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Boyfriend

Summary:

Lancey, princesa de Altea, está obligada a casarse con Lotor, pero no quiere hacerlo, es hasta que conoce a la guardia personal del príncipe Galra que contempla otras posibilidades

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter Text

Lancey estaba harta. Entendía perfectamente que el reino de Altea estaba en peligro y que necesitaban hacer tantos aliados como fuera posible, pero odiaba que por esa razón tuviera que casarse con un principe.

Sobre todo si se trataba del príncipe Lotor, del imperio Galran.

Y aunque Lotor era conocido por su belleza, también era conocido por su arrogancia y su estupidez cuando se trataba de cualquier cosa exepto la guerra y Lancey odiaba la guerra.

Lancey también conocía perfectamente la tradición de las princesas Alteanas de casarse con príncipes de otros reinos e imperios para generar alianzas, sin embargo, esa no era una idea que a ella le gustara.

Era una defensora del romanticismo, del amor, de enamorarse perdidamente y dejarse llevar por eso, así que los matrimonios arreglados no eran lo suyo, pero había cosas que no iban a dejarle cambiar. Sus padres, aunque amorosos, eran estrictos y jamás permitirían una deshonra de ese porte, Lancey los amaba de todas formas.

Y aunque adoraba a toda la familia real (sabía que estaba mal tener favoritos, pero no podía evitarlo) su preferida era su hermana Verónica. Ella siempre la había apoyado en todo. Era su hermana mayor, si, pero en cuanto pudo renunció al trono, volviéndose una parte importante del ejército real, pues estaba negada a las estructuras reales opresoras, provocando así que el trono recayera en ella.

Pues, por más irónico que fuera, a pesar de los matrimonios arreglados, las reinas eran la parte principal de la realeza Alteanas, las mujeres eran quienes heredaban el trono, cargando con esa responsabilidad y los hombres eran libres de decidir que hacer con sus vidas.

Lancey siempre soñó con esa libertad, pero lamentablemente no tenía esa suerte. Pues aunque durante un tiempo la tuvo, luego Verónica renunció al trono y Rachel falleció trágicamente.

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Esa tarde, tuvo su primer encuentro con Lotor en plan romántico. Esa no era la única vez que se habían visto: varias veces ya habían tenido encuentros en fiestas y celebraciones reales y aunque alguna vez se habían contemplado como esposos gracias a sus padres, Lancey siempre había intentado evitar la idea, a pesar de la insistencia de Lotor.

Pero ahora no tenía más opción.

Ambos estaban en el patio del castillo de la familia McClain, conversando, o más bien Lotor hablaba y Lancey se limitaba a fingir que le prestaba atención.

Sin embargo, fue en ese momento en que los ojos de Lancey se encontraron con algo que le llamaba más la atención.

Una guardia se apareció por detrás del jardín, una mujer esbelta, alta, de cabello negro cortado en un Mullet desordenado y ojos amatista.

"Mierda" Pensó. Las mejillas de Lancey se sonrosaron con tan solo verla y cuando sus miradas se encontraron, la princesa tuvo que evitar sus hermosos iris y mirar al suelo, avergonzada.

La chica frente a ella se sorprendió y le sonrió amablemente, con una pequeña reverencia, Lotor las miró a ambas con el ceño fruncido.

—Keithlyn, ¿Que estás haciendo?—Espetó Lotor, Lancey solo pudo concentrarse en lo hermosa que le parecía el nombre de la chica.

No entendía por qué esos sentimientos repentinos la invadían, pero no le disgustaban del todo, quizás esa mujer era alguien como su hermana y a ella siempre le había agradado la idea de tener una mejor amiga.

—Solo saludaba a la princesa, señor, sería de mala educación no presentarme ante su futura esposa.

Lancey rodó los ojos ante la idea.

—Lotor, ¿me harías un favor?—Pidó ella con la mayor cantidad de ternura que pudo recolectar para hablarle a el— ¿Podrías ir a buscar a uno de los sirvientes?

Lotor asintió, tomó la mano de la morena y besó su dorso cariñosamente.

—Claro, mi princesa.—Dijo con una sonrisa, levantándose de la mesa

Cuando Keithlyn amagó a seguir al hombre, la Alteana le hizo un gesto para que se quedara.

Ambas estuvieron solas un segundo después.

Lancey la invitó a sentarse en el lugar del hombre, la de ojos amatista, negó, sorprendida.

—Oh, vamos, por favor, será solo un minuto.

Dubitativa, la chica aceptó, haciendo que la princesa sonriera de verdad.

—Asi que Keithlyn, ¿Verdad?—La mujer asintió, todavía algo preocupada por el regreso de su superior.—Yo soy Lancey

—No tiene que presentarse, princesa, es un honor conocerla en persona.—Sonrió la Galra

—Muchas gracias, es un honor conocerte también—La joven de ojos amatista parecía bastante asombrada por la amabilidad de la princesa, pero eso solo amplió su sonrisa, relajándose un poco más.—¿Cual es tu puesto? Si puedo preguntar.

—Claro, señorita. Soy comandante de artillería y guardia personal del príncipe Lotor.

Lancey no pudo evitar soltar un suave bufido ante la mención del peliblanco.

—¿Puedo hacerte una pregunta sin que te ofendas?—Cuestionó con una sonrisa tímida—¿El te cae bien?

Keithlyn soltó una suave carcajada ante la pregunta y la princesa juró que era el sonido más bello que había escuchado nunca.

—Realmente no mucho, pero lamento que ser su guardia no es una opción para mí, es obligatorio.

—Lo lamento por tí, chica.—Rió Lancey.

Pero justo cuando la Alteana juró que podría quedarse allí conversando con ella toda la vida (pues era la primera persona que conocía, además de Verónica, a la que no le agradaba Lotor), el hombre volvió a la escena seguido por un sirviente.

Esa fue la primera vez que ella y Keithlyn se vieron y desde ese momento nada volvió a ser igual para ninguna de las dos.

Esa noche Keith se fué a dormir con la princesa Lancey en la cabeza, no pudo sacarla de su mente, a esos ojos azul profundo, a su pelo corto y rizado, a su piel color caramelo y lo que parecía ser una amabilidad inigualable, pensó que, quizás, aunque era la primera vez que se venían, podían volverse muy buenas amigas.

O con un poco de suerte algo más.

Chapter Text

La siguiente vez que Lancey y Lotor se vieron, fue en el castillo del imperio Galran. La familia McClain había visitado el lugar para realizar una reunión constitucional y, de paso, para dejar que los tortolos se conocieran más, aunque por muy mal que se cayeran, no tenían mucha opción con respecto a su casamiento.

Lancey suspiro por séptima vez en lo que llevaba de la hora que había pasado con él principe Lotor. Honestamente, solo había ido con una sonrisa allí con la esperanza de ver a Keithlyn una vez más, aunque lamentablemente no se le dió, pues aparentemente ella era una parte importante para el acuerdo que se llevaba dentro y otro guardia la reemplazo para cuidar de Lotor.

La tarde transcurrió mínimamente normal, mientras el Galra hablaba sin parar de sus planes para la guerra con otros reinos y la Alteana refunfuñaba, tratando de sacar cualquier otro tema de conversación.

—Y, entonces, Lotor...—Comenzó, hablando casi por primera vez en toda la tarde y cortando el discurso ajeno.—¿Por qué no me muestras el castillo?—Preguntó ella, sabiendo que su imperio era lo único que le entusiasmaba más que los conflictos armados.

Los ojos de Lotos se iluminaron y una sonrisa arrogante apareció en su rostro.

—Por supuesto, querida, sígueme.—Dijo levantándose de su lugar y tomando la mano de la princesa en un movimiento levemente agresivo.

La joven lo siguió sonriente con tal de no escucharlo más hablar de combate.

Los dos jóvenes recorrieron el lugar, el Galra comenzó con la sala de conferencias: un lugar gigantesco decorado con adornos dorados y una pintura esplendorosa en el techo con forma de cúpula, ahí estaban ambas familias, conversando calurosamente acerca de temas diplomáticos. Fue entonces cuando Lancey vio a Keithlyn por primera vez desde aquella última vez, lo único que compartieron fue una amable sonrisa antes de que Lotor arrastrará a la princesa fuera de ahí.

Luego siguieron el gran comedor, con una mesa enorme al centro y sillas elegantes a su alrededor, las tres salas de estar, con una chimenea gigantesca en tonos morados; la cocina real, repleta de sirvientes; la armería, ubicada en el exterior de la edificacion; la biblioteca, que fue el espacio preferido de Lancey y, por último, la habitación del príncipe.

El lugar era amplio, contaba con un ventanal enorme, un baño en suite, un vestidor personal con probablemente más ropa de con la que contaba todo el pueblo junto. Lancey frunció el entrecejo ante la idea.

—Y, ¿que opinas, querida?—Lotor tomó a la joven por la cintura atrapandola y acercándola a el. La chica no se quejó, sabía que iba a tener que aprender a llevarse bien con el eventualmente, pues no le quedaba más opción que casarse con el, estaba obligada, al ser la última mujer en la línea genealógica, no podía pasarle el cargo a nadie más y no quería vivir toda su vida con alguien con que no podía disfrutar ni siquiera un poco.

Quizás Lotor era bueno besando, tal vez ese era un punto a favor para él.

—Me gusta... Es un lindo espacio.—Murmuró ella suavemente, mirando a los ojos al hombre que tenía en frente.

Lotor sonrió, la sonrisa menos molesta que ella había visto en el desde que se conocían. Si está era otra faceta del peliblanco, no sería tan extremadamente molesto todo el tiempo, a lo mejor solo le faltaba un poco de cariño.

Lancey lo abrazó por el cuello, poniéndose levemente en puntitas e pie para tenerlo más cerca, iba a tener que acostumbrarse a esto.

Pero alguien los interrumpió

—Su majestad, la conferencia lo- —Keithlyn se asomó por la puerta en ese momento, quedando congelada al ver la escena.—...requiere.

Mientras, ambos se fundieron en un beso, su primer beso, un toque largo de labios, sin apenas movimiento, solo un roce extenso y calmado.

Pero justo cuando Lancey estaba pensando en que quizás esto no sería tan terrible, sus ojos se abrieron y se dirigieron hacia la guardia en la entrada del dormitorio.

Por una milésima de segundo, se imaginó besándola a ella en lugar de a el.

Pero eso no era admisible ¿Dos mujeres juntas? ¿Y además una princesa y una guardia? Inaceptable. Los padres de Lancey eran amables, pero también eran retrogrados, algo esperable de los reyes de un reino y jamás permitirían una deshonra de ese porte, ya casi habían desterrado a Verónica por unirse al cuerpo de soldados en lugar de conseguir un esposo y gobernar Altea, lo único que los había detenido era la habilidad de la ex princesa para dirigir los planes bélicos.

Pero Lancey no tenía excusa, tenía casi un prometido y detestaba la guerra, además de ser la última en la cadena. No había nada que hacer, asimismo, ellas apenas se conocían, así que la Princesa removió rápidamente la idea de su mente y se concentró en lo que estaba haciendo, mientras Keithlyn se alejaba de la puerta.

Fue hasta que Lotor comenzó a mover sus labios y desplazo sus manos de la cintura de Lancey para un más abajo hasta que la chica puso soportar. En cuanto las palmas ajenas llegaron a su nuevo destino, la princesa se separó con la respiración ligeramente agitada.

Ya no estaba segura de que le gustara tanto.

—¿Que pasa, cariño?—Los apodos cariñosos le revolvían el estómago de disgusto. Esto iba demasiado rápido.

—Yo... ¡Necesito ir a arreglarme!—Inventó y rápidamente salió de la habitación con una sonrisa, mirando directamente a Keithlyn.—¿Podrías guiarme a un aseo, por favor?—Pidio la princesa, sorprendiendo a la guardia.

—Por supuesto, princesa.—Dijo la mujer Galra con una pequeña reverencia.—Es un gusto ayudarla.

Lotor frunció el ceño.

—Pero estás perfecta así, querida, además, puedes usar mi baño.

—Oh, no, no quiero invadir tu espacio personal—Lancey tomó la muñeca de Keithlyn con emoción y comenzó a caminar a paso rápido hacia cualquier lado

—¡Su majestad, recuerde que lo esperan en la sala de conferencias!—Dijo la Galra antes de que dejarán de oírse y eso fue suficiente para distraer a Lotor y que las dejara en paz.

Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Lancey soltó a Keithlyn y rió tiernamente

—Te lo agradezco, de verdad—La princesa respiró profundamente un par de veces para recuperar la compostura y entonces vió a la guardia sonreír, había olvidado lo linda que se veía con esa expresión en la cara, normalmente sería.

—No es nada princesa.

Ambas se dirigieron al baño, la Alteana siguiendo de cerca a su compañera y cuando llegaron, la morena comenzó a acomodar su ropa y cabello frente al espejo.

—¿Desde cuando se conocen, princesa? Si puedo preguntar—Preguntó la más alta, a lo que Lancey rodó los ojos y soltó una risa, algo cansada del tema Lotor.

—Desde que somos niños, cuando nuestros reinos por fin se amigaron y yo aún no era candidata al trono, nunca fuimos los mejores amigos, pero aún así estamos prometidos desde que tenemos 15, luego de que mi hermana Verónica se uniera al ejercicio y Rachel... Falleciera, dejándome a mi cómo futura reina.—Ella nunca solía hablar mucho de Rachel, pero la compasión de la guardia le llegó al corazón, además, todo el mundo conocía la historia en este punto.

La tristeza se pintó en el rostro de ambas jóvenes.

—Lamento mucho el fallecimiento de su hermana, oí un poco de ella... Fue asesinada, ¿No?—Keithlyn procedió con cautela, tratando de no molestar a la princesa.

—Si... De muy joven, lamentablemente nunca encontramos a su asesino ni el porqué la mataron.—Explicó Lancey con tristeza.—La envenenaron en su carruaje camino a nuestro reino.

—Lo siento mucho.—Keithlyn apoyó con cuidado su mano enguantada en el hombro de la princesa.

La Galra estuvo a punto de decir algo más cuando ambas fueron interrumpidas por otro guardia.

—Su majestad, la esperan en la sala de conferencias.

Ese fue el final de su segunda conversación.

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Lancey intentó llevar la situación a sus padres, en serio lo intentó, trató de decirles lo incómoda que se sentía con Lotor, lo extraño que había sido sentir sus labios juntos, pero ellos no hicieron caso. Honestamente, ella no esperaba una respuesta distinta, pero no perdía nada intentando.

—No, hija, ésta es la única manera en la que lograremos la verdadera unión con el imperio Galran—Repitió ella una vez más, ya era quizás la décima vez de que explicaba la situación a la princesa.—Además, tu y Lotor hacen una pareja hermosa, pero si tú no colaboras, entonces es inútil.

—Si, que te cases con el principe Lotor no está en discusión, lo único que tú decides si lo haces a buena o mala gana.—Agregó su padre, provocando que ella suspirara con exasperación.

—Pero...—Intentó argumentar Lancey, pero no pudo objetar contra sus padres.

—Pero nada, ahora ve a alistarte, la comisión Galra no tarda en llegar.—Ordenó su padre y ella no tuvo más remedio que aceptar, siendo seguida por una criada.

La mujer, algo mayor que ella, la ayudó a vestirse en cuanto llegaron a su recamara, Lancey aún insistía en que podía vestirse sola, pero eso significaba que no usaría sus vestidos ostentosos y esa idea no agradaba a los reyes.

—Romelle, dime la verdad—Comenzó la princesa, quieta mientras le colocaban su vestuario.—¿Lotor te agrada?

—Ese no es un asunto mío, su majestad.—La criada le sonrió a Lancey desde detrás de ella—Pero si me lo pregunta a mi, si fuera usted, yo comenzaría a intentar llevarme bien con el principe, después de todo, es su prometido.

Lancey suspiro pesadamente, algo desanimada por la respuesta. Lo peor era que ella tenía razón.

—Pero yo no lo amo, ni siquiera me agrada.

—Lotor no es un mal tipo, señorita, solo no ha conocido a la persona indicada, tal vez usted pueda hacerlo cambiar, con su amabilidad y belleza incondicionales estoy segura de que lo conseguirá.

Lancey nunca lo había pensado de esa manera. A ella no le agradaba el Lotor actual, pero era una convencida de que la gente podía cambiar, así que ella quizás podía ayudarlo a transformarse en alguien mejor, alguien con quién poder sacar una conversación de más de dos minutos sin sacar a colación a la armada.

Ella podía hacer eso.

Esa tarde, ambos se vieron en el jardín del castillo Alteano y mientras Lotor sacaba sus típicas conversaciones bélicas acerca de la lucha contra otros imperios, Lancey le puso un alto.

—Lotor, ¿Has pensado en la posibilidad de generar un acuerdo de paz en lugar de derrotar a los Balmera en una guerra?

Lotor retrocedió en su asiento con el entrecejo fruncido.

—¿Un acuerdo de paz?—Cuestionó con un tono confundido.—¿Por qué haría eso? Somos más fuertes que ellos, podemos derrotarlos fácilmente.

Entonces, la princesa decidió usar todos sus encantos para convencerlo, los Balmera eran aliados del reino Alteano, lo último que quería para ellos era una batalla que seguramente iban a perder.

Lancey se acercó a Lotor y se sentó en su regazo, algo incómoda por el enorme vestido, pero hizo su mayor esfuerzo por disimularlo, luego, comenzó a acariciar su cabello con calma y cuidadosamente depositó un beso en la comisura de sus labios.

—Por favor, cariño—Se obligó a decir—La paz siempre es la mejor opción.

Ella sabía perfectamente que la manipulación no era la mejor manera de llegar a un acuerdo, al contrario, sabía lo terriblemente mal que estaba hacerlo, pero también sabía que "guerra" era la palabra preferida de Lotor y si con esto podía salvar a un pueblo de la invasión, entonces estaba dispuesta a cometer un error

—Lancey, yo-

—Shh, solo besame, te dejaré hacerlo cuando quieras si admites que la paz es viable.

Dijo ella, volviendo a unir sus labios.

Lotor alargó el beso, apegándose más a su prometida antes de que ella hiciera un ademán por separarse.

—Está bien, querida, por tí, haré un acuerdo de paz con los Balmera—Dijo antes de volver a besarla, inclinándose hacia ella con necesidad

Lancey pensó que quizás esto no era tan terrible, si lograba convencer a Lotor poco a poco de que la guerra no era la mejor opción a base de cariño, entonces quizás había peores cosas en el mundo. El principe no era su prometido ideal, pero quizás podría transformarlo en uno no tan terrible con algo de paciencia.

Lo que la princesa no sabía, era que el Galra iba a tomarse muy en serio las palabras acerca de besarla "cuando el quisiera" incluso si eso implicaba incomodarla.

Lancey solo conocía una de las varias malas facetas de Lotor.

Esa noche, en la cena familiar, Lotor se puso intenso. No parecía darle vergüenza estar enfrente de media familia real de Altea, el parecía más interesado en estar cerca de su prometida que en las personas a su alrededor y para ser sinceros, los reyes parecían muy felices de que sus hijos se estuvieran llevando tan bien.

El principe besaba con ganas a la princesa, quien apoyaba sus manos en el pecho ajeno y trataba de separarse lo más amablemente posible frente a la mirada controladora de sus padres, que, aunque parecían contentos, no notaban (o no les importaba) el malestar de su hija.

Fue entonces cuando la guardia personal de Lotor, que llevaba allí desde el inicio de la escena, intervino, tratando de ayudar a Lancey.

—Su majestad.—Interrumpió ella, haciendo que la princesa la mirara con alivio y el principe con molestia.

—¿Que requieres?—Preguntó Lotor a Keithlyn, con un tono de fastidio.

—Le hablaba a la princesa—A Lancey le brillaron los ojos—Queria preguntarle si sería tan amable de guiarme a los aseos del servicio.—Preguntó ella. Aparentemente los baños se habían vuelto su lugar de reunión, Pero a la Alteana no le importaba que no fuera demasiado elegante.

—Puedes pedirle a las criadas que te lleven—Propuso la Reina, Pero Lancey se incorporó de inmediato.

—¡No!, yo lo haré, estoy encantada de ayudar a la guardia de mi prometido.—Se excusó ella con una sonrisa y salió del gran comedor, seguida por la Galra.

Cuando estuvieron lo suficientemente lejos como para que nadie las escuchara, la princesa volvió a hablar.

—Gracias por sacarme de ahí.—Murmuró con calma.

—No es nada, princesa—Respondió ella con una reverencia como era típico.—Pero, si me permite la pregunta ¿Por qué permite que la trate de esa manera?

