba porque éramos una pareja destinada y no sabía nada de las pesadillas... no creía que fueran tan malas.
Kasa por un momento dudo de las palabras de Kanon y tuvo que usar su técnica secreta, tomando la forma de Radamanthys, que era la persona que más amaba el dragón marino en ese momento.
-Tu también puedes irte, ya se que has estado planeando tu deserción desde hace varios años, pero no será eso si yo te dejo ir...
Kasa jadeo al escuchar esa respuesta, casi retrocediendo, llevando una mano a su muñeca, mirándolo con demasiada sorpresa porque pensaba que Kanon iba a darle la orden de aceptar a otro alfa.
-Además, no quiero sentirme tentado a verlo cada vez que pueda usando esa técnica tuya...
Kanon estaba demasiado borracho, caminando hacia Kasa con algo en su mano, eso era una bolsa de oro, que dejó caer en su palma, con una expresión demasiado triste, en nada parecido a su expresión de burla.
-Mi Radamanthys es único...
Kasa asintió con agradecimiento, pensando que esa era la primera vez que usaba el nombre de su omega, para poco después esconderse usando otra de sus técnicas, dejando solo a Kanon que se sentó en la cama, en el lado donde Radamanthys dormía, abrazando su almohada, esperando que Valentine cumpliera su promesa y que aún existiera alguna forma de acercarse a Radamanthys.
Comprendiendo que se merecía lo que tenía, por los pecados que había cometido, por utilizar el Satan Imperial en Aioros, cuando no era necesario, preguntándose por qué Saga no le odiaba por ello.
-Maldición...
Quien trató de escapar y él, como el monstruo que era, le ayudó a regresar a su prisión, sin importarle lo más mínimo lo que era correcto, horrorizado por esa decisión, seguro que Shion estaría decepcionado de él, tanto que podría matarlo o no, porque era su hijo, pero sería la única razón por la cual no terminaría con sus vidas.
-Soy un monstruo...
*****
Misty al saber que habían encerrado a Albiore en la prisión del Santuario se desesperó como nunca, buscando a sus aliados, Moses y Asterión, quienes le miraban como si hubiera perdido la razón.
-¿De qué estás hablando?
Preguntó Moses, mirando a Misty como si tuviera dos cabezas o dijera que la luna era de queso y deseaba hacerse un emparedado con ella, al mismo tiempo que Asterión, ladeaba la cabeza, llevando una mano a su rostro.
-Lo que dices podría ser considerado traición Misty...
El lagarto les miraba molesto, porque solo había dicho que no podía dejar a su omega en esa cárcel y que no iba a permitir que le apartaran de su lado, aunque Albiore deseaba cortarle la cabeza poco después.
-No me importa... no es justo que el patriarca desee quitarme a mi destinado, sin darme una oportunidad para poder hablar con él o siquiera tratar de seducirlo.
De pronto alguien más comenzó a reírse, ese era Algol, otro rubio de hermosa apariencia, que era sádico, casi tanto como Deathmask, pero le consideraba su amigo, por lo cual, esperaba no tener que enfrentarse a él.
-Y ya sabes lo que Albiore desea o... lo das por hecho, porque con la reputación que tienes, ademas de esa bocota suelta, no creo que te acepte a su lado...
Misty frunció el ceño con una expresión molesta, porque estaba seguro de que Albiore quería apartarlo de su lado, pero al menos, deseaba tener una oportunidad y creía que al rescatarlo de la prisión donde lo encerraron, se lo agradecería.
-¿Vas a detenerme Algol?
Pregunto Misty, molesto por esas palabras, recibiendo una negativa del santo de plata de Perseo, quien tenía un escudo con la medusa en su brazo, relamiendo sus labios, con una expresión divertida.
-No, solo deseo saber que estás seguro de lo que quieres y que si algún santo de oro o el mismo Albiore te mata, no te quejes después.
Sí lo mataban seguramente no podría quejarse, pero no se lo dijo a quien también era su amigo, Algol, que solo con ellos era amable, observando a sus aliados, quienes estaban preparados para realizar esa misión desquiciada, darle la libertad a su omega, que era tan poderoso como un Santo Dorado.
-No digas tonterías... no creo que me mate de tan solo verme... y si me mata, pues, él se lo perdió.
*****
Violate despertó en una cama cómoda, con suficientes almohadas sosteniendo su cabeza, vendajes cubriendo su cuerpo, a su lado estaba su alfa, el tercer juez del inframundo, quien sosteniendo su mano, aguardaba por verle despierta, pues había perdido el sentido en sus brazos de nueva cuenta.
-Mi señor... lo siento tanto...
Aiacos negó eso, no tenía porque sentirlo, su dios le había mandado a una muerte segura y ni siquiera comprendía la razón de eso, pero pensaba que esa mansión era segura, puesto que era el hogar de Minos, un omega, que había perdido a su alfa destinado en la guerra pasada.
Quien no regresó a él como se les había prometido, justo como sucedía cada una de esas vidas, razón por la cual, ellos servían a su dios, por la promesa de tener más de una vida con su compañero eterno.
Minos aún tenía su armadura, Hades no le había dado la dicha del olvido, tal vez deseaba que sufriera, comprendiendo que su alfa estaba muerto, mientras que con él, quiso que su dama fuera asesinada por sus enemigos, pero uno de ellos, no quiso terminar con su vida, para que diera un mensaje, seguramente.
Con Radamanthys, le habían dado la espalda, le robaron su armadura, su cosmos y sus recuerdos, dejándolo solo, a la voluntad de aquel alfa que le había secuestrado, su alma gemela, que se comportaba como un demente, como si algo estuviera trastornando sus pensamientos.
-Dijo que no iba a entregarlo... que le advirtiera al dios Hades, que no iba a regresarle a su dragón.
Pronunció ella, pero no importaba, él no iba a seguir al dios Hades, la guerra había terminado, ellos perdieron, eso era todo y lo mejor era dejar que ese dios durmiera en el olvido, sin embargo, se negaba a dejar ese mundo, a ser derrotado de forma permanente.
-No importa... solo descansa.
Aiacos no iba a dejarla sola, pero pensaba que necesitaba recuperarse, estaba muy malherida, a pesar de su fuerza, de su sabiduría, el soldado de géminis pudo derrotarlo sin esfuerzo alguno, y ese solo era un soldado, porque eran gemelos, como sus benefactores, al menos eso fue lo que Minos le dijo.
-Yo te cuido...
*****
Hefesto veía dormir al dios Ares en lo que podría ser una cama kingsize, pensando que lo encontraba hermoso, creyendo en su promesa de ayudarle a recuperar a su cachorro, a su pequeño perdido, escuchando el sonido de la puerta, unos pasos que no deberían escucharse.
Levantándose de prisa, al menos, tan rápido como su vieja pierna le permitió, apresurando el paso, reconociendo ese sonido, esos pasos, pero sin atreverse a creer que su pequeño había regresado por su propio pie.
-Padre...
Susurraron en el recibidor, una voz que reconocería donde fuera, saltando de un piso al otro, a pesar de lo mucho que le dolía su pierna, buscando a su pequeño con su mirada, deteniendo su mirada en Valentine, después, en su pequeño, que le miraba avergonzado, con esa ropa que le gustaba ponerse.
-Me dejo ir... solo así... dejo que me fuera...
Radamanthys no entendía porque Kanon le dejó ir así de fácil, ignorando a Valentine que les observaba en silencio, viendo como su señor caminaba de prisa hasta donde estaba su padre, para abrazarlo con fuerza, escondiendo su rostro en su pecho.
-Perdóname, nunca debí marcharme... nunca...
Hefesto únicamente abrazo a su pequeño, cerrando los ojos, acariciando su cabello, pensando que ese alfa no podía ser tan malvado como lo pensaban, que tal vez, de alguna manera, esas pesadillas deseaban separarlos, pero no entendía la razón de eso, porque razón atacar al omega de uno de los hijos de Ares, de la misma forma en que lo apartaron de su lado.
-No importa ya... ya estás en casa...
Hefesto beso la frente de Radamanthys, observando a Valentine, a punto de darle las gracias por salvar a su pequeño, pero el espectro, que aun era uno de ellos, negó eso, él no le salvó, fue Kanon quien decidió perdonar su vida y dejar ir a su señor.
-Ya estás seguro...
Aunque ni Hefesto, ni Valentine lo pensaban, no creían que estuviera seguro, porque la harpía sabía que Hades quiso matar a su señor y su omega, comprendía que las pesadillas eran provocadas, por alguna entidad que estaba libre, dañando a su hijo de una forma psíquica.
-Ya estás a salvo...
*****
Dohko estaba sentado en su silla favorita, observando su regalo de bodas para Aldebaran, pensando que podría conseguir un bonito conjunto de bodas de color rojo con hilos dorados, el uno de color verde con la misma clase de bordados, tenía suficiente riqueza para ello y estaba seguro que su amado perdería la fe en su alfa, de nuevo, de una forma mucho mas dolorosa.
Pensando que al principio, cuando Mu se marcho y el regreso al Santuario comprendiendo que su tortura de doscientos años no tuvo caso alguno, que su soledad no sirvió de nada, furioso por ello, quiso lastimarlo, si, era cierto, el quería dañar al alumno de su supuesto querido amigo, que vivió de forma placida como el patriarca, en cambio, el se pudrió en las cascadas, casi perdió la razón en la soledad absoluta.
Sin embargo, poco a poco, al conocer a Aldebarán, al conversar con él se dio cuenta que era divertido, al entrenar con él pudo constatar que su cuerpo era precioso, que sus técnicas eran maravillosas, su cosmos brillante y al igual que el, fue dejado a su suerte por un lemuriano.
Se había enamorado, se había enamorado completamente de ese joven hermoso y solamente por eso fue que decidió mostrarse como era en realidad, con su juventud de antaño.
Dohko sabía que era guapo, que era fuerte y viril, tenía mucho más que ofrecerle a Aldebarán, pero, estaba actuando como un loco, lo mejor era dejar que él fuera a su lado, por lo que agradecía que Deathmask le ayudara a escapar, así perdería la fe en Mu, de eso estaba seguro, la historia tendía a repetirse.
Y él esperaría con los brazos abiertos por ese hermoso joven de piel morena, ojos avellana, así como una mente maravillosa, tan hermosa como su cuerpo, como cada centímetro del toro del santuario, al que pensaba no le daban el crédito que se merecía al ser un Santo Dorado.
*****
Muchas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero que el capítulo haya sido de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 27: Sombra Siniestra.
Chapter Text
Sombra Siniestra.
Las heridas de Shaka eran varias y muy severas, a pesar de su cosmos, de su cercanía a Dios, el maestro de los cinco picos pudo derrotarlo con demasiada facilidad, demasiada para no tener a una entidad detrás de su espalda, protegiéndolo de cualquier daño.
Aún recordaba lo que le dijo el antiguo guerrero, sosteniéndolo del cuello como si fuera un simple maniquí, un pedazo de basura, algo indigno, humillándolo con esa actitud socarrona, como si no le tuviera miedo a nada, mucho menos a él.
-En mis tiempos era impensable que un santo dorado le diera la espalda a otro, es más, nadie jamás podría creer que uno de nosotros era capaz de lastimar a cualquier aliado, especialmente uno de nuestros omegas.
Dohko les había dado tiempo para escapar, protegiendo a un omega que sabía que no le correspondía, el cual ya tenía un cachorro propio, uno que llevaba la sangre de Mu, razón por la cual detestaba su existencia, pero debía entrenarlo, no deseaba que una joven promesa como Kiki, a pesar de lo que significaba para él, desperdiciara su cosmos en simples golpes de fuerza y no de cosmos.
-Y me avergüenzas Shaka, porque tu, mas que nadie debería comprender el valor de Aldebarán o cualquiera de los omegas para el Santuario, siendo que sus hijos le darán vida a las siguientes generaciones de soldados.
Shaka no se dignó a responderle nada, observando como Dohko sostenía una espada de las doce armas doradas de su armadura, la que llevó a su cuello, con una sonrisa algo sádica, mirándole fijamente.
-Especialmente un omega que deseo sea mi esposo...
Aquel más cercano a dios no comprendía esas palabras, ni ese deseo, Aldebaran no era hermoso y no tenía gracia alguna, era demasiado parecido al animal que simbolizaba su armadura, un toro, una criatura desagradable ante sus ojos.
-Y te lo diré solo una vez para que te quede claro, Shaka, yo lo considero como mi omega, con las consecuencias que eso puede traerle a cualquiera que desee hacerle daño.
Después de pronunciar aquellas palabras soltó su cuello, guardando su espada con lentitud, dándole la espalda poco después, alejándose con un paso demasiado lento, regresando a su templo donde se encontraba la mayor parte del tiempo.
Sorprendiendo demasiado a Shaka, que se vio en la necesidad de permitirle marcharse de su lado sin un castigo adecuado, sintiéndose un cobarde por ello, tragándose su orgullo, aun en ese momento no se atrevía a atacar a Aldebarán desde su templo.
Maldiciendo el hecho de que Aldebaran hubiera conseguido arrebatarle el amor de Mu, su amistad y su existencia, pero no conforme con eso, Dohko mataría por mantenerlo seguro, al menos esas fueron sus palabras, algo que le hacia enfurecer, porque parecía que ni siquiera Afrodita obtenía tanta atención como el menos agraciado de los doce santos dorados.
El padre de Kiki, su antiguo alumno, quien quiso atacar y quien era protegido por el venerable guerrero de los cinco picos, el que no le había dicho nada al respecto, pero era bastante claro, Dohko se sentía el alfa de ese toro desagradable, por lo cual, protegerá a sus cachorros como a su propia sangre.
Algo incomprensible para Shaka, quien repentinamente recibió un mensaje de Mu, una proyección mental que era tan clara como aquellas del pasado, parecía otra amenaza, porque la sentía más bien como un golpe de cosmos, un puñetazo o una daga en su corazón.
"Te consideraba mi amigo Shaka y todos estos años tu me mantuviste alejado de mi esposo"
Shaka no se molestó en responderle a Mu, cuyos hermosos ojos podía imaginarse brillando en la oscuridad, de una forma que muchos pensarían que era siniestra, pero él adoraba, sin embargo, cada ínfima parte de su cosmos le decía que su amado quería matarlo apenas pudiera verle, porque se atrevió a velar por su bienestar.
"Esa cosa no es tu esposo, apenas un omega que se aprovechó de la locura de las Moiras que les unieron, cuando debieron bendecirnos a nosotros"
Pudo escuchar la risa de Mu, su desagrado, como si le considerara algo monstruoso e indigno, por culpa de Aldebarán, quien usando al destino, así como sus feromonas omegas, ató al hermoso lemuriano, para que estuviera con él, de una forma en que no se lo merecía.
"Es el amor de mi vida, y me ha perdonado, por lo cual te matare, Shaka de Virgo, no te daré una advertencia, ni te diré que no te atrevas a tocar uno solo de sus hermosos cabellos, porque ya intentaste matarlo, así que para mantenerlo seguro, yo te mataré..."
Shaka no podía enojarse con Mu, ni escuchar esas palabras cargadas de odio, porque no creía que su viejo amigo quisiera matarlo por algo tan simple como tratar de apartarlo del peor error de su vida, de un juego macabro de las Moiras, que decidían de manera aleatoria a quien deseaban unir con ese famoso hilo rojo.
"Después iré por Dohko, a quien no odio tanto como a ti, porque de no ser por ti, ese bastardo no trataría de hacerle daño a mi omega..."
Shaka abrió los ojos, usando su cosmos para tratar de amedrentar a Mu, pero no logró hacerlo, solo se encontró con una pared de cristal que rodeaba a sus seres queridos, aún lejos de ese toro sin gracia ni belleza.
"Aldebaran no parecía molesto cuando Dohko le prestaba atención, le daba regalos y pasaba las noches en su templo, Mu, tu omega solo te esta usando y si escapo es porque deseaba obtener algo mucho mayor como regalo de bodas"
La furia de Mu solamente aumentaba con el paso del tiempo, con cada una de sus palabras, sintiendo de pronto como su cosmos antes cálido, comenzaba a pintarse de rojo debido a la furia que sentía.
"El no te ama y no es digno de tu amor, ni de tu compañía, porque no puedes entenderlo"
En ese momento el odio y el desprecio que sentía por él, debido a ese omega fue tal, que tuvo que sostenerse de uno de los pilares de su templo, visualizando al hermoso lemuriano de pie, en el cuarto donde habitaba, sin su omega a su lado.
"Eres un beta... por eso dices algo tan absurdo como eso, pero Aldebarán lo es todo para mi, es hermoso y perfecto, de una forma en que tu jamas lo seras"
De nuevo esas ridículas mentiras, únicamente porque un nombre podía leerse en la muñeca de ambos no significaba que tenían que estar juntos el resto de su vida, ni que eso era correcto, porque Aldebarán era fuerza bruta, cuando Mu era delicadeza, cosmos y belleza, era como si un sapo quisiera besar a un hermoso príncipe.
"Eres un demente, pero no temas, yo te liberare de esa pesada carga"
Tras decir aquellas palabras por fin sintió un corte en su mejillas, con lo que parecía ser una de las herramientas de Mu, que había viajado en la oscuridad del Santuario hasta donde él se encontraba, clavándose en su costado, manchado de sangre su ropaje tradicional.
"Te matare por tratar de apartarme de su lado"
Así que eran dos soldados quienes deseaban matarlo, uno de ellos si lastimaba al detestable toro, el otro quería su cabeza, pero si lograba destruir a ese omega, ninguno de los dos pensaría en dañarlo cuando estuvieran libres de su influencia omega.
-Te salvaré... Mu, y en el camino al demente de los cinco picos.
El último problema era Kiki, quien debería dejar ir a su omega, pero si no permita que liberara a su padre de la influencia de su omega, en ese caso, el cachorro tendría que caer con el toro del santuario, aunque Mu fuera el único lemuriano con vida, pero eso no importaba, ya encontraría la forma de conseguir descendencia.
-Yo te salvaré...
*****
Las Moiras tejen los interminables hilos del destino, enfocando su atención en aquellos rojos, los que decían unían a los amantes, escuchando los pasos de un joven de unos veintitrés años, el que se acercaba a ellas con lentitud, sus brazos detrás de la espalda.
-Quiero que cambien el nombre escrito en su muñeca y que borren el suyo de la del embaucador...
Susurró con cierto aire de amenaza, observando a la más joven, que le ignoro, no así la de edad madura, la que solo se rió de su exigencia, observando el hilo que se veía especialmente brillante, parecía que en vez de romperse, se había endurecido y lo demostró tratando de cortarlo con sus tijeras.
-Me temo que el miedo se ha perdido, en cambio... este ha sido modificado por la curiosidad... Me atrevería a decir que su deseo está mucho más lejos de cumplirse que en el pasado.
El intruso de cabello negro, como el ala del cuervo, con ojos azules como el hielo brillaban en la oscuridad, su piel pálida parecía la nieve del invierno, pero su mirada era tan fría como la piedra, su rostro portando una desagradable mueca de odio, así como prepotencia.
-Eso es ridículo... las pesadillas le han hecho rechazarlo.
Le habían hecho rechazarlo hasta el momento, pero eso había cambiado, en el momento en el que le dejó ir, permitiendo que regresara a los brazos de su omega, que encantado con el retorno de su hijo, lloraba su alegría.
-Parece que la realidad es mucho más fuerte que las pesadillas, porque este hilo no puede romperse con nuestras tijeras y si no se rompe, no podemos forjar nuevos lazos...
Ese hilo pocas horas antes estaba a punto de romperse, apenas sostenido por la obsesión del alfa por mantener a su omega consigo que se veían como unos hilachos, pero, en ese preciso instante parecía reconstruido, aunque no brillaba con fuerza.
Lo contrario sucedió con el hilo que unía a otra pareja que no le interesaba demasiado pero era y aquella en la cual estaba puesta la mirada de su sirviente más cercano, estaba más firme que nunca, parecía que la rosa era todo lo que necesitaba ese cangrejo para el terrible dolor de su aliado más cercano.
Quienes pensaban que el dios Hades les había traicionado al no traer a sus elegidos, pero el rechazo fue tal que no pudieron reconstruir el hilo de su destino que se había roto cuando se mataron mutuamente, cumpliendo con los caprichos de los dioses, por lo que traerlos de regreso para su disfrute era imposible para los mismos dioses que no fueran el destino, acto por el cual culpaban a su líder que al ser un dios, no poseía un alma destinada, no comprendía esa necesidad.
Olvidando que en muchas ocasiones los espectros eran o fueron personas comunes en algún momento de su vida, cuyos almas con sus recuerdos utilizaban la vida de un desdichado para pelear en una batalla que apenas comprendía, para un dios en el cual no creía, no eran más que carne de cañón.
-¿Qué sucedería si el alfa muere bajo la mano de alguien más?
Las tres Moiras guardaron silencio por unos instantes, para darle su ojo a la mujer de edad intermedia, que no era una doncella, pero tampoco una anciana, quien sonrió con una mueca de disgusto.
-El hilo solamente se rompe si son ellos quienes blanden el arma que destruye a su contraparte... al matarlos, se quedan solos con la marca muerta en su muñeca, tú mismo debes saberlo.
El intruso, que no era un dios, pero poseía un cosmos brillante, aunque robado, maldijo a las tres criaturas de apariencias tan dispares, llevando una mano a su propia muñeca cuyo nombre escrito se mantenía firme, pero su vínculo había sido destruido cuando el mató a su destinado.
-Ustedes encuentren la forma de realizar lo que les ordenamos y nosotros encontraremos la forma de darles lo prometido.
Sin más se marchó de allí, usando su cosmos a su antojo, regresando a su mansión, una construida por los últimos doscientos años en los que pudo amasar una fortuna, él y sus socios.
-¡Maldición!
Gritó en su salón principal observando una serie de retratos en las paredes, algunos demasiado antiguos, otros mucho más recientes, algunas fotografías, todas de la misma persona.
-Maldito géminis...
Susurro caminando hasta una cantina con licores demasiado llamativos en las repisas, eligiendo una botella de licor un poco más mundana, sirviendo licor en un vaso hexagonal, para comenzar a beber de él con delicadeza, observándose en el espejo, era un hombre apuesto, su piel era suave aun, aparentaba unos veintiocho años, aunque tenía alrededor de doscientos años de vida.
-Eres tan esquivo...
Dijo después de unos momentos, acariciando el nombre casi borrado en su muñeca, con letras grises, como si fuera un tatuaje muy mal hecho, pero volverían a brillar, de eso estaba seguro.
-Tan esquivo...
*****
Andreas observaba al joven león recostado en la cama que ya era prácticamente suya, disfrutando de aquella apariencia tranquila, de esa belleza juvenil en el omega de cabello rubio, ojos azules y piel avellana.
El representante de Odin se acercó un poco más al hermoso omega en su cama, acariciando su mejilla con las puntas de sus dedos, su sonrisa cambiando de forma, volviéndose un poco más oscura.
-Eres hermoso...
Susurro cerca del oído de Aioria quien se movió apenas en su sueño, acomodándose en la almohada un poco mejor, logrando que Andreas sonriera un poco más, acercándose a su mejilla para besarlo con delicadeza.
Escuchando un quejido del joven león que volvió a revolverse en su sueño, sin darse cuenta que el cabello de Andreas cambiaba ligeramente de color, apenas unos mechones, los que se pintaron de un color oscuro.
Andreas detuvo sus caricias por unos momentos, pero al darse cuenta que el joven león no había despertado aun, que no iba a hacerlo, llevo su mano a su cuello, a esa zona donde los alfas mordían a sus compañeros, la que aún estaba lista, aún no tenía un alfa y podía ver que la muñeca de su león tenía esas pequeñas heridas, que sangran pronto.
-Eres tan hermoso...
Volvió a repetir sosteniendo su muñeca para quitarle la venda, odiando el nombre escrito en su piel, aquel que desaparecía y al modificar su destino, su nombre se grabará en ese omega como lo harían sus dientes, cuando por fin pudiera hacerle suyo.
-Tan hermoso...
Andreas llevó la muñeca de Aioria a su boca, para lamer su herida con delicadeza, limpiando la sangre del omega con su lengua, disfrutando de su sabor, casi como si fuera un vampiro, pensando que pronto podrían separar ese hilo, que las Moiras reescribieron como en el pasado.
-Tan maravilloso...
Susurro besando el dorso de su mano con delicadeza, para después, comenzar a limpiar su dorso con un poco de desinfectante, colocando algunos ungüentos y posteriormente, regresar la venda a su sitio.
Llevando entonces una mano a su pecho, a la altura de su corazón, apretando los dientes pensando que ese corazón algún día latía por ese alfa que había llegado a sus tierras, al que debían mantener vigilado, de lo contrario trataría de acercarse a su león.
-Descansa...
Susurro de pronto, al darse cuenta que sus caricias comenzaban a volverse mucho más posesivas, apartándose justo a tiempo para evitar que su otra parte, aquel Dios que le daba sus bendiciones, se hiciera con su consciencia.
Saliendo de prisa de ese cuarto, deteniéndose por momentos en un espejo, tratando de calmarse, escuchando las pisadas de Fafner, que por alguna razón estaba cerca de esa habitación, como esperando por algo.
-Las investigaciones van según lo planeado mi señor... pronto encontraremos la forma de borrar esas marcas e imprimir las nuestras.
Andreas asintió, controlando su cosmos, así como las voces que escuchaba en el silencio, no cualquiera, sino la de un dios oscuro que susurraba hermosas historias en su oído, palabras que le aseguraban que al final de aquellos esfuerzos, tendrían a quien amaban a su lado.
-Me alegra escucharlo...
Sin embargo parecía que Fafner no estaba conforme con esa conversación, porque observando al médico, esperando que el otro respondiera por él, se acercó un poco más, deteniéndose a pocos metros de distancia.
-Pero nos preguntamos, Surt y yo... si vas a cumplir tu promesa una vez que nuestra meta se cumpla.
Fafner pronunció con una voz algo temblorosa, pero no porque estuviera asustado, más bien estaba emocionado, algo en su retorcida mente le hacía pensar que el científico buscaba algo en especifico, pero ese algo no podía dárselo el, sino el ser detrás de la voz que se apoderaba de su mente.
-Tendrán lo que desean si yo obtengo lo que quiero...
Andres respondió sin más, apartándose de Fafner, quien solamente sonrió, pensando que sus casos eran mucho más complicados todavía, porque Aioria deseaba abandonar a ese Shura, quien había llegado como un desesperado intento por evitar lo que sucedería tarde o temprano, con ellos, era mucho más difícil, los lazos que deseaban destruir estaban firmes, podrían ser irrompibles, pero todo se podía si utilizas magia negra y ciencia.
-Eso esperamos.
*****
-No te atrevas a compararme contigo...
Mu aun estaba tranquilo, mucho más calmado después de mandar ese mensaje a Shaka, usando su cosmos, él sería el primero en caer bajo sus manos, al primero que mataría apenas tuviera la oportunidad para hacerlo y si era como esperaba, si el budista buscaba a su familia, lo destruiría con mayor facilidad.
-Los dos hicimos lo que pudimos para proteger a nuestro omega de cualquier daño... tú lo dejaste solo, yo tuve que evitar que lo mataran.
Pronunció Shura con demasiada seguridad, recibiendo un corte en su mejilla, con un pequeñísimo pedazo de cristal, el cual me podía manipular a su conveniencia, sin llamar demasiada atención.
-¿Cuánto tiempo crees que duraría un niño pequeño en contra del Santuario?
Pronunció Shura, limpiando la sangre de su mejilla, sin mostrar su enojo, sin atacar, mirándole fijamente, pensando que se suponía que Mu debía ser un poco más inteligente, mucho más sensato, pero no creía que ese fuera el caso, si no se molestaba en escuchar sus palabras.
-Saga lo hubiera encarcelado, el otro le hubiera matado... Aun el mismo Aioros al ser confrontado por Aioria pudo hacerle daño.
No había forma alguna de enfrentarse con Saga, solo Dohko se arriesgaba tanto y ni siquiera él decía lo que de verdad pensaba de su líder, ni del oscuro, el otro estaba loco, eso lo sabían muy bien, por eso le tenían miedo.
-Yo solo le mantuve seguro, aunque... nadie parece comprender lo que realmente sucede en el Santuario.
Fueron las palabras de Shura, que recordaba los sucesos del pasado como si fueran ayer, como Saga se iba perdiendo cada vez que bebía el vino que consumía, el que también bebía Shion cuando estaba a solas, según decía, era lo único que le ayudaba a controlar el dolor de saber que su lazo estaba roto, porque él destruyó su unión con su elegido.
-¡Mató a mi padre! ¡Mató a nuestro padre y después esclavizó a Aioros!
Aioros era un prisionero, pero no era un esclavo y hasta donde podía constatar, era tratado como alguien enfermo al que debían cuidar, con paciencia, con afecto, aunque no había excusa para ello, porque Saga pudo liberarlo apenas unas horas después de su maldición, algo que no hizo.
-Saga temía que Aioros le odiara, pero... jamás lo tocó, jamás le dio una orden y planificó su despertar hace dos años, nosotros debíamos matar a un espectro menor frente a sus ojos, liberarlo del Satán Imperial y después de eso, fue Aioros quien acudió con su alfa, nadie más que él... pero no me importa, yo no vine aquí para defender al patriarca.
Shura no estaba allí para defender a quien había sido su mecenas durante demasiados años, quien les había ordenado matar a Mu si se negaba a escucharlos, eso no le importaba en ese instante, lo que le importaba era la seguridad de Aioria, algo estaba mal, muy mal y podía sentirlo en su lazo.
-¡El no es el patriarca! ¡Robo ese puesto!
Shura de nueva cuenta negó eso, Saga se había ganado ese puesto y Shion se lo había entregado, pero no solamente sucedió eso, el día en que trajeron a la pequeña Athena a su lado, el casco de patriarca fue a posarse en sus manos, la misma diosa lo eligió.
-La diosa lo eligió, yo vi cómo sucedió... yo estaba allí cuando el casco cambió de manos, nosotros tres lo vimos, pero nadie confía en nosotros, cómo podrían si hemos actuado bajo las órdenes de Saga todo este tiempo.
Mu negó eso, pensando en atacar a Shura, pero no deseaba perder a su omega, la oportunidad que le había dado e hizo lo impensable, usando su cosmos, los transportó a ambos lejos de Asgard, a cualquier parte de ese mundo.
-¡Estoy cansado de sus mentiras, de sus traiciones!
Grito atacando a Shura, propinándole un fuerte golpe en la mandíbula, pero el traicionero santo de capricornio no se defendió, en vez de eso comenzó a esquivar sus golpes, retrocediendo demasiados pasos, esperando que Me pudiera tranquilizar.
-De todo esto...
Susurro al darse cuenta que Shura no respondía como esperaba, quien también había visto la caída de Shion, que no sucedió como Mu se lo imaginaba, Shion, que también era el padre de los gemelos, cuya última orden le costó su cordura a Saga.
-No asesinó a Shion...
Mu sintió que su sangre se petrificaba, observando a Shura con demasiado odio, sin creer en sus mentiras, en sus palabras, o en sus acciones.
-¿Me dirás que Saga no lo mató?
No, eso era cierto, pero no fue un asesinato, fue un acto de piedad que el mismo patriarca, en sus últimos instantes de vida, le ordeno realizar, algo que Kanon pudo creer, pero Mu no deseo escuchar, ni siquiera le dio la oportunidad para contarle su historia o sus razones.
-No fue un asesinato...
*****
Afrodita se encontraba enfrente del patriarca que le observaba fijamente, con una expresión distante, pensando en su omega que malherido esperaba el momento de recuperar su fuerza para poder matarlo.
-Mi señor...
Saga le observó entonces arqueando una ceja, porque no recordaba desde cuando Afrodita, Deathmask o Shura le hablaban con tanta reverencia, como si ellos también le tuvieran miedo, pero debía ser por culpa del oscuro.
-Dohko me dijo que Deathmask dejó escapar a Aldebarán...
Susurro entonces, observando la reacción de Afrodita, que fue la que esperaba, una de completa desesperación, preguntando porque no elevaba su cosmos, porque no lo atacaba.
-Te lo digo, para que tengas cuidado... el anciano maestro es alguien conocido por tener rencillas... jamás pudo perdonar a Shion por su pasado compartido.
Pronunció Saga, pensando que Shion apenas comprendía la molestia de Dohko, aunque no le dijo las razones detrás de ella, solo que lo que pedía era imposible e indignante, eran santos dorados, su deber era la paz, no conseguir placeres personales.
-Y si los ha señalado como sus enemigos, puede que busque la forma de vengarse, Dohko siempre paga sus deudas... al menos, eso es lo que mi padre me dijo...
Volvió a pronunciar, levantándose del trono, para hacerle una señal a Afrodita para que se marchara, deseaba ver a Aioros, constatar que no hubiera cometido alguna locura en su ausencia.
-Aunque sabe que son mis protegidos y que no permitiré que les suceda nada malo, si no me traicionan...
Dohko no era el único que pagaba sus deudas o cobraba los insultos con sangre, se dijo Saga, y aun estaba furioso por la forma en que llegó a solicitarle la mano del omega de su hermano adoptivo, como la forma en que despreció a su maestro durante décadas.
-Solo si se mantienen leales a mi...
Susurro dejando caer la copa de vino, pensando que lo mejor era dejar de beber, como le había dicho su hermano, necesitaba mantenerse con la cabeza fría, despejada de los demonios de la bebida, si deseaba mantener a su omega a su lado.
-Aioros...
A quien vio sosteniéndose de la pared del pasillo, tratando de salir de allí a como diera lugar, lastimando su cuerpo de esa forma, mirándole con tanto odio que tuvo que desviar la mirada.
-No debiste salir de tu habitación... aún estaba demasiado malherido.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. Se les aprecia mucho. SeikenNJ.
Chapter 28: Rescate.
Chapter Text
Rescate.
Saga apenas pudo llegar a tiempo para evitar que Aioros cayera al suelo, sosteniéndolo entre sus brazos con delicadeza, cargando a su omega, que comenzó a luchar con él para liberarse, sin embargo, el alfa que le sostenía, que tenía su nombre en su muñeca, lo ignoro.
Su muñeca no le dolía y tampoco sangraba, así que Aioros no lo rechazaba del todo, el menos esas eran las historias que se contaban, aquellas dichas por Shion cuando les hablaba respecto a su futuro, a la suerte que tendrían al ser alfas, al conocer a sus omegas.
Aioros al no ser liberado por Saga dejó de luchar, siendo llevado hasta su cama de nuevo, donde lo sentaron con delicadeza, sin tocarlo de alguna manera que no fuera la de un enfermero con un paciente, acomodándolo en la cama, colocando algunas almohadas detrás de su espalda para cubrirlo con una sábana delgada, que llegaba hasta su pecho.
-Trata de recuperarte y descansar un poco Aioros...
Susurro Saga, sentándose en una silla frente a la cama, su angustia era palpable, su preocupación por él, aunque no entendía porque su alfa estaba tan recuperado, en cambio él apenas podía moverse con facilidad.
-No voy a detenerme hasta poder escapar de tu lado, Saga, te lo prometo.
Aioros desvió la mirada cuando Saga quiso acariciar su mejilla, relamiendo sus labios con delicadeza, respirando hondo con demasiado dolor, rechazando a su alfa, su unión con él.
-Antes decías que ibas a matarme, así que me alegra escuchar que tus planes han cambiado.
Fueron las palabras de Saga, viendo como Aioros le observaba, quien le había dicho que lo mataría, pero en ese instante, solo deseaba escapar, pensando que debía escapar antes de que perdiera la razón, que esos doce años juntos le afectarán, con esas memorias que le atormentaban.
-No han cambiado, yo te mataré, sin importar lo que me tarde...
Saga suspiro, observando como unos soldados se acercaban a ellos con comida y otros cuantos objetos, lo que parecía que eran medicinas, pero no venía con ellos un sanador, así que Aioros supuso que su alfa trataría de atender sus heridas.
-El que tu me rechaces es suficiente para matarme, el que desearas escapar con la diosa entre tus brazos... no lo entiendo, porque robarte a la pequeña Athena, porque luchar por el puesto del patriarca, cuando pudimos gobernar juntos este sitio.
Aioros negó eso, pensando que Saga estaba loco o simplemente no recordaba lo que había pasado ese día, como su alfa llego a tratar de asesinar a la diosa en su cuna, como mando a matarlo y como apenas sobrevivió a su furia, cuando Shura le atacó sin importarle nada de la pequeña en sus brazos.
-Eres un maldito monstruo...
No lo era, él no era un monstruo y apenas tenía recuerdos de lo sucedido aquella noche, solo sabía que Aioros trato de dañar a su diosa, secuestrarla de su cuna, casi perdiendo la vida si no fuera por su hermano menor, aquel al que había sentenciado a una muerte piadosa en Cabo Sunion.
-Un maldito monstruo...
Saga se hizo a un lado para buscar algo que pudiera comer su omega, al que había mantenido con vida desde el suceso con el Satan Imperial, una razón que le hacía sentir molestia, casi odio por Kanon, aunque también le estaba agradecido por salvar su vida, dividiendo sus pensamientos respecto a él.
-Dime una cosa... porque matar a la diosa cuando éramos sus guardianes.
Saga pronunció tomando algo de pan, algunas lonchas de jamón y algo de fruta, observando a Aioros, quien le vio con la mirada desencajada, sin comprender lo dicho por el alfa en esa habitación, el que trato de matar a su diosa, cuya daga cortó su mano, aún estaban presentes sus heridas.
-¿De que...? ¿De qué estás hablando?
Aioros de nuevo quiso levantarse, preguntando furioso con el rostro desencajado, quitando la sábana que le cubría, colocando uno de sus pies en el suelo, el que sentía algo débil, como si no pudiera sostenerlo.
-¡Tú fuiste quien intentó matar a la diosa! ¡Tu me traicionaste al tratar de matarme! ¡Porque Saga! ¡Por el poder! ¡Para ser patriarca!
Saga retrocedió sin comprender esas palabras, llevando una mano a su cabeza, pensando en el hermano que amaba a Kanon, que siempre lo protegía de las consecuencias de sus actos, aquel que llamaba el oscuro, desde que eran unos niños.
-No... no es verdad...
Kanon le había dicho que salvó a Aioros de la condena que él había impuesto en su contra, que él deseaba matarlo, aunque eso se llevaría su cordura, su bondad y su vida, observando el espejo a su lado, viendo como sonreía, una imagen que el mismo Aioros pudo ver.
-¿Que...?
Aioros se recargo en la cabecera de la cama, ya de pie, apenas dando un paso en su dirección, sin comprender lo que había visto, como el espejo sonreía hacia el mismo Saga, al mismo tiempo que el alfa con el cual estaba conectado, no lo hacía, él estaba angustiado, completamente desencajado.
-¡No fui yo! ¡No fui yo! Yo... yo nunca... nunca te haría daño...
Aioros recordaba claramente que Saga tenía cabello gris cuando trato de matar a la diosa Athena, cuando le ordenó a su trío de sirvientes que le mataran, siendo Shura quien dio con él y lo atacó sin importarle la vida de la niña en sus brazos, la diosa Athena que actuaba conforme Kanon y Saga le enseñaron.
-Saga...
Kanon fue quien lo maldijo y Saga fue quien lo mantuvo encerrado durante diez años, como si fuera un sirviente, pero no le hacía realizar deberes ni trabajo alguno, únicamente pasaba tiempo con él, ambos sentados en la mesa o el sentado en el trono al mismo tiempo que Aioros le observaba recargado en una pared ajeno a esa realidad.
-No lo sabía... yo no lo sabía...
Kanon apenas comprendía lo que le había dicho cuando trato de explicar sus acciones, pero por la forma en que le veía sabía que le estaba escondiendo algo, tal vez su otra personalidad había salido a la luz, el era quien trataba de matar a su omega, el que lo mantenía a su lado a todas horas, desconfiando de su omega.
-Yo no deseaba hacerle daño a nadie... yo... yo lo siento...
La imagen en el espejo les observaba, como si fuera una entidad separada, un soldado ajeno a la mente de Saga, que recargado en una mesa llevó una mano a su rostro, tratando de calmarse, escuchando los pasos de Aioros, que no dejaba de mirarlo.
-Kanon me mintió... él me mintió...
Al pronunciar el nombre de su hermano la figura en el espejo parecía molesta, por culpar al menor de haberle mentido, luchando por utilizar su cuerpo de nuevo, utilizarlo a su antojo.
-El me dijo todo esto... yo no deseaba lastimarte, por eso temía que regresaras, porque podrías tratar de repetir aquellas acciones y me odiarías por mantenerte encerrado todo ese tiempo...
Aioros creía en las palabras de Saga, no porque fuera su alfa, sino porque su cosmos y su lazo le hacían sentir sus deseos por él, sus sentimientos, de los que estaba seguro.
-¿Quién es el otro? ¿Saga, quien es el otro en ti?
Saga llevo sus manos a su rostro, sus ojos cambiando de color, primero rojos, despues azules, lo mismo sucedía con su cabello, pero de pronto, Aioros se hinco delante suyo, abrazando a su alfa con delicadeza, tratando de calmarlo.
-No lo sé... no sé quien es, pero no soy yo... Kanon le dice el más oscuro... él cree que yo también soy oscuro... que también soy corrupto...
Kanon era igual que Saga, pero a diferencia de su alfa, este era consciente de sus actos, él no tenía un ser o una criatura o un demonio usando a su alfa como un envase, aunque al llamarle el oscuro, podría ser cualquier clase de dios o entidad.
-No lo eres... tu no eres como tu hermano, ni como esa cosa...
Saga al sentir los brazos de Aioros alrededor suyo, cerró los ojos, sintiéndose un poco más tranquilo, recuperando el control sobre su cuerpo, su cabello era azul de nuevo, así como sus ojos y su piel.
-Aioros... por favor... no me dejes...
Con Aioros a su lado las voces, o mas bien dicho, la voz guardaba silencio, regresaba a ser aquel ser gentil, amable y pacifista, quien actuó en contra de sus deseos, obedeciendo a Shion a causa de su cariño, no porque deseara el puesto de patriarca, que fue suyo, porque la diosa decidió dárselo a él, no a nadie más.
-Solo contigo estas voces... esta voz guarda silencio...
Pero cuando se apartaba de su lado, la voz regresaba con mucha más fuerza, ese ser que no aceptaba como una parte de su mismo cuerpo, le poseía, utilizándolo como una herramienta.
-Sigues siendo un monstruo... pero el otro es aún peor... así que me quedaré contigo hasta que él muera...
Seguro de que el más oscuro era una amenaza mucho mayor que Saga, debían destruirlo de alguna forma, aunque no le importaba demasiado que la única manera de ser libres de él, fuera destruir a su alfa de la misma forma.
-O yo muera...
Susurro Saga, aun en sus brazos, sus ojos cerrados, pero en su cabellera azul, un ligero mechón se pintó de gris, señal de que su contraparte o la entidad que le había poseído, estaba presente en su cuerpo.
-Ya lo sé...
*****
Albiore se encontraba sentado en la celda donde le habían abandonado, su cuerpo le dolía, pero estaba casi recuperado, los médicos del santuario eran de los mejores, aun así al tratar de liberarse de su prisión abriendo los barrotes, no pudo siquiera moverlos.
Por lo cual esperaba paciente por la primera visita de sus carceleros, preguntándose quien sería el primero en atreverse a ingresar en esa celda, escuchando unos pasos, ese debía ser un soldado femenino por la forma en que sus tacones chocaban contra las baldosas.
Albiore ladeo la cabeza, escuchando varios pasos diferentes, eran varios de ellos y por la forma en que se movían, tal vez trataban de liberarlo de esa celda, ser sigilosos, fallando rotundamente, al menos, cuando se trataba de un santo de plata como él o cualquiera de los dorados.
Su sorpresa fue mayúscula cuando a quienes vio fue al santo de perseo, cuyo nombre era Algol, a su derecha se encontraba Asterión y Moses, a ellos los reconocía como los aliados más cercanos del santo de plata del lagarto, cuyo nombre era Misty.
Quien para su mala fortuna, era el alfa destinado por los hilos del destino y las Moiras para estar con él, a menos que lo matara y pudiera liberarse de su molesta presencia, pero no era un asesino así que no lo mataría a sangre fría, quien le veía con una expresión demasiado segura de sí mismo, como si pensara que el podía liberarlo cuando ni siquiera pudo mover los barrotes.
-Albiore... al fin puedo verte...
El omega de piel morena y cabello oscuro no parecía demasiado sorprendido, mucho menos sonrió al verle, solo permaneció en el mismo sitio, sentado como si estuviera aburrido y no fuera un prisionero.
-¿Qué es lo que quieres?
Misty no supo qué decirle en un principio, pero le mostró unas llaves que habían robado usando su belleza como un señuelo, no pensaba quedarse en el santuario y si esperaba que Albiore lo llevara con él, una vez que le dejara escapar.
-Vine a rescatarte, Albiore... eso es lo que un alfa debe hacer.
Susurro con demasiada seguridad, casi de una forma coqueta, abriendo la celda para ofrecerle una mano, algo que Albiore no aceptó, sujetándolo del cuello, dudando de sus intenciones.
-No tan rápido Albiore... aunque no estoy en contra de jugar rudo.
Albiore al escuchar esas palabras lo empujo con fuerza, apartándolo de su lado, observando a los otros tres soldados de plata, arqueando una ceja, deteniéndose en Algol, que según creía era el santo de plata más cercano a Misty, así como uno de los admiradores de Saga.
-¿Esto es una trampa?
Algol negó eso con una sonrisa en sus labios, no era una trampa y pensaba que serían castigados por eso, sin embargo, qué más daba, ellos apenas tenían cualquier cosa con que desquitar su tiempo, esa visión podía ser demasiado divertida.
-Misty quiere jugar al alfa de pelo en pecho.
Albiore volteo a ver a Misty que de nuevo le sonrió, frente la mirada incómoda de sus aliados, recibiendo lo que podía ser un rugido de su omega, quien solo le ignoro, comenzando a correr hacia la salida, buscando la forma de llegar a la Isla de Andrómeda, advertirle a su alumno del peligro que significaba el Santuario.
-Te dije que no iba a funcionar.
Se quejó Algol, sin embargo, vio como Misty corría detrás de Albiore, siguiéndolo de cerca, deteniéndose cuando este lo hizo, escuchando los pasos de otro santo, esta vez uno de los dorados, el mismo escorpión del santuario, que se detuvo a pocos metros de distancia.
-Tengo órdenes de evitar que cualquiera escape de su celda... pero para detenerlos debo verlos y si les doy la espalda, podrían pasar detrás de mí.
Fue su advertencia, haciendo exactamente eso, tomando una decisión, deseaba escapar del Santuario, algo que haría si Camus decidía seguirlo, quien no sabía nada de su alumno desde la guerra santa, cuando destruyeron el Inframundo con sus propias manos.
-Y mucho menos debo decirles que hay una brecha en la seguridad debido a la falta de tantos santos dorados, por ejemplo, al norte, lo más lejos posible de Cabo Sunion.
Albiore asintió, deseoso de darle las gracias, pero no lo hizo, caminando en la dirección indicada por Milo, que ladeando la cabeza, observo por el rabillo del ojo al santo de plata que decían era tan poderoso como uno de ellos, con quien amaría pelear como iguales y detrás de él, al fanfarrón santo de plata del lagarto, a quien le decía rubio oxigenado o muñeco Ken, aunque sería más bien el muñeco que era amigo de Ken, ese que nadie usaba nunca.
Milo de pronto negó eso con la cabeza, pensando que era demasiado ridículo, Misty no era un muñeco y tampoco podía compararlo con una muñeca, él era mucho más parecido a un maniquí, tan hermoso como era hueco.
Por lo cual, se preguntaba qué hacía alguien como Albiore con Misty, a menos, que ese pobre omega tuviera la mala suerte de tenerle como su alfa destinado, en ese caso, esperaba que las Moiras supieran que era lo que estaban haciendo al unirlos.
-Te dijeron que hicieras guardia, no que dejaras ir prisioneros.
Ese era Camus, que cruzando sus brazos delante de su pecho le observaba demasiado serio, esperando una respuesta suya que vino con una sonrisa, así como un encogimiento de hombros.
-Sabes una cosa, estoy cansado de observar y no hacer nada mientras se destruía el Santuario a nuestro alrededor.
Camus no compartía esa forma de pensar, para él esa paz era necesaria y aunque no se alcanzaba de las formas que pensaban eran mucho más honorables, así como la forma en que subió Saga al poder era demasiado desagradable, al menos, su omega estaba con vida, eso era todo lo que necesitaba.
-Pero... si alguien más dominara el Santuario, si las Guerras Santas sucedieran como debieron hacerlo, tal vez estaríamos muertos... y no soportaría una vida sin ti.
Milo únicamente suspiro, porque Camus no podía ver lo que él si, la locura que tomaba lugar en el Santuario, como a pesar de la paz, algo desagradable sucedía a su alrededor, Aioros era un prisionero, Dohko estaba como enloquecido y Hyoga se había marchado, quién sabía a donde.
-Aun así, yo creo que debemos mantenernos preparados...
*****
-Le van a romper la cara.
Fue lo primero que dijo Moses, viendo como Misty escapaba con Albiore sin siquiera decirle, pensando que el santo de plata con un cosmos parecido al de los dorados, no tomaría de forma amable que de pronto el lagarto siguiera sus pasos.
-Yo digo que el trasero, pero no de una forma divertida.
Fue la respuesta de Asterión, riendo de pronto, pensando que jamás habían visto a Misty interesado en cualquiera de esa forma, en cambio Algol creía que si las Moiras habían decidido que esos dos debían estar juntos, ese era el destino y nada podía cambiarlo.
-Nuestro Misty es hermoso, su belleza compite con la de Afrodita y aunque su cosmos no es el más brillante, él es astuto, si no deja que su arrogancia lo domine.
El problema era que ese soldado era arrogante y Albiore no se trataba de una persona fácil de tratar, por lo que estaban seguros, su amigo no lo pasaría muy bien junto a su omega, que bien podía matarlo de un momento a otro si no tuviera honor, si fuera un asesino.
-Ese es el mayor problema... es Misty... tendremos suerte si volvemos a verlo.
*****
Misty corría sin detenerse detrás de Albiore que al llegar a la playa del Santuario, justo el sitio donde Milo le dijo era seguro, suspiro molesto, observando al santo del lagarto, con su armadura blanca, su apariencia femenina y sus labios pintados, al menos eso pensaba.
-Al fin te detienes...
Albiore al ver que Misty se detenía junto a él, respirando hondo, bufo molesto, sin comprender porque ese soldado lo seguía, aunque si lo hacía, su nombre estaba escrito en su muñeca y no estaba interesado en ser la pareja de alguien tan patético.
-Márchate.
Misty negó eso, con su cabeza y con una de sus manos, no se iba a marchar y Albiore tendría que aceptar su compañía en ese viaje a la Isla de Andrómeda.
-No... no podrás apartarme, soy tu alfa.
Albiore al escuchar esas palabras solamente comenzó a reír, llevando sus manos a su cintura, observando fijamente a Misty con una expresión molesta.
-¿Mi alfa dices? ¿No eras tú quien dijo que solamente los griegos tenían derecho a tener una armadura del Santuario? Ademas ¿Qué significa un nombre en tu muñeca para alguien como tu?
El desprecio que utilizó al decir aquellas preguntas hubiera sido suficiente para que cualquier otro retrocediera avergonzado, cualquier otro menos Misty, que pensó cada una de ellas con detenimiento.
-Sí, yo tengo tu nombre en mi muñeca y me arrepiento de haber dicho lo de los griegos, después de todo yo soy Francés, además, eres mi omega, tu tienes mi nombre en tu muñeca, así que deberíamos estar juntos, ver como funciona.
Albiore respondió dándole un puñetazo en el rostro, con suficiente fuerza como para derribarlo, viendo con molestia como Misty llevaba su mano a su nariz, quien al ver como se alejaba a un paso veloz, no entendió su amenaza y lo siguió.
-Un nombre griego por cierto, así que como se supone que debería saber que no eres griego, sino Argentino.
Y de nueva cuenta recibió un puñetazo de Albiore, quien no lo había asesinado hasta el momento, algo que tomaría como una buena señal, tal vez su belleza era suficiente para que perdonara su vida.
-¡Deja de golpearme! ¡Arruinaras mi nariz y no querrás un alfa feo!
Albiore de nuevo le miraba molesto, sin comprender sus palabras, dispuesto a golpearle de nuevo, observando sus labios, los que eran demasiado rosados, como si brillaran.
-¿Eso en tus labios es lápiz labial?
Misty asintió, tratando de acercarse a él, como si quisiera besarlo, recibiendo ahora un empujón, que no era tan fuerte como los otros dos puñetazos.
-Pensé que querías probarlo, es sabor cereza...
*****
-No puedo creerte...
Susurro Mu, llevando una mano a su cabello, porque en realidad sí le creía y estaba demasiado preocupado por la información que le había dado Shura, el que al mismo tiempo, después de no defenderse de aquellos golpes, esperaba un veredicto del tercer hijo de Shion, su alumno.
-Pues no me creas... si eso es lo que quieres, pero si estoy aquí es porque temo por la seguridad de Aioria...
No se merecía su compañía y lo dicho en esa plaza era para darle a entender a ese Andreas que era un alfa indigno, que no se merecía el amor de Aioria, algo que era cierto, pero no por las razones que ellos imaginaban.
-Pero debes pensar en lo que te dije y si deseas arriesgarte a que decidan cambiar el destino, su destino, sólo por el capricho de un mortal.
El oscuro les había compartido información, el no era otro más que Saga, la parte fuerte de Saga, quien actuaba como un escudo, como una forma de protegerlo, aunque no estaban seguros exactamente de que, tal vez de la presión, tal vez de algo más o lo que decía era cierto, era una parte de un dios que había decidido ignorar su naturaleza, una parte con la cual crearon a los gemelos.
-Dos de ellos quieren separarlos, uno casi logra su cometido, el otro ha decidido que tu omega sea su esposo... pero yo creo que sería mucho más valioso aún, si por alguna desgracia o cambio en el destino, tu nombre es intercambiado por el de alguien mas... digamos, Dohko.
Quien había solicitado la compañía de un omega durante los últimos doscientos años de su existencia, pero había cambiado de opinión, ya no se conformaba con cualquier omega, solo con un omega, ese era su omega, quien le había dado ya un hijo, el que sabía que no correspondía el afecto de ese anciano traicionero.
-Cómo esperan cambiar el nombre en la muñeca de Aioria... mi omega... aunque yo no lo merezco, no es justo que vuelvan a mentirle.
*****
Radamanthys dormía plácidamente en la cama de su habitación, estaba demasiado cansado para responder las preguntas de su padre, quien le dejó solo, como hacía cuando era pequeño, cuando tenía pesadillas con ese alfa, al que ya no le tenía tanto miedo.
El que le causaba curiosidad, un sentimiento más bien morboso, porque no creía que debiera desearlo de alguna manera, pero aun así, Kanon era hermoso, como nada que hubiera visto antes y al dejarlo ir, de esa manera tan extraña, solo le causó interés.
-¿Por qué te marchaste?
Radamanthys abrió los ojos, observando a su alrededor, notando una habitación oscura, con suelo de granito negro, muebles, cortinas, cada decoración era sombría, como salida de un programa de terror, la habitación de algún demonio o vampiro.
-Quien...
Susurro, pero detuvo sus palabras observando a una figura sentada en una silla, bebiendo licor de una mesa, sus ojos amarillos fijos en los suyos, el era mayor, tal vez cinco años mayor, un poco mas alto y un poco más fuerte.
-Esto tiene que ser una pesadilla...
No lo era, no se trataba de una pesadilla y la figura sentada en esa silla con apariencia de un trono, con una armadura negra, con alas de murciélago, así como un caso con cuernos le miraba con molestia, usando su apariencia, su rostro casi oculto en las sombras.
-Solamente Kanon puede protegernos... y tú te fuiste, como un estúpido.
La figura con esa extraña apariencia siguió bebiendo, era lo único que podía hacer en esa celda, en cambio, Radamanthys si podía moverse y podía ver una cadena rodeando el cuello de esa extraña visión.
-Kanon es un demonio... es un monstruo...
El extraño de su sueño bebió de aquel vaso con lentitud, como si fuera simple leche, dejando el vaso en la mesa, observándolo fijamente con una expresión molesta, escuchando unos pasos, después como si algo quisiera abrirse paso a través de aquella puerta, una de madera maciza, que estaba tapiada por dentro, no por fuera.
-Se necesita de un monstruo para conocer a otro y para protegerte de uno mayor...
Radamanthys no entendía esas palabras, pero no se atrevió a acercarse a esa puerta, pensando que esa criatura, la de sus pesadillas, la que debía ser Kanon, estaba a punto de ingresar.
-No lo quiero cerca de mi...
La figura alada le miró fijamente, con una expresión molesta, ocultando su preocupación, porque veía esa puerta con aprensión, como si él también temiera que de un momento a otro se abriría, condenandolos a ambos.
-Entonces... estamos perdidos.
Inmediatamente después, Radamanthys despertó bañado en sudor, llevando una mano a su pecho, el cual acarició con lentitud, recorriendo la zona donde antes tenía un tatuaje, la marca del dios de la muerte en su cuerpo.
-Solo... solo fue una pesadilla.
Se dijo, pero se vio a sí mismo cubriéndose con las cobijas, manteniéndose sentado en la cama, recargado contra la cabecera de la misma, como si fuera un niño pequeño, recordando que Kanon le abrazaba cuando dormían, haciéndole sentir seguro.
-Solo fue eso...
*****
Aldebaran entrenaba con Kiki en una zona abierta de Asgard, algo alejado de las miradas chismosas, atacando y defendiéndose de sus golpes, ya fueran psíquicos o físicos, mostrándole a su cachorro la forma de pelear cuerpo a cuerpo.
-¡No bajes tu guardia! ¡Eso es!
Kiki al escuchar las palabras de Aldebarán quiso usar una enorme roca para golpearlo por la espalda, así como varios troncos de los árboles circundantes, los que fueron cortados en pequeños pedazos con un solo golpe de su omega, quien los pulverizó.
-¡No te detengas! ¡Ya casi lo tienes!
Kiki comenzó a desaparecer y aparecer en la nada, transportando como lo hacía su padre, quien había regresado a Asgard justo a tiempo para ver la batalla de su omega, como entrenaba a su cachorro con la destreza que conocía de sobra.
-¡Eso es!
Pronuncio Aldebarán, quien había colocado un pañuelo en su cintura y su cachorro debía arrebatárselo a como diera lugar, sonriendo cuando estuvo a punto de tocarlo, pero recibiendo un golpe de su cosmos, fue lanzado lejos.
-Eso estuvo perfecto... mas que perfecto...
Susurro Aldebaran, sacudiendo el cabello de Kiki, quien fue el primero en observar a Mu, corriendo en su dirección.
-¡Lo viste! ¡Sí lo viste! ¡Casi le quitó el pañuelo!
*****
Muchas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero este capítulo sea de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 29: Confrontación.
Chapter Text
Confrontación.
Mu al escuchar las palabras de Kiki solamente sonrió, acariciando su cabeza, orgulloso de su esfuerzo, observando a su omega que se limitaba a sacudir sus manos del polvo imaginario, haciendo algo que nunca realizaba, eso era recoger su cabello en una coleta, dejando ver su mordida, esos eran sus dientes.
-Puedes salir a dar una vuelta con tu alfa si eso es lo que deseas.
Mu trago un poco de saliva, al mismo tiempo que Kiki corría hacia su omega, sosteniéndolo de la mano, mostrando la sonrisa que le caracterizaba, esa que ocupaba casi todo su rostro, con los ojos entrecerrados.
-¿No vas a venir? ¿Qué tal si hago algo que no te gustaría?
Aldebaran arqueo una ceja, pensando que deseaba acudir al aserradero para pedir trabajo en ese sitio, así que estaba a punto de negarse, necesitaba dinero ahora que vivirán por su cuenta y ese lugar utiliza su fuerza, sin importar que fuera un omega o no.
-Mu podrá encargarse de que no te metas en problemas, de eso estoy seguro... además, iré al aserradero, están buscando trabajadores y necesitamos recursos.
Pronunció con una sonrisa que no compartió Kiki, mucho menos Mu, quien respirando hondo, observó a su omega con detenimiento, había olvidado que su vida era fácil porque el santuario les daba todo lo que necesitaban y nunca requerían nada más que eso, fuera, era completamente diferente.
-Eres mi omega y Kiki es mi cachorro, déjame ayudarte con su manutención... no tienes que darme nada a cambio, ni sentirte obligado a aceptarlo, pero me gustaría contribuir con algo...
Aldebaran por un momento guardó silencio, pensando en las palabras de Mu, dispuesto a negar esa ayuda inmediatamente, él podía mantener por sí mismo a su cachorro, educarlo como hasta ese día, sin embargo, suspirando asintió.
-Eres el alfa de Kiki, eso es lo justo, después de todo... pero aun así yo iré al aserradero, nunca me ha gustado depender de nadie, tu lo sabes muy bien, pero los veré más tarde, mientras tanto disfruta de la compañía de nuestro cachorro.
Kiki al escuchar el tono de su voz asintió, era la voz que usaba cuando quería que le obedeciera, observando a Mu, que no podía aceptar esa decisión, mucho menos con la información que Shura le había dado, no quería alejarse de su toro, no podía dejar que lo apartaran de su lado y convertirse él, en la sombra que no era deseada.
-No puede esperar tan solo un día... estemos juntos hoy y mañana podrás ir al aserradero, pero hoy... solo por hoy quédate conmigo, con Kiki...
Kiki le observaba sin saber que decirle a su omega, quien miraba a Mu con detenimiento, desviando la mirada, como si pudiera ver el aserradero y después, volvía a verle, un poco molesto, sin saber que decirle para después, asentir, solo por ese dia lo pasarían juntos, pero el día siguiente acudiría a pedir trabajo al aserradero.
-Solo por hoy, para que Kiki se acostumbre a ti, pero desde mañana, tendrán que estar sin mi... al menos algunas horas.
Mu sonrió inmediatamente al escuchar esas palabras, pensando que podría convencer a Aldebaran de pasar otro día con ellos, con suerte toda una vida, pero al menos con un día se conformaba.
-¿Así que le estás enseñando lo del pañuelo?
Aldebaran asintió, notando que Mu parecía aclimatado a ese sitio, en cambio ellos estaban muy bien abrigados, observando como Kiki se adelantaba, saltando de un lugar a otro, riendo cuando resbaló, pero no cayó al suelo, su alfa detuvo su caída con su cosmos.
-Quiero que aprenda a usar su fuerza, además de su psicoquinesis... aunque... Shaka estaba enseñándole cómo manejarla...
Mu se detuvo, pensando en Shaka con demasiado odio, en lo que haría una vez que lo tuviera en sus manos, Aldebaran noto la forma en que su rostro se modificó, mirándolo con detenimiento, ladeando un poco la cabeza.
-¿Lo odias?
Mu asintió, le odiaba con cada célula de su cuerpo, él había destruido sus cartas e intentaría matar a su omega, aunque Dohko también podía ser considerado su enemigo, pero, no le odiaba tanto como a quien pensó era su amigo, al mismo tiempo que trataba de apartarlo de su omega.
-Quiso apartarme de ti, así que si... yo lo odio.
Aldebaran asintió, pensando en lo dicho de las cartas, ladeando apenas la cabeza, para después observar de nuevo a Kiki, quien sosteniendo una bola de nieve la lanzó en su dirección, la que se destruyó apenas tocó su cuerpo, su cabeza para ser precisos.
-Oye...
Se quejó, recibiendo otras más, riendo cuando Kiki empezó a usar su cosmos, creando demasiadas bolas de nieve, que esquivo con demasiada facilidad, no así Mu quien recibió demasiados impactos, antes de usar su cosmos para evitarlo, sonriéndole a su cachorro para crear una esfera propia.
-¿Así que esto es guerra?
Pregunto divertido, lanzando la bola de nieve contra Kiki, quien la esquivo usando su teletransportación, escondiéndose detrás de Aldebarán, que recibió la bola de nieve de quien fuera su alfa, la que no pudo esquivar.
-Eso parece...
Susurro Aldebaran, preparando él mismo su bola de nieve, lanzando ahora el en contra de Mu, quien apenas levantó un brazo debido al tamaño del proyectil, que lo cubrió casi de pies a cabeza.
-¡Eso es una trampa!
De pronto eran dos contra uno, Aldebarán y su cachorro contra Mu, después Mu y Kiki, contra Aldebarán, pero nunca alguno de los dos contra su pequeño, que se limitaba a reír, hasta que ambos padres lanzaron su proyectil en su contra, dándole cada uno de ellos, riendo al ver su expresión de completa molestia.
-¡No es justo!
Pero no estaba molesto, en realidad estaba feliz, tanto que corrio en direccion de Aldebaran para que lo cargara, algo que hizo inmediatamente, pegando su frente contra la suya, al mismo tiempo que Mu, se limitaba a sonreír, su familia estaba junta, aunque no era su hogar, podía llegar a ser uno.
-¿Por qué no haces un muñeco de nieve?
Kiki asintió, pensando en el muñeco perfecto, el cual comenzó a construir, al mismo tiempo que Aldebarán se sentaba en un tronco grueso, desde donde le observaba trabajar, Mu le siguió, sentándose a su lado.
-Se ve muy feliz.
Susurro Mu, tratando de tocar su mano, siendo rechazado al principio, pero después Aldebaran suspirando asintió, dejando que lo acariciara, apenas un dedo, de forma circular, quien solamente sonreía plácidamente.
-Yo también estoy feliz... al fin tengo a mi familia a mi lado.
Aldebaran desvió la mirada sin saber que decirle, sintiendo como Mu tomaba su mano entonces, para llevarla a sus labios y besarla con delicadeza, poco después, restregar su mejilla contra su dorso.
-Odio a Shaka porque quiso apartarte de ti, mucho más de lo que odio a Dohko, ese viejo demente solo vio una oportunidad para tener a un hermoso omega a su lado, pero ese otro era mi amigo, el debía proteger a mi familia, no tratar de manipularnos para que pensáramos que no nos amábamos.
Aldebaran recordó entonces lo de las cartas, así que volteando a verle, disfrutando del sol que calentaba sus cuerpos, del paisaje siempre invernal de ese paraíso, quiso saber qué decían esos trozos de papel, porque Mu deseaba que los leyera.
-¿Qué sucede con esas cartas? ¿Qué decían?
Mu solamente sonrió, sin liberar su mano, recordando cada una de ellas, al menos lo esencial, que eran una súplica, una promesa, un mensaje que pudiera convencerle de verlo de nuevo, de hacerle compañía.
-Después de recibir una carta falsa, donde me despreciabas y no deseas nada que ver conmigo, todos los días te escribía algo tratando de llegar a ti, de hacerte recordar el amor que tuvimos.
Aldebaran asintió, tragando un poco de saliva, él no había recibido ningún mensaje y las cartas que le mandó, apenas las suficientes como para contarlas con los dedos de una mano, eran preguntas, deseaba saber porque se marchó, porque dejarlo solo.
-Yo quise mandarte cartas, preguntando por ti, tratando de saber donde estabas... nunca las respondiste, ahora lo sé... porque nunca llegaron a tus manos, pero en su momento me dolió demasiado pensar que lo que decían era cierto, no era hermoso, no era fuerte, no éramos suficiente para ti.
Mu nego eso, eran más que suficiente para él, soñaba cada noche con volverles a ver, a estar con su omega y cargar a su pequeño en sus brazos, el que comenzaba a terminar la construcción de su muñeco de nieve.
-Eres lo único que tengo, yo siempre te espere y si se portugués, si entreno tanto fue para mantenerte seguro... porque eres todo para mi, como una oración hecha realidad.
Aldebaran deseaba creer en esas palabras, en lo dicho por Mu, pero le era difícil hacerlo, no porque su alfa tuviera la culpa, sino porque él se sentía indigno, inadecuado, no era lo que alguien como su alfa merecía a su lado y cuando se veía en el espejo, no le gustaba lo que veía, ni siquiera cuando era un niño.
-No te entiendo, porque aceptar esta unión cuando podrías tener a cualquier otro...
Mu entonces llevó una mano a su boca, ya no deseaba escuchar más de aquellas palabras y si no estuviera su pequeño presente, lo besaría para que comprendiera lo mucho que le amaba, lo que significaba para él en realidad.
-No digas eso, para mi tu eres hermoso, eres perfecto, tan deseaba que ese maldito loco quiere robarte para él, pensando que yo lo permitiré, pero ese no es el caso, los dioses te seleccionaron para mi, yo soy para ti, los dos debemos estar juntos, esa es la única verdad que comprendo, la única verdad que me importa.
Aldebaran jadeo al escuchar esas palabras, observando de pronto a Kiki, quien había terminado de crear su muñeco de nieve, el que tenía una forma demasiado familiar, ese debía ser Dohko, pero sus dientes estaban chuecos y su cabeza era demasiado grande.
-Listo... es tan feo como el original.
Mu por un momento quiso destruirlo, pero encontró divertida la interpretación de su cachorro, riendo al verla, mientras que Aldebarán llevaba una mano a su boca, encontrando graciosa la interpretación de su pequeño, pero de ser otro momento, tal vez le hubiera dicho que tuviera un poco mas de respeto por sus mayores.
-Kiki...
Y como si no fuera suficiente esa fea apariencia, de pronto Kiki dejó que un bloque de cristal cayera sobre esa figura, aplastandola con este, riendo al ver que estaba mucho más chaparro todavía.
-Eres todo un artista...
Pronunció Mu, encontrando esa actitud de su cachorro demasiado divertida, agradecido porque no quería saber nada de él, en cambio, le aceptaba, mucho más rápido de lo que se lo merecía.
-Pero debes respetar a tus mayores, es un anciano de doscientos años... no está bien burlarse de él, si es que no se lo merece, pero Dohko si se lo merece, por tratar de robarnos a tu omega.
Aldebaran negó eso, no le parecía divertido, pero a Kiki si, por lo que comenzó a reír de nuevo, esta vez corriendo hacia donde ellos estaban, tomándolos a ambos de las manos, tirando de estas para que lo siguieran.
-No me gustaba cuando nos visitaba, siempre fue tan raro...
Se quejo el pequeño, al mismo tiempo que Aldebarán pensaba en destruir esa figura de nieve, pero la dejo en ese sitio, creyendo que el sol de la mañana bien podría derretir, ademas, ni siquiera se parecía a Dohko, al menos, no al anciano maestro con el cual salía a beber.
-Me daba miedo dejarlo solo con mi omega.
Mu asintió, observando a Aldebarán, que ignoro esas palabras, recordando que Dohko le dijo solo una vez que Kiki estaba celoso, por eso se comportaba de esa forma tan poco educada con él, pero seguía siendo un niño, no había nada de malo en ello.
-No tienen de qué preocuparse, yo puedo cuidarme solo... sigo siendo un omega muy fuerte...
Lo último lo dijo flexionando su brazo, sonrojándose inmediatamente al ver la expresión de Mu, que le miraba como si estuviera hambriento, una forma conocida, que les trajo a un pequeño lemuriano hiperactivo.
-Eso puedo verlo.
Logrando que se sonrojara inmediatamente, desviando la mirada en otra dirección, sin saber que decirle.
-Pero me gustaría constatar algún día de estos...
*****
Sorrento había prometido que regresaría a la Atlántida, una vez que su dragón de dos cabezas supiera un poco de su existencia, al menos, esas fueron las palabras que pronunció para Kanon, quien estaba sentado en su silla favorita, enfrente suyo había una botella vacía, parecía que había tratado de emborracharse.
-Kanon...
Esa era una visión extraña, porque Kanon jamás bebía y si lo hacía era apenas un trago o dos, sin embargo, aquí estaba su general sentado en la oscuridad, completamente solo, de nuevo usando esa ropa del santuario que tanto le gustaba, pero lo que mas le sorprendió fue que no estuviera Radamanthys cerca.
Su omega, aquel al que había esperado toda su vida no estaba a su lado y eso le preocupo demasiado, por lo cual, tratando de acercarse a él con un paso lento, siguió buscando al chico rubio en ese lugar, era un joven grande, casi tan alto como su propio dragón, pero un poco más musculoso.
-¿Dónde está tu omega?
Preguntó cuando estuvo lo suficiente cerca, apartando la bebida de la mesa, esperando una respuesta de Kanon, quien, después de algún tiempo se había abierto con el, al ser los dos alfas en ese ejército, comprendiendo lo que era esperar por tu destinado, sin saber nada, donde buscar, solo un nombre.
-Le deje ir...
Susurro dolido, llevando su mano a su rostro, aún atormentado por ese miedo y después por aquella sonrisa que estaba arrebatando de su rostro, lo destruiría de quedarse a su lado, pero ya no existía la posibilidad de que pudiera acercarse a él, tratar de seducirlo, nunca la hubo en realidad, los dos eran enemigos, parecía que estaban destinados a matarse.
-No tolere la posibilidad de borrar su sonrisa de su rostro...
Sorrento asintió, ofreciéndole una mano a Kanon, que si bien era un alfa un poco mayor, que parecería imperturbable y un hombre dispuesto a lo que fuera con tal de cumplir sus deseos, supo que la soledad lo estaba matando, que sufrió demasiado al ser aislado de los demás y sobre todo, que deseaba que existiera la paz, una que ellos no conocieron, que doscientos años atrás no existió, pero, en ese momento si había.
-No debiste regresar... ya que encontraste a tu dragón de dos cabezas.
Él había mencionado una vez que su omega era el dios guerrero de Dubhe, un dragón de dos cabezas que encarnaba un héroe mítico, aquel del que hablaban en la obra del anillo de los Nibelungos.
-No puedo estar todo el tiempo espiándolo, eso no lo haría un caballero... y, me alegra que hayas cambiado de opinión, que le dejaras ir, así sera mas sencillo acercarte a el después.
No había un después y Kanon deseaba decírselo, sin embargo, Sorrento suspiró, el general del dragón marino era un buen líder, alguien al que podía seguir en la batalla seguro de que tendrían la victoria, por lo cual, solamente le observo molesto, esa actitud no le quedaba.
-No existe un después... debo dejarlo tranquilo...
Sorrento suponía que lo mismo podía pensar el, dejar ir al bonito omega cuyo nombre tenía escrito en su muñeca, el que seguramente pensaría que era un completo idiota, así como un cobarde y creía, que no tomaría con gracia el hecho de que fuera un soldado enemigo, de un ejercito con el cual Asgard ya había tenido conflictos.
-No creo que eso sea lo correcto, por algo las Moiras los unieron, no lo crees...
Kanon creía que esa razón era que se mataran, podía asegurarlo, pero no se lo diría a su aliado, que estaba emocionado y feliz por saber quien era su omega, por conocerlo por fin, no iba a oscurecer esa hermosa coincidencia, con sus fatídicas ideas de muerte o destrucción.
-Solamente soy un mal presagio... alguien que no debería existir, ni siquiera portar las escamas que he visto y tú lo sabes.
Sorrento conocía la verdad detrás de la llegada de Kanon a ese templo y aunque al principio quiso lanzarlo lejos, después, le dio la oportunidad para probar su valía, que existía una razón para que Poseidon le haya seleccionado como su senescal, aunque Kanon creía que eso lo arrebató por la fuerza.
-Lo que yo se es que eres nuestro líder y hasta el momento, el único que nos ha conducido a la victoria, por lo cual, te estamos agradecidos.
Suponía que como el, Kasa había dejado la Atlántida con permiso de Kanon, pues no sentía su cosmos en ese lugar, observando a su líder, que debía darse un baño, cambiarse de ropa, tal vez, visitar a su hermano, él comprendería mucho mejor lo que sucedía en su mente.
-¿Por qué no sales de aquí tú también?
Kanon le observaba fijamente, pensando en la posibilidad de salir de allí, pero no deseaba ir a ver a su hermano, no por el momento, no después de ayudarle a capturar a Aioros para regresarlo a su lado, cuando el líbero a su omega pensando que eso era lo mejor para él.
-Saga o el otro te aceptarían, lo se, o podrías salir a caminar, estar encerrado en este sitio no es sano para nadie...
Kanon apenas podía comprender porque Sorrento era tan amable con él, pero aun así le sonrió, aceptando esas palabras, saldría un poco, caminaba por allí, nada malo podía pasar, pero, no visitaría a Saga, no deseaba ver a Aioros de momento.
-Deberías regresar a Asgard... para que no le des tregua a ese dragón de dos cabezas.
Sorrento asintió, teniendo el permiso de Kanon, quien trataba de asegurarse que la paz fuera duradera, pensando que si el Santuario y la Atlántida lograron aliarse con Asgard, solo quedaría el Coliseo, de los mayores ejércitos de aquel continente.
-Las bodas siempre logran fraguar alianzas...
*****
Fafner tenía suficientes sirvientes bajo su mando como para mantener vigilado a su objeto de deseo, el dios guerrero del interminable cabello rubio, ojos azules como piedras preciosas, quien había sido visto en compañía de un extranjero, un hombre no muy alto, un alfa, de eso estaba seguro, aunque bien podría ser un omega, era demasiado lindo para ser un alfa.
Algo que le molestaba, porque él no era hermoso, pero, si Andreas lograba su objetivo tendría aquello que deseaba y poder, uno tan grande como para dominar las vidas de la población de Asgard.
Tanto conocimiento a sus manos, tantas vidas que podía usar para obtener sus conocimientos, realizar algunos avances, pero, se veía distraído al pensar en el hermoso omega, cuyo hermano siempre actuaba como su guardaespaldas.
Deseaba un omega, uno así de poderoso, para comprender cómo funcionaba su anatomía, su mente y después, tal vez unir esas características que encontraba agradables con las suyas o buscar otro omega que fuera mucho más compatible.
-Se dice que buscas un compañero, Siegfried, pero un alfa pequeño y débil, un extranjero, solo ensucia tu sangre...
Pronunció de pronto, él era uno de los dioses guerreros que siempre utilizaban sus armaduras, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, la que le hacía ver mucho más alto de lo que realmente era, así como delgado, una imagen adecuada de Fafner, el ser codicioso de su mitología.
-Fafner.
Fue lo único que Siegfried pronunció, mirándolo con desprecio y desagrado, sin comprender que estaba haciendo en ese sitio, porque se acercaba a él, así como, la razón detrás de que alguien como él tuviera una armadura.
Alberich ya era suficiente malo, pero Fafner era un demonio indigno de ese puesto, un ser repulsivo, tanto físicamente como espiritualmente, las historias que se contaban de él eran aterradoras y si tuviera mucho más control en los ejércitos de Asgard, así como si Andreas no cuidara de su espalda, buscaría la forma de encerrarlo en alguna oscura, fría y alejada prisión.
-Parece que no te agrado, Siegfried.
Siegfried sentía que era observado a todas horas, sabía quién era el culpable, pero no iba a demostrarle miedo, sin embargo, cuando quiso sentarse delante suyo, empujó la silla con molestia, para que no lo hiciera, levantándose de la suya.
-Eso es una descripción muy débil a comparación de lo que siento por ti, Fafner...
Fafner entonces hizo lo impensable, eso fue tocarlo, para leer el nombre que estaba plasmado en su muñeca, sonriente con una mueca demasiado desagradable, al mismo tiempo que la sorpresa evitaba que Siegfried atacara o se alejara, ese acto era un insulto en esas tierras.
-Yo creo que mi nombre se vería mucho mejor en esa muñeca, que el de un extranjero... no lo crees Siegfried, así no deshonramos a tus antepasados ensuciando su nombre con esa mezcla inoportuna.
La expresión en el rostro del omega fue de tal desagrado que Fafner apretó los dientes, insultado por ello, para después escuchar una risa proveniente de Siegfried, que le miraba con molestia, apartando su mano de la suya, creyéndolo débil, así como indigno de su presencia.
-Pero Fafner... como podrías crear buen vino de una viña deforme y podrida, ademas, tu no puedes cambiar el nombre de mi muñeca, no eres más que un demente al que veré encarcelado por sus crímenes.
Fafner no le respondió, seguro de que Andreas cuidaba sus espaldas y que Hilda, al estar casi todo el tiempo orando al dios Odin por la protección de sus habitantes, no se daba cuenta que su aliado, así como algunos soldados deseaban cambiar las reglas del juego, el liderazgo de Asgard.
-Eso piensas ahora, Siegfried del cabello dorado... pero pronto, te darás cuenta de lo dolorosa que puede ser la soledad.
No estaba solo, su hermano estaba con él y ahora ese lindo alfa de cabello esponjoso, con esos bonitos ojos rosas, casi rojos.
-Y tú te darás cuenta de lo frías que son las prisiones en Asgard, si es que no logro que te corten la cabeza, Fafner.
Solamente eran palabras, las de un omega que tendría su nombre escrito en su muñeca, al que le haría pagar cada uno de los insultos proferidos de sus bonitos labios.
*****
Radamanthys estaba patinando en el parque, con tanta gracia como era su costumbre, logrando hazañas que nadie más podía, vestido con ropa de color ojo, una playera de un equipo de Futboll Americano, unos tenis blancos y una muñequera que cubría el nombre de Kanon, la que ya no le dolía, pero aun eran visibles todas las marcas de las navajas o llaves, en ocasiones sus propias uñas, pensando que así podría borrarlo de su cuerpo.
Sintiendo de pronto que alguien le observaba, distrayéndose, cayendo poco después en el suelo, sin lastimarse, pero de una forma llamativa, escuchando una risa clara, de alguien que estaba en ese sitio, mirándolo.
-¿Estás bien?
Radamanthys asintió, aceptando la mano que le era ofrecida, observando a un sujeto de cabello negro, algo delgado, con una coleta y lo que parecía ser pinceles en la bolsa de su camisa negra.
-Yo... si, no paso nada, solo me distraje.
Radamanthys trato de recoger su patineta, observando al sujeto de cabello negro, ojos azules como el hielo, quien parecía no dejaba de verlo, era un pintor, por lo que podia ver, no muy lejos había un caballete.
-Eres nuevo por aquí... nunca te había visto.
El extraño pronunció, ayudándole a levantar algunas monedas que cayeron al suelo, ofreciéndolas con la palma de la mano extendida, esperando una respuesta suya.
-Yo... estuve viviendo algunos años fuera de aquí, pero vivo en este lugar desde siempre...
Podría decir que nació en ese sitio, pero era extraño que un desconocido supiera algo como ese, por lo que tomó sus monedas con rapidez, guardándolas en la bolsa de su pantalón, mirando fijamente al pintor, que regresaba a su caballete.
-Qué tipo tan raro...
Se dijo, pero pensando que lo sucedido con Kanon era la razón por la cual no podía confiar en él y creyendo que había sido especialmente descortés, trago un poco de saliva, para acercarse a él, observando a unos metros primero, después un poco más cerca.
-¿Ese soy yo?
El extraño asintió, mostrando entonces una pintura con unos pájaros en ella, después una señora con una bolsa de mandado, tres personas fumando, peatones caminando en la calle, pinturas de diversos momentos captados por sus ojos, todos ellos sucediendo en ese parque.
-Pinto lo que veo... no vayas a pensar que soy un pervertido.
Radamanthys asintió, sentándose en la misma banca que el extraño, quien deteniendo sus trazos, le miró de reojo, observando la muñeca cubierta con la pulsera.
-Tienes un nombre en tu muñeca... yo también lo tuve, pero desapareció hace algunos años... aunque siento que fueron siglos, él murió.
Radamanthys asintió, sin saber qué decirle porque su alfa no estaba muerta, solo era una muy mala persona, por lo cual, respirando hondo desvió la mirada para no verlo, llevando su mano a su muñeca.
-El mio no está muerto, pero es una mala persona con la que yo no deseo nada que ver...
Susurro para el amable extraño que pintaba paisajes en el parque donde el patinaba, uno de ellos era suyo, pensando que tal vez era una de esas personas que trataba de ganarse la vida de esa forma, su apariencia le hacía pensar en eso, por lo cual, tomando el cambio de su bolsa, el mismo que había caído, se lo dio.
-Ten... no es mucho, pero espero que te sirva de algo.
Y sin más se marchó, al mismo tiempo que el pintor sonreía, relamiendo sus labios con diversión, las monedas oxidándose en sus manos como si el tiempo pasara demasiado pronto, para después convertirse en polvo.
-Qué lindo eres...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, a ver quien adivina quien es el pintor... los leo. SeikenNJ.
Chapter 30: Sombras.
Chapter Text
Sombras.
El general del dragón marino, el segundo nacido de géminis, aquel que se negaba a ser únicamente una sombra, así como era el hermano favorito del más oscuro y pensaba había recuperado su amistad con Saga, su hermandad, caminaba sólo.
Quien le temía a la locura, a las voces en su cabeza, a los sueños que tenía en la oscuridad y en ocasiones las visiones que poseía, caminaba en alguna calle de japón, le encantaba ese sitio, no sabía porque, pero las luces, el clima, la tecnología le fascinaba.
No iba a seguir a Radamanthys, no iba a dirigirse a Inglaterra ni se acercará a él, no deseaba destruirlo más de lo que ya lo había hecho, por lo cual, se dedicaba a observar los árboles, los templos, vestido con su kimono, así como un sombrero que robó a su hermano, una prenda que le encantaba.
El alfa que era bellísimo tendía a llamar la atención de quien lo veía pasar, parecía alguna estrella, algun Idol, aunque no alcanzaban a descubrir quién era y Kanon seguía caminando sin prestarle atención a sus alrededores, hasta que se detuvo enfrente de un cartel con un modelo rubio, era un japonés, obviamente, que anunciaba un perfume con una botella morada.
Cuyo rostro fue modificándose lentamente, cambiando sus rasgos por unos occidentales y sus cejas uniéndose en una, con una mirada que le mantuvo quieto, haciéndole jadear, ese era su omega, no aquel muchacho asustado que apenas se atrevía a respirar en su compañía.
-Kanon...
Se estaba volviendo loco, se dijo, retrocediendo, porque podía escuchar la voz de su omega, el que le miraba fijamente, su rostro superpuesto en el de aquel modelo cuyo nombre no conocía, haciéndole creer que alucinaba, esa imagen no podía ser cierta.
-Kanon...
Las personas a su alrededor, los autos y aun las hojas de los árboles se detuvieron, como si ese momento estuviera pasando solamente en su mente o en algún espacio temporal diferente, ajeno a su mente o su comprensión.
Kanon quiso retroceder, pero la imagen en el anuncio de ese perfume parecía asustada, pero no de él, eso para el segundo nacido de géminis era suficiente para permanecer en ese sitio, aunque fuera una muestra de su locura.
-Tienes que ayudarme...
De pronto se imaginó a sí mismo en la palma de esa visión, que vestía una armadura, parte de ella al menos, debajo de una túnica morada con tocados dorados, dándole una apariencia distinguida, etérea, con algo fuera de lugar, eso era una cadena en el cuello, algo que no debía existir, era una aberración para Kanon, quien elevó una mano en dirección de su rostro, tratando de acariciarlo con esta.
Deteniéndose a la mitad del camino, pensando que era una locura, por supuesto que no podía tocarlo, era una alucinación, una desdichada muestra de que él también había perdido la razón, que no solo su hermano estaba enfermo, también él.
No obstante, la figura comenzó a cambiar su tamaño, usando una forma normal, casi pequeña, una estatura que reconoció porque era la misma que tenía el omega que estaba aterrado de su persona, el que había tenido pesadillas en las cuales era un monstruo y no era un error, como deseaba creerlo.
-Kanon...
Susurraron cerca de su cuerpo, como si quisiera tocarlo, pero una nueva cadena se formó en su muñeca, evitandolo, sus dedos apenas a unos centímetros de distancia, mirándole fijamente con una expresión demasiado triste, demasiado desesperada.
Como si le tuviera miedo a algo que no era él, aunque solo era una pesadilla, una muestra de su locura, aún así, disfrutaría aún de aquellas alucinaciones, si tan solo significaba ver a su omega a su lado.
-Me está buscando...
Pronunció de nuevo, observando algo a sus espaldas, tal vez aquello que le buscaba y que había colocado esas cadenas en su cuello, así como una muñeca, la que opacaba un hilo rojo e insignificante, el que apenas brillaba, un hilo que lo ataba a su propio ser, a su muñeca, donde estaban escritos sus nombres.
Que le unía como una pareja destinada, una imagen que Kanon se dijo que solo era una mentira, una locura, algo que no debería suceder y se estaba imaginando, escuchando un sonido atronador, como algo se rasgaba en alguna parte.
-Solo tú puedes ayudarme...
Radamanthys le pedía ayuda, su omega en esa alucinación le estaba pidiendo ayuda, pero también le habían suplicado que le dejara ir, por lo cual, pensaba era su insano deseo por estar con él, a su lado, creer que su locura era algo bueno para su omega, cuando no lo era, él no era aquel que su amado necesitaba.
Lentamente la figura que había tomado un tamaño parecido al suyo, le sonrió con demasiada tristeza, como si de nuevo se estuviera fundiendo con ese letrero, perdiendo la facultad para hablar con él, para poder comunicarse con su alfa, algo tirando de las cadenas, un ser con suficiente poder para obligarlo a dejarlo solo.
-Solamente tú puedes detenerlo.
Y sin más desapareció, al mismo tiempo que un auto blanco chocaba contra su cuerpo, al detener sus pasos a la mitad de la calle, lanzándolo lejos, escuchando gritos, demasiadas palabras, viendo como el conductor bajaba del auto angustiado, asegurando que él no tuvo la culpa.
El vehículo estaba destrozado, pero él aún estaba entero, sosteniendo su cabeza, pensando en lo sucedido, en esas imágenes tan extrañas, en la voz de quien reconocía como su omega, llevando su mano a su cabeza, escuchando las voces a su alrededor, como llamaban a una ambulancia, a los servicios de seguridad, creyendo que iba a morir pronto.
Kanon creía que aquel herido era en realidad el conductor, él era un santo dorado, un golpe como ese no podía hacerle daño, así que comenzó a levantarse con lentitud, observando por el rabillo del ojo un par de gemelos, ocultos en las sombras.
Quienes desaparecieron apenas pudo levantarse, como si nunca hubieran estado ahí, llevando una mano a su cabeza, primero la alucinación de su omega, después esos dos seres en las sombras, pensando en su omega, en lo visto durante esos segundos.
-Señor... señor...
Kanon observó a quien trataba de llamar su atención, sin comprender cómo era posible que pudiera andar después de aquel golpe, ni siquiera sangraba, pero llevó su mano a su cabeza, tratando de fingir ser uno de ellos, pero con demasiada suerte.
-Estoy bien... no fue su culpa.
Susurro soltándose de las manos que trataban de ayudarlo, alejándose entre la multitud que lo grababa con sus celulares, seguramente en algunos minutos sería tendencia en las redes sociales, aunque eso no lo sabía Kanon, quien solo desapareció cuando pudo alejarse lo suficiente.
*****
-¿A dónde se supone que vamos?
Albiore había detenido sus pasos cerca de la costa, todo el tiempo siendo perseguido por ese ruidoso santo de plata, que era un alfa y tenía su nombre escrito en su muñeca, quien le miraba como esperando una respuesta, que compartiera información con él.
-No vamos a ninguna parte, yo voy a ir, tú te quedarás aquí... no se... limando tus uñas, lo que sea que haces en vez de entrenar.
Misty al escuchar esas palabras no se vio amedrentado, ni se sintió avergonzado, solo se encogió de hombros, él entrenaba muy duro, todo el tiempo, él y sus aliados, solo que no todo el mundo tenía las mismas habilidades o eran bendecidos por los dioses para tener tanto poder.
-Pues, perdoname por tener nociones básicas de higiene personal...
Fue su respuesta, pensando que estaba demasiado sucio, toda esa carrera, esa tierra ensuciando su piel, recordando que Algol le había dicho que podría ser misofóbico, pero no pensaba que ese fuera el caso, únicamente no le gustaba la suciedad, ni que se acercaran demasiado a su espacio personal, pero le encantaría utilizar el de Albiore.
-¿Que se supone que acabas de decirme?
Misty comenzaba a pensar que los rumores que decían que Albiore era un maestro amable, un alma dulce y pacífica estaban fuertemente infundados, únicamente porque era un omega, por qué había pasado de enojado a muy enojado o super enojado, como en ese momento.
-Ya sabes, agua, jabón, perfumes... todo eso.
Como en ese momento parecía que deseaba golpearlo de nuevo, pero cubriendo su nariz, la que pensaba era mucho más hermosa que la de Afrodita, negó eso, tratando de alejarse, no era justo que su alfa quisiera golpearlo de nuevo.
-No me rompas la nariz...
Sin embargo, lo que hizo fue golpear su costado, tratando de que perdiera el sentido, para dejarlo atrás, observando con demasiado detenimiento que sostenía su estómago, mirándolo con una expresión difícil de describir.
-Dijiste que no querías que te rompiera la nariz.
Para la forma de ver de Misty, eso era lo mejor para ambos, si su omega era fuerte, además de hermoso, aunque no tanto como él, podía ofrecerle su belleza, sabía que era hermoso, mucho más que el patriarca o su hermano, Shaka o cualquier otro dorado, menos Afrodita, pero solo porque no tenía un feo lunar en su rostro, como una mosca o algo asi, pero, algunos apreciaban esas cosas.
-Qué te parece si acordamos dejar de golpearme, aunque... ser sometido por mi omega, no está tan mal.
Albiore le observo entonces con molestia, demasiado sonrojado al comprender sus palabras, llevando de nuevo su mano a su rostro, casi como si quisiera quitarse una mascara, creyendo que esa era señal de que ya no lo golpearia, pero pensaba que era un idiota.
-Solo callate y regresa por donde viniste.
Eso no iba a pasar, asi que negó eso, esperando una respuesta de Albiore que solamente saltó al agua del mar, como si quisiera ahogarse en ella, haciéndole pensar que nadarian hasta llegar a la Isla Andrómeda, él prefería un avión, pero si eso deseaba su omega, así viajarían.
-No lo haré... no podrás librarte de mí, a menos que me mates, pero tu no eres un asesino, tu si tienes honor.
*****
-Sabes... he estado pensando.
Milo había dejado escapar a Albiore de aquella cárcel, era un omega y no sabía si estaba en peligro mortal o Saga, como se decía, buscaría a un alfa mucho más acorde con su poder, lo que le hizo preguntarse, porqué razón Dohko parecía empecinado en tener a Aldebarán, no a cualquier otro.
-¿No te dolió la cabeza?
Camus generalmente entrenaba a esa hora, pero con el celo de Milo cerca, no deseaba apartarse de su lado, no le gustaba nada de lo que sucedía en el santuario y el también había meditado en qué hacer, si debían permanecer en ese sitio o marcharse, pero de largarse de allí no tenían ningún lugar a donde ir.
-Sí, sí, muy gracioso...
Respondió Milo, quien comía un poco de helado en un bote colorido directo del envase, de choco cereza, un sabor que decía que le recordaba a su aroma, pero para Camus era demasiado dulce, empalagoso, por lo cual se negaba a aceptar que ese fuera su aroma.
-Pero, hablando en serio... no entiendo algo.
Milo cuando usaba ese tono de voz tenía algo muy importante que decirle a Camus, o a los demás, después de meditar el problema en cuestión durante horas, así que su alfa, solamente le observó en silencio, preguntandose qué era lo que le angustiaba, Aldebarán se había marchado, después de sentir el cosmos de Mu, debía estar seguro.
-¿Por qué razón elegir a Aldebarán entre todos los omegas del santuario?
Camus también se había preguntado lo mismo, llegando a la conclusión de que la razón era el nivel de poder, así como su rango como santo dorado y la oportunidad que Mu le había dado, al dejarlo solo en ese sitio, sin la protección adecuada, sin contar, que según sabía los omegas en su generación no tenían demasiados derechos.
-Es el que tiene menos poder.
Pronunció con cierta simpleza, recibiendo una negativa de Milo, que caminando hasta donde él estaba comenzó a empujar el pecho de su alfa con su uña, algo que hacía cuando estaba molesto, como si quisiera golpearlo con ella, porque Aldebarán no era el menos poderoso, cada uno de ellos podía ser considerado fuerte, pero el toro tenía mayor fuerza física que los otros doce.
-Eso es mentira, Aldebarán es fuerte, no tiene una buena proyección de cosmos, pero la mejor defensa la posee él y sus golpes son especialmente dolorosos.
Lo sabía porque ya se había enfrentado a el en varios entrenamientos, cuando deseaban conversar sin ser vistos, casi siempre bajo la mirada penetrante del anciano demente, el joven de doscientos años que asechaba a su amigo y ni siqueira se habia dado cuenta.
-Su fuerza física es envidiable, así que...
No era eso, las intenciones de Dohko no eran derivadas de los niveles de cosmos, porque Aldebarán era poderoso a su manera, así que no se trataba de que fuera un omega indefenso, para Milo había algo más que le hacía desear al Toro del Santuario, que era realmente hermoso.
-No crees que sea eso.
No lo era, porque si deseaba a un omega, cualquier omega, no hubiera elegido a la pareja de Mu, del alumno de su viejo amigo, un lemuriano como lo fue el, cuyo cachorro era de esa raza milenaria con la capacidad de leer las almas de las armaduras, los recuerdos de sus antiguos dueños.
-Yo se que no es eso... pudo elegir a Deathmask o a mi, tal vez Aioria... o cualquiera de los omegas de plata o bronce, si solamente deseaba un omega.
Pronunció su escorpión, dándole la espalda, caminando en dirección de la ventana, observando el paisaje, recordando el comportamiento de Dohko, el estaba en control de sus emociones y si ataco a Shaka, fue porque éste quiso matar al que eligió como su omega, uno que tenía una mordida y un cachorro.
-Pero eligió a Aldebarán, un omega casado, con una mordida y un pequeño cachorro, es más, al ser beta bien podría elegir a cualquiera, pero quiere a nuestro Toro...
Su conversación le hacía darse cuenta de eso, Dohko deseaba a Aldebarán a su lado, no a Deathmask, no a Camus, y Shaka, ni Albiore o cualquier otro, ya fuera de ese ejército o de algún otro, el maestro de los cinco picos quería al santo dorado de la segunda casa, no deseaba a nadie más, ni siquiera a él.
-Tal vez quiere a la pareja de Mu, por la relación que tuvo con Shion...
Susurro Camus rascando su barbilla, como si pensara en las razones de Dohko por primera vez en todo ese tiempo, era un santo de dos siglos de vida, debió conocer a alguien en todo ese tiempo, al menos alguien de su pasado, pero, parecía que esa persona no existia o si existio, nunca hablaba de ella.
-Pero si ese es el caso, no querría a Mu, en vez de a su omega.
Milo dijo de pronto, creyendo que eso tenía mucho más sentido para el, Mu, a pesar de su edad o el color de su cabello era uno de los últimos lemurianos, era el más cercano a Shion, su hijo y debería hacerle pensar en él, su patriarca, su gran amigo, su compañero de armas, no así Aldebaran.
-No... no si lo que desea es lastimar a Mu, hacerle daño por algún pecado que haya realizado su maestro, el antiguo patriarca, al que no vengó, ni siquiera le interesó su muerte, ni lo que pasa en el santuario.
Camus pensaba que esa sería una forma de vengarse de Shion, lastimar a su hijo quitándole todo cuanto quería, como tal vez, él perdió algo que su patriarca le arrebató, algo por lo cual Dohko le culpaba con demasiada furia, con demasiado enojo.
-¿Como a ti?
Milo preguntó molesto, porque Camus actuaba como si no le importara lo sucedido en el Santuario, como si todo le diera lo mismo y el escorpión comenzaba a molestarse por ello, sin embargo, su alfa siempre guardaba sus sentimientos para sí mismo, una actitud que le dolía.
-Podríamos escapar a Asgard, yo entrené en esas tierras, pero no seríamos bienvenidos y Hyoga nos pidió permanecer en este sitio, haciendo guardia, yo confío en él.
Hyoga antes de desaparecer les había pedido que vigilarán el Santuario, no estaba seguro de la razón, pero eso hacían desde entonces, tratando de encontrar información, algún libro, algún pergamino que Camus buscaba en la biblioteca cercana a la cámara del patriarca, a los pies de StarHill.
