Chapter Text
—¡Papá! ¡Ya estoy lista!
—Voy, cariño. —Gyeong-seok alistaba el almuerzo de su hija, acompañado de varios de sus bocadillos favoritos y cajas de jugo, tomando su lonchera para dársela— Ve y despídete de tu madre.
La pequeña Na-yeon corrió a la habitación de su madre y se despidió rápidamente, mientras ambos salían del lugar para ir a su escuela. Gyeong-seok condujo tal como cualquier día, estacionándose casi al frente del edificio.
—Adiós, papi. Cuídate mucho. —Se acercó y besó su mejilla mientras su padre la abrazaba.
—Tú también, mi amor. Pórtate bien, ¿sí?
—Sipi.
Ella bajó del auto y pronto entró, caminando por el jardín y topándose con algunas de sus amigas, dejando un par de libros en los casilleros y entrando luego a la clase de gramática para segundo grado. En unos minutos, tocaron el timbre y todos tomaron sus lugares. El día transcurrió con mucha normalidad como cualquier otro, sesiones, recreos, almuerzo, todo para terminar con la clase de matemáticas al final del día, cerca de las dos de la tarde. Al entrar los niños, pudieron ver a dos personas que no eran sus profesores usuales, pero igual mantuvieron el respeto.
—Buenas tardes, niños. —Les sonrió la directora de la escuela.
—Buenas tardes, señora directora. —Respondieron todos casi en coro.
—Como saben, niños, la semana pasada fue la última de la profesora Kwon para iniciar su retiro. Hoy les quiero presentar a su nueva profesora, por favor trátenla con mucho respeto y amabilidad.
—Sí, señora.
—La dejaré con su clase, señorita Cho.
—Muchas gracias, directora Jang. —Hizo una reverencia y caminó en frente del pizarrón— Buenas tardes, niños. Mi nombre es Cho Hyun-ju y estoy muy contenta de ser su nueva profesora. Espero lo mejor de ustedes, un buen rendimiento y estaré por aquí para lo que necesiten. —Sonrió con calidez y un niño alzó su mano— ¿Sí?
—Señorita Cho, ¿por qué es tan alta? Creí que no podían usar tacones altos las profesoras. —Algunos niños asintieron y ella solo sonrió, levantando apenas su larga falda para que se vieran sus zapatos de bailarina.
—No se preocupe, señorito, sigo el código de vestimenta. —Un suave y audible “oh” se hizo sonar entre los pequeños y ella rio un poco apenada.
—¿Comió algo mágico para ser tan alta?
—Comer bien ayuda mucho al crecimiento, pero mi padre es muy alto, en realidad.
—Vaya… —Hyun-ju sonrió y tomó una pequeña pelota de hule de su escritorio.
—Bueno, niños, aún no los conozco y se me ocurre que podemos hacer un pequeño juego. Cuando tengan la pelota, pueden decir su nombre y también lo que les guste hacer. Una vez terminen, pueden lanzarla a uno de sus compañeros, ¿les parece bien? —Todos asintieron y Hyun-ju se la acercó a un chico de la primera fila— ¿Quieres empezar tú?
—Ahm, está bien... Mi nombre es Kang Cheol y me gusta salir a comer helados con mi hermana y su amiga Ji-yeong.
—Perfecto, mucho gusto, Cheol. —El pequeño sonrió— Puedes pasarle la pelota a alguien más.
—¡Yo quiero! —El niño vio a su compañera y la lanzó— Mi nombre es Kim Jung-mi, y me gusta salir a pasear con mi mami al parque. —Poco a poco los niños se iban presentando.
—Yo soy Seong Ga-yeong y me gusta ir a comer tteok-bokki con mi papá y mi abuela.
—Yo soy Amir Abdul y me gusta ir a ver carreras de autos con mis papás.
—Mi nombre es Park Na-yeon y me gusta cocinar y dibujar en el estudio con mi papi. —Al ser la última, la lanzó de vuelta a su profesora y ella sonrió— ¿Qué le gusta hacer a usted, señorita Cho?
—¿A mí? Me gusta nadar y preparar postres, me encantan. —Murmuró mientras regresaba detrás de su escritorio.
—¡Podemos hacer postres en vez de matemáticas!
—Bueno, si se portan bien y tienen buenas calificaciones, tal vez podamos organizar una clase para hacer postres, ¿qué les parece? —Los niños sonrieron con emoción y asintieron.
—¡Sí!
—Muy bien, entonces, es un trato. Ahora, por favor, abran sus libros en la página 58 para comenzar.
La clase continuó con normalidad, los niños estaban fascinados con su nueva profesora. Explicaba con detalle, era paciente, repetía de ser necesario, hacía actividades y era tan dulce como podía serlo. Era un cambio muy grande comparándola con la profesora cercana al retiro, quien solo les daba la materia por cumplir. Después de una hora, sonó el timbre y los niños formaron una fila para salir. Hyun-ju tomó la mano del primer niño en la fila y todos caminaron para ir ordenadamente a la salida y esperar a sus padres o subir a sus transportes. Gyeong-seok estaba en el auto matando tiempo jugando con su celular hasta que escuchó el timbre. Pronto salió para acercarse a la entrada, donde el resto de padres esperaban a sus hijos, buscando con la mirada al grupo de su hija, pero al hacerlo una mujer alta sobresalía entre los niños que hablaban y revoloteaban en sus sitios. Parpadeó un poco sorprendido, pensando en que jamás la había visto, debía ser una nueva profesora, pero sus ojos no podían dejar de verla por alguna razón.
—¡Oh, señorita Cho! ¡Ahí está mi mami! Allá, la de mechones rubios. —Hyun-ju buscó con la mirada a la madre de Jung-mi y pronto la dejó salir.
—De acuerdo, ve con cuidado. —La pequeña corrió a abrazar a su mamá y pronto ambas se fueron.
—¡Señorita Cho! ¡También veo a mi papá! Es el de abrigo negro.
La profesora miró donde apuntaba la niña y pronto ambos adultos cruzaron miradas. Los dos sintieron un fuerte escalofrío recorrerles la columna, ella sintiéndose ligeramente intimidada por lo atractivo que era el padre de su estudiante y él simplemente asombrado de lo hermosa que era esa mujer. Pasaron un par de segundos que se extendieron tal vez demasiado en sus subconscientes, entonces Hyun-ju giró su mirada hacia la niña, asintiendo con una sonrisa.
—De acuerdo, ve con tu padre, nos vemos mañana.
—¡Hasta mañana, señorita Cho! —Se despidió con su mano corriendo hacia su padre, mientras ella también se despedía y volvía su atención a los demás niños que la llamaban. Gyeong-seok estaba ido observándola todavía, con su larga falda negra, camisa de botones celeste y un recogido modesto en su cabello. Era una mujer realmente linda y se preguntó si podía ver su rostro de nuevo con un poco más de claridad, pero salió de su ensoñación pronto al sentir a su hija abrazarse a sus piernas— ¡Papá!
—Na-yeon-ah. —Sonrió, inclinándose para abrazarla y luego tomar su mano para ir al auto— ¿Cómo estás, linda? ¿Cómo te fue hoy?
—Bien, papi. Hoy Amir y yo compartimos postrecitos para el almuerzo, su papá hizo jalebi , estaban deliciosos.
—Suena genial. —Pronto ambos subieron y se pusieron su cinturón, con Gyeong-seok dándole una última mirada al patio donde estaba la silueta de la profesora— ¿Quién es la mujer con la que estabas ahora?
—¡Oh! Es mi nueva profesora de matemáticas, ¿recuerdas que la señora Kwon ya no iba a trabajar?
—Ah, cierto. ¿Y… cómo se llama?
—Cho Hyun-ju.
—¿Y cómo es ella?
—¡Es muy linda! Nos prometió que haríamos postres si teníamos buenas calificaciones. Le entendí todo lo que vimos hoy. ¿Por qué, papá?
—Mm, no, por nada. Me alegra, sé que siempre te ha costado un poco matemáticas.
Pronto Gyeong-seok arrancó el auto y se dirigieron a su casa. No creía que estuviera mal el reconocer que otra mujer que no fuera su esposa fuera bonita, después de todo, ese era un límite muy fuertemente establecido cuando se contrae matrimonio, y cualquier persona que tuviera ojos sabría apreciar bien la belleza natural de esa profesora. Decidió solo concentrarse en el camino y seguir su usual rutina. Poco antes de que naciera Na-yeon, las cosas no eran muy diferentes en la vida de Gyeong-seok. Su esposa era una exitosa cirujana que tenía largas jornadas en el Centro Médico de Asan, lo cuál les permitía tener una vida bastante acomodada y lujosa hasta cierto punto. Ambos acordaron que su hija debía tener compañía en casa, que debía ser criada por ellos y no por alguna niñera o empleada, entonces él renunció a su trabajo y se quedó a tiempo completo en casa, encargándose de las tareas del hogar y de cuidar a su hija. La situación se había vuelto un poco complicada porque tanto Na-yeon como Gyeong-seok requerían la presencia de Eun-seong en sus vidas, en sus eventos importantes, temas familiares, soporte emocional, el rol que debía cumplir una madre y esposa en la vida de su familia, pero aquello se continuaba desdibujando conforme los años pasaban.
La excusa que los tres siempre usaban era el trabajo. Eun-seong trabajaba muy duro para que todos tuvieran una vida perfecta, pero ella se veía consumida por su trabajo, llegando a casa agotada a dormir para poder despertar de nuevo en pocas horas y regresar al hospital, salir de viaje a seminarios o llamadas de emergencia de sus pacientes. Gyeong-seok salía unas pocas veces con sus amigos y exponía su situación —y frustración—, pero la mayoría le decían que tenía una vida perfecta y absolutamente nada de qué quejarse. ¿Una esposa adinerada mientras él solo debía estar en casa y cuidar a su hija? Sonaba como el sueño perfecto de cualquiera, solo ser un mantenido con una vida hogareña parecía demasiado bueno como para que Gyeong-seok pudiera quejarse, y en efecto nadie lo entendía o peor, sería un idiota si tan siquiera pensaba en otras posibilidades. Poco a poco intentó solo aceptar su situación por el bien de su familia, pero a veces no podía evitar sentir algo muy doloroso en su pecho cuando Na-yeon intentaba acercarse a su madre y ella estaba muy ocupada o cansada como para asistirla. Lo habían hablado varias veces, incluso discutido acaloradamente, pero las cosas rara vez parecían cambiar, tanto así que Gyeong-seok solo se rindió de intentar y resultaba más desgastante pelear por lo mismo. Ya no habían argumentos ni discusiones como antes, ya solo quedaba aceptar las cosas tal y como eran y seguir apoyando a su hija en lo que más pudiera mientras dejaba que su madre la apoyara cuando tuviera la disponibilidad.
—Na-yeon-ah, vamos a la cama, ya son las 9:30.
—Ay, papi… ¿A las diez?
—No, cariño, ya te di media hora más. Vamos, a dormir. —Na-yeon hizo un puchero y apagó la consola, siguiendo a su padre a su habitación, donde la arropó y besó su frente— ¿Estás cómoda?
—Sí… ¿Mami viene tarde hoy?
—Probablemente tuvo que quedarse en el hospital.
—No la he visto en todo el día, solo en la mañana, y tampoco ha llamado… —Murmuró con un ligero puchero y Gyeong-seok suspiró.
—Bueno, sabes que mamá–
—Trabaja muy duro, ya lo sé, pa…
—Podemos intentar llamarla una vez más, para que le digas buenas noches.
—No, déjalo. —Agarró su manta un poco enfadada y él acarició su cabello.
—No te molestes con ella, ¿sí? Ella solo quiere que tengas lo mejor.
—No quiero lo mejor, quiero a mi mamá. —Esos momentos eran justo los que hacían que el corazón de su padre se encogiera de dolor, preguntándose si era su culpa también el no poder darle lo que cualquier niña deseaba. Presionó sus labios, sin saber exactamente qué decir.
—¿Quieres que te acompañe mientras duermes? —Na-yeon lo pensó un poco, pero luego asintió. Gyeong-seok apagó su lámpara y se recostó a su lado mientras ella abrazaba a su padre.
—Papi…
—¿Sí?
—¿Tú crees que mamá…?
—¿Qué cosa? —La pequeña pensó antes de decirlo y solo se aferró a la camisa de su papá, creyendo que estaba mal sentir que su madre no disfrutaba estar con ellos. Ella solo estaba ocupada, quería lo mejor para los dos, era injusto creer que no la amaba tanto como su padre, pero su pequeño corazón no podía evitar sentirse de esa manera.
—Mm, nada.
—Puedes decirlo, cariño.
—No, no, nada… —Gyeong-seok acarició su espalda y besó su cabeza, suspirando.
—Bueno. Duerme bien, ¿sí? Mañana hay que levantarse temprano.
—Sí, descansa tú también. Te amo.
—Yo te amo más, nunca lo olvides, ¿sí? —Ella sonrió y apegó su mejilla a su pecho.
—Nunca, papi.
Él sonrió también y no tardaron mucho en caer dormidos, pero Gyeong-seok volvió a despertar cerca de la medianoche por oír la puerta de la habitación de Na-yeon abrirse y cerrarse. Talló sus ojos con cuidado y dejó a su hija dormir tranquila, besando su cabeza y saliendo del cuarto. Caminó hasta el suyo y pudo ver a su esposa saliendo del baño mientras él solo iba a su lado de la cama.
—¿Cómo estuvo hoy?
—Agotador…
—¿Pediste horas extra?
—Tenemos que pagar lo que queda de la casa y las lecciones de baile de Na-yeon, además de la cuenta de ahorros para la universidad, no podemos tocar eso. Iba a regresar a las diez, pero se complicó el bypass coronario del último paciente.
—Ya veo.
—¿Por qué dormías con Na-yeon? —Preguntó mientras buscaba su atuendo del día siguiente.
—¿Hm?
—Te he dicho que no estoy de acuerdo. Ya tiene ocho años, la vas a malcriar si lo haces demasiado.
—Aún es una niña pequeña.
—Sí, pero ya debe ir aprendiendo a hacer más cosas por su cuenta. No retrases su progreso. —Gyeong-seok suspiró, un poco molesto.
—No juzgo tu manera de criar a nuestra hija, por favor no juzgues la mía.
—¿Se supone que eso es ingenioso?
—Solo digo… que no deberías trabajar tantas horas extra. No es necesario.
—¿Quién pagará las cuentas, Gyeong-seok?
—Tu salario base es más que suficiente. No digo que dejes de hacerlas, solo deberías dejarlas un par de horas por semana, pasar más tiempo con Na-yeon. Ella te extraña. Intentó llamarte varias veces, durante la tarde, en la noche, antes de dormirse.
—Quisiera poder dividirme, pero no puedo. Ojalá fuera tan sencillo como crees.
—No digo que le contestes en el momento que llama. Entre cirugías tienes tiempo, devuélvele su llamada. Con solo que le digas buenas noches o que estás bien, ella tendrá.
—¿Sí te das cuenta que vengo de una jornada de diecisiete horas y entro de nuevo a las seis de la mañana? No estoy en ánimos de discutir, llamaré, intentaré regresar temprano, pero debes entender también.
—Sí… —Se recostó en su lado, respirando hondo y volteándose. Siempre era lo mismo; entender, entender, entender. Si en eso iba a terminar la conversación, mejor dejarlo así— En fin, buenas noches.
Eun-seong lo miró y suspiró. Sabía bien que le gustaría tener más tiempo libre, estar menos cansada y rendir más durante el día, pero las cosas se volvían más complicadas de lo pensado. Ninguno de los dos se sentía comprendido por el otro.
Un par de meses continuaron pasando con regularidad.
La señorita Cho se había ganado muy rápidamente el cariño de sus estudiantes, lo cuál era irónico al ser la profesora de una materia comúnmente difícil y pesada para algunos niños, pero su carisma y flexible personalidad, al igual que su paciencia y dulzura hacía que los pequeños incluso se interesaran en la asignatura al entender los temas con más facilidad. Los padres también estaban fascinados al ver que sus hijos comprendían mejor la materia y que ella igual mantenía el alto nivel requerido por las instituciones. Pronto logró hacerse amiga de algunas madres de sus estudiantes, incluso más con sus servicios de tutorías, y tal vez ella no lo notaba demasiado, pero cuando iba al patio a dejar a los niños a la hora de salida, algunas personas aprovechaban para admirarla en secreto.
Joven, alta, preciosa, educada y buena con los niños, no era una persona que pudiera pasar desapercibida. Entre esas miradas encantadas, por supuesto que estaba la de Gyeong-seok. Intentó limitarse a solo mirarla cuando salía al patio acompañada del grupo de Na-yeon, pero conforme pasaban los días, llegaba unos cinco o diez minutos antes para observarla acomodar a los niños, ayudarles con sus mochilas o hablar con las madres. Tenía la ventaja de las ventanas polarizadas, o parecería un completo idiota babeando desde el auto por la hermosa profesora. No creyó estar haciendo algo malo, solo observaba de lejos, ni siquiera le había dirigido la palabra aún. Creía que era muy parecido a tener un crush embarazoso con un famoso o idol, no porque la admirara de lejos significaba que algo iba a pasar entre ambos, era ridículo pensar eso, y además, nada conveniente.
Na-yeon tenía sus clases extracurriculares de inglés los miércoles, pero a veces se quedaba jugando con sus amigas en el patio, entonces le pedía a su padre que la recogiera media hora después de las clases. Hyun-ju salía con su bolso luego de terminar un par de tutorías, pero en eso, vio que la niña tropezó al correr mientras sus amigos se acercaban y ella lloraba al haberse hecho una ligera cortada en su rodilla debido al adorno con el que había chocado, entonces también se acercó para asegurarse de que estuviera bien.
—Na-yeon, déjame ver, linda. —Se inclinó y con cuidado estiró su pierna.
—Señorita Cho, me duele…
—Tranquila, no te preocupes. Ga-yeong, tráeme el botiquín, por favor —La niña asintió y corrió, trayendo pronto la caja de primeros auxilios. La profesora tomó un poco de alcohol y limpió alrededor antes de limpiar su herida— Esto puede arder un poco, ¿estás lista?
—E-Eso creo… —Suavemente pasó el algodón sobre su herida y ella no pudo evitar soltar un quejido al sentir el alcohol entrar en su herida. En eso, Gyeong-seok se había bajado del auto, caminando hacia el patio, pero notó a su hija sentada en el suelo mientras algunos niños la miraban atentos y la señorita Cho parecía tratar su pierna. Ella miró la caja, notando las curitas y las suturas adhesivas, optando por la última.
—Señorita Cho, ¿por qué no usa las curitas? Esos parecen stickers, no cubren la herida. —Preguntó uno de los niños.
—Bueno, cuando estaba en el ejército y alguien tenía una cortada similar, debíamos cubrirla de este modo. ¿Notas que con una curita tu piel se humedece y se pone fea después de unas horas? —El niño asintió— Bueno, con las suturas dejas que la herida esté al aire y sana mucho más rápido… Ya estás, Na-yeon.
—Oh…
—¡Señorita Cho! ¿Usted estuvo en el ejército? —Preguntó otra niña.
—Sí, hace varios años ya. Fui sargento.
—¡Qué cool! No conozco a ninguna mujer que haya entrado al ejército. —Hyun-ju solo se limitó a sonreír con diversión y Na-yeon giró su cabeza, notando a su papá mirar la situación de lejos.
—¡Papá! —La profesora miró hacia el lado mientras Gyeong-seok saludaba a su hija con su mano, entonces se levantó con el botiquín.
—Iré por tu mochila. —Hyun-ju regresó el botiquín a su lugar y tomó la mochila de la pequeña, la cuál estaba sobre uno de los bancos. Se acercó a ella y tomó ambas de sus manitas para que se pusiera de pie— ¿Puedes caminar? ¿Sí?
—Sí, eso creo… —Pronto ambas se acercaron a la salida y Gyeong-seok se inclinó con una sonrisa al ver a Na-yeon con un pequeño puchero— Papi… —Ella lo abrazó y él acarició su espalda.
—¿Qué pasó, cariño? ¿Estás bien?
—Sí, solo me caí…
—No te preocupes, ya iremos a casa, te sentirás mejor. —La pequeña asintió, mientras él besaba su cabeza y se levantaba. Hyun-ju sonrió con la escena y le entregó la mochila a su padre.
—Aquí está su mochila.
—Muchas gracias, señorita Cho. —Al tomar el agarre, hubo un muy ligero y más que eléctrico roce de sus manos, pero claramente ninguno reaccionó visiblemente a eso— Despídete, Na-yeon-ah.
—Gracias, señorita Cho, nos vemos mañana.
—Hasta mañana, linda.
Los tres tomaron sus caminos.
Gyeong-seok presionaba sus labios en un intento de no sonreír demasiado. Finalmente había intercambiado palabras con esa hermosa mujer, se sentía como un adolescente un tanto ridículo, pero no sabía cómo no estar emocionado ante tal hecho.
Por otro lado, Hyun-ju caminaba hacia la estación de tren bien agarrada de las asas de su bolso, un poco nerviosa, un poco sonrojada. Nunca había visto al padre de Na-yeon tan cerca, era realmente atractivo y muy cariñoso con su hija, además de que usaba un fuerte perfume que la pondría sobre sus rodillas con demasiada facilidad. Le causaba curiosidad que supiera su nombre, ya que nunca se habían presentado, pero asumió que Na-yeon debió contarle sobre ella, lo cuál le parecía igual de dulce.
—Joder, ya.
Se regañó en un muy bajo susurro mientras esperaba en la estación al darse cuenta de que no dejaba de pensar en ese hombre. Debía actuar como una profesional, que le gustara el padre de una de sus estudiantes sonaba tan patético como una trama de película porno barata. Además, el dilema moral existía.
Era un hombre casado.
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—Pa, tengo hambre…
—Bueno, hice de cenar unos camarones salteados con kimchi y ensalada.
—¡Ay, papi! ¡Lo hiciste porque a ti te gusta! Sabes que detesto los camarones, saben bien raro. —Gyeong-seok rio y suspiró.
—Dales otra oportunidad, al rato te gusten.
—Qué malo eres…
—A ver, entonces… Bueno, creo que podemos romper un poco la rutina. ¿Quieres que pidamos algo de comer? ¿Comida chatarra como personas malcriadas?
—¡Sí, sí, sí! ¡Sí quiero! —Aplaudió con emoción.
—Bueno, pero solo por hoy, ¿de acuerdo? ¿Qué quieres?
—¡Sabes mi favorito, pa!
—¿Una cajita feliz con nuggets de pollo y gaseosa?
—¡Obvio!
—De acuerdo. Iré a comprarlo, quédate aquí. Regreso en veinte minutos, ya sabes, no le abras a ningún desconocido.
—Ya lo sé, ya lo sé, ya estoy grande. —Hizo un puchero cruzando sus brazos y Gyeong-seok solo pudo sonreír divertido.
Fue a ponerse sus zapatos y su abrigo, saliendo pronto del edificio y subiendo a su auto para ir al restaurante de comida rápida más cercano. No tardó demasiado en llegar, era un pequeño centro comercial de paso, no estaba lleno, pero era hora de la cena, así que el lugar sí tenía algunas personas esperando por su comida. Hizo fila tranquilamente, mirando algunos videos en su celular mientras otros más también se formaban. Lo que no sabía en su distracción es que la señorita Cho estaba justo detrás de él, sacando su cartera de su bolso al estar decidida en qué ordenar.
De ese accesorio color rojo oscuro, colgaba un diminuto llavero de la bandera trans, un regalo de su mejor amigo, algo muy recatado y bastante poco visible que la representaba y le gustaba mucho, pero un sujeto que hacía fila a su lado pudo notarlo, ya no le había quitado los ojos de encima desde que entró. Al ver el llavero colgar, frunció el ceño y observó a la chica con más detalle. Esa bandera no tenía sentido si ella era una chica, hasta que pudo llegar a la conclusión de que la mujer que veía posiblemente había transicionado. No habían pruebas visibles de su proceso, pero ese hombre le tomó desprecio tan solo por un pequeño accesorio, mientras empezaba a “verle” sus facciones masculinas, que en realidad solo era su cerebro queriendo justificar el sentimiento y sintiendo rechazo hacia sí mismo por sentirse atraído a una mujer trans, porque Hyun-ju ya había completado su transición y nadie la miraba extraño desde hace algunos años ya. El sujeto empezó a susurrarle a dos de sus amigos y pronto escuchó que su orden estaba lista, entonces caminó hacia el mostrador, empujando a la profesora con un poco de fuerza hacia adelante usando su hombro, sin disculparse. Hyun-ju extendió una mano para no caerse, apoyándose de la espalda de Gyeong-seok mientras ambos miraban con extrañeza al sujeto, ya que él también sintió el leve empujón cuando pasaba.
—Disculpe, ese tipo me empujó…
—No se preocupe– —En lo que se volteaba, sintió su corazón dispararse de la emoción al reconocer quién estaba detrás suyo, entonces sonrió— Oh, señorita Cho.
—¿Señor Park? —Ella también sonrió, un poco apenada por haberlo empujado— Discúlpeme, creo que ese sujeto no veía por donde caminaba.
—Está bien, no es su culpa, no se preocupe. —Notó que él era el siguiente en la fila y se movió a un lado— Pase usted.
—Ah, no se preocupe, está bien. —Movió sus manos igual de apenada y él continuó sonriendo.
—Por favor.
—Mm… Bueno, muchas gracias. —Hizo una corta reverencia con un ligero sonrojo y caminó hacia adelante para pedir su comida.
Pronto tomaron su orden y la de Gyeong-seok, entonces ambos esperaron en otra fila, teniendo una corta conversación. Nada muy especial, con él explicándole que Na-yeon tenía antojo de algo diferente y ella comentando que salía de dar tutorías a un chico que pronto entraría a la universidad. El pedido de Hyun-ju estuvo listo, entonces lo tomó y se despidió, siempre amable y sonriente mientras Gyeong-seok la miraba salir, siempre con ese firme sentimiento embarazoso de adolescente embobado.
—¡Orden 246! —Repitieron una vez más detrás del mostrador y él parpadeó, yendo por su pedido.
Hyun-ju caminaba tranquila con su bolso, tomando su camino a la estación de tren cuando escuchó un silbido. Decidió ignorarlo y continuar caminando, pero un hombre salió del poco iluminado callejón de donde estaba el centro comercial, metiéndose entre sus pasos.