—Es mi manera de generar relaciones internacionales—Rió la princesa—Yo lo beso y el abre fuego contra otros reinos.—Explica ella, generando una sonrisa apenada en Keithlyn.

—No creo que así deba ser como funcionan las relaciones, princesa.

—Lo se... Lo se, pero prefiero eso a qué cientos de civiles inocentes pierdan la vida a causa de la guerra

Keithlyn se sintió conmovida por las palabras de Lancey y aunque les hubiera encantado pasar más tiempo juntas, la excusa del baño expiraria pronto y si no estaban de vuelta en el comedor en unos diez minutos, comenzarían a buscarlas y esa no era la idea.

Así que ambas volvieron a la reunión, aunque sin ganas, conversando trivialmente de cualquier tema que no fuera el principe Galran.

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Las reuniones continuaron, Lotor y Lancey se veían casi todas las semanas, la princesa lo convencía poco a poco de calmar sus impulsos de guerra y comenzar tratados de paz en su lugar, su imperio siempre había sido bastante agresivo, pero si el principe no daba la orden de ataque, el ejército obedecía y no abría fuego.

La dinámica de la relación quizás no era la mejor, pero era tan buena como Lancey había podido formarla.

Y aunque la Alteana nunca lo admitiría, su parte preferida de reunirse con Lotor era ver también a Keithlyn.

Ellas se agradaban mucho más de lo que cualquiera pudiera pensar, pues por mucho que la Galra fuera jefa de artillería y guardia personal, los conflictos bélicos no eran su actividad preferida.

—Mi madre también era una guardia. Yo siempre quise seguir sus pasos, pero para defender a los inocentes, no para matar a otros civiles.

Le dijo Keithlyn a la Alteana en uno de sus encuentros secretos.

—Eso es admirable.—Le sonrió Lancey como respuesta.

—Gracias, Pero es complicado cumplirlo cuando tienes a Lotor por jefe, le he tenido que perdonar la vida furtivamente a un montón de pueblerinos que el pretendía asesinar.

—Por eso digo que eres admirable, estoy segura de que todos ellos están en deuda contigo.

—Y yo le debo un montón a usted, princesa, gracias a su sacrificio miles de vidas han sido salvadas.

La morena rió ante las palabras ajenas.

—No lo llames así, no es para tanto.

—Le aseguro que para cualquier familia Balmera si lo es. Les salvó el pellejo, princesa.

Lancey no pudo evitar una sonrisa avergonzada.

Cuando la joven bajó la cabeza y un mechón de pelo calló sobre su frente, Keithlyn la miró.

—Su majestad, usted tiene... Con su permiso—Comenzó y con cuidado acomodó el cabello rizado de la princesa de nuevo en su lugar, reubicando la hebilla que llevaba puesta.—Listo—Se separó Keithlyn con una sonrisa.

Los colores subieron a la expresión de la Alteana, quien soltó una risita apenada antes de mirar directamente a los ojos ajenos. Y es que ese contacto se había sentido mucho más íntimo que cualquiera que hubiera tenido con Lotor jamás

Pero ella no podía admitir eso.

Justo cuando ambas estaban más cerca que nunca, Lotor hizo acto de presencia, provocando que ambas se separaran inmediatamente.

—Amor, hoy te vienes conmigo—Dijo el principe, triunfante.—Consegui un permiso de tus padres para que vengas a mi reino durante toda una semana, ¿Que opinas?—Lotor parecía genuinamente emocionado por la idea, haciendo que Lancey se sintiera tan entusiasmada como el.

Quizás ésta era la oportunidad perfecta para añadir un poco de romanticismo a su relación

Keithlyn sabía, gracias a todas sus conversaciones con la princesa, que ella quería tener más tiempo a solas con Lotor, para poder descubrir más cosas buenas de el, incluso si la idea de obligarse a si misma a enamorarse de el no sonaba lógica para la guardia, ella no podía juzgar eso, así que hizo lo que pudo para ayudar a la joven.

Lancey corrió hacía su prometido con emoción y lo abrazó por el cuello. El joven la levantó en el aire y la hizo girar un poco antes de volver a dejarla en el suelo. La princesa miró a la Galra un segundo en ese momento, mientras estaba cerca de Lotor.

"Yo lo convencí de eso" Gesticuló Keithlyn suavemente para que solo la princesa la entendiera.

"Gracias" Devolvió la morena sonriente

Más tarde ese mismo día, el principe y ella estaban sentados en un carruaje, dirigiéndose al imperio Galra. Lamentablemente para Lancey, le tocó estar a solas con Lotor por casi dos horas seguidas y no es que el peliblanco fuera muy buen conversador.

—Nuestra artillería es lo más fuerte que tenemos en el ejercito, aunque nuestra infantería podría mejorar. Es en lo que estoy trabajando ahora.

El principe llevaba demasiado tiempo hablando de las fuerzas armadas del imperio y Lancey comenzaba a aburrirse. Se debatió entre si esto había sido una buena idea o no.

—Oye ¿Cómo te gustaría que fuera nuestra boda?—Preguntó, tratando desesperadamente de cambiar de tema por un rato

Lotor la miró confundido y pronto su expresión se transformó en desinterés.

—Ah, eso. No lo sé, cariño, tu puedes elegir todo, no me molesta.

Ella se sintió decepcionada por la respuesta de su pareja.

—Pero me gustaría que escogieramos las decoraciones juntos... Al menos podrías elegir tu propio traje, ¿No?—Propuso ella con una sonrisa algo triste.

—Si, claro, tengo mi traje desde que nos comprometimos, así que tranquila con respecto a eso.

Los ojos de Lancey se iluminaron ante esa idea.

—Entonces ¿Siempre has estado enamorado de mi?—Cuestionó ella con ilusión.

Esa fue la oportunidad perfecta para que Lotor dijera una mentira piadosa para quedar mejor con su prometida, pero aparentemente no se dió cuenta.

Deseó que Keithlyn estuviera ahí para ella, para salvarla una vez más.

Sin embargo, eso no pasó y Lotor pasó todo lo que restaba del viaje hundido en su cuello, besándola con ganas mientras ella solo soltaba algunos jadeos de vez en cuando.

—Cariño, no creo que esto sea apropiado—Trató de decir ella, pero fue silenciada de inmediato con un beso en los labios, apasionado y largo.

—Eres tan bella...—Dijo Lotor en el segundo en el que se separó. La princesa solo sonrió suavemente hacia él.

—Tu también eres muy apuesto...—Agregó la morena.

Pero en ese momento llegaron al reino de Galra y en cuanto Lotor vio allí afuera a uno de sus amigos del ejército salió corriendo para saludarlo, sin ayudar a su prometida y a su enorme vestido a bajar.

Lancey estaba luchando con la tela y el armazón de la prenda, con que los tacones no se trabaran en los escalones de la carroza y con que su tiara no se golpeara contra el techo cuando Keithlyn llegó a su rescate, dándole la mano con una sonrisa y asegurándose de que la princesa no cayera al suelo.

—Buenas noches, su Majestad.—Saludó en cuanto la joven estuvo sana y salva, parada ya en el camino que llevaba al castillo—Es un honor para mí volver a verla—Tan educada como siempre, la Galra hizo una reverencia.

—Gracias a usted por la ayuda—Lancey le devolvió el inclinamiento, haciendo que Keithlyn se sonrojara levemente.

—¿La acompaño a las instalaciones, señorita?

La princesa solo asintió amablemente y ambas ingresaron oficialmente en el imperio, la guardia llevando de la mano a la princesa mientras su prometido no las veía.

Keithlyn no entendía porque una princesa tan amable y hermosa aceptaría a Lotor, un hombre casi despiadado, como su esposo, pero también sabía lo complicadas que podían llegar a ser las decisiones que la realeza necesitaba tomar a veces.

Aún así no le parecía justo.

Fue entonces cuando una idea le pasó por la cabeza como una ráfaga: ella iba a hacer algo al respecto, porque Lancey merecía algo mucho mejor que un hombre que solo pensaba en la guerra, que no la ayudaba, que no se compadecía de ella, que ni siquiera le prestaba atención cuando no se trataba de contacto físico.

Lancey merecía algo mejor y si ella no lo notaba por su cuenta, ella iba a hacérselo notar.

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"No quiero estar más aquí"

Esas fueron las últimas palabras de la carta de Lancey a su hermana Verónica. Sabía que particularmente ella no podía hacer nada, ni siquiera quería que lo hiciera, la tortura iba a durar una semana y ya iban casi cinco días atravesados, pero necesitaba con urgencia hablar con alguien de su confianza y no con Lotor.

Y es que si, aparentemente ese tipo no podía hablar de nada más que guerra, sus experiencias sexuales y de lo increíble que era, de lo afortunada que era Lancey de tenerla.

Y si no hacia eso, la besaba apasionadamente en lugares inapropiados.

Ella había intentado explicarle lo incómoda que se sentía, había tratado de hablarle de otros temas y la mayoría de veces se salía con la suya, pero Lotor se ponía de mala gana y tampoco era agradable hablar con el así

Los días se volvían eternos cuando las cosas funcionaban de manera desagradable y, como Lotor estaba en su propio reino, no necesitaba del cuidado de Keithlyn y Lancey no había tenido la oportunidad de conversar con alguien más ameno ni siquiera dos minutos.

Era de noche y estaba en su habitación, terminando de enlistar la carta que le mandaría a su hermana el día siguiente cuando en su ventana sintió un pequeño golpe

Lancey miró en esa dirección, confundida, pero la penumbra del atardecer no le permitía ver nada, así que ignoró el sonido.

O al menos lo hizo hasta que volvió a escucharlo, que fue cuando la curiosidad la invadió y de inmediato se paró, haciendo crugir el suelo de madera de su habitación (que al menos aún no compartía con su prometido, si no sería insoportable) y se dirigió hacia el recuadro de cristal y abrió la ventana.

Y allí afuera estaba su salvación, que le sonrió con esos dientes ligeramente puntiagudos. Llevaba el Mullet atado en una cometa baja y era la primera vez que la veía sin su uniforme de guardia.

—¡Keithlyn!—Exclamó la princesa emocionada, ayudándola a entrar cuidadosamente en el dormitorio.

—Princesa, no grite, por favor, no se supone que yo esté aquí—Dijo la joven, pero fue interceptada por un abrazo cariñoso e inesperado de la princesa. Nadie las veía ahora, así que no importaba si se saltaba alguna de las reglas reales sobre el contacto con las personas del servicio y guardias.

La Galra, aunque asombrada, aceptó el abrazo gentilmente.

—Necesitaba verte, de verdad.—Alegó la princesa, haciendo que la Galra se sonrojara levemente.—Necesitaba hablar con alguien que no fuera Lotor o su padre

Keithlyn rió suavemente ante la declaración ajena.

—Me imagino, no debe ser fácil para usted tener que soportarlo tanto tiempo.

La Alteana esbozó una sonrisa triste.

—No le digas así, no tengo que soportarlo, es solo que no estamos acostumbrados a estar todo este tiempo juntos y sin parar.—Se excusó ella, tratando de no admitir lo que sentía sobre su esposo, no revelar que en realidad ya no lo aguantaba.

—Bueno, pero imagino, de todas maneras, que no querrá hablar de el, así que ¿Por qué no me cuenta algo sobre usted?

Ella no imaginaba lo mucho que necesitaba escuchar eso, lo mucho que añoraba hablar de algo que le interesara a ella y no a su prometido.

—Gracias por preguntar—Lancey suspiró aliviada—En serio.

—No tiene que agradecer, princesa, me gusta escucharla.

La morena sintió como su corazón se derretía mientras comenzaba a hablar.

Ambas se quedaron allí un buen rato, Keithlyn escuchando mientras la contraria hablaba con tranquilidad e insistía en hacer cosas como pintarle las uñas y realizarle trenzas, admirando su cabello largo color azabache.

Estuvieron así hasta que Lancey se cansó de hablar y se atrevió a preguntar más de la vida ajena.

—Estoy aquí para escucharla, Princesa, no tiene que preguntar nada si no le interesa.—Respondió la Galra

—Yo ya he hablado lo suficiente, ahora quiero escuchar un poco más de ti—Insistió Lancey—Si tu estás cómoda, claro.

—Si, Princesa, le hablaré de mi.—Comenzó ella—Bueno, no es nada muy interesante, nací aquí, en el imperio Galra, mi padre me cuidaba porque mi madre siempre estaba fuera por ataques que el Rey Zarcon comandaba y si no era eso, entonces estaba practicando. Crecí alejada de mi madre, pero mi padre siempre me inspiró a admirarla por lo que hacia, así que siempre pensé en convertirme en alguien como ella, para defender a los débiles, ella murió en batalla, protegiendo al reino, o al menos eso pensé hasta que entre en el ejército y me enteré de lo que realmente significaba estar en la armada. Significa atacar sin precedentes, matar sin compasión. La guerra es horrible, pero cuando me di cuenta era demasiado tarde.

Lancey solo pudo escuchar atentamente, haciendo algunos gestos de compasión como tomarla por el hombro y dar suaves caricias en la zona.

—Pero nadie aquí parece pensar igual que yo, todo el mundo ama la guerra por alguna razón que desconozco, quizás es porque el imperio Galra es fuerte, pero eso no explica el gusto por arrebatar vidas ajenas. El punto es, que cuando me ofrecieron retirarme de la guerra para quedar solo como estratega militar de artillería y guardia personal de Lotor, acepté, no soportaba ver más sangre derramada.

Lancey entonces se preguntó porqué Lotor no podía ser un poco más como Keithlyn

La Galra finalmente, luego de terminar de hablar y aceptar el cariñoso abrazo que la Princesa le ofreció, se paró del sillón en dónde la joven le había ofrecido sentarse y se alejó de nuevo hacia la ventana.

—¿Ya te vas?—Cuestionó la Princesa con un puchero, a lo que Keithlyn rió y asintió.

—Son casi las cuatro de la mañana, princesa. A las cinco comienzan las actividades del ejército y me gustaría al menos poder dormir un poco.

Los ojos de la Alteana se abrieron con sorpresa, mirando al reloj en su habitación y comprobando las palabras ajenas, no podía creer el tiempo que habían pasado conversando

—Dios, lo siento mucho, no sabía que te había estado entreteniendo tanto—Murmuró Lancey, llevándose las manos a la boca, preocupada

—Oye, tranquila, yo decidí quedarme, tus pláticas me resultan geniales, así que no te preocupes.—Dijo ella mientras salía por la ventana, apoyándose en el borde de ésta.—Gracias, su majestad, fue un honor acompañarla esta noche.

La Alteana no pudo evitar sonreír con ternura.

—Gracias a ti, fue un alivio hablar contigo, Keithlyn.

—Llámeme Keith, por favor.

—Si lo hago, tienes que dejar de tratarme de usted cuando estemos solas.

Keith rio suavemente.

—Trato hecho.—Fue lo último que dijo antes de desaparecer

Lancey pensó toda la noche en ese encuentro. En lo linda y amable que era Keith, en lo agradable que había sido hablar con ella luego de tanto tiempo de conversar como si la guerra fuera lo mejor del mundo, como si fuera agradable siquiera.

Sus mejillas se sonrojaron al pensar en su sonrisa cuando observo la compleja trenza que la Princesa le había realizado.

Lancey solo quería que al día siguiente, ella se apareciera en su ventana una vez más

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A la mañana siguiente Lotor se presentó en la habitación de Lancey con una sonrisa amplia y ella lo recibió de la misma manera, aún feliz por su encuentro nocturno

Ese fue probablemente el mejor día que ambos pasaron juntos. La princesa estaba de buen humor al igual que el Galra y ambos pasaron una mañana hermosa, incluso si Lotor seguía hablando del ejército, ella lo instaba a cambiar de tema con tranquilidad y al menos conseguía que hablara de su familia.

Durante el almuerzo, el rey Zarcon los felicitó a ambos por lo bien que se veían juntos y la Alteana pensó que quizás si todos los días eran así, esto no sería tan terrible.

Cuando ambos terminaron dieron un paseo silencioso por los alrededores del castillo antes de que Lotor los guiara a ambos a la habitación de huéspedes en la que la Princesa se estaba quedando.

Entraron y cuando la puerta estuvo asegurada desde dentro, el Galra se acercó a la princesa a paso lento, la tomó por la cintura y le plantó un suave beso en los labios.

Lancey pudo sentir como el contacto era más suave que cualquier otro que hubieran tenido antes y convencida, permitió que Lotor continuara besándola, bajando suavemente por su barbilla hacia su cuello y luego girando levemente a su alrededor para comenzar a quitar cuidadosamente su vestuario.

La princesa se sintió emocionada. Quizás esto se transformaría en su primera vez con Lotor.

Se sorprendió cuando un minuto después el principe ya había logrado quitar parte importante de su vestimenta.

"Suerte de principiante" se convenció Lancey, aún sonriendo suavemente y dejándose ser. Permitiéndose disfrutar de esto.

En cuanto pudo, comenzó a ayudar a Lotor para quitarse a sí misma la falda y todos sus complementos, luego el corset, luego las enaguas. No mucho más tarde, ella estuvo completamente desnuda, sintiéndose levemente avergonzada frente a el hombre aún completamente vestido.

—Dios, cariño, eres hermosa.—Murmuró Lotor, haciendo que la princesa se sonrojara y justo cuando ella estaba a punto de hacer un comentario sobre la ropa ajena, el ya estaba quitándosela.

Solo algunos momentos más tarde, ambos estuvieron despojados de sus ropas. Ambos se aproximaron comenzando a besarse y frotar sus cuerpos y juntos se guiaron hacia la cama.

Fue allí cuando el problema empezó. Lotor era bueno. Muy bueno. Quizás demasiado bueno para alguien que solo había tenido relaciones dos veces antes de esta.

No es que a Lancey no le gustara, pero el miedo la invadió. Lotor tan solo había hablado de un par de veces que había estado con mujeres, cosas que a la Princesa ya le sonaba raro, pues, después de todo, estaban comprometidos desde los quince años, pero ella le había creído que solo había tenido relaciones dos veces con mujeres antes de ella, que había pasado ese mismo año antes de que se comprometieran y luego se había mantenido casto, pero ella sentía que nadie que no hubiera tenido relaciones en cinco años fuera tan preciso.

"Soy yo, ésta es mi primera vez, probablemente yo solo siento que es muy bueno porque nunca antes hice esto con nadie." Trató de convencerse ella durante todo el tiempo que duró la relación.

Irónicamente, le volvió el alma al cuerpo cuando el terminó con su accionar sin que ella llegara. "No es tan bueno" suspiro ella, aunque sintiéndose un poco mal por hacerlo.

Pero justo cuando pensó que ahí terminaría todo, Lotor abrió la bocota.

—Wow, amor, hace casi un año que no hacia esto...

Lancey se paralizó

"Hace casi un año", ellos estaban comprometidos hace cinco, no había manera de que los números coincidieran, era imposible.

Lancey sintió que las lágrimas llenaban sus ojos. Se levantó de la cama en la que estaba recostada, comenzando a ponerse su ropa interior inmediatamente.

—Con que hace un año, ¿Eh?—Preguntó la princesa en tono tembloroso y fue entonces cuando Lotor cayó en su error.

—¡No, amor, eso no es lo que quería decir, yo- —Trato de decir él, pero de inmediato Lancey se giró hacia su cuerpo y le dirigió su mirada cristalina.

—No. No quiero saber nada de eso.

—Amor, perdóname, por favor, lo lamento.

Pero Lancey no estaba convencida.

—Nos juramos fidelidad, Lotor.—Dijo ella con la cabeza gacha.

—No. Nos obligaron a juntarnos fidelidad.—Aclaró el, tratando de sonreír—Vamos, ¿me vas a decir que no lo has hecho con nadie desde los quince?—Preguntó el, indignado.

Lancey se sintió estúpida.

—No lo había hecho con nadie nunca...—Admitió ella con tristeza, asombrando a Lotor

Lotor bufó exasperado, sin saber que más decir, mientras Lancey se colocaba su camisón, prenda para la cual no necesitaba ayuda para ponérsela, y salia de su habitación, camino al baño general. Lotor ni siquiera intentó seguirla.

La Princesa se sintió tonta por haberle creído, por haberle guardado fidelidad durante tanto tiempo mientras el se acostaba con otras y aunque esto no pudiera llamarse amor verdadero, pues era un matrimonio arreglado, ella por lo menos lo había intentado,estaba tratando de hacer que esto funcionara, él ni siquiera estaba esforzándose.

Lancey apoyó sus manos en los costados de un lavamanos y sollozó allí, mirándose al espejo y observando su propia expresión triste. S mojó la cara, sin importarle que su maquillaje cuidadosamente colocado se arruinara más de lo que ya estaba.

