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El héroe que se encuentra lejos de casa.

Chapter 3: Una prosa para el héroe

Summary:

Si despertar un día significa meterte en problemas, ¡a Uzumaki Naruto le parece que el nivel ha subido!

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Despertó horas después de la emboscada, aunque él no lo supiera. Sus párpados pestañearon, deshaciendo la bruma de la inconsciencia, y su mente aún flotaba en un desasosiego gris antes de aclararse del todo. Sus hombros estaban rígidos. Entonces, de golpe, los recuerdos le cayeron encima.

Con un respingo se incorporó, en estado de alerta. Su cuerpo todavía estaba débil, relajado casi a la fuerza, pero su corazón martillaba con una ansiedad creciente.

—¿D-dónde...? —su voz salió rasposa, comprimida por el desuso y la falta de agua. El entorno respondió antes que nadie: un cuarto pequeño, con rejas grises.

Las paredes, de un blanco puro, cegaban bajo una luz demasiado intensa, demasiado pulcra.

Más allá de las rejas se abriría un espacio más amplio, iluminado por un resplandor más cálido y acogedor que el de su celda.

Un dolor sordo en sus muñecas lo hizo mirar. Estaba esposado.

—Se ha despertado, muchacho. —La voz masculina llegó con el chirrido de una puerta abriéndose. Pasos firmes, medidos, se acercaron.

Naruto se sacudió, forzándose a abrir los ojos de par en par para reconocer al hombre.

—Tú... —jadeó. Se mordió la lengua, conteniendo las palabras voraces que amenazaban con escapar.— Rompiste tu promesa.

El hombre lo miró con interés, casi divertido.

—No hubo promesas, niño. Y aunque las hubieran, no las habría roto.

Naruto maldijo entre dientes, el dolor de sus músculos lo despertaba con brutalidad.

— ¿Sedarme no cuenta como romperla?

—Es una lástima que lo pienses así.

Naruto suspir, exasperado, llevndose las manos al cabello en un gesto torpe y frustrado.

—¡Tsk! ¡Usted, realmente...!

—Basta de charlas. —El hombre lo interrumpió con secuencia—. He venido a hablar contigo.

El rubio lo fulminó con la mirada. Ese tipo se le estaba metiendo bajo la piel.

—Me dirás todo lo que quiero saber. En cambio, serás recompensado.

Naruto arqueó una ceja, escupiendo ironía: —¿Y qué crees que quiero? Porque parece que piensas que tienes en tus manos lo que yo deseo.

El hombre —Fury— entrecerró su único ojo. Su mirada dura se clavó en él como una sentencia.

—Bien. Lo pondré de esta manera: si no sueltas las respuestas que pido, tu estadía en este planeta no será nada fácil.

Los ojos del Omega se abrieron con sorpresa. Aquellas palabras no las había previsto.

Como si la sola reacción de Naruto le dijera a Fury lo que suponía,  él siguió:

—Bienvenido a la Tierra, pequeño Omega.

Naruto quedó helado. En todos sus años, jamás había quedado sin palabras. ¿Tierra? ¿Acaso no estaban ya en el planeta azul? Su cerebro estaba funcionando cómo un caballo a galope, corriendo salvajemente hacia la nada sin opciones.

Trastabillando hacia atrás con torpeza se encontró con la pared. Su corazón empezó a latir como un espíritu errante.

—Tienes dos opciones, chico. Se te dará libertad a cambio de tus servicios; o se te encerrará hasta nuevo aviso por el resto de tus días.

La garganta de Naruto se secó. Tragó saliva, pero no encontró palabras.

¿Libertad? ¿Un cambio de qué precio? Sus labios temblaron, incapaces de decidir si debían reír o gritar.

—…Usted no sabe con quién está tratando. —Fue lo único que logró decir.El hombre lo observó. Sin pestañear. Una sombra de sonrisa se dibujó en su rostro.

—Ya lo averiguaré, tarde o temprano.

Naruto apretó los dientes, clavando las uñas contra las palmas hasta sentir el ardor en la piel.