—¿Qué es lo que quieren? —Preguntó Hyun-ju con firmeza al ver que otros dos se le acercaban por detrás.
—Es increíble lo mal que está este país, con fenómenos como tú caminando por las calles como si nada. —Ella presionó sus labios ligeramente, sintiendo aquella incomodidad que siempre la acomplejaba atacar con fuerza. Ya había pasado una considerable cantidad de tiempo desde que alguien se equivocaba con su género, no entendía por qué ahora alguien podría decir algo así, sin saber que todo había sido por su pequeño llavero, no por su apariencia.
—¿Qué es… lo que quieren?
—¿Crees que podemos dejar que enfermos como tú anden tan libremente?
—¿Te sientes bien entrando a los baños de las chicas? ¿Acosándolas? Quién sabe qué tantas cosas les haces… y estás aquí como si nada. Qué envidia, eso es injusto... —Hyun-ju no dijo nada, solo miró a otro lado y lentamente dejó su bolso y su pedido en el suelo.
—Aléjense de mí. Por su bien.
—¿Por nuestro bien? —Rio incrédulo, acercándose a tomarla del cuello de su camisa— Vamos a romperte el hocico, puto de mierda. Y quién sabe… tal vez te demos de tu propia medicina. —Ella lo miró incrédula también; siempre los hombres, tarados y habladores.
Gyeong-seok salía al estacionamiento con su pedido listo caminando hacia su auto, pero en lo que abría la puerta, escuchó ruidos extraños, como quejidos y golpes. Frunció el ceño y buscó de dónde provenía el sonido, notando luego que venía del costado del restaurante, donde estaba Hyun-ju peleándose contra otros hombres. Se alarmó al ver como uno de ellos le daba un fuerte puñetazo a su rostro, entonces dejó el pedido sobre el asiento y cerró la puerta para ir a ayudarla, pero en lo que se volteó, pudo verla devolver un golpe aún más fuerte, dejando al hombre dando un par de tambaleantes pasos y cayendo al suelo noqueado. Otro la tomó por atrás de sus costados para detenerla, pero ella levantó su codo hacia atrás en un rápido movimiento, golpeando su nariz y tomando uno de sus brazos para chocarlo contra el contenedor metálico de basura. Al final solo quedó uno de pie, el cual tenía una navaja pequeña para atacarla.
Hyun-ju lo miró con seriedad, posicionándose mientras él corrió hacia ella pero la profesora detuvo su ataque, tomando su muñeca y sosteniéndolo del cuello contra la pared, golpeando varias veces su mano contra el muro para que soltara la navaja y pronto así fue, forcejeando ambos. Gyeong-seok miraba la escena con sus ojos bien abiertos, más que fascinado por verla pelear profesionalmente con tres hombres sin sudar, ella claramente no necesitaba ningún apoyo. Notó como el otro sujeto intentaba quitársela de encima, empujándola un poco hacia atrás, pero Hyun-ju lo devolvió una vez más contra el muro, sosteniéndolo de nuevo con agresividad. Él no pudo evitar observar con un gesto de asombro lo bien que se veía esa siempre dulce y delicada mujer darle una lección a tipos poco honorables, era sorprendente; y muy sensual. Gyeong-seok miraba como su mano presionaba el cuello de ese hombre con un fuerte agarre sin dejarle escapatoria y relamió sus labios, mordiendo ligeramente el inferior.
—Ay, mami, embárrame así contra la pared… —Al oír que sus pensamientos intrusivos ganaron, se cubrió la boca con ambas manos inmediatamente.
Continuaron forcejeando por unos segundos más hasta que a ella se le ocurrió golpearlo con su rodilla en su entrepierna con tal vez demasiada fuerza, dejándolo inmóvil en el suelo mientras jadeaba, mirando a los lados y asegurándose de que ninguno intentaría otro movimiento, pero sintió el líquido caliente gotear por su barbilla. El hombre que había logrado golpearla debió tener un anillo, ya que le hizo una cortada a su labio. Se limpió con el dorso de su mano y suspiró, mirando la sangre y sabiendo que tendría que cubrir su herida con maquillaje para no alarmar a los niños al día siguiente. Lo que no sabía es que ese gesto tan simple había logrado alborotar las hormonas de Gyeong-seok a lo lejos, quien puso las manos sobre su rostro y soltó un ligero quejido emocionado, toda la escena fue demasiado sensual para su bobo corazón.
—Dios mío, sosténme… —Susurró, sintiendo como su pecho iba a romperse de la emoción, pero en eso se regañó a sí mismo, se exigió mantener la compostura y no ser idiota, impulsándose a ir de inmediato con ella y asegurarse de que esté bien. Respiró hondo de manera rápida para componerse y cruzar el estacionamiento, acercándose a Hyun-ju— ¡Señorita Cho!
—¿Señor Park…?
—Estaba saliendo y escuché… ruidos… —Miró hacia abajo mientras caminaba hacia ella, notando a los sujetos lamentarse adoloridos sin poder moverse— ¿Está usted bien? ¿Qué sucedió?
—Estoy bien, lamento preocuparlo. Creo que… intentaban robar o algo así. —Mintió, mirando a otro lado.
—Ya veo… En ese caso, ¿deberíamos llamar a la policía? —Hyun-ju lo consideró un poco, sabiendo que tendría que decir la verdad a la policía sobre lo que pasó y si era honesta, no estaba interesada en que no tomaran el caso en serio, así que negó. De todas maneras, no parecía que pudieran moverse del suelo en un rato.
—No, está bien. A veces no se toman muy en serio los robos. Igual no se moverán de aquí en un rato. —Sonrió simpática, recogiendo su bolso y su pedido del lugar donde los había dejado. Gyeong-seok presionó sus labios, ahora tendría que regresar a su casa con un labio roto.
—Permítame llevarla a su casa. —Hyun-ju parpadeó y un ligero sonrojo apareció en sus mejillas, sonriendo.
—No, qué pena, no se preocupe. No me pasó nada grave, estoy bien.
—Por favor, así al menos tendré la certeza de que llegó con bien. Además, su labio sigue sangrando. —Ella llevó su mano a su boca, tocando ligeramente el área afectada mientras él metía una mano en su bolsillo, sacando su pañuelo para entregárselo. Hyun-ju lo tomó, sintiéndose bastante tímida al poner la tela sobre su labio.
—No… quisiera molestarlo, debe estar ocupado.
—Claro que no, por favor sígame.
La profesora sonrió y asintió, entonces ambos caminaron al auto, con Hyun-ju subiéndose en el lado del copiloto e indicándole la dirección de su casa. Debía admitir que tenía un auto muy bonito, limpio y tenía un aromatizador bastante fresco, le gustaba mucho. Compartieron una tranquila charla como era usual, con ambos sintiéndose un poco tímidos sin querer demostrarlo. Se sentían muy atraídos por el otro a pesar de ser conscientes de que había una línea que no podía ser cruzada, pero a veces el sentimiento no era algo que se podía negar u ocultar solo con desearlo. Luego de unos quince minutos, llegaron a la casa de Hyun-ju.
—Le agradezco mucho, señor Park, y… lamento la molestia.
—Para nada, no se preocupe.
—Espero tenga una bonita noche. Salude a Na-yeon de mi parte, ¿está bien?
—Por supuesto. Cuídese mucho, nos vemos luego.
La profesora asintió de nuevo con una sonrisa y pronto bajó del auto. Gyeong-seok se aseguró de que entrara bien a su casa y pronto tomó la ruta hacia el edificio donde vivía. Mientras esperaba a que un semáforo cambiara a verde, suspiró audiblemente, apoyando su frente en el volante y sonriendo. Descubrir algo nuevo de Hyun-ju había sido muy interesante, era sorprendente para él verla derrotar a unos sujetos apenas con pensarlo. Presionó sus labios y entrecerró sus ojos, intentando no darle muchas vueltas al asunto, pero sabía que en verdad lograba sentirse atraído por ella. Aún así, trató de seguir excusando lo que sentía al verla, dándole la lógica de que solamente era una admiración platónica y embarazosa. Arrancó su auto y luego de un rato, regresó con su hija.
—¡Pa! ¿Por qué tardaste tanto? Ya iba a preocuparme… —Hizo un puchero.
—Lo siento, mi amor, es que me topé con tu profesora, la señorita Cho, y sucedió un pequeño problema.
—¿Problema? —Preguntó mientras se sentaba en la mesa a comer y él sacaba el pedido de la bolsa.
—Sí, alguien intentó robarla, pero ella los agarró a golpes, fue sorprendente.
—¡Oh! ¿De verdad?
—Sí, sí, sí, muy fuerte. —Describió con un destello en sus ojos, fascinado— Fue algo así como… la Mujer Maravilla, estuvo fantástico.
—¡Qué cool! Debe ser por su entrenamiento.
—¿Entrenamiento?
—Sí, ella nos cuenta historias algunas veces de cuando estaba en el ejército.
—Oh, ¿fue militar?
—Sipi. Nos contó que trabajó ahí algunos años cuando se graduó del colegio y también estuvo un tiempo en las Fuerzas Especiales, pero dijo que tuvo que salirse e irse a Tailandia, y ahí empezó a estudiar para ser profesora.
—¿De verdad? Vaya, eso explica todo… —Sonrió sorprendido como siempre y un poco intrigado por esa etapa de Hyun-ju— ¿Le gustaba ser parte del ejército?
—Sí, dice que le gustaba mucho. Le hemos preguntado por qué se salió, pero no nos explica mucho, solo dice que se siente mucho más feliz siendo profesora. —Empezó a beber de su vaso y Gyeong-seok se quedó pensando un poco en eso.
—Ya veo.
—Hablando de eso…
—¿Hm?
—Es que, pa, estamos empezando a ver multiplicación y sumar con dos cifras, y… me cuesta mucho. —Admitió un poco triste— Algunos de la clase lo entienden bien, pero no sé por qué yo no logro comprenderlo. Es difícil con dos números, y multiplicar después de 3… es muy complicado. No quiero que mamá me regañe por una baja nota.
—Entiendo, no te preocupes. Puedo hablar con tu madre para ver si podemos pagarte algunas tutorías y así vayas más preparada para tu próximo examen, ¿está bien?
—¿Seguro?
—Claro, ya verás que pronto lo dominarás bien. Ahora come, linda, que se te enfría. —Jaló suavemente su mejilla y ella asintió, un poco más aliviada con la idea.
El día siguiente transcurrió con normalidad.
Na-yeon asistió a la escuela disfrutando siempre con sus amigos y Gyeong-seok fue por ella a la salida. La pequeña corría como siempre a sus brazos y su padre la recibía con un beso y un abrazo, pero esta vez pudo ver como aquella alta profesora se acercaba al verlo.
—Señor Park.
—Señorita Cho. —Vio como ella metía su mano en su bolsillo y sacaba el pañuelo que le había dado el día anterior, perfectamente limpio y doblado, entregándoselo y haciendo una pequeña reverencia.
—Le agradezco mucho su ayuda ayer. —Él no pudo evitar sonreír, tomando su pañuelo.
—No fue nada. Me alegra ver que se encuentra bien. —Hyun-ju también sonrió— En realidad, ya que está aquí, quisiera preguntarle algo.
—Sí, dígame.
—A Na-yeon se le están dificultando un poco las matemáticas y quisiera que esté mejor preparada para cuando lleguen las pruebas. Quería preguntarle si tiene algún espacio disponible para que ella reciba tutorías.
—Oh. Claro, uhm, déjeme ver un momento… —Sacó su teléfono y revisó su calendario rápidamente— Tengo un espacio disponible los viernes a las cinco de la tarde. ¿Le gustaría reservar ese horario?
—Sí, está muy bien. Muchas gracias.
—Con gusto. Nos vemos entonces, Na-yeon. —La niña sonrió y asintió.
—¡Nos vemos!
—Hasta luego, señorita Cho.
—Hasta pronto. Vayan con cuidado.
Hyun-ju los miró ir unos segundos, regresando luego con los demás mientras Gyeong-seok subía con su hija al auto. Iba a guardar su pañuelo en su bolsillo, pero al sostenerlo con sus labios para sacar su billetera y hacer espacio, pudo notar un dulce aroma desprendiéndose de la tela. Él parpadeó y lo sostuvo de nuevo con su mano. Notó que Na-yeon aún estaba ocupada en sus asuntos en la parte de atrás del auto, entonces aprovechó para apegar el pañuelo a su nariz, notando el aroma que tenía. Era suave y poco empalagoso, delicioso incluso, ya que se asemejaba a un postre de vainilla, sin saber si era más como helado o galleta, pero hacía su corazón latir de felicidad, le encantaba.
La razón de ello podría tener un motivo inocente, pero tal vez no lo suficiente. Hyun-ju había lavado el pañuelo para que quedara impecable, secándolo, doblándolo y guardándolo en su bolso para devolverlo, pero no en cualquier lado, sino en el pequeño compartimento donde guardaba su loción y su perfume, dejando que se impregnara el aroma indirectamente. Sentía demasiado atrevido poner de su perfume en la tela, no era para nada adecuado, pero sabía que quería llamar un poco la atención de ese atractivo y amable hombre de alguna manera y tenía la oportunidad ahora, entonces lo guardó en el área donde sabía que tomaría el aroma. La diferencia solo era que su conciencia estaba limpia por no haber puesto intencionalmente su perfume sobre el pañuelo, pero la lógica siempre carecía de inocencia.
Gyeong-seok estaba ido en el aroma, un platillo dulce, delicioso y apetecible venía a su mente. No había una imagen en específico en su subconsciente, pero su perfume le hacía preguntarse si así de bien olía de cerca Hyun-ju, su ropa, sus pertenencias, su piel, sus sábanas, tal vez simplemente era ella ese exquisito postre que se dibujaba en su mente con ese aroma. Envidiaría tanto al hombre que tenga ese acceso a ella. Muy en sus adentros lo sabía por más que lo negara: él quería ser el único en tener ese lujo.
En eso, Na-yeon ponía su mochila al lado de su asiento y se ponía el cinturón de seguridad, cerrando la puerta.
—Listo, pa, ya podemos irnos. —Vio que no la había escuchado, entonces se repitió— ¿Papi? —Notaba como tenía sus ojos cerrados y el pañuelo sobre su nariz, recordando que su profesora se lo había regresado. Alzó una ceja con cierta curiosidad, preguntándose si la tela tenía el característico aroma de la señorita Cho, ya que los niños siempre se acercaban a ella o la abrazaban, y tal vez a su padre le gustaba ese perfume— Papá. —Canturreó un poco pícara, finalmente sacándolo de sus pensamientos.
—¿Sí?
—¿Te gusta como huele la señorita Cho? —Los ojos de Gyeong-seok se abrieron alarmados y aclaró su garganta, abriendo el cajón del tablero y dejando el pañuelo doblado allí.
—No sé de qué… hablas, cariño. ¿Ya estás?
—Sí… ¿Qué tiene de malo? ¿No crees que ella es hermosa? Tiene que oler rico también. —Gyeong-seok presionó sus labios, encendiendo el auto y concentrándose en ver al frente, siempre siendo bastante incapaz de mentirle a su hija, más si sus ojitos redondos y brillantes miraban directo a su alma.
—No… hagas ese tipo de preguntas, linda.
—Ay, papá, ¿entonces por qué olfateabas el pañuelo que te regresó?
—Solo… olía a galletas. Me gustan las galletas. —Murmuró un poco nervioso y Na-yeon sonrió.
—Sí, ella huele a galletitas recién horneadas, es un perfume delicioso.
—Ya veo…
Gyeong-seok jamás haría alusión a la belleza tan natural e incomparable de la profesora, algún comentario tonto o fuera de contexto podría llevarlo a su tumba, era mejor solo guardar sus pensamientos, o al menos mientras pudiera, porque cada vez que la miraba, sabía que se sentía más y más atraído a ella.
El viernes en la tarde, Hyun-ju fue a la estación de tren para ir a dar las tutorías que tenía asignadas para Na-yeon. Su padre le había enviado su dirección, pero al estar cerca, parpadeó un poco sorprendida por el lugar. Comprendía que al vivir en las áreas de Gangnam todo era mucho más costoso y lujoso que en otras áreas de Seúl, incluido el colegio donde ella impartía sus lecciones, pero ese edificio era realmente alto, con una recepción hermosa y bien decorada, hasta podía ver la variedad de amenidades del lugar a lo lejos; piscinas, gimnasios, parques para mascotas, áreas de recreación y más dónde su vista no alcanzaba, realmente era un lugar sorprendente. No tardó en tomar el ascensor para subir al nivel 12, buscando por los pasillos el número de apartamento. Al estar en frente, apagó su teléfono y se miró en el reflejo, acomodando de manera perfecta su cabello y asegurándose de que su maquillaje estaba intacto, tocando luego el timbre.
—Señorita Cho.
—Buenas tardes. —Hizo una pequeña reverencia y Gyeong-seok sonrió.
—Pase adelante.
—Con permiso. —Dio un par de pasos al frente y se quitó sus zapatillas, poniéndose unas sandalias que estaban al lado especialmente para los invitados.
—Na-yeon tiene todo preparado en el comedor. Si necesitan algo, solo hágamelo saber, ¿está bien?
—De acuerdo, muchas gracias. —Hyun-ju caminó donde le fue indicado y vio a la pequeña sentada viendo televisión mientras la esperaba, sonriendo y levantándose de su asiento al verla, abrazando su cintura.
—¡Señorita Cho!
—Hola, ¿cómo estás, Na-yeon? —Sonrió, dando suaves caricias a su cabello.
—Bastante bien. Ya tengo todo listo, espero poder entender bien las feas sumas. —Hizo un puchero y Hyun-ju rio bajo.
—Ya verás que pronto lo vas a lograr.
Ambas se sentaron en el comedor y Hyun-ju sacó una libreta y lapicero de su bolso. Poco a poco le explicaba a Na-yeon como hacer los procedimientos, empezando con sumas de una cifra para luego pasar a los ejercicios de dos cifras.
—Es que, mm, eso no lo comprendo. Si me da más de diez, ¿dónde lo pongo?
—Intentemos con este, 25 más 18. Primero, 5 más 8, ¿cuánto es?
—Mm… 13. ¡Pero ese 1 siempre me estorba para todo! —Hyun-ju rio un poco.
—Pongámoslo de esta manera. Digamos que el número de arriba siempre tendrá un bolsillo, un espacio chiquito para que pongas ese 1 que estorba mucho. Lo guardamos en el bolsillo del número 2 del 25 y ya solo queda el 3 abajo. Ahora vamos con el siguiente, ¿2 más 1?
—3.
—¿Más el 1 que está en el bolsillo?
—Mm… ¿4?
—Sí.
—Entonces, ¿da 43? ¿Lo hice bien?
—Así es. —Na-yeon sonrió amplio, dando aplausos emocionada.
—¡Ay, qué genial! Otro, otro.
—Muy bien, intenta este, 67 más 28.
—Está bien. 7 más 8… —Usó sus deditos para hacer la cuenta— 15. Pongo el 1 en el bolsillo y el 5 abajo. 6 más 2, 8, más el bolsillo, 9. ¿95?
—Sí, muy bien. Lo lograste. —Hyun-ju sonrió, porque por supuesto que era mucho más feliz cuando sus estudiantes comprendían bien la materia.
—¡Finalmente, sí!
—Creo que ahora puedes hacer la práctica del libro. Haz la página 61, y dime si necesitas ayuda en algo, ¿de acuerdo?
—¡Sipi!
Na-yeon estaba emocionada por comprender la suma y Hyun-ju esperaba a que terminara su práctica. Luego continuaron con las multiplicaciones. Sus tutorías terminaban a las siete de la noche, pero terminaron unos minutos antes. Ambas hablaban sobre un drama nuevo que salió mientras arreglaban un poco la mesa, pero en eso Gyeong-seok les llevó la cena, una sopa de fideos de arroz, verduras y pollo salteado, acompañado de rábano encurtido y kimchi a un lado.
—Uh, ¡gracias, papi! —Sonrió la pequeña empezando a comer, pero Hyun-ju vio que también le ponía un plato a ella y sintió el calor invadir su rostro.
—No, señor Park, no se preocupe, me apena mucho… —Gyeong-seok sonrió, poniendo los palillos a un lado de su plato.
—Por favor. Espero que lo disfrute. —La profesora sonrió con timidez también, suspirando.
—Está bien, se lo agradezco mucho…
Él se retiró más satisfecho al ver que aceptaba la comida y Hyun-ju miró el plato. No iba a negar que había detectado el aroma hace un rato y su estómago rugía por lo bien que olía, y ahora la presentación del platillo solo abría más su apetito, realmente se veía delicioso. Tomó los palillos y llevó un trozo de pollo con fideos a su boca, sintiendo el sabor en su paladar. Cerró sus ojos, sonriendo y disfrutando de la sopa. Al estar siempre ocupada, sus almuerzos eran tal vez demasiado básicos, comida de tiendas de conveniencia, comida rápida o congelada, además de que sabía que cocinar no era realmente su fuerte. Había pasado un largo tiempo desde que comió algo casero, y si era honesta, el platillo estaba más que bueno.
—Señorita Cho, ¿está todo bien? —Preguntó Na-yeon al verla un poco ida en sus pensamientos, comiendo del pequeño plato de rábanos.
—Sí, yo… Es que realmente está delicioso. ¿Tu padre siempre cocina así?
—¡Sip! Papi cocina riquísimo. Mis amigos siempre dicen lo mismo también, les gusta venir a comer la comida de papá. Creo que tengo mucha suerte, ¿verdad? —Rio Na-yeon, orgullosa de su papá y Hyun-ju asintió, comiendo hambrienta.
—Tienes muchísima suerte, sí.
Hyun-ju se dedicó a saborear cada bocado, pensando en que su madre podría haber tenido razón: la buena comida alimentaba el corazón también. No sabía cuándo comería algo tan delicioso otra vez, así que era mejor aprovecharlo al máximo. Una vez terminó, suspiró satisfecha y fue a dejar los platos a la cocina, donde él guardaba los que había usado. Hyun-ju iba a acercarse a lavarlos, pero Gyeong-seok los tomó.
—Permítame.
—Yo los lavo, no se preocupe.
—Es mi invitada, ¿cómo la voy a hacer lavar platos? —Negó y Hyun-ju solo pudo sonreír con el ligero sonrojo tímido que siempre adornaba sus mejillas cuando estaba cerca de él.
—Está bien, solo porque insiste. —Ambos rieron un poco y la profesora lo miró— Uhm, ¿usted hizo la cena, señor Park?
—Sí, ¿por qué? ¿No le gustó? ¿Le faltó algo? —Al ver su gesto alarmado, Hyun-ju no pudo evitar reír y negó.
—Al contrario. En verdad estaba delicioso, no recuerdo la última vez que comí algo así. Me encantó. —Admitió un poco avergonzada, pero aquél halago había llenado de felicidad el corazón de Gyeong-seok, sonriendo ampliamente.
—Bueno, me alegra mucho oír eso. La próxima semana con gusto puedo prepararle su platillo favorito. —Murmuró con un muy ligero tono coqueto mientras lavaba los platos, el cuál había sido captado por Hyun-ju, pero creyó que solo había sido parte de sus delirios.
—¿C-Cómo cree? Qué pena, de verdad… —Rio juntando sus manos y frotándolas con nerviosismo.
—Entonces, ¿no me dirá qué quiere cenar el otro viernes?
—Yo, ehm…
—No será ningún problema, igual cocinaré para usted. —Hyun-ju no podía dejar de sonreír, realmente le gustaba como sonaba eso.
—Bueno… me gusta mucho el bulgogi con verduras. —Miró a otro lado, dando finalmente una respuesta y Gyeong-seok asintió, secando los platos.
—Perfecto. Eso será.
Chapter Text
Los viernes comenzaban a pasar con regularidad.
Na-yeon tenía sus tutorías con Hyun-ju y Gyeong-seok preparaba platillos deliciosos para la profesora que tanto lo hacía suspirar. Al inicio, él le daba espacio a ella y a su hija para no incomodarla o algo así, pero conforme pasaban las semanas, los tres compartían la mesa, viendo alguna serie o película mientras cenaban. Hyun-ju le mencionaba que se sentía un poco apenada por sobrepasar los límites profesionales de sus tutorías, pero Gyeong-seok siempre le aseguraba que tanto su hija como él disfrutaban mucho su compañía y que no había ningún problema en que se quedara un rato más luego de las tutorías compartiendo con ellos. Con eso en mente, ambos se hicieron un poco más cercanos, al menos ya no parecían adolescentes tímidos y patéticos cada vez que se miraban a los ojos.
Era poco decir que Hyun-ju estaba contenta. Realmente disfrutaba pasar tiempo con los dos, hacerlo llenaba su corazón de felicidad, añadiéndole el hecho de que podía conocer incluso más a Gyeong-seok. Era un hombre en verdad amable, siempre amoroso y atento con su hija, caballeroso y por supuesto que cada platillo que le preparaba llenaba su alma de manera increíble. Sabores deliciosos y sensaciones únicas en su corazón, lo adoraba y salía más que sonriente de esa casa cada viernes. Hyun-ju no le veía lo malo a sentirse atraída a Gyeong-seok, era algo normal, un fuerte sentimiento que tenía lógica para ella si ese hombre era tan fuera de lo común. No iba a actuar fuera de sí misma, sabía bien que era una adulta y que él estaba casado con una vida más que construida, nada iba a pasar entre ambos, pero su amistad podría ser suficiente para ella.
Si era honesta, envidiaba mucho a la esposa de Gyeong-seok, él era tan perfecto y claro que podía imaginarse lo maravilloso que debía ser tenerlo como esposo, aunque era muy curiosa la situación. En todo ese tiempo que llevaba trabajando en la escuela, nunca había visto a la madre de Na-yeon. En las reuniones y eventos escolares solo estaba él, y en su casa, tampoco parecían haber señales de la mujer. La niña tampoco mencionaba demasiado a su madre y Gyeong-seok nunca estaba ni cerca de tocar el tema, además de que en su foto de perfil, solo estaba él y Na-yeon compartiendo un abrazo. Si no fuera porque él tenía un anillo en su mano, podía jurar que no estaba casado y Hyun-ju no lo entendía. Podría ser que la madre trabajaba mucho, y eso lo podía comprender, pero no estar en momentos importantes de la escuela y no dar señales de siquiera apoyarla en casa era bastante extraño. Puede que no lo entendiera porque ella misma jamás se despegaría de Gyeong-seok si él fuera su esposo, tan guapo, tan educado, tan maravilloso y Na-yeon era tan dulce, llena de vida y energía que era imposible no encariñarse rápidamente de ella. Sabía que nada del asunto familiar era su problema, pero igual no dejaba de parecerle extraño.