Lo que no esperaba que sucediera a continuación fue justamente lo que pasó.

—¿Su majestad?—Una voz conocida habló cerca de ella, haciéndola levantar la cabeza de dónde estaba.—¿Estas bien?—Preguntó, recordando la promesa que había hecho la noche anterior y tuteandola ya que estaban solas.

—¡Keith!—Comenzó ella, su mueca curvandose en una sonrisa triste— Yo... Si, solo tuve una pequeña situación con Lotor.

—¿Otra más?—Preguntó Keith sin pensarlo dos veces, todavía conservaba la trenza que la Princesa le había hecho la noche anterior.

—Si, pero no es nada grave, probablemente estoy exagerando.

—Lo dudo mucho, Princesa—Dijo acercándose para acariciar a la Alteana en la espalda.

—Si, quizás, pero lo cierto es que no quiero hablar de ello ahora.—Keith entendió y asintió suavemente, mirándose a ella y a la morena a través del espejo frente a ambas.—¿Como te fue en tu entrenamiento?

Keithlyn sonrió, jugueteando suavemente con el cabello de la joven, haciendo que se relaje.

—Muy bien, la verdad, fue bastante satisfactorio, los entrenamientos están siendo más tranquilos ahora que no hay planes de ataque.

La Princesa sonrió, sabiendo que eso era obra suya.

—Me alegro mucho, Keith—Lancey estaba a punto de decir algo más cuando otra muchacha entró en el baño. Las dos se separaron de inmediato, tomando su sana distancia y disimulando. Cuando la chica estuvo lo suficientemente lejos, la morena se inclinó hacia el oído de la contraria—¿Iras a visitarme ésta noche?—Susurró.

Keithlyn asintió suavemente antes de volver a alejarse un poco.

—Debo irme, Princesa, pero la veo más tarde. Le deseo suerte con su prometido.—La Galra hizo su típica reverencia antes de retirarse.

La Alteana se quedó allí, aún afligida, pero con el corazón más feliz que antes por el solo pensamiento de volver a encontrarse esa noche con la guardia.

Dicho y hecho, esa noche los golpes sonaron en la ventana de Lancey

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Lancey se sintió mucho mejor luego de su encuentro nocturno con Keith, ambas conversaron acerca de lo que ocurrió con el Principe y como para entonces la guardia ya se había duchado y quitado la trenza, Lancey volvió a acersela

—Que idiota, si me permite decirlo.—Murmuró la mujer Galra, haciendo sonreír a la Princesa.

—Voy a extrañar nuestros encuentros.—Dijo mientras trabajaba en el cabello ajeno, haciendo que la joven frente a ella se diera la vuelta.

—¿Te vas?—Preguntó con un atisbo de tristeza en la voz

—Si, vuelvo a mi reino mañana.

Lancey nunca se había sentido tan apenada de tener que volver a casa. En general se regia por la frase "no hay lugar como el hogar", pero saber que ya no iba a ver a Keith todos los días la angustiaba.

—Yo ni siquiera podré verte mañana. Tengo una misión de reclutamiento.—El tono afligido de Keith seguía allí.

Lancey solo se sintió peor.

—Entonces está es la última vez que nos vemos hasta que Lotor y yo nos encontremos de vuelta.—Razonó la Alteana

La princesa ató el peinado de la Galra y ambas se incorporaron, quedando de frente.

—Princesa, ¿Me podría tomar el atrevimiento de abrazarte?—Preguntó con ternura, haciendo que la contraria se sonrojara.

Lancey asintió suavemente y abrió sus brazos, aceptando a la guardia entre ellos.

Poco tiempo después, Keithlyn tuvo que retirarse.

Ese fue el encuentro nocturno final de ambas, al menos en el imperio Galra

Luego de una noche de sueño corto e interrumpido, Romelle, la única que había acompañado a Lancey desde el reino Alteano, despertó a la princesa con suavidad, ayudándola a vestirse cuidadosamente.

—¿Crees que pueda saltarme el desayuno hoy?—Preguntó la princesa, haciendo que Romelle se riera

—No creo que sea saludable, su majestad, será mejor que vaya.

—Pero no quiero tener que ver a Lotor hoy.—Suspiró Lancey, extenuada tan solo de pensarlo.

—Es su prometido, Princesa, ¿No cree que es mejor tratar de llevarse bien con el?

Si. Lancey también lo creía así, pero era difícil cuando Lotor no colaboraba ni un poco.

Aún así, Lancey se presentó en el desayuno y se sentó a un lado de su prometido. Aunque evitó por completo cualquier clase de contacto físico con el, a pesar de sus quejas.

Luego del desayuno, el Principe buscó a la joven Alteana y la enfrentó, tomándola por el brazo y obligándola a mirarlo.

—¿Que ocurre ahora? ¿No te gustó lo de ayer?—Preguntó acusatorio, como si no recordara lo que acababa de ocurrir ayer.

—¿Hablas en serio, Lotor? Ayer admitiste que, básicamente, me fuiste infiel

Lotor suspiro y luego de un par de segundos sonrió, tomando a la joven frente a el por los hombros, acariciando la zona.

—Oye, cariño, lo lamento ¿si?— Comenzó Lotor, sin convencer ni un poco a la morena—En ese momento apenas nos habíamos visto un par de veces, mi cabeza de puberto no entendía que estaba comprometido con la mujer más hermosa del universo, por eso buscaba consuelo en otras personas.

Lancey se sorprendió por las palabras ajenas. Honestamente no esperaba una disculpa y menos una mínimamente consistente.

—Tu... ¿Estás hablando en serio?—Pregunto con un rayito de esperanza en su tono.

—Por supuesto que si, te amo, cariño.—Habló el, subiendo sus manos a las mejillas de su prometida y plantando un beso en los labios.

Lancey eligió creerle, era cierto que no era la primera vez que escogía eso y la decepcionaban, pero prefería esto a odiar a su prometido y tener que soportar una vida terrible con él. Para ser franca, lo que más le gustaba de Lotor era su guardia, pero no era algo que pudiera admitir frente a el.