No importaba cuantas cadenas lo ataran, no pensaba doblarse. Un silencio espeso llenó el cuarto, tan pesado como las esposas en sus muñecas. Fury dio un paso atrás, como si ya hubiera ganado la partida.

—Descansa, muchacho. Mañana empezamos.

La puerta metálica se cerró tras él con un estruendo que reverberó en las paredes blancas. Naruto se quedó solo, mirando el techo. Su corazón seguía galopando sin control. Y por primera vez en mucho tiempo… no sabía si aquello era miedo, o rabia.


𝙾𝚏𝚒𝚌𝚒𝚗𝚊 𝚍𝚎 𝚂.𝚑.𝚒.𝚎.𝚕.𝚍. /10:05 𝙰.𝚖 / jueves xxx de xxxxx 𝙴𝚜𝚝𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚊𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚜𝚞𝚋𝚝𝚎𝚛𝚛𝚊𝚗𝚎𝚘.


Si Naruto hubiera sabido que, al cruzar mirada con el sujeto, estaría firmando su propia sentencia, habría arrancado ese maldito ojo en ese mismo instante.

Caminando por pasillos y puertas, meditó que lo mejor habría sido dar el golpe: con eso podría haber escapado sin interferencias.

Lamentablemente... no fue el caso.

Allí estaba, guiado por esos hombres, con los puños apretados, observado mientras lo escoltaban hacia un lugar desconocido.

Aquellos humanos de la Tierra no le parecían tan distintos a los de su planeta. Llamar “planeta” al lugar de donde venía le sonaba extraño, casi ficticio, como los libros sobre seres del planeta Esmeralda que Shikamaru coleccionaba en su estante. Era distinto a lo que conocía del clan en la Luna: allí todo era más… tangible. En el lejano y apenas conocido planeta Esmeralda —así lo habían bautizado algunos científicos civiles— la idea de vida propia le resultaba casi inconcebible; la astronomía civil aún no había alcanzado el desarrollo de su mundo. No es que los ninja ignoraran las estrellas, pero la ciencia civil y las supersticiones tenían ritmos distintos.

Extrañamente, ciertas miradas le produjeron una punzada de nostalgia: desconfianza y curiosidad escrutaban el rostro juvenil que tenía frente a ellos. Hacía tiempo que no se sentía tan juzgado. Todo aquel desfile humano era exactamente lo que Naruto hubiera deseado evitar. Aun así, con las cadenas en las muñecas y los ojos escrutando su silueta, suena —por impulso, por desafío— a pesar de todo.

Repulsivos. Furiosos. Juzgadores. Hambrientos por ubicarlo en su lugar. La imagen de esos hombres al pasar por el pasillo le devolvió un recuerdo: miradas encaramadas sobre su cabeza, figuras mayores con barbas descuidadas, susurros y sonrisas chismosas, como si contemplaran un insecto arrastrándose sobre el barro. Tan repugnantes. Tan fácilmente aplastables.

Pero fue solo un instante. El hombre de negro, con abrigo largo de cuero, se interpuso en su campo de visión.

—Nos estamos moviendo en los autos —dijo.

Cuando el sujeto mayor dio la orden, los que lo rodeaban reaccionaron en segundos.

La obediencia fue tan automática que Naruto lo entendió todo de inmediato: el hombre del parche no necesitaba repetir órdenes más de dos veces. No por nada su presencia imponia; a pesar de su aspecto rudo, se percibía la firmeza de un líder —un alfa con rasgos toscos, de genética dura. Para Naruto, el contraste no fue más que un recordatorio silencioso de dónde se encontraba.

Una bienvenida al planeta Tierra, donde el dominio del Hokage no podía alcanzar, y en su lugar había una figura que lo reemplazaba de forma autoritaria, dejando claro que sus futuras acciones estarían limitadas.

Se encontraba fuera de su bosque, en un mundo con leyes y reglas diferentes. La presión de la seguridad e inteligencia terrestre —como él los apodó— era “suficientemente amable” para dejarle claro que estaba bajo una nueva jurisdicción, obligada a actuar según términos distintos a los suyos. 

