Chapter Text
- Pansy, ¿Estás bien?
Pansy estaba sentada en uno de los bancos del vestuario femenino del campo de Quidditch, deshaciendo los prietos cordones que anudaban sus botas sucias de barro y verdín cuando levantó la cabeza para mirar a Hestia, que estaba a su frente.
- ¿Por qué lo preguntas? - dijo la pelinegra frunciendo el ceño.
- No se…, en el entreno de hoy parecías un poco ausente - respondió la chica, cerrando la cremallera de su sudadera.
Pansy no había que responder, ¿ausente? No había pasado nada para que estuviera así o, por lo menos para que diera esa sensación.
- Estoy bien - aseguró con una pequeña sonrisa, intentando convencer a su amiga de lo que decía -. Hoy estoy un poco más cansada, solo es eso.
Hestia pareció relajarse con la respuesta, sonriendo abiertamente a Pansy.
- Sí, te entiendo. Los jueves son mortíferos, ¿no te parece? Además, parece que los entrenamientos de esta semana están siendo más duros… - dijo la rubia bajando el tono de voz, como si Blaise pudiera escuchar a través de las paredes.
- Sí, es verdad que Blaise parece más obsesionado con la perfección - respondió Pansy, sacando sus zapatillas deportivas de debajo del banco -. Pero así es él, no quiere que bajemos el nivel que parece que hemos establecido entre los equipos este curso.
Hestia parecía intranquila, como si todo el peso de los duros entrenamientos y la presión de los partidos le estuviesen haciendo mella. Pansy se dió cuenta de eso, levantándose para sentarse en el mismo banco que la chica.
- ¿Pasa algo? - preguntó la pelinegra preocupada. Se preocupaba genuinamente de su compañera, a la que solo conocía de este curso, pero que se había convertido en una de sus personas favoritas de todo el castillo. En realidad, Hestia lo hacía fácil. Era imposible que no te gustara.
- No lo se…, Pans, creo que esto no es para mí - dijo Hestia en un murmullo húmedo que dejaba claro que la chica estaba llorando.
- Eh, tranquila - la consoló Pansy, pasándole un brazo reconfortante por la espalda, mientras que con la mano hacía movimientos circulares suaves -. ¿A qué te refieres con que esto no es para ti, no te referiras al Quidditch, no?
La rubia asintió levemente con la cabeza gacha, dejando que grandes lágrimas cayeran en sus manos agarradas sobre sus rodillas. Pansy le agarró de la mano, haciendo que Hestia levantase la cabeza para mirarle a la cara.
- Ni se te ocurra decir esa chorrada, ¿Que el Quidditch no es para ti? Hestia, eres de las mejores jugadoras que hay en todo Hogwarts - aseguró Pansy.
- Yo no creo eso…
- Pues vas a tener que empezar a creértelo - interrumpió la pelinegra -. Eres la cazadora más competente que conozco, y sin ti Caspian y yo estaríamos acabados. Somos un equipo, ¿recuerdas?
- Sí…, es solo que el fin de semana pasado fallé muchos pases en el partido contra Hufflepuff, y se que Zabini no está nada contento con eso… - murmuró de nuevo, pasandose el puño por los párpados humedecidos -. Por mi culpa perdimos.
- Hestia, el partido del sábado lo perdimos por muchas razones, entre ellas que Blaise se había peleado con su nuevo ligue y dejó que le metiesen muchos goles. Además, Phineas parecía más cegato que Potter, ¿viste como no fue capaz de encontrar la snitch, ni siquiera cuando la buscadora de Hufflepuff llevaba más de diez minutos detrás de ella? Así que no me digas que perdimos por tu culpa, si lo hicimos fue por todo eso y por que Hufflepuff es más bueno de lo que pensábamos. Nada más.
Unos golpes en la puerta sorprendieron a ambas, cuando la voz de Blaise se coló por la pequeña rendija de la puerta abierta.
- ¿Puedo pasar?
Pansy miró a Hestia buscando su permiso, a lo que la rubia asintió, quitándose los últimos rastros de lágrimas de la cara.
- Pasa - dijo Pansy, viendo como Blaise se asomaba por la puerta, cerrándola tras de sí y acercándose a las chicas.
- Pansy…, necesito hablar contigo… - el chico se paró abruptamente al notar la cara hinchada de Hestia -. ¿Ha pasado algo?
- No…, ya está todo solucionado - aseguró la rubia, levantándose del banco y cogiendo su mochila, alejándose de Pansy y Blaise -. Os dejo solos para que hableis, tengo mucho deberes que hacer.
Pansy vio a Hestia salir de la habitación, no sin antes intercambiar gestos de aprecio.
Blaise se rascó detrás de la oreja, inseguro.
- Oye, ¿seguro que está todo bien?
Pansy se puso de pie, recogiendo las últimas cosas que habían quedado esparcidas por el banco en el que se había cambiado.
