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Chapter 21: ○□Jugadores 013, 222 y 456□●

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

No sabía si ya se había muerto o no, pero ver a Gi-hun subir rigurosamente a la plataforma, fue como ver a un muerto abrir los ojos.

Gi-hun estaba vivo.

Entonces el cuerpo que cayó al suelo fue de 333... quién murió antes de que Elena hubiera apretado el botón.

Por lo tanto, esa muerte no cuenta para asegurar la victoria de los tres.

La misma situación de antes solo que ahora había dos personas con la bebé.

Elena sólo pudo dejar que un suspiro de frustración salga de ella. Esto debía ser una maldita broma del destino o el que escribe las vidas de cada uno.

Los dos ganadores llegaron a la final.

Y ahora uno de ellos debía morir para que el otro sea el bicampeón.

Porque claramente no van a matar a la bebé, ellos no harías eso. Preferían morir antes que eso.

Ella era solo una bebé.

Gi-hun llego corriendo a su lugar, mirando con pánico el líquido rojo que fluía de la pierna de Elena. Estaba hablando, pero ella no le estaba prestando atención al estar perdida en su sorpresa de verlo vivo.

— ¿Qué?

— Sácate el saco —murmuró el hombre con apuro. Haciendo él mismo dicha acción para no perder tiempo.

Con manos nerviosas saco la prenda negra del cuerpo de Elena. Ella pensó que sería para la bebé, empezaba a hacer frío y la niña no tenía nada más aparte del traje negro.

Así que fue una sorpresa cuando Gi-hun arranco la manga y con manos hábiles empezó a cruzar la tela alrededor de la herida de Elena. Haciendo una extraña mezcla entre un vendaje y un torniquete.

No sabía si esto iba a funcionar, nunca mezcló las tácticas antes. Normalmente tenia los insumos para hacer los puntos, cerrando la herida antes de que pase a mayores.

Pero aquí no tenían nada. Esto claramente pasaría a mayores. Dudaba que aguante mucho más...

Esto dejo en claro que tendría que hacer.

Gi-hun le dio un último apretón a su vendaje, mirando con satisfacción como la sangre dejaba de fluir por la pierna... o eso aparentaba ya que toda la pierna ya estaba manchada con el líquido rojo.

Sin pensarlo, Elena estiró su mano para tomar la de Gi-hun, llamando su atención en un silencio piadoso.

Al inicio no dijo nada, concentrada en ver el rostro de su amigo con detalle. Memorizando cada mancha, arruga, color, y notando con pesadez en su pecho, como había cambiado.

Parecía más avejentado, cansado, pero fuerte. Como si no acabara de pelear a muerte con un muchacho joven y sano.

— Gi-hun... —su tono salió roto. Tantas veces había asegurado en su mente que ella era la que moriría aquí; pero ahora que debía decirlo le costaba. Era la horrible sensación de tener una piedra en la garganta donde una sola frase podría desencadenar un doloroso llanto.— Estoy cansada.

Él negó rápidamente, con miedo en sus ojos. Negado a ver lo que tenía frente suyo.— No.

Siguió hablando.— Estoy lastimada. Me apuñalaron dos veces y perdí sangre... en el mejor de los casos puedo sobrevivir cuatro horas más.

— Elena por favor no.

— Nada asegura que sobreviva el viaje a Corea. Ellos no curan las heridas —levantó la mano derecha donde se podía ver la cicatriz mal curada que obtuvo aquí. Un claro ejemplo de que solo se aseguran de darte el dinero, llevarte hasta Seúl y nada más.— Voy a morir... te guste o no, voy a morir.

Él tomo dicha mano con mucho cuidado, como si fuera una pluma— No digas eso Elena.

— Tengo un brazo débil, probablemente me deje secuelas al no tratarlo en el momento. Dos rajaduras en la pierna. Creo que todo el cuerpo está morado por hematomas. No voy a lograrlo. Y tu tienes una hija Gi-hun.

Nombrar a Ga-yeong claramente fue apropósito. Elena sabia de casi todos los intentos fallidos de Gi-hun por contactar a su hija y esperaba que después de esto él pueda ir a verla.

Gi-hun solo aguardo en silencio por unos segundos, mirándola del mismo modo en que ella lo estaba haciendo.— Young-il, él está del otro lado. Te quiere viva.

— No. Él está muerto. Aparte no comparemos una persona como él... a una hija.

Las palabras salieron firmes. Declarando lo que debió aceptar hace mucho.

Young-il estaba muerto para ella. Prefería eso a que él fuera una farsa.

— La muerte será rápida. Preferiría una bala pero acepto esto.

Un suspiro derrotado salió de Gi-hun, girándose con cansancio al contador para ver cuanto tiempo.

Quedaban 10 minutos.

600 segundos para su muerte.

— Vamos a hablar el tiempo que nos queda —a pesar de todo, la voz de Gi-hun salió cálida. Un poco de consuelo en medio de este horrible cementerio.

Con un poco de esfuerzo Gi-hun la ayudó a poner se de pie, caminando con paso tranquilo hasta el borde de la torre donde la sentó, y luego ir por Min-seo.

No tardo más de 20 segundos cuando ambos se encontraron sentados uno al lado del otro, con los pies al aire como si no acabaran de matar a alguien.

Estaban en silencio; Gi-hun mientras sostenía a Min-seo miraba fijamente hacia el gran panel de cristal en donde estaban los VIP con Young-il. Elena por su lado estaba mirando el gran caída que había bajo suyo.

Casi 20 metros podría decir. Una muerte asegurada, un suicidio por una causa mayor.

Solo había un corto periodo de tiempo entre saber si existía el cielo o infierno. Finalmente podría tener una respuesta a todo lo que le dijeron de pequeña cada vez que iba a la iglesia.

La voz de Gi-hun la saco de sus pensamientos muy rápido, llevando sus ojos al hombre.

— Está debe ser una final muy aburrida para ellos.

Sabía quienes eran ellos. Sabían que esperaban una pelea mortal con el sacrificio de la bebé o de ella. Y aun así no desvío la vista al panel.

Porque muy dentro suyo, sabía que podría estar viendo al Líder, y no quería saber nada de él ahora. No quería que él la vea, ni la escuche.

— Es verdad... pero bueno, no puede esperar mucho. Que se conformen con las peleas anteriores, les dimos un buen show.

Muy a su pesar, Gi-hun soltó una leve risa que solo molesto a la pequeña niña en sus brazos.— Es verdad. Espero que esos bastardos se estén aburriendo viendo todo esto.

— Ojalá que se ahoguen en sus copas de licor caro.

— Prefiero verlos tomar vino. Eso combina mejor con su aspecto de billonarios malvados.

Ninguno de los dos pudo evitar soltar unas leves risas antes los comentarios. Burlándose de quienes financian esto como último acto.

Elena se apoyo en su brazo bueno, reposando el otro contra su estómago. Ya no le importaba dejarlo quieto, pues estaba la posibilidad de que se rompa completamente a la caída.

Sinceramente todo perdió mucha importancia ahora.

Todo menos algo, su madre y Joon.

Sin que lo supieran se había despedido de ellos. Tuvo su última charla con Lucía y pasó el día completo con Joon. Pero le quedaba la sensación de que no era suficiente.

Tal vez nunca sería suficiente. Sólo esperaba que ellos lean las cartas (su mamá principalmente, Joon no sabe leer bien aun) y se larguen de este lugar, vuelva a su país, el lugar donde Elena y Felipe crecieron.

— Acuérdate que las cartas están sobre mi cama... y prende fuego la que es de Young-il.

Esto llamo la atención de Gi-hun.— ¿Le escribiste una a él? —ella solo asintió.— Que afortunado.

— También me lo bese en el baño.

No sabía porque susurró eso último pero necesitaba confesárselo a alguien. Como si ella estuviera diciendo sus pecados y eso fuera lo peor de todas las cosas que hizo.

Para su sorpresa Gi-hun no parecía sorprendido. Él sólo levantó una ceja, casi con una expresión que preguntaba "¿Me vez cara de estúpido?".

— No lo esperaba. Pero era algo de esperarse... él siempre te miraba, estaba muy atento de ti. Es una pena que sea el Líder. Realmente creí que podrían ser algo cuando salgan.

— Yo también —aguardó en silencio, mirando con mucha atención el cuerpo de algún jugador varios metros bajo suyo.— Pero bueno, las cosas como son. Termino siendo el jefe de este infierno.

Le resto importante porque sinceramente no quería hablar de él estos últimos momentos. Ya había ocupado su mente los últimos dos años, estos últimos momentos eran suyos, solo de Elena.

Cambio el tema rápidamente.— De todos modos ya no importa —tomó aire lentamente, mirando a Gi-hun otra vez. Esto llamo la atención del hombre.— Gracias por estar.

Por unos segundos Gi-hun guardo silencio hasta que sus ojos se llenaron de lagrimas.— Gracias a ti... fuiste de mucha ayuda este último tiempo.

— Fue lindo tener a alguien con quien hablar de todo esto —Miró a Min-seo por unos largos segundos. Se preguntaba si la niña era consiente de la horrible situación.— Nunca lo había hablado con nadie... dudo que me crean, pero fue bueno-.

Se obligó a cerrar los ojos con fuerza, negándose a sentir el ardor en sus ojos. No quería llorar ahora, pero la situación era límite.

No era miedo lo que corría por su cuerpo; era tristeza.

Una angustia que aumentaba al notar que sus acciones no sirvieron para nada. Los 454 jugadores murieron. Todos los juegos se llevaron a cavo y lo más probable es que sigan después de su muerte.

Al menos lo intentaron. No les salió bien claramente, pero no se quedaron de brazos cruzados sabiendo de las cosas inhumanas que sucedían aquí.

Eso les daba algo de calma. No apartaron la mirada, y trataron de hacer algo.

Casi con cansancio levantó la vista hacia el reloj que indicaba el poco tiempo que le quedaba en la tierra.

02:25

Sus manos pasaron por su rostro con pesadez. No sabía como el tiempo pasó tan rápido, ni siquiera sentía que estuvieron hablando por un largo periodo.

Una pesada inquietud se instalo entre ellos mientras Elena más que nunca deseaba que el tiempo no pase tan rápido; que pueda tener otros segundos más aquí.

Ajeno a los pensamientos de Elena o muy concentrados en los suyos, Gi-hun rompió el silencio, con voz ronca por el cansancio.— ¿Crees en la humanidad? ¿Tienes fe aún en los humanos?