No a su manera… sino a la de ellos. Su presencia, su fuerza, sus habilidades… todo estaba destinado a ser utilizado en beneficio de la organización y del Estado, a cambio de su hospedaje sorpresivo y custodia bajo una de las agencias de seguridad más poderosas: SHIELD

Y Naruto aparentemente. Sus ojos se curvaron en media luna mientras sus pasos lo llevaban a un nuevo espacio tras la apertura automática de unas puertas.

Una fila de carruajes metálicos esperaba, silenciosa, lista para su traslado.

—Esto es seguro?—pensó por un segundo.

—Preferiría evitar morir antes de que tuviera la oportunidad de volver a casa. ¡Gracias!

Sus cejas se alzaron al notar una puerta materializarse entre las ventanas oscuras, revelando el interior mientras el hombre del parche se adelantaba.

Con los brazos sujetos por manos firmes, lo empujaron hacia adentro. Todo se convirtió en una maravillosa locura a partir de ese instante. 


[Tierra azul, País del Hierro. Aproximadamente 24 HS después de la tragedia del héroe desaparecido.]


El hombre de la capa flotaba sobre el cielo, su silueta marcada por la luz torciéndose a su alrededor. Con un gesto de sus manos, el aire mismo pareció doblarse, y un círculo dorado se abrió sobre Konoha.

La capa roja ondeaba, envolviéndolo mientras su rostro guapo observaba, por última vez, el planeta que había descubierto gracias a la gema y la ayuda externa de un sujeto desconocido. Su partida era inevitable.

Lo que había venido a buscar ya estaba en camino hacia una de las posibilidades aún no creadas. Su trabajo había terminado por el momento, y el siguiente paso dependería del universo elegido. Aun así, con la conciencia culpable y la resolución intacta, no pudo evitar comprometerse con la gente de ese planeta.

"Si hay una forma mínima de salvarnos entre las posibilidades que nos son adversarios, y que nos deparan derrota tras derrota, es por las manos de un niño... por él, en quien puedo apostar para cambiar el futuro. ¡Por favor, préstanos a tu héroe!"

Su voz, misteriosa y anhelante, se alzó brevemente hacia el pueblo que se extendía entre los bosques, inclinando la cabeza con respeto según las enseñanzas orientales que había aprendido de su maestra.

Más allá, unas figuras humanas moldeadas en la roca lo observaban en silencio, juzgando su insolencia. Strange ganó ese silencio como respuesta y el castigo como consecuencia de su pecado: robar a la persona más amada de aquel planeta.

Entrecerrando los ojos, Strange aguantó su mirada, captando incluso el ajetreo causado por la desaparición de su héroe. Sabía que estaba poniendo todas sus esperanzas en un niño, y que todos los demás también lo hacían.

Al menos, pensó, si el capitán aún estuviera vivo, seguramente lo habría reprendido varias veces por su osadía. Con este niño, sin embargo, las posibilidades eran mayores.

Si fracasaba... no habría esperanzas.

"Todos apostaban por ti, joven… omega."

En un universo donde nunca apareciste, y de donde ya no queda nada, los Vengadores ponen toda su esperanza en un chiquillo que no conocen ni extrañan.

“Prometemos devolver su ayuda en el futuro”.

Entonces, Strange desapareció. Todo volvió a la normalidad, como si nunca hubiera estado allí.

Solo la desaparición del héroe más grande del continente ninja había cambiado el curso de todo.

 


El hombre de negro se colocó adelante, con la calma imponente de alguien que sabe que es el jefe.

Naruto meditó una vez más que, efectivamente, lo era. Lo que se avecinaba se sentía como un juego de estrategia silencioso, y él, encadenado y vigilado, no tenía el control.

Las puertas se cerraron tras ellas con un clic metálico que resonó como un aviso. Un silencio incómodo llenó el espacio.

Naruto dudó de lo que podría estar preparándose detrás de las paredes estrechas, especialmente cuando vio a uno de los hombres más cercanos al sujeto del parche presionar algo en la pared.