Así que calló y se dejó besar, no quería pelear más, solo quería volver a casa o quizás ver a Keithlyn una vez más, aunque sabía que la segunda opción no era posible, ambas estarían a horas de distancia en muy poco tiempo.

~~~~~~

El carruaje que llevaría a Romelle y a Lancey a Altea nuevamente estaba por partir, Lotor y Lancey se despidieron tiernamente en la puerta del castillo, antes de que ambas mujeres subieran al vehículo y comenzarán viaje

Durante el camino, Lancey extraño a Keithlyn. Habían sido tan solo dos encuentros nocturnos, pero ella se atrevía a decir que esas pocas horas las había disfrutado más que cualquier momento con Lotor y es que se había dado cuenta de que no estaban hechos el uno para el otro.

El hecho de que Lotor adoraba la guerra, Lancey la detestaba era probablemente su mayor diferencia y era una diferencia importante.

Lancey lo había intentado, en serio había tratado, pero lo único que había logrado era convencer a base de sobornos al Principe de que no atacara si no los atacaban primero, pero ella estaba segura de que apenas tuviera una excusa, abriría fuego contra otros reinos.

La Princesa odiaba la idea.

Ahora resultaba también que había roto su pacto de fidelidad y aunque tenía un punto diciendo que eran demasiado jóvenes, al menos se podría haber sincerado con ella.

Lo único que pedía era un poco de compasión.

En cambio con Keithlyn era distinto, no discutían por cosas como la guerra, ambas estaban de acuerdo en que era un desperdicio innecesario de sangre.

Podían conversar de cualquier otra cosa que no fuera eso y además coincidían en que a Lotor le faltaba un poco la cabeza y podían reírse de eso.

Eso era todo lo que la Princesa soñaba en una pareja.

Compañerismo, entendimiento, cariño.

Amor.

Las mejillas de Lancey se sonrojaron mientras miraba por la ventana y Romelle soltó una risita traviesa ante esto.

—¿Pensando en su prometido, Princesa?—Cuestionó en un tono ligeramente pícaro.

Lancey se dió cuenta de que probablemente debería estar pensando en él en lugar de en ella cuando se trataba de amor.

Así que mintió.

—Si, Romelle, estoy tan enamorada.—Dijo con un suspiro.

Quizás no estaba mintiendo del todo.

—Es tan fantástico, puedo conversar de lo que sea con el, me deja hacerle trenzas en ese cabello largo suyo, sabe escucharme, es tan lindo...—Fue en ese momento en que se dió cuenta de que quizás no era exactamente Lotor a quien quería.

—Wow, princesa, su opinión sobre el cambió muy rápido—Habló Romelle con una risita.—Me alegro mucho de que se esten llevando bien

—Si... Muy bien—Suspiró con una sonrisa boba.

Lancey se quedó todo el viaje pensando en Keithlyn, en sus puntos buenos, en lo bella que era, dandol vueltas a lo mucho que extrañaría sus pláticas nocturnas, a oír ese suave golpeteo en su ventana antes de verla lucir esa sonrisa puntiaguda.

No puedo evitar compararla con Lotor a pesar de sabía lo mal que estaba eso, pero sencillamente era difícil no hacerlo.

También pensó en todos los contras que tendría, sus padres nunca lo aceptarían, una guardia y además una mujer, era básicamente imperdonable y ella no tenía la opción de su hermana Verónica, ella era la última en la línea familiar, no podía deshonrar a todo el reino que la quería, además de que probablemente ni siquiera se lo permitirían.

Lance pensó en eso toda la noche.

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El baile de fin de año era esa misma noche en el castillo Alteano y todo el mundo estaba ayudando con los preparativos.

Lancey lo hacía a su manera.

Romelle la ayudaba cuidadosamente a vestirse, mientras otra mujer trabajaba en su maquillaje. No había mucho que hacer por su cabello más que definir sus rizos y acomodarlo suavemente con alguna hebilla, que era exactamente lo que habían hecho.

El vestido de Lancey era el menos ostentoso de los que le habían dado a elegir. Un vestido largo de mangas holgadas blancas, con un corset (que no le permitieron evadir) y un sobrevestido color azul marino que hacia juego con sus ojos.

Romelle se lo colocaba cuidadosamente desde atrás, tratando de no dejarla sin respirar.

—¿Se encuentra bien, su majestad?—Preguntó la rubia con amabilidad.

—Si, estoy emocionada, solo eso—Admitió la morena, sonriente.

—Me imagino, hoy se dará el anuncio de su boda con el principe Lotor

Eso no era exactamente lo que tenía tan ansiosa a la Alteana, ella estaba más bien pensando en ver a Keith, que estaba segura que vendría hoy, acompañando al principe, sabía perfectamente que no iba a tener tanta oportunidad de hablar con ella ya que estarían acompañadas, pero también estaba segura de que encontrarían algún espacio para conversar un rato.

Pasó aproximadamente una hora y las personas comenzaron llegar, Lancey tuvo que bajar las escaleras y comenzar a saludar amablemente a cada invitado que llegaba. Cuando Lotor se presentó frente a ella, ambos se besaron suavemente, la Princesa aún algo insegura, bajo los ojos observadores de los padres de ambos, quienes lucian felices ante el acto de sus hijos.

Lancey vio a Keithlyn detrás del Principe y la saludo tan solo con una sonrisa para no generar sospechas aunque le hubiera gustado abrazarla genuinamente. Ambas se dedicaron una mirada cómplice y ya sabían lo que eso significaba, que se buscarían después. Ésta vez Lotor venía acompañado de otro guardia además de Keithlyn, lo que significaba algo de tiempo libre para ella.

Ambas se separaron, la Galra siguió a su grupo, mientras Lancey se quedaba en su lugar para terminar de saludar a todos sus invitados.

Sin embargo, la fiesta no fue ni de cerca lo que ella esperaba. Está no era la primera vez que tenía una fiesta con Lotor, pero si era la primera fiesta que tenían para ellos dos, se suponía que serían el centro de atención, que era un baile para presentar a la pareja, para demostrar lo mucho que se querían y apreciaban. Pero sin embargo, Lancey no encontró a su prometido por ningún lado cuando la danza lenta comenzó.

Estaba en el centro, sola, sintiéndose abrumada por la cantidad de gente a su alrededor que la observaba, probablemente preguntándose dónde demonios estaba el Principe tanto como ella. Su respiración comenzó a agitarse, estaba triste, muy triste, iban por la cuarta canción suave y el aún no hacía acto de presencia por ningún lado, no estaba.

Todo el mundo estaba bailando, pero el Principe no estaba con ella.

El se consideraba a si mismo un caballero, pero no era eso ni de cerca, era un idiota, justo como Keithlyn había dicho.

Lancey comenzó a preguntar por Lotor en voz alta, pero no lo suficiente para molestar a nadie, solo preocupada y ansiosa, quizás no era su culpa, quizás le habían hecho algo.

Pero sus dudas quedaron resueltas poco después, cuando ella se dirigió a uno de los salones del castillo y allí encontró finalmente a su prometido, sin embargo, no estaba envuelto en ninguna de las situaciones terribles que se había imaginado.

Estaba enrollandose con Allura, una duquesa Alteana que probablemente había conocido ese mismo día.

Lancey se sintió destrozada.

Parada allí como una estúpida, esperando por un hombre que obviamente no la amaba, por un tipo que se besaba con otra mujer en el baile de presentación de su relación con su prometida, luego de haberse disculpado y haberle jurado lealtad, allí estaba.

La Alteana no entendía que había hecho mal ¿No le había demostrado suficiente amor? ¿No era lo suficientemente bella? ¿Era su odio por la guerra? ¿Era mala en el sexo? Dios, podían ser tantas cosas.

En ese momento, ella se sentía tan mal que ni siquiera se le pasó por la cabeza que no fuera su culpa, solo podía recorrer cada segundo de su relación, intentando encontrar cada uno de los errores que había cometido para llegar hasta aquí, para que este fuera su merecido.

Lancey pensó en interrumpirlos, en hacer alguna especie de entrada dramática para que todo el mundo se enterara, para que todos supieran lo que le habían hecho, pero al mismo tiempo estaba aterrada, podían echarle la culpa ella y ¿quién sabe qué haría el imperio Galra al respecto? Quizás atacarían al pueblo Alteano y lo último que ella quería era que su pueblo sufriera, así que se quedó callada, retrocediendo de a poco mientras lágrimas comenzaban a arruinar su maquillaje, rodando por sus mejillas y cayendo en su barbilla.

Lancey solo deseó que Keithlyn estuviera ahí.

Que fue cuando recordó esa mirada cómplice que ambas se dedicaron. Ella podia buscarla. Odiaba la idea de usarla como un hombro para llorar, pero ahora solo necesitaba hablar de cualquier cosa con alguien y sus padres estaban demasiado ocupados como para poder prestarle un poco de atención y probablemente querrían hablar de su prometido, ella no los culpaba, por supuesto, era un baile importante, pero después de lo que había visto, de lo que menos tenía ganas era de tratar el tema Lotor.

Así que Lancey comenzó a caminar a paso rápido, levantando su vestido mientras disimulaba el llanto bajando la cabeza, para su suerte conocía el lugar mejor que la palma de su mano y no necesitaba ver perfectamente para saber a dónde se dirigía, lo cual resultaba de mucha utilidad entre la cantidad de cuerpos danzantes.

El problema era, que por mucho que supiera a donde iba, no tenía idea de en dónde se encontraba Keithlyn.

Buscó primero en los baños, luego frente a su habitación, luego en los salones cercanos y cuando había pasado casi media hora y su llanto comenzaba a cesar, la encontró, allí parada tan tranquila en el balcón principal, que sorprendente estaba vacío, todo el mundo, aparentemente, demasiado atraído por el baile.

Cuando oyó los pasos en tacones de Lancey, la Galra se dió la vuelta de inmediato, curiosa y al verla allí, su primer instinto fue sonreír.

 

Mientras más se acercaban ambas, más notaba Keith la expresión triste de Lancey, haciendo que ella frunciera los labios.

—Su majestad ¿Que ocurrió?—La Galra se aseguró de que no hubiera nadie alrededor antes de continuar— ¿Que te tiene así en tu día especial?—Preguntó ella, preocupada.

"Ojalá el fuera más como ella"

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Aún si estaban solas en el balcón y aunque les gustaran las vistas en ese espacio de aire libre, el lugar no era lo suficientemente privado, así que, seguida por Keithlyn, se dirigió al único lugar que no estaba custodiado por guardias en todo el castillo y al cual podían acceder fácilmente: la biblioteca.

Cuando las dos estuvieron allí, se sentaron en la esquina más recóndita de la habitación y entonces, solo entonces, Lancey habló.

Le contó todo lo que había pasado, la forma en la que Lotor ni siquiera se había preocupado por bailar una canción con ella, el hecho de que lo había encontrado in fraganti besandose con otra mujer, como ni siquiera notó que ella se alejaba llorando, todo.

Keith se quedó allí, escuchándola, prestando toda su atención a sus palabras a pesar de la música que sonaba fuerte fuera, frunciendo el ceño ante sus explicaciones y odiando cada vez más al principe.

—Princesa, ¿De verdad quieres casarte con el de todas maneras?—Preguntó Keithlyn, apenada, tratando de consolar a la joven por medio de suaves caricias en los hombros.

—No realmente, pero lamento que no tengo opción, no puedo huir, soy la última mujer en la línea familiar y no puedo dejar a todo un reino sin su reina, además, quien sabe qué haría el Rey Zarcon si me retiro para no casarme con su hijo.—Se miraron con tristeza, pues ambas sabían perfectamente que Lancey tenía un punto

—Lo lamento muchísimo, Princesa—Murmuró Keithlyn.

Ella no quería ni siquiera imaginar por lo que la Alteana estaba pasando, tener que casarse con un hombre que, no solo no amaba, si no que además parecía no importarle ni un poco su hería sus sentimientos, pasar toda su vida con el, que le mentía, que no la apreciaba ni un poco, que la engañaba y la dejaba sola, era abrumador.

—¿Quieres trenzarme el cabello? Para distraerte.—Propuso ella suavemente y los ojos de la morena se iluminaron, asintió enérgicamente y se paró de un salto, ubicándose detrás de la Galra y comenzando a peinarla.

—Gracias, Keith. No tienes idea de lo mucho que me calma hacer esto.—Dijo la princesa sin detener sus manos ágiles—Tu cabello es tan largo y suave...

Keithlyn solo sonrió y se quedó allí, esperando pacientemente que la joven tras ella terminara su peinado, disfrutando de las caricias en el cuero cabelludo y sin darle importancia a los leves tirones accidentales que recibía.

Se quedaron ahí un buen rato, escuchando la música suave que venía de afuera y pasándola bien juntas. Fue hasta que una canción específica comenzó a sonar que Lancey se separó, mirando a la Galra con alegría.

—Dios, este vals es mi favorito—Exclamó la Princesa con emoción y en ese momento, Keithlyn la miró con una sonrisa y se paró, extendiendole la mano en un gesto amable.

—Entonces, ¿me concede esta pieza, su majestad?—Cuestionó mientras las mejillas de la Alteana se ruborizaban fervientemente.

Lancey tomó la mano de Keith suavemente, aceptando la propuesta y incorporándose y rodeando el cuello a la contraria con su mano libre, mientras la otra se mantenía tomando la ajena.

Keithlyn la atrapó por la cintura y la apegó a si misma, haciéndola sonrojar aún más.

Sus cuerpos juntos comenzaron a moverse suavemente, primero de manera tímida y suave, luego tomando más confianza, balanceándose al ritmo de la música e incluso haciendo algunas piruetas leves en el proceso. Lancey se sintió sorprendida cuando la hicieron girar, sin poder parar de sonreír.

Ambas se movieron de lado a lado, abrazandose y riendo como si se conocieran de toda la vida. Lancey había bailado algunas veces con Lotor, en otros bailes constitucionales, pero esto era mucho mejor. Los bailes con el Principe eran aburridos y monotonos, solo se movían de lado a lado perezosamente, pero Keithlyn era distinta, parecía saber perfectamente que hacer y como danzar para que el ambiente se volviera feliz y animado.

—¿Dónde aprendiste a bailar así?—La curiosidad le ganó, haciéndola preguntar.

—Mi padre me enseñó, desde que era pequeña.—Lancey recordó sus propios bailes con su padre, aunque estos parecían haber sido mucho menos entretenidos que los de Keith, a ella nadie le había enseñado a moverse de esa forma

Las dos siguieron moviéndose con ganas, cada vez más juntas, más pegadas, más felices. Pero de pronto el tema se volvió más lento, era más tranquilo y las obligó a bajar los desveles, pero eso no hizo que se estuvieran o que se cansarán. Ahora la música las acompañaba de otra forma, se abrazaron, Lancey por el cuello de Keith y está por la cintura ajena, pegandose todavía más. La morena podía sentir la respiración contraria contra su cuello, sus caderas chocando levemente al ritmo de la melodía, sus manos sudando por los nervios.

Sus pechos tocándose.

Era demasiado, Lancey estaba totalmente roja y mirando al suelo, tratando de disimularlo, pero en ese momento ella sintió como una de las palmas de Keith se separaban de su vestido e iba a parar a su barbilla, sosteniendola con sus dedos y levantandola para mirarla a los ojos.

—Princesa...—Murmuró ella.

En ese momento, ocurrió.

Keithlyn se acercó aún más a Lancey, cerró los ojos y pegó sus labios en un beso tierno y suave, pero largo, o al menos así se sintió, se sintió eterno, en el buen sentido de la palabra.

La boca de la guardia se movía suavemente y la princesa solo podía pensar en lo suave que era, lo bien que se sentía, no tenía que distraerse con la barba pinchandola como le sucedía con Lotor, el beso no era agresivo como sucedía con el, era cálido y tranquilo, casi al ritmo de la música, como si fuera ensayado.

Lancey quiso preocuparse acerca de si esto era lo correcto, pero ni pudo, al menos no hasta que ambas se separaron con calma.

Fue entonces cuando la realidad de lo que había sucedido le cayó encima como un balde de agua.

Acababa de besar a Keithlyn. Una guardia. Una mujer.

Lancey dió un paso atrás y la joven se lo permitió aunque con una expresión triste.

—Puedes... ¿Puedes darme algo de tiempo, por favor?—Pidió la Princesa, abrumada de pensamientos.

—Claro, su majestad.—Keithlyn le sonrió suavemente, aunque algo afligida—Si esto no te parece bien, solo tienes que decírmelo.

Pero no era exactamente eso. A ella le había encantado y quizás ese era el problema.

—Solo necesito pensar, ¿Si?—Dijo ella antes de salir de ahí a paso veloz. Lo que no vio cuando se fué, fue a Keithlyn salir de ahí con el ceño fruncido con dirección a la fiesta.

Lancey corrió al baño, con un millón de dudas en la cabeza. Esto estaba terriblemente mal, después de todo, estaba haciendo lo mismo que Lotor, pero de alguna manera lo que había hecho no se sentía incorrecto, sabía que probablemente estaba siendo hipócrita, pero no estaba segura de que realmente le importra, ella lo había intentado, d verdad lo intentó con su prometido, pero el no se esforzó un poco, entonces ¿Era realmente su culpa?

Quizás era porque se trataba de su amorío y no del de Lotor, pero no creía que fuera su culpa. Ella solo trataba de ser feliz, quería estar bien y no con alguien que parecía detestarla.

Quería ser amada.

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Los pasos furiosos de Keithlyn resoanban incluso por encima de la fuerte música en el castillo. No podía soportarlo más. No aguantaba más a Lotor, que llevaba demasiado tiempo haciéndole daño a Lancey. Era consciente de que ellas dos aún no eran nada, pero todavía así ella no se merecía los juegos de Lotor. La morena había llorado por su culpa y eso era inadmisible en el lenguaje de la Galra.

Así que cuando vió a Lotor saliendo de la pista con su típica expresión arrogante, lo acorraló contra la puerta de los vestuarios de los invitados y con un movimiento rápido lo obligó a entrar a la habitación.

—¿¡Que demonios!?—Preguntó en voz alta el hombre, aún sin identificar a su atacante.

—Sh, cállate antes de que te obligue a hacer silencio—Masculló ella.

—¿K-Keithlyn?—Lotor tartamudeó.

Keithlyn se quedó callada, esperando escuchar a algún guardia afuera, pero aparentemente, y para su suerte, nadie se había dado cuenta.

—Maldito hijo de puta, dejaste plantada a la princesa mientras te besabas con otra.—Dijo y vió como los ojos de Lotor se abrieron demasiado.

La tensión se podía sentir en el aire, ambos compartiendo una mirada filosa y agresiva, hasta que Lotor cedió ante ese duelo de miradas y bajó la cabeza.

—Yo- lo lamento yo no quise hacerlo, eso fue solo-

Pero entonces ella no aguantó más.

Keithlyn salió corriendo de la habitación con los nudillos enrojecidos. Antes de que Lotor pudiera devolverle el golpe.

Respiró profundamente y se limpió las manos contra su traje negro, no había que preocuparse, no estaban demasiado sucias, no lo había dejado sangrando a pesar de las ganas que tenía de hacerlo.

Fue entonces, luego de comprobar un poco su aspecto en uno de los tantos espejos del castillo, que comenzó a buscar a Lancey, había ya pasado casi media hora, esperaba que eso fuera suficiente tiempo para pensar para ella.

Y si no, entonces quería disculparse. Sabía a la perfección que ella probablemente estaría enojada, tenía un prometido después de todo, un prometido al cual ella acababa de golpear (Cosa de la que tampoco estaba orgullosa, pero siendo honestos, se lo merecía), pero nada importaba si perdía su amistad.

Keithlyn siempre había estado rodeada de gente que adoraba la guerra, los Galras eran luchadores por naturaleza, pero estaba harta de eso, quería vivir en paz, sin tener que preocuparse por si mañana iba a despertar con una espada en su garganta (otra cosa por la cual probablemente había sido muy mala idea meterse con Lotor).

La de pelo negro encontró a Lancey aproximadamente quince minutos después, en el segundo baño en el que buscó, ella estaba ahí, recostada contra un lavamanos mirando hacia abajo.

Entonces supo que la había cagado. Debió haberselo imaginado luego de que ella volvió con Lotor más de una vez a pesar de las cosas que le hizo. Obviamente no la quería, y era entendible. Entonces fue cuando se puso en marcha su plan B.

—Princesa.— Comenzó ella, acercándose de inmediato a la mujer, parándose frente a ella con una expresión apenada, todo con tal de no hacerle más daño—Lo lamento mucho por lo de antes, yo solo- —Trató de decir ella, pero en ese momento fue interrumpida.

Un beso se plantó en sus labios y de inmediato, una sonrisa se dibujó en su rostro y tomó las mejillas ajenas con suavidad, apegandola más a ella.

Pasaron unos largos y hermosos segundos antes de que se separaran.

—Pense que no querías.—Murmuró Keithlyn, sonriendo.

—Por supuesto que si, solo necesitaba algo de tiempo para pensar. Lamento que sigo con Lotor de una manera u otra.—Murmuró la morena, acomodándose el cabello detrás de la oreja.—Pero honestamente no me importa ya, estoy cansada de el.

Keithlyn nunca pensó que podría sentirse tan feliz. Esto era lo que siempre había soñado. Sabía que esto todavía no era oficial, la princesa seguía siendo parte de la realeza y estando obligada a casarse con un principe, pero sabía que de alguna manera lo solucionarían.

Ambas saldrían juntas de esto fuera como fuera.

Lo que ella no tenía en cuenta, era que acababa de sumar un problema nuevo a toda la situación, había golpeado a Lotor que, detalle no menor, era un principe, su principe.

Tenía poder sobre ella.

Pero ella no quería tener que pensar en eso ahora, quería concentrarse en la persona que tenía en frente, en su amada, en sus hermosos ojos a juego con su vestido azul, en sus rizos cortos y definidos, en su maquillaje algo corrido.

Ambas se miraron eternamente y volvieron a besarse, Keithlyn agarró la cintura achicada por el corset de la joven y deslizó su mano amoratada por la tela hasta encontrar los hilos que la asfixiaban, desatando el moño ahí y provocando que Lancey se separara para respirar.

—Dios, gracias, entre eso y los besos estaba muriendo—Rió la princesa, aliviada.

En ese momento un sonido se escuchó desde la puerta, era alguien intentando abrirla. Las dos mujeres se miraron y pronto corrieron para esconderse, Lancey las guió a un pequeño cuartucho de limpieza que había en el baño, se encerraron ahí, entre vestidos y armaduras, soltando risitas bajas y nerviosas.

—¡Princesa!—Gritó alguien desde fuera, a quien Lance reconoció como Romelle.

Keithlyn apoyo su mano suavemente sobre la boca de la morena, aún risueña.

Sintió a la Alteana sonreír bajo su palma

—La buscan para el baile con su prometido— Romelle comenzó a revisar todo el lugar, pero no encontró a nadie allí, por suerte.

Cuando finalmente se fué, ambas salieron de dentro del almacén y Lancey comenzó a ajustar su corset nuevamente.

—Tengi que ir. Lo siento, cariño, pero si me pierdo esto mis padres me desheredarán—Dijo ella acomodando su vestimenta frente al espejo.

