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•Odio Real•

Summary:

•¿Convertirse en príncipe? Sencillo, ¿Ser futuro rey y qué tus súbditos te acepten? Difícil... ¿Ser comprometido y hacer qué tu futuro esposo te acepte? Aún más difícil, pero no imposible•

Chapter 1: •Compromiso•

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Jamás se le habría cruzado por la cabeza recibir una noticia como esa.

Sabía que su madre llevaba algún tiempo siendo cortejada por alguien, no era un secreto para nadie y lejos de incomodarle, en el fondo le alegraba verla sonreír de nuevo después de tantos años.

Se decía a sí mismo que si ella encontraba la felicidad en otra persona igual de buena que ella, él no tenía derecho a interponerse.

Sin embargo, lo que no esperaba era que la persona que la cortejaba no era un hombre cualquiera... Era un rey.

Y no solo fue eso, el cortejo había terminado en un compromiso oficial.

Su madre, la mujer que lo había criado en la sencillez, estaba a punto de convertirse en una reina.

Y él sería nombrado príncipe.

El peso de esas palabras lo aplastó desde el primer momento, era como si de pronto todo su mundo hubiese cambiado.

La corona no era simplemente un título bonito ni un adorno de oro brillante, era una responsabilidad gigantesca que caía sobre sus hombros.

Era algo que lo asustaba.

Lo aterraba.

Ser príncipe significaba ser observado, juzgado y criticado en cada gesto, en cada palabra, en cada paso en falso.

La gente esperaba perfección de su parte y él sabía muy bien que en los ojos de muchos jamás la alcanzaría.

No había nacido con sangre real y para un pueblo tan orgulloso de su linaje, eso era una mancha imborrable.

Estaba convencido de que siempre lo verían como un intruso, un impostor que usurpaba un lugar que no le correspondía.

Esa inseguridad lo atormentaba cada día, temiendo que cualquier error suyo diera más motivos para que lo despreciaran.

Y sin embargo, el día de la boda de su madre con el rey, la multitud los recibió con sonrisas y celebraciones, algo que no esperaba.

Pero fue algo corto porque pronto comprendió que todo era una fachada, nadie se burlaría de la ahora reina, mucho menos frente al rey.

Las críticas se silenciaron de inmediato en cuanto ella se colocó la corona, pero él era otro asunto...

Con el tiempo descubrió que los chismes, las burlas y las miradas solo iban dirigidas a él, al heredero sin sangre real.

Durante los meses que siguieron, hizo todo lo que estuvo en sus manos para ser el príncipe perfecto a sus ojos.

Se mudó al castillo, estudió protocolos, historia, etiqueta y política, aprendió a moverse con elegancia, a hablar con educación y a escuchar con paciencia.

Se esmeró en mostrarse amable y servicial con los habitantes de su ahora reino, ayudando en lo que podía.

Quería que cuando lo miraran, vieran a un futuro rey capaz de llevar la corona con dignidad, no a un simple intruso aferrado al título de su madre.

Pero nada parecía ser suficiente para ellos, por más que lo intentara, las sonrisas que recibía eran forzadas y los ojos que lo observaban seguían llenos de dudas.

Y como si eso no fuera ya suficiente carga, había otro obstáculo en su camino... El príncipe del reino vecino.

Para la realeza, los compromisos eran inevitables, una vez alcanzada la mayoría de edad, todo heredero debía comprometerse con otro príncipe o princesa de sangre real, asegurando alianzas y fortaleciendo vínculos entre reinos.

No era una elección, era una norma obligatoria qué nadie pensaba cambiar, y él no fue la excepción en ser comprometido.

Su prometido resultó ser un chico rubio, de ojos azules e hijo del monarca amigo de su nuevo padre.

Apenas lo había visto un par de veces durante pequeños eventos, pero lo vio lo suficiente como para ilusionarse ciegamente con la idea de que tendría un aliado de su edad.

Alguien que comprendiera las responsabilidades, que pudiera aconsejarlo y ayudarlo, incluso ser su amigo.

Pensó que si lograban llevarse bien, su futuro matrimonio no sería una prisión para ambos, sería un apoyo mutuo.

Pero esa ilusión rápidamente rompió desde el primer encuentro que tuvieron.

Lo saludó con educación y con una sonrisa, pero su respuesta fue una mirada llena de desagrado y un silencio que lo dejó incómodo.

El rubio lo ignoró el resto de su visita y en ese instante comprendió que no sería fácil que su futuro esposo no vería en él a un compañero de vida, solo a un estorbo.

Las siguientes reuniones no fueron diferentes, tal y como esperaba, su prometido se mostraba grosero e incapaz de disimular la repulsión que le daba una vez a solas.

Cada mueca de asco, cada risa burlona y cada comentario, aunque estuviera disfrazado de cordialidad frente a los reyes, era un dolor que lo hundía más en sus inseguridades.

Y sin embargo, debía tragarse su orgullo y soportarlo, porque no podía darse el lujo de reaccionar de mala manera o ser grosero.

Una sola respuesta mala sería suficiente para darle la razón a quienes lo despreciaban, eso sería suficiente para manchar aún más su imagen.

Pero la paciencia siempre tenía un límite... Y la suya estaba comenzando a agotarse.

Podía aguantar las miradas, los susurros y las dudas de todo un reino, pero el desprecio constante de su prometido era algo distinto.

Ya no era un simple reto, era una constante humillación ser tratado de esa forma por alguien así.

Si ese príncipe quería jugar con fuego, entonces debía estar preparado para arder también.

Él no tenía miedo ni de su título, ni de sus amenazas, ni de su linaje puro.

Tal vez no tuviera sangre real, pero estaba dispuesto a demostrarle que estaba equivocado con él. 

Y si hacía falta enfrentarse a él, lo haría.

Porque había llegado la hora de hacerse respetar.

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Chapter 2: •Discusión•

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Se ajustó el elegante traje que le habían preparado para ese día, alisando con manos temblorosas la tela y acomodando la corona sobre su cabeza.

Forzó una pequeña sonrisa frente al espejo, aunque en su reflejo no veía a un príncipe, solo a alguien disfrazado de uno.

El peso de aquella imagen lo asfixiaba y el recuerdo de quién sería el visitante de ese día lo hacía aún peor.

Odiaba esas visitas, odiaba que su prometido apareciera con tanta frecuencia en su castillo y comprendía que sus padres lo alentaran tanto.

La amistad entre ambos reinos debía fortalecerse... ¿ y qué mejor forma qué permitir que los futuros esposos se conocieran mejor?

A ojos de los reyes, aquellas visitas eran la prueba de una dulce amistad nacida a raíz del compromiso.

Pero no podían estar más equivocados, no había ninguna amistad ahí, solo desprecio y un odio que solo crecía en cada encuentro.

No entendía por qué tenían que dejarlo con él en cada visita, como si fuese su deber vigilarlo, entretenerlo o hasta cuidarlo.

No era su niñero, no tenía por qué cargar con su compañía, sobre todo cuando su presencia lo irritaba tanto.

Si tanto le molestaba su existencia, ¿por qué no quedarse en su propio reino y ahorrarse la incomodidad?

Aunque sabía muy bien la respuesta, el rubio solo insistía en venir por el puro gusto de atormentarlo.

Para dejarle claro una y otra vez, que no lo consideraba digno de su lugar.

"Lo odio tanto..." Murmuró con los dientes apretados, apartando la mirada de su reflejo y respirando profundo.

Solo tendría que aguantar la visita y luego se iría, tenía que guardar la calma y ser paciente. 

Un golpe en su puerta lo sacó de sus pensamientos y uno de sus mayordomos entró, inclinándose en un gesto respetuoso y anunciando que los reyes visitantes ya habían llegado junto con el príncipe.

Él solo frunció el ceño con fastidio, tenía que recordar que solo era una visita corta.

Después de cumplir con el aviso, su mayordomo se retiró de inmediato, dando otra reverencia.

Respiró hondo y se obligó a mantener la calma, todo lo que deseaba era que la visita terminara rápido, que el rubio desapareciera de su vista lo antes posible.

Caminó hasta la entrada principal y al ver a los reyes frente a él, se inclinó en una reverencia impecable, mostrando todo el respeto y cortesía que había aprendido.

Ellos lo saludaron con sonrisas afectuosas, como si lo consideraran ya parte de su familia, ellos sí eran unas personas muy dulces a diferencia de él. 

Su prometido también hizo una reverencia, pero su sonrisa era venenosa, engreída y burlona, todo lo contrario a la amabilidad que aparentaba frente a los reyes.

Se colocó lo más cerca posible de su madre durante el trayecto hacia el gran salón, como si su cercanía pudiera servirle de escudo.

Pero sentía los ojos azules del rubio fijos en él y eso solo lo incomodaba de sobremanera. 

Cómo deseaba golpearlo y expulsarlo a patadas de su propio hogar, no volver a verlo jamás.

Cuando llegaron al salón, buscó una excusa para irse, avisando que iría a la biblioteca, tal vez ahí podría respirar con tranquilidad, aunque fuera por unos instantes.

Pero su paz duró muy poco.

"Lo voy a acompañar"

Escuchó la voz del rubio a su espalda y gruñó por lo bajo. ¿Por qué no podía dejarlo en paz?

No había ninguna obligación que los encadenara tanto antes del matrimonio y aun así, él parecía empeñado en seguirle cada paso.

Aceleró el ritmo molesto, pero los pasos del otro resonaron tras los suyos hasta que una mano firme lo tomó del brazo, obligándolo a detenerse.

"Ciertamente... no esperaba verte hoy" Susurró, acercándose con una sonrisa burlesca. "Creí que volverías a donde perteneces"

Missa lo miró con enojo, intentando zafarse de su agarre, pero solo se apretó más. 

"¿Y a dónde se supone que pertenezco, según tú?"

"A la calle o a algún callejón oscuro" La sonrisa del rubio se volvió más amplia mientras apretaba su brazo con más fuerza y acercaba su rostro al suyo. "Que tu madre ahora lleve corona no te convierte en realeza a ti. No perteneces a este lugar y nunca pertenecerás aquí, ¿quieres pruebas? Hasta tus propios súbditos lo creen... Por algo te desprecian tanto"

Bien, ese fue el límite.

Apretó los puños, no podía seguir soportando esa humillación.

Antes de que pudiera golpearlo, la mano del rubio detuvo su muñeca con fuerza, manteniéndolo quieto.

"Suéltame, te lo advierto..." Advirtió, tratando de intimidarlo y luchando por liberarse.

Intentó darle una patada desesperado por soltarse, pero el rubio reaccionó antes y bloqueó su ataque, girándolo con brutalidad y estampándolo contra la pared.

El impacto le arrancó un pequeño gruñido de dolor y en un instante, sus muñecas quedaron detrás de su espalda, inmovilizadas con fuerza y dejándolo sin poder defenderse.

El contacto del cuerpo del rubio recargándose sobre el de él lo hizo temblar de ira, sintiendo sus dedos rozando su cuello y luego su aliento contra su oído.

"No te metas conmigo si no quieres acabar mal" Murmuró con voz venenosa, apretando más su agarre hasta sacarle un quejido. "Ni siquiera lo intentes... Reconoce tu lugar"

Lo soltó de golpe, empujándolo con violencia a un lado y provocando que cayera al suelo, con la corona rodando a un lado.

Antes de que pudiera alcanzarla, el rubio la pateó lejos con desprecio.

"Si me necesitas, aunque lo dudo mucho, estaré en la biblioteca" Sonrió, tarareando mientras se marchaba como si nada hubiera pasado.

Missa quedó tirado en el suelo, jadeando y temblando de rabia, con el orgullo hecho pedazos.

Lo había humillado, lo había derrotado en su propio reino, en su propio castillo.

Y lo que lo enojaba más es que ni siquiera había podido defenderse. El simple recuerdo de la escena lo llenaba de furia y vergüenza.

Pero no pensaba permitir que se repitiera... No otra vez.

Podía no tener la sangre real que tanto presumía su prometido, pero eso no significaba que valiera menos.

Tenía claro que debía hacerse respetar y estaba decidido a no volver a dejar que lo humillara de esa forma. 

Lo pagarían caro la próxima vez.

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Chapter 3: •Pelea•

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"¿Podrías entrenarme, por favor?"

Preguntó con nerviosismo, mirando al caballero que en ese momento se quitaba el casco, revelando un rostro serio y una ceja levantada.

Spreen era considerado uno de los mejores caballeros y guerreros del reino, era una persona fuerte que luchó y ganó en incontables batallas.