Luego, el silencio volvió, aún más pesado. Naruto suspiro. Nadie parecía dispuesto a hablar. Y él no podía quedarse callado.

—Oye, muchachos. ¿Les gusta el ramen Ichiraku? —preguntó con su habitual humor bobalicón.

Ninguna reacción. Ni un movimiento, ni una mirada.

—¿Nadie? Hombre, ¿acaso no tienen cultura? —insistió, arqueando una ceja, como si hubiera descubierto la regla invisible del juego de silencio.

Aun así, nadie le prestó atención. Narutosuspiró de nuevo, inclinando la cabeza y mirando el espejo sobre su cabeza. Sus ojos azules se encontraron con su propio reflejo, con su rubia cabellera desordenada… y luego, sin querer, con un ojo negro que parecía atravesarlo a través del cristal.

Por un instante irritante. La mueca del hombre del parche le indicó que lo había visto con claridad, pero su saludo no era bienvenido.

Bueno, eso es un poco triste, pensó Naruto, y desvió la mirada.

—Ah, cierto… —Una voz firme rompió la quietud—.No me he presentado. Soy Nick Fury. El hombre que lidera la organización a la que ahora debes lealtad, y quienes tendrán que responder por tus travesuras durante este viaje.

Naruto giró la cabeza apenas, cruzando la mirada con Fury por un instante. La formalidad del tono contrastaba con la amenaza implícita que siempre emanaba de él.

No necesitaba repetir su nombre: solo con verlo, Naruto entendió que no era alguien con quien se pudiera bromear. El ambiente dentro del vehículo era pesado. El motor rugía bajo ellos, las luces de la calle parpadeaban en el interior del auto, y cada movimiento de los guardias parecía medido, preciso.

Naruto apretó los puños, sintiendo la tensión recorrer sus brazos, pero no pudo evitar sonreír por dentro: estaba comenzando su viaje.

Solo esperaba que todos no intentaran arrastrarlo a sus problemas… y tal vez, pensó, podría pedir un poco de ramen más tarde.

Naruto se acomodó en su asiento, sintiendo el frío del cuero bajo sus manos. Miró alrededor: tres hombres adicionales en el vehículo, cada uno tan rígido como si la tensión fuera de su segunda piel. No había nada de familiaridad en sus rostros; todo lo que conocía de su planeta parecía… lejano.

—Bueno, ¿alguno de ustedes ha probado el ramen Ichiraku? —insistió, inclinándose un poco hacia adelante. Su tono seguía siendo bobalicón, pero sus ojos azules escudriñaban cada gesto, cada mirada. Uno de ellos, un tipo con cabello oscuro y corto, levantó apenas la cabeza. No habló, pero Naruto lo tomó como un mínimo signo de vida.

—Ajá… —murmuró—. Sí, sabía que alguien tenía gusto.

Los otros dos permanecieron inmóviles, casi figuras de porcelana humana. Naruto suspiro, cruzando los brazos. Esto iba a ser más largo de lo que pensaba. Fury permanecía al frente, su único ojo visible fijo en la carretera, pero de vez en cuando giraba apenas la cabeza para medir a Naruto.

—Observa, pequeño Omega —dijo con voz baja, casi un murmullo, aunque suficiente para que Naruto lo escuchara—. No todos aquí son enemigos, pero nadie te va a proteger si te metes en problemas.

Naruto frunció el ceño, su humor se redujo por un instante ante la advertencia. Sin embargo, su orgullo tomó el control y sonrió de lado: —No se preocupe. Puedo cuidar de mí mismo.

Fury lo miró un momento más, y luego se inclinó ligeramente hacia atrás, aceptando, por ahora, la insolencia del rubio.

El vehículo avanzaba por calles iluminadas, y Naruto comenzó a notar los detalles: edificios altos, luces que parpadeaban, un mundo lleno de humanos que parecían tan organizados y despiadados como el suyo, pero distinto en cada gesto y movimiento.

Cada mirada que lanzaban los otros pasajeros era un juicio silencioso, y Naruto, como siempre, lo recibía con una mezcla de desafío y humor.