Elena giró la cabeza, sorprendida. No esperaba una pregunta así ahora.
Lo miró un instante, buscando algún rastro de ironía, pero lo único que encontró fue seriedad, una espera paciente.

Se mordió el labio meditando su respuesta. Tratando de poner en palabras lo que rondaba en su mente.

Este juego los reducía a la forma más primitiva del ser humano. Sacando a reducir lo más oscuro y turbio de este; llegando al punto en que uno puede asesinar con sus propias manos a alguien que compartió equipo, o pedir la muerte de un bebé.

Hace menos de una hora habían peleado y mandado a la muerte a gente como esa.

Pero también este lugar te dejaba ver el lado más puro de las personas. Yuna fue la primera que le vino a la mente, quien se sacrifico en el juego de la sillas para que ella viva.
También le vino a la mente Hyun-ju quien podría jurar que en sus últimos momentos protegió a Jun-hee y Geum-ja.

Probablemente había miles de historias, miles de almas que caminan por estos pasillos gracias a que dieron la vida por otro, que protegieron a personas que solo conocieron hace menos de unos días.

— Sí —dijo al fin. Las palabras escaparon firmes de sus labios agrietados.

Gi-hun asintió en silencio, como si la respuesta de Elena le diera una respuesta a sus propias preguntas.

Elena desvió la vista hacia el panel de vidrio en donde estaban los VIP.— Creo que nosotros somos un ejemplo de eso, por más raro que suene —susurró, señalando con la mirada a la bebé.— Tengo fe en la humanidad, en nuestra humanidad, debido a que si estuviéramos vacíos hubiéramos lanzado a Min-seo hace rato y seríamos los ganadores. Celebrando sobrevivir dos veces sin importar como.

Su respiración tembló, pero siguió hablando, obligándose a poner palabras lo que sentía.

— El hecho de que sigamos protegiéndola, aunque eso nos cueste la vida… eso es humanidad para mi.

Una sonrisa se dibujó en sus labios, rota, cansada, pero auténtica. Gi-hun apartó la vista, mirando al suelo bajo ellos, como si allí pudiera contener todo lo que su pecho no lograba sostener.

— ¿Por qué lo preguntas?

Esto saco de sus pensamientos a Gi-hun, quien la miró con un brillo decisivo que solo vio antes de la revolución. Un hombre con una decisión tomada.

Estiro sus manos para tomar a Elena por los hombros. Un toque cálido casi temeroso.— Quería saber tu opinión... y esperaba que eso ayude a visualizar mi respuesta.

Y sin meditar respuesta, Gi-hun abrazo a Elena. No fue algo brusco, sino tierno, de esos abrazos que uno desea que duren para siempre. Abrazos que, a pesar de todo, siempre permanecen en tu mente por más años que pasen.

Ella correspondió sin dudarlo con su mano en la nuca de su amigo, tratando de no apretar mucho a Min-seo entre ellos.

Pudo escucharlo suspirar antes de soltar al aire las siguientes palabras.
— Lo siento, Elena.

No tuvo tiempo de preguntarle a qué se refería, por qué se disculpaba; hasta que sintió la presión de sus dedos contra su muslo herido, justo sobre la tela oscura que protegía sus heridas reciente. 

El toque fue leve, pero preciso; se sintió demasiado fuerte para la zona tan maltratada.

El dolor explotó dentro de ella como una llamarada a la cual le tiraron una botella de alcohol.
Fue tan fuerte que la hizo soltar un gemido entrecortado, su cuerpo se dobló hacia adelante, llevando una mano temblorosa a la herida, sin fuerzas para detenerlo.

Gi-hun ya se había puesto en pie con una expresión arrepentida en su rostro ante su dolor. Aunque eso no lo detuvo.

Tenía a Min-seo entre sus brazos, sosteniéndola como si fuera el tesoro más apreciado del mundo, de su mundo.
Con un gesto suave, casi reverente, se inclinó sobre la pequeña, la besó en la frente, como un padre lo hace con su hija, y luego la depositó cuidadosamente junto a Elena.

Sus labios se curvaron en una sonrisa frágil, cargada de ternura y despedida.

Elena, aún luchando contra el dolor, lo observaba con el corazón desbocado, sintiendo que algo no encajaba.

¿Por qué le estaba dejando a Min-seo así como así?

— ¿Qué…? —balbuceó, apenas encontrando voz. — ¿Qué vas a hacer?

Él no respondió perdido en su mente. Giró sobre sus pies y empezó a caminar hacia el extremo opuesto de la torre circular, con pasos firmes, inquebrantables. No sin antes darle una cálida sonrisa a Elena y la niña, como si estuviera a punto de dar un paseo.

Elena parpadeó confundida, el aire atrapado en su garganta. El murmullo de sus palabras dejo de tener importancia cuando Gi-hun, de espaldas al abismo y mirando un punto detrás de Elena, susurró palabras que se perderían en la sala.

Ella no pudo oírlo, no pudo entenderlo, y esa ignorancia le heló la sangre.

Y de pronto, lo comprendió.

El golpe de la verdad la atravesó con la misma violencia que el cristal en su pierna.

Gi-hun iba a saltar.

No para escapar. No por desesperación. Sino para salvarlas a ellas. Morir bajo sus propios términos.
Cuando cualquiera las hubiera lanzado por el borde, Gi-hun decidía mantenerlas lejos de este y aventarse él mismo.

— ¡No! ¡No! —la voz de Elena desgarró el aire, quebrada, más fuerte de lo que sus pulmones heridos deberían permitir.

Se incorporó con torpeza, intentando poner todo su peso en su pierna buena. De todos modos el dolor del muslo la hizo vacilar, pero ella siguió, dio un paso, luego otro, como si la pura desesperación pudiera sostenerla.

No quería perder a Gi-hun, él era el único que quedaba. No quería.

Y luego cayó de rodillas con un quejido, el dolor trepando desde la herida hasta todo su cuerpo cuando sin notarlo movió demasiado la pierna.

Aun así, no se detuvo, porque Gi-hun seguía estando demasiado cerca del borde.

Apoyó las manos contra el suelo áspero y empezó a arrastrarse, jadeando, avanzando centímetro a centímetro. Ignorando el rastro de sangre que dejaba su pierna al mover levemente el vendaje.

— ¡Gi-hun, no lo hagas! ¡Por favor, no hagas esto! —gritaba, las palabras desgarrándose en su garganta como cristales que poco a poco la rompían desde adentro.

Pero él no la escuchaba. O no quería escuchar. Con los brazos abiertos, de pie en el borde, Gi-hun se inclinó apenas lo suficiente para que Elena pudiera ver su rostro una última vez.

No había miedo en sus ojos, ni duda. Sólo decisión. Esa firmeza serena que la destrozaba aún más porque confirmaba lo inevitable.

Gi-hun moriría bajo sus propios principios. Bajo su propia moral.

— ¡No! —Elena estiró un brazo tembloroso hacia él, como si pudiera alcanzarlo desde donde estaba.

Pero fue inútil. Fue inútil como siempre.

El tiempo pareció romperse. Gi-hun cerró los ojos un segundo, murmuró una última palabra, y luego, en un movimiento lento, casi solemne, se dejó caer hacia atrás. Su cuerpo se arqueó en el aire, los brazos abiertos como si se entregara al vacío, como si abrazara la nada.

Elena sintió que el aire le era arrancado de los pulmones. Un grito adolorido brotó de su pecho, su visión nublada por lágrimas. Su persona estaba en un punto en el cual no sabía cómo soportar tanto.

Forzó a su cuerpo a levantarse aunque fuera tambaleante, arrastrándose primero, luego empujándose a medias con una pierna, cojeando con torpeza hacia el borde.
Cada paso era una tortura, la herida latiendo, la sangre empapándole la ropa, pero nada la detendría.

Sus labios estaban abiertos. No sabía si estaba gritando o respirado cuando llegó al borde, jadeante, las piernas cediendo bajo ella. Solo se detuvo cuando el sonido la alcanzó.

Un estruendo sordo, desgarrador, el eco de un cuerpo estampándose contra el suelo arenoso a varios metros debajo de ella.

Elena se quedó congelada, los ojos muy abiertos, el corazón golpeando con tanta fuerza que parecía querer salirse. Sus parpados se cerraron, pero el sonido aún resonaba en sus oídos, como un martillazo que no terminaría nunca.

— No… no —murmuró, con la voz rota.

Y, aun sabiendo que era inútil, aun sabiendo que lo que había escuchado no podía deshacerse, que Gi-hun no estaría vivo, siguió avanzando.

No sabía cómo terminó en el borde, podía sentir que dejo un rastro de sangre por su pierna. Aunque no le importo, sentía el dolor recorriendo cada nervio sutil; pero por primera vez la tristeza y desesperación era peor.

Se inclinó hacia el vacío, como si con sólo asomarse pudiera traerlo de vuelta, que él estaría parado en la base de la torre con la bebé colgada en el portabebés.

Claramente no fue así.

La realidad no permitiría ese final feliz.

Vio a Gi-hun, no tardo más de un segundo a ubicar su cuerpo. Pero no estaba vivo sosteniendo a Min-seo, estaba recostado sobre el suelo, con una horrible mancha de sangre alrededor de su cabeza.

Las lágrimas se sentían como ácido sobre sus mejillas irritadas. Un llanto silencioso que escapaba de su cuerpo mientras sus ojos veían el cuerpo de Gi-hun.

El hombre que desde un inicio debería haber sobrevivido. Que debería haber terminado con esto. Ahora estaba desplomado contra el suelo sin ninguna señal de vida.

Solo un cuerpo.

Un cuerpo que sufrió por mucho.

El cuerpo de una persona, que se fue para que ellas pudieran quedarse. Y esa certeza era más dolorosa que cualquier herida.

Las cosas no deberían haber terminado así.

— Jugador 456, eliminado.

(...)

No sabía hace cuanto tiempo estaban sonando las alarmas.

Eso era lo de menos.

Tampoco sabía en qué momento logró arrastrarse hasta Min-seo, acunando a la bebé. La niña parecía notar que algo no estaba bien, y eso lo reflejo los pequeños quejidos que salían de ella.

Elena simplemente se había recostado al lado de la bebé. De espaldas a los VIP y sin mirar el borde donde Gi-hun vivió sus últimos momentos.