Keithlyn se sintió derretir ante ese apodo. Sin parar de sonreír, se ubicó detrás de la morena y la ayudó a poner todo en su lugar.

—Tranquila, es entendible, no tienes que disculparte conmigo.—La Princesa le dió un suave beso en los labios antes de retirarse casi corriendo de allí.

La Galra se retiró unos minutos después con mucha más tranquilidad, caminando a la pista de baile y observando como ambos prometidos ya danzaban rigidamente en el centro del salón, con todos los invitados aplaudiendo rodeando los y observando cada uno de sus movimientos.

Keith no quiso imaginarse lo que se sentiría estar en esa posición, bajo los ojos de todo el reino, bailando con alguien a quien no amaba.

Una vez más, retiró esas pesadillas de su cabeza para reemplazarlas con sus nuevas fantasías con esa mujer tan bella que estaba moviéndose al ritmo de la música en medio de la pista con otro hombre.

Pero ella sabía que podía ser un mejor novio que el.

Pero en ese momento, sintió como la arrastraban desde atrás, cubriéndole nariz y boca y como otro guardia la obligaban, con las manos en la espalda, a salir del castillo.

"Maldición".

Chapter Text

Lancey se levantó más feliz que nunca, al menos hasta que recordó que Lotor seguía allí y que tenía que relacionarse con el.

Pero odiaba la idea, así que, luego de un rato de pensar mientras Romelle la vestía, pensó en alguna manera de alejarse de él, el problema era que su familia nunca aprobaría su separación, o al menos no si ella no demostraba lo mal que le hacía el Galra.

Fue entonces, cuando bajó al gran comedor del castillo y se encontró con Lotor, que todo ocurrió.

El hombre intentó besarla cariñosamente, pero ella lo evitó.

—Alejate de mi, no quiero verte.—Gruñó Lancey, empujando a su prometido lejos de ella con un toque más bien suave.

Tanto la Reina como el Rey la miraron ofendidos. Parecía que acababan de ver a la princesa cometer el mayor acto de deshonra al reino.

—Hija, ¿Que es lo que haces?—Preguntó la mujer con el ceño fruncido, llevándose una mano a la cara y masajeandose el puente de la nariz.

—¡Besó a otra mujer en el baile! ¡En nuestro baile!—Espetó la morena, señalando al hombre a su lado.

Los padres de la chica quizás no eran los mejores del mundo, pero siempre le creían, sabían perfectamente que su hija no les mentiría por cosas serias.

Sin embargo, no les parecía tan grave como a ella. Ambos se miraron con una mezcla de sorpresa y aflicción.

—Mira, querida—Comenzó el Rey.—Entendemos tu enfado, pero lamentablemente no hay nada que hacer, ustedes dos tienen que casarse y eso está decidido de manera definitiva desde hace mucho tiempo, no hay nada que se pueda hacer.

La expresión de Lancey decayó de inmediato. No podía creer que sus padres ni siquiera le dieran la más mínima opción. Estaba obligada a esto.

—Si, cariño, tu y el están destinados, son la unión de nuestros pueblos, son esenciales para la redención—Agregó la Reina, mientras Lotor instaba, con una sonrisa engreída, a Lancey a sentarse en su lugar en la mesa.

—Ademas, fue solo un accidente, no volverá a pasar.—Dijo el Principe, ganándose una sonrisa alegre de los reyes.

Pero no todo acabó allí. En cuanto el desayuno terminó, la Princesa corrió de nuevo a su habitación, lamentándose, sin embargo, no contaba con que Lotor la perseguiría, tomándola agresivamente por los hombros cuando llegó a ella.

—¿Qué demonios fue todo eso?—Masculló el Galra con una expresión de enfado pintada en el rostro.

—¿De que hablas? ¡Yo debería preguntarte eso!—Lancey se sacudió para liberarse del agarre de el chico.—Te estuviste besando con la duquesa Allura

Lotor soltó un bufido de risa.

—¿Y que con eso? ¿Tu no te besaste con nadie?

Lancey se paralizó, sabía perfectamente que Lotor no tenía manera de saber lo que había pasado con Keithlyn, pero no pudo evitar ponerse nerviosa por la idea.

Comenzaba a preguntarse si lo que había hecho había sido lo correcto.

Quizás no. Pero sabía que era por las razones correctas y eso la dejaba más tranquila.

—No, por supuesto que no.—Dijo en cuanto recuperó la compostura, tratando de usar el tono más normal que le fue posible

—Lancey, honestamente no me importa lo que digas—Admitió Lotor, rodando los ojos.—Eres la mujer mas bella de tu familia, siempre quise estar contigo, desde que te conocí, pero se que también tengo otros intereses, así que nuestras reglas en la relación tienen que ser flexibles para mí, aunque no me pone nada contento el hecho de que estés pensando en otra gente.

Lancey se sintió ofendida, entonces ¿las pautas eran flexibles para el pero no para ella? ¿El podía entrollarse con otras pero ella debía mantenerse casta?

—No sabes lo feliz que me puso saber que nunca antes habías tenido relaciones antes de mi, fue como música para mis oídos.—Ronroneó el principe, tomando la cintura de Lancey.

Ella se sintió asqueada por las palabras ajenas y en cuanto el contrario se acercó, lo empujó por el estómago. Lotor se dobló de dolor mucho más de lo debido, la morena dió un paso hacia atrás, confundida.

—Tu... ¿Estás bien?—Preguntó arrugando las cejas

—¿Cómo se supone que este bien luego de lo que me hiciste?—Lotor tenía la voz adolorida, le costó recomponerse unos cuantos segundos.

Lancey no entendía a qué se refería el tipo, ¿Que se suponía que ella le había hecho a el para dejarlo así?

—Yo no te he tocado.—Se defendió ella.

Fue el turno de Lotor de quedar desconcertado.

—¿En serio no lo sabes?—Cuestionó el con tono acusatorio. La Alteana solo negó con la cabeza.—Tu amiguita, Keithlyn, me golpeó por besar a Allura.

Lancey quedó atónita, sobre todo cuando Lotor se levantó un poco el traje, mostrando un moretón importante en su estómago. La joven se llevó las manos a la cabeza mientras el hombre volvía a cubrirse.

Tenía sentimientos encontrados con lo que acababa de enterarse, en realidad, estaba algo feliz de que Lotor obtuviera su merecido, pero por otro lado estaba aterrada. Las acciones de Keithlyn iban, definitivamente, a tener consecuencias, quien sabe que se le ocurriría a Lotor, amo y señor de la guerra, como castigo para ella.

—Te advierto—Comenzó Lotor con ira, haciendo que ella temblara—que no volverás a verla. Ella está oficialmente despedida de su cargo, no me gustaba como se relacionaba contigo.

Mientras el Principe sonreía con sorna burlesca, Lancey comenzó a correr de allí directo a su habitación, tratando de contener las lágrimas.

Se encerró en su dormitorio, deslizándose a la cama y arruinandose el maquillaje una vez más. Las gotas caían de sus ojos, estaba desconsolada, no podía creer que probablemente no volvería a ver a su amante nunca más.

Pensó en que podía hacer al respecto. Convencer a Lotor de admitirla de nuevo luego de lo que había sucedido era imposible, no lo iba a aceptar de ninguna manera, así que tendría que buscar otra forma.

Quizás podría escaparse por las noches del castillo Galra cuando estuviera en el imperio y buscarla por todo el pueblo hasta encontrarla, pero eso tampoco era demasiado plausible.

Y no se le ocurrió nada más. Estaba totalmente en blanco, no podía pensar, le dolía la cabeza, sentía que todo su mundo se estaba desmoronando de a poco, todo lo que sentía que iba a ayudarla cuando estuviera finalmente casada con Lotor se había ido.

Trató de calmarse, intentó convencerse de que todo iba a salir bien de alguna manera, pero no podía, estaba en absoluto pánico. Justo cuando pensó que tenía a alguien que la quería, a alguien que estaba de su lado, alguien que apreciaba de verdad, se la arrebataban de las manos.

Se sentía estúpida, debería haberlo sabido, debería haber hecho algo al respecto antes de que todo se descontrolara, sin embargo, no había sido lo suficientemente previsiva y ahora estaba en esta terrible situación de la que no tenía idea de como salir.

Pero en ese momento, justo cuando creyó que todo estaba perdido, escuchó unos suaves golpes en su ventana.

Chapter Text

Lancey reconoció de inmediato el golpeteo en la ventana, esa melodía particular que habían establecido silenciosamente sonó y la hizo levantarse de la cama de un salto, corriendo, tan rápido como el vestido se lo permitía, a la ventana, abriéndola inmediatamente.

Allí fue cuando se encontró con esa sonrisa puntiaguda y esos ojos amatista que eran imposibles de confundir.

No tenía idea de como había llegado ahí, pero estaba muy feliz de todas maneras.

Keithlyn entró dando un brinco y abrazó de inmediato a su amada, tomándola por la cintura y luego por las mejillas, plantando un beso alegre en sus labios y acariciando su corto cabello.

—Tu... ¿Cómo es que estás aquí?—Preguntó Lancey con una amplia sonrisa en el rostro.

—Me colé en el pueblo como una campesina, luego me escabullí hasta aquí y trepé—Dijo ella como si se tratara de un plan fácilmente realizable.—Pero eso no importa, lo que importa es que estamos juntas de vuelta y que ahora nadie puede separarnos.

La Galra volvió a abrazar a su amada, una vez más estaban juntas y no querían separarse más.

Formaron un plan juntas, comprobaron que la cama de Lancey era lo suficientemente alta como para que Keithlyn se metiera debajo de ella con simplicidad cuando alguien viniera y cuando estuviera despejado, ella saldría. Lancey le llevaría alimentos en su bolsa después de cada comida y dormirían juntas. No era exactamente lo que habían soñado, pero era mejor que nada.

Mucho mejor que nada.

Pasaron toda la noche conversando, amándose a espaldas del reino, conversando acerca de como demonios se iban a librar de esto, ideando un plan para ambas huir y abandonar Altea sin dejar rastro, quizás construir una cabaña en el bosque, mudarse a Balmera o quien sabe.

El problema con esa última opción era que Lancey era conocida en varios reinos, sobre todo los cercanos, era la Princesa de Altea después de todo, así que para que ambas pudieran escapar con éxito, el plan debianestar fríamente calculado.

La primera parte del plan consistía en que Lancey volviera a llevarse bien con Lotor, pero no lo suficientemente bien como para dejarlo ingresar en su habitación, después de todo, Keithlyn estaría allí todo el tiempo. Tenía que hacerse suficientemente la difícil para que el la añorara pero no para que la maltratara.

El punto era quizás que Lotor se tragara que estaba llevándose bien con la princesa y que ambos serían unos esposos increíbles pronto. Sin embargo, a Lancey no le gustaba mucho la idea de besar al principe ya, así que iba a evitarlo tanto como fuera posible sin parecer sospechosa.

Mientras tanto, intentaría convencer a sus padres de que casarse con Lotor era una idea terrible, de que no se amaban, de que podían hacer alguna unión con otro reino haciéndola casarse con alguien más (y en ese periodo de espera buscarían la forma de escapar).

Y si eso no funcionaba, entonces podrían en marcha la siguiente fase del plan, la más furtiva.

Cuando la boda estuviera sucediendo, cuando todo el mundo estuviera reunido en un solo lugar, incluidos los guardias y las personas del pueblo, cuando Lancey estuviera a punto de caminar por el altar, pediría un momento a solas para recomponerse, ni su padre ni Romelle eran personas desconcideradas, así que aceptarían y saldrían de la habitación un momento. Sería en ese instante en el cual la Princesa se quitaría rápidamente la falda superior del vestido y saldría por la parte de detrás del vestuario y comenzaría a correr con dirección al exterior. Keithlyn habría ya salido de la habitación y bajado por los árboles con algunas maletas, y estaría esperándola fuera.

Ambas correrían fuera del reino, escondiéndose entre las casas y escabullendose hacia el bosque.

Y en ese momento...no tenían idea. Justo en el momento culmine, era cuando su plan se acababa, todavía trataban de decifrar que iban a hacer luego, como iban a mantenerse allí. Su idea era esconderse al menos algunos meses hasta que dejarán de buscarlas y entonces mudarse a Balmera, pero ese tiempo era nada más que un enorme signo de interrogación.

Decidieron que no se preocuparían por eso por ahora, era algo para más adelante, lo importante es que estarían juntas.

Al día siguiente, Lancey se despertó a primera hora y levantó a Keith para que se escondiera, Romelle no tardaría en llegar para vestirla para el desayuno. Dicho y hecho la rubia estaba allí apenas unos minutos más tarde, ayudando a la Princesa a arreglarse. Pocos minutos más tarde ella estuvo totalmente lista y ambas bajaron a la planta baja y luego salieron al jardín, era sábado y tenían la costumbre de desayunar fuera ese día de la semana.

Lotor no demoró mucho más. Justo como había hecho la Princesa un tiempo atrás, el se estaba quedando algunos días luego del baile y aparentemente así iba a ser hasta el día de su boda, ambos iban a tener que verse todos los días por mucho que la idea le disgustase a Lancey.

El Principe se sentó a un lado de su prometida y le extendió la mano.

—Buan día, mi amor.—Saludó él con una sonrisa arrogante.

Lancey quería vomitar, pero en cambio aguantó y le devolvió el gesto amable, tomando su mano y aceptando el beso que plantó en el dorso de ésta.

Sus padres parecían tremendamente sorprendidos ante el cambio drástico de actitud de su hija hacia el hombre, pero parecían contentos por ello, se miraron orgullosos y luego miraron a su pequeña, asintiendo frente a su comportamiento.

—Es lindo verte tan dispuesta, ¿sabes?—Comentó Lotor, acercándose un poco más a ella, pero este vez la joven respondió con una risita y un alejamiento.

—Calma, cariño, estamos frente a mis padres.—Dijo ella, haciendo que sus padres también rieran.

El Galra, sorprendente parecía divertido por toda esta situación de perseguirse y huir, así que continuó tratando de acercarse a Lancey durante toda la comida, con esa expresión tan típica suya que aclamaba "soy el mejor", mientras ella solo se ponía nerviosa y volvía a separarse de él, como si se tratara de algún juego de estrategias.

Mientras los dos jugueteaban, los reyes parecían genuinamente divertidos con la situación, riéndose tras las palmas de sus manos y observandolos atentamente. No fue hasta que ambos terminaron la comida que finalmente el perseguirse terminó, al menos por ese momento. Lotor trató de saludarla con un beso al que ella desvió hacia su mejilla, para luego tomar todas las sobras de comida que pudo sin levantar sospechas, ocultandolas en su bolso y se dirigió a su cuarto para dárselas a Keithlyn.

Ambas se sonrieron, Lancey cuidó los alrededores para que nadie ingresara al dormitorio antes de que la Galra pudiera esconderse, hizo que Romelle se detuviera previo a entrar y conversó con ella un rato hasta que logró escuchar los suaves golpes en el suelo que indicaban que todo estaba en su lugar ya.

Romelle quería hablar de Lotor, estaba preocupada por como se sentía la princesa con él, pero ella mintió, dijo que todo estaba bien con tal de no arruinar su plan, no podía dejar que saliera mal.

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Lancey reconoció de inmediato el golpeteo en la ventana, esa melodía particular que habían establecido silenciosamente sonó y la hizo levantarse de la cama de un salto, corriendo, tan rápido como el vestido se lo permitía, a la ventana, abriéndola inmediatamente.

Allí fue cuando se encontró con esa sonrisa puntiaguda y esos ojos amatista que eran imposibles de confundir.

No tenía idea de como había llegado ahí, pero estaba muy feliz de todas maneras.

Keithlyn entró dando un brinco y abrazó de inmediato a su amada, tomándola por la cintura y luego por las mejillas, plantando un beso alegre en sus labios y acariciando su corto cabello.

—Tu... ¿Cómo es que estás aquí?—Preguntó Lancey con una amplia sonrisa en el rostro.

—Me colé en el pueblo como una campesina, luego me escabullí hasta aquí y trepé—Dijo ella como si se tratara de un plan fácilmente realizable.—Pero eso no importa, lo que importa es que estamos juntas de vuelta y que ahora nadie puede separarnos.

La Galra volvió a abrazar a su amada, una vez más estaban juntas y no querían separarse más.

Formaron un plan juntas, comprobaron que la cama de Lancey era lo suficientemente alta como para que Keithlyn se metiera debajo de ella con simplicidad cuando alguien viniera y cuando estuviera despejado, ella saldría. Lancey le llevaría alimentos en su bolsa después de cada comida y dormirían juntas. No era exactamente lo que habían soñado, pero era mejor que nada.

Mucho mejor que nada.

Pasaron toda la noche conversando, amándose a espaldas del reino, conversando acerca de como demonios se iban a librar de esto, ideando un plan para ambas huir y abandonar Altea sin dejar rastro, quizás construir una cabaña en el bosque, mudarse a Balmera o quien sabe.

El problema con esa última opción era que Lancey era conocida en varios reinos, sobre todo los cercanos, era la Princesa de Altea después de todo, así que para que ambas pudieran escapar con éxito, el plan debianestar fríamente calculado.

La primera parte del plan consistía en que Lancey volviera a llevarse bien con Lotor, pero no lo suficientemente bien como para dejarlo ingresar en su habitación, después de todo, Keithlyn estaría allí todo el tiempo. Tenía que hacerse suficientemente la difícil para que el la añorara pero no para que la maltratara.

El punto era quizás que Lotor se tragara que estaba llevándose bien con la princesa y que ambos serían unos esposos increíbles pronto. Sin embargo, a Lancey no le gustaba mucho la idea de besar al principe ya, así que iba a evitarlo tanto como fuera posible sin parecer sospechosa.

Mientras tanto, intentaría convencer a sus padres de que casarse con Lotor era una idea terrible, de que no se amaban, de que podían hacer alguna unión con otro reino haciéndola casarse con alguien más (y en ese periodo de espera buscarían la forma de escapar).

Y si eso no funcionaba, entonces podrían en marcha la siguiente fase del plan, la más furtiva.

Cuando la boda estuviera sucediendo, cuando todo el mundo estuviera reunido en un solo lugar, incluidos los guardias y las personas del pueblo, cuando Lancey estuviera a punto de caminar por el altar, pediría un momento a solas para recomponerse, ni su padre ni Romelle eran personas desconcideradas, así que aceptarían y saldrían de la habitación un momento. Sería en ese instante en el cual la Princesa se quitaría rápidamente la falda superior del vestido y saldría por la parte de detrás del vestuario y comenzaría a correr con dirección al exterior. Keithlyn habría ya salido de la habitación y bajado por los árboles con algunas maletas, y estaría esperándola fuera.

Ambas correrían fuera del reino, escondiéndose entre las casas y escabullendose hacia el bosque.

Y en ese momento...no tenían idea. Justo en el momento culmine, era cuando su plan se acababa, todavía trataban de decifrar que iban a hacer luego, como iban a mantenerse allí. Su idea era esconderse al menos algunos meses hasta que dejarán de buscarlas y entonces mudarse a Balmera, pero ese tiempo era nada más que un enorme signo de interrogación.

Decidieron que no se preocuparían por eso por ahora, era algo para más adelante, lo importante es que estarían juntas.

Al día siguiente, Lancey se despertó a primera hora y levantó a Keith para que se escondiera, Romelle no tardaría en llegar para vestirla para el desayuno. Dicho y hecho la rubia estaba allí apenas unos minutos más tarde, ayudando a la Princesa a arreglarse. Pocos minutos más tarde ella estuvo totalmente lista y ambas bajaron a la planta baja y luego salieron al jardín, era sábado y tenían la costumbre de desayunar fuera ese día de la semana.

Lotor no demoró mucho más. Justo como había hecho la Princesa un tiempo atrás, el se estaba quedando algunos días luego del baile y aparentemente así iba a ser hasta el día de su boda, ambos iban a tener que verse todos los días por mucho que la idea le disgustase a Lancey.

El Principe se sentó a un lado de su prometida y le extendió la mano.

—Buan día, mi amor.—Saludó él con una sonrisa arrogante.

Lancey quería vomitar, pero en cambio aguantó y le devolvió el gesto amable, tomando su mano y aceptando el beso que plantó en el dorso de ésta.

Sus padres parecían tremendamente sorprendidos ante el cambio drástico de actitud de su hija hacia el hombre, pero parecían contentos por ello, se miraron orgullosos y luego miraron a su pequeña, asintiendo frente a su comportamiento.

—Es lindo verte tan dispuesta, ¿sabes?—Comentó Lotor, acercándose un poco más a ella, pero este vez la joven respondió con una risita y un alejamiento.

—Calma, cariño, estamos frente a mis padres.—Dijo ella, haciendo que sus padres también rieran.

El Galra, sorprendente parecía divertido por toda esta situación de perseguirse y huir, así que continuó tratando de acercarse a Lancey durante toda la comida, con esa expresión tan típica suya que aclamaba "soy el mejor", mientras ella solo se ponía nerviosa y volvía a separarse de él, como si se tratara de algún juego de estrategias.

Mientras los dos jugueteaban, los reyes parecían genuinamente divertidos con la situación, riéndose tras las palmas de sus manos y observandolos atentamente. No fue hasta que ambos terminaron la comida que finalmente el perseguirse terminó, al menos por ese momento. Lotor trató de saludarla con un beso al que ella desvió hacia su mejilla, para luego tomar todas las sobras de comida que pudo sin levantar sospechas, ocultandolas en su bolso y se dirigió a su cuarto para dárselas a Keithlyn.

Ambas se sonrieron, Lancey cuidó los alrededores para que nadie ingresara al dormitorio antes de que la Galra pudiera esconderse, hizo que Romelle se detuviera previo a entrar y conversó con ella un rato hasta que logró escuchar los suaves golpes en el suelo que indicaban que todo estaba en su lugar ya.

Romelle quería hablar de Lotor, estaba preocupada por como se sentía la princesa con él, pero ella mintió, dijo que todo estaba bien con tal de no arruinar su plan, no podía dejar que saliera mal.

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Quizás esto no era una idea tan terrible.

Tal vez Romelle no sería la única que apoyaría su relación de esta manera, como la cosa normal y hermosa que era, tal vez ella no era la única que ponía el amor sobre lo que era "correcto". A lo mejor si jugaban bien sus cartas, podían obtener otro punto de apoyo importante: el pueblo.

Pero Lancey apenas conocía el pueblo, no es que no quisiera, sencillamente que nunca había tenido una buena oportunidad de visitarlo, había ido para alguna inauguración o ese tipo de cosas, pero jamás se había tomado el tiempo de dar una vuelta por el lugar para conocer a los pueblerinos y los comercios.

—Princesa, se que suena difícil de creer, pero estoy segura de que hay más gente además de mi que se preocupa por usted, ha sido una princesa increíble, siempre amable, siempre buscando la paz para los ciudadanos, incluso si no ha visitado demasiado el poblado, ya hecho anuncios públicos que han dejado a todo el mundo feliz.—Dijo Romelle con una sonrisa, mientras peinaba el cabello de la morena