—Hmm… —murmuró para sí mismo, rozando el borde del asiento—. Extraño Ichiraku… y, honestamente, extraño poder pelear sin que todo esto… —señaló a su alrededor con un gesto rápido—. Me mirara como un bicho raro.

¿Ahora tenía el hábito de hablar sólo?

A pesar de todo, no pude evitar sonreír. Estaba comenzando su viaje, rodeado de enemigos, aliados y desconocidos, y aun así, algo en él brillaba: esa mezcla de curiosidad, desconfianza y humor que siempre lo había definido.

Hubo un silencio que se apagó después de eso.

—No hay una tercera opción, ¿verdad? —murmuró de repente, cuando todos empezaron a pensar que se quedaría callado.

Era una pregunta pequeña, casi un hilo de esperanza lanzado al vacío. Su reflejo se dibujó en la ventanilla: ojos azules con un dejo de tristeza, cejas ligeramente fruncidas, y un destello de salvajismo que no se apagaba.

Preguntar era lo único que podía hacer ahora, con las muñecas encadenadas frente a los ojos sombrios de desconocidos que lo estudiaban como a una rareza… una rareza peligrosa.

—Claro que no. —La voz de Fury rompió el silencio. Su rostro, parcialmente cubierto por el parche, mostraba un déjo de firmeza inamovible.

Naruto tragó saliva, sintiendo cómo el aire dentro del auto se volvía más denso. Nada de lo que podía hacer cambiaría el juego de fuerza que estaba por delante, pero al menos sabía que había una línea clara: no habría trampa oculta, no habría un tercer camino inesperado… por ahora.

—Bien —murmuró Naruto para sí mismo, apretando los puños bajo las cadenas.

—Entonces solo me queda… jugar.

La mirada de Fury se deslizó sobre él, un instante suficiente para medir cada reacción, cada gesto.

El viaje había comenzado, y Naruto sabía que cada segundo dentro de aquel auto contaba más de lo que parecía. En el camino, se dio cuenta de que no había nada más surrealista que montar un carruaje sin un arreo que lo tirara.

Su cuerpo casi se entumeció al viajar a una velocidad que Naruto parecía imposible. Solo imaginar el poder de los sellos —o lo que fuera que moviera la caja metálica con ruedas— le provocó escalofríos. Aun así, pudo notar las ventajas de aquel invento: un método eficiente para desplazarse de punto a punto recorriendo grandes kyori.*

Mucho más conveniente para misiones, y especialmente útil en urgencias relacionadas con salvar vidas. Quienquiera que hubiera creado tal artefacto había previsto una herramienta capaz de proteger vidas, si se usaba correctamente.

Un punto a favor de los nuevos científicos civiles que intentan incorporar tecnología en el mundo ninja. Tal vez más tarde debería enfocarse en ellos y escuchar sus propuestas.

Pero volvamos a lo principal. Al día siguiente de ser demandado a culminar un contrato bilateral que sólo beneficiaba a una parte, Naruto comprendió lo complejo y singular del lugar en que había aterrizado.

El mundo azul le resultaba levemente paralelo al suyo propio: un misterio utópico y seductor, con diferencias tecnológicas notables. Donde Konoha era solo una aldea con edificios sencillos y convencionales lo que vio a través de la ventanilla del helicarrier, pasando por ciudades y estatuas conmemorativas, abrió un nuevo mundo ante sus ojos juveniles, acostumbrados a solo un pequeño fragmento del universo.

Nada comparable con su pueblito escondido entre los bosques. Cristales que cubrían los altos edificios casi se camuflaban entre las nubes, luces que brillaban de día y de noche, carros de metal ruidosos y ciudadanos activos y despreocupados.

El lugar era incomparable.Con un vistazo de reojo, Naruto observó a los guardias sentados a su lado, firmes y atentos, sin permitir una brecha para escapar: hombres de 1,80 y 1,77 m, de físico delgado, rostros apáticos, treinta años aproximadamente, muy diligentes.