Podía escuchar una cuenta regresiva.
Eran varios pitidos indicando que el tiempo transcurría. No sabía para qué era, tampoco le importo a estas alturas.

Simplemente estaba calmando a la bebé con la poca fuerza que le quedaba. Fue eso lo que le permitió ignorar el leve temblor de la plataforma en donde se encontraba el botón.

Si prestaba atención, si sus ojos dejaban de ver el pequeño e indefenso cuerpo de Min-seo, habría notado como dicha plataforma descendía y a los minutos volvía a subir con alguien en ella.

Lo que si llamo su atención fue la voz profunda que llegó a ella.

— Elena...

Su respiración se detuvo abruptamente. Reconocía esa voz.

Claramente la reconoció al instante. Tantas veces en estos juegos había deseado volver a escucharla desde su "muerte".

Y ahora lo tenía ahí. Firme, como si tratara de controlar una situación que ya perdió todo tipo de orden.

— La isla explotara en 20 minutos... —su voz se escuchaba agotada, muy parecida a las veces que Elena se encontraba con él después de que desaparezca por dos semanas.— Tenemos que irnos o morirán las dos.

Que estúpida fue en ese momento. Que ciega al no ver lo que tenían enfrente.

Ciega...

Eso hizo que le vengan a la mente las palabras de la chamana. La mujer que Elena dio por loca y no creyó ninguna se sus palabras, mientras ella sostenía su rosario como si eso podría proteger a todos los que amaba.

Las palabras de la mujer solo reforzaron a las de su hermano.

"Tus ojos se abrirán a la tercera".

La chamana en el juego de ese mismo día solo reafirmo todos.

"Rezaré para que tengas una iluminación dolorosa".

Todo se unió como frías piezas de un rompecabezas macabro.

El Líder tuvo que esperar a que Elena sobreviva a las tres torres, apareciendo en la tercera. Revelando en persona quien era realmente.

El encargado de manejar este horrible infierno.

Y la iluminación fue dolorosa, uno de los peores dolores que pudo sentir.

Se levantó lentamente, tratando de no poner mucho peso sobre su pierna mala. Lo estaba logrando hasta que un par de manos muy familiares, la tomaron de sus costados y la levantaron rápidamente.

Manos que antes daban una sanación cálida, ahora quemaban dolorosamente. Como si fueran metal al rojo vivo sobre su piel.

Ya no existía más ese toque cálido. Había muerto con Young-il.

Lo apartó con un movimiento brusco— No me toques —su voz salió despacio y cortante. Un tono que nunca espero usar con él.

Con cuidado tomó el cuerpo de Min-seo entre sus brazos. Concentrándose en ver a su niña (la una alma limpia aquí) en vez de la expresión del Líder.

No podía verlo, no quería ver el rostro del hombre que llegó a amar en el cuerpo de un asesino.

O tal vez siempre fue el asesino y ella ahora lo notaba.

Sostuvo firme a la bebé, caminando sin decir nada hasta el elevador, similar al que entraron a la torre cuadrada, la única diferencia era la mancha de sangre en este.

Pudo escucharlo caminar a su lado, siguiendo cada paso suyo con demasiada atención. Como si esperaba poder sostenerla antes de que se caiga al suelo por falta de energía.

Y eso la enfureció.

Él no tenía ningún derecho sobre ella para actuar así. Perdió todo derecho... no, él nunca tuvo derecho a nada. No cuando todo fue construido sobre una mentira.

Se mordió el labio tratando de controlar el huracán dentro suyo. Una horrible amargura que se adentraba en sus huesos con cada maldito recuerdo que tenía con el hombre a su lado.

Fue bizarro como hace días él podría llenar de calidez su cuerpo; y ahora solo dejaba una sensación de vacío.
Un vacío que solo aumentaba más cuando a su periferia lo veía en sus prendas negras. Marcando un contraste entre ambos. Ella manchada completamente con sangre, sudor y lágrimas; mientras él estaba impoluto.

Eran claramente el reflejo de donde estuvieron los últimos días.

Ella en el infierno. Peleando por su vida.

Él en el cielo. Observando todo el circo que ellos armaban.

Por unos largos segundos, mientras el elevador los bajaba lentamente hasta el suelo; Elena agradeció que su hermano estuviera muerto.

Felipe estaría horrorizado de ver a su hermana así. Completamente rota, manteniéndose de pie con una fuerza que poco a poco se iba de ella... y con más pecados que ninguna mujer debería tener.

No sabría como hacerle frente después de todo lo visto.

Su cuerpo se estremeció levemente cuando el elevador golpeó levemente contra el suelo. Quedarse mucho tiempo quieta con la bebé en brazos no era un buen plan. Dejar el cuerpo quieto detenía el dolor, pero al volver a moverse hacia que esté vuelva mil veces peor.

Un leve siseo se escapo de sus labios cuando sus piernas empezaron a moverse para sacarlas de ahí.
Haciendo que una extraña sanación se vuelva a posar en ella después de lo que parecieron años (aunque solo fueron días).

Era la mirada de Young-il.

Claramente la estaba viendo, el hombre parecía negado a dar dos pasos de distancia lejos de ella.

Era la misma sensación que antes podría hacer que su corazón lata más rápido por los nervios.

Eso ya parecía lejano, ahora solo quería desaparecer así él dejaba de verla, así desaparecía esa sensación.

Sus ojos siempre estuvieron a Min-seo, procurando que este lo más calmada posible después de todo lo que tuvo que pasar su pequeño cuerpo.

Así que la tomó por sorpresa el grito que resonó frente a ellos.

— ¡In-ho! ¿¡Por qué hiciste esto!?

Su rostro se levantó como un relámpago a escuchar la voz del joven tan familiar.

Por un instante casi sintió alivio por la llegada de Jun-ho, casi. Pues llegó tarde.

El joven se dirigía al Líder como si lo conociera de toda la vida, ni siquiera se inmutó en ver los cuerpos ensangrentados estampados contra el suelo. Sus ojos estaban puestos en el hombre que dirigía todo este infierno.

Con amargura Elena notó que había demasiada familiaridad en las palabras que el detective soltaba. Incluso el puñetazo contra el pómulo de Young-il y el inexistente contraataque, dejaba en claro que se conocían.

Otro más que los engaño. Woo-seok debía haberlo golpeado más fuerte con el extintor esa vez en el motel de Gi-hun.

Y hablando de Gi-hun.

Cuando el nombre de su amigo inundó su mente, ella dejo de prestar atención a la discusión entre los hombres para girarse y ver lo que más temía.

— Gi-hun... —murmuró casi en un suspiro. Una suplica silenciosa que dejaba su cuerpo sin aire.

Ahí estaba él.

Su cuerpo yacía contra el suelo, rodeado de una mancha de sangre por el impacto. La camisa blanca hace unas horas estaba teñida de un rojo oscuro que se extendía como un río inmóvil, y el rostro, ese rostro que ella había visto tantas veces tensarse en discusiones, suavizarse cuando hablaba de su hija, serio cuando pensaba en toda la gente que perdió... ahora presentaba en una serenidad que partía el alma.

Y sus ojos. Los ojos que tantas veces vio con lagrimas, ahora estaban abiertos, pero sin ningún tipo de emoción.

Solo había... nada.

Sus rodillas temblaron por temor y agotamiento, por un segundo temió no poder avanzar más, que su cuerpo cedería con Min-seo en sus brazos.

Pero no fue así, apretó a la bebé contra su pecho, cerró los dientes con fuerza y dio un paso, y luego otro, cojeando, tambaleante, hasta que estuvo al lado del cuerpo.

Solo ahí se detuvo con el aire fluyendo por sus pulmones, pero sintiendo que se asfixiaba al mismo tiempo.

Lo observó en silencio por unos largos segundos.

Segundos en los cuales todo a su alrededor se desvaneció. La pelea entre los dos hombres quedó en segundo plano; los murmullos se silenciaron. El dolor en su cuerpo se volvió una sensación helada. Hasta casi dejó de sentir a Min-seo si no fuera porque ella respiraba suavemente contra su pecho.

Todo pareció desaparecer.

Solo estaba él, recostado sobre su propia sangre, pero era él.

Y una parte de ella, la más irracional, la más desesperada, aguardaba con esperanza a que Gi-hun moviera los ojos de golpe, respirara con fuerza y se incorporara entre jadeos. Sobreviviendo otra vez a los juegos, así serían tres ganadores y no solo dos.

Pero no ocurrió.

Él seguía quieto. Demasiado quieto, como si fuera una fotografía... o una pintura trágica.

Una pintura que mostraba un final trágico para una vida trágica.

Elena tragó saliva, sintiendo que tragaba arena por lo reseco que estaba. Se arrodilló con lentitud, con un dolor sordo recorriéndole las piernas que decidió ignorar a favor de estar más cerca de él.

Colocó a la bebé en el suelo con extremo cuidado, con la intención que ella siga dormida y no vea al hombre  que la cuido como si fuera su hija en sus pocos días de vida.

No dudo cuando se inclinó hacia Gi-hun. Necesitaba tocarlo...

Sus dedos temblorosos, se apoyaron en su pecho, justo sobre el "456" negro.

Ahí presionó con una leve firmeza y esperó, con el aire retenido en sus pulmones, alguna señal de vida.

Sin darse cuenta empezó a rezar en voz baja, una última prueba de fe, una suplica al ser todo poderoso para recibir una señal.

Latidos... solo pedía latidos, pulsaciones bajo su mano que indicaba un corazón que seguía trabajando para mantener a su amigo con vida.

Pero bajo su mano, como si fuera un castigo por dejar de creer este último tiempo, no había nada. Ninguna vibración. Ningún eco de resistencia. Solo el silencio; un corazón apagado.

Las lágrimas comenzaron a empañar su visión, la imagen del rostro inmóvil poco a poco se volvía borroso bajo sus lágrimas.

Y aun así, ella no podía dejar se verlo, porque mientras más miraba, más rápido llegaba a una conclusión que era dulce y dolorosa al mismo tiempo.

Gi-hun parecía tranquilo por primera vez en todos los años que ella lo conoció. Como si la muerte lo hubiera alcanzado en el único instante en el que había encontrado paz.

Una paz que ella nunca había visto en él en vida.

Su respiración salió como un grito ahogado por el llanto.