—Quizas puedas salir al pueblo, visitar el lugar, ver a la gente, tratar de descubrir que opinan acerca de... Ya sabes... La gente como nosotras.—Agregó Keithlyn mirándola a los ojos.

Eso no le pareció algo loco, al contrario, le parecía algo bastante factible, estaba bastante segura de que sus padres no le negarían la oportunidad de ir a visitar a su pueblo, al contrario, probablemente se podrían muy felices por la idea, ellos siempre la instaban a conectarse más con el reino, a conocer a su gente y ella siempre había querido poder conocer más con las personas que la seguían.

A Lancey le encantaba la idea, sobre todo porque si el pueblo llegaba a apoyar su relación, entonces el plan sería mucho más simple, quizás ni siquiera tendrían que huir, podrían quedarse en el reino, en una casita con techo de paja, adoptar a alguna mascota.

La sola idea hizo que se sintiera flotar, se imaginó con Keithlyn, viviendo juntas sin necesidad de preocuparse por reinar y sin tener que hacerse mala sangre por tener que ocultar su amor, imaginó al pueblo acompañándolas, a los reyes finalmente aceptar la idea de que su hija se casara con una mujer Galra.

Pero en ese momento Romelle habló, sacándola de sus pensamientos.

—Creo que sería mejor que Keithlyn se quedará aquí, no es seguro sacarla por la puerta—Dijo, dubitativa, pero luego pareció caer en cuenta de algo.—Por cierto, ¿Cómo entraste aquí?—Preguntó con tono confundido.

Keithlyn y Lancey se miraron antes de soltar una suave risa al recordar la historia de las últimas noches.

—Me colé por la ventana—La Galra se encogió de hombros, como si fuera algo muy simple, pero eso no pareció aplacar las dudas de la rubia.

—Pero... Estamos en un segundo piso—Agregó ella, aún sin terminar de comprender.

—Soy buena trepando, estoy entrenada para el ejército.

Romelle pareció entender finalmente y rió también.

—En ese caso, si repites la azaña, supongo que no hay problema con que nos acompañes.—Dijo sonriente antes de mirar a Lancey—¿Cuando te gustaría visitar el pueblo?

La princesa no lo dudo ni un segundo, quería visitar el poblado lo antes posible.

—Hoy mismo. No es tarde aún, tenemos un buen par de horas antes del almuerzo, creo que es tiempo suficiente para dar una vuelta.

Fue así como, apenas veinte minutos después, las tres estaban presentándose ante los reyes para hacerles la pregunta de rigor, Romelle y Lancey vestidas normalmente y Keithlyn disfrazada como una guardia Alteana.

La princesa estaba nerviosa, a pesar de que estaba casi segura de que la respuesta sería un si, el hecho de estar frente a sus progenitores junto a su amada, a pesar del disfraz que llevaba, la ponía ansiosa.

—Madre, padre—Comenzó ella, todavía con los nervios en la voz.—Estoy aquí para hacerles una petición.—Continuó, tomando una gran bocanada de aire antes de continuar hablando. Sus padres probablemente pensaban que estaba a punto de solicitar la cosa más loca del planeta, considerando los nervios de la joven.—Quiero visitar el pueblo, quiero dar un recorrido apropiado por los lugares más bellos de nuestro reino y conocer a los ciudadanos que allí habitan.

Sus padres parecían muy sorprendidos ante el pedido tan sencillo que había hecho Lancey luego de tanta pausa dramática, ambos miraron a su hija y luego asintieron al mismo tiempo.

—Por supuesto que puedes, querida, de hecho, estamos muy felices de que quieras hacerlo—Dijo su madre con aire tierno, levantándose de su trono y acercándose a su pequeña

La expresión abrumada de Lancey se curvo en una sonrisa amplia ante el permiso de la reina, no esperaba menos de ella honestamente, pero lo cierto es que estaba preocupada por su respuesta, algo paranoica de que, por alguna casualidad de la vida, llegara a descubrir a Keithlyn y aunque sentía que había pasado lo peor, todavía no podía cantar victoria.

Sobre todo cuando la mujer comenzó a acercarse a la guardia, poniendo nerviosas a las tres jóvenes, pero sobre todo a Lancey.

—¿Usted va a acompañar y proteger a la Princesa?—Preguntó con tono severo.

Pero la morena no esperaba que Keithlyn estuviera perfectamente preparada para este tipo de situaciones.

—Por supuesto, su majestad, con toda mí vida—La Galra habló en voz alta y sin vergüenza, poniéndose derecha y llevándose una mano a la cabeza, en posición de atención.

La reina sonrió, satisfecha y luego se dirigió hacia Romelle. Ahora si, lo peor había pasado.

—Señorita, ¿tu también vas a acompañar a mi hija?—Cuestionó la mayor hacia la rubia

—Claro, majestad, yo la acompañaré y me aseguraré de que vuelva sana y salva.—Dijo Romelle en tono amable, dedicando una reverencia a la reina

—Bueno, en ese caso, ¿Cuando les gustaría hacer su visita?—Intervino el Rey, incorporándose también de su trono.

Romelle y Lancey se miraron durante un largo segundo antes de que la Princesa volviera a mirar a sus padres.

—En realidad, nos gustaría que fuera hoy, aún tenemos un rato hasta el almuerzo.—Dijo la morena, mirando hacia el suelo.

—Si nos lo permiten, prometo que estaremos aquí antes de las doce.—Agregó Romelle rápidamente.

La reina parecía, nuevamente, algo atónita por la propuesta, pero luego de lo que pareció un eterno minuto, se miró con su esposo y volvió a las chicas, sonriendo.

—Claro, mientras vuelvan antes de la hora del almuerzo, tienen permitido salir.

Las tres festejaron internamente, pero en el exterior, tanto Romelle como Keithlyn se inclinaron en una reverencia, mientras Lancey se acercaba a su madre para darle un abrazo cariñoso.

Unos momentos después, la princesa y compañía estaban en la puerta del castillo, saludando a los Reyes para irse al poblado a visitar a los ciudadanos.

Fueron a pie, ya que estaban bastante cerca del pueblo y pronto, ya habían llegado.

Chapter Text

El paseo por el pueblo comenzó muy satisfactoriamente, las tres caminaron lejos del castillo sin levantar sospecha alguna y Romelle fue quien las guió a través del reino, pues era quien conocía más el lugar.

La gente se emocionaba al ver a la princesa rondando tranquilamente por el pueblo, verla caminando animada por las calles de tierra acompañanda de una guardia y una criada.

Lancey también estaba muy ansiosa, comenzó a saludar a tantas personas como podía, mientras la gente le devolvia el gesto en forma de suaves reverencias. Alzó a un par de niños y niñas Alteanos con delicadeza antes de comenzar oficialmente con su recorrido.

El paseo comenzó en la panadería más famosa de todo el pueblo. La Princesa había recibido como regalo alguna vez los productos de este local (los panes rellenos eran sus preferidos), pero jamás lo había visitado, así que estaba realmente esperanzada por conocer el lugar.

El hombre dueño de la panadería las recibió con una sonrisa de oreja a oreja, invitando a las chicas a pasar con un gesto amable e instandolas a probar algunos de sus mas conocidos panificados.

—Por favor, su majestad, háganos el honor de pasar a nuestra humilde panadería—Invitó el trabajador con amabilidad, siendo seguido por todas ellas e ingresando en el espacio.

El lugar era obviamente una panadería construida en una casa, armada como un negocio familiar, pero aparentemente aún así se mantenía profesional y muy cuidadoso con sus productos.

El mayor insistió en que probaran lo que quisieran y no solo Lancey, también ofreció cosas a Romelle y Keithlyn, lo cual a la princesa le resultó muy lindo, ya que conocía a bastante gente (Lotor, por ejemplo) que trataba al servicio como si no fueran seres con derechos.

Luego de que habían tomado un poco más de confianza y terminaron de comer, la Princesa se animó a preguntar.

—Señor, si no le molesta la pregunta ¿Que opina del amor?—Ella sabía que la pregunta sonaba algo estúpida, pero honestamente no tenía idea de como preguntar eso sin ser demasiado directa.

El panadero se miró con su esposa, la segunda dueña del local que también había estado muy presente en la degustación y se sonrieron.

—Su majestad, yo creo que el amor es uno de los componentes más importantes en una sociedad, sobre todo en la nuestra, nosotros en lo personal siempre tratamos de promover el diálogo en lugar de la pelea desde nuestro lugar, creemos que el mundo sería un lugar mejor con más amor.

Lancey sonrió ante la respuesta, al menos por ahora, el panorama parecía alentador.

El siguiente lugar que visitaron fue una carpintería, ésta vez una bastante pequeña, era una casa más bien, pero a ellas les gustaba la variedad.

Sobre todo porque eso involucraba conocer distintas clases de comercios, darle un empujoncito a los negocios más pequeños era algo que probablemente siempre le iban a agradecer.

Finalmente entraron en la estrecha carpintería, Lancey reconoció allí una mesa de luz casi idéntica a las suyas, lo que la hizo sentir nostálgica, recordó cuando ese mismo anciano, en ese momento unos doce años más joven, le obsequió a la pequeña Princesa esos dos muebles hechos por sus propias manos con unos detalles impresionantes y que hasta el día de hoy la morena sigue utilizando.

El hombre las invito a escoger una de sus lindas esculturas de tamaño chico a cada una para que se las llevarán y decoraran sus hogares.

Las tres escogieron, con algo de pena por no pagar el enorme trabajo del anciano, aunque Lancey se juró pagarle en cuanto fuera posible para no faltarle el respeto al hombre.

Nuevamente, cuando tuvieron la oportunidad de preguntar lo que venían a saber.

—Señor, primero que nada, muchísimas gracias por su amabilidad, apreciamos realmente su regalo—Comenzó Lancey con una sonrisa amable.—Yo... quería preguntarle acerca del amor, ¿Que significa el amor para usted?—Preguntó, está vez con la frase mejor estudiada.

El hombre, atónito por la pregunta, abrió los ojos impresionados durante un momento antes de reír suavemente, acercándose a las tres jóvenes.

—El amor es la cosa más hermosa que existe, el mundo debería estar regido por el amor, por eso me gusta este pueblo, porque la gente es amable y amorosa, los Alteanos aprecian a sus iguales como si fueran familia.—Explico el con un tono tierno.

Lancey se sintió todavía más tranquila ante su respuesta, la idea de huir con Keithlyn a su propio pueblo, o incluso presentarse como la nueva pareja real ya no parecía una locura.

Se quedó un rato quieta, envuelta en esos pensamientos nuevos y curiosos, pensando en como sería su vida si, de repente, se volviera la reina con otra mujer, pensó en su pueblo apoyándola, en el resto del mundo conociendo su historia, en todo lo que eso implicaría.

Pero pronto Keithlyn la sacó de sus pensamientos con un suave toque en el hombro, haciéndola volver al mundo real.

—Su majestad, creo que es hora de que sigamos con nuestro camino.—Recomendó ella con tranquilidad.

Tenía razón, sería mejor que siguieran viaje.

Pasaron por varios lugares más, un café, una feria, un lugar de venta de velas y algunos más, preguntando a los aldeanos que significaba el amor en cada momento y recibiendo respuestas variadas pero hermosas, sin embargo aún había un lugar que Lancey deseaba visitar con todo su corazón: la floristería.

Romelle, quien conocía mejor el lugar, se dirigió, junto con la princesa y la guardia, al siguiente lugar en la lista y el que más tenía emocionadas a la morena. Adoraba ese lugar, la mayor parte de las flores del castillo provenían de allí y Lancey siempre había disfrutado de olerlas y robarlas para llevársela a su habitación en un acto furtivo para poder apreciarlas mejor.

Caminaron por unas cuantas calles antes de llegar al punto cúlmine de su viaje. El comercio estaba dirigido por dos mujeres muy amables que, según la princesa, eran demasiado diferentes como para ser hermanas y sus edades eran muy similares como para ser madre e hija. Tal vez eran primas o sencillamente amigas.

Las dos mujeres fueron tremendamente amables, también les ofrecieron algo de su tienda, un ramo a elección y no les permitieron negarse.

La princesa, la guardia y la criada, con las manos ya algo llenas, no tuvieron más remedio que escoger un conjunto de flores que les gustará y quedarselos con una sonrisa.

Entonces fue momento de la pregunta, la última vez que iban a hacerla en el día.

—Señoritas, disculpen el atrevimiento—Dijo Lancey con suavidad.—Pero me gustaría saber ¿que piensan del amor?—Culminó ella.

Las mujeres se tomaron de la mano sin pensarlo.

Y fue entonces cuando Lancey entendió cual era la relación entre ellas: Eran pareja.

—El amor lo es todo—Empezó una de ellas—No importa en cuál de sus formas se presente, las personas deberían ser capaces de amar libremente sin tener miedo por la reacción de los demás, si es que entiende lo que digo, su majestad.

La Princesa no pudo evitar hacer una pausa larga, observo a Keithlyn un segundo y asintió.

Esa era toda la respuesta que necesitaba.

Ese día, la morena volvió a su hogar más feliz que nunca, todo lo que necesitaba que le dijeran se le había dado y ahora sabía que su amor, al menos por alguien, sería aceptado

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Lancey volvió a su hogar con las ideas revueltas al igual que Keithlyn.

La morena saludó a sus padres con amabilidad luego de llegar y en cuanto terminó el almuerzo corrió a su habitación, donde la Galra ya la estaba esperando. El plan de huida estaba a punto de cambiar.

Quizás ni siquiera debería llamarse "plan de huida". Si tenían suerte, ni siquiera necesitarían escapar.

Sobre todo porque, en realidad, Lancey no quería huir de Altea, le gustaba su pueblo, le gustaba vivir allí, y si la oportunidad de quedarse y al mismo tiempo ser feliz con su pareja existía, ella quería tomarla.

—Amor mío, ¿Las viste?—Preguntó Keithlyn con los ojos brillantes, haciendo que la Alteana se derritiera ante el apodo—A las mujeres de la floristería.

La Princesa se acercó a su amada, tomándola de las manos con emoción.

—¡Si, las ví!—Agregó emocionada—¿Nos imaginas así? ¿Viviendo juntas como una pareja?—Cuestionó ilusionada, recibiendo como respuesta solamente un largo y profundo beso.

—Por supuesto que si—Dijo Keithlyn en cuanto se separaron—Es más, espero que nuestra vida sea como la suya algún día.—Agregó ella, tomando a la morena por la cintura y acercándola más a ella.

—Yo también, querida, ojalá que pronto podamos ser tan libres como ellas, espero que podamos reinar juntas, esa es mi mayor fantasía.—Comemtó, con sus labios casi pegados a los ajenos.

Fue ahí cuando quedó totalmente decidido. Luego de que conversaron un rato acerca de su nueva idea y de como iban a cocretarla, eligieron intentar quedarse. Keithlyn se opondría a la boda de Lotor y Lancey y en ese momento se presentarían ante todo el reino como la pareja feliz que eran.

Saber que no solo había gente que las apoyaría, si no conocer a personas iguales que ellas las había alentado a amarse públicamente.

La Princesa salió de su dormitorio con una sonrisa pintada en el rostro, sentía que nadie podía robarle esa felicidad, de solo pensar en que algún día viviría libremente con su bella novia quería saltar de alegría.

Al menos estaba así de contenta hasta que pasó por en frente de la habitación de invitados en la cual se estaba quedando Lotor.

Allí estaba el principe, decepcionandola una vez más. Y es que se estaba besando con la princesa Allura otra vez, apasionadamente, tomándola por la cintura como nunca había hecho con ella, atrapandola contra la pared, labios contra labios.

—Lotor... Tu...—Comenzó ella, sin saber que más decir.

Entonces ocurrió algo que la dejo todavía más sorprendida. El hombre la miró, abrió los ojos sin siquiera separarse de la Alteanas y dirigió su atención directamente a su prometida. Lancey dio un paso atrás, mientras Lotor volvía a su beso lleno de pasión.

Era obvio que la había visto, más que obvio, y aún así no se había detenido. Cómo si lo estuviera haciendo a propósito. Entonces notó que era muy probable que lo estuviera haciendo intencionalmente. La pregunta era: ¿Por qué?

Lo que no sabía, era que Lotor llevaba días tremendamente nervioso. Lancey finalmente lo estaba tratando más decentemente, pero no parecía que tuviera interés en tener ni el más mínimo contacto físico con él y eso lo enfurecía, que su prometida estuviera tan desinteresada en tener piel lo hacía sentir impotente. Absolutamente todo el mundo lo amaba, estaba seguro de que cientos de chicas se morirían por tener algo con el, pero en cambio su prometida parecía evitarlo en ese sentido.

Entonces ideó un ingenioso plan para atraerla nuevamente, estaba seguro de que de esta manera conseguiría algo de atención. Iba a conseguir que Allura la besara de nuevo, iba a poner celosa a Lancey para lograr que ella se pusiera triste y volviera a sus brazos totalmente resentida, para que se arrepintiera de su frialdad, pero en cambio y contrario a lo que pensó que ocurriría, Lancey se quedó ahí parada, le sonrió tristemente y se alejó, como si nada, como si genuinamente no le importara.

Lotor se separó de inmediato de Allura, el ni siquiera a ella, para ser honestos, solo estaba usándola. La chica lo miró con el ceño fruncido cuando lo vio alejarse tan repentinamente.

—¿Pasa algo, amor?—Preguntó ella, preocupada.

—No me llames así.—Respondió Lotor con tono tajante.

Allura quedó totalmente sorprendida, se alejó un paso de su amante y su entrecejo se arrugó todavía más. Estuvo a punto de refutar el comentario del Galra cuando el mismo se separó y salió corriendo detrás de Lancey. El la consideraba la mujer más hermosa del mundo, la quería ella y no a cualquier otra, así que ni siquiera pensó en los sentimientos de Allura ni en lo desconsolada que la dejó cuando la abandonó en ese dormitorio.

Y es que Lotor haría lo que sea por Lancey, lo que no sabía era que ella haría lo que sea por Keithlyn, quien definitivamente le importaba más que su prometido, así que ella estaba dispuesta a dejar pasar algo como esto, después de todo, ella estaba haciendo lo mismo con la Galra, así que no culpaba a Lotor por enamorarse de alguien mas, pues ella pensó que el estaba enamorado, aunque no era realmente así.

Por lo que cuando Lotor comenzó a perseguirla por todo el castillo, ella ni siquiera le dió demasiada importancia, pensó que el trataría inútilmente de explicarse, sin saber que a ella realmente no le importaba.

—¡Cariño!—Gritó el, tratando de alcanzarla, pero su paso era bastante veloz.

—Lotor, está bien, puedes besarte con la duquesa, no me importa.—Respondió ella, finalmente deteniéndose y dándose la vuelta.

Fue el turno de Lotor de fruncir el ceño.

—¿Que? ¿De que estás hablando?—Cuestionó el, realmente sin entender a qué se refería ¿En verdad a ella no le importaba que se estubiera abrazando con otra?

Lotor entonces entendió lo extraño de la situación. Había algo muy mal en esto. Lancey había llorado apenas algunos días atrás cuando se enteró de que él estaba enrollandose con otra mujer y ahora aseguraba que no le importaba en absoluto.

Lotor descartó Miles de ideas posibles antes de llegar a sus últimas dos opciones: o Lancey estaba fingiendo y en realidad si le importaba solo que no quería demostrarlo por alguna razón que desconocía o en serio no le importaba, probablemente porque tenía a alguien más.

Y eso era un problema enorme, porque quizás ella no era celosa, pero Lotor definitivamente lo era y no iba a aguantar que otro hombre estuviera tocando a su mujer. A su prometida. A su futura esposa.

Lotor iba a enfrentar a Lancey, iba a interrogarla de ser necesario, pero iba a llegar al fondo de todo esto, haciendo lo que fuera necesario.

Estaba absolutamente furioso, si su hipótesis era correcta, Lancey estaba en grandes problemas por engañarlo de esa manera. Además ella no deseaba tener contacto físico con él, todo hacia sentido. Y por mucho que ella no quisiera quererlo, el iba a obligarla a hacerlo de ser necesario, ella era su mujer después de todo.

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Lancey tembló cuando Lotor lo tomó con tanta fuerza por el brazo, acercándola y apresándola contra él. Quizás fingir que nada estaba ocurriendo no había sido la mejor idea, quizás esto había sido demasiado sospechoso. Si el Galra realmente estaba sospechando, ella no entendía cómo podía ser tan vivaz para algunas cosas y tan estúpido para otras.

—¿Que demonios está sucediendo?—Masculló Lotor demasiado cerca de Lancey.

—Yo podría preguntarte exactamente lo mismo—Espetó Lancey como respuesta.—Te estabas besando con Allura. Otra vez.

—¿Me estás hablando en serio?—Bufó Lotor, ofendido—Parecía como si no te importara en lo absoluto. ¿Que pasa con esa indiferencia, eh? La última vez estabas llorando y mandaste a tu amiguita a golpearme.

Lancey iba a quejarse acerca de que ella no había enviado a nadie para hacerle daño, pero antes de lograr decir nada, decidió que era mejor defender a su novia, no quería descubrir que otras cosas podían ocurrirsele a Lotor para castigarla más si descubría que ella había sido la artífice del golpe.

—Pues ya me di cuenta de que ella te gusta mas que yo, así que no importa, quedate con ella, yo tampoco quiero estar contigo.—Lancey bajo la cabeza un poco y sacudió su brazo, tratando de soltar el agarre del Principe, pero, en cambio, Lotor solo se aferró más a ella.

—Ella no me gusta, solo me gustas tu, te amo a ti y solo a ti.—Respondió él, tomándola por la cintura y acercándola más.

Lancey trató de evitarlo, trato de alejarse un poco más, pero fue inútil, Lotor era más fuerte físicamente hablando.

—No lo entiendo, Lotor. ¿De que vas? Te Vi besándote con ella. Dos veces. ¿Que quieres decir con que no te gusta?—La Princesa estaba empezando a ponerse nerviosa, no podía apenas moverse.

—Estaba tratando de ponerte celosa, para que me quieras ¿Es que no lo entiendes? Yo te amo, quiero besarte todos los días pero tú solo me evitas.—Protestó, comenzando a besar el cuello de la Alteana a pesar de sus quejas.

—¿En- en serio esa es tu manera de demostrar amor? ¿Y yo soy la que tiene que darte explicaciones?—Tartamudeó Lancey, retorciéndose en los brazos ajenos.

—Por supuesto que si ¿Que es lo que te pasa? ¿Por qué no quieres hacerlo conmigo?—Cuestionó, comenzando a subir sus besos hacia su mejilla, a pesar de estar en pleno pasillo.

—¡Porque no me gustas! ¡No estoy enamorada de ti!—Lotor pareció brotarse de ira ante las palabras de la morena, sus besos subieron agresivamente a sus labios.

—Con que eso es, entonces estás enamorada de otro—Acusó Lotor contra la boca de la morena.

Las lágrimas comenzaron a correr por los pómulos de Lancey, quien, desconsolada, comenzó a sacudirse con tanta fuerza que finalmente logró alejarse de su prometido, cayendo al suelo con un pequeño estruendo, sonido que Romelle, desde el otro lado del pasillo, logró oír.

—¡Su majestad!—Gritó ella, levantándose el vestido para correr hacia la Princesa, ayudándola a levantarse del suelo. Lotor se quedó estático, como si hubiera caído en lo que había hecho.