Pensó en cierto hombre que probablemente debería ser igualmente diligente, pero seguro estaba holgazaneando en casa, y suspiró bajo la mirada atenta de un agente.

— Hombre, Kakashi debe estar llorando en este momento—, pensó divertido, imaginando al Hokage contenido por los shinobis asustados en su oficina. Una sonrisa zorruna se dibujó en su rostro al pensar en otra cosa.

—Me pregunto si Sasuke también llorará. Jeje.—sonrió astutamente mientras lo imaginaba. La risa duró unos segundos, hasta que se cansó.

Tranquilo, pero perezoso, se apoyó en el asiento suave, un pequeño puchero en los labios. Sintiendo la vigilancia constante, Naruto la ignoró y pasó una mano por su cabello rubio desordenado.

Mientras bajaba por los mechones largos, tiró de la punta seda que había crecido durante la misión, decidiendo cortarla una vez volviera a casa. Tal vez Sakura lo haría por él.

Apoyado en el cómodo asiento, rodeado de tres tipos grandes y apestosos, admiró el paisaje a través de la ventanilla. Secretamente, admitió celos: todos allí parecían más brillantes.

Parecía un lugar sin guerras y en paz constante. Por un momento, Naruto se maravilló, deseando lo mismo para su aldea y su mundo.

— Aún hay mucho por hacer en casa—, meditó, planeando implementar, algún día, modelos prácticos de este planeta para el bien de su hogar.

Podría sacar buenas ideas del intercambio, entender cómo funcionaba una tierra de constancia y paz.

Aun así, su intención original era volver primero. Durante la noche, junto a Nickolas Fury —quien tuvo la amabilidad de presentarse—, en su viaje en auto, Naruto fue atacado: Una y otra vez…

— Debo admitir que me intriga la raíz que precede a tu naturaleza. Aun siendo un niño, controlas tus emociones—, dijo Fury. Con esas palabras comenzaron.

Naruto supo, después de mucho tiempo, que el hombre no podía contener su curiosidad; o quería extraer información aprovechando las circunstancias de este encierro. Naruto cerró los ojos un momento, sin prisa por responder.

Además, disfrutaba un poco de la pequeña venganza de hacerlo esperar.

«—Un chiquillo travieso nunca cambiaría su naturaleza aunque creciera.» Recordó las palabras nostálgicas de Iruka sobre su carácter bromista, que permanecía a pesar de los logros: salvar vidas, derrotar shinobis fuertes, ser visto como un héroe.

Los destellos de luces de la ciudad le cegaban a través de los párpados, molestándolo al pasar cerca de ellas con la ventanilla abajo.

—Vamos, viejo. Lo haces sonar como si fuera el misterio de la vida— dijo Naruto, entrecerrando los ojos y frunciendo el ceño en su habitual mueca de ignorancia juvenil.

Fury respondió con una breve risa: una risa que parecía decirle que no podía escapar. Naruto puso los ojos en blanco como respuesta.El sujeto levantó una ceja, apático.

Naruto creyó ver contemplación silenciosa mientras apartaba la vista. ¿Cómo podía mantenerse apacible? Lo pensó, y concluyó que la profesionalidad del hombre podía competir con la de Ibiki.

Naruto sonrió con un ojo medio abierto. Impulsivamente, se inclina hacia adelante, espalda recta, trasero algo adelantado en el asiento.

— Pero si quieres saber la verdad…—murmuró el rubio, sorprendiendo al hombre mayor. Fury se volvió serio, observando los ojos azules de Naruto, que mostraron un compromiso de cooperación real, aunque todavía travieso.

—Sabes…—susurró el omega, proyectando la cercanía de un secreto, mientras humedecía ligeramente sus labios secos.

—Muchos dicen que soy un libro abierto. Todos pueden leerme. Si no, quiere decir que hay alguien más estúpido que yo.

—…?

— Pero… ¿Es algo malo?— meditó en voz alta, provocando un leve ceño de Fury ante el insulto inadvertido. —Eh, no lo creo. Para mí, eso es bueno. ¿Verdad, viejo? Significa que Uzumaki Naruto es más inteligente que tú. ¡Créelo!