-El pequeño pato... pero no estamos hablando de él, sino de Dohko... tal vez, a su manera cruel y retorcida si lo quiere, o llego a quererlo al estar con Aldebarán, es un tipo genial, congenian mucho.
Se quejó Milo, quien había llegado a esa conclusión después de la seguridad de sus palabras, la forma en la cual se enfrentó a Shaka, amenazandolo si le hacía daño al joven toro del Santuario.
-¿De qué estás hablando?
Para Milo era fácil llegar a esa conclusión, si lo dicho por su alfa era cierto, Dohko deseaba lastimar a Mu, arrebatando a su omega y su cachorro de sus manos, pero en el proceso, en algún momento en esos cinco años, se enamoró de él, o se empecinó de él, haciendo que lo quisiera como un compañero, que no estuviera dispuesto a abandonarlo asi de facil, ni quisiera buscar a cualquier otro.
-Yo creo que quiso dañar a Mu, para vengarse de Shion, pero a la mitad del camino se enamoró de él, sé que peleó con Shaka, uso las armas de libra y su armadura no lo ha rechazado...
La armadura de Libra actuaba como una representación de la justicia, por decirlo de alguna forma y si sus actos eran incorrectos, si la avaricia o la oscuridad eran su combustible, tarde o temprano le hubiera abandonado, pero eso no sucedió, ni sucedería pronto, se dijo, por lo cual, sus intenciones para Aldebaran debían ser hasta cierto punto, buenas.
-¿Le ganó?
No estaba seguro, solo sabía de aquella batalla por la lengua suelta de otros soldados, santos de bronce o de plata, que sintieron sus cosmos y poco después, vieron caminar a Dohko con seguridad, ajeno a cualquier clase de dolor o vergüenza.
-No estoy seguro, tal vez si, o tal vez Shaka decidió que no merecía la pena enfrentarse a Dohko una vez que su presa había escapado...
Susurro Milo, sin darse cuenta que dos sombras ingresaban a ese templo, sus cosmos ocultos, seguros de que por la época del año, Camus no quería apartarse del lado de su omega, que se había enfrentado de forma abierta con Dohko, para que no forzara a Aldebarán a casarse con él.
-O tal vez... tratan de dividirnos... Dohko está empecinado con Aldebarán, eso quita a tres santos dorados del camino, Shura se fue a buscar a Aioria, los gemelos estan distraidos con sus omegas que no les aman, por obvias razones, apenas somos siete santos dorados los que vivimos en el santuario, pero tres tienen la cabeza en las nubes.
Afrodita veía todo lo que sucedía en el Santuario y se daba cuenta que apenas había un puñado de santos dorados conscientes, como si la locura o la ceguera se hubiera apoderado de sus tierras, haciéndole temer la razón de eso, pero creía que algún dios estaba inmiscuido.
-Afrodita...
Milo pronunció molesto, no le gustaba que uno de los seguidores de Saga pisara su templo y que no se dieran cuenta en qué momento habían ingresado, quien, a pesar de sus suposiciones no los atacó, necesitaba hablar con ellos.
-Deathmask.
Camus estaba un poco más enojado, sus instintos alfas deseaban apartar a los intrusos de ese sitio, a la rosa del Santuario y al vergudo, quienes levantando las manos, quisieron hacerles ver que no buscaban problemas.
-Somos apenas cuatro, si Aioros no hubiera sido localizado por Saga...
Pero ellos no importaban, porque Aioros era un prisionero y desde hacía bastante tiempo Saga solamente pensaba en su omega, nada más le importaba, aunque tal vez, eso podría ser Kanon, el segundo nacido de géminis, el menor de los dos, quien a su vez estaba en compañía de su pareja destinada, por lo que pudo escuchar, un espectro del Inframundo.
-No nos miren así, nosotros les dejamos ir.
Se quejó Deathmask prendiendo un cigarrillo entre sus dedos, sin importarle en lo más mínimo que Camus y Milo encontraran ese aroma molesto, quienes no decían nada, solo les observaban como si un demonio hubiera ingresado en su hogar, algo que era justo, su reputación los precedía.
-Nada pasa en este sitio sin que yo lo sepa, mis labios están cerrados.
Afrodita quiso explicarse en ese momento, caminando en dirección de Milo, con las manos levantadas, sintiendo un corte en su muñeca, viendo como Deathmask elevaba su cosmos, como si quisiera quemarlos con esas bolitas de fuego, que algunos decían eran almas.
-¿Por qué deberíamos creerte?
Camus preguntó esta vez, elevando un brazo para evitar que Milo atacara sin provocación alguna, pero al mismo tiempo, preparándose para repeler a esos dos, preguntándose dónde estaba Shura, el tercero de los tres felices sirvientes del falso patriarca.
-No son más que traidores.
Susurro con desprecio Milo, observandolos de pies a cabeza, deteniéndose en Deathmask, que ya los hubiera atacado en ese momento, pero no hacia nada mas que fumar ese cigarrillo, inundando su templo con ese aroma tan desagradable.
-Death está embarazado y Dohko sabe que dejó ir a su futura pareja.
Ni Camus y Milo creyeron esas palabras al principio, porque si estaban esperando a un pequeño propio, no tenía sentido alguno que Deathmask fumara, eso era peligroso para su pequeño, de existir.
-Si eso es cierto... porque está fumando...
Se quejó Milo, riendo por la sorpresa en el rostro de ambos, pensando que era imposible que no supieran que no debían fumar, preguntandose si acaso había acudido con algún sanador, algo que pensaba no había hecho.
-¿Eso que tiene que ver?
La pregunta de Afrodita hizo que Camus ladeara la cabeza, al mismo tiempo que él comenzaba a reírse con burla, porque había leído toda clase de libros respecto a una maternidad responsable, segura y en esas paginas decian que no podían beber, ni fumar, así como no debían consumir un montón de otras sustancias.
-¿Acaso son idiotas?
Preguntó Milo, despertando cuando ninguno de los dos comprendía lo que se les decía, en realidad no sabían que el cigarro era malo para el embarazo, por lo cual, avanzando varios pasos para ellos, tiró al suelo el cigarrillo.
-¡Fumar es malo para el embarazo!
Pronunció pisando el cigarrillo frente a un muy molesto Deathmask, que inmediatamente quiso sacar otro más de una cajetilla, que fue destruida por el cosmos congelado de Camus, quien no podía creer que no supieran esa información tan sencilla.
-¡Oye!
Se quejó, observando a Afrodita, como esperando que su alfa le defendiera, algo que no hizo, porque creería en sus palabras, si decían que el cigarrillo era malo, no tenían porque mentirles.
-Los escuchaste, nada de cigarros hasta que sea seguro para el bebé...
Le ordenó Afrodita, con esa suavidad que le caracterizaba y Deathmask sabía que su alfa destruiría cada uno de los cigarrillos que llegaran a sus manos, no lo dejaría fumar, porque era un padre sumamente preocupado por la seguridad de su cachorro, así como por la suya.
-Tienen razon, yo tambien creo que Dohko está activamente tratando de dañar a Mu al robarle a su omega, pero creo que se enamoró de Aldebarán en el proceso, y eso es malo, porque solo se empecinara más, para que sea su esposo, así como su omega.
Fueron las palabras de Afrodita, que había visto con sus propios ojos la forma de comportarse de Dohko, el esperaba algo, pero no sabía que, sin embargo le preocupaba demasiado, porque su omega le había robado aquello que deseaba.
-Mierda.
Susurro Milo, demasiado molesto por esas palabras, con el anciano maestro y con su ingenuidad, al creer que sus aliados eran honorables, aun Dohko, cuyas intenciones habían sido hasta cierto punto benignas, hasta que decidió que no iba a aceptar un no como respuesta, al menos, eso era lo que pensaba el escorpión.
-Pero no viniste solo a charlar de eso.
De nuevo Camus pronunció con serenidad, esperando una respuesta de Afrodita o Deathmask, que al ser los más cercanos al patriarca debían saber información que ellos no, por ejemplo, qué demonios pasaba por la cabeza del santo de géminis, que era considerado como un dios.
-Eris está ejerciendo su poder en el Santuario, pero hay algo más, dos entidades, es como... como si nos desearan distraídos.
La diosa de la discordia actuaba a su conveniencia, de eso estaba seguro y con su influencia, estaba provocando que Saga comenzará a perder la razón, olvidando algunas de sus acciones, recordando algunas otras, pero enfocando cada uno de sus pensamientos en mantener a Aioros a su lado.
-Algo está pasando, no se que, pero es malo y pone en riesgo la vida de mi omega, así como de nuestro retoño... nuestro botón de rosa.
*****
Ares al saber que Radamanthys había regresado al nido, supuso que Hefesto le mandaría lejos de su lado, porque ya no tenía nada que ofrecerle, no cuando estaba tan debilitado, no cuando había dado una buena parte de su cosmos para la creación de sus gemelos, por lo cual, cuando escucho los pasos de su omega, cerró los ojos, esperando escuchar sus palabras, como lo deseaba lejos.
-Algo está manipulando la mente de mi hijo y trato de manipularme a mi, necesito tu ayuda para detenerlo.
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Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. Espero que el capítulo haya sido de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 31: Nieve Eterna.
Chapter Text
Nieve Eterna.
Kasa para llegar a las tierras congeladas de Asgard utilizó uno de los pasajes cercanos a esta, uno que colindaba con la estatua del dios Odin, esperando ser descubierto por los habitantes, usando la piedad de sus corazones para recibir ayuda que no necesitaba.
Actuaría como si fuera el único sobreviviente de un naufragio, o algún accidente, un pobre desdichado que apenas podía cuidarse solo, aunque eso significaba ponerse en contacto con las aguas heladas de esa tierra.
Escuchando lo que esperaba, unos gritos, unas voces hablando, una de ellas sobresaliendo de entre todas las demás, esa era la de una mujer que les decía a sus siervos que lo ayudaran, que le sacaran del agua y lo llevaran con algunos cuidadores.
Buscando al mismo tiempo de donde pudo haber llegado, observando una estructura de madera, algo parecido a una puerta, la que comenzó a hundirse, no era más que una alucinación que el mismo Kasa estaba proyectando en las mentes de sus salvadores.
Pero, sus labios azules ocasionados por la hipotermia no lo eran, el mismo se había puesto en riesgo pensando ganarse la amabilidad de esas personas, no deseaba pedir asilo en Asgard, tampoco quería que supieran que existía su ejército, aunque, Sorrento debería estar por allí, acechando a uno de sus dioses guerreros.
-Debemos llevarlo a un lugar cómodo, está demasiado frío...
Susurro la muchacha de cabello rubio ondulado, mientras que la otra, de cabello azul, se limitaba a observarle como si supiera que estaba mintiendo, que esa era una farsa, observando su muñeca cubierta con una venda, señal de que era un omega.
-Sí señora Freya...
Kasa desvió la mirada para posarla en los ojos azules de la chica rubia, quien tenía una hermosa sonrisa, se veía amable y podía ver que su coloración no le interesaba, puesto que en Asgard el cabello blanco era común entre su población, así como la piel pálida, aunque la suya era blanca como la nieve.
-No quiero que Andreas lo visite hasta que yo pueda hablar con él...
Pronunció entonces la mujer de cabello azul, cuyo nombre desconocía por el momento, pero claramente era quien mandaba en ese sitio, podía notarlo por la forma en que le miraban, como si fuera un dios caminando en esa tierra congelada.
-Como usted ordene, señorita Hilda.
Fafner había comenzado a mostrar interés en dos clases de personas en su población, los omegas y los gemelos, algo que no le gustaba en lo absoluto y si el poder en Asgard no estuviera dividido en dos bandos, por decirlo de alguna manera, mandaría a sus soldados de confianza, que no eran más que los hermanos Sigmund y Siegfried, junto a Alberich, en el que no confiaba demasiado, pero su intelecto, así como su conocimiento era invaluable, a revisar los estudios de uno de sus dioses guerreros.
-No tienes nada que temer, aquí estás a salvo.
Algo en su tono de voz hizo que el desconfiado Kasa creyera que la señorita Hilda no creía en esas palabras, por alguna razón estaban en peligro, ella lo sabía pero no deseaba decírselo, lo que no sabía era que se trataba de un omega muy inteligente, así como perceptivo, así que no podía mentirle con facilidad.
-Kasa... mi nombre es Kasa...
Andreas había interceptado al joven Aioria, él era un omega que siempre estaba en compañía de Mu, el que parecía ser el alfa del nuevo omega que había llegado a sus tierras, a quien ignoro de una forma casi absoluta, así que su interés radicaba en el joven rubio, de corazón puro.
-Kasa... es un nombre bonito.
Susurro Hilda, tratando de no permitir que su sorpresa fuera tan visible, porque era el mismo nombre que otro de sus alfas tenía marcado en su muñeca, uno que gustaba vivir en la intemperie, alejado de la población humana, considerándose más un lobo que un hombre y este omega, parecía por su apariencia un ser de cuentos de hadas o de alguna historia de su folklore.
Cabello negro como el ébano, piel blanca como la nieve y ojos rojos como las rosas, cualquiera podria asumir que era blanca nieves, aunque, en los cuentos nunca dijeron que sus dientes eran afilados como los de un tiburón, o que sus uñas parecían garras o su mirada escondía sus verdaderas intensiones, puesto que Hilda se daba cuenta que este Kasa los estaba analizando desde que dieron con él, usando una bonita ilusión de la que no diría nada.
-Debemos apresurarnos... tus labios ya son azules, pronto lo serán tus dedos...
Y si eso pasaba, podría llegar a perderlos, no quería que muriera de hipotermia, eso no se lo deseaba a nadie, mucho menos a Kasa, cuyo nombre escrito en su muñeca seguramente era Fenrir, un lobo para algo parecido a una sirena o a la bruja del mar de los cuentos infantiles.
-Muchas... Muchas gracias.
Uno de los pobladores le dio una capa con la que pudiera cubrirse, al mismo tiempo que le ayudaban a subir en una de sus monturas, sorprendiendo a Kasa de que usaran caballos, estos rara vez sobrevivían al frío de esas latitudes.
-No debes darme las gracias y aunque en el pasado los extranjeros no eran bien aceptados, yo deseo cambiar eso...
Quiso decirle que pensaba que esa tierra se volvería como su segundo hogar, especialmente porque Fenrir era su alfa destinado y uno de los dioses guerreros bajo su mando, un soldado que era leal a ella, así como un creyente del dios Odin, claro que a su manera.
-Aun así... pocas personas estarían dispuestas a ayudar a alguien como yo...
Eso lo dijo pensando en su apariencia un tanto inhumana, pensando que siempre le habían señalado como un reptil o un lagarto, algo un tanto desagradable y no fue hasta que Kanon fue a recogerlo, que se sintió normal, por quien sentía agrado, pero no le gustaba en lo absoluto la forma de tratar a su omega, lo creía más inteligente que eso.
-En ese caso, espero que aquí encuentres lo que has venido a buscar, Kasa.
Kasa no pudo más que sonreír al escuchar esas palabras, porque había llegado ahí con la intención de encontrar a su alfa destinado, cuyo nombre era Fenrir, a quien tal vez, llevaría a la Atlántida.
-Eres bienvenido...
*****
-Tenemos que buscar un sanador.
Fueron las palabras de Afrodita apenas regresaron a su templo, no deseaba que su cangrejo se quedara solo ni un instante y sabía que el polen de sus flores podrían protegerlo, el veneno mortal de las rosas tomaría la vida del anciano demente, apenas tratara de hacerle daño a su omega.
-No necesito de un sanador, no estoy enfermo y no queremos llamar la atención.
Afrodita negó eso, ellos necesitaban de un sanador para atender a su omega, quería que ese embarazo llegara a término, lo necesitaba y si pudiera, le haría un montón de preguntas al toro, si no hubiera escapado del santuario al sentirse acorralado por Dohko.
-Milo dijo que debías ver a un sanador para que te mandaran un régimen adecuado de alimentación, ejercicios y medicamentos, vitaminas entre muchos cuidados que tienes que tener.
Deathmask suspiro fastidiado, pero él tampoco deseaba perder a su pequeño por algún descuido suyo, por lo cual, asintió, acudiría con ese sanador en compañía de su alfa, para recibir la información que necesitaba para mantener a su pequeño seguro.
-De acuerdo, iremos, pero solo porque no quiero que esta llamita sufra cualquier daño por algo que haga yo, yo quiero ser un mejor padre de lo que fueron los míos.
Afrodita asintió, los dos habían tenido padres, pero los dos les habían perdido, al menos el vio como perdían la vida en manos de espectros, pero pudo sobrevivir a ese despiadado golpe, en cambio, Deathmask sufrió demasiado, la clase de vida que pensarían él tendría derivado de su belleza, pero era alfa, su amado era un omega, eso los hacía diferentes para los demás.
-Serás un excelente omega, ya lo veras...
Susurro la rosa, acariciando la mejilla de su amado de piel blanca como la leche con una rosa roja, una flor normal, que no tenía veneno, ni filo, no era peligrosa para su cangrejo, que solamente rió pensando que eso era absurdo, demasiado ridículo.
-Solo estás mintiendo, no creo que alguien como yo deba ser el omega de cualquiera, pero ya que sucedió, debemos cuidarlo como es debido.
Tan bien como Aldebarán cuidaba de su pequeño tesoro, pero esperaba que Afrodita fuera un mejor alfa que Mu, algo completamente absurdo, su rosa no le dejaría solo, no iba a darle la espalda jamás y cuidaría de su bienestar por el resto de su vida.
-Yo por el contrario creo que alguien como tú, será un excelente omega, porque sabrás que errores no cometer cuando nuestro pequeño nazca, además, tendrás que practicar mucho, podríamos tener otros dos niños.
Deathmask, negó eso con una mueca burlona, debía agradecer que ya le iba a dar un hijo, porque más de uno eran demasiados para él, por lo cual, tirando de su cabello acercó su rostro al suyo, relamiendo sus labios con delicadeza.
-Yo pienso... que estas dejando correr esa cabeza alfa tuya... porque no tendremos más de un retoño... al que tendrás que disfrutar y por el cual, me tendrás que consentir demasiado, porque gracias a ti, mi perfecta piel se llenará de estrías.
Afrodita solo arqueo una ceja, negando eso, su omega podría tener marcas, cicatrices, estrías o lo que fuera, pero en ese momento lo encontraba maravilloso, en el pasado le hubiera visto con recelo, al no ser tan hermoso como lo imaginaba, sin embargo, en ese preciso instante, su cangrejo era perfecto para el, tanto que no podría tolerar un segundo de vida sin él.
-Aun con algunos gorditos de más te verías maravilloso Death, especialmente, porque estas marcas significan que te atreviste a dar vida por mi, que toleraste un embarazo por tu alfa y por ello te estaré eternamente agradecido.
Afrodita creía que traicionar a aquel que se atrevía a cerrar los ojos a tu lado, era un acto blasfemo, porque cualquiera que engañara a quien más confiaba en ti, no merecía el aire que respiraba.
-Además, siempre he sido yo el más hermoso de los dos, no sería demasiado diferente en el futuro.
Deathmask como respuesta mordió el cuello de Afrodita, con suficiente fuerza para marcar su piel, algo que no toleraba con los demás, pero con el amaba y se lo demostró, arrebatando un beso de sus labios, empujándolo contra la cama, cayendo en ella de pronto.
-¿Porque no le ponemos un poco de color a ese blanco leche?
Esa pregunta le agrado demasiado e inmediatamente, empujando a su alfa para que sus espaldas estuvieran contra el colchón, sentándose en sus caderas, relamiendo sus labios, quitándose la playera de prisa, tirándola al suelo.
-Me gusta esa idea... cuando dejas marcas en mi piel y te comportas como un salvaje.
Afrodita no se comportaba como un salvaje, era su cangrejo quien lo hacía, pero no iba a interrumpirlo, ni a negarse a recibir sus caricias, desde que supiera que estaba embarazado lo encontraba aun mas hermoso, por lo cual, jadeo cuando Deathmask comenzó a desabrochar su camisa rosa de holanes.
-¿No serás tú quien se comporta de esa forma?
Deathmask comenzó a reírse al escuchar esa pregunta, llevando entonces sus manos a su cinturón, para desabrocharlo, preguntándose porque Afrodita usaba esa clase de ropa tan refinada, llena de botones, con esa fea corbata negra.
-¿Alguna queja con eso?
Por supuesto que no, únicamente deseaba aclarar ese punto, riendo cuando, utilizando la distracción de su omega cambio las posturas en la cama, llevando las muñecas de su omega a la altura de su cabeza, para comenzara besar su cuello, lamiendo el sudor de su piel.
-Así me gusta mucho más...
Deathmask apreciaba demasiado cuando su alfa tomaba las riendas de sus placeres, verle perder el control era adictivo, tanto que solamente podía sonreír con anticipación, sintiendo las manos frías de su alfa recorrer su pecho con delicadeza, lamiendo su cuello, besando su barbilla.
-Me gusta cuando te comportas así de dócil, Death... sabes quien es el alfa.
Deathmask solo gimió cuando Afrodita beso uno de sus pezones, pellizcando el otro con un poco de fuerza, pero sin llegar a ser doloroso, arqueando la espalda cuando comenzó a succionar con algo de fuerza, seguro de que le dejaría un moretón en su pálida piel.
-Te imaginas cómo se verán cuando estén cargados de leche...
Era algo en lo que no deseaba pensar, así que negó eso, sosteniendo la cabeza de Afrodita para llevarla a su costado, para que recorriera su ombligo y después bajara un poco más, deteniéndose en su entrepierna, sintiendo su humedad.
-No... y no quiero hacerlo.
Afrodita solo rió entre dientes, porque el si lo imaginaba y también pensaba en el momento en el que el embarazo de su cangrejo estuviera un poco más adelantado, se viera rebosante de vida.
-Pero yo si lo hago y creo que te verás precioso... simplemente adorable.
Nadie usaba esa palabra con él con justa razón, únicamente su hermosa rosa, que comenzó a mover su lengua como le gustaba, preparándolo para el, aunque no era del todo necesario, les gustaba demasiado entregarse a sus placeres, haciéndole pensar por unos instantes, en alguien más, alguien que no esperaba a que estuviera listo, en el que no deseaba pensar.
-Tan hermoso...
Afrodita al sentir que no actuaba como siempre, que no gemía y no se retorcia en sus brazos, ni al sentir sus caricias, detuvo cada una de ellas, suspirando, comprendiendo bien lo que sucedía con su cangrejo, quien al ver que no pudo mentirle a su alfa, desvió la mirada, al mismo tiempo que su rosa se sentaba en la cama.
-Yo te amo... lo sabes verdad, y no importa que hoy o en este momento no estés de humor... no es sexo lo unico que deseo de ti... Death.
Deathmask asintió, como si no le creyera del todo, pensando en un sujeto de cabellera blanca, con una expresión sádica en su rostro, un hombre demasiado alto, desalmado, al que reconocería en cualquier lugar y se juró a sí mismo, matarlo apenas tuviera la oportunidad.
-Lo siento...
Quiso disculparse, pero Afrodita lo único que hizo fue abrazarlo con fuerza, llevando su cabeza a su pecho, para cerrar los ojos, pensando en lo que le haría al infeliz que daño a su cangrejo, su pequeño e inocente cangrejo, transformándolo en la persona que era en ese momento.
Pensando también en Saga, él fue quien los salvó, a cada uno de ellos les dio la oportunidad para escapar de la vida que tenían en ese momento, la pesadilla que era su existencia, dándole el maravilloso regalo de conocer a su omega, de tener una vida con él.
-No importa... solo trata de pensar en nuestro futuro, en nuestra pequeña rosa... en lo hermoso que será el futuro...
Fueron sus palabras, cubriéndolo con una sábana para ayudarle a dormir esa noche, pensando que Deathmask había tenido un amo, él había sido educado para ser hermoso, no sabía con qué motivo, pero podía adivinarlo, Shura, él no decía demasiado, pero los tres lo habían pasado demasiado mal antes de conocer a Saga, por ende, a su hermano Kanon.
Por los que tenían demasiado miedo, algo sucedía en el santuario y ese algo estaba convirtiendo a dos guerreros poderosos, en dos dementes obsesionados de su vínculo, quitandolos del camino, como se los hizo ver a Milo y Camus.
-Solo duerme un poco...
*****
Alberich a pesar de besarle con esa pasión, le hizo retirarse, con la promesa de volver a verle cuando su mente estuviera un poco más clara, había pasado suficiente tiempo desde esa promesa y en el interior del castillo, le buscaba en silencio, comenzando a sentirse nervioso al no verlo por ninguna parte.
Pensando entonces en su recamara, sin darse cuenta que alguien les observaba, ese era Fafner, que al verle ingresar en la habitación de la amatista, supuso de los motivos detrás de aquella visita, pensando que Alberich era un omega especialmente inteligente, era un buen espécimen, con un linaje adecuado.
Mime por otro lado, el no creía que fuera lo suficiente bueno para él omega más inteligente de Asgard, pero, seguía siendo un omega, Andreas era el alfa más inteligente y él, a pesar de ser un beta, era en realidad el verdadero erudito de esas tierras.
El músico al ingresar en esa habitación, observó a su amatista leyendo un libro, sentado en un escritorio, usando su ropa mundana, no aquella blanca como de un príncipe de cuentos de hadas.
-¿Te tardaste en dar conmigo? ¿Acaso has cambiado de opinión?
Mime negó eso, no había cambiado de opinión y para que se diera cuenta de eso, lo acorraló contra los libreros, arrebatando un beso de sus labios, pensando que Alberich era justo del tamaño adecuado para él, un poco más bajo.
-¿Que clase de loco sería si cambiara de opinión?
Le pregunto jadeando, acariciando la mejilla de Alberich, para poco después despejar su rostro de su cabello, relamiendo sus labios para tratar de besarla de nuevo, siendo rechazado por su omega, que levantó el libro, para que sus labios chocaran contra la tapa del mismo.
-¿Que clase de loco eres si aceptas mi propuesta?
Mime ladeo la cabeza, sin comprender esa pregunta, porque había sido muy claro con su respuesta, le ayudará a tomar el control de Asgard, pero no a matar a la señorita Hilda, ella era una mujer amable, sabía, pero no se atrevía a realizar los actos necesarios para proteger a su población.
-Si por locura te refieres a proteger a mi pueblo, con ayuda del hombre más inteligente de Asgard... si, estoy loco.
Alberich negó eso, esa no era su propuesta, pero, según recordaba Mime, no dijo nada respecto a dejar que asesinara a la señorita Hilda o Andreas, aunque sí prometió a ayudarle a tener poder, a portar la armadura de Odin.
-Eres un tramposo...
Mime se encogió de hombros, no había dicho nada que no fuera a cumplir, pero no dijo que le ayudaría a realizar un golpe de estado, aunque sí protegerían a la población de sus enemigos, del santuario, así como de los enemigos internos.
-Mi padre piensa que habrá una guerra civil, pero si nos adelantamos, podremos evitarlo...
Y él pensaba que de los dos representante de Odin, preferiría que Hilda fuera la única que ostentara ese poder, Andreas no le gustaba demasiado, había algo en el que no encajaba en su historia, nadie podía ser tan bueno como el médico del castillo.
-Pero tu dijiste que no deseabas que nadie perdiera la vida.
En el caso de que tuviera que suceder, prefería proteger la vida de Hilda, algo que pensaba los siete dioses guerreros que portaban un zafiro de Odin, elegirían sin dudarlo, especialmente porque Andreas era mucho más cercano con los que no tenían esa bendición, con aquellos que equivalen a los santos de plata, pero con el poder de santos de oro.
-He llegado a pensar que para hacer un omelette tendremos que romper algunos huevos.
Esa respuesta se ganó un ronroneo de Alberich, quien volvió a besarlo, siendo él quien lo empujó contra el escritorio, apenas unos besos apasionados, después de todo era un omega tachado a la antigua y deseaba llegar virgen a su matrimonio, con el hermoso alfa que fue seleccionado para él.
-Tienes razón... así que no solo eres hermoso, un buen músico, también eres inteligente...
*****
Fafner había recibido noticias demasiado interesantes respecto a Zyd, el desagradable beta de Mizar, quien era el gemelo del omega Bud de Alcor, dos gemelos, un beta y un omega, una suerte impar, porque generalmente cuando eran gemelos nacían siendo betas, o en ocasiones los dos eran alfas o los dos omegas, era raro que uno de ellos fuera de una designación, el otro de una diferente.
Pero deseaba constatar con sus propios ojos, deteniéndose en uno de los balcones del castillo, observando con detenimiento a Zyd y a Bud, los dos eran idénticos, como dos gotas de agua, a su lado estaba Sigmund, el hermano mayor de Siegfried, el esquivo dragón de dos cabezas.
Al que siempre seguía con la mirada, cada vez que podía, ese hermoso dragón sería suyo cuando finalizaran sus estudios, así como el león sería la pareja de Andreas y ese dorado de Surt, quien no lo deseaba, pero si deseaba vengarse por la muerte de alguien más, un ser insignificante en realidad, que no le importaba en lo más mínimo, especialmente porque pensaba que muchos otros desearían tener esa oportunidad, la de escribir su nombre en su objeto de su deseo y no solamente usarla como venganza.
Al menos unos dioses habían acudido con él para ofrecerle sus bendiciones, su lealtad, si esa proeza era posible, la de cambiar el destino de algunas parejas, pero, era difícil saber si eso era posible, en Asgard los destinados eran pocos.
Podía ver como Sigmun sostenía la mano de Bud, que actuaba cohibido a su lado, especialmente cuando Siegfried comenzó a acercarse a ellos, el hermoso dragón que incendiaba su deseo.
Sintiendo de pronto como alguien más le observaba, ese era el hermano mayor, que se daba cuenta que seguía demasiado a su hermano, pero en vez de huir, solo se mantuvo en el mismo sitio, con una mirada torva.
Siegfried sería suyo, y esos dos gemelos podrían serle de utilidad, especialmente el omega con ese nombre escrito en su muñeca, al ser un poco más fuerte, podría verificar que su experimento funcionara como era debido, antes de arriesgar a los demás.
*****
Shura recordaba que Aioria trataba de llegar con su hermano a cada instante y temía que pudieran hacerle daño, ya fuera Saga, el más oscuro o el propio Aioros, que actuaba como una verdadera sombra, aunque algunos pensarían que sería más bien un perro guardián.
E intentó por todos los medios mantenerlo seguro en el Santuario, defenderlo de cualquier acusación, dañando a quienes deseaban hacerle daño, haciendo guardia cuando sus celos comenzaron a ocurrir, pidiéndole a Deathmask que ingresara a su templo, a veces al mismo Milo, o hasta el propio Aldebarán, no quería que lo dañaran, ni se aprovecharan de sus celos.
Pero no le ayudó a rescatar a su hermano, por lo cual se merecía el odio de su león, eso lo comprendía bien y sin embargo, al saber de los planes de otros dioses, de su búsqueda por modificar los hilos del destino, aun en contra de la voluntad de las Moiras, quienes lo sabían todo, quienes eran justas, a pesar de su extraña apariencia, se dijo que no iban a utilizar a Aioria, no iban a unirlo a otro ser que no lo amaba, que no se lo merecía, otro igual a él.
-No me lo merezco...
Se dijo a sí mismo, sin comprender porque trataba de llegar a él, porque escuchaba las palabras del más oscuro, que era una creación de Saga, cuando no soportó la carga emocional de tener que asesinar a su maestro, al patriarca que había actuado como su padre.
Shion era eso y más para los gemelos, para Mu, para ellos no era más que una figura borrosa, una que parecía sufrir una pena interminable, de eso estaba seguro, porque era el mismo dolor que él sentía al saber que Aioria le odiaba.
Quien quiso besarlo, cuando cumplió los quince años, un beso torpe, que él no respondió, alejándose todo lo que pudiera de su lado, tragando un poco de saliva, como en ese momento en que llevaba sus manos a su rostro, para cubrirlo con ellas, escuchando unos pasos, sintiendo un cosmos poderoso.
-¿Qué es lo que sucede caballero?
Esa era una joven de cabellera azul, una muchacha de rostro amable, que le miraba atenta con las manos unidas, esperando por su respuesta.
-¿A ti qué te importa eso?
Lyfia no se sintió insultada al escuchar esa pregunta, solamente le ofreció un pañuelo para que limpiara sus lágrimas, con una sonrisa amable, esperando que aceptara su obsequio.
-Mi omega me odia y desean robarle la facultad para decidir su destino.
Lyfia ladeo la cabeza, sin comprender esas palabras, porque primero decía que era su omega, pero después aseguraba que le querían quitar la facultad para decidir su destino, por lo cual, sentándose a su lado, comenzó a observar el paisaje.
-¿Hablas de Aioria?
Shura jadeo al ver que la muchacha comprendía por quien sufría, a quien había traicionado de la peor de las formas posibles, al creer en las mentiras del más oscuro, que después de matar a su maestro, quiso matar a la diosa Athena, culpando a Aioros por ello.
-Me temo que tiene toda la razón de odiarme, sin embargo, también temo que le quiten la oportunidad para decidir sobre su futuro sí actúan sobre su destino, ignorando a las Moiras, sus decisiones.
Lyfia asintió, pensando en esas palabras, para después negarlas, esas entidades solo veían el futuro, el pasado y el presente, pero según creía eran como la muerte, no tenían control alguno sobre sus destinos, al menos, ellas en su sabiduría no decidían por los mortales, así que los hilos del destino, se tejían por sí mismos, en el momento de su nacimiento o algunos años después.
-Lo entiendo, pero... que vale más, que decidas estar con esa pareja que amas por tu propia voluntad o porque el destino así lo dictó...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero que el capítulo haya sido de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 32: Pesar.
Chapter Text
Pesar.
Alone veía una de las noticias referentes al choque ocurrido en una de las calles de Japón, reconocería a ese bastardo en cualquier sitio, pero cuando debería estar furioso por ver que sobrevivió a ese choque, estaba satisfecho por aquel dolor que podía ver en ese intruso en su paraíso privado.
Revolvía una copa de vino con delicadeza, a su lado estaba su celular de la famosa marca de la manzana y enfrente suyo un lienzo, donde realizaba otra de sus pinturas, en esa obra podía verse al joven skater cayendo con gracia después de hacer una pirueta, al menos, esa era la mitad de su cuerpo, la otra mitad era el juez de las almas.
Como si fueran una dualidad, algo que eran en realidad, levantándose cuando las noticias finalizaron, apagando su celular, caminando hacia el ventanal de su fastuosa vivienda, apenas usando unos pantalones de seda holgados, los que llevaba hasta la cadera.
Podía verse su vello púbico, el cual era negro, así como algunas cicatrices como resultado de su batalla final, aquella que logro sobrevivir, alimentándose del cosmos del dios Hades, sin que este lo supiera.
En el pasado, durante su derrota en las manos de sus viejos amigos, apenas tenía quince años a lo mucho, era un niño idiota que no comprendía lo que significaba el nombre en su muñeca, en el presente su madurez física era la de un joven de veinticinco, el cual tenía alrededor de doscientos años de experiencia, físicamente era tres años mayor que Radamanthys, que ya no era un wyvern, sino un joven común, tan inocente que le daba ternura.
El mocoso estúpido que fue quiso pelear de forma directa, pero el joven derrotado, con apenas la experiencia suficiente, decidió escabullirse en el campo de batalla aprovechándose del caos generado en ese momento, la perdida del pegaso, de la diosa Athena, recibiendo ayuda inesperada de alguien vestido de oro, pensando que actuar como si no existiera más era lo mejor, seguro de que podría recuperar lo perdido desde las sombras, amasar una fortuna y si Hefesto fuera como esos padres tachados a la antigua, le hubiera propuesto un matrimonio arreglado con su pequeño omega.
Alone estaba escondiéndose entre los mortales que tanto despreciaba, pero al mismo tiempo estaba pendiente de todos los sucesos a su alrededor, especialmente aquellos que podían ser el resultado de alguna guerra que se avecinaba o el nacimiento de su omega, aquel cuyo vinculo destruyo el día que decidió enfrentarse a él para defender el honor de su dios Hades, al que deseaba destruir.
Había buscado varias reliquias del pasado, algunas armas de dioses, fragmentos de armaduras, todo cuanto pensara que tenía poder suficiente, libros, pergaminos, secretos de cada uno de los ejércitos, pero en el centro de su colección, había un pedestal de marfil.
Se decía que fue construido con los colmillos de un mamut o de un elefante gigantesco de cuatro colmillos, una especie que ya no existía más, en ella había una jaula creada en oro, metal de meteorito, forjado por alguno de los ayudantes de Hefesto, de sus alumnos o amantes a las espaldas del dios herrero, según se decía.
Esa jaula era pequeña, apenas medía unos treinta centímetros, pero tenía suficiente poder para encerrar a un dios, como la caja de pandora que encerraba el cosmos de los dioses guerreros, pero a diferencia de esa reliquia, las paredes de la trampa creada para encerrar a la misma diosa Afrodita, estaban creadas de amatista, un cristal irrompible, tan duro como el hielo eterno del ataúd de cristal de los santos dorados de acuario o el cristal del dios guerrero de Megrez.
Esa era su posesión mas valiosa, la que veía encantado, con ese hermoso cuerpo mortal que poseía, su cabello era negro como el ala de un cuerpo, sus ojos del mismo color, su piel pálida, pero su musculatura había cambiado, se había ejercitado de forma constante y actualmente podría pelear usando su fuerza física, no solo su cosmos, así como era tan alto como quien fue por un tiempo su omega.
Alone caminaba en silencio, sus manos detrás de su espalda, deteniéndose junto a su jaula, una pieza pequeña, una obra de arte, la que veía con demasiado detenimiento, tocando el cristal con las puntas de sus dedos, en donde podía verse algo parecido a una centella, algo removiéndose en su interior, como si chocara contra esas paredes, eso era un espíritu, un ser inmortal, una parte importante, valiosa, que había arrancado de un mortal de cabello rubio como el sol.
Al que había capturado justo en el momento de su derrota, apenas una parte de la esencia del hermoso Radamanthys, del juez de las almas, que intentaba liberarse chocando contra la amatista, hasta podía escuchar sus gritos de furia, pero no eran más que intentos vacíos por detenerlo, ya estaba en sus manos.
En ocasiones creía que lograba usar el lazo que lo unía con el embaucador, que era el nuevo alfa de su objeto de deseo, a ese general marino de la hermosa apariencia, con esos ojos azules, ese rostro tan perfecto, el que había atormentado las pesadillas de su amado, pero, eran todas esas visiones suyas, juegos que podría realizar con su espectro, cuando pudiera hacerle suyo.
Aquel mortal nacido de un dios le temía demasiado a Kanon, cuando era él quien había creado esas imágenes, esas historias, como un castigo por darle la espalda, sin embargo, el juez de las almas comprendió la verdad y aunque no diría que su alfa era un santo, o un buen hombre, creía que se trataba de un mejor alfa que el.
Podía sentirlo en su prisión de Cristal, de eso estaba seguro, como sabía que usaba ese hilo rojo como medio de comunicación, hablándole a su yo mas joven, que no creería en sus palabras o advertencias, así como a su alfa, que se creía un demente, después de todo, su hermano tenía dos personalidades.
Sin embargo, cortar el lazo sería fácil una vez que ese humano de nombre Fafner completara sus experimentos, aquellos auspiciados por el dios de las mentiras y otros dos más, además de él, por supuesto.
-Eres hermoso... y piensas que puedes escapar de mí...
Alone se acercó un poco más a esa alma prisionera en uno de sus salones de trofeos, observando con detenimiento como a través de las amatistas el cuerpo del juez de las almas, usando su armadura, chocaba contra su prisión.
Una creada con el cosmos de su propio dios, el que con cada momento que pasaba se debilitaba un poco más, como él se hacía un poco más fuerte y podía ver, que su omega, aquel que debía ser su omega en el pasado, lo sentía.
-Pero eso no va a pasar...
La figura en la jaula al verle retrocedió, viendo como Alone ingresaba una de sus manos en esa construcción, como si pudiera tocarlo con ella, pero, repentinamente, un cosmos de color azul lo repelió, haciéndole retroceder.
-No me vas a rechazar Radamanthys...
Y ese alfa no iba a ayudarle, el temía demasiado a la locura para pensar que sus sueños o sus visiones eran intentos desesperados de su omega por llegar a él, justo como sus pesadillas, pero cuando el trataba de dañar el vinculo, Radamanthys de Wyvern, el juez de las almas, trataba de recuperarlo, mantenerlo fuerte.
-El no llegara a tiempo.
*****
Kanon caminaba con esfuerzo, subiendo las escaleras del santuario que daban a la recamara del patriarca, su ropa estaba arruinada, había perdido su sombrero y necesitaba ver al más oscuro, en el que podía confiar ciegamente, no así en su hermano mayor Saga, quien decidió ejecutarlo en el pasado.
No se había fijado que tenía una pequeña herida en su frente, de la cual brotaba un pequeño hilo de sangre, apenas perceptible, pero eso fue lo primero que Saga noto, preocupándose inmediatamente por él, especialmente al ver la apariencia de su traje favorito, aquel que usaba con el sombrero que le había robado.
-¡Kanon!
Kanon volteo a verle, notando que era Saga y no su otro hermano, el que también habitaba su cuerpo, así que desviando la mirada no quiso que revisara el golpe que tenía en la cabeza, ni su ropa arruinada por la tierra y el lodo.
-¿Qué sucedió? ¿Por qué te ves tan triste?
Saga no prestó atención a su renuencia de que fuera él quien revisará sus heridas, limpiando su rostro con un pañuelo, deteniéndose al ver que estaba a punto de llorar, creyendo que tal vez, su omega había escapado o se había quitado la vida en su ausencia.
-¿Dónde está tu omega?
Kanon llevó una mano a su rostro, sin desear pensar en eso, porque la verdad no sabía donde estaba su omega, pero dejó que Saga lo condujera a un sillón, donde le hizo sentarse, hincándose delante de él.
-Le deje ir...
Susurro entonces, mirando a Saga fijamente, sintiéndose demasiado culpable por haber encerrado a Aioros en la maldición del Satán Imperial, por ayudarle a su hermano a recuperarlo, para regresarlo a rastras al Santuario, comprendiendo que sí no podían ser felices era por su culpa.
-Estaba destruyendo su sonrisa, yo... yo no deseo ser el monstruo que piensa que soy, no podría vivir con ello.
Saga sabía exactamente lo que sentía, pero su hermano le dijo que Aioros había sido quien quiso matar a la pequeña Athena, le convenció que estaba salvando la vida de su omega al realizar el Satan Imperial, traicionándolo de esa forma.
-Pero podrías vivir con tu mentira.
Kanon elevo su rostro con cierta extrañeza, sin comprender sus palabras, porque eso era lo que había hecho y esperaba que Saga le dejara ir pronto, para comprender las razones detrás de sus actos, al menos el más oscuro fue lo que le dijo, que su omega quiso traicionar al Santuario y él le creyó a su hermano.
-Me mentiste, Kanon... pero te perdono, se que... de alguna manera trataban de protegerme, como yo nunca lo hice...
Kanon apenas comprendía las palabras de Saga y cuando se acercó más a él, pensó que le atacaría, pero lo que hizo fue abrazarlo con delicadeza, llevando su cabeza a su hombro, para que llorara en este.
-Eres mi hermano menor, eras mi responsabilidad y yo no te cuide como era debido, por eso lo siento...
Saga respiro hondo, pensando en una forma de ayudarle a su hermano, creyendo que esa podía ser traer de regreso a su omega, sin embargo, le había dicho que le dejó ir, por lo cual, al traerlo de regreso a rastras, solamente le haría daño, dificultaría mucho más el que quisiera aceptar su ayuda.
-Realmente lo siento, pero esta vez, seré el hermano mayor que necesitas.
Tras decir aquellas palabras, solamente le sonrió, transformándose en el más oscuro, que al ver las lágrimas del menor, las limpio con gentileza.
-No temas Kanon, estoy seguro de que regresará a ti... en ocasiones necesitas a alguien como nosotros para cuidarte de algo mucho peor.
Esas palabras no le hicieron sentir mejor, apartándose del más oscuro, que le siguió, para abrazarlo por la espalda, pensando que necesitaría un poco de cariño, la clase de afecto que Saga nunca le daba, porque él cuestionaba en ocasiones el actuar del menor, a tal grado que tuvo que condenarlo a muerte, uno de los muchos actos que le dieron vida.
-Pero no eres un monstruo... no somos monstruos... aunque nuestros actos sean cuestionables.
De eso estaba seguro el más oscuro, porque él fue quien mintió al decir que Aioros había sido quien quiso matar a la diosa Athena, Kanon le creyó como el buen hermano que era, quien a su vez contó esa historia a Saga, pero al mismo tiempo le pidió ser gentil.
-Son realizados por amor.
Kanon de nuevo quiso apartarse, negando eso, no importaba cuánto amor sintieran por ellos, no era justo lo que les hacían, además, se sentía como un verdadero monstruo al ver la expresión de terror de Radamanthys, al imaginarla de nuevo, después de verle sonreír de aquella manera.
-Pero no es correcto, no está bien... y apenas me di cuenta.
El más oscuro se molesto por esas palabras, para después sonreírle a su hermano menor, que retrocediendo llevó una mano a su cabeza, odiando lo que había hecho, la forma en que alcanzaron esa paz.
-¿Quieres sufrir el dolor por el cual pasó Shion?
Kanon recordaba el dolor de su maestro, del que sentía como un padre, aquel que se negó a matarlos cuando Dohko deseaba destruirlos, pero aun así, a pesar de las palabras que Shion pronunció para ambos, de la promesa que le hicieron, no estaba seguro que la sangre derramada fuera un acto de justicia como pensaron al principio.
-No... claro que no... pero es aún peor saber que tu omega te odia o te teme...
El oscuro sabía que Aioros le odiaba por haberlo mantenido a su lado tanto tiempo, pero mentirles a ambos era lo mejor que pudo hacer para evitar una pelea de mil días entre ambos, porque Kanon apenas podía perdonarle el que matara a Shion, que siguiera sus órdenes, porque muchos podrían pensar que lo único que deseaba era ser el patriarca, pero estaban equivocados.
-Tal vez lo mejor sea que duermas un poco, Kanon, por la mañana te sentirás mejor, tu viejo cuarto está listo para cuando quieras usarlo.
Kanon trago saliva, negando eso, no deseaba permanecer en ese sitio y aunque, siempre se sentía mejor hablando con el más oscuro, con aquel que pensaba si lo quería, porque no fue quien lo encerró en cabo Sunion para que muriera, en ese momento estaba confundido.
-He tenido visiones... creo que también estoy enfermo, como tu...
Susurro de pronto, rascando su brazo de nuevo, el cual ya había herido a causa de sus uñas, al rascarse demasiadas ocasiones, temeroso de tener una doble personalidad, creyendo que era capaz de herir de esa forma tan horrible a su omega, de la forma en que su amado tenía pesadillas constantes con él, tal vez, eso era lo que el hilo del destino le decía, que era un monstruo, un ser aún peor que en ese momento.
-¿Visiones?
De nueva cuenta Saga regresaba a tomar control de su cuerpo, angustiado por su hermano, pensando que ya era lo suficiente malo tener doble personalidad, pero si su hermano también poseía una, si esta era como la suya, que encerraba todo lo peor que había en él, no sabría qué hacer.
-Lo vi... lo he visto, pidiéndome ayuda... quiere que lo salve... pero no puedo hacerlo, porque ya me tiene miedo y no deseo destruirlo.
Saga se mordió el labio, al pensar en lo que había visto su hermano, creyendo que él nunca había tenido esa clase de visiones sobre Aioros, sino más bien, lagunas, cuando el más oscuro tomaba control absoluto sobre su cuerpo.
-Ven aquí, Kanon... te ayudaré a dormir... yo velaré tus sueños...
Su hermano asintió, recostándose en el sillón, donde Saga se había sentado, usando sus muslos como una almohada, abrazándose a sí mismo, rompiendo el corazón del mayor, que no sabía cómo ayudar a su hermano menor, comenzando a acariciar su cabello con delicadeza, uno de sus ojos pintados de rojo, así como algunas de las cerdas azules eran grises.
-¿Qué haremos?
Saga no sabía que decirle al más oscuro, ni siquiera podía pensar con claridad en ese momento, acariciando con delicadeza la cabeza de su pobre hermano menor, aquel que había esperado con muchas más ansias a su omega, uno que le temía.
-Tal vez debamos forzarlo a regresar...
Pero Saga negó eso, su hermano les odiaría si secuestraban a su omega solo para llevarlo a sus brazos, pero temían que el menor hubiera caído en la locura, como ellos, quienes no sabían dónde empezaba uno y terminaba el otro, quien era el escudo, quien era al que protegían, porque a final de cuentas los dos eran uno solo.
-Kanon no quiere eso, así que no lo haremos...
Sólo debían esperar, ayudarle a Kanon en lo que podían y al mismo tiempo, tratar de proteger a su propio omega, que deseaba matarlos, quien dormía en ese momento, después de jurarle permanecer en ese sitio hasta que el más oscuro desapareciera, sin entender que eran la misma persona, o tal vez si lo hacía, por lo que también mataría a Saga.
-Kanon lo ha pasado muy mal...
Susurro Saga, observando como su hermano dormía en su compañía, su gesto relajado en ese extraño sueño, al mismo tiempo que el más oscuro, le veía desde el espejo.
-Tu también lo hiciste...
Pero él era el mayor, su responsabilidad era cuidar de Kanon, quien actuaba como si fuera invencible, ajeno a toda clase de dolor, pero era el más sensible de ambos, el que deseaba pertenecer a algo, ser diferente, dejar de ser una extensión del Santo de Géminis.
-Pero yo siempre he sido dueño de mi existencia, aun ahora, Kanon usurpa el legítimo lugar de otro soldado, fue criado en las sombras, lejos de todos los aspirantes, se suponía que no podía entrenar por sí mismo, su única tarea es tomar mi lugar, si yo llego a perecer, pero aun así, no sabrán que el existe...
Su omega era lo único que le hacía diferente, pero aun él, quien debería amarlo a pesar de todo, le temía, le odiaba y no deseaba estar a su lado, se dijo con molestia, algo que debían arreglar, pero antes debían encontrar la forma de seducir a Aioros, quien también posee cierta oscuridad, ambos podían sentirla.
-Si tan solo esos dos no nos hubieran creado...
Susurro uno de ellos, o tal vez ambos, aun acariciando el cabello de su hermano menor, que dormía plácidamente, de la forma en que pudo descansar a lado de su omega.
-Pero lo hicieron y no hay nada que hacer.
******
Aldebarán había acudido como lo dijo el día anterior al aserradero, consiguiendo el trabajo de leñador casi inmediatamente, según parecía, siempre se necesitaba de trabajadores poderosos que pudieran hacer el trabajo duro de ese lugar.
Heracles no estaba presente, como lo había imaginado Mu, que usando su cosmos, así como sus habilidades, siguió a su omega hasta ese sitio, deteniéndose en un punto clave, oculto de la mirada de cualquiera, pero admirando la fuerza de su omega.
Notando que en efecto, su omega seguía siendo tan fuerte como en el pasado, porque en un momento, tuvo que quitarse parte de su ropa, su chaqueta, así como su playera, estaba demasiado calmado.
En otro momento Mu estaría muerto de celos, pero en ese instante, no podía dejar de mirarlo, de admirar ese hermoso cuerpo que pudo tocar con sus propias manos, seguro de que esos leñadores podrían desearlo, pero su toro, su omega, no iba a aceptar su coquetería barata.
Su toro seguramente le deseaba tanto como él, solamente se mantenía apartado por temor a ser lastimado de nuevo, por la seguridad de su cachorro, pero no había nada que temer, él cuidaría de su familia, de su esposo y de su pequeño.
-Ya te vi...
Pronunciaron de pronto, limpiando el sudor de su frente, con una expresión de molestia, porque Mu siempre creía que podía escabullirse como si fuera invisible, para estarlo espiando como un pequeño acechador.
-¿Qué estás haciendo aquí?
Mu pensó en mentirle, pero le diría la verdad, ya no podía perder nada más y siempre había sido muy directo en sus intenciones para con él, sin embargo, la respuesta vino en portugués, no quería que nadie entendiera lo que se decían, podría volverse algo bochornoso.
-Deseaba verte, asegurarme de que estuvieras a salvo, pero cuando te quitaste el abrigo y la playera, me fue imposible mirar hacia cualquier otra parte, pero, puedo decirte que tienes razón, sigues siendo tan fuerte como en el pasado.
Aquello lo respondió mostrándole su mejor sonrisa, recibiendo el sonrojo de su omega, que llevó su mano a su rostro, Mu siempre era de esa forma, nunca guardaba las apariencia y siempre le hacía creer que estaba loco o era un pervertido.
-Eres imposible...
*****
-Ya estoy harto...
Pronunció de pronto Albiore, deteniendo su interminable carrera por llegar a la Isla Andrómeda, Misty no sabía en dónde estaban, pero creía que estaban cerca de ese sitio o tal vez, era la Isla de la Reina Muerte o cualquier clase de isla, para lo que le importaba.
-Tienes razón, este sol es insoportable.
Se quejó llevando una mano a su frente, como para cubrir sus ojos del sol, observando a Albiore, quien comenzó a quitarse la armadura, haciéndola sonreír, pensando en algunas cuantas actividades que podían realizarse en playas como esas.
-Me gustaría tener una cita primero, pero seguiré el paso que tu desees, Albio...
Albiore interrumpió sus palabras en ese instante lanzando una piedra con el pie, como si fuera un balón, respirando hondo, pensando que si esa lagarto, esa lagartija rubia no deseaba dejarlo en paz, le obligaría a ello.
-¡Qué demonios te pasa!
Se quejo Misty llevando una mano a su mejilla, completamente ultrajado, habían cortado su rostro, su hermoso rostro, sin ninguna clase de provocación, como si Albiore fuera un demente o un salvaje, un bárbaro sin modales, algo nada divertido.
-¡Quítate la armadura!
Misty negó eso, llevando una mano a su pecho, no iba a quitarse su armadura, él se la había ganado y era demasiado pronto para una primera cita, si nadar por horas podría considerarse algo parecido a una cita.
-Es demasiado pronto para la primera cita, no soy tan fácil como dicen.
La verdad no entendía porqué estaba tan enojado, pero esquivó a tiempo el golpe de Albiore, quien no usaba su cosmos, no haría trampa, pero si utilizaría sus puños, para cerrar esa boca y aplastar al lagarto.
-¡O no te la quites! ¡A mi me da lo mismo, hijo de puta!
Misty respondió esquivando otros golpes, otros intentos por hacerle daño, relamiendo sus labios, usando su cosmos, sintiendo entonces una patada en su muslo, la que pudo derribarlo en el suelo, pero el giro varias veces, esquivando varios pisotones.
-Si esto es lo que significa coqueteo para ti, creo que estás loco, pero es muy sexy.
Albiore con cada palabra pronunciada por los labios de Misty se enojaba un poco más, tanto que comenzaba perder el control de sus emociones, sosteniendo al molesto alfa del cuello, como si quisiera rompérselo.
-¡Guarda silencio, con un demonio!
Misty al escuchar esas palabras, como si no las entendiera, se relamió los labios, desviando ligeramente la mirada, para después usando una de sus piernas hacer que ambos cayeran al suelo, el sobre el cuerpo de Albiore, que le miraba perplejo.
-¿Estás muy feliz de verme o eso duro es tu armadura?
No estaba usando su armadura y tampoco estaba feliz de verlo, así que inmediatamente golpeó su frente con la suya, logrando que ese endemoniado alfa se quitara de su cuerpo, respirando hondo.
-¡Más te vale guardar silencio!
Misty, que estaba sentada cerca del cuerpo de Albiore, quien notaba algo que el santo de plata con el cosmos de un santo dorado no, llevó un dedo índice a su cuello, pensando que su cercanía lo estaba afectando más de lo que pensaba.
-¿O si no que? ¿Volverás a golpearme?
Albiore hizo justamente eso, logrando que esta vez, para su horror y diversión un pequeño hilo rojo resbalara por su barbilla, el cual relamió de forma coqueta, utilizando esa cercanía para besarlo con fuerza, rodeando su torso con sus piernas, así como su cuello con ambos brazos, hasta que escuchó un gemido de su omega.
-¿Qué demonios fue eso?
Misty se apartó apenas lo suficiente, relamiendo sus labios, esta vez, sí quitándose la armadura, para mostrar su hermoso cuerpo, era un alfa como ningún otro y podía darle a Albiore lo que él deseaba, y creía que eso era, tratarlo como algo digno de seducir, algo hermoso que debía ser protegido, cuidado así como consentido, no todo el tiempo tenía que ser fuerte.
-Tu celo está cerca, debemos apresurarnos a llegar a esa isla tuya, así que no tenemos tiempo para esta clase de juegos previos, no quiero que cualquier espectro, marina o lo que sea pueda hacerte daño.
Esta vez utilizó un tono de voz demasiado frío, demasiado seguro, levantándose del suelo para ofrecerle su mano, algo que Albiore rechazó, pensando que si se estaban tardando tanto, era porque él los estaba haciendo perder tiempo.
-¡Sí vuelves a decir algo con esa bocota tuya, te partiré a la mitad!
Misty únicamente comenzó a reír, recogiendo su cabello en una coleta, para comenzar a dirigir ese largo e innecesario viaje, únicamente, porque parecía que Albiore deseaba llegar a la Isla Andrómeda antes de su celo y el también esperaba que eso sucediera.
-Promesas, promesas...
*****
Aioria no permaneció demasiado tiempo a lado de Andreas, no estaba de humor para tener compañía desde la llegada de Shura a ese sitio, ni tampoco deseaba sentirse celoso de la suerte que poseía Mu, quien parecía poco a poco se ganaba de nuevo a su omega, cuyo hijo le adoraba.
En cambio él estaba solo, tratando de beber un trago o dos en la taberna, escuchando de pronto el sonido de una pelea, alguien más trataba de seguir bebiendo, un hombre de cabellera negra, que ya estaba demasiado borracho.
-Ya bebiste demasiado, además, aquí no son bienvenidos los espías.
Shura simplemente lo ignoro, bebiendo de un solo trago el tarro de hidromiel, azotandolo contra la barra de la cantina, esperando que solo así pudieran servirle mas licor.
-Dame más licor a menos que quieras que cruce la barra y me lo sirva yo solo.
El aldeano negó eso, pero sirvió más hidromiel, ya sabía la clase de demonios de los que se trataban esos soldados, así que lo mejor era obedecer, especialmente con Heracles y Thol lejos de su taberna.
-Espero que te sepa a vinagre.
Pronunció el tabernero, escupiendo en la bebida con molestia, viendo como Shura se levantaba de su asiento, sin embargo, Aioria que no iba a permitir que el Santuario fuera denigrado por nadie y tambien creía que su viejo alfa estaba haciendo el ridículo, detuvo al santo de capricornio, sosteniéndolo del brazo.
-¡Ya basta! ¡Estás haciendo el ridículo!
Shura al verle solamente retrocedió, desviando el rostro hacia otra dirección, deteniendo sus intentos por pelear inmediatamente, frente la mirada asombrada de cada uno de los presentes.
-Te llevaré a tu casa, para que se te baje la borrachera.
Shura se encogió de hombros, dejando que Aioria le ayudará a caminar, sin recordar donde se suponía que vivía, cerrando los ojos, admirando el aroma natural de ese hermoso león adulto, con una melena radiante, su calor y su fuerza.
-No me moleste en saber dónde estaba.
Aioria no iba a dejarlo solo en la calle, no quería problemas y no le gustaría que Shura sufriera hipotermia por esa locura, pensando que jamás le había visto borracho en toda su vida.
-Sígueme...
Shura asintió, eso haría, aunque Aioria no lo quisiera, él siempre estaría a su lado, cuidando cada uno de sus pasos, alejándolo del peligro.
-No quiero que deshonres al Santuario con tu estúpida actitud.
Pronunció molesto, para que Shura no se diera ideas extrañas, sosteniendo su cuerpo para que no cayera a causa de la torpeza de sus pasos.
-No puedo creer esto...
*****
Muchisimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero que este capitulo sea de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 33: Tregua.
Chapter Text
Tregua.
Saga abandonó a Kanon en el sillón, después de cubrirlo con una frazada, regresando al cuarto de Aioros, observando a su omega sentado en un sillón que sabía que era muy cómodo, también tenía su aroma.
El también dormía plácidamente por lo que podía ver, así que trato de acariciar su cabello con las puntas de sus dedos, con demasiada delicadeza, notando como su omega se recargaba contra él, como buscando su calor.
Saga tenía en ese momento un ojo rojo y parte de su cabello era como cenizas, su omega de estar despierto lo notaría, se dijo en silencio, acariciando su mejilla en ese momento, relamiendo sus labios, pensando en lo que se sentiría si besara sus labios en ese instante de paz, pero no lo hizo.
En vez de eso, él mismo se agacho a los pies de su omega, para abrazar sus rodillas, deseando dormir con su cabeza recargada sobre sus piernas, sintiendo como Aioros se movía, jadeando su sorpresa, para después acariciar su cabello.
No podía ser ajeno a las hebras grises de su cabellera por lo cual, se preguntaba porque era tan amable y delicado con él, porque razón estaba recorriendo su cabello con sus dedos, sin alejarlo de su lado, pensando que se trataba de un demonio o de un poseído, algo que la mayoría creía, todos, menos su hermano menor.
-¿Me tienes miedo?
Esa pregunta era absurda, era un guerrero, no había razón alguna para tenerle miedo por lo cual, negó eso, besando la mollera de Saga, una caricia casta que esperaba le tranquilizara un poco.
-No, yo no tengo miedo.
Saga podía ser feliz al escuchar esa respuesta de su omega, que cerrando los ojos quiso descubrir cuál era ese otro aroma que ensuciaba el de su alfa, ese perfume era de otro de su clase, un alfa, un soldado demasiado parecido a su compañero, eso significaba que su hermano estaba o estuvo a su lado en algún momento de ese dia.
-¿Me odias?
Aioros al escuchar esa pregunta fue un poco más difícil para él tener una respuesta, no creía odiarlo, pero estaba demasiado molesto con él por los actos realizados en estos últimos años, por provocar que su hermano se marchara del Santuario, pero sobretodo, por no liberarlo mucho antes del Satán Imperial.
-No te odio a ti, aunque... pienso que si odio a tu hermano, sin él, tú no te hubieras corrompido, yo no hubiera sido encerrado en mi propio mundo y todos los sucesos detestables de estas guerras no hubieran ocurrido, porque a pesar de la paz que reina en estos momentos, hubo guerras que ustedes provocaron.
Saga no entendía esas palabras, su hermano salvó su vida cuando él quiso matarlo, su hermano le convenció de mantener la paz con la cual soñaba Shion y fue también Kanon, quien le había dado su apoyo durante todos esos años, a pesar de que quiso ejecutarlo, a pesar de que parecía que su favorito era el más oscuro, ese que no tenía otro nombre más que Saga, porque eran la misma persona.
-Y siento demasiada pena por aquel que dicen es su omega, estar emparejado con un monstruo... nadie merece una condena como esa.
Saga de nueva cuenta no defendió a su hermano, permitiendo que Aioros acariciara su cabeza con delicadeza, sin saber que Kanon estaba despierto y les miraba por el rabillo de la puerta, sintiéndose un intruso.
-Kanon destruye todo lo que toca.
Aioros conocía de su existencia, Saga se los había dicho en más de una ocasión, el nombre de su hermano pequeño, el que siempre estaba enojado y los observaba como si fuera un mirón, que decía hablaba mucho con él, pero eso no era cierto, Kanon con quien conversaba era con el más oscuro, el demonio utilizando el cuerpo de su alfa, que sin este, sería un hombre perfecto, un hombre amable.
-Tu eres muy diferente a él...
También pensaba que era mucho más fácil culpar a Kanon de los pecados de su alfa, de haberle hecho caer tan bajo como lo hizo, al decirle sus planes, al compartir su forma de ver el futuro, una paz pavimentada con las vidas de algunos soldados, hombres inocentes como lo fue Shion.
-Tal vez no lo soy... tal vez, Kanon se parece a mi.
Aioros no quiso pensar en esa posibilidad, lo único que deseaba era tener un poco de paz, un poco de tranquilidad, ignorar los sucesos transcurridos por estos últimos años, cerrando los ojos, para quedarse en compañía de Saga, durmiendo con él en su regazo, ajeno al mundo y a los problemas que le acogian en silencio.
-Solo duerme Saga... se que no has conciliado el sueño en mucho tiempo.
Saga así lo hizo, pero no el más oscuro que pensando en las palabras de Aioros, no le agradaron demasiado, porque no le gustaba la forma en que culpaba al menor, liberando al mayor de cada uno de sus pecados, como si pudiera separar a Saga y a él mismo en dos entidades diferentes.
-¿Piensas que si duermo algunas horas me será más fácil controlar al más oscuro?
De eso estaba seguro Aioros, sin contar que no deseaba saber nada de esa entidad, mucho menos de Kanon, en quien recaia todo su desprecio, no así Saga, que era su amado alfa, perfecto en todo sentido.
-Se que si duermes, descansaras un poco y necesitas descansar Saga...
El más oscuro asintió, cerrando el tambien los ojos, pensando que eso era demasiado agradable, observando el nombre escrito en su muñeca, él que era el mismo nombre de la muñeca de Saga, ese era Aioros, el arquero era su omega, el destino asi lo habia dictado y pronto sus corazones eso desearían.
-Tú también necesitas dormir Aioros...
Susurro con un tono de voz bajo, escuchando una risa clara de Aioros, que pensaba que si, en efecto necesitaba descansar, pero sus heridas ya estaban casi curadas del todo, debido a su cosmos, al poder recorriendo su sangre, sus células.
-Entonces, durmamos los dos...
Aioros se levantó entonces, ofreciéndole su mano a Saga, para que le siguiera a la cama, donde pensaba dormir algunas horas, descansar un poco, para recibir un nuevo dia y preguntar sobre su hermano menor, Aioria, el que estaba en Asgard, en algún sitio de ese lugar como perdido en el tiempo.
-Ven conmigo, Saga.
Saga se levantó para seguir a su arquero, acostándose a su lado, para recargar su cabeza cerca de su hombro, sintiendo como Aioros le abrazaba con delicadeza, cerrando los ojos, pensando que se trataba de esos dos años a su lado, los que estuvo consciente, los que le hacían aceptar con tanta facilidad a su alfa, que solamente le abrazo de esa forma que tanto le gustaba.
-Aioros...
Susurro una última vez, durmiendo a su lado, ambos perdiéndose en los brazos del sueño, que les arrullaba con la luz de la luna iluminando sus cabezas, dándoles un aura etérea.
*****
Radamanthys veía el video de la caída de Kanon una y otra vez, demasiadas veces, cada ocasión llevando una mano a su boca, angustiado por su seguridad, aunque pensaba que debería estar contento, por cómo se veía ese choque, muchos pensaban que para ese momento ya estaría muerto, pero él comprendió la verdad, un golpe como ese no le haría daño.
-Kanon...
Susurro llevando una mano a su muñeca, cambiando inmediatamente el video por cualquier otro, observando entonces una noticia, sobre una exposición de un pintor famoso, que acababa de llegar a la ciudad, abriendo los ojos como platos, haciendo un acercamiento al rostro de ese sujeto.
Era el mismo del parque, el pintor al que le dio unas monedas, el que debía ser unos dos o tres años mayor que él, casi de su estatura, un poco más delgado, pero parecía que hacía mucho ejercicio, lo suficiente como para defenderse de un asalto o cualquier cosa parecida.
Al verle, tuvo curiosidad y pensó que lo mejor era salir unos momentos, aprovechando la hora, que su omega generalmente trabajaba a esa hora del día, bajando las escaleras de prisa, deteniéndose de pronto a la mitad, escuchando unas voces, era su omega y alguien más.
Su padre sostenía una bebida en su mano, sonreia como no lo hacia en mucho tiempo, su invitado hizo que su corazon casi se le saliera del pecho, era un sujeto alto, de cabello negro como el ala de un cuervo y ojos rojos, inyectados de sangre, pero aquello que le aterro fue su rostro, era casi identico a Kanon, aunque el era definitivamente mayor, ademas, de no tan atractivo como el demonio al que estaba atado.
-Tu debes ser Radamanthys... Hefesto me ha dicho mucho sobre ti.
Radamanthys observó a su omega como si le hubiera crecido otra cabeza, desde la muerte de su padre en un accidente de caza no había llevado a nadie su mansión, ni salido con cualquiera, sin embargo, allí estaba con ese extraño invitado.
-Valentine me está esperando no muy lejos de aquí...
Pronunció con suficiente seguridad, esperando que su omega le creyera, como en el pasado, antes de salir en busca de gloria y un poquito de libertad, pero quien parecía no creer en sus palabras era el acompañante de su omega.
-Saldremos a patinar un poco y después, regresaré... prometo no llegar antes de las siete u ocho de la noche.
Eso significaba que deseaba salir todo el dia, penso Hefesto, que por un momento quiso llamarle a Valentine para asegurarse que eso fuera cierto, sin embargo, decidió no hacer algo como eso, creía que ser tan sobreprotector con su cachorro le empujó al ejército del dios Hades.
-Podría llevarte... tengo mi auto aparcado fuera, no me molestaría en lo absoluto.
Radamanthys negó eso, bajando las escaleras, no deseaba saber nada de ese sujeto, por lo cual solo apresuro el paso, deteniéndose en la puerta, esperando la respuesta de Hefesto, que solamente le sonrió, colocando una mano en el hombro de Ares.
-Puedes ir, pero... solo cuídate, y si necesitas cualquier cosa, por favor llamame.
El joven rubio asintio, dando los ultimos pasos hasta llegar a la calle, suspirando cuando no lo detuvieron, relamiendo sus labios antes de observar de nuevo su celular, con la noticia de la exhibicion de arte, a la que no deseaba ir, pero acudiria al parque para ver si podia ver al extraño de cabello negro, pedirle perdon por lo de las monedas.
-Eso fue fácil...
Susurro para si mismo, dejando la patineta en el suelo para comenzar su viaje, aun pensaba en la forma en que habían atropellado a Kanon, en las explicaciones extrañas que dieron algunos individuos en la página de vídeos roja, como algunos aseguraban que una sombra oscura provocó el accidente, como si la muerte deseara llevarse a ese hombre tan hermoso.
A quien ya buscaban, creyendo que necesitaba atención médica inmediata, porque creían por la forma en que salió disparado, que tendría daños internos, tal vez hemorragias internas y preguntaban en la red si alguien sabía algo de él.
Radamanthys esperaba que nadie los hubiera grabado cuando salieron en la nieve, a ese costoso parque, con sus aguas termales, donde fueron interceptados por Valentine o peor aún, en ese zoológico al que habían acudido, porque en ese caso, en algunos videos o fotografías estaría su rostro, no quería que lo molestaran por ese accidente.
El joven rubio llego al parque, pero estaba completamente solo y en silencio, como si no hubiera ni un alma en ese sitio, por lo cual, comenzó a patinar, pensando que solo tenía buena suerte, sin darse cuenta que el pintor, que le había estado esperando, se materializaba como si estuviera creado con sombras.
Admirando sus piruetas un rato, esperando el momento justo en el cual pudiera hablarle, sin embargo, Radamanthys fue el primero en verle, asustandose de pronto al notar que ya estaba demasiado cerca, pero esta vez no cayó de su patineta.
-¡Dioses! ¡Me diste un gran susto!
Se quejó demasiado molesto, llevando una mano a su pecho, para observar al pintor de nuevo, quien portaba un traje sastre, como si fuera a acudir a una fiesta de gala, ofreciendo una mano.
-Tengo que acudir a una fiesta y pensé que te gustaría ser mi invitado de honor...
No estaba vestido con ropa elegante ni nada parecido, por lo cual quiso negarse al principio, sin embargo, el pintor insistió de nuevo, haciéndole una señal a su chofer, un sujeto de cabello rubio, que traía consigo un antifaz dorado y un traje sastre del mismo color que aquel que usaba Alone.
-Yo...
Si antes no estaba seguro si debía negarse, en ese momento estaba seguro, por lo cual negó varias veces, llevando su mano a su muñeca con el nombre de Kanon en ella, sintiéndose hasta cierto punto asustado.
-Estoy esperando a alguien, así que no... no creo que sea una buena idea.
Y sin más, utilizando su patineta decidió escapar de ese lugar, a toda prisa, buscando su celular, para llamarle a Valentine, esperando que su viejo amigo quisiera socorrerlo, sino, si acaso no podía contactar a Vale, entonces, le llamaría a su omega para que pasara a recogerlo a un sitio donde antes le gustaba perder el tiempo, esperando que aun estuviera abierto, que hubiera mucha gente.
-Vamos... vamos... contesta...
*****
Kanon estaba comprando algunas prendas nuevas, en ese momento se las estaba probando, este era un traje blanco, le gustaba demasiado usar prendas de ese color, su playera era negra con algunos dibujos dorados y guantes negros, creía que se veía apuesto, aunque extrañaba su viejo kimono, así como el sombrero robado a Saga.
Su mirada estaba fija en el espejo, pero de pronto se poso en un maniquí vestido con un traje sastre simple, de color gris, su cabello era rubio y sus cejas parecían unidas, pero solo era un reflejo o una sombra se dijo a si mismo, tratando de ignorarlo de nuevo.
No obstante, de nuevo le miró como perdido, imaginando que ese cuerpo era el de su omega, su rostro mirándolo fijamente, con una expresión diferente a la anterior, no sabía si angustiada, pero no parecía demasiado feliz.
-Kanon...
Pronunció como si estuviera de pie en ese sitio, como si se tratase de un modelo de pasarela, mirándole fijamente con esos bonitos ojos maravillosos, haciendo que retrocediera asustado, era imposible que su omega estuviera allí, no era más que una alucinación y como decía Aioros, destruía todo cuanto tocaba.
-Es el... me ha encontrado...
Kanon observó en todas direcciones, e intentó marcharse, llevando sus manos a sus oídos, como si quisiera silenciar sus palabras, sin saber que hacer, porque podía ver que esa imagen iba cambiando de maniquí el maniquí, hasta que le vio de frente, con una postura casi angelical, como si quisiera acariciar su mejilla con sus manos de cerámica o yeso.
-Tienes que ayudarme...
Radamanthys había rechazado a Kanon, no era más que una alucinación y aun así, no podía hacer nada más que verle en esa estatua, como sobrepuesto, como si se tratase de una alucinación que apenas podía comprender.
-Eres mi única esperanza.
Kanon relamió sus labios, llevando su mano a su muñeca, desde hace pocas horas había dejado de doler, como si Radamanthys le aceptara un poco más, pensando que tal vez lo mejor era ir a darle un vistazo, si estaba a salvo, si parecía que lo estaba pasando bien, le dejaría solo, si en realidad lo necesitaba, le ayudará, sin pedirle nada a cambio, solo deseaba mantenerlo seguro, tal vez, demostrarle que no era un monstruo.
-Solo será esta vez... solo esta vez y ya... lo dejaré en paz...
Se prometió, pensando que sería tan fácil encontrarlo como lo fue en el pasado, después de su captura en el Inframundo, cuando su armadura se perdió, como si nunca hubiera existido, algo que no comprendía del todo, pero no le importo en su momento, porque Radamanthys estaba a su lado, su omega dormía en su cama y eso le hacía feliz.
-No me necesita... él no me necesita...
*****
Mu no dejaba de pensar en las palabras pronunciadas por Shura, al mismo tiempo que observaba a su omega realizar su trabajo, escuchando unos pasos, ese alguien era pesado y creía saber quién era esa persona.
-Así que tu eres el alfa del que hablabas cuando...
Mu le observó de una manera, que le dejó claro que si volvía a pronunciar cualquiera de las palabras que dijera sobre su omega en esa taberna le ocasiona demasiado dolor, pero Heracles no había llegado porque deseara a su esposo, tampoco le ofreció un trabajo por esa razón, su corazón latía por alguien más, aunque no era correspondido.
-Actuando como un acechador no le hará sentir amado, me atrevería a decir que...
Mu ladeo la cabeza, pensando que ese beta había sido lo suficiente claro, le gustaban las parejas grandes y deseaba a su omega, pero trataba de no pensar en esas obscenidades, ni en como las dijo, porque de recordarlo únicamente tratará de lastimarlo, no físicamente, pero sí usando sus paredes de cristal.
-Le harás sentir que es un objeto... algo parecido a una cosa, más que tú omega.
Heracles había tratado de llamar la atención de quien deseaba con esas palabras, una ridícula forma de hacerle sentir celos, pero era demasiado ridículo, sabía que nunca le corresponderá.
-Tal vez algo de lo que hacía ese supuesto anciano maestro le agradó lo suficiente para llamar su atención, y no creo que eso haya sido seguirlo a todas partes, acechando como un pervertido.
Mu desvío la mirada, pensando que en el pasado, durante sus primeros años fue mucho más sencillo, el destino los deseaba juntos y él sabía que Aldebarán sería su omega, le quería mucho, lo encontraba muy divertido, además, creía que él comprendía lo que sentía de vez en cuando, en la soledad de sus templos.
-Tu como llegarías a él... si no quiere prestarte atención cuando estamos juntos.
Le permitiría estar con ellos, para cuidar de Kiki, pero eso aparentemente no significaba que Aldebarán respondiera a su coquetería o a sus juegos, aunque no le molestaba recibir su atención, de eso estaba seguro.
-Saldría a beber con él, practicaba con él... tal vez alguna clase de partida de algo...
En ocasiones les gustaba bailar juntos, escapando del Santuario, según creen, pero Shion les dejaba ir, eran una pareja destinada después de todo, pero eso estaba fuera de su alcance por el momento.
-No eres tan malo como lo pensaba.
Heracles asintió, cruzando sus brazos delante de su pecho, observando como estaba en lo correcto, Aldebaran podía destrozar árboles con las hachas, aun sus puños, si eso era lo que deseaba y le serviría para practicar, seria una desgracia que perdiera su fuerza.
-Lo tomaré como un halago...
*****
Shura despertó algunas horas después con el peor dolor de cabeza de su historia, la luz le molestaba, su boca le sabía como la muerte, pero había algo que la ayudaba a tranquilizarse, eso era el aroma de Aioria, este inundaba esa habitación y podría jurar que podía escuchar el latido de su corazón en ese sitio.
-Al fin despiertas... Shura.
Shura no quiso verlo, en vez de eso desvió la mirada en otra dirección, enfocándose en el techo, pensando que Aioria lo echaría de allí muy pronto, recordando las palabras del más oscuro, quien pensaba que algunos dioses no estaban dispuestos a seguir el destino, ellos deseaban cortar los lazos que unían a ciertas parejas, uno de esos hilos, por ejemplo el suyo.
-Siento hacer el ridículo... yo...
Aioria le había escuchado hablar en sueños, inconsciente, demasiado angustiado y deseaba saber que era todo eso que dijo, creyendo en sus palabras, porque era un sonámbulo, estos no mentían.
-Dijiste muchas cosas... en tus sueños...
Shura jadeo, porque no recordaba exactamente que le había dicho, que tanto dijo, si hablo lo que sabía sucedería con los hilos del destino, que ponen la vida de las parejas en peligro y le robarían la voluntad a varios de los afectados o por el contrario, hablaba de lo mucho que le dolía perderle.
-Siento lo que dije... no es justo para ti... que te haga esto...
Eso era cierto, no era justo para el que llegara de pronto y se sintiera con la obligación de socorrerlo, cuando no se lo merecía, no después de todo el daño que había hecho a su hermano, a él, sin embargo, se preguntaba si era cierto que se mantuvo con los brazos cruzados o hizo todo lo que pudo por ayudar.
-Tienes razón, si tuvieras un poquito de decencia, jamás hubieras hecho esto, no llegarias a poner mi vida de cabeza... pero tu eres el alfa que me tocó, porque tengo justo la suerte de mi hermano, un mal alfa, porque seguramente hay algo lo suficiente malo en mi, para atraerte.
Shura negó eso inmediatamente, el joven león era como el sol, como una mañana de primavera, en cambio el era oscuridad, él era fango y sombras, pero aun asi, como lo dijera su omega, era demasiado egoísta para hacerse a un lado, aunque el posible alfa fuera una mejor persona que él.
-Se que soy un monstruo, que no te merezco... pero te amo, yo... yo estaría perdido sin ti, Aioria, por favor... solo dame una oportunidad, solo dame una pequeña y diminuta oportunidad para demostrarte que puedo ser lo que tu deseas, puedo ser un mejor alfa... puede ser aquel que pensaste que yo era.
Aioria ladeo la cabeza, cruzando sus brazos delante de su pecho, sin saber que decirle, pero por el momento deseaba escuchar que tenía que decirle respecto a todo lo pronunciado en su inconsciencia.
-No pienso darte una oportunidad, no te la mereces...
Pronunció con un tono de voz que casi era frío e hiriente, pero así no era él, sin embargo, Shura jadeo, llevando una mano a su boca, como si no quisiera que le escuchara llorar, partiendo su corazón con ese gesto.
-Primero quiero saber lo que dijiste en el sueño, eso... eso no me hará perdonarte, pero tal vez... pueda llegar a creer que no eres un monstruo del todo.
Aioria al ver como temblaba quiso ir con él por unos momentos, nunca le había gustado hacerle daño a nadie, aunque estos se lo mereciera, sin embargo, luchó con todas sus fuerzas para mantenerse quieto en esa silla, algo lejos de la cama donde se encontraba Shura.
-Todo lo que dije fue cierto... completamente cierto...
Fueron sus primeras palabras, deteniéndose de pronto al pensar que Aioria querría marcharse, pero se mantuvo allí, mirándole fijamente, ya no era el pequeño indefenso que protegió durante años en el Santuario, sino un guerrero, de su mismo cosmos, de su misma estatura, ya no le necesitaba para nada.
-Se que no me necesitas, que no deseas más que venganza por lo sucedido con tu hermano, pero cada instante de mi vida después de obedecer las órdenes del patriarca, de dejarlo a su suerte, me he arrepentido por ello, por no escuchar lo que tenía que decir.
Especialmente porque no lo mataron como hubiera sido lo correcto con un traidor como lo era Aioros, tras obedecer sin pensar en lo sucedido ni en las implicaciones que sus actos le traerán al pequeño Aioria y en ese momento dudaba, cómo se preguntaba todas las noches, porque razón lo hizo.
-Yo creía que la fuerza era la verdadera razón para seguir a un soldado, no mentiré diciendo que no era más que otra víctima de las mentiras de Saga, pero no sabía lo que harían con tu hermano, con su guardaespaldas...
Aioros protege en esa época a Saga como si fuera su mundo y al intentar apartarlo de su lado, seguramente querría dañar a quien lo hiciera, eso sería su omega de ojos azules, que le miraba impávido.
-No puedo dejar de pensar en el daño que les hice y quiero ayudarte a salvarlo, pero... pero lo otro también es cierto...
Aioria deseaba destruir su vínculo, aunque le doliera demasiado a Shura, pero, se preguntaba por los demás omegas y alfas, los que tenían aquello que deseaban, si esos hilos podrían forzarlos a separarse de sus amados, qué pasaría entonces con Milo o con Aldebarán, con los omegas que había en Asgard.
-Alguien busca la forma de manipular los hilos del destino, mover a sus víctimas como si fueran muñecos, robarles el libre albedrío...
Shura sabía o presentía que él sería uno de los que perderían a su omega, pero eso significaba que Aioria sería utilizado por algún dios, por algo ajeno a su voluntad y no podía permitirlo, porque tendría el mismo destino que Aioros, pero en este caso, no habría forma de escapar de esa condena con la muerte de alguien más.
-Tu eres uno de los que buscan y se que no merezco ni siquiera respirar el aire que respiras, pero tu no te mereces ser utilizado por los dioses.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, adoro recibirlas. Las parejas destinadas tienden a estar juntas, pero no de la forma que ellos mismos imaginan, sin embargo, aún falta demasiado para que logren cumplir su destino. SeikenNJ.
Chapter 34: Promesa.
Chapter Text
Promesa.
-Supongo que es momento de marcharme.
Shura pronunció llevando una mano a su cabeza, la que le dolía demasiado, e intentó ponerse de pie, sin embargo, Aioria lo detuvo sosteniendo su hombro, mirándole fijamente con una expresión fría, tratando de no mostrar sus sentimientos, pero eso no llegaba a sus ojos, estos brillaban demostrando sus emociones, no deseaba que se marchara de allí, estaba muy preocupado por él.
-Hice algo para desayunar... porque no comes antes de irte.
Shura asintió, desviando de nuevo la mirada, algo que era sumamente raro en él, escuchando un suspiro del joven león, que era cuatro años menor que él, apenas un niño cuando su hermano cayó en las manos de Saga, del cual se hizo responsable.
-No creo que sea correcto... que tal si Mu regresa y...
Aioria comenzó a reírse, con Aldebarán en ese sitio, en Asgard, era prácticamente imposible que su aliado se apartara de su lado y si su compañero había decidido vivir apartado, encontrará la forma de hacerse un espacio en su vida, al menos, eso pensaba, porque Mu era un estratega perfecto, además de infalible, cuando se lo propone.
-Mu no perderá tiempo conmigo si tiene la oportunidad de estar con Alde, siempre lo ha querido mucho y se que fue un infierno para él estar apartado de su familia.
Shura asintió, tratando de levantarse, dándose cuenta que sus ropas del Santuario no estaban presentes, aunque sí había algunas prendas mucho más acordes al clima en una silla, las que Aioria había conseguido de su propio guardarropa, era la ropa más grande que tenía en su vestuario.
-Es mía, creo que te quedará bien, aunque después puedes conseguir algo mejor que eso...
Shura negó eso, sin atreverse a decir demasiado al respecto, usar ropa de Aioria le parecía una opción maravillosa y se controlo de no llevarla a su nariz para apreciar el aroma de su omega con mayor detenimiento, sin embargo, cuando Aioria salió para darle privacidad, eso fue lo primero que hizo.
-Aioria...
Al mismo tiempo que Aioria veía su muñeca, diciéndose a si mismo que debía odiarlo por lo sucedido a su hermano, que no debería brindarle ayuda, pero aun así, no pudo dejarlo solo en esa taberna buscando pelea, consiguiendo que lo encarcelaran en las heladas celdas de Asgard, a pesar de todo no deseaba que nada malo le pasara a Shura.
-Maldición...
Volvió a quejarse molesto por ayudarle a Shura, observando en un rincón las ropas que usaba antes de eso, las que por un momento pensó en recoger, pero no lo hizo, como si estuvieran contaminadas con un aroma especialmente inmundo, sin embargo, era lo contrario, era lo más exquisito que había presenciado nunca y durante su primer celo, recordaba haber tenido una de sus prendas para ayudarle a pasar esa época de soledad.
Deathmask se la había conseguido, así sin más, sin decirle nada, aventando la camisa a su cama, donde estaba hecho un ovillo, según él, eso le ayudará a tranquilizarse, porque su alfa no era un animal y no acudiría con él hasta que tuviera una edad adecuada.
Aioria recordaba ese aroma y se preguntaba si sería tan agradable como en aquella ocasión, así que sin darse cuenta de lo que hacía, actuando más como en automático, sostuvo la camisa, para llevarla a su rostro, oliendo su aroma, disfrutándolo demasiado, casi gimiendo al recordar esos celos, cuando pensaba en su alfa, que lo mantenía seguro, que cuidaba sus espaldas, castigando a quienes quisieran hacerle daño o señalar como el hermano del traidor.
Escuchando entonces como la puerta se abría, llevando la camisa a sus espaldas, como tratando de esconderla, para que Shura no se diera cuenta de lo que estaba haciendo, pero el alfa era astuto, era tan retorcido como Saga, Afrodita y Deathmask, por lo cual, supuso que no pudo esconder ese acto de puro instinto de su mirada, pero Shura no quiso mencionar nada, solamente volvió a mirar en otro lado.
-Me queda perfectamente... parece que ya no somos tan dispares como en el pasado, es más, pienso que tu eres un poco más fuerte que yo en este momento.
No por mucho, el sería un centímetro más alto y Aioria tendrá tres kilos más de peso, todo eso musculo, asi que las diferencias no eran notables, sin embargo, mientras que el siempre tuvo una apariencia delgada, su omega se veía mas bien fuerte, un poco más ancho.
-El tiempo ha pasado, ya no soy un niño.
Shura sabía que no era un niño, pero aun seguía sintiéndose responsable por el joven león, de melena dorada, que le miraba sin desconfianza, con su camisa a sus espaldas, tratando de esconderla de sus ojos, algo que no iba a mencionar, no deseaba molestarlo.
-Si, lo sé... pero aun así, no puedo olvidarte de aquellos años, cuando...
Cuando su hermano le dio la espalda o mucho antes, cuando Aioros confío en él, al mismo tiempo que trataba de entrenarlo, así como de mantenerlo en el Santuario, seguro de que sería el próximo Santo de Leo, aunque debía ganarse su sitio en ese lugar, eso fue algo que Shion había dejado muy claro.
Para el Shion no era tan magnánimo como lo recordaba Mu, o tal vez los gemelos, era la clase de soldado que haría lo que fuera por lograr su objetivo, por tener el poder suficiente para enfrentarse al ejercito de Poseidon o el dios Hades, usando a sus propios hijos como soldados, escondiendo al segundo nacido de géminis, aunque fue lo suficiente amable como para no ponerle la mascara, pero que era peor, usar una máscara y poder andar en el Santuario o no usar la máscara, pero tener prohibido el que cualquiera supiera de su existencia.
-Aioros te tenía en gran estima, pensaba que serías un buen alfa, siempre atento a mis necesidades... yo te veía como un buen amigo, antes que mi alfa...
Aioria dejó la camisa en donde la había encontrado, escuchando los pasos de Shura, esperando que saliera de ese lugar, que era su cuarto, el que estaba impregnado con su aroma y ahora con una parte de aquel de su alfa.
-Creo que nos equivocamos...
Susurro sintiendo como Shura le abrazaba por la espalda, recargando su cabeza en su cuello, sus brazos rodeando los suyos, podía sentir su desesperación, su necesidad por estar a su lado y por un momento lo permitió, cerrando los ojos, recargándose contra él, pero después, se liberó de su abrazo.
-Por aquí esta la comida...
Shura asintió, pero sonreía ligeramente, apenas de una forma perceptible para cualquiera, porque Aioria había aceptado su abrazo, sus caricias, apenas unos momentos, le había brindado ayuda y le daría algo de comer, eso era mucho más de lo que se merecía, tal vez porque era su alfa, o tal vez porque todos los actos del pasado le ayudaban a perdonar ese único acto de traición en su contra, en contra de su hermano.
-Eres... siempre has sido demasiado amable Aioria, aun con personas como yo.
Aioria no quiso decir nada respecto a eso, unicamente comenzó a servir la comida en la mesa, que curiosamente era un platillo que sabía que él disfrutaba demasiado, por lo cual, tomó un lugar en la mesa, recargándose en esta, llevando una mano a su muñeca para sobar un poco, pensando que no le dolía como hacía dos o tres días, el ardor había desaparecido apenas un poco.
-No quiero que mis amigos sean separados, si lo que dices es verdad, Milo y Camus, ellos son felices, en Asgard hay demasiadas parejas destinadas, no es justo que un dios o cualquier otra entidad decida por ellos, por nosotros.
Eso pensaba Shura, a pesar de la forma en que el más oscuro le hizo saber esa información, seguro de que Aioros no sería separado de su lado, pero muchos otros si, uno de ellos era ese Radamanthys, que estaba haciendo sufrir a su pobre hermano menor, otro era Aioria, un pajarito se lo había dicho.
-Eres... siempre has sido una persona maravillosa Aioria... tú simbolizas perfectamente lo que significaba la armadura de Leo.
Por un momento pensó en decirle que Andreas era uno de aquellos que deseaban jugar con el destino, sin embargo, no lo pensó prudente, así que se limitó a guardar silencio, comiendo del guiso preparado para él, tratando de no pensar en lo que sería tener una vida con el joven león, al ser una pareja destinada.
-Esto... Esto es muy bueno.
*****
Kasa fue recibido con demasiada amabilidad en esa ciudad, algo que le pareció exageradamente raro, primero, porque nunca había tenido suerte, después, porque sabían que era un omega, aunque no había forma de saberlo, a menos que ya le esperaban y eso le dio hasta cierto punto, escalofríos.
Por lo cual, aunque él y Sorrento no eran los más cercanos decidió presentarse ante él, sentándose en su mesa usando su invisibilidad, para que no pudiera huir, no quería que escapara de su lado.
-Sorrento.
El flautista no respondió como esperaba que lo hiciera, no se hizo a un lado, sino que le observó fijamente con detenimiento, su mirada fija en la muñeca de Kasa, leyendo un nombre que sin duda alguna era un soldado de ese ejército, no de las marinas, sino de Asgard, razón por la cual Isaak le observaba todo el tiempo, no por deseo, sino porque pensaba que podría ser un traidor, él era uno de los soldados que no confiaban del todo en Kanon.
-Así que tú también estás atado a uno de estos soldados...
Kasa asintió, sin comprender las palabras de Sorrento, porque parecía que todo el mundo sabía que estaba atado a un soldado de Asgard, cuando él trató por todos los medios de esconder aquel nombre, que era solamente suyo.
-Su nombre es Fenrir... supongo que también lo has visto.
Kasa pronunció con molestia y algo de burla, la que escondía su esperanza de saber quien era ese soldado, sin embargo, al ver como Sorrento negaba eso, su expresión se ensombreció demasiado, mordiendo su labio.
-Pero espero que sea de los soldados que son fieles a Hilda, parece que aquí no todo es miel sobre hojuelas, creo que... creo que habrá una guerra civil dentro de poco, por lo que he podido escuchar.
Kanon los había enviado al escuchar algunos rumores respecto de ciertas desapariciones, todas ellas de parejas destinadas, no sabía porque le interesaba ese problema, no se lo dijo, pero ya en esas tierras congeladas, después de hablar algunos momentos con Siegfried, le asustaba demasiado lo que estaban planeando.
-Así que no hay paz en ninguna parte, aun aquí el dios de la guerra destruye todo lo que toca...
Sorrento asintió, pensando en su omega, en el rubio alto y perfecto que seguramente pensaba que era un idiota, que debía tener una relación con ese soldado moreno de rastas, pero no debía comportarse como un típico alfa celoso, no creía que eso le agradara a su dragón de dos cabezas.
-Es eso o el dios de la discordia, cualquiera de los dioses que representan eso... no olvides que nuestros dioses no son los únicos que existen.
Kasa se rió de esa forma burlona que mostraba todos sus dientes, porque eso era cierto, había muchas deidades de muchos panteones diferentes, sin embargo, no estaba allí para preocuparse de los problemas políticos de ese lugar, él estaba allí para dar con su alfa destinada.
-Lastima que no sabes nada de ese Fenrir... habría sido interesante.
Pronunció, levantándose de la mesa, para detenerse junto a Sorrento, deseaba susurrar algo en su oído, sin darse cuenta que alguien más los estaba observando, hasta cierto punto molesto, llevando su mano a su muñeca.
-Eres un buen alfa Sorrento, lo que cualquiera buscaría en un compañero, porque un omega no solamente desea fuerza física o poder en un compañero y tal vez, tu puedas darle seguridad...
Era lo que él deseaba obtener de ese alfa suyo, algo de seguridad, saberse amado por sobre sus rarezas, que le vieran como alguien digno de conquistar, de querer, no solamente como una pieza de mármol.
-Suerte con tu cacería...
*****
Siegfried estaba muy molesto al saber que Fafner creía que tenía la libertad de hacer lo que quisiera y así fue como ingresó en la taberna, esperando ver al que sabía era su alfa, observando cómo Sorrento conversaba con alguien más, un sujeto albino que susurro algo en su oído.
Pensando que ese debía ser un omega, al menos eso dijo su señora al mencionar la llegada del nuevo, sintiéndose celoso por momentos, deseando irse de allí al pensarse demasiado alto, demasiado fuerte para ser un omega, pero, se detuvo, pensando en ese otro, el gigante que estaba unido a ese alfa de cabello morado.
Por lo que se acercó a la mesa con un paso lento, observando a Sorrento con lo que esperaba fuera una sonrisa, aunque, al mismo tiempo, trataba de no ser demasiado efusivo al verle en ese sitio, ocultar la emoción que sentía al saber quién era ese alfa, cuyo nombre no conocía.
-Así que... te encuentras aquí de nuevo...
Sorrento al escucharlo casi se atragantó con su bebida, comenzando a toser, llevando inmediatamente su mano a su boca, pensando que se había manchado con ese líquido dulce y tal vez, estaría pegajoso en algunos momentos.
-¿Te encuentras bien?
Siegfried no pudo más que preguntar, arqueando una ceja, pensando en algún momento en tocar su cuerpo, tal vez ayudarle a limpiarse con algún pañuelo, pero nunca llevaba ninguno con él, su maestro, que también era su padre, los trato a ambos como si fueran alfas, así que no sabía que debía hacer en un momento como ese.
-Si... yo me encuentro bien.
Sorrento trataba de recuperarse de aquella bochornosa actitud, sonrojado de nuevo, creyendo que su omega pensaría que era aún más torpe todavía, apenas si podía beber por sí solo sin poner en peligro su vida.
-Solamente me sorprendiste, eso es todo.
Quiso explicarse, señalando una de las sillas frente a él, esperando que Siegfried se sentara a su lado, algo que hizo sin decir nada más, deseaba hablar con este alfa, después de ser observado por Fafner por demasiado tiempo, al escuchar esas molestas palabras dirigidas a su persona, ignorando que era su superior.
-Te ves molesto... ¿Sucedió algo?
Siegfried ladeo la cabeza al escuchar esa pregunta, pensando que ese alfa era sin duda el suyo, porque podía ver que algo le perturbaba, sin que tuviera que decírselo, por lo cual, relamiendo sus labios, solicito otras dos bebidas, una para él y la otra para su alfa.
-Tengo fuertes sospechas de que alguien está actuando en contra de nuestros preceptos, pero, es protegido por alguien más...
Sorrento asintió, era bastante obvia esa situación, porque podía ver que la población discutía en las calles, estaban divididos, algunos apoyaban a la señorita Hilda, otros a un sujeto llamado Andreas, los dos eran representantes de Odin.
-Las parejas destinadas son sagradas en este sitio, nos inculcan a esperar por nuestro amor, por nuestros compañeros, aun yo... que fui entrenado como un soldado toda mi vida, espero por ese alguien y temo, que desean destruir eso.
Sorrento asintió, llevando una mano a la de Siegfried, para tratar de calmarlo, de tranquilizarlo de una forma discreta, recibiendo una sonrisa de su dragón de dos cabezas, que miraba un punto en la mesa.
-Pero hay algo más... de eso estoy seguro.
Siegfried asintió, pero no podía decirle a su alfa lo que Fafner le había dicho, de como esperaba cambiar el nombre de su muñeca, porque le diría que sabía que se trataba de él, que ya sabía que era su alfa, porque deseaba que él mismo le dijera su nombre.
-No hay nada más... sólo... no se que hacer.
Sorrento asintió, observando como unos músicos ingresaban en la taberna para comenzar a tocar una melodía, viendo como la expresión de Siegfried se modifica por una de molestía, no sabía bailar y no deseaba que lo invitaran a ello, observando a su alfa, que con una sonrisa hizo eso mismo.
-Quieres escapar de aquí... Yo soy músico, pero tengo dos pies izquierdos.
Se quejó con una mueca de disgusto, algo avergonzado, recibiendo un asentimiento de Sorrento, quien fue el que pagó esta vez por las bebidas, llevando a Siegfried consigo a un lugar que pensaba era mucho más pacifico que la taberna.
-Yo no sé bailar... así que no creo que pueda juzgar tu habilidad en el baile.
Sorrento asintió, podía ser posible, pero se daría cuenta cuando lo pisara unas dos o tres veces, sonriendo de pronto al pensar en ello, mirando a Siegfried una vez que salieron de la taberna, quien solo esperaba por lo que deseara su compañero.