- Hestia estaba preocupada porque cree que es mala jugadora - Blaise pareció sorprenderse, abriendo la boca para comentar algo, pero Pansy le interrumpió -. Por qué cierto capitán se está pasando un poco de duro con sus jugadores y descarga sus frustraciones en el campo de Quidditch, ¿te suena quien puede ser?
Blaise se dejó caer en el banco mirando a Pansy, que seguía de pie, cerrando su mochila.
- ¿Tanto me he pasado? - preguntó el moreno abochornado.
- Un poco - respondió Pamsy, apoyándose en una de las barras que soportaban las baldas superiores de los bancos mientras sacaba un cigarro de la cajetilla que tenía en su pantalón, encendiéndolo con la varita.
Se podía ver la culpa en los ojos de Blaise, ablandando un poco a Pansy. Era uno de sus mejores amigos, y aunque tuviese muchos defectos y a veces sus formas no fuesen las mejores, era alguien leal y comprensivo. Solo que a veces necesitaba que alguien le dijese la verdad.
- No pretendía ser tan duro, de verdad. Estamos casi a finales de noviembre y dentro de poco acabará la primera parte de la temporada de Quidditch y, no se…, quiero demostrar que somos capaces de ganar.
Pansy se acercó a su amigo, ofreciéndole el cigarro encendido, el cual aceptó de buena gana, dándole una larga calada.
- Blaise, ya haces suficiente, de verdad - respondió Pansy, cogiendo de nuevo el cigarro que Blaise le tendía -. Solo deberías intentar no ser tan estricto, no creo que le haga mucho bien al equipo. La gente tiene unos límites.
- Supongo que tienes razón - aceptó el moreno, mirando como Pansy se sentaba a su lado.
- ¿Que me querías decir? - preguntó Pansy, recordando por qué Blaise había entrado en el vestuario.
- Eh…, en realidad venía para echarte la bronca por lo poco que te has esforzado hoy- respondió Blaise con una sonrisa torcida.
- Menudo capullo… - dijo Pansy, intentando esconder una sonrisa dándole una calada al cigarro.
Blaise le dio un pequeño empujón con el codo.
- Ey, ¿tú estás bien? - preguntó mirándole a la cara.
- Hoy parece que todo el mundo tiene la necesidad de preguntármelo - dijo frunciendo el ceño mientras miraba como la ceniza iba cayendo del cigarro, haciéndose cada vez más y más pequeño.
- Quizá te lo preguntan por que se nota que no has sido completamente tú, vamos, ¿has visto como has dejado caer la Quaffle antes? Si llego a saber que jugabas asi no te hubiese aceptado en el equi…
- Pero mira que eres idiota, Zabini - dijo Pansy dandole un golpe en el brazo, riendose junto con su amigo.
- Bueno bueno, tampoco hace falta ponernos agresivos…, si no me lo quieres contar no me lo cuentes, pero yo sé que algo te pasa - dijo levantándose.
Pansy lo siguió, cogiendo su mochila deportiva del banquillo.
- ¿Ahora eres adivino? -se burló la pelinegra, parándose en la puerta del vestuario, ya en el pasillo.
- No, pero soy tu amigo, y se cuando te pasa algo - respondió Blaise, alejándose en dirección de los vestuarios masculinos.
Pansy desapareció la colilla de su cigarro, negando con la cabeza. Salió del campo, subiendo por el camino de piedras que llevaba al castillo. Era verdad que no sabía qué pensaba la gente que podría pasarle, es decir, llevaba un mes tranquilo en el que lo máximo que había hecho era entrenar, jugar un partido y estudiar. Nada más.
En el último mes, ella y Granger habían caído de nuevo en esa especie de cordialidad forzada, como una tregua silenciosa que ambas respetaban, cada una a su modo. Solo se hablaban en clase y durante las patrullas, con la cortesía mínima de quienes tenían que estar juntas por obligación. Se pasaban indicaciones con tono neutro, sin sarcasmo, sin calor, de vuelta de nuevo a fingir que nada había ocurrido, ni el beso que compartieron hacía casi dos meses, ni la conversación en el pasillo del quinto piso, de la que ya había pasado un mes. No había discusiones, pero tampoco conversación real, y Pansy ya no sabía si eso le aliviaba o le frustraba más. Antes, cuando discutían, Pansy tenía una excusa para hablar con ella más allá de la clase, pero aunque lo intentase, no podía hacerlo más, como si una mano invisible la agarrase de la capucha de la capa y la retuviera. Y sin esos comentarios mordaces, sin esas peleas y sin esa “complicidad” que parecían haber perdido, lo que quedaba era la incomodidad entre dos personas que habían hecho demasiado pero fingían no saber nada. Y, aunque no quería admitirlo, a veces deseaba que Hermione le gritara otra vez, aunque fuera para echarle en cara todo lo sucedido. Porque al menos eso era algo. Al menos, volvería a tener una excusa para besarla de nuevo.
Y Merlín, como deseaba besarla.