Na-yeon, además de sus clases de inglés, llevaba natación los jueves después del horario regular. Gyeong-seok la esperaba afuera en su auto, pero le pareció extraño que tardara tanto, entonces bajó y buscó entre los niños que corrían por el patio, pero no veía a su hija. Le permitieron entrar a buscarla y se dirigió al salón donde siempre solía estar solo para asegurarse, pero estaba vacío, entonces se dirigió al complejo olímpico donde estaban las piscinas, pero tampoco parecía haber algún grupo, solo una persona parecía estar usando las instalaciones en ese momento. Tuvo la intención de acercarse a preguntar dónde estaba el grupo del día, pero sonó un teléfono. Al ver que del agua se asomaba el rostro de su profesora favorita, sintió más confianza en ir a preguntar, pero sus pies se detuvieron en seco antes de acercarse al verla subir las escaleras de la piscina.
Parpadeó lentamente un par de veces viendo asombrado su definido cuerpo de espaldas. Tenía un bañador deportivo de color violeta ligeramente ajustado, ya que era difícil para ella encontrar de su talla, pero cumplía la tarea a la perfección, ya que delineaba cada curva de su cuerpo y mantenía todo justo en su lugar. Gyeong-seok la miraba de pies a cabeza, sin dejar de admirar sus largas y tonificadas piernas, subiendo por sus caderas y cintura, que creaban una armonía perfecta en su cuerpo, pero al ella voltearse para ir a su bolso, él abrió sus ojos con más sorpresa, viendo por primera vez el gran tamaño de sus pechos. Al ella nunca usar ropa demasiado ajustada o escotada, no era sencillo imaginar con certeza cómo sería el cuerpo de la hermosa profesora, pero en realidad le parecía sorprendente que algo así siempre se mantuviera oculto bajo ropa, aunque muy bonita, nada reveladora. Respetaba mucho el que no quisiera mostrar su cuerpo, era suyo, por supuesto, pero aún seguía más que boquiabierto por lo tremendamente sensual que era, casi babeando como idiota, no lo hubiera imaginado nunca de esa manera.
En eso, no tardó en darse cuenta de que Hyun-ju podría verlo a él y a su gesto nada decente, entonces miró a los lados, retrocediendo muy lento para no llamar su atención mientras ella observaba su celular, pero en lo que daba pasos hacia atrás, chocó contra una pequeña boya de para piscinas, causando que el resto de elementos para entrenar se cayera e hiciera un escándalo. Su cara se volvió pálida y solo se alejó tan rápido como pudo, no iba a permitir que ella pensara que era un pervertido. Hyun-ju escuchó el ruido de las cosas caerse y levantó su mirada, preguntándose si había alguien en la entrada. Encogió sus hombros al no ver a alguien cerca y volvió a lo suyo, dejando el celular en su lugar y aprovechando que no había nadie para dar un pequeño clavado de vuelta en la piscina.
Gyeong-seok caminaba otra vez a la salida, con las manos en su cara y negando, principalmente rezando porque Hyun-ju no lo haya visto y también por haber hecho tanto ruido a la hora de regresar, además de no poder borrar de su mente la sorprendente figura de la profesora.
—Maldita sea, ya, ¿acaso tienes quince…? —Dio suaves palmadas a sus mejillas cuando sintió la temperatura subir en todo su rostro.
Al salir de nuevo al patio, pudo ver a su hija y al resto de su clase jugar. Na-yeon tomó su mochila y lo abrazó, tomando su mano y despidiéndose de sus amigas.
—Papá, ¿qué hacías adentro?
—Bueno, es que te esperé un buen rato y no salías, así que fui a buscarte.
—Pero hoy es miércoles, pa.
—Sí, me equivoqué, pensé que hoy era jueves. —Rio apenado.
—Oye, te veo… rojo, ¿estás bien?
—¿Rojo…? —Presionó sus propios labios con ligero nerviosismo.
—Sí. ¿Estás enfermo? ¿Tienes fiebre?
—No, cariño, solo, eh… No lo sé. —Volvió a reír con pena, ayudándola a subir al auto mientras Na-yeon estaba un poco confundida.
La tarde pasó con regularidad.
La pequeña hacía sus tareas como siempre y Gyeong-seok ordenaba un poco la casa, limpiando las ventanas, lavando y doblando un poco de ropa, preparando la cena, nada fuera de lo usual, a excepción de esos pensamientos y memorias que venían a su mente de la preciosa Hyun-ju y su cuerpo nada ordinario. A veces solamente se quedaba ido entre lo que sus ojos habían visto, como una reproducción en cámara lenta. Observarla salir de la piscina y como sus caderas se movían lentamente con cada paso de la escalera, el agua deslizando por todo su cuerpo, lo hermosa que se veía con su cabello mojado y su rostro sin maquillaje mientras las atrevidas y resbalosas gotas de agua bajaban por su cuello, haciéndose camino y metiéndose entre sus voluminosos pechos. Ya en su cama, con el día terminado y estando solo, puso las manos en su cara, incrédulo de que algo así pudiera pasarle y tan emocionado, tan feliz de haber sido él y tener esa fortuna de verla en su traje deportivo.
—Bueno, pero ya… Ya estuvo, es muy tarde.
Apagó la lámpara y negó, regañándose mientras se envolvía en sus sábanas y hundía su cabeza en la almohada, tratando de conciliar el sueño al mismo tiempo que no dejaba de pensar en ella, quedándose dormido luego de un rato. Lo que no sabía es que su subconsciente le jugaría varios trucos al descansar.
—Gyeong-seok. —Él gruñó somnoliento al escuchar a alguien llamarlo y se removió— Gyeong-seok.
Parpadeó lentamente para abrir sus ojos, aclarando su vista poco a poco hasta distinguir la silueta de la profesora de su hija sobre él, sentada en sus piernas e inclinada hacia adelante para observarlo mejor, acariciando su mejilla mientras descansaba. Por supuesto que se sorprendió al verla, más si estaba con ese ajustado conjunto deportivo sobre él, en su cama.
—¿Hyun-ju…?
—Creí que nunca despertarías… —Sonrió coqueta, repasando su pulgar sobre su piel suavemente.
—¿Qué estás… haciendo aquí?
—Lo siento, ¿te incomodo?
—No, no, no, para nada, no pienses eso. —Se sentó para acercarse más a ella y acariciar su cintura sin demasiada pena— Es solo que… me sorprende que estés aquí.
—Bueno, la verdad es que no podía esperar más para verte. —Murmuró sonriente, acercándose a sus labios para susurrar sobre ellos— Está… mal, ¿cierto? ¿Crees que deba irme?
—No, claro que no. Por favor, quédate.
—Pero… no eres mío, Gyeong-seok. No deberíamos hacer esto.
—¿Quién ha dicho que no soy tuyo? —Hyun-ju alzó una ceja, acariciando ambas de sus mejillas esta vez.
—¿Por eso es que me mirabas así mientras nadaba?
—¿Me viste?
—Por supuesto, ¿crees que no te iba a notar? —Rio coqueta— Me alegra que te haya gustado tanto lo que veías…
—Eres preciosa, Hyun-ju, realmente… —Murmuró mientras sus manos se movían de arriba abajo para acariciarla y sus ojos la exploraban de cerca, observando bien todo aquello que vio de lejos— eres divina.
—Me vas a hacer sonrojar… —Sonrió, mostrándose más que feliz por oírlo mientras bajaba sus manos para guiar las de él, subiéndolas a sus pechos— Con tanto que mirabas, creí que te atreverías a tocar un poco más…
—Lo siento, yo… pensaba que tal vez debía invitarte a un café primero. —Hyun-ju rio, observando sus labios.
—Vamos por un café luego de esto, ¿te parece?
Gyeong-seok asintió con sus ojos brillando de emoción mientras veía como ella se acercaba a besar sus labios. De inmediato cerró sus ojos, disfrutando de la suave textura tal como la imaginaba, cálidos y esponjosos sobre los suyos. Al mismo tiempo que sus manos masajeaban sus pechos con algo de fuerza, Hyun-ju ponía una mano tras su cuello, besándolo con más intensidad mientras él solo estaba allí, más que dispuesto a hacer lo que ella quisiera, porque para eso estaba, para complacerla en lo que pidiera. La profesora movía sus caderas para estar sobre las de su querido admirador, rozándose suavemente contra él mientras le seguía el ritmo. Sus manos bajaron a su pijama, quitando los botones uno a uno mientras bajaba a besar su cuello, soltando pequeños sonidos satisfechos al mismo tiempo que recorría su cuerpo con sus manos. Él cerraba sus ojos, sintiendo y disfrutando de sus besos con lamidas suaves, moviendo sus caderas contra ella. El estímulo sobre la ropa en esa delicada área la hacía jadear y continuar con sus hambrientos besos, mordiendo su piel y sacando gruñidos fuertes de su boca. Él adoraba por fin tener a esa hermosa mujer solo para sí.
—Eres tan guapo, tan perfecto… Te quiero solo para mí, todo para mí. —Pidió, apegada totalmente a su cuerpo mientras bajaba una de sus manos para masajear entre sus piernas.
—Aquí me tienes, linda.
—No, solamente para mí, Gyeong-seok. No quiero que nadie más te tenga de nuevo. Nadie, nunca. —Volvió a pedir casi como una orden, mordiendo su labio mientras sacaba su miembro de su pantalón para masturbarlo, pero él tomó su cintura para recostarla en la cama, separando sus piernas con sus manos al mismo tiempo que devoraba su boca con hambre y movía sus caderas contra ella, rozándose sobre su área más delicada aún sobre el bikini deportivo.
—Soy solo tuyo, preciosa. Estoy aquí solo para ti, para lo que tú me pidas. —Se movió presionando su clítoris mientras ella gemía suavemente con una sonrisa, subiendo sus manos para aferrarse a su espalda.
—Entonces, tómame. Duro, fuerte, como tú quieras. Te quiero dentro de mí, todo de ti, ahora. —Ella también se movió a su ritmo para sentirlo y Gyeong-seok sonrió más que emocionado, volviendo a besarla. Sus manos fueron a los tirantes de su sostén para bajarlo, pero escuchó como ella llamaba a su nombre— Gyeong-seok…
—Dime, linda.
—Gyeong-seok…
—¿Qué sucede? Dime… —Susurró suavemente sobre sus labios para unirlos una vez más, pero ella solo sonrió, acariciando sus mejillas mientras lo miraba.
—Gyeong-seok…
No comprendía con exactitud por qué lo llamaba tantas veces, pero la escena progresivamente se desvanecía hasta que todo tuvo sentido, sintiendo pronto como una almohada chocaba en su cabeza, escuchando el reclamo molesto de su esposa mientras ella se levantaba de la cama fastidiada.
—¡Gyeong-seok!
—¿Pero qué…?
—No puedo creer que a estas alturas te pongas así, literalmente a las dos de la mañana. ¿Acaso eres un mugroso adolescente? —Él parpadeó más que confundido ante sus quejas, aún volviendo en sí cuando miró hacia abajo y se agarró de sus cabellos con una mano. Tenía una dura erección bajo sus pantalones producto del maravilloso sueño que poco a poco volvía a sus recuerdos.
—Yo… lo siento, en verdad. No era mi intención, solo estaba–
—Es increíble, en serio. Sabes bien que mañana tengo un seminario a las ocho y, diablos, de verdad que no cooperas con nada. —Murmuró molesta, tomando su almohada y su manta.
—Eun-seong, en serio solo dormía, no quise–
—Sí, sí, como sea. Déjame dormir.
Ella caminó fuera de la habitación para ir a dormir sola a la de invitados, mientras que Gyeong-seok escuchaba el ligero portazo y miraba hacia abajo de nuevo, suspirando y sintiendo sus mejillas enrojecerse. Por un lado, se sentía bastante mal por tener un sueño húmedo como todo un puberto sin control al lado de su esposa, a la que realmente nunca le había hecho demasiada gracia ese tipo de fantasías. Por otro lado, no podía creer que su mente hubiera elaborado tan bien una escena detallada de la señorita Cho pidiéndolo a él con desesperación, a punto de tener sexo. Sin poder evitarlo, una sonrisa traviesa se formó sus labios mientras volvía a recordar desde el inicio ese particular sueño.
Tan hermosa con su voz tan suave, su cuerpo perfecto moviéndose contra él y sus visiblemente deliciosos y llenos labios sobre los suyos, sobre su piel mientras su traviesa mano lo acariciaba. Bajó la suya con la intención de aliviar esa alta temperatura que lo estaba matando, pero cerró sus ojos con fuerza, negando al sentir un rayo fugaz de lucidez y culpabilidad. No podía masturbarse con un sueño caliente que tuvo con la hermosa profesora de su hija. El solo pensar en ella, tan dulce y bonita, le hizo sentir como un puerco asqueroso, pero se preguntaba qué podía hacer ahora. Estaba demasiado excitado y esos recuerdos lo torturaban tan bien, de verdad quería aliviarse, aunque fuera solo una vez y ya. Miró su pantalón, respirando hondo y negó de nuevo, volteándose boca abajo y abrazando su almohada, soltando quejidos frustrados.
—No… No puedo hacer eso. ¿Qué clase de enfermo sería…? No así, jamás con ella.
Se obligó de alguna imposible manera a conservar la calma e ignorar el ardor entre sus piernas mientras daba incesantes vueltas en su cama con la intención de poder seguir durmiendo. No le parecía algo perdonable el siquiera imaginarla de ese modo si apenas comenzaban a ser amigos, se sentía como un adolescente con cero autocontrol.
Ahora se acercaba lo más irónico de toda la situación. En algunos kilómetros de distancia, mientras estaba durmiendo en la comodidad de su casa, alguien más había tenido el mismo sueño tentador, como si de alguna manera el destino o el universo los hubiera conectado, pero al no ser interrumpida por nadie, Hyun-ju pudo disfrutar a plenitud el resto de la fantasía creada por su subconsciente, siendo despertada casi al final por su propio excitado cuerpo pidiendo atención. Jadeaba con algo de fuerza, parpadeando al ver que todo había sido producto de un maravilloso sueño solamente. Gruñó con tristeza, sabiendo que nada había sido real, pero su cuerpo ardía sin control sin importar la circunstancia, sintiendo su ropa interior mojada al cruzar sus piernas. Debido a su misma calentura, no lo pensó demasiado y tomó una de sus almohadas, poniéndose sobre sus rodillas y quitando sus bragas de en medio para poder colocar la almohada entre sus piernas, empezando a rozarse contra ella.
Llevó una de sus manos a sus pechos bajo su camisa y masajeó el pezón con poca delicadeza, cerrando sus ojos y volviendo a recordar el sueño, ya que sabía que era a lo más que podía aspirar con ese hombre. Estar sobre él, besarlo, desnudarlo y dejarle claro que lo quería solo para ella. La manera en la que él la tomaba con firmeza, separando sus piernas para estar entre ellas, sentir el calor de sus manos presionando sus muslos para sentirlo contra ella la hacía gemir, moviendo sus caderas con más velocidad.
—Señor Park…
Aquél sueño había continuado con Gyeong-seok finalmente deshaciéndose del sostén deportivo de la joven profesora, bajando a besar su cuello mientras sus manos masajeaban sus pechos hasta que su boca se encargó de ellos. Hyun-ju movió su bañador a un lado para poder sentirlo, húmedo y duro contra toda su feminidad. El solo deseo de poder sentirlo tal como en su sueño, sentir su boca devorándola, la idea de su aliento chocando contra su piel y su miembro presionando con insistencia queriendo penetrarla provocaba un deseo demasiado fuerte en la joven chica. Con su mano libre sostuvo la almohada, gimiendo con más intensidad mientras sentía el masaje en aquél punto externo tan delicado.
—Señor Park… Señor Park…
Pedía con voz deseosa al hombre en su fantasía, anhelando saber qué se sentía tenerlo en su cama, sobre su cuerpo y solamente para ella. No había pensado demasiado en esos escenarios, pero justo ahora no podía formular otro pensamiento que no fuera él tomándola, besándola y haciéndola gemir hasta que no se conociera a sí misma. Entre más se concentraba, su cuerpo subía más de temperatura, frotándose constantemente con la idea de que él la atendía tal como lo deseaba, que no la dejaba escapar de sus brazos y que estaba tan adentro de ella que rozaba su vientre. Sus piernas comenzaron a temblar excitadas, marcando el inicio de su orgasmo mientras su boca se abría y pronunciaba el nombre de ese sujeto que incluso la hacía gemir en su ausencia.
—Park Gyeong-seok…
Jadeó más que agitada, aferrada con su mano a su almohada, que ahora estaba completamente húmeda luego de los fuertes espasmos que se apoderaron del cuerpo de Hyun-ju. Su vista se nubló, dejándose caer lentamente en la cama al sentirse satisfecha, quedando tal y como fuera. Parpadeó lento con su cabello sobre su rostro, aún tratando de recuperarse del orgasmo. Su vista se perdía cada vez más, a punto de volver a dormir con su cuerpo sumamente relajado después de ese fuerte choque de éxtasis, pero en lo que caía rendida, un ligero toque de culpa logró alcanzarla apenas.
—¿Qué fue… lo que hice…?
Murmuró mientras sus ojos se cerraban, volviendo a dormir y ahora con más pesadez y relajación gracias al clímax que alcanzó su cuerpo. Es posible que el calor del momento y poder tener ese maravilloso sueño no la dejó pensar claro sobre cómo actuar, pero su cuerpo sin duda había quedado satisfecho y feliz.
Horas después, ambos intentaron no darle tantas vueltas al asunto, continuando con la rutina como era usual y tratando de que esos recuerdos no los afectaran demasiado. Hyun-ju estaba afuera con una pequeña libreta en frente de un camión escolar, ya que los niños irían a una gira, entonces debía listar a los estudiantes que tenía a cargo para asegurarse de que ninguno le faltaba.
—¡Adiós, papi! —Se despidió Na-yeon corriendo con su mochila al camión para hacer fila.
—Cuídate, cariño.
En lo que la pequeña corría, levantó su mirada y vio a Hyun-ju tomar nota de los chicos, dejándolos pasar uno a uno hasta que ella giró su vista un momento y lo miró. En el momento que sus miradas se conectaron, sintieron un frío congelante recorrerles la médula, acordándose de inmediato del espectacular sueño que los había unido en la madrugada. Gyeong-seok fue el primero en saludarla con su mano y sonreír, cosa que Hyun-ju repitió como un reflejo mientras ambos se sentenciaban mentalmente con el mismo pensamiento.
Actúa normal, por un demonio.
Ambos se voltearon al mismo tiempo para seguir con sus asuntos, sintiendo que el rostro se les caía de lo ardiente que estaba. Gyeong-seok no se podía perdonar el haberla soñado de esa manera por desearla tanto y la culpa era peor para Hyun-ju, recordando que no hace mucho se tocaba pensando en él.
—Señorita Cho, ¿encontró mi nombre? —Preguntó su estudiante al ver que tardaba en dejarlo pasar.
—P-Perdón… Sí, Cheol, puedes subir.
Una vez los niños estuvieron listos, partieron hacia uno de los lugares históricos más importantes de Seúl, donde les explicaban a los pequeños la importancia del legado cultural y les mostraban cada rincón del sitio. Luego, los llevaron a almorzar para seguir con la actividad y regresaron unos veinte minutos después de la salida habitual como estaba planeado en uno de los comunicados para el hogar. Hyun-ju cumplía diligentemente con entregar cada niño a su encargado como era costumbre hasta que poco a poco se vio vacío el lugar, quedando una niña: Na-yeon. Algunos profesores iban despidiéndose de su compañera mientras ella esperaba a Gyeong-seok junto con la pequeña, le parecía extraño de él llegar tarde a recoger a su hija, pero pensó en algún inconveniente que pudo haber tenido, con esperar un poco de más no sucedería nada malo.
—Hasta mañana, nos vemos. —Se despedía la directora de la institución del personal, notando a ambas sentadas en los bancos de afuera teniendo una pequeña conversación— Oh, chicas, es un poco tarde, pensé que ya estarían en casa.
—Solo esperamos que vengan por Na-yeon.
—Ya veo. Bueno, si tardan mucho, puedes ir a llamar a sus padres. No teníamos ningún aviso sobre los chicos de hoy quedándose tiempo extra.
—Esperaremos un poco más y luego llamaré, no se preocupe, directora Jang.
—De acuerdo, me avisas si sucede algo. Cuídense mucho, las veo mañana.
—Hasta mañana. —Respondieron ambas despidiéndose con su mano y luego Hyun-ju miró a la pequeña.
—¿Estás preocupada por tu papá? Puedo llamarlo ahora si quieres.
—Es solo que papá hoy no viene por mí, es mamá. Papá iba a visitar a mi abuela hoy, que vive en Busan.
—Oh, ya veo. ¿Quieres que llame a tu mamá, entonces?
—Puede intentar si quiere, pero es más fácil esperar. No contesta casi nunca, debe estar en el hospital ocupada. —Movió sus pies en el aire, mirando el césped bajo ellos y Hyun-ju presionó sus labios.
—Bueno, esperemos un poco más y luego intentaré llamar.
Los minutos pasaban, siendo cercanas las 4:30 mientras habían regresado de la gira a las tres. Hyun-ju no esperó más y tomó su celular, pidiéndole a Na-yeon que marcara el número de su madre. Tal como la pequeña había anticipado, nadie contestó ni su teléfono ni su oficina, entonces la profesora no tuvo más alternativa que llamar a su padre, quien se mostró un poco confundido al ver que ella llamaba.
— ¿Hola?
—Señor Park, buenas tardes. Espero no interrumpirlo.
— No, para nada. ¿En qué puedo ayudarle?
—Sucede que Na-yeon sigue aquí en la escuela. Me dijo que su madre es quien la recogería, pero ya pasó algo de tiempo y no puedo ponerme en contacto con ella. —Gyeong-seok parpadeó furioso, sin poder creerlo.
— ¿Que Na-yeon qué? ¿De verdad?
—Sí, intentamos localizarla con su número de teléfono y el de su oficina, pero la línea permanece ocupada. Na-yeon mencionó que estaba lejos, entonces me preguntaba si tiene algún otro familiar o encargado que pueda venir por ella.
— Yo… No, realmente no. Creí que… — Respiró hondo, tratando de aplacar su enojo de alguna manera. No podía creer que su esposa dejara a su hija sola en la escuela solo porque sí, sabía que era otra de sus emergencias usuales. Necesitaba pensar en una solución.
—Puedo seguir intentando llamarla.
— Tranquila, no lo intente más, sé que no contestará. —Murmuró con un tono de voz más pesado, aún tratando de disimular su molestia— Yo iré por ella. El problema es que estoy a tres horas de Seúl, ¿hay alguien allí que pueda vigilarla mientras? No tengo otra opción y me preocupa. —Hyun-ju miró a los guardias de seguridad comenzar a cerrar el lugar y presionó sus labios.
—Aquí cierran las puertas a las cinco. No estoy segura de que alguien se quede luego de esa hora. —Logró escuchar el suspiro pesado de Gyeong-seok y no pudo evitar sentirse mal por la situación. Ahí podía darse cuenta de que los enfoques de los padres de Na-yeon estaban divididos, eran diferentes.
— Cierto… —Hyun-ju miraba a la niña jugar de lejos con unas flores y sonrió un poco.
—Mire, no se preocupe. Yo puedo cuidar de Na-yeon mientras regresa. Seguiré intentando llamar a su madre y le haré saber si contesta o viene por ella. De lo contrario, puedo cuidarla hasta que usted regrese. Solo necesito que firme un pequeño formulario y lo envíe al correo de la directora Jang, así ella tendrá presente que me autorizó el encargarme de Na-yeon por hoy. —Gyeong-seok presionó sus labios, sintiendo un fuerte alivio recorrer su cuerpo.
— Señorita Cho, no le puedo pedir algo así, me apena muchísimo. No es parte de su trabajo…
—No se preocupe. Sé que es una situación extraordinaria, no tengo ningún problema. Na-yeon es una buena niña, no me pasará nada si la cuido unas horas, ¿cierto? —Rio bajo y él sintió ese alivio recorrerle el corazón. Creyó que tendría que pedirle a alguien de poca confianza que fuera a recogerla, pero después de conocer mejor a la profesora y saber lo mucho que Na-yeon la estimaba, entendía que ella era la mejor opción.
— No sé cómo agradecérselo… De verdad procuraré llegar lo antes posible. Espero pueda disculparme por el inconveniente.
—No es ningún inconveniente, señor Park, está bien. —Aseguró con una sonrisa— Le enviaré el formulario y mi dirección, por si acaso. Una vez tenga listo el documento, me avisa para poder salir con Na-yeon.
— Sí, lo haré. Muchas gracias, de verdad. Por favor, dígale a Na-yeon que estoy en camino.
—No se preocupe, se lo haré saber.
Pronto colgó y le pasó el documento, esperando unos minutos a que lo firmara digitalmente y lo enviara a la directora de la institución. Una vez él le confirmó que estaba listo, tomó su bolso y la mochila de Na-yeon para acercarse a ella, quien la miró y corrió hacia su profesora.
—¿Vendrá mi mamá?
—Por el momento, tu papá me dijo que viene de camino a recogerte, pero me dio permiso para cuidarte, ya que tardará un poco en regresar. Se me ocurría que podemos ir por un helado, ¿te… parece bien? —Preguntó un poco nerviosa, sin estar segura de que le gustara la idea de tener que quedarse con ella unas horas, pero los ojitos de Na-yeon se iluminaron, tomando su mano y dando pequeños saltos emocionados. Salir con su profesora favorita sonaba increíble.
—¡Claro que sí!