-Lo harán tus pies, cuando los pise varias veces... aunque, soy un músico afortunado.
Dijo con modestia, esperando que Siegfried quisiera escuchar alguna de sus piezas, pero el solo le miró fijamente, pensando que tampoco tenía un oído musical, sin embargo, le gustaría escucharlo.
-Sería agradable, aunque, tampoco sé mucho de eso, mis únicas tareas eran el combate o la estrategia, nada más.
Pronunció divertido al ver la expresión de Sorrento, que asintió, pensando que su omega debía conocer todo aquello que le quitaron de sus manos, le gustaría enseñarle poesía, el mundo, tal vez bailar, los dos podían aprender juntos, aunque el vals no se le daba tan mal, pero esa musica movida era demasiado agitada para él.
-Eso no es justo, no eres una máquina...
Se quejó, recibiendo una mirada sorprendida de Siegfried, ladeando un poco la cabeza, para después sonreír, solamente su hermano le había dicho eso, que no era una máquina o un arma, que podía ser una persona, que podía bajar la guardia, podía pensar en algunas tareas que no fueran las enseñadas por su maestro.
-Enséñame... quiero escuchar tu música.
Sorrento asintió, sosteniendo su mano con delicadeza, esperando ser rechazado, pero no sucedió, en vez de eso Siegfried salió con él, aferrándose a su mano con fuerza, siguiendo al recién llegado a ese sitio que deseaba enseñarle, ignorando que conocía Asgard como la palma de su mano.
-Por aquí...
Pronunció Sorrento, caminando con demasiada seguridad, haciendo que algunas personas comenzaron a hablar entre sí, porque él era el guardaespaldas de la señorita Hilda, sabían que era un omega y el otro, se trataba de un alfa, de un soldado recién llegado, uno ajeno a esas tierras.
-No les hagas caso...
Sorrento sabía que algunos no aceptarían esa unión, mucho menos esa amistad, pero no le importaba y esperaba que Siegfried tampoco dejará que las personas que no lo aceptaban a su lado, interfirieran en su destino.
-Tu no les debes nada.
Su vida había sido muy buena, había crecido en la realeza, educado para servir a la familia Solo y no fue hasta que conoció a Kanon, que se dio cuenta que no era justo, él tenía derecho a tomar sus decisiones, a tomar las riendas de su vida, a ser libre.
-Aunque, si lo deseas...
Siegfried negó eso con una expresión clara, no le importaba lo que dijeran los pobladores que pensaban que Andreas era el verdadero representante de Odin, tampoco iba a seguir las reglas, él deseaba a su destinado, no a cualquier otro, mucho menos a Fafner.
-No, realmente quiero escuchar tu música.
*****
Aldebaran comenzaba a sentirse un tanto agobiado al ser perseguido por Mu todo el tiempo, preguntando porque no se acercaba a él como en el pasado, pero lo espiaba sin mostrar piedad alguna, confundiéndose con esa actitud.
Le gustaba mucho más cuando Mu realizaba los innuendos, cuando trataba de invadir su espacio personal, el no era la clase de omega de la que se trataba Milo o Deathmask, él no se sentía merecedor de ese afecto que mostraba su alfa por él, así que le costaba demasiado trabajo realizar el primer paso.
O comprender los coqueteos cuando estos se presentaban, razón por la cual en un principio aceptó la relación con Dohko, no entendió hasta muy tarde que deseaba de su persona, cuando ya era una extraña presencia en su, como lo dirían los omegas más anticuados, su nido.
Pero en ese momento Mu se había marchado, había salido en busca de su pequeño cachorro, por lo cual, él trataría de entrenar un poco, realizar algo de calentamiento y golpear algunos árboles, derribarlos con sus puños, después algunas rocas, necesitaba hacer algo para ejercitarse.
-Tu eres Aldebaran...
Pronunciaron fuerte y claro, un beta de cabello blanco que le miraba con molestia, era unos veinte centímetros más alto, pero su cuerpo era mucho más delgado, un poco más estilizado.
-No eres tan hermoso como lo ha dicho Heracles... aunque, no te ves tan débil.
Aldebaran no recordaba haber tenido algún problema con alguno de los dos, en realidad, Heracles había sido muy amable con él, les había comprado alimento y después, conseguido un trabajo.
-Tendrás que disculparme, pero no sé quien eres y no deseo problemas.
Tholl en ese momento usaba su armadura, pero se la quitó de pronto, golpeando uno de sus puños contra la palma de su mano, de una forma agresiva, como si deseara pelear con él, algo que Aldebarán no supo cómo interpretar.
-Yo tampoco quiero problemas, pero, me gustaría pelear contigo, ver que tan fuerte eres en realidad, a menos que seas un cobarde, como todo omega.
No iba a caer en esa ridícula treta, no iba a pelear con nadie solo porque le dijeran que era un cobarde, así que quiso darle la espalda, sintiendo de pronto una ráfaga de aires, deteniendo con facilidad ese puñetazo, que solo era una advertencia.
-Te reto a una batalla, quiero ver que tan fuerte eres en realidad.
Aldebaran de todas formas no iba a pelear con él, se dijo, retrocediendo algunos pasos, mirándole fijamente con molestia, sin comprender cuál era el problema de este beta, que actuaba como si estuviera celoso.
-No acepto este reto, no hay razón alguna para pelear contigo.
Tholl negó eso, no le gustaba que ese omega se negara a pelear con él, a quien deseaba derrotar, para demostrarle a Heracles que no era tan fuerte, ni tan resistente como lo había dicho en esa taberna, además, por la forma en que se negaba a pelear con él, suponía que también era un cobarde.
-No eres más que un cobarde, un llorón, porque si no lo fueras, cualquier oportunidad para enfrentarte con alguien parecido a ti, aunque superior, la tomarías y no te comportarías como un pusilánime.
Aldebaran de nuevo negó eso, pero esquivó los siguientes golpes de Tholl, usando sus técnicas de batalla, notando que ese gigante no estaba usando su cosmos, únicamente, su fuerza física.
-¿Dónde está Mu ahora Aldebaran?
Dohko había decidido salir algunas horas del Santuario, ver con sus propios ojos lo que sucedía en Asgard, con ayuda de un aliado, observando con molestia como Mu dejaba que uno de esos soldados atacara a su omega, quien recibió un puñetazo en su mejilla al distraerse con su presencia.
-No me digas que se ha aburrido tan rápido de ti.
Aldebaran respondió con un puñetazo, no al anciano maestro, sino contra Tholl, el que logró hacerle retroceder lo suficiente, darle tiempo para encarar a Dohko, que solo estaba cruzado de brazos, mirando como no deseaba pelear con quienes debían ser sus enemigos.
-Yo estuve aquí alguna vez, me enfrente con un omega que me pensó digno de su estirpe, pero... no me gustaba, era demasiado pequeño, a mi me gustan altos, así como fornidos.
Dohko observaba fijamente a Tholl, quien apenas podía creer que había otro espía oculto entre su pueblo, alguien que no había sido invitado, otro beta, que parecía ser aliado del supuesto Toro del santuario, del que Heracles hablaba demasiado para su gusto.
-Yo me enamoré en el pasado... como me he enamorado de ti, Alde... pero, me temo que tendrás que enfrentarte a él o no te dejara en paz, también es tu deber poner en alto el nombre del Santuario.
Dohko deseaba ver esa batalla, al menos, le hubiera gustado, pero solo quería asegurarse de que su amado estuviera a salvo, era muy difícil para un omega llegar a una tierra nueva con un cachorro que mantener.
-Dohko...
Pronunció molesto, después de esquivar varios golpes de Tholl, quien iba aumentando su cosmos, obligando a reaccionar de la misma forma, dándole tiempo al otrora anciano maestro, de escabullirse, aunque no sabía si buscaba algo en Asgard o simplemente regreso al Santuario después de verle solo, sin su alfa a su lado, convenciéndose de aquello que deseaba ver, o por el contrario, fue alguna clase de proyección de cosmos.
-¡Yo soy tu contrincante, no ese enano!
*****
Radamanthys había llegado al sitio donde esperaba ver a Valentine, descubriendo que estaba cerrado, ya no existía más, escuchando al mismo tiempo unos pasos, alguien estaba siguiéndolo y no sabía de quién se trataba, por lo cual, volvió a marcar, esta vez a su omega.
-Madre... estoy asustado.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, se los agradezco mucho. SeikenNJ.
Chapter 35: Miedo.
Chapter Text
Miedo.
Radamanthys sostenía el celular en su mano, cerca de su oído, escuchando los pasos de quien se acercaba a él con demasiada lentitud en ese sitio, que se veía demasiado lúgubre, demasiado desagradable, casi como salido de una película de terror.
-¿Dónde estás?
Preguntaron en el teléfono, su omega que salía de prisa de su casa, acompañado del dios de la guerra, que arrancando su auto esperaba una dirección para ir a buscarlo, no obstante, el joven rubio al observar cómo el pintor era quien de alguna forma había dado con él, retrocedió, sin saber que responder al principio, sintiendo que esa pesadilla volvería a ocurrir.
-Estoy en Peter's, pero ya no existe más...
Susurro sin comprender como ese sujeto de cabello negro había dado con el con tanta facilidad, retrocediendo los mismos pasos que el pintor daba en su dirección, observando en dirección de uno de los cristales del ahora local cerrado, donde pudo verse a si mismo vistiendo una armadura morada.
-¿Qué sucedió? ¿Te encuentras bien?
El pintor levantó las manos como si quisiera tranquilizarlo de esa forma, pero ni siquiera lo conocía, al mismo tiempo que la imagen en el cristal pronunciaba algo que le parecía decir "huye" sin embargo, sus piernas estaban casi paralizadas en ese instante.
-Te fuiste tan rápido que tuve que seguirte...
Radamanthys no se dio cuenta en que momento apretó con demasiada fuerza su teléfono, destruyéndolo sin esfuerzo alguno, jadeando, observando como en el mismo reflejo del cristal una sombra oscura rodeaba el cuerpo del pintor de cabello negro, como si fuera un manto de alguna clase.
-Me preocupas mucho, Radamanthys...
No recordaba haberle dicho su nombre, por lo cual, inmediatamente retrocedió, comenzando la carrera, tratando de alejarse de allí usando su patineta, la que de pronto pareció chocar contra alguna roca o grieta, con algo lo suficiente grande para hacerle caer, provocando que rodará algunos escalones.
-¿Te encuentras bien?
Volvió a preguntar el extraño de cabello negro, notando algo que no había visto en el pasado, eso era una marca blanca, un nombre, su nombre, haciéndole jadear, porque eso era imposible y según había leído en algunas historias en la red, eso pasaba cuando dos almas gemelas se mataban entre si, al menos eso tenían algunos asesinos que fueron rechazados por sus compañeros, algo sumamente raro, que se había convertido casi una leyenda urbana.
-¿Qué demonios eres?
Susurro Radamanthys retrocediendo en el suelo, para patear el tobillo de ese extraño cuando estuvo lo suficiente cerca e inmediatamente levantarse, para volver a correr, tratando de huir de allí, creyendo que si lograba llegar a un lugar concurrido, podría localizar a su omega, puesto que Valentine no había respondido a su llamado y si lo hizo, se tardaría en llegar, no podía esperarlo en ese sitio.
-Mi nombre es Alone...
Pudo escuchar sus palabras, mientras atravesaba la calle sin importarle que los coches seguían avanzando a una gran velocidad, esquivándolos con facilidad, para ver qué Alone simplemente caminaba detrás de él con las manos dentro de las bolsas de su pantalón, con una apariencia hasta cierto punto aburrida.
No sabía por qué razón Kanon se atrevió a pelear con él, pero con este individuo, aquella voz en su cabeza, la que pensaba era del sujeto que le dijo que debía buscar a ese hermoso demonio, le ordenaba escapar, huir, esconderse.
Correr tan lejos como pudiera, ingresando en el metro de aquella ciudad, pensando que lo más fácil era perderse entre la gente, usando los carros y las diferentes líneas, recargándose en uno de los tubos de los vagones, respirando hondo, seguro que no pudo ingresar en los vagones, el apenas pudo hacerlo antes de que las puertas se cerrarán a sus espaldas.
Observando con detenimiento como Alone le observaba al otro lado de la puerta, sin poder detener el vehículo donde había ingresado, pero por alguna razón que no alcanzaba a comprender, sonreía, con una expresión demasiado torva, haciéndole temer por su vida.
Radamanthys no sonrió, ni se sintió mucho más tranquilo, mucho menos cuando de pronto el vehículo se detuvo, como si hubiera un apagón, escuchando las quejas de los otros usuarios, comenzando a moverse en la oscuridad, alejarse de ese punto como por instinto, sintiendo como de nuevo el vagón comenzaba a moverse, casi cayendo sobre uno de los muchos obreros que le utilizaban, alguien que leía un periódico que no se molesto en leer, pero hablaba de la dichosa galería donde Alone presenta sus obras.
Sintiendo que su corazón se le salía del pecho al ver una pintura, una pintura creada como en el siglo dieciocho de un joven rubio, cuyo rostro apenas era visible, pero podría reconocerse donde fuera, un joven que estaba sentado en un columpio, a su lado había alguien más usando ropa oscura, pero ignorando esa imagen que se le grabará en la memoria, se alejó para jadear de pronto.
Dándose cuenta que en el otro vagón de alguna manera que no alcanzaba a comprender, Alone caminaba en su dirección, de la misma forma aburrida, sin tener que sostenerse de ninguno de los pasamanos, haciéndole pensar en una película de terror, de vampiros para ser exactos, por lo cual, empezó a moverse mucho más rápido, saliendo inmediatamente cuando el vagón se detuvo en la siguiente estación, subiendo deprisa las escaleras, corriendo como si el mismo demonio lo persiguiera.
Saliendo en una de las zonas concurridas de su ciudad, donde mucha de la vida nocturna transcurría, las luces rojas, azules y neón deslumbrante de momento, pero tomando una decisión, ingresó en uno de los muchos antros, un sitio ruidoso, que parecía lo suficiente seguro para esperar por su omega, ahora solo tenía que hacer que su celular funcionara.
El que trato de encender escondido en una de las esquinas, pero, no pudo, sin embargo, al ver un celular prácticamente abandonado en una barra, con su dueño ajeno a su existencia pero reproduciendo un video de noticias que hablaban del sujeto de cabello azul, al que le habían puesto el nombre de "príncipe azul" decidió robarlo, tomándolo para tratar de esconderse en una de las zonas oscuras de ese antro, llevando un dedo a su oído después de marcar el teléfono de su omega.
Buscando con su mirada a su perseguidor, pero el ruido era demasiado molesto para poder concentrarse, las luces apenas iluminaban ese sitio sino es que lo deslumbraban con su constante parpadeo y las personas bailando al ritmo de la música le evitaban ver con claridad, así que prácticamente se encontraba al amparo de la suerte en ese sitio.
-¡Radamanthys!
Respondió su amiga al otro lado de la línea, el que sostenía su patineta con la rueda completamente destruida, estaba angustiado, sin saber donde se encontraba, pero no era el único, para él tampoco era demasiado claro donde estaba, el ruido y las luces comenzaban a marear, pero alcanzo a ver uno de los anuncios en las pantallas, por lo cual, leyó el nombre del antro.
-No se donde estoy... creo que el sitio se llama Inframundo... es un antro...
El joven omega, que era alto y fuerte, estaba asustado, sintiéndose agobiado por la persecución, sin comprender lo que sucedió a su alrededor, porque ese pintor que se hacía llamar a sí mismo Alone lo estaba siguiendo, que era lo que deseaba de su persona, porque había hecho una pintura suya, la que presentaba en su exhibición.
-Un sujeto... un sujeto llamado Alone me está siguiendo... no se quien es... pero el si sabe mi nombre... tiene mi nombre escrito en su muñeca...
Pronunció sintiendo entonces que alguien mas estaba a su lado, mirándolo fijamente, a quien busco con la mirada, sintiendo de pronto como si alguien caminara sobre su tumba, de nueva cuenta ese sujeto de cabello negro, aquel a quien rechazaba esa voz en su cabeza, la que le dijo que peleara con Kanon, que le demostrara que tan fuerte era en realidad, pero le ordenaba esconderse, no estaba preparado para enfrentarse a Alone.
-No puede ser...
Sin embargo, antes de que pudiera verlo, alguien tiró de él para esconderlo en las sombras, ese alguien estaba vestido de blanco y sabía que era un demonio, pero por alguna razón, ese monstruo de cabellera azul, no lo asustaba tanto como de pronto lo hizo el pintor.
-Sentí tu miedo...
Radamanthys no gritó al observar, ni se alejó, buscando con su mirada al pintor de cabellera oscura, respirando hondo, sintiéndose un poco más seguro con el alfa que portaba su nombre a su lado.
-Llévame a mi casa... por favor...
Kanon asintió, buscando aquello que había logrado que Radamanthys se escondiera en ese sitio y sintiera que estaba a salvo a su lado, deteniendo su mirada en el joven de cabello negro, ojos negros, así como piel pálida, casi como hecha de cera.
-Quiero regresar a mi casa...
Al verle inmediatamente le odio, no sabía quién era él, pero sí sabía que ese sujeto era aquel a quien el juez del Inframundo le tenía, un miedo que el mismo Radamanthys sentía, un temor que supera al que tenía por él, algo que no sabía si era bueno, pero como su alfa, no podía dejar que le hicieran daño.
-Te llevaré a tu casa... no temas por eso.
Radamanthys asintió, permitiendo que Kanon rodeara su cintura, para sacarlo de allí usando su cosmos, justo a tiempo para evitar un ataque de Alone, que lo deseaba muerto, alejado de su omega, de quien debió ser su omega, pero mató en su locura, al creerse con el poder para dominar ese mundo lleno de tragedia y angustia.
-Solamente quiero regresar a casa.
Pronunció recargado contra su pecho, respondiendo a ese abrazo, sosteniendo su cintura con delicadeza, confiando en el alfa que hasta ese momento creía que era un monstruo, que le había encontrado antes que ese pintor, a quien por alguna razón, tenia mucho mas que a Kanon, a quien encontraba bellisimo, no así a su perseguidor.
-Por favor...
*****
-Nos están siguiendo...
Pronunció Misty deteniendo su paso de pronto, observando de reojo a Albiore, quien comenzaba a sufrir los primeros estragos de un celo, pero no lo había hecho notar, su omega le miró de reojo, molesto, aunque siempre estaba molesto, por lo cual, no le presto demasiada importancia.
-Tu hiciste que me retrasara...
Eso no era cierto, pero tampoco se lo dijo, en su lugar se enfocó en las pisadas que podían escuchar, observando a varios soldados de rango bajo, de un ejército que no reconoció, eran soldados antiguos por lo que podía ver, de la época de los gigantes.
-No perdamos tiempo en echar culpas Albiore, yo me encargare de ellos, protégete con tus cadenas.
Misty relamió sus labios, pensando que era el momento en el cual podría mostrarle que era un soldado de temer, solo eran soldados de bajo rango, podía encargarse de ellos, de eso estaba seguro.
-No necesito tu ayuda.
No le gustaba demasiado que su omega le tratara de esa forma tan cruel, pero se lo merecía supuso, nunca se había presentado como otra cosa que como un maldito bastardo, que solo podía compararse en vanidad con Afrodita y sadismo con Deathmask, al igual que su amigo Algol.
-De eso estoy seguro, Albiore, pero deseo demostrarles a todos, que no solamente soy hermoso, también soy un buen guerrero y seré un gran alfa.
Albiore sonrió con burla, una expresión que Misty pensaba no le quedaba en lo absoluto, pero aun así no dijo nada, ni mostró que le dolía la duda de su omega, que no había dejado de rechazarlo en todo el viaje, ignorando sus coqueteos, así como sus intentos para obtener su atención.
-No me hagas reír.
Fueron las palabras de su omega, quien elevó sus cadenas, pero no para defenderse, como se lo había solicitado, sino porque deseaba pelear con esos soldados, esperando el momento en que quisieran atacarlos, dándoles la oportunidad para explicar sus acciones.
-Tu no tienes el cosmos para sostener tus bravuconadas...
Tal vez no era un demonio de cosmos infinito como los santos dorados, pero él era uno de plata, el también tenía poder suficiente para defenderse o defender a su omega, que estando en celo, estaba en peligro, ya fuera que tuviera el cosmos de un santo dorado o no.
-Tal vez no, pero aun así, no dejaré que te hagan daño... ese es mi deber.
Los soldados que los rodeaban apenas se movieron, ni tampoco escuchaban las palabras pronunciadas por ellos, su discusión, haciéndose a un lado para darle paso a alguien más, un soldado del pasado, usando su vieja armadura, pero esta tenía algunas diferencias en los colores que portaba, como aquellas que tenían las armaduras doradas que se pintan de morado cuando decidían servir al dios Hades.
-Supongo que esperas llegar con el dios Hades, ahora que se encuentra malherido y oculto en la Isla Andromeda, Albiore.
Misty se molesto demasiado al ser ignorado por el intruso, que tenía cabello blanco, largo, sus ojos cubiertos por un extraño fleco, que le hacía ver como un viejo pastor ingles, pero no demostraría su miedo, ni su furia, solo se colocó entre él y su omega, como si fuera un escudo.
-Hades nos traicionó al no cumplir su promesa, por lo cual, nosotros no cumpliremos la nuestra.
Pronunció notando como Misty se colocaba frente a Albiore, que era un omega, pensando que los dos eran destinados, quienes tenían la oportunidad que él no tuvo, por lo cual, les odio en ese mismo instante, cambiando de opinión, dejaría que sus soldados se divirtieron con ellos, solo debían llevar el mensaje y nada era más claro, que llevarle a su maestro malherido a sus puertas, para que dijera lo que hicieron.
-Los dioses del Olimpo deben ser destruidos, así como sus soldados...
El intruso, que era un soldado de alto rango en el mismo ejército del dios Hades, les dio la espalda en ese momento, esperando el instante en que sus soldados entendieran sus órdenes, pero como no se movieron, ladeo la cabeza.
-Maten a uno de ellos, pueden hacer lo que deseen con el omega... solo necesito que alguno de ellos lleve mi mensaje, no me importa cual.
E inmediatamente después, el soldado usaría sus alas para elevarse en el aire y emprender el vuelo, deseaba realizar otra visita, a otro soldado que había sufrido su pena, esperando que su dolor fuera tan grande como el suyo, sólo así podría convencerlo de unirse a ellos.
-No le harán daño...
Susurro Misty, dándose cuenta que esos soldados eran diferentes, parecían carecer de consciencia propia, tal vez estaban sometidos bajo la influencia de alguna deidad o eran creaciones de esa misma entidad, pero, lo que parecía era que obedecían órdenes, como si fueran simples máquinas.
-No van a hacerle daño.
E inmediatamente comenzó a defender a Albiore, que había dicho que no necesitaba su ayuda y que no tenía el poder para ello, pero no le importaba en lo más mínimo, le importaba muy poco lo que la mayoría pensara de su persona, aunque, con su omega si le dolía, especialmente porque pensaba que deseaban arrebatárselo, aunque, esa era una frase desafortunada.
Primero, no era suyo, segunda, no podían entregarlo como si fuera un objeto y tercero, no pensaba que Albiore fuera a obedecer a nadie, además, tenía curiosidad respecto al dios Hades, que según parecía habitaba en el cuerpo de su alumno, el joven Shun de Andromeda, cuya belleza era admirada por muchos, pero no era más hermoso que él.
Eran soldados de rango bajo, por lo cual no era muy difícil para él enfrentarse a todos ellos, aunque se trataba de un grupo demasiado grande, a los que iba matando sin piedad, rompiendo sus huesos, manchando de sangre, escuchando el sonido de la cadena de la armadura de Albiore que hacía lo propio.
Pero, lentamente iba perdiendo fuerza y la facultad de moverse, observando como Misty peleaba, pensando que era hermoso a su manera, aunque no era tan fuerte como él, se dijo, tuvo que recordarse, sin embargo, él tampoco creía que la fuerza física lo fuera todo.
-Hermoso...
Susurro, cayendo de rodillas, respirando hondo, escuchando como el último soldado enemigo era asesinado por uno de los puñetazos de Misty, quien comenzó a buscarlo con la mirada, viendo como la cadena estaba enrollada a su alrededor, pero comprendiendo bien que Albiore había iniciado su celo.
-Albiore...
Pronunció acercándose a la cadena de la armadura de su omega, con cierta prudencia, esperando ser atacado por ella, pero era una barrera defensiva, suponía que Albiore sabía que no deseaba hacerle daño, por lo cual, pudo ingresar sin ser dañado por su arma.
-Recoge tus cadenas, te llevaré a la Isla Andrómeda, con los tuyos...
Susurro en su oído, acariciando su mejilla con delicadeza, esperando que Albiore se negara a ello, pero lo que hizo fue soltar un insulto colorido en su idioma natal, para después guardar sus armas, recargándose contra Misty.
-No soy tu omega...
Quiso decirle, no sabía porque razón, Misty tampoco lo comprendió de momento, pero solo sonrió, cargando en sus brazos, no era su omega, eso era cierto, pero podría llegar a serlo, esperaba que le gustara su belleza o pudiera darle algo que ni el mismo Albiore sabía que necesitaba, sin embargo, aun así le dolía ese rechazo.
-Ya lo sé...
Le dijo con una sonrisa triste, besando la frente de Albiore con gentileza, un poco más serio, con la clase de actitud que pocas personas habían disfrutado de su persona, pensando que si fuera un poco mas amable tendría muchos mas admiradores, tal vez falsas amistades, pero nada le importaba, solo unas cuantas personas que podía considerar sus amigos y ahora el omega en sus brazos.
-Pero tal vez, algún día... puedas considerarme como tu alfa.
De nuevo volvería a decir que era hermoso, pensó Albiore, algo que era cierto, Misty era muy hermoso y se veía mucho más agradable a la vista, cubierto de tierra, de algo de sangre, así como de algunas marcas resultado de alguna batalla.
-¿Por qué eres hermoso?
Pregunto con lo que esperaba fuera sarcasmo, pero no lo era, no era verdadero sarcasmo y por vez primera, fue Misty quien se sonrojo al escuchar esa pregunta, para después sonreír, con una expresión que Albiore encontraba molesta.
-No solo soy hermoso, soy bellisimo, mucho más hermoso que Afrodita, me atrevería a decir.
Albiore comenzó a reír entonces, porque pensaba que estaba hablando de Afrodita la diosa y del santo de piscis, por el cual sentía genuino desagrado, él era la clase de soldado que había convertido el Santuario lo que era en ese momento.
-Cuando Afrodita lo escuche te lastimara...
*****
Mime tenía un plan, aunque no creía que fuera tan facilmente ejecutado, sabía que Alberich deseaba gobernar Asgard, que deseaba tener poder, uno que fuera mucho mayor al que su viejo omega ostentaba, su familia siempre deseaba tener más y así fue educado su amatista, que le aceptó a su lado porque le ofreció lo que podría desear.
Pero, no necesitaría, y esperaba que al finalizar su plan, Alberich olvidara todo eso del poder, el control, la gloria, eso no era necesario para que una persona fuera feliz, estas necesitaban amor, protección, paciencia, lo que nunca recibió, supuso, al igual que muchos de ellos.
Era un omega, eso era cierto, pero eso no significaba que tuviera que ser su sirviente o que tuviera que dominar a cualquiera para no serlo, al menos, eso era lo que pensaba Mime, que sabía se arriesgó demasiado al presentarse en el jardín de amatista, al ofrecerle ser su espada figuradamente, su protector y el ejecutor de sus planes.
Alberich en ese momento descansaba su cabeza en sus piernas, ellos estaban sentados en el jardín de su mansión, rodeados de todos esos alfas asesinados por sus omegas, un recordatorio de lo que pudo ser futuro, pero él confiaba en su plan, en ofrecerle algo que nadie mas podría darle.
-Fue muy absurdo al presentarse como lo hiciste...
Mime asintió, eso lo sabía perfectamente, había actuado como un loco y había conseguido lo que deseaba de Alberich, que se mantenía en ese sitio con los ojos cerrados, dejando que acariciara su cabello con delicadeza, como si fuera un gato, pensó.
Un gato que podría encerrarte cuando quisiera en un ataúd de amatista y era la mente más brillante de Asgard, quien abrió los ojos con una hermosa sonrisa, tirando de su cabello para que pudiera besarlo, esos le gustan mucho.
Alberich no tenía nada en contra de recibir sus besos, su amor y su paciencia, pero deseaba llegar virgen al matrimonio, a la ceremonia que los unirá como uno solo enfrente de los aldeanos, así como de los dioses guerreros.
-Pero eso me gusto... eres realmente inteligente, Mime, sabes quien es tu superior.
Mime solamente sonrió, besando de nuevo, una forma que había encontrado para desviar la atención de su amatista, cuando sus planes comenzaban a gobernar su corazón y sus deseos oscuros obnubila su mente.
-Aunque... quisiera saber algo... Mime...
Mime solamente sonrió al escuchar esas palabras, esperando lo que Alberich deseaba decirle, quien se levantó, sentándose junto a él, acariciando su mejilla con delicadeza, relamiendo sus labios.
-¿Qué planeas?
Alberich se había dado cuenta que Mime deseaba algo de su persona, además de ser su alfa y las implicaciones que eso significaba para él, unas que le parecían gloriosas, en las que había pensado desde que pudo verle, pues era hermoso, sus ojos, su cabello de fuego, su piel, cada parte de su alfa era perfecta.
-No sé de qué estás hablando...
Alberich entonces se sentó sobre sus piernas, sosteniéndose de sus hombros, besando su frente, su nariz, sus párpados y sus labios poco después, mirándole entonces como animando a decirle la verdad.
-No hay nada que puedan ocultarme y no soy idiota, se que existe la posibilidad de que estalle una guerra civil, unos piensan servir a la señorita Hilda, los otros a Andreas...
Alberich sabía que Mime era uno de los soldados cercanos a Siegfried y Sigmund, que eran los dirigentes del ejército fiel a la señorita Hilda, por lo cual, solamente era obvio que desearan una mente como la suya a su lado, pero, podía sentir que no solamente estaba interesado en su mente, también en su cuerpo, aunque le gustaba mucho más que deseara su intelecto, su sapiencia y su sabiduría para él.
-Temo por tu seguridad Alberich, han estado desapareciendo parejas destinadas, solo desaparecen y creemos que Andreas o mejor dicho, Fafner, es el culpable de lo que está sucediendo.
Alberich asintió, pensando en eso, había visto a Fafner merodear en la biblioteca demasiado a menudo para su gusto, también se daba cuenta que deseaba a Siegfried, al que seguía con la mirada a todas partes, ese beta no le agradaba, mucho menos su presunción, como se decía ser el más inteligente de Asgard, cuando el era quien ostentaba ese puesto.
-Yo creo que tal vez... aunque tú podrías descubrir con mayor facilidad lo que proponen, desean separar a los vinculados, como se dice que ocurría en el pasado, cuando los dioses aún caminan entre nosotros.
Su amatista ladeo la cabeza, pensando en esa posibilidad, creyendo que era una locura que provocarán una guerra civil solo porque deseaban separar a una pareja destinada, pensando en los visitantes, en la forma en que Andreas siempre estaba con el musculoso rubio.
-Solo un dios intentó hacer eso... pero Odin triunfó sobre él... Loki está encerrado en alguna parte de Asgard...
Ese dios era la encarnación de las mentiras, el origen de todos los fraudes, un dios que causaba terror, guerras, desconfianza y dolor a donde iba, cada vez que estaba despierto.
-Pero... aquí nadie se daría cuenta de lo que está pasando, supongo...
Alberich había dejado su postura seductora, sentado en sus piernas, comenzaba a pensar en alguna respuesta a esa pregunta velada de su alfa, porque razón estarían desapareciendo esas parejas, que estaba haciendo Fafner con ellos, porque no dudaría ni un segundo que ese demente hiciera pruebas con humanos.
-Los griegos están aquí... con ellos sus dioses...
Tal vez lo que deseaban era que hubiera guerra, que la paz que se había construido con el esfuerzo de los gemelos del Santuario fuera destruida, pero eso lo único que ocasiona sería caos, tanto que algunos dioses podían morir, otros retornar, eso siempre pasaba cuando no había un dirigente fuerte.
-Yo creo... pienso... que desean que haya caos en el mundo, empezando por Asgard, pero, el motivo se me escapa por completo.
Necesitaba más información y creía que la señorita Hilda podría tenerla, por lo cual, observando a Mime con una expresión seria, le ofreció una mano para que se levantara del piso, junto a él.
-Debemos visitar a la señorita Hilda...
*****
Al mismo tiempo Fenrir caminaba en el poblado con dos de sus lobos haciéndole compañía, notando la forma en que los pobladores se hacían a un lado, le temían a sus hermanos, a su jauría y eso le hacía enojar demasiado.
No sabía exactamente porque se vio en la necesidad de acudir a ese sitio, pero, aun así lo hizo, observando sus alrededores, encontrando ese bullicio demasiado molesto, deteniéndose de pronto cuando lo vio, casi perdido en la nieve.
A menos así le vio, porque su ropa, así como su cabello señalaba su posición al final del pasillo del mercado, era como un pedazo de luna o nieve, tal vez hielo, sus ojos eran rojos, su piel blanca como la nieve, sus labios carnosos, era como un ser salido de algún cuento de Hadas.
El que volteo a verle, una vez que se dio cuenta que lo observaba fijamente, su mirada posándose en la de sus lobos, después en la suya y repentinamente hizo lo que no creía posible, desapareció en la nada, como si fuera un hada o un ser mágico.
Pero su olfato era como el de ninguno, así que comenzó a seguirlo, dándose cuenta que se trataba de un omega, esa criatura misteriosa era un omega, el que deseaba escapar usando alguna clase de magia, algo que no iba a permitir, despertando sus instintos de cacería.
-No huyas...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, se los agradezco. Así que por fin Fenrir ha visto a Kasa, que ha decidido huir, Kanon ha escuchado las súplicas del juez y Alberich sabe que algo está pasando, sin contar que Misty ha dejado de actuar como un demente. Ahora, ¿ creen que desee Dohko en Asgard... SeikenNJ.
Chapter 36: Pasado.
Chapter Text
Pasado.
El ahora joven maestro de libra, había visitado a Aldebarán con una idea en mente, si Mu actuaba como un buen alfa, sí cumplía con su único deber como su pareja, los dejaría en paz, se haría a un lado como le prometió a su querido amigo en el pasado, pero si no estaba a su lado, si no creía que hacía un buen trabajo como alfa, en ese caso, continuaría con su empresa, se volvería en la pareja que ese joven amable necesitaba.
Dohko estaba sentado en una vieja mesa de madera, en una casa casi abandonada en Asgard, la que estaba oculta, la que fue construida en una de sus cuevas, el polvo cubría sus muebles, telarañas podían verse en las esquinas, pero no había nada que no se pudiera limpiar o reparar de ser necesario.
El hombre de doscientos años sostenía una botella de vino en sus manos, la que pensaba beber en ese momento de soledad, sin embargo, no lo hizo, en vez de eso la aventó con fuerza, pensando que Mu era un mal alfa, dejar solo a su omega para que pudieran atacarlo, eso no era correcto.
Aunque ese joven omega había sido educado para creer en su alfa, para pensar que su lazo era inquebrantable, algo de un valor absoluto, sin embargo, si un omega podía matar a su destinado, eso bien significaba que solo eran caprichos de los dioses o como decían las historias, bien podían estar destinados a destruirse, no a quererse.
Como se lo dijo a ese joven escorpión, el que era la pareja de ese santo de Acuario, quienes se parecían demasiado a los dos guerreros de su pasado, quienes de la misma forma siempre estaban juntos, actuando como satélites girando alrededor del otro.
Pero, aunque estaba seguro que ellos se amaban y se quisieron con locura, también sabía que Manigoldo se mató para destruir a Thanatos, cortando su vínculo con el dios de la muerte, de la misma forma en que Albafica hizo con Minos, quienes a su vez, sabía que se amaron, por lo cual, no le sorprendía en lo más mínimo que esos dos soldados, Afrodita y Deathmask fueran compañeros destinados.
Como si al morir el lazo que los unía a otro ser, los hubiera atado en la eternidad, al menos, eso pensaba Dohko, quien podía ver que Deathmask y Afrodita se parecían hasta cierto punto a sus dos aliados del pasado, con la diferencia, de que ellos no fueron guiados por un hombre sabio como lo fueron Sage y Lugonis, sino por Saga.
Lo que le hacía pensar en su propio dolor, en lo mucho que quiso al antiguo soldado de Tauro, con quien se entendió y en ocasiones salían a beber juntos, cuyo cabello blanco le fascinaba, pero también sus músculos, su estatura, como le dijera a Shion alguna vez, le encantaban altos, así como fuertes.
A quien le había dicho que saldrían a beber una vez que la guerra terminara, creyendo que tendría tiempo, que sobrevivirían para verse de nuevo, para poder amarse otra vez, al menos, decirle que le amaba y aunque los dos eran betas, podrían intentar ser uno como aquellas parejas destinadas.
No sabía que reacción tendría Aldebarán al escuchar esas palabras, al saber que él, Dohko de libra, que era varios años menor, le deseaba, tal vez le hubiera rechazado, tal vez no, pero él deseaba creer que no sería rechazado, a pesar de las historias que decían que el mismo santo de Tauro estaba prendado del primer santo de leo de su época, el poderoso ilias, que a su vez desposó a unas de las pitonisas, con quien tuvo un hijo, al joven Regulus.
Era una locura, de eso estaba seguro, pero al mismo tiempo nada más le quedaba que recordar, pensar en el pasado, en lo que pudo ser y no fue, al menos así se mantenía cuerdo, viendo como su cuerpo iba marchitándose, cuando su reflejo le escupía a la cara que era un viejo marchito, algo que apenas se veía como un humano.
Dohko lo recordaba perfectamente, la sensación de envejecer cada año, cada instante frente a las cascadas que debía proteger, solo, sin nadie a su lado, apenas recibiendo mensajes del Santuario, preguntándose si fue correcto rechazar a esa amatista de Asgard, el que pensaba era una pareja adecuada.
Un omega muy hermoso, pero no era lo que deseaba en un compañero, por lo cual, después de rechazarlo y pelear por su vida, tuvo que matarlo, realizando su deber, para regresar a las cascadas que eran sin duda el sitio que más odiaba en ese mundo, en donde su sacrificio no tuvo sentido alguno.
Recordaba con cierta claridad como Shion, hacía unos quince años acudía con él con un paso lento, esperando ser rechazado, aun su viejo amigo sabía que le había traicionado, o deseaba pedirle algo más que tal vez no estaría dispuesto a cumplir.
-Dohko... viejo amigo.
El solamente le miró en silencio, sus manos juntas, su molestia perfectamente camuflada como sorpresa, al ver al patriarca en esas tierras, quien se sentó a su lado, como sucedía antes, cuando eran aliados, cuando Shion observaba el nombre en su muñeca, el que no se merecía, se dijo en silencio.
-¿Sucede algo Shion?
Shion asintió, observando ese sitio, el que era hermoso, pensando en que decirle, de eso estaba seguro Dohko, que se limitó a mirarle en silencio, esperando alguna palabra suya, esa información que sabía le molestaba demasiado.
-Es Mu... al fin tiene su marca... aunque su omega tiene su misma edad, hace poco tiempo apareció en su muñeca...
Dohko asintió, pensando en lo peor primero, tal vez el pequeño Mu también estaba unido a un espectro o cualquier enemigo y sería obligado a destruir a su destinado, como sucedería con Kanon, el segundo de los gemelos, quien poseía el nombre de Radamanthys en su muñeca, el espectro del wyvern de entre todos los demonios de ese ejército.
-El está tan feliz, debiste ver su cara, como trato de ocultarme esta hermosa noticia...
Susurro con ojos cristalinos, llevando su mano a su muñeca, donde antes estaba marcado el nombre de Lune, relamiendo sus labios, pero a Dohko no le importo su dolor, sabía que su viejo camarada haría lo que fuera para asegurar la victoria, aun asesinar a su destinado, como sucedió en la guerra pasada, pensando de nuevo, que el no merecía ese vínculo, cuando él hubiera apreciado y cuidado del suyo cada día de su vida, de tener uno.
-Pero...
Allí venía la razón detrás de la tristeza en los ojos de Shion, quien se negaba a mirarle fijamente, pensando en lo que iba a decirle después, creyendo que iba a herirlo demasiado, de eso estaba seguro.
-¿Acaso es un espectro?
Shion negó eso, no era un espectro, pero para Dohko algo malo sucedía detrás de esa hermosa noticia, por lo cual, espero por lo que su patriarca estaba por decirle, una noticia que no comprendería hasta no verlo con sus propios ojos.
-No, no es un espectro... pero es el Santo de Tauro... bueno, aun no lo es, pero estoy seguro que este niño lo será, es tan fuerte como nuestro Hasgard, en realidad... se le parece... y tiene el mismo nombre, Aldebarán.
Susurro entonces, observando su expresión, esperando alguna muestra de sorpresa o dolor, al pensar en quién sabía amo en secreto por mucho tiempo, pero no respondió, apenas pudo respirar, pensando que el siguiente Santo de Tauro se parecía al suyo, pero que estaba unido por el destino al Santo de Aries, al alumno de Shion.
-¿Parecido?
Shion asintió, esperando a que su amigo comprendiera lo demás, que estaba unido a su alumno, al pequeño Mu de Aries, que era un prodigio que bien podría ser el siguiente patriarca, pero era sin duda alguna el siguiente herrero del Santuario, así como podía leer armaduras a su tierna edad, como su maestro antes que él.
-Creo que es la misma alma... pero... su destino le une a mi alumno... así que... vine a pedirte que no te interpongas entre ellos...
Dohko asintió, solo como por reflejo, para después pensar en esas palabras durante horas, tal vez días, creyendo que deseaba verle, que debía confirmar lo dicho por su viejo amigo, aunque Shion no estaba contento con eso, lo sabía perfectamente por la forma de mirarle cuando se dio cuenta que abandonó su puesto en las cascadas, para ver al joven Santo de Tauro, al joven Aldebaran.
-¿Qué estás haciendo aquí?
Dohko no respondió a su pregunta, su mirada fija en el joven tauro, que al ver que Mu estaba observando su entrenamiento corrió hacia él, gritando su nombre, sonriendo al ver a quien se suponía sería su alfa, al menos, así era como funcionaba en el Santuario, los compañeros destinados no eran separados como en el pasado.
-Quería confirmar lo que habías dicho y en verdad se le parece...
Shion estaba molesto por esas palabras, de eso estaba seguro el anciano maestro, que envidiaba la eterna juventud de su viejo amigo, su suerte y su fortaleza, porque el estaba perdiendo la razón al perder a quien amo, al saber que no sería suyo nunca.
-Será el compañero de Mu, Dohko, los dos están destinados...
Dohko asintió, no deseaba que ninguno de ellos le viera con esa forma tan desagradable, sin embargo, pensó en una respuesta que sería justa para los tres, una que esperaba Shion aceptará sin cuestionarla.
-Eso parece, así que si Mu es un buen alfa, yo no me interpondré entre ellos... pero si es igual a ti, querido amigo... yo trataré de protegerlo, como no pude con el anterior.
Shion aceptó esa propuesta demasiado molesto, seguro de que su alumno, el tercero de sus hijos sería un excelente alfa, justo como sus gemelos, a quienes había aconsejado proteger a sus parejas destinadas, sin importar que una de ellas fuera un espectro, el dolor de perderle era un infierno en el cual se veía obligado a vivir.
-Mu no le fallará, pero de hacerlo, es demasiado joven para ti, sin importar lo mucho que se le parezca, te ordeno que le dejes tranquilo.
No solo era parecido, podría asegurar que los dos eran casi como una gota de agua, sin embargo, uno tenía cabello y ojos oscuros, así como piel morena, el joven Santo de Tauro había nacido en Brasil, era un chico fuerte, mucho más alto que los demás, también le parecía hermoso.
Con el que tenía la misma clase de química que con el anterior Aldebarán, salían a beber juntos, conversaban por horas y le divertía que fuera un soldado tan estricto, pero al mismo tiempo fuera tan gentil como un ángel, el único que no le recordaba su vieja apariencia, cuando decidió regresar a su templo, vistiendo su forma joven, la de cabello negro, ojos oscuros, sin ninguna arruga, ni nada que les recordara el pasado.
Aunque le fue muy difícil tomar la decisión de ir a buscar lo que deseaba de ese joven Santo de Tauro, que apenas tenía veinticinco, pero ya cuidaba de un pequeño de ocho años, al que había tratado de ganarse, pero el chico simplemente le detestaba, era un niño muy celoso de su omega, de eso estaba seguro.
Cinco años antes Dohko bebía de un vaso de licor, aunque apenas le había probado, revolviendo su bebida de vez en cuando con una apariencia aburrida, pensando, meditando, sin saber muy bien qué hacer, Mu acababa de marcharse del Santuario, abandonando a un pequeño de tres años y a su pareja.
Lo sabía únicamente porque las noticias corrían demasiado rápido, también había muerto su viejo amigo, aunque de eso ya no estaba tan seguro, no si estaba muerto, pero sí, si podía seguir pensando en él como su amigo.
Preguntándose si considerar a Shion como su amigo era correcto, cuando le dejo a pudrirse en los cinco picos en la más profunda soledad, perdiendo lentamente su cordura, con sus recuerdos del pasado como su única forma de resistir esa horrible soledad.
Mientras que Shion, su amigo, el disfrutaba de las mieles de la vida como el patriarca, después de haber asesinado a su alfa destinado a sangre fría, como si él no valiera nada, un acto de honor que respeto en el pasado, pero en ese instante, era otra historia.
Dohko veía sus manos pequeñas y enjutas, de color morado, apenas humanas, al igual que todo su cuerpo, aunque aun respiraba, aun seguía realizando su deber, esperando que su dolor tuviera algún sentido.
El vaso en sus manos se veía algo grande, aunque no lo era, y estaba cansado de ese sentimiento, de sentirse como una reliquia del pasado, así que volteando el vaso para que el licor cayera en el suelo, se levantó, no deseaba seguir bebiendo, porque cuando lo hacía tendía a perderse en sus recuerdos y no era momento para ello, cuando había sucedido justo lo que pensaba.
Mu le había fallado a su omega, como su maestro lo hizo con su alfa e ignorando sus votos, decidiendo que era mucho más importante ayudarle a ese joven toro, con un pequeño de brazos que proteger, rompió su caparazón, su vieja forma, al igual que una crisálida, regresando a su vieja juventud, a su belleza del pasado y usando esa forma, visitó por primera vez a su amado, al Santo de Tauro, que le recibió con amabilidad, casi haciéndole perderse en el pasado.
Aldebaran, que había aceptado desposarle, pero escapó antes de cumplir con su promesa, para seguir a su alfa, uno que no lo cuidaba como era debido, de tal forma que permitía que uno de los dioses guerreros atacara a su omega, al hermoso tauro, en realidad, ni siquiera sospechaba que Shaka le odiaba, que deseaba matarlo y en vez de buscarlo para proteger a su esposo, le dejaba sólo, como la clase de alfa de la que se trataba, se dijo, convencido de sus actos.
-Tarde o temprano... tarde o temprano te darás cuenta de que Mu no te merece...
El iba a ayudarle a eso, a comprender eso, Mu no lo merecía a su lado, no era más que un alfa descuidado y Aldebarán era muy valioso para entregar su vida a alguien como él, por lo cual iba a cuidarlo toda su vida, como no hizo con Hasgard.
-Los hilos del destino no valen nada... no son más que cadenas.
*****
Alone veía con impotencia y furia como Kanon se llevaba consigo a su omega destinado, aquel que asesinó en la guerra, cuando su lealtad fue del dios Hades, pero nunca suya, jamás fue suya y eso le dolía, cada uno de sus juicios le demostraba que su omega era leal al dios de la muerte, pero no a él.
Pero aun así parecía que no podía dejar de pensar en lo que pudo ser, si su lealtad no fuera propiedad del dios Hades, esa entidad que pensó en matarlo para liberarlo de su amor, al darse cuenta que se estaba alimentando de su poder, de su cosmos.
Cuando el era tan solo un huérfano en una pequeña comunidad sin nombre, en un orfanato perdido en el tiempo, con un nombre en su muñeca, con un omega esperando por él en alguna parte de ese horrible mundo lleno de pesares.
No sabía que edad podría tener, pero se lo imaginaba más joven, suave y delicado, después de todo él era un alfa, él debía ser quien tuviera la fuerza para protegerlo del peligro, del dolor, sin embargo, cuando le conoció pudo ver la decepción en su mirada, al darse cuenta de que él era su alfa.
Apenas un muchacho, cuando su omega ya era un hombre hecho en esa época, él tenía apenas quince años, cuando Radamanthys, el espectro que portaba la armadura del wyvern, casi le duplica la edad con veintiocho años, era mucho más alto y mucho más fuerte.
Durante la guerra fue mucho peor hasta llegar el momento en que se enfrentó a él por manipular el cosmos de su amado dios de la muerte, el dios Hades, cuando él espero que sucediera como con Minos, que deseaba ver hasta dónde podía llegar y Aiacos, que no era leal a su dios, solo a sus propios fines, en su infantil inocencia espero que le ayudará en su meta.
Radamanthys fue cortado casi a la mitad tratando de defender a su dios, a la señorita Pandora, que le hizo despertar con un beso, pero no era suficiente para que el dios Hades pudiera realizar su voluntad.
Lo que Alone no entendía era que al matarlo, al usar su cosmos en contra de su omega, lo que estaba haciendo era cortar el lazo que los unía en el infinito, en la nada, lo supo cuando vio su muñeca y el nombre de Radamanthys estaba blanco, demasiado pálido, apenas una sombra de lo que existió.
Alone aun así quiso cumplir con sus planes, destruir ese mundo para brindarle paz a cada una de sus almas, sin embargo, fue destruido por quienes fueran sus amigos, quienes perdieron la vida en esa guerra, en esa batalla final, dejando únicamente a pocos soldados del Santuario en pie, uno de ellos el de libra, el otro el de aries, ellos debían separarse, a libra le tocó el peor trabajo, esperar por el regreso de los espectros, del dios Hades, en los cinco picos.
Donde le visito unos años después, cuando por fin cumplió los veintiocho años y portaba los cambios físicos de su edad, era alto, bastante alto, creía que un poco mas que su antiguo omega, era fuerte, se ejercitaba todos los días tratando de ganar masa muscular, pero lo mas extraño de todo, era que aun podía robar cosmos del dios Hades, que yacía encerrado en su prisión, no sabía como, pero era posible, por lo cual, su piel aun era pálida, casi como granito, su cabello era tan negro como sus ojos, dándole una apariencia inhumana.
En esos diez años que pasó oculto había comenzado a amasar una fortuna, a crear empresas que se servían con la vida de personas como lo fue el en el pasado, comprendiendo la necesidad de tener bienes materiales, una vez que su omega regresara a ese mundo y su muñeca volviera a portar su nombre, al menos, en su estupidez eso creyó que pasaría.
Dohko al verlo no lo ataco, solamente guardo silencio, era después de todo un solo hombre perdido en esa inmensidad, con nada mejor que hacer que observar una cascada, lo que debía ser una tortura, apenas diez años de una condena de doscientos.
-Tu perdiste a quien amaste, yo también...
No le dijo que él había destruido su cuerpo sin piedad, esa información era solamente suya, pero él creía saber que Dohko debió perder a alguien, ya fuera un beta o el mismo amigo con el que estaba en esa guerra, peleando hombro con hombro.
-Porque no volvernos amigos... tu necesitaras riqueza, yo necesito un aliado...
Se esperaba que los santos dorados no necesitaran dinero, ni riqueza, pero un humano, un alma o una persona, cualquiera de ellas la necesitaban.
Alone de eso estaba seguro, quien a sus veintiocho años poseía todo lo que nunca creyó necesitar, pero su omega nunca fue suyo.
-Hades...
Susurro el guerrero de cabello café, mirándolo fijamente, pero él no era Hades, por lo cual negó eso, nunca fue el dios de la muerte, pero blandía su cosmos a su conveniencia, algo que le divertía demasiado, porque Dohko se dio cuenta de eso, abandonando su puesto en ese sitio, donde estaba sentado con las piernas cruzadas.
-Mi nombre es Alone...
Aquel momento pudo ser crucial para ellos, pero no lo fue, sólo era una alianza necesaria, donde ambos obtendrían beneficios, pero Dohko aún era leal a la diosa Athena y su preocupación por el joven tauro era real, su amor también lo era, e intento que destruyeran a los gemelos de géminis, creados por el dios de la guerra y la muerte.
Siendo uno de ellos quien portaba orgulloso el nombre de su omega, lo supo cuando el mismo Dohko se lo informo, sin saber la razón de su molestia, únicamente comentó con una bebida en su desagradable mano que los dos eran alfas, Saga tenía el nombre de Aioros en su muñeca, el otro el de un espectro, el de Radamanthys de Wyvern, ese muchacho sería un traidor, de eso estaba completamente seguro.
-Ya veo...
Alone en ese momento pensó en acudir con los dioses gemelos, pero eso significaba despertar al dios Hades antes de tiempo y no podía permitir que eso pasara, así que opto por otra forma de modificar los sueños de su omega, eso fue liberar a aquel cuyo nombre era pesadilla, que siempre era acompañado por su gemelo, el búho.
Después de eso le dieron las armas para destruir sus sueños premonitorios, convertirlos en algo desagradable, monstruoso, maligno, que sería suficiente para debilitar el lazo que unía a Kanon con su omega de cabello rubio, al que tenía encerrado en una celda especial, al menos, la mitad de su ser, la otra vagaba sin rumbo en ese mundo cruel, seguro de que su alfa era un monstruo.
Quien a su vez, le temía, sin ninguna razón aparente, tal vez, el juez aun encontraba la forma de rechazarlo, de advertirle a su otra mitad del peligro que corría, por lo cual, en vez de aceptar su invitación a la fiesta de gala en su honor, escapó despavorido y el, en su desesperación comenzó a seguirlo como si Radamanthys fuera una llama, el tan solo una polilla.
Para regresar solo a su exhibición, donde pudo ver a sus aliados, los dos gemelos, que sosteniendo una copa en sus gruesos dedos se veían ridículos, como si comprendieran el arte de sus pinturas, muchas de ellas de su musa, en su galería a la que llamo amor, porque esperaba presentarle al mundo quién era su omega.
-Estas imágenes jamás pasaron...
Pronunció uno de ellos con cierta sorna, recargado en el hombro de su gemelo, mirándolo fijamente, ambos estaban molestos, porque hasta el momento no habían conseguido su parte del trato y pensaban que no deseaban otorgarles lo que pidieron.
-Pero sucederá... tarde o temprano, él fue mi omega y yo fui su alfa, eso nos une...
Otro, al que llamaban búho, comenzó a reír, creyendo que era un tanto infantil, algo así como "yo lo vi primero" pero no dijo nada al respecto, relamiendo sus labios, para beber de la copa sin sutileza.
-Eso no significa nada y hasta donde sé, tu sola presencia hizo que el lazo, que las pesadillas impuestas en ese infeliz habían debilitado, se recuperara, si eso no es rechazo, no se que sea.
Pronunció el Búho, con una gran sonrisa, mirando fijamente a Alone, quien no se molestó en responderle, uno de ellos era fuerza, el otro astucia, pero a diferencia de los dioses gemelos, estos no peleaban entre sí, ellos jamás discutían, actuaban como un solo cuerpo, aun sus gustos en pareja eran parecidos.
-No me interesa su opinión.
Fue la respuesta de Alone, que sonreía con suficiencia, listo para inaugurar su exposición, donde el hermoso Radamanthys aparecía en algunas de sus obras, pinturas, esculturas y bocetos, algo que esperaba su amado encontrara como un halago.
-El me amara...
Alone respondió con seguridad, caminando en dirección del palco, donde su hermoso dragón debería estar de pie, a su lado, vistiendo la ropa que había elegido para él, todos ellos usaban máscaras blancas, menos el, que era negra, todas con formas de aves nocturnas.
-Me alegra tanto que hayan asistido a esta humilde exposición que he decidido llamar... Amor.
*****
Radamanthys subió los escalones que daban a su casa, deteniéndose de pronto, con su mano en el picaporte, pensando con detenimiento, con cierta frialdad, casi como si fuera el juez que se removía en su psique.
-Espera...
Susurro, observando en dirección de Kanon, quien ladeo la cabeza, lo que Radamanthys deseaba era regresar a su casa, estar en ese sitio que consideraba era seguro, sin embargo, por alguna razón que no comprendía, no ingresaba en ese lugar.
-Y si lastiman a mi omega para llegar a mi... ese hombre... ese pintor... él sería capaz de lastimar a mi omega, para llegar a mi.
Pronunció asustado, mirando a Kanon con detenimiento, quien no dijo nada, pensando que era cierto, seguro que en ese momento se estaba hablando del desastre ocurrido en el antro llamado Inframundo.
-Debo... debo alejarme hasta que él ya no sea peligroso... ya no sea un peligro.
No tenía un lugar a donde ir, nada más que con Kanon, que le miraba fijamente, por lo cual se acercó a él, sin tocarlo, sin atreverse a ello, pero escuchando lo que dijo el juez, como un monstruo reconocía a otro y podía protegerlo a él de ese pintor.
-Eres mi alfa... esta cosa en mi muñeca debe significar algo... ayúdame...
Kanon asintió, ocultando su tristeza, porque ese nombre no era una cosa, era una bendición para ambos, pero, tal vez, debido a lo sucedido con Alone, su omega podría llegar a creer en sus buenas intenciones, a escucharlo.
-¿Qué hay de tu omega?
Preguntó el mayor, pensando que podía cuidarlo de su enemigo y así podría ganarse su afecto, pero si se marchaban sin decirle nada al dios Hefesto, este podría creer que le habían secuestrado de nuevo, ya le habían hecho sufrir demasiado.
-Tienes razón...
Susurro, escuchando el sonido de un auto, como se detenía de prisa, derrapándose en el asfalto, en su interior había un sujeto de cabello negro, el mismo con el que su madre bebía en la sala, quien a su vez salio de prisa, casi corriendo a abrazarlo.
-¡Radamanthys!
Radamanthys le abrazó con fuerza, cerrando los ojos, para después apartarse, dejando que su omega acaricia su mejilla con delicadeza, quien a su vez, observó a Kanon, quien apenas sabía qué decir, comprendiendo muy bien que su reputación era de las peores.
-No voy a ponerte en peligro... madre, así que me marcharé con él...
Kanon supuso que no tenía problema alguno con ponerlo en peligro a él, pero no dijo nada, observando de nuevo al conductor del auto, que al salir, pudo ver quien era, pero en vez de mostrar su sorpresa, trato de no mostrar sus sentimientos, de no interesarse en su existencia.
-¿De qué estás hablando?
Hefesto de nuevo iba a perder a su pequeño, se dijo en silencio, observando a Kanon, quien desvió la mirada, aceptando la decisión de su niño, el que una vez que había decidido algo, lo realizaba, así que para no perderlo de nuevo, aceptaría su decisión.
-Cuida de mi hijo... ese es tu deber como su alfa...
Kanon asintió, sosteniendo la mano de Radamanthys, para llevarlo a su templo submarino, de donde había escapado no mucho tiempo atrás, pero esta vez, regresaba por su propio pie, seguro de que podría ayudarle, al ser su alfa.
-Mi hijo es poderoso y es astuto, tiene lo mejor de mi en él... en ellos.
Quiso asegurarle Ares a Hefesto, quien asintió, buscando su protección, aferrándose a su cuerpo, abrazándolo para esconder su rostro en su pecho, angustiado por su pequeño, pero preguntándose qué estaba pasando, su mente moviéndose sin descanso, sin detenerse.
-No entiendo lo que sucede... no lo comprendo, pero pronto lo haré.
*****
Al mismo tiempo la batalla de Aldebarán y Toll seguía su curso, el gigante de cabellera blanca atacando sin piedad, el de cabello castaño defendiendose, su guardia sin ser quebrada un solo momento.
-¡Qué demonios te has creído!
Mu al ver que Toll atacaba a su omega, quiso defenderlo inmediatamente, pero Aldebarán lo detuvo con una sola mirada, no quería que le hiciera daño, sin embargo, quien no se detuvo fue Heracles, golpeando su estómago con tanta fuerza como podía, apartándolo del omega del alfa de cabello morado, el extraño lemuriano que pensaba estaba loco, o algo parecido.
-¿Qué estás haciendo Toll? ¿Qué demonios estás haciendo?
Toll vio a Aldebarán con mucho enojo, pero al ver a Hércules, desvió la mirada, avergonzado, temeroso de su reacción al escuchar lo que deseaba lograr al atacar a ese omega.
-Quería probar qué tan fuerte es el toro del que hablas tanto... el que parece volverte loco...
Mu camino hasta donde se encontraba Aldebarán, para abrazarlo, sorprendiendo a los tres, mirando a los otros dos gigantes, como si comprendiera algo que esos dos no, riendo de pronto, para besar el dorso de la mano de su omega, que se limitaba a sonrojarse.
-Aldebaran es mi esposo, él es mío y yo lo amo... como ustedes dos se aman, pero temen aceptarlo.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero que este capítulo sea de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 37: Deseo.
Chapter Text
Deseo.
-Mu…
Se quejó Aldebaran, tratando de apartarlo de su lado, empujándolo con gentileza, pero el lemuriano negó eso, imprimiendo un poco más de fuerza en su cuerpo, usando su cosmos, no quería soltarlo y como prueba, sostuvo a su omega de su cintura, recargando su rostro contra su pecho.
-No… no me quito…
Aun viendo a los otros dos gigantes, el de cabello blanco que no sabía qué decir, encontrando bochornosa la actitud del lemuriano y avergonzandose por la propia, al mismo tiempo que Heracles respiraba hondo, pensando que tal vez, sus sueños sin podrían cumplirse.
-¿Estás celoso?
Heracles quiso saberlo, ignorando por completo a Mu o Aldebarán, esperando escuchar una respuesta de Toll, de su buen amigo, aliado y compañero de entrenamiento que le miraba sorprendido, sintiendo que sus mejillas comenzaban a pintarse de rojo, apenas un poco.
-Todo el tiempo hablas de él, de lo grande que es, de lo hermoso que es… cualquiera podría estar celoso.
Heracles negó eso, pensando en lo que había dicho Mu, que no soltaba a su omega, que no peleaba con él, desviando la mirada demasiado sonrojado para mirarles, riendo de pronto, ese lemuriano era demasiado extraño, un alfa que había hecho lo que estaba en sus manos para proteger a su familia pero fue traicionado.
-Pero… tu estabas celoso por mi, tu crees que mi deseo lo despierta él y no tu, que todos los días te marchas con personas diferentes… con personas delgadas, delicadas, algo que no soy yo…
Toll abrió la boca y la cerró varias veces, respirando hondo, desviando la mirada de nuevo, pensando que esas historias eran una forma para tratar de llamar la atención de su aliado, al hacerle ver que era un buen amante, que era atractivo para los demás, así que porqué no lo era para Heracles, que hablaba de un omega que era de su estatura, así como tenía su fuerza física.
-Quería llamar tu atención… pero lo único que sale de tu boca es “el toro del santuario esto” “el toro del santuario aquello” y hablas como si fuera diferente a mi, cuando yo soy más alto, soy más fuerte, tal vez un poco más delgado… aunque, por supuesto, no soy un omega…
Aldebaran llevó una mano a su rostro, demasiado incómodo al mismo tiempo que Mu decidía que ya habían escuchado suficiente y comenzaba a molestarse, al pensar en lo dicho de su omega, esposo, así como su compañero de vida, por ese tipo de cabellera oscura.
-Creo que debemos irnos de aquí…
Aldebaran asintió, pero no sin antes ver como Heracles sostenía a Toll del cabello para besarlo, cansado de esa charla inutil, preguntandose porque lo habian metido en esa discusión y como era que Mu se había dado cuenta de lo que esos dos no pudieron ver, ni él tampoco.
-¿Cómo lo supiste?
Preguntó de pronto, en la casa que Hilda le había otorgado, donde por alguna razón no estaba Kiki, sintiendo que los brazos de Mu se aferraban a él con mucha más fuerza, cerrando los ojos con una sonrisa en sus labios.
-Se veían igual que nosotros… como tu me ves a mi cuando piensas que no me doy cuenta y como yo te veo a ti, todo el tiempo.
Aldebaran no pudo más que sonreír, pensando que eso era justo como en el pasado, cuando los dos entrenaban en el santuario, esta vez, empujando con un poco más de fuerza a Mu, que se aferró a su cuerpo, restregando su mejilla contra su torso.
-Kiki podría vernos…
Se quejo el toro, que volvió a empujar a su alfa con delicadeza, haciendo que Mu supiera que no deseaba que lo liberara de sus brazos, sus ojos brillando un poco, de esa forma en que sucedía en la oscuridad cuando usaba su cosmos, dándole una apariencia ligeramente siniestra.
-No podrá… le solicite a la señorita Lifya que cuide de nuestro cachorro… por unas horas.
Eso prácticamente lo dijo ronroneando, de la misma forma en que lo hizo cuando le convención de ceder ante sus deseos, los de ambos, por lo que trago un poco de saliva, pensando que habían pasado demasiados años sin sentir sus caricias o sus besos, recordando que su celo no estaba muy lejos, siendo esa la única razón por la cuál aceptó la oferta de Dohko, para no ser atacado durante aquella época del año por un guerrero indigno, aunque en realidad era para mantenerse fiel a su alfa.
-Aún no te perdono…
Quiso recordarle, retrocediendo apenas unos pasos cuando Mu por fin le dejo ir, quien a su vez comenzaba a quitarse su poncho, dejándolo caer al suelo, después su túnica, descubriendo su torso, el que tenía músculos marcados, después de todo su alfa era muy fuerte, aunque algo delgado a comparación suya, que era un poco más ancho, siempre lo había sido.
-Y no lo harás, si no presiono, Alde…
Aldebarán estaba sonriendo al verle caminar hacia él, con esa postura dominante que usaba, permitiendo que su aroma y su influencia se liberaran, era un alfa después de todo, su alfa, quien lo acorraló contra la puerta de esa pequeña cabaña.
-Yo se que tu tienes esa loca idea de que no eres deseable, que no eres hermoso, pero lo eres… hasta tengo un competidor por tu afecto, por tu cuerpo y por tu compañía, pero no podrá robarme lo que es mío, lo que tu me diste.
En ese momento vestia sus pantalones de mezclilla, una playera amarilla y una chaqueta de color cafe, ropa muy sencilla que le quedaba a la perfeccion, su omega nunca habia sido vanidoso, aunque podria serlo.
-Pero… necesitas un ligero empujón, como aquella vez, te acuerdas, cuando creamos a Kiki…
Aldebaran solamente sonrió, llevando una mano a su rostro, pensando que su alfa nunca iba a cambiar, preguntando porque sus aliados creían que Mu era una persona delicada, pacífica y serena, cuando no era nada de eso, únicamente no permitía que su verdadero yo tomara el control de sus emociones.
-Juro que jamás podré entender tu forma de pensar…
Se quejó, sintiendo como me desabrochaba el cinturón de su pantalón, aflojando su playera para inmediatamente ingresar sus manos en su interior, acariciando su pecho con delicadeza, con un camino bien conocido.
-No es verdad, tu sabes exactamente como pienso…
Susurro Mu demasiado divertido y seguro de sí mismo, esperando que Aldebarán lo apartara, tenía la fuerza para ello, por lo que, cuando lo deseaba, había sido sencillo para él hacerlo, pero no lo hizo, respirando hondo, tragando un poco de saliva, antes de quitarse él mismo su chamarra y su playera, descubriendo parte de su cuerpo ante sus ojos.
-¿A quién deseo engañar?
Pregunto relamiendo sus labios, para agacharse al mismo tiempo que Mu se paraba de puntitas, sosteniéndose de su hombro, llevando una mano a su cintura, al mismo tiempo que su omega sostenía sus mejillas con ambas manos, besándolo con delicadeza, apenas unos segundos, para después apartarse.
-Nunca podré negarme a ti.
Mu relamió sus labios, negando eso, no era sólo negarse a él, sino era negarse a lo que ambos deseaban, los dos se amaban y pasar todos esos años separados fue una pesadilla.
-Juro que seré lo que tu necesitas Aldebaran de Tauro, que pasare toda mi vida tratando de compensarte a ti, a nuestro cachorro y los que vendran, que cumplire nuestras promesas, asi como te amare por siempre.
Aldebaran recordaba ese pequeño juramento inventado por ambos, cuando decidieron casarse en secreto, el único que lo sabía era el anciano patriarca, que aceptó realizar esa boda, nadie más estuvo presente, pero no lo necesitaban, ellos sabían que paso.
-Te perdono, Mu de Aries, así que te acepto como mi alfa, como el padre de mis cachorros, te juro serte fiel toda mi vida, aun de faltar tu, jamas aceptare a nadie más en mi cama o en mi vida, cuidare de nuestros cachorros y te amare por siempre.
Su lazo estaba más firme que nunca, eso lo sabían ambos, pero Mu no creía que fuera digno del amor de su omega, que repitió esa promesa con facilidad, creyendo en ella, mirándolo a los ojos, aunque le agregaba algo nuevo, su perdón.
-Te amo, no sabes cuanto te amo…
Pronunció Mu, quien siempre había sido demasiado claro en su deseo por estar a su lado, en su amor por él, desde aquella primera vez que pudieron verse, en el coliseo del Santuario, cuando después de un entrenamiento bajo su maestro, que no era el santo de Tauro, puesto que ese templo estaba vacío de momento, sino el Santo de Leo.
Un buen hombre llamado Guilty que portaba la armadura de leo, quien le enseñaría a pelear, a defenderse y tener una guardia inquebrantable, al menos eso era lo que le había dicho, seguro de que él se convertiría en el futuro Santo de Tauro.
Estaba distraído, pensando en cómo se veía Milo y Aioros, ellos eran hermosos, en cambio el no lo era, aunque aún era un niño, pensaba que no era lo que debería ser un omega, miraba sus manos en silencio, sin darse cuenta que el alumno del patriarca se acercaba a él con una sonrisa, deteniéndose a su lado.
Aldebarán se había sentado en una de las rocas, observando el suelo fijamente, usaba una venda en su muñeca, cubriendo el nombre de su alfa, temiendo ser rechazado, porque su alfa era un lemuriano, era un chico lindo y era el alumno del Patriarca, por lo cual, suponía que querría a alguien más hermoso para Mu.
-Hola…
Aldebaran jadeo al verle, tragando un poco de saliva, llevando como por reflejo su mano a su muñeca, usaba cabello corto, sus cejas se unían en una sola, sus rasgos no eran suaves como los de Milo, ni como los de Aioros, así que no se sentía demasiado hermoso, en realidad, sabía que no lo era, ni como alfa sería guapo, al menos eso había escuchado en su pueblo natal.
-Eres un omega…
Susurro Mu con una sonrisa, sentándose a su lado, observando su muñeca, señalandolo con uno de sus dedos, esperando su respuesta, pero lo que hizo fue esconder su brazo, un poco triste, asintiendo, con una mirada perdida.
-Yo soy alfa…
Susurro de pronto, con una hermosa sonrisa, tratando de tocarlo, pero Aldebarán se alejó, viendo como Mu se acercaba a él de nuevo, su sonrisa ensanchandose de nuevo, sabía algo que él no, eso era obvio, pero él no sabía que este chico era el alumno del patriarca, él era educado en Jamir, no en el Santuario, así que nunca le había visto.
-Escuche que tú serás el Santo de Tauro, te ves muy fuerte…
Aldebaran volvió a apartarse, viendo con molestia como Mu se acercaba de nuevo a él, respirando hondo, llevando sus manos a su cabeza, con una sonrisa que parecía ocupaba todo su rostro, dándole una apariencia divertida, aunque era pequeño, a lo mucho le llegaría a la altura del pecho.
-Yo seré el Santo de Aries, al menos eso dice mi maestro… es el patriarca, sabes.
Aldebaran trató de alejarse un poco más, cayendo al suelo, escuchando una risa de Mu, que le mostró entonces su muñeca, demasiado orgulloso de sí mismo, esperando que pudiera leer su nombre en su piel.
-Apareció hace unos días, casi una semana y mi maestro me trajo aquí para verte, Aldebaran…
Al escuchar esas palabras desvió la mirada molesto, esperando escuchar alguna clase de rechazo, que le dijera que era un omega feo o no era lo que pensaba, sin embargo, ofreciéndole la mano, aun con una sonrisa, espero que aceptara su ayuda.
-Y eres aún más hermoso de lo que te había soñado… seremos un buen equipo.
Aldebaran no supo qué decirle al pequeño Mu, que al ver que estaba sorprendido por esas palabras, mantuvo su sonrisa, ofreciéndole su mano para que se levantara del suelo, casi agitandola frente a su rostro, algo que acepto, poniéndose de pie, mirándole con una expresión sorprendida.
-Aries y Tauro… Mu y Aldebarán… me gusta.
No dijo nada de nuevo, sonrojándose demasiado al escuchar esas palabras, viendo como Mu ladeaba la cabeza pensando, tal vez tomando alguna decisión, a lo mejor no le gustaba que no hablara o creería que lo rechazaba, sin embargo, de nuevo sonrío.
-No hablas mucho, me gusta.
Aldebaran recordaba ese dia con demasiado cariño, pero al ver la mirada de Mu, se dio cuenta que su alfa comenzaba a desesperarse, sonriendo de nuevo, pero ya no era la clase de sonrisa infantil que media casi todo su rostro, como aquella que usaba Kiki, esta era mucho más calculadora.
-No creo que comprendas lo mucho que me gustas, pero debo decirte que si me quieres la mitad de lo que yo te amo, podremos ser felices… ahora que por fin estamos juntos de nuevo.
Mu estaba equivocado si pensaba que no comprendía lo mucho que le amaba, porque le encantaba su cuerpo, su mente y esa forma que tenía de hablarle, tan directa, tan segura, comprendiendo que tenía razón, si su alfa no fuera tan abierto con su afecto, él nunca se hubiera atrevido a realizar cualquier movimiento.
-Porque no… porque no me muestras lo mucho que me deseas… Mu… Mu de Aries…
Mu solamente sonrió, sosteniendo a su omega de la cintura, relamiendo sus labios con delicadeza, pensando que deseaba mostrarle lo mucho que lo amaba y lo mucho que lo deseaba, así como lo celoso que estaba al saber que Dohko deseaba arrebatarlo de su lado, creando una o mil mentiras para justificar su acto en contra de los dioses.
-Siempre has sido demasiado bueno conmigo…
Pronunció, antes de besar los labios de su omega, esta vez siendo un beso mucho más violento, ingresando su lengua en su boca, robándole el aliento, mostrándole lo mucho que lo deseaba, lo mucho que le habia extrañado, después de todo, habían pasado cinco años separados.
-Mi hermoso toro… mi dulce omega…
Aldebaran sentía que sus piernas ya no lo iban a sostener, por lo cual, tomando la mano de su alfa quiso llevarlo a su cama, a la cama que usarían como una pareja, pensando que deseaba estar con Mu, recordando lo desagradable que fueron sus últimos celos, sin su alfa a su lado, pero los resistió, únicamente porque pensaba que su hermoso carnero regresaría a sus brazos, esa era su mayor esperanza.
-Te he extrañado tanto…
Susurro pensando en lo absurdo de su decisión, al pensar en que estuvo a punto de aceptar a alguien que no deseaba para proteger a su cachorro, ignorando el amor que le tenía a su alfa, lo mucho que lo deseaba, que lo necesitaba, cayendo de rodillas entonces, sosteniendo la cadera de Mu con sus manos, relamiendo sus labios, restregando su rostro contra la hombría de su alfa, que le miraba sorprendido.
-Mis celos han sido un infierno… te necesito…
No estaba en celo, pero lo deseaba en ese momento como si lo estuviera, tomando la decisión de estar a su lado por el resto de su vida, de aceptar su ayuda, su protección y tener un futuro con él, pensando por momentos en Dohko, quien lo había seguido a ese sitio, pero no deseaba decirle nada a Mu en ese instante, no quería que ese momento se ensuciara con su recuerdo, con el fantasma de lo que estuvo a punto de hacer.
-Mu… Mu… te deseo…
Aldebaran desabrocho los pantalones de Mu, que no dejaba de mirarlo con expectativa, relamiendo sus labios, viendo como su omega comenzaba a lamerle, jadeando al sentir su sabor, su calor, para después tomarlo con delicadeza en sus labios, como si quisiera devorarlo, escuchando sus gemidos, sintiendo como movía con delicadeza sus caderas, empujando en su boca.
Una imagen con la que soñaba en sus momentos de soledad, pensando que esa visión era lo más sensual que había visto, su hermoso toro dándole placer con su boca, sus ojos cerrados, recibiendo sus embistes que iban aumentando en intensidad.
-Alde… mi Alde…
Mu sostuvo entonces el cabello de Aldebaran, el que era sedoso y suave entre sus dedos, demasiado agradable al tacto, casi como su imagen en ese momento, cuando le daba placer con su boca, gimiendo apagado, llevando entonces una mano a su propio sexo, para acariciarse con ella.
Algo que le gustaba demasiado a Mu, verle perder la calma y la paciencia, tratando de darle placer, creyendo que debía esforzarse para eso, pero era ridículo, porque únicamente a base de voluntad, era que no se derramaba en ese instante, de tan solo verle de rodillas a sus pies.
-Eres hermoso… demasiado hermoso… y todo mío…
Aldebaran asintió, chupando con un poco más de fuerza, abriendo los ojos para perderse en los de Mu, que brillaban en la oscuridad, no sabía si porque cuando estaban juntos, su alfa tendía a encerrarlos en una celda de cristal o por ser un lemuriano, lo que sabía era que no creía que podria escapar de él, nunca, aunque no lo deseara como lo hacía, su alfa era dueño de su existencia.
-Todo mío…
Mu se vino pocos minutos después, apartándose a tiempo para que su toro no tuviera que tragar su semilla, pero no a tiempo como para no mancharlo con ella, por lo cual, Aldebaran fue salpicado con esta, sus mejillas, su pecho y sus labios.
-Tuyo… yo soy tuyo…
Mu podia darse cuenta que Aldebaran estaba humedo, su cuerpo deseaba sentirlo en su interior y comenzaba a pensar, que debia regresarle el favor, hacerle ver estrellas, primero con su boca, despues con sus caricias, al final, solo al final, cuando su hermoso omega estuviera casi inconsciente por el placer, darle su sexo.
-Y te he extrañado tanto…
Susurro casi perdido en el deseo, cerrando sus ojos, para después abrirlos de nuevo, no estaban en celo, pero eran una pareja que se amaba, no necesitaban de eso para poder complacerse, aunque, siempre era agradable tener a su carnero a su lado durante aquella época del año.
-¿Tu me has extrañado?
Mu sonrió, eso era una locura, su vida sin Aldebarán a su lado había sido un infierno interminable, lo deseaba, era su alfa y su toro era su omega, por lo cual, asintió, sosteniendo con fuerza el cabello de su amado, para besarle de nuevo, esta vez con mucha más furia, devorando su boca, para después lamer su propia semilla de su rostro.
-Vamos a la cama… y te lo demostraré.
*****
Siegfried escuchaba la música que tocaba Sorrento con detenimiento, con una sonrisa en sus labios, casi recostado contra uno de los altos árboles de un sitio que su alfa había encontrado, pero cada uno de los habitantes de Asgard conocía.
-Tocas realmente hermoso…
Pronunció de pronto, observando a Sorrento, que detuvo su música, sonrojado por aquellas palabras, para tratar de proseguir con su tonada, sin embargo, Siegfried palmeo el suelo a su lado, quería que se sentara con él.
-¿Dónde aprendiste a tocar?
Preguntó de pronto, mirando a Sorrento con detenimiento, quien pensó aquella pregunta, recordando el sitio donde creció, cada uno de sus entrenamientos y especialmente, la forma en que si imprimía su cosmos en su música, esta se transformaba en un arma.
-En un instituto, yo fui educado para servir a una familia noble, para ser su mayordomo, pero, su segundo al mando me dejó libre de mis tareas… por eso es que estoy aquí, porque… mi instinto me trajo a este lugar.
Siegfried asintió, no era muy diferente a su historia, a él también le entrenaron para obedecer las órdenes del siguiente envase de Odin, por lo cual, solamente sonrió, pensando en que decirle a su alfa.
-Yo también fui entrenado para obedecer…
De pronto se dio cuenta de lo que dijo, lo que implicaba con esas palabras, llevando una mano a su rostro para tratar de levantarse, sin embargo, Sorrento lo detuvo, tirando de su mano, provocando que cayera sobre sus piernas, su rostro frente a su estómago, sonrojándose inmediatamente al darse cuenta de la postura en la que estaban.
-Lo siento… de verdad lo siento.
Siegfried se levantó de prisa, demasiado sonrojado, llevando una mano a su rostro, al mismo tiempo que Sorrento pensaba en qué decirle, porque no era su intención que cayera sobre sus caderas, que su rostro casi tocara su entrepierna.
-No quería que te fueras… solo era eso… nada más.
Siegfried asintió, pensando que Sorrento estaba bien dotado, llevando su otra mano a su rostro, completamente abochornado, al mismo tiempo que el flautista se acercaba a él, de rodillas, para colocar una mano en su espalda.
-Lo siento… no… yo no…
Siegfried nego eso, a punto de decirle que estaba bien, abriendo la boca y cerrandola de nuevo, sin saber que decirle, tragando un poco de saliva, riendose de pronto, sintiendose un completo inutil, un idiota, porque no sabía que decirle a su alfa.
-Esta bien… yo… maldición…
Sorrento se sonrojo al escuchar ese “esta bien” porque Siegfried había caído sobre su cuerpo, mientras él tenía las piernas abiertas, viendo a lo lejos un lago congelado, pensando que sería divertido patinar un poco.
-¿Por qué no patinamos en ese lago?
Siegfried observó el lago en cuestión y aunque había pasado una tormenta de nieve, aún estaban en verano, lo que significaba que el hielo era quebradizo, así como peligroso, por lo que lo miro con una expresión confundida.
-Porque es hielo quebradizo, puedes hundirte en él…
Respondió con extrañeza, recordando que Sorrento no había nacido en esa tierra, por lo cual, no sabía que era peligroso pisar el lago congelado, aunque no para él, sí lo sería para el hermoso alfa que le miraba sorprendido.
-Vaya…
Sorrento se sonrojo en ese momento, pensando que primero le había hecho caer sobre su cuerpo y después, deseaba patinar en una trampa mortal, relamiendo sus labios, sin darse cuenta que Siegfried se perdía en ese movimiento, sus ojos azules fijos en sus labios.
-Aunque… podríamos tratar de pescar algo…
No era bueno pescando y le aburría muchísimo, eso era algo mucho más afín para su hermano, pero no deseaba apartarse del alfa cuyo nombre tenía escrito en su muñeca, por él cual tenía una extraña fascinación.
-Me encantaría…
Sorrento tampoco era demasiado adepto a la pesca, le parecía aburrida y no creía que nada cayera en sus redes, a menos que fuera un precioso dragón de dos cabezas, con el que siempre encontraba la forma de cometer alguna locura, alguna tontería, preocupado por ello.
-¡Siegfried! Siegfried, la señorita Hilda necesita conversar contigo.
De nuevo era ese tipo rubio, el de las rastas, preguntandose porque tenía tan mala suerte, observando con demasiada molestia al intruso, cuyo nombre no se había molestado en aprender o recordar.
-Por supuesto…
Siegfried no deseaba marcharse, de eso estaba seguro, pero no creía que pudiera acompañarlo, así que solo se puso de pie, para ayudarle a quien sabía era su omega a hacer lo mismo, sorprendiendo demasiado a Hagen, al ver que acepto su ayuda, con una sonrisa algo tímida en sus labios.
-¿Te veré luego?
Sorrento asintió, no se marcharía de ese sitio en mucho tiempo, se dijo, observando de pronto al otro sujeto, que se limitaba a mirarlos con una expresión distante, cuidada, no deseaba demostrarle lo que pensaba de él o su reunión con Siegfried.
-¿Yo a ti?
Siegfried deseo responder que sí, pero solo asintió, con cierta torpeza, tratando de no decirle que vivía en ese sitio, eso era demasiado grosero, aun asi, lo unico que pudo hacer fue levantar la mano para despedirse, gesto que Sorrento imitó, con una sonrisa.
-Entonces… te veo luego…
*****
Fenrir seguía de cerca al extraño albino, usando sus sentidos, su olfato sobretodo, así como a sus lobos, creyendo que había llegado al sitio adecuado, observando en dirección de unas ramas, donde pensaba que podía verlo.
-¿Quién eres? ¿Por qué huyes?
Pregunto molesto, no le gustaba que ese sujeto huyera de esa forma, quien abandonó su camuflaje, para observarlo desde la punta del árbol, su mirada roja puesta en la suya, dándole una apariencia inhumana, como si fuera un pedazo de la misma luna que había caído a esas tierras.
-¿Por qué me persigues?
La respuesta era sencilla, pero no creía que fuera demasiado fácil de aceptar y estaba seguro de que le asustaría de decirle la razón de eso, pero a él no se le daba mentir, eso era para los humanos, no para los lobos.
-Porque huiste de mí, soy un lobo y estos persiguen a sus presas por instinto.
Pudo ver cómo arqueaba una ceja, sin comprender su forma de pensar o actuar, para él seguramente se veía como un humano más, mucho más mortal que la apariencia que ese, respiro hondo, omega tenía, quien no bajaba del árbol, creyendo que así estaría seguro.
-Lo que eres es un demente y te agradeceria que me dejaras tranquilo… llévate a tus mascotas, no tengo tiempo para esto.
Fue la respuesta del omega de piel blanca como la luna, a la que le aullaban sus hermanos y el tambien en ocasiones, pero no era un perro amaestrado, el era un lobo, estos eran libres, así que en vez de escucharlo, salto a la rama cercana a la suya, sorprendiendolo con ese movimiento.
-No soy un perro que puedas ordenar como tu mascota y ellos… son mis hermanos.
Pronunció sosteniéndolo de la muñeca, para evitar que cayera, acercando su rostro al suyo, para olfatearlo, sorprendiendo aún más al omega de piel de luna, que le miraba horrorizado, no con miedo, pero si con desagrado, como si le creyera poco menos que un salvaje, pero no era uno de esos, él era un lobo, el hijo mayor de la loba alfa.
-Es bueno saberlo… pero podrías soltarme, mi piel se marca con demasiada facilidad.
Respondió molesto, tirando de nuevo con fuerza, escuchando un gruñido de sus hermanos, que comenzaban a rodear el árbol debajo de ellos, como si creyeran que era una presa de caza, algo con que alimentarse.
-¿Soltarte?
Pregunto Fenrir como si no comprendiera esa palabra, acercando su rostro a su brazo para verificar que lo que decía era cierto, su piel se marcaba con facilidad, observando entonces una marca en la muñeca del albino, la que cabía mencionar, pudo leer, porque lo había visto en un tapiz, donde su familia nombraba su linaje, ese nombre, que eran solo garabatos para él, era su nombre.
-¿Qué dice en tu muñeca?
Aun así quiso preguntar, solo para estar seguro y no equivocarse, pensando que si era cierto lo que pensaba, ahora entendía porque razón le siguió con tanta desesperación, no deseaba que se fuera de su lado, no podría tolerarlo, además, él era tan diferente a los demas fisicamente, como él era en espíritu.
¿A ti qué te importa?
Fue su respuesta, tratando de soltarse de nuevo, resbalando esta vez de la rama, cayendo con él, sin embargo, antes de dar en el suelo, lastimándose en el proceso, Fenrir cambio las posturas de ambos, sosteniéndolo en sus brazos, aterrizando con gracia lobuna en el suelo.
-¿Dice Fenrir? ¿Esa palabra es Fenrir?
Kasa pensó por un momento en mentirle, observando a los dos lobos rodeandolos, eran animales inmensos, demasiado imponentes, al igual que el alfa que lo sostenía en sus brazos, quien le miraba fijamente, esperando su respuesta, como leyendo sus gestos más que escuchando sus palabras.
-¿A ti qué más te da si dice Fenrir?
Entonces, el joven que vestía harapos con un aroma particular, como de tierra y humedad, le dejó caer al suelo, para descubrir el su muñeca, mostrando el nombre escrito en esta, algo que Kasa apenas pudo comprender, no porque no supiera que era su nombre, escrito en su idioma natal, sino, porque este hombre de las cavernas era su alfa, pensando que esa era justo su suerte.
-Yo soy Fenrir… aunque… me gustaría poder leer tu nombre, sucede que los lobos no van a la escuela y yo no sé leer o escribir, para el mismo caso.
Kasa no supo si debía sentirse mal por eso, al saber que su alfa no había tenido una educación formal, sino que por lo que podía ver había sido educado por los lobos, después de alguna horrible pérdida, de eso estaba seguro.
-Es mi nombre… yo soy Kasa.
Al menos, no iba a mentirle a su alfa, se dijo, observando al joven lobo que se limitó a sonreír, pensando que tal vez era alguna clase de noble o algo parecido.
-Yo soy Fenrir…
*****
-¿A dónde irás?
Aioria estaba preocupado por la seguridad de Shura, que siempre había sido amable con él, aunque lo traicionó, y creía que si la amenaza era real, estaría en peligro.
-Puedes vivir en este lugar… no creo que Mu regrese…
Shura sonrió por un momento, para después desviar la mirada, pensando que era injusto que le ofrecieran eso, porque no querría irse después.
-No creo que sea correcto… que tal si después decido que ya no deseo irme…
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, adoro recibirlos.
Chapter 38: Nieve
Chapter Text
Nieve.
-¿Quién es tu acompañante?
Hagen deseaba saberlo, ya le había visto varias veces en su compañía y eso era muy raro en su aliado, Siegfried era en realidad un ser solitario, apenas hablaba un poco con Syd o con Sygmund, pero el segundo era su hermano mayor, uno que ya no estaba a su lado.
-Mi alfa...
Fue la respuesta segura y un tanto fría de SIegfried, sorprendiendo aún más a Hagen, quien encontró graciosa esa respuesta, porque su amigo era casi de la estatura de Toll y en cambio, este alfa era casi de la estatura de Fenrir o Alberich, que eran los más bajos entre los dioses guerreros principales, aquellos que custodiaban un zafiro.
-¿Cómo se llama?
No le había dicho su nombre y esa era información suya, así que no le diría eso a su aliado, el podía conseguirse su propio secreto, por lo cual, solamente le sonrió con algo de burla, para seguir caminando.
-¡Oye! ¡No me dirás nada!
No iba a compartirlo, Sorrento era suyo, era su alfa y de nadie más, además, él era un dragón, los dragones siempre eran codiciosos, él no era demasiado diferente a los demás, por lo cual, únicamente río con frialdad, escuchando los pasos de Hagen a su lado.
-Tendré que preguntarle a tu hermano... por cierto, dónde está tu hermano... siempre está a tu lado como tu sombra.
Su hermano se encontraba con su omega, pero eso también tendría que saberlo Hagen por sí mismo, ya que Sygmund no deseaba presionar demasiado a Bud, el gemelo de Syd de Mizar, otro de sus aliados, pero jamás le dijo nada respecto a su hermano gemelo.
-Con su omega... solo sabrás eso de mis labios, lo demás tendrás que arrancarlo de los suyos.
Hagen llevó una mano a su cabeza, haciendo algunas cuentas, primero era Mime quien se ponía a jugar con fuego estando el cubierto de aceite, después Siegfried y su hermano repentinamente encontraban a su pareja destinada, sólo faltaba que Fenrir, el lobo solitario diera con su pareja o Toll dejara de perder el tiempo por ahí para declararle su admiración a Heracles, uno de los pocos soldados al servicio de Andreas que le agradaban, porque Sygmund servía a la señorita Hilda junto con su hermano.
-Sabes que eso no es nada justo, tu, Mime, Alberich y Fenrir son alfas o son omegas, deberían compartir más con nosotros de cómo se siente eso...
Siegfried se detuvo como si quisiera escucharlo, ladeando ligeramente la cabeza, pensando en Alberich, ese traidor no era de su agrado y jamas lo había ocultado, Mime era diferente, porque a pesar de haber nacido en el ejército enemigo, era un aliado leal, obediente, útil.
-¿Por qué no le preguntas a Alberich?
Hagen negó eso, levantando las manos, Alberich no era alguien con el cual le gustara conversar, era raro y molesto, ademas de que bien podría responder su pregunta haciéndole pensar que era mucho mas tonto que una amiba o tratar de encerrarlo en una tumba de amatista o usar la naturaleza para aplastarlo, así que prefería no hacerlo.
-Alberich es raro y tu, tu eres mi amigo, casi como un hermano, así que deberías al menos decirme el nombre de tu alfa... es muy guapo, algo tierno... aunque a mi me gusta...
Siegfried sabía exactamente quien le gustaba y pensaba que era correspondido, la señorita Freya siempre estaba a su lado, además eran amigos desde su infancia, los dos se tenían un cariño muy especial.
-Ya sabemos quien te gusta y sobre mi alfa...
Repentinamente una sombra se hizo sentir en el pasillo, no muy lejos de allí de nuevo, Fafner los observaba desde lejos, sin ocultarse ni un solo instante, su mirada fija en el dragón de dos cabezas, que le observó con molestia, después de recordar sus palabras en ese bar, de las que nadie había dicho nada.
-Su nombre es solo mio...
No iba a decir el nombre de ese bonito alfa, ese músico, no quería ponerlo en peligro, aunque en realidad sabía que para ese momento Fafner ya había comenzado a indagar todo sobre él, era un dragón después de todo, porque su armadura también era la de un dragón, pero cuando la armadura de Siegfried era la de una magnífica criatura, la de su acosador era mucho más parecido a un monstruo de algún pantano nauseabundo.
-Al igual que yo lo seré...
Hagen al notar la mirada de Fafner en su amigo quiso hacerle retroceder, pero Siegfried colocó una mano en su pecho, no era el momento para eso, lo mejor era apresurarse y ver a los demás, a la señorita Hilda que había preguntado por él.
-Junto con mis noches.
Fafner no modificó ni un poco su expresión, manteniéndose de pie, mirando a Siegfried, pensando que lograrían su propósito, porque ellos no sospechaban nada de sus intenciones y cuando apenas se dieran cuenta de lo que estaban haciendo, sería demasiado tarde.
Mientras tanto, SIegfried ingreso en la sala donde esperaba ver a la señorita Hilda, pero no estaba presente, tampoco Lifya ni Freya, pero quienes estaban allí eran Mime y Alberich a su lado, con esa expresión de burla que le molestaba tanto, no muy lejos estaban Cid, Bud y su hermano, sosteniendo la mano de su omega, ni Toll ni Fenrir se encontraban en esa reunión, no sabían donde se encontraba la lealtad del gigante de cabello blanco, el lobo, él no querría meterse en asuntos de humanos.
-¿Qué hace Alberich aquí?
Fue su pregunta, seguro de que su lealtad no era de la señorita Hilda, pero no podía asegurar que fuera leal a Andreas, por lo que no le gustaba su presencia en ese sitio, sin embargo, Alberich tampoco sentía demasiado aprecio por él, siempre le había considerado poco menos que un imbécil, por lo cual, sonriendo, le reto a que lo atacara.
-Sin ofender, pero, necesitan un soldado que pueda pensar por ustedes, no solo demoler muros con sus puños...
Aquello lo dijo con demasiada facilidad, al mismo tiempo que Mime se colocaba enfrente de Alberich para que no lo golpearan o atacaran, suspirando, suplicando con la mirada que le dejara explicarle por qué ese traidor estaba presente con ellos.
-Alberich es la mente más brillante de Asgard, solo él puede averiguar qué está planeando Fafner... o al menos ayudarnos.
Siegfried, que sin duda alguna era el líder de los principales dioses guerreros guardó silencio, escuchándolo con sabiduría, pero no dejaba de mirar a Alberich, quien veía que la mayor parte de los presentes eran omegas o alfas, únicamente dos betas estaban con ellos.
-Te prometo que se comportará... él no quiere que nuestro vínculo sea destruido...
Fueron las palabras de Mime, al mismo tiempo que Bud llevaba una mano a su marca, siendo esta lo único que le mantuvo de pie durante su niñez, sin comprender muy bien por qué razón alguien querría arrebatársela.
-No, que diversión habría si no es él quien te encierra en una amatista por la espalda.
En ese momento Alberich quiso atacar a Siegfried, avanzando algunos pasos como si quisiera golpearlo, sin embargo, fue detenido por Mime, que sosteniéndolo de la cintura lo evitó, suspirando, conociendo bien la mala relación que tenían entre ambos.
-El no quiere matarme, yo soy todo lo que desea en un compañero... y le creo cuando dijo aceptarme, nuestro vínculo es muy fuerte, Siegfried, tanto como el de los demás.
Mime se sentía con el deber de defender su unión, sin embargo, muchos de los presentes habían escuchado del jardín de amatistas, de lo despiadados que eran los omegas de la familia Alberich, todos ellos habían asesinado a su alfa, para buscar a otro pobre diablo que les diera un heredero, al que mataron poco después, cuando dejaba de ser útil para ellos.
-A ti te gusta jugar con fuego, a mi no... y si Alberich intenta traicionarnos...
Alberich se soltó de los brazos de Mime, para detenerse frente a Siegfried, apenas llegando al nivel de su pecho, observando su rostro con molestia, dando una apariencia demasiado extraña, que en otro momento Hagen encontraría divertida.
-¿Si intento traicionarlos... tu que?
Siegfried endureció sus facciones, a punto de responder a la amenaza del pelirrojo, sin embargo, Sygmund que había pensado era suficiente de ese absurdointercambio, los separó, empujándolos a ambos, no tenían tiempo que perder.
-Basta con esto... ustedes no van a pelear... los dos sabemos que son los omegas dominantes de Asgard, no necesitan probárselo a nadie.
Pronunció molesto Sygmund, empujando a su hermano entonces, después Mime tiro de la mano de su omega, para obligarlo a sentarse en donde se encontraba, al mismo tiempo que Bud, tras meditar lo que deseaba decir, se acercó a ellos, angustiado.
-¿A que se refieren con eso de los vínculos? ¿Quien querría robarnos esto? ¿Para qué?
Alberich al ver a Bud no supo qué pensar, era un gemelo, aquellos tenían muy mala reputación entre los brutos ignorantes de la población, a la que obligaría a abrir algún libro de vez en cuando, asistir a la escuela, así como negar sus odiosas supersticiones.
-Eso es lo que pienso, no sé la respuesta a tus preguntas, pero... por que otra razón alguien querría destruir un vínculo, sino es para tener a alguno de los alfas y omegas unidos entre sí... me atrevería a decir que Fafner tiene a Siegfried en la mira, pero los demás, sus benefactores... ellos podrían desear a cualquiera.
Bud observó entonces a Siegfried, quien no negó esas palabras, sabía que Fafner lo deseaba y cuando estaba en el castillo le mantenía vigilado, por lo cual, no sabía que hacer, como apartarlo sin matarle, pero él, con una educación mucho más simple, al sufrir ciertas carencias, sabía que muchos podrían llegar a matar para obtener algo que los demás tenían.
-Quien tiene una moneda de oro, querrá dos o tres... o todo el oro del mundo...
Pronunció Bud, sintiendo como Sygmund colocaba sus manos sobre sus hombros, besando su mejilla con delicadeza, suspirando, para después sostener su marca, tratando de calmar a su omega, quien sabía veía su marca como lo único que poseía en una vida de carencias.
-Nadie nos separara... no temas por ello.
Pero si temía por ello, especialmente porque había esperado casi toda su vida por hablar con su alfa, sin embargo, solo acepto sus palabras, guardando silencio, sin embargo, escucharía todo lo que ese omega pelirrojo tenía que decir al respecto.
-No perderán esto... ninguno de nosotros desea que pierdan esto, así que porque no les pedimos ayuda a los santos dorados, ellos deben saber algo que nosotros no.