- Pansy
La pelinegra cruzó el umbral de las grandes puertas que daban al castillo cuando oyó su nombre. Pasó la mirada rápidamente por todo el lugar, encontrando a Theo apoyado en una balaustrada cercana a las grandes escaleras que llevaban a diferentes zonas del castillo. Había decidido entrar por la parte zona que no llevaba al Gran Comedor precisamente con la única razón de no encontrarse a nadie, pero la suerte no estaba de su parte.
- Hola Theo - dijo acercándose a su amigo, que parecía querer esconderse en las sombras que le proporcionaban las columnas ornamentadas iluminadas solamente por la leve luz de las velas. Hacía horas que había oscurecido.
- Necesito hablar contigo.
Pansy notó que parecía nervioso, fuera de lugar. Incluso se había dejado las gafas puestas, signo de que había salido despistadamente de la sala común. Algo pasaba.
- Theo…, ¿qué pasa? - preguntó incómoda, acercándose a su amigo, uniéndose a él en las sombras.
- Me ha llegado una carta de mi padre - dijo con la mirada nerviosa, mirando a Pansy a los ojos -. Dice que en navidades tenemos que asistir a una “fiesta” en la Mansión Malfoy.
Pansy no entendía. No, sí que entendía, pero prefería no hacerlo.
- ¿Una fiesta? - preguntó incómoda.
- Del Señor Tenebroso - confirmó Theo, mirando a Pansy como si fuese la última persona que podía comprenderlo. Aunque seguramente fuese cierto, nadie más podía entenderles.
- Theo…
- Mi padre dice que el Lord me va a poner la marca.
Pansy miró a los ojos de su amigo y por un segundo sintió que el aire en sus pulmones se volvía pesado, como líquido. A Theo nunca le temblaba la voz, él era el que siempre estaba seguro, el que mantenía la calma. Pero ahora, con esa mirada que parecía quebrada, con los dedos fuertemente agarrados a la tela negra de su túnica, parecía de nuevo el niño de primero que vivía ahogado bajo el puño de hierro de su padre.
En realidad, eso ya se lo esperaban. El señor Nott no permitiría que su único hijo no fuese parte del grupo que él tanto adoraba, la causa por la que había estado obsesionado desde su juventud. La madre de Theo murió por culpa de ese señor y de su dureza, y Pansy estaba segura de que no le importaba arriesgar de la misma forma a su hijo.
- ¿Draco lo sabe? - preguntó Pansy en voz baja.
Theo negó con la cabeza.
- No lo sé. Seguramente sepa lo de la fiesta, se hace en su casa, pero no creo que sepa lo de mi marca… padre dice que se lo ha revelado el Señor Oscuro.
- Oh, Theo… - Pansy abrazó a su amigo, el cual correspondió el abrazo, algo poco común en él, aferrándose al cuerpo de Pansy como un ancla a las duras rocas del fondo marino. Theo nunca mostraba señales de afecto.
- Solo quería que lo supieras - dijo levemente en el oído de Pansy, todavía hundidos en el abrazo. Pansy empezó a notar los ojos húmedos, dejando que unas lágrimas rabiosas mojaran sus mejillas.
Lentamente se separaron del abrazo, sin necesidad de decir más palabras de consuelo. No servían de nada, ambos lo sabían.
- ¿Estarás allí? - preguntó el moreno, aunque seguramente sabía la respuesta.
- Tampoco tengo otra opción - respondió Pansy, sabiendo que antes de ir a su casa para pasar las vacaciones llegaría una carta de su propio padre contándole los planes. O no, era totalmente capaz de no decirle nada hasta que se reencontrasen en su casa. Su padre nunca le mandaba cartas.
- ¿Vamos directamente a la cena? - preguntó Pansy, intentando cambiar el tema de conversación.
- No…, creo que me voy a la cama - dijo Theo, echando a andar en dirección a la sala común, la opuesta al Gran Comedor -. Nos vemos mañana, ¿vale?
- Hasta mañana - se despidió Pansy, viendo como su amigo desaparecía al fondo de las escaleras.
De repente, la idea de cenar en un lugar atestado de personas se le hizo insoportable, ¿cómo podría fingir que estaba tan tranquila cuando ahí fuera su realidad y la de sus amigos era completamente diferente? No podía soportarlo. Decidió ir ella también a la sala común y dormir, pero al llegar al fondo de las escaleras sus propios pies la dirigieron escalones arriba, lejos de la sala de Slytherin. En todo el curso no había usado el baño de prefectos, aun estando en el piso que le tocaba patrullar… y en ese momento, el agua caliente y el silencio le parecieron el único lugar donde le apetecía estar.
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- Gracias por quedarte conmigo, Mione - dijo Ginny, sentada en el suelo del pequeño saloncito de Hermione, con las piernas estiradas como una estrella a ambos lados de la mesita baja -. No se como agradecertelo.
Hermione sonrió a la pelirroja desde el sofá, levantando la vista del libro de pociones de Ginny.