Un experto en el combate cuerpo a cuerpo y en el uso de prácticamente cualquier arma, se había ganado no solo el respeto, sino también la admiración del pueblo entero.

Su sola presencia imponía disciplina, aunque también miedo para la mayoría.

Si alguien podía enseñarle a defenderse, era él y Missa lo sabía, si lograba entrenar con Spreen, podría estar preparado para hacerle frente a Philza.

Y necesitaba eso con urgencia antes de que quiera atacarlo.

Además, entre Spreen y él existía un lazo más fuerte, habían crecido juntos, se conocían desde niños y aunque la vida los había llevado por caminos distintos, la confianza seguía allí.

Missa estaba convencido de que si le pedía ayuda, Spreen no lo rechazaría por nada.

"¿Y por qué haría eso?" Preguntó el caballero, quitándose los lentes de sol que siempre llevaba puestos, incluso bajo el casco. "Pelear no es cosa de príncipes, alteza"

Missa rodó los ojos ante la formalidad, no había nadie que los viera para que se comportara así. 

"No seas tan formal conmigo… seguimos siendo hermanos. Lo que pasa es que el príncipe vecino no deja de molestarme y hace unos días llegó a amenazarme, ya sabes de quién hablo... De mi prometido"

El caballero entrecerró los ojos, mirándolo de arriba a abajo y estudiándolo en silencio.

"¿Entonces querés pegarle?"

Missa asintió varias veces con entusiasmo y sonrió de forma nerviosa, provocando que Spreen soltara una carcajada fuerte.

Missa no supo si se estaba riendo de él o por la situación.

"Dale, te enseño, siempre me cayó para el orto ese pelotudo" Confesó con una sonrisa mientras se levantaba, dando un paso hacia Missa y sin previo aviso, le lanzó un golpe que casi no logró esquivar. "La próxima vez que lo veas, lo hacés mierda. ¿Entendés?"

Missa tragó saliva y asintió, apenas logrando recomponerse hasta que otro puñetazo le impactó directo en el estómago, sacándole el aire.

Soltó un chillido ahogado y cayó de rodillas en el suelo, retorciéndose.

"¿Vas a golpearme a cada rato?" Gimió de dolor, intentando recomponerse con dificultad.

Spreen sonrió de forma arrogante, tomándolo del cabello y obligándolo a levantarse con brusquedad.

"Podrás ser príncipe ahora, pero cuando estés en mi zona de entrenamiento, acá no sos realeza… ni siquiera sos mi hermano" Lo golpeó nuevamente, esta vez más despacio para darle oportunidad de reaccionar. "Solo sos mi saco de boxeo hasta que aprendas a defenderte"

Missa apenas alcanzaba a cubrirse, chillando y tropezando hacia atrás para evitar ser golpeado, pero dentro de él sabía que todo ese dolor valdría la pena el día en que lograra borrar la sonrisa engreída del príncipe Philza.

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"Buenas tardes, sus altezas"

Saludó Philza con una reverencia impecable, sonriendo al instante cuando notó el ceño fruncido de Missa, detalle que lo llenaba de satisfacción.

Esta vez no lo acompañaban sus padres ya que había decidido usar uno de sus días libres para divertirse un poco a costa de su prometido.

¿Qué mejor pasatiempo que molestarlo en persona?

Los reyes lo recibieron con calidez, mientras Missa, ya resignado, le indicó con un gesto que lo siguiera.

Philza se colocó a su lado con aire triunfante y mientras caminaban por los pasillos, se dedicó a examinarlo sin el menor disimulo.

Debía admitir que su prometido era atractivo, tenía un perfil fino, cabello bien cuidado, porte elegante y un físico que atraía miradas.

Y aun con todo eso, para Philza seguía siendo el mismo pueblerino que aparentaba más, por mucho que ahora llevara corona, jamás alcanzaría la cuna real que él representaba.

Quizá estaba siendo demasiado duro... Después de todo, ninguno de los dos había elegido ese compromiso.

Podría intentar ser menos cruel… aunque no prometía nada.

De pronto, se detuvo confundido al ver que Missa lo guiaba hacia los jardines, no alcanzó a preguntar nada ya que un puñetazo directo al rostro lo derribó al suelo.

Se llevó una mano a la boca aturdido, frunciendo el ceño al ver sangre en sus dedos. 

"¿Quién te crees para golpearme?" Gruñó, abalanzándose hacia él y sujetándolo del cuello.

"¿Crees que tu amenaza me asustó? Pues te equivocaste"

Soltó otro golpe antes de retroceder unos pasos, aunque tuviera seguridad en sus palabras, sintió como su corazón se detenía por un instante al ver al rubio acercarse con furia.

Philza antes de atacarlo, se dio cuenta de algo en ese instante...

Nadie los interrumpiría, los sirvientes estaban ocupados dentro del castillo y no había nadie en el jardín, ahí, podía desquitarse sin testigos.

Sin pensarlo dos veces, se lanzó contra él y ambos rodaron por el césped, intercambiando golpes.

Con la pelea, Philza no pudo evitar notar lo mucho que había mejorado en tan poco tiempo.

Cada movimiento de Missa era más certero y más firme, también fuerte. ¿Cómo lo había logrado?

¿Alguien lo estaba entrenando?

Y aunque jamás lo admitiría en voz alta, había algo en aquella nueva faceta que le resultaba… interesante de cierta forma.

Le gustaban las personas con carácter, fuertes, inteligentes, y Missa estaba empezando a mostrar todo eso.

Pero sus pensamientos se esfumaron en cuanto recibió una patada en la entrepierna que lo hizo caer al suelo, retorciéndose de dolor.

Missa tosió y se acarició el cuello, jadeando con una sonrisa de superioridad al ver que Philza apenas podía moverse.

Se incorporó con calma y le dio una patada extra, acomodando su ropa y su corona.

"Que tenga un buen día, príncipe Philza. Si me necesita, aunque lo dudo mucho, estaré en la biblioteca" Dijo con tono burlón, repitiendo sus propias palabras de la última visita.

Philza lo miró con furia mientras se alejaba tarareando la misma canción, imitándolo con burla.

Se levantó con dificultad al cabo de un rato y se acercó a la fuente para ver su reflejo, pero eso solo lo llenó de rabia.

Su rostro estaba hinchado, cubierto de moretones junto con sangre seca y fresca.

¿Cómo ocultaría todo eso?

Con maquillaje, seguramente, pero los cortes seguirían siendo demasiado evidentes si no los ocultaba correctamente, un descuido y cualquiera notaría que había ocurrido algo.

Y para colmo, uno de los caballeros del castillo pasó cerca de dónde estaba y se rió al verlo en ese estado.

Philza apretó los dientes con rabia, ha sido humillado, golpeado y ridiculizado… y todo por culpa de Missa.

Eso no se quedaría así.

Si para hacerlo pagar tenía que acercarse más a él, lo haría, tomaría el riesgo.

Era su futuro esposo, y al final del día, podría hacer con él lo que quisiera.

La venganza apenas comenzaba.

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Chapter 4: •Baile•

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Una invitación llegó días atrás, sellada con el emblema de un cuervo negro sobre pergamino blanco, muy linda y elegante.

No era una fiesta cualquiera, era el cumpleaños del príncipe Philza, un evento al que asistirían reyes y reinas de territorios lejanos, príncipes y princesas de renombre, duques y duquesas influyentes...

En pocas palabras, la nobleza más distinguida se reuniría ahí para celebrar.

Para él, eso no era solo una fiesta, era la primera ocasión en la que asistiría a un evento de esa magnitud en un reino que no era el suyo.

La emoción y los nervios lo carcomían por dentro al darse cuenta de algo... Todos los ojos estarían sobre él, analizando cada gesto, cada palabra, cada movimiento suyo.

Y sabía que esta era una oportunidad dorada para demostrar que era digno de portar el título de príncipe y algún día, de convertirse en rey.

Solo necesitaba seguir un plan sencillo... Mantener la compostura, mostrarse educado y lo más importante, ignorar en todo momento a su prometido.

Mientras lograra eso, todo estaría bien.

Respiró profundamente, intentando calmar su ansiedad y bajó del carruaje junto a sus padres y Spreen.

Sus ojos rápidamente abrieron con asombro al contemplar el enorme castillo que se mostraba frente a ellos.

Era descomunal, mucho más grande que el suyo, con grandes torres y muros tan altos que imponían respeto con solo mirarlos.

Decenas de guardias custodiaban las puertas y carruajes de todos los tamaños llegaban, dejando descender a nobles con trajes deslumbrantes.

Y ahí, justo en las puertas, estaba el príncipe Philza junto a sus padres, recibiendo personalmente a los invitados.

El corazón de Missa se encogió cuando sus ojos azules se clavaron en él y esa sonrisa que le dedicó… no era cordial ni amistosa, era una amenaza disfrazada de cortesía.

Desvió la mirada de inmediato para evitarlo, repitiéndose mentalmente que no debía dejarse arrastrar por sus juegos.

Siguió a sus padres hacia la entrada, inclinándose respetuosamente para saludar a los reyes anfitriones y al príncipe, y luego se apresuró a entrar al salón principal antes de que pudiera decir algo.

Por fortuna, Philza debía permanecer en la entrada recibiendo a los demás invitados, lo que le regalaba unos minutos de tranquilidad, aunque eso no le impidió sentir sus ojos perforándolo con insistencia mientras pasaba a su lado.

Al menos tenía a Spreen, la compañía del caballero era un alivio ya que no conocía a nadie en esa fiesta, y su sola presencia lo salvaba del pánico de sentirse perdido entre la multitud.

Sin embargo, su paz duró menos de quince minutos. En cuanto Philza terminó de recibir a los invitados, Missa supo que el tormento comenzaría.

Y no se equivocó.

Lo vio a lo lejos conversando con un duque, aunque sus ojos azules se desviaban cada tanto hacia él, haciendo señas con sus manos, gestos claramente insultantes que cualquiera podría interpretar como bromas.

Pero Missa los comprendía demasiado bien.

Por puro instinto, se aferró al brazo de Spreen. El salón estaba lleno y la gente se empujaba para abrirse paso, se sentía observado desde todas direcciones.

No quería pensar que lo juzgaban, aunque esa idea no dejaba de atormentarlo.

Lo peor era que Philza también había notado esa cercanía ya que desde la distancia, lo miraba con el ceño fruncido y con sus brazos cruzados en un gesto de clara molestia.

¿Por qué entre todos los caballeros que podía traer, Missa había elegido precisamente a ese?

Aquel caballero que se había burlado de él y peor aún, ¿por qué parecían tan cercanos? No era propio de un príncipe mostrarse tan unido a alguien de un rango tan inferior.

Philza se despidió del duque con una excusa y asegurándose de que ningún rey lo observara, caminó hacia ellos con firmeza.

Al cruzar junto a Missa, lo golpeó con el hombro con la fuerza suficiente para casi hacerlo caer, y lo hubiera hecho si no hubiera sido por Spreen que lo sostuvo a tiempo.

La mirada asesina que el caballero le lanzó solo le provocó diversión, y sin darle más importancia, se dirigió hacia la pista de baile cuando anunciaron que era hora del baile en su honor.

Solo dio unos pasos cuando escuchó a alguien acercarse con rapidez, al darse la vuelta, encontró a Spreen avanzando hacia él con el ceño fruncido, dispuesto a encararlo.

Hasta se atrevería a decir que planeaba atacarlo.

Missa reaccionó al instante, poniéndose frente a él para detenerlo de hacer un escándalo  paralizándose cuando las luces del salón se apagaron de repente y una luz los iluminó a ambos en el centro de la pista.

Spreen de inmediato desapareció de la escena sin dejar rastro. 

La música comenzó a sonar, suave junto al anuncio oficial de que había llegado el momento más esperado de la velada.

El baile de los prometidos y futuros reyes.

Missa tragó saliva con nervios, el pánico comenzó a deborarlo por dentro al ver todas las miradas clavadas en ellos.

Intentó retroceder, pero Philza se dio cuenta de sus intenciones y avanzó hacia él, tomándolo del brazo y atrayéndolo con fuerza contra su cuerpo.

Su otra mano se posó firmemente en su cintura de forma posesiva, obligándolo a empezar el baile.

"¡¿Qué crees que haces?!" Susurró Missa completamente nervioso, tratando de apartarse de él. "¡Ni siquiera sé este baile!"

Philza sonrió con suficiencia, ignorando sus protestas y apretándolo con fuerza. 