Chapter Text
Ambas caminaron fuera de la escuela, pasando por un pequeño parque camino a la estación de tren. Hyun-ju le compró su sabor de helado favorito y ella pidió uno de caramelo. Se sentaron en una banca a comerlo tranquilamente, mientras miraban la calle y los autos pasar, jugando a contar cada una los azules y los rojos. La estaban pasando realmente bien, compartiendo pequeñas pláticas sobre sus series favoritas y los juguetes nuevos que salían. Una vez terminaron de comer, Na-yeon volvió a tomar su mano con emoción y fueron a la estación de tren, camino a la casa de su profesora. La pequeña tenía curiosidad de cómo sería el lugar donde vivía ella, pero al estar en frente, parpadeó un poco sorprendida. Era muy diferente a la suya, ya que Hyun-ju no vivía en un edificio, más bien tenía una casa como tal, un poco grande para una sola persona, pero bastante hermosa y bien cuidada. Na-yeon sintió emoción al entrar y pronto la profesora abrió la puerta. Se quitó sus zapatos y miró dentro, tenía un aromatizador muy fresco y una sala de estar espaciosa, con decoraciones recatadas pero elegantes, tal como era el estilo de Hyun-ju. Todo estaba limpio y ordenado, cada objeto tenía su lugar.
—Señorita Cho, ¡qué bonita casa!
—¿Ah, sí? ¿Te gusta?
—¡Sí! Como vivo en un edificio, es muy diferente, ¡me gusta mucho! Ha de ser muy cómodo no tener que usar siempre el elevador.
—De hecho, sí. —Rio bajo— Ven, te mostraré algo que sé que te gustará mucho. —Na-yeon la siguió con el mismo entusiasmo y pronto abrió las puertas de su patio, mostrándole el pequeño jardín que tenía.
—¡Tiene flores de todos colores, está precioso! —Corrió a observarlas de cerca, acariciando el pétalo de una— ¿Le gustan los jardines?
—Sí, mucho. Creo que le añade un detalle bonito a la casa, ¿no crees?
—¡Sí! A mí también me gustan mucho, pero no tengo dónde plantar flores. —Hizo un ligero puchero, regresando adentro.
—Bueno, ¿has pensando en algo pequeño? ¿Como un cactus? Son bonitos y no requieren mucho, es una buena opción para empezar.
—¿Como esos chiquitos que vienen en macetas?
—Exacto. Puedes ponerlos en tu habitación, en una ventana donde puedan tener buen sol.
—Cierto. Le diré a papá que quiero uno. —Sonrió emocionada con la idea y Hyun-ju también lo hizo.
—Perfecto. Bueno… no sé si haya mucho por hacer aquí en mi casa, no soy de tener muchas visitas. ¿Quieres algún aperitivo, ver televisión…?
—¿Tiene palitos de queso? Me gustan mucho… —Juntó sus manos apenada y la profesora asintió, llevándola a la cocina.
—Justo ayer compré más. —En lo que iban, Na-yeon miró una pared donde Hyun-ju tenía variedad de frascos con decoraciones coloridas para pasteles.
—Oh, señorita Cho, ¿y si hacemos un pastel? ¿Qué tal uno pequeñito?
—No es una mala idea. Si quieres, ve a dejar tu mochila en el sofá y vienes a lavarte las manos.
—¡Sí!
Corrió a dejar su mochila y pronto regresó. Hyun-ju le puso el delantal más pequeño que encontró para que no manchara su uniforme y le ató su cabello con cuidado. Na-yeon lavó sus manos y pronto comenzaron a preparar el pastel. La profesora medía los ingredientes y la niña los echaba al tazón, mezclando todo. Se estaban divirtiendo bastante, poniendo algo de música para ambientar.
Gyeong-seok, por otro lado, iba en el tren bala de regreso, un poco tenso. Sabía que Hyun-ju lo ayudaba porque así era ella, dulce y siempre amable, sin reprochar nada, pero sentía que no era justo cargarla con una responsabilidad así. Y por supuesto que estaba furioso con su esposa por no cuidar de Na-yeon el único día que le pidió. Se preguntaba qué hubiera pasado si Hyun-ju se hubiera ido temprano, o si no hubiera estado disponible, no sabría qué hacer. Casi como si la hubiera invocado, recibió un mensaje de Eun-seong a las 5:20.
“El colegio está cerrado. ¿Regresaste antes por ella?”
“El colegio cierra a las 5”
“Tú y yo hablaremos cuando regrese”
Respondió molesto, guardando su teléfono y cruzando sus brazos, mirando la ventana. A veces no podía creer que de verdad estaba atrapado en esas situaciones a estas alturas de la vida, pero claro que a los ojos de sus amigos y sus familiares el tonto era él por quejarse, por tener una vida perfecta donde no tiene que trabajar, donde es adinerado y solo debe cuidar a su hija. Era un idiota por enojarse con su muy trabajadora mujer, tan trabajadora que ella se olvidaba de la existencia de su niña y su esposo apenas salía de su casa. Era un egoísta por querer más, por querer una familia real, por que Na-yeon tenga una madre que la ame, la cuide, jamás la ignore y la olvide en el maldito colegio. Era egoísta por querer sentirse valorado, por desear un matrimonio normal y tener a una persona a la cuál regresar, a quien amar y cuidar, pero bueno, no estaba permitido quejarse, aparentemente lo tenía todo. Solo le quedaba enfocarse en su pequeña Na-yeon, era la luz de su mundo. Sin ella y sin el amor que siempre le demostraba a su papá, todo se habría vuelto un desastre hace mucho tiempo.
Aún con la tensa circunstancia, la pequeña la estaba pasando excelente con su profesora favorita. Cenaron mientras el pastel estaba listo, nada demasiado elaborado ya que el fuerte de Hyun-ju no era la cocina habitual, pero por suerte, hizo uno de los menús favoritos de la pequeña; muslitos de pollo congelados con puré de papas y ensalada. Miraron una de sus películas favoritas, El Castillo Ambulante, sin dejar de hablar de lo guapo y dulce que era el protagonista. Luego, lavaron sus platos y continuaron con el pastel, decidiendo hacer pequeños de varias capas. Hyun-ju preparó la crema pastelera mientras Na-yeon cortaba el bizcocho en círculos. La pequeña tomó crema, apilando las capas con cuidado tal como su profesora le enseñaba, pero notó que harían tres pequeños pasteles con tres capas cada uno.
—¿Tres? ¿Hará dos para usted, señorita Cho?
—Bueno, pensaba en que podríamos prepararle uno a tu papá. Debe de estar cansado por viajar tan lejos, un pastel lo animará, ¿no crees? —Na-yeon asintió con una sonrisa.
—¡Sí! Papi ama los postres, pero dice que no come muchos porque se infla. No sé qué signifique, si nunca ha estado gordo… —Hyun-ju no pudo evitar reír.
—¿Eso dice?
—Sí, pero sé que este le encantará. No resistirá comerlo, lo decoraremos bonito para que caiga. —La profesora volvió a reír y asintió.
—Me parece una buena idea.
Ambas continuaron decorando los pasteles con una capa de crema blanca y al tener tantas opciones para decorar, la pequeña eligió un poco de brillantina comestible y chispas de colores. Hyun-ju decoró el suyo con una pequeña flor de azúcar que tenía guardada en el refrigerador acompañada de nueces. Las dos llegaron a la conclusión de decorar el de Gyeong-seok con pequeños arándanos y frutos rojos, con una ligera lluvia de chocolate encima. La profesora sacó una pequeña cajita para guardar el pastel y mientras Na-yeon estaba distraída, decidió dibujarle un pequeño corazón con el chocolate, sonriendo y dejándolo en el refrigerador.
—Muy bien, ¿lista para probarlo? —Le dio una cuchara y Na-yeon asintió con emoción.
—¡Sí! Aunque me quedó muy bonito como para comérmelo. —Hizo un puchero y Hyun-ju sonrió divertida.
—Bueno, debemos asegurarnos de que quedó rico. —La niña asintió y pronto ambas comieron del pastel, saboreando la suavidad del bizcocho combinado con la crema dulce del relleno y cobertura— ¿Qué opinas?
—Que papá se hará bolita. —Canturreó con ligera maldad, volviendo a comer de su pastel mientras la mayor reía, comiendo del suyo.
Na-yeon guardó la mitad de su pastel para llevarlo a casa y pronto recogieron la cocina. Entre las actividades del día y todo lo que hicieron en la tarde, la pequeña no tardó en quedarse dormida en el sofá mientras volvían a la televisión, con su energía ya agotada. Hyun-ju la acomodó con cuidado, cubriéndola con una pequeña manta lila que tenía guardada y dejándola descansar mientras tomaba su laptop para revisar algunos pendientes del trabajo. Bostezó, eran las 8:45, usualmente se iba a la cama a las diez de la noche, pero fue un día bastante ocupado. Posiblemente solo esperaría a Gyeong-seok y se iría directo a dormir. Miró a Na-yeon descansar bien acurrucada con la cobija y sintió un poco de envidia porque justo quería estar así en su cama navegando el séptimo sueño, pero no podía negar lo bien que la había pasado con ella. Era una niña tan dulce, educada y bien portada, se notaba como Gyeong-seok la criaba con tanto amor, porque ella también era una persona cálida, energética y amable, siempre dispuesta a ayudar y obedecer. Cualquiera estaría orgulloso de tener una hija como Na-yeon, por eso no entendía cómo su madre parecía insistir en estar ausente en su vida, y lo peor es que la pequeña estaba acostumbrada a ello, ya que no se mostró ni triste ni sorprendida al saber que no iría al colegio a recogerla. Se alegraba de que tuviera a un padre realmente amoroso que siempre se dedicaba a ella, lo merecía al ser tan buena niña.
Después de enviar algunos correos, bostezó con fuerza y cerró la laptop, mirando la televisión apoyando su barbilla en su mano, parpadeando lentamente mientras sentía el sueño apoderarse de ella, pero luego de unos minutos, tocaron el timbre. Volvió en sí misma y se arregló un poco el cabello con las manos mientras caminaba a la puerta, abriéndola y viendo al padre de la niña, lo cuál le hizo sonreír.
—Señor Park, buenas noches.
—Buenas noches, señorita Cho. Lamento en verdad la tardanza, vine lo más rápido que pude.
—No se preocupe, pase adelante.
—Con permiso. —Hizo una leve reverencia y entró, mirando a su hija sana y salva en el sofá, haciendo que suspirara con mucho alivio.
—Iré por su mochila.
—Gracias. —Se acercó a su hija y acarició su mejilla, se veía muy tierna recostada sobre la almohada y aferrada a la manta de su profesora. Hyun-ju fue por su mochila y luego a la cocina, sacando las dos pequeñas cajas de pastel para acomodarlas dentro y no se movieran para que no se arruinara la decoración, volviendo luego con ellos— Na-yeon-ah… Na-yeon-ah, despierta, cariño. —La niña soltó pequeños gruñidos un poco molestos por ser despertada, parpadeando apenas un par de veces.
—¿Papá…?
—Sí, vamos a casa, amor.
—No… Regresa mañana, quiero “mimir”... —Se dio vuelta y volvió a abrazar la manta para continuar durmiendo. Hyun-ju rio bajo y Gyeong-seok se sintió un poco apenado. Al menos supo que la pasó bastante bien con su profesora.
—Vamos, linda, la señorita Cho tiene que descansar también. Ven…
—No… —Se quejó mientras su padre le quitaba con cuidado la manta y la cargaba. Ella se abrazó dormida y un poco molesta a su papá, pero él miró hacia afuera, notando que estaba fría la noche y no trajo su abrigo para cubrirla esta vez. Hyun-ju pareció pensar en lo mismo, entonces igual tomó la manta y cubrió a la pequeña.
—Es mejor que no salga así, podría hacerle daño.
—Pero es suya…
—No pasa nada, luego puede devolvérmela. —Sonrió, siguiéndolo al auto mientras él se aseguraba de que Na-yeon estuviera bien envuelta con la manta. Hyun-ju abrió la puerta trasera y Gyeong-seok la recostó con cuidado.
—Ya, listo, puedes seguir durmiendo. —Solo recibió gruñiditos dormidos como respuesta y ambos sonrieron con diversión. La profesora le entregó su mochila y él la acomodó a un lado del asiento, suspirando— Muchas gracias, de verdad. No sé cómo agradecerle.
—No se preocupe, en serio. Sé que fue una emergencia.
—¿Hay algo que pueda hacer por usted?
—Mm… De hecho, sí.
—Dígame.
—El viernes… ¿podemos hacer una barbacoa? —Sonrió con cierta emoción y él asintió con el mismo sentimiento.
—Por supuesto.
—Y… me gusta el vino. —Miró a otro lado como niña inocente y Gyeong-seok rio.
—¿Cuál de todos?
—Blanco. No soy exigente con las marcas.
—¿Algún postre?
—Mm… ¿Sorpresa?
—De acuerdo. Considérelo hecho, señorita Cho. —En un movimiento atrevido, tomó su mano para besar el dorso. El cuerpo de Hyun-ju dejó de funcionar correctamente, sintiendo el calor invadir todo su rostro. Como un reflejo nervioso, le dio un ligero manotazo a su hombro, pero Gyeong-seok adoraba verla con sus mejillas rojas, se veía hermosa.
—N-No lo diga así que me apena…
—Lo siento. —Rio divertido— Gracias, de nuevo. Descanse bien, espero tenga una bonita noche.
—Igual ustedes… Buenas noches, señor Park.
Ambos tomaron sus caminos, siempre sonrientes y con sus corazones emocionados como dos adolescentes, felices de ver a la persona que tanto les gustaba. A pesar del estresante día, Gyeong-seok disfrutó el verla y poder hacerla sonrojar, mientras que Hyun-ju fue a dormir con una amplia sonrisa ante ese caballeroso y dulce gesto tan inesperado.
Al llegar a su casa, Gyeong-seok tomó la mochila de su hija para ponérsela y luego acurrucar a la pequeña con la manta de nuevo, cargándola y llevándola a casa mientras dormía. Subió por el elevador y pronto llegaron al piso indicado. Él abrió con el control electrónico y entró, viendo a su esposa comer un aperitivo con algo de vino. Ambos se miraron sin decir nada y Gyeong-seok apartó su mirada o se molestaría más, entonces solo se quitó sus zapatos con cuidado y llevó a Na-yeon a la cama. La recostó suavemente y fue por su pijama, ayudándola a cambiarse de ropa.
—Papi… Quiero dormir… —Se quejó, finalmente despertando un poco más.
—Lo sé, mi amor, pero no puedes dormirte con tu uniforme. Además, no dormirás cómoda. —Na-yeon se quitó su falda y su camisa, dejando que su padre la ayudara con su pijama— ¿Ves? No fue difícil. —Sonrió mientras ella se volvía a recostar, apegándose a su almohada.
—Quiero la manta de la señorita Cho.
—Aquí está. —Volvió a cubrirla y ella se envolvió como un pequeño rollo, disfrutando del aroma que se desprendía de la tela— ¿La pasaste bien con la señorita Cho? —Preguntó mientras se arrodillaba a su lado y acariciaba su cabello para ayudarle a conciliar el sueño otra vez mientras Na-yeon asentía.
—Me divertí mucho.
—¿Qué hicieron?
—Fuimos al parque… Comimos helados, contamos los autos que pasaban y luego, fuimos a su casa. Es preciosa, pa, tiene un jardín con flores de todos colores, es grande, huele fresquito, parece la casa de Barbie, yo quiero una así cuando crezca. —Gyeong-seok sonrió divertido, acariciando su nariz.
—Estoy seguro de que tendrás una así tú también.
—Luego… —Bostezó— hicimos pastelitos pequeños de vainilla. Fue muy divertido decorarlos, tiene muchas cositas para hacer postres. El mío lo decoré con escarcha y chispitas, el tuyo con frutas y chocolate.
—¿El mío?
—Sí. La señorita Cho tuvo la idea de que, bueno, como tuviste que regresar antes de donde la abuela y mamá no llegó, podías estar estresado. Ella dijo que te haría sentir mejor. —Gyeong-seok no pudo evitar sentir una cálida corriente recorrer su pecho al oír eso, presionando sus propios labios con mucha felicidad.
—¿De… verdad?
—Sí, y quedaron deliciosos, así que mejor te lo comes. —Hizo un puchero.
—No lo desperdiciaría por nada del mundo. —Sonrió, acariciando su mejilla, ahora queriendo correr a probar el pastel.
—Y bueno, cenamos muslitos de pollo con puré y ensalada. También vimos El Castillo Ambulante y Las Guerreras K-Pop, pero cuando terminó la peli, creo que me dormí… Y eso fue todo. —Parpadeó lento ya más dormida y su padre habló con más suavidad.
—Bueno, me alegra que te hayas divertido tanto. Lamento lo que pasó hoy, mi amor…
—No te preocupes, papi… La pasé muy bien y me alegra que hayas venido por mí.
—Siempre estaré aquí para ti, mi vida. No lo olvides. —Na-yeon negó con sus ojos cerrados.
—Te amo, pa. Te amo mucho, eres el mejor… —Susurró finalmente quedándose dormida y Gyeong-seok sonrió. Por más difíciles que fueran las cosas, esas pequeñas palabras eran toda la retribución que necesitaba para seguir adelante y esforzarse siempre, por la luz de sus ojos, su pequeña Na-yeon. Tomó su mano y la besó suavemente, dejando otro beso en su frente.
—Yo te amo más, cariño. Descansa.
Apagó la lámpara y pronto salió de su habitación, cerrando la puerta y dejando la mochila de su hija en uno de los sofás. Se acercaba una conversación en verdad fastidiosa que juraba que tendría el mismo resultado poco productivo de siempre, pero estaba tan molesto que necesitaba que ella al menos lo supiera.
—Apaga la televisión, tenemos que hablar. —Eun-seong suspiró y solamente silenció el volumen— No tengo ni que decirte el por qué estoy molesto, ¿cierto?
—Anda, desahógate.
—¿Desahogarme? Dejaste a Na-yeon sola en la escuela. Sabías su hora de salida, sabes a la hora que cierran las puertas, y solo un día, Eun-seong, un día te pedí para visitar a mi madre, pero igual te parece demasiado.
—Gyeong-seok, después de todos estos años, ¿sigues sin entender cómo funciona mi trabajo? Si hay una cirugía de emergencia, ¿quién la atiende?
—Es el maldito Centro Médico de Asan, más de mil quinientos médicos trabajan ahí, ¿y solo hay una cirujana en turno? ¿Me vas a salir con esa estupidez?
—No te pases de listo. Tengo un trabajo, un trabajo que nos mantiene muy bien y no por milagro.
—¿Qué hiciste luego de que fuiste al colegio a las cinco y viste que estaba cerrado?
—Regresé al hospital por algunas cosas, terminé unos informes y regresé.
—¿A qué hora?
—Como a las 6:45, descansé un rato y–
—Y te valió un carajo dónde estaba Na-yeon.
—No es así. Sé que lo habías solucionado porque no llamaste más. Si no hubiera sido así, sé que–
—¿La llamaste? ¿Le dijiste por qué no llegaste? ¿Te disculpaste por dejarla plantada hasta que cerraran el colegio?
—Al contrario de ti, ella entiende bien que su madre trabaja para darle lo mejor.
—Y solo por eso, ¿ella no siente? ¿Crees que a ella no le duele que su madre sea una despreocupada que ni siquiera le interesa dónde está parada? ¿Que prefiere llegar a dormir antes que tomar su teléfono y preguntar si está bien? —Eun-seong se puso de pie molesta.
—Cuida tus palabras, Park Gyeong-seok. Ella es mi hija tanto como tuya, y yo la quiero.
—No te vendría mal demostrarlo. Eres increíble, de verdad… Si algo le hubiera pasado, si hubiera tenido que quedarse sola y alguien le hiciera daño, la culpa habría sido tuya. O no, peor aún, habría sido mía por confiar en que a su madre le importa un carajo.
—No empieces a jugar así, que el papel de víctima no te queda.
—Estamos hablando de Na-yeon, Eun-seong, Park Na-yeon, la niña que es tu hija. No me interesa qué pienses de mí, pero tú eres su madre. ¿Acaso es demasiado pedirte un día que actúes como si lo fueras?
—Si no fui por ella, no es porque así lo quise, y lo sabes bien, así que no vengas a pintarme como la mala si siempre has sabido que este tipo de emergencias surgen. ¿Quieres que deje de trabajar, entonces? ¿Quieres que alguien muera–
—Quiero que por una vez Na-yeon te importe como si fuera uno de tus pacientes. Que no lo puedes dejar, que no los puedes ignorar, que algo malo podría pasar. Pues adivina qué, a ella no se le puede ignorar tampoco, y algo malo pudo pasarle también, pero es claro que no te importa. No me vengas a decir que sí, simplemente eres una desobligada con lo que eliges ser– —En eso, sintió la mano de ella chocar contra su mejilla con velocidad. Él miró hacia abajo mientras sus labios temblaban ligeramente del profundo enojo que eso le había causado, pero no dijo nada.
—Eres un malagradecido, con todo. Para ti es tan sencillo comportarte como un idiota y venir a reclamarme que soy una mala madre cuando estoy trabajando para mantenerte a ti y a ella. Ni siquiera has hecho el esfuerzo de comprender mi trabajo todos estos años, el sacrificio que hago por ustedes para que no les falte nada y aquí estás, siempre quejándote de todo como si no fuera suficiente. Na-yeon comprende mejor la situación que tú, y eso me da tanta vergüenza por ti. Ya mejor cierra la boca y no digas nada. La próxima me esforzaré más para ser la madre de caricaturas que quieres que sea, así estarás contento. —Se apartó y tomó el control remoto para apagar la televisión, mientras Gyeong-seok solo caminó en silencio para tomar la mochila de su hija y dirigirse a la cocina— Y de una vez te pido, deja de malcriarla.
—¿Malcriarla…?
—No la cargues tanto. Si se duerme en el auto, la despiertas, puede caminar. Ya no es una bebé para que la mimes así, tiene que irse desacostumbrando, está creciendo. —Gyeong-seok rodó sus ojos incrédulo y aún furioso. Ni siquiera estaba presente en su crianza, no sentía que tuviera el mínimo derecho a criticarlo.
—Vete al demonio. —Murmuró muy bajo, pero ella alcanzó a escucharlo.
—Perdón, ¿qué acabas de decir? —Él tragó saliva, volviendo a mirar hacia abajo. No pudo controlar sus pensamientos intrusivos.
—Nada…
—Nada. Perfecto. Eso es lo que quería escuchar. —Se giró y se dirigió a su habitación, cerrando con un leve portazo.
Gyeong-seok respiró hondo, intentando que sus emociones no tomaran control mientras trataba de solo olvidar esa conversación, que por supuesto no llegó a nada, aunque su mejilla ardía por el golpe. Algunos dirían que no debía permitir una falta de respeto como esa, pero no podía explicar el porqué se sentía tan pequeño ante esas situaciones. No era una persona confrontativa, no le gustaban las agresiones, ni levantar la voz ni nada como eso, además de saber que las cosas siempre podrían empeorar si respondía de alguna manera. Trató de solamente olvidarlo y abrió la mochila de su hija, notando las dos cajas pequeñas acomodadas en el fondo usando los libros como soporte. Alzó una ceja y las sacó, abriendo la que tenía el pastel de Na-yeon. Sonrió un poco, era muy característico de ella, brillantina y colores variados, entonces lo guardó en el refrigerador. Luego, abrió la otra caja y no pudo evitar sonreír con emoción esta vez, observando como las frutas estaban bien colocadas con un fuerte aroma a chocolate y un pequeño corazón dibujado en el medio. No tardó más y tomó una cuchara, partiendo el primer trozo con cuidado para llevarlo a su boca.
El bizcocho estaba esponjoso, la crema lo suficientemente dulce para contrastar con las frutas y el chocolate, estaba delicioso. Cerró sus ojos, disfrutando lentamente el sabor y tratando de no devorar el pastel de una vez, ya que era pequeño y quería rendirlo un poco más. Abrió sus ojos y tomó un trozo más, masticando y observando los detalles de la decoración, sin poder evitar pensar en algunas cosas mientras movía su boca con más lentitud. El día había estado pesado, apurado, estresado más que lo normal, el único momento donde se sintió bien fue al ver a su hija tranquila con su profesora, que cuidaba como siempre de ella. Se quedó pensando en Hyun-ju, quien se aseguró de que nada malo le pasara a la niña, la llevó a distraerse del mal rato, le abrió las puertas de su casa, le dio de comer y la hizo sonreír toda la tarde a pesar del apuro. Aunque no estaba ni cerca de ser su responsabilidad, ella lo hizo sin ninguna queja y sin pedir nada a cambio.
Los ojos de Gyeong-seok se llenaron lentamente de lágrimas, aún mirando el pastel. Ella era un ángel, que incluso se preocupó por él también. ¿Por qué era tan linda? ¿Por qué era tan buena? Es como si ella misma no se diera cuenta, y tal vez no sabría nunca lo agradecido que estaba él.
No se preocupe. Sé que es una situación extraordinaria, no tengo ningún problema.
Es mejor que no salga así, podría hacerle daño.
Ella dijo que te haría sentir mejor.
Comenzó a sentirse patético.
Sus lágrimas se resbalaban con demasiada facilidad mientras comía del pequeño pastel. ¿Cómo podía estar llorando por un postre? Lo que no tomaba en cuenta es que no lloraba por eso, sino por las acciones tras ese pequeño dulce y todas esas emociones que siempre se tragaba por el bien de su familia, de su hija, pero aquél gesto tan desinteresado de la joven profesora que representaba su preocupación por él de manera silenciosa lo había logrado conmover. Se sentía bien, ¿cómo negarlo? Había pasado mucho tiempo desde que alguien mostraba interés o incluso inquietud por su bienestar, al menos no de manera superficial, o tal vez sus lágrimas caían simplemente porque se sentía visto y significaba tanto para él que viniera de alguien tan dulce y buena como Hyun-ju.
Tomó la cajita del pastel mientras se sentaba en el suelo de la cocina y la ponía a su lado, abrazando sus piernas mientras lloraba en completo silencio. Se sentía tan apenado, era vergonzoso por supuesto, debía comportarse, era como si con el mínimo de atención, su corazón se agitaba y se sentía tan feliz, solo era un pastel. Un pequeño y hermoso pastel que representaba lo que Hyun-ju quería hacerle saber, que estaba dispuesta a estar ahí, para él y para Na-yeon. Tampoco había razones para ser tan duro consigo mismo. Él amaba a su hija y siempre estaría listo para hacer lo que sea por ella, pero a veces no podía evitar sentirse como algo que estaba allí por defecto. Tal vez se desdibujaba él mismo entre los muebles de la casa conforme pasaban los años, algo que rara vez tenía voz, que estaba allí solo transitando, sirviendo a su esposa y a su hija, sin ninguna queja porque no tenía problemas en hacerlo, pero tampoco sin ser apreciado ni visto, siendo solamente “el esposo de” o “el padre de”, el de la vida perfecta que no podía quejarse. Gyeong-seok poco a poco se borraba, claro que un gesto como el de Hyun-ju le recordaba que no era así, que él importaba, que sus sentimientos eran válidos.