Esas eran las palabras de Syd, quien quiso interrumpirlos, pensando que estaban olvidando que no eran las únicas parejas destinadas y temía que su hermano sufriera por el dolor de ser separado de su alfa, de quien fuera su compañero.
-Ellos no van a ayudarnos...
Hagen era quien pensaba que los refugiados no iban a brindarles ayuda, sin embargo, Bud recordó algo importante, que muchos de sus aliados no habían notado, algo que podría ser interesante, porque Andreas visitaba demasiado a uno de ellos, al omega de cabellera rubia y ojos azules, aquel que tenía un alfa que no aceptaba.
-Andreas está interesado en un omega que no es el suyo... él ni siquiera es un alfa... no tiene marca alguna, yo los he visto.
Tal vez en otro momento durarían de la palabra de un gemelo, sin embargo, cada uno de ellos temía que pronto estallaría una guerra civil, no deseaban que eso sucediera, no querían que la paz fuera destruida por algo como eso, tan absurdo como el deseo o la avaricia.
-Tenemos que buscar la forma de reunirnos con ellos...
Aioria y Mu se habían mantenido apartados, Hagen había sido abiertamente hostil, Syd era ajeno a ellos, los hermanos también, Alberich o Mime podrían charlar con ellos, pero creían que debían ser acompañados por alguien más, por alguien que no era especialmente bueno escondiendo sus sentimientos.
-Mime y Alberich no han cruzado palabra con ellos, pero no irán solos.
Alguien cuyo sufrimiento al pensar que sería robado de su alfa era demasiado claro en su expresión, ese era Bud, si sus aliados no podían convencerlos, la sinceridad del gemelo que había nacido omega, si podría hacerlo, se dijo Siegfried.
-Bud, tú los acompañaras... es momento de que comiences a realizar tareas de un Dios Guerrero y la población comience a comprender tu existencia, a respetarla...
Sygmund veía a su hermano con cierta sospecha, pero confiaba en él, no era capaz de poner en riesgo a su omega, era un buen hombre, alguien del que podía sentirse orgulloso, así que asintió, animando a Bud a realizar esa tarea.
-¿De acuerdo?
Pregunto el que se comportaba como el líder de cada uno de los dioses guerreros, para la molestia de Alberich, que deseaba averiguar más de aquella situación, después de aceptar a Mime, no quería perderlo, nadie quería perder a su destinado, sin importar quien fuera.
-Por supuesto, no les fallare.
*****
Aioria no deseaba que Shura se marchara sin rumbo fijo, por mucho que le odiara se sentía responsable de su seguridad, por lo que hizo que se quedara a desayunar con él, en la mesa del que había sido su hogar esos últimos años.
Unos alimentos que eran consumidos en silencio casi absoluto, ninguno de los dos se atrevía a hablar, no deseaban cometer algún error, pero se veían de vez en cuando, apenas de reojo, para volver su mirada a los platos que iban perdiendo su contenido.
Aioria entonces quiso tomar un poco de vino, servirse algo en su vaso, observando a Shura, que había realizado el mismo movimiento, sus dedos rozándose entre ellos, obligándolos a verse con cierta incomodidad.
-Yo... quieres que te sirva un poco de vino...
Shura pronunció entonces, sin apartar su mano de la botella, Aioria tampoco lo hacía, pero asintió, regresando su mano a su lado, sosteniendo la mesa con fuerza, pensando porque ese desayuno era tan agradable, porque sentía que podría perdonarlo con demasiada facilidad.
-Si, eso me gustaría...
Susurro Aioria observando a Shura, como servía el vino, pero no era eso lo que veía como perdido, sino esa era parte de sus sueños de la infancia, estar con él, disfrutando de una comida sencilla como esa, pero en sus fantasías eran compañeros, no enemigos o aliados de momento.
-¿Alguna vez has pensado en lo que hubiera sido si no me hubieras traicionado?
Shura derramó el vino entonces, tragando un poco de saliva, buscando algo con que limpiarlo, alejándose de la mesa para detenerse en lo que bien podría ser una cocina, sosteniendo un trapo viejo, algo que había sido tratado sin cuidado, algo que hizo con su vínculo, supuso.
-Todos los días... casi a toda hora... Afrodita piensa que perderé la razón, Deathmask... él decía que debía acudir a tu lado, tratar de explicar mis acciones... pero no hay nada que explicar, ayude a la captura de tu hermano... como podrías aceptarme después de eso.
Aioria no dijo nada en un principio, llevando una mano a su rostro, unos días antes había decidido romper su vínculo con Shura, si eso era posible, pero en ese instante, pensaba en lo que sucedería con los demás, aquellos que si deseaban a sus alfas, aunque, no era que no deseara al Santo de Capricornio, que era sin duda el alfa más apuesto que jamas había visto, la realidad era, que no deseaba ser traicionado de nuevo.
-Yo siempre me imaginaba con una vida como esta... a pesar de lo que sucedía con Aioros, en la oscuridad, cuando estaba solo me gustaba creer que tendríamos un futuro, unos niños, una mesita, lo que había perdido, lo que ninguno de nosotros ha tenido nunca, supongo.
Shura seguía observando el trapo de cocina, escuchando como el vino comenzaba a caer en el piso, como si fuera sangre, la que por unos instantes hace muchos años pudo ser aquella del hermano mayor de Aioria.
-Creo que... en ocasiones aun me gusta pensar en eso... en tener una familia, pero tu ya no estas ahí...
Esas palabras eran tan dolorosas que Shura pensó por un momento que iba a morir, tratando de pensar en algo con claridad, de ocultar ese dolor carcomiendo su pecho, como un gusano devorándolo lentamente, haciendo un agujero entre sus costillas, un dolor sordo, que siempre estaba ahí.
-Y pensé por un momento en aceptar el amor de Andreas, el parece un compañero amable, lo que pensé que podrías ser tú... pero... te creo cuando dices que desea destruir nuestro vínculo, porque... porque pienso que me lo ha dicho, no de forma directa, claro... pero me lo ha dado a entender...
Shura asintió, cerrando los ojos con fuerza, comprendiendo que Aioria deseaba apartarse de su lado, sintiendo tanto dolor que le era difícil respirar, sin embargo, escuchó los pasos de quien era o fue su omega, el que se detuvo a su lado, colocando una mano en su brazo.
-Pero pienso en los demás... en Aldebarán o Milo, aun Deathmask... ellos aman a sus alfas, Mu perdería la razón de ser apartado de su omega... tal vez tu sientes lo mismo en este instante...
Shura no se atrevió a decir nada, ni siquiera a mirarle, no quería ver el odio en sus ojos, reflejado hacia él, de la forma que ya había pasado en el Santuario, cuando se dio cuenta de que participó en la caída de su hermano mayor.
-No quiero destruirte, a pesar de lo que has hecho...
Siempre se había dicho que Aioros fue un santo en el pasado, pero el verdadero santo era Aioria, cuya bondad era mayor a cualquiera de los dioses de la sabiduría o el amor, el joven león representaba cada detalle de admirar en esa criatura, en cambio, él no era más que un ser nacido en el fango, maldito desde su creación, como sus dos aliados, quienes aceptaron seguir a Saga, después del acto de piedad realizado con Shion.
-Tampoco quiero que ellos sean destruidos... así que debemos detener esta locura... no pueden jugar a ser dioses, no pueden decidir el destino de los demás alfas y omegas y si deseas que yo pueda comenzar a perdonarte, me ayudaras a detener esta monstruosidad.
Shura le observó entonces, sin comprender las palabras de Aioria, sin querer creerlas, porque veía con extrañeza como su omega, le sonreía, una expresión delicada, para besar su mejilla de pronto, apenas unos instantes.
-Debo proteger a mi hermano, liberarlo de ese embrujo... pero... no puedo dejar que esto pase... así que...
Shura asintió inmediatamente, una sonrisa formándose en su rostro, para besar a Aioria de cierta forma efusiva, al menos, tan efusivo como un soldado como él podía llegar a serlo e inmediatamente, pegar su frente con la del joven león, suspirando.
-No volveré a fallarte... nunca más volveré a fallarte...
*****
Mientras tanto, en el Santuario, tres santos de plata, cuyos nombres eran Moses de la ballena, Asterión del sabueso y Babel de centauro se encontraban charlando, en el coliseo, un sitio que nadie visitaba a esas horas de la madrugada, pero ellos sí, aprovechando la oscuridad, así como la soledad de esa área, pensando que al paso que iban, el ejército del patriarca se quedaría sin santos dorados.
-¿Crees que siga con vida?
Ese era Moses, un sujeto tuerto, que miraba fijamente el cielo estrellado, pensando que a esa hora Misty les habría dicho que ya era hora de retirarse, que no debían perder más tiempo, después de todo, tenían muchas tareas por hacer, sin embargo, Misty perseguía a Albiore, al maestro de la Isla Andrómeda, un omega que temer.
-¿Quien?
Esa pregunta logró que sintiera molestia por la estupidez de su aliado, era obvio que se trataba de Misty, su buen amigo alfa, que como un buen alfa, había salido en busca de su omega elegido, que no estaba interesado en lo más mínimo en su persona, al menos, eso era lo que pareció en un principio, después era obvió que lo detestaba.
-Misty, ese idiota no sabe como coquetear... es demasiado...
Babel respondió por él, golpeando la cabeza de Asterión, escuchando un quejido de su aliado, que miraba molesto en su dirección, sintiéndose humillado por ese golpe, sin embargo, su respuesta fue una patada en su pantorrilla, no muy fuerte, por supuesto, pero lo suficiente para que lo sintiera.
-Imbécil...
Le insulto Asterión, enseñándole el dedo de en medio, pero Babel ignoró ese insulto, tomando una botella de cerveza de una cubeta, la que habían tenido que pagar, sin Misty sus benefactores no eran tan generosos, no, si no estaba el hermoso lagarto a su lado.
-Yo iba a decir descarado, además, su forma de seducir solo funciona cuando lo encuentran hermoso...
Como al tabernero del pueblo cercano, quien decidió cobrar cada una de las botellas que solicitaron, asi que comenzaba a extrañar a Misty, pero no era solo por las bebidas gratis, sino, que estaba genuinamente preocupado por su amigo, Albiore no era alguien a quien debían tomar a la ligera.
-No creo que Albiore caiga con esas técnicas.
No lo haría, eso era seguro, se dijo molesto, Misty pensaba que era irresistible para cualquiera, pero, por alguna razón su omega era inmune a su belleza, aunque bien podría ser debido a la terrible reputación que poseía su buen amigo, la que era de lo peor, nadie lo respetaba, nadie le tomaba en serio y se debía a su vanidad.
-Misty no es tan tonto como para acosar a Albiore hasta que se canse de el y quiera golpearlo...
Asterion arqueo una ceja, porque él creía que Misty era exactamente esa clase de soldado, era un vanidoso sin sentido de supervivencia, al menos, no con el omega cuyo nombre tenía grabado en su muñeca, con el hermoso Albiore, cuya piel morena debía ser suave, no como sus puños, que decían eran de piedra.
-Esta bien, esta bien, si lo es...
Moses respondió en su defensa, levantando las manos, para beber un poco más de cerveza, terminandola de un solo trago, pensando que esas pequeñas delicias, esos placeres estaban prohibidos con el antiguo Patriarca, él era mucho más estricto, mucho más duro de lo que era Saga.
-Pero Albiore tiene honor, él no mataría a Misty solo porque es más molesto que un zancudo...
Babel de nuevo quiso asegurarles que Albiore no iba a hacerle daño a su amigo, a Misty, pero, ninguno de ellos estaba del todo seguro de que eso fuera completamente cierto, pues, el lagarto era en muchos de los casos un ente insoportable, cuando no compartías sus puntos de vista, aunque si lo hacías, si en realidad te molestabas en escucharlo, era un excelente líder.
-Eso dices, pero lo mejor es ir a verle, no sea que nos quedemos sin el lagarto...
Misty no comprendía hasta dónde podría llegar con sus coqueteos y podía ser, de alguna forma, que le gustaran los maltratos de Albiore, a su lagarto lo creían capaz de muchas cosas, como por ejemplo, excitarse cuando su omega le gritará o le mirara de esa forma que decía que iba a matarlo, en realidad, era un tanto masoquista.
-Pero si logra seducir a Albiore, también lo perderemos...
Eso no era cierto, si lograba seducir a Albiore, no solo tendrían a un hermoso alfa que lograba que sus benefactores les regalaran bebidas gratis, sino que también tendrían a un omega con ellos, que si bien era mucho más huraño que un gato de azotea, su sola presencia les aseguraba descuentos especiales, un mejor trato, para engalanar a sus dos llaves al paraíso de la comida gratis.
-No, porque tendremos al hermoso Misty, así como a un omega con nosotros...
Babel se imaginaba los jugosos beneficios que su pareja destinada les daría y eran demasiados, por lo cual, se estaba frotando las manos para conseguirlos, sin embargo, de pronto alguien más tomó una de las cervezas, mirándolo como si fueran amibas o moluscos, algo especialmente molesto.
-Ustedes son tan idiotas como Misty, lo único en lo que piensan es en comida o bebida gratis...
Esta vez quien dijo aquellas palabras fue Algol, quien no entendía porque se juntaba con esos cuatro, no tenían nada que ver, sin embargo, eran buenos amigos suyos y no lo señalaban por las tareas que debía realizar por órdenes de la diosa Athena.
-No es verdad, también pensamos en nuestro amigo.
Quiso defenderse Moses, cruzando sus brazos delante de su pecho, porque en realidad estaba preocupado por su seguridad, no solo por la pérdida de la comida o la bebida gratis.
-Estamos angustiados por él.
Asterion asintió, pensando que no era seguro que un omega estuviera fuera del Santuario o de la Isla Andrómeda, había muchos betas con pocos escrúpulos que podrían tratar de dañarlos y varios eran especialmente fuertes, podrían matar a Misty para llegar a Albiore, o este podría matar a su lagarto cuando se cansara de él.
-Tu sabes que Misty...
Babel quiso defender a su amigo, pero en realidad Misty en ocasiones podía ser el alma de la fiesta, pero otras, era un tanto molesto, especialmente cuando no comprendía que no era no, y qué hacer enojar a un soldado de mayor poder podía ser una condena de muerte.
-Lo que tiene de hermoso lo tiene de tonto, asi que porque no vamos, evitamos que lo maten y no se...
Asterion había escuchado historias de la Isla Andrómeda, se decía que era un paraíso en la tierra y que sus habitantes eran hermosos, bien podían conseguir compañía, se dijo en silencio.
-Dicen que la Isla Andrómeda tiene soldados o amazonas de muy buen ver...
Babel fue mucho más abierto, él estaba interesado en ver con sus propios ojos cómo era la Isla Andrómeda, donde se decía que no podían ingresar alfas y betas masculinos, según creían, era una isla habitada por mujeres hermosas o betas.
-Algol, no vas a decirnos que no te preocupa nuestro lagarto, él morirá por su lengua floja, si no lo evitamos...
Algol arqueo una ceja, pensando que iba a cometer justo lo que hacían los desdichados que morían bajo sus manos, pero qué más daba, Misty valía ese sacrificio, se dijo en silencio, pero no iba a admitirlo, tenía una reputación que proteger.
-No comprendo porque los tolero y porque siempre logran arrastrarme en sus locuras, pero está bien, traicionemos nosotros también al Santuario, aunque eso se castigue con la muerte, al fin de cuentas, nadie le presta atención a los santos de plata...
Se quejó molesto, bebiendo la cerveza que tenía en sus manos de un solo trago, creyendo que eso era ridículo, salir en busca de su amigo alfa, porque su amigo omega podía matarlo al cansarse de su existencia, pero esa era justo la suerte que tenía Misty.
-Les dije que Algol no nos iba a dejar por nuestra cuenta.
*****
Aioros despertó con Saga rodeando su cuerpo, sus manos alrededor de su cintura, ajeno a sus movimientos, al mundo a su alrededor, a su amenaza de muerte, el arquero pensaba que podía matarlo sin problemas, solamente debía convocar una flecha, clavarla en la garganta de su alfa y serían libres de su existencia, pero no podía hacerlo, para él era simplemente imposible lastimar a su destinado.
-Podría matarte en cualquier momento...
Susurro acariciando el cabello grisáceo de Saga, comprendiendo bien que era el más oscuro, ese demonio que hablaba con Kanon, con el cual compartía tanto que se preguntaba cuál de los dos era peor.
-Y no eres el hombre mas inteligente del mundo, si bajas la guardia como lo haces con quién te ha amenazado de muerte.
Saga no abrió los ojos, pero Aioros no estaba seguro si estaba despierto o no, así que en vez de lastimarlo, modificó sus posturas con su fuerza, recostando a su alfa en la cama, al mismo tiempo que él estaba sentado en sus caderas, mirándolo fijamente.
-¿Sabes porque sigues con vida?
Saga al escuchar esa pregunta solamente sonrió, llevando sus manos a la cadera de Aioros, que le veía molesto, pero al mismo tiempo podía sentir el deseo emanando de su ser, era su omega después de todo, estaba acostumbrado a sus caricias, las necesitaba, como el a su arquero para seguir viviendo.
-Porque soy tu alfa y me deseas tanto, que puedes ignorar mis pecados o mi supuesta oscuridad...
Aioros no dijo nada, sintiendo como Saga acariciaba sus muslos, sentándose en la cama, relamiendo sus labios.
-Porque los dos somos uno, los dos somos iguales y no debes tener miedo de aceptarlo...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero que este capítulo sea de su agrado. SeikenNJ.
Chapter 39: Destino.
Chapter Text
Destino.
Aioros sabía que estaba jugando con fuego, pero las llamas eran realmente hermosas, a pesar del cabello grisáceo de Saga, de sus ojos rojos, el era hermoso, siempre le había encontrado perfecto, aun esos dos años que pensó lo estaba engañando y todo el tiempo, su alfa comprendió la verdad, estaba libre del Satán Imperial, en realidad creía que fue un acto medido y esperado por él.
Saga acariciaba su espalda con sus manos de dedos largos y delgados, aun estas eran hermosas, pensó con molestia, era el epítome de la belleza masculina, de la virilidad, la astucia y el poderío, su alfa era todo lo que cualquier omega deseaba en una pareja, un ser perfecto.
Aunque la oscuridad en su alma o en su mente, podrían opacar su belleza, se dijo en silencio, sin atreverse a decir lo que pensaba, porque en realidad, nada opacaba la hermosura o la fuerza de su alfa, era un demonio bellísimo, tan perfecto como el mismo pecado.
Y el se trataba de un hombre débil, de eso se daba cuenta cuando sentado en las piernas de su alfa se perdía en su mirada, en su propio deseo, relamiendo sus labios al pensar en los placeres que recibiría de sus brazos, de su sexo.
-Podrías matarme Aioros... cortar mi cuello sin piedad o arrancarme el corazón...
Saga sabía que su omega no iba a rechazarlo nunca, pero se sentía culpable por ello, el más oscuro lo disfrutaba, seguro del poder que tenía en su omega, que era hermoso, perfecto, un poco más varonil que el, pero solo por su cabello corto, en lo demás, él era más alto, así como más fuerte que su arquero, cuya dulce mirada le incendiaba el corazón, así como otras partes de su cuerpo.
-Pero no lo harás... no tolerarías una vida sin mi a tu lado...
Era vanidoso, eso era cierto, pero tenía las herramientas para serlo, tenía al Santuario en la palma de su mano, su hermano gobernaba la Atlántida y pronto, cuando necesitaran su ayuda, Asgard sería también su aliado, había logrado que la paz fuera una realidad, que la guerra fuera derrotada, que el dios Ares tuviera que esconderse como un insecto debajo de las rocas.
-Como yo sé, que una vida sin ti a mi lado sería el infierno y no podría tolerarlo.
Por esa razón había salido en su búsqueda, ignorando los consejos de Kanon, sin permitirle llegar a la Isla de la reina muerte o la isla de Andrómeda, que era habitada por traidores amantes de la guerra.
-Tu eres mio... mi hermoso arquero... y yo soy tuyo...
Aioros deseaba silenciarlo, así que besando sus labios llevo las manos de Saga a sus nalgas, una de ellas al menos, la otra a su pecho, para que le acariciara con estas, escuchando una risa de su alfa, que sonriendo su placer, empezó a besar su cuello, su hombro, cada parte de la piel que tenía al descubierto.
-¿No es verdad Aioros?
Pregunto Saga, esperando escuchar la respuesta de su omega, que miro sus ojos rojos, respirando hondo, sin saber si eso era bueno, si debía decirle que era suyo como lo haría con su alfa, recordando en ese momento que con quien hablaba era el más oscuro, el aliado de Kanon, el patriarca oscuro.
-Dímelo... di que tu eres mio...
Aioros de pronto gimió al sentir como la mano de Saga acariciaba su sexo, apenas las puntas de sus dedos, haciéndole estremecer, al mismo tiempo que su alfa besaba su pecho, chupando uno de sus pezones.
-Dime que eres mío...
El placer en el cuerpo de Aioros era tal que apenas comprendía lo que sucedía, tratando de pensar con claridad, pero era imposible, algo en él evitaba que pudiera hacerlo, ese algo era el inicio de su celo, el que su alfa conocía perfectamente, el cual esperaba utilizar por los siguientes maravillosos días a su lado.
-Dime que eres todo mío...
Volvió a repetir recorriendo la línea de sus nalgas, empujando dos dedos en el interior de su cuerpo, escuchando los gemidos de Aioros, que arqueo su espalda, sus ojos cerrados, su humedad derramándose en sus muslos, que estaban mojados con ella, apartándose apenas lo suficiente para ver a Saga, que en ese momento portaba un ojo rojo y el otro azul, así como su cabello estaba dividido, comprendiendo, no por primera vez, que su alfa eran dos seres diferentes, pero los dos le deseaban y tal vez, también le amaban.
-Soy... yo soy tuyo...
Aioros no se sintió sucio ni humillado al decirle aquellas palabras a su alfa, al hermoso Saga de los ojos azules como el cielo mismo, quien volvió a besarle con ímpetu, su lengua ingresando a su boca, jugando con la suya, estremeciéndose en sus brazos, amando cada instante de sus caricias, de su cuerpo sobre el suyo, ahora que estaba a su lado y no debía controlar su deseo derivado de su celo.
-Yo soy tuyo Saga, mi hermoso Saga...
Saga asintió, cambiando las posturas en la cama, recostando a Aioros en esta con la espalda contra el colchón, quien llevó una de sus manos a su cabello, disfrutando de la suavidad de esas hebras azules y grises, enredando sus dedos en esos hilos ondulados, gimiendo su placer, sintiendo sus besos en su abdomen, su lengua recorriendo cada uno de sus músculos.
-Saga...
Su alfa escucho ese gemido con una sonrisa en sus labios, seguro de que Aioros no volvería a tratar de escapar y que tal vez, si los dioses le sonreían, pronto tendría a sus primeros niños, sus herederos, sangre de su omega, mezclada con la suya.
-Saga... espera... no...
Trataba de decirle que tal vez lo mejor seria tomar un largo baño antes, sin embargo, Saga lo ignoro, abriendo sus piernas de par en par, sumergiéndose en su sexo, en su humedad, su lengua jugando con los nervios de su cuerpo, que le aceptaba con ímpetu, su celo haciendo casi imposible para el arquero poder pensar con claridad o por el contrario, pensaba con claridad, pero no existían inhibiciones que le evitaran aceptarlo en su cama, en su cuerpo.
-Saga... Saga...
Saga ingresaba su lengua en su cuerpo, sosteniendo sus muslos con fuerza, para que Aioros no pudiera retorcerse en su cama, su clímax próximo, aunque deseaba sentirlo en él, en su cuerpo y usando un poco de su cosmos, apartó a su alfa de su lado, siendo ahora quien le recostaba en la cama, su mirada una depredadora, con un tinte oscuro en esos orbes que tanto le fascinaban, mostrando al verdadero arquero, a su perfecto omega.
-Espera... Saga... solo espera...
Le ordeno, viendo que su alfa no era ajeno a su presencia en su cama, su sexo estaba firme y sin piedad decidió que era momento de sentirlo en el, su cuerpo se lo exigía, su humedad también, después de pasar demasiados celos sin su compañía, teniendo que conformarse con su aroma, con algunas prendas, pero no ahora, se dijo, no en ese momento.
-Te quiero en mi... Saga... yo te quiero en mi...
Saga vio como Aioros llevaba su sexo a su cuerpo, empalándose con este, con un paso lento, acomodándose en esa calidez que le volvía loco, dejando que su omega le tomara a su gusto, quien una vez le sintió lo suficiente profundo, tomo las manos de su alfa, obligándolo a sostener sus caderas.
-Muévete... Saga... hazlo ya...
Saga solo asintió empujando en el cuerpo de Aioros, que se movía impúdico sobre su cuerpo, llevando una mano a su cabello, la otra recargándose en su pecho, en su torso, sintiendo como el sexo de su alfa se abría paso entre sus piernas, sin piedad y de nuevo, cambiaron las posturas.
Recostando a Aioros con la espalda en la cama, sus caderas levemente alzadas para empujar en estas con fuerza, con un sonido húmedo, Saga usando su fuerza y su peso para moverse sobre él, cada ocasión golpeando su próstata, perdiéndose en su mirada, sintiendo entonces como su omega tiraba de su cabello para besarlo con desesperación, apoderándose de su boca.
Sus lenguas danzando, sus sexos unidos, los sonidos pronunciados en esa cámara eran sonoros, claros, pero solo ellos podían escucharlos, nadie más se atrevía a ingresar en ese cuarto sin su permiso, Saga no aceptaba que cualquiera espiara a su omega, pero no solo era por la protección de su pareja, sino porque Aioros era un soldado agresivo, que dañaba a los espías no invitados, aunque no llegaba a matarlos, era implacable bajo el Satan Imperial y durante esos dos años fingiendo estar controlado por el mismo.
-Saga... Saga...
Susurraba perdido en el placer, tirando del cabello de su alfa, que estaba próximo a venirse en esa calidez, en el cuerpo suave de su omega, que no tenía vello en casi ninguna parte de su cuerpo, el que era lampiño a excepción de su vello púbico, como sucedía con muchos omegas, como sucedía con el también, aunque era un alfa, sin embargo, de permitirlo, él podría tener una barba como las de los antiguos griegos, en cambio su arquero, el no poseía esa clase de vello facial.
Y le gustaba tanto, porque su piel era suave, tersa, sin nada que pudiera sentirse rasposo en ese cuerpo que le recibía impúdico, sus piernas abiertas para él, sus labios junto a los suyos, robando el aliento.
-Saga... estoy cerca...
Su alfa asintió, llevando una mano a su sexo, disfrutando también de la mata de vello café a su alrededor, acariciándola primero, para después rodear la hombría de su omega, empujando una ultima vez, al mismo tiempo que su arquero se derramaba en su mano, manchandolo con su semilla.
-Saga... mi Saga...
Saga asintió, el era suyo, como Aioros le pertenecía, quien recostándose en la cama comenzó a recuperar el aliento, pensando que no era suficiente, apenas era un poco de lo que deseaba, su cuerpo hirviendo, su sexo despertando de nuevo, tal vez era un celo, se dijo, pero esta vez, su alfa estaría a su lado.
-Deseo...
Deseaba mas, los dos deseaban mas y Saga comprendiendo sus intenciones, le sostuvo de su muslo, para tirar de su cuerpo, para poseerle otra vez, esta vez acostado de lado, empujando con sus caderas en su humedad, llevando su mano a su sexo, para subir y bajar sobre el mismo, escuchando los gemidos de su omega como si fueran una hermosa melodía.
-Lo sé... yo sé lo que necesitas...
Aioros únicamente aceptó esas palabras, aferrándose con fuerza de las sabanas, arqueando su espalda para que pudiera llegar un poco más profundo en su cuerpo, sintiéndose en la dicha absoluta, perdiéndose en el placer de las caricias de su alfa, en su sexo sumiéndose en su cuerpo, aun su aroma inundando sus sentidos.
-Y te lo daré...
Así como aceptaría el regalo que Aioros le daba, sintiendo que su nudo, el nudo de cualquier alfa iba inflamándose, con su sexo en el interior de su omega, agachándose para por fin morder su cuello, como quiso hacerlo desde que era un adolescente, cuando supo que el hermoso aspirante sería el compañero elegido por el destino, para hacerle compañía, para estar a su lado.
-Yo te daré lo que necesitas...
Aioros se dio cuenta que Saga iba a morder su cuello y en vez de apartarse, en vez de pedirle que no lo hiciera, arqueó el cuello para darle más espacio, esperando con anticipación esa sensación, como sus dientes se abrían paso en su piel, sobre su glándula de feromonas, donde todos los alfas marcaban a sus omegas.
-Al fin... al fin logré morderte...
Aioros asintió, llevando su mano al cuello de Saga, para besarle otra vez, aceptando su mordida, esa marca de unión, al mismo tiempo que veía como su nudo iba formándose, comprendiendo bien lo que eso significaba para él, pronto tendrán un niño de ambos, ellos tendrían descendencia.
-Y pronto tendremos un pequeño, un hijo...
Susurro Saga en su oído, derramándose en su cuerpo, llenándolo con su semilla, su vientre hinchándose apenas un poco, Aioros creía que podía ver como se movía el sexo de su alfa en su cuerpo, pero no se sintió horrorizado, sino que deseaba eso, necesitaba un niño de ambos, alguien que heredara sus características.
-Tu y yo... tu y yo siempre estaremos juntos...
Aioros asintió, respondiendo con un beso en sus labios, aceptando su semilla, su mordida y su futuro a su lado, viniéndose en su vientre, jadeando, casi gritando su placer, observando a Saga, cuyos ojos de dos colores, uno rojo y uno azul, no dejaban de mirarlo.
-Saga... mi Saga...
Su alfa asintió, besando a Aioros, recostado a su lado, para acariciar su vientre con delicadeza, imaginando cómo se vería lleno de vida, con algunos meses de embarazo, pensando que por fin comprendería la dicha que Mu sintió al embarazar a su omega, que había escapado, como esperaba que lo hiciera si dejaba que Dohko lo presiona lo suficiente.
-Al fin estamos juntos... tu y yo... mi hermoso arquero...
Y tal vez, con un poco de suerte, su hermano tendría a su omega a su lado, si lograba mostrarle que no era un monstruo, sino un demonio dispuesto a liberar el infierno con tal de mantenerlo seguro.
-Tu y yo... siempre juntos... Saga...
Así era como debería ser, eso era lo correcto, se dijo, de lo contrario, ellos sufrirían el terrible dolor que su padre sintió, al matar a su alfa, en una guerra injusta, comprendiendo que nunca mas estarían juntos, pues él había cercenado el hilo que los unía.
-Si... siempre juntos...
*****
-¿Por qué me está pasando esto?
La pregunta vino del joven rubio sentado en un sillón de una sola pieza, a un lado suyo había una mesita donde Kanon había dejado un poco de té, algo que decía le ayudará a calmar sus nervios, pero no había forma en que eso sucediera, cómo hacerlo después de ser secuestrado por un soldado de poderes imposibles, para ser liberado por el mismo en un acto de piedad y estar a punto de sufrir lo mismo, por una sombra oscura que no dejaba de seguirlo, que había hecho pinturas suyas, como si le conociera bien, de tal forma que tuvo que recurrir a su primer secuestrador, que era su alfa destinado.
-Primero tú... después ese sujeto... Alone... todo porque están obsesionados de alguien que no soy yo...
Radamanthys creía comprender que Alone no deseaba a su persona, sino al juez de las almas, al sujeto vestido con esa rara armadura, encadenado en las sombras, pensando que tal vez iba a morir de ser liberado, no sabía que Kanon jamás había cruzado palabra con él, pero pensaba que también deseaba a esa criatura de sus pesadillas.
-De ese juez de las almas... tu verdadero omega destinado... supongo...
Kanon negó eso, hincando frente a Radamanthys, sosteniendo sus manos con delicadeza, el juez era una parte de su omega destinado, pero este joven también lo era, de eso estaba seguro el general del dragón marino, que en ese momento usaba esa rara ropa azul, que se veía antigua, desgastada, vieja.
-Tu eres mi omega, así como lo es el juez de las almas, porque los dos son una misma persona, un mismo ser.
Radamanthys negó eso, pero no quiso apartarse de las manos de Kanon, quien las besó con delicadeza, algo triste al pensar que su omega se sentía menospreciado, que no era suficiente para él, al no tratarse del juez de las almas.
-¿Cómo era él?
Era demasiado extraño hablar de sí mismo como si fuera otra persona, pero esperaba escuchar la respuesta de Kanon, que ladeo la cabeza, pensando que nunca estuvo a su lado, no sabía nada de él, además de los sueños, en los que le suplicaba que lo protegiera, que no dejará que Alone diera con él.
-No lo sé... yo nunca tuve la oportunidad de hablar con él, apenas pude verlo en algunas visiones y apenas pude enfrentarme a él en batalla... pero, no creo que sea muy diferente a quien eres tú en realidad.
Radamanthys sonrió, observándose en un espejo, pensando que en efecto, no era muy diferente a ese soldado, ni siquiera era tan joven como lo recordaba, habiendo perdido varios años de su vida, sintiéndose angustiado, menospreciado, así como confundido, como si tuviera amnesia.
-Pero... si me comparas con él, yo que puedo ofrecerles que valga la pena... que puedo darles que no sea mi cuerpo...
Kanon de nuevo suspiro, acariciando la mejilla de Radamanthys con delicadeza, besando el dorso de su mano, sus nudillos, relamiendo sus labios con una expresión que su omega no pudo describir, pero le agrado, así como esa bonita boca, aunque tal vez podía ser felicidad al tenerlo por fin a su lado.
-Tu me ofreces tu amor, tu cariño y tu compañía... que regalo mas grande puedes darme...
Radamanthys no supo qué decirle, sin embargo, creería en las palabras de Kanon, que besando sus labios, se recargo contra sus piernas, como si estuviera demasiado cansado, pero solo deseaba disfrutar de su calor, de su compañía, sintiendo entonces como las manos de su omega acariciaban su cabello con delicadeza.
-Siento tanto como inicio nuestra historia, lo lamento, porque en vez de conquistarte, de seducirte, provoque que me tuvieras miedo... que pensaras que soy un demonio, en vez de un ángel o un soldado en brillante armadura, pero no importa como me veas, yo estoy aquí para protegerte.
Su omega no dijo nada, pensando que la única razón por la que estaba con él era porque no se sentiría culpable si le hacían daño, si este demonio fallaba, si este ser era derrotado y no podía defenderlo, no lastimarían a quien amaba en verdad, a su omega, a su madre, al que solo le había causado dolor desde que decidiera servir al dios de la muerte.
-Pero si me das una oportunidad, te prometo que esta ocasión lo haré bien... en esta ocasión podré cuidarte como te lo mereces...
Radamanthys asintió, esta vez siendo él quien deposito un beso en su cabeza, uno casto, no el de un amante o el de un omega con su alfa, pero eso era mucho más de lo que Kanon pensaba se merecía, después de como actuó esa primera vez.
-Cumple la promesa que nos hiciste a ambos.... y tal vez, pueda perdonarte.
Kanon asintió, aun en su regazo, sus ojos cerrados, pensando que podría dormir en esa posición sin problema alguno, pero debía levantarse, su omega debía estar hambriento, ademas, tenía pensar a donde llevarlo, un templo acuático no era un sitio adecuado para un joven saludable como el.
-No dejaré que ese demonio te dañe... te lo prometo, mi hermoso omega... de las lindas cejas...
Radamanthys por un momento llevó sus manos a sus cejas, sonrojándose, recordando que le decía "cejas lindas" sin comprender porque le gustaban, eran demasiado extrañas, además, se suponía que los omegas eran lampiños.
-No cubras tus cejas, me gustan mucho... son bellísimas, todo en ti es precioso.
Pronunció Kanon, besando sus cejas con delicadeza, para apartarse poco después, sintiendo que en esa ocasión podría ser feliz, al tener a su omega a su lado, sin que le tuviera miedo, sin que lo pensara un peligro para su existencia.
-Tu me encantas... cejas lindas.
Esta vez Radamanthys no supo qué decirle, pero sonrió al escuchar ese apodo, sonrojándose con un color rojo suave, mirando fijamente a Kanon, que estaba a punto de salir a buscar algo que darle de comer, no obstante, el joven rubio se levantó, sosteniendo su muñeca con delicadeza.
-No quiero estar solo... no se porque o como, pero él podía seguirme sin moverse... no lo entiendo, no se como puede hacer eso, pero lo hizo...
Kanon asintió, podrían ir juntos, además, no le molestaba en lo absoluto ser acompañado por su omega, que caminó con él a su lado, sosteniendo su mano con delicadeza, siendo aceptado por su omega, como Shion le dijo que sucedería, sin importar que fuera un espectro.
Preguntándose cómo fue posible que Mu resistiera vivir sin su omega tanto tiempo, por cinco años, pensando que al creerse despreciado sintió como si fuera a morir, así que si volvía a ver a su hermanastro, al menos, el así lo veía, trataría de recuperar su amistad, al menos, su compañía.
-Ven... no te dejaré solo...
*****
Aldebaran despertó desnudo en una cama mullida, cubierto con gruesas pieles, el sol ingresaba por la ventana, a través de las cortinas y sentía algo pesado a su lado, los brazos de alguien rodeando su cintura, así como la cabeza de esa persona recargada en su pecho.
Cerró los ojos por unos instantes, para abrirlos de nuevo, llevando su mano a su rostro, recordando lo que habían realizado la noche anterior, después de rechazar a Mu apenas pudo verlo de nuevo, de decirle que no creía en sus palabras, en la existencia de sus cartas y asegurar que no iba a perdonarlo tan fácilmente y sin embargo, allí estaban, los dos desnudos, debajo de unas pieles.
-Buenos días...
Aun era temprano y Mu lo sabía bien, por lo cual, acomodándose un poco mejor sobre el pecho de su omega, le observó de aquella forma en que le hacía sentir mariposas, estremecerse en esos brazos, al recordar todo lo que habían realizado en ese mismo sitio.
-Buenos días.
Mu se estiró en la cama, para poco después acercarse un poco más a su rostro, acariciando sus cejas que se unían en una sola, después sus mejillas y su boca, relamiendo sus labios con una promesa en su rostro.
-Anoche fue agradable, como el mismo paraíso.
Pronunció acariciando el pecho de Aldebarán, para besar sus labios con delicadeza, gimiendo al probar su sabor, que era simplemente delicioso, sintiendo como su omega se recostaba de lado, abrazando una de las almohadas.
-Después de cinco años en el Infierno, por fin visitó el paraíso a tu lado, en tus brazos...
Se acercó un poco más a él para besar su oído, lamiendo el lóbulo, así como su mejilla, con una sonrisa en su rostro, una expresión algo calculadora, demasiado siniestra, si eso era posible, si esa descripción podía quedarle a su gentil alfa, que había dejado claro su deseo desde la primera vez que estuvieron juntos.
-Entre tus piernas...
Aldebarán se sonrojo inmediatamente, pensando en lo fácil que era para Mu decir aquellas palabras bochornosas, sentándose entonces, estirando sus brazos, sintiendo entonces la mano de su alfa acariciando su vientre, de forma circular.
-Lastima que no fue tu celo... porque... de ser así, creo que Kiki esperaría un hermano o una hermana...
Por eso estaba agradecido, al no estar en celo, ya que no se sentía listo para cuidar de otro cachorro, por mucho que amara a su pequeño Kiki, en ocasiones era demasiado trabajo para él solo.
-Pero debo decir que... tienes razón, aun sigues siendo muy fuerte, tus músculos son una obra de arte.
Aldebaran generalmente no sabía que decirle a su alfa cuando deseaba hacerle sonrojar, sin embargo, acercándose un poco más a él, a su oído, decidió jugar el mismo juego que Mu, el alfa lemuriano que había dejado su mordida marcada en su cuello, la primera vez y la noche anterior.
-Tal vez en algún tiempo, puedas recorrerlos uno por uno, como se que te gusta hacerlo...
Mu se sonrojo demasiado al escuchar ese tono de voz, al imaginarse lo que Aldebarán le proponía, quien sabía perfectamente que estaba obsesionado con su cuerpo, cada detalle de su anatomía, desde que eran apenas unos niños, o unos adolescentes.
-Pero por el momento, me acompañaras a darme un baño y después, buscaremos a Kiki, el tiene que saber que es disfrutar de tu compañía, la presencia de su padre en su vida, así como debe entrenar, no podemos dejarlo indefenso en un mundo en guerra constante.
No estaría indefenso, se dijo, porque su pequeño era poderoso, astuto y fuerte, su hijo, que era un alfa, cuya marca aún no se presentaba, sería un digno heredero de sus técnicas, de las de su maestro, de eso estaba seguro.
-Así que... porque no me acompañas a darme un baño... tal vez te deje lavarme la espalda...
Mu inmediatamente salió de la cama, persiguiendo a su omega, pensando que no iban a caber en la tina de esa cabaña, pero, la posibilidad de bañarse con su omega era suficiente recompensa para él, qué más daba si no había agua caliente, con tal de tallar su espalda, así como sus muslos, eso era suficiente para él.
-¿Tal vez?
Susurro Mu, observando que la tina era del tamaño adecuado y el agua no estaba tan fría, aunque no eran aguas termales, ni las cálidas aguas de sus templos, eran suficiente para poder lavarse después de las actividades del día anterior.
-No serías tan cruel para dejar a un muerto de hambre sin comida...
La risa de su omega fue sonora, sumergiéndose en el agua con lentitud, sintiendo como Mu acariciaba sus hombros por fuera de la tina, sosteniendo una bandeja de madera para dejarle caer un poco de agua sobre su cabeza, lo primero que haría sería lavarle el cabello.
-Nadie ha cuidado de ti como te lo mereces... torito... déjame hacerlo por ti.
Aldebaran cerró los ojos, permitiendo que Mu comenzará a lavar su cabello con delicadeza, después sería su turno, los dos gustabann de cuidarse mutuamente.
-Eres tan hermoso...
Susurro, pensando que Shion tenía razón, estar a lado de su omega era suficiente para decir que conocía el paraíso, que vivía en él, porque Aldebarán era lo que necesitaba en ese mundo, todo lo que era correcto y bueno, la madre de su pequeño, su compañero, aquel por quien daría la vida o se convertiría en un demonio, si trataban de alejarlo de su lado.
-¿Por qué no ingresas en el agua?
Pregunto entonces su omega, esperando la respuesta de Mu, que fue un asentimiento, así como el sonido del agua salpicando en esa bañera, acercándose a él, para besar sus labios de nuevo, con la misma desesperación que en el pasado, gimiendo su placer, su necesidad por sentirlo a su lado.
-¿Así está mejor?
Pregunto algo inocente, sintiendo como Aldebarán rodeaba su cuello para besar sus labios, una de sus piernas restregándose contra su cuerpo, animando a tomarle en el agua, jadeando cuando Mu, después de relamerse los labios, comenzó a besar su pecho, sosteniendo sus caderas.
-Sí... así está mejor... mucho mejor...
*****
Unas décadas antes, Shion, el patriarca del Santuario, el que había decidido cuidar de dos gemelos que habían sido enviados a este por una fuerza ajena a su diosa, les veía correr emocionados, jugando en los jardines, en ese momento cargaba a otro pequeño bebe, un niño lemuriano de cabello morado, no era su hijo, pero también lo educaría como si lo fuera, como hacia con sus gemelos.
Ellos tenían en ese momento unos ocho años, su marca aun no se manifestaba, pero él creía que pronto sucedería, sin saber muy bien porque las Moiras no marcaban sus muñecas desde su nacimiento, sino que pasaba algún tiempo para eso, ya fuera porque su pareja acababa de nacer o porque estaban listos para comprender el valor de aquel regalo de los dioses.
Repentinamente sus gemelos guardaron silencio, una mala señal cuando cuidabas niños pequeños, porque significaba que habían encontrado algo peligroso, se habían lastimado o planeaban alguna maldad, así que se levantó con el pequeño Mu en sus brazos, buscando a sus gemelos, a quienes veía como si fueran los niños que nunca tuvo con su alfa.
Quien de tan solo recordarlo le causaba una pena inimaginable, pues, le extrañaba demasiado, cada segundo lo hería, sin embargo, la existencia de sus dos gemelos, así como del pequeño lemuriano eran suficiente para darle fuerza, para ayudarle a sobrevivir.
Saga veía su muñeca como encantado, completamente hipnotizado, pues un nombre había aparecido en esta, una palabra en griego, de otro de los aspirantes, un niño huérfano con un hermano mucho más pequeño aún, del que trataba de cuidar, con ayuda de algunas nodrizas.
-Por fin apareció...
Saga asintió, con una sonrisa iluminando su rostro, pues le conocía bien, era el aspirante de esos hermosos ojos azules, que en ocasiones se veían con un tinte verdoso, el que tenía cabello castaño, oscuro, ensortijado, Aioros, él sería su pareja.
-Aioros será mi omega... Aioros... mi Aioros...
Shion asintió, acariciando su cabello azul, de una tonalidad más oscura que la de su hermano, de su gemelo, siendo esa la forma más sencilla de diferenciarlos, sin contar con su carácter, porque mientras Saga era desinhibido y hasta cierto punto, indiscreto, su hermano era todo lo contrario.
-Los dos se pertenecen... no es como si esta unión fuera únicamente de un lado...
Shion pronunció, acercándose a Kanon, que parecía molesto o asustado por el nombre en su muñeca, dejando que la viera, el hermano menor siempre había sido un buen niño, pero las reglas del Santuario, las que Dohko no dejaba ir, dictaban que debía ser escondido o condenado a portar una máscara.
-¿Qué dice ahí?
Kanon al principio quiso esconderse, pero se la mostró a regañadientes, esperando por alguna palabra suya, notando su sorpresa, así como su temor, comprendiendo inmediatamente que eso era algo malo, ese nombre no era bueno para su maestro.
-Radamanthys... tu... mi niño, tu omega destinado es un espectro, pero no debes rechazarlo... no cometas el mismo error que yo...
Kanon escondió entonces su muñeca, pensando que era algo oscuro y siniestro, por eso su omega era uno de sus enemigos, sintiendo como Shion le abrazaba con cariño, sosteniendo al pequeño Mu en un brazo, rodeándolo con el otro.
-Mi niño... el destino así lo ha deseado, pero no tiene que ser algo malo... tu no eres malo, tu eres un buen chico, tu y tu hermano, ustedes harán grandes cosas mis niños...
Saga asintió, creyendo en sus palabras, Kanon, él no estaba tan seguro de ello, pero de todas formas asintió, observando al pequeño Mu en los brazos de su maestro, él también era un alfa, él también tendría un omega destinado.
-¿Qué hay de Mu? ¿Cuándo aparecerá el nombre de su destinado?
Cuando estuviera listo para comprender el valor de su regalo, se dijo en silencio, dejando que Kanon cargará a Mu, al mismo tiempo que Saga le ayudaba a levantarse, guiándolo a sus habitaciones, su maestro ya estaba cansado y a esa hora trataba de dormitar algunos momentos, tomar una siesta, pero siempre despertaba pronunciando el nombre de Lune, justo el nombre escrito en su muñeca.
-Cuando esté listo para recibir ese regalo de los dioses...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, espero que este capítulo sea de su agrado.
Chapter 40: Dragones.
Chapter Text
Dragones.
Sorrento decidió permanecer en el mismo sitio, tocando algo de su música, pensando en su omega, que tuvo que marcharse para realizar sus tareas, su dragón de dos cabezas era el guardaespaldas de la señorita Hilda, así como el líder de una buena parte de los dioses guerreros, aquellos que portaban un zafiro de Odin en sus armaduras.
Su música, cuando no utilizaba su cosmos era simple y sencilla, una tonada hermosa que había estudiado casi toda su vida, recordando esa época, cuando su marca apareció esa primera vez, pero no comprendió que estaba escrito, era mucho mas parecido a una runa que a una palabra tradicionalmente hablando.
Estaba un tanto distraído en ese momento, sin embargo, no tanto como para no escuchar los pasos de los soldados rodeándolo, un grupo de ellos deteniéndose frente a él, con una expresión molesta y furiosa, demasiado seguros de sí mismos, creyendo que iban a amedrentarlo, supuso, pero fingió no prestarles atención en ese momento.
-Tu eres el extranjero.
Sorrento apenas bajó un poco su flauta transversa, observándolos fijamente, arqueando una ceja, suponiendo que esos soldados deseaban hacerle huir, que se alejara de esas tierras, así como de su omega, el que le costó demasiado trabajo encontrar, apenas leer su nombre, escrito en algo que parecía ser runas, una imagen hermosa que podía verse como un tatuaje pero tenía demasiado significado para él.
-Será mejor que te hagas a un lado.
El flautista comenzó a contar cuantos soldados estaban presentes, a calcular sus niveles de poder y se daba cuenta que pensaban, era tan solo un humano común, uno que de alguna forma llegó a Asgard, que acudió a lado de Siegfried, el dragón de dos cabezas, aunque, debía admitir, que su apariencia no era imponente, no como la de su omega.
Cualquiera podría pensar que tan solo era un músico o un erudito, alguna clase de viajero que en vez de buscar riqueza o aventura, buscaba saberes, pero no era tan inocente, lo que deseaba de esas tierras era el dragón que custodiaba a la señorita Hilda, ese dos dos cabezas.
Pero aun así estaba demasiado entretenido con aquella visita, esperando que no quisieran hacerle daño, porque tendría que defenderse y hacerles daño, sin siquiera tocarlos, por supuesto, su tonada era mortal.
Una tonada que estaba seguro que ni Kanon podría resistir, que no comprendía como su dragón resistió, pero nunca se había visto en la necesidad de atacar a su amigo, su líder y su general, así como un alfa que comprendía su temor de ser rechazado por su omega, que era un guerrero que peleaba para otro dios, con el que esperaba no tener que enfrentarse.
-Siegfried no te conviene.
Debía estar loco, Siegfried era lo mejor que le había pasado, pero era obvio, seguro, que ellos deseaban decirle alguna basura como que no le convenía porque sería dañado por el amor que sentía por él, al aceptar esa unión que tenían, a pesar de ser un alfa no muy impresionante, creía que podría darle algo que su dragón de dos cabezas necesitaba.
-¿Por qué no?
No iba a responder con violencia todavía, solo escucharía lo que deseaban decirle, actuando como un perfecto imbécil, que no comprendía que iban allí para hacerle daño, de preferencia matarlo, solo que no sabían que se estaban enfrentando a un soldado de Poseidón, una sirena con una tonada mortal, que solo estaba jugando con ellos.
-Porque Fafner te hará daño si te sigues acercando a su omega.
Fafner, ese nombre era nuevo, pero no le agrado en lo más mínimo, no sólo porque deseaba a su omega a su lado, sino, porque pensaba que podía ordenarle a él hacerse a un lado, cuando eso no iba a pasar, ignorando las decisiones de Siegfried o sus deseos, seguramente por ser un omega, se dijo, molesto.
-Siegfried sabe que este Fafner es su alfa...
Sorrento se levantó, acercándose al soldado que era un poco más alto que él, golpeándolo ligeramente con su flauta transversa, como si fuera su mano, esperando escuchar la respuesta del soldado, sin importarle que quisiera hacerle daño o matarlo, ellos eran quienes estaban pisando suelo peligroso, como el de aquel lago congelado en donde podrían perder la vida si no fueran portadores de cosmos.
-O le han preguntado a Siegfried su opinión, eso tiene que importar para algo, no lo creen...
Sorrento observó cómo los soldados se observaron entre ellos, para comenzar a reír, como creyendo que podrían hacerle daño con facilidad, sin esfuerzo alguno, matarlo después de golpearlo hasta que pidiera piedad, pero él no sería quien suplicaría de rodillas por algo que no iban a obtener de su persona, pensando que esa sería una buena respuesta a este Fafner, su omega no estaba solo.
-Siegfried solo es un omega, lo que diga no importa.
Fueron las palabras del soldado que intentó golpearlo, seguido de varios otros, sin embargo, el desvío varios de los golpes, sin propinar los propios, saltando en dirección de las ruinas de lo que bien pudo ser una cabaña, parándose de pie, en un tocón.
Observando a los soldados mirarlo con sorpresa, su mirada endureciéndose, con una expresión que dejaba claro que no era alguien con quien podían jugar, o amenazar, sin recibir un castigo adecuado.
Atrás de su espalda podían ver una imagen como de una Sirena o algo parecido, así como pequeñas hadas revoloteando por ahí, todas proyectadas por su cosmos, mujeres hermosas, con ojos brillando en la oscuridad del bosque.
Logrando que ellos se asustaran, pensando que era un demonio, sin comprender muy bien que estaba pasando en ese sitio, con el cosmos de ese soldado, ese flautista de una apariencia torpe, hasta ese momento, que se veía sereno, elegante, así como furioso, mortal.
-A mi si me importa y no me gusta que hablen mal de él a sus espaldas...
Sorrento llevó su flauta transversa a sus labios, para comenzar a tocar su tonada mortal, observando cómo caían de rodillas los soldados que pensaron en matarlo a golpes, como una señal para su omega, un mensaje agresivo para que Siegfried se rindiera, pero eso no iba a pasar, él no iba a dejarle solo, ya tuviera su hilo uniéndolo a su existencia o no, creía que al conocerle, se enamoraría de él perdidamente, sin importar lo que sucediera.
-¿Qué?¿Qué estás haciendo?
Preguntó uno de ellos, el más fuerte, que sosteniendo sus oídos trato de ponerse de pie, sin embargo, no pudo hacerlo, gritando cuando las hadas comenzaron a rodearlo, destruyendo sus nervios, sus tímpanos y su cerebro, de una forma en que ni siquiera podrían señalarlo a él como el culpable de aquellas muertes.
-Tocando una dulce melodía que les enseñara algunos modales...
Susurro con diversión, imaginando a Fafner, al que pensaba era un ser repulsivo, en vez de ellos, finalizando su música, esperando que sus enemigos perdieran la vida, por tratar de dañar a su dragón de dos cabezas, por pensar que solo así le dejaría solo, preguntándose si esa actitud seria mucho mas de su agrado que aquella que le obligaban sus nervios a mostrarle, la de un completo idiota que apenas podía pronunciar palabra a su lado.
Esperando que no creyera que era un tonto o un pusilánime, sin embargo, creía que ya iba siendo momento de decirle quien era el, no quería crear una relación forjada en la mentira, no quería defraudarlo, mucho menos hacerle temer por su seguridad.
-Tu...
Vio como uno de ellos trataba de moverse, sangre cayendo de sus ojos, labios y oídos, sus pupilas pálidas, estaba al borde de la muerte, pero le daría la esperanza de sobrevivir, para que le dijera lo que deseaba escuchar, no solo Fafner tenía los medios para obtener información.
-Aún respiras...
Susurro levantandolo del cabello, hincándose a su lado, esperando que comprendiera que él era el demonio que había matado a sus aliados sin siquiera moverse, que él era el alfa que tenía escrita la runa de Siegfried en su cuerpo, por lo cual se vio forzado a aprender Asgardiano.
-Dime quien es Fafner y que desea con Siegfried... y tal vez te deje vivir.
El soldado era un cobarde, lo sabía porque solo un gusano podría atreverse a realizar lo que hicieron, para amenazar a su omega con su vida, para hacerle sufrir el miedo de perder a su alfa, porque ese golpe no era en contra suyo, era contra su dragón y eso hacía que perdiera toda clase de compostura, aun así, escucho con paciencia lo que tenía que decirle, sintiendo cada segundo que pasaba un odio mucho mayor por ellos, por Fafner, por ese Andreas.
-O tal vez no...
Susurro pisando el cuello del sobreviviente, pensando en visitar a Siegfried, en decirle la verdad, esperando que creyera en sus palabras y al menos, le aceptara a su lado hasta que Fafner perdiera la vida.
-Siegfried...
*****
Radamanthys comía con mucho más apetito que la primera vez que lo recibió en su templo submarino, sin quejarse de su compañía o tratarlo como si fuera un perro rabioso a punto de atacar, era un joven saludable, con un buen diente, aunque claro, con esos lindos colmillos creía que le quedaba que comiera de forma abundante.
-Esto es delicioso...
Lo era, la carne que lograba conseguir era suave, jugosa y fresca, término medio, para saciar sus apetitos, pensando que los dos eran dragones, uno de ellos tenía alas, era un dragón que volaba en el firmamento y él se trataba de un dragón marino que deambulaba en el fondo oceánico.
-Sabía que te gustaría...
Aunque era divertido, a pesar de ser un dragón marino, un general de Poseidón, apenas toleraba consumir pescado o cualquier clase de marisco, no después de pasar tanto tiempo encerrado en esa cueva, cuando Saga lo condenó a muerte, a pesar de los deseos del más oscuro.
-¿Por qué no comes algo?
Kanon estaba demasiado complacido observando a Radamanthys devorar sus alimentos para comer los suyos, así que en vez de comenzar a cortar trozos de su carne, al ver que su omega ya se había terminado la suya, le ofreció su plato, debía estar hambriento se dijo, además, le gustaba verle sonreír por algo que él hubiera hecho.
-No tengo demasiado apetito, pero no dejes que se desperdicie, eso sería un terrible pecado.
Radamanthys no supo qué decirle en ese momento, sin embargo, asintió, devorando también ese trozo de filete, bebiendo vino y comiendo pan, todo eso en su compañía, permitiendo que Kanon analizara las diferencias entre ambos, comprendiendo que su omega era de hecho mas fuerte, así como mas alto, no por mucho, pero si lo era, aun así, lo encontraba como algo precioso, digno de proteger.
-No se porque no me permití aceptar esta comida antes, pero, gracias por conseguirla para mí...
Kanon negó eso, bebiendo un poco de vino, recargándose contra el respaldo de su silla que parecía un trono, apreciando esa paz en compañía de su dragón, de su pequeño wyvern, quien había aceptado la protección del dragón marino que acechaba en el mar, unicamente porque un demente creía que podía convertirlo en su mascota.
-No te veías como alguien que disfruta del pescado o de las aves... mucho menos como un vegetariano, así que... la carne, este alimento es digno de un dragón de tu envergadura.
Radamanthys no comprendió en un principio lo que Kanon le decía, revolviendo el puré de papa con su tenedor, para después, tomar algo de su comida para llevarla a la boca de su alfa, que estaba dispuesto a arriesgar su vida para mantenerlo seguro.
-Un dragón que no puede volar, ni usar sus garras o sus dientes y que corrió como un conejo asustado cuando vio a ese pintor...
Kanon aceptó el alimento que Radamanthys le ofrecía, pensando que eso podía ser un beso indirecto, sonriendo con una expresión hasta cierto punto burlona, acercándose a su omega, para limpiar con su dedo pulgar el rastro de comida de sus labios.
-Pero te enseñaré... yo te enseñaré a usar tu cosmos, ya sea si recuperas tu armadura o no, tu, al nacer de un dios, tienes cosmos, únicamente debes aprender a utilizarlo.
Le enseñaría a volar, a usar sus garras para destrozar la piel de sus enemigos a morder, para que cuando Alone llegará a su lado, porque terminaría haciéndolo, pudiera arrancarle la cabeza de una sola mordida por la osadía de querer encerrarlo en una jaula.
-Y estoy seguro que lo recordarás, sabrás como usar tu cosmos, de la misma forma en que recordaste como patinar, a pesar de los años que llevas sin hacerlo.
Radamanthys asintió, pensando en esa posibilidad, en recordar cómo usar su cosmos y una vez que lo hiciera, sabía que podía defenderse, protegerse de sus enemigos, especialmente ese Alone, que deseaba encerrarlo, o convertirlo en algo que no deseaba ser.
-No seré suyo...
Kanon asintió, no sería suyo y no sería de nadie si eso era lo que deseaba, pero, primero debía mostrarle cómo defenderse, para que no tuviera miedo a estar solo, únicamente así, podría decir que eligió quedarse a su lado.
-No lo seré...
*****
Siegfried al terminar la discusión con sus aliados decidió buscar al dulce alfa de cabello esponjoso, como si fuera un borreguito, al menos así lo imaginaba, como alguien dulce, con ternura en sus manos, a quien no vio en el claro donde lo dejo, pero si había sangre, restos de lo que pudo ser una batalla.
Por lo cual, sintió que su corazón se iba a salir de su pecho a causa del miedo que sentía, al pensarlo mal herido o peor aún, al creer que le hicieron daño al dejarlo solo, comprendiendo bien que Fafner trata de lastimarlo, únicamente porque le aceptaba consigo, porque era su alfa.
-Te he estado buscando.
A sus espaldas estaba Balder, un joven silencioso y amable, que le veía fijamente, como si no tuviera sentimientos, aunque debía existir alguna razón para buscarlo, por lo cual, trato de no mostrar su preocupación, ni su miedo por la vida de su alfa.
El hermoso Sorrento, su alfa bajito y amable, así como delicado, quien le parecía un hombre sencillo en su actuar, pero le parecía como un príncipe o algún noble, alguien conocedor del mundo, de sus reglas, como el personaje de un cuento de hadas.
-Balder...
Apenas pronunció Siegfried, esperando escuchar lo que su posible aliado deseaba decirle, aunque era uno de los soldados cercanos a Andreas, lo que lo convertía en un posible enemigo también, aun así, jamas se había molestado en dirigirle la palabra, por lo cual, debía ser por alguna importante, se dijo en silencio, temeroso por ello.
-Escuche a Fafner hablando con unos soldados.
Fafner, ese puro nombre le hizo pensar que estaba en lo correcto, ese bastardo deseaba hacerle daño a su alfa y si lo lastimaba, le arrancaría las extremidades una por una, primero sus piernas, después sus brazos, al final su cabeza.
Pero se forzó a mantener su tranquilidad, a respirar profundo, mirando a Balder con frialdad, la misma clase de expresión que usaba el supuesto inmortal, de cabello celeste, con una expresión que comenzaba a destruir sus nervios, era de su alfa de quien estaban hablando, de eso estaba seguro.
-Quiere darle una lección a un extranjero...
Era una advertencia, o un mensaje, para hacerle saber que sus planes eran lastimar a su alfa de cabellera esponjosa, casi lila, con unos hermosos ojos rosas como botones de rosas, al menos, recordaba que así se veían en un libro que pudo leer alguna ocasión.
-No sé más que eso.
Sin más se marchó, dándole la espalda, sin comprender lo que esas palabras significaban para él, o por el contrario, lo hacía y no le importaba en lo absoluto, algo que le asustaba demasiado, porque, su alfa podía estar en peligro, por lo cual, estaba aterrado.
Sorrento...
*****
Kanon dormía plácidamente en el sillón de su habitación, no muy lejos Radamanthys roncaba ligero, abrazando una almohada, cubierto por unas sabanas de color oscuro, estaban seguros, nadie podía ingresar en esa habitación, pero aun así, el mayor escucho los pasos de algún visitante, sintiendo algo pesado subir sobre su cadera.
Algo que le forzó a abrir los ojos, sumido en el sueño, lo sabía porque aquella habitación no era su templo submarino y podía jurar que ese sitio era el Inframundo, o lo más parecido a ese detestable lugar que podía conjurar la mente de su visitante.
Alrededor suyo, a miles de metros de distancia podía ver los barrotes de una jaula, monumentales columnas elevándose en el firmamento, como si fueran pequeños insectos en un terrario.
-Me salvaste... pero, aún no se detiene.
Quien estaba sentado sobre su cuerpo era el dragón de Hades, el wyvern del inframundo, quien portaba un casco con cuernos, el que le daba una apariencia como de cuentos de hadas, como si fuera el brujo malvado y su contraparte el príncipe inocente, casi como si estuvieran encerrados en el cuento de la bella durmiente o en la sirenita o blanca nieves, al menos, esa era la impresión que le daba.
-Aún cree... que puede hacernos suyo.
Porque mientras Radamanthys, el muchacho que dormía en su cama era la encarnación de la inocencia, al menos, para un hombre como él, quien estaba sentado en sus piernas era sin duda la encarnación del pecado, un súcubo con rasgos draconianos.
-¿Quieres hacerle daño?
Tuvo que preguntarle, porque ese muchacho estaba seguro que Radamanthys deseaba matarlo para tomar su lugar en la creación, sin embargo, el juez de las almas negó eso y Kanon le creyó, no deseaba destruirlo, pero si anhelaba darle su guía, para que pudiera usar su cosmos a su antojo.
-No... lo que yo quiero es salvarlo... y tú me ayudarás a eso.
Kanon escuchó entonces el sonido de unos pasos, porque ese retumbar debía ser unos pasos, los de un gigante de tamaño monstruoso, ajeno a su presencia en esa jaula, pero no a la existencia de Radamanthys en esa dimensión.
-Porque si no lo haces, nos perderás a los dos.
Kanon despertó cuando vio un ojo descomunal asomarse en ese cielo nocturno, que se daba cuenta era un cristal de alguna clase, preguntandose si así funcionaba la caja de Pandora, si los dioses gemelos sabían lo que sucedía a su alrededor, como el juez de las almas sabía que le estaban espiando constantemente.
-Buenos días...
Radamanthys le veía expectante, ajeno a su preocupación, sin comprender lo que sucedía, haciéndole pensar que en verdad eran como el día y la noche, el príncipe del cuento de hadas y el demonio que corrompía el reino, sin embargo, a los dos los encontraba hermosos, aunque incompletos.
-Buenos días...
*****
Busco en todas partes por su príncipe de cuento de hadas, sin encontrarlo, dispuesto a salir a ese lago que decían era peligroso, caminando sin rumbo en las calles de Asgard, demasiado angustiado para preocuparse por quien lo seguía, solo necesitaba verle.
Por lo que, en el momento en el que alguien sostuvo su muñeca, volteo de prisa, dispuesto a dañar a Fafner si era él quien lo tocaba sin su permiso, respirando hondo, al ver a Sorrento, que le veía confundido, sintiendo de pronto como sus brazos le rodeaban con fuerza, al creer que le había perdido.
-Te he estado buscando por todo Asgard.
Susurro sin saber qué más decirle, apartándose de pronto, tragando un poco de saliva porque hasta donde sabía, él que era su alfa, aún no se presentaba como tal y después de la visita de los soldados de Fafner, si es que ya habían dado con él, no quería creer que estuviera a punto de marcharse.
-Yo también.
Fue la respuesta demasiado distante de Sorrento, sin un sonrojo, ni un titubeo, como si fuera una persona completamente diferente a quien conoció en esa taberna, así que, tal vez estaba asustado por la advertencia de Fafner o juzgando la falta de heridas o moretones, aún no había sucedido.
-Hay algo importante de lo que tengo que hablar contigo...
Generalmente esas palabras no eran algo bueno, pero aun así, aceptó la petición de Sorrento, quien tomándolo de la mano lo llevó entre las calles, tal vez en dirección de la posada.
-¿Qué deseas decirme?
Pregunto tragando un poco de saliva, sin saber si deseaba esperar a escuchar lo que Sorrento quería decirle con tanta seriedad, creyendo que lo dejaría solo, le daría la espalda y simplemente se alejaría.
-Lo mejor es hablar en privado...
Repitió, no deseaba que nadie mas escuchara lo que tenía que decirle, así que lo mejor era entrar en la posada, en uno de los cuartos que había alquilado, en donde cada uno de los presentes los vio ingresar, todos ellos con una mirada sorprendida, sin creer que él, Siegfried, acudiera a un lugar como ese con un alfa de tierras lejanas.
-De qué deseas charlar...
Dijo al escuchar como la puerta se cerraba, pensando que su maestro le dijo que nunca debía entrar solo a una habitación en compañía de un alfa, mucho menos de alguien de fuera de Asgard, ellos no eran personas en las que podrían confiar y sus intenciones sempre serían las mismas.
-Recibí una amenaza, parece que van a matarme si me acerco a ti por más tiempo...
Sorrento trataba de esconder su molestia, especialmente porque pensaban que se haría a un lado así de fácil, dándole la espalda a Siegfried, cuya opinión le importaba muy poco a ese Fafner, cuya vida esperaba tomar con sus melodías.
Siegfried pensó en ese momento, que su alfa iba a escapar, no sabía que se trataba de un soldado con un cosmos brillante, que era aún más fuerte que él, porque en un combate, la sirena, a pesar de su delicada apariencia, podría matarlo sin demasiada dificultad.
-Yo... yo puedo protegerte...
No deseaba suplicar porque se quedará, sin embargo, qué más podía decirle a Sorrento, que volteo a verlo extrañado, ladeando la cabeza, negando eso de pronto, no necesitaba que lo protegieran y debía explicarle eso, para que su dragón de dos cabezas no sintiera temor por su vida, no creyera que debía escuchar a ese Fafner para mantenerlo seguro.
-Eso no es necesario.
Fueron sus palabras, negando eso, viendo como la expresión de Siegfried se ensombreció, como si quisiera decirle algo más, pero después, negó eso, haciéndose a un lado, comprendiendo, o tal vez, creyendo que se marcharía, nadie iba a arriesgar su vida, únicamente por un omega, especialmente no uno de dos metros, que era algo imponente para ser uno de los suyos.
-Yo... yo... yo entiendo...
Siegfried aceptaría sus deseos, no tenía nada más que hacer que aceptarlos, por lo cual, solo dijo esas cuatro palabras, tratando de no permitir que viera lo mucho que le dolía, pero si se sentó en una silla de madera, desviando la mirada, sus ojos algo cristalinos.
-Te he mentido.
Sorrento debía decirle la verdad, si deseaba que su relación fuera sana y el estuviera a su lado porque lo deseaba, tenía que comprender que era otro de los portadores de cosmos, no solo eso, que era un soldado en un ejército enemigo, al menos, ellos, al seguir las órdenes de Kanon, podían ser considerados de esa forma.
-¿Mentido?
Sorrento se acercó a Siegfried, hincándose delante suyo, para poder ver sus ojos, que estaban algo rojos, como si deseara llorar de pronto, algo que no comprendía en lo absoluto, además, no le gustaba verle triste, su dragón de dos cabezas era un guerrero lleno de vida, un líder nato, alguien orgulloso.
-Vine aquí con una razón específica, por alguien y lo encontré, porque la biblioteca de Bluegard tenía información al respecto.
Al escuchar esas palabras Siegfried volvió a sentir esperanza, deseando creer que Sorrento no se marcharía de su lado, solo porque Fafner le había amenazado, pensando por primera vez que su alfa no estaba malherido, pero si había sangre derramada en ese campo, lo que significaba que hubo una batalla.
-Dime algo...
Esta vez fue él quien sostuvo la muñeca de Sorrento, comenzando a desenredar las vendas que la rodeaban, tratando de proteger ese nombre de su mirada, sintiendo como su corazón comenzaba a latir con fuerza, esperando ver lo que sabía estaba allí, en su piel, eso era su Siegfried, la runa cuyo significado era su nombre.
-¿Cuál es el nombre escrito en tu muñeca?
Susurro, pero no era necesario escuchar esa respuesta, porque él pudo verlo, Sorrento tenía su nombre escrito en su muñeca, era su alfa, como bien sabía que él era su omega, lo que deseaba en secreto cuando entrenaba en la nieve, alguien suave a donde regresar cuando estuviera cansado, cuando ya no pudiera seguir peleando.
-El destino nos quiere juntos...
Pronunció seguro, besando su muñeca con delicadeza, sintiendo como Sorrento se apartaba de su lado, con una actitud que apenas pudo comprender, pero lo siguió, descubriendo el también su marca, el nombre escrito en alemán, un idioma que busco en sus ratos de ocio, cuando aún conversaba con Alberich, creyendo en su amistad, al ser los dos omegas.
-Eso piensas ahora, pero cuando sepas la verdad, no creo que me aceptes.
Sorrento veía la marca en la muñeca de Siegfried, encontrando esa señal como una hermosa coincidencia, tan perfecta como ese destino a lado de su hermoso dragón, que esperaba ansioso por una respuesta suya, pero al no llegar, el fue quien le abrazo por la espalda, recargando su barbilla en su hombro.
-No te irás.
No era una pregunta, tampoco una súplica, tal vez era una orden, pero no la pronunció en aquel tono de voz, simplemente dijo lo obvio, sintiendo como Sorrento giraba en su dirección, para sostenerlo de la cintura, mirándolo fijamente, apreciando la estatura de su omega, que esperaba una palabra suya, una explicación.
-Fafner no me intimida.
Ese sujeto no le intimidaba, ni el mismo Hades o el propio dios del mar podrían apartarlo de los brazos de Siegfried, aunque, su omega era el único que podría hacerlo, de llegar a pedírselo, por lo cual, acariciando su mejilla con delicadeza, la misma suavidad que su omega deseaba sentir de sus manos, quiso decirle la verdad que podría separarlos.
-Pero te he mentido, no soy lo que piensas que soy...
De nuevo esa mentira, se dijo Siegfried, porque el solo esperaba que su alfa fuera dulce, fuera suave y eso era cierto, su alfa era tan suave como la espuma del mar, así que no le importaba que le dijera que él había matado a esos soldados, que él era un demonio del mar, o lo que fuera, el dragón de dos cabezas quería a este alfa para sí mismo, eso era todo en lo que podía pensar.
-Quiero saberlo.
Siegfried sin embargo, a pesar de leerlo, de confirmarlo, quería escucharlo de los labios de su amado, al que ya sentía como parte de él, aunque apenas se conocían, perdiéndose en esos hermosos ojos rosas, que le miraban como si fuera uno de los mayores tesoros de ese mundo.
-Mi nombre es Sorrento de Sirena, soy un general de posesión... no soy un civil o algo parecido.
No le importaba eso, le daba lo mismo si Sorrento era un demonio, un monstruo o algo parecido, le daba igual que fuera uno de los generales de Poseidón, en realidad, el que tuviera cosmos le aliviaba, porque así no tendría que preocuparse por él, porque su alfa bajito de cabello esponjoso podría cuidarse de las maquinaciones de Fafner.
-Sorrento... tu nombre es Sorrento...
Susurro con una gran sonrisa, para besar los labios de su sirena, eso le quedaba, era hermoso como una sirena y estaba seguro de que podría zambullirse en el agua sin problemas, con tal de estar a su lado.
-Sorrento de Sirena, General del...
Siegfried de nuevo le beso, sosteniendo las mejillas de Sorrento, que apenas comprendía la actitud de su omega, que sonreía como un demente, mirándolo como si fuera un tesoro largamente esperado, de la forma en que se suponía los alfas veían a los omegas, pero este dragón era su omega.
-No me importa.
Y era cierto, le daba lo mismo si era un enemigo, o un aliado, en ese momento no iba a rechazarlo por algo tan insignificante como haber nacido en ejércitos diferentes.
-Soy un soldado de un ejército enemigo.
No eran enemigos todavía, así que no tienen por qué preocuparse, se dijo, besando de nuevo los labios de Sorrento.
-Me da igual.
Sorrento comenzaba a sonreír, pegando a su omega a su cuerpo, sosteniéndolo con firmeza de las caderas, su mirada fija en la de su amado dragón, que solo aceptaba su identidad, sin cuestionarla.
-Te mentí...
No le había mentido, porque nunca le preguntó de dónde venía y lo que le dijo fue que buscaba el amor de alguien que sería importante para él, así que, ante sus ojos, nunca le mintió, tal vez, ocultó información, pero le perdonaba por ello.
-Me da lo mismo...
Fue la respuesta segura de Siegfried, que empujando a Sorrento comenzó a guiarlo a la cama de ese pequeño cuarto, pensando que había pasado los últimos años de su vida imaginándolo en sueños.
-Pero... no soy...
No era un civil, eso ya lo había dejado bastante claro y no le importaba, tal vez, debería mostrarle lo poco que le interesaba su lugar de nacimiento, el ejército o el dios al que servía, lo único que deseaba era estar a su lado.
-Para mí eres perfecto.
Sorrento cayó en la cama, observando a su omega, como se quitaba la camisa gris, descubriendo su pecho ante su mirada.
-Tu eres mi alfa... yo sabía que tu eras mi alfa...
Siegfried se sentó sobre sus caderas, observando a su alfa, que parecía avergonzada ante su actitud, sin embargo, creía que se trataba a que no conocía sus costumbres, su vida era tan dura que no perdían el tiempo para estar con quien amaban.
-¿Qué?
Sorrento preguntó, sin comprender lo que decía Siegfried, porque el pensaba que había ocultado perfectamente su identidad, no obstante, su dragón era astuto, era un líder nato, obviamente no podría engañarlo por mucho tiempo.
-Pero solo quería escucharlo de tus labios.
Sorrento tiró entonces de su cabello, con delicadeza, para besarlo con fuerza, sus labios unidos en un beso cálido, sus manos acariciando sus hombros, pensando que había hecho algo especialmente bueno para merecerse a este dragón en sus brazos.
-Sorrento... mi Sorrento...
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, adoro recibirlas y les aprecio mucho por ello, en realidad, no saben cuanto. Ahora, para mi, Radamanthys joven es un muchacho común e inocente, mientras que el juez de las almas, es un poco más astuto, nada inocente, así como mucho más dominante que su contraparte humana. No se si me doy a entender, pero así los veo. SeikenNJ.
También debo informar que no habrá capítulo hasta el proximo lunes, esta semana tengo muchísimo trabajo. Lo siento mucho.
Chapter 41: Susurros.
Chapter Text
Susurros.
Dohko había ingresado en los laboratorios del dios guerrero sin zafiro de Odin, observando tubos con un líquido verde con dos cuerpos en su interior, los dos parecían haber sufrido demasiado, sus muñecas sangrando, las marcas deformadas, pero aún estaban allí.
Eran tantos y cada frasco mostraba algo diferente, parecía que esa investigación llevaba demasiado tiempo transcurriendo, horrorizando al santo dorado de Libra, que por un momento quiso destruir ese sitio, eso sería lo correcto.
A sus espaldas un sujeto de cabello blanco apenas acababa de descubrirlo, cuando el veía dos muñecas sin marca alguna, y después, otra mas con una marca nueva, un nombre que había sido tallado hasta el hueso, como si el desafortunado cadáver antes de morir, tratara de borrarla de su cuerpo.
-Se dice mucho de lo que está pasando en Asgard, pero... quería verlo con mis propios ojos.
Dohko parecía inmutable, no sonreía, esa actitud jovial que mostraba en el Santuario únicamente la merecía Aldebaran, los demás no eran dignos de ella, por lo cual su apariencia era mucho más imponente, era la clase de soldado que debías escuchar, aunque no lo desearas.
Fafner al ver que alguien más había ingresado en su laboratorio, enfureció con sus guardias, quienes yacían sin vida a los pies de Dohko, que actuaba como si fuera el amo de ese lugar, demasiado seguro de si mismo con esa actitud carente de sentimientos.
A pesar de ser un beta sin un destinado, deseaba a un alfa o un omega para sí mismo, cambiar los hilos del destino a su favor, hacerse con la voluntad de alguien más, que no le correspondía, de eso estaba seguro Fafner.
-¿Quién diablos eres tú?
Pregunto dando un paso en su dirección, a sus espaldas estaban sus soldados, como dispuestos a enfrentarse al santo dorado de libra, que vestía la armadura dorada con demasiado orgullo, como si aún sirviera a lo que simbolizaba ese oro puro cubriendo su cuerpo.
-No creo que importe demasiado, pero, según dicen, desean cambiar el nombre de las muñecas, como si eso fuera a ayudarles en cualquier cosa...
Dohko lo había meditado por demasiado tiempo, antes de hacer su oferta a su precioso toro, creyendo que el cambiar los nombres en las muñecas, únicamente harían que la segunda regla de esas uniones fuera más común, aquella que decía que los destinados iban a matarse, que no eran amantes, sino enemigos.
Por lo cual, debían tener el amor de sus omegas o alfas, sus amados, para que les quisieran a su lado y para eso, necesitaban cambiar los sentimientos o las memorias asociadas a esas uniones.
Sin lastimarlos, por supuesto, nadie deseaba perder a su amor, únicamente porque no comprendía que lo mejor para ellos era estar a su lado, aceptarlo como su esposo, en cambio, escapaban buscando a alguien que nada podía ofrecerles, que les habían dejado solos por demasiados años, después de tener lo que deseaban, el cuerpo de sus omegas generalmente, a quienes dejaban cuidando a su cachorro para buscar la gloria en la batalla.
-No se quien...
Dohko pensaba que si lo sabía, Fafner comprendía que él era el santo dorado de libra, un soldado de más de doscientos años, con el poder suficiente para ingresar a Asgard sin ser descubierto, encontrar ese laboratorio clandestino y pasearse en él, sin que nadie pudiera detenerlo.
-Los recuerdos siguen allí, estos no se irán sin la marca y solo provocarán que el omega sea asesinado o asesine a su nuevo alfa, o al revés, depende el caso, por lo que sería demasiada sangre derramada por las razones incorrectas.
Fafner a pesar de su inteligencia no había pensado en eso, aunque más bien se trataba porque era un sádico y deseaba lastimar a Siegfried, que siempre lo había tratado como si fuera un gusano repulsivo, especialmente, por la mirada de asco que mostró la primera vez que le declaro sus sentimientos.
Razón por la cual deseaba hacerle daño, deseaba que sufriera al saber que él era su alfa, no ese Sorrento, al que había mandado a asesinar para que pudiera comprender que eso pasaría con cualquiera que le quisiera a su lado, si no era él, una buena lección para ese molesto omega.
-¡Guardias detengan a este maldito estúpido!
Grito furioso, para que lo asesinaran, creyendo que Dohko retrocedería algunos pasos, que le mostraría miedo, sin embargo, no se movió, su mirada fija en sus soldados, que dudaron si debían atacar o no, escuchando el sonido de un búho, viendo como uno de estos animales se posaba en uno de los frascos.
-No harán eso, nosotros lo invitamos, necesitamos otro punto de vista en esta... empresa.
El primero en hablar fue el gigantesco Pesadilla, que se detuvo con una maza en su mano, a su lado estaba el Búho, quien utilizaba un garrote, los dos eran gemelos, quienes habían contactado a Dohko, poco después de que fuera rechazado por el santo de Tauro, quien apenas podría llegarles a la altura del pecho.
-Alone es un hombre triste con una sola idea en su mente, me temo que tu intelecto científico no te deja ver con claridad y nosotros, bueno, nosotros solo queremos venganza, así que... por qué no traer a un beta, que pronto será un alfa, para darnos su perspectiva.
Pronunció el Búho, con una voz cavernosa, provocada por la herida de una flecha en su cuello en la última batalla que tuvieron con los Olímpicos, quienes creyeron que habían logrado derrotarlos.
Pero solo les dejaron moribundos para que pudieran planear su venganza contra los dioses, uno en especial, aquel que indirectamente causó su caída, que era especialmente hermoso, a pesar de que sus ideas no estaban muy bien acomodadas en esa linda cabeza suya.
-Un hombre de más de doscientos años que desea el bien para su objeto de deseo.
Esta vez fue pesadilla quien hablo, era idéntico a su hermano, con la diferencia de que había perdido uno de sus ojos, razón por la cual usaba un parche en su ojo izquierdo, quien recibió una mirada molesta de Dohko, porque él no era como esos dos, sus sentimientos si eran sinceros, el si amaba a Aldebaran.
-No es mi objeto de deseo.
Fue la respuesta amable de Dohko, que no esperaba una disculpa ni cualquier palabra de esos dos gigantes, que según decían fueron engañados por los dioses para que se mataran entre ellos, aunque, la historia de su muerte fue demasiado exagerada.
-Para su amado, quise decir.
No, ellos pensaban que era idéntico a ellos, solo un beta codicioso que deseaba tener lo que las Moiras le negaron, pero, no le importaba lo que se pensara de él, con tal de ser respetado, creyendo que podría ser un mejor patriarca que Saga, pero antes, debía proteger a su amado toro.
-Eso es una patraña, pero yo soy diferente a ustedes y no deseo que mi Alde sufra ninguna clase de daño.
Eso lo dijo observando los frascos con los cadáveres en su interior, molesto por ello, al pensar que su querido Aldebaran sufriera alguna clase de daño o desesperara al ya no tener el nombre de Mu en su muñeca, sino el suyo, después de ser convencido por Shion de que eso era lo correcto, de eso estaba seguro.
-Así que... porque no cambiamos no sólo los nombres de las muñecas, sino, los sentimientos asociados a ese nombre, para que odien a quien aman en este momento, así, podrán llegar a amarnos a nosotros.
Dohko pronunció seguro, esperando que sus aliados comprendieran que no solo servía cambiar los nombres de los elegidos, sino también los sentimientos, por lo cual, necesitaban ayuda de otros dioses, que ya no eran tan inocentes como en el pasado de sus mitos, sino, mucho más crueles y vengativos.
-Al menos...
El merecía el amor de Aldebarán, pero sus aliados no lo hacían, de eso estaba seguro, sin embargo, que más le daba lo que hicieran ellos, si podía recibir el amor de su toro, de la encarnación del antiguo Hasgard.
-A quienes sean merecedores de semejante premio...
*****
-Te llevaré al santuario, ese lugar es mucho más agradable para alguien como tu, podrás entrenar y las mañanas son realmente hermosas.
Kanon había tomado una decisión, eso era llevar a Radamanthys al Santuario, para que pudiera disfrutar de la belleza de la tierra que le vio nacer, o al menos, lo más parecido a eso, donde Shion los recibió como si fueran sus hijos, como si fuera su familia, al igual que Mu que era su hermano pequeño, el menor de los tres.
-¿Pero no organizaste este sitio para que viviéramos juntos?
Kanon asintió, había creado un hermoso cuarto para engalanar a su omega, un lugar lujoso, suntuoso y perfecto, para que pudiera estar cómodo, creyendo que estaba acostumbrado a la riqueza, por alguna razón, así se lo imaginaba, como si fuera un príncipe.
-Pero no creo que sea de tu agrado, además, necesitas del sol para sobrevivir, aquí, solo los generales marinos estamos protegidos por el cosmos del dios del mar, que aunque encerrado en la vasija, sigue protegiéndonos.
Radamanthys asintió entonces, ese sitio no era de su agrado y la sentía como una cómoda jaula, por lo cual, creía que sería mucho más agradable para ellos vivir en ese Santuario, al menos, habría plantas o pasto, así como aire fresco.
-Me parece bien... por alguna razón creo que será la primera vez que pisare ese sitio.
No hablaba solo de su vida, sino también de su eternidad, porque según creía él siempre se mantenía cerca de su dios o la señorita Pandora, en las sombras, en los valles retorcidos del Inframundo, lugares inmundos, ciénagas monstruosas a la vista, al menos, para su forma de pensar.
-Entonces, dame la mano... así es mas fácil viajar a cualquier parte.
Radamanthys no solo le dio la mano, también lo abrazó con delicadeza, cerrando los ojos como buscando su calor y su protección, algo que no le pareció justo, porque su omega estaba tan asustado de ese Alone que le necesitaba a su lado.
-Se que mi hermano nos recibirá con los brazos abiertos.
Al menos el más oscuro lo haría, él nunca le había negado nada, en cambio Saga no se iba a negar a ayudarle a una persona en peligro, a pesar de ser un espectro, él le brindaría cobijo, de eso estaba seguro.
-Si tu lo dices...
Respondió Radamanthys, sintiendo el cambio de dimensiones, como si algo pícara su piel y de momento se mareo un poco, escuchando el sonido de varios pájaros cantar, el viento comenzaba a revolver su cabello, como acariciándolo, así como podía sentir el sol calentando su piel, por lo que abrió los ojos.
-Esto es el Santuario, espero que te guste.
Radamanthys observó el paisaje con detenimiento, caminando en dirección de las escaleras que se veían interminables, llevando una mano a su cabeza, jadeando, pensando que si alguien caía desde ahí, seguramente estaría muerto o gravemente herido.
-Es hermoso...
Kanon disfruto de aquella respuesta en los labios de su omega, escuchando los pasos del patriarca, viéndolo bajar las escaleras que daban al templo del patriarca, los pocos escalones que faltaban por avanzar pero casi ningún enemigo había logrado hacer eso, sorprendido al notar que su cabello estaba dividido en ese momento, así que trataría con los dos, Saga y el más oscuro, que también era Saga.
-Hermano...
A sus espaldas caminaba Aioros, vestido con su ropa de entrenamiento, con el que no había podido tratar desde su ataque por la espalda, cuando lo maldijo con el Satán Imperial y por un momento pensó que el arquero le señalaría por eso, algo que se merecía, sin embargo, no deseaba que Radamanthys lo escuchara.
-Saga... este es mi omega, él es Radamanthys.
Podía sentir la mirada de Aioros en ambos, a pesar de que guardaba muy bien sus sentimientos, observando cómo Saga caminaba hasta donde se encontraba Radamanthys, quien era el más alto de los cuatro presentes, así como un poco más fuerte, era sin duda un omega impresionante.
-Kanon me dijo que eras hermoso, pero debo decir, que se quedó corto en su descripción.
Saga inmediatamente después, besó el dorso de la mano de Radamanthys, con una actitud galante, esperando un sonrojo del omega, que se mantuvo impávido, como si no tuviera sentimiento alguno, quien a su vez, miró a Kanon, como preguntando qué hacer.
-El Santuario Submarino de la Atlántida no es un lugar propicio para un civil, Radamanthys carece de sus memorias y pienso que este sitio es mejor para ello.
Saga asintió, comprendiendo que Kanon no le decía toda la verdad, por lo cual, deseaba charlar con él en privado, asintiendo, colocando una mano detrás de la espalda de Radamanthys, para conducirlo al interior del templo principal, acompañado de Kanon, que caminaba a lado de Aioros, los dos sin hablarse, el omega guardando su molestia para si, el alfa su temor.
-Radamanthys es bienvenido en el Santuario, es tu omega, no merece nada menos mi querido Kanon, al igual que tu, sabes que siempre puedes regresar a casa, en el momento en que lo desees.
Aioros aun estaba en celo, pero decidió seguir a Saga cuando éste sintió el cosmos de su hermano, más el de otro intruso, un espectro de cabellera rubia, que fingía sorpresa, hasta podría sentirse mal por él, al ver que estaba emparejado con Kanon, de no saber que también era un demonio, como su alfa.
-Tengo que comentarte algo, pero necesito que sea a solas, Saga.
Saga asintió, señalando un asiento dorado con cojines rojos para que Radamanthys pudiera sentarse en este, algo que hizo, llevando sus manos a sus rodillas, tomando sus manos poco después, su mirada fija en el complicado diseño del suelo de ese sitio, el complicado mosaico de esa habitación.
-¿Podrás esperarme aquí unos momentos?
Radamanthys asintió, no deseaba quedarse solo, pero eso haría si Kanon se lo pedía, creyendo que ese sitio era seguro, deben existir soldados poderosos o por lo menos, sería mucho más complicado ingresar a ese lugar que a su mansión y no le gustaba la oscuridad que reinaba en la Atlántida.
-Por supuesto.
Le gustaría tener un celular en sus manos, para asi poder revisar lo dicho en las redes, asi podía localizar información respecto a este Alone que lo perseguía, de esa supuesta fiesta o gala, o lo que fuera a donde lo deseaba llevar, pero era imposible, así que salto cuando escuchó el primer paso de Aioros, que le veía con los brazos cruzados, juzgándolo con desagrado.
*****
-Alguien ha manipulado sus sueños para que tenga pesadillas sobre mí.
Saga asintió, recargándose en uno de los pilares de aquella sala, escuchando lo dicho por su hermano, que comenzó a caminar alrededor de ese cuarto, tratando de acomodar sus ideas, aunque, en realidad, trataba de hacerle entender a alguien lo que pasaba por su mente, siendo el un poco más brillante, cuando su cosmos era mucho mayor.
-En sus sueños yo lo violo, yo lo lastimo de formas indescriptibles, yo le hago daño y lo esclavizo...
Estaba horrorizado al pensar en eso, al imaginarse a su omega despertando con lágrimas en sus ojos, temblando de miedo, con un quejido de dolor o tal vez un grito, cuando soñaba con él, en cambio, para Kanon eran todos sueños agradables, algunas veces imaginando una vida con él, en otras sensuales fantasías, no obstante, lo que más le molestaba era que ese Alone era quien deseaba hacerle daño, quien imaginaba esas horribles imágenes, esos actos y creía que sería capaz de hacerle todo eso a su dragón de lindas cejas.
-Es por orden de un sujeto llamado Alone, un joven, parece que usa las sombras o los mismos pasos del Inframundo para poder moverse... es un pintor... el quiere robarme a mi omega, destruir nuestro lazo, para crear otro nuevo.
Saga supuso que eso era cierto, pero debía haber alguna razón más que deseo para esa locura, bien podrían tratar de destruir todos los lazos o bien deseaban que cundiera el caos, que los ejércitos fueran diezmando, para dejarlos indefensos.
Aun el mismo Santuario perdía soldados con el paso del tiempo, apenas un puñado de Santos Dorados, traidores todos ellos, a excepción de Afrodita y Deathmask, lo habitaban, sucedía lo mismo con los santos de plata, los de bronce no eran más que carne de cañón, aun los cinco tocados por la diosa Athena, eran demasiado débiles.
-Shion me dijo que Alone fue el envase de Hades en la pasada guerra, un muchacho torturado, que pudo usar el cosmos del dios de la muerte a su antojo, antes de que sucediera... de que me pidiera que lo matara, me advirtió de su existencia, él creía que no estaba muerto...
Había dicho que deseaba ingresar en el Inframundo, saber que estaba pasando, pero él creía que aquello que necesitaba era ver era a Lune, aquel que cuidaba la entrada del Inframundo, según sus propios pergaminos.
-¿Crees que Hades está involucrado? ¿Que Athena lo esté?
Saga negó eso, si perdían soldados, si existía caos, si eran debilitados, eso únicamente significaba que el golpe era en contra de los dioses del Olimpo, al menos, esas fueron las palabras de Shion, que sabía que su viejo amigo había decidido realizar su voluntad, pero, quién pudo ayudar a sus enemigos, quien les dio la oportunidad para organizarse, no lo sabía, pero debían ser enemigos del Olimpo.
-No lo creo... al menos, espero que no lo esté... porque Saori aún porta a la diosa de la victoria en sus manos y eso significa que perderemos la guerra, de no cambiar de manos.
Pero pensaba que los que estaban realizando esos golpes eran enemigos del Santuario, que los mantenían distraídos con sus omegas o sus alfas, con el deseo que sentían por ellos, que estaban logrando que todos se marcharan y que estaban usando al mismo Asgard como su lugar de reunión, al ser esa tierra la más recóndita del planeta.
-El juez me ha hablado... en sueños, él me dijo sobre Alone, tal vez... el sepa mas de lo que está sucediendo.
Saga asintió, esa podría ser una opción, la otra era acudir directamente con Saori, con la diosa Athena en persona, para que ella en su sabiduría le dijera que sucedía, le diera la orden de no interferir o le aconsejara que hacer, después de todo, seguía siendo uno de sus soldados.
Kanon y él eran sus soldados, instruidos por Shion para evitar las guerras, de nada servía derramar sangre, aunque, claro estaba que nadie comprendía con exactitud, que ellos eran los más leales a su maestro, que ellos eran capaces de realizar los actos necesarios para cumplir con su promesa de antaño.
-Tu debes preguntarle al juez, yo hablaré con Athena... con Saori... ella me dirá que sucede.
*****
-Así que tú eres el otro omega afortunado...
Radamanthys pudo percibir el sarcasmo de ese sujeto, cuyo nombre ni siquiera conocía, sin siquiera esforzarse, mirándolo fijamente, sin saber que decirle o si tan siquiera deseaba responderle, solo se mantuvo sentado en esa silla.
-El pobre diablo atado a ese monstruo...
Radamanthys al principio no respondió a la provocación de Aioros, que pensaba, por lo que había escuchado, que este espectro no aceptaba a su alfa, por eso estaba tan triste o asustado, después de todo, le había dicho a Albiore que si querían dos cartas de triunfo, debían tenerlo a él también.
-No es un monstruo... Kanon no es un monstruo...
Fueron sus palabras, levantándose del sillón, cansado de tener miedo y de que le hablaran como si fuera un idiota, haciendo que Aioros se diera cuenta de lo alto que en realidad era, de lo fuerte que en realidad era, pensando que no le gustaría enfrentarse a él en una batalla, o por el contrario, lo disfrutaría demasiado, aun en un combate sin cosmos podría ser muy divertido.
-Y te prohíbo hablar mal de él a sus espaldas...
Su relación con Kanon había tenido un inicio demasiado accidentado, le había llevado a su templo, pero, lo recogió del campo de batalla, no de su casa y cuando pelearon, él no sabía que no tenía su surplice, una que no debería haber perdido, preguntando si el dios Hades o cualquier otro se la había robado.
-Es de mi alfa de quién estás hablando.
Por alguna razón deseaba pelear, deseaba golpear a Aioros en el rostro, darle un puñetazo en el estómago, hacerle daño, pero no dijo más, relamiendo sus labios, pensando de nuevo en Kanon, que le había dado todo cuanto pensaba podría desear, le había robado un beso, del que no sabía qué pensar, recordando sus pesadillas, el alfa en ellas no era el mismo que lo protegió en ese antro, ni el que lo llevo a patinar o a ese zoológico.
-Tan fácil te dominó, Radamanthys de Wyvern...
No era ese soldado, por lo cual empujó a Aioros, que recibió ese golpe con demasiada sorpresa, pensando que era demasiado débil para ser un espectro, ser uno de los jueces de Hades.
-Mi nombre es Radamanthys, y si Kanon es un monstruo, tú también lo eres, todos los fenómenos de este lugar lo son.
Era una forma demasiado extraña de ver el cosmos, como si él no lo tuviera, por lo que, tal vez, lo que se decía era cierto, los espectros eran soldados secuestrados en esa guerra, no peleaban por el honor o la gloria, no habían sido entrenados, únicamente eran marionetas de los dioses.
-Yo... yo lo siento, debo medir mis palabras...
Radamanthys escuchó entonces los pasos de Kanon, quien se sorprendió demasiado al ver que su omega estaba junto a Aioros, con una actitud agresiva, parecía que el omega de su hermano no había perdido el tiempo para decirle algo de su persona, pero, lo peor de todo era que tenía razón, el era la mala semilla de gemines.
-Saga nos ha dado refugio, piensa que lo mejor es que vivamos en el Santuario por el momento, así que... sígueme, habitaremos la casa donde yo crecí.
Sin más sostuvo el hombro de Radamanthys, para guiarlo donde crecieron los primeros años bajo el cuidado de Shion, era un lugar al que le tenía mucho cariño, que amaba, una construcción escondida entre la inmensidad del Santuario, a donde a su maestro le gustaba ir cuando deseaba descansar.
-Esta bien...
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Saga les vio marcharse con una expresión preocupada, apenas comprendiendo lo que estaba sucediendo, pensando, meditando, qué dioses estaban unidos en esa detestable tarea, con qué fin, porque un simple lazo no era suficiente para realizar algo como eso.
-¿Qué le sucedió?
Pero de tan solo ver a Aioros, como le veía con los brazos cruzados delante de su pecho, se dio cuenta de que no le importaría ver el mundo arder con tal de mantenerlo a su lado y sabía que Kanon estaba preparado para enfrentarse a ese Alone para mantener a Radamanthys consigo y el deseo era una fuerza lo suficiente fuerte como para iniciar una guerra.
-No tiene su surplice, lo que significa que es un joven común, un civil ajeno a los dioses, alguien inocente, sin sangre en sus manos...que una entidad que no es Kanon, desea hacerle daño.
Hasta el mismo Aioros había manchado sus manos con sangre, la de los soldados que trataron de asesinar a Saga y a cada uno de los traidores que quisieran lastimarlo, sintiéndose culpable en ese momento, al pensar en ese chico, en Radamanthys, que era el omega de Kanon, su dragón, pero uno sin garras, ni alas, ni siquiera dientes, solo, asustado, perseguido.
-¿Tiene cosmos?
Saga no lo sabía, por lo cual se encogió de hombros, pensando que esa era una pregunta interesante, porque si bien no tenía su surplice, era el hijo del dios Hefesto, era un semidiós, al igual que ellos.
-No lo sabemos... pero tarde o temprano lo averiguaremos.