"Bailando contigo, creí que serías lo bastante listo para darte cuenta"

Rodó los ojos y entrelazó sus dedos, obligándolo a girar con brusquedad. Gracias a eso, Missa casi perdió el equilibrio, estrechándose contra su pecho para no caer.

"Pensé que al menos sabrías este baile, es uno de los más populares y no es muy bien visto que no lo sepas"

"Solo aprendí los tradicionales… No tuve tiempo para los demás. ¡Y ni siquiera sabía que tendría que bailar contigo hoy!"

"¿Arruiné tus planes? Qué pena" Su sonrisa engreída se amplió y con un movimiento repentino, lo inclinó hacia atrás de forma ruda, deteniendo su caída a escasos centímetros del suelo. "Yo sí lo sabía... De hecho, fui yo quién lo sugirió en primer lugar"

Missa parpadeó desconcertado mientras intentaba recuperar el ritmo, se notaba su falta de práctica en ese baile.

Sus movimientos eran torpes y temblorosos, su agarre dudaba frente a la seguridad del rubio.

Y para colmo, Philza alteraba ligeramente los pasos solo para desestabilizarlo aún más.

Pero poco a poco, Missa comenzó a adaptarse, sus pasos respondieron con más seguridad, su porte se enderezó y sus movimientos empezaron a fluir con sorprendente elegancia.

Al notar que Philza lo observaba con atención, se atrevió a devolverle lo mismo, cambiando el baile para desorientarlo.

La tensión se transformó con cada giro, cada paso y sus miradas permanecieron fijas en el otro, como si discutieran sin palabras frente a la multitud.

El salón entero los contemplaba maravillados ya que lo que debía ser un baile tranquilo y romántico se había convertido en un espectáculo que mostraba todo lo contrario.

La música pronto alcanzó su clímax, y con un último movimiento, Philza lo giró con violencia, terminando con ambos frente a frente, sus rostros demasiado cerca y sus ojos fijos en el otro por más tiempo del debido.

Solo reaccionaron cuando las luces volvieron a encenderse, se separaron bruscamente de un empujón y apartaron la mirada con un sonrojo apenas visible en sus mejillas.

Los invitados estallaron en aplausos, encantados por aquel inesperado espectáculo y se fueron uniendo a la pista, iniciando el baile general.

Pero entre ellos, la tensión no desapareció, solo permaneció e incluso empeoró.

Philza se retiró con pasos rápidos, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho y el rostro completamente sonrojado.

Nunca había bailado de esa manera con nadie, jamás había sentido tanta cercanía ni tanta intensidad en un simple baile.

Se sentía extraño...

Demasiado extraño.

Buscó con la mirada a Tubbo que se encontraba coqueteando con un conde, y al llegar a su lado soltó un suspiro cargado de frustración.

"¿Qué fue toda esa tensión sexual?" Preguntó con una sonrisa burlona. "Dijiste que lo odiabas"

Philza lo fulminó con la mirada y se cubrió el rostro avergonzado al sentir su sonrojo extenderse.

"Lo sigo odiando, solo… fue un momento de debilidad. Es mi futuro esposo, después de todo..."

"Digamos que te creo... En ese caso, deberías intentar ser un poco más amable con él. Si en verdad te gusta, cortejarlo no sería un problema. Al fin y al cabo, es tu prometido" Señaló discretamente hacia el otro lado del salón, donde Missa discutía en voz baja con su caballero, todavía aferrado a su brazo. "Y si no, siempre puedes seguir molestándolo"

Philza desvió la mirada hacia su prometido, observándolo con detalle y el sonrojo volvió a colorear sus mejillas, traicionando lo que intentaba negar.

"Tal vez lo intente..." Murmuró para sí mismo, encogiéndose de hombros. "Supongo que no pierdo nada con intentar ser amable"

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Chapter 5: •Acercamiento•

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"¿Por qué sigues viniendo a mi castillo? ¡¿Y qué haces en mi cuarto?! ¡¿Quién diablos te dejó pasar?!"

La voz de Missa resonó cargada de enojo y frustración, su espacio, era invadido una y otra vez por él,  ni siquiera parecía importarle.

Philza actuaba como si sus palabras no tuvieran peso, caminaba con paso seguro por su habitación, mirando todo con curiosidad, pasando sus dedos sobre los libros, el escritorio, incluso su ropa doblada.

Se movía con la calma de quien se siente dueño de un lugar que no le pertenece.

Missa lo observaba con el ceño fruncido, no soportaba esa actitud tan engreída, no soportaba esa falta de respeto.

Bufó y avanzó hacia él, sujetándolo bruscamente del brazo para que dejara de tocar sus cosas.

Pero en cuanto sus dedos lo tocaron, el rubio reaccionó con rapidez y lo jaló hacia él, acortando la distancia de golpe y encerrándolo en un abrazo.

"¡Suéltame!" Chilló entre forcejeos, pero sus quejas quedaron en silencio cuando sintió la nariz de Philza rozando su cuello, oliéndolo con descaro al igual que su cabello.

¿Qué clase de loco y enfermo hacía eso de la nada?

El calor le subió a las mejillas y se quedó paralizado, sintiendo como le daba palmaditas en la espalda y pequeñas caricias en el cabello. 

Reaccionó y lo empujó con todas sus fuerzas, aprovechando también para darle una cachetada.

"¡No tienes derecho a tocarme ni mucho menos a olerme como si fuera algo tuyo! ¡No eres un animal, compórtate!"

Philza se llevó la mano a la mejilla con una ligera mueca de dolor, frunciendo el ceño, pero en vez de apartarse, dio un paso hacia él, haciéndolo retroceder.

"No es tu problema. Deja que sea amable, por una vez"

Esquivó otro manotazo y avanzó más, forzando a Missa a retroceder hasta quedar atrapado entre el escritorio y él.

"¡Entonces deja de molestarme!"

Las palabras fueron cortadas cuando Philza sujetó su rostro con ambas manos, apretando sus mejillas hasta arrancarle un quejido.

Sus pulgares se deslizaron con suavidad por sus mejillas y pómulos, acariciando su piel.

"Umm..." Murmuró, inclinando la cabeza con una pequeña sonrisa. "Tienes buenos rasgos... eres atractivo, no lo negaré. Pero para mi gusto, podrías mejorar un poco"

Su dedo recorrió su barbilla y rozó sus labios, mirándolos con un poco de duda.

"¿Perdón?"

"No te preocupes, cuando nos casemos yo me encargaré de eso. Te verás mejor, más lindo y presentable"

Missa se liberó bruscamente y lo fulminó con la mirada.

Ganas no le faltaban de volver a golpearlo, pero lo único que hizo fue dar media vuelta, intentando ignorarlo.

Pero Philza nuevamente lo tomó del brazo para llamar su atención.

"¿Podrías dejar de ser tan amargado y serio? Estoy intentando ser bueno contigo. Te hago un favor que deberías valorar, créeme cuando te digo que no soy así con todo el mundo"

"Que conveniente que ahora quieras serlo" Respondió Missa con un suspiro cansado, cruzándose de brazos. "Pero no me interesa lo que intentes hacer, me has molestado y golpeado durante mucho tiempo. Ni siquiera te disculpaste y pretendes que me tranquilice solo porque prometes "arreglarme" cuando nos casemos. ¡¿De verdad creíste qué eso funcionaría?!"

Philza se quedó en silencio y de repente sacó un ramo de flores, estrellándolo directamente a su rostro.

¿De dónde sacó esas flores? Ni siquiera las vio venir.

"¿Esto cuenta como disculpa? Quizás no elegí bien mis palabras... P-pero estoy seguro de que te verás precioso con flores en el cabello"

Missa ignoró su comentario y se llevó las manos al rostro, sintiéndolo caliente, sus ojos se enrojecieron al instante y las lágrimas salieron, junto a su respiración volviéndose pesada.

"S-soy... excesivamente alérgico al polen"

El rubio se quedó helado, dejando el ramo caer al suelo y empezando a entrar en pánico. 

"¡¿Q-qué hago?! ¡¿Te vas a morir?!" La voz le tembló, acercándose a él con nervios.

"¡Solo llévame con el doctor, idio–!" Un ataque de tos le interrumpió el insulto y las piernas le fallaron, pero Philza lo sostuvo justo a tiempo, cargándolo con torpeza antes de salir corriendo hacia la enfermería del castillo.

En el camino, evitó lo posible a los sirvientes y le dio rápidas miradas, asegurándose que siguiera respirando. 

"Si te mueres, te mato... Juro que te mato"

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El tratamiento fue rápido, aunque angustiante en un principio, inyecciones contra la alergia, té de hierbas para aliviar su garganta, medicinas y reposo forzado.

El médico le dio una palmada en el hombro, revisándolo superficialmente.

"¿Ya se siente mejor, su alteza?"

"S-sí... muchas gracias" La voz de Missa salió ronca y quebrada, dando otro sorbo al té y respirando con calma.

Suspiró cuando las advertencias de los doctores repitieron lo que ya sabía, que debía cuidarse del polen, debía evitar acercarse mucho a las flores del jardín, debía ser más cuidadoso.

Ya todo eso lo sabía, no fue su culpa y no necesitaba un sermón. 

"Qué suerte que estaba su prometido con ustef, alteza. La situación pudo haber sido mucjo peor si no lo traía a tiempo"

"Estoy de acuerdo, no sé qué habría hecho sin él"

Missa rodó los ojos, lanzándole una mirada envenenada al rubio, sintiendo como le despeinaba el cabello con torpeza, como si lo estuviera acariciando.

Respiró profundo y se levantó, agradeciéndole nuevamente al doctor por su ayuda y saliendo de ahí. 

Philza no dejó de seguirlo, ni de disculparse. Lo persiguió hasta su habitación, bloqueando la puerta con su propio cuerpo para evitar que entrara.

"Quítate, no estoy de humor para pelear..." 

Advirtió entre dientes e intentó abrir la puerta, pero Philza se lo impidió de nuevo.

"No puedes entrar ahí, están las flores y tendrás otra vez una reacción alérgica. Le diré a un sirviente que haga una limpieza profunfa en tu cuarto"

Missa lo miró con una mezcla de cansancio y fastidio, asintiendo para no discutir, odiaba cuando tenía la razón,

Se dio la vuelta y se fue a la biblioteca donde lo esperaba Vegetta, su profesor, con todo lo que pasó estaría llegando tarde.

Pero ahí, Philza lo alcanzó y se sentó junto a él, rodeándolo con un brazo y apoyando su mejilla sobre su hombro, en un gesto descaradamente íntimo frente al profesor.

El ceño de Missa se frunció con fuerza. ¿Qué clase de loco se comportaba así? ¿Cómo iba a sobrevivir a un matrimonio con él?

Philza sonrió victorioso, restregando su mejilla en su hombro y haciéndole ojitos al notarlo molesto.

"Compórtate como alguien civilizado, vamos a ser esposos quieras o no, debes estar a la altura"

Missa cerró sus puños con fuerza sobre su regazo, intentando calmarse aunque sea un poco.

Por dentro, solo deseaba que ese día tan estresante llegara a su fin.

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Chapter 6: •Reto•

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"Te equivocaste en la fecha otra vez, ¿acaso tienes problemas de memoria o simplemente no prestas atención?"

El reproche sonó más cortante de lo que pensaba, y Missa tuvo que cerrar los ojos con fuerza, inhalando profundo y soltando el aire lentamente.

Si no se controlaba, terminaría golpeándolo ahí mismo, y no podía darse ese lujo.

¿Cómo podía ser tan molesto?

Cada vez que cometía un mínimo error, Philza se lo hacía notar y lo peor de todo es que ni siquiera lo estaba ayudando en nada; solo estaba ahí, corrigiendo y echándole en cara todo.

Chasqueó la lengua y cerró su cuaderno con un golpe seco, obligándose a sonreír forzadamente, la clase de sonrisa que ocultaba fastidio y ganas de mandarlo a la mierda.

"¿Le molesta si repaso lo aprendido en mi cuarto?" Le preguntó a su profesor, con un tono demasiado amable para lo molesto que estaba.

"Para nada, ¿su prometido lo acompañará?"

"De hecho, él me comentó hace poco que estaba interesado en aprender más sobre magia. Y ya que es una de sus especialidades, pensé que tal vez podría enseñarle... ahora que está de visita"

Philza lo miró con horror disimulado, sonriendo nervioso justo cuando el hombre le puso la mano en el hombro y comenzó a arrastrarlo hacia la sección de magia.