Volvió a comer entre lágrimas, sintiendo de alguna manera como ese postre llenaba de energía su alma. Si su corazón pudiera hablar, un gran y sincero “gracias” saldría de lo más profundo de él.
Al día siguiente, todo siguió como era usual.
Hyun-ju daba sus clases, Gyeong-seok atendía a su hija y Na-yeon estudiaba con esfuerzo. Mientras estaba en su aula revisando exámenes para salir a almorzar, escuchó unos pequeños pasitos apresurados acercarse.
—¡Señorita Cho! Qué alivio, sigue aquí. ¿Puedo pasar?
—Oh, Na-yeon. Claro, adelante. —Sonrió— ¿Llegaste a dormir a casa anoche?
—Bueno… estaba muy comodita en el auto y su manta es muy suave… —Infló sus mejillas— Creo que me la quedaré. —Hyun-ju rio.
—No te preocupes, puedo prestártela unos días.
—¿De verdad?
—Sí, toda tuya.
—¡Genial! —La profesora no pudo evitar reír con su entusiasmo.
—Dime, ¿en qué puedo ayudarte?
—Oh, no, nada. Es solo que papá amó el pastelito.
—¿En serio?
—Sipi, por eso, me dijo que le diera esto. —Sacó de su lonchera un tazón extra de comida preparada para almorzar.
—¿De… verdad? ¿Para mí? —Na-yeon asintió.
—Preparó uno de sus favoritos, espero que le guste.
—Oh. —Llevó una mano a su pecho, sonriendo feliz y emocionada por el gesto— Yo… Muchas gracias. Te devolveré el tazón cuando termine de almorzar, ¿sí?
—Está bien, ¡nos vemos, señorita Cho!
Corrió animada a la salida para ir con sus amigos a comer. Hyun-ju miró el bonito tazón negro de bambú y no pudo evitar emocionarse de nuevo, dejando lo que hacía para tomar su cosmetiquera y ir a almorzar con una sonrisa, pero al tomarlo, sintió algo abajo. Revisó y vio que había un pequeño papel adhesivo con una nota.
“Gracias por el pastel, me encantó”
A la pequeña frase le acompañaban un par de corazones y eso la hizo soltar un chillido de entusiasmo puro, tomando la nota adhesiva y pegándola en uno de sus cuadernos para guardarla. No tardó en ir al comedor a calentar su comida, siempre comía de lo que estuviera en el menú de la escuela, pero hoy almorzaría algo muy especial. Con su comida ya caliente, tomó unos palillos y compró un refresco, sentándose en su mesa habitual y abriendo la caja de comida. Había bolitas de arroz con semillas de sésamo, fideos salteados, carne con salsa, un par de huevos fritos y vegetales en una guarnición combinado con camarones pequeños. Hyun-ju mordió su labio, más que hambrienta por probarlo todo y separó sus palillos, pero en eso, su mejor amigo se sentó frente a ella.
—Me dejaste plantado en la fila del almuerzo.
—Bueno… es que no necesité hacerlo hoy. —Dijo animada y Dae-ho miró su dosirak .
—¿Te cocinaste algo anoche? ¿Y cómo no has muerto por radiación? —Ella le hizo una mueca y le dio una suave patada bajo la mesa— ¡Auch!
—Tarado.
—Hyun-ju, desde que quemaste una sopa instantánea en la universidad por no echarle agua, no te tengo fé.
—Bueno, para tu información, no, no cociné yo. Fue… un obsequio. —Sonrió orgullosa y su amigo alzó una ceja.
—¿De quién? —Ella llevó un trozo de carne a su boca y lo miró, encogiendo sus hombros.
—De alguien…
—Ju, no. —La profesora solo sonrió traviesa y Dae-ho puso una mano en su cara— No me digas que fue el papá buenote del que siempre hablas.
—¡Shh! —Frunció el ceño y el contrario presionó sus propios labios— Anúncialo a China si quieres.
—Ya, lo siento… ¿pero sí fue él?
—Sí. —Canturreó contenta y el profesor de biología suspiró.
—¿No crees que es una mala idea?
—Solo intercambiamos platillos, no es nada malo.
—Hoy es eso, mañana sigue intercambio de saliva y otros fluidos y el día que sigue intercambio de anillos.
—No tengo tanta suerte.
—Hyun-ju, ¿en serio? El tipo está casado, te podría caer un mal karma si sigues jugando con fuego. Además, ¿para qué quieres pelearte por el marido de alguien habiendo tantísima gente? No entiendo, querida. —Bufó, empezando a comer de su plato.
—Yo no tengo que pelearme por nada, no sé de qué hablas.
—Esta presumida... —Rio y Hyun-ju encogió sus hombros.
—Todo depende de él.
—Y tú que te atreves a jugar sucio también, no eres inocente.
—Si lo vieras, me entenderías.
Hyun-ju almorzó con tranquilidad y mucha felicidad al lado de su mejor amigo, sin dejar una sola sobra. Lavó bien el tazón y lo secó, devolviendo el pequeño gesto y poniendo una nota dentro, regresándole el recipiente a Na-yeon y agradeciéndole de nuevo. Todo siguió su curso en la tarde y pronto la pequeña regresó a su casa con su padre.
—¿Qué tal te fue hoy, cariño?
—¡Muy bien! Hicimos un experimento en ciencias muy divertido. Es un líquido que se pone sólido, pero es líquido de nuevo, ¡fue divertido! —Sonrió mientras ambos estaban en la cocina— ¿Podemos hacerlo? Solo necesitamos dos cosas. —Ella extendió sus brazos y abrió y cerró sus manos para que la cargara. Gyeong-seok la levantó para que se sentara sobre la encimera de la cocina mientras él sacaba las cosas de la lonchera para lavarlas y acomodarlas.
—Sí, suena divertido. Nada más déjame acomodar un poco y lo hacemos. —Na-yeon sonrió amplio, pero en eso notó algo que le había visto en la mañana. No preguntó demasiado por estar apurados para ir a la escuela, pero ahora sí podía hacerlo.
—¿Papi?
—¿Sí? —Sintió como su hija ponía su mano en su mejilla y la miró, pero ella parecía un poco preocupada.
—¿Qué te pasó aquí? —Repasó sus pequeños dedos sobre una marca que había dejado el golpe que recibió la noche anterior en su pómulo, posiblemente donde el impacto fue más fuerte.
—Ah… Nada, realmente. En la mañana, choqué por accidente contra esa puerta. —Señaló una puerta cualquiera del mueble alto de la cocina— Sabes que siempre estoy chocando con eso si la dejo abierta.
—Ay, pa. Ten más cuidado.
—Lo haré, no te preocupes. —Tomó su mano y besó suavemente el dorso— ¿Quieres una paleta? —Preguntó para que se olvidara del tema y ella asintió con energía.
Gyeong-seok fue al refrigerador y le dio una de sus paletas de helado favoritas, regresando luego a lavar todo. Sacó el tazón que había usado para preparar el almuerzo de la profesora y lo abrió, parpadeando un poco sorprendido al ver que estaba impecable. Giró la tapa y vio una nota adhesiva como la que él le había dejado.
“Muchas gracias por la comida. Tan deliciosa como siempre”
Notó el dibujo adorable de un pequeño conejito y un corazón, lo cuál lo hizo sonreír ampliamente, tomando el papel y presionando sus labios, sin dejar de releer el mensaje.
—Preciosa como siempre… —Susurró bajo, doblando el papel para guardarlo en su bolsillo.
—¿Qué dijiste, pa? —Preguntó distraída su hija mientras luchaba por no mancharse con su helado, pero Gyeong-seok solo encogió sus hombros con la misma sonrisa.
—Nada, linda.
Chapter Text
El viernes no tardó en llegar.
Na-yeon recibió sus tutorías como siempre y al terminar, Gyeong-seok tenía todo listo para la barbacoa que le había prometido a Hyun-ju. Los tres tomaron todo lo que necesitaban y bajaron al área de amenidades al aire libre del edificio, donde había mesas para la ocasión al lado de áreas verdes. La profesora no había explorado más del lugar aparte del trayecto entre la entrada y el apartamento, estaba un poco sorprendida por ese bonito espacio.
No faltaba decir que la estaban pasando de maravilla. Asaban la carne, algunos vegetales y hablaban de todo un poco. La pequeña tomaba de su jugo de manzana mientras los dos adultos acompañaban su comida con el vino. Estuvieron allí un par de horas, compartiendo y viendo las estrellas con algunas nubes y la tenue luz de la luna. Después de la comida, Na-yeon se recostó en una de las bancas y cayó dormida, exhausta.
—Oh, es muy tierna cuando duerme, ¿no es así? —Sonrió Hyun-ju al verla recostando su cabecita sobre su bolso, totalmente dormida.
—Lo es, debe estar agotada. Luego de las clases regulares, tiene sus lecciones de ballet y tutorías… Admiro su energía, si soy honesto. —Rio bajo, acercándose a su hija para cargarla— La dejaré en su habitación para que duerma tranquila, ya regreso.
Hyun-ju asintió y lo miró ir, siempre admirando en silencio lo buen padre que era todo el tiempo, tan dulce y amoroso que de alguna manera hacía su corazón latir con desesperación, le fascinaba eso de un hombre. Miró la mesa y la recogió un poco, tomando más del postre que eran unas fresas envueltas en chocolate y con el vino blanco hacían una combinación perfecta. Se sirvió más de la botella, aprovechando que Gyeong-seok no estaba para beber un poco más. No quería parecer una alcohólica, pero el vino que había elegido estaba más que delicioso, y por supuesto que él se iba a encargar de comprar solo lo mejor para ella. Al volver, él sonrió al verla comer encantada de lo que aún quedaba en la mesa.
Ambos se quedaron comiendo y bebiendo, pero Gyeong-seok notaba que ella se servía más cantidad y más seguido de la botella. Le alegraba que le hubiera gustado, por suerte había comprado dos botellas. Él realmente no bebía demasiado, alternando entre el vino y el jugo de manzana, pero conforme pasaba el tiempo, Hyun-ju estaba más aligerada y sonriente, con un color rojo tenue adornando sus mejillas. Eran cercanas las diez de la noche, no pasaba nada si se quedaban conversando un rato más, de todas maneras, Gyeong-seok adoraba tenerla cerca y pasar tiempo juntos. Ambos estaban sentados sobre una de las bancas, Hyun-ju tenía el vino a un lado para servirse cuando se le acabara y él solo la miraba, riendo un poco al escucharla y mirarla ya ebria. Era una versión interesante de la profesora, era mucho más sonriente, confiada y risueña, un poco escandalosa y mucho menos tímida. Al menos a esa hora no había nadie que se pudiera quejar de sus carcajadas ante cosas tontas, y por suerte era así, porque le encantaba su sonrisa y la manera en que solamente se dejaba reír por algo sin sentido que dijo, por más básico que sonara. Mientras continuaba bebiendo, decidió acercarse un poco más y así preguntar más sobre ella, poniendo atrevidamente su brazo detrás de Hyun-ju sobre el respaldo del asiento.
—Na-yeon-ah me mencionó que estuviste en el ejército.
—Ah… —Sonrió mientras dejaba la botella a un lado— Sí, sí estuve un tiempo. Fue idea de mi padre.
—¿De tu padre?
—M-hm.
—Qué extraño… ¿Por qué alguien querría que su hija entre al ejército con tantos riesgos? —Hyun-ju volvió a sonreír, encogiendo sus hombros y como siempre, obviando algunos detalles de la historia.
—Mi padre siempre fue… un poco particular. Entré cuando tenía dieciocho y estuve allí hasta que tuve veintidós. Subí de rango algunas veces y al final fui parte de las Fuerzas Especiales, pero pronto tuve la oportunidad ir a Tailandia y ahí me quedé. Estudié para ser profesora y también di clases ahí, pero después regresé. La directora Jang es la madre de un amigo que conocí allá y ella me contrató.
—Ya veo… ¿Y te gustaba estar en el ejército?
—La verdad, sí, fue muy interesante. No lo sé, tal vez habría subido más de rango o algo así, pero honestamente prefiero todo tal y como está. Adoro el trabajo que tengo ahora y estoy cómoda.
—Bueno, me alegra mucho oír eso.
—¿Qué hay de ti? ¿Siempre quisiste ser amo de casa? Ha de ser muy cómodo… —Dejó salir una risita boba, acercándose un poco a él también mientras Gyeong-seok sonreía con la poca distancia.
—No realmente. Hace mucho tiempo estudié Arte Visual, con enfoque en arquitectura. Luego de graduarme, fui profesor un tiempo también, ya sabes, para empezar a tener experiencia laboral, pero poco después, Na-yeon nació y… así quedaron las cosas. —Encogió sus hombros.
—Oh, ya veo… ¿Y no te gustaría volver a trabajar? —Su ebria mirada estaba perdida en su abrigo, acomodándolo un poco.
—Lo he pensado… Ya Na-yeon va creciendo y no necesita que yo esté tan al pendiente como cuando era bebé.
—Tal vez algo pequeño para iniciar, un trabajo de medio tiempo. Asumo que eso también te dará un poco más de libertad y también te distraes, haciendo lo que te gusta. No es mala idea… Aunque si te gusta quedarte en casa, no te culpo, sigue siendo un trabajo.
—Es agotador algunas veces.
—Por supuesto. Imagínate alguien como yo que vive sola, hacer todo en la casa y tener que trabajar, revisar exámenes, hacer proyectos extra… Es más que agotador. —Rio divertida— Aún así, encargarme solo de la casa suena bien, si tuviera la oportunidad, pero tal vez no sea buena idea.
—¿Por qué no?
—Bueno, sé hacer lo básico para existir porque me lo enseñó el ejército, pero… eso es todo. —Rio de nuevo— No soy muy buena para decorar, organizar algo para visitas o cocinar. Cocinar, no sé cocinar.
—Pero haces postres deliciosos.
—Irónico, ¿cierto? —Sonrió con diversión— En mi caso, creo que sería lindo tener a un esposo que se encargue de la casa, pero… a la mayoría no les gusta eso. Ni saben lavar su ropa. —Bebió un gran sorbo del vino, dejando su copa a la mitad.
—Bueno, conozco a alguien que estaría muy dispuesto a atenderte.
—¿Ah, sí? ¿Quién? —Parpadeó interesada, pero al ver que Gyeong-seok solo le sonreía, empezó a reír con un fuerte sonrojo, negando y jaloneando suavemente su abrigo— ¿C-Cómo dices esas cosas? Ya tienes una casa que atender, tu esposa es tan afortunada.
—Sí, bueno… —Miró a otro lado, tomando del jugo sin realmente creer que Eun-seong se sintiera de ese modo, o al menos nunca lo mostraba. Hyun-ju notó su gesto apagado y presionó sus propios labios.
—Mm, lo siento… ¿Dije algo malo? —Gyeong-seok sonrió ante su preocupación y acomodó uno de sus mechones de cabello.
—No, nada, tranquila. Es solo que no voy a arruinar el momento hablando de cosas… deprimentes. —A pesar de su ebrio estado, la profesora alzó una ceja al descubrir eso tan interesante. Era inmoral pensar de ese modo, pero no podía evitar sentirse bastante feliz al saber que las cosas no andaban bien. Subió su mano y acarició muy cariñosamente su mejilla, cosa que sorprendió pero igual le fascinó a Gyeong-seok.
—Entonces, no hablemos de nada deprimente, ¿está bien?
—Me parece muy bien… —Murmuró bajo, sintiéndose como un gato mimado con esa suave caricia— Creo que sí empezaré a buscar algún trabajo de medio tiempo. Mientras Na-yeon está en la escuela, podría hacer algo mientras, ¿no? Lo he pensado también y creo que quedarme en casa todo el tiempo puede afectarme.
—Sí, creo que es una buena idea. Así sales un poco, te distraes, será bueno para ti. Podrías dar algunas clases en una academia, o trabajar desde casa también si lo prefieres. Aquí tienen oficinas personales de uso libre, ¿no?
—Sí, me gustaría más eso, así puedo seguir pendiente de Na-yeon si algo sucede. —Hyun-ju asintió, soltando una pequeña risa mientras lo miraba y repasaba su pulgar en su mejilla— ¿Qué?
—Pienso que serías un excelente profesor.
—¿De verdad?
—Claro. Eres muy amable, muy paciente, no te estresas con facilidad y… eres muy guapo, las personas ponen atención con alguien así, o tal vez no. —Rio y Gyeong-seok sonrió más que emocionado al escuchar lo que ella opinaba de él.
—¿Crees que soy guapo? —Hyun-ju asintió notablemente, mirándolo de cerca.
—Mucho. Vistes bien, hueles rico, siempre arreglas tu cabello y… mírate en un espejo, estás muy guapo, en serio. —Rio de manera boba, volviendo a beber con su otra mano mientras él la miraba, siempre con una sonrisa y acariciando su hombro esta vez con la mano que estaba detrás de ella.
—Bueno, tú en verdad eres hermosa, Hyun-ju. Significa mucho para mí que esas palabras vengan de ti. —Ella lo miró de nuevo, sintiendo su rostro arder apenado y solo pudo reír avergonzada otra vez, sin alejarse del suyo. Por el contrario, se quedó peligrosamente cerca, rozando sus narices.
—¿Crees que soy bonita? —Gyeong-seok no desaprovechó la oportunidad y también se acercó, murmurando con voz baja casi sobre sus labios.
—No, creo que eres hermosa. De pies a cabeza, eres la mujer más encantadora que alguna vez haya visto en mi vida. En verdad preciosa. —Llegó su turno de ser atrevido, poniendo su otra mano sobre su rodilla y subiendo lentamente hasta su cadera, cosa que envió eléctricos escalofríos por todo el cuerpo de la profesora. Hyun-ju no pudo evitar reír con emoción, sin saber realmente cómo reaccionar, así que apoyó su frente sobre su hombro, escondiéndose en su cuello.
—Dios mío… Quiero decir, gracias, en serio, pero… —Volvió a reír sintiendo su cara arder, aún demasiado feliz por lo que escuchó— ¿de verdad no es demasiado?
—Tú preguntaste, yo solo respondí.
El escuchar ese suave y coqueto murmullo sobre su oído volvió a descontrolar todo su organismo, apegándose a su cuerpo sin ninguna vergüenza mientras Gyeong-seok reía por sus adorables y ebrias reacciones, siempre manteniéndola cerca de él.
Así continuó la madrugada, con Hyun-ju aún bebiendo, riendo y coqueteándole sin pena al padre de su estudiante, quien tampoco puso ningún freno ante esa inadecuada cercanía que le fascinaba en verdad. No les importó realmente el tiempo que se quedaron allí, las horas solamente pasaban y lo único que importaba era el disfrutar ese momento juntos. Hyun-ju hablaba tal vez demasiado debido a su estado, pero Gyeong-seok adoraba mirarla, con sus risas bobas, palabras arrastradas y frases sin sentido. Cuando era su turno de hablar, los ojos de la profesora brillaban fascinados, observando su rostro y viendo sus labios moverse, poniéndole atención a veces sí, a veces no por estar fantaseando en qué pasaría si solo plantaba un muy problemático beso en esa bonita boca que tanto deseaba.
—En realidad, solo fui una vez y regresé demasiado tarde… o temprano, no lo sé, ya era de día. —Rio Hyun-ju— Pero valió la pena. Si quieres… si no estás muy ocupado, podemos ir juntos algún día.
—Me encantaría, claro.
—Perfecto, entonces. Igual hoy… será mejor que no regrese demasiado tarde a casa tampoco.
—¿Hoy? —Rio enternecido al oírla.
—Sí, sí, sí, hoy. Los sábados salgo a caminar a las cinco de la mañana, si me voy muy tarde, no despertaré. —Gyeong-seok volvió a reír, acomodando su cabello con dulzura.
—¿Qué hora crees que es?
—Deben ser como las once, ¿no? A ver… —Levantó su muñeca para mirar su reloj, pero las manecillas se veían borrosas, bastante inestables— Diablos, no veo… Creo que se le acabó la batería a mi reloj, marca las cuatro. Déjame ver. —Tomó la muñeca de Gyeong-seok para ver su reloj y parpadeó confundida— Creo que el tuyo también se detuvo en el cuatro, ¡qué extraño! —Soltó una carcajada y él no pudo evitar mirarla con toda la ternura del mundo, acariciando su pierna.
—No, linda. Son las 4:15. —Hyun-ju abrió su boca con sorpresa, poniendo las manos sobre sus hombros.
—No…
—Sí.
—No, no…
—Sí, sí. —Rio de nuevo con su adorable reacción y Hyun-ju puso una mano en su frente.
—Dios, ¿es tan tarde, de verdad? No puede ser posible, y tú que no dices nada. Qué vergüenza, me quedé tantísimo tiempo y– —Hipó suavemente— Y ni siquiera te dejé dormir…
—Eso no importa. Realmente la pasé increíble contigo, hace mucho que no me quedaba despierto tanto tiempo. —Ella lo miró y volvió a acercarse, rodeando sus brazos en su cuello.
—¿Sí? ¿Verdad que estuvo bonito? —Gyeong-seok sonrió y asintió, acariciando su cintura— Y cocinas delicioso… Siempre cocinas delicioso, me encanta. ¿Quieres que pida un taxi? Igual es… tarde.
—Por supuesto que no, es muy peligroso. Yo te llevaré.
—Yo sé cuidarme, no tienes que preocuparte tanto.
—Créeme que lo sé, muy bien, pero estás en verdad ebria, Hyun-ju. Jamás me perdonaría que algo te pasara o alguien se aprovechara de eso, mejor no correr ningún riesgo.
—¿Quién dice que estoy ebria…? —Frunció el ceño y Gyeong-seok rio.
—Ah, perdóname, ¿no lo estás?
—Claro que no. —Se puso de pie rápidamente, bastante tambaleante y él también lo hizo, preocupado de que se tropezara— Si estuviera ebria, no podría ni siquiera caminar en línea recta.
—¿Y puedes?
—¿Insinúas que no…? —Miró el piso, todo a su alrededor bailaba y se veía muy diferente, pero con su confianza de ebria, dio un par de pasos torpes, caminando lentamente hacia otra banca, pero sus pies no tardaron en enredarse. Caería de no ser porque Gyeong-seok estaba a su lado para impedirlo.
—Ya ven, no hagas tonterías o te vas a lastimar. —Tomó el bolso de la profesora y se lo puso, acercándose a ella de nuevo para inclinarse y cargarla. Hyun-ju lo miró y parpadeó, con sus ojos siempre brillantes y poco lúcidos.
—Pero… si eres todo un príncipe encantador. ¡Qué lindo! —Él caminaba con una sonrisa hacia dentro del edificio, mirando feliz su rostro sonrojado y nada cuerdo.
—Tú eres una hermosa princesa, con una gran fascinación por el vino, pero bueno, nadie es perfecto. —Rio y Hyun-ju hizo un puchero.
—Pero si ya te dije que no estoy ebria. —Se abrazó a su cuello mientras entraban al vestíbulo para tomar el ascensor. Una vez dentro, Gyeong-seok marcó el piso indicado para poder ir por el auto— Él me está viendo raro… —Señaló hacia la recepción y Gyeong-seok alzó una ceja, ya que solo había un joven secretario en el lugar.
—¿Alguien te está viendo raro? ¿Quién?
—Él, el de azul. —Volvió a recostar la cabeza en su hombro y él notó que lo único azul en el lugar era la caja del buzón, lo cuál lo hizo reír.
—Es que tú empezaste a verlo raro también, déjalo en paz.
—¿Cómo voy a verlo yo raro…? ¿No es un buzón? Empiezo a creer que tú eres el que está ebrio… —Soltó una suave y boba risa mientras él solo la miraba. No podía describir realmente lo feliz que era a su lado.
Pronto el elevador se movió para llegar al segundo piso subterráneo donde estaba el auto estacionado. Gyeong-seok la subió con cuidado al asiento del copiloto y luego subió él, encendiendo el auto y llevándola a su casa. Hablaban de cualquier cosa o ligero delirio que pasara por la mente de Hyun-ju, hasta que después de unos veinte minutos lograron llegar al lugar. Él le ayudó a sacar las llaves de su bolso y preguntó cuál era la que usaba para abrir la puerta, tomándolas para volver a cargarla dentro. Abrió la puerta y se quitó sus zapatos, mirando a los lados.
—¿Dónde está tu habitación? —Hyun-ju apuntó al pasillo y él caminó hacia la primera puerta, recostándola con cuidado en su cama— Listo, ahora debes descansar, ¿sí? Déjame ayudarte con tus zapatos.
—Pero aún no tengo sueño… —Hizo un puchero mientras él le quitaba sus zapatillas. Parpadeó un momento, observando la pequeña cadena de plata que rodeaba uno de sus tobillos, adornando perfectamente sus pies y sus uñas pintadas de negro como las de sus manos.
—Tienes unos pies muy hermosos.
—¿De verdad? Gracias. —Rio coqueta mientras sentía como él le quitaba con delicadeza el par de accesorios en su cabello y el reloj, dejándolos en la mesa de noche.
—Ahora sí deberías estar más cómoda para dormir.
—Lo estoy. —Él acomodó su cabello y Hyun-ju aprovechó para tomar su mano, mirándolo— Podrías quedarte, es tarde… —Gyeong-seok sonrió y suspiró, inclinándose hasta estar a su altura.
—Me encantaría en verdad, pero… por más tentadora que suene la oferta, sabes que debo volver con Na-yeon.
—Cierto, lo siento…
—Aún así, puedo acompañarte hasta que te quedes dormida.
—¿Lo harás?
—Claro. —Se sentó en el suelo y se quitó su abrigo, cubriéndola— Es una mañana fría, cúbrete bien.