Solo que no lo hizo.

—Oh, vamos, no fue tan grave—Rió el, tratando de ayudarla también, pero la rubia quitó sus manos de ahí tan amablemente como pudo.

—Lo siento, señor, pero creo que la Princesa necesita un momento a solas—Dijo ella y la morena solo asintió.

Ambas se alejaron de alli.

Lancey solicitó ver a los reyes, necesitaba otra charla con sus padres, se sentía terriblemente mal, sucia y afligida. Ella no quiso besar a ese hombre, por mucho que fuera su prometido, ella no lo había elegido, quería poder no verlo nunca más, ya amaba a alguien más, a una mujer y no a un hombre como el creía.

También se sentía algo mal por estar engañandolo, pero la tranquilizaba que al menos ella tenía mejores razones que él para hacerlo.

Cuando se presentó ante sus padres, ellos la miraron con tristeza, como si no pudieran hacer absolutamente nada para ayudarla.

Pero era obvio que estaban preocupados por ella, por lo que Lotor acababa de hacerle.

—Lo siento, cariño, pero es imposible hacer nada ahora, el planeamiento de la boda ya comenzó—comenzó su padre con la mirada afligida.

Lancey sintió que su corazón daba un vuelco, sabía perfectamente que tenían un plan para huir de eso, pero eso no hacia que se sintiera menos grave.

—De hecho... Hoy mismo partirás junto con Lotor y Romelle al reino Galra.—Explicó su madre con la misma expresión que el hombre—El casamiento tendrá lugar en diez días.

La Princesa sintió su respiración pesada, comenzaba a sentirse enferma. La Reina se acercó a ella, preocupada.

—Oye, hija ¿Estás bien?—Cuestionó la mujer, sin tener idea de que hacer para ayudar a su hija.

—Si, es solo... Que me sorprendió, yo no esperaba que fuera tan pronto.—Murmuró Lancey con suavidad, tratando de sonreír, pero sus padres nunca caían en sus pequeñas mentiras.

Sin embargo, no podían hacer nada para ayudarla, así que poco después la enviaron a su habitación a alistarse para, esa misma tarde, despedirse de su familia y retirarse al Reino Galra hasta el día de su boda, que allí se celebraría.

En cuanto la Princesa llegó a su dormitorio, se dejó caer en la cama, golpeada duramente por la realidad, Keithlyn salió del baño: su nuevo escondite, y corrió hacía ella, tratando de consolarla como pudiera. Miró a Romelle, como preguntándole que había sucedido.

—Lotor la beso contra su voluntad y luego los Reyes le dijeron que hoy debía irse al Reino Galra para prepararse para su boda.—Susurró ella en respuesta.

—¿Cómo podré casarme contigo en lugar de con Lotor? ¿Cómo si ni siquiera estás ahí?—Sollozó la Princesa, que había escuchado la explicación de Romelle

A Keithlyn le hervía la sangre.

—Yo iré contigo.—Anunció ella sin pensarlo ni un segundo, provocando que la Alteana se levantará de un respingo y la mirara con curiosidad.

—Pero... ¿Cómo?—Preguntó sin terminar de entender.

Keithlyn se tomó un segundo para examinar la situación y luego de un momento, con el plan armado con más rapidez de todos los tiempos.

—Romelle me ayudará, me meteré en la parte trasera del carruaje, junto con el equipaje, incluso puedo meterme en un bolso, para que nadie sospeche, nadie va a juzgar la cantidad de ropa que lleva la Princesa.—Ideó ella con una sonrisa en el rostro.

Lancey se limpió la cara, se quitó las lágrimas y el maquillaje corrido de las mejillas y sobrio por la nariz, sonriendo mientras la rubia le pasaba un pañuelo.

—Eres la mejor, gracias, de verdad.

Cuando la Galra la besó, sintió que la suciedad que Lotor había dejado sobre ella se iba de a poco.

Esa misma tarde, las tres partieron viaje, Lancey insistió en compartir carruaje con Romelle además de con Lotor, ella ayudaría a mediar en la situación.

Mientras tanto, Keithlyn estaba en la parte trasera del vehículo, metida en un bolso cuál ropa, pero no podía importarle menos.

Estaba feliz.

Su plan estaba saliendo a la perfección.

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Sin embargo, Lotor y Lancey no se dirigieron la palabra en todo el viaje. Y Romelle, por su parte, decidió no interrumpir el silencio para no hacerlo todavía más incómodo.

Llegaron al imperio Galra por la noche, justo antes de la hora de la cena, bajaron los bolsos del carruaje, incluído el que contenía a Keithlyn, y comieron en silencio, mientras Lancey se carcomía la cabeza acerca de si estaba haciendo lo correcto, de los mil errores que podía tener el plan, ¿Que pasa si Lotor las descubre? ¿Que pasa si el pueblo no las apoya?, eso era lo único en lo que podía pensar.

En cuanto terminó la hora de la cena y las miradas extrañadas del emperador Zarcon se disiparon, ella se alejó junto a Romelle a su cuarto, en dónde Keithlyn estaba ya esperándolas. Entraron con disimulo y en cuanto las puertas estuvieron cerradas y Lancey golpeó suavemente una de las patas de la cama, la Galra salió de debajo de esta con una sonrisa suave, que se suprimió cuando vio la expresión de su novia.

—Oye, ¿Que ocurre?—Preguntó con preocupación, acariciando la mejilla ajena con cariño.

Lancey se quedó callada un buen rato, mientras la criada le ponía el pijama.

—Yo voy a dejarlas solas ¿Si?—Romelle sonrió y salió de la habitación con cautela, procurando que no hubiera nadie en el pasillo que pudiera ver a Keithlyn en el interior de la habitación.

Lancey se lo agradeció en silencio.

—No es nada—Murmuró ella, pero aparentemente la Galra tampoco le creía, así que suspiró y siguió hablando—Es solo que no soporto ni un día más al lado de Lotor.

—¿Qué? ¿Que ocurrió?—Cuestionó aún algo insegura de sus palabras.

—El... Me besó sin mi consentimiento y creo que sospecha algo de que estoy con alguien más, quiso ponerme celosa besando a Allura porque no tengo piel con él—Explicó ella suavemente, haciendo que la expresión de Keithlyn decayera por completo.

—Ese maldito...—Masculló—No te hizo nada más, ¿No? ¿No te tocó?

—No, no... Solo me besó un poco, podría haber sido peor.

Iba a decir otra cosa, pero en es momento la de pelo negro la abrazó con fuerza para intentar tranquilizarla.

—¿Hay algo que pueda hacer para lograr que te sientas mejor?—Keithlyn la miró a los ojos con interés, acariciando su suave y rizado cabello.

—¿Un beso, quizás?—Bromeó Lancey, pero recibió justamente eso, un tierno toque de labios que la sorprendió, pero que pronto aceptó gustosa.

El amor era una buena cura para los males.

Se recostaron en la cama y se quedaron de mimosas un buen rato, acariciándose la una a la otra y queriéndose como solo ellas sabían hacer.

Poco a poco los besos tiernos se volvieron más profundos, sus caricias inocentes se volvieron más atrevidas progresivamente. Lancey acercó sus manos a los pechos de Keithlyn y en ese momento la Galra la detuvo.

Lancey, conmocionada, se alejó de inmediato.

—¿Estás bien? ¿Quieres que pare?—Habló ella, preocupada.

—No, me gusta... Es solo que quiero que tú estés segura de esto también.—Sonrió Keithlyn contra los labios ajenos.

Lancey se sintió todavía más firme con su decisión ante las palabras de la chica frente a si.

—Por supuesto que quiero, sobre todo si es contigo, pero de todas maneras gracias por preocuparte, me haces sentir mucho mejor.—Dijo ella, subiendo nuevamente su mano.

Ambas estuvieron más que seguras de su decisión a partir de entonces.

Lancey comenzó de a poco a masajear uno de los pechos de Keithlyn y ella las giró a ambas, dejando a la Princesa a horcajadas suya. Sus manos bajaron hasta colarse cuidadosamente bajo el camisón de la contraria, dándole, incluso ahora, tiempo suficiente para que se echara para atrás, pero no lo hizo.

En cambio la Alteana solo soltó un jadeo complaciente y le permitió quitar su camisón, luego la camisa interior, luego las enaguas, dejándola completamente al desnudo. Lancey se sonrojo al verse a si misma de esa manera, enterneciendo a Keithlyn, quien pronto comenzó a quitarse su propia ropa para igualar a su amante.

—¿Mejor?—Cuestiono cuando también tuvo toda su piel al aire. La morena solo se sonrojo más, pero asintió ante la pregunta.

Tuvo la oportunidad de observar todo el cuerpo de Keithlyn mientras ella se acercaba una vez más a la cama, acomodándose ests vez arriba, entre sus piernas. Observó su cuerpo de tez clara y limpia, mientras ella hacía lo mismo con la suya, que en su lugar estaba cubierta de lunares y pecas. Se quedaron ahí un segundo, admirandose la una a la otra como si se tratara de obras de arte.

Quizás eso era lo que eran la una para la otra.

Keithlyn empujó sus caderas contra la pelvis de la morena, arrancándole un jadeo de los labios. Las manos de Lancey subieron, quitándose las ganas de apretar suavemente los pechos ajenos, la otra joven le permitió explorarlos un rato antes de comenzar a descender ella, besando cada trozo de piel que encontraba en el camino hasta que su boca llegó finalmente a esa zona tan sensible.

Las manos de Lancey se dirigieron en hacia el cabello azabache y comenzó a empujar, con tanta suavidad como el placer le permitió, la cara de la Galra contra su intimidad.

Ninguna tenía idea de como hacer esto, pero la ventaja de ser dos mujeres, era que sabían dónde se sentía bien, pues a las dos les había importado poco y nada el tabú que era tocarse a si mismas en esa época.

Dos de los dedos de Keithlyn se colaron dentro de la Princesa, haciéndola gemir una vez más, pero pronto se llevó una mano a la boca, lo último que quería era que alguien las escuchara en un momento como este.

—Dime si duele o no te gusta—Susurró ella suavemente mientras continuaba con su tarea.

Suspiro tras suspiro por parte de Lancey, la Galra siguió trabajando con ganas.

Keithlyn no era una experta, pero sabía cómo hacer que la Princesa se sintiera bien, preguntando y escuchando atentamente las reacciones de la contraria con tanta atención que poco después, Lancey se estaba retorciendo en su lugar, atrapada por tanta satisfacción y corriendose algunos minutos más tarde.

Pero no estaba satisfecha, quería que su amada disfrutara tanto como ella y no solo habiéndola feliz, quería complacerla también, así que pronto estaba subida a ella una vez más, comenzando a frotar sus partes íntimas, haciéndolas gemir a ambas.

Se cubrieron la boca y disfrutaron.

Siguieron así un buen rato hasta que ambas estuvieron cerca del éxtasis por los frotes constantes y terminaron juntas, llevando sus manos a sus partes bajas para ayudarse a llegar mientras se besaban con pasión.

Y esa no fue la única ronda.

—Te amo...—Murmuró Lancey en cuanto terminaron, sorprendiendo por completo a Keithlyn.

—Tu... ¿Hablas en serio?—Murmuró ella con una sonrisa amplia.

—Por supuesto que si, eres una de las mejores cosas que me pasó en la vida—Dijo ella, besándola una vez más

Les hubiera encantado quedarse abrazadas desnudas en la cama un largo rato, pero era tarde, así que se conformaron con vestirse y quedarse sentadas en el suelo del baño, preparadas para cualquier inconveniente que pudiera presentarse y poder encerrar allí a Keithlyn rápidamente.

Por suerte no fue necesario.

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Y ahí estaban ellas, sentadas en el suelo de baldosas blancas, conversando de su nuevo plan para la liberación.

Lancey apoyada contra el hombro de Keithlyn, abrazadas de costado, amándose más que nunca. En paz.

—Cuando te cases, yo debería entrar en medio de la boda y oponerme—Comentó la Galra en tono bajo.

La Alteana se cubrió la boca para no reírse demasiado fuerte

—Honestamente, no me parece una mala idea—Susurró cuando recuperó el aire—Tu entras, yo le explicó todo a mi familia y ellos aceptan la idea, porque eres una Galra y también sirve para el acuerdo y si no, huimos al poblado donde si van a apoyarnos.

Ambas continuaron con su fantasía, riendo y comentando como harían para librarse de todo, o aún mejor, como reinarían juntas, dejando atrás a Lotor.

Soñaron con estar juntas públicamente, con Lotor retorciéndose en su cama, con Zarcon aceptando de alguna manera a Keithlyn como la unión de ambos reinos (lo cual parecía lo más difícil de lograr), con los reyes festejando la nueva relación de su hija y con todos y cada uno de los momentos que pasarían unidas después de casarse.

Con lo que no contaban en ese momento era que Lotor estaba allí afuera, escuchándolas.

Había pasado por ahí en busca de su prometida, tratando de arreglar las cosas entre ellos y sin preguntar, ya que se creía con el derecho de no hacerlo, entró en la habitación y el ver que ella no se encontraba ahí, se acercó al baño. Estuvo a punto de tocar la puerta, pero en ese entonces escuchó una voz conocida pero que no era de la princesa.

Keithlyn.

Se pegó a la entrada cuidando de no hacer ruido y escuchó a través de la madera, oyendo más de lo que le hubiera gustado, las sintió hablar de amor, de huir o de reinar. Juntas.

Lotor se había imaginado que Lancey podría tener a otro, pero nunca a otra, menos si se trataba de su antigua guardia a la que había despedido... Por defender a la princesa.

Todo hacia sentido.

Estaba harto de que lo tomarán por idiota, esto tendría graves represalias y a muy corto plazo. Si las cosas no salían como el quería, iba a forzarlas, costara lo que costara.

Contra sus propias ganas de intervenir allí mismo, salió del lugar silenciosamente, pensando en él mejor plan para interrumpir esa horrible relación y en el proceso, hacer que doliera.

Después de todo, la princesa le había hecho mucho daño, entonces ¿Por qué el no podía hacer lo mismo?

Entonces, el plan comenzó a maquinarse en su cabeza sin pausa alguna.

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Al día siguiente, o mejor dicho, una o dos horas después Lancey se disponía a recostarte en la cama como si acabará de despertarse mientras Keithlyn estaba a punto de esconderse bajo la misma cuando unos fuertes e insistentes golpes sonaron en la puerta.

El pánico se apoderó de ambas.

Lancey corrió tan rápido como pudo hacia la entrada y se apoyó contra la madera para evitar que fuera abierta, pero la persona al otro lado, fuera quien fuera, era realmente reiterativa.

—¡Un segundo, estoy desnuda!—Intentó ella mientras Keithlyn terminaba de esconderse.

—Pues lo lamento mucho.—Dijo Lotor desde el otro lado.

La Princesa palideció aún más.

Pero en ese momento de distracción, las personas al otro lado empujaron la puerta con tanta fuerza que tiraron a la Alteana al suelo, logrando finalmente irrumpir en la habitación.

Al menos cinco guardias ingresaron en el dormitorio de golpe, sin prestarle ni la más mínima atención a la joven tirada en el suelo y pasando directamente a comenzar a buscar.

—No paren de buscar hasta encontrarla, busquen hasta debajo de las piedras si es necesario.—Espetó Lotor con voz grave.

Lancey estuvo a punto de decirle que no había piedras dentro del castillo, pero se contuvo.

Y ahí fue cuando se dió cuenta de que el había dicho "encontrarla". En femenino.

El aire abandonó sus pulmones.

Ahora, era un hecho que Lotor sabía que la persona que allí se escondía era una mujer y quizás incluso sabía quien era.

La respiración de la Princesa comenzó a agitarse inevitablemente, se sentía mareada mientras las personas a su alrededor se movían ansiosamente sin parar.

Pero, para su suerte, no la estaban encontrando. Lotor parecía furioso por esto.

Pensó que estaban salvadas cuando a alguien se le ocurrió buscar debajo de la cama. Y entonces, arrastró a Keithlyn por la pierna hacia afuera mientras ella se retorcía tratando de soltarse, pero era inútil, incluso si lograba escapar, ya habían sido descubiertas.

Lotor se rió cínicamente, como si acabará de descubrir un secreto impresionante. Y, a decir verdad, eso no estaba muy lejos de lo que había hecho.

Levantó a Keithlyn con fuerza por el cabello y sin dudarlo ni un segundo anunció:

—Keithlyn Kogane, queda arrestada en nombre del imperio Galra.

Ambas se paralizaron.

—¿Que? ¡¿Por qué?!—Se quejó Lancey con lágrimas en los ojos.—¡No puedes hacer eso!

—Por supuesto que si puedo. Por traición a mi, a su majestad el principe Lotor.—Dijo con arrogancia.

Lancey, intentando desesperadamente hacer algo al respecto, se paró entre los guardias y la salida para evitar que dejaran el cuarto. Lotor solo rodó los ojos como respuesta, mientras los soldados apresaban a Keithlyn obligándola a llevar sus manos a la espalda sin el más mínimo gramo de amabilidad o delicadeza.

—Oh, vamos, querida, no me obligues a hacer que pasen por encima tuyo—Habló Lotor.

—Primero, no me llames querida—Comenzó ella—Y segundo, si quieren irse, tendrán que pelear conmigo primero.

Lotor se carcajeo mientras la Princesa se colocaba en una inexperta posición de batalla. Keithlyn la miró con tristeza.

—No hagas esto, por favor, no vale la pena—Murmuró la Galra.

El Principe aplaudió sarcásticamente.

—Hazle caso, cariño—Dijo, sin importarle la petición ajena sobre los apodos—Creo que es la primera vez que la escucho decir algo inteligente.

Lancey casi se desmorona ahí mismo.

Escuchar a Keithlyn aceptar su terrible destino en un calabozo la hizo entender que quizás su plan iba a ser un fracaso a partir de ahora, que todo lo que habían hecho para salir juntas y triunfantes de esto iba a salir estrepitosamente mal.

No tuvo más opción que retroceder, justo a los brazos de Lotor, que la abrazó amorosamente.

—Eso es, así me gusta.—Murmuró el con suavidad, dándole un beso en la parte de arriba de la cabeza.

Los caballeros salieron del lugar con Keithlyn entre las manos, dejando a una desconsolada Lancey ahí.

—Lo lamento...—Fue lo último que murmuró Keith antes de alejarse por completo.

La morena se desplomó en el suelo, huyendo de los brazos Galra que la sostenían

—Tranquila, aquí estoy yo para acompañarte.—Intentó Lotor, pero Lancey no iba a dejárselo tan fácil.

Se paró con decisión, golpeando la nariz ajena con su cabeza en el proceso y corriendo a su cama para alejarse de el.

—Te salvaste por ahora, maldita, pero recuerda que ahora no te queda más opción que casarte conmigo.—Gruñó Lotor, saliendo de la habitación con una mano en la cara y golpeando la puerta con fuerza.

Mientras, la Princesa se quedó ahí, llorando, recordando todo lo sucedido el día anterior en esa misma cama.

Estaba destrozada, pero, sin embargo, no iba a rendirse tan fácilmente.

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Lancey asistió al desayuno como si nada hubiera ocurrido, o al menos intentó fingir que era así. Zarcon no te era muy deductivo que digamos así que ni siquiera lo notó, pero en cambio Lotor se pasó toda la comida sonriendo de esa manera arrogante y tocando la pierna de la princesa por debajo de la mesa.

La Alteana se levantó en cuanto pudo permitirselo y corrió a su habitación seguida por el Principe, que intentó alcanzarla, pero aunque sus piernas eran largas, sorprendentemente no era tan rápido como una mujer desesperada.

Lancey le cerró la puerta en la cara.

—En algún momento vas a tener que hablar conmigo.—Gruñó Lotor antes de que la Princesa escuchara sus pasos alejandose

Pero eso era justo lo que quería. Necesitaba tiempo a solas.

Lancey dijo que se sentía enferma, que realmente no estaba lejos de la verdad, y Romelle la cuidó el resto del día. Se quedó en cama, con Lotor con la entrada prohibida para no "contagiarse", aunque su mal no era algo que se pudiera pegar, pero la rubia le hizo la segunda asegurando que la Princesa tenía fiebre.

Su nuevo plan estaba recién comenzado

Esa noche, cuando todo el mundo estaba dormido, Lancey se paró de la cama y con la ayuda de Romelle se colocó un vestido oscuro y ligero para no ser vista y cuidadosamente salió de la habitación. Con sigilo comenzó a caminar descalza (elección que hizo para ser más silenciosa) por todo el castillo, en dirección a los calabozos, sabía perfectamente que Keithlyn estaría allí, Lotor no tenía la inteligencia suficiente como para pensar que ella querría ver a su amada.

Se dirigió suavemente hacia el subsuelo del castillo, en dónde se ubicaban las celdas y, para su suerte, el único guardia que allí se encontraba estaba profundamente dormido, ella no lo culpaba, era tarde y, honestamente, le servía que estuviera así.

Le costó un poco encontrar a Keithlyn. Entre los calabozos vacíos y los ocupados con presos durmientes estuvo un rato, hasta que finalmente logró hayar lo que estaba buscando.

La Galra estaba dibujando con una roca en la pared de piedra. A Lancey no pudo entristecerle más verla allí, sentada en el suelo, con unas ojeras enormes a pesar de que había pasado solo un dia, atrás de unos barrotes gruesos, se la veía tan afligida que la Princesa quería llorar.

La morena se sentó en el suelo frente a ella y en cuanto la joven al otro lado de la verja la vio, casi que corrió hacia ella.

—Shh, no hagas ruido—Murmuró la Alteana con una risa, mientras veía a Keithlyn sonreír como nunca antes.

—¡Lancey! Estás aqui—Susurró ella en respuesta

—Por supuesto que aquí estoy, no iba a dejarte sola sin más.—Sonrió ella, acercándose suficientemente a la celda para que la contraria la besara

Las manos de la Galra pasaron entre los barrotes de metal y tomó las mejillas ajenas, acercándose más a ella para besarla un poco.

Ningún beso anterior se había sentido tan satisfactorio.

Cuando se separaron se miraron durante un rato largo, como nunca, extrañando el contacto como si no se hubieran visto en años y sintiendo pena por la otra.

—Quisiera poder abrazarte ahora... Estoy segura de que estar tanto tiempo con Lotor debe ser una pesadilla.—Murmuró Keithlyn, haciendo que la morena riera.

—¿Me hablas en serio? Tu eres la que está en la carcel, no yo.

—Si, pero yo no tengo que soportar a ese idiota a todas horas.—Refutó ella.

Lancey se cubrió la boca para no soltar una risotada.

—En realidad me libre de el—La joven tosió un par de veces—Estoy enferma—Dijo sarcástica con un puchero.

Fue el turno de Keithlyn de reír.

Pero en ese momento, todo se arruinó. Los pasos pesados de alguien comenzaron a escucharse sin pausa desde el inicio del pasillo.

Lancey tembló. No tenía literalmente ningún lugar a dónde ir, tampoco sabía quien era la persona que se acercaba, pero eso no era muy relevante, fuera quien fuera esto solo podía ir de mal en peor. Pero sobre todo fue terrible cuando se dió cuenta de quién se trataba.

Lotor.

El hombre aparentemente no parecia esperar encontrarse allí a la Princesa, pero tampoco parecía del todo sorprendido. Rodó los ojos y pisó una mano de Lancey para evitar que hubiera, Keithlyn golpeó la reja con fuerza, furiosa, pero el joven solo rió con fuerza, el ruido resonó por todo el pasillo, lágrimas cayeron de los ojos de la morena, en parte por el dolor en su mano y en parte por haber sido descubierta.

—Sueltala, maldito.—Bramó la Galra, pero no fue oida, en cambio Lotor tomó a la chica por el brazo y la obligó a levantarse, comenzando a arrastrarla fuera del lugar.

Las quejas no fueron escuchadas, solo hacían el agarre en el brazo de Lancey más fuerte.