"No, no es necesario, puede ser en otra ocasión. No quiero interrumpir su tiempo libre"

"Por favor, su alteza, no se preocupe. Adoro enseñar magia y me alegra que muestre interés" Sonrió, dándole unas palmaditas en el hombro. "Esto nos llevará un buen rato"

Philza giró la cabeza, buscando a Missa con la mirada, pero ya no estaba ahí. El muy desgraciado había desaparecido como si nada, dejándolo solo.

Frunció el ceño, murmurando maldiciones entre dientes. Odiaba esa forma tan descarada en la que Missa lo dejaba enredado con los demás... Pero al mismo tiempo, había algo en ese descaro, en esa personalidad fuerte y desinteresada que lo atraía más de lo que quería admitir.

Suspiró ya resignado, tendría que pensar en otro regalo, algo que de verdad le agradara ya que las flores habían sido un completo desastre.

Casi lo mata con la alergia y él mismo casi se infarta con la preocupación, tenía que encontrar algo distinto, algo que lo hiciera sonreír.

Así que unos días después, Philza lo invitó a su castillo con la excusa de mostrarle más rincones, alegando que lo había visto interesado durante el baile.

Y aunque no era del todo mentira, su verdadero propósito era otro...

Recordaba bien cómo en medio de su fiesta, los ojos de Missa brillaban con asombro al recorrer los pasillos de su hogar.

No podía desaprovechar esa curiosidad, tenía que aprovechar todo para ganarlo.

Missa aceptó, aunque no con demasiadas ganas, sus padres lo habían animado a aprender de otros reinos y Philza era alguien experimentado en ciertos temas.

Negarse habría sido una falta de respeto.

Así que cuando llegó el día, el rubio esperó pacientememte frente a su castillo y cuando el carruaje llegó, avanzó de inmediato para ofrecerle la mano y ayudarlo a bajar.

Pero Missa lo ignoró, bajando por su cuenta con seriedad, mientras se acomodaba el traje con calma y sin dirigirle ni una palabra.

Philza hizo un puchero, pero no se dio por vencido, sujetó su mano con fuerza, impidiéndole escapar y comenzó a arrastrarlo hacia el interior de su hogar.

Era su prometido después de todo, tenía derecho a hacer lo que quisiera, ¿no?

Ignoró los insultos, los golpes y las quejas de Missa, no lo soltó ni cuando intentó zafarse a la fuerza, pero ya se estaba cansando.

Finalmente cambió la mano por un agarre en su brazo, llevándolo el rumbo hacia el jardín.

En esa parte del castillo no habían flores ni polen, un detalle que había cuidado ya que no pensaba arriesgarse otra vez.

Cuando por fin lo liberó, Missa apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ser sujetado por la cintura.

Sus pies se despegaron unos centímetros del suelo al ser ligeramente levantado, sonrojándose de inmediato.

No habría sido tan malo si Philza no hubiese apretado y acariciado descaradamente su cintura, como si quisiera provocarlo o hacerlo enojar.

Y para empeorar las cosas, lo cargó sobre su hombro como si fuera un saco de papas.

"¡Suéltame, te voy a matar!" Gritó, jalándole el cabello con todas sus fuerzas para que lo soltara. Pero Philza lo ignoró, caminando hacia una construcción cubierta de cristal.

¿Un invernadero? No... al observar mejor, distinguió jaulas y estructuras de madera.

Era un aviario.

Philza lo bajó sin dejar de sujetarlo y lo arrastró hasta la puerta, como si cargara con un peso muerto.

"Tengo un regalo para ti" Murmuró, relajando un poco el agarre mientras abría la puerta y comenzaba a silbar.

Un instante después, una bandada de cuervos apareció de la nada, revoloteando a su alrededor hasta posarse en los brazos y hombros del rubio.

Missa se quedó completamente quieto y sonrió nervioso cuando uno de ellos se paró en su hombro, observándolo fijamente. 

¿Lo iba a picotear?

El ave dio un salto más cerca de su rostro y en vez de atacarlo como pensó, frotó su cabeza contra su mejilla y Missa no pudo evitar soltar un ruidito de ternura.

Philza lo miró satisfecho, ocultando su sonrisa tras un carraspeo.

"Hablé con tu madre hace unos días y me dijo que te gustaban los cuervos, así que pensé en mostrarte esto" Bajó la mirada, ligeramente sonrojado. "Planeaba regalarte uno"

Missa parpadeó sorprendido, observando como Philza agarraba un cuervito de un nido.

"Este es pequeño y bizco, pensé que te gustaría porque es lindo... como tú"

Tomó al pequeño cuervo que Philza le ofrecía, detallándolo con ternura, sí tenía ojos grandes y bizcos, pero eso solo lo hacía  ver adorable.

"Te lo agradezco mucho... es un cuervito muy tierno."

Philza suspiró con alivio, recargándose sobre su hombro con una sonrisa.

"Entonces... ¿ya terminó?"

"¿Qué cosa terminó?"

"Oh, ya sabes... tus berrinches y caprichos, te regalé un cuervo porque te gustan, ahora puedes aceptarme en tu vida"

Missa lo miró incrédulo, conteniendo las ganas de darle un golpe en la cara.

"¿Querías comprarme con un cuervo?"

"Y con joyas, pero todavía no te las he dado, están en mi cuarto, sígueme"

Esta vez, Missa sí se soltó con brusquedad apenas lo agarró del brazo.

"Vete a la mierda, me voy... Y me llevo a Pachuca conmigo."

Philza se quedó quieto unos segundos hasta que reaccionó y lo persiguió, tratando de justificarse, pero era inútil.

Había arruinado una oportunidad de oro para ganarlo.

Aun así, Missa apretó contra su pecho al cuervito bizco, aunque estuviera enojado, no podía rechazarlo, no con esos ojitos tan lindos. 

En medio de la discusión, Philza terminó abrazándolo por la cintura, hundiendo su rostro en su cuello y cabello mientras se disculpaba.

Missa se sonrojó violentamente, riendo incómodo por las miradas de los sirvientes y el cochero.

"¡Suéltame o llamo a los guardias!" gruñó en voz baja, empujándolo con torpeza por el cuervito en sus manos.

"Inténtalo, principito. Ellos me obedecen a mí, no a ti"

La provocación solo lo hizo bufar de rabia.

Era un imbécil, un completo imbécil. 

Finalmente, Missa lo miró cansado y harto,  suspirando con pesadez.

"¿Si te doy otra oportunidad me sueltas?"

"¿Puedes incluir un beso en el trato?"

El sonrojo volvió con más fuerza, junto a un golpe que lo hizo quejarse.

"¡La oportunidad y ya! Tómala o déjala"

"Perfecto, entonces nos vemos mañana en tu castillo"

Lo soltó al fin, intentando darle un beso rápido, pero chocó contra el cristal de la ventana cuando Missa se metió al carruaje y ordenó partir.

Philza se quedó allí, viendo cómo se alejaba con una sonrisa en sus labios.

La segunda oportunidad que le estaba dando no era una reconciliación...

Era un reto.

Y los retos le encanataban.

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Chapter 7: •Perdón•

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En una amplia y elegante sala de música, se encontraba Missa de pie frente a un atril.

Su postura era impecable, mantenía la espalda erguida y el mentón alzado, cuidando cada movimientode su cuerpo para parecer perfecto.

Sus ojos no se apartaban de las partituras, hasta que el silencio de la sala se rompió en el instante que tocó las cuerdas del violín.

Empezó a tocar una melodía suave y precisa, estando completamente absorto en su interpretación ya que no solo tocaba para mejorar, también lo hacía con la intención de impresionar a su profesora de música.

Tenía que impresionar a una persona de mucho prestigio, de esa forma, su reputación mejoraría, tenía que hacerlo perfecto.

Ella lo observaba con atención desde un rincón de la sala con una expresión de concentración.

Tenía las cejas fruncidas y los labios apretados con seriedad, eso solo lo hizo entrar en pánico internamente.

Pero no podía demostrarlo, no había espacio para el error, no cuando estaba poniendo tanto esfuerzo en impresionarla.

Finalmente tocó la última nota y bajó el arco, dejando silencio mientras aguantaba la respiración por los nervios.

Rápidamente su profesora rompió el silencio y aplaudió con fuerza, acompañándolo con elogios que hicieron que Missa sonriera con timidez.

Pero esa paz duró apenas unos segundos, escuchó el chirrido de la puerta al abrirse y su sonrisa desapareció al ver quién había llegado.

El príncipe Philza.

Claro que era él, porque al parecer, aquel rubio jamás encontraba nada que hacer en su reino, siempre parecía tener demasiado tiempo libre para molestarlo.

"Llegas temprano, más temprano de lo usual" Habló con fastidio, cruzándose de brazos mientras lo observaba acercarse con esa mirada boba que tanto lo irritaba. "¿Acaso no tienes nada qué hacer en tu castillo?"

Philza no respondió, lo único que hizo fue aumentar su sonrisa, lo que solo aumentó la confusión y molestia de Missa.

"¿Qué?"

"Tocas muy bonito el violín" Respondió, tomando con suavidad su mano para besarla antes de que pudiera apartarla. "Y... supongo que tú también eres bonito"

Missa se sonrojó ligeramente, cubriéndose el rostro con una mano y suspirando con pesadez.

¿Qué haría con ese loco? Ahora parecía un chicle pegado a él. 

El rubio aprovechó su distracción e intentó abrazarlo, pero lo único que recibió fue una mirada cargada de desprecio y un ligero empujón para mantener la distancia.

De no estar su profesora presente, Philza estaba seguro de que hubiese recibido un golpe.

La mujer observó sorprendida la escena, sin poder evitar observar con curiosidad, aunque desvió la mirada tan pronto fue descubierta.

Missa solo frunció el ceño, era evidente que los rumores sobre su futura unión habían despertado demasiado interés.

Tal vez más de lo que le gustaría después del baile qué tuvieron. 

Philza se encogió de hombros despreocupado y sin darle importancia a la reacción de su prometido, lo abrazó con descaro, rodeando su cintura con sus brazos.

Antes de que Missa pudiera protestar, Philza lo arrastró fuera de la sala.

"Tengo un regalo para ti, sé que este te encantará" Le dio un apretón en su mejilla, mirándolo con un brillo juguetón en sus ojos.

Sacó de su traje una elegante caja y la presionó contra el pecho de su prometido, tomándolo por los hombros y acercándose a su rostro.

"Dime por favor que no eres alérgico al chocolate… ni a cualquier otro sabor existente"

"No te preocupes, no lo soy" Respondió Missa con un tono seco, alejando su rostro del suyo.

Una sonrisa victoriosa se dibujó en los labios del rubio cuando vio cómo aceptaba la caja y la abría, observando como sus ojos se iluminaban al descubrir la variedad y abundancia de chocolates que contenía.

Esos eran los más famosos de su reino, dulces reservados para momentos especiales como declaraciones de amor y cortejos formales.

Philza sabía muy bien lo que significaban, tal vez Missa aún no, pero él planeaba aprovechar cada detalle a su favor.

"¿Por qué de repente intentas ser tan amable conmigo? Dejaste muy en claro antes que me odiabas"

Philza tarareó despreocupado, buscando qué clase de excusa inventarse para justificarse.

Decirle la verdad no era una opción, no podía decirle que era el tipo de persona qué tenía su habitación llena con sus fotos para recordar su supuesto odio.

Sería una humillación.

"Me di cuenta de que he sido muy duro contigo, actuaba por impulso y no tenía razones reales para ser tan malo contigo..."

"Me insultaste, me amenazaste y me golpeaste… varias veces"

"¡Ya dije que lo sentía!" Exclamó, arreglándose el cabello y la corona con un gesto elegante. "Quiero que empecemos de nuevo... Sé que me ves de mala forma por las cosas que dije de ti a tus espaldas, pero estoy dispuesto a cambiar por ti"

"¿También hablaste mal de mí con los demás?"

El silencio incómodo que siguió fue suficiente para que Missa entendiera la respuesta, claro que seguro se burlaría de él con los demás.

¿Por qué no le sorprendía?

Philza desvió la mirada después de unos segundos, ligeramente incómodo.

"…Solo deja que sea amable contigo por una vez"

La seriedad en los ojos de Missa lo puso nervioso, manteniendo sus ojos fijos en él  como si estuviera viendo lo más profundo de su alma.

"Aceptaré si me ayudas a conseguir algo que quiero"

"Lo que sea"

"Quiero que me ayudes a que mi pueblo me quiera"

Philza lo miró fijamente, casi olvidaba los problemas con sus orígenes.