- En serio Ginny, no hace falta que me lo agradezcas de nuevo, sabes que estoy encantada de ayudarte en lo que sea - animó Hermione a su amiga, que ahora parecía mucho más feliz que hacía varias horas.
Esa misma tarde había acompañado a Harry y Ron a la sala común de Gryffindor con el único propósito de tirarse en el sofá y charlar con sus amigos. Pero, cuando entraron se encontraron con una Ginny casi llorosa en una de las mesitas individuales redondas, desordenándose el pelo con ambas manos en un gesto que todos conocían a la perfección. En cuanto los vio, Ginny corrió a pedirle ayuda a Hermione con un trabajo de pociones que tenía que entregar el siguiente día y del cual no entendía nada. Obviamente Hermione comenzó a ayudarle de inmediato, pero a los pocos minutos era obvio que en el lugar iba a ser imposible avanzar, así que acabaron en su salón.
- Sí, lo sé, pero ahora seguramente preferirías estar con Harry y mi hermano hablando, últimamente parece que no teneis casi tiempo.
Hermione se sentó en el suelo al lado de su amiga, apoyando la espalda en el sofá y dejando el libro sobre la mesa.
- ¿Escuchar como tu hermano habla de Quidditch y de cómo Harry se queja de que la Orden no hace lo suficiente? Venga ya Ginny, hasta hacer un trabajo sobre la recogida y cuidado del díctamo contigo es infinitamente más entretenido que eso - aseguró Hermione, conteniendo una risa que contagió a Ginny.
- Uf…, está mal reírse, pero lo de mi hermano ya pasa la obsesión - dijo Ginny entre risas, agarrándose la barriga -. George jura que una vez mientras estaba dormido lo escucho fingir una entrevista como si fuese un jugador de los Chudley Canons…
Ambas rieron a carcajadas y Hermione estaba cada vez más segura de que no había nadie que la comprendiera como Ginny. Era su mejor amiga, a la que sentía como una hermana.
- A Ron lo veo poco capaz de acabar en un equipo profesional si te he de ser sincera…, le falta, no sé, compañerismo - confesó Hermione, sabiendo que aunque Ginny fuese la hermana de su amigo estaría de acuerdo con ella -. A ti si que te veo como jugadora de alguno de esos equipos que tanto os gustan…, ¿cómo se llamaba ese, las Holyhead Harpies?
Ginny abrió los ojos levemente, anonadada en un pensamiento que solo ella podía vivir.
- Oh, dios te oiga Hermione - dijo la pelirroja, negando con la cabeza mientras volvía la vista a su pergamino, escrito con letra pulcra.
Hermione volvió la vista hacia arriba al reloj encantado que tenía sobre la chimenea, y se dio cuenta de que ya era bastante tarde, faltaba una hora para la cena. Se levantó del suelo y se acercó a la pequeña cocina en una esquina - que solo usaba para preparar bebidas - y agarró el sobre de cacao.
- ¿Quieres un chocolate caliente? Ha empezado a refrescar más y todavía falta una hora para la cena.
- ¡Por mí bien! Además, ya solo me falta un párrafo para terminar, menudo alivio - respondió Ginny en voz alta -. Oye, Hermione…
- Te he dicho que no me lo agradezcas más, pesada - dijo mientras preparaba las tazas con leche y polvos.
- Está bien, está bien…
Las manos hábiles de Hermione prepararon rápidamente las tazas de chocolate humeante, volviendo a la zona cómoda del sofá, donde se sentó, dejando las tazas sobre la mesa.
- ¡Ya he terminado! Ha quedado bien, ¿no crees? - exclamó Ginny aliviada, tirándose hacia atrás y estirándose en el suelo con los brazos hacia arriba.
- Muy bien la verdad, este trabajo es de 8 mínimo - aseguró Hermione, agarrando una de las tazas y llevándosela a la boca.
Ginny se levantó del suelo, acercándose a Hermione y sentándose a su lado, con las piernas sobre el sofá recogidas bajo su cuerpo.
- ¿Y con Harry, todo bien? - preguntó Hermione con una sonrisa, dando otro sorbo a la bebida.
Ginny asintió, más relajada ahora que había terminado el trabajo, estirándose sobre la mesa para coger su taza.
- Muy bien, creía que los entrenamientos nos iban a pasar factura, ya sabes, Harry puede ser bastante estricto y yo no me tomo bien las órdenes… - rió suavemente, dándole un sorbo a su bebida -. Pero en realidad estamos bien. A veces me sorprende lo bien que estamos.
- No deberías - dijo Hermione, esbozando una sonrisa -. Harry y tú siempre os habéis llevado genial y sabéis comprenderos.
Ginny sonrió cándidamente, seguramente pensando en el pelinegro cuando de repente alzó una ceja picaramente.
- ¿Y tú? Sé que odias que este tipo de conversaciones vayan sobre ti, pero Mione, somos amigas y necesito saber de tu vida, ¿Hay algo que debería saber?