— Ay, Gi-hun… —susurró, con la voz rota, con su mano trazando pequeños circulos sobre su pecho frio— Testarudo. Idiota... leal y amable.

Las palabras se deshicieron en un sollozo contenido, pero continuó, porque sabía que esta sería la última vez que lo vería. No podría tener nada de él una vez que los guardias se lo lleven.

Por una vez, podría ver el cuerpo antes de meterlo en un cajón. Lo que no pudo lograr con su hermano, lo estaba haciendo aquí.

— Perfectamente imperfecto —las palabras salieron pesadas de ella.— Solo tu harías algo así... pocos harían algo así-.

Sin pensarlo, su mano se deslizó hasta su rostro, limpiando con ternura la sangre que manchaba la piel. Quería que se viera como el Gi-hun que conoció hace dos años o como habían llegado aquí. Sin ninguna mancha de sangre en su rostro, como si no estuviera recostado sobre un charco de esta.

Lo acarició como si esa simple caricia pudiera traerlo de regreso, como si pudiera sanar todas las heridas que dejo la caída.

—Es como verte dormir incómodamente en el sillón otra vez... —murmuró con ambas manos contra los pómulos del hombre.

Pero había un pequeño detalle que contradecía todo eso.

Sus ojos.

Con suavidad cerró sus párpados. Usando la misma ternura para Dae-ho pero sintiendo un dolor mucho más profundo en su pecho.

Casi sonríe entre lagrimas al notar que ahora sí parecía dormido, en paz y casi más joven. Como si mañana se despertara y nada de este infierno hubiera sucedido.

Fue ahí cuando un pensamiento la atravesó como una cuchillada, de esos que vienen de la nada y te lastiman con pequeños hechos.

La primera vez que él podía descansar de verdad en mucho tiempo, era en la muerte.

Una muerte que lo rodeo por mucho tiempo y ahora, después de tanto dolor, finalmente vino por él.

Esa idea termino de romper en ella lo que ya estaba roto.

El llanto salió de Elena en oleadas contenidas pero silenciosas, temblores que sacudían todo su cuerpo mientras sin notarlo, la pelea de los dos tipos se había finalizando.

Se llevó una mano a la boca para ahogar los sollozos, pero no sirvió de nada. El dolor la desbordaba.

Había perdido a la única persona que entendió el trauma, el dolor, la desesperación que dejaban los juegos. Un confidente inesperado que la vida los cruzo esa terrible noche en el parqué.

Le dolió. Le quemó como tocar metal al rojo vivo.

Era de esos que uno sentía cuando perdía algo importante, algo que nunca volvería por más rezos que uno haga.

Ahí casi ignora los fuertes pasos que se escucharon yendo a su dirección. Tenía pensado dejarlo a un lado, hasta que este se arrodillo con su mano apoyado sobre su hombro bueno.

No sabía quién era, no quería ver quién era. Sus ojos solo podían estar en Gi-hun, en su cuerpo dormido.

— Elena.

Pero esa voz fue distinta a la de Jun-ho o Young-il. Era otra persona.

Con los ojos llorosos y rojos, se giro levemente para mirar al hombre a su lado.

Al principio no lo reconoció y casi le lanza un insulto por interrumpirla. Pero al ver como el tipo miraba a Gi-hun, con un silencioso reconocimiento, ahí ella lo recordó.

Era Kim, el mercenario que Gi-hun había contratado hace un tiempo. Lo había visto cuando salían a comprar algo para tomar con Woo-seok, pero no hablaron mucho. El tipo era callado.

Así que hubo una leve inquietud en ella cuando él volvió a hablar.

— Nos tenemos que ir —su tono llegó muy despacio a los oídos de Elena a pesar de que él estaba a su lado. Casi sonaba alarmado, mirando del cuerpo muerto de Gi-hun, a la bebé y finalmente a ella.

Ahí supo que no se podría quedar mucho tiempo con Gi-hun. Una parte de ella quería acurrucarse a su lado y morir ahí; no era justo que de los dos sea ella quien sobreviva. No era justo.

Pero tampoco seria justo dejar a Min-seo sola otra vez. No sabría que harían con la bebé si ella moría aquí.

Tuvo que seguir por la niña. Le dolía como si le arrancaran una extremidad, pero era la realidad.

Más lágrimas salieron de ella cuando se inclinó más cerca de Gi-hun, casi rozando su frente con la suya. Notando que el calor dejó de existir en el cuerpo de su amigo.

— Dile a Jun-hee que no esté molesta contigo… —susurró con voz entrecortada. No sabia como logró decir esas palabras.— Tomare tu promesa y cuidaré de Min-seo. La haré la niña más feliz del mundo, como su mamá quiso.

Su voz se quebró al pronunciar el nombre de la niña, porque ahora mismo ella representaba todo. Desde las injusticias humanas hasta lo fuerte que puede ser el amor cuando uno da la vida por este.

Elena tomó aire con dificultad y, como un último acto, se inclinó para besar la frente de Gi-hun.

Un beso de despedida.

Un beso cargado de todo lo que vivieron, de las buenas y malas experiencias. De todas las noches buscando estas malditas instalaciones que de un modo u otro seria la muerte de ambos. De todos los abrazos compartidos este último tiempo. Ese beso estaba cargado de todo.

Y hasta había una añoranza de que pueda vivir más, de que sea él quien crie a la niña, que se case con una buena mujer (u hombre) y finalmente vayan a ver a su hija en Estados Unidos.

Esperaba que, de alguna manera, atravesara esa frontera invisible y lo alcanzara en el más allá.

— Saluda a los demás de mi parte… —murmuró, alejándose de él por más que su cuerpo le rogaba que se desplome a su lado.

Ya todo terminó, y Gi-hun podría descansar en paz.

La bebé soltó un gemido suave, devolviéndola por un instante al presente.

Elena se quedó inmóvil, con el rostro aún cerca del de Gi-hun, las lágrimas cayendo sobre la mejilla del hombre; para luego inclinarse hasta Min-seo, tomar con manos temblorosas pero decididas el portabebés y pasarlo por su cabeza asegurando a la niña.

Kim notó al instante que la despedida había terminado, pues en el segundo que la bebé estaba asegurada contra Elena, él extendió su brazo para ponerla de pie sin esfuerzo, demostrando todo el peso que perdió este último tiempo.

Y por más ayuda que ella tuvo, esa acción la dejó agotada. Si esto seguía así, Elena realmente no sobreviviría más de cuatro horas.

No pudo contenerse a dar una última mirada al lugar, la sangre esparcida por el suelo de todos los jugadores. Las grandes torres que ahora no parecían tan monumentales como la primera vez que las vio. La ventana en donde los VIP observaron todo.

Todo parecía muy muerto. La poca vida que había aquí se esfumó en unos simples minutos.

Y las cosas no terminaron ahí. Casi se da media vuelta para irse de este maldito lugar.

Pero algo la detuvo, algo en la periferia de su mirada la detuvo por unos largos instantes.

Al ver mejor, todo el aire de sus pulmones como si el Líder la acabara de golpear otra vez.

Parecía estar otra vez en sus sueños. Pues ahí, a unos metros de ella a un costado del gran pilar, estaban Yuna, Ulises y Kimag-Soo.

Los tres fantasmas de su pasado la estaban mirando atentamente con cierta pena en sus rostros. Como si realmente estuvieran preocupados por ella. Como si supieran lo que acababa de pasar.

Elena sabia que no era real, que era su mente dándole una mala jugada. Que ellos ya estaban muertos, con sus cuerpos hechos cenizas en algún lado.

Pero se sintió tan real, y ellos se veían... bien. Como si ninguno hubiera jugado estos juegos, como si se estuvieran por reunir a tomar algo en algún bar.

Parecían vivos.

Y la voz de Yuna sonó idéntica a como la recordaba.

— Debes irte... ya no queda nada más aquí.

Casi asiente siguiendo la petición de la mujer mayor, pero se detuvo al ver una nueva figura detrás de ellos.

Young-il.

No el tipo que estaba atrás con Jun-ho. Este era el hombre que había conocido en la iglesia, que decía chistes malos y siempre estaba a un mensaje de distancia.

El hombre que beso aquí. No el monstruo detrás suyo.

Young-il lucía exactamente igual que la última vez que lo había visto fuera de los juegos, antes de marcharse por dos semanas a su supuesto “trabajo”. Llevaba el mismo saco azul oscuro y el suéter debajo, como si estuviera listo para salir a beber algo los jueves.

Pero ahora, solo la miraba con lastima, un brillo extraño en sus ojos, como si no pudiera creer como había terminado Elena así.

Y que él sea el causante de eso.

Con amargura notó que este fue el modo de unirlo a los demás muertos. Young-il ya no estaba aquí, probablemente nunca lo estuvo, y verlo como un fantasma más, solo fue la confirmación necesaria para eso.

Young-il murió. Y ella debía seguir adelante. No lloraría por él.

Y sin mirar a los hermanos que ahora aguardaban en silencio, Elena asintió a Kin quien rápidamente la guio hasta la salida de la sala.

Apenas podía registrar que estaba sucediendo a su alrededor. Solo notaba como Min-seo se movía en su pecho; y el color cambiante de las paredes, indicando que se movían por el lugar. Su mente aún seguía perdida en los fantasmas de su pasado.

Rostros que por desgracia olvidaría poco a poco. Todavía se sorprendía de recordar sus voces.

Detrás de ellos se escuchó el sonido de dos personas, probablemente Young-il y Jun-ho los habían alcanzado.

Podía escuchar como el Líder daba indicaciones en coreano, probablemente sobre como escapar del lugar. Pero al igual que en sus últimos momentos con Dae-ho, no entendía lo que decían.

Al parecer su cerebro empezó a tener la tendencia de olvidar un idioma cuando era necesario.

Y quiso discutir, él era el Líder, no deberían confiar en sus palabras. La había engañado estos últimos dos años, no sería una sorpresa que los guíe hasta un batallón de soldados rosas que los fusilarían sin dudar.

Quiso detenerse, pero Kim literalmente parecía arrastrar su cuerpo por los pasillos.

— No le creas, no le crean —su voz salió despacio, pero resonó fuerte en el lugar.

Esto solo pareció inquietar a los hombres quienes se movieron más rápido para su disgusto.

Y para ellos eso tenia sentido, pues la escucharon hablar en un idioma que ninguno de los tres podía entender. Creían que estaba delirando.