Missa era heredero, sí, pero no de sangre real, lo que lo volvía impopular entre sus súbditos, pero podría con eso, lo ayudaría. 

Si eso era lo que él deseaba, entonces movería cielo y tierra para lograrlo... Después de todo, para él, no era un sacrificio.

Esa era la oportunidad perfecta de acercarse aún más a la persona que tanto deseaba en secreto.

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Chapter 8: •Plan•

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Philza se movía con evidente nerviosismo por toda la habitación, revisando  y arreglando cada detalle, hasta el más mínimo.

Ordenaba los cojines, alineaba los muebles, y hasta había cambiado varias veces la posición del pizarrón que planeaba usar.

Pudo haber dejado que sus sirvientes se encargaran de todo, así sería más sencillo para él, pero se negó a recibir ayuda.

Esa vez quería hacerlo él mismo porque deseaba que Missa viera su esfuerzo, que notara que estaba dispuesto a ayudarlo.

No quería que lo viera como un príncipe inútil que con solo pedirlo, harían todo por él, aunque eso fuera verdad, quería demostrarle otra faceta diferente.

Era, en cierto modo, parte de su estrategia para ganarse poco a poco su perdón y con suerte... tal vez algo más.

Cuando por fin terminó, un par de golpes en la puerta lo hicieron enderezarse de inmediato y entró uno de sus mayordomos, anunciando la llegada del príncipe Missa.

Philza sintió que el corazón se le aceleraba y respiró hondo, acomodándose el cabello y la ropa con manos temblorosas.

Al terminar, le hizo una seña al mayordomo para que dejara pasar a su prometido, carraspeando para aclarar su garganta.

"Te tardaste en llegar. ¿No sabes ver el reloj?" Soltó de golpe, más por los nervios que por intención real.

El rostro calmado de Missa se transformó en un ceño fruncido al instante y Philza entró en pánico, ni siquiera sabía por qué había dicho eso.

"Vine a la hora que me pediste y tus padres me recibieron en la entrada, no tú" Sus ojos recorrieron con curiosidad la habitación, cruzándose de brazos. "¿Por qué querías que viniera aquí?"

El rubio evitó responder, en su lugar, lo tomó suavemente del brazo y lo condujo hacia la silla que le había preparado con tanto esmero.

Esperaba que supiera apreciar todo su esfuerzo.

Le dio unas palmaditas en la cabeza, lo que provocó que recibiera un manotazo inmediato.

"No te hagas el delicado, solo quería que estuvieras cómodo" Habló entre dientes, respirando profundo. "Tú y yo sabemos que creerte una rosa delicada no va contigo"

Missa solo rodó los ojos, pero se quedó sentado mientras Philza avanzaba hacia el frente de la habitación, observándolo señalar el enorme pizarrón lleno de anotaciones, esquemas y frases subrayadas.

Oh, eran todos los planes que había preparado para ayudarlo a ser aceptado por su pueblo.

Al parecer sí se esmeró, tardaría más de lo que esperaba.

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"Bien, lo más importante que tienes que hacer es ser amable y atento con ellos. Si ven que muestras interés en sus problemas y necesidades, empezarán a verte con otros ojos"

"¿Crees que eso no lo intenté ya?" Replicó Missa con aburrimiento, arqueando una ceja hacia él. 

Philza suspiró con frustración y se pasó una mano por el cabello, claramente estresado.

Ya era el sexto consejo que le daba y parecía que ninguno surtía efecto, su pueblo era difícil, obstinado e ignorante, desconfiaban de Missa sin importar cuánto se esforzara.

Sin embargo, se negaba a rendirse, aparte de querer ayudarlo, esa situación le servía como pretexto perfecto para pasar más tiempo a solas con él.

Agarró un trozo de tiza y empezó a dibujar su siguiente idea en el pizarrón, no era muy talentoso con el arte, pero hizo lo mejor que pudo.

Cuando terminó, lo mostró solo para que Missa soltara una carcajada.

"¿Y qué se supone que es eso?"

Lo escuchó preguntar entre risas, cruzándose de brazos con molestia.

"Este eres tú" Señaló la figura chueca y mal dibujada, al igual que las demás. "Y estos son todos a tu alrededor adorándote"

"¿Por qué la mayoría parece estar mutilada o decapitada?"

"¡Eso no importa!" Exclamó enojado, carraspeando para recuperar la compostura. "Mira, este eres tú. Lo que vamos a hacer es simple: pasearemos juntos por el pueblo y vas a socializar con todos te guste o no"

La expresión divertida de Missa cambió en el acto al escuchar la última parte.

"¿Puedo llevar a Spreen conmigo?"

Philza casi se atragantó con el aire.

"¿A quién? ¿Al caballero agresivo que no se despega de ti como una garrapata?" Hizo una mueca de asco al verlo asentir. "Quieres verte amistoso, no intimidante. Solo iré yo contigo para que la gente vea que eres una persona normal como ellos"

"¿Y un guardaespaldas por lo menos?"

"¿Tienes miedo o qué? ¿Por qué insistes tanto en llevar a alguien?"

Alzó una ceja y Missa desvió la mirada, jugando nerviosamente con sus dedos.

"No he recibido buenos comentarios últimamente y han sido peores con el tiempo... Tengo miedo de que intenten hacerme algo malo si no estoy protegido"

Philza se quedó en silencio, ligeramente orprendido, hasta ese momento había pensado que la desconfianza del pueblo era solo un problema de imagen, nada serio.

Pero las palabras de Missa sonaban demasiado sinceras y el temor en su voz era imposible de ignorar.

¿De verdad estaba tan mal la situación?

Con un suspiro, se acercó  a él y le acarició el cabello, esperando algún golpe o empujón.

Pero esta vez no lo hizo, Missa no lo rechazó, hasta se atrevería a decir parecía reconfortado de cierta forma.

"Si eso te hace sentir más seguro, entonces lleva también a tu caballero, pero no quiero que esté cerca de mí... No lo soporto"

Susurró lo último entre dientes y Missa sonrió, asintiendo repetidas veces  con entusiasmo.

"No te preocupes por él, te prometo que no te molestará"

Philza lo miró con una mezcla de resignación y ternura. Tal vez lidiar con ese caballero insoportable no sería tan malo, si a cambio podía ver a Missa sonreír de esa manera tan linda.

Mierda... Estaba cayendo muy fuerte por él.

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Chapter 9: •Visita•

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"Qué cara de orto tenés"

Ese fue el primer comentario que Philza escuchó apenas entró en el carruaje.

Solo lo vio cinco segundos y ya lo quería arrojarbpor la ventaja.

Al entrar, intentó sentarse junto a Missa, pero fue empujado por el escudo del caballero, apartándolo para asegurarse de mantener la distancia.

Philza intentó sonreír como si no le afectara, pero por dentro hervía de rabia, solo no le daría el gusto de verlo así.

Se acomodó en su asiento, moviéndose un poco hacia un lado para que Spreen pudiera sentarse junto a Missa, de todas formas recibió otro empujón y una sonrisa burlona.

Ni siquiera habían comenzado el viaje y ya estaba estresado por la presencia del caballero.

El rubio miró indignado cómo Spreen clavaba el escudo en medio de los dos, empujándolo poco a poco hasta chocar contra la puerta del carruaje.

¿¡Cómo se atrevía a hacer eso!?

Gruñó y el carruaje comenzó a avanzar tras recibir la orden, pero el sonido de las ruedas golpeando el suelo solo aumentaba su mal humor.

Quería hablar con Missa, preguntarle cosas de su vida, conocer detalles para usarlos a su favor.

Pero él estaba demasiado ocupado conversando animadamente con su caballero, ignorándolo por completo.

Philza frunció el ceño, ni siquiera le estaba prestando atención, no le gustaba que lo ignoraran.

Quizás había cometido un error al permitir que Spreen viajara en la misma carroza ya que pudo haber ordenado que fuera en otra, o haber buscado a un guardaespaldas diferente, uno menos… parecido a él.

Pero no lo hizo y ahora lo lamentaba demasiado.

Por suerte, no tardaron en llegar al pueblo. Philza miró por la ventana con alivio, viendo cómo la gente empezaba a reunirse al notar la presencia real.

Al fin tendría la oportunidad de caminar junto a Missa, mostrarlo por primera vez como su prometido frente a la gentuza, acompañarlo… y tal vez acercarse un poco más a él.

El carruaje se detuvo y Philza bajó primero para recibir la atención de todos, escuchó los murmullos sorprendidos y eso solo lo hizo sonreír.

Estaba acostumbrado a ser el centro de todas las miradas, y no le molestaba.

Abrió la puerta del carruaje para ayudar a Missa a bajar, pero antes de que pudiera siquiera extender su mano, Spreen salió de golpe, empujándolo con su escudo y fue él quien extendió su mano para ayudarlo.

No pudo evitar frunció el ceño y apretar los puños al verlo rodeándolo con sus brazos con un aire protector y desafiante, mirándolo fijamente.

Lo quería matar...

Philza gruñó y se cruzó de brazos, reacción que no pasó desapercibido para los pueblerinos que los observaban sin discreción.

El compromiso entre Missa y él ya había causado bastante revuelo, y ahora verlos juntos en público solo avivaba los rumores, mucho más despues de esa escena.

Spreen ocultó a Missa detrás de él cuando empezaron los primeros comentarios incómodos y en su contra, lanzándoles una mirada tan dura que logró callarlos de inmediato.

Al menos servía para intimidar.

"Entonces... ¿A dónde quieres ir primero? Preguntó, aprovechando el momento para rodear con naturalidad los hombros de Missa. "Debe ser un lugar con mucha gente, así todos podrán ver lo bueno que eres"

El pequeño abrazo en sus hombros no fue rechazado, lo que alivió a Philza. Missa incluso le sonrió suavemente.

"Me gustaría ir a una escuela en particular… a la que yo iba cuando era niño, hace muchos años que no voy"

"Perfecto" Respondió, tomando su mano e ignorando el gruñido amenazante de Spreen al verlos tan cerca. "Llévame allá"

Missa asintió y lo llevó por las calles, observando cada rincón con nostalgia y una enorme sonrisa. 

Philza no pudo evitar sonrojarse ligeramente, observando las calles de reojo con una mueca.

El pueblo le parecía muy viejo para su gusto, pero luego se encargaría de mejorarlo cuando se casara con Missa.

Mierda... Ese simple pensamiento hizo que su cara ardiera, no tenía que humillarse tanto.

Frunció el ceño con confusión cuando vio el edificio que Missa señalaba como su antigua escuela y...

Era aún peor de lo que esperaba.

Por fortuna, un cartel anunciaba reformas próximas.

Aunque prefirió no decir nada porque estaba seguro de que no saldría nada lindo dd sus labios.

Pero una pequeña crítica constructiva no haría daño.

Al darse la vuelta, vio a Missa con los ojos brillantes y una linda sonrisa. Se veía feliz y eso fue suficiente para que Philza se tragara cualquier crítica.

"¿Aquí es...?"

"Sí, solo espera un segundo"

Se acercó a la entrada y tocó la puerta, rápidamente se oyó un grito desde adentro y un chico abrió.

Tenía cabello oscuro y largo, y de su espalda se podían apreciar pequeñas alas amarillas de pato.

Un híbrido de ave, hacía mucho tiempo que Philza no veía uno.

Missa no tardó en abalanzarse sobre él, riendo emocionado mientras lo abrazaba con fuerza, el híbrido correspondió de inmediato, gritando emocionado.

Philza solo frunció el ceño, esa cercanía no le gustaba nada. ¿Por qué eran tan unidos y por qué sentía que lo miraban de reojo mientras hablaban a una velocidad imposible de seguir?

El ambiente cambió de repente cuando el híbrido dirigió sus ojos hacia Spreen.

"¿Spreen?"

"Obvio, ¿no me ves?"

Philza dio un pequeño salto al ver como el híbrido golpeaba y regañaba al caballero, aún con todo eso, ambos terminaron abrazándose y hablando de una supuesta pelea y de renovar un "contrato de amistad".

Philza solo observaba desde un rincón, muy incómodo y sin entender nada de lo que sucedía.

El híbrido, que se presentó como Quackity, terminó por acercarse a él, observándolo con descaro de pies a cabeza.

"¿Así que tú eres el prometido de Missa?" Preguntó con una sonrisa pícara, acercándose más. "¿Tienes algún hermano para presentarme? ¿Una hermana? Lo que caiga"

Philza parpadeó nervioso, retrocediendo un poco para mantener la distancia. 