Hyun-ju lo miró con una sonrisa amplia, muy feliz por la poca distancia. Aprovechó el momento y puso una mano sobre su mejilla para besar cariñosamente la otra. Lo malo es que debido a su ebriedad, la posición en la que estaba y la oscuridad, no se daba cuenta de que tal vez lo besaba demasiado cerca de sus labios, en su comisura. Gyeong-seok solamente se quedó quieto, sintiendo sus suaves labios apenas sobre los suyos mientras sus manos se tensaban, tratando de reunir todo el autocontrol que su cuerpo tal vez no tiene. Solo Dios podría saber cuánto deseaba estamparle un beso en esos suaves y esponjosos labios, quedarse con ella, abrazarla y acariciarla el resto del día, pero las circunstancias eran mucho más grandes que él. No podía acompañarla, ni besarla, ni decirle cuánto le fascinaba desde el momento que sus ojos se posaron en ella. Eso de alguna manera lograba lastimarlo, queriendo creer que podía haber alguna alternativa, algo que pudiera permitir que ambos se dieran una oportunidad, pero se sentía muy difícil.
Hyun-ju es una mujer joven, hermosa, soltera y libre de responsabilidades; él estaba casado, tenía una hija y poco tiempo libre. No era justo querer estar con ella, no podía ponerle cargas que no le corresponden. Suspiró, dándose cuenta por primera vez de lo imposible de la situación, al mismo tiempo que no podía negar lo mucho que eso le dolía. Era fácil decir que lo mejor es alejarse, volver a construir un límite, pero no sabía cómo dejar de verla, cómo dejar de seguirla, cómo dejar de sentir su corazón dispararse con un mínimo cumplido, una caricia o un beso. Podría llegar a la conclusión de simplemente dar unos pasos hacia atrás, pero se conocía bien, no lo haría. El solo hecho de pensar en ser más distante con Hyun-ju y que pueda sentir que ella pudo haberlo provocado le rompía el corazón. Si ella quería acercarse, si le gustaba su compañía, por nada del mundo se iba a apartar ni la iba a alejar o ponerle un fastidioso límite con él. No podía, no lo haría.
—Gracias… por todo. En verdad me divertí mucho, ojalá algún día podamos repetirlo. —Sonrió con poca sobriedad, acostándose sobre su almohada finalmente y acurrucándose con su abrigo mientras él continuaba acariciando su cabello con suavidad.
—No tienes que agradecerme, linda. Lo repetiremos, cuando tú quieras. —Hyun-ju asintió e insistió en tomar su mano, acercándola a ella. Esos eran los momentos en los que Gyeong-seok tenía que alejarse, quitar su mano, poner un límite, pero no podía. Simplemente no quería, le gustaba verla feliz, le encantaba estar cerca, sus caricias, sus palabras, sus besos, los necesitaba como si fueran el agua más pura en un incesante desierto.
—Bueno, espero que así sea… De verdad disfruto mucho estar contigo. Eres tan lindo, tan caballeroso, tan guapo… —Rio bajo, cerrando sus ojos lentamente, cediendo un poco al vino y al cansancio del día— Eres… tan perfecto, Gyeong-seok… —Murmuró arrastrando sus palabras, mientras él solo la miraba con una sonrisa amplia, acariciando sus dedos.
—Detente… o vas a hacer que me enamore.
—¿Sería tan malo…?
—Me metería en muchos problemas.
—¿Sería… tan malo…? —Sonrió, cada vez más dormida.
—Tengo la esperanza de que no. —Susurró bajo mientras Hyun-ju se sumergía entre sus sueños.
Él continuó mirándola, acariciando suavemente su cabello con el mismo cuidado de siempre. Nunca fue del tipo de persona que solamente actuaba por lo que sentía, la lógica debía estar primero, pero el estar con ella lo hacía tan feliz, hacía que su pecho revoloteara como un adolescente, y ni siquiera podía recordar la última vez que se sintió así. Las cosas no eran tan sencillas como pedirle a su corazón solo apagarse y dejar de sentir.
Pasados unos veinte minutos y asegurándose de que se había quedado dormida, tomó las sábanas para cubrirla y dejó un suave beso en su mejilla.
—Gracias por hacerme compañía hoy… Descansa, preciosa.
Murmuró para finalmente dejarla dormir, cerrando con seguro la puerta principal y subiendo a su auto para regresar a su casa. En un momento, miró hacia el retrovisor para asegurarse de que no habían autos atrás, pero al hacerlo, parpadeó al ver su reflejo y bajó el espejo de la visera, notando que tenía la tenue marca de su labial rosa en su comisura. Otra vez no pudo evitar sonreír como un bobo, suspirando y buscando alguna toalla de papel en el cajón del tablero. Con el dolor de su alma, quitó todo rastro del labial y encendió el auto, conduciendo a su casa. Sabía que debía conformarse con la bonita madrugada que compartieron hasta que el universo así lo quisiera.
Al llegar al edificio, fue a recoger las cosas que dejó en el área de asados y regresó a su apartamento. Dejó todo en la cocina, sintiendo el sueño atacarlo con fuerza, entonces lavó rápidamente los platos y fue directo a su cuarto. Vio la luz encendida del baño y solamente se echó en la cama, cubriéndose con las sábanas.
—¿Dónde estabas? —Preguntó Eun-seong saliendo del baño vestida para salir a su trabajo.
—Bebiendo. —Respondió con honestidad, cerrando sus ojos.
—¿Con Na-yeon aquí?
—No estoy ebrio, si es lo que piensas. Salí a tomar aire al área libre de abajo y solo bebí un poco de vino. Necesitaba despejarme, me siento… estresado.
—¿Estresado de qué? No tienes nada de lo que debas preocuparte, Gyeong-seok.
—Solo… pensaba en algunas cosas.
—Bueno, no pienses tanto. Te estresas muy fácil con cosas sin sentido.
—M-hm. —Obvió su comentario, estaba muy cansado como para iniciar una discusión— Que te vaya bien.
Se dispuso a dormir sin hacer ningún comentario más, mientras que Eun-seong tomaba su bolso para salir, pero al hacerlo, pasó por la cocina y notó las dos botellas de vino vacías. Entrecerró sus ojos, pensando en que tomó con alguien más o ni siquiera habría podido ponerse de pie con esa marca de vino. Por el momento, solo podía pensar en uno de sus vecinos, que particularmente le fastidiaba y pensaba que era una mala influencia, pero ya hablarían de eso cuando regresara. El tal Hwang siempre era quien lo sacaba de casa a hacer idioteces de hombres comunes y corrientes, según ella.
Alrededor del mediodía, Hyun-ju despertaba pesadamente, sintiendo su cabeza dar vueltas con un dolor terrible. Parpadeó lento, tratando de hacer recuento de qué había pasado y cómo había llegado a su casa, pero nada estaba allí. Se sentó con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco, dándose unos minutos para que su memoria se acomodara. Había ido a las tutorías en casa de Na-yeon, comió bastante luego de eso y probó un vino delicioso que había comprado Gyeong-seok. Siguió bebiendo, y bebiendo, y bebiendo, dejando que su versión más coqueta saliera a la luz. Al recordar poco a poco todo lo que hizo y le dijo al padre de su estudiante, sentía que su presión sanguínea disminuía al subsuelo.
—Ay, no… No, no, no, no. —Puso una mano en su frente, cerrando los ojos y deseando que la tierra se la tragara viva.
Se preguntaba si debía decir algo, tomar su teléfono y disculparse. No podía creer que de verdad no había disimulado ni un poco lo mucho que le gustaba él, era tremendamente vergonzoso y nada ético. Iba a buscar su bolso, pero al mirar abajo, pudo notar su abrigo de cuero sobre ella, lo cuál hizo que se sonrojara y lo tomara para acercarlo más. Por supuesto que el aroma de su perfume estaba impregnado en la tela, lo cual la hizo suspirar enamorada y simplemente se dejó caer en la cama de nuevo con el cuello del abrigo aún apegado a su nariz.
—Dios mío, de verdad perdóname…
Frunció el ceño aún sintiendo la vergüenza consumirla viva, pero tal vez solamente pensaba en sus propias acciones. Entrecerró sus ojos; aunque sus memorias todavía estaban recuperándose, podía verlo feliz, muy sonriente, incluso podía recordarlo a una distancia muy poco prudente mientras él acariciaba su pierna, su cintura, sus mejillas, su cabello. Se preguntaba si él había estado tan pasado de copas como ella, pero si fuera así, no habría tenido la habilidad de siquiera levantarla del asiento sin terminar ambos en el suelo. El solo pensar que él también se sentía atraído a ella hacía su corazón latir desesperado mientras una amplia sonrisa no se borraba de su rostro. Con eso en mente, sintió un poco más de seguridad para estirar su mano y sacar su teléfono de su bolso, pero cuando abrió la conversación con Gyeong-seok, relamió sus labios con mucho nerviosismo, sin saber exactamente qué decir.
“¿Señor Park?”
“Buenos días, señorita Cho”
“Quería disculparme, bebí demasiado anoche”
“Realmente ni siquiera sé cómo pedirle disculpas, me siento muy apenada”
“No tiene que disculparse por nada, ambos bebimos lo suficiente”
“Lo sé, pero tal vez pude haber actuado un poco extraña y me avergüenza mucho”
“Bueno, dígame”
“¿La pasó bien?”
“Sí, bastante bien, en realidad”
“Entonces, no hay por qué disculparse”
“Yo también la pasé muy bien, le agradezco mucho por haberme acompañado”
“Espero que podamos repetirlo algún día”
“¿El próximo mes? ¿El último fin de semana?”
“Perfecto”
“Aquí la espero”
“Me quedaré con su abrigo hasta entonces”
“Suena justo”
Hyun-ju sonrió con emoción, otra vez escondiéndose detrás de su abrigo y moviéndose de lado a lado. No había palabras para describir lo mucho que le fascinaba ese hombre.
El tiempo pasó.
Gyeong-seok hizo tal como le había dicho a Hyun-ju, empezó a buscar empleos de medio tiempo relacionados con lo que había estudiado. Pudo conseguir un trabajo en línea haciendo maquetas y modelados en tercera dimensión para proyectos de arquitectura. Hacía mucho tiempo que no tenía un empleo y la idea lo emocionó en verdad, le gustaría también tener su propio dinero y aportar a la casa, sin tener que pedirle algo a su esposa. Ahora solo debía firmar y asistir a la inducción de la empresa en dos semanas, pero al notar la fecha, pudo ver que era el mismo día que Na-yeon tenía su presentación de ballet.
—Eun-seong.
—¿Qué pasa? —Murmuró mientras estaba en su estudio y Gyeong-seok entró.
—¿Recuerdas la presentación de ballet de Na-yeon? Es en dos semanas.
—Sí, ya pedí salir temprano ese día.
—Bien, me alegra en verdad. Es solo que… yo no podré asistir.
—¿Ah? ¿Y por qué no?
—Acabo de recibir un correo de la empresa donde trabajaré y la inducción es ese día. Mi madre irá a la presentación de Na-yeon y yo la llevaré a comer algo después, pero no podré ir. Será solo ese día.
—¿Aplicaste para un trabajo? ¿Para qué? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Hace falta dinero? Te dije que si los gastos subían–
—No, no, no es nada de eso. Solo… quiero volver a trabajar. Es de medio tiempo y es desde la casa, así no descuidaré mis responsabilidades con Na-yeon. Ella ya está grande, ya no necesita tanto de nosotros y la verdad, me gustaría tener algo que hacer, para distraerme.
—No me parece una buena idea.
—A mí me parece bastante bien, en realidad. Si yo también tengo un empleo, no necesitarás trabajar extras, estarás más tiempo en casa, con Na-yeon.
—Hm. —Murmuró claramente disgustada con la idea.
—Además, ya no tendrás que cubrir mis gastos. Está bien, ¿no te parece?
—Claro. —Gyeong-seok suspiró y se acercó al escritorio.
—¿Qué es lo que no te gusta?
—Nada. Está bien.
—¿Qué es lo malo?
—Te vas a ir desapegando poco a poco de Na-yeon. Eso es justo lo que no quiero.
—Claro que no va a ser así. En la mayoría de familias ambos padres trabajan. Yo tendré la comodidad de seguir con ella mientras trabajo.
—Y no irás al show por eso. Gastamos una cantidad ridícula de dinero por esas lecciones como para que no veas su primera presentación.
—Para empezar, solo es una vez, no será siempre porque trabajaré aquí. Y bueno, no gastaríamos una fortuna si hubieras elegido una academia o algo así.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, a Na-yeon no le fascina demasiado el ballet. Prefiere los talleres relacionados con arte y pintura. El otro año podríamos pagarle algo que le guste.
—No siento que eso sea provechoso. —Al ser alguien que estudió una rama del arte, ese comentario no fue de su agrado.
—No es lo que nosotros queramos, es lo que ella quiera.
—El ballet le hará mejor.
—Muy lindo y todo, pero… tampoco creo que sea bueno.
—Créeme que es mejor que gastar en pinceles y lápices.
—¿Le has preguntado si a ella mínimo le gusta?
—Gyeong-seok, ya le damos muchas libertades. Debemos elegir lo que es mejor para ella, le guste o no, es una niña, no tomará buenas decisiones a su edad.
—Siguen siendo talleres opcionales, no le veo el problema a que haga lo que le gusta. Es excelente su promedio académico, no interferirá con nada.
—No insistas, es mejor así.
—¿Por qué te alteras?
—Porque la malcrías, no harás nada bueno dándole lo que quiere.
—No, te molesta que actúe como una niña, y eso ha sido desde siempre. No estás de acuerdo con que elija su taller, no estabas de acuerdo con que viajara conmigo cuando entró a la primaria, querías que usara el autobús escolar. No me dejas arrullarla, no me dejas dormir con ella, no me dejas cargarla. Sí te das cuenta de que no será una niña siempre, ¿verdad? Yo aún quiero mimarla y hacerla feliz todo el tiempo que pueda porque la vida no es fácil, y ella crecerá.
—Por suerte, lo hará. —Él entrecerró sus ojos molesto e hizo que bajara los papeles que ella tenía en su mano.
—Genuinamente, ¿cuál es tu problema? Dime una cosa, ¿Na-yeon te hizo algo?
—Deja de ser tan ridículo, Gyeong-seok.
—¿Por qué parece que siempre estás molesta con ella? Te cuesta acercarte, decirle buenas noches, abrazarla y besarla ni para qué. ¿Qué diablos sucede? No conectas con ella ni haces el esfuerzo.
—Trabajo para ella, para que tenga–
—Basta con eso. Ella quiere a su madre. No quiere dinero, no quiere ropa de diseñador, una casa lujosa ni cenas de cinco platos, te quiere a ti.
—Tristemente la vida real es más complicada que una película donde la madre es perfecta.
—Son excusas, por un demonio. Siempre usas tu trabajo de excusa para alejarte más de ella. Y ahora que te estoy diciendo que trabajaré para que no debas tomar extras todo el tiempo, es como si te hubiera caído un balde de agua helada. ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué te cuesta tanto–
—Porque quiero que tenga una buena vida, ¿entiendes? —Se puso de pie para mirarlo a los ojos— No quiero que ella pase por dificultades, sea lo que sea. No quiero que se distraiga, no quiero que gaste su tiempo, no quiero que se concentre en cosas que no tienen sentido. No deseo que pase por los problemas que hemos tenido. Por nada del mundo quisiera… que se le complique la vida.
—Estás siendo demasiado específica… —Murmuró cínico, nada convencido con sus brazos cruzados.
—Sabes que Na-yeon fue un accidente.
—Te he dicho miles de veces que no soporto que le digas así.
—Estábamos ebrios y sucedió, no puedes tapar el sol con un dedo. Fuera el preservativo o el anticonceptivo o que solo fuimos un par de tarados, se dio. Eso nos complicó demasiado la vida, te guste o no.
—Habla por ti misma. Fue una nueva responsabilidad, sí, pero nunca tuve problemas en–
—Claro, tenías tu carrera terminada, tu empleo. Fue fácil, ¿no?
—Por supuesto que no, ¿quién en su sano juicio nace sabiendo ser padre? Igual te apoyé para que terminaras todos tus títulos– O bueno, algo así, porque aún no son suficientes.
—Un doctor no se puede quedar estancado en medicina general, ¿entiendes? Eso es de gente mediocre y jamás da ni para comer. Y no te ofendas, Gyeong-seok, pero sabes que económicamente estábamos mal antes de que yo comenzara a ejercer. Tu trabajo no habría sido suficiente nunca.
—¿Crees que me ofende haber tenido un apartamento normal? ¿Suficiente comida, suficiente para vivir y para darle a Na-yeon lo que sea que necesitara? ¿Crees que me ofende no haber tenido lujos ridículos?
—No trates de endulzar esas cosas.
—Eun-seong, ya sé que vives para que los demás te digan lo maravillosa e intocable que eres, pero en serio que… algunas veces eres tan pequeña y vacía.
—El romántico por la vida lo dice, qué ridiculez.
—Na-yeon no pidió nacer. Nosotros la trajimos aquí, y si de alguna manera le resientes eso, le resientes tus propias acciones, mejor ve hablando con uno de tus colegas y busca terapia.
—Fueron tus acciones también, no vengas a jugar de santo.
—Pero yo jamás he hecho responsable a mi hija por algo que yo hice. Yo la traje al mundo, yo debo darle todo, dedicarme a ella y amo hacerlo porque la amo a ella, es lo mejor que me ha pasado. Te sugiero, con la más alta delicadeza del mundo, que trabajes en eso, Na-yeon no merece tus malos tratos.
—No empieces a decir esas cosas como si yo la odiara. Sigue siendo mi hija.
—Dicho por la madre del año. —Murmuró sarcástico y ella se molestó.
—Si no tienes algo más que decir o reclamar, regresa por donde viniste y deja de joder. No te metas en asuntos que no comprendes.
—Sí, como sea. Solo ve al recital y sé puntual. Finge que es uno de tus malditos pacientes, tal vez así te importe.
Gyeong-seok se giró muy enojado y salió del estudio, cerrando la puerta con algo de fuerza para ir a su habitación y tomar aire con la esperanza de que su enojo disminuyera. Lo malo es que no se había dado cuenta de que alguien había escuchado la peor parte de la discusión.
Al día siguiente, las clases transcurrían con normalidad hasta el almuerzo. Hyun-ju revisaba los cuadernos de los niños, poniéndoles el sello una vez completaban su trabajo para dejarlos ir a almorzar. Poco a poco la clase se iba vaciando hasta que solo quedó Na-yeon en su asiento. A ella le extrañó un poco, ya que con las tutorías y el esfuerzo que ponía, siempre era una de las primeras en salir, pero esta vez ni siquiera salió con su grupo de amigos, se quedó sentada, moviendo su lápiz entre sus dedos. La señorita Cho dejó que pasaran unos minutos con la esperanza de que pronto terminaría, pero al ver que no fue así, decidió acercarse.
—¿Necesitas ayuda en algo, linda? Si quieres, puedes terminar los ejercicios en la próxima lección para que vayas a comer tranquila. —Al inclinarse, parpadeó confundida, las hojas estaban en blanco. Miró a la niña esta vez, notando su mirada perdida en el cuaderno— ¿Na-yeon?
—¿Hm?
—Puedes salir al receso, es mejor que vayas a almorzar.
—Mm… No tengo hambre. —Hyun-ju siguió observándola, un poco preocupada. No era la niña feliz y energética de siempre, su semblante estaba caído y su tono de voz desganado, tenía la sensación de que algo no estaba bien.
—Dime, ¿te sientes bien? ¿Te duele algo?
—Estoy bien, no estoy enferma.
—¿Y tu corazoncito? ¿Algo te lastima? —Na-yeon miró a su profesora, luego hacia abajo.
—No lo sé… ¿Puedo hacerle una pregunta, señorita Cho?
—Claro, ¿qué sucede?
—Si… mi mamá dice que soy un accidente, ¿eso qué significa?
Hyun-ju parpadeó bastante sorprendida, sintiendo algo terrible en su pecho.
Jamás esperó escuchar a Na-yeon preguntar algo tan indignante y doloroso como eso.
Chapter Text
Sabía que Na-yeon esperaba una respuesta, sus ojos redondos y brillantes querían oír algo que tuviera sentido, que la hiciera sentir mejor. Hyun-ju sabía que debía acomodar sus palabras, no antagonizar a su madre, pero también dejarle claro que ella jamás sería lo que decía. Con cuidado tomó sus pequeñas manitas y la miró.
—A veces los adultos pueden estar estresados, o enojados, y decir cosas que realmente no quieren o cosas muy equivocadas. Tú no eres un accidente, Na-yeon, nadie lo es. Ninguno de tus amigos lo es, yo tampoco, nadie.
—Pero… ¿por qué dijo eso? ¿Podía estar tan molesta? No entiendo, pero… se siente muy raro en mi pecho. Me siento muy triste, intento portarme bien, tengo buenas calificaciones, hago siempre lo que me dice y no me meto en problemas. Creí que no le agradaba mucho, pero… ahora sé que le caigo mal, ¿por qué? Yo la quiero mucho, es mi mamá… —Hyun-ju respiró hondo, una vez más buscando la mejor forma de acomodar sus palabras.
—Estoy segura de que debió estar molesta o con mucho trabajo. A veces los adultos nos estresamos muy fácilmente. Yo te contaré una historia, pero… ¿me prometes que te la quedarás para ti solamente? —Levantó su meñique y Na-yeon asintió haciendo lo mismo, ambas entrelazando sus dedos.
—Lo prometo.
—Bueno… —Ella tomó una silla para acercarla y sentarse a su lado— Cuando era niña, yo fui un poco diferente a los demás. Algunos pensaban que era un poco rara, pero eso era todo, hasta que mis padres me dijeron lo mismo que a ti. —Na-yeon la miró preocupada y presionó sus propios labios, tomando la mano de su profesora, pero ella sonrió— Me sentí igual que tú, muy confundida, creí que a mis padres tampoco les caí bien durante muchos años, pero… luego de cambiar un poco de ambiente y hacer nuevos amigos, me di cuenta que no era así. Nadie te puede decir que eres un accidente, cada uno de nosotros somos necesarios para que el universo funcione correctamente.
—¿De verdad?
—Así es. Pongamos un ejemplo: ¿qué pasa si Na-yeon no está? Ga-yeong no tendría a su mejor amiga, estaría triste en la escuela. Amir no tendría con quién intercambiar sus postres al almuerzo. Tu papá no tendría al pequeño amor de su vida, no sería feliz ni tendría con quién compartir su día. Yo no tendría con quién compartir mis recetas ni a quién enseñarle mi colección de los Saja Boys. Incluso tu mamá no se habría esforzado tanto para ser una gran doctora. Ah, y Cheol no tendría a la niña que le gusta para regalarle florecitas. —Na-yeon sonrió con sus mejillas enrojecidas, negando y riendo luego.
—S-Señorita Cho, no es cierto, yo no le gusto, solo somos amigos… —Hyun-ju rio, encogiendo sus hombros.
—De acuerdo, de acuerdo. Ahora dime, ¿qué pasaría si te digo que yo no estoy?
—¡No! —La abrazó fuerte, volviendo a negar— Yo no tendría a mi profesora favorita, nosotros no tendríamos con quién hacer quequitos ricos. El señor Kang no tendría a su mejor amiga, papá estaría muy triste sin… —Se detuvo. Aunque solo era una pequeña teoría en su cabeza, no sentía correcto decirlo sin preguntarle a su padre primero— Estaría muy triste sin usted. —Hyun-ju parpadeó, sintiendo el sonrojo apoderarse de sus mejillas sin poder evitarlo. Sonrió y suspiró, sin corregirla.
—¿Lo ves? Todos estamos aquí por una razón. Incluso si piensas en algún otro de tus amigos, te pondría muy triste si uno de ellos te faltara, ¿cierto?
—Sí, no quiero que ninguno me falte, son mis amigos.
—Y ellos se sienten igual respecto a ti. Por eso, nunca pienses que eres un accidente. Tú estás aquí porque debes estarlo, como todos nosotros. Eres especial y tienes una función en este mundo. —Na-yeon la miró y sonrió, asintiendo.
—Gracias, señorita Cho. Me siento mejor… ¿Puedo… preguntarle otra cosa?
—Claro.
—¿Por qué dijo que usted era diferente de pequeña? No siento que sea rara ni nada así, no como la profe de filosofía. Siento que es una bruja… —Murmuró y Hyun-ju sonrió un poco, presionando sus propios labios mientras acariciaba el cabello de la niña.
—Bueno, sucede que hay personas que nacemos un poco diferentes, y si hay gente que no comprende la situación, todo puede ser más difícil.
—¿Como una enfermedad?
—No, no realmente. —Se levantó y fue a su escritorio, tomando una crayola azul y una roja, acercándose a Na-yeon de nuevo— En las fábricas, ves que las crayolas siempre traen un papelito con su color respectivo. La crayola azul trae un papelito azul, y la roja uno rojo. Nunca se equivocan, ¿cierto?
—Cierto.
—Los paquetes siempre vienen así, pero de vez en cuando, hay una pequeña confusión entre los operadores, y… —Hyun-ju intercambió los papeles— la crayola roja viene con un papelito azul, y la azul con uno rojo. Las demás crayolas suelen mirar el papel de sus compañeras y se confunden mucho. ¿Por qué el rojo pinta azul? ¿Por qué el azul pinta rojo? ¿Por qué por más que intenten no pintan del color correcto? ¿Están defectuosas? ¿Tú qué crees?
—Claro que no. —Rio divertida, tomando ambas crayolas y volviendo a intercambiar los papeles— Solo es una confusión con los papeles.
—¿Crees que el rojo deba pintar azul por su papel solamente?
—No, y además no puede. Lo fabricaron rojo, no se puede cambiar. Y el azul jamás pintará rojo, pero sirven igual que las otras, solo cambias los papeles y ya. Como nuevas. —Hyun-ju sonrió, volviendo a tomar las crayolas.
—Bueno… justo eso pasa con algunas personas. Las chicas nacen con un cuerpo, o papelito, de chica, y los chicos con uno de chico. Yo, por otro lado, nací así. —Le entregó la crayola roja con el papel azul y Na-yeon parpadeó sorprendida, mirando a su profesora— Las personas te miran un poco raro, y yo intenté pintar azul toda mi vida porque así había nacido, pero tú lo dijiste, no se puede cambiar. Entonces, decidí que era mejor cambiar mi papelito.
—Eso quiere decir… ¿que usted nació en un cuerpo de chico siendo una chica?
—Así es.
—Oh… Debió sentirse muy feo que… las demás crayolas la vieran raro. —Miró con una ligera mueca la que tenía en la mano.