Los muros a su alrededor siguieron cambiando hasta que llegaron a un lugar donde una potente luz cálida la golpeó en la cara.

Fue como encender una linterna y apuntarla a tu rostro después de estar meses en la oscuridad.

Pero esta luz fue cálida, que encendía un calor reconfortante en su cuerpo, uno que nunca espero volver a sentir.

Fue el sol.

Habían salido de las instalaciones.

Min-seo en sus brazos dio un leve quejido ante la nueva y cálida luz. Su pequeño rostro parecía casi inquieto ante esto, dudado si abrir o no sus pequeños ojos. Sacando levemente su lengua ante el aire salado del mar.

Kim siguió caminando con ellas hasta llegar a una lancha lo suficientemente grande para varias personas. Y sin dudarlo hizo fuerza para que Elena se suba sin lastimar a la niña.

Lo demás sucedió en un torbellino de sucesos.

Las rápidas palabras entre los hombres.

El brusco movimiento de la lancha, alejándolos de la isla.

La discusión entre el Líder y Jun-ho.

Kim tratando de calmar a los hombres.

Y finalmente la explosión.

Elena se encontraba acurrucada contra uno se los costados de la lancha, tratando de no dormirse por el cansancio y no temblar por la brisa marina, que chocaba contra su cuerpo.

Fue ahí cuando un terrible estruendo se escucho detrás suyo. Apenas se pudo girar para ver cuando el mar a su alrededor se sacudió violentamente.

Ella se aferró con la fuerza que le quedaba a Min-seo, tratando de consolar a la niña aterrorizada por el repentino sonido. Su pequeño rostro estaba completamente rojo por el llanto y el agotamiento.

Un fuerte par de manos sostuvo a Elena, evitando que su cuerpo se golpee bruscamente contra los contados de la embarcación. Sabía a quién pertenecía, pero no le importo, pues su rostro se giro para ver una gran llamarada venir de lo que era la isla.

Finalmente todo terminó... pero a que costo.

Gi-hun ya no estaba.

Jung-bae no estaba.

Jun-hee no estaba.

Dae-ho no estaba.

Y nada los traería de vuelta.

(...)

Jun-ho estaba totalmente agotado y aun así seguía teniendo energía para manejar la lancha hacia la costa. Fue un alivio cuándo Kim se acercó a él y tomó su lugar en el manejo.

Y no se lo podía culpar, pasaron miles de cosas hasta llegar aquí. La isla estaba destruida y su hermano estaba a salvo.

No podía pedir más.

Se sentó pesadamente contra uno de los costados, sintiendo la brisa marina contra su cuerpo que finalmente después de años se relajaba.

Casi parecía un chiste tener a la persona que tanto estrés y dolor le provocó sentado a unos metros de él.

In-ho se veía bien... normal, tal vez un poco más deteriorado desde la última vez que se vieron, pero estaba bien.

Quien no lo parecía era Elena.

Jun-ho todavía tenía su sangre seca bajo las uñas después de haber desinfectado y cosido la herida. Fue terrible, todavía se preguntaba como ella podría seguir de pie y no haber muerto.

O tal vez ya estaba muerta y lo que quedaba era un simple cascarón con la misión de proteger a la bebé.

La bebé que no dejó que ninguno de los tres tome, parecía paranoica como si fueran a lanzar a la infante al mar.

Hasta podría creer que la niña era suya, pero Gi-hun nunca hubiera permitido que Elena entre así a los juegos, además nunca vio un estómago prominente en ella.

Sea como sea, la bebé terminó ahí y ahora era una de las ganadoras, sin su madre o padre a la vista.

Por ahora tenía a Elena... e In-ho al parecer, su hermano miraba con demasiada atención a las dos. Algo extraño pues Elena parece desear estar en cualquier lugar menos ahí con él.

O así actuaba antes de quedar dormida con la niña en brazos. Todavía no aflojaba el agarre en la niña, como si su cuerpo estuviera listo para levantarse y luchar.

Esto solo hizo que mire con más molestia a su hermano. Sea lo que sea que paso en los juegos, su hermano tenía algo que ver.

— ¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos a tierra? —preguntó finalmente hacia su hermano.— Espero que no tengas pensado desaparecer otra vez.

In-ho no respondió por unos largos segundos, mirando a la niña que movía sus pequeños brazos hacia la mujer dormida. — No me voy. Van a venir conmigo hasta mi departamento hasta que las cosas se tranquilicen.

Kim quien no compartió ninguna palabra con In-ho desde que lo vio junto a Elena; finalmente habló.

— ¿Crees que ella va a querer ir? —murmuró sin mirarlo, concentrado en el océano frente ellos.

— Mucho no va a poder hacer —respondió el mayor con tono tajante.

El silencio volvió a golpear a los tres hombres, solo roto por las olas que chocaban contra la embarcación.

Jun-ho se giro para ver el lugar en donde estaba la isla. Tres años de búsqueda quedaron reducidos en minutos... un montículo que ahora era simples cenizas engullidas por el mar.

Y lo peor de todo es que nadie tuvo justicia.

454 personas murieron en las peores condiciones. Viviendo sus últimos días como animales en jaulas.

Y los VIP se fueron sin sufrir ninguna consecuencia.

Hasta el Líder, su hermano, no sufriría ninguna. Jun-ho no lo podría mandar a la cárcel.

Pero creía que si Elena sobrevive, ella podría atormentarlo. 

Ahora mismo In-ho parecía inquieto, hasta molesto a que ella en ningún momento se girarse a verlo o le hablaba cuando él comentaba algo.

— ¿La bebé se quedará con ella? —murmuró mirando a la mujer que aún tenía la camisa con el número 013 y el saco del Líder en sus hombros.— Me molesta decirlo, pero no sé si este en todas sus facultades para criarla.

In-ho aguardo silencio mientras sus ojos miraban la débil figura de la ganadora. Parecía que ya había pensado varias veces lo que Jun-ho le preguntó.

— Si le quito a la bebé... ella se quitara la vida.

Las palabras salieron frías y duras. Pero fueron ciertas por el tono de voz que uso.

Y podría ser verdad. Jun-ho recordaba como Elena se aferraba a los restos de Gi-hun, llorando como si una parte de ella hubiera sido arrancada, para luego aferrarse a la bebé como si toda su vida dependiera de ella.

In-ho siguió hablando, y por un segundo pudo notar una pizca de inseguridad, un microsegundo donde miró sus manos con manchar rojizas.— No va a estar sola. Si me necesita estaré ahí.

Kim volvió a interrumpir a los hermanos, no hablaba mucho pero cuando lo hacía, parecía dispuesto a molestar a In-ho.— ¿Y tu crees que ella te quiera ahí?

No hubo respuesta.

In-ho no respondió. Ni siquiera lo pudo ver a los ojos, pues estaba viendo la figura adolorida de Elena.

No lo admitirían, pero los tres sabían la respuesta negativa que la mujer daría.

(...)

La limusina tenía ese horrible olor a uvas. El mismo maldito olor que sintió todas las veces que se subió al maldito vehículo para ir a los juegos o volver.

Realmente nunca pensó volver a sentir ese horrible olor, ni es su departamento o ni la casa de su madre lo tenían.

Después de un largo viaje que se sintió eterno, llegaron a un puerto en el cual los esperaba una limusina negra solitaria.

Elena se sentía un poco mejor, pero no pudo evitar sentir la senacion de estar en una película de terror al ver ese vehículo elegante completamente solo, iluminado por una sola luz. Parecía el final de la película, donde los protagonistas tenían las esperanzas de escapar pero de un momento a otro todos morían.

Seria una mierda morir ahora.

El olor a uva casi la hizo vomitar, pero fue fácil de ignorar cuando se recostó contra los asientos demasiados cómodos. No los recordaba así.

Tampoco recordaba haber visto biberones con leche sobre la mesa.

Todos tomaron asiento, cada uno en distintas puntas como si estar cerca los incomodara a cada uno.

— El biberón es para la niña —murmuró agotado Young-il... como si ser el Líder sea la cosa más agotadora del mundo.

Elena se sintió realmente ofendida de que él tenga el descaro de actuar así. Como si fuera él quien tuvo que jugar a las escondidas, saltar la soga y tirar gente por malditas torres.

Se sintió como ser golpeada otra vez por él en el estómago.

Min-seo se inquieto un poco contra su pecho, moviendo suavemente la tela del portabebés. Un llamado de atención a que haga algo y le dé de comer.

Esto saco a Elena de sus pensamientos, dejando que su instinto actúe; o mejor dicho dejando que sus manos actúan por costumbre. Recordando todas las veces que estuvo en neonatología cuidado a cada bebé recién nacido como si fuera suyo.

Tomó el biberón que estaba tibio y mecánicamente llevó la tetina a los labios de la bebé del mismo modo que lo hizo Gi-hun.... hace unas horas.

Hace unas horas donde estaba vivo y junto a ellas.

Hace unas horas donde aún podría verlo a su lado y escuchar su voz.

Solo habían pasado unas horas, pero se sentían como años.

Min-seo se aferró con decisión al pico como lo hizo con el pecho de su madre. Esto calmo a su cuidadora, pues temía que la bebé deje de tomar.

Pero su hambre podía mucho más que todo. Y se notaba con la agudeza con la cual bebía su alimento.

Esto saco por unos segundo una leve sonrisa a Elena. Una que surgía bajo la seguridad de que lo peor ya había pasado.

Estaban viva y lejos de los juegos...

Sus ojos se dirigieron al Líder cuando sintió su mirada sobre ellas.

Bueno, no tan alejadas, el director de todo seguía frente a ella.

— ¿A donde vamos? —susurró, pero gracias al silencio del transporte, se escuchó claramente.— Seria bueno que esta vez no nos duermas y dejes tiradas en alguna plaza con las tarjetas en la garganta.

El tono amargo de su voz hizo que el ambiente en se vuelva más tenso entre los hombres presentes.

Pero Young-il actuó como si nada, como si ya esperara que ella actuará así.— Vamos a mi piso-.

— No.

— Si. Es lo mejor que podemos hacer, aunque sea hasta que te mejores.

Elena negó tajante, tratando de no sacudir tanto su cuerpo por la bebé.— No quiero ir contigo.

El hombre seguía sin inmutarse, tomando un sorbo demasiado largo de su copa.— ¿A donde vas a ir sino?

— Con mi madre.

— ¿Crees que ella va a entender como de una semana para la otra apareces con una niña?