Sin más, sostuvo a Aioros de la cintura, para besar sus labios con lujuria, estaban en su celo y únicamente porque su hermano acababa de llegar al Santuario fue que se separaron, para recibirlo, pero aun deseaba disfrutar de ese celo, tener a su cachorro gestándose en el vientre de su omega, para verle cargándolo en sus brazos.
-Ven conmigo... vamos a la piscina.
Aioros asintió, retrocediendo, llevando sus manos al cabello de Saga, para llevarlo al interior de su habitación, pensando que el agua sería agradable, su celo comenzaba a molestarle, aun deseaba a su alfa en su cama y en sus brazos, entre sus piernas.
-Eres insaciable...
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-He estado meditando...
Hefesto pronunció buscando información en una computadora portátil, sentado en una silla ergonómica, frente a un escritorio de cristal y metal, uno demasiado grande, pensó Ares, uno que no podrían usar para algo más que escribir o dejar documentos, molestándose por ello.
Ares comenzaba a aburrirse, por lo que comenzó a jugar con una máquina de movimiento continuo, haciendo que un par de esferas de metal chocaran entre sí, mirando a su omega, que detuvo sus tareas en esa computadora.
-Antes me hubiera sido imposible enfrentarme a ti, pero ahora... pude darte pelea...
Ares detuvo las esferas en ese maquina de movimiento continuo, observando a Hefesto en silencio, con una expresión preocupada, desviando la mirada cuando su omega cerró su laptop, ladeando un poco la cabeza, llevando sus dedos a su barbilla, arqueando una ceja, una postura que usaba cuando meditaba algo importante.
-Estás debilitado... has perdido mucho cosmos, la creación de tus gemelos te dejó demasiado débil, no es verdad.
Ares asintió, eso era cierto, él había donado una muy buena parte de su cosmos para que sus gemelos pudieran liderar los ejércitos de su hermana, ambos temían que tarde o temprano los enemigos del Olimpo se liberarían, sin Zeus, sin la mayoría de sus hermanos de pie, sería casi imposible derrotarlos.
-Parece que nunca podré esconderte nada, Hefesto.
Hefesto pensaba que pudo esconder aquel nombre en su muñeca durante mucho tiempom cuando le era infiel con su esposa, una razón por la cual se sentía molesto, el que fue borrado por las heridas provocadas por su madre, de un nombre que apenas podía ver una A, por lo cual, pensó que Afrodita era su destinada.
-No deberías esconderme nada, yo soy tu omega y te esforzaste demasiado en llamar mi atención, así que... porque mentirme.
Porque él era un dios poderoso, porque era la encarnación de la guerra y si no tenía su cosmos, si no era el dios del pasado, casi invencible, al menos en batalla, que podía darle a su omega, que era inteligente, hermoso, así como astuto.
-No te mentí, Hefesto, sólo guarde información... pensé que tu me rechazarías si sabías que el nacimiento de mis gemelos, que fueron protegidos por la diosa Athena, así como por su patriarca, me dejó debilitado.
Hefesto negó eso, pensando que Ares había dicho mentir, cuando el solo dijo esconder, hincándose frente a Ares, sosteniendo sus manos, su muñeca, donde estaba escrito su nombre, el cual besó con delicadeza, pensando que nunca podría negarle nada y solo, el sentirse traicionado, hizo que se alejara de su lado, aunque no por mucho tiempo.
-Yo me aleje del mundo Olímpico, de los dioses, así que no se demasiado de lo que sucede con estas guerras interminables, únicamente que tus gemelos han logrado instaurar la paz, aunque mataron a casi todos los espectros, al mismo dios Hades y que mi niño tenia horribles pesadillas con uno de ellos, con Kanon.
Hades era un dios necio, que deseaba traer paz a las almas de la única forma en que pensaba que podía hacerlo, eso era destruyendo toda la vida inteligente de ese planeta, aunque, pensaba que sus envases en ocasiones tenían una voluntad mayor a la del apático dios.
-El deseaba liberar a las almas del dolor, tu sabes lo que eso significa...
Hefesto asintió, eso significaba destruir la vida humana en ese mundo, toda clase de creación inteligente, por lo cual, recargándose contra el muslo de su alfa, le observó fijamente, pensando en lo que se decía, cómo había sobrevivido, que estaba oculto en la Isla Andrómeda.
-Ese Dios se robó a mi único hijo, por lo cual, jamás podré perdonarlo.
Ares le ayudó a levantarse, sentándose en sus piernas, pensando que Hefesto era un dios bastante pequeño, de una estatura humana, él era un poco más alto, al igual que todos los dioses, como Thanatos e Hypnos.
-Después de mi última derrota, cuando fui secuestrado... acudí con mi hermana, no al ser liberado por supuesto, sino algunos siglos después, para comprender cómo es que ella siempre triunfa y yo siempre soy derrotado.
Eso había sucedido después de su última derrota, una especialmente humillante, provocada por escuchar los susurros de la diosa de la discordia, la diosa Eris, su hermana le observaba fijamente, con algo parecido a la piedad, en ese momento realizó la pregunta, porque siempre era derrotado, pero no con la intención de recibir una respuesta, sino más bien era una queja, pero como Hefesto, la diosa Athena simplemente le respondió sincera.
-Ella me dijo que no estaba capacitado para blandir el poder que me habían otorgado Zeus y Hera, era una maldición en si misma, así que... decidí crear otros seres que me ayudaran a blandir esa fuerza, uno de ellos es Saga, el otro Kanon, mis gemelos, pero los puse al cuidado del Patriarca Shion de Aries.
Shion era la clase de líder que podía admirar, que sabría encaminar el poder así como las almas de sus gemelos, además, en el Santuario estaban seguros de cualquier mal, él, después de todo, era un buen padre que cuidaba de sus hijos, a pesar de que en ocasiones decía que no les veía ningún uso, el los protegía.
-En ese momento, tu ya me habías dejado, creyendo que te fui infiel... cuando tu fuiste el único que me trató con respeto, después amor, así que las voces regresaron con demasiada fuerza, esos susurros que no me dejaban dormir, que no me dejaban tranquilo, que pedían sangre, que pedían batallas...
Fue entonces que la diosa Keres acudió con él, dispuesta a brindarle sus bendiciones a sus gemelos, que eran idénticos a él, mucho más parecidos de lo que fueron los gemelos de la guerra santa pasada, eran como tres gotas de agua, tres soldados poderosos, hermosos y letales.
-Estoy seguro que lo mismo pasa con mis gemelos, cuando están con sus omegas tienen paz, como yo ahora que estoy contigo la tengo, solo estar a tu lado silencia esas voces, esos susurros y esas risas...
Era una maldición demasiado cruel, pero esperaba sobrevivir a ella, con ayuda de su omega, que absorbía la información con hambre, como si fuera una esponja, tal vez, comprendiendo su pesar de formas en las que los demás no podrían, ni siquiera él.
-Así que... para escapar de las voces de tu cabeza, creaste a tus gemelos, regalando parte de tu cosmos a tu descendencia... con el visto bueno de la diosa de la muerte y de la misma Athena.
Ares asintió, la diosa Athena creía que sus gemelos crearían un nuevo reinado próspero, una utopía de paz, sin guerras ni dolor, protegiendo a sus soldados, porque debían prepararse para la llegada de sus enemigos, a los que destruyeron en la primera guerra de su mundo, la titanomaquia, pero sin Zeus, sin muchos otros, debían crear a sus propios dioses, los gemelos eran lo más parecido a eso.
-¿Quienes son a los que esperan?
Los Titanes, pero creía que los primeros en ser liberados serían sus torturadores, los gemelos que le derrotaron, que le secuestraron y que lo encerraron por demasiado tiempo, humillándolo de todas las formas posibles.
-Estoy cansado de hablar sobre esto... así que porque no hacemos algo más agradable...
Hefesto se dio cuenta inmediatamente que Ares deseaba cambiar el rumbo de su discusión, por lo cual, simplemente respondió besando sus labios, riendo al escuchar el gemido de su alfa, porque a diferencia de lo que muchos pensaban, él había tenido suficientes amantes, demasiados hijos, aunque no a todos les había dado a luz, para saber como complacer a un amante.
-Ahora que estamos solos...
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-¿Porque estas tan desesperado?
Sorrento pregunto sosteniendo las muñecas de Sigfried, pensando que había algo demasiado extraño en ese comportamiento, por lo cual, deseaba saber la verdad.
-Quiero estar con mi alfa, antes de que puedan... de que cambien el nombre de mi muñeca por el de Fafner.
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Tarde, pero ha llegado el nuevo capítulo, espero que haya sido de su agrado y les pido una disculpa por la tardanza, sin embargo, espero que el capítulo sea tan bueno como para ser perdonada por ello. SeikenNJ.
Chapter 42: Familia.
Chapter Text
Familia.
Al escuchar la respuesta de Siegfried, comprendió la necesidad de su omega por estar con él, sin embargo, no era de su agrado que buscará estar en sus brazos por culpa de ese bastardo, al que esperaba hacer sufrir antes de matarlo.
Sorrento sonreía con delicadeza, sintiendo una profunda ternura por el guerrero en sus brazos, que actuaba como si el lazo del destino fuera todo lo que poseía, todo cuanto podía darle paz o felicidad, hacerle sentir completo.
-Aunque no tuviéramos esta marca yo hubiera acudido contigo, se que me hubiera enamorado de ti apenas verte, Siegfried, eres hermoso.
Siegfried se restregó contra la mano de Sorrento cuando comenzó a recorrer su mejillas, sus ojos azules, tan claros como el hielo de las estepas de Asgard fijos en los suyos, dos hermosas joyas que podía jurar eran como diamantes.
Su cabello era dorado, como los rayos del sol, los que caían con suavidad sobre su cuerpo, pero sus músculos eran como los de una escultura, hechos con granito, marcados en un cuerpo más bien delgado, así como alto, él era casi tan alto como su aliado Tholl.
-Pero la única forma de saber de mi, es si fuéramos enemigos y así no podríamos estar juntos, jamás.
Siegfried sabía que de no existir ese lazo, si alguna vez se veían o se encontraban, sería cuando se enfrentan en el campo de batalla, por lo cual, cualquiera de los dos perdería la vida, ya fuera el o Sorrento, pero no podrían estar juntos y eso le hacía sufrir demasiado dolor.
-Yo quiero saber algo ahora, tú me hubieras elegido como alfa si no tuvieras mi nombre en tu muñeca...
Sorrento quiso saber acariciando su muñeca, el nombre escrito en ella, esperando por su respuesta, observando como las mejillas de Siegfried se sonrojaban, sus ojos casi brillando a causa de su cosmos, como recorría su cuerpo, para después, sonreír, con una expresión que solo demostraba lo mucho que le deseaba.
-Si, te habría elegido sin pensarlo.
Fueron sus palabras seguras, él hubiera elegido a Sorrento en otras vidas, de sobrevivir a su batalla, algo que pensaba no iba a suceder, porque no se iba a rendir, lo que significaba que su contacto sería efímero, apenas algunos momentos, en las que él creía que perdería la vida, tarde o temprano, pensaba que este soldado bajito era mucho más fuerte de lo que se veía a simple vista.
-Estás seguro, porque soy un poco bajo, demasiado delgado y mi cabello parece algodón de azúcar...
Pero eso era lo que más le gustaba, que fuera bajo a comparación suya, delgado y su cabello, le parecía que su cabello era hermoso, por lo que llevó una mano a sus rizos, acariciándolos con delicadeza, acercándose a él para besarle, algo que hizo, devorando su boca, sintiendo que su cuerpo se iba calentando lentamente.
-Eres lindo... eres realmente hermoso.
Susurro apenas con aliento, pegando su frente a la de Sorrento, respirando hondo, alejándose unos momentos al sentir como su alfa, llevaba su mano a su pecho, sobre su corazón, para después sentir la misma mano imitando aquel movimiento, como si deseara que los dos corazones estuvieran unidos.
-Entonces, comprendes lo que yo siento por ti, verdad...
Siegfried asintió, creyendo que tal vez era demasiado pronto, pero le gustaba mucho, nunca había visto a un alfa como Sorrento, alguien tan suave, tan delicado, tan refinado, la mayoría de los alfas de su pueblo eran unos salvajes, aun su hermano, al que consideraba como un soldado honorable.
-Aun así te deseo.
Fueron sus palabras, tratando de recostar de nuevo a Sorrento, tal vez subir sobre su cuerpo, llevando una de sus manos a su muslo, a su entrepierna, pero su alfa lo detuvo, mirándole fijamente, sabía que lo deseaba, que no era ajeno a su cercanía, pero no comprendía porque no lo aceptaba, tal vez, porque no comprendía que en Asgard no perdían el tiempo como en otras culturas, al encontrar a tu alfa, en ocasiones te casabas con él, en otras, simplemente ibas a su cama, los dos comenzaban a vivir juntos.
-Pero el cuarto de una posada no es un sitio adecuado para que estemos juntos esta primera vez... tal vez un campo de batalla, pero no una posada.
Sorrento pronunció con demasiada seguridad, sin entender lo ultimo que dijo hasta el final, cuando Siegfried se sonrojo, repitiendo campo de batalla en su mente, conjurando, sin esforzarse demasiado, una historia de cómo sucedería eso, como estarían juntos en un campo de batalla.
-¿Un campo de batalla?
Pregunto entonces, demasiado sonrojado, con un poco de diversión, pensando que Sorrento tenía demasiada imaginación y eso también le gustaba, todo en ese alfa le gustaba, aún, su renuencia para estar con él en esa posada, a pesar de que ambos se deseaban, el podía sentirlo.
-Solo estaba dando opciones... no quiere decir que yo te tomaría... que haría algo como eso...
Pronunció de pronto, mucho mas sonrojado todavía, esta vez recibiendo una risa sonora de sus labios, sintiendo como se dejaba caer sobre su cuerpo, acostándose sobre él, al comprender que no podría convencerlo con facilidad de estar juntos en esa posada, disfrutando demasiado ese sonrojo, esa bella expresión en el bonito alfa.
-Eres muy divertido, me gusta ver como te sonrojas.
Pronunció entonces, dibujando un corazón en su pecho, por encima de la ropa de Sorrento, relamiendo sus labios, para después acariciar ahora él su rostro, su cuerpo, acostándose sobre su alfa, que solo le abrazo demasiado sonrojado.
-Ahora pensaras que soy un tonto y un pervertido.
Se quejo, escuchando como Siegfried comenzaba a reírse, pensando en Sorrento, a quien no pensaba un tonto, ni mucho menos, en realidad, lo encontraba perfecto, era todo lo que siempre busco en un compañero, por lo cual, solo negó eso con un movimiento de la cabeza.
-Me gustan los pervertidos...
Susurro entonces, ahora el sintiéndose un tonto, demasiado torpe y estúpido, al ver que Sorrento guardaba silencio, acariciando su cabello inmediatamente, pensando en sus palabras, en que le gustaba, no en que lo consideraba un pervertido.
-No... yo no no quise decir...
Era el momento de tartamudear de Siegfried, quien escuchó como Sorrento comenzaba a reírse, llevando sus manos a la cabeza de su omega, haciéndole verle a los ojos, para besar sus labios con delicadeza, con la suavidad que había imaginado en su mente.
-Tu no eres un tonto...
Siegfried pronunció demasiado avergonzado, respondiendo al beso de Sorrento, tratando de hacerlo mucho más profundo, jugar con su lengua, pero no pudo hacerlo, sintiendo como su alfa lo apartaba con delicadeza.
-Pero aun así, este lugar no es el adecuado para nosotros.
Sorrento iba a ser firme en esa decisión, porque lo encontraba hermoso y perfecto, además, no deseaba que ese Fafner arruinara sus vidas, su primera vez juntos, por lo cual, no le daría la oportunidad de hacerlo.
-Podemos ir a mi mansión, al ser mi alfa, serás mi esposo y tú formaras parte de mi familia, como Sygmund formará parte de la familia de Bud... ellos también son nobles.
Susurro Siegfried, pensando un poco más las opciones que había ante sí, pensando que si estaban juntos esa primera vez podría ocurrir en las habitaciones principales, ese sería un mensaje claro de que Sorrento sería su alfa, así como un Jarl, un miembro importante de su familia, de Asgard, al ser el esposo de uno de los dioses guerreros.
-Vamos a mi mansión, quiero usar nuestra alcoba de bodas desde este momento.
Siegfried se puso de pie, ofreciéndole la mano a Sorrento, quien dijo que deseaba hacer las cosas bien, entonces, eso haría, lo llevaría a su casa, lo tomaría en su alcoba principal, en su cama de bodas, se casaría con él a su manera ese mismo día, le haría saber a todo Asgard que ese músico era suyo.
-¿Estás seguro?
Claro que estaba seguro, estaba demasiado enamorado de él, aunque no lo conocía del todo, así lo sentía, así lo creía, él deseaba estar con él, ser amado por él, eso era lo que necesitaba en ese mundo.
-Si, yo estoy seguro de eso, quiero estar contigo.
Sorrento lo siguió, estaba sonrojado, pero si esa era la costumbre en Asgard la aceptaría, después de eso, se casarían a su manera, con una boda fastuosa en su país natal, en un hermoso jardín, en el cual invitaría a todos sus aliados.
-Eso es lo que yo deseo.
Siegfried sabía que todos los presentes les observaban fijamente, pero en vez de sentirse avergonzado, estaba orgulloso, quería que conocieran a su alfa, a su amado compañero de vida, quién era perfecto, simplemente maravilloso.
-Entonces, vayamos a tu mansión.
Susurro Sorrento, quien también se sentía orgulloso al saber que sería llevado a la guarida del dragón, a sus aposentos, relamiendo sus labios, con una expresión segura, imperiosa, su mirada diciéndole a los presentes que él era su alfa, que Siegfried era su omega y que iba a protegerlo con su vida o tomando las vidas de los demás.
-A nuestras habitaciones nupciales.
Al llegar nunca pensó que sería aceptado con esa facilidad, pero, era algo absurdo, los dos se sentían al otro lado del mundo, los dos se estaban esperando, porque razón Siegfried estaría renuente de aceptarlo con él, con todas sus diferencias.
-Al inicio de nuestra vida juntos...
*****
-¿Por qué estabas tan molesto?
Kanon suponía que Radamanthys había escuchado algo de los labios de Aioros, pero no comprendía porque estaba tan molesto, no era de su agrado antes de su intento de secuestro en las manos de Alone, así que no debería molestarse tanto al presenciar el desprecio que el arquero sentía por él, uno ganado a pulso.
-Aioros... ese maldito mojigato, no tiene ningún derecho a decir nada sobre ti, cuando está emparejado con ese otro, esa vil copia bicolor.
Kanon llevó una mano a su boca riendo al escuchar esas palabras, encontrándolas demasiado divertidas, porque Saga era el mayor, de haber una copia sería el, sintiendo de pronto un empujón de su omega, que estaba molesto al ver que encontraba su enojo entretenido, tal vez enojándose mucho mas al recibir esa respuesta a su enojo.
-¡No te rías! ¡No es gracioso!
Al recibir ese golpe dejó de ocultar su sonrisa, sosteniendo a Radamanthys de las mejillas para robarle un beso, escuchando un gemido del menor, que respondió con cierta timidez, como por instinto, apartándose unos pocos centímetros para admirar el sonrojo en ese pálido rostro, que aun estaba molesto, sus cejas unidas formando un remolino en su frente.
-Saga es mayor que yo, así que de haber una copia, ese sería yo... eso es lo que me parece gracioso, no tu molestia, jamás me reiría de eso.
Radamanthys desvió la mirada, pensando entonces, que si el bicolor era mayor, entonces era un prototipo para que naciera Kanon, al que deseaba imaginar como más astuto, más fuerte, más guapo, en resumen, mejor que su hermano gemelo.
-Entonces, es un mal modelo, o algo así...
Radamanthys se apartó entonces, caminando hasta donde estaba una mesa, sosteniendo una manzana, no eran sus favoritas, el siempre había preferido los duraznos, pero aun así la mordió, sintiendo como el jugo caía sobre su mano, el cual lamio lentamente, ignorando la marca de sus dientes en la fruta, cuyos colmillos siempre había sido un poco más afilados de lo normal.
-Aun no me dices porque estabas tan molesto.
Radamanthys volvió a morder la manzana, observando entonces en dirección de su alfa, que le miraba fijamente, sus ojos recorriendo el jugo de la manzana, el que lamió con lentitud, esperando llamar su atención, disfrutándola de pronto, una vez que el temor de sus pesadillas había sido borrado de su mente, porque ese temor había sido trasladado al pintor, al que imaginaba capaz de hacerle daño de aquella manera.
-Dijo que eras un monstruo, que estaba sometido y que yo era un demonio, pero... ese no es el problema, lo que me molesta es que se atreva a criticarte cuando no dice nada de su alfa, que debe ser igual a ti, aunque...
La sonrisa de Kanon se borro por unos instantes, pensando que Radamanthys no había dejado de verlo de aquella forma, como un monstruo, y no podía culparlo, eso era cierto, para los ojos de su omega no debería ser algo bueno el que le hubiera secuestrado, el que tuviera que depender de su cosmos para estar seguro, arriesgando su vida, no la de su omega.
-No creo que sea malo... no cuando ese demonio me está buscando para convertirme en su esclavo, tu quieres a un omega no es verdad, un compañero, un igual, no un sirviente.
La forma en que lo decía sonaba hasta cierto punto desesperada, de la misma forma en que le dijo que su unión debería servir de algo, que debía protegerlo, por lo cual, se acercó a él, acariciando su mejilla con delicadeza, besando el centro de sus cejas poco después, para apartarse unos centímetros.
-Yo quiero una familia, un compañero y un esposo, mi dragón, mi amado pequeño, yo quiero ser un alfa digno de tu compañía, ser quien soy en mis sueños, en los que tuve contigo, eso es lo que yo deseo.
Radamanthys se recargo contra su mano, sosteniéndola con las suyas, como si fuera un gato, quien le miraba fijamente con esos bonitos ojos amarillos, esa belleza inusual, tan perfecta y tan salvaje al mismo tiempo, porque a diferencia de Aioros, que aparentaba inocencia, su omega era sin duda imponente.
-Podríamos empezar otra vez, ignorar nuestros primeros días juntos, aunque no todo.
Kanon deseaba eso, empezar de nuevo, ignorando su locura y su desesperación por estar con su dragón, que le miraba divertido, una sonrisa casi imperceptible, que le hacía sentirse dichoso, su corazón latiendo a mil por horas, con una sonrisa que no era de burla o superioridad, que le daba hasta cierto punto un aire inocente.
-El viaje a esa pista de hielo, nuestra visita al zoológico, y nuestro baile... eso fue agradable.
Le gustaría volver a ir con su alfa, tal vez visitar alguna isla paradisiaca, sabía que lo pasaría bien con Kanon, era un tipo divertido cuando no creías que era un demonio sin alma, no obstante, esta ocasión el también gastaría algo de su fortuna en su compañero, sabía que su omega no estaría molesto por ello.
-Pensé que no lo habías disfrutado.
No le había dejado ver que disfruto esas salidas, aunque, no eran de su agrado los zoológicos, pensaba que era muy cruel encerrar criaturas como los leones, los tigres o los elefantes, eran demasiado magníficos para eso y de pronto se imaginó a sí mismo, al juez, encerrado en una celda, para el disfrute del pintor, que probablemente le observaba cada vez que podía, debía liberarlo.
-Fue... fue agradable, no eres una compañía tan mala, pero yo no puse nada de mi para disfrutarlo, eso lo acepto y eso fue tu culpa, por actuar como lo hiciste cuando apenas nos vimos...
Era cierto, se comportó como un perfecto imbécil, como un monstruo y casi logró que le odiara por ello, aun así, deseaba estar con el, ser amado por el joven rubio, que ya no actuaba como si fuera un perro rabioso a punto de morderlo.
-Entonces, comenzamos de nuevo, prometo ya no ser un completo imbécil que te haga sentir un prisionero, sino un príncipe azul de cuentos de Hadas.
La expresión de su dragón fue tal, que Kanon arqueo una ceja, pensaba que eso sería agradable para él, que se comportara como un príncipe, como alguien digno de su atención, sin embargo, Radamanthys ofreció su manzana para que pudiera morderla.
-Siempre he tenido una cierta predilección por las sombras, así que prefiero al villano de los cuentos o al caballero negro...
Kanon mordió de la manzana en su mano, pensando que de ser un cuento de Hadas, él había rescatado al malvado hechicero, no al dulce príncipe, o por el contrario, el dulce príncipe terminaría transformándose en el malvado hechicero, lo que le convertía a él en el caballero negro, el cazador o el mismo dragón que le cuidaba de todo daño.
-Entonces, eso seré yo... tu caballero negro, mi dulce príncipe.
Esta vez fue Radamanthys quien sonrió, pensando que el no era un dulce príncipe, jamás lo había sido, pero, seguramente al ser comparado con el juez del inframundo, él era un muchacho inocente y puro, pero no lo era, sólo estaba muerto de miedo, algo que debía controlar, debía dejar de sentirse asustado hasta de su propia sombra.
-Eso me gusta... que seas mi caballero negro y como estas a mi disposición, así como tu me lo prometiste... enseñarme a pelear, quiero defenderme por mi mismo.
Kanon asintió, eso harían, quería que Radamanthys lo eligiera cuando pudiera tomar esa decisión, solo así podría ser suyo, se dijo.
-Te conseguiré ropa adecuada para ello...
*****
Hefesto estaba recargado en el pecho de Ares, sus ojos cerrados de momento, sintiendo como el dios de la guerra acariciaba sus hombros, de forma circular, sin cerrar los ojos, sabía que estaba despierto, que no pudo relajarse, pues, estaba preocupado por el futuro.
-Esto fue muy agradable, pero me doy cuenta que desviaste mi pregunta...
Repitió, tratando de ser gentil, de no presionar en demasía a su alfa, que se petrifico inmediatamente, sus músculos se tensaron, aunque trato de acariciarlo para hacerle sentir mejor, para tranquilizarlo apenas un poco, esperando recibir su respuesta.
-¿Con quién nos enfrentamos?
Ares desvío la mirada, algo tan atípico en él que apenas pudo comprenderlo, sentándose en la cama, recorriendo la mejilla de su esposo, para guiar su rostro al suyo, preocupado por él, por esa reacción en el orgulloso alfa, que parecía tranquilo a su lado, el que estaba debilitado al crear a dos soldados con su cosmos, quien le buscó y peleó con él, como si estuviera planeando algo a largo plazo, no un golpe inmediato.
-Puedes confiar en mí, tu sabes que yo te amo, Ares y puedo ayudarte.
Ares se levantó de la cama, sentándose en el borde, observando sus manos con detenimiento, sintiendo como Hefesto rodeaba su hombro, abrazándolo por la espalda, esperando una respuesta suya.
-Son los Alóadas, Oto y Efialtes, la pesadilla y el búho...
Los alóadas, la historia de los Aloadas era bien conocida en el Olimpo, ellos trataron de destruirlos, de enterrarlo debajo de una serie de montañas, deseaba destruirlos, matarlos y robar a dos de sus dioses, a la hermosa Artemisa, así como a su madre, para convertirlas en sus esposas.
-Ellos te secuestraron...
Susurro sintiendo como Ares se tensaba mucho más, su respiración cambiando de ritmo, acelerándose, algo que nunca había visto, por lo cual no supo qué hacer, pero se mantuvo a su lado, tratando de comprender lo que sucedía por la mente de su alfa, sin querer saber qué sucedió en esos trece meses.
-Apolo me salvó... nadie más trato de ayudarme, ni siquiera tu... pero porque tratarías de ayudarme si no sabías que estaba unido a ti, yo jamás te lo había dicho, tu madre borro tu marca cuando te lanzo fuera del Olimpo.
Hefesto asintió, besando el cuello de Ares, sin saber cómo reconfortar a su alfa, el nunca había recibido esa clase de trato y se daba cuenta que era igual con su pequeño, a pesar de sus pesadillas, el no fue el mejor padre en el momento de hacerle sentir mejor.
-Ellos estaban encerrados en el Inframundo, pero algo o alguien los liberó y se que volverán para destruirnos... para tomar a alguno de los omegas o alfas de nuestra estirpe, para vengarse de mí, para escapar de mi encierro y provocar su derrota.
Así que por eso había acudido con su hermana, para saber porque él siempre perdía en cada una de las batallas en que participaba, en cambio ella, todo lo que deseaba se lo cumplía, pocas eran sus derrotas, como la pérdida de la manzana dorada.
-¿Cuando te diste cuenta que ellos habían escapado?
Ares lo supo hace unos siglos, dos, hacía doscientos que ellos escaparon, poco después de la última guerra Santa, del despertar de Hades, así como de su caída, en ese tiempo aún estaba acompañado de Hefesto, aun le amaba y se comportaba como un buen compañero, pero lentamente su preocupación le fue alejando, haciendo que las voces en su cabeza no se silenciaran.
-Hace doscientos años.
Hefesto se molestaría de no existir un problema mucho mayor entre manos, porque en ese momento aun estaban juntos, aun creía que Ares estaría toda su vida a su lado, pero comenzó a alejarse, su violencia había regresado y él no pudo soportarlo por más tiempo, hasta que decidió abandonarlo, creyendo que le era infiel.
-Me duele que no hayas confiado en mí, pero... este es un grave problema, por lo cual, no puedo molestarme contigo en este momento y no quiero arruinar nuestra reunión, nuestro regreso.
Ares cerró los ojos, esperando que el plan trazado con su hermana funcionara, porque de no hacerlo, no permitiría que dañan a su familia, sus dos hijos, su omega y al hijo de este, ese muchacho parecía que le haría mucho bien a su pequeño niño.
-Temo por sus vidas, por la tuya sobre todo, Hefesto, eres lo único bueno en mi vida, mi único resquicio de cordura.
Sabía que se volvería loco de no estar a su lado, por lo cual, de nuevo le beso, recostando a su omega en su cama, donde compartió su cuerpo con el padre de Radamanthys, la encarnación masculina de Europa, a quien mató en un ataque de celos, usando un jabalí para darle un mensaje a su esposo.
-No quiero que te hagan daño...
Pero Hefesto, por alguna razón, pensaba que no era una posibilidad, si odiara tanto a Ares como este pensaba que esos gemelos monstruosos le odiaban, a quien le harían daño sería a él, tal vez a sus hijos, no se molestaría en dañar a los omegas en la vida de su familia.
-Yo puedo cuidarme solo, siempre lo he hecho, así que no debes preocuparte por mi seguridad.
Aun así Ares deseaba protegerlo, como era su deber al ser su alfa, su esposo y el dios de la guerra, si aun podía considerarse eso.
*****
Una sombra oscura se movía en el inframundo, cubierto con una túnica morada, su armadura del mismo color parecía absorber la luz a su alrededor y sin embargo, sus ojos resplandecían, unos hermosos ojos de color morado detrás de una mascara blanca que ocultaba su rostro.
-No hagas ruido, Lune está demasiado ocupado...
Vio al pequeño espectro con la guadaña, a quien realizó un ligero asentimiento, con una expresión oculta detrás de la máscara blanca, caminando en dirección del escritorio, observando a Lune, que seguía escribiendo en ese extraño libro, realizando las tareas que deberían ser de Minos.
-Aiacos, Violate y Minos han desertado, Radamanthys ha desaparecido, Valentine fue mandado a matarlo para protegerlo de Alone y nuestro dios está medio muerto, usando el cosmos de un santo de bronce...
Lune sin los tres Jueces del Inframundo, era el espectro de mayor rango, después de todo, Valentine les había dado la espalda al recibir la orden de matar a su señor, Violate escapó con su señor, lo que significaba que las decisiones eran suyas y creía que iba a perder la razón, era demasiado trabajo, demasiada presión sobre sus hombros.
-Creo que perderé la razón de seguir así.
La figura en sombras se quitó la máscara, descubriendo un rostro joven, sin una sola arruga, recuperada su belleza del pasado, así como su fuerza, siendo el, como muchos omegas, un poco más grande que Lune, que llevó una mano a su sien.
-Detesto a Minos, es un demente y un desobligado...
El omega que antes fue un santo dorado, el santo de aries, el que portaba una armadura morada de ese signo, una surplice del templo de Marte, se detuvo a los pies de Lune, acariciando el rostro de Lune, que se recargo contra su mano, sin importarle el ruido que pudieran realizar.
-Tu eres un mejor soldado que él, y si lo deseas, puedo darte algunos consejos, sabes que fui un patriarca por más de doscientos años.
Lune asintió, aceptando esa caricia, aunque su lazo estaba muerto eso no importaba en lo absoluto, sus marcas habían muerto, pero no así el deseo que ellos sentían por el otro y después de algunos años a su lado, sabía que de tener otro nombre en su muñeca, le importaría muy poco.
-Sin ti, habría perdido la razón Shion, pero eso ya lo sabes, no es cierto.
Shion asintió, recordando con cierto afecto su llegada a ese sitio, su deseo por ver a Lune y al mismo tiempo, saber que estaba pasando en ese mundo, si Hades tenía que ver con esa locura en la mente de su antiguo amigo, al que ya no reconocía, el que pensaba era un peligro para uno de sus muchachos, el esposo de Mu, su hijo menor, pero, él quería a todos los santos dorados que habían llegado a su cuidado, a los de plata y a los de bronce, eran su responsabilidad después de todo.
-Eso dices, pero también te provoca demasiado dolor...
Lune al escuchar esas palabras, ese dolor en su voz, negó eso, besando el dorso de la mano de Shion, quien también había sufrido demasiado, había sentido demasiado dolor cuando decidió matarlo y él también lo atacó, ambos se mataron entre ellos.
-Pero volviste a mi, no es verdad, con la bendición de tu diosa y mi dios.
Shion asintió, relamiendo sus labios con una expresión divertida, sentándose sobre las piernas de Lune, aún vestido con su capa que cubría casi toda su armadura, en cambio, Lune usaba su túnica con los tocados tradicionales, pero debajo de eso estaba su armadura, la del balrog.
-Exigiendo un terrible sacrificio a mi hijo mayor... y temo por ellos, creo que pueden hacerles daño, a través de sus omegas.
Sabía que Aldebarán estaba en peligro debido al deseo que Dohko sentía por el, que al darse la oportunidad su viejo amigo, que ahora era su enemigo, trataría de matar a Mu, a su hijo menor, que era el más parecido a él, por lo cual, estaba agradecido de que su amor fuera un Santo Dorado.
Saga había sufrido demasiado y el poder que blandía era tan grande que su mente tuvo que dividirse en dos, una de ellas era al que llamaban oscuro y la otra quien controlaba a esa fuerza de la naturaleza, aunque no estaba del todo seguro, cual era la verdadera personalidad, el más oscuro o el ser de luz.
Quien estaba enamorado de Aioros, el arquero, uno de los soldados principales de la diosa Athena, por lo cual, también estaba preocupado, temiendo en la posibilidad de que no quisiera dejarlos estar juntos.
Kanon era el que menos le preocupaba, su muchacho era astuto y fuerte, era hermoso, además, le había enseñado cómo tratar a un omega, sin importar de qué ejército fuera, su niño, el hijo de en medio, era el más fuerte de los tres.
Aunque Radamanthys era un demonio, era leal al dios Hades, por lo cual, podía llegar a temer que no lo aceptara tan fácilmente, pero, creía que su pequeño niño sabría cómo enamorarlo.
-Si eso es lo que deseas, puedes ir a verlos por veinticuatro horas, pero tendrás que regresar al Inframundo o tu alma puede ser destruida, sin el poder del dios Hades dándote vida eterna.
Shion asintió, debía llevarles la información que había obtenido a sus muchachos, saber que estaba pasando con ellos y tal vez, si su hijo menor no había aceptado escuchar las palabras de su hermano mayor, explicarle que Saga sólo realizó su deber.
-Dohko planeaba algo antes de que yo perdiera la vida, lleva demasiado tiempo siguiendo a un muchacho que no lo ama, que está enamorado de mi hijo menor, no puedo darle la espalda, porque si esto ha llegado tan lejos ha sido mi culpa.
Lune asintió, aceptando esas palabras, le dejaría ir de allí, pero debía regresar cuando se cumplieran las veinticuatro horas, a menos que otro dios le concediera su cosmos, pero eso significaba alejarse de su lado de nuevo, al menos, eso temía, sin el dios Hades en el Inframundo.
-Recuérdalo, si no regresas en veinticuatro horas, desaparecerás...
Shion beso los labios de Lune, agradeciendo ese acto de bondad, al ser el receptor del libro de la vida y de la muerte en sus manos, el poder del Inframundo recaí en sus hombros, sin el dios Hades en ese sitio, quien estaba encerrado en el cuerpo de un muchacho inocente, en la Isla Andrómeda.
-Volveré... no debes temer por eso.
Lune asintió, relamiendo sus labios, antes de besarle con fuerza, con hambre, para dejarle ir de pronto, regresando a su sitio en el salón del juicio, para realizar las tareas que los tres jueces debían ejecutar.
-Ten cuidado, Dohko es un soldado astuto, un anciano terrible, no debes olvidar eso.
No podía olvidarlo, porque cometió el terrible error de aceptar su promesa de darle la opción a Aldebaran de aceptar, que seguramente buscaba la forma de matar a sus tres hijos, para dejar solo al que pensaba era la encarnación de Hasgard, así como tomar el puesto de patriarca y desarmar a la Atlántida, donde sabía, Kanon era uno de sus generales, su líder.
-Yo también lo soy, no olvides eso, yo también tengo más de doscientos años.
Pero para Lune, Shion no era un hombre terrible, no como si lo era Dohko de Libra, que por alguna razón que no alcanzaba a comprender, aún portaba la armadura dorada, cuando era bastante obvio que no era digno de ella.
*****
Muchísimas gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas, no saben como me gusta recibirlos, es el combustible de mi alma. Ahora, espero que este capítulo sea de su gusto y si lo desean, déjenme saberlo. SeikenNJ.
Chapter 43: Estallido.
Chapter Text
Estallido.
-¿Qué es este lugar?
Kasa había seguido a Fenrir hasta el viejo castillo de su linaje, observando el escudo del lobo en lo más alto, el que estaba cubierto de ramas y musgo, comprendiendo que ese lugar llevaba demasiado tiempo en decadencia, abandonado a los elementos.
-Es el castillo de mi familia, se supone que soy uno de esos nobles, pero ellos abandonaron a mi madre y a mi padre, a mi...
Kasa escuchó entonces el sonido de una respiración no muy lejos de él, era un animal inmenso, que de alguna forma seguía con vida, porque había adoptado a Fenrir cuando era un pequeño cachorro, de la edad de su primera camada, ahora se trataba de un adulto, pero ella, seguía con vida, tan fuerte como en el pasado.
-Pero mi madre me adoptó, me protegió de un oso, me llevó con ella y mis hermanos.
Fenrir quería que Kasa conociera a su madre y si actuaba con miedo o le despreciaba, sabría que no necesitaba nada de los humanos, ni siquiera ese supuesto lazo.
-¿Tu madre? ¿Una loba?
Kasa tenía entendido que las lobas o toda la raza en general, no vivían demasiado tiempo, a juzgar por la edad de Fenrir, su madre ya debería haber muerto, por lo cual, la criatura a sus espaldas, que respiraba como un cánido, era un ser especial.
-Mi madre, Jing.
Kasa volteo entonces, descubriendo a una loba de pelaje plateado, el equivalente a su color de piel supuso, el que estaba demasiado cerca y era sin duda el animal, lobo o perro, más grande que había visto, pero su mirada ocultaba sabiduría, como si fuera un ser fantástico de aquellos bosques.
-Jing...
Susurro permitiendo que la loba le olfateara, primero las manos, después subiendo a su pecho, sus enormes patas recargadas contra su pecho, para oler su cuello, así como su rostro, escuchando su respiración, observando sus enormes dientes, sus colmillos, relamiendo sus labios, porque a pesar de saber que debía tenerle miedo, no lo hacía, por lo cual, con mucho cuidado de no hacerla enojar, comenzó a acariciar primero una de sus patas, después su espalda.
-Mi nombre es Kasa.
Jing al escuchar esas palabras, como si le aceptara en la manada, le dio un único lengüetazo, para apartarse y caminar en dirección de Fenrir, que no dejaba de sonreír, sorprendido por esa actitud, esa valentía en el extraño albino, que se le hacía irreal, inhumano, algo mejor que humano.
-No le temes... y ella te ha aceptado conmigo.
Kasa no supo qué decirle, sólo se acercó al extraño alfa que le había tocado, observando su alrededores de nuevo, pensando que ese lugar debió ser una maravilla, pero le gustaba mucho más así, al igual que su alfa, que le miraba atento, con esa apariencia salvaje.
-Pero tengo muchos hermanos y hermanas, aunque se que ellos también te aceptaran.
Eso era sin duda diferente, se dijo Kasa, que caminando hasta donde se encontraba Fenrir, con apenas unas cuantas piezas de ropa cubriendo su cuerpo, a pesar de las gélidas temperaturas, supo que era perfecto para él.
-No te molesta que sea albino, que mi apariencia no sea la de cualquier otro omega.
Porque su alfa era tan raro como él, a pesar de venir de una alta cuna, de una familia noble, sabía que no podría considerarlo diferente, porque ambos lo eran, sin embargo, ansiaba escucharlo de sus labios, saber que no sería despreciado por ese apuesto lobo.
-Acaso estás ciego, eres como si un trozo de la luna hubiera sido moldeado para mi... para mi compañía, eso es un regalo de los dioses.
Los hermanos de Fenrir poco a poco iban acercándose, observandolo con detenimiento, actuando como si fuera otro lobo más de su manada, pero ese no era el caso, sería la loba alfa por no tener una mejor forma de nombrarlo, al ser Fenrir el destinado a guiar a su manada, al ser el futuro lobo alfa.
-Vine de muy lejos para encontrarte Fenrir, porque un amigo me dijo que no perdiera tiempo y encontré a un lobo, un majestuoso lobo para un terrible lagarto.
Fenrir no sabía que era un lagarto, pero no encontraba terrible a Kasa, que se decía a sí mismo como un lagarto por la forma de su armadura, al ser un soldado de Poseidón y por primera vez en toda su existencia, el omega de nombre Kasa, no deseaba mentir sobre su pasado o su verdadero ser, por lo que vistió sus escamas.
-También soy un soldado de Poseidón.
De nueva cuenta, Fenrir no supo a qué se refería con eso, pero sí comprendió que se trataba de un guerrero, así que le demostraría que él también lo era, se trataba de un dios Guerrero, que convocó de la misma forma su armadura.
-Y yo soy un dios guerrero, los dos nos guiamos por la luna, los dos somos guerreros, sin duda alguna estamos hechos el uno para el otro.
Sin más, Fenrir avanzó los pasos que faltaban para llegar con Kasa, para besar sus labios de la forma humana, mostrando lo mucho que le había esperado, aunque ni siquiera lo sabía.
-Kasa...
*****
Aldebaran lo sintió antes de verlo, el maestro Dohko le daba esa ventaja, seguramente deseaba hablar con él, y no espero para hacerle ver que sabía que estaba en ese lugar, tratando de golpearlo, un puñetazo que el hombre de doscientos años detuvo sin esfuerzo.
-No pareces contento de verme, querido amigo.
Dohko sonreía, como si nada en ese mundo le importara, una actitud que comenzaba a sacarlo de quicio, a molestarlo demasiado, porque sabía que algo extraño estaba pasando, pero no tenía claro que era eso por el momento, pero el anciano maestro si, creía que estaba inmiscuido en ello.
-¿Qué está haciendo? ¿Qué es lo que está planeando?
Se acercó a él con un paso firme, esperando una respuesta, que vino con una sonrisa un poco más ancha, así como un encogimiento de hombros, encontrando agradable esa apariencia enojada, pensando que nunca le había visto así, pero le parecía igualmente hermoso.
-Un hombre viejo no puede pasar unos días disfrutando de la nieve.
Fueron sus palabras, pero esta vez, su sonrisa se borró por completo, una expresión que Aldebarán jamás había visto, pero no le gusto en lo absoluto, especialmente por esa calma que poseía, sabía que de enfrentarse en una batalla podría hacerle daño, Mu tal vez podría matarlo, pero Dohko actuaba como si no tuviera nada que temer.
-No soy estúpido maestro Dohko, no se burle de mí usando esa excusa.
Dohko asintió, sabía que no era estúpido, como sabía que no era débil, sin embargo, si le creía un poco guiado a tomar la decisión de aceptar a Mu con él, seguramente Shion le dijo que eso era lo correcto o les hablo de la magia de los destinados o alguna patraña como esa, por lo cual, cuando su alumno se acercó a este niño, simplemente le aceptó.
-Yo se que no eres estúpido, pero eres demasiado amable, perdonas demasiado fácilmente las ofensas de los demás.
Dohko le veía fijamente, con una actitud confiada, sus manos detrás de su espalda, no detrás de su cabeza como era su costumbre, su voz era demasiado modulada, así como sus movimientos, seguro de que tenía el control de su destino o el de los demás.
-¿Cómo forzar un matrimonio con la excusa de librarme de mis admiradores?
Aldebaran asintió, para después hacerle ver que comprendía bien lo que estaba planeando, lo molesto e incómodo que estaba con eso, especialmente porque Dohko estaba presente en ese sitio, sin decirle nada de lo que planeaba, sólo actuando como un maestro, como un hombre gentil, el que podía guiarlo.
-Tu podías usarlo como alguna clase de escudo, yo habría honrado mis votos y esperado hasta el momento en que desearás ser mío.
Esa respuesta recibió una sonrisa de Aldebarán, que negó eso, nunca iba a aceptarlo y le molestaba demasiado que Dohko creyera que solo así lo haría, cuando su amor era de Mu, el era el único para él, por lo cual nunca aceptaría a nadie más en su cama, mucho menos en su vida.
-Está muy seguro de que me terminaría enamorando de usted, maestro Dohko.
Dohko se mantenía tranquilo, observándolo como si fuera un niño especialmente tonto o inocente, sin comprender sus palabras siquiera, ni su molestia, él había sido claro en su propuesta, al casarse con un santo dorado los pequeños peces que nadaban cerca de su templo, se alejarían, porque sabrían que no iba a tolerar un insulto a su omega o a él mismo.
-Después de la boda viene el amor...
Había escuchado eso en algunas ocasiones, dicho por personas que encontraba repugnantes, algo que comenzaba a sentir por Dohko, porque no parecía aceptar su negativa y todo el tiempo que pasó a su lado, no fue por amistad, sino por deseo, con un firme motivo en su mente, pero, no sabía porque era eso, cuando existían muchos omegas hermosos en el Santuario.
-Yo amo a Mu, aunque hubiera sucedido lo que planeaba, nunca lo dejaría de quererte y jamás le habría aceptado.
Dohko no mostro su decepción, mucho menos porque sabía que lo primero que hicieron fue recostarse juntos, tener sexo y estaba molesto por ello, pero, aun así quería que Aldebaran comprendiera la verdad, el amor era efímero y un verdadero alfa, no era quien se marchaba en busca de una venganza, sino que se quedaba a su lado para mantenerle seguro.
-Pero el amor se puede convertir en decepción y después odio.
La forma como lo decía era como si supiera que iba a suceder, que el podria llegar a odiar a su alfa, a quien le dio un hijo, que le hizo feliz durante su niñez, adolescencia y madurez, cuando tuvieron su primer celo, durante su boda oculta, el amaba a Mu, nunca podría odiarle, jamás, por lo que supuso que algo de eso era lo que estaba planeando Dohko, pero no sabía como lo haría.
-Jamás odiaré a Mu.
No lo odiaría jamás, pero sentía que tenía que decírselo, retrocediendo por primera vez, cuando Dohko se acercó a él, un solo paso, pensando por primera vez que el anciano maestro, al que respetaba tanto, sería capaz de lastimarlo, de hacerle daño únicamente porque se le había metido en la cabeza que le deseaba como esposo.
-Eso es lo gracioso del amor, que puede convertirse en odio después de algún tiempo.
Para Aldebaran esas palabras fueron aún más confusas, a quien amaba que llegó odiar y eso que tenía que ver con él, porque lo que decía Dohko siempre guardaba mensajes ocultos, compartiendo memorias de su pasado en esas historias que en ocasiones le contaba.
-Aunque en este momento creas que es imposible.
Dohko susurro a su costado, sosteniendo su mano para besarla con delicadeza, pensando que su muñeca podría tener su nombre escrito, pero sabía cuál nombre estaría presente en la de Mu, así le demostraría a su amado, que un lazo como ese no valía nada.
-El amor juvenil es efímero, lo que te ofrezco es algo que durara por siempre y todos tus cachorros estarán protegidos, aun Kiki, a pesar de no llevar mi sangre en sus venas.
Inmediatamente después se alejó, para que pudiera alejarse de ese sitio, pero no lo hizo, porque Dohko no había respondido a sus preguntas, pero de pronto pensó en lo dicho, en el odio a su alfa, la forma en que beso su mano, la que tenía el nombre de su alfa en ella.
-Quiere modificar los sentimientos que nos otorgan estas marcas o cambiarlas... eso es lo que desea, pero usted no puede actuar solo, eso va más allá de sus habilidades...
Dohko sonrió en ese momento, pero no una sonrisa como la que acostumbraba usar con él, sino con una un poco más delicada, como de alguien que ocultaba información, una sonrisa ladina, apenas un pequeño movimiento en sus labios.
-Siempre has sido brillante Aldebarán... pero eso que dices, es absurdo, y de ser cierto, bien podría evitarse, si tú aceptaras mi propuesta.
La expresión de Aldebarán fue un poema, sin comprender lo dicho por el maestro Dohko, un hombre solitario de más de doscientos años, un beta, que deseaba ser su alfa, por alguna razón que no alcanzaba a comprender siquiera.
-Podría traicionar a mis aliados, si tu me consideraras como tu alfa y como tu futuro esposo...
Aldebaran no le respondió, porque de hacerlo recurriría a la violencia y no deseaba iniciar una batalla que pudiera poner en peligro su estancia en Asgard, mucho menos la de Mu, o la seguridad de KIki.
-Nunca lo aceptaré a mi lado, anciano maestro.
*****
-Siegfried deseaba arrancarme la cabeza.
Por alguna razón Alberich lo encontraba demasiado divertido, el que quisiera hacerle daño, pensando que no era más que un salvaje, demasiado estúpido para ser su autoproclamado líder, logrando que Mime suspiraba pensando que esa actitud era demasiado absurda.
-Deberías dejar de retarlo...
Mime pronunció acariciando sus hombros, pensando que los dos actuaban como decían que algunos alfas hacían, demasiado territoriales, pero, sí debía ser sincero, Alberich siempre buscaba una mala cara de Siegfried, que en general era un excelente líder.
-Siegfried debería dejar de actuar como si fuera nuestro líder.
En teoría, y en la realidad, Siegfried era su líder, elegido por la señorita Hilda en persona, el primer omega ostentando ese título, quien hacía un trabajo espectacular en su ejército, algo que Alberich tenía que aceptar.
-Además, quien lo puso al mando.
Mime esta vez sonrió al escuchar esas palabras, creyendo que si Alberich decidiera aceptar el liderazgo de Siegfried y este la inteligencia de su omega, que había comenzado a buscar información en sus libros, apartándose de sus manos, aunque lo seguía de cerca, se ahorrarían demasiados problemas.
-Lo hizo la señorita Hilda.
A Mime le parecía divertido recordarle que Hilda decidió ese puesto, cruzando sus brazos delante de su pecho, observando a Alberich, quien comenzó a colocar libros sobre sus manos, obligándolo a cambiar su postura de prisa, para que no cayeran al suelo.
-Como sea...
Se quejo, subiendo ahora una escalera que le acerco a un tomo mucho mas antiguo, dos libros de color grisáceo, con los que bajo en sus brazos de un salto, indicándole que colocara toda esa información sobre el escritorio, que a Mime se le antojaba para realizar otras actividades, como hacerle el amor, pero, Alberich era muy serio con su deseo de llegar virgen al matrimonio, por el momento.
-Quien era el gemelo de Syd, no sabía que tenía un hermano.
Tampoco él, parecía que Syd lo tenía demasiado oculto, aunque, probablemente él tampoco debía saberlo por algún tiempo, pensó entonces, sentándose en un sillón, no muy lejos de su omega, para tocar un poco de música, al mismo tiempo que Alberich pensaba que ese dios guerrero debió ser abandonado en la nieve, de alguna forma lo rescataron, lo cuidaron y en ese instante era el guerrero de Asgard que protegía a Syd desde las sombras.
-No se cual es su nombre, pero, parece que Sygmund es su alfa, aunque... él quiso escuchar lo que tú tenías que decirle.
Eso era lo que le gusto, que no lo señalo con la mirada ni le juzgo de forma apresurada, en realidad, hasta quiso acercarse a él, creyendo en sus palabras, en su información, observando a Mime, quien tocaba música en ese sillón, distrayendolo con su mera presencia en ese sitio.
-Es un hombre sensato, me agrada.
Mime lo supuso, le gustaría cualquier soldado que ignorara el liderazgo de Siegfried, para escuchar lo que él tenía que decir, cuya curiosidad era demasiado grande, pero para él no significaba nada, para Alberich quería decir que era mucho más inteligente de lo que pensaba.
-El podría ponerse de mi lado si, suponiendo, quisiera tirar a Siegfried de su puesto como guardaespaldas de la señorita Hilda, así como su mano derecha.
Mime suspiro, debían dejar de pensar en ese golpe de estado que Alberich había planeado desde hacía demasiado tiempo, algo mucho más importante que el poder estaba en juego y les había dado su palabra de que esta vez, su omega, no deseaba nada malo para nadie.
-Me prometiste concentrarte en el problema actual... no... en esa loca idea que te has impuesto.
Alberich asintió, eso había prometido, pero la verdad era que no estaba dispuesto a perder la oportunidad de gobernar Asgard, si esta se presentaba, especialmente si un dios guerrero del poder de Syd se podía poner de su lado.
-Eso es cierto, pero la señorita Hilda no es un líder capaz... si no puede darse cuenta de lo que sucede debajo de sus narices y no se atreve a encargarse de Andreas como es debido.
Mime se levantó entonces del sillón, abandonando su instrumento en una mesita de noche, para besar el cuello de Alberich, pensando que debía alejar la mente brillante de su omega de esos pensamientos desagradables, de esos pensamientos intrusivos.
-Pero mi dulce Amatista, si tu eres el gobernante de Asgard no tendrás tiempo para prestarme atención a mí...
Alberich gimió al sentir las manos de Mime en su cintura, como se pegaba a su espalda como verdadera lapa, aunque era agradable, el músico era realmente hermoso, era un alfa de una casa noble, con un padre poderoso en la corte, además, de un dios guerrero y si lo media con cualquier otro amante, no había nadie mejor que el alfa que le había tocado como compañero.
-Tengo que concentrarme...
Se quejo, dándole un codazo en el costado, sintiendo como Mime lo cargaba de la cintura, para sentarlo en el escritorio de madera maciza besando sus labios, ingresando su lengua dentro de su boca, así como llevando una mano a su entrepierna, acariciándolo con lentitud, apenas delineando su sexo.
-Pero no me has prestado atención en mucho tiempo y comienzo a sentirme triste, abandonado...
Alberich suspiró con cierto fastidio, para besar los labios de Mime con la misma intensidad, tenía un poco de tiempo de sobra y podía mostrarle a su alfa que no era ajeno a sus necesidades, besando su cuello, acariciando su espalda con sus dedos desnudos.
-Eso piensas, tal vez deba reconsiderar mi decisión, si vas a distraerme como ahora lo estás haciendo.
Mime negó eso, levantando con cuidado la camisa de Alberich, para besar su torso, lamiendo cada parte de su piel a su alcance, aun acariciando su entrepierna, deseoso por escuchar más gemidos y borrarle esa capacidad para hablar que aún poseía.
-A ti te gustan estas distracciones.
Susurro, abriendo ahora los pantalones de Alberich, que llevó una mano a su boca, tratando de silenciar sus gemidos, observando con detenimiento el nombre en este, como brillaba ligeramente cuando estaban juntos, de la misma forma en que sangraba cuando rechazaban esa unión.
Pensando que si borraban los nombres no tendría sentido alguno, el amor nacido por aquellas marcas aun estaría allí, presente, si cambiaban los nombres, sucedería lo mismo, eso les hizo aceptarlos en un principio, encontrarse, sin embargo, existían supuestamente dos opciones, amar o matar a tu destino.
Mime al darse cuenta que Alberich estaba pensando en algo, detuvo sus caricias, podría decirse que observando como los engranes de su cabeza, que era una máquina perfecta creada por un relojero ciego en un cuarto a oscuras, se movían.
-¿Qué sucede?
Alberich se levantó del escritorio, pensando que lo que deseaban no era cambiar el nombre, ni borrarlo, eso no serviría de nada, pero si lograban modificar los sentimientos que esa marca generaban en sus psiques, eso les daría el control sobre sus vidas, porque, suponiendo que Siegfried tuviera un alfa, que según decían los rumores, existía, el amor que sentía por él, se transformaria en odio, pero el desprecio que sentía por Fafner, se transformaria en admiración, en amor.
-¿Que dios puede modificar el amor? ¿Qué dios puede crear amor falso?
Susurro para si mismo, cambiando el enfoque de su búsqueda, llevando una mano a su boca, pensando en los refugiados, necesitaba conversar con aquel que llamaban Mu de Aries.
-Debemos ir a ver a nuestros refugiados, quiero hacerles algunas preguntas.
Mime asintió, sin molestarse por haber sido rechazado por su omega, suponiendo que habría otras oportunidades para estar a su lado, pero el destino de los lazos era lo que debían proteger primero.
*****
-No deberías ser tan bueno conmigo.
Susurro de nuevo Shura, quien sabía que estaba a un paso de ser perdonado, pero no se lo merecía, después de darle la espalda al hermano de Aioros, que era el prisionero de su alfa, del más oscuro.
-Ya lo sé, pero... Andreas...
Andreas les miraba fijamente, con una expresión demasiado fría, a su lado estaban sus guardaespaldas, Surt y Fafner, quienes pensaban que los omegas eran demasiado primitivos, carentes de un pensamiento crítico, puesto que después de rechazar a Shura, con tan solo verlo, le había aceptado sin importarle sus pecados, su traición, únicamente por aquel nombre escrito en su muñeca.
-Has decidido perdonarlo...
Aioria repentinamente parecía ya no confiar en él, porque si él estaba buscando una forma de curar las muñecas de los omegas, crear una forma para separarlos de sus alfas, era parte del peligro en el que se encontraba Mu, que perdería la cabeza sin Aldebaran, así como Camus o Milo, ellos únicamente estaban juntos, había conseguido el amor de quien deseaban.
-Después de lo que te ha hecho, de lo mucho que te ha lastimado...
Parecía que ese era un reclamo y hasta donde sabía, Aioria nunca le había dado una razón para creer que podrían estar juntos, que correspondía a sus sentimientos, por lo cual, retrocedió un paso, el que Shura avanzó.
-Han llegado noticias a mis oídos, de lo que realmente deseas hacer con los vínculos... Andreas.
La mirada de odio de Andreas fue todo un poema y por un momento quiso atacar a Shura, que como una serpiente se había inmiscuido en su paraíso, pero negó eso, pensando que era muy triste que ese bastardo le dijera a su amado que era lo que deseaba realizar con los hilos del destino, que estaban equivocados, siempre lo estaban.
-¿Qué te ha dicho?
Aioria observaba a Surt y a Fafner, que parecían como dos estatuas, pensando que lo dicho estaba en lo cierto, porque Andreas se veía diferente, con una mirada desencajada por la furia, su cosmos brillando de una forma agresiva, haciéndole sentir temor.
-Que quieres modificar los nombres de los omegas o de los alfas, para que digan lo que ustedes desean.
Andreas solo guardo silencio, aceptando que esa era la verdad, por lo cual, Aioria dio un paso en su dirección, dispuesto a pedirle que se detuviera en esa empresa, el que algunos de ellos no aceptaran ese vínculo, no significaba que los demás estuvieran equivocados.
-¿Quienes?
Aioria no tenía nombres, pero podía ver el brillo de deseo y de la avaricia pasar por la mirada de sus aliados, uno de ellos el soldado de cabello blanco, que decían veía demasiado al dios guerrero de nombre Siegfried.
-Uno de ellos eres tú...
Andreas asintió, eso era cierto y aunque en el pasado hubiera usado su lengua de plata para mentirle, en ese momento no lo haría, se prometió no mentirle a Aioria, quien rechazaba el vinculo con su alfa hasta hacia pocas horas, por lo cual, ese sujeto de cabello negro no se lo merecía.
-Los alfas y los omegas están forzados a aceptar los designios de tres entidades ciegas, que manejan su vida sin piedad, porque no liberarlos de esos hilos, curar por fin a la humanidad de aquella falla.
Fafner únicamente sonrió, pensando que no tenían que decirle que no solo borrarian los nombres, sino que crearían lazos nuevos, usando el afecto del omega o del alfa en su contra, transformándolo en odio o desprecio, una idea brillante, proveniente de uno de sus aliados.
-No puedes hacer eso, mis aliados se aman, el vínculo es todo lo que tienen...
Andreas ladeo la cabeza, señalando a Shura, que hasta ese momento había sido rechazado por el joven león, pero el lazo que los unía, el vínculo creado por los dioses, le forzaba a someterse a su voluntad.
-No lo destruyas...
Andreas negó eso, modificando su vestimenta, así como el color de su cabello, pensando que si no lograba ganarse a su león con su bondad, se ganaría a su hermoso omega con su odio, cuando este se transformara en amor, una vez que la diosa aceptara su oferta.
-Me temo, que a pesar de lo mucho que te amo, el vínculo con ese alfa pesa mucho más, por lo cual, aunque tu no lo aceptes, no lo veas como un regalo, esto lo hago porque te amo, como una muestra de devoción a ti.
Repentinamente se dio la señal y los soldados leales a Andreas comenzaron a atacar a los que seguían a la señorita Hilda, que lamentablemente eran mucho menos que las huestes enemigas.
-Yo quería que esto sucediera paulatinamente.
Al mismo tiempo que una serie de espectros que habían decidido traicionar al durmiente dios Hades se dirigían hacia donde se encontraban los dioses guerreros que poseían un zafiro de Odín, el cual sería arrancado de sus cuerpos, aunque no los matarían, si no era necesario.
-Pero me has orillado a esto, Aioria...
La caída del Dios Hades había sido planificada desde el interior del Inframundo, dándoles la potestad para salir de aquellas tierras de muerte, para buscar venganza por sus amores perdidos o por la promesa de recibir algún premio al finalizar esa guerra.
-Maten a ese alfa.
Aioria no iba a permitirlo, por lo cual, se colocó enfrente de Shura, quien a su vez negó eso, los dos eran guerreros, los dos podían protegerse mutuamente, así que comenzaron a enfrentarse a los espectros que deseaban sus vidas, viendo como los dos dioses guerreros guardianes de Andreas, escapaban con él.
-Saga pensaba que nuestra victoria había sido demasiado sencilla, parece que tenía razón.
Pero a que clase de dios estaban siguiendo se dijo, molesto, al no comprender lo que sucedía, pensando que tal vez, el patriarca del santuario, Saga, no era un demente como lo hubiera supuesto en un principio.
-¡Las señoritas Hilda, Lifya y Freya! ¡Debemos ir por ellas!
Shura asintió, creyendo que un golpe como ese debía haber dejado desprevenidos a los dioses guerreros, este era demasiado tempestivo, demasiado apresurado, como una respuesta a saberse descubiertos.
-¡Vamos!
Tal vez, solo era una distracción, una forma de ganar tiempo para algo más, o era el inicio de la ofensiva de sus enemigos.
*****
Alone estaba presente en ese golpe, observando a los guerreros caer uno por uno, bajo las armas de quienes fueran sus aliados, así como de sus espectros, todos aquellos que sentían que Hades les había traicionado, a sus espaldas estaban dos de sus jueces, aunque él esperaba tenerlos a los tres.
Uno de ellos era Minos, que deseaba recuperar a su rosa, que pensaba había vuelto a nacer en el cuerpo de un alfa demasiado vanidoso, pero el alma estaba allí, quien deseaba destruir al cangrejo, ese bastardo omega que le robo su afecto hacía doscientos años, el que sin Thanatos, no podría defenderse, de eso estaba seguro.
El otro era Aiacos, que había tomado como un insulto personal el que pusiera a su dama en peligro, ignorando convenientemente que en el pasado, quien le usó para matarlo fue él.
Violate seguiría a su señor a cualquier sitio, ella era un soldado simple, no así su alfa, que desde hacía doscientos años le juró lealtad, el quería poder y estaba seguro que de quitar a Radamanthys del camino, le obtendría.
Hablando de Radamanthys, él seguía renuente a aceptarlo como su amo y señor, haciéndole pensar en aquella primera vez que se vieron, cuando pudo tenerlo a solas unos instantes.
"Radamanthys... tu nombre es Radamanthys"
Aún era un muchacho, delgado e inocente, su cabello era rubio como los rayos del sol e intentó mostrarle a su omega, que finalmente tenía diez años más que él, la marca de su muñeca, aún portando una sonrisa en sus labios delgados, juveniles.
"Este es tu nombre, lo que me convierte en tu alfa"
Radamanthys le observó decepcionado, llevando por instinto su mano a su muñeca, la que debía tener su nombre en su piel, negando eso, poniéndose de pie sin mostrarle respeto alguno.
"Solo eres un niño, tal vez en algunos años, cuando hayas demostrado tu valía pensaré en aceptarte, pero por el momento, mi lealtad es del Dios Hades y me parece, que no ha despertado aun en tu cuerpo"
Radamanthys ya era un hombre, era demasiado alto, así como voluptuoso, con unas piernas que se le imaginaban interminables, y era cierto, él era tan solo un niño, pero él crecería, tal vez podría ser un poco más alto que su omega, o un poco más fuerte, pero eso no le importaba en ese momento, así que sostuvo su muñeca con fuerza.
"Tu eres mío... eso lo han dictado los dioses"
No sabía que esperaba escuchar tras aquellas palabras, pero lo que no espero fue una risa del espectro que decían era el más leal al Dios Hades, no así, a él, quien le fue leal fue Kagaho, al que dejo ir, pero no haría lo mismo con Radamanthys.
"Te faltan muchos años para decir eso, Alone, no soy un pervertido y hasta que no tengas una edad adecuada, esta marca en nuestras muñecas no es más que un error"
Creía que en ese momento ya tenía la edad suficiente para hacerle suyo, para que lo aceptara como su amo, por lo cual, únicamente sonrió, llevando su mano al nombre con letras blancas, como cenizas, la señal de que el hermoso dragón sería suyo, si no fue en esa vida, lo sería en esta.
-Minos, quiero que vayas a la isla Andrómeda y mates al envase de Hades, ya no nos sirve de nada...
Minos asintió, dándole una orden a varios espectros para que lo siguieran, suponiendo que los soldados del Búho y de Pesadilla no lograron cumplir con su encomienda, una razón por la cual detestaba relegar sus tareas.
-Así se hará...
*****
Después de algún tiempo de no actualizar, por fin tenemos un capitulo nuevo, espero les guste, por cierto, estoy participando en el reto del kinktober y flufftober, como hace algunos años, son drabbles, pero los protagoniza mi pareja favorita, por el momento solo los estoy publicando en wattpad, al finalizar octubre, los subire todos juntos aqui. Por cierto, qué opinan del maestro Dohko, creen que pueda caer aún más bajo. Mil gracias por sus comentarios, lecturas y estrellas. SeikenNJ.
Chapter 44: Cambio de realidad.
Chapter Text
Cambio de realidad.
Solo querían ganar tiempo, apenas unos momentos para que su meticuloso plan fuera realizado como era debido, no por nada habían pasado los últimos doscientos años manipulando a las personas correctas, a los dioses correctos, actuando como un viejo inutil, borracho y absurdo, aparentando ser un demente, logrando que aun su amigo lo menospreciara.
Había llegado a un acuerdo con algunos dioses, diosas, para ser mucho más precisos, que deseaban vengarse de dos amantes en particular, uno de ellos era el dios Ares, el otro Hefesto, una de ellas odiaba a Hefesto desde el día de su creación, la otra les odiaba a ambos.
Así que a pesar de tratar de ser amable, de ser comprensivo y esperar que Aldebarán actuará con la cabeza, no con el corazón, se dio cuenta que debía manipular su lazo también, como muchos otros lo harían.
La diferencia que habría con su caso, con su destino planificado, era que Mu también tendría una pareja diferente, otro destinado, Shaka sería amado por él, dejando a su buen chico a su lado.
Aldebaran le correspondería sin el hilo que lo unía a Mu de Aries, sin las enseñanzas de Shion, sin todas esas patrañas, esas mentiras susurradas cuando eran demasiado jóvenes para comprender lo que sucedería con ellos.
Y en lo que Andreas, o mejor dicho Loki, realizaba la distracción, los que en realidad movían las cuerdas del destino actuaban, atacando a otros seres, que pensaban podían insultarlos con sus designios, que no pudieron ver sus estratagemas, distraídas como estaban en sus interminables tareas, con una guerra que no debería estar sucedido.
Alone caminaba a su lado, él portaba la daga dorada, la que había robado con ayuda de su distracción, al pedir la mano de Aldebarán, al provocar que tratara de huir, distrayendo a los gemelos con sus omegas, mandando a alguien a robar aquello que necesitaban.
Si deseaban ser capaces de manipular a los dioses, eso quería decir que debían manipular a quienes realizaban sus designios, pero si no podían, debían destruirles, para unir los hilos a su conveniencia, para unir a las parejas a su voluntad.
Muchos alfas se quedarían solos, algunos omegas también, pero otros tendrían una mejor pareja, alguien mucho más digno, mucho más inteligente o capaz, a su lado llegaron sus aliados, quienes casi destruyeron el Olimpo, quienes deseaban vengarse de Ares, el dios que todos odiaban.
Ellas, las tres lectoras, las que hablaban por el destino, las Moiras, curiosamente no se percataron de su llegada, hasta que la Pesadilla y el Búho, cuyos nombres eran Efialtes y Oto, dos gigantes monstruosos atacaron a dos de ellas, el primero encajando su mano en su pecho, el otro una espada dorada.
No iba a darle su daga a nadie, solo se limitaba a observar a las tres mujeres que no comprendían lo que estaba pasando, observando un movimiento delicado del pintor, que atacó a la última, hiriendo a las personificaciones del destino, que trataron de levantarse, las tres arrastrándose en dirección de sus hermanas, escuchando los pasos de Dohko, que portando su armadura se agacho junto a la mayor, mostrándole el cuchillo.
-No pueden jugar con el destino…
Ella quiso advertirle, era una mujer mayor, que pudo ser muy hermosa, pero ya no lo era y tampoco iba a seguir con vida, se dijo el maestro de los cinco picos, que portaba no una armadura dorada, sino una surplice del dios de la muerte.
-No entienden lo que sucederá si lo hacen.
Dohko pensaba que si, por lo cual encajo la daga en el pecho de la primera de las Moiras, escuchando el grito de dolor, de completo temor de aquellas deidades, hijas de la madre noche, un grito de desesperación de las otras, a quien miró fijamente con una expresión fría, distante, una apariencia que nadie podría conciliar con aquella del anciano maestro.
-No estamos jugando con el destino, sólo lo modificaremos un poco…
Los hilos comenzaron a moverse, algunos desaparecieron, otros se contorsionaron como si fueran serpientes, aquellos rojos, los que unían a las parejas destinadas empezaron a temblar, como vibrando.
-Pero para eso, no deben existir por más tiempo, en verdad lo siento…
La mirada de horror de las dos mujeres en el suelo, una más joven que la otra, no le causó placer a Dohko, quien se dispuso a destruir a las entidades que decidían el destino de los mortales, destruyendo a la segunda de ellas, esta vez, cortando su cuello.
Pero estos seres no sangraron, sino que se disolvieron en algo como polvo o ceniza, que se perdió en el infinito, en la nada, quedando solo una de ellas, la más joven, la que se dedicaba a unir a las parejas, quien retrocedió aterrada.
Dispuesta a suplicar, sin la psique de las otras dos brindándole fortaleza, su mente comenzaba a quebrarse, hacerle caer en la desesperación, en el dolor, no quería ser destruida por un mortal, no deseaba dejar de escuchar la voz del destino, por lo cual negó con movimientos desesperados de su cabeza, tratando de protegerse de la daga dorada de ese mortal.
-¡No! ¡Piedad! ¡Piedad!
Dohko parecía pensarlo un poco, llevando la daga a la barbilla de la deidad, que le veía con desesperación, su cuerpo medio quebrado, como si estuviera hecho de barro o cerámica, haciéndole sonreír, nada deseaba desaparecer, ni los dioses, ni los humanos, ni lo que fueran estos seres.
Porque aun las creaciones de Nyx lloraban como niños cuando se veían enfrente de las fauces de una muerte segura, por lo cual, asintiendo se apartó de ella, haciéndole una señal a sus dos aliados para que la encadenaran de las muñecas, así como colocaran una venda en sus ojos.
-Tendremos piedad, pero solo si haces lo que se te ordena…
Alone sonreía complacido, sintiendo el movimiento de la creación modificar sus olas, sus ondas que alcanzaban a todos los dioses, pero solo podían hacer la mitad de la tarea al manipular a las moiras, o moira, en este caso, Andreas debía hacer lo demás.
-Lo haré… yo lo haré…
Las diosas que odiaban a Hefesto y Ares no estaban con ellos, estas deidades se encontraban con Andreas, con Fafner, listas para recibir el mensaje de Alone, quien les daría la señal para realizar su parte del trabajo, forzar el amor a través de los nuevos vínculos, los supuestos hilos rojos del destino.
Aquellas cadenas que ataban a las parejas equivocadas, al menos, desde su punto de vista, especialmente desde su punto de vista, un error que deseaba reparar, después de ser rechazado por Aldebaran, la última ocasión en que decidió ser amable o comprensivo.
-Manda la señal… Esto debe hacerse al mismo tiempo.
Alone asintió, obedeciendo su señal, no porque fuera superior a él, sino porque Dohko poseía cierta crueldad que admiraba, era un hombre duro, que había sufrido el dolor de la pérdida y del renacimiento, comprendiendo que su único aliado, su único amigo, le dio la espalda cuando pudo fácilmente otorgarle un poco de piedad.
-Ya está hecho…
Era el momento de torcer los hilos del destino, modificar lo que las moiras habían hecho mal, había llegado la hora de tener a su amado entre sus brazos, al que deseaban más que nunca, quien también les desearía.
-Bien…
Susurro complacido, pensando que había hecho creer a cada uno de los presentes que no era mas que un demente, un estúpido y un loco, que no era capaz de obtener aquello que deseaba, pero los habia manipulado a todos, moviéndose en las sombras, sin que nadie pudiera detenerlo, nadie lo viera llegar.
-Parece que por fin tendremos lo que nos merecemos.
Alone asintió, esperando que sus espectros atacaran en ese instante a la Isla de Andrómeda, Minos era fuerte, sus soldados también y el único que podía protegerlos se había marchado para buscar información, dejando su Isla desprotegida, creyendo que les interesaba lo que podía ocurrir con un santo de plata con un celo en curso, otra distracción, que les aseguraba su victoria.
-Efialtes y Oto, creen que puedan ser tan amables para acudir a la Isla Andrómeda para asegurarse que Hades fallezca, Minos tiende a ser un incompetente.
Dohko pronunció amable, seguro de que a los dos gigantes les encantaría machacar a algunos soldados de Athena, al mismísimo dios Hades, como antesala para lo que le tenían preparado al dios Ares, que malherido y debilitado no comprendía que sus enemigos estaban colocando una nueva celda a su alrededor.
-Si lo pides de esa forma, no veo porqué tenemos que negarnos.
Alone abrió un portal con su cosmos, una técnica que había aprendido de los dioses gemelos, usando la conexión del mundo de los muertos con el de los vivos, riendo al pensar que dentro de poco, Hades habría sido destruido, que tendría aquello que deseaba, que siempre deseó y que Kanon, ese soldado que evitó que Radamanthys lo acompañara a su cena de gala, no podría hacer nada para detenerlo.
-¿Ahora que?
Dohko podría decir que debían cosechar los frutos de su plan perfectamente ejecutado, pero aún faltaba la ofensiva de los amantes, de aquellos que fueron despojados de sus compañeros, seguro de que esa guerra, porque eso era, no había hecho más que empezar.
-Hay que esperar la contraofensiva… no dejarán que les apartemos a sus antiguos destinados tan fácilmente.
Alone asintió, de eso estaba seguro, pero al mismo tiempo creía que ellos tendrían la victoria, que podían hacer un puñado de soldados, seguro de que aquellos que no fueran afectados no querrían hacer nada por detenerlos.
-Sabes que no se quedaran con los brazos cruzados.
Dohko sostuvo entonces el cabello de la sobreviviente, era el momento de ir cambiando las ataduras de los hilos, pero no sonreía, no había tiempo para eso, ademas, las sonrisas fáciles, las risas estúpidas no eran suyas, eran del anciano maestro que todos pensaban un demente.
-Pero mientras tanto, tendrás a ese chiquillo rubio en tus brazos…
*****
Andreas esperaba paciente por la señal para iniciar su parte del rito que modificaría el destino de algunos pocos, pero les traería felicidad absoluta, de eso estaba seguro, por lo cual le dio la señal a Fafner que manipulando las raíces del árbol sagrado que custodiaban, utilizando el cosmos de las diosas que deseaban vengarse de Ares y Hefesto respectivamente, comenzó a ver como el cosmos del árbol Yggdrasil empezaba a expandirse.
Este árbol ataba a todas las realidades y sin Odin, el mismo árbol que sostenía los reinos, que les daba vida, así como ataba los hilos del destino, otorgándoles su fuerza, se transformaba en algo maligno que podían utilizar a su beneficio.
Por lo cual Loki comenzó a ver como los mismos hilos enredados en sus ramas iban cambiando de color lentamente, algunos muriendo, otros reconstruyéndose, sin saber cuantas vidas iban a perderse, al finalizar el rito, sabrían que pudo lograrse.
Loki no podía dejar de ver su muñeca como uno de los hilos del destino, al igual que una serpiente, se elevaba, atacándolo, como si mordiera su piel, al igual que una cobra, sintiendo un escozor para poco después, observar cómo se iba escribiendo un nombre en su piel, letras griegas marcándose una por una, a la velocidad que una terrible sonrisa se iba dibujando.
Ese nombre era Aioria, y sabía que al otro lado del lazo que los unía, del hilo del destino, su nombre, su verdadero nombre era grabado en la piel del joven león, borrando aquel que no lo merecía, el de Shura de Capricornio.
Comenzando a reír en voz alta cuando eso sucedió, sabiéndose victorioso, su larga espera había terminado, pero aún faltaba un poco más, puesto que la diosa Afrodita debía infundir amor en el hilo rojo, en la unión cósmica forjada por el destino, por las realidades, procurando el amor que siempre quiso para él.
Afrodita, la diosa del amor deseaba vengarse de su amante y de su querido esposo, quienes le dejaron atrás, como si fuera basura, cuya felicidad envidiaba, razón por la cual iban a cambiar los lazos, hacer que estos provocaran el amor en sus víctimas, porque el amor era eso, dolor, sufrimiento, los mortales tenían que saberlo.
Hera, la diosa de los matrimonios quería apartar a su pequeño monstruo de Ares, recordando su obediencia cuando no se había rendido ante la guerra, usando su cosmos para procurar vidas largas, matrimonios fructuosos, ella deseaba que los mortales sufrieran el castigo del amor.
Apartar a Ares del adefesio que tenía como hijo, lo necesitaba obediente, no sumiso al dios de la guerra, por lo cual, cuando recibió la visita del joven bajito, de aquel llamado Dohko de Libra, supo que había encontrado la forma de realizar su voluntad, de salvar a su herramienta de las codiciosas manos de la guerra.
Ella no quería que Hefesto tuviera ninguna marca en su muñeca y creía que los hermanos gigantes querían al dios Ares como su divertimento, después de mantenerlo preso por demasiado poco tiempo para su gusto, lo encontraron mucho más hermoso que Artemisa o ella misma.
Un acto que hubiera encontrado como un insulto, pero, era un castigo adecuado para quien había robado a su hijo, lo que ella no sabía, era que Afrodita había solicitado que el nombre escrito en la muñeca del dios Hefesto no fuera el de Ares, sino el suyo, no por amor, ni por deseo, pues su belleza, porque si la tenía desde cierto ángulo, era mundana, la de cualquier mortal y lo deseaba de regreso.
Ella también había visto, comprendido demasiado tarde lo beneficioso que era tener al dios de la creación mecánica y de las forjas comiendo de su mano, pensando que la diosa Hera se enojaría demasiado al saber que ella estaba a punto de robarle lo que deseaba, un esclavo que fabricaría todo lo que ella deseaba.
Aunque esta vez si le trataría bien, si sería amable y Hefesto le amaría, de eso estaba segura, sonriendo un poco, sus facciones deformándose de una forma oscura, aunque aún seguía siendo la mujer, la criatura más hermosa de ese mundo, una diosa cuya inteligencia nunca había sido admirada, pero pronto eso cambiará, no solo era hermosa, también era astuta y lo único que tuvo que hacer fue prendar al joven Dohko del anterior Santo de Tauro, del Santo de esta época.
Después de todo, el amor era una de las razones que muchos seres utilizaban como excusa para realizar su voluntad, Loki, Andreas, aun Ares si hubiera conocido algo de sus planes, estaba segura que hubiera participado para salvaguardar su lazo con el dios de la creación mecánica.
Fafner por su parte, veía como el nombre de Siegfried, el del cabello dorado como el sol, se iba escribiendo en su muñeca, sonriendo de una forma desagradable, pensando que le hubiera gustado ver como su omega veía ese cambio en su lazo, como se borraba su nombre de aquel enano del cabello esponjoso y se escribía el de su verdadero amo.
Sería una buena reprimenda por haberle rechazado de la forma en que lo hizo, de eso estaba seguro, pero no importaba, ya nada de lo que pudiera hacer serviría de algo, se dijo en silencio, recorriendo cada una de las letras con la punta de sus dedos.
Había esperado demasiado tiempo para que eso pasara, relamiendo sus labios con detenimiento, sin darse cuenta que Surt observaba el mismo cambio con detenimiento, una sonrisa sádica formándose en su rostro, puesto que perdió todo por culpa de su gran amigo, de Camus de Acuario, así que era justo que él perdiera algo en sus manos.
Primero pensó en pedirle ayuda para cumplir sus metas, usando su promesa de antaño, pero eso no le serviría de nada a largo plazo, una vez realizada la tarea, Camus sentiria que había pagado su deuda, pero, él deseaba que sufriera, que llorara, porque sabía que los alfas que habían sido despojados de sus compañeros sufrirían un dolor sin límite, comprenderían aquello que iban a perder y nunca más iban a recuperar.
Por lo cual, aquello que tomaría sería al escorpión, a su compañero, a ese griego de nombre Milo, recordando cómo recorría esas letras sin descanso cuando no lo veía, sonriendo de una forma que no pensaba era posible.
Surt le robaría aquello que más amaba, sin importarle nada más, al mismo tiempo que Camus desesperaba, comprendiendo que él no amaba al escorpión, que no sería un buen compañero, que no lo cuidaría, porque no era más que un castigo que él deseaba implementar.
El era diferente, él no deseaba a su futuro compañero, no, el quería hacer sufrir al alfa que provocó la muerte de la única persona a la que había amado, se dijo sonriendo, encantado con los resultados de su meticulosa tarea, orgulloso de servir al dios Loki, que comenzó a reír una vez que el nombre de Aioria estaba grabado en su muñeca.
*****
Al mismo tiempo Alone veía como el nombre perdido en su muñeca iba brillando poco a poco, como el lazo que les solicitó a las moiras revivir, despertaba lentamente, Radamanthys, el nacido en esa época sería su compañero, esta vez no podría rechazarlo, el destino, los deseaba juntos.
Su expresión apenas se movió por una sonrisa satisfecha, pensando en el rostro de ese alfa de cabello azul, aquel llamado Kanon, el general del dragón marino, tratando de imaginarse la apariencia que tendría al ver los cambios, su dolor y desesperación, al sentir como su marca se borraba de su piel.
Notando la expresión de su aliado, que observaba con demasiada tranquilidad como en su muñeca se escribía el nombre de Aldebarán, pensando en las palabras de su amigo, que le solicitó dejarlo solo, darle la espalda, no había nada que Shion pudiera hacer para evitar que tuviera lo que deseaba.
Pero, él tenía un plan mucho más útil que aquellos de sus aliados, porque sabía que Mu no dejaría de pelear, de buscar una forma de recuperar a su toro, de robarle a su amado, una vez que se realizó el cambio en los hilos del destino, sintiendo como la misma creación se estremecía, relamiendo sus labios con anticipación, creyendo que arriesgar su realidad era poca cosa por ser correspondido.
Aldebaran tendría su nombre en su muñeca, le correspondería, pero para que Mu no estorbara, el reforzaría el nombre de alguien más en su muñeca, alguien que después de su batalla, le prometió mantener alejado a Mu de Aldebaran.
Shaka tendría lo que deseaba, sería amado por Mu, que seguiría siendo alfa, pero estaría enamorado del hombre más cercano a dios, que pensaba a su compañero indigno de todo ese esfuerzo, pero él no entendía nada acerca del amor, de lo que deseaba conseguir, esperando que la rotura de los vínculos dejara malheridos a los que habían sido despojados de su compañero, un golpe psíquico que pocos podrían resistir, al menos, eso era lo que se decía que sucedía cuando uno de ellos moría antes que él otro.
Saga y Kanon estarían debilitados, eso lo sabía muy bien, Mu estaría bajo el cuidado de Shaka, sería el momento perfecto para atacar a un debilitado Santuario, para responder su ataque con violencia, usando el ejército de Hades, que obedecía al inmortal Alone.
Aunque necesitaban nuevos generales, unos que pudieran reemplazar a los dos jueces del Inframundo, Minos y Aiacos, pero era sencillo, en ese instante tenían dos santos dorados comiendo de su mano, dispuestos a sus deseos, uno de ellos era Aioria, el otro Aldebarán, que sabía que si dejaba esa actitud pacifista, podría ser mucho más destructivo de lo que muchos pensaban.
El muchacho únicamente se defendía, generalmente no atacaba de frente y lo había entrenado, le había enseñado a quemar su cosmos, a utilizarlo, aunque su proyección del mismo no era comparada con la de Saga, bajo su tutela creía que había mejorado muchísimo.
Tanto que pensaba que Shion le entrenó para mantener su cosmos a raya, para que no pudiera derrotar a Mu, si decidía rechazarlo, de la misma forma que le condiciono a compartir sus sentimientos con él, haciéndole creer que los lazos del destino eran todo lo que importaba.
Razón por la cual tuvo que cambiarlos, se dijo con una expresión serena, observando entonces a Alone, que esperaba paciente porque sus dos aliados, los gigantes que casi destruyeron el Olimpo y secuestraron a Ares mataran al dios de la muerte, así como a sus jueces, porque a fin de cuentas con la misma facilidad que traicionaron al dios que juraron proteger, al dios Hades, ellos podían darles la espalda cuando los vientos cambiarán su rumbo, su fuerza con la que azotaban la realidad en ese instante.
-Una vez que Hades muera… lo traeré a mi…
Susurro pensando de nuevo en Radamanthys, que estaría a su lado de haber aceptado su invitación a su gala, a la exposición de sus obras, pinturas creadas en el supuesto de que su omega le hubiera aceptado a su lado, lo que sucedería ahora que había cambiado los hilos rojos del destino.
-Tu deberías ir a ver a tu amado… seguramente estará muy confundido, solo, si lo que deseas se ha cumplido.
Dohko asintió, pero no se marcharía hasta que la última pieza de su plan se hubiera manifestado, cuando la moira restante realizará lo que deseaban, cuando los hilos fueran cambiados, cuando estos brillaran firmes, como en el pasado, pero atados a un mejor compañero.
-Yo también quiero asegurarme de que no se cometa ningún error…
Lentamente los hilos rojos que unían a los amantes destinados, aquellos que habían sido modificados, recuperaron su tono natural, su fuerza y dureza, pero, para asegurarse de que eso fuera así, tomó uno de ellos, tirando de este, eran como en el pasado, actuando como lo hacían pocas horas antes, sin matar a los afectados, solo modificando sus pasiones, sus deseos, su amor.
-Está hecho…
Pronunció Alone, demasiado emocionado para su desinteresada forma de ser, sorprendiendo a Dohko, que no creía que el dios Hades pudiera morir tan fácilmente, tratando de imaginarse que había quedado de la isla Andrómeda, de sus habitantes, sin Albiore para defenderlos de las amenazas externas.
-Muera el rey, larga vida al rey…
Susurro Dohko, pensando que era el momento de marcharse de allí, observando a la moira, que ahora tendría que realizar las tareas de sus dos hermanas, sin modificar sus designios, sus amados no podían ser lastimados de ninguna forma o ella también caería.
-Realiza tus tareas y las de tus hermanas, a menos que desees que alguna otra entidad lo haga por ti… muchos dioses menores harían lo que fuera por no perderse en el olvido.
Sin embargo, tuvo que hacerle ver que no jugaba, que no iba a darle la oportunidad para engañarlos, ahora era su esclava y de querer seguir con vida, debía obedecerlos.
-Lo comprendes.
Susurro sosteniendo a la entidad de la barbilla, la que tembló ligeramente, aterrada de lo que podría pasarle, al saberse sola, sin sus hermanas, asintiendo de prisa, no deseaba morir, no deseaba desaparecer en la oscuridad, como muchos otros antes que ellas.
-Me alegra…
*****
Ha pasado un tiempito desde que actualice esta historia, espero que el capítulo sea de su agrado. Mil gracias SeikenNJ.
Chapter 45: Recuerdos.
Chapter Text
Recuerdos.
Alone veía con demasiado detenimiento como el nombre que había desaparecido en su muñeca, volvía a formarse, a brillar, sintiendo como el vínculo despertaba, regresaba a la vida, haciéndole sonreír emocionado, maravillado por eso, porque por fin conseguía aquello que deseaba desde su juventud, cuando era un mocoso estúpido e ilusionado por conocer a su compañero destinado, su omega, un hombre hermoso, de cuerpo perfecto, un ser que le fascinaba con cada uno de sus detalles.
Pero no le correspondía, ni le respetaba, en realidad sentía una gran vergüenza al haber sido seleccionado como su compañero, tratándolo como un chiquillo fastidioso más allá de su amo, su señor, a quien debía obedecer, así como idolatrar, eso era lo correcto, así sucedía con los destinados en esa época.
Y recordaba con demasiado odio, como Radamanthys, el soldado más leal al dios Hades, en vez de aceptarlo a su lado, decidió buscar la compañía de alguien más, de un nuevo soldado en sus tropas, razón por la cual pensó en darle un buen castigo, se lo merecía.
Sin embargo fue derrotado, su sueño de paz y tranquilidad se vio truncado, haciéndolo sufrir, desesperado, al darse cuenta que Radamanthys había muerto bajo su mano, tratando de detenerlo, en los brazos de Pandora.
*****
Radamanthys había acudido al templo de Marte después de la llegada del hermoso santo de geminis, seguro de que este soldado no era tan leal como para mantenerse apartado de su persona y el estaba en ese momento delicado de todo omega, deseaba tener sexo, ser poseído por el hermoso alfa, cuya muñeca según decían, carecía de un nombre, así que no debía tener un destinado al que esperaba.
-Debe ser muy duro para alguien como tu estar atado a un mocoso como ese.
Aspros sabía a que había llegado el espectro de Hades, el segundo juez de las almas que le veía con una expresión vanidosa, como pensando que su sola presencia en ese templo era suficiente para que el cayera a sus pies y estaba en lo cierto, aunque no iba a arrodillarse, era un alfa, había estado solo mucho tiempo, deseaba compañía.
-Estoy seguro que ni siquiera sabe cómo tratarte…
Radamanthys traía puesta su túnica, pero nada más, sin embargo, aún no la retiró de sus hombros, esperaba que Aspros fuera claro en su deseo, que aceptara aquello que le estaba ofreciendo.
-Tu necesitas un alfa de verdad, no un mocoso petulante.
Aspros se levantó, abandonando su trono, para colocar ambas manos en la cintura de Radamanthys, que le veía interesado, elevando una ceja, sintiendo como el santo oscuro de géminis, colocaba su muslo entre sus piernas.
-Un chico virgen e ingenuo.
Eso era algo de lo mucho que le molestaba de su compañero, haciendo que odiara que su alfa fuera ese chiquillo Alone, que para ese momento aún se negaba a quedarse dormido, algo que no le gustaba en lo absoluto, como si tuviera una voluntad mucho más fuerte que su dios Hades.
-Que piensa puede poseerme, como un maldito objeto…
No era un objeto y cientos de guerras lo demostraban, el debía ser tratado con respeto, al ser el más fuerte de sus pares, a pesar de ser humillado por la señorita Pandora a cada instante, se merecía algo mejor que eso, que un pequeño petulante como alfa.
-Al igual que tu.
Aunque no le molestaría ser el omega de este antiguo santo dorado, era hermoso y astuto, lo supo apenas cruzó una mirada con él, al saber la forma en que murió, como termino con su propia vida usando el Satan Imperial, sin comprender muy bien el propósito de eso, pero llamo la atención del ejército de Hades, quien le dio una oportunidad para obtener aquello que deseaba y a él, la capacidad de tener un compañero mucho más acorde a su personalidad.
-Yo no quiero poseerte, aunque, si fueras mi destinado si sabría que hacer contigo.
Porque estaba seguro que Alone carecía de esa capacidad, no sabía qué hacer con ese hermoso omega, de qué otra forma lo busco, a pesar de las represalias que podía recibir por esa infidelidad, aunque siempre le había gustado el peligro, tener aquello que se suponía no debía poseer.
-Debes saber que me gusta la belleza y es por eso que vine aquí, al templo de marte.
Para tener aquello que esperaba poseer con ese Alone, hasta que vio que era el envase de su dios Hades y no era más que un chiquillo que pensaba que podía poseer como a una vaca, tratándolo con tanta falta de respeto que le hizo despreciar desde esa primera vez que cruzaron unas cuantas palabras.
-No te preocupes, todos tenemos nuestras necesidades y yo soy un caballero, yo no tengo memoria.
Aspros vio como Radamanthys llevó sus manos al botón de su túnica, para abrirla con lentitud, la cual resbaló sobre sus hombros, descubriendo parte de su anatomía, que como lo sospechaba, no llevaba nada más puesto.
-Eso dices, pero escuche que tuviste algo que ver con la traición de Cethus… será que te gustan los miembros de mi familia.
Deseaba desviar la conversación a otro tema, para tratar de no sonrojarse cuando Aspros le observaba con tanto detenimiento, llevando sus manos a su cintura, acercándolo a su cuerpo aun vestido como el patriarca del santuario de Athena, aunque con los colores oscuros, haciéndole pensar en lo raro que era, en lo bien que se sentía.
-Así que eres tú el heredero perdido, quién lo hubiera dicho, dos espectros en una sola familia…
Susurro en su oído, sosteniendo la túnica por sobre sus hombros para que cayera al suelo sin ninguna clase de ceremonia, descubriendo su cuerpo ante su mirada hambrienta, pensando que si Cethus era hermosa, el, Radamanthys, lo era mucho más aún.
-Aunque estoy seguro de que tu mataste a todos los miembros desaparecidos de tu familia.
Eso había hecho, porque habían olvidado el honor que significaba su despertar, quienes trataron de matarlo, someterlo como si fuera un animal o un demonio, apenas tenía catorce años y esa noche probó su primera sangre, empezando con su padre que se atrevió a dispararle con una de esas chucherías de pólvora.
-No eran más que pecadores…
No iba a decir que estaba defendiendo su vida, porque ese no era el caso, él no estaba en peligro esa noche, era un espectro de Hades, uno de los jueces, nada podía hacerle daño, por lo cual, riendo al recordar su terror, relamió sus labios, rodeando el cuello de Aspros, sus labios acercándose a los suyos.
-Algo que yo no soy, pero…
Susurro junto a su oído, sus manos posadas en su cuello, para que pudiera acercar su rostro al suyo y así poder besarlo con intensidad, mostrarle cuánto deseaba esa reunión clandestina a las espaldas de quien las moiras creían que debía ser su esposo, pero, estaban equivocadas.
-¿Pero?
Aspros preguntó quitándose ahora el su armadura, pero aun estaba vestido, con un traje sastre, nunca le había gustado la ropa de entrenamiento de sus pares cuando estaba en el santuario, el siempre quiso más, como el amante destinado del envase del dios Hades.
-Eres hermoso y hasta un juez de las almas tiene necesidades, demuéstrame de que eres capaz.
*****
Alone recordaba esa traición con demasiado dolor, al imaginarse insuficiente para su omega, su destino, que le rechazó desde el primer día, como si se tratase de un montón de basura.
En cambio, corrió a los brazos de ese geminis, otro soldado de géminis como lo era Kanon, ese bastardo inmundo, ese soldado traicionero que no gobernaba a nadie en el templo de Marte, pero no importaban sus planes, su traición, su infidelidad, aun tenían tiempo para estar juntos, tener una vida como la que les robaron los dioses.
*****
-No debo volver a verte.
Aspros besaba el hombro de Radamanthys, quien tenía puesto su casco y su túnica, pero nada más, sentado en su cama, al mismo tiempo que él recorría su cuello con su lengua o dientes, escuchando un gemido de quien decía no debían seguir viéndose.
-Esto es un error.
Pero acudía a su templo todas las noches, buscando su calor, sus besos y sus caricias, por lo cual, tirando de él hizo que se acostara en la cama de nuevo, besando sus labios con hambre, pensando que de saber que este omega estaba encerrado en el Inframundo, hubiera traicionado al santuario mucho antes o tal vez, se mantendría leal, para poder atacar el Inframundo para llevarlo consigo, como en la famosa guerra de Troya.
-Eso dijiste la primera vez, la segunda, la tercera…
Le recordó mirándolo con una expresión demasiado divertida, viendo como Radamanthys se giraba en la cama, para gatear hacia él, sosteniendo su cuello, besándolo de nuevo, gimiendo cuando sus manos se recargaban en sus caderas, acercandolo a su cuerpo, subiendolo sobre sus muslos, aun con la túnica abierta y el casco del patriarca sobre su cabeza.
-He cometido demasiados errores.
Se quejó sintiendo como Aspros sosteniendo sus muslos, le recostaba en la cama, haciéndose un lugar entre sus piernas, dispuesto a emplearlo en ese preciso instante, negando sus palabras, no era un error, ahora lo comprendía, las moiras solo estaban jugando con ellos, con él, causándole dolor.
-Esto no es un error, Radamanthys, las moiras fueron quienes se han equivocado sobre esta marca de aquí.
Dijo señalando la muñeca de su amado espectro, con una extraña idea en su mente, deseaba ver su nombre escrito en su cuerpo, aunque fuera con pintura o un tatuaje, como aquellos que usaban algunos soldados, lo necesitaba, por razones que no alcanzaba a comprender
-Tu nombre debería estar marcado en mi muñeca, en mi piel, pero está vacío… y tu, tu deberías tener mi nombre en el tuyo.
Radamanthys pensaba lo mismo y observó con demasiado detenimiento como Aspros utilizando un poco de tinta comenzaba a escribir su nombre en su antebrazo, en griego, como tratando de borrar el nombre de Alone de su piel, haciéndola sonreír por ello.
-Y si volviéramos a nacer, cuando vuelva a encontrarte, tu… lo llevaras, tú tendrás mi nombre escrito en esta bonita muñeca.
Dijo besándolo poco después, moviendo sus caderas de tal forma que lo empalo sin esfuerzo, siendo recibido por su amante, su sexo hundiéndose entre sus piernas, en su humedad, era el tercer día de su celo, uno que había disfrutado, sumiéndose en esa irrealidad, agradecido de que ese mocoso no pudiera utilizar su debilidad para poseerle.