—Fue difícil, sí, pero ya soy muy feliz con el papelito que me corresponde. —Na-yeon la miró de pies a cabeza y sonrió, levantándose a abrazarla fuerte.
—Me alegra que pudiera cambiar. Usted es muy hermosa, señorita Cho. Y las demás crayolas son tontas por no ver que usted tiene un color rojo muy bonito. —Hyun-ju se sintió conmovida y se inclinó para abrazarla también.
—¿De verdad lo crees?
—Claro que sí. ¿Qué importa el papelito? ¿No tienen ojos para ver el color rojo? Duh. —La profesora rio bajo y se separó para mirarla.
—Te lo agradezco mucho. Por eso, si alguna vez ves a alguien que tal vez no sienta encajar con su papelito, no la mires raro. Intenta ayudarlos porque ya ves, no todos son capaces de ver más allá del color del papel.
—Sí, lo haré, lo prometo.
—Me parece muy bien. Ahora, vamos a almorzar, ¿está bien? Yo invito el postre.
—¿De verdad? ¡Sí! —Tomó su mano y Hyun-ju la siguió con la misma sonrisa animada.
Al llegar a la cafetería, ella eligió su almuerzo mientras Na-yeon calentaba el suyo. Hyun-ju fue a sentarse con su mejor amigo como era costumbre mientras la niña escogía su postre.
—Viniste tarde.
—Sí, lo sé. Es solo que… pasó algo terrible.
—¿Terrible?
—Na-yeon escuchó de su madre algo que la hizo sentir mal y no ha estado bien en todo el día.
—Diablos…
—Parece estar mejor, pero… ¿me ayudas a animarla un poco?
—Claro. —Dae-ho tomó dos aros de cebolla de su plato para ponerlos sobre sus ojos mientras Na-yeon se acercaba a sentarse con ellos, riendo de inmediato al ver a su profesor.
—¿Señor Kang?
—Oh, hola, Na-yeon. Lo siento, no te vi, mis lentes no me están funcionando hoy por alguna razón. —Ella continuó riendo y Hyun-ju negaba con diversión. Él era muy popular con los niños por una razón: siempre los hacía reír.
—¿Está seguro de que son sus lentes?
—Claro que sí, ¿por qué no lo serían? Son redondos.
—Y crujientes. —Se acercó a tomar uno de los aros de cebolla y morderlo.
—¡Te estás comiendo mis lentes! —Hyun-ju acercó su mano para comer el otro.
—Na-yeon tiene razón, están muy ricos.
—Qué injusto, me están dejando ciego… —La pequeña soltó una pequeña carcajada.
—No se preocupe, señor Kang. Yo le ayudo. —Tomó los lentes del bolsillo de la camisa de su profesor y los abrió, poniéndoselos con cuidado— ¿Así está mejor? ¿Ya puede verme?
—Oh, sí, mucho mejor. Muchas gracias.
Ambos profesores siguieron animando a su estudiante, intentando que no pensara en aquello que lastimaba tanto a su pequeño corazón.
Ya en la tarde, a la hora de salida, los niños correteaban por el patio o hacían la fila usual para que sus padres los recogieran, pero Dae-ho les había dejado libres quince minutos antes de que terminaran las clases ya que todos terminaron los ejercicios pronto. Na-yeon estaba jugando con sus compañeros, quienes se sentían más aliviados al verla con más ánimos compartiendo de nuevo con ellos. Hyun-ju llevó a su grupo del día a la salida, mientras los estudiantes se despedían de ella y algunos padres la saludaban. Una vez todos los niños que tenía a cargo regresaron con sus padres, vio a Gyeong-seok esperar tranquilo a que su hija terminara de jugar y decidió acercarse.
—Señor Park.
—Señorita Cho. ¿Cómo se encuentra? —Sonrió, siempre feliz de verla y Hyun-ju también.
—Muy bien, ¿y usted?
—Bastante bien.
—Me alegra. Yo, uhm… hay algo que me gustaría comentarle. ¿Podemos hablar un momento?
—Claro. —Ambos caminaron a uno de los bancos en el patio y se sentaron, mirando a los niños correr por todos lados, pero Gyeong-seok veía a la profesora juntar sus manos con una expresión un poco nerviosa— La noto algo tensa, ¿está todo bien?
—La verdad es que… realmente no sabía si debía hablarle sobre esto porque tal vez no sea un tema que me incumbe, pero… Na-yeon ha estado bastante desanimada hoy. No trabajó las primeras lecciones y no salió a almorzar a tiempo. —Gyeong-seok frunció ligeramente el ceño con preocupación.
—¿De verdad?
—Sí. Intenté hablar con ella y me dijo haber escuchado que su madre la llamaba “un accidente”, me preguntó qué significaba eso. —Él sintió su corazón helarse, mirando a su hija mientras continuaba jugando con sus amigos— Mencionó creer que no le agrada a su mamá y que ahora sabe que “le cae mal”. Entiendo que tal vez esté fuera de mis deberes como profesora, pero no deja de ser un tema que me preocupa.
Gyeong-seok miró hacia abajo, sintiendo su corazón encogerse. No imaginaba que su hija podía sentir que su madre no la quería, le dolía tan solo pensar en lo que Na-yeon sentía al decir esas palabras. Además de que sintió mucha vergüenza de sí mismo, no creía estar cumpliendo el rol fundamental de un padre, de proteger a su hija de cualquiera que quisiera lastimarla, incluso si eso significaba protegerla de su propia familia. Hyun-ju lo miró, notando su semblante totalmente derrotado ante lo que había escuchado y ella también se sintió mal. Sabía muy bien e incluso era testigo del increíble padre que era él, por supuesto que darse cuenta de algo así lo lastimaría.
—El profesor Kang y yo hicimos lo posible para que olvidara un poco el tema, pero… como sabe, no es tan sencillo.
—Sí… —Murmuró bajo, pensando en que había sido su culpa tener esas acaloradas discusiones en casa, aunque no fuera frente a Na-yeon, ella también podía escucharlos.
—Sea por lo que sea que se hayan dicho esas cosas, tal vez lo mejor sea hablar cuando ella no esté presente. A veces subestimamos un poco a los niños, cuando son muy ágiles y astutos, pueden escuchar mucho y darse cuenta de todo si no tenemos cuidado.
—Ojalá no hubiera oído eso. Yo nunca… —Suspiró, sintiéndose avergonzado. No quería que Hyun-ju creyera que su hija crecía en un ambiente poco sano, y aunque no era el mejor, a veces simplemente no podía controlarlo todo, ni siquiera los comentarios de su esposa. La profesora podía notar lo angustiado que se encontraba y puso suavemente su mano sobre la de él.
—No es su culpa. Na-yeon en ningún momento lo mencionó a usted o algo que haya dicho. Sé bien lo mucho que se esfuerza por ella siempre, no podría pensar que esto fue más que un incidente, suele pasar, nadie es perfecto. Sé que posiblemente escuchó cosas que no debía, pero también sé que hará lo que esté en sus manos para que no se sienta de ese modo. —Gyeong-seok la miró y respiró hondo, volteando su mano para acariciar la suya.
—He tratado en la medida de lo posible que ella no escuche ninguna discusión, pero… supongo que esta vez me descuidé un poco. Me duele mucho saber que ella se siente de esa manera, tal vez no le he dado la confianza para que me lo diga.
—No creo que sea así. Na-yeon en verdad lo adora a usted, es su héroe. Siempre habla con mucho orgullo de su padre, lo presume todo el tiempo. —Sonrió, repasando suavemente sus dedos sobre los suyos— Con eso en mente, es normal que los niños no quieran lastimar o preocupar a sus padres. Por eso es importante hablar con ellos, preguntarles cómo se sienten y darles el espacio necesario para que hablen sobre sus sentimientos, incluso más ahora en una situación como esta. A una pequeña edad absorben mucho de su entorno, es importante que pueda entender cómo se siente y tener cuidado a lo que los exponemos.
—Sí… Le agradezco que me lo haya dicho. Realmente no estoy seguro de que Na-yeon me lo diría y posiblemente pasaría el tiempo sin yo darme cuenta. De verdad desearía que no hubiera escuchado eso, las cosas… se están poniendo mucho más complicadas y lo último que quiero es que ella pueda salir lastimada. —Hyun-ju presionó sus propios labios, aún acariciándolo suavemente.
—Le recomendaría que trate de hablar con ella una vez estén en casa. Déjela expresarse y luego hágale saber lo mucho que la ama, lo mucho que ella importa y que eso solo fue un malentendido. Sé que la hará sentir mucho mejor y la tranquilizará. —Gyeong-seok relamió sus labios y asintió.
—Lo haré. Gracias por preocuparse tanto y por animarla. No debió ser sencillo.
—No pasa nada, me hace sentir mejor verla ahora con más energía. —En eso, Na-yeon se acercó a ambos, corriendo.
—¡Hola, papi! Ya podemos irnos. —Por poco alcanzó a ver como su profesora favorita y su padre estaban tomados de la mano, pero no fue demasiado. Ambos se levantaron mientras Gyeong-seok le sonreía a su hija.
—Hola, cariño. Vámonos, entonces. —Na-yeon tomó su mano y él miró a Hyun-ju— Gracias, de verdad. Yo… lo resolveré, no se preocupe.
—Sé que así será. Si… necesita algo, solo dígame, ¿sí? —Él asintió y besó su mano sin pena alguna, lo cuál hizo sonrojar a Hyun-ju como era usual. Na-yeon entrecerró sus ojos ante ese pequeño acto, queriendo reír con cierta malicia. ¿Podría ser que a su papá de verdad le gustaba su profesora? ¿A ella podría gustarle su papá? Preguntas aún sin respuesta para la pequeña, pero tal vez no por mucho.
—Lo haré. Nos vemos mañana, señorita Cho.
—Hasta mañana, señor Park.
—¡Adiós, señorita Cho! —Se despidió Na-yeon con su otra mano y ella hizo lo mismo con una sonrisa.
—Nos vemos, linda.
Ella los vio ir, con una sonrisa incontrolable en su rostro mientras aún sentía el leve toque de sus labios sobre su mano. Se quedó allí unos momentos, contenta de poder tener una cercanía así con él, regresando luego adentro, pero no había notado la mirada de su mejor amigo a lo lejos, sonriendo cómplice y sorprendido por lo que había visto. Hyun-ju respiró hondo y lo miró.
—Ni digas nada.
—Señoras, guarden a sus maridos, que la señorita Cho se siente traviesa hoy. —Lo próximo que sintió fue un suave golpe en su brazo.
—Dije que te calles.
—No sabía que ese sujeto también te anda haciendo ojitos tan al descaro. Maldito perro arrastrado, todos los hombres son basura. —Rio, arreglando su pequeña coleta.
—Ya, no le digas así. Él es diferente… —Dae-ho la miró con toda la incredulidad del mundo.
—Tan linda eres, Hyun-ju, tan pequeñita, tan bobita.
—Cállate o le diré al padre de Jung-mi que le das besotes a su novia.
—Ponte pausa, ella no está casada. Es otra cosa.
—¿Y de repente es diferente por qué? —Rio incrédula.
—Porque… ¿no está casada?
—Por favor.
De vuelta en casa de Gyeong-seok, él pensaba cuál era la mejor manera de abordar el tema con Na-yeon. No estaba seguro de cuál sería su reacción o qué diría exactamente, tal vez alargaba un poco el asunto porque él mismo no estaba preparado para oír lo que su hija tenía que decir. Sabía que le dolería, pero era una verdad que necesitaba saber, era un dolor que debía ayudarle a sanar. Dejar las cosas así, además de imperdonable, era imprudente. Una vez se sintió medianamente listo, fue a su habitación mientras ella jugaba en su cama.
—Na-yeon-ah.
—¿Sí, pa?
—¿Podemos hablar un momento?
—Sipi, ¿qué pasa? —Gyeong-seok se acercó y tomó sus pequeñas manos, inclinándose hasta estar a su altura. Miró sus siempre brillantes ojos y respiró hondo, buscando la manera de comentar lo que Hyun-ju dijo sin delatarla.
—Tu madre y yo tuvimos una discusión ayer, y… sé que fue algo ruidoso. Entiendo si pudiste haber escuchado algo de la conversación y hoy… te veo un poco desanimada. Quiero preguntarte si estás bien, si es por eso que estás con ánimos diferentes.
—No pasa nada, papi, yo… Solo fue una discusión, entiendo.
—Na-yeon, mi amor. —Acarició sus manos, suspirando— Te he dicho que nunca es bueno que guardes tus sentimientos. Si te sientes mal, aquí estoy para ayudarte, para eso tienes a papá. Puedes decirme tal y como te sientes, eso no es malo.
Na-yeon lo miró indecisa, no porque no confiara en su padre, sino porque no quería lastimarlo o decir algo que podría sonar hiriente. Aún así, quería deshacerse de ese dolor tan poco característico que sentía en su pecho, que la oprimía como si algo estuviera roto adentro. Dolía como si sangrara en algún lado, era tan confuso para una niña de ocho años ese tipo de sentimiento. La hacía sentir tan triste que hasta le quitaba las energías del día. Hubo silencio un par de minutos, pero el tan solo recordar esas palabras salir de la boca de su madre era como si su pequeño corazón se contrajera de dolor puro. Las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos y luego a resbalar de sus mejillas, estaba adolorida. Antes creía que era buena hija, que obedecía y enorgullecía a sus padres, que los hacía felices, pero entender que solo su papá la amaba partía su alma y la hacía dudar si no era lo suficientemente buena, si su madre hubiera preferido otro tipo de hija que no la molestara, que no le estorbara. Empezaba a dudar de sí misma de una manera muy injusta. Los sollozos se convirtieron en un llanto fuerte mientras se aferraba a las manos de su padre, y Gyeong-seok comenzaba a preocuparse. Era un llanto que jamás había escuchado de ella, algo la lastimaba sin duda.
—P-Papi…
—Aquí estoy, mi amor, aquí está papá.
—¿Por qué mamá no me quiere…? —Él tragó saliva, sintiendo el enojo llenar cada espacio de su cuerpo, absurdamente molesto con su esposa— Yo… sé que está ocupada, que es buena doctora, creí que por eso no estaba en casa nunca, pero… siento que simplemente no quiere estar aquí conmigo, con nosotros. P-Perdón, papi, solo… así se siente.
—No, cariño, no te disculpes. Puedes sentirte como sea, solo déjame ayudarte. Ven. —Extendió sus brazos y ella no tardó en aferrarse al lugar más seguro que conocía, llorando con fuerza.
—Me siento muy… triste, pa, algo… me duele, es muy extraño, no me gusta. —Gyeong-seok sentía su propio corazón contraerse de dolor, pero justo ahora no era lo más óptimo llorar también, ella lo necesitaba y no quería darle la impresión de que escucharla lo lastimaba.
—Lo sé, mi amor…
—¿Hice algo mal? ¿Hice que mamá se enojara por algo?
—No, tú no hiciste nada. Nunca pienses eso.
—Entonces… ¿por qué? ¿Por qué no quiere estar conmigo? No entiendo, pa. Siempre hago lo que ella dice, trato de no molestarla mientras trabaja, me va bien en la escuela, me porto bien… pero a veces siento que no quiere ni mirarme. No contesta mis llamadas, no me saluda cuando llega a casa, no me escucha, no me abraza ni hace cosas de chicas conmigo. Nada… y eso no me gusta. Es mi mamá, yo la amo, pero… —Sollozó, aferrándose a la camisa de su padre— ¿por qué tenía que decir eso…? ¿De verdad soy un accidente, papá? —Gyeong-seok la sostuvo bien entre sus brazos, sus manos temblaban ligeramente de lo furioso que estaba. Ningún niño debe sentir que es un estorbo, y tampoco su hija, nunca su hija.
—No, Na-yeon-ah. No lo eres, nunca pienses eso. Tu madre dijo eso porque estaba frustrada y molesta, hizo muy mal en decir esas cosas porque nunca eres ni has sido un accidente. —La niña recordó las palabras que su profesora le dijo, que los adultos decían cosas fuera de lugar por estar estresados, entonces empezaba a sentirse un poco mejor, al menos en el sentido de que lo que dijo su madre no era cierto. Tragó saliva y suspiró, escondiéndose en el cuello de su papá.
—La señorita Cho dijo que… nadie es un accidente, que es imposible porque sino el mundo no funcionaría bien. ¿Eso es cierto?
—Lo es. Nadie puede ser un accidente, todos estamos aquí por una razón. Por eso no puedes creer en lo que dijo tu madre, está muy equivocada y solamente dijo cosas por decirlas, no porque sean ciertas. —Se separó un momento para mirarla y limpiar sus mejillas— Tú eres lo mejor que me ha pasado, Na-yeon. Eres mi princesita, mi mejor amiga, sin ti yo no podría ser feliz. Te amo, y siempre voy a amarte, no importa qué pase, aquí estaré para cuando me necesites. —Ella finalmente esbozó una pequeña sonrisa, presionando sus propios labios.
—Papi…
—Eres lo más importante para mí, y no permitiré que pienses más en esas cosas que te lastiman, mi amor. Si te sientes mal, recuérdame, recuerda lo que te dijo la señorita Cho, recuerda a tus amigos, lo mucho que ellos te quieren y lo felices que están de verte siempre. Eres importante, cariño, nunca pienses que no es así. Eres una niña maravillosa, sé lo mucho que siempre te esfuerzas, lo bien que te comportas, lo educada y obediente que eres. Muchos padres desearían tener a una hija como tú, pero lamentablemente para ellos, yo gané, yo tengo la dicha de ser tu papá y nada me hace sentir más feliz y orgulloso que eso. —Presionó suavemente su mejilla y Na-yeon rio contenta— Te amo, nunca vayas a olvidarlo, mi princesa. —Ella miraba a su padre, finalmente tranquila al sentir ese dolor continuar disminuyendo. Llorar, desahogarse y el apoyo de sus maestros y su padre era el mejor alivio que podía sentir. Se acercó de nuevo a su papá y lo abrazó con fuerza, respirando hondo.
—Nunca lo haré, papá. Te amo mucho más. Por favor, nunca me dejes, no sé qué haría sin ti. Eres mi mejor amigo y todo lo hacemos juntos, no quiero que me faltes nunca. —Gyeong-seok presionó sus labios y solamente la arrulló entre sus brazos, besando su cabeza.
—Nunca estaré lejos de ti, cariño. Aquí estaré siempre, no importa qué pase. Cuando me necesites, sabes que puedes correr hacia papá, las veces que quieras. —Na-yeon asintió con una pequeña sonrisa, sin soltar a su padre.
—Entonces, ¿podemos hacer una pijamada hoy? ¿Puedo dormir contigo? Hoy… no quiero quedarme aquí solita en mi habitación, ¿puedo?
—Por supuesto, no hay problema, cariño. ¿Qué quieres cenar hoy? Dime, te haré tu favorito.
—¿De verdad? Uhm… ¿Qué tal macarrones con queso? ¿Con mucho queso y un poquito de tocino?
—Suena perfecto.
Gyeong-seok pasó el resto del día intentando animar a su hija, consintiéndola y jugando con ella, quería que no olvidara lo mucho que la amaba y lo importante que era para su vida. Al llegar la noche, Na-yeon durmió en su sitio favorito de la cama, abrazando a su papá mientras veían una película y él tampoco pudo resistir el sueño. Cerca de las once de la noche, sintió como tocaban su hombro, despertándose.
—Gyeong-seok, ve y lleva a Na-yeon a su dormitorio. —Él miró apenas a su esposa, demasiado molesto para procesar algún movimiento y solo abrazó a su hija, como si físicamente pudiera protegerla de su madre.
—Ve y duerme en el de invitados.
—No estoy de humor, por favor házlo. Es mi cama y necesito descansar.
—Dije que no. Na-yeon no quiere dormir sola.
—Por eso te he dicho que te desapegues. ¿Dormirá contigo hasta que cumpla quince? Esto es ridículo, llévala a su habitación. —Na-yeon gruñó al oír voces y Gyeong-seok acarició su espalda, arrullándola para que siguiera durmiendo.
—No la voy a dejar sola.
—Entonces, ¿tengo que hacer todo yo? Por un carajo, necesito dormir… —Frunció el ceño y él vio como quiso acercarse para tomar a su hija e ir a dejarla en su cama, pero Gyeong-seok levantó su antebrazo y no le permitió tocarla. Estaba furioso.
—No me hagas enojar. Deja de comportarte como una mocosa y vete.
Le siguieron algunas quejas que Gyeong-seok solo ignoró, cerrando sus ojos y haciendo sus oídos sordos. Antes solía excusarla, se ponía en sus zapatos lo más que podía, pero viendo como iban las cosas, sentimientos negativos empezaban a acumularse con más rapidez en su corazón. No la odiaba, pero las excusas se estaban acabando y sus límites estaban empezando a ser pisoteados, su hija estaba siendo lastimada. Eso comenzaba a generar mucho conflicto, en especial cuando a ella claramente no le importaba herir a su familia o siquiera admitir sus errores.
Pasaron dos semanas.
Na-yeon practicaba con su mejor amiga su rutina de baile antes de que saliera al escenario. Gyeong-seok tenía su día de inducción en su nuevo trabajo, mientras Eun-seong y su suegra estaban en el auditorio de la escuela esperando ver a la niña presentarse, pero algo había sucedido el día anterior. Debido a su ausencia en el trabajo, fue informada que uno de sus colegas tomó su lugar en un seminario que otorgaba un reconocimiento importante en el centro médico que le permitiría trabajar los casos de más alto perfil junto con colaboradores igual o más calificados que ella. Pensó inicialmente que podía recibir el certificado unos días después, pero su jefe le comunicó la noche anterior que la asistencia era obligatoria y ahora debía esperar todo un año para volver a calificar. Esto claramente hizo que Eun-seong amaneciera con un humor terrible, pero ya había sacado el dichoso día libre, debía acompañar a su hija.
Hyun-ju acomodaba a los niños de su clase en orden para que vieran la presentación como el resto de profesores, pero en ese momento, sintió que alguien tocaba su brazo.
—Señorita Cho, disculpe la molestia, ¿usted podría darle esto a Jung-mi? Lo olvidó y está detrás del escenario. —Preguntó Jun-hee mientras le daba un pequeño kit de preparación para sus zapatillas de ballet. Hyun-ju lo tomó y asintió.
—Claro, no se preocupe.
La profesora caminó hasta estar detrás del escenario. En un lado estaba la directora Jang y la instructora revisando que todo estuviera listo para la presentación de las niñas. Buscó entre las pequeñas bailarinas hasta ver a su estudiante.
—Jung-mi, aquí tienes, lo envía tu madre.
—¡Ay, muchas gracias! ¡Sino no hubiera podido bailar! —Se sentó a terminar de preparar sus zapatillas, pero en lo que regresaba, escuchó una conversación en uno de los cuartos de ensayo.
—Tengo que llamar a tu mamá, Na-yeon, está muy mal, se está poniendo morado… —Murmuró Ga-yeong preocupada, sosteniendo la mano de su amiga en el suelo.
—No, no, no. Estoy bien, estoy bien. Solo hago la presentación y ya, no pasa nada. —Susurró asustada mientras intentaba ahogar sus sollozos y subir sus medias para ocultar su pie— Mira, solo tengo que ponerme de pie, ayúdame.
—Na-yeon… —Presionó sus labios insegura mientras tomaba sus dos manos.
—Está bien, está bien, yo puedo… —Se levantó, pero al apoyar su pie, cayó de inmediato mientras su amiga la sostuvo.
—Na-yeon, no… Debo llamar a alguien, no podrás hacer la presentación.
—Sí puedo, sí puedo. No le digas a mi mamá, por favor… —Pidió llorando, abrazando a su amiga— Solo… tengo que soportar un poco y la puedo hacer bien.
—¿Y si te rompes el pie? ¿Y si pasa algo malo? No puedo dejar que te lastimes…
—Ga-yeong, no… No vayas a decir nada, por favor. Papá no está… Papá…
—Podemos llamarlo.
—No, no. Iba para su nuevo trabajo, estaba muy emocionado. No quiero molestarlo, yo… —Era difícil para ella no sentir que llamar a sus padres mientras trabajaban era interrumpirlos, después de todo, Eun-seong la había criado con esa idea. Sentía el dolor hacerse cada vez más fuerte en su pie y sintió mucho miedo, llorando asustada y sin saber qué hacer— Quiero a papá, necesito a mi papá…
El escuchar eso la hizo actuar, Hyun-ju no tardó en entrar al cuarto de ensayo y ambas niñas la miraron. La profesora se acercó lentamente para ver a Na-yeon mientras ella intentaba no llorar para no alarmarla a ella tampoco.
—¿Qué sucedió, niñas?
—Es que–
—Nada. —Interrumpió Na-yeon a su amiga, limpiando su cara y poniéndose de pie ella sola. Dio un par de pasos tremendamente dolorosos y Hyun-ju la miró preocupada.
—Linda…
—Solo tengo que– —Su pie volvió a torcerse de la misma manera y cayó al suelo con dureza.
—¡Na-yeon…! —Ga-yeong se asustó y Hyun-ju la levantó del suelo, cargándola y sentándola en una de las sillas, tomando otra para ponerla en frente y apoyar mejor su pie. Con cuidado bajó su media y vio su tobillo morado, inflamado.
—Ga-yeong, ve por una compresa de hielo, por favor. —La niña corrió afuera mientras el llanto de Na-yeon se volvió fuerte— ¿Qué pasó, linda? Por favor, no intentes ocultar que te lastimaste, esto podría ponerse grave si no tienes cuidado.
—Es que… Ga-yeong y yo tenemos un salto especial para la presentación. Lo estábamos practicando, pero cuando pisé el suelo, me apoyé mal y me doblé el tobillo.
—Entiendo…
—Escuché un llanto, ¿sucedió algo? —Entró la directora Jang, acercándose a ambas— Ay, nena, ¿te doblaste el tobillo?
—Sí…
—Iré a decirle a tu mamá.
—No, no, por favor. Yo… Yo puedo.
—Cariño, no puedes salir a hacer tu presentación con el pie así, debemos llamar a una ambulancia. Tranquila, todo estará bien. —Dio una suave caricia en su cabello para luego ir a buscar a Eun-seong mientras Ga-yeong traía el hielo. Hyun-ju lo envolvió en una toalla y puso el hielo sobre su pie.
—¿Por qué no quieres decirle a tu madre?