— Lo entenderá.

Young-il no respondió, solo se contuvo en mirarla casi con el ceño fruncido; como si sus palabras perturbaran todo su plan.

Fue Jun-ho quien habló. Su tono completamente incómodo por la discusión entre los dos mayores.

— Elena sé que estás furiosa... estás en todo tu derecho. Pero lo mejor sería ir con él aunque sea unos días, hasta que toda la repercusión por la explosión en medio del mar y tus heridas se mejores.

No respondió. Realmente no quería estar aquí con él, era doloroso y molesto ver al hombre que te engaño por dos años parado como si nada.

Estuvo mucho tiempo con un asesino de 455 personas por año, no quería pasar más.

Jun-ho en ningún momento aparto la mirada de ella, por lo tanto pudo notar el leve temblor en sus labios al bajar la vista hacia la niña.

— Además, habías dicho que en la casa de tu madre son en su mayoría mujeres. Si llega a pasar algo es mejor que tu estés con gente que pueda luchar.

Y ahí tenia razón. Sea como sean las cosas, Elena estaba débil y probablemente ni siquiera podría forcejear con alguien debido a su estado.

No podría proteger a Min-seo.

Así que simplemente aguardo en silencio. Resignada a seguir habitando bajo el mismo techo con el hombre que la engaño.

Realmente fue una estúpida al confiar en él.

(...)

Pasaron dos días en el lujoso penthouse de Young-il.

Dos días que se podrían resumir en "Estoy aprendiendo a ser madre, y sanando mi cuerpo de las apuñaladas que me dio el padre de la bebé".

Se quedaron en la habitación de Young-il, una que claramente gritaba "lujoso" por donde se mirara.

Era una cama queen, techos demasiados altos, guardarropas de madera carisma, ventanales del tamaño de la pared. La tecnología más reciente. Era caro.

Gastando mucho más dinero del que ella se permitía gastar para sus necesidades.

Se notaba que el negocio de matar gente le rendía bien.

Y eso se siguió demostrando cuando sobre la mesa de noche encontró dos tarjetas doradas. Una con el 013 y la otra con un 222. Los 456 mil millones de wones repartidos entre dos pedazos de plástico.

La vida de 455 personas resumidas en esto.

Elena no sabía si llorar o reír. Todo el dinero dentro del chanchito, el dinero que movito a todos a seguir con el juego, ahora estaba a su disposición.

Ninguno de los que votaron para seguir los juegos lo obtuvieron. Estarán completamente indignados al saber que el premio ahora estaba en sus manos. Alguien que quería acabar con los juegos.

No fueron solo las tarjetas lo que estuvo ahí, bajo ellas, enredado sobre si mismo, estaba un rosario de madera.

El mismo rosario que Elena perdió cuando ganó sus juegos. El mismo que su abuela le había obsequiado hace años.

Estaba ahí con sus cuentas marrón oscuro brillando bajo la luz cálida del lugar.

Al parecer no estaba perdido, sino robado por el Líder.

Su yo de unos días estaría sonriendo de alegría, recuperando algo que fue parte de ella por mucho tiempo. Hasta se lo pondría en su muñeca como tantas veces lo hizo con este y con el de cuarzo (la cruz de este que estaba con Min-seo se perdió en algún momento entre la última torre y la llegada al penthouse).

Pero ahora le generaba un vacío. Solo representaba todo lo que perdió, todo lo oscuro que vivió. Pues fue desde su robo, que su vida se vio entrelazada con el infierno de los juegos.

Al principio creía que sólo era con Gi-hun y su afán de detenerlos.

Ahora sabía que fue desde el instante en que vio a Young-il, sentado unos asientos detrás de ella en la iglesia.

Una risa silenciosa y amarga salió de Elena ante esa idea. Quien diría que el hombre que conoció en una maldita iglesia terminaría manejando todo esto.

Debía haber sabido que era extraño que un hombre en la iglesia se siente a su lado y empiece a hablar con ella como si ya la conociera... o sea si la conocía, pero por que literalmente la vio sobrevivir sus juegos.

Fue terriblemente cómico.

Ahora mismo estaba sentada en el borde de la cama gigantesca (al punto que solo estaba desarmado la parte que solo ella ocupaba). El rosario de madera estaba en el mismo lugar en donde Young-il lo dejó, no pudo tocarlo, solo podía verlo en silencio mientras alimentaba a Min-seo bajo la luz del sol.

Pero el sol se había ido hacia mucho tiempo, era alrededor de las tres de la madrugada y el cielo nocturno brillaba a través del gigantesco ventanal.

No podía dormir, sorprendentemente la última vez que durmió "bien" fue con Gi-hun en la última noche en ese lugar; sobre una cama incomoda y rota, pero con su amigo a su lado.

Aquí se sentía extraña, con demasiadas comodidades de las cuales no se sentía digna. Todo era muy fácil, se sentía raro no tener que estar alerta o pensar si sobreviviría al siguiente juego.

Después de sus primeros juegos no pudo pensar en eso, pues la muerte de su hermano fue una terrible pesadilla para ella. Perdió una parte suya. Alguien que estuvo antes de que nazca... y esperaba que este aun vivo después de que ella muera.

Pero la vida no era así. Nunca era así.

Felipe vivió por unos largos años en un mundo sin ella. Y ahora tenía que vivir quien sabe cuantos años sin él.

Aun dolía, pero no tanto como en ese entonces.

Era una presión silenciosa, como la que tenía en su cicatriz que poco a poco mejora.

Un suave arrullo llegó a ella, sacándola afortunadamente de sus pensamientos y concentrándola en la bebé.

Min-seo sorprendentemente era una bebé silenciosa a la noche, lo cual era preocupante. Ella podría jurar que la niña sabía que no estaba en un lugar seguro.

Incluso aguardo en silencio cuando un médico traído por Young-il vino a hacerle todos los análisis para los recién nacidos. Apenas un quejido salió cuando empezaron con las vacunas.

Y Elena sabia que los bebés lloraban por casi todo.

Sin pensarlo tomó uno de los biberones vacíos. Sabía que se acercaba la hora de su cena nocturna, y no quería molestar a la bebé con un atraso en su alimento.

En silencio salió de su habitación con un leve cojeó, encontrándose el pasillo iluminado por suaves luces. A su izquierda estaba la escalera hacia la base del penthouse y a su derecha está la habitación de invitados que actualmente está ocupada por Jun-ho.

No se molesto en ver si el joven estaba despierto, sabía que dormía pesado cuando estaba en una zona protegida. Y para él este departamento estaba mucho más que protegido.

Los guardias contratados por Young-il en la base del lugar era el claro ejemplo de eso.

Bajo con cuidado las escaleras hasta la planta baja, ahí daba con un living-comedor extenso, separados de la cocina moderna por una isla de cuarzo blanco con varios banquillos.

Camino en silencio con el biberón apretado contra sus dedos. Su mirada estaba enfocada en la cocina levemente oscura, pero se detuvo al ver que la tv (una tan grande que parecía una ventana) estaba encendida; y sentado en medio de los sillones, estaba Young-il de espaldas a ella.

No sabía si estaba viendo las noticias o si estaba escuchando su quejumbroso andar. Pero en el momento en que Elena se detuvo, él se dio vuelta para mirarla.

Y se veía... agotado, como si dormir no fuera algo normal de su rutina.

— ¿Sucedió algo? —el tono del hombre salió suave... él mismo que usaba antes de ir a la cama después de sobrevivir un juego.

Elena por un momento pensó en no responderle. Seguir de largo como si él no existiera y fuera otro fantasma.

Pero hubo algo en Young-il que hizo que se detenga. Tal vez fue su postura agotada, las ojeras bajo los ojos, el moretón en su mejilla (regalo de su hermano), el cabello desordenado idéntico a como siempre lo uso, y no tirado hacia atrás con gel.

Su corazón se estremeció de dolor por él, y eso le molesto. No debida sentir pena por personas así, monstruos sin corazón que pueden mentir por años sin piedad.

— Voy a preparar la leche de Min-seo —murmuró bajando la mirada hacia el biberón que brillaba bajo la luz del televisor. Un recordatorio de por qué aun seguía aquí y quien la tenia encerrada aquí.

Él no dijo nada, simplemente asintió con la mirada sobre ella. Como si esperara que lo confronte, que le grite, insulte, llore por todo lo que hizo.

Pero sinceramente, Elena estaba agotada, no tenía energía para una confrontación así. Esperaba no tener que realizarla; simplemente irse sin tener que verlo nunca más.

Sus pies la giraron hasta la cocina donde todas las cosas de la bebé estaban en un estante ordenadas. La preparación de la leche fue algo sencillo, aún no se atrevía a decir que lo podía hacer con los ojos cerrados.

Controló la temperatura del líquido lechoso contra la parte interna de su muñeca. Estaba un poco caliente pero Min-seo aún no se despertaría, la leche se podría enfriar un poco en el camino a la habitación.

Volvió a pasar detrás del lujoso sofá, rogando que él no se de la vuelta para hablar con ella. Hasta camino más despacio para que él la pudiera ignorar.

Pero los ojos de Young-il desde que entró a la cocina estaban sobre ella.

— ¿Podemos hablar? —las palabras salieron agotadas del hombre con una leve familiaridad a los viejos tiempos.

Y eso solo aumento la ira de Elena. Que él pudiera creer que podrían volver a como eran antes las cosas. Que su amistad aun seguía existiendo como si los hechos de los juegos jamás sucedieron.

Casi le grita todo en la cara, pero el cansancio en sus huesos, el dolor en su muslo y brazo, hizo que camine lentamente hasta el sofá y se siente en la parte más alejada a él.

Young-il la miró con una leve sorpresa, al parecer estaba convencido a que ella lo ignorarla y seguiría. Aunque había cierta inquietud en su postura, como si supiera que esto era el principio del fin.

— In-ho...

Elena lo miró con una ceja levantada. No le serviría de nada nombrar a otra persona.

— Mi nombre es Hwang In-ho.

Tuvo que cerrar los ojos con fuerza y apretar el biberón caliente como si su vida dependiera de ello mientras su mente procesaba todo.

Ahora resultaba que nunca supo su maldito nombre. Que también estaba jugando a los falsos nombres.

Pero ahora el nuevo nombre sonaba muy familiar... demasiado conocido para su gusto. Lo había escuchado pero no se acordaba de donde.