Hermione frunció el ceño, confusa.
- ¿Cómo que?
- Vamos Hermione, tienes que aceptar que últimamente estás rara, en tu mundo, y eso no es típico de ti. De hecho, eso es algo que suele hacer más la gente que está… - miró a Hermione de reojo juguetonamente - enamorada.
Hermione bufó, escondiéndose detrás de su taza, evitando la mirada inquisidora de su amiga.
- Bueno vale, puede que enamorada no, pero igual te gusta alguien…
- No digas tontería Ginny, si lo que insinuas es si me esta empezando a interesar Ron estás equivocada.
- Yo no he dicho nada de Ron… - respondió Ginny con una sonrisa que ni siquiera trataba de esconder -. Hermione, conozco de sobra tus comportamientos, te recuerdo que he salido con varias personas, a ti te interesa alguien.
Hermione giró la cabeza, mirando al lado contrario a donde se encontraba la pelirroja, mirando más allá de la ventana.
- No me pasa nada, solo he estado pensando mucho últimamente, eso es todo.
- Hermione Granger, a mi no me mientas, sé cuando le das vueltas a algo.
Hermione se mordió el labio inferior, pensativa y con ganas de desaparecer. ¿Cómo se supone que le dices a tu amiga que llevas semanas - bueno, más que semanas, meses - pensando en Pansy Parkinson a todas horas? Hermione no quería contárselo todo, desde el beso hasta su última conversación seria, pero todavía no se atrevía.
- Yo…, no sé si puedo - admitió amordazada, sintiendo los pómulos ardiendo.
Ginny abrió los ojos sorprendida, con la boca entreabierta, como si no se lo creyera.
- Entonces, ¿Te pasa algo? - preguntó acercándose aún más si era posible a Hermione, que quería hundirse en el sofá y mimetizarse con la tapicería.
¿Cómo iba a explicarle a Ginny - Ginny, su mejor amiga la cual estaba saliendo con uno de sus otros mejores amigos - que los hombres ya no tenían espacio en su cabeza? Hermione nunca había invertido mucho tiempo en fantasear con ellos, pero ahora que Pansy había aparecido, que estaba allí, viviendo en su mente, se había dado cuenta de muchas cosas. Quizá había perdido demasiado tiempo pensando en chicos, cuando lo que tendría que haber hecho es pensar en…, pensar en chicas. Todo tenía sentido ahora. Era lesbiana, y no lo pensó como algo vergonzoso, si no con certeza.
Era lesbiana, y eso lo cambiaba todo.
Pansy lo cambiaba todo.
- Ginny, ¿alguna vez has pensado en besar a una chica?
Hermione no supo de donde saco el valor de preguntar eso a su amiga, repitiendo casi la misma pregunta que Pansy le dijo aquella noche en el balcón del quinto piso.
¿Has pensado alguna vez en besar a una chica?
Ginny miró a su amiga durante unos segundos en completo silencio. No parecía sorprendida, ni tampoco incomoda, solo atenta. Analizándola.
- ¿Yo? - dejó la taza sobre la mesa -. Sí, supongo que si. Alguna vez lo he pensado, antes de Harry y todo eso, ¿Por qué?
Hermione sintió que sus pulmones se tensaban. Podría salir corriendo o echar a Ginny con la excusa de tener que hacer algo muy importante, pero no quería. Confiaba en su amiga y necesitaba decir ciertas cosas en voz alta.
- Ginny…, creo que soy lesbiana - dijo rapidamente, esperando que las rapidas palabras duraran poco en el aire, haciendo que Ginny no las escuchara.
Ginny parecía muy quieta, con la boca aún más abierta y ojos analizadores.
- Bueno, no, se que soy lesbiana - añadió Hermione.
Ginny cerró la boca entreabierta, formando una pequeña sonrisa ladeada.
- Eso sí que no lo vi venir - dijo al fin, mirándola con asombro -. Honestamente, con todo lo de Ron y sabiendo que hubo una época en la que te gustó…, no pensaba que no te gustasen los hombre en absoluto.
Hermione sonrió temblorosamente, sintiendo el cuerpo como gelatina.
- En realidad yo tampoco lo pensaba, pero ahora sé que nunca me gustó ninguno; ni Ron, ni Krum ni McLaggen…
Ginny asintió desconcertada, con cierta gracia. En su mirada no había juicio, solo sorpresa por la confesión.
- Pero…, ¿Ha pasado algo? - preguntó la pelirroja con curiosidad, arqueando una ceja y con una sonrisa traviesa -. ¿Con alguien?
Hermione vaciló un momento, insegura sobre si decírselo o no.
- Sí - admitió finalmente.
Ginny se acercó aún más, sonriendo ampliamente.
- Venga Hermione, ¿no me vas a dejar así no? ¿Quién es?