—Es que… me dijo que no practicara el salto más hasta que fuera la presentación y lo hice. Si se da cuenta, se va a enojar mucho conmigo. Sé que espera mucho de la presentación, ya se molestará al saber que no la haré.
—Los accidentes suceden.
—Pero no le hice caso…
—Cometiste un error, es cierto, pero ahora no importa eso. Lo que importa es que te recuperes, no puedes bailar así.
—Señorita Cho…
—¿Sí?
—Mi mamá… se puede enojar muy feo, me asusta. —Hyun-ju frunció el ceño y la miró.
—¿Ella te ha hecho algo malo?
—No, pero… levanta la voz y después no quiere hablarme por días. Se siente feo, y no me gusta. No quiero que le digan. —La profesora respiró hondo y acarició un poco su lastimado pie.
—Debes ir al hospital, y no puedes ir sin ella. Estoy segura de que igual tu papá te cuidará muy bien, entenderá que no quisiste hacer nada malo. Puedes disculparte con tu mamá por haber desobedecido, eso también es importante.
—Mm. —En eso, regresó la directora Jang con Eun-seong y la abuela de Na-yeon.
—¿Qué sucedió?
—M-Mamá…
—Tuvo una caída, no puede apoyar su pie. —Respondió Hyun-ju mientras sostenía la compresa. Eun-seong respiró hondo, realmente no le gustó oír eso.
—Pero puedes seguir con la presentación, ¿cierto?
—N-No, ma. Me duele mucho.
—Intenta ponerte de pie. Tienes que esforzarte, es la evaluación final. No puedes perder todos estos meses de preparación por un tobillo doblado.
—Mamá, no puedo…
—Vamos, necesito que intentes, andando. —Apartó la compresa que Hyun-ju tenía en las manos y tomó la mano de su hija para que se pusiera de pie. La profesora frunció el ceño, preguntándose si no veía su pie inflamado mientras Na-yeon tragaba saliva.
—Mami, en serio no puedo…
—Señora Park, su hija está herida, no puede– —Eun-seong frunció el ceño también y miró a Hyun-ju.
—Soy la Doctora Lee, y ella va a terminar su presentación, no se quedará sentada por esto. —La profesora ignoró ese tono condescendiente que la mujer usó para hablarle, decidiendo no empeorar la situación. Solamente se levantó y se apartó, mientras ella y la directora Jang se miraron entre sí con complicidad, un poco sacadas de lugar con ese comentario. Na-yeon se aferró a la mano de su madre, asustada por caer, pero el primer paso la hizo soltar un fuerte quejido, empezando a llorar.
—Mami… Me duele.
—Da un par de pasos, te acostumbrarás.
—Es que… n-no puedo. —Lloró con intensidad, dando más pasos demasiado dolorosos para ella. Uno de sus tendones estaba desgarrado, lo que causaba que la más mínima presión o estiramiento provoque un dolor altamente agudo. Na-yeon se quejaba en voz alta y negaba, mirando a su madre.
—Ahí vas… —La niña lloraba intensamente del dolor que no soportaba, mientras su pequeño pie temblaba al no resistir su peso.
—M-Mami… Me quiero sentar, por favor…
—Intenta un poco más, no estás avanzando… —Hyun-ju tragaba saliva, furiosa al oír como la pequeña lloraba y le rogaba a su madre detenerse. Si tan solo Gyeong-seok estuviera allí, sería una historia completamente diferente. Sabía que esa mujer insistiría, entonces se le ocurrió una mejor idea y fue a buscar a la instructora.
—Oh, no, ¿de verdad?
—Sí, no puede ponerse de pie y está muy adolorida. —Mencionó mientras ambas entraban al cuarto de ensayo. La instructora se acercó a ver su pie mientras Na-yeon finalmente se sentaba.
—Ah, ya veo. Será mejor que te recuperes pronto, linda, hoy no puedes hacer la presentación, sería un riesgo, parece que está empeorando. Lo mejor es que vayas al hospital cuanto antes.
—Disculpe, pero pagamos muchísimo por el curso. No puede simplemente–
—Doctora Lee, entiendo su molestia, pero aún si su hija quisiera, no la dejaré presentar la prueba final hoy. No está en condiciones y no la arriesgaré a una lesión más grave. Si se recupera pronto y no es nada severo, podrá hacer la prueba final la semana que viene con otro grupo. Si necesitara más tiempo, lamento comunicarle que tendrá que repetir el curso.
—Pero no puede–
—Con permiso, debo encargarme de las demás niñas también.
Eun-seong no pudo evitar mirar con molestia a Hyun-ju, que claramente había llamado a la encargada para así recibir un “no” definitivo. Se volteó y simplemente tomó a Na-yeon para cargarla. No dijo ni una sola palabra, solo la levantó y caminó hacia la puerta para ir a la salida trasera del auditorio. Na-yeon iba en silencio, moviendo entre sus manos un pequeño clip para su cabello que iba a usar para la presentación, era blanco y en el centro tenía un accesorio de un conejo. No quería mirar a su madre, tenía miedo de que se molestara más, pero el clip resbaló de sus manos, dejándolo atrás mientras su madre caminaba.
—¡Mamá, espera! ¡Se me cayó mi clip!
—Déjalo.
—Pero papá me lo compró para hoy, es lindo, dijo que me daría buena suerte.
—Bueno, eso no fue cierto, ¿o sí? —Respondió con una seriedad sepulcral que encogió el corazón de la niña. La madre de Gyeong-seok aclaró su garganta, intentando aligerar el ambiente.
—Ya, ya, tranquila. No molestes a tu madre, ¿sí? Tu papá te puede comprar otro, tenemos que ir al hospital.
—Na-yeon. —Eun-seong detuvo sus pasos al oír que la llamaban y se volteó, mientras que Hyun-ju se acercaba a darle su clip. Eso finalmente sacó una sonrisa pequeña de los labios de la niña.
—Muchas gracias, señorita Cho. —La profesora sonrió tratando de ignorar su preocupación y asintió. Pudo notar la mirada sofocante de la madre sobre ella, entonces no tardó en responder de la misma manera, sin poder evitar que un comentario pasivo-agresivo saliera de su boca.
—Espero que cuide a su hija. —Aquello no fue del agrado de Eun-seong en absoluto, quien frunció el ceño.
—¿Qué acaba de decir?
—Espero que cuide a su hija. —Murmuró seria.
—¿Se atreve a insinuar que no cuido a mi hija?
—Usted sabrá.
—Hyun-ju. —Tomó su brazo la directora Jang en señal de que se detuviera.
—Deje de faltarme el respeto con tanta comodidad. Qué mujer tan entrometida es usted.
—No maltrate a mi estudiante frente a mí esperando que no haga nada al respecto.
—No se atreva a hablarme en ese tono. Usted es una profesora cualquiera, ¿cree que puede dirigirme la palabra como le dé la gana?
—Mamá, ya basta, no le hables así a la señorita Cho… —Murmuró avergonzada, temiendo que su profesora favorita ya no la quisiera como antes si su madre le faltaba el respeto.
—¿Cree que puede tratar a su hija como le dé la gana solo por ser su madre?
—Es mi hija y yo sé cómo educarla. Usted no es su madre y nunca lo será, tampoco tiene hijos, ¿por qué cree que entendería mi posición? —Hyun-ju sintió algo horrible en su pecho al oír eso, debía admitir que había sido un golpe muy bajo, tal vez sin que la otra mujer lo supiera, pero se mantuvo siempre firme.
—Mamá, no, basta–
—Silencio, Na-yeon. Deja de ser tan insolente. —La niña miró hacia abajo, bastante triste por oír que no podía detener a su madre, pero la directora Jang también se estaba molestando con la conversación.
—Doctora Lee, por favor lleve a Na-yeon al hospital, necesita asistencia. Esta conversación puede terminar aquí. —Eun-seong miró de pies a cabeza a la joven y se giró para salir.
—Limítese a sus libros, profesora.
Na-yeon miró sobre el hombro de su madre y solo pudo despedirse con su mano, lo cuál Hyun-ju repitió. Una vez se fueron, pudo entender por qué Na-yeon le temía y por qué Gyeong-seok consideraba el asunto una cosa deprimente; la mujer era altanera y egoísta.
—Bruja.
—¿Estás bien? —Preguntó preocupada la directora Jang, acariciando su brazo— Esa mujer es difícil de tratar, no caigas en su juego, sé que te molesta que trate así a la niña, pero… el resultado es que puede lastimarte. —Hyun-ju entendió a qué se refería y miró a la mayor.
—Estoy bien, no pasa nada. Nada de lo que diga una persona como ella puede afectarme.
—¿Estás segura…? —La profesora asintió con una pequeña sonrisa, poniendo una mano sobre la de la directora.
—Sí, no se preocupe, todo está bien. —Geum-ja suspiró, asintiendo también.
—De acuerdo, hija, entonces vámonos.
Ambas caminaron de vuelta al auditorio para ver la presentación de las niñas, con Hyun-ju aún preocupada por el bienestar de Na-yeon, preguntándose qué pasaría una vez esté de vuelta en casa.
Llegó el mediodía, era hora de almorzar mientras Hyun-ju hacía fila para servirse, pero su apetito disminuyó bastante, entonces optó por comer una sopa pequeña solamente. Miró su celular, observando la conservación que tenía con Gyeong-seok y preguntándose si debía llamarlo. No sabía si salía a almorzar a la misma hora, pero al menos estaría enterada de cómo está Na-yeon. Presionó sus labios un poco indecisa, decidiendo finalmente marcar su número.
—Buenas tardes, señorita Cho.
—Señor Park, buenas tardes. —Sonrió— Lo siento, ¿es un buen momento para llamar?
—De hecho es perfecto. Vengo saliendo de la oficina.
—Me alegra. ¿Qué tal va todo? Hoy era la inducción, ¿cierto?
—Sí, en realidad no pensé que diría esto, pero todo está saliendo perfecto. —Mencionó con entusiasmo— Empezaré oficialmente la otra semana una vez me envíen el equipo y tenga los accesos de la compañía, pero el edificio es muy bonito, las personas son bastante amables. Es una firma nueva, apenas están contratando personas y les gustó mucho mi trabajo.
—¿De verdad? —Respondió con la misma emoción.
—Sí. Dijeron que si en un futuro consideraba un puesto a tiempo completo y tenía un buen desempeño, podría ser asistente del director de los proyectos.
—¡Eso es genial!
—¿Verdad que sí? —Preguntó, bastante feliz de escuchar su entusiasmo también— Realmente estoy muy contento, no creí que fuera a salir todo tan bien. Si me acomodo un poco, tal vez deba pensar en ese puesto de tiempo completo, ¿cierto?
—Por supuesto. No debe desperdiciar la oportunidad, suena a que también están muy contentos con su trabajo para ofrecerle un puesto así a futuro. Sabía que era una buena idea que volviera al mundo laboral, tiene mucho talento como para no usarlo. —Gyeong-seok sintió sus mejillas enrojecerse y negó, con una sonrisa tímida.
—C-Claro que no, solo… Bueno, tal vez necesitaba un poco de motivación. Se siente bastante bien, la verdad. Hace mucho que no trabajo y realmente nunca ejercí como tal, estoy muy feliz.
—Se escucha muy contento, diferente. Me alegra muchísimo que todo esté saliendo bien. —Murmuró, bastante feliz de que él se sintiera bien en su nuevo trabajo.
—Sí, espero que así sea por un buen tiempo, aunque me perdí la presentación de Na-yeon hoy. Sé que estaba muy nerviosa, pero apuesto a que salió bien. —Hyun-ju frunció el ceño, confundida y algo sorprendida.
—¿Su presentación…?
—Sí, de ballet. Me siento el peor padre del mundo por haber faltado, pero ya se me pasará. —Rio bajo— ¿Cómo estuvo? ¿Lo hizo bien? —La profesora abrió ligeramente su boca, sin explicarse cómo no sabía que su hija había tenido un accidente.
—Señor Park… —Presionó sus labios, no quería arruinar lo feliz que estaba— No sé si yo sea la persona indicada para hablarle de esto. Tal vez… deba llamar a su esposa.
—¿Por qué? ¿Pasó algo malo? —Escuchó suspirar a la profesora y eso causó que se tensara un poco. No entendía por qué Eun-seong no le diría lo que había pasado, si sucedió en la mañana.
—Uhm…
—Señorita Cho, por favor, dígame. Confío totalmente en usted, ¿qué sucedió?
—Sucede que… Na-yeon tuvo un pequeño accidente en su pie mientras calentaba antes de la presentación. Practicaba un salto con Ga-yeong y se apoyó mal, no podía caminar.
—¿Qué…?
—La instructora dijo que era mejor que fuera al hospital y repitiera su rutina la próxima semana si ya había sanado, pero… no lo sé. Lo siento, no quería darle malas noticias ahora que sé que tuvo un día excelente.
—No, yo… le agradezco que me lo haya dicho. En verdad no tenía idea de lo que pasó… —Murmuró empezando a sentir molestia, preguntándose por qué Eun-seong no diría nada al respecto.
—No se preocupe, creí que sí, por eso llamé. Estaba preocupada, quería saber si estaba todo bien.
—Sí… la escucho muy preocupada, ¿fue algo grave? ¿Pasó algo más? —Hyun-ju presionó sus labios, sin saber si debía comentarlo o no.
—Yo… no creo que sea lo más adecuado que hable sobre esto. En serio, tal vez… solo estoy pensando de más las cosas.
—Por favor, dígame qué le preocupa. No debe ser por nada si se siente inquieta.
—Tal vez me estoy extralimitando…
—Sabe que no me gusta que diga esas cosas, siempre voy a estar agradecido de que se preocupe tanto por Na-yeon. Sé que soy su padre, pero no puedo estar al pendiente de ella a cada momento por más que quiera. Me siento mucho más tranquilo sabiendo que usted está allí para cuidarla como siempre lo hace. —Hyun-ju sintió sus mejillas enrojecerse, sonriendo.
—¿De verdad…?
—Por supuesto, nunca piense que podría sobrepasar algún límite. Siempre estaré feliz de que esté ahí para Na-yeon y se preocupe por su bienestar, así que, por favor dígame, ¿por qué está tan preocupada? —Hyun-ju mordió su labio inferior, respirando hondo.
—Es solo que… su madre no pareció tomarse bien el accidente. Forzó a Na-yeon a caminar con su pie herido para que se acostumbrara al dolor e hiciera su rutina y ella lloró muy fuerte, nunca la había escuchado así. Le pidió que parara, pero no lo hizo. Tuve que llamar a la instructora para que se detuviera. —Gyeong-seok presionó su teléfono con su mano, furioso. No podía creer que ella se atreviera a ignorar el dolor de su hija y no dudaba que fuera cierto. Prefería dudar de sí mismo antes que de Hyun-ju— Eso no pareció ser de su agrado y se molestó conmigo. Me dijo algunas cosas un poco fuera de lugar, pero no negaré que también le respondí. No me gustó lo que hizo, y bueno, después de lo que vi… tal vez solo pienso lo peor, pero quería asegurarme de que sí recibió atención médica y que está tranquila, descansando como debe ser.
—Yo… llamaré a Na-yeon de inmediato. Dios mío, no lo puedo creer… —Murmuró mientras se agarraba el cabello con su otra mano— No sé qué fue lo que ella le dijo, pero de verdad lamento si la incomodó o la hizo sentir mal, en serio.
—Usted no fue el que dijo esas cosas, no tiene por qué disculparse.
—Aún así… está mal. De verdad lo siento. Lamento que haya tenido que ver esas cosas, ella es… —Suspiró, negando— Tal vez está pensando lo peor, ¿no es así?
—¿Yo? ¿De usted? ¿Por qué?
—No lo sé, por todo lo que ha estado pasando. No he impedido nada de eso y últimamente ha habido más incidentes así. No he hecho nada para detenerlo realmente y Na-yeon siempre sale lastimada de alguna manera. —Hyun-ju sonrió, negando.
—Nunca podría pensar algo malo de usted, señor Park. Lo conozco, sé lo mucho que siempre se esfuerza por su hija. Nada de lo que ha pasado es su culpa, siempre ha estado allí para ella y Na-yeon de verdad lo ama mucho. A decir verdad, es el mejor padre que conozco. —Gyeong-seok presionó sus labios, asintiendo y sintiéndose conmovido.
—Bueno, tal vez… necesitaba escuchar eso. —La profesora volvió a sonreír, aliviada al oírlo— Yo… en verdad quiero que Na-yeon tenga una mejor vida. Sé que tal vez no le falta nada y económicamente estamos muy bien, pero… ella está triste. Sigue con energía y feliz como una niña de su edad, sí, pero luego de aquél incidente, no volvió a ser la misma. No sé si ahora yo lo estoy pensando demasiado, pero no puede ser solo mi impresión.
—No, entiendo. Tiene sentido.
—No quiero correr el riesgo de que las cosas empeoren para ella o que resulte más lastimada. Quiero que todo salga bien con este empleo, así podré sacarla de ese lugar por mi cuenta. No puedo permitir que esto siga pasando. —Hyun-ju parpadeó un poco sorprendida. Parecía que de verdad planeaba dejar a su esposa, tampoco podía culparlo, de todas maneras— Lo siento… Tal vez me estoy quejando demasiado.
—Claro que no, no se preocupe. Realmente me alegra que pueda dar el primer paso y tratar de independizarse un poco con su nuevo trabajo. Va a ver que logrará sentirse mucho mejor y que podrá hacer más cosas por su cuenta. Ya más adelante, con su puesto a tiempo completo e incluso con un ascenso, podrá… tomar la mejor decisión, por el bien de Na-yeon y el suyo también. No tendrá que sentirse tenso ni preocupado de que algo pueda pasarle a ella en su ausencia. —Movió los dedos un poco insegura de sus palabras. No es que quisiera mostrar felicidad ante la posibilidad de un divorcio, pero la idea de que ese hombre ya no tendría que sufrir por una mujer tan particular de comportamiento y que también estaría disponible no era algo que pudiera ignorar. Quería la oportunidad de estar con él y demostrarle lo increíble que era, tema que él parecía simplemente no notar por su propia cuenta.
—Sí, eso… Eso es lo quiero. Necesito estar tranquilo, saber que no pasará nada malo y que ella va a estar bien. Me esforzaré en esto, de verdad quiero que Na-yeon regrese a ser la misma de antes. Le agradezco mucho por… escuchar mi rabieta, es difícil decir estas cosas. La gente usualmente piensa que todo es perfecto y dicen que no tengo de qué quejarme, pero como ha podido notar… es todo menos perfecto.
—Está bien, me agrada mucho escucharlo, sea lo que sea. No siento que se esté quejando, solo es la realidad y a veces puede ser incómoda para algunos escucharla, pero no se preocupe por nada, créame que lo entiendo y entiendo por qué quiere hacerlo. Tiene sus razones y son totalmente válidas, no se sienta mal por eso. —Gyeong-seok sintió sus labios temblar ligeramente, conmocionado. En todo el tiempo que llevaba casado, ninguno de sus amigos o su familia lograba comprender su situación y solo era tomado como esposo quejumbroso y malagradecido con su maravillosa y trabajadora esposa, pero Hyun-ju ha presenciado la verdad de las cosas, y escucharla decir esas palabras era un alivio inmenso para su alma.
—Gracias… En serio muchas gracias, señorita Cho, no tiene idea de lo aliviado que me hace sentir eso. Usualmente no me bajan de difícil y delicado.
—Para nada, no es así. Si en algún momento igual necesita hablar de lo que sea, estoy disponible. —Sonrió, aunque su subconsciente se castigaba a sí misma, tachándose de ofrecida, aunque solo podía reírse de ello.
—No diga eso, o la molestaré todo el día. —Rio bajo y Hyun-ju movió los palillos en su sopa, un poco tímida.
—Nada suyo es molestia para mí. —Gyeong-seok relamió sus labios con una sonrisa más que emocionada.
—¿Nada, entonces?
—Nada.
—¿Y si termina gustándome mucho molestarla?
—Supondré que yo misma me lo busqué. —Ambos rieron sonrojados, felices, les gustaba mucho sentir que su corazón iba a salir disparado de su pecho con frases tan básicas.
—Entonces no hay vuelta atrás. Llamaré a Na-yeon ahora y le avisaré cómo le fue en el hospital tan pronto como sepa sobre ella. Le agradezco mucho que me avisara sobre todo lo que pasó y… otra vez lamento si Eun-seong cruzó algún límite. Sé que no fui yo, pero me molesta en verdad pensar en que pudo hacerla sentir mal de alguna manera.
—No pasó nada, no se preocupe. Esperaré su mensaje, ojalá Na-yeon se sienta mejor. ¡Y mucha suerte en su trabajo! Ya verá que le irá de maravilla y todos se pelearán por que sea su asistente. —Gyeong-seok sonrió enternecido, se sentía increíble oír esos buenos deseos.
—Muchas gracias, linda. —Al darse cuenta que tal vez fue una respuesta automática ante su ensoñación, abrió los ojos por completo, sintiendo que su cara iba a caerse de lo mucho que ardía de la vergüenza. Un par de segundos de absoluto silencio se escucharon, iba a disculparse, pero solo pudo escuchar una pequeña carcajada aguda y risueña de la profesora.
—Entonces, ¿cree que soy linda? —Gyeong-seok se agarró de sus cabellos mientras sentía que se desmayaba de la pena. Era algo totalmente diferente decir algo como eso si no estaban alcoholizados.
—Shh… O sea, sí, y mucho, pero shh. —Hyun-ju volvió a reír, tan feliz de escucharlo que movía ligeramente sus pies bajo la mesa.
—Es bueno saberlo. Le prometo que no se lo diré a nadie.
—De acuerdo. Como siempre, confío en usted.
—Perfecto. Entonces, nos hablamos luego, guapo.
Hyun-ju colgó rápidamente para dejarlo con intriga y Gyeong-seok parpadeó con una sonrisa algo sorprendido por escucharla, quedando solamente con su bobo reflejo en la pantalla apagada.
—Hyun-ju…
Puso las manos sobre su cara y un bajo chillido emocionado se escuchó. Sin siquiera intentarlo demasiado y con una simple llamada, su corazón latía como demente con ella, con su apoyo y con sus cumplidos. Si bien las situaciones eran difíciles e incómodas, con Hyun-ju siempre dispuesta a estar a su lado para apoyarlo, todo se sentía mucho más ligero y no podía estar más agradecido con ella, por conocerla y tenerla en su vida. Por supuesto que quería más, saber más sobre ella, memorizar lo que le gustaba y lo que no, conocer cada detalle sobre esa hermosa profesora y que formara parte de su vida, cada día, cada mañana y cada noche.
Hyun-ju miraba su sopa, moviéndola de lado a lado con una sonrisa amplia. Él también tenía un talento increíble para hacerla olvidar todo lo malo, provocando que su corazón latiera con fuerte intensidad hasta nuevo aviso. Sabía lo mucho que ese hombre le gustaba, lo mucho que lo soñaba despierta y dormida, tal vez significando algo más. Estaba enamorándose de Gyeong-seok, aunque no fuera a admitirlo pronto, pero la manera en la que él la hacía sentir y la hacía feliz con solo escuchar su voz era algo que nunca había experimentado con tanta intensidad. Todo estaba bien si él estaba ahí.
Desde ese ligero enfrentamiento que tuvo con la madre de la niña, no iba a negar que no pudo olvidar esa hiriente frase; no era madre de Na-yeon, nunca lo sería, ni de ella ni de nadie, por más que lo intentara. Una vez completó su transición y estuvo curada en su totalidad, pudo optar por un tratamiento y cirugía un poco más intensiva que le podría dar la posibilidad de convertirse en madre. Si bien la operación fue exitosa, el tratamiento hormonal no respondía a los cambios en el cuerpo de Hyun-ju, dejándola con un cuerpo femenino por dentro y por fuera, pero por desgracia, infértil en su totalidad. Una vez lo supo, su corazón se rompió en pedazos, pero aún así no se daba por vencida. Al regresar a Corea, continuó asistiendo a la terapia clínica cada seis meses, con la esperanza de que en algún momento las hormonas y su cuerpo se acoplarían como debía ser y finalmente brindarle el deseo de convertirse en mamá. Con su buen empleo y una casa hermosa y espaciosa, no había algo que quisiera más que una pequeña versión de ella, sin importar si debía ser madre soltera con ayuda de algún donante. No quería estar sola, quería una familia, aunque fuera muy pequeña, pero por ahora, solo era un sueño doloroso y muy lejano.
La directora Jang amaba a Hyun-ju como a su hija y sabía sus deseos y las muchas dificultades que ha pasado, incluido ese fuerte deseo que tenía respecto a la maternidad, por eso creyó de muy mal gusto oír a la mujer golpear a esa dulce joven donde más le dolía, pero Hyun-ju no se iba a dejar afectar más por eso. Sabía que Eun-seong era fría y prepotente, con un corazón vacío y de aspiraciones superficiales donde ni siquiera se daba cuenta que lastimaba a su hija y a su esposo, o más cínicamente, ni siquiera le importaba. Ella no se iba a dejar lastimar por alguien así, y nadie lo sabía con certeza, pero existía una fuerte posibilidad de que ella se equivocara.
Si seguía actuando con tanto narcisismo, Na-yeon no tardaría mucho en ver a Hyun-ju como algo más que su profesora, con su dulzura y con el cariño que siempre le mostraba, además de atrapar algunas veces los ojitos coquetos y brillantes que ella le hacía a su padre y lo caballeroso y dulce que él nunca fallaba en ser con su profesora, sin Na-yeon darse cuenta, Eun-seong comenzaba a desdibujarse poco a poco del panorama. Después de todo, su pequeño corazón ya empezaba a procesar los sentimientos reales que su madre tenía hacia ella, y si su madre biológica no la quería y no la apreciaba como debía ser, ¿era tan malo preferir a una mujer que sí estaba totalmente dispuesta a darle todo el amor y atención que mereció desde el primer día? ¿Tanto a ella como a su padre?
Siguiendo esa misma línea, a pesar de la felicidad, las cosas se ponían intensas. Na-yeon perdió su curso por un accidente, Hyun-ju la encaró con firmeza y Gyeong-seok había conseguido un nuevo empleo que solo lo distraería, además de perder una titulación importante por nada. Eun-seong estaba con el humor más nefasto que podía existir y apenas Gyeong-seok cruzó la puerta, se lo hizo saber.
Lo que no sabía es que sus próximas acciones iban a causar un daño irreparable en su esposo.
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