— Soy el hermano que Jun-ho les dijo que estaba buscando.

Las palabras solo terminaban de cerrar todo con broche de oro. Por eso le sonaba tan familiar, Jun-ho dijo que lo estaba buscando y Gi-hun le había dicho que se olvidara de él, pues si no era un ganador estaría muerto.

El mandito niño estuvo sabiendo todo este tiempo que su hermano estaba vivo, y que era el Líder

Otra persona más a la lista de quienes los traicionaron... o les vieron la cara de estúpido. Hasta deseo golpear con más fuerza el cuerpo inconsciente del detective cuando lo llevaban a la bañera para encadenarlo en el motel.

— ¿Por qué me dices esto ahora? —las palabras salieron de su boca sin ser ordenadas. Se sentían como arena al no haber hablado con nadie más en todo este tiempo.

Él la miro con un leve brillo en los ojos— Quería empezar con la verdad. Te mereces la verdad.

Esto provocó un sabor amargo en su boca, como tomar unas pastilla y dejar que se disuelva en tu boca sin agua.

Quería largase de ahí, levantarse sin mirarlo e irse lejos.

Sin pensarlo, un suspiro escapó de ella. A pesar de sus deseos, su cuerpo se quedó anclado al sillón.

— ¿Qué fue verdad y qué fue mentira? —lo confrontó rogando que su voz no se quiebre.

Sacó la curita del tirón, no quería una introducción a la charla, solo el dolor seco. Un poco más no hacía mal.

Y para su sorpresa el obedeció rápido; con sus manos frotaron nerviosamente sus piernas antes de hablar.— Lo de mi esposa era real... ella falleció por cirrosis aguda. Estaba embarazada, de apenas dos meses y no quiso interrumpirlo. Tuvimos dificultades para que quede embarazada; y cuando finalmente lo hizo, la enfermedad apareció. Se llamaba Na-Yeon, Hwang Na-Yeon.

Elena aguadó en silencio. Sabía por experiencia que esa combinación terminaría terrible. El embarazo se lo podría considerar un estado grave ante la cantidad de cosas que sufre el cuerpo para dar lugar a un niño sano. Así que la enfermedad sólo empeoraba el esfuerzo del cuerpo.

Debería sentir pena por él, pena por ella; esa situación no se la merece nadie en el mundo.

Pero ese sentimiento nunca apareció.

Un peso frío se asentó en su cuerpo, excepto en su mano donde descansaba el biberón de Min-seo.

Jun-hee tampoco merecía todo lo que pasó. Ella estaba sola y lo único que quería era criar a su bebé con el amor que no pudo tener.

Así que no dijo nada. Solo lo observó; viendo como sus ojos brillaban levemente al hablar de su esposa e hijo; como sus manos parecían temblar levemente, el leve tic en sus ojos oscuros.

Se veía mal, pero aún así no dijo nada. No podía sentir pena por él después de todo lo que hizo.

Y pareció entenderlo.

Bajo suavemente la cabeza ante la inexpresiva mirada que Elena le estaba dando, sintiendo que estaba hablando con una estatua en vez de la mujer que hace unos días le sonreía alegre.

— Me quede sin dinero... Los policías tenían un salario lo suficientemente bueno para mantener a una familia; pero no para pagar tratamientos médicos. Perdí todos mis ahorros, así que pedí préstamos a quien no debía, pensé que mis jefes no lo sabrían. Pero se enteraron y lo vieron como soborno... no pensaron dos veces en patearme de mi puesto.

Elena se recostó contra el respaldo del sofá demasiado duro para lucir caro.
Eso no impidió que las ideas poco a poco unieran cabos en su mente.

Eso claramente le dio una deuda y los juegos tenían un método extraño de encontrar a la gente endeudada.

— ¿Tu ya jugaste estos juegos? —la pregunta salió idéntica a como la realizo hace unos días; después de salir de los baños, antes de su plan con los fragmentos de espejo.— Y ganaste...

Esta vez él no dejó sus dudas en el aire. Las respondió con un leve movimiento de cabeza, demasiado preocupado para responder con palabras a la mujer que lo veía como si fuera la razón de todos los males.

— ¿Cómo te volviste... esto? —el desagrado en su voz no se oculto, casi parecía asco.

— Ella murió un día antes de que saliera de ahí... Lo perdí todo Elena. No sabía cómo seguir y Oh Il-nam me dio un trabajo, algo que distraiga la mente. No me quedaba nada aquí.

Elena tuvo que cerrar los ojos al escuchar su nombre salir de él tan suplicante.

— Eso explica porque tu siempre parecías saber que iba a suceder... No parecías horrorizado por la matanza a tu alrededor —empezó a decir poco a poco las dudas que empezaron a surgir desde que lo vio romper el cuello al jugador— Matar para ti, parecía algo normal. Además, parecía que analizabas a Gi-hun en cada momento... esperando a que se rompa.

— No lo hizo.

— Claro que no lo hizo. El prefirió morir antes de romperse.

In-ho se removió en su asiento, parecía incómodo o fastidiado por las palabras de Elena hacia el antiguo jugador 456.

Ella siguió hablando, sintiendo satisfacción por primera vez al ver al hombre así.— Pero eso no justifica nada. No justifica lo que hiciste a Jun-hee, lo que hiciste a la bebé.

— Ella firmo el contrato.

— ¡Un mandito contrato donde no dice que ser eliminado equivale a la muerte! —el cansancio se hacia demasiado evidente ahora.— Tu hablas de la libertad de decisión, pero no dudaste en poner a la bebé en el juego. Un ser que ni siquiera tiene conciencia de la maldad.

No le respondió, en todo caso se giro a ver la televisión; dando un brillo casi enfermizo al hombre. Como si sus palabras calaran profundo en él, profundizando una herida que ya estaba abierta y sangraba profundamente.

Pero Elena seguía sin sentir nada. No podía creer que por un instante, antes del juego final, su día se había iluminado al saber que Young-il estaba vivo... y el pobre de Gi-hun fue quien tuvo que sacarla de su burbuja.

Dejar de ver a Young-il con cariño para empezar a verlo como lo que era, el Líder.

Por un instante, cuando el rostro pálido de su amigo apareció en su mente, pensó en preguntar sobre qué hablaron. Como fue que Gi-hun se entero de que él era el Líder, la persona que tantas veces insultaron, quien se burlo de ellos, quien mato a Jung-bae para darles una lección.

Y al mismo tiempo fue el hombre que le daba su parte de la comida a Jun-hee. Hablaba todo lo que podía con Dae-ho. Quien le guardo comida a ella cuando tuvo la crisis en el baño y lloró a mares; él sabía lo que pasó, pero nunca preguntó, aguardo en silencio, siempre a su lado.

Y descubrió, que eso último era lo que más le dolía. Mientras que para ella todo era como una calma después del terrible dolor de cabeza que fueron sus juegos; para él solo era trabajo.

Vigilar a una de sus ganadores. Otra atracción del circo para los VIPS.

Un leve sollozos salió de Elena, casi imperceptible si la habitación no estuviera en silencio. Aunque sonó realmente fuerte entre los dos.

Con un movimiento sistemático, su mano libre se levantó para limpiar sus lágrimas. Algo que se había vuelto demasiado común estos últimos dos días. Casi parecía un récord no llorar por seis horas.

Tan concentrada estaba en su acción que no notó como In-ho se giro rápidamente hacia ella al escuchar el desgarrador sonido que dejó escapar. El hombre se veía perdido. Lo normal entre ellos sería estirarse y tomarla entre sus brazos hasta que se tranquilice, o sostener su mano si no quería sentirse agobiada.

Pero con tristeza notó que ya no había normalidad entre ellos... o si la hubo, era entre Elena y Young-il. No entre ella e In-ho. In-ho era el extraño aquí.

Su mano apenas se levantó antes de caer otra vez, consciente de que cualquier acercamiento empeoraría a la mujer. La lastimaría más.

Ya no era bienvenido; lo había dejado bien en claro cuando él trató de ayudarla a caminar y se alejó como si pudiera quemarla.

Ni siquiera lo dejo estar cerca de la niña cuando vino el médico a darle las vacunas necesarias para el calendario de vacunación.

Elena se limpio las lágrimas con molestia, sintiendo ya irritada la zona debajo de los ojos por las veces que repitió la acción.

Aprendió que llorar ya no servía de nada a menos que seas un bebé que quiera llamar la atención.

Ahora mismo eso era lo último que quería. Su mente hace tiempo estaba rondando en desaparecer con la niña y dejar todo lo que implicaba los juegos atrás. Que solo sea una mancha en su pasado, sin afectar la vida de Min-seo.

Lo cual sonaba raro. Ningún ganador se podía sacar de la piel lo que vivió en ese lugar; Min-seo tenía la bendición de ser un bebé que no recordará nada.

Elena se aseguraría que no tenga que jugar ningún juego mortal. Ver a sus seres queridos morir, ni matar gente para sobrevivir.

Min-seo no sufriría. Ella viviría feliz.

No como Elena que se vio encadenada desde el momento que accedió a hablar con Young-il en la iglesia...

Respiro profundo, dejando que sus ojos irritados miren al hombre a su lado.— ¿Por qué yo?

In-ho se mostró extrañado. Como si la pregunta sea sobre física cuántica y no algo tan simple.

— ¿Por qué hacer todo lo que hiciste antes de los juegos? Gastando tu tiempo así.

Dejo que la pregunta caiga entre los dos como si fuera una bomba nuclear.

El silencio que siguió después casi hace que se levante del sofá y vuelva a encerrarse en el cuarto con la bebé. Buscando consuelo en la niña que conocía hace menos de una semana.

Ya estaba usando la fuerza de su brazo bueno para impulsarse e irse. Dejando la conversación sin respuesta.

— Fuiste diferente... —respondió suave, como si estuviera hablando con Joon.— Pude hablar con cada uno de los ganadores antes de dejarlos para siempre. Y tu fuiste la única que no estaba rezando por ti —una risa incrédula salió de su pecho.— La mayoría rezaba para limpiar su alma... y luego estabas tu. Rezando por personas que conociste hace pocos días-.

— Tres eran mis amigos —lo interrumpió sin dudarlo.— Y dos dieron la vida por mi.

— Y cientos trataron de llegar al premio mayor... 169 te arrastró por los suelos del baño y si hubiera querido hacer más, lo habría hecho.