-Y yo tendré el tuyo, pertenecer a algo…
Ambos se pertenecen aunque tuviera que enfrentarse al mismo Inframundo para ello, ellos estarían juntos, modificando sus deseos, ya no deseaba ser un patriarca, sino tener la posibilidad para llevarse a Radamanthys lejos del Inframundo, tal vez al Santuario o a su mansión, a donde fuera, donde pudieran envejecer juntos, fingir que eran una pareja destinada.
-Tienes un gemelo, el santo de géminis.
Pronunció, pensando que eso era más de lo que él tuvo, porque nunca tuvo hermanos, su familia le trataba como una herramienta y al final quisieron destruirlo, sin embargo, Aspros negó eso, su hermano le había traicionado al finalizar su vida, provocando su derrota.
-Pero no importa eso, yo quiero un omega para mi…
Lo quería para él y sólo aceptaría ser suyo, si Aspros también le pertenecía, si esa unión era para ambos lados, si los dos eran iguales, porque no deseaba ser el objeto de divertimento de su alfa, eso no iba a tolerarlo y sentía, que de pertenecer a Alone, se convertiría en un fantasma.
-Te quiero a ti, atado a mi por toda la eternidad.
Susurro en su oído, porque eso era lo que más deseaba en ese momento, pertenecer, ser suyo, hasta el ultimo día de sus vidas, el dragón de Hades le había hechizado, quien rodeando sus caderas con sus piernas, le ayudó a ingresar un poco más profundo en su cuerpo, arqueando su espalda.
-Eres demasiado ambicioso para haber sido un santo dorado.
Dijo demasiado divertido, gimiendo sin pudor, arqueándose para recibirlo en su cuerpo, moviéndose a su velocidad, sus caderas chocando contra sus muslos, sus manos entrelazadas, su cama desordenada, el casco a lado de su cabeza, el cual ya no le importaba en lo más mínimo.
-Soy el gemelo nacido de la desgracia, un mal augurio, tan malo que no tengo una pareja destinada, cuando soy un alfa y en cambio, mi omega, está atado a un chiquillo aburrido, alguien frío que no merece tu lealtad.
No tenía su lealtad y todavía faltaba demasiado para que se lo ganara, pero hasta el momento no lo había hecho, él era un hombre débil, un monstruo que con un poco de poder había perdido la cabeza, aunque se comportaba de una forma amable, casi benefactora, siguiéndolo con su mirada a cualquier lado, ese chiquillo de cabello rubio como el sol.
-Mi lealtad no es suya, es del dios Hades, el solo es el envase de mi dios, lo que significa…
Aspros sentía que estaba por venirse en su cuerpo, durante su celo, por lo cual quiso apartarse, pero Radamanthys no se lo permitió, deseaba su semilla, no sabía la razón de ello, de esa locura y ese error, aunque ambos sabían que la guerra estaba por iniciar, con Alone a la cabeza, él pensaba que serían derrotados.
-Que esto es un error.
Dijo con demasiado pesar, rompiendo de momento el corazón de Aspros que se atrevía a pensar que ese no era un error, que podían estar juntos, aunque no fueran almas destinadas, compañeros eternos.
-Estar conmigo…
Estaba un poco triste, demasiado acongojado, pero Radamanthys negó eso, besando los labios de su amante, al que sentía como su alfa, aunque no tuvieran sus nombres escritos en sus cuerpos.
-Tener esta marca…
Dijo con demasiado dolor, odiando ese nombre en su muñeca, la palabra Alone, por quien no sentía más que desprecio, al que no deseaba siquiera.
-No tener mi nombre en tu cuerpo, o el tuyo en el mio…
*****
Alone caminaba en dirección del alma de Radamanthys, la cual parecía controlada, hincada en la jaula, como si hubiera perdido las ansias de luchar, de enfrentarse a él, pero no lo liberaría hasta que Radamanthys, el joven rebelde se diera cuenta de lo sucedido.
Que acudiera a su lado como sabía que iba a suceder, por lo cual, solamente sonrio, una mueca aterradora en sus apuestas facciones, en su cuerpo delgado pero musculoso, que apenas cubria con unos pantalones de cuero negro que le llegaban a su cadera.
*****
-Radamanthys.
El espectro había tratado de borrar con su pulgar la tinta con la que Aspros había escrito su nombre en su muñeca, estaba ligeramente cansado, adolorido de una forma placentera, haciéndole pensar en el santo de géminis de una forma divertida, porque recordaba que habían hecho, como se había abandonado ante sus placeres, sus promesas.
-Mi señor.
Apenas pudo pronunciar al escuchar la voz de Alone, quien le señaló uno de los jardines en donde le gustaba realizar sus pinturas, caminando con él, haciéndole pensar que apenas sobrepasaba su cintura, era casi una astilla a comparación suya, pero era su señor, aun era un muchacho, tal vez crecería con los años.
-Camina conmigo, deseo compartir algunas palabras contigo.
Radamanthys se vio obligado a seguirle con las manos detrás de su espalda, notando la molestia del joven, sin decir nada al respecto, caminando a un paso más lento, para mantener una distancia prudente con su señor, llevando una de sus manos a la mancha en su antebrazo, los restos del nombre de su verdadero alfa en su piel.
-Como usted guste, mi señor.
Alone al darse cuenta de lo que estaba haciendo, le señalo para que caminara a su ritmo, hombro con hombro, tratando de tocar su cadera o su cintura, pero no se lo permitió, haciéndose a un lado, arqueando una ceja, mirándolo fijamente con una expresión molesta.
-Es una marca interesante aquella que tienes en tu muñeca.
Radamanthys había tratado de borrar el nombre que Aspros había pintado de manera descuidada, pero aún había manchas en su piel, las que podía ver Alone y podía imaginarse con una mueca de disgusto.
-Rompí un frasco de tinta, fue un descuido, nada más.
En ese momento estaban en el castillo Heinstein, él había estado entrenando toda esa mañana, por lo cual, aún no portaba su armadura, ni su túnica como juez, sino ropa de entrenamiento, aquella negra que usaban, la que le quedaba un poco ajustada en las caderas o el pecho.
-Eso es interesante, porque razón querrías usar tinta, estabas escribiendo una carta…
Lo dijo con sarcasmo, después de todo sabía que Radamanthys había estado visitando el templo de Marte, al santo oscuro de Géminis, visitando el Inframundo sin informarle o acercarse a él, sin siquiera hablarle o presentarse en su sala del trono, tratándolo como la peste.
-¿Me está acusando de algo?
Pregunto entonces, ladeando la cabeza, mirándolo con esa atractiva estatura suya, con ese hermoso cuerpo voluptuoso, ese rostro de labios delgados, que deseaba besar, pero no lo forzararía, aunque si deseaba que las visitas a ese alfa mayor se detuvieran, no iban a humillarlo.
-No, solo pienso que esa marca está sobrepuesta a la mía y te han visto en compañía de Aspros muy a menudo.
Le dijo de pronto, con una expresión jovial, que fue recibido por una mueca de disgusto de Radamanthys, el que no negó esa acusación, ni escondió su brazo, mucho menos retrocedió asustado, así como no le mostró respeto, uno que se merecía por ser el envase del poder de su dios y su alfa.
-Si fuera alguien celoso, creería que trataste de borrarla o reescribirla.
Le dijo de pronto, sosteniendo su muñeca, observando lo que bien podría ser la inicial del nombre de Aspros, su mirada ensombreciendo de pronto, como si pensara en alguna clase de castigo para su alfa o para él mismo.
-Me alegra que usted no sea celoso, mi señor, después de todo usted es un visionario… un pacifista.
Le dijo casi como si esas palabras fueran un insulto, sin soltarse de la mano de Alone, que lo llevó hasta donde estaban unos columpios, sentándose en uno de ellos, tal vez esperando que usará el que faltaba, el que no sabía si podría soportar su peso.
-Siéntate conmigo.
Radamanthys obedeció en silencio, tratando de ocultar su molestia y su nerviosismo, sin verle siquiera, no quería que descubriera que todo lo dicho era cierto, que supiera que no estaba equivocado.
-Pandora piensa que estoy equivocado, pero se lo que he visto.
Le informo Alone recogiendo unas flores a sus pies, las que esperaba no convirtiera en un collar de flores, eso sería realmente patético, que clase de soldado sabía crear una de esas cosas, era como ponerte ensalada en la cabeza.
-¿Qué es lo que ha visto mi señor?
Le pregunto, viendo con una mueca de disgusto que en efecto había realizado una corona de flores, la que llevó a su cabeza, colocándola en este, viendo hacia abajo, porque después de todo él estaba de pie, mientras que Radamanthys aun estaba sentado en el columpio.
-Tus reuniones con Aspros tienen que terminarse, Radamanthys.
No era una sugerencia, sino una orden, algo que no iba a seguir, no lo aceptaba como su compañero, Alone debía saberlo y actos como ese, no le ayudaban en lo más mínimo, él admiraba la fuerza, lo que el joven alfa demostraba era debilidad e inseguridad.
-Tu eres mio, tu eres mi omega y más te vale serme fiel o te arrepentirás por ello.
Poco después se marchó, haciéndolo enfurecer.
*****
Alone acarició la jaula de oro, agachándose frente a esta, con una sonrisa en su rostro, pensando en el joven Radamanthys, en su reacción al ver que el nombre de Kanon ya no estaba y en su lugar estaba el suyo, como siempre debió ser.
*****
-Conseguí esto para ti.
Era un collar de oro, con una esmeralda en este, el cual había buscado en el mar, nadando por horas, buscando en lo profundo, donde sabía que el barco de Úrsula se había hundido, descubriendo un hermoso tesoro, suficiente oro para que pudieran tener una vida lejos de allí.
-Es hermoso.
Susurro observándolo con detenimiento, el que se probó por unos momentos, recordando que su omega de vez en cuando usaba collares como ese, ceñidos al cuello, para cubrir su mordida, la que realizo su padre, que no era su alfa destinado.
-Es una esmeralda.
Eso lo sabía bien, era hermoso y sabía por el peso del mismo que era valioso, pero no podía conservarlo, no después de la amenaza recibida por Alone ese mismo día.
-No puedo conservarlo.
Le dijo de pronto, con una expresión triste, algo molesta, regresandole ese regalo, guardándolo en su mano con delicadeza.
-Alone sabe que te he estado viendo.
Le informo, porque pensaba que eso era lo correcto, así sabría a que se estaba enfrentando si deseaba seguir viéndolo como hasta ese momento, sin embargo, Aspros no dijo nada, ni mostró sentimiento alguno.
-Me ordenó detenerme.
Radamanthys sabía que existían formas de detener sus visitas a ese lugar, pero lo que Alone deseaba era su obediencia, que hiciera justo lo que él deseaba, solo porque era su omega.
-Nos castigará por ello.
Le informo encogiéndose de hombros, puesto que de nuevo usaba la ropa de Aspros para cubrirse con ella, quien le miraba con una expresión meditabunda, comprendiendo bien que lo que deseaba decirle no lo tomaría muy bien su amante.
-La guerra empezará pronto, ya lo ha hecho y sabes que seremos derrotados.
Susurro con calma, sosteniendo las manos de Radamanthys con fuerza, esperando que le dijera que podían escapar, al menos, soñando con eso.
-¿Eres un traidor?
Radamanthys pronunció con demasiada molestia, apartándose de sus brazos, observando el suelo donde estaba su ropa, la que comenzó a recoger con lentitud, diciéndose que no era un traidor, él no abandonaría a su dios Hades.
-Podríamos escapar…
Eso significaba traicionar a su señor, se dijo molesto, observando a Aspros con molestia, pensando que como todo buen soldado de Athena no podría traicionar a su diosa, pero era por eso mismo que lo seleccionó a él, este geminis seria el único que se atrevería a contradecir a su señor, tocando su cuerpo.
-Yo no soy un traidor y mi lealtad es del dios Hades, por mucho que pueda quererte.
Le informo a punto de salir de allí, su ropa cambiando por algo negro, como uno de los vestuarios que usaban los dioses gemelos o el mismo Alone, ropa que había sido confeccionada en el Inframundo.
-El no puede ser tu amo.
Le dijo de pronto, sosteniéndolo de los brazos, viéndose a sí mismo, pero ya no era Aspros, sino Kanon, quien veía como la decepción inundaba las orbes doradas de su alma destinada.
-No lo sería, si tú no me hubieras fallado.
Quien volteo como si quisiera besarle, pero un montón de cobras negras comenzaron a envolver su cuerpo, secuestrando a su amante de su lado, llevándolo al Inframundo.
-Confíe en ti…
Escucho de manera distante, como en un susurro desesperado, casi como si alguien llorara.
-Yo confié en ti…
Ese alguien era tanto el joven inocente como el juez de las almas, quienes habían confiado en que podría protegerlos.
-Me has fallado y ahora soy suyo…
Kanon abrió los ojos, observando su muñeca, como esta ya no tenía su marca, simplemente había desaparecido e inmediatamente se levantó, para acudir con Radamanthys, quien estaba de pie con una pijama negra, caminando en dirección de una de las puertas al Inframundo.
-¡Radamanthys!
Desapareciendo en el interior de esa mancha negra, que se cerró antes de que pudiera hacer nada, cuando estuvo a punto de tocar a Radamanthys, casi sintiendo su calor, fallándole.
-¡Radamanthys!
*****
Radamanthys despertó en el momento exacto en que su nombre cambió en su muñeca, observándola con detenimiento, Kanon estaba fuera de su habitación, había decidido darle privacidad.
-El nombre…
Susurro viendo con horror como el nombre era diferente al que tenía cuando había cerrado los ojos para dormir.
-El nombre… ha cambiado.
Repitió rascando su muñeca con las uñas de sus dedos, sintiéndose mareado de pronto, como si algo se estuviera apoderando de sus sentidos.
-El nombre ha cambiado.
Volvio a decir horrorizado, demasiado sorprendido por ello, cerrando los ojos, para abrirlos de nuevo, el dorado pintandose de color negro por momentos, para despues pintarse de dorado de nuevo.
-No es posible…
Repitió demasiado confundido, sintiendo como si eso fuera lo correcto, ese nombre en su muñeca, que era perfecto, Alone, era el pintor que lo invitó a una de sus exposiciones, un sujeto rico, demasiado apuesto.
-Pero lo es…
Se dijo a sí mismo, eso era posible y era como siempre había sido, por lo cual, decidió que lo mejor era acudir con Alone, el hermoso dios de la muerte.
-Alone… Alone es mi destino…
Radamanthys se levanto de su cama para comenzar a caminar en direccion de la ventana, notando una zona oscura, algo parecido a un hoyo negro, en el cual ingreso cerrando los ojos.
Su mirada casi perdida por la influencia de Afrodita en el cambio sucedido en sus destinos, despertando amor donde no lo había, escuchando los movimientos de Alone en ese cuarto adornado con las pinturas de su pasado ficticio.
-Al fin has llegado, Radamanthys.
Radamanthys no pronunció un solo sonido, caminando como perdido hasta donde estaba la jaula, algo que Alone esperaba que sucediera, donde colocó su mano, fundiéndose con la esencia del guerrero del pasado.
-Radamanthys…
Radamanthys cerró los ojos respirando hondo, tratando de recuperarse, para abrirlos poco después, volteando en dirección de Alone, caminando en dirección del pintor, que esperaba ver que iba a suceder, ver si sus esfuerzos habían sido recompensados.
-¿De quién eres?
Radamanthys observó su muñeca, leyendo la palabra Alone, respirando hondo, para después mirarle de nuevo, sosteniéndolo del cuello con delicadeza y sin pudor alguno, besar sus labios con pasión, de la forma en que debió suceder cuando apenas se conocieron, aunque debía aceptar que tan solo era un estúpido mocoso.
-Soy tuyo Alone, tu eres mi destino…
*****
Al mismo tiempo Mu veía el cambio en su muñeca sin poder comprenderlo, en absoluto silencio, escuchando los movimientos de Aldebarán al otro lado de la habitación, que sentía el mismo cambio.
-Papá…
El único que parecía consciente de los cambios, del repentino silencio, como si el mundo se detuviera, era Kiki, que trataba de comprender lo que sucedía.
-Mu…
*****
Han pasado más de 80 años, pero al fin hay un nuevo capítulo.
No actualizare a la velocidad de antes, pero no dejaré que esta historia se quede sin final, ni esta ni la otra de Saint Seiya.
Espero que sea de su agrado.
Chapter 46: Nuevos comienzos.
Chapter Text
Nuevos comienzos.
Mu fue el primero en marcharse sin decir nada, sin pronunciar una sola palabra, usando su cosmos, su telequinesis, frente a la mirada vidriosa de Kiki, que trato de evitarlo pero no pudo, escuchando los movimientos de su omega a sus espaldas, quien sostenía su muñeca como si no comprendiera lo que veía en su piel.
-Kiki…
Kiki camino hasta donde estaba su omega, que le sonrió acariciando su cabello con una de sus manos, observando a su alrededor, pensando si tenían alguna pertenencia suya en ese sitio, pero aun así, le daría la oportunidad de recoger lo que quisiera llevarse.
-Recoge tus pertenencias, nos vamos de aquí.
Seguía siendo amable, como si nada hubiera pasado, aunque podía ver que las letras lemurianas habían desaparecido, modificadas por algo escrito en chino, que pensó era el nombre del maestro Dohko.
-Pero…
Aldebaran ladeo la cabeza, mirándolo con atención, con comprensión, sonriéndole de la forma en que lo hacía siempre, como si no comprendiera sus dudas, por lo cual Kiki, acercándose un poco más a su omega sostuvo una de sus manos.
-¿A dónde iremos?
No estaba muy seguro de ello, a dónde irían, si regresarían al santuario o tal vez a la cascada, su mente se encontraba algo difusa, estaba un poco confundido, aturdido sería la palabra, sosteniendo su cabeza.
-Sólo recoge tus cosas Kiki, saldremos de esta aldea en cuanto termines.
Esas palabras no fueron pronunciadas por su omega, sino por el maestro Dohko, que actuaba como si estuviera contento, feliz, observando ese sitio con desagrado, con demasiada molestia, pensando que no era digno de una pareja.
Dohko ya tenía preparada la dote, las joyas y prendas que le daría como regalo a Aldebarán, muebles, una mansión digna de su pareja, todo creado desde que supo de su existencia, esperando la oportunidad para ser correspondido.
A pesar de las órdenes de Shion, él jamás perdió su esperanza de encontrar el amor, sin embargo, esperaba la respuesta de Kiki, pensando si estaría dispuesto a escapar de esa casa o los seguiría, puesto que como lo suponía, Mu se había marchado para buscar la compañía de Shaka.
-Kiki, esto es lo mejor, esta aldea no es adecuada para un niño de tu edad…
Aldebaran se levanto de la mesa con lentitud, dándole una palmada en la espalda a Kiki para que buscara sus pertenencias, quien dudaba entre marcharse o irse con ellos, comprendiendo que algo había pasado que hacía que los nombres fueran modificados, su mirada fija en Dohko que actuaba como siempre, como si fuera un gran amigo de su omega, como si en verdad estuviera preocupado por el.
-Eso haré…
Susurro apretando los puños con fuerza, ladeando la cabeza, para caminar en dirección de una mochila de viaje, donde comenzó a guardar algunas cosas, tomando una hoja de papel, esperando que su padre en algún momento recordara que ellos existían.
“Dohko nos ha llevado con él, no se a donde vamos a ir, pero tiene a mi omega”
“Padre, por favor, tienes que ayudarnos”
Su omega no iba a rechazar a Dohko, lo supo en el momento en el que se agacho para darle un beso en la mejilla, sosteniendo los hombros del antiguo maestro que nunca había ocultado sus deseos para con su omega, permitiendo que el anciano maestro colocará sus manos en su cintura.
-Ya estoy listo.
Pronunció de forma inocente, sosteniendo su bolsa en una de sus manos, para mostrarle a Dohko que le había obedecido, interrumpiendo al antiguo maestro, quien deseaba besar los labios de su omega, que solamente le sonrió, acariciando su cabeza, alborotando su cabello.
-Entonces, es hora de irnos, he preparado todo para que ustedes tengan una buena vida, después de todo, eso es lo que hace un buen esposo.
Los planes de boda de Dohko estaban firmes, tenía los vestuarios, los invitados, quienes realizarían los preparativos, un gran banquete y una encantadora velada con sus seres queridos, seguro de que Kiki tarde o temprano terminaría que aceptarlo como su padre, tras la larga ausencia del suyo.
-Quiero ser un amigo Kiki, quiero ser un maestro y en verdad quiero ser tu padre, solo dame una oportunidad para demostrarlo.
Dohko actuaba como si en verdad quisiera ayudarles, cuando le había hecho eso a su omega, que había rechazado su propuesta de matrimonio, pero el antiguo maestro no aceptaba esa decisión y sin embargo, su padre se había marchado, otra vez, dejándolos solos de nuevo, aunque sabía que este hombre buscaba el amor de su compañero.
-No voy a lastimarlos y seré gentil, seré un benefactor, un proveedor, lo único que deseo es un poco de compañía.
Aldebaran escuchaba esas palabras con detenimiento, observando su muñeca de nuevo, preguntándose porque se sentía obligado a pronunciar esas palabras, si él era su omega, pensando en Mu, a quien quiso mucho, aun quería, pero ese sentimiento iba borrándose, como si nunca hubiera existido.
-Todo lo que te prometí lo cumpliré, Aldebaran, eso puedo jurarlo.
Aldebaran asintió con una expresión serena, sosteniendo su armadura, la que llevó a su hombro, sintiendo como Kiki sostenía su pierna, algo que hacía cuando estaba demasiado angustiado, pero no había nada que temer.
-Es momento de ponernos en marcha.
Kiki no iba a hacerle más fácil al antiguo maestro transportarse a donde deseaba llevarlos, así que tendría que hacerlo de la forma normal, caminando o corriendo hasta donde quedará eso, que debía ser demasiado lejos de Asgard.
-Un amigo mío me ha dado la forma de atravesar esa distancia sin demasiado esfuerzo, lo único que tienen que hacer es tomar mi mano.
Aldebaran dudo por unos momentos en tomar su mano, pero lo hizo, esperando que Kiki lo hiciera también, sin embargo, el pequeño lemuriano no deseaba hacerlo, por lo cual, Dohko, con una expresión serena colocó una mano en su cabeza, usando los pasajes del Inframundo, aquellos que les ayudaba a sus espectros a ingresar en el templo de Athena sin demasiado esfuerzo.
-Pronto llegaremos a casa.
*****
Mu se transportó al templo de Shaka sin saber muy bien porque, solo que algo le llamaba a ese sitio, como si fuera lo adecuado, lo que debería ser, abriendo y cerrando los ojos, llevando una mano a su cabeza, sintiendo un profundo dolor en su pecho.
-Mu…
Shaka abrió los ojos, había sentido el cambio en su cuerpo, en su cosmos, podía ver o sentir en su caso, el nombre de Mu en su muñeca, como siempre debió ser, pero, aun así, dudaba de las intenciones de su antiguo amigo, si este desearía atacarlo, matarlo por su supuesta traición, o no.
-Has venido a matarme…
Esperando que ese no fuera el caso, que aceptara los nuevos designios de los dioses, preguntándose porque Athena estaba permitiendo eso, pero si ella dejaba que sucediera, eso significaba que lo pensaba adecuado, su diosa de la sabiduría.
-Todo por culpa de ese toro…
Dijo de nuevo con desprecio, sin comprender porque los dioses habían decidido que algo como Aldebarán fuera el destinado del perfecto Mu, cuya belleza eclipsaba aquella de Afrodita, porque en él su orgullo la manchaba, pero en su musa, en su amado, la falta de vanidad, su inocencia, lo hacía sublime, aun para los ojos del hombre más cercano a dios.
-Tengo tu nombre en mi muñeca.
Susurro de pronto, como si no supiera qué significaba eso y de nuevo pensó que Mu iba a ordenarle que lo borrara, que regresara los nombres a su sitio, pero él nada tuvo que ver con eso, aunque si sabía quién lo cambio, otro loco enamorado de esa bestia.
-Y yo el tuyo…
Pero al ver que Mu no deseaba atacarlo, sonrió, mostrándole su muñeca, abriendo los ojos, con una sonrisa delicada que su viejo amigo, cuando aún estaba hechizado por esa bestia sin gracia, hubiera tratado de borrarla, creyendo que era un acto atroz en contra de todo lo divino.
-¿Sabes lo que eso significa?
Mu parecía no comprender lo que significaba su nombre en su muñeca, podía decir que estaba demasiado confundido, pero al menos no había muerto de dolor, como decían sucedía al cortarse los lazos, el amor que le tenía al toro, convirtiéndose en admiración y afecto por el.
-Qué somos destinados.
Shaka respondió poniéndose de pie, caminando hacia Mu con un paso lento, llevando una mano a la suya, esperando cualquier clase de ataque, pero cuando eso no vino, cuando el lemuriano se mantuvo quieto, casi como si estuviera dormitando, sonrió, llevando su mano a su mejilla con demasiada delicadeza.
-Al fin te has dado cuenta.
La expresión de Mu se modificó por una de dolor repentinamente, frunciendo el ceño, ladeando la cabeza, para voltear en otra dirección, recordando unos ojos oscuros, un cuerpo mucho más grande, pero una sonrisa que podía derretir el corazón de cualquiera.
-Pero lo siento incorrecto.
Se quejó Mu, llevando su mano a su pecho, el cual le dolía demasiado, casi como si no pudiera respirar, sintiendo que algo le faltaba, que necesitaba regresar de donde había llegado, con su compañero de armas que estaba sentado en la mesa en profundo silencio, observando su muñeca con detenimiento.
-Hay algo que no entiendo, porque me duele el pecho…
Shaka simplemente negó aquellas palabras, acariciando las mejillas de Mu, sosteniendo una de sus manos para besarla con delicadeza, ese dolor no era más que una resaca de un grave error que se había corregido por fin, por lo cual, no tenía porque preocuparse por ello.
-Déjame ayudarte a meditar, yo podré curar ese dolor.
Mu asintió, pero aun así, el dolor era tan fuerte que pensaba iba a morir, sus recuerdos de una vida o del sueño de una vida, ya no estaba del todo seguro, borrándose, siendo intercambiados por sus recuerdos de su amistad con Shaka, el que tenía su nombre en su muñeca.
-Este dolor…
Pero de nuevo su corazón le dolía tanto que llevo su mano a su pecho, sin saber porque no dejaba pensar en Aldebaran de Tauro, en Kiki, tratando de pensar en ellos, pero la destrucción de su lazo había dañado hasta cierto punto su psique, cambiando el amor que le tenía a quien fuera su compañero, por el desprecio que sentía por Shaka, así como este ahora recibía su afecto.
-Aldebarán ya no debe preocuparte, el no significa nada para ti.
No significaba nada para él, Kiki tampoco podía hacerlo, no eran más que un error, porque el nombre de Shaka estaba escrito en su muñeca, un nombre que pensaba antes no estaba allí, sino el de alguien más, sin embargo, el hombre más cercano a dios al darse cuenta que la telequinesis de Mu o algo más trataba de luchar con el destino, sostuvo su frente para tratar de ayudarle con ese dolor que se apoderaba en su cuerpo.
-Aldebaran…
Susurro Mu, cerrando los ojos, casi desvaneciéndose con un último recuerdo de su rostro mostrándole una hermosa sonrisa, el nacimiento de Kiki, para después, tener que huir del santuario, pero esos recuerdos también fueron perdiéndose y lo único que quedaba era su pasado en compañía de Shaka.
-Aldebaran…
Volvió a pronunciar, esta vez con cierta molestia, pensando que ese soldado había dejado el santuario, lo que le convertía en un traidor, sin embargo, Shaka, colocando una mano en su cintura, así como una en su cuello, logró que le prestara atención, no deseaba que siguiera pensando en ese toro.
-No pienses en eso Mu, no pienses en nada que no sea yo.
Pronunció seguro, esperando que Mu quisiera escucharle, quien asintió, aún demasiado confundido, olvidándose de la existencia de su familia, de su cachorro y de su pareja, su mirada fija en la de Shaka, que a pesar de su batalla con el anciano maestro, quien amenazó su vida si lastimaba al santo de tauro, le había dado aquello que siempre quiso.
-Que no seas tú…
La completa atención de Mu, hacer que olvidara a su equivocada pareja, que no era hermosa, no era como él, mucho menos como el hermoso santo de aries, el lemuriano de cabellera morada, que asintió, no debía pensar en nadie que no fuera su destinado.
-Sí, porque yo te amo y tú me amas.
Eso era cierto, los destinados debían amarse, porque la otra posibilidad era el odio, la otra posibilidad era matar a quien estabas atado con el hilo rojo del destino, que podría ser una bendición o una maldición.
-Tu que eres perfecto…
Shaka le dijo acercándose un poco mas al cuerpo de Mu, que trago un poco de saliva, dando un paso hacia él, su mirada fija en los orbes azules, que cambiaron de color de pronto, confundiendolo, porque no debía pensar en nadie que no fuera su destinado.
-Tan perfecto que aun yo, el hombre más cercano a dios, te encuentra sublime.
Eso era cierto y por ello debía estar agradecido supuso, cerrando los ojos con fuerza para no ver aquella mirada cargada de dolor, de angustia, para tratar de no escuchar a su corazón que le decía que eso no era correcto.
-Así que solo deja que te ayude a superar esta duda y todo mejorará.
Mu asintió, eso era lo mejor, ignorar esa duda que carcomía su alma, abriendo los ojos para ver de nuevo aquel rostro de su amigo, que transformado por el deseo le parecía hasta cierto punto desagradable, tanto que quiso hacerse a un lado.
-Déjate envolver en mis brazos.
Era lo mejor, se repitió permitiendo que Shaka besara sus labios, sosteniéndolo el de los hombros, para después llevar sus brazos a su cuello, pensando, tratando de olvidar, de no ver a este hermoso rubio como algo más que no fuera su destino, ignorando a su gigante amable.
-Y todo será mejor.
*****
Alone le había dado su ayuda, le había mostrado cómo modificar los hilos de la creación para crear portales en otras zonas conectadas con el Inframundo, portales que ellos mismos usaban para invadir el Santuario de Athena, uno de estos los llevaba a la cascada de Rozan en los Cinco Picos.
Donde había mandado construir su siheyuan, un hogar al estilo antiguo, una mansión con todas las comodidades para una gran familia, una casa principal y varias pequeñas alrededor, jardines interiores, cada pared construida para la buena fortuna.
Ser el aliado de Alone le daba muchos beneficios, así como haber vivido tanto tiempo le dio la oportunidad de crear su propia riqueza, ya que no se dedicaba exclusivamente a esperar el regreso de las huestes de Hades, en realidad, hasta esperaba que sucediera para que su aliado pudiera tomar aquello que deseaba.
-Tengo todo preparado.
Pronunció con demasiado orgullo señalando su vivienda, escuchando un jadeo sorprendido de Aldebarán que le veía con extrañeza, sin saber cómo era que alguien pudiera construir ese lugar en ese remoto paraje, donde decían, casi nadie podía llegar, solo aquellos que fueran lo suficiente fuertes.
Kiki veía ese sitio con desagrado, no le gustaba todo ese lujo, esa ostentosa construcción, pensando que era extraño que un santo dorado como lo era Dohko poseyera algo como eso, según creían, ellos no tenían una vida fuera del Santuario.
Y mientras más se acercaban a la mansión les hacía ver que esa estructura era casi como el palacio de un noble del pasado, Aldebarán se detuvo en la puerta de la siheyuan, su muñeca doliendole de pronto, no deseaba eso, no quería entrar en esa construcción, pero aun así lo hizo.
-He amueblado esta casa y he comprado todo un guardarropa especialmente para nosotros, tu, yo y Kiki.
Pronunció orgulloso cuando estaban en el patio, señalando a su alrededor, confundiendo al toro, que nunca había disfrutado de tanto lujo, preguntandose si deseaba que se vistiera a la usanza de su gente, algo que nunca le había gustado demasiado, prefiere los pantalones de mezclilla o playeras.
No disfrutaba demasiado, tampoco la ropa de entrenamiento, esta siempre le quedaba chica y terminaba rompiendola, solo la ropa moderna resistía el maltrato al que era sometida, así como había tallas que le parecían sumamente cómodas, que podía reponer demasiado rápido.
-No debiste hacerlo.
Le informo, un tanto avergonzado, al mismo tiempo que Kiki observaba molesto lo que pensaba que iba a ser la casa principal, donde su omega y Dohko vivirían, por lo cual, pensaba que su habitación estaría lo suficiente lejos para que no pudiera proteger a su padre.
-¿Por qué no?
Dohko se veía genuinamente confundido, creyendo que la creación de esa mansión era lo correcto, comprar todos esos muebles y ropajes diferentes, todo lo mejor para su futura pareja, creyendo que eso era lo correcto, al menos, su educación eso le exigía.
Debía otorgarle propiedades, muebles, joyas, animales y sirvientes, aunque no confiaba en ellos por el momento, así que por él vivirían solos hasta que supiera que el destino que había creado no iba a cambiar ni un ápice.
Seguro que pronto los alfas ofendidos tratarían de arreglar lo que había sucedido, recuperar a sus compañeros destinados, por esa razón había realizado el cambio en Mu también, no deseaba tener a ese bastardo interponiéndose en su felicidad conquistada.
Shaka podría mantenerlo alejado, lo deseaba, pero sobretodo, odiaba a Aldebarán por sobretodo, creyéndole indigno del amor de Mu y de la marca en su muñeca, facilitando sus planes para su futuro construido a fuerza.
-Soy tu esposo, ese es mi deber.
Respondió tratando de sonar jovial y seguro, recibiendo una sonrisa nerviosa de Aldebarán que observaba todo a su alrededor, rascando su brazo, aquel que tenía su nueva marca, sin saber qué era lo que le molestaba, eso era digno de alguien tan valioso como lo era su futuro esposo.
-No estoy interesado en los lujos ni en las comodidades, antiguo maestro.
Dohko negó eso con un movimiento de su cabeza, caminando en dirección de Aldebarán, sosteniendo su mano, para besar la muñeca con su nombre, mirándolo con amor y deseo, creyendo que era más que perfecto, que podría convencerlo de vivir allí, rodeado de esos lujos, eso era lo que se merecía un omega que había dado a luz a un varón, un alfa, como el primer vástago de su compañero.
No sabía si ese fuera el caso con él, pero no le importaba, él siempre creyó que era una estupidez tener un solo hijo cuando podías mantener a cada uno con facilidad, con comodidad, así que cada omega, alfa o beta era bien recibido en su camada, aun Kiki, que no era su hijo y pensaba se tardaría mucho tiempo en convencerlo de su amor por su omega, entender que sería un gran padre, un mejor maestro.
-Dime Dohko, después de todo, seremos esposos.
Pronunció ignorando a Kiki, acariciando la mejilla de Aldebarán, limitando sus caricias por aquellas que podrían considerarse adecuadas en una futura pareja, pero también un tanto atrevidas, no se supondría que pudieran tocarse hasta el matrimonio, pero su omega, su futuro esposo ya tenía un hijo, así que no era tan malo, no era como si fuera virgen.
-Esposos…
No sabía qué pensar al escuchar esa palabra, porque sabía que Dohko deseaba casarse con él, no solo darle su mordida o su protección, así que tendrían relaciones íntimas y Aldebarán, lo sentía inadecuado, sin saber la razón de ello, tal vez era simple nerviosismo.
Así era, serían esposos, serían Zhangfu y Qizi, los dos juntos, por lo que quedaba de su vida, que esperaba fuera muy larga, así como prospera, algo en lo que había pensado desde su juventud, antes de comprender que solo aquellos destinados conocían la verdadera felicidad.
-Tengo todo preparado, así que hasta entonces, serán mis invitados.
Pronunció con seguridad, como si ellos estuvieran ahí por su propia voluntad pensó Kiki, sosteniendo la mano de su omega, que actuaba como si estuviera hipnotizado, como actuaba Aioros cada vez que lo veía, como si estuviera entre dormido y despierto.
-Soy un hombre tachado a la antigua, con una buena educación, respetare nuestro hogar y a mi prometido.
Aldebaran asintió, pensando que la idea de la boda le desagradaba, sin saber porque, no deseaba ser partícipe de ello, pensando que ya había estado en una boda, su boda, con alguien hermoso, con unos ojos brillantes, alguien suave, que le hizo sentir hermoso.
-No entiendo.
Pronunció, pensando que alguien no podía casarse dos veces, sintiendo una nueva caricia de Dohko, que volvió a besar el dorso de su mano con delicadeza, aquella que tenía el nombre del santo dorado, acariciándolo con delicadeza, de forma circular, como tratando de hacerle sentir bien, seguro, pero eso no sucedía, había algo que no le gustaba en lo absoluto.
-Lo que quiero decir Aldebarán, es que hasta que no nos casemos, seré todo un caballero y ustedes solo serán mis invitados.
Invitados, serían sus invitados, pero por cuánto tiempo se dijo, tratando de sonreírle a Dohko, que sosteniéndolo de la cintura, quiso llevarlo a la zona donde estaba la cocina, no deseaba llevarlo a la casa principal aun, donde tendrían su primera noche juntos, el primer día del celo de su futuro eso, lo sabía, porque llevaba años ahuyentando pretendientes.
-No quiero que pienses mal de mí.
No lo haría, no debía pensar mal de Dohko, cuyo nombre estaba en su muñeca, sin embargo, Kiki pensaba que él había hecho posible todo eso, había lastimado de alguna forma la mente de su omega y ahora, deseaba actuar como si fuera el mejor alfa del mundo, cuando sabía que era un beta, a menos, que eso mismo que modificó la marca lo hubiera cambiado a un alfa.
-Ya no soy virgen.
Dohko no sabía la razón detrás de aquellas palabras, negando eso, no le importaba que no fuera virgen, por lo cual con lo que esperaba fuera una sonrisa amable, solo tomo la mano de Aldebarán, para llevarlo a la cocina, pensando que debían estar hambrientos, la comida de Asgard no era conocida por su sabor o calidad.
-Lo se, tienes un pequeño cachorro, pero no me importa, yo en verdad deseo ser su padre y un buen esposo.
Eso lo dijo en dirección de Kiki, que no dijo nada, solo se aferro un poco más a su omega, como si quisiera ser una barrera física para mantenerlo alejado de su cuerpo, de su persona, mirándolo con desagrado, con desconfianza, a pesar de sus palabras, de su promesa y el era alguien que siempre las cumplía.
-Sólo permíteme cuidar de ustedes.
No lo decía en dirección de Aldebarán, quien le aceptaría debido a su amor por el, aquel de los hilos creados por la Moira, así que a quien se dirigía era a Kiki, con siempre había tratado de tener una buena relación, siempre había tratado de ganárselo, pero el niño siempre actuaba como si le odiara, estaba celoso de su omega, eso lo había visto demasiadas veces.
-Supongo que eso es lo mejor, después de todo, tengo tu nombre en mi muñeca.
Asintió sin recibir la respuesta de Kiki, llevando a Aldebarán por la cintura, colocando su brazo detrás de su espalda para mostrarle la mesa, la que era demasiado grande, aunque se veía pequeña a comparación suya.
A su alrededor había todo un sistema de estufas de leña o carbón, no estaba del todo seguro, barriles con comida, granos, todo lo que necesitarían para crear almuerzos o cenas saludables.
-Mira, este es tu cuarto.
Poco después le llevó a donde estaba su habitación, la que era provisional hasta la boda, en la cual había suficientes muebles para verse como un cuarto de invitados, o de algún pequeño noble, en el guardarropa había vestuarios, entre tradicionales y actuales, aunque su mirada estaba fija en lo que parecía ser era su vestuario de boda, un traje rojo con dorado, que pensaba se le vería ridículo.
-Aquí está el de Kiki.
Le siguió el cuarto de Kiki, el cual tenía los mismos preparativos que su habitación, con todo lo que pensaba era lo que su cachorro podría necesitar para tener una vida cómoda, a quien también le había conseguido ropa tradicional.
-Y este de aquí será el nuestro, pero por el momento, solo yo dormiré aquí.
Al finalizar le llevó a la habitación de la pareja principal, la que era mucho más lujosa que las otras, con un balcón y un jardín exterior, una cama inmensa con todo lo que pensaba podrían necesitar para una vida como esposos, todo ello al estilo del antiguo maestro, cada detalle a su gusto, no había nada suyo en esos adornos.
-¿De donde sacaste todo esto?
Kiki preguntó entonces con los brazos detrás de la espalda, pensando que eso era demasiado dinero para cualquiera y se suponía que el antiguo maestro era un santo dorado, a menos que vendiera su armadura, no tendría con que comprar todo eso.
-Kiki, no seas grosero…
Su omega le regaño un poco molesto, eso no debía preguntarse, pero él también sentía curiosidad por saber de dónde había salido todo eso, ese lujo tan extravagante, en una mansión como de ensueño, aunque una pequeña parte de sí mismo, decía que era una pesadilla, sintiendo una punzada en su corazón, como una herida abierta.
-Esta bien, no hay nada que ocultar, cuando tienes una vida tan larga como la mía puedes tener diferentes trabajos que pueden darte mucho dinero.
Respondió con sencillez y eso era cierto, algunos trabajos le habían dado mucho dinero, así como su amistad con Alone, además de varias expediciones en las cuales encontró oro, joyas, tesoros para los civiles, con los cuales construyó su mansión, en la que esperaba vivir en compañía de su familia, Albaran, Kiki, Shiryu y Shun-Rei.
-Oro y joyas, toda clase de lujos…
Dohko finalizó, acercándose a Kiki, agachándose frente a él, acariciando su cabello con una sonrisa amable, de la forma en que recibió a Shiryu, de la forma en que le sonreía a Shun-Rei.
-Aunque debo asegurarte que todo esto es fruto de trabajo honrado.
Kiki no le creía, pensaba que el antiguo maestro era un tipo muy torcido si creía que ignoraría con facilidad que le había hecho daño a su omega, que le había lavado la mente o usado algo como el satán imperial, el había estudiado, no era flojo ni nada parecido, era lo que pensaba que sus padres podrían pensar era digno de su linaje, así tal vez, Mu no se marcharía como lo hizo.
-Algunos de mis tesoros son de personas o pueblos que he protegido, para muchos yo soy un héroe.
Eso lo dijo demasiado seguro, con una gran sonrisa, poniéndose de pie de pronto, para regresar a la cocina, donde esperaba poder preparar algo para sus invitados, una ensalada, un potaje y alguna clase de té, cuando Kiki se fuera a dormir, sacaría las bebidas más fuertes, de las que sabía Aldebaran disfrutaba.
-¿Cuándo se realizará la boda?
Preguntó su prometido, que ya tenía su nombre en su mano, respirando hondo, esperando su respuesta con cierto temor, sin saber que pensar, cómo reaccionar ante la información que le daría.
-Espero que en tres días, cuando Shun-Rei y Shiryu lleguen aquí.
Ellos estaban fuera en un viaje, también se había casado y esa era una de las razones por las cuales él también deseaba desposar a Aldebaran, comprendiendo bien que una vez como esposos, ellos harían su vida lejos de su cuidado, que él de nuevo estaría solo.
-Shiryu es el santo del dragón.
Había escuchado buenas cosas de él, a pesar de ser un santo de bronce, era muy fuerte, pero su cosmos era limitado, así como las posibilidades de lograr aumentar su cosmos, las guerras habían terminado, pero al menos, tendría una larga vida.
-Así es.
Dohko estaba orgulloso de su alumno, al que le había enseñado todo lo que sabía, acerca del dragón naciente, de la cascada de Rozan, del séptimo sentido, esperando que algún día aumentara su cosmos hasta alcanzar a un santo de plata.
-Shun-Rei es una dulce muchacha que rescate, es lo más parecido que tengo a una hija, así que supongo será la hermana mayor de Kiki.
Pronunció orgulloso de ella, esa chica fue su mundo por un tiempo, así como su alumno y cuando decidieron casarse, cuando salieron a conocer el mundo, supo que no deseaba estar solo, que ya era hora de presionar por lo que deseaba.
-No eres mi padre.
Kiki respondió con molestia, siendo demasiado grosero, aunque no fue reprendido por Aldebaran, que estaba pensando en esos tres días, tres días para casarse de nuevo, con el antiguo maestro, que ya poseía su nombre en su muñeca, aunque pensaba que había algo que no estaba bien en ello.
-Pero trataré de ganarme ese lugar, Kiki, si me das una oportunidad.
Respondió Dohko con una gran sonrisa, mirándolo con detenimiento, pero él no respondió a esas palabras, no deseaba que fuera su padre, ni siquiera deseaba ninguno, estos únicamente se marchaban y te dejaban solo.
-Porque no descansan un poco, tengo planeado un banquete para los tres.
Aldebaran comenzó a pensar en esa posibilidad, pero no deseaba estar solo, no quería descansar, por lo cual negó eso, prefería ponerse a cocinar algo para los tres, siempre era mejor mantenerse ocupado para liberarse de sus temores.
-Yo puedo ayudarte con ello, después de todo, ese es mi deber.
Respondió con una sonrisa, caminando en dirección de la cocina, ya sin nada en sus manos, su armadura se había quedado en su habitación, donde dormiría durante esos tres días.
-Puedo preparar comida casera para los tres.
Pronunció observando el sitio donde cocinaría, acostumbrado a usar leña, a usar ingredientes frescos todos los días, generalmente preparaba el almuerzo para dos, ahora sería para tres, pensando de pronto que aquel a sus espaldas debería tener cabello lila, no café.
-Eso sería estupendo.
Respondió el antiguo maestro, que sería su futuro alfa, el padre de Kiki, así como su esposo, por lo cual, debía acostumbrarse a esa realidad, buscar el amor que debía sentir por él, una sensación ajena, distante, aquella provocada por el cosmos de la diosa Afrodita.
-Kiki, tu puedes ir a descansar o pasear por ahí.
Kiki asintió, podía descansar pero lo mejor era salir de esa mansión, para poder practicar sus técnicas, pensando que estaba en sus manos proteger a su omega de ese loco, de ese mentiroso que actuó como el amigo de su padre, pero, lo deseaba como su esposo.
-Esta bien.
Susurro, pensando por un momento que no deseaba dejarlos solos, pero sabía que tenía que practicar, entrenar, para poder salvar a su omega, aunque se tardará algún tiempo, no podía dejarlo allí, solo, en compañía del antiguo maestro.
-Te llamaré cuando esté listo.
Dohko en ese momento tomó un asiento en la mesa del comedor, dispuesto a observar como Aldebarán comenzaba a cocinar sus alimentos, como si fueran una verdadera familia, algo que serían después de tres días, cuando por fin pudieran casarse.
-No te alejes mucho.
*****
Aioria veía con detenimiento su muñeca, sin saber qué había sucedido, sintiendo el ardor y el dolor en su piel, cuando el nombre de Shura desapareció, para marcarse uno nuevo, aquel de Loki, no Andreas, sino Loki, el dios de las mentiras.
-Aioria…
*****
Hola, muchas gracias por la larga espera y quiero que sepan que esta historia inspiró otra más que deseo que lean, les dejo por aqui el link, bueno, aquellos que puedan leer inglés, porque está en ese idioma.
La que se llama The Rot in that name y fue escrita por AlbielaAlbitalEscarraGlimnt1, este es el link. https://ao3-rd-8.onrender.com/works/64484500
Por cierto, este capítulo está dedicado a ella.
SeikenNJ.
Chapter 47: Guerra.
Chapter Text
Guerra.
Aioria veía con detenimiento su muñeca, sin saber qué había sucedido, sintiendo el ardor y el dolor en su piel, cuando el nombre de Shura desapareció, para marcarse uno nuevo, aquel de Loki, no Andreas, sino Loki, el dios de las mentiras.
-Aioria…
Aioria dio algunos pasos, tratando de alejarse de Shura, quien sostuvo su muñeca con fuerza, en un desesperado intento por hacerle regresar, pero el joven león se apartó tirando de su brazo, soltándose, su mirada oscureciéndose por unos instantes.
De pronto, sin dar una sola explicación volteo en dirección de Shura, para atacarlo con su plasma relámpago, usando toda su fuerza para intentar destruirlo, al mismo tiempo que daba un brinco hacia atrás, alejándose del alfa de cabello negro, cuya muñeca de pronto estaba desnuda.
El nombre del omega enfrente suyo había desaparecido, quien atacó para matarlo, al mismo tiempo que Loki comenzaba a reír, quien no estaba muy lejos de allí, observando el intercambio, realizando el golpe mortal que esperaba se llevará la vida de las sacerdotisas de Odin.
-Aioria…
Loki pronunció con calma, de la misma forma en que lo hizo en el pasado, pero esta vez sin mentiras, sin el cuerpo de Andreas interviniendo entre ellos, quien ya no existía más, mirando a su amado con una expresión torva, segura, pues sabía que habían triunfado.
-Ven conmigo Aioria…
Shura vio cómo extendía su mano para que Aioria la tomara, algo que hizo sin pensarlo, sosteniéndola con fuerza, como si eso fuera lo correcto, dejándolo atrás, como si nunca hubiera importado su amor o su compañerismo.
-Ya no hay nada que ver en este sitio, con este alfa sin destino.
Pronunció seguro con una sonrisa en su rostro, demasiado emocionado al saberse triunfante, acercando el cuerpo de Aioria al suyo, para besarlo con delicadeza primero, después con un poco más de fuerza, todo frente a la mirada del santo de capricornio.
-Loki.
Shura negó eso, no podía ser posible, no había forma de que borraran lo que compartían, pero aun así había sucedido, había llegado demasiado tarde para evitarlo, despertando de su estupor al ver como ese alfa besaba al joven león, a quien amaba con locura.
-Ven conmigo.
Aioria asintió con un solo movimiento de su cabeza, marcharía a donde tuvieran que ir, pero antes sosteniendo el cabello oscuro del dios de las mentiras acercó su rostro al suyo, apoderándose de sus labios, todo frente a la mirada furiosa de Shura, que trató de atacarlos en un intento fatuo para apartarlo de su lado, pero sin ningún esfuerzo fue detenido por un golpe de cosmos del dios de las mentiras, que no se apartó un ápice de su amado león.
Loki por un momento pensó en matar a Shura, pero tras meditarlo un poco detuvo su golpe, no había nada mejor que hacerle sufrir, hacerle ver que debía pagar por pensar en robarle a su omega, alguien que había esperado por todo ese tiempo, esos siglos.
-Quédate ahí, sufre y desespera.
Fueron sus palabras, antes de apartarse con su hermoso león en sus brazos, riendo un poco al ver su desesperación, su dolor, al saber que los hilos del destino habían sido arreglados, que nadie más podía recrearlos de nuevo.
-Conociendo lo que tuviste pero no fuiste digno de mantener.
Loki no estaba presente, pero Shura podía escuchar esas palabras como una burla fantasmal, haciéndole ver que había perdido a su amado, pero no, no estaba dispuesto a perderlo, por lo cual, poniéndose de pie, comenzó a elevar su cosmos, gritando su dolor.
-Comprendiendo que Aioria, el hermoso león, es solamente mio.
Aioria no era de nadie, y si no podía formar el nombre en su muñeca de nuevo, entonces, tendría que borrar aquellos en el cuerpo de Aioria y Loki, para seducir de la manera común a quien deseaba a su pareja, cuando no eras uno de los beneficiados por el destino.
-No… no lo voy a permitir.
*****
Alguien más siente el dolor del cambio, sintiendo una violación a su cuerpo, a su autonomía, temiendo ver el nombre de Fafner en su grabado en su piel, pero como si algo se interpusiera en ese acto blasfemo, este cambio no sucedió, fue detenido.
Puesto que las sacerdotisas de Odin, Lyfia e Hilda rezaban por sus soldados, al mismo tiempo que Freya acompañada de Hagen trataban de socorrer a Shura y a cada uno de quienes lo necesitaban.
Ambos son acompañados de Tholl y Heracles, quienes también ayudaban en la batalla, enfrentándose con los traidores, a los soldados que trataban de matar a la guardia de las sacerdotisas que oraban por el bienestar de su pueblo, siendo el conducto del cosmos de Odin.
-Siegfried.
Sorrento susurro al ver que Siegfried sostenía su muñeca sintiendo un dolor indescriptible, como si su muñeca se hubiera entumecido, viendo por momentos como las letras doradas del nombre de su alfa trataban de cambiar de forma, pero una fuerza exterior lo evitaba, sus diosas que rezaban por ellos, por su seguridad.
-¿Qué sucede?
Sorrento sentía el dolor de su muñeca, pero no le importaba tanto como acudir con Siegfried, su dulce dragón de dos cabezas, que le miraba sin saber que hacer, que decirle, mordiendo su labio con fuerza, provocando que un pequeño hilo recorriera su barbilla.
-¿Por qué estás tan pálido?
Siegfried observó con detenimiento a Sorrento, quien acariciando su mejilla espero por la respuesta de su omega, quien apenas podía comprender lo que había visto, el terror que sintió, lo espantoso del cambio de aquel nombre, especialmente, porque con ese cambio, llegó un sentimiento que no era odio por esa detestable criatura, algo parecido a amor.
-Alguien… algo… algo trato de modificar el nombre de mi muñeca.
Susurro pensando que si eso cambiaba, si eso pasaba, ni siquiera podría matarse antes de ser suyo, temiendo aquello que Fafner deseaba hacer con él, como deseaba destruirlo, humillarlo, sólo porque le había rechazado desde que le declaró su admiración.
-Por un momento vi como el nombre de Fafner aparecía en ella…
Y por un momento sintió algo que no fue desagrado por el sujeto de cabello blanco, ondulado, aquel que lo seguía a todas partes, que siempre lo estaba vigilando, que ingresaba en la biblioteca cuando él estaba ahí, que se presentaba en los baños cuando pensaba lavarse, en la taberna, que podía seguir cada uno de sus movimientos, esperando el momento en el que pudiera aprovecharse de su momentánea debilidad.
-¿Qué pudo suceder?
No lo sabía, sin comprender porque Sorrento estaba tan calmado, tan pacifico, quien solo se preocupaba por su bienestar, por su seguridad, pero le hubiera gustado ver angustia o molestía, no esa extraña paz, así tal vez no se sentiría tan asustado, como el único que no toleraba que le robaran eso, ese nombre en su muñeca.
-No lo sé, pero no deseo esto…
Susurro sosteniendo su muñeca, temiendo a ese sentimiento que iba creándose en su corazón, preguntándose si su amor era sincero, si su cariño por Sorrento era real, porque en ese momento no lo parecía.
-No quiero ser suyo.
Sintiendo que Sorrento acariciaba su mejilla, limpiando sus lágrimas, porque lloraba sin darse cuenta de que lo hacía, la mirada acongojada de su sirena fija en él, así como de pronto, sus brazos, el seguro peso de sus brazos le rodeo, para pegarlo a su cuerpo, acariciando su cabello con delicadeza.
-No le permitiré hacerte daño… aunque no seas mi omega… aunque borren tu nombre en mi muñeca, yo no permitiré que ese monstruo te haga daño…
Siegfried abrazo a Sorrento con fuerza, escondiéndose en su pecho, aferrándose a él con desesperación, dejando que el hombre de menor tamaño lo cuidara, lo protegiera, necesitando eso, ese afecto, ese trato suave, pensando que si no fueran destinados, si sus nombres no estuvieran escritos en la piel del otro, aun así le amaría.
-No puedo ser suyo…
Sorrento podía guardar su ira y su furia con demasiada facilidad, pero no por eso no dejaba de sentir odio por Fafner, por haber acosado a este hermoso guerrero durante tanto tiempo, sin ser castigado por ello.
-Recuerda mis palabras… aunque no fuera tu alfa, ahora que sé que existes, sé que no podría vivir sin ti o sin tu amor.
Sorrento lo besó con delicadeza, tratando de hacerle sentir mejor, acariciando sus mejillas con ambas manos, esperando verle sonreír un poco o por lo menos dejar de tener miedo, porque él iba a protegerlo, con o sin ese hilo que los ataba.
-No temas, no le dejaré hacerle daño.
Susurro con seguridad, porque después de aquel mensaje dejado a Fafner y ver que no comprendía la necesidad de apartarse de su omega, decidió que lo mejor era matarlo, asi no tendrian porque preocuparse por él ni por sus planes, ni por su nombre en la muñeca de Siegfried, los muertos no eran de cuidado.
-Pero…
Susurro Siegfried, recordando ese sentimiento que repentinamente lo inundó, aquel que no era odio por Fafner, ni temor, sino algo que no deseaba describir, algunos podrían decir amor, ese cambio le forzaría a amar a ese monstruo.
-¿Qué tal si yo lo deseo a mi lado?
Pregunto entonces, observando la mirada cargada de molestia contenida de Sorrento, pero no para él, sino para Fafner, su sirena, que le miraba fijamente, tratando de ocultarle su propios sentimientos, únicamente para tratar de hacerle sentir mejor.
-Si yo deseo que él esté conmigo…
No lo dijo abiertamente, pero lo que deseaba decir era que pasaría si le forzaban a amarlo, a entregarse a él como su juguete, como un objeto de deseo, un objeto para su placer, para satisfacerlo.
-Eso no pasará.
Sorrento no dejaría que pasara, porque iba a matarlo y creía que Siegfried entendía lo que no le estaba diciendo, porque pensaba que sería la clase de ser que Fafner era, de no tener el nombre del dragón de dos cabezas en su muñeca, no forzaría su nombre, pero si lucharía por apartarlo de su alfa, pero, al ser su destino, si creían que borrando su nombre se apartaría, estaban en un terrible error, porque según recordaba existían dos posibilidades, una era ser amado, otra morir.
-Debo… tengo que acudir con la señorita Hilda, ella sabrá que está pasando.
Sorrento asintió comprendiendo que estaba preocupado por la seguridad de su señora, como él lo estaría si creyera que Poseidón podía sufrir cualquier clase de daño, así que decidió acompañar a su omega a donde se encontraba la señorita Hilda, vistiendo su armadura, dispuesto a matar a cuantos soldados se interpusiera en su camino, él no era un pacifista.
*****
-Vamos a nuestro lecho…
Ordenó Alone, quien había esperado durante siglos por la oportunidad para poseer a su dragón, que asintió, sosteniéndolo de la muñeca, caminando hasta la cama, de la forma en que estaba seguro sucedía con ese géminis del pasado, como sucedería con Kanon, si no hubiera logrado aterrorizar con sus pesadillas.
-¿De quién eres?
Radamanthys volteo en su dirección, sosteniéndose de su cuello, para besarle con pasión, con demasiado deseo, sus lenguas luchando entre sí, sus manos recorriendo el cuerpo del otro aun vestidos.
-Soy tuyo… yo soy tuyo…
*****
Al acercarse al centro de Asgard, se dieron cuenta que una batalla campal estaba sucediendo frente a sus ojos, pero con agrado Siegfried vio que los dioses guerreros, la mayoría de ellos, aquellos leales al dios Odin comenzaban a llegar, enfrentado a los traidores, protegiendo a su pueblo.
-¿Qué sucede?
Pregunta al ver el cabello rojo de Alberich, que usando sus ramas atraviesa a varios de los soldados de Andreas, esperando recibir una respuesta, quería comprender qué pasaba, aunque, era obvio que estaban tratando de tomar el poder de su nación por la fuerza.
-¿Quieres saber qué opino? ¿Desde cuándo?
Alberich no podía evitar hacer rabiar a Siegfried, quien estaba a punto de decirle que no tenían tiempo para sus estúpidos juegos, sin embargo, Mime, que también peleaba en compañía de su amatista, suspiro molesto.
-Trataron de cambiar los nombres de los omegas seleccionados, los nacidos en Asgard fueron protegidos por la señorita Hilda y Lyfia.
Fue la respuesta de Mime, que tocaba su música, protegiendo la espalda del traicionero Alberich, que dejaba ver que tan fuerte era en realidad, aunque se trataba de un omega especialmente bajo.
-Su bendición evitó el cambio, pero, los soldados atenienses fueron hechizados, cada guerrero que carezca de la protección de su dios lo será...
Prosiguió Mime, seguro de que Alberich no iba a ser amable, ni le daría la información que necesitaban a Siegfried, quien había sido especialmente paciente con él, a pesar de sus constantes ataques a su autoridad.
-Ya veo…
Susurro, tragando un poco de saliva, observando el castillo, pensando que trataban de matar a las sacerdotisas, puesto que ellas eran quienes evitaban que Andreas gobernara Asgard y ellos, los que iban a ser maldecidos, padecieran ese cambio en el hilo del destino.
-Sorrento, toca algo de tu música, ayuda a mis aliados, yo tengo que ir con la señorita Hilda.
Ordeno de la forma en que lo hacia, la forma que Alberich detestaba, pero Sorrento no iba a dejarlo solo, no con ese demente vagando por ahí, no cuando deseaba matar a Fafner de la forma más dolorosa posible, por pensar en dañar a su dragón de dos cabezas.
-No, no me haré a un lado.
Pronunció con seguridad, logrando que Alberich sonriera, apreciando al pequeño alfa, que tenía las agallas, como él, para enfrentarse al gigantesco omega que daba órdenes como si tuviera el derecho a eso.
-En ese caso, sigue al grandísimo idiota que tienes como compañero.
Pronunció para Sorrento, ignorando las órdenes de Siegfried, esperando que se molestara por meterse en su discusión, pero francamente le daba igual, su líder no era el omega más inteligente de ese mundo.
-Siegfried es todo músculos, nada de cerebro.
Agregó con una sonrisa divertida, con una sonrisa como felina, esperando que Siegfried se molestara con él, algo que hizo, a punto de decirle que no era un erudito, pero eso distaba demasiado a ser un estupido, pero no tenía tiempo para eso, marchándose antes de escuchar lo que Alberich deseaba decirle.
-Alberich, sé amable, no ganas nada haciendo enojar a Siegfried.
Mime lo regaño, aun en la batalla, notando que Sorrento no se había movido de lugar, dudando si debía seguir a Siegfried o no, escuchando una risa de Alberich, que negó eso, pensando que no debían actuar solos, sino en compañía, de dos en dos, como mínimo.
-Yo solo estoy diciendo que es un omega muy alto y los dos sabemos que no es el más inteligente de los dioses guerreros.
Finalizó insultando a Siegfried de nuevo, Sorrento negó eso, sintiendo como Mime colocaba una mano en su hombro, él era un alfa, de otro de los dioses guerreros, tal vez deseaba decirle algo importante, algo más que insultar a su omega.
-Lamentablemente, en eso tiene razón, se deja llevar por sus instintos la mayoría de las veces y nunca pide ayuda, ve con él, evita que cometa alguna locura.
Sorrento asintió, marchándose, observando a los lobos de Fenrir llegar, así como una figura albina que atacaba usando el sigilo, ese era Kaza, hiriendo a quien se le cruzaba enfrente, la batalla estaba por cambiar de rumbo.
Al avanzar alcanzó a llegar a donde se encontraba Siegfried, su hermano se había dispuesto a buscarle, debían aumentar la protección de las sacerdotisas de Odin, ellas corrían peligro en ese momento.
-Hermano.
Su hermano estaba solo, algo que le sorprendió demasiado, pero debía existir una razón para ello, esa era la seguridad de las jóvenes elegidas por Odin.
-Los gemelos ya están con la señorita Hilda, pero debemos apresurarnos, los atenienses han caído.
Tres de ellos habían caído, el joven león era aquel que les preocupaba, ese soldado era demasiado poderoso para su gusto.
-¡Maldición!
*****
Saga sintió el cosmos de Mu en el Santuario, sorprendiéndose demasiado por ello, temiendo por su seguridad, al mismo tiempo que Aioros sentía el dolor de su hermano, llevando una mano a su corazón.
-Aioria…
Susurro, la fiebre del celo, el estupor generado por el mismo perdiéndose a causa del temor que sentía por su hermano, sintiéndose sucio por lo hecho con Saga, pero, comprendiendo que él era el único guerrero que estaría dispuesto a ayudarle a proteger a su hermano.
-Aioria está en peligro…
Pronunció caminando hasta donde estaba Saga, sosteniéndolo de los brazos, observándolo con desesperación, sintiendo el dolor de su hermano pequeño, temiendo que algo le habían hecho, sintiéndolo.
-Y si me ayudas a salvarlo, te perdonare…
Saga no respondió en ese momento, sin comprender lo que Aioros estaba diciéndole, la forma en que lo hacía, como si tuviera que comprar su ayuda, cuando eso no era necesario, con tan solo pedirlo, si tan siquiera deseaba algo, cualquier cosa, menos ser libre de él, se lo daría.
-Pero si le das la espalda, te odiare toda la vida.
Saga negó eso, no deseaba ser odiado por Aioros, aunque sabía que eso era lo que se merecía, su odio, su desprecio, así que si existía una pequeña oportunidad para ser aceptado, la tomaría, sería la clase de alfa que su arquero necesitaba.
-No me detendré hasta matarte.
Apenas habían llegado a un acuerdo, a un alto al fuego, por lo cual, Saga asintió, pero antes de eso, tenía que ver que sucedía con Mu, porque estaba en el Santuario y si esta vez estaba dispuesto a escucharlo.
-No temas por el…
Saga pronunció con delicadeza, esperando que Aioros le creyera, que pudiera ver que haría lo que fuera para protegerlo, para recuperar a Aioria, alejarlo del peligro, que él mismo había provocado, eso lo sabía muy bien.
-Te ayudaré a traerlo de regreso al Santuario.
Era una promesa que sí cumpliría, porque deseaba proteger a su amado, a su familia, pero sobre todo, porque deseaba ganarse el favor de Aioros, su perdón, eso lo necesitaba, más de lo que necesitaba respirar.
-Si con eso logro que no me odies tanto…
Aioros no respondió a esas palabras, todo ese tiempo pensando en su hermano, en su pequeño león lejos de ese sitio, a quien había abandonado desde el golpe del Satán Imperial, realizado por Kanon, no por Saga, Kanon, a quien odiaba más que a nada en ese mundo.
-Demuestra la fuerza que posees, aquella que puede destruir galaxias…
Pronunció desesperado, colocando sus manos en sus mejillas, como si quisiera besarle, acercando su rostro al suyo, sus labios a los suyos, un beso, que Saga no tuvo la fuerza para rechazar.
-Aquella que usaste para arrastrarme aquí…
Esas palabras se sintieron como una punzada, como si una aguja metálica se clavara en su corazón, haciéndole sufrir por ello, pero de nueva cuenta, él sabía que se merecía ese sufrimiento.
-Y lo pensaré…
Trataba de apartarlo de esa oscuridad que carcomía su alma, sería la funda de su locura, pero solo si le ayudaba a proteger a su amado hermano menor.
-Pensaré en lo que me dijiste respecto al dolor, a la locura que presentas cuando yo no estoy contigo…
Le demostraría que no era un demonio y que sus actos fueron parte de un plan mucho mayor, algo que había ideado el anciano en el pasado, a quien extrañaba todos los días, por cuya muerte aún se odiaba.
-Es más de lo que me merezco.
Dijo en un susurro acongojado, cerrando los ojos, desviando su rostro ligeramente, no deseaba ver el enojo de Aioros enfocado a su persona.
-En eso tienes razón…
*****
Los gemelos peleaban como si fueran uno solo, blanco con negro formando un escudo invencible que protegía a las señoritas Hilda y Lifia, seguros de su victoria, pero al mismo tiempo, Bud esperaba que Sigmund apresurara el paso, necesitaban refuerzos.
-Me hubiera gustado tanto poder entrenar contigo.
Pronunció Syd, pensando en lo agradable y divertido que eso hubiera sido, entrenar con su hermano, con su gemelo a su lado, las risas, atrapar conejos, cuidarlos, crecer juntos, ser unos hermanos de verdad.
-Aún podemos hacerlo.
Fue la respuesta de Bud, que creció en los bosques, criado por el buen hombre del que se trataba el cazador que lo cuido, que lo encontró, a quien planeaba llevar al cementerio de sus tierras, dándole una tumba digna de quien salvó a su hermano.
-Eso es cierto.
Sigmund, Sorrento y Siegfried llegaron en auxilio de sus compañeros, justo a tiempo para ver como Loki que observaba esa batalla desde la punta de una torre con el soldado ateniense a su lado, como si estuviera dispuesto a destruir esa parte del castillo, llevando a sus soldados, habían ganado la batalla.
-Señorita Hilda…
Siegfried colocó una rodilla frente a Hilda, que sonrió al verle, colocando una mano en su hombro, con una expresión piadosa, que convenció a Sorrento de sus buenas intenciones.
-Siegfried, Sigmund y un invitado…
No sabía quién era ese joven bajito de cabello esponjoso, pero al ver la forma en que se colocaba junto a Siegfried, comprendiendo que Bud era el omega de Sigmund, supuso que este joven hombre era su compañero, su alfa.
-Su nombre es Sorrento, es mi alfa…
Siegfried se apresuró a presentar a su hermoso alfa, quien asintió, sosteniendo la mano de su omega, que era alto, demasiado hermoso, poderoso, tan perfecto que sabía que atravesaría el mismo Inframundo para estar a su lado, sintiendo lo mismo que Kanon sentía por su dragón.
-¿Sorrento?
El asintió, ese era su nombre, esperando recibir la bendición de Hilda como compañero de su soldado más leal, de su dragón de dos cabezas, el hermoso Siegfried.
-Eres uno de los generales marinos, el más leal al dios Poseidón.
Ella sabía de quién se trataba, había escuchado historias sobre sus proezas, su poder, su cosmos, así como lo mortal que era su música, los cuervos de Odin tenían ojos, ellos le contaban lo que veían, lo que su dios sabía.
-He escuchado mucho de ti.
Fueron sus palabras, hablando como alguien mucho más viejo de lo que era una muchacha de su edad, seguramente, en ese momento se encontraba entablando una conversación con el dios Odin, el padre de todo.
-Tu música es tan mortal como aquella de Mime.
No supo qué decir, puesto que no conocía nada de este Mime, pero lo mantendría en mente, si tuviera que enfrentarse con ese soldado, que solo había visto una vez, en compañía de Alberich.
-Así es, Kanon de Dragón Marino me ha dado la oportunidad de acudir a Asgard, para tratar de ganarse el afecto de Siegfried y por el momento, me pongo a su disposición, no deseo perderlo.
Kanon era un gran líder, que conocía bien la importancia de los hilos del destino, su necesidad por protegerlos, para estar a su lado, aprovechar el tiempo que tenían para poder amarse.
-Eres tan dulce…
Ella sonrió entonces, con una expresión amable, permitiendo que Sorrento besara el dorso de su mano, con un movimiento galante, todo eso sin soltar la mano de Siegfried, quien estaba sonrojado.
-Justo lo que nuestro solitario Siegfried necesita, de eso estoy segura.
Probablemente eso quería decir que tenía su bendición, por lo cual, estaba agradecido, así que asintió, aunque, de todas formas, si no tenía su bendición, no se haría a un lado, no se apartaría de Siegfried.
-Loki ha modificado los hilos del destino, pero he tratado de proteger los suyos, pues Odin los ve con alegría.
Odin los aceptaba, así que era su deber protegerlos, mantenerlos firmes, o en todo caso, de fallar, deben destruirlos para liberar a quienes habían sido robados de ellos.
-Pero… si Loki tiene a quien desea, porque cambiar los otros hilos.
Fafner era un soldado traicionero, Surt también, lo que significaba que podía traicionarlo de pensarlo necesario, pero al mismo tiempo, si existían hilos intactos, los demás podían repararse, recuperar su forma adecuada.
-Loki regresara para matarnos, de eso estoy segura, no permitirá que le arrebaten la posibilidad de gobernar Asgard.
Sin contar que si ellas perdían la vida, Andreas, Loki, podría gobernar Asgard como siempre lo había deseado, podría apoderarse de los zafiros, del árbol sagrado, tendría el control de ese mundo, así como de sus destinos.
-Fafner y Surt no estarán tranquilos si no poseen aquello que desean.
No iba a decirles aquellas palabras, no deseaba que temieran por su vida, que su temor por ella, les evitará realizar aquello que necesitaban, para proteger el destino, el futuro de sus almas.
-Fafner quiere forzar un vínculo en mi.
Siegfried pronunció horrorizado, temeroso, sintiendo el cosmos de Sorrento, así como la preocupación de todos a su alrededor, especialmente su señora y su hermano, quien se prometía que lo protegería de cualquier clase de daño, él no estaba solo.
-Surt desea a un santo dorado, él habita el santuario, por lo cual está seguro.
Athena lo protegería con su cosmos, como no había hecho con aquellos que pensaba eran unos traidores, al haber abandonado su templo sin su permiso.
-Pero…
Susurro Bud, pensando en lo dicho por la señorita Hilda, pensando en el destino de los demás, aun el suyo, pensando que el nombre de su alfa era aquello que le daba la fuerza para seguir adelante, el imaginarse su encuentro, ser aquello que pudiera desear a su lado, a pesar de su pobre linaje, porque él se sentía como el hijo del cazador, no el de esos nobles que lo abandonaron en el frío.
-¿Por qué razón Loki estaría interesado en completar los deseos de sus aliados?
Como había dicho Alberich, Bud era especialmente inteligente, al ser un aldeano, al no tener la educación ni el sentimiento de seguridad ganada con los años de una crianza en la nobleza, veía lo que ellos no podían, se hacía las preguntas adecuadas.
-Porque mientras existan vínculos firmes, existe la posibilidad de que puedan ser restituidos los demás.
Bud asintió, suponiendo que aquella era una respuesta tan buena como cualquier otra, pero aún dudaba de las intenciones de los dioses, porque parecía que solo uno de ellos había obtenido el amor de su objeto de deseo.
-Aunque me temo que las damas del destino que tejen las vidas mortales han sido asesinadas.
Esa información era monstruosa, aún él comprendía que tan malo podía ser, pero fue Sorrento quien quiso saber qué sucedería si las Moiras habían sido destruidas.
-¿Qué haremos entonces?
Siegfried quiso saberlo, no deseaba ser la propiedad de Fafner, por lo cual, necesitaba saber que podía hacer para evitarlo.
-Existen dos opciones, la primera restaurar los hilos que los unen, la segunda, destruirlos…
*****
Kanon sintió en ese momento el cosmos de Mu y aunque deseaba buscar a su omega, destruir a Alone para que le dejara en paz de una buena vez, sabía que Mu estaba a punto de cometer una locura o de sufrir alguna clase de daño, porque su cosmos provenía del templo de Virgo.
-Mu.
Kanon comprendía bien la magnitud del amor que Shaka le tenía, por lo tanto, Mu estaba en peligro, si algo había sucedido con su lazo, al no estar Aldebarán con él.
-Maldición.
Y aunque tenía que acudir con su omega, debía cuidar de su hermano también.
-Maldición…
Por lo cual se transportó a ese templo, al mismo tiempo que su hermano gemelo hacia lo mismo desde el templo del patriarca, los dos buscando a Mu, quien era el menor de los tres niños criados por Shion, quienes se veían como hermanos.
-¡Maldita sea!
*****
Los dos llegaron al templo de Shaka, que recargando sus manos en la cintura de su hermano, besaba los labios de Mu, que actuaba fuera de sí, especialmente, porque él no era su omega, a quien sabían quería más que a cualquiera.
-¡Aléjate de Mu!
Fueron las palabras de Saga, que no podía creer lo que estaba viendo, su hermano, el menor de ellos estaba siendo sometido por Shaka, el que se decía ser el hombre más cercano a dios.
-¡Mu! ¡Aléjate de Shaka!
Fueron las palabras de Kanon, llamando la atención de Shaka, quien al escucharlos abrió los ojos con una expresión severa, esperando poder dañarlos con su cosmos, con su técnica especial, sin embargo, si la batalla con Aioria sería una de mil días, una batalla entre Saga y él sería mucho más larga, pero él perdería, una entre los gemelos y él, no duraría suficiente.
-¿Qué demonios le has hecho?
Pregunto Saga, quien era el más enojado de los dos, Kanon en cambio comenzaba a pensar en alguna forma de apartarlos, siendo él quien comprendía un poco mejor que estaba sucediendo en ese instante.
-No me ha hecho nada.
Fue la respuesta de Mu, demasiado pacífica, acercándose a Shaka, como lo haría si fuera Aldebaran, dispuesto a enfrentarse a ellos para proteger al hombre más cercano a dios, aunque Kanon diría era el más cercano al diablo.
-¿No te ha hecho nada?
Pregunto Kanon, negando eso, le habían hecho algo, lo mismo que le habían hecho a él, a su omega, pero le habían forzado a entregarse a Shaka, cuando su hermano menor nunca le había deseado.
-Entonces, cómo explicas que lo estés besando.
Dijo molesto, pensando con horror que eso mismo estaba pasando con Radamanthys, algo que no iba a permitir, pero, Mu también era su responsabilidad y era un gran problema si no lograban hacerlo despertar de aquel estupor.
-¿Dónde está tu omega y tu cachorro?
Saga preguntó de pronto, furioso por ello, por no ver a Aldebarán ni a Kiki, él era tan solo un niño, que ya había sido abandonado dos veces por su remedo de alfa, con quien deseaba tener algunas palabras desde su fuga, cuando no quiso escucharlo.
-Mi cachorro…
Susurro Mu, llevando una mano a su cabeza, pensando en su cachorro, a quien apenas había visto unos instantes, a quien Shaka no deseaba con ellos, no iba a cuidar de ese chico, sin importar que tuviera la sangre de Mu en sus venas, la sangre del toro lo ensuciaba.
-Kiki…
Saga le dijo, pensando en ese niño, el que más había sufrido por sus actos, pero el solo hizo lo que Shion le suplico, quien le pidió una muerte piadosa, después de siglos sin su alfa a su lado, aquel llamado Lune, un espectro, justo como el compañero de Kanon era otro espectro.
-Seguramente con Aldebarán, pero ya no importa más, solo Shaka y mi vínculo con el.
Al ver que la muñeca de Mu estaba grabada con el nombre de Shaka, como el suyo había desaparecido, supo que eso tenía que ver con ese cambio, sabía que tenía razón, pero Saga no comprendía esas palabras, esa falta de afecto por su cachorro, aunque en su rostro se reflejaba un sufrimiento tan grande como aquel que sufría cuando Arles se apoderaba de sus sentidos.
-¿Qué le has hecho?
Le preguntó entonces a Shaka, dispuesto a matarlo si no le daba una respuesta, si no le decía la verdad, que había sucedido con su vínculo, quienes eran los dioses que deseaban ser dueños del destino.
-Mu… ayúdame a darles una lección por tratar de separarnos.
Ordenó Shaka, al mismo tiempo que Mu encendió su cosmos, dispuesto a enfrentarse con sus hermanos, sin embargo, repentinamente escucharon unos pasos en esa oscuridad, viendo una sombra conocida, quien se daba cuenta que había llegado tarde, pero esperaba que aun hubiera una forma de evitar que el daño se expandiera en ese mundo.
-No te atrevas Mu…
Mu jadeo al verle, justo como sus gemelos, quien de nuevo llevó una mano a su cabeza, pensando en ese día, cuando perdió a su familia, cuando tuvo que escapar, cayendo de rodillas, gritando su dolor.
-No lastimaras a mi hijo Shaka…
*****
Me tarde un poco o mucho en realidad, pero aqui esta el siguiente capitulo, siento la tardanza, pero cosas pasan y espero este capitulo les guste.
SeikenNJ.
Chapter 48: Reencuentro
Chapter Text
Reencuentro.
Shion veía con demasiada sorpresa lo transformado que estaba Shaka, su forma de actuar tan falta de sentido común, de lealtad y honor, la forma en que trataba de usar a su hijo más pequeño, a quien iba a proteger, no le importaba en lo absoluto si tenía que matarlo para eso.
-Shaka tu no eres así, tú no deseas que Mu te odie.
Pronunció dando un paso en su dirección, esperando escuchar su respuesta, sin embargo Shaka no se movió, no dijo nada, solo permaneció en silencio, escuchando una voz en su cabeza, una voz femenina que le decía que eso era lo correcto, era lo que debía hacer, puesto que el toro no se merecía el amor que Mu le tenía, era débil, era feo y era infiel.
-Ni deseas forzarte en él.
No deseaba forzarse en el y no iba a hacerlo, pero no le permitiría terminar su vida en la compañía de ese ser inferior, era su amigo, era su aliado más cercano y si eso significaba matar a ese toro o forzar un vínculo en el, eso haría, eso era lo correcto.
-El me odiara de todas formas, porque no cumplir el único deseo de mi corazón.
Que era salvarlo de la desgracia, de la caída de esa luz de perfección que siempre le había rodeado, todo porque las Moiras decidieron que debían estar juntos, se dijo furioso, recordando las palabras de esa mujer de piel violácea, de cabello oscuro, que hablaba con la verdad.
-Yo soy mucho más digno que ese toro.
Mu escucho esa palabra, toro, y pensó en una sonrisa, en un abrazo suave, en un afecto puro, en risas, en un pequeño de ojos brillantes, nacido del amor de ambos, a quien vio poco tiempo, al que tuvo que dejar, así como a su omega, si, ese toro era su omega, alguien llamado Aldebaran.
-Alde…
Shaka atacó sin mostrar piedad en ese momento, tratando de matar a Shion utilizando su tesoro del cielo, al que pensaba era el mayor peligro, pero esta vez Saga se puso en su camino para evitarlo, un humano de cabello azul pero de ojos rojos inyectados de sangre.
-¡No tocaras a mi padre!
Fueron sus palabras, al mismo tiempo que se transformaba en el más oscuro, aquel que pudo realizar el acto que Saga no, darle paz a su padre, al gran patriarca, al omega de cabello verde que veía esa batalla con tranquilidad, pensando que Shaka estaba en desventaja, pero no comprendía porque no podía verlo el mismo santo de virgo.
-Solo tu puedes dañarlo Saga, como lo mataste por la espalda el día que asumiste el patriarcado.
Aun al más oscuro esas palabras le dolieron, porque ni siquiera él quiso matar a Shion y si lo mato no fue por poder, fue por un acto de piedad, como se lo había dicho a Aioros, su padre sufría demasiado, necesitaba ver a su alfa, solo podría hacerlo si perdía la vida, por lo tanto el dominio de Athena sobre su existencia, así como la única manera de verle de nuevo, al ser un espectro.
-Yo se lo ordene, fue un acto de piedad, de amor, no de avaricia.
Respondió Shion, frente a Mu, que escuchaba esas palabras con un terrible dolor en su corazón, recordando que tuvo que escapar de su hogar, de su templo, en medio de la noche, sin llevarse a su hermoso toro, ni a su pequeño de la mirada triste.
-Pues yo hago lo mismo, apartarlo de ese toro es un acto de amor.
No era un acto de amor, sino de egoísmo y no entendía cómo era que Shaka no podía verlo, no quería darse cuenta de la oscuridad detras de sus actos.
-Mu es hermoso, poderoso, él es perfecto y no se da cuenta que puede tener algo mejor.
No existía nada mejor que el amor puro, lo que compartía con su compañero de armas, al que había dejado solo en ese sitio congelado, a la merced de alguien más, de un anciano que apenas se veía humano, o un joven con una sonrisa falsa.
-En cambio defiende a ese toro, esa criatura tan repugnante.
Nadie podía entender lo dicho por Shaka, ni Kanon, ni Saga, ni Shion, eran palabras demasiado crueles, que nada tenían que ver con la personalidad que poseía el joven de cabello rubio, era como si fuera alguien completamente diferente.
-Aún como alfa sería feo, aunque tal vez su tamaño lo haría deseable para algunos.
Kanon escuchaba esas palabras, observando como Mu no dejaba de sostener su cabeza, sintiendo un dolor terrible, pensaba, por lo cual se acercó a él, colocando sus manos en sus hombros.
-Mu…
Susurro acercándose un poco más a él, notando la forma en la cual rascaba la piel de su muñeca, como si quisiera arrancarla de su cuerpo, tratando de pensar en algo más que no fuera la sonrisa de Aldebarán, el dolor en su mirada cuando se fue, la desesperación que debió sentir al saberse solo en el Santuario.
-Alde…
Como debió pensar que se fue porque no lo deseaba, porque no quería estar con él en ese sitio, porque no lo encontraba hermoso y entonces, se dio cuenta, no lo sentía al otro lado de la existencia, pensando por un momento que había muerto, que le había perdido, que ese hombre rubio le había hecho daño.
-¿Dónde está Alde?
Le pregunto angustiado, su rostro cubierto de lágrimas, pero Kanon apenas puede pensar en que responderle, cuando de nuevo rasca su muñeca, cortando esta vez la piel pálida con sus uñas.
-¿Por qué no lo siento?
Preguntó, respirando hondo, tirando de su cabello con tanta fuerza que pensó iba a arrancarlo, pero no lo hizo, su mente imaginando a su omega, a su cachorro, los dos estaban lejos, estaban en peligro, en las manos de un alfa codicioso, un hombre de cientos de años que no le interesaba el bienestar de ninguno de los dos.
-Mi cachorro… mi cachorro… mi compañero…
De pronto observó su muñeca con desagrado, leyendo el nombre de Shaka, que en ese momento peleaba con Saga y Shion, sin entender porqué tenía esa palabra en su piel, solo que no la deseaba, no quería que fuera su compañero, recordando las historias, lo que decían las ancianas.
-En… en las historias cuentan…
Susurró más para él que para cualquier otro, haciendo que Kanon se preguntará si tan siquiera le estaba escuchando o no, la leyenda del hilo rojo del destino, un hilo que te mostraba a quien debías amar o a quien ibas a matar, seguro que en ese caso, él debía matar a Shaka, para proteger a su toro, a su cachorro, aunque no tuviera su nombre en su piel, era a él a quien amaba.
-El hilo rojo te señala a tu amor o a quien estás destinado a matar…
Era la primera vez que Kanon veía a Mu con esa actitud, con esa furia, dejando que su cosmos se elevará sin detenerse, sin mostrar piedad, quien sabía era muy poderoso, pero no le gustaba la violencia, no era un guerrero que atacaba sin piedad a sus enemigos.
-¡Shaka!
Despertando de esa pesadilla, pero aun con ese nombre monstruoso en su piel, que encontraba odioso, que se quitaría a como fuera lugar, aunque tuviera que desollar su piel, no lo aceptaba.
-Borrare esta cosa de mi cuerpo.
Shaka por primera vez tuvo miedo, sintiendo que dos paredes de cristal chocaban contra él, como si fuera un mosquito entre dos manos, gritando debido al dolor que le recorrió, escupiendo sangre, sin siquiera pensar que Mu podía utilizar su técnica de esa manera, la que generalmente era un barrera de protección.
-¡Mu! ¡Detente!
Mu ni siquiera respondió, corriendo en contra de Shaka, recordando sus cartas, sus desesperados intentos por dar con su omega, aquellos que ese traidor destruyo, únicamente porque lo deseaba y menospreciaba a su dulce toro.
-Tendrá que suceder, así lo desea el destino.
Saga y Kanon trataron de detenerlo, pero Shion estiró el brazo como creando una barrera, permitiendo que Mu se vengara por lo que había hecho Shaka, aunque no creía que el hombre más cercano a dios supiera demasiado de lo sucedido.
-Fue Dohko…
Susurro Shion, porque sabía que ese cambio en el destino, esa aberración sucedida en tan solo unos instantes había sido un acto de su viejo amigo, que obsesionado del joven toro haría todo cuanto pudiera por tenerlo a su lado.
-Esto es obra de Dohko.
Repitió tratando de salvar la vida de Shaka, sosteniendo la muñeca de Mu, que quiso controlarse un poco, pensando que el maestro de libra lo deseaba ocupado en otra parte, así podría tomar a su esposo, a su cachorro, robarle todo cuanto tenía, lo que deseaba para él.
-Mu, debes detenerte.
No iba a detenerse, no podía, porque en ese momento su compañero estaba en peligro, uno que era mucho mayor si dejaba que Shaka se mantuviera con vida, porque ya había tratado de matar a su omega, intentó lastimar a su cachorro, ellos valían mucho más que un simple nombre en su muñeca, se dijo con seguridad.
-Shaka es indigno de cualquier sentimiento que puedas albergar por él, aunque esto sea odio.
Fueron las palabras de Shion que pronunció con demasiada calma, esperando que su hijo menor quisiera escucharlo, que no tratara de matar a Shaka, que le dejara escuchar porque estaba haciendo lo que hacía, quien lo convenció de ello.
-Intentó matar a mi esposo, ha retrazado el entrenamiento de mi hijo… e intentó violarme, usarme para matarlo.
No lo había hecho, pero sabía que le enviaría a matar a su omega, para liberarse de él y para ver cuánto poder tenía sobre su psique, el que parecía no era demasiado, se daba cuenta, puesto que su hijo, su esposo, lo necesitaban a su lado.
-Seguramente quiere que lo mates, así podrá irse sabiendo que fue importante para ti en algún momento de su eternidad.
Mu de pronto lo soltó, como si tuviera nauseas de tan solo tocarlo, como si fuera algo tan repulsivo que ni siquiera tolerará su roce, alejándose, tratando de apartarse de ese sitio, convencerlos de que perdonaría su vida.
-No quiero su marca en mi cuerpo.
Shaka trató de levantarse, pero fue atacado por los dos gemelos, que lo sostuvieron de los brazos, viendo como la armadura de virgo al sentirle indigno lo abandonara, acomodándose a pocos metros de distancia.
-Tu armadura te rechaza Shaka, sabe que tus actos han sido cometidos por egoísmo y no por amor.
Shion pronunció con molestia, tocando la armadura de Shaka, tratando de que le diga lo que ha visto, lo que sabe, pero solo ve como Dohko pelea con el, lo amenaza, pero al final le dejó ir, el antiguo hombre más cercano a dios no sabe demasiado y cuando comienza a escuchar la voz de una mujer con ojos rojos, una voz demasiado seductora para ignorarla se apartó, sintiendo que el también podía ser corrompido por ella.
-No hago esto porque mi odio por ti sea tan profundo que tenga que matarte, sino, porque si tu sigues con vida, mi compañero y mi cachorro corren peligro… así que… no lo hago por ti, sino por él, por mi amor.
Susurro Mu de pronto, atacando a un desprevenido Shaka, usando su cosmos que era mayor al del rubio, sin embargo, al ser un pacifista, al no desear mancharse las manos de sangre, sus peleas nunca habían sido a muerte, solo habían sido para defenderse.
-Mu, te dieron una orden.
Fueron las palabras de Saga, que siempre había sido el mejor hijo, el más obediente de los tres, quien observaba cómo el cuerpo de Shaka quedaba en el suelo, esperando recibir un golpe de Mu o alguna de sus técnicas.
-No todos somos el hijo modelo, Saga, Kanon y yo no somos tan obedientes.
Kanon arqueo una ceja, observando como Mu caminaba hasta donde se encontraba el mayor, para golpear su rostro con el puño cerrado, con suficiente fuerza para que sangrara de labios y nariz.
-Yo no estaba durante esa noche, Mu, pero a diferencia tuya, yo si quise escuchar a Saga.
Le dijo con molestia, después de todo era su hermano y el día que regresó al Santuario lo hizo para evitar que matara a su omega destinado, para controlar al más oscuro, que estaba libre, furioso, creyendo que había muerto su gemelo, todo por la diosa Athena.
-No discutan, solo tengo unas cuantas horas para guiarlos.
Pronunció Shion, pensando que ya nada tenía que hacer y que Mu estaba en su derecho para exigir su retribución por el daño que había sufrido su omega, por lo cual, observando a sus tres hijos comenzó a caminar hacia ellos.
-Si tu me hubieras escuchado antes de salir como un demente del Santuario buscando mi muerte, no habrías dejado solo a tu omega ni a tu cachorro.
Fueron las palabras de Saga, el blanco, no el más oscuro, el que era mucho más malvado que Kanon, aunque su pequeño no era malvado, solo actuaba de esa forma, como alguien malvado porque creyó que eso era lo que se esperaba de él.
-¿Por qué no me dijeron?
Pregunto Mu en dirección de ambos, esperando que Kanon le dijera que estaba sucediendo, pero él se encogió de hombros, él no sabía nada de lo sucedido, él había sido encerrado en su celda mucho antes de la muerte de Shion, el acto de piedad realizado por el mayor que le dio dominio al más oscuro de su psique por demasiado tiempo.
-Yo no lo sabía.
Quiso defenderse, esperando que Mu no lo golpeara, algo que no hizo, únicamente se cruzó de brazos, la marca con el nombre de Shaka tornándose blanca, como una quemadura de frío, marcando su piel de esa forma.
-Habían pasado más de doscientos años sin mi destinadó, él estaba vivo, en el Inframundo, yo si acepte mi vínculo, a diferencia de Manigoldo y Albafica, que rehuyeron lo que pudo darles paz, aunque… parece que actualmente están juntos, en el Santuario.
Shion tenía que decirles lo que sabía Saga, lo que le explicó buscando su muerte, aunque aquella ocasión estaba mucho más desesperado, viejo y cansado, siendo solo una cáscara de quien fue, creyendo que sería un ser repulsivo para su alfa.
-Afrodita y Deathmask, pero, no es lo mismo, cada vínculo está creado para ese momento de tu vida, Manigoldo pudo aprender mucho de Thanatos, Albafica hubiera conocido la felicidad o la paz en los brazos de Minos.
Pero ellos no lo aceptaron, prefirieron morir antes de entregarse a alguien del ejército enemigo, así eran las reglas del Santuario, pero Shion, desde que conociera a ese alfa no había dejado de pensar en él, en su belleza, en su seguridad, en la forma en que le ofreció un lugar en el Inframundo.
-Al ver su dolor, la forma en que murieron, sentí miedo y acudí a una zona neutral, antes del anochecer, allí estaba él, como si me hubiera sentido.
Shion aun recordaba ese día, cuando fue a verle, buscando un poco de paz, un solo instante de pasión, algo que no debía permitirse, pero aun así lo obtuvo, un pedazo de dicha arrancado de las fauces de la guerra.
-Fue un momento de dicha, pero la guerra siguió su curso, yo tuve que matarlo.
Dijo al final, aun le dolía ese último enfrentamiento y hubiera abrazado a la muerte, si eso significaba estar con él de nuevo, algo que no sucedió, él fue seleccionado como patriarca, Dohko para vigilar los cinco picos.
-Dohko estaba enamorado de alguien más, era otro beta, su nombre también fue Aldebarán y temo que ese chico, ese pobre muchacho es la misma alma, pero no está destinada a amarle, sino, tenía tu nombre en su muñeca.
Dohko no era correspondido, tal vez eso era lo peor, que a pesar de lo mucho que pudo querer a su aliado, este no lo amo, de hacerlo, tal vez pudieron buscarse, pero, existía el detalle de que su viejo amigo, no murió, debía morir para que pudiera encontrar a un igual, renacer, ser seleccionado por las Moiras, algo que no sucedió.
-Pero Dohko no lo entendió.
Susurro con molestia, recordando la ocasión que fue a verle, cuando su viejo amigo le hizo temer por la seguridad de ese niño, pero al pensar que le conocía, no creía que fuera capaz de hacerle daño.
-Yo le prohibí regresar al Santuario, acercarse a ese joven, además, era tu destinado y no solo eso, ese pequeño fue el único que logro sacarte de tu letargo, a diferencia de los gemelos, tú eras demasiado taciturno, siempre entrenando, sin buscar problemas, ni tratar de doblar las reglas…
Eso no era sano para ningún niño se dijo Shion con una sonrisa de añoranza en su rostro, recordando la primera vez que Mu dejó sus tareas para ir a verle, hablando tanto como no lo había hecho nunca, agobiando al otro niño, que seguía su conversación con algunos cuantos problemas.
-Me preocupaba mucho, no sabía que estaba haciendo mal, pero Aldebarán logró que salieras de esa tristeza, los dos se hacen mucho bien, los dos se aman, así que traté de decírselo, pero Dohko no lo entendió.
Shion dijo molesto, sin poder creer hasta donde había llegado ese viejo temible, creyendo que ya era momento de darle su descanso, tal vez así, podría comprender el significado del no.
-Eso no me explica porque Saga te asesino.
Su padre negó eso inmediatamente, colocando una mano en el hombro de Saga, sin creer lo que le decía, la forma en que lo hacía, porque estaba hiriendo a su hermano y él solo se conmovió de su dolor, era un buen hijo después de todo, al que siempre le había pedido más de la cuenta.
-No, el no me asesinó, el me dio el descanso, yo iba a morir de todas formas, mi viejo corazón ya no lo toleraba más, ni las batallas, ni mi necesidad por estar con mi amor, con mi alfa, así que le pedí que me matara, quería morir como un guerrero.
Mu jadeo asintiendo, Kanon le había criado a su gemelo y al más oscuro cuando le dijo su historia, porque esos dos casi nunca estaban de acuerdo en nada, Saga sintió que un terrible peso se le quitaba de encima.
-Siento tanto haberte hecho eso Saga, obligarte a matarme, cuando ya habías perdido a Kanon…
Kanon se encogió de hombros, porque sabía que sus planes eran merecedores de ese castigo, aún lo eran, aunque se habían suavizado y aunque buscaba la paz, Shion siempre les dijo que el fin no justificaba los medios.
-Esperaba que quisieras escuchar a Saga, nunca supuse que escaparías para buscar vengar mi muerte, ni que dejaras aquí a tu omega con tu cachorro, eso fue mi culpa.
Mu asintió, eso había pasado, él se había marchado sin darle una oportunidad para explicarse, dejando atrás a su omega, a su cachorro, sin pensar en su seguridad, solo en su venganza.
-Debí suponer que Aldebarán no quería seguirte.
Ni siquiera le había dado la oportunidad para seguirlo y en ese momento sabía que su toro lo hubiera seguido, sin hacer preguntas, solo porque le amaba.
-Así que… lo que dijo Saga es verdad, así que todo este tiempo lo desperdicie buscando una absurda venganza cuando pude estar con ellos…
Nadie se atrevió a decirle que eso era cierto, Mu estaba cargando con demasiado en ese momento para hacerlo, aun así, podían ver cuanto le dolía no haber creído en su hermano, apartarse de su familia cuando eso no era necesario.
-Pero… tú me buscabas, mandaste a demasiados soldados tras de mí.
Eso lo recordaba demasiado bien, a todos ellos los mató antes de que pudieran abrir su boca, tal vez, solo eran mensajeros con una promesa de paz que se negó a aceptar.
-Eran mensajeros, deseaba comunicarme contigo, pero tú los mataste apenas tenías una oportunidad.
Saga le dijo molesto, su mirada pintándose de rojo de momento, el más oscuro deseaba hacerse presente, quejarse de Mu, de las acciones de los demás, pero sobretodo, que Shion hubiera cargado a Saga con ese dolor, convirtiéndolo en el ser que más odiaban en el Santuario.
-Nunca quisiste escucharme.
Se quejó empujando dos dedos contra el pecho de Mu, que permitió ese gesto, pensando en algo más, mirando a Shion con una expresión distante, pensando en sus palabras, en las intenciones del anciano maestro para su omega, las que siempre fueron claras, entonces, no era venganza, era deseo genuino, algo aún peor.
-Pero si…
Susurro Mu, sin saber como decirle a su maestro porque no hizo nada para protegerlo, si sabía de lo que Dohko era capaz.
-Si sabías de las intenciones de Dohko para Aldebaran, porque no hiciste más que ordenarle que se detuviera, porque no lo pusiste a salvo.
Fueron las palabras de Mu, quien comenzaba a molestarse con su padre, quien desvió la mirada, preguntándose lo mismo, porque le dio la espalda, porque le dejó hacer su voluntad.
-¿Por qué la armadura de Libra no lo ha abandonado?
Quiso saberlo Saga, aunque la armadura de geminis no lo había abandonado, eso era porque esa armadura toleraba la dualidad del bien y del mal, estaba creada para ello, pero la de libra, esta media las intenciones de los demás, significaba la justicia, sería la primera en abandonar a un mal hombre.
-Lo que porta no es la armadura de Libra, solo es una ilusión, en realidad viste la sapuri, una creada por Hades, cuyo cosmos es utilizado por alguien de nombre Alone.
Shion les explicó con demasiada paciencia, recordando al joven que parecía inocente, pero deseaba destruir ese mundo, quien era un monstruo aun peor que cualquiera de los espectros.
-¡Alone!