Hermione se sonrojo más, negando con la cabeza mientras miraba los ojos marrones demasiado curiosos de su amiga. Dios, no tenía escapatoria.
- No puedo decirlo, todavía no - dijo bajando la mirada, entrelazando las manos prietamente -. Necesito…, reflexionar.
Ginny hizo un puchero con sus labios, pero la comprensión brillaba en su mirada. Esa era una cosa que Hermione valoraba mucho de su amiga, que aunque fuese una cotilla, siempre sabía cuando parar.
- Así que una chica misteriosa…, está bien. Tu secreto está a salvo conmigo, pero te advierto, te voy a hacer mil preguntas - dijo Ginny, dándole un abrazo a Hermione, que sintió desvanecer los temblores con el contacto de su amiga.
- Lo sé… - dijo Hermione en un susurro cansado.
Ambas se separaron del abrazo, mirándose con el amor que dos amigas como ellas se profesaban cuando el reloj sonó, marcando la hora punta.
- Joder, que tarde se ha hecho - dijo Ginny levantandose, mirando a Hermione desde lo alto con una gran sonrisa y los brazos en jarra -. ¿Vamos a cenar? O esos dos idiotas se van a pensar que un troll nos ha secuestrado en las mazmorras.
Hermione sonrió, aceptando la mano que su amiga le tendía para ayudarla a levantarse.
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Hermione se paró en el rellano que daba al Gran Comedor. No le apetecía entrar, no quería llegar allí y tener que participar en conversaciones absurdas con sus compañeros. Después de la confesión, necesitaba relax.
- ¿Entramos? - preguntó Ginny, que se había dado cuenta del parón de Hermione y la esperaba unos cuantos metros más cerca de la puerta.
Hermione negó con la cabeza.
- No, lo siento. Creo que necesito estar sola un rato. Ve tú, ¿vale?
Ginny se acercó a Hermione, preocupada.
- ¿Estás bien? Si quieres podemos ir a hacerle cosquillas a la pera del cuadro de las cocinas para que nos de comida y comérnosla solas en tu habitación - ofreció la pelirroja con una sonrisa.
- No…, en realidad no tengo hambre, creo que me voy pronto a la cama, necesito descansar.
- Está bien… - respondió Ginny no muy convencida -. Pero si necesitas algo me lo dices eh.
Hermione le sonrió y asintió, viendo como su amiga desapareció a través de las grandes puertas del comedor. En realidad, Hermione no tenía nada de sueño y ni siquiera estaba cansada, pero necesitaba ese rato a solas. Aceptar ante Ginny su sexualidad había sido placentero, parecía haberse quitado una losa de encima, pero seguía intranquila. Todo eso le había llevado a pensar de nuevo en Pansy.
Y pensar en Pansy generalmente le llevaba a un dolor de cabeza.
No quería, no quería para nada pensar en la Slytherin. Quería volver a sus pensamientos comunes, donde su única preocupación eran sus estudios, sus amigos y la preocupación por la búsqueda de los Horrocruxes que la Orden estaba llevando a cabo.
Y, sin embargo, no podía pensar en otra cosa.
Comenzó a subir las escaleras con la intención de llegar al séptimo piso, encerrarse en su habitación y leer. Pero, cuando llegó al quinto piso, en el que Pansy y ella tantas patrullas habían hecho, decidió cambiar de rumbo. Cruzó la primera esquina en dirección a la izquierda, buscando la estatua que la llevaría a ese baño de burbujas y aromas relajantes que tanto necesitaba. Giró cuando vio la cuarta puerta de madera y se encontró de frente con la estatua de Boris El Desconcertado.
- Escama de selkie
Susurró la contraseña y entró en el pasillo que llevaba al recinto principal. Allí tenia todo lo que necesitaba, abriendo una taquilla de madera ornamentada y sacando un esponjoso albornoz blanco de una percha. A Hermione el Baño de Prefectos siempre le había parecido un lujo excesivo e injusto, ya que solo los prefectos y Premios Anuales podían darle uso. Pero, en ese momento, mientras se quitaba la ropa y envolvió su cuerpo desnudo en el albornoz que olía a ropa limpia, agradeció ese pequeño lujo y el estar ahí a la hora de la cena. No habría nadie.
Cruzó el largo pasillo repleto de taquillas del mismo estilo en la que había dejado su ropa cuando llegó al final. El recinto estaba lleno de un ligero vapor que se pegaba en su cara. El lugar estaba enteramente ocupado por una bañera enorme rodeada de cientos de grifos dorados de los cuales salían líquidos de todos los colores y olores inimaginables. Estaba levemente iluminado, y las sirenas que adornaban las vidrieras parecían desaparecidas, sólo vislumbrando sus colas en la superficie de cristal que simulaba el agua.
Se acercó a la bañera un poco más cuidadosamente para no resbalar, cuando se fijó en una melena negra en una esquina, rodeada de espuma.
Era Pansy.