—Niñata, no sé cómo no entiendes que me perteneces, yo hice todo por ti y tú aún así huyes.—Lotor estaba notablemente enojado, tanto a que a la Princesa le costaba mucho seguirle los pasos.

—¿Que? ¿De que hablas?—Preguntó, confundida—¿Que tratas de decir cuando hablas de haber hecho "todo por mi?

—Pues exactamente eso. Sacar de en medio a esa idiota.

Lancey estaba aterrada. No comprendía las palabras ajenas ni a qué se refería.

Una idea le vino a la cabeza como una ráfaga, pero ella no quería creer eso. Ni siquiera Lotor podía ser tan cruel como para hacer algo así.

—Lotor, se claro.—Lancey dió un tirón a su brazo para separarse y ambos se quedaron ahí parados, estáticos y espectantes.

El Galra pareció recapacitar.

Y es que, muchos años atrás, se suponía que Lotor se casaría con Rachel, que ella sería la heredera al trono. Pero había muerto trágicamente en un incidente que nunca habían podido descifrar. Lancey siempre había tenido la sospecha de que no había Sido un simple ataque el corazón, pero lo que se le estaba ocurriendo ahora era mucho más grave.

—Olvidalo, no dije nada.

Pero la Princesa no se rendía tan fácilmente.

—¡No, Lotor! ¡Dime la verdad! Tu...¿No le hiciste nada a Rachel, cierto?—Cuestionó, aterrada por la respuesta que recibiría.

Un silencio se hizo presente, largo y tenso.

—Yo solo quería casarme contigo, eres la más bella—El tono del Galra era cínico.

Lancey se estremeció.

Y sin pensarlo dos veces salió corriendo. Lotor estaba lleno de ira, pero no la siguió, estaba seguro de que, hiciera lo que hiciera, ella no se liberaría de él.

Mientras tanto, Lancey se desplazaba dando tumbos y tropezones a su habitación, estaba absolutamente destrozada. Primero el abuso, luego Keithlyn y ahora esto, Lotor era definitivamente un psicópata.

Acababa de admitir que había tenido algo que ver con la muerte de Rachel, de su hermana mayor, solo para casarse con ella y eso era absolutamente desgarrador. No tenía ni la más mínima idea de como afrontar esto. Si pudiera, hablaría con Keithlyn, pero no estaba dentro de sus posibilidades.

Pero quién si podía escucharla era Romelle, así que fue a su cuarto y, una vez más, cayó llorando en la cama.

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Lancey se tomó un largo tiempo para llorar. Con Romelle consolandolw a su lado

Y es que no lograba entrarle en la cabeza toda la información que acababa de recibir. Lotor había asesinado a su hermana para poder quedarse con ella y eso solo confirmaba lo psicópata que era.

Cada cosa que se enteraba de Lotor solo hacia peor las cosas.

Pero esto no era algo que sus padres podían ignorar. Incluso si se suponía que ella debía casarse con él, no había ni siquiera la más mínima chance de que ellos lo obligaran a amar a un hombre que no solo era un criminal si no que era el que mató a su hermana.

Era imposible que así fuera.

Y lo único que le quedaba por hacer era comentar la situación a sus padres, de la forma que fuera. Pero antes, tenía la necesidad de hablar con Keithlyn, ahora más que nunca estaba decidida a casarse con ella.

Una vez mas, salió de su habitación sigilosamente, mientras Romelle se escondía en la cama, tapada hasta la cabeza fingiendo ser la Princesa.

Lancey prácticamente corrió hasta los calabozos de nuevo, pero en cuanto estuvo allí volvió a escuchar los pasos pesados de Lotor. Trató de llegar hasta Keithlyn, sin embargo, apenas estuvo frente a su celda, el Principe la sorprendió por atrás, tomándola por los hombros.

—¡Suéltame!—Exclamó ella en tono alto, despertando a la Galra atrapada y haciéndola acercarse a la verja que las separaba.

—Lotor...—Gruño ella, en pánico, extendiendole su mano a la contraria para que la agarrara.

Pero, sin embargo, cuando la morena estuvo a punto de hablar, el peliblanco le cubrió la boca.

—Callate, estúpida. Lo que hablamos se queda entre tu y yo.—El hombre susurró contra el oído ajeno, aunque Keithlyn fue capaz de escucharlo.

Lancey entonces, sin tener más opción, mordió con fuerza la palma de Lotor,haciéndolo aullar y obligándolo a liberar sus labios.

Era su oportunidad.

—¡El la mató! ¡Mató a Rachel!—Gritó Lancey desesperada—¡Mató a mi hermana!—Logró decir antes de que Lotor le cubriera la boca una vez más.

—Atrevete a hablar de nuevo o a morderme otra vez y te juro que me las vas a pagar—Amenazó Lotor y comenzó a caminar decisivamente

A Keithlyn se le frenó el corazón en seco al escuchar las fuertes declaraciones de su pareja, que acababa de acusar a su prometido de haber matado a alguien con tal de casarse con ella. Normalmente dudaría, pero Lancey tenía fama, incluso desde antes de conocerse, de decir siempre la verdad, aunque no podía decir lo mismo de Lotor, pero ¿Por qué mentiría sobre algo como eso? Sería mejor mentir para ocultarlo.

Lancey y ella habían hablado alguna vez acerca del extraño fallecimiento de Rachel. De cómo la asesinaron, envenenandola en su propio carruaje con una taza de té. Ahora todo hacia sentido. El lugar de donde salían para dirigirse a Altea era el imperio Galra y Lotor era quien había preparado el carruaje para ella, pero hasta este momento nadie había sospechando de el porque era el principe y, generalmente, no había una razón por la cual alguien mataría a su prometida deliberadamente.

A menos, claro, que fueras el tipo de persona que Lotor era, un egocéntrico y ruin hombre.

Cuando Keithlyn volvió al mundo de los vivos, Lancey ya no estaba ahí. Lotor ya la había arrastrado a la fuerza hacia su dormitorio. Lancey trató de quejarse, pero sencillamente estaba tan debilitada por el llanto y la tristeza que apenas lograba sostenerse en pie.

—Romelle, perra, sal de ahí.—Bramó Lotor cuando vio a la rubia en el interior de la habitación. Lancey iba a refutar, pero su boca seguía cubierta.

Romelle estaba aterrada y no le quedó más opción que obedecer y salir dando tumbos del dormitorio. Lancey fue arrastrada por el cabello hacia el interior del cuarto, cayendo al suelo desplomada, y la puerta se cerró con fuerza. Lotor puso llave desde fuera.

—Te quedarás ahí hasta mañana y más te vale que no hables con nadie de esto—Su mirada tajante se dirigió a la otra Alteana, que parecía totalmente aterrada.—Tu tampoco dirás nada o juro que terminarán igual que Rachel.

La amenaza las helo a ambas y, honestamente, ninguna se atrevió a hablar ni volver a gritar en busca de ayuda.

Romelle se alejó silenciosamente hacia el cuarto de la servidumbre mientras Lancey, en el interior de la habitación, lloraba cubriéndose la boca para no hacer ruido. Lotor se quedó allí, vigilando desde fuera que nadie se acercara demasiado al cuarto ajeno.

A Lancey le tomó un buen rato recomponerse un poco del llanto terrible y la impresionante sensación de vacío en su pecho, pero cuando lo hizo, estaba decidida.

"Papá, mamá, no se cómo decirles esto"

Comenzaba la cara que les escribio para contarles de la situación. Pero por más de media hora no encontró las palabras para continuar con la historia. ¿Cómo se les decía a unos padres que el prometido de su hija había asesinado a la hermana de esta?

No tenía idea, pero sabía que tenía que hacerlo, de eso no había dudas.

Y como no había forma de hacerlo de una manera mínimamente amena, la única opción que se le ocurrió fue hacerlo con crueldad y frialdad, después de todo, ella no quería que le tuvieran ni el más pequeño gramo de compasión a Lotor.

Relató todo lo que alguna vez le había contado Romelle acerca de como había sucedido, de como ella había bebido de su té tan tranquilamente como siempre, con la diferencia de que a los pocos tragos mencionó comenzar a sentirse levemente mal. Relató como ella había comenzado a quedarse dormida progresivamente y como eso había tranquilizado a la rubia, ya que eso debería significar que ella se sentía mejor, ¿Cierto?

Pues no.

Cuando llegaron al Reino y ella quiso despertarla para bajar del carruaje, pero no despertó. Rachel nunca despertó luego de eso. Lancey misma rememoró el grito desgarrador de Romelle cuando descubrió que Rachel no tenía pulso. Recordó todo el drama acerca de su la propia Romelle había envenenado la bebida y como se había salvado por los pelos por falta de pruebas

Todo eso fue escrito en el papito manchado con lágrimas de la joven y cuando finalmente terminó, dobló el papel varias veces y lo puso en un sobre improvisado, pues no tenía ninguno real y cerrándolo con un doblez, pues tampoco poseía algo para sellar con lacre.

Luego se guardó el sobre en la ropa, el sol ya estaba saliendo y Lotor no podía mantenerla allí durante el desayuno sin levantar sospechas, así que se preparó tanto como el estar sola se lo permitía y esperó pacientemente a qué la hora de la primera comida del día comenzara.

No pasó mucho tiempo antes de que Lotor abriera la puerta con una expresión de ira.

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Lancey salió de la habitación bajo la vigilante mirada de Lotor, ambos bajaron silenciosamente al gran comedor y se sentaron alrededor de la mesa, la Princesa todavía con la carta escondida en la ropa.

La morena se pasó toda la comida distraída, pensando que n como demonios le pasaría la carta a Romelle con disimulo si Lotor ni siquiera la dejaba verla. Y es que más temprano esa mañana trató de convencerlo de que la necesitaba para vestirse, pero no dió frutos.

—Ustedes dos causan demasiados problemas juntas, se que te ayudó a huir anoche—Fue su respuesta cortante desde fuera de la habitación—Si necesitas ayuda, yo entraré, no es que no te haga visto desnuda antes—Lancey pudo sentir su sonrisa arrogante desde el otro lado de la puerta.

Tardó más de lo programado, pero se las ingenio para vestirse sola, para malestar de Lotor, pues honestamente lo último que quería era que el volviera a acosarla de forma tan horrible o siquiera que la mirara de manera sugerente.

El punto es que no sabía cómo conseguir ver a Romelle sin que su prometido la agrediera de vuelta (todavía tenía moretones por lo de la noche anterior, su piel era bastante sensible).

Por alguna razón que desconocía a Zarcon se le ocurrió preguntar por las heridas de Lancey. Ella pensó que esa era su salida, pero en ese momento el hombre la tomó por la mano amoratada y la apretó, haciéndola sisear de dolor y evitando que contestara.

—Se cayó de las escaleras ayer por la noche, pero ahora está bien, ¿Verdad, amor?—Cuestionó, apretando aún más su piel.

Lancey tuvo que contener las lágrimas y asentir.

Zarcon parecía satisfecho, dejando de preguntar y solo entonces Lotor la soltó.

Lancey suspiro aliviada antes de acomodarse en su lugar. Las cosas solo estaban empeorando más y más.

Pero en ese momento, algo que parecía un milagro sucedió.

Y es que Romelle se había colado en la cocina para lograr ver a Su Majestad, había suplicado al servicio Galra que le permitiera a ella levantar los platos del desayuno y ellos, aunque confundidos, se lo habían permitido, después de todo, era algo menos que hacer.

Lancey la vió ahí, en la puerta de la cocina y se esperanzó, la rubia le sonrió y le hizo una seña para que se quedara un poco, pero Lotor no se lo iba a permitir ni en sueños, así que lo mejor que pudo hacer fue, cuando el estaba lo suficientemente lejos, dejar la carta bajo un plato.

Romelle la vió cometer esta acción y en ese momento asintió, como entendiendo lo que tenía que hacer.

—Puedes leerla primero si quieres—Gesticuló la princesa hacia la sirvienta.

—Amor, nos vamos. Ya.—Ordenó Lotor y sin poder evitarlo, Lancey se le acercó corriendo. Ambos dejaron la habitación en un instante.

Romelle no contuvo la curiosidad y leyó la carta, quedando absolutamente desesperada e intimidada. Era demasiado carcana al asunto como para no conmocionarse. Decidió que la carte tenía que ser enviada con máxima urgencia a al reino Alteano.

Rápidamente encomendó a uno de los mensajeros del imperio a mandar la encomienda a caballo, tan veloz como fuera posible y así lo hizo, el mensaje no debería tardar más de un par de horas en llegar, después de todo, los lugares no quedaban demasiado lejos.

Lancey pasó el día más aburrido de su vida. Encerrada en su habitación, sin contacto con nadie mas que con el idiota de su prometido y saliendo del dormitorio solo para las comidas, lamentándose por haber sido tan idiota como para creerle una sola palabra a Lotor y aún más estúpida por no darse cuenta de lo que había hecho.

Era obvio que el la quería solo por su cuerpo, había matado por su cuerpo, literalmente y tenía por seguro que iba a regodearse por el hecho de que habían tenido sexo todos los años de su vida.

Lo que Lancey no se imaginaba era todo lo que estaba sucediendo en el castillo Alteano.

En cuanto la reina recibió la correspondencia urgente de parte de su hija el pánico lleno sus sentidos.

Nada bueno era así de urgente.

Y aunque la mujer se esperaba algo grave, jamás se le hubiera ocurrido lo que realmente estaba sucediendo. Que Lotor hubiera tenido la crueldad para matar a una de sus hijas para casarse con otra era sencillamente demasiado para procesar.

Y ella no iba a quedarse de brazos cruzados.

Mandó a llamar al Rey, al escuadrón más grande de batalla que Altea poseía y al jefe del ejército. Generalmente eran pacíficos y trataban de arreglar los conflictos por medio de conferencias y tratados de paz, pero en este momento Lotor no se merecía ni una pizca de compasión.

El reino Alteano iba a atacar.

Los batallones salieron con dirección a Galran en menos de una hora y, otro tiempo más tarde, ya estaban en la puerta del imperio.

Lancey estaba cenando cuando vio a los escuadrones asomarse por el horizonte. Sus ojos se abrieron como nunca antes y se inmediato se paró de la mesa, sorprendida.

Esto no era lo que ella quería. Altea era un reino pacífico, no eran agresivos y jamás lo había sido, entonces ¿Porqué sus tropas estaban ahí afuera, a punto de generar un golpe violento? Entendía que la noticia podía conmocionar a cualquiera, pero esperaba que generaran una orden de búsqueda y captura para Lotor, algo que solo pudiera afectarlo a el, no a todo el pueblo Galra que era inocente y ahora debía pagar por las acciones de su principe al que quizás ni siquiera querían.

Lotor se paró después de ella, alarmado.

—¡Nos atacan! ¡Todo el mundo a prepararse!—Bramó el Galra y salió corriendo de inmediato.

Y entonces, se dió cuenta.

Keithlyn.

Keithlyn estaba encerrada y los Alteanos parecían tener planes de destrozar el castillo entero, ella no planeaba permitirlo, pues no le gustaba la guerra, viniera de dónde viniera, pero si por alguna razón su privilegio de Princesa no lograba detener la horripilante acción de su familia, no quería que el edificio fuera destruido con su amada adentro.

Salió corriendo tan rápido como pudo a los calabozos. Todo el mundo estaba demasiado ocupado preocupándose por el inminente asalto como para verla escabullirse en los calabozos.

Las lágrimas le corrían por los ojos mientras se movía, estaba desesperada y absolutamente asustada, no quería esto, odiaba esto.

Sus pasos veloces se dirigieron hacia la celda de su amada y en cuanto está la vió llorando, mil de pensamientos pasaron por la cabeza de Keithlyn.

¿Lotor había abusado de ella de vuelta? ¿La había obligado a hacer algo? ¿O quizás algo mucho peor?

Pero cuando la vio con tanta desesperación tratando de buscar algo en el suelo y en cuanto encontró una roca comenzar a golpear el candado de la celda para intentar abrirla, tomó sus muñecas con decisión, deteniéndola de su actividad.

—Cariño ¿Que estas haciendo? Nos van a ver—Trato de hacerla entrar en razón pero Lancey estaba ahogada con su propia respiración, demasiado ajetreada como para responder—Oye, oye ¿Que ocurre?

A la Princesa le tomó unos segundos recomponerse.

—Nos atacan... El Reino Alteano nos ataca.

Chapter 23

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Keithlyn se paralizó y, mientras ella estaba tratando de procesar la información recibida, Lancey se rompía las manos tratando de romper el candado con una piedra. Literalmente hablando.

Para cuándo logró partir el candado, tenía las manos ensangrentadas por los bordes filosos de la roca, pero realmente no le importaba. Keithlyn estaba libre, así que una sonrisa amplia se pintó en su rostro, incluso si su novia parecía tremendamente preocupada, en cuanto salió, se apuró en examinar las palmas ajenas.

—Lancey—Jadeó ella, tomando sus muñecas y tratando de limpiar la sangre con su propia ropa.

—Keith, no hay tiempo para hablar de esto, tenemos que irnos. Ahora.—Sollozó la Princesa, parándose de inmediato, tomando a la Galra por el brazo y empezando a correr.

—¿Todo esto es por lo de Rachel?—Preguntó la pelinegra con agitación—Digo, entiendo el enojo, pero ¿una guerra? Morirán inocentes.

Lancey se paró en seco y le plantó un beso en los labios, cuidando de no mancharla más.

—Por eso te amo.—Murmuró antes de continuar su carrera.—Estoy absolutamente de acuerdo contigo, yo envié una carta explicando la situación, pero pensé que iban a mandar una orden de búsqueda y captura a Lotor, no esto.

—Quizas no sea demasiado tarde para intentarlo.

—Lo se, es lo que voy a intentar.

Ambas corrieron fuera del castillo y se pudieron de acuerdo. Mientras Keithlyn trataba de ayudar a los civiles a escapar, Lancey trataría de arreglar todo este problema antes de que fuera irremediable.

Al frente de las tropas estaba el Rey, a punto de dar la orden de ataque, pero si hija llegó justo a tiempo.

—¡Alto! Por favor, alto—Suplicó Lancey, ajetreada por el ejercicio que acababa de hacer.—Todo esto no es necesario.

Su padre la miró confundido, sin entender a qué se refería la jóven.

—¿De que estás hablando? ¿Todo lo que le dijiste a tu madre sobre Lotor no era cierto—Preguntó, extrañado de que su hija mintiera.

—¿Que? Por supuesto que es cierto, pero no por eso tienen que matar a todo su reino, nadie de ellos ha hecho nada en nuestra contra.—Sollozó ella, desesperada.

—Pero su pueblo es su punto débil, hay que golpearlo dónde le duele—El Rey trató de dar otro paso adelante, las tropas lo siguieron pero Lancey estuvo a su padre de seguir adelante.

—¡No! Hay que castigarlo a él, no a los pobres civiles.—Se quejó ella, mientras por detrás suyo las personas corrían despavoridas intentando escapar del conflicto.

Victoria, su hermana y jefa del escuadrón dió un paso adelante, tratando de dialogar con su hermana.

—Lancey, ¿Estás segura de esto? Ellos mataron a Rachel.

La joven negó con la cabeza.

—No. Él mató a Rachel y si, estoy más segura que ustedes de lo que están a punto de hacer.—Afirmó ella con seguridad.

No fue fácil, le costó un buen rato hacer que las cosas se calmaran pero finalmente logró hacer que el ejército retrocediera, sorprendiendose incluso a si misma, pero sinceramente nunca había estado tan feliz por hacer una buena acción. Acababa de salvar vidas, y muchas, y eso la ponía tan contenta que la hacía querer bailar, pero no había tiempo para eso, tenía que encontrar a Keithlyn y a Romelle y traerlas al carruaje antes de que los Galra decidieran abrir fuego contra ellos solo por la amenaza.

El problema era que nadie podía saber que se estaba llevando a una Galra con ella. Quizás le perdonaron la vida a los aldeanos, pero probablemente su padre no estaría muy contento si se enteraba de esto.

Aunque ya no le importaba del todo.

Romelle apareció poco después y en cuanto el Rey la vio, comenzó a apurar a las jóvenes para irse. El pánico corrió por las venas de Lancey

¿Cómo se suponía que iba a encontrar a alguien en medio del caos si se suponía que no podía gritar su nombre a los cuatro vientos?

Sencillo: era imposible.

En ese momento, la rubia comenzó a arrastrarla al carruaje, mientras Lancey lloraba por tener que dejar a su novia, pero no podía hacer nada sin levantar sospechas.

Pero estaba harta de esa mierda.

Cuando el carruaje estuvo a punto de salir, la Princesa e bajó de un salto y comenzó a gritar.

—¡Keith, Keith! Ven por favor

Intentó ella, pero era inútil, en ese entonces Romelle se bajó del vehículo también y la tomó por el brazo.

—Lancey, ella está en el maletero. Tranquila.

A ella le volvió el alma al cuerpo.

Subió una vez más al carruaje, ahora entendiendo porque Romelle había intentado subirla sin buscar a su amada, y es que ella había estado ahí todo este tiempo.

Surcaron hacia Altea tan velozmente como fue posible, con guardias Galra pisandoles los talones hasta que salieron de su terreno.

Y entonces, todo fue paz.

En cuanto llegaron al reino Romelle se encargó de bajar a Keithlyn y Lancey no pudo evitar abrazarla en cuanto la vió.

Cuarto Alteanos las apuntaron a su novia.

La Reina salió del castillo y compartió una mirada seria con el Rey.

—Tenemos que hablar.—Dijeron al unisono.

Lancey se negó a compartir una sola palabra con ellos hasta que le permitieron tener a Keithlyn a su lado. Después de todo, era de ella de quién tenían que hablar.

—Ella tiene que irse, no está a discusión.—Anunció su madre con tono severo.

—No. Si ella se va, yo me voy con ella.—Dijo ella, cortante.

Un silencio incómodo se generó entre los cuatro, mientras Lancey sostenía la mano de Keithlyn con tanta fuerza como sus heridas se lo permitían.

—Hija, eso no es amisible, no puedes casarte con una Galra.—Habló su padre, tratando de acercarse a ella, pero Lancey dió un paso atrás.

—Lotor también lo era, y mucho más peligroso, si me permiten decirlo.—Gruñó ella, provocando otro silencio extenso.

—Pero... Ella es una—Comenzó de nuevo el hombre, pero Lancey la interrumpió.

—¿Que? ¿Porque es una mujer? ¿Que tiene de malo eso?—Cuestionó ella, acusatoria.—Piensenlo, es un ganar-ganar hacemos alianza con los Galra y yo vivo feliz el resto de mi vida. ¿No es un buen trato para ustedes?

Una pausa más.

—Estoy enamorada, padres, realmente enamorada, desde hace un tiempo ya que la amo, es una de las mejores personas que he conocido a lo largo de mi vida, la amo y tenemos una conexión especial ¿Es tan difícil de entender?—Lancey ya se sentía al borde de las lágrimas.

Keithlyn intervino, dando un paso adelante.

—Majestades—Empezó, reverenciandose hacia ellos.—Si puedo aportar algo, quisiera decir que amo a su hija con todo mi corazón, la cuidaré por siempre y jamás haré algo para dañarla intencionalmente, jamás.

Finalmente, luego de una larga mirada y un suspiro, ellos cedieron. Lo que más querían era ver feliz a su hija.

—Está bien, lo intentaremos.—Concluyó su madre.

Lancey se lanzó a los brazos de Keithlyn, emocionada. Esta era una realidad mejor a cualquier plan que se les pudiera haber ocurrido, la Princesa podía hacer las dos cosas que más amaba, estar con su pareja y ayudar a su pueblo.

Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente libre.

Notes:

Quizás agregue uno o dos capitulos extra, si tengo algo de inspiración

Notes:

Este es probablemente mi trabajo más largo, así que agradezco si dejan sugerencias, comentarios y Kudos!