"Soy hijo único"

"¿Y un primo? ¿Prima? ¿Una abuelita con herencia?"

El príncipe soltó una risa incómoda, sin saber si estaba bromeando o hablando en serio, toda esa conversación se estaba volviendo muy rara.

Antes de poder responder, Quackity volvió con Missa y lo abrazó de nuevo, felicitándolo por su nuevo título y el reciente matrimonio de su madre.

Mientras entraban a la escuela, Philza quedó apartado, ellos hablaban animadamente de recuerdos, anécdotas y planes de la escuela.

Aparte deveso, los maestros los recibían con entusiasmo y los niños los rodeaban felices.

Él solo recibía reverencias formales, saludos nerviosos y silencio.

Se sentía muy fuera de lugar.

Finalmente, Quackity los guió a la salida y les entregó una bolsa con galletas caseras, despidiéndose de ellos.

Justo cuando Philza creyó que podría escapar, el híbrido lo tomó de la ropa y lo jaló hacia él, susurrándole al oído con descaro.

"Príncipe Philza, trate bien a Missa. Está bien bueno y será un gran esposo, créame. Siempre soñó con casarse" Soltó una risita, guiñándole un ojo. "Y no se olvide de invitarme a la fiesta de compromiso. Capaz me agarro a un cuarentón millonario que me mantenga"

Philza hizo una mueca incómoda,sin saber qué responderle, solo asintió en silencio, rogando olvidar esa conversación lo antes posible.

Apresuró el paso de regreso al carruaje y antes de subir, arrancó una pequeña flor del camino y con rapidez, se sentó junto a Missa, extendiéndosela con una sonrisa insegura.

Su alergia no le afectaría por una flor tan pequeña, ¿no?

"Todo salió bien por lo que veo... ¿Cómo te sientes al visitar tu antigua escuela?"

Missa lo miró ligeramente sorprendido al ver la flor, pero luego sonrió, agarrándola con delicadeza y colocándosela en el cabello.

"Se siente bien, hace mucho que no veía a todos y me alegra haber tenido tiempo de visitarlos"

Mientras abría la bolsa de galletas y probaba una, Philza lo observaba atentamente, hasta se tentó en tomar su mano, la suya avanzó lentamente hacia ella…

Pero un gruñido y el destello amenazante de una espada le hicieron apartarse de golpe, dándose cuenta de la amenazante mirada de Spreen en su dirección.

"Será mejor intentarlo cuando estemos a solas. No quiero terminar muerto por ese loco..."

Murmuró entre dientes, suspirando pesadamente. 

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Chapter 10: •Alas•

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Philza pudo notar algo desde el primer instante que fueron al pueblo.

Aunque Missa había pasado toda su vida viviendo ahí, ya no mantenía contacto con la mayoría de las personas.

Apenas cruzaba palabra con unos pocos, y esos eran los amigos de su infancia, los únicos que parecían recordarlo con cariño.

El resto, en especial los adultos mayores, mostraban una actitud rígida y conservadora, hasta ignorante.

Para ellos, era inapropiado e incluso ofensivo que Missa, sin ser hijo biológico del rey, tuviera el título de príncipe y peor aún, que estuviera destinado a convertirse en futuro rey.

Sus murmullos eran constantes, alimentando los chismes y la desconfianza. 

A esa incomodidad se sumaba la presencia de Spreen, quien parecía despertar un extraño temor entre algunos chicos del pueblo.

Muchos lo reconocían y al instante se ponían tensos, evitándolo a toda costa.

Phil estaba seguro de que ese tipo había sido un matón de pequeño, el simple hecho de que los chicos salieran corriendo apenas escuchaban su voz o lo veían acercarse lo confirmaba.

Y claro, él tampoco ayudaba con su actitud; se divertía sacando su espada y haciendo como si los fuera a corretear para matarlos.

Estaba, sin lugar a dudas, demente.

Philza ppensaba que de haber sido caballero en su reino, lo habría degradado de inmediato. Tal vez incluso lo habría encerrado por abusivo, por peligroso… y por posible asesino.

Y sin embargo, en medio de todo eso, Missa lograba mantenerse en pie. Aún no había recibido burlas directas, pero Phil podía percibir las miradas, los susurros y los gestos escondidos entre la multitud.

Quizá la presencia de él mismo, como príncipe “puro”, imponía respeto y mantenía a raya a los más "peligrosos" por llamarlos de una forma.

O tal vez era el miedo a Spreen lo que los frenaba.

Su recorrido continuó con visitas a varios lugares, todos a petición de Missa. Algunos los recibieron con sonrisas y respeto, otros con visible disgusto, y en más de una ocasión el trato fue grosero.

Pero Philza admiraba cómo, pese a ello, Missa conservaba su postura educada, respondiendo siempre con amabilidad, incluso cuando en sus ojos se notaba el esfuerzo por contener la incomodidad. 

Su cuerpo se tensaba con casa mal comentario y sus brazos se movían inquietos, como si intentara disimular su nerviosismo.

Por esa razón, Phil procuró permanecer lo más cerca posible, dispuesto a brindarle apoyo, eso le daría puntos después. 

Curiosamente, el carácter explosivo de Spreen resultaba, en cierta medida, conveniente.

El caballero no tenía reparo en enfrentarse con las personas que se atrevían a insinuar algo en contra de Missa, devolviendo con brutal sinceridad todo lo que rondaba en su mente, hasta peor.

Tal vez tener a un loco de su lado no era tan malo después de todo.

Cuando el recorrido terminó, Missa cayó agotado en el asiento del carruaje, llevándose las manos al rostro con evidente estrés y dejando escapar un suspiro pesado.

Phil no dudó en acariciarle la espalda con suavidad, lo que provocó que su cuerpo se relajara.

Spreen también se relajó y de forma inesperada, pasó sus dedos por el cabello de Missa con una suavidad sorprendente.

Era la primera vez que Phil lo veía sin el ceño fruncido y sin las oscuras gafas que solía llevar, iIncluso se atrevería a decir que se veía… cariñoso.

"Esas personas no valen la pena... no les prestes atención"

Missa suspiró y en lugar de apartarse, se recostó contra él, permitiéndole rodear sus hombros en un abrazo discreto.

Phil sonrió, sintiendo un calor en el pecho, ni siquiera necesitó tomar la iniciativa.

"Es mi pueblo me guste o no... Sin importar lo mal que me traten, crecí aquí y ahora es mi deber protegerlos"

"No puedes cuidar de quienes no quieren ser cuidados" Replicó Philza, intentando sonar firme. "Volvamos a tu castillo, necesitas descansar"

Missa asintió y con ese gesto, el rubio aprovechó para estrecharlo un poco más contra su cuerpo, apoyando su cabeza contra la suya.

Spreen, mientras tanto, permanecía callado y con la mirada perdida, su expresión le decía que quizás, estaba planeando asesinatos.

O tal vez esa era simplemente su manera natural de pensar, como un loco.

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De regreso en el castillo, Spreen tuvo que irse dejándolos a solas.

Philza sintió que cada momento era una oportunidad más para acercarse a Missa, aunque todavía no estaba muy seguro de qué sentía por él. 

¿Atracción? ¿Interés pasajero? ¿Un capricho?

Lo único claro era que ya no lo odiaba, de hecho, si lo pensaba bien, nunca tuvo una razón real para odiarlo.

Sus burlas habían nacido de rumores y de su propia inmadurez, reconocía que por esa misma actitud, había proyectado una imagen equivocada de sí mismo como príncipe y como persona.

Al llegar a su habitación, Missa se quitó la corona y la parte superior de su traje, lanzándose con un suspiro cansado sobre la cama, acurrucándose en las sábanas como un gusano.

Phiza lo observó en silencio, notando de reojo al pequeño cuervo qquele regaló durmienfo en un nido improvisado de mantas.

Ese pequeño detalle lo hizo sonreír y sus ojos volvieron a posarse en Missa, deteniéndose en su cuello descubierto, con algunos mechones oscuros cayendo.

Un ppensamiento intrusivo rápidamente lo atravesó sin que pudiera evitarlo, ¿sería malo querer morderlo? Porque quería hacerlo, sus instintos le gritaban que lo hiciera.

Extendió lentamente su mano y apartó un mechón de su cabello, sonrojándose cuando Missa giró de golpe, frunciendo el ceño.

"¿Se puede saber qué estás intentando hacer?"

Philza se quedó paralizado unos segundos y se incorporó de inmediato, carraspeando para disimular.

"Y-yo… quiero mostrarte algo"

Missa lo miró con sospecha, sentándose en la cama y cruzándose de brazos.

"¿Qué cosa?"

Antes de hacer algo, el rubio se levantó y cerró la puerta con seguro, volviendo hacia él.

"Es algo un poco personal..."

Respiró profundo por los nervios, en otro momento habría bromeado para salir de esa situación, pero ahora no encontraba las palabras.

Sin dar más explicaciones, se despojó de la parte superior de su traje, incluyendo la camisa, quedando con el torso descubierto.

La reacción de Missa fue inmediata, se cubrió los ojos y dejó escapar un chillido, sonrojándose completamente.

"¡¿P-por qué te desnudas y cierras la puerta de mi cuarto?! ¡Ponte la ropa de nuevo, pervertido!"

Phiza solo se rio entre dientes por su reacción, era lógico que lo malinterpretara, pero en el fondo disfrutaba verlo así, tan vulnerable y tan nervioso.

"¡No estoy desnudo! Mírame"

Desplegó sus alas negras, golpeando el rostro de Missa con una de ellas para obligarlo a mirar.

Missa se quedó unos segundos en silencio por el golpe, mirando fijamente las alas extendidas frente a él.

Su mente tardó en procesar lo que veía. Nunca había imaginado algo así… eran majestuosas, oscuras, cubiertas de plumas oscuras preciosas.

Se acercó despacio y con una timidez que no pudo ocultar, rozó las plumas con la yema de sus dedos.

Phiza sintió un pequeño escalofrío recorrerle todo el cuerpo, la delicadeza con la que Missa lo tocaba era completamente distinta a cualquier caricia que hubiera recibido antes.

Sin embargo, no pudo evitar notar también cómo los ojos de él se desviaban de sus alas a su torso desnudo, apenas un segundo, lo suficiente para que se sonrojara.

Aunque haya sido por un segundo, no dejó pasar la oportunidad de molestarlo un poquito. 

"¿Puedes dejar de comerme con la mirada? Si lo vas a hacer, por lo menos disimula un poco, pervertido"

Missa se puso completamente rojo en un instante y lo golpeó en la cabeza, alejándolo de él de un empujón. 

"¡N-ni siquiera estaba pensando en eso!"

"Claro, sigue viéndome si quieres, solo disimula mejor"

Missa bufó avergonzado, volviendo su mirada a sus alas.

"¿Por qué las ocultas? ¿Tus padres también tienen y las esconden?"

El brillo en los ojos de Phil se apagó un poco y respiró hondo antes de responder, extendiendo las alas para que pudiera ver las plumas cortadas y las zonas vacías.

"Sí… ocurrió una invasión en mi reino cuando era pequeño... Me recortaron las alas y mis padres, intentando evitarlo, sufrieron lo mismo. Desde entonces no lo hablamos, nadie lo hace"

"Oh... Lo siento"

"Aquí deberían haber plumas que me permitieran volar, pero ya no están. Las ocultamos bajo la ropa para protegerlas de más daños, aunque… sigue siendo doloroso mantenerlas así todo el día"

Soltó una risa amarga, bajando la vista y con un suave movimiento, acercó su ala hacia él, acariciándole el rostro con suavidad.

Missa la tomó con cuidado, recorriendo las plumas con sus dedos y cada roce lo hacía estremecerse.

"¿Por eso tienes tantos cuervos en tu castillo?" Preguntó en voz baja.

"Sí, son el símbolo de mi familia y de mi reino… también es un constante recordatorio de lo que fuimos antes de perder esa parte de nosotros"

Missa desvió la mirada hacia su cuerpo, observando los detalles que antes no había notado como las plumas pequeñas que se mezclaban en su cuello, sus orejas, incluso en sus mejillas y brazos.

Tal vez necesitaba lentes, ¿cómo pudo no haberse dado cuenta de algo tan obvio como eso?

Se inclinó un poco y rozó las plumas de su oreja con curiosidad.

"Debí darme cuenta antes, tus orejas, tu cuello… todas estas pequeñas plumas que tienes"

Las acarició despacio, sonriendo con satisfacción al notar cómo Philza temblaba ligeramente bajo su toque.

Parecía un punto débil, uno que podía aprovechar.