— Me lo imagino, tus guardias además de amenazar con la pistola, mucho no saben hacer.

In-ho siguió como si no hubiese escuchado las tajantes palabras de la mujer.— Al final del día, hasta rezaste por él... pediste que sus almas descansen en paz.

Eso despertó algo cálido en ella, algo que la dejo asqueada ante todo pronóstico. Le molestaba que él siguiera despertando estos sentimientos así; sabiendo perfectamente todo lo que hizo.

Aun así, Young-il, ahora In-ho, recordaba sus palabras esa horrible noche en la limusina.

— ¿Por eso me diste tantas opciones para escapar no? —preguntó con un leve dolor en su garganta.— Cuando me llevaste a un lado después de matar a Jung-bae. El cristal en mi bolsillo. Los guardias que casi disparan a 125 durante las escondidas...

In-ho habló casi en el instante en que Elena dejo de hablar.— No quería perderte por culpa de la muerte —en su voz había un cansancio que ni siquiera trató de ocultar— Ya sé lo que es perder a alguien así. Alguien que lo es todo para uno. Y no… no podría soportarlo otra vez.

La mención no necesitaba nombre. Elena sabía que hablaba de su esposa, Na-Yeon.

Ella no respondió. No podía. Su garganta estaba cerrada, como si cada palabra se hubiera atragantado en el nudo que llevaba desde que Gi-hun le dijo la verdad.

Elena cerró los ojos con cansancio, el mismo que sentía años atrás después de sus juegos. Pero sentía que aquí había un poco más, un dolor distinto al de perder a Felipe. Era el de perder a alguien que nunca existió.

Pensó en mirar a esos ojos que una vez la habían conmovido y soltar la verdad con la crueldad que merecía.

Él ya la había perdido.

Lo hizo en el momento que fingió su muerte; cuando mato a Jung-bae; meter a Min-seo a los juegos; y siguió hasta el punto donde podía recordar como el cuerpo de Gi-hun lentamente caía al vacío.

In-ho nunca la tuvo para perderla. Young-il si.

Pero antes de que pudiera hacerlo, In-ho habló de nuevo.

— Lo sé —murmuró con una calma devastadora, de perfil al televisor y dejando que la luz de este ilumine su rostro.— Sé que de alguna manera… ya te perdí.

Las palabras la sorprendieron. Una parte de ella creía que él jamás podría admitir eso. Claramente se equivoco.

— No necesito que me lo digas —continuó, con esa serenidad rota que solo tienen quienes ya no esperan redención— Lo veo en tus ojos, lo escucho en tu silencio. Pero aun así… es suficiente. Me basta con saber que sigues viva. Que estarás ahí. Aunque nunca más me pertenezcas, aunque no me vuelvas a ver como a Young-il —Se detuvo, tragando saliva con fuerza— Con poder verte viva, es suficiente...

Elena cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera escapar del peso de sus palabras. Sentía las lágrimas amenazar con salir, pero se negó a dejarlas correr otra vez. Como si esto no le afectará.

Pero lo hacia. Lo hacía por cada recuerdo.

En cada copa que bebían después de ir a la iglesia.

En cada almuerzo que tenían algunos días de la semana.

En cada mensaje que se escribían cuando él estaba trabajando.

En cada instante en que había sentido su mano alrededor de la suya pata consolarla.

En cada maldita lágrima que derramo por su "muerte".

Y ahora, sabiendo la verdad, todo se mezclaba con el dolor insoportable de la traición.

Su respiración tembló. Queriendo soltar el enredo de pensamiento que habían provocado sus palabras de ahora y sus acciones pasadas.

Quería dejarle en claro que no podía decir algo así. No ahora. Nunca.

In-ho la estaba mirando en silencio viéndola batallar casi igual que en los juegos. El dolor se reflejó en su rostro, un dolor distinto al de la defensa o la rabia. Un dolor resignado, el de alguien que no podía negar lo que había hecho.

— No quiero justificarme —dijo finalmente— No puedo. Pero debes entender, Elena —Su mano volvió a extenderse, tocando el brazo de la mujer por primera vez en días.— Te protegí en lo que pude. Y aunque sé que no basta, aunque sé que jamás lo compensará, era lo único que podía darte.

Elena lo miró finalmente. Un vistazo cargado de lágrimas contenidas, de rabia y amor enredados como espinas. Quiso decir tantas cosas; que lo odiaba, que lo necesitaba, que la había perdido y que nunca la recuperaría.

Pero no pudo.

El silencio se apoderó otra vez de la habitación. Un piso arriba, Min-seo esperaba su comida, indiferente al drama humano que se desplegaba entre sus adultos.

Elena bajó la mirada hacia sus manos, tensas sobre sus rodillas.— Ya me perdiste, In-ho —soltó en un tono apenas audible.

Él cerró los ojos, como si esperara ese golpe desde siempre, y asintió despacio. Su mano se despego de ella después de  unos largos segundos, como si disfrutara de su calor antes de perderlo para siempre.

— Lo sé —Su voz fue igual de silenciosa, cargada de un peso insoportable— Y aún así… verte aquí, viva… me basta.

La confesión quedó flotando en el aire, amarga, incompleta. No había perdón. No había reconciliación. Solo quedaba el dolor de lo que fue, y la certeza de que nada volvería a ser igual.

Elena creía que era una estupidez esas frases que decían "Somos extraños de nuevo, pero esta vez con recuerdos". Las odiaba, las sentía demasiado melodramáticas. Pero ahora esa fue su realidad.

Con In-ho eran extraños, ella nunca lo conoció realmente. Sólo se enamoro de una máscara.

Ahora solo les quedaban recuerdos de un pasado que se veía muy lejano. No parecía que solo pasó unas semanas.

Y ahora mismo, a pesar del dolor, lo prefería así.

Tomó aire nuevamente, agarrando todo el coraje en su cuerpo, y se levantó del sofá para volver con la bebé. Ella la necesitaba, a partir de ahora solo serian ellas dos.

Pero antes, debía hacerle un favor a Jun-ho sin importar la información que oculto.

Un favor de hermano menor a hermano menor.

— No seas egoísta con tu hermano —su voz salió otra vez fría.— Si te quieres amargar solo, hazlo pero no dejes atrás a tu hermano que casi pierde todo por buscarte a ti.

Y sin decir nada más se dirigió a las escaleras con biberón en mano. Dándole la espalda al hombre que cambió para bien y para mal su vida.

Estaba a mitad de esta cuando la voz de In-ho llego hasta ella.

— Se que tienes todo planeado. Pero si necesitas ayuda, mi número sigue siendo el mismo.

(...)

A la mañana siguiente Elena se fue con la bebé a la casa de su madre.

No se despidió de nadie, aunque no pareció ser necesario pues todos en el penthouse sabían que ella partiría a la primera oportunidad que tendría.

Y así lo hizo. In-ho había dejado su teléfono a las afueras de la habitación; sorprendentemente el aparato no quedó reducido a cenizas como todo lo demás.

Lo siguiente fue rápido, llamó a su madre y le explicó que ahora tenía un bebé con ella; que se quedaría en su hogar por un tiempo y que tendrían que cambiar varias cosas.

A las horas de eso, Elena tomó las tarjetas, la bebé, sus cosas y se fue sin dejar rastro del lugar.

Como si solo fuera un fantasma más que se unía a sus amigos ya fallecidos.
Un ser que solo vagaba por las noches sin rumbo.

Su madre la esperaba en un auto, mirándola como si acabara de hacer un sacrificio y eso terminó con la bebé en sus brazos.

Y en un sentido Lucía tenía razón.

Gi-hun se sacrifico para que ellas pudieran salir de la isla. Jun-hee hizo lo mismo con la esperanza de que su bebé sobreviva un día más.

Y ellos solo fueron la punta del iceberg. Había muertes que Elena nunca sabría como sucedieron. Y eso le pesaba en el pecho, como si tuviera una bola de metal incrustada ahí.

Un peso que se lo guardará con ella hasta su muerte.

Ahora mismo su prioridad era su dulce niña y sacar a toda su familia de este horrible país.

No quería tener nada que ver con el lugar y su gente.

Porque las que importaban, ahora sus cuerpos eran cenizas o nunca los llego a conocer.

Ya no existían.

Notes:

Buenasss!!

Finalmente tenemos uno de los capítulos finales, pero no es el último.

Creo que el siguiente terminara con la historia principal, lo que siga van a ser extractos de como siguieron las cosas. Pero aún no tengo nada decidido.

Este capítulo se me hizo difícil de escribir, al inicio no sabía cómo representar la muerte de Gi-hun y como reaccionaria Elena.
A eso se le sumo que en el mes que salió la última temporada, estaba preparando finales de la universidad, así que no tenía mucho tiempo para escribir. Luego di el final y a la semana volvieron las clases.

Así que este capítulo fue escrito en los momentos que tenía libre y no estaba cansada.

Este cap fue como la despedida de Gi-hun. Dios como sufrí con su muerte. Yo me esperaba de todo, hasta que sea él siguiente Líder, pero no que se muera así.

Pero por otro lado no puedo verlo con otro final. Se que el director tenía pensado de que él salga con vida y vuelva con su hija; pero siendo sinceros, nadie después de pasar por ese infierno dos veces podría seguir con normalidad su vida.

Y Gi-hun tenia un alma muy bondadosa para eso.

Además me sumo al club de "fans de In-ho que les cae mal". O sea es un personaje gris, pero gris muy oscuro.
En qué cabeza entra darle a una nena la campera manchada de sangre de su padre.

En la de nadie.

Así que en los extra que salgan In-ho va a sufrir. Va a ser el migajero de la relación. Hasta empezamos a ver como ese lado poco a poco sale a la luz cuando dice que es suficiente con ver a Elena viva.

Por otro lado, claramente tuve que poner a Yuna, Ulises y Kimag-Soo como alucinación. Gi-hun pudo tener la suya, Elena tenía derecho a tenerla también. Se sintió como cerrar algo volver a escribirlos, tal vez en cierre para Elena. Pues ahora oficialmente deja a un lado la búsqueda de la isla (ahora destrozada) para concentrarse en la bebé. Igual si la isla no explotaba, ella no la buscaría, lo dejaría a un lado.

Pero bueno, aun queda un capitulo más que va a tardar en ser escrito, pero ya tengo los puntos principales que quiero rondar.

Espero que hayan disfrutado de todo esto.

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