Hermione, al darse cuenta, notó que la pelinegra tenía los ojos cerrados y no la había visto, por lo que decidió darse la vuelta haciendo el menor ruido posible y volver sobre sus pasos.
- Que casualidad, ¿No me habrás seguido, Granger?
Mierda, se había dado cuenta. Hermione volvió a girarse despacio, creando contacto visual con la Slytherin, que la miraba a lo lejos con una sonrisa ladina. ¿Acababa de mirarla de arriba a abajo? Hermione apretó todavía más el albornoz sobre su cuerpo.
- Yo no tengo ninguna necesidad de seguirte, Parkinson. Simplemente hemos coincidido - respondió, escondiendo su nerviosismo en un tono cortante.
-Ajá… - murmuró Pansy.
Se estaba riendo de ella, Hermione podía notarlo. Se dio media vuelta y comenzó a alejarse cuando escuchó un pequeño chapoteo en el agua.
- ¿Te vas? - preguntó Pansy, sonando más cerca -. ¿Te da vergüenza que te vea? Al final si que eres una puritana.
Hermione volvió a darse la vuelta, fijándose en el cambio de lugar de Pansy. No estaba muy cerca, pero se había desplazado por el bordillo de la bañera, acabando en el centro, cerca de las escalerillas.
- No me da vergüenza - mintió -. Es que no me apetece bañarme contigo aquí. Haces que relajarse sea imposible.
Pansy río, sorprendiendo a Hermione. Hacía casi un mes que no la oía reír, ni siquiera por una broma que le hubiese hecho. Le gustaba demasiado oír su risa, demasiado bien entonada y muy aristocrática, ningún rastro de bochorno. Hermione frunció el ceño mirándola, a lo que Pansy relajo su gesto, sonriendo de lado.
- Venga va, prometo no molestarte - dijo con voz tranquila, ese tono de voz claro que Hermione había descubierto que era el suyo auténtico, no el que fingía para los profesores u otras personas -. Yo también he venido aquí para relajarme.
Hermione la miró durante un largo minuto, sopesando si debía quedarse o no. Su sentido común le decía que saliera corriendo de ahí, que no mirase atrás. Pero sus pies no se movieron, estáticos en ese mismo lugar.
Pansy ladeo la cabeza. Hermione estaba segura de que podía ver la batalla que se libraba en su mente a través de sus ojos.
- Granger, lo digo en serio. Si quieres, quédate. No tengo ganas de pelearme.
Hermione aspiró el fuerte olor a jabón, intentando calmarse. Miró la superficie del agua, que estaba llena de espuma blanca la cual no dejaba ver los azulejos con mosaicos del fondo. De repente, el sentimiento de no estar en un lugar público acompañada de la persona que más aparecía en sus pensamientos no le molesto tanto. Parecía que estuvieran alejadas de la realidad, como en el limbo.
- Bueno - dijo finalmente con voz ahogada -. Pero no empieces con tus típicos comentarios ni digas nada. Solo… silencio.
Pansy asintió con una media sonrisa.
Hermione se giró sobre sus pies, dándole la espalda mientras deshacía el nudo que mantenía el albornoz en su lugar. Se sentía observada, con los ojos de la Slytherin clavados en la espalda.
- No mires - amenazó Hermione avergonzada.
Cuando oyó un ligero chapoteo miró por encima de su hombro y vio que Pansy se había dado la vuelta, concediendo su deseada intimidad. Se quitó el albornoz rápidamente y lo tiró encima de un banco contra la pared, metiendose con cuidado en el agua, dejando que el calor y la espuma la envolviera. Se quedó en el extremo opuesto de la bañera, sin mirar en dirección de la pelinegra.
El silencio latente se mantuvo durante unos cuantos minutos, sólo oyendo las burbujas de la espuma reventándose.
Hermione creyó que nunca había estado tan tensa como en ese momento. Sentía la mirada de Pansy, pero no podía confirmarlo, ya que ella no la miraría bajo ningún concepto. Aun así, no era algo desagradable.
Era incómodamente excitante.
- Estas muy tensa - rompió el silencio Pansy, con un tono suave que no dejaba atisbo de burla.
Hermione no la miró, siguiendo el rastro de espuma que llevaba hasta ella.
- No es verdad - se escudó.
- Si lo es, llevas tensa todo el mes - aseguró Pansy.
Hermione tragó fuertemente saliva, agradecida por la cantidad de espuma y el vapor que las rodeaba.
- Estoy bien. Solo… demasiadas cosas en la cabeza.
- Ajá.
Hubo otra pausa que a Hermione le pareció eterna. Un sonido generado por Pansy estirándose llamó la atención de Hermione, que intento no mirar.
- ¿Sabes que eres mucho más fácil de leer de lo que tú crees? - interrumpió la pelinegra
Hermione abrió los ojos, ahora sí que sí sintiéndose demasiado expuesta.
- ¿Y tú crees que me conoces lo suficiente como para leerme?
- No - admitió Pansy -. Pero si que me fijo más.