Susurro Kanon angustiado, debía irse, tenía que recuperar a su omega de los brazos de esa bestia, quien seguramente lo había secuestrado para saciar sus sucios deseos.
-Alone ha secuestrado a mi omega, él es uno de los que debieron cambiar nuestros nombres, borraron mi lazo con él.
Shion observó la muñeca desnuda de su segundo hijo, cerrando los ojos, recordando que alguien mas había nacido sin una marca en su muñeca y según vio al reparar su armadura, que Aspros estuvo enamorado de un espectro que también rechazaba al destino, a este Alone, cuyo nombre era Radamanthys, de quien estaba perdidamente enamorado.
-No temas Kanon, eso no quiere decir que tu omega no te ama, porque aun lo hace, ustedes han luchado por estar juntos.
Dijo recordando la vida de Aspros, como hubiera rezado a cualquier dios para cambiar los nombres en sus muñecas, para poder ser amado por Radamanthys en la libertad del Santuario, por poder amarlo a su manera.
-¿Esos sueños son reales?
Shion asintió, eran reales, aunque no significaba que fueran las mismas personas, así no funcionaban los vínculos, ni las reencarnaciones, cada vida era un lienzo en blanco.
-Ustedes son diferentes, pero aun así se aman y seguramente Radamanthys de Wyvern querrá pelear por estar a tu lado, él defenderá tu vínculo con él, al ser la segunda vez que pueden encontrarse.
Kanon deseaba creer en sus palabras, pero estaba demasiado asustado porque no eran reales, después de todo, su omega le temía, lo creía un monstruo creado para hacerle daño, algo de la peor clase.
-¿Qué hay de tus antiguos aliados?
Esta vez fue Saga quien quiso saberlo, temeroso por el dolor de su hermano, sus hermanos, quienes habían perdido a sus omegas en cuestión de segundos.
-Los que dices que rechazaron su vínculo.
Necesitaba saber qué había pasado con ellos, si habían logrado encontrar la paz, si ese rechazo era eterno, si Aioros podría liberarse de él si morían en el enfrentamiento que estaba seguro se avecinaba.
-Su vínculo es mucho más fuerte porque ha sido buscado, con su amor y su respeto, en cambio, los creados de forma artificial son mucho más débiles, fáciles de romper.
Saga no sabía cómo tomar esa información, porque eso significaba que él también iba a perder a su omega, pero por los actos realizados en su contra, por sus propias decisiones.
-Y tal vez, eso sea lo mejor, destruir los vínculos para que ustedes puedan estar juntos, porque así lo desean, no porque deben hacerlo.
Shion quiso asegurarles que aunque no tenían los hilos atándolos, aún tenían esperanza, sin embargo no sabía lo que había sucedido en su ausencia, porque Saga parecía sufrir un terrible dolor debido a ello.
-Lo único que me une a Aioros es ese vínculo, nada más.
Susurro cubriendo su rostro, sintiendo que iba a perder el control de sus emociones, sin embargo, cuando Shion sostuvo sus hombros, hizo lo impensable, sintiéndose como un chiquillo se aferró a su cuerpo y comenzó a llorar.
-¿De qué estás hablando?
*****
Radamanthys caminaba en dirección de una estatua que representaba al espíritu de Kanon y el de Aspros en una sola imagen, en ocasiones vestía su armadura de geminis, poco después su traje de entrenamiento, el vestuario del patriarca oscuro y un traje sastre, muy sencillo, del siglo dieciocho.
Actuando como si fuera su enemigo, elevando su cosmos, a punto de destruirlo, siendo esa una representación de su cosmos, de su unión, de su pasado conjunto, un vínculo que ambos habían cuidado, sin embargo, el joven Radamanthys, vestido con una túnica con detalles dorados que dejaba parte de su cuerpo al descubierto, deseaba destruirlo.
-¡Detente!
De pronto se escucho un grito desesperado, de alguien vestido de negro, con lo que era la ropa de entrenamiento que usaba mientras aun estaba vivo, caminando hasta donde se encontraba el joven, empujándolo con fuerza, para tratar de apartarlo de la estatua, colocándose entre ambos, como si estuviera viva.
-Basta, detén esta locura.
Los dos eran iguales, con la misma cantidad de cosmos, uno vestido con una hermosa túnica con detalles dorados, el de negro, viéndose con desagrado, Radamanthys juez sin comprender que estaba haciendo el joven, porque deseaba destruir ese pequeño resquicio de su vinculo forjado con su cosmos.
-¿Qué es lo que estás haciendo?
El joven negó esa pregunta, sin comprenderla, creyendo que el soldado a sus espaldas era el culpable de todo su sufrimiento, de su dolor y de su desesperación, por lo cual, deseaba destruirlo, sin comprender lo que significaban para él ser el compañero de Alone.
-¿Por qué te entregas a él?
Radamanthys pudo ver un nombre escrito en su muñeca, ese era el de Alone, aquel que el borro de su cuerpo, su piel estaba dañada a esa altura y podía verse los restos del nombre de Kanon en este, que era la misma alma de su compañero del pasado, aunque no eran la misma persona, con las mismas decisiones.
-Porque es un mejor alfa que ese mentiroso.
Radamanthys esquivó un intempestivo puñetazo y después una patada, saltando hacia atrás, observando la estatua de su alfa, la que debía proteger a toda costa, de lo contrario, su unión se perdería para siempre.
-Nos ha traicionado.
Eso era una mentira, su alfa no los había traicionado, había hecho todo cuanto estaba en sus manos para apartarlo de Alone, para protegerlo, pero este niño estupido no comprendía la clase de suerte que tenía al estar con él, con alguien bueno, que le obligaban a actuar como un demonio.
-El debe morir por esto.
El joven dijo con seguridad, tratando de cortar la estatua en dos, despedazarla con su cosmos, viendo como Radamanthys juez lo empujaba, tratando de apartarlo, desviando con éxito ese golpe.
-¡No! ¡No tiene que morir!
Esta vez fue él quien lo atacó, propinándole un fuerte puñetazo en su rostro, seguido de uno en el estómago, para después recibir una patada en el costado, un golpe lo suficiente fuerte para hacerlo caer al suelo, su boca sangrando.
-No te lo permitiré, no le harás daño.
Radamanthys se levantaba con cierto esfuerzo, respirando hondo, observando al joven fijamente, quien sonreía con una expresión siniestra, notando que era mucho más fuerte que él.
-El te ha convertido en una mascota.
Para el joven esas palabras tenían sentido, Kanon lo había transformado en un perro obediente que buscaba lamer su mano, comer las migajas que le diera, por eso lo defendía, porque el juez era un hombre débil, demasiado ridículo.
-¡No es más que un mentiroso!
El joven quiso apartar de nuevo a Radamanthys para dañar la estatua, pero el juez lo detuvo de los brazos, lanzandolo lejos, aunque su cosmos estaba debilitado, había luchado con Alone durante todo ese tiempo, desde que fue capturado por ese demonio que le deseaba como esclavo.
-Un embaucador.
Tal vez lo era, pero eso no era malo, para el juez que no era tan inocente como el joven, el que fuera un embaucador significaba para el que se trataba de alguien astuto, algo que admiraba de ese hermoso alfa.
-Tal vez para ti sus palabras te parezcan una mentira, pero yo solo veo la verdad.
Quiso explicarle que sus palabras eran ciertas, observando con ternura el cuerpo de piedra, esa estatua a sus espaldas, pensando que le amo en el pasado, quién era realmente hermoso.
-El nos ama y nosotros, podemos amarlo también.
El joven negó eso, como si no pudiera escuchar sus palabras, como si no pudiera creerle, atacándolo de nuevo, golpeando su costado, al mismo tiempo que él golpeaba su rostro, un golpe recto que le hizo retroceder unos pasos.
Su contrincante junto sus manos para golpear su cabeza con estos, haciéndolo caer al suelo, tratando de avanzar en dirección de la estatua, sin embargo, él respondió pateando su tobillo, haciéndolo caer.
Levantándose de un solo salto, para atacar de nuevo, comprendiendo que el joven no deseaba escucharlo, ni entenderlo, creyendo en esas pesadillas, temeroso de ellas, sin imaginar, que esas ilusiones, esas imágenes eran lo que hubiera sucedido con el de aceptarlo como su alfa, si Alone fuera su dueño.
-¡El te arruinó!
Fueron las palabras del más joven, cuando de nueva cuenta pudo derribarlo, señalando la estatua que seguía de pie, la que deseaba destruir, hacer pedazos, para apoderarse de su libertad, conquistarla.
-¡Te has convertido en el hazmerreír del Inframundo!
El joven caminaba en su dirección, tratando de acercarse a Radamanthys que se iba levantando poco a poco, recibiendo dos patadas en su costado, cayendo de nuevo al suelo dos veces, observando a su otro ser con desesperación, él no deseaba escuchar una sola de sus palabras.
-¡Te ha hecho creer en sus mentiras!
Casi le gritó, esperando escuchar una respuesta que tuviera sentido para él, pero Radamanthys guardó silencio, negando eso, no eran mentiras, su amor no eran mentiras y era la única sensación dulce que recordaba, que había sentido en su eternidad.
-Por su culpa tú rechazaste a tu verdadero alfa.
Radamanthys el juez trataba de recuperar su cuerpo, dejando en el fondo al joven, pero se daba cuenta que en ese momento estaba demasiado debilitado, al mismo tiempo que el joven Radamanthys, el muchacho mortal, ignorando el miedo que sentía por el alfa de cabello oscuro, solo porque había forjado un vínculo en su alma, besaba los labios de Alone en el mundo real.
-No miente, cuando veo sus ojos y escucho sus palabras, se que no miente cuando dice amarnos.
Susurro levantándose de nuevo, aun interponiéndose entre su yo más joven e ingenuo y el único lazo que mantenía con su alfa, aquel que había seleccionado, por quien había peleado, quien le amaba, lo sabía, era su única verdad.
-Si él no existiera tú no tendrías que sufrir.
Si el no hubiera existido, habría sido destruido por Alone, él habría carecido de la fuerza de voluntad para enfrentarse a ese pequeño demonio que trató de robarle su existencia a su dios Hades, que le había abandonado, no así su hermoso Kanon.
-El me dio la fuerza para resistir.
Esta vez fue él quien golpeó al joven, apartándolo de la estatua, si eso era lo único que podía hacer por el momento, tenía que proteger su vínculo con Kanon, esperando el momento en el cual tuviera poder suficiente para derrotar a su otro ser, o por lo menos, que Alone perdiera el control que tenía en su psique.
-Tenemos el nombre de Alone en nuestra muñeca.
El joven señaló su muñeca con seguridad, como si solo por ello tuviera que aceptarlo a su lado, pero eso era una mentira, las historias decían con claridad que estabas destinado a amar al dueño de ese nombre o en su caso, matarlo.
-No… no lo acepto y tú tampoco deberías.
Dijo seguro, observando cómo su piel brillaba en donde el nombre de Alone estaba escrito, letras rojas que trataban de sobresalir de entre las azules que eran aquellas que tenían el nombre de Kanon, por fin, después de doscientos años.
-¿Cuál es la diferencia?
Pregunto con burla, señalando algo a sus espaldas, una figura oscura, quien pensaba era Alone, si no hubiera sido un mocoso ridículo, pero a diferencia de lo que sucedía con Kanon, él no lo deseo, sino que sintió desagrado al verle.
-Kanon nos ama, él ha luchado por tener nuestro nombre en su muñeca, por separarnos de ese monstruo.
Esta vez fue él quien quiso señalar a Alone, porque sabía que era un monstruo, ante el que no se iba a arrodillar, no lo aceptaba, ni lo aceptaría nunca, se dijo, observando como la figura de Alone se detenía junto al más joven, para besar su cuello con delicadeza.
-Alone también ha luchado, él se ha esforzado por recuperar este nombre, el destino así lo desea, porque luchar.
Radamanthys negó eso, observando con desagrado como Alone besaba el cuello del más joven, ofreciéndole una mano a él, esperando que caminara a su encuentro, negando eso, no lo aceptaba, no lo deseaba a su lado y jamás lo haría.
-Porque no quieres ser un esclavo.
Fue su respuesta, no sería el esclavo de nadie, se dijo furioso, sintiendo desprecio por el más joven que no tenía fuerza suficiente para enfrentarse a él, ni la voluntad para ello, todo debido a esas pesadillas, a esa juventud que poseía.
-Y tu quieres ser el esclavo de ese mentiroso.
Radamanthys negó eso, no mentía, Kanon era sincero cuando decía que le amaba, al igual que Aspros, ellos le amaron y de poder regresar el tiempo, habría escapado con él, buscando un lugar a su lado, una vida lejos de la miseria, como lo hizo su prima.
-No miente.
Repitió, esperando que el joven quisiera escucharlo, pero no lo hizo, en vez de eso beso a la figura de Alone, que no dejaba de mirarle fijamente.
-El no miente… cuando dice que nos ama.
No era como Alone, que mentía, sus sentimientos para con él no eran amor, era deseo, era posesividad, deseaba convertirlo en su esclavo, era lo que él deseaba, era lo que él quería, someterlo a su voluntad.
-Alone tampoco y esas pesadillas son una muestra de lo que Kanon es capaz de hacernos, ahora que le hemos dado la espalda.
Radamanthys negó eso, pensando en apartar a ese joven de Alone, pero sabía que ese demonio esperaba una forma de robarle su vínculo con Kanon, esa pequeña parte que aún los mantenía unidos, la que le evitaba ser suyo por completo.
-Es una mentira.
Susurro Radamanthys negando eso, comprendiendo con horror que el más joven debía estar en compañía de Alone, era por ello que podia verle en ese sitio, que casi lo sentía en ese lugar y seguramente, no se detendría hasta que pudiera cumplir cada uno de sus caprichos.
-No, yo no miento, yo no soy el embaucador y no dejaré que nos convierta en su esclavo.
Ese joven estaba equivocado, creía en la persona que les había esclavizado, que los había seguido por toda la eternidad, pero pensaba, que Alone no se conformaría con el cuerpo del joven Radamanthys, no era lo mismo tener a ese gatito, ese pequeño niño idiota, que apoderarse del dragon que se le había negado todo ese tiempo.
-Alone nos protege de sus mentiras.
Susurro seguro, acariciando la mejilla de Alone, dando la vuelta para besarle, pero todo el tiempo el alfa no dejaba de verlo a él, a la estatua a sus espaldas, que trataba de proteger su vínculo con su alfa, que no solo era el destinado, también a quien él elegía.
-A quien tú rechazaste en su juventud, cuando pudiste tener el mundo entero en tus manos.
El joven se dio cuenta que Alone le veía fijamente y en vez de enojarse, de atacarlo, le ofreció una mano, para que los acompañara en esa locura, pero no lo haría, no lo aceptaba a su lado, no lo deseaba con él.
-No entiendes lo que estás provocando.
Pronunció, notando que el joven se apartaba de Alone, para atacarlo de nuevo, golpeando su pecho con el puño cerrado, lanzándolo a los pies de la estatua de Kanon, que parecía verle, como esperando su respuesta.
-¿Por qué no lo ves?
Radamanthys se levantó al mismo tiempo que el joven trataba de dañarlo, pisando su cuerpo, al mismo tiempo que de un salto lo esquivo, girando en el suelo, atacando a su otro yo, sosteniéndolo del brazo, para tratar de romperlo.
-Este alfa nos ha arruinado, te destruyo.
Respondió el joven liberándose de su llave, atacando de nuevo, dándole un cabezazo, pisando uno de sus pies, obligándolo a retroceder, pero recibió tres fuertes ganchos en el costado, los que le hicieron elevarse de momento.
-No es más que un mentiroso y debe morir.
Radamanthys negó eso, no iba a morir, no lo aceptaba, no iba a aceptarlo ni a permitirlo, aun en ese momento tenía la fuerza de voluntad para enfrentarse con Alone, con el mismo de ser necesario.
-No te lo permitiré.
Fue su respuesta, sosteniendo a su joven versión de las mejillas, esperando que escuchara sus palabras, que las entendiera, aún estaban a tiempo para defenderse.
-El es sincero, él nos ama.
Pero era como hablar con un sordo, con alguien que no entendía lo que se le decía, ni siquiera le importaba.
-Cuando nos topemos de nuevo, lo mataré, así podremos estar seguros.
Radamanthys apretó los dientes, dándole un cabezazo, tratando de golpearlo de nuevo, pero Alone lo atacó, metiéndose en esa batalla, haciéndolo caer al suelo, frente a la estatua de su alfa elegido.
-No, no te lo permitiré.
Susurró tratando de levantarse, pero de nuevo esas serpientes negras sostuvieron sus piernas, sus muñecas y parte de su cuerpo, tratando de someterlo, para que pudieran destruir la estatua que protegía.
-Tú no importas mas y ese alfa será destruido.
El juez comenzó a quemar su cosmos, liberándose con demasiado esfuerzo de las serpientes, justo a tiempo para apartar al joven Radamanthys de la estatua, limpiando la sangre que caía de sus labios.
-No vas a destruir nuestro vínculo, no cuando hemos luchado por él.
No iba a dejar de enfrentarse a ese joven confundido, no permitiría que destruyera a Kanon, pero al verle sonreír, sabía que en el mundo real, él no podía evitar que ese joven hiciera su voluntad, que tratara de matar a su alfa.
-No es más que un embaucador y por eso lo pagará.
Al mismo tiempo, en el mundo real, Radamanthys se apartaba para quitarse la playera negra que utilizaba, buscando la compañía de su alfa, cuyo nombre tenía escrito en su muñeca, besando sus labios con hambre, esperando recibir las caricias de Alone, que no dejaba de pensar en el juez de las almas, aunque, este joven se le parecía suficiente como para sentirse satisfecho, de momento, pero deseaba al juez, a quien se le enfrentó, quien pensaba podía rechazarlo.
-No me rechazaras.
*****
-Nos han engañado.
Pronunció Surt furioso en dirección de Loki, que estaba sentado en un trono, a su lado estaba Aioria, con ropas típicas de Asgard, ropas de un noble, así como hermosas joyas de oro y cristales preciosos que bien podían considerarse su dote de bodas.
-Los nombres no han cambiado y los refuerzos no llegaron.
Fueron sus palabras, esperando la respuesta de Loki, que no vino de ninguna forma, toda su atención estaba fija en Aioria, que los escuchaba sin prestarles demasiada atención, sin embargo, cuando Surt dio un paso más en dirección del trono, utilizo su cosmos para castigarlo, al mismo tiempo que el joven león, moviéndose tan rápido como un relámpago le sostenía del cuello, como si pensara quebrarlo.
-Le han mentido señor Andreas.
Susurro Fafner, esperando que no mataran a Surt al mismo tiempo que elevando las manos, trataba de hacerle ver que esos dos traidores tenían lo que deseaban y solo le habían dado unas migajas a su señor, aunque estuviera encaprichado con ese omega de cabello castaño.
-Mi nombre es Loki.
Les dijo, levantándose de su trono para colocar una mano en el hombro de Aioria para que dejara ir a Surt, quien así lo hizo, dejando que cayera al suelo, apartándose unos pasos, escuchando lo que su alfa deseaba decirle a esos dos betas.
-Señor, lo han engañado.
Repitió con una voz temblorosa, demasiado asustado, esperando que Loki quisiera escucharle, relamiendo sus labios, quien asintió, en eso tenía razón, sus aliados no habían cumplido con sus promesas y les exigiría que lo hicieran, las sacerdotisas de Odin impedían que el cambio en los hilos del destino fuera permanente.
-Le han mentido.
Repitió Surt, levantándose con rapidez, observando con molestia a Aioria, que actuaba como un ser sin pensamiento propio, casi como una máquina de matar, algo peligroso, pero le gustaba la idea de que Milo, el esposo de Camus fuera así con él.
-¡Silencio ustedes dos!
Dijo furioso, elevando su cosmos, porque no lo habían engañado, nadie podía mentirle, sin embargo, algo debió fallar, eso fue el maldito Odin que usando a sus sacerdotisas les evitó cambiar todos los hilos, así como la diosa Athena, que protegía a sus soldados leales, considerando a los que se habían fugado como traidores.
-A mí nadie me engaña y estoy seguro de que, nuestro plan hubiera funcionado de no existir las sacerdotisas.
Sus aliados no le habían engañado, pero haría que ellos limpiaran el desastre que no habían sopesado, como la existencia de las sacerdotisas y la diosa Athena, ellas debían morir, como estaba seguro de que Hades caería bajo las manos de sus propios soldados.
-Pero son mortales, ellas no pueden hacer nada más que orar.
Se quejó Fafner, logrando que el se molestara demasiado con su soldado, negando eso, pensando que su ciencia hacía que se le escapara el conocimiento de verdad.
-Eso protegió a sus soldados, de no existir ese problema…
Surt comprendió entonces que Odin había protegido los hilos, también Athena y no sabía qué otro dios se había interpuesto en sus deseos.
-Los lazos serán cambiados en la forma en que debe suceder.
Fueron las palabras de Loki, que seguro que al matar a las sacerdotisas los dioses guerreros serían dominados, al menos, aquel que era el encargado de la protección de Hilda.
-¿Qué hay de Milo?
Era lo mismo, esa diosa había protegido a sus soldados leales, era bastante obvio, se dijo, con una sonrisa en sus labios.
-Athena tendrá que morir para que no puedan evitar los cambios, pero primero, debemos matar a las sacerdotisas.
Si las mataba, Siegfried sería de Fafner y sin la protección de Odin los dioses guerreros no tendrían más opción que servirle como sus esclavos, o morir, para darle sus zafiros, los necesitaba para alimentar a su hermoso árbol.
-¿Quieren que nosotros las matemos?
Pregunto Fafner, pensando que no eran demasiados los soldados leales a Loki, quien le miró con una expresión dubitativa, pensando que sería divertido que Alone mandará a los dos gigantes o a cualquier soldado que fuera leal a él, que tuviera el poder suficiente para enfrentarse con sus guardianes.
-No, Alone tendrá que enviar a esos gigantes o algún soldado en el que pueda confiar.
No sabía a quién mandaría, tampoco le importaba, pero eran ellos quienes debían mandar a realizar las tareas incompletas.
-El tiene que cumplir su parte del trato, por supuesto.
*****
Un nuevo capítulo, por fin la familia se ha reunido, Shaka ha muerto, pero en otra parte los enemigos se siguen organizando y el juez poco a poco va perdiendo su cosmos, ya no tendrá poder suficiente para enfrentarse a Alone dentro de poco.
Muchas gracias por sus comentarios, lecturas y Kudos, los aprecio mucho.
SeikenNJ.
Chapter 49: Caos.
Chapter Text
Caos.
-Dime de quién eres.
Preguntaba febril, por fin había conseguido lo que deseaba, Radamanthys por fin era suyo, estaba en sus brazos, respondiendo a sus caricias con cierta vergüenza, como un virgen haría, sonriendo al apoderarse de sus labios, llevando sus manos a su espalda, recorriendola con detenimiento, escuchando los gemidos de su hermoso omega.
-Soy tuyo.
Esas dos palabras le hacían feliz, le hacían sentirse satisfecho, su omega después de dos siglos, después de una larga lucha por fin estaba a su lado, aceptando sus caricias, así como su amor.
Su marca estaba viva de nuevo, su fuerza le había servido para tenerlo entre sus brazos y una vez que ese alfa perdiera la vida, podría forzar al juez a entregarse de la misma forma, aceptar su lugar a su lado, como su dragón divino, su soldado leal, así como su consorte.
-Si, tu eres mio.
Susurro febril en el oído del joven Radamanthys, que asintió, besando sus labios, acariciando su rostro, ignorando esa voz casi en un susurro que le exigía pelear, huir, algo que no haría, porque por fin estaba a salvo, en compañía de su alfa, aquel destinado a estar a su lado, a amarlo.
-Al fin eres mio.
Repitió casi en un trance, porque necesitaba hacerlo, decirle que le amaba, que era suyo, que siempre lo sería, sin embargo, cuando el juez le hubiera rechazado, el hermoso joven en sus brazos, besó sus labios, asintiendo, sin negarse a él, era suyo, siempre había sido suyo y por fin lo aceptaba.
-Después de dos siglos al fin eres mio.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero si su alfa decía que habían sido dos siglos, le creería, todo porque ese juez de las almas, el que tenía su misma apariencia, pero era un débil de espíritu decidió negarse al destino, a ese hombre apuesto en su cama.
Negar el amor de Alone cuando eso era lo correcto, no entregarse a un santo de géminis, un traidor sin armadura, que le miraba con deseo y que actualmente deseaba destruirlo, convertirlo en su esclavo, a quien le temía como a ningún otro.
Porque una vez que se rindiera dejaría de existir, después de todo, Kanon no era más que un traidor, un mentiroso y un monstruoso demonio que intentaba hacerle su esclavo, robarle su gloria, solo para tenerlo comiendo de su mano.
-Al fin estás con tu alfa, como siempre debió ser.
Eso era cierto, al fin estaba con él y le demostraría lo mucho que amaba esas caricias, esos besos en sus labios, caminando hasta la cama donde lo empujo, relamiendo sus labios, para comenzar a acariciar su pecho con las puntas de sus dedos.
Sin saber porqué lo hacía, pero tomando los recuerdos, las habilidades del juez de las almas a su conveniencia, él era virgen, pero ese débil soldado caído no lo era, él sabía cómo satisfacer a un alfa y eso haría.
Después de todo ese tiempo, al fin complacería a su alfa, el verdadero alfa que deseaba y siempre debió desear, puesto que su muñeca estaba pintada con su nombre, unas letras doradas que eran perfectas ante su mirada, puesto que si Radamanthys deseaba un compañero a su lado, Alone, el dios de la muerte, era un compañero mucho más digno que ese traidor.
-Porque tu eres mío, porque el nombre en tu muñeca te señala como mío.
Alone beso la marca de su muñeca, lamiendola con lentitud, al mismo tiempo que Radamanthys, sentado sobre sus piernas le veía con demasiado deseo, relamiendo sus labios, ansioso por ser suyo.
Justo lo que imagino que pasaría cuando por fin encontrara a su omega destinado, cuyo nombre recorría cada día de su vida en el orfanatorio, quien lo rechazó, encontrandolo indigno de su compañía, para poco despues ir en busca de alguien mas, el falso patriarca al que le prometió la gloria, pero le robo a quien deseaba a su lado.
-Si, si, yo soy tuyo.
El joven pronunciaba con demasiada simpleza, ignorando la voz de su cabeza, al viejo juez que buscaba proteger a Kanon, escuchando de pronto el sonido de una rasgadura, alguien había irrumpido en su habitación, alguien que se sentía traicionado.
-Alone.
El joven de cabello negro soporto el deseo de maldecir al intruso, mirándolo con una expresión cargada de molestia, con el joven sentado sobre su cuerpo, aun vestido, quien observo a Loki con sorpresa, quitándose de encima del alfa con demasiado pudor, guardando silencio absoluto.
-¿Qué es lo que quieres?
Pregunto Alone con frialdad, colocando a Radamanthys a sus espaldas, como si no deseara que Loki le viera de cuerpo completo, haciéndolo reír, porque si bien ese omega era atractivo, no era tan hermoso como Aioria, quien estaba esperando órdenes en su sala del trono.
-No funcionó el plan, las sacerdotisas aún están vivas y ellas son un problema para todos nosotros.
Alone asintió, si ellas no perdían la vida, así como los dioses que decidieron proteger los lazos, entre ellos Athena, Ares y Hefesto, el cambio no podría ser eterno, ni permanente.
-Ya veo…
Susurro observando a Radamanthys, pensando que era el momento oportuno de demostrar la clase de amor que le tenía, su lealtad, así como usar el cosmos del antiguo juez para su bienestar, esperando hacer salir a Kanon de su escondite, para así poder matarlo, librarse de esa alma fastidiosa.
-No temas, me haré cargo de este problema…
Loki asintió, eso esperaba, por lo cual se marchó, dejando solo a Alone, que miraba a Radamanthys con una expresión divertida, acariciando la mejilla de su dragón.
-Quiero que mates a las sacerdotisas de Asgard, sin piedad ni remordimiento.
Radamanthys asintió con una expresión impávida, mirando fijamente a Alone, antes de besarlo con delicadeza, convocando a su armadura.
-Así se hará, mi señor.
*****
-Justo el día que encontramos a nuestros destinados estalla una guerra civil…
Kasa como era su costumbre se acercó a Sorrento usando su cosmos, para esconderse de la mirada de los demás, hablando cuando el general marino de la sirena se recargo en un balcón, pero solo para darle la oportunidad para dirigirse a él.
-No es una guerra civil.
Le corrigió, porque no podía considerarse una guerra civil, cuando el levantamiento ya había terminado casi por completo, únicamente tenían que ir por Loki, destruir a sus aliados, así como al joven león que se encontraba a su lado.
-No como lo piensas.
Kasa asintió, pensando que tal vez eso era cierto, no era como lo pensaba, pero aun así le parecía una guerra civil o el intento de un golpe de estado, porque un poder externo quiso apoderarse de Asgard, de las vidas de las sacerdotisas.
-Alguien está tratando de robar los nombres de las muñecas.
Sorrento pronunció enojado, aunque casi era un susurro, con demasiada calma, demasiada tranquilidad, tanta que muchos pensarían que no tenía sentimientos, ellos que eran aliados, sabían que era momento de temer por la vida de algún pobre diablo.
-Fafner desea a mi dragón y no le permitiré tocarle uno solo de sus cabellos.
Kasa ladeo la cabeza, no sabía quién era Fafner, pero suponía que se trataba de uno de los enemigos de las sacerdotisas, uno de los enemigos de su alfa, que estaba por ahí, recibiendo órdenes del dragón de dos cabezas, quien era el dirigente del ejército de Asgard.
-¿Tu dragón?
Pregunto divertido, llamando la atención de Sorrento, porque él tenía un dragón, él un hermoso lobo y Kanon, su aliado un dragón del Inframundo, así que, los tres tenían seres agresivos como sus posibles parejas.
-¿El omega enorme con dorado cabello rubio que te observa como si te quisiera arrancar el hígado con un tenedor?
Esa no era la apariencia de su dragón, ni su actitud, pero suponía que para Kasa asi era como se veía, porque hasta el momento no había recibido más que la amabilidad, la paz y el deseo de su omega, que fue agradable desde que llegó a su lado, aunque se rió de sus absurdos intentos por seducirlo.
-Si, ese omega, mi omega y a quien yo amo.
Kasa asintió pensando que los cachorros de esos dos serían monstruos enormes con cabello esponjoso, riendo de pronto, llamando la atención de Sorrento, que parecía furioso, aunque muchos no sabían que en ese momento debían escapar, cuando mostraba una apariencia tan pacifica.
-¿Ese Fafner quien es?
Pronunció Kasa, cruzando sus brazos delante de su pecho, escuchando el aullido de varios lobos, pensando que su alfa estaba cerca de allí, pero era un tanto tímido.
-No importa quien es, lo único que importa es que sufrirá antes de que termine con su vida.
Si, de eso estaba seguro, Sorrento a pesar de su apariencia pacífica, como de muñeca de porcelana, era un demonio al momento de realizar su deber, nadie jamás sobrevivió a su música, ni a sus castigos.
-Supongo que le brindaras una hermosa sonata antes de que intente acabar con sus tímpanos y se de cuenta de que eso no funciona de esa forma.
Susurro observando como el dragón se acercaba a ellos, con un paso lento, mirándolo de pronto con cierto dejo de celos, casi podía imaginarlo gruñir con esas dos cabezas de su armadura, escupir un poco de fuego.
-Supones bien.
Asintió Sorrento, acercándose a Siegfried que no dejaba de ver a su aliado, que se agacho un poco mas, desviando ligeramente la mirada, Kasa no era de aquellos que buscaran problemas con los demás, besando el dorso de la mano de su dragón.
-¿Así que tú eres la pareja del lobo solitario?
Preguntó con simpleza, colocando con delicadeza su mano en la cintura de Siegfried, no de forma posesiva, solo como para guiarlo en esa conversación, observando cómo Kasa sonreía, mirándolos a ambos, para después asentir.
-Su nombre es Fenrir… y si, yo soy su omega destinado y creo que podré llegar a amarlo.
Al escuchar esas palabras Siegfried se sintió un poco más tranquilo, mucho más comprensivo, pensando que si él era el omega de Fenrir, eso quería decir que no era una amenaza para él, ni para su futuro linaje.
-No parece molesto con mis diferencias, en realidad, parecen agradarle demasiado.
Fenrir odiaba a la humanidad, así que era algo un tanto obvio que su pareja no se viera como un humano, sino más bien como un hada, o una huldra, un ser fantástico de aquellos bosques, demasiado llamativo para su gusto, aunque debía recordarse que su sirena le amaba a él, no a cualquier otro.
-Debemos proteger a las sacerdotisas, ellas protegen los lazos y tal vez sin ellas, estos desaparezcan o sean modificados a conveniencia.
Pronunció de pronto Kasa, antes de marcharse de prisa, saltando por el balcón para buscar a su lobo, escuchando como los aullidos iban en aumento, especialmente uno, que estaba seguro que era el de un humano, no un canino.
-Ellas no pueden recibir ninguna clase de daño.
Susurro Sorrento, antes de besar de nuevo el dorso de la mano de Siegfried, varias veces, hasta llegar a su mejilla y después sus labios, haciendo sonreír a su dragón, que solo le miraba fijamente.
-No es así mi amor…
*****
-Hermano…
Aquel que se hacía llamar Guilty pronunció, quien había entrenado al joven Aldebaran observaba las estrellas con los brazos cruzados delante de su pecho, pensando en lo sucedido hasta ese momento, la inactividad de la diosa Athena, los planes de los gemelos y ahora, esa sensación, como de rompimiento.
-Está sucediendo lo que pensabas…
A su lado estaba una muchacha de cabello rubio y un chico de cabello azul, con el rostro marcado después de un intenso entrenamiento, sufriendo una herida que no quiso provocarle, pero no pudo hacer nada más, al menos, no murió ese día.
-Los hilos están siendo destruidos…
Los dos compartían una marca con el nombre del otro, a quienes había visto crecer, a quienes había entrenado, a ella la podía considerar como su hija adoptiva, él era su alumno, pensando que esa situación se había repetido con el viejo Dohko, quien actuaba de una forma completamente desconocida para él.
-Es momento de salir de la isla y debemos acudir a la Isla de Andrómeda, ellos le han dado la espalda al Santuario.
El Santuario estaba de cabeza y él sabía que en ese momento debían necesitar ayuda, podía verlo con claridad, una luz elevándose en el cielo, así como lo sentía en sus huesos, la Isla Andrómeda estaba por caer, aunque no por culpa de los gemelos oscuros.
-Ellos se parecen tanto a ti, hermano.
Se quejo aun con la máscara puesta, aquella máscara con forma de ogro, extrañando la vieja máscara, la de madera, esa siempre le gusto mas, asi como le hacia pensar en el pasado, cuando su hermano acudió a su lado, pidiendo ayuda, no por él, sino por quien consideraba era su omega, pero los dioses no quisieron dárselo.
-Tanto que me pregunto si no reencarnaste en uno de los gemelos.
Aspros deseaba reencarnar en esa época de paz, conocer a su omega, tener el nombre en su muñeca, para así gritarle a los dioses, al viento, a la vida y a la muerte que él pertenecía a algo, a alguien, aunque él fuera un espectro.
-Tal vez aquel que desea ir con el espectro de Hades.
Shion le había dicho que su alumno estaba unido a quien Dohko deseaba, que temía por él, pero no solo eso, que su segundo gemelo, el más listo, aquel que debía mantener oculto, tenía el nombre de Radamanthys en su muñeca, él estaba unido a un espectro del dios Hades.
-Maestro…
Susurro el muchacho, quien era mucho más enérgico que su pequeña hija, que le miraba sin saber que estaba pasando, solo que no era nada bueno.
-¿Qué haremos?
La respuesta era sencilla, debían acudir a la Isla de Andrómeda, brindarles su ayuda, salvando sus vidas, eso era lo que tenían que hacer, eso era lo único que importaba en ese momento.
-Debemos acudir con nuestros aliados, Albiore debe necesitar nuestra ayuda.
Albiore, aquel desdichado con el nombre de Misty grabado en su muñeca, uno de los soldados leales del patriarca y un alfa demasiado débil, aunque muy hermoso.
-En esa isla entrena tu hermano, bajo su cuidado, tal vez es el momento en que deban verse.
Ikki Asintió, le gusta demasiado la idea de ver a su hermano menor, del cual no sabía nada.
-Sí maestro.
*****
Misty cargaba a Albiore entre sus brazos, tratando de mantenerlo alejado de su cuerpo lo más que pudiera, seguro de dos cosas, la primera no estaba en sus cabales, la segunda, cuando lo estuviera querría romperle su hermoso rostro, tal vez hasta matarlo.
-Deberías quedarte quieto…
Le dijo de nuevo, tratando de evitar que siguiera besando su cuello, dejando pequeñas marcas en su piel, agradecido de que Albiore hubiera olvidado que era mucho más débil que él y que tenía la fuerza para tomar aquello que deseaba por la fuerza.
-¿Por qué razón lo haría?
Existían muchas razones muy buenas, unas de ellas era que comenzaba a cansarse y de pisar de forma equivocada el agua, caerían en el mar, podrían ahogarse, pero como si su omega no comprendiera lo que le estaba haciendo, siguió besando su piel.
-Porque… te me vas a caer.
Por fin pudo pisar la arena fina a sus pies, tratando de dejarlo caer, pero Albiore no lo permitió, en vez de eso rodeo su cintura con sus piernas, como si fuera un mono, casi haciendo que se tropezara.
-Te deseo… yo te deseo.
Su instinto, su celo, le hacía considerar como algo agradable la belleza de Misty, aun sus labios sabor cereza, que se le antojaban demasiado deliciosos, como un manjar que deseaba probar demasiadas veces.
-No lo haces.
Quiso decirle, tratando de empujarlo, pero Albiore logró que cayera sobre él, porque no quiso apartarse, girando en la playa, casi sentándose sobre sus caderas, sin importarle lo más mínimo donde estaban o el ruido que podían escuchar a lo lejos.
-Si lo hago.
Misty sostuvo sus muñecas para que lo soltara, apartándose con firmeza pero amabilidad de su cuerpo, escuchando un estallido, colocando a Albiore detrás de él, quien de nuevo quiso tocar su cuerpo.
-No, no lo haces, ni siquiera me toleras y cuando tengas una mente consciente me odiaras.
Le recordó, observando que habían llegado a un campo de batalla, que en ese momento estaban atacando la Isla Andrómeda, esperando que ese impacto le ayudará a Albiore a pensar con claridad, que dejara de comportarse como una bestia en celo.
-No te odiaré.
Susurro, observando el fuego, escuchando los gritos, dándose cuenta que era una batalla, que su Isla estaba siendo asediada por los espectros y otra clase de soldados, recuperando sus sentidos lentamente.
-Si lo harás y no quiero que me odies.
Cada vez que daban un paso más, podían escuchar gritos, órdenes, explosiones, observar a Hyoga del Cisne y a Shun de Andromeda enfrentarse contra una serie de espectros, al mismo tiempo que Albiore empujaba a Misty sin piedad, convocando su armadura.
-Por todos los infiernos.
Susurro elevando sus cadenas, a punto de atacar a sus enemigos, a los seres que destruían su isla, no sin antes ver a Misty con demasiado detenimiento, con una expresión indescriptible, pero el hermoso alfa pensó que estaba muerto, una vez que matara a los demás.
-Shun…
Uno de los espectros les vio llegar, ese era Minos, quien quiso atacarlos usando sus alas, pero al mismo tiempo alguien mas los detuvo, ese era un cosmos negro, oscuro, uno lleno de muerte.
-Detente, traidor.
*****
Afrodita veía como Deathmask preparaba el cuerpo de Shaka para enterrarlo, en el campo santo del Santuario, tenía una paleta de dulce en sus labios, de una bolsa que le había conseguido, no iba a permitir que fumara durante su embarazo, no querían lastimar a su pequeño.
-Se esperaba que no hubiera muertos ni fallecidos.
Deathmask pronunció molesto, pensando que Mu había sido demasiado violento con Shaka, con su enemigo de momento, quien también había lastimado a su omega, a su toro, a Aldebaran de Tauro, a quien siempre estaba a su lado, brindándole alegría.
-Pero Shaka quiso meterse con Aldebaran, ha tratado de matarlo mas de una vez e intento violar a Mu.
Fueron las palabras de Afrodita, pensando que Deathmask estaba protegiendo a Shaka, como si no pensara que Mu tenía todo el derecho a vengarse por sus actos, pero eso lo unico que hacia era que temiera aún más por el pobre Aldebaran, creyendo que podían hacerle daño, el propio Mu.
-Shaka se lo merecía.
Dijo cerrando los ojos de Shaka, ya casi había terminado con los últimos preparativos, los demás eran realizados por sacerdotes o curadores, soldados vestidos con una máscara mortuoria, como aquellas que defendían su templo.
-Aun así, porque no pueden pasar algunos siglos sin muertes ni caídas.
Se quejo, tal vez estaba demasiado sensible debido al embarazo, no lo sabía, pero detestaba tener que ser él quien cuidara de los cuerpos de sus aliados, que se asegurara que su alma atravesará el Yomotsu con seguridad.
-Mu estaba en su derecho.
Afrodita respondió, colocando sus manos en sus hombros, dándole un masaje, con demasiada suavidad, pensando que su cangrejo no estaba en condiciones de realizar su deber, no con el embarazo, mucho menos con la amenaza del anciano maestro sobre su cabeza.
-Lo sé, pero al mismo tiempo… que nos asegura que Mu no actué como un alfa demente.
Se quejó, haciéndole comprender que ese era su problema, su preocupación, la seguridad de Aldebarán, al que le había brindado ayuda desde el primer dia, quien estaba en las manos del anciano, después de ser abandonado de nuevo por su alfa, que se marchaba sin mirar atrás.
-Aldebaran deseaba apartarse, le han dado la espalda dos veces…
Le dijo casi con lágrimas en los ojos, sintiendo una caricia en su mejilla, así como un beso en sus labios, su rosa era el alfa más delicado del planeta, pero al mismo tiempo era firme, demasiado sádico dirían algunos.
-Dos veces.
No entendía como Mu podía irse con tanta facilidad, porque pensaba, que a él tendrían que matarlo antes de hacerse a un lado, antes de abandonar a su omega en su templo o en cualquier sitio, sin importar que lo tacharan como a un monstruo, ellos no iban a darse la espalda, nunca.
-Mu se fue dejándolo solo con ese anciano, comprendiendo sus deseos para con él.
Lo sabía, lo intuía, porque estaba seguro que al saber que habían escapado a la ciudad de Asgard ese alfa lo siguió, para convencerlo de que le amaba, pero al mismo tiempo, volvió a dejarlo solo, apenas hubo un cambio, sin una batalla o cualquier clase de duda.
-Tu no sabes eso.
Tal vez tenía razón, no lo sabía de cierto, pero suponía que eso fue lo que pasó, sin importar que estuviera hechizado, le dolía ver la facilidad con la cual era abandonado por su alfa cada vez que se daba la oportunidad.
-No, tampoco lo sé, pero me preocupa Aldebaran.
Le dijo chupando la paleta para después besar los labios de Afrodita, quien podía saborear ese dulce en su boca, gimiendo cuando se apartó, pensando que ya estaba listo el cuerpo de Shaka, era momento de dejarle solo.
-Pienso que si Aldebarán lo rechaza por dejarlo solo de nuevo, Mu no lo va a tolerar, no esta vez y puede hacerle daño.
Pensaba que Mu iba a desesperar tanto que pelearía por mantener a su omega a su lado, aunque tuviera que obligarlo, pensando en lo sucedido hasta ese día, en la soledad del toro y la tristeza de su cachorro.
-Mu no sería capaz de hacerle daño y tu lo sabes, Death…
Afrodita quiso asegurarle que Mu no era capaz de dañar a Aldebarán, pero Deathmask los había visto, sabía que ya le habían hecho daño, pero no físicamente hasta el momento, eso era lo único que faltaba.
-Lo que sé es que si es capaz de hacerle daño y ya lo ha hecho varias veces.
*****
Dohko comenzaba a pensar que tres días era demasiado tiempo, sin embargo, tenía paciencia, tenía voluntad y sabía que con su omega en esa casa, durmiendo plácidamente en su habitación nupcial acompañado de su cachorro, nada tenía que temer.
Fumaba en ese momento de su larga pipa, recargado contra la mesa, la mitad de su ropa se había perdido, tan solo usaba pantalones, así como sus sandalias, su pecho estaba al descubierto, pensando, meditando sobre su buena fortuna.
Sobre un cosmos que sintió hacía poco, el de su viejo amigo, que seguramente había acudido con sus pequeños adoptados, los dos gemelos y Mu, el alfa despojado de su compañero.
-Así que has vuelto…
Pronunció sirviendo un poco de licor en una vaso pequeño, del cual bebió unos cuantos tragos, cerrando los ojos, escuchando el sonido de las hojas cayendo, así como la respiración de su omega y los movimientos de su cachorro en ese cuarto, algo estaba planeando el pequeño lemuriano.
-Unicamente para destruir mis planes, mi felicidad.
*****
Bud estaba recargada contra uno de los barandales, observando el viento helado de su tierra arrastrar pequeños copos de nieve, uno de los cuales cayó en la palma de su mano, recordando que en el pasado nunca le había gustado la nieve.
-La vista es hermosa desde el castillo.
Pronunció con simpleza, escuchando los pasos de Sygmund a sus espaldas, quien rodeó su cintura, para abrazarlo con fuerza, besando su cuello, pegando su cuerpo al suyo de una forma que no estaba del todo seguro fuera correcta.
-Cada vez que te veo no entiendo cómo alguien como tú está unido a alguien como yo.
Fueron las palabras de Sygmund, demasiado convencido por ello, permitiendo que girara entre sus brazos, él era un poco más bajo que Bud, quien era casi albino, pálido y hermoso, con cabello azulado, ojos castaños que en ocasiones tenían tintes rojizos.
-No soy un noble, tienes razón, pero…
Sygmund negó eso con una sonrisa, llevando dos dedos a sus labios, tratando de silenciarlo, porque no se refería a eso, no quería saber porque un noble como él estaba unido con un plebeyo, cuando eso ni siquiera cierto, Bud era tan noble como su hermano, era su gemelo, después de todo.
-No me refiero a eso, sino a alguien tan hermoso y tan inocente…
Dijo seguro, notando la forma en que se sonrojaba, desviando la mirada, para permitirle besar sus labios, su mejilla y después, recargarse contra su cuerpo en un tierno abrazo, pensando que su calor, que su perfume eran exquisitos.
-¿Que hice para que tu, Bud de Alcor, fuera mi compañero?
Pregunto entonces, tirando de sus manos, escuchando la delicada sonata que les traía el viento, pensando que esa música era tan hermosa como para poder bailarla, para aprender a bailar en compañía de su omega, quien seguía sus pasos sin saber muy bien qué hacer.
-No lo sé… pero sí sé que la suerte ha sido toda mía.
Respondió con una sonrisa, girando con él, pensando que esa música no era un vals, no se suponía que se bailara así, pero aun así, le siguió el juego a su alfa, que detuvo sus pasos, cuando llegaron a un lugar un poco más privado.
-Yo soy el omega, yo soy el que tendrá un hijo tuyo y mantendrá el linaje de mi familia con vida.
Eso era cierto, él tendría a sus cachorros, le daría vida a sus linajes, de la forma en que Siegfried lo haría con ellos, sin embargo, pensaba que Bud aún se creía un simple cazador, un don nadie que había crecido en la pobreza y aunque eso fuera cierto, aunque no tuviera una armadura, sabía que hubiera comenzado a buscar por él, porque sabía que existía.
-El recuerdo de mi padre no se perderá en el vacío, ni sus historias, su sigil vivirá en ellos.
Bud respondió emocionado, imaginando a más de un niño de su alfa, aunque no pensó en gemelos, si creía que tendrían más de un niño, tal vez un niño y una niña, algún omega, no estaba seguro, pero todos ellos conocerían las historias de su padre, del cazador.
-¿Ellos?
Bud se sonrojo inmediatamente, llevando una mano a su rostro, haciendo que Sygmund riera bajito, abrazándolo de nuevo, pensando que era demasiado lindo para ser un dios guerrero, pero su perfecto gato de las nieves, su pantera blanca, era su omega, el era perfecto.
-Espero tener más de un hijo, pero siempre podemos esperar…
Respondió Bud, tratando de explicarse, pensando que siempre era mejor que los niños crecieran juntos, así se hacían compañía y compartían la misma clase de niñez, su alfa debía saberlo, se dijo, quien asintió, él deseaba tener varios hijos a su lado.
-Si tu no quieres esperar, esta bien, para mi es perfecto.
Pequeños niños que jugarían con sus primos, pequeños monstruos que aterrorizarían Asgard realizando sus fechorías en manada, le parecía tan maravillosa esa posibilidad, Siegfried había conocido a su alfa, uno que aceptaba a su lado y su omega era justo lo que deseaba, él era perfecto.
-Mi hermano… supongo que mi hermano tendrá que seguir a su alfa a donde sea que viva, lo que los convierte en los herederos de mi familia.
Bud negó eso, no era ese el caso, porque Siegfried heredaría aquello que le pertenecía de su familia, lo que era suyo por derecho, por lo cual, podría crecer en su mansión, los suyos heredarian lo que según su hermano le pertenecía por derecho de nacimiento.
-Mi hermano quiere que habitemos su mansión, así que Siegfried tiene donde estar, donde criar a su familia…
Quiso explicarle de prisa, no deseaba que Siegfried se marchara o creyera que tenía que hacerlo porque él había llegado a sus vidas y esperaba que su alfa se lo hiciera ver, su tierra los necesitaba, Odin sabía que los niños siempre eran bien recibidos, siempre y cuando no fueran gemelos.
-No quiero que abandone su hogar por culpa mía.
Fueron sus palabras apresuradas, esperando que Sygmund comprendiera su temor, algo que hizo, asintiendo, él tampoco deseaba que se marchara, pero conociendo a su hermano, él seguiría a su alfa hasta el mismo infierno, después de pasar toda una vida sin él, tratando de imaginarse cómo sería.
-Tu hermano es un buen hombre…
Sygmund pronunció acerca de Syd, que estaba seguro había sido quien le dijo que deseaba darle lo que era suyo, aunque según sus tradiciones al ser el gemelo descartado no era merecedor de nada, no obstante, sabía que le buscaba, que trataba de dar con él con desesperación, al comprender el pecado de sus padres.
-Mi hermano…
Susurro, seguro de que su hermano estaba cerca, por si acaso necesitaba ayuda, ya fuera porque su alfa quería ir más rápido de lo que él deseaba o si de nuevo atacaban a las sacerdotisas.
-Comienzo a perdonarlo, pero solo porque tu me lo has solicitado…
Dijo seguro, porque eso era cierto, de no ser por su alfa, no le hubiera perdonado, su odio y su rencor seguirán firmes en su corazón, tratando de clamar venganza por lo sucedido con él, por lo que perdió cuando no fue elegido.
-Si no fuera por ti o tus creencias, yo no le daría la oportunidad de formar parte de mi vida… nuestra vida…
Pero en ese momento comprendía que su hermano gemelo nada tuvo que ver, él era un buen hombre, era alguien bueno que merecía ser un tío, aunque sabía que podía encontrar a una pareja, aunque no tuviera un nombre escrito en la muñeca.
-Crecer con un hermano ha sido la mejor experiencia que he tenido, Siegfried es muy importante para mi y tu, pronto comprenderás lo valioso que Syd será para ti.
Era alguien en quien podía confiar, con quien podía acudir, en especial en las ocasiones en las cuales ellos llegaran a tener dificultades, diferencias, siempre era bueno saber que tu hermano estaba allí para ti, para escucharte.
-Eso espero… porque hasta el momento, me parece que es demasiado sobre protector.
Syd estaba cerca, deambulando por ahí, protegiendo a su hermano de su alfa, quien solamente sonrió, pensando que eso mismo haría él si Bud no existiera en ese momento, aunque podía ver no muy a lo lejos a Siegfried escuchando la música de su hada o sirena, no recordaba bien que palabra uso, únicamente que era un soldado de un ejército rival, que se había puesto a sus pies.
-Es cosa de hermanos… y hasta el momento te has criado como hijo único.
No sabía lo que significaba que hubiera alguien a tu lado, pendiente de ti o tu bienestar, alguien con quien pudieras compartir travesuras o historias, pero cuando lo comprendiera, vería lo valioso que Syd podía llegar a ser para él.
-No único, yo sabía de su existencia.
Se quejó de pronto, recordando lo mucho que le odiaba en ese momento.
-Pero mientras tu le odiabas por que tus padres te abandonaron, él esperaba el día en que pudiera conocerte…
Le recordó, haciéndole pensar en ese primer día en el que lo persiguió desesperado, en el cual atacó a su alfa pensando que le estaba haciendo daño, saltando a extrañas conclusiones.
-Como dije, solo porque tu me lo has pedido y porque supongo que eso lo hará feliz, le permitiré formar parte de nuestra familia.
Pronunció en voz alta, esperando que su hermano pudiera escucharlo, quien no los veía y trataba de ignorar lo que se decían, pero estaba pendiente de su seguridad, sonrojandose cuando se dio cuenta de que los dos sabían que estaba allí, justo como Sygmund estaba pendiente de su hermano menor, quien estaba en buenas manos.
-No te arrepentirás, de eso puedes estar seguro…
*****
Hefesto despertó sintiendo dolor en su muñeca, observando con detenimiento casi científico como el nombre de Ares parecía modificarse, transformados por aquel de su antigua esposa, Afrodita, para borrarse de nuevo y regresar a ser la marca que temió en un momento de su vida.
-Interesante…
Lo mismo sucedió con Ares, quien veía el nombre de sus enemigos escribirse en su piel, Oto y Efialtes, los dos nombres al mismo tiempo, para después desaparecer, el cambio no se había formado del todo, así como Hefesto, sosteniendo una de sus manos, con su propio cosmos, evitó que su nombre desapareciera.
-Los Alóadas…
Ares asintió, sin decir nada más, odiándolos, temiéndolos, recordando su secuestro, del que nadie sabía nada y Hefesto apenas podía comprender un poco.
-Supongo que ahora te marcharas… ahora que comprendes que tan débil soy realmente.
Hefesto negó eso, besando sus labios, pensando que ahora sabía porque Ares estaba tan debilitado, pero no solo eso, porque razón debía matar a esos gigantes, era después de todo, uno de los principales dioses de la modernidad.
-No me iré… tu eres mi vida y mi razón de existir… hemos creado muchas hermosas herramientas juntos, esos dos… sabrán porqué no deben meterse en nuestro camino.
La guerra y la tecnología… los dos estaban unidos.
*****
Después de un buen rato, tenemos un capítulo nuevo, espero que les guste, mientras tanto estoy cocinando una nueva historia de Saint Seiya que me está gustando mucho, pronto sabrán más de ella.
SeikenNJ.
Chapter 50: Descubrimiento.
Chapter Text
Descubrimiento.
-Es algo extraño no lo crees…
Deathmask pronunció de pronto recostado sobre el pecho de Afrodita, que como era su costumbre tenía una rosa en su mano, que era el equivalente a estar jugando con un arma o una navaja en su lecho, tomando en cuenta sus habilidades especiales, lo que podía lograr con una de sus rosas, aunque fuera una rosa roja.
-¿Qué cosa?
Quiso saberlo con una expresión interesada, esperando porque su cangrejo le explicara qué estaba pensando, en que meditaba, o que le habían susurrado los fuegos fatuos en el oído.
-Todo esto, porque razón harían algo como eso.
Afrodita ladeo la cabeza como si no entendiera a su cangrejo, que sonriendo con diversión comenzó a dibujar un corazón en su pecho, acariciándolo con delicadeza, esperando la respuesta de su rosa, pero al no escucharla supuso que tenía que explicarse un poco más.
-Manipular los hilos del destino, tratar de hacer su voluntad a toda costa.
Entendía aquello de hacer su voluntad, pues era un amante del poder, era lo único que respetaba, pero al mismo tiempo, esforzarse tanto para cambiar esos hilos, para tener a alguien que no les amaba a su lado, era incomprensible para él.
-Si yo te perdiera, destruiría el mundo únicamente para estar contigo, cubrirá el mundo de veneno para que me trajeran a tu lado.
Deathmask ladeo la cabeza, negando eso, recargándose de nuevo en el cuerpo de Afrodita, tratando de pensar en esa opción, que cada uno de los seres vivos perdieran su vida en tan solo un instante, encontrándolo demasiado ridículo.
-Que romántico, pero el veneno también me mataría a mi y a nuestro cangrejito.
Parecía que su cangrejo no le había entendido, porque lo que deseaba decir era que si lo mataran, él se encargaría de vengar su muerte, cazando a cada uno de los culpables hasta que el mundo fuera destruido.
-¿Ya no es una rosita?
Aunque como su cangrejo estaba de buen humor y el no deseaba pensar en algo tan molesto como perderle, decidió cambiar el rumbo de su conversación, porque antes había dicho que era una hermosa rosa, ahora sería un cangrejo.
-Naaa… quiero que sea un cangrejo.
Quería un pequeño al cual enseñarle todo lo que sabía y suponía que eso era común en los seres humanos, el deseo de tener descendencia, enseñarles lo que sabían, mantener vivo su legado.
-El siguiente será una rosa, no te preocupes.
Eso no le preocupaba en lo más mínimo, él amaba a su cangrejo y cualquier hijo que le diera sería perfecto, aunque no le diera descendencia era suficiente para que él pudiera ser feliz.
-Los sanadores dijeron que lo mejor era esperar un poco entre cada nacimiento.
Quiso recordarle que, aunque en muchos casos los omegas no deseaban esperar, el sanador que los atendió les dijo que lo mejor era esperar unos tres o cuatro años entre nacimientos, sin embargo, Deathmask pensaba que eso era una mentira absoluta.
-Un año o dos a lo mucho, quiero que tengan la misma edad…
Afrodita se encogió de hombros, si eso era lo que deseaba su cangrejo, eso haría, pero primero debían asegurarse de que su pequeño cangrejo estuviera seguro, se dijo, cuidado, porque ya era querido, desde que comenzaba a formarse en el vientre de su compañero.
-Si tu lo dices…
Susurro besando sus labios con delicadeza, sintiendo como Deathmask profundizaba el beso con fuerza, ingresando su lengua en su boca, saboreando sus labios, su saliva, cada recoveco de su cuerpo.
-Yo lo ordeno.
Deathmask poco después se sentó en las caderas de Afrodita, ansioso por sentirlo, acariciando su pecho para detener sus movimientos de pronto, ese era Shura, su cosmos, estaba desesperado, era casi como un grito de auxilio.
-Es Shura…
Pronunció de pronto demasiado serio, bajando del cuerpo de su rosa, quien se levantó de un salto, era su amigo y aliado, no podían dejarlo a su suerte, por lo cual, sus placeres debían esperar.
-Necesita ayuda.
Y debían ir en su auxilio, se dijeron, pero Deathmask estaba embarazado, por lo cual Afrodita suspirando, beso su frente con delicadeza, no debía salir del templo de Piscis, sus rosas lo mantendrían seguro en lo que él ayudaba a su amigo.
-Yo iré, tú no puedes ponerte en riesgo, si necesitas ayuda tendrás que acudir con Camus y Milo, me escuchaste…
Deathmask asintió, él no deseaba perder a su cachorro, por lo cual eso haría, en realidad, creía que lo mejor era visitar a Camus y Milo desde una vez, para no estar solo en lo que su alfa no estaba, tenía un muy mal presentimiento con todo eso de los hilos.
-Me portare bien, yo tampoco quiero que nada le pase a nuestro cangrejito.
Fueron sus palabras, acariciando la mejilla de Afrodita quien asintió, agachándose para besar el vientre de Deathmask, como si se estuviera despidiendo del futuro pequeño soldado de cáncer.
-Pero tendrás que cuidarte tú también o me enojare mucho contigo.
Le advirtió besando los labios de Afrodita, que asintió antes de encender su cosmos y disponerse a marcharse, pero sin apartarse de su cangrejo que acomodaba su cabello para que estuviera perfecto.
-Y seré castigado.
Deathmask asintió, sería castigado, de eso podía estar completamente seguro.
-Si, con una eternidad sin mi a tu lado.
Fueron las palabras de Deathmask, porque si no tenía cuidado podían matarlo, lo que significaba que su hilo se cortaría, serían separados y ninguno de los dos deseaba que eso pasara.
-Qué aburrido eres.
Se quejó Afrodita, acariciando la mejilla de su cangrejo una última vez, para besar su frente y después sus labios.
-No es momento para juegos, Shura nos necesita.
Eso era cierto, por lo cual poniéndose en marcha, no escuchó las últimas palabras de Deathmask, que tomando una paleta la llevó a su boca como si fuera un cigarrillo, llevando su mano a su cabellera blanca.
-Supongo que su león también.
La mayoría estaba en peligro, de eso estaba seguro.
*****
Una vez hubiera terminado la batalla, Defteros no podía dejar de pensar en el menor de los gemelos de géminis, aquel que decían que era el malvado, el que vestía las escamas del dragón marino, quien estaba seguro era el portador del alma de su hermano o una reencarnación de Aspros.
Durante la batalla en el Inframundo su hermano actuaba de una forma extraña, como si deseara decirle algo, pedirle alguna clase de favor, sin atacar usando todo su cosmos, no como la última vez que se enfrentaron.
-¿Qué demonios sucede?
Pregunto cuando comenzó a cansarse, era su enemigo y debía derrotarlo, pero al mismo tiempo era su hermano, quien le protegió por muchos años, demasiado tiempo para que pudiera perdonar su caída en la oscuridad, tal vez con demasiada facilidad.
-¿Por qué no peleas de una forma verdadera?
Le pregunto furioso, tan enojado que Aspros desvió la mirada, dejando que lo golpeara, pero se detuvo, sosteniendo a su hermano del cuello, sin comprender qué era lo que pasaba por su mente en ese momento.
-Me arrepiento, me arrepiento tanto de lo que he hecho, de todas mis acciones.
Pronunció con un tono quebrado, logrando que Defteros le dejara ir, viendo cómo caía de rodillas, llevando ambas manos a su cabeza, relamiendo sus labios, mirando a su hermano con una expresión desesperada.
-Todas…
Repitió, como tratando de convencerlo de su bondad, algo que él pensaba aún existía allí, por lo cual, su expresión se ablandó, esperando por escuchar lo que su hermano deseaba decirle, que le acongojaba de esa manera.
-Si yo siguiera siendo un Santo Dorado aún estaría vivo, todavía podría protegerlo…
Susurro para si mismo mucho más que para Defteros, que se agacho a su lado, sin comprender las palabras pronunciadas por el mayor, ni su desesperación.
-Pero estoy muerto, no soy más que una herramienta del dios Hades.
Se quejó llevando una mano a su rostro, respirando hondo, casi como si se estuviera hiperventilando, pensando en algo, o más bien en alguien, alguien a quien deseaba proteger, pero él no tenía una marca en su muñeca, no tenía un compañero eterno, los ancianos se los habían dicho.
-¿Protegerlo?
Defteros quiso saber si estaba en lo correcto, si su hermano se había enamorado del omega de alguien más, una relación que para él nunca terminaba bien, como lo hizo con Albafica y Manigoldo, ellos a pesar de sus esfuerzos no estaban destinados, por lo cual, no pudieron estar juntos, por mucho que se amaron.
-Mi omega, lo encontré, él estaba aquí… encerrado en el Inframundo… pero los dioses han decidido dárselo a alguien más, alguien que no lo ama, que no lo desea ni lo cuidara, que solo le ve como una herramienta y es por eso que te lo pido.
Suplico de nuevo, sosteniendo los brazos de su hermano, esperando que Defteros quisiera ayudarle a proteger a su omega, si no era en esa vida en la siguiente, que les ayudará a estar juntos, para que ambos pudieran ser felices.
-¡Defteros! ¡Tienes que ayudarme! ¡Tienes que ayudarme a protegerlo!
Defteros pensaba que su hermano podía cuidar de su omega, tal vez su diosa podría darle el don de la vida, regresarlo con ellos, pero eso era un imposible, por lo cual, solo asintió, pensando que podía ayudarle a cuidar de ese omega, pero primero debía saber de quién se trataba.
-¿De qué estás hablando?
Aspros sabía que en ese momento no podrían estar juntos, que no podría salvarlo de la muerte, pero cuando regresara a la vida en un siglo o dos, le buscaría, tendría una larga vida a su lado, una pacífica después de salvar a su amado del peligro.
-Yo haré lo que sea necesario por protegerlo, pero tu, tienes que ayudarme a mi, cuando renazca, cuando vuelva a nacer, para que pueda estar con él y amarlo como es mi derecho, nuestro derecho.
Aspros sabía que si los dioses no le odiaran tanto tendría el nombre de Radamanthys escrito en su muñeca y el hermoso rubio tendría el suyo grabado en su piel, no el de Alone, el de ese mocoso obsesionado con realizar su voluntad, que desde un inicio le trato como un vil objeto que poseer.
-Tu omega es un espectro.
Si, su omega era un espectro, un hermoso dragón que lo eligió desde el primer momento en que se cruzaron, ahora lo sabía, cuando le dieron la oportunidad de vivir de nuevo, su mirada salvaje estaba fija en la suya, al principio pensó que era odio, pero se trataba de deseo.
-Es el dragón de Hades, puedes creerlo… el dragón de Hades… pero es dulce y amable, es divertido, es… él me complementa.
Defteros veía esa batalla, preguntándose qué le diría su hermano si supiera hasta dónde llegaba la obsesión del otro alfa por recuperar al omega que lo despreciaba, pero podía escuchar las palabras de Aspros, puesto que su voluntad le hizo reencarnar con el nombre de su amado en su muñeca, dominar el mundo, instaurar paz, una sangrienta de la que no estaba orgulloso, únicamente para poder vivir con su dragón del Inframundo.
-Parece que nunca cambias.
Susurro molesto, porque parecía que a pesar de lo sucedido, su querido hermano aún era demasiado ambicioso para su propio bien, era un peligro para ese mundo, pero se lo había jurado, le había dicho que le ayudaría a cuidar de su omega.
-Maestro… es mi hermano, él desea conversar con usted.
Defteros asintió, caminando en dirección de donde estaba el trono de Hades en la Isla de Andrómeda, única razón por la cual hasta el momento la influencia de la diosa Eris no había logrado trastocar los corazones de sus habitantes con un deseo monstruoso que debían cumplir.
-Muy bien Ikki, guíame a donde está él.
*****
Dohko al escuchar los pasos de dos individuos en su mansión tradicional, sonrió, levantándose de prisa, dejando sus alimentos en la mesa, sorprendiendo a Kiki con esa actitud, porque nunca le había visto sonreír de esa forma, una sonrisa real y no calculada.
Quien se levantó también tratando de ver quien ingresaba en esa mansión, viendo a un joven de cabello oscuro, cuyo nombre era Shiryu, el que era acompañado de su esposa Shunrei, quien sostenía su brazo, la hermosa joven con una preciosa trenza que observó a Aldebarán con sorpresa, siendo él quien estaba en el asiento que tradicionalmente era dedicado a la pareja del señor de esa casa.
-¡Shiryu! ¡Shunrei!
Pronunció Dohko emocionado, abrazando a la muchacha que era su pequeña hija y a su alumno, quien se enamoró de ella desde que era un pequeño a su cuidado, ellos, eran dos de las pocas personas que en realidad amaba.
-Maestro.
Ambos pronunciaron al mismo tiempo observando a Dohko, señalando a Aldebarán y a Ikki quiso presumir su victoria, lo que se imaginaba era el inicio de una vida plácida en compañía de su omega seleccionado, aquel que Shion quiso apartar para su alumno.
-Les presento a mi esposo y mi cachorro.
Aldebaran solo movió la cabeza de forma de saludo, levantándose para buscar más platos para servirles los alimentos a sus invitados, al mismo tiempo que Shunrei y Shiryu observaban esa mansión con admiración, era después de todo el trabajo de doscientos años de vida.
-Aldebaran de Tauro y nuestro pequeño Kiki.
Kiki observó a la joven muchacha con curiosidad, sin embargo, el joven dragón que no era más que un santo de bronce, le miró con desconfianza, pensando que al ser el alumno de Dohko, debía pensar justo como él, por lo cual, no era de fiar.
-Mi omega y mi cachorro.
Ambos asintieron con una sonrisa, pero Shunrei llevó una mano a su boca, sin saber qué decirles, porque había algo que no le gustaba en toda esa mansión, especialmente la actitud del omega en esa casa, que actuaba como si estuviera dormido, casi como un sonámbulo.
-Maestro.
Shunrei quiso preguntarle qué estaba pasando con él, porque estaba tan apagado por decirlo de alguna manera, sin embargo, Dohko como negando eso, hizo un gesto con la mano para que no se preocupara, como si estuviera espantando algún insecto.
-Es un omega viudo, su alfa falleció hace poco...
Fueron sus palabras, por no decir que su alfa moriría muy pronto, porque él iba a asesinarlo, no se iba a arriesgar a que Mu de alguna manera despertara y decidiera acudir a esa mansión para robarle su conquista, su felicidad.
-Lo siento tanto.
Susurro ella con dolor genuino, sorprendiendo a Kiki, que pensaba no soportaría ver a su omega actuando así para siempre, sin embargo, no iba a dejarlo solo, él era responsable de su seguridad, al ser el alfa de esa familia de dos.
-En ocasiones eso sucede.
Kiki sabía que su padre no estaba muerto, aunque los abandonara, por lo cual, entendió que Dohko deseaba matar a Mu, quien les dejo atrás con demasiada facilidad, algo que le dolía demasiado, pero él era fuerte, no iba a llorar mientras que su omega lo necesitaba para salvarlo de ese anciano miserable.
-Pero pasen, pasen…
Dohko comenzó a caminar en dirección de la mesa, para que sus alumnos tomaran asiento en esta, emocionado por tenerlos a su lado, si algo se complicaba, bien podía necesitar ayuda de sus dos alumnos.
-Aunque los esperaba en tres días, debo decir que los preparativos no han terminado.
Explicó emocionado, sentándose en la mesa para seguir con sus alimentos, disfrutando de esa comida, de la compañía de sus hijos y de su esposo, todo lo que alguna vez había deseado estaba en sus manos, lo único que tenía que hacer era matar a Mu para librarse de él.
-Por eso mismo decidí adelantar el viaje maestro, para que usted pueda casarse cuanto antes, se lo mucho que ha esperado por este día.
Dohko asintió, su alumno era un buen muchacho, mucho más amable y leal de lo que jamás fue Shion, quien deseaba su felicidad, su bienestar, después de todo el fue quien lo crio, lo encontró en uno de los barrios de su país natal, en un orfanato mugriento.
-Y es tan bondadoso adoptar a un cachorro que no es suyo, no todos los alfas lo harían.
Kiki al escuchar esas palabras apretó los puños a lado de su cuerpo, con tanta fuerza que casi se cortaba con las uñas, llamando la atención de Shunrei, quien todavía no tomaba asiento, admirando unas plantas con flores en esa mansión, notando la molestia de ese niño de cabello castaño.
-Aldebaran es especial y su cachorro, el es lo más importante de su vida, Kiki es un joven prodigio.
Dohko hablaba como si fueron caballos o alguna clase de ganado, horrorizandolo de esa forma, algo que noto Shunrei, que se acercó a él con un paso lento, con lo que esperaba fuera una sonrisa que se ganara la confianza del pequeño, el hijo bastardo de su padre.
-¿No es verdad Kiki?
Kiki no quiso responderle, transportándose a donde estaba Aldebarán, para esconderse detrás de su omega, no le gustaba el joven de cabellera oscura, que solo sonrió con una mirada pacifica.
-Parece que es algo tímido.
Pronunció ella con una expresión meditabunda, regresando a donde se encontraba su esposo, tomando un asiento junto a él, para comenzar a degustar los alimentos creados por su omega, como si fuera un sirviente.
-Eso pasa cuando su alfa le ha dejado atrás, antes de morir claro, puedes creerlo, abandonar a tu propio omega y a tu cachorro…
Dohko pronunció con desprecio, pero al mismo tiempo Kiki se aferró un poco más a su omega, desviando la mirada con dolor, después de todo, eso era cierto, lo que no entendía era porque se los estaba diciendo a ellos, sin preocuparse por sus sentimientos.
-Es un acto despreciable.
Shunrei de nueva cuenta trato de ver a Kiki, ladeando la cabeza, para sonreírle con delicadeza, pero de nuevo el pequeño lemuriano quiso esquivarla, no iba a escuchar sus mentiras, ni creer en esa supuesta bondad que le estaba demostrando.
-Porque no me enseñas el lugar, mi nombre es Shunrei, yo seré parte de tu familia.
Shunrei al darse cuenta de que eso no era del agrado del niño de nuevo observó a su omega, que apenas podía pronunciar palabra, como si estuviera medio dormido o en estado catatonico, no era la actitud de alguien que fuera a casarse por su propia voluntad.
-Pero qué modales son los nuestros, Aldebaran, atiende a los invitados.
Aldebaran asintió, sirviendo un poco más de comida y bebida, pero aun así no dijo nada, estaba demasiado confundido, como dividido en dos, primero pensando que no deseaba estar allí, pero después, que el nombre de Dohko estaba en su muñeca, así que él era su alfa.
-Lo siento si me veo muy silencioso… solo… esto ha sido demasiado rápido, pero estoy seguro de que Dohko cuidará bien de nosotros y que será un honor formar parte de su familia.
*****
Aioros camino en dirección de Saga, empujándolo con furia contenida, como si quisiera golpearlo, molerlo a golpes, con sus puños, con su cosmos, porque el celo, la peor parte de este comenzaba a terminar, lo que significaba que su enojo por quien decía ser su alfa estaba regresando.
-¡Algo le está pasando a mi hermano! ¡Lo siento en mi corazón!
Pronunció furioso, sosteniendo a Saga de los brazos, quien le miraba sin pronunciar una sola palabra, recordando todo lo dicho a su omega, todo lo que había hecho en su contra, diciendo que haría lo que fuera para ganarse su perdón.
-Aioros…
Su omega negó eso, apretando el puño para golpearlo con él, él no podía soportar más su enojo ni las ganas que sentía de pegarle a Saga, de destruir ese hermoso rostro, dejarle un morado en su mejilla o en su ojo.
-¡Nada de Aioros! ¡Tengo que ir por el, esta sufriendo, mi hermano esta sufriendo y tu no haces nada por ayudarle!
Saga llevó su mano a su mejilla para acariciar el sitio donde su omega lo golpeó, pensando que lo prefería así, furioso, tratando de ignorar aquella voz del más oscuro que le decía que una vez despierto, le abandonaría tan pronto como pudiera.
-Estamos tratando de entender lo que está pasando.
Respondió con cuidado, tratando de explicarle lo que podría haber sucedido con su hermano, de allí que sintiera ese golpe de cosmos, porque alguien había robado el lazo de Aioria, quien sabía era el compañero de Shura, a quien mandó a Asgard para que pudiera verle sin la presión del Santuario.
-Y mientras tanto mi hermano lo pagará, no lo creo Saga, no estoy dispuesto a aceptarlo.
Dijo furioso, escuchando un carraspeo, jadeando al ver al antiguo patriarca, a Shion, aunque vestía una armadura morada, lo que significaba que era una sapuri, que los había traicionado, por lo cual no entendía que hacia junto a Saga, porque este no le atacaba o actuaba en consecuencia de esa armadura morada.
-Gran Patriarca.
Susurro molesto, retrocediendo un paso, sin entender lo que veía enfrente suyo, recibiendo una sonrisa apenada de Shion, que negó eso, ya no era el patriarca, sino Saga, por el deseo de la diosa Athena.
-Yo ya no soy eso, lo es Saga.
Quiso explicarle como si fuera alguna clase de idiota, algo que el no era, no era un imbécil, era un soldado igual que los demás, un Santo Dorado, alguien que pensaba en algún momento tuvo la oportunidad de ser el Patriarca.
-¡Saga! ¡El lo asesinó!
Quiso recordarle, pensando que tal vez Saga lo había convencido de su inocencia, de su bondad, cuando eso no existía y sin embargo, al ver la expresión de Shion, así como la de su alfa, parecía que ese golpe había sido en contra de su compañero, no del patriarca del pasado.
-Yo se lo suplique, ya no toleraba el dolor de vivir sin mi alfa elegido, de mi Lune… que era un espectro.
Quiso explicarle, pensando en el peso de lo que le hizo a Saga, cuando le forzó a matarlo, poco después de que tuvo que perder a Kanon, encerrándolo en cabo Sunion, donde se transformó en el general del dragón marino.
-Eso no quiere decir nada, de todas formas usted fue asesinado y Saga tomó el manto del patriarca.
No era su derecho ser el patriarca del Santuario, se dijo, escuchando, más bien, sintiendo el cosmos de la diosa que se acercaba a ellos, con su báculo en su mano, mirándolos como si toda esa discusión no fuera más que un alboroto sin sentido.
-Yo le di el puesto…
Athena pronunció segura, mirando a los tres presentes, a Saga, que era alguien a quien respetaba, así como a su hermano, quien no le había dicho nada de su omega destinado siendo un espectro, de ser así, hubiera solicitado su presencia en el Santuario, la hubiera exigido.
-Mi señora…
Aioros no supo qué decir en ese momento, como aceptar esa decisión, esa actitud fría y desalmada de su diosa, quien le dejó atrapado en su propia mente por todos esos años, sin hacer nada por él, que trató de salvar su vida cuando el más oscuro quiso matarla.
-Y yo los he protegido para evitar que cambien sus lazos, aunque, solo a los soldados que son leales a mi.
Esa era una amenaza supuso, pero de todas formas no lo entendía, porque su diosa era de esa forma, que tanto le habían corrompido los hermanos, que pensaban que solo el poder era aquello que te daba el derecho de gobernar ese mundo.
-Que se han mantenido en el Santuario, obedeciendo mis órdenes.
Pero su hermano escapo tratando de ser leal al Santuario, creyendo que eso era lo mejor, después de verle como un autómata, sumido en la esclavitud, convencido de que esa paz no era aquello que buscaban, porque era una sangrienta, pavimentada con demasiadas vidas.
-Usted… usted ha abandonado a mi hermano…
Susurro sin comprender a su diosa, viendo como Saga daba un paso, para colocarse a su lado, como mostrándole su protección o su posesión a la diosa Athena que ladeo la cabeza, con una sonrisa molesta.
-A mi…
Dijo entonces, porque ella le había dado la espalda desde el primer momento, ahora lo entendía, con demasiado dolor.
-Yo he realizado lo que se tenía que hacer, no comenzaré una guerra por la locura de los dioses, los hilos rojos del destino que no hacen más que entorpecer la paz.
Athena a diferencia de sus generales y consejeros pensaba que los hilos debían ser destruidos, así que no le molestaba lo que había sucedido hasta el momento, sin embargo, los actos de Dohko, Alone y Loki no hicieron más que debilitar esas endemoniadas líneas del destino, ella las destruiría definitivamente.
-Pero mi señora… Aioria es leal a usted, siempre lo ha sido.
Quiso explicarle, como si no lo supiera, pero al mismo tiempo dudaba que a ella le importara en lo mas mínimo.
-Saga es leal a mi, sin importar lo que ha sucedido, la clase de órdenes que le he dado, las ha llevado a cabo, Saga y Kanon son mis soldados predilectos.
Los gemelos no podían ser sus mejores soldados, ni aquellos que ella beneficiaba por sobre los demás, y sin embargo, para Athena, ellos eran sin duda aquellos que harían lo que fuera para cumplir con sus órdenes, solo debía otorgarles un alma humana, un ser que les hiciera compañía, uno de ellos Aioros, el otro el espectro.
-Ellos no vacilan, solo realizan su deber para su diosa.
Y por eso les estaba agradecida, puesto que ella deseaba que Saga quisiera matarla, para que cayera en las manos del anciano Kido, así podría reunir a todos sus santos, al pegaso, pelear para pulir sus armas divinas, pero Aioros se interpuso en medio, aunque, de todas formas logró su objetivo final, que era la paz entre los ejércitos, cuando los gemelos atacaron sin piedad, sin darle oportunidad a sus rivales, por lo cual, estaba satisfecha.
-Usted… yo arriesgue mi vida por salvarla.
Aioros susurro sin comprender lo que Athena había dicho, negando eso con un movimiento de su cabeza, pensando que su diosa sabía lo que sucedía a su alrededor, que estaba de acuerdo con ello.
-No le creo, no puedo creer en estas palabras…
Athena comenzaba a molestarse con Aioros y Saga, como pensando que ella desearía hacerle daño, se colocó enfrente suyo, con una expresión acongojada, para tratar de convencerla de no castigarlo.
-Mi señora, Aioros apenas ha despertado, está confundido… tengale paciencia…
Saga tuvo que decirle a su diosa Athena que le miraba con frialdad, como si no quisiera escuchar sus palabras, para después elevar un poco su cosmos.
-Se lo suplico.
Susurro ansioso, haciéndole ver a Aioros que Saga lo protegía, que estaba pidiendo por su vida y solo porque era uno de los soldados favoritos de la diosa, era que no recibía alguna clase de castigo.
-Muy bien, solo porque Hades me ha prometido que esta vez lograremos destruir a los Alóadas.
Respondió, apagando su cosmos, esperando porque esa ridícula reunión terminara, necesitaba discutir con sus hombres de confianza que harían con esos gigantes, que estaban brindando su ayuda a sus enemigos o herramientas para destruir los hilos.
-¿Alóadas?
Aioros de nuevo preguntó, logrando que Athena le pensara especialmente estúpido, como si no fuera más que un niño pequeño, un aspirante a santo.
-Los titanes enemigos del Olimpo.
Surro Aioros para sí mismo, recordando los mitos, cuando se decía que estuvieron a punto de destruir el Olimpo, que casi triunfan en su empeño, a no ser por Zeus y sus hijos, que pudieron derrotarlos, aunque, en el mito ellos mismos fueron quienes se derrotaron.
-Si, ellos.
Respondió Athena, comenzando a desesperarse, por lo que pensaba era un omega muy poco inteligente, al que deseaba que Saga hiciera callar, porque comenzaba a desesperarse demasiado con su constante parloteo.
-No puede ser…
*****
-Aioria…
Susurro Shura con un sentimiento de dolor que no podía comprender ni explicar, colocando una mano en su cabeza, sin saber que estaba pasando, caminando con lentitud hasta que se topó con una de las sacerdotisas, aquella llamada Lyfia, que le observaba con tristeza.
-Shura.
Susurro ella con una voz comprensiva, ayudándole a mantenerse de pie cuando estuvo a punto de caer, esto debido a que su lazo había sido cercenado cuando estuvo a punto de formarse de nuevo.
-Tu no eres humana.
Susurro viendo como sus ojos brillaban de color azul, sintiendo un cosmos demasiado cálido, aquel de un dios bondadoso.
-No lo soy.
Fue la respuesta de la chica que le ayudó a llegar a un sitio donde pudiera sentarse, ella, una pequeña muchacha, cargando a un hombre alto y pesado como él, sin el mayor esfuerzo.
-¿Quién eres?
Ella no le respondió, observando dos cuervos que se posaron cerca de ella, un mensaje muy claro, porque esos no eran animales comunes tampoco, eran los mensajeros del dios Odin.
-Me temo que Aioria no es la encarnación de Sigyn… yo me equivoque.
Shura no entendió acerca de que le estaba hablando, mucho menos sabía quién era Sigyn o porque eso tenía que ver con Aioria, con su león.
-¿De qué estás hablando?
Pregunto angustiado, creyendo que esas eran malas noticias, pero seguro de que no le importaría quien dijeran que era su amado, de todas formas iba a recuperarle, a cuidarlo.
-Sino de Angrboda, la esposa de Loki.
De nueva cuenta no sabía quién era ese ser ni porque decían que Aioria tenía algo que ver con eso, su Aioria era su propio ser, su propia persona, era su amado omega, el que daría a luz a sus hijos y protegerlo era el único acto bueno que había realizado durante toda su vida.
-¿Angrboda?
*****
Hera caminaba de un lado a otro, esperando por Hefesto, quien parecía no llegaría a su lado como se lo habían prometido, sin embargo, al verle caminar en su dirección, con una sonrisa corrió en su dirección para abrazarlo.
-Mi pequeño…
Susurró emocionada, casi como si en verdad lo quisiera y le amara, algo que no era cierto, solo le veía como una herramienta, como poco menos que un esclavo, algo sin vida ni mente propia.
-Al fin has regresado con tu madre.
Hera se atrevió a recorrer las heridas de su rostro, aquellas producidas por su enojo al no encontrarlo perfecto como los demás hijos de Zeus, casi matándolo en el proceso.
-Sin ti he estado tan sola.
Lloro en su regazo, esperando que su hijo le abrazara como siempre hacía cuando pensaba que estaba demasiado desesperada o triste por las constantes vejaciones que Zeus le otorgaba.
-Tan triste.
Susurro confundida, porque Hefesto no le había abrazado ni siquiera le había dicho madre como siempre hacía, haciéndole enfurecer, sentir el deseo de lanzarlo del Olimpo de nuevo, porque le repugnaba la idea de ser ella quien le hubiera dado a luz.
-Yo diría que no es cierto, madre… has estado demasiado ocupada todo este tiempo, buscando la forma de convertirme en tu esclavo.
Fueron sus palabras, demasiado bruscas, demasiado cortantes, apartándola de sus brazos, furioso por su intento de alejarlo de Ares, un compañero hermoso, amable y comprensivo, por el que daría todo, aun a sus propias creaciones, cada una de ellas, para conseguir su felicidad, una que el se merecía.
-¿Qué?
Pregunto entonces, sin comprender lo dicho por su pequeño hijo, quien caminó en dirección de Ares, quien aún poseía su nombre en su muñeca, el lazo seguía fuerte, por lo cual, parecía que le habían engañado.
-Que mi esposo dice que eres una maldita perra mentirosa y si no quieres que te cortemos la cabeza, nos dirás todo lo que sabes.
Ares pronunció moviéndose con rapidez, colocando una espada debajo de su cabeza, esperando la señal de su omega para decapitarla, para librar al mundo de su odiosa presencia.
-Tu deberías ser un omega, el esclavo de los Alóadas, ellos quedaron encantados contigo, con tu belleza, con tu cuerpo… Ares.
Hefesto respondió lastimando a su madre, utilizando su cosmos para hacerle caer al piso, golpeando el piso con el martillo a lado de su cuerpo, comprendiendo el dolor en la mirada de Ares, el que por un momento no supo qué decir.
-Dime lo que sabes y porque desean destruir o modificar los hilos del destino, por ende, apartarme de mi alfa.
Hera comenzó a ponerse de pie, sin embargo vio el martillo de Hefesto frente a su rostro, como en una amenaza silenciosa, haciéndola callar y jadeando comenzó a retroceder en el piso, apartándose de su hijo, comprendiendo que iba a lastimarla.
-No te diré nada.
Hefesto ladeo la cabeza, levantando el martillo, para golpearla de nuevo, esta vez atravesando su cuerpo con su arma predilecta, escuchando una risa de Ares, plagada de burla.
-¡No! ¡No lo hagas!
Ella gritó elevando sus brazos, tratando de protegerse de su hijo, quien fuera obediente y en algún momento le amará, pero ya no, eso era en el pasado.
-Te diré lo que se… todo lo que se… pero no es demasiado… Alone no me dijo demasiado…
Quiso explicarse, porque eso era cierto, Alone no quiso decirle demasiado, ese usurpador únicamente confiaba en el anciano de los cinco picos.
-Alone…
*****
Bueno, les dejo el siguiente capítulo de esta historia que espero sea de su agrado, perdón por la tardanza.
SeikenNJ.
Chapter 51: Tormenta.
Chapter Text
Tormenta.
Siegfried suspiro escuchando las últimas notas de Sorrento, quien al finalizar su música, beso la punta de su cabeza, acariciando su cabello dorado, sintiendo de pronto como su dragón se movía, sentándose sobre sus piernas, sonrojándose inmediatamente.
-Quiero hacerlo…
La vida en Asgard era tan dura que no perdían el tiempo con bodas, a menos que fueras un noble, en ese momento realizaban la ceremonia mucho más como una muestra de poder o riqueza, que como una formalidad para poder estar con tu amado y Siegfried pensaba que no necesitaba demostrarle nada a nadie.
-¿Hacerlo?
Si Sorrento pensaba que actuando como alguien inocente iban a lograr que se distrajera de su meta por estar en los brazos de su alfa, estaba en un error y pensaba demostrarlo, llevando una mano a su entrepierna, tratando de acariciarlo con delicadeza.
-No es correcto…
Susurro su alfa, sosteniendo sus muñecas con ambas manos, pensando que no debían dejarse llevar por el miedo, tendrán toda su vida juntos y él deseaba hacer que su primera ocasión juntos fuera memorable, no un encuentro corto en la intemperie congelada de Asgard.
-Yo quiero ser tuyo, no de él…
Tal vez con eso podría convencerlo de soltar sus manos, se dijo al mismo tiempo que besaba su cuello, tratando de que Sorrento reaccionara a sus caricias, quien parecía inmune a sus intentos por seducirlo, confundiendolo de esa forma, porque se decía que no podrían tolerar la separación o pasar tiempo sin amarse al reunirse por fin, pero Sorrento su alfa no actuaba de esa forma.
-No seras de él y te prometo matarlo, pero, no es correcto hacerlo aquí.
No entendía porque no era correcto, él deseaba hacerlo y le molestaba que Sorrento le dijera que era lo que debían hacer o no, él era la mano derecha de la señorita Hilda, su consejero, su guardián, era capaz de tomar decisiones por sí mismo.
-No somos unos chiquillos.
Eso nada tenía que ver, se dijo molesto, besando los labios de Sorrento para hacerlo callar, quien con cierta fuerza lo aparto, sin mostrarse ligeramente sonrojado, logrando que pensara en lo que decían las historias, porque nadie jamás deseaba pensar en la segunda posibilidad, en aquella que contaba que estabas destinado a matar a quien portará esa marca, no amarle.
-Pero es lo que deseo, quiero estar con mi alfa.
Siegfried volvió a besar su cuello, un tanto desesperado, esperando que Sorrento respondiera a sus besos, que actuará como debía, pero no lo hizo, en vez de eso, lo empujó con delicadeza, rechazándolo.
-Quiero casarme contigo, quiero que todo se haga bien…
Sorrento quiso explicarse, notando la sorpresa de Siegfried, que se apartó ligeramente, aunque aún estaba sentado en sus piernas, de una forma en que casi todo su peso era soportado por el mismo, no deseaba lastimarlo.
-¿Qué hay de malo en yacer con mi alfa antes de la guerra?
Le pregunto esperando una respuesta satisfactoria de Sorrento, pero él no dijo una sola palabra, únicamente negó con un movimiento de la cabeza rechazandolo de nuevo, esperando porque de pronto, repentinamente, como si aquello fuera un deseo infantil detuviera sus intentos por seducirlo.
-Así podremos encontrarnos en el otro lado, en los salones del Valhalla…
Fueron sus palabras, pensando en la posibilidad de morir en la guerra que se avecinaba y según se decía, si una pareja no lograba estar junta, no se encontraban en el Valhalla en donde podrían reunirse en la batalla, en los festejos, en los festines, porque ambos eran uno.
-Tu me aceptas y yo a ti, no veo la necesidad de perder tiempo con rituales ridículos.
Se quejo un poco más consternado, porque sabía que los lugareños no se casaban, se daban un regalo, un collar de Odin y después, procedían a vivir juntos, como una pareja, no necesitaban de fastuosos festejos, el no deseaba eso, no quería que lo convirtieran en un espectáculo con ropa estorbosa, era un guerrero, siempre lo sería, no necesitaba de una boda para estar con su alfa.
-Yo si quiero casarme contigo en un ritual ridículo, llevarte a mi mansión o ir a la tuya para nuestra luna de miel y entonces, hacerte mío, para ser tuyo, pero aquí, en medio de la nada… no es correcto.
Sorrento quiso explicarle, él era de otro país, uno mucho más próspero que el suyo, tal vez por eso no entendía la fragilidad de la vida ni la inevitabilidad de la muerte, sin embargo, lo que realmente le molestaba era que no quisiera escucharlo.
-Este puente es importante, es sagrado… es la zona más cercana al Valhalla…
La expresión de Sorrento fue de tanta extrañeza que le hizo sentir incómodo, poniéndose de pie, tratando de pensar en qué decirle o porque reaccionaba de esa forma, sintiendo la mano de Sorrento en su muñeca.
-Por eso mismo no debemos hacer esto, Siegfried, se que estas asustado, se que ese bastardo te ha torturado… pero…
Siegfried negó eso, no era por miedo que deseaba estar con él, pero suponía que su alfa mentía en algún momento cuando le dijo que no le molestaba que fuera tan alto o tan fuerte, después de todo, siempre eran los omegas los más pequeños, por lo cual se soltó de su mano, furioso.
-No me deseas… es eso, no es verdad… pues bien…
Estaba cansado de escuchar sus negativas, de pensar en formas de convencerlo para estar juntos mientras aún pudieran hacerlo, porque en las guerras siempre habían muertes, siempre perdían la vida soldados como él o Sorrento.
-Eso no es cierto, tu lo sabes mi dulce dragón.
Sorrento se levantó de prisa tratando de convencerlo de quedarse, pero no pudo hacerlo, cuando Siegfried se hizo a un lado, convocando su armadura, cansado de la soledad, de saber que sus decisiones podían ser cuestionadas si era un omega.
-En ese caso porque no me escuchas.
No iba a preguntarle porque no reaccionaba como cualquier otro amante haría, como Sygmund sabía que haría si Bud se lo pidiera, porque había visto mucho más deseo en Mime hacia Alberich, que en su alfa hacia su persona, sintiéndose intimidado, recordando que era demasiado alto, casi tan alto como Heracles, el dios guerrero de la armadura verde.
-No nos apresuramos únicamente porque Fafner quiere robarte de mi lado… no se lo permitiré.
Siegfried al escuchar esas palabras en vez de sentirse encantado o avergonzado, se sintió furioso, creyendo que su alfa le veía como alguien débil o que solo estaba mintiendo, porque no sabía de un alfa que no quisiera yacer con su omega destinado una vez que estaban juntos e inmediatamente después golpeó con fuerza su rostro, derribándolo.
-¡Estoy cansado de esto! ¡Y no quiero verte por más tiempo!
Siegfried elevo su cosmos, pero negando eso, pensando que era una locura iniciar esa batalla inútil, simplemente comenzó a marcharse, caminando con un paso rápido, dejando a Sorrento en el piso, sosteniendo su mejilla, quien por un momento pensó en ir detrás de él, pero no lo hizo, lo mejor era dejar que se le pasara un poco el enojo.
-Supongo que así se siente Kanon…
Se quejó, sin darse cuenta de que uno de los aldeanos les veía con demasiado interés, como si los hubiera estado espiando todo el tiempo, quien poseía un halcón que mandó con un mensaje en su pata a un lugar desconocido.
-Por Poseidón…
*****
Alberich había terminado de explicar las acciones que debían realizar los guardias, los siguientes pasos de la batalla a seguir y en ese momento estaba recargado en la mesa, escuchando los pasos de Mime, que se acercaba a él con un paso lento, sosteniendo sus caderas, aspirando su cuello, haciéndolo sonreír.
-Hueles tan bien… pero tan bien…
Su nariz le causó cierto cosquilleo, por lo cual sonrió, volteando en su dirección, para rodear los brazos de su cuello con cierta intención, pensando que no deseaba esperar hasta la ceremonia de su casamiento.
-Pero creo que tienes razón mi dulce amatista.
Susurro Mime en su oído, lamiendo su cuello, escuchando un jadeo del dios guerrero más cruel de esas tierras, que solo le miraba intrigado, sin entender acerca de que tenía razón.
-¿Acerca de que?
Pregunto hasta cierto punto confundido, porque hasta ese momento, Mime había sido especialmente insistente de estar a su lado, aunque habían pasado pocos días desde que le aceptó a su lado, pero antes había sido un terrible dolor de cabeza.
-Y he hablado con mi padre, él se encargará de los preparativos para la boda, es nuestro deber después de todo.
Alberich ladeo la cabeza pensando en esas palabras, recordando que en efecto las bodas, los atuendos y la dote debía ser pagada por los pretendientes, no obstante, le sorprendía que Folken no tratará de evitar que su hijo se casara con él.
-Boda…
Susurro Alberich sonrojándose ligeramente, sorprendiendo a Mime que no sabía que un color tan hermoso podía presentarse en unas mejillas, aunque era su amante, todo era perfecto en él.
-Quiero casarme contigo de una forma adecuada.
Le explico alejándose, besando el dorso de su mano con una expresión que claramente le decía que estaba esperando su respuesta, una que era afirmativa, ya había tomado la decisión de ser el primero de su linaje de omegas poderosos en tomar a su alfa destinado para el, no cualquier otro ser insignificante.
-Pensé que tu querías…
Mime asintió, si lo deseaba, vaya que él ansiaba estar con Alberich, pero deseaba hacerlo todo bien, cada pequeño detalle de su unión, la boda, el viaje, la luna de miel, después de todo no eran cualquier clase de aldeano, su amatista solo tendría lo mejor, aunque las tradiciones les dictaban que podían amarse sin una boda o con un simple intercambio de votos.
-Pero si quiero y estoy agradecido porque tú decidieras darme una oportunidad.
Alberich trata de besar los labios de Mime, pero este se hace a un lado, sosteniendo sus muñecas, pensando que la posibilidad de morir le hacía querer estar con él, antes de perder la vida, por lo cual, cada caricia le hacía flaquear en su deseo por estar juntos.
-Solo aguarda a tener nuestra victoria mi amatista y te mostraré lo agradecido que estoy por esta oportunidad.
Alberich asintió, recordando las palabras de Mime, acerca de que su padre, Folken, el poderoso Folken se encargaría de su boda, encontrándolo ridículo, porque él era la clase de persona que ese soldado más odiaba.
-¿Folken me acepta a tu lado? ¿Su honor le permite unir a nuestras familias?
Folken no estaba contento en un principio, especialmente cuando vio el nombre marcado en su muñeca, una razón por la cual no le prohibió tocar su arpa, así lo mantenía distraído respecto al omega destinado, una de las amatistas, una familia traicionera, le dijo cuando le aseguro que era perfecto, sin embargo, al saber que lo aceptaba a su lado, sus preocupaciones cedieron un poco.
-Mi padre solo desea mi felicidad, Alberich, eso es lo que busca y sabe que seré muy feliz contigo, que he esperado por demasiado tiempo por este día.
Esas eran las palabras que generalmente le decían a su alfa los omegas, pero Mime no era como todos ellos, él era una buena persona, un buen compañero, alguien digno, al que amaba y deseaba a su lado, por todo el tiempo.
-Pero… tal vez la boda no sea tan fastuosa como tu familia podría planificarla.
Si su familia estuviera con vida, no le permitirían tener a su alfa y le hubieran asesinado, por lo cual, la boda se transformaría en una odiosa transacción, en nada más que eso, pero él no era una joya de adorno, el era un guerrero, uno de los dioses guerreros, así como la mente más brillante de Asgard.
-Solo me casare si tu eres el alfa a mi lado.
Le respondió besando su mejilla, acariciándola con delicadeza poco después, suspirando encantado, puesto que lo amaba, aunque, no estaba seguro de que alguien como él podría sentir eso, Mime le traía paz, le daba confianza, un sentimiento cálido al que se había hecho adicto, como su omega le advirtió más de una vez.
-Quien mas podría estar a tu lado sin recibir mi furia.
Alberich comenzó a reírse por esa amenaza, esa expresión de odio contenido en su dulce artista, su virtuoso músico de tonadas mortales, encontrándolo mucho más lindo aún, mucho más perfecto todavía.