El rubio se recargó en la puerta, una sonrisa bobalicona triunfante colgando de sus labios: por primera vez, se sintió vencedor.

Las cejas negras y finas de Fury se contrajeron, y sus labios se apretaron con tensión, prometiendo, si fuera necesario, liberar su fuerza.

—Estamos a minutos de llegar—, dijo finalmente. Fury susspiró, recordando la paciencia que pensó tener con Stark, sin imaginar que alguien más podría sacarlo de sus casillas.

El cantó un largo:

—Hai~.—el sonido era repugnante cuando un niño que te miraba con ojos de cazador lo hacía.

Pero Nick no dijo nada. Fury dejó de comprometerse con él y volvió a los a su lado.

No vio la sonrisa misteriosa de Naruto ni sus ojos afilados. Naruto no era tonto: sabía que la curiosidad del hombre no se calmaría. En el futuro, él y otros intentarían sonsacarle información; pero, por ahora, estaba exento de dar más allá de un pergamino básico: un regalo de paz.

No podía evitar maravillarse con todo. Era tan nuevo y deslumbrante que sus ojos querían devorarlo sin pausa; sus palabras se estancaban al intentar explicar la emoción desbordante en su pecho. Siempre se preguntaba: ¿Cómo podía existir un mundo tan brillante? ¿Sasuke y los demás estarían igual de maravillados?

Seguramente no. De nuevo, la voz gruesa de Fury interrumpió sus pensamientos:

— En el pasado, ciertos países trataron de recrear superdotados, niños usando que podrían convertirse en súper soldados: armas perfectas para la guerra. Aún hoy, esas prácticas ilegales continúan.

Sin molestarse en esperar que Naruto abriera su impertinente voz, Nick Fury continuó.

— Tal vez, ahora mismo, un sujeto chiflado está intentando eso en algún lugar oscuro y húmedo. No me sorprendería.

Fury pasó una hoja sin mirar los ojos duros de Naruto.

— Hasta cierto punto pensé que podrías ser uno de niños esos; un espía ruso o chino que cayó en nuestras manos.¿Quién sabe? tal vez Japón aún guardara rencor por Hiroshima y Nagasaki. Esperamos cualquier cosa, por eso existimos.

Las auras de los guardias se volvieron pesadas y frías. Sus expresiones, serias: la clase que ha visto de todo y busca proteger a su país.

Fury miró a Naruto después de mucho tiempo; La broma previa parecía lejana, y ahora la molestia era un dulce recuerdo en la frialdad de sus ojos.

— Antes que preguntes: en la Tierra no es normal que un adolescente suprima sus emociones con tal maestría, ni que desaparezca de un cuarto cerrado en un pestañeo. Por lo tanto, tú no eres uno de ellos, ¿cierto?

Naruto tarareó casualmente, su impulso de sed de sangre fue suprimida para evitar caer en el instinto cazador dentro del auto.

De todos modos, ¿qué es un Japón?, se preguntó mentalmente sin intención.

Admiró el poder de aquellos humanos, reflexionando que la Tierra no era tan pacífica como parecía.

— Betsu ni~nai (realmente no)—dijo Naruto.

Fury avanzando con su único ojo entrecerrado, observando al omega con mirada analítica.

Naruto posaba de manera descuidada y aburrida. Era un joven que, por su constante uso del japonés, seguramente era originario de Japón… si es que era humano.

Pero sus rasgos eran tan occidentales como orientales. Y si conocía verdaderamente a Japón o algún país asiático como lo hacía, alguien como Naruto no podría ejercer el puesto de espía ni un trabajo importante de grado militar.

Ellos eran tan conservadores y cautelosos que usar a un mestizo con rasgos profundos de occidente para hacer su trabajo sólo terminaría de ser contraproducente para ellos. Había pasado por el peso del aura de Fury, y el niño no había reaccionado en lo más mínimo.

Sus sentidos estaban afinados, pero no podía dejar de admirar la fuerza silenciosa del hombre: la experiencia y el control absoluto que irradiaba eran casi palpables.