Lentamente, sus dedos se dirigieron hacia su cuello, rozando cada pluma con descaro y lentitud.

Phil reaccionó de inmediato, le agarró la mano con fuerza y lo empujó contra la cama, sujetando sus muñecas a los costados de su cabeza para que dejara de tocarlo.

Sus pupilas estaban dilatadas y sus mejillas sonrojadas, lo que provocó una pequeña risa en Missa.

"No me hagas perder la cordura… No las toques de esa forma sin permiso, te lo advierto"

Su voz sonó más grave y gruñó, apretando sus muñecas.

Missa, en lugar de intimidarse, lo miró directamente a los ojos con una sonrisa divertida curvándose en sus labios.

"Tal vez quiero que la pierdas"

El rubio se tensó y apretó más sus muñecas, intentando mantener la compostura mientras Missa lo observaba con descaro, recorriendo su rostro y su cuerpo con la mirada.

Ya no le temía a sus amenazas, sabía que podía defenderse si era necesario.

Y aun así, había algo que lo hacía querer seguir probando hasta dónde podía llegar, hasta cruzar el límite de su cordura.

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Chapter 11: •Chispa•

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"¡Me estás lastimando, hijo de perra!"

Gritó cargado de frustración, pataleando con fuerza e intentando quitárselo de encima, pero todo resultaba inútil.

Philza era demasiado pesado y que estuviese sentado sobre él, más el peso de sus enormes alas extendidas, hacían imposible cualquier intento de escapar.

Nunca pensó que molestarlo apenas un poco sería suficiente para herir tanto su orgullo, era absurdo lo fácil de ofender que era.

Un jadeo escapó de sus labios cuando sintió como jalaba su cabello, obligándolo a voltear la cabeza con violencia.

Entreabrió los ojos con enojo, encontrándose con su rostro demasiado cerca del suyo, tal vez demasiado para su gusto. 

"Discúlpate insultarme y por tocar mis alas sin permiso, son delicadas."

"Delicado eres tú."

Otro tirón en su cabello le arrancó un gruñido ahogado, cerrando los ojos con fuerza.

La expresión de superioridad que tenía en su rostro lo irritaba, ahí estaba de nuevo ese loco que tanto disfrutaba atormentarlo.

"Discúlpate o no me quito" Su voz sonó firme y para dejarlo aún más claro, se acomodó mejor encima de él con descaro, estirando sus alas y piernas, cubriéndolo por completo.

Missa no pudo evitar soltar una risa entre dientes, la situación era tan ridícula que incluso empezaba a darle vergüenza que lo tuviera de esa manera durante tanto tiempo.

Suspiró con pesadez, sintiendo la presión en su pecho aumentar y no solo por el peso aplastándolo, también por la incomodidad del momento.

Jamás pensó que llegaría a plantearse humillarse con una disculpa para librarse de algo así, pero ya comenzaba a estresarse y él también tenía sus trucos.

Aunque… de todos modos, ambos eran prometidos, ¿no? Nada de eso debería ser realmente malo.

Algún día tendrían que mostrarse más cariñosos en público para mantener las apariencias ante el reino, tendrían que agarrarse de las manos, actuar amorosos, besarse...

Oh, también tendrían que besarse, cierto...

Y justo en ese instante, con sus rostros tan cerca, Missa sonrió maliciosamemte y se estiró un poco, rozando sus labios contra los suyos.

No duró más de dos segundos, fue un toque mínimo, pero fue suficiente para hacer que baje la guardia.

Philza soltó un graznido sorprendido, apartándose un poco de golpe y con una expresión atónita.

Missa aprovechó el momento para empujarlo y quitárselo de encima, sacudiéndose con rapidez su traje y quitándose las plumas que se le habían quedado pegadas.

Aunque no pudo celebrar mucho, porque inmediatamente fue derribado otra vez por Philza, presionando su cuerpo contra el suyo con una fuerza que no dejaba espacio entre ellos.

Antes de poder reaccionar, los labios del rubio se presionaron contra los suyos, el beso fue tan inesperado que su mente se nubló al instante y un cortocircuito le recorrió todo el cuerpo.

¿Por qué lo estaba besando? ¿Era una venganza? ¿Un nuevo método para molestarlo?

Intentó apartarse, pero Philza sujetó sus muñecas con firmeza, inmovilizándolo contra la cama.

Cerró los ojos con fuerza y el rubio no se detuvo hasta que quiso, separándose apenas unos minutos después.

Sus rostros quedaron muy cerca y Missa no pudo evitar enrojecer violentamente, respirando con agitación mientras observaba cómo Philza lo miraba satisfecho. 

Que ni crea que con un besito lo tendrá a sus pies, él no estaría a los pies de nadie.

Philza sería quien terminaría en los suyos, se aseguraría de eso.

Con esa idea en mente, se lanzó hacia él, agarrándolo del rostro y besándolo con una fiereza que lo sorprendió a sí mismo.

Eso lo haría más creíble. 

Philza quedó perplejo por un segundo, pero pronto correspondió con la misma intensidad, con sus brazos cerrándose con fuerza alrededor de él y atrayéndolo en un abrazo posesivo.

Missa notó que había algo distinto en su expresión, como si el beso hubiera encendido una chispa en su interior.

Se besaron una y otra vez, sin contar cuántas veces y cuánto llevaban, Missa perdió el rumbo de su plan original de simplemente molestarlo.

Ahora, lo único que quedaba era esa confusa mezcla de vergüenza, deseo y… ¿placer? O algo así.

No lo admitiría jamás en voz alta, pero lo estaba disfrutando, aunque lo que menos esperaba era llegar a esa situación.

Había calculado recibir un golpe, quizá un insulto por parte de Philza, no que se estuvieran besando por quién sabe cuánto tiempo. 

Las alas de Philza se agitaban con impaciencia mientras lo mantenía acorralado y Missa se permitió dejarse llevar solo un poco.

Aunque con un límite claro y es que no dejaría que cruzara cierta línea.

No estaba listo para eso.

Aun así, los besos y las caricias torpes que intercambiaban lo hacían estremecerse de buena forma. 

Hasta que un dolor agudo lo sacó de su pequeño trance.

"¡¿Me mordiste, pendejo?!" Chilló, apartándolo de un tirón violento del cabello, una mueca de dolor se dibujó en su rostro al sentir la herida en su cuello.

Llevó la mano hasta ella y, al mirarla, descubrió pequeñas gotas de sangre en sus dedos.

Con el ceño fruncido, le lanzó una mirada llena de rabia antes de soltarle una patada y levantarse de golpe.

Se acomodó la ropa con brusquedad y vio su reflejo en el espejo, la marca era demasiado grande y rojiza, imposible de ocultar fácilmente.

Aparte de eso, los trajes que usaba normalmente no eran de cuello alto… ni siquiera estaba seguro si tenía uno así.

Maldición.

Y como si no fuera suficiente estrés, sintió a Philza acercarse por detrás, rodeándolo con brazos y alas en un abrazo posesivo.

"¿Nos besamos otra vez?" Murmuró con una sonrisa descarada y un sonrojo.

"No, estoy molesto"

Lo empujó de nuevo y buscó un traje en su clóset, comenzando a cambiarse de ropa por uno de cuello alto.

Mientras lo hacía, no dejó de sentir esa mirada clavada en su espalda, escuchaba el aleteo de las alas del rubio y eso solo lo hacía estresarse más. 

Se limpió la herida con agua fría en el baño y le colocó un pequeño parche para cubrirla, luego, ya vestido, se observó una vez más en el espejo.

Por el reflejo vio a Philza acercándose con el rostro sonrojado y sin que tuviera tiempo de reaccionar, estampó otro beso en sus labios.

"No te acostumbres a los besos" Respondió apenas se separaron. "Aunque no lo parezca, me sigues cayendo mal... Poco tiempo siendo lindo conmigo no compensa los meses en que fuiste una mierda."

Philza bajó la cabeza, dejando escapar graznidos apagados y tristes.

Missa casi no pudo contener la risa al escuchar esos sonidos tan ridículos salir de alguien como él.

Era un poco gracioso. 

Se dejó caer en la cama y lo atrajo hacia él en un abrazo, acariciando suavemente su cabello y sus alas.

"¿Estás seguro de que no quieres que nos besemos otra vez? Prometo no volver a morderte"

Missa suspiró con cansancio y Philza sonrió, emocionado al verlo asentir lentamente.

Lo tomó del rostro con ternura y lo besó de nuevo, suave, apenas rozando su mejilla con la mano.

El rubio sonrió contra sus labios, ya era definitivo, lo quería a su lado.

Iba a seguir cortejándolo, a seguir besándolo y lograr que lo mirara con otros ojos. Tenía que remediar sus errores.

Y lo haría, costara lo que costara.

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"No sabía que estabas aquí, Philza. ¿Llegaste recién?"

"Sí, mi reina, llegué hace poco y estuve hablando con Missa en su cuarto"

Philza respondió con una sonrisa ladeada y bajo la mesa, agarró la mano de Missa con descaro, entrelazando sus dedos sin darle opción a apartarse.

Sintió cómo se tensaba, viendo cómo el ceño de su prometido se fruncía con fastidio mientras seguía comiendo, ya resignado.

Su mano era cálida, demasiado suave para alguien tan seco como él, hasta podría acostumbrarse a sostenerla siempre.

La cena transcurrió con aparente normalidad, conversaban de política, de alianzas, de asuntos triviales y hasta de su futuro matrimonio.

Pero Philza apenas prestaba atención, estaba más enfocado en la mirada del rey sobre él, sentía cómo lo observaba en silencio, como si tratara de descubrir algo. 

¿Acaso sospechaba de ellos? Era lógico, pasaba demasiado tiempo en el castillo, siempre buscaba excusas para estar con Missa, y había insistido con demasiado entusiasmo en visitarlo a solas.

Para cualquier padre, era motivo suficiente de sospecha, más si estaba pasando algo más que un matrimonio asignado. 

Cuando por fin los reyes se levantaron para atender sus deberes, Philza no perdió el tiempo.

Le hizo una señal discreta a Missa y en cuanto lo tuvo lo bastante cerca, lo jaló con fuerza, estrechándolo contra su cuerpo sin importarle que las mucamas y mayordomos aún estuvieran presentes.

El contacto fue rápido, una descarga de necesidad más que de afecto, quería tenerlo cerca, quería más contacto físico.

Missa forcejeó lo suficiente para separarse, no sin antes soltarle un par de golpes ligeros en el brazo, arrastrándolo con brusquedad por los pasillos.

Philza no se quejó, lo siguió con una sonrisa divertida, fascinado por la forma en la que se sonrojaba, se veía muy lindo.

Finalmente, llegaron a la biblioteca y Missa cerró la puerta de golpe, asegurándose de que nadie los siguiera y se giró hacia él con enojo.

"¡No hagas eso frente a mis padres! ¡Ni frente a los trabajadores! ¡¿Acaso estás loco?!"

"Sí, loco por ti"

El silencio que siguió fue sofocante y Missa parpadeó nervioso, y antes de que pudiera replicar, sintió el roce de su pulgar sobre su mejilla.

Philza lo miraba con una media sonrisa, agarrando su otra mano con suavidad. 

"Sé que es repentino considerando que antes me dedicaba a molestarte... Fui inmaduro, pero quiero que sepas que me atraes… y mucho"

"Ajá..."

"Me gustaría formalizar una relación contigo. Después de todo, estamos comprometidos, nos casaremos en unos años… y no tienes opción"

Missa lo miró en silencio, con una mueca amarga que no logró ocultar, tantas cosas lindas que pudo haber dicho y eligió la que sonaba horrible.

Suspiró con pesadez, apartando su mano de su rostro.

"Escucha, Philza… Me pareces un chico muy lindo, quitando todo lo malo de ti, que es casi todo" Carraspeó, mirándolo a los ojos. "Pero de verdad, no siento lo mismo por ti"

El rubio lo observó un instante y en lugar de molestarse, soltó una risa baja y lo tomó por las caderas, arrastrándolo hacia él hasta que sus pechos chocaron, dejándole claro que no lo iba a dejar escapar.

"Oh, ya lo sé" Susurró cerca de sus labios. "Sé que me besaste porque creíste que me molestaría. Pero lo único que hiciste fue darme un adelanto de lo que pasará. Al final, lo queramos o no, seremos esposos, Missa"

No le dio tiempo de hablar, se inclinó y lo besó, beso que Missa intentó rechazar al principio. Sin embargo, después de unos segundos terminó cediendo, correspondiendo de mala gana.