-Ahora actúas como un alfa celoso…
Le reprocho como en broma, golpeando su pecho con el puño cerrado, escuchando la risa de Mime que sabía que esa actitud le había gustado a su amatista, después de todo, un leopardo no cambiaba de manchas tan fácilmente y hasta el momento jugaba un juego muy peligroso, que le había dado lo que deseaba.
-Soy un alfa celoso.
*****
Kasa y Fenrir se besaban en la oscuridad, recorriendo el cuerpo de su amante, tratando de desvestirse tan rápido como pudieran, seguros de que tendrían tiempo suficiente para estar juntos antes de que sucediera la siguiente batalla.
-¿Dónde estabas?
Pregunto Fenrir con esa ingenuidad que amaba, ambos estaban recostados en una bonita piel de oso, una de color azul, un color que nunca había visto en toda su vida, pero en Asgard sucedían cosas extrañas.
-Primero en un país llamado Portugal, después en uno de los siete pilares…
Le respondió sentándose sobre él, quitándose su camisa, observando las uñas alargadas de su alfa, las que hizo que rasguñaran su piel, cortando cuatro líneas rojas, deseando tener las marcas de su alfa en su cuerpo, quería que todos supieran que aún él era deseado por su alfa.
-¿Por qué no venías a mi?
Pregunto Fenrir observando la sangre, antes de lamerla como si fuera un lobo, haciéndole gemir un poco más fuerte, rodeando la cintura del albino, de aquel que no se veía como un humano sino como una hulda o un hada, un ser mágico, no aquellos que le dieron la espalda.
-Si tu eres tan listo y tenías la forma de llegar a mi.
Kasa sonrío porque no era tan listo, era astuto y un mentiroso, pero no podía considerarse el general marino más inteligente al servicio de Poseidón, ese sin duda era Kanon, cuyos dones había usado para realizar actos deplorables, muchos dirían para el mal.
-Estaba asustado de ser rechazado por ti…
Quiso explicarle con cierta vergüenza, notando la sorpresa de Fenrir, que solo relamía sus labios con una actitud salvaje, como si en verdad fuera un lobo y no un humano.
-No soy hermoso.
Le dijo de pronto, como si eso fuera demasiado claro, esta vez notando la molestia de su alfa que negó eso inmediatamente, casi saltando encima de su cuerpo, cambiando sus posturas para comerse su cuello a besos, sus manos sosteniendo sus muñecas con fuerza.
-Pero si lo eres, como un pedazo de luna…
Le dijo recorriendo la piel blanca de su omega, quien sonrió con sorpresa, casi con ternura, para besar sus labios con delicadeza, pensando que su lobo salvaje era el ser mas inocente que jamas habia conocido, notando la confusión en su bonito rostro de ojos rojizos, disfrutando de su largo cabello blanco.
-Eres tan inocente…
Le dijo de pronto besando sus labios de nuevo, sus hombros, su cuello, escuchando un gruñido de su lobo, que de nuevo sostuvo sus muñecas, apartándose apenas lo suficiente para que no llegara a él, que no lo distrajera.
-No lo soy.
Fenrir le dijo casi en un puchero, pensando que se estaba burlando de él, de su falta de conocimientos, pero no era un humano, era un lobo, los lobos no sabían leer, escribir o conocían más de lo que era necesario para proteger a su manada.
-Es un cumplido, no tienes porque molestarte conmigo.
Fue la respuesta de Kasa, logrando que Fenrir lo soltara, quien ladeo la cabeza, sintiendo la caricia del viento, como este se enfriaba, sus instintos diciéndole que algo estaba por pasar.
-En otros lugares yo soy considerado una anomalía, algo desagradable… tenía miedo de que me rechazaras porque no soy como los demás.
Kasa no deseaba que se sintiera inadecuado, que pensara se estaba burlando de él o que no lo considerara adecuado, porque para él era perfecto, aunque, si pensaba que era una buena idea enseñarle algo de escritura o lectura, para mostrarle un poco más del mundo a su alrededor.
-Un amigo me convenció de venir a buscarte… es un buen chico… atado a un mal alfa…
Un mal alfa que hubiera seguido al fin del mundo, que era un gran líder, un soldado perfecto y sin embargo, no entendía porque no podía ser amable con su omega, notar que estaba asustado, que debía ser considerado, darle tiempo para aceptarlo a su lado.
-Pero tú eres perfecto.
Fenrir iba a besarlo después de pronunciar esas palabras, sin embargo, repentinamente sienten un cosmos agresivo proveniente del puente que daba a la estatua de Odin, del interior del castillo, comprendiendo que las sacerdotisas estaban en peligro.
-Las señoritas…
Fenrir susurro levantándose de un salto, convocando su armadura, esperando porque él hiciera lo mismo, no tenía que decirlo para que obedeciera, reconociendo ese cosmos, era el de su amigo, aunque este era mucho más aterrador, corrompido por algo que no comprendió en ese instante.
-Radamanthys.
*****
Kanon al sentir el cosmos de Radamanthys, se levantó de un salto de su asiento dentro del templo del patriarca, dándose cuenta que estaba dormido, que de nuevo tenía una de esas visiones, pero esta vez era del alfa, aquel que suponía fue en el pasado, cuyo nombre era Aspros, el primer hermano, pero aquel nacido bajo la estrella de la desgracia, la manzana podrida, justo como él.
-No lo dejes solo… no lo abandones.
Aspros pronuncio desde las sombras, vestido con su traje negro de viaje, algo que suponía era ropa de civil, quien al verle usar la ropa de entrenamiento, su par favorito, el que estaba rasgado de varias partes, casi pudo asegurar que le juzgaba por ello.
-¿Qué?
Kanon dijo mucho más molesto, pensando en lo ridículo que era que en su propio sueño se juzgará por lo que le gustaba usar cuando no tenía sus escamas puestas, caminando en dirección del alfa de nombre Aspros, quien fuera el en el pasado, hablando consigo mismo.
-No abandones a nuestro Dragón en las manos de esa bestia.
Fueron las palabras de Aspros que estaba desesperado, una parte de su psique estaba inquieta al no estar con Radamanthys a su lado, al dejarle ir como lo hizo, cuando sabía que eso era algo que no deseaba, que ese maldito mocoso le obligó a realizar.
-Debo estar alucinando…
Aspros negó eso, comenzando a perder la paciencia consigo mismo, porque eso era una impresión de cosmos que había dejado en su psique, en su alma, en la última batalla, la razón por la cual se mató a sí mismo con el Satan Imperial, para no olvidar sus deseos al regresar a la vida, al reencarnar.
-No es una alucinación, es un sueño… una parte de mi implantada en tu memoria.
Kanon abrió demasiado los ojos, llevando su mano a su cabello, pensando que eso era lo más extraño que había escuchado, pero al mismo tiempo, existían dioses, porque no un mortal que usando el cosmos de su cuerpo era capaz de cambiar su futuro a largo plazo.
-Eso lo hace mejor, por supuesto, soñar con…
Aspros que vestía con esa elegante ropa llevo sus manos a sus hombros, sabía que era inteligente, que era astuto, que era poderoso, pero lo que no comprendía era porque no tenía la marca de su omega en su muñeca, al que había encontrado en el Inframundo, pensando en lo peor, que Alone fuera de nuevo su destinado.
-No puedes dejarlo solo, no puedes abandonarlo con ese demonio…
Repitió, era el mensaje que tenía que decirse, porque sabía que ese Alone, ese monstruoso pacifista, que era capaz de destruir el mundo para obtener aquello que deseaba, volvería a buscarlo, pero esta vez estaría preparado.
-Alone destruirá a nuestro dragón… él solo quiere poseerlo, no lo ama y no lo quiere, mucho menos lo respeta.
Repite desesperado, sorprendiendose ahora él cuando sonrió, con maldad en su expresión, usando una mirada como aquella que tenía cuando era el patriarca oscuro, sosteniendo sus muñecas en sus hombros.
-No voy a darle la espalda, ahora que ya tengo el poder que deseábamos y estoy vivo.
Kanon era demasiado inteligente, demasiado astuto y sabía que los dos eran la misma persona, eran la misma alma, obsesionada del mismo omega, cuyo nombre estuvo en su muñeca, pero aunque no lo estuviera, seguía amándolo y no se detendría hasta tenerlo en su poder, bajo su cuidado.
-No soy el patriarca pero tengo la confianza de la diosa Athena en mí, soy el general del dragón marino, soy poderoso, ambos lo somos y los dos lo amamos.
-Alone es un monstruo y no dañara a mi dragón, si aquel muchacho no me ama… sé que el juez si lo hace… él me ha suplicado ayuda… no puedo fallarle.
Aspros únicamente sonrió antes de desaparecer, al saber que haría lo necesario para protegerlo, justo en el momento en que Kanon abría los ojos, despertando de su sueño.
-Radamanthys…
Podia sentir el cosmos de Radamanthys, asi que vistiendo sus escamas inmediatamente, preparándose para la pelea que seguiría se preparo para marcharse sin importarle los planes de Saga, tenía que evitar que su dragón cometiera algún acto equivocado, como unirse a su rival, sin importarle que haya escapado con Alone, quien esperaba la presencia de Kanon en esa batalla, para poder matarlo.
-Radamanthys…
*****
Sorrento estaba solo cerca de donde las sacerdotisas realizaban sus oraciones, pero ellas no estaban allí en ese momento, sin embargo, como si de un meteorito se tratara escuchó un estallido de cosmos y al enfocar su mirada vio a un demonio vestido con una armadura oscura caminando hacia él, a quien no reconoció en un principio.
Ese era Radamanthys, quien había llegado a matar a las sacerdotisas, pero Sorrento al darse cuenta de la razón por la cual ese demonio estaba presente, se puso de pie, convocando su armadura, sosteniendo su flauta travesera.
Comenzando a tocar su melodía de muerte, sin darle una oportunidad a su enemigo de dar más de dos pasos, sorprendiéndose de que esta vez Radamanthys llevara sus manos a sus oídos como si tuviera mucho dolor.
Radamanthys el joven al sentir el dolor atravesar su cuerpo estuvo a punto de caer, pero usando su cosmos, la forma en que el juez repelía esa clase de golpe de cosmos, apretó los dientes, abandonando sus oídos, para golpear a Sorrento con el puño cerrado, actuando como si no le hiciera daño alguno su música de muerte.
-Esa música me parece tan aburrida.
Se quejó, defendiéndose de los golpes que Sorrento trató de propinarle usando su flauta como una espada o un garrote, logrando resistir el daño, el dolor, sonriendo con maldad, porque era su turno de dañarlo, algo que hizo, sosteniendo una de sus muñecas para lanzarlo contra la estatua del viejo barbudo.
-¿Como?
Pregunto Sorrento, levantándose con demasiado esfuerzo, observando al demonio de la armadura morada, a este Radamanthys que seguramente era el juez de las almas y no el muchacho inocente que ayudó a secuestrar, quien caminaba en su dirección, con un paso demasiado lento.
-No lo sé, nunca he tenido oído para la música clásica, en realidad prefiero el rock o el metal.
Dijo con burla, pensando que el juez de las almas no gustaba de la música clásica, en realidad le odiaba, le hacía quedarse dormido de tan aburrida que le parecía, agradeciendo que ese omega estúpido no quisiera enfrentarse a él para evitar su misión.
-Tal vez porque soy inglés… y esta música es tan… aburrida.
Eso lo dijo como si le pareciera demasiado divertido, una broma para sí mismo, sosteniendo las muñecas de Sorrento, como si quisiera romperle las manos, para que jamás pudiera producir ese repulsivo ruido que tanto le molestaba.
-Pero si te rompo las manos, estoy seguro de que ya no podrás tocar esta basura.
Sin embargo, antes de que pudiera quebrar sus huesos el cosmos de Siegfried se encendió, atacando a Radamanthys con su mejor técnica, haciéndolo caer en la cascada de hielo, donde chocó para caer al suelo, escupiendo sangre de su boca.
-No toques a mi alfa…
Fueron sus palabras, furioso, con su postura de batalla, escuchando la risa de ese otro omega, cuya armadura era sin duda la de un dragón, uno nacido en el Inframundo, uno muy diferente al que era su guardián.
-¿Tu alfa? ¿Este pequeño renacuajo?
Le pregunto como si Sorrento fuera inferior a cualquier otro alfa, logrando que Siegfried perdiera la cabeza, nadie se burlaría de su dulce alfa, nadie le haría daño, por lo cual volvió a atacar, esta vez siendo retenido por ambos brazos del espectro, que apenas podía pelear, parecía que no era un guerrero.
-¡No te burles de él!
Radamanthys lo aventó como respuesta en dirección de Sorrento, riendo por esas palabras, su casco con cuernos dándole una apariencia demoníaca, a diferencia de la armadura de Siegfried que se veía mucho más elegante o heroica.
-Puedo matarlos a ambos, a menos que se hagan a un lado y me dejen recoger las cabezas de las brujas que viven en estas tierras congeladas.
*****
Dohko observaba con satisfacción la cena frente a sus ojos, hasta que sintió el cosmos del dragón de su amigo en Asgard, pensando que lo mejor seria mandar ayuda a ese mocoso, a su aliado de nombre Alone, quien deseaba matar a Kanon, algo que el intento cuando apenas llegaron al Santuario, pero Shion, como era su costumbre, lo evitó.
-Alde…
Susurro con calma, colocando una mano en la de su omega, dispuesto a probar su teoría, su toro si se lo propusiera, podría ser un guerrero salvaje, sanguinario, una fuerza de la naturaleza, un toro de lidia furioso, invencible, no uno pastando en los prados.
-Regresaremos a las tierras congeladas de Asgard.
Le ordenó, colocándose su armadura sin pensarlo un instante, sorprendiendo demasiado a Kiki, quien veía esa escena con demasiada preocupación, como si temiera lo peor.
-Debemos ayudarle a unos amigos nuestros.
Explico y para su horror Aldebaran obedeció sus órdenes, usando su armadura, escuchando los pasos de Kiki, que en ese momento decidió escapar al santuario, creyendo que alguno de ellos querría escucharlo, tal vez el cangrejo que los dejó escapar.
-Kiki…
Aldebaran susurro estirando su mano en dirección de su pequeño, sin saber porque se había marchado de allí, porque dejarlo solo en ese sitio, en esa mansión, con su futuro esposo, pensando en correr detrás de él, llegar a su lado tan rápido como pudiera.
-Una vez termine nuestra misión iremos por él…
Le dijo Dohko con demasiada calma, sonriendo, sosteniendo su muñeca, pero no le obedeció, no camino en la dirección señalada, en vez de eso, se quedó quieto, angustiado por su cachorro.
-Te lo prometo.
Aldebaran llevó una mano a su cabeza, negando eso, no deseaba dejar solo a su cachorro, no podía concebir una vida sin él, pensando que todos sus sacrificios habían sido por eso, para mantenerlo seguro de cualquier daño.
-Es mi cachorro…
Susurro de nuevo, llevando una mano a su cabeza, respirando hondo, sin notar la forma en que la expresión de Dohko se iba endureciendo hasta convertirse en una molestia casi absoluta.
-No puedo dejarlo…
Dohko podía ver como el hechizo provocado por los lazos comenzaba a romperse, por el amor de omega, al mismo tiempo que Aldebaran leía el nombre que ha cambiado en su muñeca, comprendiendo donde estaba, que no deseaba estar allí, observando al dragón y a su joven esposa, quien llevando una mano a su boca supuso que algo había pasado.
-Alde… te prometo que lo buscaremos, pero en este momento necesitamos ir a Asgard…
Aldebaran no iría a ninguna parte, lo único que le preocupaba era su pequeño cachorro, su pequeño Kiki que le encantaba meterse en problemas, desviando la mirada en dirección de Dohko, notando su expresión furiosa.
-No.
Fue su respuesta, una demasiado segura, esperando escuchar lo que su supuesto alfa deseaba decirle en ese momento, preparándose para defenderse, no iba a dejar atrás a su cachorro y si era necesario, utilizaría sus puños para escapar de allí.
-¿No?
Preguntó Dohko con frialdad, comprendiendo que al no matar a los dioses, al no realizar el ritual justo como se suponía que era, no lograron su objetivo, sin embargo, se daba cuenta que tenía dos opciones, una atacar a Aldebaran, otra prometerle lo que ya le había ofrecido, una buena vida, porque era el único alfa dispuesto a realizar sacrificios por el.
-No.
*****
Mu al sentir el cosmos de Ikki comenzó a buscarlo, transportándose a donde estaba su pequeño, mirándolo con sorpresa, sintiendo su desprecio, porque comenzó a correr en busca de alguien más, ese alguien era Deathmask, pasando a su lado, como si no lo viera.
-¡Por favor!
Le dijo al cangrejo que estaba acompañado de Milo y Camus, quienes se observaron entre sí, sin comprender lo que sucedía, el alfa comprendiendo el dolor de Mu al ser ignorado por su cachorro, pero pensaba que se lo merecía, el no dejaría solo a su familia en un lugar que pensaba era peligroso.
-Tienen que ayudarme, Dohko quiere dañar a mi omega, lo llevará a una batalla.
Quiso explicar entre sus lágrimas, tan rápido como podía, tratando de ser fuerte, por su omega, el que estaba encerrado con ese odioso anciano de apariencia joven, necesitaba que mandaran ayuda antes de que lo usaran como un arma.
-¿A dónde?
Preguntó Milo, mirando a Camus que suponía deseaba llevarlo a Asgard, Mu al mismo tiempo no dejaba de pensar en su toro, en su amado, en su cachorro que había escapado, preguntándose porque estaba perdiendo el tiempo en ese lugar.
-Lo llevará a Asgard.
Quiso explicar Kiki, observando como Mu trataba de acercarse a él, pero lo ataco con su cosmos, escondiéndose detrás de Deathmask, hiriendo a su padre, no de forma física, sino de forma psíquica al saber que se merecía ese odio de su cachorro.
-Mu…
Susurro Milo tratando de decirle que se mantuviera alejado, el niño estaba demasiado herido para no atacar de nuevo, sin embargo, Mu se mantuvo alejado e intentó decirle algo a su cachorro, quien negó eso, furioso.
-¡No! ¡Tú me abandonaste!
Le gritó Kiki, furioso por ello, porque quiso acercarse a él, tratarlo como si fuera un buen padre, si ni siquiera era su padre, nunca había estado allí para él, solo le importaba su venganza y fue demasiado ingenuo al pensar que en realidad deseaba ser parte de su vida.
-¡Me diste la espalda!
Le gritó elevando unas rocas que Mu controlaba para que Kiki no se lastimara a sí mismo, logrando que se enojara mucho más, cortando su mejilla con una pequeña piedra, mostrando el poder del pequeño cachorro que había dejado atrás buscando una venganza que ni siquiera era necesaria.
-¡Otra vez!
Deathmask al ver que Kiki estaba tratando de matar a su padre, negó eso, agachándose a lado de Kiki, llamando su atención, dándole una palmadita en el hombro, ignorando a Mu, observando al pequeño a su lado.
-No quise hacerlo.
Mu susurro, pero eso no importaba demasiado supuso, se había ganado ese odio de su propio cachorro, al ser la peor clase de padre, pensando que debía una vez finalizada la batalla, recuperaría a su toro junto a su pequeño, sin importarle nada más.
-¡No me importa!
Deathmask suspiro sosteniendo los hombros de Kiki, agachándose, no iba a defender a su padre, ese no era su lugar, ni debía protegerlo por ello.
-Kiki, dime qué está pasando.
Kiki había escogido a Deathmask porque este siempre terminaba ayudándole a salir de sus aventuras, para que no lo castigaran, por lo cual, sonriéndole, espero porque quisiera decirle que pasaba, viendo las lágrimas en sus mejillas, las que limpio con una gentileza poco característica de él.
-Dohko quiere casarse con mi omega, el esta dormido, esta como perdido, no lo se…
Kiki apenas podía describir lo que había visto, pero Mu al escuchar esas palabras comenzaba a pensar en su venganza, la forma de recuperar a su amado Aldebaran, su perfecto omega, su compañero eterno.
-Pero no es él, no es mi omega.
Deathmask asintió, pensaba que lo que había sucedido con el toro del santuario, debía ser algo parecido al Satan Imperial, transformando al omega en un esclavo, sin mente propia, obediente.
-Le llevarán a Asgard… le harán actuar como un monstruo, quieren que mate a las sacerdotisas.
Aldebaran no gustaba de matar, ni de pelear, solo defender aquello que pensaba era valioso y Mu no iba a dejarle hacerle daño a nadie, no iban a transformar a su amado en algo que no era, que nunca sería.
-Por favor… no pueden permitirlo.
Mu al escuchar esas palabras observó a Deathmask, quien estaba a punto de decirle algo, explicarle que estaría todo bien, pero no iba a perder más tiempo, ya no iba a permitir que dañaran a su familia o lo apartaran de su omega.
-Cuida a Kiki, por favor.
Le ordenó con frialdad, observando a su pequeño, haciéndole una promesa silenciosa de que le regresaría a su omega a como fuera lugar, había llegado el momento de matar a ese despreciable anciano.
-Mu…
Camus pronunció, pero no hizo nada para evitar que Mu se marchara o fuera por su omega, a quien debían salvar y tal vez así, Kiki podría comenzar a perdonar a su padre, si le regresaba a Aldebarán.
-Mi omega me necesita, iré a rescatarlo, a protegerlo y traerlo de regreso, no dejaré que lo usen como un arma, mi amor no es alguien así, no quiere dañar a nadie… eso no le gusta.
De pronto sintió el cosmos de su omega elevándose, haciendo que observará en aquella dirección, por lo cual, simplemente se teletransporto, dejando solo a Kiki, quien le veía molesto, sin creer en sus palabras.
-Ven conmigo, tengo paletas en mi templo.
Pronunció con una sonrisa que logró que Kiki se sonrojara apenas un poco, Deathmask era su amigo, al menos eso supuso, porque les había ayudado más de una vez.
-¿Paletas? ¿Ya no fumas?
Deathmask negó eso, ya no fumaba, Milo y Camus se miraron entre sí, para seguir al cangrejo, así como al pequeño borrego, debían mantenerlos seguros.
-No, estoy esperando un bebé…
Respondió emocionado, esperando que eso le diera un poco de felicidad al pequeño Kiki.
-¿Un bebé?
Kiki preguntó sonriendo, sosteniendo la mano de Deathmask para caminar a su lado, caminando con él por el Santuario, preguntándose porque Camus y Milo los estaban siguiendo.
-Si, un bebé… quieres tocarlo.
Kiki asintió, aún estaba angustiado, pero confiaba en Deathmask, por lo cual, ignorando por unos momentos lo sucedido, tocó el estómago del cangrejo, aunque aún faltaba demasiado tiempo para sentir sus patadas o cualquier cambio.
-Aún falta mucho, pero está en construcción, es de mi rosa, así que será hermoso.
Dijo emocionado, logrando que Kiki sonriera, pensando que esa era una buena noticia.
-Tu eres hermoso…
Deathmask simplemente sonrió, negando eso, empujando a Kiki para llevarlo a su templo, pensando que Mu podía proteger a su omega y así demostrarle a su cachorro que si era alguien en quien pudiera confiar.
-Vamos, pequeño.
*****
Espero ahora no haberme tardado tanto tiempo, y que les guste este capítulo.
Muchas gracias por leerme.
SeikenNJ.
Chapter 52: Hallazgo.
Chapter Text
Hallazgo.
Saga después de su reunión con Aioros trató de calmarse un poco, siendo seguido por su maestro que ya no tenía tanto tiempo de vida, las horas pasaban demasiado rápido cuando sucedía una guerra.
No obstante al sentir como Kanon y Mu simplemente se habían marchado sin decirles nada, observó a Shion que cubrió su rostro con una de sus manos, pensando que esos dos no eran de actuar como unos dementes, pero eso pasaba cuando tu compañero te necesitaba.
-Tenemos que ir por ellos.
Pronunció Shion con seguridad, debían separarse, uno de ellos pelearía con Dohko, el otro con Alone, ese demonio que escudado en su pacifismo había destruido demasiadas vidas y causado demasiado dolor.
-Tendrás que darle la orden a Aioros que ha llegado el momento de partir.
Shion tenía el extraño presentimiento de que las sacerdotisas habían sido aquellas que evitaron que los lazos fueran destruidos por completo, al proteger a sus soldados del peligro, ya que ellos tenían algo parecido a las moiras en su mitología.
Cuyo nombre eran Nornas, las nornas cuidaban los hilos del destino y habitaban en el árbol de la vida, tal vez ellas eran las que mantuvieron ciertos hilos despiertos o la unión que los juntaba, que los entrelazaba, por esa razón, tal vez, solo tal vez, los amantes o los enemigos seguían sus designios.
Ellas representaban el pasado, el presente y el futuro, por lo tanto no podían dejarles solas, abandonadas a su suerte, como sucedió con las Moiras, esas entidades que debieron sufrir un destino terrible, algo monstruoso.
-¿Quien ira por Kanon y quien por Mu?
Shion negó eso, cambiando de idea, no podía hacer nada por Mu en ese momento y en realidad, creía que podía protegerlo si mantenían a las Nornas con vida, las tres entidades femeninas que tejían el infinito telar de las vidas humanas.
-No, no podemos separarnos y Mu tendrá que pelear solo…
Aunque esperaba que su omega le ayudará en esa batalla contra Dohko, eso sería lo mejor, lo que sabía iba a suceder, porque su antiguo aliado no había entendido lo que le dijo desde siempre.
No había mortal que pudiera separar a dos destinados, ni ellos mismos, porque había los que peleaban con los hilos del destino por lo cual se mataban, los que les aceptaban dichosos conociendo el paraíso y aquellos que peleaban contra el destino, pero al final, esa misma batalla les unía de una forma inquebrantable.
-Lo que tenemos que hacer es proteger a las sacerdotisas de Odin, debemos cuidarlas y con ellas evitar que las Nornas tengan el mismo destino de las Moiras.
Saga al recibir esa orden asintió, creyendo en las palabras de Shion, que siempre había sido un buen maestro, quien le veía creyendo que él siempre había sido el mejor de sus hijos, el que hacía lo que no deseaba por el bien de los demás, razón por la cual siempre le estaría en deuda.
-Debemos irnos entonces.
Aioros les veía en silencio, comprendiendo que Saga cumpliría su promesa, irían por su hermano, para protegerlo de aquello que había sucedido con él, por su culpa, por ser un mal hermano que le dejó solo cuando mas lo necesitaba, razón por la cual esperaba que pudiera perdonarle.
-Aioros, tenemos que irnos.
El arquero asintió, comprendiendo el peligro que podían sufrir fuera del Santuario, pero nada más le importaba, solo proteger a su pequeño hermano y si su diosa estaba en contra de sus acciones, no le importaba, ella no era la deidad que pensaba, su fe se había perdido en ese instante, al ser tratado como si fuera un estúpido omega sin mente o alma propia.
-Si no me equivoco, tu hermano está en compañía de Loki.
Pronunció Shion, esperando que tuviera tiempo suficiente de llegar a ellos, era poco lo que Lune podía hacer por él, era poco el tiempo que tenía para ayudarle a sus hijos con ese terrible acontecimiento.
-¿Loki?
Aioros no entendía porque una deidad como esa deseaba algo de su hermano menor, él era un ateniense, un soldado de la diosa Athena, nada tenía que ver con Asgard o con su gente, menos sus dioses y al ser un soldado mucho más prudente, deseaba conocer todos los pormenores de una misión antes de saltar de cabeza hacia la misma.
-¿Qué quiere ese dios con mi hermano?
Después de unos momentos, cuando ya habían comenzado el viaje hacia donde estaba Asgard, Aioros tuvo que preguntar porque deseaba a su hermano, que quería con su persona, porque seguirlo como si tuvieran una historia compartida, algo que tal vez era cierto.
-Tu hermano es hermoso, un omega… tengo que decir más.
Si, tenía que decirle mucho más porque nadie destruía los hilos del destino únicamente porque se había enamorado de un omega hermoso, eso no tenía sentido alguno, se dijo molesto, ni siquiera Saga, aunque Kanon, él era otra historia, ese bastardo estaba maldito desde su nacimiento.
-Debe haber algo más, porque razón quiere a mi hermano si solo es por eso.
Saga supo en ese momento que debía decirle todo lo que sabía, quien podría ser su hermano, creyendo que bien podía ser una de sus esposas o tal vez debería decir omegas, un ser llamado Sigyn, quien le protegía del veneno de la serpiente.
-Dos veces un soldado de leo se ha enfrentado al dios Loki, esas dos veces ha portado la armadura de Odin, los zafiros y le ha detenido.
Fue la respuesta de Saga, que había escuchado suficiente de su diosa y de su maestro para llegar a una conclusión, que podría estar equivocada, pero no estaba del todo seguro, bien podría tratarse de cualquier otro motivo, tal vez el ser derrotado por ese soldado en específico, después de todo, tu querías un omega que pudiera darte pelea.
-Y se dice que el alma de Sigyn… el alma de su esposa… o su omega.
Pronunció con cierta inseguridad, porque había algo que no le cuadraba del todo, porque ella nunca quiso enfrentarse con Loki, en cambio, existía otra entidad que era asociada con el, enemigo de los dioses de Asgard, alguien que podría pelear con su esposo, después de haberle dado la espalda cuando no le protegió del dios Odin.
-Ha renacido en su cuerpo.
Aioros no podía creer lo que ellos le estaban diciendo, que esa entidad nórdica hubiera nacido más de una vez entre los suyos, casi como si se estuviera escondiendo de algún enemigo que no se atrevería a atacar a la diosa Athena.
-¿Por qué sucedería algo así?
Dijo molesto, pensando que estaban en un error, algo faltaba en esa historia, se dijo, pero aun así estaba complacido por la nueva actitud de Saga, quien ya no le estaba ocultando nada y cuyas palabras eran ciertas, él no era un traidor, él no lo maldijo y él fue quien le llevó a un espectro para verle morir frente a sus ojos.
-Sigyn fue castigada por los dioses por brindarle ayuda a Loki, se supone que ella cuidaría de él hasta el fin del mundo, algo que no ha sucedido, pero él ha sido liberado.
Loki se había soltado de sus cadenas, ese acto bien podía haber sido ocasionado por Sigyn, sin embargo, aún no estaba del todo seguro de ello, su instinto le decía que estaban equivocados, que quien había liberado al dios de las mentiras no fue esa entidad.
-Ya veo…
*****
Loki al mismo tiempo besaba los labios de Aioria con delicadeza primero y después de forma apasionada, acariciando su mejilla con delicadeza, recordando con tristeza como por culpa de su orgullo jamás le dijo a su omega cuanto le amaba, ni le defendió de la ira del dios Odin, el supuesto padre de todos.
A su dulce Angrboda, que le miraba con esa mirada furiosa y al mismo tiempo apasionada, quien tenía la fuerza para destruirlo, derrotarlo sin piedad ni clemencia, pero allí estaba, a su lado, respondiendo a sus caricias.
-He vuelto y tú has regresado a mi.
Susurro seguro para Aioria que asintió, acariciando las mejillas de Loki que no dejaba de mirarle fijamente, con una expresión algo ilusionada, que no hacía más que enfurecer al león de la diosa Athena, quien había conseguido la protección de esa divinidad a cambio de pelear por ella.
-Yo he regresado.
Respondió, sin decirle que le amaba, porque no estaba seguro de que ese sentimiento pudiera unirse al desprecio que sentía por Loki, con quien tuvo tres hijos, a quienes destruyeron, quien no pudo defenderlo, ni siquiera lo intentó, razón por la cual estaba furioso.
-¿Tú me amas?
Loki pregunto algo ilusionado, logrando que el gigante de fuego, que había dado a luz a sus primeros hijos guardara silencio por unos momentos, para después asentir, diciendo que si lo amaba con ese movimiento de su cabeza, para después besarle de nuevo, ingresando su lengua en su boca, pensando que si no hubieran movido los hilos, no hubiera despertado por completo.
-Yo te amo.
Respondió, aunque por alguna razón pensaba en un soldado de cabello negro como el ala de un cuervo, un ser oscuro que admiraba el poder y le habia mantenido seguro de cualquier clase de peligro, aun su propio hermano, sin importarle que pudiera odiarlo por ello.
-Aioria…
Odin había tratado de destruirlo demasiadas veces, pero su amor había sobrevivido, había luchado y estaba en la seguridad de su hogar, en su templo, respondiendo a sus besos, como siempre debió ser, especialmente cuando estaban a punto de matar a sus sacerdotisas, librar a ese mundo de su odiada presencia.
-Yo te deseo tanto y al fin estás en mis brazos.
Aioria asintió, respondió a las caricias de Loki, casi como si fuera un muchacho inocente, sus labios pegados a los suyos, su lengua jugando con la suya, tratando de llevarlo a su tálamo, sintiendo el cosmos agresivo de otra presencia en ese sitio, en ese lugar congelado, pensando en ese soldado de cabello negro, ese humano común.
-Aunque… debemos salir a la guerra, para destruir a las sacerdotisas de Odin.
Aioria asintió, pensando que así no tendría que compartir su lecho con Loki, no sin llegar a un acuerdo, castigarlo por su detestable traición, sus mentiras, por dejarlo en las manos de Odin, haciéndole huir a otras tierras.
-Odin…
Las sacerdotisas eran la voz de Odin en ese mundo y al matarlas lo dejaría sordo, ciego, mudo en su lugar de descanso, en ese momento podría acudir con las nornas, para exigirles que su destino fuera separado de aquel que le había traicionado, pero actuaba con suma dulzura, como si se lo mereciera.
-Si, Odin…
Pronunció Loki, otorgándole su armadura, aquella que había guardado con devoción esperando el día que su amado regresara a sus brazos y que ambos destruyeran Asgard, para así poder conquistar ese mundo.
-Nuestro enemigo, a quien por fin destruiremos mi amor, para ya no estar separados nunca más.
Aioria asintió, relamiendo sus labios, para después comenzar a caminar en aquella dirección, donde era realizado un combate mortal, pero de pronto se detuvo, pensando que allí no estaban las sacerdotisas, ellas debían estar en otra parte, tal vez, huyendo del peligro.
-Si, eso haré, solo para estar con mi alfa.
Deseaba un alfa y hasta el momento había pensado que Loki era el adecuado, ahora, ya no estaba tan seguro, se dijo, sus ojos brillando de rojo, la consciencia de Aioria perdiéndose por momentos, cuando aquella del gigante iba tomando un poco más de poder.
-No podrán separarnos nunca más.
*****
Después de la batalla Misty observaba a los heridos en el campo de batalla sin saber que hacer, a Shun dando órdenes vestido con ropa negra, a su lado estaba un espectro de cabello rosado.
No muy lejos Hyoga preguntaba por su maestro y por el escorpión, otro de los que pensaban que él no era digno de su omega, al mismo tiempo que Algol se aseguraba que las órdenes dadas se cumplieran, observándolo de vez en cuando de reojo con una mirada que no sabía si debía excitarlo o hacerle correr a causa del terror.
-¿Estás vivo?
De pronto preguntaron a sus espaldas, sus preciados aliados, que comenzaron a revisarlo de pies a cabeza, sonriendo al ver que no había muerto, que Albiore no había perdido la cabeza, pero sin entender qué estaba pasando con exactitud.
-¡Si estás vivo!
Volvió a pronunciar uno de sus aliados, llevando ambas manos a sus mejillas, como si no pudiera comprender lo que estaba pasando, haciendo que comenzara a molestarse, por lo cual, cruzando sus brazos frunció el ceño.
-Claro que está vivo, la hierba mala nunca muere.
Ese era Algol que dándole un fuerte manotazo en sus hombros casi logra que caiga al piso, recibiendo la ira de Misty que señalándolo con el índice le iba a decir que cerrará su grandísima boca, perdiendo el habla observando la mirada de Albiore, que se veía un poco molesto, casi como si estuviera celoso.
-Jaja, que graciosos son.
Se quejo ignorando lo que podia creer si estuviera loco o fuera un idiota, que el omega que deseaba estaba celoso, a punto de exigirles que se apartaran de su alfa, porque no le parecia que lo robaran de su lado.
-Albiore no es un monstruo, ni un asesino, así que no morí.
Les respondió con sencillez, acomodando su cabello, para comenzar a humectar sus labios, pensando que el calor de esa isla iba a partirlos y a nadie le gustaba un alfa poco arreglado, al menos, a él no le gustaba dejar que sus misiones arruinaran su belleza.
-Y dinos… lograste que probara tu lápiz labial sabor cereza.
Moses quiso saber dándole un codazo juguetón, esperando escuchar una noticia positiva, sin embargo negó eso, no porque no lo hubiera intentado, sino porque no era correcto, si estaba perdido en la niebla del celo, podía ser muchas cosas, menos un violador.
-Con que no me haya roto la cara me conformo, porque no creo que él quiera saber nada de mi.
De eso podía estar seguro, porque no era lo que un omega deseaba de un alfa, mucho menos uno como lo era Albiore, cuyo cosmos podía rivalizar con cualquiera de los santos dorados, quien seguía mirándolo sin decir una sola palabra, logrando que se pusiera nervioso.
-Eso es tan cruel…
Algol se quejo, pensando que Misty no se daba cuenta que Albiore no dejaba de verlo de forma territorial, algo había pasado en ese viaje que logró modificar la forma en que el santo de la isla andrómeda lo veía.
-Pero la belleza no siempre te abrirá las puertas…
Moses volvió a decirle, dándole unas palmadas de consolación que casi lo hacen caer al suelo, pero no se quejó, cuando vio que Albiore comenzaba a caminar en su dirección cansándose de verlos jugar por ahí como unos mocosos, cuando había demasiado que hacer en esa isla.
-Déjenlo en paz.
Algol les dijo, esta vez recargadose en Misty, para probar su punto, sonriendo cuando pudo imaginarse un gruñido del salvaje omega que no dejaba de mirarlos con furia, dejando bien claro que no le gustaba la forma en que le trataban o tocaban.
-¡Ustedes cuatro montón de inútiles!
Los cuatro santos de plata comenzaron a observarse entre ellos, para después ver que Albiore se detenía junto a Misty, con un aura un tanto posesiva, logrando que Algol soltara su hombro elevando las manos como en son de paz.
-No es momento de ponerse a parlotear como guacamayas o cotorros.
Les dijo molesto, señalando todo a su alrededor, como para que se dieran cuenta que había sucedido una batalla en esa Isla, esperando que comprendieran que ya no había tiempo que perder.
-Así que ustedes vayan con Hyoga, él les diría que hacer, Misty, ven conmigo, tengo algo que decirte.
Sus aliados asintieron, dejándolo solo como una viles cobardes, pensando que ya era el momento de su muerte y que tal vez, solo tal vez, debió aceptar un poco de las caricias de Albiore, si de todas formas iba a matarlo como una sabandija, claro que, no iban a llegar demasiado lejos, podía ser todo menos un abusador pero uno que otro beso no hubiera estado tan mal.
-Yo prefiero ir con ellos…
Le dijo tratando de irse de allí, siendo sostenido por Albiore de la capa que utilizaba, la que estaba completamente arruinada, pero aún servía para que lo sostuviera con furia, demasiado enojado por algo que no comprendía del todo, tal vez estaba celoso, pero no, eso no era posible.
-Cállate y obedece, no estamos para estas estupideces.
Albiore era demasiado malvado y grosero, después de todo lo que hizo para realizar su voluntad, de todos sus esfuerzos, de todas formas ese hermoso omega que le parecía como un apetitoso manjar que no podía consumir, lo trataba como un pordiosero, peor que a una rata o cucaracha.
-Oye… eres muy poco amable.
Tres de sus aliados de plata se miraron entre ellos como para defenderlo, mientras que Algol simplemente se iba sin decirle nada, para después dejarlos solos, al mismo tiempo que Misty caminaba detrás de Albiore, manchado de tierra y otros residuos repugnantes de los que no deseaba saber que eran.
-Mira… se que no soy el sueño dorado de nadie pero…
Quiso defenderse, pero Albiore negó eso, no le dejaría abrir esa boca, porque cada vez que decía una palabra se volvía un poco más feo, de príncipe encantado iba transformándose en una fea rana de pantano.
-Pero nada, solo cállate y escúchame.
Le ordenó, cruzando sus brazos delante de su pecho, con una expresión segura, decidida, que significaba que no iba a darle una oportunidad para decirle que no a cualquier injusta decisión que había tomado respecto a ellos.
-Puedo ser un mejor alfa, puedo entrenar, puedo hacer lo que desees, pero… por favor… solo dame una oportunidad.
Quiso explicarse, casi suplicando por una segunda oportunidad, sin embargo, Albiore negó eso con un movimiento de su cabeza, logrando que Misty se desesperara, sosteniendo sus brazos, a punto de decirle que si bien sirvieron al patriarca, ellos no sabían que Saga era alguien corrupto, además, la diosa Athena estaba de su lado, ellos estaban haciendo lo correcto, en realidad, el traidor era el.
-No eres lo que pensaba.
Albiore pronunció con una sonrisa, la primera dirigida a su persona, logrando que se sonrojara demasiado, sin saber que hacer o que decirle, repitiendo esas palabras en su mente, el no eres como pensaba.
-¿Eso es bueno o malo?
Quiso saberlo, logrando que Albiore riera un poco bajo, negando ese nerviosismo, relamiendo sus labios, para después suspirar, acariciando ahora el su mejilla, una parte de su rostro que portaba una herida, pensando que sucio o desaliñado le gustaba mucho más, que cuando estaba impecable.
-En tu caso es bueno, Misty.
En cualquier otro momento se hubiera sentido insultado, demasiado ofendido, pero en ese momento lo aceptaría como un cumplido, porque no, no era lo que los demás pensaban, él era un soldado leal a la diosa Athena, al Santuario y si les parecía un egocéntrico por ello, era su problema, no el suyo.
-Eso suena mal… muy mal…
Se quejó cuando Albiore limpio un poco de suciedad de su mejilla, admirando su belleza con una expresión un tanto soñadora, casi como si aún estuviera en celo, algo que aún sucedía, pero su mente ya estaba libre de esa niebla.
-Eres hermoso… sí, pero la belleza no lo es todo.
Le dijo entonces, esperando que aceptara esas palabras como alguna clase de enseñanza, pero su cosmos no era el más brillante y su belleza era admirada por muchos, era lo que tenía para ofrecerle a Albiore.
-Pero es lo único que poseo…
Albiore negó eso, caminando otro paso en dirección de Misty, quien se sentía adolorido, cubierto de lodo, magullado, así como despreciado por su omega, que le acababa de decir que no era completamente malo y eso no era algo agradable, porque no era algo horrible o detestable.
-Eso es una mentira, también eres alguien decente.
Le explicó recordando cómo lo defendió, como lo llevo a esa Isla, como le rescato del mismo Santuario a sabiendas que podía ser asesinado por un santo dorado, pero aún así, aquí estaba, sin saber que hacer, al mismo tiempo que no quiso aprovecharse de su celo.
-Aunque haya peleado a favor de Saga, tratado de matar a tu alumno y a nuestra diosa y haya insultado a demasiados soldados…
Albiore colocó entonces su mano en los labios color cereza de Misty, para que guardara silencio, pensando que además de hermoso, el alfa que le había tocado nunca sabía cuando debía guardar silencio, ni como defenderse para el mismo caso.
-Cállate… solo cállate.
Le dijo molesto, para después sonreír de nuevo, aun con su mano en la boca de Misty que pensaba que podría besar la palma de su mano, tal vez saborear su piel, pero se contuvo, sin siquiera moverse o atreverse a respirar.
-Creo que eres alguien decente, no te aprovechaste de mi celo y me trajiste aquí, no eres muy listo, ni demasiado fuerte y dios sabe porque comienzo a encontrarte divertido, pero…
Misty esta vez se sonrojo, porque aunque sonaba demasiado mal, parecía que Albiore estaba a punto de aceptarlo a su lado, al menos darle una oportunidad, como sabía que sucedería de mostrarle que no era lo que todos pensaban.
-Pero…
Susurro, pensando que a lo mejor existía un pero, un terrible pero que lo apartaría de su hermoso omega, quien ladeo la cabeza, como si no hubiera pensado en ese pero al que temía Misty.
-Estoy dispuesto a darte una oportunidad, solo una, si me fallas te mato.
Dijo con demasiada seriedad, aunque la última parte no era cierta, no mataría a nadie aunque fuera exageradamente exasperante, por alguna razón, un mundo sin Misty en él era demasiado opaco para él en ese momento.
-Pero no deberías matarme… te sentirás muy solo sin mi.
Después de una mirada seria de Albiore decide callarse, tragando un poco de saliva, sin saber qué más decirle, pero agradecido por esa oportunidad otorgada de la nada.
-De acuerdo, me matas, pero no lo harás porque no lo echaré a perder.
Albiore volvió a reír un poco, pensando que era divertido, Misty, el santo de plata del lagarto que era conocido por su desagradable actitud para los demás, le parecía sumamente divertido.
-Ahora… tal vez es el celo, pero quiero saber si ese labial si sabe a cereza.
De pronto sosteniendo a Misty con cierta fuerza o violencia, le beso con posesividad, saboreando sus labios, descubriendo que de hecho sabía a cereza, pero existía un sabor debajo de ese, aquel del alfa.
-Delicioso… aunque… no me gusta la cereza.
Le susurro en su oído, pensando que ya habían perdido demasiado tiempo en esa charla, pero necesitaba realizarla, era lo correcto, porque Misty se había esforzado demasiado en cumplir con lo que él necesitaba.
-No te gusta, entonces…
De nuevo se sonrojo pensando que le gustaba su sabor, sin embargo, negando eso comenzó a pensar en todos los lápiz de labios que tenía, en todos los sabores especiales que había conseguido.
-Yo puedo cambiarlo, tal vez chocolate o lima-limón, maracuyá…
Albiore negó eso, llevando una mano a su frente, diciendo que no era justo golpear a nadie solo porque era demasiado molesto y no sabía cómo quedarse callado.
-Tu sabor es aun mejor, pero ya hemos tardado demasiado tiempo Misty, debemos regresar a donde estan los demas, no queremos darles ideas equivocadas.
No quería que sus aliados tratarán de vengar su muerte o escaparan de la Isla Andrómeda, se dijo en silencio, pensando que tratarían de vengar su muerte para después escapar de esa isla.
-No, mis amigos creerán que me has asesinado.
Albiore no era un asesino y esos santos debían saberlo, él era mucho más recto que cualquiera de ellos, o todos juntos, se dijo molesto.
-Esa bola de idiotas.
Se quejó, recibiendo una mirada de desaprobación de Misty que le dijo que eso no era cierto, era una gran mentira, por lo cual, no podía hablar de ellos de esa manera, sus amigos eran leales al Santuario, eran honorables, solo habían sido engañados.
-Son buenas personas, aún Algol, el es divertido si ignoras su lealtad ciega, pero nosotros no sabíamos que el patriarca era falso.
Aunque no estaba seguro de que fuera falso, si sabía que no era una buena persona, a la que sirvieron pensando que eso era lo que su diosa deseaba.
-Les daré la posibilidad de corroborarlo, pero si me fallan…
Dijo Albiore, logrando que Misty sonriera, pensando que su omega no era un monstruo, no era un asesino, así que esas amenazas no eran más que una mentira, una treta para verse mucho más duro.
-¿Nos matarás?
Pregunto divertido, tratando de ser sensual, esta vez siendo él quien acariciaba su mejilla y después su pecho.
-¿No es demasiada muerte?
Albiore abrió la boca y la cerró varias veces, negando eso, era demasiada muerte pero debía comprender que tenía que proteger a su isla.
-Misty… cállate, tu boca mata tu belleza.
Pronunció por fin, para no besar sus labios de nuevo, apartándose con un paso rápido, logrando que Misty sonriera satisfecho.
-Ok…
Le dijo caminando detrás de él, sintiéndose como el rey de ese mundo.
*****
Radamanthys peleaba contra Siegfried y Sorrento usando cada una de sus técnicas, cada uno de sus golpes, así como su cosmos encendiéndolo al máximo, quienes estaban mal heridos pero seguían protegiéndose sin dejar que un golpe mortal se llevará la vida de su compañero, sin embargo, de pronto sintieron el cosmos de Kanon, quien había llegado buscando a su omega.
El espectro al saber de quién se trataba simplemente les dio la espalda, sonriendo con malicia, pensando que ya era el momento de librarse de su odiosa presencia, escuchando un grito en su psique.
-Al fin llegas…
El general del dragón marino observaba el campo de batalla, todo lo que su omega había destruido, notando la forma en que su cosmos brillaba de forma rojiza, como si fuera controlado por alguien más, algo más.
-Kanon.
Susurro relamiendo sus labios, de nuevo sintiendo como el patético juez trataba de pelear contra él, para evitar que lograra su propósito.
-Tu no deseas hacer esto, Alone te está manipulando.
Pero si deseaba hacer eso, si deseaba matar a ese alfa que le había secuestrado, que planeaba lastimarlo apenas iniciara su celo, justo como el animal que sabía que era.
-Si quiero hacer esto, especialmente, yo deseo matarte.
Le explico demasiado seguro para el gusto de Kanon, que negando eso, supuso que tendría que pelear con él para apartarlo de ese demonio que solamente deseaba esclavizarlo, quien se preguntaba si estaría interesado en él si el espíritu del juez no estuviera presente en su cuerpo.
-Entonces pelea conmigo, ya te he derrotado en el pasado, podré hacerlo de nuevo.
Le había vencido en más de una ocasión, podría derrotarlo de nuevo, él era un guerrero superior y ni siquiera el juez de las almas estaba preparado para enfrentarse a él en un combate justo.
-Eso quiero verlo.
Pronunció demasiado seguro, sosteniendo a Sorrento de la muñeca, quien de nuevo quiso atacarlo por la espalda, para lanzarlo en dirección de Siegfried, sin darse cuenta que la marca en su muñeca había comenzado a sangrar, señal de que no aceptaba a su alfa, aquel llamado Alone.
-Pero voy a matarte, voy a matarte y así seré libre de ti para estar con mi verdadero alfa.
Kanon negó eso, sintiendo ahora el mismo el grito del cosmos del juez, su alma que no dejaba de pelear con el demonio de nombre Alone, ese monstruo sin escrúpulos, que solamente deseaba realizar su voluntad.
-No te lo voy a permitir y esa ocasión tenías razón, me importa muy poco que no me ames, que no me desees, porque yo si te amo, yo si te quiero, te he querido por demasiadas vidas.
Le dijo demasiado seguro, esperando que el juez pudiera escuchar esas palabras, pensando con demasiada dureza, que ese niño ni siquiera sabía en que se estaba metiendo, pero cuando se diera cuenta, sería demasiado tarde.
-¡No te entregaré a ese maldito bastardo, nunca te entregaré a él!
Fue su grito elevando su cosmos, frente a Siegfried y Sorrento, que miraban esa batalla en absoluto silencio, pensando que esos dos eran destinados, pero por alguna razón deseaban matarse, logrando que el dragón de dos cabeza se diera cuenta de que no podía matar a su sirena, así que llegado el momento, esta sería quien lo mataría a él, ya que no habían nacido para amarse como lo deseaba.
-Jamás.
En ese momento Radamanthys salto con demasiado descuido en contra de Kanon, que se daba cuenta el juez le estaba evitando pelear con su máximo poder, puesto que su cosmos era el de un semidios, pero su conocimiento el de un niño, un muchacho mimado que no sabía nada de las guerras ni el dolor, algo que deseaba preservar, por lo cual, no lo dejaría en las sucias manos de Alone.
-¡Muere maldito Kanon!
*****
-Nos han mentido.
Susurro uno de los gigantes, un hombre demasiado musculoso, tanto que sus músculos parecían melones en un calcetín a punto de romperse, cabello negro, así como una barba tupida al estilo griego, señal de su virilidad.
-Te dije que Alone no era de fiar.
Se quejó el otro, quien era su gemelo, pero este poseía un corte en su rostro, una línea que atravesaba su ojo como si fuera un relámpago, una herida provocada por el hermoso Ares, en uno de sus constantes intentos por defenderse.
-Que no nos iban a entregar a Ares.
Prosiguió, llevando sus dedos a esa herida pensando que deseaba arrancar más gritos de dolor de ese hermoso alfa, volver a hundirse en su cuerpo, como pudieron hacerlo varias veces cuando lo encerraron en lo que decían era una vasija pero en realidad era un calabozo.
-Ares sigue escapando de nosotros, ese dios estúpido.
Se quejó el otro hermano cruzando sus brazos delante de su pecho, pensando que para ese momento deberían tener su nombre en su muñeca y su cuerpo desnudo en su cama, recibiendo su castigo por escapar de su celda a la primera oportunidad.
-Escapó a las faldas de Hefesto.
Se burló el segundo, pensando en lo patético que era eso, recordando la fealdad del herrero de los dioses, quien sí era muy fuerte y creaba armas demasiado vistosas, como si fuera una contraparte de la guerra, quien era el dios más poderoso de aquella época, después de todo, la fe de los humanos estaba puesta en la tecnología.
-No usa faldas, usa un mandil.
Respondió el otro, como si no hubiera entendido el insulto, pensando que si no veías la mitad de su cuerpo, podrías considerarlo hasta cierto punto hermoso, además era un omega, uno a quien Ares amaba, por quien sufriría si por alguna razón perdía la vida por defenderlo.
-Da lo mismo, escapó a la protección de su omega, que alfa que se respeta hace eso.
Uno de ellos negó eso, riéndose al pensar en eso, en Ares siendo protegido por Hefesto, detrás de su espalda como un cervatillo, porque sabía lo que harían con él, con esa belleza, una vez que volvieran a atraparlo.
-Ese estupido debió rendirse, entregarse a nosotros y obedecer, es lo único que hará para lo que queda de su eternidad, los demás dioses serán destruidos.
Aunque deseaban destruir el Olimpo, eso sería mucho más fácil sin el dios de la guerra, pensando que solo quedaban Hades, Athena, Poseidon y algún puñado de debilitados soldados que preferian matarse entre sí, que unirse en la batalla.
-El Olimpo debe caer, aunque es una lastima…
Oto era era el más inteligente, aquel que mandaba entre los dos, quien pensaba que por alguna razón Ares gustaba de Hefesto, tal vez con los años, con el poder, esas heridas se habían cerrado y el gustaba de un amante con heridas, deseaba provocarlas, así como contarlas.
-¿Qué es una lástima?
Quiso saber Efialtes observando con demasiada atención a Otro, que rascaba su barba con detenimiento, pensando que si no mataban a Hefesto podrían tener herederos, al mismo tiempo que Ares era utilizado únicamente para su placer.
-Que no sea un omega, podría darnos hijos hermosos de serlo.
Susurro, tratando de que su hermano llegara a la misma conclusión que él, no tenían porqué matar a Hefesto y si podían usarlo como un rehén, así harían que Ares obedeciera.
-Todos ellos siempre nacen alfas, sus hijos, aun los gemelos de esta época, siguen siendo alfas…
Dijo Efialtes con molestia, ahora él también acariciando su barba negra, pensando en la posibilidad de que su hermano deseaba, que tal si secuestraban al tullido para hacerle pagar por su escapatoria.
-Podríamos… no se… para hacerles pagar, tomar a los omegas de sus hijos.
Uno de ellos era a quien deseaba su aliado, así que eso no era posible, el otro se trataba del amante del semidiós y tendrían demasiados problemas de hacer eso, ya que hasta el momento a nadie deseaba proteger al dios de la guerra.
-Yo no quiero a sus hijos, yo deseo a Ares y no tengo porque conformarme con algo que no sea él.
Oto comenzaba a desesperarse, por lo cual, colocando una mano en su masivo hombro, le explico aquello que tenía en mente, al menos eso trataría, porque de pronto, deseaba saber si Hefesto resistía tanto daño como decían.
-Entonces podemos robarle a su propio omega, Hefesto ya no es tan feo en esta época.
Dijo con una sonrisa burlona, algo torva, imaginándolo gritar de desesperación, de dolor, al mismo tiempo que forzaban a Ares a ver como se retorcía entre sus brazos, para que no les diera problemas o al revés, al dios Ares siendo testigo de lo que le hacían al único aliado que poseía en esa época.
-Yo no lo hubiera llamado feo en el pasado…
Dijo de pronto Efialtes, pensando con un poco más de claridad, porque no le parecía feo, estaba malherido si, pero su cuerpo era demasiado hermoso, así como esbelto.
-Solo no es una belleza clásica.
Esta vez Oto comenzó a reírse, porque eso era cierto, no era una belleza clásica y era un omega, podía servirles como una yegua de cría, al mismo tiempo que forzaban a su alfa a complacerlos también.
-Entonces que Ares nos de placer y que Hefesto nos de herederos, así podrían mantenerse juntos.
Hasta podrían ser considerados como alguien amable, bondadoso, porque les permitirían estar juntos, era más de lo que Ares merecía, se dijo en silencio.
-Me gusta esa idea, hermano, eres tan brillante.
Efialtes pronunciaba demasiado orgulloso de su hermano, de su inteligencia, después de todo era su gemelo.
-Me avergüenza hermano, porque tu también lo eres.
Y pronto tendrían aquello que deseaban, que desearon desde que pudieron capturarlo, aunque no con el deseo de hacerle suyo, sin embargo, la belleza de Ares competía con la de la diosa Hera o la misma Artemisa, algunos dirían que con aquella de la diosa del Amor.
-Ambos lo somos…
*****
Hefesto después de sacarle a su madre la información que necesitaba regresó a su taller, donde estaba un regalo para Afrodita, ella no les diría nada sin darle un soborno, deteniéndose frente a su mesa de trabajo, escuchando los pasos de Ares, que se detuvo enfrente de un cilindro donde podía jurar estaba un cuerpo desnudo, demasiado parecido a su omega.
-Esto… que es esta cosa…
Pregunto hasta cierto punto horrorizado, sin saber hasta dónde llegaban las capacidades creativas de su omega que se había puesto a jugar con la clonación, con la creación de homúnculos funcionales.
-Es un cuerpo… no tiene alma ni mente, aunque está vivo…
Le explico con demasiada facilidad, viendo como Ares le rodeaba de forma clínica, notando que no era él, pensando en el dragón de Hades, de quien muchos de sus hijos terminaban por obsesionarse.
-¿Es tu hijo? ¿El juez de las almas?
Preguntó, el juez de las almas que compartía la obsesión por sus hijos, que era su aliado, su enemigo, su asesino o su víctima, aunque en la guerra pasado fingió ser su omega por demasiado tiempo.
-En una de nuestras vidas cree un envase donde podría guardar su alma, así podría separarlo de la guerra y darle la oportunidad de vivir…
Hefesto recordaba ese día con amargura, porque su hijo no lo escucho, no confiaba en él y le odiaba, el juez le odiaba tanto como él le amaba, acusándolo de darle la espalda por poder o belleza.
-Pero… no quiso escucharme, mi hijo me odia…
Ares negó eso, porque no creía que el odio de su hijo, al menos del juez de las almas sobrepasará el de sus propios herederos, quienes siempre lo asesinaban sin mostrar respeto o piedad.
-No tanto como los míos.
Le corrigió, aunque Hefesto no le dijo que le odiaban de la misma forma, si creía que sería mucho más fácil comprar a cualquiera de los gemelos de Ares que a su propio retoño.
-No, una vez que despierta me odia, se aleja de mí y sirve a ese dios de la muerte, estoy seguro de que, aunque tuviera la oportunidad de ser libre, la rechazaría.
Se quejó, guardando el regalo que le tenía preparado a Afrodita, quien lo aceptaría, le conocía demasiado bien para saber que ella se contentaba con algo hermoso, aunque no fuera su vida o su servidumbre.
-Es el omega de mi hijo, él está enamorado de él por dos vidas ya…
Ares dijo de pronto, seguro de que Radamanthys querría libertad en esta vida, solo para estar en compañía de su hijo menor, el peor de los tres, porque él estaba consciente de cada una de sus acciones, sabía lo que sus actos iban a provocarles o provocarían en los demás.
-Podrían ser tres, él siempre se alía con algún géminis… aunque no se que tan lejos ha llegado con los demás, pienso que Aspros casi pudo apartarlo de Hades, pero falló.
Hefesto le explico, suspirando, recargándose en la mesa pensando que comenzaba a sentirse cansado, algo desesperado por lo sucedido hasta el momento.
-Kanon es mucho más astuto, mucho más ambicioso, él tiene todas mis cualidades negativas… su hermano las positivas… aunque, está poseído…
Se quejó, recordando al más oscuro, a esa entidad que protegía a Kanon, que actuaba como un monstruo, de cuyos actos no estaba enterado Saga, que siempre había sido demasiado puro en su corazón.
-No está poseído, solo tiene Trastorno de Identidad Disociativa, TID… dos personalidades, es un padecimiento mental, no es un demonio y debería ser tratado para que no le cause más dolor…
Le regañó entonces Hefesto, haciéndole recordar que él era un dios hasta cierto punto bondadoso, aunque, bien sabía que su venganza era aterradora cuando se lo proponía, como cuando castigó a Prometeo.
-No acusarlo de ser poseído…
Ares asintió, creyendo en las palabras de Hefesto, que pensaba ya era el momento adecuado de escapar, buscar a la diosa Afrodita, pero antes, sostuvo su mejor martillo y le dio un arma, una de las espadas que había creado pensando en su alfa, su hermoso esposo, que le miro con una sonrisa, comprendiendo que aun creaba maravillas para él, a pesar de estar separados.
-Bien, eso no me da esperanza, porque supongo que no tiene cura…
No la tenía, solo podían mantenerlo controlado, aunque ni el mismo Hefesto estaba seguro de cómo curar ese mal, tal vez Asclepio podría responder con más seguridad a su esposo, de eso estaba seguro.
-Pero, me gusta pensar que tengo tres hijos, el malo, el peor y el más oscuro…
Hefesto negó eso, pero ya no dijo nada más, pensando que ese nombre era interesante, aquel del más oscuro.
-¿Cómo se llama el más oscuro?
Ares se encogió de hombros, no sabía cómo se llamaba, solo Kanon o tal vez su omega lo sabría, pero sabía que ese ser protegía a su hermano menor de cualquier clase de daño, era un mejor guardián de lo que el jamas había sido y eso le hacía sentir avergonzado.
-No lo se, eso es algo que sólo Saga y Kanon conocen, aunque mi segundo hijo lo supo primero, se que ellos se llevan bien.
Hefesto le mostró entonces una carroza tirada por dos jabalíes, como aquella forma que él poseía cuando quería matar a uno de sus rivales.
-Somos unos padres lamentables, tus hijos son violentos y mi hijo me desprecia.
*****
Espero que este capítulo sea de su agrado, a mi me gusto mucho, agradezco sus lecturas así como sus comentarios.
SeikenNJ.
Chapter 53: Rotura
Chapter Text
Rotura.
La batalla continuaba su curso, Radamanthys tratando de matar a Kanon, quien podía defenderse con cierta facilidad frente la mirada sorprendida de Sorrento y Siegfried, el segundo jamas había visto una batalla como esa, dándose cuenta que le faltaba demasiado para llegar al nivel de esos dos guerreros, esos dos demonios.
Kanon iba ganando poco a poco su batalla, dañando un poco más a Radamanthys con cada segundo, sin embargo, de pronto alguien más lo atacó por la espalda usando su espada negra, la espada del dios del Inframundo.
Ese era Alone, el monstruoso pacifista que deseaba hacer su voluntad, quien logró herir al santo con la espada negra, haciendo que tuviera una herida larga, demasiado profunda en su pecho, casi matándolo con ese acto de traición.
En ese instante se escuchó otro grito de cosmos, del juez, el que observaba con horror como Alone estaba por matar a Kanon, a su alfa, cuando por fin podía estar a su lado, hacerle compañía, vivir con él.
Radamanthys al verlo malherido llevó sus manos a su cabeza sintiendo como su pecho estaba por romperse, unas lágrimas recorriendo sus mejillas, el juez lloraba su desesperación, sin saber que estaba pasando, solo que sentía demasiado dolor, tanto que no podía respirar.
-Alone…
Susurro pidiendo ayuda de su alfa, quien seguía enfrentándose con Kanon, el que trato absurdamente de ignorar esa herida en su pecho, no podía dejar a su amado en las manos de Alone, quien seguía hiriéndolo, como si fuera un gato con un canario.
-No…
Radamanthys pronunció en la psique del más joven, estaba de rodillas, llorando al mismo tiempo que sostenía su cabeza, sintiéndose demasiado débil, inútil, recordando el dia que Aspros perdió la vida, cuando sintió su cosmos una última vez, sufriendo su pérdida, pero esta vez lo estaba viendo.
-Kanon…
Esta vez casi gritó, su cosmos elevándose cada vez más, su llanto desesperado por lo que sucedía frente a él, ante sus ojos, haciéndole desesperar cada vez más, sus gritos de cosmos derribando al joven, a quien aceptaba a Alone como si fuera su compañero.
-No…
En el interior de la prisión que significaba su psique, en la cual estaba encerrado se encontraba de rodillas, sosteniendo su cabeza, gritando el nombre de su amado, quebrándose al ver que la estatua de Kanon era destruida con el cosmos de Alone, provocado por el nombre mancillando su cuerpo de nuevo.
-¡No!
Alone que estaba a punto de matar a Kanon, sonrió como un demente, seguro de su victoria, cuando el espíritu sosteniendo una perla brillante como si fuera un recién nacido, lo que le quedaba de su lazo, aquel que estaba oculto a la mitad de la estatua, acunándola contra su pecho, como si fuera el cuerpo de su amado.
-¡Kanon!
Grito de nuevo, apartándose del cuerpo del joven humano, un cosmos morado, furioso, con ojos rojos y unas facciones casi ocultas en las sombras, el cual portaba la surplice, a pesar de no tener un cuerpo para sí mismo, a pesar de solo ser energía.
-¡Alone! ¡Cuidado!
Alone logró protegerse del ataque de Radamanthys, del espíritu del juez que había abandonado el cuerpo del joven inocente, e intentaba matarlo, peleando con él, esa sombra, la misma que atrapó en esa jaula, haciéndole sonreír demasiado complacido.
-Así que por fin has escapado de tu encierro…
Pronunció Alone demasiado complacido, porque él había esperado el momento en el que el juez escapara de ese encierro, para poder hacerle suyo, de una forma verdadera y sabía que lo único que tenía que hacer era matar a quien quiso robarle a su omega en el pasado.
-Pero es una lástima porque ese alfa morirá.
Alone apartó la espada del cuerpo de Kanon, quien cayó de rodillas, cubierto de sangre, de heridas terribles, su mirada perdida, apenas con cosmos suficiente para poder defenderse o proteger a quien amaba.
-Y no podrás rechazarme.
En ese instante su rostro se desencajó en una sonrisa que le demostró que aún le faltaba cumplir alguna clase de plan que había preparado desde su derrota, encajando su espada en el corazón de Kanon, en su pecho, haciendo que el espíritu, la sombra con la surplice gritara a causa del dolor que sintió, negando eso, ignorando a su enemigo para sostener a Kanon en sus brazos para marcharse de allí de prisa, al menos eso intento, sintiendo un estremecimiento.
-Minos, Aiacos, traigan el regalo que me dio Hefesto.
Radamanthys sabía que solo su padre podía crear una celda como esa, como aquella en la cual estuvo atrapado cuando pudieron separarlo del mortal que había utilizado para la guerra, el cuerpo de otro de los hijos de Hefesto, alguien idéntico a él en casi todos los aspectos, como el cuerpo en ese ataúd, haciendo que sus ojos amarillos brillaran con intensidad.
-No deseaba dividirlos, pero ya que no cooperas y tu pobre omega lo único que desea es alejarte del dios Hades, me dio este obsequio.
Radamanthys, el juez pareció temblar, el joven no dejaba de observar aquella escena, preguntándose porque Alone no deseaba dividirlos, porque parecía estar mucho más interesado en ese demonio, en el juez de las almas, pero sobretodo, que era esa cosa en el ataúd, quién era idéntico a él.
-Y mira, la marca es correcta.
La marca en su muñeca tenía su nombre escrito, otra vez, atándolo a Alone, a quien odiaba por sobretodo, a quien despreciaba, pero en esta ocasión no era un joven renacuajo, sino un adulto, unos centímetros más alto que el, musculoso, con una expresión que demostraba su falta de cordura.
-Mi nombre está en tu piel.
Minos y Aiacos aguardaban en silencio, esperando por lo que sucedería después con ese cuerpo como de arcilla, una creación del dios Hefesto, el dios de la tecnología, la forja, quien había creado esa cosa a semejanza de Radamanthys, cuyo espíritu estaba delante suyo, usando la surplice.
-Así tendré a mi dulce e inocente Radamanthys y a mi juez…
Alone sonrió emocionado, relamiendo sus labios, imaginando a los dos en su cama, al joven inocente que estaría dispuesto a cumplir cada uno de sus caprichos y al juez, a quien tendría que obligar o entrenar para que le obedeciera.
-Porque conformarme con un solo compañero…
Al mismo tiempo el joven observaba con horror lo que sucedía frente a su mirada, no sabía qué hacer, ni como reaccionar, solo comenzaba a comprender que eso no era correcto, especialmente al ver el rostro de Kanon, que parecía carente de vida, quien había sido asesinado a traición y eso le dolía demasiado.
-Este cuerpo es tuyo… un regalo de tu padre…
El espíritu de Radamanthys al ver como el sarcófago se abría sintió que esa cosa comenzaba a tirar de él, de su alma, sin comprender la razón de ello, era como otra celda, otra trampa, de la que trato de escapar, pero no pudo.
Y como si fuera poco el ataúd se cerró con el juez en su interior, tratando de abrirse paso con sus puños, hasta que un cosmos le hizo volver a dormir en esa celda de cristal donde estaría controlado, cuando regresaran a su mansión, despertaría a su omega, para que junto al joven, le hicieran compañía.
-Han hecho un buen trabajo…
Pronunció a sus sirvientes, quienes le dieron una orden a los espectros traidores, para que se llevarán a la bella durmiente o blancanieves en su cofre de cristal, para que Alone pudiera realizar su voluntad, sólo así, serían recompensados, sólo así Minos tendría a la rosa del Santuario para él, como su alfa.
-Serán recompensados…
Alone limpió su espada con un trozo de su ropa, escuchando los pasos del joven Radamanthys, quien parecía demasiado angustiado, casi creyendo que esos actos eran injustos, sin embargo, era un joven inocente, le haría ver que él estaba haciendo lo correcto.
-¿Alone?
Radamanthys, el joven soldado que ya no tenía la surplice en su poder, pues esta era la posesión del juez, se detuvo a su lado, colocando con delicadeza su mano en su brazo, deseoso de hacerle algunas preguntas.
-Que ocurre Radita…
Alone acarició la mejilla de Radamanthys con delicadeza, besando su frente y después sus labios, sintiendo el estremecimiento del menor, que aún acongojado, buscaba respuestas.
-Esto… es esto lo que habías planeado todo este tiempo…
Susurro como si le hubiera mentido en alguna parte, pero él no le hizo ninguna promesa, apenas si habían compartido alguna palabra y su mayor interés, no era este joven iluso, sino el juez, ese era el premio mayor, el hermoso joven a su lado era una recompensa menor.
-Tu querías que ese débil omega me sustituyeran… que tomara mi lugar…
Alone negó eso, no era que el juez fuera débil o que tomara el sitio de su Radhita, era él quien deseaba tomar ese lugar, pero no se lo dijo, besando los labios del menor, sin importarle que sus soldados estuvieran presentes, que Kanon estuviera muriendo a sus pies.
-Hubiera preferido que los dos se fundieran en uno, tu belleza y su astucia… su nobleza, pero no todo es posible en este mundo.
Respondió, sin mostrar ningún afecto por él, rompiendo su corazón, haciendo que se diera cuenta de lo ingenuo que había sido, sintiendo que un par de lagrimas comenzaran a asomarse en sus ojos, pero no lloro, solo guardo silencio.
-Así que es cierto, esas eran mis intenciones desde un principio, pero me has sido de mucha ayuda…
El joven Radamanthys estaba conmocionado al escuchar esa respuesta, observando a Kanon en el suelo, quien parecía estar muriendo lentamente, quien trató de salvarlo, aunque él quiso destruirlo.
-Pero…
Quiso preguntarle si en verdad lo amaba o deseaba, si ese nombre en la muñeca significaba algo para él, pero no se atrevió a decirle nada más cuando su expresión se endureció.
-Pero no importa más, nuestra meta no son las sacerdotisas…
Le informo a su joven amante, comenzando a caminar en dirección de donde estaban las Nornas, donde podía sentir el poderoso cosmos de tres entidades, sin esperar por que Radamanthys lo siguiera, algo que hizo, caminando detrás de él con un paso lento.
-Sino las Nornas…
Siegfried escuchó el nombre de esas deidades, comprendiendo, al menos pensando en la razón detrás de que los lazos no se hubieran roto del todo, porque se decía que ellas eran quienes tejían el destino, uniendo los hilos en un tejido irrompible.
-Loki las ha localizado.
*****
Athena no fue la única que sintió la partida de sus soldados, pero no lo evitó, sin embargo si les arrebató toda clase de protección que tuvieran, contando con sus dedos cuántos soldados le quedaban en el santuario.
Esos eran tres, Deathmask, Milo y Camus, a quienes no convocaría, en cambio, recordando al anciano maestro, quien realizó su deber sin hacer preguntas, quien deseaba destruir los hilos del destino, justo como ella, decidió comunicarse con él.
-Dohko…
Quien a su forma estaba realizando su deber para su diosa, porque ella no deseaba que ninguna deidad sometiera a sus soldados o a ella misma a sus designios y si debía prometerle o darle algo al venerable soldado de los cinco picos, así se haría, ella liberaría a sus soldados de esos despreciables hilos.
-Dohko…
*****
Dohko al escuchar esa única palabra observó a Aldebarán con detenimiento, comprendiendo que había despertado, todo porque su cachorro había escapado y tenía dos opciones, la primera pelear con él, la segunda mostrarle que era la clase de alfa que podría hacerle feliz, si podían ignorar el pequeño detalle de Mu o su amor por él.
-¿No?
Preguntó Dohko, con una expresión fría y distante, a punto de encender su cosmos, pero no lo hizo, no era el momento de pelear con Aldebarán, él creería que solo deseaba tenerlo a su lado por un capricho, no por su bienestar, por su seguridad y por su amor a él, su respeto, porque a pesar de todo el deseaba hacer todo bien.
-No… no quiero esto, no viviré con usted… no aceptó esta locura y no voy a dejar solo a mi cachorro.
Fueron sus palabras firmes, que no dejaban paso a ninguna clase de duda, al mismo tiempo que encendía su cosmos tratando de protegerse, colocando una postura de defensa, una que Dohko reconocería donde fuera, pero estaba equivocado, no iba a pelear con él, no tenían porqué hacerlo.
-Eso no es necesario, yo no voy a apartarte de tu cachorro, ya te lo dije y lo he dicho siempre, yo cuidare de ambos.
Las palabras que pronunciaban eran la verdad, él deseaba cuidar de ese cachorro y de su omega, deseaba tener otros cachorros, protegerlo, amarlo y cuidarlo, hacerle feliz, aunque las moiras se hubieran equivocado de nombre en sus muñecas, por el simple hecho de que él aún seguía vivo cuando Aldebarán nació.
-No me importa que no me ames Aldebaran, yo solo deseo que estés seguro.
Repitió con esa actitud paternal, como si fuera un buen maestro, como si quisiera impartir una lección que él podía o no aceptar, de la forma que le había hablado siempre, una que debía aceptar siempre había sido comprensiva y le hacía pensar como en el pasado en realidad creía que el podría ser uno de los Santos Dorados con mayor poder, aunque eso era una mentira, él era débil, el más débil y feo de todos.
-No necesito un alfa.
Dohko le hizo una señal a sus alumnos o hijos adoptivos para que se hiciera a un lado, ya que ellos quisieran levantarse para defenderlo, no quería que resultaran lastimados, porque podían ver que Aldebarán estaba dispuesto a comenzar una batalla por su libertad, no deseaba una pelea en ese sitio ni al inicio de lo que sabía sería su victoria.
-Claro que no lo necesitas, eres un soldado poderoso, pero… yo si quiero un compañero para mi, un esposo al cual adoraré toda mi vida, yo si te necesito a ti.
Podía sentir el cosmos de Mu, sabía que él llegaría atacando, destruyendo, el trataría de matarlo apenas lo viera y esperaba que esa actitud fuera despreciada por Aldebaran, que había sido ya abandonado demasiadas ocasiones por su alfa.
-A diferencia de Mu.
Era un golpe bajo, pero deseaba que Aldebarán comprendiera que Mu no era su alfa, no era su compañero eterno, mucho menos si se marchaba con tanta facilidad y aunque fuera doloroso de creer, podrían estar destinados a matarse.
-No necesito a nadie, maestro, ni a usted ni a Mu.
Justo en ese momento Mu llego a esa mansión y sin mediar una sola palabra atacó a Dohko, tratando de apartarlo del lado de su omega, al menos eso intento, porque Aldebarán lo evito usando su cosmos, su enojo, su decepción presente en su rostro, salvando la vida de su enemigo, que parecía imputado, con esa actitud de maestro comprensivo.
-¿Qué estás haciendo aquí?
Fueron las palabras de Aldebarán que no dejaba de mirarlo con molestia, con decepción, una que le dolió tanto como ser ignorado por Kiki cuando llegó a buscar ayuda, a cualquier habitante del Santuario, menos él, que era su padre.
-¿Quién te ha llamado?
Pregunto sacándolo de sus pensamientos, logrando que diera un paso atrás, su mirada fija en Aldebarán, que le miraba decepcionado, pero ya sin esperanza, ya sin esperar que el pudiera estar a su lado, pero, también podía ver el rostro del anciano maestro, su impávida mueca, aunque por el brillo de sus ojos, estaba complacido por ello.
-Alde…
Mu susurro dolido, casi apagando su cosmos, notando la forma en que la boca de Dohko se movía apenas lo suficiente, deseaba que descubriera lo mucho que estaba disfrutando esa discusión, la forma en que Aldebarán lo estaba despreciando, alejándolo de su lado.
-No… no, ya no…
Aldebaran respondió molesto, para después desviar la mirada, apretando el puño, de la forma en que lo hacía cuando había tomado una decisión, una que llevaría a cabo hasta el final de los días, de los siglos, sin importar cuando le doliera.
-Yo quise escucharte, quise creer en ti… e hiciste lo de siempre.
El no se había marchado porque lo decidiera, aunque sí fue el primero en irse sin mirar atrás, se dijo en silencio, dejando solo a su omega, que le miraba con decepción, ya sin amor ni esperanza por el futuro.
-No… no fue mi…
Quiso decirle que no fue su intención, que él había sido manipulado para irse de ese lugar, pero Aldebarán recordaba cómo se marcho, sin decir una sola palabra y el en cambio se quedó, sin saber que hacer hasta que Dohko llegó por ellos, para llevarlo a su mansión, en donde solo le mostró lo que había construido para ellos, un lugar de ensueño, dándole su espacio, sin tocarlo de ninguna forma desagradable.
-¿Tu culpa?
Preguntó con una sonrisa triste, pensando que esa era una buena excusa, siempre era la misma, el no quiso irse, él tenía que vengarse, él tenía que actuar, sin embargo, al tomar esas decisiones, siempre era abandonándolo a él o a su cachorro, cuyo corazón debió partirse en muchos pequeños pedazos al ser rechazado por su padre, otra vez.
-Nunca es tu culpa y no me gustaría hablar de esto aquí, con Dohko presente, pero quiero que ambos me escuchen esta vez…
Eso lo dijo para ambos, para Mu que no sabía qué decir para explicar sus acciones, y para Dohko, que seguía impávido, con una actitud que les decía claramente que él estaba en control de esa reunión, aunque se hubiera torcido de una forma inimaginable.
-No los deseo conmigo, no quiero a ninguno de los dos a mi lado.
Mu negó eso, observando como Dohko se mantenía impasible, aunque estaba contento, después de todo sus planes se habían completado de alguna manera, Aldebarán ya no iba a aceptarlo por más tiempo a su lado, por fin había despreciado al que sabía era un alfa indigno, lo que le daría la oportunidad de meditar en aquello que le ofrecía sin que la sombra de los sueños de la niñez lo enturbiaran.
-Yo… regresare al Santuario, se que allí fue Kiki.
Pronunció al darse cuenta de que Dohko no pelearía con él, aunque no estaba seguro de que pasaría una vez que Mu se quedara solo con el, quien sostuvo su muñeca, la marca con el nombre de Shaka en su piel, una gris, que el anciano maestro pudo vislumbrar, la que significaba que el hombre más cercano a dios estaba muerto, pero no podía decir que sentía tristeza por él, había tratado de dañar a Aldebarán.
-Alde… por favor…
Aldebaran escuchó esas palabras pero a diferencia del pasado, cuando su corazón se estrujaba cuando lo escuchaba tan triste, cuando deseaba acudir con él para brindarle su ayuda, en ese momento no quiso hacerlo, ya no, se dijo en silencio.
-Regresa con Shaka o a Jamir… o Asgard… allí siempre has estado mucho más cómodo que conmigo.
Aldebaran no sabía que Shaka estaba muerto, bien pudo resistir el golpe de Mu, o tal vez no, pero sabía que el nombre en su muñeca fue Shaka, quien siempre le había entendido mucho mejor que el mismo, los dos tenían esa clase de relación cercana que podría considerarse más que amistad, pero nunca quiso permitir que sus celos nublaran su buen juicio, ahora sabía que el hombre más cercano a dios, cuya belleza competía con aquella de Afrodita, si le deseaba como un amante, así que porqué elegirlo a él entonces.
-No…
De nueva cuenta Mu se vio sin las palabras necesarias para explicar lo que sucedió, como había sentido que algo le llamaba, que tenía que ir, pero Shaka estaba muerto, por fin se había alejado de él, lo había apartado por la fuerza, lo mató para proteger a su hermoso toro.
-Yo no deseaba esto, Shaka… el… forzó su nombre en mi piel.
Quiso explicarle, como si Aldebarán no supiera lo sucedido hasta ese momento, lo que pudo evitar de no creer en el amor de Mu o la posibilidad de estar a su lado, sin embargo, al ver que su alfa no entendía sus palabras, que pensaba iba a dejarle destruir a Kiki de nuevo, negó eso con un movimiento de la cabeza, porque lo más importante para él era cuidar de su cachorro, Kiki era su vida.
-Ellos cambiaron los hilos del destino para separarnos y tener a quien deseaban a su lado.
Esta vez Mu se atrevió a sostener a Aldebaran de ambos brazos, como pensando que solo así podría hacer que le prestara atención, sin embargo, la mirada de su toro era una distante, lo veía como si ya no valiera nada para él, como si no fuera más que otro Santo Dorado, no su alfa.
-Yo nunca he ocultado mi admiración ni mi amor por ti, Aldebaran.
Fueron las palabras de Dohko, que pensó era el momento adecuado para pronunciar sus mentiras, quien actuaba con seguridad, como si no quisiera robarle a su amado, ofender a los dioses, al destino con su deseo corrupto.
-¡Tu fuiste quien provocó esto! ¡Tu quieres robarme a mi omega!
Mu hubiera trato de atacar a Dohko, quien ladeo la cabeza sonriendo, porque Aldebaran elevó su brazo para protegerlo, no iban a seguir peleando y no deseaba que ese enfrentamiento lo apartara por más tiempo de su cachorro, que debía estar solo, asustado, dolido, tal vez tanto como él cuando perdió a sus padres, pero esto era peor, su alfa estaba vivo y no los amaba lo suficiente para quedarse.
-Yo no te robe tu omega, tú lo has hecho por ti mismo.
Dohko no fue quien lo apartó de su cachorro prácticamente recién nacido, ni quien le hizo abandonar a Aldebaran en el Santuario, rodeado de enemigos que lo mantenían vigilado a todas horas o soldados inferiores que no comprendía que uno de ellos, uno de los doce santos dorados, que estaban en la cima, no iba a ensuciar su lecho aceptándolos como amantes.
-El a pesar de todos mis esfuerzos se ha mantenido fiel a ti y tu…
Hablaba del pasado, cuando trataba de seducirlo, ofrecerle su amistad, su protección, una vida cómoda a cambio de su compañía, de su afecto, no obstante, el hermoso toro se negaba a darle una respuesta afirmativa, negando sus intentos por seducirlo, siempre fiel a su alfa, aunque este alfa se hubiera marchado por su propio bienestar.
-Eso de allí es un moretón… uno muy extraño por cierto…
Aldebaran noto en ese momento el mismo moretón, comprendiendo lo que había sucedido, esos eran los labios del hombre más cercano a dios, un moretón que Mu cubrió con vergüenza, porque casi estuvo a punto de compartir su lecho con Shaka, si no hubieran intervenido, si él no hubiera despertado, recordado que existía su omega que le miraba dolido.
-¿Qué tan lejos llegaste antes de que tu maestro interviniera?
Dohko pregunto con demasiada seguridad, porque no parecía que se hubiera mantenido fiel a su omega, como este si lo hizo, seguro de que si Mu estaba presente en ese lugar era porque Shion había actuado antes de que sucediera, pero no era el único que había aprendido esos doscientos años, él, a pesar de su comportamiento amable, era mucho más astuto de lo que los demás le daban crédito y si había permitido que Saga se llevara la victoria, era porque así le parecía mejor.
-¡Maldito monstruo!
Mu de nuevo quiso atacar, pero Dohko esta vez elevo su cosmos, sintiendo aquel de su diosa, hablándole como no lo había hecho en demasiado tiempo, logrando que su sonrisa se ensanchara mucho más, evitando esa batalla, dándoles la espalda con demasiada seguridad.
-Parece que la boda se ha pospuesto… Shiryu, Shunrei, siganme…
Sus alumnos lo hicieron, dejando a los dos antiguos destinados juntos, en esa mansión, Aldebaran respirando hondo, para después colocarse su armadura, deseaba usar su cosmos para llegar al Santuario cuanto antes.
-Alde…
Mu de nuevo llamo por el, pero no lo toco, solo esperaba que escuchara cualquier excusa que quisiera decirle, ignorando sus deseos en Asgard, su esperanza de estar juntos por fin, de darle a Kiki un padre que pudiera otorgarle el amor que él no podía, la figura paterna que pensaba le faltaba.
-No… no Mu… ya no quiero mas promesas, ya no deseo mas mentiras…
Aldebaran siguió avanzando sin mirar atrás, con un paso decidido, escuchando como Mu se teletransportaba para colocarse delante de él, recargando sus manos en su pecho con delicadeza.
-No son mentiras… yo te amo… siempre lo he hecho…
Aldebaran negó eso, dando un paso para esquivar a Mu, como hiciera Kiki al buscar el apoyo de Deathmask, uno de los soldados más sanguinarios del Inframundo, aquel que coleccionaba rostros en su templo, los que decían eran almas torturadas, sus víctimas.
-A veces el amor no es suficiente y mi deber es proteger a Kiki, ayudarle a alcanzar su potencial.
Le respondió, a punto de comenzar su carrera, llegar al Santuario en cuestión de minutos a lo mucho, aunque atravesaría este mundo con cuidado, no deseaba dañar a nadie en su paso ni ser visto.
-Kiki está en el Santuario…
Susurro Mu, como si quisiera decirle que él podía llevarlo como era su costumbre, atravesando las defensas del Santuario a su voluntad, pero lo único que logró fue que la molestia en su corazón aumentara un poco más.
-¿Dónde lo dejaste solo?
Pregunto esta vez con molestia, negando eso, sin poder entender porque le era tan fácil abandonar a sus seres queridos, a los que decía eran sus seres queridos, como pudo abandonar a su cachorro, que estaba asustado, angustiado, sin saber que iba a pasar con ellos, con él sumido en esa niebla.
-¿Como a mi?
Aldebaran dio un solo paso, respirando hondo, como si quisiera golpearlo con su puño cerrado, pero negó eso, no tenía tiempo para esa charla sin sentido, Kiki lo necesitaba en el Santuario.
-Pero yo soy un adulto, yo puedo recuperarme de esto…
Debía recuperarse de eso, ya lo había logrado una vez, esa segunda ocasión no sería tan difícil se dijo, aunque su cosmos estaba a punto de estallar por culpa de la furia que sentía, una sensación que siempre había evitado por consejo de Shion, quebrando algunas baldosas de esa hermosa casa tradicional china.
-Tu… tú no lo mereces y no debiste dejarlo solo.
Kiki era un buen chico, algo triste, pero era un buen hijo, siempre trataba de ayudarlo, una sola de sus sonrisas lograba que su tristeza se esfumara y a pesar de ser señalado como el hijo de un traidor, aun creía en el futuro, aún entrenaba duro, solo para hacerlo sentir orgulloso.
-Esta en buenas manos…
Mu quiso explicarle, pero Aldebarán negó eso, no debió dejarlo, no podía abandonarlo en el Santuario que no era un lugar demasiado agradable para él, menos si estaba solo, sin que uno de los Santos dorados le protegiera, razón por la cual siempre estaba acompañado de Aioria, de él y de otro de los dorados, cuyo nombre no le había dicho nunca, pero tal vez era el mismo Deathmask.
-Sigue siendo tu hijo, él era tu prioridad.
Kiki siempre debía ser la prioridad de ambos, se dijo molesto, sin esperar una respuesta de su alfa, viendo como su cosmos iba destruyendo las baldosas de ese hermoso lugar, creado para él, como un obsequio, un regalo que no deseaba, pero el significado detrás de él era mucho más profundo que cualquier promesa realizada por su alma, esté siempre las rompía.
-Pensé que te habían hecho daño.
Mu trato de tocar su mano, pero Aldebarán lo rechazó con cierta crueldad, haciéndose a un lado, de nuevo, pensando que ya le había dicho que no deseaba nada de él, que su decisión estaba tomada, no lo quería como su alfa, ya no más.
-No, te dije que no, Mu.
Fueron sus palabras, apartándose, apagando su cosmos, tratando de controlar su molestia, aunque aún estaba furioso por la actitud del alfa delante suyo, que parecía no comprender lo que estaba pasando, que aun trataba de convencerlo de su amor, pero el amor no lo era todo.
-Kiki está en buenas manos, Deathmask cuidará de él.
Aldebaran sonrió pensando que Deathmask, ese soldado sanguinario le había dado más ayuda que Mu, sonriendo de pronto, una risa rota escapando de sus labios, mucho más parecida a un quejido de dolor.
-Es un día extraño, cuando Deathmask es un mejor guardián que el propio padre de mi cachorro…
Aldebarán se dijo a sí mismo, de nuevo dándole la espalda, caminando otra vez, tratando de iniciar su carrera, pero Mu se teletransporto delante suyo para evitar que se marchara, esta vez con los brazos abiertos.
-No podía dejarte atrás…
Eso era ridículo se dijo, ya lo había dejado atrás, por demasiados años en los cuales solo el maestro de los cinco picos estuvo con él, manteniendo a raya a sus admiradores, que le trataban como un pedazo de carne sólo porque era un omega sin pareja, que eran los mismos que atacaban a su cachorro con frases hirientes.
-Ya lo has hecho, demasiadas veces.
Respondió con frialdad, pensando que ya estaban lo suficiente lejos para no dañar esa mansión, para no lastimar a cualquiera que estuviera presente en ese sitio, por lo cual, dejó libre su cosmos, pensando que si Mu no pensaba dejarlo en paz, tendría que obligarlo a ello, encontrando ridículo que Dohko se haya marchado, pero este alfa no aceptaría su decisión.
-Lo peor de todo es que… tal vez Dohko tiene razón, el amor no importa tanto como la lealtad… que se queden a tu lado, aunque no sean correspondidos.
Pronunció con seguridad, utilizando no una postura de defensa, sino una de ataque, dispuesto a abrirse paso de ser necesario, tenía que ver a su cachorro y Mu se lo estaba evitando, de nuevo, solo importaba lo que este alfa deseaba, lo que él pensaba era lo mejor.
-¿De qué estás hablando?
Mu jamás había visto esa postura, no sabía de dónde la había aprendido, porque conocía todas las técnicas de la constelación de tauro, las había aprendido cada una de ellas, pero entonces lo noto, esa postura era parecida a la que usaba Dohko, pero con algunas diferencias.
-Pienso que Dohko hubiera sido un mejor alfa que tú…
Mu no utilizó su cosmos, no creía que Aldebarán fuera capaz de atacar, aunque se preguntaba cuánto tiempo habían pasado juntos en el Santuario que Dohko pudo entrenar a su omega en el combate agresivo, en el ataque, no solo la defensa.
-En este momento… Dohko me parece una mejor opción para criar a un cachorro a su lado.
Mu negó eso, respirando hondo ahora, pensando que Dohko había contaminado los pensamientos de su omega, que estaba dispuesto a pelear con él para apartarse, dejando que su cosmos destruyera pequeñas piedras a su lado.
-No puedes decir eso…
Pero sí podía hacerlo, y en realidad lo pensaba, Dohko parecía un mejor alfa hasta ese momento, aunque no lo amaba, pero parecía que todas las promesas que Mu le había hecho, él podría cumplirlas, no obstante, lo único que le evitaba aceptarlo era que Kiki no apreciaba al maestro de los cinco picos.
-Tu y yo… tu y yo… estamos destinados a estar juntos.
Mu debía recordarle los mitos, tal vez con eso podría hacerle ver que esas palabras, que esa violencia no eran suyas, que el lazo corrompido lo estaba manipulando para actuar así, como un toro de ruedo, algo que no era él, jamás había sido agresivo.
-Existen dos variables, Dohko lo mencionó en el pasado y yo no deseaba creerlo, pero…
Le recordó a Mu, que parecía ignorar, como siempre sucedía las variables posibles, una de ellas era el amor, la otra la muerte, por lo cual, respirando hondo comenzó a creer que la realidad era esa, debían matarse de alguna manera, él debía morir en las manos de Mu.
-Cuando un nombre aparece en tu muñeca, estás destinado a amar a esa persona o a matarla…
Mu no podía concebir la muerte como una opción y comenzaba a sentirse perdido, sin embargo trato de acercarse a él, un solo paso, recibiendo un golpe en el estómago que le hizo elevarse en el aire, sintiendo que cada una de sus moléculas sufría ese daño, para caer al suelo, con un hilo de sangre en sus labios.
-Supongo que mataste a Shaka, yo no se que haré con Dohko, pero al menos estoy agradecido por una cosa…
Aldebaran le veía de pie, demasiado seguro de sus palabras, sin mostrar ni un poco de preocupación al verlo acostado de lado, sosteniendo su costado, lágrimas cayendo de sus ojos, por el dolor, uno que no era físico, sino psíquico, su alma lloraba al darse cuenta que su omega si se atrevió a atacarlo.
-Así yo no tuve que matarte a ti o tu a mi…
Le explicó alejándose con un paso lento, para seguir su carrera en dirección del Santuario, pero esta vez Mu utilizó sus paredes de cristal, levantándose con demasiado esfuerzo, limpiando la sangre de sus labios.
-Nunca te haría daño…
Susurro Mu, elevando su cosmos apenas lo suficiente para defenderse, sin comprender lo que estaba pasando, porque su toro actuaba de esa forma, cualquier otro comprendería que ya habían sido demasiadas traiciones, que ya le había dado demasiadas veces la espalda, Shura le diría que era un mal alfa, alguien indigno del amor que le tuvieron.
-Pero ya lo hiciste, por demasiado tiempo y sin ese deseo, esa clase de celo que sufrí en tu compañía…
Aldebaran no le solicitaría que bajara esas paredes, en vez de eso, convocando su cosmos como Dohko le había enseñado le dio un puñetazo, una vez, dos, hasta que la tercera ocasión se quebró, otorgándole la libertad que buscaba.
-Me doy cuenta que no eres quien yo pensaba y lo único que me gusta de ti es tu belleza, al menos, como persona, como soldado eres sublime, algo que no soy yo.
Cada una de aquellas palabras eran como cuchillos ardientes clavándose en su pecho, pero Mu creía que era culpa de los lazos, de lo que había hecho Dohko con ellos, quien se había marchado dejando esa locura a sus espaldas, seguro de su victoria, haciéndole ver que al menos pudo apartarlo de su amado.
-Alde… es por culpa de los lazos que estas hablando así…
Su toro negó eso con un movimiento de la cabeza, no eran los lazos que ya no existían, los que le habían liberado de Mu, de su amor por el, de su fe ciega en un futuro a su lado, que le hacían comprender que lo ofrecido por el maestro de los cinco picos no era tan malo, quien más quería a un omega con un cachorro que no era suyo a su lado.
-Tu no quieres decir todo esto… no lo sientes.
Sí lo sentía, lo había hecho por demasiado tiempo ya, por lo cual negó eso, riendo por esas palabras, una risa cruel, observando a Mu de reojo, mirando con una expresión molesta, la decepción cambiando por desprecio.
-Mu, estoy cansado, de todo esto…
Todo eso era su relación con el, los extraños intentos de Dohko por comprarlo con regalos materiales, de sentirse vulnerable en el Santuario, solo porque no quiso aplastar a los primeros pretendientes que se presentaron delante de su puerta sin respeto alguno, pero eso cambiaría, ya nadie se atrevería a mirar a Kiki como algo menos que su superior, ni acercarse a él de alguna forma que no le gustara, él tenía el poder para defenderse, no sabía porque no lo había usado hasta ese momento.
-Regresare al Santuario y te suplico que me dejes solo.
Pronunció entonces, tratando de calmarse, encendiendo su cosmos para irse de allí, regresar al Santuario, en donde pensaba que estaría seguro, al menos, Mu sabría en donde estaba y podría estar con él, no iba a permitir que le robaran a su amado, ni a su familia.
-Mi unión, nuestro lazo, el que se ha roto, únicamente me ha dado dolor…
Mu le vio marcharse, llevando sus manos a su rostro, llorando amargamente, cayendo de rodillas poco después, sintiéndose desolado, sin saber que hacer, como reaccionar, arañando el nombre de Shaka en su piel, hasta que casi pudo borrarlo del todo.
-No… no… no lo acepto…
Pronunció pensando en Kanon, como este había peleado por mantener a su omega a su lado, le había secuestrado, le había llevado con él, aun en ese momento pelearía para recuperarlo, él haría lo mismo, lo mismo que Saga, no iban a dejarlo solo y estaba cansado de ser la encarnación de la prudencia, el buen hijo, aquel que siempre se quedaba con los deseos incumplidos por un bien mayor.
-No vas a dejarme solo…
Repitió seguro, cubriendo su rostro con su mano, creyendo que estaba a punto de perder la cabeza, de volverse loco, porque cuando por fin creía que había recuperado a su familia, que volverían a estar juntos, le fueron arrebatados de su lado y todo ese dolor se hubiera evitado, de matar a Dohko cuando supo que rondaba a su amado omega, cuando sospecho de sus intenciones para él.
-No quiero estar solo…
No iba a quedarse solo y su toro iba a comprender hasta dónde llegaba su amor por él, su deseo por él, para que así no tuviera dudas de su afecto, que era sincero, así como su lujuria, su ternura, cada sensación que Aldebarán despertaba en él, aunque tuviera que convertirse en un monstruo para ello, no lo dejaría en las manos de alguien peor.
-Te recuperaré… se que puedo hacerlo…
*****
Una vez lo suficiente lejos, Aldebaran se permitió llorar unas cuantas lagrimas, pensando en todas las palabras de Dohko, todo lo dicho por esos años, pensando que tal vez tenía razón, que no debió esperar por Mu como si fuera un idiota esperanzado, su alfa nunca le amo de verdad, solo era el lazo y sin este, podían separarse.
-Kiki…
Tenía que ir por su cachorro, el lo necesitaba y tal vez, con el tiempo, Kiki podría ver que Dohko deseaba ser un buen padre, que sería un mejor compañero de lo que Mu jamas lo había sido, pero tendría que convencerlo con delicadeza para que lo aceptara.
-Tu padre… el… no nos ama…
Mu no los amaba, solo eran palabras vacías.
-No nos ama.
*****
Y sí, los lazos actúan de forma sospechosa, modificando los pensamientos de quienes han sido manipulados, despertando amor, aunque no inmediatamente.
Muchas gracias por sus lecturas y comentarios, los aprecio muchísimo.
SeikenNJ.
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