Aun así, Naruto se mantuvo relajado, con esa mezcla de curiosidad y desafío que definió su naturaleza.

— Por cierto, estamos yendo a una de nuestras bases. Espero que no te maree el agua.

El Omega volteó su rostro, levantando una de sus finas cejas rubias, y movió la nariz para olfatear el aire.

Fury podría haberlo considerado ridículo, de no ser por la expresión de estreñimiento que se dibujó en el rostro del joven, y se maravilló al escucharlo murmurar algo como:

«El maldito mar y sus pescados otra vez… no puedo soportarlos.»

Su rostro se tornó azul, y su estómago ya empezaba a reaccionar, a pesar de que aún no habían llegado. El olor a sal y la brisa cargada de aromas marinos le revolvían las entrañas.

La sola idea de tener que subirse a un barco lo hacía maldecir entre los dientes. Una de sus debilidades había sido detectada antes de tiempo.

Fury se recostó ligeramente, observando por la ventanilla cómo a unos kilómetros se acercaban al mar. Con un toque de crueldad casi sádica, decidió aprovechar la situación: observar cómo el rostro del Omega pasaba de azul a negro ante la sensación de náusea le resultaba divertido.

El niño hacía su mayor esfuerzo por mantener la compostura. Su rostro, que debía mantenerse neutro, se volvió forzosamente azul, aunque pretendía conservar una expresión solemne, con una mueca involuntaria que lo delataba.

Era evidente su juventud. Un niño. Y un niño muy entretenido de observar. Parecía que el Omega decía la verdad: era un libro abierto. Pero Fury notó algo más: las habilidades sensoriales del chico eran inusuales. Desde el olfato. El sistema olfativo detecta moléculas odoríferas en el aire.

En los humanos, estas proporcionan información sobre el entorno, alimentos, animales y personas, influyendo en la conducta social y alimentaria. Las fosas nasales de los mamíferos poseen receptores especializados; Los humanos tienen al menos 390 tipos, colocados en posiciones casi tan eficientes como las de los perros, aunque solo con entrenamiento adecuado.

Aún así, su alcance y precisión son inferiores a los de otras criaturas. Por ejemplo, los elefantes poseen un olfato cinco veces más desarrollado que el de los humanos, el doble que el de los perros, y aún más que el de las ratas.

Con suficiente entrenamiento, no solo espías, asesinos o maestros marciales pueden desarrollar un sentido del olfato fino; otros individuos también podrían lograrlo, aunque detectar aromas a más de 400 metros, y sin viento, no es tarea sencilla.

Tras unos minutos, el coche se detuvo. Fury bajó y susurró: — Bienvenido, niño. El joven captó sus palabras, y la mueca de ironía que se dibujó en su rostro no pasó desapercibida. Sus habilidades auditivas también eran excepcionales. Al final, el chico no era normal. Ni los espías ni los agentes más entrenados podrían exhibir sentidos tan desarrollados. Excelente. Simplemente excelente.aunque detecta aromas a más de 400 metros, y sin viento, no es tarea sencilla.

Tras unos minutos, el coche se detuvo. Fury bajó y susurró:

— Bienvenido, niño.

El joven captó sus palabras, y la mueca de ironía que se dibujó en su rostro no pasó desapercibida.

Sus habilidades auditivas también eran excepcionales. Al final, el chico no era normal. Ni los espías ni los agentes más entrenados podrían exhibir sentidos tan desarrollados.

Excelente. Simplemente excelente.

 

Notes:

Holaa
No estoy segura de cómo empezar una nota.
¿Talvez preguntando qué les pareció?
Estoy intrigada. Desde que empecé a escribir este fanfiction allá en el año 2019/2020(?) siempre quise pasar a la mejor parte. El día en que Naruto y Steve se besen. Pero siempre me detengo cuando recuerdo que es un romance lento.
No sé qué hacer. ¿Debería seguir insistiendo en que las cosas vayan lento?

Debería escribir un oneshot para mi ansiedad.

Si más que decir; gracias por leer.