Philza sonrió contra sus labios, saboreando esa pequeña victoria.

No importaba cuánto le costara, lo tenía clar y es que se ganaría su amor, aunque tuviera que romper cada una de sus defensas para conquistarlo.

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Chapter 12: •Discusión•

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"¿Está confirmado? ¿De verdad te enamoraste del príncipe Missa?"

"Más que confirmado… lo quiero como esposo cuanto antes"

El marqués Fit lo miró con atención, asintiendo despacio mientras una sonrisa apenas disimulada se formaba en sus labios.

Una confesión así le sorprendía, pero también lo alegraba ya que Philza normalmente era una persona amargada, y hasta insoportable algunas veces, al fin mostraba un interés genuino en alguien.

Sin embargo, el príncipe del que hablaba no solo no lo correspondía, según lo que le contaba, parecía odiarlo profundamente por todos los malos momentos que le había hecho pasar antes.

Y era entendible, entendía a Missa y justificaba su actitud, solo esperaba que Philza encontrara la forma de arreglar la situación.

"¿Tienes algún consejo para mí?" Preguntó Phil, agarrándolo de los hombros con un poco de desesperación. "Tú sales con un conde y se nota que están bien… Y no pienso seguir el consejo de Toby, ya te imaginarás lo que me dijo"

Fit sonrió de lado, cruzándose de brazos, nunca pensó que le estaría dando consejos de amor justamente a él.

"¿Has intentado con algo sencillo? Flores, chocolates… algún detalle lindo que le guste"

"Ya lo hice, le regalé flores y casi lo mato porque es alérgico al polen… excesivamente alérgico"

Fit tuvo que cubrirse la boca para disimular la risa que se le quería escapar.

No era que le divirtiera que Missa casi muriera, sino que la imagen de Phil intentando ser romántico y fallando de esa forma, le resultaba graciosa.

No pudo evitarlo.

Inmediatamente recibió un golpe en el hombro, observando la mirada enojada de Philza en su dirección.

Fit se recompuso de inmediato, poniéndose serio, reírse de algo así fue muy fuera de lugar si lo pensaba bien.

"Lo siento, no debí reírme" Carraspeó, encogiéndose de hombros. "¿Y solo intentaste con las flores?"

"No, también chocolates… y un cuervo"

"Oh, ¿le diste un cuervo?"

Phil asintió varias veces con una sonrisa orgullosa.

"Sí y parece que le encantó. Le hizo un nido en su cuarto y lo cuida como si fuera un tesoro"

"Bueno, eso ya es algo" Comentó Fit, sonriendo ligeramente. "Vas mejorando, al menos sabes qué cosas lo hacen feliz"

"A parte de eso, ya nos besamos unas cuantas veces"

"...¿Unas cuantas veces?"

"Bueno… muchas veces" Confesó, rascándose la nuca con un sonrojo de vergüenza.

El marqués quedó en silencio, completamente confundido... Al parecer no lo odiaba tanto como pensaba.

"¿No dijiste que te odiaba? ¿Entonces por qué…?"

Phil suspiró pesadamente, dejándose caer en el respaldo de su silla.

"Nuestra relación es complicada... Diría que es una especie de amor-odio porque me rechaza, me insulta, me empuja… pero a la vez, me besa y lo hace con la misma intensidad con la que supuestamente me odia"

"¿Y a él le gusta que lo beses?"

"Se podría decir que sí porque me corresponde y lo acepta… aunque no lo admite con buena cara"

Fit se encogió de hombros, sin saber qué pensar de esa situación.

Nunca ha estado en una situación tan rara como esa, su relación con Pac ha tenido sus tropiezos, pero nada tan enredado y complicado como eso.

Aunque, en el fondo, se preguntaba si aquella relación complicada que alguna vez tuvo en el pasado contaba como algo parecido.

"Por cierto, no sé si son ideas mías, pero creo que el caballero de Missa siente algo por él"

Fit lo miró inmediatamente con interés e hizo un gesto con la mano, animándolo a continuar.

Para él, la vida de sus amigos era como ver una telenovela en directo, le encantaba el chisme.

"Se llama Spreen" Habló, rodando los ojos con fastidio. "Siempre está con él y no se le despega de encima. No quiere que me le acerque pero Missa… lo quiere a su lado todo el tiempo y no entiendo porqué"

Fit se tensó de golpe apenas escuchó ese nombre, tenía que ser justamente él.

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"¿Ahora por qué estás enojado? ¡No puedes irrumpir así, Fit! ¡Te vas a meter en problemas!"

Philza lo seguía apresurado, apenas logrando mantener el paso de su amigo que avanzaba con furia hacia el castillo de Missa.

No entendía por qué de pronto se había puesto tan serio y enojado, ni por qué había insistido que no lo acompañara.

Repasaba mentalmente todo lo que le contó, pero no encontraba nada, solo le habló de su complicada relación con Missa, los besos, el supuesto amor-odio…

¿Eso fue lo qué lo enfureció? ¿O acaso pensaba qué Missa estaba jugando con él?

El rubio se mordió el labio preocupado, tal vez Fit era un poco impulsivo, pero jamás lo había visto con esa mirada.

Lo siguió de cerca hasta que llegaron a la zona de entrenamiento de los caballeros y Fit no se detuvo ni un instante, de una patada abrió la puerta de golpe, llamando de inmediato la atención de todos.

El sonido de las espadas golpeando se detuvo y las miradas se posaron en él, incluyendo a Spreen que levantó la vista y frunció el ceño al reconocerlo.

"¡Tú… maldito hijo de perra!" Exclamó Fit, frunciendo el ceño y aproximándose hacia él con enojo.

Spreen solo rodó los ojos, chasqueando la lengua con desprecio.

"Iugh… Tenía que ser el pelado"

Phil parpadeó desconcertado, mirándolos a ambos una y otra vez.

¿Ya se conocían?

"¿Estás saliendo con el príncipe Missa?" Soltó Fit sin pensarlo, con un tono que mostraba desprecio. 

El silencio fue inmediato y los caballeros dejaron de moverse, susurrando entre ellos, atentos a la escena.

La expresión de Spreen se endureció, quitándose los guantes con calma y guardándolos en su cinturón, como si se preparara para algo más que una simple discusión.

"Mis relaciones personales ya no son tu problema" Respondió, dándole una mala mirada. "Vos no tenés nada que hacer en este reino, así que vete"

Su respuesta pareció enfurecer aún más a Fit.

"¡¿Tan difícil te resultaba decir desde un principio qué no querías nada conmigo?! ¡Salimos durante meses, Spreen! ¡Y me dejaste solo con un bebé!"

Phil abrió en grande los ojos, cubriéndose la boca sorprendido.

Espera… ¿qué?

Spreen lo miró con la misma dureza de siempre, pero en el fondo se notaba su incomodidad por la discusión.

"Yo nunca quise un hijo ni una pareja. Te lo dejé en claro desde el primer momento, lo nuestro fue solo por conveniencia, vos adoptaste al nene, yo no"

Los murmullos recorrieron la sala y el ambiente se puso aún más tenso si eso era posible.

Su primera reacción fue querer reírse, no porque fuera gracioso, sino porque la situación era tan absurda y caótica que no sabía cómo reaccionar.

Pero se contuvo, ahora no era el momento de aumentar la ira de ninguno de los dos.

Fit dio un paso al frente, apretando los puños y Phil pudo ver en sus ojos que estaba a punto de lanzarse sobre él para golpearlo.

Era cierto que Fit tenía el físico y la fuerza, fue un caballero respetado por mucho tiempo, pero Spreen… Spreen era el mejor caballero de ese reino.

Tenía la técnica, la disciplina, la experiencia, a diferencia de Fit que llevaba años sin entrenar como un caballero.

Una pelea entre ellos dos no acabaría bien para nadie.

"¡Suficiente! ¡¿Qué está ocurriendo aquí?!"

Sonó una voz profunda y todos se giraron hacia la puerta, encontrándose al rey con la reina a su lado y al príncipe Missa detrás de ellos.

Todo quedó en silencio y los caballeros inclinaron la cabeza en señal de respeto, incluido Spreen, que en un segundo dejó atrás su rabia y adoptó una postura firme y respetuosa.

El rey caminó despacio entre ellos, con las manos detrás de su espalda y se detuvo frente a los dos hombres que habían estado a punto de matarse a golpes.

Su mirada se posó primero en Spreen y luego en Fit, se notaba que había decepción en su rostro, pero también algo más… algo que Phil no supo descifrar.

"Explíquense" Ordenó con calma, aunque su voz estaba cargaba con autoridad.

Spreen fue el primero en hablar y acercarse, quitándose sus lentes de sol.

"Perdóneme, su majestad, fue un error, una discusión sin importancia que no volverá a ocurrir"

Su postura se mantuvo firme en todo momento, pero en su tono de voz se percibía un rastro de nerviosismo.

El rey le sostuvo la mirada unos segundos y sus ojos parecieron suavizarse con él, aunque quizá era solo una impresión.

Luego giró hacia Fit y sus ojos se entrecerraron con enojo.

"¿Y usted, marqués Fit? ¿Quiere decir algo?"

Fit casi de inmediato se inclinó con respeto, mirándolo a los ojos.

"Me disculpo profundamente por mi intromisión, fue mi culpa y fue imprudente entrar a su castillo de esta forma, espero que este altercado no manche la imagen que tiene de mí ni de mi familia"

El rey suspiró después de escucharlos a ambos, cruzándose de brazos.

"No quiero volver a ver un escándalo como este en mis muros, los dos quedan advertidos"

Ambos asintieron en silencio, inclinando nuevamente la cabeza, el rey y la reina abandonaron la sala, pero Missa se quedó, con expresión confusa y los brazos cruzados, observando todo sin comprender del todo lo que había pasado.

Apenas se marcharon los reyes, Spreen le lanzó una mirada fulminante a Fit y le señaló la puerta, exigiéndole que se fuera.

Pero Fit lo tomó del brazo con fuerza y lo arrastró fuera del cuarto para llevarlo fuera, ignorando sus protestas.

Si iban a hablar de todo, lo harían en privado, sin testigos ni reyes de por medio.

Philza apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Missa se acercó a él, poniéndose de puntillas y susurrando cerca de su oído para preguntarle lo que había pasado.

Él solo se encogió de hombros con una pequeña mueca confusa.

"No me preguntes lo qué pasó, porque yo tampoco lo entiendo, pero ya que estoy aquí…"

Sin esperar respuesta, tomó su mano y le dio una rápida mirada seria a los caballeros, haciendo que desviaran la mirada y volvieran a entrenar.

Chismosos. 

Lo llevó hasta su habitación, cerrando la puerta con suavidad y sacando de su traje una rosa hecha de papel, extendiéndosela con una sonrisa tímida.

Missa la observó arqueando una ceja, entre sorprendido y confundido.

"¿Y esto?"

"Es para ti, la hice yo mismo… sin ayuda"

Missa soltó una carcajada que no pudo evitar, cubriéndose la boca con la mano.

"¿De verdad la hiciste tú? ¿O alguien más te la preparó para que vinieras a presumirla?"

Phil frunció el ceño, desviando la mirada con un sonrojo de vergüenza.

"Bueno… tuve ayuda en algunas partes nada más"

"¿En algunas o en todas?"

El rubio gruñó ya harto de sus burlas, tomándolo del cabello y estampando sus labios contra los suyos en un beso agresivo, empujándolo contra la puerta.

Missa jadeó sorprendido, pero aun así le correspondió y Philza frunció ligeramente el ceño.

¿Por qué tenía que ser tan irritante si se notaba qué le gustaba? ¿Y por qué eso lo hacía aún más atractivo?

El beso se volvió más fuerte, mordiendo su labio inferior hasta arrancarle un pequeño gemido que solo lo volvió loco.

La corona de Missa cayó al suelo, pero ninguno de los dos pareció notarlo, estaban más ocupados en lo que estaban haciendo.

Hasta que Missa lo empujó con brusquedad.

Tenía el rostro sonrojado y la respiración agitada, frunciendo el ceño con enojo.

Phil solo pudo mirarlo con una sonrisa satisfecha.

"¡Deja de morderme, eres un bruto!"

"¡Entonces deja de provocarme! ¡Eso es lo que te gusta, Missa! ¡Qué te traten así!"

Missa se quedó en silencio y lo único que hizo fue empujarlo, yendo rápido al baño para limpiarse el labio.

Pero Philza se dio cuenta del enorme sonrojo que intentaba ocultar.

Moría por casarse con ese loco.

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