Hermione se obligó a mirar a un lado, centrando la mirada en las vidrieras que cobraban vida.
- No empieces otra vez.
- ¿Que no empiece el que?
- No… - empezó Hermione -. No digas cosas ambiguas que no significan nada otra vez.
Las inundó el silencio cuando, en el mismo tono claro de antes, Pansy respondió:
- ¿Y si significaran algo?
Esta vez Hermione la miró. Pansy estaba apoyada en el borde de la bañera, donde la había visto antes de meterse al agua. Tenía el cuerpo hundido hasta la clavícula, y busco en sus ojos la burla de nuevo. Pero no la encontró, ahí solo había claridad.
Hermione no sabía qué decir.
Las palabras parecían haberse hundido en el agua, ahogadas por el calor que Hermione notaba latente en su cuerpo. ¿Sentiría ese mismo calor Pansy?
Ninguna desvió la mirada. En el aire denso se movía algo peligroso, algo más peligroso que el sarcasmo o la provocación.
Lentamente, Pansy se movió suavemente por el borde de la bañera, deslizándose. No se acercó mucho, pero si lo suficiente como para que Hermione lo notara. Y lo notaba demasiado. De repente, la bañera le parecía muy pequeña.
Los ojos de Hermione iban por todas partes, desviándose a donde estaba Pansy. El agua engullendo su cuerpo pálido, casi tan pálido como las burbujas. La espuma cubría gran parte de su cuerpo, dejando entrever formas y líneas suaves, como la curva de su cintura o la longitud de su muslo. Todo hacia contraste con su pelo negro y humedo, el cual se le pegaba al cuello, dejando a la vista un lunar precioso en el lateral del mismo.
Hermione desvió la mirada rápidamente y hundió los ojos en las baldosas de la pared, brillantes por la humedad.
Sentía que todo ardía, allí donde Pansy posaba la mirada en su ahora demasiado expuesto cuerpo.
- Estás muy callada - murmuró Pansy, muy suavemente.
- Te dije que quería estar en silencio - dijo Hermione, apretando la mandíbula.
- Y yo te dije que no te iba a molestar.
Hermione volvió a mirarla. Pansy no sonreía, ni parecía estar jugando. Solo la observaba.
- ¿Por qué me miras tanto? - preguntó Hermione sin poder evitarlo más.
- ¿Y tú cómo sabes que te estoy mirando? - respondió Pansy.
Hermione sintió que su pecho iba a explotar. No se veía capaz de estar ahí y seguir fingiendo. Necesitaba salir.
- No estoy aquí para jugar, Parkinson.
- Yo tampoco - murmuró Pansy.
No sabía cuánto tiempo llevaban allí, quietas con el único sonido de sus respiraciones y del agua moviéndose entre ellas.
Pansy estiró los brazos por el borde de cerámica de la bañera, echando la cabeza levemente hacia atrás. Cerró los ojos y Hermione pensó que parecía que la estuviese viendo por primera vez, sin todos esos gestos irónicos.
Y no sabia como, pero eso hizo que bajara sus muros.
- ¿Lo sabes verdad? - preguntó Hermione, sin necesidad de que le respondiera -. Sabes que me gustaban las mujeres.
Pansy abrió los ojos levemente, dejando solo una rendija para mirar a Hermione de reojo. Una sonrisa vaga apareció en su rostro.
- Los sospechaba.
- ¿Desde cuándo?
- Desde aquella noche en el balcón - respondió levemente.
Hermione tragó saliva, resonando en su cabeza esa otra pregunta que le hizo la pelinegra.
¿Alguna vez has querido besar a una chica, Granger?
- ¿Y tú? - reunió el valor de preguntar -. ¿Alguna vez has querido besar a una chica?
Pansy abrió los ojos, lentamente, y la miró con una intensidad que hizo que Hermione quisiera hundirse del todo.
- ¿Ahora vamos a preguntar obviedades? - respondió sin desdén.
Hermione sintió que el aire se cargaba aún más. Le dolía todo, sentía los brazos entumecidos y la presión en el bajo vientre era insoportable. Definitivamente iba a explotar.
- Me voy - dijo de repente, levantándose con cuidado.
No podía quedarse ni un segundo más allí
Salió de la bañera dándole la espalda a Pansy, esta vez demasiado aturdida como para que le importase la vista de su espalda y trasero al descubierto. Se acercó al banco y cogió el albornoz, enfundando en él como una capa protectora. Se acercó al arco abierto que separaba el pasillo de taquillas del recinto principal cuando miró por encima de su hombro, sorprendiendo a Pansy mirándola.
Parecía ansiosa, pero un ansia calmada.
- Que pases buena noche, Hermione.
Hermione salió corriendo de ahí, secándose rápidamente con el albornoz y poniéndose su ropa. Se fue rápidamente, dejando atrás la estatua de Boris El Desconcertado, que parecía mucho menos desconcertado que ella de escuchar su nombre en la boca de Pansy.